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Foro Bookzinga – Serie Sinners on Tour #5

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Sinopsis Trey Mills, el guitarrista notoriamente sexy de The Sinners, renuncia a su estilo de vida bisexual y es arrastrado a un romance caliente y embriagador con Reagan Elliot, una estrella de rock femenina que es la sensación. Pero cuando Trey se encuentra con el compañero de apartamento sexy y bisexual de Reagan, Ethan Conner, él ya no puede negar quién es o lo que quiere. Reagan acepta felizmente una solución que abre un mundo nuevo de experiencia sexual ―y amor― con dos hombres que desea demasiado.

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Foro Bookzinga – Serie Sinners on Tour #5

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Indice Capítulo 1

Capítulo 21

Capítulo 2

Capítulo 22

Capítulo 3

Capítulo 23

Capítulo 4

Capítulo 24

Capítulo 5

Capítulo 25

Capítulo 6

Capítulo 26

Capítulo 7

Capítulo 27

Capítulo 8

Capítulo 28

Capítulo 9

Capítulo 29

Capítulo 10

Capítulo 30

Capítulo 11

Capítulo 31

Capítulo 12

Capítulo 32

Capítulo 13

Capítulo 33

Capítulo 14

Capítulo 34

Capítulo 15

Capítulo 35

Capítulo 16

Capítulo 36

Capítulo 17

Capítulo 37

Capítulo 18

Sobre la autora – Olivia Cunning

Capítulo 19

Adelanto “Hot Ticket”

Capítulo 20

Staff

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Foro Bookzinga – Serie Sinners on Tour #5

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Dedicado a la memoria de Randy Rhoads, la primera estrella de rock por la que estuve de duelo. Dejó el tren loco demasiado pronto, pero su legado siempre sobrevivirá en su evocador trabajo de guitarra. Amigo, rockeas. 4

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1 Traducido por Azuloni y Simoriah Corregido por LadyPandora

—Trey. —El sonido de la profunda voz de Brian tiró del corazón de Trey. De su alma. De su voluntad. Brian comprendía las esperanzas de Trey. Sus sueños. Encarnaba su amor. Su deseo. Representaba a su pasado. Su presente. Su futuro. Todo lo que Trey había sido o que alguna vez podría ser, se asociaba con ese hombre. Trey sabía que Brian nunca lo amaría. No con la misma posesividad abarcadora y desgarradora con la que Trey lo amaba, pero mantenían una estrecha amistad. No era suficiente para Trey, pero era mejor que nada. —¿Trey? —susurró Brian contra su oído, su pecho desnudo apretado contra la espalda desnuda de Trey—. Te quiero. La inundación de lujuria que atravesó el cuerpo de Trey fue acentuada con una brusca inhalación de aire. Sí... —¿Ahora? —Shh —susurró Brian—. Calla. O alguien nos oirá. Trey estaba desnudo. ¿Se había ido a la cama desnudo? No lo recordaba. No importaba. En la oscuridad, Brian le presionó boca abajo sobre el colchón de su litera en el bus de gira de los Sinners. Trey sintió el peso de Brian sobre su espalda. Su calor se filtraba en su piel. El olor a cuero, a dulce loción para después de afeitar y a hombre lo rodearon. Trey cerró los ojos y saboreó las sensaciones. La textura de la piel de Brian. La áspera cualidad de su respiración. La emoción se apoderó de Trey. Lo único que lamentaba era que no estuviesen cara a cara, porque no podía mirar a los intensos ojos marrones de Brian, enterrar sus manos en su desordenado cabello hasta los hombros y besar sus firmes labios mientras lo tomaba. Cuando fuera que Brian lo visitaba, siempre era así. Boca abajo. Total entrega.

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Trey sintió la polla de Brian contra su culo palpitante. Se relajó, abriéndose a la posesión. Brian se lanzó hacia delante, llenándolo con una profunda estocada. —Ah —jadeó Trey entrecortadamente cuando una mezcla de dolor y placer latió a través del centro de su cuerpo. Amaba que la polla de Brian fuese enorme. Que lo estirara hasta el límite. Amaba cómo Brian aferraba cada lado de su cabeza para inmovilizarlo. Hacía que Trey se sintiera impotente. Follado. Usado. Exactamente como necesitaba sentirse, porque sabía que esto no era correcto. Brian amaba a otra. Trey levantó un poco sus caderas para hacer que su propia polla atenta estuviese en una posición más placentera. —No te muevas —gruñó Brian—. Tómalo. Trey lo tomó. Ahora no había dolor. Sólo un intenso y pulsante placer. Brian lo folló más duro. Más duro. Hasta que Trey quiso gritar te amo, te amo, te amo a todo pulmón. No se atrevió. Sabía que Brian desaparecería en el momento en que dijese algo remotamente estúpido como eso. Trey se mordió el labio y se esforzó por levantar las caderas de la cama. Quería las manos de Brian en su polla mientras lo follaba. Acariciándolo desde la base hasta la punta. Dándole placer. Haciéndolo acabar. Acabar por su mano. En sus manos. Las manos que creaban la música de guitarra que era tan parte de Trey como lo era de Brian. —¿Brian? —susurró—. Por favor. —No. Trey gimió y sacudió las caderas, frotando su polla contra el colchón. Necesitaba acabar tanto. Oh, por favor. Lo necesito. Te necesito. —Quédate quieto, Trey. Ya sabes cómo funciona esto. Trey dejó de moverse. Brian había estado visitándolo así con más y más frecuencia. Especialmente desde que Brian había dejado a su esposa, Myrna, embarazada. Era prácticamente un hecho de cada noche a esta altura. Trey lo quería. No sólo en la cama. En su vida. Cada momento, sentía a Brian alejándose de él y Trey no sabía cómo aferrarse a él. Brian. Quédate conmigo. Por favor.

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—¿Trey? —Una mano tomó el hombro de Trey y le dio un duro sacudón—. ¡Trey! Despierta. Ha llegado el momento. Trey abrió los ojos. El Brian de sus sueños se desvaneció y fue reemplazado por el verdadero Brian. Éste no lo estaba follando bien, fuerte y de forma egoísta por el culo. Éste estaba completamente vestido y le sonreía desde afuera de la cortina de la litera de Trey. Las bolas de Trey se apretaron inesperadamente y se agachó para quitarse el calcetín. Enterró su verga en el suave y cálido algodón. Su estómago se apretó. Los músculos en la base de su polla dieron un duro espasmo. Acabó con un jadeo torturado. Maldita sea. Arruinaba muchos calcetines de esa forma. —Perdón por interrumpir tus sueños húmedos, amigo —dijo Brian—. Pero tenemos que tomar un avión. Como, inmediatamente. Vístete. Aún desorientado, todavía temblando por las secuelas de su inesperado orgasmo (mientras Brian observaba; sin duda reviviría eso durante semanas en sus fantasías), Trey se obligó a sentarse en su litera. Con los pies colgando sobre el borde, inclinó la espalda en un incómodo ángulo para no golpearse la cabeza contra el techo del bus de gira. —¿Qué hora es? —Trey se frotó los ojos y parpadeó ante las luces demasiado brillantes de la cabina. —Las tres. —¿De la mañana? ¿Qué demonios, Brian? Necesito dormir. —Myrna está de parto. El corazón de Trey se retorció desagradablemente. —Le quedan… —Dos semanas. Lo sé. Sin embargo, esta vez no es una falsa alarma. Ya está en el hospital. —Brian tomó el brazo de Trey y lo arrancó de su litera y hacia el suelo—. Date prisa. No me perderé el nacimiento de mi primer hijo. —No entiendo por qué tengo que ir —dijo Trey. Brian lució un poco herido e inmediatamente, Trey quiso retirar ese comentario.

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—Tienes que ir porque te necesito allí —dijo Brian. —Está bien. Iré. Lo que sea —dijo Trey como si su corazón no estuviese cantando de deleite. ¿Brian lo necesitaba? Había una primera vez para todo, supuso. Trey se acomodó sus bóxers y ubicó sus jeans en el suelo junto a la litera vacía de su nueva operadora de sonido. La litera de Rebekah no tenía mucho uso. Ella y el baterista de la banda, Eric Sticks, pasaban la mayoría de las noches en el dormitorio de atrás alegando que aún estaban de luna de miel. Siete meses de luna de miel eran un poco demasiado para los estándares de cualquiera. Incluso los de Trey. Trey se metió en los pantalones, tiró una camiseta sobre su cabeza y comenzó su búsqueda de un calcetín de repuesto. Brian se rió de él cuando tiró su calcetín arruinado a la basura. —Debe haber sido un buen sueño. ¿De qué iba? Trey se pasó una mano por el largo flequillo. —Estas tres chicas realmente calientes —mintió sin perder el ritmo—. Yo tenía tres pollas y cada una de ellas chupaba una. Brian le arqueó una ceja y el corazón de Trey dio un vuelco. El hombre era tan condenadamente hermoso, que era un pecado. —Extraño. Pero no tan extraño como tener sueños homoeróticos con tu mejor amigo. Su mejor amigo casado que estaba a punto de ser padre. —¿Tienes ya los billetes de avión? —preguntó Trey. —El jet de tu hermano nos está esperando en la pista de aterrizaje. Ya está en camino. Debería aterrizar para cuando lleguemos allí. —¿Entonces Dare viene? —No. Sólo tú y yo. Solos en un jet privado. Trey estaba bastante seguro de que no se iniciarían mutuamente en el club de los que habían practicado sexo en las alturas. Maldición.

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Para cuando llegaron al hospital cuatro horas más tarde, Brian estaba en estado de pánico. Cuando Trey vaciló en el umbral de la sala de parto y recuperación de Myrna, Brian lo tomó del brazo y lo arrastró dentro. —No me lo perdí, ¿verdad? —le preguntó Brian al doctor que estaba entre las piernas de Myrna con sus sangrientos guantes de cirujano tratando de acomodar una cabeza de cabello negro para que saliera, algo que Trey deseó no haber visto en su vida. Oh, mierda. Eso tenía que doler. Los párpados de Trey se agitaron, el suelo desapareció bajo sus pies y todo se volvió negro. El gritito de un bebé y la declaración “¡Es un niño!” revolotearon alrededor de la mente semiconsciente de Trey. Eso y un extraño olor a amoníaco justo bajo su nariz. —Vamos, hermoso —dijo una suave voz femenina cerca—. Abre los ojos para mí. La parte sucia ha acabado. Trey recuperó la plena conciencia con una repentina inhalación. Instintivamente, golpeó las ofensivas sales aromáticas para sacarlas de debajo de su nariz y se sentó. —Ha vuelto con nosotros —dijo alguien desde el lado opuesto de la habitación. ¿El doctor, quizás? Trey no podía lograr que sus ojos se enfocaran. —¿Me desmayé? —preguntó Trey. —Te apagaste como una luz, amigo —dijo Brian desde su lugar junto a la cama de Myrna. Se rió entre dientes con demasiada alegría. —No puedes contarle a nadie sobre esto —dijo Trey, luchando por ponerse en pie. Apoyó la espalda contra la pared para no perder el equilibrio. Odiaba los hospitales. Había pasado demasiadas horas en ellos de niño, incluyendo un verano entero cuando su padre había estado trabajando en su residencia y su madre había decidido montar una bicicleta por todo el país. Sólo el olor de un hospital hacía que su piel se pusiese de gallina. —Sí, claro —dijo Brian—. Estoy haciendo que hagan camisetas. Quería esperar para cortar el cordón, pero te negaste a despertar a tiempo para verlo. El estómago de Trey hizo una voltereta. ¿Cortar el cordón umbilical? Puaj.

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—Siento habérmelo perdido. —No. —Está bien. Lo grabé. —Genial... —Trey agachó la cabeza para ocultar cómo arrugaba la nariz. Una impresionante morena vestida con una bata rosa se agachó para entrar en el campo de visión de Trey. Le apartó el cabello del rostro. Las delgadas cejas sobre sus llamativos ojos azules se juntaron preocupadas. —¿Te sientes mejor ahora? Él le sonrió y ella se sonrojó. —Creo que viviré —dijo. La mano de ella se deslizó hacia la parte posterior de su cabeza. —Te golpeaste la cabeza. —Sus dedos encontraron la cicatriz que corría por debajo de su pelo en un amplio arco por encima de su oreja izquierda. Trazó la cresta con su dedo índice—. ¿Qué es esto? Trey capturó su mano y la apartó de su cuero cabelludo. —Una antigua herida de guerra. —Si ser golpeado en la parte posterior de la cabeza con un bate de béisbol durante una pelea en un bar podía considerarse una guerra. Ese pequeño incidente le llevó al hospital por varios días. No uno de sus mejores recuerdos—. Tienes ojos realmente bonitos —le dijo a la enfermera, sin soltarle la mano. Ella se quedó sin aliento, sus pupilas se dilataron ligeramente mientras se enfocaba en su interesada mirada. —Gracias —susurró, bajando las pestañas para ocultar sus profundos ojos azules. Trey le soltó la mano y ella se recostó contra la pared. Él volvió su atención hacia la cama, feliz de que un paño azul ocultase lo que fuera que el doctor estuviese haciendo entre las piernas de Myrna. Trey estaba bastante seguro de que el doctor estaba cociendo a Myrna y él no quería saber por qué eso era necesario. —Así que, ¿dónde está el bebé que hemos estado esperando ver desde hace nueve meses? —preguntó Trey.

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Brian hizo un gesto hacia la cama. Trey se acercó con cautela. Myrna lucía agotada, y él no era tan tonto como para molestarla. Estaba preparado para huir, si era necesario. Brian pasó un brazo alrededor de los hombros de Trey y contemplaron el bulto en los brazos de Myrna. Un Brian en miniatura y con el rostro sonrosado se metió el puño en la boca y lo succionó afanosamente. El corazón de Trey dio un vuelco antes de fundirse dentro de su pecho. El hijo de Brian era lo más perfecto que Trey había visto en toda su vida. Brian tomó al bebé y se lo entregó a Trey. Trey acercó su pequeño cuerpo contra su pecho y lo miró sin aliento, asombrado. —Lo nombramos Malcolm Trey —dijo Myrna—. Por el padre de Brian. Y, bueno, por ti. Trey apartó la mirada de la pequeña maravilla para mirar a Myrna con la boca abierta. —¿Por mí? ¿Por qué le pondrían mi nombre? Ella sonrió. —Pareció apropiado ponerle los nombres de los dos hombres más importantes en la vida de Brian. —Queremos que seas su padrino —dijo Brian. —Yo... —Trey se sentía honrado, pero él no era un padrino adecuado. Apenas era lo suficientemente responsable como para cuidar de sí mismo. ¿Cómo podían esperar que fuese lo suficientemente responsable como para cuidar de su hijo?—. No creo que… El bebé en sus brazos gorgoteó y Trey bajó la mirada para encontrarlo mirándolo con sus desenfocados ojos marrones. Los ojos de su padre. Los ojos de Brian. Brian había hecho esto. Esta persona pequeña, perfecta y hermosa. Brian era padre. Trey miró a Brian y la enormidad de todo eso le robó el aliento. Brian no se percató de Trey. Sólo tenía ojos para su hijo. Su orgullo por el pequeñito era tangible. Trey volvió la atención al bebé en sus brazos. Acarició la mejilla de Malcolm y luego le tocó su manito, fascinado por sus pequeños dedos. Sus uñas diminutas. Diminutos

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nudillos. Todo tan pequeño. Malcolm tomó el dedo de Trey con una fuerza sorprendente. —Algún día, serás un maestro guitarrista como tu papá —le dijo Trey. Malcolm arrugó el rostro y Trey se echó a reír, totalmente enamorado del hijo de Brian. El hijo nacido del amor que Brian compartía con su esposa, Myrna. El hijo que Trey nunca podría haberle dado a Brian, sin importar lo mucho que lo amase. Trey tomó aire para calmarse, besó la frente del niño y entregó a Malcolm de vuelta a su padre. —Toma. Probablemente vaya a romperlo o algo así. —Es un chico apuesto, ¿eh? —Brian presionó un beso en la sien de Malcolm. —Por supuesto —dijo Myrna, el amor brillando en sus ojos color avellana mientras miraba a su esposo y a su hijo—. Se parece a su padre. —Tiene tus labios —dijo Brian. —Y tu cabello. Trey rió por lo bajo. Ambos, padre e hijo tenían mechones de cabello negro que sobresalían en todas direcciones. —Espero que tenga tu cerebro —dijo Brian. —Y tu talento —agregó Myrna. —Es perfecto —dijo Trey, incapaz de resistir el impulso de alisar el suave cabello de Malcolm con la palma. No sirvió de nada. El suave cabello negro del bebé volvió a ponerse de punta inmediatamente. —¿Serás su padrino entonces? —preguntó Brian. Trey alzó la mirada hacia Brian. Como si pudiese negarle algo. —Sí. Supongo que sí. Brian sonrió. —Creo que necesitas ponerte a trabajar, Mills… encontrar una chica agradable y hacerle un mejor amigo a Malcolm. Ya llevas nueve meses de retraso.

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—¡Ja! Como si eso fuera a suceder —dijo Trey con ligereza, pero algo dentro de él lo quería. Quería algo que él y Brian pudiesen compartir. El orgullo por sus respectivos hijos. Casi podía imaginar a Malcolm y a Trey Júnior jugando juntos en el patio, aprendiendo juntos a tocar la guitarra, haciendo travesuras y creciendo. ¿Trey Júnior? ¿Qué demonios estaba pensando? Nunca habría un Trey Júnior. Ni siquiera le gustaban los niños. Ni siquiera esas pequeñas mierditas lindas que habían sido maldecidas con el nombre de Malcolm Trey. El bebé arrulló y Trey se derritió en un charco de papilla. De acuerdo, así que había una excepción a su disgusto por los niños, pero sólo una. —Probablemente debería dejarlos solos a los tres para que puedan conectar como una familia o lo que sea. —Puedes quedarte —dijo Myrna—. Eres parte de nuestra familia. Agradeció el gesto, pero Trey no era tonto. Las cosas nunca volverían a ser como habían sido antes de que Myrna entrase a escena. Había estado de mal humor por eso durante el tiempo suficiente. Ya era hora de finalmente dejar ir a Brian. Tan agonizante como esa decisión fuese para Trey, había perdido toda la esperanza de que Brian alguna vez le devolviese sus sentimientos. Brian era de Myrna. Pertenecía a Myrna. Y a Malcolm. Trey había estado engañándose a sí mismo haciéndose creer que Brian podría, eventualmente, llegar a pensar en él como algo más que un amigo, pero ahora ni siquiera quería que lo hiciese. Quería que Brian siguiese siendo un esposo maravilloso y un padre increíble. Myrna se lo merecía. Malcolm se lo merecía. Trey no podía interferir en algo tan importante. No sería correcto. —Sabes que odio los hospitales —dijo Trey—. Voy a ir a ver que está haciendo Dare. Pasaré el rato con mi hermano mayor en su McMansión hasta que tengamos que regresar al bus de gira. Pueden llamarme si me necesitan para cambiar un pañal o algo así. —¿Estás dispuesto a cambiar pañales? —preguntó Brian. Trey rió por lo bajo ante su expresión de sorpresa. Trey miró al pequeño Malcolm, quien estaba poniendo una cara que llevó a Trey a creer ya estaba cocinando un pañal maduro en su honor. —No, pero estoy seguro de que podría convencer a alguna dulce fan para que lo haga por mí. —Le guiñó un ojo a Brian.

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—No usarás a mi hijo como un imán para las chicas, Mills —dijo Brian. Trey rió y luego se inclinó sobre la cama para ofrecerle un abrazo a Myrna. Ella lo miró a los ojos y tomó su mejilla. —¿Estás bien? —susurró ella, pareciendo reconocer que Trey estaba superando su enamoramiento con su marido. Renunciando a Brian. Dejándola ganar. Ella había sido infinitamente paciente con él. Y confiada con su marido. Porque había reconocido la verdad mucho antes de que Trey lo hiciese. Brian no lo amaba, no de la manera en que él quería, y jamás lo haría. Trey se inclinó y le susurró. —Ámalo lo suficiente por ambos. ¿De acuerdo? Sólo prométeme eso. La mano de ella se apretó contra la parte posterior de su cabeza mientras lo abrazaba. 14

—Lo haré. Te lo prometo. Cuando él se enderezó, le ofreció a Brian un vigoroso y fuerte abrazo de hermanos de un solo brazo. Encontró con firmeza los ojos marrones de Brian. —Adiós. —Apenas podía sacar una palabra a través de su pecho y garganta constreñidos. Brian, obviamente, no tenía ni idea que había un significado detrás de esa sola palabra de despedida. —Hasta más tarde —dijo Brian—. Si no te veo antes, mañana por la noche tenemos un concierto. —No me lo perdería —dijo Trey con una sonrisa. La mirada de Brian se movió hacia el rostro de su hijo. —Sí —dijo sin aliento. Prácticamente, Trey podía ver la ansiedad por la separación e imaginó a Brian sobre el escenario con un soporte para bebés atado a su pecho sobre la guitarra eléctrica y pequeños audífonos para bloquear el sonido en la cabeza de Malcolm. Para nada el estilo de los Sinners. Pero totalmente el de Brian. Trey besó la frente de Malcolm. —Nos vemos pronto, ahijado. No rompas demasiados corazones.

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Brian rió entre dientes. —Mira quién habla. Trey abandonó la habitación, obligándose a no mirar la escena de felicidad doméstica que dejaba atrás. Realmente necesitaba hacer algo divertido para distraerse. Algo o a alguien. Lo que necesitaba era sexo. Su droga de elección. La joven y bonita enfermera que lo había despertado con sales aromáticas estaba de pie justo fuera de la puerta de la sala de partos. Cuando él pasó junto a ella, ella se enderezó y le tomó el brazo. Había estado esperándolo. Demasiado fácil. —Oye —dijo ella sin aire—. Ey, um, Trey, ¿verdad? Él le ofreció una sonrisa torcida, y ella se sonrojó antes de bajar sus grandes ojos azules hacia el pecho de él. Él la observó, notando la sumisión en su postura, la forma en que se balanceaba ligeramente hacia él. La forma en que su pulgar acariciaba su brazo desnudo justo sobre el codo. —Um… —insistió ella—. Estaba a punto de tomarme un descanso y me preguntaba si te gustaría tomar una taza de café conmigo. El ritmo cardíaco de Trey se aceleró un poco. Se volvió y la tomó firmemente por ambas muñecas, presionándola contra la pared, sus cuerpos separados por meros centímetros. Inclinó la cabeza para que su aliento acariciara su oreja cuando le habló en una voz baja. —No quieres café. El pulso de ella se aceleró fuera de control bajo las puntas de los dedos de él. —¿No? —No, pero sé lo que quieres. —¿Y qué es? —Sus ojos azul oscuro me movieron hacia arriba para encontrar los suyos. Ya se había rendido y él rara vez rechazaba un buen momento. —Una dura y lenta follada contra la pared. —¿Aquí? —susurró ella con los ojos abiertos. Él no se atrevió a reír. Eso hubiera roto su hechizo sobre ella.

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—En ese armario de provisiones. —Asintió hacia el final del pasillo. Le sostuvo la mirada con desafío, retándola a negarse. Ella apartó su mirada de la suya y espió alrededor de su cuerpo buscando testigos antes de tomar un puñado de su camiseta, correr por el pasillo, abrir la puerta del armario de provisiones y meterlo dentro. Al instante en que la puerta se cerró, ella envolvió su cuello con ambos brazos y pegó su boca a la de él. Él permitió que lo besara. Le permitió tocar el aro que atravesaba su ceja y los de la oreja. Le mostraría el de su pezón, pero ella todavía estaba un poco nerviosa y él sabía que si tomaba el control demasiado rápido, ella se echaría atrás y bien se iría o pretendería que él se había aprovechado de ella. —Eres tan sexy —murmuró ella contra sus labios—. ¿Por qué eres tan sexy? No debería estar haciendo esto. Por esto, él asumió que se refería a desprender su cinturón, tirar de su camiseta, frotar sus firmes pechos con el suyo y morderle el labio. —No quiero que pienses que normalmente hago este tipo de cosas —dijo ella, su mano deslizándose dentro de sus bóxers de seda para jugar con su polla que se endurecía. Él hacía este tipo de cosas casi diariamente, pero no cometería el error de decírselo. —Sácate los pantalones —susurró. Cuando ella obedeció, él supo que estaba en esto hasta el final. Lo cual estimó que sería aproximadamente en quince minutos. —¿Realmente estás en una banda de rock? —preguntó ella. Trey rió entre dientes. No pudo evitarlo. ¿Realmente no sabía quién era? Había pasado un tiempo desde que una mujer le había saltado encima sin saber que él era famoso por ese tipo de cosas. —Sí, realmente estoy en una banda de rock. Y toco un instrumento de verdad. —¿Guitarra? Él sonrió. —¿Cómo adivinaste?

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El entusiasmo en los ojos de ella lo llevó a creer que no estaba medio desnuda en un armario de provisiones del trabajo porque quería al famoso guitarrista Trey. Estaba sumisa y sin pantalones porque quería al chico malo Trey. Él quería darle exactamente lo que quería. Las paredes estaban ocultas detrás de estantes que iban del suelo al techo, así que la apretó contra la puerta y le atrapó ambos brazos a cada lado de su cabeza. Ella jadeó cuando él bajó la cabeza para besarle el cuello. Mordisqueó, succionó y lamió el punto de pulso bajo su mandíbula hasta que ella comenzó a pelear contra su asidero con impaciencia. —Me estás volviendo loca —dijo—. ¿Tienes un condón? —¿Tienes prisa? —murmuró él. —Algo. Mi descanso de quince minutos casi terminó. —Vas a llegar tarde. —Le mordisqueó el lóbulo de la oreja y liberó su muñeca. La mano izquierda de Trey se movió hacia abajo por el cuerpo de ella y le dio a su pecho un suave apretón antes de moverse entre sus piernas. Ella se aferró a su cabello y luego toqueteó los pequeños aros en su oreja y después de nuevo el de la ceja. —¿Te gustan los piercings? —susurró él—. Tengo un par más. —¿Dónde? —susurró ella. —No me puse el de la lengua. No me di cuenta de que tendría un dulce coño para lamer tan temprano por la mañana. Ella gimió en tormento. Cuando los dedos de Trey encontraron su clítoris, ella gritó. Maldición, estaba hinchada. Y mojada. Y ansiosa. A él le gustaba la ansiedad. La persecución no significaba nada para él. Simplemente le gustaba follar. Besándole el cuello, le acarició rítmicamente el clítoris. —Hay otro en mi pezón —susurró él. La mano de ella se movió hacia el pecho de él. Encontró la línea de la joyería bajo su camiseta y luego deslizo las manos bajo sus ropas para tocarlo. —Tira de él —la alentó—. Hace que mis bolas latan. —¿Te gusta eso? —Prueba y verás.

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Ella tiró y él se estremeció. —Oh —jadeó ella cuando su dura polla saltó contra su muslo. —Acaba para mí. —Él le frotó el clítoris más rápidamente en amplios círculos hasta que ella se estremeció con fuerza en un orgasmo. Su respiración jadeante en su oído lo hizo querer unirse a ella en la dicha. En ese momento, él levantó la vista para mirarla—. ¿Dónde la quieres? Aturdida, ella lo miró. —¿Dónde quiero qué? —Mi polla. —¿Tengo más de una opción? Él deslizó un dentro de su coño resbaladizo y ella se movió convulsivamente. —Puede ser aquí. —Un segundo dedo presionó contra su culo y sus ojos se agrandaron—. Aquí atrás. —Él le lamió el labio y luego el borde de los dientes—. Aquí. —Deslizó su mano de su muñeca hasta entrelazar sus dedos—. Tus capaces manos. — Bajó la cabeza para susurrarle en el oído mientras tocaba sus llenos pechos con ambas manos—. O puedes sostenerme entre estos. Si eres realmente pervertida… —¿Qué quieres? —preguntó ella sin aire. —No tengo preferencia. —Lo cual no era exactamente verdad. Viendo la expresión sorprendida en su rostro cuando él había explorado su culo le hizo desear un poco de acción trasera, pero ésa probablemente no fuera la mejor elección para ella si tenía que regresar al trabajo. —Regular —susurró ella. ¿Regular? ¿Desde cuándo algo que él hacía era regular? Ahogó una risa, intentando ser sensible con sus sentimientos. —Asumo que por regular te refieres a sexo vaginal. Ella asintió. —Dilo.

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Él encontró un condón en el bolsillo trasero de sus jeans y lo abrió con los dientes. Ella lo observó como aturdida, pero no dijo una palabra mientras él se lo ponía. —Dime lo que quieres —insistió él. Ya había decidido que ella necesitaba el agregado de la estimulación psicológica para disfrutar. Pedidos e instrucciones. Lo que fuera que le gustara a él le parecía bien. Estaba de acuerdo—. Quiero que lo digas. Ella tomó su cabello en ambos puños y dijo. —Una follada lenta y dura contra la pared, justo como dijiste. —¿Dónde me quieres? Ella se estremeció como si la sola idea la tuviera cerca del orgasmo. —Dentro. —¿Dentro de qué? —M-mi vagina. —¿Tu coño? Las manos de ella se apretaron en su cabello y su última traza de resistencia se derrumbó. —Mi coño. Fóllalo duro, Trey. La levantó del suelo, presionándola contra la puerta buscando equilibrio y seguidamente dirigió su polla dentro de ella. Amaba perderse en una follada sin sentido. Sin preocupaciones. Sin dolor de corazón. Sólo placer. Él le dio lo que ella quería, poseyéndola con embestidas duras, profundas y lentas, pero ella también le daba lo que él necesitaba. Un indulto temporal de sus pensamientos turbulentos y de su corazón perpetuamente roto. Trey se concentró solamente en la sensación. No sentía conexión emocional mientras empujaba dentro de ella. Nunca lo hacía. No lo había hecho desde que Brian la había hecho el amor en la escuela secundaria y él había lanzado su corazón a los pies del tipo. Doce años de sexo sin amor. Doce años de amor sin sexo. Y ahora que Trey se había rendido a que Brian alguna vez lo amara o le hiciera el amor, simplemente se sentía hueco. Vacío. Desolado. Dudaba que algo pudiera llenar el vacío en su interior. Ciertamente no una bonita enfermera que acababa de conocer y

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que estaba follando en un armario de provisiones. Ni siquiera sabía su nombre. No le importaba. Cuando ella acabó, él la siguió sobre el precipicio, su liberación llevándolo al estado de tranquilidad que deseaba. Deseó que durara más que treinta segundos. Y que no tuviera que ser seguido por un montón de incomodidad. Salió de ella y se quitó el condón usado, lanzándolo a un conveniente cesto de basura en el carro del portero, y luego se volvió a prender los jeans y el cinturón. Le permitió encontrar su ropa interior y los pantalones de su uniforme. Esperó hasta que estuviera vestida antes de mirarla. No es que quisiera observar a la sexy desconocida que acababa de follar deslizar su ropa interior por sus piernas. Simplemente sabía que si lo hacía, ella comenzaría a ver cosas que no existían. Sentimientos. Con los sentimientos venía el apego. Con el apego venían las complicaciones. Eso era lo que último que Trey quería. —Yo… —dijo ella sin aire. —No tienes que decir nada —dijo él. La inmovilizó con la expresión que le conseguía casi todo lo que quería. La había perfeccionado de niño, la había modificado al ser hombre, la usaba sin restricciones. Ella se ruborizó y se apoyó contra la puerta buscando apoyo. —A veces una mujer hermosa sólo necesita una dura y lenta follada contra la pared con un completo extraño. Entiendo. Ella lo miró, luciendo más aturdida que un adicto en un concierto de Grateful Dead. —Sí… perfecto. —Me iré primero. No querría meterte en problemas. —Sí. Él esperó a que ella tuviera el suficiente sentido para apartarse de la puerta. Con una mano en el picaporte, Trey tomó su mentón entre el pulgar y el índice y besó sus labios temblorosos. —Ése fue el mejor polvo que he tenido contra una puerta en un almacén de provisionales de hospital. —Sí…

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—Eres una mujer increíble. —¿Me llamarás? —dejo salir a borbotones. Él sacudió la cabeza ligeramente. —Quiero mantener el recuerdo de este momento sin manchas. No lo compliquemos. Dejemos que sea lo que tiene que ser. Placer por el placer. Su rostro se contrajo con decepción, pero asintió. Él le dio un suave beso en la frente y luego salió al pasillo. Avanzó a grandes pasos hacia los ascensores al final del corredor. Con la ardiente enfermera ya un borroso recuerdo, Trey sacó su teléfono del bolsillo y llamó a su hermano. —¿Qué pasa? —respondió Dare. —Brian y Myrna tuvieron un niño. —Trey sonrió ante de la idea de sostener al perfecto hijo de Brian en brazos por primera vez—. Lo nombraron Malcolm Trey. Dare soltó una risita. —¿En qué mierdas están pensando? Pobre chico. —¿Estás en casa? —Sí, pero estoy ocupado. Trey sonrió. —Ocupado, ¿eh? ¿Cuál es su nombre? Te ayudaré a entretenerla. —No ese tipo de ocupado. ¿Recuerdas ese estúpido concurso que se le ocurrió a nuestro publicista: Guitarrista por un Año con Exodus End? Hoy estamos haciendo audiciones de músicos de estudio para identificar al ganador. Sí necesitamos encontrar a alguien que ocupe el lugar de Max en la guitarra rítmica, pero esto es estúpido. — Max era el cantante principal de la banda de Dare, Exodus End. Max también había tocado guitarra rítmica hasta hacía poco—. Esperábamos que su cirugía de túnel carpiano nos sacara de este desastre, pero la cirugía arruinó su mano incluso más. No puede soportar el dolor de tocar y le han aconsejado que no mueva la muñeca por varias semanas.

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—Eso debería hacer que masturbarse sea un desafío —dijo Trey. —Como si Max necesitara masturbarse. Cierto. El hombre podría tener a cualquier mujer que quisiera. —Oye —dijo Dare—. Deberías venir a probarte. Podríamos hacer parecer que entraste al concurso. —Sabes que no puedo hacer eso. Nunca dejaría a los Sinners. Ni siquiera por ti. — Trey entró al ascensor y bajó al vestíbulo. El tipo bien formado en el ascensor le sonrió y dejó que sus ojos se movieran por el cuerpo de Trey con apreciación. Trey tuvo que admitir que estaba tentado por la abierta invitación, pero tenía una poderosa necesidad de pasar el rato con su hermano mayor. Dare lo entendía. Trey necesitaba eso en este momento. Más de lo que necesitaba más sexo sin significado pero increíble con otro extraño atractivo. —Entonces puedes ayudarnos a decidir —dijo Dare, apartando la atención de Trey del tipo del ascensor que se mordisqueaba el labio haciendo que Trey quisiera besarlo—. Lo hemos reducido a cinco guitarristas basados en sus demos, pero no hay manera de saber cuántas veces las rehicieron antes de enviarlos. Todos tocarán en vivo para nosotros en una hora. No pueden falsear eso. Trey salió del ascensor, guiñándole un ojo a “Invitación Fácil” antes de vagar hacia la salida para encontrar un taxi. —De acuerdo, seguro. Suena divertido. —El teléfono de Trey emitió un sonido—. Estaré ahí pronto. Tengo otra llamada. —Nos vemos. Trey cortó y miró la pantalla del teléfono. ¿Mark? Mierda. Consideró ignorarlo, pero sabía que Mark simplemente seguiría llamando y llamando hasta que Trey finalmente hablara con él. El tipo no podía entender una indirecta. Bien podría terminar con esto. —Hey —respondió Trey. —¿Estás en la ciudad? —preguntó Mark. —Estoy de gira. Lo sabes.

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—El Blog de Noticias de los Sinners dice que volaste a Los Ángeles esta mañana porque la esposa de Brian estaba de parto. Trey no estaba seguro de cómo los dueños de ese blog sabían tan rápidamente lo que sucedía con los Sinners. A veces sabían más de lo que sucedía con los Sinners de lo que Trey sabía y eso que él lo estaba viviendo. Supuso que no podía negar que estaba en la ciudad. —Sí, tuvieron un niño. Mierdita adorable. —Sí, eso es lo que dijo el sitio. Tres kilos doscientos cincuenta y cinco gramos. Cincuenta y tres centímetros. Lo nombraron Malcolm Trey. ¿Todavía estás en el hospital? Podría pasar por ahí. ¡Alerta de acechador! —Mark, ya hemos pasado por esto. No estoy interesado en una relación contigo. — ¡Hombres! Podían ser un dolor tan grande en el trasero. Especialmente si no sabían lo que estaban haciendo ahí atrás. Trey se había acostado con Mark más de una vez. Se habían conocido en Portland hacía más de un año y después de aliviarlo de su virginidad anal y oral, Trey lo había llevado a hacerse un tatuaje. El tipo se había mudado a Los Ángeles unos pocos meses después. Trey sospechaba que era por él, porque Mark era incansable en su persecución. Trey no tuvo problemas en follarlo, pero cuando Mark comenzó a intentar forjar un compromiso, Trey terminó con él. El tipo no entendía una indirecta. Ni rechazos obvios. Ni carteles de neón que decían: Vete a la mierda. —¿Quién dijo algo sobre una relación? Sólo quería felicitar a Brian —dijo Mark. —Haz lo que quieras. Ya he dejado el hospital. —Oh. —Mark vaciló—. ¿Tienes hambre? Podría llevarte a desayu… —No, tengo planes. —¿Qué tipo de planes? ¿Estás viendo a alguien? —Los celos en la voz de Mark era tan condenadamente molesto que Trey consideró colgarle. Pero entonces Mark volvería a llamar y culparía a una mala conexión o alguna mierda estúpida. —Sí —mintió Trey—. Estoy viendo a alguien. Ahora estoy saliendo seriamente con una mujer.

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—Mentira —dijo Mark. —No es mentira. He jurado dejar a los hombres por el resto de mi vida. —Cuando la mentira se hubo formado, Trey no la había sentido, pero ahora que la había dicho, decidió que era la mejor idea que había tenido jamás. Podía lidiar con las mujeres. Los hombres o bien le rompían el corazón o le complicaban la vida. Evidencia A estaba arriba formando un vínculo con su hijo. Evidencia B estaba al teléfono. Evidencias C a triple X estaban desparramadas por los Estados Unidos y Canadá esperando que los Sinners pasaran de gira por su zona una vez más. —Como sea, Trey. Ven a mi casa esta noche y te haré la cena. Te chuparé la polla. Mark era un cocinero decente. Y sí, chupaba bien la polla. También era excesivamente agradable a los ojos y tenía un culo espectacularmente apretado, pero el tipo necesitaba superarlo. Trey había intentado engancharlo con diferentes hombres, pero Mark estaba demasiado pegado a Trey para considerar a alguien más. —No puedo. —¿No puedes o no quieres? —desafió. —No quiero… ¿cómo es eso? Mark suspiró con fuerza. —Te llamaré mañana. —Mark, ¿qué tengo que hacer para convencerte de que todo terminó entre nosotros? —Te llamaré mañana. Mierda. Trey iba a tener que cambiar su número. De nuevo. Honestamente no entendía por qué algunas personas no podían entender indirectas. No quería estar en una relación. ¿Por qué el concepto era tan difícil de comprender para sus compañeros sexuales?

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2 Traducido por gaby828 Corregido por Clau12345

Reagan se apoyó contra la pared de ladrillos y se aferró al cuello de su guitarra eléctrica roja como si fuera su salvavidas. Respira, Reagan, respira. Si no ganas esta competencia, no es el fin del mundo. Quizás estabas destinada a ser barista1 por el resto de tu vida. —Deberías haber tomado un poco de Dramamine 2 como hice yo —dijo un hibrido de emo y punk, que llevaba más delineador de ojos que una puta de tres dólares. También era finalista e iba a entrar a la cabina de sonido justo después de ella—. Parece que vas a vomitar. Ella sentía que iba a vomitar. ¿Por qué estaba ahí? Había enviado ese demo sin pensar jamás que el manager de Exodus End realmente la llamaría para audicionar para la banda. Más de cinco mil guitarristas también habían enviado sus demos. ¿Cómo había terminado en el top cinco? Estaban jodiéndola. Tenía que ser eso. Era una completa desconocida. Por supuesto, el chico Dramamine también era un desconocido, pero ese confiado hijo de puta en la esquina lucía familiar. Estaba segura de que había en una famosa banda de los ochentas en algún momento. Dramamine se giró para mirar a Hair Band Hasbeen3 y suspiró con remordimiento. —Por lo menos llegamos hasta aquí.

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Barista: persona encargada de hacer los diferentes tipos de cafés en un local. Dramamine: medicina para el mareo. 3 Hair Band Hasbeen: juego de palabras. Se denomina hair band a cierto estilo de música de los años ochenta, a bandas cuyos músicos tenían grandes peinados. Hasbeen refiera a algo que tuvo su momento de gloria y fama, pero que ya no es así. 2

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—Creo que debo estar soñando —dijo Reagan. El cabello de Dramamine definitivamente lucía como algo salido de una secuencia de sueños bizarros. ¿Cómo consiguió que su cabello se parara de un lado de esa manera? ¿Y quién pensaba que las rayas color burdeos y verde en su flequillo dentado era una buena idea?—. ¿Qué tan a menudo bandas mega-famosas e increíbles como Exodus End permiten que desconocidos audicionen para su grupo? —continuó Reagan. Dramamine abrió su boca para responder, pero Reagan siguió parloteando. —Nunca, ahí está la respuesta. No puedo creer que de verdad esté aquí. En la casa de Dare Mills. Haciendo una audición para el maldito Exodus End. —Miró un reloj en la pared del estudio—. En veinte minutos. —Se tambaleó y Dramamine la tomó del hombro para mantenerla de pie. Ella se quitó la guitarra y la apoyó contra la pared. Usualmente no se sentía pesada, pero hoy parecía que tenía un elefante colgando del hombro. Se masajeó las sienes con ambas manos—. Creo que me voy a desmayar. —Estás hiperventilando. Respira más lentamente. —No puedo evitarlo. —Necesitaba seguir hablando acerca de algo para mantener su mente ocupada. Palmeó a Dramamine en el pecho—. Oye, ¿cuál es tu nombre? —Pyre. Levantó una ceja hacia él. —¿En serio? —Bueno, ese es mi nombre artístico. Patético. —Es el diminutivo de Vampyre —agregó. Wow. De acueeeeeeeerdo. —Soy Reagan. Es el diminutivo de Reagan. No me gustan los vampiros. ¿Qué vas a tocar, Pyre? —Las tres canciones de Exodus End que todos debemos tocar. —“Bite”. “Encore”. “Ovation”. —Ella marcó los títulos de las canciones en una mano. Había estado practicándolas durante días. Y todas las otras canciones que

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Exodus End había lanzado en caso de que le lanzaran una sorpresa. Como un examen sorpresa. Probablemente querían asegurarse de que quien sea que contrataran realmente pudiera encargarse de los deberes de guitarrista rítmico, ¿y qué mejor manera de hacerlo que pidiendo una canción sorpresa? Para ser sincera, Reagan preferiría tocar la guitarra principal en lugar de la rítmica, pero Dare Mills no era el que estaba siendo reemplazado. Maximilian Richardson estaba renunciando a la guitarra rítmica y quedándose sólo con las voces. Al menos eso era lo que le habían dicho. En realidad, no lo había conocido ni nada. De hecho, habían sido conducidos a este estudio y no habían tenido la oportunidad de conocer a ningún miembro de la banda. Ahí se iba su plan para conquistarlos con su sonrisa más dulce. Probablemente para mejor. En ese momento dudaba que pudiera producir una mueca decente, mucho menos una sonrisa. —¿Qué hay del solo a elección? ¿Qué vas a tocar para eso? —le preguntó a Pyre. —“Temptation”. —Otra canción de Exodus End. Un gran solo, pesado en técnica, pero no en rapidez. —Buena elección. —¿Que vas a hacer tú? —preguntó Pyre. —“Gates of Hell” de los Sinners. —¿Estás condenadamente loca? —preguntó Pyre, sus ojos abiertos con sorpresa. —¿A qué te refieres? ¡Ese solo es grandioso! —dijo ella, su corazón zumbando con emoción. Adoraba a los Sinners. Su guitarrista líder, Brian Sinclair, era un dios absoluto. —Ese solo es imposible —dijo Pyre—. El maldito Master Sinclair tiene siete dedos en cada mano o algo así. Ningún mero mortal puede hacerle justicia a ese solo. Reagan sonrió. —¿Tú no puedes tocarlo? —Nadie puede tocarlo como Sinclair. Deberías escoger algo más fácil. —Déjala que lo toque. —Hair Band Hasbeen encontró su manera de intervenir en la conversación—. Si Tetas Dulces arruina su oportunidad, es una pieza menos en la competencia de la que debamos preocuparnos. —Sonrió para sí mismo mientras le miraba el culo.

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Reagan se erizó. —¿Qué vas a tocar tú, dildo? ¿“Mary Tenía un Corderito”? El tipo puso los ojos en blanco sacudió su cabeza en disgusto. —De todas maneras, no es como si ellos fueran a querer contratar a una chica guitarrista. ¿Con quién dormiste para obtener la audición, nena? Reagan lo miró de arriba abajo y arrugó la nariz con desagrado. —No contigo, anciano. Pyre rió entre dientes. —Ouch. —¿Tienes algún problema, imbécil? —gruñó Hair Band. La postura de Pyre se volvió amenazante. Reagan supuso que podría permitir que ambos se trenzaran en una pelea a puños. Podría resultarle más fácil superarlos si se rompían los dedos en el rostro del otro. Podría. Pero en vez de eso, se paró entre ellos dos para tratar de desactivar la bomba. Pyre lucía como si no hubiera visto carne con proteína en meses, y Hair Band aparentemente había comenzado una dieta de cerveza desde que había renunciado a llevar spandex con estampado de piel de serpiente. Probablemente no hubiera sido una pelea interesante. Más probablemente patética que otra cosa. Reagan se imaginó que era más fuerte que los dos juntos. —Tranquilos, chicos —dijo—. Todos estamos un poco nerviosos aquí. No hay necesidad de que se pongan histéricas. Yo ya estoy suficientemente histérica para todos. —Presionó una mano en el centro del pecho de Pyre. Aunque su postura era confiada, el corazón de él latía fuera de control contra la palma de ella. Pyre le pasó un brazo alrededor de la cintura y la atrajo hacia sí. Usándola como escudo humano, sin duda. —¿Ustedes son los finalistas? —preguntó una voz profunda desde alguna parte detrás de ella. El bajo tono de voz pareció acariciar la espalda de Reagan. Un escalofrío de placer cruzó su columna vertebral. Reagan se volvió para identificar al hablante y casi se cae al suelo. Trey Mills, el guitarrista rítmico de los Sinners, estaba parado junto a la puerta del estudio. Él la miró

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un poco, y luego un poco más. Justo lo suficiente para hacer que ella quisiera que él la inspeccionara de cerca. Y desnuda. De cabello negro, ojos verdes, y exudando energía sexual, el hombre era hermoso en el escenario, pero de cerca su encanto sensual la abrumaba. ¿Qué estaba haciendo aquí? No que quisiera que se fuera o algo. Más que nada quería retarlo a un duelo de solos de guitarra de los Sinners. Esos que él y Sinclair hacían juntos sobre el escenario. Siempre se había preguntado si podría superar a Trey. En todos los conciertos de los Sinners a los que había asistido (once y contando), había querido subir al escenario y desafiar a los dos guitarristas de los Sinners a una pequeña competencia. De alguna manera, se las había arreglado para mantenerse en el mosh pit 4 en lugar de tomar el escenario por asalto. —Mierda. Si Mills está en el concurso, estamos todos jodidos —se quejó Hair—. ¿Mucho nepotismo? Trey sonrió y el corazón de Reagan cayó en sus botas de combate. —No, no estoy en esto. Estoy ayudando como jurado. Buena suerte. —Abrió la puerta y desapareció en el estudio. Reagan suspiró con dicha femenina. Hombre condenadamente hermoso. Y luego sus palabras se asentaron. ¿Trey Mills iba a escucharla tocar? Tomó a Pyre por el frente de su rasgada camisa azul eléctrico y le dio una sacudida llena de pánico. —Oye, ¿tienes algo más de ese Dramamine contigo? *** Los cuatro miembros de Exodus End se sentaron en la pequeña cabina de grabación enfrentando una gran ventana que tenía vista al estudio de música de Dare. Trey tomó un asiento junto a su hermano frente a la mesa de mezclas e inmediatamente tuvo unos auriculares apuntando en su dirección. Trey se llevó un auricular al oído. —Escucha a este tipo —dijo Dare y puso el demo para Trey. El corazón de Trey se saltó un latido. Perfección en seis cuerdas se filtró en su deleitado oído. 4

Mosh pit: espacio frente al escenario en el que se aglomeran las personas.

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—¿Es una broma? —preguntó Trey. —¿Una broma? —preguntó Dare. Una ceja se levantó sobre un penetrante ojo verde. —Es Brian —dijo Trey—. Reconocería su forma de tocar en cualquier lugar. —No es Brian. Es un tipo llamado Elliot. —Dare le dio un golpecito a la caja de CD vacía. Tenía un papel blanco insertado con el nombre Elliot garabateado con marcador negro. —El-li-ot —dijo Logan, el rubio bajista de Exodus End, en una perfecta imitación de E.T. —Caaaaaaaaasa teléfono —añadió Steve, su baterista. —¿Ustedes están condenadamente aburridos o qué? —preguntó Max, el cantante principal—. Necesitan tomarse esta mierda en serio. —Tenía un soporte ortopédico en la muñeca izquierda y el ceño fruncido en su rostro diabólicamente apuesto. No que Trey lo hubiese notado. Ya no estaba interesado en los hombres. Ni siquiera aquellos que lucían tan bien en una camiseta negra sin mangas como Maximilian Richardson. Además, Max era heterosexual. Trey ni siquiera se molestaba con hombres heterosexuales, ¿Cuál era el punto? —Amiiigo —le dijo Logan a Max y lo apuntó con un dedo. Trey casi pudo imaginarlo brillando en la punta. Steve resopló de la risa. Max puso los ojos en blanco. —Creo que necesitas otra cerveza, Lo. —Necesito un coño —dijo Steve. —Siempre necesitas coños. —Este es Brian —insistió Trey y nadie lo convencería de lo contrario. Más escuchaba el demo del guitarrista, más seguro estaba. Y más enojado—. Alguien debe haber pirateado algo de su material. Los malditos ladrones me molestan. Max dijo.

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—Supongo que lo averiguaremos cuando audicionen. No puedes fingir ese tipo de talento. —Entonces, ¿Cómo lucen? ¿Un montón de idiotas? —preguntó Dare. —¿No los han visto? —preguntó Trey y bajó los auriculares. No porque no amara escuchar tocar a Brian, sino porque mientras más escuchaba, más molesto se ponía que alguien utilizara el material de su amigo de esa manera. —No, nos vamos a meter en esto ciegos. La brillante idea de nuestro manager de hacer de esto un concurso se ha vuelto un gran dolor en el culo. No nos importa cómo luce el ganador. Sólo queremos el sonido correcto. Las posibilidades son que quizás conozcamos a algunos de ellos y Sam no quiere que eso tampoco afecte nuestra decisión. ¿Está Sam siquiera aquí hoy? No. Está en New York con una banda gótica de chicas a las que está tratando de firmar. Así que ahora este estúpido concurso que se le ocurrió esta todos nosotros. La mirada de Trey fue de un hermoso hombre al otro. ¿De verdad esperaban que él creyera que no les importaba cómo lucía el nuevo miembro de la banda? Todos se ejercitaban y tenían excelente físico. Tatuajes tribales acentuaban sus duros y musculosos cuerpos. Sus largos cabellos, bien cuidados, hacían que las chicas se volvieran locas y vestían la cantidad justa de cuero. Quizás no querían que el novato compitiera por sus mujeres y secretamente esperaban que fuera un sapo. O quizás estaban tan molestos con su manager que realmente querían hacer que esta manera poco ortodoxa de elegir un nuevo miembro del grupo fuera contraproducente. Trey lo dudaba. Sabía cuán seria era esta banda en lo que respectaba a su carrera. No habrían llegado tan lejos si carecieran de sentido. Lástima que su manager no lo compartía. Él era todo sobre promoción. —¿Y bien?—instó Logan— ¿Cómo lucen? —No lo noté —dijo Trey—. Uno de los chicos trajo a su novia con él. Eso sí lo noté. —Bueno, también había notado al tipo de aspecto raro que estaba con ella, pero más que nada porque no podía entender qué había visto ella en él. Debe ser la cosa de la guitarra. Algunas chicas tenían algo por los músicos, sin importar cuán horribles fueran. Aun así, algo acerca de esa mujer había sido indiscutiblemente crudo y sexy. Qué mal que ya estaba tomada. Trey no perseguía mujeres que ya estaban tomadas. Había suficientes chicas solteras ahí afuera para satisfacer cada una de sus necesidades. ¿Para qué arruinar la miserable relación de otro tipo?

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Max suspiró audiblemente. —Bien podríamos terminar con esto. Si todos apestan, nos vamos a casa, ¿de acuerdo? —Pulsó un interruptor y habló por un micrófono que emitía a la cabina de sonido—. Envíen a la víctima número uno. Había una pesada persiana bloqueando la vista de aquellos que audicionaban. La víctima número uno era un instrumentista fenomenal. Igual que la número dos. Max garabateó notas en un bloc de papel, mientras que el resto de ellos se limitó a escuchar. ¿Todos los cantantes eran quisquillosos? El cantante principal de los Sinners, Sed, probablemente hubiera hecho lo mismo. Cuando el guitarrista número tres comenzó a tocar, Trey se puso de pie de un salto, volteando su silla. Se inclinó hacia adelante y entrecerró los ojos mirando el vidrio que tenía delante como si fuera a darle visión de rayos X y pudiera ver a través de la persiana que bloqueaba su vista. —Ese es Brian. —El-li-ot —insistió Logan. —Ustedes han llevado esta broma lo suficientemente lejos. Él necesita estar en el hospital con su esposa y su nuevo hijo. —Trey, no es Brian —dijo Dare. —Nadie te está jodiendo. —Probaré que es Brian. ¿Creen que no conozco su sonido? He tocado la guitarra con él durante dieciocho años. —Trey encendió el micrófono—. Toca el solo de “Gates of Hell”. Hubo un chillido en la cabina mientras el guitarrista dejaba de tocar en la mitad de “Bite”. Un segundo después el solo más increíblemente complicado y rápido de Brian llenó la cabina. Trey le frunció el ceño a Dare. —Te dije que era él. Nadie puede tocar ese solo como él. Ni siquiera yo. —¿Por qué nos pondríamos en semejante problema para joderte, Trey? —preguntó Dare. —¿Cómo demonios debería saberlo? Trey salió del estudio y abrió la puerta de la cabina de sonido.

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—Ja ja, Brian, muy gracioso. —Excepto que no era Brian tocando “Gates of Hell” a la perfección. Era esa mujer. Su cabello rubio oscuro estaba cortado en un estilo corto y atrevido. Vestía pantalones cargo militares verdes decolorados, botas de combate, una camiseta sin mangas blanca lisa y ni una pizca de maquillaje. Sostenía su Stratocaster roja con autoridad y la tocaba como si fuera su perrita. La mujer era una maldita diosa.

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3 Traducido por Simoriah y gaby828 Corregido por La BoHeMiK

Reagan dio un golpe con la mano a las cuerdas de la guitarra para detener su vibración. Trey Mills había entrado de repente a la cabina de grabación y la había aterrorizado. Se quedó parado junto a la puerta mirándola con la boca abierta y agitando su corazón. La última vez que ella se había sentido así fue el día en que había conocido a Ethan Conner, y ésa había resultado ser la experiencia más retorcida de su vida. No necesitaba este tipo de distracción que le hacía cosquillear los pezones en ese momento. Necesitaba concentrarse en su audición. La voz de Max salió por el parlante encima de ella. —Manden a los amateurs a casa. No necesitamos oír más. Hemos encontrado a nuestro hombre. —Mujer —exclamó Trey. —¿Qué? —preguntó Max—. Queremos a Elliot. —Yo soy Elliot —dijo Reagan—. Reagan Elliot. —Bueno, seré un hijo de puta —gruñó Max. —¿Dónde aprendiste a tocar así? —le preguntó Trey. Espera un maldito minuto… ¿Exodus End acababa de contratarla? ¿Había ganado? ¿Realmente? Tocó un chillido de victoria en su guitarra y arrastró la nota con demasiado whammy5 para una compañía educada. Trey se acercó y ella pudo captar aromas a cereza, cuero y sexo en él. —No me respondiste. 5

Whammy: efecto en el que el sonido emitido con la guitarra vibra.

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—Autodidacta —le dijo. —Suenas demasiado como Brian, pensé que era él que me estaba gastando una broma. —¿Brian? —Cuando se dio cuenta a quién se estaba refiriendo, sus ojos se sintieron como si fueran a salirse de su cabeza—. ¿Te refieres a Master Sinclair? —Él asintió ligeramente—. ¿En serio? —Sonrió, su corazón golpeando como un martillo neumático—. Ése es un gran cumplido. —Especialmente viniendo de Trey —dijo Dare Mills desde la puerta. Debería haber una ley en contra de que los hermanos Mills estuvieran juntos en la misma habitación. Por separado eran un crimen contra la capacidad de una mujer de pensar correctamente. ¿Juntos? La mente de Reagan se adormeció completamente. Sin embargo, otras áreas de su anatomía estaban completamente atentas. El par lucía algo similar. Ambos tenían ojos verdes. Los de Trey eran sensuales, como si acabara de despertar después de una larga noche de follar a una chica afortunada. Los de Dare eran penetrantes y la hacían sentir desnuda, expuesta, y le gustaba. El cabello de Trey era corto en la parte trasera, más largo al frente. Al caer sobre su rostro, su flequillo atraía la atención a esos seductores ojos suyos y lo hacían lucir misterioso. Travieso. Oh, tan travieso. El cabello de Dare era todo del mismo largo, llegando unos centímetros más abajo de las clavículas, y lo hacía lucir pícaro. Peligroso. Oh, tan peligroso. Trey tenía un aire de chico malo, acentuado por sus varios piercings. Dare tenía un aire similar, pero más feroz. La sexy sombra del crecimiento de la barba de Dare hizo que Reagan deseara tener marcas de barba en la parte interna de los muslos. No estaba segura de cuánto se quedó ahí parada mirándolos e imaginando que hacían de ella una mujer muy feliz… juntos, separados y juntos de nuevo… pero ellos le permitieron la inspección como si estuvieran acostumbrados a eso. —Soy Reagan —dejó salir a borbotones y se apresuró hacia adelante con la mano extendida en dirección a Dare. Dare tomó su mano firmemente, midiéndola como un colega músico, no como mujer. Maldición. Bueno, de hecho eso era mejor si iban a trabajar juntos. Oh sí, iban a trabajar juntos. ¡Genial! —Soy Dare Mills.

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—Sí, lo eres. —Ella soltó una risa nerviosa y deseó que alguien le lanzara un dardo tranquilizante antes de quedar como una idiota incluso más grande. Maximilian Richardson entró a la habitación y Trey tuvo que tomarla de los hombros para mantenerla en pie. Sensaciones eléctricas radiaron a través de su carne desde donde Trey la tocaba. Se volvió para mirarlo con sorpresa. Él le devolvió la mirada, luciendo igualmente sorprendido. —Queremos que toques algunas canciones con nosotros antes de que firmes un contrato oficial —dijo Max—. Pero eres una tremenda guitarrista. ¿Cómo es que tu banda aún no firmó un contrato? Apartó la mirada de Trey y se obligó a concentrar su atención en Max. ¿Se obligó a concentrar su atención en Max? ¿Qué mierda le sucedía? El líder de una las bandas de heavy metal más exitosas del pasado, presente y sin duda del futuro le estaba hablando, hablándole de contratos, volviendo realidad todos sus sueños más locos y ella estaba pensando en cuánto le gustaría pasar unos minutos a solas con Trey, sólo para poder oír el timbre de su voz una vez más. Bueno, quizás quería hacer otras cosas más mientras estaba a solas con él, pero él podía hablarle al mismo tiempo. Al menos cuando su sexy boca no estuviera ocupada haciendo otra cosa. —Mi banda se separó hace varios meses —le contó a Max—. La esposa del cantante principal tuvo un bebé. Las bandas usualmente no duran mucho una vez que los miembros comienzan a tener niños. La mano de Trey cayó de su brazo y pasó junto a su hermano, quien le dio una mirada de empatía y un apretón en el hombro. ¿Había sido algo que ella había dicho? Su ceño se frunció cuando intentó descifrar por qué a Trey le importaría que su banda se hubiera separado. No habían sido tan geniales. No había una chispa verdadera entre ellos. Una vez que Trey estuvo fuera de la habitación, la mitad de su cerebro regresó. La parte de la fan efusiva. —Oh Dios, estoy tan entusiasmada. ¡Ustedes son tan increíbles! He sido fan desde la secundaria. Realmente aprecio que me den esta oportunidad. El bajista de Exodus End, Logan, y el baterista, Steve, se apretujaron en la pequeña habitación. Su banda se acomodó para que todos pudieran entrar en el pequeño espacio. Su banda. Suya. Oh mi Dios, esto tenía que ser un sueño. Se pellizcó el brazo con tanta fuerza como pudo.

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—Ouch. Supongo que no estoy soñando —murmuró. —Tocas increíble, cariño —dijo Steve—. ¿Cómo te llamas? —Reagan. Estrechó la mano de Logan (alto, cabello rubio, suaves ojos azules y atractivo) y Steve (suaves ondas de cabello castaño hasta el hombro, profundos ojos color marrón y atractivo). Echó otro vistazo a Max (cabello castaño oscuro, cabello corto a la moda, profundos ojos color avellana y más atractivo) y luego a Dare (sedoso cabello negro azabache, intensos ojos verdes y el más atractivo). ¿Cómo sobreviviría a estar en una banda con tantos hombres deliciosos y talentosos sin que su ropa interior hiciera combustión espontánea? —Reagan, amamos tu sonido —dijo Max—. Nos gustaría ir la sala de ensayos de Dare e improvisar algunas canciones juntos para asegurarnos de que eres compatible con el grupo como conjunto. A menos que tengas algo mejor que hacer. En veinte minutos, se suponía que Reagan estuviera en el trabajo sirviendo café a clientes estresados en trajes Armani de liquidación. ¿Eso contaba como algo mejor que hacer? —Mierda no, no tengo nada. —Genial —dijo Dare. Su amplia sonrisa fue como una dosis doble de café expreso para el lóbulo feliz de su cerebro. Reagan siguió al grupo a través del laberinto que era el ala norte de la enorme mansión de Dare. Nunca antes había estado en una casa que tuviera alas. Esa sección entera de la casa estaba dedicada a la banda. Discos de oro y platino se alineaban en el corredor. Partes de la historia de Exodus End: fotografías de la banda en entregas de premios, tocando shows en vivo, guitarras, posters, pases al backstage, palillos de batería y otros recuerdos cubrían cada centímetro de espacio del muro. El decorador de interiores de Dare obviamente frecuentaba cadenas de restaurantes. Deseó tener el tiempo de examinarlo todo y aprender la historia detrás de cada artículo. Pasaron otro estudio de grabación lleno de pared a pared con el enorme kit de batería de Steve Aimes y otros elementos de percusión. —¿Llevas todo eso de gira? —Reagan señaló hacia la puerta abierta.

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Steve rió entre dientes, sus ojos marrones brillando con picardía. Ella tuvo la sensación de que tendría que mantenerlo vigilado, lo cual no sería una tarea sino un privilegio. —No, ése es mi viejo kit, el cual uso mayormente para grabaciones especiales de estudio. Sólo llevo lo esencial de gira. —Sus cosas esenciales ocupan la mitad de un camión —dijo Logan. —Lo dice el hombre con cuatrocientos bajos —contraatacó Steve. Reagan se quedó con la boca abierta. —¿Cuatrocientos? —No tantos —dijo Logan. —Trecientos noventa y nueve —enmendó Steve. Reagan tenía una buena guitarra eléctrica, una barata pieza de porquería, y una acústica. Estaba muy fuera de su elemento aquí. ¿Podría manejar pasar de cero reconocimiento a la infamia instantánea? No lo sabía, pero estaba a punto de averiguarlo. No había una manera en el infierno de que dejara pasar esta oportunidad. Pasaron otra habitación que lucía como un gimnasio de escuela secundaria decorado con buen gusto. El piso de madera bien pulido brillaba bajo candelabros de estilo moderno. Un bar enorme y completo ocupaba la mayoría del muro más alejado. Algunas sillas estaban apiladas contra una pared, pero el resto de la habitación estaba vacía. Cuando Reagan hizo una pausa y miró con la boca abierta a través de los espectaculares arcos del lugar, Dare dijo. —El salón de baile. —Sí que la pasamos bien aquí —dijo Logan. —¿Fiestas? —preguntó Reagan. —Algunas —dijo Dare. —¿Seré invitada a la próxima? —preguntó ella ansiosamente.

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Dare rió entre dientes. —Diría que sí. Los otros miembros de la banda continuaron por el corredor y entraron a la siguiente habitación, hablando y riendo sobre varios recuerdos de fiestas. Reagan divisó un movimiento en el enorme patio fuera de las ventanas que iban del piso al techo del salón de baile. Todo en esta casa era enorme. Se preguntó si Dare vivía aquí solo. Le parecía un desperdicio de espacio para una persona. No tenía dudas de que a él le había resultado mucho más fácil reunir los millones de dólares para este lugar de lo que a ella le costaba reunir los meros cientos para la renta de cada mes. El hombre fuera de las ventanas se sacó la camiseta y la lanzó al suelo. —¿Ése es Trey? —preguntó sin aire. Trey empujó algo en el suelo con el dedo del pie y un enorme jacuzzi ubicado en un patio de pizarra comenzó a burbujear. —Aprovechando mi jacuzzi una vez más —dijo Dare—. Sigo diciéndole que bien podría mudarse aquí. Dice que no se quiere imponer. El imbécil lo hace todo el tiempo. Reagan miró a Dare y estuvo momentáneamente muda de asombro al encontrar que estaba teniendo una conversación con uno de los mejores guitarristas del planeta. Uno de sus ídolos. —Creo que dije algo en el estudio que lo disgustó. ¿Realmente le importa que Bait-nSwitch se haya separado? No éramos muy buenos, para ser honesta. —Estoy bastante seguro de que él jamás ha oído de Bait-n-Switch —dijo Dare. Deslizó la mano por su largo y sedoso cabello y se rascó la cabeza antes de meter los mechones negros detrás de una oreja—. Sin ofender. —No me ofendí. ¿Tienes una idea de qué dije que lo molestó? Dare le sonrió. —Tiene mucho en la cabeza. La esposa de Brian Sinclair tuvo un bebé esta mañana. Lo que tú dijiste sobre que los niños hacen que las bandas se separen…

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—¡Oh, mierda! No me refería a los Sinners. —Apartó la mirada de Dare para observar a Trey sacarse los zapatos. Lucía completamente deprimido—. Voy a ir a hablar con él. ¿Puedes darme un par de minutos? —Seguro, de todos modos necesitamos afinar nuestros instrumentos. Reagan se había olvidado completamente de que todavía llevaba su guitarra alrededor del cuello y el hombro. La miró preguntándose si era sabio llevarla cerca del agua caliente del jacuzzi. —¿Quieres que la lleve a la sala de ensayos por ti? —preguntó Dare. Reagan se quedó muda por su consideración. ¿Acaso las estrellas de rock ricas y famosas no eran todos imbéciles? —Realmente lo apreciaría, Sr. Mills. Dare rió. —Oh, por favor. Nadie me llama Sr. Mills además de mi abogado. Llámame Dare. Ella sonrió preguntándose por qué él necesitaría un abogado. —Gracias, Dare —Reagan levantó la tira sobre su cabeza y le entregó la guitarra. Él la sostuvo con una mano y arrugó la nariz como si tuviera una enfermedad contagiosa. —Sabes, ya que Max no necesitará sus guitarras, probablemente te dé algunos instrumentos de calidad para usar hasta que encuentres algo más a tu gusto. Max tocaba guitarras Gibson Les Paul hechas para él. Caras guitarras hechas para él. —¿Hablas en serio? —dejó escapar. Dare rió entre dientes. —Completamente. Apuesto a que estás un poquito apabullada en este momento. Ve y habla con Trey. Pon una sonrisa en su rostro por mí. Sólo que no te demores demasiado. Mi banda puede ser una diva cuando los haces esperar. —Le guiñó el ojo y llevó su guitarra a la sala de ensayos donde varios clangs y twangs estaban siendo producidos.

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Tan pronto como se recuperó del guiño coqueto de Dare, Reagan corrió por el suelo pulido del salón de baile y se deslizó hacia el grupo de ventanas. Trey estaba con un dedo del pie metido en el jacuzzi. El resto de él estaba completamente expuesto. Completamente. Volvió la cabeza ante el sonido de su entrada sin gracia y le ofreció una sonrisa torcida antes de deslizarse dentro del agua. En esos cinco segundos en que su cuerpo desnudo había estado a la vista, ella había tomado suficientes fotografías mentales para que la mantuvieran durante varias noches de aventuras con su vibrador favorito. El cuerpo de Trey se relajó en el agua y se sentó de frente a las ventanas, mirándola con la expresión más ilegible que ella había encontrado jamás. Obviamente pensaba que era una completa idiota, una torpe y una vergüenza para la especie humana. Oh, bueno. Había causado peores primeras impresiones en su vida. Ella abrió una de las puertas corredizas y oyó un ligero bip. Miró alrededor buscando su fuente. —Creo que acabas de activar la alarma —dijo Trey. —¡Mierda! ¿Qué hago? —En pánico, cerró la puerta de un golpe detrás de ella. —Ahora has activado la alarma y te has quedado fuera de la casa. —Él rió entre dientes y salió del jacuzzi. Desnudo, hermoso y chorreando, Trey avanzó hacia una puerta diferente que llevaba a una especie de vestuario. Reagan apenas oyó los bips mientras él ingresaba un código en un teclado en la pared. Tanta sangre corría por sus oídos que tendría dificultad oyendo el motor de un jet. Mientras él cruzaba el enorme patio en dirección a Reagan, ella no pudo apartar sus ojos de él. Se enorgullecía de mantener la cabeza cuando se trataba de hombres, pero éste… Debía ser toda la excitación del día que estaba afectándola y mareándola. Trey empeoro las cosas (¿o las mejoro?) al pararse frente a ella en lugar de regresar al agua del jacuzzi que lo ocultaba. Sin mostrar señales de timidez, Trey se paró ahí y esperó a que los ojos de ella fueran de sus pies desnudos a la polla que se hinchaba desde su vientre plano hasta… su polla que se hinchaba. ¿Por qué se estaba excitando? Seguramente no era porque estaba aquí. Ella miró alrededor buscando a la típica súper modelo en bikini con las que estas estrellas de rock pasaban la mayor parte de su tiempo. Descubrió que era la única mujer ahí. Extraño. —¿Quieres acompañarme? —le susurró él cerca de su oído.

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No la tocó, pero todo su cuerpo respondió con choques eléctricos de lujuria que se unieron entre sus muslos. Su voz baja le hizo cosas inquietas a sus ya desgastados nervios y ella rió. Se rió de Trey Mills en lugar de sacarse la ropa y saltar al jacuzzi con los tobillos detrás del cuello. Se mordió el labio, reprimiendo la urgencia de darse repetidas bofetadas en la frente. —Tomaré eso como un no. —Él se volvió y comenzó a retroceder hacia el jacuzzi. Ella atrapó su brazo musculoso y apenas ahogó un jadeo excitado. Él se detuvo y miró sobre su hombro para derretirla en un charco de budín de Reagan con esos enloquecedoramente sexy ojos verdes suyos. —Yo… —chilló. ¿Chilló? ¿Qué mierda le sucedía? Cálmate, Reagan. Cálmate. Se aclaró la garganta—. No vine hasta aquí para ir al jacuzzi contigo. Vine a desafiarte a un duelo de guitarra. —¿Qué? No, eso no. Había venido a consolar a Trey con respecto a los Sinners. A decirle que no había manera de que Brian jamás abandonara la banda. Pero, ¿qué sabía ella? No conocía a Brian. Sólo era una fan con esperanzas. Las cejas de él se elevaron con interés. —¿Un duelo de guitarra? —Sí. Tengo que ir a practicar con mi banda. —Reagan inhaló con puro terror. Ciertamente estaba pasando por un amplio rango de emociones esta mañana—. Mi banda… Exodus End —murmuró—. ¡Oh mi maldito Dios! Trey rió. Reagan inhaló para calmarse. —Después de que terminemos de practicar, quiero un duelo contigo, Trey Mills. —¿Al mediodía? —Él silbó la melodía de un viejo Western spaghetti6. —Después de que termines con el jacuzzi. —Y si gano, ¿tú te me unirás en el jacuzzi? Su corazón se saltó varios latidos. —Si eso es lo que quieres. 6

Western spaghetti: Es una película de vaqueros hecha por productores y directores italianos.

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Él le apartó un mechón de cabello de la mejilla. —Ése es sólo el comienzo de lo que quiero, Reagan. Ella rió de nuevo. Realmente sólo estaba nerviosa, pero sabía que sonaba como si estuviese riéndose de él. Rechazando sus avances. Nunca en un millón de años se reiría a propósito de Trey Mills. Y aun así, seguía haciéndolo. Él dejó caer la mano, el ceño fruncido con confusión en su apuesto rostro. Reagan quiso estrangularse. —Si yo gano el duelo, iremos al parque de skate —dijo ella. ¿El parque de skate? ¿Cuántos años tengo? ¿Trece? —¿Haces skate? —Algunas veces —admitió. Oh Dios, piensa que soy una idiota inmadura. —Suena divertido. Mentiroso, mentiroso, te faltan de pantalones, estoy que ardo. —Sí. Bien. Te veo luego, entonces. —Mortificada por su completa falta de aplomo, huyó dentro de la casa a través de la puerta que Trey había dejado abierta y siguió los sonidos de música hacia el salón de práctica. —Ahí estas —dijo Dare—. Estaba comenzando a pensar que iba a tener que ir a rescatarte del jacuzzi y de la libido de mi hermano. Las mejillas de Reagan ardieron. Ésa podría haber sido una posibilidad si no hubiera quedado como una completa tonta. —Ella no es lo suficientemente estúpida para caer por ese galán —dijo Max. Oh, pero lo era. Estúpida. Por ese galán. Con su mano buena, Max tomó a Reagan por su muñeca y la guió dentro de un amplio clóset junto a la sala de ensayos. Enfrentaron una pared que tenía guitarras colgando de un extremo a otro en soportes. Algunas eran de Dare. Otras de Max. Otros eran los bajos de Logan. Todas dignas de babear. Reagan suspiró de felicidad. ¿Quién necesitaba a los hombres cuando tenías guitarras? Quería rodar sobre ellas desnuda. Lo cual sería un poco incómodo, pero no le importaba. Estaba llena de lujuria por cada instrumento en la habitación.

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—Dare señalo que no necesitaré mis guitarras —dijo Max—. Al menos por un tiempo, así que escoge. —No podría —dijo Reagan, incluso cuando sus dedos picaban por tomar la guitarra con llamas azul eléctrico directamente frente a ella. —Al menos prueba una. Prefiero dártelas a ti que deshacerme de ellas. Piensa en ello como un regalo. —De acuerdo —dejó salir a borbotones y levantó la guitarra de los soportes en la pared. —Buena elección —dijo él. Ella tuvo la repentina urgencia de estallar en lágrimas. Maximilian Richardson le había hecho un cumplido. Y le había permitido tocar su guitarra. Lo que era aún mejor, le permitió hacer música con su guitarra. ¿Cómo iba alguna vez a acostumbrarse a eso? 44

Una vez que la tuvieron conectada a un amplificador, Max gritó las canciones y todos los demás siguieron su ejemplo. Reagan estaba realmente feliz de haber practicado todas sus canciones para prepararse para la audición. Realmente sabía lo que estaba haciendo, y ellos parecían estar impresionados porque les seguía el paso. ¡Genial! Mientras tocaba con su nueva banda, tuvo que recordarse continuamente que para realmente servirles como músico debía imitar el sonido de Max lo más que pudiera. No era un gran desafío. Max era un gran guitarrista, pero Dare era el verdadero talento de las seis cuerdas en la banda. Como siempre, Reagan toco con su corazón, pero maldita sea si no era difícil concentrarse en presencia de tantos grandes músicos. Estos hombres eran su inspiración. Eran dioses del rock. Dioses. Y ya la habían aceptado en su redil como si perteneciera allí. Tocaron la mitad de su repertorio. Después de varias canciones Reagan comenzó a relajarse, pero tuvo cuidado de mantener el sonido constante. Apartó los pies para mantener el equilibrio, cerró los ojos, y sacudió la cabeza al compás del ritmo duro y pesado de Steve que estaba cohesionado con el bajo de Logan. Permitió que la increíble voz de Max se la llevara lejos. Le prestó especial atención a Dare, para complementar su duro y afilado sonido en lugar de competir con él. Cuando la canción terminó, Reagan abrió los ojos para encontrar a los miembros de Exodus End mirándola. —¿Qué? —dijo, su rostro ardiendo de nuevo.

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—¡Reunión de banda! —exclamó Steve y salió de detrás de su kit de batería acompañado de ruidosos golpes y clangs. ¿Una reunión de banda la incluía? Miro a Max para que la guiara. Él conectó el micrófono a su soporte, la notó mirándolo buscando orientación, y dijo. —Quédate aquí, Reagan. Volveremos en un momento. Su estómago cayó. Estaba siendo excluida. Habían cambiado de opinión. Sabía que esto era demasiado bueno para ser cierto. Y equivocadamente había pensado que lo estaba haciendo bien. Que encajaba. Se había estado engañando al creer que este milagro era parte de su realidad. —De acuerdo —dijo con una alegría que no sentía. Había sido un sueño fenomenal durante los cuarenta minutos que había durado. La banda salió de la habitación, dejándola sola. Toco uno de los viejos riff de Bait-nSwitch para mantenerse ocupada mientras esperaba. Un par de pies descalzos entro en su línea de visión. Levantó la cabeza. —¿Ése es el riff con el que quieres hacer un reto conmigo? —preguntó Trey —. No estoy familiarizado con él. —Es un riff que yo escribí, pero no es muy bueno. —Me gusta un poco. ¿Quieres usarlo en nuestro duelo? Trey arrancó la guitarra de Dare de su soporte y levantó la correa sobre la cabeza. La ancha banda de cuero con tachas descansaba en ángulo sobre el bien definido pecho desnudo de Trey. El cuerpo de la guitarra blanca de Dare se acomodó frente a su pelvis. Una pelvis que ya no estaba desnuda. Trey seguía sin camisa, pero se había puesto sus jeans. Mordiéndose la lengua, Reagan se quedó mirando el aro en su pezón por un largo momento antes de recordar que él le había hecho una pregunta. —No. Demasiado fácil. Escoge tú un riff. Él levanto una ceja hacia ella.

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—¿Qué te parece la intro de “Crazy Train”7? Amaba a ese hombre. Tenía un gusto excelente. Reagan comenzó con la intro de “Crazy Train” sin esperar una señal. Volando a través de las series de notas sin ningún problema, se detuvo y Trey se hizo eco de lo que ella había tocado. Cuando llegó al final, ella aumentó el ritmo de la intro y lo tocó de nuevo. Él la imitó a la perfección. Ella lo tocó aún más rápido, concentrándose tan intensamente en las notas que no se dio de que él se le había acercado hasta que su brazo rozaba el de ella. Ella tropezó con una serie de notas, las cuerdas sintiéndose incomodas bajo sus temblorosos dedos. Él era zurdo y ella diestra, así que los diapasones de sus guitarras se enfrentaban en direcciones opuestas. Frunciendo el ceño por su error, Reagan siguió adelante. Trey la copió, hasta cometer a propósito el mismo error que ella había cometido. Ella lo miró y sonrió. Él le devolvió la sonrisa y le guiñó un ojo. Las siguientes notas que ella tocó sonaron como gatos que se ahogaban con pollos estrangulados. Su corazón le retumbaba en el pecho. Bajo la mirada a su boca. Un espasmo se apoderó de su coño mientras miraba la punta de su lengua deslizarse sobre su labio. Dios, quería que la besara. Como si pudiera leer mentes, Trey se volvió, bajó la cabeza, y reclamó su boca en un beso profundo y hambriento. Aturdida, ella se apartó y levantó una mano para abofetearlo. Se contuvo justo a tiempo. Se perdió en sus ojos, la mano suspendida a milímetros de su angular barbilla. Él inclino la cabeza para que las puntas de sus dedos rozaran su mejilla y luego volvió la cabeza para acariciar su piel cosquilleante con los labios. Suaves y succionantes besos en la punta de sus dedos arrancaron un gemido de deseo desde lo más profundo dentro de ella. Envolvió el cuello de él con ambos brazos y tiro de él hacia abajo para un beso desesperado. Rápidamente, el tomo el control, aplicando una gentil succión a sus labios y luego provocándolos con indicios de su lengua experta y tiernos mordiscos. Ella lo acercó más, queriendo presionarse contra su duro cuerpo. Caóticos chillidos aullaron desde sus guitarras mientras las cuerdas se frotaban unas con otras. —Ustedes dos no hacen hermosa música juntos —dijo Dare mientras regresaba a la habitación. Reagan se apartó de Trey y descubrió que él no había estado sosteniéndola en lo absoluto. Todo el contacto entre ellos lo había sido obra de ella. Oh Dios, se había 7

N. de T.: “Crazy Train”, canción de Ozzy Osbourne del año 1981.

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arrojado sobre él. Debería estar mortificada, pero no lo estaba. Quería lanzarse sobre él otra vez y seguir haciéndolo hasta que él la atrapara. —¿Esto significa que gané? —preguntó Trey, su profunda voz haciéndole cosas extrañas a sus pezones. Ella arriesgó una mirada a la parte delantera de su fina camiseta blanca. Si, su excitación era evidente. Cruzó los brazos sobre el pecho. ¿Por qué había decidido no usar un sostén esa mañana? Como miembro con carnet del Comité de los Senos Pequeños no necesitaba usar sostén la mayoría de los días, pero uno podría haber escondido su problema. —¿Dije que podías usar mi guitarra, hermano? — preguntó Dare. Trey se quitó la guitarra y se la entregó a Dare. Reagan chilló de sorpresa cuando Trey la atrajo hacia él y reclamó su boca con otro beso. Feliz de no ser quien iniciara el contacto entre ellos esta vez, sus brazos se deslizaron alrededor de él para atraerlo hacia ella. Por una vez en su vida deseó que una guitarra no estuviera colgando de su cuello así podría disfrutar de toda la longitud del cuerpo delgado de Trey contra ella. Sentir su rígida erección contra su húmedo montículo. ¿Por qué se derretía contra él en lugar de apartarlo? ¿Por qué acariciaba la fresca y suave piel de su espalda como si no acabara de conocerlo? ¿Qué tenía aquel hombre que era totalmente irresistible? La boca de Trey se movió a su oído. —Te deseo —susurro. Un escalofrío de placer serpenteó por la columna de Reagan, y se estremeció en entrega total. Dios, si, tómame, sexy, sexy hombre. Aquí. Ahora. De cualquier manera que pueda tenerte. Yo también te deseo. —Trey, necesitamos hablar con tu última conquista por un momento —dijo Dare—. ¿Te importa? —Hizo un gesto de “sal de aquí idiota” hacia la puerta abierta. ¿Ultima conquista? ¿Podría un hombre que la hacía sentir tan especial ser un galán? Se dio cuenta de que eso era exactamente lo que hacía de Trey un galán. Iba a terminar con el corazón roto. Y mientras darse cuenta de eso apestaba totalmente, se ocuparía

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de ello cuando llegara el momento. No había manera de que renunciara a esa oportunidad. O a ese hombre. —Te veré en el jacuzzi —le dijo Trey a Reagan. Probablemente no fuese una buena idea, pero ella había perdido el duelo. Quizás no lo habría hecho si él no la hubiera tocado. Besado. Conducido a una total distracción. Gracias a Dios que lo había hecho. De otra manera podrían estar dirigiéndose al parque de skate. Sí, no era exactamente su mejor idea. —Estaré allí en un momento —dijo, su corazón golpeando con anticipación. Trey se separó de su flojo asidero y pasó junto a los miembros congregados de Exodus End. El rostro de Reagan ardía. Otra vez. Todos habían estado viendo. ¿Qué debían pensar de ella? —Hablamos —dijo Dare. 48

Todos lucían tan serios. Reagan tragó. Aquí viene. Sueños estrellados contra las rocas. —Queremos contratarte para la próxima temporada de conciertos —dijo Max—. La primera mitad de la gira es en Estados Unidos. La segunda mitad es alrededor del mundo. Nos vamos en tres semanas. ¿Puedes poner tu mierda, eh… cosas, en orden antes de eso? —¡Por supuesto! —dijo ella entusiasmada. —Genial —dijo Max. Su sonrisa de bienvenida se desvaneció—. Sí tenemos un par de preocupaciones. —¿Preocupaciones? —Primero, eres una mujer. Ella levantó una ceja hacia él. —La última vez que vi. ¿Eso es un problema? —Potencialmente —dijo Max—. Las cosas que suceden en las giras podrían ofenderte. Ella bufó.

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—Nada me ofende, Max. Confía en mí. —Somos hombres —dijo Logan—. No estamos acostumbrados a tener que comportarnos. —¿Por qué tendrían que comportarse? —preguntó Reagan. —Eres una mujer —dijo Steve. —Creo que ya llegamos a un acuerdo respecto a eso. —No queremos que te asustes y nos dejes en la mitad de la gira —dijo Dare. —No hay posibilidades. —Sin duda verás cosas… —Entiendo. Ustedes lo pasan bien. Follan a putas. Maldicen y discuten. Pierden la cabeza y rompen cosas. Lo que sea. Puedo manejarlo. —Ellos intercambiaron miradas—. Puedo manejarlo —insistió. —Muy bien, pero vamos a estar enojados si nos abandonas. —No lo haré. —Nuestra segunda preocupación… Los cuatro movieron sus miradas al piso. Debía ser una preocupación bastante grande para hacer que cuatro estrellas de rock con bolas de hierro no pudieran mirarla a los ojos. —Nos dimos cuenta que eres… —murmuró Steve. —Condenadamente sexy —dijo repentinamente Logan. —Sí, sexy —convino Max—. Pero… —Necesitas un cambio de imagen, cariño —dijo Dare. ¿Era condenadamente sexy, pero necesitaba un cambio de imagen? Apretó la mandíbula para controlar la ira que se levantaba en su pecho. —Ya veo. ¿Y si me niego?

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—Serás destruida por los tabloides. —Sabemos que estas en esto por la música, Reagan, y nosotros también, pero… tenemos esta reputación de… —Lucir hermosos —dijo Reagan rotundamente. —Si no quieres ser parte de eso, está bien, sólo debes saber que oirás hablar sobre ello —dijo Max. —¿Recuerdas cuando Dare se cortó el cabello? —dijo Logan—. Habrías pensado que era una emergencia nacional. —Lo pensaré —dijo Reagan. Si no cambiaba su imagen, iba a terminar siendo el sapo en un grupo de príncipes. Simple y condenadamente maravilloso. —También pensamos que podrías necesitar un guardaespaldas personal —dijo Steve—. Cuando nuestros fans te vean… —Emitió un gruñido bajo que hizo que Reagan se sintiera como una presa dispuesta. —¿Un guardaespaldas? —se las arregló para decir. —Tenemos seguridad. Sólo que no están acostumbrados a vigilarnos abiertamente como individuos. No querríamos que resultaras herida. Ella bajó la barbilla y les dio su mirada helada. —Miren, chicos. No soy una delicada flor. He estado en bastantes mosh pits. —No queremos que resultes herida —repitió Dare—. Nos haría sentir más calmados. Ella se frotó el rostro con ambas manos sabiendo que iba a ceder. —Bien. Sé de alguien que puede cuidar mi cuerpo. —¿Conoces a alguien? —Sí, mi compañero de cuarto está en eso de la seguridad. Tan sobre protector como es, va a estar totalmente feliz con esto. —Tener a su mejor amigo, Ethan, de gira con ella sería divertido. La ayudaría a calmar los nervios al igual que a proteger su cuerpo. —¿Entonces vas a firmar con nosotros?

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—Mierda que sí. Y después iba a celebrar en un jacuzzi con Trey Mills.

