Sinopsis

L

a genio adolescente Kelly James, está en un montón de agua caliente. Un genio con las computadoras, accedió a ayudar a su colegio RA, David, a descubrir algo de información de alto secreto. Después de todo, ella no

tiene muchos amigos y David siempre ha sido amable con ella. No hace daño que él sea súper lindo e irresistible, también. Todo lo que tiene que hacer es introducirse en la computadora principal del sistema del gobierno. Pero unas horas más tarde, su vida entera cambia. Ella es capturada y llevada para ser interrogada, pero este no es un arresto común y corriente. En lugar de cumplir una pena de detención de menores, acepta la opción de cambiar su nombre y darse de alta en una agencia espía secreta del gobierno que entrena agentes adolescentes para ir de incógnito. Como si eso no fuera lo suficientemente abrumador, descubre que ¡David trabaja para esta agencia, también! Y antes de que comience a entender lo que está pasando, ella es enviada a su primera misión como una modelo encubierta. ¡Y quién mejor para ser su compañero que el mismo David!

Índice

[1] Traducido por flochi Corregido por Nanis


ntity % phrase “Em”[&#×0020;]> <( )-( )-(𠀋)>

―No, no, no ―murmuré para mí. ―Ahí, eso es todo. ―Empujando mis lentes hacia arriba por el puente de mi nariz, apago la computadora y agarro mis libros. Me apresuré a mi dormitorio, dirigiéndome hacia el edificio de ciencias. Tarde a clases. ¿Por qué mi cerebro estaba tres gigabytes detrás de donde debería estar? A las 8:30 de la mañana, los vehículos se agolpaban en el estacionamiento. Adelantando catorce horas y los espacios estarían vacíos; todos estarían fuera yendo de fiestas, divirtiéndose. Salvo yo. Me dirigí a través del campus, cortando a través del estacionamiento de la universidad. Noté un coche negro de cuatro puertas entrando en el estacionamiento. A pesar de los vidrios tintados, pude ver cuatro figuras ensombrecidas en el interior. El coche rodeó la curva, disminuyendo la velocidad hasta un paso de tortuga. No había ningún espacio de estacionamiento disponible. ¿Qué están haciendo? ¿Turismo?

Cortando a través de una fila, eché un vistazo sobre mi hombro. El coche oscuro rodeó la esquina de mi carril. Aceleré mi paso, mis oídos atentos al motor detrás de mí. ¿Por qué no me pasan? Zigzagueé a través de otra fila, y el coche aceleró y me siguió. Tragué saliva, mi corazón haciendo un ping pong irregular, y empecé a correr. El conductor aceleró y se detuvo junto a mí, bloqueando mi camino. Las cuatro puertas se abrieron, y me quedé inmóvil en el lugar. Vestidos con trajes, tres hombres y una mujer salieron. ―¿Srta. Kelly James? ―preguntó la mujer. Abrazando mis libros contra mi pecho, hice un asentimiento con la cabeza errático, incapaz de hacer mucho más. La mujer sacó una placa dorada. ―Está bajo arresto por amenazar la seguridad nacional y sospechosa de terrorismo. Uno de los hombres me hizo dar la vuelta y me empujó contra el coche. Mis libros se esparcieron por el pavimento mientras agarraba mis brazos y los tiraba hacia atrás. La mujer palpó mi cuerpo con sus manos. ―Tienes derecho a permanecer callada… Su voz se fue perdiendo hasta un silencio distante. No puedo creer que esto esté pasando. ¡Debe ser un error!

Me quedé mirando mis manos entrelazadas sobre la mesa frente a mí. Había masticado la uña del pulgar hasta la raíz. No me había comido mis uñas en años, no desde que tome paletas. Hablando de eso, con gusto daría unos cuantos de mis 191 puntos de IQ1 por una con sabor a Sandía ahora mismo. Le di un vistazo al borroso reloj y me di cuenta que seguía usando mis gafas de lectura. Nunca podía recordar quitármelas. Empujándolas sobre mi cabeza, leí la hora. 9:34. Había estado en esta sala de interrogatorios excesivamente caliente, de paredes blancas con su olor a café rancio por exactamente treinta y un minutos. Parecía como si hubieran sido horas. Solo un escritorio de metal y tres sillas no acolchonadas ocupaban el centro de la sala. Había visto suficiente televisión para saber que el espejo del largo de la pared en frente de mí era bidireccional. ¿Cómo pude ser tan estúpida? Estúpida. Estúpida. Estúpida. Y todo por un sujeto. David. Un sujeto caliente. Pero aun así. Levantando la cabeza, miré fijamente mi reflejo. Parecía cansada. Exhausta. Estresada. Todas esas palabras vinieron a mi mente mientras estudiaba mi floja cola de caballo rubia, rostro pálido, y las sombras oscuras debajo de mis ojos. ¿Estaban las personas mirándome? ¿Hablando? ¿Discutiendo lo que había hecho? Les diría lo que querían saber. Pero nadie me hizo preguntas. Me condujeron en silencio a la comisaría, me escoltaron dentro, me sentaron en esta sala, y me dijeron que volverían. Eso había sido hace treinta y un minutos. 9:36. Corrección, treinta y tres minutos. Mi mente se desplazó hacia David.

1

IQ: Coeficiente Intelectual.

David. David. David. Hasta que la mudanza no entró hace dos meses en el dormitorio, no me había dado cuenta que los chicos existían. Bueno, lo sabía, solo que no me había dado cuenta. Él era popular en la universidad del Este de Iowa: juagaba béisbol, estaba en una fraternidad, y trabajaba en la oficina de admisiones. Aunque no lo bastante popular para mí como para que fuera a la cárcel por él. Sus palabras regresaron a mí cuando cerré los ojos. Soy adoptado y mis padres me lo están escondiendo. La manera en que lo había dicho, su urgencia, me hizo ponerme sensible y decidí ayudarlo. Es solo que… bueno, había sido tan agradable conmigo. Antes de él, nunca nadie se había tomado tiempo para conocerme. Encontré algunos papeles. Cartas de un hombre llamado Mike Share, diciendo que si algo le pasaba, el hombre que conocía como mi padre criaría a su hijito. Encontré un documento de adopción con un sello del gobierno y un Secreto Máximo estampado sobre él. Tenía mi nombre, el nombre de mi padre, y el nombre de Mike Share. Cuando cumplí dieciocho investigué algo, pero el Departamento de Estado me dijo que no era adoptado. Algo está pasando, y tengo que descubrirlo. Dos hombres. El padre adoptivo de David. El padre verdadero de David, Mike Share. Estos correspondían. ¿Eran amigos? ¿Asociados? Mike Share debe haber sabido que algo le sucedería. ¿Por qué más le pediría a otro hombre que críe a su hijo? Agencia del gobierno. Máximo secreto. ¿Puede ser que Mike Share haya sido un espía? ¿Un doble agente? Quizás sigue vivo y profundamente escondido. Quizás está muerto, y el gobierno fue responsable, por lo tanto están ocultando sus registros. Muchas preguntas. Ninguna respuesta. Pensé que podría conseguir las respuestas usando mis conocimientos de informática y hackear el sistema computacional del gobierno. Qué equivocada había estado. Obligando a mis párpados a permanecer abiertos, compruebo la hora. 10:14.

¿Cuánto tiempo me dejarían aquí? ¿Días? Espera. No pueden dejarme aquí días. Eso era ilegal. ¿Cierto? ¿Qué me pasaría? ¿Detención juvenil? ¿Cárcel? ¿Sería tratada como una adulta? Oh Dios, colgaban a los traidores, ¿cierto? Me cubrí la cara con las manos. No quiero morir. No ahora. Aún debía terminar mi último invento, el rastreador proto laser, para la clase de física. Y mi final de Bioquímica 440. Y… y… y mi programa de memorización de tecla. Estaba a punto de morir, y mis experimentos de geek era en todo lo que me preocupaba. Rayos. 10:53. ¿Qué le había molestado más al gobierno: que le haya hackeado el sistema o la información tras la que había estado? ¿Dejé un rastro? No. No es posible. Sabía cubrir mi rastro cuando entraba a un sistema. 11:02. Debería contarles de David. Lo que me metería, por no mencionar a David, en peores problemas. Debería decirles que había hackeado solo por hackear, para ver si podía irrumpir en su sistema. No. eso me haría sonar como una delincuente juvenil. Solté una respiración larga y confundida, esperando conseguir acabar con todo el asunto. Si alguien entrara, mi mente dejaría de dar vueltas, me calmaría y diría lo que sea que se sintiera bien decir. 12:21. Oh Dios, tengo que hacer pis. ¿Alguien? ¿Hola? No soy una chica mala. Lo juro. Soy una chica buena. Nunca he hecho nada malo. Nunca antes he hackeado un sistema. Bueno, excepto esa única vez. Mi profesor de trigonometría me dio un cien para el semestre. Lo cambié a un noventa y ocho. Después de todo, era lo que merecía. Ese

era el problema de tener un IQ tan alto. Los profesores asumían que yo era perfecta y casi nunca calificaban mi trabajo. ¿Sabía el gobierno sobre eso? ¿Iban a presentarme cargos por eso, también? 12:45. ¡Por favor! ¿Alguien? ¿Cualquiera? Finalmente, escuché el tintineo de las llaves afuera de la sala. La puerta se abrió como si el gobierno me hubiera leído la mente, y la mujer que me había arrestado entró. Silenciosamente tomó un asiento frente a mí. Luego un hombre entró. Lo reconocí del coche oscuro, también. Permaneció cerca de la puerta, montando guardia, brazos doblados sobre su pecho fornido. Como si pudiera escapar y huir. ―¿Dónde estuviste anoche? ―preguntó la señora agente, colocando un bloc de notas y un bolígrafo sobre la mesa. ―La feria de la ciudad patrocinaba a nuestra universidad. Celebrando mi cumpleaños dieciséis con mi amigo David. La señora agente garabateó algunas palabras en el bloc. ―¿Y luego de eso? ―Mi habitación. ―¿A qué hora llegaste a tu habitación? Mentalmente, calculé cuando David y yo dejamos la feria. ―Diez en punto. ―¿Qué hiciste cuando llegaste a tu habitación? Fui a la cama, quise decir. Pero sabía que ellos sabían que no lo había hecho. ¿Por qué más estaría aquí? ―Jugué en mi computadora. ―¿Cuánto tiempo “jugaste en tu computadora”?

―Hasta las seis de la mañana. La señora agente alzó la mirada de su bloc. ―¿Toda la noche? ―Sí, señora. ―¿Qué hiciste en tu computadora? Tragué saliva. ―Tarea. ―Pensé que dijiste que jugaste. Dispara. ―Eh, eso es a lo que me refería. La tarea es jugar para mí. ―¿La tarea es jugar para mí? ¿Quién va a creerse eso? La señora agente niveló sus intensos ojos azules en mí. ―Va a ser mucho más fácil si cooperas. Ahora déjame preguntarte otra vez. ¿Qué hiciste en tu computadora? Mi corazón latió en la pared de mi pecho. ―Hackee el sistema computacional del gobierno. ―Oh, Dios, voy a ir a la cárcel. ―¿Qué estabas buscando? Algo dentro de mí me dijo que no lo dijera. David podría ser traído, interrogado, puesto en la cárcel. Su secreto era muy importante. Algo en su pasado necesitaba permanecer ahí. ―¿Qué estabas buscando? ―repitió la agente. ―Nada. Solo estaba jugando por ahí. ―Mentirosa ―dijo el hombre tranquilamente. Giré mi atención hacia la puerta donde seguía parado.

―No, señor. No estoy mintiendo. Avanzó hacia mí, manteniendo su mirada fija en mí. Me deslicé hacia abajo en mi silla a medida que se acercaba. Pegó su cara picada de viruela y amenazadora frente a la mía. ―Lo último que necesito esta tarde es lidiar con una mocosa. Ahora déjame preguntártelo otra vez. ¿Qué estabas buscando? Mi corazón latiendo golpeó tan fuerte que ensordeció mis oídos. ―N… n… nada. La mandibular del hombre se tensó, luego agarró mi brazo y me sacó de la silla. ―He tenido suficiente.

1:43. Ahora estoy sentada en una celda con paredes de cemento y sin ventanas. Las barras a mi derecha dan a un pasillo vacío. Recostándome, cierro los ojos. Qué estúpida de mí pensar que David estaba siendo agradable porque le gustaba. Había escuchado el rumor en la residencia. Kelly es tan ridícula con esas gafas gruesas, siempre corriendo por el campus en su propio pequeño mundo, chocándose con las cosas. Qué desastre. Bueno, es de hogares temporales. Realmente no les enseñan a los niños la buena higiene. Aunque, David es inteligente para aspirar a ella. Ella puede hacer su tarea. No le gustaba a nadie. Era rara y extraña. Sabía eso de mí. Pero, ¿por qué David había fingido que le gustaba? Lo había conocido por dos meses, y ni una vez me pidió ayuda o algo. ¿Había estado coqueteando conmigo,

esperando por el momento indicado para soltar la cosa del gobierno? ¿Sabiendo que lo hackearía por él? Oooh. Qué idiota había sido. Eso es exactamente lo que él había hecho. Qué idiota. ¿Cómo pude haber caído por eso? Probablemente ni siquiera tiene un secreto gubernamental. Probablemente que le mostrara cómo hackear así podría volver y hacer cosas ilegales. Y pensar que me había enamorado de él. Él pensaba en mí como una hermana. Al menos eso es lo que había dicho. Claro que así es como él pensaba de mí. Tenía dieciocho; yo dieciséis. Ninguno de dieciocho estaría interesado realmente en alguien de mi edad. Era lo bastante inteligente para entender eso. 2:56. Rebotando mi pierna, abrí los ojos y miré el inodoro de acero inoxidable en la esquina. De ninguna manera iba a orinar en un espacio abierto. ¡Por favor! Alguien. ¿Puedo ir al baño? Prometo no intentar escapar. Tenía que calmarme. Piensa en el código de la computadora. Eso siempre ayudaba. <%attrs;--%corears, %i18n, %events> /Q land=“en”-us> <;/Q ;stng 1-234-55 Bien. No estaba funcionando. ¡Porque mi vejiga estaba a punto de explotar! Resoplando, pasé mi mirada sobre los otros ocupantes en la celda sombría y helada. Cuatro adultos. Directamente en frente de mí se sentaba una pelirroja, sus piernas cruzadas, una por encima meciéndose, mirando un punto fijo por encima de mi cabeza. Llevaba un montón de maquillaje, una camisa ajustada de tigre, y una minifalda de cuero. ¿Quizás una prostituta?

Una mujer escuálida de cabello oscuro yacía junto a ella, acurrucada, durmiendo. Moretones salpicaban sus brazos, piernas y cara. ¿Una víctima de abuso? ¿Adicta a drogas? En el medio del piso machado se sentaba una mujer de cabello gris, meciéndose y llorando. Vestía una bata y zapatillas y tenía el cabello enmarañado. Se parecía a la abuelita de alguien. Hace treinta minutos la pusieron aquí dentro, me pregunté casi a cada minuto desde entonces lo que había hecho. Al principio sentí pena por ella con el llanto, pero ahora deseaba que se detuviera. Y saliera del suelo. Eso era tan asqueroso. Una mujer rubia con un moño pulido y elegante y usando un traje de ejecutiva ocupaba el mismo banco que yo. Parecía como si debería estar trabajando en un gran edificio de oficinas. Quizás había sido arrestada por espionaje corporativo. Salvo por la escuálida, la de cabello oscuro, posiblemente adicta a las drogas, yo era la que había estado aquí más que ninguna. Horas. Horas habían pasado desde que el agente me arrastró de la sala de interrogatorios y me lanzó aquí. Y mi estómago gruñendo confirmó que era casi la noche. ¿Qué pasaba con estas personas del gobierno? ¿Por qué seguían manteniéndome sola por horas y horas? ¿Estaban esperando romper mis defensas? Bueno, si ese era el caso, funcionó. Nunca me sentí tan asustada en mi vida. ―Hola. Pegué un salto. La mujer rubia ejecutiva tendió su mano. ―Si no hablo con alguien, el llanto me volverá loca. Soy Connie. El alivio me atravesó ante la oportunidad de una conversación amigable, y estreché su mano. ―Kelly.

―¿No te encanta el olor de aquí? Nada como orina y perfume barato. Había estado aquí por tanto tiempo, que lo había bloqueado. Pero ahora que ella lo trajo a colación nuevamente, abrumó mis sentidos. ―Eres terriblemente joven para estar aquí. ―No tienen una celda de detención juvenil. Connie asintió. ―¿Vamos a hacer la pregunta que hay en la mente de todas? ¿Por qué estás aquí? ―Um… ―Me rasqué la cabeza, debatiendo si debería decirlo… por qué no―. Hackee un sistema de computadoras. ―A propósito dejé fuera la parte del gobierno. ―¿En serio? ―Connie rió. Sonreí. ―¿Qué hay de ti? ―Prostitución. Parpadeé. ―¿En serio? ―Noté su perfecto cabello, traje gris de negocios, y tacones caros―. No pareces una prostituta. ―No pareces una genio de computadoras. No, yo no, y lo deseé toda mi vida. Un metro setenta y ocho. Rubia. Ojos azules. Talle C de pecho. Delgada. Deberías ser modelo, cariño. ¿Cuántas veces había escuchado esa sugerencia con el paso de los años? ―¡¿Te callarías?! ―gritó la pelirroja. Connie y yo volvimos nuestra atención. La pelirroja se levantó de su banco, avanzó hasta la anciana, y empezó a sacudirla. ―¡Cállaaaaaaaaaaate!

La señora soltó un gemido. ―Déjala en paz ―le advirtió Connie―. Es solo una anciana loca. La pelirroja se giró hacia nosotras. Realmente desnudó sus dientes como un perro rabioso. ―¿Quieres pelearte conmigo, fantasía? Connie se encogió de hombros, despreocupada. ―Si tengo que hacerlo. Miré con los ojos abiertos cómo la pelirroja se aproximaba a nosotras. ―Ya basta. ―Una mujer policía golpeó las barras con un palo negro―. Visitante aquí. Todas nosotras, excepto la escuálida, mujer de cabello oscuro quien estaba durmiendo, volvimos nuestra atención hacia el pasillo fuera de la celda. Un hombre alto y realmente magnífico estaba parado mirando fijamente a… ¿Mí? Tragando saliva, le devolví la mirada a sus ojos verde claro. ¿Por qué me está mirando? La oficial de policía destrabó la puerta. ―Retrocede ―le ordenó ella a la pelirroja. Pelirroja dio unos cuantos pasos hacia atrás, los puños apretados, lanzando ceños desagradables hacia todos. La mujer policía se movió hacia mí. ―Vamos, pequeña. Él está aquí por ti.

[2] Traducido por helen1 & Xhessii Corregido por Mercy

E

l hombre alto de ojos claros me dio dos minutos para ir al baño y después me llevó a una oficina. Ninguna sala de interrogatorios esta vez. Ningún espejo bidireccional. Tampoco un guardia de grandes cicatrices de acné

parado en la puerta. Una fea alfombra amarillenta cubría el suelo. Me recordó a la alfombra en mi primera casa de acogida. Un escritorio de madera oscura estaba centrado en la parte posterior de la sala con dos sillones de cojines rojos frente a él. Fotos de la playa y el océano colgaban de las paredes amarillas. Ambientador de vainilla dominaba el pequeño lugar. Unos

pocos

retratos

decoraban

la

brillante

superficie

del

escritorio.

El hombre no estaba en ninguno de ellos. Esta oficina debe pertenecer a otra persona. Hizo un gesto para que me sentara en una de las sillas. Tomó la otra a mi lado en lugar de sentarse detrás del escritorio, como si fuéramos iguales en lugar de ser el que estaba a cargo. ―¿Te dieron de comer? ―preguntó. ―No, señor. Levantando el teléfono, pulsó un botón. ―La señorita James no ha comido. El que contestó en el otro extremo debe haber conocido a este hombre porque no se identificó.

―Gracias. ―Puso fin a la llamada. Lo miraba atentamente. ¿Quién era? ¿Qué quiere de mí? Nunca había visto a nadie como

él.

Ojos

verde

claro,

piel

oscura

y

cabello

castaño

rizado.

Me imagino que está alrededor de los treinta años. Sin duda era el hombre más hermoso que había visto. Él no parecía darse cuenta de que lo miraba mientras hojeaba una carpeta. Cosa buena, porque nunca había estado tan groseramente curiosa en mi vida. ¿Debo presentarme o esperar a que hable? Por lo general, el silencio no me molesta, pero ahora mismo lo hace. Tal vez está esperando la comida para empezar. Me concentré en la carpeta que sostenía, curiosa de lo que mantenía su interés. Al leer la etiqueta, contuve el aliento. ¿Yo? No trató de ocultar la información. De hecho, la sostenía para darme un mejor vistazo. Fotos mías en diferentes edades. Informes escolares. Resultados de exámenes. Evaluaciones psicológicas. Fotos de mis padres. Al verlos se calmaron mis nervios. Tuve un rápido flash de mi mamá empujándome en el columpio. Eso me hizo sonreír. Toda mi vida en una carpeta. Gran cosa. No tengo profundos secretos oscuros. Mis padres murieron en un accidente aéreo cuando tenía seis años, y desde entonces he rebotado entre hogares de acogida y orfanatos. Seguí estudiando los papeles mientras pasaba a través de ellos, y cuando terminó, cambié mi mirada a la suya. Vi calor allí, y un sentido de familiaridad. La primera vez en la mañana que no me sentía como un criminal. Casi me sentí segura. Él extendió la mano. ―Thomas Liba.

―Kelly James ―me presenté, y luego me di cuenta que ya sabía mi nombre. La puerta se abrió y entró un viejo policía cojeando. No nos miró mientras puso un sándwich envuelto en plástico en el escritorio. Sintiéndome como una carga, le dije: ―Gracias. ―Mientras cojeaba de vuelta. El Sr. Liba echó hacia atrás su silla, se levantó y cruzó la oficina hacia una pequeña nevera en la esquina. La abrió, tomó una lata de refresco y me la trajo. ―Gracias. Asintió. Desenvolví el sándwich etiquetado como “pavo” y abrí la lata de refresco. Mientras volvió a analizar mi expediente, comí más rápido de lo que lo había hecho en toda mi vida. Si no hubiera sido por el hambre, me habrían dado vergüenza los ruidos que hice masticando y tragando. Para mi horror, eructé cuando terminé. ―Disculpe ―susurré. ―El bote de basura está por la puerta ―dijo sin mirarme. Tomando eso como una sugerencia, me paré rodeando el brazo de la silla, mi dedo del pie se atoró en la pata de madera, y caí en el regazo del Sr. Liba. ―Oh, Dios mío, lo siento mucho. ―Intenté levantarme. ―Está bien ―dijo con calma, y me agarró del brazo para ayudarme a recuperar el equilibrio―. Ve a tirar la basura. Rápidamente lo hice, entonces volví a mi asiento. Idiota. Soy una idiota. De todas mis imperfecciones, y tengo un montón, me gustaría cambiar mi torpeza por cualquier cosa. ―Era como tú ―comentó mientras hojeaba mi archivo―, un chico del sistema. Me metía en un montón de problemas.

Sin saber qué decir, me quedé callada. ―La diferencia es que no te habías metido en problemas. Hasta ahora. La garganta se me secó de repente. ―Has hackeado nueve niveles del sistema principal de computadoras del gobierno. ¿Sabes cuántas son? ―No, señor. ―Dieciocho. Estuviste a medio camino. Lo más lejos que alguien ha llegado. ―Hizo una pausa y me miró―. Nunca. ¿Nadie había llegado a hackear más lejos que yo? Eso no puede ser cierto. Había sido demasiado fácil. Sus contraseñas estaban inteligentemente codificadas en los números del triángulo de Pascal, una teoría básica. Un patrón simple, pero que me había tomado una hora resolver. Con más tiempo lo hubiera hecho a través de las dieciocho. El Sr. Liba cerró mi carpeta, pero la mantuvo en su regazo. ―Muy impresionante, señorita. ―Gracias ―murmuré, no estoy segura si de verdad me dio un cumplido. ―Me gustaría que me dijeras cuál es la información que buscabas. Dudé, y esperó pacientemente. Entonces le dije todo lo relacionado con David, el papel de adopción, la carta que encontró y el sello del gobierno. El Sr. Liba escuchó con atención, toda su concentración en mí. Cuando terminé, nos sentamos en silencio unos minutos mientras seguía estudiándome. ―Te agradezco que me confiaras la información ―respondió finalmente. Tenía razón. Confié en él, y acababa de conocerlo. Ni siquiera sabía si trabajaba para el gobierno o no. Por lo que sabía, podría ser uno de los malos y había dado a conocer información a la persona equivocada. Pero había algo en él que me había hecho querer hablar.

―Lo que voy a discutir contigo es ultra secreto. Nunca debes repetir nada de esto a nadie. Nunca. Si lo haces, habrá repercusiones. ¿Habrá repercusiones? ¿Qué diablos significa eso? Quería preguntar, pero mi corazón se aceleró que no creía poder hablar sin tartamudear. ―Trabajo para el PNIP, Protección Nacional de Información de Preocupación. Es una división de operaciones especiales del gobierno de Estados Unidos. Estoy a cargo de la contratación y la formación, en lo que nosotros en PNIP llamamos cariñosamente, los Especialistas. ―¿Los Especialistas? ―Sonaba como el nombre de un club exclusivo. ―Los Especialistas son un grupo de adultos jóvenes. Cada uno sobresale en una determinada área. Para ti, serían las computadoras. Nos los llevamos, les damos casa, los entrenamos, les damos nuevas identidades, y les enseñamos cómo pasar de incógnitos. ―Pero, ¿q-qué pasa con sus padres? El Sr. Liba tocó mi archivo. ―Todos son como tú. Chicos del sistema que de alguna forma han cometido errores. Nadie sabe siquiera que se han ido. Alguien lo sabría, quería decir, pero, ¿a quién quería engañar? Nadie siquiera me echaría de menos. Tal vez David, pero probablemente estaría aliviado de no tener que ser amable conmigo nunca más. ―Pero, ¿esto es… legal? ―No podía. ¿Podía? Llevarse a los chicos, dándoles una nueva identidad, convirtiéndolos en una especie de agentes secretos. ―Todo esto es legítimamente honesto. Te lo aseguro. ―No puedo hacer esto. ¿Qué pasa con mi educación? Se supone que debo graduarme de la universidad este año. No puedo ir de incógnito. Soy una torpe total. Me pongo nerviosa fácilmente. No funcionó bien con los demás. No le gusto a la gente. Piensan que soy rara. Realmente no encajaré con e-ese grupo de Especialistas. Creo que estás cometiendo un error muy grande aquí. Recogiste a la

persona equivocada. ―Sacudo la cabeza―. Quiero decir, has escogido a la persona equivocada. ¿Ves? Ni siquiera puedo hablar correctamente. Dejé mi sermón, dándome cuenta que me había levantado de la silla y estaba dando vueltas por la habitación. ―Señorita James, entiendo que esto es mucho para asimilar. Déjame decirte un par de cosas. En primer lugar, la educación está en la parte superior de mi lista. Para todos mis especialistas. De hecho, es un requisito, como una cuestión. No está permitido abandonar. En segundo lugar, vas a trabajar desde nuestra base de operaciones. Es muy poco probable que estés en el campo. Esa es la belleza de las computadoras. Puedes conectarte desde cualquier lugar. Así que tu torpeza no será un problema. Se puso de pie, caminó detrás del escritorio y sacó una golpeada maleta azul. Le dirigí una mirada rápida y luego otra. Me pertenecía. ―Y por último, esta es tu oportunidad de tener una familia. Un lugar al que pertenecer. ―Caminó hacia mí―. Puedes aceptar mi oferta o ir a detención de menores por tu delito. Si eliges la última, nunca me volverás a ver. La oferta no se repetirá jamás. El Sr. Liba colocó la maleta en el suelo a mi lado. ―Tengo todo lo de tu dormitorio, incluyendo tu computadora portátil, los discos compactos que contienen el programa de memorización de teclas, y el rastreador proto láser. Lo cual, por cierto, es un invento muy impresionante. ¿Cómo sabía el nombre de mi rastreador? Que pregunta tonta. Este hombre sabía todo de mí. Probablemente más de lo que sabía de mí misma. Espera. ¿Consiguió todo de mi habitación? Eso significa que agarró el sujetador y la ropa interior que había tirado en mi cama. Contuve un gemido. Por lo menos estaban recién lavadas. ―¿Qué va a ser, señorita James? Debes tomar la decisión ahora.

Decidí ir con el Sr. Thomas Liba. En un día, todos los arreglos se habían hecho. A cambio de mi nueva vida, mi crimen desapareció, al igual que Kelly James. Me dio un nuevo nombre. Kelly Spree. Tengo que admitir que me gustó más que James, a pesar que borra todos los vínculos que tenía con mis padres. Y tendría que mudarme. Pero me negué completamente a subir a un avión con destino a California, que sería mi nuevo hogar. Mis padres murieron en un accidente aéreo al que yo sobreviví. No se necesita ser un genio para entender la raíz de mi miedo a volar. Para mi sorpresa, el señor Liba no discutió. Durante los próximos cinco días viajé a través de un bus y un tren, a la ciudad de San Belden en el norte de California. No me acompañó, dijo que tenía que ver a otro especialista. Erin, una chica un poco mayor que yo, me recogió en la estación de trenes en la mañana del quinto día. Fue amable y conversadora en el viaje de la ciudad al campo. Treinta minutos después, llegamos a un puente de hierro. Una placa de madera que colgaba en la entrada decía: RANCHO SAN BELDEN PARA CHICOS Y CHICAS. Erin lo señaló. ―Esa es nuestra cubierta. Todos piensan que es una casa de adopción. Nadie sabe lo que pasa detrás de nuestras puertas y debajo de los suelos. ―¿Debajo de los suelos? ―Lo descubrirás pronto. ―Sonrió misteriosamente. ―¿También eres una Especialista? ―Debí pensar en preguntarle eso antes. Tecleó un código en el panel. ―Lo soy. He sido una Especialista por dos años.

La puerta se abrió y avanzamos por un largo camino de grava. A ambos lados había campos con el pasto cortado. Una valla normal de madera bordeaba la propiedad. A la izquierda había un granero junto a un corral. Detrás había un jardín. Erin rodeó la calzada y se estacionó frente a la enorme casa de rancho de un piso hecha de madera y piedra. Un garaje de cuatro autos estaba a su lado. ―¿Qué tan grande es este lugar? ―pregunté. ―Cuarenta hectáreas. ―Apagó el motor―. Estamos un poco tarde. Vamos. ¿Tarde para qué? Agarrando mi maleta del asiento trasero, la seguí a la casa. Una enorme entrada de piedra conducía a un ancho corredor. A la izquierda, un comedor. Se veía como una versión en miniatura de una cafetería escolar. Las mesas de aluminio y las sillas estaban vacías. Del otro lado del pasillo, había un área común con una gran televisión, cómodas sillas, una mesa de billar, de hockey y una de cartas. También estaban vacías. Erin me condujo por un largo pasillo que tenía un hermoso mural montañoso. Las puertas a ambos lados estaban cerradas, el espacio entre ellas era cerca de seis metros. Nos paramos en la segunda a la derecha. ―Hay cuatro dormitorios, dos para los chicos y dos para las chicas. Los agentes adultos tienen habitaciones privadas. ―Tomó mi maleta y abrió la puerta―. Este es tu dormitorio. Lo compartirás con Sissy y Molly. Las conocerás en unos minutos. Eché un rápido vistazo a las camas gemelas antes que Erin colocara mi maleta en una de las camas y cerrara la puerta. La seguí por el pasillo del mural montañoso. Puso la mano en el muro sobre una esfera brillante y el mural se deslizó hacia la derecha, revelando un elevador. ―Genial ―dije. Erin me miró y sonrió.

Entramos y cerramos la puerta. Puso una serie de números en el panel de control, y el elevador descendió. Miré la pantalla. Pasamos el piso uno, dos, tres, y nos detuvimos en el cuatro. Puso nuevamente una serie de números. ―Este es el Subnivel Cuatro. Es donde está ubicada la sala de conferencias. ―¿Qué hay en los demás pisos? ―Lo sabrás en su momento. El elevador se abrió en una habitación de trabajo moderna y de alta tecnología. Los paneles de vidrio separaban una docena de pequeñas oficinas. Cada espacio tenía escritorios negros iguales, sillas de cuero y computadoras de pantalla plana. Conté sólo tres personas en la habitación de trabajo. Un chico y dos chicas. El chico hablaba por teléfono, las chicas escribían en sus computadoras. Ninguno levantó la vista. Erin me condujo por el perímetro de la habitación y se detuvo en una puerta cerrada. La abrió y me hizo un gesto para que entrara. ―Toma asiento. Caminé por la gran habitación sin ventanas, y cerró la puerta detrás de mí. Una enorme pantalla plana estaba ocupando toda la pared, pero no había nada en ella. Otros cinco adolescentes se sentaban en la larga mesa de metal plateado. Me miraron mientras sacaba la silla de cuero y me sentaba. Ninguno dijo una palabra, sólo se miraban el uno al otro minuciosamente. Estaba segura que sus cerebros tenían las mismas preguntas que el mío. ¿Cuál es su historia? ¿Cuál es su nombre? ¿Qué cosa ilegal hizo? ¿Qué les pasó a sus padres?

La chica que se sentaba frente a mí no dejaba de mirarme. Era una de esas chicas góticas vestida completamente de negro, con piel pálida y un aro en la nariz. Su corto cabello morado se paraba en diferentes direcciones. Usaba delineador negro y un brillante labial rojo. La goma de marcar en su boca tenía que estar rota por la forma que la estaba mascando. Me hizo querer una paleta de cereza para ayudarme a calmar. Después de unos minutos, la puerta se abrió y el señor Liba entró. Expulsé un aliento silencioso y aliviado de ver finalmente un rostro familiar. ―Buenos días. Como todos saben, mi nombre es Thomas Liba. Mis amigos y asociados me llaman TL. También pueden hacerlo si lo desean. Soy el líder del equipo. ―¿TL es por ser Thomas Liba o por ser líder del Team2? ―preguntó la chica gótica. ―Ambos, supongo ―respondió el señor Liba sin dudar―. Me gustaría iniciar para ir alrededor de la mesa y que todos se pongan de pie y se presenten. Molly, por favor empieza. ―Hola, mi nombre es Molly Pullman. Ella se veía como Anita la Huerfanita con su cabello pelirrojo y pecas. También era pequeña, quizás un metro y medio y cincuenta kilos. Su camisa decía: “¿ME ESTÁS MIRANDO?”. Sonaba tan dulce e inocente. ¿Qué algo tan malo pudo haber hecho? ―Molly ―continuó TL―, diles a todos tu especialidad y por qué estás aquí. Ella sonrió, mostrando dos hoyuelos. ―Artes marciales. Fui atrapada por un operativo en un club de lucha subterránea en Chicago. La chica gótica bufó: ―¿Tú? Molly continuó sonriendo dulcemente. 2

Team: equipo. Juego de palabras con TL, Team Leader en inglés.

―Sí, yo. ―Darren ―interrumpió TL―, sigues tú, por favor. ―Soy Darren Lightfoot. Mi especialidad es lingüística. Hablo dieciséis idiomas. Me arrestaron por volar en espacio aéreo restringido. ¿Dieciséis idiomas? Guau. Con trabajo y hablaba inglés. Darren era un nativo americano con rasgos fuertes. Era un poco más alto que yo, quizás un metro ochenta, con la complexión de un corredor. Un chico lindo. TL le hizo un gesto al siguiente. ―Joe Vornes. Mi especialidad es la clarividencia. Puedo ver objetos o acciones detrás de la línea natural de visión. La chica gótica bufó de nuevo: ―Puffff. ¿Qué le pasaba? Joe apenas la miró. Pacíficamente, era como si estuviera en contacto con la luna, los planetas y las estrellas. ―Operaba una línea de teléfono ilegal de 1-900 de psíquicos. Para mí, Joe parecía un jugador de apoyo. Era grande y musculoso, y tenía cabello rubio corto. Siembre imaginé que con yoga los chicos serían sensibles, pequeños y femeninos. Supongo que el viejo refrán “la vista puede engañarte” es verdad. Otro chico lindo. TL señaló a la chica gótica. ―Priscilla Ross. Mis amigos me llaman Sissy. Retuve una risa. Para alguien con esa ruda actitud y por cómo se veía, tenía un nombre muy de chica femenina. ―Soy química ―continuó―. Fui atrapada por revolver unos químicos que no debí revolver.

Hmmm, sonaba muy vago, como si hubiera más. ―Frankie Board ―se presentó el chico junto a mí―. Sobresalgo en electrónica. Fui arrestado por irrumpir en museos y bancos, y por desmantelar sus sistemas de seguridad. ―Se encogió de hombros―. Lo hice por diversión. Nunca robé nada. Frankie me agradó inmediatamente. Con su barba de chivo y su tatuaje, parecía como si espinas surcaran su brazo superior, y se veía del tipo que viajaría en una moto Harley-Davidson en lugar de ser un especialista en electrónica. También es lindo. ―Tu turno, Kelly ―dijo TL. Los ojos de todos estaban enfocados en mí, y mi estómago se hundió. ―Hola, mi nombre es Kelly Ja-Spree, y estoy aquí por mis habilidades en computadoras. Hackee el sistema del gobierno. ―Dios, odio cuando hago eso. Sacudo la cabeza―. Me refiero a que hackee el sistema principal de computadoras del gobierno. Sissy-la-gótica-química bufó. Otra vez. ―¿Tú? Te ves como una modelo de Victoria Secret. ―Se giró hacia TL―. ¿Seguro que tienes a la persona correcta? Molly tronó sus nudillos, todavía con su dulce sonrisa. ―Sabes, Sissy, si no callas tu boca, yo la callaré por ti. ¿Estas chicas serán mis compañeras de habitación? Caray. Calmadamente, TL sacudió su mano en el aire. ―Suficiente. Déjenme recordarles que ahora esta es su vida. No hay vuelta atrás. Esta gente ahora es su familia. Si les gusta o no, van a tener que vivir con todos. Soy su guardián. Soy responsable legalmente de todos ustedes hasta que tengan dieciocho. Algunos de ustedes están a dos años de distancia, no se metan conmigo, porque si lo hacen, se arrepentirán.

Tragué saliva mientras decía la amenaza y miraba alrededor de la mesa. Todos parecían sentirse igual que yo. Incluso Sissy, lo que era sorprendente. ―Vamos a tomarnos unos minutos ―continuó TL―, para conocernos entre todos, y luego iniciaremos nuestra lección del día. Frankie me miró. ―Así que, genius girl3, ¿hackeaste al gobierno? Sonreí. David también me llamaba genius girl. Molly se inclinó hacia Frankie. ―¿Genius girl? Oye, deberíamos llamarte GiGi para reducir. Frankie asintió. ―Me gusta. ¿GiGi? También me gustaba. Ya tenía un apodo y dos personas a quienes parecía genuinamente agradarles. Quizás no había sido una mala decisión dar mi identidad y conocer a estos Especialistas. La conversación zumbaba a mi alrededor. No dije nada. No confiaba en mí para no sonar como una tonta. Mientras escuchaba, mis pensamientos regresaron a David. ¿Dónde estaba ahora? ¿En clase? Miré a TL y lo encontré mirándome. Su expresión se suavizó hasta convertirse en una ligera sonrisa, como si dijera: Ves, estás encajando. ¿Sabría TL el secreto en el pasado de David? ¿Me diría si lo supiera? Frankie tocó mi brazo. ―Así que, ¿extrañas a tus amigos? ¿Amigos? Casi me reí. No tenía amigos. Tenía mis libros, mi laptop, mis invenciones… mi soledad. Nunca había encajado. Salí de octavo grado con nueve 3

Genius Girl: chica genia.

años, me gradué de la preparatoria a los trece y se suponía que me graduaría de la universidad este año. Sabía cosas que los chicos de mi edad no, pero no los envidiaba. Aunque los adultos tampoco lo sabían, la mayoría me trataba como un espécimen raro, respetándome educadamente. ―¿Lo haces? ―Claro ―mentí. TL se puso de pie. ―Hoy es viernes. El lunes, todos ustedes, con excepción de Kelly ―GiGi― empezarán en la Preparatoria San Belden. Sonreí cuando usó mi nuevo apodo. Era gracioso como me hacía sentir en casa. ―¿Por qué no tiene que ir? ―preguntó Sissy. ―Porque GiGi ya terminó la preparatoria y pronto se graduará de la universidad. Estará en la Universidad de San Belden. No estaba segura de cómo me habían transferido a medio semestre. Pero eran el PNPI, podían hacer lo que fuera. ¿Verdad? TL empezó a caminar por la habitación, poniendo carpetas delante de nosotros. ―Entiendan que su educación pública es parte de su entrenamiento. Es socializar; ciertamente es bastante aprender a mentirles a los demás de su pasado, situación actual y futuro. Cada uno usará un dispositivo para monitorearlos. El dispositivo parece un vendaje, pero está construido con una serie de alambres. Algunos de los ellos funcionan como un GPS, un sistema de posicionamiento global, manteniendo un rastro de sus coordenadas. Otros sirven como monitores de audio. Cualquier cosa que digan será grabada. ―¿Se refiere que cuando vayamos a… um… vayamos al baño, lo sabrá? ―Esta vez vino de Frankie. ―Correcto. ¿Sabrían que estoy en el retrete?

