contextualizada e históricamente situada por un sujeto conocedor; mientras que la sola información no necesita de un sujeto conocedor. Así, el concepto de sociedad del conocimiento sigue siendo una discusión entre pensadores que lo observan desde diferentes ópticas, dependiendo de su contexto. Incluso, Clark (1997) opina que la llamada sociedad del conocimiento sería más bien una etapa de la civilización, posterior a la actual era de la información, debido a que si ahora se asumen la información y el dato como conocimiento, falta aún desarrollo social y cultural para poder decir que se vive en una sociedad del conocimiento. Esta discusión permite reflexionar sobre las propiedades que debe cultivar nuestra sociedad actual para alcanzar la denominación de sociedad de conocimiento. Como lo exponen López y Leal (2002), quienes reflexionan sobre temas como la formación, el aprendizaje y las organizaciones actuales, las instituciones y las políticas gubernamentales deberían orientar sus acciones hacia una formación ubicada contextualmente y no, seguir los modelos de formación de décadas pasadas. En este sentido, la cuestión radica en la reformulación de los lineamientos existentes, con el fin de obtener unos que apliquen a las características de la sociedad actual. Esto implica que la idea de sociedad de conocimiento como etapa superior a la actual debe estar atravesada por una reflexión pedagógica y, sobre todo, por el horizonte que se construye en las instituciones de educación superior. Pensar en lo anterior implica repensar también al individuo. Por ejemplo, la sociedad industrial se fundamentó en la concepción de que el individuo debía aprender lo esencial para dedicarse a una actividad laboral estable a lo largo de toda la vida. Para tal propósito, desarrolló un modelo formativo centrado en los resultados y no en los procesos, que privilegiaba el conocimiento estático y estable. Entre tanto, la sociedad contemporánea concibe la formación como un proceso permanente en el individuo, que conlleva a asumir el conocimiento desde una perspectiva dinámica favorecedora del desarrollo. La sociedad actual exige una formación orientada hacia la solución de los problemas que la misma actualidad propone. Como lo postula Tenti: …los nuevos empleos requieren nuevas competencias. El paso del trabajo estandarizado y fordista en una

cadena de producción, al trabajo autónomo en el área de los servicios personales es mucho más peligroso y problemático que la transformación de un artesano o campesino tradicional en obrero de una fábrica moderna. La escuela con sus tiempos, tecnologías y recursos típicos cumplió satisfactoriamente esta función de conversión de un campesino en trabajador urbano. Hoy se le pide una tarea de una complejidad mayor, para lo cual no está preparada. (1998: p.4).

Vale la pena preguntarnos, finalmente:¿Estamos en una sociedad del conocimiento? O, mejor, ¿nos orientamos hacia una sociedad del conocimiento? Varios autores coinciden en que es fundamental reconocer que la sociedad actual es diferente a la sociedad industrial. Asimismo, es importante preguntarnos si los encargados de la educación conocen y comprenden para qué tipo de sociedad están formando a las generaciones más jóvenes, y si tienen en cuenta las características del contexto que ha de venir. Adicionalmente, se debe reflexionar sobre la manera como las nuevas tecnologías y la globalización traen consigo gigantescos flujos de información que intervienen en la construcción de valores, modos de vida y, en general, formas de significar la realidad del sujeto.

Referencias Clark I. (1997). Acerca de la información como fetiche, ¿Sociedad del conocimiento? http://www.parquechasweb.com.ar/parquechas/notas/Nota_soconocimiento270607.htm. Consultado el 4 de marzo de 2008 Hansson O. (1998). Las inseguridades en la sociedad del conocimiento. www.oei.es. Consultado el 4 de marzo de 2008 López, J y Leal, I. (2002). Cómo aprender en la Sociedad del Conocimiento. Ediciones Gestión. Barcelona, España. Rosanas J. (2005). Ha muerto un joven de 95 años... Revista de Antiguos Alumnos del IEEM; Vol. 8 Issue 3, pag. 10-11. Sakaiya T (1995). Historia del futuro: La sociedad del conocimiento. http://books.google.com.co. Tenti E. (1998). La escuela constructora de subjetividad. Buenos Aires, Argentina. Trejo R. (2001). Vivir en la Sociedad de la Información Orden global y dimensiones locales en el Universo digital. Revista Iberoamericana de ciencia, tecnología, sociedad e información. http://www.oei.es/revistactsi/numero1/trejo.htm. Consultado el 21 de julio de 2008.

