La Cuartilla Universidad de Ibagué, CEDIP. Nº 57. Agosto de 2005 - 500 ejemplares

Los profesores también podemos aprender María del Carmen Moreno Vélez*

En estas líneas, anotaremos otras percepciones acerca del aprendizaje, siguiendo la propuesta de reflexión planteada en «La Cuartilla” en su Número 55. Presentamos algunos elementos acerca de la aparición de diferentes apreciaciones sobre las funciones y los procesos propios del quehacer universitario que, por supuesto, pueden debatirse, ojalá desde la argumentación escrita. La industrialización, el capitalismo y las guerras sacaron de las familias y de los talleres las funciones de formar individuos y reproducir las fuerzas de trabajo. Los procesos de formación de ciudadanos y trabajadores se trasladaron a la escuela pública e institutos tecnológicos, y las élites salieron de la formación de nodrizas y maestros en el seno familiar, para acudir, con otros de su clase, a los colegios y las grandes universidades, instituciones muchas veces de carácter privado, en casos como el colombiano. El conocimiento, hasta entonces, era propio de filósofos, maestros, científicos y alguno que otro «loco» que no alcanzó reconocimiento social mientras vivía. Y, como en la Edad Media, las mejores elaboraciones estaban en los libros, tantas veces encerrados en conventos y bibliotecas. En el Siglo XX, los principales procesos para generar riqueza se concentraban en la transformación de materias primas en productos, a través de procesos industriales apalancados en el uso de la energía generada por el vapor, el carbón, la electricidad y el gas, que superaban, entonces, los réditos de la artesanía y la manufactura. Las preocupaciones educativas se centraron en el aprendizaje de los estudiantes a partir de la sapiencia de los maestros quienes, según su criterio, distri-

buían, por transferencia, sus conocimientos. En algunos escenarios se avanzó en discusiones sobre la posesión del saber y para muchos fue necesario acopiar y guardar conocimientos para sí, entendiendo que, de la salvaguarda privada de estos tesoros, dependería su estatus social y la viabilidad económica del ejercicio magisterial. Otros, simplemente actuaron en consecuencia con lo que el sistema propuso. Aparecieron términos como el de educación bancaria, conocimientos en celdas, unidades de aprendizaje, privatización del conocimiento entre muchos otros, que dan cuenta de la conservación de líneas jerárquicas y de la distribución – apropiación del conocimiento por las élites que pretenden conservar para sí los beneficios del saber. Incluso los tasan y patentizan, apropiando, de paso, aquello de que «toda consulta causa honorarios». Se fortalecieron institutos y laboratorios de investigación, y la privatización del conocimiento aportó dividendos al mantenimiento de líneas autoritarias y a la consolidación de las élites. Hoy, el conocimiento es reconocido como factor clave y distintivo, que permite transformar insumos en bienes y servicios con mayor valor agregado. Los procesos productivos requieren de trabajadores capaces de manipular conocimientos e insumos complejos, en redes todavía más complejas de relaciones sociales, con estructuras físicas y políticas y, aún, en espacios y con energías que no acabamos de imaginar, en donde se reconocen valores intangibles. Las Tecnologías de la Información y el Conocimiento (TIC, que incluyen radio, telefonía, televisión, transmisión de datos por vías satelital y de fibra óptica...) permiten mayor circulación de la información y mejor aprovechamiento de los contenidos. Estos, ahora se almacenan para distribuirlos y aprovecharlos,

