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Agradecimientos: Gracias a cada una de las traductoras y correctoras que participaron en este proyecto, sin las cuales, este libro no habría salido tan bien como salió. Pero sobre todo muchas gracias a cada uno de nuestros lectores.

Staff de Traducción: kathesweet cYeLy DiviNNa AndreaN Sera Lizeth Sheilita Belikov Caty Sawi ANDRE_G +DaRkGiRl+ nathyab Dani veronica

Staff de Corrección: cYeLy DiviNNa ynexiz Nanis Alice_vampire V!an* Andy Parth

Diseño hecho por: cYeLy DiviNNa

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INDICE: Sinopsis

Pág. 7

Capitulo 1

Pág. 8

Capitulo 2

Pág. 14

Capitulo 3

Pág. 24

Capitulo 4

Pág. 29

Capitulo 5

Pág. 36

Capitulo 6

Pág. 40

Capitulo 7

Pág. 43

Capitulo 8

Pág. 45

Capitulo 9

Pág. 47

Capitulo 10

Pág. 51

Capitulo 11

Pág. 54

Capitulo 12

Pág. 61

Capitulo 13

Pág. 70

Capitulo 14

Pág. 78

Capitulo 15

Pág. 85

Capitulo 16

Pág. 92

Capitulo 17

Pág. 98

Capitulo 18

Pág. 104

Capitulo 19

Pág. 110

Capitulo 20

Pág. 115

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Capitulo 21

Pág. 119

Capitulo 22

Pág. 124

Capitulo 23

Pág. 130

Capitulo 24

Pág. 135

Capitulo 25

Pág. 139

Capitulo 26

Pág. 146

Capitulo 27

Pág. 152

Capitulo 28

Pág. 156

Capitulo 29

Pág. 163

Capitulo 30

Pág 168.

Capitulo 31

Pág 172.

Capitulo 32

Pág 178.

Capitulo 33

Pág 185.

Capitulo 34

Pág 189.

Capitulo 35

Pág 193.

Capitulo 36

Pág 195.

Capitulo 37

Pág 202.

Capitulo 38

Pág 207.

Capitulo 39

Pág. 210

Capitulo 40

Pág. 215

Capitulo 41

Pág. 222

Capitulo 42

Pág. 230

Capitulo 43

Pág. 233

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Capitulo 44

Pág. 237

Próximo Libro

Pág.246

Acerca de la autora

Pág. 247

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SINOPSIS TRADUCIDA POR: kathesweet CORREGIDA POR: cYeLy DiviNNa

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ALEB: Estoy feliz de regresar a casa después de un año de estar encerrado en un centro de corrección juvenil por un accidente en estado de ebriedad. Pero si estoy feliz por eso, ¿por qué me siento tan ansioso? Frente a mis padres seré duro. También tengo que empezar mi último año de escuela secundaria y enfrentar a los chicos de la escuela y a los amigos que me abandonaron después de ser arrestado. Lo peor es que Maggie Armstrong es mi vecina de al lado. ¿Quién es Maggie Armstrong? Oh, ella es la chica por la que fui a la cárcel al dejarla lisiada. Me acuerdo de mi error todos los días de mi vida por culpa de ella. La vida simplemente no es justa. MAGGIE: No puedo creer que Caleb Becker sea liberado pronto. Pensaba en ir a España para el último semestre del tercer año de secundaria para poder evitar enfrentarme a él. Pero mis planes se dañaron porque Caleb será liberado pronto de la cárcel juvenil. Eso me molesta ya que mi vida ha dado un vuelco debido al accidente y que Caleb regrese será como saltar de vuelta a dónde él me dejó. La vida no es justa y odio a Caleb con toda mi alma. Pero, ¿cómo puedo estar lejos de mi enemigo cuando está donde quiera que vaya? Esto me recuerda lo mucho que mi vida cambió cada día por culpa de él. La vida simplemente no es justa.

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CAPITULO UNO *** Caleb TRADUCIDO POR: kathesweet CORREGIDO POR: cYeLy DiviNNa

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e estado esperando un año para este momento. No todos los días tienes la oportunidad de salir de la cárcel. Claro, en el juego del Monopoly solo tienes que tirar los dados tres veces y esperar un doble o pagar una multa y ser libre. Pero no hay juegos aquí en el Departamento Correccional, complejo de menores de Illinois; o DOC como nosotros los reclusos lo llamamos. Oh, no es tan duro como parece. Toda la división de menores varones es difícil, pero no es como la DOC para adultos. Tú podrías preguntarte por qué he estado encerrado durante el año pasado. Fui declarado culpable de golpear a una chica con mi auto mientras conducía borracho. Fue el golpe y la fuga del accidente, también, lo que en realidad hizo que el juez en mi caso se cabreara fuertemente. Él me clavó tres meses más por eso. —¿Estás listo, Caleb? —Jerry, el guardia de la celda pregunta. —Sí, señor —he estado esperando trescientos diez días para ello. Diablos, sí, estoy listo. Respiro profundo y sigo a Jerry a la habitación donde el comité de revisión me evaluará. He sido preparado por los otros chicos de mi bloque de celdas. Siéntate erguido, mira lleno de remordimiento, sé cortes, y todas esas cosas pero, a decir verdad, ¿Cuánto se puede confiar en los chicos que no han salido por sí mismos? Mientras Jerry abre la puerta de la sala de evaluación, mis músculos comienzan a temblar y me estoy poniendo todo sudoroso bajo el overol oficial, calcetines oficiales, y sí, mis calzoncillos oficiales. Tal vez no estoy listo para esto después de todo. —Por favor siéntese, Caleb —ordena una mujer que lleva gafas y una mirada severa en su rostro.

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Juro que la escena es de una mala película pasada de moda. Siete personas sentadas detrás de una mesa de 1,82 m de largo en frente de una silla de metal solitaria. Me siento en el frío y duro metal. —Como usted sabe, estamos aquí para evaluar su capacidad de salir de aquí y comenzar su vida como un ciudadano libre. —Sí, señora —le digo—. Estoy listo para salir. Un tipo grande, quien puedo decir va a jugar al ―policía malo‖ extiende su mano. —Oye, despacio. Tenemos algunas preguntas antes de tomar nuestra decisión. Oh, hombre. —Lo siento. El grandote comprueba mi archivo, volteando página tras página. — Hábleme de la noche del accidente. La noche en mi vida que quiero borrar de la historia. Tomando una respiración profunda, le digo: —Yo estaba bebiendo en una fiesta. Conduje a casa, pero perdí el control del auto. Cuando me di cuenta de que golpeé a alguien, me asusté y conduje de vuelta a la fiesta. —¿Usted conocía a la chica que golpeó? Los recuerdos me asaltaron. —Sí, señor. Maggie Armstrong… mi vecina — yo no agregué que ella era la mejor amiga de mi hermana gemela. —¿Y usted no salió del auto para ver si su vecina estaba herida? Me muevo en mi silla. —Supongo que no estaba pensando con claridad. —¿Supone? —otro miembro del comité pregunta. —Si pudiera regresar el tiempo, le juro que lo haría. Cambiaría todo. Ellos me interrogan durante otra media hora y las respuestas brotan. Por qué estaba bebiendo mientras era menor de edad, por qué me subiría al auto borracho, por qué dejé la escena del accidente. No sé si estoy diciendo lo equivocado o lo correcto, pero me puse en el borde. Estoy siendo simplemente yo… Caleb Becker, de diecisiete años. Si ellos me creen, tengo

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una oportunidad de conseguir la libertad antes. Si no lo hacen… bueno, voy a estar comiendo esta mierda de alimentos por otros seis meses y continuare durmiendo con convictos. Grandote me mira. —¿Cómo sabemos que no estarás en otra borrachera? Me siento con la espalda recta en la silla y dirijo mi atención a todos y cada uno de los miembros del comité. —No se ofendan, pero no quiero volver aquí de nuevo. Cometí un error enorme, uno que me persigue día y noche desde que estoy aquí. Solo… déjenme ir a casa —por primera vez en mi vida, estoy tentado a arrastrarme. En cambio, me recuesto a esperar otra pregunta. —Caleb, por favor espere afuera mientras tomamos nuestra decisión —la mujer de las gafas dice. Y es todo. Solo eso. Espero en el pasillo. Normalmente soy un chico que no se rompe bajo presión, y el último año en la cárcel definitivamente me ha dado una pieza invisible de una armadura que me pongo alrededor. Pero esperar por un grupo de desconocidos para decidir tu destino es severamente tenso. Me seco las gotas de sudor en mi frente. —No te preocupes —dice Jerry el guardia—. Si no ganas con ellos, podrías tener otra oportunidad en unos pocos meses. —Genial —murmuro de nuevo, no me consuela en absoluto. Jerry se ríe, las esposas de plata brillante colgando en su cinturón tintinando con cada movimiento. Al tipo le gusta demasiado su trabajo. Esperamos una media hora por alguien que salga de la habitación y me dé una señal de lo que viene. ¿Libertad o más tiempo en prisión? Estoy cansado de estar en la noche encerrado en la celda. Estoy cansado de dormir en una litera con resortes que empujan en mi espalda. Y estoy cansado de ser observado las veinticuatro horas al día por guardias, personal, camareras y otros reclusos.

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La mujer de las gafas abre la puerta. —Caleb, estamos listos para usted. Ella no está sonriendo ¿Es una mala señal? Estoy preparándome para malas noticias. Me levanto y Jerry me da una palmadita en la espalda. ¿Una palmadita de lastima? ¿Sabe algo que yo no? El suspenso me está enloqueciendo. Me siento en la silla de metal. Todos los ojos están sobre mí. Grandote cruza las manos sobre la mesa y dice: —Todos estamos de acuerdo en que sus acciones del año pasado referente al accidente fueron reprensibles. Ya lo sé. En realidad sé eso. —Pero creemos que fue un incidente aislado que nunca será repetido. Usted ha demostrado positivas cualidades de liderazgo con los otros presos y ha trabajado duro en sus ocupaciones aquí. El comité de revisión ha decidido liberarlo y que tenga que terminar su sentencia con cincuenta horas de servicio comunitario. ¿Significa eso lo que creo que significa? —¿Libertad? ¿Yo puedo salir de aquí? —pregunto al Grandote. —Usted se reunirá con su entrenador de evolución mañana en la mañana. Va a organizar sus tareas de servicio comunitario y el informe de su progreso para nosotros. Otro miembro de la comisión me señala con su limpio dedo. —Si mete la pata, su consejero de transición puede pedir al juez traerlo de vuelta para cumplir el resto de su sentencia ¿Me entiende? —Sí, señor. —Nosotros no damos descanso a los repetidores. Vuelva a casa, sea un ciudadano modelo, acabe sus requerimientos de servicio comunitario, y tenga una buena y limpia vida. Lo entiendo. —Lo haré —digo. Cuando vuelvo a mi celda, el único allí es el chico nuevo. Tiene doce años y todavía llora todo el tiempo. Tal vez debería haber pensado dos veces antes de enterrar un cuchillo en la espalda de la niña que se negó a ir al baile de la escuela con él.

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—¿Nunca vas a dejar de llorar? —le pregunto al niño. Tiene la cara en la almohada y yo no creo que me escuche. Pero entonces escucho un apagado: —Odio este lugar. Quiero ir a casa. Cambio mis botas de trabajo porque tengo el placer de tener que limpiar los contenedores de basura hoy. —Sí, yo también —le digo—. Pero estás atrapado aquí, puede que así lo entiendas y recibas el programa. El niño se sienta, lloriquea y se limpia la nariz con el dorso de su mano. — ¿Cuánto tiempo llevas aquí? —Casi un año. Eso lleva al chico a sumergirse en la almohada para más lamentos. —Yo no quiero estar encerrado durante un año —exclama. Julio, otro compañero de celda, entra en la habitación. —En serio Caleb, si ese chico no se calla, yo lo mataré. No he dormido en tres noches debido a ese llorón. Los lamentos pararon, pero luego los lloriqueos empezaron. Y en realidad son peores que los lamentos. —Julio, dale al niño un descanso —le digo. —Eres demasiado blando, Caleb. Obtendrá resistencia. —¿Así que puede ser como tú? No te ofendas hombre, pero te asustaría un asesino en serie —le digo. Una mirada a Julio y sabes que es un tipo duro. Tatuajes por todo el cuello, la espalda y los brazos. Cabeza afeitada. Cuando mi madre viene de visita, actúa como si sus tatuajes fueran contagiosos. —¿Y? —Julio dice—. ¿Ellos van a dejarte salir de aquí? Me siento en mi cama. —Sí, mañana. —Suertudo hijo de puta. ¿Vas a volver a ese pequeño pueblo con nombre gracioso? ¿Cómo es que se llama?

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—Paradise. —¿Así que tendremos que aguantar a solas a llorón mientras estás en Paradise? Eso es una mierda —le da al niño una amplia mirada. Si yo no conociera mejor a Julio, también me daría miedo. Eso endurece al chico de nuevo. Julio se ríe y luego dice: —Bueno, te daré el número de mi primo Río en Chicago. Si necesitas salir disparado de Paradise, Río te ayudará. —Gracias, hombre —le digo. Julio sacude su cabeza hacia el niño llorando: —Más tarde, amigo —y deja la celda abierta. Toco al chico en el hombro. Se sacude, asustado. —No voy a hacerte daño —le digo Se vuelve hacia mí. —Eso es lo que dicen todos. Me enteré de lo que ocurre en las cárceles —él empuja su trasero hacia la pared. —No te hagas ilusiones, niño. No eres mi tipo. Me gustan las chicas. —¿Y el tipo de los tatuajes? Lucho contra el impulso de reír. —Él es hatero, también. Chico, estás en un centro de menores. —Me dijo que me va a matar. —Él dice eso porque le agradas —le aseguro. Julio tiene un mal sentido del humor—. Ahora, sal de la cama, deja de llorar y ve al grupo. Grupo es la terapia de grupo. Cuando todos los internos se sientan y discuten su mierda personal sobre sus vidas. Mañana estaré saliendo de este infierno de lugar. No más del grupo. No hay más compañeros de celda. No más comida de mierda. No hay más contenedores que limpiar. Mañana me voy a ca

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CAPITULO DOS *** Maggie TRADUCIDO POR: kathesweet CORREGIDO POR: cYeLy DiviNNa

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reo que a los terapeutas físicos les gusta demasiado su trabajo. Quiero decir, ¿por qué ellos siempre lucen felices y sonrientes mientras te hacen sudar y hacer muecas de dolor?

Bastante seguro, Robert, mi terapeuta físico, está esperando por mí con una gran dentada y blanca sonrisa en el vestíbulo del área ambulatoria del hospital. —Hola, Maggie ¿Estás lista para trabajar esas piernas tuyas? No realmente. —Supongo —digo, mirando hacia el piso. Sé que el trabajo de Robert es tratar de hacerme caminar mucho mejor. Pero no sirve de nada en ayudarme a caminar normal porque mi pierna está estropeada por dentro. La última cirugía que tenía que arreglar la fractura del platillo en mi tibia duró cerca de siete horas. Mi cirujano ortopédico bromea conmigo y me llama pierna biónica. Todo lo que sé es que tengo más clavos y plástico dentro de mí que el promedio de una caja de herramientas. Cuando vaya a España el próximo semestre, los inspectores del aeropuerto van a tener un día divertido conmigo. Probablemente me pedirán subir a la máquina de rayos x para estar seguros de que no estoy ocultando armas dentro de mi rodilla. Robert me escolta hasta la habitación de terapia física. Yo tengo que ir allí dos veces a la semana. Dos veces a la semana por casi un año y aún algunas personas me miran fijamente cuando camino. —Maggie, acuéstate y pon tu pie sobre mi hombro —Robert manda, empezando como de costumbre.

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Suspiro. Me acuesto en la camilla y pongo mi pie en el hombro de Robert. Él agarra mi pie en el lugar y se inclina. —Ejerce presión sobre ella. Después del accidente, todo lo que puedo hacer es un pequeño impulso de bebé. —Vamos, Maggie. Tu puedes hacerlo mucho mejor que eso. Casi no siento. Yo pongo mi antebrazo sobre mis ojos. —Eso nunca va a ser mejor que esto. —Seguro lo será. Mira, tu nunca creías que serías capaz de caminar otra vez y aquí estás. Puse más presión en mi pie. —Trata chica. Estima el nivel de dolor ahora de uno a diez, siendo diez siendo. —Ocho. —¿Un ocho? Incluso podría ser un nueve. —Si trabajas duro ahora, la ganancia se mostrará más adelante —el dijo. Yo no contesto, pero mantengo incrementada la presión sobre mi pie. El se reclina y baja mi pie. ¡Uf! Eso es todo. —Genial. Ahora mantén tus piernas rectas y sustituye doblándolas una al tiempo Empiezo con mi pierna derecha. El accidente no la desarregló demasiado y las cicatrices se han curado. En su mayor parte. Pero cuando tengo que doblar mi pierna izquierda, siento como si un peso estuviera ligado a ella. Yo la doblo una pulgada a la vez. Solo levantar mi pierna me hace sudar como una corredora de larga distancia. La palabra patética resume bastante bien mis diecisiete años de vida. —Un poco más —dice Robert mientras estoy a punto de bajarla—. ¿Cuál es tu nivel de dolor de uno a diez?

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Antes de que pudiera contestar nueve, su móvil suena. Y suena. Y suena. — ¿No vas a contestarlo? —pregunto. —No mientras tengo una paciente. Mantén dobladas ambas piernas, Maggie. —Tal vez sea importante —digo con voz expectante. —Sí lo es, ellos dejarán un mensaje. El Dr. Gerard me dijo que nos dejarás en enero —dice mientras yo alterno mis piernas. —Sip —digo con los dientes apretados—. Obtuve una beca para ir a España por un semestre. Tuve que pedir una prórroga debido a la infección. Robert silbó apreciativamente —¿España, huh? Eres una chica afortunada. ¿Afortunada? Yo no soy afortunada. Las personas afortunadas no son golpeadas por autos y tienen que ir a una dolorosa terapia física. Las personas afortunadas no tienen padres divorciados y un papá que ellas ven una vez al año. Las personas afortunadas tienen amigos. Ahora que pienso sobre eso, yo probablemente soy la persona más desafortunada en el universo entero. Soporto la tortura en mi pierna por otros veinte minutos, estoy lista para salir, pero yo sé que esto no es todo. La última cosa que Robert hace en la terapia física es un masaje en los músculos de mi pierna. Saco mis pantalones de entrenamiento y me siento en la mesa de metal en mis shorts. —¿Está desvaneciéndose lo enrojecido? —Robert pregunta mientras frota la crema medicada sobre mi pierna con las manos enguantadas. —No lo sé —digo—. No me gusta mirarlo —en realidad, yo miraría cualquier lugar excepto mi cicatrizada pierna izquierda. Es fea, como si un niño dibujara dos líneas rojas con un crayón subiendo y bajando por mi pantorrilla y muslo. Pero las marcas no son de un crayón. Son de varias cirugías después de que Caleb Becker me golpeara mientras conducía borracho. Yo trato de olvidarme de Caleb, pero no puedo. Él ha estado empotrado en mi cerebro como un cáncer. Mis pesadillas del accidente habían parado, siquiera, gracias a Dios. Estas duraron por cerca de seis meses. Odio a Caleb. Odio lo que él me hizo y estoy feliz de que él esté lejos. Yo trato de no pensar sobre en donde ha estado. Si pienso sobre eso es más difícil, probablemente me sentiré culpable. Yo no pienso sobre eso y camino con

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dificultad por mi vida ignorando las partes que tiran de mí en la medida en que no seré capaz de levantarme. Mientras Robert estudiadamente masajea los músculos de mi pierna, yo me contraigo. —No debe de doler cuando hago esto —él dice. —No lo hace —es solo… que no me gusta que las personas toquen mis cicatrices. Yo ni siquiera aguanto tocarlas. Robert examina mi pierna. —El rojo eventualmente. Dale algunos meses más.

profundo

se

desvanecerá

Robert finalmente anuncia que ha terminado. Mientras yo me pongo de nuevo mis pantalones de entrenamiento, el escribe algo en mi archivo. Su bolígrafo se mueve más rápido de lo que puedo hablar. —¿Qué estás escribiendo? —pregunto con cautela. —Solo evaluando tu progreso. Estoy solicitando al Dr. Gerrard venir de visita durante tu terapia la próxima semana. No entres en pánico, Maggie, me dije. —¿Por qué? —Me gustaría cambiar tu programa —No me gusta cómo suena eso. Robert me palmea en la espalda. —No te preocupes, Maggie. Nosotros solo necesitamos contar con un plan de terapia física para que puedas hacerlo en España sin mí. ¿Terapia física en España? No es exactamente lo que me imaginé haciendo en el extranjero. Yo no le digo esto a Robert. En vez de eso, yo le doy una sonrisa extenuada. Después de mi cita, me dirijo a la cafetería La Tía Mae donde mi mamá trabaja. Yo sé que no es glamuroso, pero ella debía tener un trabajo cuando mi papá se fue hace dos años. Su jefe, el señor Reynolds, es muy amable y le dio mucho tiempo libre cuando yo estaba en el hospital. Nosotras no somos ricas, pero tenemos un techo sobre nuestras cabezas y la comida de La Tía Mae en nuestros estómagos.

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Me siento en una mesa y mi mamá va a la cocina a buscar la cena para mí. Estoy a punto de leer un libro cuando levando la mirada y miro a Danielle, Brianne, y mi prima Sabrina entrar al restaurante. Dios, ellas lucen tan… perfectas. Yo solía ser amiga de Danielle y Brianne. Leah Becker y yo solíamos pasar todo el tiempo con ellas. Las cuatros estábamos en el equipo de tenis de la secundaria y éramos inseparables desde nuestra primera lección de tenis en el Centro Comunitario Paradise cuando nosotras teníamos nueve años. Sabrina era la extraña, la no atleta. Recuerdo a mamá haciéndome preguntar a Sabrina si quería seguirnos con mis amigas cuando nosotras salíamos. El accidente puso al revés a Paradise. Cuando Caleb me golpeó, él no solo destruyó mi pierna, él también destruyó mi amistad con su hermana gemela, Leah, y la amistad de mi mamá con la Sra. Becker. Allí ahora hay una barrera invisible entre nuestra casa y la casa de los Becker donde una vez estuvo la política de puertas abiertas. Al principio no tenía tiempo para extrañar a Leah; en el hospital mi teléfono sonaba constantemente. Mi mamá se mantuvo ocupada contestando llamadas e instándome a tener conversaciones cortas para que yo pudiera concentrarme en curarme. Pero mientras los meses pasaban, las llamadas disminuían, entonces finalmente pararon totalmente. Todos los demás siguieron con su vida mientras me recuperaba en casa. Sabrina solía venir y darme actualizaciones con chismes de la escuela. Ahora mi prima es amiga íntima de Brianne y Danielle, que es totalmente extraño porque antes del accidente ellas no le daban ni la hora del día. Yo nunca he preguntado a Sabrina sobre Leah… y Sabrina nunca ofrece ninguna información. El hermano de Leah fue a la cárcel por mí. Yo estaba segura que ella me odiaba por eso. Nosotros pasamos de ser las mejores amigas a extrañas de la noche a la mañana. Cada vez que pienso en volver a la escuela el lunes, mi estomago empieza a retorcerse. Yo he estado teniendo enseñanza en casa por unos tutores públicos asignados por el distrito escolar casi por mi tercer año entero debido a la infección en la pierna después de mi primera cirugía. Ahora soy estudiante de último año. Yo no sé qué será lo peor; salir de la casa o ir a la escuela y dar la cara a todos los chicos allí. ¿Qué pasa si me encuentro a Leah? ¿Qué debo decir?

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Mi prima y mis viejas amigas están de pie en el puesto de la anfitriona, esperando a ser sentadas. Muy bien, esta es el momento en que me gustaría que mi mamá no trabajara como mesera. Conociéndola, ella viste un uniforme rosa de poliéster con un botón en el que pueden leerse PREGUNTAME POR MI EMPAREDADO DOBLE que usualmente no me molesta. Pero que, además de su servicio con mis antiguas amigas, me dan ganas de esconderme debajo de la mesa. Mamá se retira de vuelta a la cocina con mi cena. Observo con agonía mientras ella hace lugar a Danielle, Brianne y Sabrina. Sus ojos se iluminan. —¡Hola, chicas! —ella me señala para obtener mi atención—. ¡Mira Maggie, son tus amigas y tu prima! Brianne y las otras dan a mi mamá sonrisas falsas. Mamá es ajena a eso. Doy una pequeña señal y miro hacia abajo a una pequeña mancha en la esquina de la mesa, esperando que mi mamá entienda la sugerencia. —¿Por qué no se sientan con Maggie? Ella está sola —escucho a mi mamá decir. ¿Por qué ella no les dice que soy una perdedora ahora, también? Tal vez yo tenga una gran ―P‖ de ―perdedora‖ en un botón con un alfiler en el frente de mi camisa. Las chicas, incluida mi prima, solo se miran las unas a las otras y se encogen de hombros. —Seguro. ¿Por qué pretenden ser mis amigas y ser todas falsas? No vale la pena. —Hola —digo cuando mamá las dirige a mi mesa y deja mi comida favorita en frente de mí: un french dip, sopa de chícharos, acompañado de papas fritas con salsa. —¿Sra. Armstrong, cuales son los emparedados dobles? —pregunta Brianne El resto de las chicas sonríen disimuladamente mientras yo me hundo más profundo en mi silla. Mamá no se estremece y continúa con su discurso. —Nosotros tenemos una nueva selección de emparedados con dos niveles con pavo y capas de tocino con lechuga, tomate, mayonesa, y nuestra salsa especial. También

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tenemos la nueva carne asada y queso doble. Todos vienen con dos capas de pan entre ellos. Danielle luce como si ella estuviera enferma. —Mis arterias se obstruyen solo escuchando sobre todo ese colesterol. —Olvida el colesterol —dice Sabrina—. ¿Dos capas de pan? Carbohidratos ¿Desde cuándo mi prima se convirtió en conocedora de carbohidratos? Yo miré hacia mi plato. Carbohidratos y más carbohidratos, colesterol y más colesterol. —Tomaré una coca cola de dieta y una ensalada, Sra. Armstrong —dijo Brianne. —Yo también —dijo Sabrina. —Y yo —Danielle repica. —Tenemos Thousand island, queso azul, rancho, italiana baja en grasa… —Thousand island para mí —dice Sabrina—. A un lado. Danielle frunce sus enceradas cejas, pensándolo bien. —Yo creo que tomaré la italiana baja en grasa. A un lado. Brianne ladea su cabeza al lado y dice —Sin aderezo. ¿Sin aderezo? ¿Qué sucedió con atragantarse con papas y pizza? Solo he estado fuera un año y estoy totalmente perdida. Mamá sale a entregar la orden, y yo me quedo con mi prima come ensalada, mis ex amigas… y mi French dip, sopa de chícharos, papas fritas y salsa. Yo estaba realmente hambrienta antes, pero ahora no pude comer. Brianne revuelve de un lado a otro su bolso y saca un pequeño espejo. —Dámelo cuando hayas terminado —dice Sabrina. Cuando mi prima tiene el espejo, ella intenta verificar la parte de atrás de su cabeza. Que en realidad no se puede hacer con un espejo, pero no voy a destrozar esa noticia para ella. —¿Qué estás haciendo, Sabrina? —Danielle pregunta.

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—Yo creo que necesito tener mi cabello corto antes de mañana. Danielle ríe. —Chicas, dejen de enloquecer. Es una fiesta, no un baile presidencial. —¿Qué fiesta? —pregunto, entonces quiero morir por preguntar. Obviamente yo no estaba invitada. Yo no quiero ir de todos modos. Pero ahora parece como si yo quisiera ir. Las chicas se miraron unas a otras. Ellas no quieren decirme sobre la fiesta. Ugh, ¿Y por qué pregunté? —Una fiesta de vuelta a la escuela —Danielle finalmente dijo—. En la casa de Brian Newcomb. Yo no lo sé, pero mamá viene con las coca colas de dieta y un extra grande pedazo de tarta para mí en ese exacto momento. —¡Oh, una fiesta! ¿Cuándo? A Maggie le ENCANTARÍA ir a la fiesta, ¿no te gustaría, cariño? En lugar de responder, yo muerdo un gran pedazo de French dip. Eso me salva de tener que contestar, pero ahora me siento como si fuera a atragantarme con el pedazo gigantesco de carne en mi boca. Brianne luce como si ella fuera a vomitar solo por mirarme. —Uh, tu puedes venir si quieres, Maggie —mi prima dice. Era definitivamente una invitación por lástima, nadie más que una mesera de La Tía Mae se dio cuenta de eso. Yo no voy a ir a la fiesta. Yo no quiero saber cómo voy a decírselo a mamá y dejar fuera a mis ex amigas del enredo al mismo tiempo. Tomo mi tiempo para masticar. Antes del accidente yo era una estudiante de tercer año en el equipo principal de tenis. Pero ahora como estudiante de último año, yo ni siquiera estaba en el equipo de primer año. No es lo que quiero, porque entonces yo habría tenido que vestir esas cortas faldas de tenis. Yo nunca vestiré una falda de tenis otra vez porque yo nunca voy a mostrar a nadie mi horrible cicatriz. Además que, tú no puedes jugar tenis cuando ni siquiera puedes caminar en línea recta.

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Mientras trago el último fajo de carne, me doy cuenta de que ellas están esperando por una respuesta. Umm… La ilusionada mirada en el rostro de mi mamá me hace darme cuenta de que ella siente pena por mí. Como si importara que yo no sea amiga de ellas ya. Mamá se preocupa. Ella tiene que hacer frente con pagar por la mitad de las facturas médicas que la aseguradora no cubrió. Mis padres están divorciados y odio sentir como estoy agregándole estrés. La culpa, como una gran bola de carne asada, se instala en mi inmensa y llena tripa de French dip. Quiero contraerme cuando me escucho decir: —Seguro, suena como algo divertido. Mamá deja salir un respiro mientras las chicas beben. —¿Puedes recogerla? —mamá pregunta a mi prima. —Seguro, tía Linda —Sabrina dice. Seriamente, me siento como una pequeña niña teniendo a mi mamá haciendo una cita de juego para mí. Especialmente cuando escucho preguntar a mi mamá —¿A qué hora? —Creo que a las ocho. —¡Geeeenial! —dice mamá como el tigre en el comercial del cereal. ¿Cómo voy a salir de esto sin que mi mamá me descubra? No hay manera de que yo vaya a una fiesta y tenga a personas mirando como moscas sobre mí. Ya es suficiente malo tener que lidiar con las burlas en la escuela el lunes. Después de que mamá trae sus ensaladas y nos deja solas por dos minutos, Brianne me encandila con una maliciosa sonrisa. —¿Quieres saber las grandes noticias? ¿Noticias? Um, Exactamente yo no he estado en circulación con los chismes últimamente. —¿Eso de que el señor Meyer usa un peluquín? —escuché eso sobre nuestro director de escuela hace un rato.

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Brianne ríe. —No, esa es totalmente una noticia vieja. Yo estoy hablando sobre Caleb Becker, será liberado mañana. ¿Qué? Danielle sumerge el tenedor en el aderezo y pincha un pedazo de lechuga. —La señora Becker llamó a mi mamá hoy y se lo dijo. Libertad anticipada. Me pregunto si le permitirán volver a la escuela. ¿Libertad anticipada? Se supone que debería estar alejado por al menos seis meses más. Yo tenías un plan perfecto. Salir a España antes de que él volviera. Un profundo dolor agudo en mi pecho me golpea cuando tomo un respiro, y mis dedos están temblando. Yo estoy teniendo un mini ataque de pánico, pero tratando de no permitir que nadie más lo sepa. —¿Maggie, estas bien? —Sabrina pregunta mientras pongo la tarta lejos de mí No, definitivamente no estoy bien.

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CAPITULO TRES *** Caleb TRADUCIDO POR: kathesweet CORREGIDO POR: cYeLy DiviNNa

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omo si tener a mi papá mirándome durante el camino entero de St. Charles a Paradise no fuera suficiente tortura, mi madre ha estado retorciendo sus manos juntas desde que me deshice de DOC esta tarde. Ni siquiera creo que ella haya mirado en mi dirección una vez. ¿Qué diablos se supone tengo que decir? Deja de estar nerviosa, ma. Sí, estoy seguro que eso irá bien. Su hijo es un convicto criminal. Me gustaría que dejara de recordármelo constantemente. Bien, eso tomará algo de tiempo. Nunca se destacó por ser una madre cariñosa conmigo. Cuando pasamos por la Avenida Masey, el parque Paradise está en frente de nosotros. Yo logré estropear mis dos dientes del frente en la zona de juegos del parque Paradise cuando tenía cinco, y tuve mi primera pelea en la cancha de baloncesto allí cuando yo tenía nueve. Eran los viejos días dorados. Yo no puedo creer que tenga diecisiete y piense sobre aquellos días dorados. Una cuadra más adelante llegamos a la casa de dos pisos de ladrillo con cuatro columnas acompañando la puerta del frente. Salgo del auto y tomo un profundo respiro. Estoy en casa. —Bueno… —papá dice mientras abre la puerta—. Bienvenido a Paradise. Asiento con la cabeza en lugar de sonreír, el saludo más común a los visitantes en el pueblo. Observo el vestíbulo. La decoración no ha cambiado durante el último año. Puedo verlo al instante. Curiosamente, no se siente como un hogar.

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Aunque hay un olor familiar. Como el sabor de la manzana. No he olido el dulce aroma penetrante en lo que parece una eternidad. —Yo, uh, estaré en mi habitación —les digo, aunque lo digo como si pidiera permiso. ¿Por qué? no tengo idea. La que solía ser mi habitación, todavía lo es. Entonces, ¿por qué estoy actuando como si este lugar solo fuera una parada? Subo las familiares escaleras, pero este sentimiento de claustrofobia me supera y empiezo a sudar. Me atrevo a subir más las escaleras y hojear el pasillo. Mis ojos se posan sobre algo negro apoyado en el marco de la puerta de la habitación de mi hermana. Espero. Ese algo negro es mi hermana gemela, Leah. No es una simple silueta de mi hermana, es ella en persona. Y ella está usando solamente negro. Cabello negro, maquillaje negro. Maldición, ella incluso tiene las uñas pintadas de negro. Gótica hasta la medula. Un escalofrío recorre mi espina dorsal. Es duro creer que esa es mi hermana. Ella parece un cadáver. Antes de dejar salir otro respiro, Leah se arroja en mis brazos. Entonces grandes ruidos de sollozos salen de su boca y nariz, recordándome a mi compañero de celda. Aún cuando el Juez Farkus me miró con disgusto y me dijo que yo iba a ser encerrado por casi un año por mi grave negligencia y la estupidez de conducir ebrio, yo no dejé salir ni un pitido. Hombre, cuando ellos me hicieron desnudar e hicieron una búsqueda completa en mi cavidad, me sentí humillado más allá de la compresión. Y cuando Dino Álvarez, un pandillero del lado sur de Chicago, se acercó a mí durante la hora de ejercicio y me arrinconó en mi segundo día en DOC yo casi ensucio mis pantalones. Pero ni una vez en todo ese tiempo lloré. Acaricio la cabeza de mi hermana, sin saber qué más hacer. Casi no he tenido contacto físico durante el año pasado, y lo ansié cuando me senté en mi celda por cerca de trescientos días y noches. Pero ahora, cuando estoy obteniendo el de mi propia hermana, se siente como si las paredes se estuvieran cerrando sobre mí.

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—Necesito acostarme un rato —digo, entonces gentilmente la alejo. Lo que realmente necesito es un respiro de mi vieja/nueva barrera de mi familia en mi vida. Mientras camino hacia mi habitación, el oscuro piso de manera bajo mis pies cruje, el sonido retumba en mis oídos. Es la habitación de un niño, pienso para mí. Los trofeos deportivos y mi sable de luz de Anakin Skywalker de Star Wars todavía están en mi biblioteca donde los dejé, y un banderín de la Secundaria Paradise está clavado por encima de mi cama. Demonios, incluso la foto de Kendra en su uniforme de animadora está pegada en mi cabecera como si nosotros aún fuéramos pareja. Corté todos los lazos con ella cuando fui arrestado. Kendra es una chica acostumbrada a ser mimada por sus padres y estaría asqueada por las personas con las que he vivido durante el año pasado. Me podía imaginar su desaire a la novia de Dino Álvarez durante las horas semanales de visita. La última cosa que yo necesitaba en DOC era otro recluso golpeando mi trasero porque yo tengo una novia que viste ropa de diseñador y carga un bolso de doscientos dólares. El día de visita para mí consistía en mamá retorciendo sus manos nerviosamente y mirándome como si yo fuera algún otro chico, y papá divagando sobre el clima y nada en particular solo llenando el silencio. Camino a mi armario, toco toda la ropa nueva que mamá debió haber comprado para mí. ¿Qué estaba pensando ella? Mis camisetas y suéteres se han ido. En su lugar están estúpidas, camisas a cuadros de abotonar colgando como soldados. En los estantes, todo doblado como en una tienda de Gap, pantalones de diferentes tonos plegados. Tomo un par y los mantengo frente a mí. Son demasiado pequeños. ¿Cuándo debo darle la noticia de que no soy el delgado niño que solía vivir aquí? Trabajé todos los días durante el año pasado para volar fuera del nido y defenderme de tipos como Álvarez. Los músculos no solo pesan más, ellos cambian la estructura entera de tu cuerpo. Sentado en mi escritorio, busco la ventana y miro la casa Armstrong. Mi ventana mira hacia el cuarto de Maggie. Maggie Armstrong.

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La chica a la que lisie, y por la cual fui declarado culpable. Está bien, sé que es injusto. Pero es difícil no querer culparla. Si no fuera por ella yo no habría estado encerrado. He pensado sobre Maggie y los eventos previos al accidente más veces durante el año pasado de lo que quiero admitir. —¿Caleb, estás aquí? —papá pregunta, entonces toca. Es encantador cuando las personas tocan. Yo no he escuchado un toque durante un año. Abro la puerta y le hago un gesto para que entre. Mi papá camina y cierra la puerta detrás de él. Todavía tiene la cabeza llena de cabello oscuro y un bigote medido. Él está bien como un papá, pero es un cobarde total cuando se para junto a mi mamá. —Tu mamá invitó a unas pocas de sus amigas para después de la cena —él vacila y añade—, para, uhm, una fiesta de bienvenida. Un nudo en la parte posterior de mi cuello se empieza a formar. Lo froto. ¿Una fiesta de bienvenida para un chico que acaba de salir de la cárcel? Increíble. —Cancélalo —digo. Las venas en su cuello se tensan y empiezan a tomar un extraño tono de púrpura. —Escucha, eso es lo que tu madre quiere. Ella ha pasado mucho este año contigo en la cárcel. Solo… haz lo que quiere y monta un espectáculo para sus amigas. Será más fácil para todos si sigues el juego. —¿Un espectáculo? —Sí, fija una sonrisa en tu rostro y complace a las mujeres de su club social. Yo lo hago todo el tiempo —dijo, entonces deja la habitación tan rápido como entró. Toma un segundo registrar lo que él dijo. ¿Sonrisa? ¿Espectáculo? Siento como he sido transportado a algún set de una película de Hollywood. Pero eso no es una película, es mi vida. Tomo el sable de luz en mi mano, y lo enciendo. El sonido del láser llena la habitación cuando ondeo el sable como un gran guerrero Jedi. Dios, cómo acostumbraba a gastar horas en imaginar duelos demoniacos con esta cosa cuando era un niño.

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Ahora he conseguido un nuevo demonio para pelear. Uno que yo no puedo hacer desaparecer con ondear un juguete.

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CAPITULO CUATRO *** Maggie TRADUCIDO POR: kathesweet CORREGIDO POR: cYeLy DiviNNa

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i mamá está de pie en la puerta de mi habitación en la tarde, enseñando un par de pantalones de fieltro y una chaqueta. — Maggie, mira lo que compré para ti —la vendedora dijo que todos los adolescentes están vistiendo esto. Ellos son muy, muy modernos. —Nadie dice moderno ya. —¿Genial? Yo tomo las ropas. Es un conjunto de Juicy Couture, totalmente suave y nada como mi ropa de Wal-Mart. —Mamá, esto debe haber costado unos cien dólares. Es genial, pero no podemos permitírnoslo. —No te preocupes por el dinero —ella dice, agitando mi preocupación de nuevo—. Hago algo de horas extra en la cena y tengo un pequeño extra este mes. Además, la escuela empieza el lunes y yo quiero que tú tengas algo moderno, genial o lo que sea. Pruébatelo —mamá hace un pequeño baile emocionado mientras espera. Yo quería que se fuera a trabajar así yo podría llamar a Sabrina y decirle que no iba a la fiesta. —Mamá, son las siete treinta. ¿No crees que el Sr. Reynolds estará enojado si llegas media hora tarde? Ella sonríe, su emoción no ha disminuido. —Cariño, yo estoy esperando a que Sabrina te recoja. Mi estómago se hunde hasta mis rodillas. —¿Por qué? —Porque me haría tan feliz finalmente verte salir y tener algo de diversión. Siento la presión reuniéndose y entrando en mis pulmones. Me visto con las prendas de fieltro y tan pronto como mamá me mira, ella sonríe. —Oh, querida, te ves preciosa. El rosa va bien con tu tez oliva

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Tengo que admitirlo, el conjunto es precioso. Pero yo no lo soy. Quizás los pantalones escondan mis horribles cicatrices, ninguna cantidad de dinero puede hacer que un conjunto esconda la torpe inclinación en mi paso. Después de que mamá me mira, cepillo mi fibroso cabello café oscuro y me añado maquillaje a lo que llevo. Me encuentro sentada al lado de la puerta, esperando por Sabrina. —Ahora, si tienes algún problema, apunté algunos números de emergencia para ti —ella me da su móvil y un pedazo de papel—. El primero es el número de la cafetería, el segundo es de la tía Pam, el tercero es la línea de emergencia del Dr. Gerard, y el cuarto es el 911. Imágenes de España corren a través de mi mente. Ella me trata como si mi cabeza estuviera arruinada como mi rodilla. —Venga, ¿el 911? Eso ha sido infundido en mi cabeza desde preescolar. —Las personas olvidan los números todo el tiempo cuando están bajo estrés, Maggie. Abro mi bolso de Wal-Mart y meto el papel dentro. —Estaré bien —le aseguro, aunque yo misma no esté tan segura. —Lo sé. Solo quiero que estés feliz. Y a salvo. Pero si tu pierna te duele o quieres regresar a casa más temprano, dejaré mi trabajo e iré por ti. De repente eso me golpea. Por qué ella me está dando la atención que le daría a un bebé recién nacido. —¿Tu sabes que Caleb regreso hoy, no es cierto? Su mirada de ciervo frente a los faros no pasó desapercibida. —Alguien podría haberlo mencionado en la cafetería ayer. Yo gimo y lamento, —¡Mamáááááá! —Cariño, no pienses en eso. Solo mira a otra parte y pretende que los Becker no existen. Creo que ahora sería el mejor momento para hablar sobre lo mucho que extraño a mi ex mejor amiga que también pasa a ser ―uno de esos Becker‖. El sonido de una bocina afuera. Es Sabrina. —Vamos —dice mamá—, y llama cuando estés aquí para saber que estas a salvo, incluso si piensas que estoy siendo sobre protectora o anticuada.

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Salgo a la puerta, tratando de contar los días en mi cabeza hasta que vaya a España. Creo que son unos ciento dieciocho días, obviamente no lo bastante pronto. Cuando llego a la silla de en frente del auto de mi prima, ella dice, —Lindo conjunto. Sabrina sabe lo suficientemente bien de nuestro esfuerzo financiero y mis ropas son un lujo extravagante que no podemos permitirnos. Hace dos años mi papá se fue de viaje de negocio a Texas. Se suponía que sería por cuatro semanas, él estaba tratando de convencer a un grupo de inversores de mover sus instalaciones de fabricación de chips digitales a Paradise. Ellos rechazaron su propuesta, pero le ofrecieron un trabajo viajando alrededor del país como su consultor. En dos años mi papá había estado de vuelta en Paradise solo tres veces. Una vez para preguntarle a mamá por el divorcio, otra para anunciar que se había casado de nuevo, y la última vez fue después del accidente. El vino por una semana, entonces se fue. El dice que está feliz, que él quiere que yo vaya a visitar su nuevo hogar, pero él nunca hace ningún compromiso o establece alguna cita. Incluso yo no estuve en su segunda boda. —Gracias —recorro con mis dedos la suavidad de los pantalones una vez más. Y esa es nuestra entera conversación hasta que Sabrina aparca en la calle y nosotras caminamos hacia la casa de Brian Newcomb. —¿Qué está mal? —pregunta Sabrina—. Estás cojeando más de lo usual. Pensé que tu pierna estaba mejor. —Estaba… está —pero un espasmo estaba creciendo hoy. Escucho música rock a todo volumen fuera de las ventanas de la casa de Brian y tomo un profundo respiro. Allí van a estar bailando. Bailar implica movimiento y chocar con otras personas. ¿Qué si me caigo? Peor, ¿Qué si no puedo levantarme y las personas empiezan a reír? En frente de la casa, estoy lista para salir corriendo de vuelta a casa y esconderme en mi habitación hasta que vaya a España. Pero Sabrina ansiosamente abre la puerta antes de que pueda retirarme. Mientras entramos al vestíbulo, soy hipersensible y consciente de todos los ojos enfocados sobre mí. Un escalofrío corre por mi espina dorsal. ¿Podría

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ser que tengo un grano del tamaño de un aguacate creciendo en mi nariz? ¿Es mi cojeo tan malo? ¿O se trata del chisme que anhelan? De cualquier manera, no me gusta la atención. Haría cualquier cosa por permanecer perdida en segundo plano para siempre. —¡Oigan, chicos, esa es Maggie Armstrong que regresa de la muerte! — grita un chico del equipo de fútbol. —Escuché que Caleb Becker también está de regreso —un tipo llamado Ty dijo. —Eso es lo que he escuchado —digo elocuentemente, sin sentir del todo la elocuencia. Yo no puedo esconderme. ¿Ellos saben que quiero? — No es nada —estoy sorprendida de ser capaz de sacar las palabras; mi garganta está tratando de cerrarse. —Pero él casi te mata —alguien más dice. Ni siquiera sé quien lo dijo; la multitud se ha convertido en una gran mancha. Ni siquiera creo que pueda tomar un profundo respiro ahora si lo quisiera. —Fue hace un año. Eso está terminado —trago. Ser valiente no es tan fácil como se ve. Especialmente cuando tu corazón está corriendo más rápido que el ritmo de la música, que ahora ha pasado a segundo plano. Música suertuda. —¿Cómo puede ser? ¿No estuviste en una silla de ruedas, como por, cuatro meses? Ciento veintitrés días para ser exactos, ¿pero quién está contando? —Supongo. —Gente, denle espacio para respirar —me vuelvo hacia la voz. Es Kendra. La antigua novia de Caleb. Nosotras solíamos estar en los mismos círculos, pero no fuimos nunca cercanas. Ella me recuerda a una falsa, muñeca plástica. Para mi sorpresa ella coge mi brazo y me saca hacia el patio trasero. Con mi cojera es difícil mantenerme con ella sin tropezar con mi propio pie, pero ella parece no darse cuenta. O preocuparse. —¿Lo has visto? —pregunta en un susurro. Por un segundo estoy confundida. Kendra es popular, alguien a quien nadie puede ignorar. ¿Pero no estoy realmente aquí, cierto? Seguro, mi cuerpo está. Pero mi serenidad está de vuelta a casa, en mi habitación donde puedo esconderme del pasado y los recuerdos del accidente.

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Kendra me sacude, y yo estoy de vuelta en la fiesta. —¿Lo viste? —pregunta. Por la forma que en que me mira, tu pensarías que sus ojos eran dardos. —¿A quién? Ella está molesta, su rizado y rubio cabello rebota con cada movimiento de su cabeza, haciendo hincapié en su estado de ánimo como puntos de exclamaciones. —A Caleb. —No. —Pero él vive justo al lado tuyo —ella dice casi desesperadamente, sus dardos estrechándose contra mis pequeñas rendijas. —¿Y qué? —yo nunca hice clic con Kendra. Ella lo sabe, yo lo sé. No muchos otros lo saben; nosotras hemos sido muy buenas fingiendo que estábamos en la misma página. Se siente como un enfrentamiento, ella me reta por información que quiere y cree que tengo. Pero yo no la tengo, así que ni siquiera tengo la satisfacción de guardar información para ella. Brian asoma su cabeza por la puerta. —¿Kendra, que estás haciendo aquí afuera? Ven y sálvame de tener que jugar a girar la botella. Kendra va de mí a Brian, entonces se voltea. —Ya voy —dice, sacudiéndose el cabello una vez más con un movimiento de su cabeza, antes de entrar a la casa. Dejándome sola. Afuera. Estoy bien sola. Estoy acostumbrada a estar sola. Estar sola es cómodo para mí, es tranquilo y no exige estar feliz o satisfecha o… ninguna pregunta. Trato de no pensar en lo que era cuando no estaba sola, cuando yo era una parte integral del escenario social. Cuando Kendra y yo no éramos enemigas o amigas, pero estábamos con las mismas personas. E incluso si no estábamos en igualdad social, entonces al final estábamos en el mismo campo de juego social. Los encuentros no habrían sido lo mismo sin mí. Ahora no son lo mismo conmigo.