* Psicólogo de la Universidad de Ibagué y coordinador del Laboratorio de Psicología de la misma Universidad. [email protected]

Si desea recibir esta publicación, por favor comuníquese con nosotros al CEDIP de la Universidad de Ibagué, al teléfono 2753846 o al e-mail [email protected]. Su distribución es gratuita.

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La Cuartilla Universidad de Ibagué, CEDIP. Nº 73. Septiembre de 2008 - 300 ejemplares

Formación y Sociedad del Conocimiento: una aproximación crítica Oscar Iván Gutiérrez Carvajal, Ps*

Conocer las características de nuestra sociedad en términos de tiempo, espacio y cultura permite reconocer lineamientos para una formación pertinente de sujetos que, según el contexto, propendan por el desarrollo de su sociedad. Por el contrario, su desconocimiento lleva a que los encargados de enseñar realicen prácticas orientadas a la formación de sujetos que probablemente no se comprometan con las problemáticas de aquí y ahora. En la época actual se habla de un modelo idealizado de sociedad: la sociedad del conocimiento y, como su nombre lo indica, hace referencia a una categoría social cuyo componente orientador de desarrollo es el conocimiento. Esto ha marcado la diferencia con nominaciones sociales de décadas anteriores como la sociedad industrial, la cual se caracterizó por la producción masiva orientada al aumento del capital. Varios artículos señalan que Peter Drucker fue uno de los primeros autores en utilizar el concepto de sociedad del conocimiento. Drucker, en su libro La sociedad post-capitalista (1974) plantea que el poder de la economía ya no es el capital ni el trabajo ni los recursos naturales, sino el conocimiento. Asimismo, postula que los nuevos líderes de la sociedad van a ser los “profesionales del conocimiento” y quienes tienen sólo capital pasan a un segundo plano. (Rosanas, 2005). Desde otra perspectiva, Hansson (1998) argumenta que vivimos en una sociedad del conocimiento debido a que los desarrollos tecnológicos han traído consigo un aumento importante en la cantidad de conocimientos. Pero, más importante aún es entender que el bienestar y la riqueza están influidos notablemente por el nivel y la calidad de los conocimientos de sus miembros y no sólo por los productos, como se observó en la sociedad industrial. Sakaiya (1995) explica que la sociedad industrial

se caracterizó por la necesidad de aumentar la mano de obra, la estandarización de productos y servicios, los medios masivos, la subordinación de la investigación en tecnología a la producción y, en términos generales, la búsqueda del capital y no, de la felicidad del hombre. A diferencia de esta, en la sociedad del conocimiento o post-capitalista, como la denomina Clark (1997), fenómenos como la globalización, la informatización y las nuevas tecnologías ponen la información y el conocimiento como fuente de poder y base de la actividad económica, de las relaciones entre las personas y las organizaciones. Lo anterior hace del conocimiento el principal recurso competitivo de las empresas en el contexto de la globalización y permiten revalorizar el papel de las personas en las organizaciones; ellas empiezan a ser consideradas capital activo principal, y no sólo recursos humanos, como lo afirma López y Leal (2002). Ahora bien, estos planteamientos han mostrado que el aumento del conocimiento puede estar relacionado con el crecimiento de los medios, que facilitan su flujo, y han confundido la sociedad del conocimiento con la sociedad de la información. Esta última hace referencia a una denominación de sociedad que se caracteriza porque los datos se encuentran en cantidades asombrosas; los medios de comunicación que los transportan son numerosos, la distancia y la velocidad de comunicación se ha acortado y la aparición de la interactividad para la producción de datos va en aumento, entre otras particularidades (Trejo. 2001). Sin embargo, como puede observarse, la sociedad del conocimiento dista de la sociedad de la información, ya que una hace énfasis en el conocimiento humano como riqueza y la otra, en los datos como fenómeno actual. En este sentido, Clark (1997) aclara que el conocimiento comprende niveles más complejos y profundos de información