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4 Traducido por Azuloni Corregido por Klarlissa

Trey se recostó contra el borde del jacuzzi y cerró los ojos. Se preguntó si Reagan realmente cumpliría con su palabra o si se arrepentiría de su apuesta. No podía entenderla completamente. Lo inquietaba un poco. Le gustaba demasiado. Un emocionado chillido creció en intensidad y volumen desde el vestíbulo de la casa. Los ojos de Trey se abrieron de golpe y, a través de las ventanas del salón de baile, observó a Reagan correr por el pasillo y los vestuarios que llevaban a la zona de la piscina. Se detuvo junto al jacuzzi y sacudió un trozo de papel como si se tratara del billete ganador de la lotería. —Un contrato de un año con posibilidad de renovación —gritó. —Impresionante. —Dinero. Más dinero del que podría ganar en diez años. —Exodus End es una banda muy adinerada. Su alegre sonrisa vaciló. —No te importa. Ni siquiera me conoces. —Ella sacó un celular y presionó un botón antes de parlotear en él a un millón de kilómetros por minuto—. Ethan. Ethan. Escucha. Gané el concurso y… sí, sí, gané. Acabo de firmar un contrato con Exodus End. Voy a ser su guitarrista rítmica en la gira de este año. —Hizo una pausa mientras que quien fueran Ethan respondía—. Sí, me lo dijiste. Puedes presumir más tarde. —Trey debería haber sabido que una mujer como Reagan estaría tomada. Empezó a salir del jacuzzi. Los ojos de Reagan se abrieron como platos y voló alrededor de la bañera para empujarlo hacia adentro—. Quédate —dijo

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Trey se echó a reír y se quedó en el agua agitada con las manos en las caderas desnudas. Oh, bien. Así que no podía follarla. Aún podía pasar el rato con ella como amigo. Ya le gustaba. Era interesante. Diferente. Sexy como el infierno. Buena besando. ¿Por qué lo besaría así si tenía novio? —¿Quieres un trabajo? —dijo en su teléfono—. Quieren contratarme un guardaespaldas personal. Tendrías que venir de gira conmigo. —Puso los ojos en blanco—. No, no es por eso. Sólo piénsalo, ¿de acuerdo? Pagan mucho, beneficios y todo, pero no puedo hablar ahora. Tengo una cita en un jacuzzi con Trey Mills. ¿Cita? Reagan desconectó la llamada. Besó su contrato y luego se dirigió de nuevo al vestuario. ¿Adónde iba ahora? Trey sacudió la cabeza y volvió a su asiento en el jacuzzi. Reagan regresó un momento después en su ropa interior rosa intenso y su camiseta blanca. De acuerdo, eso era totalmente injusto. No podía esperarse que pensase en ella como en una amiga así vestida. No podía pensar en lo absoluto cuando notó los bultos gemelos de sus pezones tensos contra su camiseta. —Hoy no me puse sostén, así que tendré que usar mi camiseta en el jacuzzi —dijo cuándo lo vio comiéndola con los ojos—. Quizás simplemente debería ir sin nada. Él no pudo encontrar palabras. Estaba demasiado ocupado tratando de registrar las suyas. Ella entró al jacuzzi y el agua ocultó sus bien formadas piernas de la vista. Maldita sea, ya estaba duro como el granito. Si no usaba nada... —Tienes razón. Estoy siendo una tonta —dijo—. No es como si nunca hubieses visto un par de tetas antes. ¿Estoy en lo cierto? Las mías ni siquiera son tan geniales. Antes de que él tuviera la oportunidad de confirmar o negar su suposición, Reagan tomó el dobladillo de su camiseta y se la pasó por la cabeza. Sus hermosos pechos subieron y bajaron cuando se quitó la camiseta y la tiró junto al jacuzzi. Un gruñido de protesta escapó de Trey cuando ella se hundió en el agua y escondió esos pequeños globos de carne con sus tentadoras puntas rosadas de la vista. Se pasó la lengua contra el borde de los dientes superiores para reducir la necesidad de deslizarla sobre sus pezones. A pesar de lo que ella afirmaba, sus pechos eran perfectos y él tenía muchas ganas de mostrarle cuán geniales pensaba que eran. Reagan se sentó a su lado, al alcance de la mano, pero sin tocarlo. Y aunque pensó que probablemente podría

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abalanzarse sobre ella en ese momento e ir al grano, algo lo detuvo. Quería hablar con ella incluso más de lo que quería follarla. Muy bizarro. Sobre todo porque él realmente, realmente quería follarla. —Dare dijo que Brian tuvo un bebé esta mañana —dijo ella. —Sí, jamás pensé que Brian sería capaz de empujarlo a través de un agujero tan pequeño. Fue condenadamente brutal. Ella rió y lo salpicó. —Sabes lo que quiero decir. Su esposa tuvo un bebé. ¿Niño o niña? Trey no pudo evitar sonreír. En cierta forma ya quería sostener al pequeño otra vez. —Niño. —¿Lo has visto? —Sí, estaba ahí cuando nació. —Deliberadamente omitió la parte del desmayo—. Se parece a su padre. —Boooonito —dijo. Trey se echó a reír. —¿Tienes algo por Sinclair? —Oh mi Dios, el hombre es delicioso. No podía discutir eso. Trey estaba de acuerdo. —Cuando dije que mi banda se separó por un bebé, no quise decir que los Sinners se separarían. Le tocó el brazo y esa sensación eléctrica que él había sentido antes serpenteó a través de su piel otra vez. —Brian no nos decepcionará —dijo Trey—. Sin embargo, las cosas están... cambiando. —¿Eso es malo?

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—Por una parte, sí, pero por otra... —Trey suspiró—. Creo que las cosas no pueden permanecer iguales para siempre. —Gracias a Dios —dijo ella. Sus ojos azul grisáceo miraron hacia el cielo—. Pensé que iba a estar sirviendo café por el resto de mi vida. —¿Eso es lo que haces para ganarte la vida? —Pssh, no. Soy la maldita guitarrista rítmica de Exodus End. ¿No sabes nada? Ella inclinó la cabeza hacia él y sacudió la cabeza. Era tan genuinamente hermosa que le quitaba el aliento. Él sonrió. —Felicidades. ¿Cuánto tiempo llevas tocando? —Tres años. Trey casi se tragó la lengua. —¿Aprendiste a tocar así en tres años? —Tocaba el violonchelo antes de tomar la guitarra, pero sí. —¿Qué eres… una especie de prodigio? Ella se encogió de hombros. —He ganado un concurso o dos. —¿Todavía tocas el violonchelo? —Tocaba por mi papá, no por mí. Es profesor de música. Me inició joven en el violín, pero tan pronto como pude sostener un violonchelo correctamente cambié. —¿Era estricto? Ella rió. —No exactamente. Sólo me gustaba hacerlo feliz. No hubo mucha alegría en su vida después de que mi mamá se divorciase de él. Él todavía tiene todos los programas, certificados, cintas y trofeos de mis competiciones colgando por todo su estudio. Tengo que llamarlo y hacerle saber que me voy de gira con Exodus End. —Se echó a reír—. Va a odiarlo.

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—Creería que lo que haría sentir orgulloso. Ella habló sólo utilizando un lado de la boca, como si revelase un gran secreto. —Él desprecia el rock'n'roll. Eso condujo a la gran rebelión en mi adolescencia y a que mudara aquí a Los Ángeles en mi vigésimo primer cumpleaños. Al crecer, no me dejaba escuchar nada que no fuese música clásica. —Mi mamá era igual, pero con la música folk. —Trey intentó reprimir un estremecimiento. Todavía tenía pesadillas acerca de ser forzado a tocar "Kumbaya" por toda la eternidad en su infierno personal. —¿Cuánto tiempo has estado tocando? —preguntó ella. Estaba casi avergonzado de decirlo. —Uh, quince años más o menos. —Más bien dieciocho pero, ¿quién estaba contando? —Amo tu sonido —dijo ella—. Complementas con Brian como si fuera tu alma gemela. —Y tú tocas como él. Ella se sonrojó. Maldita sea, quería besarla de nuevo. Era dura para ser una mujer, aunque había algo dulce en ella. La combinación agitó algo dentro de él. El hecho de que tocase la guitarra como el hombre al que él había amado por más de una década lo agitaba aún más. —¿Quién es Ethan? —Preguntó. Si ella decía que era su novio, Trey iba a romper su propia regla de no interferir en las relaciones de otras personas. Quería a esta mujer. Sus típicos sentimientos de “tómalos o déjalos” hacia el sexo opuesto no se aplicaban en este caso. —Mi mejor amigo —dijo ella. —¿Sólo amigos? —Echar a perder una relación romántica donde la pareja era los mejores amigos le molestaría aún más, pero aun así le daría una oportunidad porque había algo único en esta mujer. Algo que él quería identificar, conocer, comprender. —Bueno, solíamos salir —dijo ella—. Pero... eh, digamos que yo no era suficiente para él.

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¿No era suficiente para él? ¿El tipo era un idiota? —Estás bromeando, ¿verdad? —Ethan es genial. En serio. Lástima que le gusten los hombres. Lo atrapé follando a un tipo en mi ducha. Hablando de una sacudida al sistema. Sobre todo porque me había quitado toda la ropa para unirme a él. Trey bajó los ojos. Se preguntó si su homosexualidad le molestaba. Él tendía a ser muy abierto sobre su naturaleza bisexual, pero había renunciado a los hombres esa mañana, así que ya no era aplicable. ¿Verdad? De alguna manera, no creía que esa línea de lógica fuese a funcionar con Reagan, pero lo que no ella no sabía no le haría daño. —No eres homofóbico8, ¿verdad? —preguntó ella. Trey se rió y levantó la mirada para encontrarse con sus inquisitivos ojos. —Uh, no —dijo—. En absoluto. —Bien. Lo que sucede en el dormitorio de una persona no es asunto de nadie sino el suyo propio. Aun así, hubiese sido bueno tener algún tipo de advertencia. No tenía ni idea de que él era gay. Solíamos hacerlo como conejos. —Frunció el ceño y una mirada distante se apoderó de sus facciones. Ese tipo, Ethan, realmente la había lastimado. Trey podía decirlo. Sin embargo, de alguna forma ella lo había perdonado lo suficiente como para seguir siendo su amiga. Debía de tener una mente bastante abierta sobre ese tipo de cosas. Eso esperaba él. —¿Así que le pediste a este tipo, Ethan, que sea tu guardaespaldas? Ella le sonrió. —Sí, él haría un buen trabajo. Es muy protector conmigo. Quizás un poco demasiado protector. Sigue ahuyentando a mis novios. —¿Tienes novio ahora? Ella levantó la vista de él. —¿Crees que te permitiría besarme si tuviera novio?

8 Homofóbico: persona que tiene miedo a los homosexuales.

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Había un montón de mujeres por ahí que le permitirían besarlas (y más) con sus novios mirando. —No te conozco lo suficiente como para saberlo. —No lo haría. Él le creyó. —¿Tienes novia? —preguntó. —¿Crees que me metería desnudo en un jacuzzi contigo si así fuera? —Sí. Él se echó a reír. —No tengo novia. No soy realmente del tipo comprometido. —¿De qué tipo eres? —El tipo que sólo busca pasar un buen rato. —Eso es muy malo. El corazón de él se hundió. No estaba seguro de por qué. Por lo general, si alguien no estaba interesado, simplemente lo mandaba a volar. Agachó la cabeza y levantó la mirada para encontrarse con sus ojos. —Quizás podrías hacerme cambiar de opinión. Ella rió. —¿Esa línea realmente funciona? Él nunca había pensado en utilizarla antes. Probablemente porque hubiera complicado las cosas. No le gustaban las complicaciones. No estaba seguro de qué había cambiado desde esa mañana para hacerle desear algunas complicaciones. Mientras involucrasen a Reagan Elliot. —Eso no fue una línea —dijo. —No te creo, Mills.

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Él se acercó a su oído y ella se puso rígida. Él esperó hasta que la piel de gallina se levantara a lo largo del cuello y hombro de ella antes de hablar con su voz seductora bien practicada. —¿Sabes qué necesitas? —Ella se estremeció y Trey se inclinó un par de centímetros más, a menos de una pulgada de distancia para que su cálido aliento acariciara la piel húmeda justo debajo de su oreja—. Una lenta y dura follada contra una pared. —Ella se quedó sin aliento—. Ésa fue una línea —le susurró al oído. Ella le dio un manotazo en el hombro. —Bueno, habría caído por ésa. Él se echó hacia atrás y arqueó una ceja. —¿Lo habrías hecho? —Sí, porque es verdad. Eso es exactamente lo que necesito. Una dura... lenta... follada contra una pared. Las bolas de Trey latían sin cesar. La forma en que ella decía "follada" lo hizo sentir como si ya estuviese enfundado profundamente dentro de su cuerpo. —Eres el hombre adecuado para dármela —dijo ella con voz ronca y jadeante. El corazón de él dio un vuelco. Alargó la mano hacia ella, y ella tomó su cabeza entre las manos justo antes de que sus labios encontraran los de él. Lo miró profundamente a los ojos y luego le guiñó un ojo. —Ésa fue una línea —dijo ella, y lo apartó de un empujón. Él se rió y una vez que comenzó, no pudo parar. Se dejó caer contra el respaldo del jacuzzi y se cubrió ambos ojos con las manos mojadas. Bien podría haber encontrado a su igual en esta mujer. —¿Es seguro que los acompañe? —preguntó Dare desde el borde del jacuzzi. Trey se alegró de que su hermano hubiese encontrado la decencia de ponerse un traje de baño. —Sólo estábamos hablando —dijo Reagan. —¿Sólo hablando? Debes estar casada o algo así —dijo Dare.

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—No. —Trey se está moviendo despacio hoy. ¿Utilizó su línea de una follada lenta y dura contra una pared? —Dare se instaló en el jacuzzi frente a Trey. Reagan jadeó con indignación. —Parece que sí. —Imbécil —se quejó Trey. —Tú eres el imbécil —dijo Reagan. Trey se encogió de hombros. —¿Qué puedo decir? Me encanta el sexo. Reagan lo miró por un momento y murmuró algo que sonó como: “A mí también”, antes de volver su atención a Dare. —¿Todos se fueron a casa? Dare se estiró para tomar el vaso de refresco de cola que había puesto a un lado del jacuzzi y tomó un sorbo. —Sí. Éste es el primer descanso de la gira que hemos tenido en un tiempo. Necesitamos algo de tiempos separados. —Tal vez debería irme —dijo Reagan—. No querría que te hartes de mí. Dare la miró a los ojos y le sostuvo la mirada. —No creo que eso vaya a ser un problema, Reagan. Ella se sonrojó. Trey frunció el ceño. Dare no necesitaba líneas para atraer a las mujeres. Sólo tenía que sentarse allí y emitir Dare-o-monas9. —¿Quieres algo de beber? —le preguntó Dare a Reagan. Maldito sea. Trey debería haberle preguntado primero. —Estoy un poco sedienta. 9 Dare-o-monas: juego de palabras entre Dare y hormonas.

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—Yo lo traeré —ofreció Trey. Cuando comenzó a ponerse de pie, Reagan agarró su muslo para mantenerlo sentado. Su muslo desnudo. Su polla se ensanchó con una oleada de lujuria. —Estás desnudo —le recordó. Y él hubiera estado perfectamente cómodo saliendo del jacuzzi desnudo antes de que ella lo tocase. Si ahora el salía de agua, iba a avergonzarse frente a su hermano. Cuando ella no apartó la mano, él se acercó a ella. Deseando que lo tocase, no sólo ahí, sino en todas partes. —Le he visto desnudo antes. No estuve muy impresionado —dijo Dare y tomó otro sorbo de su Coca-Cola—. ¡Harold! —gritó. Un momento después, el sirviente/ mayordomo/ lo que fuera de Dare apareció junto al jacuzzi. 61

—¿Necesitaba algo, Sr. Mills? —Tengo invitados. —Así es. —Harold se volvió hacia Reagan y Trey. El brillo del sol de la tarde en su calva fue casi cegador cuando se inclinó ligeramente—. ¿Les gustaría una bebida? ¿Un bocadillo? ¿Una paleta de cereza? Trey asintió. —¿Qué tienes? —preguntó Reagan. —Cualquier cosa que su corazón desee —dijo Harold. —¿Sexo en la playa? —En cualquier lugar que tu corazón desee —dijo Trey. Reagan deslizó su mano más arriba en el muslo de Trey y se él puso rígido. En más de un lugar. —Probablemente debería abstenerme —dijo ella—. Tengo que encontrar el bus correcto a casa.

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“Abstinencia” no debería ser una palabra en el vocabulario de esta mujer. La mirada de Trey bajó a la sombra rosa de sus pezones justo por debajo de la superficie del agua. Se mordió el labio para no comenzar con las líneas de nuevo. Los dedos de ella trazaron sensuales senderos hacia arriba y hacia abajo por el interior de su muslo. Llegaba a centímetros de su entrepierna y luego se alejó de nuevo. Dos centímetros más cerca esta vez. Oh Dios. —No te preocupes por eso —dijo Dare—. Toma una copa, si quieres. Si te emborrachas, el conductor puede llevarte a casa en la limusina. Los ojos de Reagan se iluminaron. —¿Tienes una limusina? —La banda tiene una limusina —dijo Dare—. Así que técnicamente tú también tienes una limusina. —De. Ninguna. Maldita. Manera. —Su mano apretó el muslo de Trey y él casi saltó fuera del agua. —¿Oíste eso, Trey? Tengo una limusina. Trey le susurró al oído. —Deberíamos ir a dar un paseo. —Eso sería divertido. Podríamos pasar por mi trabajo y renunciar. O ser despedida. Realmente no me importa. —¿Por qué te despedirían? —preguntó Dare. —Porque se supone que esté ahí ahora mismo y ni siquiera llamé para avisarles que no iba a ir. No es muy responsable por mi parte. —¿Así que por lo general eres una persona responsable? —preguntó Trey. —Estoy en un jacuzzi, usando nada más que mi ropa interior, con dos hermanos estrellas del rock, uno de ellos desnudo. ¿Eso suena responsable para ti? —No tengo problema con eso —dijo Dare, y rió.

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Reagan sonrió. —Tengo una tendencia a hacer lo que quiero, cuando quiero. A la mierda con las consecuencias. Trey se inclinó hacia ella y presionó la nariz contra la cresta exterior de su oreja mientras le hablaba con su voz más seductora. —¿Puedo ser las consecuencias? Ella volvió la cabeza y levantó una ceja. —¿Siempre eres así de tan travieso? —Esto es bastante educado para Trey —dijo Dare y volvió a reír. Su hermano lo estaba pasando genial a expensas de él. Trey se vengaría en primera oportunidad. —Me lo imaginaba. —Reagan se inclinó hacia adelante hasta que sus labios estuvieron a un cabello de distancia de los suyos. Él no podía recordar haber deseado tanto besar a una mujer. Pero por una vez en su vida no estaba seguro de cómo hacer el primer movimiento. Sus señales estaban todas mezcladas y lo distraían. No podía entender qué necesitaba hacer para conseguir lo que quería de ella. Probablemente porque no estaba seguro de qué quería de ella. Quizás no quería nada de ella. Quizás sólo la quería a ella. Punto. —¿Sabes lo que hago con los niños traviesos? —preguntó ella. —Los provocas hasta el límite y luego los derribas —adivinó Dare y tomó un sorbo indiferente de su bebida. Reagan sonrió. —Exactamente. Bueno, maldición, si ella iba a derribarlo de todos modos, bien podría empujarla hasta el límite. —¿Sabes lo que hago con las niñas traviesas? —preguntó él, fijando su mirada en la suya. —¿Qué?

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—Me pongo el piercing de la lengua. —Pasó la punta de un dedo por el centro de su lengua. —¿Y? —Realmente sonaba aburrida. ¿Qué demonios? —Lo deslizo sobre sus clítoris hasta que gritan. —¿Qué gritan? —Oh, Trey. Fóllame. Por favor. Ella inclinó la cabeza y miró por encima de la cabeza de él en contemplación. —No muy original. Dare rió entre dientes. —Esto es genial —dijo—. Reagan, creo que te amo. —Cállate, Dare —se quejó Trey. Le lanzó una mirada sobre el hombro al engreído rostro de su hermano. La mano mojada de Reagan acarició la mejilla de Trey y volvió la cabeza para mirarla. —¿Sabes qué diría yo? Él sabía que estaba metiéndose en algo, pero no pudo evitarlo. —¿Qué? El rostro de ella se aflojó, con los ojos cerrados y la boca abierta en esa inconfundible expresión de dicha femenina. —Oh, Trey, estoy tan vacía ahora mismo. No me hagas acabar sin tu gruesa polla embistiéndome con fuerza. Y profundamente. Y rápidamente. Oh, sí, dámelo. Más fuerte. Oh, por favor, más fuerte. La boca de Trey se secó. Ella abrió los ojos y sonrió diabólicamente. —¿Puedes decirme dónde está el baño?

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Él no tenía idea de qué era un baño en ese momento. ¿Ella realmente esperaba que formase una respuesta coherente? Cuando Trey no hizo más que mirarla boquiabierto, ella miró a Dare. —¿El baño? Dare tardó un largo momento en responder. —Uh, sí. Hay uno en el vestuario. —Movió una mano mojada en dirección a la casa. —Gracias. —Reagan salió del jacuzzi. El agua corrió por su hermoso cuerpo y dejó huellas mojadas en el pavimento a su estela. Trey observó los dulces globos de su culo flexionarse bajo el raso de su ropa interior pegado a su piel mientras trotaba hacia la casa. Cuando se perdió de vista, él se relajó contra el borde del jacuzzi y emitió un gemido atormentado. —Es condenadamente deliciosa, ¿no? —dijo Dare. Trey se enderezó. —¿Vas a tratar de conquistarla? —Odiaría tener que competir contra su hermano por una mujer, pero Reagan seguía tentándolo a romper sus patrones habituales. —Lo haría —dijo Dare—. Pero A, ella está en mi banda y no arriesgaré mi carrera por una mujer, y B, creo que le gustas. —Creo que sólo está jodiéndome. Dare rió entre dientes. —Y a mí me encanta. —Lo harías. —Nunca he visto a una mujer hacerte frente. O bien creen que eres el idiota más grande del planeta, o están seducidas antes de que les ofrezcan un segundo vistazo. Es diferente. Creo que sería genial para ti. —¿En serio? —Trey miró hacia la puerta por la que Reagan había desaparecido, esperando que regresase rápidamente. Ya la echaba de menos verla. Y el sonido de su voz ronca. Y la leve elevación en la esquina de su boca cuando le estaba tomando el pelo. Y la sensación de su mano en el muslo.

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—Te mantendrá en vilo. —La sonrisa burlona de Dare se desvaneció—. ¿Cómo te fue esta mañana? —¿Cómo me fue en qué? —preguntó Trey, aturdido por el repentino cambio de tema. —Ver a Brian con su hijo. El corazón de Trey le dio un vuelco. —Oh, eso. Bueno, yo... —Cubrió el centro de su pecho con una mano. La angustia emocional de antes había regresado, en carne viva, como un hierro incandescente quemando un agujero en su corazón. Cuando había estado concentrado en Reagan, ese el dolor había estado completamente ausente. Ella era justo la distracción que necesitaba—. Brian pertenece a Myrna. He decidido que... es hora de que... avance. Dare se deslizó alrededor del borde del jacuzzi y pasó un brazo alrededor de los hombros de Trey. —¿Estás bien? —dijo Dare, con la voz ronca por la emoción. —Creo que sí. Dare era la única persona en el planeta que sabía lo mucho que Brian significaba para él. La única persona. Como hermano mayor, había aconsejado a Trey que dejara ir a Brian hace años, pero cuando no pudo hacerlo, Dare había sido el que había escuchado a Trey cada vez que las cosas se ponían demasiado dolorosas como para soportarlas. —¿Necesitas hablar de ello? —preguntó Dare, moviendo su mano a un lado de la cabeza de Trey para presionar su sien contra su hombro. Trey no podría pedir un hermano mayor más comprensivo. —Creo que necesito que se asiente por unos días. Todavía es algo reciente. —Sabes dónde encontrarme si me necesitas. Siempre estoy aquí para ti. Ya lo sabes. Trey sonrió y dio unas palmaditas en el centro del pecho desnudo de Dare con una mano. —Gracias, Dare.

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—Oh Dios mío, ustedes dos son tan condenadamente hermosos —dijo Reagan en el patio detrás de ellos—. Mi vibrador va a tener un trabajo infernal esta noche. No si Trey podía evitarlo.

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5 Traducido SOS por Dai, Simoriah, Little Rose y Otravaga Corregido por Steffanie

Reagan consideró si quería que la visión en su cabeza se convirtiera en realidad. Dare sentado en el borde del jacuzzi, tirando de su cabello mientras ella chupaba su polla. Al mismo tiempo, Trey follándola por detrás en el agua agitada y caliente. Cuando había salido de la casa y los había visto tan cerca, tocándose, casi abrazados, su ropa interior casi se había prendido fuego. Necesitaba controlarse. Por mucho que quisiera chupársela a Dare, sabía que sería una mala idea. Si se involucraban sexualmente, eso complicaría su relación profesional. La música tenía que venir primero, aunque ella deseaba ser la que se viniese primera y segunda, antes de que el par de hermosos hermanos acabaran sobre ella. Se quedó mirando los tatuajes a juego en sus hombros; el de Dare a su derecha, el de Trey a su izquierda. Guitarras rojas Flying V 10 que decían Flying V Para Siempre bajo ambas. Abrió la boca para preguntarles al respecto (porque nunca los había visto tocar una guitarra Flying V), pero cuando sus ojos se encontraron con los de Trey y luego con los de Dare, lo único en que pudo pensar fue en convertirse el relleno de un delicioso sándwich de los hermanos Mills. —Probablemente debería irme —dijo, antes de que su palpitante coño dolorido la convenciera de hacer algo de lo que se arrepentiría. El mayordomo apareció a su lado. Justo a tiempo. Tomó los dos tragos de su bandeja y los bebió en rápida sucesión. —¿Estás segura? —dijo Dare, liberando su asidero en su hermano pequeño y mirándola fijamente con esos penetrantes ojos verdes. Ella puso los dos vasos vacíos en la bandeja y asintió vigorosamente. 10

Flying V: guitarras con forma de V invertida.

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—Sí. Tengo un montón de cosas que ordenar antes de que salgamos de gira. — Mentira total. Sin embargo, no podía decirle la verdad. Dare, tengo que irme antes de los viole en el jacuzzi. No era exactamente admirable. Pero, oh, tan cierto. —Harold, ¿podría llamar al auto? —dijo Dare—. Reagan necesita que la lleven. Oh, sí. El auto. Podría viajar en una limusina. Eso era casi tan bueno como un trío con dos de los guitarristas más sexys del planeta. De acuerdo, no, ni siquiera cerca, pero aun así era bastante genial. —Yo también tengo que irme —dijo Trey y se paró en el agua. Los ojos de ella siguieron el rastro feliz de vello en la parte baja de su vientre hasta su tan preciosa pero ahora flácida polla. Cobró vida mientras ella miraba. Por Dios, ¿qué le pasaba? Le encantaba el sexo tanto como a cualquier chica, pero por lo general no era lo único en su mente. Probablemente debería mantenerse tan lejos de Trey Mills como fuera posible—. ¿Te importa si compartimos una limusina? —le preguntó a Reagan. Reagan se inclinó para recoger su camiseta descartada del borde del jacuzzi y se la pasó sobre la cabeza. —No, en absoluto —dijo con indiferencia. Tiró de la tela para que no se aferrase a sus duros pezones. No estaba haciendo mucho progreso con eso, en realidad. Trey le dio un codazo cuando pasó a su lado. Asegurándose de que tenía su atención, sin duda. Él recogió una toalla del borde del jacuzzi y comenzó a frotarla contra su piel. ¿Era realmente necesario? Él se dio vuelta y ella alcanzó a ver su perfecto culo. Bueno, perfecto, excepto por el ridículo tatuaje que decoraba una mejilla. Un unicornio, un arco iris, y un gato no tenían nada que hacer en el culo del hombre. Era una farsa. Ante su asustada inhalación, Dare se echó a reír. —Realmente necesitas que te quiten esa cosa, hermano —dijo Dare. Trey siguieron sus miradas hasta su culo. Desinfló las mejillas y soltó un suspiro lento. —Perdí una apuesta —le dijo a Reagan. Ella se echó a reír.

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—Yo tengo uno de esos. —Ella deslizó el elástico de su ropa interior hacia abajo para mostrar una única palabra tatuada en la parte derecha de su cadera. Decía “ALMUERZO” junto a una flecha que apuntaba hacia su montículo. Trey emitió un sonido que hizo que Reagan temiera que él necesitara la maniobra de Heimlich11. —¿Qué es eso? —preguntó Dare, estirando el cuello para tratar de ver alrededor de Trey. —Nada —dijo que él y envolvió su toalla alrededor de la cintura de ella. Tomó su ropa y se vistió, mientras ella se secaba las piernas con la toalla de él. Ella sacudió la cabeza y se rió. —Mis compañeros de banda tienen un sentido del humor enfermizo. —Conozco el sentimiento —dijo Trey. —Mis ex compañeros de banda —aclaró Reagan. Echó un vistazo alrededor del cuerpo de Trey para sonreír a Dare—. Ustedes no harían que me tatuara la palabra “ALMUERZO” en la cadera, ¿verdad? —Le guiñó el ojo y le mostró el tatuaje. La expresión de sorpresa en el rostro de Dare merecía ser capturada en imagen y colgada en una galería. —Eso es bastante retorcido —dijo él. —Oh, ahora lo entiendo —dijo Trey y rió. La flecha está apuntando a tu caja. Caja de almuerzo. —Un poco lento de entendederas hoy —dijo Dare—. ¿Muy poca sangre en el cerebro, hermano? —Cállate. ¿Qué clase de idiota haría que una mujer se tatuara eso en la cadera? —El mismo tipo de idiota que haría que Brian y tú se hicieran tatuajes de chicas a juego en el culo —dijo Dare.

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Maniobra de Heimlich: maniobra realizada para liberar la obstrucción de las vías respiratorias y evitar la asfixia.

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—Yo la tuve fácil —dijo Reagan—. Nuestro bajista perdió la misma apuesta. Tiene un tatuaje en el culo que dice “ENTRADA DE EMERGENCIA” con una flecha que apunta a su... estoy segura de que puedes adivinar. —Me niego a presentarte a Eric —dijo Trey—. Si él escucha eso, sé qué tatuaje me veré obligado a hacerme la próxima vez que pierda una apuesta. Dare se masajeó el puente de la nariz. —Estoy tan feliz de que mis compañeros de banda no son tan idiotas. —Yo también —dijo Reagan—. ¿Debo regresar mañana? Probablemente debería practicar para la gira con equipo decente. Mi guitarra es una pieza. —Sí, deberías hacerlo. ¿Necesitas que envíe el auto por ti? Hmm, déjame ver... ¿Regresar a la fabulosa mansión de Dare Mills en una limusina, o tomar el autobús de la ciudad y caminar desde la parada más cercana? Decisión difícil. —Eso sería apreciado. No tengo auto. —Sólo dile al conductor a qué hora debe recogerte en la mañana. —Lo haré. Gracias de nuevo por darme la oportunidad de siquiera hacer la audición. —Oh no, la efusividad de fan regresaba—. No puedo creer que me vaya de gira con Exodus End. ¡Esto es tan condenadamente increíble! —Tenemos suerte de tenerte —dijo Dare, obviamente, sólo siendo un tipo amable. Reagan era la afortunada. —Gracias —acertó a decir. Los veré mañana, entonces. —Hasta más tarde, Dare —dijo Trey. Trey la esperaba afuera del vestuario. Ella se quitó la ropa interior mojada y se las metió al bolsillo antes de ponerse los pantalones de camuflaje y botas de combate. Trey la guió a través del laberinto que era la casa de su hermano y por la puerta principal al pórtico que daba al camino de entrada. Una elegante limusina azul medianoche los esperaba. Reagan chilló emocionada y le dio a Trey un abrazo aplastante antes de lanzarse al asiento trasero a través de la puerta abierta. Los asientos de cuero blanco estaban dispuestos en forma de U alrededor de una mesa en el medio del piso. Luces fluorescentes azules rodeaban el perímetro del techo dándole

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a todo un sensual resplandor azul. Antes de que Trey siquiera se acomodara en el asiento a su lado, ella ya estaba jugando con la consola delante de sus espinillas. —¿Esto es un bar? —preguntó. Trey se estiró para tomar el control remoto y comenzó a presionar botones. Música resonó de los parlantes. ―¡Oh, amo esta canción! Él presionó otro botón y el centro de la consola lentamente se elevó hasta el nivel de los ojos. ―¿Quieres beber algo? ―Estoy ebria de vida. Y dos sexo en la playa inhalados afuera, pero tú puedes beber algo, si quieres. ―De hecho, tengo ganas de almorzar ―dijo él. El rostro de ella ardió. Nunca debería haberle mostrado ese tatuaje. ―Me gustas y todo, Trey, pero no estoy lista para abrirme de piernas y ofrecerte el almuerzo. ―De acuerdo, ésa era una completa mentira, pero él no tenía que saberlo. Tenía que ser un poquito difícil. Muy poco. ―Me refería a la comida. No he comido nada en todo día. El rostro de ella cayó. ―Oh. ―¿Tienes hambre? ―Sí, seguro. ¿Podemos pasar por mi trabajo primero? Necesito renunciar. Él levantó el teléfono y se lo entregó. ―No quiero llamarlos. Quiero hacerlo en persona. Desde una limusina. Incluso podría mostrarles el trasero. ―¿Dónde? ―Una voz profunda vino desde el teléfono. ―Es el chofer ―le informó Trey con una sonrisa.

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―Oh. Cierto. Nunca he estado en una limusina antes. ―Abrazó a Trey una vez más antes de llevar el teléfono a su oreja―. Hola, ¿puedes meter esta cosa larga por el pasillo de venta en autos de una cafetería? ―No debería ser un problema, señora. Ella soltó una risita y cubrió el teléfono con la mano. ―Me llamó señora ―le dijo a Trey. Él esbozó una sonrisa torcida, la cabeza inclinada sólo un poco, y ella se derritió. ―Necesitaré la dirección ―dijo el chofer en su oreja, arrancándola de la feliz tierra de Trey. ―Cierto. ―Le dio la dirección al chofer y devolvió el teléfono a su lugar―. El almuerzo lo pago yo ―dijo―. ¿Dónde vamos? ―¿Qué tal Spago en Beverly Hills? Su mandíbula cayó. No podía pagar ese lugar. Todavía no había recibido su enorme bono por haber firmado con Exodus End. ―El almuerzo lo pagas tú. ―Me gustaría mucho. ―Levantó una ceja hacia ella, su mirada yendo a su entrepierna y luego de vuelta a sus ojos. Ella lo golpeó en el hombro. ―Eres tan travieso. ―Usualmente me funciona bien. No tanto contigo. Estaba tan equivocado. Estaba completamente seducida. No tenía idea de por qué no estaba besándolo en este momento. En una limusina. Que pertenecía a Exodus End. Su banda.

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Se cubrió la boca con una mano para esconder su sonrisa. No resistió la urgencia de volver a abrazar a Trey. Era muy abrazable. Muy lamible. Muy follable. Llegarían a eso eventualmente. Estaba demasiado distraída para darle toda la atención que él merecía. ―¿Qué quieres hacer después del almuerzo? ―preguntó él. ¿En serio iba a ir a almorzar a Spago con Trey Mills? ¿Cuándo su vida se había convertido en un sueño? Oh sí, alrededor de tres horas atrás. ―¿No tienes cosas importantes de estrella de rock que hacer? ―Ella inclinó la cabeza y la sacudió. Él sonrió. Una vez más, ella se derritió. ―Tendré que regresar al Medio Oeste mañana para el siguiente show de los Sinners, pero estoy libre esta noche. Se ella pasaba todo el día con él, terminaría de espaldas con el apretado cuerpo de él encima de ella para el atardecer. Sintió el rubor del deseo trepar por su garganta. 74

―Cuenta conmigo ―dijo sin vacilar. El teléfono en la consola sonó. Trey lo levantó y oyó al chofer hablar al otro lado. ―¿Querías ordenar café? ―le preguntó a Reagan. Ella sacudió la cabeza. ―El café aquí apesta. La gente viene por el escenario. Sólo pasa y detente en la ventana. Ella tomó el control remoto y comenzó a presionar botones al azar. Un televisor salió del techo. La canción cambió a algo muy duro y pesado. La ventanilla que los separaba del chofer bajó. Finalmente, el techo corredizo se abrió. Se subió a la consola y se asomó afuera. El chofer hizo avanzar la limusina hasta que ella estuvo al nivel de la ventanilla de pedidos. Movió los brazos pero nadie la notó. ―Dile que toque la bocina ―le dijo a Trey. La bocina sonó con la introducción de la canción de Exodus End “Bite”. Stacy, la estudiante universitaria con la que Reagan usualmente trabajaba, se volvió ante el sonido de la bocina. Sus ojos oscuros se agrandaron y abrió la ventana de un tirón.

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―¡Reagan! ¿Qué demonios? ―Miró la limusina con la boca abierta y luego señaló a Reagan―. Hank está enfadado contigo porque no viniste a trabajar. Dice que va a despedirte. ―Dile al Viejo Hank que venga ―dijo Reagan. ―¿Por qué estás en una limusina? ¿Te ganaste la lotería? ―Varios otros baristas estaban en la ventana tratando de ver a través de la pequeña abertura. Cada uno de ellas vestía una pequeña bikini amarilla a lunares. ―Mejor ―le aseguró Reagan. ―¿Qué podría ser mejor que ganarse la lotería? ―preguntó Stacy. ―Oh, no lo sé… ―dijo Reagan, segura de que su rostro estaba a punto de agrietarse de la enorme sonrisa que no parecía ser capaz de contener. Una mano se presionó contra la parte baja de su espalda y Trey salió por el techo junto a ella. Hubo un grito ensordecedor dentro del café. ―¡Es Trey Mills! ―Hola ―dijo, y sacó la mano para saludar. ―Oh mi Dios, Reagan, ¿estás saliendo con Trey Mills? ―chilló Leah, alejando a las baristas en bikini de la ventana a la vez que intentaba salir de la pequeña abertura. No iba a suceder―. ¡Eso es mejor que ganarse la lotería! ―Ella sigue rechazándome ―dijo Trey. Reagan le dio un golpe. ―Él miente. ―¿Reagan, serás mi novia? ―preguntó él. Ella lo miró, sabiendo que estaba bromeando. Esperando que dijera que no. Sus ojos verdes como la hierba estaban llenos de travesura. ―Sí, seguro, Trey. ¿Por qué no? Considérate ensillado a una novia estable.

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Los ojos de Trey se agrandaron y en cierta forma se derritió por la abertura y desapareció de la vista. Ella rió, preguntándose qué diría él para salir de ese arreglo. ―¿Qué estás haciendo? ¿Causando otro espectáculo? ―gritó Hank por la ventana―. Ésta es la última vez, Reagan Elliot. Te tuve piedad cuando manguareaste a un cliente con refresco. ―Estaba siendo un imbécil ―dijo Reagan. Las cuatro mujeres detrás de Hank asintieron su consentimiento. ―Hice la vista gorda cuando usaste botas de vaquero con tu bikini en lugar de los tacos requeridos. ―Oye, dije que si lograbas pasar por un día de ocho horas con esos asesinos de pies, entonces estaría dispuesta a usarlos. ―Se encogió de hombros. El sonido de la risa de Trey se elevó por el techo abierto. 76

―Y ahora bloqueas el servicio de autos con tu estúpida limusina ―dijo Hank. ―No hay tal cosa como una limo estúpida. Sólo pasé a renunciar. Ya no necesito este trabajo de porquería. ―¿Así de simple? ―gritó Hank por la ventana―. ¿Sin aviso ni nada? ―Sí, así de simple. ―Ella chasqueó los dedos―. Hasta luego. ―Apretó los labios y frunció el ceño, como si estuviera pensando―. En realidad, Hank, no te veré luego. Reparte mi último cheque entre todas mis chicas. ¡Adiós chicas! ¡Las extrañaré! ―Saludó a sus antiguas compañeras. Ellas le devolvieron el gesto con entusiasmo. Ella se dejó caer en la limusina y sonrió a Trey. ―Eso fue genial ―dijo. ―Creí que ibas a mostrarles el trasero. ―Bueno, era el plan, pero no llevo ropa interior, así que mejor me saltaré esa parte hoy. ―¿Realmente llevaste botas vaqueras con un bikini? ―¿Es eso un problema?

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Él sacudió la cabeza. ―Sólo me gustaría verlo, eso es todo. ―Ya no visto un bikini en el trabajo. ―Volvió a sonreír. No pudo―. Ahora uso una guitarra. ―¿Y nada más? ―No me molestaría. ¿A ti? ―Definitivamente. Y me calentaría. El teléfono en el centro de la consola sonó. Trey atendió. ―Un momento. Déjame ver si puedo conseguir reservaciones en Spago. Trey sacó su celular del bolsillo de sus jeans. Reagan no estaba vestida codearse con los ricos y famosos. No le sonaba tan divertido, realmente. Trey deslizó el dedo por la pantalla de su teléfono buscando el número correcto. ―Nunca conseguirás una reservación con tan poca anticipación ―dijo Reagan. Él la miró y ella se sonrojó. Por primera vez notó que él tenía ligeras pecas en la nariz. Quería besarlas todas. ―Yo… eh… tengo conexiones con alguien ahí. Siempre me consiguen lugar. Ella le arrebató el teléfono para asegurarse de tener su completa atención. ―Estoy impresionada. En serio ―dijo―. Pero, honestamente, preferiría una hamburguesa y cerveza y comer mientras paseamos en la limusina. Contigo. Sólo contigo. ―Lo miró―. Pero si prefieres que me comporte adecuadamente en público… Él le arrancó el teléfono de la mano y lo arrojó en el asiento del otro lado de la limusina. El teléfono del conductor golpeó la consola, y Reagan se encontró sepultada debajo de un hombre dispuesto y caliente. Con énfasis en lo caliente. Santo cielo, el hombre podía besar. Los labios de Trey eran suaves y fuertes contra los de ella. Aplicaba la justa cantidad de presión y succión, frotando con los labios, acariciando con la lengua, para volverla loca del deseo. Le mordisqueó el labio inferior y luego se lo llevó a la boca para chuparlo suavemente y acariciarlo con la punta de la lengua. Ella sabía que se estaba aferrando a su espalda, frotando su calor en el muslo

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de él y jadeando de excitación, pero la provocadora incurable dentro de ella se había ido de vacaciones y por un largo momento permitió que Trey la distrajera sin siquiera considerar alejarlo. ―Señor ―dijo una voz metálica desde alguna parte en medio del auto―. ¡Señor! Estamos bloqueando la ventana de ventas. Reagan le dio golpes a la consola con la mano, intentando encontrar el teléfono. Cuando finalmente envolvió su mano alrededor de él, volvió la cabeza para romper el beso de Trey. Él la miró, sus ojos de párpados pesados parcialmente cerrados, y un pulso de caliente lujuria surgió en su coño. Él parecía estar esperando que ella le diera el permiso adecuado, pero todo lo que pudo hacer fue mirarlo e imaginarse la sensación de su polla llenando ese caliente y doloroso vacío entre sus muslos. ―¿Señor, se encuentra allí? ―dijo exasperado el conductor―. Malditas estrellas de rock ―murmuró. Reagan se llevó el aparato a la oreja. ―Las malditas estrellas de rock desearían dar una vuelta por un rato. Diríjase al norte por la costa. Sólo siga conduciendo. Le indicaremos cuándo parar. ―Sí, señora ―dijo tímidamente el conductor. Ella intentó colgar el teléfono, pero no alcanzaba. Trey le sacó el teléfono y lo puso en su base. Cuando él se movió, su polla presionó contra su montículo. Si él hubiera estado excitado, o incluso medio duro, ella podría haber tenido una oportunidad, pero él estaba duro como piedra. Se estremeció, y el cielo la ayude, gimió. Él contuvo el aliento, y su mirada fue al rostro de ella. La mirada sensual que él le dio la encendió. Trey enterró ambas manos en su cabello, inclinando su cabeza ligeramente hacia atrás mientras la miraba a los ojos. ―Quiero besar cada centímetro de ti ―murmuró y frotó su pene contra su montículo―. Luego quiero lamer cada centímetro. Y tocar. Luego chupar. Luego follar. ―Le dio un duro tirón en el cabello―. Cada centímetro. Ella quería gritar, ¡Sí Trey, bésame, lámeme, tócame, chúpame, fóllame, toda, toda! Pero salió como un jadeo incoherente.

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―Encontraré todos tus puntos. Te daré placer hasta que me ruegues que te posea. Cuando finalmente lo haga, me enterraré profundamente en ti. Con fuerza. Ella prácticamente podía sentirlo dentro de ella. ―Rápido ―jadeó―. Duro y rápido. ―Lento ―murmuró y bajó la cabeza para besarle la mandíbula. Sus labios dejaron un sendero ardiente por su garganta. Cuando llegó a la clavícula, se detuvo―. Tan lento. ―Volvió a frotarse contra ella y ella abrió los muslos para que él se deslizara más abajo. Sus ropas impidieron que él entrara en su cuerpo, pero lo sintió allí, frotándose contra su abertura con arcos lentos y sensuales―. Quiero hacerte acabar fuerte, con tanta fuerza, pero sólo después de pasar horas adorando tu cuerpo. ―Apuesto a que le dices eso a todas las chicas ―dijo ella. La leve barba en su mentón se sintió dura contra sus pezones cuando él lo usó para bajar el escote de su camiseta. Su lengua se deslizó sobre el montículo erecto y el estómago de ella se retorció de necesidad. ―¿Celosa? ―susurró él, su aliento provocando su pezón. Lo tomó en la boca y lo frotó con movimientos circulares de su lengua. ―Un poco ―admitió ella―. Ahora que soy tu novia oficial, espero que sólo me complazcas a mí. Él se tensó. Ella esperó que negara que fuera su novia para que ella pudiera encontrar el sentido para decirle que saliera de encima de ella. No era que nunca antes hubiera tenido un amorío de una noche, pero siempre se arrepentía de ellos en la mañana. No quería arrepentirse de nada con este hombre. En cierta forma le gustaba. Enredarse con él sexualmente demasiado pronto arruinaría eso. Habría incomodidad y amabilidad y luego él nunca volvería a llamarla. No era una idiota. Sabía cómo operaban los galanes. ―Sí ―dijo él―. Sólo tú, Reagan. Bueno, eso acababa de molestarla. ¿Mentirle para que ella se entregara? Mal. Lo arrojó en el piso de la limusina y se sentó, ocultando su pezón enrojecido, muy excitado, y ahora solitario bajo su camiseta.

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―¿Qué? ―dijo Trey, sentándose en el piso a sus pies, luciendo todo desaliñado, excitado y completamente anonadado. Maldito sea por ser tan irresistible. Y por saberlo. —Sí tengo sentimientos —dijo ella—. Y no soy estúpida, así que no creas que tus mentiras van a funcionar conmigo. —¿Qué mentiras? —El hombre era un excelente actor. Honestamente lucía como si no supiera de lo que ella estaba hablando. —Sólo tú, Reagan —dijo ella, imitando esa sensual voz suya. —¿Qué mentiras? —repitió él—. Lo dije en serio. Quiero eso. Contigo. Sólo tú. —¿Qué quieres conmigo, Trey? ¿Sexo? —Una relación comprometida y estable. Quiero intentarlo por primera vez en mi vida. Contigo, Reagan. No lo tomes a la ligera. Si piensas que la idea no hace que me mee del susto, te equivocas. Sin embargo, creo que… —Él desvió la mirada hacia el techo—. No importa. Olvídalo. —¿Nunca has estado enamorado? —No dije que nunca hubiera estado enamorado. Dije que nunca he estado en una relación estable y seria. Reagan frunció el ceño y cruzó los brazos sobre su pecho. —¿Así que engañaste a la mujer que amabas? —Ethan la había engañado. No podía volver a estar con un hombre que la engañara. Dolía demasiado. —No, era unilateral. Bri… la persona de la que estaba enamorado no me amaba. Tenía la esperanza de que cambiara dándole el tiempo suficiente, pero… quiero seguir adelante. No pensé que me sentiría de esa manera alguna vez, nunca pensé que me rendiría, pero hoy he sufrido una patada tras otra a mi sistema y aquí estás tú toda perfecta para mí. No creo que debiera ignorar eso. Ella soltó un bufido. —¿Crees que soy perfecta? —No, creo que estás bastante jodida, Reagan. Perfectamente jodida.

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Ella apretó sus brazos, que todavía estaban cruzados sobre su pecho, y se frotó la parte superior de los brazos. —Tú también estás jodido. —Exactamente. Ella lo observó por un momento, buscando al sabelotodo que separaba a las mujeres de sus bragas con tanta facilidad, pero Trey lucía completamente sincero. Ella sería capaz de saber si él estaba diciendo lo que él creía que ella quería oír para meterse en sus pantalones, ¿verdad? Supuso que había una manera fácil de saberlo. —Está bien, intentaremos este asunto de la relación seria con una condición. —Tengo una condición apremiante en mis pantalones. Ella le sacudió la cabeza, necesitando que él fuese serio. —Todavía no confío completamente en ti. Sigo pensando que sólo quieres follarme y después botarme. Lo cual, de acuerdo, si esa es la verdad entonces puedo manejarla, pero no me hagas amarte para luego romper mi corazón. —¿Por qué te abriría mi corazón si ése fuese el caso? —No estoy segura de si estás abriéndome tu corazón o simplemente inventando alguna historia de mierda para echarte un polvo. —No lo hago. Honestamente, Reagan, no tengo problemas para echarme un polvo. Si eso es todo lo que quisiera, puedo conseguirlo en cualquier parte. —La miró durante un largo momento y, cuando ella no retrocedió, soltó un suspiro exasperado—. ¿Cuál es tu condición? —Que pasemos juntos todo el día a un nivel completamente platónico. —Esa condición apesta. —Sin chupar tampoco 12. Él se echó a reír.

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N. de T.: juego de palabras. “Suck” significa “apesta” y “succionar”.

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—De acuerdo, está bien. Platónico. Puedo hacer eso. Ahí es donde aguantamos la respiración, tratando de no acabar por un tiempo realmente largo, meditamos y esas cosas, ¿verdad? Ella se echó a reír. —No, cariño, eso es tántrico13. —Tenía la esperanza de que fuese eso a lo que te referías —dijo él, con una diabólica sonrisa en su hermoso rostro—. Pero si realmente quieres lo platónico, creo que puedo manejarlo por un día. —Y tienes que pasar la prueba de Ethan. —Nunca nadie pasaba la prueba Ethan. Su corazón estaría perfectamente a salvo de las garras de Trey Mills. —Ésas son dos condiciones. Obtienes una o la otra. Era justo, supuso ella. Él nunca lograría pasar un día platónico de todos modos. —Bien. Sólo tienes que pasar el día sin un sólo coqueteo, caricia o beso robado. Y sin flirtear. —De acuerdo. —Él extendió una mano platónica—. Trato hecho. Ella tomó su mano y se la estrechó, sorprendida cuando él no trató de prolongar el apretón de sus manos. —Es un trato, entonces. Un día platónico juntos. Él soltó un suspiro de alivio. —Gracias a Dios que el sol se pone en seis horas. No dijiste nada acerca de una noche platónica. ¿Por qué el hombre tiene que ser tan condenadamente perceptivo?

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Sexo tántrico: acto sexual en el que se trata de retrasar el orgasmo.

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6 Traducido por Dai Corregido por Nanis

Trey nunca se había divertido sin tener sexo con una mujer. Habían comido hamburguesas y habían bebido cervezas viendo un juego de fútbol en la parte de atrás de la limusina. ¿Si había querido robarle un beso, arrancarle la ropa, tener sexo con ella hasta dejarla aturdida? Cada segundo. Pero de alguna manera había logrado comportarse. Ella había alentado a los Chargers de San Diego, y sólo para que ella se enfadara, había fingido ser fan del equipo contrario. No había prestado suficiente atención al juego para recordar quién había ganado. Después del partido, habían dado un paseo por la playa. Habían hablado. Acerca de música. Nunca había conocido a una mujer que supiera tanto de música. Había estado atento a cada palabra suya. ¿Era porque estaba pensando en la forma en que sabía su beso, el calor que había descubierto entre sus piernas, la bonita manera en que ella entrecerraba los ojos bajo la luz del sol cuando levantaba la vista hacia él? Sólo la mitad del tiempo. Ella era realmente interesante. Él no estaba simplemente fingiendo que ella era interesante para echarse un polvo. Había hablado así con mujeres por las que no sentía ningún interés sexual pero, ¿esto? Esto era nuevo para él. Esto de estar totalmente excitado por una mujer que genuinamente le gustaba lo asombraba. ¿Por qué había pensado que esto era algo malo? Porque siempre había sentido que estaba siendo infiel a Brian, por eso. Tener sexo con gente que no le interesaba no se sentía importante. Cada vez que Brian entraba en sus pensamientos, Trey todavía se sentía culpable porque le gustara tanto Reagan. Sentía que estaba engañando a Brian. Realmente le hacía un lío en la cabeza, por lo que se esforzaba en no pensar en Brian. Con Reagan junto a él, era más fácil de lo que pensó que sería. Él y Reagan encontraron un parque de skate en la playa y ella habló con un par de tipos para que les prestaran sus tablas. Ella hizo piruetas como una profesional. Trey intentó seguirle el ritmo, pero no se había subido a un skate en unos diez años y se

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notaba. Los skaters estaban impresionados con las habilidades de Reagan. Trey sabía que todos estaban pensando en follarla. Podía ver el hambre en sus ojos. Aunque Trey pasó la mayor parte de su aventura en el parque de skate levantando su cuerpo magullado de la tierra de una manera para nada impresionante, ella se fue con él, para la consternación de su audiencia cautiva, y siguieron por la playa. Ella vio una choza de bebidas y se iluminó con entusiasmo. —Tengo sed. ¿Tienes sed? Necesitaba un Tylenol14 y una bolsa de hielo para su codo más que una bebida pero, ¿cómo podía decirle que no a esa expresión ansiosa en su rostro? —Sí, claro. ¿Qué quieres? —Batido de vainilla. Él se tragó un chiste sobre el sexo vainilla. Un Frisbee aterrizó a los pies de Reagan y un perro amarillo grande y baboso le ladró con entusiasmo. El perro movió la cola y empujó el disco de plástico con su nariz. —¡No muerde! ¿Te importaría lanzar eso hacia aquí? —gritó un tipo cerca las olas. Reagan rascó al perro detrás de las orejas y luego lanzó el plástico mordisqueado hacia las olas. Ella lo persiguió por un par de pasos y luego se detuvo en seco. Echó un vistazo a la fila en el puesto de bebidas y luego a Trey. —Ve a jugar con el perro —dijo Trey—. Voy a buscar la bebida. Su risa feliz fue toda la recompensa que él necesitó mientras encontraba el final del camino. Mientras Trey esperaba a que el cajero hiciera el batido de vainilla de Reagan, la observó lanzar el Frisbee al Labrador una y otra vez. El dueño del perro la observaba casi tan atentamente como Trey. El perro estaba completamente enamorado mientras ella lo rascaba detrás de las orejas, le sacaba el disco plástico marcado de la boca, y lo lanzó otra vez hacia las olas.

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Tylenol: marca de paracetamol.

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—Aquí tienes —dijo la chica detrás del mostrador—. Un licuado de vainilla. Un granizado de cereza. Trey apartó la atención de Reagan lo suficiente para pagar por sus bebidas. Cuando se volvió, una bebida en cada mano, encontró a Reagan riendo con el propietario del labrador amarillo. Trey corrió a su lado. Se preguntó a cuántas mujeres había conquistado de esta manera ese tipo. —No, no lo hizo. ¿En serio? —le dijo Reagan al atractivo, bronceado y atlético dueño del perro. Ella tenía esa manera de mantener un ojo cerrado cuando pensaba que estabas mintiendo. Eso hizo que Trey se preguntara qué aspecto tendría cuando tenía un orgasmo. —Sí. Estaba seguro de que ella me iba a echar a la policía encima. Trey se deslizó más cerca de Reagan. Ella le sonrió cuando él le entregó el batido de vainilla, pero inmediatamente volvió a prestar atención al tipo del perro. —Entonces, ¿por qué no lo hizo? —Riley no tenía intención de hacerle daño —dijo, y se volvió a su perro—. ¿O sí, muchacho? Riley dio varios pasos hacia atrás, moviendo la cola, y emitió un fuerte “woof” para mostrar su acuerdo. —Sólo buscabas amor. ¿No es así, muchacho? ¡Woof! ¡Woof! Trey sorbió su granizado lo más fuerte que pudo, esperando recuperar toda la atención de Reagan. Un severo y punzante dolor subió desde el fondo de su garganta y martilleó sin cesar detrás de su ojo derecho. —Ah, Dios. ¡Congelamiento cerebral! —gritó Trey y se cubrió el ojo con la mano libre—. Mierda. ¿Por qué duele tanto? Reagan se rió de él. —Chúpalo más lentamente la próxima vez —aconsejó.

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Él tenía quince líneas que podría haber utilizado en ese momento, pero tenía que mantener las cosas platónicas entre ellos durante otra hora más o menos. —¿Estás bien? —preguntó ella mientras lo observaba enjugarse las lágrimas de los ojos. Él aceptaría una nariz rota en vez de congelamiento cerebral cualquier día. —Creo que necesito irme —dijo, y le dio el perdedor y a su perro una mirada mordaz. —Éste es Scott —dijo Reagan, malinterpretando la mirada de Trey que decía “dile a este tipo que se pierda”. Trey asintió en dirección a Scott sin dejar de mirar a Reagan. Nunca se había sentido tan posesivo de una mujer. Ni siquiera quería que Scott la mirara. El hecho de que Scott estuviera usando un perro como excusa para coquetear con ella lo hacía bastante patético, en opinión de Trey. Por supuesto, si Scott tuviera una medalla al valor, cinco medallas de oro olímpicas y un premio Nobel colgando del cuello, aun así Trey pensaría que era patético. Él estaba coqueteando a Reagan y Trey no podía tocarla de forma que quedara claro que era suya. Trey tenía que ser muy cuidadoso de no darle una razón para que lo mandara a volar. Uno hora más de comportarse. Y luego, una vez que hubiera cumplido con la condición de ella, todas las apuestas habrían terminado. Si ella trataba de apartarlo de nuevo, él tendría que tomar el control y ver cómo reaccionaba. Estaba empezando a entender sus señales. Quizás. —Probablemente deberíamos regresar a la limusina —dijo Trey, con cuidado de no poner énfasis en la última palabra. Eso lo haría tan patético como Scott. Intentando impresionar a la chica con posesiones materiales. No necesitaba cosas para impresionar a una mujer. Pero, hola, tenían una limusina a su disposición. Reagan asintió y tomó un largo trago de su batido. Su rostro se retorció de dolor y se tapó un ojo con la mano libre. —Congelamiento cerebral —dijo ella sin aliento. —Deberías… —¿Chuparlo más despacio la próxima vez?

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—Puedes chuparlo tan rápido como desees. —Hizo una mueca tan pronto como salió de su boca. Estaba tan acostumbrado a convertir cada frase en insinuaciones que sucedido automáticamente. Reagan se echó a reír. —No te preocupes. Lo chuparé muy despacio. De esa forma durará más. Tan excitado como estaba por esta mujer, no había garantías de que durara en lo absoluto. Sin importar cuán lento chupara. Se quedó mirando su boca mientras tomaba otro sorbo de su granizado, esta vez manteniendo la bebida fría en su boca para que se calentara un poco antes de tragarla. Reagan se inclinó y volvió a rascar al perro detrás de las orejas. —Nada de volver a montar ancianas en sillas de ruedas, Riley. No es bueno. Riley ladró y movió la cola. Trey se echó a reír. —Adiós, Scott —dijo Reagan sin mirarlo. Dos puntos para el Trey-ster15. Trey quería tanto tomar su mano y sostenerla mientras se alejaban, pero tenía poco más de una hora para mantener sus manos para sí mismo. —Así que asumo que te gustan los perros —dijo Trey. —Me encantan los perros. ¿Tienes un perro? —Tuve uno cuando era un niño. Fue atropellado por un coche. No he tenido uno desde entonces. Los rasgos de Reagan se suavizaron con simpatía y deslizó una mano consoladora por su espalda. Maldita sea, él estaba caliente. Incluso ese pequeño contacto tuvo su polla completamente atenta. —Lo siento —dijo ella—. ¿No has tenido ninguna mascota desde entonces? —Sólo a Eric Sticks. Reagan se echó a reír. 15

N. de T.: juego de palabras entre “Trey” y “master”.

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—No puedo esperar para conocer a Eric. Parece tan divertido cuando lo veo entrevistas de ustedes. —¿Has visto entrevistas de los Sinners? —Se preguntaba qué pensaba de él. No decía mucho durante las entrevistas. A su vocalista principal, Sed, le gustaba oírse hablar. —Estoy un poco obsesionada con Sinclair. Trey entendió completamente esa obsesión. —Me encanta su sonido. Me habla —agregó y tomó otro trago de su batido. —Honestamente pensé que eras él en esa audición. Es increíble lo mucho que suenas como él. —He estado practicando. ¿Podrías presentármelo? Te prometo que no me convertiré en una fanática histérica. —Se cubrió el pecho con una mano—. Mucho. —Está acostumbrado a las fanáticas histéricas. —¿Tú sí? —Sí. Pero me gusta. A Brian nunca le gustó. —Gracias por el dato. Intentaré no postrarme a sus pies, besar sus botas, y repetir su nombre como un mantra a los dioses del rock. Trey quería hacerla repetir su nombre como un mantra a los dioses del sexo. —Deberías tocar para él —dijo, tratando de evitar que su tren de pensamientos se descarrilara. No lo estaba haciendo muy bien, gracias. Ella se detuvo, los dedos desnudos de los pies arrugándose en la arena. Maldita sea, incluso eso era sexy. Cuando ella no dijo nada, él levantó la mirada para encontrarse con la de ella. —Preferiría jugar contigo. Trey se mordió el labio, la urgencia de largar otro comentario insinuante arrolladora. No estaba seguro, porque la sangre corriendo por su cabeza de camino a su polla era bastante ruidosa, pero bien podría haber efectivamente producido un gemido de anhelo verbal.

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—Estás censurándote ¿verdad? —preguntó ella y le tocó el pecho con las puntas de los dedos. Su corazón retumbaba en su pecho. —Estoy tratando con tanta fuerza ser bueno —admitió él. —¿Por qué? —No estoy seguro. Si me dejas, fácilmente puedo encontrar a alguien más para entretenerme. Las facciones de ella se endurecieron y él supo que había dicho lo que no debía. —La cosa es que no quiero a nadie más. Me gustas, Reagan. —¿Qué tan a menudo usas esa línea? —preguntó ella. —Nunca —dijo él con sinceridad. Ella sonrió y él se alegró de que le creyera. —En cierta forma esperaba que dejaras de intentar ser bueno y que sólo fueras tú mismo. Sigo vislumbrando a este tipo travieso y me gustaría llegar a conocerlo un poco mejor. No estoy segura de por qué te di ese ultimátum de lo platónico. He estado deseando no haberlo hecho durante las últimas tres horas. —Si le doy rienda suelta a mi lado travieso, no seré ser capaz de mantener mis manos lejos de ti. Ella inclinó la cabeza hacia un lado, con la mirada fija en su boca. —¿Qué hay de tus labios? —También estarían sobre ti. —¿Y la lengua? Ahora estaba seguro de que gimió de deseo. Ella lo miró a los ojos como contemplando sus opciones. —¿Quieres venir a mi casa? No está lejos de aquí. —Me gustaría.

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—Sólo para que sepas, eso no significa que vayas a tener sexo, Trey Mills. —Ella lo estaba matando—. Lo garantiza —añadió. Calor inundó el bajo vientre de Trey y se extendió hasta su ingle. No iba a aguantar hasta su casa. No le importaba lo cerca que estuviera. Pasó un brazo alrededor de los hombros de ella y la atrajo hacia él, apresurándola hacia la limusina estacionada en el otro extremo de la playa. Su calor se fundió con su costado cuando su brazo se movió para descansar contra la parte baja de su espalda. Los dedos de ella rozaron su lado. Ella asintió con la cabeza hacia las olas. —Hermosa puesta de sol. Trey miró al horizonte. El sol acababa de besar al océano. El cielo ardía con tonos de rosa y naranja. Nunca había estado tan feliz por ver una puesta de sol en su vida. Aunque ella se había retractado de su estúpido ultimátum platónico, de alguna manera lo había atravesado sin morir con las bolas azules. Dos puntos para Trey-ster. —Me divertí contigo hoy, Trey —dijo ella—. Pero creo que voy a mucho divertirme más contigo esta noche. —Creo que esa es una suposición segura. * * * Reagan subió a la limusina y se deslizó por el asiento de cuero blanco para dar espacio a Trey para que se uniera a ella. ¿Realmente acababa de invitar a Trey a su apartamento? ¿Y le había prometido sexo? Por Dios, sólo porque su coño había estado mojado e hinchado desde que él la había besado antes, no significaba que fuera una buena idea insinuársele de esa manera. Él tenía mucho más autocontrol que ella. Cuando se metió en el coche, su largo flequillo oscureciendo un sensual ojo verde, y la inmovilizó con una mirada de pura lujuria, no se arrepintió. Aparte de los pies sucios de caminar descalza por la playa y de los gérmenes de perro en sus manos. Por mucho que quisiera tocar a Trey, decidió que primero necesitaba una ducha. Ése último pensamiento coherente flotó por el techo corredizo cuando él la miró como si fuera su postre de cereza favorito.

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La puerta de la limusina se cerró detrás de él y él se acomodó junto a ella. Se inclinó de modo que su nariz rozó su mejilla cerca de su oreja y su cálido aliento le hizo cosquillas en el lóbulo de la oreja. —Más tarde —dijo él en voz baja—. Voy a hacerte el amor despacio y a apreciar cada centímetro de ese hermoso cuerpo que tienes, pero en este momento... —Aspiró con fuerza entre los dientes, como si sus pensamientos fueran una tortura—. Ahora mismo voy a devorarte. Con los ojos muy abiertos, ella se volvió para mirarlo. La boca de él capturó la suya en un beso profundo y succionador. Su lengua se movió contra el interior de su labio superior y ella gimió, abriendo su boca a su posesión. Sus labios sabían a cereza y a un sabor único que sólo podía ser descrito como Trey-licioso. Ella se inclinó sobre su cuerpo duro, presionando sus pechos contra el suyo. Él se movió y se encontró vientre contra vientre con él y recostada en el asiento trasero de la limusina. Él movió su muslo entre sus piernas y presionó firmemente contra el dolor palpitante que anhelaba ser llenado por él. Ella se retorció, necesitando estimulación más brusca, y sintió la evidencia de su deseo contra su cadera. Él arranó su boca de la de ella y la miró a los ojos. —Te deseo —dijo—. Reagan. —Enterró una mano en el cabello de ella y le inclinó la cabeza hacia atrás para poder mover esos besos succionadores a su garganta—. Reagan. —Yo también te deseo —dijo ella sin aliento. —Di mi nombre. —Trey. Él movió una mano para bajar los tirantes de su camiseta hasta que su pecho quedó al descubierto. Pasó la lengua sobre un pezón y todo su cuerpo se tensó. Sus manos se deslizaron por sus costados, bajando la camiseta hasta la cintura. Ella se perdió en un mar de sensaciones, incapaz de seguir el rastro de sus manos para saber dónde estaban, sus labios, su lengua. Nunca había estado tan excitada en su vida. Aire frío bañó su entrepierna y se preguntó cuándo había logrado desabrochar sus pantalones. Perdió el sentido de ese pensamiento cuando su lengua se movió contra su clítoris hinchado. Sus caderas cedieron y gritó. Él frotó la lengua contra ella varias veces

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y luego levantó la cabeza. Se estiró para tomar su granizado de cereza y tomó un trago. Reagan casi tuvo tiempo para ordenar sus pensamientos dispersos antes de que él bajara la cabeza y dejara un sendero de hielo frío sobre su carne caliente y dolorida. Ella gimió cuando él bajó la cabeza para darle calor con el roce de su lengua y de sus labios. En cuestión de segundos su útero se apretó y los primeros espasmos del orgasmo se apoderaron de su núcleo dolorido. —¡Trey, Trey, Trey! —gritó mientras acababa, deseando que él estuviera dentro de ella cuando su núcleo se apretó con fuertes espasmos de felicidad pura. —Estás chorreando —dijo él como si estuviera asombrado y comenzó a lamer los jugos que fluían libremente de ella—. Sabes tan bien —murmuró—. Reagan mezclada con cereza. Aún temblando con las sacudidas de su liberación, ella rió entre dientes. El tipo tenía una cosa por las cerezas. Continuó lamiéndola y chupándola mientras le quitaba los pantalones. Su ropa interior, la cual se había quitado en la casa de Dare, todavía estaba en su bolsillo. Con nada en ella excepto su camiseta alrededor de la cintura, se encontró casi desnuda mientras Trey seguía con la ropa puesta. No parecía muy justo. También quería verlo. Tocarlo. Besarlo. Saborearlo, también. Se sentó en el asiento y se estiró para tomar su camiseta, tirando impacientemente de la tela a lo largo de su espalda. Él atrapó sus manos y enredó sus dedos con los de ella, su lengua todavía bailando sobre la carne caliente entre sus muslos. —Trey —susurró ella desesperadamente—. Quiero tocarte. —No podría soportarlo —dijo—. Después de que acabe, podrás tocarme tanto como quieras. Estoy demasiado excitado ahora mismo. Su lengua se hundió en su cuerpo. Giró dentro de ella. Salió. Volvió a hundirse dentro de ella. Giró. Se retiró. Ella se retorció contra su rostro, incapaz de controlar el movimiento de sus caderas. Oh Dios santo, si seguía mucho más tiempo, ella volvería a acabar. Él liberó una de sus manos y suavemente, con cuidado, acarició su vientre tembloroso. La mano de ella se movió al cabello de él y se enredó en los largos mechones sedosos. Ella trató de tirar de él hacia arriba, de dirigirlo hacia su palpitante clítoris, pero él se resistió, aún provocando su coño con esa talentosa lengua suya. Ella sintió su camiseta estirarse alrededor de su cintura. Él tomó su mano, le dio una vuelta,

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y lo siguiente que supo, su muñeca estaba atrapada a su lado, encarcelada por su propia camiseta. Él levantó la cabeza y dijo. —No interfieras. —Antes de mordisquear su clítoris. Todo su cuerpo se sacudió. Él pasó la lengua sobre la sensible protuberancia, chupándola hasta que ella estuvo retorciéndose contra su rostro una vez más, y luego pasó a succionar sus labios hinchados. —Me estás matando, Trey —dijo ella sin aliento—. ¿Podrías follarme ya? Él levantó la cabeza y rió entre dientes. —Pensé que nunca lo pedirías. ¿Quería que ella lo pidiera? Si hubiera sabido eso, lo habría pedido hace diez minutos. Él se movió para arrodillarse en el suelo entre sus piernas bien abiertas. El aire frío que bañó su suave calor le recordó cuánto lo necesitaba dentro de ella. Ella luchó para liberar su muñeca de la retorcida camiseta y, una vez libre, se sentó y se estiró para tomar el cinturón de Trey. Él estaba revisando los bolsillos de sus jeans frenéticamente. Reagan le desabrochó el cinturón y trabajó en los botones de la cremallera. Trey había sacado su billetera y estaba revisando en el interior. Cuando Reagan consiguió abrir sus pantalones, metió la mano y con cuidado sacó la polla de ellos. Él se estremeció. —E-espera —suspiró. Su polla era magnífica – larga y dura, con una cabeza grande y gruesa que ella quería chupar casi tanto como lo quería dentro de ella. —Date prisa —susurró—. Dios, te deseo. —¡Mierda! —Sí, follar16. Eso es lo que yo tenía en mente.

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N. de T.: juego de palabras, “fuck” es usado con dos sentidos diferentes, como insulto y como referencia al sexo.

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ÉL hizo una mueca cuando ella frotó los pulgares sobre la cabeza de su polla en amplios círculos. —No tendrás un condón encima, ¿verdad? —No encima. Se supone que debes ponértelo encima de ti y luego meterlo dentro de mí. —Rió entre dientes. —No tengo uno conmigo. Ella gimió. —Por favor, dime que es una broma. Él se mordió el labio y sacudió la cabeza. —Probablemente los perdí una de las veces que me golpeé en el parque de skate. O cuando compré las bebidas. O en la casa de Dare. O en el hosp… Ella lanzó un suspiro de frustración. —Quizás haya una farmacia cerca. Enviaremos al conductor. —Ella espió por la ventanilla y encontró que estaban en un estacionamiento familiar—. Oh, estoy en casa. Tengo condones arriba. Trey soltó un suspiro de alivio. —Genial. Me muero de ganas de enterrarme en ti.

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7 Traducido por Dai Corregido por Steffanie

Cuando Ethan oyó a Reagan meter torpemente la llave en la cerradura de la puerta principal, levantó la vista del combate de boxeo que estaba viendo en la televisión. Con una amplia sonrisa en su rostro, se puso de pie y se preparó para que ella se lanzara emocionada a sus brazos que la esperaban. A él probablemente no debería gustarle cuando ella estaba emocionada por algo, pero Dios que extrañaba la sensación de su cuerpo contra el suyo. Por lo que a Ethan se refería, cualquier excusa para abrazar a Reagan Elliot era buena. La puerta se abrió de golpe y ella entró a tropezones en la habitación, tirando de un tipo que se reía por la camiseta. Descalza, lanzó las botas en el suelo cerca de la puerta de entrada, lo cual liberó su mano para tomar al tipo con ambas manos. Para poder tirar de su boca contra la de ella y besarlo con ansias. La sonrisa de Ethan se desvaneció. Ella había traído a casa a otro imbécil que no era de ninguna manera lo suficientemente bueno para ella. Ethan enderezó la espalda, dispuesto a utilizar el metro noventa de su estructura muscular en su beneficio. Dicho idiota envolvió la estrecha espalda de Reagan con ambos brazos para profundizar el beso y cerró la puerta de una patada. —¿Dónde está el dormitorio? —dijo él contra sus labios. Sus manos se movieron para apretar su delicioso culo. Ethan ahogó un gruñido furioso. Reagan se apartó, tomó al tipo de la mano y dio dos pasos en dirección a su dormitorio cuando se dio cuenta de que Ethan estaba allí de pie. Al menos tuvo la decencia de ruborizarse.

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—Oh, Ethan —dijo ella—. Él es... él es Trey. Mi, eh, nuevo... ¿novio? —Le echó un vistazo a este Trey y él le sonrió como el imbécil que era. ¿Novio? ¿Cuándo diablos había pasado eso? Ethan habría sabido si ella hubiera salido en una cita con alguien. Todavía le confiaba todo. El imbécil, Trey, se adelantó con la mano extendida en señal de saludo. Ethan consiguió verlo bien por primera vez y su estómago se contrajo con fuertes ansias. Wow. El hombre era la encarnación del sexo. ¿Este tipo era heterosexual? A Ethan le costaba creerlo. Su lujuria nunca se equivocaba. Podía detectar a alguien sexy a un kilómetro de distancia, y este tipo era el más sexy sobre en el que jamás había puesto los ojos. —Hey —dijo Ethan y aceptó la mano de Trey. Podía oler el sexo de Reagan sobre el hombre, por lo tanto Trey estaba o bien muy confundido o en negación. O, en un mundo perfecto, bisexual—. Mucho gusto. —Igualmente —dijo Trey, su mirada bajando por el cuerpo de Ethan. Si, este tipo sexy no era todo lo que Reagan creía. Ella no había sido capaz de aceptar la sexualidad de Ethan. No sería capaz de aceptar la de este nuevo tipo tampoco. —¿Cómo es que no has mencionado antes a Trey? —le preguntó Ethan a Reagan. Sus mejillas se pusieron rosadas de nuevo. La mujer maldecía como un marinero, pero hablar de sus intereses amorosos la hacía ruborizarse. —Bueno, acabo de conocerlo hoy. —Van un poco rápido, ¿no? Reagan le frunció el ceño y luego lo golpeó en el brazo. —Cállate. Si intentas arruinar esto, te afeitaré la cabeza mientras duermes y te pegaré el cabello a las pelotas. Ethan también sabía que lo haría. Los sexys ojos verdes de Trey comenzaron a recorrer el apartamento. Pasó un brazo alrededor de la angosta cintura de Reagan y apoyó la mano en la cadera como si estuviera poniéndose cómodo para estar allí por un tiempo. Al parecer se había dado cuenta de que Ethan estaba en una misión para mantener a Reagan fuera de su habitación durante todo el tiempo que pudiera.

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—Háblame de la audición —le dijo Ethan a Reagan, tratando de no mirar la boca de Trey. El hombre tenía una hermosa boca. Una hermosa boca que se vería fenomenal alrededor de la dura y gruesa... Los ojos de Reagan se abrieron como platos y se animaron. La forma en que reaccionaba cuando estaba muy emocionada por algo. Ethan amaba emocionarla. —Oh, Dios mío, ¿puedes creerlo? Les gustó tanto mi forma de tocar que ni siquiera terminaron de escuchar a todos los concursantes. Me voy de gira con Exodus End en tres semanas. —Y con los Sinners —añadió Trey distraídamente. Metió la mano en su bolsillo y sacó una paleta roja. Lo desenvolvió y la metió en esa boca hermosa. El estómago de Ethan se apretó y su polla se cobró vida. Reagan miró a Trey interrogante. —¿Los Sinners? —Sí, compartimos esta gira con Exodus End. —¿Quieres decir que nos vamos a ir de gira juntos? —dijo ella, el tono de su voz elevándose con cada palabra. —¿Dare no mencionó eso? —No —chilló ella y rebotó en las puntas de los pies. Ethan rió entre dientes. Era tan adorable cuando estaba emocionada. —Ese imbécil —comentó Trey y sacó la paleta de su boca. Ethan prácticamente sintió el tirón de la succión de Trey en la cabeza de su polla. Piedad, el hombre era sensual. Y a juzgar por la mirada de soslayo que le ofreció a Ethan, lo sabía. Reagan abrazó a Trey, todo su cuerpo temblando de emoción. —Y justo cuando pensaba que mi día no podría ser mejor. —Tu noche va a ponerse mucho mejor —le murmuró al oído—. Si alguna vez llegamos a la habitación. —Levantó su mirada lo suficiente para atrapar a Ethan mirándolo fijamente. Sonrió torcidamente y luego volvió a meter esa paleta en su boca.

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Ethan ahogó un gemido. —¿Así que tú también estás en una banda? —le preguntó Ethan. Reagan giró de repente parar mirarlo boquiabierta. —Éste es Trey —dijo ella, sacudiendo la cabeza hacia Ethan—. Trey Mills. Ethan, saca tu cerebro del congelador. Hablo de los guitarristas de los Sinners constantemente. De lo talentosos que son. ¿Alguna vez escuchas una palabra que digo? Ethan se devanó los sesos buscando un nombre que hubiera escuchado en el incesante parloteo de Reagan sobre guitarristas y sólo se le ocurrió. —¿Brian Saint Claire?

—Brian Sinclair —dijo Reagan y puso los ojos en blanco. Brian es el guitarrista principal de los Sinners. Trey es el rítmico. ¿Rítmico? Ethan apostó a que el hombre sabía bastantes cosas sobre el ritmo, y si no, Ethan estaría más que feliz de mostrarle. Trey le guiñó un ojo a Ethan, una sonrisa cómplice en su rostro. Sacó la paleta de su boca y la lamió varias veces con la lengua antes de volver a deslizarla en su boca a través de sus labios apretados. Adentro. Afuera. Adentro. Afuera. El hijo de puta estaba atormentando a Ethan a propósito. Trey se paró detrás de Reagan y envolvió su cintura con ambos brazos. Ella se apoyó contra él y Ethan apretó los dientes. Ethan no sabía por qué simplemente no lo superaba. Las cosas serían mucho más tolerables si todavía no amara a Reagan o si no se sintiera atraído por los hombres, pero tenía ambos problemas y no estaba seguro de qué hacer al respecto. Bueno, además de deshacerse de estos tipos que ella traía a casa tan pronto como fuera posible. Era divertido, pero no creía que sus tácticas de intimidación habituales funcionaran con Trey. Trey probablemente era muy consciente de la atracción instantánea de Ethan por él. Ethan se preguntó si Trey también se sentía atraído por él o si sólo lo jodía porque le divertía dejar a los hombres con las bolas azules de dolor. —También dijiste algo acerca de encontrarme un trabajo —dijo Ethan para mantener a Reagan hablando y fuera de la habitación. Había estado trabajando a destajo desde que había dejado la fuerza. Algunos trabajos de guardaespaldas de alto perfil para celebridades y de seguridad de bajo perfil en eventos, pero nada a largo

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plazo. Un flujo más estable de ingresos sería un cambio bienvenido. Sobre todo porque significaba que podría vigilar a Reagan. Se preocupaba por ella constantemente. Era demasiado imprudente para su bien. Evidencia A estaba justo frente a él, dándole una jodida mamada a esa paleta. —La banda piensa que necesitaré un guardaespaldas personal. Creo que están… —Absolutamente en lo correcto —dijo Trey—. Por lo general, los fanáticos no tienen la intención de hacer daño a nadie, pero pueden dejarse llevar. Nadie quiere verte herida. —Trey sacó la paleta de su boca y posó una serie de suaves besos succionadores en el punto sensible justo bajo el lóbulo de la oreja de Reagan. Los párpados de ella revolotearon, y se aferró a los muslos de Trey con ambas manos—. Él probablemente pase la mayor parte de su tiempo tratando de protegerte de mí — murmuró Trey con un gruñido sexy. —Entonces está despedido —dijo Reagan. Ethan se aclaró la garganta. Trey lo miró fijamente a los ojos mientras pasaba la lengua a lo largo de un lado del cuello de Reagan. Las bolas de Ethan se contrajeron. Qué maldito bastardo. Tenía que saber que eso excitaría a Ethan. ¿Por qué estaba torturándolo? —Entonces, ¿cuáles serán mis tareas, exactamente? —preguntó Ethan, tratando de ignorar la forma en que Reagan frotaba su dulce culo contra la entrepierna de Trey. Ethan todavía recordaba lo bien que ese culo encajaba en las palmas de sus manos mientras ella lo montaba. Cuan caliente, suave y apretado se sentía su coño mientras se deslizaba arriba y abajo por su longitud. Trey hizo una pausa y miró a Ethan. —Hablas demasiado. —Levantó la mano y metió su paleta a medio comer en la boca de Ethan—. ¿Dónde está tu dormitorio, Reagan? O simplemente podría inclinarte sobre ese sofá allí y terminar lo que empezamos en la limusina. ¿Limusina? —Por aquí —dijo Reagan y tomó un puñado de la camiseta de Trey. Ella tiró de él hacia su dormitorio y cerró la puerta antes de que a Ethan pudiera ocurrírsele otra táctica para demorarlos.

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Mierda. ¿Dónde estaban sus auriculares bloqueadores de sonido? No había forma de que sobreviviera a escuchar esos sexys sonidos que Reagan hacía cuando la estaban follando bien. Y Ethan no tenía ninguna duda de que Trey Mills la iba a follar bien.

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8 Traducido por Dai, Flochi & LizC Corregido por Clau12345

Trey se alegró cuando Reagan cerró la puerta del dormitorio y quitó de su vista a su muy distractor compañero de cuarto. Ni siquiera había sobrevivido a un día y ya estaba pensando en ser completamente seducido por un hombre. Bueno, un hombre. El gran y hermoso macho alfa en la sala de estar. Trey sabía que Ethan lo inmovilizaría y lo follaría bien y duro cuando lo necesitara. Sería bueno dejar que alguien tomara el control para variar. Sus últimos amantes habían sido totalmente pasivos, lo cual tenía sus ventajas, pero a veces Trey quería un hombre que se hiciera cargo y... espera. ¡Equivocado! ¿En qué estaba pensando? No más hombres. No más sumisos pasivos. No más alfas activos. Ni siquiera un intercambio saludable. No más hombres. Punto. Reagan encendió una lámpara, abrió el primer cajón de su cómoda y rebuscó hasta que sacó una pequeña caja de condones. Se sonrojó cuando se movió para pararse frente a él. —Sólo quedan dos. Espero que sea suficiente. —Siempre podemos pedirle algunos extras a Ethan. Los ojos de Reagan se abrieron como platos. —No podría. Trey estaba comenzando a pensar que todavía había algo entre los compañeros de cuarto. Algo más importante que amistad. —¿Todavía sientes algo por el tipo? —Bueno, lo haría si no fuera gay. ¿Podemos no hablar de Ethan? Preferiría concentrarme en ti.

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Pero, ¿todavía querría concentrarse en él si supiera que Trey tendía a sentirse atraído por el mismo sexo tanto como por el sexo opuesto? Excepto que había renunciado a los hombres. Sí. Sólo quería mujeres. Y en este momento, sólo quería a Reagan. No se permitiría imaginar lo increíble que se sentiría tener el peso de Ethan contra su espalda mientras lo llenaba por detrás. Trey necesitaba seriamente ponerse a trabajar con Reagan para poder orientar sus pensamientos de regreso a donde pertenecían. En su nueva novia. Quien era sexy, muy divertida, interesante y con quien tenía más en común que con cualquier otra persona que había conocido jamás, con la excepción de Brian. Brian. Trey tomó a Reagan alrededor de la cintura y la atrajo contra su pecho antes de bajar la cabeza para besarla dejándola sin aliento. Tampoco pensaría en Brian. Sólo en Reagan. Ella era todo lo que Trey podría posiblemente desear en una mujer y él no iba a estropear eso pensando en hombres. Reagan tiró impacientemente de la camiseta de Trey y él la soltó lo suficiente para sacársela por encima de su cabeza. Ella también se quitó la propia, liberando sus pequeños pechos firmes ante su mirada ansiosa. —Eres hermosa —dijo él, tocando su rostro, su hombro, su pezón rosado. —Muéstrame —susurró. Él sonrió. —Me encantaría. Le tomó la mano y la llevó a la cama. Le besó el cuello mientras trabajaba en el botón superior de sus pantalones cargo y liberaba la cremallera. Partiendo de su garganta, lamió un camino hacia el centro de su cuerpo mientras lentamente le bajaba los pantalones hasta el suelo. Ella los pateó a un lado y tiro de él para que se enderezara. —Vamos a tomar una ducha. —¿Ducha? —Tengo arena en los pies. Y huelo a perro. —Hueles a coño —la corrigió él, y eso hizo que su motor se acelerara.

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Ella rió entre dientes. —Eso también. —Eso es bueno. Confía en mí. Ella se miró las manos e hizo una mueca de disgusto. De acuerdo, él supuso que podría sobrevivir a ducharse con ella si eso le permitía relajarse. Trey miró alrededor de la habitación, buscando una puerta que conectara con el baño. Había una puerta corrediza de un armario y la puerta por la que habían entrado, pero nada que los llevara a un baño. —¿Dónde está tu baño? —Sólo hay uno en este apartamento. Él se sorprendió cuando ella abrió la puerta de la habitación y salió al pasillo completamente desnuda. ¿No estaba Ethan ahí fuera? Trey se sacó los zapatos y la siguió. De hecho, Ethan sí estaba ahí, y la forma en que la miró le dijo a Trey lo que había esperado todo este tiempo. Ethan no era homosexual, era bi. Durante años, Trey había buscado una pareja bisexual. No eran fáciles de encontrar. Mujeres, seguro. Había encontrado suficientes mujeres bisexuales, pero hombres bisexuales dispuestos a admitirlo eran una rareza. Por supuesto, Trey descubriría al amante perfecto el día en que había jurado renunciar para siempre a los hombres. Ley de Murphy. Los ojos oscuros de Ethan pasaron de una Reagan completamente desnuda a un Trey medio desnudo. Trey levantó una ceja hacia él de forma interrogante. No podía creer que Reagan no se hubiera percatado de las vibras de este tipo. ¿Estaba completamente desorientada o simplemente veía lo que quería ver? Ethan tomó un almohadón, lo sostuvo contra su abdomen, y volvió su atención a la pelea de boxeo que estaba mirando. Sus bíceps enormes se tensaron bajo su piel mientras aferraba el indefenso almohadón azul del sofá. Trey esperaba que se rasgara en dos en cualquier momento. —¿Trey? —exclamó Reagan desde el baño—. ¿Te perdiste? —Estoy viniendo —dijo él. —Oh, no, no sin mí.

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Él rió entre dientes. La mujer hacía que su corazón cantara. Era estúpido de su parte el siquiera pensar en alguien que no fuera ella. Cuando entró en el cuarto de baño, ella estaba inclinada sobre la bañera ajustando la temperatura del agua. Toda esa carne húmeda y rosada entre sus piernas inmediatamente atrapó su atención. Teniendo en cuenta su TDA sexual17, eso decía algo. Reagan estiró la palanca, enviando un chorro constante de agua desde la ducha, y luego se metió a la bañera de frente a la ducha. Trey la siguió sin dudarlo. Ella se volvió para mirarlo de pie detrás de ella en la ducha y se rió. —Te olvidaste de sacarte los jeans. —Me has quitado la capacidad para pensar con coherencia. Ella se volvió y echó los brazos mojados alrededor del cuello de Trey. Sus ojos azules estaban llenos de picardía cuando dijo. —¿Es cierto? Las manos de él se deslizaron sobre la piel resbaladiza de su espalda hasta su trasero, que llenaba sus manos. Amaba a una mujer con un culo suculento. Le daba algo a qué aferrarse. Trey la acercó de un tirón y frotó su pubis contra la dura longitud de su polla a través del pantalón. —¿Sientes lo que me haces? —Ni siquiera he comenzado contigo, Trey Mills. Él sonrió. —¿Es cierto? —Sí. Hay algo en ti que me hace querer de hacer cosas muy traviesas. —Su lengua salió y ella inclinó el cuello para jugar con el piercing en el pezón de él. —Me siento de la misma manera —dijo él—. Por eso es que sigo usando mis jeans. —Pero te quiero desnudo. —Ella se echó hacia atrás, su montículo presionando con más firmeza contra su polla, y desabrochó el botón superior de sus jeans—. ¿Puedo sacártelos? —Lo miró con timidez. Su corto cabello rubio se aferraba a sus húmedas 17

TDA: Trastorno de Déficit de Atención.

