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Universidad de Ibagué, Oficina de Publicaciones. Nº 94. Octubre de 2013 - 400 ejemplares

Contexto y Narrativa Juan Fernando Fandiño Ramírez * Aunque la noción de contexto es bastante extensa y utilizada por muchas disciplinas científicas, en sentido amplio designa la información que puede utilizarse para caracterizar una entidad u objeto de estudio. Puede ser general o particular según la perspectiva del observador, o bien, puede variar su referencia temporal si se trata de diferenciar cronológicamente su enunciación. Además, podría resultar evidente que influye sobre el sentido y la significación en la comunicación y sirve de marco de percepción a través del cual se emite o recibe un mensaje escrito, visual, auditivo, olfativo o táctil, en la odisea vital de comprender la realidad o, por lo menos, de identificar su estructura ontológica. El contexto está fuertemente vinculado a las propiedades cibernéticas de segundo orden (Von Foerster, 1991), en las que el observador que entra en un sistema puede estipular su propio propósito; también, a la teoría cibernética proporcionalista (De Gregori, 1980; 2006) que permite el uso de referenciales para representar gráficamente un discurso teórico, organizar la información para la aplicación y facilitar su combinación. Por ejemplo, la regla interpretativa de los estudios bíblicos es El texto en contexto. Y bien, ¿cómo se describe un contexto? ¿Tiene él capacidad autorreferencial y autológica? ¿Contextualizamos el contexto? A primera vista, parecería que el contexto está auto-organizado y es autopoiético, es decir, que puede crear o destruir elementos de sí mismo como respuesta a las perturbaciones. No obstante, el efecto de la inclusión de un sujeto observador dice algo sobre el conocimiento de una realidad, sus límites y posibilidades, sus dificultades y condicionamientos. Al considerar la perspectiva de un observador sobre un fenómeno particular es posible que otro sujeto que re-

construye la representación inicial transforme algunas de sus propias estructuras cognitivas donde se reconstruiría la nueva percepción, dando cabida a innumerables posibilidades de interpretación de un mismo hecho, evento o suceso descrito originalmente. En este sentido, la mayoría de las veces nos referimos al contexto de manera ad hoc redefiniéndolo en función de la necesidad de dar sentido a las actividades de cada disciplina, lo cual no ofrece un cuadro formal unificador. Sin embargo, podríamos coincidir en que existen diferentes tipos de contextos susceptibles de ser agrupados en, al menos, dos familias, de tiempo y espacio. Para Kant (1978), estas condiciones a priori nos permiten conocer los fenómenos mediante el entendimiento. En consecuencia, la representación de espacio y tiempo no es un producto de la experiencia, sino una condición de posibilidad de existencia de todas nuestras percepciones. Así, algunos valores escalares o vectoriales de las variables espacio y tiempo de un contexto podrían ser cualificables y cuantificables, el espectro de posibilidades de caracterización de un contexto sería infinito, dependiendo del observador de un fenómeno. Este itinerario de caracterización en el tiempo y espacio implicaría inevitablemente un ir y venir, una apertura hacia nuevas ideas pero, igualmente, el regreso a las anteriores. Y entonces, ¿cómo describimos un contexto? Una opción sería a través de la narrativa, ese extenso universo de signos y mensajes estructurados o no en fragmentos de experiencias sensibles y lógicas, que son re-presentados en códigos descifrables. Aunque la dinámica comunicativa (Firbas, 1992) resalta la influencia del contexto desde la es-