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contextualizada e históricamente situada por un sujeto conocedor; mientras que la sola información no necesita de un sujeto conocedor. Así, el concepto de sociedad del conocimiento sigue siendo una discusión entre pensadores que lo observan desde diferentes ópticas, dependiendo de su contexto. Incluso, Clark (1997) opina que la llamada sociedad del conocimiento sería más bien una etapa de la civilización, posterior a la actual era de la información, debido a que si ahora se asumen la información y el dato como conocimiento, falta aún desarrollo social y cultural para poder decir que se vive en una sociedad del conocimiento. Esta discusión permite reflexionar sobre las propiedades que debe cultivar nuestra sociedad actual para alcanzar la denominación de sociedad de conocimiento. Como lo exponen López y Leal (2002), quienes reflexionan sobre temas como la formación, el aprendizaje y las organizaciones actuales, las instituciones y las políticas gubernamentales deberían orientar sus acciones hacia una formación ubicada contextualmente y no, seguir los modelos de formación de décadas pasadas. En este sentido, la cuestión radica en la reformulación de los lineamientos existentes, con el fin de obtener unos que apliquen a las características de la sociedad actual. Esto implica que la idea de sociedad de conocimiento como etapa superior a la actual debe estar atravesada por una reflexión pedagógica y, sobre todo, por el horizonte que se construye en las instituciones de educación superior. Pensar en lo anterior implica repensar también al individuo. Por ejemplo, la sociedad industrial se fundamentó en la concepción de que el individuo debía aprender lo esencial para dedicarse a una actividad laboral estable a lo largo de toda la vida. Para tal propósito, desarrolló un modelo formativo centrado en los resultados y no en los procesos, que privilegiaba el conocimiento estático y estable. Entre tanto, la sociedad contemporánea concibe la formación como un proceso permanente en el individuo, que conlleva a asumir el conocimiento desde una perspectiva dinámica favorecedora del desarrollo. La sociedad actual exige una formación orientada hacia la solución de los problemas que la misma actualidad propone. Como lo postula Tenti: …los nuevos empleos requieren nuevas competencias. El paso del trabajo estandarizado y fordista en una

cadena de producción, al trabajo autónomo en el área de los servicios personales es mucho más peligroso y problemático que la transformación de un artesano o campesino tradicional en obrero de una fábrica moderna. La escuela con sus tiempos, tecnologías y recursos típicos cumplió satisfactoriamente esta función de conversión de un campesino en trabajador urbano. Hoy se le pide una tarea de una complejidad mayor, para lo cual no está preparada. (1998: p.4).

Vale la pena preguntarnos, finalmente:¿Estamos en una sociedad del conocimiento? O, mejor, ¿nos orientamos hacia una sociedad del conocimiento? Varios autores coinciden en que es fundamental reconocer que la sociedad actual es diferente a la sociedad industrial. Asimismo, es importante preguntarnos si los encargados de la educación conocen y comprenden para qué tipo de sociedad están formando a las generaciones más jóvenes, y si tienen en cuenta las características del contexto que ha de venir. Adicionalmente, se debe reflexionar sobre la manera como las nuevas tecnologías y la globalización traen consigo gigantescos flujos de información que intervienen en la construcción de valores, modos de vida y, en general, formas de significar la realidad del sujeto.

Referencias Clark I. (1997). Acerca de la información como fetiche, ¿Sociedad del conocimiento? http://www.parquechasweb.com.ar/parquechas/notas/Nota_soconocimiento270607.htm. Consultado el 4 de marzo de 2008 Hansson O. (1998). Las inseguridades en la sociedad del conocimiento. www.oei.es. Consultado el 4 de marzo de 2008 López, J y Leal, I. (2002). Cómo aprender en la Sociedad del Conocimiento. Ediciones Gestión. Barcelona, España. Rosanas J. (2005). Ha muerto un joven de 95 años... Revista de Antiguos Alumnos del IEEM; Vol. 8 Issue 3, pag. 10-11. Sakaiya T (1995). Historia del futuro: La sociedad del conocimiento. http://books.google.com.co. Tenti E. (1998). La escuela constructora de subjetividad. Buenos Aires, Argentina. Trejo R. (2001). Vivir en la Sociedad de la Información Orden global y dimensiones locales en el Universo digital. Revista Iberoamericana de ciencia, tecnología, sociedad e información. http://www.oei.es/revistactsi/numero1/trejo.htm. Consultado el 21 de julio de 2008.