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mejillas, enmarcando su hermoso rostro a la perfección. Se sorprendió de que sus jeans mojados no comenzaran a humear. —Como gustes —murmuró, alejándose lo suficiente para que ella le bajara el cierre y deslizara sus pantalones por sus muslos. Ella se puso en cuclillas frente a él mientras bajaba los pantalones hasta sus tobillos y provocó la cabeza de su polla con la lengua cuando estuvo a su alcance. Él jadeó ante el ligero contacto. Normalmente no pasaba todo el día seduciendo a una mujer antes de ganarse su premio, así que su cuerpo no estaba acostumbrado a este nivel de negación. Esperaba poder contenerse lo suficiente para darle el placer que merecía. Su mano se movió para acariciar sus testículos y él casi salta fuera de su piel. —Despacio —susurró. Ella sacudió la cabeza. —Déjame ayudarte con esto. —Ella le sacó los jeans empapados y los utilizó para proteger sus rodillas mientras bajaba para arrodillarse frente a él. Él había querido darle placer durante horas antes de permitirse su liberación, pero ella tenía razón. Necesitaba esto. Podría darle esas horas de placer después. No era como si él planeara irse inmediatamente después de acabar. Otra rareza para él. —Sólo relájate —murmuró ella y chupó su polla hasta meterla en su boca. Él la observó a través de sus párpados medio cerrados. El agua caliente golpeaba su pecho y caía por su vientre y sus muslos. Las manos de ella se movieron a las caderas de él mientras su cabeza se movía más rápido, mientras ella chupaba con más fuerza. Era bastante buena en esto... para ser mujer. Él la observó, obligando a su mente a concentrarse en ella. Sólo en ella. No se merecía ser comparada con alguien más. Hombre o mujer. Ella era una maravilla. Hermosa. Sexy. Talentosa. Y, oh Dios, él iba a acabar. —Reagan —jadeó mientras encontraba el alivio. Ella movió la cabeza hacia un lado, acariciándolo con ambas manos mientras acababa con tanta fuerza que sus fluidos golpearon la pared detrás de ella. Ella levantó

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su polla y lamió el escroto hasta que él tomó su cabello con ambos puños para hacer que se detuviera. Sus rodillas ya se sentían lo suficientemente inestables. —Trey. Mi cabello —se quejó ella. Él inmediatamente soltó su asidero y le alisó los mechones húmedos. —Lo siento. Es sólo que realmente lo necesitaba. Has estado volviéndome loco todo el día. Ella se puso en pie. —Ahora podemos comenzar desde el principio una vez más. Ahora podría adorar su cuerpo como ella se merecía. Él tomó una pastilla de jabón y enjabonó una toallita hasta que chorreaba espuma. Él lavó su piel lentamente, asegurándose de que la tela áspera y espumosa acariciara cada centímetro de su carne. Disfrutó especialmente su reacción cuando él bajó al suelo de la bañera, le levantó el pie y lavó entre los dedos. Ella se aferró a su cabeza para mantener el equilibrio y alternó gemidos y risitas. Él lavó el otro pie y luego poco a poco se abrió camino subiendo por su cuerpo. Deseando que el jabón tuviera sabor a cereza, se detuvo para lamer el tatuaje en su cadera. La hora del almuerzo ya había pasado. Trey se movió lentamente hacia arriba por su cuerpo, la toalla ya sin jabón. Cuando se paró frente a ella, ella envolvió su cuello con ambos brazos y pegó su cuerpo mojado contra el de él. Él tomó el jabón y luego bajó la cabeza para besarla. Le lavó la espalda mientras exploraba su deliciosa boca con la lengua. Ella arrancó su boca de la de él. —Llévame a la cama —dijo, sus ojos fijos en sus labios. —¿No quieres probar esa follada lenta y dura contra la pared? Ella rió entre dientes. —Haces que mis rodillas se debiliten y aquí está todo resbaladizo. No creo que sea una buena idea en ese momento. —Quizás más tarde, entonces —dijo él, y reclamó su boca una vez más. Él movió el jabón para lavar sus brazos mientras estos rodeaban el cuerpo de ella. Frotó el jabón sobre sus caderas, luego las de él, haciendo que la ducha fuera de ambos

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ahora. Ella le quitó jabón y le lavó la espalda, el culo, la parte superior de los muslos. Sus manos se movieron a sus hombros y dejó caer el jabón. Ya no estaban realmente lavándose mutuamente. Estaban conociendo el cuerpo del otro. A medida que el agua caliente enjuagaba la espuma de sus cuerpos entrelazados, Trey llenó sus manos con su culo regordete. Ella gimió en su boca cuando él clavó los dedos en la carne suave y blanda y masajeó los cachetes juntándolos antes de apartarlos y volver a juntarlos una vez más. —Trey —susurró ella en su boca. —¿Hmm? —Me encanta como se siente eso. —Eso es bueno —murmuró él. —¿Pero sabes lo que se sentiría mejor? —¿Hmm? Ella movió la boca cerca de su oído. —Si lo hicieras mientras te monto. No podía discutir con esa lógica. —Mmm hmm. —El dormitorio está por allí. —Ella hizo un gesto con la cabeza hacia la puerta. —No quiero dejarte ir. —Amaba la forma en que sus curvas encajaban contra él. Cuán perfecta se sentía su polla anidada contra su vientre. Cómo las puntas endurecidas de sus pequeños pechos presionaban contra su pecho. No creía que pudiera apartar las manos de su delicioso trasero si lo intentaba. Se oyó un golpe en la puerta. —La agencia de trabajo temporal acaba de llamar. Tengo que ir a cumplir un turno de noche —dijo Ethan—. ¿Se van a quedar ahí toda la noche? Tengo que tomar una ducha. —Compañeros de cuarto —murmuró ella con fastidio.

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Trey no creía que Ethan fuera tan malo. En cierta forma deseaba que Reagan permitiera que Ethan se les uniera. Ella besó a Trey y luego se apartó de su asidero para poder cerrar el agua. La mullida toalla azul que tomó del estante sobre el inodoro hizo mucho para esconder sus curvas distractoras y darle suficiente sentido común a Trey para salir de la bañera. Él ni siquiera se molestó con una toalla, simplemente la siguió fuera del cuarto de baño sabiendo que cuanto más rápido llegaran a su dormitorio, más rápido podría volver a tenerla en brazos. Ethan gruñó con disgusto cuando pasaron. Cuando cerró la puerta del baño detrás de él, Trey lo oyó decir. —¿Qué mierda está haciendo esto en el baño? —Creo que él encontró tus jeans —dijo Reagan con una sonrisa. La sonrisa que ella le dio por encima del hombro empujó la última pizca de control de Trey más allá de su alcance. La tomó por la cintura, la levantó varios centímetros por encima del suelo y la llevó a la cama. La toalla cayó al suelo mientras él la lanzaba sobre el colchón. Él se quedó mirándola a la luz de la lámpara, dándole a sus ojos un momento para deleitarse con su belleza. El cuerpo de una mujer era una obra de arte. Una para ser explorada y apreciada. Cada curva, cada valle, cada peca un tesoro por descubrir. Cada terminación nerviosa un desafío para encender con placer. Ahora, ¿por dónde empezar? No había un centímetro de Reagan que no quisiera conocer íntimamente. Ella levantó ambos brazos hacia él. —Ven acá. Él sonrió. —Todavía estoy disfrutando de la vista. —Creo que es tiempo de mi acercamiento. Trey se subió a la cama con ella, arrodillándose junto a ella. Ella se corrió hacia el centro de la cama para darle más espacio. Él le atrapó la mano y se llevó sus nudillos a los labios. Ahí es donde comenzaría. La parte de ella que primero había captado su atención. Sus talentosas manos. Trey le masajeó la palma con ambas manos a la vez que mordisqueaba y succionaba la punta de sus dedos. Lamió y sopló. Besó y acarició

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su mano como si no hubiera nada más deseable que sus dedos, sus nudillos, su palma, su muñeca. Observó sus reacciones, tomando nota de las cosas que le gustaban más. Agudos mordiscos en la carne en la base de su pulgar la hacían jadear de forma excitada. Lengüetazos en el centro de su palma la hacían retorcerse. La succión en sus dedos hacía que su espalda se arqueara ligeramente por encima del colchón. —Trey —susurró ella, su rostro ruborizado por el deseo—. ¿No vas a hacerme el amor? —Pensé que eso era lo que estaba haciendo. —Sabes a qué me refiero. Te quiero dentro de mí. —No estás lista aún. —Sí —gimió ella—. Sí, lo estoy. He estado lista todo el día. —Solo crees que lo estás. —Él levantó la mano de ella y la puso en su vientre—. Tócame. Muéstrame lo que te gusta. No para darme placer, sino para descubrir qué parte de mí se siente mejor bajo tu mano. Ella deslizó su mano hacia abajo por el vientre y se estiró para tomar su polla. Él había sabido que ahí era adonde ella iría primero porque estaba impaciente y no había interiorizado realmente sus instrucciones. Ella lo acarició suavemente desde la base hasta la punta. —¿Eso se siente bien? —le preguntó—. ¿O te gusta un asidero más firme? Dime lo que te gusta. —Después —le prometió él—. Esto se trata de lo que te gusta a ti. ¿Cómo se siente en tu mano? —Caliente y suave. Firme. Me gusta la manera en que la piel se mueve debajo de mi mano cuando lo acaricio. —¿Hay alguna parte de mí que te gustaría tocar más? —Ella sacudió la cabeza—. ¿Cómo lo sabes? Todavía no me has tocado por todas partes. Ella frunció el ceño.

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—Nunca he conocido a un sujeto que le gustara ser tocado en otro lugar excepto en la polla. ¿No preferirías simplemente ir al grano? —Así es como voy al grano. —Decidió que la parte posterior de su rodilla era el siguiente lugar a explorar—. Perdiste tu oportunidad. Ahora es mi turno de nuevo. — La puso de espaldas y se movió para arrodillarse entre sus tobillos. Acarició la piel detrás de cada rodilla. Ligeramente al principio, lo que la hizo reír, y luego con más presión. Él bajó la cabeza para besar, lamer y succionar la parte posterior de una rodilla y luego la otra. Cuando ella comenzó a retorcerse, su culo suculento le llamó la atención. Eso era lo siguiente en su agenda. Deslizó ambas manos hacia arriba por ambos muslos y tomó un cachete del culo con cada mano. Masajeó su trasero con fuerza a la vez que dejaba un sendero de suaves besos en la parte trasera de un muslo. —Oh —jadeó ella cuando él alcanzó un cachete y succionó tanto en su boca como fue posible. Siguió masajeando los suaves globos de tejido mientras se daba un festín; besando, chupando, mordiendo, lamiendo hasta que ella estuvo retorciéndose en la cama debajo de él. Él pasó la lengua por su ano, una vez más deseando tener su piercing en la lengua. La próxima vez que hicieran el amor le mostraría unos cuantos trucos. —¡Espera! —jadeó ella entrecortadamente. —¿Esperar por qué? —murmuró. Pasó la lengua por el mismo lugar y ella se estremeció—. ¿Se siente bien? —R… raro. —¿Te gusta? —No-no lo sé. La lamió ahí una vez más y luego le dio una palmada en el culo. Ella se tensó y luego lo sorprendió al enganchar un brazo y una pierna alrededor de su cuerpo y tumbándolo en la cama junto a ella. —Tengo que tenerte, Trey. —¿No te gusta ser tocada? Ella sacudió la cabeza.

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—Me encanta. Quiero hacerte lo mismo. Explorar cada centímetro de tu ti con cada centímetro de mí, pero necesito esto. —Agarró su polla—. Y lo necesito ahora. —Necesito un condón. Reagan salió torpemente de la cama y retiró los condones de la mesita de noche. No pareció darse cuenta de que la puerta del dormitorio estaba abierta ni de que Ethan estaba parado ahí con su toalla frunciendo el ceño, pero Trey sí. Trey miró a Ethan mientras Reagan abría un condón y lo desenrollaba a lo largo de su longitud. Todavía no había decidido si debía alertar a Reagan de la presencia de su compañero de cuarto o permitirle disfrutar del espectáculo mientras Reagan lo montó a horcajadas y dirigió su polla en su celestial calidez. —Dios, nunca he necesitado ser follada con tanta intensidad en mi vida —dijo ella entre dientes apretados. Lo montó con fuerza. —¿Nunca? —se quejó Ethan. Reagan se detuvo y fulminó a Ethan con la mirada por encima de su hombre. —Sal de aquí. —No llegaré a casa hasta la mañana. Asegúrate de echar todos los cerrojos antes de irte a dormir. —Trey está aquí. Estaré bien. Deja de preocuparte tanto. Trey levantó las manos a sus pechos, frotando los pulgares sobre los pezones. —¿Quieres decir que se irá tan pronto como acabe? —dijo Ethan. —No. Todavía estaré aquí en la mañana —dijo Trey—. Diviértete en el trabajo. Escuchó a Ethan decir algo que sonó mucho a “bastardo mentiroso” por lo bajo antes de cerrar la puerta de un golpe. —Realmente lamento que él sea así —dijo Reagan—. No sé por qué es tan protector. Trey lo sabía, pero no iba a decirle a Reagan que su compañero de cuarto seguía enamorado de ella. A pesar del reducido flujo de sangre en su cerebro en ese momento, no era un completo idiota.

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Reagan levantó sus caderas hasta que Trey se liberó de su cuerpo y luego se dejó caer en la cama al lado de él. —¡Qué manera de arruinar el momento! Dios, podría estrangularlo ahora mismo. Trey no pensaba que fuera demasiado difícil hacer que ella recuperara el estado de ánimo. Rodó sobre ella y acunó su cara entre ambas manos. —Olvídate de él —murmuró Trey y le besó los labios. Sus manos se movieron en perfecto unísono mientras acariciaba sus pechos, sus costados, sus caderas. Su boca se movió para chupar su mandíbula, su garganta, el lóbulo de su oreja. Cuando la tensión se desvaneció y su cuerpo se relajó nuevamente, él tomó su polla en la mano y la dirigió dentro de ella. Hundió los dedos de los pies en el colchón y la poseyó con esas embestidas duras, profundas y lentas que le había estado prometiendo todo el día. Las manos de ella exploraron su espalda y el trasero mientras él se enterraba dentro de ella. —Mírame, Trey —susurró ella. Él sacudió la cabeza. Nunca miraba a sus amantes a los ojos cuando estaba unido a ellos. —Trey —dijo ella con más firmeza—. Mírame. Él levantó la cabeza para fulminarla con la mirada. Ella sonrió suavemente, su mirada firme fijándose en la de él. Él no pudo apartar la vista. No quiso apartarla. La vio. No sólo como un cuerpo en el que saciar su lujuria o una personalidad para entretenerlo, sino a toda ella. Reagan. El placer en su ingle se intensificó. Al principio, no quiso entenderlo. Por qué su corazón golpeaba con tanta fuerza. Por qué quería hacer más que follarla. Quería poseerla. Por qué no podía apartar la mirada de sus ojos. La razón por la que se sentía tan vivo, excitado y emocionado a la vez. ¿Esa conexión emocional que nunca se permitía sentir? La sentía. La sentía en Reagan. Con Reagan. Y por alguna razón le gustaba. Él enterró las manos en el cabello de ella y le echó la cabeza hacia atrás, todavía mirándola a los ojos. Se permitió sumergirse en ella. No solo en cuerpo, sino en corazón, alma, pensamientos y emociones. Ella despertaba algo en él. Algo que se había estado negando por demasiado tiempo.

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—¿Por qué me siento así? —susurró. No había tenido la intención de decirlo, pero una vez que hizo, esperó que ella pudiera darle algún tipo de respuesta, porque él estaba completamente perdido. —¿De qué manera? No estaba seguro de cómo explicárselo. —Como… como si esto fuera importante. —¿Que significa algo? Él asintió ligeramente y continuó mirándola, esperando que se lo aclarara. —No lo sé, Trey, quizás estás enamorado de mí. Él hubiera reído ante cuán absurda que esa declaración burlona era, si no hubiera estado tan cerca de sus sospechas. —Quizás —susurró y cerró los ojos para que las emociones no lo abrumaran y pudiera disfrutar del placer que el cuerpo de ella le ofrecía. Trey sabía que no podía enamorarse de alguien en un día. No era posible. Sí, había sido así con Brian, pero había sido joven e impresionable. Habían sido amigos por años antes de que sus sentimientos hubieran cambiado con un beso robado. Trey era mayor ahora. Más sabio. No podía realmente ya estar enamorado de ella, pero sí sentía algo. Algo que era mucho más que la nada que generalmente sentía. Trey se movió más rápido dentro de ella, buscando la liberación para poder terminar esto y volver a ese estado sin vínculos en que sentía después de tener sexo con alguien. Ahora estaba bastante seguro de que no estaba listo para verse involucrado con alguien. En especial no con una mujer que lo hacía sentir así tan rápidamente. Y definitivamente no tan pronto después de haber renunciado a Brian. No estaba preparado para para otro apego emocional aún. Tenía que alejarse antes de que ella le rompiera el corazón. No le había dado a nadie ese poder sobre él salvo a Brian. —¿Qué sucede? —susurró Reagan. Sus labios rozaron su mandíbula. —Nada —mintió él. —Algo está mal. Perdiste el ritmo.

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Ni siquiera lo había notado. Ella no sólo le hacía sentir demasiado, sino que borraba su concentración. —Lo siento. —Nunca se había disculpado en la cama en su vida. ¿Qué demonios le sucedía? —Quizás si dejas de luchar contra ello. Él se detuvo y la miró fijamente. —¿Luchar contra qué? —La conexión entre nosotros. —No estoy luchando contra nada. Ella sonrió ligeramente. —Si tú lo dices. Plantó ambas manos en el pecho de él y lo empujó hasta que él salió de ella con una mueca. Ella lo hizo rodar hasta ponerse de espaldas. —Permítete sentirlo, Trey. Siénteme. Acarició su pecho con ambas palmas. —Quiero estar cerca de ti —dijo—. ¿Me dejarás? Incluso si significa que tendré mi corazón roto después, vale la pena. —No te lastimaré… —Shh —murmuró ella, sus labios moviéndose hacia su pecho para dejar besos succionantes sobre su piel—. Sin palabras, Trey, solo siente. Solo siente. Lo hacía sonar fácil. Sintió su contacto, la calidez de su cuerpo, las cosquillas de su flequillo mientras se arrastraban por su vientre. Sintió afecto por ella; una burbujeante calidez en el pecho. Bajo su contacto, sintió deseo y necesidad. Cuando ella se movió para montarlo a horcajadas y lo dirigió de vuelta a su calidez, él sintió un placer cegador. Y más. Había experimentado lo mismo cuando la había a los ojos la primera vez que sus cuerpos se unieron. Apenas abrió los ojos y encontró que ella lo estaba mirando mientras subía y bajaba sobre su cuerpo. Volvió a cerrar los ojos, su corazón latiendo como loco en su pecho. Ella suavemente rozó su vientre

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tembloroso con los dedos mientras lo montaba con un ritmo lento y estable. Lo asustó terriblemente saber que ella buscaba una conexión emocional, no una liberación rápida y sencilla. Estaba seguro de que muchos de sus amantes habían querido lo mismo, pero nunca lo había considerado antes. Hasta ese momento. Tomó su trasero en ambas palmas y masajeó los cachetes mientras ella subía y bajaba sobre él. Sus movimientos se volvieron más sensuales mientras rotaba sobre él. Sus pensamientos se dispersaron como si nada más que su placer importara. —Trey —jadeó ella. Él abrió los ojos, queriendo ver su rostro la primera vez que ella acabara con él enterrado dentro de ella, y sus miradas se trabaron. Se perdió en ese instante. Ella no se guardó nada. Estaba completamente abierta a él y fue lo más hermoso que había visto en su vida. Ella sonrió suavemente. —Ahí estás —dijo. Él se sentó, moviendo las caderas hasta que ella estuvo cómodamente empalada por su polla. Ella lo envolvió con sus brazos y piernas y acurrucó su rostro contra su cuello. La sostuvo por un momento, su mente corriendo a toda velocidad. ¿Qué estaba haciendo? Se dio cuenta de que le había dicho que quería que fuera su novia estable, pero no había pensado que eso significaría involucrarse emocionalmente. Eso haría que fuera mucho más difícil dejarla ir cuando llegara el momento. Sólo pensar en dejarla ir hizo que sus brazos se apretaran alrededor de ella. Estoy jodido, pensó. Y no de una buena manera. —Estás completamente asustado por esto, ¿verdad? —le dijo ella al oído. Se apartó y tomó su rostro entre las manos mientras lo miraba a los ojos—. Dime. Él sacudió la cabeza. No había manera de que pudiera describir lo que estaba sintiendo. Además, no quería que ella supiera. Ni siquiera lo había aceptado aún. ¿Cómo podía esperarse que lo compartiera con ella? Ella lo besó suavemente y luego lo miró a los ojos con ternura. —Con el tiempo, quizás en tan poco como diez segundos, creo que podría amarte, Trey Mills. ¿Cómo te hace sentir eso?

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—Estoy acostumbrado a que la gente se enamore de mí —dijo él. Y por lo general le molestaba. Una punzada de dolor cruzó los ojos de ella y él lamentó no haber escogido sus palabras con más cuidado—. Lo que no estoy acostumbrado es a pensar que podría sentirme de la misma manera. Los ojos de ella brillaron en la luz de la lámpara mientras lo miraba. —Entonces hay algo especial entre nosotros. ¿Tú también lo sientes? —Me aterroriza. Ella rió. —Oh, Dios, a mí también. —Lo beso con fuerza en la boca—. Tengo terror de que vayas a destrozar mi corazón, pero no quiero retardarlo, ¿y tú? Él contempló su pregunta. Sí, quería ir más despacio, pero estaba bastante seguro de que era demasiado tarde para eso. Estaba enamorándose rápidamente y con fuerza de Reagan Elliot. Todo su mundo se había visto sacudido hasta sus cimientos en un simple día, y ahora no había vuelta atrás. ―Creo que es hora de que no contenga nada. ¿Crees que puedes manejar eso? Ella rió. ―Probablemente no, pero mañana recogeré lo que quede de mí. Esta noche yo tampoco me guardaré nada. Y si no funciona entre nosotros, no funciona. Él apartó el cabello de su hermoso rostro y sonrió mientras la miraba fijamente a los ojos. Saber que ella tenía las mismas reservas, pero que también quería echarlas a un lado, le hacía mucho más fácil desnudar su alma. Bueno, la mayoría. ―Espero que sí funcione. Ella sonrió. ―Yo también. Me voy a permitir amarte ahora. No te asustes. Él se echó a reír. ―Nada de promesas.

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―Pero quiero promesas ―susurró ella―. Incluso si sólo se extienden a esta noche. ―Promesas―. Me haces sentir completa ―dijo―. Como si esa parte que siempre me ha faltado hubiera sido llenada. Ni siquiera sabía que estaba allí hasta que tú la tocaste. El corazón de Trey golpeaba mientras intentaba encontrar las palabras para describir lo que sentía. Había sentido algo muy parecido a esto antes. Con Brian. ―Múdate conmigo, Reagan. Me siento... conectado. ―Más que eso, pero no estaba seguro de cómo describirlo―. Como si te necesitara para reconocer a mi verdadero yo. Ella sonrió suavemente y le dio un beso antes de levantar las caderas y bajarlas, separando y uniendo sus cuerpos. ―Ésta es sin duda la cosa más loca que he hecho, y he hecho algunas cosas locas en mi vida, Trey Mills. ―Es sólo sexo, Reagan. 117

Ella sacudió la cabeza. ―Con otra persona sólo sería sexo, pero contigo... Tengo que callarme. Voy a terminar asustándote más de lo que ya he hecho. ―El daño ya ha sido hecho. ―Él le mordisqueó el cuello, la mandíbula, succionó el lóbulo de su oreja―. No te detengas ahora. Él deslizó las manos por su suave espalda, deleitándose en la textura de su piel satinada. ―Contigo... ―Ella frotó el rostro contra su sien―. Me haces sentir maravillosa por dentro y por fuera. Él la puso de espaldas y le sonrió. ―Basta de cursilerías. ―No podía concentrarse en darle placer físico cuando estaba tratando de analizar sentimientos que no estaba listo para identificar. Observó su rostro mientras se hundía en su cuerpo, en busca de aquellos signos delatores que le dieran pistas sobre lo que más le gustaba. Él encontró su ritmo rápidamente y descubrió que ella gemía más fuerte cuando embestía en ella con fuerza y frotaba su pelvis cuando estaba enterrado profundamente, y de nuevo cuando estaba a centímetros de caer libremente de su cuerpo. Se concentró en darle lo que a ella le

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gustaba. El sudor corría por el costado de su rostro. Los músculos de su estómago y caderas comenzaron a temblar por el cansancio, pero oír su reacción y ver su orgasmo aproximarse muy bien valió la pena el esfuerzo. ―Oh, Trey. Voy a acabar. Él deslizó un dedo en su boca para humedecerlo. Cuando el cuerpo de ella se convulsionó con la liberación, él metió la mano debajo de ella y deslizó la punta del dedo en su culo. Le dio repetidos golpecitos al apretado anillo de músculo. Los ojos de ella se abrieron con asombro y luego se cerraron con fuerza mientras su cuerpo tomaba su placer. ―Oh Dios ―jadeó mientras su espalda se arqueaba fuera de la cama. Gritó cuando su coño lo apretó en duros espasmos. Él inhaló profunda y temblorosamente, luchando contra el impulso de seguirla en la dicha. Tenían toda la noche para llegar a conocerse el uno al otro y sólo tenían dos condones. Cuando el cuerpo de ella se relajó, Trey movió los brazos a ambos lados de su cuerpo para descansar sobre los codos. Apartó el cabello húmedo de sudor de su rostro y esperó a que ella abriera los ojos. Sonrió mientras ella luchaba con el esfuerzo de levantar los párpados. ―Eso fue increíble ―dijo ella efusivamente―. ¿Acabaste? No estaba prestando atención. Él sacudió la cabeza. ―¿Eso quiere decir que hay más? ―Tenía esa misma expresión de “mi vida es un sueño hecho realidad” que había lucido cuando le había mostrado su contrato junto al jacuzzi. Él Se mordió el labio y asintió. Ella hizo un puño de victoria y gritó. ―¡Sí! Trey rió y bajó su cuerpo para acurrucarla contra su pecho. Todavía enterrado profundamente dentro de ella, meció sus caderas ligeramente. Ella se movió para envolver su cintura con las piernas, presionando los talones contra su culo para

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fomentar una mayor penetración. Sus brazos rodearon su cuerpo y lo atrajo más cerca, sus manos deslizándose por su espalda sudorosa. ―Más cerca ―murmuró ella―. Te quiero más cerca. Él enterró el rostro en su cuello y le acarició la garganta con la nariz. ―No creo que pueda estar más cerca ―dijo, sus palabras amortiguadas por la carne de ella. Sus brazos y piernas se apretaron alrededor de él. ―Intenta. Él deslizó sus brazos contra ella, hasta que estuvo tocándola con tanta piel como era posible. Ella suspiró con satisfacción y volvió su rostro contra el cabello de él. ―Gracias por complacerme. La mayoría de los chicos odian abrazarse. ―Me encanta ―dijo él, y sonrió―. Brian me llama el Sr. Abrazos. ―¿Brian lo hace? Su asidero en él se aflojó y a él se le hundió el corazón. Había estado tan a gusto que había bajado la guardia y había olvidado que estaba representando el papel de un hombre completamente heterosexual. ―Varias chicas se quejaron con él. ―Incluso esa pequeña mentira cerró una parte de él a Reagan. No estaba seguro de si se sentía aliviado o triste por no poder contarle todo. Ella lo apretó una vez más. ―Yo no me estoy quejando. ―Soy incluso mejor en ello después de acabar ―dijo él, hundiendo los dedos de los pies en el colchón y meciéndose hacia adelante para recordarle que todavía estaba duro y sin embargo insatisfecho. Al menos sexualmente. Se sentía muy bien acerca de la conexión entre ellos. Como si pudiera decirle casi cualquier cosa. ―¿Cuál es tu posición favorita? ―preguntó ella. Él levantó la cabeza para mirarla interrogante.

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―¿La mía? ―Varios de sus tríos favoritos, donde él y Brian habían dado placer simultáneamente a una mujer, llenaron su mente. Le encantaba sentir su polla contra la de otro hombre mientras estaba enterrado en el interior de una mujer. Trey pudo sentir el calor del rubor subir por su cuello. Reagan no estaba de ninguna manera preparada para esa información―. Nunca nadie me ha preguntado eso ―dijo con sinceridad. El ceño de ella se frunció. ―¿Por qué no? ―Mis amantes tienden a permitirme que las complazca. ―Ya hiciste eso. Ahora me toca a mí complacerte. ―Me complaces al dejarme complacerte. Ella cerró un ojo y le dio su mirada que decía “eres un completo mentiroso”. ―Nadie es tan desinteresado. Él se encogió de hombros. ―Cree lo que quieras. ―Si no me lo dices, lo averiguaré por mí misma. Ella se quedó inmóvil debajo de él, los brazos enderezándose a los costados, las piernas abiertas. Plantó los talones en el colchón y movió las caderas para animarle a empujar. Él comenzó a moverse con ella, saliendo y empujando hacia adelante con un ritmo profundo y constante. Ella lo observó mientras el placer que le ofrecía se apoderaba de él y comenzaba a tomarla más rápido. Los ojos de él se cerraron mientras perdía toda semblanza de pensamiento racional y se concentraba solamente en encontrar la liberación. Reagan lo empujó sobre su espalda. Él gimió cuando su polla se liberó de su cuerpo, y esa sensación gloriosa que crecía en su ingle disminuyó. Y entonces él estaba dentro de ella otra vez. Recuperó el sentido suficiente para recordar que debía tocarla. Darle placer. Ella le tomó las manos y las sostuvo mientras empezaba a subir y bajar sobre él, tomándolo profundamente dentro de ella y moviendo las caderas antes de subir de nuevo. Continuó observándolo mientras lo montaba y él pronto volvió a perderse en el placer. Sin nada en qué concentrarse más que el calor de Reagan, la fricción, Trey se permitió sumergirse completamente en la sensación. Después de varios minutos ella se bajó de él y se posó en sus manos y rodillas mirando

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los pies de la cama. No necesitaba decirle lo que quería. Ella estaba probando diferentes posiciones para ver cuál él prefería. La verdad era que amaba todas. Él se movió para arrodillarse detrás de ella y se deslizó en su interior. Él se aferró a su culo y frotó su ano con ambos pulgares mientras se hundía en su centro resbaladizo. Él atrapó su reflejo en el espejo sobre la cómoda. Ella lo miraba de nuevo. ―Trey, sólo fóllame. No te preocupes por darme placer ahora mismo. ―¿No te gusta? ―Se siente fantástico. Me gusta esa expresión en tu rostro cuando pierdes tu tren de pensamiento. Quiero verla otra vez. Y él quería que ella tuviera lo que quería. Movió las manos para apoyarlas en sus caderas y se bombeó en su cuerpo. Cada músculo de su cuerpo estaba tenso, cada terminación nerviosa encendida por la sensación. No le llevó mucho tiempo encontrar su pico. Ella trató de apartarse una vez más, pero él la sujetó firmemente por las caderas y aumentó su ritmo hasta que encontró la cima del placer. Espasmos involuntarios se apoderaron de la base de su polla en olas duras y pulsantes. Él gritó en señal de triunfo, con la cabeza inclinada hacia atrás en el abandono, mientras se desahogaba dentro de ella. Dentro de Reagan. Reagan. Cuando su cuerpo se relajó, una dulce tranquilidad se apoderó de él. Se desplomó hacia adelante, los brazos alrededor de la cintura de Reagan mientras presionaba la espalda de ella contra su frente. Sus manos se movieron para sostener sus pechos; sus labios se movieron contra la parte posterior de sus hombros mientras producía suspiros repetitivos de satisfacción. Ninguna incomodidad después. Sólo unión. Los brazos de Reagan comenzaron a temblar con la fatiga y aunque no se quejó, Trey la soltó y salió de su cuerpo. Se quitó el condón de su pene ablandado y lo arrojó en algún lugar. No sabía dónde, sólo quería envolver a su mujer con su cuerpo y descansar su polla desnuda contra ese delicioso culo suyo. ―Entonces, ¿el estilo perrito es tu favorito? ―murmuró ella una vez que la tuvo metida firmemente contra su pecho y atrapada en la maraña de brazos y piernas. ―Hay más de tres posiciones ―dijo él adormilado.

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Ella se retorció de forma que su culo se frotara contra su polla. ―Buen punto. ¿Trey? ―¿Hmm? ―Ya estaba casi dormido. No es que él planeara quedarse así por mucho tiempo. Sólo necesitaba una pequeña siesta antes de hacer un buen uso de ese segundo condón. ―¿Puedes prometerme algo? ―¿Qué? ―La próxima vez acabaremos juntos. Él sonrió y le acarició el suave cabello con la nariz. ―Esa es una promesa. 122

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9 Traducido por Dai Corregido por Simoriah

Ethan se sirvió una taza de café y se sentó en la barra de desayuno. Probablemente sólo debería irse a la cama —había tenido una noche larga y terriblemente aburrida cuidando una planta empacadora de carne— pero sus pensamientos eran demasiado turbulentos para dormir. El tipo, Trey, había pasado toda la noche con Reagan. Ethan había estado seguro de que Trey se habría ido para cuando llegara a casa. Había sido ese pensamiento el que lo había hecho soportar su turno. De lo contrario, habría dejado el trabajo para ver cómo estaba ella y para alentar a su nuevo novio para que se fuera. Ethan los había espiado cuando llegó y los encontró entrelazados en su cama luciendo agotados pero saciados. Al menos no había tenido que oírlos haciéndolo toda la noche. Eso habría sido una tortura. Tomó un sorbo de su café. No podía culpar a Reagan por querer alguien a quien amar. No le gustaba, pero había arruinado su oportunidad con ella. Había sido culpa de él, no de ella. Sabía que no era justo de su parte tratar de mantenerla para sí, pero no podía soportar la idea de ella con otro hombre. La puerta del dormitorio de Reagan se abrió y él sonrió para sus adentros. —¿Dormiste bien? —le preguntó. —Definitivamente. —La profunda voz de Trey sonó detrás de él—. La cama de Reagan es mucho más cómoda que las camas en los autobuses de giras. Y es fantástica acurrucándose. Ethan le frunció el ceño a su taza de café. Así que no era la luz de su vida saliendo de su dormitorio, sino ese imbécil que ella había traído a casa la noche anterior. Ethan miró por encima del hombro y encontró al hombre vestido con una remera y con una toalla envuelta alrededor de sus caderas. Trey lucía incluso más sexy en la mañana con su cabello todo revuelto y la sombra de barba en su mandíbula… el hijo de puta. Al menos no tenía una paleta en la boca esta mañana.

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—Tus jeans están en el horno —le dijo Ethan y regresó su atención a su café. Trey rió entre dientes y Ethan deseó no tener que odiarlo. —Ése es un lugar donde no habían estado antes —dijo Trey—. Y han estado en un montón de lugares inusuales. —Todavía estaban mojados. —Y cuanto más rápido se secaran, más rápido Ethan podría empujarlo por la puerta. Entonces Ethan podría consolar a Reagan cuando se molestara porque su nuevo novio ya la había dejado. Ella no tenía por qué saber que Ethan había echado a Trey del apartamento, ¿verdad? —El olor del café me despertó. —Trey miró con esperanza en la dirección de la cafetera. —No te tomé por una persona matutina. —Fui a dormir más temprano que de costumbre —dijo con una sonrisa diabólica—. Reagan me agotó. El corazón de Ethan dio un vuelco. El hombre era completa y devastadoramente hermoso cuando sonreía. Tal vez en lugar de echarlo del apartamento podría llamar su atención de otra manera. Le encantaría tener una oportunidad con él. Lo único que mantenía a Ethan sentado en su taburete en lugar de estirarse hacia el hombre medio desnudo en su cocina fue el recuerdo del rostro de Reagan cuando lo atrapó con Joseph. Había estado devastada. Si Ethan avanzaba sobre Trey, probablemente ella nunca lo perdonaría. No podía correr ese riesgo. —Sírvete —dijo Ethan, agitando una mano a la cafetera. Trey miró alrededor de la cocina y espió en un armario en busca de una taza. —Ése —dijo Ethan, señalando el armario junto al horno. Trey abrió el armario indicado y sacó una taza. Y dejó caer la toalla. Ethan ahogó un gemido. El hombre tenía un culo perfecto. Bueno, excepto por el tatuaje ridículo en uno de los cachetes. —Qué demonios… Trey miró por encima del hombro a Ethan y siguió su línea de visión a su culo.

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—Perdí una apuesta. —Se pasó una mano por el costado—. La gente sigue diciéndome que me lo quite, pero es un buen tema para empezar una conversación. — Sonrió como si quisiera probar su punto. Ethan rió entre dientes. —Dejaste caer la toalla a propósito, ¿verdad? Trey sacudió la cabeza. —¿Por qué haría eso? —No tengo idea. Ponte tus jeans. —¿Encuentras ofensivo mi tatuaje? —dijo, abriendo el horno ahora frío y sacando sus jeans, los cuales estaban tan rígidos que probablemente podrían pararse solos. —No, encuentro que tu culo me distrae. Si no quieres que vaya allá y... —Ethan apretó los labios para no continuar con ese pensamiento—. Ponte tus jeans. —Hace dos días, te hubiera dicho que me obligaras. —Sacudió los jeans y saltó de un pie al otro mientras se los ponía. Ethan se obligó a no mirar a la polla de Trey mientras se subía los jeans y la guardaba en él—. Pero las cosas han cambiado. —¿Qué se supone que significa eso? —preguntó Ethan mientras observaba a Trey servirse una taza de café. —Reagan —dijo él, como si decir su nombre lo explicara todo. Y de hecho, lo hacía. Estaban exactamente en la misma onda y eso sólo hizo que Ethan lo deseara más. Y no porque pensara que se desharía de él. Por el contrario, él quería que se quedara indefinidamente. —Espero que tengas mejor suerte que yo —dijo Ethan. Tomó un sorbo de café y miró a Trey poner la jarra de regreso en la cafetera. —¿Azúcar? —preguntó Trey. Ethan empujó la azucarera hacia él. Trey rodeó la mesada y tomó asiento junto a Ethan antes de verter cucharada tras cucharada de azúcar en su taza. —Entonces, ¿cómo estuvo el trabajo? —preguntó Trey, revolviendo su café con la cuchara del azúcar. Cuando la lamió, todo el cuerpo de Ethan se tensó.

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—Apestó. —¿Qué haces exactamente? —Trey lo miró y Ethan se perdió en sus ojos verde esmeralda por un largo rato. —Depende del día —dijo Ethan—. Anoche vigilé grandes trozos de carne. Trey se detuvo. —La carne me gusta grande. Cuanto más grande, mejor. —Tiró la cuchara sobre la mesada y se frotó la frente con una mano—. Lo siento. Es un hábito. Tengo que vigilar lo que digo. Ethan se rió entre dientes. —¿Cuál es el mayor tiempo que has pasado sin un hombre? —No tengo idea de qué estás hablando. —Desvió sus sexys ojos verdes mientras tomaba un sorbo de su café. Cogió la cuchara y agregó más azúcar. Era sólo cuestión de tiempo antes de que Trey echara a perder las cosas con Reagan. Ethan sólo tenía que ser paciente. Y no ser con quien Trey se desviara. Después de que Trey y Reagan inevitablemente rompieran, entonces tal vez Ethan tendría su oportunidad con Trey. Ethan lo observó envolver la taza con ambas manos. El hombre tenía manos fenomenales. Dedos largos y fuertes. Muñecas gruesas. Antebrazos musculosos. Ethan apartó la vista y miró dentro su taza de café vacía con el ceño fruncido. Era difícil ser bueno cuando la tentación estaba sentada en el taburete de al lado. Lo suficientemente cerca para que, con cada respiración, Ethan captara el olor de Trey mezclado con el de Reagan. La combinación le voló la mente. Ethan decidió que debía dirigirse a la cama. Podía pensar en tener sexo con Trey y masturbarse. Nadie saldría herido de esa manera. —Entonces, ¿siempre custodias grandes trozos de carne? —preguntó Trey— ¿Alguna experiencia tratando con fans de heavy metal? Ethan volvió la cabeza para mirarlo. —He estado en la seguridad en un montón de conciertos. —¿Conciertos de metal? ¿Estaba cuestionando la capacidad de Ethan de cuidar a Reagan?

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—Unos pocos. —Ella va a ser una superestrella. ¿Estás listo para eso? Abandonando su plan de irse a la cama, Ethan se bajó del taburete para servirse más café. —¿Ella está lista para eso? Trey rió entre dientes. —Definitivamente te jode la mente. Si no tienes cuidado, comienzas a creer lo que la gente te dice, tanto lo bueno como lo malo. Eres un dios. Un amateur sin talento. Un vendido. Lo mejor que jamás le sucedió al planeta. Una amenaza para la sociedad. Es suficiente para volver loca a una persona. —¿Cómo lidias con eso? —Confía sólo en las personas que lo están viviendo contigo y en las personas que te conocían antes de ser famoso. —Ella sabe que puede confiar en mí —dijo Ethan. Se volvió a sentar. Su brazo rozó el de Trey mientras se acomodaba en la silla, y ahogó un gemido de tormento. El hombre era absolutamente delicioso. Incluso cuando no estaba tratando de serlo. —No traiciones esa confianza. Ella va a necesitarte. —Trey atrapó su atención y le sostuvo la mirada—. Casi tanto como ella me necesita a mí. El primer instinto de Ethan fue protestar. Reagan no necesitaba a nadie más que a él. La protegería hasta el final. Mantendría a todos a una distancia segura. Nadie la tocaría o siquiera la miraría. Sabía que no era realista, y aunque sólo logró sostener la mirada de por Trey varios segundos antes de tener que bajar la mirada a su café, Trey tenía razón. Reagan necesitaría a Trey, o alguien en una posición similar, a quien acudir cuando cosas que Ethan no pudiera entender la agobiaran. —Ella es importante para mí. Su felicidad es importante para mí. —Ethan no tenía idea de por qué estaba confesando esos sentimientos a un hombre al que apenas conocía. Un hombre que era su competencia por la mujer que amaba. Excepto que Ethan ya no estaba compitiendo. Estaba sentado en el taburete mirando desde el margen como un perdedor.

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—Lo sé —dijo Trey. Lo palmeó en la espalda—. También es importante para mí. La mano de Trey se deslizó por la espalda de Ethan. Tomó toda su voluntad para que Ethan se quedara en su silla y no tirara a Trey al suelo y le quitara la ropa. —¿Así que siempre has estado en seguridad? —preguntó Trey. Su mirada bajó por el cuerpo de Ethan y él se movió incómodo en su asiento—. Definitivamente tienes la contextura correcta para ello. —Solía ser un oficial de policía. —¿Solías? Ethan asintió. —Me despidieron por darle una paliza a un presunto pederasta. Brutalidad policial. —No te culpo. —Bueno, podría haberme librado más fácil si no hubiera estado ya en libertad condicional por golpear a un tipo que atacó a su esposa. —Probablemente sólo te dejaste llevas. —¿Como cuando le di una paliza a un hombre por violar a una chica de dieciséis años? Trey hizo una mueca. —Supongo. La cuestión era que Ethan no se arrepentía por haber sido violento con esos criminales. No, en absoluto. Trey le tocó la rodilla. —¿Lo echas de menos? Ethan se encogió de hombros. —A veces. Tengo demasiado temperamento para ser bueno en ello. Disfrutaba protegiendo a los inocentes e hiriendo a aquellos que los lastimaban, pero eso no es lo que el trabajo es en realidad.

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—Así que ahora cuidas... ¿carne? Ethan frunció el ceño. —Uh. Sí. —Buenos días —dijo Reagan con voz somnolienta detrás de ellos—. Necesito café. Ethan no debería haberla mirado. Se había puesto ropa interior y una camiseta, por lo que la mayor parte de ella estaba cubierta, pero el cabello revuelto, los ojos borrosos y la sonrisa sexy que le regaló a Trey fue demasiado para él. Trey le pasó un brazo alrededor de la estrecha cintura y la dirigió para que se parara entre sus piernas con la espalda apoyada en la mesada. La atrajo contra su pecho, abrazándola con fácil afecto. Ethan no podía decidir qué quería más en ese momento: ser la persona envuelta en los fuertes brazos de Trey o el hombre que sostenía a Reagan. ¿Cómo podía quererlos a ambos? ¿Y estar celoso de ambos? Esto era una mierda. —Puedes compartir mi café —murmuró Trey contra su mejilla. Ella se echó hacia atrás y aceptó la taza de Trey. Tomó un sorbo e hizo una mueca de disgusto. —Esto no es café. Es jarabe. ¿Cuánta azúcar le pusiste? —Suficiente —dijo él, y recuperó su taza para tomar un sorbo. —Te traeré una taza —dijo Ethan y se levantó para hacer el café de Reagan. Sabía cómo le gustaba. Una de azúcar y un chorrito de leche. —Eres tan buen compañero de cuarto —murmuró ella, volviendo a relajarse contra Trey. Él parecía estar sosteniéndola derecha—. ¿Cuándo tienes que subirte al avión? — preguntó Reagan. Sus manos se apretaron, apretando su camisa. —En pocas horas. ¿Cuándo se supone que llegue la limusina? Ella echó un vistazo al reloj en la pared de la sala de estar. —Mierda —murmuró—. En veinte minutos. —Se aferró a él, presionando el rostro contra su hombro—. ¿Crees que a la banda le importará si me presento así?

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—Diría que no le importaría en absoluto —dijo Trey—. Pero si quieres que se concentren en tu música en vez de en tu hermoso culo, es posible que desees ponerte algo de ropa. Ethan le tendió la taza de café. Ella le dio un beso sin prisa a Trey, sus manos despeinando más su cabello aún más, y luego se apartó a regañadientes y tomó su taza de café. —Supongo que me ducharé. Quizás trate de usar un poco de maquillaje hoy. Se alejó de Trey y tomó un sorbo de café en su camino de regreso a su habitación. —¿Te vas de viaje? —le preguntó Ethan a Trey, sin saber si quería que se quedara o se fuera. —Sí, todavía estoy de gira. Sólo regresamos por una noche. La esposa de Brian tuvo un bebé ayer. Tenemos un show esta noche. 130

—¿Él va a actuar en un concierto el día siguiente de que su esposa tuvo un bebé? —Programamos nuestra gira para que él tuviera una semana de descanso cuando el bebé naciera, pero Malcolm decidió que quería salir dos semanas antes. —¿Así que estarás fuera durante dos semanas? —Ethan se preguntó qué tan deprimida estaría Reagan durante ese tiempo. Era evidente que le gustaba este chico. No le iba a gustar estar lejos de él durante dos semanas al principio de su relación. —Sí. Luego tenemos una semana libre. Después, vamos a salir de gira con Exodus End. —Sonrió—. Y Reagan. —Y yo —agregó Ethan. —Supongo que tienes razón. Debería ser divertido. —La sonrisa malhumorada de Trey hizo cosas extrañas en los bóxers de Ethan. No estaba seguro de que "divertido" fuera la palabra correcta. Tortura podría ser más apropiada.

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10 Traducido por carmen170796, LizC y Maru Belikov Corregido por La BoHeMiK

Reagan casi se tragó la lengua cuando Harold la llevó a la cocina y encontró a Dare cortando fruta en rebanadas en la oscura mesada de granito de la isla de la cocina. Estaba sin camisa. Su cabello mojado por una ducha reciente. Barba incipiente recientemente recortada. Su expresión era soñadora y contemplativa. Dare Mills. Um…yum…yum. Dare levantó la mirada de su tarea y le sonrío dándole la bienvenida. ―Ahí estás. Nunca conseguí tu número ayer, así que no pude llamarte y decirte que hoy no haremos nada. El corazón de Reagan se hundió. ―¿No haremos nada? ―Max se fue a Vegas con Logan para desahogarse. Steve se largó a algún lado de la selva, y yo de repente tengo planes para ir a Hawaii. Me voy esta noche. El entusiasmo de Reagan disminuyó. ¿Cómo se suponía que se preparara para ir de gira con ellos si no practicaban? ―Él tiene una novia ahí ―dijo Trey. —No la he visto en un tiempo. Trey se deslizó sobre un taburete, recogió unas rebanadas de fresas con los dedos, y las metió en su boca. —Podrías haberme llamado, Dare. Yo habría transmitido el mensaje.

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Dare sólo siguió cortando un durazno mientras su hermano pequeño se servía. —Traté de llamarte. Me envió continuamente al buzón de voz. —Probablemente necesito cargar mi celular. —Entonces tuve una idea —le dijo Dare a Reagan—. No aprenderías más de lo que ya sabes quedándote aquí en el estudio durante dos semanas sin la banda. ¿Alguna vez has ido de gira? —No realmente —admitió—. Todos los conciertos de Bait-n-Switch fueron locales. —¿Por qué no vas con Trey y pasas el tiempo con los Sinners por un par de semanas? Para aprender lo que sucede detrás de escena. —¿Además de la cerveza y los coños? —dijo Trey, ahora sirviéndose rebanadas del durazno de Dare. Reagan volteó su cabeza para fulminarlo con la mirada. Él rió. —Bromeaba. —Seguro —dijo Dare con una sonrisa mientras enjuagaba una manzana en el fregadero situado en el centro de la isla de la cocina. Comenzó a cortar la manzana en delgadas rodajas sobre una tabla de cortar—. Trey consigue toda la cerveza y los coños que quiere, cuando sea que lo desee. Reagan frunció el ceño. —Apuesto que sí. Trey la tomó por la cintura y tiró de ella para colocarla entre sus piernas con la espalda contra la mesada. —El tuyo es el único coño que quiero. Sin embargo, aceptaré la cerveza. Dare resopló. —Ésa es otra razón por la que deberías ir de gira con él, Reagan. Para vigilarlo. Creo que su record de celibato es de doce horas.

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—He pasado unos días sin ello —dijo Trey. —¿Unos días? —rugió Reagan. —¿Cuántas fechas más tienen los Sinners? —preguntó Dare. —Ocho shows en los siguientes catorce días. Luego una semana de ensayo para el nuevo show con ustedes, y después de vuelta a la carretera por… no lo recuerdo. Mucho tiempo. —Eso significa catorce días sin sexo. —Dare rió—. No lo logrará, Reagan. —No te preocupes. Soy perfectamente capaz de masturbarme por un par de semanas —le aseguró Trey. Tomó una rebanada de fresa y la usó para trazar los labios de ella. La idea de él con sus manos en otra mujer, su polla dentro de otra, de otra mujer viéndolo acabar, la tuvo echando humo. —Creo que Dare tiene una buena idea. Si voy a de gira contigo y los Sinners, no estaré tan ansiosa cuando empiece con Exodus End. Trey la alimentó con la rebanada de fresa. —Bueno, si quieres ir, no veo por qué no. Todos los otros chicos han llevado a una mujer de gira con los Sinners en el pasado. Es hora de que aproveche ese privilegio. —Y también me puedes ayudar a practicar mi música —dijo ella, realmente tomándole el gusto a la idea ahora—. Y quizás Brian pueda ayudarme a trabajar en mis tresillos. —Estoy seguro que estaría feliz de hacerlo. —¿En serio? —dijo ella, envolviendo el cuello de Trey con sus brazos—. ¡Es un guitarrista tan increíble! —Dare se aclaró la garganta—. Todos son increíbles guitarristas —corrigió ella rápidamente. —Todos somos increíbles guitarristas —modificó Trey. Reagan sonrió. —Cierto. Todos somos increíbles guitarristas. —Si vas a venir con nosotros, mejor ve a empacar. Se supone que Brian debe estar aquí en una hora para volar de regreso a Oklahoma City para encontrarse con el bus

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para el show de esta noche en Topeka. —Trey sonrió dulcemente—. Me pregunto cómo está su pequeño. —Él llamó esta mañana y dijo que Myrna estaba saliendo del hospital. Creo que ella y el bebé van a ir a la pista de aterrizaje para despedirlo. —Aw —dijo Reagan—. ¿Podré ver al bebé Sinclair? —Si te apresuras. —Trey le dio palmaditas a su trasero—. Tenemos que llegar a tiempo para el show de esta noche. Haz que la limusina te lleve a tu casa. —¿Qué llevo? Él se echó para atrás para darle una mirada —Una caja de condones y unas bebidas energizantes. Ella puso los ojos en blanco y sacudió la cabeza —Sólo empaca como si fueras de vacaciones por dos semanas. No sé qué necesitas llevar. Cosas de chica. —No te molestes en llevar tu guitarra —dijo Dare, ahora cortando una pera—. Puedes tomar una de las de Max del cuarto de práctica. Ella le dio un beso rápido a Trey en los labios. —Volveré pronto —prometió y corrió a la puerta delantera para encontrar a la limusina antes de que recobrase el sentido y cambiase de opinión. *** Tan pronto como Reagan estuvo fuera de alcance, Trey tomó un durazno y se lo lanzó a Dare. Golpeó el centro de su pecho desnudo. —¿Qué demonios, Dare? ¿Por qué me pusiste en un aprieto así? —Sabía que eras demasiado estúpido para que se te ocurriera a ti solo —Arrancó el trozo de fruta de su pecho y se lo metió a la boca. —¿Siquiera vas a ir a Hawaii?

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—No. Rompí con Cassidy hace semanas. Sin embargo, el resto era verdad. Max y Logan se fueron a las Vegas tan pronto como Steve se largó a la selva. No puedo culpar a Steve por irse. Sabes cómo es él. Necesita árboles. —¿Y vas a quedarte aquí solo? —Probablemente haré algo de entretenimiento. —Sonrió—. O seré entretenido un poco. Entonces, ¿cómo fueron las cosas con Reagan anoche? Trey miró sobre el hombro para asegurarse de que ella no hubiera regresado inesperadamente. —Es fenomenal. —Sí. Pensé que te gustaría. ¿Está de acuerdo con tu lado bisexual? —No lo sabe. Y no voy a decírselo. Voy a renunciar a los hombres. Dare sacudió la cabeza. —Cierto, Trey. Buen plan —dijo sarcásticamente. —Su ex es bisexual. Lo atrapó engañándola con un hombre. No está muy abierta a esa clase de cosas. —Hmm —dijo Dare, masticando un trozo de manzana, sus ojos verdes pensativos— . Entonces deberías abandonarla ahora. Terminará herida cuando metas tu serpiente en un túnel oscuro. Trey lanzó otra rebanada de durazno al idiota de su hermano. —No pondré mi serpiente en ningún túnel oscuro. A menos que sea el de ella. Quiero que esto funcione entre nosotros. Quiero una relación normal. Anoche fue increíble. Quiero mantener eso. —Trey, no puedes negar lo que eres. Necesitas encontrar a una mujer que acepte esa parte de ti como parte del paquete. Nunca serás feliz si renuncias completamente a los hombres. Sé que no lo serás. —Solo no te entrometas, ¿de acuerdo? Déjame hacer esto a mi manera.

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Dare suspiró y se estiró para tomar una piña. Cortó la parte superior con más fuerza de la necesaria antes de tomar un sofisticado artefacto que la redujo a un cilindro pequeño y hueco. —Sólo no la ahuyentes, Trey. La necesitamos para la gira. —No voy a ahuyentarla. Voy a hacerla mía. El timbre sonó. El corazón de Trey golpeó con entusiasmo, y se paró del taburete. —Apuesto que ese es Brian. —No te mojes, Trey. —Cállate. —No había visto a Brian en más de un día. Tenía un montón que contarle. Y lo extrañaba. Mucho. Sólo porque Trey hubiera renunciado a la esperanza de que Brian lo amara no significaba que hubiera dejado de sentir amor por el hombre. Trey no sabía si él alguna vez dejaría de amar a Brian. No completamente. Para cuando Trey llegó al vestíbulo, Brian y su equipo ya estaban dentro de la casa. Brian tenía un bolso de pañales colgando del hombro, un cargador de bebés en la mano libre, y estaba tratando de convencer a Myrna para que se sentara en una silla cercana. —Estoy bien, cariño —dijo ella—. En serio. —¿Cuándo comenzaron a dejar que las mujeres salieran del hospital después de un día de descanso? Es una locura —insistió Brian—. Por favor, cariño, siéntate. No creo que debas estar fuera de la cama todavía. —Brian, estoy bien. Sólo un poco cansada. —¿Llamaste a Jessica? —Sí, la llamé. Dijo que me encontraría aquí y se quedaría conmigo en la casa hasta que regresaras de la gira. Y cuando ella no esté disponible, Aggie dijo que también ayudaría. —Entonces Myrna había accedido a dejar que las mujeres Sinners, las prometidas de Sed y Jace respectivamente, la ayudaran. De hecho, Trey estaba sorprendido de que ella admitiese que necesitaba ayuda. Brian suspiró aliviado.

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—Me alegra tanto que ambas aceptasen quedarse contigo. No puedo imaginar dejarte sola ahora mismo. —Trey decidió que ella sólo lo había hecho para darle a Brian algo de tranquilidad. Malcolm gruñó en su cargador, y Brian lo puso sobre la mesa decorativa, inconsciente del caro florero que empujó a un lado. Sacó al bebé fuera de su asiento y lo tuvo acunado contra el hombro en tiempo record. Cuando Brian olió el pequeño trasero del bebé Malcolm, Trey se echó a reír. —Hola, Trey —dijo Myrna—. ¿Disfrutando de tu día libre? ―Podrías decir eso ―dijo Trey y entró más al cuarto. ―¿Es hora de que coma? ―le preguntó Brian a Myrna. ―Sólo ha pasado una hora ―dijo ella con una sonrisa agotada. ―Hizo un ruido ―le dijo Brian. ―Hacen eso a veces, cariño. Lo estás consintiendo. ―Ah, Dios, ya lo extraño. ―Brian meció a Malcolm en la curva de su brazo y tarareó una versión de canción de cuna de la canción de los Sinners “Goodbye Is Not Forever”18 mientras que lo hacía subir y bajar suavemente. ―Va a vomitar si no tienes cuidado ―advirtió Trey. Brian señaló un punto blanco en su camisa y sonrió como si fuera algún tesoro para contemplar. ―Ya lo hizo. El timbre sonó de nuevo. Dare acababa de dar un paso dentro de la habitación pero se detuvo y se dirigió a la puerta ―¿El bebé está aquí? ―Trey escucho chillar a Jessica desde la puerta delantera. ―Uh, sí, creo que vino con sus padres ―respondió Dare. Jessica entró como si nada al cuarto, luciendo absolutamente despampanante como siempre; un bombón de cabello rubio rojizo que lucía como si perteneciera a un poster 18

N. de T.: “El Adiós No Es Para Siempre”.

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central de Playboy en lugar de la corte. Trey estaba bastante seguro de que algunos de sus clientes eran criminales repetitivos solo para poder verla de nuevo. Jessica le dio un rápido abrazo a Myrna. ―Me alegra tanto que me llamaras ―dijo. Jessica notó a Trey y le dio un apretón a su brazo mientras dirigía su atención a Malcolm―. Oh ―dijo, apretando las manos frente al pecho―. Es adorable. Déjame cargarlo. Brian no lucía en absoluto preparado para entregar a su hijo hasta que no tuviese opción, pero el orgullo ante el entusiasmo de Jessica al ver a su hijo aparentemente fue un buen motivador. Le entregó el niño pero se quedó a su lado con la mano a centímetros de la espalda de Malcolm como si esperara que Jessica lo dejara caer sobre el pulido piso de mármol en cualquier momento. ―Oh ―dijo de nuevo Jessica y acurrucó al bebé contra su pecho como si él fuera tan frágil como papel mojado―. ¿Le enviaste una foto a Sed? Morirá cuando lo vea. ―Sí, le enviamos fotos a los chicos ―dijo Brian, todavía encima de Jessica―. Se quejaron por haberse perdido la diversión. ―Bueno, no lo llamaría divertido ―dijo Myrna de manera inexpresiva―. Increíble, asombroso, impresionante, y maravilloso, pero no divertido. Una vez que Brian parecía convencido de que Jessica era confiable, se movió para pararse junto a su esposa. Acarició su cabello castaño rojizo con una mano. —¿Tienes sed? ¿Hambre? ¿Puedo traerte algo? ―Un vaso de agua estaría bien —admitió ella. —Yo lo traeré ―dijo Dare—. ¡Harold! Trey observó a Brian consintiendo a su esposa, y aunque estuvo un poco triste de ver a Brian alejarse más de él, Trey estuvo agradecido de que Brian fuera tan feliz. Absoluta dicha irradiaba del hombre. Era casi enceguecedora. —¿Quién es un chico guapo? ¿Quién es un chico guapo? ¿Quién es un chico guapo? ―le preguntaba Jessica a Malcolm, quien se mordisqueaba el puño y la miraba con ojos desenfocados—. Eso es. Malcolm es un chico guapo. Malcolm es un chico guapo. —No es un perro, Jess. ¿Por qué le hablas así? ―preguntó Trey.

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—Le gusta —dijo ella―. ¿No te gusta? Sí te gusta. Sí te gusta. —Bueno entonces, es el único —murmuró Trey. Myrna rió entre dientes. ―Quiero cargarlo de nuevo —dijo Brian, siguiendo a Jessica alrededor del cuarto mientras ella continuaba repitiéndose sin cesar—. Puedes cargarlo tanto como quieras después de que me vaya. ―Oh Dios, quiero uno —dijo Jessica, abrazando al bebé antes de entregárselo de vuelta a su padre. —¿Estás segura de que lo dicen en serio? ―dijo Trey. —Sí, sí quiero —respondió Jess―. Míralo. Él es perfecto. —Voy a decírselo a Sed. Te dejará embarazada en una hora. Incluso cuando está a mil novecientos kilómetros de distancia. —Eso es potencia ―dijo Myrna. Jessica vaciló. —Mi carga de procesos en el bufete es demasiado pesada ahora mismo. No tengo tiempo para un bebé —Se apoyó contra Brian y bajó la mirada al pequeño bebé en sus brazos―. De acuerdo, a la mierda el trabajo. Quiero un bebé. Myrna rió. —¿No deberías esperar hasta después de tu boda? Has estado planeándola durante meses. —Tal vez Sed y yo deberíamos hacer lo que tú y Brian hicieron. Simplemente fugarnos. Pensé que quería una gran boda, y la familia de Sed quiere que tengamos una gran boda, pero incluso con una planificadora ayudándonos, es muy estresante. ―¿Quieres una gran boda, Jessica? —preguntó Myrna. —Un poco —admitió Jessica. ―Entonces ten tu gran boda o siempre te arrepentirás.

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Brian reaccionó. —¿Te arrepientes de no tener una gran boda? Myrna sonrió. —Para nada. No quería una gran boda. Solo te quería a ti. Oh Dios, no las cursilerías empalagosas de Brian y Myrna. Trey no estaba seguro si podía manejarlo hoy. —Quizás simplemente debería quedar embarazada ahora ―dijo Jesica—. No se notará demasiado en tres meses. Todavía debería poder caber en mi vestido. O podría hacer que lo arreglaran. —Bajó la mirada y se frotó el vientre plano con ambas manos. Oh Dios, dispárame ahora, pensó Trey. Bebés, bodas y embarazos. ¿De qué hablarán a continuación? ¿Sus períodos? Dare finalmente logró entrar al cuarto para saludar a sus invitados. ―¿Cómo estás, Myrna? —preguntó, tomando su mano y dándole un apretón—. Luces preciosa como siempre. ¿Estás segura de que acabas de tener un bebé? Ella sonrió. —Oh, estoy segura ―dijo. —Harold está trayendo tu vaso de agua y otros refrigerios. Le dije que se apurase. —Gracias, Dare. —No hay problema. Escuché que llamaron al pobre niño Malcolm Trey. ―Dare asintió en dirección a Brian y Jessica que competían por la total falta de atención de Malcolm. —Es mejor que Malcolm Terrance, ¿verdad? —preguntó Myrna. Terrance era el verdadero primer nombre de Trey, pero incluso Myrna sabía cuánto lo odiaba. —Uh, seguro —dijo Dare. Se volvió hacia los dos rostros que lanzaban besos a Malcolm, que indudablemente lo estaban volviendo loco―. Bueno, veamos a este niño. Aparentemente es la más grande estrella en la casa.

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Dare deslizó al bebé del asidero de Brian a la curva de su brazo. El tipo era natural en todo. Incluso cargar bebés. —Mira eso. Ya tiene el peinado de estrella de rock de su padre. —Es adorable ―arrulló Jessica—. Sí lo es. Sí lo es. Adorable. Trey estaba empezando a sentirse pegajoso con toda la cosa sentimental en el cuarto. —¿Cuándo tenemos que irnos? —preguntó Brian, sacando a Malcolm de los brazos de Dare y tomándolo de vuelta en los suyos. —Tan pronto como Reagan regrese ―dijo Trey. —¿Reagan? —preguntaron Brian, Jessica y Myrna al unísono. —La nueva novia de Trey ―dijo Dare. —¿Trey tiene novia? —dijo Brian con incredulidad. —Sí ―dijo Dare. —¿Trey tiene novia? Ese Trey. —Brian señaló a Trey. —Sí, tengo novia. ¿Es tan difícil de creer? Brian asintió. ―Sí, es muy difícil de creer. Nunca has tenido una novia en tu vida adulta. —¿Nunca? —preguntó Jessica, tratando de hacer que Malcolm agarrase su dedo en el puño. —Dependiendo de cómo definas novia, tengo docenas de ellas. Tenía —rectificó. —Las series de mujeres a las que engatusas en cada ciudad no son novias; son conquistas —dijo Brian. ―Bueno, Reagan es mi novia. Y va a ir de gira con nosotros. —¿Hace cuánto que conoces a esta chica? —preguntó Brian. ―Nos conocimos ayer.

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—¿Y decidiste que iba a ir de gira con nosotros antes o después de follarla? —Brian, no seas grosero —dijo Myrna―. Me pediste que me casara contigo el día después de conocernos. Brian se rascó la cabeza. —Tienes razón —dijo—. Como siempre. ―Que Reagan se fuera de gira con los Sinners fue mi idea —dijo Dare—. Es nuestra nueva guitarrista rítmica, y pensé que sería bueno para ella pasar un par de semanas de gira antes de ser sometida a la locura que rodea a Exodus End. Es talentosa pero no muy experimentada. —¿Contrataste a una guitarrista mujer? ―preguntó Jessica. —Eh, sí —dijo Dare―. Nos asombró. —Eso es tan increíble —dijo Jessica—. No puedo esperar para conocerla. Apuesto que es genial. ¿Lo es? ―Debe ser bastante estupenda si tiene a Trey pensando en compromiso. —Brian le sonrió y lo golpeó en el pecho. —Lo es —dijo Trey. Pensar en ella lo hizo sonreír—. Estupenda. Y genial. Cuando el timbre sonó veinte minutos más tarde, Trey fue a contestar. Encontró a Reagan en el umbral sin aire y cargando dos enormes maletas. ―No sabía qué necesitaría, así que traje de todo. ―Te dije que lo único que necesitabas era una caja de condones. Le entregó una bolsa de papel. ―Compré seis docenas. ¿Es suficiente? Trey rió y la besó con ternura. Disfrutaba tanto de la sensación de los labios de ella contra los suyos que en vez de apartarse, él profundizó el beso. Su maleta con ruedas se volcó cuando soltó su asa para atraerlo más. ―Te extrañé ―murmuró él contra sus labios.

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―¿En serio? ―Mmm hmm. ―La besó otra vez para probarlo. ―Será mejor que vayas a buscar una guitarra, Reagan ―dijo Dare detrás de Trey―. El avión los espera, chicos. Trey dejó ir a Reagan renuentemente y tomó el asa de su maleta. ―¿En serio ésta es mi vida? ―dijo ella, sacudiendo la cabeza y siguiendo a Dare hacia la sala de ensayo―. No recuerdo frotar una lámpara mágica y pedir tres deseos. Trey la observó caminar por el pasillo junto a Dare hasta que se perdió de vista y luego llevó su maleta hasta la sala donde esperaban todos. ―Entonces, ¿dónde está? ―preguntó Brian, estirando el cuello para mirar detrás de Trey. Trey no pudo resistir molestarlo. ―Justo aquí, en esta maleta. Es una contorsionista increíble. ―¿Una contorsionista? ―Sí. ¿Por qué crees que me enamoré de ella tan rápidamente? Puede envolverse el cuello con los tobillos y lamer su propio clítoris. Los ojos de Brian se ensancharon. ―¿No me digas? ―Sí te digo. ―Trey sacudió la cabeza y sonrió―. Fue con Dare a elegir una guitarra. ―¿Realmente es tan talentosa? ―preguntó Brian. ―Creo que ella podría darte un poco de competencia, Master Sinclair. ―Veremos ―dijo él. Levantó a un Malcolm dormido hasta sus labios y luego lo bajó a su coche―. Te amo, pequeño. Vigila a tu mamá por mí. Eres el hombre de la casa cuando estoy fuera.

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Jessica rondaba cerca para ver dormir al pequeño. Brian puso a Myrna de pie y luego la condujo fuera de la habitación para que pudieran despedirse en privado. Sin nada mejor que hacer, Trey fue a pararse junto a Jessica para poder ver su ahijado dormir. ―Realmente es increíble, ¿verdad? ―dijo Jessica. Trey miró por encima del hombro en la dirección en que Brian había desaparecido. ―Sí. Realmente lo es. ―Me pregunto si Sed está listo para empezar una familia. ―Jessica acarició la mejilla del bebé con los nudillos―. De repente, sí quiero uno de estos. ―Es ese reloj biológico. Tic. Tac. Tic. Tac. Puedo oírlo desde aquí. Jessica lo empujó. ―No soy tan vieja. No era vieja en absoluto. Simplemente era divertido meterse con ella. ―Sabes que Sed siempre ha querido un montón de niños ―dijo Trey. ―Sí, cada vez que hablamos de eso añade otro a la progenie. Ahora piensa que necesitamos ocho. ―¿Tienes alguna idea de lo eso que le va hacer a tu vagina? ―¡Trey! ―Lo golpeó repetidas veces en el brazo. Sí. Era divertido meterse con ella. Se irritaba tan fácilmente. Una de las muchas que atraían a Sed. No que Trey lo culpara. Jessica era fácilmente la mujer más hermosa que había conocido jamás, y Trey había conocido a un montón de mujeres en su época. Ella era demasiado tensa para el gusto de Trey. Él prefería a alguien más relajado. Como Reagan. Ella entró a la habitación en ese preciso momento cargando una funda de guitarra en cada mano. Dare también tenía dos. ―Reagan, sólo vamos a estar fuera por dos semanas ―dijo Trey―. No necesitas cuatro guitarras. ―Ella quería traer ocho ―dijo Dare―. Éste fue nuestro acuerdo. ―Son todas tan hermosas. No podía elegir una favorita.

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Reagan lanzó una mirada interrogante en dirección a Jessica. Trey no se había dado cuenta que estaban tan cerca el uno del otro. Jessica lo había visto tocar fondo, así que él estaba increíblemente cómodo a su lado. Demonios, estaba increíblemente cómodo alrededor de la mayoría de la gente. Reagan tendría que acostumbrarse a eso más temprano que tarde. ―Ella es Jessica Chase. Los ojos de Reagan se abrieron como platos. ―Pensé que me resultabas familiar. Vi ese video de ti y Sed haciéndolo en la parte superior de la Torre Eif… Trey sacudió la cabeza con fuerza y por suerte Reagan se dio cuenta que debía mantener su conocimiento del infame video sexual de Sed y Jessica para sus adentros. ―Mucho gusto. Soy Reagan Elliot. 145

―Así que, ¿eres guitarrista? ―preguntó Jessica. ―Sí. ¿Puedes creer esta maldita mierda? Ayer era barista. Hoy soy la guitarrista rítmica de la banda de metal más caliente del planeta, saliendo con el hombre más sexy del universo, y a punto de subir a un jet privado para ir de gira con una banda a la que he idolatrado por años. ¿Esto es real? ¿Cómo sucedió? ―Porque eres talentosa ―dijo Dare. Reagan se sonrojó. ―Estás haciendo que mi cabeza se hinche. ―Siempre haces que mi cabeza se hinche ―bromeó Trey. ―Tendrás que mostrarme eso en el avión. ¿Dónde está Master Sinclair? ¿Está aquí? ―Reagan echó un vistazo alrededor de la habitación. ―Se está despidiendo de su esposa ―dijo Trey―. Puede tomar un poco de tiempo. ―Éste es su nuevo bebé ―dijo Jessica, sacando a Malcolm de su cargador. El bebé lanzó un grito de protesta y Brian entró corriendo a la habitación. ―¿Qué pasa?

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―Sólo lo levanté y lo sorprendí un poco ―dijo Jessica―. Está bien, Papá Oso. ―No debería ser manejado por demasiada gente ―dijo Dare―. Su pequeño sistema inmunológico no puede soportar tantos gérmenes. Brian palideció. ―Yo lo cargaré ―dijo Myrna, caminando bastante lento y haciendo una mueca con cada paso. Tomó al bebé en brazos y él inmediatamente comenzó a rebuscar por una comida. ―Ya conoce a su mamá ―dijo Brian y acarició el cabello de Malcolm. Reagan dejó caer la funda de su guitarra y sus dedos se clavaron en el brazo de Trey. Él la miró y ella lucía a punto de desmayarse, explotar o algo así. Él siguió su línea de visión hasta Brian. Trey esperaba que no se comportara como toda una fan frente a todos. Acababa de decirle a Jessica que ella era genial. 146

―¿Ésta es tu novia? ―le preguntó Myrna a Trey. ―Sí, ella es Reagan. ―Mucho gusto. ―Myrna examinó a Reagan de pies a cabeza. Su mirada finalmente se asentó en la funda de la guitarra de Reagan―. Eres una mujer muy atractiva. Tengo una cosa por los guitarristas, sabes ―dijo Myrna. Brian se ahogó. Se volvió para mirar a Reagan y abrió los ojos como platos. ―Si quieres tener algo con ella, Myrna, tienes mi completo permiso ―dio―. Pero sólo si puedo participar. Myrna rió entre dientes. ―No hablaba en serio, cariño. Pero tú sí. En serio. Necesitas relajarte. Vas a explotar. Todo va a estar bien. Te lo prometo. Brian suspiró y la besó en la sien. ―Voy a echarte de menos. Asegúrate de tomar una foto de Malcolm cada hora y de enviármela. Y grabarlo. Graba un montón de videos. No quiero perderme nada. Myrna tomó su rostro con la mano libre.

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―Lo haré. Te lo prometo. ―Jessica ―dijo Brian, arrancando la mirada de su pequeña familia el tiempo suficiente para mirar a la prometida de Sed―. Sé que Myrna no me llamará si hay un problema, así que más te vale que tú sí. Jessica asintió. ―Siempre puede llamarme si necesita algo ―dijo Dare―. Estaré aquí ―Trey se aclaró la garganta y, afortunadamente, Dare era un adivino―. Simplemente cancelaré mi viaje a Hawaii ―añadió―. No es gran cosa. Trey tomó la mano de Reagan. ―Vamos a tomar ese avión. Ella seguía mirando boquiabierta a Brian, así que Trey tuvo que darle un tirón. Ella inhaló como si se sobresaltara y miró a Trey. ―¿Avión? Sí, está bien ―dijo. Levantó la funda de la guitarra que se le había caído. Trey recogió sus maletas. ―Los veremos en un par de semanas ―dijo. Reagan dijo. ―Encantado de conocerlos a todos. ―Hablaremos cuando termines la gira ―dijo Myrna―. Me encantaría tener la perspectiva de un músico femenino para el libro que estoy escribiendo. ―Claro ―accedió Reagan. ―Estaré ahí enseguida ―dijo Brian antes de continuar despidiéndose de su esposa. Hubo una gran cantidad de besos con la boca abierta en el proceso. Cargando dos fundas de guitarra, Dare siguió a Trey y a Reagan hacia la parte posterior de la casa donde se encontraba la pista de aterrizaje. ―Lamento que no tuvieras una mejor presentación ―le dijo Trey a Reagan. ―Está bien. Todos están entusiasmados con el nuevo bebé. Lo entiendo.

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―Brian no va a manejar esta separación muy bien ―comentó Dare―. Va a necesitar tu apoyo para salir de esto, Trey. Trey siempre estaba dispuesto a apoyar a Brian. Se sentía un poco extraño que Trey no considerara esto una oportunidad para tratar de conseguir que Brian se enamorara de él o se metiera en la cama con él. Quizás los sentimientos de Trey por Brian estaban comenzando a cambiar. ―Todos los chicos estarán allí para él. Sabes eso ―dijo Trey. ―Pero te necesitará a ti más que a nadie. ―Nunca me di cuenta de que fuera un hombre de familia ―dijo Reagan―. Recuerdo cuán devastada estuve cuando me enteré de que se había casado y de que ya no estaba disponible. Aunque realmente ama a su esposa. Se nota. ―Esos dos son para siempre ―dijo Trey y sonrió. 148

Cuando llegaron al elegante avión negro, Reagan entró primero. Comenzó a chillar con emoción tan pronto como estuvo a bordo. ―¡Esto es increíble! ¡Oh, Dios mío! Nunca antes he estado en un avión privado. Trey y Dare la siguieron a bordo. La observaron correr por la cabina mientras inspeccionaba el bar y el centro de entretenimiento. Las cómodas sillas de cuero del capitán, el sofá y el baño. ―Hay espacio aquí para tener sexo ―anunció. Una oleada de lujuria pulsó a través de la ingle de Trey. Su sesión de besos en la limusina esa mañana ya tenía su motor corriendo en la segunda marcha, y ese pequeño comentario lo hizo pasar a tercera. ―Sí, lo hay ―le murmuró Dare a Trey por la comisura de su boca. Trey estaba seguro de que Dare lo sabía por experiencia. ―Reagan, cariño, realmente necesitas trabajar en tu fría apariencia de estrella de rock mientras estás de gira con los Sinners ―dijo Dare―. Sin importar cuán emocionada estés por algo, tienes que fingir que es la cosa más condenadamente aburrida que has encontrado. Más o menos se espera que actúes de esa manera. Te guste o no, cariño, ahora eres una estrella de rock.

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―¿Lo soy? Dare asintió. ―De acuerdo ―dijo Reagan―. Lo intentaré. ―Fingió ahogar un bostezo―. No puedo creer que este avión no tenga una piscina de tamaño olímpico y servicio de spa completo. ¿Cómo pueden esperar que viva bajo estas condiciones tan horribles? ¿Dónde está mi maldita cerveza? Es mejor que esté fría. ―Miró a Dare, quien rió―. ¿Qué tal? ―Mucho mejor. ―Probablemente debería advertirte que los Sinners no viven así ―dijo Trey―. Ni siquiera cerca. ―No puedo esperar a ver el interior de tu bus de gira ―dijo Reagan―. Por lo general tengo que chupársela al menos a dos roadies19 para entrar a ver a una banda. 149

Trey la miró boquiabierto y ella rió. ―Estoy bromeando ―dijo. Cuando él se relajó, ella agregó―. Por lo general, sólo hace falta uno. Dare lanzó la cabeza hacia atrás y rió hasta que Trey pensó que podría desmayarse por falta de aire. ―Es tan perfecta para ti, hermanito. Trey no podía discutir. Estaba de acuerdo. *** Reagan mantuvo un ojo en la puerta abierta del avión esperando que Brian Sinclair hiciera acto de presencia. Haría el esfuerzo más grande para no volverse completamente loca cuando lo viera, pero tan deslumbrada como había estado la primera vez que había conocido a Trey y los miembros de Exodus End, casi había tenido un infarto cuando vio a Brian. El hombre había cambiado por completo su vida. Si no hubiera influenciado su estilo de tocar la guitarra, ella no estaría en absoluto en esta increíble posición. Sin embargo, no quería molestarlo al postrarse a sus pies o dañar sus tímpanos con sus chillidos entusiastas. 19

Roadie: técnico que se ocupa de todos los aspectos de un concierto en vivo.

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Oyó voces afuera de la puerta abierta del avión y su cuerpo se puso rígido. ―¿Estás nerviosa? ―preguntó Trey. Se estiró al otro lado del pasillo y le tomó la mano para darle un alentador apretón. ―Un poco. Trataré de no hacer el ridículo. ―¿Por qué harías el ridículo? ―Porque estoy a punto de estar atrapada en un avión durante más de dos horas con Brian Sinclair. ―Anoche echaste un polvo con Trey Mills. ―Y fue increíble ―dijo ella, poniendo los ojos hacia el techo para expresar su felicidad. ―Si juegas bien tus cartas, podrías echarte un polvo con Trey Mills en el baño de atrás en media hora. ―Trey asintió sobre el hombro hacia la parte trasera del avión. ―¿Me das una pista? ―¿Una pista? ―¿Sobre cómo jugar bien mis cartas? ―Las has estado jugando bien desde el momento en que puse los oídos en ti. No cambies nada. ―¿En el momento que pusiste tus oídos en mí? ―Sí, nada más sexy que la forma en que Brian Sinclair toca la guitarra, excepto encontrar a una mujer que toca como él. Allí estaba otra vez refiriéndose a Brian en una forma que la mayoría de los hombres nunca lo harían. Ella supuso que serían más cercanos que la mayoría de los amigos, ya que pasaban la mayor parte de sus vidas hacinados en un bus de gira. Sin embargo, algo se sentía un poco raro en su relación. Quizás tendría más sentido para ella cuando pasara más tiempo viendo cómo interactuaban. ―¿Crees que Brian me mostrará algunas de sus técnicas? ―preguntó Reagan―. ¿O son secretas?

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―Estoy seguro de que estaría encantado de trabajar contigo. Con suerte eso apartará de su cabeza el tener que dejar a su familia. Trey se miró los pulgares. Había habido un tiempo en que los Sinners habían sido la familia de Brian. Luego se había casado con Myrna. Y ahora que tenía a Malcolm… Trey ya no estaba seguro de dónde encajaba en la vida del hombre. Brian subió al avión y se sentó al otro lado de Trey. ―Mira la foto que acabo de tomar ―dijo, levantando su teléfono celular para que Trey pudiera ver la pantalla. En la foto, Brian tenía su brazo alrededor de Myrna quien acunaba a Malcolm contra su pecho. Los tres estaban sonriendo como idiotas. Incluso el bebé, quien probablemente solo tenía un poco de gas. La imagen estaba un poco borrosa porque Brian la había tomado sosteniendo el teléfono con la cámara frente a ellos con un brazo extendido, pero el amor mostrado en ese momento de candidez robó el aliento de Trey. ―Es genial ―dijo. Brian miró la foto y sonrió. ―Sí. Se supone que ella me mande un montón de fotos hasta que vuelva a casa en un par de días. ―¿Un par de días? Tenemos dos semanas más de shows. ―Y cualquier día que tenga de descanso, pienso volar de vuelta. Dare ya me dijo que podía usar el avión cuando quiera. ―Vas a agotarte. ―No me importa. Saber que los veré en unos pocos días es lo único que me hizo subir a este avión. ―Sólo puedo imaginar lo difícil que fue despedirte de ellos ―dijo Reagan. Brian la miró y sonrió cálidamente. ―Así que tú eres la nueva chica de Trey. Trey amaba la sonrisa del hombre. Siempre se mostraba en sus ojos. Era tan genuino. Era una de las muchas razones por la que Trey había estado enamorado del

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hombre durante tanto tiempo. Demonios, todavía amaba a Brian aunque fuera a dejarlo ir. O intentara hacerlo. Había sido mucho más fácil fingir que podía superarlo cuando Brian había estado fuera de su vista. ―Supongo que podrías decir eso. ―Reagan sonrió brillantemente y Trey se encontró tan enamorado de su sonrisa como estaba con la de Brian. ―Así que tocas la guitarra. ¿Metal? ―preguntó Brian. Los motores se pusieron en marcha y Reagan tuvo que hablar extra fuerte para ser escuchada. ―Eres mi mayor influencia. ―¿Yo lo soy? ―Las cejas de Brian se fruncieron con confusión―. ¿Cuánto tiempo has estado tocando? ―Tres años ―dijo Trey―. ¿Puedes creerlo? ―Eso es increíble. No puedo esperar a escuchar tu trabajo ―dijo Brian. Su teléfono sonó y él sonrió cuando miró la pantalla. Sostuvo la pantalla en alto para que Trey lo viera―. ¡Mira! Está comiendo. Lactancia materna. Trey desvió la mirada. Había lamido esos pechos hace aproximadamente un año. Y ahora… Iban a ser dos largas semanas. ―Por favor, recuerden apagar todos los dispositivos electrónicos durante la duración del vuelo. Asegúrense de que sus cinturones de seguridad estén sujetos durante el despegue. Les haré saber cuándo sea seguro moverse por la cabina. ―La voz del piloto llegó por el intercomunicador. Ella tenía un sexy acento británico. Trey podría haberla oído hablar durante horas―. Disfruten de su vuelo. Brian apagó su teléfono pero continuó sosteniéndolo con su mano sobre el regazo. Le ofreció una sonrisa deprimida a Trey antes de colocar su mirada en Reagan. ―Dime cómo llegaste a ser la guitarrista rítmica de Exodus End ―dijo. Ella entró en modo efusivo, y Trey se sentó ahí sonriendo mientras ella articulaba cada palabra con un gesto de la mano o una expresión facial. Nunca había conocido a alguien tan animado como ella. Bueno, además de los pocos actores que conocía.

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―Bien, estoy en este club con mis amigas. Todas nos pasamos un poco de tragos y estábamos tratando de averiguar cómo íbamos a llegar a casa, cuando el bajista de mi antigua banda se aparece en el club. Chad es un verdadero amor. No me llevaba bien con nuestro vocalista, pero volvería a trabajar con Chad. Así que fui a pedirle que me llevara a casa y él me dice, “Justo la guitarrista que estaba buscando”. Me imaginé que quería que tocara para alguna nueva banda que había formado, pero me muestra este anuncio en Guitar Planet del concurso de Exodus End. Sal de Gira con Exodus End por un Año, o algo por el estilo. Decía que para participar tenías que enviar un demo a la compañía discográfica, firmar una autorización y algunas otras tonterías. Me sonaba como una gran molestia. No quería entrar. No pensaba que tenía sentido entrar porque no había ninguna posibilidad de que alguna vez fuera a ganar. Sabes, como guitarrista de metal, tengo que soportar un montón de mierda por ser una chica. Chad me sobornó para que aceptara al ofrecerse a darles a todas mis chicas un aventón a casa. Además, mis amigas estaban realmente entusiasmadas con la idea y yo estaba borracha como una mierda, así que de alguna manera accedí a entrar. Grabé el demo en el sótano de Chad al día siguiente y lo envié sin editar. No pensé que hubiera posibilidad alguna de que jamás escogieran mi demo para la audición en vivo. Sólo lo hice para sacarme a la gente de encima. ―¿Cuántos participantes consiguieron una audición en vivo? ―preguntó Brian. ―Cinco de algo así como cinco mil. Las cejas oscuras de Brian se alzaron con sorpresa. ―Impresionante. ―Cuando el coordinador del concurso llamó, pensé que estaban inventándose todo. Que Chad había puesto a uno de sus amigos a llamarme y a hacerme pasar un mal rato. Mis antiguos compañero de banda son conocidos por joderme. ―Hizo una pausa y levantó una mano de precaución en dirección de Trey―. No follarme. Nunca me acosté con ninguno de ellos. Así que después de unos diez minutos de intentar hacer que este tipo exasperante en el teléfono admitiera que era un amigo de Chad, finalmente comprendí que había ganado la audición en vivo. Estaba tan nerviosa que no quería ir. Mi compañero de cuarto, Ethan, me convenció. Recordándome que siempre me arrepentiría de no dar todo de mí. Sabía que él tenía razón. Siempre me preguntaría que habría sucedido si no lo hacía. Estaba tan nerviosa en el estudio ayer, que pensé que iba a vomitar. Y luego Trey aparece justo antes de que los cinco finalistas entraran

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a la cabina para nuestras audiciones en vivo. Creo que ahí fue cuando la realidad me golpeó. Puse todo lo que tenía en esa audición. Algo acerca de saber que Trey estaba escuchando realmente avivó mi jugada. No estoy segura de cómo me habría ido si él no hubiera aparecido. Probablemente habría vomitado sobre mi guitarra y hubiera comenzado a llorar. —No merezco ningún crédito —dijo Trey—. Ella es increíble. De hecho pensé que eras tú cuando la oí tocar. Tiene el mismo estilo con las pelotas afuera que tú. Brian rió. —Ahora eso tengo que verlo. —No saco mis pelotas por cualquiera —dijo Reagan. Se tomó la entrepierna y pretendió acomodar mover sus pelotas—. Pero haré una excepción en tu caso. Brian la miró con la boca abierta y luego estalló en risas. 154

—¿Así que ustedes dos se engancharon en la audición? —Después —dijo Trey. —Él me venció en un duelo de guitarra y luego lo lleve de paseo en la limusina de Exodus End. —Ella se movió en el asiento y miro sobre el hombro hacia el baño en la parte trasera del avión—. Hablando de llevar a Trey de paseo. Los ojos de Brian siguieron la mirada de Reagan a la puerta del baño. Su rostro se retorció como si estuviera dolorido y gruño. —El doctor dijo que no puedo follar con Myrna durante seis semanas. Voy a morir. Trey no estaba seguro de cómo Brian siquiera podía pensar en Myrna en una forma sexual después de verla dar a luz. Si Trey alguna vez decidía tener niños, insistiría en que su mujer tuviera una cesárea. El solo recuerdo del parto natural hizo que Trey se mareara un poco. —¿Cuándo podremos quitarnos los cinturones de seguridad? —pregunto Reagan. —Ellos lo anunciarán —dijo Brian. Levantó el teléfono para mirarlo con ansias antes de meterlo de vuelta en su bolsillo.

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—¿Cómo conociste a tu esposa? —preguntó Reagan. Ella seguro sabía cómo anotarse puntos con Brian. Brian sonrío. —Me vio caerme de una mesa en el bar de un hotel y aun así pensó que era lo suficientemente atractivo para llevarme a su habitación. —Y luego lo alejo durante meses —agregó Trey. En ese momento Trey había estado dividido entre querer que Brian fuera feliz al ganar el afecto de Myrna y querer que se rindiera para poder tener una oportunidad. La cosa era que, además de las dos veces que él y Brian lo habían hecho en la escuela, nunca habían vuelto a ser íntimos. No porque Trey no lo hubiera intentado. Era como si Brian hubiera tachado la experiencia homosexual de su lista de cosas que hacer en la vida y nunca realmente hubiera vuelto a pensar en ello. Trey, por otro lado, había quedado enganchado en la experiencia durante casi diez años. Tenía suerte de que Brian tuviera paciencia. Tenía que saber que Trey todavía lo deseaba, y Brian nunca lo hirió intencionalmente. En su lugar, Brian parecía contento de que Trey dejara atrás su infatuación. Quizás hubiera sido más fácil si Brian simplemente hubiera destrozado el corazón de Trey y lo hubiera dejado para que se revolcara en desesperación por unos cuantos meses en lugar de la constante actitud de “ignora la situación y desaparecerá” que había asumido. Sin embargo, Trey no culpaba a Brian. Sabía cuán importante era su amistad para él. Era igualmente importante para Trey. Si Brian lo hubiera tratado de forma diferente, su amistad quizás también se hubiera disuelto, y eso quizás hubiera dañado su música. Trey supuso que esperar había funcionado eventualmente. Quizás. Su corazón todavía revoloteaba cada vez que miraba a Brian. Todavía pensaba sobre cuán conectado se había sentido con el hombre la primera vez que habían hecho el amor, y cómo esa conexión de alguna manera había durado doce años. Miro a Reagan y la encontró mirándolo con atención. ¿Había estado mirando a Brian con abierto deseo? Mierda. Si no era cuidadoso, ella averiguaría que él estaba interesado en los hombres. Le sonrío y ella le ofreció una sonrisa en respuesta. La conexión que había forjado con ella la noche anterior regreso a su mente. Se preguntó si llevaría una llama por ella para siempre, de la misma manera en que llevaba una por el primer hombre con el que había sentido una conexión. La idea lo asustó, sin embargo, si ella lo recibía en lugar de ignorarlo, quizás podrían construir algo importante. Trey no sabía si podría soportar otro romance unidireccional. Había una diferencia significativa en esta relación. Reagan estaba interesada en él. Tenía que confiar en sus intenciones.

