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Staff Moderadoras Mel Cipriano y Juli

Traductoras Mel Cipriano Juli Polilla Demoiselle Max Escritora Solitaria Mel Markham Leii123 Zafiro val_17 BeaG Vanessa VR CoralDone

CrisCras aa.tesares MarMar Zöe NatiiQuiroga Mary Haynes Amy Ivashkov JessxFlyller Joss eyeOc Jessy. Apolineah17 Nats

Chachii Vericity kary_ksk lunnanotte Janusnelly Vani rihano Sofí Fullbuster Aimetz14 Julieyrr cookie

Correctoras Alaska Young Cami G. Lalu♥ LuciiTamy Dara.Nicole18 mterx aimetz14 Vericity Nats Maarlopez MaryJane♥

Mel Markham Andreina Juli Daniela Agrafojo Amy Ivashkov Sweet Nemesis Vanessa VR Sofi Fullbuster Deydra Eaton CrisCras Joss

Lectura final Diseño Jazz

Vericity Elena Verlac jess_tom Merryhope kukyalujas itxi Momby Merlos Nat_Hollbrook Melii Verito

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Índice Sinopsis Capítulo 1 Capítulo 2 Capítulo 3 Capítulo 4 Capítulo 5 Capítulo 6 Capítulo 7 Capítulo 8 Capítulo 9 Capítulo 10 Capítulo 11 Capítulo 12 Capítulo 13 Capítulo 14 Capítulo 15 Capítulo 16 Capítulo 17 Capítulo 18 Capítulo 19 Capítulo 20 Capítulo 21 Capítulo 22 Capítulo 23 Capítulo 24 Capítulo 25 Capítulo 26 Capítulo 27 Capítulo 28 Capítulo 29 Capítulo 30 Capítulo 31 Capítulo 32 Capítulo 33

Capítulo 34 Capítulo 35 Capítulo 36 Capítulo 37 Capítulo 38 Capítulo 39 Capítulo 40 Capítulo 41 Capítulo 42 Capítulo 43 Capítulo 44 Capítulo 45 Capítulo 46 Capítulo 47 Capítulo 48 Capítulo 49 Capítulo 50 Capítulo 51 Capítulo 52 Capítulo 53 Capítulo 54 Capítulo 55 Capítulo 56 Capítulo 57 Capítulo 58 Capítulo 59 Capítulo 60 Capítulo 61 Capítulo 62 Capítulo 63 Capítulo 64 Recetas Drop dead demons Sobre el autor

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Sinopsis D

urante diecisiete años para Aurora Lahey la supervivencia ha sido un estilo de vida. DESTINO DEMONÍACO

Aurora tiene el superpoder más inútil del planeta. Y eso sólo desencadenó un escuadrón desde el infierno. Los demonios están a la caza, sobreviviendo para tallar su cuerpo en pedacitos. ASESINOS CARISMÁTICOS Los Chicos Malditos —misteriosos, guapos, y famosos por sus rastros de destrucción— tienen las respuestas que Aurora necesita para sobrevivir. Pero su sobrecarga de secretos mortales y motivos sospechosos hace que el hecho de confiar en ellos sea un movimiento potencialmente fatal. ALIADOS LETALES La batalla para salvar a su familia, a sí misma, y detener la dominación demoníaca puede costarle a Aurora todo por lo que vale la pena vivir, y forzarla a revelar sus propios secretos oscuros. Pero no hay que preocuparse. Ella necesita a los Chicos Malditos para sacar esto adelante, y, probablemente aliarse con los tipos que la matarán de todos modos.