TL puso una carpeta roja frente a mí. ―Dentro de estas carpetas encontrarán su “historia pasada”. Memoricen la información. Apréndanla. Serán puestos a prueba sobre esto en dos días. También verán instrucciones para usar el elevador a esta nivel, el Sub Cuatro. Y sus nombres clave. A cada uno se le ha puesto uno con base en su especialidad. Los usarán siempre que estemos comunicándonos en una misión. Si deciden usarlos alrededor del rancho, es su decisión. Los animo a que se acostumbren a llamar a los demás por estos nombres. Pero no los usen en público. Molly, nuestra artista marcial, será Bruiser. Joe, nuestro clarividente, es Mystic. Darren, nuestro lingüista, será Parrot. Sissy, nuestra química, será Beaker. Frankie, nuestro electricista, será Wirenut. Y Kelly, nuestra genia de la computación, tenía el nombre clave de Data. Pero lo vamos a cambiar a GiGi. Sonreí. Me gustaba más GiGi. Joe/Mystic levantó su mano. ―TL, ¿cuánto tiempo se espera que usemos los dispositivos de detección? Buena pregunta, porque realmente no quería que supieran cuándo estaba usando el baño. ―Hasta que me sienta confiado que estarán bien sin ellos. ―Un golpe en la puerta lo interrumpió. La abrió y se giró hacia nosotros―: Ahora, me encantaría presentarles a sus mentores. Los Especialistas originales. Las cosas han ido tan bien con ellos en PNPI que decidieron abrir otro programa. Ustedes son el Equipo Dos de los Especialistas. Erin entró y le sonrió al grupo. Luego una chica. Parecía de diecinueve, veinte, quizás veintiuno. Un chico la siguió y se veía de la misma edad, luego otra chica. Entraron uno por uno, de todos tamaños y formas, como mi propio equipo. Seis en total. El último chico entró, su cabello oscuro y su cara estaban parcialmente tapados por la chica frente a él. Por alguna razón, tuve esta extraña sensación. Él se hizo a un lado para que lo viéramos por completo y me miró directamente.

Mi estómago se retorció. ¿David?

[3] Traducido por Jo y Xhessii Corregido por Mlle_Janusa

T

L asintió al Grupo Uno. ―Estos son Erin, Piper, Adam, Tina, Curtis, y David. Sus números en código están en sus carpetas. Están aquí para aclimatarlos con la estancia y responder cualquier pregunta. Ahora vamos a…

Me senté a través de la reunión con los Especialistas y TL, pero no escuché una palabra de lo que se habló. Con una mirada estoica, David se paró contra la pared detrás de Sissy/Beaker, escuchando a TL. Deseé que hubiera elegido un punto detrás de mí para no tener que distraerme por lo mucho que lo miraba. Él no miró ni una vez en mi dirección y parecía colgarse de cada palabra de TL. Mis pensamientos tropezaron hacia adelante, atrás, y de lado a lado mientras volvía a recordar los últimos dos meses en mi cabeza. La amabilidad de David, su interés, y aceptación. La confianza que había depositado en mí con su adopción secreta, si realmente tenía un secreto siquiera. Él dijo que las chicas inteligentes eran geniales. ¿Qué si realmente me usó por mi cerebro? Manipulándome para hackear el sistema del gobierno. ¿Y cómo se incluye TL en todo esto? Haciéndome sentir cómoda, cálida, y relajada. Atrayendo mi sentido de familia y pertenencia con la oferta de los Especialistas. Había confiado en él. Recordando todo me dejó aún más confundida. Si David trabajaba con los Especialistas, ¿cuál había sido su tarea en la Universidad de East Iowa? TL debe haber sabido que David y yo asistíamos a la misma universidad. ¿Por qué no me había dicho TL? ¿Qué sobre Mike Share, el padre de David? ¿Historia real o no?

¿Era David siquiera su nombre real? ¿Hace cuánto era un Especialista? ¿Qué cosa ilegal había hecho para ser reclutado? Quería gemir por la confusión en mi cerebro. Me sentía traicionada y sola de nuevo. Necesitaba respuestas. ―Es todo por esta mañana ―dijo TL mientras cerraba su archivo. Traje mis pensamientos divagadores de vuelta a la atención. ―El almuerzo es en quince minutos en el comedor ―continuó―. A la una en punto, nos encontraremos en el granero para nuestra sesión de la tarde. Usen algo que no les importe sudar. Estamos aplazados. Dejaré que se conozcan mejor. TL salió de la habitación, y la conversación inmediatamente zumbó alrededor de mí. Molly/Bruiser lanzó su lápiz en su carpeta. ―Oye, Erin, ¿con qué los alimentan usualmente aquí? Darren/Parrot golpeó la mesa para obtener la atención de Frankie/Wirenut. ―¿Crees que nos encontraremos en los establos para andar a caballo? Mystic levantó su mano. ―Discúlpenme, ¿alguien sabe dónde están los puntos más altos en el rancho? Necesito meditar, y sólo puedo hacerlo en luna llena. Y hay una luna llena esta noche. Beaker dobló sus brazos. ―Soy vegetariana. Si nos dan carne para el almuerzo, no la comeré. Eché un último vistazo hacia David. Él estaba concentrado en una conversación con Tina. Celos punzaron dentro de mí al verlo hablar con otra chica. Mi reacción me irritó. No tenía razón para estar celosa, y no quería estarlo. Me alejé de la mesa y silenciosamente dejé la habitación. Ni una sola persona me siguió. Estaban todos demasiado ocupados hablando y llegando a conocerse. No

quería parecer grosera ni nada, pero nunca había sido del tipo social, y no estaba de humor para comenzar ahora. Caminé alrededor del estudio de alta tecnología, ahora vacía. Por el corredor a la izquierda había una serie de puertas cerradas. Imaginé que mientras los días y semanas pasaran aprendería qué había detrás de ellas. Deteniéndome en el elevador, consulté las instrucciones en mi carpeta. Apreté mi código personal, puse mi mano en el panel de identificación de huella dactilar, luego me subí al ascensor cuatro pisos al nivel del suelo. El elevador se abrió, y salí. La puerta desapareció de nuevo en la pared, revelando el mural montañoso. Me dirigí hacia mi habitación. Gracias a Dios que Bruiser sería una de mis compañeras de habitación. Perdería unas pocas células cerebrales si fuéramos sólo yo y la chica gótica, Beaker. Abriendo la segunda puerta a la derecha, entré. Mi maleta yacía exactamente donde Erin la había dejado. Tres camas iguales, de mantas beige estaban alineadas en la pared de color melocotón. Una pizarra de corcho estaba colgada sobre cada cama. Supongo que nuestras decoraciones personales irían allí. La del medio tenía un pedazo de papel pinchado en ella con mi nombre impreso en este. Esa debe ser mi cama. Una cómoda blanca de cuatro cajones separaba cada cama de la siguiente. Un armario se estiraba a lo largo de la pared trasera. Había bastante espacio de sobra en la gran habitación para al menos diez camas más. En la esquina trasera, otra puerta estaba abierta. Crucé la habitación y miré dentro. Un baño con tres lavamanos, tres compartimientos de inodoro, y tres duchas con cortinas. Tenía paredes color melocotón como la habitación, pero pisos de baldosas blancas en lugar de la alfombra beige. Me recordaba a una versión más pequeña de mis instalaciones de dormitorio de la universidad. Limpio y espacioso. Solo lo necesario. Me decepcionó un poco. Esperaba que fuera un poco más hogareño. Luego de revolver a través de mi bolso y meter una piruleta de cereza en mi boca, me senté en el borde de mi cama, saqué mi computadora de su bolso y la prendí.

―¿Sin hambre? Mi estómago giró por el sonido de la voz de David, pero no miré hacia la puerta. ―No ―contesté sin emoción. ―Necesitas comer. Serán las seis cuando sirvan la cena. Saqué la paleta de mi boca y la puse en su envoltorio en mi vestidor. ―No tengo hambre. Un incómodo momento de silencio pasó mientras pretendía trabajar en mi computadora. ¿Qué quería él? Se aclaró la garganta. ―Siéntete libre de guardar tu ropa. Solo lo digo porque noté que nunca desempacaste en East Iowa. ―Ya llegaré a eso ―mentí. Aprendí hace mucho tiempo que desempacar era una pérdida de tiempo. Las cosas cambiaban inevitablemente. En promedio llegaba a una nueva casa de acogida cada seis meses, por una variedad de razones: Me ponía muy vieja y no encajaba en el perfil de los Klines de “pequeño angelito bonito”; la Sra. Von Harv se embarazaba y ya no necesitaba un niño de acogida; los Julians pensaban que mi cabello rubio y piernas largas distraía a su precioso pequeño Alberto. La lista seguía y seguía y seguía. David entró a mi habitación y se sentó en la cama al lado de la mía. Su olor flotó sobre mí, y resistí la necesidad de inhalarlo profundamente. Soltó un largo suspiro. ―Sé que estás enojada conmigo. No, no realmente. Confundida, sí, y definitivamente sintiéndome engañada. ―GiGi…

―No me llames así ―interrumpí inmediatamente. Bien, tal vez estaba un poco enojada. Nunca había sido tan directa acerca de mis sentimientos hasta este momento. Se sintió sorprendentemente bien. ―Fuiste mi primera misión solo ―dijo abruptamente. Alejé la mirada de mi computadora y miré sus ojos cafés. Vi compasión allí, y lástima, aún a pesar de que no quería. ―¿De qué estás hablando? ―No pude quitar el tono borde de mi voz. ―TL me envió a la Universidad de East Iowa por ti. Se suponía que me hiciera tu amigo, me ganara tu confianza, y consiguiera que hackearas el sistema principal de computadoras del gobierno. Mi corazón sonaba tan fuerte que no podía pensar bien. ―Yo… yo… no entiendo. ―Te mentí acerca de mi papá. Tenía que convencerte de hackear el sistema para que TL te pudiera reclutar para los Especialistas. Era una prueba para ver si tenías las habilidades computacionales que él pensaba que tenías. ¿Una prueba? ―¿Por qué no solo me preguntó? ―¿Que hackees el sistema? Asentí. ―¿Lo habrías hecho? Me detuve. ―No. ―Allí está la respuesta a tu pregunta. Miré fijamente a David mientras las preguntas hacían un remolino en mi cerebro, confundiéndome más que antes.

―Dijiste que te envió por mí. ¿Cómo sabía acerca de mí? ―Esa es una pregunta que necesitas hacerle a él. ―¿Le hizo lo mismo a todos los demás? ¿Probarlos? David sacudió su cabeza. ―Sólo a ti. Los otros probaron sus especialidades por su propia cuenta. Fueron arrestados en el proceso. ¿Pero tú? No lo arruinarías. Nunca hiciste nada mal. TL necesitaba una oportunidad para ver tu nivel de experiencia, y necesitaba que hicieras algo mal porque sabía que te quería en el equipo. ―Así que esta designación a los Especialistas en intercambio por una detención juvenil es una falsa. Fui engañada. Puedo salir de aquí ahora mismo y TL no me puede detener. ―La rabia hirvió dentro de mí mientras recordaba mi arresto. La manera en que había sido tratada por los agentes. Sentada en la congelada celda en la cárcel. Desprovista de comida, agua, y un baño. Por ninguna otra razón más que TL me quería para los Especialistas. Había sido manipulada y usada. Y David sólo había pretendido que le gustaba. Cerró la corta distancia y tocó mi hombro, instantáneamente dejándome cálida ahí. ―Necesito que entiendas que fuiste una asignación para mí. Al principio. Pero cuando te conocí, nuestra amistad se volvió real. Odiaba mentirte, pero sabía que al final todo saldría a la luz. Empujé su mano, e ignoré el dolor que vi en su reacción. ―Los verdaderos amigos no se mienten. No puedo confiar en ti. Por lo que sé, me podrías estar mintiendo ahora mismo. Asintió, su expresión volviéndose inexpresiva mientras miraba su regazo. ―Entiendo que estés molesta ―llevó sus ojos a los míos―. Por favor, no te vayas. De verdad somos una familia aquí. Y TL es genial. Lo descubrirás si te quedas. Ignorando el deseo de quedarme, seguí con las preguntas. ―¿Qué hay de ti? ¿Cuál es tu especialidad? ¿Por qué estás con los Especialistas?

―Soy una clase de hombre orquesta. Conozco los dieciocho niveles del sistema del gobierno, nueve de los cuales pasaste. Asentí. ―Mi papá creó esos. Demasiado anonadada para decir algo, simplemente lo miré. ―Él fue secuestrado diez años atrás. Una semana antes de mi octavo cumpleaños. Él es la única persona en el mundo que conoce los dieciocho niveles. Él programo un chip de computadora con la información antes de su secuestro. ―¿Dónde está el chip? ―Nadie sabe. Mi papá lo escondió. ―¿Quién lo secuestró? David se encogió de hombros. ―Es otra pregunta sin respuesta. ―¿Todavía está vivo? ―Eso espero ―susurró David. Quería alcanzarlo y reconfortarlo, decirle que entendía cómo se sentía perder un padre, pero me detuve. Por todo lo que sabía esta podía ser otra mentira. ―Crecí aquí, en este rancho. Originalmente era una casa para chicos y chicas cuyos padres trabajaban en el gobierno. Una casa segura para proteger a los hijos de los más altos agentes de la nación. Ahora es la base de los Especialistas. La gente local cree que es una casa de adopción. ―¿Y tu madre? ―Nunca la conocí. Ella se fue cuando era un bebé. De nuevo, ahogué el deseo de reconfortarlo. No sabía qué creer, en quien confiar.

―Todos aquí éramos un montón de niños sin hogar ―continuó David―, todos por una diferente razón. Teníamos un fondo único, algunos con antecedentes juveniles, algunos no. Pero la única cosa que teníamos en común era, es nuestra necesidad por una familia. Nosotros somos la familia de los demás. ―Tocó mi hombro de nuevo―. Por favor, quédate. Miré a mi laptop mientras su sincera petición hacía eco en mis oídos. Segundos después me levanté y me fui de la habitación. Sonaba sincero como en la Universidad del Este de Iowa. Siempre atento. Siempre cuidándome. Pareciendo herido y perdido mientras me mentía para que hackeara el sistema del gobierno. Me habían mentido antes, muchas veces. Por trabajadores sociales que parecían preocupados. Cariño, amarás esta casa. Pequeña, no más mudanzas. Querida, este es el último lugar para ti. No podía quedarme aquí rodeada por mentiras y falsas identidades. Esta no era yo. No podía herir a la gente a propósito, manipularlos, engañarlos. Me levanté de la cama y salí apurada de la habitación. Necesitaba encontrar a TL.

Con mi corazón corriendo, caminé por el comedor directo hacia TL. Detrás de él estaba sentado David, pero lo ignore y mantuve mi concentración, contentándome en no caerme. En mi visión periférica vi a los otros Especialistas y algunos adultos que asumí eran agentes que me miraban mientras pasaba enfrente de ellos. Quizás era mi imaginación, pero sentí que un silencio cayó en la sala. TL miró arriba de su sándwich de tuna cuando me paré enfrente de él.

―Ahora no es el momento ―respondió él antes de que abriera mi boca―. Encuéntrate conmigo en mi habitación. Él debía saber lo que quería; de otra manera no me hubiera saludado de esa manera. ―Sí, señor. ―¿Por qué no agarras un sándwich? ―sugirió David―. Siéntate y come con nosotros. Realmente esperas que me siente aquí y coma como si nada hubiera pasado, eso quería decir, pero no era mi naturaleza ser respondona. ―No, gracias. No tengo hambre. Salí del comedor, mi corazón todavía estaba acelerado, y fui de regreso a mi habitación. Paseé de un lado a otro, una y otra vez, pasando todo por mi cerebro. Revisé el reloj que colgaba en la pared al menos cuatro veces antes de que fuera a la puerta de TL. Tomé un respiro rápido de yo-puedo-hacerlo y toqué. ―Adelante. Él se sentaba detrás de un escritorio de madera con la computadora a su derecha. A través de una puerta entreabierta vi su dormitorio. Los mismos colores que la mía, excepto por el edredón azul. TL me indicó que me sentara en una de las sillas de metal enfrente de su escritorio. Levantó su vista poniéndola sobre mí. ―Sé por qué estás aquí, así que no voy a perder tiempo pretendiendo otra cosa. La IPNC ha mantenido la mira en ti por años. Cualquiera con el CI de ciento noventa y nueve naturalmente atrae su atención. Sin mencionar el compendio de programas de computación que escribiste cuando tenías nueve años. Ganó el Premio Nacional de Nuevas Mentes. Parpadeé. Me había olvidado del programa y el premio. ―Eres brillante e increíblemente talentosa con las computadoras. Te quería en el Equipo Uno de Especialistas, pero solo tenías trece años. Demasiado joven

emocionalmente para manejar esta nueva vida. Sí, envié a David por ti. Le dije que te convenciera de hackear el sistema del gobierno. Necesitaba alentarte para traerte a los Especialistas. Basado en tu perfil psicológico… ¿Perfil psicológico? ¿Tenían un perfil mío? Por supuesto que tenía un perfil mío. Esta es la IPNC. ―… es evidente que nunca vendrías a trabajar para mí por tu cuenta. No eres una tomadora de riesgos. ―¿A qué se refiere con que mantenía la mira en mí? ―¿Me habían estado vigilando, siguiendo, filmando? ―Déjame asegurarte que nunca invadimos tu privacidad personal. Solo buscamos en los expedientes públicos. Conocemos tus récords escolares, tus logros, los resultados de sus pruebas. Tu historia familiar. ―¿Puedo salirme ahora, o no? TL asintió. ―Sí, puedes. Pero era mi esperanza que una vez que estuvieras aquí, te sentirías como en casa, encontraras un propósito en la vida, y decidieras quedarte. ―Dobló sus manos sobre su escritorio y se inclinó―. Pero antes de que tomes una decisión, quiero hacerte unas preguntas: ¿qué te espera de regreso en Iowa? ¿Hacia dónde te diriges? ¿Has sentido alguna vez que perteneces? ¿Cuándo fue la última vez que tuviste una familia real, un hogar? ¿Alguna vez has hecho algo nuevo, excitante, arriesgado? Dios, él sabía qué preguntas hacer. Se paró. ―Te daré hasta la mañana de mañana para que tomes tu decisión. Es enorme. Tómate tu tiempo. Afectará el resto de tu vida.

―¿Qué está sucediendo? ―preguntó Bruiser mientras entraba en nuestra habitación―. Sé que algo está pasando. Todos saben que algo está pasando. ¿Te vas? Te estás yendo, ¿o no? Me acosté en mi cama. Ella y Beaker se habían cambiado de ropa, usando algo en lo que no te molestara sudar, justo como TL instruyó. Miré a Bruiser por un segundo, sorprendida por su cuerpo. Usaba un top azul apretado que decía: “¿QUIERES UN PEDAZO DE ESTO?” y pantaloncillos rojos. Cada músculo de su cuerpo estaba definido. Beaker por otra parte, todavía usaba sus botas rojas de combate, una playera holgada negra y un collar de púas. Sus largos pantaloncillos negros era lo único que marcaba un cambio en su apariencia. Todo lo que yo tenía eran mis jeans, mis playeras, y dos batas de dormir. No tenía nada para sudar. ―¿Hola? ―Bruisier movió su mano. Sonreí a su persistencia impaciente y luego les dije todo. ¿Por qué? No estaba segura. Nunca le había dicho a nadie mis pensamientos, problemas o asuntos. Siempre resolvía todo sola. Pero de alguna manera se sentía bien compartir mis situación con ellas. Quizás porque estábamos en el mismo bote. Excepto que ellas no habían sido engañadas para estar aquí. Bruiser silbó cuando terminé. ―Yowza. Esa es una historia. TL te debe querer de verdad. Él no se me hace el tipo que hace algo sin tener un as bajo la manga. Apuesto que también la tuvo difícil al mentirte. También David. Él y TL se parecen mucho. Creo que estaría halagada de que alguien me quisiera tanto. ¿Halagada? Hmm, no lo había pensado en ese ángulo. Se levantó de la cama. ―Solo te he conocido por medio día, pero este lugar no sería el mismo si te vas. ¿Verdad, Beaker?

Yo la miré. Ella se sentaba en la alfombra con su espalda contra la cama. Tenía enterrada su nariz en un libro todo el tiempo, mascando otro pedazo de goma. El título decía: La Partícula Atómica Beta. Bruiser la tocó con sus zapatillas de deporte. ―Oye, te estoy hablando. Contéstame. Casi me reí de la valentía de Bruiser. Beaker se encogió en respuesta. Bruiser rodó sus ojos. ―No le prestes atención. Tiene sus asuntos. Escucha, GiGi, realmente quiero que te quedes. Y también los demás. Estuvimos hablando sobre eso en el almuerzo. ¿Discutieron sobre mí en el almuerzo? ¿De una manera buena? Usualmente, la gente cotilleaba sobre mí. Escuchar a Bruiser decir lo contrario trajo una cálida efusión a mi corazón. Ella miró a su reloj. ―Se supone que debemos estar en el granero en unos minutos. ¿Vienes? Asentí. ―Pero primero necesito usar el baño. ―¿Quieres que te espere? Otra vez, la efusión cálida. Nunca tuve a una chica que se ofreciera a hacer una cosa tan simple y amigable. ―No. Adelántate. ―Tú, cabezota Beaker, ¿vienes? Beaker levantó su atención de su libro. ―¿Cabezota Beaker?

―Sí, ya sabes, Beaker. Tu nombre químico clave. Los labios de Beaker se torcieron divertidos, pero probablemente era una ilusión óptica. No me parecía el tipo de chica que le sonreía a algo. ―Necesito terminar este capítulo. Bruiser se despidió con la mano mientras salía, dejándome sola con Beaker. Miré al baño, y Beaker cerró el libro y lo puso sobre su cama. Pensé que había dicho que necesitaba terminar su capítulo. Se levantó con las manos en sus caderas. ―Así qué ―preguntó mientras mascaba chicle―, ¿te quedas o qué? ―Todavía no lo he decidido. ―¿Cuánto tiempo ―mordida, chasquido, mordida―, ¿te dio TL? ―Hasta mañana en la mañana. Ella gruñó en respuesta. ―Bueno, uh, ya sabes… Luego como que sonrió y encogió sus hombros, como si tratara de mirarse indiferente, pero de alguna manera no lo decía en serio. En alguna parte entre el “bueno, uh, ya sabes” y su sonrisa, tomé mi decisión.

[4] Traducido por Helen1 y flochi Corregido por Kasycrazy

D

ecidí quedarme. Principalmente porque los Especialistas eran un grupo muy exclusivo. Me sentí obligada a ver qué tipo de gente llegarían a ser, y tal vez tenía curiosidad por ver cómo iba a cambiar, también.

Y si este lugar realmente se convertiría en un hogar, mi nueva familia, como TL y David habían dicho. Cuando le dije a TL que me estaba quedando, él simplemente asintió con la cabeza, me dio la mano y dijo: "Bienvenida a bordo”. No era lo que yo esperaba. Sin sonrisa, sin canto y baile, nada exuberante. Así que aquí estoy de pie en el granero con mis otros compañeros de equipo. TL, David, y un hombre calvo gigante que se quedó a la izquierda, hablando. El hombre calvo llevaba un parche negro en el ojo. Los tres llevaban pantalones cortos y camisa de camuflaje a juego, asemejándose a un cartel de reclutamiento para militares. Traté muy duramente de ignorar sus músculos y centrarme en lo que me rodeaba. Los caballos fueron acorralados en la mitad trasera del granero, mientras que el frente parecía un gimnasio tradicional. Tres cuerdas anudadas colgaban del techo, un montón de esteras se apilaban en un rincón, bastidores de pesos se alineaban en las paredes, y dos sacos de boxeo colgados de una viga de madera. Enormes ventanales permitían que el sol caliente e ilumine la zona. Olor a heno y caballo se aferraba al aire. ―Muy bien, gente. ―Rompió el silencio TL―. Ya es la una. Gigi, llegas tres minutos tarde. Sé puntual la próxima vez. Tragué saliva.

―Sí, señor. ―¿Tres minutos tarde? Jesús. TL volteó una pizarra blanca, mostrando una lista de términos y sus definiciones de combate. ―Bienvenidos a su primera EF. Vamos a hacer un calentamiento, seguido de una introducción a las artes marciales. Saqué el cuaderno de notas de mi bolsillo trasero del pantalón y comencé a tomar notas. Wirenut alzó la mano en el aire. ―¿EF? Exactamente lo que quería saber. Gracias, Wirenut. ―Entrenamiento físico. ―TL asintió con la cabeza sobre su hombro―. Como pueden ver, este granero funciona como un gimnasio. Parrot estornudó. Viendo que yo estaba más cercana a él, murmuré: ―Salud. Él sorbió por la nariz. ―Gracias. Es el heno. Soy alérgico. Le hice una cara de "eso apesta" y él sonrió. ―Bruiser ―gruñó el hombre calvo gigante, entrecerrando los ojos en su dirección. Él le hizo una seña con un movimiento de cabeza. Yo estaba segura de que los demás pensaban lo mismo que yo. Ufff, me alegro de no ser Bruiser. Bruiser salió de la línea y cruzó el suelo de cemento a donde estaban TL, David y el hombre calvo.

Le tendió la mano con una gran sonrisa. ―Jonathan. Encantado de conocerte. Su gran sonrisa no coincidía con su apariencia, ni voz, ni con su nombre. Alguien como él debía ser llamado Snake o Viper. Vistiendo su camiseta de: "¿Quieres un pedazo de esto?", Bruiser le devolvió el apretón de manos con una sonrisa toda dientes, con hoyuelos. Su diferencia de tamaño me recordó la historia de David y Goliat. Jonathan le soltó la mano y de inmediato le hizo un golpe de karate a su cabeza. Todos nos quedamos sin aliento. Ella cayo doblándose para esquivar los golpes, se dio la vuelta y pateó la parte posterior de la rodilla. Jonathan aterrizó con un ruido sordo en su trasero. Bruiser rodó alejándose y se paró de nuevo en sus pies antes de que yo tuviera la oportunidad de parpadear. Jonathan y TL intercambiaron asentimientos. TL hizo un gesto con la barbilla hacia nosotros. ―Eso es todo por ahora, Bruiser. Ella regresó a nuestra línea, toda indiferente, como si solo no hubiera pateado el culo de Goliat. Mientras estábamos admirando los talentos de Bruiser, los miembros del Equipo Uno de Especialistas se encaminaron por la puerta del granero. Todos llevaban camisetas negras a juego con ESPECIALISTAS impreso en blanco. Camisas geniales. Me pregunto si vamos a conseguir unas, también. Entonces se me ocurrieron las diferencias entre los dos equipos. El Equipo Uno parecía centrado, unificado, controlado. El Equipo Dos estaba de pie en una línea revoltosa, cada uno con su estilo propio y único. Beaker con su anillo en la nariz, cabello púrpura, delineador grueso, y goma de mascar. Bruiser con sus amplios ojos inocentes, pecas y coletas rojas. Parrot olfateando y estornudando por su alergia al heno. Mystic con cuello grueso,

cabello rubio con corte militar, y aura pacífica. Wirenut con su camiseta HarleyDavidson sin mangas, tatuaje en la parte superior del brazo y barba de chivo. Y yo con mi pequeño bloc de notas de espiral. Vaya, a veces soy una verdadera nerd. TL se aclaró la garganta, haciéndonos prestar atención. ―Ahora que el Equipo Uno está aquí, vamos a empezar con los estiramientos. Después voy a emparejarlos para su primer EF. Entiendan que aunque están aquí para su propia especialidad, la condición física es una necesidad. Si no están sanos y capaces de manejar físicamente las situaciones extremas que puede que encuentren, fallarán a los miembros de su equipo. ¿Situaciones extremas? ¿Condición física? TL me dijo que operaría desde casa. Yo era la persona más descoordinada, poco atlética y torpe en el mundo. Cualquiera puede ver eso. Si no, no estaría aquí en jeans. Me gustaría tener ropa de atletismo y tono muscular. Bueno, puedo hacer esto. Aunque tenía muchas ganas de alzar la mano y decir: TL, señor, yo soy la geek de las computadoras ¿Puedo, por favor, ser disculpada del entrenamiento físico? Tengo el código clave. Pero de alguna manera sabía que eso no funcionaría. Si esto era parte del entrenamiento, entonces sin duda participaría. ―Abran las piernas ―dijo con voz áspera Jonathan―. Condiciones de plena competencia entre ustedes. Los Especialistas del Equipo uno se dirigieron inmediatamente a su posición, mientras que el Equipo Dos estaba como arrastrando los pies alrededor antes de lo planeado. ―Brazos levantados. ―Jonathan levantó los suyos―. Estiren. Siéntanlos a través de sus lados y la columna vertebral.

Nunca había estado en un estiramiento y me consideraba casi tan ágil como mi computadora. Pero se sentía bien. Yo podría hacer esto. ―Abajo. Abran las piernas. Trabajen de lado a lado. Ooowww... mis piernas no estaban destinadas a ser extendidas a esta amplitud. Apreté los dientes y contuve la respiración y esperaba hacerlo mejor. ―Arriba ―gruñó Jonathan. Oh, gracias a Dios. Me las arreglé para levantarme y me di cuenta que nadie más parecía estar teniendo problemas. Oh, espera... una gota de sudor resbalaba por la mejilla de Beaker. Ella me miró y sonrió. De alguna manera me consoló. Me estaba empezando a gustar y esperar sus sonrisas. ―Rueden el cuello hacia atrás. ―Demostró Jonathan―. Deja a tus hombros. Arriba y adelante. El cuello de David rotando me llamó la atención, y aunque había seis metros de suelo de cemento entre nosotros, me concentré en sus músculos mientras se movía. Aunque mi cerebro me dijo que parara, no pude evitar que mi mirada viajara por su cuerpo. ¿Cómo es que nunca me di cuenta de que tenía los músculos definidos? ―Los pies juntos... Parpadeé de nuevo para enfocar y encontré a David mirando directamente hacia mí. Nunca me había sonrojado, pero mi cara se incendió. Y para empeorar las cosas, una mirada de intuición sexy aumentó en sus ojos. ―Palmas hacia el suelo. ―Jonathan realizó el acto contorsionista. ¿Juntar los pies y tocar el suelo con las palmas? ¿Está bromeando? A mi lado, Bruiser sin esfuerzo lo hizo, y entonces lo intenté. Mis palmas llegaron a las rodillas. Apreté los dientes y contuve la respiración y alcancé el piso.

La gravedad o mi peso o pura falta de coordinación me envió balanceándome hacia adelante y caí sobre mi cabeza. ―GiGi, ¿estás bien? ―Bruiser me agarró. ―Estoy bien ―dije, empujándome a mis pies. No le eché un vistazo a David, porque sabía que él había visto todo y probablemente estaba sacudiendo la cabeza con disgusto. Miré a Beaker y atrapé sus labios temblando. Bueno, al menos yo divertía a alguien. Terminamos el estiramiento, luego TL emparejó a cada miembro del Equipo Uno con una persona del Equipo Dos. Mientras nos asociábamos uno a uno, poco a poco me di cuenta de con quién iba a terminar. ―Y, David, estás con GiGi. Mire fijamente a TL un momento, preguntándome por qué había hecho eso. David era completamente la última persona que quería tener cerca ahora mismo. TL lo sabía. ¿Era alguna especie de prueba? Algo parecido a rápidamente superar y enfrentar el estrés emocional. Con una ligera curva en sus labios que hizo a mi estómago dar un vuelco, David cruzó el suelo de cemento hasta donde estaba parada yo. ―Parece que vamos a ser tú y yo. ―Trabajar contigo no voy. ―Negué con la cabeza, mareada por el olor de su colonia―. Quiero decir, no voy a trabajar contigo. Se encogió de hombros. ―No es una opción. ―Levantó mi bloc de notas del suelo y lo lanzó a varios centímetros en la esquina―. Siempre tomando notas, ¿no? Mirando a donde aterrizó, apreté mi mandíbula. ¿Cómo se atrevía a lanzar mi bloc de notas como un insignificante pedazo de basura? ―Tú. ―Señalé mi bloc―. Ve. A. Recogerlo. Ahora. Mismo. ―No. ―Sonrió―. No. Iré. A. Recogerlo. Ahora. Mismo.

¿Se estaba burlando de mí? Me enojé y lo empujé con fuerza en el pecho, enviándolo tropezando hacia atrás. Su mandíbula quedó abierta con incredulidad, y mi corazón empezó a latir a toda velocidad. No puedo creer que acabé de hacer eso. ―Oye ―ladró TL del otro lado del establo―. Guárdalo para las colchonetas. Miré alrededor del área de entrenamiento y encontré todos los ojos puestos en mí. Las cejas de Parrot se alzaron con sorpresa, como si dijera: Vaya, no sabía que estabas contra él. Beaker dejó de mascar chicle y se quedó estudiándome, como si no llegara a comprenderme. No había nada peor que el que las personas me miraran. Resistiendo la urgencia de huir avergonzada, me limpié las palmas húmedas en mis jeans y me obligué a quedarme. TL empezó a dar instrucciones, y lentamente la atención de todos se volvió hacia él. Mi mortificación se desvaneció. Pero no escuché ni una palabra de lo que dijo mientras repasaba todo en mi mente, una, y otra, y otra vez. ¿En qué había estado pensando? Momentos más tarde, todos agarraron las colchonetas y se deslizaron a áreas separadas en el establo. Seguí el ejemplo de David porque no tenía idea de qué se suponía que íbamos a hacer. David ubicó nuestras colchonetas en la esquina más lejana de dónde se encontraban todos los demás. Levantó mi bloc de notas y me lo entregó. ―Lo siento ―dijo―. Supongo que no debería haber hecho eso. Tomé la espiral de mi bloc. ―También lo siento, por empujarte. Asintió, aceptando la pequeña tregua. ―¿Te sientes mejor ahora?

―Un poco. ―No realmente. Porque cada vez que pongo mis ojos en él recuerdo lo agradable que había sido conmigo en la Universidad East Iowa. Bajo todo eso él había estado fabricando mentira tras mentira. ―Apuesto a que no escuchaste nada de lo que dijo TL. David me conocía demasiado bien. ―Tienes razón. ―Saqué mi lápiz mecánico de la espiral y di vuelta a la tapa de cartón―. Dispara. ―Hoy vamos a practicar defensa personal básica usando artes marciales mixtas. Y cómo mantenerse uno tranquilo durante situaciones de estrés. ―Continuó exponiendo mientras yo garabateaba notas. Diferentes agarres y giros del cuerpo. Respiración. Las partes del cuerpo a las que puedes llegar más fácil. Cuando terminó, deslicé el bloc en mi bolsillo trasero. ―Bien, ¿dónde empezamos? ―Bueno, primero que todo ―David me miró de arriba a abajo―, ¿dónde está tu ropa de entrenamiento? ―No tengo ninguna. No hago ejercicio. ―Vamos a tener que comprarte alguna. EF cuatro veces a la semana. Para todos. Necesitas algo diferente a los jeans. ¡¿Cuatro veces a la semana?! ―Necesitas pantalones cortos. Me encogí de hombros. ―O pantalones de yoga. Si él pensaba que iba a meterme en pantalones cortos, estaba muy equivocado. Lucía horrible en pantalones cortos. Toda piernas largas y desgarbadas, como una jirafa o algo parecido. También pálida. Más blanca que Beaker, la Gótica. Aunque si tuviera los músculos de Bruiser, usaría ropa de ejercicio en cualquier momento. David me rodeó desde atrás.

―Autodefensa básica. Nunca sabes en qué tipos de situaciones te encontrarás. Me agarró alrededor del cuello y del estómago y me tiró hacia atrás contra él. Aspiré sobresaltada. ―¿Qué harías ―susurró contra mi oído―, si un atacante te tiene agarrada así? Todo esto era simulación, fantasía, pero la posición me dejó muerta de miedo. Su agarre apretado, limitándome, me inmovilizó. No pude haberme movido aunque quisiera. Me sentí impotente. No tenía control. Y quise más que nada nunca volver a estar en esta posición. ―GiGi. ―TL llegó detrás de nosotros―. Calma tu respiración. Me di cuenta que estaba jadeando hasta el punto de hiperventilar. Puso sus dedos cálidos sobre mi cara. ―Cierra los ojos… concéntrate… cálmate… enfócate… incluso tus respiraciones. Lo hice tal como me instruyó. A medida que los segundo pasaban. Los sonidos de los caballos en el fondo del establo y de los otros Especialistas se silenciaron. Solo sentí el suave golpe de mi corazón, escuché mis calmadas exhalaciones. Un sentido de unidad conmigo misma me fortaleció. Como si yo también pudiera enfrentar a Goliat y ganar. Sus dedos se deslizaron de mi cara. ―Ahora lentamente toma conciencia del entorno. Los brazos de David alrededor de mi cuello y estómago llegaron primero a mí. En mi estado meditativo, me había olvidado de ellos. Luego su cuerpo a lo largo del mío. Su aliento cálido en mi mejilla. Su corazón pulsando contra mi espalda. ―Estima la estatura y el peso de tu atacante. ―Escuché a TL moverse de estar parado frente a mí―. ¿A qué parte de su cuerpo puedes llegar más rápido? ¿Qué parte de tu cuerpo puedes mover? Abrí los ojos, mientras me enfocaba como lo estaba cuando tecleaba un código.

―Mi cabeza. Puedo moverla hacia atrás. Somos más o menos de la misma altura. Un cabezazo es una opción. ¿Cabezazo? Nunca pensé que diría eso, ni mucho menos que lo hiciera. ―Mi brazo izquierdo. Está sujeto, pero puedo mover mi mano hacia atrás y agarrar su ingle. Mis piernas. Ambas están libres. Puedo deslizar una entre las dos de él y tirarlo fuera de balance. ―Bien. ―TL se movió a la izquierda―. ¿Qué opción está garantizada para causar más dolor? ―Su ingle, por supuesto. David rápidamente me liberó. ―Tienes razón, y TL es lo bastante sádico para decirte que lo hagas. TL rió. ―Bien hecho. ―Palmeó a David en la espalda―. Tómalo con calma con ella ―dijo, luego vagó hacia otro equipo. ―Eso fue realmente genial. ―Me giré hacia David―. Podría gustarme esta cosa de EF después de todo. Me palmeó en la cabeza, haciéndome sentir como de cinco años. ―Vamos a asegurarnos de que puedas cuidarte. Te dije que me siento protector. Eres como mi hermana menor. Quizás fue el comentario de la hermana menor, el mismo que había hecho justo antes de engañarme para hackear el sistema gubernamental. O quizás la palmada en la cabeza. Pero ambos gestos me enfurecieron. Agarrando su muñeca, le torcí el brazo a su espalda y metí mi pie en la parte posterior de su rodilla. Se desplomó al suelo y rodó a su espalda. ―¿Qué dem… dónde aprendiste ese movimiento?

Lo miré fijamente, asombrada de haber hecho una maniobra de Jackie Chan. Supongo que ver películas vale la pena después de todo. Hice una dramática demostración de desempolvarme las manos, disfrutando mi momentánea superioridad mientras David se sentaba asombrado en el suelo. ―Disculpa. Necesito un descanso al cuarto de baño. ―Me alejé, cabeza en alto, esperando que mi trasero se viera bien. Porque quizás entonces él se daría cuenta que no tenía cinco años y no era su hermana menor.