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—Ahora estamos en altitud constante —dijo la piloto por el intercomunicador—. Siéntanse libres de moverse por la cabina. Disfruten de cualquier cosa en la cocina. Reagan se quitó el cinturón de seguridad y se deslizo sobre el regazo de Trey. —¿Tú cuentas como algo de la cocina? —pregunto ella—. Me gustaría disfrutarte. —Técnicamente no estoy en la cocina, pero aun así puedes disfrutar. Reagan le robó un beso, sus brazos envolviéndole el cuello. —Soy tan afortunada —susurró ella en su oído. Las manos de él se deslizaron arriba por su camiseta para tocar la piel desnuda de su costado. Brian suspiró. —No se preocupen por mí. —En los buenos viejos tiempos te habría dicho que te nos unieras. Ahora estás casado y aburrido —dijo Trey, mirando en torno a Reagan para ver si su burla había borrado la mueca del hermoso rostro de Brian. —Qué no daría por una máquina del tiempo —dijo Reagan. Brian rió y sacudió la cabeza. —Continúen. Diviértanse. Me sentare aquí deprimiéndome un rato más. Reagan desabrochó el cinturón de Trey y se puso de pie. Se inclinó sobre él y le habló al oído, no lo suficientemente bajo para excluir a Brian, por lo que Trey pudo concluir que ella estaba tratando de burlarse de Brian para sacarlo de su depresión. —Iré al baño. Puedes venir en un par de minutos así nadie sospechara nada. —Sí, de acuerdo. Buen plan —dijo él con una risa entre dientes. La observó caminar por el ancho pasillo y encerrarse en el baño. —Es bonita —dijo Brian—. Algo marimacho, pero puedo ver por qué te gusta. —¿Te molesta? —preguntó Trey.

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—¿Me molesta qué? —Que tenga una novia estable. —Es algo repentino, pero por supuesto que no me molesta. Estoy feliz por ti. Espero que funcione. Mereces el amor de una buena mujer. Trey no estaba seguro de por qué eso lo entristecía un poco. Quería que a Brian le gustara Reagan. También quería que Brian estuviera locamente celoso y le dijera que no tenía permitido amar a nadie más que a él. Sabía que era terrible sentirse de esa manera, pero al menos ya no quería sentirse así. ¿Eso era un progreso, no? —Intentaré no hacerla gritar muy fuerte. Brian rió entre dientes. —Fóllala hasta sacarle el cerebro. Sabes que yo no tendría en cuenta tu miseria si nuestras posiciones fueran revertidas. ¿Posiciones revertidas? Trey se imaginó a sí mismo arrastrando a Brian al baño. Empujándolo contra la pared. Tomando todo lo que quería de él. Trey se mordió el labio y se levantó del asiento, esperando que Brian no notara cuán duro estaba de repente. Por supuesto, Brian probablemente pensaría que estaba duro por Reagan, no por él. El deseo de Trey era tan jodido como sus sentimientos. Tenía mucho trabajo que hacer. Sacó una tira de condones de una caja en la bolsa de papel que había traído a bordo y se dirigió al baño. Golpeó y luego abrió la puerta. Completamente desnuda, Reagan se estiró hacia el corredor y tiró de él al pequeño baño antes de cerrar la puerta de él. El lavatorio era un poco más grande que el del avión normal, pero no por mucho. Trey la presionó contra la pared detrás de la puerta y reclamó su boca con un profundo y húmedo beso. Necesitaba esa liberación sin sentido y desconectada a la que estaba acostumbrado. Esta vez él no le dio tiempo de sacarlo de su caparazón. Apretó sus pechos y luego soltó el cinturón y el cierre de sus propios pantalones. Apartó su boca de la de ella lo suficiente para romper la envoltura de un condón con sus dientes. —¿Trey? —jadeó ella. Él la silencio con otro beso. Sólo quería acabar. No quería hablar. Y no quería pensar en Brian. O ni siquiera en Reagan. Solo necesitaba un cuerpo en el que perderse por veinte minutos. ¿Era eso tan malo?

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La empujó contra la pared y luchó para mantenerla allí con una mano mientras usaba la otra para guiar su polla dentro de su receptivo cuerpo. Una vez dentro de ella, se estremeció de placer y movió ambos brazos para sostenerla con seguridad mientras se hundía en ella. Las cosas iban exactamente como él las había visualizado hasta que ella empezó a tocarlo con una ternura que él no merecía. Arrancó su boca de la de ella. —Necesitamos apresurarnos —mintió para explicar su necesidad por una urgencia impersonal. —Mírame, Trey —dijo ella. Él enterró la cara en su cuello. —Necesito concentrarme. Ella tomó dos mechones de cabello y tiró la cabeza de él hacia atrás. —Mírame —demando ella. Él abrió los ojos y luego la boca para decirle que no tenía derecho a tratarlo tan bruscamente, pero antes de que las palabras siquiera se formaran se perdió en su amorosa mirada. —Ahí estás, amante —murmuro ella—. Eso es lo que quiero. Se miraron el uno al otro mientras sus cuerpos se movían juntos con un ritmo creciente. Los gritos de éxtasis de Reagan empezaron como un suave arrullo y pronto escalaron a gritos de entusiasmo. Trey quedó atrapado en sus vocalizaciones y empezó a responder con gritos propios. —Acaba conmigo —coreó ella—. Acaba conmigo. Acaba conmigo. —Sí, sí, sí —respondió él. Las caderas de ella se movieron erráticamente y sus dedos se enterraron en el cuero cabelludo de él mientras gritaba en éxtasis. Él bombeo vigorosamente dentro de ella y se dejó ir. Se forzó a sí mismo a no cerrar los ojos mientras su cuerpo reclamaba su liberación y fue recompensado con la expresión de pura felicidad que se instalaba en el encantador rostro de ella. —Oh, dios, Trey, estoy acabando tan duro. —Él casi la dejó caer cuando todo su cuerpo se tensó.

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—Eso es, nena. Termina. Si él ya no hubiera acabado, los sonidos que ella hizo mientras encontraba su liberación lo habrían enviado por el borde. Después de un largo e intenso momento, ella se dejó caer contra la pared, envolviendo el cuerpo de él con los brazos para atraerlo a ella. —Joder —jadeó ella en su oído—. Eso fue increíble. Él murmuro algo contra su garganta en acuerdo, feliz de que ella lo hubiera hecho mirarla y de que no le hubiera permitido tratarla como una compañera de sexo sin importancia. Trey la soltó a regañadientes, y ella hizo todo lo posible para limpiarse en el pequeño lavabo mientras él buscaba el mejor lugar para disponer de su condón. —¿Trey? 159

Él la miró. —¿Hay algo más que amistad entre tú y Brian? Trey esperó que ella tomara su sorpresa como una negación en lugar de aceptación. —No. ¿Por qué pensarías eso? —Sólo algunas cosas que has dicho. Y la forma en que lo miras. —¿Qué manera es esa? —Como si lo amaras. —Así es —dijo él—. Amo a todos los miembros de mi banda. Son como mi familia. Mientras ella tiraba se pasaba la camiseta por la cabeza, él se giró para enfrentar la pared y articuló mierda, mierda, mierda repetidamente. ¿Cómo ella se había dado cuenta de eso tan fácilmente? Y si él era así de transparente, ¿cómo es que Brian nunca se había dado cuenta? —¿Crees que nos escuchó? —Lo chocó mientras luchaba para ponerse la ropa interior.

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—No sé si me escuchó a mí, pero estoy seguro de que te escuchó a ti. Estabas gritando como una chica tonta de película de terror. Ella lo golpeó en el brazo. —Claro que no. —¿Qué tal si le pregunto? —No —rogó ella. Tomó su brazo y lo giró para que la mirara—. No fue mi intención ser tan ruidosa. Hiciste que me dejara llevar. Olvidé dónde estaba. Tres puntos para el Trey-ster. Él esperó hasta que ella se metió en sus pantalones antes de abrir la puerta. Se sentó frente a Brian, estiró las piernas y las cruzó por los tobillos. Cruzó los brazos detrás de su cabeza y suspiró con alegría. Brian, que había estado mirando por la ventanilla, giró la cabeza para mirarlo. —¿Ya, tan rápido? —preguntó Brian. —Tenía que apresurarme. Aterrizaremos pronto. Brian sacudió la cabeza. —No podía decir si estabas asesinándola o follándola. No hay un muerto en el baño, ¿verdad? Antes de que Trey pudiera asegurarle a Brian de que no había asesinado a Reagan, ella salió del baño y se sentó en el extremo más alejado del sofá. Su rostro estaba rojo. —No oí nada —le dijo Brian—. Pero si gritas así en el bus de gira, Eric bromeará contigo y Sed te insultará por calentarlo. Puede que quieras pedirle una mordaza prestada a Jace. —Pensé que no habías oído nada —dijo Reagan. —No lo hice. Sólo digo. Reagan le sonrió a Brian. —¿Puedo sacar mi guitarra ahora? Traje una acústica conmigo.

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Trey no estaba seguro de cómo la mujer podía pensar en trabajar. Él quería tomar una siesta. Brian se animó, su sombría expresión reemplazada por una de interés. —Sí. Escuchemos lo que tienes. Reagan encontró la más gruesa de sus fundas de guitarra y la abrió para revelar una guitarra acústica negra brillante. —Este bebé canta —dijo Reagan, rasgando las cuerdas ligeramente—. Max hizo un increíble trabajo domándola. Llevó la guitarra hacia el sofá y se sentó con el instrumento en un muslo. —Bien. Eres diestra —dijo Brian, dejando su asiento para sentarse junto a ella—. No zurda como Trey. Él hace toda la mierda al revés. —Creo que eso es parte del motivo por el que ustedes dos se complementan tan bien —dijo Reagan, sonriendo primero a Trey y luego a Brian. —Le toma el doble de tiempo aprender un riff. —Tú simplemente eres un fenómeno de la naturaleza —le dijo Trey a Brian. —He mirado todo tipo de videos tuyos tocando solos, pero nunca captan realmente los movimientos de tus dedos en el registro agudo. Más o menos he creado mi propia técnica, pero las notas nunca suenan tan definidas como las tuyas. Todas corren conjuntamente a esa velocidad. —Muéstrame —dijo Brian. Reagan toco las repeticiones de tripletes del solo de su nuevo sencillo “Betrayed”. Tenía que rasguear increíblemente rápido, porque la acústica no sonaba para nada como en la guitarra eléctrica y no era ideal para un solo. Brian observó los dedos de su mano izquierda mientras se movían sobre el diapasón. —No aprietes —dijo él—. Golpea. —Golpeó la parte superior de sus uñas—. Breves golpes. Ella siguió sus instrucciones pero aun así no conseguía la calidad de las notas que obtenía Brian. Él extendió una mano.

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—Dame, te mostrare. Ella le tendió la guitarra y observó sus dedos con embelesada atención mientras él tocaba el solo varias veces seguidas. No se molestó en rasguear más de lo que lo haría en su guitarra eléctrica, así que no sonaba mucho como un solo ya que la mayoría de las notas eran casi silenciosas sin repuntes para amplificarlas. —Te enseñare en una guitarra eléctrica esta noche —dijo él. —Veo lo que estás haciendo. —Ella tomó su mano entre las suyas y la volteó para inspeccionar las puntas de los dedos y luego las suyas—. Necesito trabajar en unos callos nuevos. Los tuyos están más lejos del centro que los míos. No estoy tocando las cuerdas en el mismo lugar. —En lugar de tratar copiarme, quizás deberías trabajar en tu propio sonido. Ella le sonrío. 162

—Pero me gusta el tuyo. Desearía que se me hubiera ocurrido primero. —¿Por qué no tocas algunas de las cosas que escribiste? —sugirió Trey. Todavía recordaba el hipnótico riff que ella había estado tocando en el estudio de Dare cuando él aceptó su reto a duelo. La había observado por varios minutos antes de encontrar el sentido para interrumpir. Ella se sonrojó. —Sólo me avergonzaría. La mayoría de los guitarristas comenzaban copiando a los guitarristas que admiraban, y eso le funcionaría bien mientras reemplazara a Max, pero cuando tomara el siguiente nivel en su carrera, necesitaría encontrar su propio sonido. Y estar confiada de que lo poseía. Brian le dio una palmada en la rodilla. —Tienes el talento. Lo lograrás. —Se puso de pie y encontró su asiento. Lo reclinó— . Voy a tomar una pequeña siesta. No dormí mucho en el hospital anoche. Apreciaría si ustedes dos mantuvieran los gritos orgásmicos al mínimo. Trey se levantó y metió la mano en el compartimento superior. Sacó una almohada y una manta y se las arrojó a Brian, golpeándolo directamente en la cara. Si Reagan ya no

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hubiera expresado sus sospechas sobre sus sentimientos por Brian, Trey habría escogido una entrega menos violenta, pero tenía que ser cuidadoso en no mostrarle cuanto se preocupaba por él. —Gracias —dijo Brian sarcásticamente y metió la almohada bajo la cabeza. Extendió la manta sobre su cuerpo y la apretó contra su pecho. Trey apagó las luces en la cabina y le dio un guiño a Reagan, quien todavía estaba sentada con la guitarra sobre el regazo y lo miraba con demasiada atención. Trey se sentó junto a ella en el sofá y le sacó la guitarra. La colocó cuidadosamente en el suelo y la atrajo hacia sus brazos. —Nunca llegamos a acurrucarnos después de nuestra iniciación en el club de las relaciones sexuales en aviones —murmuro él cerca de su oído. Ella se movió sobre su regazo y envolvió su cuello con ambos brazos. En su mayoría, él simplemente sostuvo por la siguiente hora y acarició su piel tiernamente. Intercambiaron unos pocos besos dulces, pero Trey estaba demasiado preocupado con la situación de Brian para intensificar la pasión entre Reagan y él. Brian no estaba feliz y si Brian no estaba feliz, nadie en la banda lo estaba. Aunque Sed lideraba la banda y todos lo consultaban para arreglar cualquier problema logístico, Brian era su piedra angular, y sin su talento, ellos no tenían nada alrededor de qué centrarse. Todos dependían de él para que fuera su foco creativo. Trey estaba bastante seguro que Brian podría estar ahí durante las siguientes dos semanas pero, ¿qué había del año siguiente? Acababan de sacar un nuevo álbum que necesitaban promover. Eran cabezas de cartel, junto con Exodus End, de una gira por toda Norteamérica, luego Europa y Australia. Asia. Sudamérica. Brian podría ser capaz de volar de regreso para ver a Myrna y a Malcolm cuando estuviera a unas cuantas horas de vuelo pero, ¿desde el otro lado del globo? No había forma. —¿En qué estás pensando? —preguntó Reagan, su mano moviéndose para acariciar la tensión de su frente. —En el final de los Sinners. Ella miró a Brian que estaba inconsciente y babeando sobre su almohada. —Quizás la banda sólo necesita tomarse un año de descanso.

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—Quizás. —Pero entonces Sed y Jess probablemente tendrán un niño o doce y estarían en la misma posición—. Nunca voy a tener niños —murmuro por lo bajo. —Yo tampoco —dijo ella. Trey la miró. No había sido su intención decirlo en voz alta y estaba sorprendido que Reagan no quisiera niños. ¿No era lo que todas las mujeres querían? —¿No quieres niños? Ella sacudió la cabeza. —¿Tienes alguna idea de lo le hacen a tu vagina? —dijo—. No, gracias. Trey rió y la apretó contra él. —Mi mujer perfecta. 164

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11 Traducido por Nanami27 y Otravaga Corregido por Steffanie

Reagan llevó dos de sus guitarras al bus de los Sinners. Detrás de ella, Brian y Trey habían repartido su equipaje restante y la siguieron abordo. Su estómago se agitó cuando se dio cuenta de que Eric Sticks estaba sentado en la mesa del comedor, estudiando minuciosamente las partituras musicales. Su indomable cabello negro, con una raya de color amarillo canario que comenzaba en su sien izquierda y continuaba por un mechón del grosor de un dedo que caía en su clavícula, fue lo primero que captó su atención. Luego fueron duros y apuestos rasgos. Luego su cuerpo largo y musculoso y sus manos masculinas. Él levantó la mirada, apenas le dio una segunda mirada a Reagan con un par de penetrantes ojos azules, antes de que su mirada se posara en Brian. —Fotografías —demandó e hizo un gesto con la mano para indicarle que se acercara. Brian dejó caer el equipaje de Reagan y la rozó al pasar junto a ella para sentarse junto a Eric en el cubículo. Comenzó a pasar fotografías en su celular. Él había estado tan emocionado cuando le habían permitido encender su teléfono después de aterrizar y descubrió que tenía seis nuevas fotografías y un video de Malcolm durmiendo en su cuna por primera vez. Mientras Eric hacía ooo y aww ante las fotos del bebé, Trey luchó con la abundancia del equipaje de Reagan. —Traje demasiado, ¿no? —Preguntó ella. —¿Tú crees? —Trey rió y apiló sus cuatro fundas de guitarra en el único sofá sobre el bus. —Quizás deberíamos guardarlas bajo el bus —dijo ella. —Buena idea.

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—¿No vas a presentarla? —preguntó Eric. Levantó la mirada del video de tres minutos de duración del bebé durmiente de Brian para mirar a Reagan. Brian le dio un codazo en las costillas. —Ésta es la primera comida de Malcolm. Eric miró la imagen y sonrió. —Liiindo. Trey la miró como si no tuviera idea de cómo presentársela a Eric. Eventualmente dijo. —Ésta es Reagan. Estará de gira con nosotros por las siguientes dos semanas. Idea de Dare. Eric se rascó detrás de la oreja. —¿Idea de Dare? —Soy la nueva guitarrista rítmica de Exodus End. Reemplazo a Max —explicó Reagan. —Oh. El síndrome del túnel carpiano de Max. La razón más cobarde que jamás he oído para dejar la guitarra. Entonces, ¿por qué estás de gira con nosotros en lugar de ensayar con ellos? —Creo que temen que no sea lo suficientemente hombre para ir de gira con una banda rock. La mirada de Eric viajó por toda la longitud de Reagan. —Me arriesgaría a adivinar que no eres un hombre en absoluto. —También es la novia de Trey —dijo Brian. La cabeza de Eric giró bruscamente en dirección a Brian, los brillantes ojos azules se agrandaron con asombro. —Lo sé, ¿verdad? —dijo Brian. Trey rechinó los dientes. Reagan se preguntó por qué lo hacía sentirse incómodo.

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—Vamos a poner algunas de tus cosas debajo del bus —dijo él. Un fuerte sonido mecánico vino desde cerca del frente del bus. Antes de que Reagan pudiera descifrar su origen, Trey tomó del brazo a Reagan y la dirigió para que se parara entre las sillas del capitán a lo largo de una pared, mientras un joven apuesto maniobraba su silla de ruedas por el pasillo. —¿Estás listo para salir, Brian? —preguntó el hombre—. Estaremos en la carretera durante horas. El otro bus y los camiones con el equipo ya están en Topeka. Han comenzado a instalarlos. —Sí, vamos —dijo Brian—. ¿Dónde están los demás? —Jace y Sed fueron a comprar algunas cosas básicas —dijo Eric—. Jon se fue en el otro bus. Jake está durmiendo. —¿Rebekah? 167

Eric sonrió y miró a la puerta cerrada del dormitorio. —Se está vistiendo. —Necesitamos guardar algunas cosas bajo el bus —dijo Trey al hombre en la silla de ruedas. El hombre se sorprendió cuando notó a Reagan apretujada entre Trey y la pared. —Lo siento, no te vi allí. —Extendió una mano en dirección a Reagan—. Soy Dave. Dirijo el tablero de sonido cuando Rebekah me lo permite. Reagan se estiró alrededor de Trey para estrechar la mano de Dave. Había oído del accidente de bus de los Sinners y que su operador de caja de sonido había quedado paralizado en el accidente. No sabía que él era todavía parte del equipo. —Mejor alégrate de que Reb no escuchara eso —dijo Eric. Dave sonrió y se pasó una mano por el cabello rubio arenoso. —Rebekah es mi hermana menor. También es una de las operadoras de sonido de los Sinners. —Y mi esposa —dijo Eric—. Es un poco perversa. Sólo para que lo sepas.

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Trey rió. Nunca antes había oído a Eric disculparse por la perversión de su esposa. Claro, ella había sido la única mujer en el bus en los últimos siete meses y los chicos estaban acostumbrados a que emergiera de la habitación vestida como un vampiro o un árbitro. Entonces acorralaba a su marido para llevarlo a la habitación del fondo y un montón de felicidad emanaba de esa área del bus durante las siguientes par de horas. —¿Entonces Dave es tu cuñado? —le preguntó Reagan a Eric mientras resolvía la dinámica de los ocupantes del bus. —Sí. —¿En qué estás trabajando? —le preguntó Brian a Eric, finalmente apartando su atención de su colección de fotos para mirar las partituras—. ¿Nuevas canciones de los Sinners? Acabamos de lanzar el último álbum. ¿Alguna vez te tomas un descanso? Eric recogió su música y la metió en una carpeta. —No es de los Sinners. Es para Hot Dog Junkie. Brian rió. —Aún no puedo creer que nombraras así a tu nueva banda. ¿Por qué no llamarla Wiener Eater20? Quizás Trey… —Pongamos estas cosas bajo el bus —interrumpió Trey en voz alta. Se estiró para tomar dos estuches de guitarra y se las entregó a Reagan. Él tomó la más grande de sus dos maletas y otro estuche de guitarra y la animó a dirigirse hacia la salida. —¿Eric tiene una nueva banda? —preguntó Reagan mientras se dirigía hacia la salida. —Una cosa híbrida entre punk/ emo/ gótica en la que está trabajando con Jon Mallory. Todavía están en fase de planificación en su mayoría. —¿Qué hay de los Sinners? ¿Se va a ir? —preguntó Reagan. Ella no podía imaginar a los Sinners sin Eric Sticks en la banda. Trey sacudió la cabeza.

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N. de T.: juego de palabras. “Hot Dog Junkie” significa “adicto a los hot dogs” mientras que “Wiener Eater” significa “come salchichas”.

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—Proyecto paralelo —dijo—. Los Sinners siguen siendo su principal objetivo. Reagan bajó los escalones y esperó en la parte inferior a que Trey se le uniera. Lo siguió hasta el costado del bus donde él abrió un compartimento debajo. —Debería haberte preguntado qué guitarra querías dejar afuera —dijo él mientras reacomodaba un poco de equipaje para poder hacer entrar tres de las guitarras y una de las maletas de Reagan en el recudido espacio. —Todos son geniales. Me alegra que eligieras así no tuve que hacerlo yo. Una vez las cosas de Reagan estuvieron guardadas con seguridad bajo el bus, Trey cerró la escotilla y la tomó. La atrajo contra la longitud de su cuerpo y la besó. —No prestes atención a lo que los chicos digan —dijo, todavía pensando en cómo Brian casi había revelado las tendencias homosexuales de Trey a Reagan en el bus con ese comentario sobre los come salchichas. No estaba listo para que Reagan supiera eso de él. No estaba seguro de querer que alguna vez lo supiera. Trey sí se sentía incómodo ocultándoselo, pero ya que los hombres no estaban más en su menú, no tenía sentido complicar su nueva relación con Reagan con todos esos esqueletos en su armario. Había todo un ejército de esqueletos en su armario. Y algunos marineros—. Bromean así mucho. —Eso espero. Son hombres. Estoy segura de que Exodus End también lo hace mucho. Trey rió. —Son un poco más ruidosos que nosotros. —¿Más ruidosos? —Sí. Dare pensó que si no podías manejarnos a nosotros cinco, no hay manera de que puedas manejar a esos cuatro. —Bueno, no sean delicados conmigo. —Sinners AC era un animal totalmente diferente —dijo Trey—. Nos hemos apaciguado en el último año. —¿Sinners AC?

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—Antes de las Chicas. —Bueno, no te apacigües por mí —dijo Reagan. Sus manos se deslizaron por la espalda de él para apretar su culo—. Resulta que me gusta cuando eres travieso. Mientras más travieso, mejor. Trey sonrió y bajó la cabeza para besarla. Sabía que le gustaba esta mujer. Aunque afirmara que le gustaba su lado travieso, si tuviera idea de lo verdaderamente desviado que podía ser, estaba seguro que saldría corriendo. Comenzaría con ella en Travieso Ligero y vería cómo ella manejaba eso primero. —Bien, regresaron —exclamó Sed desde varios metros detrás del bus. Cargaba varias bolsas de papel marrón. Jace, que caminaba junto a él, sonrió a modo de saludo antes de notar las manos de Reagan en el culo de Trey. Se sonrojó y desvió la mirada. Sed miró a Reagan lo suficiente para asegurarse de que no era Brian—. Brian también está aquí, ¿cierto? No lo dejaste en Los Ángeles, ¿verdad? —Está en el bus torturando a Eric con fotos de bebés —dijo Trey. Sed sonrió. —No puedo esperar para sostener al pequeño. —Jess dijo que quería uno —dijo Trey y le guiñó el ojo. Los ojos azules de Sed se agrandaron. —¿Jess quiere un bebé? —preguntó sin aliento. —Está completamente enamorada de Malcolm. Su reloj biológico está corriendo a toda velocidad. —Me estás jodiendo —dijo Sed y frunció el ceño. —A mí me pareció que genuinamente quería un bebé —dijo Reagan. Sed se dignó a mirarla por segunda vez. —Estamos preparándonos para irnos. Necesitas perderte ahora. El rostro de ella se ensombreció. —Maldito Sed —gruñó Trey—. Ella está conmigo.

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—Eso es obvio —dijo Sed. —Y se va a quedar conmigo —añadió Trey. —Soy Jace —le dijo Jace a Reagan y sonrió cálidamente. —Oh Dios. ¡Lindo! —exclamó Reagan y se liberó de Trey para tomar a Jace en un abrazo de dos brazos que enterró el rostro de él en sus senos. Las diversas cadenas de Jace se sacudieron mientras intentaba liberarse del abrazo de oso de Reagan. Ella finalmente lo liberó, lo miró por segunda vez, y lo abrazó de nuevo. —A Jace no le gusta que lo toquen —intentó explicar Trey mientras tiraba del brazo de Reagan—. Pero a mí me gusta. —Oh, lo siento —dijo Reagan mientras liberaba a Jace de una vez—. No quise atacarte así. Nunca antes te he visto sonreír. Jace se volvió a sonrojar y se miró las botas. —Entonces, ¿se quedará en el bus? —preguntó Sed, no sonando no muy feliz por el hecho. —Sí, por las siguientes dos semanas —dijo Trey. —Soy Reagan. Exodus End me contrató para ser su guitarrista rítmica. Sed y Jace la miraron como si le hubieran brotado alas y volado a Crazyland 21. —¿No me digas? —Sed empujó las bolsas de comestibles en la dirección de Trey—. Puedes hablarme de eso después. Necesito llamar a Jess. Trey se las arregló para hacerse con las bolsas antes de que Sed las liberara. Sed sacó su teléfono de su bolsillo mientras subía con fuerza los escalones del bus. —Es un poco imbécil —dijo Reagan. —¿Un poco? —dijo Trey.

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Crazyland: Tierra de los Locos.

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—Es diferente una vez llegas a conocerlo —dijo Jace—. Es así con los extraños. No sabe en quién confiar. —Es cierto —coincidió Trey—. Hacía un tiempo que no lo veía actuar así. Debe haber pensado que eras una groupie. —¿Eso lo excusa por ser imbécil? —preguntó Reagan, sus cejas elevadas sobre sus ojos azul grisáceo. —Tú tendrás tus propios groupies pronto. Entonces entenderás por qué es más fácil ser un imbécil cuando están cerca. —Entonces, ¿tú también te comportas como un imbécil con tus groupies también? —preguntó Reagan. Trey comenzó a dar marcha atrás. —Bueno, no, yo… —Trey sólo las usas para el sexo —dijo Jace y subió las escaleras detrás de Sed. Trey iba a invertir en cuatro resistentes mordazas de bola. Una para cada uno de los habladores miembros de su banda. Reagan se las arregló para contener la risa cuando vio a Trey de que se le ocurra algo que decir después de que Jace dejara caer esa bomba. A ella no le importaba que Trey tuviera una larga lista de conquistas sexuales. Uno no llegaba a ser tan bueno en la cama como él sin un montón de práctica. No era como si ella no estuviera al tanto de lo que sucedía detrás del escenario. Ella tenía algunos conocidos en el negocio. Nadie tan famoso como Trey (bueno, hasta ayer), pero incluso las bandas pequeñas tenían un montón de mujeres para mantenerlos entretenidos. —Si vas a molestarte cada vez que uno de los miembros de tu banda revele uno de tus sucios secretitos, vas a volverte loco. Trey se pasó una mano por el largo flequillo y lo apartó de su vista. —No estoy molesto. —¿No crees que ya sé estas cosas? El rostro de él cayó.

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—¿Qué cosas? —Que has dormido con un montón de chicas. Él liberó su cabello y éste cayó para ocultar un ojo de nuevo. Su típica expresión despreocupada sustituyó a la preocupada de sólo un momento antes. —¿No eres del tipo celosa? —Si lo fuera, no duraría tres segundos como tu novia. Veo la forma en que las mujeres te miran. —¿Sí? —No puedo culparlas. Él esbozó esa sexy sonrisa y a pesar de que aceleró su corazón, ella no pudo resistir burlarse de él. —Quiero llevar una tijera ese flequillo tanto como él mismo lo quiere. Su sonrisa sexy se desvaneció y se miró el flequillo. —¿No te gusta mi corte de pelo? Ella se mordió el labio y sacudió la cabeza. —Es demasiado sexy. Me hace querer agarrarte y hacer cosas traviesas contigo. Él rió. —Uno de estos días voy a acostumbrarme a que bromees conmigo y dejaré de creer tus bromas. Ella esbozó un mohín exagerado. —¿Y arruinar toda mi diversión? El motor del bus se puso en marcha y Trey le tomó la mano. —Es hora de encerrarnos en un pequeño espacio con seis o siete otras personas a las que les gusta joder conmigo. —Debería ser divertido.

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Reagan se detuvo en lo alto de las escaleras. Había un hombre delgado, con un mohawk rubio de treinta centímetros de alto detrás del volante. ¿Cuántas personas estaban amontonadas en este bus? —Hey —dijo el tipo, frotándose un ojo y parpadeando rápidamente como si acabara de haber sido sacado de un sueño profundo—. ¿Finalmente estamos listos para rodar? —Salgamos —dijo Dave. Había abandonado su silla de ruedas, que estaba doblada y metida detrás del asiento del conductor. Tenía un par de muletas de metal descansado contra el lado del sofá junto a él. Reagan le ofreció una mano al conductor. —Soy Reagan. —Jake. —Querrás conocerlo. Es nuestro técnico de guitarras —dijo Trey. Jake le apretó la mano antes de tocar la bocina del claxon del bus—. Y conductor ocasional. —Encantada de conocerte. Te acosaré después. —¡Booyah! —dijo Jake. Reagan caminó por el pasillo del bus y buscó un asiento vacío. Sed estaba sentado en una de las sillas de capitán hablando en su teléfono celular y pasaba las fotos del teléfono de Brian con una enorme sonrisa en el rostro. —Estaré en casa en dos semanas. Deja de tomar la píldora ahora. —Se detuvo—. Estoy seguro. —Otra pausa—. Todavía me casaré contigo incluso si estás tan gorda como un hipopótamo. Solo voy a ponerte a dieta después de que el bebé haya nacido. —Su rostro cayó y Reagan no pudo distinguir las palabras de Jess, pero definitivamente estaba gritando—. ¿Qué? —dijo él—. ¿Qué dije? Brian estaba en la otra silla de capitán mirando su celular con ansiedad. Sed lo movió alrededor mientras intentaba salir del agujero que había cavado él mismo con su prometida. Jace se había instalado en el sofá frente a las sillas del capitán. También estaba al teléfono, enviando textos a cien kilómetros por hora y sonrojándose de nuevo. Lucía duro y tan dulce a la vez. A Reagan no le importaría sentarse junto a él durante todo el

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viaje a Topeka. Había un estrecho espacio entre él y Dave, pero no lo suficiente para que Reagan se sentara. No pensó que fuera apropiado sentarse entre ellos y moverse hasta que le dieran un poco de espacio. Eso dejaba los cubículos alrededor de la mesa del comedor. El bus se movió y Trey colocó una mano firme en su espalda baja cuando ella tropezó. Reagan avanzó torpemente hacia el comedor y se sentó en la mesa frente a Eric Sticks. Él le ofreció una sonrisa cuando ella se apoyó contra la pared. Trey se deslizó en el cubículo junto a ella. La mirada de Eric buscó en el rostro de Reagan. —¿Debería conocerte? —preguntó después de varios minutos. —¿Qué quieres decir? —Nueva guitarrista de Exodus End. Trey dice que eres su novia. O bien eres una amiga personal cercana a Dare, o famosa. —Ninguna de las dos. —Ella participó en ese concurso de Guitarrista por un Año con Exodus End. —¿Ganó? —preguntó Eric. Reagan asintió. —¿Están esperando usar a una mujer atractiva para conseguir nuevos fans? — preguntó Eric. El brazo de Trey envolvió la cintura de ella y la atrajo hacia su cuerpo. —Puedo ver por qué podrías pensar eso, pero la contrataron antes de verla. Completamente basado en el mérito de su trabajo con la guitarra. —¿No crees que una mujer pueda ser fuerte? —preguntó Reagan. Ella sabía que era parte de una profesión dominada por hombres, pero no toleraba el doble estándar. En lo absoluto. Eric sacudió la cabeza.

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—Eso nunca cruzó mi mente. Me confundió mucho más que Trey te reclamara como su novia que porque tú fueras de desconocida a una guitarrista que pronto tendrá fama mundial. Pensé que Trey debía estar haciéndole un favor a su hermano. Reagan tomó la mano de Trey y lo miró a los ojos. —¿Por qué a todos les cuesta tanto creer que de hecho te gusto? ¿Tengo espinaca en los dientes? —Le enseñó los dientes. Trey pretendió sacar algo de sus dientes. —Listo. Ahora sí creerán que estamos involucrados. Reagan le sonrió. La puerta del dormitorio se abrió y una pequeña rubia salió con un uniforme de camarera sexy. Le tela de algodón a cuadros de color rosa con un volante de encaje alrededor de la parte inferior de una falda corta. Enaguas hacían que la falda se levantara y revelaba sus medias blancas hasta el muslo y las cintas de color rosa que rodeaban la parte superior de sus piernas. La blusa del uniforme era de corte bajo y mostraba su escote, algo que Reagan nunca había tenido, a la perfección. El cabello platino de la mujer estaba recogido en un nudo descuidado. Mechones de color amarillo canario, del mismo tono que el mechón del cabello de Eric, rodeaban su rostro. Se pavoneó en su camino a la mesa y le entregó a un Eric que babeaba lo que parecía ser el menú. Reagan miró de Eric, quien revisaba el menú con interés, a la mujer que hacía chasquear su chicle y se rascaba detrás de la oreja con el final de su lápiz. —¿Qué puedo traerte, cariño? —le preguntó a Eric en un exagerado acento sureño. Reagan volvió la cabeza y encontró a Trey sonriéndole a la pareja. —Uh… —Reagan no estaba segura de qué estaba sucediendo. Eric había dicho que su esposa era perversa, no una camarera. —¿Cuál es el especial de hoy? —preguntó Eric. —El sesenta y nueve está en el especial, cariño. ¿Es eso lo que quieres? —La mujer hizo una pausa con su lápiz cerniéndose sobre su anotador. —Tengo un gran apetito hoy. Creo que me gustaría un aperitivo para comenzar.

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—Tengo un trabajo manual realmente bueno disponible para abrir el apetito para el plato principal —dijo ella. —¿Eso viene con salsa especial? —Está disponible con lubricante frío o caliente. —Mmm. Eso suena bien. Tomaré el trabajo manual con lubricante frío, seguido por el especial del sesenta y nueve, guarda el orgasmo. Seguiré eso con una salchicha gruesa en un par de bollos con un poco de salsa de lubricante frío como salsa. Rebekah sonrió. —Excelente elección, bebé. ¿Necesitarás algún postre? —Decidiré el postre después —dijo Eric—. Pero podrías querer tomar el jarabe de chocolate y la crema batida de la nevera. Me siento artístico. Rebekah anotó la orden de Eric y luego volvió su atención a Reagan. —¿Puedo traerte algo, cariño? Los ojos de Reagan se agrandaron. Trey se echó a reír. —Ésta es la esposa de Eric, Rebekah —dijo él—. Solo está bromeando contigo. —Esta noche soy la camarera de Eric —dijo Rebekah. —Soy Reagan. Rebekah le guiñó un ojo y se metió el lápiz detrás de la oreja. —Mucho gusto. —Señorita —dijo Eric un tono muy molesto—. ¿Ya está listo mi aperitivo? He estado esperando por casi un minuto. —Está justo por esa puerta, cariño —le dijo Rebekah a su marido. A Reagan, le dijo—. Hablaremos después. Es bueno tener un poco de estrógeno en este crucero de testosterona. Eric salió del cubículo y le dio a Rebekah una palmada en el trasero. —Puedes esperar una propina muy grande esta noche, nena.

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Rebekah sonrió seductoramente. —Sabes que estoy para servir. Eric pasó un brazo por su cintura y le tocó un pecho. —Te amo. Se detuvieron en el refrigerador negro el tiempo suficiente para recoger una botella de jarabe de chocolate y una lata crema batida antes de encerrase en el dormitorio. Reagan frunció el ceño. —¿Siempre le sirve así? —No que fuera asunto suyo, pero ella apostaba al empoderamiento de las mujeres. —Es una calle de dos vías. Mañana Eric probablemente se vestirá para ella y satisfará uno de sus pequeñas fantasías perversas. —¿Te gusta ese tipo de cosas? —preguntó Reagan. Levantó el menú que Eric había dejado atrás y encontró una lista de actos sexuales. Sólo había intentado alrededor de la mitad de ellos. —Rebekah es realmente creativa —dijo Trey—. Y Eric es muy consciente de exactamente cuán afortunado es. No me importaría participar en alguno de sus juegos. Parece divertido. Reagan señaló una selección en el menú. —Ni siquiera sé qué es esto. —Podía decírtelo —dijo Trey. Se acercó para susurrarle al oído—. Pero prefiero mostrártelo. —Dame mi teléfono, Sed —dijo Brian en la sala de estar—. Tengo que llamar a Myrna. —Está durmiendo —le dijo Sed—. Jessica dijo que lucía agotada. —¿Está bien? —Está bien. Sólo cansada. Relájate, Sinclair.

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Brian le sacó el teléfono a Sed de la mano con un golpe. —Tú relájate. Trey le ofreció a Reagan una sonrisa cansada y luego salió del banco. Tomó el teléfono de Brian del suelo y le arrancó el teléfono a Sed de la mano. —Oye, estaba hablando… —protestó Sed. Trey le entregó su teléfono a Brian. —No la llames si está durmiendo. Necesita descansar —le dijo a Brian—. Ve a mostrarle tus fotos a Jace y a Dave. Todavía no las han visto. La furiosa mirada de Brian se suavizó cuando el protector de pantalla de su teléfono llamó su atención. Se apretujó entre Jace y Dave, quienes inmediatamente dejaron de hacer lo que estaban haciendo para distraer a Brian antes de que le cortara la garganta a Sed. Trey llevó el teléfono de Sed a su oído e hizo una mueca cuando la saludable diatriba de Jessica saludó a su tímpano. —…si esperas que tenga ocho hijos, entonces más te vale estar preparado… —Jess, es Trey. —¿Oh qué, ahora se está ocultando? Cobarde. Golpéalo en la cabeza por mí, ¿quieres? Trey golpeó a Sed en la frente y recibió un puñetazo en el muslo por sus esfuerzos. —Hecho. Escucha, ¿puedes hacer que Myrna llame a Brian tan pronto como despierte? No importa la hora que sea o si él está en el escenario, dile que lo llame. —¿Cómo está? —preguntó Jessica. —Peor de lo que puedes imaginar. ¿Conoces ese tono verdoso que toma antes de subir al escenario? —Sí. —Multiplica eso por mil. Voy a darle el teléfono. Asegúrate de decirle cuán genial Myrna y Malcolm están.

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—Ella ha estado llorando y dejando de llorar todo el día. También le está costando la separación. Aggie finalmente consiguió que se acostara un rato. —Si Brian escuchaba eso, Trey sabía que se apoderaría del bus y regresaría a L.A. No que Trey lo culpara. A Trey tampoco le gustaba oír que Myrna estaba disgustada. La mujer era la roca de Brian. —¿No fuiste a la escuela de leyes para aprender cómo decir exactamente lo correcto? —le dijo Trey a Jessica—. Haz tu magia. Trey se volvió y estiró el teléfono en dirección a Brian. Brian estaba divirtiéndose un poco demasiado haciendo que Jace luciera incómodo al describir todo el proceso del nacimiento. —Jess quiere hablar contigo —dijo Trey. —¿Es algo malo? —preguntó Brian. —No. Todo está genial. Jace le ofreció a Trey una mirada acusadora. Aggie probablemente había estado enviándole textos sobre toda la situación. La banda necesitaba sentarse y pensar en un plan de juego para hacer que Brian superara esto. Ya había programado un vuelo de regreso a L.A. para la siguiente mañana. ¿Cuándo dormiría el hombre? —Gracias por salvarme con Jess —dijo Sed. Se levantó de su asiento y estiró los brazos por encima de la cabeza. —No creo que estés salvado —dijo Trey—. ¿Alguna vez vas a aprender a pensar antes de decirle estupideces? Sed bajó los brazos y se encogió hombros. —Probablemente no. —Se fue a la nevera, y encontró una cerveza. Se volvió hacia Reagan sentada en el cubículo de la mesa del comedor y le dijo—. ¿Bebes, novia de Trey? La expresión helada de Reagan hizo sonreír a Trey. La mayoría de las chicas se ablandaban cuando Sed entraba en una habitación. —Lo siento, olvidé tu nombre —dijo Sed, y se rascó la nuca mientras inspeccionada el techo.

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—Es Reagan, y sí, me gusta la cerveza. Sed tomó dos cervezas y se deslizó en el cubículo frente a Reagan. Sacó la tapa de una botella y se le extendió como ofrenda de paz. Ella la aceptó con renuencia y bebió un trago. Decidiendo que Brian había sido temporalmente aplacado, Trey se deslizó en el cubículo junto a ella. —Podría ponerme el piercing de la lengua ahora, si quieres —le susurró al oído. —¿Por qué no me gustaría eso? —dijo ella con una sonrisa. —Depende de si quieres hablar o besarnos. Me hace hablar gracioso. —Y lo golpetea contra los dientes y nos vuelve locos a todos —añadió Sed. —Tampoco puedo cantar con él, así que sólo lo uso en ocasiones especiales. —Y tiene suficientes ocasiones especiales como para evitar que el agujero se cierre. —Sed rió y le arrojó la tapa de su botella a Trey. Hizo un sonido metálico contra su hombro. Trey miró de reojo a Reagan. De todas sus “conquistas”, nunca había considerado cómo sería tener que responderles una vez que estableciera una relación más permanente. Ni siquiera había entrado en sus pensamientos. Él seguía esperando que Reagan se molestara y le dijera a su lado mujeriego que se largara, pero le restaba importancia sin ningún problema. —Una y otra vez insinúa que tiene algo de talento con la cosa pero todavía no lo ha probado. —Reagan ahogó un bostezo—. En este momento no estoy impresionada. Sed rió. —Suena como un desafío. ¿Estás preparado para eso, Mills? —Tomó otro trago de su cerveza, sus ojos fijos en Trey mientras echaba la cabeza hacia atrás y tragaba. Reagan deslizó la mano por el muslo de Trey y rozó su cremallera con los nudillos. —No. No está preparado en absoluto. La repentina agitación en su ingle estaba a punto de marcarla como mentirosa. —Eric y Rebekah ya reclamaron el dormitorio —le recordó Trey—. No hay suficiente espacio en mi litera para hacer un buen trabajo.

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—Será mejor que pongas tu nombre en la hoja de inscripción del dormitorio para esta noche. Y que pongas la lengua donde está tu boca. Él inclinó la cabeza hacia un lado como si estuviera perplejo. —¿Mi lengua no está siempre donde está mi boca? Ella sonrió y bebió un trago de su cerveza. —Sabes lo que quiero decir. Respalda tus afirmaciones con alguna evidencia. —Sed —llamó Brian desde el salón contiguo—. Jess dice que le debes cinco orgasmos por ese comentario sobre hacerla engordar. También afirma amarte por alguna razón y dice que te llamará más tarde. Sed sonrió. —Todavía no se ha dado cuenta de que a veces digo estupideces para enojarla y que me “castigue”. —Hizo comillas con los dedos al decir la última palabra—. Hacer que esa mujer acabe es un privilegio, no un castigo. —¿Cuándo es la boda? —preguntó Reagan. Sed levantó las cejas y miró el techo mientras hacía un cálculo mental. —En ochenta y siete días. —¿Van a hacer algo especial? —Demonios si lo sé. Nuestras madres están debatiendo para resolver esas cosas. Mi trabajo es aparecer en un esmoquin y repetir algunos votos. Mi madre quiere asegurarse de que la ceremonia sea tradicional y trascendental. La madre de Jess quiere que sea el evento social del año de Hollywood. Así que Mamá está encargándose de la mayoría de las cosas de la boda, y su madre está al mando de los planes de la recepción. No tengo ni idea de qué está sucediendo realmente. Me alegra estar de gira en este momento y poder evitar la mayoría de esa mierda. —Creo que Jessica está lista para fugarse —dijo Trey—. Ella parece bastante estresada por todo. Sed se detuvo, con la botella de cerveza a medio camino de su boca.

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—Probablemente debería aprovechar esa oportunidad, pero luego ella se enfadaría porque no le permití tener su enorme boda. Sed sabía cómo manejar a su prometida sin que ella ni siquiera notara que estaba siendo manipulada. Lo cual era bueno, porque si Jessica se enteraba de que Sed hacía un esfuerzo consciente para mantenerla aplacada o exasperada, eso realmente la enojaría. El tipo era más inteligente de lo que parecía. —Nunca me voy a casar —dijo Reagan—. Quiero decir, ¿cuál es el punto? Supongo que si quieres criar hijos juntos… —Ella miró a Trey—. ¿Qué opinas tú? Trey se movió incómodo en su asiento. —Bueno, supongo que eso depende. Mis padres han estado felizmente casados por más de treinta años. —Los míos también —dijo Sed. 183

—Luego tienes a los padres de Eric. Ni siquiera sabe quién es su padre. Su madre lo abandonó cuando él era un niño pequeño. No creo que un matrimonio hubiese hecho la más mínima diferencia en esa situación. Todavía no sé nada acerca de la situación familiar de Jace excepto que sus dos padres están muertos. Y luego está Brian, cuyos padres se llevan bien, pero a sus habilidades parentales les vendría bien una revisión exhaustiva. —Miró a Brian por encima del hombro, que estaba sentado en una de las sillas del capitán ahora, con la mirada perdida en el espacio—. Alguna gente debería casarse. Brian debería casarse. ¿Otras parejas? No estoy tan seguro. —Creo que es importante —dijo Sed—. Con la mujer adecuada, por supuesto. —Eric y Rebekah se apresuraron para hacerlo, pero funcionan. Creo que era inevitable para ellos. Y luego Jace… —La mirada de Trey se desplazó hacia su silencioso bajista—. Le pidió a Aggie que se casara con él y ella dijo que sí, pero no parecen tener prisa por hacerlo oficial. Así que sí, eso depende. No creo que todas las parejas tengan que casarse o que siquiera debieran hacerlo. Aunque sería bueno que todos los niños tuvieran un hogar agradable y estable en el que crecer. —Los padres solteros también pueden hacer un buen trabajo —dijo Reagan. Encogiéndose interiormente, Trey pasó un brazo alrededor de su rígido cuerpo. Había olvidado que ella había sido criada únicamente por su padre.

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—No tuve la intención de sugerir que no pudieran hacerlo. ¿Por qué estás pensando en el matrimonio? —Todos hablan de eso. —Volvió su rostro hacia el hombro de él—. No es mi tema favorito, créeme. —Entonces, si te pidiera que te casaras conmigo, ¿dirías que no? Ella lo miró, los ojos muy abiertos. —¡No lo harías! —Tienes razón. Nunca le pediría a una mujer que se casara conmigo antes de que llegara a experimentar el poder del piercing en mi lengua. Ella rió y se relajó en su lado. Sí, la charla sobre el matrimonio también lo hacía sentirse incómodo. Se alegraba de que una vez más estuvieran en la misma página. El teléfono de Trey sonó. Discretamente lo sacó del bolsillo y tuvo cuidado de ocultarle la pantalla a Reagan mientras comprobaba quien era. Si se trataba de una de sus hazañas, no contestaría. Se sorprendió al ver Dare en el identificador de llamadas. No que su hermano no lo llamara de manera regular, pero acababa de verlo en la mañana, así que no era probable que llamara para hablar por hablar. —¿Qué pasa? —respondió Trey. —¿Reagan está ahí? —preguntó Dare. —No, la dejé desmayada en el baño del avión. —Déjame hablar con ella. Sam está enfadado y pensé que era mejor advertirle. — Sam era el mánager de Exodus End. Trey estaba bastante seguro de que Reagan ni siquiera lo había conocido aún. —¿Por qué está enfadado? —Ella es su artimaña publicitaria. Es difícil hacerle promoción cuando ella está ahí contigo. —¿Tiene que regresar? —Sólo déjame hablar con ella. Trey le pasó el teléfono a Reagan.

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—Dare quiere hablar contigo. Ella le lanzó una mirada perpleja y aceptó su teléfono. Trey no estaba seguro de por qué la idea de que ella regresara a Los Ángeles tan pronto le daba una sensación de vacío en el estómago. —Dale mi número. Hablaré con él —dijo Reagan. Le recitó su número a Dare varias veces para asegurarse de que lo tenía—. Gracias por el aviso. —Rió ante algo que dijo Dare—. Creo que puedo manejarlo. ¿Necesitas hablar con Trey otra vez? —Le sonrió a Trey y sacudió la cabeza antes de despedirse de Dare y tratar de encontrar la manera de poner fin a una llamada en el teléfono de Trey. Trey tomó su teléfono y lo enterró en el bolsillo. —¿Vas a volver a Los Ángeles? —preguntó él. —No si puedo evitarlo. El tipo quiere arreglarme, tomarme fotos y hacer algún tipo de campaña publicitaria con la nueva, sexy chica guitarrista de Exodus End. —Puso en blanco sus ojos azules hacia él—. No, gracias. —Probablemente vas a tener que hacerlo de todos modos. Su nariz se curvó. —¿Qué parte de marimacha no entiende esta gente? No me gusta ser tan mimada. —Apuesto a que te limpias muy bien —dijo Sed. Era imposible mantener una conversación en el bus sin que nadie lo supiera. La mirada gélida que ella le dio a Sed dejó perfectamente claro que no consideraba su declaración como un cumplido. —Mi esposa hace corsés bordados a mano —dijo Jace—. Si quisieras, estoy seguro de que estaría encantada de hacer algunos para tu vestuario de escena. —¿Esposa? —dijeron a coro varios ocupantes del bus. —Novia. Prometida. Mi mujer. Como sea que quieran llamarla —dijo Jace. —No estoy seguro de que tenga la figura correcta para llevar un corsé —dijo Reagan.

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Hubo un murmuro general de desacuerdo, aunque todo el mundo parecía tener sus ojos puestos obviamente en otra parte para evitar su gélida mirada. —¿Qué parte de chica sexy no entiendes? —dijo Trey—. Creo que tengo que mimarte más. El teléfono de ella sonó y su estómago revoloteó por los nervios. Empujó a Trey para conseguir que se levantara del cubículo. —Responderé a esto en el baño. —Se apresuró hacia la pequeña habitación cerca de la parte trasera del bus y deslizó la puerta para cerrarla. Las manos de Reagan temblaban cuando contestó la llamada. Había fingido estar bien con la llamada del mánager de Exodus End, pero eso estaba lejos de la verdad. Si él pensaba en aprovecharse de su apariencia, iba a estar profundamente decepcionado. Ella no tenía ninguna aspiración de lucir como la belleza ideal. Sólo quería tocar su guitarra. A veces deseaba haber nacido con pelotas. —¿Hola? —Esperaba que su voz no temblara demasiado. —¿Es Reagan Elliot? —Sí. Él rió. —No estaba seguro de que Dare me hubiera dado el número correcto. Le gusta bromear conmigo. Piensa que es pasarlo bien. Soy Sam Baily, tu mánager. Bueno, mánager a través de Exodus End. Ella tenía un mánager. Sintiéndose un poco abrumada por todos los cambios en su vida, cerró la tapa del inodoro y se sentó. —Dare dijo que tenías un problema con que fuera de gira con los Sinners. —No es que tenga un problema con los Sinners. Es sólo que acabo de enterarme de que eres una mujer y te juro que no podría haber ideado un mejor resultado para ese concurso. A los fans les encantará. —¿De verdad lo crees? Es realmente difícil hacer que los fans del metal tomen a las mujeres guitarristas en serio. Podría ser mejor que me esconda detrás de la batería para que no sepan que estoy ahí. —Odiaba que la gente la viese primero como una mujer y

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después como músico. Le había encantado que Exodus End llevase a cabo el concurso a ciegas. Dudaba que la hubiesen escogido si hubiesen sabido que era una mujer. Y si la hubiesen elegido a sabiendas de eso, siempre se habría preguntado si realmente les había gustado su música o se estaban más interesados en su culo. —¿Bromeas, muñeca? Vamos a hacer que esto funcione desde todos los ángulos. La banda piensa que tienes potencial de estrella, tanto como músico como intérprete. Reagan se frotó la ceja con un dedo. —Nunca me han visto actuar. —Algo sobre la práctica de banda. De todos modos, muñeca, tienes que regresar tan pronto como sea posible. Fijaré algunas citas. Consultor de moda. Estilista. Maquillador. —En realidad no soy el tipo de mujer a la que le gustan ese tipo de cosas —dijo ella. 187

—No te preocupes. No tendrás que pagar nada de eso. —No regresaré a Los Ángeles hasta dentro de trece días —dijo ella—. Y luego estaré ensayando con la banda para los conciertos. No creo que esto vaya a encajar en mi agenda. —Lo harás encajar, Reagan. —Su tono despreocupado de repente se volvió duro—. Está en el contrato que firmaste. Probablemente debería haber consultado con un abogado antes de firmar ese contrato. Por lo que sabía, éste bien podría decir que tenía que dejar que su cerebro fuera transplantado al cuerpo de un cyborg. —Bueno, tendrás que esperar hasta que regrese a Los Ángeles. Técnicamente, mi contrato no se inicia hasta entonces de todos modos. Él hizo una pausa por un largo momento. —Haz lo que quieras. Voy a tener tu itinerario preparado para cuando regreses. Mejor despejas tu agenda. —Debería agradecerte por inventar ese concurso. No estoy segura de cómo hiciste que la banda aceptara algo como eso.

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—Puedo ser muy persuasivo. Reagan no estaba segura de qué quería decir con eso. —Bueno, en todo caso, gracias. —No, no es necesario que me agradezcas. Sólo no nos decepciones. —Haré mi mejor esfuerzo. —Tu mejor esfuerzo más un diez por ciento —dijo—. Llámame si necesitas algo que preparar para la gira o si decides volver a Los Ángeles antes de tiempo. Después de cortar, ella se quedó sentada ahí por un largo momento, el corazón golpeando. ¿Cómo podía alguien dar el diez por ciento más de su mejor esfuerzo? A menos que estuvieran conteniéndose para empezar. Ella nunca se contenía. Iba a estar bien. Éste era su sueño. Todo saldría bien. Su mejor esfuerzo sería suficientemente. Y si no lo era, siempre podía encontrar un nuevo empleo. Hacía un café increíble. Se sentó allí por un largo rato, preguntándose si había tomado la decisión correcta al firmar con Exodus End y en unirse a los Sinners en la gira. Todo esto era un enorme cambio para ella. Quizás había actuado un poco demasiado rápido. No estaba segura de estar mentalmente preparada para ello. Un golpe en la puerta la sacó de sus cavilaciones. Se puso de pie de inmediato y abrió la puerta. —Lo siento —dijo—. No tuve intención de monopolizar el baño. —Trey estaba parado en el umbral con una sonrisa diabólica en su apuesto rostro. En lugar de permitirle salir, Trey la instó a entrar al pequeño baño y deslizó la puerta para cerrarla. —¿Qué te dijo? —preguntó Trey. Su voz sonaba un poco rara, aunque ella no pudo imaginar por qué. ¿Tal vez la acústica en el baño? Ella se apoyó contra el tocador y lo miró. —Que cuando regrese a Los Ángeles van a tratar de convertirme en un objeto sexual. —¿Eso te molesta?

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Ella bajó la mirada. —No lo sé. —Si Sam te presiona para que hagas algo que no quieres hacer, habla con Dare al respecto. Él sabe cómo manejar a Sam. Y si Dare no te escucha, sé que me escuchará a mí. Él le sacó la camiseta por la cabeza. Ella realmente no estaba de humor para el sexo. Al menos no lo estuvo hasta que Trey bajó la cabeza y chupó su pezón en la boca. Algo duro golpeó la punta sensible hasta que ella gimió y se aferró a su cabello en señal de rendición. Eso explicaba por qué su voz sonaba un poco rara. Se había puesto el piercing en la lengua por ella. —¿Estás seguro de que esto es- una buena idea? —susurró. Él levantó la cabeza, soltando su pecho con un fuerte sonido de succión. 189

—Pensé que podrías necesitar una distracción. Reagan estaba convencida de que Distracción era el segundo nombre de Trey. Él bajó la cabeza al otro pecho y ella lo vio frotar la deliciosa bola de metal cerca de la punta de la lengua por sus pezones que se endurecían rápidamente. —Trey. Trey —murmuró—. ¿Cuál es tu segundo nombre? —De repente, quería saber todo sobre él. Su color favorito. Su talla de zapato. A quién llevó a la graduación. Trey levantó la cabeza y le sonrió. —No voy a decirte eso. Te reirás. —No lo haré. Lo prometo. Quiero saber más de ti. —Pero no tanto como para que él dejara de hacer lo que estaba haciendo. Ella se aferró a su cabeza con ambas manos y dirigió su boca hacia su pecho. Él chupó y acarició el tierno pezón mientras sus manos se movían a la cintura de sus pantalones. Oh Dios, ¿cómo se sentiría eso contra su clítoris? Le apartó las manos con impaciencia y se desabrochó los pantalones, bajándolos por las caderas hasta los tobillos y pateándolos a un lado y a sus botas en un movimiento apresurado. Él la levantó para sentarla en el borde del frío tocador. Un duro estremecimiento sacudió todo su cuerpo. Él comenzó su descenso, su boca bajando por el centro del

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pecho de ella. Sus labios, su lengua y esa dura bola de metal abrieron un camino de placer a través de su piel. Su vientre se apretó mientras él chupaba y lamía su camino hacia su estómago. —Es Sol22 —susurró él. —¿Alma?23 —Ella sentía una conexión espiritual con Trey. No había ninguna duda, pero no tenía ni idea de lo que quería decir. —Mi segundo nombre es Sol. Como la estrella. —Reagan rió—. Te dije que te reirías. Mi papá es increíblemente puritano y mi mamá era una hippie. Papá eligió los horribles primeros nombres de Darren y yo, y mamá eligió nuestros ridículos segundos nombres. —¿Darren? —Dare —aclaró él. —Oh. Pero Trey no es un nombre horrible. —Terrance sí. —No, no es malo. Al menos no fuiste nombrado por dos presidentes. —Si me dices que tu nombre es Bush, no estoy seguro de ser capaz de continuar. —No, es peor que Bush. —La mayoría de las cosas son peores que el arbusto 24. —Él deslizó los dedos por el pequeño triángulo de vello púbico en su montículo. Ella le dio una palmada y sofocó una sonrisa. —Travieso. —Entonces dime cuál es o no seré capaz de concentrarme. Estaré demasiado ocupado tratando de pensar en nombres de presidentes. ¿Es Kennedy? Reagan Kennedy es algo lindo. —Ya quisiera. 22

N. de T.: en español en el original. N. de T.: juego de palabras, ya que “soul”, que significa “alma”, suena muy similar a “sol”. 24 N. de T.: juego de palabras. “Bush” en la jerga coloquial refiere a los vellos púbicos. Previamente se referían al ex presidente de los E.E.U.U. George W. Bush. 23

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—¿Johnson? Eso es casi tan bueno como Bush. —La miró y se ruborizó—. Quiero decir que si te gusta la polla. Que a mí no. Pero probablemente a ti sí. Ella le cubrió la boca con una mano. —Es Eisenhower. Trey rió disimuladamente. —Realmente no esperas que crea eso —dijo él, sus palabras amortiguadas por la mano de ella. —Te mostraré mi certificado de nacimiento en algún momento. Mi padre es el republicano por excelencia, y a mi madre no podía importarle menos cómo me llamara. ¿Podemos no hablar de nuestros padres? Arruina el humor. Ella apartó la mano y bajó la cabeza de él con suavidad, queriendo conocer la magia que esa joyería en la lengua era capaz de infligir. Ésta no era la conversación más sexy que había tenido. —Nunca me quejaré de mi nombre otra vez, Reagan Eisenhower Elliot. —No tienes por qué, Terrance Sol Mills. Trey se estremeció. —Ahora que conoces todos mis secretos, tendrás que quedarte conmigo para siempre. Reagan rió y pasó los dedos por el sedoso cabello de ella. —No creo que pueda aprender todos tus secretos en la vida, Trey Mills. —Otra razón para quedarte. —Sus labios rozaron su vientre y la piel de gallina se elevó en la piel de ella—. Tengo algunos buenos. Él succionó un sendero por su bajo vientre, ocasionalmente arrastrando la bola metálica en un círculo mientras se abría camino hacia la carne que se hinchaba rápidamente entre los muslos de ella. Cuando la punta de su lengua pasó sobre su clítoris, ella inhaló de forma irregular a través de los dientes. La expectación la estaba matando. Él parecía decidido a aumentar su necesidad en lugar de aliviarla. Sus labios

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se movieron una vez más hacia arriba por su vientre, succionando un punto justo debajo de su ombligo que la volvió absolutamente loca. —Trey. Trey —dijo ella. —¿Hmm? —murmuró él contra su vientre. Trazó el borde de su ombligo con su lengua, atrapando el piercing en su piel y tirando de él de una manera que hizo que la cabeza de ella flotara. Si tan sólo llevara ese trazado circular un poco más bajo. Con los dedos enredados en su cabello, ella presionó su cabeza hacia abajo. Él le permitió que lo dirigiera hacia donde lo quería, su deliciosa lengua trabajando contra sus hinchados labios y luego entre ellos hacia su clítoris palpitante. Se aferró con una fuerte succión y movió su piercing contra el sensible pedacito de carne. El orgasmo se acercó rápidamente. Ella peleó contra él, queriendo más. Se sentía tan bien que no estaba lista para que terminara. Se preguntó cómo se sentiría su lengua unos pocos centímetros más bajo. Ella volvió a presionar hacia abajo y él liberó su clítoris. Cambió la manera en que movía su lengua, trazando el borde de su abertura repetidamente y luego presionando un poco más profundo. Y más profundo aún. El contraste entre su lengua más suave y esa pequeña bola dura tuvo a Reagan retorciéndose contra el rostro de él. Él se movió unos centímetros más abajo sin su indicación, atrapando la bola en su lengua en el borde de su ano y tirando repetidamente. Sin penetración. Sólo provocando la superficie. Ella se estremeció. Reagan no era muy dada al juego anal, pero aun así se sentía increíble. Él mordisqueó un hinchado labio y lo chupó en su boca, primero frotando ese maravilloso piercing a lo largo de la resbaladiza superficie lentamente y luego más rápido, aumentando su creciente excitación con cada caricia. Lo repitió en el otro lado y luego volvió a pegarse a su clítoris. El golpeteo de su lengua la envió sobre el precipicio. Él metió con fuerza dos dedos en su coño mientras ella acababa, rotándolos en arcos amplios, frotándolos contra sus músculos que se contraían. A medida que sus temblores se calmaban, ella se volvió consciente de que sus manos aferraban el cabello de él y del constante flujo de malas palabras que gritaba en la pequeña habitación. Su cuerpo se relajó contra el tocador y el espejo a sus espaldas. Le soltó el cabello y se lo alisó con ambas manos. —Lo siento —murmuró—. Me dejé llevar.

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Él lamió un sendero hacia arriba por su vientre, con el rostro inclinado para poder mirarla mientras se abría camino hacia arriba. —Esa es la idea —dijo. Se aferró a su pezón, succionando y pasando su pieza favorita de metal en todo el mundo contra el pico sensible. Los dedos de él comenzaron a deslizarse dentro y fuera de su cuerpo al mismo ritmo. —¿Puedo decirte algo? —preguntó él. —Sí. Por supuesto. —Nunca he tenido relaciones sexuales sin condón. Ella sonrió. —Eso es bueno. Muy responsable. —¿Y tú? Ella pudo sentir el calor de la vergüenza alzarse en su rostro. —Bueno, sí, pero sólo con novios estables. Después de que ambos nos examináramos en la clínica, por supuesto. ¿Esa idea te molesta? Él sacudió la cabeza. —¿Me consideras tu novio estable? Oh, de eso se trataba. —Sí. Supongo que sí. —¿Quieres hacer una cita en la clínica conmigo? Ella asintió. Él sonrió. —Bien, porque otra vez olvidé traer un condón. Si esto sigue sucediendo, voy a terminar con una erección permanente. Ella rió y lo abrazó. —No creo que sea tan malo.

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12 Traducido por rihano Corregido por Nanis

Reagan no podía apartar las manos de Trey. Lo había observado desde el público en numerosos conciertos de los Sinners así que sabía qué esperar, pero observarlo prepararse para el espectáculo le dio todo un nuevo significado al personaje del hombre en escena. Él introdujo aros y tachuelas en todas sus perforaciones, pero elimino ésa increíble de la lengua que había compartido con ella antes. Puso gel en su cabello para que el flequillo le cubriera el ojo como de costumbre, pero erizó una tira más corta en el centro de su cabeza. Lo observó abotonarse una desgastada camisa a cuadros y deslizarse dentro de sus holgados jeans. Lo ayudó a sujetar los brazaletes de cuero alrededor de las muñecas y varias cadenas alrededor del cuello. Él agregó otro par de cadenas de plata para que colgaran en círculos a lo largo de una cadera. Demonios, incluso sus calcetines blancos en horrible contraste con sus zapatillas de lona negra eran marca registrada y le recordaron quién era su novio en realidad, Trey Mills. Un agujero en los pantalones a pocos centímetros de su entrepierna atraía continuamente la atención de Reagan. Si metía el dedo en ese agujero, y lo había hecho en varias ocasiones, podía deslizar sus dedos sobre la seda negra de sus calzoncillos. De pie detrás del escenario, chupando una paleta de cereza y balanceándose sobre los dedos de los pies con energía nerviosa, Trey Mills era un afrodisíaco andante. —Te deseo otra vez ―le murmuró al oído, tomando su cinturón de cuero negro con ambas manos. Tenía ojales de plata en toda su longitud, lo cual le dio ideas―. Quiero usar este cinturón para atarte a la cama y jugar contigo durante horas. Él sacó la paleta de su boca y le preguntó. ―¿Con qué parte vas a jugar? —Con cada centímetro.

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—¿Incluso los dedos de mis pies? —Especialmente tus dedos. —Si te interesa el bondage, podemos hablar con Jace sobre algunas restricciones. Creo que todavía tiene algunas en el bus. —¿Jace? —Sí, es un tipo duro en el dormitorio. Él y Aggie incluso dan lecciones de BDSM a parejas cuando no está de gira. Si realmente deseas ponerte perversa, házmelo saber. Haré una cita. Tienen un calabozo en el sótano. Las cejas de Reagan se juntaron. ―Creía que Aggie hacía corsés. Trey sonrió. —Es una mujer de muchos talentos. También baila. —Ya no baila ―dijo Jace―. No profesionalmente. Era tan silencioso que Reagan ni siquiera había notado que estaba parado justo a su lado. El cabello rubio platino de Jace estaba parado en punta. Su incipiente barba oscura estaba en marcado contraste con su cabello claro y había sido cortado recientemente. Vestía su acostumbrada chaqueta de cuero negro, camiseta blanca y ajustados jeans azules. Su atuendo resultaba incluso más propio de un motociclista por sus pesadas botas negras, el cinturón de cuero negro, y el ancho y tachonado brazalete de cuero en su muñeca izquierda. Nunca había visto a Jace usar otra cosa. Sospechaba que usaba su chaqueta y las botas en la cama. En los conciertos de los Sinners en los que ella había estado, Jace siempre se la pasaba al fondo del escenario. Ahora que lo conocía un poco mejor, suponía que era porque era tímido. Había un filo en él que nunca había entendido, pero si él era dominante en el dormitorio, tenía un poco más de sentido. —Supongo que eres su público de un solo hombre ―bromeó Reagan. Jace se estremeció y sus ojos se volvieron vidriosos. Maldición, Reagan sólo podía imaginar cuán sexy que el hombre lucía cuando follaba. Como si ya no estuviese lo

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suficientemente excitada por Trey, no necesitaba que Jace presionara botones adicionales. —Ella insistió en instalar un tubo de stripper en nuestro dormitorio ―dijo Jace―. No tuvo nada que ver conmigo. —Estoy seguro de que tuvo todo que ver contigo ―dijo Trey y lo empujó en el brazo. Así que la mujer de Brian era una profesora de sexo, la de Sed lucía como una modelo de páginas centrales, la de Eric se disfrazaba para él y la de Jace tenía un tubo en su dormitorio y un calabozo en el sótano. Reagan salía con el miembro más sensual de la banda y tenía que encontrar su experiencia sexual muy deficiente. Se aburriría de ella en una semana. Mejor levantaba su juego. —Oye, Jace ―dijo―. Trey y yo queremos programar una sesión en tu calabozo. —Trey odia el dolor ―dijo Jace. Trey lamió su paleta y Reagan fue transportada momentáneamente de nuevo al baño del bus de la gira y las cosas que le había hecho con esa lengua. —Tiene razón. No soy un fanático del dolor. —¿Es eso todo lo que hay en tus sesiones? ¿Dolor? ―preguntó Reagan. —¿Mis sesiones? ―dijo Jace. Estaba demasiado oscuro para saberlo con seguridad, pero Reagan imaginó que se estaba sonrojando. Él hacía eso a menudo y eso suavizaba ese borde de peligro en él lo suficiente como para hacerlo adorable―. Sí, estoy casi en el extremo receptor de un montón de dolor, pero hay otras cosas que podemos mostrarles. ¿Quieres que le escriba a Aggie y vea si tiene algo libre esa semana que estamos en Los Ángeles? Reagan esperó sonar confiada cuando dijo. —Sí. Me gustaría intentarlo. Trey la envolvió con ambos brazos y movió su cuerpo para que enfrentara el suyo. La abrazó contra él y le susurró al oído. —No estás preocupada por no ser lo suficientemente aventurera para mí, ¿verdad?

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¿Era tan transparente? —Un poco ―admitió ella. —He probado casi cada cosa sexual que puedas imaginar. Su corazón se hundió. —Oh. —Si quieres probar cosas nuevas, estoy más que dispuesto a participar, pero no lo hagas por mí. —No quiero que te aburras de mí. Él sonrió y le dio unos toquecitos a su nariz con su pegajosa paleta. —No hay posibilidad. Ella no le creyó. —Bueno, hay una cosa que puedes hacer para mantenerme interesado ―dijo él. Ella lo miró, deseando poder ver su expresión más claramente en la limitada iluminación detrás del oscuro escenario. —¿Qué? —Fóllame con las luces encendidas para que pueda mirarte a los ojos. Ella rió. —Eso fue casi romántico, Trey. Él inclinó la cabeza y ella casi pudo distinguir su expresión pícara en la oscuridad. Estaba lo suficientemente familiarizada con ella para saber cuán irresistible lucía cuando él la hacía. —¿Sería más romántico con velas? No suelo mirar a la gente a los ojos cuando tengo sexo con ellos. —¿Por qué no? —Al parecer, hace que me enamore de ellos.

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Ella rió y le dio una palmadita en el centro del pecho. —Sí, claro, Trey. —Treinta segundos ―dijo alguien cerca del escenario. Trey besó a Reagan y se apartó bruscamente, estirándose para tomar la guitarra de color rojo y blanco que alguien le ofrecía. Él deslizó la correa por encima de su cabeza, y uno de los miembros del equipo revisó el transmisor inalámbrico adjunto a la parte posterior de la correa de su guitarra. Una palmada en el hombro y él se movió para pararse junto a Brian cerca de los escalones del escenario. Trey le dijo algo que Reagan no pudo oír y Brian asintió. Trey se deslizó un par de auriculares en cada oído y luego, después de unos segundos, subió las escaleras y trotó por el escenario en la oscuridad. Jace le siguió y luego Brian subió las escaleras. Reagan se movió para estar cerca del final de los escalones junto a Sed, quien estaba esperando su señal para subir al escenario. Alguien le entregó un par de auriculares a Reagan. David le sonrió desde su silla de ruedas cuando ella los aceptó. Se los puso y pudo oír a Rebekah dándole instrucciones a la banda, y luego pudo oír a Eric y a Jace comenzar la intro de tono bajo del más reciente sencillo de Sinners, “Betrayed”. Nunca los había visto tocar esta canción en vivo. No sabía qué esperar. Estaba tan entusiasmada como la multitud de espectadores en el estadio. Probablemente más. Estaba lo suficientemente cerca para tocarlos. Los había tocado. A algunos más que otros. El telón cayó y las cegadoras luces del escenario se encendieron mientras Brian y Trey entraban en la canción con un par de solos que se complementaban entre sí perfectamente. Cada banda tenía algo que los destacaba, y ésa era la de los Sinners. Tenían dos increíbles guitarristas, Brian que tocaba como si estuviera haciendo solos constantemente, y Trey, que o bien lo complementaba enriqueciendo el estilo de los solos de Brian con piezas intrincadas de su cuenta, o lo acompañaba con sonidos rítmicos más tenues que centraban la atención aún más en las melodías de Brian. Reagan había sido siempre una fan de Master Sinclair. Era una pena que nunca hubiera notado lo vacío que su trabajo de guitarra sonaría sin Trey respaldándolo. Un extraño sentimiento de orgullo la inundó mientras observaba a Trey tocar en el lado opuesto del escenario de donde estaba. Tenía que acercarse. Sed le palmeó el hombro y ella se sobresaltó. Lo miró y lo encontró sonriéndole. ¿Desde cuándo Sed Lionheart tenía hoyuelos? No tenía ni idea de por qué le sonreía. Quizás pensaba que era gracioso que

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se babeara por su propio novio, pero fuera lo que fuera, la oportunidad de preguntarle desapareció cuando Rebekah dijo. —Sed, en tres segundos. ―En los auriculares de Reagan y Sed subió los escalones del escenario. Cuando Sed atravesó el escenario corriendo, cantando los primeros versos de la canción, toda la multitud rugió su aprobación. De haber estado en la multitud, Reagan habría estado gritando con ellos, pero como estaba, no podía apartar los ojos de Trey. Cuando tocaba el diapasón, ella imaginaba esos talentosos dedos sobre ella. Dentro de ella. Cuando él saltaba rítmicamente, lo imaginaba metiendo su polla profundamente en su cuerpo. Cuando él comenzó a cantar los coros, ella recordó cómo sonaban sus gritos de placer en el oído de ella cuando él acababa. Estaba a medio camino del orgasmo antes de que ellos llegaran al final de la primera estrofa. Nunca hubiera imaginado que ver al hombre actuar la excitaría tanto. El solo de guitarra en esta canción era una de las sorprendentes piezas a dúo de los Sinners. Brian se subió a la plataforma en el centro del escenario y Trey se le unió. La pareja se apoyó uno contra el otro mientras tocaban, y los pensamientos de Reagan corrieron en todo tipo de direcciones inapropiadas. El par tocaba juntos perfectamente. Era casi como si estuvieran haciéndose el amor mutuamente con la música. Pensamientos eróticos inundaron la mente de Reagan. Si ellos volvían la cabeza el uno hacia el otro, podrían besarse. Maldición, eso sería caliente. Al final del solo se apartaron y volvieron a los extremos opuestos del escenario. Su hechizo sobre ella roto, Reagan se preguntó de dónde habían venido esos pensamientos. Nunca había pensado que ver a su novio besarse con otro hombre sería sexualmente estimulante. ¿Qué tenían Trey y Brian que hacían palpitar su corazón? Sed volvió a entrar a la canción y un sonido inesperado alertó el técnico de guitarra y a quien estuviera prestando atención, hacia una cuerda de guitarra rota. Jake tomó un instrumento de recambio y la cambió con Brian antes de que Reagan siquiera hubiera comprendido qué había sucedido. Con sólo unas pocas notas perdidas, Brian se volvió a meter en la canción con una guitarra diferente, mientras que Jake se apuraba a quitar los pedazos de la cuerda rota y a reemplazarlos por una nueva, así Brian podría tener su instrumento preferido de vuelta tan pronto como fuera posible. Antes del show, Reagan había seguido a Jake aprendiendo todo lo que pudo sobre cómo se manejaba el equipo de las bandas conocidas. Había estado particularmente

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emocionada de saber que no tendría que afinar sus propias guitarras o cambiar las cuerdas. Los técnicos lo harían por ella. Este trabajo le gustaba cada vez más. La canción terminó y la multitud estalló en vítores. Mientras Sed hacia su cosa habitual y hablaba a la multitud sobre lo geniales que eran, Trey se dirigió a su micrófono para una pequeña interacción con el público por su cuenta. —Esta multitud está caliente esta noche ―dijo Trey. Alguien del público gritó algo que Reagan no pudo oír. Trey aparentemente lo oyó, sin embargo, porque rió y dijo. —No discutiré eso, cariño. ―Su profunda voz sonaba aún más sexy haciendo eco a través del enorme y repleto estadio. Reagan le iba a saltar encima en el segundo que su presentación terminara. Si él no dejaba de verse tan condenadamente irresistible, podría no soportarlo tanto tiempo. Los Sinners hicieron la transición a la favorita del público, “Twisted”. Por lo general ponían fin a un show con esa canción. El espectáculo de los Sinners había evolucionado desde la última vez que había asistido a uno. Reagan se sorprendió cuando Jace se subió a la plataforma y tocó un solo de bajo en el medio de la canción. La gente acompañó cada minuto de este. Reagan no pudo apartar los ojos de Trey, incluso en ese momento. Quizás lucía tan bien para ella mientras estaba en el escenario porque habían pasado separados las últimas horas. O quizás era simplemente su forma de tocar la guitarra, como si quisiera tener sexo con el instrumento. Esa guitarra no sabía lo afortunada que era, pero Reagan sí. Reagan no creía que su ritmo cardíaco volviera a la normalidad durante los primeros treinta minutos del set de la banda. Cerca del final de la sexta canción, alguien se movió para pararse junto a ella. Se volvió e instantáneamente reconoció al ex-bajista de los Sinners, Jon Mallory. Él tiró de los auriculares de ella y le dijo al oído. —Oye, lindura. Te ves sola. —Eso será remediado tan pronto como Trey termine. Jon sonrió. —Así que eres la chica de Trey para esta noche.

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Reagan no estaba segura de por qué esa pequeña declaración la hizo enojar tanto. —Soy la chica de Trey cada noche. Jon rió entre dientes. —Claro, cariño. Lo que necesites creer para sacarte tu ropa interior. —Vete a la mierda ―dijo ella, y alejó la mano de él de su auricular. Él se encogió de hombros y alguien le entregó un bajo. Reagan lo observó confundida, hasta que vio un gran piano de cola blanco ascender desde el centro del escenario con Jace al teclado. Jon tocaba el bajo en esta canción mientras Jace tocaba el piano. ¿Cómo podía haber olvidado eso? La voz de Eric cantando el estribillo era otra parte única de esta increíble canción. Durante todo el corto tiempo de Jon en el escenario, intentó eclipsar al resto de la banda. Reagan no estaba segura de por qué no lo empujaban del escenario hacia el mosh pit, pero los tres minutos de fama (o estupidez) de Jon terminaron rápidamente y Jace estuvo de vuelta en el bajo para el solo de guitarra. Jon se detuvo junto a Reagan en su camino fuera del escenario. Le volvió a sacar el auricular de ella y dijo. —Ya terminé si no quieres esperar a Trey. O podemos hacer un rapidito y él ni siquiera tendrá que saber al respecto. —¿Estás hablando en serio? ―preguntó ella. —Jon, deja sola a Reagan ―dijo Jake, su rubio mohawk pareciendo de alguna manera amenazante en los colores alternantes de las luces del escenario―. Si ella no patea tu culo, yo lo haré. —No hay respeto ―dijo Jon. Una chica del público parada en el suelo cerca del extremo de la puerta barrera, saludó a Jon. Le mostró las tetas y él levantó la correa de su guitarra por encima de su cabeza―. No importa. He encontrado mi propia diversión. Le entregó el bajo a Reagan, quien no tenía idea de qué hacer con ella, y se acercó a la sonriente fanática que había llamado su atención. Jake tomó la guitarra de Reagan y ella devolvió su atención al escenario preguntándose cuánto se había perdido mientras Jon la había distraído.

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La siguiente canción era la nueva balada de los Sinners, “Fallen”. Era de dominio público que Trey había escrito esa canción sobre su adicción a los analgésicos y su recuperación. Nunca se le había ocurrido a Reagan que las dos baladas de los Sinners habían sido escritas por su novio, hasta ese momento. Verdaderamente era un alma sensible. Mezclada con esa inconfundible vena traviesa. Cerca de la mitad de la canción, Trey tomó el micrófono y recitó un monólogo en tono sombrío. —A veces, cuando tu mundo se derrumba y piensas que no hay forma de salir de entre los escombros de tu vida, una mano se extiende hacia ti. Te encuentra. Te arrastra desde las profundidades de la desesperación y se niega a dejarte ir. ―Trey miró a través del escenario a Sed. Reagan sintió la emoción detrás de las palabras de Trey en su pecho. Las lágrimas brotaron de sus ojos y las luces se volvieron borrosas. Cuando Trey y Sed cantaron el coro en un dúo perfectamente armonioso, las lágrimas comenzaron a caer. Ni siquiera intentó controlar el flujo. No podía recordar la última vez que una canción la había tocado tan profundamente. Con unas pocas palabras pronunciadas ante una multitud de miles de personas, Trey atrapó su corazón. Completamente. Cuatro canciones y dos bises más tarde, las luces se apagaron por última vez. El segundo en que Trey bajó del escenario, Reagan se abalanzó sobre él. Siempre era sexy, pero verlo en el escenario había saturado su ropa interior y reforzó su amor por él. —No creo que alguna vez te haya deseado tanto. —¿Ah, sí? ―murmuró él cerca de su pulsante oído. Incluso con los auriculares la música había sido fuerte. Ella tomó dos puñados de su camiseta y comenzó a caminar hacia atrás, demasiado obsesionada con Trey para cuidarse incluso de si las cosas estaban en su camino. ―Ni siquiera necesito estimulación previa. Él rió entre dientes y le dio un beso en la sien. —Voy a ir a tomar una ducha en los vestuarios antes de que salgamos. —¿Puedo acompañarte?

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—La próxima vez. Tenemos una aparición en un centro comercial mañana, así que tenemos que salir tan pronto como sea posible. Incluso antes de que el equipo esté guardado. Necesito darme prisa. —Entonces toma una ducha en el bus. Preferiblemente después de que pasemos un par de horas en el dormitorio de atrás. A menos que Eric y Rebekah... —Rebekah irá en el otro bus esta noche. Tiene que ayudar a desarmar el equipo de sonido. Esa habitación es toda nuestra. ¿Por qué no vas a cambiar las sábanas de la cama? Reagan frunció el ceño. —¿Me estás rechazando? Él rió. —Ni en un millón de años, bebé. Sólo necesito enfriarme un poco. —Me gustas caliente. —¿Te gusta que tenga un golpe de calor? Necesito refrescarse también. Estoy tan sobrecalentado que siento nauseas. Ella lo deseaba desesperadamente y era como si él hubiera perdido totalmente el interés. —Está bien, ve a tomar tu ducha. Él la besó suavemente y la dejó parada en el pasillo fuera del vestuario. Ella cruzó los brazos sobre el pecho y se quedó mirando la puerta cerrada. Si no lo conociera, pensaría que la estaba evitando o escondiéndole algo. Probablemente sólo necesitaba un momento para sí mismo. Y eso era todo lo que iba a obtener. Un momento. Si no estaba en el bus para cuando ella cambiara las sábanas, arrastraría su cuerpo mojado y desnudo al bus sin importar cuánto protestara. —Cuánta clase, Reagan ―se dijo a sí misma, mientras se encaminaba hacia el bus, sin saber por qué iba a cambiar las sábanas sin su ayuda. El tipo ya la tenía envuelta alrededor de su dedo.

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13 Traducido por Clary Corregido por Simoriah

Trey cerró la puerta del vestidor y se apoyó contra ella. Le gustaría decir que le sorprendía ver el hermoso hombre desnudo que lo esperaba, pero no era así. Era la razón por la que había tenido que convencer a Reagan para que se fuera al bus sin él. Jake lo había alertado de esta situación justo después del show cuando Trey le había entregado su guitarra. Si hubiera sido una mujer que lo esperaba en el vestidor, hubiera traído a Reagan con él para asegurarse que su anterior amante supiera que hablaba en serio, pero como era un tipo chico… Bueno, Reagan no necesitaba saber que este hombre sacudía el mundo de Trey cada vez que iba a Topeka. Trey había pasado las horas en que Reagan había estado aprendiendo sobre técnicos de guitarra contactando a su habitual cortejo en Topeka y diciéndoles que no vinieran al backstage. Incluso había sacado sus nombres de la lista de invitados. No estaba seguro de cómo Xavier se las había arreglado para pasar la seguridad. —No puedo hacer esto esta noche, Xavier —dijo Trey. Xavier hizo un mohín. —¿De qué estás hablando? Hacemos esto cada vez que vienes a la ciudad. —Ahora tengo una relación ahora. Vístete. —Trey miraba el piso, sin querer mirar el delgado cuerpo de Xavier o admitir que lo excitaba. —¿Una relación? ¿Qué tipo de relación? —preguntó Xavier. Trey se obligó a mirar los ojos oscuros de Xavier. —Una seria. Xavier rió entre dientes.

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—Tú no buscas relaciones serias, Trey. Si lo hicieras, yo no estaría satisfecho teniéndote sólo unas pocas noches al año. —No hagas esto más difícil de lo que tiene que ser. Vístete y vete para que no tenga que llamar a seguridad. —¿Ahora me amenazas con llamar a seguridad? No tienes que inventar historias para hacer que me vaya. Si ya no te sientes atraído por mí, sólo dilo. El problema era que Trey sí seguía sintiéndose atraído por él y saber que no podía tenerlo hacía que lo deseara más. El hombre tenía los labios más exquisitos y sensuales del planeta. Trey casi podía sentirlos contra la parte trasera del hombro o en la nuca. Y las manos de Xavier. Su firme asidero siempre acariciaba a Trey hasta llevarlo al orgasmo en minutos. Trey intentó mirar a cualquier lado excepto a la orgullosa, rígida polla de Xavier, pero sus ojos parecían tener mente propia. Trey quería ser poseído por este hombre, no en el sentido espiritual en que Reagan lo poseía, sino en la forma física en que ella no podía. Xavier se acercó lentamente. Se movía como un gato, sus graciosos miembros llevándolo a través del cuarto con pasos largos y fluidos. Un corredor de larga distancia, Xavier tenía un cuerpo delgado y atlético que hacía que el vientre de Trey temblara. —¿Por qué me mientes, Trey Mills? Veo la forma en que me miras. Sé que me deseas. Trey sacudió la cabeza. —Estoy en una relación —dijo—. Reagan es… Reagan es… Reagan. —Xavier estaba tan cerca que Trey podía sentir su calor corporal, el olor mezcla de loción para después de afeitar, manteca de cacao y excitación. Su piel oscura lucía tan cálida, suave y atractiva, especialmente la dura polla a centímetros de presionar contra el vientre de Trey. —¿Una mujer? —Xavier rió—. ¿Y eres monógamo con ella? ¿Esta mujer? Trey asintió. —¿Cuánto tiempo llevas con ella? Trey casi no quería admitir la verdad. Sólo había estado con Reagan un corto tiempo y ya ansiaba un poco de acción hombre-con-hombre. No ayudaba Xavier fuera uno de sus amantes favoritos y usualmente esperaba con ansias su tiempo juntos.