tructura semántica y la disposición lineal de un texto, parecería que quien vive la experiencia cognitiva genera la progresión de la información y escoge aquellos elementos del con-texto que caracterizan una situación o fenómeno. Sería algo así como el libre albedrío del sujeto al escoger su contexto narrativo, es decir, la independencia selectiva de la mirada del observador sobre la información que identifica una entidad u objeto de estudio. Como resultado, la estructura temática selectiva del con-texto permitiría organizar algunos elementos constitutivos del texto, de mayor o menor importancia unos que otros, en la progresión de información y del acto comunicativo. Desde esta perspectiva, la narrativa podría adquirir otra dinámica. Se trataría entonces de una narrativa selectiva, basada en la distinción explícita entre el estatus cognitivo de los referentes seleccionados y las relaciones que ellos establecen con las estructuras de otros textos. Las estructuras textuales darían cohesión y coherencia al contexto. Posiblemente se trasvasarían sus contenidos, pero permanecería su organización (Luhmann, 1998). Entonces, la interacción entre texto y contexto estaría en el campo de la interdependencia interpretativa. Ahora bien, si los factores contextuales tienen la probabilidad de selección discreta, entonces la narrativa podría generar un enfoque funcional y pragmático a partir de aquellas percepciones menos conscientes vinculadas a la dinámica comunicativa. Por lo tanto, es posible inferir que una narrativa sería una función de la relación texto-contexto. Así pues, siempre se está en contexto; no es posible actuar fuera de algún marco referencial o de significado. Y ¿cuál sería el equilibrio deseable de la función narrativa? Podría ser aquel facilitador del discurso comunicativo, es decir, que viabilice la práctica discursiva, construya una organización de significaciones y posibilite nuevas interrelaciones con entornos mayores o menores. Además, que permita concatenaciones y transformaciones de las acciones y pasiones del narrador y narratario, en múltiples actos de configuración de sentido. Narrar implica libertad. Es el encuentro de un acto de creación y otro de recreación. Es simultáneamente

poético, lúdico y estético. Está en la esfera del relato. Aboga por el registro desprevenido de un evento que adquiere sentido en la propia experiencia vital, más allá de una racionalidad explícita; más bien, en el flujo incierto de la vida que se expresa a través de los textos. La cultura es pura pulsión expresiva, registrada por narrativas codificadas en diferentes medios. Los conectores narrativos, los organizadores textuales y los marcadores de control estructurarían relatos nacidos de la voluntad explícita de describir una realidad. Por ello, sería posible afirmar que en la narrativa, un texto es una unidad que hace sentido al estructurar su propia forma, como condición para ser coherente y comunicable. En ella están presentes el relato, el tiempo y espacio del evento narrado. La subjetividad es indisociable del proceso discursivo. Así pues, el momento hermenéutico de la comprensión de una narración, como texto (formasentido), dependería de si el receptor experimenta un sentimiento de unidad cohesiva y coherente entre los enunciados, que le permita re-crear la experiencia vital del narrador. La comprensión unívoca del texto permitiría al narratario reconstruir una situación, con base en una cierta posibilidad de restablecer el sentido de los enunciados. Es la proyección sobre un texto de una experiencia vivida; es la reconstrucción del contexto. Referencias De Gregori, W. (1980) Social Cybernetics: an interdisciplinary approach to social sciences and human development. Chicago: Universidad Abierta de Feedback de las Americas. De Gregori, W. (2006) Manifiesto de la proporcionalidad. Caracas: Alcaldía de Caracas. Firbas, J. (1992) Functional Sentence Perspective in written and spoken communication. Cambridge: Cambridge University Press. Luhmann, N. (1998) Sistemas Sociales: Lineamientos para una teoría general. Barcelona: Anthropos. Kant, I. (1978) Crítica de la razón pura. Madrid: Alfaguara. Von Foerster, H. (1991) Las semillas de la cibernética. Barcelona: Gedisa.

*Juan Fernando Fandiño Ramírez es arquitecto de la Universidad Piloto de Colombia. Cuenta con una especialización en Docencia Universitaria de la Universidad de Ibagué en convenio con la Universidad de La Habana y una especialización en Gestión y desarrollo de entidades territoriales de la Universidad de Ibagué. Es magíster en Gestión Urbana de la Universidad Erasmus en Rotterdam y en Gestión del desarrollo local de la Universidad Complutense de Madrid. Adelanta estudios de doctorado en Didáctica de la Arquitectura en la Universidad de Montreal en Canadá. Es profesor de tiempo completo del programa de Arquitectura de la Universidad de Ibagué. [email protected]

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