[5] Traducido por Skye Corregido por Jo

C

orrí a través de la biblioteca en el centro de la Universidad de San Belden hacia el edificio de informática. Había estado asistiendo a clases sólo por un mes, pero ya me gustaban los profesores y estudiantes más que los de

Iowa. Todos parecían estar más relajados. Tal vez era por el sol de California y la actitud surfista. En el último mes, había tenido el mismo horario. Clases todos los días. Tarea. EF después de eso. Cena. Quehaceres. Cama. Realidad bonita y mundana. Excepto que siempre lograba llegar tarde a una o varias diferentes cosas. Abrí el laboratorio reservado para los estudiantes de informática y encontré mi lugar habitual en la parte posterior vacío. Sólo había otros dos estudiantes, una chica a lado de mi lugar y un chico en la parte delantera. Pero estaban tan concentrados en su trabajo que ni siquiera me notaron. Con una rápida mirada al reloj, bajé mi mochila. Tenía dos horas hasta que David saliera de clases. Se suponía que íbamos a reunirnos en el estacionamiento para ir recoger mi equipo de la escuela secundaria. Inicié mi computadora portátil, desenvolví un par de paletas, y empecé a teclear códigos... [ISO-0000] ABR=ELT = 'wowdeb'>ABR<> <003004001>/=~%> ―Hey, hay un chico muy lindo por ahí buscándote. Asentí con la cabeza, al escuchar a la estudiante junto a mí. Algunas pulsaciones de teclas más, y este segmento del código estaría completo…

―Um, parece que es importante. Él está señalando a su reloj y apuntando con su dedo en tu dirección. Asentí con la cabeza, después de haber oído a la chica otra vez. ¿Acaso la gente no sabía que era de mala educación molestar a alguien cuando estaba trabajando? La estudiante sacudió mi brazo. ―Está golpeando el vidrio ahora. ¿Quién es ese? ¿Va a la escuela aquí? ODiosmío si no lo quieres, yo lo agarraré. Recuerda nunca sentarte junto a esta idiota otra vez. Al otro lado del laboratorio de computación, una imagen borrosa de un hombre alto, moreno ocupaba la ventana. Metí mis gafas en la parte superior de mi cabeza y conseguí una clara toma de David con impaciencia tocando su reloj. ¡Cielos! Me puse de pie mientras mi mirada se precipitaba al reloj que colgaba en la pared. TL me va a matar. ¡Treinta minutos tarde! ¿Cómo ha transcurrido tanto tiempo ya? Tiré mi paleta de limón en la basura, señalé a David para que siguiera adelante, sabiendo que esperaría en la furgoneta del rancho. Rápidamente, apagué la computadora portátil y corrí del laboratorio, a través del edificio de informática, hacia fuera en el estacionamiento. David estaba apoyado contra la furgoneta hablando con una chica de cabello negro. No tiene tanta prisa ahora. Levantó la vista cuando me acerqué. ―Ah, aquí está. La chica de cabello oscuro me echo un vistazo por encima apenas perceptible, como comparándose a sí misma conmigo. Como si tuviera algún tipo de derecho territorial sobre David. Quería decirle que guarde su inmadurez para alguien que realmente intimide. ―¿Es ahí donde trabajas? ―Ella señaló la calcomanía en la furgoneta de SAN BELDEN RANCHO PARA CHICOS Y CHICAS.

―Sí. Es parte de mi trabajo, estudio aquí en la escuela. ―Él disimuladamente miró su reloj. La chica de cabello oscuro se volvió hacia mí. ―¿Eres la chica genio que se matriculó un par de semanas atrás? Todos han estado hablando de ti. ―Es ella. ―David se estiró hacia mí, y tuve la impresión de que iba a rizar mi cabello o palmearme la cabeza otra vez. Entrecerré mis ojos en señal de advertencia, y deslizó mi mochila fuera de mi hombro en su lugar. ―Un placer conocerte. ―Él abrió el lado del pasajero, y me subí. ―¿Puedo, um, te doy mi número? ―preguntó la chica a David. Los celos hormigueaban dentro de mí, pero me ocupé de ponerme el cinturón de seguridad, fingiendo que todo estaba bien. David se giró hacia la chica de cabello oscuro, y me imaginé su mente haciendo clic fuera del modo de tarea a modo normal de chico de dieciocho años. ―Oh, claro. Lo siento. Mi mente está en otra cosa. La chica escribió su número en un trozo de papel y lo metió en el bolsillo delantero de sus vaqueros. ―Llámame. Me quedé mirando por la ventana abierta a su bolsillo delantero, incapaz de comprender tal decisión audaz. Nunca podría hacer eso. David se aclaró la garganta y rodeó el auto hacia el lado del conductor. Le devolvió el saludo con la mano a través de la ventana a medida que nos retirábamos de la zona de estacionamiento. ―TL va a estar muy molesto ―espetó David, después de que giramos a la calle principal. Me tomó un segundo para registrar lo molesto que sonaba.

―Lo siento. Est… Cortó el aire con la mano, y parpadeé atónita. ―Tu vida ya no es sólo acerca de ti. Hay más personas involucradas. ¿Te das cuenta que tus compañeros de equipo han estado esperando en la escuela secundaria por casi cuarenta y cinco minutos para ser recogidos? ¿Cómo crees que se sienten de pie por ahí haciendo nada? Tragué un nudo de culpabilidad. ―Probablemente piensen que no vamos a presentarnos. Probablemente ya hayan llamado a TL. ―Lo sien… ―No puedes perderte más en tu propio mundo de informática. Hay personas que dependen de ti. Mi culpa se transformó en ira. Cómo se atreve a acusarme de no ser responsable. Cualquiera, cualquiera, podría depender de mí. ―Bueno, no parecía importarte que llegue tarde. ¿Qué estabas haciendo con esa chica? ¿Engañando a otra ingenua adolescente para que cometa un crimen? Él lanzó una mirada letal en mi dirección, y me di vuelta. El silencio llenó el aire entre nosotros, mientras conducía a través de la ciudad. El aire caliente fluía en mi ventana abierta. En el exterior, los niños jugaban en los parques sombreados, la gente andaba dentro y fuera de los edificios con aire acondicionado, corredores y patinadores manchaban las aceras soleadas. Todo el mundo disfrutaba de una tarde normal. Una vida normal. Capté la vista de un picnic familiar y de inmediato recordé un día de campo en el que había ido con mis padres. Lo inesperado de la memoria trajo una leve sonrisa en mis labios. Los echaba tanto de menos. Suspiré. Tenía que admitir que tenía un problema con la “tardanza”. Nunca podía estar en cualquier lugar a tiempo. Ni siquiera las alarmas de los relojes me mantenían en pista. La mayor parte del tiempo las apagaba cuando sonaban. No

era como si no comprendiera mis defectos. Resultaba muy difícil sacarme de mi estado de concentración. Eso es todo. Algo en lo que tenía que trabajar, pero no necesitaba a David ladrándome al respecto. ―Aquí ―murmuró, y me entregó una manzana―. Sé que te has olvidado de comer. Comida. Cierto. Sabía que algo se había deslizado de mi mente hoy. Agarré la fruta, y mis dedos rozaron los suyos. El contacto llevo a nuestros ojos a encontrarse por un breve segundo, entonces él cambió su atención a la carretera. Miré la manzana y pensé: ¿Cómo puedo mantenerme enojada con él? Unos pocos minutos antes habíamos estado en una ardiente discusión y sin embargo, todavía estaba preocupado por mi bienestar. ―Ohhh ―gimió, entrando al estacionamiento en la escuela secundaria―. No necesito esto ahora mismo. En frente de la escuela, cada uno de mis compañeros de equipo estaba arrojando golpes en una pelea callejera. Beaker estaba rodando por el pavimento con otra chica. Wirenut golpeaba a un chico en la cara. Parrot atacaba a un chico diferente. Bruiser saltaba en el aire, lanzando una patada para dividir a una chica y un chico. Y Mystic, siempre en armonía con el universo, estaba parado en el medio de todo tratando de mantener la paz.

TL cruzó sus brazos sobre su pecho y miró con dureza a cada uno de nosotros. ―Estoy muy decepcionado. No creo que esto sea divertido en absoluto. Sentados alrededor de la mesa de conferencias, cuatro niveles por debajo del rancho, mis compañeros y yo agachamos la cabeza con culpabilidad. Nadie había

dicho una sola palabra al volver a casa desde la Escuela San Belden, así que no sabía lo que había causado la pelea. Mi curiosidad estaba a punto de estallar una de las células de mi cerebro, sin embargo. Especialmente con los golpes y raspaduras que todos estaban exponiendo. ―Han estado aquí sólo un mes y ya me he puesto en contacto con el director tres veces. La primera, a causa de la explosión en el laboratorio de química de Beaker. La segunda, debido a la lectura de palma de Mystic entre clases, y ahora esto. No los traje para reanudar sus travesuras juveniles. Los recluté porque son los mejores y vi potencial. Pero déjenme decirles algo: tan fácil como los he traído aquí, puedo transportarlos justo de vuelta a la calle. Así que si están pensando que son demasiado talentosos para que me los quite de encima, entonces, piensen de nuevo. No tengo el tiempo ni las ganas para hacer frente a problemas de comportamiento. Hay toda una lista de otros candidatos en mi escritorio mientras hablamos. TL rodeó la mesa y se detuvo detrás de Wirenut. ―Dime, ¿por qué fue la pelea? ¿Por qué TL hacía esa pregunta? Todos usábamos dispositivos de vigilancia. TL sabía la respuesta. Tal vez era una prueba para ver si Wirenut mentiría o diría la verdad. Tal vez TL pensó que Wirenut se había olvidado sobre el dispositivo de vigilancia. Eran fáciles de olvidar, siendo casi invisibles. La única vez que me acordaba del mío era cuando me desnudaba. ―No voy a repetir mi pregunta. Con los ojos hinchados, Wirenut lanzó una mirada rápida hacia Parrot como silenciosamente preguntando si debía decirle. ―Señor ―Parrot levantó la mano, mostrando un rasguño sangrante en su antebrazo―. ¿Puedo responder a la pregunta? TL levantó una ceja. ―La pelea fue mi culpa. ―Continúa.

Parrot se enderezó en la silla e inhaló una respiración profunda, como que temía dar su explicación. ―Este chico se estaba burlando de mi herencia Nativo Americano. Lancé el primer golpe, señor. Lo siento. Dejé que mi temperamento obtuviera lo mejor de mí. ―¿Y tus compañeros de equipo? ¿Cómo llegaron a involucrarse? ―Ellos saltaron cuando muchos estudiantes me atacaron en grupo. ―Ya veo. ―TL rodeó la mesa, volviendo a su sitio original. Miró a Mystic―. El director dijo que tú fuiste el único que no participo. ¿Por qué eso? ―No creo en la violencia. ―Mystic acarició suavemente su corazón―. Paz. A mi lado, Beaker resopló. TL golpeó con su puño la mesa, y todos saltamos. ―Déjenme repetirlo. No encuentro esto divertido. O ―miró a Mystic―, pacífico. Esta situación es justo el tipo de cosa que haría que el IPNC saque nuestros fondos. Y entonces, ¿dónde estarían todos? ―Hizo una pausa por un segundo―. Han perdido todo su tiempo libre de privilegios por dos semanas. Cada uno de ustedes. Este es un equipo, así que todo el equipo padece. Irán a la escuela, volverán, harán los quehaceres, EF, comerán, harán las tareas, e irán a la cama. Los fines de semana son míos, también. Ni siquiera piensen en violar estas restricciones. Porque si lo hacen, les garantizo, los pondré en la sala de un reformatorio donde pertenecen. Fijó a cada uno de nosotros con una mirada gélida iluminando sus ojos. ―Márchense. Seguí a mis compañeros de equipo fuera del salón de conferencia, por toda el área de trabajo de alta tecnología, más allá de todas las puertas cerradas, a continuación, al ascensor. Nadie dijo una palabra mientras íbamos hasta al cuarto piso de nivel del rancho. Salimos, los chicos se fueron a su habitación, y nosotras, las chicas, fuimos a la nuestra. Bruiser con cautela se sentó en su cama. Levantó su camiseta ¡VIVAN LAS PELIRROJAS! y cuidadosamente examinó las contusiones en su costado.

―Apesta tener a TL enojado con nosotros. ―¿A quién le importa? ―Beaker se desplomó sobre su colchón. ―¿Cuándo exactamente desarrollaste una mala actitud? ―Bruiser alisó su camiseta―. ¿Siempre has sido así? ¿O te despertaste una mañana y decidiste, “Hey, creo que voy a ser la más gruñona del mundo”? Beaker le sacó el dedo medio a Bruiser con negro en la uña. Contuve la respiración, seguro que Bruiser tomaría físicamente represalias, y yo sería la que tendría que ponerle fin. ―Ya sabes ―presiona Bruiser, aparentemente imperturbable por el dedo medio de Beaker―, sólo porque tu vida apesta no significa que puedes ser desagradable con el resto de nosotros. No es que cualquiera de nosotros haya tenido todo color de rosa. No nos des a todos tu humor agrio. Supéralo. Beaker se puso de costado, dándonos la espalda. Rasgadas y con agujeros, los restos de la lucha, zigzagueaban en sus mallas negras caladas. Ella había blanqueado su cabello blanco entrecortado en la última semana. Muy diferente del púrpura que había tenido en un principio. Experimenté una punzada de dolor por ella. Parecía tan… perdida. Todos lo estábamos, pero ella parecía indefensa. Eché un vistazo a mi cama. En mi almohada había una pequeña bolsa de plástico de color rojo. Crucé la habitación y miré dentro. ¿Ropa? Metí la mano y saqué dos pares de pantalones cortos, uno amarillo y otro gris. Los sostuve hacia arriba, escrutando su corto extremo. Vamos a tener que comprar unos pantalones cortos. El comentario de David volvió a mí. ¿Él me había comprado estos? Mi estómago se arremolinó con la imagen de mí en ellos. ¿David conjuró uno similar? Bruiser fue a su tocador y abrió el cajón superior. Se quitó la camiseta, agarró una venda ACE4, y comenzó a envolverla alrededor de sus costillas. ―Tendrías que haber comprado un tamaño más grande. Podrían meterse en la raya del trasero. Son un poco pequeñitos. 4

ACE: Marca de vendas de elástico.

Eran pequeñitos. Muy pequeñitos. Ella había asumido que yo los había comprado. Bien por mí. Lo último que necesitaba era a mis compañeros molestándome acerca de David o pensando que tenía un trato especial. ―¿Necesitas ayuda? ―propuse, intencionalmente cambiando el tema. ―Nah. He hecho esto bastante a lo largo de los años. Metí los pantalones cortos en la bolsa y me puse cómoda en contra de la cabecera de mi cama. ―¿Alguna cosa rota? ―Sólo moretones. ―¿Cómo lo sabes? ―¿Alguna vez se te rompió una costilla? Negué con la cabeza. ―Créeme, hay una gran diferencia entre una costilla rota y otra lastimada. Parrot, Wirenut y Mystic abrieron la puerta y entraron en la habitación sin llamar. ―¿Podemos pasar? ―Por supuesto. ―Bruiser asintió hacia ellos, obviamente sin importarle que sólo llevara su sujetador deportivo de algodón blanco y vaqueros. De todo el espacio de la habitación, los chicos se amontonaron en nuestras camas como una gran, agradable familia. Parrot se desplomó a los pies de mi cama. Él tenía su antebrazo supurando vendado. Mystic se sentó en la alfombra con las piernas cruzadas, como si estuviera a punto de meditar. ¿Cómo llegó su gran robusto cuerpo a esa posición flexible? Wirenut empujó los pies de Beaker a un lado y se acomodó a su lado. Ella no se movió, y de hecho se mantuvo de espaldas a todos nosotros. Peló un plátano y le dio un mordisco.

Éramos como hermanos y hermanas pasando el rato. Una familia real. Con una sonrisa, me acurruqué en mi almohada recién lavada. Bruiser aseguró la venda ACE con dos broches metálicos, luego bajó su camiseta. Se tumbó sobre su estómago en su colchón. ―Les estaba diciendo lo mucho que apesta tener a TL enojado con nosotros. Y tú ―Ella golpeó a Mystic en la parte posterior de su cabeza―, eres un idiota. No puedo creer que hayas dicho: “No creo en la violencia”. Mystic se frotó la parte de atrás de su cabeza. ―No lo hago. Además, en este caso si Parrot aprendiera a lidiar con su estrés silenciosamente, nada de esto habría pasado. ”Palos y piedras romperán mis huesos, pero las palabras nunca podrán hacerme daño”. Todos ustedes podrían aprender una lección de eso. No puedes lanzar golpes cuando alguien dice algo indebido. Wirenut le lanzó la cáscara de plátano a Mystic. ―Cállate, hombre. Lo tienes al revés. Tienes que aprender a ponerte violento. Parrot hizo lo correcto defendiéndose. No hay nada de malo en defenderse. Si no estuvieras tan ocupado siendo uno con las estrellas, verías eso. Mystic juntó los dedos y los apretó en sus labios. ―Si eso es lo que sientes, entonces te doy las gracias por verbalizarlo y no expresarlo con violencia. ―En silencio, contemplaba a Wirenut―. La armonía vive en mi alma. Debe vivir en la tuya también. Bruiser empujó su cabeza otra vez. ―Mystic, estas a punto de quebrar mi último nervio. Luces como si pudieras sostenerte en una pelea. Deberías haber atacado. Beaker resopló, y todos se giraron hacia su espalda. Unos segundos más tarde ráfagas cortas de aire sacudían sus hombros. Le sonreí a su evidente plan para controlar sus risitas. Cuanto más trataba de mantenerlo más grande sonreí.

Mis compañeros comenzaron a reírse y lentamente Beaker cedió a la risa que sacudió todo su cuerpo. No se detuvo y en su lugar se hizo más y más fuerte. Se tumbó de espaldas, sosteniendo su estómago. Las lágrimas enviado rayas de delineador negro en sus mejillas. Miré a mi alrededor a mis compañeros de equipo, que estaban riendo tan fuerte como Beaker. Su contagiosa risa me hizo unirme. Un carraspeo nos llamó la atención sobre la puerta, y todos dejamos de hacernos los tontos. David negó con la cabeza. ―Estos niños. Están divirtiéndose demasiado para chicos que acaban de ser castigados. Bruiser agarró su almohada y la arrojó al otro lado de la habitación hacia la puerta. David la esquivó y atacó. Él la abordó en mi cama. ―Tú, pequeña mocosa. Me moví para salir del camino, pero rodaron directo hacia mí y me inmovilizaron contra la cabecera. ―Me rindo ―gritaba Bruiser―. Me rindo. Tú ganas. Riendo, David se levantó y extendió su mano para mí. ―Vamos. TL quiere verte a las dieciocho mil horas. ¿Huh? Mentalmente, lo pasé al tiempo real. Seis p.m. Miré al reloj de mi mesita de noche. ―Eso es en cinco minutos. ―Lo sé. Vamos. Haciendo caso omiso de la mano de David, salí de la cama. ―Oooh ―bromeaban mis compañeros de equipo―. GiGi está en problemas. GiGi está en problemas. Hice caso omiso, disfrutando de la calidez que su atención me trajo. David y yo salimos de mi dormitorio. Toqué la puerta de TL, y David me detuvo.

―TL está en el salón de conferencias. ―Oh. ¿Estoy en problemas o algo así? ―O algo así. ¿Qué diablos significa eso? Rebobiné mi cerebro a lo largo del mes pasado, en busca de cualquier cosa que había hecho mal. Había llegado tarde a EF en numerosas ocasiones, y la cena, y para los quehaceres, y se me hizo tarde para el encuentro de hoy con David. Si había algo de lo que TL quería hablar conmigo, tendría que ser eso. O tal vez quería decirme que tenía que usar pantalones cortos durante EF. Interiormente, gruñí. David lideró el camino por el pasillo hacia el mural montañoso y al ascensor oculto. Intenté realmente duro no mirar su trasero, pero no tuve éxito. Puso su mano izquierda sobre el globo de luz montado en la pared, y la puerta se abrió. Según la carpeta de introducción de TL estábamos todos nosotros autorizados, un láser rojo ubicado en el globo escaneaba en busca de huellas. Ahora que lo pienso, esa señal sería mucho más eficaz si fuera transparente. El tono rojo funcionaba de todos modos. Saqué mi libreta de espiral y tomé nota de experimentar con haces de partículas y energía quark, y luego entré. La puerta se cerró y fuimos bajando. De pronto me di cuenta de que estaba sola con David. En un ascensor. Sola. Yendo cuatro niveles por debajo de la superficie terrestre. Sola. Con David. Bueno, había estado a solas con él antes, pero había estado en la furgoneta, y habíamos estado conduciendo por la ciudad. Esto era diferente. Cerrado. Privado. Tragué saliva, y el murmullo se hizo eco a través de mis orejas. ¿Él lo había oído, también? ¿No debería haber música en un ascensor para enmascarar todos los otros ruidos? Moví solo mis ojos a la derecha. Permaneció una fracción de pie detrás de mí. Exhaló un suspiro y rebotó a través de mi cerebro. El aire acondicionado expulsado, enviaba su colonia rodando hasta mis fosas nasales. Ellas quemaron en respuesta inmediata. El corazón golpeaba a la velocidad de la luz, y mi cabeza zumbaba en una ola de vértigo. Apreté mis ojos cerrados y me concentré en la

respiración, como TL me había enseñado. Lentas, respiraciones parejas. Bloqueé mi entorno. Inhalé por la nariz. Exhalé a través de la boca. Inhalé por la nariz. Exhalé a través de la boca. El aire a mi alrededor se agitó, y mis ojos se abrieron. David llegó junto a mí, a mi derecha. Capturé mi respiración mientras estudiaba sus músculos bronceados. El suave, cabello oscuro. Las venas detrás de su brazo. Seguí el largo de sus dedos y lo miré teclear el código para salir al Subnivel Cuatro. Entonces me di cuenta de que el ascensor se había detenido, y ya que no me había movido, David no tenía otra opción sino introducir el código. ¿Cuánto tiempo había estado de pie aquí sin moverme? ¿David me había dicho algo? Ooohhh, debo parecer una completa idiota. ―Lo siento, estaba la propagación del protón analizando ―negué con la cabeza―. Quiero decir, estaba analizando la propagación de un protón. ―Casualmente di un rápido vistazo por encima de mi hombro para ver si lo había comprado y por poco choco directamente con su rostro. Mi mirada se centró en un pequeño corte diseccionando su labio inferior. Se movió para que mis ojos se encontraran con los suyos en la oscuridad, y ellos se arrugaron sensualmente como diciendo que él sabía algo que no se suponía que supiera. ―Correcto. ¿Recibiste los pantalones cortos? Tropecé en el ascensor. ―Uh, sí. Gracias. ―¿Lo vas a usar para EF de mañana? ―Son un poco… pequeñitos. ―¿Pequeñitos? ―Sí, son pequeñitos. ―El recibo está en la bolsa si deseas cambiarlos. Necesitas pantalones cortos, sin embargo. Así que no creo te vayas a escapar de esto.

―Bien ―murmuré, y me dirigí al salón de conferencia con David cerca detrás de mí. ―Dile a TL que estaré allí en un segundo. ―Me hizo seña para que continúe. ¿David se unirá a nosotros? ¿Por qué? Se dirigió por el pasillo con todas las puertas bloqueadas, parando en la primera de la izquierda. Tecleó en un código y la atravesó. Me tambaleé a la derecha, tratando de echar un vistazo en la habitación, pero la puerta se cerró automáticamente con demasiada rapidez. ¡Cielos! ―¿GiGi? Me giré para ver de pie fuera del salón de conferencia a TL. ¿Me había visto siendo entrometida? ―Vamos. Sabrás lo que hay detrás de esas puertas muy pronto. Bien, entonces me había visto siendo entrometida. ―David me dijo que le diga estaría en un segundo. ¿Señor, estoy en problemas? ―¿Has hecho algo para merecer estar en problemas? Odiaba cuando la gente responde a las preguntas con preguntas. ―Um, no lo creo. ―Tú sabes o no sabes. Entonces, ¿cuál es? Sé determinante, GiGi. ¿Sí o no? ―Sí, señor. Abrió la puerta del salón de conferencias y ambos entramos y nos sentamos. ―Dime por qué tu respuesta es sí. ―Sé que he estado teniendo un problema con estar a tiempo. TL asintió. ―Si hubieras sido rápida hoy, tus compañeros no se habrían metido en una pelea.

Espera un minuto. ¿Esto fue mi culpa? Uh-uh. No estoy de acuerdo con eso en absoluto. ―Señor, no quiero ser irrespetuosa, pero no puede culparme por la pelea. Mi retraso no le da una excusa a mis compañeros para meterse en problemas. TL sonrió. ―Muy cierto. Y te aplaudo por defenderte tú misma. La antigua GiGi habría aceptado silenciosamente la culpa. Has crecido en el mes en el que has estado aquí. Por Dios, él tenía razón. Mi antiguo yo, habría aceptado silenciosamente la culpa. Me senté más erguida, sintiendo una oleada de orgullo. ―Sin embargo, no es excusa para tu falta de noción del tiempo. Permíteme dejar esto muy claro: será mejor que resuelvas esto. Usa algún tipo de reloj con alarma si es necesario. La brillantez no es excusa para ser despistada. ―Sí, señor. TL sacó una pequeña caja de cartón marrón de su bolsillo delantero del pantalón y lo abrió. ―Coloca el dispositivo de vigilancia aquí. Mi estómago se abalanzó a mis pies. ―¿Señor? ―Todos los demás aún llevaban los suyos. ¿Por qué tomar el mío? ―Quítate el dispositivo de vigilancia y colócalo en esta caja. El pánico golpeó a mi corazón en la pared de mi pecho. ¿Esto significa que me estaba echando de los Especialistas? ¿Porque no podía mantener la noción del tiempo? Pero no me quería ir. Ya no. Estaba empezando a sentir que pertenecía aquí. Como si fuera finalmente parte de una familia. Incluso estuve a punto de desempacar mis cosas anoche. ―GiGi, todo está bien ―me aseguró, como si leyera mis pensamientos―. Quítatelo y luego te lo voy a explicar. Me aparté de la mesa y me giré.

Levanté mi camiseta, desabroché mis vaqueros y despegué el dispositivo color carne de la parte inferior de mi estómago. No sabía quién había creado estos, pero eran ingeniosos. Si alguien fuera del rancho lo viera, se suponía que tenía que decirles que era una tira removedora de verrugas. Todos nosotros, los Especialistas teníamos explicaciones diferentes. Venda. Parche de nicotina. Tratamiento para cicatriz. Por supuesto, nadie excepto mis compañeros había visto la parte inferior de mi estómago en el último mes, por lo que no había sido un problema. Después de poner mi ropa de nuevo en su lugar, dejé el dispositivo en la caja. TL puso la tapa sobre el mismo. ―Eres la primera en tu equipo a la que se le quita el dispositivo. Te sugiero que mantengas esto para ti misma. Si los demás saben, podría provocar algo de celos o resentimiento. Como sabes, puedo controlar a cada uno de ustedes atentamente. Desde el principio, resultaste ser una experta en tu encubierta. Fuiste a tu actividades del día a día sin problemas, naturalmente, y sin un segundo pensamiento. Es casi como si hubieras estado aquí meses en lugar de unas pocas semanas. Estoy impresionado con cómo te has fusionado perfectamente en este mundo. Esto me dice que ya estás lista para pasar a la siguiente etapa de tu formación. ―Se puso de pie―. Sígueme. Me arrastré detrás de TL, casi sin respirar, pensar, o parpadear. Las cosas que me había dicho, no podía envolver mi cerebro alrededor de ello. ¿Fui la primera en demostrar destreza? Eso no puede estar bien. No había hecho nada diferente a lo habitual. Por lo menos no creo haberlo hecho. Casi todos los días consistía en una bruma confusa, al igual que siempre, lleno de códigos de computadora, con mi cerebro a un clic de distancia del último desafío. TL se detuvo en una puerta de metal plateado con un panel de control fijado a la pared. ―Tienes permitido acceder a esta habitación ahora mismo. A partir de esta noche, pasarás una hora cada noche aquí con Chapling. Él es nuestro especialista en computadoras. Tu código es la fórmula para el enésimo término de una sucesión

geométrica. Puedes cambiarlo si lo deseas, pero por favor, infórmame si lo haces. Nunca proporciones tu código a alguien. Ni siquiera a Chapling. TL se hizo a un lado. Él asintió con la cabeza al teclado. No era un típico teclado numerado. Éste contenía coeficientes, variables, potencias, formas geométricas, y símbolos de desigualdad. Al igual que una calculadora científica. Rápidamente recordando la fórmula, la introduje. La puerta se abrió para revelar un laboratorio de computación que calculé de treinta por treinta. El olor cobrizo de soldadura colgaba en el aire caliente. Computadoras se arrastraban a lo largo de una pared, diversos componentes y herramientas estaban esparcidos en una mesa de trabajo en el centro, estantes bordeaban otro muro lleno de cables y de variados hardware. El deseo de tocar y explorar casi me abrumaba. Tragué el burbujeante entusiasmo y deseé una paleta para poder ponerme manos a la obra. Entonces vi a un sistema TZ-60 y contuve el aliento. TL rió entre dientes. ―Vas a tener un montón de tiempo para explorar esta sala esta noche. Señalé al otro lado de la habitación. ―Un TZ-60. ¿Tiene alguna idea de lo raro que es eso? ―Por desgracia, no. Esa es tu, y la de Chapling, área de especialización. Mío y de Chapling. Me gustaba el sonido de eso. No de Chapling. Sino mío y de Chapling. ―¡Oye! ¿He oído voces? TL y yo miramos a la derecha. Un hombre de cabello rojo se arrastraba detrás de un panel de conexiones. Por la cantidad de cables que contenía, supuse que debía controlar el sistema informático del rancho. Se puso de pie y chasqueó su cuello, rodó sus hombros y sacudió sus manos. Me miró y sonrió. Nunca había visto un

adulto tan pequeño en toda mi vida. Parado tenía quizás un metro veintidós de altura. Y nunca había visto un cabello de Brillo Pad5 rojo fuego. Se contoneaba hacia nosotros, estrechó la mano de TL, entonces alcanzó la mía. ―Tú eres la genio de la informática, ¿eh? Chicoohchicoohchico. Tú y yo haremos totalmente un equipo. La bella y el enano. Riendo, sacudí la pequeña mano seca y áspera. Él tenía razón. Éramos exactamente opuestos. Chapling se tambaleó sobre un alto taburete de metal, un taburete sobre el que podría simplemente deslizar mi cadera y subir. ―¿A qué hora vas a estar aquí esta noche? ¿Alrededor de las ocho? No tenía ni idea. Miré a TL, y él asintió. ―Las ocho suena bien. ―Muy bien ―Chapling aplaudió―. Nos vemos entonces. Trae cafeína. Se hará tarde. TL sacudió su dedo. ―No demasiado tarde. Ella tiene una clase en la mañana. ―Trae cafeína de todos modos ―Chapling chasqueó sus dedos regordetes―. Lo voy a necesitar. TL me condujo hacia la puerta. ―Chapling nunca duerme. Él funciona con el consumo de cafeína. Si no fuera por mí o David, nunca saldría de su cueva. Nos dirigimos de nuevo al salón de conferencias. David había llegado en algún momento durante nuestra ausencia y estaba sentado estudiando una carpeta. Levantó la vista cuando entramos. 5

Brillo Pad: Nombre comercial para un fregador, utilizado para la limpieza de platos, y está hecho

de lana de acero.

―¿Qué te pareció Chapling? ¿David sabía que conocí a Chapling? Por supuesto que lo sabía. En el tiempo que había estado aquí, había aprendido rápidamente cómo era que en una gran parte de las cosas estaba David. A veces parecía que él y TL compartían el papel de liderazgo. Di vuelta a mi silla y me senté. ―Me gusta. ―Más que gustarme. En los pocos segundos que lo había conocido me parecía divertido e interesante. No podía esperar para las ocho en punto, de hecho. TL cerró la puerta y se sentó. ―Quería presentarte a Chapling, pero he llamado a los dos aquí por otra razón. ―Dobló sus manos en la parte superior de la mesa, miró hacia David y luego hacia mí―: GiGi, en un mes, te voy a enviar a tu primera misión. Y, David, tú la acompañarás.

[6] Traducido por norita_30 Corregido por July

odo mi cuerpo se paralizó ante las palabras de TL, hasta que poco a poco fueron aclarándose. ¿David y yo en una misión? Espera. ¿Escuché bien lo que dijo TL? No pude haberlo escuchado correctamente, desvié mi mirada hacia David y su expresión reflejaba la conmoción que sentí. ―P-p-p-pero tú ―Tomé una respiración y luego otra―, dijiste que haría mi, trabajo… base. ―Sacudí la cabeza―. Quiero decir, dijiste que trabajaría desde la base. TL asintió tranquilamente. ―Mis palabras exactas fueron que probablemente harías tu trabajo desde la base. ―¿Qué? ―Dios mío. ¿Qué? ¿Utilizó un juego de palabras conmigo? De repente me empecé a sentir caliente e incapaz de respirar. No puedo estar en una misión. ¿Está loco? Me voy a enfermar, voy a vaciar mi estómago sobre esta mesa de conferencias. Empujándome lejos de la mesa tragué de nuevo. ―En-enferma, me voy a enfermar. David se levantó y TL le hizo señas para que retrocediera. ―No, no lo estas, cálmate, cierra tus ojos y concéntrate en respirar. Me agarró de los brazos de mi silla y miró a TL con los ojos muy abiertos.

TL se levantó lentamente deslizándose alrededor de la mesa y colocando su mano en mi rostro justo como lo hizo durante mi primer EF, cerré mis ojos y me concentré en el calor y el peso de sus dedos, en su esencia empalagosa, en el ruido casi imperceptible del aire acondicionado, un segundo se perdió en el otro y gradualmente las náuseas desaparecieron y mi respiración lentamente se volvió normal. TL tomó mi mano izquierda entre sus manos. ―No te hubiera enviado si no estuviera totalmente confiado de tus habilidades, siempre recuerda eso. ¿Confiado de mis habilidades? ¿Exactamente qué fue lo que hice el último mes para garantizar dichos elogios? Tal vez solo se trate de algo de psicología inversa, tal vez él dijo exactamente las mismas cosas a los otros Especialistas. Recuerdos de los engaños y manipulación de cuando recién llegue aquí, regresan a mí, jaló mi mano de entre las suyas. ―¿Sabías de esta misión cuando me reclutaste? ―No. ―Tus palabras exactas fueron que probablemente haría mi trabajo desde la base. ¿Sabías que probablemente estaría en una misión? TL cruzo sus brazos en su pecho. ―No. ―¿Realmente creíste que estaría trabajando en la base? ―Sí. No mentía, en algún lugar dentro de mí estaba segura. Pero David había mentido justo en mi cara y nunca sospeché nada. ―De ninguna manera te hubiera enviado en una misión de no considerarlo absolutamente necesario. ―TL se deslizó de nuevo en su asiento―. Como has

dicho antes, no te recluté para que fueras un agente de campo, te recluté para que trabajaras justo aquí con Chapling. ―¿Entonces por qué la envías? El ataque inesperado de David me hizo saltar, miré a través de la mesa de conferencia, nunca lo había visto con tanto pánico, siempre se veía controlado y relajado, bueno excepto cuando se me hacía tarde. ―Anoche Chapling decodificó información de Ushbania, un pequeño país en el este de Europa ―reveló TL tranquilamente mirando a David―. Tu padre está en el mercado para ser vendido al mejor postor. Silencio. Los segundos se convirtieron en una eternidad y ninguno hizo algún sonido, no podía escuchar ni siquiera la respiración de nadie. TL y David mantuvieron el contacto visual, pero ni siquiera una simple expresión cruzó sus rostros. No debería estar aquí. Es demasiado privado. Pero eso significa que el padre de David estaba vivo. ¿Por qué David no estaba contento? O, ¿llorando? O, ¿algo? Y yo, ¿qué tengo que ver con esto? David se movió finalmente, dejando caer su cabeza en sus manos, frotándola. Se frotó la cara, luego miró a través de la mesa hacia mí, la emoción que fluía a través de sus ojos cafés hizo que mi respiración se detuviera y en ese momento supe que haría cualquier cosa para reunirlo con su papá, haría cualquier cosa para juntar a cualquier persona con algún familiar. ―El Sr. Share ―habló TL haciéndonos regresar a David y a mí a la atención a él―, es propiedad de Romanov Schalmosky. Aparentemente tu padre fue vendido hace diez años a este hombre, quien quiera que lo haya secuestrado puso una etiqueta con un precio de veinte millones de dólares en su cabeza, y Romanov felizmente pagó el dinero. El intelecto del Sr. Share es mundialmente reconocido. El gobierno ha estado buscándolo activamente desde que desapareció, pero Romanov lo ha mantenido bien escondido. Tenemos a un agente trabajando para Romanov desde hace dos años y ni siquiera este agente sabe si Romanov tiene al Sr. Share.

TL deslizó un pequeño y delgado control remoto del bolsillo de su camisa, lo apuntó a la pantalla que se extendía a lo largo de la pared trasera, la foto de un hombre apareció, tenía el cabello blanco y un color amarillento pintaba su piel, un tubo de oxígeno subía por su nariz. ―Esta es una foto de Romanov tomada el año pasado. ―¿Por qué tienes a un agente trabajando para Romanov? ―preguntó David. ―Porque Romanov tiene sus dedos en un montón de negocios sucios, es un terrorista conocido, por lo que lo mantenemos vigilado. ―¿Por qué ahora? ―David se encogió de hombros―. ¿Por qué lo está vendiendo Romanov? ―Romanov está muriendo y saldrá en ardiente resplandor de gloria. Sus dos hijos están muertos por lo que no tiene a quién dejarle su imperio, así que está vendiendo todo, incluido al Sr. Share al mejor comprador. Y está dando todo su dinero a una célula terrorista de Ushbania. Como mencioné hace un momento, el intelecto de tu padre es reconocido a nivel mundial. Creó algunos de los sistemas más complejos en el mundo, incluidos algunos para el gobierno de Estados Unidos. No creo que deba decirte lo que haría a nuestra seguridad nacional que el Sr. Share sea vendido a la persona equivocada. ―La persona equivocada lo tiene ahora. TL levantó su mano. ―Lo sé. Los reportes preliminares muestran que tu padre ha pasado los últimos diez años hackeando sistemas para Romanov y Ushbania, robando dinero y haciéndolos cada vez más ricos y poderosos. Lo que sea que esté haciendo, tenemos una oportunidad para detenerlo ahora y lo tomaremos. Queremos que el Sr. Share regrese. David asintió su cabeza en mi dirección. ―¿Cuál es la parte de GiGi en esto? Buena pregunta, no podía esperar para escuchar la respuesta.

―Romanov posee numerosas empresas alrededor del mundo. Basado en lo que Chapling decodificó, Romanov ha codificado el paradero de tu padre en un chip pequeño y se encuentra localizado en una de las estatuas de una escuela de modelaje. El microchip no puede quitarse de la estatua, tiene que ser decodificado desde el sitio donde está incrustado. Desafortunadamente no sabemos el tipo de encriptado que tiene la estatua. Obviamente Chapling nunca sería aceptado en una escuela de modelaje pero, ¿GiGi? Sí. Tragué la bilis que subía por mi garganta. ¿Modelaje? Ni siquiera podía caminar correctamente, era la torpe más grande del mundo. ―¿A qué te refieres con escuela de modelaje? ―David negó con la cabeza―. ¿Qué tiene que ver Romanov con el modelaje? ―Es uno de sus muchos negocios. Es dueño de una cadena de escuelas de toda Europa a través de las cuales se lava mucho dinero. ―¿T-T-TL? ―Ambos me miraron―. No puedo hacer esto. ¿Me has visto alrededor del lugar? Ni siquiera puedo caminar bien, me tropiezo con todo. Tiene que haber un agente ahí fuera que pueda hacer este trabajo. David asintió. ―Tiene razón. No tiene coordinación. Tropezó en su camino hacia el elevador no hace más de treinta minutos. Señalé a David. ―Ves, él está de acuerdo. ―De verdad, TL, elige a alguien más, que me dices de esa agente fuera de Texas, ¿cuál es su nombre…? ―David chasqueó los dedos―. Jani, es ardiente, puede pasar como modelo en un instante. Espera un momento ¿Jani es ardiente? ¿Qué quiso decir con que Jani es ardiente? ―Elige a cualquiera excepto a Gigi. A cualquiera. Entrecerré los ojos, de verdad, no era así de mala.