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—Tres días. Xavier tomó el rostro de Trey entre sus manos y deslizó el pulgar sobre su mejilla. —Tan nuevo. Qué dulce. Esperaré a que regreses a mí la próxima vez. Soy un hombre paciente, pero también razonable. Un hombre al que le gusta la polla tanto como a ti nunca podrá sobrevivir a una relación monógama con una mujer. —Ella realmente me importa —dijo Trey. Así era. Xavier estaba equivocado. Trey podía hacerlo funcionar con Reagan. Sólo necesitaba que alguien mantuviera a los hombres desnudos fuera de su vestuario y las cosas irían mucho mejor. Fuera de la vista, fuera de la mente sucia. —Es una mujer afortunada. Deberías decírselo. Ni en un millón de años. Trey rodeó el alto cuerpo de Xavier y se dirigió al baño. —Espero que te hayas ido para cuando haya terminado de ducharme. Xavier gimió. —Pruebas los límites de un hombre, Trey. Ésa podría ser la razón por la que estoy tan enamorado de ti. Trey levantó la descartada camiseta de Xavier y se la arrojó. —¿Quién está inventando mentiras ahora? —Cree lo que quieras. Trey entró al baño y cerró la puerta con llave. No estaba seguro de si lo había hecho para mantener a Xavier afuera o para evitar invitarlo. Sin embargo, Trey tenía que ducharse o Reagan sabría que le ocultaba cosas. Quería ser totalmente honesto con ella sobre todo. Bueno, excepto su pasada atracción por los hombres. Ella no necesita saber nada de eso, pero todo lo demás… completamente honesto. Todavía estaba tratando de convencerse a sí mismo de que estaba siendo honesto con Reagan cuando terminó su ducha y encontró, con una extraña mezcla de alivio y decepción, que Xavier había hecho lo que le había pedido y se había ido.

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No estaba preparado para encontrar a Reagan esperándolo fuera de la puerta del vestidor. ¿Había visto irse a Xavier? Eso traería todo tipo de preguntas que no estaba preparado para responder. —¿Te sientes mejor? —preguntó ella en un tono sucinto. Mierda. Sabía sobre Xavier. Si no, ¿por qué estaría enojada con él? —Realmente no. Ahora estoy limpio, pero necesito un poco de tiempo a solas con mi mujer para aliviar el resto del calor en mi cuerpo. La atrajo hacia él y la besó, esperando poder distraerla lo suficiente para hacerle olvidar todas las preguntas que debían inundar su mente. Ella se apartó. —¿Hay una mujer allí? —preguntó—. ¿Por eso que intentaste sacarme del medio? —¿Una mujer? —dijo Trey dijo, fingiendo asombro—. Por supuesto que no. ¿No confías en mí? —No estás actuando muy confiable —dijo ella, pasando los brazos alrededor de su propio cuerpo para alejarlo—. No puedo pensar en ningún otro motivo por el que querrías deshacerte de mí tan rápidamente después del show. —No quería deshacerme de ti. —Fue al vestuario y abrió la puerta—. Adelante, echa una mirada. No hay mujeres ahí. Ella no miró adentro. Se volvió y comenzó a caminar por el pasillo tan rápido como sus piernas podían llevarla. Trey trotó para alcanzarla. —¿Por qué estás enojada? —Si vas a engañarme, termina conmigo ahora, Trey —dijo ella, los ojos fijos en la puerta que llevaba afuera. Era como si no pudiese alejarse de él lo suficientemente rápido. —No voy a engañarte, Reagan.

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—¿Porque confiar en alguien y que te engañen? Te desgarra el corazón. —Abrió la puerta con ambas manos, tomando por sorpresa a varios miembros del equipo que cargaban cosas en el camión semi remolque afuera. Trey finalmente la alcanzó en la parte inferior de la escalera del bus de gira. La tomó por ambos brazos y la volvió para que lo mirara. Su corazón dio un salto desagradable cuando vio las lágrimas inundando sus ojos. —Reagan —dijo—. No estés disgustada. No estaba engañándote. No haría eso. Si llega a eso, primero rompería contigo. ¿De acuerdo? Lo prometo. Ella se cubrió el rostro con ambas manos. —No me mires. No puedo soportar que la gente me vea llorar. Él tiró de ella contra su pecho y ella enterró su rostro en su camiseta. —No puedo ver —dijo él, frotándole la espalda con ambas manos—. No entiendo por qué estás tan disgustada por esto. Juro que nada sucedió. —Estás ocultándome algo. Sé que es así. —No. —Él odiaba mentir, pero maldición si la verdad no la lastimaría aún más. Hablaba en serio cuando decía que no la había engañado. Nunca le haría eso a nadie, especialmente no a alguien que le importaba tanto como Reagan. —Es así, Trey. Sé que hay algo que no me estás diciendo. No soy estúpida. —Sus brazos rodearon la espalda de él y lo atrajo hacia ella—. Sólo dímelo. Incluso si duele. Quiero saberlo. —¿La verdad? —Verdad a medias—. Tienes razón. —Ella hizo un sonido lastimero en la parte posterior de la garganta, pero él insistió con la explicación—. Había alguien esperándome en el vestuario. No entré allí a tontear con ella. Entre a deshacerme de ella. ¿De acuerdo? En cada ciudad a la que voy, hay varias personas que están acostumbradas a tener sexo conmigo después de un show. Va a tomar un tiempo para que todos ellos se den cuenta de que ya no estoy disponible. Que ahora tengo una novia y no estoy interesado en ellos. —Entonces sí estabas intentando deshacerte de mí antes.

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—Estaba tratando de evitar herirte, Reagan. No tenía intenciones de engañarte y no lo hice. Sólo no quería que tuvieras que lidiar con una ex amante celosa. Ella le miró y sonrió con alivio. —Gracias por decirme la verdad. —Verdad a medias—. Puedes decirme esas cosas, Trey. Preferiría saber en lugar de que me las ocultaras. —Está bien. La próxima vez que suceda algo así, te lo diré. —Pero había cosas que no podía contarle. Si ella estaba tan molesta por descubrir que no él no la había engañado, ¿cómo reaccionaría si supiera que la persona que lo había estado esperando en su vestuario no había sido una mujer como él le había hecho creer, sino un hombre?

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14 Traducido por Simoriah Corregido por Clau12345

Reagan no era exactamente una persona que se levantara temprano, pero los miembros de los Sinners dormían la mayor parte del día. Suponía que tendría que hacer que su ciclo de sueño se sincronizara más con el estilo de vida de estar despierta toda la noche y dormir todo el día como una estrella de rock promedio, pero por ahora estaba bien despierta a las siete de la mañana y el bus estaba tranquilo y en silencio. Trey roncaba suavemente junto a ella. Se había ganado su descanso después de las horas de placer que le había obsequiado la noche anterior. Era casi como si estuviera tratando de probar algo o compensarla por alguna equivocación que él continuaba negando. No que ella se quejara. El hombre era un amante fenomenal. Ella creía que él no la había engañado, pero se preguntaba cuánto tardaría antes de hacerlo. La oportunidad siempre estaba ahí. Sería tan fácil para él rendirse a la tentación. Simplemente tendría que confiar en él. Sin importar cuánto la asustara la idea. Que Ethan la engañara la había destruido por dentro, y no quería un bis. Pero si quería estar con Trey, y así era, sabía que no podía pasar cada momento separados hirviendo con sospechas. Reagan se acercó al borde del colchón, intentando no molestar a Trey mientras se levantaba. Tenía que orinar y una ducha sonaba como un pequeño pedazo de cielo, pero el Sr. Abrazos aparentemente tenía una percepción extrasensorial de cuando su compañera de cama estaba a punto de abandonar las instalaciones. El brazo de Trey envolvió su cintura y la acercó a él, atrayendo la espalda de ella contra su pecho y enredándola con sus brazos y piernas hasta que estuvo atrapada. Él murmuró algo ininteligible contra su cabello. Ella se relajó contra su cuerpo tibio y le dijo a su vejiga protestona que se callara. Esto era agradable. No había otro lugar en el que prefiriera estar. Suavemente le acarició la piel del antebrazo, concentrándose en el ritmo de su respiración. Podría haberse quedado así por horas. Si no tuviera tantas ganas de orinar.

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Cuidadosamente desenredó su cuerpo del de él y se apresuró a salir de cama. Él levantó la cabeza de la almohada y pestañeó. ―¿Dónde vas? ―preguntó, su voz ronca por el sueño. ―Al baño. ―¿Volverás? ―¿Cuánto te vas a quedar en la cama? ―Depende de si vas a volver. ―Le sonrió y dejó caer la cabeza en la almohada, enterrándola allí e inhalando profundamente―. Ya te extraño. No era sorprendente que obtuviera todo lo que quería. Era tan dulce y tan desvergonzado al respecto. No era exactamente manipulador. Persuasivo. Eso es lo que era. ―Volveré ―prometió ella mientras se ponía su ropa interior descartada. Había pensado en practicar un poco con la guitarra y trabajar en la técnica que Brian le había mostrado en el avión, pero pasar el día en la cama con Trey sonaba mucho más entretenido. Estaba un poco decepcionada de que Brian se hubiera ido inmediatamente después del show y de que no estaría allí hasta que tocaran en Saint Louis la próxima noche, pero entendía que sus obligaciones familiares venían antes que complacer a una fan guitarrista con lecciones de su grandeza. Reagan se puso la ropa del día anterior pero antes buscó en su maleta hasta que encontró todo lo que necesitaba para una ducha. ―Luce como si planearas hacer más que orinar ―dijo Trey. ―Voy a tomar una ducha. ―Estaba pegajosa por el semen. Trey había usado condones la noche anterior, pero se los había sacado a último momento y había acabado sobre su vientre. Su espalda. Su culo. Sus pechos. Probablemente también en otros lugares. Había perdido la cuenta. En ese momento, había sido increíblemente sexy, pero necesitaba sentirse limpia. Después de una ducha rápida (había un suministro de agua limitado en el bus), encontró su bolso en la zona de comedor y revisó su teléfono para ver si tenía mensajes. Su padre había llamado y le había dejado un mensaje. “Pasé todo el domingo preguntándome si estabas viva o muerta”. Había tenido la intención de llamarlo. Tenía el

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hábito de llamarlo cada domingo, pero estaban sucediendo tantas cosas que se había ido de su mente. Probablemente estuviera en el trabajo, pero le dejaría un mensaje para que supiera que estaba segura. Él nunca había querido que ella dejara Arkansas. Había estado convencido de que ella no podía cuidarse sola. O quizás había estado más preocupado de que ya no hubiera nadie que cuidara de él. Ella había asumido el rol de diosa doméstica cuando su Mamá se fue. Cocinaba, limpiaba, lavaba la ropa. A veces se preocupaba por que Papi comía atún enlatado todas las noches y vestía medias sucias, pero también sabía que tenía que tener su propia vida. Atender a su padre durante veintiún años había sido suficiente. Se sorprendió de que él atendiera cuando lo llamó. ―¿Todo está bien, Reagan? ―preguntó roncamente. Su corazón comenzó a latir con fuerza. Ya sabía que Papá no aprobaría que se fuera de gira con una banda de rock. Que volviera realidad su sueño de ser una guitarrista profesional. Si se hubiera salido con la suya, ella hubiera sido chelista de concierto en alguna orquesta. Aburrido. ―Todo está maravilloso, Papi ―dijo, sin que su voz transmitiera nada de la ansiedad en su pecho. Quería que él estuviera orgulloso de ella. No quería oírlo regañarla por tener sueños que no coincidían con los suyos―. Tengo buenas noticias. ―Pensé que estabas muerta. O peor. O sobrepasada de drogas. ―Yo no me drogo ―dijo ella llanamente. A él le encantaban los estereotipos―. Sí gané un concurso. ―¿Un concurse de música? ―Él sonaba entusiasmado. ―Sí. ―¿Así que vas a volver al chelo? ―No, no era un concurso orquestal. Era un concurso de guitarra de rock. Silencio. Podía imaginar la expresión de disgusto en su rostro. La había visto suficientes veces. Insistió.

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―He sido seleccionada para ser la guitarrista rítmica de Exodus End mientras giran por los Estados Unidos y el mundo este año. Ésta es una increíble oportunidad para mí. Más silencio. ―Así que si olvido llamarte, probablemente esté tomando drogas o durmiendo con fenómenos tatuados o mostrando mi culo en el escenario. Más silencio. Algo, Papá. Di algo. ―Tengo que irme ―dijo ella después de un largo momento de oír silencio. ―Ten cuidado, Reagan. El teléfono hizo clic en su oído cuando él colgó. ―Te amo, Papá. Se hundió en el asiento junto a la mesa del comedor y miró su teléfono. Se imaginó que nunca pondría orgulloso al hombre. Bien podría dejar ir ese sueño. Su teléfono sonó, alertándola de la recepción de un mensaje de texto. Lo vio sin demasiada atención. Tomaste lo que es mío, perra. No creas que te saldrás con la tuya. Inhaló profundamente y borró el mensaje antes de pensarlo mejor. Probablemente había recibido el mensaje por error. Nunca le había quitado nada a nadie. ¿Por qué alguien la amenazaría? De repente quiso hablar con Ethan. Marcó su número. Él contestó en la primera llamada. ―¿Reagan? ―Su voz profunda estaba atontada por el sueño. ―¿Otra larga noche? ―preguntó ella. Su corazón todavía golpeaba, pero se sentía más segura con sólo oír su voz. ―Sí, qué suerte la mía. ―Lamento haberte despertado.

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―Me alegra que hayas llamado. He estado preguntándome cómo estabas. No quería parecer un imbécil paranoico y sobreprotector, así que de alguna manera me las arreglé para evitar llamarte. ―Eres paranoico y sobreprotector. ―¿Pero no un imbécil? ―No usualmente. Él rió. ―Entonces, ¿por qué llamaste? ¿Todo está bien? ―Mayormente. ―¿El novio nuevo ya te ha hecho enojar? ―No. Trey es maravilloso. Llamé a mi papá esta mañana. Le conté de la gira. Ethan gimió. ―Puedo imaginar cómo resultó eso. ―Y luego… recibí un extraño mensaje de texto. ―¿Extraño? ¿Extraño cómo? ―Amenazante. ―¿Alguien te amenazó? ―Ethan ya no sonaba atontado―. ¿Quién lo envió? ―No lo sé. Lo borré. No pensé en revisar. ―Probablemente pueda obtener la información de la compañía de teléfonos, pero hará falta un poco de investigación y de persuasión. Los medios de persuasión de Ethan eran muy diferentes de los métodos de Trey. ―¿A qué hora lo recibiste? ―preguntó él. ―Justo antes de llamarte. ―Alrededor de las siete treinta en tu huso horario.

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Ella asintió. ―¿Reagan? ―Estoy aquí. Sí, alrededor de las siete treinta. ―Veré si puedo averiguar quién lo envió. Si recibes otro, asegúrate de no borrarlo. ―Me asustó ―admitió ella. ―¿Qué decía? ―“Tomaste lo que es mío, perra. No creas que te saldrás con la tuya”. ―Probablemente una ex celosa. Muy probablemente fuera una amenaza vacía, pero aun así la revisaré. ¿Todavía estás asustada? ―Ahora me siento mejor. ―Ethan siempre la hacía sentir segura. Estaba pensando que había reaccionado de forma exagerada. Nunca había sido amenazada de esa manera antes. ―Si necesitas a tu guardaespaldas un par de semanas antes, puedo volar allá. ¿Dónde estás ahora? En camino a Saint Louis, ¿verdad? ―¿Cómo lo supiste? Él se quedó en silencio por un largo momento. ―En cierta forma hice un mapa de todo el viaje basado en las fechas de conciertos publicadas en el sitio web de los Sinners. Reagan rió. ―Ves. Eres paranoico y sobreprotector. ―Puedes contar con eso. ―Estaré bien, Ethan. Gracias por estar ahí cuando te necesitaba. ―También puedes contar con eso.

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15 Traducido por Otravaga Corregido por Nanis

Varios días más tarde, de pie en el camerino del estadio en Indianápolis, Trey sujetaba su teléfono celular en un asidero de hierro. —¿Qué quieres decir con que estás atrapado en el tráfico? —le preguntó Trey a Brian—. Tenemos que estar en el escenario en veinte minutos. —No puede ser evitado, Trey. No pedí un incendio de automóvil en la autopista en un intento por molestar a todo el mundo. —Si dejaras de salir corriendo a Los Ángeles cada maldita noche… —Tengo otras obligaciones ahora, Trey. Sé que la palabra “responsabilidad” no está en tu vocabulario, pero tal vez deberías pensar en alguien que no seas tú mismo durante cinco malditos minutos. Trey odiaba discutir con Brian. El hombre tenía una habilidad para hacerlo sentir culpable. —No estoy pensando en mí. Estoy pensando en esos veinte mil fans que pagaron para vernos actuar y que esperan que estemos en el escenario a las diez en punto. No a las diez treinta. No a las once. A las diez. —Entonces entreténganlos durante media hora. Estaré allí. Sólo voy a llegar tarde. —¿Qué los entretengamos? ¿Qué vamos a hacer? ¿Poner a Jace en el escenario a hacer su rutina del chiste del toc-toc? —Ya se les ocurrirá algo. Por el rabillo del ojo, Trey vio a Reagan riendo con Eric, o riéndose de él.

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—¿Sabes qué? Empezaremos sin ti. Trey colgó antes de que Brian pudiera decir algo más. Trey encontró a Sed bebiendo una cerveza con varios fans que habían conseguido pases VIP en una estación de radio local. —Brian va a llegar tarde —dijo Trey. —¿Tarde? —Sed le echó un vistazo al reloj—. ¿Qué tan tarde? —Por lo menos treinta minutos. —Mierda. La multitud se pondrá histérica para entonces. —Sed dejó su cerveza y se dirigió hacia la salida del camerino. La última de las bandas soporte estaba terminando su set. Trey sabía cuál era el plan de Sed. Tratar de mantener a Kickstart más tiempo en el escenario. Trey tenía una idea mejor. Al menos él pensaba que era genial. Comenzó a ir tras Sed. 217

Una de las fans tomó el brazo de Trey. —¿Master Sinclair está bien? —preguntó, sus ojos llenos de preocupación. —Sí, sólo está atascado en el tráfico. Nada de qué preocuparse. Para cuando Trey lo alcanzó, Sed estaba hablando con el operador de sonido de Kickstart. El sujeto sacudió la cabeza y señaló el reloj. Sed se pasó una mano por el rostro y se quedó mirando la tramoya sobre el escenario. En el escenario, Kip Forrester, el vocalista de Kickstart, gritó. —¿Están listos para que los Sinners los dejen atónitos? La multitud rugió y luego coreó con Kip, “Sinners, Sinners, Sinners.” Él estaba haciendo su trabajo como un gran acto de apertura al conseguir que la multitud se animara para la banda principal. Trey tomó a Sed del brazo y lo condujo a un pasillo más silencioso detrás del escenario. —Si los hacemos esperar una hora antes de empezar el espectáculo, probablemente habrá un motín.

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—Eso es lo que estaba pensando. William dice que no hay forma de que Kickstart haga otro bis. ¿Alguna idea? —Reagan puede reemplazar a Brian. Sed lo miró como si hubiera dicho “Reagan puede caminar sobre el agua”. —Sólo para que podamos comenzar —aclaró Trey—. Tan pronto como llegue Brian, él puede hacerse cargo. —No creo que a nuestros fans les guste mucho. La mayoría vienen sólo para ver a Brian. —Hizo una pausa—. Y a mí. A Sed nunca le faltaba confianza en sí mismo. —¿Tienes una mejor idea? —preguntó Trey. —Sí, la tengo. Le diremos a Brian que no puede regresar a Los Ángeles después de cada show. Nos pondremos firmes con él. Esto es una mierda. Creí que iba a desmayarse en el escenario en Saint Louis. Trey se resopló. —Buena suerte con eso, Sed. No va a renunciar a ver a su familia por nada. —Lo entiendo, pero sólo nos queda una semana más de gira. Maldición, parece un muerto viviente. Se está exigiendo demasiado y no está haciendo un buen trabajo en nada. No en actuar. No en cuidar de sí mismo o de su familia. Aunque Trey estaba enojado con Brian, no le gustaba que nadie dijera cosas malas sobre él. Ni siquiera Sed. —Está haciendo su mejor esfuerzo. Sed resopló burlonamente. —Realmente no crees eso. —Sólo está tratando de hacer demasiado en este momento. —Y fracasando en todo. Ve a ver si Reagan está de acuerdo con la idea. Lo intentaremos. Puede que tengamos que hacer todo el espectáculo dos veces, pero por

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lo menos no vamos a tener una multitud fuera de control. —Sed se frotó la mandíbula—. Eso espero. Trey sonrió, con su corazón martilleando de la emoción. —Ella lo hará genial. Todos la amarán. Sed rió entre dientes. —Creo que eres un poco parcial, Trey. Trey se apresuró a regresar al vestuario y encontró a Reagan charlando con Jace, quien escuchaba con atención toda su conversación unilateral y asentía con la cabeza de vez en cuando, pero no decía nada. Trey se movió detrás de ella y le envolvió la cintura con los brazos. Probablemente debería haberle pedido su visto bueno con este plan antes de sacar el tema con Sed, pero, ¿cómo podría ella negarse? Y si lo hacía, Trey estaba seguro de poder salirse con la suya con muy poco esfuerzo. Sabía que a ella él le gustaba. Reagan cubrió las manos de él con las suyas y las apretó contra su vientre, animándolo a abrazarla con más fuerza. —¿Estás listo para salir al escenario? —preguntó ella. —¿Lo estás tú? Ella se echó a reír. —Sí, no puedo esperar a hacer mi primer show en dos semanas. Me estoy poniendo ansiosa. —Quiero decir si estás lista para salir al escenario esta noche. Ella se volvió en sus brazos y le dio una mirada inquisitiva. —Brian va a llegar tarde, así que pensé que podrías sustituirlo por un par de canciones hasta que llegue aquí. —¡De ninguna manera! No he ensayado. Haría el ridículo por completo. —Te sabes todas las canciones de los Sinners. Lo harás genial.

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—Trey, no puedo hacer esto. —Ya le dije Sed que lo harías. No me hagas quedar como un imbécil. Sus cejas se juntaron y ella lo inmovilizó con una intensa mirada. —Estás siendo un imbécil, ¿por qué no lucir como uno? Trey inclinó la cabeza sólo un poco y le sostuvo la mirada con la suya. —Por favor. —No me vengas con tu “por favor”, Trey Mills. Esa mirada no te dará todo lo que quieres. —¿Incluso si quiero complacerte? Los labios de ella se retorcieron mientras trataba de reprimir una sonrisa, y él supo que iba a ceder. —Siempre me complaces —dijo. —¿Entonces lo harás? —presionó él. —Seguro. ¿Por qué no? La besó en el cuello y le murmuró al oído. —Obtendrás el piercing de lengua extra grande esta noche, Reagan Elliot. —Se supone que endulces el trato antes de que esté de acuerdo con tus términos, no después. —¿Te estás oponiendo? Lo envolvió con los brazos y lo miró a los ojos. —Para nada. —Creo que será mejor que le hagamos saber al equipo del escenario que ha habido un ligero cambio en el show de esta noche. Eric tocó a Trey en el hombro.

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—Uh, Trey, creo que Reagan es genial y todo, pero no creo que ésta sea la mejor idea. Trey levantó una ceja. —¿Cuál sería tu mejor idea? —Esperar a Brian. —Ellos van a odiarme, ¿no? —dijo Reagan—. Yo me odiaría si estuviera esperando ver a Master Sinclair actuar y alguna marimacha sale al escenario en su lugar. —Te amarán, Reagan. Te lo garantizo. *** Reagan no se sentía bien tomando prestada la guitarra de Brian sin su permiso, pero su equipo ya estaba sintonizado y sincronizado con los amplificadores, por lo que cambiar las guitarras en este momento habría puesto más estrés sobre el equipo de sonido. Estaba emocionada de tener su primera experiencia real en el candelero, pero podía escuchar la agitación de la multitud. El desasosiego se instaló en la boca de su estómago. ¿Qué estaba haciendo aquí? ¿Y por qué siempre hacía exactamente lo que Trey quería que hiciera? Ni siquiera podía enfadarse con él al respecto. No cuando ella acataba sus órdenes con tanto entusiasmo y luego se beneficiaba de su felicidad. Porque un Trey feliz era un Trey generoso. Trey le frotó la espalda y le sonrió. —¿Estás lista? —¿Estás seguro de esto? No sé “Betrayed” muy bien. No hace mucho que salió. —La tocaste perfectamente hace cinco minutos. Sí, pero no había habido cuarenta mil globos oculares sobre ella hace cinco minutos. Rebekah les dio su señal para entrar al escenario, y Trey le dio a Reagan un apretón alentador antes de subir los escalones y atravesar el escenario hasta el otro extremo. Jace la golpeó con los nudillos en el hombro y siguió a Trey. Sed, que estaba de pie detrás de ella, le dio un empujoncito hacia el escenario. Encontró la X marcada con cinta en el escenario donde se suponía que debía pararse delante de los pedales de Brian. Se sabía las notas, pero no tenía idea de cuál amplificador se suponía que debía

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cambiar y cuándo. Esto iba a ser un desastre. Trey le debía mucho más que una sesión con su talentosa lengua para compensar esto. Eric golpeó el bombo y Reagan saltó como si se tratara de un disparo de escopeta. La línea de bajo de Jace entró y ella se encontró la correcta posición de los dedos en las cuerdas de la guitarra de Brian. Su cabeza comenzó a dar vueltas y se dio cuenta de que había olvidado respirar. Jadeó en busca de aire y tocó el primer acorde. Las luces brillantes la golpearon en el rostro e hizo una mueca, pero de alguna manera siguió tocando. Se había estado engañando a sí misma al pensar que era la mitad de buena que Master Sinclair. Cada pequeña variación en el tono la hacía encogerse. Nadie parecía darse cuenta. La multitud, lo poco de ella que podía ver con las cegadoras luces en su rostro, se mostraba entusiasmada por la música. No parecieron notar que alguien más estaba haciendo el papel de su guitarrista favorito. Sed entró al escenario y el público rugió su aprobación. Se paseó por el escenario mientras cantaba, levantando sus manos hacia el techo y consiguiendo que la multitud imitara sus movimientos. Reagan echó un vistazo al otro lado del escenario hacia Trey, quien le asintió en apoyo con una gran sonrisa en su rostro. De acuerdo, esto no era tan malo. Podía hacerlo. Sus ojos comenzaron a ajustarse a las brillantes luces, pero el calor proveniente de ellas era brutal. El sudor dejaba resbaladiza su espalda y la nuca. Cuando su solo se acercó, no estaba segura de si debía imitar a Brian y dirigirse a la plataforma en la parte delantera del escenario o simplemente quedarse quieta y esperar que la multitud no se diera cuenta de que a Brian le habían salido un par de tetas desde su última actuación. Trey se dirigió a la parte delantera del escenario y asintió con la cabeza en esa dirección para conseguir que los pies de Reagan se movieran de donde habían echado raíces en el escenario. Se golpeó el dedo del pie en un pedal pero de alguna manera se las arregló para no caer de bruces mientras se unía a Trey en la plataforma. Él se apoyó en ella, tal como lo hacía cuando tocaba con Brian, y una conexión innegable fluyó entre ellos. Nunca había experimentado nada igual. El sentimiento de unidad era aún más pronunciado que el que sentía cuando hacían el amor. Cerró los ojos y se dejó llevar por la música con Trey. Podría haber estado perdida en ese dulce nirvana para siempre si un zapato no la hubiese golpeado fuertemente en la frente. Titubeó e instintivamente retrocedió de la plataforma. Si Sed no hubiese estado allí para sostenerla, se habría caído de culo. Terminó el solo cerca de la parte trasera del escenario. Ser golpeada con un zapato le había dolido, pero más que eso, se sentía

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completamente humillada. Alguien le empujó el brazo y abrió los ojos para ver la expresión preocupada de Trey. —¿Estás bien? —articuló él. No lo sabía. Había sufrido heridas mucho peores cayéndose de skates, pero esto había escocido más que sus receptores de dolor. Le había herido su orgullo. Los fans no querían oírla tocar. No los culpaba. Y estaba segura de que los fans de Exodus End reaccionarían de la misma manera cuando la vieran tratando de reemplazar a Max. La canción terminó y, sin esperar instrucciones o mirar a nadie más, Reagan se quitó la guitarra de Brian. Se la entregó a Jake en su camino al backstage. Podía escuchar a Sed hablándole a la multitud, pero no estaba realmente interesada en sus palabras. Él dijo algo acerca de patearle el trasero a quien sea que lanzara ese zapato. Y sobre un brillante nuevo talento en el mundo de la guitarra. Alguien a quien estar atento. Alguien a quien lanzarle zapatos, quería decir. Casi había llegado a la puerta que conducía a los camerinos detrás del escenario cuando Brian irrumpió a través de ellas y ella se tambaleó hacia atrás. Él la sujetó con ambas manos. —¿Realmente comenzaron sin mí? ¡No puedo creerlo! —dijo él. —No tienes de qué preocuparte, Master Sinclair. El público que te adora te espera —dijo ella y se liberó de su asidero antes de correr al camerino vacío de los Sinners. Fue directamente a su teléfono celular y llamó a Ethan. Él estaba ahí. Siempre estaba ahí. Escuchó su diatriba sobre todo el incidente desde antes del espectáculo hasta el instante en que lo había llamado. Y él luego escuchó la confesión de sus miedos. Y luego su discurso de autocompasión. Y finalmente su indignación por haber sido tratada de esa manera por hacerle un favor a alguien. Después de que hubiera descargado todos sus sentimientos, Ethan dijo. —Entonces, ¿estás lista para renunciar y regresar a casa? —No, no estoy lista para regresar a casa. No crees que una pequeña catástrofe va a hacerme renunciar a este sueño, ¿verdad? —No, pero con toda esa quejadera, pensé que quizás habías cambiado de opinión acerca de lo que querías.

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Ella deseaba que él estuviera allí para poder fulminarlo con la mirada. —Sólo necesitaba a alguien con quien hablar. —¿Y dónde está ese maravilloso novio tuyo? —Él está en el escenario en estos momentos. —¿Sabe que me llamas cada vez que tienes un problema? —Si no quieres que te llames más, no lo haré. —Sí quiero que me llames, Reagan. Sólo me preguntaba si él lo sabía. —Cuando él está cerca, lo último en mi mente son mis estúpidos problemitas. —¿Y qué es lo primero en tu mente? Ella sonrió para sus adentros. —Su lengua. Ethan rió entre dientes. —Lo apuesto. Así que aparte de ser golpeada con un zapato, ¿cómo va todo? ¿Estás aprendiendo cómo ser una estrella de rock? —No una muy buena —admitió ella.

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16 Traducido por Clary Corregido por Simoriah

Sed le había pedido a toda la banda que estuviera cuando enfrentara a Brian. Estaban allí, pero ninguno lucía en lo más mínimo feliz al respecto. Trey se sentía descompuesto. Ya sabía lo que Brian elegiría. No era ellos. Brian bostezó cuando salió de la habitación con su maleta de mano al hombro. Hizo una pausa cuando notó que sus compañeros de banda le bloqueaban la ruta afuera del bus. —Llamé y cancelé tu vuelo —dijo Sed. Trey no estaba seguro de si Sed estaba mintiendo, pero parecía una medida bastante extrema incluso para Sed – el rey de las medidas extremas. —¿Hiciste qué? —preguntó Brian, su cansancio instantáneamente reemplazado por rabia. —No vas a regresar a L. A. esta noche. —Sal de mi camino —demandó Brian. —Luces como la mierda, amigo —dijo Eric—. Todos pensamos que deberías quedarte en el bus esta noche y descansar. Puedes regresar a L. A. pasado mañana cuando tengamos tres días entre shows en lugar de uno solo. Y luego tenemos dos semanas continuas de shows antes de nuestra semana libre. Puedes verlos tanto como quieras en ese momento. —Cuando no estamos ensayando para la nueva gira —dijo Sed. —No me hagan esta mierda justo ahora —dijo Brian—. Es lo último que necesito. —¿Podría Myrna venir a verte, a cambio? —preguntó Jace—. ¿Traer al bebé con ella?

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—Malcolm es demasiado pequeño para viajar. —La expresión desesperada en su rostro era como un cuchillo al corazón de Trey. Trey había estado tan concentrado en Reagan, que le había fallado a su mejor amigo. Brian cargaba un gran peso en ese momento y Trey ni siquiera se había tomado la molestia de hablar con él al respecto. ¿Cuándo habían pasado de una amistad donde compartían todo a un par de tipos que sólo pasaban el tiempo juntos muy de vez en cuando? Trey tomó a Brian del brazo y lo empujó hacia el dormitorio. Vio la expresión sorprendida de antes de cerrarle la puerta en la cara. —No vas a convencerme de que no me vaya —dijo Brian—. Tengo que regresar esta noche. Se lo prometí a Myrna. —¿Ella se da cuenta de lo agotado que estás? —preguntó Trey. Conocía a Myrna. Ella no querría que Brian se agotara como lo estaba haciendo. —Estoy bien. —No estás bien, Brian. No puedes seguir así. ¿Quieres cancelar el resto de las fechas de la gira? Te apoyaré en lo que sea. Sólo dime qué quieres hacer. —Quiero abrazar a mi hijo. —Su mano temblaba cuando la presionó contra la frente. Entonces eso era lo que iba a hacer. —Contactaré a Jerry —dijo Trey—. Dile que cancele los últimos tres shows. Brian sacudió la cabeza. —No. Tenemos que terminar la gira. Puedo hacer esto por otra semana. —Y luego, ¿qué vas a hacer? Volvemos a la carretera sólo una semana después que la gira termine. —¿No crees que no lo sé? —Trey sintió en su pecho el quiebre en la voz de Brian. Trey suspiró. —No puedes seguir con esto, Brian. ¿Qué dice Myrna sobre este loco calendario que llevas? Brian bajó la mirada.

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—Ella intenta ser fuerte cuando me voy. Dice que ella y Malcolm me extrañarán, pero que estarán bien mientras yo no esté. —Jessica y Aggie siguen ayudándola , ¿verdad? —Sí. —¿Dare? —Sí, todos están geniales. Quizás están bien cuando me voy. Quizás lo que realmente quiero es que me necesiten más. Trey le apretó el hombro. —Oye. No digo eso. Te necesitan. Sé que de hecho Myrna llora cuando tú no estás. Te extraña mucho más de lo que demuestra. La respiración de Brian se atascó y empujó a Trey mientras se estiraba para tomar el pomo de la puerta. Trey probablemente no debería haberle dicho que Myrna lloraba. Una vez más tomó el brazo de Brian y lo arrastró para alejarlo de la puerta. —Trey, tengo que irme. No voy a ser como mi padre. Me prometí a mí mismo que siempre estaría allí para ellos. No voy a permitir que se pregunten si son importantes para mí. O si los amo. Voy a ir a decírselos en la cara cada maldito día. Ahora estaban progresando. El padre de Brian había sido un famoso guitarrista mientras Brian crecía. Malcolm O'Neil había usado las giras como una excusa para ignorar a su familia, y nunca había estado allí para Brian cuando él lo necesitaba. —No eres como tu padre, Brian. —Pero podría serlo. Sería muchísimo más fácil si lo fuera. —Brian presionó los puños contra sus sienes y respiró profundamente. —Te conozco, Brian. Tú abandonarías la banda antes de hacerle eso a tu familia. —Eso cruzó mi cabeza. El estómago de Trey cayó. —¿Qué? —Dejar a los Sinners.

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—¿Ya no quieres hacer música? —Sí, quiero. No he descifrado cómo hacer ambas cosas. Si algo tiene que ceder… Trey no quería ni siquiera pensar en esa posibilidad. —¿Has hablado con Myrna acerca de todo esto? Brian vaciló y luego sacudió la cabeza. Trey sacó su teléfono celular del bolsillo y marcó el número de Myrna. Ella respondió en el primer timbrazo. —¿Trey? ¿Algo le sucede a Brian? —No. La banda está intentando convencer a Brian para que se quede aquí esta noche en lugar de regresar a L.A. Está tan agotado, pero quiere ir a casa. —Ya le dije que se quede allí esta noche. Malcolm y yo estaremos bien sin él por un par de días. No debería preocuparse tanto por nosotros. —Sé que estás siendo fuerte para él, Myr, pero necesita oír lo mucho que ustedes luchan para salir adelante sin para poder estar todo angustiado y deprimido, pero al menos dejará de intentar con tanta fuerza de probar que no va a ser como su padre. —¿Eso es que lo que piensa? —preguntó Myrna—. ¿Que va a ser un mal padre? Es un padre maravilloso. Un esposo maravilloso. ¿Cómo podría pensar lo contrario? ¿Hice algo que le hiciera sentir así? —No lo creo, Myrna. —Trey miró a Brian, que tenía los brazos cruzados sobre el pecho y lo fulminaba con la mirada. Sí, probablemente no le correspondía obligar a Brian a hablar con su esposa, pero Trey no podía soportar verlo así. Brian necesitaba decirle estas cosas a ella. Ella podía soportarlo. Y Trey necesitaba mantener esta banda junta. Significaba todo para él. —¿Está ahí? —preguntó Myrna—. ¿Puedo hablar con él? —Sí, está aquí. Está bastante enojado conmigo en este momento, así que asegúrate de recordarle que me metí en sus asuntos porque está siendo un imbécil. —Y porque lo amo, agregó silenciosamente. —Gracias, Trey. Me alegra que estés allí para él. Me imaginé que lo estaba pasando peor de lo que decía, pero siempre está tan feliz cuando está en casa. No sabía que estaba luchando.

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Trey le entregó el teléfono a Brian. —Ella quiere hablarte. Él le arrebató el teléfono de la mano. Trey le dio un apretón al hombro de Brian antes de dejar la habitación y darle un poco de privacidad. Los chicos seguían parados en el corredor, mirando la puerta del dormitorio como si esperaran que explotara en cualquier momento. —¿Se va a quedar? —preguntó Sed. —No lo sé —dijo Trey—. Está hablando con Myrna. —¿Estás seguro de que ésa es una buena idea? —preguntó Sed. —Estoy seguro. No importa lo que él decida hacer esta noche, tenemos que apoyarlo —dijo Trey—. Incluso si eso significa que tenemos que cancelar el resto de la gira. Sed abrió la boca para hablar y Jace le dio un codazo en las costillas. —Tienes razón —dijo Jace. —Y también podríamos tener que cancelar la gira con Exodus End —añadió Trey. Todos lo miraron como si estuviera loco. —No lo dices en serio, Trey —dijo Sed—. Sabes lo que salir de gira con Exodus End significará para nuestras carreras. —Sí, lo sé. Si presionamos tanto a Brian, él abandonará la banda. Y los Sinners no son los Sinners sin Master Sinclair.

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17 Traducido por LizC Corregido por Klarlissa

Brian pasó su primera noche en el bus de gira desde que su hijo había nacido. Eso no significaba que saliera de la habitación en absoluto o que hablara con alguien sobre su “intervención bebé.” Probablemente seguía hablando con Myrna por teléfono. O dormía. Reagan todavía estaba enojada por lo que había sucedido en el escenario. Trey no podía culparla. Él mismo todavía estaba enojado, sobre todo porque ella no podía ver lo maravillosa que había estado y sólo podía pensar en algún imbécil que la golpeó con un zapato. Estaba sentada en el sofá hablando con Jace sobre nada una vez más. Trey no estaba seguro de por qué ella parloteaba con él sobre de forma regular. Probablemente porque él era tan buen oyente. O quizás porque parecía un poco solitario ahora que Eric pasaba todo su tiempo con Rebeca. Trey estaba seguro de que Jace extrañaba a Aggie, pero nunca se quejaba ni lo demostraba. Jace nunca se quejaba de nada. Cuando Trey se cansó de ver a Eric y Rebekah hacerse muecas de besos frente a él en el cubículo del comedor, se desnudó hasta quedarse con sus bóxers de seda y fue a recoger a su mujer. No le molestaba que estuviera enojada. Sí le molestaba que lo ignorara. ―Me voy a la cama. ¿Vienes? ―le preguntó. ―Brian está ahí ―le recordó ella. Y honestamente, prefería unirse a Brian que abrazar a una mujer enojada toda la noche, pero si no conseguían hablar de esto ahora, iba a molestarlos después. ―Me refería a mi litera. ―¿Esperas que me apretuje allí contigo? ―Ella miró por el pasillo con ansiedad.

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Trey apoyó las manos en sus caderas y miró al techo. Él tampoco estaba teniendo la mejor noche de su vida. Había pensado que una de las razones para tener una novia estable era que así podrías compartir este tipo de cosas con ella. ―Olvídalo ―dijo. Reagan se aferró al brazo del sofá cuando Jace trató de empujarla fuera de él. ―Vete a la cama ―insistió Jace, como si ella lo hubiera molestado más allá de su última pizca de tolerancia. ―No me empujes del sofá ―dijo ella, golpeándolo en el hombro. ―Entonces siéntate en silencio. Me estás dando un dolor de cabeza. ―Jace ―lo reprendió Reagan. ―A mí también ―concordó Sed. Estaba sentado frente a ellos en una de las sillas de capitán, periódicamente mirando hacia la puerta de la habitación en busca de signos de Brian, pero por lo demás sentado en silencio sombrío con una cerveza a medio terminar en la rodilla. Trey reconocía a un Sed culpable cuando lo veía. ―Son unos idiotas ―dijo Reagan. ―Me voy a la cama ―dijo Trey―. Haz lo que quieras. Caminó por el pasillo y se metió en la litera de arriba a la derecha antes de cerrar la cortina. Como si en realidad pudiera dormir con la mente tan llena. Clavó la mirada en la oscuridad durante al menos treinta segundos antes de que una mano lo golpeara en la cara mientras Reagan buscaba un asidero para impulsarse dentro en la litera con él. Él tomó la parte posterior de su camisa y tiró de ella hacia arriba. Después de mucho retorcerse se asentaron en sus costados frente a frente. Él encendió la pequeña luz del techo en la esquina para poder verla con mayor claridad. Parecía a punto de llorar. Le apartó el cabello del rostro. ―¿Qué sucede, Reagan? ―No estoy segura si estoy lista para esto. Su corazón dio un vuelco.

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―¿Nuestra relación? Los ojos de ella se agrandaron y se acercó más. ―No, no es eso. ¿Pensabas que eso era lo que me molestaba? Ahora ella le apartó el cabello del rostro. ―No estaba seguro ―dijo él―. No me has hablado conmigo desde que saliste enojada del escenario. ―¿No lo he hecho? ―Lo abrazó―. Lo siento. Supongo que después de descargarme con Ethan, no tenía mucho más que decir. ―¿Ethan? ¿Has hablado con él sobre eso? ―Sí. Lo llamé más temprano. ―Entonces, ¿vas a Ethan con tus problemas en vez de a mí? ―He conocido a Ethan por mucho más tiempo del que te he conocido, Trey. Depender de él es un hábito, supongo. Puedo descargarme contigo durante los siguientes cuarenta y cinco minutos, si de verdad quieres que lo haga. Él hizo una mueca. ―¿Qué tal si me das un resumen? Ella lo miró fijamente durante un largo momento. ―No estoy segura de poder recibir muchos más zapatos en el rostro ―dijo―. Sé que tendré que ganarme a los fans, pero cuando estaba allí, me sentía... no lo sé. No lo suficientemente buena. ―Nunca me siento lo suficientemente bueno. En cierto modo te acostumbras a eso después de un tiempo. ¿Por qué crees que Brian se pone tan nervioso antes de un show? ―¿Brian hace eso? ―Supongo que no es tan obvio con sus idas y venidas recientemente. Se torna de este extraño tono verde y comienza a crisparse incontrolablemente. Le da un horrible caso de pánico escénico cada vez que tocamos.

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―¿Por qué se pondría nervioso? Es fenomenal. Trey le besó la punta de la nariz. ―Igual que tú. Ella rió. ―Tienes que decir eso. Eres mi novio. ―La gente se sorprendió por tu aparición, pero te perdiste toda la aclamación que hicieron por ti después de que te fuiste corriendo. ―¿Me aclamaron? ―Sí, por supuesto que lo hicieron. Estuviste impresionante. ―Entonces, ¿por qué me tiraron un zapato? La besó en la frente, donde un ligero moretón se había formado. ―Ellos fue un ella. Una persona. No todos. Y ella fue acompañada fuera del estadio. ―Y Trey de hecho sabía quién era. Le había enviado un mensaje tres horas antes del espectáculo para decirle que no iba a estar disponible para su entretenimiento esa noche. Se preguntó si Reagan necesitaba oír eso. Quizás le facilitaría las cosas. O quizás haría que se enojara con él. Sólo hay una manera de averiguarlo―. Creo que más que nada estaba celosa de que estuvieras conmigo. ―¿La conocías? Trey hizo una mueca. ―Es un enganche habitual. O lo era. Le dije lo contrario hoy más temprano. ―Entonces no me golpeó con un zapato porque apestara. ¿Me golpeó con un zapato porque la dejaste? ―Creo que sí. Reagan lanzó un largo suspiro. ―Gracias a Dios. Espera. ¿Le dijiste que era tu novia?

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―No, pero nos vio tocar juntos. La forma en que me sentí cuando tocamos ese solo tenía que verse en todo mi rostro. Ella sonrió. ―Fue increíble, ¿verdad? Él asintió. ―No hay nada como eso. ―Excepto tocar con Brian. Él suspiró para sus adentros. ¿Alguna vez dejaría de compararla con Brian? Era tan maravillosa y a él le importaba tanto. Quizás era un cumplido medirla continuamente contra la única persona que él había amado, pero no era justo para ella. Incluso si ella continuamente llegaba a su idea de la perfección. Bueno, perfecta excepto por la falta de un pene, pero no había nada que hacer al respecto―. ¿Te sientes mejor ahora? ―le preguntó. El lenguaje corporal de ella había cambiado de alerta a relajada, pero quería oírselo decir. Ella asintió. ―Sí, pero recuerdo que alguien me prometió una sesión con una lengua talentosa. Él la atrajo hacia sí y la besó. ―Eso hago, nena. Eso hago.

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18 Traducido por Otravaga Corregido por Simoriah

Por lo general, la banda tenía una gran fiesta después del último concierto de una gira, pero Brian tenía prisa por regresar a casa con su esposa y su bebé, Sed estaba listo para empezar a hacer bebés por su cuenta, y Jace parecía que iba a reventar su piel en cualquier momento. Además, iban a volver a salir en una nueva gira en ocho días. No era como si fuesen a estar fuera de la gira por mucho tiempo. Reagan estaba sentada en el sofá con su guitarra eléctrica, practicando las digitaciones de las canciones de Exodus End. Se las sabía todas de memoria, pero a medida que se acercaba el día en que iba a debutar como su guitarrista rítmica, su ansiedad crecía exponencialmente. Si no hubiese tenido el constante consuelo de Trey, habría estado perdida. Trey andaba dando golpes alrededor en los armarios de la cocina, volviéndose más frenético con cada momento. Después de revisar cada uno por lo menos dos veces, se dirigió a la parte delantera del bus. —Tenemos que detenernos —le dijo a Sed, quien conducía el bus en este momento—. Se me acabaron las paletas. —Trey, son las dos de la mañana y estamos en el medio de la nada. Incluso si estuviera dispuesto a detenerme, y no lo estoy, no hay una paleta de cereza en cientos de kilómetros. —Necesito una. Ahora. —No has fumado por casi dos años. Creí que para este momento ya lo habrías superado —dijo Sed. —Cariño, creo que tengo una en mi bolso —dijo Reagan. Él se volteó para mirarla como si fuese un ángel descendido de los cielos. Él tomó su bolso de la mesada y lo dejó caer junto a ella.

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—¿Solías fumar? —preguntó Reagan. —Sí, tuve que dejarlo por mi madre. Reagan levantó las cejas. —¿Tu madre? —Me vio fumando en uno de nuestros videos musicales y me llamó cada hora de cada día dándome acosándome hasta que lo dejé —dijo él. Reagan rebuscó en su bolso buscando la paleta que sabía que estaba en alguna parte. —Y si él se negaba a contestar, llamaba a Brian —dijo Sed—. Y si Brian se negaba a responder, me llamaba a mí. Y si me negaba a contestar, llamaba a Eric. Una vez llamó a nuestro manager. —Es un poco persistente —dijo Trey. Reagan echó a reír y sacó una paleta desde el fondo de su bolso. —¿Así que cambiaste un vicio por otro? —Un pedazo de papel doblado cayó en su regazo cuando levantó la paleta hacia Trey. —Más o menos. A mi mamá no le importa mucho si chupo paletas todo el día. —¿El talento con tu lengua vino antes o después de que empezaste con las paletas? —preguntó Reagan. Él agitó la lengua hacia ella, desenvolvió su paleta y se la llevó a la boca. —Siempre he tenido una fijación oral. Reagan comenzó a devolver el pedazo de papel doblado a su bolso, pero notó su nombre escrito en el exterior y no lucía familiar. Lo abrió y encontró un mensaje escrito a mano en el interior. Te llevaste lo que es mío, perra. No creas que te saldrás con la tuya. Sintió la sangre drenarse de su rostro y el pedazo de papel cayó de su flojo asidero.

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—¿Reagan? —preguntó Trey. Ella parpadeó con fuerza y lo miró—. Luces como si hubieses visto un fantasma. Trey recuperó el pedazo de papel de su regazo y lo leyó. Frunció el ceño en confusión. —¿Qué es esto? Ella le arrebató la nota de la mano y la metió en el bolso. —Nada —dijo—. Ya vengo. Se dirigió al baño con el teléfono celular en la mano. Tan pronto como estuvo dentro, llamó a Ethan. Como de costumbre, él contestó al primer timbrazo. —Por favor no me digas que no vas a llegar a casa mañana. Te extraño como loco. —Llegaré. Ya estamos en Nuevo México. —De acuerdo, bien. Entonces, ¿qué sucede? —Recibí otro mensaje. Bueno, el mismo mensaje de nuevo. —¿Conseguiste el número esta vez? Nunca pude sacar nada de la compañía telefónica. En momentos como estos desearía estar todavía en la fuerza. —No fue un mensaje de texto —dijo ella—. Fue una nota en mi bolso. —¿En tu bolso? Reagan, eso significa que es alguien cercano a ti. —¿Crees que no me doy cuenta de eso? —gritó ella y se dio cuenta de lo delgadas que eran las paredes en este lugar. —¿Quién podría ser? ¿Uno de los miembros de la banda? ¿Del equipo? —No lo sé. Ni siquiera sé lo que significa. Te llevaste lo que es mío. No le he sacado nada de nadie. —Todavía me suena como una ex-amante celosa, Reagan. Tal vez deberías preguntarle a Trey si ha salido con alguna psicópata. —Ja, ja, Ethan. ¿Vas a hablar en serio? —Hablo en serio. ¿Le contaste sobre el último mensaje?

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—No. —¿Éste? —Lo vio, pero le resté importancia. —Quizás fuera una broma. Uno de los chicos molestándolos en la forma en que los tipos se molestan. Quizás el bromista no se dio cuenta de lo inapropiado que es. —Quizás —dijo Reagan. Eric sí tenía un extraño sentido del humor. Quizás estaba detrás de esto. Sin embargo, no parecía algo que él haría. Poner papel film sobre el inodoro, sí. Enviar mensajes amenazantes a la novia de su compañero de banda, no. —Bueno, quédate cerca de Trey. Hazle saber que estás preocupada por eso. Tráeme la nota mañana y veré si puedo encontrar alguna pista delatora. —Gracias, Ethan. —Sólo hablar con él la hacía sentirse más segura. —Nos vemos mañana. Colgó el teléfono y salió del baño para encontrar a Trey parado justo afuera. —Entonces, ¿qué dijo Ethan? —preguntó él. Atrapada. Reagan tragó saliva y decidió seguir el consejo de Ethan. —Dijo que te dijera que estoy preocupada por esto y que ésta no es la primera vez que he recibido este mensaje desde que comencé a salir contigo. —¿Qué? —Recibí un mensaje de texto hace poco más de una semana. Decía lo mismo. —¿Por qué no me dijiste que alguien te estaba amenazando? —Porque no estaba segura de que fuese real. Ahora no puedo negar que lo es. La nota tenía mi nombre en ella. Estaba en mi bolso. El mensaje era exactamente igual. Eric no haría una broma como esa, ¿verdad? Trey sacudió la cabeza. —No es su estilo. No es gracioso. —Temía que fueras a decir eso.

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—¿Cuándo recibiste el último mensaje? —preguntó Trey. —La mañana en que llamé a mi padre. —No le había contado sobre eso tampoco—. Um, después de tu primer concierto en Topeka. Trey asintió. —Haré algunas llamadas por la mañana. Veré si puedo averiguar algo. No tenemos manera de saber a ciencia cierta cuánto tiempo ha estado esa nota en tu bolso. Ella respiró hondo y asintió. Él se acercó y la abrazó. —Yo puedo protegerte, sabes. No tienes que seguir acudiendo a Ethan. —Lo sé. Lo siento. Normalmente no me asusto tan fácilmente. Algo sobre esto envía escalofríos por mi espina dorsal. 239

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19 Traducido por flochi Corregido por LadyPandora

La siguiente tarde, Reagan se deslizó en el asiento trasero de la limusina de Exodus End. El hombre que estaba adentro se asemejaba más al abuelo de alguien que a alguien que hubiera hecho superestrellas a una banda de metal como Exodus End. Sam Baily estaba hablando por teléfono, pero alzó la mirada y sonrió cálidamente hacia Reagan cuando ella se acomodó en el asiento más cercano a la puerta. —Te volveré a llamar. Tengo mucho trabajo que hacer aquí —dijo y desconectó. ¿Qué quiso decir exactamente con “mucho trabajo que hacer”? —Así que supongo que eres Reagan Elliot —dijo y extendió su mano a través de la consola para estrechar la suya. Ella estuvo medio tentada de decir, “¿Quién? Sólo quería un viaje en una limusina” en un intento de romper el hielo, pero no creía que ese sujeto se anduviera con tonterías. —Sí, señor. —Mi asistente se muere por ponerte las manos encima. A ella le gusta ese tipo de cosas de chicas. Te llevará a comprar ropa decente, a que te arreglen el cabello, a que te ayuden con el maquillaje. —Inclinó su cabeza y la evaluó más de cerca. Estaba a cinco segundos de pegarle en la boca y decirle que se fuera a la mierda. ¿Quién se pensaba que era? El exaltado manager de Exodus End, ése es quien es. —¿Qué piensas sobre ponerte implantes mamarios? —preguntó él. Ella estaba demasiado aturdida para responder al principio y, cuando finalmente pudo hablar, lo único que pudo murmurar fue.

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—No. —La banda lo pagaría. Ella miró firmemente sus pálidos ojos azules. —No estoy interesada. —Qué pena. —Abrió una libreta de cuero marrón y escribió algo. Apretó el bolígrafo con rotundidad y volvió a cerrar la libreta. ¿Qué estaba escribiendo? ¿Algo sobre ella? ¿Lo había arruinado todo? Bajó la mirada a sus pequeños pechos. ¿Sería el fin del mundo si se hacía un pequeño aumento? No. Pero si alguna vez se sometía a una cirugía estética sería porque ella lo deseaba, no porque alguien le presionara. —Sólo quiero tocar la guitarra. —Eso está bien. Pensé que preferirías ser una ventaja para la banda en vez de una carga, pero no podemos hacer que hagas algo que no quieras. ¿Tener pechos pequeños la hacía una carga? No sabía si debía estar ofendida o herida, así que se decidió por enojarse. —Sé que no soy nadie, pero eso no significa que puedas hablarme de esa manera. —Olvida lo que ofrecí. —Abrió la libreta y ella medio esperó que sacara un cartel que dijera “rechazada” y lo colgara alrededor de su cuello. En cambio sacó un grueso pedazo de papel blanco y se lo entregó—. Ése es tu itinerario para la próxima semana. Hoy está reservado para encontrarte el aspecto adecuado, tanto en el escenario como en público. El resto de la semana ensayarás para el concierto. ¿Preguntas? Examinó la hoja pero realmente no asimiló nada de lo dicho. Seguía molesta por convertirse en un objeto sexual, o en lo que fuera que este sujeto estuviera intentando convertirla. —¿Por qué está tan obsesionado con mi aspecto? —Eres una artista, Reagan. Viene con el territorio. —Soy músico.

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—En el estudio, eres músico. En el escenario, una artista. Acostúmbrate. No está abierto a negociación. Ella bajó la mirada a su itinerario del día. En diez minutos, tenía una cita con un estilista. Con una mano, se frotó el corto cabello en la parte posterior de la cabeza. ¿Su corte de veinte dólares era tan malo? ¿Y por qué necesitaba una pedicura? Usaba botas de combate diariamente. —¿Reagan? —Echó un vistazo a Sam—. En vez de luchar contra eso, intenta divertirte. Para él era fácil decirlo. No tenía que preocuparse por que el tamaño de sus tetas fuera una carga.

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20 Traducido SOS por Simoriah Corregido por La BoHeMiK

Trey se despertó de golpe cuando la puerta delantera del apartamento de Reagan se cerró. No había tenido la intención de quedarse dormido. Había estado al teléfono la mayor parte de la mañana, llamando a cada contacto en cada ciudad que habían visitado en las últimas dos semanas. No era un detective, pero nadie parecía saber nada de los mensajes amenazantes de Reagan. No que él hubiera sido lo suficientemente estúpido para preguntárselo sin rodeos. Había sido más discreto que eso. Trey se sentó y se frotó los ojos, deseando tener mejores noticias para ella. —Entonces, ¿cómo fue? —preguntó. —¿Cómo fue qué? —inquirió Ethan. Trey abrió los ojos y miró al hombre que se sacaba las botas junto a la puerta. Genial. Justo lo que necesitaba. Estar solo con el sexy macho alfa compañero de cuarto de Reagan. Trey decidió que debería irse a casa. Podía ponerse al día con Reagan más tarde. No había forma de saber cuánto duraría su cambio de look, y este hombre le hacía pensar en todo tipo de cosas que no tenían nada que ver con Reagan y todo con ser follado. La última vez que Trey había visto a Ethan, habían pasado días desde que había tenido a su último amante masculino. Ahora habían pasado semanas sin que fuera penetrado y no estaba seguro de cuán fuerte era su decisión. —Pensé que eras Reagan —dijo Trey y se puso de pie. —¿No está aquí? —No. El manager de Exodus End la llevó de compras o algo. —Trey miró el reloj y sus ojos se agrandaron—. Mierda, he dormido por horas. Pensé que ella ya estaría en casa.

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—¿Vas a algún lado? —preguntó Ethan y se dejó caer en el sofá. Extendió sus largas y musculosas piernas y colocó los pies sobre la mesa de café, bloqueando la ruta más rápida de escape de Trey hacia la puerta del frente. —Pensé que sería mejor que te dejara solo. —Reagan pensará que te eché. Realmente no necesito que comience a machacarme en el momento en que me vea. —Podrías decirle que me había ido para cuando llegaste. —Siéntate —dijo Ethan. Trey se sentó—. ¿Cómo le fue? Se honesto. Ella siempre sonaba tan entusiasmada por teléfono, pero a veces actúa de esa manera para ocultar sus problemas. Trey inclinó la cabeza hacia Ethan. —¿Ella tiene problemas? —¿No los tiene todo el mundo? —No creo que estuviera ocultando nada. La pasamos genial. Ella es increíble. Va a tomar al mundo por asalto. —Trey sólo estaba feliz de tener la oportunidad de ser parte de eso. —¿Sabe acerca de ti? La sonrisa de Trey vaciló. —¿Saber qué? Ethan se movió tan rápido que Trey no lo vio venir. Se encontró atrapado en la esquina del sofá con el duro cuerpo de Ethan contra su costado y su brazo frente a su pecho. —Sabes de qué estoy hablando. No te hagas el tonto. —El aliento de Ethan agitó los finos vellos justo detrás de la oreja de Trey. Se estremeció de deseo—. ¿Sabes cuán a menudo pienso en ti? ¿Lo que quiero hacerte? Trey estaba bastante seguro de que podía adivinar exactamente qué era lo que Ethan quería hacerle. Y Trey estaba convencido de que le gustaría. Presionó una mano contra el pecho duro como una roca de Ethan y fingió que su corazón golpeaba con

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fuerza porque lo había asustado, no porque le ofreciera exactamente lo que quería. No necesitaba un hombre para sentirse realizado. Reagan le daba todo lo que él necesitaba. Al menos eso era lo que quería creer. —Retrocede, Ethan —dijo Trey. —¿Por qué? ¿Te pone incómodo cuando me meto en tu espacio personal? Trey se encontró con los oscuros ojos de Ethan. —Sí —dijo. No era mentira. Su cremallera de repente era muy incómoda. —¿Estás tan duro por mí como yo lo estoy por ti? —Dije que retrocedieras. Ethan se alejó, pero su mano fue directamente a la evidencia. Trey apretó los dientes y cerró los ojos con fuerza, tratando de pensar en algo para disminuir su deseo, pero todo en lo que pudo pensar fue en ser penetrado por este hombre duro y caliente a su lado. —Está bien que me desees —dijo Ethan—. Yo también lo hago. Trey tomó la mano de Ethan y la llevó de su entrepierna al muslo. —No negaré que te deseo. Eso no significa que tenga que hacer algo al respecto. Trey salió del sofá y se apresuró hacia el baño, cerrando la puerta detrás y apoyándose contra la sólida superficie. Ese maldito idiota. ¿Cuál era su juego? Trey acomodó su dura y palpitante polla. No había estado tan excitado en días. No era una buena señal. Esperaba que Reagan se apresurara a volver. Ella lo ayudaría a poner su mente donde pertenecía. En ella. Trey se lavó el rostro y ahuecó la mano para tomar un sorbo de agua del grifo. Vio su reflejo en el espejo y se dio una firme mirada. —No vas a arruinar esto con Reagan —le dijo a su reflejo—. Él es sexy. ¿Y qué? No necesitas a un hombre en tu vida. —Casi se lo creyó. Creía absolutamente que no quería herir a Reagan. No sabía si lo que tenían era permanente, pero era la relación más real que había tenido jamás. Ni siquiera su amor unilateral con Brian había sido

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tangible. No algo a lo que él se pudiera aferrar. No estaba listo para dejarla ir. El sexo con Ethan no valía la pena. Y él sabía cómo ella se sentía acerca de que su novio tuviera sexo con hombres. Había sido muy clara en que no iba a aceptar ese tipo de conducta. Sintiéndose marginalmente recuperado, Trey salió del baño y chocó directamente con un cuerpo duro. Trey retrocedió hacia el marco de la puerta para darse unos centímetros para respirar, pero Ethan cerró la distancia entre ellos. —¿A qué estás jugando? —preguntó Ethan, su mirada de obsidiana enviando un estremecimiento de excitación por la columna de Trey. —No estoy jugando a nada. —¿Por qué le escondes lo que eres? —No escondo nada. —La negación no te llevará a ningún lado conmigo. Sé cuánto me deseas. Lo veo en tus ojos. Lo sostuve en mi mano. —Quizás. El calor que salía del duro cuerpo de Ethan era feroz en su naturaleza. Energía pura latía de cada poro. Había un animal justo debajo de la piel de Ethan y Trey realmente quería presionarlo para verlo desbocado. Sin embargo, no podía. Sabía que si lo hacía no habría vuelta atrás. Esta cosa con Reagan era hermosa, tierna y cariñosa. Esa cosa con Ethan era caliente, salvaje y pura lujuria, pero no había nada de sustancia aquí. Juguetear con Ethan sería como todos los otros encuentros sexuales de Trey. Wham, bam, gracias, um, señor. —Quizás no —dijo Ethan. Fuertes dedos se deslizaron entre el cabello de la nuca de Trey, tirando su cabeza hacia atrás. Ethan se movió y presionó la larga longitud de su polla contra la de Trey, la cual respondió saltando con excitación. —No hay quizás —repitió, mirando a Trey a los ojos con evidente hambre. Se acercó más, su boca a un cabello de distancia de la de Trey—. Quieres ser follado tanto como yo quiero follarte.

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—Quizás —dijo Trey. No podía negarlo. No con su polla presionando contra la de Ethan. No con su postura sumisa. No con su aliento saliendo en excitados jadeos y su corazón golpeando en el pecho. Dos semanas atrás habría empujado a Ethan dentro del baño y habría peleado por el dominio sexual, pero las cosas habían cambiado. Había cosas más importantes para él que sólo follar sin sentido—. A diferencia de ti, yo pongo los sentimientos de Reagan primero. Los ojos de Ethan se entrecerraron. —¿Qué significa eso? —Ella me contó por qué rompieron. Te atrapó engañándola. No le haré eso. —Sí lo harás, porque tú y yo somos similares. La naturaleza suave y tierna de una mujer nos roba el corazón, pero hay algo en un cuerpo duro que hace latir nuestra sangre. A la mierda con las consecuencias. La respiración de Trey se atascó. —Entonces eres bisexual. Reagan está convencida de que eres… —¿Gay? Ésa es la manera de Reagan para proteger sus sentimientos. No quiere creer que todavía la amo. Quiere creer que he descubierto mi verdadera naturaleza como hombre gay. Puede vivir con eso. Darse cuenta de que no es suficiente para mí sexualmente fue demasiado duro para su ego. Y será igual cuando descubra lo tuyo. —¿Todavía la amas? —Por supuesto que todavía la amo. Sabes lo maravillosa que es. Nunca he conocido a otra mujer como ella antes o después. —Así que estás tratando de seducirme para interponerte entre nosotros. Ethan rió entre dientes y tocó el labio superior de Trey con la punta de la lengua. Trey no fue lo suficientemente rápido para detener su excitada inhalación. Estaba tan excitado por este jueguito de dominación que ya estaba chorreando fluido pre-seminal. Podía sentir la resbaladiza humedad contra su muslo. —Estoy tratando de seducirte porque mirarte hace que mi polla se endurezca. No tengo ningún problema para deshacerme de los novios de Reagan y honestamente no lo hago al tratar de follarlos. Honestamente —murmuró Ethan, el timbre en su voz

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haciéndose bajo—. No muchos hombres me excitan, pero en el momento que te vi, supe que tenía que tenerte. Ethan tiró de la cabeza de Trey hacia atrás y lo besó. Los labios de Ethan eran fuertes. Demandaban rendición. Por un breve instante, Trey estuvo tan atrapado en el momento que no peleó, sólo sintió. Se sentía bien dejarse ir. Dejar que alguien tomara el control. Pero no quería esto. Seguro, ahora lo quería, pero en diez minutos estaría sobrepasado por la culpa y el arrepentimiento. No valía la pena. Trey posó ambas manos en el pecho de Ethan y lo empujó. Éste tropezó hacia atrás y sus labios se separaron, pero Ethan todavía tenía un fuerte asidero en el cabello de Trey, así que él no estaba exactamente libre. Sus intentos de resistirse parecían excitar más al hombre. Un instante después, Trey se encontró a sí mismo inmovilizado entre la pared y casi cien kilos de puro músculo. —¿Todavía tratas de negar la atracción entre nosotros? Trey sacudió la cabeza. —Te deseo —admitió—. Pero digo que no. —¿No? —Ethan dijo la palabra como si fuera parte de un idioma desconocido. —No. Ethan dio un paso atrás y Trey se aferró al marco de la puerta para evitar deslizarse hacia el piso. —De acuerdo —dijo—. No significa no. Trey casi deseó que Ethan no se hubiera rendido tan rápidamente. Deseó que lo hubiera forzado para no tener que sentirse culpable por desearlo. Cuando Ethan liberó su asidero de acero sobre el cabello de Trey, él no sintió alivio. Sintió remordimiento. Aunque sabía que había hecho lo correcto, una parte de él quería que Ethan lo obligara a hacer lo equivocado. —Hazme saber si cambias de opinión. Ethan entró al baño. Trey no pudo sacarle los ojos de encima. No cuando Ethan se desprendió de los pantalones. No cuando los bajó por sus muslos. No cuando la enorme polla de Ethan emergió de su ropa interior. El culo de Trey dolió de deseo

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cuando se apoyó contra el marco de la puerta y observó a Ethan cubrir su polla con loción. El hombre tenía un hermoso órgano. Resbaladizo. Mojado. Más oscuro que el resto de su piel color bronce y tan duro que las venas eran visibles a la distancia. La cabeza era enorme y Trey sólo pudo imaginar lo bien que se sentiría entrando y saliendo de su cuerpo. El borde tirando de su culo mientras Ethan salía de él y volvía a hundirse. Ethan acarició su gruesa longitud con ambas manos. Más rápido. Más rápido. Los sonidos de sus manos bombeando su carne resbaladiza hicieron que las bolas de Trey se apretaran. Cuando Ethan gruñó y comenzó a hacer salir su carga a chorros, las rodillas de Trey se doblaron. Ethan puso una mano en la pared detrás del inodoro y Trey lo miró a mientras acababa; la boca abierta, los ojos reducidos a hendijas, los músculos tensos en su liberación. Ethan se mordió el labio cuando la última descarga de semen aterrizó en algún lugar alrededor del inodoro. Trey se apartó del marco de la puerta, fingiendo que no estaba a punto de acabar sobre su pierna y corrió al cuarto de Reagan. Cerró la puerta y comenzó a buscar algo, cualquier cosa para llenar su doloroso vacío. Oh, Dios. No podía soportarlo. Encontró un dildo rojo en el cajón de la mesa de noche de Reagan y varios tubos de lubricante. Cubrió el juguete con una gruesa capa de lubricante, se bajó torpemente la cremallera y dejó caer los pantalones hasta las rodillas. Lo necesitaba. Lo necesitaba ahora. Se inclinó sobre la cama y metió el juguete, empujando con fuerza, tan profundo como era posible. Era un pobre sustituto de una polla, pero mejor que nada. Trey se arrastró sobre la cama, soportando su peso con el rostro para poder mover el dildo con una mano y acariciar su polla con la otra. Todo el tiempo que intentó encontrar alivio, imaginó que era poseído, no por Brian, sino por Ethan. El único hombre con el que alguna vez había fantaseado en el pasado fue Brian, pero descifraría ese rompecabezas más tarde. Trey estaba a segundos de acabar cuando la puerta se abrió. Ahora estaba listo para que Ethan lo follara. No le importaban una mierda los sentimientos de nadie. Sólo necesitaba ser poseído y usado. Volvió la cabeza, sin preparación alguna para ver a Reagan de pie en el umbral con una expresión sorprendida en el rostro.

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21 Traducido por Simoriah Corregido por Nanis

Todo el mundo de Reagan se inclinó sobre su eje. Oh mi Dios, lo he hecho de nuevo. He vuelto gay al hombre que amo. El cuerpo de Trey se sacudió y él envolvió la cabeza de su polla con la mano como si quisiera ocultar la evidencia de su liberación. Su extendido, vigoroso y, si la expresión en su rostro era indicación de algo, intensamente grato orgasmo. —¿Qu-qué estás haciendo? —farfulló ella. Él cerró los ojos con fuerza y volvió su rostro ruborizado hacia el colchón. —Lo lamento. No pude soportarlo más. —Su voz sonaba ahogada por el cobertor— . Yo… necesitamos hablar. Ella no quería hablar. Quería huir. Así que lo hizo. Salió de la habitación retrocediendo y cerró la puerta. Se volvió y chocó contra el pecho de Ethan. —¿Qué sucede? —preguntó él. ¿Por qué esos dos siempre tenían que hacerla llorar? Mareada, se llevó una mano temblorosa a los labios. —Trey es gay. —¿Cómo lo sabes? —Lo vi… lo vi ahí adentro. —Hizo un movimiento con la mano hacia la puerta detrás de ella—. Se estaba… masturbando con… —¿Anal?

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Ella asintió. —Eso no necesariamente significa que sea gay, Reagan. Ella miró a Ethan para que la orientara. Él lo sabría. —¿No? —No, eso no lo hace gay, pero… —Bajó la mirada con culpa. —¿Te hizo un avance, Ethan? —No. Yo lo hice. —Bastardo. ¿Cómo pudiste? —le gritó—. Realmente me gusta. —A mí también. Reagan se metió los dedos en los oídos. —No quiero oírlo. Fuertes manos se posaron sobre sus hombros desde atrás y ella giró velozmente para enfrentar a Trey. Aunque estaba completamente confundida, su corazón golpeó con anticipación y ese burbujeante sentimiento de felicidad que sentía cada vez que él estaba cerca se hinchó en su garganta. Trey tomó sus manos y las alejó de sus oídos. —Hay algunas cosas que necesito contarte. Pensé que podía ignorarlas, pero… —Él sacudió la cabeza. El corazón de ella golpeó cada vez con más fuerza. No quería perderlo. Preferiría no saberlo si eso significaba que podía mantenerlo con ella. —¿Te gusta mi cabello? —dijo, tocando los mechones rubio dorado que enmarcaban su rostro—. Lo aclararon. Recibí todo un nuevo vestuario hoy. Y espera a ver mi nueva guitarra —dijo—. No estaba segura de si me gustaría un puente flotante, escuché que son difíciles de mantener afinadas, pero suena fenomenal. El tercer… Trey le cubrió la boca con una mano y levantó su mirada hacia Ethan, quien estaba de pie justo detrás de ella. —¿Puedes darnos unos minutos a solas?

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—Sí, por supuesto —dijo Ethan y se alejó. —Trey —dijo ella contra su mano. —Escúchame, Reagan. Ella asintió y bajó la mirada. Una nube oscura pareció asentarse sobre ella, haciendo que su piel se sintiera fría y pegajosa. Él la guió al sofá y la hizo sentarse sobre los suaves almohadones. Cuando él se sentó en la mesa de café frente a ella y tomó sus manos en las suyas, ella simplemente quiso envolverlo con sus brazos y decirle que no importaba. Podía fingir que nunca había visto eso. Fingir que Ethan no había confirmado sus sospechas. —Me he sentido atraído tanto por hombres como por mujeres por tanto tiempo como puedo recordar —dijo él. Bueno, eso no era lo que ella había esperado que dijera. Levantó su mirada hacia la de él. La sinceridad en sus ojos hizo que su corazón golpeara con una mezcla de empatía y desesperación. —Recientemente decidí que no quería las complicaciones que venían con sentirme atraído por hombres. Pensé que podía controlar esas necesidades. Negar que existían. Quería serte fiel, Reagan. Te he sido fiel, pero… —No hiciste nada malo, Trey. Lo lamento si te asusté. Si es lo que necesitas, quizás pueda ayudar, o quizás tú puedas… —¿Seguir negando lo que soy? —Él sacudió la cabeza—. No puedo. Siempre he sido muy abierto con respecto a mi sexualidad. Esto de tratar de ser algo que no soy… no puedo hacerlo más, Reagan. Te amo, pero… Todo el aire salió de sus pulmones. ¿Acababa de decirle que la amaba? —Te estoy diciendo adiós. No puedo hacerte feliz. Simplemente no estoy hecho para una relación comprometida. Sólo terminaremos haciéndonos miserables mutuamente. O bien yo estaré sexualmente frustrado o tú resultarás herida cuando yo finalmente me descarríe. Es mejor terminar esto ahora antes de que nos apeguemos mucho el uno al otro.

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El rostro de él se borroneó detrás de las lágrimas que se acumulaban en los ojos de ella. Ya estaba demasiado apegada a él. Calientes senderos de humedad corrieron por sus mejillas. Cayeron por su mandíbula. —No llores —susurró él y rozó su sien con los labios—. Estarás bien. Ella inhaló temblorosamente y estiró la mano hacia él, pero él se puso de pie y la mantuvo en el sofá al ponerle una mano en el hombro. —Ethan —llamó él. Cuando Trey le soltó el hombro, ella se puso de pie de un salto, pero los brazos que la envolvieron, la camiseta que absorbió sus lágrimas, no pertenecían a Trey. Pertenecían a Ethan. —Cuídala bien —dijo Trey. Cuando la puerta del frente se cerró detrás de él, ella rompió en sollozos desgarradores. 253

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22 Traducido por carmen170796 Corregido por Simoriah

Los brazos de Ethan se apretaron alrededor del cuerpo tembloroso de Reagan. La acercó más a su pecho, le frotó la espalda con ambas manos, y se quedó mirando la puerta por la que Trey acababa de salir. Ethan nunca había respetado a un hombre más de lo que respetaba a Trey en ese momento. Ethan deseaba haber tenido el coraje de tener esa conversación con Reagan. Deseaba haber sido lo suficiente hombre para dejarla ir y respetar sus sentimientos antes de descarriarse con un hombre y destrozar su corazón. Deseaba haber podido poner su felicidad en primer lugar en vez de hacer todo en su poder para seguir en su vida. Sabía que era un bastardo egoísta, pero incluso al saberlo, todavía no podía dejarla ir. La amaba demasiado. Incluso sí tenía que pretender que pensaba en ella como una amiga y nada más sustancial. Ethan bajó sus labios a su cabello. No sabía qué decirle. No sabía si algo que dijese haría un poco de diferencia. Se sentía responsable por todo esto. Si no se hubiera sentido tan atraído por Trey y no hubiera tratado de hacer un avance sobre el novio de su mejor amiga (Dios, soy un imbécil tan grande), Reagan no estaría llorando ahora mismo. Estaría riendo. Sonriendo. Mirando a Trey con esa exasperante mirada de amor que comía vivo a Ethan. —Reagan —susurró—. Shh. Cálmate, cariño. —Tengo que tras él —dijo ella—. No puedo dejar que se vaya. Dijo que me ama y creo… sé que también lo amo. Ella trató de apartarse, pero Ethan la sostuvo con fuerza. —Reagan, él tiene razón. No puedes ser feliz con él. Básicamente te dijo que te engañaría. Sé de primera mano que no tomas bien eso.

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Ella lo golpeó en las costillas. De acuerdo, se lo merecía. —Si le doy permiso, no sería un engaño. Todo el aire pareció dejar el cuarto. —¿Permiso? Nunca me diste permiso a mí. —No lo pediste, Ethan. Ni siquiera me hablaste sobre ello. Sólo te acostaste con alguien en nuestro apartamento cuando pensabas que no estaría en casa. —¿Cuántas veces me he disculpado por eso, Reagan? Sabía que no entenderías mi atracción a los hombres. Yo apenas la entiendo. —No es tu atracción a los hombres lo que no podría entender. Es cómo pudiste tener el valor para lastimarme así cuando afirmabas amarme. —Sí te amo, Reagan. —Me amabas —corrigió ella. Él tomó su hermoso rostro entre las manos e inclinó su cabeza para atrás. Limpiando las lágrimas de sus mejillas con ambos pulgares, la miró a los ojos y dijo. —Te amo. Él no sabía qué esperaba que ella dijera ante su confesión, pero no era, —¡Argh! —Ella lo empujó—. No confundas aún más las cosas. Me sacas que quicio, Ethan. ―Lo sé. No es mi intención. ―Él simplemente no podía lograr recuperar su confianza lo suficiente para dirigir su relación en la dirección que él quería que fuera. La cual no era ser sólo amigos. Nunca había sido ese tipo de relación para él. Le había permitido dictar sus sentimientos porque él la necesitaba en su vida de algún modo. De cualquier modo. Sabía que había arruinado las cosas. Él reconocía ese error. Sin embargo, no sabía cómo recompensárselo. No sabía si podría recompensárselo. Tal vez si la ayudaba a mantener a Trey. ¿Eso la haría feliz? ―Podría follar a Trey por ti ―dejó salir a borbotones. ―¿Qué? ―balbuceó ella.

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―Él se siente atraído hacia mí. Puedo satisfacer sus deseos sexuales y tú podrías confiar en que no te lo quitaré. Quiero que seas feliz. ―¿Realmente acabas de ofrecerte para follar a mi novio? ―De hecho, Reagan, él no es tu novio. Acaba de dejarte. ―Ethan señaló con el pulgar la puerta delantera del departamento. ―¡Cállate! Él solo necesito un poco de tiempo. ―Ella cruzó los brazos sobre su pecho―. Pero no demasiado. ―Ella gruñó y se frotó el rostro con ambas manos―. No quiero perderlo, Ethan. No por esto. ―Él te dijo qué necesitaba para ser feliz. ―¿De verdad crees que podríamos hacerlo feliz? Yo y tú. Juntos. ―Me preocupan más tus sentimientos. ¿Crees que puedas soportar compartirlo? Incluso a un nivel estrictamente sexual. ―¿Contigo? ―Ella respiró profundamente―. Sí, preferiría saber que está contigo que con otro tipo, pero… ―Levantó la mirada hacia él―¿Crees que él aceptaría esto? ―Sólo hay una manera de saberlo.

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23 Traducido por Simoriah y flochi Corregido por LadyPandora

Trey vaciló con la mano sobre el pomo de la puerta de su apartamento. No estaba seguro de querer estar solo. Quizás debería ir a visitar a alguno de los chicos. Probablemente estuvieran ocupados poniéndose al día con sus seres queridos. No querría entrometerse. Quizás a Dare le gustaría un poco de compañía. Se quedaba levantado hasta tarde. Trey sabía que tendría que acostumbrarse a vivir sólo en algún momento. Nunca había estado solo un día de su vida. Había pasado de vivir con sus padres a vivir con su banda en un pequeño apartamento de un ambiente sobre una tintorería, a vivir con Brian como compañeros de cuarto y todos esos años habían estado salpicados con estar de gira con docenas de personas que le hacían compañía. Brian se había ido a vivir con Myrna hacía varios meses, pero Trey siempre se había asegurado de tener a alguien que pasara la noche con él o de pasar la noche en casa de alguien más cuando se enfrentaba a la posibilidad de un apartamento vacío. Podía llamar a cientos de personas diferentes y sabía que vendrían a quedarse con él. Tenía suficientes amigos. Desafortunadamente todos eran amigos con beneficios y esperarían tener sexo. No estaba listo para volver a las folladas sin sentido. No tan pronto después de haber roto con Reagan. Aunque él había roto con ella, no se sentía libre de ella. Realmente no quería estar libre, pero por una vez en su vida le importaban los sentimientos de otra persona más que los propios. Y eso apestaba. Trey abrió la puerta y encendió las luces. Atravesó el umbral y se congeló en la entrada. Lucía como un hogar, pero no se sentía así. Faltaban ciertas cosas familiares: la chaqueta de cuero de Brian que normalmente yacía descartada sobre el respaldo del sofá, la foto de Brian con su hermanita que una vez descansó en la mesa de la entrada, las botas de Brian junto a la puerta, Brian. Trey dio un paso atrás. Quizás debería

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mudarse con Dare. Al menos tendría alguien con quien hablar. Y eso era todo lo que él realmente quería. Compañía. No le iba bien cuando estaba sólo. Nunca había sido así. Su teléfono sonó y se alegró tanto de tener alguien con quien hablar que ni siquiera miró el identificador de llamadas antes de contestar. —¿Hola? —Esperaba no sonar demasiado desesperado. —¿Podemos hablar? Mark. El usual terror que llenaba a Trey cuando hablaba con Mark no apareció. Estaba feliz de saber de él. De cualquiera. No había respondido a las últimas veinte veces que Mark había llamado o enviado mensajes de texto. Pero ahora… realmente necesitaba alguien con quien hablar. —¿Sobre qué? —preguntó Trey. —La gira terminó. ¿Dónde estás? —En casa. Acabo de entrar. —¿No te vas a quedar con tu novia, Reagan, esta noche? —¿Cómo sabes de Reagan? Nunca te dije su nombre. —Ha sido el tema más discutido en el Blog de Noticias de los Sinners durante las últimas dos semanas. ¿Posteaban en ese maldito blog cada vez que alguien en la banda estornudaba o se rascaba las pelotas? —No. No estoy con ella esta noche. Necesitaba un poco de tiempo para mí. — Aunque quería confiar en alguien en lo que respectaba a su ruptura con Reagan y cuán miserable era estar sólo, sabía que Mark no era la persona correcta. Trey no quería darle falsas esperanzas. —Mentiroso. Eres terrible a la hora de estar solo. Verdad. —Entonces, ¿por qué llamaste? —Sólo quiero hablar.

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—No hay nada que decir, Mark. —Tú eres el que me introdujo a este estilo de vida. Y sin duda, Trey se arrepentía de eso ahora. También se sentía como un hipócrita. Había presionado a Mark a aceptar su sexualidad, pero le había ocultado la suya a Reagan. Debería haber sabido que era la manera equivocada de lidiar con eso. Si él hubiera estado del otro lado, ofreciendo consejos a un amigo intentando ocultar quien era, se hubiera dicho a sí mismo que era un idiota. Que no funcionaría. ¿Por qué pensaba que podía hacerlo funcionar? Porque la había querido. Todavía la quería. Y había pensado que ella sería suficiente. Que funcionaría. —Sólo necesito un consejo —dijo Mark. —¿Sobre qué? —Sobre cómo recuperarte. 259

¿Recuperarlo? En primer lugar, Mark nunca lo había tenido. Trey se frotó el rostro con una mano, cerró la puerta del frente y cruzó la habitación para sentarse en el cómodo sofá demasiado acolchado. Sabía que tenía que ser cuidadoso con los sentimientos de Mark. Trey no estaba seguro de cómo hacerle entender su punto sin ser cruel. —Mark… —Algo te preocupa —dijo Mark—. Suenas diferente. Triste. —Me preocupan muchas cosas. —Se estiró para tomar el mando a distancia y encendió el televisor. Sonido de fondo. Necesitaba el ruido de fondo. —Dime. Puedes decirme lo que sea. —Ya no deberías llamarme. Estás aferrándote a un hilo. —¿Crees que no lo sé? No puedo ayudar a quien amo. —Y yo no puedo ayudar a quien no amo. Hubo una larga pausa.

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—¿Cómo fue la gira? —preguntó Mark, su voz falsamente alegre—. Vi algunos conciertos. Cuando pude librarme el trabajo. Intenté ir tras bastidores para verte, pero… —No es nada personal, Mark. Nadie puede ir tras bastidores. ¿Puedo preguntarte algo? —Trey tenía que hacerle entender de alguna manera. —Por supuesto. —¿Cómo sabes que estás enamorado? —preguntó Trey. Mark dudó durante tanto tiempo que Trey revisó su teléfono para asegurarse de que la llamada no se había cortado. —¿Por qué? —preguntó finalmente—. ¿Estás enamorado de alguien? —Eso creo. Es sólo que he amado a Brian durante tanto tiempo que no estoy seguro de poder reconocerlo con alguien más. —¿Cómo te hace sentir esa persona? Trey vaciló, inseguro de cómo describir cómo se sentía cuando estaba con Reagan. —Como si realmente estuviera vivo por primera vez en mi vida. —Yo también me siento así. Trey hizo una mueca. Como era usual, Mark oía lo que quería oír. Por eso era tan difícil deshacerse de él. —No quise decir que esté enamorado de ti, Mark. Creo que amo a Reagan. —Y se lo había dicho, ¿verdad? Probablemente no era lo mejor para decirle a alguien con quien estaba rompiendo. El repentino recuerdo de su rostro arrasado por las lágrimas contrajo su corazón. Sabía que era mejor que siguieran caminos separados. Ella nunca podría aceptar la parte de él a la que le gustaba la sensación de un duro cuerpo contra el suyo. El contacto de un hombre. Ser penetrado. Dominado. Follado. No quería herirla más de lo necesario. No podía renunciar a su atracción por los hombres. Lo había intentado. Quizás eso lo hacía un bastardo egoísta. Quizás nunca encontraría el verdadero amor. Quizás nunca sería tan feliz como lo había sido con ella, pero al menos sería honesto consigo mismo.

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—Ella no puede darte todo lo que necesitas —dijo Mark—. ¿Puedo ir? Te daré lo que necesitas. Sólo oír tu voz me pone duro. O si quieres dominarme, sabes que te lo permitiré. —Emocionalmente, Trey no estaba listo para esto, pero físicamente lo quería. Su cerebro estaba diciéndole que colgara antes de pedirle a Mark que viniera y le hiciera compañía, pero su cuerpo deseaba con ansias el contacto de un hombre. Si no era cuidadoso, cualquier hombre serviría. Al demonio con los sentimientos y las consecuencias. —¿Trey? —preguntó Mark. Trey se dejó caer de espaldas y miró el ventilador de techo. Sin importar cuánto quisiera a alguien que calentara su cama, no podía rendirse a la tentación. Sabía que se arrepentiría. Y Mark era la peor elección posible para calmar sus necesidades. Bueno, la segunda peor. Al menos no se había rendido con Ethan. Él era a quien Trey deseaba, pero eso hubiera devastado a Reagan. —No es una buena idea. Mark maldijo por lo bajo. —Odio estar condenadamente adicto a ti. ¿Crees que lo disfruto? Trey esbozó una sonrisa torcida. —Debes hacerlo. Siempre regresas por más. —No puedes negar que me deseas. —Disfruto el sexo contigo, por supuesto, pero abres todo un grupo de complicaciones con las que no estoy preparado para lidiar. Sé cómo se siente estar enamorado de alguien que no está enamorado de ti. He vivido de esa manera durante años. —¿Quién dijo que estaba enamorado de ti? —dijo Mark. —Creo que fuiste tú. —¿Estás diciéndome que si tuvieras la oportunidad de tener sexo con Brian, aunque supieras que él no te amaba, no la hubieras aprovechado? —Dios, sí —jadeó Trey—. Hubiera tomado cualquier cosa que el hombre quisiera darme.

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—Me siento de la misma manera por ti. No tienes que amarme. Deja que vaya y yo te amaré. —Pero entonces tendrás que tener la esperanza de que las cosas funcionarán entre nosotros y no será así. —Aunque Brian nunca tuviera sexo contigo en todos estos años, aun así, ¿no tenías esperanzas? Trey suspiró con frustración, se puso de costado y miró la pantalla del televisor. —Sí, pero… —¿Pero? Sin peros, Trey. Trey rió por lo bajo. —Exactamente. No hay peros. —Aduéñate de mí —susurró—. Sólo en el dormitorio. Prometo que no seré una molestia para ti, si tú sólo te adueñas de mí en el dormitorio. —Ahora mismo no puedo, Mark. Necesito algo de tiempo para acomodar la cabeza. ¿Por qué no llamas a Jacob? A él le encantaría tenerte. —No quiero a Jacob. Te quiero a ti. ¿No me quieres? ¿Soy indeseable? No entiendo. —Sabes que me siento atraído por ti. —Entonces fóllame. ¿Qué resultaría mal si se perdía en el sexo sin sentido? Había estado haciéndolo toda su vida sin pensarlo dos veces. ¿Qué había cambiado? Reagan. Reagan había cambiado todo y aunque a una parte de él le encantaría volver a como había sido antes de conocerla, sabía que ahora eso nunca sería suficiente para él. —No puedo, Mark. ¿De acuerdo? Simplemente no puedo. No eres tú realmente. Encuentra a alguien que merezca tu amor y tu atención. No soy yo. El intercomunicador cerca de la puerta frontal sonó. Trey frunció el ceño.

