bien, belleza bien bi b bellezall en los l conceptos t de d libertad lib libertad, t d igualdad i ld d y fraternidad, conservando la trascendencia del conocimiento como guía del espíritu humano. De esta manera, el proyecto cultural de la modernidad puede entenderse como un proyecto pedagógico, en la medida en que la educación constituye la base para labrar el progreso a partir de los desarrollos científicos. La escuela se encargará de formar sujetos para un mundo que cada vez girará más en torno de la ciencia y la tecnología. El siglo XIX traerá consigo las ciencias del hombre, dirigidas a interpretar tales dinámicas sociales y culturales: sociología y antropología. Comte hablará del hombre como dueño de la naturaleza; Durkheim trascenderá la conciencia individual y propondrá el análisis de los hechos sociales; Marx comprenderá los cambios sociales a través de los conflictos propios de la transición del sistema feudal al sistema capitalista y entenderá que el hombre es miembro de la naturaleza y que con ella mantiene una interacción permanente para efectos de su sustento; Weber estudiará el desarrollo del capitalismo y de la religión y propondrá que las ideas y los valores inherentes a cada sociedad son más importantes que los mismos aspectos económicos (Giddens, 1995); Freud, comprendiendo que las dinámicas sociales surgen en el hombre mismo, enseñará que el pensamiento no es la luz del alma, ni el ejercicio de alguna mirada neutral: es un trabajo escrito por los dramas que constituyen a los seres humanos; se piensa con los problemas y no, a pesar de ellos (Zuleta, 2003). El hombre que se conoce a sí mismo y se sabe capaz de conocer y apropiarse del mundo, se convierte en el centro del universo y la reflexión. Surge así la idea del sujeto moderno. Uno de los discursos determinantes para la pedagogía y la Modernidad es el que promulga la capacidad del sujeto de representar simbólicamente diferentes espacios de su realidad, simbolización que debe, además, cumplir la coherencia que exige el contexto espacial y temporal que cohabitan los sujetos. Partiendo de estos elementos se ve la necesidad de elaborar nuevos modos de creación de un mundo significante para los sujetos. Producimos nuestros marcos de referencia y nuestras visiones del mundo de modos diferentes, sin que se dejen reducir a sólo una que sea válida.

E este En t escenario i surge la l necesidad id d de d ha h hacer de la universidad una institución que satisfaga las necesidades en dos direcciones: por una parte, en la formación profesional contextualizada y por otra, en la formación del carácter y personalidad del estudiante alrededor de un espacio propicio para el desarrollo del pensamiento crítico. El papel de la Universidad es múltiple y variado; así, se crea hoy la necesidad de comprender, en primera instancia, el mundo en el cuál se desarrolla. Esta cuestión es altamente compleja, pues en medio de ella se dan las apuestas modernas por el desarrollo de una razón instrumental. En este plano surge la necesidad de desligar al sujeto de la presión unidireccional de formación para un propósito. Es fundamental crear un ambiente propicio de formación integral que articule las realidades y necesidades productivas de una sociedad con una mirada crítica de lo que esa sociedad es. Para tal efecto es fundamental pensar en una universidad más comprometida con la realidad social. La pregunta que surge aquí, es, entonces, cómo hacer posible, a la luz de la realidad social, cultural, económica y política de nuestro entorno, la formación de sujetoss en el sentido originario del término. Tal exigencia torna fundamental la formación docente que, más allá de la adquisición o actualización de los metalenguajes científicos, requiere comprender que la adquisición de conocimientos y competencias sobre el aprender y el enseñar, y acerca de quién aprende y quien enseña, articula el tiempo presente y el espacio local a contextos más amplios que enriquezcan su visión del mundo y lo conviertan en factor de mejoramiento social.

Bibliografía JARAMILLO URIBE, Jaime. Historia de la pedagogía como historia de la cultura. Cuarta Edición. Ceso, Uniandes, Icanh, Banco de la República, Colciencias, Alfaomega. 2002. Bogotá GIDDENS, Anthony. Sociología. Alianza Editorial. 1995. Madrid. ZULETA, Estanislao. El arte de la interpretación en la búsqueda de sentido En Ciencias Naturales y Ciencias Sociales: Dos ensayos. Fica. 2003. Bogotá.