―Además ―presionó David―. No hay suficiente tiempo. ¿Un mes para prepararla? Tomaría más de cuatro semanas. ¿Quién se cree que es? Crucé mis brazos sobre mi estómago. Cómo se atreve a decir que tomaría mucho tiempo y… qué no soy ardiente. Incluso Beaker dijo que me veía como una modelo de Victoria Secret. ―Lo haré. ―Dios, ¿acabo de decir eso? Es tarde ahora, le mostré a TL toda la determinación que podía―. Sé que puedo hacerlo. TL asintió. ―David tiene razón, hay numerosos agentes que podrían hacer eso del modelaje, pero ninguno tiene habilidades informáticas como tú, esto no es algo que Chapling pueda hackear, es un dispositivo independiente y tú debes estar ahí para romper el código y recuperar la información. David se inclinó hacia delante ―Pero T… ―Es la decisión final, he inscrito a GiGi en la escuela de modelaje de Romanov Ushbanian. Comenzará en treinta días. David suspiró. ―Bueno, ¿por qué yo? Dijiste que nos enviarías a los dos. No me malinterpretes. Quiero ir. Es mi padre, pero mi lado lógico me dice que estoy demasiado cerca de la situación y que tal vez no sea objetivo. No había pensado en eso, pero tenía un buen punto. Qué admirable poner a su padre y esta misión delante de sus propios deseos. ―Antes del secuestro de tu padre, creó dieciocho niveles dentro del sistema de gobierno, GiGi está familiarizada con nueve de ellos. Me sonrojé ante la referencia de TL de mi crimen de hackeo. ―El Sr. Share codificó los dieciocho niveles en un chip, la localización del chip es desconocida. De acuerdo con lo que Chapling recibió anoche, quien compré a tu

padre, obtiene el chip. No tengo que decirte lo que podría ocurrir si alguien consigue poner sus manos en ese chip y se infiltra en nuestro sistema. ―Entiendo, pero eso no explica por qué quieres enviarme a mí. ―El reporte de inteligencia revelo que el hijo del Sr. Share es la llave para poseer el chip. ―TL se inclinó hacia delante―. Que yo sepa tú eres su único hijo. ¿Estoy en lo correcto? David asintió apenas. ―Ya sea que lo sepan o no, tú eres la llave. ―Mi padre nunca me dijo nada, si lo hubiera hecho, yo se lo habría dicho al gobierno hace mucho tiempo. ―Ah, y ahí está el misterio, y eso es lo que harás. Tan pronto como GiGi encuentre y decodifique el microchip, lo vamos a extraer. Tú estarás justo ahí para descubrir el misterio del chip que escondió hace más de una década. Mi estómago se retorció de pena por la seguridad de David. ―Señor, ¿qué pasará con David? ¿Quién detendrá a alguien de secuestrarlo ahora que se ha corrido la voz de que él es la llave? ―Muy poca gente conoce su verdadera identidad. Solo la gente con acceso a documentos de alto resguardo de IPNC saben quién es David. Su secreto está a salvo por ahora. ―TL movió los papeles hojeándolos con rapidez―. No estamos seguros de dónde están la estatua y el microchip. GiGi será la única con acceso a toda la escuela. David, viajarás con ella como su fotógrafo, yo iré como su guardaespaldas y Jonathan como su agente de modelos. He dispuesto a un agente del IPNC fuera de Washington para volar y traer cosas aquí al rancho mientras estoy fuera. Tal vez fue el estrés o toda la alucinante situación. ¿Era esta mi nueva vida realmente? No sé por qué, pero comencé a reír y no podía parar. Imágenes pasaron por mi mente del gigante Jonathan con un parche en el ojo, nuestro instructor de EF, actuando como agente de modelos. De mí, caminando en una pasarela

haciendo gestos presumidos con la boca, mientras tropiezo con una mota de polvo mientras David me estudia a través de un visor tomando fotos. David estudiándome a través de un visor tomándome fotos. Tragué. Mi risa murió abruptamente. Disparándome. Estará tomando fotos de mí, ¿no es así? Cerré mis ojos y deje escapar un gemido silencioso. Iba a parecer como una gran idiota. TL se puso de pie. ―Ahora que GiGi ha liberado su tensión, ambos son despedidos para la cena. Abrí los ojos pero no pude moverme, necesitaba digerir algunas cosas por un rato. TL se fue y David se puso de pie. ―No creo que nada de esto sea divertido. ―Recogió sus cosas sin mirar hacia mí―. No creo que sea gracioso en absoluto. Mi estómago se hundió con su reproche a quemarropa. Lo miré dar grandes zancadas a través de la habitación sintiéndome peor y peor con cada paso que daba. Tenía razón, nada de esto era divertido. Su papá fue secuestrado hace diez años, vendido a Romanov Schalmosky y ahora será vendido al mejor postor y de todos los IPNC me eligieron a mí para descifrar su paradero. A mí. Si falló, tal vez David nunca vea a su padre de nuevo.

Anticipándome a mi encuentro con Chapling tenía que ayudar a mi mente a orientarse de mi obsesiva próxima misión.

Un poco antes de las ocho, introduje mi clave en el laboratorio de computación, este encuentro con Chapling había estado en la parte frontal de mi cerebro durante toda la tarde y noche. De hecho, para ser exactos, revisé mi reloj docena de veces para asegurarme de no llegar tarde. Abrí la puerta del laboratorio y di un paso dentro, Chapling se encontraba a la derecha haciendo una taza nueva de café. Caminé hacia él. ―Hey. Saltó y el café voló por los aires. ―Oh por Dios, oh Dios, oh Dios, oh Dios. ―Puso la mano en su corazón―. Adviérteme la próxima vez. Comencé a reír sin molestarme en señalar que cuando entré había sido bastante ruidosa. Chapling cepilló los granos de café de su rojo y estropeado cabello, terminó de cargar el filtro y pulsó el botón de encendido. Me percaté de las manchas que había en la cafetera y me encogí. ―¿Cuándo fue la última vez que limpiaste esa cosa? Se encogió de hombros y se alejó. Nunca aseguré ser limpia y organizada, pero esa cafetera realmente se veía repugnante. Hundí un montón de toallas de papel en agua y me senté junto a la cafetera, la apagué y comencé a limpiarla, encendí la cafetería de nuevo y mientras el café se preparaba, limpié los granos de la mesa y el piso. De pronto me sentí su madre. ―Hey, ¿dónde estás? ―me llamó Chapling del otro lado del laboratorio. ―Limpiando tu desorden ―contesté de vuelta. ―Oh, gracias. Graciasgraciasgracias, ven aquí, no puedo esperar para enseñarte esto.

Deseché las toallas de papel y lo encontré sentado en la esquina en el piso, a un lado de un servidor, rodeado de cables y herramientas. Me senté a su lado. ―¿Por qué estás en la esquina? ―Es cómodo aquí. ―Me dio un cable―. Enreda esto alrededor de tu dedo. Lo hice, él tomó la otra punta del cable, conectó un microchip pequeño y plano, el contacto mandó una chispa calurosa a través de mi dedo y salté. Chapling arrugó sus tupidas cejas rojas. ―¿Dolió? ―No, solo me sorprendió. ¿Qué estamos haciendo? ¿Qué es esto? ―Es para tu misión. El microchip está escondido en la estatua. Necesitamos desarrollar un dispositivo que te diga en cuál estatua. Algo que recoja un campo electromagnético específico que solo los microchips emiten. Desenredé el cable de mi dedo. ―Pero no puedo andar con esto en mi dedo tocando cables en las estatuas, será un poquito obvio. ―Cierto, estaba pensando en algo con base de silicón casi invisible. Mi corazón pataleó. ―¿Con un sensor remoto? ―Sísísísí, eso es bueno. ―Chapling me dio un muy usado cuaderno de espiral―. Hecha un ojo a mis notas y dime qué piensas. Giré el cuaderno hacia la portada. ―¿Hace cuánto que trabajas para IPNC? ―Quince años. Me reclutaron después de que hice un experimento en la unidad central de Miami y toda la ciudad se desmayó.

―Umm… ―Parpadeé―. Está bien. ¿Quieres decirme por qué? Ondeó sus manos. ―Por la diversión de hacerlo. Sonreí. De algún modo no podía imaginarlo siendo tan retorcido. ―Ya sabes, si hubieras usado un dispositivo oculto en el software, la ciudad habría parecido un club nocturno. Chapling levantó la vista del soldador que sostenía. ―Oh, esoesbuenoesoesbuenoesoesbueno. ¿Dónde estabas hace quince años? Lástima que no soy un desviado social más. Deberíamos totalmente hacer eso en San Belden. Ambos reímos y comencé a hojear sus notas…. Estaba sorprendida. Sus cálculos eran fuera de este mundo. Estudié sus diagramas y me golpeó. ―¿Base de silicón? ¿Qué tal de algo que se parezca a una huella digital? Chasqueó sus dedos. ―Lo tienes. Chicainteligentechicainteligente. ―Tomó su libreta, hizo algunas notas y nos pusimos a trabajar.

[7]


Traducido por Skye, (SOS) Otravaga y vanehz Corregido por ☽♏єl

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―GiGi, ¡cuidado! Salí de la zona de mi computadora una fracción de segundo antes de correr directamente a la pared. Había estado en mi capacitación de modelaje por dos semanas y sabía que no estaba siendo demasiado buena en ello. Bruiser se echó a reír y Beaker resopló. ―GiGi ―dijo mi instructora de modelaje, Audrey, con un suspiro―. Tienes que concentrarte. Tenemos sólo dos semanas para que estés preparada. Y, francamente, has demostrado poca mejoría. ―Lo sé. Lo siento. ―Estoy cansada, quería quejarme. Esta misión se había apoderado de mi vida. Entre las clases de la universidad y el entrenamiento después de la escuela todos los días en el rancho, apenas tenía tiempo para comer, y mucho menos disfrutar de una paleta. La perfecta, hermosa y coordinada Audrey me señaló. ―Una vez más. Recuerda, eres una dama. No un jinete de toros. Párate derecha, hombros hacia atrás, retrae tu estómago, los brazos colgando. Un pie delante del otro, la punta primero. Pasea tu cadera. Y sonríe. ―Ella lo demostró a lo largo de nuestra larga habitación y volvió.

Presté mucha atención, juro que lo hice, y lo hice exitosamente todo el camino de nuestra improvisada pasarela. Con orgulloso, respire aliviada, me detuve para mostrar, giré, y mi tacón de aguja se torció debajo de mí. Beaker resopló. Una vez más. ―Si eres tan perfecta ―le espeté desde mi posición tumbada―, ¡¿por qué no te levantas y lo haces tú misma?! Ella se encogió de hombros y se pasó una mano por su cabello recién teñido de color rosa, y volvió a la tarea. Bruiser salió de la cama, posó, luego exageradamente caminó por la pasarela de moda en su camiseta ¡EL BICHO RARO DE PECAS MANDA! Su tontería me hizo sonreír. Déjaselo a ella para aliviar una situación tensa. La instructora sostuvo su mano hacia mí. ―Ven. Vamos a tomar un descanso y practicar con la ropa que vas a usar. ¿Cuán patético era que tuviera que practicar con la ropa que voy a usar? Ella extendió una variedad de atuendos en mi cama. Trajes de lentejuelas, vestidos ceñidos, camisas de breteles, minifaldas extremadamente pequeñas. Igual de pequeñas que mis pantalones cortos (que todavía no había usado, o devuelto. Pantalones de chándal y EF iban realmente bien en mi mente). Miré cuidadosamente la ropa en mi cama. ¿Las modelos realmente usaban esto? ―No es suficiente que luzcas bien. Tiene que saber que te ves bien. La confianza es la clave. La comodidad es la clave, quería decir, pero sabiamente mantuve mis pensamientos para mí. No me haría ningún bien luchar contra el proceso. Tenía que prepararme para una misión. La instructora agarró una minifalda plateada pequeña y una ajustada camiseta sin mangas color rosa. ―Este color plata y el salmón van muy bien juntos.

¿Color plata y salmón? ¿Por qué no sólo dice plateado y rosa? Me entregó la ropa y me giré hacia el baño. ―No. Cámbiate aquí. No vas a tener privacidad entre las otras modelos. Serás pinchada y cortada, y tragada como un tentempié. Entre los estilistas, maquilladores y diseñadores, no te dejaran sola. Empieza a acostumbrarte a esto. Pierde tu modestia. Desnúdate. A pesar de que había pasado un montón de tiempo en orfanatos, hogares de acogida y residencias universitarias, había logrado encontrar privacidad. Miré a Bruiser, después a Beaker, luego a Audrey. No tengo nada que ellas no tengan, me tranquilicé a mí misma, pero lo mío era mío y lo de ellas era de ellas. ¿Sabes a lo que me refiero? Rápidamente, hice un inventario mental de mi ropa interior. Sostén: beige, de un mes, ligeramente rellenado, limpio, sin agujeros, sin deshilacharse. Ropa interior: borgoña, comprada al mismo tiempo que el sostén, bikini, limpio, sin agujeros, sin deshilacharse. Bien, ahora los pelos: afeité mis axilas, mis piernas y la línea del bikini la noche anterior. Las cosas no son tan malas como podrían haber sido. Me quité mis jeans y mi camiseta y alcancé la ropa nueva. ―¿Dónde está tu parche? ―preguntó Beaker. ¡Mierda! Olvidé eso. Seguí vistiéndome como si me hubiera hecho una pregunta normal, como: ¿Qué hora es? ―¿Qué parche? ―¿Qué parche? El molesto parche de rastreo que todos estamos obligados a llevar. TL te dijo que usaras el tuyo en el estómago.

Subí la cremallera de mi falda mientras mi cerebro formulaba una docena de respuestas diferentes y mi corazón se aceleraba con la mentira que estaba a punto de decir. ―Me dio una erupción. Así que TL me dijo que me lo quitara mientras estoy aquí en el rancho. Mirando directamente a Beaker en sus audaces ojos delineados, le mostré un atisbo de preocupación mezclada con sólida honestidad. ―¿Y el tuyo? ¿No te ha irritado la piel, o sí? Ella negó con su rosada cabeza pero continuó estudiándome como si no estuviera muy segura de si había o no dicho la verdad. Miré más allá de ella a Bruiser, que rápidamente desvió la mirada. Me dio la clara impresión de que TL le quitó su parche también. Alguien llamó a la puerta, y comprobé mi reloj de cabecera en una reacción inmediata. Diez minutos hasta mi próxima sesión. Bien. No es tarde. Desarrollé una paranoia sobre esa cuestión. ―Entre ―ordenó Bruiser, en un obvio intento de copiar la voz de TL. David abrió la puerta, e inmediatamente todo mi cuerpo se calentó. ―No está mal, Bruiser. Ella sonrió. ―Gracias. Él cambió su atención hacia mí, haciendo que mi corazón pateara mis costillas. Lentamente, me echó un vistazo, desde la parte superior de mi cabeza hasta la punta de mis tacones plateados y hasta mi cabeza nuevamente. Luché contra el impulso de cubrir mis larguiruchas piernas. Al menos la cama solar en la ciudad en la que Audrey me hizo acostar había sacado el resplandor fantasmal de mi cuerpo. ―¿No está caliente? ―Bruiser rebotó sus cejas.

David se aclaró la garganta. ―Cambio de planes. Nos reunimos todo en el granero en diez. No en el laboratorio de Chapling. David me miró una vez más y luego rápidamente se fue y cerró la puerta. ―Bueno, yo creo que estás caliente ―dijo Bruiser. Curvé mis labios hacia arriba, aunque en realidad no me sentía con ánimos de sonreír. ―Gracias, Bruiser. Ella me abrazó. ―Vas a estar bien en esta misión. No te preocupes. ¿No es así Beaker? Beaker resopló en respuesta. Oh, bueno, al menos contaba con el apoyo de Bruiser. ―Hemos terminado aquí. ―Audrey comenzó a doblar mi ropa de modelo―. Adelante y prepárate para tu próxima reunión. Abrí la cremallera de mi falda, pensando de nuevo en David. Él podría haber dicho por lo menos que me veía bien. Entonces, David no me había dicho mucho en las últimas dos semanas. No desde que me eché a reír ante la noticia que su padre estaba a la venta. Y mis entrañas todavía se apretaban culpablemente cada vez que me acordaba de todo. David tenía que entender que se trataba de una reacción nerviosa. ¿Realmente creía que iba a encontrar algo así de trágico gracioso? Siendo el rechazo social que era, no me había atrevido a tocar el tema con él. Y tuve un montón de oportunidades para hacerlo durante las últimas semanas. Tal vez todo esto se resolvería mágicamente. Correcto. Madura, GiGi. Necesitas disculparte.

Pero se sentía extraño, que me disculpara con él. Desde que llegué aquí él había sido el único en estar mal. Mintiendo, engañándome. Odiaba admitirlo, pero me gustaba tener la ventaja. ¿Y cuán inmaduro era eso? Avergonzada de mis pensamientos superficiales, me cambié de nuevo a mis jeans y camiseta. Si me iba ahora mismo, podría atrapar a David solo antes de nuestro próximo entrenamiento. Disculparme, limpiar mi conciencia. Corrí hacia la puerta y fui hasta la habitación de David. Adam, uno de sus compañeros de cuarto, contestó cuando golpeé. ―Lo siento, no está aquí. Revisa abajo. ―Gracias. ―Fui corriendo hacia el ascensor, bajé cuatro niveles, y corrí a la sala de conferencias. Vacía. Di la vuelta y salí corriendo al pasillo con todas las puertas cerradas. Mi mirada se posó en la que había visto pasar a David hace dos semanas. No podía golpear. Nadie contestaría si lo hiciera. Me lancé al laboratorio de computación, tecleé el código, y saqué la cabeza por la puerta. ―¿Chapling? Crack. Pum. ―¡Ay! ¿Qué? ―¿Has visto a David? ―No. Eché un vistazo a mi reloj. ¡Mierda! Sólo cinco minutos hasta mi próxima capacitación. No había tiempo suficiente para revisar el área común. Tendría que pedir disculpas a David más tarde. Chapling se contoneaba por detrás del panel de conexiones frotándose la cabeza.

―Entra un poco más tranquila la próxima vez. Soy un hombre viejo. Mi corazón no puede manejar tu juventud. ―No eres tan viejo. Sólo tienes treinta y cinco. ―Edad suficiente para ser tu padre. Quince años para tener medio siglo. Factor de la contaminación, las hormonas en la carne, los edulcorantes artificiales, conservantes, fertilizantes, y pulsaciones térmica se emiten desde este equipo. ―Extendió su brazo regordete alrededor de la habitación―. Y puedo morir mañana. ―¿Cuánta cafeína has tenido? ―Una taza de café y algunos refrescos. Entrecerré los ojos. ―¿Cuántos refrescos? Tosió una respuesta entre dientes. ―¿Cuántos? Culpable como siempre, bajó la mirada al suelo. ―Seis. ―Chaaapliiing… ―Al igual que TL y David, tenía asumido un papel guardián con Chapling. Quién me hubiera imaginado a mí como una madre. Pero él no podía cuidar de sí mismo. Si no fuera por TL, David, y yo, Chapling probablemente nunca comería nada remotamente saludable o vería el aire libre. Golpeé mi reloj. ―No llegues tarde. ―La única persona con un problema de tiempo peor que yo era Chapling. Era gracioso como yo, la reina del olvido, le recordaba a alguien más que mire el reloj. Él me despidió con la mano. ―Sísísí. Nos vemos allí.

Me dirigí hacia el establo con dos minutos libres, seguro sería la primera. O al menos la segunda. Tal vez tendría la oportunidad de hablar con David después de todo. Abrí la puerta de metal, y todo el mundo se giró para mirar. Volví a revisar mi reloj, luego lancé una rápida mirada al reloj colgado en la pared. La misma hora. TL cubrió sus ojos del sol del atardecer brillando detrás de mí. ―Entra, GiGi. Reunidos en torno a una mesa alta de madera estaba Jonathan, TL, David, y Wirenut. TL tocó con su dedo los planos repartidos sobre la mesa. ―Estos son los planos de la escuela de modelaje. Chapling hackeo el sistema informático de Romanov y los rescató. Wirenut los analizó, comparándolos con edificios similares y los sistemas de seguridad de toda Europa. Surgió con varios escenarios que GiGi puede encontrar mientras esté allí. Me puse mis gafas y di un paso al lado de Wirenut. Él se movió a un lado. ―¿Quiere que espere a Chapling? ―Acabo de verlo. Debe estar en camino. Sacudiendo su cabeza, TL desenganchó su teléfono celular del cinturón. ―Voy a llamarlo. ¿Llamarlo? Oooh, Chapling está en problemas ahora. Wirenut pasó la mano sobre los planos. ―Está bien, aquí va. La escuela de modelaje de Romanov tiene tres pisos. El de abajo es para espectáculos, el del medio es donde las chicas se preparan y en la parte superior están las oficinas. ―¿Qué pasa con las habitaciones? ―Reajusté mis gafas―. ¿En dónde se quedan las modelos? TL volvió a poner el teléfono celular en su lugar.

―No es una escuela en el sentido literal. Es para el final. Donde las modelos hacen su debut. Tú, Jonathan, David, y yo vamos a tener una suite en un hotel cercano. ¿Una suite en un hotel cercano? ¿Con TL y Jonathan? ¿Y David? Yo sería la única chica en este viaje. Miré a cada uno de ellos. Estaban estudiando los planos, obviamente sin inmutarse por la revelación de que estaríamos todos viviendo juntos en espacios muy estrechos. Wirenut dibujó “X” con lápiz en varios puntos sobre los planos. ―Mis proyecciones preliminares muestran monitoreo de video estándar de arriba a abajo. Estos incluyen sensores ópticos, así que no miren directamente a las cámaras. Van a ser escaneados, identificados y entrarán en su sistema informático. ―Puedo

extraer

la

información

si

eso

accidentalmente

ocurre

―dije.

Probablemente la cosa más fácil que haría en esta misión. ―En dos semanas a partir de ahora vas a estar tan bien entrenada que eso no ―TL acentuó el no―, ocurrirá accidentalmente. Está biien. No hay nada como la presión de la perfección para que me sienta cómoda. ―Losientolosientolosiento. ―Chapling de repente apareció arrastrando los pies por la parte trasera donde estaban encerrados los caballos―. Estoy aquí. Sólo unos pocos minutos tarde. Sólo unos pocos. Miré alrededor del granero preguntándome de dónde había venido. No a través de la puerta principal como yo. ¿Tal vez un pasaje secreto? ¿Un túnel escondido? ¿Una cueva oculta? O tal vez una simple y vieja puerta trasera. Todo este asunto de ser espía hacía que mi imaginación se desbocara. David metió la mano bajo la mesa y sacó un banquillo. Chapling se subió con un gruñido. TL le ahuecó el hombro. ―No te preocupes por eso. Pongámonos manos a la obra. ―Él rápidamente le repitió toda la información anterior. Wirenut hizo gruesas marcas de lápiz en los planos del tercer piso.

―Vamos a centrarnos primero en las oficinas. Tienen la seguridad más avanzada. Cada puerta tiene uno de tres dispositivos de bloqueo: ya sea un semiconductor kemot, un spoar OAK o un pamp Bearn. Ellos soltarán varias configuraciones de modos optonet, inalámbrico integrado y tubos IC sock. La emoción aceleró mi corazón. Nunca había visto estas cosas en realidad, sólo había oído hablar de ellas. ―Además de los modos optonet, ¿los spoar OAK no tienen una serie de levilon estroboscópicos automatizados? Sus fusibles nel no especificados trabajan en conjunto con una fila de codificadores térmicos ferrit. ―Oooh, oooh. ―Chapling rebotó en su banquillo―. ¿Y si en lugar de los codificadores ferrit estos tuvieran medidores de unción y contadores de osciloscopio? Entonces obtendremos una especie de cierre ENAM con tuberías ruptible del e istores de supresión de voltaje. Me eché a reír. ―Sí, pero si tuvieran micro murotos, sería una xican con fusibles vashiy. Chapling se rió tan fuerte que resopló. ―Oh… ―Él agarró un pañuelo del bolsillo trasero y se secó los ojos detrás de las gafas―. Eso es… ―Resoplido, resoplido, risa, risa―. Tan divertido. ―Se dio una palmada en la rodilla―. Me matas. Se te ocurren las cosas más divertidas. Hasta conocer a Chapling, nunca me había considerado a mí misma cómica. Pero en las semanas que lo había conocido, conté más chistes de los que había dicho probablemente en toda mi vida. Nos entendíamos a un nivel nerd. Él respiró hondo. ―Oh, madre mía. Bien. Ya terminé ahora. Nos sonreímos el uno al otro, y me di cuenta de que TL, David, Jonathan, y Wirenut estaban todos con los ojos abiertos, mirándonos. Bienvenido a Nerd 101. TL se aclaró la garganta.

―Wirenut, por favor continúa. Haciendo caso omiso de mi bochorno nerd, empujé mis gafas y volví a centrarme en los planos de la escuela de modelaje. Wirenut expertamente delineó la escuela entera, incluyendo cada salón, pasillo, baño y oficina. Detalló las últimas tecnologías y los diferentes escenarios que podía encontrar en cada habitación. Todo, desde los detectores de movimiento y video infrarrojo hasta grabadoras microfoto y sondas de galio. Mientras lo escuchaba, quedó claro por qué había sido reclutado por la IPNC. Wirenut, literalmente, era un genio electrónico. Él hizo una pausa para extender una película transparente sobre los planos. ―Ahora las bombas. ¿Las bombas? Nadie había dicho nada sobre bombas. ―En mi opinión ―fue adelantando Wirenut, aparentemente imperturbable por mi repentina falta de atención―, el microsnipet6 que GiGi extraerá estará lleno de explosivos. Luego pasó a describir las matrices de diodos y componentes espectro. Pero apenas escuché una palabra, tan centrada en bombas y explosivos como estaba. ―Eso es todo. ―Wirenut desenvolvió una barra de chocolate y le dio un mordisco―. ¿Qué les parece? TL asintió. ―Muy bien hecho. ―Gracias. TL miró al otro lado de la mesa hacia mí, y tuve esta nauseabunda sensación de que iba a ponerme en el centro de atención. ―Repite de nuevo todo lo que Wirenut dijo.

6

Microsnipet: Micro fragmento de código.

Tragué. ¿Por qué yo? ¿Por qué no David o Jonathan? Ellos también iban en el viaje. Y, oh, Cristo, me perdí totalmente la última parte. Quitándome las gafas, las limpié mientras mi cerebro cliqueaba todo en orden. Si me sonaba la nariz, eso me compraría algo de tiempo, pero no tenía un pañuelo. Me volví a poner mis gafas y miré a todos. Todos estaban en silencio mirándome. A mi lado, Wirenut se removió, poniendo su hombro justo contra el mío. Es una tontería, pero el ligero contacto cálido me trajo consuelo. Respiré hondo, abrí la boca y hablé. Con éxito. Lo repetí todo, incluso la parte que pensé que me había perdido. Sólo olvidé una cosa y consideré incluir un módulo DTG para cubrir la brecha en mi memoria, pero en cambio opté por la honestidad. ―Lo siento. No puedo recordar el tipo de tubos de descarga utilizados en la última bomba. ―Vaya. ―Chapling aplaudió rápidamente―. ¿Ella es inteligente o qué? ¿Inteligente? No me sentía tan inteligente. Debería haber recordado los tubos de descarga. Una de las esquinas de la boca de TL se alzó en una especie de media sonrisa. ―Buen trabajo. Eres la primera persona con la que he trabajado alguna vez que ha recordado su conferencia de tecnología con tanto detalle. ―Oh. ―Y pensar que había estado sudando sobre la identidad de un par de tubos. ―Y con esto cerramos. ―TL rodó los planos y se los metió bajo el brazo―. Cena en diez. Él salió a zancadas del granero, dejándome sola con el resto de los chicos. ―Estoy impresionado ―dijo Jonathan con voz ronca―, con ustedes dos adolescentes. Es reconfortante saber que están de mi lado de la ley. Wirenut y yo nos miramos el uno al otro con sonrisas cursis a juego. ―Gracias ―respondimos al unísono. Chapling saltó de su banquillo.

―Tengo que volver al trabajo. Tengo que volver. ―Él y Jonathan se dirigieron hacia la puerta, y justo antes de salir, Chapling se volteó―. ¡Adelante, chica! Me reí de su uso de la jerga. Wirenut puso su brazo alrededor de mi hombro. ―No te preocupes por nada. Tienes esta misión en la bolsa. ―Me dio un rápido apretón―. ¿Vienes a cenar? ―Estaré ahí en unos momentos. Y, ¿Wirenut? ―¿Hmm? ―Estoy realmente impresionada por tu conocimiento. Quería que lo supieras. Él le restó importancia con gesto de la mano. ―No es gran cosa. Dudaba eso. Su expresión tímida y evasiva me dijo que mi elogio lo hizo sentir orgulloso. Mi corazón se puso todo alegre. De repente quise elogiar a alguien más. Otro apretón rápido y se fue, dejándonos solos a David y a mí. ―Causaste una gran impresión en todo el mundo. Sus palabras eran halagadoras, pero el tono de su voz no coincidía. Echaba de menos su sonrisa y sus bromas fáciles. ―Lo siento, David, por reírme de la situación de tu padre. No sé por qué me reí. Sé que probablemente piensas que soy desconsiderada e insensible, pero no encuentro nada gracioso acerca de su secuestro. Y no puedo empezar a entender por lo que estás pasando ahora mismo. Tengo algunos recuerdos maravillosos de mis padres, pero eso es todo. Por lo menos sé que están muertos. ―Debería. Yo estaba justo al lado de ellos cuando el avión se estrelló. Me quité las gafas de lectura para aclarar su imagen. ―Siempre he tenido un cierre. ¿Pero tú? Has estado en el limbo durante años. Sin saber si tu padre está vivo o muerto, siendo torturado o tratado amablemente. Y ahora sabes que está vivo, pero no hay garantía de que lo traeremos a casa. Siento

mucho que hayas pasado por esas emociones. Yo te prometo que descifraré su paradero desde el microsnipet. No les fallaré ni a ti ni al IPNC. Y lamento tanto, tanto haberme reído de la situación. Me quedé en silencio. Nunca había hablado tanto en mi vida. David me miró fijamente, sin expresión. Cuanto más me miraba, más lento y más profundo daba un vuelco mi corazón. Nunca se me ocurrió que no me perdonaría. Ahora me lo preguntaba. Él se aclaró la garganta, luego tragó. ―Disculpa aceptada. ―Cruzó el suelo de cemento y siguió hasta salir por la puerta abierta del granero, dejándome sola. El tiempo cura todas las heridas. Una trabajadora social me lo dijo una vez. Con seguridad esperaba que eso fuese cierto en todas las situaciones. Porque no podía imaginar mi vida sin la amistad de David.

Una semana más tarde entré en el granero llevando mis nuevos pantalones de yoga gris y top blanco deportivo. Me sentí un poco como Bruiser toda ataviada con mi ropa deportiva. Los diminutos pantalones cortos seguían guardados en su bolsa justo donde los había dejado hace casi un mes. Adam y Erin del Equipo Uno yacían en las esteras con Beaker y Wirenut, estirando y hablando. Me acerqué y me uní a ellos. Jonathan, TL y David estaban ocupados colgando sacos de boxeo de las vigas del techo.

Mystic, Parrot y Bruiser entraron como si nada un minuto o dos más tarde. Miré a sus ojos y toqué mi reloj. Ja, ja, estoy aquí antes que ustedes. Todos me hicieron muecas. Los tres se unieron a nosotros en las esteras, y seguimos estirando. Tenía que admitir, esto de estirarse se sentía condenadamente bien. Era mi parte favorita de EF. ―Está bien ―dijo Jonathan con voz ronca―. Todo el mundo arriba y vengan aquí. Todos nos dirigimos en fila al otro lado del granero donde ahora colgaban seis sacos de boxeo. ―Vamos a emparejarlos de a dos por saco. Hoy estamos practicando puñetazos. ―Jonathan se alineó con un saco y dio un puñetazo a cámara lenta―. Fíjense que mi pie izquierdo está ligeramente por delante del derecho. Observen que el pulgar está metido abajo. Miren cómo mi brazo gira lentamente a mitad de camino, de modo que mi puño se pone en contacto de frente con el saco. En cámara lenta, demostró un par de veces más y luego se aceleró mientras arrastraba los pies lateralmente alrededor del saco. Está bien, probablemente podría hacer el puñetazo a cámara lenta. ¿Pero la cosa de arrastrar los pies lateralmente a la velocidad del rayo? De ninguna manera. Jonathan me emparejó con Erin del Equipo Uno. ―Tú primero ―insistí. Ella hizo tres golpes a cámara lenta e inmediatamente entró en la veloz maniobra de arrastrarse lateralmente, haciendo su camino alrededor del saco. Yo la miraba con envidia, con la esperanza, esperanza, de que lo haría la mitad de bien. Por supuesto, ella había estado haciendo esto por mucho más tiempo que yo. ―Cambio ―gritó Jonathan. Con un suspiro, me alineé con el saco. Aquí vamos. Coloqué el pie izquierdo ligeramente por delante del derecho. Concentrándome en la posición de mi pulgar,

hice un puño. En un movimiento extra-extra-lento, lo llevé hacia atrás y luego lo moví hacia adelante, girando a mitad de camino como Jonathan había demostrado. Mi puño apenas rozó el saco. Me acerqué un poco hacia adelante y lo hice todo de nuevo, atenta a mi forma, centrándome en las instrucciones que Jonathan había dado. En mi visión periférica, los demás ya estaban arrastrando los pies alrededor de sus sacos, lanzando puñetazos. Bloqueé el hecho de que todos estaban adelantándose a mí y volví a centrarme en mi técnica. TL se me acercó. ―Estás pensando demasiado. Sólo inténtalo. Deja que tu cuerpo se haga cargo. Blanqueando a propósito mi cerebro, lancé un puñetazo. Fue un poco incómodo, pero tuve que admitir que se sentía mejor que los de movimiento en cámara lenta. Lo intenté de nuevo. Mejor. Y otra vez. Mejor. Con cada uno, mi confianza iba en aumento. ―Bien ―alentó TL―. Ahora arrastra los pies. No pienses. Arrastra los pies. Arrastré los pies lateralmente alrededor del saco, lanzando golpes descoordinados. A medida que los minutos pasaban, mis pies y mis brazos desarrollaron un ritmo en armonía. Mi visión se concentró en el saco mientras continuaba lanzando puñetazos. El sudor corría por mi cuello. La adrenalina se apoderó de mis venas. Tuve el inquietante impulso de gruñir o rugir o algo igualmente agresivo. ―Alto ―ordenó Jonathan. Respirando pesadamente, di un paso atrás y miré a David. Él me hizo un gesto de aprobación, y yo sonreí.

Me sentía más fuerte ahora de lo que lo había hecho en toda mi vida. ¡Estaba lista para patearle el trasero a algún tipo malo!

Cuatro días más tarde, subía a una pasarela real. Mi instructora de modelaje, Audrey, me tendió una sombrilla. ―Uno de los diseñadores con los que trabajarás, siempre utiliza sombrillas como accesorio. Quedan sólo tres días para que te vayas. Puedes hacerlo. Sé que puedes. En la parte baja del centro del granero corría una brillante pasarela de madera, a un metro del piso. A ambos lados se sentaban todos los miembros del Equipo Uno y Dos, incluidos TL, Jonathan, y Chapling. Cada uno llevaba una cámara. Audrey repiqueteó al lado de mis tacones altos. ―Esta es una réplica exacta de las pasarelas por las que caminarás. Y ellos ―asintió hacia todos―, son una imitación de los reporteros y fotógrafos. Es importante que no te distraigas por todos los flashes que destellarán. Miré a lo largo de la pasarela. Parecía extenderse por toda la eternidad. Pasé mi mirada por cada uno sentado a ambos lados. Todos silenciosamente mirando de vuelta. Tragando, fijé mi mirada en las puertas del granero y asentí. ―Lista. Audrey apretó mi tobillo. ―Sonríe. Hunde el estómago. Hombros atrás. Y no olvides levantar la cadera. ―Se alejó―. Luces.

Las luces superiores se apagaron, dejando el granero en la oscuridad. La pasarela estaba iluminada a ambos lados con un suave resplandor amarillo. Todos empezaron a destellar las cámaras. Peleando con la urgencia de entrecerrar los ojos contra los flashes, di mi primer paso, y entonces el siguiente, cayendo en el contoneo que Audrey me había enseñado. Sonríe. Hunde el estómago. Hombros atrás. Levanta la cadera. Sonríe. Hunde el estómago. Hombro atrás. Levanta la cadera. Mi sinuoso vestido azul se agitaba contra la parte superior de mis muslos. Me sentía… sexy. Llegué al final y abrí el paraguas (Audrey ni siquiera me dijo que hiciera eso). Giré y me pavoneé de regreso por la pista. Llegué al final, y todos rompieron en aplausos. Y salté, literalmente, de júbilo. ¡Lo hice!

―¿GiGi? ¿GiGi, estás bien? Sintiéndome tan miserable como por un viaje agotador, arrastré los pies pasando a Bruiser y, con un gemido, me dejé caer de cara en mi confortable cama. ―¿Qué pasa? ¿Estás enferma? Amiga, este es el peor momento para que te enfermes. Ustedes parten a Ushbania mañana. ―Bruiser levantó el teléfono entre nuestras camas y apretó algunos números―. Estoy llamando a TL. Necesita saber que estás enferma. Saqué mi brazo derecho de mi lado y tanteé el teléfono, golpeándolo contra el piso. ―No quiero que TL sepa que tengo mi periodo. ―Oh. ―Bruiser lo levantó―. Eso apesta.

Miserablemente asentí. Me iba mañana al evento más importante de mi vida, y la madre naturaleza había decidido darme un regalo de despedida. Perfecto. Amaba ser una chica. Más allá de mí, oí a Bruiser abrir y cerrar cómodas. Tocó mi hombro unos segundos más tarde. ―Aquí. Algunos relajantes musculares de cuando me torcí el cuello. Bruiser siempre tenía alguna clase de lesión en proceso. Rechinando los dientes por los calambres, rodé sobre mi lado. Su camiseta de PATEA ALGUNOS TRASEROS me saludó. En su pequeña mano extendida había dos pastillas enormes. ―¿Es la prescripción? Asintió. ―No se supone que tome las prescripciones de otras personas. ―Jesús, ¿soné como una nerd o qué? Bruiser rodó sus ojos verdes. ―Eres tan santurrona. Tómalos ya. No es como si fuera a matarte. Me sentía como una santurrona, siempre siguiendo las reglas. Incluso yo, a veces me irritaba a mí misma. Eso no podía ser bueno. ―¿Cuál es el nombre de la marca? ―Al menos tenía que mostrar algo de precaución. Trayéndolos más cerca de su rostro lleno de pecas, las inspeccionó. ―Huh. ¿Qué dice? Motrin. ¿Motrin? Un nombre reconocible. No era canpifretrina, asmopowprina, tyquelnolenina, o alguna otra palabra loca y larga que alguna vez haya oído. ―Tomaré una. Si necesito otra, te la pediré. ―Mejor quedarse del lado seguro.

―Eres tan precavida ―bromeó. Saqué mi lengua y ambas reímos. ―Hola. ―David espió desde nuestra entrada, y mi estómago giró y dio gritos. Lo veía cada día, pero verlo inesperadamente tenía ese efecto en mí―. TL quiere ver a todos en el área común. Lanzando la pastilla en mi boca, la pasé con un refresco caliente de hace horas. David entró. ―¿Qué estás tomando? ¿Qué está mal? ¿Es una pastilla? ¿Estás enferma? Su preocupación hizo que mi interior se ablandara. Habían sido dos semanas desde que me disculpé con él y nos las habíamos arreglado para regresar a una amistad estable. Nada como antes, sin embargo. Sus emociones concernientes a su padre lo habían hecho más serio y enfocado. Bruiser le tendió su mano. ―Cálmate. No es grave. Ella tiene su p… ―Puntaje, puntos quitados en mi último examen y eso, um, me dio dolor de cabeza. Eso es, tengo dolor de cabeza, y Bruiser me dio algunas pastillas. ―Sonreí, incluso a pesar de que mi corazón martilleaba, y silenciosamente rogué que David dejara ir inmediatamente el asunto. Sus labios se curvaron con conocimiento. Oooh. ―Apresúrate. A TL no le gusta esperar. Tan pronto como David se fue, le lancé mi almohada a Bruiser. ―Voy a matarte ―siseé―. No puedo creer que casi le dijeras que tengo la gran P. Rió. ―¿Y qué? No es un secreto nacional que una mujer lo tenga. ―Bueno, no, pero…

―Vamos. Seguí a Bruiser por el pasillo alfombrado hacia el área común, donde las puertas dobles estaban cerradas. Extraño, esas puertas nunca estaban cerradas. Bruiser y yo intercambiamos miradas curiosas, entonces ella levantó su puño y tocó. ―Entren ―ordenó TL. Ella tomó el pomo del lado derecho, yo tomé el del lado izquierdo y ambas empujamos. ―¡Sorpresa! Globos. Por todas partes. Rojos, blanco, azul, rosado, púrpura. Con lazos multicolores colgando en rizos de cada uno. Y gente. Parada y sonriendo, sosteniendo copas de champagne. Mirándome. Todos los miembros del Equipo Uno. Jonathan, TL, Chapling, y David. Wirenut, Mystic, Parrot, y una Beaker con su cabello recién teñido de amarillo, quien tenía su usual sonrisa burlona. Bruiser me sonrió y fue a unirse a la multitud. Bobalicona. Sabía de esto. TL me tendió una copa. ―Es tu fiesta de despedida. Hacemos una para todos en su primera misión. Nadie nunca, nunca, me había preparado una fiesta. Con una sonrisa que sabía que partía mi rostro en dos, tomé la copa. ―Por la primera misión de GiGi. ―TL levantó su champagne―. Que su vuelo de ida y vuelta y todo lo que suceda en medio sea exitoso. Me uní a todos tomando un sorbo. Wow. Champagne de verdad. No algún jugo de uva blanco y chispeante. Por supuesto, todos los menores de edad teníamos el equivalente a un sorbo. Hey, un sorbo es mejor que nada. Espera un minuto. ¿Dijo volar? Por supuesto que dijo volar. ¿Cómo piensas que llegarás allí? ¿Navegando por el Atlántico? Pero yo no volaba. TL sabía eso. No podía volar. Absolutamente no podía subir a un avión.