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—¿Quién podría ser a esta hora? —Se bajó del sofá, presionó el botón, y habló por el intercomunicador—. ¿Quién es? —Ethan. El corazón de Trey dio un salto. —Tengo compañía —le dijo a Mark—. Tengo que irme. —¿Quién es Ethan? De nuevo ese tono celoso. —Es el compañero de piso de Reagan. No vuelvas a llamarme. No contestaré. —Gracias por hablar conmigo. Te extraño. —Adiós. —Trey cortó. Su intercomunicador sonó una vez más. Se frotó el rostro con una mano y luego presionó el botón para volver a hablar con Ethan. —¿No crees que ya me has causado suficientes problemas por un día? —Reagan y yo hablamos. Cree que puede manejar… —El repetitivo ladrido de un perro pequeño salió por el parlante del intercomunicador. —Estás en mi camino, grandote. —La voz marchita de la Sra. O’Neal, que vivía al final del pasillo de Trey, se oyó por el parlante—. Tranquilo, Shortie. —El ladrido cambió a una serie de bajos gruñidos. —Disculpe —le dijo Ethan a la mujer. En el intercomunicador, dijo—. Mira, Trey, no creo que queramos discutir esto por el intercomunicador. ¿Puedo subir? —¿Reagan está contigo? —dijo Trey. —No. Estoy solo. Trey no estaba seguro de por qué sentía tal decepción. De hecho, eso no era verdad. Todavía tenía sentimientos por la mujer. No podía apagar eso con sólo salir por la puerta. Sí quería oír lo que Ethan tenía que decir. Quizás las cosas podrían funcionar con Reagan. Ethan la conocía mejor que nadie. Quizás podría ayudar a Trey a descifrar cómo proceder desde ahí, porque aunque había dicho que quería romper con ella, no

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quería. Para nada. La quería de vuelta. Quizás podría satisfacerse con estimulación artificial. ¿Ella usaría un strap-on25 para él? O quizás… No lo sabía. Sin embargo, tenía que hacer algo. Su conversación con Mark le había hecho darse cuenta de que necesitaba a esa mujer en su vida. La amaba. —De acuerdo. Trey presionó el botón para permitir que Ethan entrara al edificio. Metió su teléfono en el bolsillo y miró alrededor del apartamento. No estaba seguro sobre qué podría querer hablar Ethan con él. Probablemente estaba bastante enojado porque Trey había hecho llorar a Reagan. Quizás estaba subiendo las escaleras para reacomodarle el rostro. Tenía ese asunto del temperamento cuando pensaba que estaba protegiendo a los inocentes. Y sin duda, Reagan era la inocente en esta situación. Quizás Trey no debería haber permitido que entrara al edificio después de todo. Quizás podría fingir que no estaba en casa. Unos nudillos golpearon la puerta. —¿Trey? —gritó Ethan desde el pasillo. El padre de Trey era cirujano plástico. Haría un buen trabajo arreglando el rostro de Trey si Ethan estaba lo suficientemente enojado para golpearlo. Trey respiró profundamente y fue a abrir la puerta. Ethan miró a Trey con esa hambre feroz que hizo que las pelotas de Trey palpitaran. Maldito. ¿Por eso había venido? ¿Por sexo? Ethan no lucía enojado. Ni siquiera molesto. Lucía caliente. Ethan entró al apartamento, frotándose contra Trey al pasar. Trey cerró los ojos e intentó no ser tan obvio al inhalar el aroma masculino y embriagador de Ethan. Rechazar a Mark por teléfono había sido fácil. Ethan, aquí presente, era otra historia. Concéntrate en no perder a Reagan. Aún no te has descarriado. Puedes arreglar las cosas con ella. Se fuerte. Trey cerró la puerta. Ethan estiró la mano y giró la traba. Estaba tan cerca, olía tan bien y se sentía tan duro. Mierda, había pasado demasiado tiempo desde que Trey 25

Strap-on: juguete sexual que consta de un arnés que se usa en las caderas y al que se le agrega un consolador.

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había estado con un hombre. No podía negar sus necesidades. No estaba seguro de por qué alguna vez había pensado que podía hacerlo. Las manos de Ethan fueron al culo de Trey. —Ahora eres mío —dijo en un gruñido bajo. —Ethan, ¿por qué viniste aquí? —preguntó Trey, aunque probablemente podría adivinarlo. Ethan movió una mano para sostener el mentón de Trey entre su pulgar y dedo índice y forzó su cabeza hacia atrás. —Estoy aquí para follarte —dijo Ethan. Trey se alejó de él. —Esto es lo que planeabas, ¿verdad? ¿Hacer que rompiera con Reagan para poder seducirme? Ethan sacudió la cabeza. —No te halagues. Ella me envió aquí para seducirte. Piensa que puede permitir que tengas un amante hombre siempre que sea yo. Trey rió. —Ésa es la historia de mierda más grande que he oído jamás. Reagan nunca diría eso. Sólo mira lo asustada que estaba cuando tú la engañaste con un hombre. —Pero tú no la engañaste. Mientras que yo me escabullí en secreto para encontrar gratificación sexual, tú fuiste franco y honesto con ella. Está dispuesta a intentar esto para mantenerte en su vida. Diría que eso te hace un afortunado hijo de puta. —Así que se me permite tener sexo con un hombre, pero sólo si eres tú —dijo Trey—. ¿Tengo derecho a tener una opinión en esto? Ethan lo miró con la boca abierta. Aparentemente, eso no era lo que había esperado que Trey dijera. Probablemente había pensado que a esta altura ya estaría desnudo y lubricado. —¿No quieres?

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Trey sonrió torcidamente. —No creo que Reagan sepa en qué se está metiendo. De hecho, estoy medio convencido de que estás inventándote esta historia y que estás aquí porque quieres estarlo. No creo que tenga nada que ver con Reagan. Creo que estás usándola como una excusa para follar. O para asegurarte de terminar el asunto para que no haya manera de que ella permita que me acerque a ella jamás. —Reagan sí me envió, pero si yo no quisiera estar aquí, no lo estaría. Sabes que te deseo, Trey. No sé qué estás objetando. ¿Acaso este arreglo no hará que todo funcione para todos? —No me gusta que me digan con quién se supone que debo acostarme. —Aunque honestamente, había querido acostarse con Ethan la primera vez que lo había visto y lo había hecho desde ese momento. El teléfono de Ethan sonó y se sorprendió. Cambió su atención de Trey a su teléfono. —Sí —respondió—. Es Reagan —formó las palabras en silencio hacia Trey—. Sí, se lo dije. —Hizo una pausa—. No estoy seguro. No parece creerme. Trey estaba tenso mientras Ethan hablaba con Reagan. Si esto estaba sucediendo, ella le estaba ofreciendo lo mejor de ambos mundos. Una maravillosa mujer a quien amar. Un potro caliente a quien follar. Pero Trey todavía se sentía manipulado. No estaba seguro de por qué. Quizás porque él era el único que no había tenido una opinión en el asunto. Reagan y Ethan habían decidido esto sin él. —Reagan quiere hablar contigo —dijo Ethan y le entregó el teléfono a Trey. Casi lo dejó caer. —Reagan —dijo él sin aire. —Hola, cariño. Me imaginé que no creerías a Ethan si yo no respaldaba su historia. ¿Estás de acuerdo con este arreglo? El corazón de Trey golpeaba en su pecho. —Creo que vas a terminar lastimada. He estado pensando. No lo sé. Quizás podría hacer que estas necesidades fueran más tolerables con un consolador o… —Se obligó a no mirar a la tentación que era Ethan de pie junto a su puerta. Sabía que un consolador no era sustituto para un pedazo caliente de carne, pero si ayudaba a que

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Trey mantuviera a Reagan junto a él, podría intentar satisfacerse con menos. Mucho, mucho, mucho menos. —Eso no será suficiente y lo sabes —dijo Reagan—. No sientas que estoy probándote, Trey. Ésta fue idea mía. —Pero pensarlo. Decirlo. Vivirlo. Son cosas diferentes. —Si es lo que te hace feliz, quiero que lo tengas. Sin embargo, nada de tontear con otras mujeres. No tengo partes corporales de hombre, pero tengo todos los bienes de las mujeres. Soy la única mujer en tu menú. ¿Entiendes? ¿Ella estaba dispuesta a hacer esto por él? ¿Sí lo amaba, entonces? No podía amarlo una millonésima parte de lo que él la amaba en ese momento. Un poco de la tensión se derritió de su cuerpo y él sonrió. —Lo entiendo. —Ella lo hacía feliz. Sólo hablar con ella hacía que su corazón aleteara—. Te amo, Reagan. Quiero que sepas que tener sexo con otro hombre no cambiará cómo me siento por ti. Aun así te amaré. Siempre te amaré. ¿Me crees? — preguntó Trey. Cuando ella no dijo nada, su corazón se tropezó por varios latidos—. ¿Reagan? —Lo… lo lamento —dijo ella entrecortadamente—. No esperaba que esas tres palabritas me quitaran el aire. Quiero mirarte a los ojos cuando te las devuelva. ¿De acuerdo? —De acuerdo. —Voy a darles a Ethan y a ti un poco de tiempo a solas. Sólo quería asegurarme de que supieras que estoy de acuerdo con esto y que quiero que le demos a esta relación otra posibilidad. Cuando necesites una polla, ve a Ethan. Él puede ayudar —lo dijo como si Ethan fuera un mecánico que fuera a cambiarle el aceite a Trey. —¿No quieres participar? —preguntó Trey. Ella rió, un sonido más de incomodidad que de humor. —No estoy segura de estar lista para eso. —Disfrutaría mucho más de esto si todos participáramos. —Sí, creo que sería sexy verlos besarse —dijo ella vacilante.

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Trey sonrió. —Te enviaré una foto. —Esperaba que Ethan no fuera tímido frente a las cámaras. Reagan gimió. —¿Eso está bien? —le preguntó Trey. —Dios, sí. Creo que podría querer participar la próxima vez. No estoy segura de si verte con alguien más que no sea yo me podrá loca de celos o no. Déjame pensarlo. —No hay presión —murmuró Trey—. Es sólo que sabes cuánto adoro tu cuerpo. Imagina si tuviera asistencia. —Colgó. Trey arrinconó a Ethan contra la puerta. Lo miró profundamente a los ojos. —Última oportunidad de retirarte, Ethan. No tienes idea de cuánto te deseo en este momento. —Estoy seguro de que no se acerca a cuánto te deseo yo. Trey cerró la distancia entre sus bocas y lo besó. El beso empezó caliente, profundo, apasionado, pero pronto progresó a uno demandante, hambriento e intenso. Trey estaba tan atrapado en ser devorado que casi olvidó que le había prometido una foto a Reagan. Levantó su teléfono a un lado y se esforzó para sostener la cámara quieta mientras se daba un festín en los fuertes labios de Ethan y pegaba su cuerpo a lo largo de su dura longitud. Tomó una foto y luego deslizó el teléfono de vuelta en su bolsillo para poder aferrarse al cuerpo duro de Ethan con ambas manos. Ethan apartó su boca y tomó el cabello de Trey en sus puños. —He querido follarte desde el momento en que puse mis ojos sobre ti. —Lo sé. —Tócame —dijo Ethan en un gruñido bajo. —Oblígame. La mirada ardiente que Ethan le dio fue suficiente para hacer que Trey se estirara hacia la bragueta de Ethan. Ethan hizo un sonido que fue en parte gruñido, parte ronroneo y utilizó su asidero en el cabello de Trey para estrellar su boca contra la de él. Dios, Trey lo necesitaba rudo de esta manera. No estaba seguro de si Ethan había

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entendido lo que necesitaba o simplemente estaba excitado. Trey liberó el botón superior de los jeans de Ethan. El dorso de sus dedos rozó el estómago duro de Ethan y apartaron sus bocas para mirarse. Trey lentamente bajó la cremallera de Ethan. El aliento de Ethan salió en ásperos jadeos y entrecortados cuando Trey liberó su polla caliente y dura de sus pantalones. —Quiero tu boca en mí —dijo Ethan. —Quiero mostrarle a Reagan lo duro que estás —dijo Trey con una sonrisa torcida. Sacó el teléfono de su bolsillo y le envió la foto un poco borrosa de su novio y su mejor amigo besándose. No esperó para averiguar cómo ella respondería ante esa imagen. Quería empujarla al límite de su zona de comodidad y más allá. Trey envolvió su mano alrededor de la polla de Ethan y lo acarició suavemente desde la base a la punta. Ethan tenía una polla magnífica. Gruesa y dura. Trey no podía esperar a que lo llenara. Trey tomó una foto de su mano acariciando la polla de Ethan y se la envió a Reagan antes de caer de rodillas a los pies de Ethan. Alzó la vista hacia él y sostuvo su mirada mientras lamía la cabeza de su polla. Sostuvo en alto el teléfono hacia Ethan. —Toma una foto para Reagan y envíasela. —¿Estás seguro? —Sí. Necesita acostumbrarse a esto, porque mañana estará personalmente involucrada en ello. —No estoy seguro de que le vayan los tríos. Trey le sonrió desde abajo. —Sin duda le van los tríos. Sólo tiene que acostumbrarse a la idea. Ethan le dio a Trey una mirada inquisitiva pero hizo lo que le pidió. Trey se concentró en lamer, besar y succionar la sensible cabeza de la polla de Ethan. Ethan tomó varias fotos y se las envió a Reagan. —Sabía que serías bueno en esto —le dijo a Trey. Acarició su cabello suavemente y acarició su rostro—. Tienes la boca más sensual. —Llama a Reagan —dijo Trey—. Pregúntale qué está haciendo.

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Ethan marcó su número. —Trey quiso que te llamara y te preguntara lo que estás haciendo —dijo en su teléfono. Hizo una pausa—. Mmm, déjame escucharlo. —¿Qué está haciendo? —preguntó Trey, aunque tenía sus sospechas. —Se está masturbando. Trey sonrió. —Bien. Pensé que esto la calentaría. Dame el teléfono. Ethan se lo entregó y Trey lo sostuvo en su oído. Escuchó el inconfundible zumbido de un vibrador, los sonidos de su carne resbalosa siendo machacada rítmicamente y en la distancia sus gemidos de placer. —Reagan —dijo, esperando que ella pudiera escucharlo—. ¿Reagan? —Trey —dijo ella sin aliento. —¿Te pone celosa verme con Ethan? —preguntó. —¿Celosa? No. ¿Cachonda? Oh Dios, sí. —Acaba para mí, cariño. Déjame oír cómo acabas. Mientras Trey oía los gritos de placer de Reagan, trabajó en quitar los jeans de Ethan. En cuestión de segundos, Reagan gritó cuando se corrió. —¿Fue bueno, Reagan? —Habría sido mucho mejor contigo. Sonrió. —Mañana te mostraré mi posición favorita —dijo Trey. —Por fin. —Ethan tendrá que participar. —Bien —dijo ella sin aliento. —Te veremos por la mañana. Mientras tanto, piensa en lo que quieres de nosotros.

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—No puedo pensar en todo ahora mismo. Trey rió entre dientes. —Entonces te sorprenderemos. —Colgó y volvió a poner el teléfono en su bolsillo. —¿Le gusta esto? —preguntó Ethan. —Por suerte para nosotros. ¿Vas a ayudarme a recompensarla mañana? —Si me deja. Trey le guiñó un ojo. —Te dejará. —¿Puedo concentrarme en ti ahora? —Sí, por favor. Ethan ayudó a Trey a ponerse de pie. Le quitó la camisa a Trey sobre su cabeza e inclinó su cabeza para atraer el aro en el pezón de Trey a su boca. Chupó. Con fuerza. El tirón pareció extenderse hasta las pelotas de Trey. Ethan succionó un sendero descendiente por el vientre de Trey a la vez que bajaba hasta ponerse de rodillas. Desabotonó la bragueta de Trey mientras lo miraba. Ethan lentamente tiró de los jeans y bóxers de Trey hacia abajo hasta que su polla saltó libre. Ethan emitió un jadeo excitado. Bajó cuidadosamente los pantalones de Trey por sus piernas y le quitó la ropa, quitando los zapatos y calcetines de Trey en el proceso. Trey miró fijamente el rostro embelesado de Ethan. Sus labios estaban a centímetros de la polla de Trey, pero no la estaba chupando. Más como adorándola de lejos. La respiración caliente y húmeda de Ethan acarició la piel más sensible de Trey. Trey luchó contra la urgencia de empujar hacia delante hasta que su polla rozara los labios de Ethan. Tras varios instantes, Ethan se puso de pie de un salto sin tocar en absoluto a Trey. Ethan se quitó la camiseta blanca, dándole a Trey una gloriosa mirada de sus abultados músculos en los lugares correctos. Inmovilizó a Trey con una mirada dura: sus ojos marrones intensos, su expresión ilegible. Trey no estuvo seguro de por qué esa mirada lo tuvo listo para caer de rodillas a los pies de Ethan y rogar por su contacto.

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Mientras más tiempo Ethan lo miraba, más rápido y con más fuerza latía el corazón de Trey en su pecho. Trey bajó la mirada a la polla de Ethan; dura, enorme y sacudiéndose de excitación. Trey no podía esperar a ser llenado. Estirado hasta sus límites. Esperaba que Ethan se apresurara con eso. ¿No se daba cuenta de cuánto Trey necesitaba esto? Quizás necesitaba ser más directo. —Tengo condones y lubricante en mi habitación —dijo Trey. —¿Quieres que vaya a buscarlos y los traiga aquí? —La elección es tuya. Estoy a tu merced. Una lenta sonrisa se dibujó en el rostro de Ethan. —No lamentarás ponerme a cargo. —Se inclinó hacia adelante y mordió el labio inferior de Trey—. Enséñame el camino. Apresurándose hacia su habitación, Trey encendió la luz y entró en el gran cuarto. Fue a la cómoda y abrió el cajón superior. Tenía docenas de condones dentro. Lubricantes. Juguetes diseñados para dar placer a los hombres. El segundo cajón era todo para las damas. Dama, se corrigió. —Todo lo que necesitarás está aquí —le dijo a Ethan. —¿Qué te gusta? —preguntó Ethan. —Todo —dijo con vacilación—. Pero esta noche necesito ser dominado. Ethan le sonrió. —Y yo necesito dominar. Mientras Ethan examinaba la colección de condones, lubricantes y juguetes de Trey, Trey hizo la iluminación de la habitación menos brillante. Encendió varias lámparas y apagó las luces del techo. —Ve y párate mirando el extremo de la cama. —La profunda y demandante voz de Ethan envió hormigueos de placer por la columna de Trey. ¿Por qué Trey había pensado que alguna vez podría renunciar a los hombres? Le encantaba estar con un hombre tanto como le encantaba estar con una mujer. Lo único que posiblemente podía

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mejorarlo era estar con ambos a la vez. Conseguirían eso mañana. Trey se movió para pararse en el extremo de la cama y esperó a Ethan. Y esperó. Y esperó. Cuando se volvió para ofrecerle a Ethan una mirada interrogante, Ethan dijo—. Dije de cara a la cama. Trey se volvió nuevamente hacia la cama y esperó más tiempo. Su anticipación creció hasta el punto de estremecerse cuando Ethan por fin lo tocó la parte baja de su espalda. Ethan plantó un tierno beso en la nuca de Trey y su mano se deslizó sobre el vientre de Trey mientras lo tiraba hacia atrás contra la longitud de la dureza de su cuerpo. Trey sintió la polla de Ethan, dura y gruesa contra su culo. Esperó a que entrara en su cuerpo. Que simplemente lo tomara. Trey estaba bien con ello. No necesitaba las tiernas caricias ni los besos amorosos en este tipo de situación. No era extraño para él tener sexo sólo por tenerlo, así que lo tomó un poco por sorpresa cuando Ethan comenzó a mordisquear el borde de su oreja y a acariciar su vientre, su pecho, sus brazos. —Tienes un cuerpo perfecto —murmuró Ethan—. Y hueles tan bien. —Las manos de Ethan se deslizaron hacia abajo por las caderas de Trey, sus dedos trazando las crestas de los huesos de las caderas. Ethan rodeó la polla de Trey con ambas manos y lo acarició lentamente con un firme asidero. Trey apoyó la espalda contra el pecho duro de Ethan y cerró los ojos. Jadeó de placer, temblando por el deseo incumplido. —Quiero oírte, Trey. Haz algo de ruido para mí. Las manos de Ethan se movieron más rápido. El instinto de Trey fue apretar los dientes y contenerlo todo, pero le gustaba darles a sus amantes lo que querían, así que se esforzó en vocalizar su excitación. La lengua de Ethan trazó el borde exterior de su oreja y luego se hundió dentro. Trey emitió un grito balbuceante. —Maldición, quiero follarte —gruñó Ethan en su oído. Mordió el borde de la oreja de Trey y lo sostuvo mientras acariciaba más rápido la polla de Trey. Más rápido. El latido del corazón de Trey se aceleró fuera de control. —No me hagas acabar todavía. Te quiero dentro cuando me acabe. Ethan. ¿Ethan?

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Ethan dejó caer las manos y se apartó. Desorientado, Trey intentó recobrar el aliento. —¿Está bien si sólo te miro? —preguntó Ethan. No. ¿Qué estás esperando? —Um… —dijo entre jadeos—. Um… necesito… Las manos de Ethan comenzaron a vagar por el cuerpo de Trey nuevamente. Acarició el interior de sus muslos, tomó sus pelotas con suavidad y luego frotó sus caderas rítmicamente. Trey susurró. —Quiero sentir tu cuerpo contra el mío. —Su duro y fuerte cuerpo. Ethan hizo girar a Trey para estar frente a frente y tiró de él contra su pecho. Lo besó profundamente, la lengua empujando en la boca de Trey, y con él aferrándose a su musculosa espalda. La ruda manera de Ethan lo encendió por completo. Quería ser tomado. Devorado. Las manos de Trey se frotaron duras protuberancias y sobresalientes músculos. El trasero del hombre era espectacularmente firme bajo las palmas curiosas de Trey. La polla dura de Ethan empujaba en el vientre de Trey. Él quería que empujara contra otra parte completamente distinta. Las manos de Ethan se movieron hacia abajo por el culo de Trey. Cuando comenzó a masajear la palpitante abertura, la fuerza abandonó las piernas de Trey y se tambaleó contra Ethan. Sí, ése era el lugar. —¿Quieres que use el lubricante adormecedor? —Trey sacudió la cabeza—. Soy bastante grande. No quiero lastimarte. —Quiero sentirte. No me gusta estar adormecido. Un instante más tarde, dedos resbaladizos comenzaron a frotar contra la apertura de Trey. Él amplió su postura. Sí. Ahora. Tómame, Ethan. El dedo de Ethan se deslizó en el interior del cuerpo de Trey y éste jadeó de excitación. Hacía demasiado tiempo desde que había estado con un hombre. Demasiado tiempo.

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Ahora Ethan tenía dos dedos dentro de él. Movió los dedos en un amplio arco, estirando el cuerpo de Trey para aceptarlo más fácilmente. —Estoy listo para ti —insistió Trey—. No me hagas esperar. No puedo soportarlo más. Ethan se puso un condón y cubrió su polla con mucho lubricante. Trey se mordió el labio cuando los dedos de Ethan se sumergieron profundamente. Mierda, estaba excitado. Iba a acabar con tanta fuerza cuando se dejara ir. Ethan liberó sus dedos y volvió el cuerpo de Trey para que mirara en la dirección opuesta. Empujó la cabeza de su polla contra el trasero de Trey. El calor corrió por la columna de Trey. La mano de Ethan se movió para acariciar la punta de la polla de Trey, distrayéndolo con placer mientras buscaba la posesión. Trey se inclinó hacia delante para hacerle más fácil a Ethan entrar. Enterró les dedos en la colcha en el extremo de la cama y se relajó. Ethan presionó hacia adelante, reclamando el cuerpo de Trey un agonizantemente lento centímetro a la vez. Estirado hasta sus límites, Trey se estremeció de placer. Ni siquiera se había dado cuenta que estaba jadeando de éxtasis hasta que Ethan dijo. —¿Estás bien? ¿Puedo ir más profundo? ¿Había más? ¡Mierda, sí! —S… sí… más profundo. Oh, Dios. Eres tan… grueso. —¿Duele? —No. Se siente fenomenal. Ethan, ahora completamente enterrado, tomó las caderas de Trey con ambas manos y enterró su polla más profundamente. —Ah, sí —jadeó Trey y se meció hacia atrás para encontrarse con él. Ahora lo tenía completo. Adentro. Ethan retrocedió lentamente y luego empujó hacia delante, con fuerza y profundo. Trey gritó cuando Ethan repitió el movimiento otra vez. De nuevo. Sabía que no duraría mucho. Esto era exactamente lo que había estado anhelando; una profunda y dura penetración. Un macho dominante que supiera cómo darle placer mientras lo tomaba.

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Trey se inclinó más hacia delante y apoyó la cabeza en el extremo del colchón. Se sentía tan bien. Sólo quería sentir a Ethan moviéndose dentro de él. No necesitaba nada más. Sólo esto. Ethan deslizó sus manos alrededor de las caderas de Trey y tomó su polla con ambas manos. No acarició el largo de Trey, sólo lo sostuvo hasta que Trey no pudo soportarlo más y comenzó a mecer sus caderas, empujándose en las manos de Ethan. Lo único que podría haberse sentido mejor, sería si él estuviera empujando en el cuerpo de Reagan. Mañana volvería realidad ese pensamiento. Trey luchó contra el orgasmo. Respirando con fuerza. Queriendo que el placer creciera. Que durara. Ethan lentamente se retiró y luego se lanzó de nuevo hacia delante, tan profundo que sus pelotas rebotaron contra Trey. Trey cayó sobre el borde. Unos espasmos se apoderaron de la base de su polla y su culo se tensó alrededor de la polla de Ethan que empujaba. Ethan se detuvo a medio empuje y gimió. Cuando el cuerpo de Trey quedó fláccido, Ethan envolvió ambos brazos alrededor de él y lo enderezó para que su espalda estuviera firmemente presionada contra el vientre de Ethan. Las manos de Ethan se movieron sobre el pecho de Trey. Su vientre. Sus caderas. Ethan succionó y lamió el costado del cuello de Trey hasta otra oleada de placer lo atravesó y se estremeció. —Todavía no terminé. —Ethan dio vuelta a Trey para que mirara el poste en el extremo de la cama. Tomó las manos de Trey y las envolvió alrededor de la suave madera—. Agárrate fuerte. Voy a follarte hasta que estés duro de nuevo. No voy a permitirme acabar durante un largo, largo rato. Trey hizo un sonido de tormento pero se aferró a la columna con ambas manos y se abrió de piernas para darle un acceso más fácil a Ethan. Las manos de Ethan trabajaron la polla de Trey mientras empujaba suavemente, casi con cariño. También continuó besándole la nuca. Trey no estaba seguro de por qué estaba siendo tan tierno con él. O por qué insistía en ponerlo duro de nuevo. Estaba satisfecho. —Ethan, no tienes hacerme acabar de nuevo —le dijo Trey—. Te dejaré terminar.

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—He estado pensando en todas las cosas que he querido hacerte durante semanas —dijo él, su profunda voz haciendo que la polla de Trey se estremeciera a la vida en su mano. Algo en su timbre excitaba a Trey—. Estoy en la cama y pienso en ti. Me digo que no puedo tenerte. No puedo tocarte. Eres de Reagan. Me pongo tan duro pensando en ti. Preguntándome si eres tan maravillosos como imagino. —Mordisqueó su oreja—. Eres incluso mejor. Me niego a cualquier contacto por tanto tiempo como puedo soportarlo y luego cuando finalmente me masturbo acabo con tanta fuerza. Como hice en el baño esta noche mientras observabas. Ésta podría ser mi única oportunidad de convertir esas fantasías en realidad. Ni siquiera he comenzado contigo, Trey. ¿Realmente acabaría ésta siendo su única vez juntos? Trey supuso que era posible que Reagan cambiara de idea y las cosas no resultaran, pero Trey sinceramente esperaba que ése no fuera el caso. Realmente le gustaría que Ethan se volviera una presencia permanente en su vida sexual. Trey casi lloraba para cuando Ethan consiguió ponerlo duro otra vez. El placer era casi demasiado para soportarlo. Ethan continuó poseyendo lentamente a Trey desde atrás. Alentó a Trey a volverse hasta que estuvieron de frente al espejo sobre la cómoda en el extremo de la cama. Trey amaba cómo Ethan lucía detrás de él. Tan grande y poderoso. La piel bronceada de sus manos contrastaba con el tono más ligero de la polla de Trey mientras lo acariciaba. —Santo Dios, qué vista —gruñó Ethan y hundió los dientes en el hombro de Trey para aquietar sus gritos de éxtasis cuando su excitación finalmente alcanzó su punto álgido. Los embistes de Ethan se volvieron más vigorosos y poco profundos mientras buscaba una rápida liberación. Su cuerpo se tensó detrás de Trey y maldijo por lo bajo. Los gruñidos de placer de Ethan mientras acababa hicieron que las bolas de Trey se tensaran, pero no acabó. Estaba a un largo camino de acabar una segunda vez. Luego de un momento, Ethan salió y masajeó la apertura de Trey con dos dedos. —¿Estás bien? ¿Fue demasiado? Trey lo miró por encima del hombro y encontró su mirada. —¿Estás bromeando? Nunca tengo suficiente. Ahora es mi turno. El apuesto rostro de Ethan se arrugó con confusión. —¿Tu turno?

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—Para tomarte. Ethan rió. —No va a pasar. No me dejo penetrar. Jamás. —¿Nunca? —No. —Entonces, ¿eres virgen? —preguntó Trey, su lado depredador haciendo que su corazón golpeara con pensamientos de cacería. Trey quería a Ethan en cada forma y si podía ser el primero en tomarlo, eso incrementaba su interés aún más. Le encantaban los vírgenes. —Y voy a seguir así. Por ahora, pensó Trey. —Bueno, no vas a dejarme así —dijo Trey, asintiendo hacia su dura polla. —Claro que no. No va a ir a mi culo, pero todavía no la he saboreado. —Se lamió el labio superior y las rodillas de Trey cedieron. El hombre era un gran besador. Trey no podía esperar a sentir esos fuertes labios tirando de su polla. Tomó una paleta de repuesto de la mesita de noche, la desenvolvió y se la metió en la boca. Luego se subió a la cama y se acostó de espaldas. Apoyado sobre las almohadas, Trey entrelazó las manos detrás de su cabeza y miró al hombre magnífico a los pies de la cama. —Ponte a trabajar —dijo con una sonrisa torcida y asintió hacia su erección. Trey metió y sacó la paleta de su boca unas cuantas veces y no pudo evitar reír entre dientes ante la expresión de Ethan. Parecía como si lamentara el haberse permitido acabar. Ethan se arrastró sobre la cama y lamió la polla de Trey. Su lengua se deslizó por la longitud de Trey y luego hacia abajo. Arriba. Abajo. Arriba. Cuando alcanzó otra vez la palpitante cabeza de Trey, Ethan la succionó con sus labios, tomándolo en un profundo beso. Trey se aferró a la ropa de cama debajo de él. Su espalda se arqueó involuntariamente. Ethan miró a Trey.

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—Eres tan condenadamente sexy. —Gruñó y ubicó un beso succionante justo debajo del ombligo de Trey. Hizo su camino hacia arriba del cuerpo de Trey, dejando marcas de fuertes mordiscos en todo el camino hasta su cuello—. Nunca he conocido a un hombre más adecuado para el sexo. —Ethan tomó su paleta y la lanzó a un lado antes de tomar su cabello en ambos puños y besarlo. Con fuerza. Trey no sabía cómo el hombre sabía que le gustaba ser tratado rudamente por sus amantes masculinos. Lo volvía loco de deseo. Trey gimió en la boca de Ethan. Ethan inhaló las vocalizaciones de excitación de Trey mientras besándolo. Trey sabía que estaba cantando. —Oh, mierda… —Pero no podía detenerse. Ni tampoco parecía poder detener su mano de moverse hacia su polla. Quería que Ethan lo viera acabar. Mostrarle cuánto lo deseaba. Ethan tomó las muñecas a Trey y las fijó a la cama. —Déjame hacerlo, Trey. —Apresúrate, Ethan. Lo único que lo excitaba más que ser tratado rudamente por un hombre era ser inmovilizado y forzado a recibir placer. El primer hombre con el que había estado, Brian, le había hecho eso y Trey lo llevó en su corazón por una docena de años. Trey alzó la mirada hacia Ethan, asombrado de tener ese mismo ardiente deseo que sintió por Brian cuando miraba a Ethan. No lo llamaría amor. Pura satisfacción sexual. Así es como lo llamaría. —Mierda, me estoy poniendo duro otra vez —dijo Ethan, su voz áspera—. Ya te deseo otra vez. Ethan tiró a Trey por la cama y lo hizo rodar hasta ponerlo sobre su estómago. Cuando Ethan yació sobre él, Trey suspiró con satisfacción. El calor y el aroma masculino de Ethan lo rodearon. Ethan frotó su polla hacia arriba y hacia abajo por la grieta del culo de Trey, volviéndolos locos a ambos con necesidad. —¿Estás listo para mí otra vez? —preguntó Ethan. —Nunca dejé de estarlo.

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24 Traducido por Otravaga y Simoriah Corregido por Simoriah

Ethan frotó los labios sobre el hombro de Trey, su lengua recogiendo la sal de su piel. El hombre tenía a Ethan en nudos. No podía recordar haber estado alguna vez así de loco por nadie. La idea de que Reagan estuviese dispuesta a compartir a Trey volvía complemente loco a Ethan. Cuando él lo había sugerido, no creía que existiera la posibilidad de que ella estuviera de acuerdo, pero ahora que había hecho el amor con Trey, Ethan se dio cuenta de que estaría dispuesto a hacer cualquier cosa para conservar al hombre también. Quizás Reagan y él juntos podían mantener Trey yendo —o viniéndose— por años. Tal vez para siempre. Ethan nunca antes había puesto un “para siempre” en su ecuación. Ethan entrelazó las manos con las de Trey y lo inmovilizó boca abajo sobre el colchón. Trey estaba totalmente sumiso bajo su cuerpo. Dominar a un hombre fuerte satisfacía a Ethan como ninguna otra cosa. Por un instante se preguntó cómo sería estar en el lugar de Trey. Permitiéndose ser tomado. Ethan nunca antes había considerado ser dominado por un hombre, pero quizás le permitiría a Trey… No estaba seguro de por qué pensaba de esa manera. Él no era así. Ethan levantó sus caderas y tomó su polla, frotándola sobre el resbaladizo agujero de Trey, provocándolo hasta que él comenzó a gemir y a balancearse hacia atrás contra él. —¿La quieres? —preguntó Ethan. —Sí. —Qué mal. No estoy listo para dártelo. Trey se retorció.

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—Necesito acabar. —Acabarás cuando yo te lo permita. —Ethan —dijo él sin aliento. Las bolas de Ethan se apretaron ante el sonido de su nombre en los deliciosos labios de Trey. Abandonó su pequeño juego de dominación y besó el lado del cuello de Trey con besos suaves y succionados. Podría enamorarse por completo de este tipo. Probablemente ya lo estaba. Agitó el aro de Trey con la lengua y presionó la cabeza de su polla contra el culo de Trey. Se estremecieron al unísono. Ethan se retiró apresuradamente. Sin importar cuánto quisiera follar a Trey piel con piel, sabía que necesitaba un condón. —No te muevas —gruñó al oído de Trey. —¿Qué harás si desobedezco? 281

Ethan agarró las mejillas del culo de Trey con ambas manos, apretó, y las separó para abrirle el culo de un tirón. —No te follaré donde te gusta. Trey gimió y se quedó perfectamente inmóvil mientras Ethan salía de la cama para encontrar un condón y más lubricante. Cuando regresó a la cama, Trey yacía completamente relajado. —¿Estás cansado? —No, puedo seguir toda la noche. Es sólo que me siento mucho mejor ahora. Gracias. Ethan sonrió para sus adentros. —No es necesario que me agradezcas. —Se unió a él en la cama y se acomodó de espaldas—. No acabes a menos que te lo diga. —Ethan. —Tampoco hables. Sólo tómalo. Trey se relajó debajo de él.

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—Sí —susurró—. Dame lo que necesito. Mientras Ethan luchaba con la idea de que no sólo quería follar a Trey, sino que quería hacerle el amor, dejó un rastro de besos por el centro de su espalda. ¿Por qué se sentía de esta manera? ¿Tan tierno? Había estado enamorado de mujeres en el pasado, pero los hombres siempre habían sólo sido compañeros de folladas para él. Sólo con fines de entretenimiento. La dulce entrega de Trey jugaba con sus fibras sensibles. Tal vez debería renunciar a los juegos preliminares si quería salir de este encuentro todavía en posesión de su corazón. Ethan se colocó un condón y cubrió su estirada polla con lubricante. Mierda, este tipo lo ponía duro. Se colocó sobre la espalda de Trey, sabiendo que Trey lo quería con fuerza, pero se deslizó en él lentamente. Tomándose su tiempo. Poseyéndolo un centímetro a la vez. —¿Por qué tan suave? —murmuró Trey. —No estoy seguro —admitió Ethan—. Levántate sobre los codos. Trey reposicionó su cuerpo de modo que sus hombros se elevaron de la cama. Apoyó su peso en sus antebrazos. —Arquea más la espalda —instruyó Ethan. Esto pondría más peso en la polla de Trey de modo que cuando Ethan lo penetrara, él sentiría algo de fricción entre el edredón de satén y su vientre. Además, Ethan podía tironear del aro en el pezón de Trey con el dedo mientras se aferraba a su pecho esculpido. Ethan dejó un rastro de besos sobre hombros y la nuca de Trey mientras encontraba un ritmo lento y constante en su interior. Mantuvo el equilibrio con una mano en la cama, mientras utilizaba la otra para acariciar el vientre de Trey, su caja torácica, su pezón. Nunca había hecho el amor con un hombre. Había follado a varios de ellos, pero esto era diferente. Más que el placer, Ethan quería una conexión con Trey. Una conexión emocional que fuese más allá de la satisfacción sexual mutua. Estoy tan jodido. Se suponía que atendiera las necesidades sexuales de Trey. Nada más. Ésa había sido su razón para venir aquí. No se suponía que se involucrara. Reagan confiaba en que él mantuviera su distancia para que ella pudiera continuar su relación con Trey. ¿Qué haría ella si supiera que Ethan se había enamorado del hombre que ella amaba?

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Ethan aumentó su ritmo, decidiendo que si dejaba de ser tan tierno con Trey, podría encontrar esa desconexión entre lo emocional y lo sexual de nuevo. Trey jadeó entrecortadamente y se balanceó contra él, encontrando sus embestidas sin importar lo duro que Ethan insistía en poseerlo. —Sí. Así. Voy a acabar —jadeó Trey entrecortadamente. —No hasta que yo diga que puedes hacerlo —dijo Ethan y se retiró. —Oh Dios. No te detengas, Ethan. Te sientes tan bien. Perfecto. Ethan decidió que Trey estaba teniendo demasiada estimulación por tener la polla aplastada bajo su peso. —Date vuelta —exigió Ethan suavemente. Trey lo miró por encima del hombro. —¿Qué? —Acuéstate de espalda. Trey vaciló. Ethan se preguntó cuál era el problema. —Dije que te acuestes de espalda, Trey. ¿O te gustaría que me vaya? —Como si pudiera. Trey lentamente se puso de espaldas. Su polla estaba tan dura e hinchada que Ethan no pudo resistir deslizarla dentro y fuera de su boca un par de veces. —Ethan —jadeó Trey—. En serio estoy a punto de acabar. —Resiste —exigió Ethan y metió la polla de Trey en su boca, chupando hasta que Trey comenzó a gimotear. Ethan se arrastró hacia arriba por su cuerpo. Colocando un beso debajo del ombligo, en el centro del pecho, en el cuello, en la oreja. Trey abrió sus piernas ampliamente para Ethan y suspiró de felicidad cuando Ethan volvió a presionar la cabeza de su polla contra su apretado culo. Ethan levantó la cabeza y sus ojos se encontraron. El tiempo pareció detenerse por un momento. Ninguno se movió. Ethan no estaba seguro si él todavía era capaz de respirar. La mano de Trey se trasladó a la parte posterior del cuello de Ethan y lo persuadió a acercarse más para poder besarlo. Ethan respiró temblorosamente contra

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la boca de Trey y luego comenzó a moverse una vez más, sus embestidas rítmicas y profundas. La polla de Trey pinchaba el vientre de Ethan y Ethan se apoyó en un codo para poder acariciar a su receptivo amante suavemente con la mano libre a ritmo con sus embestidas. Trey jadeó entrecortadamente en la boca de Ethan. El beso de Trey se volvió desesperado. Los dedos de una mano se clavaron en el pecho de Ethan, y la otra mano se aferró a la parte posterior del cuello de Ethan. Ethan rompió el beso y miró a Trey. Su sudoroso rostro estaba sonrojado de placer y sus sensuales labios se separaron cuando jadeó de placer, pero sus ojos estaban herméticamente cerrados. —Puedes acabar ahora, Trey, pero sólo si me miras —dijo Ethan. Era como si Trey no pudiera escucharlo. Ethan embistió en él con más fuerza y le acarició la polla con un asidero más firme. —Trey. Mírame. —Ethan no estaba seguro de por qué era tan importante para él que Trey lo mirara a los ojos mientras acababa. Trey continuó ignorando sus demandas. Ethan lo folló con más fuerza, los labios curvados con ira. ¿Por qué no lo miraba? Más duro. Más duro. No me ignores. Trey jadeó por el dolor. —N-no tan fuerte —protestó sin aliento. —Mírame. Trey cerró los ojos con más fuerza aún y sacudió la cabeza. Ethan soltó la polla de Trey y movió la mano para tomarle el cabello. —Abre los malditos ojos, Trey. —Ethan, me estás lastimando. No me embistas con tanta fuerza. Ethan cubrió la boca de Trey con un beso castigador. —Bastardo —gruñó Trey en su boca. Ethan liberó su boca de un tirón y se quedó mirando el rostro enrojecido y sudoroso del hombre más sexy que jamás había visto.

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—Si quieres que sea más suave, lo único que tienes que hacer es mirarme. —Vete a la mierda, Ethan. Sal. Ethan dejó de empujar y Trey se quedó inerte. Todavía se negaba a mirarlo. —¿Estás enojado? —preguntó Ethan. —Quítate de encima. —¿De verdad te hice daño? —Ethan no entendía por qué se había puesto tan furioso por la negativa de Trey de mirarlo. —Sí, eso dolió. El corazón de Ethan se retorció con remordimiento. —Lo siento, cariño. Te haré sentir mejor —prometió. Ethan besó el camino hacia abajo por el cuerpo de Trey, retirándose mientras arrastraba su lengua por el vientre resbaloso de sudor de Trey. Metió la polla de Trey en su boca, pero Trey le tomó la cabeza para detenerlo. —Ve a lavarte la polla —dijo Trey. —¿Qué? —Me oíste. —Al parecer, se había cansado de ser sumiso. Ethan no sabía muy bien cómo responder. —Lo sien… —No te disculpes, sólo haz lo que digo. Ethan vaciló por otro momento y luego salió de la cama para ir al baño contiguo. Arrojó el condón a la basura. Lavando su polla todavía dura resultó ser más un ejercicio masturbatorio. El hombre de sus fantasías le había permitido hacerle el amor y Ethan lo había arruinado al permitir que su temperamento lo dominara. ¡Mierda! —No la vacíes —exclamó Trey—. Sólo límpiala. Ethan se secó con una toalla de mano y volvió a la habitación para encontrar a Trey frotándose las bolas y haciendo una mueca.

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—¿Estás bien? —Te dije que necesitaba acabar, no que quería que me follaras hasta morir. Esa sensación de amor y conexión que se había extendido entre ellos ahora se había ido. Más que nada, Ethan quería que regresara. No había tenido la intención de lastimarlo. Sólo había querido que Trey lo mirara. Ni siquiera estaba seguro de por qué había sido tan importante en ese momento. Ahora sólo parecía estúpido. —Ven aquí —dijo Trey y le dio una palmada a la cama junto a él. —¿No terminaste conmigo? —preguntó Ethan, sintiéndose extrañamente inseguro de sí mismo. —¿Acabaste en el baño? Él sacudió la cabeza. —Entonces supongo que no terminé contigo. Nos vamos a chupar mutuamente hasta acabar y nos iremos a dormir. Necesitaremos todas nuestras fuerzas para satisfacer a Reagan mañana. Tengo la sensación de que va a estar realmente cachonda. Trey era todo negocios ahora, pero al menos estaba dispuesto a terminar lo que habían comenzado. Ethan sería más cuidadoso con él en el futuro. No quería arruinar esto. No estaba seguro de si sobreviviría a hacerle el amor a Reagan y Trey simultáneamente, pero estaba más que dispuesto a morir por su causa. Ethan se arrastró por la cama, la idea de la boca de Trey alrededor de su polla haciendo que sus bolas palpitaran. La primera vez que había visto a Trey chupar una paleta roja Ethan había pensado que acabaría contra su pierna, y ahora… ésta no era ninguna paleta. Trey tomó a Ethan por la cintura y tiró de él hacia el colchón junto a él. Tomó dos puñados del cabello de Ethan y lo inmovilizó con una mirada intensa. —No me gusta el dolor, ¿entiendes? —dijo—. Puedes inmovilizarme, obligarme, ponerte brusco conmigo, provocarme hasta límites intolerables, pero si me hieres intencionadamente, terminamos. —No tuve la intención de herirte, Trey. Me dejé llevar. —Sólo quería que me vieras. Que supieras que quien te estaba haciendo el amor—. No sucederá de nuevo. Trey asintió.

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—Adviérteme cuando estés por acabar —dijo Trey y se puso boca abajo junto a Ethan, mirándolo. Ethan suavemente rodeó la base de la larga y hermosa polla de Trey y se movió hacia adelante para pasar la lengua por la cabeza agrandada. Lentamente, comenzó a mover la mano hacia arriba y hacia abajo por la vara de Trey antes de succionar la punta en su boca. La tibia lengua de Trey pasó sobre la cabeza de la polla de Ethan y se tensó. La sensación combinada de chupar y de ser chupado por Trey alentó a Ethan a complacer a Trey un poco más agresivamente. Lo deseaba. Deseaba el semen de Trey. En su boca. Acarició a Trey más rápido, su mano deslizándose sobre su lisa piel, succionó a Trey con más fuerza, pero no demasiada. Sin dolor, sólo placer. Déjalo ir, Trey. Déjalo ir. La concentración de Ethan se despedazó cuando la succión y el ritmo de Trey aumentaron de repente. Ethan se apartó, su cabeza inclinada hacia atrás. —Oh, sí —jadeó, los párpados aletearon involuntariamente. La boca del hombre debería ganar premios. Trey le dio una palmada en el trasero para ayudarlo a ordenar sus pensamientos esparcidos por la dicha. Ethan inhaló profundamente y luego volvió a tomar a Trey en su boca. Acariciándolo más rápido con la mano. Chupando con más fuerza. Acariciando más fuerte. Retorciendo la lengua. El cuerpo de Trey se tensó e intentó salir de la boca de Ethan, pero Ethan nunca lo mantuvo atrapado adentro cuando ese primer chorro de semen bañó su lengua. Ethan nunca había probado jugos tan dulces en un hombre. Tragó y succionó delicadamente mientras un segundo chorro llenaba su boca. Más, Trey. Dame más. Trey jadeó entrecortadamente alrededor de la polla de Ethan cuando tercer y duro espasmo se apoderó de su cuerpo y entregó exactamente lo que Ethan deseaba. El creciente placer en la ingle de Ethan se quebró inesperadamente y Ethan le dio una palmada a la cadera de Trey para advertirle. Trey retrocedió, todavía perdido en la niebla de placer, todavía acariciando la polla de Ethan con una mano. Ethan observó los fluidos salpicar los labios parcialmente abiertos de Trey. Oh mierda, eso era más caliente que hacer que él se lo tragara. Ver la evidencia de su liberación en el rostro y los labios de su amante. Ethan se aflojó, su cuerpo completamente saciado. —No tenías que tragar eso —dijo Trey sin aire.

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—Quería hacerlo. Ethan obligó a sus músculos a trabajar para poder darse vuelta en la cama y enfrentar a Trey. Tomó su mandíbula en la mano y trazó su labio superior con el pulgar, recolectando su semen, fascinado por como lucía en la piel de Trey. —Nunca trago —explicó Trey. —Eso fue muy sexy —dijo Ethan. La lengua de Trey salió y probó los fluidos en la punta del pulgar de Ethan. —Sí lamo un poquito, sin embargo. —Sonrió torcidamente y el corazón de Ethan voló. No se suponía que se enamorara de él. Eso no era parte del trato, pero Ethan estaba demasiado ido para preocuparse. Envolvió a Trey en un sólido abrazo y lo besó, para nada seguro de que fuera una buena idea permitir que todas esas emociones salieran mientras devoraba los labios salados y pegajosos de Trey. Cuando él se apartó, Trey presionó el rostro contra el cuello de Ethan y se acurrucó contra él. —Tengo sueño —murmuró, acercándose más. —Metámonos debajo de las mantas —sugirió Ethan. Una vez que se durmiera, no se movería durante horas. Trey liberó su asidero en él de mala gana, pero se movió hacia la cabecera de la cama y se metió entre las mantas. Ethan se unió a él e inmediatamente se pegó a la espalda de Trey. Tiró de él contra toda su longitud con un brazo alrededor de la cintura de Trey, y sus piernas se enredaron. Ethan nunca había sido de acurrucarse, pero quería estar cerca de este hombre. No sólo cuando lo follaba. Todo el tiempo. Ethan besó el hombre de Trey cariñosamente y se relajó contra la almohada; su nariz llena del aroma de Trey, su corazón lleno del amor de Trey. De su pasión. De su luz. —Pensé que iba a tener que dormir solo esta noche —murmuró Trey—. Me alegra que vinieras. —Entrelazó los dedos con los de Ethan y suspiró feliz. —Yo también —dijo Ethan roncamente. Amaba a un hombre que era libre con su afecto. Al menos ahora lo era.

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25 Traducido por Maru Belikov y carmen170796 Corregido por Klarlissa

Reagan estaba en la ducha cuando oyó voces en el apartamento. Ethan estaba en casa y traía a alguien con él. ¿Trey? Su corazón dio una inesperada sacudida y comenzó a correr. Las eróticas imágenes que había visto la noche antes pasaron por su mente. Trey y Ethan besándose. La polla de Ethan en la mano de Trey. En su boca. No sabía si estar excitada o celosa. Sinceramente, sentía un poco de ambas. Y un poco desanimada por el hecho que ella nunca sería suficiente para mantener a Trey feliz en la habitación. Mientras él solo la amara a ella, sería capaz de lidiar con eso. Quizás. La puerta del baño se abrió. Ella se asomó por la cortina de la ducha y fue bendecida con la más traviesa sonrisa de Trey. —¿Puedo entrar? —Necesitamos hablar —dijo ella. Reglas básicas. Necesitaban reglas básicas. Su corazón golpeó incluso más fuerte cuando Trey ladeó la cabeza e hizo esa cosa que hacía cuando quería algo. Esa irresistible, terca, ridícula, mirada de “dime que no si te atreves”. —¿Hablar? —Sí, hablar. —De acuerdo —accedió y entró al baño. Ethan se inclinó a través de la entrada, luciendo alto, peligroso, y bien follado. El bastardo. —¿Hay lugar allí para tres? —Primero vamos a hablar.

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La nariz de Ethan se arrugó y regresó al pasillo. Reagan no se perdió la familiar manera que Ethan acarició la cadera de Trey antes de cerrar la puerta detrás de él. Trey bajó la tapa del sanitario y se sentó en la superficie. —De acuerdo, habla —dijo él—. Pero hazlo rápido. Estás mojada y desnuda. No puedes esperar que me concentre en las palabras. El estómago de Reagan se agitó con nervios. ¿Qué tal si no podían hacer que esto funcionara? ¿Qué tal si tenía que dejarlo ir? ¿Qué tal si él terminaba sintiendo algo por Ethan y ella tenía que fingir que estaba de acuerdo con eso? —¿Cuán a menudo piensas que necesitarás estar con Ethan? —Se forzó a sí misma a preguntar y notó que se había estado pasando el jabón por el brazo durante varios minutos. —¿Es sobre las reglas? —preguntó Trey. —Creo que necesitamos establecer algunas reglas básicas desde el principio. —¿Podemos intentar no tener reglas, Reagan? Ella se asomó por la cortina para mirarlo. —¿No tener reglas? Tiene que haber algunas. Sé que necesitas un hombre en tu vida para satisfacer tu sexualidad, pero no estoy preparada para permitirte dormir con cualquiera que elijas. ¿Cuál es el punto de estar en una relación si no estás dispuesto a ofrecerme algún tipo de compromiso? —Ahí. Lo había dicho. Ahora la pelota estaba en su cancha. Él suspiró y se restregó el rostro con ambas manos. —Te amo. Lo sabes, ¿verdad? —Eso creo. Él la miró, su mirada intensa. Para nada como la usual expresión que decía que nada le importaba. Las rodillas de Reagan se volvieron débiles. —Te amo —dijo él—. Nunca en mi vida le he dicho eso a una mujer. No en un ámbito romántico. —Yo también te amo.

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Él sonrió. —Quiero que esto que tenemos funcione. Creo que es especial. —Yo también lo creo. —El lado sexual de nuestra relación tiene que ser completamente abierto para que funcione. —¿Completamente abierto? —¿Qué pasa cuando me canse de Ethan? —¿Qué pasa cuando te canses de mí? —No tenía la intención de sonar como una banshee, pero era su mayor preocupación. No que Trey encontrara su liberación sexual con un hombre, sino que dejara de amarla. O que comenzara a amar más a alguien que no fuera ella. No podía soportar la idea. —No sucederá. Ya dije que te amo. —Él apretó la tela de sus jeans sobre sus muslos—. Tienes que estar cien por ciento de acuerdo con esta parte de mí o vas a salir lastimada. Por eso me fui la primera vez. No porque quisiera, sino porque no puedo cambiar por ti y no quiero lastimarte, Reagan. No seré la causa de tus lágrimas. —Esto es difícil —dijo ella. Él entrelazó sus manos y apoyó los antebrazos sobre los muslos. Se miró los pulgares y preguntó. —¿Necesitas tiempo para pensarlo? Puedo irme. Darte más tiempo. Ella sacudió la cabeza. —Estoy lista para intentar esto. Si no funciona, estaré devastada, pero al menos sabré que intentamos permanecer juntos. Él le ofreció una sonrisa ladeada. —No creo que lamentes esta decisión, Reagan. Ethan y yo estamos aquí para tu placer. Y el mío. Y el de él. Ella sabía que su cuerpo no lo lamentaría, pero no estaba tan segura sobre su corazón.

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—¿Cómo te sientes acerca de que Ethan se comprometa con nosotros? —preguntó Trey. Los ojos de Reagan se agrandaron. El agua estaba comenzando a enfriarse, así que se apresuró en enjugarse y cerró la ducha. —No tendría que hacerlo. Quiero decir, si él solo es nuestro compañero de sexo… Trey le pasó una toalla. —Él significa más para ti que un compañero de sexo, Reagan. Es tu mejor amigo. Se realista. —Puedo mantener sexo y amistad por separado —dijo ella y envolvió la toalla alrededor de su cuerpo—. Él es para ti. No para mí. —Él también tiene sentimientos —dijo Trey. Se pasó una mano por el rostro—. Si quiere ser usado como un juguete sexual, es su problema, pero no creo que ése sea el caso. No después de anoche. El corazón de Reagan dio una incómoda sacudida en su pecho. —¿Te estás enamorando de Ethan? Él rió entre dientes. —No exactamente. Me gusta. Si pensara que lo de anoche fuera una cosa de una sola vez, no estaría sentado aquí discutiendo esto contigo, pero si estás estipulando si quiero un hombre, tiene que ser Ethan… buena elección, por cierto… entonces él también necesita tener voz en esto. Nunca en un millón de años Reagan hubiese esperado que Trey se preocupara por la parte de Ethan en esto. Ella había estado pensando en Ethan como alguien en quien confiaba para atender las necesidades sexuales de Trey y que se iría cuando ella se lo dijera, no como él hombre con el que había amiga durante años. No como alguien que tenía sentimientos y que no era solamente un buen cuerpo con una gran polla para mantener a su novio satisfecho. —Dios, ¡soy tan perra! Ni una sola vez pensé en los sentimientos de Ethan en esto. Él simplemente parecía ansioso por llevarte a la cama. Ella tomó el pomo de la puerta, pero Trey la atrapó por la cintura.

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—Ethan y yo ya hablamos sobre esto. —¿Sin mí? —No estábamos tratando de excluirte. Tratábamos de protegerte. —No necesito ser protegida, Trey. Soy una chica grande. —Ambos nos preocupamos por ti y nos gustamos lo suficiente para comprometernos los tres. —¿Los tres? —Podía sentir el calor subir por su garganta. —Al menos en la habitación. Trey la empujó a su regazo. —Puedes decir que no, Reagan. Puedes poner los límites que quieras. Quiero que estés cómoda con todo lo que hagamos. Si no quieres que Ethan sea un elemento en nuestras vidas, está bien. Le diremos eso ahora. No dormiré con él otra vez, pero honestamente no sé cuanta privación pueda tolerar. Duré cerca de dos semanas la última vez. Ella lo miró. Anoche cuando había recibido esas fotos de Trey con Ethan, no había estado sólo celosa, herida o confundida. Había estado excitada. En llamas. Los celos no habían surgido hasta esa mañana cuando despertó sola y sabía que los dos estaban acurrucados en la cama juntos y sin ella. —¿Ethan quiere esto? —preguntó Reagan. Trey asintió. —Está involucrado emocionalmente contigo, cariño. Él también quiere un compromiso. —Pensé… pensé. —No sabía qué había pensado. Sabía que amaba a Trey. Quería que él fuera feliz. Confiaba en Ethan. Entonces, ¿por qué estaba tan confundida? Envolvió el cuello de Trey con sus brazos para acercarlo más. Dios, lo había extrañado en su cama anoche. Se había acostumbrado a que él fuera una parte de su vida. —¿Qué? —preguntó Trey, su mano acariciando ligeramente su muslo desnudo.

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—Pensé que podíamos decidir estas cosas más adelante. Quiero asegurarme de que me gusta ser parte de tu atracción por los hombres. Si es la mitad de sexy en vivo de lo que es en fotos, estoy dentro. —Soltó una risita. —Mmmm —dijo Trey, sus labios rozando su clavícula—. Mujer, de verdad te amo. —¿Ethan te complació anoche? —preguntó ella. —¿De verdad tienes que preguntar? —Es bueno en la cama, ¿verdad? —Tú deberías saberlo. —Los labios de Trey subieron por la garganta de ella hasta su mandíbula—. ¿Ya terminamos de hablar? Ella rió. —¿Tienes algo que prefieras hacer? —Ethan y yo hablamos sobre todas las cosas que queremos hacerte mientras veníamos. Me puso todo caliente. La toalla de Reagan cayó hasta su cintura mientras las manos de Trey comenzaban a vagar. —¿Qué tipo de cosas? —Te enseñaremos. ¿Segura que estás de acuerdo con esto ahora? Podemos ir con calma si lo necesitas. Ella sonrío. —Estoy lista. —Se alisó el cabello con las puntas de los dedos—. Ahora. Trey la levantó y se puso de pie. Tomó la toalla y la dejó caer sobre el suelo. —No la necesitarás. —Trey abrió la puerta del baño, alzó a Reagan en sus brazos, y prácticamente corrió a la habitación. Ella rió y se sostuvo de su cuello. —¿Impaciente? —Oh, sí.

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—Yo también. —¿Alguna vez has estado con dos hombres? —preguntó él. Ella sacudió la cabeza, y ésta se volvió giró abruptamente cuando notó a Ethan de pie junto a su cama, sacando cosas de un bolso y alineándolas en una ordenada fila en su mesa de noche. —Sí no te gusta, no tenemos que hacerlo otra vez —le dijo Trey—. Puedo mantener las dos mitades de mi sexualidad separadas, si es necesario, pero preferiría compartir todo lo que soy contigo. Y Ethan también. Ella apartó los ojos del conjunto de bufandas de seda roja que Ethan había puesto sobre la cama. En ese momento ella se dio cuenta cuan bendita era de tener a Trey en su vida. Quería ser parte de todo lo que él era, porque lo amaba. —Yo también quiero eso. —¿Y cómo podía él pensar que no le gustaría? Supuso que era posible, pero no muy probable—. Gracias por ser tan paciente conmigo, Trey. Por hablar conmigo sobre esto. Ayuda con el nerviosismo que estoy sintiendo. —No tienes que estar nerviosa. Sólo soy yo. Y Ethan. Confías en nosotros, ¿verdad? —Sí. —Y si estás incómoda con cualquier cosa que hagamos, solo háznoslo saber. —Él sonrió—. Sólo ajustaremos nuestras tácticas. Trey la cargó hasta la cama y la colocó sobre el borde del colchón. Ethan miró a Trey y le dio un guiño. Reagan tragó. Ella se preguntaba que tenían planeado para ella. Trey se movió para pararse detrás de Ethan. Paso las manos sobre el plano estómago de Ethan. —Creo que Ethan luce mejor desnudo —dijo él—. ¿Qué piensas tú, Reagan? —Creo que deberías sacarle la ropa —dijo ella. Trey sacó el dobladillo de la apretada camiseta de Ethan de la cintura de sus jeans. La boca de Reagan se secó mientras observaba las manos de Trey subir lentamente por el abdomen de Ethan, tocando levemente cada músculo mientras subía la tela un agonizante centímetro a la vez. Maldición, el hombre era lamible.

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—¿Qué quieres hacerle, Reagan? —preguntó Trey. —Trazar todos los músculos de su estómago con mi lengua. —Sus ojos se agrandaron y miró a Trey, quien la miraba sobre el hombro de Ethan. ¿Acababa de admitir eso en voz alta frente a su novio? —¿Eso está bien? —preguntó, genuinamente sorprendida de que Trey estuviera de acuerdo con que ella lamiera el estómago de otro hombre. —Pensé que le habías explicado las cosas —dijo Ethan. Se estiró hacia adelante y gentilmente tomó el rostro de Reagan en la mano. Él la miró con esos oscuros ojos marrones suyos y se quedó sin aliento. —Lo intenté —dijo Trey, tirando de la camiseta de Ethan sobre sus duros pectorales. Con la boca abierta, Reagan observó a Trey frotar los pezones de Ethan—. No creo que ella entienda completamente que no hay límites sobre lo que ocurra entre nosotros mientras estemos en esta habitación. —Parece que tendremos que mostrarle. —Ethan sonrió con maldad, su mirada pasando sobre la piel desnuda de Reagan hasta que todo su cuerpo se ruborizó—. Desabróchame los pantalones, Reagan. Ella miró a Trey, buscando aprobación. Todavía luchaba con la idea de “sin límites”. Y la cosa del compromiso entre los tres. Trey asintió ligeramente y luego le sacó la camiseta a Ethan. Trey besó el hombro de Ethan y continúo su exploración sobre el duro cuerpo de Ethan con ambas manos. Reagan se estiró hacia el cinturón de Ethan. Vacilante, se inclinó hacia adelante para trazar los contornos de su marcado abdomen con la lengua mientras ocupaba sus temblorosas manos en la cremallera. Tan pronto como desabrochó los pantalones de Ethan, Trey hundió ambas manos en la abertura y liberó la rígida polla de Ethan. Un espasmo recorrió todo el cuerpo de Reagan mientras observaba la mano de Trey apretar a Ethan desde la base hasta la punta. La boca se le secó, su coño se mojó. —Amo la polla de este hombre —murmuró Trey. El nerviosismo de Reagan disminuyó. Estaba muy familiarizada con la polla de Ethan. Se inclinó hacia adelante y besó la hinchada cabeza. El jadeo de placer de Ethan la animó a acariciarlo con la punta de la lengua. Trey tomó la vara de Ethan y frotó la cabeza contra los labios de Reagan.

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—Chúpalo, cariño —murmuró Trey—. Ponlo realmente duro para mí. Los dedos de Ethan se enredaron en su cabello mientras ella lo succionaba en su boca. Ella levantó la mirada hacia él mientras movía la cabeza hacia adelante y atrás y lo encontró mirándola con cariño. ¿A qué venía esa mirada? No era como si la amara. De hecho, ella se sorprendió de que él fuera capaz de aceptar placer de ella. ¿No preferiría la boca de Trey en él considerando que era gay? —Ella es hermosa, ¿verdad? —murmuró Trey. —Absolutamente —dijo Ethan. Trey rodeó a Ethan y se subió a la cama detrás de Reagan. Presionó el pecho contra su espalda y tomó sus pechos en ambas manos. —¿Podemos compartir? —susurró. Reagan no supo a qué se refería hasta que volteó la cabeza ligeramente y encontró a Trey mirando la polla de Ethan con hambre. Nunca pensó creer que la lujuria de su novio por un hombre la excitaría, pero lo hizo. Se cruzó de piernas y retorció las caderas para calmar la carne pulsante entre sus piernas. Cuando soltó la polla de Ethan, Trey la guió dentro de su boca. Giró la lengua alrededor de la cabeza de la polla de Ethan y frotó sus labios sobre la piel sensible. —Oh, Dios —jadeó Ethan. Acarició gentilmente el cabello de Trey con una mano y el de Reagan con la otra—. Ustedes dos son maravillosos. Trey se alejó de la polla de Ethan, y besó la comisura de la boca de Reagan. —Ahora es tu turno, cariño. —La alentó a moverse hacia el centro de la cama y la presionó hasta que estuvo de espaldas—. ¿Crees que necesitamos atarte? —preguntó, sus labios pasando suavemente por su barbilla y bajando por su garganta. —¿Atarme? —Su vientre y muslos empezaron a temblar sin control. —Primero veamos cómo reacciona —dijo Ethan. Se subió a la cama con ella y Trey. Estirándose sobre su costado, apoyó la cabeza en su brazo doblado y usó la mano libre para acariciarle el vientre. —Me gusta esa idea —dijo Trey mientras bajaba besando desde cuello hasta su clavícula. Cuando atrapó su pezón en su boca, ella gimió. Estaba tan excitada, que estaba segura de que él podría hacerla acabar con sólo chupar su seno.

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Ethan le tocó la barbilla, animándola a mirarlo. —¿Puedo besarte? —preguntó. Reagan encontró su mirada y el tiempo se congeló. Esos sentimientos por él que ella había aplastado en el momento en que lo atrapó en la ducha con otro hombre comenzaron a elevarse dentro de ella una vez más. Ella no le respondió, solo cerró la distancia entre sus labios y lo besó. Ethan gimió en su boca y su mano se deslizó alrededor de su cintura para atraer su cuerpo al suyo. Reagan se aferró a Trey en su pecho con una mano, a Ethan con la otra, y se permitió sentir todo el placer, todo el amor que esos hombres traían a su vida. Ethan se apartó de sus besos succionantes para mirarla a los ojos. Ella vio la pura emoción en su expresión y trató desesperadamente de comprender su significado. ¿Todavía sentía algo por ella? ¿Después de todo este tiempo? Pero él era gay. Ella lo había dejado por eso. Él solo había salido con hombres desde que habían roto. No había habido una sola mujer en su cama desde entonces. Sabía eso a ciencia cierta. Pero quizás también le gustaban las mujeres. Él sólo no había encontrado con quién remplazarla. Quizás Ethan era bisexual. Como Trey. Él incluso había tratado de decirle eso, varias veces, pero ella no lo había creído. Quizás no había querido creerlo porque, ¿cómo podía amar a un hombre que era bisexual? Y ahora, se dio cuenta con repentina y sorprendente claridad, que no amaba a un hombre bisexual. Amaba a dos. ¿Qué diablos iba a hacer al respecto? Así no era como funcionaba. Un hombre. Una mujer. Así era como se suponía que funcionaba. Esta cosa del amor. No podía amar a dos hombres. No era posible. Era inevitable. No estaba segura de cómo lidiar con esa situación. No quería pensar en ello. No cuando los tenía a ambos en la cama con ella. Resolvería los problemas después. Por ahora, sólo se permitiría sentir todo y no se preocuparía por las consecuencias. Y sabía que habría consecuencias. Nada así de asombroso podía durar mucho. —Chupa mi otro pecho —le dijo a Ethan, quien se había vuelto catatónico mientras la miraba a los ojos—. Está solo.

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Él sonrió y se deslizó por su cuerpo para reclamar su pezón con la boca. Ella los miró. Trey moviendo ese piercing enloquecedor en la lengua sobre su pezón. Ethan atacando su pecho como si fuera un festín delicioso que necesitaba devorar. Así era. Amaba a ambos, pero nunca podría decírselos. Se suponía que ésta fuera una relación sexual, no una emocional. Cerró los ojos y se concentró en la sensación. El tirón en sus pechos jaló de su útero, su coño. La mano de Trey se deslizó por su vientre. La de Ethan siguió un instante después. Cada mano llegó a uno de sus muslos y abrieron sus piernas. Ella se tensó. La sensación de estar con dos hombres todavía era extraña. El placer en sus pechos mientras ellos esperaban a que ella se calmara eventualmente aplastó su inquietud. Su cuerpo se relajó, sus piernas abriéndose en rendición. Ambos hombres acariciaron la húmeda piel entre sus muslos. Ella perdió el rastro de los dedos de quién frotaban su clítoris, acariciaban sus labios vaginales, trazaban la entrada de su vagina. No podía comprender quién chupaba con fuerza uno de sus pezones, quién mordisqueaba el otro, quién balbuceaba su nombre contra su piel. Cada sentido estaba en sintonía con el placer. Dos dedos masajeaban su clítoris en direcciones opuestas. —Oh —jadeó ella, incapaz de evitar que sus caderas se retorcieran contra las manos de ellos. Reagan soltó una exclamación cuando todo el placer culminó en su centro y explotó en vigorosas olas de liberación. Dos dedos se deslizaron dentro de ella mientras acababa, moviéndose uno contra el otro mientras sus dos amantes prolongaban juntos su orgasmo. Trey y Ethan soltaron sus pechos y dejaron un sendero de besos por su vientre, sus dedos todavía entrando y saliendo de su coño que se apretaba. Cuando llegaron a los huesos de su cadera se detuvieron. Reagan los miró y casi acabó de nuevo cuando comenzaron a besarse. Cuando se separaron, sacaron sus dedos de su cuerpo. Ethan movió la mano hacia la boca de Trey. Mirando a Ethan profundamente a los ojos, Trey chupó los jugos de Reagan de los gruesos dedos de Ethan. Cuando los resbalosos dedos de Trey se deslizaron dentro de la boca de Ethan, Reagan se estremeció. Los dos estaban tan sincronizados el uno con el otro y con compartirla. Ethan miraba a Trey de la misma manera que la había mirado a ella un momento antes. ¿Tenía sentimientos por Trey? Trey solo parecía hambriento. El amor que ella veía en los ojos de Trey cuando la

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miraba no estaba cuando miraba a Ethan. Una pequeña punzada de tristeza apretó su corazón. Estaba triste por Ethan, porque si bien Ethan ahora sabía cuan maravillosa era la sensualidad de Trey, no había llegado a experimentar su amor. Trey soltó los dedos de Ethan de su boca y se movió para yacer entre los muslos de Reagan. Ella se sacudió cuando él rozó su clítoris con el piercing en su lengua. Amaba esa cosa. Él golpeó su clítoris con el pedazo de metal y luego la frotó con la punta más suave de su lengua antes de golpearla de nuevo. Él hundió dos dedos dentro de su coño y luego levantó la cabeza. Ella lo miró y lo observó meter la polla de Ethan en su boca. Ethan gimió de placer. Ese piercing también debía haberse sentido genial contra la parte inferior de su polla. Después de tomar a Ethan profundamente en su garganta varias veces, liberó los dedos del coño de Reagan y bajó la cabeza para estimularle el clítoris una vez más. Repitió esto varias veces. Sus dedos dentro de ella mientras chupaba a Ethan. Su coño estaba vacío mientras él satisfacía a su clítoris. Ella estaba tan húmeda, que podía sentir como sus jugos bajaban goteando por la raja de su trasero, podía oírlos cada vez que Trey hundía los dedos en su cuerpo. La cuarta vez que la lengua de Trey se movió cambió de la goteante polla de Ethan al clítoris de Reagan, ella soltó una exclamación cuando un fuerte orgasmo se apoderó de ella inesperadamente. Él hundió los dedos dentro de ella y chupó su clítoris hasta que sus caderas dejaran de sacudirse. —Oh Dios —jadeó ella, todavía temblando mucho después de que las olas de liberación bajaran. Trey salió rodando de entre sus piernas y Ethan tomó su lugar. —Mierda, está húmeda —dijo Ethan mientras bajaba su cabeza para agasajarse con su coño. Mientras que cada movimiento de Trey estaba cuidadosamente articulado, Ethan la comía tan vigorosamente que ella no pudo seguirle el ritmo o anticipar el movimiento siguiente. Él mordisqueó sus labios y después los succionó en su boca. Metió su lengua dentro de ella. Chupó su clítoris. Le dio un beso de lengua a su tembloroso agujero hasta que pensó que se volvería loca. Trey se movió para sentarse sobre su abdomen. Deslizo su polla por su pecho y juntó sus pechos para rodear su rígida carne. Frotó los pezones con sus pulgares al ritmo de

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sus embistes mientras follaba tus tetas. Ella dobló el cuello para poder chupar la punta de su polla cada vez que él se empujaba hacia adelante y se ponía a su alcance. Los gruesos dedos de Ethan ahora golpeaban su coño rápido y fuerte. Su boca se había pegado a su clítoris y ella sabía que él no pararía hasta que ella acabara. En segundos, ella cumplió sus condiciones. Su espalda se arqueó mientras se dejaba ir por tercera vez. El placer era tan intenso las lágrimas cayeron de sus ojos. —Creo que está lista ahora —murmuró Trey. ¿Lista? ¿Para qué? Intentó abrir los ojos para mirarlo, pero su cuerpo no cooperaba con su voluntad. Ambas hombres la dejaron ahí, temblando en el resultado de su último orgasmo. Oyó el crujido de envoltorios de condones. Oh Dios, ahora iban a follarla. No sabía si podría soportar más placer, pero los deseaba. Los deseaba a ambos. Dentro de ella. Ethan se movió para cubrir su cuerpo primero. Su gruesa polla buscando la entrada a su cuerpo y ella se abrió ampliamente para él, envolviendo su cuello con los brazos y aferrándose como si su vida dependiera de ello. Cuando él se hundió en ella, ella soltó una exclamación de éxtasis. Dios, necesitaba una polla. La necesitaba profundo y la necesitaba fuerte. Ethan le dio exactamente lo que necesitaba. Después de unos pocos minutos, Ethan desenredó los brazos de ella de su cuello y salió. Ella jadeó en propuesta. —Shh, cariño —le murmuró Trey mientras ponía almohadas debajo de las caderas de ella para levantarlas de la cama—. No terminamos. Quiero tus jugos dentro de mí. Ella deliraba demasiado para comprender a que se refería. Trey se colocó entre sus muslos y entró en ella lentamente. Llenándola de dura polla un delicioso centímetro a la vez. Cuando estuvo enterrado hasta las bolas, rotó las caderas, separó sus rodillas, y se quedó quieto. Reagan abrió los ojos cuando Ethan se posicionó detrás de Trey. Observó el rostro de Trey mientras Ethan entraba en él. Y ahora Reagan entendió a qué se refería Trey sobre tener sus jugos dentro de él. Ethan los estaba usando para facilitar su penetración de Trey.

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—Oh, Dios—gimió Trey. —¿Estás bien?—le preguntó Ethan. A juzgar por la expresión de puro éxtasis en el hermoso rostro de Trey, Reagan supuso que estaba mejor que bien. —Oh, Dios —gimió Trey de nuevo. Ethan envolvió la cintura de Trey con un brazo, su gran mano extendida sobre el tembloroso vientre de Trey. La polla de Trey se removió dentro de Reagan mientras Ethan movía las caderas. —¿Puedes moverte? —le preguntó Ethan a Trey. Trey se mordió el labio y asintió ligeramente. Se movieron lentamente al principio, acostumbrándose al nuevo ritmo. Ethan salía de Trey lentamente, Trey salía de Reagan. Empujaban juntos. —Ah mierda, esto es asombroso —jadeó Trey. Mientras los dos hombres se sintonizaban más con el otro, sus embestidas se volvían más fuertes y rápidas. El sudor manaba del cuerpo de Trey. Reagan lo observó. Él parecía encerrado en un plano de éxtasis eterno mientras le hacía el amor a ella y era perforado fuertemente por Ethan a la vez. Nunca había experimentado algo tan intensamente sexual en su vida. No podía pensar en nada que quisiera compartir más con este hombre que el placer que obviamente estaba experimentando. Cada vez que él entraba en ella, Ethan lo golpeaba más fuerte. Luchó para mantener los ojos abiertos. Quería ver la cara de Trey mientras llevaba su éxtasis cada vez más alto. Todo el cuerpo de Trey se puso rígido cuando acabó. Empujó más profundamente en Reagan y se aferró a sus caderas, frotando su cara contra el hombro de ella y gritando su júbilo contra su piel acalorada. Ethan bombeaba fuerte y rápido dentro de él mientras Trey se dejaba ir. —Ah Dios, Ethan. Fóllame —gimió Trey, los ojos cerrados con fuerza—. No te detengas. Todavía estoy acabando.

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Reagan colocó una mano en la parte posterior de la cabeza de Trey, amando que acabara con tanta fuerza, aun cuando Ethan era principalmente responsable por el placer adicional en su liberación. El rencor que ella pensó que podría experimentar, al saber que Trey necesitaba más que ella para estar totalmente satisfecho, estaba completamente ausente. Quería que él tuviera plena satisfacción sin importar cómo lo lograra. Si necesitaba a Ethan para encontrar el éxtasis, entonces él podría tenerlo con su bendición. Pronto Ethan siguió a Trey sobre el precipicio. Sus dedos se hundieron en el vientre de Trey mientras su cuerpo se estremecía y él soltaba una exclamación. Ellos colapsaron juntos, enterrando a Reagan bajo una pila de hombres saciados y calientes. Ella los envolvió a ambos con los brazos, su corazón tan lleno de amor por ellos que pensó que podría estallar. Después de un momento, Trey dijo. —Ethan. —Cuando él no respondió, Trey levantó la cabeza—. ¿Ethan? —¿Sí? —Nos dejamos llevar tanto que nos olvidamos de hacer que Reagan acabara otra vez. Ethan levantó la cabeza y le sonrió a Reagan. —Bueno, no podemos dejar ese asunto incompleto. ¿De verdad esta era su vida? ¿En serio? Santo Cielo, ella era indudablemente la mujer más afortunada en el mundo. —Y todavía no le he mostrado mi posición favorita —dijo Trey.

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26 Traducido por Nanami27 Corregido por Steffanie

Pasándose la camisa sobre la cabeza, Trey entró a la cocina. Fue recibido por la sonrisa soñolienta de Reagan y la sonrisa apreciativa de Ethan. Trey envolvió a Reagan con un brazo y la besó. —¿Cómo te sientes? —Hambrienta. —El almuerzo estará listo pronto —dijo Ethan. Ethan agitó la mezcla de olor celestial en la sartén sobre el horno. Trey se movió para pararse junto a él. Se levantó y le ofreció un profundo beso, mientras miraba a Reagan por el rabillo del ojo para detectar cualquier signo de descontento. Ella sonrió. Realmente parecía estar de acuerdo con esto. En realidad, parecía disfrutar del afecto entre él y Ethan. Trey no había esperado esa bendición. Había pensado que le molestaría presenciar que él compartiera abiertamente su afecto con Ethan. Nunca había esperado que ella lo disfrutara. —¿Qué estás haciendo? —preguntó Trey, mirando la sartén con cortes de carne, cebollas y pimientos de varios colores—. ¿Fajitas? —La especialidad de Ethan. Obtuvo todas las recetas de su madre. Es una cocinera fenomenal. —Tiene su propio restaurante —dijo Ethan—. Una mezcla de auténtica comida mexicana y Tex-Mex. Ella nació en México, pero se crió en Texas, así que hace lo mejor de ambos. —¿Su restaurante está aquí en la ciudad? —Preguntó Trey—. Amo la comida mexicana.

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Ethan sacudió la cabeza. —San Antonio. Quizás podamos parar ahí cuando pasemos de gira. —Sí —dijo Reagan—. Eso sería genial. No he visto a tus padres en décadas. Trey le ofreció a Ethan una sonrisa torcida. —Si eres mexicano, ¿cómo terminaste con un nombre como Ethan Conner? Ethan rió. —Mi papá es tan blanco como el niño de masa de Pillsbury26. También heredé la altura de su lado de la familia. Soy mucho más alto que el lado de la familia de mamá y de todos mis medio hermanos. —Su mamá es pequeña —dijo Reagan—. Dudo que siquiera mida un metro cincuenta y dos. —Uno cincuenta. Trey se dio cuenta por primera vez de que Reagan y Ethan tenían toda una historia juntos. Se sintió un poco dejado de lado. —Así que, ¿han conocido a la familia del otro? —Ethan nunca conoció a mi papá. No puedes sacar a Arkansas del hombre o sacar al hombre de Arkansas, pero Ethan siempre insiste en que vaya con él cuando va a Texas a visitar. —Hace feliz a Mamá. Ella adora a Reagan. Espera que le de sus nietos algún día. —Va a seguir estando decepcionada —dijo Reagan. —¿No le dijeron cuando rompieron? —Eso le habría roto el corazón —dijo Ethan y guiñó un ojo a Reagan. —¿Cuántos hermanos tienes? —Preguntó Trey. Ethan apagó la hornalla. 26

N. de T.: “Pillsbury doughboy”, mascota de la compañía Pillsbury, hecho de masa completamente blanca.

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—Seis medios hermanos. Mi padre biológico dejó embarazada a mi mamá y se casaron por ello. Él estaba en el ejército y estacionado en El Paso en ese momento. Se separaron unos meses después de que yo naciera. Nunca se amaron realmente, sabes. Él no tenía interés en ser padre. Solo pensó que casarse con ella era lo correcto. No nos mantuvimos en contacto, aunque me encontré con él una vez cuando tenía quince. No me perdía de mucho. Mi verdadero padre, el que me crió, es genial. Mi mamá se casó con él un par de años después que naciera y tuvieron muchos hijos juntos. Nunca hay un momento de paz en nuestra casa. Papá es latino, como mi mamá, así que mis hermanitos no se parecen realmente a mí. Reagan rió. —Sin embargo, sí actúan como sus hermanos. —Sí. Todos me vuelven loco. ¿Tienes hermanos? —le preguntó Ethan a Trey. —Un hermano. —¿Es tan delicioso como tú? —preguntó Ethan. —Está en mi nueva banda —dijo Reagan. Lo conocerás mañana. Y sí. Es delicioso. Sin embargo, Dare es heterosexual, ¿verdad, Trey? —Sí. Cien por ciento heterosexual. —Quizás me equivoqué de hermano —dijo Reagan, mirando el techo pensativamente. Trey y Ethan intercambiaron miradas nerviosas. Reagan rió. —No importa. Me gusta este arreglo mucho más. Ustedes son increíbles por separado e incluso más increíbles juntos. —Está listo. —Ethan rebuscó en la nevera para entregar a Trey un tubo de crema agria y un recipiente de guacamole hecho en casa. Trey tomó una botella de salsa caliente de la puerta de la nevera y llevó los agregados a la barra de desayuno. —Bien —dijo Reagan—. Me muero de hambre. Necesitamos darnos prisa y prepararnos para nuestra cita, Trey.

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—Oh sí, nuestra cita para el control natal y de enfermedades de transmisión sexual —dijo Trey. Él miró a Ethan—. Deberías unírtenos. Ethan levantó una ceja hacia él. —¿Por qué? —Trey quiere dejar de usar condones —dijo Reagan. —Voy con ustedes —espetó Ethan. —Y luego tenemos nuestra otra cita después de eso. —¿Tenemos? —preguntó Trey. —No me digas que lo olvidaste. —Ella cerró un ojo y sacudió la cabeza hacia él. —Supongo que lo olvidé. —Entrenamiento de bondage con Aggie y Jace. ¿Cómo pudo haber olvidado eso? —¿Es esta noche? —Sí. —¿Entrenamiento de bondage? —dijo Ethan, llenando hábilmente tortillas calientes con carne y verduras en la cocina. Puso dos en cada plato y se las entregó a Trey quien las puso en la barra de desayuno. —¿Quieres venir con nosotros a eso también? —le preguntó Trey a Ethan. Mientras que aprender a atar a Reagan apropiadamente para una noche de placer era lo suficientemente estimulante, la idea de restringir a un tipo grande y fuerte como Ethan tuvo las terminaciones nerviosas de Trey hormigueando como una colmena. —¿Estás seguro de que está bien? —preguntó Ethan. —¿Realmente quieres que Jace sepa sobre tu relación aparte con Ethan? —preguntó Reagan. —¿Relación aparte? —murmuró Ethan, sus cejas oscuras reunidas sobre sus cálidos ojos marrones.

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—Mi banda sabe todo sobre mis preferencias sexuales. Incluso Jace. Y se supone que debemos estar como iguales en esta relación, Reagan. —No quise decir que Ethan fuera una pareja menor. Quise decir… —Se bajó de su posición sobre un taburete de la barra de desayuno y rodeó la mesada para envolver a Ethan con los brazos—. Lo siento. Eso no salió bien. No estaba segura de si Trey quería que sus compañeros de banda supieran que él salía con hombres. —Estoy bastante seguro de que eres la única que no lo sabía, Reagan —dijo Trey. Tomó un plato de fajitas y las cubrió con crema agria y guacamole. Las roció con un poco de salsa picante y se subió a un taburete con su plato—. ¿Podemos arreglar todo después de comer? Ethan aseguró a Reagan en un fuerte abrazo y bajó la cabeza para besarla. Trey se detuvo con la fajita a medio camino de su boca. Había sabido desde el comienzo que Ethan aún tenía fuertes sentimientos por Reagan y mientras los observaba besarse, sus sospechas acerca de que Reagan todavía estaba enamorada de Ethan se solidificaron. Ellos no se besaban como compañeros de follada. Se besaban como amantes. Con todas las emociones arremolinadas y el vértigo que venía con estar enamorado. Trey se preguntó si los sentimientos de Reagan por él estaban comenzando a disminuir ahora que Ethan había regresado a escena. Eso apestaría. Y no en la buena manera 27. Reagan liberó a Ethan y le sonrió. —¿Quieres ir a la cita con nosotros? Él le susurró algo al oído y ella sonrió maliciosamente, antes de llevar su mirada hacia Trey y mordisquearse el labio inferior. —Eso suena como un plan. —¿Plan? —cuestionó Trey—. ¿Qué plan? —Eso es para que nosotros sepamos y para que tú lo averigües —dijo Reagan.

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N. de T.: juego de palabras, “suck” significa tanto “apestar” como “chupar” o “succionar”.

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27 Traducido por Maru Belikov y Corregido por Clau12345

Desde afuera, la casa de Jace lucía como cualquier otra casa de estilo georgiano de un millón de dólares con seis habitaciones, ocho baños: enormes ventanas, paredes de ladrillo, persianas negras y un pórtico; pero una vez que la persona entraba al sótano, todas las señales de normalidad desaparecían. La habitación estaba separada en varias habitaciones. Trey, Reagan y Ethan estaban, en ese momento, en la recepción. Las paredes estaban pintadas de negro. Enredaderas plateadas rodeaban el perímetro de la habitación cerca del techo. La iluminación se mantenía tenue en dispositivos que se asemejaban a llamas, sin los riesgos de incendio. Había varios sofás rojos, todos de una apariencia muy formal, y tres brillantes puertas negras que llevaban a otras habitaciones. La prometida de Jace, Aggie, había sido quien los recibió. Se había arreglado completamente para la ocasión y llevaba el vestuario completo de dominatrix desde sus botas de taco aguja hasta la rodilla con tacones de doce centímetros, hasta el pequeño y sexy sombrero de cuero sobre la cabeza. Su corsé, que tenía rosas rojas bordadas a los lados, le quedaba como un guante, presionando sus grandes pechos hacia arriba hasta formar un escote que vaciaba el cerebro de un hombre. Su largo y sedoso cabello negro colgaba hasta la cintura y fluía como satén alrededor de sus hombros y cintura mientras camina a grandes pasos. La mujer no caminaba como la mayoría de la gente. Se movía como un depredador. Sonrió dándoles la bienvenida y le dio a Trey un gran abrazo, su dura fachada de perra derritiéndose mientras lo apretaba alegremente. —Han pasado años, cariño. ¿Cómo has estado? Cuando Aggie besó la mejilla de Trey, sin duda dejando rastros de su lápiz labial rojo cereza sobre su piel, Reagan tomó su brazo y tiró de él.

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—He estado genial. ¿Qué hay de ti? —Mi negocio de corsés a medida realmente está tomando vuelo. No tengo tiempo para trabajar mucho en el calabozo estos días. Cuando Jace me dijo que venías, estaba tan emocionada. —Golpeó el muslo de Trey con la punta de su fusta y él se tensó. No había dolido. Solo hizo un ruido fuerte. Reagan le frotó el muslo y fulminó a Aggie con la mirada. —¿Quién es ella? —preguntó Aggie, su atención fijándose en Reagan. —Esta es mi novia Reagan —dijo él. Aggie tomo su mano y la estrechó. —Novia, ¿eh? Nunca pensé que vería a éste sentar cabeza. —Asintió su cabeza hacia Trey—. Soy Aggie. —Jace es tan lindo —dijo Reagan—. Y un gran oyente. Trey resopló divertido. —Sí, en cierta forma me gusta —dijo Aggie y le dio un guiño. —Y este es mi novio Ethan —dijo Trey. Aggie sonrió. —Ahora eso tiene más sentido. Muy travieso. Como se supone que sea nuestro Trey. —Estrechó la mano de Ethan— ¿Cuál es la jerarquía aquí? —Su mirada fue de una persona a la siguiente. Reagan y Ethan intercambiaron una mirada confundida. —¿Quién es él mandamás? —aclaró Aggie. —Todos nos correspondemos por igual —dijo Trey—. Ethan es mayormente dominante, pero yo cambio. —¿Qué hay de Reagan? Trey contempló a Reagan por un momento. Ella no era completamente sumisa ni dominante. Sólo era la diosa cuyo cuerpo ellos adoraban. —Ésa es una buena pregunta.