* Psicólogo de la Universidad de Ibagué y coordinador del Laboratorio de Psicología de la misma Universidad. [email protected]

Si desea recibir esta publicación, por favor comuníquese con nosotros al CEDIP de la Universidad de Ibagué, al teléfono 2753846 o al e-mail [email protected]. Su distribución es gratuita.

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Formación y Sociedad del Conocimiento: una aproximación crítica Oscar Iván Gutiérrez Carvajal, Ps*

Conocer las características de nuestra sociedad en términos de tiempo, espacio y cultura permite reconocer lineamientos para una formación pertinente de sujetos que, según el contexto, propendan por el desarrollo de su sociedad. Por el contrario, su desconocimiento lleva a que los encargados de enseñar realicen prácticas orientadas a la formación de sujetos que probablemente no se comprometan con las problemáticas de aquí y ahora. En la época actual se habla de un modelo idealizado de sociedad: la sociedad del conocimiento y, como su nombre lo indica, hace referencia a una categoría social cuyo componente orientador de desarrollo es el conocimiento. Esto ha marcado la diferencia con nominaciones sociales de décadas anteriores como la sociedad industrial, la cual se caracterizó por la producción masiva orientada al aumento del capital. Varios artículos apuntan que Peter Drucker fue uno de los primeros autores en utilizar el concepto de sociedad del conocimiento. Drucker, en su libro La sociedad post-capitalista (1974) plantea que el poder de la economía ya no es el capital ni el trabajo ni los recursos naturales, sino el conocimiento. Asimismo, postula que los nuevos líderes de la sociedad van a ser los “profesionales del conocimiento” y quienes tienen sólo capital pasan a un segundo plano. (Rosanas, 2005). Desde otra perspectiva, Hansson (1998) argumenta que vivimos en una sociedad del conocimiento debido a que los desarrollos tecnológicos han traído consigo un aumento importante en la cantidad de conocimientos. Pero, más importante aún es entender que el bienestar y la riqueza están influidos notablemente por el nivel y la calidad de los conocimientos de sus miembros y no sólo por los productos, como se observó en la sociedad industrial. Sakaiya (1995) explica que la sociedad industrial

se caracterizó por la necesidad de aumentar la mano de obra, la estandarización de productos y servicios, los medios masivos, la subordinación de la investigación en tecnología a la producción y, en términos generales, la búsqueda del capital y no, de la felicidad del hombre. A diferencia de esta, en la sociedad del conocimiento o post-capitalista, como la denomina Clark (1997), fenómenos como la globalización, la informatización y las nuevas tecnologías ponen la información y el conocimiento como fuente de poder y base de la actividad económica, de las relaciones entre las personas y las organizaciones. Lo anterior hace del conocimiento el principal recurso competitivo de las empresas en el contexto de la globalización y permiten revalorizar el papel de las personas en las organizaciones; ellas empiezan a ser consideradas capital activo principal, y no sólo recursos humanos, como lo afirma López y Leal (2002). Ahora bien, estos planteamientos han mostrado que el aumento del conocimiento puede estar relacionado con el crecimiento de los medios, que facilitan su flujo, y han confundido la sociedad del conocimiento con la sociedad de la información. Esta última hace referencia a una denominación de sociedad que se caracteriza porque los datos se encuentran en cantidades asombrosas; los medios de comunicación que los transportan son numerosos, la distancia y la velocidad de comunicación se ha acortado y la aparición de la interactividad para la producción de datos va en aumento, entre otras particularidades (Trejo. 2001). Sin embargo, como puede observarse, la sociedad del conocimiento dista de la sociedad de la información, ya que una hace énfasis en el conocimiento humano como riqueza y la otra, en los datos como fenómeno actual. En este sentido, Clark (1997) aclara que el conocimiento comprende niveles más complejos y profundos de información

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