Miré alrededor de la habitación para ver si alguien más había notado el error. Pero todos estaban hablando. Alguien encendió el estéreo. Mystic y Wirenut caminaron hacia mí, sonriendo. Los labios de Wirenut se movían, pero no oía una palabra. Las paredes se volvieron borrosas, y tragué el malestar en mi boca. Champagne, incluso un sorbo, en un estómago vacío con un calmante muscular. No era una buena combinación con VOLAR. El calor destelló por mi cuerpo frío y húmedo. Entonces oscilé. ―Al-algo es-está m-mal c-con GiGiGiGi ―la voz de Parrot hizo eco en mis oídos. Mystic se desdobló en gemelos clarividentes de cuellos gruesos. Ambos me sujetaron. Apreté mis ojos cerrados, y eso hizo empeorar los mareos. ―Recuéstala en la alfombra ―indicó TL. Todo mi mundo se inclinó. Forcé mis párpados abiertos. Dobles borrosos de todo el mundo invadían mi visión. Traté de retroceder. TL y su doble pusieron sus manos en mi hombro. ―Quédate quieta. Tragué otra ola de náuseas. ―Va a vomitar ―anunciaron ambas Beakers un poco demasiado entusiastamente. Ambos TL desabrocharon mis jeans y sacaron mi camiseta. ―Denle algo de espacio para respirar. ―Los dobles borrosos dieron un paso atrás―. ¿Ha comido algo hoy? ―La vi chupando una paleta más temprano. ―Bruiser y su gemela colocaron un paño húmedo sobre mi frente. La frialdad me hizo gemir. Los TLs me abanicaron con una revista. ―Champagne en un estómago vacío. Bruiser puso sus cuatro manos sobre sus dos bocas. ―Con una prescripción de relajante muscular.

Los TLs siguieron abanicándome. ―¿Para qué tomó un relajante muscular? Nooo. Sacudí mi cabeza, y todos los dobles borrosos rebotaron alrededor de mí. ―Su período.

[8] Traducido por Teffe_17 & RoChIiI Corregido por Mercy

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errando los ojos, recliné cautelosamente mi asiento de primera clase. El calmante que TL me dio hace unas horas había desaparecido. Había desaparecido antes de haber tenido oportunidad de hacer efecto. Nunca

había vomitado tanto en mi vida. Dos veces en el rancho, una vez en la limusina de camino al aeropuerto, dos veces en la terminal, y una vez en el baño del avión. Y ni siquiera hemos despegado aún. Si no hubiera estado tan nerviosa, podría haber disfrutado mi primera vez en una limusina. Si no hubiera sentido nauseas otra vez, podría estar avergonzada de que TL, Jonathan y David me vieran arrojando como Beaker, que había jugado hurling7, con tanto entusiasmo ayer. Y Bruiser había anunciado a todos que me dio la gran P. Oooh. Definitivamente se lo merecía cuando regresara de Ushbania. Si volviera. Chicos malos, seguridad nacional, bombas, secuestro. Cosas a lo grande. Cosas que no podrían salir bien. Realmente podría meter la pata. No hay que preocuparse, Audrey, mi instructora de modelaje, me había tranquilizado cuando pasó por el rancho para despedirme. Las ronchas habían sido su principal preocupación. Ronchas. Estaba enfrentando el mayor miedo de mi vida, y ella estaba preocupada por algunos pequeños puntos rojos. ―Señorita January, ¿está segura que no puedo traerle algo? ¿Señorita January? Oh, sí, esa soy yo. Mi nombre de modelo. Me obligué a abrir mis párpados. La azafata parecía más nerviosa que yo. Probablemente piensa que

Hurling: es un deporte en equipo de origen celta. Se juega con palos (hurley) mediante los cuales se golpea una pelota (sliotar). 7

vomité en toda su área de primera clase, y que tendría que limpiar. Al menos en los asientos de lujo te llaman por tu nombre. Incluso si se trata de uno falso. ―¿Señorita January? ―Cerveza de jengibre8 para después de despegar ―respondió David por mí. Con un movimiento de cabeza, la encargada se dirigió hacia la parte trasera del avión. ―¿Cómo lo está haciendo? ―susurró Jonathan desde el otro lado del pasillo. ―Lo logrará. ―David sacó una manta del compartimento superior. La envolvió a mi alrededor, luego volvió a sentarse. Es curioso como una arropada con una cobija puede hacer que una persona se sienta mejor. Como una armadura protectora contra las cosas malas. El coco en un orfanato oscuro, las sombras de una desconocida casa adoptiva, o el simple vacío en mi primer dormitorio… Superando mi paseo momentáneo al pasado, me concentré en el aquí y ahora. Jonathan, David, TL y yo estábamos vestidos y actuando para la misión. TL nos dio pasaportes falsos a juego con identificaciones falsas. Cada uno de nosotros había memorizado nuestros antecedentes inventados. Eso lo hizo la segunda vez para mí en los últimos meses. Una vez cuando el IPNC me reclutó y me convertí en Kelly Spree/GiGi, y de nuevo para esta misión. ¿Mi nuevo nombre de modelaje? Jade January. ¿Ridículo o qué? El IPNC realmente empleó una persona que creó identificaciones falsas. ¡Qué trabajo! Supongo que hay un montón de agentes secretos en misiones si alguien trabaja todo el día creando sus antecedentes falsos. Entre preocuparse por las ronchas y la postura, Audrey eligió ropa y la empacó para mí. Me vistió con botas de gamuza marrón a la rodilla y un vestido-suéter de color crema hasta el muslo. En el último segundo, un estilista cortó capas en mi cabello rubio hasta los hombros y me hizo prometer que no ataría mi cabello en una cola de caballo. Lo que no supiera no lo mataría. Cerveza de jengibre: es una bebida carbonatada, saborizada principalmente con jengibre y endulzada con azúcar o edulcorantes artificiales. 8

También habían trabajado en David, TL, y Jonathan. David, mi fotógrafo personal, llevaba unos vaqueros desgastados, una camiseta blanca, chaqueta de cuero negra y botas. Había dejado crecer su barba y llevaba su equipo fotográfico en el avión. Su factor de guau marcaba veinte en una escala de uno a diez. TL, mi guardaespaldas, llevaba un traje negro y tonos a juego. No se había quitado las gafas de sol ni una vez. Muy misterioso, comportándose serio. Aparte de en la limusina, no había hablado o demostrado alguna emoción. Jonathan, mi agente de modelaje, llevaba un traje blanco. Un parche morado en el ojo reemplazó a su habitual negro y coincidía con su camisa de seda púrpura y zapatos. Su calva brillaba donde el estilista la había pulido. Tan pronto como salimos de la limusina a la vista pública, Jonathan y su teléfono celular habían sido inseparables. Parte de su papel de agente de modelaje. ―Damas y caballeros, les habla el capitán Steve Brusher. Bienvenidos a bordo del Air Transport vuelo comercial diez-once. Volando sin escalas desde San Belden, California, a Prost, Ushbania… Debajo de la manta, clavé las uñas en las palmas de mis manos. Podía hacer esto. Sabía que podía. Sólo porque mis padres murieron en un accidente aéreo no significaba que fuera a morir en uno. ―… Va a ser un vuelo hermoso hoy. El cielo está despejado. La temperatura actual es cinco grados. Vamos a llegar a una altura de nueve mil metros… Nueve mil metros. Muy alto. Sobre el océano. Si algo va mal. No hay lugar para aterrizar. Sólo el agua. Aprieto los ojos con fuerza y me concentro en respiraciones calmantes. Inhala. Exhala. Inhala. Exhala. Como TL me había enseñado. ―… El salvavidas está debajo del asiento. Si la cabina pierde presión, una máscara de oxígeno caerá desde el compartimiento superior. Alcáncenla, tiren de ella y

pónganla sobre la nariz y la boca. El oxígeno estará fluyendo a pesar que la bolsa no se infle. Por favor, coloque su propia máscara antes de asistir a los niños… Me quedé sin aliento cuando los recuerdos llegaron de nuevo. Seis años de edad. Máscaras de oxígeno colgando. Mi padre había puesto la suya sobre mí primero. Gracias a él, sobreviví al accidente. Me liberó. Nadé hasta la superficie sabiendo que él y mamá estarían justo detrás. Sujetando mi asiento flotante. Oscuro. Mojado. Escombros apareciendo a mi alrededor. Pataleando tan fuerte como pude en el agua. Buscando… buscando… todo el mundo menos ellos emergieron. ¡Paaapppiii! ¡Maaammmiii! ¿Por qué no salen a la superficie? ―Shhh ―dijo David en voz baja. Pasó suavemente un pañuelo sobre mis mejillas, y me di cuenta que estaba llorando. Deslizó su brazo por debajo de la manta y cubrió mi puño con su mano. Inhala. Exhala. Inhala. Exhala. Calmé mi respiración, bloqueando todo lo demás. El avión se movió lentamente, alejándose de la terminal. David pasó el pulgar a través de mi puño, arriba y abajo, en una caricia suave. Poco a poco dejé de concentrarme en mis respiraciones y centré toda mi energía en su caricia. Su pulgar se abrió camino dentro de mi puño, haciendo círculos en mi palma y acariciando la parte inferior de mis dedos. Suspiré con la liberación de la tensión y el estrés. Él unió sus dedos con los míos y juntó nuestras manos palma con palma. Los motores rugieron y el avión aceleró por la pista. Abrí los ojos y miré por la ventana mientras despegaba. Los edificios y los árboles se hicieron más y más pequeños. Poco tiempo después, las nubes llenaron mi punto de visión… y sonreí. Lo hice. En realidad lo hice.

―Aquí está tu cerveza de jengibre. Volví mi atención a la azafata, que puso el vaso en el portavasos del asiento. ―Gracias. David me apretó la mano cuando ella se marchó. ―¿Mejor? Asentí. ―Bueno. ―Deslizó una revista enrollada del bolsillo de su chaqueta con su mano libre, la extendió sobre su regazo, volteó unas pocas páginas, luego comenzó a leer. Distraídamente estudié las nubes fuera de la ventana, y una por una mis células cerebrales se centraron en nuestras manos entrelazadas. Su calor, su textura ligeramente áspera. Nuestros dedos enlazados. Su pulgar rozando un lado a otro en una acción subconsciente. Normal. Como si nos hubiéramos sostenido las manos cientos de veces antes. Es asombroso como su toque proporciona el consuelo que necesito. ¿Él estaba pensando en mi mano en la suya? Parecía preocupado por su revista. Tal vez era un acto. Tal vez estaba tan enfocado en nuestras manos como yo lo estaba. Por otra parte, probablemente no lo hacía. David tenía dieciocho años. Probablemente se había tomado de las manos con un montón de chicas. Probablemente también había besado a muchas. Probablemente había hecho incluso más que eso… Con ese último pensamiento, mi palma inmediatamente se puso húmeda. No quería dejar de tomar su mano, pero tampoco quería que le diera asco. Estúpidaestúpidaestúpida. Me veía como una hermana pequeña. Lo había dicho antes. Había tomado mi mano como un hermano mayor sostendría la de una pequeña hermana. Aunque su pulgar acariciándome no se sentía muy fraternal. Retiró su mano de la mía y desabrochó su cinturón de seguridad.

―Voy al baño. ―Tomó una paleta del bolsillo de su chaqueta y me la entregó―. Es de uva. ¿Cuán increíblemente dulce? ―Gracias. Jonathan cruzó el pasillo y tomó el asiento de David. ―Te ves mejor. Vamos a hablar sobre… A regañadientes, me centré en sus palabras, pero mi mente gritaba: ¡ESTÁS EN EL ASIENTO DE DAVID GRAN BRUTO CON PARCHE EN EL OJO!

Resultó que pasé la mayor parte de las dieciséis horas de vuelo al lado de todos, excepto de David. Jonathan mantuvo una breve conversación agente/modelo conmigo, más que nada por actuación. Cuando terminó, TL y David estaban involucrados en una conversación profunda. Se prolongó durante tanto tiempo, que Jonathan se quedó dormido. Horas más tarde se despertó, pero David se había dormido. Horas después que me desperté, no me di cuenta que me había quedado dormida, me di cuenta que TL estaba sentado a mi lado. Aparentemente Jonathan había desafiado a David a un entusiasta juego de ta-te-ti. Después vino una tardía cena y una película, y todo el mundo se quedó en sus asientos. Para el momento en que el vuelo terminó, David estaba de vuelta a mi lado, pero tan absorto en su revista que cualquier oportunidad de tomarnos de las manos se apagó inmediatamente. Ahora, mientras estábamos fuera de nuestra habitación del hotel, rodé los ojos ante mi inmadurez. Estábamos en una misión de alto secreto nacional, y mi mayor preocupación era tomarse de las manos. Por Dios.

Nuestro ayudante deslizó una tarjeta a través de la cerradura electrónica, y todos desfilamos hacia la habitación. Romanov era dueño de este hotel. Todas las modelos se alojaban aquí. Jonathan dio al joven ayudante algo de dinero y se fue. TL se frotó la barbilla, luego sacó una pelusa imaginaria de su hombro. Nuestra señal para entrar en personaje. ―Juro que ese chico apestaba. ―Fui hasta el sofá de terciopelo azul y me dejé caer. La perfecta y malcriada modelo―. ¿No han oído hablar del jabón en este país? TL y David desabrocharon la hebilla de sus cinturones, dejando dos correas de cuero negro colgando en su lugar. Desde la puerta, trabajaron en direcciones contrarias, explorando cada lámpara, marco de puerta, decoración, mueble, interruptor de luz, y cualquier otra cosa que pudieran encontrar. Las puntas de las hebillas del cinturón brillaban verdes. Parpadearían en rojo si detectaban un error. Un brillante dispositivo que Chapling había creado años atrás. Jonathan caminó hacia la barra de mármol. ―Ahora, cariño, sólo estás cansada por el largo viaje. ―Tomó un vaso de cristal en una bandeja de plata, un poco de hielo del congelador, y vertió agua con gas―. Un poco de esto, una buena siesta, y estarás mucho mejor. Con su luz todavía brillando intensamente verde, David desapareció en una de las habitaciones. ―Puaj .―Dejé caer mis botas de tacón en el madera oscura de la mesa de café―. Si no tiene lima, no lo beberé. Prefiero tener una soda regular. ―¿Soda regular? ―Jonathan se quedó sin aliento, y casi me echo a reír―. Lávate la boca. ¿Sabes cuántas calorías tiene eso? David salió de una habitación cuando TL salió de un cuarto de baño, ambos con las hebillas aun brillando verde. David cruzó la alfombra roja de la sala de estar hacia mí, centrado intensamente en la hebilla de su dispositivo de detección.

―Pero todo lo que he comido hoy es yogur ―me quejé―. Un poco de soda no me hará daño. ―Increíble que la gente se preocupara por cosas como calorías. Qué pérdida de valioso tiempo cerebral. ―No, no. ―Jonathan sacudió su dedo―. Cada caloría se convierte en un hoyuelo de queso en tu muslo. David corrió el dispositivo de detección por encima, alrededor y debajo de la mesa de café donde estaban apoyados mis pies. Echó un vistazo al sofá, inclinándose a mi alrededor y pasando sobre mí. Se agachó y examinó la parte inferior. Con cada movimiento su colonia iba a la deriva, llevándose mi enfoque. Entonces se detuvo y me miró, con sus mejillas a pocos centímetros de mi muslo. Levantó sus oscuras cejas en pregunta. Fruncí las mías en respuesta. Abrió los ojos y apretó los labios. ¿Qué…? ¡Oh! Rápidamente recordé lo último que Jonathan había dicho. ―Hoyuelos de queso ―le contesté―. No seas tan grosero. David volvió a escanear, y concentré mis ciento noventa y un puntos de coeficiente intelectual en Jonathan. No me habría distraído en primer lugar si David no hubiera estado de rodillas y subiéndoseme encima. ―No olvidemos a Mary Libby. ―Jonathan trajo mi vaso―. Ella perdió su contrato con Lencería Lovelace por un hoyuelo en su nalga derecha. Contuve una sonrisa. Siempre salía con las líneas más locas. Quién hubiera imaginado que un gran, duro hombre de aspecto malvado jugaría tan buen papel de agente de modelaje. ―Oh, por favooor. Mary Libby perdió el contrato porque se tiró un pedo en la pasarela. Jonathan tosió para disimular su risa. Me agradó por fin haberlo pillado con la guardia baja con una de mis líneas.

―Todo despejado. ―TL sujetó la hebilla de regreso a su cinturón―. Ustedes dos son casi demasiado buenos en esto. Jonathan y yo intercambiamos sonrisas. ¿Le gustaba salir de su viejo yo tanto como a mí? TL agarró la bolsa de lona que contenía todo nuestro equipo para la misión. Había tenido un contacto IPNC Ushbaniano entregándola a la recepción del hotel. ―Tres dormitorios. David y yo tomaremos el que está junto a la puerta. Jonathan por el balcón. GiGi en el medio. Los muchachos agarraron cada uno una de mis maletas beige de cuero, y recuperé mi equipaje de mano. Por qué alguien necesitaba tanto equipaje se extendía más allá de mi comprensión. Al parecer, las modelos lo hacían. Me era raro, como había estado toda mi vida sin estar al tanto del tema, encerrada por un fuerte caso de buena voluntad. Depositaron mis cosas en el dormitorio del medio, y se me ocurrió que TL me había puesto en el centro a propósito. Probablemente así podrían protegerme si pasaba algo. Otra verificación de la realidad. Los tipos malos podrían forzar la entrada. Entré en mi cuarto de baño privado con su bañera de hidromasaje, lavabo de mármol blanco, azulejos azules y accesorios de oro brillante. Era malditamente lujoso para un baño. Oooh, gel de baño y champú caro. Importado de Francia. Arrebatándolos del mostrador, desenrosqué las tapas e inhalé… fresias. Mi favorito. ¡Y una esponja vegetal para usar con ellos! ―Oye. ―David golpeó la puerta abierta del baño―. ¿Quieres que te ayude a desempacar? Rápidamente, acomodé todo de nuevo, mi estómago aleteando de vergüenza. Me había atrapado emocionada por champú y una esponja vegetal. Podía ser una idiota a veces. ―Um, está bien. Puedo manejarlo.

―¿Estás segura? Pensé que no sabías cómo. Sigues viviendo con esa maleta andrajosa allá en el rancho. ¿Quién era? ¿Policía de maletas? ―Ya lo tengo. Estoy bien. ―¿Qué tan difícil podría ser colgar ropa y poner cosas en los cajones? Levantó las manos. ―De acuerdo. El timbre sonó, y todos entraron en acción. David y yo corrimos a la sala de estar. Tomó su cámara de su bolsa y la llevó hacia las ventanas del balcón. Cogí una revista de moda de la mesa y me dejé caer en el sofá. Jonathan sacó su teléfono celular y se deslizó sobre un taburete de la barra. Estábamos todos en nuestras posiciones pre asignadas, listos para cualquier posibilidad. TL se asomó por la mirilla. Luego se volvió hacia nosotros y guiñó el ojo izquierdo dos veces. Nuestra señal de que uno de los hombres de Romanov Schalmosky se situaba fuera. Mi corazón se aceleró con el conocimiento que un real, vivo tipo malo se cernía a unos pocos metros de distancia. TL se frotó la barbilla, luego sacó pelusa imaginaria de su hombro. Entrar en personaje. David levantó su cámara y comenzó a tomar fotografías. Rápidamente puse chicle en mi boca y procedí a dar la vuelta a las hojas de la revista, tan aburrida y echada a perder como siempre. Jonathan se puso a conversar falsamente en su teléfono. TL se puso sus gafas y abrió la puerta. El malo de la película entró en nuestra suite. Traté de parecer indiferente a la intrusión, pero Jesús, el tipo era enorme. Del tipo gigante-malvado-poderosoenergía del mal. ―¿Zeñorita Jade January? Buen acento de Conde Drácula. Hice un globo de chicle y lo hice explotar. ―¿Sí?

―Eztá cordialmente invitada al hogar de Mizter Schalmosky. ―A continuación, pasó la mirada por David, Jonathan, TL y volvió de nuevo a mí―. Sola.

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Traducción SOS por Otravaga, Vanehz y Teffe_17 Corregido por Nanis

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¡Ay! Fruncí el ceño hacia abajo a la mano de TL apretando mi antebrazo, luego hacia él. Me dio una sacudida de cabeza apenas perceptible. ¿Cómo había hecho eso? ¿Cómo había sabido que andaba por las nubes? Eché un vistazo a mi reloj. Exactamente treinta y siete minutos y dos segundos habían transcurrido desde que habíamos salido de nuestra habitación de hotel. El ascensor en el castillo de Romanov sonó, y su matón nos hizo señas para salir. Cliqueé en mis células cerebrales para enfocarme y me prometí que no dejaría que mis pensamientos giraran de nuevo. Realmente necesitaba trabajar en eso. Ser despistada era una de mis mayores debilidades. Sobre todo en algunos de los momentos más inoportunos, como éste. Cuando estaba a punto de conocer al máximo tipo malo, Romanov Schalmosky. Gracias a Dios TL había insistido en venir. Gracias a Dios el matón de Romanov se lo permitió. Como mi guardaespaldas, en realidad tenía mucho sentido que TL me acompañara. David y Jonathan, sin embargo, se quedaron en el hotel. Tener nuestro equipo dividido me ponía nerviosa. Tal vez por eso mi mente había vagado a codificar. TL me había entrenado justo para este tipo de cosas, pero la realidad de seguro difería de la simulación. Mucho. Caminamos a grandes zancadas por un largo pasillo con pisos de baldosas alineado con brillantes paredes de madera. Me concentré en mantener mi cabeza en alto y los hombros hacia atrás

como me había enseñado la instructora de modelaje. Al final del pasillo había una puerta. Poco a poco se abrió a medida que nos acercamos. Luché contra el impulso de averiguar por las cámaras. ¿De qué otro modo habrían sabido que tenían que abrir la puerta? A menos que hubiesen instalado detectores potencio en el suelo o tal vez sensores láser en las paredes. Ingenioso. Mi pulso se aceleró con excitación tecnológica geek. Busqué alcanzar mi libreta y lápiz en el mismo segundo exacto que recordé que no era GiGi. Era Jade January, modelo. Y las modelos no llevaban libretas y lápices. Otro de los matones de Romanov, tan grande como el primero, apareció en el umbral sosteniendo una ametralladora. Mis ojos y mi boca se abrieron en sincronía. TL dio un paso al frente, protegiéndome, y me agarré a la parte trasera de la chaqueta de su traje y me escabullí más cerca. Exactamente lo que GiGi o Jade January habría hecho. El matón número uno, de pie detrás de nosotros, habló con el matón número dos con la ametralladora. Su Ushbaniano sonaba profundo y gutural, como si tuvieran un fuerte resfriado. Sea lo que sea lo que el matón número uno dijo hizo que el matón número dos se hiciera a un lado. ―Uztedez pueden entrarr ―dijo el matón número uno―. El zeñor Schalmosky eztá ezperando. TL deslizó su mano alrededor y apartó mis dedos de su chaqueta. De mala gana lo solté, pero más que nada quería mantenerme presionada firmemente contra él. A medida que entrábamos en un pequeño salón de espera, otra puerta se abrió automáticamente, y apareció una mujer. Era pequeña, tipo empresarial sofisticada, con facciones hawaianas y el cabello oscuro brillante peinado hacia atrás en un moño bajo. ―Buenas tardes, señorita January. ―La bella mujer tendió la mano y se la estreché―. Mi nombre es Nalani Kai. Soy la asistente personal del Sr. Schalmosky. Por favor, no se asuste por las formalidades. ―Señaló al matón número uno y al matón número dos con un gesto de la cabeza. No pude evitar sonreírle. Su comportamiento amistoso aliviaba mis nervios.

―Gracias por invitarme. Ella volvió a asentir amablemente, y se enfocó más allá de mi hombro hacia donde estaba TL. Aunque su expresión no cambió, me dio la clara impresión de que pensaba que mi guardaespaldas era atractivo. Hey, él es un tipo sexy, quería decirle, ve por él. Ellos parecían de la misma edad. ¿Por qué no? Oh, sí, ella trabajaba para los malos. ¡Qué mala onda! Tal vez no sabía que eran malos. Parecía demasiado buena para estar trabajando para el otro bando. Nalani nos condujo por otro pasillo de madera reluciente y cruzando una esquina. Nos hizo un gesto para que siguiéramos a través de un arco a una oficina tan grande como nuestra sala de estar de vuelta en el rancho. Justo al frente en un escritorio estaba sentado un hombre canoso vestido con un traje oscuro. Detrás de él, una hilera de ventanas daba a un jardín interior. Más allá de eso, la nieve caía contra las paredes del invernadero. Una chimenea de piedra a la derecha calentaba la sala hasta el punto de mucho calor. El hombre de cabello gris nos miró por encima de sus papeles cuando entramos. El amarillo teñía su piel. A su lado yacía un tanque de oxígeno. Un tubo iba desde éste hasta su nariz. Él le asintió a Nalani. ―Grazias. Ezo zería todo. ―Genial el acento de Conde Drácula, igual que sus matones―. Uzted, zeñor ―le asintió a TL―, puede eztar de pie contra la pared trazera. Mientras TL se trasladaba a la parte posterior de la sala, me pregunté si le gustaba que le estuviesen dando una orden cuando él era siempre el que estaba al mando. El hombre canoso vino alrededor de la parte delantera del escritorio, rodando su tanque de oxígeno con él. Hizo clic, enviando una explosión audible de oxígeno. Se paró al nivel de la vista conmigo mientras extendía su mano. ―Bienvenida a mi hogar. Soy Romanov Schalmosky. ―Sus espeluznantes ojos negros como el carbón enviaron un escalofrío bailando por mi espina dorsal. Acepté su mano. ODiosmío, estoy estrechando mi mano con EL tipo malo.

―Gracias por invitarme, Sr. Schalmosky. Soy Jade January. Encantada de conocerlo. ―Por favor, llámame Romanov. ―Gracias, Romanov. Puedes llamarme Jade. Él negó con la cabeza. ―La llamaré Zeñorita January. Está bien. ―Como desees. Señaló las dos sillas de cuero marrón en frente de su escritorio. Me senté en una y él tomó la otra. Me tendió la mano y la miré por un segundo... ¡oh! Asco. ¿Tengo que tomarme de la mano con él? Haciendo mi mejor esfuerzo por actuar halagada de que él quisiera tomarse de la mano conmigo, extendí la mano. Puso mi mano en su rodilla y con una palmadita, colocó su mano fría y seca en la parte superior. Luché contra el impulso de mirar a TL. ―Zeñorita January, me guzta reunirme con todaz miz modeloz antez de zu debut en mi ezcuela. Dizfruto de una rreputación zuperior por producir lo mejor de lo mejor. Uzted mantendrá el máz alto comportamiento propio de una dama. Si alguno de miz azociados me dice lo contrario, uzted será devuelta a los Estados Unidos sin ningún tipo de preguntaz. ¿Nos entendemoz? Me tragué el enorme nudo nervioso en la garganta. ―Sí, señor. ―Le correzponde verze bonita y zer una dama. Si uzted tiene una tendencia a fizgonear, corrija eza imperfección ahora. Si la atrrapo en cualquier lugar en el que no se zuponga que ezté, uzted zufrirá las conzecuencias. ¿Consecuencias? ¿Qué consecuencias? Me palmeó la mano.

―Ahí. No digo máz. Uzted zerá famoza. Ze lo garrantizo. Todas miz modeloz lo zon. Yo no quería ser famosa. Quería salir C-O-doble-R-I-endo de aquí. Este sujeto me asustaba hasta la muerte. ―Descanze un poco. Tómeze el día librre. Mañana por la noche zeré anfitrión de una fiezta para todas miz modeloz. Sé que zu agente y el fotógrrafo viajaron con uzted. Son máz que bienvenidoz a azistir. ―Él levantó mi mano de su rodilla y apretó los labios húmedos en el dorso de la misma. Guácala. ―Y uzted, mi amorr, zerá mi pareja. ¡¿Qué?!

David nos alcanzó a TL y a mí mientras entrábamos en nuestra suite del hotel. ―Descargamos el nuevo Intel de Chapling ―dijo David mientras cerrábamos la puerta―. La estatua y el microfragmento deberían estar en casa de Romanov. Aturdida, me arrastré hasta mi habitación. ―¿Qué está mal con ella? ―Oí a David preguntar―. ¿Qué pasó? Me hundí en mi cama. Mirando la alfombra roja. Pistolas automáticas. Grandes y malos matones. Un horrible hombre viejo con un no tan genial acento de Conde Drácula y fantasmagóricos ojos negros como el carbón. Consecuencias si fisgoneo. Y uzted, mi amorr, zerá mi pareja. Con el estómago revuelto, cerré mis ojos y me tendí de espaldas. ¿En qué había estado pensando para aceptar esta misión? Estaba, de alguna forma sobre mi cabeza. La calma, el encanto y la tranquilidad no estaban en mi vocabulario. Estaba

asustada fuera de mi mente de genio. En serio, TL tenía que encontrar a alguien más. Tenía que hacerlo. No podía hacer esto. Mientras rodaba y me encorvaba sobre la cama, las palabras de TL hicieron eco a través de mi cabeza. Desde el inicio, probaste ser experta en encubrirte. Avanzaste por tus actividades del día a día sin problemas, naturalmente y son dudas. Es casi como si hubieras estado aquí por meses en vez de unas cuantas semanas. Estoy impresionado por cuán perfectamente te has fusionado a este mundo. No te estaría enviando si no tuviera completa confianza en tus habilidades. Siempre recuérdalo. Más allá de que quisiera o no, la seguridad de nuestra nación dependía de esta misión. TL había puesto toda su fe en mí. David necesitaba mis habilidades para encontrar a su papá. ―Hey. Abrí mis ojos. David estaba parado al lado de la cama, mirándome hacia abajo. ―TL me dijo lo que pasó. Vas a estar bien, GiGi. Ninguno de nosotros dejará que nada te pase. Lo prometo. Sé que ver todas estas cosas en la vida real asusta como el infierno. Especialmente para alguien como tú. Yo crecí en este mundo. Tú has sido parte de esto solo por unos meses. Nadie que conozca ha sido nunca lanzado a una misión en tan corto tiempo. Todos reconocemos eso. Pero déjame decirte algo. La IPNC nunca te hubiera enviado, no importa el tiempo crítico de esta misión, si no estuvieran completamente confiados de que lo harías. ¿Está bien? Puedes hacer esto. Sé que puedes. Si el Sr. Share no estuviera envuelto, ¿estaría David diciendo esto? Inmediatamente empujé la pregunta negativa de mi mente. Por supuesto, que aún estaría diciéndolo. La última cosa que necesitaba era cuestionar a mis propios compañeros de equipo. ―Gracias. ―Me senté. Está bien. Podía hacer esto. Podía. David sonrió.

―De nada. No tenemos nada que hacer excepto esperar por la fiesta. Romanov ha dejado instrucciones estrictas de que ninguna de las modelos deje el hotel hasta mañana en la noche. ―Debe ser bueno ordenar a las personas alrededor de esa forma. David rió. ―Sí, realmente. Si te sientes con humor para jugar cartas, ven afuera. Sin embargo tomé un largo baño y entonces traté de dormir algo. Al día siguiente, me di a mí misma una manicura y una pedicura. Practiqué el caminar modelando. Practiqué el maquillarme. Ingresar la clave. Miré un poco de TV. Traté de dormir, pero no lo hice. Cuando el servicio de habitaciones llegó, comí un poco. Repasé todo en mi mente. Nunca había sido herida en mi vida. Solo quería que todo terminara de una vez. Los tres chicos trataron de hablarme. No podía enfocarme en una conversación. Me las arreglé para dormir algo. Y finalmente, finalmente, era hora de arreglarse para la fiesta. Rebusqué en mi bolso una paleta y la “hoja de instrucciones”. Aquí, había dicho Audrey, entregándome el papel. Esto te ayudará a saber qué vestir. Nunca había usado una hoja de instrucciones antes en mi vida. Cuán ridículo era que necesitara una para vestirme. Después de deslizar la paleta de banana en mi boca, revisé el papel a máquina. Dos columnas. La columna de la izquierda tenía todas las posibles funciones, situaciones, o salidas que podía encontrar como modelo. La columna de la izquierda detallaba cuál atuendo y accesorios debería llevar. Busqué Fiesta en la casa Romanov en la izquierda, miré al otro lado a la derecha… Overol plateado de una pieza. Gemí. Odiaba el overol plateado. Me sentía como la Mujer Maravilla con él. Cuarenta y cinco minutos más tarde, emergí de la habitación toda súper heroína, completa con tacones plateados y colgantes de diamantes en las orejas. Demasiado mal que en el frente el overol fuera de cuello V hasta abajo entre mis pechos. Eran

como cero grados afuera. Lo que realmente debería estar vistiendo era un cuello de tortuga y un par de pantalones con forro de franela. ―Estoy lista. TL, Jonathan y David levantaron la mirada desde la sala, donde estaban sentados discutiendo sobre un mapa. Ninguno pronunció una palabra. Solo me miraron. Automáticamente, mi cerebro cliqueó sobre una lista de verificación segura de que había olvidado algo. El cabello no en una cola de caballo. Verificado. Maquillaje. Verificado. Pendientes. Verificado. Overol cerrado. Ver… Jonathan dejó salir un bajo y lento silbido. ―Vaya, chica. Si fuera veinte años más joven, me hubieras tenido que golpear con un palo. ―Oh. ―Mi rostro se calentó con su cumplido. Inmediatamente miré a David, pero el desvió su mirada. TL se levantó del sofá. ―Necesito atarme una corbata. Denle los dispositivos. Se encaminó a su habitación y desapareció dentro. Jonathan lo siguió. ―TL, una última cosa… ―estaba diciendo mientras nos dejaba a David y a mí solos. David tomó dos cajas negras al final de la mesa, una cuadrada y una rectangular, y cruzó la habitación hacia mí.

―Vas a usar dos piezas de equipo esta noche. Un dispositivo de seguimiento y un detector microsnipet. David volteo la parte superior de la caja cuadrada. En el interior había una lámina marrón minúscula. Presionó su dedo índice en ella. ―Es una peca. Siempre y cuando esto permanezca en tu cuerpo, yo, quiero decir, nosotros, sabremos dónde estás. Dio un paso más cerca, y su colonia encendió una chispa en mi sinapsis. Con mis tacones, estuvimos a la misma altura. Él inspecciono mi cara, cuello y pecho. ―Así que... entonces, ¿dónde lo quieres? ¿Era posible que le afectara más de lo que él dejaba ver? Mi corazón bailó un feliz golpeteo. ―Debe ser tu cuello o pecho. A diferencia de los tejidos de algodón, algunos, como este con hilos metálicos, tienden a interrumpir la señal, y tú estabas usando un cuello alto de algodón ayer. Romanov ha visto la cara. Él sabrá si hay algo diferente. ¿Así que cuello o pecho? No le respondí. No pude. Su proximidad me hizo muda. Sacudí mi cabeza. ―La saliva lo adhiere. ―Tocó su lengua con él y luego presiono la lámina marrón a mi clavícula. A medida que la sostuvo allí, su mirada oscura viajó lentamente hacia mi cuello y cara y se clavó en mis ojos. Nos miramos el uno al otro con sólo unos centímetros de espacio entre nosotros. Me hice híper consciente de su dedo húmedo, su aliento deslizándose por mi mejilla, y mi corazón golpeando tan fuerte que llegaba a mis oídos. ―Listo. ―TL surgió de su cuarto, seguido por Jonathan―. ¿Tienes las almohadillas dactilares? ―Uh... ―David tomó un paso atrás rápido, y yo me agarré a un taburete para no perder el equilibrio―. Sí. Aquí mismo.

Abrió la caja rectangular. Lado a lado estaban las cuatro almohadillas transparentes que le había ayudado a desarrollar a Chapling. Uno para cada uno de nosotros, especialmente diseñadas para nuestros dedos medios. Delgada, base de silicona, invisible una vez en su lugar. Activado por magnetismo. Estaban programados para enviar una rápida, caliente sacudida si uno de nosotros tocaba la estatua que contiene el microsnipet. David pasó la caja alrededor. Presione mi dedo medio en la última almohadilla, y succiono mi dedo como si tuviera vida propia. TL reviso su reloj. ―Vámonos. Nuestra limusina negra nos llevó a través de la ciudad hacia el campo. Por kilómetros alrededor no existía nada más que campos y bosques, todo blanco por la reciente nieve de invierno. Llegamos al castillo de Romanov exactamente veintisiete minutos y trece segundos más tarde. Lo sabía porque cronometrar era parte del trabajo de David, y él nos había dicho. Nos presentamos con los guardias y entramos por las puertas de hierro. Donde había estado vacío ayer, ahora se alineaban coches brillantes en la calzada de adoquines. Incluso en la noche, los colores vibrantes destacaban. Un rojo RollsRoyce. Ferrari blanco. Porsche amarillo. Mercedes naranja. Y la variedad seguía y seguía. Bastante impresionante si me preguntas a mí. Lucecitas blancas brillaban en los árboles y arbustos que recubren el castillo Romanov y su propiedad. Como un cuento de hadas, sólo que mi príncipe era un tipo raro, y viejo. Un gran gorila abrió la puerta de nuestra limusina y todos nos amontonamos para salir. Entrecerré los ojos contra el aire frío glacial y tiré de mi abrigo blanco, de piel sintética a mi alrededor. El gorila nos acompañó por las escaleras delanteras del castillo. No era la misma entrada que TL y yo habíamos usado ayer. Habíamos entrado por un lado.