Sandra Gutiérrez Abella es Antropóloga de la Universidad Nacional de Colombia y Magister en Educación de la Universidad del Tolima. Está vinculada a la Universidad de Ibagué como docente-investigadora del CEDIP, de la Facultad de Humanidades, Artes y Ciencias Sociales. [email protected]

Si desea recibir esta publicación, por favor comuníquese con nosotros al CEDIP P de la Universidad de Ibagué, al teléfono 2709447 o al e-mail [email protected]. Su distribución es gratuita.

Universidad de Ibagué Ibagué, CEDIP. CEDIP Nº 79. 79 Marzo de 2010 - 300 ejemplares

Cultura y educación: Un diálogo histórico Sandra Gutiérrez Abella

En palabras del sociólogo francés Emilio Durkheim, la Educación es la forma de socializar a las nuevas generaciones de manera que se garantice la transmisión de los bienes culturales y las diferentes formas de concebir el mundo. (Jaramillo, 2002). Sin embargo, hoy en día, lo propio trasciende el orden cultural particular y se funde con discursos y saberes más amplios y universales. A su vez, tales cambios culturales han motivado transformaciones en la articulación y transmisión de conocimientos, valores y actitudes, que evidencian una relación dinámica entre cultura y pedagogía, que condiciona los contenidos y las formas de aquello que se enseña y se aprende, en función del hombre en formación. Más allá de la idea de la pedagogía como el arte de enseñar saberes, ésta supone el arte de modelar un tipo ideal de hombre. En la Grecia homérica se buscó al héroe a través de la formación en la ética, la estética, la lengua vernácula y la retórica; en la Grecia de Sócrates, el estudio de la retórica y la oratoria, el adiestramiento de la razón, mediante la ironía y la mayéutica, buscó formar ciudadanos capaces de manejar los destinos de la polis. Platón sostuvo que la función de la pedagogía era formar, a través del estudio de la filosofía, a ciudadanos competentes en el desarrollo de las comunidades. Aristóteles buscó sujetos capaces de indagar la finalidad d de los fenómenos naturales a partir de explicaciones teleológicas. El arquetipo de hombre integral que fuera estandarte en el desarrollo histórico de Grecia se resume en la formación pedagógica moral, intelectual y física. Mientras en Roma se educaba al hombre para servir a la patria, entre los cristianos la formación tendría un sentido religioso y catequista, que

se conservaría en las escuelas y universidades medievales. En el siglo XVII, Comenius representó el comienzo visionario de la educación moderna. Su desarrollo pedagógico se articula con el trasfondo de la Guerra de los Treinta años que enfrentó a católicos y protestantes por el poder político europeo. Este escenario explicaría el porqué sus textos llevan implícita la idea de que la educación del hombre es un deber cristiano. Con la educación tiene lugarr un disciplinamiento del hombre que le permite serr considerado productivo; esta desarrolla en él formas elaboradas de actuar y comportarse recompensadas socialmente: moderación, prudencia y racionalidad entre otras. Con la educación hay una regulación de la vida pulsional que, unida a la ampliación de la vida interior, da como resultado la sensación de satisfacción de las necesidades con respecto a sus fantasías e historias de un modo tal que la vivencia se descorporaliza y desensibiliza. A medida que el hombre se estructura a través de la educación, las condiciones sociales ganan espacio dentro de él. Modernamente, el método inductivo de Bacon y el Racionalismo de Descartes cuestionaron la seguridad ontológica y las certezas ofrecidas por las imágenes religiosas del mundo, que pusieron en su lugar, conocimientos metódicamente construidos. Las revoluciones sociales, políticas, culturales y científicas del siglo XVIII abrieron la puerta a la Ilustración y al proyecto moderno, que instaura el conocimiento científico, en guía de la vida social e individual, en función del progreso y la emancipación. En este contexto, la educación adquiere una centralidad congruente con la importancia concedida al sujeto. El discurso pedagógico moderno reelaborará los ideales de la formación griega –verdad,