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Me siento en una silla junto a la piscina. Unos pocos minutos después la fiesta se ha multiplicado y las personas comienzan a congregarse y bailar en el patio. Yo todavía estoy sola, pero dentro de la multitud. Brianne está agarrada a Drew Wentworth, el mariscal principal del equipo de la secundaria. Sus manos están sobre ella mientras bailan cerca una canción lenta a todo volumen desde la ventana del segundo piso. Danielle y Sabrina están acurrucadas en la esquina, chismeando y riendo. Después de un tiempo algunos chicos las empujan hacia el patio y empiezan a bailar con ellas. La escena me recuerda a todos esos reality shows de adolescentes de California. Estoy completamente fuera de lugar vistiendo un conjunto rosa de Juicy Couture. Abro mi bolso, miro los números de emergencia que mi mamá me dio solo para estar segura de que aún estaban allí, entonces cierro mi bolso de nuevo. ¿Sin duda, convertirse en una marginada cuando antes eras popular, no se considera una emergencia, cierto? Kendra y Brian empiezan a montar su propio espectáculo público de baile sobre en trampolín después de cambiarse a los trajes de baño. Todos se reúnen alrededor, cantando para que la pareja salir. Kendra ama la atención, ella está acostumbrada. Su familia ha sido propietaria de la más grande parcela de tierra en Paradise por los últimos doscientos años. Su papá ha sido el alcalde por los últimos diez años, y su abuelo era el alcalde antes. Algunas chicas nacieron para tenerlo todo. De pronto un grupo de estudiantes salieron de la casa vistiendo trajes de baño. Danielle se acerca a mí. —¿Has traído un traje? Sabrina y yo vamos a cambiarnos en la habitación de Brian. Si yo saliera vistiendo un traje de baño mostrando todas mis cicatrices, probablemente despejaría el lugar. —Mi doctor dice que no puedo nadar todavía —miento. —Lo siento. Yo no lo sabía. —No hay problema —digo, sacando el celular. Mientras Danielle y Sabrina suben las escaleras, cojeo a la puerta y marco el número del trabajo de mi mamá. —Comedor de la Tía Mae. ¿Puedo ayudarlo?

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—Hola, mamá, soy yo. —¿Estás bien? —pregunta. —Estoy bien. Teniendo una juerga —digo mientras cojeo lejos de la casa de Brian y empiezo a bajar la calle. Yo no sé a dónde voy. A algún lugar privado… silencioso… donde yo no tenga que pensar sobre lo que estoy extrañando. Un lugar donde pueda cerrar mis ojos y concentrarme en mi futuro. Un futuro sin Paradise. Yo puedo imaginar la sonrisa en el rostro de mi mamá mientras ella dice, — Mira… y tú estabas preocupada de que no encajarías. ¿No te sientes tonta ahora? —Absolutamente —¿la verdad? Me siento absolutamente tonta de tener que mentir a mi mamá.

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CAPITULO CINCO *** Caleb TRADUCIDO POR: cYeLy DiviNNa CORREGIDO POR: cYeLy DiviNNa

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antengo una sonrisa permanente en mi cara, durante la fiesta de bienvenida que mamá organizo para mí, tal y como ordenó mi padre. Es una sonrisa falsa, pero creo que las amigas de mi madre se lo están tragando. Me parece. Mi mamá ha estado junto a mí, riendo y abrazándome en público como al hijo reformado. Me pregunto durante cuánto tiempo podre mantener esta farsa antes de que ya no aguante más. Olvídate de mí, ¿cuánto tiempo podrán ellos hacerlo? Papá ni siquiera parece notar la transformación Jekyll y Hyde. ¿Por qué las apariencias son tan importantes para mis padres? —Caleb se ha convertido en religioso, mientras que ha estado lejos —mamá le dice a la señora Gutterman cuando me agarra el codo y me coloca frente a la esposa del reverendo—, ¿No es así, Caleb? —dice. —Yo rezaba todos los días —le digo, sin perder el ritmo, y sabiendo que no sólo la señora Gutterman está escuchando. ¿La verdad? Yo rezaba todos los días para sobrevivir al sistema juvenil, volver a Paradise, y hacer las cosas bien de nuevo. La declaración de mamá de que me he convertido en religioso es hueca, porque nunca hemos discutido lo que hice mientras estuve en la cárcel. Ella nunca preguntó, y yo nunca se lo he dicho. Además, ella no quiere saber la verdad. Si fingiendo sanará esta familia, estoy bien con ella. Creo que es una mierda, pero yo estoy bien con ella. La señora Gutterman es llevada por otra persona, dejándonos a mi madre y a mí de pie juntos. Ella se inclina más a mí. —Abrocha más esa camisa —susurra. Miro mi camisa. Sólo tengo dos botones desabrochados. Yo no estoy dispuesto a discutir con mi mamá en la actualidad. No vale la pena. Hay tantas cosas que debo arreglar, que la lucha por un maldito botón sería risible.

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Cuando estoy abrochándome la camisa, le echo un vistazo a la chica gótica apoyada al lado de la casa. Me tome un vaso con cerveza de raíz y camino hacia mi hermana. He tenido la alegría de una sonrisa durante todo el tiempo que he podido, pero mi cara está empezando a dolerme por el esfuerzo. —Aquí —le digo, entregándole la bebida para ella—. Tu favorito. Ella sacude su pelo negro azabache. —Ya no es así. Así que ahora estoy aquí de pie con el trago que nadie quiere beber en la mano. Tomo un sorbo. —¡Qué asco! Sabe a regaliz. No sé por qué te gustaba esto. —Ahora tomo agua. Solo agua. Esto, viniendo de la chica que solía alzar su limonada con cerveza de raíz y se negó a comer pollo sin asfixiar con su propia mezcla de salsa de barbacoa, salsa de tomate, mostaza y queso parmesano. El agua no se ajusta a Leah, independientemente de si mi hermanita quiere admitirlo o no. Yo estoy a su lado disfrutando de la configuración. Paradise no es una ciudad grande, pero la palabra "fiesta" lleva a la gente en tropel. —Hay bastante gente aquí esta noche. — Sí. Mamá hizo todo lo posible —dice. —Papá no trató de detenerla. Leah se encoge de hombros y dice —¿Por qué iba a hacerlo? Al final lo habría hecho a su manera —unos minutos antes de pasar Oigo la voz de Leah de nuevo—, ¿Hicieron que te cortaras así el cabello? Me paso la mano por el corte de pelo espinoso. —No. —Te hace parecer duro. ¿Debo decirle a ella lo que me parece su pelo negro teñido? Brevemente lo considero, pero pronto me doy cuenta que su grado de oscuridad va más allá de su cabello. Sacar ese tema en una fiesta no sería el mejor curso de acción. Leah arrastra sus pies. —Brian está teniendo una fiesta esta noche en su casa. —¿Dos fiestas en Paradise en la misma noche? Chica, Las cosas han cambiado.

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—Más de uno se da cuenta, Caleb. ¿Vas a hacer una aparición en la fiesta de Brian? —De ninguna manera —es suficiente mierda tener que estar con boquiabierto grupo de adultos—. ¿Por qué? ¿Vas?

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Leah levanta las cejas y me mira. Lo entiendo, ella no ira. Bien. —Probablemente debería mantener un ojo en mamá —dice Leah, mordiendo una de sus uñas pintadas de negro. —¿Por qué? —Porque ella sólo tomó un micrófono. Como si así fuera, un fuerte ruido, zumbido proviene del porche, luego la voz de nuestra madre se extiende por el patio. —Gracias a todos por venir —anuncia con un estilo que haría que la reina de Inglaterra se sintiera orgullosa—. Para dar la bienvenida a mi hijo Caleb con los brazos abiertos. ¿Los brazos abiertos? Mi propia madre no ha puesto una sola mano sobre mí, si no es en un foro público. Yo no puedo soportar otra palabra. Más de lo que temo la próxima reunión con mi consejero de transición, me da miedo levantarme y hablar en ese micrófono. Porque lo que yo estoy con ganas de decir, no será falso o falso. Me meto por la puerta lateral. Prefiero irme al parque de Paradise, me pongo una camisa geek con un pantalón demasiado apretado y desabrocho cada botón de la camisa hasta que toda está abierta. Esta es la primera vez que he sentido toda la libertad que no he tenido en casa. Puedo ir a donde quiero y desabrochar mi camisa a la medida de lo que quiero. Yo no tengo a nadie que me mira o me habla sorprendido frente a mí. Cómo me gustaría poder retroceder al año pasado y empezar de nuevo. La vida no te permite hacer eso. No es posible borrar el pasado, pero voy a tratar de hacer que otras personas lo olviden. Llego al parque y poso mi mirada en el árbol familiar, el viejo roble al que subí cuando yo era un niño. Andrés y yo una vez habíamos hecho un concurso para ver quién podría subir más alto. Había ganado, justo antes de

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que la rama se quebrara, y cayera al suelo. Tuve un yeso en el brazo durante seis semanas después de esa caída, pero no me importaba. Había ganado. Miro hacia arriba, tratando de localizar a esa rama rota. ¿Sigue estando aquí, la evidencia de ese día hace mucho tiempo? ¿O han pasado por el árbol suficientes temporadas para borrar el pasado? Una ingesta de aliento me toma por sorpresa mientras me acerco al árbol. Esta justo en frente de mí, sentada, apoyada en el tronco del viejo roble, es Maggie Armstrong.

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CAPITULO SEIS *** Maggie TRADUCIDO POR: cYeLy DiviNNa CORREGIDO POR: cYeLy DiviNNa

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e he dado cuenta de un movimiento a mi lado, ya no estoy sola. Bloqueo mi cabeza. Hay un tipo parado frente a mí, que yo reconozco de mis pesadillas. No es un producto de mi imaginación, ya se. Es realmente él, Caleb Becker de carne y hueso, mirando hacia arriba como buscando algo importante. Un gran jadeo automáticamente se escapa de mi boca. Él me escucha y rápidamente se centra en mí. Él no se mueve, ni siquiera cuando sus ojos azules como el hielo hacen contacto con los míos. Ha crecido en el último año. Actuaba duro en aquel entonces, pero ahora Caleb tiene una mirada amenazante a su alrededor. Su pelo es corto, la camisa desabrochada, mostrando su musculoso pecho. Eso, combinado con los pantalones ajustados que lleva puestas, son gritos peligro. No puedo respirar. Estoy paralizada. Con la ira. Con la ansiedad. Con el miedo. Estamos en un callejón sin salida, ninguno de los dos puede hablar. Con la mirada fija. Ni siquiera creo que sea capaz de abrir y cerrar. Estoy congelada en el tiempo. He estado cara a cara con él muchas veces, pero ahora todo ha cambiado. Ni siquiera parecía el mismo, excepto por su nariz recta y la postura de la confianza de que ha tenido, y supongo que siempre tendrá, Caleb Becker. —Esto es poco práctico —dice, rompiendo el largo silencio. Su voz es más profunda y más oscura de lo que recuerdo. Esta vez no sólo lo veo por la ventana del dormitorio. Estamos solos. Y está oscuro.

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Y es, oh, tan diferentes. Siento la necesidad de volver a la seguridad de mi habitación, trato de ponerme de pie. Algo caliente avanza por el lado de mi pierna y hago una mueca de dolor. Veo con horror y shock como da pasos hacia adelante y agarra mi codo. Oh. Mi. Dios. Yo automáticamente doy un tirón fuera de su control. Los recuerdos de estar atrapada en una cama de hospital sin poder moverme después del accidente pasan por mi mente mientras me enderezo. —No me toques —le digo. Tiene las manos en alto como si yo acabara de decir "manos arriba‖. —No tienes que tener miedo de mí, Maggie. —Sí... sí debo —le digo, presa del pánico. Lo oigo dejando escapar un suspiro, luego dando un paso atrás. Pero él no se va, él sólo me mira raro. —Solíamos ser amigos. —Eso fue hace mucho tiempo —le digo—. Antes de que me golpearas. —Fue un accidente. Y he pagado mi deuda con la sociedad por ello. Es un momento totalmente surrealista, y uno que no quiero que dure más de lo que tiene que hacerlo. Si bien mi interior tiembla por el nerviosismo, le digo —Es posible que hayas pagado tu deuda con la sociedad, pero ¿qué pasa con tus deudas hacía mí? Después de que las palabras salieron de mis labios, no podía creer lo que había dicho. Me aparte y me fui de vuelta a casa cojeando sin mirar atrás. No paré hasta que abrí la puerta de mi casa. Cuando llegue a mi habitación, me senté dentro de mi armario y cerré la puerta como solía hacer cuando quería bloquear las peleas de mis padres. Todo lo que tenía que hacer era cerrar los ojos y poner mis manos sobre las orejas... y solo escuchaba un zumbido.

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Cerre los ojos. La imagen de Caleb, de pie frente a mí con esos ojos azul intenso, era como una marca en mi cerebro. A pesar de que no estaba cerca, aún puedo oír su voz oscura. La noche del accidente, el dolor que había sufrido, mi vida entera cambiando, todo volvía a atormentarme. Empece a tararear.

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CAPITULO SIETE *** Caleb TRADUCIDO POR: cYeLy DiviNNa CORREGIDO POR: cYeLy DiviNNa

E

stoy poniéndome a prueba. Cárcel. Mamá. Leah. Papá. Y ahora Maggie. Cuando me fui de esa ridícula fiesta de mamá, lo último que necesitaba era estar cara a cara con Maggie. Ella me miró como si la hubiera atropellado de nuevo, sin darme ni media oportunidad. Sólo hablé con ella porque... porque tal vez yo quería demostrarle que no soy el monstruo malvado que ella obviamente cree que soy. Todavía estoy de pie en el parque como un idiota. El viento hace que las hojas de los árboles crujan como si estuvieran hablando entre sí. Levanto la vista hacia el viejo roble. En pocos meses las dejara caer en la tierra y morirán, sólo para ser reemplazadas por nuevas hojas y nuevos rumores. En este momento me siento como una hoja vieja. Me fui, y en el fondo una parte de mí ha muerto. Me prometí que volvería a Paradise y conseguiría mi vida de nuevo, mi vieja vida, donde todo era fácil. Me apoyo en el roble, su tronco es grueso, pero ni si quiera una demoledora podría destruirlo. Si yo pudiera ser como el árbol en lugar de una hoja de insignificante. Quiero hablar con mi mamá, con Maggie, con Leah... Y ser lo suficientemente fuerte como para convencerlos de que dejar de actuar como antes, que el accidente lo cambio todo. Fue un accidente, por el amor de Dios. El chico que está en la cárcel porque apuñaló a una niña... eso no fue un accidente. Julio por traficar con drogas por dinero... tampoco fue un accidente. No estoy diciendo que conducir ebrio no es un crimen, porque si lo es. Y cuando se me declaró culpable de los cargos, yo estaba listo para tomar cualquier castigo que el juez ordenara, sin remordimientos. Estaba acusado del crimen, pague mi deuda. Se ha acabado. Hay un problema técnico: Maggie Armstrong no quiere perdonarme.

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Ella dijo que no he pagado mi deuda con ella. ¿Habrá algún fin para este castigo que he puesto sobre mí? No voy a dejar que Maggie, o mi familia, me hagan sentir fuera de foco. Si voy a estar atrapado no dejare que me hagan a un lado, el pueblo de Paradise no puede hacerlo. Mi hermana va a tener que averiguar por qué cree que ser un jodido bicho raro es mejor que volver de nuevo a las cosas tal y como estaban antes de irme. Y mi mamá va a, de alguna manera, ser realista y dejar de actuar como si estuviera en una película. Mi papá... mi padre va a tener que dejar crecer algunas bolas un día de estos. Y Maggie... Maggie va a tener que darse cuenta de que el accidente fue sólo eso... un accidente. No importa lo que pase, no me voy a ir de Paradise. Puede ser que ella también se acostumbre a mí. Sera mejor que todos ellos se acostumbren a mí.

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CAPITULO OCHO *** Maggie TRADUCIDO POR: cYeLy DiviNNa CORREGIDO POR: cYeLy DiviNNa

—¿C

ómo estuvo la fiesta? —Mamá pregunta mientras se plancha el uniforme para el trabajo a la mañana siguiente. —Genial.

—¿Tu pierna está bien? —Está bien —ni siquiera he pensado en mi pierna esta mañana, es la menor de mis preocupaciones. Estoy obsesionada con España. Ayer por la noche, Caleb reforzó mi decisión de dejar esta ciudad—. ¿No hemos recibido ningún paquete del programa de intercambio aún? —el sitio web dijo que el paquete llegaría hace una semana. Mamá sigue planchado. —No lo he visto. Espero que incluya información sobre la accesibilidad para sillas de ruedas. Si la pierna comienza a dar problemas, tendrás que obtenerla. —Mamá, por favor. ¿Siempre tiene que discutir el qué pasaría si? —voy a la nevera a pie lo más recta que puedo. —No te hace daño a que te prepares, Maggie. No voy a estar allí para presionarte a lo largo o ayudarte una vez que estás ahí. —Voy a estar bien, mamá. Deja de preocuparte. Es triste. Un minuto mamá me empuja a salir y hacer cosas con mis amigos como antes. En el renglón seguido está siendo sobre protectora, y demasiado asfixiante. Se contradice todo el tiempo. Creo que es porque está tratando de actuar como un padre responsable y una madre protectora de una vez. Se está confundiendo en el proceso. Me está confundiendo, también. Pone la plancha hacia abajo y me da un gran abrazo. —Yo quiero que te vayas a España. Lo has estado esperando durante tanto tiempo. Pero

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también necesito saber que estarás bien. Es sólo porque te quiero mucho, lo sabes. —Ya lo sé —chillo. Yo no le quiero añadir que, un abrazo, puede ahogar a una persona hasta provocarle la muerte.

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CAPITULO NUEVE *** Caleb TRADUCIDO POR: cYeLy DiviNNa CORREGIDO POR: cYeLy DiviNNa

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stoy jugando un juego de un solo hombre en el billar del sótano mientras mi entrenador de transición está hablando con mis padres arriba, en la sala de estar. Si la situación no fuera tan invasiva, me parecería malditamente hilarante.

Mi entrenador de transición es Damon Manning, un tipo que pasó por el sistema de justicia de menores como lo hice yo. Él es asignado para checarme y supervisar mi servicio a la comunidad. Qué suerte la mía. Tengo un oficial de libertad condicional con un título de fantasía. Es una mierda, pero el informe de Damon se destinará directamente a un juez asignado a mi caso y el comité de revisión, así que tengo que jugar bonito. No será fácil. He estado en alerta desde que he estado en casa. Conocí perfectamente a Damon antes de salir de la correccional. El tipo es un hombre negro y grande que no toma la mierda de nadie. Mi papá mete la cabeza en el sótano cuando yo accidentalmente hundo la bola ocho. —Caleb —dice en voz alta—. El señor Manning está listo para hablar contigo. Entro en la sala de estar y veo a mi mamá. —¿Puedo ofrecerle algo? —le pide a Damon con nerviosismo. No está acostumbrada a los grandes, negro ex convicto en su casa, pero ella sigue jugando a la anfitriona consumada. —No, gracias. Voy a tener una pequeña charla con su hijo, a mi manera. Me siento en uno de los sillones acolchados de seda, pero Damon me llama inmediatamente. —Vamos a dar un paseo —dice Damon. No es una sugerencia.

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Me encojo de hombros. —Claro que sí. Lo que sea. Damon agarra una carpeta manila, mientras caminamos por la avenida Masey hacia el parque para acabar sentados en un banco de picnic. —¿Cómo lo estás pasando? —Damon pregunta. El tipo abre la carpeta y chasquea la pluma. Haciendo click. —Está bien —le miento. —Sé más específico. —Damon lo hace sonar como una orden. Todo lo que el tipo dice suena como una orden. Simplemente siento aumentar mis nervios. —¿Sobre qué? Sigue haciendo click con su bolígrafo. —Hábleme de tu familia. Parece como si tuvieras una vida familiar muy agradable. Parece que la palabra es operativa. —Oye, mi mamá es un robot, mi papá es un pelele, y mi hermana es una puta zombie. Yo diría que más o menos eso lo resume todo. Veo a Damon cerrar una carpeta y mirarme de frente. —Nadie dijo que sería fácil. —Sí, bueno nadie dijo que iba a ser tan malditamente duro, tampoco. —¿Te hace sentir como un hombre grande poder maldecir en cada frase que sale de tu boca? —Vete, hombre. —Es mi trabajo permanecer contigo, Caleb. Pero no puedo ayudar si no vas a compartir conmigo. Miro al cielo y muevo la cabeza. —Yo no necesito tu ayuda. Mis padres y mi hermana... necesitan más ayuda que yo. ¿Por qué no los tratan como al conejillo de indias? —Has estado fuera durante casi un año. Dame un momento. Actúas como si se te debiera pedir disculpas a ti en vez de al revés. ¿Qué han hecho mal? ¿Eh? Tal vez deberías culparte a ti mismo al mismo tiempo, Caleb. La experiencia podría hacerte abrir los ojos. —La verdad sería abrir los ojos —le digo de nuevo.

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Sigo escuchando el click. —¿Qué? Sacudo la cabeza. —Nada. Sólo olvídalo. Damon abre la carpeta de nuevo. En esa carpeta, probablemente esta todo lo que dice Damon sobre mi vida antes, durante y después de mi arresto. Me pregunto si la vez que yo golpeé a Joe Sanders está ahí. O la vez que golpeé a un chico de Fremont High por hacer bromas sobre mi hermana porque su permanente había salido mal. Yo solía ser admirado, era el rebelde cool. Ahora soy un preso. Ya no soy cool. Me entrega algunas hojas de papel. —Vives en un pueblo pequeño, Caleb. No hay mucho de donde elegir para los trabajos de servicio comunitario, pero en tu cuestionario dijiste que tenías experiencia en la construcción y pequeñas mejoras en casas. —Trabajé en la construcción durante los veranos con mi tío —le digo. —Muy bien, entonces. Tendrás que presentarte en la tienda de hardware The Trusty Nail el lunes después de la escuela a las tres cuarenta y cinco en punto. No llegues tarde. Ellos te asignaran un lugar de trabajo y todos los materiales de suministro sean necesarios. Cuando hayas terminado con el trabajo, obtendrás una hoja de finalización firmada. Fácil ¿suficiente? Claro que sí. —Sólo tengo un par de preguntas más. Entonces no tendrás que ver mi apestosa cara por otra semana —cuando Damon me mira, pregunta— ¿Cualquier contacto físico? —¿Al igual que en el sexo? Damon se encoge de hombros. —No sé, dime. ¿Era tu antigua novia la que esperaba en la escalera de la entrada cuando llegaste a casa ayer? El impulso de reír se ve atrapado en mi garganta. —No lo creo. Mi hermana me abrazó, mi padre me dio la mano, y tengo unas palmaditas en la espalda de parte de mi mamá, que me dio frente a sus amigos anoche. —¿Lo iniciaste? —No. Eso es rastrero, hombre.

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—Caleb, algunos chicos tienen problemas de apego al llegar a casa. Ellos tienen dificultad para entender que el contacto físico es apropiado y lo que… —Toque a una chica —le digo, interrumpiendo. De nuevo ese click. —Cuéntame. Vuelvo a pensar en la noche anterior, cuando Maggie intentó ponerse de pie. El dolor intenso que sentía por ella hizo hincapié en mis dientes apretados, los puños cerrados, y las cejas fruncidas. Desde que he estado en casa, Maggie ha sido la única persona que realmente he llegado a tocar. No había salido tan bien. —Una chica necesitaba ayuda para levantarse, así que traté de sostenerla. Fin de la historia —bueno, más o menos. —¿Ella te lo agradeció? Dudo, luego le doy la espada y me alejo del camino hasta el campo de béisbol en el otro lado del parque. —Ella se alejo de mi alcance. ¿No es eso lo que quieres oír? —Si esa es la verdad. Me doy vuelta y le doy una mirada. Él sabe que no trato de joderlo. —Tal vez fuiste demasiado duro. —No era demasiado difícil —le digo con dureza. —¿Quién era ella? Llego a su alrededor y doy masaje a los persistentes nudos en la parte posterior de mi cuello. Si no contesto, Damon probablemente aparecerá mañana y todos los días hasta que suelte la sopa. ¿Cuál es el problema de todos modos? Echo un vistazo en el viejo roble, casi esperando a Maggie sentada en el lugar, con expresión cautelosa y enojada. Miro a Damon que todavía está esperando una respuesta. Entonces finalmente lo digo. —Toque a la chica a la que deje discapacitada, y por la cual fui a la cárcel —Click.

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CAPITULO DIEZ *** Maggie TRADUCIDO POR: cYeLy DiviNNa CORREGIDO POR: cYeLy DiviNNa

—¿E

stás bien? —Sabrina me pregunta.

Estoy sentada en el suelo frente a mi casillero en la escuela, averiguando qué libros tengo que llevar conmigo al primer período. El primer día de clases siempre es difícil de ajustar después de un verano libre. He estado fuera un año entero. Levanto la vista hacia ella y le digo: —Sí, excepto que estoy temiendo mi clase de trigonometría con la Señora Glassman. —¿Así que no te estás volviendo loca? —He escuchado que es dura, pero puedo… —Yo no estoy hablando de Glassman, Maggie. Me refiero a que Caleb estará en la escuela hoy. ¡Duh! Pierdo el control sobre el libro que estoy sosteniendo. —¿Qué? —Está en la oficina de Meyer. Espera. Un. Minuto. —Me dijeron que no iba a volver a la escuela —mamá me dijo esta mañana que lo escuchó en el restaurante. —Obviamente escucharon mal, porque Danielle lo vio —me asomo por el pasillo J. —Creí que habías dicho que verlo no era importante. Uhm... Brianne corre por el pasillo, en dirección hacia mí. —¿Has oído? —dice cuando le regresa la respiración. —Lo sabe —Sabrina dice con su mano en la cadera. Pero ella dice que no es gran cosa. La chica tiene serios problemas de rechazo. Olvidando mi casillero, empujo la masa de libros en su interior. Todavía

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estoy sentada en el suelo de baldosas duras, pero no confío en mí misma de pie sin hacer una escena más grande. Para empeorar las cosas, ahora Danielle está caminando por el pasillo con cinco personas que flanquean sus costados. Ella está enfrascada en una conversación, probablemente la historia de la retransmisión del año. Y esto es sólo el primer día de clases. Lástima que los paquetes de España no lleguen por correo todavía. Necesito algo positivo para centrarme en la actualidad. Porque Caleb —otra vez— es una gran cosa. La más grande. Y no puedo hacer nada más que sentarme aquí y jugar a la chica afectada. Los afectados no lo parecen tan especiales interpretando a los no afectados. Por lo menos cuando soy yo. —¡Ahí está! —el entusiasmo de Danielle me hace pública a todos a mi alrededor. Ojalá pudiera chasquear los dedos y hacer que todo desaparezca. O hacerme desaparecer. Me gustaba más cuando era invisible. —Así que, ¿cuál es la primicia? —Sabrina le pregunta a Danielle. —Bueno... —Danielle dice, haciendo una pausa con el propósito de asegurarse de que tiene la atención de todos—. Mi mamá está en el consejo escolar y oí que hicieron un acuerdo con Caleb . Él tiene que tomar los exámenes finales como principiante en todas sus clases y entonces él puede ser oficialmente de la clase avanzada. Si no lo logra, el perderá un año y tendrá que repetir. —Es un tonto atleta de lucha libre —Brynn Healey chasquea los dedos—. Nunca pasará. Él no es tonto, sé que es más listo de lo que la gente cree. Cuando estábamos en la escuela primaria, Caleb tenía una cinta por obtener el mejor promedio en el semestre de sexto grado. Estaba orgulloso, así que debería haber visto la enorme sonrisa en su rostro mientras le entregaron la cinta. Caleb no contaba con las bromas de sus amigos para mostrar con orgullo su estante de trofeos deportivos. Ellos comenzaron a llamarlo por sobrenombres y lo acusaron de tener un romance secreto con nuestra profesora de inglés de trescientas libras, la Sra. Bolinsky. Después de eso, Leah me dijo que le dio a ella la cinta. Las calificaciones de Caleb cayeron y nunca recibió otra cinta. El alivio en su cara cada vez que se lo entregaban a otra persona era tan evidente. Bueno, obvio para mí.

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Suena el timbre y, por suerte, la multitud empieza a dispersarse. Solo pido que Caleb me ignore si alguna vez tenemos que enfrentarnos cara a cara otra vez. Me agarro a mi casillero para no perder el equilibrio y el soporte. Al cerrar la puerta, me dirijo hacia mi clase de primer periodo. Llego tarde, pero asumo que mi excusa de la cojera funcionará. Veo a Leah saliendo del cuarto de baño. Mi vieja mejor amiga camina hacia mí, sin prestar atención porque está mirando hacia abajo. Si las cosas fueran diferentes, yo le preguntaría por qué usa toda la ropa de color negro. Si las cosas fueran diferentes, le preguntaría cómo se siente tener a su hermano de vuelta. Cuando por fin ve hacia arriba y nota que estoy en su camino, se da una media vuelta y se escabulle en la distancia.

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CAPITULO ONCE *** Caleb TRADUCIDO POR: AndreaN CORREGIDO POR: Nanis

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l director de la escuela está parado al lado de mi escritorio. El escritorio ha sido colocado en la oficina del hombre para que pueda tomar mis temidos exámenes.

Nunca debí haber regresado a la escuela. Yo había ido a las clases en el DOC; era parte del programa para presos juveniles. Los exámenes no eran el problema, tampoco. Es la manera en que Meyer me está mirando, como si él nunca hubiera visto a un ex-convicto antes. La atención innecesaria me está volviendo loco. Me concentre en el segundo examen final colocado en frente de mí esta mañana. No es como si estuviera a la altura de los exámenes hasta ahora, pero tampoco he suspendido. —¿Terminaste? —preguntó Meyer. Me faltaba una pregunta más de Algebra, pero con el tipo parado encima de mi es casi imposible concentrarse. No queriendo joderlo, estoy haciendo lo mejor que puedo para responder la pregunta correctamente. Me toma cinco minutos más de lo que debería, pero finalmente estoy listo para el próximo examen. —Ve a almorzar, Becker —Meyer ordena después de recoger el examen. ¿Almorzar? ¿En la cafetería con la mitad del cuerpo estudiantil? Ni hablar, hombre. —No tengo hambre. —Tienes que comer. Alimenta ese cerebro tuyo. ¿Qué quiso decir con eso? Deja de ser paranoico, me dije a mí mismo. Ese es uno de los efectos secundarios de haber estado en la cárcel. Siempre

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analizas las palabras y expresiones de la gente como si ellos estuvieran jugando contigo. Una broma con el ex-convicto, ja ja. Me pare. Más allá de la puerta del director hay cerca de cuatrocientos estudiantes esperando ver al tipo que fue a la cárcel. Me frote el nudo que justo había aparecido en la parte de atrás de mi cuello. —Continua —Meyer urgió—. Tienes tres exámenes más así que mueve esos pies. Regresa en veinticinco minutos. Puse mi palma sudorosa en la manilla de la puerta, la gire, y tome un respiro profundo. Afuera en el pasillo, no desperdicie tiempo y me dirigí a la cafetería. Una vez adentro, ignoré todas las miradas. Café. Necesito un fuerte, café negro. Que tranquilice mis nervios y me mantenga despierto el resto de la tarde. Escaneando el cuarto, recordé que no hay café disponible para los estudiantes. Apuesto a que ellos tienen una máquina de café en el salón de profesores, de seguro. ¿Notarían si robara una taza? ¿O llamarían a la policía y clamarían que soy un ladrón en adición de las otras etiquetas que ya tengo tatuadas en mi espalda? Vi a mi hermana sentada sola. Ella solía sentarse con Maggie y sus otras amigas, riendo y flirteando con mis amigos. Eso es lo que apestaba de tener un gemelo del sexo opuesto. Era lo suficientemente malo cuando a mi hermana le gustaban mis amigos y nos molestaba cuando ellos pasaban el rato en mi casa. Ella le daría una manotada al maquillaje y actuaria toda risueña y coqueta… todavía tiemblo cuando pienso en eso. Lo que era peor fue cuando me di cuenta de que la corriente había cambiado y que mis amigos en realidad querían meterse en los pantalones de mi hermana. Eso lo cambió a un juego de bola completamente diferente. Pasé mucho tiempo del verano pasado amenazando con cortar las bolas de mis propios amigos. Siempre me aseguré de que mi hermana estaba protegida, su reputación al igual que su estatus social. Un año había pasado. Chico, como habían cambiado las cosas. Nadie ni siquiera miraba en la dirección de Leah ahora.

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—Hey, herma —dije, montándome a horcajadas en el banco de la cafetería contrario al de ella. Leah enrolla spaghetti alrededor de su tenedor, el almuerzo caliente especial del día. —Escuche de los exámenes —ella dijo. Deje salir una corta, risa cínica. —Mi cerebro esta frito y todavía me quedan tres más con los que seguir. —¿Crees que aprobaste? Me encogí de hombros. —No lo sé. —El rumor dice que Morehouse hizo un examen de estudios sociales que posiblemente no podrías pasar. ¿Acaso no había pagado ya mi deuda con la sociedad? —¿En serio? —Sip. ¿Caleb, que pasa si suspendes? No quería pensar en eso, así que ignoré su pregunta. Cuando mire a la entrada de la cafetería, Kendra caminó hacia adentro. ¿Ella es mi ex, o solo tomamos un permiso de ausencia entre nosotros? La respuesta se encuentra en su reacción hacia mí. Ella no me ha notado todavía. Bien. No estoy listo para hablar con ella en frente de toda la maldita escuela. —Me tengo que ir. Me retiré por la puerta lateral de la cafetería, la que se dirige al pequeño gimnasio. Hombre, Kendra se veía sexy. Su cabello está cortado diferente de lo que recordaba, su camiseta un poco más ajustada. ¿Cómo reaccionará cuando me vea? ¿Se tirara a si misma a mis brazos o jugara a ser fría? La extraño.

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Mire los tapices de lucha apilados en la esquina del gimnasio. Kendra solía animarme durante los combates. Recuerdo el último torneo de luchas en el cual competí. Me salté dos clases de pesos para luchar con el gran tipo. Estábamos en un empate de 1-1 antes de que yo hiciera mi movimiento. Sus piernas eran tan densas como una pitón, pero yo era más rápido. Nunca olvidare su nombre… Vic Medonia. Yo no estaba intimidado, aunque probablemente debería haberlo estado. Vic era el campeón del estado del año pasado. Pero yo gané el combate. El tipo tenía dos palabras que decirme luego del combate. Hasta después. Fui arrestado una semana después. —Regresaste —el entrenador Wenner está parado en la puerta del gimnasio, mirándome. Metí mis manos en los bolsillos de mis jeans. —Eso es lo que me dijeron. —¿Vas a luchar para mi esta temporada? —No. —Mi equipo podría de seguro usar un buen uno-sesenta y cinco. —Soy uno-ochenta ahora. El entrenador silbo en admiración. —¿Seguro? Luces más flaco de lo que recordaba. —Hago mucho ejercicio. Es peso muscular. —No me des esperanzas, Becker. Me reí. —Vendré a algunos combates. Para observar. El entrenador Wenner le da una palmada a los tapices de lucha.

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—Ya veremos. Tal vez cuando la temporada empiece no serás capaz de resistirte. Revisé mi reloj. Será mejor que regrese y termine esos exámenes. —Tengo que regresar a la oficina de Meyer. —Si cambias de opinión acerca de unirte al equipo, sabes dónde encontrarme. —Sehh —dije, luego camine hacia abajo por el pasillo. De nuevo en la oficina, Meyer deja caer la próxima prueba en frente de mí. Maldición. Olvidé comer. Ahora las palabras en la pagina están borrosas, el nudo en la parte de atrás de mi cuello esta palpitando, y Meyer me está mirando desde su escritorio. El tipo se sienta ahí, su ceja enarcada como pequeños acentos Franceses sobre sus ojos. —¿Algo está mal? Sacudí mi cabeza. —No, señor. —Entonces ponte a trabajar de nuevo. Es fácil que lo diga él. No tiene que hacer un examen de estudios sociales en el cual el presidente de los Estados Unidos no tendría una oportunidad en el infierno de aprobar. Debería suspenderlo a propósito; eso les enseñará. Luego podría omitir mi último año de bachillerato. No hay manera de que mi ma me deje ser un estudiante de tercer año de nuevo. ¿O sí? Rellené respuestas hasta que mi lápiz se desgastó y mi trasero estuvo entumecido por sentarme en la dura silla de metal. Hay una posibilidad de cincuenta-cincuenta de que haya pasado el estúpido examen de Morehouse. Solo hay dos cosas de estas más que hacer antes de que me pueda ir por el día de hoy.

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Dos horas después, respondí la pregunta final del último examen. Casi sonreí. Casi. Mi cerebro está demasiado cansado para usar cualquier musculo facial. Así que cuando Meyer me despachó, prácticamente corrí fuera de su oficina. Tenía que tomar un autobús para ir a la ferretería. El autobús número 204 desde Hampton se detendría una cuadra más lejos de la escuela a las tres y veintinueve. Mi reloj dice tres y veintisiete. Eso me da dos minutos para correr por el autobús. Estoy listo para alcanzar la cosa lo más rápido que pueda, porque si no lo hago, Damon sabrá que estaba llegando tarde. Tan pronto como veo el autobús, Brian Newcomb se para enfrente de mí, sosteniendo su mano en mi pecho y deteniéndome. —Caleb, amigo, he estado buscándote. Brian y yo habíamos sido mejores amigos desde el jardín de niños. No habíamos hablado por casi un año. Le dije que no me visitara en la cárcel, así que no se si todavía somos amigos. Pero ahora no es el momento de averiguarlo. El servicio a la comunidad apesta, pero tengo que hacerlo. Mi libertad depende de ello. —¿Qué hay de nuevo, Brian? —dije rápidamente, luego mire detrás de él mientras el autobús se alejaba de la parada. Mierda. —Ya sabes. Nada… y todo. ¿Qué hay de nuevo contigo? —Oh, ya sabes. Acostumbrándome a vivir sin barrotes en mi habitación. Hubo una de esas pausas muy largas, donde Brian se veía como si no supiera que responder, antes de finalmente decir: —Eso fue una broma, ¿verdad? —Verdad — en realidad no. Brian se rió, pero había algo más detrás de eso. ¿Nerviosismo? ¿Qué razón tenía para estar nervioso? El tipo me conocía mejor que mi propia madre.

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Estreché mis ojos a mi amigo quien había sido mi confidente desde el jardín de niños. —¿Estamos bien? —pregunté. El tuvo una ligera, casi imperceptible vacilación. Pero la vi, y, más importante, la sentí. —Sehh, estamos bien —Brian dijo. El autobús giro la esquina. —Me tengo que ir. —¿Necesitas un aventón? Mi papá compró una nueva Yukon y me dio esto — Brian dijo, sacudiendo las llaves del auto en frente de mi cara. A este punto me conformaría con un viejo y oxidado junker. Murmuré. —No, gracias —porque en la cárcel aprendí a no tener expectativas o confiar en otros. —Escucha, lamento nunca haberte escrito. Pasaron cosas locas y tú me dijiste que no te visitara… —No te preocupes. Se terminó, hombre. Brian sacudió sus pies. —Todavía me gustaría hablar acerca de ello. —Dije que se terminó. Realmente me tengo que ir —dije, luego empecé a caminar hacia The Trusty Nail. La última cosa que necesito es a mi mejor amigo actuando más extraño que mi mamá. Tengo suficiente con lo que lidiar en este momento, como la forma en que Damon va a escupir fuego cuando escuche que llegué tarde a mi primer día de servicio a la comunidad.

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CAPITULO DOCE *** Maggie TRADUCIDO POR: Lizeth CORREGIDO POR: Nanis

H

oy pedí prestado el libro de Frommer sobre España en la biblioteca. Y recordé revisar el buzón después de la escuela, al mismo tiempo que rezaba una pequeña oración, esperando que el paquete de información hubiera llegado.

Encontré una carta del programa, no un paquete. Rasgo el sobre para abrirlo, con un pequeño corte mientas deslizo mi dedo entre los pliegues. No me importa eso. Éste es mi boleto de salida, mi oportunidad de conseguir alejarme de Caleb y Paradise. Tiempo para olvidar el accidente y conseguir un espíritu de independencia y anonimidad. Despliego la carta rápidamente, como si fuera el Boleto Dorado en Willy Wonka y la Fábrica del Chocolates. Tengo una gran sonrisa en mi rostro mientras leo la carta. Para: La Srta. Margaret Armstrong Del: Programa Estudiantil de Intercambio internacional (EIS) Estimada Srta. Armstrong: Ha llamado la atención de nuestro comité de EIS que la beca para la que usted originalmente aplico, era una beca deportiva. Ya que sus archivos indican que usted no ha sido seleccionada en la escuela para el equipo de atletismo durante los últimos doce meses, lamento informarle que su beca ha sido denegada. Acatamos los parámetros legales de distribuir las becas deportivas solamente a los atletas actuales en la escuela. Sin embargo, todavía es bienvenida a participar en el programa de EIS, si es patrocinado por usted, en lo cual estaría a cargo de su propio transporte y el costo de la matricula que incluye el cuarto/u alojamiento y la entrada en el

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campus de la Universidad de Barcelona. El costo de matricula durante un semestre de escuela en el programa de EIS es de $4,625. Por favor remita el pago el 15 de diciembre a la oficina de EIS para separar su cupo en el programa. Si tiene alguna duda, por favor no dude en contactarme. Atentamente, Helena Cortez, Presidenta, del programa Estudiantil de Intercambio internacional. Universidad de Barcelona, España. Cuando mi cerebro al fin comprende las palabras beca denegada, mi sonrisa se marchita al instante. —No puedo ir —susurro. Mamá tenía que trabajar horas extras sólo para darme un costoso Conjunto de ropa que costaba cien dólares. No había ninguna manera de que pudiéramos encima de todo, darnos el lujo de gastar cuatro mil dólares más. Lo único que puedo hacer es cerras mis ojos. Esto no está pasando. No ahora. Mis manos empiezan a temblar de nuevo. Las siento estremecerse cuando me cubro los ojos con las palmas de mis manos. Cuando mamá llega a casa del trabajo por la noche, le tiendo la carta para que la lea. —Está bien, no te asustes —dice después de leerla—. Debe haber alguna manera en que podemos manejar esto. —Mamá, es inútil si quiera pensar en eso. No tenemos esa cantidad de dinero. —Mi jefe podría dejarme trabajar más horas extras. Veamos... —agarra un pedazo de papel y empieza a escribir números en forma descendente. —Mamá, olvídalo. —Espera. Sesenta horas mínimo por semana, a veces setenta... y si trabajo el día de Acción de gracias y le agregamos mi bono de Navidad... —¡Mamá!

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Ella para de escribir y me mira fijamente. —¿Qué? —Deja de escribir, deja de rebuscar dinero donde… ¡¡ya basta!! Ya es bastante deprimente solo mirarla intentando matarse por hacerme feliz. Ya veré como me las arreglo. Porque es mi problema, no el suyo. El teléfono suena. Es Sr. Reynolds que le dice a mamá que se olvidó de recoger su sueldo. Ahora ella tiene que volver de nuevo y recogerlo. —Ven conmigo, Maggie. —No quiero. —Oh, vamos. Vi a Irina haciendo unos pasteles nuevos esta tarde. El pastel siempre te levanta el ánimo. Irina es una de las cocineras del restaurante. Le gusta hacerme probar sus nuevas creaciones de pastel antes de ofrecerlos en el menú. Los pasteles de Irina son una de las razones por las que he aumentado de peso este último año. Y cuando mencionan un pastel, siempre cedo. Si hay algo que necesite para levantarme el ánimo, es esto. —El lugar este atestado esta noche —dice Mamá al Sr. Reynolds cuando él le da la paga de su sueldo. EL Sr. Reynolds, normalmente tan tranquilo y en su sitio, parece aterrado. —Son los comentarios esporádicos que están haciendo los hombres — explica—. Nomas entraron y Yolanda llego a casa enferma diez minutos después. Hay aproximadamente treinta hombres hambrientos que devoran todo lo que se coloque en las mesas, y sólo veo a Tony, un nuevo mesero, más cansado que el Sr. Reynolds. Mamá le da un golpecito en el hombro a su jefe y dice: —Si necesitas ayuda, estoy segura que a Maggie no le importará aguardar si me quedo un rato.

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El Sr. Reynolds sonríe. —¿En serio? Eso sería genial. —No hay problema. —Eres la mejor, Linda. Te debo una. Mamá hace rodar sus ojos festivamente cuando se dirige por detrás de la contadora envuelta en un delantal alrededor de su cintura. —Me debes más de una, Lou, pero podemos discutirlo después. —Como tú digas —dice él, y luego saluda rápidamente a los nuevos clientes que acaban de pasar por la puerta. Mamá se apresura atender al grupo de comensales para ayudar a Tony a tomar las órdenes mientras yo voy detrás de ella con una jarra, llenando los vasos de agua. Después de que sirvo el agua, Mamá me dice que me siente en un compartimiento. Saco el libro Frommer de España de mi bolso y me quedo mirándolo pensativamente. Si simplemente fuéramos tan ricos como los padres de Kendra, podría ir a España. Incluso, si fuéramos tan ricos como Caleb y los padres de Leah, seguramente podríamos darnos todo el lujo sin pensarlo si quiera dos veces. Su papá es un cirujano dentista y seguramente todos los habitantes del suroeste de Illinois los tiene como pacientes. Es momentos como éstos desearía que papá y mamá nunca se hubieran divorciado. Puedo hacer de cuenta que olvido todas aquellas peleas, gritos, y rabia que acecha alrededor de cada esquina de la casa. Mamá dijo que ellos habían madurado por separado, mientras él viajaba por trabajo y ella se quedaba en casa. Cuando él venía a casa los fines de semana, quería relajarse mientras mamá quería salir. Finalmente Papá dejo de venir a casa los fines de semana. Y a Mamá dejó de importarle si venía a casa. No estoy segura donde Judy (su nueva esposa) entra en la ecuación del divorcio. Extraño a papá, pero él nunca me pide que vaya a Texas y lo visite. No quiero preguntarle por qué no me invita, porque para ser completamente honesta, no quiero oír que no me quiere, como una parte de su nueva vida. Mientras espero a mamá, Irina sale de la cocina.

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—¡Moggie, Moggie! —dice ella entusiastamente en su acento Ruso, bastante fuerte—. Tengo un nuevo pastel pata ti. —¿Tiene zanahorias? —pregunto, asustada. La última vez que Irina hizo un pastel con zanahorias, usando una receta familiar suya, bastante vieja por cierto, había pedazos cortos y gruesos de zanahorias en el medio. Solo eso me basta para alegrarme de no decir como termino el menú. —No prometo ningún manjar. Es un delicioso pastel de chocolate blanco con migajas de galleta endulzadas de caramelo. Suena delicioso, ¿no? Mi estómago gruñe, ansiosa por un torrente de azúcar. —Tráelo. Necesito algo para levantar el ánimo —digo—. Hay un problema con mi viaje a España. Irina suelta un pequeño grito. —Uy, ¿qué paso? Y yo solo me encojo de hombros. —Es una larga historia. —Voy a traer el pastel ahora mismo, ¿da? —dice Irina antes de desaparecer en la cocina. Regresa unos minutos después con un trozo grande de pastel. Y puedo decir antes de probarlo que este va a ser el mejor postre del restaurante de La Tía Mae la próxima semana. Antes de que le de la primera mordida, digo: —Eres la mejor, Irina —y clavo mi tenedor en la cremosa y blanca mancha de galleta melada, caramelo, y trocitos de chocolate. Ella siempre espera a mi lado hasta que trague el primer bocado y le de mi análisis. —Está delicioso —le digo, saboreando la humedad de la parte cremosa y el suave crujir de los trocitos de chocolate mezclados con el más apetitoso caramelo y la textura de las migajas que se desboronan de las galletas meladas en dulce. —Uno de los mejores. Irina se retira rápidamente y regresa a la cocina con un interesante fluir.

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—Veo que Irina ya te encontró —dice Mamá mientras sostiene una bandeja llena de comida—. Cuando termines el pastel, ya habré terminado aquí y podemos irnos a casa. Miro como mamá sirve la comida expertamente delante de los hambrientos jugadores de bolos. Cuando pruebo mi segundo bocado, otro cliente entra en el restaurante. Es una señora vieja con el pelo encanecido, pantalones blancos, y una chaqueta color turquesa. El Sr. Reynolds la saluda con un beso en la mejilla. —Mamá, ¿por qué no me dijiste que ibas a venir? —le pregunto a la señora—. Espera, ¿dónde está Gladys? —La despedí ayer —dice la señora—. Era un dolor en el tú-sabes-qué. Además, no necesito a una ayudante. He llegado hasta aquí sin una, ¿no es así? La mirada del Sr. Reynolds era de preocupación. —Mamá, ¿por qué no puedes llevarte bien con cualquiera que contrate para ayudarte? Juro que solo las despides para molestarme. La señora ya de edad se queda parada con su barbilla al aire como si la llevara así hace tres años. —No necesito ayuda. —Tienes una enfermedad en el corazón —dice el Sr. Reynolds. Ella ondea su mano en el aire, restándole importancia. —¿Quién dice? —Tu doctor. —¿Y qué es lo que saben los doctores al fin y al cabo? Ellos lo llaman practicar la medicina, porque eso es todo que hacen en la vida. Practicar. Si me visitaras de vez en cuando, sabría que estoy bien. —Te visite el sábado. — Señala él, molesto, y entonces dice—. ¿Tienes hambre?

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—¿Qué tienes de comida especial esta semana? —Irina prepara lo que tú quieras, Mamá. Dime. Ella estrecha sus ojos en dirección a él. —Patatas y un grande y jugoso bistec. El Sr. Reynolds sacude su cabeza y suelta una risita. —Mamá, tienes diverticulosis y una enfermedad en el corazón. Así que inténtalo de nuevo. —No eres divertido, Lou. —Y tú eres un barril de risas. Solo siéntate en una mesa. Espera... sígueme para que conozcas a la hija de Linda. Nunca te la has encontrado antes. Me concentro en el pastel, intentando no dar por hecho que he estado escuchando detrás de la puerta su conversación. —Maggie, ésta es mi madre —anuncia el Sr. Reynolds—. Mamá, ésta es la hija de Linda, Margaret. Pero todos la llamamos Maggie. Sonrío y le ofrezco mi mano. —Mucho gusto, Señora Reynolds. ¿Es familiar de la Tía Mae? La señora ya de edad toma mi mano y la agita. —Querida, Mae era el nombre del primer perro de mi hijo. ¡No puede ser! lo primero que hago es mirara al Sr. Reynolds para saber si es verdad. Él está sonriendo tímidamente. —Es verdad —susurra él—. Pero, Shh, es un secreto. Si la ciudad averigua que nombre a mi restaurante con el nombre de un perro, este lugar será un desierto dentro de una semana. Dudo mucho que eso suceda. La Tía Mae se encuentra casi repleto cada noche. Además no hay otro restaurante al menos dentro de unas diez millas a la redonda.