Dos grandes puertas de madera que estimaba de unos seis metros de altura se abrieron, brotando calidez, luz y música. Entramos y las puertas se cerraron detrás de nosotros. De pie en un rellano de mármol, miramos hacia abajo a las festividades en el enorme salón de baile. Mujeres hermosas, chicos calientes, y hombres viejos. Usando vestidos de gala, smokings, trajes, e incluso jeans. Bebiendo, bailando y hablando. Estábamos justo a tiempo, pero el número de fiesteros que habían llegado ya, implicaba nuestra tardanza. Supongo que la gente no se metía con elegantemente tarde cuando Romanov estaba involucrado. ―Zeñorita January. Bienvenida. No tenía que mirar para saber a quién pertenecía esa voz. Interiormente gruñí, pero exteriormente pinté una sonrisa y me volví. ―¡Romanov! Él extendió las manos y yo las tome. No estaba usando su tubo de oxígeno, pero su piel amarilla parecía aún más amarillenta bajo estas luces. Con los labios húmedos, me besó ambas mejillas en señal de saludo y luego se presentó a David y Jonatán. Romanov me dio la vuelta y deslizó mi abrigo, rozando sus dedos fríos por mis brazos mientras lo hacía. Luché contra el impulso de vomitar. ―Eztáz muy tentadora ezta noche. ―Él estiró su brazo―. ¿Vamoz? Me atreví a darle una rápida mirada a David. Él rápidamente rompió su atención hacia la fiesta. Con una palmada en la espalda de TL y una rápida inclinación de cabeza a Jonathan, se dirigió escaleras abajo. No debería haber mirado hacia él. Podría volar mi cubierta haciendo algo tan estúpido. Romanov silenciosamente indicó un punto contra la pared del fondo, donde otros guardaespaldas estaban de pie. TL asintió con la cabeza y se dirigió en esa dirección. Jonathan siguió detrás de él. Experimenté un destello de pánico al

quedarme sola, pero fue aplastado inmediatamente. Mis colegas sabían exactamente dónde estaba. Deslizando mi mano en el hueco del brazo de Romanov, lo seguí por las escaleras de mármol y a lo largo del perímetro de la sala de baile. Más que un conjunto de ojos se volvieron curiosamente en nuestra dirección. Sonríe. Mete el estómago. Hombros hacia atrás. Sonríe. Mete el estómago. Hombros hacia atrás. Repetía las ordenes de Audrey así mi cerebro no se concentraría en mi estómago revuelto. Ser escoltada por Romanov era un privilegio. Me encontré con las miradas celosas de las otras diciendo Jade January, a él le gusto-más-que-tú engreída, cuando todo lo que realmente quería hacer era entregarlo con un aquí, tómenlo. Nos detuvimos en uno de los muchos bares situados alrededor de la habitación. ―¿Qué te guztaría? ―Seltzer9 con un toque de limón, por favor. ―Buena chica. El alcohol tiene demaziadaz caloríaz. ¿Buena chica? ¿Qué era yo, su mascota? Un tipo joven, calvo, se acercó por la derecha. Me dio una mirada rápida a medida que hablaba con Romanov en Ushbaniano. Por lo menos asumí que era Ushbaniano. El camarero puso mi vaso sobre la mesa, y le di un pequeño sorbo. Romanov levantó mi mano y le dio un beso húmedo en los nudillos. ―Por favor, dizcúlpeme. Zólo zerá unos minutoz. Él y el calvo rodearon el bar y desaparecieron por una puerta. Hmm, ¿me pregunto a dónde van? Para hacer algo de tipos-malos de seguro. Había visto suficientes películas: El tipo malo líder se disculpa de la alegre reunión. Aparece en el sótano 9

Seltzer: Agua Carbonatada.

donde otros chicos malos están esperando. El chico bueno está encadenado a una silla, ensangrentado y amoratado. No le dará información a los malos. El líder de los chicos-malos ordena que lo torturen hasta que el tipo bueno se rinda. Me concentré en el suelo de mármol rosa bajo mis tacones de aguja. Si tan sólo poseyera visión láser y pudiera ver el sótano y saber si estaba o no el chico bueno encadenado allí. Un par de zapatos negros brillantes entraron en mi línea de visión. Levanté la vista hacia un hombre magnífico. Rubio. Los ojos verdes. Impecablemente vestido con un traje gris claro. Hizo una reverencia. ―El zeñor Schalmosky me pidió que bailara con uzted. Él tardara máz de lo ezperado. Asentí con la cabeza, dije gracias, y deslicé mi brazo en el suyo. ―Soy Jade January. ¿Cuál es tu nombre? ―Zeñorita January, uzted puede llamarme Petrov. ―Petrov. ―Traté su nombre, mirando fijamente su cara exquisita. Lástima que era un tipo malo. Nos dirigimos hacia la pista de baile y a través de los cuerpos girando. Él se detuvo en algún lugar en el medio y comenzó a bailar. Rápidamente, me acordé de mis clases de la semana pasada y moví los hombros y los pies al ritmo. Recorrí el salón de baile por mis colegas (ser alto tiene sus ventajas), me volví en un círculo lento de caderas, y me detuve. Ahí bailaba David con una, dos, tres, cuatro hermosas, perfectas y exóticas, modelos seductoras, preciosas. Ellas le apretaban, dos delante y dos detrás, haciendo un movimiento de molienda directamente sacado de MTV. Él levantó los brazos, riendo, disfrutando totalmente el ritmo. Me guiñó un ojo. Me salí de mi trance momentáneo y seguí bailando. Está bien, el papel de David es ser un fotógrafo coqueto, soltero, la lógica me recordó. Pero actuaba el papel un poco demasiado bien, si me preguntan a mí.

―Deberías ver la estatua en el baño de mujeres ―oí gritar a una mujer encima de la música. Estatua. Hice una seña a Petrov, y él se inclinó cerca. ―Tengo que ir al baño. Voy a estar de vuelta. Él negó con la cabeza. ―Yo caminaré con uzted. Haciendo pucheros con coquetería, le toque el brazo. ―Me gusta mi privacidad, por favor. Te veré en el bar en diez minutos. ―Me giré y me alejé, sin darle la oportunidad de discutir. Por favor, no me sigas. Por favor, por favor, por favor no me sigas. Pasando a David y sus modelos, me rasqué la nuca con la mano izquierda. Nuestra señal para la estatua. Hice lo mismo al cruzar frente a TL, que estaba con los otros guardaespaldas a lo largo de la pared del fondo. Como soldados, en fila, a pocos metros de espacio entre ellos. Todos sin expresiones. Jonathan se sentó en un taburete en uno de los bares. Tomó un sorbo de una bebida con paraguas mientras tenía una conversación en voz alta con otra modelo hermosa. Le hice la señal de la estatua, y serpentee más allá del bar. Bueno. Todos mis colegas sabían. Abrí la puerta del baño y me encontré alineándome a la cola de una larga fila. Supuse. Tomando mi lugar, miré disimuladamente alrededor de la zona del salón que precedía a los lavabos. Sofás de espalda recta, mesas bajas de madera elegante, delicados taburetes de hierro forjado, espejos de maquillaje, pero ninguna estatua. Una mujer salió, y otra entró. La línea avanzó hacia adelante. Un muro dividía la zona del salón de los lavabos.

Desde donde yo estaba, un espejo me daba una imagen clara. Ninguna estatua allí, tampoco. Tal vez este no era el único baño. Un lugar tan grande como éste tenía que ofrecer más de uno, especialmente con todas las mujeres. ―Disculpe. La pequeña señora anciana a mi lado arqueó una ceja dibujada como respuesta. ―¿Es este el único baño? ―No. Hay uno a travéz del zalón de baile. ―Gracias. ―Probablemente el que tiene la estatua. Una mujer salió, y otra entro. La línea avanzó hacia adelante. Un par de modelos entraron y tomaron su lugar detrás de mí. Por Dios, ¿cuántos sanitarios eran? ¿Uno? Nunca entendí por qué se tardaban tanto tiempo las chicas en el baño. Entrabas, hacías tu asunto, y salías. ¿Cuál es la gran cosa? Claramente, este tenía que ser el baño equivocado. Está bien, haría algunos comentarios de mimada, modelo rica sobre la espera e iría pateando al otro lado de la sala de baile. Una alta pelirroja me pasó en la salida. ―Tengo que tomar una foto de esa estatua. ¿Estatua? Me reanimé. ―Lo sé ―estuvo de acuerdo su alta amiga rubia―. Es la cosa más divertida. Me pregunto quién lo hizo. Una mujer salió, y otra entró. La línea avanzó hacia adelante. Sólo la anciana pequeña ahora y entonces podría entrar. La estatua debía estar en el sanitario. Golpeé mi tacón de aguja y miré a mi reloj de plata. Dieciocho minutos. Petrov me espera en diez. Ugh. Una mujer salió, y la anciana entró. Me acerqué hacia adelante, miré al otro lado de la sala de lavabo hacia los sanitarios. Efectivamente, una puerta. ¿Qué había estado pensando Romanov? No se puede tener un inodoro en un baño de salón de baile.

La anciana salió. ―El sanitario está obstruido. Las modelos detrás de mí suspiraron y salieron del baño. Crucé el suelo de baldosas, entré y cerré la puerta. Me paré, teniendo en cuenta todo el arte que adornaba la habitación enorme. Retratos y paisajes colgaban de las paredes de color rosa. Figurillas de pie en docenas de estantes de madera pequeños. En la esquina estaba el inodoro atascado y al lado la estatua. Se alzaba por lo menos uno ochenta de altura y representaba un desnudo Romanov rodeado por cuatro de sus modelos, cada una vestida con una túnica. Por suerte, una de las piernas de las modelos cubría sus partes privadas. Es curioso, habría esperado lo contrario. Romanov en la túnica y las modelos desnudas. Rápidamente, puse mi dedo medio en la estatua. No había calor. Tanto el alivio como la decepción me golpearon. Alivio que tendría más tiempo para prepararme para la extracción del microsnipet. La decepción que tendría que pasar por todo esto otra vez. Abrí la puerta, corrí por el azulejo, rodeando la pared en la sala de estar, y choqué con David. ―¿Qué estás haciendo? ―susurré. ―Has estado aquí para siempre ―dijo entre dientes de vuelta―. Estábamos preocupados. ―Petrov, ¿qué es? ―Oí a una mujer preguntar fuera del cuarto de baño. David y yo nos congelamos. ―Zeñorita January ha estado aquí demasiado tiempo. El zeñor Schalmosky ezta ezperando por ella. ―Bueno, he oído que el baño está fuera de servicio, pero voy a comprobar y ver. ―La puerta se abrió.

Antes de que pudiera entrar en pánico, David rápidamente me dio la vuelta y bajó mi cremallera.

[10] Traducido por norita_30 y Jo Corregido por Kasycrazy

N

alani entró hacia el baño y se detuvo abruptamente, sus ojos se ampliaron mientras la puerta se cerraba tras ella. ―Oh. ―Dejó salir con una risa nerviosa―. No me di cuenta…

―Se ve lo que no parece. ―Sacudí mi cabeza―. Quiero decir que no es lo que parece. ―Por supuesto que no es lo que parece. ―David tenía un agarre sólido en la cremallera que se encontraba abierta en mi espalda, prohibiéndome así dar un paso lejos―. Estúpida cosa ―murmuró y me di cuenta que estaba pretendiendo que mi cierre estaba atorado. ―Como puedes ver ―agregué con astucia, evitando tener contacto con Nalani―, el inodoro se atascó y todos salimos, accidentalmente yo tiré algo bajo mi overol y después, uh, vine hacia aquí para sacarlo y ahora no consigo sacarlo, diablos… Los dedos de David y su calor rozaron mi espalda baja, mi cerebro se quedó en blanco, me quedé de pie consciente de que debería estar diciendo algo pero por mi vida que no podía recapitular qué. Me dio un estirón rápido y de golpe regresé al momento. ―No conseguía que este maldito cierre subiera, asomé mi cabeza por la puerta y él… ―Señalé con mi dedo por encima de mi hombro―. Era la única persona a quien podía llamar. ―Suspiré toda molesta e impaciente. ―Aquí. ―David subió el cierre por mi espalda, un escalofrío recorrió mi columna, hacia mi cabello y mi cuello, se giró hacia Nalani―. Eres la asistente del Sr. Schalmosky, ¿cierto?

Inclinó su cabeza. ―Sí. ―Escuché que hay un jardín de estatuas, me gustaría tomar algunas fotos de Jade ahí, para terminar su portafolio. ―Definitivamente, los escoltaré y después le haré saber al Sr. Schalmosky que estarán ahí. ―Nalani echó un vistazo a su reloj de delgados diamantes y nos incitó a seguirla. Con las piernas más estables de lo que las sentía, crucé la puerta y la seguí fuera. Casi fuimos atrapados, de no ser porque David pensó en algo rápido no quiero ni pensar en lo que hubiera sucedido, claramente no estaba hecha para salir a misiones, lo hago mucho mejor a puerta cerrada, segura, sentada frente a una computadora con un montón de tiempo para pensar y formular planes. Pero salir con una historia como la de una cremallera atorada había sido malditamente ingenioso de su parte. Me dio un poco de emoción una vez que me concentré, una vez que ignoré el hecho de que estaba viendo completamente mi espalda desnuda. Quince minutos después me incliné contra el metal negro mientras David tomaba algunas fotos. Clickclick. Clickclick. Detrás de mí se extendía un invernadero de estatuas rodeadas de follaje. Entre el techo transparente del invernadero se veía el cielo nocturno, estrellas y nieve cayendo. A mi derecha las puertas estilo francés conducían hacia el salón principal, Petrov se encontraba de pie ahí, mirándonos, obviamente Romanov no confiaba en que David y yo estuviéramos solos. Hombre inteligente. Los hombres malos no se convierten en malos confiando en la gente. ―Bien. ―Clickclick. Clickclick―. Ahora arquea tu espalda. ¿Qué arqueé la espalda? Quería rodar los ojos hacia David pero me contuve, después de todo Petrov estaba cerca, arqueé mi espalda o en otras palabras saqué pecho y sonreí hacia la cámara.

―No sonrías, necesito un puchero, sexy, labios grandes. ―Clickclick. Clickclick. ¿Puchero? ¿Sexy? Está bien, David lo estaba llevando muy lejos. ―Haz un puchero para mí, nena. ―Clickclick. Clickclick. ¿Nena? ―¡Perfecto! ―Clickclick. Clickclick―. Descanso. ―David deslizo la cámara por su cabeza y cruzó el patio hacia donde estaba yo. Reorganizó unos cuantos mechones de mi cabello mientras yo tranquilamente inhalaba su colonia. ―Tienes que relajarte ―murmuró―. Parece que no sabes lo que estás haciendo, Petrov se dará cuenta de tu inexperiencia si no te concentras, piensa en Jade January, la sexy y consentida modelo, no en GiGi, la preciosa y tímida genio. ¿Preciosa? Mi estómago se retorció. David sacudió algo imaginario de mi hombro. ―Recuerda, me estoy concentrando en las estatuas que están tras de ti, he tomado seis de once, muévete a la izquierda para que pueda tomar las otras cinco. Con su dedo alisó mis cejas, manteniendo su mirada a nivel de la mía. ―Piensa en Jade January no en GiGi. ―Me guiñó un ojo y se giró, regresando a su sitio, mientras yo veía su espalda tan apetecible como siempre. Clickclick. Clickclick. David me señaló la izquierda y me moví, sólo dijo que era preciosa y eso bastó para mantener mi mente ocupada. ―Mano derecha en el barandal, mano izquierda en el cabello. ―Clickclick. Clickclick. Moví mi cuerpo hacia el lugar, y jugueteé con mi cabello, rozando mis hombros, alzando mis cejas, todo para mantenerme distraída. ―Barbilla arriba, humedece tus labios. ―Clickclick. Clickclick.

Barbilla, humedecer, y la mirada profunda de mis ojos de nuevo significaba mantener mis pensamientos en orden. Oh, era bueno, realmente bueno. Manipulando mi cerebro… y mi cuerpo también, lentamente, me di cuenta, de pie ahí con mi mano doblada en mi cabello y mis labios humedecidos. Clickclick. Clickclick. Hora de voltear las cosas. Mostrarle un poco de juego de manipulación. Jugar a mi manera. Extendí mis piernas en una poderosa posición de mujer maravilla, los stilettos color plata me hacían una torre de uno ochenta y dos de alto, nivelando sensualmente mis ojos en la cámara, miré directo hacia el lente, directo hacia sus ojos café. Pasé mi lengua lentamente de la esquina de mis labios hacia el otro lado, cerrando mis ojos, incliné mi cabeza e incliné mi espalda, puse mis manos encima de mi muy ajustado traje, sobre mis mejillas y en mi cabello. Entonces toda mi sensibilidad regresó en un momento y mi corazón saltó, golpeando mientras mis ojos se abrían de golpe. No había: Clickclick. Clickclick. Sólo había silencio. Miré primero a Petrov, el cual me miraba fijamente, su boca colgando abierta. Obviamente no pensaba que era una modelo Amateur, no ahora. Entonces miré a David, quien estaba de pie congelado con la cámara lista en el aire. ―Uh… ―Buscó el protector del lente―. Es... eso es todo. Sonreí para mis adentros. Claramente había ganado el juego de manipulación. Me contuve de hacer un baile de victoria, aplaudiendo y cantando ¡Gané! ¡Gané! Lo dejé fuera de equilibrio, más de lo que él lo hizo conmigo. Poder femenino, poder schmirl. Poseía completamente el poder femenino. David cerró la distancia entre nosotros, deteniéndose a mi lado, dejando su espalda hacia Petrov. ―Tú… Wow... no estuvo mal.

Curvé mis labios sensualmente, al menos esperaba que parecieran sensuales. Arqueé una ceja. ―¿Conseguiste las fotos que necesitabas? ―No podía creer que estuviera toda confiada y segura de mí misma. Y lo mejor es que lo disfrutaba. David me estudió por un par de segundos, sacudió su cabeza con una sonrisa. ―Síp, tengo las fotos, ahora necesitamos saber cómo tocar las estatuas. Nos miramos uno al otro desconcertados y de pronto me golpeó. ―Petrov, mi noche no estará completa sin un paseo por el jardín, ¿me escoltaría, por favor? ―Completamente Zrita. January. Le di a David un pequeño pellizco en su rasposa mejilla, que por el brillo de sus ojos, lo molestó. Después de que acepté el brazo de Petrov, abrió la puerta de metal y caminamos por un camino de adoquín. ―Haré los honorez, Petrov. ―Romanov apareció de entre las sombras. Inmediatamente sonreí para cubrir mis pensamientos frenéticos. Oh, Dios, ¿cuánto hace que ha estado de pie ahí? Debí haberlo sabido, TL me entrenó mejor que eso, David debió haberlo sabido, él ha estado en el negocio más que yo, tal vez el saberlo ha sido parte del acto. Eché un vistazo a su dirección. Tocó su clavícula en el mismo sitio que puso mi peca. Sabré, quiero decir, sabremos dónde estás. Comencé a respirar más despacio, con el recordatorio silencioso que debía estar tranquila. Seguí a Romanov hacia el jardín mientras David y Petrov desaparecían en el salón principal. ¿Había Romanov escuchado los murmullos de David y míos desde su posición, escondido? No, no era posible, demasiado lejos. Había visto la sesión de fotos, sin embargo. ¿Cómo podría habérsela perdido? Tal vez se la perdió. Por favor, Dios, haz que se la haya perdido. ―Vi tu zezión ahora mismo. Internamente, gemí.

―Comencé mal. No podía concentrarme. ―No quería que cuestionara mi habilidad de modelaje. ―Zí. Pero terminazte, ¿cómo dicen uztedes, loz americanoz, como una bomba? ―Sí, sí, terminé como una bomba. ―Genial, me había visto en mi modo de poder femenino sensual. Simplemente lo que necesitaba. Excitar a un anciano. Bien. Estrategia: mantenerlo hablando mientras caminábamos por el jardín y tocar cada estatua. Problema: estaba usando el detector microsnipet en mi dedo del medio derecho, el cual estaba entrelazado con el brazo izquierdo enchaquetado de Romanov. ―Oh, debo oler esa flor. ―Caminé en frente de él y enterré mi nariz en alguna planta roja, la cual, por cierto, no olía a nada. Luego entrelacé mi brazo izquierdo con su derecho, y continuamos por el camino. Romanov dio una detallada descripción del origen de la planta, sistema de raíz, drenaje, bla, bla, bla. Hice pequeños sonidos de: “Oh” y, “¿Es eso correcto?” mezclados con ocasionales asentimientos. Mientras tanto lo observaba a través de amplios ojos de estoy-tan-interesada. Los hombres, comenzaba a darme cuenta, eran muy fáciles de manipular. La primera de las once estatuas de granito se levantaba a la derecha, aproximadamente de un metro de alto. Un pequeño niño pastor con un cordero. Rodeado de flores rosadas y amarillas. Por qué las chicas siempre querían oler flores, no lo sabía. Todas olían igual para mí. Pero oye, había funcionado para acercarme a las estatuas, así que dije: ―Qué hermosos colores. Oh, Romanov, cuéntame acerca de estás. Deslizándome de su lado, me acerqué y metí mi nariz en estás también. Un olor como a fruta. Pretendí equilibrarme con mi mano derecha en la cabeza del cordero mientras olía las flores. Ninguna corriente en mi dedo del medio. Maldición. Una menos, diez restantes.

Continuamos por el camino a la siguiente estatua. Un chico adolescente sosteniendo un arco y una flecha. Esta aproximadamente de metro y medio. Pasé mis dedos sobre ésta. Ninguna corriente. ―¿Es esto mármol? Romanov se lanzó dentro de otra explicación: bla, bla, bla. Piedras importadas y técnicas de envejecimiento, a lo que hice la cosa de ojos de interés amplios. La tercera estatua se erigía entre flores moradas. Un metro ochenta de alto. Un hombre sosteniendo un libro. Me incliné, olisqueé, toqué. Ninguna corriente. ―Ezta complementará tu cutiz. ―Arrancó una flor y la metió detrás de mi oreja, arrastrando su frío dedo sobre mi mejilla―. Erez muy hermoza. Tragando, miré alrededor, incapaz de ver las puertas francesas o las luces del salón de baile. Nos habíamos perdido en el invernadero. Romanov se acercó. ―¿Te pongo nervioza? ―Sí ―respondí antes de detenerme para pensar. Demasiado poder femenino. ―Bien. ―Se rió, sin humor, lento y profundo. Ugh. No sabía cuánto más de él podía soportar. ―¿Zigamoz? ―Estiró su brazo, y, lentamente, lo tomé. Revisión de la realidad. ¿Yo? No a cargo. Él tenía el completo control de esta situación. Tensa, igualé su caminata casual y confiada. Necesitaba quitar mi mente de mis repentinos nervios hacia algo más. Relájate, GiGi, relájate. Revisé su reloj de cerca, cubierto por el largo y negro vello de su brazo. Yuck. Nunca había visto uno como ése, sin embargo. ―¿Qué tipo de reloj es ése? ―Estaba honestamente interesada. ―Hecho a la medida. Da la hora.

Sí, no bromees, Einstein. ―¿Qué son esos otros discos y agujas de dentro? ―Ah, zí. Ez complicado para todoz menoz para la máz fina mente. Resistí la necesidad de poner mis ojos en blanco. Podía manejarlo, amiguito, créeme. ―¿Me dirías de todas formas, por favor? ―¿Por qué el interéz? ―Estoy buscando un regalo. Un amigo mío colecciona relojes. ―Bien, mentira rápida. Nada mal. ―No zólo erez adorable, zino que generoza también. Lo que sea. Pero sonreí dulcemente de todas formas. Sólo dime las malditas funciones. Chapling devoraría esto. Dejamos de caminar, y apuntó hacia las agujas. ―Estoz cuatro círculoz internoz mueztran la hora en el paíz que quieraz. Preziona ezte botón. ―Apretó un disco a un lado―, y eztoz cuatro círculoz cambian a otroz paízez. Hmm. Lo suficientemente fácil de hacer. Una pequeña sonda a un ducto de frecuencia controlado satelitalmente. ―Ez bueno para perzonaz que viajan. ―¿Qué hay acerca del brillo infrarrojo? ―¿Cómo zabez acerca del término infrarrojo? Mierda. ―Video juegos. ―Me incliné más cerca―. Mi obsesión secreta. ―Ah, el brillo infrarrojo ez un arma. Mi mandíbula cayó.

―Obzerva. ―Apuntó el reloj a una planta, apretó un botón, y un láser rojo se disparó, rebanando la punta de una hoja. ―Genial. Un pequeño rayo infrarrojo señalizado con un alcance de inclinación. ―Oh, desearía que Chapling estuviera aquí. Alcancé mi libreta y lápiz, luego, inmediatamente, me di cuenta del gran error que había cometido. Romanov tocó el centro de mi frente con su dedo índice. ―Creo que erez máz inteligente de lo que dejaz ver. Oh, maldición. Luché inocentemente y decidí ser honesta. Este hombre vería a través de cualquier otra cosa. ―Tienes razón. Soy inteligente. Pero las modelos no se suponen que lo sean. Llegan más lejos si fingen ser un poco tontas. ―¿Quién te dijo ezo? ―Mi madre. ―Las personas tendían a tenerle pena a alguien que había sido reprendido por un pariente. Y justo ahora me serviría algo de pena de Romanov para que olvidara mi inteligencia. Él asintió. ―Ah. Me di la vuelta y noté una estatua detrás de nosotros. Pequeña. Medio metro de alto. De un cachorro de Doberman. ―¿Tienes un Doberman? ―pregunté, caminando hacia este―. ¿Es por eso que tienes uno esculpido? ―Tengo diez Dobermanz. Todoz entrenadoz para atacar bajo órdenez. ¿Atacar bajo órdenes? Mi tacón se atascó en una piedra, y me tropecé hacia adelante, cayendo de cara sobre la estatua. ―¡Ow! Romanov corrió hacia mí.

―¡Zeñorita January! Probando la sangre cobriza de mi boca, me estiré, sujetando al Doberman, y una corriente se disparó por mi brazo. ¡El microsnipet!

[11] Traducido por Maru Belikov, otravaga y LizC Corregido por Jo

A

l parecer el doctor de Romanov solo atendía a Romanov. Así que, aquí estoy sentada aproximadamente treinta minutos después en nuestra suite del hotel. David aplicó un doloroso antiséptico a la esquina de mi boca

mientras sostenía una pequeña bolsa de hielo sobre mi ojo. TL se sentó sobre la banqueta del bar cerca de mí, estudiando su Navegador Palm. Contenía planos digitales de la casa de Romanov, la escuela de modelaje, y cualquier otro edificio que descargáramos del satélite. Con un silencioso suspiro, cerré mi ojo bueno. Sabía que lo arruinaría. Simplemente lo sabía. Si no fuera por mi torpeza, todavía habríamos estado en la fiesta de Romanov. Hubiese sido capaz de teclear en el microsnipet y extraer la información. Estaríamos rescatando al papá de David justo ahora en lugar de sentados en nuestra suite atendiendo mi estúpido labio cortado y rostro golpeado. David se movió, y abrí mi ojo. Lanzó la bola de algodón lejos y revisó el kit de primeros auxilios. Él no había pronunciado ni una sola palabra. Nadie lo había hecho. Ni en la limosina de camino aquí, ni en los diez minutos que habíamos estado de regreso. Bueno, eso no era exactamente cierto. TL había dicho toma justo después de pasarme una bolsa de hielo en la limo. David dijo siéntate, señalando un taburete del bar, cuando regresamos a la suite. Aquí y siéntate. Dos palabras de pocas sílabas. No la ley del hielo, pero muy bien podría haberlo sido. Traté de no tomar el silencio como algo personal. Ellos necesitaban tiempo para pensar, reformular los planes. Los errores pasan. Nadie es perfecto.

Eso es lo que seguía diciéndome a mí misma, pero quería ser perfecta. No quería arruinarlo. Quería ser un genio en esta área de mi vida, también. Perfecta, la prodigiosa GiGi salvó el día. Quería que TL y todos estuvieran orgullosos de mí. Impresionados por mi talento. Quería brillar, ser una estrella. Sólo por una vez quería ser alguien que no era. Y triunfar en ello. David quitó la parte trasera de un curita, luego la pegó sobre mi labio. Mi labio inferior tembló, y yo inmediatamente me inquieté. No lloraría. Absolutamente no lloraría. Él tomo la bolsa de hielo, la colocó en el bar detrás de mí, y se inclinó cerca, trató de estudiar mi ojo. Me enfoqué en mi regazo. No lloraría. No lloraría. David colocó su dedo bajo mi barbilla, subiéndola gentilmente hasta que nuestras miradas se encontraron. Sus ojos se fruncieron, y me regaló una paleta. Mi labio inferior tembló, e inhalé una agitada respiración. ―Lo siento ―murmuré, un par de lágrimas corriendo por mis mejillas. Juguetonamente, me dio un codazo en el hombro. ―¿Estás bromeando? Todos lo arruinaron. Incluso nuestro valiente líder. Dile, TL. Su codazo en broma me atrapó fuera de guardia. Esperaba un abrazo. Una palmadita en la espalda al menos. TL miró por encima de sus mapas digitales, vio mi rostro lloroso, pero no reaccionó a éste. ―Oh, sí. En mi segunda misión, noqueé al vicepresidente de la nación de la Isla de Jalys. Creí que él era la cabeza de la fuerza opuesta. ―¿En serio? ―Me moví. Él sonrío. ―Resultó que el VP y la cabeza de los chicos malos eran gemelos.

Sonreí, también, y sequé mis lágrimas. Asombrada de cómo el humor calmaba una situación. Habría estado con la nariz mocosa y llorando fuertemente si hubieran intentado consolarme. Pero entonces, probablemente ya sabían eso. Seis rápidos golpes sonaron en la puerta. Nuestro código para decir que uno de nosotros estaba con uno de ellos. Arrebatando la bolsa de hielo de la barra, caminé a través de la habitación y me acosté sobre el sofá. David tomó el control remoto, se hundió en la silla a mi lado, y empezó a pasar canales. Rápidamente él se inclinó, deslizó la paleta dentro de mi boca ―hmm, manzana ácida― y volvió a su posición. TL escondió los mapas digitales bajo el bar y fue a la puerta. ―Hola. ―Jonathan le dio una palmadita a la mejilla de TL―. Olvidé mi llave. Mira a quién traje. Nalani caminó dentro. ―Buenas noches. Me disculpo por la hora. ―Ella saludó a cada persona, su mirada deteniéndose brevemente en TL―. Quería entregar algo personalmente a Jade. Cerrando la puerta, TL regresó a su postura de guardaespaldas, su rostro duro y en blanco. Si no estuviéramos en una misión y estuviéramos de regreso a nuestras vidas normales, ¿TL hubiera correspondido el interés de Nalani? Hmm, o, ¿el amor de su vida lo había dejado, asustándolo emocionalmente para todos los demás? Sonreí por dentro. Qué pequeña escritora de telenovela me había convertido. ―¿Cómo estás? ―Nalani caminó hacia el sofá. Levanté la bolsa de hielo de mi ojo y saqué la paleta de mi boca. ―Nunca he estado mejor. Sonriendo a mi sarcasmo, ella se sentó cerca de mis caderas. ―Te traje unas cuantas cosas. ―Ella rebusco en su cartera y saco un pequeño frasco―. Para tu ojo morado. Aplica sólo en la noche. Se habrá ido en tres días. Es una mezcla de raíz de ario y tallo hueco.

Qué dulce. ―Gracias. ―Desafortunadamente, no tengo nada para tu labio. Pero… ―Otra vez, buscó dentro de su cartera, esta vez sacando una pequeña caja negra de terciopelo―. Te traje un regalo de Romanov. ―Oh. ―No esperaba eso. Subí la tapa. Pendientes de diamantes brillando hacia mí―. Ohhh, son hermosos. ―Nadie antes me había dado joyas. Ella tomó mi mano. ―Lo siento, pero tengo malas noticias que dar. ¿Malas noticias? ¿Qué malas noticias? ―Estoy segura que entiendes que tus heridas prohíben que hagas tu debut en la escuela de Romanov. Pero él está dispuesto a ofrecerte una invitación para tener tú debut en seis meses a partir de ahora. ―Oh, bueno… ―¿Cómo se suponía que tenía que responder? Menos mal que ya había localizado el microsnipet. De otra manera estaría realmente arruinada. ―No te preocupes, cariño. ―Jonathan se acercó―. Ya has conseguido un contrato con Lasjet Sportswear. Nalani besó mi mejilla. ―Gozarás del mayor de los éxitos. ―Ella hizo su camino hacia la puerta, se giró con una despedida―. Ten un buen viaje de regreso a los Estados Unidos. TL cerró la puerta detrás de ella. Él arrugo la nariz, luego limpió su hombro. Mantente dentro del personaje. Él desabrochó el detector de la hebilla del cinturón. ―Me gusta ella. Es realmente dulce. Y me gusta incluso más Romanov. Mira estás rocas. TL examinó los pendientes de Romanov. La hebilla de su cinturón se mantuvo verde, libre de errores.

―Mmm… ―Jonathan apretó los labios―. Mi ojo experto dice que son de medio quilate. Deberías besarlo. Entonces conseguirías un quilate completo. ―¡Asqueroso! ―Todo limpio. ―TL acomodó de nuevo su cinturón―. Ten una buena noche de sueño. Nos infiltraremos en el castillo de Romanov mañana en la noche. ―Y partió a su habitación. ¿Ten una buena noche de sueño? ¿Estaba bromeando? Tenía que estar bromeando. Afectada por el horario o no, no había ninguna forma de que tenga una buena noche de sueño hasta que estuviera a salvo de regreso en el rancho.

Después de mirar fijamente el techo de mi habitación durante una hora, deambulé por la cocina, encontré una gaseosa, y me acomodé en el sofá con la laptop. Durante una hora trabajé en mi programa de memorización de pulsación y luego conecté la antena satelital plegable y el codificador. Le envié un mensaje instantáneo a Chapling. Efectivamente, él respondió. ―Hola. Salté y la computadora rebotó fuera de mi regazo en el cojín junto a mí. ―Lo siento ―susurró David. Con el corazón palpitando por el susto, y el estómago revoloteando por él, puse la computadora de nuevo en mi regazo. Miré a través de la sala de estar. Borrosamente, él se apoyaba contra el mostrador de la cocina, con los brazos y los tobillos cruzados casualmente. Empujé mis gafas a la parte superior de mi cabeza. ―Está bien. ¿Cuánto tiempo parado ahí has estado? ―Negué con la cabeza―. Quiero decir, ¿cuánto tiempo has estado parado ahí? Mantuvo su sonrisa por un largo par de segundos, estudiándome.

―No mucho. ―Oh, um… oh. ―¿Él había estado observándome? Por favor, Dios, prométeme que no lucía estúpida. ―¿No puedes dormir? Sacudiendo la cabeza, me peiné el cabello con los dedos, repentinamente consciente de la forma en que me veía: una sudadera enorme, anchos pantalones de pijama, medias deportivas blancas, gafas negras y un ojo grasoso por el ungüento que Nalani me había dado. Vestido igual que yo, menos el ojo grasoso y las gafas grandes, el factor de ricura de David estaba fuera de la escala. Cubriendo la corta distancia entre nosotros, se sentó en el cojín del sofá a mi lado. Fuera de la mesa de café, agarró mi rastreador proto láser, el cual había traído conmigo. Había estado trabajando en él con un profesor de física allá en Iowa. De vuelta en mi antigua vida. Lo que ahora parecían millones de años. David le dio la vuelta. ―¿Qué es esto exactamente? ―Algo en lo que he estado trabajando. ―¿Qué es lo que hace? Traté de ignorar su rodilla rozando la mía, pero fracasé miserablemente. ―Rastrea objetos. ―Hmm. ―David lo giró, estudiándolo―. Parece una cámara digital. En mi interior, hice un baile feliz. Eso era exactamente lo que había estado buscando. ―¿Cómo funciona? ―Bueno, eh… ―Esta era la parte donde la gente se desconectaba. Mis explicaciones eran siempre demasiado científicas―. Un chip de neuro proto, cuando es incrustado, emite un código KED que se desintegra a CONUSE capaz de viajar a velocidad luz paralela a su plano de origen sobre la base de coordenadas x, y…

―Para. ―Él levantó la mano con una sonrisa―. Piensa primero, habla después. Hazlo simple. Soy brillante, pero no tan brillante. Empieza de nuevo. Nunca nadie me pedía que le explicara las cosas de nuevo. Por lo general terminaban con la mirada vidriosa, asentían cortésmente y seguían su camino. Me concentré en el proto rastreador en sus manos, realmente queriendo hacer esto bien. ―Apuntas el rastreador sobre un objeto y haces clic en el botón. Un haz de luz láser envía un dispositivo de seguimiento microscópico que se incrusta en el objeto. Usas la pantalla LCD para seguir el objeto. ―Cambié mi mirada del rastreador a sus ojos―. ¿Cómo estuvo eso? David asintió con la cabeza. ―Muy bien hecho. Mi rostro se calentó con su cumplido. ―¿Hay algo como esto en el mercado en este momento? ―No lo creo. Él tocó el objeto con mi frente. ―Impresionante. ―Gracias. ―¿Qué pasa con tu computadora? ¿Qué es todo ese código en el que estabas escribiendo? ―Oh. ―Me encogí de hombros―. Sólo un programa. ―Un programa que hace… ―Él hizo un gesto con las manos, animándome a dar detalles. Se sentía tan… bien cuando alguien mostraba genuino interés en mí. Me tomé un momento para simplificar la explicación en mi cerebro.

―Es un programa que memoriza las pulsaciones del teclado y los clics del ratón. Un poco como esos autos que recuerdan la posición del asiento y de la dirección del conductor. Este programa recuerda el uso, por lo que si tu PC se bloquea, un chip computarizado independiente tiene todo lo necesario para su fácil recuperación. ―¿Algo así como una copia de seguridad constante de tu disco duro pero sin respaldar nada específicamente? ―Correcto. ―Genial. ¿Va con el rastreador proto láser? ―No. Son proyectos separados. ―Hice un gesto hacia la laptop―. Tengo a Chapling en línea en estos momentos. ―¿Sí? ―David se acercó más, inclinándose para escribir un mensaje. Me quedé mirando el lado de su rostro, iluminado por el resplandor azul de la laptop. Él se rió y tecleó algo más. Aspiré profundamente su jabonoso aroma a David mezclado con su persistente perfume y casi me desmayé por su exquisitez. Él me miró, sonriendo, y su sonrisa se desvaneció lentamente mientras observaba cada detalle de mi rostro. Yo no respiraba. David se enfocó en mi ojo amoratado. ―¿Duele? Negué con la cabeza. Dejó caer la mirada a mi boca. ―¿Y ahí? Negué con la cabeza otra vez. Seguía sin respirar. ―Hermosa ―murmuró él. La laptop sonó, y los dos saltamos. David se deslizó sobre el cojín, y yo me enfoqué en la pantalla, con el corazón acelerado, todo era un borrón.

―¿Qué dice? Parpadeé un par de veces, aclaré la niebla de mi cerebro y me concentré en las palabras que Chapling había escrito. ―Descargó intel. Romanov se habrá ido de su casa mañana a las ocho de la noche. Se lleva la mitad de sus guardias consigo cuando viaja. Chapling recomienda esperemos hasta entonces para hacer nuestro movimiento. ―Bien. ―David se levantó del sofá―. Le diremos a TL y a Jonathan en la mañana. ―Me estudió por un segundo, como si quisiera decir algo. Conteniendo la respiración, esperé a sus palabras. Pasaron los segundos. Cerró los ojos y sacudió la cabeza, exhalando un suspiro. ―Buenas noches. ―Se abrió paso a lo largo de la sala de estar con poca luz, a través de la cocina, y en su habitación compartida con TL. Me senté en el sofá congelada, mi mente corriendo. ¿Qué fue todo eso? ¿La sacudidas de cabeza de “eres tan hermosa que no sé qué hacer contigo”? ¿O el suspiro de “tienes sólo dieciséis años y yo dieciocho, eres idiota”? Pero entonces, ¿por qué me había llamado hermosa? Dejé caer mi cabeza hacia atrás con un gemido. La vida había sido mucho más fácil cuando sólo loa computadores agitaban mi mundo.

La noche siguiente, me encontré con TL, agazapado en la oscuridad del bosque helado que rodea la casa de Romanov, vigilando el castillo. Minutos más tarde, David y Jonathan se acercan a nosotros. Habían asegurado el perímetro, para usar la jerga de TL, al explorar la propiedad, asegurándose de que ninguno de los matones de Romanov merodeaba.

TL le señaló con dos dedos a David hacia la puerta. Con un movimiento de cabeza, David silenciosamente se deslizó entre los árboles, cruzó la calle, y se acercó por debajo de los guardias del edificio. La ropa negra y la cara pintada de David, al igual que todo lo que llevaba, lo fusionaba con las sombras. Tanto es así que tuve dificultades para mantenerlo a la vista. Dentro de la pequeña estructura de ladrillos, el guardia levantó el teléfono. Justo a tiempo. A mi lado, Jonathan habló por su teléfono satelital, haciéndose pasar por Vitro, el comandante de Romanov, alertando al guardia de una alteración a lo largo del ala este. Con la mitad de la seguridad fuera, el procedimiento dictaba que el matón de la puerta respondiera a las emergencias. El guardia colgó el teléfono y, después de ponerse su abrigo, empujó un par de botones en el panel de seguridad. Abrió la puerta, rodeó la esquina, y David le clavó un dardo anestésico. Sucedió tan rápido como un rayo. Todo lo que capté fue a David arrastrándolo detrás de los arbustos circundantes. El guardia estaría fuera durante una hora aproximadamente. Jonathan se haría pasar por él, informando cada cuarto de hora. En definitiva, un montón de tiempo para extraer la información y salir antes de que alguien descubriera que habíamos irrumpido. David entró en el edificio. Aunque yo no podía verlo realmente, sabía lo que estaba haciendo. Habíamos repasado esto justo antes de salir de la suite del hotel. Él abrió el panel de seguridad, cortó un alambre, y lo remendó por encima. Fusionando la secuencia de vídeo. Todos los monitores de todo el castillo mostrarían una escena normal. Nadie, con suerte, sabría que estábamos aquí. Empalmó tres cables juntos, desenganchando la verja de hierro forjado eléctrica rodeando la propiedad de Romanov. ―Despejado ―susurró David en el micrófono que llevaba en un diente cubierto. El mismo dispositivo que todos usábamos. Estaba conectado a un transceptor corchete dentro de nuestros oídos, como un audífono, y se activaba mediante un botón que llevábamos en nuestros cuellos. Todo inalámbrico.