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—Trabajaré con ella —dijo Aggie—. En cuanto a ti. —Golpeó la fusta en dirección a Ethan—. Ni siquiera pienses en desobedecer. Conozco a los de tu tipo. —¿Yo? —dijo Ethan. Aggie rió entre dientes, una profunda risa gutural que hacía que Trey quisiera arrastrarse de rodillas a sus pies. —No te preocupes, cariño. Reagan te enseñará a comportarte apropiadamente. Ethan le lanzó una mirada preocupada a Reagan. Ella sonrió nerviosamente. —Está bien, muñeca —le dijo Aggie a Reagan y tomó su mano—. Tendremos a estos dos sementales rogando por ti en poco tiempo. Ven conmigo. Necesito explicarte un par de cosas y encontrar algo más poderoso para que vistas. Reagan tragó y asintió. Trey tenía que admirar la valentía de Reagan. Aggie tendía a ser un poco intimidante hasta que veías el generoso corazón que escondía detrás de ese fuerte exterior. Y ella hacía un buen trabajo escondiéndolo excepto cuando se trataba de Jace. Jace convertía a la mujer en papilla. —Jace se encuentra en la habitación de al lado —dijo Aggie—. Ustedes dos vayan allá. Él no esperaba dos, así que asegúrate de explicarle la dinámica para este primer escenario, Trey. —Lo haré. —Trey dio un paso para ir a la habitación de al lado y luego se detuvo de repente—. ¿Cuál es exactamente la dinámica para este primer escenario? —Sabes que voy a tratar de hacer una dominante de tú pequeño amor. —Aggie rió con obvio placer—. Podemos cambiar las cosas después si es necesario, pero ella tiene el temperamento adecuado para ello y no puedo esperar para ver a aquel retorcerse. —Señaló a Ethan con la fusta—. Lo intentaremos así primero. Creo que todos van a disfrutarlo. —¿Trey? —dijo Reagan en voz baja, su voz vacilando con ansiedad. Él le dio un gentil abrazo y la besó. —Confía en Aggie. Sabe lo que está haciendo. Reagan asintió.

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Ethan le acarició el cabello. —Esto debería ser interesante. —Él también la besó. Aggie tomo la mano de Reagan y la llevó hacia una de las brillantes puertas negras. —Tus dos hombres son hermosos. Eres una perra afortunada, ¿lo sabes? Reagan rió. —Sí. Lo sé. —Vas a tener que decirme cómo terminaste que esos dos apuestos hombres. Cuando desaparecieron a través de la puerta y la cerraron detrás de ellas, Ethan se volvió hacia Trey. —Sabes que nunca soy sumiso, Trey. ¿Por qué no se lo dijiste? —Creo que podría sorprenderte lo que puedes ser. Trey abrió la puerta que llevaba al calabozo principal. Esperó que Jace estuviera cubierto de cuero con un collar de púas y una capucha negra sobre su rostro, pero no, lucía como el Jace habitual; jeans, camiseta blanca, botas negras de motociclista y un solo brazalete de cuero en la muñera izquierda. Sonrió dándole la bienvenida a Trey, pero ésta desapareció cuando Ethan entró a la habitación detrás de él. —Pensé que ibas a traer a Reagan —dijo Jace. —Lo hice. También traje a Ethan. Jace asintió hacia Ethan. —Entonces, ¿cómo funciona esto? —Aggie está preparando a Reagan para que domine —dijo Trey. —¿A los dos? —preguntó Jace. —Y a ti también —bromeó Trey. Jace sonrió. —No es muy probable.

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Jace se trasladó hacia una serie de botones en un panel sobre la pared y presionó uno. Un sonido mecánico atrajo la atención de Trey hacia el techo. Una larga y pesada viga de madera suspendida por cadenas descendió hasta que estuvo a la altura de los hombros. —Quítense las camisetas —dijo Jace—. Un vez que estén atados, no van a ir a ninguna parte por un tiempo. —Jace abrió un armario empotrado en la pared. Trey vio cuerdas, cadenas, arneses, collares y esposas. Deseaba tener más tiempo para jugar con Ethan antes de que Reagan se les uniera. Estaba de humor para tomar el rol de dominante. Trey se estiró para tomar el dobladillo de la camiseta de Ethan y sacó la prenda por la cabeza de su amante. Atrapó el pezón entre los dientes y golpeó la carne con la lengua. —¿Con quién debería empezar? —preguntó Jace. —Te ayudaré con Ethan —ofreció Trey, sin molestarse en ocultar su sonrisa traviesa. —¿Cuánto planeas luchar, Ethan? —preguntó Jace como si estuviera preguntándole por su talla de zapatos. —Nunca he sido atado. No lo sé. Jace miró hacia Trey. —¿Cómo es su autocontrol? —¿Cuál autocontrol? Jace asintió y le tendió a Trey un juego de anchos brazaletes. —No creo que Aggie lleve esto muy lejos en tu primera sesión, pero iremos por estas. Trey aseguró un brazalete a cada muñeca de Ethan. Llegaban hasta la mitad de sus antebrazos y le recordaban a Trey los guantes que van con armaduras. Hacían lucir a Ethan casi barbárico e infinitamente sexy. Jace le mostró a Trey como fijar los brazaletes a la viga de madera que tenía amplios agujeros perforados. —Alza tú brazo hacia un lado —instruyó Jace.

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Cuando Ethan obedeció, él enganchó la cadena al brazalete y pasó la cadena a través del agujero más cercano a la muñeca. Jace le mostró a Trey cómo asegurar la cadena en la parte trasera de la viga de madera. Colocó una argolla a través de un eslabón de la cadena para evitar que se saliera a través del agujero y luego tomó el resto de la cadena para envolverlo alrededor del musculoso brazo de Ethan varias veces. —Eso es más que nada para las apariencias —explicó Jace mientras aseguraba la punta de la cadena bajo la axila de Ethan—. El brazalete lo sostendrá. La cadena solo lo hace lucir más impresionante. —Estoy impresionado. Luces sexy, Ethan —dijo Trey, haciendo una lista mental de todas las cosas que quería hacerle al duro cuerpo del hombre. —¿Algo está muy apretado? —le preguntó Jace a Ethan. Ethan miró su brazo derecho. Le dio a la restricción un fuerte tirón, pero apenas se movió un centímetro. —Sorprendentemente, no. La cadena está un poco fría, pero no lastima. —Trey, sujeta su otro brazo mientras encuentro algo para ti. El segundo en que Jace les dio la espalda, Ethan tomó a Trey de la parte trasera del cuello con el brazo libre y tiró de él. —¿Te gusto así? —preguntó, su voz baja y relajante—. ¿A tu merced? Trey rió. —Creo que soy yo el que está a tu merced ahora mismo. Ethan inclinó la cabeza y capturó la boca de Trey en un beso penetrante. Trey abrió la boca a la posesión de Ethan, devolviéndole el beso con tanta fuerza como lo recibía. Ethan liberó su boca de un tirón, su mano deslizándose desde la nuca de Trey por la espalda para poder atraerlo hacia él. —Trey —dijo Jace desde algún lugar detrás de él—. Se supone que debes inmovilizarle el brazo, no que lo beses. —Cierto —concordó él sin aliento.

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Ethan le permitió a Trey que asegurara una cadena a su brazo libre, se quedó quieto mientras la pasaba a través del agujero de la viga y no hizo ninguna protesta cuando pasó la argolla a través del eslabón para asegurar la cadena. Trey no pudo evitar pasar apreciativamente las manos sobre los fuertes bíceps de Ethan mientras envolvía el brazo con la cadena. Aseguró el final de la cadena y dio un paso atrás para admirar la perfección masculina. Quería chupar, lamer y mordisquear cada centímetro del cuerpo de este hombre. Quería darle tanto placer, que rogaba por dolor. No iba a poder ser. Jace sujetó un estrecho brazalete alrededor de la muñeca de Trey y tiró de él hasta que se paró contra la viga junto a Ethan. —Quítate la camiseta, Trey. Él obedeció y la lanzó al otro lado de la habitación. —¿Nos inmovilizarás uno junto al otro? —preguntó Trey. —Podría colocarlos espalda contra espalda, pero me imaginé que preferían ver en el espejo qué les está sucediendo la primera vez. Ver las reacciones del otro. Trey se concentró en el espejo que tenían enfrente. Su mirada vagó por el musculoso torso de Ethan y eventualmente encontró sus ojos. —Jace, eres un maldito genio. —Sólo veo cómo lo miras. Todavía eres muy visual en tu atracción por él. No han estado mucho tiempo juntos, ¿verdad? A Trey sí le gustaba mirar a Ethan, pero estaba atraído por mucho más que su apuesto rostro y cuerpo perfecto. La apariencia sí funcionaba para esto, ya que no podían tocarse. —No por mucho tiempo, no. —dijo Ethan. —Observen el espejo a través de la sesión —aconsejó Jace—. Aprenderán mucho sobre el otro. Trey rió entre dientes. —Como si tuvieras que decirme que mirara a Ethan.

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—La próxima vez deberían considerar usar capuchas. Así serían capaces de conectarse con el otro a un nivel diferente. Especialmente ya que el sonido es tan importante para Trey. Increíble cuánto hablaba Jace cuando lo asesoraba sobre su pasatiempo favorito. Bondage. —¿Están listos para nosotras? —preguntó Aggie a través de una grieta en la puerta. —Un minuto —dijo Jace. Abrochó el otro brazalete, le enganchó una cadena y la ensartó a través del agujero de la viga de madera. Lo sacó a través de otro agujero y la sujetó al otro brazalete de Trey. A diferencia de Ethan, Trey tenía varios centímetros para moverse en sus cadenas. —Eso no es justo —se quejó Ethan—. Yo no me puedo mover en absoluto. —Él puede moverse menos de lo que crees —dijo Jace—. De acuerdo, Aggie, tráela. Cuando Reagan entró a la habitación, la mandíbula de Trey cayó. Un ángel en cuero blanco y rosa. Botas blancas de tacón con cordones que se entrelazaban al frente abrazaban sus pantorrillas y se detenían justo debajo de su rodilla. La corta falda rosada que llevaba no cubría los cachetes de su culo, y el corsé blanco presionaba sus tetas juntas y hacia arriba. Llevaba lápiz labial rosa fuerte y sus pestañas eran espesas y pesadas. Trey no creía haberla visto llevar labial antes. Lucía absolutamente sexy, pero era la confianza en sus pasos lo que hacía que el corazón de Trey saltara fuera de control. —Maldición, nena —murmuró Ethan. —Te dirigirás a ella como Ama —dijo Aggie. —Maldición, Ama —dijo Ethan—. Luces sexy. Reagan arqueó una ceja hacia él. —¿Dije que podías hablar? Trey observó a Ethan en el espejo y tuvo que concentrarse mucho en no reírse. Era obvio por su sorprendida expresión que él nunca antes había jugado este tipo de juegos antes. Aggie había estado en lo cierto. Sería divertido verlo retorcerse.

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—Bueno, no, pero… Reagan golpeó su fusta contra la bota con un ruidoso chasquido. —Entonces no hables. —¿Ama? —preguntó Trey, bajando su cabeza respetuosamente. —Sí, Trey. —¿Puedo decirle que luce condenadamente sexy, Ama? Ella sonrío y luego miró a Aggie antes de borrar la sonrisa de su rostro. —Puedes —dijo Reagan. —Luce condenadamente sexy, Ama. —Estoy de acuerdo —dijo Ethan—. ¿Vas a pegarme ahora? Me estás poniendo duro y caliente. Los ojos de Reagan se agrandaron y miró a Aggie buscando una indicación. —Él se está portando mal. ¿Le darás lo que quiere? —preguntó Aggie. —¿No? —preguntó Reagan vacilante. —Mierda, no —dijo Aggie—. Trey se está comportando. Deberías premiarlo. Aggie le dio un guiño a Trey y se movió para pararse junto a Jace en caso de que Reagan necesitara más asistencia. Reagan caminó para pararse frente a Trey. Pasó la punta de la fusta por el centro de su pecho y la usó para tirar del piercing en su pezón. El vientre de Trey se apretó y sus ojos se cerraron. —Aggie dijo que no tenía que golpearte si no quería —susurró ella. Bien, porque a Trey no le gustaba mucho que lo golpearan. —¿Quiere hacerlo, Ama? —preguntó Trey Ella sacudió la cabeza y se inclinó hacia adelante para susurrarle al oído. —Quiero pasar mis manos sobre todo tu cuerpo mientras no puedes escapar.

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—Eso no es jugar de acuerdo a las reglas, Ama —susurró él. —Quiero hacer mis propias reglas. Se oyó el sonido de una fuerte palmada desde la esquina de la habitación y los tres volvieron su atención hacia Aggie, quien frotaba el culo que acababa de golpear. El de Jace. Él tenía la cabeza inclinada hacia atrás en obvio placer. —¿Por qué no se llevan eso a otro sitio? —sugirió Trey—. Estamos bien aquí. —¿Estás seguro? No le he enseñado mucho todavía —dijo Aggie. Jace le susurró algo al oído. Ella volvió a darle una palmada en el culo y todo su cuerpo se tensó. —Estoy seguro —dijo Trey— ¿Qué crees tú, Ama? —Puedo manejar a estos dos — dijo Reagan. —¿Qué? ¿Mi opinión no cuenta? —dijo Ethan. —Nadie te dijo que hablaras —dijo Reagan. —Jace sí tiene algo de tensión que sacarse de encima —dijo Aggie—. He estado demasiado ocupada para darle lo que necesita desde que terminó la gira. —Es insoportable ver esto ahora —dijo Jace—. Lo necesito, Aggie. —¿Lo necesitas o lo quieres? —preguntó ella. —Ambos. Ella sonrió y fue a un panel en la pared. —Ama Rea, si te metes en problemas, presiona este botón rojo. Hará que todas las luces del calabozo destellen, yo me daré cuenta y vendré aquí para ayudarte. —Entendido —dijo Reagan con un asentimiento. Aggie salió de la habitación con un ansioso Jace tras sus pasos. Tan pronto como la puerta se cerró, Reagan lanzó su fusta a un lado. —Luces tan sexy, Ethan —ronroneó. Se acercó a él y frotó las palmas sobre cada centímetro de su duro pecho y estómago. Salpicó su pecho con besos y se estiró para tomar su cinturón. Una vez que su cremallera estuvo abierta, le bajó los jeans de un

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tirón y tomó su dura polla con ambas manos. Trey no podía decidir qué era más sexy, el entusiasmo de Reagan o la persistente lucha de Ethan contra sus ataduras mientras gemía de placer. —Ponte detrás de él, Reagan —sugirió Trey—. Así él puede verse en el espejo. Reagan miró hacia Trey y sus manos se alejaron del cuerpo de Ethan. —Mierda, tú también luces sexy, Trey —dijo. Se movió para envolverlo con los brazos, presionando sus senos contra su pecho mientras frotaba sus manos arriba y abajo por su espalda y nalgas. Le besó la garganta hasta que él empezó a temblar. Quería tocarla. Saber que no podía lo hacía desearlo aún más. —Libérame —le susurro él al oído—. Y ambos haremos que Ethan se retuerza. —Quizá planeaba liberar a Ethan para que ambos pudiéramos hacerte gritar. —¿De qué están hablando ustedes dos ahí? —preguntó Ethan bruscamente. Reagan le ofreció a Ethan una maliciosa sonrisa y se movió para pararse detrás de Trey. Lentamente desabrochó los botones de la cremallera de Trey. —Observa el espejo, Ethan —dijo Reagan. Él volvió su atención al espejo. Trey se aseguró de que el placer se registrara en su rostro cuando Reagan deslizó las manos bajo sus pantalones y liberó su erección de los bóxers. Él miró el espejo con los ojos medio cerrados, mayormente para ver la reacción de Ethan mientras las manos de Reagan se deslizaban arriba y abajo por su longitud, pero también porque verla tocarlo al mismo tiempo que lo sentía era increíblemente excitante. —¿Qué debería hacerle, Ethan? —murmuró Reagan. —Quítale los pantalones. Quiero verlo todo. Reagan obedeció sin preguntar. Incluso encadenando a una viga de madera, el dominio de Ethan era incuestionable. Al menos hasta que Reagan accediera a liberar a Trey. Reagan bajó los jeans de Trey hasta el suelo y le sacó los zapatos y los calcetines antes de dejarlo completamente desnudo. —No puedo decidir cuál de ustedes es más deseable — dijo Ethan.

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—Supongo que eso significa que tendrás que desearnos a ambos —dijo Trey. —Lo hago —susurró él—. Reagan, chupa su escroto. Quiero verlo retorcerse. Reagan se arrodilló frente a Trey y comenzó su placentero asalto al pasar la lengua sobre el escroto de Trey. Él tiro contra las cadenas mientras las gentiles lamidas se convertían en una vigorosa succión. Ella tenía un testículo sensible completo en su boca cuando él comenzó a rogar. —Reagan, por favor. —Sus músculos abdominales comenzaron a contraerse incontrolablemente y él supo que, si las cadenas no lo tuvieran inmovilizado, se hubiese hundido en el suelo. —Mi turno, Reagan —dijo Ethan. Ella los ignoró a ambos, absorta en su objetivo de volver loco de placer a Trey y a Ethan con la falta del mismo. Cuando se detuvo inesperadamente, Trey bajó la mirada hacia ella. Ella le sonrió y su mirada fue brevemente hacia el espejo. Al principio pensó que lo estaba animando a mirar la dolorida expresión en el rostro de Ethan, pero mientras miraba, ella se quitó su tanga de encaje y abrió las piernas, inclinándose hacia adelante mientras tomaba las doloridas bolas de Trey en su boca una vez más. Él no podía apartar la vista de la resbalosa carne entre sus piernas. Enrojecida e hinchada con excitación, sus pliegues femeninos rogaban por una penetración y no había una maldita cosa que Trey pudiera hacer al respecto. —Reagan —murmuró Ethan—. Reagan, déjame ir. Necesito llenarte. Trey no sabía si realmente podía acabar cuando su polla había sido completamente descuidada, pero la urgencia en su ingle había crecido hasta el punto en que él estaba involuntariamente empujando sus caderas. Reagan mordisqueó la sensible piel que cubría sus pelotas y todo su cuerpo se sacudió. Ella lamió la cabeza de su polla y luego se puso de pie. Se movió para pararse detrás de Ethan. Él tiró de la viga con tanta fuerza que Trey se tambaleó mientras ésta tiraba de él hacia adelante y hacia atrás. —Tranquilo —se quejó Trey. —Déjame ir, Reagan —gruñó Ethan. —¿No te gusta estar indefenso? —preguntó Reagan. —No.

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—Tu polla te está llamando mentiroso. Mira cuán duro estás. Parándose detrás de él, pero sin presionar contra su espalda, Reagan envolvió el cuerpo de Ethan con sus brazos y tomó su polla en ambas manos. Él ya estaba filtrando líquido pre-seminal. Trey dudaba que durara más de diez segundos con Reagan acariciándolo de esa manera. —No acabes, Ethan —dijo ella, acariciándolo más rápido. Más rápido—. Sí acabas, voy a dejar que Trey me ayude a torturarte con placer. Ethan gruñó y cerró los ojos con fuerza. Ella lo acarició más rápido, ambas manos rozando su erección con gentiles caricias. Trey estaba a punto de acabar sólo de verlo. Los jadeos de excitación de Ethan hicieron que las pelotas de Trey se apretaran. —Detente —jadeó Ethan—. No puedo contenerme. ¿Reagan? ¡Reagan! Trey gimió cuando el primer chorro de semen dejó el rígido cuerpo de Ethan. Reagan capturó el segundo en su mano y lo frotó en su piel mientras continuaba acariciándolo. —Te dije que no acabaras —dijo ella, la voz dura, pero a sus espaldas le guiñó un ojo a Trey y sonrió. —T-tu culpa — jadeó él—. De acuerdo, terminé. Detente. Por favor. No puedo…Oh. —Todo el cuerpo de Ethan continuaba sacudiéndose con duros espasmos mientras Reagan continuaba acariciándolo. —¿Estás seguro de que quieres que me detenga? Voy a hacer que Trey te domine tan pronto como haya terminado. Oh, cuánto amaba Trey a esta mujer. Su polla empezó a saltar con excitación. —No va a pasar —gruñó Ethan. —¿Por qué no? —preguntó Reagan. —Porque soy dominante. —Esta noche cambiarás. Reagan liberó la polla de Ethan y regresó a Trey. Se acercó a su oído. —¿Lo quieres?

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—Dios, sí. Amo las cerezas. Reagan se echó a reír. —Eso es algo evidente en el número de paletas de cereza que consumes en un día. —Me refiero a la otra clase de cereza. El ceño de Reagan se frunció. —Ethan nunca ha sido penetrado —aclaró Trey—. Es virgen28. Los ojos de Reagan se abrieron como platos. —Pero yo pensaba... —Siempre ha sido dominante. Ella le echó un vistazo a Ethan. —No podemos forzarlo. Eso estaría mal. Trey le sonrió torcidamente y dijo en voz baja. —Libérame y no tendremos que hacerlo. Lo tendré rogando en un segundo. —De ninguna manera —dijo Ethan, quien al parecer tenía una audición sobrehumana. Reagan besó a Trey y luego se trasladó detrás de él para desatar sus restricciones. Tan pronto como estuvo libre, él atrajo a Reagan contra él y la besó profundamente durante varios largos minutos. —Esto es completamente injusto —se quejó Ethan. Trey se alejó de Reagan. —Estoy de acuerdo. Estás a punto de obtener todo el placer y eres el único en la habitación que ya ha acabado. —Libérame —exigió él. 28

N. de T.: la referencia a las cerezas viene de una expresión inglesa, “pop the cherry” que refiere a la pérdida de la virginidad.

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Trey rió entre dientes. —No hasta que hayamos terminado contigo. Trey tomó sus jeans desechados y sacó el lubricante con sabor a cereza del bolsillo. Reagan lo observó mientras se movía para pararse frente a Ethan. Trey revistió la ahora flácida polla de Ethan con lubricante y luego se dejó caer de rodillas para chuparlo. Le tomó un tiempo a Ethan relajarse. Trey había estado con suficiente vírgenes para saber cómo hacer placentera toda la experiencia, pero su compañero tenía que confiar en él y estar relajado. Estar restringido dificultaría que Ethan confiara en él y estaba lejos de estar relajado. Sin embargo, sí lo excitaba. En cuestión de minutos, su polla creció gruesa y dura dentro de la persistente boca de Trey. Cuando Ethan comenzó a gemir y empujar suavemente en la garganta de Trey, éste se alejó. Tenía que bajar un poco la viga. Ethan era unos centímetros más alto que él. Trey volvió la cabeza y se encontró a Reagan mirándolo con la mano bajo su falda. Trey sonrió con picardía. —¿Te gusta ver eso? Ella se mordió el labio y asintió. —¿Te estás frotando? Ella levantó la falda y le mostró que sus dedos estaban enterrados profundamente dentro de su coño hinchado. —¿Quieres que me ocupe de ti primero? —le preguntó Trey. Ella sacudió la cabeza. —Los deseo a ambos. Más tarde. ¿Puedo ayudarte? Necesito algo con que ocuparme. Trey se puso de pie. —Mantenlo duro para mí. Trey se dirigió al panel de control en la pared y cuidadosamente presionó el interruptor que había visto accionar antes a Jace. Después de que la viga hubo descendido un par de centímetros, él la detuvo y lo aseguró en su lugar una vez más. Se volvió y encontró a Reagan doblada a la cintura chupando la polla de Ethan mientras

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hundía los dedos de su mano libre dentro y fuera de su cuerpo. Ethan la miraba en el espejo con una expresión casi dolorida en el rostro. Eso debería ayudarlo a ser más receptivo a todas las cosas que Trey planeaba hacerle. Trey se movió para pararse detrás de Ethan y se apoyó contra su espalda. Colocó la polla dura entre los tensos cachetes del culo de Ethan, tomó cada cachete en una mano y los masajeó alrededor de su polla. Cuando la tensión se fue de la columna vertebral de Ethan, Trey se deslizó hacia abajo por su cuerpo. Besó, chupó y mordió el firme culo de Ethan hasta que él comenzó a gemir. Trey pasó la lengua sobre la entrada al cuerpo de Ethan y éste se estremeció, inhalando con fuerza y excitación. Trey roció un poco de lubricante con sabor a cereza en dos dedos y los frotó sobre el apretado agujero de Ethan, masajeando en círculos pequeños hasta que la punta del dedo se deslizó dentro. —Oh —jadeó Ethan. Trey se sorprendió de que Ethan no estuviera oponiendo más resistencia. Trey añadió los movimientos de su lengua a los de sus dedos. Lamiendo el lubricante de sabor dulce, llevó su piercing al borde de la entrada de Ethan con cada dura lamida. —Trey, Trey —jadeó él, ahora luchando contra sus cadenas. Trey se apartó. —¿Quieres que me detenga? —No, no —gruñó él—. Pero sólo tu dedo. Ponlo dentro. Más profundo. Trey lentamente presionó un dedo en su interior. Echó un vistazo alrededor del cuerpo de Ethan para ver cómo estaba Reagan. Pudo oírla sorbiendo y chupando, pero no había estado preparado para el entusiasmo que ella mostraba por la polla de Ethan. Y lo que vio de ella en el espejo era aún más alucinante. Sus muslos estaban resbaladizos con sus jugos y ella todavía estaba estimulándose con fuerza con la mano. Él y Ethan iban a recompensarla durante horas por ser tan maravillosa. —Más profundo —urgió Ethan—. Trey. Trey forzó su atención a alejarse de Reagan y de lo que estaba haciéndole a Ethan. Las bolas de Trey protestaban su falta de alivio. Estuvo tentado de saltarse este paso y sumergirse en el cuerpo de Ethan, pero Ethan todavía estaba un poco tenso. Trey

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añadió más lubricante a sus dedos y deslizó dos de ellos dentro de él, empujando suavemente dentro y fuera del cuerpo cada vez más receptivo de Ethan. —Más profundo —susurró Ethan. Los dedos de Trey ya estaban tan profundamente dentro de él como irían. Comenzó a moverlos en un círculo cada vez más amplio. Ethan ahora estaba cantando a las deidades. —Dime qué quieres, Ethan —instó Trey. —Más profundo —jadeó él—. Más duro, Reagan. Chupa más duro. —Ethan, ¿qué necesitas? —preguntó Trey, tomando un condón del bolsillo de su pantalón, mientras continuaba preparando a Ethan para la penetración completa con tres dedos ahora. —Necesito ser follado, Trey. Hazlo. Trey sacó los dedos y Ethan escupió en negación. —No, no, no te detengas. Trey puso el condón sobre su polla erecta y se movió a su lugar detrás de Ethan. Untó lubricante por su longitud y luego presionó la cabeza de su polla contra la abertura de Ethan. Ethan se echó hacia atrás contra él, queriendo ser embestido, pero Trey no quería hacerle daño. No en su primera vez. Esperaba que esto se convirtiera en una parte regular de su vida sexual. Podrían ponerse un poco más bruscos la próxima vez si eso era lo que Ethan quería. Trey sostuvo las caderas de Ethan y se guió a sí mismo dentro de él lentamente, ajustando su ángulo si encontraba alguna resistencia. El cuerpo entero de Ethan temblaba mientras aceptaba a Trey. Lo aceptaba completamente. —¿Estás bien, cariño? —susurró Trey, envolviendo la cintura de Ethan con los brazos y presionando besos con la boca abierta en su espalda. —No me extraña que te guste esto —jadeó él—. ¿Qué se siente al tener a alguien dentro de ti cuando acabas? —Te mostraremos.

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Trey comenzó a moverse dentro de él entonces. Lentamente al principio, con cuidado de causar el menor dolor posible, y luego más rápidamente ante la insistencia de Ethan. Trey esperaba que Ethan encontrara liberación pronto, porque tan excitado como estaba, sabía que no duraría mucho, especialmente cuando la mano de Reagan apareció entre sus muslos y masajeó sus bolas contra las de Ethan. Reagan se apartó y Trey miró los fluidos de Ethan salir a chorro de su cuerpo mientras su culo se apretaba alrededor de la polla de Trey. —Mierda —gruñó Ethan, con la cabeza echada hacia atrás en éxtasis puro. Trey continuó embistiendo hasta que Ethan dejó de chorrear y luego Trey se dejó ir, estremeciéndose fuerte mientras el placer lo consumía. Colapsó contra la espalda de Ethan, tratando de recuperar el aliento. Trey se estiró y liberó las restricciones de Ethan. Las cadenas cedieron con un fuerte ruido metálico y ellos cayeron al suelo de rodillas, ambos demasiado cansados para ponerse de pie. Un par de sexys botas blancas entraron en la línea de visión de Trey. Miró a Reagan, que estaba de pie sobre ellos con las manos en las caderas. —Verlos hacerse acabar a uno con el otro realmente me excita, pero creo que ahora es mi turno. Trey se imaginó que le debían más de un turno. *** Reagan emitió un chillido de sorpresa cuando Ethan le pasó un brazo por la cintura y la atrajo hacia el piso del calabozo. —Creo que nuestra Ama necesita que le enseñen una lección —dijo bruscamente. ¿A qué se refería con eso? —¿Ethan? Sus cadenas se sacudieron cuando él atrapó su cabeza entre las manos y la miró con la expresión más intensa con la que ella jamás se había encontrado. Su ritmo cardíaco tronó fuera de control. —¿Qué deberíamos hacerle primero, Trey?

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Trey la miró por encima del hombro de Ethan. —No sé qué primero, pero en algún punto de esta noche quiero sus piernas alrededor de mi cintura y esas sexy botas clavándose en mi culo. Ella apartó la mirada de la de Ethan para sonreírle a Trey. —¿Te gustan las botas? Trey asintió vigorosamente. —Nadie dijo que podías hablar —dijo Ethan y le cubrió la boca con un beso profundo. Ah, así que ahora quería estar a cargo. Ella podía manejar eso. De repente, Ethan apartó su boca de la de ella y se estremeció cuando Trey salió de él. —¿Adónde vas? —preguntó—. Me gusta que estés ahí. Pensé que podría llegar a estar en el medio esta vez. —Es el turno de Reagan a estar en el medio —dijo Trey. Reagan contempló lo que eso significaba por un momento. —No, gracias. Estoy perfectamente contenta de estar abajo. —Pensé que querías experimentar mi posición favorita —dijo Trey, una sonrisa burlona en su apuesto rostro. —No si esto involucra una enorme polla en mi culo. —No soy tan enorme —dijo Trey. Palabras que ella nunca pensó que oiría decir a un hombre. —Se siente genial, cariño. Él sabe lo que está haciendo —dijo Ethan. Su rudeza ya había desaparecido y salpicó su rostro y cuello con besos suaves. —¿Deberíamos ir a casa? —preguntó Trey—. No hay nada ni remotamente parecido a una cama en este lugar. —Hay sofás de dos plazas en la entrada —dijo Reagan y luego se sonrojó cuando consideró que en realidad podrían llevarla ahí y hacer lo que quisieran con ella. Aggie y

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Jace o algún cliente al azar podría ser testigo de su aceptación sin vergüenza de los dos amantes. —Ése de ahí —dijo Ethan y se levantó del suelo—. Ayúdame con estas cadenas —le dijo a Trey. Reagan yació en el suelo y los observó interactuar. Había algo diferente entre ellos ahora. Una nueva conciencia, conexión o algo. Mientras Trey desabrochaba los brazaletes de los antebrazos de Ethan, Ethan lo miró con inconfundible adulación. Y amor. Trey trataba a Ethan con más cuidado que de costumbre, como si el galán de un metro ochenta y siete de pecho ancho fuera algo para cuidar. Cuando Ethan estuvo libre de sus ataduras, abrazó a Trey y hundió el rostro en su cuello. Trey lo sostuvo, pero no dijo nada. Reagan se sintió casi culpable viendo su dulce momento juntos. Algo en eso hizo que le doliera el corazón. Y yacer en el suelo hacía que le doliera la espalda. Ethan se apartó y le dio una palmadita al trasero desnudo de Trey. —Puedes dominarme cuando quieras, cariño. Reagan rió entre dientes. Quizás había estado viendo un poco más en ese abrazo de lo que realmente había. Ethan se dirigió a la puerta que conducía a la entrada. —¿Me ayudas? —le pidió a Trey. La pareja salió de la habitación y Reagan se preguntó si se habían olvidado de ella hasta que empujaron uno de los sillones rojos en la habitación y cerraron la puerta. —Nunca he movido muebles desnudo antes —comentó Trey. —He visto algunos colchones moverse cuando tú estás desnudo —dijo Ethan. —Y la tierra —agregó Reagan. Trey se volvió a mirarla. —¿Qué estás haciendo en el suelo? —Esperando a Ethan que me enseñe una lección.

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Ethan sonrió. Reagan no lo había visto sonreír así en más de un año. Él regresó a su lado y la levantó en sus brazos. —Tu lección tendrá lugar aquí —dijo y la llevó hasta el sofá. La depositó suavemente y le quitó el corsé, pero dejó el pedazo de cuero ceñido haciéndose pasar por una falda en su sitio. Resultó ser una lección de placer. No que eso la sorprendiera. Sus hombres la trataban bien, pero viendo que estaban en un calabozo, esperaba algo un poco más doloroso que tener sus pechos y el culo adorados por manos y bocas ansiosas. Ethan fue a husmear en los implementos de las mazmorras y encontró una venda para los ojos. Reagan frunció el ceño cuando la deslizó por encima de los ojos de Trey. —Encuentra la cereza —dijo Ethan. Aplicó pequeñas puntos del lubricante comestible sabor a cereza de Trey en la piel de Reagan. Trey utilizó sus labios y lengua para encontrar los lugares ocultos con instrucciones complicadas de Ethan de más caliente y más frío. Le tomó veinte minutos encontrar el punto en su hombro, porque Ethan seguía redirigiéndolo hacia el pezón de ella. Otros diez minutos para encontrar el punto en su rodilla, porque mantuvo a Trey cerca de la parte superior de su muslo hasta que ella no pudo soportarlo más. Trey fue muy cuidadoso en su búsqueda y más aún cuando al fin encontró su premio. Reagan esperaba que Ethan pusiera un poco de ese lubricante en su clítoris pronto. Ella estaba en llamas y era ahí donde quería la boca de Trey. Reagan hizo un mohín cuando Ethan cubrió la cabeza de su polla con el lubricante y la frotó contra los labios de Trey. La lengua de Trey salió como una flecha y lamió la cabeza hinchada de Ethan por un minuto completo antes de vacilar. —Creo que eso no es parte de Reagan —dijo Trey. —Ethan está haciendo trampa —dijo Reagan. —Te estás poniendo más caliente, Trey —dijo Ethan. La lengua de Trey salió como una flecha a lamer el sabor de la polla de Ethan. Era tan detallista como Ethan lo había sido con Reagan. Lamiendo y chupando. Frotando los labios sobre él primero y siguiendo eso con la lengua. Sus labios de nuevo.

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—Más caliente. —Ethan inhaló excitadamente cuando los labios de Trey chuparon lo que quedaba del sabor a cereza al tomar toda la cabeza de la polla de Ethan en su boca—. Más caliente. Más caliente. Oh Dios, estás caliente. Trey se apartó. —Reagan escoge dónde lo quiere después. Atrapando la mirada de Ethan por sobre la cabeza de Trey, Reagan señaló la carne caliente entre sus piernas. Ethan sacudió la cabeza. —Ahí es donde lo quiero —se quejó ella. —Se te está enseñando una lección —dijo Ethan. —¿Qué clase de lección? —Cómo disfrutar más placer del que puedes soportar. —Bueno, eso no sonaba tan mal—. Sin acabar —agregó. —Le gusta mucho lo de retrasar la satisfacción —comentó Trey—. Me pregunto si alguna vez lo ha experimentado. Reagan sabía que sí. Ella solía montarlo por horas y él simplemente seguía conteniéndose hasta que se exasperaba con él. —Nunca puedo hacerlo acabar si él no quiere —dijo Reagan. —¿Cómo puede no desearlo? Ésa es la mejor parte —dijo Trey. —Exactamente. Debe ser el macho alfa en él. —Tú puedes hacerme acabar a mí, Reagan. No me contendré —dijo Trey. —¿También me harás acabar? —dijo Reagan—. A mí tampoco me gusta mucho eso de retrasar la satisfacción. Prefiero ir por los orgasmos múltiples. —Oye —protestó Ethan—. Pensé que yo estaba dirigiendo el espectáculo aquí. —Sólo te dejamos pensar eso —dijo Trey. Reagan se echó a reír al ver la expresión en el rostro de Ethan. Al parecer, pensaba que esto significaba que no iba a participar.

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—Creo que he tenido suficiente sabor a cereza. Ahora quiero probar a Reagan — dijo Trey. Arrodillándose en el suelo junto al sofá de dos plazas, buscó a tientas el muslo de Reagan y se inclinó sobre su cuerpo. Ella se abrió ampliamente para él, una pierna en el respaldo del sofá y la otra en el suelo. Él besó y chupó su camino por el interior de su muslo. Cuando llegó a la humedad entre sus piernas, la probó con su lengua, lamiéndola no para darle placer, aunque lo hizo, sino para recoger hasta la última gota que ella produjo para él. Los ojos de ella se cerraron mientras se perdía en la sensación. Se abrieron de repente cuando Ethan se unió a ella en el sofá de dos plazas. Deslizó las grandes manos bajo su culo y le levantó las caderas del sofá, arrodillándose entre sus piernas. Ella notó que él se había puesto un condón. No podía esperar para averiguar qué tenían planeado para ella. Trey seguía girando su lengua en su apertura. Siguió la elevación de sus caderas sin ningún problema. —Te estás poniendo más frío, Trey —dijo Ethan. Trey chupó su camino hacia su clítoris. Cuando se aferró a la sensible protuberancia, un espasmo se apoderó de todo el cuerpo de Reagan. —Ahora estás caliente —dijo Ethan y avanzó hacia delante hasta que su polla se apretó contra el coño tembloroso de Reagan. Se deslizó dentro de ella, sus embistes superficiales mientras Trey seguía trabajando su clítoris con esa boca sensual suya. Ethan pasó una mano por los hombros de Trey y este levantó la cabeza para que Ethan pudiera hundirse profundamente, una, dos, tres veces, antes de retroceder unos centímetros para darle a Trey espacio para lamerle el clítoris con movimientos duros y rápidos de su encantadora lengua. Cuando las primeras oleadas del orgasmo se apoderaron de ella, lanzó un grito de felicidad. Ethan giró las caderas, estirando su coño apretado en amplios círculos mientras se corría. El placer se volvió demasiado para ella y aferró el cabello de Trey para apartarlo. Ethan se hundió profundamente y luego se retiró por completo. Él le bajó las caderas hacia el sofá y ella se quedó allí temblando y jadeando en busca de aire, mientras que él se movía para sentarse en el extremo del sofá. Observó a Trey sentarse en el regazo de Ethan, la espalda hacia el vientre de Ethan. Trey tomó a Ethan dentro de su cuerpo, subiendo y bajando sobre él con dicha evidente. Ethan usó ambas manos para frotar las bolas y la polla de Trey hasta que sus piernas comenzaron a temblar. Se apartó inesperadamente y retiró el condón de Ethan. Trey chupó la polla de Ethan por varios minutos, mientras que Ethan se aferraba a los cojines del sofá con las dos manos, obviamente luchando contra un enorme de orgasmo con todo lo que podía. Trey se puso un condón nuevo y extendió una mano hacia Reagan.

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—Tu turno, nena. Ve si puedes hacerlo acabar. Así que eso es lo que Trey estaba haciendo. Ella lo iba a hacer. Ethan se acercó unos centímetros para que ella pudiera montarlo con mayor facilidad. De frente a él, tomó a Ethan en su interior, lista ya para otro orgasmo. Mirar a Trey con Ethan había conseguido excitarla de nuevo. Trey se paró detrás de ella y le masajeó los pechos mientras ella montaba a Ethan. Las manos de él se movieron hacia abajo por sus costillas y vientre. Le acarició el clítoris con dos dedos y luego volvió a masajear sus pechos. —¿Crees que está lista? —le preguntó Trey a Ethan. ¿Ella está lista? ¿No estaban tratando de hacer que Ethan acabara? Ethan movió las caderas hasta el borde del sofá y la mantuvo inmovilizada, completamente empalada en su gruesa polla. Trey se movió entre las piernas de Ethan y se acomodó contra la espalda de Reagan. Dedos resbaladizos se frotaron contra su culo y luego se deslizaron dentro. —¿Trey? —jadeó ella— ¿Qué estás...? Perdió el tren de pensamiento y capacidad de protestar cuando sus dedos comenzaron a moverse dentro de ella. —Oh —jadeó ella. —Puedo sentirlo —murmuró Ethan. Trey sacó los dedos. —Espera —protestó Reagan—. Me gustó. —Relájate para mí, Reagan —murmuró Trey. No estaba segura de a qué se refería, pero se quedó inmóvil contra Ethan y lo siguiente que supo fue que la polla de Trey estaba enterrada en su culo. Ella se enderezó de pronto, su cuerpo tan lleno, que no estaba segura de cómo responder. —Tranquila —murmuró Trey—. Confía en mí. No te haré daño.

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No dolía, exactamente. Había una presión inusitada en el interior, pero no dolor. Trey se retiró un poco y empujó hacia adelante. Ethan gimió y dejó caer la cabeza contra el sofá. —Puedo sentirte moverte contra mí, Trey. Dentro de ella. —Por eso ésta es mi posición favorita —dijo Trey. Reagan rió entre dientes. Bueno, nunca hubiera averiguado eso por su cuenta. —Inclínate un poco hacia adelante —le indicó Trey. Reagan accedió. Ahora que ella estaba llena de ambos, había perdido sus inhibiciones acerca de intentar esto. Ella quería experimentar todo lo que tenía para ofrecer. —Móntalo, Reagan. Yo haré el resto —le dijo Trey al oído. Le tomó varios intentos encontrar su ritmo. Trey se mantuvo inmóvil mientras ella se levantaba y caía sobre Ethan, haciendo que ambas pollas entraran y salieran de su cuerpo con el máximo esfuerzo. A este paso, no duraría mucho. Trey golpeó a Ethan en el hombro. —Ayúdala. Él había estado sentado allí temblando con los ojos cerrados, pero ante la insistencia de Trey, Ethan aferró el culo de Reagan con las dos manos y la ayudó a levantarse y a descender. Una vez que encontraron un ritmo constante, Trey comenzó a moverse en rápidas y superficiales embestidas, lo cual frotaba su polla repetidamente contra la de Ethan en cada movimiento arriba y abajo del cuerpo de Reagan. La cabeza de Ethan cayó hacia atrás contra el sofá, su boca se abrió y sus ojos rodaron hacia la parte de atrás de su cabeza. —Lo haré acabar —dijo Trey—. Nunca será capaz de contenerse con nosotros así, Reagan. Ella tenía la intención de estar de acuerdo con él, pero su mente no estaba funcionando lo suficientemente bien como para formar pensamientos coherentes,

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mucho menos palabras. Podía sentir sus pollas frotándose una contra la otra dentro de ella. Era la sensación más maravillosa y extraña que jamás había experimentado. Ethan maldijo por lo bajo. —Mierda, voy a acabar. No puedo luchar contra esto. Los dedos de Trey buscaron el clítoris de Reagan para ayudarla a unirse a Ethan en la dicha. Las caderas de ella se movieron inesperadamente en el instante en que él la tocó allí y ella gritó en el mismo instante en que Ethan gritó en señal de triunfo, y Trey se estremeció detrás de ella con su propia liberación. Condenadamente fantástico. Oh, sí. Podría acostumbrarme a esto del trío. Incluso si eso significaba no ser capaz de caminar por un par de días después. Mierda, Trey sacudía su mundo. Y Ethan lo hacía girar. 334

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28 Traducido por Simoriah Corregido por Steffanie

Trey observó la frustración de Reagan crecer en el ensayo al día siguiente. Todos los miembros de Exodus End la apoyaban un cien por ciento y a ella le estaba yendo genial en su primer intento de ensayar un gran show en vivo completo, pero no tenía tolerancia con sus propios y pequeños errores. Y cuantos más cometía, más nerviosa se ponía, lo cual la hacía cometer más errores hasta que pareció no poder ser capaz de hacer algo bien. —Tomémonos un descanso —dijo Max y enganchó el micrófono en su soporte. Reagan se frotó la frente mientras Max le hablaba sobre permitir que las notas duraran un poco más. Dare puso su guitarra en un soporte y fue a sentarse junto a Trey en el estuche de equipamiento en el borde del escenario. —Podría irle mejor sin que tú la observaras —dijo Dare. —Le está yendo genial. —La he visto hacerlo genial, Trey. Ahora está tensa. Para nada natural. Trey también había notado eso. —Creo que sólo está nerviosa. —Eso es de esperar, pero tiene que ser capaz de fingir lo suficiente para que la audiencia no lo note. —Quizás si tu manager dejara de tratar de convertirla en un sex symbol, ella podría encontrar su música una vez más. No está cómoda con esa imagen.

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—Él cree que es la forma de hacerlo. La banda está dividida en esa idea. —Ambos observaron a Max tratar de hacer que Reagan se colgara la guitarra más abajo, a nivel heavy metal. Ella típicamente la llevaba un poco más arriba, a nivel de música country. —Mientras tú estés de su lado, no tendré que patearte el culo —dijo Trey. Dare le dio a Trey un golpe en la oreja con el dedo. —Yo patearé todos los culos que sean necesarios en esta familia. —¿Vas a patearte tu propio culo? —Si es necesario. Ambos observaron a Steve golpetear la guitarra de Reagan con sus palillos mientras intentaba ponerla en ritmo. —Lo hiciste en el estudio ese primer día —le dijo Steve—. Sé que puedes hacerlo. —Creo que debería salir de aquí por unas horas —dijo Trey—. Luce bastante nerviosa. —También tiene que acostumbrarse a eso —dijo Dare. —¿Entonces se supone que debo sentarme y verla pelear consigo misma? —No, se supone que la dejes pelear consigo misma sola y permitirle desahogarse sobre lo imbéciles que somos cuando te vea esta noche. Trey suspiró. —De acuerdo. Dejaré a mi único y verdadero amor a la merced de cuatro metaleros malvados, pero no me gustará. —Es una chica dura. Estará bien. No seas su muleta. Sé su campeón. Trey internalizó las palabras de su hermano. El hombre no podía equivocarse. En los ojos de Trey, lo sabía todo. —¿Dare? —¿Sí, hermano? —Cuídala por mí, ¿de acuerdo?

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Dare sonrió. —Lo haré. —Gracias. —Trey se bajó del estuche de equipamiento y se acercó a Reagan que estaba recibiendo consejos de Max, Steve y Logan, todos a la vez. Miraba a un hombre y después al otro como si le hablaran en algún perdido idioma extranjero. —Chicos —interrumpió Trey—. Denle un momento para respirar. Ella lució tan aliviada de verlo que pensó que estallaría en lágrimas. Él fortaleció su decisión. Campeón, no muleta. —Tengo algunas cosas que hacer. Te veré esta noche, ¿de acuerdo? Su expresión de desesperación convirtió su decisión en un fideo mojado. —¿Te vas? —Te irá genial, Reagan. Tengo fe en ti. —Le dio a su brazo un duro golpe con los nudillos y se volvió para irse. Quizás debería haberla besado a modo de despedida en su lugar.

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29 Traducido por Clary Corregido por Klarlissa

En su vestuario en la primera noche de la gira, Reagan se concentró en caminar en sus nuevas botas cortas de tacón alto sin romperse el cuello. Le había prometido a Sam que le daría una oportunidad a su forma de hacer las cosas antes de regresar a sus botas de combate, pero el set de los Sinners ni siquiera había terminado aún y los dedos de sus pies ya estaban quejándose. Quizás si pudiera dejar de pasearse. —¿Estás nerviosa? —preguntó Ethan, observándola pasar junto a él por quincuagésima vez. —No tienes idea —dijo ella. Y si él no hubiera estado allí, ella probablemente estaría trepándose por las paredes con sus uñas recién arregladas. Al menos la habían escuchado cuando ella insistió en que no podía tocar bien con las monstruosidades de siete centímetros de largo que habían intentado pegar en las puntas de sus dedos. —Luces fantástica esta noche. No puedo sacarte los ojos de encima. —Sólo tomó dos horas hacerme lucir así. —¿Ése es un labial que no se corre? —Sí —dijo ella, presionando los labios—. ¿Por qué? ¿Está manchado? Ethan le envolvió la cintura con un brazo y tiró de ella hacia él. —Porque creo que te vendría bien una distracción. Le vendrían bien mil distracciones, pero en lo que se refería a distracciones iban, el profundo beso que Ethan estaba perfecto.

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Las manos de Ethan se deslizaron por el tieso cuero de su corsé y sobre la parte trasera de su corta falda de tul. —¿Ethan? —susurró ella contra los labios de él. —Seré rápido —prometió. Metió las manos debajo de la falda y bajó sus shorts ajustados y la ropa interior. —¿Ethan? El beso se profundizó. Sus dedos buscaron su clítoris. Ella pensó que probablemente debería protestar, tenía que estar en el escenario en menos de media hora, pero se entregó en su lugar. Él continuó besándola y tocándola hasta que ella se hundió contra la pared detrás de ella. Los dedos de ella se enredaron en su cabello y liberó su boca. —Te necesito, Ethan. Mételo. Ella deslizó las manos bajo la apretada camiseta de él y succionó su cuello mientras él encontraba protección en su billetera, desabrochaba sus pantalones y se ponía el condón. Encontró su mirada. La intensa hambre salvaje en su mirada convirtió las rodillas de ella en gelatina. Él la tomó con fuerza duramente y la obligó a enfrentar la pared. —No te muevas —dijo. El profundo timbre de su autoritaria voz encendieron las terminaciones nerviosas con excitación. Se quedó quieta mientras él buscaba su entrada con su dura polla. La llenó lentamente. Ella gimoteó, queriéndolo más fuerte y rápido. Enterrado profundamente, él le acomodó el cuerpo para facilitar su posesión; le separó los muslos, alentándola a doblar más la espalda. Todo el cuerpo de ella se estremeció con anticipación. Había pasado un tiempo desde que Ethan la había follado así. No se había dado cuenta de cuánto lo necesitaba. Afortunadamente, él sí lo había hecho. Él le tomó ambas muñecas y le levantó los brazos por encima de la cabeza, sosteniéndola firmemente. Sus caderas comenzaron a moverse. Él se hundió en ella dura y profundamente, poseyéndola con una cierta furia que alejó cada pensamiento de su mente. Ella se entregó a él por completo, confiando en él para satisfacerla al tomar su poder y al usar su cuerpo. Golpeó dentro de ella más duro y rápido, respondiendo a sus gemidos de excitación con profundos gruñidos. Mantuvo el mismo movimiento rigoroso hasta que

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a ella le dolió el coño por falta de liberación, y aunque su posesión se sentía fantástica, ella no podía soportarlo más. —Ahora, Ethan. Hazme acabar. Él le soltó la muñeca y movió la mano alrededor de su cuerpo para encontrar su clítoris hinchado y palpitante. Dos caricias de la punta de sus dedos contra la sobreexcitada protuberancia de carne la enviaron volando sobre el precipicio. Su centro convulsionó con ciego placer y ella arqueó las caderas cadera contra él involuntariamente. Detrás de ella, Ethan gruñó. Se hundió profundamente y apretó el brazo alrededor de su cintura para mantenerla quieta mientras se derramaba dentro de ella. Su cuerpo se inclinó pesadamente contra la espalda de ella mientras recuperaba el sentido. Su aliento salía en duros y calientes jadeos contra el hombro de ella. Hubo un golpe en la puerta. —Diez minutos —exclamó alguien desde el otro lado. Ethan salió de ella lentamente y luego liberó la muñeca que todavía sostenía. —¿Estás bien? —preguntó. —Lo necesitaba—dijo ella y se volvió para mirarlo. Ethan rió entre dientes. —Trey me daría un puñetazo en las bolas si me viera tratarte así. —A él también le gusta que lo traten así. —Al menos sé que soy bueno para algo. —Ethan se sacó el condón y se reacomodó la ropa. Reagan no tenía tiempo para disipar sus temores. Tenía que salir al escenario y estaba bastante segura de que sus dos horas de cabello y maquillaje habían sido destruidos por diez minutos de dura follada con el rostro aplastado contra la pared. —Hablaremos más tarde —le prometió a Ethan y se apresuró hacia el baño para limpiarse, devolver la ropa a sus lugares adecuados y arreglar su lápiz labial. Al menos su cabello no se había movido. No que fuera posible con la cantidad de productos con

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el que lo habían untado. Reagan salió presurosa del vestuario con Ethan en sus talones. Detrás del escenario alguien le dio una guitarra, y ella lanzó la correa sobre el hombro. El nuevo equipamiento del escenario permitía que no hubiera tiempo de transición entre su show y el de los Sinners, así que cuando la última nota del bis de los Sinners quedó en silencio y la multitud rugió su aprobación, Reagan sintió que su estómago caía a sus botas. —Mátalos, cariño —dijo Ethan y envolvió sus hombros con un brazo para darle un alentador apretón—. Estoy tan orgulloso de ti. Cuando ella pasó a Trey, que acababa de bajar del escenario, por alguna razón no pudo encontrar su mirada. No tenía tiempo para descifrar su repentino sentimiento de culpabilidad. Trey atrapó su brazo, tiró su cuerpo contra el de él y la sacó del flujo de circulación desde el escenario. —Lo harás genial. —Prométeme que no mirarás. Ya estoy lo suficientemente nerviosa. —¿No quieres que vea? Ella sacudió la cabeza. Acompañado por un zumbido mecánico, la batería de Eric fue sacada del escenario en una pieza en una plataforma para que la de Steve pudiera elevarse del piso en el comienzo de la primera canción. El sonido del escenario realineándose aceleró el ritmo cardíaco de Reagan. Esto realmente estaba sucediendo. Trey rozó su mandíbula con los dedos. —Si eso es lo que quieres. —Gracias por comprender —susurró ella—. Te amo. —Yo también te amo. Ahora rómpete una pierna. —Vaciló—. No literalmente. —No hay garantías en estas malditas botas. —Reagan, toma tu lugar. —le dijo en el oído la voz de Mad Dog, el ingeniero de sonido de Exodus End.

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Le dio a Trey un rápido beso en la mejilla y entró en la pequeña puerta debajo del escenario. Ya estaba oscuro debajo del escenario, pero alguien del equipo estaba de pie junto a su plataforma con una linterna. Ella tuvo cuidado de no golpear las cuerdas de su guitarra mientras cuidadosamente se subía a la plana pieza de metal. Apenas podía divisar las siluetas de Dare en el extremo opuesto del escenario y de Logan entre ellos, pero más atrás. Oyó un zumbido mecánico y luego el golpe pesado y bajo del bombo mientras Steve y toda su batería eran elevados desde detrás del escenario. La multitud estaba enloqueciendo. Este era un diseño de escenario totalmente nuevo e innovador. Si funcionaba correctamente, era seguro que cautivaría a todos. Si no, bueno, Reagan estaría atrapada bajo un oscuro escenario para el resto de su corta vida. Logan entró con la profunda y repetitiva línea de bajo de la primera canción, “Ovation”. Su plataforma comenzó a subir primero, elevándolo del suelo del escenario hacia las luces. Reagan tocó el riff rítmico en su momento y casi tropezó cuando la plataforma debajo de ella se tambaleó al ponerse en movimiento antes de elevarse a paso de caracol. Cuando una brillante luz azul la golpeó en el rostro, se obligó a no hacer una mueca. Soy una estrella de rock. Se Maximilian Richardson. Puedes hacerlo. No lo arruines. Dare entró en la canción y su plataforma no se elevó lentamente como de Logan o la de Reagan; ésta lo impulsó hacia arriba a una velocidad más rápida y él utilizó el impulso para saltar desde la plataforma hacia el escenario principal, chillando su entrada en la verdadera manera de una estrella de rock. La multitud se volvió loca. Dare Mills era una estrella. Reagan era una impostora. Sin embargo, ella hizo su parte. Tocando las secciones de guitarra rítmica tan cerca del estilo de Max que su propia madre probablemente no sería capaz de notar la diferencia. Suponiendo que su madre escuchara metal. Hubo una repentina explosión de fuego y humo (parte del show, pero aun así asustaron a Reagan), y Max apareció en el centro del escenario, cantando la primera, larga nota de la canción como un ángel del metal que había descendido desde los cielos. Toda la multitud fue un enorme mosh pit. Nadie parecía preocuparse porque Reagan estuviera tocando la guitarra en lugar de Max. Estaban demasiado embelesados con la música para prestarle algo de atención. Vio a Dare entusiasmar a la multitud. A Logan entusiasmar a la multitud. A Max hacer que la gente rebotara unos contra otros como si fueran bolos. Incluso Steve se puso de pie detrás de la batería en un punto y lanzó un

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palillo roto al público. Reagan se mantuvo concentrada en la canción. Cuando acabó, Max le habló a la multitud. —¿Cómo nos sentimos esta noche, Los Ángeles? La multitud rugió su entusiasmo. Steve tocó una línea de batería para hacer que se calmaran. —¿Los Sinners rockearon su mundo? —dijo Max, gritando y cantando. La multitud volvió a vitorear. Los Sinners también rockeaban el mundo de Reagan. Especialmente el travieso. Espió al otro lado del escenario, esperando que Trey hubiera ido en contra de sus deseos y que estuviera de pie en la esquina. No lo vio. —El maldito túnel carpiano es una enfermedad muy seria para un guitarrista —dijo Max, sonando increíblemente serio. —¿Quién es un marica? —dijo Logan con una voz profunda de locutor—. Max es un marica. Max utilizó su buena mano para mostrarle el dedo a Logan. —Puede que hayan notado que tenemos un nuevo miembro de la banda en el escenario con nosotros esta noche. Reagan, ven aquí y di hola. Con el corazón corriendo, obligó a sus pies a avanzar, concentrándose con fuerza en no tropezar con nada con sus botas de tacón aguja. —Hola —dijo al micrófono en su lado del escenario. Vio su propio rostro en las pantallas gigantes alrededor del estadio y se congeló. —Está cubriendo la guitarra rítmica para nosotros —dijo Max—. Haciendo un trabajo excelente. Reagan sintió arder sus mejillas. Asintió y luego se alejó del micrófono. —Te amo, Reagan —gritó un tipo desde el público y se sacó la camiseta para mostrarle su delgado pecho. —Eso sólo funciona cuando las chicas le muestran las tetas a los tramoyas —le dijo Dare al tipo, señalándolo con la púa de su guitarra—. No hay pase al backstage para ti.

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—“Bite”. —Reagan escuchó a Mad Dog anunciar la siguiente canción en su oído—. Uno. Dos. Tres. —La banda siguió su señal para comenzar el abrupto principio de la canción. Logan aparentemente pensó que Reagan necesitaba acercarse más al frente del escenario. Apoyó su espalda contra la de ella y saltó hacia atrás, empujándola hacia adelante varios pasos. Repitió el movimiento y ella casi perdió una nota. —Detente —le gruñó. —Relájate, Reagan —dijo él—. Diviértete un poco. Cuando ella le frunció el ceño, él se encogió de hombros y fue a tocar su bajo en el extremo opuesto del escenario. Para el final de la tercera canción, Reagan realmente estaba sintiendo la presión. Y sus pies la estaban matando. Echó un vistazo al lado del escenario y vio a Trey de pie en las sombras. Sintiéndose más fuerte y de alguna manera aliviada, respiró profundo y trotó hacia el frente del escenario. Los hombres en la fila delantera de la audiencia se lanzaron contra la barrera como si quisieran agarrarla. Miró a Dare, quien le sonrió. Ella levantó el cuello de la guitarra y rotó las caderas ligeramente contra su instrumento. Nada demasiado extremo. Sólo algo sexy. Un tipo se lanzó sobre la barrera y rápidamente fue escoltado al final de ésta y volvió a ser metido entre la multitud. Reagan se apoyó en una rodilla para tocar la siguiente estrofa y su pequeño grupo de fans la aclamó. Esto era algo divertido. Sin embargo, tenía que tener cuidado de no perder el sonido de Max. No podía dejarse llevar demasiado. La canción terminó y Max emitió un gruñido bajo en su micrófono. —Veo que Reagan ha salido de su cascarón para ustedes. ¿Les gusta? La multitud vitoreó y Reagan se encontró una vez más expuesta en todas las pantallas del estadio. Reagan caminó hacia el micrófono más cercano y preguntó. —¿Alguien estaría horriblemente ofendido si me sacara estas malditas botas? Están matando mis pies. La multitud comenzó a cantar. —Quítatelas. Quítatelas.

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Sacó los pies de las botas, se las lanzó a un asistente y se paró descalza en el escenario moviendo los dedos de los pies con placer. —Ahora puedo encender mi rock. Tocó una cadena aleatoria de notas que volvió loca a la multitud. De acuerdo, era muy divertido. Hundió los dedos en el cabello, lo desordenó y se sintió condenadamente bien al respecto. Elevó sus puños formando cuernos con los dedos, sacudiendo sus índices y meñiques extendidos hacia la multitud. —Estoy lista para ensuciarme —dijo Reagan. Dare rió entre dientes en su micrófono. —Oh demonios, sí —dijo en un gruñido sexy. —Yo me ensuciaré contigo, Reagan —dijo Logan. —Ensuciémonos todos —gritó Max, y la banda se lanzó a su enérgica balada, “Stained”. Reagan hizo un esfuerzo para involucrarse en el resto del show. No demasiado. Ella no quería sobrepasar sus límites y superar a otra persona en la banda. Sintió que hizo un excelente trabajo imitando el trabajo de guitarra de Max y se sintió algo orgullosa de eso, aunque se sintió un poco desconectada de la música todo el tiempo. Cuando las luces finales se apagaron y ella bajó del escenario buscó a Trey, pero él había desaparecido. Probablemente no quisiera que ella supiera que había estado mirando cuando ella específicamente le había dicho que no quería que lo hiciera. Ethan estaba ahí, sin embargo, y le dio una alentadora palmadita en la espalda. —¡Estuviste asombrosa! —Gracias —dijo ella. —Buen show —le dijeron varias personas mientras era llevada a través de la multitud a su vestuario. La esperaban en la fiesta posterior al show, que se celebraría en el hotel al otro lado del estacionamiento. Ella quería encontrar unos zapatos que no paralizaran sus dedos antes de ir allí.

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—Buen trabajo —le dijo Dare justo fuera de la puerta de su vestuario—. Ensayaremos de nuevo mañana antes del show en San Francisco. A ver si podemos averiguar qué es lo que le está causando tu desconexión. Así que lo había notado, ¿verdad? Se mordió su labio y asintió. —¡Nos vemos en la fiesta! —dijo él y la dejó allí parada sintiéndose insegura de sí misma. —¿Que desconexión? —le preguntó Ethan. —Realmente no estoy sintiendo la música. —No podría decirlo. Estuviste fabulosa allí arriba. Todos te amaron. Ella sonrió. —Pensé que había ido bien. Después de que me deshice de esas malditas botas. Entró a su vestuario y se estiró para tomar una botella de agua. Bebió la mitad antes de notar el ramo de flores sobre la mesa. Qué considerado. ¿Quién le había enviado flores? ¿Trey? Obviamente Ethan no, porque lució tan sorprendido como Reagan al verlas. Tal vez uno de sus amigos. Alguien de la compañía discográfica. ¿O se atrevía a esperar que fueran de su papá? Cruzó la habitación prácticamente a los saltos y sacó la tarjeta de la brillante selección de yerberas. Su nombre estaba impreso prolijamente en el sobre exterior. Sacó la tarjeta y la leyó. Su sonrisa desapareció. Te llevaste lo que era mío, perra. No creas que lo mantendrás por mucho más tiempo. Ethan le arrebató la tarjeta de la mano. —Maldito hijo de puta —gruñó. Levantó el jarrón y miró la parte inferior, examinó la tarjeta con más atención y, a continuación, el sobre. Buscando pistas. Un hábito que le quedaba de su pasado trabajo policial. —Ve a la fiesta y diviértete. Simplemente no permitas que te atrapen sola —dijo Ethan, dándole un alentador apretón y frotando su brazo bruscamente—. Averiguaré quién te envió esto y lo mataré.

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30 Traducido por rihano Corregido por Simoriah

El salón de baile del hotel estaba lleno de gente de pared a pared. Reagan buscó entre la multitud hasta que vio a Trey rodeado de su pandilla habitual de admiradores. Se apresuró a su lado, haciendo caso omiso de miradas curiosas y de las pocas personas que la llamaban a su paso. Necesitaba relajarse y que quería pasar un tiempo a solas con Trey. Para agradecerle por estar ahí cuando ella no sabía que lo necesitaba. Y para pretender que no tenía miedo de quien fuera que seguía enviándole mensajes amenazantes. Captó el final de la conversación de Trey cuando se detuvo a su lado. —... Él nunca encontró sus pantalones. No menos de diez personas se rieron de lo que fuera que Trey estuviera hablando. Le tocó el brazo y él la miró. Una enorme sonrisa se dibujó en su rostro. —Hola, Reagan. Me preguntaba cuando llegarías. Que alguien le traiga una cerveza al nuevo miembro de Exodus End una cerveza. Tres cervezas fueron lanzadas en su dirección. —No, gracias —dijo ella. —¿Te gustaría otra cosa? Es barra libre. —Él levantó su cerveza y brindó a su enamorada audiencia. Ella sacudió la cabeza y se inclinó para susurrarle al oído. —Quiero ir un rato a mi cuarto. ¿Vendrás conmigo? —¿Los rinocerontes están siempre calientes? Ella vaciló, su cerebro incluso más agotado que su cuerpo.

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—Um. ¿Sí? Él rió entre dientes. —Respuesta correcta. —Tomó un trago de su cerveza a medio terminar, le entregó el resto a la persona más cercana, y tomó la mano de Reagan—. Tengan una gran noche —le dijo a su séquito. —¿Te vas yendo? —preguntó una hermosa pelirroja en un apretado vestido de noche púrpura. La mano de Reagan se apretó en la suya. Aunque nunca se puso celosa de Ethan, Reagan no podía alegar que no se veía afectada cuando mujeres sofisticadas y hermosas trataban de poner sus garras en Trey. —Sí, se va conmigo —dijo Reagan con vehemencia. —Tranquila, tigresa —le susurró Trey al oído—. Es escritora independiente para un par de importantes revistas de música. Eso no significaba que la mujer no quisiera meterse en los pantalones de Trey. —Entonces puede escribir sobre la relación seria entre Trey Mills y Reagan Elliot. Reagan se apresuró entre la multitud, tirando de Trey detrás de ella. Estaba tan concentrada en llegar a la puerta que no se dio cuenta que Dare los perseguía hasta que Trey se detuvo repentinamente detrás de ella. —Por Dios, ¿dónde está el incendio? —dijo Dare, su mano formando un puño al sujetar la parte posterior de la camiseta de Trey—. Hay algunas personas a las que quiero presentarte —le dijo a Reagan. —Necesita descansar —dijo Trey. Ambos hermanos le ofrecieron una mirada de preocupación. —Por supuesto —dijo Dare—. La cubriré. —Gracias, Dare. —Le dio un abrazo—. Puede que regrese más tarde. Sólo necesito unos momentos de paz. —Y alejarse de las flores en su vestuario. Y de esa nota. —Buena suerte con eso —dijo Dare.

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No estaba segura de qué quería decir con eso, pero tomó a Trey por la muñeca y tiró de él hacia el pasillo. Un montón de flashes de cámaras se activaron y periodistas gritaron preguntas, pero Reagan no pudo entender nada en el caos. Un par de guardias de seguridad de Exodus End escoltaron a Reagan y Trey a los ascensores. —¿Siempre es así de loco? —le preguntó a Trey. —Exodus End sólo hace una fiesta así de grande en la primera fecha de la gira. Se calmará. Un poco. —Trey envolvió sus hombros con un brazo y le dio un apretón—. ¿Abrumada? —No tienes ni idea. Los guardias de seguridad se subieron al ascensor con ellos y presionaron el botón del octavo piso. 349

—¿Van a seguirnos hasta nuestra habitación? —le preguntó Reagan a uno de los guardias. —La banda ha alquilado el octavo piso entero. Ya hay seguridad en ese piso. Sólo estamos aquí para asegurarnos de que nadie intente meterse en el ascensor con ustedes. Reagan se quedó mirando la alfombra dentro del ascensor mientras éste los levantaba a su piso sin incidentes. Trey le frotó la espalda, pero no dijo nada. Pareció darse cuenta de que ella anhelaba calma y tranquilidad. Sabía que había firmado para esto, y no lo lamentaba, pero iba a tomar algún tiempo acostumbrarse. Nunca había imaginado que necesitaría seguridad para montarse en un maldito ascensor de hotel. Y ella nunca había pensado que rogaría su protección. Cuando salieron del ascensor, encontraron varios guardias de seguridad adicionales. No la acompañaron hasta su habitación, pero la observaron de cerca hasta que ella y Trey estuvieron a salvo en el interior. *** El instante en que Trey tuvo a Reagan sola en la habitación del hotel, la tumbó sobre la gran cama.

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—Todos dijeron que estuviste fenomenal esta noche. ¿Cómo se sintió estar en el escenario frente a todos esos fans? —Estuve nerviosa hasta que te vi de pie en las sombras al costado del escenario. —¿Me viste? Ella asintió. —Mierda. Lo siento. Sé que dijiste que no me querías allí, pero no me pude resistir. ¿Sabes cuán sexy eres cuando tocas? —Él rodó encima de ella y capturó sus manos con las suyas. —Es el corsé, ¿no? Me hace lucir como si realmente tuviera tetas. Sus tetas sí lucían fantásticas en el corsé, pero no era eso lo que lo había llevado a mirar aunque ella se lo hubiera prohibido. —Es esa cara que pones cuando te dejas llevar por la música. Es incluso más sexy que la cara que pones cuando acabas. —Yo no pongo una cara. Él sonrió. —Sí, lo haces. Espero no haberte hecho consciente de ello. Arruinaría mi vida si dejaras de hacerla. Ella rió. —Lo dudo mucho. —Frunció el ceño—. No estoy segura de que a los fans les guste que reemplace a Max. —Te amaron. Confía en mí. Estuvieron un poco molestos por el cambio al principio, pero te los ganaste. Una vez que te quitaste los zapatos y te pusiste un poco sucia para ellos. —Es más fácil ser una misma cuando no estás pretendiendo ser algo que no eres. —¿Dónde está Ethan? —preguntó Trey.

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—Tenía algunos recados que hacer. —Ella cambió de tema—. Estoy contenta de que hayamos podidos escaparnos de la fiesta. Estoy demasiado cansada como para fingir que soy sociable. —¿Estás demasiado cansada para hacer el amor? Porque no he sido capaz de pensar en nada más que en ti toda la noche. —En mí y en todos los anteriores amantes que han estado siguiéndote todo el día. —Les dije que se perdieran. Estoy realmente comprometido contigo. Siento haber diseminado tanto amor por ahí antes de conocerte. —Ahora lo lamentaba. En ese momento, había creído que era condenadamente fantástico, acostarse con muchos fans. Ahora sabía que calidad era mejor que cantidad. Dos amantes que eran suficientes para él. Reagan levantó la cabeza para besarlo. —No debería quejarme contigo acerca de esto. Eres muy generoso con tu amor. Con todos. —Creo que la mayoría de las mujeres se desanimaría por eso. —Tú simplemente tienes tanto para dar. Suficiente para mí y para Ethan. —Le dio una dura mirada—. Eso no significa que puedes ir extendiéndolo por todos tus fans. —No te preocupes por eso. Tengo todo lo que quiero justo aquí. —Trey vaciló—. ¿Dónde está Ethan? —preguntó de nuevo. —Creo que él está ayudando a dirigir el tráfico o a romper las peleas. —Eso significa que te tengo toda para mí. —Le apartó el cabello del rostro y la besó suavemente en los labios. Ella cerró los ojos con fuerza y no le devolvió el beso. Perplejo, él la miró. Quizás sólo estaba realmente cansada. No podría haber perdido el interés. —¿Trey? —susurró ella. —¿Sí? —Tengo que decirte algo. —Estoy escuchando.

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—Creo que vas a estar enojado conmigo. —Yo no me enojo. —Tuve sexo con Ethan en el backstage esta noche —dijo ella abruptamente—. Él simplemente me agarró y comenzamos a besarnos. Nos dejamos llevar y terminamos teniendo un rapidito contra la pared. —Abrió los ojos con cautela. Trey sonrió. —¿Fue excitante? —No deberíamos haberlo hecho sin ti ahí. Trey la miró a los ojos. Podía ver que la culpa se la estaba comiendo viva. —¿Por qué no? —Porque no. —No tengo que estar allí cada vez que tengas relaciones sexuales con Ethan. Al igual que él no tiene que estar ahí cada vez que yo tenga sexo contigo. —¿Ustedes han tenido sexo sin que yo lo sepa? —preguntó ella. Él pensó en todos sus encuentros con Ethan. Incluso esa primera vez, Reagan lo había sabido. —Bueno, no, pero... —¿Por qué no? —Porque nos gusta incluirte. Sientes como si me hubieras engañado, ¿verdad? Ella se frotó la frente. —Esta relación es tan complicada. Me confunde a veces. No siento que estuviera engañándote cuando estás allí, pero cuando lo hicimos a tus espaldas y no te lo dije, se sintió mal. —Entonces ven directo a mí y me dices cuando lo hagan. —¿No estarás celoso?

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—¿Estarás celosa cuando tenga sexo con Ethan? —No estoy segura. —¿Quieres saber acerca de esto cuando suceda? —Sí, no me lo ocultes. Sin secretos. Él la besó suavemente. —Ya está. Encontraste tu propia solución. Sólo necesitabas hablarlo. Ella envolvió su cuello con los brazos y apretó el rostro contra su pecho. —Te amo tanto. —También te amo. —Me gustas así, Trey. Estoy tan contenta de que trajéramos a Ethan a nuestra relación. Al principio me preocupaba sentirme abandonada o que me amaras menos, pero ahora encuentro que cuando eres feliz, me amas incluso más. Me di cuenta de que había algo mal entre nosotros cuando estábamos de gira con los Sinners. Estabas tratando demasiado duro de desearme sólo a mí, y ahora sólo eres tú. —¿Cómo te sientes acerca de Ethan? —preguntó Trey. Ella se puso rígida. —¿Qué quieres decir? —¿Lo amas? —Es mi mejor amigo. Bueno, tú también lo eres. Ambos son mis mejores amigos. —También somos tus amantes. —Si te digo que lo amo, ¿romperías conmigo? Trey rió entre dientes. —Cariño, tú eres la que está tratando demasiado duro. Puedes amarlo. No es que puedas evitarlo, y es un hombre maravilloso. Te trata bien. Haría cualquier cosa por ti. Ustedes han pasado por muchas cosas juntos.

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—¿Lo amas? —preguntó Reagan. —Me gusta. —No es lo mismo. —Estoy muy consciente de eso. —¿Crees que podría amar a un hombre? Trey necesitaba contarle su secreto restante más profundo. Confiaba en ella. No estaba seguro de si ella lo aceptaría o si entendería, pero si esperaba que ella fuera abierta y honesta sobre todo entonces él tendría que tratarla con el mismo respeto. —Sí amo a un hombre. —¿Lo haces? ¿O lo hiciste? —Lo hago. Nunca voy a dejar de amarlo, pero está fuera de mi alcance. —¿Cuál es su nombre? El estómago de Trey se contrajo con aprensión. Por un momento, consideró inventar un nombre cualquiera. —Brian. —¿Brian? —Los ojos de Reagan se agrandaron—. ¿No te refieres a Brian Sinclair? —Sí. Reagan lo miró con aturdida incredulidad, y luego se echó a reír. —Muy buena, Trey. Me lo creí por un minuto. ¿Él se sinceraba con ella y ella creía que era una broma? Genial. Salió de encima de ella y se tendió de espaldas a su lado en la cama. Presionó sus párpados con el pulgar y el dedo medio para devolver todo el dolor y la desesperanza a donde pertenecían. Reagan sentó a horcajadas sobre sus caderas y le apartó la mano del rostro. —Hablas en serio.

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Él tragó saliva, sabiendo que no debía hablar, no que pudiera hacerlo alrededor del enorme nudo en su garganta. —Él está casado, Trey. Trey puso los ojos en blanco y se aferró al sarcasmo. Hacía que seguir fuera más fácil. —Lo sé. Estuve en la boda. —¿Sabe lo que sientes por él? —No. —¿Nunca se lo dijiste? Trey sacudió la cabeza. —¿Cuánto tiempo te has sentido así por él? Desde siempre. Trey siempre había sentido como si se conocieran desde que habían nacido. Al menos espiritualmente. —Por más de diez años. —Tienes que decírselo, Trey. —¿Qué, como si él fuera a renunciar a Myrna por mí? Ella le apartó el cabello de la frente. —¿Es eso lo que quieres? Él se mordió el labio y sacudió la cabeza. —No. Quiero que sea feliz. Quiero superarlo. —Y para hacer eso, tienes que decirle. Habla con él sobre eso. Ve cómo reacciona. —No quiero arruinar nuestra amistad. Reagan le pasó el pulgar debajo del ojo y recogió una lágrima que él no se había dado cuenta de que estaba allí. No estaba seguro de cómo ella respondería a que su novio temerario se pudiera todo emocional y estúpido sobre su héroe favorito de la guitarra.

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—Brian no es así, Trey. Lo sabes. —Él ya no tiene más tiempo para mí, de todos modos. ¿Qué más da? —Se puso de costado y la desmontó para que ella se desplomara sobre la cama junto a él. Ella se levantó para sentarse como indio junto a él en la cama. —Gracias por la invitación. —¿Invitación? —A tu fiesta de compasión. Trey hizo una mueca. Hacía eso de vez en cuando. Caer en la desesperación. El problema era que, en lugar de lidiar con las cosas, tenía la tendencia a enterrar sus problemas y fingir que no le afectaban. —¿Vas a hablar con Brian sobre tus sentimientos? —No lo sé. Lo pensaré. —Bueno, ahora estoy de humor para fiestas. Vamos a divertirnos. —Pensé que estabas cansada. —He cogido mi segundo aire. Ella se puso en pie y encontró las botas de combate que le habían prohibido llevar en el escenario. No complementaban su atuendo, pero eran totalmente Reagan y trajeron una sonrisa al rostro y al corazón de Trey. —Vamos, tristón —dijo ella, tirando de su mano hasta que él cedió y salió de la cama—. Vamos a festejar como estrellas de rock.

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31 Traducido SOS por Simoriah y Dai Corregido por Simoriah

Reagan sostuvo la mano de Trey mientras entraban a la recepción del hotel. Realmente no estaba de humor para salir de fiesta como una estrella de rock, pero Trey era una criatura social y lucía como si necesitara un poco de adulación y excitación. Además, se sentía mal por reírse de su amor por Brian. Obviamente era algo que lo afectaba mucho. No estaba segura de que cómo lidiar con esa parte de Trey. Él siempre parecía saber exactamente qué era lo que quería de la vida. Debía ser difícil para él estar tan cerca de Brian, y a la vez tan lejos. Divisó a Dare cerca de la entrada, luciendo aburrido, aunque estaba rodeada de entusiastas admiradores. Él tenía esta manera de responderle a la gente con el número mínimo de palabras, y aun así hacerles sentir como si estuviera transmitiendo los secretos del universo. Reagan sabía que Trey dependía del apoyo de su hermano más que el de cualquier otra persona en el planeta, ella incluida desafortunadamente, así que se dirigió hacia Dare, esperando que él pudiera reconfortar a Trey. O que le dijera cómo reconfortarlo. Dare sonrió cuando los vio yendo hacia él. —Discúlpenme. —Una palabra y la multitud se dispersó como si Dare hubiera erigido una burbuja impenetrable alrededor de sí—. ¿Regresan tan pronto? —Tomó un trago de su bebida y su mirada fue de Reagan a Trey y de vuelta a Reagan. —Ella quería ir de fiesta como una estrella de rock —dijo Trey. Saludó a alguien al otro lado de la habitación que estaba moviendo ambos brazos salvajemente sobre su cabeza para obtener su atención. —Entonces deberías ir a conseguirle un trago —le dijo Dare a Trey.

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—¿Qué quieres? —le preguntó Trey. —Algo duro. —Te hubiera dado algo duro arriba, pero quisiste regresar a la fiesta. —Si tú hubieras bajado mientras estábamos arriba, yo hubiera venido29 —contestó ella. Trey rió y la besó en la mejilla antes de apresurarse hacia el bar. Una ola de gente lo siguió. Al contrario que su hermano, él no tenía la habilidad de mantenerlos al margen. O quizás no quería. Parecía deleitarse con la atención de la horda que lo rodeaba. —¿Sucede algo? —preguntó Dare. Alguien se les acercó y él levantó un dedo de su vaso. El hombre se detuvo a mitad de un paso y se volvió hacia la dirección opuesta. —Trey está algo deprimido. Pensé que podría venirle bien una fiesta. —¿Así que estás aquí por su bien? —Completamente. No se me da bien el mezclarme con la gente. Dare rió entre dientes. —A mí tampoco. Todos piensan que soy misterioso y profundo. Sólo soy antisocial. Reagan le sonrió. —Sólo estás diciendo eso para hacerme sentir mejo. Dare se encogió de hombros. —¿Por qué está deprimido Trey? —Su mirada fue hacia el bar y Reagan siguió su línea de visión para ver a Trey hablando y riendo con un actor de primera línea como si fueran viejos amigos. Reagan se preguntó si Dare sabría sobre Brian. Parecía que sabía todo de Trey, pero quizás era algo que Trey no le había confiado. No quería sacar ningún hueso de los esqueletos en el armario de Trey sin su permiso.

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N. de T.: juego de palabras entre “going down”, que significa dar sexo oral, y “come”, que significa venirse, acabar.

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—Déjame adivinar —dijo Dare, levantando el dedo hacia otra persona que se acercaba para apartarlo antes de que se acercara demasiado—. Brian. —¿Sabes cómo se siente respecto a Brian? —Me sorprende que te lo haya dicho. Él piensa que es un enorme secreto, pero cualquier persona con ojos sabe cómo se siente por ese tipo. —Yo no lo sabía. Siempre pensé que había algo diferente en su relación, pero no tenía idea de que los sentimientos de Trey fueran tan fuertes. —Debe estar mejorando en esconderlos. Observaron a Trey recibir un palmada en la espalda de un futbolista profesional antes de que el tipo comenzara a fingir que hacia pases y touchdowns ante la entusiasta insistencia de Trey. Trey todavía no había llegado al bar. —Le dije que debería hablar con Brian al respecto —dijo Reagan—. No pareció creer que fuera una buena idea. —Ha hecho mucho progreso desde que te conoció, Reagan. Ha estado peleando con esto por un largo tiempo. Antes, todo en lo que podía pensar era en formas de hacer que Brian se enamorara de él. Ahora está tratando de pensar cómo hacer para dejarlo ir. Sé paciente con él. —¿Cómo crees que Brian reaccionaría si lo supiera? —Estoy segura de que Brian ya la sabe. Sólo que es demasiado agradable para decirle a mi hermano que saque la cabeza del culo. —Dare terminó su trago y apoyó su vaso vacío en una mesa cercana que tenía una escultura de hielo con forma de guitarra—. Brian no es estúpido, sólo algo… poco agresivo. Especialmente cuando se trata de aquellos a los que ama. —¿Él también ama a Trey? —No románticamente. ¿Trey te contó que se tuvieron algo? Los ojos de Reagan se agrandaron. —¿Tuvieron algo?

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—Supongo que no te lo dijo. Si quieres saber, pregúntaselo. —Dare rió—. Mira, llegó al bar. Reagan volvió su atención de vuelta a Trey, a quien varias mujeres le metían cervezas en la cintura de sus jeans. Y varios hombres. Retorciéndose, intentó evitar que más tragos fueran metidos en sus pantalones, mientras le daba su orden al barman. Ella pudo decir que él ya lo estaba pasando genial. —Cómo le gusta la atención —dijo Dare. Sonrió ante las payasadas de su hermano mientras sacudía la cabeza con vergüenza. —No me engañas, Dare Mills. Tu hermano menor significa más para ti que cualquier otra persona en el planeta. —No puedo negarlo. Si no fuera por él, yo hubiera muerto antes de mi sexto cumpleaños. La cabeza de Reagan se volvió rápidamente para mirarlo. —¿Qué quieres decir? —Tuve leucemia mieloide aguda y necesitaba un transplante de médula ósea. Trey era compatible, así que fue mi donante. —Nunca me contó eso. —Está al tanto pero no lo recuerda. Sólo tenía dos años, pero todavía le tiene terror a los hospitales, así que tuvo que tener un efecto duradero en él. ¿Has visto el tamaño de las agujas que utilizan para sacar la médula ósea? Yo sí. —Se estremeció. Reagan envolvió a Dare con ambos brazos y le dio un fuerte apretón. Él le dio una palmada en la espalda y preguntó. —¿Por qué fue eso? —Por vivir. Él rió entre dientes. —Deberías abrazar a Trey, no a mí. Él es el héroe.

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—Oh, confía en mí, Trey va a recibir muchos abrazos. ¿Los abrazos de piernas cuentan? —Estoy seguro que él pensaría que sí. Ella miró al otro lado de la habitación hacia el bar donde Trey estaba atrapado entre un tipo que tenía un mohawk verde lima de noventa centímetros de alto y una socialite de Hollywood con un Chihuahua que ladraba en su bolso. Con ambas manos llenas de tragos, Trey sonrió, asintió y conversó mientras se acercaba lentamente hacia ellos. —Si alguna vez escapa de su club de fans. —¿Ésta es la fila para los abrazos a Reagan? —dijo una voz profunda detrás de ella. Ella se volvió y tomó a Steven en un abrazo de oso. Él le devolvió el gesto con entusiasmo. Ella no puedo evitar notar lo bien que esos fuertes brazos de baterista se sentían envueltos alrededor de su cuerpo. Aunque el concierto había terminado dos horas antes, él todavía no vestía una camisa con sus pantalones de cuero de tiro bajo— . ¿Están teniendo una reunión de guitarristas aquí? —preguntó Steve—. Noté que Dare ha erigido su invisible muro de genialidad para alejar a los besaculos. Espero que no les importe que arruine su fiesta privada. —Sólo estábamos hablando —dijo Reagan. —¿Del show? —preguntó Steve, dándole a Reagan un último apretón antes de dejarla ir—. Pensé nos equivocaríamos más mucho más de lo que lo hicimos. El primer show de una nueva gira es generalmente el peor. Salió bien, ¿no crees? Ella asintió. —Aunque estaba terriblemente asustada. Steve le frotó la espalda. —Lo hiciste genial, cariño. Incluso Max lo dijo. —Creo que le gustó ser sólo un front man —dijo Dare—. Se involucró más con la audiencia de lo normal. Puede que quiera mantener este arreglo después de que se cure su muñeca. —Dare le guiñó un ojo a Reagan y ella tuvo que recordarse a sí misma que ahora era una estrella de rock y que no debería estar chillando de entusiasmo.

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—Ha estado buscando críticas del show en Internet toda la noche —dijo Steve—. No lo admitirá ante nadie, pero realmente le importa lo que la gente dice de nosotros. Dare rió entre dientes. —¿Max? De ninguna manera. Es demasiado genial para preocuparse. —Seguro —dijo Steve. —Me voy a conseguirle un trago a la dama y tan pronto como vuelvo la espalda, ella comienza a toquetear a los miembros de su banda —dijo Trey con un ceño fruncido con exageración. —Trey, no toqueteé a ninguno de los miembros de mi banda —dijo Reagan y aceptó su trago—. Al menos no es público. Steve se echó a reír. —Me matas, Reagan. En serio. —Sacó una botella de cerveza de la cintura de los pantalones de Trey—. Gracias. Me vendría bien una fría. —La destapó y tomó un largo sorbo antes de lanzarle la tapa a Trey—. ¿Qué onda, hermanito de Trey? —Pensaba en invitar a mi novia a bailar, pero después de ver las compañías que tiene, no estoy seguro de ser lo suficientemente famoso. Reagan envolvió a Trey con ambos brazos y apretó. Él no pudo devolver el gesto; sus manos estaban llenas. —Dare me contó lo que hiciste. Él se tensó ligeramente. —¿Qué hice? —Salvaste su vida. —Oh, eso. Realmente no tuve algo que decir al respecto. Ni siquiera podía formar una oración completa en ese momento. Trey, ¿quieres donar un poco de médula ósea? Ba-ba da-da sí-sí. Asumieron que eso significaba que sí. Ella hundió el rostro en su cuello. —Aun así pienso que es heroico.

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—¿Te contó que casi murió el año pasado? —preguntó Dare mientras se servía una de las cervezas en la cintura de Trey. Reagan se apartó para mirar a Trey. —No, no lo hizo. ¿Qué sucedió? Trey le tomó la mano y la dirigió a un lado de su cabeza. Ella tocó la estrecha cicatriz sobre la oreja. —Me golpearon en la cabeza con un bate de béisbol —dijo él—. Un poco de sangrado en el cerebro. Tuvo un par de convulsiones tónico-clónicas. No es la gran cosa. Dare rió entre dientes. —Ahora dice eso. —Recuerdo cuando sucedió —dijo Reagan—. Salió en todas las noticias. No me di cuenta de que había sido tan serio. —Su garganta se apretó mientras lo miraba. No podía imaginar no tenerlo en su vida y deseó poder haber estado allí para ayudarlo a atravesar todos los momentos difíciles de su pasado. Llena de emoción inesperada, lo abrazó con fuerza. Ni siquiera le importó que una de las bebidas en su mano se derramara sobre su espalda. —Terminé de salir de fiesta como una estrella de rock esta noche. Vamos a buscar a Ethan y subamos a la habitación. Quiero estar a solas contigo. En términos relativos. —Acabas de llegar —se quejó Steve—. Todo el mundo quiere conocerte. Reagan echó un vistazo alrededor de la habitación. Todos los ojos estaban puestos en ella. Si su relación con Trey había sido desconocida antes, ya definitivamente no era un secreto. —Una bebida —dijo Trey, entregándole uno de los vasos que había traído del bar. Le entregó otro a su hermano y se quedó con uno para sí. Se volvió para pararse junto a Reagan, envolviendo su cintura con un brazo mientras bebía su trago—. Traigan a los admiradores. —Más bien espectadores —murmuró Reagan.