bien, belleza bien bi b bellezall en los l conceptos t de d libertad lib libertad, t d igualdad i ld d y fraternidad, conservando la trascendencia del conocimiento como guía del espíritu humano. De esta manera, el proyecto cultural de la modernidad puede entenderse como un proyecto pedagógico, en la medida en que la educación constituye la base para labrar el progreso a partir de los desarrollos científicos. La escuela se encargará de formar sujetos para un mundo que cada vez girará más en torno de la ciencia y la tecnología. El siglo XIX traerá consigo las ciencias del hombre, dirigidas a interpretar tales dinámicas sociales y culturales: sociología y antropología. Comte hablará del hombre como dueño de la naturaleza; Durkheim trascenderá la conciencia individual y propondrá el análisis de los hechos sociales; Marx comprenderá los cambios sociales a través de los conflictos propios de la transición del sistema feudal al sistema capitalista y entenderá que el hombre es miembro de la naturaleza y que con ella mantiene una interacción permanente para efectos de su sustento; Weber estudiará el desarrollo del capitalismo y de la religión y propondrá que las ideas y los valores inherentes a cada sociedad son más importantes que los mismos aspectos económicos (Giddens, 1995); Freud, comprendiendo que las dinámicas sociales surgen en el hombre mismo, enseñará que el pensamiento no es la luz del alma, ni el ejercicio de alguna mirada neutral: es un trabajo escrito por los dramas que constituyen a los seres humanos; se piensa con los problemas y no, a pesar de ellos (Zuleta, 2003). El hombre que se conoce a sí mismo y se sabe capaz de conocer y apropiarse del mundo, se convierte en el centro del universo y la reflexión. Surge así la idea del sujeto moderno. Uno de los discursos determinantes para la pedagogía y la Modernidad es el que promulga la capacidad del sujeto de representar simbólicamente diferentes espacios de su realidad, simbolización que debe, además, cumplir la coherencia que exige el contexto espacial y temporal que cohabitan los sujetos. Partiendo de estos elementos se ve la necesidad de elaborar nuevos modos de creación de un mundo significante para los sujetos. Producimos nuestros marcos de referencia y nuestras visiones del mundo de modos diferentes, sin que se dejen reducir a sólo una que sea válida.

E este En t escenario i surge la l necesidad id d de d ha h hacer de la universidad una institución que satisfaga las necesidades en dos direcciones: por una parte, en la formación profesional contextualizada y por otra, en la formación del carácter y personalidad del estudiante alrededor de un espacio propicio para el desarrollo del pensamiento crítico. El papel de la Universidad es múltiple y variado; así, se crea hoy la necesidad de comprender, en primera instancia, el mundo en el cuál se desarrolla. Esta cuestión es altamente compleja, pues en medio de ella se dan las apuestas modernas por el desarrollo de una razón instrumental. En este plano surge la necesidad de desligar al sujeto de la presión unidireccional de formación para un propósito. Es fundamental crear un ambiente propicio de formación integral que articule las realidades y necesidades productivas de una sociedad con una mirada crítica de lo que esa sociedad es. Para tal efecto es fundamental pensar en una universidad más comprometida con la realidad social. La pregunta que surge aquí, es, entonces, cómo hacer posible, a la luz de la realidad social, cultural, económica y política de nuestro entorno, la formación de sujetoss en el sentido originario del término. Tal exigencia torna fundamental la formación docente que, más allá de la adquisición o actualización de los metalenguajes científicos, requiere comprender que la adquisición de conocimientos y competencias sobre el aprender y el enseñar, y acerca de quién aprende y quien enseña, articula el tiempo presente y el espacio local a contextos más amplios que enriquezcan su visión del mundo y lo conviertan en factor de mejoramiento social.

Bibliografía JARAMILLO URIBE, Jaime. Historia de la pedagogía como historia de la cultura. Cuarta Edición. Ceso, Uniandes, Icanh, Banco de la República, Colciencias, Alfaomega. 2002. Bogotá GIDDENS, Anthony. Sociología. Alianza Editorial. 1995. Madrid. ZULETA, Estanislao. El arte de la interpretación en la búsqueda de sentido En Ciencias Naturales y Ciencias Sociales: Dos ensayos. Fica. 2003. Bogotá.