TL nos señaló con dos dedos a Jonathan y a mí, y sin hacer ruido lo precedimos a lo largo hasta David. Los cuatro escalamos la verja de hierro forjado de tres metros. David en primer lugar, seguido de Jonathan; TL me impulsó hacia arriba y por encima, luego cerró la marcha. Con pies silenciosos, corrimos alrededor de la propiedad, siguiendo la verja hasta que nos detuvimos a nivel del invernadero y la estatua del jardín. Los restos de la nevada de ayer helaban el suelo. Gracias a los zapatos de suela calientes que Chapling había creado, nuestras botas derritieron el hielo en vez de hacerlo crujir. TL señaló a Jonathan y luego al suelo. Quédense. TL corrió por el césped abierto a los arbustos que bordean el invernadero. Pasaron los segundos. ―Despejado ―le oímos susurrar. David y yo seguimos su ejemplo, corriendo sobre el terreno abierto hasta TL y los matorrales. Jonathan se quedó para vigilar. David sacó un láser quemador de cinco centímetros de largo de su bolsillo. A partir de la parte inferior, cortó un círculo en el cristal, lo suficientemente grande para que una persona se arrastre a través de él. Lo miré, sintiendo una oleada de orgullo. Gracias a mí, el láser brillaba verde para coincidir con las luces del invernadero. Solía ser de color rojo, sin duda un color que alguien visualizaría en la noche. Con ventosas, silenciosamente bajó el vidrio recién cortado y luego se arrastró a través del agujero. Lo seguí, con TL quedándose donde estaba en los arbustos para vigilar. Los cuatro trabajamos como software libre de errores, todo sincronizado y ensayado perfectamente. Una cosa hermosa. Dentro del enorme invernadero caliente, David y yo nos apresuramos a través de las flores perfumadas y más arbustos hasta que nos detuvimos en un sendero empedrado. Comprobamos nuestros relojes: 21:08:20. Diez segundos hasta que uno de los matones hiciera su paseo horario.

David tocó con un dedo su mejilla, y luego señaló hacia una fila de árboles. Ocúltate. Rápidamente hice lo que me dirigió mientras él se refugió en el sendero. Sorprendentemente, mi corazón se estabilizó, mi respiración fluía uniformemente, y mi estómago apenas existía. Nada de pulso irregular. Sin aliento entrecortado. Sin entrañas removiéndose. Sin pensamientos errantes. Me sentía más segura, confiada y concentrada de lo que nunca me había sentido en toda mi vida. Vaya usted a saber. Quizás TL sabía lo que hacía cuando puso tanta fe en mí. ―Ah, mi pajarito. Me haces desear que mi turno termine. ―Un guardia rodeó el camino, con un teléfono celular a la oreja. Sonriendo como un tonto estúpido, cruzó delante de mi árbol―. Oh, es mejor que pares… David se deslizó de su escondite, golpeó al guardia con un dardo anestésico, y sin hacer ruido bajándolo al suelo, tomó el teléfono antes de que cayera en el sendero. ―Ah, mi adorado pajarito ―imitó David al matón―, algo ha pasado. Te llamaré más tarde. Era increíble cómo su voz perfectamente se adaptó a la del tipo malo. Él lo arrastró los pocos metros hasta mí, y juntos, lo escondimos detrás de los árboles. Al igual que el primer guardia, éste estaría fuera durante una hora. David y yo salimos en una carrera a toda velocidad por el sendero, pasando las flores, arbustos, y las estatuas, hasta llegar a la estatua de granito de un Doberman. Abriendo mi mochila negra, saqué el localizador de microsnipet y me puse mis gafas. Poco a poco, corrí el dispositivo cuadrado sobre las piernas del Doberman, a través de su cuerpo, en torno a su cabeza, manteniendo los ojos bien abiertos a la luz indicadora. Brillaba de un fijo amarillo. La luz se apagaría cuando lo pasara por el microsnipet. Lo arrastré debajo de su vientre. Se apagó la luz al pasarlo por encima de la punta de su cola. ―Estatus ―susurró la voz de TL al auricular.

David se volvió a ver el sendero y levantó las cejas. Presioné el botón en mi cuello y activé mi diente cubierto. ―Localizado el microsnipet. Empezando la extracción ahora. Metiendo el localizador de nuevo dentro de la mochila, saqué un teclado en miniatura plegable y lo abrí. Venía completo con una señal de satélite y un monitor de uno por diez centímetros. Absolutamente genial. Agachándome, estudié el pequeño y plano microsnipet cuadrado. Por suerte para mí, había sido pegado a la superficie, lo que significaba que no tenía que romper la cola del perro para llegar a él. Sólo tenía que conectar el cable de enlace, irrumpir el código, y descargar la información. No hay problema. Sabríamos el paradero del Sr. Share en cuestión de segundos. Rompí un extremo del cable de cobre que se unía al teclado, exprimí una pequeña cantidad de agente de unión al otro, luego lo pegué en la microsnipet. Mis dedos corrieron sobre las teclas mientras marcaba el código del codificador y conectaba al satélite. ¡LO TIENES! ESTÁS DENTRO, leí en la pantalla. Chapling. Me hizo sonreír el pensar que él estaba aquí conmigo. Empecé a entrar una serie de códigos estándar, pero chocó contra un servidor de seguridad cada vez. Hice una pausa, enfoqué mis pensamientos. Intenté subíndices de incrustación. Más bloqueos. Trabajé en la dirección opuesta, al escribir indexadores sintetizados. Una vez más, barreras de seguridad. Golpeé una lista de elementos idiosincrásicos. Otro bloqueo. Qué dem... ―Estatus. Saltando ante la petición silenciosa de TL, eché un vistazo a mi reloj. ¡Quince minutos! ¿Había estado en esto por quince minutos? Presioné el botón en mi cuello. ―En cualquier momento ―mentí.

Bueno, piensa, Gigi, piensa. Romanov tenía al padre de David, el hombre más brillante del mundo. ¿No tendría más sentido que Romanov lo hubiera hecho crear los códigos de seguridad del castillo? Sí, lo sería. El Sr. Share había diseñado la seguridad del gobierno usando el triángulo de Pascal. Si mantenía el mismo tema matemático, podría utilizar la factorización cuadrilátera o polinomios. Mi corazón danzó un poco a un ritmo agitado en sintonía con mis dedos corriendo sobre el teclado. Esto tenía que ser. Golpeé la tecla de retorno y… ¡Bingo! ―¡Lo tengo! ―Shhh. ―me silenció David a través de una sonrisa. Lo siento, modulé, sonriendo como una boba, viendo la información del microsnipet desplazándose en la pantalla gris. ¡ADELANTE, CHICA! mecanografió Chapling. Me quedé conectada unos minutos más mientras él descargaba la información acerca del paradero del padre de David a nuestro servidor. Me desconecté del satélite y guardé todo en mi mochila. De repente, todo el invernadero se iluminó con una luz blanca, y una sirena estridente sonó. Debí haber activado alguna señal de alarma cuando me desconecté. David tomó mi mano, y salimos corriendo por el sendero. Rejillas de metal comenzaron a desenrollarse desde el techo, asegurando los paneles de vidrio del invernadero y prohibiéndole a cualquier persona salir. Corrí con todas mis fuerzas, manteniendo el ritmo junto a él. Cortamos a través de setos y matorrales, haciendo caso omiso de las ramas espinosas, saltando por encima de arbustos de flores, y deslizándonos a través de un arbusto espinoso hasta nuestro agujero de entrada. TL estaba justo ahí, esperando por nosotros. Levanté la vista para ver que una rejilla de metal pulido descendía sobre nosotros. David agarró la parte posterior de

mi camisa y pantalones y me empujó a través del agujero, luego, se lanzó detrás de mí. Una fracción de segundo más tarde, la red metálica se estrelló sobre el agujero, dejándonos fuera. Partimos a toda velocidad por el césped helado abierto hasta donde Jonathan esperaba. A lo lejos escuchamos la manada de doberman mientras rodeaban el castillo y se dirigían directamente hacia nosotros. TL soltó una retahíla de maldiciones y se regresó a buscarme. No tuvo que llegar lejos. Mi miedo me impulsaba a la velocidad de la luz. Ladrando y gruñendo, los perros arrasaban con el terreno. Jonathan se dejó caer de manos y rodillas en la base de la verja de hierro forjado. Usándolo como escalón, David saltó sobre su espalda y por encima de la verja de tres metros de altura. Fui después, con TL dándome un empujón de apoyo y por encima. David me atrapó, TL aterrizó junto a nosotros, y Jonathan rápidamente escaló la verja. Los doberman patinaron hasta detenerse, la mitad de ellos ladrando y mordiendo hacia Jonathan a medida que él se movía sobre la verja, y la otra mitad tratando de atacarnos a través de los espacios de hierro forjado. Con Jonathan a salvo de nuestro lado, nos fuimos al otro lado de la carretera y en el bosque. Un kilómetro más adelante, irrumpimos a través de los árboles en las afueras de una ciudad Ushbaniana, una diferente de donde se encontraban la escuela de modelos y el hotel. Odiaba la formación física allá en el rancho, pero ahora estaba agradecida por ello. No había manera de que me mantuviera en pie hasta ahora sin ella. Sabía de nuestra sesión de pre-operaciones que nos separaríamos si algo como esto sucedía. David y yo en una dirección, TL en otra, y Jonathan en otra. Cada uno de nosotros llevaba dispositivos de localización por satélite conectados con nuestros relojes. Yo sabría dónde estarían ellos en cualquier momento, y viceversa. TL desabrochó mi mochila, dejándome sin evidencia de la misión que acabábamos de completar, y él y Jonathan se fueron. Rápidamente, David y yo nos quitamos nuestra pintura negra de la cara con toallitas húmedas, luego corrimos a través del centro de la ciudad.

Música resonaba desde una discoteca a cuatro cuadras, nuestro destino previsto. Nuestras ropas oscuras servían para dos propósitos: permitiéndonos ocultarnos entre las sombras, pero al mismo tiempo lo suficientemente elegantes para ir de fiesta. Una sirena de policía atravesó el aire. David agarró mi mano y me empujó por un callejón. Corrimos más allá de un contenedor de basura y nos detuvimos en seco cuando un coche de policía apareció en el extremo opuesto. David me apoyó contra el costado de un edificio y aplastó su cuerpo al mío. Nuestros pechos empujaban uno contra el otro con respiraciones entrecortadas. Enterró su boca contra mi oreja. ―Envuelve. Tus. Brazos. A. Mí. Alrededor. Hice lo que me ordenó, mi corazón martillando, manteniendo el coche de policía en mi visión periférica. Éste condujo lentamente hacia nosotros. ―Ya vienen ―le susurré, tratando desesperadamente de pensar en qué hacer a continuación. ―Lo siento ―murmuró justo antes de aplastar su boca a la mía.

[12] Traducido por LizC y Nanami27 Corregido por July

avid mantuvo sus labios firmemente en los míos. Oh Dios mío, tengo dieciséis años, y nunca he sido besada. Por favor, déjame estar haciendo esto bien. Pero... ¿esto lo estaba? Esto fue casi tan emocionante como besar mi mano. El coche de policía siguió por el callejón, cada vez más cerca, manteniendo su atención clavada en nosotros. Sólo esperaba que estuvieran convencidos de que éramos dos amantes robando un momento a solas. Cerrando los ojos, apreté mis brazos alrededor de David a medida que el coche poco a poco pasó por delante. Me concentré en su calor, su olor. Y de repente, David era lo único que ocupaba mi mente. Incliné mi cabeza y abrí la boca un poco. ―Estatus. ―La voz de TL retumbó en nuestros oídos. Saltamos apartándonos. David se giró, presionando rápidamente el botón para hablar sobre su cuello. ―A cuatro cuadras del club ―respondió a la interrupción de TL, todo calmado, como si acabara de estar relajado y leyendo un libro. ¿Yo? Ni para salvar mi vida coherente pensamiento no podría formar. Quiero decir, no podría formar un pensamiento coherente ni para salvar mi vida. Apretando mis ojos cerrados, medio los escuché hablar, reproduciendo el beso en mi mente. ―La policía se ha ido.

Abrí los ojos. David estaba mirando al oscuro callejón fangoso. Buena cosa, porque no tenía ni idea de qué decirle. ―Yo… ―Se detuvo―. Yo… Oh, Dios mío. ¿Yo qué? Creo que es el mejor beso que he tenido, GiGi. O, creo que hemos cometido un gran error, pequeña genio estúpida de dieciséis años. Por favor, no dejes que sea la última. Alejándome de la pared, eché mis hombros hacia atrás. Por Dios, yo sería la de declararlo como un error, no él. ―Escucha, eso fue un error. Lo sabes, y yo lo sé. Así que vamos a atribuírselo a las hormonas o quedar atrapados en el momento o lo que sea. ―Levanté la barbilla y me alejé por el callejón como había visto a la gente en las películas. ―GiGi. Tanto para mi gran salida. Me detuve, pero no me di la vuelta. ―Yo quería decir que lo siento porque nunca hemos hablado de besos, y no beso a las chicas a menos que sepa con certeza que quieren ser besadas. Pero yo quería ser besada. Desde el primer día que lo vi, lo quería. Me di la vuelta. ―B… ―Como has dicho. ―Se encogió de hombros―. Fue un error. Así que... bien. Vamos a seguir adelante. ―Caminó campante por delante de mí. Me volví y miré mientras se alejaba bruscamente. ¡Espera! ¡Por favor! Quiero cambiar de parecer. ¿Puedo cambiar de opinión? No es un error.

Pasamos tres dolorosas y ensordecedoras horas en el club bailando en el piso atestado con una pulsante luz estroboscópica. El club cerraba a las dos, y terminamos yéndonos con el mar de cuerpos. La cubierta perfecta ya que todo el mundo llevaba ropas de color negro al igual que nosotros. Ahora, mientras caminábamos en nuestra suite del hotel, TL nos saludó. ―Bien, han vuelto. Vamos. ¿Vamos? ¿Qué pasa con una ducha y una cama? Eché un vistazo a mi reloj. Estos tipos nunca se detienen. ―Chapling decodificó la información que descargaste. Sabemos dónde está el Sr. Share. Con la alarma siendo accionada, es muy probable que Romanov sepa que alguien ha intervenido el microsnipet. Tenemos que actuar ahora antes de que Romanov traslade al padre de David. David no parpadeó ni un ojo. ―Vamos a hacerlo. Girando sobre mis talones, seguí a los chicos afuera. David parecía increíblemente tranquilo. Si yo estuviera a punto de rescatar a mi padre, a quien no había visto en años, y dado por muerto, sería un manojo de nervios. ―Entonces, ¿dónde está? ―Escuela de modelos ―respondió Jonathan a mi lado. Huh, me habría imaginado un almacén abandonado o las mazmorras en el castillo de Romanov. Ahí es donde los malos escondían a los buenos en las películas. Sin pasar por el ascensor, TL abrió la puerta de la escalera, y cada uno pasó a través de ella. ―De acuerdo con los planos, hay una sala de paredes de acero en la oficina de Romanov en el tercer piso. Supuse que era una sala de armas. Tiene sentido que es donde esté el Sr. Share. ―Por lo tanto, sigue siendo una sala de armas. ―Tomé un par de escalones al bajar―. Debido a que el padre de David es el arma definitiva.

Jonathan se detuvo, y corrí directamente contra su dura espalda. En el hueco de la escalera estrecha, los tres chicos se volvieron hacia mí. ¿Qué? ―Tienes razón ―habló TL primero―. Nunca lo pensé de esa manera. Él es el arma definitiva. Bien. No hay nada como decir algo profundo para llamar la atención de todos. A pesar de que sólo tenía sentido. El Sr. Share podría abrirse camino en todo. Él podría retorcerse a través del sistema de los militares y detonar bombas nucleares. Esperen un minuto. Yo también podía. Un escalofrío corrió por todo mi cuerpo ante el mal que era capaz de hacer. No es de extrañar que los chicos buenos me reclutaran. ¿Pero estaba en riesgo de ser secuestrada, como el padre de David? ¿Por mi cerebro? TL dijo que el IPNC había mantenido resguardos en mí desde que era una niña. ¿Todos los malos que hay en el mundo habrían hecho lo mismo también? Gulp. Continuamos descendiendo las escaleras del hotel, rodeando la segunda planta a la primera. ―¿Por qué voy con ustedes? No me necesitan para rescatar al Sr. Share. Jonathan abrió la puerta de salida, dejando entrar la noche helada. ―No te vamos a dejar sola en la suite. Además necesitamos un puesto de observación. ―Oh. ―Metí mis manos enguantadas en mis bolsillos. A pie caminamos cuatro cuadras empedradas y luego cortamos por el bosque a la escuela de modelos. A esa hora temprana de la mañana, Prost, Ushbania, estaba oscuro y vacío. Farolas amarillas proveían la única iluminación. Era un lindo pueblo. Al igual que si un pastor y sus ovejas deambularan por la calle, no me sorprendería ni un poco.

La escuela de modelos tenía tres pisos de altura entre dos edificios de ladrillo. Un banco en un lado, un café en el otro. Una calle corría al frente y un pequeño arroyo a lo largo de la parte de atrás. Los cuatro nos acostamos boca abajo en el otro lado del río, mirando a través de los edificios. Detrás de nosotros se extendían kilómetros de colinas boscosas que finalmente llevaban al castillo de Romanov. TL esparció hojas sobre mi espalda y piernas. Me señaló, y luego al suelo. Quédate. Hizo un gesto a Jonathan a la derecha, David, a la izquierda, y TL se deslizó de nuevo en el bosque. ¿Mi trabajo en todo esto? Yacer en el suelo húmedo y frío, camuflada por las hojas, vigilando la parte trasera de la escuela de modelos. Por supuesto, si veía a alguien, presionaría el botón para hablar en mi cuello, activando mi diente cubierto, y notificando a mi equipo. Jonathan y David aparecieron momentos después en el otro lado de la corriente, arrastrándose por los extremos opuestos del callejón. TL apareció en el techo. Lo comprobé dos veces. Por Dios, el hombre se movía rápido. Desapareció entre las sombras, pero yo sabía lo que estaba haciendo. ―Despejado ―susurró segundos después. Había desactivado el sistema de seguridad. David y Jonathan, corrieron hasta la puerta trasera. De rodillas, David rompió la cerradura y los dos se deslizaron dentro. TL me señaló desde el techo. Cinco minutos. Serían cinco minutos. Escudando mi reloj, presioné el botón índigo, confirmando el tiempo: 3:20:03. Conocía a TL lo suficientemente bien como para saber que precisamente a las 3:25:03 iban a reaparecer a mi lado. Con un suspiro, recorrí con mi mirada la escuela de modelos a oscuras, estudiando las ventanas, esperando ver un destello de luz, un movimiento de sombras. Sin embargo, también eran demasiado buenos. Estarían dentro y fuera antes de que alguien fuera atrapado.

3:21:15. Poco menos de cuatro minutos para el final. Una brisa helada sopló alrededor, enviando hojas sueltas a rodar por el suelo. Luché contra el impulso de temblar y tirar mi abrigo más apretado a mi alrededor, concentrándome en cambio en mantenerme muy quieta. Pensé en una buena taza de chocolate caliente cuando regresáramos. Seguido por una piruleta de canela. Oooh, va a estar bien. 3:22:31. Aunque, TL querría irse a los Estados lo antes posible. Con chocolate caliente o no. No tiene mucho sentido. ¿Quién querría pasar el rato en Ushbania después de robar de vuelta a un hombre que vale millones de dólares? Yo no. 3:23:17. ¿Lo tenían todavía? ¿David se habría reunido con su padre? Probablemente se abrazaban en este mismo segundo, compartiendo un momento. Deseaba poder estar allí para verlo. 3:24:05. Oh, sí. En menos de un minuto volverían. Estaríamos fuera del bosque y en un avión a Estados Unidos. En cualquier momento estaría conociendo al Sr. Share. Una rama crujió detrás de mí, y solté un suspiro de alivio, luego inmediatamente lo contuve. Espera un minuto, no se acercarían por detrás. ―No hagas nada estúpido. Me quedé helada. ―Levántate. Con cuidado, me empujé a mis manos y rodillas, mi corazón golpeando tan fuerte que probablemente rompería una costilla.

Con mis manos levantadas por encima de mi cabeza, poco a poco me di la vuelta. Dos gorilas gigantes estaban con los pies separados, apuntando sus armas a juego en mi cabeza. Uno me agarró del brazo y me tiró hacia él. Presionó un arma en mi costado, y caminamos hacia el bosque. Tiré hacia atrás. ―¡Ayuuuda! El matón detrás de mí me empujó hacia adelante. ―Quieta. Me arrastraron alrededor de los árboles y sobre las ramas bajas. ¡Esto no debería estar sucediendo! Clavé los talones en el suelo. ―¡Ayuuuda! Clavó el arma en mis costillas. ―¡Ooowww! ―Cállate. Golpeé un montón de hojas embarradas y me resbalé sobre mi culo. Él me levantó de un tirón. ―Estúpida chica. Espera, debería gritar. Seguramente a estas alturas mi equipo estaba afuera de la escuela de modelos y me escucharían. Tomé aire, lista para dar rienda a suelta a uno alto. ―No lo hagas ―el matón molía el arma contra mis costillas―, ni siquiera lo pienses. Tuve la oportunidad de mirar rápidamente por encima del hombro, ni siquiera podría ver las tenues luces de los edificios. ¿Y si mi equipo todavía estaba adentro

de la escuela de modelos? Ni siquiera sabían que había sido secuestrada. De todo el tiempo para que se les hiciera tarde, este no lo era. ―GiGi ―susurró TL a través de mi auricular. ¡Mi auricular! Había olvidado que estaba usándolo. Intenté no reaccionar a la voz de TL para no precipitar a los matones. ―No luches contra ellos ―continuó―. Llevas un dispositivo de rastreo. Sabemos exactamente dónde estás. Es cierto. Bajó mi camiseta de algodón todavía llevaba la peca sobre mi cuello de la fiesta de Romanov, y mi reloj enlazado vía satélite. Todo el IPNC conocía mis coordinadas de GPS. ―Te recuperaremos con seguridad. ―David. Su voz hizo que mi respiración se incrementara―. Lo prometo. El matón me tiró del bosque y a través de la calle hacia el sedán negro en espera. Abrió la puerta del coche. Tiré de su agarre. ―Nooo. Me empujó adentro, siguiéndome. El otro matón tomó el asiento delantero, y el coche despegó. Me deslicé tan lejos como pude. ¿A dónde me estaban llevando? ¿Cuándo me encontraría mi equipo? El matón me agarró la muñeca y arrancó el reloj. ¡Ay! ―Hey… ―Eso duele. Bajó la ventanilla y arrojó el reloj. Miré en estado de shock mientras arremetía contra la noche. ¿Cómo había sabido para quitármelo? ¿Esos era relojes GPS estándar para los buenos y los malos? Inclinándose, el matón me rebuscó brevemente, recorriendo las manos torpemente por mis piernas, brazos, por delante y atrás.

Empujándome más, aseguró mis muñecas detrás de mi espalda con cinta industrial. Sacó una capucha negra de su bolsillo y la puso por encima de mi cabeza. Él y el otro matón intercambiaron palabras en Ushbaniano. El coche cortó en una esquina, y me deslicé fuera del asiento de cuero hacia el piso. Él me dio un tirón hacia arriba. Unos pocos segundos después, comenzó una conversación unilateral, presumiblemente por un teléfono celular. Probablemente hablando con Romanov sobre qué hacer conmigo. Lo escuché decir Jade January. Bien, ellos sabían quién era yo. Debajo de la capucha, cerré mis ojos. De alguna manera la oscuridad de mis párpados no me molestó tanto como la negrura de la tela. Cálmate, GiGi. Cálmate. Piensa en el código. Ese que siempre te asienta. Desafortunadamente no funcionó esta vez. Sorbí. No lloraré, me prometí a mí misma mientras una lágrima se deslizaba por mi mejilla. Inhala y exhala, inhala y exhala. Me concentré en respirar, intentando permanecer tan calmada como fuera posible. Intentando no imaginar todas las cosas que podrían hacerme antes de que mi equipo me rescatara. Todavía usaba mi peca de seguimiento y el transmisor de oído. Con las manos atadas, no podía acceder a mi botón de comunicación, pero al menos escucharía a mi equipo si me hablaban. Al menos conocían mis coordinadas. Podría ser mucho peor. Es lo que me dije a mí misma. Me convencí, realmente. El coche frenó hasta detenerse. Basado en el tiempo que habíamos conducido, diría que probablemente estábamos en el país del castillo Romanov.

Agarrando mi brazo, el matón me sacó del coche a la noche helada. Me condujo por un sendero, entramos a un cálido y húmedo edificio. Descendimos ciento dos pasos. Los conté como TL me enseñó. Mantente consciente de todo, había dicho. Algo de metal crujió frente a mí, como una puerta siendo abierta. El matón arrancó la capucha de mi cabeza y me empujó hacia adelante, cerrando la puerta detrás de mí. Apreté los dientes con ira, complacida de sentir esa emoción sobre el miedo. No tenían que ser tan toscos. Iría por mi cuenta si me lo pidieran. Débilmente iluminada, la sala cuadrara era aproximadamente veinte metros por veinte. Una única silla de metal se encontraba en el punto muerto sobre el suelo de cemento. De ninguna manera me sentaría en ella. Ahí era donde los chicos malos eran atados por chicos buenos mientras los torturaban por información. El drenaje debajo de la silla probablemente les facilitaría el lavado de sangre. Aunque no había rastros teñidos de rojos en la habitación estéril. ¿Dónde estaba este lugar? ¿Las mazmorras del castillo Romanov? ¿Un edificio abandonado? Quizás me había llevado por ahí para hacerme creer que íbamos a algún otro lugar, y en realidad estábamos todavía en la escuela de modelos. A partir de la esquina, me paseé por el perímetro. Con las manos aún atadas, solo podía inspeccionar visualmente el bloque de cemento, las paredes sin ventanas. No veía ninguna cámara. No quería decir que no estuvieran ocultas en alguna parte. Seguramente no me pondrían aquí sin supervisarme. Pasaron los minutos y seguí caminando de un lado a otro. Se descorrió el cerrojo de la puerta y me di la vuelta justo cuando un matón arrancaba una capucha de alguien y lo empujaba adentro. ¡David! El alivio me golpeó con fuerza, y las lágrimas se liberaron. La valentía que me había convencido a tener, la irritación por ser manipulada descuidadamente, se liberó. Solo euforia por no estar sola y consuelo por ver a alguien familiar inundó mis sentidos.

El matón golpeó la puerta, encerrándonos a David y a mí. Con las manos atadas a su espalda, él cubrió la corta distancia entre nosotros. Nadie se había visto alguna vez tan acogedor como lo hizo él en este momento. Presionó su mejilla contra la mía. ―Shh… Sorbí, pero más lágrimas caían. Todo el miedo a ser secuestrada, y sin saber qué iba a pasar fluyó de mi alma. Todo el cálido apoyo de su mejilla contra la mía me hizo querer sollozar. Sin embargo, sollozar era absolutamente la última cosa que ninguno de nosotros necesitaba. Preguntas rebotaron a través de mi cerebro mientras recuperaba la compostura lentamente. ¿Qué estaba haciendo él aquí? ¿Los chicos malos tenían a TL y Jonathan también? ¿Dónde está el papá de David? Sorbiendo, me limpié la mejilla en mi hombro. Davis se echó hacia atrás con una ligera curva en sus labios, lo que me hizo sonreír. ―¿Qué pasa…? David puso sus labios en mi oído. ―Permanece en el papel ―murmuró―. No estoy seguro de cuánto saben. Están observando y escuchando. Recuerda eso. Fui capturado a propósito. No quería que estuvieras sola. La ayuda está en camino. Fui capturado a propósito. No quería que estuvieras sola. Mi estómago se agitó ante sus significativas palabras. Desplazándome, presioné mis labios contra su mandíbula. Este podría ser el último beso de mi vida, pensé, acogiendo su calidez, disfrutando de su barba rozando mi rostro. Se descorrió el cerrojo de la puerta y de mala gana nos alejamos el uno del otro. Petrov, el tipo GQ de la fiesta, entró a la sala. Había sido tan agradable. No podía imaginarlo lastimando a nadie.

Romanov lo siguió, y el temor se instaló. Él no me parecía del tipo que juega bonito. En silencio, se acercó a nosotros, llegando a detenerse justo en frente de mí. Me estudió a través de sus ojos negros, sin alma. Manteniendo mi espalda contra la pared, luché contra la urgencia de inquietarme, tragar, y ocultar mis ojos de su mirada malvada. Cuanto más me escudriñaba, más consciente era de mi retumbante corazón y de mis irregulares respiraciones. Levantó la mano, y David dio un paso adelante. ―Déjala en paz. ―No ―Romanov no apartó los ojos de mí― la lastimaré. Acarició un dedo en mi mejilla. Su espeluznante suavidad me asustó más que la fuerza bruta de sus matones. ―No quiero que sea tocada. Tal hermosura debe ser adorada. La orden de no-tocar me dio una chispa de fe. Romanov rozó un pulgar por encima de mi ojo negro. ―Parece que mi estatua hizo un gran daño a tu delicadeza. Apretó mi ojo negro lo suficiente para hacerme temblar, causando la muerte de la chispa de fe. Él sabía exactamente lo que estaba haciendo. ―Una modelo que sabe cómo extraer información de un microsnipet. Hmm… ―Romanov palmeó mi mejilla―. Entonces dime, ¿cuánto tiempo has sido una espía? ―No sé de lo que estás hablando. Sus labios de curvaron en una sonrisa espeluznante. ―Ah, me lo dirás a su tiempo. ¿A su tiempo? ¿Cuánto tiempo planeaba mantenerme? Él se dio la vuelta y salió de la sala, Petrov siguiéndolo. Cerraron y echaron cerrojo a la puerta, y dejé escapar un largo y tembloroso suspiro.

David vino a mí. ―¿Estás bien? ¿Bien? Estaba lejos de estar bien. Secuestrada, encerrada en una mazmorra, empujada por ahí por matones. Sin mencionar lo que venía después. Asentí, sin embargo. ―¿Tú? ―Bien. Aproximadamente diez minutos después, la puerta descorrió el cerrojo de nuevo, enviando náuseas directamente a mi boca. Nalani entró. No ella también. Realmente me agradaba. ―Vamos, rápido ―susurró.

[13] Traducido por Nanami27 y Aria25 Corregido por ☽♏єl

M

iré a David. ¿Y si se trataba de una trampa? ¿Y si Nalani trabajaba para otro grupo malvado y estaba llevándonos directamente hacia ellos? ¿Y si sólo estaba pretendiendo ayudarnos como parte de algún juego

retorcido que Romanov estaba jugando? David asintió. ―Todo está bien. Ella es una de nosotros. ¿Ella es una de nosotros? ¿Por qué no me lo había dicho? ―Te lo diré después ―dijo, leyendo mi mente. Con una navaja, Nalani cortó la cinta adhesiva que unía nuestras manos. La seguimos silenciosamente desde la mazmorra a través de un laberinto de estrechos y oscuros túneles. Corriendo silenciosamente, casi sin respirar, haciendo el menor ruido posible. Llegamos a una puerta delgada de acero. Sacó una llave del bolsillo de sus pantalones y rápidamente la abrió. Aire congelado salió a borbotones mientras nos apurábamos a salir. Los tres escapamos a través de las hojas congeladas y la suciedad hacia la frontera del bosque. Eché un vistazo por encima del hombro, pero no reconocí la casa. Pequeña, limpia y ordenada. ¿Quién adivinaría que tenía un calabozo? Detrás, a la distancia, se alzaba el castillo. Estábamos en la propiedad de Romanov. Corrimos a toda velocidad en la oscuridad del bosque. TL y Jonathan emergieron de las sombras, y casi salté de alegría.

Nalani nos dio a David y a mí rápidos abrazos. ―Tengan cuidado. Los veré en un rato. ―Salió corriendo en la dirección opuesta. Liderando el camino, TL corrió por el bosque, y lo seguimos, con Jonathan en la parte trasera. Unas tropecientas preguntas silbaban en mi cerebro. ¿A dónde íbamos? ¿Dónde estaba el papá de David? ¿Quién era Nalani? ¿Y Romanov y sus matones? ¿David sabía que Nalani nos rescataría? Emergimos del bosque y nos paramos abruptamente deslizándonos. Allí estaba Romanov, con siete matones asomándose junto a él. Oh, oh. Deben habernos escuchado porque todos giraron al mismo tiempo. TL, Jonathan y David se movieron rápidos como un rayo antes de que parpadeara o que los hombres de Romanov registraran lo que estaba pasando. Puños y pies se disparaban en calculadas patadas voladoras y volteretas. Huesos rotos. Sangre corría. Hombres gruñían. En cuestión de segundos, tres matones se desmayaron en el camino, o tal vez cayeron muertos, y mi equipo se movió al siguiente grupo. Saliendo de mi trance estupefacto, recordé rápidamente el entrenamiento de defensa y corrí hacia la multitud. Bruiser vino a mi mente. Por primera vez en mi vida, deseé ser una chica pequeña y pelirroja con capacidades de combate asesinas. En mi visión periférica, vi a Romanov escabullirse de regreso al bosque. Cobarde. Petrov me cargó. Me giré y le di un gancho en el estómago. Su rostro mostró incredulidad mientras se tambaleaba hacia atrás. Así es, amigo, sorpréndete de esto. Aceché su cuerpo tambaleante, ganando terreno, y haciéndole un corte superior en la nariz. Sangre y maldiciones se derramaron de él. Su expresión de sorpresa se transformó en ojos entrecerrados y una dura mandíbula. Como si estuviera pensando, no hay manerra de que ezta mujer gane. ¿Sí? Bueno, nunca había pelado con un genio poseído hasta ahora.

Lo golpeé cortante en la manzana de Adán, ignorando el ruido seco, luego me di media vuelta y estrellé mi talón en su rótula. Atragantándose, agarró su garganta y cayó de rodillas. Frunciendo el ceño a su encorvada forma, di la vuelta detrás de él. Le puse una llave en la cabeza, con mi brazo derecho alrededor de su garganta y dejé de presionar la parte trasera de su cuello. Él se sacudió contra mi agarre, arañando el brazo de mi chaqueta, jadeando por respirar Segundos después, se quedó inerte. Lo liberé y di un paso atrás, resistiendo la urgencia de sacudir el polvo de mis manos en señal de victoria. Lista para tomar mi siguiente oponente, levanté la mirada. TL, Jonathan, y David estaban parados con los pies separados y los brazos doblados, mirándome. En el suelo, alrededor de ellos los matones Ushbanianos estaban desparramados en varias posiciones desmayadas. Mi equipo rompió en sonrisas coincidentes y aplaudieron. Sonriendo de regreso, cedí a la tentación de sacudir el polvo de mis manos, y ellos se echaron a reír. Justo en ese momento, una camioneta negra y sin ventanas llegó disparada por el camino de tierra. Genial, más tipos malos. TL se dirigió hacia ella. ―El transporte está aquí. Mis hombros se relajaron en alivio. Eso quería decir que un avión de regreso a los Estados Unidos estaba a sólo unas horas de distancia. Estaba realmente emocionada por subir a un avión. Quién lo diría. Caminando alrededor de Petrov, seguí a los chicos hacia la camioneta. La fatiga me golpeó duro, y mis botas se arrastraban en la tierra. Había tenido poco o nada de sueño desde que dejé California. Es difícil de creer que tanto había pasado en el lapso de cuatro días. Desde el asiento del conductor, Nalani asintió mientras pasaba. Tropecé cuando la miré de nuevo, lo que la hizo sonreír. Apuesto a que era la infiltrada de la que TL nos había hablado.

TL abrió la puerta trasera. ―Vamos. Subí por delante de los chicos, esperando ver al Sr. Share, pero el espacio vacío del carguero me encontró en su lugar. Tomé asiento en el duro suelo, al igual que los chicos, y Nalani arrancó. Una pantalla gruesa la separaba de nosotros, y apenas veía su perfil. Nadie habló, así que también me mantuve en silencio, pero cielos, quería respuestas. David se sentó frente a mí, con los ojos cerrados, la cabeza colgando en pre-sueño. A mi lado, Jonathan hacía lo mismo. Junto a David, TL marcó el teléfono satelital. Un par de segundos después, comenzó a hablar en tono quedo. Distinguí las palabras avión, cuatro personas, veinte minutos, y ataúd. ¿Ataúd? Oh, no, ¿eso significaba que el Sr. Share estaba muerto? Lancé una mirada rápida a través de la camioneta, pero David no había movido ni un músculo. Me lo habría dicho para este momento, ¿no? Sí, claro, no es como si hubiéramos tenido algún momento para hablar. Qué terrible era para él. Acabar de reunirse con su papá sólo para descubrir que ahora estaba muerto. Miré hacia TL, esperando entender algo, cualquier cosa, pero él ya había terminado la llamada y cerrado sus ojos también. Cómo podía alguien dormir en la parte trasera de una ruidosa camioneta desnivelada, estaba más allá de mí. Pero cerré mis ojos de todos modos… ―GiGi. ―Alguien le dio un codazo a mi pierna―. Tenemos que movernos. Mis párpados se abrieron de un punto muerta-dormida a un despierta en estado de alerta. Miré mi reloj. Habíamos estado conduciendo por una hora. David se arrodilló a mi lado. La camioneta se movió mientras TL y Jonathan saltaban fuera. Agarré el antebrazo de David.

―¿Tu papá está bien? Escuché a TL decir “ataúd”. David sacudió la cabeza. ―Así es como estamos contrabandeándolo fuera del país. ―Oh. ―Sonreí―. Me alegro. Espera, ¿puede sobrevivir en un ataúd tanto tiempo? ―En nuestro ataúd puede. Lleno de oxígeno, y agua. Él estará bien. Vamos, tenemos que movernos. Saltamos de la camioneta al amanecer de una fría mañana. Un bosque nos rodeaba. Estábamos, literalmente, en medio de la nada. Una pequeña cabaña de madera estaba a la derecha, oculta entre imponentes pinos. Una limusina y un coche fúnebre estaban al lado de la cabaña, luciendo tan fuera de lugar que casi me eché a reír. Cruzamos la corta distancia a la cabaña. David abrió la puerta chirriante, y la camioneta dio un vuelco a su motor. Me di vuelta. Nalani. Ella agitó la mano mientras conducía a través de un áspero sendero definido. ―¿Quién es ella? ―Te diré después. ―Él me invitó a entrar―. Tenemos sólo cinco minutos. Ya vestido, TL pasó por nuestro lado en su camino hacia afuera. Jonathan lo siguió, metiéndose en su camiseta. Se habían cambiado en sus ropas de guardaespaldas y agente de modelo. Excepto por nuestras maletas amontonadas en el medio, una estufa campestre en la esquina, y una pequeña ventana encima de ella, la oscura cabaña de madera estaba vacía y llena de polvo. ―¿Qué es este lugar? ―Refugio. Refugio. Hmm. Probablemente había más en él de lo que parecía. Quizá una trampilla oculta que llevaba hacia un pasaje subterráneo. O un panel secreto que

daba a un alijo de armas escondidas. Toda la estructura estaba probablemente conectada a micrófonos y tiristores térmicos. Mi pulso se sacudió antes las posibilidades tecnológicas. Un hombre emergió de las sombras, y salté. Él sonrió y tendió la mano. ―Mike Share. Me quedé boquiabierta. ―Oh, Dios mío. ―Tomé su mano―. Es tan genial conocerlo. Soy GiGi. Movió mi mano de arriba hacia abajo. ―Lo sé. David abrió mi gran maleta, agarró lo primero que encontró y lo lanzó hacia mí. ―Date prisa. Puedes usar el baño. ¿Baño? Miré en la dirección que indicó. Efectivamente, una puerta se asentaba perfectamente en la pared. Me apresuré hacia adentro y me detuve en seco. Puaj. Un inodoro sucio, sin el asiento, ocupaba una esquina. El agua sucia llenaba la taza. Un lavadero sucio estaba al lado. Por encima, colgaba un espejo con capas tan gruesas de polvo que me prohibían ver mi propio reflejo. No había bañera. Y olía como… bueno, se puede suponer cómo olía. ―Date prisa ―gritó David. Salté a la acción, cambiándome rápidamente, tocando tan poco del cuarto de baño como fuera posible. Con mis viejas ropas en mano, abrí la puerta. David ya se había puesto sus ropas de fotógrafo. Echó un vistazo a mis jeans de tiro bajo y el suéter azul cuello de tortuga, y buscó en la maleta. Me arrojó un par de botas negras de tacón alto y una chaqueta de cuero negro.