Divinicus Nex Chronicles, #1

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1 Traducido por Mel Cipriano Corregido por Alaska Young

El coche de alguien había sido destrozado y no era mi culpa. Pero, ¿quién va a creerle a una adolescente? La excusa “el demonio lo hizo” era más creativa que “el perro se comió mi tarea”, pero completamente increíble. Y haría mucho más probable que me enviaran a la sala de psiquiatría. Así que cuando, el vándalo demonio volador con colmillos falló y cayó como una bola de demolición en la camioneta, explotando trozos rotos de vidrio y partes de vehículos en mi dirección, huí de la escena pronto. Y no miré hacia atrás. Los salvajes gruñidos y chillidos metálicos proporcionaban un impedimento considerable. Como si necesitara más material para mis pesadillas. Corrí desde el comienzo del sendero del aparcamiento casi vacío, y me dirigí hacia la ruta. Una larga valla alineaba los espesos bosques, y cuando el demonio me cerró por detrás, gritando furioso, giré a la derecha. Una mano se plantó en la barra superior, resbaladiza por la lluvia reciente, abrí las piernas hacia los lados, arriba, y por encima. Fuera de peligro. Hasta que mi pie se enganchó en el poste, y me hizo girar como si hubiera sido atrapada en el giro de la muerte de un cocodrilo. ¿La buena noticia? El esponjoso suelo del bosque amortiguó mi caída. ¿La mala noticia? En el impulso, mi torso golpeó en un tronco de árbol. No podía respirar. Sin embargo, buenas noticias de nuevo. Terminé debajo de un pino grasoso y espeso que, junto con la decoloración del crepúsculo, ocultó mi posición. Oí a la bestia volar sobre mí en su persecución, sacando algunas copas de los árboles a su paso. Sí, ese fue mi plan desde el principio. Hombre, estaba bien. Excepto por mi cuerpo. Dolía.

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Mi fiesta del lamento duró hasta que pude aspirar una bocanada de aire, luego me empujé sobre mis pies y me dirigí a casa. Los demonios escupían en lugares remotos como este. Tenía que irme. Con un dolor en el costado y la respiración entrecortada, corrí o… me arrastré cojeando hacia la ciudad, llegué a mi barrio, y me relajé. Civilización. Donde el demonio no me seguiría y… Garras resonaron a un ritmo inquietante en el pavimento. El error se había convertido en mi elección por defecto. Me escondí detrás de un roble, acurrucada, enfriándome en mi miedo y el sudor de mi camiseta empapáda. Una risa maliciosa se revolvió en el aire. —Las escondidas. Mi favorito. Qué considerado de tu parte comenzar un juego. —Un toque de locura teñía la suave voz del demonio. Pánico torció mi corazón—. Es irónico, ¿no es así, que la gran Divinicus Nex se esconda con miedo de quien debería ser su presa predestinada? Una circunstancia decididamente diametral. ¿Qué? Era irritante cuando el monstruo que intenta cazarte tenía un vocabulario mejor que el tuyo. ¿Tal vez podría ser un elogio? Esto era una locura. Había visto demonios antes, pero eran pequeños, me ignoraban o se escapaban. ¿Pero éste? Bueno, era una raza diferente. Un psicópata con esteroides, que quería verme muerta. Sus posibilidades se veían bien. Con mi altura amazónica y castaños rizos que resaltaban mis enormes ojos , sólo me faltaba un cartel de “cómeme” pegado a mi espalda. —Te equivocas. Soy Aurora. Sólo una chica a la que no quieres pateándote de vuelta a tu infierno. —Mi plan de pasar a la ofensiva surgió de mi defensa viniendo a ser mucho menos que nada. El anochecer comenzó a devorar la luz del precioso día. Mis ojos dolían por el frenético intento de penetrar en las sombras emergentes—. Piensa en la vergüenza. Los otros demonios se reirán y te señalarán, se burlan de ti a tus espaldas. Tu autoestima se verá afectada y estoy tarde para la cena, así que por el bien de ambos, voy a dejarlo ir. Sólo caminaré y no voy a ir por ti. Tenía la esperanza de sonar segura, pero creo que mi voz se quebró. Luz difusa parpadeó en las casas circundantes. Las farolas ornamentales, que bordeaban las calles vacías de la pintoresca ciudad de montaña, zumbaron a la vida reflectando la niebla brillante que se deslizaba por el suelo. Una llovizna esporádica chasqueaba contra las hojas en las ramas.