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—No sabía que Linda tenía una hija. ¿Cuántos años tienes, Margaret? — pregunta ella, ignorando el hecho de que su hijo le dijo que todos me llaman Maggie. —Diecisiete. —Acaba de empezar su último año en la secundaria, mamá —dice el Sr. Reynolds ruidosamente, como si su madre fuera sorda—. Y va ir a España en enero por la escuela. ¿Por qué no te sientas con ella mientras te cuenta todo lo de la universidad? Yo iré atrás y haré que Irina prepare algo de comer. —Dile que no prepare algo que sea demasiado saludable —ordena la Señora Reynolds antes de sentarse en el banco del enfrente de mí. Mira mi plato y dice—. Lou, dile a Irina que me corte una buena rodaja de ese pastel, también. No creo que el Sr. Reynolds estuviera escuchándola proferir su último pedido, o quizás él solo quería dejarla pensar que no estaba escuchando. La mujer anciana pone el bolso a su lado en el compartimiento, luego me mira. Ella no sonríe, ni frunce las cejas. Simplemente inclina su cabeza, como si estuviera intentando deducir lo que está dentro de mis pensamientos. —¿Por qué quieres dejar Paradise tan urgentemente? —pregunta ella, realmente casi como si pudiera leer mi mente. —No es eso —digo, esperando que lo dejara pasar inadvertido. Pero ella hace un ruido deductivo con su lengua. —Si no quieres hablar sobre eso, sólo dilo. No tiene sentido seguir pegado de un arbusto cuando lo que quieres es irte. Había estado ocupada quitándome el esmalte de las uñas de mis dedos, pero me detuve y mire a la Señora Reynolds. —No quiero hablar sobre eso. La señora de edad se limita a aplaudir con sus manos. —Bien. Si no quieres hablar sobre eso, no hablaremos sobre eso.

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La única cosa que está en medio entre esta mujer y yo es el pastel que tengo y que ella quiere. Lo cual hace que se alargue el silencio. No es que esté intentando ser ruda, solo que no quiero poner en las palabras cómo mi vida se ha convertido en una desilusión tras otra. Es como si la miseria me siguiera y estuviera maldita. Si sólo supiera cómo romper esa maldición... —Estoy segura que tienes tus razones para no querer hablar sobre eso. No puedo imaginar cuáles son esas razones, pero probablemente te sientas mejor tenerlo oculto y dándole vueltas al asunto en lugar de hablarlo con alguien que no tiene nada mejor que hacer salvo escuchar. Me meto otro pedazo de pastel en la boca y me concentro en el tarrito de sal al final de la mesa. —¿Quieres sal? —pregunta la Señora Reynolds, sabiendo muy bien que no tengo sal en mente. —Me negaron la beca —digo bruscamente, entonces miro a la señora de edad sentada frente a mí. La cual no parece tener una mirada compasiva en su cara como yo esperaba. Parece algo... bueno, enojada. —Bueno, ¿por qué irían a hacer una cosa así? Me tomo mi tiempo para masticar y tragar, luego la miro. La Señora Reynolds tiene sus pequeñas manos plegadas encima de la mesa y está concentrada mirándome, esperando por mi respuesta. —Solicité una beca atlética, pero ya no estoy en el equipo, así que ha sido revocada. Podría ir, pero tendré que pagar el precio de una matrícula que no podemos darnos el lujo de pagar. Ella asiente con su cabeza, suelta un largo suspiro, entonces se inclina de nuevo en el respaldo del compartimiento y dice. —Ya veo. Bueno, querida, quizás un día tu suerte cambiará. Sí, claro. Todo lo que necesito es un poco de polvo mágico y un hada madrina. Y no es que este conteniendo mi respiración esperando nada de eso.

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CAPITULO TRECE *** Caleb TRADUCIDO POR: Sera CORREGIDO POR: Nanis

—C

aleb, espero que aprobaras los exámenes —mi madre grita desde la cocina.

Me estoy lavando las manos por tercera vez esta noche. Tengo pintura hasta los codos, cortesía de mi trabajo de servicios comunitarios. La pareja de ancianos del centro de mayores han contratado para que les pinten la cocina con un rosa intenso para que haga juego con las falsas rosas rosas de la mesa de la cocina. —Hice lo que pude —digo. —Esperemos que lo que pudiste sea lo suficientemente bueno. Me seco las manos en una toalla, preguntándome cuando parará de tratarme como un extraño. Algún día voy a cortar su exterior de plástico. Algún día pronto. El teléfono suena. Mi mama contesta, luego me lo pasa. —Es para ti. Es Damon —cojo el teléfono. —Hey. —El representante de The Trusty Nail dijo que llegaste tarde. Oh, mierda. —Me tenía que quedar después de clase porque... —Lo he oído todo, no malgastes tu aliento —ladra, interrumpiéndome—. Cero tolerancia. Te registras en servicio comunitario a tiempo. Periodo. ¿Lo entiendes? — Lo entiendo.

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—Esto va a tu expediente, Caleb. Puedo solicitar a un juez para enviarte de vuelta al DOC. Sigue jodiéndola y lo haré… Sigue balbuceando, pero estoy demasiado enojado para escuchar.—… Te dije que fueras un ciudadano modelo y que estuvieras a tiempo en tu trabajo. Me has defraudado. No dejes que pase otra vez. —No fue mi culpa —argumento. —Si tuviera un centavo por cada vez que he oído esas palabras, sería millonario. Duro de pelar. —Lo capto, Damon. Alto y claro. —Bien. Lo comprobaré contigo mañana —dice, luego cuelga. Cuando cuelgo el teléfono, me doy cuenta de que mamá ha estado escuchando mi mitad de la conversación. Me está mirando, pero hay un vacío en sus ojos – como si ella no estuviera toda ahí. —¿Está todo bien? —Sip — digo. Solo aterciopelado. —Bien —agarra su bolso del sofá—. Voy a la tienda de comestibles. Voy a hacer mis Spaghetti Espectaculares para el Festival de Otoño el sábado por la noche. Mamá siempre hace voluntariado a favor de mierda. Adora la atención, supongo. Su plato de Spaghetti Espectacular ha ganado el premio a la mejor receta de Ayudante de Damas cada año. Incluso tiene los premios cuidadosamente apilados en el salón. Mamá sale volando por la puerta en su habitual frenesí de caos. —Está loca, ya sabes —dice Leah desde la puerta de la cocina. Hoy mi hermana lleva vaqueros oscuros con cadenas colgando. El final de una cadena se une a una de las piernas del pantalón y el otro final está unido a la otra pierna. ¿Cómo puede andar así?

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Veo a mamá bajar la entrada cuando miro por la ventana del salón. —Dímelo a mí. —¿Crees que las cosas volverán a lo normal alguna vez? —pregunta Leah, con esperanza llenando su voz. —Mejor será —voy a pasar mis días intentándolo, empezando ahora mismo con mi hermana. Está a punto de volver a la cocina, pero no la dejo escapar—. ¿Alguna vez hablaste con, ya sabes, Maggie? Ella se congela, luego sacude su cabeza lentamente. —¿No desde el accidente? Sacude su cabeza de nuevo. —No quiero hablar de ello, Caleb. Por favor no me hagas hablar de ello. No ahora. —¿Cuándo, entonces? —no contesta—. Algún día vamos a hablarlo, Leah. No puedes evitar la conversación para siempre —me pongo la chaqueta, agarro un balón de baloncesto del garaje y me dirijo fuera. Evito incluso mirar a la casa de los Armstrongs conforme me dirijo al parque en la dirección contraria. Necesito lanzar algunas canastas para despejar mi cabeza. Mi jodida hermana es la que necesita terapia de grupo. Yo era el que estaba encerrado y todo el mundo que se quedó en casa, son unos malditos chiflados. Oh, la ironía cómica. *** Al día siguiente estoy sentado en la oficina del director. Mamá y Papá tienen que venir conmigo para oír si he aprobado o no los exámenes. Dios, esto da asco. Meyer abre una carpeta y se me queda mirando. La carpeta da asco, también. Especialmente una que no tiene nada que hacer conmigo. El abogado defensor asignado a mi caso después del accidente tenía una carpeta esbozando el accidente, mi arresto y la historia de mi vida. El guardia en el DOC tenía una carpeta de lo mismo. Es como si no fuera un tío

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más. He sido reducido a palabras escritas por otros sobre mí. Incluso Damon se basa en una maldita carpeta. Podría decirles un infierno muchas más cosas de lo que cualquier carpeta pueda decir. —Mientras Caleb hizo asombrosamente bien casi todos los exámenes — Meyer dirige su atención a mi padre—, no ha pasado los requerimientos para estudios sociales. Dios, eso no es una sorpresa considerando lo que Leah dijo. La sonrisa de mama pierde su brillo por un segundo. —Estoy segura de que es un error. Miro por encima a papá. Me mira antes de decir, —Caleb pasó por el programa académico en el, ah, Departamento de Correcciones. Meyer levanta una mano. —Eso puede ser, Dr. Becker. Pero el no aprobó estudios sociales o no ganó suficientes créditos para ser de ultimo año. Voy a decir lo que he estado esperando a decir todo el tiempo, al infierno las consecuencias. —Simplemente podría abandonar. Mamá frunce el ceño. —Caleb, no —sí, ¡una verdadera reacción pública en directo! Las cejas de papá se arrugan. —Hijo, no vas a abandonar. Estoy seguro de que el Sr. Meyer puede resolver algo. ¿Verdad? El tipo toma una respiración honda y saca otra carpeta, con lo cual me dan ganas de reír. Estudia el contenido mientras todos nosotros esperamos en silencio.

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—Bueno, podría ponerlo en un nivel junior de estudios sociales pero manteniendo todas sus asignaturas de nivel de último curso. —Oh, esa es una idea maravillosa —grita mamá. Papá asiente. —Tendrá que tomar clases de verano y graduarse tarde. No es ideal pero... —Está bien, ¿no Caleb? Oh, hombre. ¿Escuela de verano? ¿Por qué no me clavan astillas bajo las uñas en su lugar? —Como sea, papá. Miro fuera de la ventana como los coches pasan por la escuela y los pájaros vuelan a quien sabe dónde. —Caleb, ¿Por qué no coges un horario de mi secretaria? —dice el director, luego comprueba su reloj—. Puedes pillar la última mitad de tu tercera clase si te das prisa. Papá y mamá están silenciosos conforme salimos de la oficina de Meyer. La secretaria me pasa una hoja de papel. —Aquí está tu horario de clases. Camino hacia Ingles de último curso. Déjale al viejo Meyer el hacerme entrar en la clase a mitad de la clase. Hago una mueca de dolor cuando abro la puerta. Casi puedo oír la voz de locutor en mi cabeza. Si, señoras y señores, la principal atracción… directamente desde la cárcel de menores… ¡Caleb Becker! Siento sesenta ojos en mí, quemando en mi cráneo conforme me acerco al profesor, el Sr. Edelsen. —¿Puedo ayudarte? —pregunta. —Estoy en esta clase. Silencio.

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Miradas. Músculos tensándose. —Bueno, toma asiento entonces. Camino hacia la parte de atrás de la clase y cojo un asiento al lado de Drew Rudolph. Solíamos salir. Ya sabes… antes. Después de clase tengo el almuerzo. Pago una manzana y una coca-cola del dinero que me dieron mis padres esta mañana. Conforme camino por el comedor, mantengo la cabeza alta. Dejémosles hablar sobre el ex-convicto todo lo que quieran. Enfrentar estos niños no es nada comparado con los tíos del DOC. Cuando giro la esquina, me topo con Kendra. Es la primera vez que hemos estado así de cerca desde mi arresto. —Hola, Caleb — dice con un acento de burla en su voz—. Drew me contó que te vio en clase de inglés —asiento. —¿Recuerdas cuando teníamos ingles juntos? Amigo, lo hago. Solíamos tomar pausas para el baño al mismo tiempo y encontrarnos en algún pasillo desiertos para besarnos y sentirnos el uno al otro. —Lo recuerdo. Me sonríe con sus dientes brillantes y sus asesinos labios llenos. Podría haber besado esos labios para siempre. Todavía puedo. —Bueno, supongo que te veré más tarde —dice. —Más tarde —digo, viendo su trasero balanceándose mientras se aleja. *** Después del colegio, por servicio comunitario, arreglé la verja de una señora mayor y colgué su lámpara.

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Antes de que me arrestaran habría llegado a casa para encontrar al menos diez mensajes de Kendra, pidiéndome que la llamara. Pero esta vez llego a casa y el contestador solo tenía un mensaje… de Damon. Le devolví la llamada. Nuestra conversación fue así. —¿Caleb? —¿Si? —Buen trabajo hoy. A tiempo y todo. —Gracias. —Sigue así. Te llamaré en dos días. ¡Yuju! Me dejara solo por la friolera de dos días. Mi padre trabaja hasta tarde esta noche así que somos solo yo, mi madre, y Leah. Leah está removiendo su comida por su plato, sin comer en realidad. Mamá está tan ocupada cotorreando con sus amigas por teléfono. No creo que se dé cuenta de que Leah y yo estamos sentados a la mesa con ella. Estoy agradecido cuando todos en mi casa están durmiendo. Es el único momento que se parece a los viejos tiempos. Por la noche estoy tumbado en mi cama, mirando el reloj como he hecho durante las últimas dos horas. Tres en punto de la mañana. No puedo dormir. Demasiados pensamientos corriendo por mi inútil cabeza. Quizás necesito un inconfortable y demasiado utilizado colchón como tenía en el DOC con el propósito de conseguir una noche completa de sueño. Echando hacia atrás el edredón, me levanto y voy y vengo por mi habitación. La imagen de Kendra en mi cabeza me devuelve la mirada, su sonrisa una promesa secreta entre nosotros dos. Quito el teléfono inalámbrico del salón y lo llevo de vuelta a mi habitación. Marco el numero de Kendra, la línea privada que solo suena en su habitación, pero cuelgo antes de que suene. ¿Y si está saliendo con alguien más y no quiere hablar conmigo? Seguro como el infierno que no quiero correr tras ella si está colgada de otro tipo. Miro por la ventana, midiendo cuanto tiempo será hasta que salga el sol. En el DOC, siempre había chicos que no podían dormir. Podías verlos enfrente sentados en sus literas, o podías oírlos dando vueltas. Los tipos nuevos y los

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niños más jóvenes tenían el momento más difícil. Estarían llorando en silencio, la única indicación seria un sorbo por la nariz al azar u hombros caídos y agitándose. Incluso aunque algunos de ellos tenían solo doce o trece años, intentaban actuar como hombres. Pero eran, al fin y al cabo, solo chicos. Noto una luz encendida en la habitación de Maggie, el resplandor de las cortinas cubriendo su ventana. Tengo clase de informática con ella, pero normalmente me siento atrás mientras que ella toma asiento en primera fila. Mantengo mi cabeza baja porque los chicos en clase analizan cada movimiento mío. Cuando el timbre suena, Maggie es la primera en salir… a veces creo que sale de ahí antes de que el timbre incluso suene. ¿Cree que es la única afectada por el accidente?

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CAPITULO CATORCE *** Maggie. TRADUCIDO POR: veroniica CORREGIDO POR: Nanis

N

o puedo dormir después de mis pesadillas y tengo que tener la luz encendida para mantenerme despierta. Por lo menos esta vez no me desperté gritando Mamá.

Esta pesadilla era diferente. Era Kendra Greene quien conducía el coche, no Caleb. En todas mis otras pesadillas, era Caleb quien estaba al volante del coche que me golpeó. Supongo que es porque vi a Kendra hablando con Caleb ayer en la cafetería. Él no me vio porque me siento al lado de las puertas para que yo pueda salir tan pronto como haya terminado de comer. La cafetería es un lugar extraño. Los Populares se pueden observar de inmediato. Son fuertes y se ríen mucho. La gente normal se sienta con sus propias pandillas, totalmente separados de las mesas del almuerzo de los populares. Yo solía ser popular. La mayoría de los atletas en Paradise son populares. Pero ahora soy una persona solitaria que ni siquiera se mezcla con los regulares, ni siquiera los más bajos. Los solitarios se sientan solos, dispersos por todo el comedor. Ellos comen solos, después hacen sus salidas precipitadas. Nunca supe a donde iban los solitarios, ellos sólo desaparecían durante la hora del almuerzo. Pero ahora que soy un solitaria conozco ese secreto lugar. La biblioteca de la escuela. Es un lugar misterioso al cual puedes ir y no ser visto. Caleb no tiene miedo a la atención. Él se dirigió directo a la cafetería ayer, con la cabeza en alto como si fuera el propio Sr. Meyer. Luego fue hasta Kendra Greene y le dijo algo para hacerla sonreír. Juro que todos en la sala

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estaban en silencio, observándolos reunidos. ¿Sabe que Brian y Kendra son pareja? La forma en la que Caleb se quedó mirando su trasero cuando ella se alejó de él, me hace pensar que está ajeno a lo que ha estado pasado desde que estaba en la cárcel. Algunas cosas no han cambiado. Yo tiré por las cortinas de mi ventana y miré a la ventana de Caleb. Pasa un poco de las 3 a.m. Él está probablemente durmiendo como un bebé sin ningún problema en el mundo. Pero no es así. Su luz está encendida y veo su silueta paseando por su habitación. Dejo caer las cortinas para cubrir la ventana, apagar la luz, y volver corriendo a la cama. Yo no puedo caer en viejos hábitos, no ahora, después de todo lo que pasó. La realidad es que yo estaba enamorada de Caleb desde primer grado. Solía burlarse de Leah y de mi cuando jugábamos con nuestras Barbie’s disfrazándolas. Pero cuando necesitábamos a un niño para hacer un papel en uno de nuestros espectáculos, siempre podíamos obligarle a hacerlo. Y si habíamos hecho un espectáculo de ballet, podíamos contar con él para ser un miembro de la audiencia mientras hacíamos unos jeté'd plié'd con sentimiento delante de él. Pero cuando me enamoré perdidamente de Caleb Becker estaba en sexto grado, fue cuando asumió la culpa después de que yo rompiera la estatua de cerámica de su madre que le había dado a su tatara-tatara-abuela alguno de los ex-presidente de los EE.UU. Leah estaba arriba y yo estaba esperándola en la sala de estar ya preparada. Íbamos ir a jugar al tenis en el parque. Caleb me sorprendió volando por las escaleras con un sable láser de Star Wars en la mano, de manera desafiante. Me reí y puse mi raqueta hacia arriba como un arma, retándolo. Él vino a mí con el sable, y yo balanceé mi raqueta para protegerme de su ataque. Conté con golpear el sable, no el búho de cerámica que estaba en el aparador de su madre. Su madre escuchó el choque y vino corriendo. Caleb dijo que fue culpa suya, que estaba jugando con el sable. Nunca me nombró como quien rompió la estatua, ni siquiera me nombró como su cómplice. Yo estaba muy asustada en ese momento para decir la verdad, incluso cuando yo sabía que

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estuvo castigado sin salir de casa durante un mes entero. Sin darse cuenta, se convirtió en mi héroe. Después de eso, yo solía ver a Caleb a través de mi ventana cuando jugaba a la pelota con sus amigos o hacían reuniones de Boy Scouts en su patio trasero. Cuando estábamos en séptimo grado empezó a cortar el césped mientras escuchaba música. No podía concentrarme en mi tarea, mientras lo observaba zigzagueando yendo y viniendo por el césped con la cortadora de césped, notando sus músculos a través de su camiseta mientras él juntaba la hierba cortada y la empujaba a las bolsas de basura. A veces me cogía mirándolo y me saludaba. A veces intentaba saludarlo de vuelta, pero luego cerraba las cortinas y las mantenía cerradas durante una semana por lo que nunca supo lo que yo realmente sentía por él. Otras veces yo hacía como si no lo viera, aunque supongo que él sabía que yo lo había estado espiando. Caleb nunca me dejó ver que yo le gustara como más que un amiga. Eso estaba bien por mí. Yo guardaba la esperanza de que algún día me viera como una chica y no como la molesta amiga de su hermana gemela. Él tuvo muchas novias durante años, pero nunca tomó en serio a ninguna de ellas. Hasta Kendra. Comenzaron a salir en el inicio de nuestro primer año. Kendra estaba en su casa todos los días después de la escuela, eran inseparables desde el principio. Cada vez que yo echaba un vistazo por la ventana y los veía en un íntimo abrazo, mi corazón lleno de esperanza se derrumbaba poco a poco. Eso fue también cuando mi papá se fue. Así que ahí estaba yo, desesperada esperando que mi papá y Caleb me amaran tanto como los amaba yo. ¿Qué podía hacer yo para que alguno de los dos me amara de vuelta? Lo única cosa en la que era buena era en tenis. Así que practicaba, jugaba y me desafiaba a mi misma todos los días durante el verano entre nuestro primer y segundo año. Seguramente, una vez que Caleb viera que yo era la única estudiante de segundo año en el equipo de las mejores jugadoras de la escuela, me notaría. Y yo enviaba a mi padre los artículos del periódico local acerca de mi éxito, sin olvidar añadir la predicción del entrenador de tenis acerca de lo que yo haría en el campeonato del estado de Illinois en octubre. Esa temporada mi padre nunca me vio jugar.

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Esa temporada fue también cuando Caleb perdió su virginidad con Kendra. Una vez, sólo una vez, los vi teniendo sexo una noche bajo una manta en su patio trasero. Nunca se lo dije a nadie, aunque yo hubiera jurado que Caleb había mirado a mi ventana y me había visto observando. Él nunca me dijo nada al respecto. Y yo nunca se lo dije a Leah. Ella estaría asqueada de todos modos. De hecho, después de eso me sentía tan avergonzada que dejé de ver a Caleb. Continúo con la noche del accidente en mi cabeza. La conversación que tuve con Caleb antes del accidente y las historias que escuché acerca de ello después. Era obvio que estaba borracho, los policías que lo arrestaron le hicieron una prueba de alcohol inmediatamente después de admitir que me golpeara con su coche. ¿Pero estaba tan borracho que no sabía lo que estaba haciendo? ¿Y qué si él odiaba lo que le dijera aquella noche? Era la verdad. Su novia lo engañaba. —Estás mintiendo —había dicho aquella noche. Estaba decidida a no dejar que se fuera antes de decirle. —No es verdad, Caleb. Juro que la vi con otro chico. —no añadí que el otro era su mejor amigo. Me agarró de los hombros con tanta fuerza que hice una mueca. Caleb no me había puesto la mano encima antes. Su rudo toque hizo que las lágrimas bajaran por mis mejillas. —Te quiero —le dije—. Siempre te he querido. —dejé que mi miedo acerca de decirle la verdad de mi amor por Caleb saliera esa noche—. Abre los ojos, Caleb. Kendra está jugando contigo como un tonto. Sacó las manos de encima de mí como si estuviera en el fuego y se le quemaran. Luego dijo algo que nunca olvidaré. —No lo entiendes, ¿verdad Maggie. Tú y yo nunca sucederá. Ahora deja de difundir mentiras sobre mi novia antes de salir lastimada. Esta advertencia ha hecho eco de mi cabeza desde ese día hasta ahora. La

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parte lógica de mi, sabe que fue un accidente. Por supuesto que no tenía intención de perder el control de su coche. Pero en los oscuros huecos de mi mente hay una pequeña duda que aparece de vez en cuando. Finalmente concilio el sueño, pero no un sueño reparador, porque mis sueños están obsesionados con el hecho de que no voy a ser capaz de escapar de Paradise e ir a algún lugar lejos—donde el pasado no me pueda atrapar. Al día siguiente después de la escuela me bajo del autobús y regreso a casa para encontrar un mensaje en nuestro contestador automático de la Sra. Reynolds—la anciana que conocí ayer. Dejó su número y me dijo que la llamara tan pronto como llegara a casa. Cuándo la llamé de vuelta, dijo que me quería hacer una entrevista para un trabajo después de la escuela... como su compañera. —¿Está segura? —le pregunto. —Puedo llegar a un acuerdo contigo para que puedas ir a España —dice ella, totalmente tentándome—. ¿Puedes venir a mi casa en Hampton para que podamos hablar? Tan rápido como mis lisiadas piernas me pueden llevar. Estoy en un autobús con destino a Hampton. No está lejos, sólo a unos quince minutos en autobús desde Paradise. Todo el tiempo estoy pensando en la oferta que la señora Reynolds me quiere ofrecer. ¿Qué hace un acompañante? ¿Juega a las damas y la escucha hablar de los viejos tiempos? No puede ser tan difícil. Yo lo puedo hacer, incluso con una pierna mala. Flotan en mi cabeza visiones haciéndole sándwiches de té y limonada, mientras nos sentamos y hablamos. Leah y yo solíamos hablar durante horas y horas de nada y todo. Sé que hablar con una señora no será lo mismo que hablar con mi antigua mejor amiga, pero creo que podría estar bien. Toco el timbre en la casa de la señora Reynolds y ella me saluda con una sonrisa. —Adelante, Margaret. Me siento remilgadamente en el caro sofá, color crema, tratando de causar una buena impresión. Maggie, olvida el pasado y céntrate en el futuro, me digo.

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La Sra. Reynolds tiene los ojos brillantes, alerta, verdes ojos que desafían su vejez, y la actitud que tienen las chicas superiores en el equipo de animadoras. —¿Te importaría trabajar para una vieja mujer malhumorada como yo, Margaret, si al final eres capaz de hacer ese viaje a España? —Además de necesitar el dinero para estudiar en el extranjero el próximo semestre —le digo, sosteniendo mis manos en mi regazo y tratando de no inquietarme—. Creo que uno puede aprender mucho de las personas con experiencia en la vida. ¿Acabo de oír un resoplido de la señora Reynolds? —¿Te refieres a "gente vieja"? —ella replica. Me muerdo el interior de mi boca. —Ummm, lo que quise decir fue, eh... —Tomarlo de alguien con experiencia en la vida. No des largas, es sólo una pérdida de tiempo. ¿Sabes cocinar? —¿Cuentan los macarrones con queso como cocinar? —Sí. —¿Juegas al solitario? —Sí —¿Hablas demasiado? Su pregunta me toma con la guardia baja. —¿Perdón? —Ya sabes, ¿hablas para oír tu voz, o te callas hasta que tengas algo interesante que decir? —Lo último —le respondo. —Bien. No me gustan las charlas sin sentido.

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—Ni a mí tampoco. Demasiado para no dar largas. —Te esperaré aquí a partir de las tres treinta hasta las siete en punto de lunes a viernes, unas pocas horas los fines de semana. Te puedo dar una hora de descanso para que puedas hacer la tarea. —¿Eso significa que estoy contratada? —le pregunto. —Eso parece. Te daré mil quinientos dólares al mes, lo suficiente para pagar las clases que necesitas. Puedes comenzar después de la escuela el lunes. Wow. Mucho más de lo que yo ganaría si trabajara en otro sitio. —Es demasiado —admito—. Posiblemente pueda conseguir a alguien por mucho menos dinero. —Probablemente. Pero tú quieres ir a España, ¿no? —Por supuesto, pero... —Nada de peros. Peros pueden clasificarse como charla sin sentido. Quiero besar y abrazar a la mujer y darle las gracias cientos de veces. Pero no creo que ella sea del tipo de besos y abrazos. Y si le doy las gracias cientos de veces, creo que tendría un aneurisma por la gran cantidad de charlas sin sentido. La Sra. Reynolds se encuentra, utilizando su bastón para no caer. Lo que me recuerda añadir. —Tengo una cojera. En lugar de preguntar sobre eso, la mujer sólo dice. —Yo también. Lo mismo ocurre con la mayoría de mis amigos. Por lo menos los que no están muertos. Siempre y cuando no te quejes de la tuya, no me quejaré acerca de la mía. Y eso, aunque no te lo

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CAPITULO QUINCE *** Caleb TRADUCIDO POR: kathesweet CORREGIDO POR: V!an*

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aleb, tú ven con nosotros —grita Brian desde la mitad de la cafetería.

Yo había planeado agarrar un bocadillo y sentarme junto a mi hermana. Hoy ella está usando un lápiz labial de color negro azabache que coincide con sus jeans negros y gastados. Mamá ni siquiera se inmutó cuando Leah bajó las escaleras esta mañana. Me estremecí al ver. Lo que componga esa cosa negra en el labio tiene grandes problemas. Estoy de pie junto a ella, contemplando qué hacer. Ella no levanta la vista de la lectura de un libro y dice: —Ve y siéntate con Brian. No me importa. —Leah, ven conmigo. Ella levanta la vista, con lápiz labial negro y todo —¿Parece que yo quisiera sentarme con ellos? Eso es todo, no puedo soportarlo más. Apoyo mis manos en la mesa de la cafetería y digo: — Tal vez quieras que me asuste de toda esta mierda negra. Pero yo no voy a hacerlo. Ahora, ¿Por qué no eliminar esa mierda de tus labios y cortar el acto de muerte ya? Eso está acabando con mis nervios. En lugar de estar agradecida de que estoy siendo brutalmente honesto, ella bruscamente recoge sus libros y sale corriendo de la cafetería. ¿Qué demonios se supone que debo hacer ahora? Brian está todavía agitándome el brazo, pero yo dudo. No es que yo no quiera sentarme con mis viejos amigos; solo no tengo ganas de ser bombardeado con preguntas sobre la cárcel. Debido a que estos chicos no durarían un día en el DOC y probablemente creerán que estoy mintiendo si les dijera lo que realmente sucede allí.

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No pienso ni por un minuto que cualquiera es inmune a ser condenado. Hombre, hay tantos chicos de todas las razas y religiones diferentes, y colores y tamaños. Judíos y cristianos, musulmanes y católicos. Chicos ricos que pensaron que estaban encima de la ley y chicos pobres que no conocen nada mejor. Es un juego diferente cuando tú estás adentro, con una jerarquía tacita y con normas. Algunas cosas que tú puedes soportar y algunas cosas que tienes que aprender de la manera dura. Los accidentes ocurren en el DOC, y algunos de ellos son intencionales. Las pandillas están a la orden, incluso en la cárcel de menores. Cuando hay un altercado entre dos rivales, es mejor que estés fuera de ese infierno. Warden Miller tuvo esta cosa sobre saludar a un nuevo recluso en su primer día en el DOC. Él piensa que facilita la mente del chico nuevo conociendo sus expectativas, pero lo único que eso hace es asustarlos malditamente. A menos, claro, de que sean repetidores. Miller es uno de esos primeros nombres en un montón de repetidores. Ellos consiguen una versión muy diferente del discurso de bienvenida. Su primer discurso empezó con algo como eso: “Mi nombre es Scott Miller. Bienvenido a mi casa. Te levantarás a las 5:45 cada mañana e irás a las duchas. Tienes cinco minutos, no más, para bañarte. Tendrás tres plazas al día y debes asistir a clases durante ocho horas. Nos llevaremos bien, siempre y cuando respetes las reglas de mi casa. Si no lo haces… bien, entonces, tú y yo tendremos un problema. Pregunta a cualquier persona esto, y te dirán que no quisieras tener un problema conmigo. Mis problemas te darán 23 horas directas de celda. ¿Alguna pregunta? Warden Miller no explica la ausencia de papel higiénico en las celdas, que es una de las cosas que tienes que aprender de la manera dura. Es cuando tu estas sentado en el váter y necesitas limpiarte. El botón de llamada para pedir prestado un rollo está al otro lado de la celda, en ningún lado cerca a donde tú estás sentado. Voy hacia Brian y los chicos, dispuesto a distraerlos de la idea de hablar sobre la cárcel.

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—¿Qué sucede, chicos? ¿Dónde están todas las chicas? —pregunto. Drew está sentado frente a mí y rueda los ojos. —Practicando para las pruebas de animadoras. No me malinterpreten, me encanta cuando las chicas saltan arriba y abajo para mí. Solo no sé qué tan difícil puede ser todo eso, que ellas necesitarían practicar durante tres semanas consecutivas. —¿Brianne y Danielle van a ser a porristas en lugar de tenistas? —pregunto. Brianne y Danielle eran fanáticas acérrimas del tenis. —Es a causa de Sabrina —dice Tristán. —Ella no tiene suficiente coordinación manos-ojos para ser una jugadora de tenis, así que ha convencido a Brianne y Danielle de probar para Pantherettes. Tal vez he estado fuera mucho tiempo. O tal vez no he oído correctamente. —¿Qué es una Pantherette? —Caleb, tienes que ponerte al día, hombre —Brian está tratando de controlar su diversión mientras dice—, Pantherettes son las porristas del equipo de lucha. Mira esto… Paradise, Panthers… Pantherettes. ¿Huh? —¿Porristas de lucha? —Drew asiente. —Pantherettes, amigo. Amo tenerlas. Muchas escuelas cuentan con porristas de lucha, así que el año pasado las conseguimos también. —¿Haces lucha libre este año, Becker? —interrumpe Tristán—. Wenner estaba entrenando el año pasado. Él ha tenido un bebe durante el verano, y creo que quiere mantener sus sábados libres y estar en casa con el mocoso. —No puedo —le digo—. Tengo que trabajar después de la escuela intencionalmente dejo de lado la parte en que el trabajo es en realidad servicio comunitario, y si lo abandono, voy a tener que volver a la cárcel. Brian toma un bocado de sándwich y dice con la boca llena,

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—Te necesitamos, o vamos perder como el año pasado —Tristan y Drew asintieron, de acuerdo con Brian. No hay como la presión de grupo para rendirse. —Muy bien chicos, escuchen —digo—. Si hay un encuentro que pueda hacer, competiré. Brian extiende una mano para mí y yo le doy los cinco. —De eso es de lo que estoy hablando —palmeo su mano—. Eres patético si crees que yo solo puedo hacer la diferencia. Drew niego con su cabeza de pelo rizado. —Cubriste a Vic Medonia, Caleb. El tipo es enorme y una leyenda. ¿Recuerdas cuando te pateó el trasero, consiguiendo esos cinco puntos de saque por diez segundos antes de que acabara la ronda? —Drew, por favor —dice Tristan. —No le faltes al respecto a CB aquí. Fueron cuatro minutos cuando él hizo el saque de banda hacia abajo. —Lo que sea, Tristan —dice Drew —Me olvidé que lo sabes todo. Tristan se cruza de brazos en frente de su pecho. —Malditamente correcto. Tomo un bocado de mi bocadillo mientras Tristan y Drew están uno frente a la garganta del otro. Es como en los viejos tiempos, a excepción de que Kendra no está aquí… y mi hermana se niega a unirse a la tierra de los vivos. Antes de que el pensamiento salga de mi cabeza, las chicas, menos mi hermana, se pavonean entrando en la cafetería. Sabrina, Danielle y Brianne llegan primero, seguidas de Kendra y su mejor amiga Hannah. —¿Cómo han ido las practicas? —Tristan pregunta a Brianne —Brianne se extira y toma su hombro —Es tan dulce que te importe —dice. Drew tose

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—¿Por qué no nos hacen una animación? —¿Aquí mismo, en la cafetería? —¿Por qué no? —Kendra me guiña privadamente, y luego dice—, seguro, vamos a hacerlo, chicas. Kendra se pone de pie mientras Brianne, Sabrina, Danielle y Hannah se paran detrás de ella. Kendra lleva las manos como si estuviera a punto de aplaudir y dice. —¿Listas? Las otras chicas responden —bien—, entonces todas comienzan a aplaudir y saltar y cantar: Takedown, tilt 'em, Or go for the pin! Stay off the bottom, And get that win! You gotta ride 'em, roll 'em, get that pin'. Come on Panthers, leeeeettt's win! Las chicas terminan su energética animación con una combinación salto/patada. Drew se pone de pie y aplaude —¡Eso fue increíble! ¿Pueden hacer esa parte final otra vez cuando rebotan hacia arriba y hacia abajo como si estuvieran cabalgando? —Cállate, Drew —dice Kendra. Él levanta las manos y se encoge de hombros, —¿Qué? Estaba admirando su forma de animar. —Por favor —dice Danielle mientras ella se sienta junto a Brian y le da a Drew una mirada de disgusto. —Tú estabas admirando algo, bien. Nuestros pechos.

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—Eso también —Drew admite—. Soy un chico adolescente con hormonas embravecidas, ¿qué esperas? Apuesto a que Caleb los admiraba también, porque él no ha visto nada como eso en casi un año. —¿No es verdad, CB? Yo debería haber sabido que era solo cuestión de tiempo antes de que mi período en la cárcel fuera tirado en mi cara. Genial, ahora todos me están mirando, esperando a escuchar la respuesta de ex convicto. Incluyendo a Kendra. Me pongo de pie y salgo de la cafetería. No quiero hacer frente a esta mierda ahora mismo. —Estaba bromeando, Caleb. ¡Vuelve aquí! —grita Drew. Cada semana en el DOC nosotros teníamos clases de manejo de la rabia. Ellos hicieron hincapié en evitar la confrontación, enseñándonos a liberar la ira de otras maneras y no violentamente. Dado que golpear a Drew en la mandíbula es correr directo a la mierda y no es una opción, me dirijo a la sala de entrenamiento de la escuela. Camino hasta el saco de boxeo y golpeo dejando allí una marca permanente en el costado. Ni siquiera me importa que mis nudillos estén sangrando. —Caleb, tómalo con calma con esa cosa. Es el entrenador Wenner, de pie cerca a las pesas libres con una taza de café en la mano. Lleva una camisa de golf con una Pantera luchando bordada en el frente. Me detengo golpeando el saco y pongo mis manos en mis bolsillos para ocultar mis nudillos ensangrentados. —Ellos me dijeron que usted entrenaba el año pasado. —Sí. Estaré enseñando clases especiales de conducción, así como las clases de gimnasio que vienen el próximo otoño —sacudo la cabeza con incredulidad—. ¿Clases de conducción? —el hombre vive y respira por la lucha libre. —Mi mujer no quiere que esté lejos los fines de semana después de que el

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bebé naciera. Por encima de todo. Tienes que hacer lo que crees que es mejor para tu familia, ¿verdad? —Supongo. Wenner toma un sorbo de la bebida y se apoya contra la pared. —Ya sabes, lo que sucedió el año pasado me sorprendió como el infierno. Hubiera apostado mi brazo derecho a que chicos como tú no dejarían la escena de un accidente. Por suerte para usted, no hizo esa apuesta —dije. —Uh-huh —dice Wenner, y agrega—, ve a la enfermería y deja envolver esos nudillos —y casualmente sale de la habitación.

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CAPITULO DIECISEIS *** Maggie TRADUCIDO POR: cYeLy DiviNNa CORREGIDO POR: cYeLy DiviNNa

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Caleb le tomó una semana deslizarse de regreso a su vida sin ningún problema. Salí de la cafetería esta tarde, cuando las chicas populares derrochaban alegría delante de él. Hubiera jurado que pensaba que la alegría era sólo por él. Como si eso fuera poco, oí decir a Tristán Norris en Ciencias de la Tierra que Caleb está por salir a la lucha libre este año. No sólo pierdo a Leah como amiga y todo el mundo piensa que soy un bicho raro al caminar, tengo ninguna esperanza de unirme al equipo de tenis o practicar algún deporte nunca más. Me estoy castigando a mí misma por compararme con Caleb mientras estoy en el autobús de Hampton para ir a mi primer día de trabajo para la Señora Reynolds. Sólo deseo que fuera más fácil para mí... o menos fácil para él. Me doy cuenta que estoy amargada, pero no puedo evitarlo. He pasado por tanto dolor agonía el año pasado, y volver a la escuela sólo ha hecho hincapié en que clase de paria me he convertido. Llego a casa de la Señora Reynolds y toco el timbre. Ella no responde. Sigue sonando con la esperanza de que nada malo le haya sucedido. Solo mi suerte decidió dejarme fuera antes de que comenzara el trabajo. Colocando mi mochila en el suelo, me dirijo a la parte trasera de la casa. La Señora Reynolds está sentada en el columpio del porche. Su cabeza se desploma otra vez, pero su pecho está aumentando y bajando con cada respiración. Bueno, la mujer está durmiendo. Ufff. Haciendo equilibrio con un vaso de limonada en la mano. Este trabajo va a ser como una rebanada de pastel. Me siento avergonzada por tomar tanto dinero de la Señora de Reynolds para hacer nada.

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Me acerco de puntillas. Tengo que tomar el vaso de la mano de la señora Reynolds antes de que lo derrame todo o, peor aún, lo suelte y deje caer al suelo y esté se rompa. Poco a poco, en silencio, extiendo la mano y deslice el vaso de su mano. —¿Qué crees que estás haciendo? La voz de la anciana me asusta y me hace saltar hacia atrás. La Señora Reynolds tiene un ojo abierto, como el chico de la película de monstruos en los dibujos animados. —Yo, uh, pensé que tomaba la siesta. —¿Me veo como si estuviera durmiendo? —En este momento no lo hace. La Señora Reynolds se sienta con la espalda recta, con el pelo gris con un diseño perfecto en la parte superior de la cabeza. —Suficiente charla. Tenemos mucho trabajo que hacer hoy. —¿Quieres que vuelva a llenar su vaso de limonada? ¿Algún bocadillo? ¿Qué separe las almohadas? —No. ¿Ves esas bolsas de allí? —la Señora Reynolds dice, con su dedo torcido apuntando hacia el lado del patio. Cerca de diez grandes bolsas de papel están alineadas en el césped. Todas están etiquetadas con nombres extraños: Remolino de Albaricoque, Croma color, Decoy, Deriva, Trompeta amarilla, Gotas de limón, Rosa payaso. — ¿Para qué sirven? —Vamos a sembrarlos. Son narcisos. Bueno, no exactamente pero parecen narcisos. Son sólo capullos. ¿Plantas? Miro dentro de la bolsa marcada como ―Deriva". Debe haber más de treinta capullos dentro. Cojo la siguiente bolsa "gotas de limón", y hay más en éste que en la primera. —No pongas esa cara de susto, Margaret —dice la Señora Reynolds—. No se ajusta a tu cara.

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Agarro algunos capullos de la siguiente bolsa, la marcada como "Remolino de Albaricoque". Detrás de mí la señora Reynolds dice: —Ni te molestes en recogerlos de inmediato. Primero necesitas plantarlos. —¿Plantarlos? —Por supuesto. ¿Alguna vez has plantado algo? —Sólo un poco de hierbas en preescolar. Pero eso fue en una pequeña maceta que llevé a casa para el Día de las Madres. —¿Nunca capullos? Sacudo la cabeza. La Sra. Reynolds parece preocupada. —Déjame decirte algo acerca de los narcisos, Margaret. Son fragantes, hermosos y resistentes. Puedo escanear las ocho bolsas alineadas. —¿Estos son todos los narcisos? —Oh, sí. Pero cada uno tiene su propio olor y personalidad. Wow. No sé mucho acerca de las flores en general y menos los detalles de cada una. Mis favoritas eran los dientes de león, porque cuando éramos más pequeñas, Leah y yo íbamos a buscar y sacar todos los dientes de león de los céspedes de nuestros vecinos, cantando “Mamá tuvo un bebé y su cabeza se cayó” y movíamos la parte superior de las flores fuera de los tallos mientras cantábamos. Aunque, para ser técnicos, los dientes de león no son flores. Son las malas hierbas. —Necesitarás una pala para empezar —mi patrona dice, interrumpiendo mis ensoñaciones—. Creo que hay una en el garaje. Coloco los capullos de vuelta en sus respectivas bolsas, luego me dirijo a la cochera separada en la parte trasera del patio. Es una gran estructura de dos pisos. Pintada de amarilla, aunque el agrietamiento y descamación de años de abandono, indica que este había sido un lugar de orgullo. Hay unas escaleras al lado, que llevan al segundo nivel. Sucio, con ventanas polvorientas en la habitación de arriba. ¿Es algún tipo de oficina? ¿Un cuarto privado? La puerta del garaje está cerrada, así que tengo que levantarla con mis propias fuerzas, y no es fácil. Con un crujido fuerte de protesta, la puerta

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finalmente se levanta para revelar un Cadillac negro, estacionado en el interior. El lugar está oscuro y lleno de telarañas. Lo que significa que el lugar está lleno de arañas. No soy aficionada a ninguna. Maggie, puedes hacer esto. Cuando entro más lejos en la oscuridad, mis ojos buscan a las arañas. Mi mamá se burlaba de mí porque tenía la visión periférica diseñada especialmente para detectar a las criaturas de ocho patas. Una pala cuelga en la pared, no lejos de la entrada. Bien. Puedo adelantar algunas pulgadas lentamente, alejando mi mano para asir el mango. Una vez que lo sostengo, dejó escapar un aliento que ni siquiera sabía que había estado conteniendo. Me logro escabullir del garaje para regresar con la Señora Reynolds, al menos unas pocas telarañas han alcanzado a pegarse a mí. —La tengo —le digo, tendiéndole la pala como un preciado trofeo. La mujer no parece impresionada. —En primer lugar, tendremos que preparar el suelo. Me acerco a las macetas de flores vacías y comienzo a meter la pala en la tierra para aflojarla. Hago esto por algunos minutos. No es tan malo. La Señora Reynolds se escabulle detrás de mí. —Espera. Me doy la vuelta. La mujer sostiene un manto largo, de flores color rosa y verde. —¿Qué es eso? —le pregunto. —Mi muumuu. Póntela. Va a mantener tu ropa limpia. —La Señora Reynolds, no puedo usar eso. —¿Por qué no? La Señora Reynolds agarro el muumuu, una bata de casa grande y fea. —Soy consciente de que debe haber estado sin usar mucho tiempo. Probablemente la tía Enriqueta la haya tenido guardada en el armario durante todo este tiempo. —Es que... no es mi talla —le digo sin convicción.

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—No seas tonta, todo el mundo cabe en los muumuus. Es una talla única. Póntelo. A regañadientes, tomo el muumuu y deslizo el material sobre mi cabeza. El vestido cuelga sobre mí como si fuera una tienda de campaña. La Señora Reynolds da unos pasos atrás y me observa. —Perfecta. Sonrío débilmente hacia ella. —Bueno, vamos a trabajar. A los cuarenta minutos siguientes, la Señora Reynolds me lleva a lo grande a cavar los agujeros, midiendo la tierra extra que será necesaria en el fondo de los agujeros para crear una almohada para los capullos, y la mejor forma de plantar los capullos es no hacerlo filas, pero si con espació cinco pulgadas de distancia. Ahora estoy sudando, y me temo que la Señora Reynolds apenas ha comenzado. Pero voy a hacer lo necesario para mantener este trabajo. Si eso significa crear almohadas para sus preciosos capullos, para las próximas semanas hasta que el clima más frío pase sobre nosotros, está muy bien. Puedo manejar cualquier cosa, si el resultado final es ganar el dinero para huir. Sentada atrás, me limpio la suciedad de la cara con la manga del muumuu. —¿Qué eso que está allí? —pregunto, señalando una pila de madera. —La glorieta que nunca se terminó. —Yo estaba en un kiosco en el Jardín Botánico el año pasado —le digo, imaginando una gran glorieta en el centro del patio. —Esto me recuerda esa escena en ―El sonido de la música”, donde el novio de Liesl le canta “Hoy dieciséis y pronto diecisiete”. La Señora Reynolds mira con nostalgia a la pila. —Sí, bueno, me temo que la madera, probablemente va a estar sentada por mucho tiempo después de que esté muerta y enterrada.

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—Deberia de conseguir a alguien para construirla —le digo con entusiasmo—. Puedo imaginarla, con un techo puntiagudo y todo. —Vamos a tomar un descanso —dice—. No hablemos más de cosas que nunca serán. Oh, sí, se me olvidaba. No hay existen charlas sin sentido con la Señora Reynolds. Desde el accidente, no me ha resultado fácil ponerme de pie. El estar cubierta con el muumuu hace que sea mucho más difícil. Sobre todo cuando tengo que extender mi pierna delante de mí para levantarme. —¿Qué estás haciendo? —Levantarme. La Señora Reynolds hace olas con las manos alrededor, como si sus miembros pudieran hablar. —Normalmente la gente doblar sus piernas cuando hace eso. —No puedo doblar la pierna. —¿Quién dice? Me doy vuelta y miro de frente a la Señora Reynolds. ¿Está bromeando? Obviamente estoy lisiada. Está bien así, no fui mutilada. Pero fui atropellada por un coche. Nunca seré la misma. —Doblas tu pierna al caminar. No sé por qué no lo haces para ponerte de pie, eso es todo —dice. Finalmente de pie, tomo una respiración profunda. Estoy ansiosa por decir algo, pero no pueda. La Señora Reynolds es la primera persona en más de un año que me trata como si no hubiera nada malo en mí. Es refrescante y frustrante a la vez.

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CAPITULO DIECISIETE *** Caleb TRADUCIDO POR: nathyab CORRGIDO POR: V!an*

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amá toca a mi puerta la noche del sábado antes de irse al festival anual de otoño.