Sandra Gutiérrez Abella es Antropóloga de la Universidad Nacional de Colombia y Magister en Educación de la Universidad del Tolima. Está vinculada a la Universidad de Ibagué como docente-investigadora del CEDIP, de la Facultad de Humanidades, Artes y Ciencias Sociales. [email protected]

Si desea recibir esta publicación, por favor comuníquese con nosotros al CEDIP P de la Universidad de Ibagué, al teléfono 2709447 o al e-mail [email protected]. Su distribución es gratuita.

Universidad de Ibagué Ibagué, CEDIP. CEDIP Nº 79. 79 Marzo de 2010 - 300 ejemplares

Cultura y educación: Un diálogo histórico Sandra Gutiérrez Abella

En palabras del sociólogo francés Emilio Durkheim, la Educación es la forma de socializar a las nuevas generaciones de manera que se garantice la transmisión de los bienes culturales y las diferentes formas de concebir el mundo. (Jaramillo, 2002). Sin embargo, hoy en día, lo propio trasciende el orden cultural particular y se funde con discursos y saberes más amplios y universales. A su vez, tales cambios culturales han motivado transformaciones en la articulación y transmisión de conocimientos, valores y actitudes, que evidencian una relación dinámica entre cultura y pedagogía, que condiciona los contenidos y las formas de aquello que se enseña y se aprende, en función del hombre en formación. Más allá de la idea de la pedagogía como el arte de enseñar saberes, ésta supone el arte de modelar un tipo ideal de hombre. En la Grecia homérica se buscó al héroe a través de la formación en la ética, la estética, la lengua vernácula y la retórica; en la Grecia de Sócrates, el estudio de la retórica y la oratoria, el adiestramiento de la razón, mediante la ironía y la mayéutica, buscó formar ciudadanos capaces de manejar los destinos de la polis. Platón sostuvo que la función de la pedagogía era formar, a través del estudio de la filosofía, a ciudadanos competentes en el desarrollo de las comunidades. Aristóteles buscó sujetos capaces de indagar la finalidad d de los fenómenos naturales a partir de explicaciones teleológicas. El arquetipo de hombre integral que fuera estandarte en el desarrollo histórico de Grecia se resume en la formación pedagógica moral, intelectual y física. Mientras en Roma se educaba al hombre para servir a la patria, entre los cristianos la formación tendría un sentido religioso y catequista, que

se conservaría en las escuelas y universidades medievales. En el siglo XVII, Comenius representó el comienzo visionario de la educación moderna. Su desarrollo pedagógico se articula con el trasfondo de la Guerra de los Treinta años que enfrentó a católicos y protestantes por el poder político europeo. Este escenario explicaría el porqué sus textos llevan implícita la idea de que la educación del hombre es un deber cristiano. Con la educación tiene lugarr un disciplinamiento del hombre que le permite serr considerado productivo; esta desarrolla en él formas elaboradas de actuar y comportarse recompensadas socialmente: moderación, prudencia y racionalidad entre otras. Con la educación hay una regulación de la vida pulsional que, unida a la ampliación de la vida interior, da como resultado la sensación de satisfacción de las necesidades con respecto a sus fantasías e historias de un modo tal que la vivencia se descorporaliza y desensibiliza. A medida que el hombre se estructura a través de la educación, las condiciones sociales ganan espacio dentro de él. Modernamente, el método inductivo de Bacon y el Racionalismo de Descartes cuestionaron la seguridad ontológica y las certezas ofrecidas por las imágenes religiosas del mundo, que pusieron en su lugar, conocimientos metódicamente construidos. Las revoluciones sociales, políticas, culturales y científicas del siglo XVIII abrieron la puerta a la Ilustración y al proyecto moderno, que instaura el conocimiento científico, en guía de la vida social e individual, en función del progreso y la emancipación. En este contexto, la educación adquiere una centralidad congruente con la importancia concedida al sujeto. El discurso pedagógico moderno reelaborará los ideales de la formación griega –verdad,

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Las revoluciones sociales, políticas, culturales y cien- tífi cas del siglo XVIII abrieron ... bien belleza en los conceptos de libertad igualdad y bi b ll l t d lib t d i ld d bien, .... Un diálogo histórico. Sandra Gutiérrez Abella. Page 2 of 2. 79.pdf. 79.pdf.

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