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—Creo que sufres confusión, Nex. —El volumen de su voz bajó. ¿Había retrocedido, pensando que yo tenía algo bajo la manga?—. No hay ningún error, salvo que estés con vida. Y mi inmutable predilección es entregar tu cadáver en una gran cantidad de piezas. —Rió. No podía entender mucho de lo que decía, pero en general, no estaba consiguiendo un ambiente cálido y difuso. Luché contra una risa histérica. No tenía nada, nada más que piernas largas y adrenalina. Las salpicaduras de las gotas por encima de mi cabeza, cambiaron la armonía. Fundiéndose a través de las ramas, una niebla gris se arremolinó en una forma vaga que mis ojos se esforzaron por enfocar. Hipnotizada por su grotesca y letal belleza, casi esperé un segundo demasiado largo. Me agaché. Con una crisis amenazante, trozos de corteza se partieron mientras las garras del demonio escarbaban en el árbol en el que mi cabeza había estado segundos antes. Hice una pose ninja y me mantuve firme para hacerle frente al monstruo pagano, sin miedo en mi determinación por vencer a mi enemigo mortal. No, sólo bromeo. Salí corriendo, la prudencia era la mejor manera de no morir. Había estado viendo demonios durante algunos años. Sí, esas criaturas desagradables que deberían estar en el infierno, pero que están causando estragos en la tierra. Si estaban cerca, a veces incluso podía localizarlos usando esta rara visión que deseaba que se le pasara a Helen Keller. Era el súper poder más extraño del planeta, pero lidiaba con mi lamentable situación de una manera madura y responsable. Lo ignoraba. Y también a los demonios. Hasta esta noche, cuando este demonio cambió las reglas y me atacó mientras estaba en mi carrera. Trastabillé y tropecé con un tronco podrido, por lo que la camioneta había tomado el golpe de muerte que iba dirigido hacia mí. Ojalá pudiera decir que fue un inteligente y deliberado movimiento, pero la verdad era que tenía problemas manejando mi gracia. Un silbido gutural hizo vibrar las hojas. Antiguas alas golpeaban el aire con furia. Los sonidos de terror del monstruo amenazaban con paralizarme, así que no les hice caso y me concentré en la marcha. Rápida. Contando las casas para mantener el pánico a raya. Algo salió disparado a mi izquierda, en un nivel más bajo. Giré a la derecha, a punto de caer, pero seguí adelante. Miré hacia atrás. Un perro, una de esas pequeñas cosas, foo-foo, corriendo a toda prisa sobre patas cortas, plantó sus pies y empezó a ladrar hacia el cielo. El demonio desvió su mirada de mí y se abalanzó sobre el perro callejero ladrador.

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Los perros no eran lo mío. Odiaba a los perros. Y si éste era tan tonto como para sacrificarse por mí, aleluya. Seguí corriendo. Después cambié de opinión. Perro estúpido. Me zambullí de cabeza, y lo agarré mientras me deslizaba, sintiendo una ráfaga de aire de la gigante cabeza de la bestia sobre mí. Un brillo rojizo cubrió mis ojos. Pasé tan cerca de la garra del demonio, que el elástico de mi cola de caballo se cortó, y lanzó un ataque de gruesos rizos que caían en cascada sobre mi rostro. De nuevo sobre mis pies, lancé mi cabello hacia atrás, y continué mi huída, el perro se retorcía gruñendo protestas contra mi pecho. —Muto ingrato —le gruñí. Sentí una presencia amenazante por encima de nuestras cabezas, y me desvié por un camino de entrada, contenta de lanzar al molesto cachorro en un garaje en el que cayó debajo de un Sedán. Un golpe detrás de mi cuerpo me tambaleó hacia delante. Me habría caído al suelo, pero en su lugar me encontré en el aire. Y ganando altura. No era bueno, porque la última vez que lo comprobé, no podía volar.

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2 Traducido por Juli Corregido por Cami G.