—¿Estás seguro que no quieres ir Caleb? Será divertido —sí, claro. —Estoy seguro. —Leah también viene. —¿cómo demonios maneja eso mamá? Leah vive en su cuarto como si fuera un oso en continua hibernación. Creo que la he visto más en los pasillos de la escuela de lo que la he visto en casa. —Voy a quedarme en casa y pasar el rato —dije. No hay manera de que quiera ir a la feria y ser una de las atracciones principales. Mamá abre la puerta y asoma su cabeza al interior. —Tu padre y yo queremos que hagas una aparición. El Dr. y la Sra. Tremont van a estar ahí. Tu papá confía en sus referencias. Ponte uno de los nuevos trajes que compré y muestra la pulcra persona que eres —no me siento con ganas de vestirme con ropa que hace que me ahogue, y poner otro falso espectáculo ―feliz‖. —¿Es eso lo que realmente quieres? —ella asiente. —Sí. —Está bien. Te veo ahí más tarde —dije secamente. Esta mierda me está desgastando rápidamente. —Gracias Caleb. Lo aprecio —ella dice, como si estuviera hablando con un colega. ¿Quién es esta señora que solía llamar mamá? Necesito hacerle entender que soy la misma persona que antes. Ella puede amar al anterior Caleb Becker sin tratar de crear a uno nuevo y mejorado. Luego de que mis padres y Leah se fueron, me dirigí fuera y me hice algo de pollo a la parrilla. Voy a comer aquí, con mis cómodos vaqueros rotos y una camiseta, antes de vestirme como si fuera un banquero con un corte de

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cabello perfecto. Estoy sentado en la mesa del patio cuando oigo una voz familiar. —Pensé que podría encontrarte aquí —me gire a mi ex novia. Kendra luce genial, vestida con una camiseta rosa ajustada y una corta falda blanca. Ningún rastro de prudencia figuraba en su aspecto, eso es seguro —¿No vas a la feria? —pregunte. Ella se acerca mucho a mí y se inclina—. Fui, pero no estabas ahí —ella dice con un sexy susurro. —¿Quieres que esté? —No, porque te quiero todo para mí. Eres una leyenda en Paradise. Todo el mundo está pidiendo a gritos un vistazo del misterioso y peligroso Caleb Becker. —¿Es eso lo que ellos piensan, que soy peligroso? —Solo estoy comunicando el rumor. Estuviste en prisión, sabes. Oí que varias cosas te sucedieron cuando estuviste ahí para hacerte cambiar. — ¿Y qué es lo que tú piensas? —pregunte, confuso por sus motivos de venir aquí—. ¿Piensas que soy peligroso? —En absoluto. —ella esta mirándome directamente a los ojos, pero percibo que está pensando en algo más—. ¿Fue realmente tan duro como dicen? —A veces —ella gira sus rubios rulos alrededor de su dedo. —¿Pensaste en mi? —Casi todos los días —admití—. ¿Qué hay de ti? —ella sonríe. —Te extrañe. Pero no pude manejar lo que paso. —No te preocupes, Kend. Esa noche estuvo totalmente jodida. —Me lo estás diciendo a mí —mire a cada lado. Me he estado muriendo por saber la respuesta a esta pregunta. —¿Recuerdas que paso? —ella parpadea dos veces antes de contestar. —No mucho. Yo estaba casi tan borracha como tú y corrí cuando la policía vino. Mi padre es el alcalde, tú sabes. Su hija no podía ser encontrada en medio de esa confusa escena. —Uh huh.

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—No esperaba que fueras a la cárcel, Caleb. Yo solo… me asuste. —Me asuste también. Pero estoy de vuelta. —Claro que lo estas —mi ego necesita que yo haga la siguiente pregunta. Es extraño, pero esta discusión es la manera de averiguar dónde estamos cada uno en esta relación. —¿Has estado con alguien más? —Nadie que importara —¿qué demonios significa eso? No estoy celoso. Está bien, lo estoy. Pero está contigo ahora, una voz dentro de mi cabeza me dice. Y la extrañe mucho. Demasiado. He soñado con besarla de nuevo, sus carnosos labios sobre los míos, frotándome contra ella hasta creer que moriré del solo placer de hacerlo. —Ven aquí —digo moviendo fuera mi silla para que ella pueda sentarse en mi regazo. Mi libido se pone en marcha, inmediatamente listo para esto—. A pasado mucho tiempo, Kend, pero estoy en el juego si tu lo estas —ella se sienta en mis muslos y envuelve sus brazos alrededor de mi cuello. Observo sus labios con interés mientras ella me sonríe. Mojados, y brillantes labios con lo que sea que se puso antes de venir aquí. El que hizo esa mierda brillante para labios es un genio. Tomo los extremos de su rubio cabello rizado y los giro entre mi pulgar y el índice. Su cabello se siente diferente de lo que recuerdo. Solía ser más suave. Siempre ame jugar con él. —Cambiaste el color —dije. —Es más ligero. ¿Te gusta? —¿qué puedo decir, que se siente más como paja que seda? —Necesito tiempo para acostumbrarme —sé que ya debería de haberla besado, pero estoy dudando. He besado a Kendra miles de veces antes. Es impresionante besando, y esos labios están pidiendo que se metan con ellos. ¿Entonces cual es mi problema? Ella siente la parte superior de mi corte de pelo con su palma.

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—Espero que dejes crecer tu cabello. No lo puedo agarrar ahora. —Veremos. —Sin compromiso, ¿no es así? —ella río, luego dijo—, te extrañe, CB. Si me extraño tanto, ¿porque tengo esta extraño sensación de que me está ocultando algo? Mierda, debo dejar de jugar juegos con mi mente y analizar demasiado las cosas. Sé que me va hacer dejar de pensar. Puse mi mano en la parte trasera de la cabeza de Kendra y pegue su boca a la mía. Cuando mis labios tocan los suyos, la esencia de cereza de la cosa brillante es abrumadora. En una mala manera. Mis labios y mi lengua se deslizan contra ella, pero en todo lo que puedo pensar es en cuanto odio las cerezas. Odio la tarta de cereza, odio las cerezas en coctel de frutas o encima de un helado con chocolate caliente. Incluso odio el refresco de cereza. Kendra gime mientras nuestras bocas siguen mezcladas. Su lengua está trabajando horas extras y ella gira su cuerpo por lo que está a horcajadas sobre mí. Abro mis ojos mientras nos estamos besando. Mi mirada se centra en la habitación de Maggie Armstrong. Ahora no solo tengo labios de cereza atados los míos, espero que Maggie Armstrong no me vea labios cerrados y lengua atada a Kendra. Ni siquiera me pregunten porque me importa. Me tiro hacia atrás y digo. —Vamos adentro. Kendra se desliza de mi regazo, y nos tomamos de las manos mientras la guío hacia mi cuarto. Me limpie los labios con el dorso de mi mano, esperando que el sabor a cereza desapareciera. Kendra se echa sobre mi cama cuando llegamos a mi habitación, ni siquiera dudando o preguntándose porque nos estamos moviendo tan rápido después de no haber estado juntos por un año. —Es justo como los viejos tiempos —ella dice. Excepto que de alguna manera no se siente tan excitante o atrevido como solía. Tal vez es porque somos mayores ahora. Me saque mi camiseta, y luego me deslice en la cama junto a ella. Ella comienza a besar mi pecho. —Por dios, Caleb. Tus pectorales son enormes. —con mi dedo índice moví ligeramente su nuevo y brillante anillo de ombligo. —Supongo que los dos hemos cambiando, ¿no?

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—Déjame investigar cuanto —ella traza un camino de besos hacia abajo, pasando mi pecho y se detiene en la cintura de los vaqueros. Cuando comienza a desabrocharlos, pongo mi mano sobre la de ella para detenerla. Ella me mira, confundida. No la culpo. Estoy jodido de la cabeza y necesito tomarme todo con más calma que antes. Lo juro, un año antes habría saltado a sus huesos incluso antes de llegar a mi habitación. — ¿Qué hay de malo? —ella dice. Sacudo mi cabeza, froto mi mano por mi cabello y tomo una profunda respiración. Mierda. Estoy arruinando todo. Ella descansa su cabeza en mi hombro y coloca su brazo sobre mi estomago. Se siente muy bien y estoy contento que no me haga hablar de eso. Tal vez ella lo entiende, tal vez ella comprende que no puedo verbalizar mis jodidos pensamientos. Pero entonces ella comienza a inquietarse y luego de unos minutos se sienta. —Probablemente debería volver al festival antes de que mis padres se den cuenta que me fui. Al final ella no entiende. Justo como todos los demás. Con un movimiento de pelo sobre sus hombros, se desliza de nuevo en sus zapatos y se levanta. Me convencí a mi mismo que las cosas volverían a ser normales pronto. Estoy de vuelta en casa, tengo a mi chica de nuevo. Está bien, admito que las cosas están raras entre nosotros. Su cabello es falso, sus labios saben diferente, y sus besos son frenéticos en lugar de sexy. —Te vi hablando con Samantha Hunter ayer en el pasillo —ella dice, volteando y mirándome. Me incorporo y me apoyo en mi cabecera, aun sin camiseta. —Sí, ella quería saber si voy a luchar este año —Kendra suelta un respiro molesto—. ¿Tú no piensas que es linda, verdad? Me encojo de hombros. —Ella está bien, supongo. —Porque chicas como ella son totalmente manipuladoras. —No estoy mirando a otras chicas, Kend, si es por lo que estas preocupada.

—Eso es bueno —las comisuras de su boca elevan, pero luego se muerde el labio inferior—. Me alegro que estés de vuelta, pero… —¿Pero qué? —pregunto. —¿Caleb podemos mantener esto entre nosotros como un secreto? Los chicos de la escuela están esperando un gran espectáculo entre nosotros, y no quiero que esto se vuelva raro. Además mi papa se va a postular en las

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elecciones de noviembre y el ya me ha prohibido que tenga algún contacto contigo. Sería lo mejor que nadie sepa de esto ahora. Sus comentarios no debieron sorprenderme, pero sí lo hicieron. Yo solo dije. —Está bien —porque, bueno, ¿qué más puedo decir? Siguiendo a Kendra a su auto, me pregunto que hubiera sido de nuestras vidas si no me hubieran encerrado. No tendría que mantener nuestra relación en un maldito secreto, eso es seguro. Cuando estamos en el patio delantero, Kendra se sube a su carro, después abre su bolso y saca un brillo labial. Torciendo el espejo retrovisor, ella cuidadosamente desliza más brillo de cereza, borrando esencialmente nuestra poderosa escena de besos. Cuando sus labios están tan brillantes como estuvieron cuando llego aquí, ella se marcha. Sacudiendo mi cabeza, me dirijo adentro. Veo la imagen de Kendra cuando llego a mi habitación. Removiéndola de mi cabecera, la miro fijamente. Es difícil mantener todo igual cuando las mismas cosas lucen y se sienten diferentes.

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CAPITULO DIECIOCHO *** Maggie TRADUCIDO POR: ANDRE_G CORREGIDO POR: V!an*

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stoy usando un largo vestido estampado que roza el suelo con un suéter azul pálido encima de él. Mamá me compro el vestido porque sabe cómo me siento respecto a exponer cualquier parte de mi pierna izquierda. En el fondo se que también espera que los chicos me vean como Maggie Armstrong y no como la chica que atropelló Caleb Becker. ¿Adivina que? eso no va a suceder. No tenía el corazón para decirle que un bonito vestido no iba a borrar las feas cicatrices escondidas debajo de él. Habíamos llegado a la Feria del Condado de Paradise. Habían transformado la feria en un parque de diversiones, complementado con una Rueda de la fortuna y un tanque para el tiro al blanco Las Damas Ayudantes patrocinaban cada año el festival. Normalmente asistía todo el pueblo. El pabellón de comidas está cubierto por luces centellantes, recordándome la Navidad. Mamá baja los brownies que ha hecho y los pone sobre la gran mesa del banquete colectivo luego escanea a la multitud. —Mira, allí esta Lou —ella dice, señalándolo. Sentada junto a él esta su madre, mi jefa. —¿Deberíamos ir a saludar? —pregunté. Mamá se encoje de hombros. —Eso sería agradable. Cuando llegamos a la mesa, El Sr. Reynolds se levanta y sonríe. —Linda, encantado de que hayas podido asistir. Hola, Maggie. —Hola, Sr. Reynolds. Hola, Sra, Reynolds. El Sr. Reynolds se inclina más cerca y susurra en mi oído, —No estamos en el restaurante. Puedes llamarme Lou.

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—Eso sería extraño —dije yo. Llamar al jefe de mama por su primer nombre sería demasiado… no lo sé… familiar. —Está bien, bueno, cuando no sientas que sea extraño, inténtalo. Mamá se sienta al lado de su jefe y yo rodeo la mesa y me arrojo sobre la silla al lado de la Sra. Reynolds. —Sra. Reynolds, fue muy generoso de su parte darle un trabajo a mi hija — dijo mama—. Como le he dicho por teléfono, le estoy muy agradecida. —Yo soy la agradecida —dijo la Sra. Reynolds—- Tuvimos una primera semana muy productiva. ¿No es cierto, Margaret? Mis uñas siguen teniendo mugre por debajo que no he sido capaz de raspar. —La Sra. Reynolds es una experta en narcisos, mama. —Cuando regreses de España ya se habrán levantado y habrán florecido — dijo la Sra. Reynolds. Yo sonrió, pensando en irme para España. Parece ser la única cosa que me hace sonreír últimamente. La Sra. Raynolds mira a lo largo de la mesa del buffet. —Estoy famélica —dice ella—. Qué tal si le echamos un vistazo a la comida y vemos si hay algo que valga la pena. —Mamá, no te atragantes con comida —dice el Sr. Reynolds por encima del alto sonido de la música para bailar que la banda justo acaba de empezar a tocar en el improvisado escenario al frente de la Casa de la Risa. La Sra. Reynolds rueda sus ojos. —Mi hijo cree que soy un niño. —Mamá, sabes lo que te dijo el… —la ronca voz del Sr. Reynolds repica. La Sra. Reynolds calla a su hijo con una simple mirada. Mamá se ve un poco nerviosa y yo me siento igual. No quiero involucrarme en esto. Esta claramente fuera de mi jurisdicción como acompañante. El Sr. Reynolds se gira en dirección a mamá. —Linda, ¿Qué tal te parece mostrarle algunos movimientos a los adolescentes? Wow, eso me cogió con la guardia baja. Mamá nunca baila. Ella y papá venían al festival año tras año y ni una sola vez los vi inclinarse hacia la música, mucho menos bailar.

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—Me encantaría —dijo mamá—. Maggie, ¿no te molestaría, cierto? Cuando negué con la cabeza, ella tomo la mano que le ofrecía el Sr. Reynolds y él la guío lejos del pabellón de comidas. Estoy aquí sentada con los ojos ampliamente abiertos. ¿Qué es lo que acaba de pasar? ¿Acaso acepto mi mamá bailar con su jefe? ¿No es eso ilegal? Desde donde estoy sentada alcanzo a ver la pista de baile. De inmediato, mamá esta contoneando su cuerpo y moviéndose alrededor como una adolescente. Yo escaneo la feria para ver si alguien más le está prestando atención. Por su puesto, un grupo de chicos de la escuela la están mirando. Me quiero morir. ¿En primer lugar, porque razón querría mamá bailar? Esta haciendo un espectáculo de sí misma, saltando alrededor como si no le importara que la gente la este mirando fijamente. ¿No es ya lo suficientemente malo que la gente me mire a mi? —Margaret, estoy lista para cargar mi plato ahora que mi hijo—que se cree doctor está fuera de mi camino. ¿Me ayudarías? Aparto la mirada lejos de la reina del baile. —Eh, si, por supuesto. La Sr. Reynolds se apoya en su bastón mientras vamos llegando a la fila del buffet. Sostengo su plato con una pila de comida encima mientras ella señala varios platos expuestos. —¿Qué es lo que sigues mirando? —pregunta la Sr. Reynolds. —Nada. —Esa nada está llamando mucho tu atención. Me aclaro la garganta y sigo avanzando en la fila. Pero cuando llego al famoso Espectacular Spaguetti de la Sra. Becker, me congeló y me preguntó si Leah y Caleb estarán allí. —Este luce bien —dice la Sra. Reynolds, refiriéndose al plato de espagueti. —También sabe bien —admito—. ¿Pero usted puede comerlo? El Sr. Reynolds dijo… —Margaret soy una anciana que disfruta su comida. Si no puedo comer lo que deseo, entonces deberías enterrarme seis pies bajo tierra justo ahora y en este lugar.

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—Está bien —digo con cautela—. Si usted insiste —pongo una pequeña cucharada en el plato de la Sra. Reynolds, pero ella alza sus cejas y me pide que le eche otra cucharada. Cuando llegamos al final del buffet, tengo miedo de darle otra mirada a la pista de baile. Es como un accidente automovilístico. Sabes que lo que vas a ver va a ser malo, pero no puedes evitarlo. Me pregunto si fue eso lo que la gente sintió cuando me vieron tirada en el suelo después de accidente. Está bien, así que soy como todos los demás. Chequeo la pista de baile y, gracias a Dios, mi mamá no está a la vista. Pero si veo a Kendra Greene. Ella está bailando lentamente con Brian Newcomb como si él fuera el amor de su vida. Mi sueño es encontrar a un chico que me ame a pesar de mis defectos y no me abandone cuando vea pasar a una chica perfecta. Quizás no exista un chico que sea así. Estoy sentada en la mesa viendo a la Sra. Reynolds comer. No tengo ni idea como hace para tragarse todo eso siendo una mujer tan pequeña. Ella toma un pequeño pedazo del Spaguetti Espectacular y asiente en mi dirección. — Es como un golpe de harina y de diferentes texturas que lo hacen saber… — ¿Espectacular? —digo yo. —Bastante —acuerda, y las dos nos reímos. Mamá viene deslizándose hacia la mesa. ¿Fue un bailecito lo que la vi hacer cuando se sentó? — ¿Qué es tan gracioso? —pregunta mamá. —El plato de spaguetti —dice la Sra. Reynolds—. Es espectacular. Ahora se hace el silencio, porque mamá sabe de forma inmediata que estamos hablando de la especialidad—ganadora de premios de la Sra. Becker. El Sr. Reynolds esta sudando y toma un sorbo de agua. —¿Pasa algo malo? Mamá niega con la cabeza. El chico de la banda esta gritándole a la multitud de más de veintiún personas para que se dirijan a la pista de baile. Los padres acuden al centro de la pista del baile, preparados para mostrar sus movimientos. Veo a los otros chicos de mi grado corriendo y disfrutando. Brian y Kendra entran a la Casa de la Risa. Drew Rudolph está tratando de convencer a

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Brianne de subir al Tilt-A-Whirl. Sabrina mi prima, está sentada al lado de su hermana en la Rueda de Chicago. —Adelante, ve —dice la Sra. Reynolds—. Únete a tus amigos. —Yo no tengo amigos —admito—. Soy lo que llamaría una perdedora. O una solitaria. Escoja cualquiera de los dos. —¡Bah! —¿Ah? —¡Bah!. Tonterías. Eres una inteligente y bonita jovencita. Las chicas como tú no son perdedoras o solitarias. —No soy bonita, eso sí es seguro. Y soy coja —ella me mira de arriba abajo. —Puedes fallar respecto al sentido de la moda, pero tienes buenos rasgos cuando no estás haciendo pucheros o luciendo perpleja. Y la cojera… mientras no te moleste a ti, no creo que deba importarle a los demás. Creo que debo tener esa apariencia perpleja en mi rostro justo en este momento. — ¿Y que es esa cosa sin sentido sobre no tener ningún amigo? Todo el mundo debe tener por lo menos un amigo. Yo miro alrededor y encuentro a Leah Becker, sentada sola en una de las mesas. Sus padres están sumergidos en una profunda conversación con otra pareja a unos cuantos pasos de ella. Iría hacia ella, pero lo más probable es que ella me ignoraría. La Sra. Reynolds pone su mano sobre la mía. — ¿Es ella una amiga? —Solía serlo. —Ve y habla con ella. —Ni siquiera sabría qué decir. La Sra. Reynolds deja escapar el aliento con frustración. —Haz lo que quieras, niña. Pero cuando seas un pájaro viejo como yo, estarás deseando haber tenido más amigos en tu vida. Estar sola no es divertido ¿verdad? —No. Estar sola no es divertido.

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Alzó la mirada en dirección a mamá, quien ahora está bailando en línea. Ella no parece sola. De hecho, no se veía así de contenta desde hace bastante tiempo. Mamá le sonríe al Sr. Reynolds y él le sonríe de vuelta. El Sr. Reynolds. Lou. El jefe de mama. El hijo de mi jefa. Bueno, cualquiera que sea su nombre, está claro para mí que está ardiendo por mamá. No estoy segura si debo estar avergonzada, furiosa, o feliz por ella.

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CAPITULO DIECINUEVE *** Caleb TRADUCIDO POR: Sheilita Belikov CORREGIDO POR: V!an*

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is pantalones son jodidamente ajustados y está camisa tiene tanto almidón que me siento como un maniquí. Pero estoy aquí, en el Festival de Otoño. Una vez que termine de actuar como el hijo modelo, me iré de aquí. Veo a mis padres en el pabellón de los alimentos, hablando con otra pareja. Nada ha cambiado desde que he vuelto. Mi hermana sigue siendo un zombi, pero es peor ahora, porque desde que salió corriendo de la cafetería el lunes, está ignorándome. Mis padres no han mencionado el accidente desde que volví. Traté de hablar de ello, pero me han censurado. Cuando me acerco a mis padres, mi madre sonríe. —Estábamos esperándote, Caleb. —Bueno, aquí estoy —digo sin entusiasmo, no menos dispuesto a representar este espectáculo. Mi papá se ve cansado; hay círculos bajo sus ojos y él no está caminando tan alto y recto como recuerdo. —Caleb, ¿te acuerdas del Dr. y la Sra. Tremont? El Dr. Tremont es dueño de una clínica dental en Denton, y acaba de abrir una en Paradise ahora que el Dr. Kryzanowich se jubiló. —¿En serio? El Dr. Tremont apunta al este. —Por las calles Central y Carriagedale. Ya sabes, el nuevo edificio junto al cine Paradise —sacudo mi cabeza. —No lo he visto todavía.

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—¿Dónde has estado escondido? —el Dr. Tremont dice, riendo—. Es el edificio con el gran diente al frente —mi papá se pone rojo bajo su cuello. —Me muero de hambre —dice antes de que yo le diga al Dr. Tremont que no he visto su edificio con el gran diente, porque estuve encerrado en la cárcel desde hace un año. —Por qué no prueban algunos de los platillos de mi esposa mientras Caleb encuentra a sus amigos. Mamá hace un trabajo realmente bueno dirigiendo a los Tremonts a la mesa de buffet y lejos de mí. ¿Crees que mamá se da cuenta que no era la mejor idea tratar de fingir que soy un hijo perfecto? Mi hermana se une a ellos, ignorándome por completo. El Festival de Otoño es un zoológico. Es difícil creer que Paradise es un pueblo pequeño cuando hay tanta gente alrededor. Brian y los chicos están pasando el rato cerca del estacionamiento. —Wow, Caleb, ¿quién te vistió? —Brian dice sarcásticamente, sacudiendo su cabeza con incredulidad. Hago una mueca. —¿Me creerás si te digo que mi madre lo hizo? Brian asiente. —Sí. Paradise no era lo mismo sin ti, hombre. Pero esa ropa tiene que irse. Drew se ríe mientras enciende un cigarrillo. —Tienes razón, Brian. Paradise no es el mismo. Vi a la Sra. Armstrong bailando con el tipo de la cafetería. Se veían muy apretados. ¿Crees que son... tú, sabes? Dios sabe que Maggie no conseguirá ninguno. Esa chica necesita un montón de cirugías más antes de que vaya a atraer a cualquier tipo. Tal vez podría conseguir una cita para el baile a través de Internet. Nadie se ríe, porque Drew no es gracioso. Ha sido un pelmazo desde que volví, haciendo todo lo posible para hacerme enojar a propósito. Tristán lanza un balón en el aire. —Nos dirigimos a la cancha para jugar a la pelota. Vámonos antes de que nuestras mamás traten de hacernos bailar con ellas. Me quito la ridícula camisa mientras juego, pero mis bolas están siendo estranguladas por los pantalones que llevo puestos. Después de cuarenta y cinco minutos, nos dirigimos de regreso. Pero cuando Tristan y Brian están por delante de nosotros, agarro a Drew por el hombro y lo empujo contra un árbol. Lo tomo completamente por sorpresa. No tiene ni idea de que estoy

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tentado a patearle el trasero. Una cosa que aprendí en el DOC de los reclusos... agarrarlos cuando menos se lo esperan. —Este es el trato —digo en voz baja y dura cuando agarro su camisa y la retuerzo cerca de su garganta—. Deja de mencionar a Maggie o la cárcel o el accidente. ¿Entendido? Si quieres seguir hablando de más, eso está bien, pero la próxima vez que lo hagas te encontrarás con mi puño. Garantizado. —Estaba bromeando —Drew se atraganta, con un débil hilo de histeria en su voz—. Por Dios, Caleb, relájate. Suelto su camisa, pero le doy una última advertencia. —Hasta hace dos semanas estaba viviendo con pandilleros. No me digas que me relaje. *** Es jueves por la noche, cinco días después del festival. Estoy en el cuarto de Kendra mientras sus padres están en alguna recepción. Se supone que debemos estudiar; ambos tenemos examen mañana. Desafortunadamente, me di cuenta hace una media hora que ella no está interesada en estudiar. Kendra se contonea delante de mí, modelando diferentes atuendos que compró en el centro comercial ayer. —Bueno... —dice, luciendo un vestido de diseñador—. ¿Qué piensas? —Estoy ocupado leyendo la Carta Magna. No puedo reprobar este examen, Kend. Ella pone las manos sobre sus caderas y hace pucheros. —Te juro que le prestas más atención a las chicas en la escuela que a mí. Levanto la vista de mi libro. —¿Estás bromeando? —No, Samantha Hunter está, como, deseándote después de tu clase de gimnasia y estás cayendo. Y te escuche con Emily Steinway teniendo una conversación muy intensa en biología. —No le he dicho dos palabras a Samantha, Kend. Y Emily y yo somos compañeros de biología. ¿Qué estás haciendo, espiándome? Me encantaría decirles a todos que estamos de nuevo juntos. Tú eres la que quiere mantener nuestra relación en maldito secreto.

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Esta semana nos hemos encontrado en la reserva forestal, en las gradas de la escuela, y hoy tuve que entrar a su casa por la puerta trasera para que ninguno de sus vecinos me viera entrar. Estoy harto de moverme furtivamente en todos lados. —Te dije que mi padre se está presentando en la elección en noviembre, Caleb. Su hija no puede ser vista saliendo con un ex convicto. Ella dice eso con tanta facilidad. No hay una pizca de disculpa o vacilación en su voz cuando deja salir la palabra —ex convicto—. —Me tengo que ir —digo, luego cierro mi libro de historia. Ella viene hacia mí, colocando su mano sobre mi pecho. —No te vayas. Voy a hacer que valga la pena. —¿De qué estás hablando? Lentamente quita el fino tirante de su hombro, revelando piel desnuda. Unos segundos más tarde, se quita su vestido y está de pie frente a mí vestida sólo con un sostén de encaje negro y tanga a juego. Mi mirada se desplaza sobre su cremosa piel blanca. Diablos, sí, quiero esto. Pero ella no se está comportando como una novia. No tiene que desnudarse para mantenerme aquí. No tiene que usar su cuerpo para seducirme. Esto está tan jodido. —Kendra... —da un paso hacia mí, poniendo su dedo sobre mis labios para no permitirme hablar. —Shh, oigo a mis padres en el pasillo —susurra. Mierda. Efectivamente hay un golpe en la puerta de su dormitorio un segundo después. —Kendra, ¿estás en casa? —su mamá dice al otro lado de la puerta. —Uh, sí —Kendra dice en voz alta mientras recoge su vestido tirado—. Caleb, entra al armario —susurra. Esto no está pasando en serio. —No voy a entrar al armario —digo. De ninguna manera voy a encerrarme de nuevo, aún en el armario de mi novia en lugar de una celda. —Shh, te van a escuchar. Su madre toca de nuevo y dice: —¿Con quién estás hablando? Kendra, abre la puerta.

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Kendra se escabulle para ponerse su vestido de nuevo. —Con nadie, mamá, sólo tengo la radio encendida. Me estoy vistiendo. Salgo en un minuto, ¿de acuerdo? —Apúrate. El Senador Boyle vino hasta aquí para conocerte —dice su mamá, entonces escucho pasos alejándose de la puerta. —¿Cuando vas a decirles que estamos juntos? —le pregunto a Kendra—. ¿Después de las elecciones? —¿Podemos hablar de eso más tarde? —susurra mientras verifica rápidamente su apariencia en el espejo. Observo mientras se pone enormes cantidades de brillo labial en sus labios. El sabor cereza flota en el aire hasta mi nariz y me pregunto cuánto tiempo puedo estar atrapado en esta habitación con olor a cereza antes de desmayarse. Abro la ventana. —Caleb, ¿qué estás haciendo? Lanzo mi libro de historia hacia el suelo abajo, rezando por que todavía este intacto cuando lo recupere. Luego levanto un pie sobre el alféizar. — Yéndome. —Es una casa de dos plantas. Vas a matarte. No voy a esconderme en su habitación como un prisionero. Además, si salto con suficiente fuerza y lo suficientemente alto, podría ser capaz de asirme a una rama del árbol a unos pies de la ventana. Ella corre hacia mí. —No lo hagas, CB. Miro directamente a sus ojos azules. ¿Por qué no? ¿Por qué me amas, porque no quieres que me lastime... porque quieres llevarme a la planta baja y anunciar a tus padres y a sus amigos que no importa lo que sucedió en el pasado, estamos juntos y nadie puede separarnos? —Voy a tener problemas si te ven —anuncia. —Nos vemos en el otro lado —le digo a Kendra antes de pararme en el alféizar de la ventana, diciendo una oración, y dando un salto.

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CAPITULO VEINTE *** Maggie TRADUCIDO POR: AndreaN CORREGIDO POR: Alice_vampire

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a Sra. Reynolds está esperándome en el columpio trasero con el muumuu en la mano cuando llegue a su casa, justo como ha hecho desde mi primer día en el trabajo. Intenté rechazar la prenda que me ofrecía sin éxito. Así que ahora me la puse y me veo como una completa idiota mientras estoy trabajando. No es como si necesitara preocuparme acerca de verme bien, de todos modos. Caleb y sus amigos dijeron que la única manera de que yo consiga una cita para el baile de graduación es que lo anuncie por internet. Los escuché en el Festival de Otoño hablando acerca de mí. Lloré esa noche porque no puedo girar el reloj y borrar lo que pasó. Caleb se paró ahí con los chicos como si él no tuviera nada que ver con hacerme de esta manera. Su falta de reacción me hirió más que las palabras de Drew. —Hoy vamos a limpiar el ático —la Sra. Reynolds anuncia—. Aquí, toma esta escoba. Yo traeré el recogedor y el balde. —¿Qué hay acerca de plantar bulbos? —pregunté. —Estoy enferma de ver bulbos. ¿Podemos continuar plantando mañana? Ella me dirige hacia arriba de la escalera al ático. —No cierres la puerta, o nos encerraras adentro. —Eso es peligroso —dije—. Y aterrador, como algo sacado de una película de terror. Hay un tapón de puerta que ella pone en su lugar antes de que entremos. Es un pequeño, oscuro lugar lleno de cajas y fotos y… telarañas. —¿Sra. Reynolds? —Sí, Margaret. —Le tengo miedo a las arañas. —¿Por qué?.

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—Porque tienen ocho horripilantes patas, muerden, y tienen una cuerda pegajosa que sale de sus traseros para capturar insectos antes de chupar su sangre. Creo que la Sra. Reynolds se va a reír de mí. Pero no lo hace. En vez de eso dice: —Las arañas controlan la comunidad de los insectos. Son necesarias y eso es todo lo que importa. Aunque eso tal vez sea verdad, todavía no me gustan. Pero eso no detiene a la Sra. Reynolds de guiarme más lejos dentro del ático—pálido, polvoriento y todo. Estoy lista para ir a una ejecución —Es una vida dura —miro a mi alrededor. Este ático es definitivamente aterrador—con largos troncos en una esquina y cajas de mudanza en la otra. La Sra. Reynolds encuentra una vieja silla y se sienta en ella. —Puedes empezar por desempolvar los troncos primero. Gracias a Dios están en el medio del piso, no tocados por las telarañas. La anciana está totalmente preparada. Ella empuja un trapo y una lata de Endust fuera del balde. Rocié la cumbre del tronque de madera, limpiándolo hasta que brilló. —Ábrelo —dijo la Sra. Reynolds. La miré, insegura. Continúe. Desenganché el pestillo, levanté la tapa, y miré adentro. La primera cosa que vi es una foto enmarcada de un hombre y una mujer. — ¿Esta es usted? —Sí, con mi esposo fallecido, Albert, que en paz descanse. En la foto una Sra. Reynolds mucho más joven está usando un vestido hasta las rodillas hecho a la medida y guantes de satén que suben por encima de sus codos. El Sr. Reynolds ni siquiera está mirando a la camera, está mirando a la Sra. Reynolds como si ella fuera un raro diamante. —¿Se casaron jóvenes? —Yo tenía veinte y el veinticuatro. Estábamos muy enamorados. Le pasé la foto a ella. —Desearía que mis padres se amaran. Son divorciados. —Sí, bueno, la vida continua, ¿no?

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—Sip —incluso después del accidente, cuando supe que nunca sería capaz de caminar con normalidad de nuevo o jugar tenis otra vez, la vida sigue girando. Aunque lo quisiera o no. La Sra. Reynolds se inclina y estudia más fotos. —Gasté un poco de tiempo con tu madre en La Tía Mae —ella dice mientras estudia una foto de un pequeño niño—. Ella es una dama encantadora. —Gracias —dije, orgullosa de mi mamá. Ella es genial, para ser una mamá. Solo desearía que mi papá pensara que ella era lo suficientemente encantadora para querer seguir casado con ella. La Sra. Reynolds me pasa la foto del pequeño niño. —Ese es mi hijo. Casi me rio de la foto. ¿Quién pensaría que este niñito crecería y un día seria el jefe de mi mamá? —Él estuvo casado una vez. Ella murió de cáncer de ovario cinco años después —suspiró. —¿No tuvieron hijos? —pregunté. Ella sacude su cabeza. —Bien, es suficiente de holgazanerías. Tengo un puñado de cajas que necesitan ser sacudidas. ¿Por qué no las apilamos en una esquina para que puedan ser fácilmente ubicadas y puestas en la basura? En algún lugar alrededor de aquí hay cajas etiquetadas como ―impuestos‖ —ella señalo hacia una de las esquinas del ático—. Creo que están por allá. Caminé hacia las cajas e hice el escaneo de telarañas. Yuck. Telarañas se alinean en las esquinas del techo, solo esperando por un desprevenido insecto que vuele por ahí. Ni siquiera veo las arañas. Es como si ellas fueran espías encubiertas hasta que su presa se debate, atrapada sin esperanza en la telaraña. Me estremecí solo pensándolo. Gracias a Dios no soy un insecto. —¿Margaret? —Sí. —Me estoy volviendo más vieja con cada segundo, ya sabes. Puse mis manos en las mangas del muumuu y empujé las cajas a un lado con los puños cubiertos por el muumuu. Estoy intentando no pensar en mi pierna

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y cómo voy a maniobrar las cajas alrededor con arañas mirándome desde el techo. Hice un camino y me coloqué detrás de la pila de cajas. Revisé un contenedor naranja de plástico hecho para parecer una cesta de picnic. — ¿Qué clase de cajas son? ¿Cajas de almacenamiento o cajas de mudanza? —No recuerdo, pero estoy bastante segura de que están etiquetadas. —Bien —empiezo a voltear las cajas, esperando encontrar la palabra IMPUESTOS en el frente. Grité cuando escuché algo detrás de mí. Dándome la vuelta, vi que solo era la Sra. Reynolds. —Oh, cálmate —ella me reprende—. ¿Encontraste alguna? —Eso creo —levanté una caja marcada como IMPUESTOS, 1968—. ¿Es esta? Ella aplaude, como una profesora haría si un estudiante tiene la respuesta correcta. —Sí. Ponla por la puerta. Hay tantas por sacudir, que creo que esto podría tomar unos pocos días. Tan pronto como coloco la primera caja en la pila de —botar— el timbre suena. La Sra. Reynolds no lo escucha. —Alguien está tocando el timbre — dije. Ella frunce sus cejas e inclina la cabeza para escucharlo. —No lo escucho, pero de nuevo, estos oídos son tan buenos como mis ojos. Sé un amor y contesta, ¿Sí?. —Seguro —me dirigí hacia abajo por las escaleras. El timbre sonó dos veces más antes de que pudiera llegar a la puerta. La abrí rápidamente, luego tropecé hacia atrás. Porque la última persona que esperaba ver parada en frente de mí es Caleb Becker. Y, por segunda vez desde que él regreso, él se acerca para tocarme.

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CAPITULO VEINTIUNO. *** Caleb TRADUCIDO POR: Lizeth CORREGIDO POR: alice_vampire

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o juro, mi pierna casi se soltó de mí. Porque a la última persona que esperaba que respondiera al llamado de la puerta en la casa de Señora Reynolds era Maggie Armstrong que lleva un ridículo delantal color rosa con flores verdes estampadas. Intenté agarrarla del brazo cuando ella casi pierde su equilibrio, pero llegué demasiado tarde. Una vez en el suelo, ella se negó rotundamente a tomar mi brazo extendido. —¿Qu... qué estás haciendo aquí? —¿Qué estás haciendo aquí? —pregunte. —Trabajo aquí después de la escuela —dijo ella intentando pretender estar satisfecha con quedarse tendida en el suelo. Saqué mi Identificación del Departamento de Justicia rápidamente de mi bolsillo. Y verifico dos veces, nuevamente la dirección antes de decir — Estoy aquí para ver a la Señora Reynolds. Esta su casa es, ¿no es así? —el odio de Maggie es completamente evidente reflejado en su mirada—. Escucha, verte aquí es también una sorpresa para mí —le digo—. El gerente de The Trusty Nail me envió. La casa de esta señora es el próximo sitio del trabajo en la lista. Miro como Maggie se levanta por sí misma. Y parece doloroso, lo puedo decir al mirar que sus dedos se curvan dentro de un puño. Dios, mirarla esforzándose hace que me enferme del estómago. Porque yo le hice esto, aunque fuera sin culpa. —Lo siento —digo. —Díselo al juez —masculla ella. —Ya lo hice —respondo verídicamente. No es que eso le importe al Juez Farkus. El tipo quería ponerme de ejemplo para todos los delincuentes que bebían y que se encontraban detrás del volante de un automóvil—. ¿Qué quieres de mí, Maggie?

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—Quiero que te vayas. —No puedo —le digo. Una señora de edad aparece desde la parte de atrás de la casa y arrastra los pies hacia la puerta. —Tú debes ser del programa de servicio a la comunidad —dice. —Sí, señora —me adelanto y le doy mi Identificación de servicio a la comunidad para que lo inspeccione. Es un requisito mostrarlo antes de entrar en una casa. La Señora Reynolds examina mi Identificación, luego me la devuelve. — Bueno, entre, adelante. Ésta de aquí es Margaret, la que me acompaña. Margaret este es... ¿Cómo dijiste que te llamabas? —Caleb. La Señora Reynolds le dice a Maggie, —Caleb va a ayudarnos. Muéstrale al ático y explícale nuestro proyecto mientras yo inspecciono algunas galletas que tengo cocinando en el horno. Luego pongo mi mochila en el suelo después de que la Señora Reynolds está fuera de vista. —Otra situación bochornosa, ¿huh? Maggie está todavía como una estatua. —Desearía que nunca regresaras —dice ella tranquilamente, abrazándose a sí misma. Estoy tentado de largarme y ver la encolerizada cara de Damon por abandonar el servicio a la comunidad, pero no quiero. Estoy atrapado aquí con ella. —No voy a ir a ninguna parte hasta que termine este trabajo para la señora. Los ojos de Maggie se ensanchan. Su boca se abre y se cierra, pero ninguna palabra sale de ella. Luego se da la vuelta y camina en el interior de la casa. La sigo silenciosamente a una escalera estrecha en el segundo piso hacia el ático. Maggie apunta hacia una caja. —Necesito que botes esto. Pondré las cajas allí y puedes disponer de ellas. Yo asiento. Trabajamos en silencio. Maggie pone las cajas en una fila para botarlas y yo las llevo bajando las escaleras. La Señora Reynolds me hace tirar las cajas en

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las bolsas de basura más grandes y luego las llevo al bote de basura que se encuentra al empezar la entrada de autos. La Señora Reynolds sale de la cocina y me da un plato de galletas. —Toma, lleva estas al ático. Tú y Maggie pueden compartirlos mientras trabajas. Entro en el ático de nuevo en lo que parece un millón de veces hoy con las galletas en la mano. Maggie tira una caja en mi dirección, pero yo me muevo para esquivarla. Fue intencional, no tengo ninguna duda sobre eso. —Mira lo que te traje, ¿quieres? —deposito el plato sobre un baúl en medio del ático. Ella se gira, me da la espalda e ignora el plato. Maggie piensa que es la única víctima en este total enredo. Así que tengo que mantenerme como si no me importara. Sin importar lo que paso, no puedo permitirle que se meta debajo de mi piel y descubra la verdad. —Escucha, Maggie, fue un accidente. Si solo pudiera volver aquel día, lo haría. Si pudiera retroceder el tiempo, lo haría. Ella se gira en mi dirección ahora, con la cabeza inclinada a un lado. — Dime, Caleb. ¿Por qué tus disculpas me suena tan poco convincentes? Me quedo de pie, mudo, mientras ella toma el plato de galletas y deja el ático. ¿Por qué no puede ser esto fácil? recojo la siguiente caja y no le doy importancia a el resto hasta que todas las cajas están en la basura. Maggie deja la casa de la Señora Reynolds primero, así que aguardo detrás. La señora ya de edad está en el antejardín cuando yo le doy la hoja de asistencia y la pluma. —Gracias por dejarme trabajar aquí —le digo. —Mi esposo, Albert, que descanse en paz, creía que era importante ayudar a los menos afortunados. No me agradezcas empezado apenas el sistema de justicia juvenil o trabajaremos durante unas semanas más. Hiciste un buen trabajo hoy. Le doy una sonrisa de agradecimiento. Ella empieza a firmar el formulario, pero se detiene. —Aquí dice que tienes experiencia en construcción. Ya sabes... podría tener otro trabajo para ti. Es decir, si estas interesado. —¿Qué tipo de trabajo?. —¿Qué tan bueno eres con las manos?. —Mejor que la mayoría —le digo, soltando una risita.

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La señora de edad apunta a un montón de madera apilada en una esquina del jardín. —De acuerdo, Sr. mejor-que-la mayoría. ¿Cree que pueda construirme un parasol con ese montón de madera vieja? Sabe lo que es un parasol, ¿no es así? Sí, sé lo qué es. Construir un parasol tomará un par de semanas por lo menos, probablemente el tiempo suficiente para terminar mi servicio a la comunidad. ¿Qué estoy pensando? Yo no puedo trabajar con Maggie. De ninguna manera. Nunca funcionaría. Aunque no es como si realmente estuviera trabajando con ella. Estaré solo, construyendo el parasol. La manera en que la Señora Reynolds está mirándome con confianza fortalece mi ego herido. No tengo por qué pensar en Maggie. No tengo por qué pensar en lo que está bien o mal. Así que digo abruptamente, —Puedo hacerlo —debo ser honesto con la señora y le digo sobre por qué fui declarado culpable. Y, lo más importante, quién me declaro culpable por lo que paso—. Señora Reynolds, tengo que ser honesto con usted... Como si fuera una señal del cielo, el teléfono sonó. La señora de edad toma su bastón y se da prisa para entra en la casa. —Regresa mañana y luego terminaremos nuestra conversación. Así que también me doy prisa para coger el autobús porque estoy retrasado. Cuando me subo, Maggie está sentada en frente así que me dirijo a la parte de atrás. El viaje en autobús que dura quince minutos parece como de una hora. En nuestra parada, somos los dos únicos en el bus. Bajamos y dejo que ella avance primero mientras yo la sigo por detrás. Mi hermana está afuera. La expresión en su cara cuando ella nos ve a Maggie y a mí, caminar por la calle juntos, no tiene precio. —¿Vienes a casa con Maggie? —pregunta Leah, siguiéndome hacia la entrada de la casa. —Estábamos en el mismo autobús. No te emociones por eso. —¿No te emociones por qué? —dice mamá, viniendo de la casa y entrado en el medio de una conversación que da que yo no quiero que ella se entere de nada.

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—De nada —le digo a mamá, luego entrecierro mis ojos en dirección a mi hermana y le digo a través de dientes que tan sólo ella puede oír—. Deja de hacer un show por esto. Leah corre a su cuarto y cierra la puerta de un portazo. Mamá regresa a la cocina, olvidando completamente todo. Los Beckers son la imagen de una familia-perfecta. Un cuadro-perfecto, una maldita-familia-perfecta.

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CAPITULO VEINTIDOS *** Maggie TRADUCIDO POR: Sera CORREGIDO POR: alice_vampire

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l lunes me dirijo al autobús después de clase. Conforme paso por el pasillo, veo a Caleb ya sentado en la parte de atrás. Ya estuvo lo suficientemente mal trabajar juntos en ese pequeño desván la semana pasada. Si tengo que trabajar con él otra vez dimitiré. Pero entonces no iré a España. Y si no voy a España, no me iré de Paradise el próximo semestre. Y si no me voy de Paradise el próximo semestre, Caleb y sus amigos estarán riéndose todo el camino a la graduación mientras me siento en casa y les demuestro que estaban en lo cierto. Quizás no irá a la casa de la Señora Reynolds hoy y me estoy yendo por tangentes innecesarias sin razón. Quizás está trabajando en algún otro lugar haciendo chapuzas. Pero conforme me sigue al patio de atrás de la señora Reynolds, mis miedos se hacen realidad. —Ahora entren, ustedes dos. Irina nos acercó algo de tarta —la señora Reynolds entra a la casa, sin darse cuenta de que ni yo ni Caleb la habíamos seguido. —Les llevó bastante tiempo —dice la señora Reynolds cuando entro a la cocina—. Aquí, partí algo de tarta para ustedes dos. Me siento a la mesa de la cocina y me quedo mirando la tarta. Normalmente empezaría a comer, pero no puedo. Caleb entra y se sienta enfrente de mí. Centro mi atención en la dirección contraria, como si el cuadro del frutero en la pared fuera el objeto más interesante en el que haya puesto los ojos. —Margaret, ¿recuerdas que me dijiste que debería construir la glorieta? —Si —respondo cautelosamente. La Señora Reynolds sostiene la barbilla en alto. —Bueno, Caleb va a ayudar a hacerlo realidad. Puede que tome algunas semanas, pero…

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¿Algunas semanas? —Si él se queda, yo dimito —digo abruptamente. ¿Algunas semanas? Escucho el ruido del tenedor de Caleb golpear el plato, luego se levanta y sale corriendo de la sala. La señora Reynolds pone sus manos en cada lado de la cara y dice, — Margaret, ¿Qué es todo este sinsentido sobre dimitir? ¿Por qué? —No puedo trabajar con él, señora Reynolds. Él me hizo esto —grito. —¿Hacer qué, niña? —Fui a la cárcel por golpear a Maggie con mi coche mientras estaba borracho —dice Caleb, reapareciendo por la puerta. La señora Reynolds hace algunos ruidos chasqueando la lengua, luego dice —Mmm, estamos en un buen lío, ¿no? Miro a la señora Reynolds con ojos suplicantes. —Solo hágalo irse. Puedo decir que ella va a hacerlo, va a decirle a Caleb que se vaya. La Señora Reynolds camina hacia Caleb y dice, —Tienes que entender que mi primera prioridad es Margaret. Llamaré al centro de mayores y haré que contacten con tu oficial del servicio comunitario. —Por favor, Señora Reynolds —Caleb le dice, con su voz suplicante—. Sólo quiero terminar el trabajo y sólo… ser libre de nuevo. La Señora Reynolds vuelve a mirarme, sus ojos sabios diciéndome más de lo que las palabras podrían decir. Perdonar. No puedo perdonar. Lo he intentado. Si inocentemente perdió el control del coche y me golpeó, habría sido perdonable. No sé cuan inocente fue el accidente. Dios, no puedo creer en mi corazón de corazones que deliberadamente me golpeara con el coche. Pero demasiadas preguntas han quedado sin respuesta. Preguntas que quiero que sigan sin respuesta. Dijeron que me dejó tirada en la calle como si fuera un animal. Eso es imperdonable. No sé si alguna vez podré superarlo. Porque me recuerda demasiado a lo que hizo mi padre. Me dejó sin mirar atrás. Y peor, Caleb destrozó la única oportunidad que tenía de impresionar a mi papá. Me abro camino más allá de Caleb y me dirijo al desván, un

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lugar que es oscuro, aislado y privado. Ni siquiera pienso en viudas negras cuando abro la puerta del desván y cojeo hacia adentro. Dios, solía adorar el suelo por el que Caleb pasaba. Era alto, guapo… claramente uno de los populares, donde mi estado y el de Leah se tambaleaba en el borde. Y si eso no era suficiente, nada le importaba al chico. Quizás porque los chicos como él siempre conseguían lo que querían, nunca tenían que trabajar por nada. Quizás, muy en el fondo, me alegro de que esté pasando un tiempo difícil. Y muy en el fondo sé que es egoísta que piense de esta forma. No debería prosperar en la infelicidad de nadie. Pero como dice el refrán—a la miseria le gusta la compañía—y me siento miserable, por dentro y por fuera. ¿No es justo que la persona que es miserable conmigo es el tipo quien me hizo así? La Señora Reynolds me siguió, puedo decirlo por la esencia en polvo que viaja con ella. —Este es un lugar muy interesante para esconderte. Pensaba que tenías miedo de las arañas. —Lo tengo, pero en la oscuridad no puedo verlas. ¿Se ha ido? —pregunto esperanzada. Sacude su cabeza. —Tenemos que hablar. —¿Tengo que hacerlo? —Vamos a ponerlo de esta forma. No vas a dejar el desván hasta que me escuches. Derrotada, me siento en uno de los troncos. —Estoy escuchando. —Bien —toma asiento en la silla, todavía dejada aquí desde el otro día—. Tenía una hermana —dice—. Una hermana llamada Lottie. Era más joven que yo, más lista, más guapa, con largas piernas delgadas y cabello negro y espeso. La Señora Reynolds me mira y continúa. —Verás, yo era la niña gorda con pelo rojo brillante, la niña que miras y tienes que dejar de morirte de vergüenza. Durante las vacaciones de verano de un año en la universidad, llevé un chico a la casa de verano de mis padres. Había perdido peso, no era la sombra de mi hermana más, y finalmente me empecé a sentir que valía la pena más de lo que nunca pensé que me merecía.