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Antes de que alguien tuviera la oportunidad de acercarse, Ethan apareció junto a Reagan. —No hubo entregas esta noche —dijo. —Entonces, ¿cómo llegaron ahí? —susurró ella con dureza. —Alguien tuvo que traerlas personalmente. —¿Estuvieron dentro de mi vestuario? —Aparentemente. —¿De qué están hablando? —preguntó Trey. —¿No se lo dijiste? —preguntó Ethan. —No quería que se preocupara. —¿Sobre qué? —preguntó Trey. —Recibió otro de esos mensajes amenazadores. En una tarjeta en algunas flores. He pasado la última hora informándome sobre cualquier entrega que se haya hecho esta noche, pero no entregaron flores a su camerino, por lo que quien quiera que fuera debe tener acceso a la zona del backstage. —Reagan, ¿por qué no me lo dijiste? —preguntó Trey. —No quería que te preocuparas. —Es mi trabajo, cariño. Ethan envolvió la espalda de Reagan con un brazo reconfortante alrededor y ella se retorció para alejarse de él. Él frunció el ceño. —¿Cuál es tu problema?" —Hay gente por todas partes —dijo ella. —¿Y? —Saben que estoy con Trey, así que no puedo ponerme personal contigo aquí. —¿Por qué no?

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Trey echó a reír inesperadamente y codeó a Reagan en las costillas. Ella le lanzó su mirada más helada. Lanzó una mirada mordaz en dirección de uno de los enjambres de reporteros que los miraban. —Sonríe y ríe —dijo él en voz baja—. Pueden oler el drama a un kilómetro de distancia. Reagan se echó a reír. —Eres tan gracioso, Trey —dijo en voz alta—. Bueno, supongo que debería irme a la cama. Estoy agotada y creo que he bebido demasiado. —Exactamente medio ron con Coca Cola. —Te ayudaré a encontrar el camino —dijo Trey—. Síguenos —le susurró a Ethan—. Como lo haría su guardaespaldas. Dare, Steve y Logan lucieron completamente perplejos cuando Trey pasó un brazo alrededor de la espalda de Reagan y la ayudó a encontrar la salida. Un furioso Ethan los seguía a dos pasos de distancia, luciendo como un duro guardaespaldas. Una vez que estuvieron a salvo en el ascensor, dejaron caer sus fachadas. —¿Así que ahora no puedo tocarte en público? —le gritó Ethan a Reagan. Reagan hizo una mueca ante su tono. —No, Ethan. No puedes. Ellos saben que estoy saliendo con Trey y no entenderían esta relación. No estoy seguro de si yo la entiendo. —¿Por qué no me contaste sobre el mensaje, Reagan? —dijo Trey—. Si este tipo… —O muer —interrumpió Ethan. —Si esta persona está suelta detrás del escenario, tenemos que hacer que todos en quienes confiamos lo busquen. —Miró a Ethan—. O buscándola —enmendó rápidamente. —Quien sea tiene que estar asociado a los Sinners —dijo Ethan. Las cejas de Trey se juntaron en un airado ceño. —¿Por qué dices eso? Mi equipo no la amenazaría.

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—Porque sucedió en ambas giras y lo único en común entre las dos es tu banda y tu equipo —dijo Ethan. La puerta del ascensor se abrió y los tres cayeron en un silencio incómodo mientras pasaban a los guardias de seguridad del piso octavo en camino a su habitación. Tan pronto como estuvieron a salvo adentro, Ethan envolvió a Reagan con sus brazos y tiró de ella contra su cuerpo. —¿Está bien si te toco ahora? ¿Cuándo sirve a tu propósito? Trey le agarró el brazo. —No le hables así. Él no debía hablarle con dureza, pero ella entendía por qué se comportaba así. Estaba cubriendo su dolor. —No fue mi intención herir tus sentimientos, Ethan —dijo Reagan—. Sí, en privado podemos ser abiertos acerca de nuestra relación, pero Trey y yo estamos en el ojo público y que no podemos… —Así que como Trey es famoso, ¿es a él a quien estás dispuesta a reclamar en público? —dijo Ethan. —Ella no dijo eso —dijo Trey. —Me vieron primero con él, Ethan. Esa es la única razón. Ethan sacudió la cabeza con incredulidad. Reagan tocó el centro de su pecho y encontró que su corazón latía fuerte y rápido. Lo envolvió con ambos brazos y lo sostuvo hasta que él se relajó y levantó los brazos para abrazarla. —Simplemente no podría manejar el estrés añadido si la prensa descubriera nuestra relación, Ethan. Lamento no ser más fuerte para ti. Nos arruinarían a todos nosotros si lo supieran. —Entiendo —dijo él—. Esto es suficiente. Pero no lo era Reagan y lo sabía. —También debería haber sido más discreta con Trey. Si no puedo ser abierta acerca de los dos, no debería serlo con ninguno.

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—Podemos fingir que rompemos públicamente, si quieres —dijo Trey. —No seas estúpido —dijo Ethan—. Está bien. Le dije que entiendo. Sólo espero que estemos solos tan a menudo como sea posible. —Estamos solos en este momento —dijo Reagan. Levantó la mirada hacia Ethan y él tomó su rostro con ambas manos antes de besarla. Trey se movió contra su espalda y envolvió a ambos con sus brazos. Ethan soltó los labios de ella para poder besar a Trey. Atrapada entre sus dos amantes, a ella no le importó si el resto del mundo desaparecía para siempre. Tenía todo lo que podía desear o necesitar justo aquí.

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32 Traducido por Maru Belikov Corregido por La BoHeMiK

Habían llegado a San Francisco temprano esa mañana para el segundo show de la nueva gira. Mientras Reagan trabajaba en su ensayo general con Exodus End, Trey se sentó sobre el borde de su litera y observo dormir a Brian. Reagan tenía razón. Necesitaba hablar con él acerca de sus sentimientos. Trey nunca lo superaría hasta que no supiera exactamente cómo Brian se sentía sobre él. En el fondo, Trey ya lo sabía, pero tenía que oírlo del hombre en persona. Los ojos de Brian se abrieron y respiró hondo a través la nariz antes de sonreír de manera somnolienta. —¿Me estás viendo dormir? —murmuro, la voz atontada. Él había llegado tarde después de saltarse la fiesta para estar con su familia y luego manejar por la costa con Sed y Jessica para reunirse con los buses de gira esa tarde. Trey dudaba que siquiera hubiera dormido la noche anterior. —Necesito hablar contigo sobre algo —dijo Trey. Su corazón latió cada vez más rápido mientras intentaba pensar en la mejor manera de abordar el tema. ¿Cuántas veces había intentado contarle todo a Brian en el pasado? ¿Cientos de veces? ¿Miles? —Sí, seré tu padrino. —La sonrisa indulgente de Brian hizo que el corazón de Trey revoloteara. Quizá si Brian no fuera tan atractivo, tan fácil de amar o tan perfecto… —No es sobre eso. —¿Necesitas un consejo sobre Reagan? Trey sacudió la cabeza. —¿Algo sobre la banda? ¿Tu hermano? —No, esto es sobre ti.

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Brian hizo una mueca. —¿Los chicos te hicieron hacer esto? ¿Van a reclamarme otra vez por mi familia? Estoy aquí, ¿verdad? —No, no son los chicos. Necesito decirte algo. —Entonces dime. Trey lo miró por un largo rato. —Te amo —dijo entrecortadamente antes de perder el valor. La tensión desapareció del rostro de Brian y sonrió. —Yo también te amo, hombre. —No que te amo, hombre. Te amo. Punto. Brian se mordió el labio inferior y evadió su mirada. —Pensé que debías saber cómo me sentía —dijo Trey en voz baja, su corazón retorciéndose desagradablemente en el pecho. —¿Por qué? Trey no estaba seguro de qué había esperado que le dijera Brian, pero no era eso. —¿Por qué te amo? —No, ¿por qué me estás diciendo esto? Especialmente ahora. ¿Qué esperas que haga al respecto? —Nada. Sólo pensé… —Ése es tu problema, Trey. No piensas. Sólo haces lo que quieres basado en lo que se siente bien o lo que es conveniente para ti. ¿Alguna vez pensaste que no quiero saber cómo te sientes? ¿O que no me importa cómo te sientes? —Brian… Éste salió de su litera, tomó a Trey por ambos brazos y lo puso de pie. —¿Por qué no podías guardártelo? Esto cambia todo, Trey.

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—¿Por qué? —pregunto Trey—. Me he sentido de esta manera desde… —Bajo los ojos. Ahora sólo se sentía estúpido. Para Trey, el mundo había girado alrededor de sus sentimientos por Brian y ahora se daba cuenta de que no significaban nada. Nunca habían significado nada. No para la persona que le importaba. —¿Desde cuándo? —presionó Brian. Con los ojos ardiendo, Trey sacudió la cabeza. Deseaba nunca haberlo traído a colación. Ubicó ambas manos sobre el pecho de Brian y empujó, rompiendo el asidero de Brian en sus brazos. Trey se negó a quebrarse frente a él. No estaba seguro de qué había esperado que Brian dijera o hiciera, pero pensó que éste al menos sería un poco comprensivo. Que lo haría sentir mejor. Mostraría algo de ese compasivo corazón suyo. No que fuera un completo cretino al respecto. Brian lo tomó del brazo. —¿Cuánto tiempo, Trey? —Un maldito largo tiempo, Brian. ¿De acuerdo? Pero ahora lo superé. —Mentiroso. Te conozco. —No me conoces muy bien, si esto es muy sorpresivo para ti. —Trey se apartó de él otra vez. Tenía que salir del bus. No podía respirar. No podía pensar. Pero podía sentir. Y sentía que su corazón estaba siendo arrancado de su pecho Trey sólo había dado dos pasos cuando Brian tomó la parte trasera de su camiseta y lo empujó hasta una esquina de la sala de estar cerca del estéreo. Brian se movió frente a él para bloquearle el escape. —No huyas de mí. Fuiste tú el que trajo esto y vamos a aclarar las cosas ahora. Trey lo fulminó con la mirada. —Aléjate o te voy a dar un maldito puñetazo. —Entonces hazlo. Trey sacudió la cabeza y bajo la mirada. Brian tenía razón. Necesitaban hablar de eso para que Trey pudiera encontrar una manera de seguir adelante. —¿De verdad no sabías que estaba enamorado de ti? Pensé que era bastante obvio.

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—Sé que te sientes atraído por mí, pero no pensé que me amaras. No creí que amaras a alguien. —Te he amado desde la primera vez que me hiciste el amor. El cuerpo de Brian se tensó y retrocedió. Trey cometió el error de mirarlo. ¿Molesto? ¿Por qué estaba molesto? Con la mandíbula apretada, Brian se frotó el rostro con una mano. —Dios, nunca voy a dejar eso atrás. Mira, Trey, lo siento por eso. Honestamente no sé qué se apodero de mí esa noche. Estaba un poco borracho y tan caliente que probablemente habría follado a cualquiera. —¿No significó nada para ti? Brian echó la cabeza hacia atrás como si le sorprendiera que Trey fuera lo suficientemente estúpido para hacer una pregunta tan ridícula. —Por supuesto que no significó nada. Te follé, Trey. Eso fue todo. Deberías saber más que nadie lo que es tener sexo por el sólo hecho de tener sexo. Trey sabía todo sobre sexo sin significado, pero perder su virginidad con Brian había significado todo para él. Habían conectado a un nivel emocional. Al menos, eso había creído. Aparentemente no podría haber estado más equivocado. Él nunca había significado nada románticamente para Brian. Nada. Trey lo miró por un largo momento, ya no más herido, solo algo aturdido. —Sí. —Lo lamento, Trey. No sabía que te sentías de esa manera. Si lo hubiese hecho, te lo habría dejado claro. —No hay razón para lamentarlo. Nunca me lamento por los idiotas que se enamoran de mí solo porque los follo. —Y si los hacía sentir a todos así de pocos valorados y usados, era él quien lo sentía. Nunca había sido su intención lastimar a nadie. Sin embargo, esto… esto dolía. —Debiste decirme antes —dijo Brian.

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¿Para qué? ¿Para qué Trey tuviera el corazón hecho pedazos antes de encontrar a Reagan? No, gracias. Ahora tenía una poderosa necesidad de verla. Seguramente, casi habría terminado de ensayar. Él necesitaba su amor para llenar el agujero vacío dentro de él. —¿Puedo irme ahora? ¿O te gustaría retorcer el cuchillo en mi pecho unas veces más? —Esto no va a afectar nuestra música, ¿verdad? —Dame algo de crédito, Brian. ¿Ha sido un problema antes? Olvida que dije algo. ¿De acuerdo? Esta vez cuando Trey forzó su cuerpo fuera de la esquina y se dirigió a la salida, Brian lo dejó ir. No que alguna vez hubiera querido mantenerlo en primer lugar. 372

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33 Traducido por carmen70796 Corregido por Nanis

Ethan automáticamente se estiró para alcanzar la funda de su pistola cuando Trey apareció junto a él. Ethan no cargaba un arma, pero los viejos hábitos eran difíciles de romper y estaba buscando a cualquiera que luciera remotamente amenazante para Reagan. No le había permitido desaparecer de su vista en todo el día. Incluso se paraba afuera de la puerta cada vez que ella usaba el baño. A pesar de su continuo interrogatorio a todos, nadie había visto a alguien poner las flores en su vestuario y nadie tenía idea de quién podría querer lastimarla. Trey no estaba interesando en Ethan. Observaba a Reagan, quien estaba tocando todas las canciones de nuevo, esta vez sólo con Dare. Ethan no podía leer la expresión de Trey, pero algo obviamente lo molestaba y parecía creer que Reagan podía arreglar las cosas. —¿Estás bien? —preguntó Ethan. —¿Casi termina? —Acaban de volver a empezar después de un pequeño receso. Se está esforzando por hacerlo bien. —Ella ya es perfecta. Ethan rió. —Yo también lo creo. —Ethan miró alrededor para asegurarse que nadie estaba observando y luego colocó una mano suavemente sobre el centro de la espalda de Trey. Trey estaba temblando como una hoja. —¿Qué sucedió? —Le dije a Brian —susurró.

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No tenía que decir qué le había dicho a Brian. La noche anterior, Reagan había molestado a Trey para que le dijera a Brian lo que sentía y Ethan había intentado mantenerse fuera de eso. —¿Cómo reaccionó? Trey se apoyó contra el costado de Ethan y sabía que Reagan no quería que nadie supiera que los tres tenían algo más que una amistad, pero Ethan quería reconfortar a Trey. Quería mostrar su amor por él. A la mierda el mundo y sus limitadas opiniones sobre las relaciones aceptables. ¿Por qué no podía amar a un hombre? Lo hacía. El brazo de Ethan se apretó alrededor del cuerpo de Trey y lo acercó más. Rozó la oreja de Trey con los labios mientras susurraba. —Puedes contármelo. También estoy aquí para ti. Varios miembros del equipo los habían notado y los miraban boquiabiertos. Trey lo miró pero no se alejó. Tampoco parecía importarle lo que la gente supiera de ellos. Si sólo Reagan fuera igual de indiferente. Ethan levantó la mirada hacia el escenario. Trey siguió su línea de visión hacia Reagan. Suspiró y se apartó, poniendo varios centímetros de distancia entre ellos. —Voy a ir a esperar a Reagan a su vestuario —dijo Trey. Ethan asintió. Supuso que no debería sorprenderle que ella fuera la única a la que Trey acudiría. Trey la amaba, después de todo, y Ethan sabía que Trey sólo pensaba en él como un compañero de folladas. —¿Vendrás conmigo? —susurró Trey. Ethan casi no lo oyó sobre el sonido de las dos guitarras. —¿Solos? Trey le dio una de sus sonrisas torcidas que lo transformaban en una caliente tetera de lujuria y Ethan sabía que lo habría seguido hasta el borde de un precipicio. —Por favor —agregó Trey. Ethan miró el escenario. Sin duda Reagan estaba segura ahí rodeada por el equipo y ensayando en el escenario con Dare. Ethan ya había alertado a todos para que estuvieran a la caza de personajes sospechosos. Todos en el estadio la cuidaban. Ella

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estaría bien si la dejaba fuera de su vista por unos minutos siempre y cuando hubiera mucha gente alrededor. Probablemente estaría en el escenario por otra hora y ni siquiera lo extrañaría. —De acuerdo. —Siguió a Trey hacia el corredor detrás del escenario donde había varios vestuarios. Una vez más, Reagan tenía uno privado. Había ventajas en ser la única mujer en una gira de puros hombres. Tan pronto como estuvieron dentro de su vestuario, lejos de ojos entrometidos, Trey se volteó hacia el pecho de Ethan y envolvió ambos brazos alrededor de su cintura. Ethan lo aseguró en un firme abrazo, una mano acunando la parte trasera de la cabeza de Trey para presionar su rostro contra su cuello. El temblor de Trey de intensificó, pero no lloró. Ethan estuvo feliz por eso porque no creía que pudiera lidiar con eso. —Asumo que Brian no lo tomó bien —dijo Ethan en voz baja. Trey sacudió la cabeza. —Él pensaba que mis sentimientos por él eran de amistad y una simple atracción. Reagan estaba equivocada. No debería haberle contado cómo me siento por él. Ahora las cosas van a ser incómodas entre nosotros. —Quizás sólo está cubriendo sus sentimientos por ti. Dale tiempo para pensar. — Ethan no quería que Brian tuviera sentimientos por Trey, pero quería que Trey fuera feliz y sabía que esto lo había estado consumiendo por dentro desde hacía mucho tiempo. Mucho antes de que Ethan siquiera lo conociese. —Él no me ama. Nunca lo hizo. —Los brazos de Trey se apretaron alrededor de la cintura de Ethan—. Las veces que hicimos el amor no significaron nada para él. Todo este tiempo…. Todo este tiempo, pensé… —Es un idiota. No tiene idea de que cuán afortunado es de tener tu corazón. Yo haría cualquier cosa para ganarlo. —Ethan tocó su mejilla y Trey levantó la cabeza para mirarlo a los ojos—. Cualquier cosa —susurró Ethan antes de bajar la cabeza y reclamar la boca de Trey en un profundo beso. Cuando se alejó, los ojos de Trey ya no estaban tristes. Estaban hambrientos. —Fóllame hasta dejarme sin sentido —dijo.

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Él podía hacerlo. Ethan tomó el cinturón de Trey. No tenía que preguntar para saber qué quería Trey de él. Ethan entendía perfectamente. Desafortunadamente, no era lo mismo que Ethan quería y no estaba seguro de cómo llevar su relación al siguiente nivel. Que Trey acudiera a él por apoyo emocional era un comienzo, pero aquí estaban, de vuelta satisfaciendo necesidades sexuales. Quizás Ethan debería decirle que no. Poner algunas cláusulas en esta relación. Dejar de permitirle a este hombre que lo guiara de la nariz. O de la polla. Y luego la camisa de Ethan salió y la boca de Trey estaba en su garganta y la polla de Trey estaba en las manos de Ethan y todo en lo que él pudo pensar era en perderse dentro del único hombre que había tocado su corazón. Trey mordió su clavícula y succionó una porción de su piel en su boca, succionando lo suficientemente fuerte para dejar una marca. Reclamándolo. Físicamente. ¡Mierda! Trey desprendió torpemente la cremallera de Ethan y liberó su dura polla. Ethan la tomó en su mano y presionó su longitud contra la de Trey. Acariciaron juntas sus pollas en ambas manos hasta que Trey gimió. Él lanzó hacia atrás su cabeza, liberando la en la piel en la clavícula de Ethan. —Tómame. No seas amable —dijo. Ethan había sabido que eso era lo que Trey quería, pero había esperado algo un poco más tierno. Quizás la próxima vez. Trey estaba herido emocionalmente y quería algo físicamente duro para compensarlo. Esta vez sólo sería por Trey. Ethan lo besó, todavía acariciando juntas sus pollas Cuando Trey lloriqueó en su boca, decidió que la ternura probablemente lo disgustaría más. Ethan se alejó y empujó a Trey hacia el sofá. Vio el bolso de Reagan sobre la mesa detrás del sofá y supo que todo lo que necesitaba para preparar a Trey para la penetración estaría ahí dentro. Adoraba a esa mujer. —De rodillas con el rostro en el sofá y ábrete para mí —demandó Ethan. Trey sonrió tristemente. —Gracias por darme lo que necesito ahora mismo. Trey se movió hacia el sofá, dejando sus pantalones alrededor de las rodillas. Sin molestarse en quitarse los zapatos, se arrodilló en el piso cerca de un extremo del sofá

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y enterró el rostro en los almohadones. Trey tomó ambas nalgas y las separó. Ethan encontró un condón y lubricante en el bolso de Reagan. Trabajó rápidamente para prepararse y después se movió detrás de Trey. No le advirtió. Solo se hundió profundamente y comenzó a embestir. Pronto, el cuerpo de Trey comenzó a moverse con él, meciéndose hacia atrás para encontrarse sus embistes, animándolo a golpearlo más fuerte. —Más fuerte. Por favor. Aléjalo —dijo Trey, su voz amortiguada por los almohadones. Ethan dejó de moverse y tomó un puñado del cabello de Trey. —¿Estás pensando en él ahora mismo? ¿Estás pensando en Brian mientras te follo? Trey vaciló. —No exactamente. 377

¿No exactamente? Ethan había tenido suficiente. Se apartó. —Sobre tu espalda, Mills —dijo bruscamente. —¿Ethan? —La maldita voz de Trey temblaba de la emoción. ¿Cómo podía Trey esperar que Ethan lo follara bajo esas circunstancias? Ethan quería más que una conexión física con Trey e iba a tomar lo que quería. —Me oíste, Trey. De espaldas en el sofá. El piso es duro. Me lastima las rodillas. —La mayor parte era mentira. Trey lo miró sobre el hombro. De alguna manera, Ethan pudo mantener su expresión dura y dominante aun cuando su corazón se estaba derritiendo. Cuando Trey se subió al sofá y se puso de espaldas, Ethan terminó de desvestirse. —Quítate tu ropa, Trey. —Pero… —No puedo follarte en esa posición con tu pantalón puesto. Quítatelo. Él obedeció. —La camisa también.

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—No entien… —Sólo hazlo, Trey. ¿Por qué siempre me cuestionas después de que me pides que tome el mando? Él sacudió su cabeza. —No lo sé. Trey se sacó la camisa y colapsó contra el sofá. Evitó la mirada de Ethan y murmuró. —Sólo apúrate. Por favor, apúrate. —Trey siempre conseguía lo que quería, pero no esta vez. Ethan no estaba apurado en absoluto. Ethan se sacó el resto de la ropa y se arrodilló junto al sofá. Tomando gentilmente las bolas de Trey en sus manos, extendió el dedo medio y lo frotó contra la entrada de Trey. Su otra mano dirigió la polla de Trey hacia su boca. Chupó fuerte y movió la cabeza vigorosamente. —Ethan —gruñó—. No. —Aunque sus manos estaban presionando contra la parte trasera de la cabeza de Ethan y embestía dentro de la boca de Ethan. Ethan movió la mano para cubrir la boca de Trey. Ethan levantó la cabeza y miró a Trey con ojos sobresaltados. —Aceptarás lo que te dé sin quejarte. Acaricia tu polla mientras la chupo, y no de una manera en que te lastimes. Sino que se sienta bien. Cuando Trey asintió y envolvió una mano alrededor de su polla, Ethan apartó la mano de su boca y la bajó por su pecho. Atrapó el aro del pezón de Trey con la yema del dedo y tiró ligeramente al ritmo de las caricias de la punta de su dedo contra el culo de Trey. —S-se siente tan bien —jadeó Trey. Ethan dejó un sendero de besos por el vientre plano de Trey, observando la mano de Trey para asegurarse de que se estuviera acariciando ligeramente. —Bien —murmuró antes de chupar la punta de la polla de Trey dentro de su boca. Todo el cuerpo de Trey se sacudió. Cuando Trey empezó a retorcerse y a producir excitados jadeos de placer, Ethan decidió que sí estaba apurado después de todo.

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Soltó la polla de Trey y se movió para mirarlo a los ojos. —¿Estás listo para mí? —Siempre estoy listo para ti. Ethan se subió al sofá, se posicionó entre las piernas de Trey y lo poseyó con lentos y profundos embistes. Observó las reacciones de Trey y pudo darse cuenta de que estaba disfrutando de cada segundo de esto, pero todavía retenía la conexión emocional que Ethan ansiaba. Mayormente porque aunque estaban frente a frente, Trey se rehusaba a mirar a Ethan a los ojos. Ethan besó la quijada de Trey tiernamente y después susurró en su oído. —¿Por qué no me miras? ¿Estás avergonzado? —Por supuesto que no. —¿Entonces por qué no? —Nunca miro. Trey miraba a Reagan a los ojos cuando hacían el amor. Ethan había sido testigo de eso. Y deseaba la misma interacción. Ethan levantó la cabeza para mirar el rostro sonrojado de Trey. Besó las pecas en el puente de la nariz de Trey y sonrió ligeramente. Amaba a ese hombre. Y era hora de que él lo supiera. —Mírame, Trey. Trey cerró los ojos con fuerza y sacudió la cabeza. —Estás avergonzado. —No lo estoy. ¿Cómo puedes pensar eso? ―Él abrió sus ojos y miró enfurecido a Ethan. Fue ahí cuando Ethan supo que lo tenía. Ninguno de ellos pudo apartar la vista de sus cuerpos unidos en perfecta sincronía y Ethan tuvo su primer vistazo del lado emocional de Trey. Era un regalo mucho más grande de lo que había esperado. —Te amo —dijo Ethan—. Trey Los ojos de Trey se abrieron como platos y sacudió su cabeza en negación.

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Ethan sostuvo su mirada y asintió hasta que Trey copió su movimiento y también asintió. —¿Qué vas a hacer al respecto? —preguntó Ethan. —No lo sé. ¿Amarte? —Suena maravilloso. Dime cuando llegues ahí. —Casi —susurró Trey con una sonrisa torcida. El doble sentido no pasó inadvertido para Ethan. Apoyó su peso en un codo y usó la mano libre para acariciar la polla de Trey. Los párpados de Trey revolotearon cuando se perdió en el placer, pero no apartó la mirada. Aun cuando acabó en la mano de Ethan, continuó mirándolo a los ojos. Ethan se estremeció cuando siguió a Trey hasta el éxtasis, igualmente perdido en la conexión entre ellos como lo estaba en la liberación ofrecida a su cuerpo. 380

Besó brevemente los labios de Trey. —Eso se sintió bien —dijo. —Por supuesto que sí. —Quise decirte finalmente que te amaba. Lo he sabido desde nuestra primera vez juntos. Ahora que lo sabes, ¿vas a hacer que me vaya? Trey sacudió la cabeza y le tocó el rostro. Buscó sus ojos por un momento. —Se ha ido —dijo. —¿Qué se ha ido? —El vacío. Reagan llenaba la mayor parte, pero había una parte de mí que pensaba que sólo Brian tocaría. Ya no lo necesito para sentirme amado. Creo… Creo que te necesito para eso, Ethan. Ethan sonrió, su corazón golpeando de alegría. —¿Lo dices en serio? —Sí. Te amo. Ahora acurrúcate conmigo unos minutos y después iremos a decírselo a Reagan.

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Ethan se estiró para tomar un paquete de pañuelos de papel para limpiarse y también a Trey. Botó los pañuelos y el condón usado a la basura. Se unió a Trey en el sofá, apretujándose detrás de él con la espalda contra el respaldo del sofá y con Trey envuelto firmemente en sus brazos. Trey se acurrucó contra él. —Qué lindo —murmuró medio dormido—. ¿Cómo crees que Reagan tomará esto? —¿Tomar qué? —¿Que sus dos amantes se hayan enamorado? Ethan sonrió y besó un lado de la cabeza de Trey. —No puede estar demasiado enojada dado que nos ama a ambos. —Y ambos la amamos. —¿Crees que debería ser yo el que se lo diga? —dijo Ethan. —Se lo diremos juntos. —En unos minutos… —Los ojos de Ethan se cerraron.

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34 Traducido por flochi Corregido por Simoriah

—No entiendo qué estoy haciendo mal —le dijo Reagan a Dare, tan frustrada que casi estaba en lágrimas. —Lo estás haciendo todo bien para Max —dijo Dare—. No estás haciendo nada bien para ti misma. —Pero se supone que estoy reemplazando a Max —dijo ella. —No, se supone que seas nuestra nueva guitarrista. Vamos a tocar otra vez “Bite”. Esta vez no intentes ser exactamente igual a Max. Sólo toca. Como lo sientas. Toca con sentimiento, Reagan. Así es cómo ganas el primer premio. No haciéndolo perfecto, sino haciendo que la audiencia sea parte de la música, el consejo que su padre le había repetido antes de cada competencia entró en sus pensamientos. ¿A eso se refería Dare? Comenzó su parte de “Bite” de la manera en que Max lo tocaba. Miró a Dare, quien bostezó exageradamente. Le hizo una mueca e intentó darse por vencida en copiar a Max exactamente. Relajó su postura y dejó que sus dedos se movieran con mayor fluidez. —Mejor —dijo Dare—. Una vez más. Aún más relajada esta vez. La tocaron otra vez. Y otra vez, hasta que ella finalmente se dio de lo que todos habían estado intentado decirle. Ella no era Max y no debería intentar serlo. Reagan finalmente sintió que había encontrado la chispa que le había estado faltando. Sintió como si el peso del mundo se hubiera levantado de sus hombros y amó a Dare por ayudarla. Lo adoraba. Entendía en un cien por ciento por qué él significaba

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tanto para Trey. Supuso que Dare era como su hermano mayor también. Su muy atractivo hermano mayor que la hacía tener pensamientos incestuosos. Dare le apretó el hombro. —Ahora lo tienes. No lo vuelvas a perder. Ella asintió. —Ve a descansar para el show de esta noche —sugirió él. —Gracias, Dare. —No hay problema. Ella le tendió la guitarra a un roadie y miró alrededor del backstage en busca de Ethan. Miró detrás de los estuches del equipo. En el hoyo del equipo de sonido a un lado del escenario. En las filas vacías que pronto se llenarían con decenas de miles de admiradoras. Se había ido. La regañaba constantemente por irse sola y él no se encontraba por ninguna parte. Quizás había ido al baño. Supuso que los guardaespaldas sobreprotectores tenían que mear en algún momento. Había terminado de ensayar mucho más pronto de lo que había anticipado, así que él probablemente había pensado que tenía un montón de tiempo. Quizás simplemente debía esperarlo ahí. Luego de varios minutos de inquieta espera, se puso a preguntar por ahí. —¿Has visto a Ethan? —le preguntó a uno del equipo de escenario de Exodus End. —¿El sujeto grande y apuesto que te sigue? —Sí. Él. —Creo que fue en esa dirección con Trey Mills. —El sujeto señaló hacia el corredor donde estaban localizados los vestuarios. Ella sonrió, esperando que estuvieran esperándola en su vestuario. Desnudos. —Gracias. —Realmente le vendría bien algo de tiempo a solas con sus chicos antes de salir al escenario. El corredor estaba felizmente vacío. Ethan se preocupaba demasiado. Ella era perfectamente capaz de caminar seis metros hacia su vestuario sin que un tipo

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musculoso la defendiera. Cuando alcanzó la puerta etiquetada con su nombre, la abrió y se detuvo en el umbral. Bueno, no podía decir que culpara a Ethan por irse. Y ellos estaban desnudos, pero no se habían tomado la molestia de esperar que ella se les uniera. Ethan y Trey estaban enredados en los brazos del otro, dormidos en el sofá. Luían cómodos y sexualmente saciados. Reagan los observó dormir por un minuto, una suave sonrisa en los labios. No había estado segura de cómo la haría sentir verlos juntos sin su participación. No había esperado sentirse aturdida y maravillada. En un rato, los despertaría y les exigiría que la volvieran parte de su maraña de extremidades, pero por ahora estaba contenta con verlos dormir. Parecían tan contentos. Tiernos. Amorosos. Se preguntó qué había traído este cambio. Vio su propio reflejo en el espejo y su corazón dio un salto. Dejó de latir por unos cuantos segundos mientras el mensaje garabateado con lápiz labial en el espejo llamaba su atención. Tomaste lo que es mío, Reagan Elliot. Lo recuperaré. Desde atrás, una mano le cubrió la boca y la nariz. Asustada, Reagan respiró profundamente. Algo químico acompañó su inhalación. Su visión se hizo borrosa. La cabeza le dio vueltas. —He venido a recuperar lo que es mío —dijo una profunda voz en su oído. Familiar. La había oído antes, pero no pudo ubicar de dónde. Se las arregló para golpear la puerta, esperando que fuera lo suficientemente alto para despertar a su guardaespaldas durmiente, antes de desvanecerse completamente.

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35 Traducido por carmen170796 y Nanami27 Corregido por Klarlissa

Los ojos de Ethan se abrieron. Trey cayó del sofá al piso cuando Ethan se sentó abruptamente. Alguien había cerrado la puerta de un golpe o algo así. Reagan no estaría feliz si alguien lo atrapaba en una posición comprometedora con Trey. El silencio saludó a sus oídos. No fue reconfortante. ―No oigo música ―dijo Ethan y se puso de pie de un salto. Tomó sus pantalones y se los puso, aun subiéndose la cremallera mientras salía disparado al corredor. Excepto por el golpe de un martillo en algún lado, el estadio estaba en silencio. En algún momento entre el instante en que Ethan había cerrado los ojos y la puerta se había cerrado de golpe, Reagan había terminado de ensayar. Qué gran guardaespaldas había resultado ser. Se preguntó si ella los había visto juntos y había salido enojada. No había garantía de que ella aprobara el interés romántico de uno por el otro sólo porque no tenía problemas con su relación sexual. ―¿Dónde está? ―preguntó Trey. Se las había para ponerse los pantalones y la camiseta pero todavía estaba descalzo. ―Probablemente esté con la banda. ―Ethan miró sobre su hombro y vio su reflejo en el espejo y el mensaje garabateado sobre su asombrado rostro con lápiz labial rojo. ―¿Hueles algo? ―preguntó Trey. Ethan respiró profundamente por la nariz. Era débil, pero no había error en el dulce olor químico. ―Éter. ―Empujó a Trey hacia el escenario―. Ve a ver si está con la banda. Yo iré detrás del estadio. Él ha estado de nuevo en su vestuario. Temo que esta vez se la haya llevado.

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Trey corrió por el pasillo mientras Ethan iba en dirección opuesta. Cuando Ethan emergió a través de las puertas traseras, le tomó a sus ojos un momento ajustarse a la brillante luz solar. Aun cuando en realidad pudo ver qué estaba sucediendo, parpadeó varias veces porque no podía creerlo. ―Vuelve o la mataré. Lo haré. ―Un tipo de mirada salvaje con un bizarro flequillo a rayas verde y borgoña tenía la cuerda de una guitarra envuelta alrededor de la garganta de Reagan. Ella estaba inconsciente y aparentemente pesaba más de lo que parecía. A él le costaba mantener la cuerda ajustada mientras trataba, aunque más bien sin éxito, de arrastrarla hacia el estacionamiento. Sus talones se arrastraban sobre el pavimento y ralentizaban el paso del delgado hombre. Si le daban tiempo, el chiflado podría potencialmente matarla con la cuerda de guitarra, pero el equipo de los Sinners no parecía listo para darle la oportunidad. Jack tenía una guitarra inclinada como un bate de béisbol y lentamente se acercaba desde detrás del tipo. Rebekah tenía un platillo en su mano y buscaba una oportunidad para practicar su lanzamiento de disco. Otros saltaron de la parte trasera del semi remolque con piezas de equipo y herramientas pesadas. ―Realmente no crees que vas a escapar, ¿verdad? ―dijo Ethan. Se llevó las manos a las caderas, tratando de no lucir amenazante. No quería que Reagan fuese más lastimada de lo que ya estaba y temía que si presionaba a este tipo, él haría algo drástico―. Déjala ir y sólo serás acusado de intento de secuestro y yo no seré acusado de homicidio. Brian salió del bus de gira de los Sinners, a unos metros de donde el tipo estaba lentamente arrastrando a Reagan hacia atrás. ―¿Qué diablos sucede aquí? ―Miró el estado parcial de desnudez de Ethan antes de que sus ojos cayeran en Reagan, quien había sido arrastrada otros pocos metros hacia el estacionamiento. El secuestrador, quien obviamente no era un genio criminal, dejó caer a Reagan al asfalto. La cuerda de guitarra se tensó y Ethan pudo verla cortarle la piel desde lejos. ―M-Master Sinclair ―dijo el hombre―. Es un privilegio. ―¿Qué mierda estás haciendo? ―dijo Brian―. Suéltala. Los ojos del tipo se abrieron como platos cuando se dio cuenta de que había dejado caer su carga. Ethan respiró profundamente cuando el chico se agachó y la cuerda de

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guitarra alrededor de la garganta de Reagan se aflojó una vez más. El secuestrador envolvió el cuerpo de ella con un brazo por debajo de sus pechos y se enderezó, arrastrándola hacia atrás varios metros antes de detenerse una vez más para recobrar el aliento. Él tenía que estar realmente loco. De otra manera se hubiera dado cuenta de que no había manera de que su plan tuviera éxito. No con tantos testigos. O quizás sólo estaba loco y no tenía nada que perder. Ethan sólo esperaba que no hiciera algo más estúpido e hiriera a Reagan en el proceso. El sonido de sirenas acercándose llamó la atención del tipo. ―¿Quién de ustedes llamó a la policía? Trey salió desde detrás de Ethan y le enseñó un celular. ―Ése sería yo. Si la bajas ahora, puede que no te disparen cuando lleguen aquí. ―Y puede que Jace y yo no nos tomemos turnos para darte puñetazos en tu maldita cara ―dijo Eric, saliendo del edificio para parase junto a Trey. Jace salió de las sombras y se tronó los nudillos. ―Y después estoy yo ―dijo Sed desde la entrada, quien competía con Ethan en contextura―. Nadie se mete con una chica de los Sinners y se sale con la suya. ―No iba a lastimarla. Sólo la quería fuera del camino. ―La mirada salvaje del tipo iba de una persona a la otra. ―¿Él no está con una de las bandas teloneras? ―preguntó Jace―. ¿Hell’s Crypt? ―¿Dim Reaper? ―preguntó Eric. ―No, ellos dejaron de estar de gira con nosotros hace un mes ―dijo Jace―. Hell’s Crypt es la nueva. Con el tema de películas de monstruos. Vampiros, hombres lobos, Frankenstein. Algo patético. ―Realmente patético ―dijo Eric. ―Cállate ―gimió el tipo―. No somos patéticos. ―Ni siquiera sé de quién están hablando ―dijo Sed. ―Espera ―dijo Trey. Chasqueó los dedos y lo señaló―. Conozco a este tipo. Estuvo en la audición del concurso de Exodus End. El que Reagan ganó.

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―Ni siquiera tuve la oportunidad de audicionar ―gritó él―. Se suponía que yo estaría en el escenario con Exodus End, no ella. Ella tomó lo que era mío. Reagan gimió y se golpeó en la cara con una mano torpe. ―¿Qué? ―masculló. El tipo buscó algo en su bolsillo. Mientras estaba distraído, Rebekah soltó el platillo. Lo golpeó en la cabeza con un fuerte sonido metálico. Ethan aprovechó la oportunidad y actuó, corriendo a través del estacionamiento tan rápido como sus piernas pudieran llevarlo. Brian estaba más cerca. Tomó a Reagan y deslizó la mano libre bajo la cuerda de guitarra para protegerle la garganta mientras la arrancaba del asidero del secuestrador. Antes de que el tipo pudiese arrancársela a Brian, Ethan lo derribó. La parte oscura de Ethan trató de hacerse cargo y golpear a ese loco hasta matarlo, pero respiró a través de la ira y sólo sujetó el cuerpo del tipo esperando que llegaran los coches patrulla. Volvió la cabeza para ver cómo estaba Reagan. Trey la tenía en el regazo y le acariciaba el cabello mientras le hablaba. Ella parecía mareada pero coherente. ―Vamos a dar un paseo en una ambulancia. ¿No suena divertido? ―le preguntó Trey. ―Preferiría un paseo en limosina ―gruñó ella―. Maldita sea, me duele la cabeza. ―¿Cómo estaba tu cuello? ―No lo sé. Me siento un poco entumecida. Y cansada. Y con náuseas. ―Volvió la cabeza y miró al tipo que tenía la rodilla de Ethan en la espalda y los brazos doblados detrás de él en un doloroso ángulo. No iba a ir a ningún lado. Reagan sacudió la cabeza y rió. —No puedo creer que le haya tenido miedo a Pyre todo este tiempo. En una pelea justa, podría haberlo derribado yo misma. ―Lo tengo sujeto, si quieres darle un golpe bajo ―dijo Ethan. ―Quizás más tarde ―murmuró ella. ―¿Estás bien, Reagan? ―preguntó Sed, su mirada yendo de ella a Pyre como si no pudiera decidir si prefería reconfortarla o golpear a Pyre hasta morir.

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―Estaré bien. Sólo estoy cansada. ―Sus párpados aletearon y Trey le dio una dura sacudida. ―Intenta permanecer despierta. ¿De acuerdo? ―dijo él―. Estoy seguro de que esa cosa puede matarte si inhalas demasiado. ―No quise lastimarla ―dijo Pyre―. Sólo sacarla del camino. Para poder tener mi oportunidad. Nunca tuve una siquiera. Estoy harto de estar en la banda telonera. Ethan dobló los brazos de Pyre un par de centímetros más, lo que lo calló inmediatamente. Un par de patrullas se detuvieron cerca de los buses de gira. Dos oficiales entraron a la escena con las manos en los cinturones. ―Ethan Conner, guardaespaldas profesional ―se identificó Ethan―. He sometido al perpetrador. ―Eso veo ―dijo uno de los oficiales mientras sacaba un par de esposas de su cinturón y tomaba una de las muñecas de Pyre. Pyre fue esposado y enderezado para que se sentara en el suelo. Ahora ya no lucía amenazador en lo más mínimo. Patético, más que nada. Los oficiales comenzaron el proceso de entrevistas para tener la historia de todos. Ethan tuvo que hablar con uno de ellos mientras los paramédicos revisaban a Reagan. Además de un severo caso de náuseas, dolor de cabeza y unos pequeños cortes y moretones, parecía estar bien. Eso no significaba que a Ethan le gustara ser entrevistado para un reporte de incidente mientras Trey podía sostenerle la mano y decirle que todo iba a estar bien mientras ella contaba su propia versión de los hechos al otro oficial. Cuando Ethan finalmente terminó de describir todos los detalles, varios miembros del equipo se acercaron para ofrecerse a hacerse cargo de la situación. Ethan fue a pararse al final de la ambulancia donde Reagan estaba sentada. ―Hola ―dijo ella, un ligero sonrojo pintando sus mejillas. ―No puedo comenzar a decirte cuánto lamento haberle permitido ponerte las manos encima. —No puedo comenzar a decirte lo mucho que lo siento por dejarlo poner sus manos en ti —dijo Ethan. Ella sacudió la cabeza.

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—Estoy bien. —Eso nunca debería haber sucedido. Me permití ser distraído y… —Yo lo distraje —dijo Trey—. Soy tan culpable como él. —Así que mientras yo estaba siendo perseguida, drogada y estrangulada, ustedes estaban haciendo el amor, acariciándose, y compartiendo sus sentimientos. Eso lo hacía sonar incluso peor. El corazón de Ethan se retorció de culpa. —Reagan… —Mientras estaba siendo arrastrada por un estacionamiento, golpeada con una manguera de goma y metida en el baúl de un auto, ustedes se besaban, se tocaban y jugaban a ocultar el salami. —¿Te golpeó? —exclamó Trey. Reagan rió entre dientes. —No, sólo estoy bromeando. Y una vez que deje de sentir que estoy a punto de vomitar, diría que ustedes que tienen que hacer mucho para compensarme. ¿Cómo podía ella ser tan indulgente? Él la había puesto en peligro. Podría haber resultado seriamente lastimada. Debería estar gritándole, insultándolo, despidiéndolo por ser el peor guardaespaldas del planeta. Ethan le acarició el cabello hasta llevarlo detrás de la oreja y le rozó la suave mejilla con la yema del dedo pulgar. —Te amo. —Lo sé —dijo ella—. Yo también. Ethan miró a Trey. Era la primera vez que Trey había oído a Reagan decirle esas palabras a otro hombre. Ethan se preguntó cómo lo tomaría. Trey sonrió y apretó la mano de Reagan. —Ethan, necesito que hagas algo por mí —dijo Reagan. —Lo que sea. —Dime cómo te sientes sobre Trey.

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Ethan intentó leer su expresión para averiguar qué quería oír, pero ella miraba su propia mano, la cual se encontraba seguramente sostenida en la de Trey. —Lo amo —dijo Ethan sin aliento. Ella lo miró y sonrió. —Me lo imaginaba. —¿Estás de acuerdo con eso? —presionó Ethan. —Con una condición —dijo Reagan. Miró a Trey—. ¿Amas a Ethan? Trey asintió. —Sí. Lo amo. Ella sonrió. —Bien. ¿Y a quién más? —A ti —dijo él sin dudarlo. —¿Y a Brian? —preguntó ella. Trey se echó a reír y llamó la atención de Ethan. —¿Quién es Brian? Ethan sonrió. Esta vez, Trey había dejado ir a Brian de verdad. —Es el tipo al que necesito agradecerle por arrebatar a Reagan para que pudiera derribar a este otro tipo —dijo Ethan, mirando sobre el hombro. Ahora, Pyre estaba en la parte trasera del patrullero. Tenía un rasguño en un costado del rostro donde había golpeado el asfalto, pero de alguna Ethan se había mantenido en calma y no lo había golpeado demasiado. —¿Vas a regresar a la fuerza ahora? —preguntó Reagan. Ethan le dio una mirada inquisitiva. —¿Por qué haría eso?

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—Porque te encantaba y la única razón por la que te fuiste fue porque protegías al inocente un poco demasiado violentamente. Estabas completamente en control cuando derribaste a Pyre. —¿Ya no me quieres como tu guardaespaldas? —preguntó Ethan. —Apestas como guardaespaldas —bromeó Trey. Ethan frunció el ceño. —Sí, porque estaba chupándotela30 en lugar de velar por ella. —La próxima vez me aseguraré de estar allí cuando se la estás chupando para que puedas vigilarme —dijo Reagan. —Supongo que sería lo más seguro —coincidió Ethan. Bajó la cabeza y le robó un beso. —¿Qué sucede aquí? —dijo alguien detrás de Ethan. Éste se volvió para encontrar a Dare mirándolo con una mezcla de confusión e ira. Dare miró entonces a su hermano de forma inquisitiva. —¿Dejas que otro tipo bese a tu chica frente a ti? No me extraña que tengas problemas de pareja. —Ethan es mi novio —explicó Trey. —¿Entonces la cosa con Reagan es una fachada para ocultar tu relación con él? — Dare señaló a Ethan y pareció aún más confundido—. Pero acaba de besarla. —El señalamiento de Dare rebotó de Ethan a Reagan. —Eso es porque él es su novio —dijo Trey, sonriendo traviesamente. Ethan se dio cuenta de que no muy a menudo Trey conseguía confundir a su hermano. Usualmente era a la inversa. —Pensé que habías dicho que era tu novio —dijo Dare. —Lo es. —Asintió Trey. —¿Y el de ella? 30

N. de T.: juego de palabras entre los significados de la palabra “suck”.

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—Así es. —¿Y ella es tu novia? —Dare señaló a Reagan. Trey señaló a Ethan. —Y suya. La comprensión se dibujó en el rostro de Dare. Hizo un movimiento circular con un dedo. —Entonces, ¿ustedes tres? ¿Todos juntos? —Exactamente —dijo Trey. Dare sonrió y palmeó repetidamente a su hermano en el hombro. —¡Eso es fantástico! Ethan no podía imaginar contarle a sus hermanos sobre su estilo de vida, mucho menos pensar que lo aceptarían, y era seguro que no estarían entusiastas al respecto. Dare sólo parecía contento de que su hermano hubiera encontrado la felicidad, incluso si era de una manera poco convencional. —¿Te sientes bien, Reagan? —preguntó Dare—. Oí que un tipo te agarró. —Estoy bien. —Resopló y sacudió la cabeza—. Peor. Secuestrador. Jamás. Visto. Dare le apretó la rodilla, su preocupación tangible. —¿Estarás bien para el espectáculo de esta noche? Ella asintió. —Creo que necesito descansar un rato. —Definitivamente deberías descansar un poco —coincidió Dare. —Me llevaré a estos dos conmigo —dijo ella en voz baja—. Descansar no estará en mi agenda. Dare rió y le desordenó el cabello cariñosamente. —Rockealo, hermanita.

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Reagan miró a la parte trasera de la ambulancia hacia el paramédico que estaba sentado en un banco junto a la pared lateral. Lucía algo incómodo por lo que debía haber escuchado. —¿Puedo irme ahora? —le preguntó. —El doctor dice que si comienzas a vomitar sin control necesitas ir al hospital. Reagan hizo una mueca de disgusto. —No creo que eso vaya a suceder. Mi náusea se ha ido del todo. —Entonces eres libre de irte. Solo asegúrate de que haya alguien cerca para vigilarte. —Lo haré —dijo Trey. Saltó de la parte trasera de la ambulancia y levantó a Reagan en brazos—. ¿Adónde? —Llévame a la cama. —¿En el bus de gira? —No creo que haya suficiente espacio para tres en ese sofá de vestuario. Ethan sonrió. Verlos juntos entibiaba su corazón casi tanto como el estar con ellos. —Voy enseguida —dijo Ethan—. Necesito ir a hablar con alguien por un segundo. —Nos aseguraremos de empezar sin ti —dijo Trey. Asintió para despedirse de su hermano y se dirigió hacia el bus de gira. Ethan se acercó a Brian Sinclair, quien observaba al último patrullero alejarse con un arrepentido Pyre en el asiento trasero. Ethan podía ver cómo Trey podía haber amado al tipo durante casi trece años. El hombre era exquisito. Se sorprendió cuando notó a Ethan de pie junto a él. —Quería agradecerte por alejar a Reagan de ese tipo —dijo Ethan—. No estaba seguro de cómo conseguir que la liberara sin causarle daño. Estaba demasiado lejos. Brian sonrió. —No hay problema. Tampoco quería verla lastimada. Ella significa mucho para Trey. —Su rostro se retorció cuando dijo su nombre.

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—Y él significa mucho para ti. Brian apartó la mirada. —Sí. Siempre lo ha hecho. —Y le dijiste lo contario, ¿por qué? Brian frunció el ceño. —¿Cómo sabes qué le dije? —Él me lo dijo. Podías haberlo rechazado con más gentileza. ¿Por qué tenías que lastimarlo tanto? —Para que pudiera seguir adelante. Debería haberlo terminado hace años. Es difícil renunciar a tener a alguien como Trey enamorado de ti, ¿sabes? Es tan… —Brian se quedó mirando el cielo que se oscurecía encima de ellos mientras buscaba la palabra adecuada—. Apasionado. —Sí —coincidió Ethan—. Entonces, si te preocupabas por él, ¿por qué no intentar hacer algo de eso? —No que quisiera que Brian estuviera con Trey. Si Ethan hubiera estado en la posición de Brian, nunca habría podido alejar de Trey. —Demasiado complicado. Y además, ahora tengo a Myrna. Ella es más que suficiente para mí. —Miró por encima del hombro y sonrió ante los intentos de Trey de llevar a Reagan por las escaleras empinadas del bus sin dejarla caer o golpearle la cabeza contra la puerta—. Sólo espero que Reagan sea suficiente para él. —No lo es, pero ella lo sabe y está bien con eso ahora. —Ethan quería gritarlo a los cuatro vientos. Maldito idiota. Renunciaste a Trey y ahora él es mío, “nuestro” y vale la pena cada complicación que cualquiera pueda lanzarnos. Brian desvió su mirada hacia Ethan. Su expresión era una mezcla de sorpresa y confusión. —¿Qué quieres decir? Ethan sonrió. —Lo descubrirás. —Le dio a Brian una palmada en la espalda y siguió a sus dos amantes, sus dos amores, a la habitación.

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36 Traducido por LizC Corregido por LadyPandora

Reagan se sostuvo del cuello de Trey mientras se tambaleaban por las escaleras del bus. Quizás debería estar disgustada por el intento de Pyre de secuestrarla y estrangularla con una cuerda de guitarra, pero estaba tan feliz de que todo hubiera terminado, que sintió ganas de celebrar. Y saber que Trey y Ethan se amaban era otra razón para celebrar. Trey la cargó hasta el dormitorio y la arrojó sobre la cama. —Tengo que hacer una llamada telefónica —dijo. —¿Una llamada telefónica? ¿En un momento como éste? —Sí. —Sacó el teléfono del bolsillo y buscó el número que necesitara en su enciclopédica lista de contactos—. Hola, soy Trey Mills. Se suponía que hoy tenía que llamar por los resultados de unas pruebas. Sí, espero. Reagan sonrió. Estaba dispuesta a esperar a que él hiciera esta llamada. Sexo sin condón. Oh, por favor, oh por favor, oh por favor. —De acuerdo, bien —dijo él, dándole un pulgar en alto—. ¿Y mis dos compañeros? —Rió entre dientes—. Sí, dos compañeros. —Su sonrisa se amplió—. Genial. ¿Puede esperar un momento? —Cubrió el teléfono con la mano—. ¿Quieres que te repita los resultados, o me crees cuando digo que es hora de ir a por todas sin protección? Reagan se echó a reír y le tiró una almohada. —Te creo. Él habló de nuevo por su teléfono. —Eso es todo entonces, gracias. —Rió entre dientes—. Sí, dos compañeros. Y sólo entre tú y yo, los dos son súper sexy.

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Se rió de nuevo y colgó. —¿Estamos listos? —preguntó Reagan. —Todo listo. —Él se metió en la cama junto a ella y le tomó la mano. Le besó los nudillos mientras la miraba fijamente a los ojos—. En cierto modo, esto será como si perdiera la virginidad. —En una interpretación muy libre de la definición —bromeó Reagan. Ethan apareció en el umbral. —Pensé que ella ya estaría a medio camino de su tercer orgasmo a esta altura. ¿Estaban esperándome? —Trey estaba llamando a la clínica para saber los resultados de las pruebas. Las cejas de Ethan se alzaron y giró la cabeza en dirección a Trey. —¿Y? —No tengo que preocuparme por ser atrapado sin condón nunca más. Todos estamos limpios. —Eso es bueno —dijo Ethan—. Porque tenemos mucho sexo oral sin protección. Trey se echó a reír. —Eso es cierto. —¡Ven aquí y cierra la puerta! —exigió Reagan—. Quítense la ropa. Quítenme la ropa. Deleiten mi cuerpo. Reagan abrió los brazos en invitación. Trey trabajó en quitarle la camisa y el corpiño, mientras que Ethan le quitaba los jeans, la ropa interior y las sandalias. Cuando la tuvieron desnuda, Trey bajó la cabeza para succionar un pecho mientras masajeaba el otro. Ethan mordisqueó senderos de fuego a lo largo de la parte interior de sus muslos. —¿Trey te ha dicho alguna vez que es virgen? —preguntó Reagan, acariciando el cabello de Ethan con una mano y el de Trey con la otra. Ethan levantó la cabeza y soltó un bufido de risa.

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—¿Es hoy el día al revés? —Nunca ha sexo sin condón. Ethan le dio a Trey una mirada compasiva. —Tú eres virgen. Déjame prepararla para ti. Trey le dio un golpe en la parte posterior de la cabeza mientras la bajaba para chupar la carne caliente entre los muslos de Reagan. La cabeza de ella todavía daba ligeras vueltas, así que cerró los ojos y se concentró en la sensación de Trey en sus pechos, y de Ethan más abajo. Movió las caderas contra el rostro de Ethan a medida que su excitación aumentaba. Él levantó la cabeza. —Ven aquí, Trey. —Ethan se hizo a un lado y pasó un brazo alrededor de la cintura de Trey para posicionar sus caderas entre los muslos de Reagan—. Quiero ponerte en su interior. ¿Puedo? 398

Reagan levantó la cabeza y miró hacia abajo para ver a Ethan tomar la polla de Trey en su mano. La perdió la vista cuando Ethan lo dirigió dentro de su cuerpo, pero la sintió, sintió a Trey, dentro de ella. —Oh —gimió Trey mientras se hundía más profundamente, su vientre temblando contra el de ella. Ethan le dio una palmada en el culo. —Tómala, Trey. —Se movió para acostarse junto a Reagan en la cama y los dos miraron a Trey mientras la poseía con embistes profundos y rítmicos. Tenía los ojos cerrados y la boca abierta mientras jadeaba de excitación. Reagan le acarició la espalda con una mano, meciendo las caderas para encontrar sus embistes. —Míranos, Trey. Sus ojos se abrieron con un aleteo y miró a Reagan con una expresión de éxtasis y amor en su hermoso rostro. —¿Cómo se siente? —preguntó ella.

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—Tan bien. Tan bien —susurró—. Me alegro de haberme guardado para ti, Reagan. —Él sonrió y le guiñó un ojo antes de bajar la cabeza para reclamar sus labios en un profundo beso. Él se apartó y la miró fijamente. Ella se perdió en su cuerpo. En su mirada—. Te amo —dijo él. Luego se movió para poder besar a Ethan, quien seguía tumbado junto a Reagan con la cabeza en su hombro—. Te amo —susurró contra los labios de Ethan. Se apartó para poder mirar a ambos. Sus firmes embistes se hicieron más rápidos. La espalda de Reagan se arqueó en la cama mientras su placer crecía para que hacer juego con la urgencia de él. —¿Puedo acabar dentro de ti, Reagan? —Sí. Él se aferró a sus hombros mientras se enterraba profundamente y se estremecía con la liberación. Su boca se abrió, el rostro retorcido de deleite mientras su mirada iba de Reagan a Ethan y de nuevo a Reagan. Su cuerpo se aflojó y enterró el rostro en la garganta de Reagan. —Quiero hacer eso de nuevo —dijo él. —No hasta que yo consiga un turno —dijo Ethan. Trey salió de ella y rodó hacia el lado opuesto de Reagan y Ethan tomó su lugar entre los muslos de Reagan. Se hundió en ella con un profundo embiste. —Maldición, está mojada —dijo Ethan. —Parte de eso es mío —dijo Trey con una sonrisa burlona. Ethan se estremeció. —No puedo decirte lo mucho que eso me excita. Bésame, Trey. —Trey lo besó. Ethan empujó en Reagan más duro y más rápido—. Déjame chupar sus jugos de ti. —Creo que a él le gusta esto —le dijo Trey a Reagan. —Dios, Reagan, te sientes tan bien —gritó Ethan. Trey se desplazó de la cama para que Ethan pudiera doblarse hacia un lado y chupar y lamer los jugos de Reagan de la polla fláccida de Trey. Ethan hizo ruidos de felicidad en la parte posterior de su garganta. No pasó mucho tiempo antes de que Trey se pusiera duro otra vez.

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Ethan rodó sobre su costado, arrastrando a Reagan con él. —Ven aquí conmigo, Trey. —¿Qué? —dijo Reagan. —Está tan mojada. Esto te encantará. Ethan salió de ella y Trey se movió contra la espalda de Reagan. Trey empujó dentro de ella varias veces antes de salir y dejar que Ethan tomara su lugar. Reagan se aferró a los hombros de Ethan mientras su cuerpo encontraba la liberación y gritaba. No sabía exactamente qué estaban haciendo. No importaba mientras siguieran haciéndolo. Sus manos frotaban una polla contra la otra, antes de que una se sumergiera en ella, empujara, se retirara, una y otra vez y luego, sin previo aviso, ambas estaban en su interior. Dos pollas enterradas en su húmedo y mojado coño, frotándose una contra la otra. Juntas. Una contra la otra. Fue un poco apretado al principio, pero su cuerpo se adaptó rápidamente a la circunferencia añadida. —Mierda, eso es increíble —gruñó Ethan. —Nueva posición favorita —gimió Trey. Reagan lanzó un grito cuando acabó de nuevo. —Reagan, ¿estás bien, cariño? —preguntó Ethan. Sus caderas golpeaban contra ella mientras seguía conduciéndose a sí mismo profundamente dentro de ella y frotaba su polla contra la de Trey, la cual se introducía en ella igual de duro y profundo. —Oh, sí —exclamó—. Estoy mejor que bien. No se detengan. No se detengan. —Voy a acabar —dijo Ethan. —Yo también. Yo también —coreó Trey sin aliento. Reagan no creía que alguna vez dejara de acabar. Sentía como si flotara en el techo. Ethan gritó en señal de triunfo mientras su cuerpo se ponía rígido. —Sigue frotándote contra mí, Trey. No te detengas. Trey luchó por seguir empujando mientras Ethan permanecía perfectamente inmóvil. Y luego Trey se puso rígido.

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—Puedo sentirte acabando, Trey —susurró Ethan, la cabeza echada hacia atrás, los ojos vidriosos en la dicha. Permanecieron acostados durante mucho tiempo, sin que ninguno de ellos estuviera dispuesto a dejar ir al otro. Reagan nunca antes se había sentido parte de algo tan importante. Pero ella era una parte de estos dos hombres a los que amaba, al igual que ellos formaban parte de ella. Y una parte del otro. Ninguno de ellos se completaba sin los otros dos.

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37 Traducido por flochi Corregido por LadyPandora

Un par de días más tarde, Trey se hallaba parado en el pasillo del bus de la gira y observaba a Brian aplicarse delineador en el espejo del baño. No habían hablado desde que Brian le había roto el corazón en San Francisco. Trey sentía que tenía que decirle algo. No estaba seguro de qué. Las cosas simplemente se sentían inconclusas entre ellos. Incómodas. Nunca se había sentido antes de esa manera cerca de Brian y necesitaba que se solucionara. Estaba arruinando su perfecta felicidad. Y sabía, sin duda alguna, que esa noche afectaría su música en el escenario. Su concierto en San Francisco había sido seco. El flujo de música entre ellos había estado apagado toda la noche. Necesitaba arreglarlo. De alguna manera. —Toma una foto, durará más tiempo —dijo Brian, atrapando la mirada de Trey en el espejo y sonriéndole. Trey rió. Ésa había sido la frase favorita de Trey en quinto grado, cuando había conocido a Brian. Antes de que las cosas se complicaran. ¿Podrían alguna vez recuperar esa simple amistad? Trey no estaba seguro, pero tenía que intentarlo. —¿Cómo está Malcolm? —preguntó Trey. Una pequeña charla era un comienzo. Lo ayudaría a encontrar el coraje para seguir adelante con palabras más difíciles. —Supongo que está bien. No he sabido nada de Myrna en todo el día. Trey frunció el ceño. Eso no sonaba como Myrna. Esperaba que todo estuviera bien. Ella no le escondería un problema a Brian para evitar que se preocupara, ¿verdad? Por supuesto que sí. —¿La llamaste?

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—Sí, me mandó un mensaje y me dijo que estuvo completamente ocupada durante todo el día y que no tendría tiempo de hablar hasta la noche. —Entonces, ¿está bien? Brian sonrió. —Está bien. Jessica me dijo que le diera a la mujer un momento de paz y me envió una foto de Malcolm en el asiento del auto para asegurarme de que estaba bien. Supongo que hoy estarán haciendo recados. Trey rió. —Oh. Por un minuto pensé que habías aprendido a relajarte. Brian volvió a encontrar su mirada en el espejo. —¿Cuánto tiempo me has conocido, Trey? —Dieciocho años. —Trey cerró los ojos, esperando que eso lo ayudara a encontrar el coraje que necesitaba para decir lo que necesitaba ser dicho—. Te perdono. —¿Por conocerme? —No, por romperme el corazón. Creo que en realidad lo necesitaba. Brian tocó el hombro de Trey y éste abrió los ojos. Miró los profundos ojos marrones de Brian y se sorprendió de que la conexión entre ellos siguiera allí. Se sentía diferente. El horrible dolor de anhelo que solía sentir cuando miraba a Brian se había ido, pero la cercanía que sólo podía forjarse entre dos personas que habían atravesado mucho juntos seguía allí. Trey estaba tan aliviado que sus ojos ardieron con lágrimas. Los dedos de Brian se apretaron en la camiseta de Trey y le dio una pequeña sacudida. —Si empiezas a llorar, te daré una paliza —dijo Brian—. Acabo de ponerme delineador y no quiero tener que volver a hacerlo. Trey rió. —No voy a llorar. Simplemente estoy contento de que podamos seguir adelante. Pensé que quizás había arruinado nuestra amistad. La mano de Brian se relajó y alisó la manga de Trey.

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—¿Ella te hace feliz? —¿Reagan? —Trey sonrió—. Sí, la amo. Y también a Ethan. Brian asintió. —Entonces estamos bien. —Empujó a Trey por el hombro y lo rozó al pasar junto a él—. Voy a dar un paseo. —Su teléfono sonó y se detuvo para revisar su mensaje de texto. —¿Myrna? —preguntó Trey. —Sí. Dice, Cariño, estamos en casa. Supongo que eso significa que terminaron con las diligencias y puedo llamarla ahora. Un fuerte claxon sonó en el exterior. Brian llamó a su esposa, mientras Trey miraba a través de la gran ventana tintada sobre el sofá para ver qué estaba sucediendo en el estacionamiento. Había una gran caravana que nunca antes había visto estacionada junto al bus. Cuando Trey reconoció al conductor, tomó a Brian por la camiseta y lo empujó a la ventana. —Hey, cariño. —Trey pudo oír la voz de Mirna proveniente del teléfono de Brian—. Tengo una sorpresa. —¿Qué estás haciendo en esa caravana? —le preguntó Brian. —Bueno, pensé que ya que no podías ir a casa, te traería la casa a ti. —¿Qué? —Acércate y mira. Trey empujó a Brian hacia el frente del bus justo cuando Reagan y Ethan se tambaleaban fuera de la habitación en el extremo del estrecho pasillo. —¿Qué está sucediendo? —preguntó Reagan. —Myrna está aquí —dijo Trey y tiró de Brian hacia abajo por las escaleras. Finalmente, Brian recobró el sentido para moverse por sí solo. Se encontró con Myrna en la parte inferior de los escalones de la caravana y la tomó en brazos. Ella tomó su rostro entre ambas manos.

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—¿Estás sorprendido? —Realmente no entiendo qué está sucediendo. —Ven dentro y te lo enseñaré. Myrna tomó la mano de Brian y lo dirigió dentro de la caravana. Trey los siguió, su curiosidad venciéndolo. En uno de los asientos de comando se encontraba una silla para auto desocupada. En el otro se sentaba Aggie con un gato negro y blanco en el regazo que ronroneaba con fuerza. Ella sonrió y saludó. —Aggie va a abrir una tienda ambulante para sus corsés —dijo Myrna—. Para venderlos en un puesto fuera de los conciertos. —Integrándome una vez más en la vida de Jace —dijo Aggie—. Parece que no puedo dejar de hacerlo. —Estará eufórico de tenerte en la gira con nosotros nuevamente —dijo Trey—. Bueno, tan eufórico como Jace puede estar. —¿Dónde está Malcolm? —preguntó Brian. —Jessica está cambiándole los pañales en la guardería —dijo Myrna. —¿Jessica también está aquí? —preguntó Brian. —Decidió que quiere ser la niñera de Malcolm hasta que tenga su propio bebé. — Myrna sonrió—. En unos ocho meses y medio. Los ojos de Brian se agrandaron. —¿Sed lo sabe? —Ella acaba de averiguarlo ayer. Quiere decírselo en persona. Así que guárdatelo. —Se va a volver loco. ¿Así que las tres nos van a seguir en la gira? —preguntó Brian, saludando a Aggie con la mano. —Los cuatro. No te olvides de tu hijo. —Myrna, no estoy seguro de que esto sea buena idea —dijo Brian—. Malcolm necesita estabilidad en su vida. No hay estabilidad en una vida en la carretera. No quiero eso para él.

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Myrna sacudió la cabeza. —Lo que Malcolm necesita es a su padre. Y yo necesito a mi esposo. Éste será nuestro hogar, Brian. Sólo porque se mueva no significa que no sea un entorno estable para él. Cuando estemos estacionados, yo puedo escribir. —Y yo puedo coser —dijo Aggie. —Y Malcolm puede jugar y crecer conociendo a su padre —dijo Myrna. —¿Y qué pasa cuando nos vayamos de gira a Europa? —preguntó Brian. —He estado buscando inmuebles en Francia. Ya pedí mi pasaporte. También podemos seguirlos allí. —¿Y América del Sur? ¿Australia? ¿Asia? —Descubriremos una manera de estar juntos todo lo que se pueda. Si no lo supiera, pensaría que no nos quieres aquí, Brian —dijo Myrna. —Es sólo que parece demasiado bueno para ser cierto. —Creo que es una solución perfecta —dijo Trey—. Myrna, eres brillante. —Gracias, Trey. —Myrna le dio un apretón en el brazo y lo miró por primera vez. Sonrió—. Pareces contento, cariño. ¿Acabas de comer tarta de cereza? —Está enamorado —dijo Brian y puso los ojos en blanco. —¿Reagan? —preguntó Myrna, sus ojos y sonrisa amplios a la vez que asentía entusiasmadamente. —Y un sujeto llamado Ethan —agregó Brian—. Puedes pedirle una entrevista para tu libro más tarde. —Tomó la mano de Myrna y la llevó más profundamente dentro de la caravana. Trey los siguió. Había varias habitaciones en el fondo. Además del pequeño baño y el dormitorio sorprendentemente grande con una enorme cama que seguramente sería bautizada muy pronto, un pequeño cuarto de bebé estaba conectado a un costado. Con una cuna y una mesa para cambiar pañales, la habitación era un poco estrecha, pero no sin encanto. Había sido decorada para parecer un cuarto de bebé común con colores primarios, imágenes de instrumentos musicales, móviles y animales de peluche. Jessica estaba hacienda trompetillas en el vientre de Malcolm y él

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pateaba sus pies alegremente. Jessica alzó la vista cuando notó al grupo de espectadores de pie en la puerta. —Ahí está tu papá —dijo Jessica y levantó a Malcolm de la mesa. Se lo tendió a Brian, quien tenía esa expresión maravillada en el rostro que lucía cada vez que sostenía a su hijo. —Tu madre es un genio —le dijo Brian a Malcolm—. La cosa más inteligente que hice fue casarme con esa mujer. Malcolm arrulló con aprobación. Alguien subió a pisotones al bus. Trey se dio vuelta y vio la expresión de pura alegría en el rostro de Jace, justo antes de que arrastrara a Aggie hasta ponerla de pie y la tomara entre sus brazos. —¿Cuánto tiempo vas a quedarte? 407

—Para siempre. Trey nunca había visto a Jace sonreír tan ampliamente en todos los años que lo había conocido. Jace besó a Aggie como si nunca planeara detenerse. El hombre nunca decía muchas palabras, pero de alguna manera, nunca necesitaba hacerlo. El gato de Jace, Brownie, se frotó contra sus piernas, maullando en busca de atención. —Aggie estaba preocupada de que Jace pensara que estaba siendo demasiado pegajosa —susurró Jessica. —Creo que en este momento el pegajoso es él —dijo Trey. Sed apareció en la escalera del frente. La caravana era espaciosa, pero realmente no había espacio para siete adultos, un bebé y un gato. Reagan y Ethan estaban detrás de Sed y cerrando el grupo estaban Eric y Rebekah. Sin duda, no había espacio para cuatro más. Trey comenzó a avanzar hacia la puerta. Este arreglo haría feliz a Brian, lo que era bueno, porque Trey sabía que él no era el único al que lo enfermaba el constante abatimiento de Brian. —Todos tienen que estar en el escenario en treinta minutos —anunció Rebekah. Divisó a Malcolm y la responsabilidad quedó rezagada al asiento trasero—. Oh, ¿no es perfecto? —Ella estuvo pasillo abajo antes de que Eric pudiera detenerla. Cuando se acercó al rostro de Malcolm e hizo una expresión graciosa para él, los ojos del bebé se

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iluminaron y tomó un puñado de cabello carmesí de Rebekah, ignorando los aburridos tonos de rubio platino que componían mayormente el color de su pelo—. Creo que es tiempo de conseguirnos uno de estos, Eric —dijo ella. —Cuando volvamos de la gira mundial empezaremos a buscar adopciones —le prometió y puso una mano protectora sobre la base de su espalda. Sed tenía a Jessica en sus brazos. —Desearía que tuviéramos más tiempo a solas ahora mismo —dijo—. Tendremos que guardar nuestra próxima ronda de intento de hacer bebés hasta más tarde esta noche. —Eso no será necesario —dijo Jessica en un tono entrecortado. Trey sofocó una risa. Los dos se volvían locos mutuamente a propósito. Y ambos adoraban cada minuto de eso. 408

Sed puso cara larga. —No has cambiado de idea, ¿verdad? Ella le frunció el ceño. —Espero que no. Resulta que estoy embarazada. —Ella dejó caer su ardid enojado, sonriendo mientras esperaba por su reacción. Le tomó a Sed un momento registrar sus palabras, porque al parecer estaba esperando que ella dijera algo completamente diferente. Cuando finalmente cayó en la cuenta, sus ojos se iluminaron y Trey estuvo seguro que los hoyuelos de Sed causarían que su cara hiciera implosión. —¿Lo dices en serio? —dijo—. ¿Estás embarazada? Ella inclinó la cabeza hacia atrás para sonreírle. —Tú, Sedric Lionheart, vas a ser padre. Y no puedo estar más feliz por ello. —¡Qué maldita emoción! —gritó Sed y columpió a Jessica en un círculo. Cuando dejó de girar, Eric lo golpeó en la cabeza. —Cuida tu lenguaje cerca de Malcolm.

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Trey se apretó entre Reagan y Ethan, envolviendo a ambos con sus brazos. —Supongo que toda la banda está aquí ahora. —Una gran familia feliz —murmuró Reagan, besando los labios sonrientes de Trey. Los labios de Ethan rozaron su sien. Ethan apretó a Trey y a Reagan juntos, levantándolos varios centímetros del suelo en su poderoso abrazo. Los Sinners siempre habían sido una familia y todavía lo eran. Sólo que ahora era una familia más extensa. Con menos cerveza. Y más amor.

FIN 409

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Sobre la autora Combinando su amor por la ficción romántica y el rock ‘n roll, Olivia Cunning escribe romance erótico centrado en músicos de rock. Criada con música de hard rock desde la cuna, fue a su primero concierto de Styx a los seis años y se enamoró instantáneamente de la música en vivo. Se la conoce por viajar miles de kilómetros sólo para ver a su banda favorita en concierto. De adolescente, descubrió su segundo amor, la ficción romántica ― primero leyendo vorazmente apasionadas novelas románticas y luego escribiendo las propias. Recientemente vendió su pala de nieve y se mudó de Nebraska a Galveston, Texas. Puedes encontrarla en la playa con los pies en la orilla, escribiendo sobre traviesas estrellas de rock.

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Adelanto “Hot Ticket”

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Traducido por Simoriah

A los segundos de conocer a un hombre, Aggie podía destinarlo a una de dos listas. Lista A: Hombres Que No Valen La Pena Mi Tiempo. Lista B: Hombres A Los Que Me Gustaría Follar. La Lista A crecía con cada hora que trabajaba en el club nocturno Paradise Found. No podía recordar la última vez que un hombre había aterrizado en la Lista B. Eso podría explicar por qué Aggie había dejado caer su látigo cuando él atrajo su atención. Quien sea que fuera. Un potencial Lista B atravesó la habitación como si fuera el dueño del lugar. Tenía la apariencia del estereotípico chico malo (cuero, tatuajes y listo para pelear) la cual era contradicha por el rostro más dulce que ella había visto jamás. Cuando se sentó en la mesa más cercana a su escenario, él se apoyó contra el respaldo y cruzó las piernas por los tobillos, como si planeara quedarse por un rato.

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Interesante. Y completamente follable. Sorbiendo su trago, Rostro de Ángel la miró con un extraño brillo de desafío en sus ojos oscuros. Algo en él la hacía pensar instantáneamente con cosas traviesas. Sólo la mitad de ellos incluían causar dolor en su duro cuerpo. Oh, el tipo era apuesto, no había forma de negarlo, pero ése no era su atractivo principal. Lo extraño era que ella no sabía qué lo distinguía del resto de los otros clientes del club nocturno. Quizás necesitaba una nueva lista sólo para él. Lista temporal C: Hombres Que No Pueda Etiquetar Instantáneamente. No tenía dudas de que el único miembro de esta lista rápidamente aterrizaría en la Lista A. De ninguna manera consideraría ella que un cliente tenía potencial de Lista B. No importaba cuán atractivo fuera. Aggie recuperó su látigo del suelo del escenario (qué vergonzoso) y lo hizo resonar junto a la mejilla de Apuesto. Él no se inmutó. Su cuerpo se tensó, pero no de miedo. Por el ligero jadeo que emitió y el aleteo de sus pestañas, ella pudo decir que la amenaza lo excitaba. A la mayoría de los hombres le gustaba observar la rutina de Aggie desde las sombras y pensaban que podían tolerar su abuso. Intentando mostrar su dureza, elegían a la dominatrix vestida de cuero para entretenerlos en Paradise Found, pero pocos se sentaban lo suficientemente cerca para ser golpeados con el látigo. No que ella realmente golpeara a nadie en el club. Si un hombre quería que ella lo castigara por haber nacido con un cromosoma Y, tenía que pagar extra. Aggie hizo retroceder su brazo y chasqueó el látigo una vez junto a la mejilla del recién llegado. El cuero resonó a centímetros de su piel. Estuvo satisfecha cuando él tampoco se inmutó. Oh Dios, sería divertido domarlo. Había pasado demasiado tiempo desde que ella había tenido un verdadero desafío en su calabozo. Él la miró directamente a los ojos mientras ella se acercaba bailando. Él lucía bastante joven, cerca de los veinticinco, quizás, pero tenía ojos más sabios de lo que su edad indicaba. Ella apostaría que había visto mucha tragedia en su vida. Muchos de aquellos que la buscaban para liberarse lo hacían. El joven le indicó que se acercara con un dedo. Sorprendida, ella le arqueó una ceja y miró a Eli, el guardaespaldas que estaba de pie cerca del escenario. Se suponía que ella no debía discutir negocios extras en el club. En lo que concernía a sus compañeros de

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trabajo, la rutina de dominatrix de Aggie era completa ficción. Más tarde, cuando ella bajaba para interactuar con los clientes de una forma más personal, ella deslizaba su tarjeta a los potenciales esclavos, pero su actuación no había terminado aún. Necesitaba concentrarse en bailar y no en soñar despierta en convertir en su perra a un hombre extremadamente apuesto y de aspecto rudo. Aggie enganchó la pierna alrededor del tubo plateado y giró alrededor, su largo cabello negro volando detrás de ella. Cuando su detuvo, encontró que el tipo había abandonado su silla y estaba de pie contra el escenario a sus pies. Él sacó un billete del bolsillo trasero y lo sostuvo para ella con dos dedos. Hola, Billete de Cien. Mamá necesita un nuevo par de botas. Sosteniéndose del tubo con una mano, se inclinó hacia adelante hacia el cliente, ofreciendo a su vista la parte superior de sus llenos pechos. La mirada de él se movió hacia su piel desnuda, y se pasó la lengua por el labio superior. Usualmente, para ella, un tipo lucía tan mundano como otro, pero observó cada centímetro de éste, desde sus pesadas botas negras hasta su cabello platinado parado. Ojos oscuros. Cejas oscuras. Barba oscura de algunos días. El indicio de un tatuaje se revelaba sobre el cuello de su camiseta. Una banda de cuero con tachas le adornaba la muñeca derecha. Lucía duro y rudo, pero dulce como la sacarina a la vez. Un ángel del infierno, con énfasis en el ángel. Se preguntó si su barba era un intento de cubrir ese innegablemente bonito rostro suyo. Él deslizó el billete entre los pechos de Aggie y dentro del corpiño del bustier de cuero negro. Cuando los dedos de él le rozaron la piel, los pezones de ella se apretaron. Una reacción completamente inusual en ella. Típicamente, cuando los clientes la tocaban, le causaban escalofríos. Éste había activado todos sus sistemas. El pequeño aro de plata en el lóbulo de su oreja brilló en la luz estroboscópica. Aggie se mordisqueó la lengua, queriendo mordisquearle la oreja en su lugar. Sí tenía algo por las orejas. Um, respuesta equivocada, Aggie. Los clientes nunca eran juego limpio para la acción en la cama. —¿Haces bailes privados? —preguntó él, los ojos marrón chocolate fijos en los suyos. Su voz era más profunda de lo que ella había esperado y tan baja, que no lo hubiera oído sobre la fuerte música del club si no hubiera estado inclinada tan cerca de él.

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—¿Te refieres a un lap dance31? —Si eso es lo que haces. ¿Cuánto? —Cincuenta. Él le entregó otro billete de cien. Al tipo le debía haber ido bien en el casino. No lucía adinerado. Vestía una simple camiseta blanca, una chaqueta gastada de cuero negro y apretados jeans, los cuales se aferraban al enorme bulto en sus pantalones. Bueno, hola, grandote. Estaba feliz de no ser la única que pensaba que su próximo baile debía ser el mambo horizontal. Aggie, cálmate, mujer. Es un cliente. No puede ser. Oh, pero quería. Hacerlo. Con. Él. La mirada de él bajó al suelo, y se sonrojó. —¿Ofreces otros servicios? Wow, amigo. Frenos activados. —No soy una prostituta, si eso es lo que estás preguntando. Él sacudió la cabeza. —No me refería a eso. Quiero que me lastimes. —Inhaló profunda y temblorosamente en su pecho que se expandía—. Duro. Oh, sí. Puedo hacerlo, cariño. Aggie echó un vistazo al guardaespaldas una vez más para asegurarse de que no estuviera observando su transacción. La atención de Eli estaba en el escenario más alejado, donde la bailarina más nueva de Paradise Found, Jessica, alias Feather, bailaba en sus plumas blancas y bufanda de seda. Los hombres estaban fascinados con ella. Aunque Jessica tenía un cuerpo fantástico y sabía cómo moverlo, simplemente no tenía la actitud mental para ser una bailarina exótica. Ninguna de los hombres babeantes que rodeaban el escenario de Feather con ojos ligeramente agrandados y cremalleras excesivamente abultadas estaría de acuerdo con la opinión de Aggie. Todos lo que ellos veían era el hermoso paquete externo; no en corazón severamente roto por dentro. Sin embargo, Aggie sí lo veía. Lo había reconocido desde el instante en que había

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Lap dance: baile en el regazo de un hombre.

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conocido a Jessica y le había ayudado a conseguir el trabajo. Pobre cordero. Tan confundida y llena de conflictos. Aggie devolvió su atención al tipo a sus pies. Ella no tenía la misma simpatía por los hombres. —Si consiento por un precio —le dijo Aggie—. Pero sin sexo. —No necesito sexo. Ella asintió. Él no era nuevo en esto. Lo cual lo hacía mucho más divertido que sus víctimas habituales. Tenía un par de clientes regulares que visitaban su calabozo, pero la mayoría de sus clientes eran tipos que visitaban Vegas, que querían explorar su lado más oscuro por una noche. Nunca volvía a ver a la mayoría, lo cual le acomodaba perfectamente bien. Muchas dommes32 preferían a los habituales, pero Aggie prefería pasar a un rápido galán que encariñarse con alguno de sus sumisos. El cuerpo de su interés actual tenía tensión en cada línea. Cuando él la miró, el profundo dolor emocional en su mirada hizo que su vientre temblara. Sí, rubio, eres exactamente el desafío que necesito en este momento. —Puedo hacerlo, ángel, pero no aquí. Te daré mi tarjeta más tarde, y puedes llamarme. Si eres afortunado, te mostraré mi calabozo. Él se estremeció, su respiración saliendo en un excitado jadeo. Quizás ella debería haberlo llevado detrás de bambalinas y haberle dado una prueba de lo que tenía para ofrecer. Él lucía listo para explotar con la tensión de contener su dolor. Necesitaba la liberación que ella podía darle. Y ella necesitaba verlo arrastrarse hacia sus botas para que pudiera rechazarlo por no ser digno de su tiempo. Cuanto más pronto él se uniera a los hombres de la Lista A, mejor. Aggie se dejó caer de rodillas en el escenario para continuar bailando mientras le hablaba. —¿Cuándo lo necesitas? —Tan pronto como sea posible. —Creo que tengo algo disponible en unos pocos días. 32

Dommes: Dominatrix.

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—Esta noche. Tengo dinero. Dime tu precio. ¿Dime tu precio? Definitivamente hablaba en su idioma, pero hacerlo esperar haría la mitad del trabajo por ella. Le pasó las uñas rojo sangre por el costado de su cuello, dejando ligeros arañazos detrás. —Revisaré mi agenda y veré si puedo hacerte un lugar. Quizás mañana. O pasado mañana. Estaba ansiosa por dejar marcas en su carne y oírlo gritar de dolor. Quería el premio mayor que él podía darle: que le rogara misericordia, que le rogara que se detuviera. Ese dulce instante en que él le diera todo su poder y en que ella fuera su dueña. Eso era lo que quería. Lo que necesitaba para mantenerse por encima de ese oscuro y profundo abismo en el que una vez había residido. Pero era demasiado pronto para darle lo que quería. Obtendría mayor satisfacción si ella lo postergaba durante algunos días. Si permitía que la anticipación se asentara en su cuerpo y sus pensamientos hasta que no pudiera pensar en nada más excepto la deliciosa agonía que ella prometía. Una conmoción al otro lado de la habitación atrajo su atención. Eli, el guardaespaldas de Aggie, se lanzó hacia el escenario de Feather. Un cliente grande y apuesto había capturado a Jessica en sus brazos. Ella estaba envuelta en una chaqueta de cuero con los brazos atrapados sin poder hacer nada. Varios guardaespaldas estaban tratando de asegurar su liberación. Varios otros estaban escoltando a un tipo alto y delgado fuera del club. Un tercero de pie junto al captor de Jessica sacudía la cabeza con vergüenza. Los tres clientes tenían una apariencia similar. Como si pertenecieran a una banda de rock o algo así. Ahora que lo pensaba, el chico apuesto al final de su escenario tenía una apariencia similar. Un grupo que hacía juego. Ella bajó la mirada para encontrar que su potencial buen momento había desaparecido. —¡Hijos de puta! —gritó su ángel rubio mientras se lanzaba sobre la espalda de uno de los guardaespaldas. *** Cuando Jace vio que el guardaespaldas arrastraba al baterista de los Sinners, Eric, hacia la salida, no pensó, sólo actuó. Todos los pensamientos de la hermosa dominatrix de cabello negro y las gloriosas cosas que podía hacerle a su cuerpo abandonaron su mente.

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Jace atravesó el club corriendo, saltó una silla y aterrizó sobre la espalda del guardaespaldas. Sabía que no era lo suficientemente grande para derribarlo, pero Jace podía pelear. Si las cosas hubieran resultado diferentes, podría haberse convertido en un boxeador profesional, en lugar de ser el bajista de una banda de rock. No le importaba una ocasional pelea, era bueno peleando y sabía cómo derribar a un hombre con un puñetazo, pero Jace ni siquiera estaba seguro de por qué se estaban peleando con un grupo de guardaespaldas en la despedida de soltero de Brian. Se suponía que estaban celebrando, no agitando las cosas. Eric mejor tenía una buena razón para molestar lo suficiente a ocho guardaespaldas para que golpearan a todo lo que se movía. Cuando la fiesta se mudó a la vereda fuera del club, aumentó. Jace derribó a un par de tipos con un puñetazo, antes de hacer una pausa para evaluar la situación. Alto y delgado, Eric peleaba bien, pero estaba superado cuatro a uno. Rodeado por los cuatro costados sin escapatoria, Eric inesperadamente señaló el cielo. —¡Miren, los Elvis Voladores! Los cuatro guardaespaldas miraron el cielo oscuro como tortugas en una tormenta. Cuando su atención se volvió hacia arriba, Eric golpeó a uno de los guardaespaldas a la altura de la cintura, intentando escapar del círculo de músculo, pero tan pronto como se dieron cuenta de que no había íconos cayendo en paracaídas para entretenerlos, los cuatro golpearon a Eric en rápida sucesión. Jace decidió emparejar las cosas. Dos ganchos al rostro y un par de docenas de golpes rápidos después, otros dos guardaespaldas yacían en la vereda: uno desmayado, el otro intentando levantarse, pero sin poder recuperar el equilibrio. Eric se secó la sangre del ojo, su sorprendida mirada yendo de los escombros humanos a sus pies a Jace. —Jesús, hombrecito, eres un equipo de demolición de una sola persona. Distraído por el cumplido de Eric, Jace encontró un inesperado puño en su mandíbula. El dolor irradió por el lado de su rostro. Sus oídos resonaron. La visión se borró. No le importaba el dolor, pero la sacudida a sus sentidos lo dejó desbalanceado. Recibió otro golpe a la mandíbula antes de que pudiera concentrarse lo suficiente para derribar a su adversario con un fuerte puñetazo debajo del mentón.

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Respirando con fuerza, Jace giró y vio a un tipo golpear al guitarrista rítmico de los Sinners, Trey, en la parte trasera de la cabeza con un bate de aluminio. Trey ni siquiera había estado en el club cuando estalló la pelea. ¿Por qué había sido atacado? —Maldito marica —gruñó el guardaespaldas. Trey cayó a la vereda, instantáneamente inconsciente. Eric fue detrás del imbécil con el bate, arrancándole el arma de las manos y lanzándolo hacia la calle más allá de la vereda.

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Staff Moderadora Simoriah

Traducción Azuloni carmen170796 Clary Dai flochi gaby828 Little Rose

LizC Maru Belikov nanami27 otravaga rihano Simoriah

Corrección clau12345 klarlissa La BoHeMiK Ladypandora

Nanis Simoriah Steffanie

Recopilación y revisión Simoriah

Diseño Simoriah

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