Le lancé mis ropas anteriores. ―¿Por qué nos estamos cambiando? La misión ha terminado. ―Las misiones nunca terminan hasta que regresamos a casa. ―Empujó todo de nuevo dentro de las maletas―. Cuando asumes una nueva identidad, la mantienes hasta que regresas a la base. En caso de que alguna cosa de último segundo salga mal. ―Tiene sentido. Mientras él subía la cremallera de las maletas, terminé rápidamente con mi atuendo. Agarramos el equipaje y salimos corriendo por la puerta hacia la limusina y el coche fúnebre. David y su papá intercambiaron un largo y fuerte abrazo. Entonces el Sr. Share subió a la parte trasera del coche fúnebre. Después de lanzar el equipaje en el maletero de la limusina, nos unimos a TL y Jonathan en la parte de atrás. La limusina arrancó, y cerré los ojos con un suspiro. Casi terminado. Cerca de casa. Tantas preguntas no contestadas. Una suave vibración me hizo abrir los ojos. Frente a mí, TL y Jonathan estaban afeitándose con máquinas de afeitar eléctricas. Junto a mí, David se cepillaba los dientes. TL me entregó una pequeña bolsa gris. ―Ponte en el papel de modelo. Usa gafas de sol para ocultar tu ojo. La abrí. Una paleta estaba justo en la parte de arriba. Mi corazón se calentó con amor. Qué tierno, habían empacado mis dulces. Maquillaje y artículos de aseo llenaban la bolsa. La revolví, encontré un espejo, y eché un vistazo. Jesús, qué desastre. Saqué una toallita húmeda y empecé a limpiar mi rostro.

¿Quién pensó que estaría en una limusina con tres chicos, preparándome, como compartiendo un cuarto de baño o algo así? Nos detuvimos en el aeropuerto internacional, salimos de la cómoda y caliente limusina, y fue como si no hubiera pasado nada. Jonathan sacó su teléfono móvil, TL se pegó estoicamente a mi lado, y David se pavoneó arrogantemente detrás. Yo iba a la cabeza, caminando por la terminal, la cabeza erguida y los hombros hacia atrás. ―¿Tú autógrafo? Sonriendo al joven chico, agarré su trozo de papel y el bolígrafo y garabateé Jade January. Él no tenía ni idea de quién era. Pero con mi séquito, claramente parecía una persona famosa. El aeropuerto anunció nuestro vuelo. Con un adiós al chico, hicimos nuestro camino hasta el avión. ―¿Quién es Nalani? ―le susurré a David después de tomar nuestros asientos de primera clase―. ¿Y qué hay de Romanov? ¿Qué le pasó? David negó con la cabeza con un bostezo, cerró los ojos, y se recostó. ―Más tarde. Miré a través del pasillo donde se sentaban Jonathan y TL. Ya había reclinado sus asientos hacia atrás. Con un suspiro de resignación, cerré los ojos. David se movió en su asiento. Deslizó su mano sobre la mía y juntamos los dedos. ―Reeespiraaa ―murmuró soñolientamente. Reeespiraaa. Él estaba preocupado por mi miedo a volar. Qué dulce. Bajé mi cabeza a su hombro, acunando nuestros brazos entrelazados entre nosotros, y me acurruqué en su calidez. Segundos después, él descansó su mejilla en mi cabeza. ―Mmmm… Mmmm, en efecto.

Dieciséis horas después, nuestra limusina se detuvo frente al rancho con el coche fúnebre del Sr. Share detrás de nosotros. David saltó de la limusina antes de que se detuviera del todo y corrió hacia el coche fúnebre. Yo salí con Jonathan y TL siguiéndome. Todos llevábamos todavía nuestras ropas de la misión. David abrió la parte trasera del coche fúnebre y desapareció dentro. Segundos después, emergió con su padre. El Sr. Share apretó el hombro de David y dijo algo. David rió. El sonido trajo una sonrisa a mi rostro. No le había visto tan genuinamente feliz durante un tiempo. Con su mano todavía en el hombro de David, el Sr. Share se nos acercó. Él y David no se parecían en nada. Eran exactamente opuestos en realidad. El Sr. Share era un poco más bajo que David y tenía el cabello rubio en vez de castaño. David debía parecerse a su madre. TL abrió el maletero de la limusina. ―¿Cómo estuvo el ataúd? ―Jazz suave, Cheetos, té dulce, una almohada, dormir durante toda la noche. ―El Sr. Share sonrió―. Todas mis cosas favoritas. Han pasado diez años desde que las he tenido. No me puedo quejar. Su viaje en ataúd sonaba más cómodo que nuestros asientos de primera clase. Estaba muriéndome por preguntarle sobre los últimos diez años de su vida. Pero TL me había dicho que el Sr. Share no tenía permitido decir nada o acceder a una computadora hasta que los funcionarios del IPNC lo hubieran interrogado y aclarado.

El Sr. Share cerró los ojos y levantó la cabeza hacia el sol. Respiro profunda y lentamente. Lo observé, preguntándome cómo sería estar encerrado durante diez años sin aire fresco, el sol, la lluvia. Sentarse en una computadora año tras año y robar dinero para un terrorista. Era asombroso que no se hubiera vuelto loco por el aislamiento. Los recuerdos de David debieron haberlo impulsado adelante. TL agarró dos maletas del maletero de la limusina. ―Amontonaremos el equipaje en el vestíbulo e iremos derecho al laboratorio de computación. Miré a mi reloj. Mis compañeros llegarían de la escuela dentro de poco. El pensamiento me emocionó. Me di cuenta de que los había echado de menos. Jonathan y David tomaron una bolsa de lona cada uno. Yo agarré una maleta al mismo tiempo que el Sr. Share. ―Lo siento ―reí. Él me sonrió. ―FG y RIB ―susurró, mientras rápidamente agarraba otra maleta y caminó hacia la puerta delantera. ¿FG y RIB? Arrugando el ceño, estudié su espalda, lentamente siguiendo a todos dentro. Intenté atrapar los ojos del Sr. Share para preguntarle silenciosamente qué había querido decir, pero no me miraba. Minutos después, entramos al laboratorio mío y de Chapling. El laboratorio mío y de Chapling. Me encantaba decir eso. Chapling estaba junto a la cafetera, sirviéndose lo que estaba segura era su billonésima taza del día. Miró arriba cuando entramos.

―¡Hola! ―Vio al Sr. Share―. ¡Mike! ―Chapling puso la cafetera abajo y vino hacia donde estábamos―. ¡Wow! Riendo, el Sr. Share se inclinó hacia abajo y lo abrazó. ―Hola, Chap, ha pasado mucho tiempo. Te ves igual. ―Oh, sí. Sísísísísí. Todavía bajo y pelirrojo. Todo el mundo rió. Chapling me dio un rápido abrazo. ―Te he echado de menos. Le devolví el abrazo. ―También te he echado de menos. Saludó a todos. ―Entren. Bienvenidosbienvenidosbienvenidos. Todos entramos. Chapling se subió a su taburete. ―Así que, ¿dónde está ese famoso chip que programaste con toda la información del gobierno? El Sr. Share se apoyó contra la mesa observando el laboratorio. ―Está en el culo de David. David y yo intercambiamos miradas confusas. Chapling rompió a reír. ―¿Está en su culo? ―Así es. ―Asintió el Sr. Share. Tl negó con la cabeza.

―No lo entiendo. El Sr. Share se giró hacia David. ―¿Recuerdas esa pequeña cicatriz en tu trasero? David asintió. ―Ahí es donde hice que lo insertaran quirúrgicamente hace una década. Nadie pronunció un sonido. Probablemente porque estaban pensando exactamente lo mismo que yo. ¿Qué demo…? ―¿Quieres decir ―David rió―, que he estado llevando la clave de la seguridad de nuestra nación en mi culo? ―Síp. ―Hombre, papá, eres un loco. El Sr. Share se encogió de hombros. ―Tengo mis momentos. Así que, si GiGi nos disculpa, el doctor debería estar aquí en cualquier momento. Podemos sacarlo finalmente, transferir la información, y luego encerrarlo para bien. ―Bueno. ―Miré a David, dejando caer mi mirada a su trasero―. Buena suerte. Él negó con la cabeza con una risa. ―Gracias. TL me siguió desde el laboratorio. Caminamos a través de los pasillos subterráneos del rancho, más allá de las puertas cerradas que todavía eran un misterio para mí. En el ascensor, TL me detuvo. ―Me enorgullece decir que he estado en una misión contigo. No sólo has cumplido con mis expectativas sino que las has superado con creces. Has probado una y otra vez lo valiosa que eres para este equipo. Nunca cuestiones u olvides eso.

El orgullo se hinchó dentro de mí. TL raramente daba reconocimientos a menos que los dijera sinceramente. Así que cuando lo hacía, era mucho más especial. ―Gracias. Él asintió. Mi cerebro reprodujo su alabanza una y otra vez mientras subía al ascensor a la planta principal. Separamos nuestros caminos en el pasillo, él a su oficina y yo a la habitación de las chicas. Asombrada por los cambios que pasé durante los últimos dos meses. Emocional y físicamente. Nunca imaginé que saldría así. Entré a la habitación de las chicas, dirigiéndome directamente a mi vieja y abollada maleta. Hora de desempacar. Hora de convertir este sitio en mi verdadero hogar. Beaker estaba sentada con las piernas cruzadas en la esquina con Wirenut. Se había teñido el cabello de azul mientras yo no estaba. Estaban desempacando sus mochilas de libros. Debían haber llegado a casa hace poco. Sonreí a ambos. ―Hola. ―Chico, se sentía bien verlos. Wirenut miró arriba y me devolvió la sonrisa. ―Bienvenida a casa GiGi. Todos te han echado de menos. ―Gracias. ―Bonito ojo morado. ―Beaker sonrió burlonamente. Bueno, aparentemente todos me habían extrañado excepto ella. No me ofendí, sin embargo. Su sonrisa burlona era su manera de decir que me había echado de menos. Quería contarles todo sobre mi misión, pero no me estaba permitido. Ellos sabían eso y no preguntaron los detalles. TL les contaría lo que quería que supieran. Wirenut asintió a mi vestidor.

―Tus anteojos nuevos llegaron. Se ven mucho mejor que los grandes, viejos y negros de nerd que estabas usando. Le hice una mueca y ella sonrió. Bruiser entró corriendo a la habitación, cerrando la puerta tras ella. Su camiseta decía SÓLO PRUÉBAME. Me dio un rápido abrazo. ―Me alegro que hayas vuelto. ―Ella extendió las manos―. No van a creer lo que acabo de escuchar. TL está al teléfono con alguien, y lo escuché decir: “¿A qué te refieres con que los Especialistas han perdido los fondos?”.

[14] Traducido por Aria25 y SOS por LizC Corregido por Nanis

M

e quedé clavada en mi sitio, una mano sobre la maleta, mirando a Bruiser. ¿Los Especialistas han perdido los fondos? ¿Qué de…? No tenía ningún sentido.

―No lo entiendo. Bruiser se encogió de hombros. ―No lo sé. Está discutiendo con alguien ahora mismo. Le he oído decir: “¿A dónde se supone que van a ir los niños? Somos familia”. Wirenut se puso de pie, tirando su experimento de química y el de Beaker. ―Claro que somos familia. La primera que he tenido, y no voy a perderla. ―Caminó a la puerta―. Voy a averiguar qué está pasando. Beaker saltó. ―Espérame. ―A mí también. ―Bruiser se apresuró detrás de ellos. Les seguí detrás a un ritmo adormecido y más lento, demasiado aturdida para hacer alguna otra cosa. ¿A dónde podría ir? Podría volver a la universidad de East Iowa y terminar mis estudios. Pero de alguna forma no podía imaginarme a mí misma de vuelta en ese modo de vida.

Mi futuro era diferente ahora. Yo era diferente ahora. Por primera vez en mi vida, pertenecía a algún lugar. La gente aquí confiaba en mí y me necesitaba. Yo necesitaba a todos y cada uno de ellos, también. Incluso Beaker y sus humores amargos. Las lágrimas se amontonaron en mis ojos mientras sus rostros parpadeaban por mi mente. La rizada cabeza roja de Chapling y la hiperactividad inducida por la cafeína. Las inocentes pecas de Bruiser y sus mortíferos movimientos. La perilla de Wirenut y su brillantez electrónica. El cuello de fútbol de Mystic y su aura pacífica. Las ropas de gótica de Beaker y sus tubos de química. La herencia de Nativo Americano de Parrot y su lengua multilingüística. El parche en el ojo de Jonathan y su entrenamiento físico. La paciencia inagotable de TL. Y David… Me quedé sin aliento con una abrumadora sensación de pérdida. Esta mezcolanza de grupo era mi familia. No podía decir adiós. No diría adiós. Wirenut tocó la puerta de TL. ―Entra. ―¿Qué está pasando? ―susurró Mystic desde el pasillo. Bruiser puso su dedo en sus labios y les hizo gestos a él y a Parrot para que se nos unieran. Wirenut empujó la puerta de TL y entró. Nos metimos detrás de él. ―Nos gustaría saber qué está pasando. Sentado detrás de su mesa, TL se reclinó en su silla y cruzó los brazos. Hizo contacto visual con cada uno de nosotros, lentamente moviéndose de uno a otro. ―Supongo que uno de ustedes me oyó en el teléfono. ―Yo, señor. ―Bruiser levantó la mano. TL asintió, aceptándolo.

―Hemos perdido nuestros fondos como resultado de los recortes presupuestarios del gobierno. ―Cerró sus ojos brevemente, luego los reabrió. El dolor y la devastación contorneaban su rostro. Le miré con asombro aturdido, incapaz de comprender la emoción que mostraba. Esto de un hombre que siempre estaba bajo control. ―Lo siento. ―Bajó su silla hasta el suelo―. Realmente lo siento. Convocaré una reunión oficial en una hora cuando sepa más. ―Tomó el teléfono―. Cierren la puerta cuando salgan. Nos arrastramos al pasillo y simplemente nos quedamos ahí. En silencio. Nuestros hombros pesados por la preocupación. Estaba segura de que la misma pregunta se reproducía en el cerebro de todos. ¿Qué nos va a pasar? Con un suspiro, Wirenut se alejó primero. El resto de nosotros caminamos por detrás, por el pasillo a la habitación de las chicas. Nadie profirió un sonido mientras nos tendíamos sobre las camas, fijando nuestras miradas en la alfombra, las paredes, el techo, o en los muebles. Pasaron momentos silenciosos, rotos sólo por el suspiro de alguien. ―Esto apesta ―interrumpió Bruiser el silencio. Parrot se dejó caer de su estómago a su espalda. ―Tienes razón en eso. ―No es que TL no nos quiera. ―Beaker exhaló un suspiro de frustración―. ¿Es dinero, no? Si pudiéramos encontrar dinero, estaríamos establecidos. Mystic empujó una almohada bajo su cabeza. ―Hey, Wirenut, ¿te apetece volver a tus viejas costumbres? Atracar un banco o dos. Wirenut rió sin entusiasmo. ―No, no voy a volver a mis antiguas costumbres.

Si pudiéramos encontrar dinero, estaríamos establecidos. Las palabras de Beaker hicieron eco por mi cabeza mientras me tumbaba junto a Wirenut, mirando al techo. FG y RIB. Me doblé hacia arriba, la comprensión me golpeó en la cara. Disparándome de la cama, corrí de la habitación por el pasillo hacia el ascensor. Débilmente, escuché a los otros llamarme detrás. Temblando con anticipación, puse mi mano en el globo de luz del escáner de impresión. Mientras el láser escaneaba mis dedos y palma, el mareo me atravesó. Oh, no, ahora no. La puerta se abrió, y me tambaleé hacia dentro. Aguanta, GiGi, casi has llegado. Cuando pegué mi cuerpo a la pared, el ascensor se inclinó, y apreté mis ojos cerrados. No te desmayes. Hace tres años lo hice. Por mis rápidos procesos. El médico dijo que mi cerebro funcionaba demasiado rápido para mi cuerpo. Sentí ese trance familiar viniendo ahora. El ascensor se abrió, y me tambaleé fuera. Directa a los brazos de David. ―¿GiGi, estás bien? Con un asentimiento brusco, me alejé. ―Co´pu´ad. ―Qu… Negando con la cabeza, me tambaleé unos pocos pasos hacia el laboratorio de Chapling y mío. El pasillo se transformó en un borrón indefinido. No te desmayes. Aguanta. David deslizó su brazo bajo mis rodillas y me levantó del suelo. Corrió por el pasillo conmigo rebotando ligeramente en sus brazos.

En la puerta del laboratorio, me bajó y, agarrándome fuerte, tecleó el código. Dejé caer mi frente sobre su hombro, mi cerebro trabajando a toda velocidad, luchando contra la necesidad de rendirse y desmayarme. Me llevó a través del laboratorio a mi computadora, me deslizó en el asiento, y colocó mis manos en el teclado. Mis dedos adquirieron vida propia, corriendo sobre las teclas, traduciendo los procesos de mi cerebro. Me senté hipnotizada por el movimiento en la pantalla, dejando que mi cuerpo y mi cerebro me guiaran. Segundos pasaron, o tal vez minutos. David deslizó una paleta en mi boca ―yum, mango― luego gafas en mi nariz. La pantalla se aclaró, e inmediatamente mi fatiga se alzó. Como si hubiera tenido un chute de cafeína. ―Oh, chicalistachicalista ―murmuró Chapling detrás de mí. ―¿Qué está haciendo? ―Ohsíohsíohsí. Vamosvamosvamos. ―¿Chapling? ―Oh lo siento. ―Chapling rió―. Se está colando en FG y RIB. ―¿FG y RIB? ―Fideicomisos de Garantía y Registro Internacional de la Banca. ―Eso no es legal. ―Shhh. David maldijo. ―¿No está robando, no? ―Nonononono. Nada de eso. Está buscando el dinero de Romanov. Shhh, déjale trabajar.

―Exactamente lo que esperaba que hiciera ―susurró el Sr. Share. Ni siquiera me había dado cuenta de que había entrado. Pararon de hablar mientras yo pasaba de una cuenta a la siguiente. Girando a través de fondos de intereses especiales, saltando de las financias públicas a privadas. Con cada salto exitoso, mi cerebro recargado se despejaba un poco, devolviendo la concentración y la energía a su lugar. Aaahhh. La emoción se espació a través de mis venas. Ahí estás, tú, astuta comadreja. Un par de pulsaciones más y cliqué imprimir. ―Vamos.

TL cerró la puerta de la sala de conferencias. Con una curva contenta en sus labios, barrió con la mirada la sala abarrotada. Los Equipos de los Especialistas Uno y Dos, Jonathan, Chapling, y el Sr. Share todos amontonados dentro. Yo estaba a lo largo de la pared lateral entre Parrot y Mystic. ―Para ahora, todos ustedes saben que el gobierno nos ha quitado nuestros fondos en recientes cortes de presupuesto. No creo que tenga que decir lo mucho que este sitio significa para mí. Para todos nosotros. ―TL se aclaró la garganta―. Sin yo saberlo, GiGi se ha encargado de encontrar los fondos necesarios. Todos se volvieron y me miraron, y mi estómago dio un gran giro. ―Romanov Schalmosky hizo una carrera robando. No sólo a los Estados Unidos, sino también a otros países. Tomó tecnología, dinero. ―TL miró al Sr. Share―. Gente, también. GiGi ha encontrado el dinero de Romanov y lo ha depositado de nuevo en las cuentas de los legítimos propietarios. Toda la sala estalló en aplausos, y yo sonreí, literalmente, de oreja a oreja. Miré a través de la sala a donde estaba el Sr. Share, y él me guiñó.

TL levantó la mano pidiendo silencio. ―Hemos comunicado a todo el mundo que ella lo ha encontrado y les ha devuelto su dinero. Y ellos, a cambio, nos han dado un generoso porcentaje. Los Especialistas vuelven a la acción. Somos privados ahora, sin embargo. No más financiación del gobierno. Trabajamos para quien sea que nos contrate. Así que vamos a tomarnos un día libre y a celebrarlo. Todo el mundo reuniros arriba en el área común en diez minutos. Tenemos una fiesta. Todo el mundo aplaudió de nuevo, silbando y gritando. Mystic me dio un codazo en las costillas. ―Ve, GiGi. Parrot golpeó mi hombro con el suyo. ―Esa es nuestra chica genio. ―Sonriendo, lo empujé de vuelta. El Equipo Especialista Dos pasó delante de mí en su salida, empujando mi hombro y dándome las gracias. Jonathan me dio un abrazo de oso. ―Estoy tan orgulloso de ti. Chapling hizo una especie de baile de celebración. ―Chica inteligentechica inteligente. TL tomó mi mano y la estrechó calurosamente entre las suyas. Al igual que había hecho tantas veces a lo largo de los meses para calmarme, darme consuelo y tranquilizarme. ―Sabía que encajarías. Él estaba en lo cierto. Yo encajaba aquí. Más de lo que pensé posible. El Sr. Share besó mi mejilla. ―Señorita, no sé qué decirte. “Gracias” es demasiado pequeño para expresar mi gratitud. Si no fuera por ti, no hay forma de saber quién me tendría ahora. Te debo

la vida. Si alguna vez necesitas algo, sólo tienes que preguntar. Haré todo lo que esté a mi alcance para que todos tus deseos se hagan realidad. El significado en su voz y sus palabras me dejaron muda humildemente. Yo había salvado su vida, ¿no? ―Y gracias a ti. ¿ST y BIR? ―susurré. Él guiñó un ojo. ―Sabía dónde estaba el dinero de Romanov. Y pensaba que un genio de las computadoras con acceso a un teclado podría utilizar esa información. ―¿Te veré otra vez? ―Tal vez. Tengo una serie de sesiones informativas que pasar. He estado fuera mucho tiempo. Un terrorista conocido me ha mantenido prisionero durante los últimos diez años. El gobierno de los Estados Unidos tiene un montón de preguntas para mí. Voy a ser reubicado en breve con una nueva identidad. ―¿Qué pasa con David? ―Nos veremos otra vez. ―El Sr. Share besó mi mejilla una vez más, y luego se echó hacia atrás y estudió mi rostro―. Dios mío ―dijo, riendo―. Te ves como tu madre. ¿Me veía igual que mí…? ¿Qué…? ¿Mi madre…? ¿C-cómo… cómo sabía él como se veía mi madre? Con un rápido apretón de mi barbilla, salió de la habitación. Mi archivo. Probablemente él había visto mi archivo. Mi equipo se arrastró adentro, rodeándome. Estaba de pie en el centro, mirando a cada una de sus sonrisas tontas. ¿Qué estaban planeando ahora? ―¡ABRAZO GRUPAAAL! ―gritaron, y chocaron juntos, aplastándome en el centro. Nos reímos y carcajeamos y nos empujamos unos a los otros.

―Está bien, está bien, suficiente. ―David nos separó―. Lárguense. Quiero un momento a solas con la mujer que salvó el día. ―Ooohhh ―bromeó mi equipo―. Quiere un momento a sooolas. David se echó a reír y los despidió. ―Fuera de aquí. Los vimos mientras salían y cerraban la puerta. Sonreí. ―Realmente los echaba de menos. ―Sabes, es estupendo que todos ustedes han optado por ir por sus nombres en clave todo el tiempo. Sí, lo era. ―¿Por qué no lo hace el Equipo Uno? David se encogió de hombros. ―No lo sé. Simplemente no lo hacemos. Ellos tenían sus camisetas de Especialistas a juego y nosotros teníamos nuestros apodos. Poco a poco, David se movió, apoyándome contra la pared, hasta que estuvimos de pie frente a frente, nuestros rostros a pocos centímetros el uno del otro. Mi feliz pulso normal inestable se aceleró al modo de hipervelocidad, y mi estómago cayó en picado al suelo. ―Bien hueles tú. ―Negué con la cabeza―. Quiero decir, tú hueles bien. ―Gemí―. ¿He dicho eso en voz alta? Sus oscuros ojos se arrugaron con diversión. ―Estás nerviosa ahora mismo. ¿Sabes cómo sé que estás nerviosa en este momento?

Tragando fuerte, negué con la cabeza. ―Porque siempre mezclas tus palabras cuando te pones nerviosa. ―Oh. David dio un golpecito en mi frente. ―Creo que las chicas inteligentes son geniales. Él había dicho exactamente lo mismo de nuevo en la Universidad de Iowa del Este. ―Así que, chicas inteligentes, sólo quería que supieras que hiciste un gran trabajo. ―Gracias ―dije con voz ronca. Sonriendo, dio un beso en mi mejilla, vinculando sus dedos entre los míos, y guiándome a la sala de conferencias. ―Vamos. TL está esperando. Mi coherencia regresó lentamente a medida que nos abrimos paso a través de los pasillos subterráneos, más allá de las misteriosas puertas cerradas. ―¿Qué hay detrás de todo eso? ―Sabes que no puedo decirte. Todo el mundo se entera sólo cuando TL así quiere que lo hagan. ―Bueno, eso es un rollo. David se echó a reír. ―Oye, ¿qué pasa con Nalani? Y Romanov, también. ¿Qué pasó con él? Llegamos al ascensor. David tecleó su código y colocó su mano en el panel de identificación de huellas dactilares. Entramos. ―Nalani aprehendió a Romanov. Él no esperaba vivir mucho tiempo. Morirá en prisión. Me tomó un momento para asimilar eso.

―¿Quién es ella? David cruzó los brazos sobre su pecho y se apoyó contra la pared del ascensor. Disfruté de un delicioso segundo mirando a sus bíceps bronceados, sobresaliendo de su camiseta blanca. ―No digas una palabra de esto a nadie, ¿de acuerdo? Asentí, apartando mi mirada de sus músculos. ―Nalani es la esposa de TL. Me quedé boquiabierta. ―Cállate. ¿Hablas en serio? ―Sí. ―Guau. Eso es enorme. ―Trabaja para el IPNC. Es lo que llamamos un preoperador. Ella va antes de la misión en proceso y reúne la información. Se filtra dentro de la organización de oposición. ―Eso es muy peligroso. ―Trabajó para Romanov casi dos años. ―David se levantó de la pared cuando el ascensor se detuvo. ―Increíble. ―Qué dedicación tenía a su trabajo―. ¿Por qué ella y TL no están viviendo juntos? David se encogió de hombros. ―No sé los detalles. Esta misión fue la primera vez que la conocí. ―¿Por qué nadie me dijo su identidad? ―TL y la IPNC estaban preocupados de que ella podría haber desertado. Pero, obviamente, todavía está de nuestro lado. ―¿Vamos a verla de nuevo?

―Probablemente. Entramos en la sala. La risa, la música y el olor de las hamburguesas flotaban en el espacio común. Me tomó de la mano. ―Vamos a festejar. ―Tú sigue. Estaré ahí en un minuto. ―¿Está todo bien? ―Bien. Sólo necesito un minuto. Quiero cambiarme de ropa y limpiarme un poco. ―Muy bien. ―Soltó mi mano―. Nos vemos en un rato. Mientras él se dirigía a la fiesta, yo me dirigí por el pasillo a mi habitación. Arrastré mi maleta de debajo de la cama y la abrí. Cuando saqué un par de jeans y una camiseta, mi mirada se detuvo en el resto de mis ropas. Miré por encima de mi tocador y luego de vuelta a mi maleta. Con una sonrisa, tomé un fajo de ropa, abrí un cajón de la cómoda, y las arrojé dentro. Tomé otro puñado, y las eché, también. Luego otro, y otro, y otro. Finalizando, metí la maleta debajo de la cama con un saludo. ―Hasta luego, maleta. Estoy en casa ahora. Estoy aquí para quedarme.

E

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Down to the Wire

Prólogo Traducido por Skye Corregido por Nanis

H

aciendo uso de su casera, computadora de mano, el HOMAS B28, Frankie hojeó los planos del piso preescaneados. Impenetrable. Eso es lo que todos los proveedores, medios de

comunicación, y revistas de tecnología se jactaban del Sistema de seguridad Rayver. Ya veremos eso. Metió la B28 en el bolsillo con cremallera del muslo y sacó una barra de granola. Desenvolviendo esto, Frankie estudió el oscuro Museo de Historia de Nuevo México desde la acera. Lo suficientemente fácil como para entrar por la puerta principal. Un bloqueador nixpho estándar con teclado. Cualquier estudiante de jardín de niños con medio IQ podría hacerlo también. Dobló la barra masticable por la mitad y empujó todo en su boca. Manzana canela. No es su favorito, pero era todo lo que la tienda de la esquina tenía. El verdadero reto de este trabajo radicaba en el triple sellado, de la bóveda de acero flexible. Protegido por el oh-tan-impresionante Sistema de seguridad Rayver. Frankie no sabía lo que había en la caja fuerte. No le importaba. Estaba allí para romper el impenetrable Sistema Rayver. Nada más, nada menos. Sólo para demostrar que podía hacerlo. Lanzando el envoltorio al ya lleno bote de basura, cruzó la calle en sombras. El museo de dos pisos se sitúa en el extremo de un largo camino sin salida con el bosque a lo largo de la parte trasera y los lados.

Estaba desierta. Demasiado bueno para ser verdad. Frankie jaló la capucha hacia abajo sobre su rostro mientras se acercaba a la entrada. Cinco-cinco-seis-cuatro-tres-cero. Marcó el código que había visto que el gerente del museo utilizó todas las noches de esta semana. Cualquier persona con binoculares y suficiente paciencia podría haberlo extraído, también. Click. La puerta se abrió y él entró. De pie en la puerta de entrada, examinó el interior con poca luz, recordando el plano. Izquierda. Dos habitaciones. Escalera abajo. Una habitación a la derecha. ―Está bien, Frankie ―susurró para sí mismo―. El juego comenzó. No te pongas demasiado confiado. Nunca se sabe lo que podría suceder. Cerró los ojos y dejó escapar una larga y lenta exhalación. Luego, con los pies silenciosos, se arrastró a la izquierda en la Habitación de Hueso Africano. Una vitrina de cristal recorría la longitud del centro. De espalda a la pared oeste, vio la cámara esquinera. Desde su última visita al museo, recordó que escaneaba en intervalos de dos segundos, moviéndose una fracción de un centímetro a la derecha con cada exploración. Tenía que cruzar la sala antes de que escaneara de nuevo. No hay problema. Permaneciendo en su punto ciego, Frankie con pasos de bebé cada intervalo de dos segundos, cruzó de manera segura al otro lado. Entró en la Habitación de Sombreros de Nueva Zelanda. Sin vitrinas aquí. No hay cámaras tampoco. Sombreros de aspecto extraño colgados en las paredes, cada uno provisto de una alarma por si son retirados. Aplastó el impulso travieso de tomar sólo para demostrar que podía hacerlo y cruzó la alfombra hacia la escalera en el otro lado. De repente, se detuvo en mitad de un paso. Espinas frías arrastrándose sobre su piel. Alguien está aquí. Lentamente, se giró, buscando en cada rincón, sombra, y centímetro de espacio.

Nada. Un sólido buen minuto marcaba mientras escuchaba de cerca. El suave zumbido del acondicionador de aire. Las señales casi inaudibles de la cámara. El zumbido discreto de alarma láser. Nada más. Ningún arrastrar de pies de una persona. Ninguna respiración. Apestosa Imaginación. Eso es todo. Aunque realmente no se lo creía. Del bolsillo de su chaleco Frankie sacó un fajo de masilla gris hecha en casa y un bambú largo de seis centímetros que utilizaba como una cerbatana. Haciendo bolitas con la masilla, las ajustó en el extremo del bambú. La cámara de la escalera colgaba en diagonal cerca de la parte inferior. Rodó su capucha negra por encima de sus labios. Apunto abajo la longitud del bambú. Tomó un aliento. Lo puso en su boca. Y sopló. La masilla voló como una flecha y golpeó directo en la lente. Sí, eso es de lo que estoy hablando. Avanzó de puntillas por las escaleras y se agachó, y su pulso saltó como lo hacía cada vez que un nuevo sistema de seguridad lo desafiaba. El impenetrable Sistema Rayver. Impenetrable, su dedo gordo del pie. Empujó las gafas de fibra iluminada utilizadas para la detección de láser desde lo alto de su cabeza encajándolas en sus ojos. Bingo. Láseres amarillos zigzagueaban la habitación anterior a la de la bóveda. Unodostrescuatrocincoseis… veinte por el tobillo de alto. Lo mismo por la cintura. Seis en el techo. Un juego de niños. Excepto por el color amarillo, color piel candente. ¿Qué pasó con el confiable color rojo que dispara-la-alarma-pero-no-fríe-al ladrón?

Inclinándose a la izquierda en un ángulo de setenta grados, espió un túnel, como la apertura de vacío de los láseres. Pensarías que los genios de la tecnología se habrían dado cuenta de esto para ahora. Frankie desabrochó el bolsillo de sus pantalones de camuflaje y sacó el extensor de mando a distancia. Señalando hacia la apertura del túnel, presionó el botón de expansión. Un alambre delgado serpenteó, poniéndose rígido mientras dejaba el mando a distancia. Firme, Frankie, firme. Un ligero movimiento y el alambre colapsaría en los láseres. Cruzó el pequeño hueco del túnel de rayos láser, a través de la habitación, y directamente al pequeño agujero debajo de la cerradura de la bóveda. Los láseres se apagaron, y ajustó su reloj. Un minuto y diecisiete segundos hasta que se volvieran a prender. Tambaleándose en el alambre expandible, pasó por encima de la baldosa para abrir la caja fuerte. Tiró la caja de herramientas de su chaleco y puso el estuche de cuero de triple plegado en el suelo. Tomó nitrox10, sacó un adhesivo de metal, y roció el panel de control. Esto se desprendió, y Frankie lo atrapó antes de que llegara al suelo. Algo más de veinticinco decibeles haría sonar la alarma. Cables multicolores se entrecruzaban y se enredaban uno con el otro. Una distracción. Metió la mano, agarró el montón, y los arrancó enseguida. Láseres rojos inmediatamente se encendieron, llenando la abertura del panel de control. Frankie tomó el extra largo alicate de punta fina de su estuche de herramientas, se inclinó hacia la izquierda en un ángulo de setenta grados, encontró su apertura. Nitrox: es una mezcla gaseosa respirable de oxígeno y nitrógeno utilizada en buceo técnico y recreativo. 10

Cuidadosamente, insertó el cortador de alambre a través de la apertura rodeada de láseres y cortó el restante cable blanco en la parte posterior. La bóveda se destrabó. Los láseres del panel de control se apagaron. Frankie miró su reloj. Veinte segundos. Agarrando las herramientas, abrió la puerta de la bóveda. Un pequeño hombre de madera, un artefacto de algún tipo, sentado en un soporte. Un soporte sensible al peso. Mierda. No había esperado eso. Frankie estimó que el artefacto pesaba un kilo trescientos cincuenta gramos y tomó tres bolitas de cuatrocientos cincuenta gramos de su estuche de herramientas. Conteniendo la respiración, levantó el artefacto y deslizó las bolitas, todo en un solo suave movimiento. Y se congeló. Nada. Sólo el silencio. No hay alarmas. No hay láseres. Comprobó su reloj. Tres segundos. Frankie corrió al otro lado de la habitación. Su reloj alarma sonó. Se lanzó los últimos metros y dio media vuelta para ver los láseres amarillos de golpe volver a encenderse. Menos mal. Sonriendo, hizo su baile de victoria asumiendo los eventos. Oh, sí. Frankie lo lograste.

Vamos, Frankie. Vamos, Frankie. Vamos. Vamos. Guardó sus cosas, puso una cinta amarilla de su calcetín, y la ató alrededor del artefacto. Era su firma. Ojalá pudiera estar aquí para verlos descubrirlo fuera de su bóveda impenetrable. Con una palmadita a su cabeza, se puso de pie. ―Lindo ―dijo una voz. Frankie se giró. Otra persona estaba detrás de él. Apuntando con un arma. Su corazón se detuvo. Entonces vio el movimiento de la pistola. ¿Por qué... está nervioso? El otro chico lo lanzó hacia el artefacto. ―Dámelo. ―Algo distorsionaba su voz. Frankie pasó la mirada a lo largo del otro ladrón y retrocedió. Parecía una versión más delgada de Frankie. Pantalones de camuflaje negros y chaleco. Capucha negra. Negras zapatillas de artes marciales. ―Dije: Dámelo. Frankie se encogió de hombros. ―Por supuesto. ―¿Por qué le importaba? No había venido para esta tontería de todos modos. Detrás de la capucha, el ladrón entrecerró los ojos, como si no creyera que sería tan fácil. ―Es todo tuyo. ―Frankie se puso a un lado. El ladrón se detuvo. Sacudió la cabeza. ―En mi mano. Frankie suspiró.

―Oh, está bien. ―Lo arrancó del suelo y se lo arrojó al ladrón. Los ojos del ladrón se agrandaron mientras manejaba torpemente la pistola y agarraba el artefacto. Frankie lo vio haciendo malabares con las dos cosas. Él totalmente podría acabar con este idiota. El ladrón tenía un estilo demasiado divertido, sin embargo, y Frankie necesitaba una risa buena. Sosteniendo el artefacto en su pecho, el ladrón se apresuró para obtener el arma apuntando de vuelta a Frankie. ―¿Crees que eres gracioso, no? Él se encogió de hombros. Sí, de hecho, lo hacía. El ladrón retrocedió en su camino por las escaleras, todavía apuntando la pistola a Frankie. ―No puedes disparar esa cosa, ya sabes. Vas a hacer sonar las alarmas de este lugar. El ladrón hizo una pausa en su ascenso hacia atrás como si no hubiera pensado en eso. ―Tú eres el Fantasma, ¿no es así? Frankie dio su mejor reverencia del siglo XVI. ―El único. ―Yo... te he estudiado. La pequeña admisión bombeó su ego. ―Entonces sabes que no soy una amenaza. Hice lo que vine a buscar. Pasaron los segundos. El ladrón metió la pistola en el interior de su chaleco. ―El seguro ―le recordó Frankie. ―No está cargada.

Se rió de haber sido engañado. El ladrón corrió por las escaleras hacia la Habitación de los Sombreros de Nueva Zelanda y Frankie lo siguió. Con su espalda por la pared oeste, el ladrón avanzó alrededor de la Habitación de Hueso Africano. Frankie observó sus fluidos movimientos sincronizados mientras se mantuvo a la par con la cámara que exploraba en intervalos de dos segundos. No como un novato. Había sido entrenado. ―¿Quién eres tú? ―susurró Frankie cruzando ambas habitaciones. El otro ladrón se detuvo y miró hacia atrás. ―¡No dejes de moverte! ―silbó Frankie en el exacto segundo que el ladrón se perdió su paso de dos segundos y activo la alarma. Mierda. El ladrón saltó de la habitación y subió las escaleras al segundo piso. Frankie corrió tras él, a través de un estrecho pasillo de una sala enorme y, a continuación, desapareció tras la puerta de un armario de conserje. Manteniéndose justo en sus talones, Frankie abrió la puerta del armario. El ladrón se deslizó por una cuerda que colgaba cinco metros de un tragaluz abierto. Chico listo. Había arreglado la alarma del tragaluz con una goma de borrar, un pequeño trozo de papel aluminio, y aunque Frankie no podía verlo, sabía que tenía un poco de aceite de oliva. La particular combinación de tres elementos de cortocircuito de cableado valumegal estándar. Lo introdujo hace cinco años, y los delincuentes lo habían copiado alguna vez desde entonces. Sirenas se filtraban a través del aire, y su pulso saltó. Policías. Alrededor de un cuarto de kilómetros de distancia. Sí, nena, la emoción de la persecución.

El ladrón llegó a la azotea, y Frankie comenzó su ascenso. A mitad de camino miró hacia arriba para ver al ladrón con un cuchillo en la cuerda. No. ―Lo siento ―murmuró el ladrón, y cortó recto. Hijo de... Frankie se cayó y aterrizó sobre su espalda. ―Umph. Pasos golpeaban la puerta. Se puso de pie y saltó por el tragaluz. La puerta se abrió de golpe. ―Alto ahí. Frankie se quedó inmóvil y cerró los ojos. Mierda. Doble mierda. ―Ponga sus manos en alto. Levantó sus manos en el aire. Voy a ir a la cárcel por esto. ―Ahora gira. Muy lento. Al abrir los ojos, Frankie giró. Alguien le quitó la capucha y brilló una luz en su cara. Frankie miró. ―Bueno, mira aquí. No eres más que un niño. ―El policía tiró de los brazos de Frankie atrás y lo esposaron. ―Tienes derecho a permanecer en silencio.... ―El policía arrastró a Frankie por el museo hacia la puerta. Mientras el policía empujó a Frankie en el coche patrulla, Frankie miró hacia el bosque. El ladrón de pie en las sombras, observaba.

Sobre el Autor Shannon Greenland empezó a escribir para adultos y encontró su voz y hogar en la ficción adolescente. Su galardonada serie de espías, The Specialists, estuvo elegida en el top de ALA (American Library Association) y en National Reader’s Choice Recipient. Su último YA de único título, The Summer My Life Began, fue recomendada por Barnes & Noble en la lista de lectura. Killer Instinct es su proyecto actual y será publicado en tapa dura por Simon Pulse en el año 2014. Shannon tiene una Maestría en Educación, imparte clases en la universidad, y es una ávida aventurera. Se ubica sobre todo en Florida, donde está fuera disfrutando de todo lo que el Estado Soleado tiene para ofrecer.

Créditos Moderadora:

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