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Podía imaginármelo en mi cabeza. —¿Así que supero sus miedos y se enamoro? —Me enamoré, de acuerdo, me volví loca por él. Su nombre era Fred. — dice la Señora Reynolds y luego suspira—. Me trataba como si fuera la chica más increíble que hubiera visto. Bueno, lo hizo hasta que mi hermana vino a la casa de verano para una visita sorpresa —me miró directamente y se encogió de hombros—. Lo encontré besándola en los muelles la mañana después de que viniera. —Oh, dios mío. —La odié, la culpé por robarme el novio. Así que empaqué, me fui, y nunca volví a hablar a ninguno de ellos de nuevo. —¿Nunca le volvió a hablar a su hermana otra vez? —pregunto. —¿Nunca? —Ni siquiera asistí a su boda dos años después —mi boca se abre. —¿Se casó con Fred? —Ahí la tienes. Tuvieron cuatro hijos también. —¿Dónde están ahora? —Recibí una llamada de uno de sus hijos de que Lottie murió hace un par de años. Fred está en un hogar de ancianos con Alzheimer. ¿Sabes cuál es la peor parte? Estoy fascinada por su historia. —¿Cuál? La Señora Reynolds se levanta, luego me da una palmada en la rodilla. — Eso, querida, es lo que vas a tener que descubrir por ti misma. —Cree que debe quedarse y construir la glorieta, ¿no? —pregunto cuándo empieza a caminar hacia la puerta. —Te dejaré esa decisión a ti. Él no volverá a la cárcel si esto no funciona, nunca dejaré que pase. Acabo de ver que es un chico que quiere corregir sus errores, Margaret. Está esperando en el piso de abajo tu respuesta. Sale del desván. Escucho los zapatos ortopédicos arrastrando conforme toma cada escalón. ¿Puedo quedarme aquí para siempre, viviendo con las arañas, telarañas y baúles llenos de memorias de una anciana? Sé la respuesta, incluso cuando me levanto y me dirijo abajo las escaleras para encarar a la persona que me moría por evitar.

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Está sentado en el sofá del salón, inclinado hacia delante con los codos apoyados en las rodillas. Cuando me escucha entrar a la habitación, mira hacia arriba. —¿Y bueno? Puedo decir que él no está contento de que yo tenga el control. Caleb solía tener siempre las cartas y sabía cual usar para salirse con la suya. No esta vez. Me encantaría decirle que se fuera. Ese es su castigo por no haberme querido. Pero sé que eso sería idiota, infantil y estúpido. Además, ya no quiero a Caleb. Ni siquiera me gusta. Estoy convencida que no puede volverme a hacer daño nunca más, físicamente o emocionalmente. —Te puedes quedar. Asiente y empieza a levantarse. —Espera. Tengo dos condiciones. Sus cejas se levantan. —Uno, no le dices a nadie sobre nosotros trabajando juntos. Dos, no me hablas… yo te ignoro y tú me ignoras. Creo que va a discutir porque los bordes de sus labios se elevan y sus cejas se arrugan como si pensara que soy idiota. Pero luego dice —Bien. Trato hecho —y se dirige al patio de atrás. Encuentro a la Señora Reynolds en la cocina, sentada a la mesa bebiendo té. —Le dije que podía quedarse —le informo. La Señora Reynolds me da una pequeña sonrisa. —Estoy orgullosa de ti. Yo no. —Lo superarás —dice—. ¿Estás preparada para plantar más capullos hoy? Saque un traje viejo y desgastado de mi mochila para así evitarme el llevar el muumuu. Caleb me da la espalda cuando salgo fuera. Bien. Cojo una bolsa de capullos y lenta y cuidadosamente la dejo en la hierba. Con una pequeña pala en la mano, empiezo a cavar. —No lo olvides, Margaret. Seis pulgadas de profundidad —dice la Señora Reynolds desde atrás, inclinándose sobre mí para inspeccionar mi trabajo. —Lo tengo, seis pulgadas. —Y asegúrate de que colocas los capullos boca arriba.

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—De acuerdo —digo. —Y dispérsalos. No los coloques en un patrón o algo que parezca divertido. La anciana coge una silla de jardín y la coloca justo a mi lado para que así pueda supervisar mi trabajo. —¿Por qué no lo supervisa a él? —pregunto, señalando a donde Caleb ha cogido paneles de madera y parece estar tratando de ponerlos en algún tipo de orden. —Lo está haciendo bien. Además, no sé nada sobre la construcción de una glorieta. Excavo tres hoyos, cuidadosamente hago suaves almohadas de suelo para ellos, luego coloco los capullos en los hoyos y me deslizo para plantar más. Tras un rato la señora Reynolds se queda dormida en la silla. Normalmente hace esto al menos una vez al día, y cuando le digo que se quedó dormida durante una hora, lo niega totalmente. Estoy sorprendida de que pueda dormir con todos los golpes que Caleb está haciendo, pero la señora escucha, más a menudo de lo que no admite, como un muerto. Miro hacia Caleb. Es un trabajador rápido, ya empezando a clavar juntos los tablones como si construyera glorietas todos los días. Su camisa está empapada de sudor en las axilas, el pecho y la espalda. Y evidentemente no le molesta que una de mis condiciones sea que nos ignoremos. Hace un trabajo increíble ignorándome. No creo que haya mirado en mi dirección ni una vez. Pero ahora para de golpear, su espalda todavía hacia mi cuando grita — ¿Podrías dejar de mirarme?

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CAPITULO VEINTITRES *** Caleb TRADUCIDO POR: veroniica CORREGIDO POR: alice_vampire

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ú ignórame, y yo te ignoraré a ti. Maggie, al igual que cualquier otra chica X, está tratando de controlarme. Estoy harto de los juegos, estoy harto de sentirme como un idiota. Y sobre todo estoy harto de que la gente se quede embobada porque estuve en prisión. Sé que ella me está mirando, puedo sentir sus ojos clavados en mí como pequeños pinchazos golpeándome en mi espalda. De la frustración, aporreo el siguiente clavo en el dos—por—cuatro más duramente a como normalmente lo haría con lo que golpeo mi índice con el martillo. Fulmino con la mirada a Maggie. La chica está sentada en el suelo vestida con una rasgada y manchada bata. —Yo... yo no te estaba mirando —tartamudea. —Al infierno que no lo hacías —me doy la vuelta. Tengo las manos completamente abiertas—. Tú quieres quedarte embobada con el ex convicto, lo conseguiste. Sólo tienes que responder a una cosa para mí, ¿sí? ¿Te gusta cuando la gente se te queda mirando a ti cuando vas cojeando por ahí como si te fueras a caerte en cualquier momento? Maggie se queda sin aliento, luego cubre su nariz y boca con la mano mientras se va cojeando al interior de la casa. Oh mierda. Mi dedo está palpitando, mi cabeza late fuertemente, y yo he insultado a una joven lisiada—y yo soy el responsable de incapacitarla. Yo sólo debería ir al infierno en este momento porque el pacto con el diablo ya está probablemente firmado de todos modos. La Sra. Reynolds no tiene idea de lo que está pasando, su cabeza está descansando en la silla y ella está roncando. Yo arrojo al suelo el martillo y entro en la casa para encontrar a Maggie. Oigo gimoteos procedentes de la cocina. Maggie está de pie en la encimera, tomando las verduras de la nevera. Ella saca una tabla de cortar y empieza a cortarlas con un cuchillo de carnicero enorme.

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—Lo siento —le digo—. No debería haber dicho eso. —Está bien. —Obviamente no lo está o no estarías llorando. —No estoy llorando. Inclino mi cadera contra la encimera. —Hay lágrimas cayendo por tu cara — claro como el día que puedo verlas. Coge una cebolla y la sostiene hacia mí. —Mis ojos lloran cuando corto cebollas. Mis puños se aprietan, porque no puedo sacudirla y hacer que me grite. Esta vez merezco que me grite. —Di algo. En vez de responder, corta la cebolla en dos. Me imagino que está pretendiendo que la cebolla es mi cabeza... o alguna otra parte de mi cuerpo. —Está bien, hazlo a tu manera —le digo, a continuación la dejo. Si quiere vivir en silencio, esa es su elección. Aprieto los dientes tanto que duelen, y el resto de la tarde yo trabajo fuera en el cenador. Se siente bien crear algo útil, algo para que por fin alguien se sienta orgulloso de mí, para variar. Porque el resto de mi vida está arruinada. Maggie abandonó su puesto en el patio. Ella no ha estado fuera desde que me fui tras ella. A las siete informo a una despierta Señora Reynolds que es la hora de marcharme y me dirijo a la parada de autobús. Maggie no viene atrás muy lejos. Estoy parado en la esquina de Jarvis y Lake Streets, con la mochila encima de mi hombro, cuando un coche chilla a mi lado. —¿Qué estás haciendo en un vecindario de gente pobre a este lado de la ciudad, niño rico? Oh, hombre. Es Vic Medonia. Y algunos muchachos del equipo de lucha Fremont High. —No es nada que te importe —le digo. Vic se ríe, la amargura se puede ver en el sonido de su cacareo—. ¿Tus amigos en la cárcel te enseñaron como pararte en la esquina de la calle y venderte a ti mismo? ¿Cuánto cobras por usar ese trasero tuyo de todos modos?

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Los otros chicos del coche se ríen, entonces Vic sale. Mira a mi derecha y dice —¿Es esa tu nueva novia? Me vuelvo y veo a Maggie no muy lejos, cojeando hacia nosotros mientras se dirige a la parada de autobús. —Maggie, regresa a la casa —le advierto. He visto peleas suficientes para saber que Vic está buscando una. Con la esperanza de desviarlo, digo—: Esto es entre tú y yo, hombre. Déjala fuera de esto. Vic se ríe, el sonido agudo hace que mi piel se ponga de gallina. — Compruébenla, chicos. Por Dios, Becker, ¿realmente estás raspando el fondo del barril? ¿Te enciende cuando se pavonea como una retardada de esa manera? Dejo caer la mochila y cargo contra él. Caemos en el suelo, pero uno de sus amigos me agarra por detrás e inmoviliza mis manos atrás. Antes de que pueda liberar mis brazos, Vic me golpea derecho en la mandíbula y las costillas. Antes de que sepa lo que está pasando, Maggie está en medio de nosotros, balanceando su mochila y golpeando a Vic. La chica tiene más en ella de lo que deja entrever. A través de toda la conmoción, me libero y empujo al idiota que me había estado sosteniendo, entonces agarro a Maggie y actúo como su escudo antes de que ella se mate. —¡Corre! —le ordeno mientras hago frente a uno de los chicos. Estoy golpeando y aferrándome a los cuellos de las camisas tanto como puedo en una lucha de tres—contra—uno. Las probabilidades están en mi contra y no es un espectáculo agradable. Todo el caos se congela cuando oigo una sirena con luces rojas y azules intermitentes. Un oficial vuela fuera del coche y nos hace arrodillarnos en el suelo con las manos sobre nuestras cabezas. —¿Qué está pasando aquí, muchachos? —no veo a Maggie. —Nada —dice Vic—. Estábamos jugando alrededor. ¿Verdad, Becker? Miro directamente a Vic y digo —Es verdad. —A mi no me parece nada —el policía sostiene su mano hacia mí, la palma hacia arriba—. Déjame ver tu documento de identidad. Desde que mi licencia de conducir fue revocada, sólo tengo el documento de identidad de servicios a la comunidad del DOC. No estoy ni cerca de sacarlo y tener que llamar a Damon. Estaría encerrado de nuevo antes de que tú puedas decir "golpea—y—corre".

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—No lo tengo —le digo. —¿Qué estás haciendo en Hampton? —Visitando a un amigo. El tipo hace una postura de gran policía de las películas, con las piernas abiertas y las manos sobre sus caderas colocadas justo encima de su cinturón de la pistola. —Déjenme darles un consejo. No tratamos amablemente a los extraños que llegan a nuestro pueblo y causan problemas —se vuelve hacia Vic—. Te sugiero que te encuentres con tu amigo en su vecindario o tendré que implicar a tus padres. ¿Entendido? Este debería ser el momento en que le diría al policía la verdad: que estoy en Hampton por orden del Departamento de Corrección de Menores de Illinois. Pero no lo haré. —Lo entiendo —dice Vic. El oficial vuelve a su coche patrulla y ordena a Vic y a sus amigos que sigan adelante. Él sigue el coche de Vic. Yo miro hasta que ambos coches están fuera de mi vista. Cuando miro a mi alrededor buscando mi mochila, rápidamente me doy cuenta de que no está. Probablemente uno de los amigos de Vic me la arrebató. Pero esa es la menor de mis preocupaciones. Mi mandíbula está empezando a protestar por el golpe de Vic, y me llevo la mano a la cara para sentir si está sangrando. Cuando lo hago, Maggie aparece. Nos miramos fijamente. El autobús a Paradise llega retumbando por la calle y los dos entramos dentro. Me siento en mi lugar habitual al final y ella me sigue, se sienta a mi lado. Estoy sorprendido hasta que me doy cuenta de que sus dedos están temblando. Ella tiene miedo. Es demencial y extraño después de todo lo que ha pasado, pero ella se siente a salvo conmigo ahora mismo. No me atrevo a tocarla, porque eso significaría que esto es algo más de lo que es. Y sé que este... este sentimiento de amistad es una cosa pasajera, temporal. Lo que me asusta hasta la maldita muerte es que alguna parte de mi cerebro ha decidido que este acto insignificante de Maggie sentada a mi lado es el primer paso para

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resolver todo lo que ha salido mal en mi vida. Lo cual lo hace todo más significativo.

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CAPITULO VEINTICUATRO *** Maggie TRADUCIDO POR: kathesweet CORREGIDO POR: ynexiz

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i a Caleb hoy en la escuela. Los rumores están corriendo desenfrenados sobre los moretones en su rostro. Ninguno de los rumores es cierto.

Después de la escuela tomo el autobús para ir a casa de la Sra. Reynolds. Camino por el pasillo hasta donde Caleb está sentado. Él no mira hacia arriba. Tomo asiento junto a su lado como lo hice ayer. Esta vez no anda detrás de mí después de que dejamos la parada del autobús a la casa de la Sra. Reynolds. Caminamos lado a lado, como si hubiera un acuerdo tácito entre los dos. Yo soy la única (además de Vic y sus amigos matones) que sabe cómo obtuvo Caleb sus moretones. La pelea de ayer me dio miedo. ¿Caleb se metió en la pelea porque Vic me insultó? Independientemente de las razones que fueran, éramos nosotros contra ellos. Caleb y yo estábamos en el mismo equipo y no teníamos oportunidad de ganar. Es por eso que corrí detrás de un árbol y llamé al 911 desde mi celular, para protegerlo/protegernos, porque él nunca sería capaz de luchar contra tres chicos solo, y Dios sabe que mi bolso de libros barato no podía aguantar mucho más, y nunca he sido capaz de aguantar una pelea de todos modos. La pelea está terminada, pero sus efectos posteriores no se han detenido. Así que ahora es otro día de trabajo, juntos en casa de la señora Reynolds, pero no. Caleb aun sigue mis condiciones: él no me habla mientras trabaja en el kiosco y yo planto más narcisos. Tarareo canciones mientras trabajo. A veces la señora Reynolds tararea conmigo, hasta que comienza a cantar las palabras de las canciones a gritos tan fuerte que dejo de trabajar y abro y cierro mis ojos ante esta señora de edad que no le importa lo que la gente piense de ella. Es realmente alucinante.

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Cuando la señora Reynolds comienza a cabecear, camino dentro de la casa y me sirvo un vaso de agua. Antes de salir de la cocina, sirvo uno para Caleb también. En silencio, lo dejo en una de las tablas de madera junto a él. De vuelta en el interior preparo un pequeño refrigerio, recuerdo que me olvidé de traer el plato de galletas desde el ático la semana pasada. Subo los dos tramos de escaleras hasta el ático y recojo el plato. La puerta se cierra y grito. Caleb está de pie en el ático conmigo, el vaso de agua en sus manos. —¡Oh Dios Mío! —No voy a hacerte daño, Maggie. Solo quería darte las gracias por el agua y… bueno, yo sé que no es fácil trabajar juntos, pero de verdad aprecio que no me eches a patadas. —No puedes salir —dije. —¿Por qué no? —Porque la puerta se bloquea automáticamente. Caleb mira el tapón de la puerta y solo lo saca del camino. —Estás bromeando, ¿verdad? Sacudo la cabeza lentamente. Estoy tratando de no entrar en pánico sobre la realidad de estar encerrada con Caleb Becker en un ático. Respira, Maggie. Inhala. Exhala. Inhala. Exhala. Caleb intenta girar la perilla, luego trata una acción de girar-la-perillamientras-que-empuja-la-puerta. —Mierda —se gira hacia mí—. Tú y yo. En la misma habitación. Esto se supone que no debe pasar. —Ya lo sé —digo. —Podríamos gritarle a la señora Reynolds. Está durmiendo afuera, pero… —Ella nunca nos oirá desde aquí. Su audición es marginal si estás a 3 metros de distancia. Cuando se despierte le gritaremos y entonces ella nos oirá. —¿Entonces estás diciendo que estamos atrapados aquí? Asiento con la cabeza otra vez. —Mierda. —Ya has dicho eso —le informo. Caleb empieza a pasear mientras lleva las manos sobre su corte de pelo.

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—Si bueno, esto apesta. Estar encerrado se está convirtiendo en el tema de mi vida —murmura—. ¿Cuánto tiempo antes de que ella se despierte? Me encojo de hombros. —Podría ser una media hora, pero a veces duerme durante una hora o más, como ayer. Tomando una respiración profunda, él se sienta en el centro del piso se apoya contra el baúl de la Sra. Reynolds. —Es mejor si tomas asiento —dice. —Tengo miedo a las arañas. —¿Aún? —¿Te acuerdas de eso sobre mí? —¿Cómo podría olvidarlo? Tú y Leah solían hacerme su asesino de arañas personal —dice. Lo miro extrañada—. Siéntate —ordena—. Le estoy dando a la señora dos horas para liberarnos y entonces echaré la puerta abajo. Ninguno de los dos dijo nada durante un tiempo. El único sonido es nuestra respiración y los escalofriantes golpes y crujidos de la vieja casa. —¿Fue aterrador estar en la cárcel? —le pregunto, rompiendo el silencio. —Algunas veces. —¿Cómo cuando? ¿Qué te hicieron? Me doy la vuelta y lo miro. Su expresión es cautelosa. —Tú sabes, eres la primera que pregunta por detalles. —Admitiré que he escuchado rumores. Sospecho que la mayoría de ellos no son ciertos. —¿Qué has oído? Hundo mi labio, nerviosa por ser la primera en decírselo. —Vamos a ver… que tenías un novio en la cárcel… que te uniste a una pandilla… que intentaste escapar y te incomunicaron… que le pegaste a un tipo que después necesitó ser hospitalizado… ¿Debería continuar? —¿Tú crees algo de eso? —No. ¿Por qué? ¿Son verdad? Él inclina la cabeza hacia atrás contra el baúl y deja escapar un largo suspiro. —Yo estuve en una pelea, y estuve incomunicado por eso. —pone las manos sobre sus ojos—. Estuve incomunicado durante treinta y seis

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horas. Dios, de todas las personas, no puedo creer que esté hablando contigo, sobre esto. —¿Te dieron agua y comida? Él se ríe. —Sí, sigues recibiendo las comidas. Pero estás durmiendo en una losa de cemento y un colchón de espuma de una pulgada por encima de eso. Un retrete de acero inoxidable es tu única compañía. —Por lo menos estabas solo —le digo—. Yo tuve que esperar por alguien que trajera un tazón de plástico para ir al baño mientras estuve en el hospital. Entonces tuve que sentarme allí mientras ellos me limpiaban. Era tan degradante. —¿Los médicos dicen si alguna vez caminarás sin cojear? —No saben. Tengo que ir a la terapia física dos veces a la semana hasta que me vaya a España. —¿España? Le explico por qué estoy trabajando en casa de la señora Reynolds todos los días y de mi sueño de dejar Paradise para poder escapar del pasado. —No podía esperar para volver a casa —admite—. Regresar aquí significaba que era libre de estar encerrado. —Eso es porque eres Caleb Becker. La gente siempre te aceptará. Lo único que me impidió ser una perdedora antes fue el tenis y Leah. Ahora que he perdido tanto, no tengo nada, excepto miradas humillantes y comentarios que la gente dice y que no quiero oír. Caleb se para y pasea por el ático otra vez —El volver a casa apesta. Pero dejar Paradise seria una manera de escabullirse. —Para mí —le digo—. Dejar Paradise significa libertad. Me siento encerrada solo por vivir en este pueblo donde todo el mundo me recuerda lo perdedora que soy ahora. Caleb se agacha, su cara rígida delante de la mía. —Tú no eres una perdedora. Maldición, Maggie, siempre sabias lo que querías e ibas por ello. Yo le digo la verdad. —Ya no es así. Cuando me golpeaste, una parte de mí murió.

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VEINTICINCO *** Caleb TRADUCIDO POR: cYeLy DiviNNa CORREGIDO POR: cYeLy DiviNNa

—¡C

aleb, teléfono! —mamá grita desde la cocina.

He estado en mi habitación, tratando de entender estos pensamientos confusos que he tenido desde el martes, cuando Maggie y yo nos quedamos encerrados en el ático. Nos sentamos allí quizá cuarenta minutos. En ese corto periodo de tiempo, probablemente pude compartir más con ella de lo que lo hago con Kendra. Siempre. Estoy en serios problemas. Cojo el teléfono y asomo la cabeza en mi habitación. —¿Hola? —Hey, CB. Soy Brian. —¿Qué sucede? —Es domingo —dice Brian en un tono demasiado alegre. —¿Y? —digo yo. —Vamos, amigo, no me digas que has olvidado nuestro ritual. Tú, yo, Drew, y Tristán... —lo recuerdo. Domingos por la tarde viendo el fútbol, yo, Brian, Tristán, y Drew. No se permiten gallinas era nuestro lema. —Voy por Tristán en diez minutos. Quiero que ya estés listo —dice Brian, entonces la línea se corta. Estoy en una disyuntiva. Me había jurado a mí mismo dormir todo el día. Pero si quiero volver a una rutina normal, el fútbol del domingo no puede ser ignorado. Tomo una ducha rápida, créanme que estoy acostumbrado a ellas. Y cuando estoy tirando de unos pantalones viejos y una camiseta, escucho a mamá dular a Brian en las escaleras. Estoy tan contenta de que hayas llamado a

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Caleb. Eres un buen amigo. Aquí hay algunos restos de comida china de la noche anterior. Les juro que es como una máquina fuera de control. Cuando llego a la planta baja, Brian me dice: —Tu mamá es genial, CB. Echa un vistazo a todas las cosas que empacó para nosotros. Echo un vistazo a la bolsa de comestibles. A mamá le ha dado por verter la mitad de la comida de nuestro refrigerador en la misma. Estoy a punto de abrazarla, pero ella coge un trapo de la cocina y comienza a limpiar fuera de la mesa de la cocina cuando me acerco. —Vayanse—dice ella—, y pasen un buen rato. En la casa de Tristán tenemos que esperar a que comience el juego que veremos. Es de los Empacadores contra los Osos. Antes de que me arrestaran, yo podría haber dicho todas las fechas de cada partido y jugar los nombres de todos los oponentes de los Osos en esos juegos. Yo mismo me sentía el couch recostado en el sofá del sótano. Casi no puedo esperar a verlo. Los otros chicos no tienen idea de cuánto echaba de menos esto. Demonios, ni siquiera yo podía darme cuenta de cuánto echaba de menos esto. Tengo a Kendra de regreso, a mis amigos. Tengo que olvidar a Maggie. Estoy seguro de que estoy pensando tanto en ella porque estamos trabajando juntos. Volví a Paradise con la misión de recuperar mi vida y volver a la normalidad. Recostado en el sofá y viendo el partido me doy cuenta de que esto no es tan malo. Hasta que Tristán comienza a lanzar las latas de Michelob a cada uno de nosotros. —¿De dónde sacaste la bebida? Pregunta Drew. —Son del cuatro de julio. Tome un paquete a espaldas de mis padres y lo escondí. Mi madre ni siquiera sabía que se faltaba uno. —Así se hace, hombre —dice Brian—. Es momento de celebrar cachorros. Brian y Drew alcanzan las suyas y las abren de inmediato. Cojo la que me lanzan a mí. Tristán aprieta la suya. —Por una nueva temporada para los Osos.

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—Por un mariscal de campo que puede realmente lanzar la pelota —dice Brian. —Y un corredor que en realidad pueda correr con el balón —Drew continúa. Todos ellos esperan a la vez, que les demuestre mi sabiduría sobre el mundo del futbol. Estoy sosteniendo la lata, siento el frío contra la palma de mi mano que envía un escalofrío por mi brazo. —Y un apostador que pueda patear el balón — agrego, preguntándose si se dan cuenta que no he volteado la parte superior y no la he abierto aún. Todos ellos toman un trago. Excepto yo. Me pude haber puesto en peligro de volver a la cárcel cuando me metí en una pelea con Vic cuando insultó a Maggie, pero valió la pena el riesgo. Ni siquiera he estado cerca de alcohol desde la noche del accidente. No voy a ponerme en peligro de volver por una estúpida lata de cerveza. —¿Qué crees que estás haciendo? —dice en voz alta una voz de adulto en la escalera. Mierda, es la madre de Tristán. Me gustaría tratar de ocultar la cerveza, pero eso sería inútil. Ya he sido arrestado. Ella baja por las escaleras y toma el Michelob de la mano de Tristán. —No en mi casa, no —dice ella, y luego me señala con el dedo—, puedes pensar que sólo por venir de nuevo aquí todo el mundo aspirara a tener tu estilo de vida, Caleb, pero no voy a dejar que eso suceda. Tristán da unos pasos hacia adelante. —Mamá, para. —No lo protejan, Tristán —ella mira hacia abajo a la lata de cerveza en mi mano, y luego mueve la cabeza con disgusto—. Caleb, por favor sal de mi casa. Puse la lata sin abrir abajo sobre la mesa. La Señora Norris ni siquiera mira la lata. Ella está demasiado ocupada mirando y burlándose de mí. —Aléjate de mi hijo —me ordena y yo bajo la cabeza. No sirve de nada que me defienda. La Señora Norris ya tiene su mente predispuesta hacía mí. Veredicto: Culpable.

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Además, si le explico la verdad no me creerá. La forma en que me miró, dice más que las palabras. —Ese fue un rumor mortal —dice Brian, cuando estamos de vuelta en su coche—. ¿Dónde vamos a ver el partido ahora? Está probablemente cerca del medio tiempo. —Podemos volver a mi casa —ofrezco. Diez minutos más tarde nos asiento en el sótano y vemos el partido. Los Osos van ganando por tres, pero los empacadores tienen la pelota y es el cuarto trimestre. Estoy totalmente en el juego cuando Brian dice: —Tengo que decirte algo. —Dispara —le digo, tomando un puñado de papas fritas y empujándolas a mi boca. Mi atención está todavía en el juego, pero con las posibilidades de una pequeña mirada a mi amigo. Brian se inclina hacia adelante, la expresión de su cara es totalmente seria. —Ella me va a matar por decirte. Echo un vistazo atrás a la TV. Los Empacadores perdieron el balón y la pelota es de los Osos. Esto podría significar una victoria para ellos. — ¿Quién? —le digo, sólo escucho en parte a Brian. —Kendra. Kendra estuvo recientemente en mis brazos y dispuesto a colaborar en mi cama. No fue la reunión más romántica, supongo que esperaba que fuera como en los viejos tiempos. Ha sido todo lo contrario. —¿Viste eso? —le digo a Brian, consiguiendo que mire totalmente irritado el juego de los Osos. No me puede culpar de estar excitado cuando había estado restringido a ver el fútbol desde el año pasado. Me perdí toda la temporada—. ¡Ellos saquearon Edmonton! —Estuvimos juntos, CB. Pensé que deberías saberlo —lo miro, confundido. —¿De qué demonios estás hablando? —De mí... y de Kendra.

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Siento como si un ladrillo me golpeara en la cabeza a la velocidad del rayo. —¿Tú y Kendra? —Sí. Por Dios. La palabra viene de la boca más rápido de lo que mi cerebro puede comprenderlo. —¿Cuándo? —No quieres saber. Eso significa que fue antes de que me arrestaran. Maggie no estaba mintiéndome esa noche que la asuste. Maggie me había dicho la verdad, mientras que Kendra me miró a los ojos, alimentando mi mente con mentiras. Kendra me manipulo y yo le creí. Pero todo tiene sentido ahora, por qué Kendra está desesperado por mantener nuestra relación en secreto. Es el momento perfecto para joder mi cabeza una vez más. Brian me está mirando, midiendo mi reacción. No hay forma en el infierno de que vaya decirle que he estado haciéndolo con Kendra. En cuestión de segundos, pierdo mi percepción de la demente realidad. No hay forma de que vuelva con Kendra, no puedo salir con los chicos como antes. Mi vida ahora no tiene ningún parecido con la anterior. ¿Cómo podría haber pensado que sería igual? Tengo que preguntar. —¿Están ustedes, ya sabes... —Sí. Cierro los ojos y me inclino hacia atrás en los cojines del sofá. Wow. Mi novia estaba atornillando con los dos y yo no tenía ni idea. Pero Maggie lo sabía y trató de advertirme. Como agradecimiento, la insulté y luego la noche se salió de control, terminando con Maggie en el hospital. El juego de los Osos ha quedado en el olvido, sacudo la cabeza y miro el techo. —Al principio era sólo una conexión, un error —Brian continúa—, pero eso no significa que no quisiéramos que sucediera.

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Deseo que Brian se pudiera callar. Ahora sé que significa lo que dice Damon acerca de tomar la culpa. —Probablemente estuviste tan feliz de que fuera condenado, por fin podrías tener mi novia sólo para ti —le digo. —No es así —Brian hace una pausa—. Yo la quiero, Caleb. Jesús, me casaría con ella ahora mismo si pudiera. —Maldita sea —murmuro. Me pregunto quién va a estar allí cuando Brian vuelva a la tierra y caiga de bruces. Kendra me dijo que no había ningún chico que le importara. ¿O eran mentiras también? —Ella me hizo prometer que no te diría lo de nosotros. Pero yo creo que es genial si todos estamos enterados, ¿no? Entonces podemos ser una pareja en la escuela de nuevo, en lugar de fingir que no estamos juntos. Siento, que necesito una cierta distancia. Este es mi mejor amigo de cuando estaba en jardín de infantes. Recuerdo cuando Drew le quito un lápiz de color a Brian en el primer grado y yo pellizque el brazo de Drew en represalia. Y cuando tuve la varicela en el sexto grado y tuve que quedarse en casa por más de una semana de la escuela, Brian se acercó y en secreto jugábamos Calabozos y Dragones. Y nunca le dijimos a nuestros padres, aun cuando Brian se atascó con la varicela dos semanas después. Yo nunca pensé que Brian traicionaría nuestra amistad. —Eres un gilipollas —le digo abruptamente. Brian se para y coge las llaves de su coche. —Sabía que no lo entenderías. Por eso no te lo dije. —Amigo, estabas haciéndolo con mi chica a mis espaldas. ¿Cómo crees que iba a reaccionar? Un escalofrío corrió arriba y abajo de mi espina dorsal cuando realmente puse la verdad en palabras. —Creí que ibas a escuchar. Y tratar de entender sin querer arrancarme la cabeza. Esto es real, Caleb. Tengo una risa cínica. —Te diré a lo que es real. Real es que yo estaba en la cárcel durante el último año, quedándome en conjunto con los distribuidores de drogas y consumiendo una porquería de basura como alimento, que ni siquiera tu perro tocaría. Real es no poder usar la maldita ropa interior

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propia y ducharte con veinticinco pollas de otros tipos todos los días mientras los guardias vigilan el reloj. Real es que mi vecina de al lado que camina como si estuviera en equilibrio sobre unos zancos, porque la pierna está tan jodido por el accidente. Brian, tu percepción de la realidad es totalmente errónea. Brian se dirige a las escaleras, con la espalda rígida. Se detiene cuando está a medio camino. —Cuando quieras perdonarme y seguir adelante, ya sabes dónde estoy. Mis puños se enlazan con tanta fuerza que van a quedar entumecidos. Es entonces cuando mamá camina por las escaleras. Ella sonríe y dice todo con una alegre voz, —¿Te divertiste con tus amigos?

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CAPITULO VEINTISEIS *** Maggie TRADUCIDO POR: nathyab CORREGIDO POR: ynexiz

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esearía que mi mamá no insistiera en ir a mi cita de fisioterapia. — Puedes solo dejarme —dije—. Solo vuelve y recógeme en una hora. Mamá sacude la cabeza. —El Dr. Gerrard quiere hablar con las dos.

Oh, no. —Mamá, estoy bien. Robert espera que sus pacientes hagan lo imposible, eso es todo. —Se que no es fácil, Maggie —dice ella—. No te preocupes, no tienes que hacer lo que sientas incomodo. Solo haz lo mejor. Cuando entramos al hospital, Robert nos está esperando con toda seguridad. —Hola Maggie, ¿Cómo estamos hoy? ¿Estamos? —Bien. — ¿Has estado haciendo esos ejercicios de fortalecimiento que te enseñe? Uh… —Si. Bueno, a veces. Robert sacude la mano de mi madre. —Gusto en verla de nuevo, señora Armstrong. —Igualmente —responde ella, luego se sienta mientras Robert me lleva a la lona de entrenamiento. —Empecemos con estiramientos. —dice Robert—. Y calentemos esos músculos para ayudarlos a trabajar duro. Pon tus piernas en una ―V‖. Lo hago, pero mis piernas se asemejan más a una ―I‖ que a una ―V‖ porque mi pierna izquierda no quiere calentarse en este momento. No soy yo, es la pierna. — ¿Eso es lo mejor que puedes hacer? —Eso creo. Robert se arrodilla junto a mí y dice. —Toca tu pie izquierdo con tu mano derecha.

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Lo intento, pero solo llego hasta mi rodilla. —Vamos, Maggie. Unas pulgadas más. Alcanzo media pulgada más, lo que no impresiona a mi fisioterapeuta. —Ella no puede —interviene mi mamá—. ¿Qué no puede ver que le duele? —Señora Armstrong. —dice Robert—. Maggie tiene que forzarse a sí misma con el fin de entrenar esos músculos. Mamá esta apunto de responder cuando el Dr. Gerrard entra. —Hola damas. Robert. Mamá se levanta y abraza a mi cirujano. Después del accidente, él fue quien siempre nos dio esperanza y tenia manos para reconstruir el interior de mi pierna. Recuerdo la primera vez que lo conocí en el hospital. Entro con un gran abrigo blanco, una enorme sonrisa, y grandes dedos que iban a operar mi pierna abierta y arreglarla. El Dr. Gerrard se arrodilla junto a mí. — ¿Qué tal te va, Maggie? ¿Has corrido alguna maratón últimamente? —alzo las cejas. —Solo estoy bromeando —admite—. Mala broma de cirujano. —Necesita nuevo material, Dr. Gerrard —murmuro. —Eso es lo que también dicen mis internos. —el Dr. Gerrard me tiene sentada en la mesa de exanimación y explora mis cicatrices—. Lucen bien —dice, entonces mira arriba—. Robert me dice que eres un poco tímida en fisioterapia. Robert se queda parado ahí con su libreta en manos, el traidor. Me encojo de hombros. —No puedo poner mucha presión en mi pie. —Le duele —mamá hace caras. Mi doctor retrocede y toma un profundo respiro. —De acuerdo camina a la puerta y vuelve hacia mí, Maggie. Me ayuda a bajar de la mesa, mientras yo cojeo hasta la puerta. — ¿Puedes poner más presión en tu pie izquierdo? —No realmente. —Está bien, vuelve y siéntate. —Cojeo devuelta a la mesa y me siento — mamá se acerca y me frota la espalda. —Voy a ser directo —dice el Dr. Gerrard.

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—Tienes que empezar a forzarte a ti misma y dejar de favorecer a tu lado izquierdo. —Estoy haciendo mi mejor esfuerzo —digo. El Dr. Gerrard no me acusa de mentir, pero puedo notar por la manera en que esta frunciendo los labios que no está convencido. —Tal vez deberíamos dejar la fisioterapia —dice mi madre. El Dr. Gerrard aspira aire entre sus dientes apretados. El sonido sibilante es claramente un no como respuesta a la sugerencia de mi madre. —Odiaría verla parar la fisioterapia. —Tengo una sugerencia —Robert dijo—. ¿Qué tal si Maggie comienza a jugar tenis de nuevo? Mi corazón bombea más rápido, los golpes en mi cuerpo golpeando mi pecho como una danza trivial de la india. —¿Estás bien? —pregunta mamá. No puedo responder. Mi esófago se siente constreñido. —Necesito conseguir algo de aire —digo, luego me retiro de la mesa. Robert se acerca a mí—. Maggie, solo estamos tratando de ayudarte. —Lo sé. Pero no puedo seguir haciendo esto. Tan solo no puedo —me pongo mi sudadera, me alejo cojeando al lado de mi madre. Estoy pasando a personas en sillas de ruedas, doctores y enfermeras. ¿Ellos piensan que estoy tan loca como me siento? Cuando las puertas se abren aspiro aire fresco y trato de respirar profundamente. Respiro. Dentro. Fuera. Dentro. Fuera. ¿No se supone que respirar es algo que se hace inconscientemente? En este momento estoy muy consiente sobre eso. Tan consiente, de hecho, que creo que si me dejo de concentrar, tal vez me olvide de hacerlo. Cierro mis ojos. Respiro. Dentro. Fuera. Dentro. Fuera. Me sentí de esta manera el día que mi papá se fue por última vez, cuando me di cuenta que podía ser su última visita. Tampoco era fuerte entonces. Parpadeo las lagrimas mientras me esfuerzo por olvidar. Por que duele mucho saber que su amor por mí no fue lo suficientemente fuerte para hacerlo quedarse. No era lo suficientemente digna para ser amada.

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El tenis fue mi salvación, pero incluso eso no funciono. Yo merecía ser admirada en la cancha, porque valía algo cuando jugaba. No solo era parte del equipo, yo era a la que mis compañeros admiraban. Cuantos más padres se presentaban a los partidos, más duro jugaba. Era como si quisiera que esos padres se arrepintieran que no fuera su hija. No importaba si mi papá me quería o no, habría otros padres que harían cualquier cosa para tenerme como su hija. Tener a otros papás felicitándome valía más que el trofeo de equipo universitario que gane en mi segundo año. Podría no ser digna del amor de mi papá, pero era digna de eso trofeo. Un dolor en mi pierna se disparo a mi columna vertebral, un burlón recordatorio de que nunca más iba a ser la campeona de nuevo. — ¿Maggie? Me vuelvo hacia mi madre, quien ahora estaba oficialmente asustada. —No puedo jugar tenis —le dije. —El Dr. Gerrard quiere que lo intentes. Lo harás, ¿no? —pero no seré buena, y entonces mi papá no tendrá nada por lo que estar orgulloso de mi. Nunca querría que formara parte de su nueva familia. — ¿Podemos ir a casa? Quiero ir a casa. Mamá suspira. Odio sentirme como si la estuviera decepcionando. Sé que ella trata muy duro de mantenernos psicológica, física y económicamente. Ella es como la pequeña porrista de nuestra familia. Cuando nos metemos en el auto, me tranquilizo. Miro a mi mamá, conduce el auto con una mirada triste en su cara. —Mamá, ¿Qué es lo que quieres de la vida? Ella me da una pequeña sonrisa. —En este momento, dinero. —Aparte del dinero. Ella inclina su cabeza a un lado, pensando. Cuando llegamos a una luz roja, voltea hacia mí. —Supongo que me gustaría un compañero con el cual compartir mi vida. — ¿Extrañas a mi papa? —A veces. Extraño la compañía, salir como pareja. No extraño las peleas. La luz se pone verde y aceleramos, nuestro auto pasa a una mujer y un hombre tomados de la mano con su hija. — ¿Querrá él que lo visite alguna vez?

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—Un día —dice ella, pero puedo notar que no esta tan segura. —¿Quieres salir con el Señor Reynolds? —le pregunto. Sus ojos se ensanchan. —¿Por qué preguntas tal cosa? —Porque estuviste bailando con él en el festival de otoño. Él no tiene hijos. Creo que vino para estar contigo. Mamá ríe, esa gran risa que llena el auto, y que probablemente las personas en el auto de al lado podrían oír, también. —El restaurante de la Tía Mae fue uno de los patrocinadores del evento, Maggie. Por eso Lou estaba ahí. —Bueno —dije a la defensiva—. Ustedes dos se veían muy amigables. —Él sólo estaba siendo amable. Sacudo mi cabeza. —No lo creo. —Hmm... —¿Qué significa eso? —Nada. Solo vuelve a ser una niña, ¿quieres? Nos sentamos en silencio el resto del camino a casa. Cuando caminamos dentro de la casa, ignore el nudo de mi garganta mientras decía. —Para el registro… si quieres invitar al señor Reynolds a cenar una noche, no me importaría —y me dirigí arriba a mi habitación. En mi habitación, quería retirar mis palabras. Solo las dije porque sé que tan miserable había estado mi mamá últimamente. Pero la verdad es que también extraño a mi papá todos los días. Más que nada. Y sé que tiene otra esposa y otra vida. ¿Pero qué si mi mama y el señor Reynolds comienzan a salir? o peor aún, se casan. ¿Querrían ellos empezar una nueva vida sin mí, también? Cierro mi puerta con seguro y abro mi armario. En la parte trasera, en las sombras más oscuras, esta mi raqueta. Sé que está ahí, aunque este escondida detrás de ropa. Siento su presencia cuando estoy en mi cuarto, algo así como kriptonita para Superman. La desesperación se mueve sobre mí. Extiendo la mano y agarro el mango. El peso de la raqueta es extraño pero familiar, al mismo tiempo.

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—Maggie, abre la puerta —pánico—. Sólo un segundo Lanzo la raqueta al armario y abro la puerta. Mi madre me mira de manera extraña. Me cepillo el cabello de la cara, esperando que ella no pueda ver a través de mi y darse cuenta que siempre he sabido donde esta mi raqueta perdida. —Mamá, ¿Qué pasa? —Estaba pensando. Sobre Lou, mi jefe. ¿Estabas hablando en serio cuando dijiste que debería invitarlo a cenar?

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CAPITULO VEINTISIETE *** Caleb CORREGIDO POR: Andrea_G TRADUCIDO POR: ynexiz

I

nvité a Brian a encontrarnos en el parque para hacer algunos pases. Estaba practicando tiro libre cuando se estaciona en su Yukon.

—Te ves como un tipo de mediana edad estando en esa cosa —dije. Él me da una falsa mueca como si se sintiera insultado—. Es mejor que el carro que tú conduces. —No conduzco ninguno. —Exactamente. Nos quedamos enfrentándonos el uno al otro. Digo lo que debe ser dicho. — Escucha, respecto a ti y Kendra. ¿Qué tal si lo llamamos una tregua? —Me parece justo. Le paso el balón. Él dribla el balón muy lejos de su cuerpo, así que yo lo empujo y se lo quito. —El basquetbol aun no es lo tuyo, ¿cierto? —dribleo por la pista. Brian arrastra los pies hacia delante y atrás, siguiendo cada uno de mis movimientos. Cuando me detengo, sus brazos están levantados y está listo para bloquear mi tiro. —Llévame a un tapete de lucha y te pateare el trasero. Hago un tiro. Rebota fuera del aro y Brian toma el balón. Brian es un jugador ansioso. Corre a través de la pista y lanza demasiado rápido, fallando la cesta por una milla de distancia. El balón aterriza en la grama. Yo vuelvo a poner el balón en juego. —Eres un peso liviano, Bri — digo—. Te inmovilizaría en menos de un segundo. —Pon tu dinero en lugar de tu boca, grandote, mañana después de la escuela. Rodeo a Brian y hago una fácil anotación. —Tengo que trabajar.

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Él agarra el balón. —Dices eso, pero nunca dices donde. Los rumores dicen que eres homo y te encuentras con tu amante después de la escuela. ¿Es él quien te ha hecho esos morados en el rostro? Mis músculos se comienzan a tensionar. —No me salgas con esa mierda. Brian comienza a driblar alrededor de la cancha, sus ojos en la cesta. —¿Por qué? ¿Vas a amenazarme como amenazaste a Drew? Brian tira y el balón, encesta. Esta vez yo sostengo el balón bajo mis brazos parando el juego. —Él estaba intentando sacarme de quicio y tú lo sabes — mi viejo amigo cruza los brazos sobre el pecho. —Has cambiado, Caleb. Ya ni siquiera te conozco. Esto no tiene nada que ver con Kendra. —Eso es pura mierda. Sigo siendo la misma persona. Él se ríe. —Estas a la defensiva. Todo el mundo lo sabe, excepto tú. Esa es la parte escalofriante. No, la parte escalofriante es que la gente no se da cuenta cuanto han cambiado ellos. —¿Así que todo el mundo sigue igual excepto yo? —No, viejo. Todo el mundo ha cambiado, nadie sigue igual. Tú eres el único que no logra aceptarlo. Ya no eres un estudiante de segundo año, ya no estás saliendo con Kendra, ya no eres el semental de la lucha. Eres un tipo malo, un amenazante ex convicto. Le mostrare un amenazante ex convicto. Driblo el balón por la cancha, y cuando Brian se mete en mi camino lo empujo antes de hacer el tiro. —¡Foul! —grita Brian. —Dijiste que aceptara ser un tipo malo, un ex convicto. Solo estoy aceptando la sugerencia. Le tiendo una mano. Él me da una mirada desconfiada, luego agarra mi muñeca mientras lo levanto. Yo anoto otras tres cestas y recupero dos de los rebotes de Brian. —¿Sabes que es lo que necesitas? —dice Brian mientras se limpia el sudor de la frente. —¿Un nuevo mejor amigo? —sugiero. —No. Necesitas una novia. Nombra una chica que pienses que este buena. Solo dame un nombre.

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—Maggie Armstrong. —No, en serio. Nombra una chica. —Hablo enserio. —Hombre, eso es enfermizo. Fuiste a la cárcel por culpa de ella. —Soy bastante consciente de eso. — ¿Me estás diciendo que estas caliente por Maggie Amstrong? ¿Tu vecina? ¿La chica que camina raro porque le atropellaste la pierna con tu coche? —Brian, estas comenzando a actuar como Drew. Brian se ve confundido mientras trata de comprender lo que acabo de admitir en frente de él. Luego rompe en risas. No puede detenerse y se cae al suelo en su histeria, cogiéndose el estomago. —¡Eso es… comiquísimo! — grita cuando logra respirar—. Oh Dios mío no puede ser cierto… —dice, luego vuelve a reírse histéricamente. Yo estoy considerando seriamente patearle el trasero justo ahora. Pero este no es Vic o Drew, es Brian. Tomo el balón y me dirijo a casa, pero no sin antes decirle a Brian que se vaya al infierno. Nadie está en casa; tengo la casa para mí solo. Quiero gritar al tope de mis pulmones, pero cuando estoy a punto de hacerlo suena el timbre. Brian es un idiota si es tan estúpido de venir a casa a reírse en mi cara otra vez. Tal vez, después de todo, usare su cabeza como bolsa de boxeo. Pero abro la puerta y mi ex mejor amigo no está parado enfrente a mí. Es Kendra, mi ex novia. Labios brillantes y todo lo demás. —Hola —dice. —Hola. —¿Están tus padres en casa? —Nop —ella ya sabía que no estaban. —¿Puedo entrar? Yo abro más la puerta. Ella va directamente hacia arriba en dirección a mi alcoba. Veo su espalda y mis ojos se enfocan en su tanga sobresaliendo por encima de su short antes de seguirla. Cerrando mi puerta como siempre lo hago cuando estamos a punto de enrollarnos, me recuesto contra la puerta y la miro. Pero esta vez no vamos a enrollarnos. Lo sé. Ella obviamente, no lo sabe, puedo decirlo por la forma en que esta vestida. Una camisa con un escote ridículamente bajo, juro que

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sus pezones están a milímetros del borde del cuello embobado. Y sus short revelan mucho más de lo que alguna vez quisiera que una novia mía revelara. Pero ella no es mi novia, es la novia de Brian. Kendra deambula alrededor de mi alcoba, toqueteando con sus dedos mi escritorio, mi closet, y mis estanterías de libros. Cuando levanta mi sable de luz y lo enciende, estoy tentando a decirle que no lo toque. —¿Cuándo vas a deshacerte de todos estos juguetes? —pregunta, agitándolo en el aire. Yo no respondo. Suspirando dice —Se que Brian te conto sobre él y yo. Pero aun te amo, lo sabes —ella cierra la distancia entre nosotros, tan cerca que alcanzo a oler sus labios de cereza. Los lame y se inclina para un beso. Yo aparto la cabeza lejos de ella. —¿Qué? ¿Un solo novio no es suficiente para ti? —Los quiero a ambos. —Se ha terminado, Kend. Más que terminado. —No lo está y tú lo sabes. Porque… y sé que esto suena egoísta, pero es cierto… no quiero que nadie más te tenga. —Termina con Brian. El tipo quiere casarse contigo. Ella se ríe. —Mis padres piensan que él es bueno para mí, así que les sigo el juego. Además, necesito un novio con el que pueda estar en público. Pero tú puedes ser mi novio privado, CB —Eso nunca va a pasar. —¿Quieres apostar? —da un paso hacia atrás, apuntándome con el sable, y empuja la desafilada punta contra mi garganta. Una malvada sonrisa cruza por su boca—. Puedes ser mi pequeño secreto. Te gusta guardar secretos ¿no es cierto Caleb? Mi pulso se acelera, y el ambiente en el cuarto cambia en forma instantánea. Un pensamiento arde en mi mente… ella lo sabe. —¿Qué quieres? —digo sin alterar la voz. —CB, no parezcas tan triste. Solo te quiero a ti, —dice ella, luego baja el sable y va por otro beso. Esta vez yo no me aparto de ella.