de tal manera que la convergencia de mayor cantidad de sujetos e instituciones que interactúen con los contenidos y conocimientos aporten sus reflexiones y permitan fortalecer la calidad de las nociones con las que se trabaja y se aprende. También, por supuesto, se mejoran los productos a velocidades inusitadas. Lo anterior implica cambios cualitativos en el uso y aplicación de la información, (conjuntos de datos transferibles y codificables) para la generación de conocimientos (apropiación por análisis, comprensión, entendimiento y capacidad de nombrar los objetos sobre los que se tiene información). Estos cambios se pueden sustentar en procesos de educación, enseñanza y aprendizaje, pero también pueden ser fruto de la experimentación, no necesariamente direccionada desde las entidades educativas. Todo esto nos lleva a pensar sobre la posibilidad de que no se ha de privilegiar en el aprendizaje el «conocimiento de preguntas aprendidas», sino las capacidades para generar procesos de reflexión sobre los objetos de conocimiento y de trabajo. Lo anterior significa que habrá probabilidades de reconocer las capacidades de generar condiciones adecuadas para aprovechar los adelantos, intercambiar información, experiencias, proposiciones; confrontar los discursos que se producen en el aula, en los escritos, en el ciberespacio... Conversar, reflexionar, dialogar, sobre todos estos asuntos. Los profesores también debemos involucrarnos en estas tareas y procesos. Se considera que el aprendizaje, en una de sus acepciones más simples, es el tiempo que un aprendiz (persona que aprende un arte u oficio), destina a apropiar las habilidades, destrezas, pericias, elaboraciones teóricas para ser competente en el desempeño de ese arte u oficio. El ser profesor universitario puede entenderse, en el mejor de los casos, como una elección de oficio de la persona que se dispone a enseñar. En las últimas décadas se ha reflexionado desde diferentes discursos como los de la psicología, la sociología y la pedagogía, sobre estos asuntos y los procesos que se desarrollan en las áreas de la enseñanza. Muchos teóricos identifican los procesos de enseñanza con los del aprendizaje, y han formulado un concepto que ha encontrado cabida entre quienes creen que todo el que enseña aprende y todo el que aprende enseña, concepción que les permite hablar de la «enseñanzaaprendizaje». También se han generado otros produc-

tos de las reflexiones sobre estos asuntos, entre los que destaco los concernientes al aprendizaje como proceso vital de formación permanente. En las formulaciones que son fruto de este tipo de concepciones se entiende que el profesor, maestro o docente es un ser humano en permanente formación y con capacidad de aprendizaje y, por tanto, debe cultivar, hasta los últimos tiempos en los que se interese por algún objeto de conocimiento, las capacidades de observar, registrar, comparar, analizar... aprender. El aprendizaje permanente nos muestra nuevos retos, entre ellos la necesidad de reconocer en el otro sujeto, frente a quien desarrollamos las tareas de nuestro oficio, sus capacidades de cuestionar, elaborar, aportar, aprobar, controvertir... La tarea del docente universitario se refiere al cultivo de las capacidades de aprender, tanto personales como sociales. También está relacionada con la conquista permanente de lenguajes y habilidades que nos permitan diálogos en los que podamos descubrir novedades en los fenómenos, relaciones, realizaciones, artefactos propios de la cultura y de los instrumentos que nos ofrece la historia de la técnica, la tecnología, la ciencia, la política.

Bibliografía y Cibergrafía BIANCO, Carlos, et all (2002) Indicadores de la Sociedad del Conocimiento: aspectos conceptuales y metodológicos. Documento de trabajo. EN: http://www.centroredes.org.ar/documentos/files/Doc.Nro2.pdf Consultado el 23 de julio del 2005 BUSANICHE, Beatriz. (2005) «Las ideas y las cosas: la riqueza de las ideas y los peligros de su monopolización» EN: ¿Un mundo patentado? La privatización de la vida y del conocimiento. Páginas 68 a 82 en http://www.boelllatinoamerica.org/download_es/Libro_biopolitica.pdf Consultado el 24 de julio del 2005 CASTAÑO, Luz Ángela. (2005) «Los docentes universitarios pueden enseñar a aprender. Posibles estrategias». EN La Cuartilla No. 55. CEDIP. Universidad de Ibagué. Junio. UNESCO. (1998) Conferencia Mundial sobre la Educación Superior: Visión y Acción. París, octubre 5 al 9. EN: http:// unesdoc.unesco.org/images/0011/001137/113760so.pdf Consultado el 23 de julio del 2005 * María del Carmen Moreno Vélez es socióloga, magíster en Orientación y Asesoría Educativa y especialista en Ciencia Política. Es Directora del Programa Semestre Especial y Profesora de la Universidad de Ibagué.

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