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CAPÍTULO VEINTIOCHO *** Maggie TRADUCIDO POR: Sheilita Belikov CORREGIDO POR: ynexiz

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e tomó una semana a mamá invitar al Sr. Reynolds a cenar. Me preguntó unas veinte veces más si eso estaba bien conmigo. No tuve corazón para decirle que no.

El Sr. Reynolds entra a la casa vistiendo un traje gris de tres piezas y corbata roja, como si fuera a la corte por una infracción de tráfico. En sus manos una docena de tulipanes púrpura para mi mamá y una caja de chocolates Frango para mí. —Gracias —le digo embarazosamente cuando me entrega la caja. ¿Debo abrirla ahora, o esperar hasta más tarde... o mañana? —Por qué no tomas asiento y te pones cómodo, Lou —dice mamá nerviosamente, sus manos jugueteando con el vestido negro y sofisticado que decidió usar—, ¿Quieres una bebida? ¿Vino... brandy... refresco? El Sr. Reynolds sonríe, una cálida sonrisa que puedo decir es sincera. — Sorpréndeme. Mamá se ríe, una risa dulce y suave que no he oído en años. Cuando mamá está en la cocina, el Sr. Reynolds se vuelve hacia mí. — ¿Cómo es volver al colegio después de estar ausente durante un año? Me encojo de hombros. —Está bien, supongo. Él se queda mirando por la ventana. ¿Dónde está mi mamá? El reloj sobre la repisa de la chimenea hace tictac, cada segundo un recordatorio de cómo el tiempo pasa tan lentamente. Tictac. Tictac. Tictac. El Sr. Reynolds se frota las manos. Puedo decir que está tan ansioso como yo de que mi mamá vuelva. Tictac. Tictac. Tictac. Quiero excusarme y esconderme en mi habitación. No creo que pueda manejar ver a mi mamá en una cita con alguien que no sea mi papá.

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Justo cuando estoy a punto de ponerme de pie y excusarme, ella llega con tres bebidas y una gran sonrisa. —Martinis para nosotros, Sprite para Maggie. El Sr. Reynolds toma el vaso de mi mamá. Sus manos se tocan un poco cuando ella se lo entrega. Sé que la alenté a invitar al Sr. Reynolds, pero él es demasiado grande, demasiado rubio, y... y no es mi papá. Me pongo de pie. Mamá me mira con una expresión cautelosa. —¿Adónde vas, cariño? —A mi habitación. Olvidé llamar a Danielle. Mamá tiene esa mirada de cachorro en su cara; creo que ella sabe que estoy mintiendo. En mi habitación abro el primer cajón de mi escritorio. En un sobre guardo el número de teléfono de mi papá. Me tiemblan las manos mientras marco su número. Suena tres veces antes de que él conteste. —Jerry Armstrong aquí. —Um... ¿papá? —Maggie, ¿Eres tú? —Sí. —¿Cómo te está yendo mi niña? —Muy bien. —¿Y tu pierna? La última vez que hablamos estabas teniendo un poco de problemas. —Está mejor, creo. Se siente bien hablar con mi papá. Escuchar su voz familiar disipa la nube negra que siempre parece cernirse sobre mí. No quiero decirle la verdad sobre mi pierna, porque sólo quiero compartir buenas noticias. Si soy positiva, entonces tal vez él no quiera olvidar que soy su hija. —Grandioso. ¿Y la escuela? Me trago la realidad y digo tan alegremente como puedo: —Perfecta. Estoy percibiendo todo como… —miento—. Wow —Hay silencio, pero no quiero que él cuelgue. Me siento desesperada. Él suena entusiasta, pero no estoy segura.

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—¿Cómo está tu madre? finalmente dice, rompiendo el silencio. Está teniendo actualmente una cita con su jefe en nuestra sala de estar. —Ella está bien. —Me alegra oírlo. Te extraño, cariño. —Yo también te extraño. ¿Cuándo puedo verte? No importa cuántas veces me prometo que no le rogaré, fallo. Es como si algo dentro de mí se rompiera cuando pienso que él va a terminar la conversación. Quiero gritar: ¿No soy lo suficientemente buena? pero no lo hago. —En algún momento pronto, cuando el negocio se establezca. La nube negra regresa… He oído esas mismas palabras antes. Demasiadas veces. —Maggie, ¿puedes hacerme un favor? Estoy conteniendo las lágrimas, cuando digo: —¿Cuál? —Dile a tu madre que le envié un cheque la semana pasada. Y que su abogado deje de llamar al mío. Me está costando una fortuna cada vez que llama, como ciento cincuenta por hora. —Se lo diré. Alguien está hablando en el fondo y puedo decir que estoy perdiendo su atención. —Tengo que tomar otra llamada, cariño. Lo siento, es importante. Te llamaré pronto. —Está bien. Te quiero, papá. —Yo también te quiero, Mags. Hace clic. Trago saliva y apoyo mi cabeza contra la pared. Por mucho que me diga que no a mí misma, estoy llorando. Me gustaría tirarme en mi cama y sollozar en mi almohada, pero probablemente mi mamá me oiría. El teléfono suena, me asusta. Estoy todavía con el inalámbrico en mi mano. ¿Podría ser mi padre llamando de nuevo tan pronto? Él siempre dice que va a llamar pero nunca lo hace. Tal vez ha cambiado. Tal vez se dio cuenta después de oír mi voz que me extraña tanto que no puede aguantar más. — ¿Hola? —digo con entusiasmo.

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Hay una vacilación en la línea, luego una grabación de voz de mujer dice: — Esto es High Spring Water Company recordándole que hay un especial en nuestros garrafones de agua de cinco galones en el mes de octubre. Si desea pedir… Cuelgo el teléfono en medio de la grabación. Dios, me siento tan sola. No hay nadie en mi vida que remotamente entienda lo que estoy pasando. Salvo una persona. Mis dedos marcan el número de los Becker automáticamente antes de que mi cerebro pueda comprender lo que estoy haciendo. —Hola. Es él… Caleb. Ni siquiera sé qué decir. —¿Maggie? Sé que eres tú, tenemos identificador de llamadas. Me olvidé de eso. —Hola —murmuro. —¿Qué sucede? Las lágrimas acuden a mis ojos. —Yo sólo... quería hablar contigo. —¿Por qué lloras? ¿Estás herida? ¿Te caíste? No puedo hablar porque no quiero que sepa cuán débil soy... cuánto necesito su amistad en este momento. Dios, todos estos años pensé que iba a morir si no me amaba tanto como yo lo amaba. Pero ahora me doy cuenta de lo estúpida que fui. —Si no me contestas, iré para allá así esté tu madre allí o no —su voz es fuerte y dominante, y sé lo que eso significa. —No, no vengas. ¿Puedes encontrarte conmigo en el Parque Paradise en diez minutos? —Allí estaré —promete. Uso la manga de mi camisa y me limpio los ojos. —¿Caleb? —Sí. —Gracias. Echo agua sobre mis ojos en el baño, le digo a mi mamá que me voy a ir con Danielle, y me dirijo al parque. Caleb se acerca un minuto después vestido con jeans y una camiseta con una simple camisa abotonada sobre ella. Desacelera su paso cuando me ve y, sin una palabra, me atrae en un abrazo.

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Ahora pierdo el control, directamente en su camisa. Me agarro a él cuando los sollozos comienzan y no paran. Lo dejo salir todo… la cita de mi mamá, la conversación con mi padre, mi confusión acerca de todo. Caleb no se ríe, no se aleja, no habla... él sólo me permite ser yo. Cuando me calmo, me echo hacia atrás y veo el lío que he hecho en su camisa. —Puse tu camisa toda asquerosa —digo entre resuellos. —Olvida la camisa. ¿Qué está pasando? No pude entender una palabra de las que murmuraste en mi pecho. Ahora estoy medio riendo y medio llorando. Él baja la mirada hacia mi mano. Lo hago, también. Lentamente extiende su mano y toma mis dedos en los suyos. Dios mío, cómo he soñado con nosotros tomados de las manos desde hace tantos años. Toma mi mano en la suya y nos vamos caminando por la calle juntos. Levanto la vista hacia sus ojos. Generalmente son sombríos y melancólicos, pero ahora veo una calidez que nunca había notado antes. Me lleva al viejo roble. Ambos nos sentamos, luego se recuesta contra el árbol a mi lado y deja ir mi mano. —Muy bien, ahora habla. Es fácil porque no tengo que mirarlo, sólo tengo que dejar salir todas las cosas que van mal en mi vida. Tomo una respiración profunda. Voy a tratar de decirlo todo sin ponerme histérica otra vez. —Mi mamá tiene una cita, con su jefe e hijo de la Sra. Reynolds. Creo que a mi mamá le gusta, pero no sé si estoy lista para que ella empiece a salir. Sé que es egoísta, pero mi papá prácticamente me ignoró desde el divorcio. Se volvió a casar, ya sabes. Y creo que su esposa quiere un hijo, como si él no tuviera ya una. Para colmo, mi doctor me dijo que debía jugar al tenis de nuevo, y cada vez que pienso en ello mi garganta comienza a estrangularse y tengo que recordar respirar... y luego te llamo porque eres el único con el que siento que puedo hablar. Lo cual es ridículo porque ¡eres tú! Caleb juega con un pedazo de hierba que arrancó del suelo. —¿Crees que tu mamá sería feliz con ese tipo, el jefe? —pregunta. Vuelvo a pensar en la forma en que mamá se rió en el Festival de otoño y lo nerviosa que estaba esta noche. —Sí, lo creo. Pero esa es la parte que me asusta. Es como poner fin a un capítulo en su vida y empezar de nuevo. Una madre soltera, novios... tantas cosas han cambiado. —Estás haciendo demasiado hincapié en lo que podría ser. Haz algo para quitar de tu mente pensamientos de lo que nunca podría suceder. —¿Cómo qué?

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—Tomar una raqueta. —Eso no es gracioso —le digo, ya tensándome y queriendo huir. —No estoy tratando de ser gracioso, Maggie —lo escucho suspirar, una respiración baja que sale lenta—. ¿Puedo ver tus cicatrices? Oh, Dios mío. —No. Sacudo mi cabeza febrilmente mientras sigo mirando al suelo. Y me doy cuenta que mi respiración acaba de hacerse más pesada. —Por favor, no enloquezcas. —No lo hago. —Lo haces. Fui a la cárcel por algo que te hice y no tengo ni idea de cómo se ve. Vuelvo mi cabeza y me quedo mirando sus ojos, más oscuros y más intensos de cómo jamás los he visto. —¿Por qué me miras así? —¿Recuerdas el accidente? —pregunta, totalmente centrado en mi respuesta. Niego con mi cabeza. —¿No recuerdas nada? ¿Nuestra conversación antes del accidente, a mí golpeándote con el coche? ¿Nada en absoluto? —No. Es un gran vacío. Sólo sé lo que la gente me dijo. Él parpadea, luego mira hacia otro lado. —Peleamos, tú y yo. —¿Sobre qué? Él emite una risa breve y cínica. —Kendra. Estoy tratando de respirar de manera uniforme para no darle un indicio de que recuerdo. Cada palabra que él me escupió cuando le dije que lo amaba. Es la única parte de esa noche que está muy clara para mí. El resto se ha quedado atascado en una nube de niebla. —No recuerdo —miento. —Dijiste que estaba engañándome, que la viste con algún otro chico pero no quisiste decirme quién. Tenías razón, sabes —dice—. Estaba con Brian antes de que yo entrara a la cárcel —está mirándome otra vez, y esta vez no puedo apartar la mirada—. También dijiste que me amabas. Trago, todavía hipnotizada por sus ojos. Esos ojos que nunca me dieron más que un vistazo hace un año están ardiendo en los míos. —No recuerdo — susurro.

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—Maggie… —toma mi mano entre las suyas y coloca la palma de mi mano contra su mejilla áspera por todo un día de rastrojo. Vuelve su cabeza y besa la parte interna y sensible de mi palma, con sus ojos manteniendo mi mirada—. Debería haber hecho esto hace un año. Mi corazón enloquece cuando él se inclina y roza sus labios con los míos.

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CAPITULO VEINTINUEVE *** Caleb

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TRADUCIDO POR: AndreaN CORREGIDO POR: Nanis

o pude dormir anoche, lo que no es nada nuevo porque cada noche está llena de intranquilidad. Pero anoche no fueron pesadillas de la cárcel lo que me mantuvo despierto, o la noche del accidente y lo que pude haber hecho diferente. Yo estaba reviviendo lo que había pasado hace unas pocas horas. Besar a Maggie fue la cosa más estúpida que he hecho jamás. Pero, mirando dentro de sus tristes ojos y rostro vulnerable me hizo desearla más de lo yo hubiera deseado cualquier cosa en mi vida. Anoche emociones reales estaban volando. Anoche honestamente estaba volando. Se sentía tan crudo. Mientras me estoy alistando para la escuela, pensé en nuestra conversación después del beso. Ella estaba nerviosa, lo podía decir por el temblor de esos labios contra los míos. Cerró sus ojos y se aferro a mí mientras nuestros labios se encontraban. Juro que nunca había estado más excitado. Cuando me incline hacia atrás, tenía una mirada preocupada en su rostro como si yo fuera a darle una nota de reprobada en sus habilidades de besar. No puedo creer que eso pasara, dijo ella. Ni siquiera sé que respondí. Todo lo que recuerdo es este sentimiento de estupidez esparciéndose sobre mí, y preguntarme qué demonios me hizo besar a una chica a la que debería evitar acercarme a toda costa. Pero estar cerca de ella se sentía malditamente correcto, no pude resistirla. Nosotros habíamos pasado a través de mucho, nuestras vidas están engranadas y estamos varados en esta red juntos. La parte enferma es que, no quiero salir de ello. Maggie es frustrante, está confundida, está molesta… y tararea unas ridículas melodías cuando está trabajando en casa de la Sra. Reynolds. Pensarías que yo me volvería loco por eso. No puedo evitar que me guste cuando sopla su cabello fuera de su cara cuando está trabajando, o cuando mira a la Sra. Reynolds de soslayo cuando está insistiendo en que Maggie está plantando sus estúpidos bulbos mal… y cuando no está tarareando, resisto la urgencia de decirle que continúe.

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Contrólate, Caleb. Después de que la besaste corrió a casa lo más rápido que pudo. Ok, entonces después de que la bese me dejo en el árbol preguntándome como me metí en este desastre. Por mucho que deseo a Maggie, no puedo tenerla. Tal vez debería escribirle una carta y deslizarla dentro de su casillero, disculpándome por la noche anterior. Me senté en mi escritorio y saque una hoja de papel. Maggie, Siento lo de anoche. Caleb. La leí para mí mismo y sonaba idiota. La arrugue y empecé de nuevo. Maggie, Si te asuste anoche, lo siento. Fue un beso inofensivo que no significo nada. Caleb Lo arrugue casi tan pronto como firme con mi nombre. Porque sí significo algo. Los besos de Kendra son más vacios para mí que una flauta. Y, maldita sea, no siento haberme deslizado y acercado a Maggie. Quería besarla y todavía quiero besarla. Ok, así que preferiría que ella hubiera dicho algo como Vamos a intentar eso de nuevo, pero ahora me conformaba con que no huyera. Calmándome, me dirigí a la escuela más temprano e intente olvidar a Maggie y la noche pasada. Camine penosamente por mi día hasta que llegue a la clase de computación. Maggie está sentada hasta adelante, sus ojos fijos en la pantalla en frente. Ni siquiera noto cuando entre. Esperaba obtener alguna señal de que todo está bien entre nosotros, pero no conseguí nada de nada. Oh, sí. Si conseguí...Kendra. Ha estado dándome sus mejores sonrisas seductoras todo el día, prometiendo realizar todas mis fantasías. Poco sabe que mis fantasías son consumidas por una chica que se rehusa a mirar en mi dirección. Afortunadamente para mí, logre deshacerme de Kendra y su sobreexpuesto escote todo el día. Me dirigí al autobús después de la escuela, intentando sin mucho éxito no estar sorprendido si Maggie se sienta al frente en vez de al lado de mí. Me

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deje caer pesadamente hacia atrás y pude ver su camiseta rosada y sus jeans descoloridos llegando por el pasillo. Su largo cabello cubre un lado de su cara, como si se estuviera escudando de mi mirada. Pasa los asientos de adelante y se dirige a los posteriores, nunca mirándome. Cuando se desliza a mí lado y el autobús se dirige lejos de la escuela, dejo escapar un aliento. Estar en la escuela me está estresando. Los profesores me miran, los chicos me miran… todo el mundo me mira excepto Maggie estos días. Miro abajo hacia nuestras rodillas, tocándose ligeramente. Jeans contra jeans. ¿Nota el calor transfiriéndose de su cuerpo al mío? ¿Acaso se da cuenta de lo que me está haciendo? Lo sé, lo sé, no soy virgen y el ligero toque de la rodilla de una chica me está volviendo loco. Ni siquiera sé lo que estoy sintiendo por Maggie, solo sé que estoy sintiendo. Es algo que he intentado evitar y negar hasta ayer, cuando la sostuve en mis brazos mientras sus lagrimas se derramaban en mi camisa. Dios, nuestras rodillas tocándose no es suficiente. Necesito más. Ella esta anudando sus dedos en su regazo como si no supiera qué hacer con ellos. Quiero tocarla, ¿pero y si se aleja como antes? Nunca había sido tan cobarde con una chica en mi vida. Mordí mi labio inferior mientras deslizaba mi mano una millonésima de milímetro más cerca de su mano. No parece asqueada así que la moví más cerca. Y más cerca. Cuando las puntas de mis dedos tocaron su muñeca, se congelo. Pero no quito su mano. Dios, su piel es tan suave, pienso mientras mis dedos trazan un camino desde su muñeca a sus nudillos y a sus suaves y cuidadas uñas. Juro que tocarla así me está volviendo loco. Es más erótico, más intenso que cualquier otro momento con Kendra. Me siento de nuevo tan incomodo e in experimentado como un novato. Levante la vista. Todo el mundo es inconsciente de la intensidad de emociones corriendo desenfrenadamente en la parte de atrás del autobús público. Cuando miro de nuevo hacia abajo a mi mano cubriendo la suya, estoy agradecido de que no haya recobrado sus sentidos y retirado su mano. Como si supiera mis pensamientos, ambos volteamos nuestras manos al mismo tiempo para que así nuestras manos estén palma contra palma… dedo contra dedo. Su mano esta empequeñecida contra la mía. La hace ver más delicada y pequeña de lo que me había dado cuenta. Siento una necesidad de protegerla y ser su héroe si alguna vez necesita uno.

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Con un ligero cambio de mi mano, enlacé mis dedos a través de los suyos. Estoy agarrado de manos. Con Maggie Armstrong. Ni siquiera voy a pensar acerca de lo malo que es porque se siente muy correcto. Ella esta evadiendo mirarme, pero ahora voltea su cabeza y nuestros ojos se traban. Dios, ¿Cómo no pude haber notado antes cuan largas son sus pestañas y como sus ojos marrones tienen motas de oro que destellan cuando el sol brilla sobre ellas? El autobús se detiene repentinamente y miro hacia fuera por la ventana. Es nuestra parada. Ella debe haberse dado cuenta porque empuja su manos fuera de la mía y se para. La sigo, todavía tambaleándome. Llegamos a la casa de la Sra. Reynolds. Puedo oler la esencia de galletas invadiéndonos mientras caminamos hacia dentro. —Oh, estoy tan feliz de que ambos estén aquí —canturrea la Sra. Reynolds— . Pasen a la cocina. Tengo… —la anciana ladea su cabeza a un lado, mirándonos a Maggie y a mí en su sala—. ¿Está haciendo calor afuera? — pregunta. Maggie sacude su cabeza mientras yo digo, —No particularmente. — ¿Entonces porque los dos están tan sonrojados? —ella pregunta, enarcando sus cejas. Oh, mierda. Mientras Maggie se encoje de hombros y se dirige a la cocina, le informo a la anciana, —Soy un tipo. No me sonrojo. —Uh huh —ella dice. Después de comer las galletas, las cuales ella insiste son su propia receta secreta de la marca Snickerdoodle, me dirigí hacia fuera. Mientras estoy trabajando, robe miradas de Maggie mientras se agachaba en el suelo y plantaba los bulbos con las instrucciones verbales de la Sra. Reynolds nunca lejos de ella. Cuando la anciana tomo su siesta, escuche a Maggie tararear mientras yo trabajo en el mirador. Es tranquilizador. Su voz flota a través del aire mientras trabajo. Pero cuando el tarareo se detiene, miro a mí alrededor y Maggie no está aquí. Me dirigí a la casa.

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La encontré sacando limones del refrigerador. La observo mientras los corta y los exprime en la jarra. —¿Me estas siguiendo? —ella pregunta, pero no se encuentra con mi mirada. —Si —le digo. —¿Por qué? —¿Honestamente? Ella me mira, sus cejas enarcadas. Le doy la única respuesta honesta y verdadera que tengo. —Estas donde yo quiero estar.

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CAPITULO TREINTA *** Maggie TRADUCIDO POR: Dani CORREGIDO POR: Nanis

—¡M

aggie! —La voz de la Sra. Reynolds ruge a través de la casa.

Caleb se retira y me da una mirada impotente. Luego dice: —Supongo que esa es mi señal para regresar al trabajo —y salió de la cocina. Me quedé ahí, sosteniendo la mitad de un limón en mi mano. Estoy sin habla, excitada... hecha polvo. Caleb quiere estar donde yo estoy. No es algún chico sin importancia. Es CALEB BECKER, el muchacho con quien he soñado por lo que parece ser toda mi vida. El muchacho que solía mirar por mi ventana solamente para esperar hasta la próxima vez que estuviera en la misma habitación con él. Es el muchacho que me golpeó con su auto y me dejó en la calle. Pero cuando miraba dentro de sus ojos, podía decir que no es el mismo Caleb Becker que solía conocer. El viejo Caleb solo se preocupaba por sí mismo. Nunca pensé que él observaba o se preocupaba por el mundo a su alrededor. ¿Había comenzado a perdonarlo mi corazón? Me fui la noche pasada porque nuestro beso fue perfecto. Como siempre había soñado que sería nuestro primer beso. Asustada de que nunca quisiera besarme otra vez, o reír, o... algo que podría cambiarlo a algo menos que la perfección, me fui. Cuando el autobús se detuvo en la esquina de nuestras casas, pregunté a Caleb si quería venir. —¿Está tu mamá en casa? —pregunta. —No por otra hora.

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Él se encoge de hombros y dice: —Seguro. Lo guié a mi casa y hacia mi habitación. —Mi mamá enloquecería si sabe que estuviste aquí, en mi habitación... solos. —Si, la mía también —dice—. ¿Quieres que me vaya? Sonreí. —No. Es sobre nosotros tomando nuestras propias decisiones, ninguno de nuestros padres las tomarían por nosotros. Él estudió la decoración amarilla y rosada de mi cuarto, caminando alrededor del perímetro. Recogió un par de guantes de boxeo rojos y blancos que colgaban alrededor de mi cama. —¿Tuyos? —Los conseguí cuando estaba en el hospital —le digo—. Tú sabes, para recordarme que siguiera luchando. Él sonríe tristemente hacia los guantes de boxeo. —Estoy cansado de luchar. Estoy cansado de revivir el accidente —dice casi para sí mismo, como si fuera un pensamiento privado que estuviera compartiendo conmigo. Tomé los guantes de sus manos. —Yo también —y por primera vez desde esa desafortunada noche, quise decir eso. Cuando sus ojos taladraron los míos, pregunté—, ¿porqué estas aquí? De verdad. Él sacude su cabeza. —No lo sé —pasa su mano sobre su cabeza, frustrado—. Y, Dios, sé que es loco y debería permanecer tan lejos de ti como pueda, pero... y esta parte me está volviendo loco... cuando estoy cerca de ti finalmente puedo sentir cosas otra vez. Me quedé despierto la noche pasada pensando en sostenerte

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hasta que todo el dolor y el entumecimiento se vayan lejos. Necesito que estés bien, para estar bien. Pensé que era Kendra, quién me haría olvidar. Pero eres tú. Tú. ¿No es una mierda, Maggie? Porque tal vez si me dices que es una mierda lo creeré. —No es loco, ni mucho menos —mascullé, en ese momento me acerco y lo abrazo tan fuerte como es posible. Él pone sus brazos alrededor mío y me sostiene apretada. —¿Alguna vez podrás perdonarme? —pregunta, con la voz temblando. Una lágrima cae por mi mejilla. Siento su humedad caliente sobre mi piel. No sé el momento exacto que sucedió, pero algo ha cambiado. Yo he cambiado. Y creo que es porque finalmente dejé ir al pasado. Estoy lista para vivir mi vida otra vez. —Ya te he perdonado, Caleb —le digo. Permanecimos de ese modo por un largo tiempo. No sé cuánto tiempo ha pasado. Es como si estuviera quitándole su dolor y él estuviera quitando el mío. Antes, estaba confundida... lo que sentía sobre él, lo que sentía sobre el accidente. Pero cuando me sostiene, dejo salir los sentimientos de traición que he mantenido del año pasado. Cuando se retira, lo oigo sorberse la nariz, y veo como limpia las lágrimas de sus ojos con su mano. —Tengo algo en mi ojo. —Esta bien llorar, Caleb. No se lo diré a nadie —miro hacia mi armario, donde está escondida mi raqueta—. Lloro un montón. —¿Si? Bueno, voy a cambiar eso. Él ya lo ha cambiado. —Mi mama va a llegar a casa en cualquier minuto —digo cuando miro fijamente hipnotizada esos claros ojos azules. —Mejor me voy entonces —asiento. —Está bien. Él se acerca, tanto que puedo sentir su corazón latiendo contra el mío.

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Aguanto la respiración cuando estira su mano y pone su palma sobre mi mejilla. Ligeramente roza mis labios con su pulgar, trazando mi labio superior e inferior cuando mueve su pulgar sobre ellos. —Tienes labios suaves —dice. —Ya lo sabes, yo uh, realmente no tengo experiencia besando —digo tímidamente, luego bajo la vista y rompo nuestro contacto. No puedo mirarlo mientras digo esto—. Quiero decir, no soy como Kendra en ese departamento. Probablemente estás acostumbrado a chicas que saben lo que están haciendo, y soy nueva en esto y de verdad, de verdad me avergüenza si lo estoy haciendo muy mal o... oh, realmente estoy haciendo el ridículo ahora mismo. —No iba a besarte. —¿No ibas? —levanté la vista. Bueno, por supuesto que no iba a hacelo, estúpida. ¿Por qué comenzaría una relación conmigo cuando podía estar con alguien que de verdad supiera lo que estaban haciendo?, alguien que no fue responsable de enviarlo a prisión, me dijo mi cerebro. —Nop. La próxima vez que te bese me voy a tomar mi tiempo, y dijiste que tu madre llegará en cualquier momento. Reviso el reloj sobre mi mesita de noche y asiento. Él muerde su labio inferior, pensando. —No, la próxima vez que te bese durará un largo, largo tiempo. Y cuando lo hayamos hecho comprenderás que estar excitado no es sobre la experiencia. Mientras yo seguía pasmada, Caleb se dirigía fuera de la casa.

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CAPITULO TREINTA Y UNO *** Caleb TRADUCIDO POR: Sawi CORREGIDO POR: Nanis

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s domingo. Domingo de Futbol. Estoy en el Dusty’s Sports Bar & Grill con los chicos, ya que nos podemos sentar en el área del comedor y ver el partido desde los tres televisores pantalla gigante pegados en todo el restaurante El lugar está en bancarrota—hasta las oscuras mesas de madera y sillas se bambolean de lo viejas. Pero sus pantallas de televisión son grandes y nuevas, las cuales atraen chicos desde las tres ciudades más cercanas en las tardes de domingo. Me pregunto qué estaría haciendo Maggie hoy. Ella trabaja para la Señora Reynolds en las mañanas, pero probablemente llegaba temprano a casa. ¿Estaría en casa ahora, sentada en su cuarto? ¿O estaría en fisioterapia? —¿Viste eso, Becker? —pregunto Tristan mientras la multitud estallaba en gemidos. —Lo siento, hombre, me lo perdí. —estaba pensando en alguien en quien no tengo derecho a pensar. Sacudiendo su cabeza, Tristan apunto a la pantalla. —Lo juro, Guerrera necesita algo de pegamento en sus manos para que así pueda mantener el agarre del balón. Es el tercer balón que pierde. —El cuarto —los corrigió Drew. No le prestaba atención al juego hoy. Atrape a Brian mirando hacia la puerta y señalando a quien quiera que acabara de entrar al restaurante. Me doy la vuelta. Es Kendra. Seguida por Hanna, Brianne, Danielle y Sabrina. No creo que sus alegres porras fueran muy bien con este lugar. Pero entonces, a lo mejor sí. —¿Qué están haciendo las chicas aquí? —le preguntó un frustrado Tristan a Brian, quien obviamente las invito.

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—¿No podemos cambiar las reglas solo por esta vez? Kendra realmente quería venir. —Ugh, me voy a enfermar —dijo Drew, fingiendo arcadas—. Ella te tiene por las pelotas, hombre. ¿Cuándo te darás cuenta? Drew, el idiota autoproclamado de nuestro grupo, por primera vez en su vida tenía razón. Justo cuando estaba a punto de proclamar a Drew un suspicaz genio, las chicas llegan a la mesa. Kendra usando jeans ajustados y un suéter de los Osos. El suéter de Brian, el mismo que recordaba verle usando cada domingo. Brian está mirando a su novia trofeo, y me está haciendo enfermar también. Porque así era como yo me veía cuando estaba saliendo con ella, y todos agradecían que una chica como ella me honrara eligiéndome como su novio. Que alguien me dispare. —¿Podemos unirnos a ustedes? —pregunto Kendra, pero mientras las palabras se deslizaban de su boca ya estaba tomando la silla al lado de Brian y le hacía señas a las chicas para que acercaran silla, también. Seriamente, esta era una gran violación al código “no se permiten chicas en los partidos del domingo”. Pude ver que Tristan y Drew no estaban felices por la invasión de chicas. La razón por la cual la regla había sido creada en primer lugar era que todos estábamos de acuerdo en que las chicas (al menos las de nuestro grupo, también conocidas como las que estaban sentadas en nuestra mesa justo ahora) no están interesadas en ver el juego. Están interesadas en romper nuestra concentración. Es como un reto, de ver si pueden distraernos del futbol. —Hey, Caleb —dice Danielle mientras coloca su silla a mi lado—. ¿En qué andas? Antes de que pueda responder, la camarera se acerca a nuestra mesa para deslizar nuestra comida y preguntarles a las chicas que quieren ordenar. —¿Qué tipo de ensaladas tienen? —pregunto Brianne. La camarera sofoco una risa. —Nada de ensaladas. Tenemos hamburguesas, sándwiches de pollo, alitas y papas fritas. Escoge. Brianne se sorprendió por las opciones. Lo note por la forma en que miraba a la camarera con horror. Este lugar era todo cerveza/alcohol para la

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multitud ―mayor de veintiún años‖. La comida era en lo que menos pensábamos. —Tomare solo una Coca-Cola dietética —finalmente dijo. Todas las chicas pidieron Coca-Cola dietética. Nada más. Tristan volteo sus ojos. —¡Espera! —dice Sabrina, llamando de nuevo a la camarera—. Comeré una hamburguesa. Sin queso, solo así. —Una hamburguesa sola, cinco Coca-Colas dietéticas —repitió la camarera antes de retirarse. —Comeré una hamburguesa, también —dice Danielle pinchándola—. Sola, como la de ella. —Dos hamburguesas, cinco Coca-Colas dietéticas. Brianne levanto sus cejas. Danielle se encogió de hombros. —¿Qué? No almorcé, estoy muerta de hambre. Además, no creo en eso de no-carbohidratos, Brianne. Drew se puso en pie de un salto y alzo sus manos. —Está bien, si ustedes chicas quieren estar con nosotros, será bajo unas cuantas reglas. No hablaran sobre ensaladas, y ni siquiera quiero escuchar la palabra ―carbohidratos‖. Si no vinieron aquí para hablar de los Osos o Futbol, o para recordar el año 1985, permanezcan en silencio. Y por el amor de Dios, si no saben ni porque lo hacen, espero que no aplaudan. ¿Lo captan? Las cejas de Kendra estaban fruncidas. —¿Qué paso en 1985? Drew, lamento decírtelo pero ni siquiera habíamos nacido. Mientras Drew se golpeaba la frente en señal de frustración, un avergonzado Brian cubrió la boca de Kendra. —Ese fue el último año en que los Osos ganaron el Super Bowl —le informo Brian. Él quito su mano de la boca de Kendra.

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—Sabes lo que es el Super Bowl, ¿no? —pregunta Drew, sentándose al final. —Por supuesto que lo sabe —comenta Brian, luego acerca a Kendra y mantiene su brazo sobre sus hombros. El resto del partido se cumplió con el silencio por parte de las chicas y abucheos y gritos del resto de la gente en el restaurante. Cuando se me ocurrió echarle un vistazo a Kendra y a Brian durante un comercial, su mirada estaba en mi mientras le susurraba algo a Brian en el oído que lo hacía sonreír maliciosamente. Juro que también la vi lamiendo el lóbulo de su oreja. Disgustado, me levante y me dirigí al lavabo. Después de hacer pis, me lavo las manos y me inclino sobre el lavabo mientras miro mi reflejo en el espejo. Soy un maldito desastre, incapaz de solo enfriarme y pasar un rato con mis amigos. Especialmente no con las chicas aquí. Especialmente no con Kendra aquí. Me pone los nervios de punta, recordándome el pasado. El accidente. Maggie. La puerta del baño de hombres se abre y con seguridad Kendra entra por ella. No me sorprende. —Tu novio te seguirá hasta aquí —le digo. Deambula cerca de mí, tan cerca que puedo oler su fuerte perfume mezclado con brillo labial de cereza. Demasiado exagerado. —No lo hará. Piensa que estás enfadado, así que le dije que hablaría contigo. Confía en nosotros. —Es un idiota. —También piensa que estas celoso. ¿Lo estás? —Oh, sí —le digo. Ella quiere escucharlo, así que le doy lo que quiere. Es un juego que le gusta jugar. Estoy cansado de sus juegos, pero es la única forma de soportarla. —Has sido difícil de alcanzar, CB —dice tratando de sonar mandona. —Pensé que teníamos un acuerdo. La única relación que quiero es la que ya tengo, con Maggie. Puede no ser pública, pero es autentica. Lo molesto es, que no sé lo que sabe Kendra. Cada vez que estamos juntos, sugiere saber más del accidente que los demás. ¿Pero que si no es así, que si esta aprovechándose de mí? Estábamos muy apegados esa noche y ella es

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fácil. Tal vez mi ex ha estado jugando conmigo todo este tiempo y soy un tonto igual que Brian. No importa lo mucho que lo quiera, no puedo arriesgarme a perderla. Desliza sus uñas color rojo furioso sobre mi camiseta como una araña, deteniéndose cuando alcanza mi hombro. Entonces se inclina hacia adelante. —Eres como una droga, Caleb. No puedo detenerme. Ella está floreciendo en la persuasión. No yo. Lo que le gusta es probablemente que alguien podía entrar en cualquier momento y encontrarnos así de cerca. Es el factor riesgo el que le daba adrenalina. —¿Entonces porque estabas succionando la oreja de otro tipo? —no sé porque le pregunte. No es que me importara. Puse mi mano en su cintura, listo para alejarla si se acercaba mas. Estaba cansado de ser su peón. —Solo quería obtener una reacción de ti. Funciono. Desde hace un par de semanas no me das nada, ninguna emoción o aliento. Brian cree que estas con Maggie Armstrong. ¿No es ridículo? Justo cuando estaba a punto de responder, la puerta se abre. Drew entra, viéndonos a Kendra y a mí, parados cerca, tocándonos el uno al otro en lo que podría verse como un abrazo. No es lo que parece, pero se ve mal. —Ni siquiera preguntare —dice Drew, luego se dirige a los urinales. Antes de que él deslice su cierre abajo, vuelve la cabeza a Kendra—. ¿Te importaría hacer eso en otro lugar? —No es nada que no haya visto antes —le dice Kendra a Drew mientras se aleja un paso de mi, rompiendo todo contacto. Drew suelta una breve carcajada. —Sí, bueno, tú puedes haber hecho rondas con mis amigos, pero no has puesto las manos en mí. —Por lo que he oído, una mano sería suficiente —le disparo Kendra. —Suficiente —digo—. Kendra, vuelve con Brian. Drew, vete ya a orinar. Herida porque no la defendí, salió corriendo del baño de hombres, pero no sin antes murmurarle: —Idiota —en su camino, a lo cual Drew respondió: —Zorra.

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Drew termino, entonces mientras lavaba sus manos dijo: —¿Caleb, crees que acostarte con Kendra es la respuesta? Escucha, deja que Brian tenga a la perra y se la pase a alguien más. —Es un poco más complicado que eso —Drew hizo un sonido de reprobación, al igual que la Sra. Reynolds. —Tú lo estás haciendo complicado —eso me golpeo. Por segunda vez hoy, Drew tenía razón. Estaba dejando que Kendra me manipulara en vez de al revés. No necesitaba complacerla. Solo podía dejarla continuar la persecución sin darle la oportunidad de tirar a matar. Wow, había estado haciendo todo mal, no puedo creer que la solución sea tan simple. Saco mi billetera y le doy a Drew veinte dólares. —Mira, paga mi cuenta. Me voy de aquí. —No tienes que irte. No le diré a Brian lo que tú y Kendra estaban haciendo. —En este momento, ni siquiera me importa —digo, entonces deje el baño de hombres y me dirigí a la puerta trasera.

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CAPITULO TREINTA Y DOS *** Maggie TRADUCIDO POR: Caty

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aleb llega en la tarde, totalmente inesperado. Abro la puerta y de repente, está aquí, parado al frente mío con una mirada determinada en su rostro. —Quería verte —es toda la explicación que consigo—. ¿Tu mamá está en casa? —No. Salió a trabajar hace cinco minutos —Caleb y yo somos amigos. Está bien, somos más que amigos. Es extraño y complicado, pero es la única amistad intacta que me queda. Lo llevo a mi habitación y lo dejo esperando mientras traigo algunas bebidas y bocadillos. Nos sentamos en el suelo y nos comemos los bocadillos. Hablamos sobre la escuela y su equipo de lucha, y nos reímos sobre la época en que éramos niños en preescolar y todas las cosas estúpidas que hacíamos. Entonces jugamos gin con las cartas que mi madre me compró cuando estaba en el hospital. Él no dice una sola palabra sobre besos. Ni siquiera me mira con esa caliente, necesitada mirada que he visto antes. Sé que tiene algo en mente. No sé que pueda ser, pero lo está distrayendo. Después de un rato, baja sus cartas y dice: —Quiero ayudarte Maggie. —¿Con que? —A jugar tenis de nuevo. Siempre te he visto mirando hacia el armario como si allí hubiera un monstruo, así que lo revisé mientras fuiste a la cocina. Encontré tu raqueta. Me paré. Mi corazón comienza a acelerarse mientras me alejo de él. —Nunca voy a volver a jugar.

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Él se para, también. —No estoy tratando de herirte Maggie. Estoy tratando de ayudarte. Yo le doy la espalda. —No puedo jugar. —Simplemente inténtalo, Maggie. ¿Qué daño puede hacer? —No voy a ser buena. —¿Quién dice que tienes que ser buena? Él no sabe que ser buena jugando tenis siempre ha significado más que ser buena en el tenis. Es mucho más profundo que eso. Cuando miro a Caleb, quiero hacerlo sentirse orgulloso de mí. Está tratando de curar cualquier dolor que haya podido causarme. Quiero ayudarlo también. —Está bien, lo intentaré —digo—. Pero no esperes mucho de mí. Quince minutos después estamos detrás de la Secundaria Paradise mirando hacia las canchas de tenis. Esto me trae recuerdos de esa época cuando trataba de probarme a mí misma. Respirando profundamente, sigo a Caleb hacia la dura y verde superficie. Cuando Caleb sacó mi raqueta, me congelé. Ni siquiera quería sostenerla. Así que después de que él sacó su propia raqueta y algunas bolas de su garaje, lo cargo todo sin quejarse mientras caminábamos hacia la escuela. Ahora estaba ofreciéndome mi raqueta. Yo me contengo. Tomando mi mano en la suya, envuelve mis dedos alrededor del mango de la raqueta. —Estoy asustada —admito. —Yo también. Yo levanto una ceja. —Si —dice él—. De que me ganes. Tengo que cuidar mi imagen de tipo duro, lo sabes.

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Eso me hace reír. —Tú no me necesitas para hacerte parecer duro, Caleb. Con eso, él toma las bolas de tenis y se dirige al lado opuesto del campo. —Ten cuidado conmigo —bromea. Golpea la bola justo hacia mí, fácil y lenta. Mis instintos toman el control y golpeo de vuelta. Se siente bien, tengo que admitirlo, pero también se siente extraño. Mi cuerpo se mueve diferente ahora, como si estuviera rígida y no lograra relajarme. Mis piernas, mi posición, ambas son extrañas y erróneas. No me puedo balancear en los talones de mis pies ni rebotar cuando la bola viene hacia mí. No puedo inclinarme en una posición alerta, lista para golpear la bola cuando vuele hacia mí. Cuando Caleb golpea de nuevo la bola hacia mí, no me muevo. Él se detiene y sacude su cabeza. —Hubieras podido golpear esa. —No quería hacerlo. ¿Podemos irnos ahora? —No. Respóndeme diez lanzamientos, entonces nos iremos. Él golpea la siguiente bola hacia mí. La golpeo suavemente. —Nueve —dice él, contando las que faltan. Tres bolas más llegan cerca a mis brazos y las golpeo lentamente, para que vuelen fácilmente sobre la red justo hacia él. Mis pies aún no se han movido de su lugar. —Seis. Otros cinco gentiles lanzamientos vuelan sobre la red y rebotan justo en frente mío. Las envío de vuelta suavemente. —Una más, Maggie. Entonces nos vamos de aquí. Fantástico. Sólo falta una para que la humillación se termine. Él envía una fuerte y rápida sobre la red. Rebota un metro y medio más allá de donde estoy parada. Ni siquiera intento ir por ella. Él lo hace de nuevo... y de nuevo. Yo dejo mi raqueta a un lado y me quedo mirándolo. —¿Estás tratando de humillarme?

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—Deja de actuar como un bebe y atrévete a ir por la bola —dice él, sacudiendo su cabeza—. ¡Vamos! ¡Como se atreve! Esta vez, mientras la bola se acerca sobre la red, es mi rabia y nada más lo que me empuja mientras tomo los tres pasos y golpeo la bola de vuelta hacia Caleb con toda la fuerza y frustración que hay dentro de mí. Lo golpea directamente en su brazo. —¡Ouch! —no le pregunto si se encuentra bien, porque tiene esa mirada arrogante en su cara y las esquinas de su boca están hacia arriba en un claro signo de victoria—. ¿Se sintió tan bien para ti como para mí? —pregunta. Yo le tiro la raqueta y camino fuera del campo. No le daré la satisfacción de saber que se sintió increíblemente estimulante. Me alcanza y me acerca hacia él. —Voy a tener un moretón, ¿lo sabes? —dice él—. Pero mirarte golpear esa cosa fue realmente sexy. Yo me giro para mirar el moretón que ya está apareciendo en su brazo. —¿Lo fue? En un rápido movimiento, se adelante y me acorrala contra la cerca con su cuerpo. —Voy a besarte. Mi estomago hace un pequeño giro; Me olvido de que estoy molesta. Mis nervios se apoderan de todas mis emociones. —¿Aquí? —Oh, sí. Justo aquí, justo ahora. ¿Piensas huir esta vez? —No lo creo. Pero no estoy segura. Él sonríe, fascinado con mi respuesta. Miro hacia arriba y encuentro sus ojos, un pequeño asomo a su mundo privado, entonces mojo mis labios en anticipación. Y ese es el comienzo de nuestra maratón de besos. Todo lo que tengo que decir es que después de una hora de labios y lenguas, de inocentes y no tan

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inocentes caricias de ambos lados, no me siento tan inexperta. No me siento insegura acerca de besarlo. Nos vamos de las canchas del parque y regresamos a mi habitación. A mi cama. Caleb se inclina hacia atrás y gime. —Vamos a tener que detener esto o mi cuerpo va a sufrir las consecuencias durante días. Relajándome, pongo mi cabeza sobre su pecho. —Esto fue agradable. —Sí, demasiado agradable. Él está respirando pesadamente. Los dos lo estamos. Tomo aire despacio y profundamente, y me glorifico en el momento. Podría quedarme aquí por siempre, justo como estamos. Mirándonos. Sintiéndome deseada. Sintiéndome protegida. Sintiéndome normal. —Debería odiarte por obligarme a jugar tenis. —Sí. Pero no puedes, ¿Verdad? Además, hemos tenido una sesión de besos y caricias en la que estarás pensando por semanas. —Tú tienes un problema de ego. —Sólo contigo —él se ríe, luego bosteza. —¿Te estoy aburriendo? —pregunto. —Para nada —dice él, acariciando mi cabello—. Es sólo que... yo nunca duermo demasiado bien. Y estoy tan relajado y feliz que mi cuerpo está listo para descansar. Yo me incline sobre mis codos. —Entonces duerme. —¿Aquí? —Seguro. Mi mamá no llegará hasta más tarde —comencé a levantarme, para dejarle la cama completa para que pudiera dormir en paz. —No me dejes —dice él—. Acuéstate a mi lado —y me empuja hacia abajo con él. —Eres tan diferente —dice él, casi para si mismo.

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—No digas eso —le digo yo, mirando hacia otro lado. Quiero mantener la falsa fantasía de que soy igual que las demás chicas, por lo menos durante un poco más de tiempo. —Diferente de una buena forma —sus cejas se arrugan—. De una forma realmente buena. Entonces me acerca y me abraza apretadamente. Estamos abrazados tan juntos, como si hubiéramos estado saliendo por años. Incluso estamos compartiendo la almohada sobra la que he dormido desde que tengo diez años. Lo último que recuerdo antes de despertar es la lenta y rítmica respiración de Caleb detrás de mí mientras se queda dormido. Pero ahora escucho la puerta de mi casa abrirse y me despierto totalmente. —Caleb, despierta. Mi mamá está en casa. Le toma un segundo recomponerse, hemos estado dormidos por más de cinco horas. —Espérame aquí y no hagas un sonido —le digo, entonces lo beso en sus adormecidos labios. Deslizándome debajo del brazo que me mantiene acurrucada contra él, cierro la puerta de mi habitación y me dirijo al primer piso. —Hola mamá —digo, mi voz extraña por el sueño. —No quise despertarte cariño. Odio estos turnos de los domingos en la noche, pero prefiero tomarlos y pasar las mañanas contigo. Parece que pasamos muy poco tiempo juntas últimamente —ella descarga su bolso y comienza a subir las escaleras. Yo rezo para que no esté pensando en pasar un rato a mi habitación para tener una de esas conversaciones madre/hija. No ahora. Pero supongo que si lo hace, la verdad saldrá a la luz. A lo mejor será una bendición inesperada, pero preferiría no arriesgarme. —Está bien mamá. Tú siempre te preocupas por cosas insignificantes. Ella no escucha el crujido de mi cama tras mi puerta. Pero yo lo hago. Mamá frunce el ceño. —¿Por qué estabas dormida sin cambiarte? Ups. —Estaba en mi habitación y debo haberme quedado dormida.

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—Bueno, yo también estoy exhausta. Regresa a la cama. Tienes escuela en la mañana. Y cámbiate esa ropa. —Está bien, buenas noches —espero que no se dé cuenta de que estoy anticipando con mi respiración acelerada el momento en que cierre la puerta de su cuarto. Cuando lo hace, me apresuro a mi cuarto. Caleb está sentado en mi cama, sobresaltado. —Lo siento tanto —susurra, viéndose tan genial y peligroso como siempre, incluso medio dormido—. Perdí la noción del tiempo. —Yo también. Él camina hacia la ventana. —Caleb, ¿Que estás haciendo? —susurro. —Buscando una forma de salir. Pongo mi mano en su brazo y lo hago retroceder. —No vas a saltar desde mi ventana. Sólo tenemos que esperar unos quince minutos y yo voy a acompañarte hasta la puerta. Mi mamá duerme como los muertos y queda hundida bastante rápido. Además si nos atrapan estamos en esto juntos, ¿verdad? Le toma unos segundos responder. Es casi como si no creyera lo que acabo de decir. —Sí, claro —murmura finalmente.

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CAPITULO TREINTA Y TRES *** Caleb TRADUCIDO POR: +DaRkGiRl+ CORREGIDO POR: V!an*

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e encontré con Damon esta mañana, después de convencer a mis padres que me quede hasta tarde porque estaba en la casa de Brian y perdimos la noción del tiempo. Se lo creyeron. Damon vino por alguna clase de evaluación del estado de Illinois. El entrevisto a mi familia, incluso a Leah luego nos quedamos en mi cuarto donde me lleno de preguntas. Le conté a Damon que le había pedido a Maggie ver su pierna, dejando de lado el hecho que trabajamos juntos todos los días entre semana después de la escuela , o de el hecho que ella es la única persona que me hace olvidar que el año pasado siquiera paso. Dios me libre de decirle que dormí con ella la pasada noche, en el sentido literal de la palabra. Damon sacude su cabeza. —Está prohibido confrontar a tu víctima, Caleb. —No la confronte. Damon cruzo por mi cuarto y puso una mano en su cabeza como si tuviera dolor de cabeza. —¿Eres dulce con ella? —¿Con quién? —Maggie. —No, de ninguna manera —mentí. —Ustedes chicos de pueblo pequeño son una raza aparte. Está bien este es el trato: Mantente alejado de ella. —Tengo opción.

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—No —Damon abrió su folder e hizo clic en su bolígrafo—. Ya casi acabas tus deberes de servicio comunitario. Un mirador para la señora Dorothy Reynols. Has estado en ese trabajo por tres semanas. —Si todo sale bien espero terminar al final de la próxima semana. Damon lucia impresionado —Buen trabajo Caleb, comenzaste inestable, pero eres un chico decente. Encontrémonos de nuevo la próxima semana, hablaremos sobre lo que va a pasar después de tu puesta en libertad. Me estoy sintiendo lleno de energía después de la visita de Damon, sabiendo que la amenaza de la cárcel esta casi detrás de mí. Solo tengo que mantener el hecho que estoy con Maggie como un secreto. Golpeé en la puerta del cuarto de mi hermana. Ella está ahí. Su cuarto es su cueva. El invernadero de mi hermana excepto por la escuela y las comidas. Ella no responde, golpeo más duro. —Leah, abre. —¿Qué quieres?— ella dice tras la puerta. Suspiro, esto es más difícil de lo que pensaba. —Solo abre la jodida puerta. La abre en una rendija. Empujo el resto de la puerta y entro. Está demasiado oscuro así que tiro de la cortina. —Ciérrala. —Sí, bueno, tenemos que hablar y no veo una maldita cosa. —No quiero hablar. —Que mal —digo con mis brazos cruzados frente a mi pecho. Leah agarra la manija de la puerta, como si estuviera a punto de escaparse. —¿Están mama y papa en casa? —ella pregunta nerviosamente. —Salieron. Ella deja salir una pequeña respiración.

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Ni siquiera sé por dónde empezar, solo sé que estoy preparado para decirlo en voz alta, ha estado reprimido en mi desde hace más de un año. El demonio se ha desatado. La vida no se trata de encubrir la mierda y vivir en un mundo de fantasía. Tomo una profunda respiración y le digo a mi hermana. —Tú golpeaste a Maggie con el auto y me eché la culpa por ello. Me lo he aguantado, pero se acabo. No lo hubiera hecho si hubiera sabido que actuarías como un jodido cadáver el resto de tu vida. Sus ojos se ensanchan como si su cerebro registrara la verdad por primera vez. —Habla Leah —ordene—. Di algo… ¡cualquier cosa! —¡No puedo manejar esto! —ella grita, luego se lanza de bruces sobre la cama. Tomo una caja de pañuelos de su mesa de noche y se la paso. Estoy de pie mientras ella llora histéricamente. —Lo siento, Caleb, lo siento tanto —ella dice entre sollozos—. Pude haberla matado, Caleb. —Pero no lo hiciste. —Me quede allí y observe como te esposaban, deje que te llevaran. Estaba tan acostumbrado a ser el problemático, solía ser el que lo arruinaba. Leah había sido la inmaculada gemela. Yo era el rebelde. Incluso borracho, no dude en echarme la culpa del accidente. Leah no sería esposada, arrestada y condenada. Ella no podría manejarlo. Yo lo haría. Los policías no preguntaron cuando confesé allí mismo. Infiernos, mis propios padres no cuestionaron mi culpa. Pensar, que todo, era porque Leah trato de esquivar una jodida ardilla en el camino. —Se acabo —le dije.

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—No, Caleb, no lo está. Nunca se acabara. Voy a cargar con esta culpa a mí alrededor el resto de mi vida. Ni siquiera puedo mirar a Maggie. Infiernos, Caleb, ni siquiera puedo mirarte. Es tan duro para mí, no puedes imaginarte. Ella tiene razón, No puedo. Ella gira hacia mi aspira en una temerosa respiración. —No le dirás a nadie ¿cierto? Prométeme que nunca le dirás a nadie. Miro a mi gemela, la chica con la que compartí el vientre de mama, al igual que cumpleaños y con la que crecí lado a lado. Ella debe conocerme como yo la conozco, sentir mi dolor como yo siento el de ella. Ella sabe que este secreto me desgarra por dentro. Puedo sentir cuan retorcida se ha vuelto su racionalidad. Pero ella me ignora y se enfoca solo en ella. Ella es, después de todo, una extraña para mí.

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CAPITULO TREINTA Y CUATRO *** Maggie TRADUCIDO POR: Sera CORREGIDO POR: V!an*

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stoy tarareando una vieja canción que mi madre solía cantarme cuando me metía en la cama, cuando tenía miedo de la oscuridad y me negaba a ir a dormir. La vida era menos complicada entonces. Mi papá vivía en casa y el único trabajo de mamá era, bueno, tan solo ser madre. Ahora está trabajando como camarera y saliendo. De acuerdo, esa última parte es mi culpa. No puedo culpar a mi mamá por su cita esta noche. Gracias a Caleb, estoy llegando a términos con eso. Esa primera noche me besó mágicamente. Estaba toda preparada para ser solo amigos, apreciando nuestra relación platónica, cuando de repente se convirtió en algo más. Cuando estoy con el no pienso en mi cojera. Todo lo que pienso es como se siente el ser capaz de hablar y compartir y besar. ¿Y enamorarme de Caleb Becker otra vez? No lo sé. Estoy tan nerviosa y asustada de ser herida de nuevo, que mantengo una pared para que mi corazón este protegido. Poco a poco ha estado socavando esa pared. Después del trabajo nos hemos estado bajando del autobús dos manzanas más atrás para que podamos robar unos pocos minutos extras juntos. Desafortunadamente, hoy tenía una reunión con algún consejero del Departamento de Correcciones. Dijo que era importante, así que espero que le vaya bien. Le he perdonado por el accidente. Hace dos días intentó proponerlo, diciendo que tenía algo importante que decirme sobre eso. Lo corté con un beso y promesas de perdón. El viento está soplando, y las hojas están empezando a caer. Es el final del verano. Los árboles, hierba y flores se están preparando para la inactividad. Conforme planto el último de los capullos de narcisos para la Señora

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Reynolds, pienso en el invierno que tendrán que sobrevivir antes de descongelarse y estar listos para su primer vistazo al sol. Miro hacia arriba y paro de soñar despierta sobre canciones y árboles y Caleb para encontrar a la Señora Reynolds de pie sobre mí. Dejo de tararear. —Estás muy alegre hoy. —Solo tengo cinco capullos mas antes de terminar —le digo. —Eso es una cosa buena, también —dice, mirando hacia el cielo anocheciendo—. El tiempo está cambiando. Ya siento un frío invernal en el aire. —Yo también —después de terminar el último capullo, nos sentamos y cenamos. —Me gustaría invitarte a ti y a tu madre a cenar una noche. Pero solo si está bien para ti. —¿Por qué no lo estaría? —Porque mi hijo ha estado saliendo con tu madre más de lo que lo ha estado en los últimos tres años. Lo he estado entrenando, ya sabes. —¿Lo has hecho? —¿Llevó Lou chocolates la primera vez que fue a tu casa? —asiento. —Ese era mi consejo. Le dije que llevara rosas amarillas a tu madre porque son la mejor manera de empezar… —No eran rosas amarillas —levanta una ceja—. ¿No lo eran? —No. Tulipanes. —¿Amarillos? —Púrpuras. —Uhm. Y los chocolates, ¿eran caramelos? —Frango Mints. Muy sabrosos. —¿Sabrosos, eh? Mucho para el consejo de una madre —río. Mi jefa agita sus brazos al aire. —Suficiente holgazanería, Margaret.

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Cuando estamos guardando los platos, la Señora Reynolds se balancea y se sujeta al borde del mostrador para apoyarse. —¿Está bien? —pregunto, tomando su plato y dirigiéndola al sofá. —Estos nuevos medicamentos están causando estragos en estos viejos huesos, eso es todo. Nada por lo que preocuparse. Yo me preocupo. Antes de dejar su casa, llamo al Comedor de la Tía Mae y le digo al Señor Reynolds que la controle. Me dirijo a la parada del autobús después de convencerme de que está bien. Un coche me grita cuando camino. Lo reconozco como el mismo coche con los tipos con los que se peleó con Caleb. — Hey, es la novia retrasada de Caleb Becker —alguien grita por la ventana. Me muerdo el interior del labio y sigo andando. —Creo que te quiere, Vic. Por qué no le muestras un buen rato —alguien más dice. Luego todos ellos se ríen. El coche está yendo despacio a mi lado. Solo espero que no bajen del coche. Si paro de andar, ¿saldrán? ¿Me harán daño? Un miedo profundo, tan intenso que estoy temblando por dentro, no me deja parar. No puedo volver a la casa de la señora Reynolds. Está demasiado lejos y no puedo correr más rápido que estos tipos. Hay casas que bordean la calle. Podría intentar tocar el timbre y pedir a alguien que llame a la policía. Un plan se forma en mi cabeza. Me doy la vuelta y me dirijo en dirección contraria, la dirección por la que venía. Pero en el proceso me caigo. Mis manos me escuecen y siento humedad pegajosa goteando por mi rodilla del corte que me acabo de hacer de la caída. —¿Tuviste un buen viaje? —uno de ellos grita por la ventana. Me levanto y cojeo más rápido, rezando por que el coche no se vuelva y me siga. Porque si lo hacen, no sé cómo voy a manejarlo. Escucho el sonido del coche girando. No me atrevo a mirar atrás y darles otra razón para venir tras de mí. Pero difícilmente puedo oír nada aparte del jadeo furioso de mi propia respiración.

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El alivio corre a través de mí cuando el autobús hace un estruendo calle abajo. Me apresuro a la acera y le hago señas al autobús para que pare, luego miro para ver si el coche está todavía por aquí. —¿Estás bien? —pregunta el conductor del autobús. —Estoy bien —digo, luego me escabullo al final para sentarme. Nada puede curarme, ninguna cantidad de terapia o cirugías. La vieja Maggie, la estrella del tenis sin cojera debilitante, la vieja Maggie, quien podía huir del peligro, no existe. Caleb está fuera cortando el césped conforme bajo la calle. Para el motor y se precipita a mi tan pronto como mira hacia a mí. —¿Qué ha pasado? Dime que ha pasado. Estoy intentando contener las lágrimas. —Estoy bien. Mira alrededor para asegurarse de que la gente no está mirando, luego acuna mi cara en sus manos. — No estás bien. Maldita sea, háblame. Lo miro con desesperación. —Fue este tipo, Vic. —Lo mataré si te ha tocado —gruñe, mirando mis pantalones rasgados manchados de sangre. —No lo hizo. Él y sus amigos solo me asustaron, eso es todo. —Me aseguraré de que no vuelva a suceder, Maggie. Le sonrío afectuosamente. —No vas a ser siempre capaz de protegerme. ¿Qué vas a hacer cuando esté en España?, ¿volar y golpear a todos los tipos malos que se rían de mi?

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CAPITULO TREINTA Y CINCO *** Caleb TRADUCIDO POR: veroniica CORREGIDO POR: V!an*

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o dije que Vic iba a pagarlo, pero no sabía cómo hacerlo... legalmente. Es decir, hasta que ayer mientras estaba hablando con los chicos en el almuerzo me dijeron que Vic competiría hoy con su escuela en nuestro torneo de lucha. Soy oficialmente un luchador de Paradise Panther ahora. Y sólo tengo que vencer a cuatro chicos hasta que esté cara a cara en la colchoneta con Medonia. Como yo sospechaba, nosotros estamos todavía en la misma clase de peso. Creo que es lo que le pasa a los chicos que consumen esteroides en grandes cantidades. Estoy en el vestuario con el resto del equipo, preparándome para el partido. —Caleb, te ves como si estuvieras a punto de matar a alguien —me dice Brian mientras estoy saltando a la cuerda para calentarme. —Él está en la zona —dice Drew—. ¿No es así? No respondo. El entrenador Wenner me detiene y me da una palmadita en la espalda. —No has estado practicando, Becker. ¿Seguro que estás listo? Puse mi protector bucal —Si entrenador. Gano mis dos primeras peleas inmovilizándolos en el primer minuto. El tercer encuentro me llevó un poco más. Creo que lo inmovilicé en noventa segundos. —CB estás que te sales —grita Tristán mientras está tapando un sangrado por la nariz de su pelea anterior. Yo me enfoco mientras ellos me llaman y Medonia sube a la colchoneta. No puedo esperar para quitarle esa sonrisa de suficiencia de su cara. —¿Cómo está tu novia? —pregunta. —Mejor que la tuya cualquier día. —Ella está lisiada Becker.

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—Tú serás el cojo después de esta pelea. El árbitro coloca las manos entre nosotros. —Juego limpio, chicos. Cuando la pelea comienza, yo lo empujo con todas mis fuerzas hasta que cae. Desafortunadamente, él rueda fuera de la colchoneta y el árbitro toca el silbato. —Precaución, Panthers. Punto para Fremont. La siguiente vez que comenzamos, Medonia lo hizo lentamente. Me moví fuera de la colchoneta cuando la competencia inició y Medonia paso volando junto a mí. El árbitro toco su silbato. Cuando la pelea comienza otra vez, tengo una advertencia más por el control ilegal que terminó con mi codo en la cara de Medonia. Una advertencia más y estaré descalificado. Suena el silbato, y el árbitro dice en voz alta, —Tenemos a un Fremont sangrando profusamente. Dos minutos de descanso. El entrenador Wenner viene hacia mí, sus ojos llameantes. —¿Qué estás haciendo? Mi equipo no juega sucio, Becker. Ahora, o sales ahí y tratas de ganar ese juego o lo pierdo por ti. ¿Cuál escoges?

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CAPÍTULO TREINTA Y SEIS *** Maggie TRADUCIDO POR: kathesweet CORREGIDO POR: Andy Parth

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a señora Reynolds va ser la muerte para mí. Ella está decidida a ponerme al volante de su negra monstruosidad guardada en el garaje.

—Es un clásico —dice la Sra. Reynolds, con la barbilla en alto mientras la puerta del garaje se abre y se revela el Cadillac. —Yo… yo realmente no estoy lista para conducir todavía —digo—, pero usted puede conducir y yo me montaré en el lado del pasajero. La Sra. Reynolds abre la puerta del pasajero y se desliza en el asiento. —Cariño, mis ojos no pueden ver a más de dos pies en frente de mí. Vamos, ahora. Estamos perdiendo tiempo. Ella baja su mano por la ventana, las llaves colgando de sus dedos. Ella bate los dedos, las llaves tintinean unas con otras. Estoy jadeando y resoplando mientras deslizo las llaves de su mano, esperando que ella entienda la indirecta. Ella no lo hace. Abro la puerta del lado del conductor y me deslizo en el asiento delantero. Wow. El cuero blanco es suave, y la parte posterior del asiento es tan grande como un viejo sillón reclinable Lay-Z-Boy. Miro por la ventana del frente. El capó es ancho y tiene ese brillante símbolo de Cadillac. Me vuelvo a la Sra. Reynolds, que tiene su pequeño bolso perfectamente apretado en su regazo, lista para salir. Hacer sentir a la señora orgullosa de mí sería tan magnífico. Pero… no estoy lista. Eso creo. —No puedo hacer esto —le explico, esperando a que ella lo entienda. Ella no está atendiendo nada. Solo por la severa mirada de su cara, lo sé. —Margaret, mete la llave en el encendido —lo hago. —Ahora gira la llave y arranca el auto —giro la llave.

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—¿De qué tienes miedo, cariño? —De golpear a alguien. Estar en un accidente —trago. —Esta parte de ti tiene que cambiar, lo sabes. Estar asustada de asumir riesgos es mucho más espeluznante que estar haciendo cosas que te reten —No he conducido desde el accidente. —Es hora de que lo hagas, entonces —sacudo la cabeza—. Retrocede despacio para no golpear la valla —la Sra. Reynolds se voltea hacia el frente y abrocha su cinturón de seguridad. Abrocho el mío también. No tengo ni idea de por qué la señora me hace hacer cosas que no quiero hacer. Es como si ella tuviera poder sobre mí. Tomo un respiro profundo, presiono mi pie sobre el freno, y pongo el auto en reversa. Poco a poco suelto el freno, retrocedo y me aseguro de que todo está limpio para retroceder a la calzada. —Cuidado con el buzón de correo —aconseja la Sra. Reynolds. Estamos a salvo en la parte inferior de la calzada y yo retrocedo hacia la calle. Estoy tratando de convencerme a mí misma de no tener un ataque de pánico, pero no creo que esté teniendo demasiado éxito. Una parte de mí está emocionada por volver a manejar y sacar el miedo de mi vida, por el otro lado quiero poner el auto en el estacionamiento y cojear a casa. Oigo la voz de Caleb dentro de mi cabeza, empujándome a hacerlo. La Sra. Reynolds me da una palmadita en la rodilla. —Bien hecho, Margaret. Con ese voto de confianza, puse el auto en inicio y lentamente conduje por la calle. Mis pies no están acostumbrados a los pedales y es muy difícil parar y acelerar demasiado rápido. —Lo siento —le digo después de haber llegado a una señal de alto y la Sra. Reynolds se sacude hacia adelante. Ella se aclara la garganta. —No hay problema. Vamos a tomarlo con un poco más de calma con el acelerador y el freno, ¿bien?

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—Uh, seguro —pero cuando es mi turno de cruzar la intersección, quito el pie del freno y presiono suavemente el acelerador. Empujo un poco porque no quiero que la Señora Reynolds se sacuda hacia adelante. Pero ahora estoy haciéndolo peor. Ups. —Usted probablemente sería una mejor piloto, aún con sus problemas de visión —digo seriamente. —Yo podría estar de acuerdo contigo, querida. La próxima vez intentaremos eso, recuérdame tomar algo de Dramamine para el mareo. Le doy una mirada de soslayo. —Usted luce como si fuera a estar enferma. —Sólo mira a la carretera, no a mí —ella ordena—. Mi aspecto enfermizo no tiene nada que ver con tu forma de conducir. Ella me dirige a un lugar llamado Monique’s. Éste tiene hermosos vestidos en el mostrador. En el momento en que llegamos allí mis nervios han pasado de sobre estimulados a marchar lentamente. Sigo a la Sra. Reynolds a la tienda. Vestidos de todos los colores y diseños están colocados en los bastidores de la tienda. La Sra. Reynolds pasa sus dedos sobre un vestido corto, de seda azul claro. —¿Sabes cómo detectar el material de calidad? Levanto mi mano y recorro el tejido suave con mis dedos. —Nunca he prestado atención a las telas. —Cada tejido tiene su propia personalidad, al igual que mis narcisos. Para algunos, la suavidad y el peso importan. Para otros, es la forma en que se mueva la tela… y no puedes descartar los colores vibrantes. —¿Cómo sabe tanto? —Cariño, cuando estás tan vieja como yo, sabes más de lo que quisieras saber. Una mujer que trabaja en la tienda viene a nosotras, vistiendo un pantalón color ciruela y el cabello rubio bien peinado y rizado en las puntas. — ¿Puedo ayudarlas, señoras? —Estamos buscando un vestido —dice la Sra. Reynolds, entonces apunta hacia mí—. Para esta jovencita.

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—¿Para mí? —digo, siguiéndola mientras la señorita nos conduce a través de la tienda. La Sra. Reynolds se detiene y se vuelve hacia mí. —Necesitas algo para darle vida a tu guardarropa, Margaret. Todo lo que vistes es sólido, y para ser completamente honesta, la ropa es un poco grande y casual. Miro mis pantalones de algodón y mi camiseta gris. —Son cómodas. —Y totalmente apropiadas para descansar en casa. Pero vamos a tener una cena esta noche y quiero vestirte. Considéralo un regalo adelantado de navidad. La vendedora nos lleva a un stand con vestidos de coctel cortos. —Estos acaban de llegar de Europa. Es una nueva mezcla de seda/lavable. La Sra. Reynolds desliza el vestido de seda, de color verde azulado entre sus dedos. —Demasiado rígido. Está acostumbrada al algodón, así que me gustaría una tela más suave. —Yo no me pongo vestidos cortos —les digo. La mujer nos lleva a la otra esquina de la tienda. —¿Qué tal una mezcla de algodón/lana? La Sra. Reynolds sacude la cabeza —Demasiado caliente. —¿Rayón? —Demasiado pegajoso. Yo esperaba que la señorita estuviera frustrada, pero ella sólo puso su mano en su barbilla, pensando. —Puede que tenga algo que les guste en la parte de atrás. Esperen aquí —ella va a la parte trasera de la tienda y sale un minuto después con un vestido amarillo colgando de su brazo. Se lo tiende a la Sra. Reynolds, y dice—: Es de Suecia. Un nuevo proveedor nos lo envió para su evaluación. La Sra. Reynolds ojea el vestido, a continuación, frota el borde de la tela entre su dedo pulgar e índice. —Amo la tela, pero el color es atroz. Ella se vería como un limón agrio en esto.

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—Viene también en color ciruela. Voy a buscarlo. —Es un tono hermoso —digo cuando ella saca el vestido de color ciruela. Me lo pruebo en el vestidor. Éste tiene tirantes delgados y escote recogido. El centro está ajustado en la cintura antes de que las ondas del material caigan y paren justo encima de mi tobillo. Cuando camino delante del espejo difícilmente puedes notar que cojeo. La mujer sonríe cuando modelo para ellas. —Creo que tenemos un ganador. La señora Reynolds chasquea sus labios. —Es perfecto. Vamos a llevarlo. —Tienes una abuela muy generosa —la vendedora me dice. Miro a la Sra. Reynolds, que está al otro lado de la tienda, mirando otro vestido. —Lo sé. Yo no podría haber elegido una mejor. Cuando regreso al vestuario para quitarme el vestido, la señora Reynolds me detiene. —Mantenlo puesto, Margaret. Vamos a ir a cenar de aquí y no tendrás tiempo de cambiarte —¿Qué vestido se está probando? —Las ancianas no necesitan vestidos nuevos. Ahora deja la charla y vamos a seguir adelante. Puse mis manos en mis caderas ceñidas en color ciruela. —Yo no voy a dejar esta tienda hasta que usted también compre un vestido nuevo. La boca de la Señora Reynolds se abre en estado de shock. —No ponga ese gesto de asustada, abuela —digo, copiando su famoso dicho—. No se ajusta a su cara. Su boca se cierra. Entonces echa la cabeza hacia atrás y suelta una risa descarada. Media hora más tarde estamos de vuelta en el Cadillac. Podría añadir que la Sra. Reynolds está vistiendo un nuevo conjunto azul pálido de satén y rayón con una chaqueta a juego. —Quiero que deduzca dinero de mi cheque por el vestido. Insisto —le digo. La Sra. Reynolds solo sonríe sin responder—. Hablo en serio, Sra. Reynolds.

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—Sé que lo haces, querida, y aprecio eso. Pero yo lo estoy comprando con mis propios fondos. Sacudo la cabeza en señal de frustración. —¿Y ahora? —Un recorrido circular. —¿Eh? —Solo dirígete hacia la Tía Mae y verás. Yo giro el auto y conduzco a la cafetería. La Sra. Reynolds se agacha. —Ve a la parte de atrás, donde está el contenedor —susurra—. Y no dejes que nadie te vea. La mujer está seria. Me deslizo en el asiento y conduzco el auto hacia la parte trasera del restaurante, como si estuviéramos aquí para robar el lugar. Me detengo cerca de los contenedores de basura. —¿Qué estamos haciendo aquí? —digo en voz baja, y luego me pregunto por qué estoy susurrando. Su hijo es dueño del restaurante. —Mantén el auto en marcha, solo sal y toca la puerta de atrás tres veces. Luego haz una pausa dos segundos y después golpea otras tres veces —la Sra. Reynolds se hunde más en su asiento—. Cuando alguien responda, di, La gallina roja ha volado del gallinero. —No lo entiendo. —Lo harás si sigues mis instrucciones. ¡Ve ahora! Esto es cómico. Estuve a punto de orinarme en mi vestido mientras caminaba hasta la puerta de atrás y llamaba. Toc, toc, toc. Pausa. Toc, toc, toc. Juan, uno de los chicos, abre un poco la puerta. Me echo a reír cuando digo, —El pájaro rojo ha volado del gallinero. —¿No querrás decir gallina? —Oh, sí. Lo siento, lo siento, lo siento. Me refiero a que la gallina roja ha volado del gallinero.

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Creo que Juan se ríe cuando dice, —Espera aquí —y cierra la puerta. Cuando la puerta se abre, Irina me entrega dos cajas. —¿Qué hay dentro? —pregunto. —No preguntes, Maggie. Una sorpresa para ti y para la Sra. Reynolds. Cuando ella cierra la puerta, llevo las cajas al auto y me deslizo en el asiento del conductor. —Tenemos la mercancía —Bien, ahora conduce de vuelta a mi casa. La Sra. Reynolds está sonriendo mientras conduzco hasta su casa. Cuando aparco en el garaje, finalmente descubro de qué se trata todo esto. El mirador está terminado, y Caleb ha colgado luces blancas por todo el alrededor. Velas blancas están encendidas, haciendo que la luz del mirador crezca. Caleb está de pie junto a éste, con pantalones color caqui y una camisa blanca y con corbata. Cuando él me guiña el ojo y muestra su sonrisa, siento que otra pieza de mi armadura cae.

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CAPÍTULO TREINTA Y SIETE *** Caleb TRADUCIDO POR: cYeLy DiviNNa CORREGIDO POR: Andy Parth

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e apresuro hacia el coche para abrirle la puerta a la Sra. Reynolds. Le extiendo mi mano para ayudarla a salir del coche. —Está caliente —le digo.

Ella me da una palmada en la mejilla y le dice: —Si yo fuera sólo sesenta años más joven, hijo mío. —¿Hizo lo que le dije? —digo cerca de su oído. Ella resopló—. Tuve que decirle a Margaret una ridícula frase que se me ocurrió. La Sra. Reynolds y yo somos compañeros en el crimen de esta noche. El quiosco se ha terminado. Mi trabajo aquí ha terminado. Estuve con la anciana que Maggie cuida alrededor de la ciudad hasta las seis. He estado planeando en mi cabeza esta noche juntos durante una semana. Una noche perfecta. Cuando doy vuelta y cojo la vista de Maggie, estoy condenado al fracaso. Y sin palabras. La Sra. Reynolds dice: —No pongas esa cara asustada, Caleb. No se ajusta a tu cara. Maggie se acerca a mí, con el vestido mostrando las curvas que recientemente había soñado. —El mirador se ve muy bien —dice. No puedo ver lejos de ella. Demonios, no puedo quitar mis ojos de ella. Estas dos mujeres son probablemente mi gracia salvadora. Maggie se sonroja, y luego se desliza para reunirse con la Señora Reynolds en el mirador.

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He puesto una mesa dentro del mirador con tres platos de comida, cortesía de mi jardín reservado y del Restaurante ―Pequeña Italia‖. He añadido un calentador pequeño para mantener el quiosco caliente, y un radio portátil con la reproducción de música suave en el fondo. Después de tirar una silla para Maggie, tiendo mi mano a la Sra. Reynolds. —¿Quiere usted bailar, Señora? Ella se ríe, pero me toma de la mano y tiro de ella en un giro depositándola en mis brazos. Ella grita. —Caleb, por favor. Soy una señora de edad. ¿Dónde está mi bastón? —Pensé que a las señoras mayores, les gustaban los hombres más jóvenes —bromeo, y bailamos lentamente hasta que la canción se ha terminado. Le llevo a su silla y la dejo ahí. —Lo mejor es mirar lejos de él, Margaret. Él es peligroso —hago una mueca de dolor cuando me agacho para sentarme. —¿Qué está mal? —Maggie pregunta. —Nada —le digo después de que todo el mundo se ha servido. Tomo una cucharada de la sopa y miro hacia arriba. Maggie no me lo compraría. Ni la Sra. Reynolds—. Vale, vale. Competí en una lucha hoy por invitación. No es gran cosa. —Yo no sabía que te habías unido al equipo. —Fue una cosa de una sola vez. Me parece. La Sra. Reynolds termina su sopa y ondea la cuchara hacía mí. —Es posible que tenga una costilla rota. —Estoy seguro de que es sólo una magulladura —digo, tratando de tranquilizar tanto a ella como a mí—. Justo antes de cubrir a Vic en la segunda ronda, me tiraron al suelo y tomó un período de cinco puntos. He ganado la pelea, pero el entrenador aún así me mando al infierno por jugar sucio la primera ronda. —No puedo esperar hasta ver los narcisos —Maggie dice, con los ojos brillantes con las velas brillando sobre ellos. Mis manos están húmedas por el nerviosismo, no tengo idea de por qué—. Vas a tener que tomar una foto para mí y enviarla a España.

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Todavía no puedo creer que ella se vaya. Justo cuando me enamoré de ella. —Hablando de España... —la Sra. Reynolds tiene las manos en un sobre—. Disfruta de tu viaje, pero siempre recuerda de dónde vienes. Maggie pone un vaso lleno de agua frente a ella. —¿Quién puede olvidar el Paradise? Chocamos nuestros vasos. Después de comer, abro las cajas de Irina, la chef de la tía Mae. Como puedo coloco las tartas en frente de Maggie y la Señora Armstrong, jurarías que se pusieron de acuerdo por las expresiones en sus eufóricos rostros. Todos tomamos un tenedor y probamos. —Este ha sido el día más magnífico de mi vida desde que Albert murió, descanse en paz. Gracias a ambos. Pero estos huesos cansados necesitan un descanso. —¿Estás bien? —Maggie pregunta, la preocupación marca su voz. Los dos nos levantamos para ayudarla. —No, ustedes dos siéntense y disfruten. Sólo necesito descansar un poco. Independientemente de que la anciana está renegando. Maggie la lleva al piso de arriba mientras yo limpio los platos. —¿Ella está bien? —pregunto cuando Maggie vuelve al exterior. —Creo que sí. Ella fue al doctor ayer. Él quiere hacerle algunas pruebas, pero es demasiado testaruda para ir. Puedo ver a Maggie. Dios, cualquiera que esta con ella se ve infectado por su humildad y honestidad. —¿Bailamos? —No puedo —dice—. No con mi pierna... Tomo su mano en la mía y la conduzco de nuevo al quiosco. —Baila conmigo, Maggie —la insto poner un brazo en mi espalda y la acerco a mí. Nos domina de la música. Poco a poco se relaja en mis brazos. —Nunca imaginé que sería así —dice ella en mi pecho.

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Cuando la pierna le empieza a doler, hago lugar en el suelo y nos acostamos el uno al lado del otro. —¿Qué viste en Kendra? —se pregunta. Caray, ni yo lo sé. —Ella era muy popular y bonita. Alguien con quien todos los chicos querían salir. Solía mirarme como si yo fuera el único hombre que pudiera hacerla feliz —ella se sienta—. Muy bien, ahora sueno como un idiota —yo era uno. Se acuesta a mi lado, utilizando mi brazo como almohada. Vemos las velas quemándose una por una. Cuando sólo hay una vela a la izquierda, la beso suavemente en los labios trazando sus curvas con las manos hasta que tengo el aliento débil. —Déjame ver tus cicatrices —digo cuando estamos los dos jadeando y tratando de aspirar de nuevo. Hago uso de la orla de su vestido en mi puño y deslizo lentamente el material hacía arriba. Ella toma mi mano con la suya y alisa el material hacia abajo. —No. —Confía en mí. —Yo... no puedo —murmura—. No con mis cicatrices. Sus palabras me golpearon como el azote de una puerta. Porque aunque ella piensa que ella me perdonó, aunque hizo promesas de perdón, incluso si ella me besa como si yo fuera su héroe, finalmente se da cuenta que no puede superar su ira en su interior. Y nunca va a confiar en mí. Me acuesto de nuevo, totalmente frustrado, y poniendo mi brazo sobre mis ojos. —Esto no va a funcionar, ¿verdad? Maggie se sienta. —Estoy tratando —dice ella, con su voz llena de pesar. Quiero decirle a Maggie que no soy el responsable de lastimar a su pierna, pero no puedo. ¿Qué pasa si Leah estaba en lo cierto? No puedo dejar que mi hermana vaya a la cárcel cuando ya he pagado por su error. Estoy comprometido a vivir con esa culpa para siempre.

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La noche del accidente, se suponía que debía llevar a casa a Leah. Pero yo estaba demasiado borracho y enfurecido por las acusaciones de Maggie. Que quedarme con Kendra y asegurarme de que no se fuera a casa con otro individuo fue más importante que cualquier otra cosa. Mi maldito ego. No tenía idea de que Leah se llevó mis llaves hasta que ella volvió a la fiesta despotricando como loca acerca de un accidente. El resto, como dicen, es historia.

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CAPÍTULO TREINTA Y OCHO *** Maggie TRADUCIDO POR: nathyab CORREGIDO POR: Andy Parth

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enía todo lo que quería y lo estropee. Caleb me amaba, todo lo que tenía que hacer era mostrarle mis cicatrices para probarle lo mucho que confiaba en él y amarlo de vuelta.

Pero no pude. Algo me estaba jalando hacia atrás a mi coraza protectora. Le dije a mi mamá que estaba muy enferma para ir a la escuela hoy, así que estoy acostada en la cama. El vestido que la señora Reynolds me compro está colgado en mi armario, un cruel recuerdo de la noche más romántica de mi vida. Gane a Caleb y lo perdí igual de rápido. Cuando me llevo a casa y aparcamos, me dio una pequeña sonrisa y dijo que siempre habíamos sido amigos y seguiríamos siendo amigos. Eso es lo más importante. ¿Verdad? ¿Entonces porque he estado llorando toda la mañana? Llame a la casa de la Señora Reynolds para ver cómo estaba después de anoche. El señor Reynolds responde el teléfono. —¿Hola? —dice con voz agitada. —Hola, es Maggie… Margaret. ¿Está la señora Reynolds ahí? El señor Reynolds no dice nada por un largo tiempo y en mi garganta se forma un gran bulto. —Mi mamá murió esta mañana, Maggie. —No —susurro mientras mi vida se viene abajo—. No puede ser verdad. Estábamos juntas. Anoche ella estaba bailando y riendo y… —Ella estaba agradecida de tenerte en su vida —el dice—. Ella te quería como una nieta. Más que eso, ella te quería como a una amiga.

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—¿Dónde está? ¿Estaba sola cuando murió? El Señor Reynolds solloza. —Se la llevaron en una ambulancia. Ella murió cuando dormía, sin dolor. Su corazón ha estado mal por años, Maggie. Sólo era cuestión de tiempo. Lágrimas resbalan por mis mejillas mientras recuerdo todo el tiempo que pasamos juntas estos últimos meses. Ella me enseño tanto sobre la vida. —Los narcisos… ella nunca vera florecer los narcisos —le digo, ahogando mis emociones. —Mamá adoraba los narcisos. ¿No es así? No sé que mas decirle. La señora Reynolds pudo haber sido grande en años, pero todavía había tanto que había planeado. Invitarnos a mamá y a mí a cenar, ver los narcisos florecer en la primavera. Comiendo los pasteles de Irina. —La voy a extrañar. —Se que lo harás. Ella nunca quiso un funeral. Decía que eran sólo una excusa para que la gente deprimida haga charlas sin sentido. Sonrió con nostalgia. —Eso suena a ella. Ella me acusó de eso ayer, lo que me recuerda… un vestido. Ella compro un vestido. —¿El azul colgado en la silla del cuarto? —Sí. Si ella va a ser enterrada… —no puedo siquiera sacar las palabras. —Me asegurare de eso. Escucha, si quieres venir y tomar algo de la casa antes de que la vendamos, puedes hacerlo. —No puede vender la casa… los narcisos, el mirador… todo lo que le importó en los últimos dos meses todo para nada. En la tarde, mi mamá me conduce a la casa de la Señora Reynolds por última vez. Ella está sosteniendo mi mano mientras Lou nos saluda. —Toma lo que quieras, Maggie. En el cuarto de lavado, toda limpia y doblada, esta la muumuu.

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La recojo y la aprieto contra mi pecho. Era la manera de protegerme de la Señora Reynolds, cubriendo mi ropa para que no me ensuciara. —¿Puedo tener esto? —pregunto. El Señor Reynolds luce sorprendido de que lo quisiera, pero dice: — Hablaba en serio cuando dije cualquier cosa. Hay dos cosas más que quiero. Me dirijo hacia la cocina y abro gabinetes hasta que lo encuentro. Mi mamá esta encogiéndose de hombros al Señor Reynolds, quien esta tan desconcertado como ella. —Tiene que estar por aquí en algún lado. Aja. Abro uno de los cajones de la parte superior, y en un pedazo de viejo, manchado y rasgado papel de lino, esta la receta de sus galletas favoritas Snickerdoodle. —¿Algo más? —Una cosa más. Mamá y el Señor Reynolds me siguen hasta el ático. Me dirijo al baúl y lo abro. Sosteniendo un marco de foto, digo: —Esto es lo último. El señor Reynolds dice: —Es tuyo. Miro la foto de dos personas locamente enamoradas en su día de bodas. Que los dos descansen en paz.

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CAPITULO TREINTA Y NUEVE *** Caleb Traducido por ANDRE_G Corregido por ynexiz

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aggie no asistió ayer a la escuela, y no la he visto en toda la mañana. Hoy me he pasado dos veces por su casillero, pero ella ha estado tan elusiva como un fantasma.

Durante el tercer periodo no logro concentrarme. Así que tomo el pase para el baño y salgo por la puerta. Pero no me dirijo directamente hacia el baño. Volteo la esquina y me dirijo por el corredor hacia donde sé que se encuentra su casillero. Me he convertido un acechador. —¿Estás buscando a alguien, Caleb? —es Kendra, con su propio pase colgando de sus dedos—. ¿Tal vez a Maggie Armstrong? —Deja de estar juagando conmigo, Kendra. Ella destella una macabra sonrisa. —No, en serio. Es solo que no logro entender que es lo que ves en ella. —Nada —solo lo digo para quitarme de encima a mi ex—. No veo nada en Maggie Armstrong. Lo único que ella ha sido es una distracción por no poderte tener a ti. —la mierda fluye porque necesito proteger a Maggie y a Leah a cualquier precio. El sonido de alguien detrás de mí me hace voltear. Es Maggie. Ha escuchado cada una de las falsas palabras que han salido de mi boca. Kendra se escabulle hacia ella. —¿Caleb, le has dicho a Maggie la verdad respecto el accidente? —Kendra. No lo hagas —digo en un tono de advertencia—. O le daré una pista a Brian sobre lo que ha estado pasando entre tú y yo. Si Kendra tuviera garras, las tendría afuera y seria mortal.

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Maggie cojea en mi dirección. —¿Qué es lo que ha estado pasando entre tú y Kendra, Caleb? Kendra coloca las manos sobre sus caderas, lista para que comience la pelea. —Sí, Caleb. Dile cuanta veces hemos estado juntos desde que regresaste ¿Qué puedo decir? Quiero contarle la verdad a Maggie, voy a decirle la verdad. Respecto a todo. Pero no aquí, no enfrente de Kendra. Ella no tiene nada que ver conmigo y con Maggie. —Di algo —ordena Maggie, sus ojos están en llamas. Cuando no lo hago, ella me da una bofetada y se aleja cojeando. *** Odio las reuniones de motivación. Así que me parece demente estar atrapado en medio de una el día de hoy, entre todos los días. Pero aquí me encuentro, en el medio de la multitud de atletas mientras las porristas guían al resto de la escuela para animar a todo el cuerpo estudiantil. Como si un grupo de luchadores quisiera ser ―animado‖. Pero los chicos tomarían cualquier excusa para saltar una hora de clase. Meyer se para en el podio como si fuera el presidente de los Estados Unidos en lugar de ser el director de una escuela de un pequeño pueblo. —Acomódense, todos. Acomódense —el lugar sigue estando ruidoso, pero es lo mejor que va a lograr y lo sabe—. Es el momento de conmemorar a los estudiantes que representan a las Panteras de Paradise en competencias deportivas. La multitud se comienza a agitar, el piso del gimnasio vibra por el ruido. —Tranquilícense. Tranquilícense. Esta tarde vamos a honrar a nuestros atletas. Cada entrenador subirá al podio y anunciara a cada uno de los miembros de su equipo. Vamos a comenzar con el equipo más grande… ¡Futbol!

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Esto lleva a las porristas a un frenesí, pateando y haciendo volteretas por todo el gimnasio —Levanten la mano cuando diga su nombre —dijo el entrenador de futbol—. Adam Albers, Nate Atkins, Max Ballinski, Ty Edmonds... —la lista sigue y sigue por lo que parece durar para siempre. Estoy parado al lado de Brian. —Viejo, esto es una tortura. —Dímelo a mí —dijo él. Pero cuando el entrenador Wenner sube al podio, los chicos del equipo de lucha de Paradise no están dispuestos a aceptar un puesto de atrás. Comienza un rugido detrás de mí. —¡Wee-ner! ¡Wee-ner! ¡Wee-ner! Los chicos están pronunciando mal el nombre del entrenador a propósito. Apuesto que Wenner ya está planeando cuantas lagartijas extras hará el equipo para pagarle por eso. El resto de la escuela se une, aunque los profesores están tratando de ponerle fin al más mínimo grito. —¡Wee-ner! ¡Wee-ner! —Está bien, jaja, muy gracioso. Ya se rieron, ahora vamos a hacerlo —dice el entrenador—. Andy Abrams, Caleb Becker, Adrián Cho, David Grant... Aunque nuestra escuela es pequeña, lleva un buen rato pasar por todos los nombres. Finalmente, después de haber estado una hora atascado en este caluroso gimnasio, Meyer vuelve al micrófono y nos despacha a nuestro tercer periodo. Tratar de salir es como una escena de un levantamiento colectivo. Todo el mundo esta tan ansioso como yo por escapar. Pero me quedo atrás. Escaneo las tribunas. Mi hermana está mirando hacia abajo, ignorando todo excepto las escaleras. Maggie está parada con el resto de la multitud empujando entre ellos tratando de salir. Parece tan frágil parada allí, como un pájaro rodeado por una estampida de elefantes.

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Hay algunas sacudidas y empujones. Dos alumnos de tercer año están peleando. Y es justo donde Maggie está parada. —¡Maggie, cuidado! —grito, pero ella no alcanza a escucharme. No se da cuenta de la conmoción que hay tras ella, pero soy muy lento y hay mucho ruido. El tipo es golpeado en dirección a Maggie, quien tropieza tres pasos y cae sobre sus rodillas. —¡Maggie! —grito, empujando a la gente fuera de mi camino para poder llegar hasta ella. Finalmente la alcanzo y me arrodillo a su lado—. ¿Maggie, estás bien? Ella pestañea, parece como si estuviera mareada y se sienta. —Mag-ie, Mag-ie, Mag-ie —La multitud comienza a canturrear. Miro a la multitud y grito. —¡Callen esa boca de mierda! —pero nadie me escucha. Agarro el codo de Maggie. Ella trata de soltarse pero yo la aprieto—. ¿Estás bien? —le pregunto una vez que ella se encuentra en pie. La mayoría de los chicos han parado de gritar su nombre, pero algunos idiotas siguen sin tener nada mejor que hacer. Drew me agarra del hombro y me hecha hacia atrás. —Caleb, ¿por qué la estas ayudando? La perra es responsable de haberte puesto en la cárcel. Yo tomo mi puño y golpeo justo en el rostro de Drew. Él se me viene encima y estamos uno sobre el otro, puños volando, hasta que Wenner y otro entrenador nos separan. —¿Dónde está Maggie? —pregunto yo. Wenner me mira como si yo estuviera loco. —En la enfermería. —Tengo que verla. —La única cosa que vas a ver es la oficina del director, Becker. ¿Qué es lo que te pasa?

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Soy escoltado a la oficina de Meyer. No tengo opción, ya que Wenner me tiene clavadas las muñecas a la espalda. —Espera aquí por el Sr. Meyer —ordena el entrenador. Pero tan pronto como él deja la oficina, yo salto sobre el escritorio de enfrente y abro la puerta de la enfermería. Los pantalones de Maggie están enrolladlos justo por encima de sus rodillas. Mi mirada se enfoca inmediatamente en sus cicatrices. Las furiosas líneas de donde los doctores debieron haberla cocido están rosadas y su pierna luce como si un animal feroz la hubiera arañado. Por su rodilla, donde está el grupo más grande de marcas, creo que tiene un injerto de piel, porque es más oscura y no concuerda con el resto de su suave piel color marfil. Apartando la vista de su pierna, levanto la mirada en dirección a ella. —Lo siento, Maggie —digo. Su expresión es severa, sus ojos cerrados. —Vete, Caleb. ¿O quieres tomar una foto para poder mostrársela a Kendra? Así tendrían los dos algo de que reírse.

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CAPÍTULO CUARENTA *** Maggie TRADUCIDO POR: Sheilita Belikov CORREGIDO POR: ynexiz

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aleb ni siquiera sabe que la Sra. Reynolds murió. Cuando lo vi en pasillo esta mañana, iba a decirle. Pero entonces atrape a Caleb y Kendra juntos.

Antes de que nuestra relación comenzara, podía entender. Pero yo creía que le gustaba lo suficiente para no necesitar a alguien más. Pensé que lo que teníamos era real. Puaj. No quiero pensar en Kendra Greene y su perfecto cabello rubio y sus perfectos y desvergonzados senos o la manera perfecta en la que camina. Pero no puedo evitarlo. Porque yo no soy perfecta. Estar sentada en la oficina de la enfermera lo demuestra. Desde que Caleb se quedó paralizado allí, sorprendido frente a las cicatrices en mi pierna, he estado muriendo por salir de aquí. —¿Puedo regresar a clase ahora? La enfermera de la escuela se inclina sobre mi pierna con guantes de hule, examinándola. Levanta la vista. —¿Te duele? ¿Se refiere a mi corazón? —No. Está bien —le digo—. De verdad. —Hay un poco de sangre aquí. Me preocupa que pueda haber daños internos. —Es sólo una pequeña raspada —le digo mientras la mujer está poniendo antiséptico en una bola de algodón y frota la sangre de mi rodilla—. Se armó un gran problema por nada. Yo sé por qué Caleb vino corriendo hacia mí y actuó completamente preocupado. Es porque se siente culpable de que yo escuchara detalles sobre su relación con Kendra. Drew sólo dijo la verdad, yo fui responsable de meterlo a la cárcel. Caleb y yo nunca deberíamos haber empezado a

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hablar. Deberíamos haber seguido ignorándonos mutuamente en la casa de la Sra. Reynolds. Porque si no hubiéramos hablado, no estaría tan unida a él. Si no hubiéramos hablado, no lo habría besado y querido más. No lo habría dejado manipularme. La enfermera Sandusky no se ve feliz cuando me bajo de la camilla y cuidadosamente bajo mi pantalón. Sin embargo no voy a sentarme aquí y ponerme de mal humor todo el día. Voy a levantarme y mantenerme en alto, ante Caleb, Drew, Kendra... y cualquier otro que decida ponerse en mi camino. Cuando estoy vestida, doy un suspiro de alivio. Mis cicatrices están cubiertas. Entonces, ¿por qué me siento tan expuesta? Porque Caleb ha visto las cicatrices de las heridas que él puso en mi cuerpo. Las cicatrices constantes que me hacen pensar en él y el accidente todos los días de mi vida. Por desgracia tengo que pasar por la oficina de Meyer en mi salida. Caleb está sentado frente al escritorio de la secretaria, con la cabeza hundida en las manos. Como si supiera que lo estoy viendo, levanta la cabeza. Sus ojos me penetran como si estuvieran buscando calor o conexión. ¿Piensa que soy una tonta que quiere ser humillada? Aparto la mirada, espero que la enfermera me escriba un pase y salgo de la oficina tan rápido como puedo. Como si el día no pudiera empeorar, Kendra y Hannah están caminando por el pasillo. No me han visto todavía. Me meto al baño de las chicas... ya he tenido suficiente por un día. Me miro en el espejo del baño. Ojos de color avellana opaco, cabello que no ha decidido si quiere ser claro u oscuro, y una nariz que es demasiado grande para mi cara. En la cima de todos esos defectos, tengo una cojera. ¿Cómo pude alguna vez pensar que podía competir con la perfecta Kendra Greene? La puerta del baño se abre rechinando. Me escondo en uno de los cubículos y pronto escucho a Kendra decir:

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—No me los puedo imaginar besándose. ¿Puedes? —Por favor, Kend, no me hagas asquear. Caleb es, como, un tipo duro de Hollywood y Maggie es, como, una idiota total. Probablemente besa con sus labios completamente fruncidos y las manos a los costados. —Exactamente. Deberías haberla visto esta mañana. Creí que iba a llorar en medio del pasillo. Las dos se ríen. Me quiero morir. Olvida mantenerme en alto, en el fondo soy realmente una idiota y una cobarde. Me asomo por la abertura de la puerta. Hannah se pone lápiz labial mientras Kendra juega con su cabello largo y rubio. —Él siempre te va a amar. Ustedes dos tienen un vínculo que no puede ser deshecho —dice Hannah. Kendra deja de jugar con su cabello y se apoya en uno de los lavabos. —Caleb le dijo a Brian que estaba interesado en salir con Maggie. —¿Por qué Maggie? ¿No es ella la persona menos probable para atraparlo? Él la golpeó con su coche, ya sabes. Y ella se aprovecha. Kendra titubea. —¿Qué? —pregunta Hannah. —¿Has comprobado los cubículos? Huy. Soy carne muerta. Equilibrarme en la tapa del inodoro con una pierna mala no es una buena opción. La puerta de uno de los cubículos se abre rechinando. Oh, no. Trato de mirar por la puerta, pero no quiero tropezar o hacer ningún sonido que les avise que estoy espiando. —Ustedes dos son tan patéticas. Deberían haber revisado antes de empezar a balbucear sobre su patética vida.

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Es Sabrina, mi prima. —¿Qué has oído? —dice Kendra. —¿Qué piensas? Lo escuché todo. —Y te lo guardarás para ti misma, ¿no es así Sabrina? Sabrina se pone las manos en sus caderas. —No lo sé. ¿Por qué no dejas de difundir rumores sobre mi prima? Ella puede cojear, pero tiene más para admirar que ustedes dos juntas. Las otras chicas miran fijamente a Sabrina como si le hubieran brotado alas, totalmente sorprendidas de que su seguidora finalmente demuestre que tiene mente propia —Pon los pies en la tierra, Sabrina. No olvides que eras una perdedora y Maggie estaba en tu lugar hace un año. Sólo porque ahora eres amiga de Brianne y Danielle no significa que de repente eres la gran mierda. Ella tiene razón. Yo no era agradable con Sabrina cuando estaba en la cima y ella luchaba por hacer amigos que no se escondieran en la biblioteca durante el almuerzo. Creo que las palabras de Kendra van a bajarle los humos a Sabrina, pero mi prima no vacila. —Kendra, solía adorar el suelo que pisabas porque eras bonita y popular y tenías un novio que el resto de las chicas sólo soñaban que pudieran conseguir. Quería ser popular, ser como tú. Ahora sólo piensa que eres patética. —Será mejor que tengas cuidado, Sabrina, o simplemente puede ser que te encuentres siendo una perdedora de nuevo tan rápido que tu cabeza dará vueltas —los ojos de Kendra son grandes y salvajes, y creo que si ella tuviera súper poderes habría fundido a Sabrina con esa única mirada. Pero ella no tiene súper poderes. Hannah está de pie detrás de Kendra con el pulgar y el dedo índice en una “L” sobre su frente, dirigiéndola hacia Sabrina. Mientras que Sabrina está dando la cara por mí y siendo amenazada, yo estoy escondiéndome como una cobarde. Mis manos están sudorosas. Me doy cuenta de que mi propio miedo me retiene. Observo a mi prima dando

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la cara por mí sabiendo que el resultado final no va a ser bonito. Siento el espíritu de la Sra. Reynolds dándome coraje. Empujo la puerta del cubículo abriéndola ampliamente, el fuerte chirrido alerta a las tres de mi presencia. La cara de Sabrina está tan sorprendida como la de Kendra y Hannah. Kendra emite una risa nerviosa, pero se recupera rápidamente. —¿Es este, como, el baño designado para perdedoras y nunca tomé nota? —Eres igual que tú prima —me dice Hannah—. Siempre vas a seguir los pasos de chicas como Kendra y yo. Cojeo al lado de mi prima. —Hannah, tú y Kendra lo tienen todo. Y sin embargo... ambas son caparazones vacíos, nada que valga la pena en el interior. No las seguiría incluso si eso significara la curación de mis piernas. —Creo que el accidente dañó tu cerebro. —Kendra escupe las palabras como un dragón que escupe fuego sobre su enemigo. Sabrina me está mirando en estado de shock. Sé que no he sido fuerte desde el accidente. Nunca doy la cara por mí misma y me concentro en mis defectos en vez de mis virtudes. Pasar tiempo con una mujer fuerte como la Sra. Reynolds debe haberme contagiado. Y pasar tiempo con Caleb en los últimos meses me ha hecho sentir atractiva y hermosa. Yo sólo... en el fondo no puedo creer que él me estuviera mintiendo. La admiración brillaba a través de las profundidades de sus ojos. Le temblaban los dedos cuando delineaba mis labios o tocaba mi cara. Un chico como Caleb, que esconde sus emociones, no podría fingir las reacciones tan intensas incluso si quisiera. Kendra sacude su cabeza y se burla de mí. —Si Caleb te dio la menor atención es sólo porque sentía lástima por ti. Estoy segura de que lo hizo... pero lo que compartimos fue mucho más allá de eso. —No me burlaría si fuera tú —le digo a Kendra—. No se ajusta a tu cara. Mi prima se vuelve hacia mí.

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—¿Caleb? No, no puede ser verdad. ¿Puede serlo? Asiento. —¿El Caleb Becker? ¿El hermano de Leah Becker? ¿Caleb Becker? —ladeo mi cabeza hacia un lado y asiento un poco más. La boca de Sabrina se abre y los ojos se salen de sus órbitas. Como una onda de choque, me doy cuenta de que Caleb tuvo razón todo el tiempo. Ir a España era sólo una manera de escabullirme, una manera de escapar de la gente y una manera de olvidar el accidente por un tiempo. Pero el accidente ocurrió. No hay manera de olvidarlo. Y yo cojeo. Tengo que enfrentar el hecho de que nunca seré la misma de antes. Está bien. Estoy bien. Tomando una respiración profunda, me doy cuenta de algo... Me siento más fuerte y más viva que antes del accidente. La puerta del baño se abre. La Sra. Gibbons entra al baño. Sus cejas se alzan cuando presencia nuestra pequeña confrontación. —¿No se supone que todas ustedes están en clase? Ninguno de nosotras responde. Kendra me está mirando, Hannah sigue mirando de Kendra a mí y de nuevo a Kendra, Sabrina todavía tiene la boca abierta en shock, y yo no estoy revelando nada. —Muy bien, entonces. Vamos todas a hacer un viajecito a la oficina del Sr. Meyer para que podamos llegar al fondo de esto. —Me parece muy bien —le digo. —A mí también —dice Sabrina, respaldándome. Le debo una gran disculpa por ser tan imbécil antes del accidente. A veces hay que alejarse de la multitud para ser una mejor persona. No siempre es fácil, eso es seguro. Pero es correcto. Y a veces hacer lo correcto se siente muy bien. Incluso si te hace terminar en un viaje a la oficina del director. Los ojos de Kendra siguen escupiendo fuego.

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—Lo que sea. —Sí, lo que sea —dice Hannah, haciendo una imitación vergonzosa de su mejor amiga. Casi me siento mal por ella. Todas seguimos a la Sra. Gibbons a la oficina. Sabrina me está mirando, con sus ojos muy abiertos. —¡No puede ser! ¿Caleb Becker? —articula silenciosamente. No es culpa de Kendra ser hermosa y bonita. Ni siquiera es culpa de Caleb sentirse atraído por ella. Eso ni siquiera importa. Lo que importa es que no estoy acarreando sentimientos de odio y traición. Eso ha sido demasiado agotador. La Sra. Reynolds tenía razón. No odio a Kendra. No odio a Leah. No odio a Caleb. Me siento más fuerte que... bueno, ni siquiera puedo recordar cuándo. Lo único que sé es que me siento bien. No, mejor que eso. Me siento fuerte.

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CUARENTA Y UNO *** Caleb TRADUCIDO POR: Dani CORREGIDO POR: ynexiz

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eyer me señala y su dedo aguijonea el aire con cada palabra cuando dice. —Bueno Becker. A mi oficina —lo sigo a su oficina, él cierra la puerta una vez que me siento en la silla opuesta a su escritorio. Esta molesto. Lo puedo decir por la manera en que los músculos de su cuello están tirantes y los colores de su cara y su cabeza calva se han vuelto de un rojo profundo. Ni siquiera se sienta en su silla. Se sienta en el borde de su escritorio justo sobre mí. Está tratando de ser intimidante, de asustarme para que sea un niño bueno. Pero él nunca se ha quedado con un tipo como Julio. Y si Julio no me intimida, Meyer ni siquiera tiene una posibilidad. —¿Por qué comenzaste una pelea con Drew Rudolph? No puedo decirle la verdad. Si toda la cosa sale a la luz, Leah podría ser involucrada en esto, también... Y Kendra... Y Maggie. Leah ha estado actuando espeluznante. No sé que terminará diciendo. ¿Dirá inesperadamente la verdad, de que ella fue la que golpeó a Maggie? —No lo sé —digo silenciosamente. La cólera de Mayer se desinfla cuando la frustración toma su lugar. —¿Qué voy a hacer contigo Becker? Puedo hacer una llamada a tus padres y decir que eres responsable de obligar a un par a consumir alcohol. Otra queja del entrenador de lucha libre de Fremont fue archivada… algo sobre ti intimidando a uno de sus mejores luchadores. Estás sobre hielo delgado aquí, en el camino rápido a ser un delincuente para siempre. ¿No entiendes que la única persona a la que lastimas con tu comportamiento es a ti mismo? A no ser que puedas explicarte, no tengo elección excepto darte una suspensión ¿Suspensión? Oh, mierda. Debería defenderme, pero es inútil. El tipo no me creería, de todos modos. Permanezco en silencio. —¿No tienes nada que decir sobre esas acusaciones? —Nop

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—Caleb, toma asiento afuera mientras descubro como proceder con esto Entonces ahora estoy pegado en otra silla de metal fuera de la oficina de Meyer. Puertas cerradas y sillas de metal son temas recurrentes en mi vida. Levanto la vista cuando las puertas de la oficina principal se abren. Maggie entra a la oficina, solo a unos pies de donde estoy sentado. Solo capaz de chequearla de lado, estudio su cara. Tiene los pómulos altos y la nariz recta. No es pequeña; tiene una pequeña protuberancia en el medio, casi como si Dios hubiera querido ponerla ahí entonces su nariz no sería perfecta. Pero no sería Maggie sin esa imperfección. No es una cara-bonita como Kendra, pero hay algo sobre ella… esa mezcla de inseguridad y rasgos majestuosos que no combinan. Cada una de sus facciones refleja quien es. Excepto sus cicatrices. Esas que desearía poder sacar con un toque de mis dedos y transferirlas a mi propio cuerpo. Maggie está concentrada en el mostrador, leyendo algo atentamente. Su cabello caía como una cortina que protege su cara de mí. Soy apenas consciente de Sabrina, Kendra, y Hannah que están en la habitación, también. Este lugar se está llenando. La Sra. Gobbons, la profesora de arte, golpea la puerta de Meyer. Mete su cabeza dentro cuando él gruñe para que entre en su dominio sagrado. — Tenemos una situación con algunas chicas de último año. Las chicas entraron en una sola fila a su oficina. Kendra lucía desafiante, Hannah asustada, Sabrina indiferente, y Maggie parecía… dispuesta a manejar lo que sea que valla volando hacia ella. Las chicas salieron unos minutos más tarde. Maggie no me miró. Salió en fila de la oficina con el resto de las chicas. Meyer reapareció en la puerta. —Bueno Becker. Tu turno. Entro en su oficina y me dirijo a otra silla. Esta tiene relleno. Apoyo los codos en mis rodillas y pienso en lo que dijo Meyer: Estoy en el camino rápido a ser un delincuente para siempre. Maggie probablemente tenía razón: si desapareces, entonces no te recordarán siempre el pasado en cualquier parte que estés. Hice mi servicio comunitario, pero no me entregaron mis papeles finales de liberación. Damon de verdad va a matarme cuando descubra que estuve en

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una pelea. ¿Qué mierda va a pasar cuando regrese al DOC? Espero que Mamá y Leah no lleguen al límite. Escucho el sonido de zapatos y levanto la vista. Mi madre está de pie en el marco de la puerta de la oficina de Meyer. Sus labios están apretados. Puedo sentir que está un poco alterada porque la veo moviéndose ligeramente de un lado hacia el otro. —Ah, Sra. Becker —dice Meyer—. Gracias por venir tan rápidamente. Mamá asiente y sostiene la perilla de la puerta. —Entonces… ¿debería llevarlo a casa? Meyer camina hacia mi mamá y pone su mano en su hombro para calmarla. —El chico al que Caleb asaltó no ha levantado cargos todavía, pero la política me fuerza a mantenerlo fuera de los terrenos de la escuela hasta que esto se solucione. Recibirá una llamada mía después de que haya hablado al superintendente del distrito para informarle de la duración de la suspensión de Caleb. Mamá asiente, luego se concentra en mí. Lucía cansada. Las profundas líneas bajo sus ojos y en las esquinas de su boca parecían más profundas de lo que nunca había visto. Yo puse esas líneas ahí. Sin quererlo, he roto el espíritu de mi madre. En el coche, no tengo nada que decir. Y cuando silenciosas lágrimas comienzan a caer de sus ojos cansados, todo lo que quiero hacer es escapar. Porque no puedo decirle nada para hacerla sentir mejor, no puedo combatir esta bola de nieve de mierda en que se ha convertido mi vida. Me siento en mi habitación hasta que cae la oscuridad, cuando alguien llama a mi puerta. —Caleb, abre —la voz del consejero de transición familiar resuena. Genial, ahora tengo que ser retado por Damon. —De inmediato —digo secamente cuando lo dejo entrar. Si nunca has visto la cara de los tipos negros volverse roja de furia, nunca has visto a Damon Manning molesto —¿Qué demonios está pasando? Recibí una llamada de tu director esta tarde diciéndome que estás suspendido por dos semanas. ¿Quieres volver al DOC? —Seguro. ¿Tienes las esposas listas? —digo, sosteniendo mis brazos delante de mí.

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Damon se acerca… realmente cerca. —Escucha, mocoso, no tengo problema en esposarte y meter tu trasero de regreso a prisión. Pero no creo que entiendas que tu cumpleaños dieciocho esta justo a la vuelta de la esquina. Y ¿sabes qué tipo de regalo de cumpleaños recibes del estado de Illinois? Ser transferido a la cárcel para chicos grandes. Está bien, el lugar para adultos donde mandan a los internos, y no va haber ningún día en el que no sea amenazado o forzado a hacer mierdas de las que solo habías escuchado. No te quiero ahí, Caleb, porque entrarás como un confundido chico sabelotodo y saldrás como un insensible bastardo. Te comerán vivo y nadie podrá salvar tu trasero. ¿Me escuchaste? Ahora dime porque demonios has estado metiéndote en peleas. Estoy tan acostumbrando a confesarme culpable, que a veces olvido decir la verdad. Miro directamente a Damon, sin jugar estar vez. —Estaba protegiendo a Maggie. Drew la insultó. Damon tomó la silla de mi escritorio y se sentó. Puso su mano en su frente y comienza a masajearla, como Meyer lo hizo esta tarde. —Caleb, ¿Qué estás haciendo? Ella es tu víctima. La golpeaste con tu coche. —No lo hice. —¿Qué? —suelta. —Dije que no quise hacerlo. Damon saca la mano de su frente y se inclina hacia adelante. —No sé qué estás tratando de empujar aquí, pero no es bueno. Si no puedes pretender que Maggie no existe, entonces deja la ciudad. Ella llamó a mi jefe esta mañana preocupada por su seguridad. Dijo que has sido provocador con ella, y ahora la estas acosando. —¿Qué? Damon mira directo hacia mí. —Maggie Armstrong dice que va a archivar una queja. Oh, no parezcas tan sorprendido, Caleb. ¿Qué esperabas? Cuando no sigues las reglas pagas las consecuencias. Es simple. Nada es tan simple. Trago. Mi garganta se siente apretada. ¿Maggie me odia lo suficiente para enviarme de regreso al DOC? —Tengo que saber —continua Damon—. ¿Has tenido un encuentro sexual con ella?

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Me siento en mi cama y apoyo mi cabeza en mis manos. Dios, esto no puede estar sucediendo. —Eso depende de que quieres decir por encuentro sexual. —No jodas conmigo, Becker. —No tuve sexo con ella. —¿La acosaste? Sacudo mi cabeza. —Tuvimos una relación, una relación mutua. No fue gran cosa. Esta terminado. Hecho. — ¿Cómo terminó? —Abruptamente. Damon suspiró frustrado, luego saca un montón de papeles de su maletín. —Tengo tus papeles de liberación firmados. Terminaste tu servicio comunitario. Miro fijamente los papeles como si tuvieran alas de ángeles en ellos, pero mi cabeza sigue dando vueltas. Pensé que Maggie y yo compartimos… bueno, seguro como el demonio que fue mucho más de lo que nunca tuve con Kendra. Si Maggie estuvo conmigo solo por venganza… oh, mierda. —Quedas en libertad, pero tenemos un pequeño problema. No puedes volver a la escuela. ¿Caleb? —Sí. —No todo el mundo está en contra tuyo, lo sé. Asiento. Ahora mismo, no puedo estar de acuerdo. Estaba tan entusiasmado por arreglar todo cuando volví a casa. Pero todo lo que he estado haciendo es pelear en vez de arreglar. Estoy perdido aquí. Después de que Damon se va, me dirijo a la cocina. Mamá está inclinada contra el fregadero. Esta temblando mientras toma un manojo de píldoras y las traga con un montón de agua. —Mamá, ¿Qué estás haciendo? —Tomando la medicación para la tensión y el estrés. Le arrebato la botella de pastillas del mostrador.

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—Devuélvemelas —ella ordena. Le echo un vistazo más de cerca al nombre de las pastillas en la botella. Diazepam. Valium. — ¿Hace cuanto que las estás tomando? —Devuélvemelas —dice, sacando la botella de mi mano y agarrándolas como si estuviera sosteniendo su cordura. —No puedes sobre medicarte con esta mierda, Mamá. Es peligroso. Mamá ríe, un risa gutural tan fuerte que la hace toser. —Es por eso por lo que has estado evitando acercarte a mí. ¿Te has convertido en una adicta a las pastillas en el closet? —maldición, ¿Porqué no lo vi antes? —Ya no estoy en el closet, ¿está bien? —¿Papá lo sabe? —¿Qué crees? Es la única forma que puedo mantener una sonrisa en mi cara todo el día. A él no le gusta pensar en cosas malas. Esta demasiado ocupado. He estado fracasando, ¿No es así? Una terrible esposa, una terrible madre… no es asombroso que me hayan echado de las damas auxiliares. —¡Porque te importa lo que la gente piensa! —grito—. Estas matando a toda la familia. —¿Pensaste en toda la familia cuando atropellaste a Maggie? —ella susurra, luego suelta un suspiro disgustado. —Esto no es sobre mí, mamá. —no le digo que nunca fue sobre mí. Ella sacude su cabeza. —No lo comprendes, Caleb, ¿no es así? Hay cuatro personas viviendo en esta casa y somos todos extraños. Es sobre ti. Es sobre todos nosotros. Ya ni siquiera sé quién soy. Pensé que sabía, pero con la traición de Maggie estoy de regreso a donde comencé. Mi madre gira la cara hacia el fregadero, su cuerpo temblando y respirando con dificultad. Cuando camino hacia ella y pongo mis brazos a su alrededor, quiero decirle que la ayudaré. También necesito ayuda. Pero ella se pone rígida tan pronto como hago contacto. —No me toques. Retiro mis manos y me alejo. Todo a mí alrededor se está cayendo en un montón de piezas. No hay forma de que pueda repararlo no importa cuánto

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lo intente. —No te quedes esperando,—digo antes de dejar la cocina y subir las escaleras de dos escalones a la vez. Golpeo la puerta del dormitorio de Leah.—Abre. —¿Qué quieres? —dice Leah a través de la puerta. Golpeo más fuerte. —Leah, abre la puerta o la echo abajo. Ella abre la puerta justo antes de que la patee para abrirla. —¿Qué? —¿Hace cuanto que mamá está abusando de la prescripción de medicamentos? Ella se encoje de hombros. —Después de que fuiste sentenciado. Se detuvo por un tiempo, pero comenzó otra vez cuando fuiste liberado. —¿Cómo puedes quedarte aquí como si no fuera gran cosa? Leah me mira fijamente y ladea su cabeza hacia el costado, su maquillaje negro en un duro contraste con su piel blanca, haciéndola lucir como un mimo. —Cuando ella está dormida no hace preguntas. ¿Qué? Miro a mi hermana como si fuera un fantasma, un caparazón de la persona que una vez conocí. —¿Ya no tienes consciencia? Leah se encoje de hombres. La agarro por lo hombros y grito. —Leah, madura y finalmente toma responsabilidad por algo… ¡Lo que sea! Lágrimas comienzan a caer por sus mejillas. No debería estar satisfecho por hacer llorar a mi hermana, pero juro que cualquier emoción de ella me satisface. Siento sus emociones, también. Pero son tan contradictorias con las mías que no puedo estar cerca de ella. No ahora. Una parte de Leah siempre será parte de mí. Su miseria se convierte en la mía, y ahora mismo no quiero hacer nada con eso. Ella esta sorbiéndose la nariz cuando dejo la casa y me dirijo hacia la calle. Camino diez casas antes de darme cuenta de hacia dónde me dirigía: La casa de la Sra. Reynolds. La única señora que es bastante fuerte para ayudarme. Tal vez me dejará vivir con ella, en esa pequeña habitación sobre el garaje.

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Veinte minutos esperando por que venga un autobús a llevarme a los Hampton parecen eternos. Cuando llega y echo un vistazo a la casa de la anciana, me siento como en casa. Toco el timbre, esperando que pueda oírlo. Tal vez si instalo uno de esas lamparitas que se encienden cada vez que suena el timbre, así si su audición realmente desaparece, ella estará lista. A la segunda vez que toco, la puerta se abre. Pero no es la Sra. Reynolds, es el dueño del restaurante de la Tía Mae. —¿Está la Sra. Reynolds en casa? —¿No eres tú Caleb Becker? —Sí. Yo… —¿Como conoces a mi madre? —él exige. Pongo las manos en mis bolsillos. —Trabajo para ella. Él duda, confundido, entonces su boca se amplia. —¿Tú construiste el mirador? —Sí. —¿Cuando Maggie Armstrong trabajaba aquí? Los dos, ¿Juntos? —Con la Sra. Reynolds —le aseguro —¿Ella sabía que tú fuiste el que atropelló a Maggie? Olvídalo, por la mirada en tu cara asumo que mi madre lo sabía. Probablemente trató de arreglarlo todo, ¿no es así? —Sí, señor. Tengo que hablar con la Sra. Reynolds. —ella es la única que me queda ahora. —Ella falleció ayer por la mañana. No. No, esto no puede estar pasando. Un agujero se forma en mi pecho y se extiende por mis venas. —Estás mintiendo. —Mi madre tuvo un ataque al corazón mientras dormía. Ahora no se qué va a pasar aquí, pero sé que la madre de Maggie no quiere que estés andando cerca de su hija. Respeta a la familia y déjala estar. —No hay problema. No hay problema en absoluto —digo.

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CAPITULO CUARENTA Y DOS *** Maggie TRADUCIDO POR: cYeLy DiviNNa CORREGIDO POR: ynexiz

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amá me dijo que el Sr. Reynolds tenía una sorpresa para mí. Fui al Restaurant de la Tía Mae después de la escuela y el Sr. Reynolds me dio las llaves del Cadillac de su madre. Protesté, pero mamá me aseguró que a la Señora Reynolds le gustaría que yo lo tenga. Así que ahora mamá me está llevando a la casa de la Señora de Reynolds en su descanso. Ella me ayuda a abrir el garaje. Sonrío cuando veo el coche, recordando el momento en que la Sra. Reynolds me ayudó a superar mi miedo a conducir. —¿Segura que estás lista para hacer esto? —mamá pregunta. —Sí, estoy segura. Ahora vuelve a trabajar. Voy a estar bien. —Maggie, se que has sido tan fuerte últimamente, pero no sé si estás preparada para esto. Ha llegado el momento de decirle cómo me siento. He estado tratando de retenerlo dentro para no hacerle daño, cuando a la larga creo que voy a herirla más si no digo nada. —Mamá, necesito algo de espacio —digo, para calibrar su reacción. Ella me mira con escepticismo, pero puedo decir por la forma en que sus labios están juntos en la concentración que está escuchando y tratando de entender. Respiro hondo y digo: —Yo sé que es difícil para ti. Ha sido increíblemente difícil para mí... pero por fin estoy dispuesta a aceptar mi cuerpo y mis limitaciones. Yo soy yo... la nueva yo. Puede que no sea perfecta, pero estoy bien con eso. Es hora de que deje de tratar de escapar de mi vida, ¿no te parece? Una lágrima corre por la mejilla de mi madre. Ella me sonríe, esa cálida sonrisa que llega a sus ojos. —El accidente tuvo una parte de ti alejada. —Sólo porque me lo permites. Ahora los dos estamos llorando. Le doy un largo abrazo.

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Después de unos minutos se sube en su coche y se aleja de la casa, dandome el espacio que necesito. Tomando una respiración profunda, puedo escanear el patio. Y ese trago amargo. El mirador está de pie como un castillo en medio de la hierba, esbozado por los macizos de flores. Los bulbos que esperan pacientemente en hibernación hasta que sea su tiempo para sacar la cabeza fuera de la tierra por primera vez y vibrar a la vida. Después de ayer, me siento como si hubiera florecido. Tuve un romance y una anciana me coacciono para salir de la hibernación, pero eso es pasado. Cundo voy hacia casa manejando con cuidado, veo a Caleb en el Parque Paradise, en las canchas de baloncesto. Me detengo para hacerle saber que no estoy molesta porque me traicionó. Voy a superarlo. Puede ser que tome un tiempo, pero voy a estar bien. Voy a tener novios y otras aventuras en la vida, otras veces voy a ser capaz de sentirme confiada y despreocupada y feliz. Soy un sobreviviente. A pesar de mi cojera. Al salir del coche tras recolectar todo mi valor, camino hacia él. Él me ve, pero no deja de botar el balón. —Caleb —lo llamo. —¿Por qué no me dijiste acerca de la señora Reynolds? —No tuve la oportunidad. Quería hacerlo —digo, dando un paso hacia él. —Mejor quédate atrás o podría empezar a acosarte. Muy bien, me merezco eso. Le di una bofetada y rechace su ayuda ayer. Pero eso fue antes de que todo se acomodara en mi cabeza. —He oído que te metiste en problemas. —¿Has venido acá para reírte o quieres retarme a un uno a-uno? —dice. —Sabes que no puedo jugar. Él me mira de arriba a abajo sugestivamente. —Oh, tu juegas, Maggie Tal vez no. Al Baloncesto, tus juegos son más complicados que eso. —¿De qué estás hablando? Él toma la pelota y la mantiene a su lado, da una breve carcajada. —No puedo creer que tengas miedo de mí. Me muevo hacia adelante, dando un paso más cerca de él y poniendo el mentón en el aire con confianza. —No te tengo miedo.

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Se pone de pie delante de mí con tanta confianza como yo le estoy mostrando. —Demuéstralo. —¿Cómo? Lanza la pelota hacia el lado de la cancha y da pasos hacia mí, cerrando la distancia entre nosotros. —Déjalo salir. Mi aliento se congela y el pánico se apodera de mí. —Yo... yo no sé lo que quieres decir. —Yo creo que sí —dice, llegando tan cerca que casi se pueden sentir sus emociones como si fueran las mías. —¿Quieres que te bese? —digo sin aliento. —Me has arruinado, ¿lo sabes, no? —dice justo antes de tenerme de puntillas y tocar mis labios con los suyos. Agarra mi cintura y me jala cerca con lo que puedo sentir toda la fuerza y la longitud de su cuerpo contra el mío. Mis dedos se envuelven alrededor de sus bíceps a la vez. Estoy perdida en la protección de su abrazo y el olor y el sabor es único Caleb Becker. Excepcionalmente... nosotros. Cuando nuestro beso se vuelve más intenso, tengo la sensación de un cambio en él. Es difícil besarse, más a fondo. Él está enojado. Tropiezo hacia atrás y le empujo lejos de mí. —¿Qué estás haciendo? Se limpia la boca con el dorso de la mano. —Asegurarme de que te asusta. Es lo que quieres, ¿no? Así que puedes reclamar ser la víctima. Estamos aquí de pie mirándonos fijamente el uno al otro. Controlador y controlado. Perpetrador y víctima. Chico y chica. Coge el balón. —Vete a casa, Maggie. Ya tuviste lo que querías. Un movimiento por el rabillo de mi ojo me llama la atención, rompiendo la conexión. Es Leah. —Caleb, mamá y papá quieren que vayas a casa. Ahora —dice ella. Dejo caer mi cabello, apartando la suciedad de mi pantalón, aclaro mi garganta, y hago de todo para no mirarlos.. Entonces corro hacia el coche tan rápido como puedo.

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CAPITULO CUARENTA Y TRES *** Caleb TRADUCIDO POR: Caty CORREGIDO POR: ynexiz

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o le dijiste que yo la atropellé, ¿verdad? —pregunta Leah mientras observa a Maggie huyendo del parque. Yo sacudí mi cabeza.

—Pero tú y Maggie. Vi como la estabas mirando y me di cuenta... —¿Qué? —dije rápidamente, entonces miré a mi hermana directo a los ojos. Comencé a caminar de regreso a casa con mi hermana a unos cuantos pasos detrás de mí. —Involucrarte con Maggie podría acabar con nuestra familia, Caleb. —Déjame en paz, Leah. Lo digo en serio —me giro hacia ella—. Ya he tenido suficiente. Cuando llego a casa mis padres me están esperando en la puerta. Mi papá está rígido, con una mirada preocupada en su rostro. Mi mamá está a su lado. Puedo darme cuenta de que está totalmente fuera de sí. —¿Dónde estuviste anoche? —ordena papá con una voz tan acusadora que podrías pensar que había estado afuera cometiendo un homicidio. —Visitando una vieja amiga. ¿Cuál es el problema? —mi mamá mira a mi papá. Yo abro mis brazos ampliamente. —¿Qué? —Vi a Maggie viniendo desde el parque —dice papá. —¿Y qué? Es un país libre, papá. La gente puede caminar si eso es lo que quieren.

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Mi mamá aprieta sus brazos fuertemente, agarrándose de su suéter. —Simplemente no queremos que te metas en problemas. La gente habla... —¿A cerca de qué? —No quiero discutirlo —dice mamá, y entonces comienza a caminar tensamente hacia la casa, sin duda a atontarse de nuevo. —Vamos a sacarlo todo afuera. Justo aquí, justo ahora. —Caleb, por favor, no hables tan fuerte —mamá mira nerviosamente las casas de los vecinos, asegurándose de que nadie sea testigo de la escena que estoy a punto de comenzar. Dios, desearía que dejara de preocuparse por las apariencias y se diera cuenta de que su familia se está destruyendo. —¿Que está diciendo la gente? —Nada, Caleb. Todo está bien. Ahora detén esta ridiculez. Me paré en medio del jardín delantero, y dije tan fuerte como puedo. —¿Están diciendo que he estado buscando peleas en la escuela? ¿Qué estoy acosando a Maggie? ¿Obligando a mis amigos a beber alcohol? Tú crees que todo es cierto, ¿Verdad? ¡Vamos, ya es hora de que me cuentes los putos chismes! —Ahora si pasaste el límite —dice papá, parándose en medio de nosotros—. Entra a la casa y cálmate. Puedes disculparte con tu mamá después de la cena. Reviento, como una banda de caucho que ha sido estirada hasta sus límites por tanto tiempo que simplemente se rompe en pedazos violentamente. Besar a Maggie, la suspensión de la escuela, las manipulaciones de Kendra, la advertencia de mi hermana, la inhabilidad de mis padres para enfrentar la realidad, la adicción de mi madre, los falsos chismes... todo está volviéndome loco. —No pienso moverme hasta que todas las cartas estén sobre la mesa —digo. Miro a mi hermana. —¡Caleb! —grita Leah—. Por favor, detente. La postura de mi padre se pone aún más rígida, sus labios se encogen y la expresión de sus ojos es dura.

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—Esta es mi casa —dice él—. Y mientras vivas aquí vas a obedecer mis reglas. Ahora, entra a la casa, deja a tu madre en paz... y... cálmate Trago con dificultad. No es fácil para mí decir las siguientes palabras que salen de mi boca, pero no puedo contenerlo por más tiempo. Mi familia está hecha pedazos, todos y cada uno de nosotros. Ellos quieren permanecer ignorantes, olvidar la realidad y vivir en el mundo que han creado. Es falso, es enfermo.... y yo no puedo hacerlo. Creo que la única oportunidad para que se curen es que yo no esté aquí. Soy la raíz de sus problemas. Si arranco la raíz, removeré el problema. —Me voy —digo. Mis pensamientos se concentran en Maggie, en la chica de la que solía pensar que no valía la pena mirar por segunda vez. Pero cuando las cosas se ponen difíciles, ella es la chica más fuerte que conozco. Ella me confrontó a cerca de Kendra antes del accidente, va a la escuela todos los días incluso cuando la gente se ríe de la forma en que se mueve, y se mató trabajando para la Sra. Reynolds para lograr su sueño de viajar a España. El accidente la hizo una persona más fuerte. Demonios, ella me hizo una persona más fuerte. —¿A dónde crees que vas? —demanda papá. —Adentro a empacar, después me voy de aquí. No puedo vivir con toda la vergüenza y la negación que me rodean. Y ustedes tampoco deberían. —Esto es quienes somos ahora, hijo. El accidente nos cambió... a todos nosotros. Estábamos bien hasta que tú lo arruinaste todo. Yo sacudo mi cabeza. —¿No quieres que todo vuelva a ser como antes? Yo daría cualquier cosa por hacer que esta familia fuera normal de nuevo. —¿No deberías haber pensado en eso antes de atropellar a Maggie? Nunca hubiera pensado decirle esto a mi propio hijo, pero tú... Caleb Becker... eres un bastardo egoísta. Paso al lado de mis padres y de Leah, hacia mi habitación. Sacando una mochila de mi closet, meto cosas adentro sin detenerme a pensar. Estoy listo en cinco minutos, entonces miro mi habitación por última vez. Mi sable de luz aún está en mi estante, esperando a que regrese. Pero esta vez no voy a regresar. Seguramente, después de que me vaya, mi mamá no va a necesitar drogar su vida para hacerla más soportable y Leah podrá vivir

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la vida de la forma que desee… con o sin la verdad. Y papá... bueno, algún día tendrá que enfrentarse a la realidad. Cuando esté listo. Ahora depende de mí encontrar un camino para mí mismo y dejar de tratar de hacer que la vida vuelva a la normalidad. A la mierda con lo normal. Lo normal no existe. La familia de Caleb Becker ya no existe. Ahora estoy solo. Con un suspiro de determinación entro de nuevo a la habitación, tomo el sable de luz, lo meto en la mochila y salgo. Leah está en la puerta, bloqueándola. —No te vayas —ruega. —Quítate de mi camino. —Mamá y papá te necesitan, Caleb. Yo te necesito Le di una risa corta. —Mamá y Papá van a estar bien. Ellos disfrutan vivir en la negación. A cerca de ti... —me quedo mirando su ropa negra—. Tú tienes que superar el accidente. Enfrentarte a los hechos antes de que persones como Kendra te obliguen a hacerlo. No puedo protegerte más. Es hora de que te protejas a ti misma. Me muevo alrededor de ella y camino hacia afuera. No tengo idea de hacia dónde voy o que voy a hacer, pero me siento libre. Colgando la mochila de mi hombro comienzo a caminar. Cuando alcanzo la casa de Maggie, no la veo pero sé que está adentro. Le doy un saludo de despedida y sigo caminando. El mirador de la Sra. Reynolds es en donde paso la fría, solitaria noche. Cuando una estrella fugaz pasa sobre mí mientras miro el cielo, me pregunto si es la anciana señora dándome una señal.

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CAPITULO CUARENTA Y CUATRO *** Maggie TRADUCIDO POR: AndreaN y Lizeth CORREGIDO POR: cYeLy DiviNNa

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aleb me beso anoche en las canchas de basketball.

Le regrese el beso. Todavía no puedo creer que esas cosas pasaran. Pensé que estaba bien sin necesitarlo tanto. Debería haberlo borrado de mis labios y lavarlos con jabón antes de haber ido a la cama, pero en vez de eso seguí mirándome en el espejo. Mis labios todavía están hinchados, un recordatorio de cómo los propios labios de Caleb eran calientes y demandantes. Por años imagine como se sentiría besar y probar a Caleb. Para ser honesta, quería apartarlo, hacerlo desearme como yo lo deseaba y rechazarlo como él me había rechazado. Pero no pude. Todos esos sentimientos de mi niñez regresaron, del tiempo en que Caleb me urgía del árbol en frente de mi casa al tiempo en que tomo la culpa de esa estatua rota. Ni siquiera puedo olvidar los momentos en que palmeo mi espalda mientras le lloraba a Leah acerca del divorcio de mis padres. Por el último año, el accidente manejo mi vida y me moldeo en lo que me he convertido. Tome mi vida de nuevo. Sentada en mi cama, me puse mi pantalón. Note que mi corazón está corriendo un poco menos mientras escaneo las cicatrices con mis ojos. Solía pensar que eran cicatrices furiosas, pero ahora no las veo furiosas. Ni siquiera son aterradoras. Trace las líneas con mis dedos, y ni siquiera desee que desaparecieran. Son parte de mí. Cerré mis ojos, recordando el accidente. Es demasiado extraño pensar en esa noche sin tener emociones masivas corriendo rampantes a través de mis venas. A través de la oscuridad detrás de mis parpados, la imagen de Caleb

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manejando el carro que me golpea es esbozada en mi cabeza. Pero algo no se siente bien. Escalofríos corren hacia arriba y debajo de mi espina dorsal. Porque, mientras cierro mis ojos apretadamente, la imagen del conductor se vuelve más clara y la niebla viciada se disipa. Es Leah. Con una mirada de horror y miedo en sus ojos mientras pierde el control del carro. Leah fue la que me golpeo esa noche. No Caleb. ¿Por qué él… porque ellos…? El timbre de la puerta suena mientras todavía estoy intentando clasificar todo. Mi estomago esta revuelto. Quiero vomitar. Pero no puedo, porque mi madre me está llamando. Casi me caí mientras saludaba a un hombre y una mujer usando trajes combinados azul marino oscuro. —Maggie, somos del Departamento Correccional Juvenil de Illinois. Estamos aquí para investigar tu queja acerca de Caleb Becker. —Yo no realice una queja —les dije. La mujer abre su portafolio y saca una carpeta. —Tenemos documentado que llamaste al número de justicia juvenil 1-800 quejándote con el operador de que Caleb Becker estaba acosándote. Oh Dios mío. Sacudí mi cabeza y mire a mi mamá. —No llame. Mamá, juro que no llame. —¿Estás segura? —pregunto el hombre—. No tienes que tener miedo, Maggie. Estamos aquí para asegurarnos de que estas protegida. Me levante. —No le tengo miedo a Caleb. Somos amigos. Mi mamá dice, —Por favor disculpen a mi hija. No sabe de lo que está hablando. Ella ha sido instruida a no tener ninguna clase de contacto con ese chico. ¿Verdad, Maggie?

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Mordí mi labio inferior. —Mamá… —¿Maggie? Anoche en el parque tiene sentido ahora, porque me estaba probando. Oh, como debe de estar odiándome, pensando que llame y me queje cuando nunca haría nada para lastimarlo. Kendra lo heriría. Yo no. —Tengo que ir a verlo. —¡Maggie, regresa aquí! Cojee hacia la casa de los Becker antes de que nadie pudiera detenerme. La Sra. Becker respondió la puerta. —¿Caleb está en casa? —pregunte frenéticamente—. Real… realmente necesito hablar con él. Sé que probablemente me odia por ser la razón de que fuera a la cárcel, pero creo que todo fue un error y… —Caleb se ha ido —dijo ella, totalmente tranquila por las palabras saliendo de su boca. Incluso tenía una sonrisa extraña en su rostro—. Se fue. A este punto mi mamá me había seguido hasta la casa de los Becker llevando consigo a los investigadores. Mamá saludo a la Sra. Becker extrañamente. —Penny, ¿Qué te ocurre? Tan pronto como mi mamá lo dice, la Sra. Becker se resbala y cae justo entre los brazos de mi mamá. Después de que mamá grita, los dos investigadores la ayudan a cargar a la Sra. Becker dentro de su casa. —Ella se desmayo — dijo uno de ellos. Mientras ellos se encargan de la Sra. Becker, doy un paso hacia atrás. ¿Qué quiso decir la Sra. Becker cuando dijo que Caleb se ha ido? Me apresure hacia casa, agarre mis llaves y maneje a la casa de la Sra. Reynolds. Revise el garaje, el mirador… él no está aquí. Todo el tiempo, culpe a Caleb por golpearme, sin cuestionar su culpa. El fue declarado culpable, pero muy profundamente detecte algo extraño en él. Pensé que era falta de arrepentimiento por haberme golpeado, cuando todo el tiempo fue falta de culpa. Mi corazón se hunde más profundamente con cada momento que pasa mientras manejo alrededor de Paradise. Estoy buscando a Caleb, o alguna

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señal de que todavía está aquí. Antes de darme cuenta, estoy en el lugar donde mi vida cambio. La escena del accidente. Las marcas de llantas de carro todavía están en el bordillo, un oscuro recordatorio de ese día. No había venido aquí desde el accidente. Antes no habría tenido la fortaleza de revivirlo de cerca. Salí del carro y camine hacia las desvanecidas marcas de llantas, observándolas por lo que parecía ser una eternidad. ¿Eventualmente todas desaparecerían, y los únicos recuerdos físicos del accidente serian los que yo cargo conmigo? Se la verdad, pensé. Las cicatrices físicas no son tan profundas como las emocionales con las que Leah y Caleb habían estado luchando. Tenía un deseo ardiente de ayudarlos, justo como Caleb me ayudo a mí. La cosa más importante que aprendí en los últimos meses es que los amigos son invaluables. Las personas que amas pueden sacarte de los momentos más difíciles. Ellos me necesitan justo como yo los necesito. Extraño a Leah como mi confidente, mi mejor amiga. Y el amor que tengo por Caleb es del tipo para siempre que nunca desaparecerá, no importa que tanto intente negarlo. —Maggie. Me di la vuelta. Caleb está montado en una Toyota negra, un tipo que no reconozco esta al volante. Caleb le dice al tipo que detenga el carro, luego camina hacia mí. Se ve triste y solitario y preocupado. —¿Cómo es que llegamos aquí? —pregunte. —Aquí es donde todo empezó. —No llame ni tampoco me queje de ti —dije apresuradamente—. Mira, esos investigadores vinieron a mi casa esta mañana y dijeron que estaban investigando una llamada que yo había hecho y por más que insistí que nunca la hice no me creyeron, y entonces comprendí que tú debes de haber pensado que yo la había hecho y entonces… Caleb puso un dedo sobre mis labios, deteniendo mi palabrería. —No importa.

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—Pero si importa. Y te creo, ¿no es eso de lo que hablamos? ¿Confianza y honestidad? Necesito demostrarle, que confió en él sin ninguna reserva. Entonces me subo el lado del pantalón de mi pierna izquierda con una mano, y revelo todas las cicatrices de mi rodilla. Sus cejas se juntan de pena, como si él fuera el que las puso en mi pierna. Entonces tomo su mano en la mía y juntos trazamos las hinchadas líneas con nuestros dedos. —Ves, no hay nada que quiera esconder de ti. ¿Sientes lo mismo, Caleb? ¿Sin secretos, sin mentiras? —necesito que me diga la verdad sobre lo que paso esa noche. Necesito escucharlo de sus propios labios, de sus propias palabras. Dime que no me atropellaste, es lo que quiero decir. Dime la verdad. —Oye, amigo, ¿Estás listo para irnos? —un chico le grita desde el auto. — ¿Quién es ese? —se rió. Estoy preocupada. —Me refiero a, ¿quién es él? —No quieres saberlo, Maggie —dice Caleb—. Escucha, me tengo que ir. Miro su intenso y hermoso rostro. Al mismo tiempo que se que nunca me va a decir el secreto que mantiene dentro. Aquel feroz espíritu protector es una parte de él, un lazo que no puede romper. —¿A dónde vas? ¿Y cuando regresaras? —No voy a regresar. Miro más allá de aquellos ojos tristes, y sé que él quiere decir lo que está diciendo. Mis ojos empiezan aguarse y un sendero de lágrimas baja por mis mejillas. —No puedes dejarme. Ahora no —quiero rogar, suplicar, llorar y agarrarlo hasta que cambie de opinión. Quiero jugar tenis con el hoy, mañana, y al día siguiente.

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Muy suavemente limpia mis lágrimas con sus dedos. —Entonces ven conmigo. Pero las cosas se han complicado cruelmente, así que le digo. —Comprendí que tenías razón. No hay razón para huir. Voy a quedarme en Paradise hasta graduarme, y ahorrar el dinero que la Señora Reynolds me dio para la universidad. —Becker, ¿vas a venir sí o no? —dice el chico que aun esta en el auto. Caleb asiente y dice. —Sí, ya voy. Me inclino un poco y pongo su frente sobre la mía. —Dime que lo que tuvimos fue real —susurro—. Por favor. Las manos de Caleb toman mi cabeza a ambos lados, encerrándonos en nuestro propio mundo privado. —Tan real como lo fue. Nunca cuestiones eso, sin importar que, ¿de acuerdo? —En este mismo instante me estoy cuestionado todo. Como ¿Por qué me encuentro aquí? —Porque estás lista para empezar una nueva vida, Maggie. Ahora eres libre del pasado. No puede lastimarte. Para mí, ser libre significa dejar Paradise —inclinándose un poco, me besa. Tan suave, apasionada, y cálidamente, que el remordimiento lo embarga. Quiero agarrarlo y mantenerlo a salvo. —¿Eso significa que ambos somos libres? El asiente, incapaz de expresarlo en palabras. Sé que él nunca escribirá ni llamara. Simplemente cortara todos los lazos con su familia y este pequeño pueblo que le causo tanto daño. Incluyéndome. Dios, como desearía que Caleb nunca hubiera sido culpado de atropellarme.

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Aunque si el accidente nunca hubiera pasado, si él nunca hubiera ido tras las rejas y obligado a pagar servicio a la comunidad, Caleb y yo nunca podríamos haber estado juntos. No habría cambiado eso por nada del mundo. El da un paso atrás y me giña un ojo. —Adiós. —Ya sabes, que no voy a decirte lo mismo —le digo. Él suelta una pequeña risa y sigue alejándose. —Entonces dime algo que pueda recordar como tus últimas palabras para mí. Dime que me amas. Dime que pensaras en mí todas las noches antes de que duermas. Dime… —La gallina roja ha volado de la jaula —digo. Él ríe. —Siempre recordare a la Señora Reynolds, el parasol, los geranios, tú y yo en el parasol… —Caleb me giña el ojo una vez más y se da la vuelta, dándome la espalda mientras camina hacia la Toyota. Quiero gritarle por dejarme. Quiero correr hacia él y olvidarme de ser sensata. Vivir juntos en las calles. Con tal de que seamos un equipo, nada podrá derribarnos a menos que estemos separados. Pero el nunca me dijo que fue Leah la que me atropello. Él es el único que, al final, no confió en mí… o en sí mismo. En este momento me encuentro llorando, más ahora que después del accidente. Y mi corazón duele, duele mucho más que del dolorque sentí en la pierna. —¡Caleb! —grito de repente antes de que se deslice en el asiento del pasajero y cierra la puerta del auto. Contengo la respiración, esperando que él regrese a mí. Que de la vuelta. Pero él no lo hace. El auto suena bruscamente al alejarse, sus luces intermitentes rojas son una mancha a través de mis acuosos ojos.

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Me dirijo de nuevo a casa y de repente durante el trayecto de vuelta me detengo llorando. Siento una fuerza dentro de mí que no sabía que existía antes. Es como si la Señora Reynolds estuviera tocándome y diciendo mantente fuerte. La vida es demasiado corta, había dicho una vez. Pues tenía razón. Cuando llego a la entrada de autos de mi casa y salgo de mi auto, veo a Leah. Esta parada en la puerta delantera de su casa, con los ojos hinchados. Me dirijo hacia ella. —¿Tu mamá está bien? Ella se encoge de hombros. —Supongo que sí. Tu mamá está con ella. Bueno, ese es un paso en la dirección correcta. Ya es tiempo de que enmendemos esa valla invisible. Entonces miro a mi vieja mejor amiga. —Lo viste, ¿no es así? —me pregunta. —Sí. Se tapa los ojos con las manos y empieza a llorar. —Realmente necesito decirte algo muy importante. Pero no soy capaz de mirarte a los ojos mientras lo haga. Tomo sus brazos y los bajo. —No tienes que decírmelo ahora —le digo—. Cuando estés lista, entonces podemos hablar. —Vas a odiarme, Maggie. Por el resto de tu vida vas a odiarme. —No voy a odiarte. Lo sé, Leah. Sé lo que es. —¿Lo sabes? —dice, con los ojos muy abiertos. —Sí. Pero está bien. —¿Que está bien?

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—Simplemente digamos nuestra amistad significa mucho más para mí, que el guardar rencor o vivir en el pasado. ¿Sabes lo que siempre me ayuda a olvidar? —¿Qué? —Una maratón de pastel. Leah me da una pequeña sonrisa detrás de sus lágrimas. —Estás bromeando, ¿verdad? —Nop. Ven conmigo a dar un paseo por la Tía Mae. Conseguiremos que nuestras mamás... Creo que también necesitan algo de pastel.

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in del Libro.

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Simone Elkeles

Paradise

Return to Paradise a la venta el 1º de Sep de 2010 Maggie y Caleb han sido azotados por el peor año de sus vidas. Atropellada por un coche y teniendo que continuar su vida con una cojea, Caleb nunca pensó que Maggie lo perdonaría. Pero lo hizo... y se enamoró. Lo que compartían era real. Pero Caleb quería ser libre del pasado y de un terrible secreto: él no fue el que atropelló a Maggie. Así que dejó a Paradise y a Maggie para siempre.

Cuando Maggie y Caleb, se encuentran cada uno en una ciudad diferente, no pueden negar sus verdaderos sentimientos. ¿Dejará Maggie que Caleb se aleje de nuevo? ¿O Caleb enfrentará la verdad y volverá a Paradise?

Traducida por: cYeLy DiviNNa

FORO PURPLE ROSE

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Simone Elkeles

Paradise

Biografia Simone Elkeles.

La joven escritora Simone Elkeles, nació y se crio en Illinois, es licenciada en psicología y actualmente trabaja en una empresa ajena al mundo literario. Esta joven autora ha publicado ya varios libros de literatura romántica para jóvenes y adultos entre los que destacan la trilogía How to Ruin a Summer Vacation, How to Ruin My Teenage Life, How to Ruin Your Boyfriend’s Reputation. La trilogía de la que solo se han publicado dos libros Perfect Chemistry y Rules of Attraction. Asi como la saga Leaving Paradise y Return to Paradise, próximo a estrenarse. Actualmente Simone vive en Illinois con su familia.

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Traducido, corregido y diseñado En el foro:

“Purple Rose” www.purplerose1.com

¡TE ESPERAMOS!

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