Viendo la parte positiva, la bestia no me había destripado cuando me agarró desde arriba. En la parte negativa era que sus enormes patas de pollo de tres dedos atraparon mis hombros y el torso en un agarre insoportable. Se niveló y se deslizó, dejando que mis pies rozaran justo por encima del suelo, su risa triunfante. Esta cosa volando habría sido genial excepto por el hedor sulfuroso y podrido que quemaba mi garganta y humedecía mis ojos. Y el hecho de que estaba a punto de matarme. Mis manos se levantaron y se envolvieron alrededor de las piernas gruesas, reptil frías, correosas y duras con las verrugas. Mis uñas se clavaban en la carne del demonio mientras me retorcía, luchando por salir de su agarre. —Ahora que te tengo. —Sumergió su horrible pico-cara hacia mí, su aliento caliente como una alcantarilla—. Estoy poco dispuesto a aprobar tu liberación. Nuestra peregrinación acaba de comenzar. —¡Oh, cállate! —Levanté mis piernas con más fuerza. El impulso y la determinación finalmente llevaron mis pies a la altura suficiente como para lograr un par de golpes sólidos a su vientre, lo que sólo pareció anclarnos más. Rastrillé mis uñas por sus piernas y hundí mis dientes en su carne monstruosa. Un ácido amargo quemó mi lengua encendiendo una necesidad feroz de escupir. El demonio dio un gruñido de sorpresa antes de que su agarre se apretara haciendo crujir mis costillas. Las alas curtidas se levantaron. El cuerpo monstruoso lanzó un aleteo potente, listo para impulsarnos en el aire y a mí a mi destino. Probablemente despojaría mi cuerpo mientras me daba lecciones de vocabulario. Estaría muerta, pero más inteligente. ¿Cómo es eso para el vaso medio lleno? Frustrada y presa del pánico, inhalé para un grito gutural, que nunca llegó. Una intensa presión repentina consolidó mis pulmones, envolvió mi cuerpo, y amenazó con aplastarme en proporciones de dos dimensiones. Un hormigueo titiló desde mis entrañas y se extendió por todo mi cuerpo. El calor emanaba de dentro hacia fuera y ondulaba sobre mi piel, ganando impulso,

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caminando por mis extremidades. Un resplandor ampliándose palideció mi visión en un blanco cegador. Olí a quemado. Tenía la esperanza de que no fuera yo. El bramido enfadado del demonio se hizo eco un instante antes de que sus garras se abrieran de golpe. Buenas noticias, excepto que fui dejada cayendo en picada a través del aire. Busqué algo que pudiera evitar mi caída. Rodé sobre mi espalda, previendo otro ataque. Con mi visión todavía incompleta, percibí a la criatura gruñendo en círculos, luego tragó saliva cuando se zambulló, con la boca abriéndose demasiado, sus colmillos al descubierto. Pude respirar de nuevo, pero no parecía que duraría. Un relámpago de color naranja oscuro atravesó el cielo, su longitud dentada escupiendo chispas y llamas como fuegos artificiales de un cohete. El relámpago golpeó al demonio desde un lado, el cual se sacudió de su curso homicida y se lo movió en espiral hacia atrás. No tiempo para conmoción ni pavor. Me puse de pie y salí corriendo hacia la casa.

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3 Traducido por Polilla Corregido por Lalu♥

Silenciosamente maldije la habilidad en jardinería de mi madre. Juraría que los setos que bordean nuestro césped habían crecido un metro en la semana que habíamos estado ahí. Dudé si lo lograría, pero era mi única oportunidad de evadir una muerte lenta y tortuosa ofrecida por mis Demonios-R-US. Algo me golpeó desde el costado. Nos catapultamos en lentos espirales a través de las masas de aire cálido hacia la puerta de mi vecino de al lado y aterrizamos con un golpe seco agitador de cerebros, rodando fuera de control. Un grito demoníaco corto a través de la noche, luego silencio. Nuestros cuerpos dejaron de rodar antes de que mi cabeza lo hiciera. Me sacudí el vértigo y me puse de pie. Mi cabeza giró como un enloquecido muñeco cabezón, buscando hacia los lados, hacia atrás, hacia arriba. Revisé todos los ángulos de acercamiento, entrecerrando mis ojos para concentrarme en las sombras. Nada. Ningún peligro acechaba. Cerré mis ojos, me concentré y sin embargo no puede sentir el demonio. Sabía que se había ido. Lo que significaba… ¿qué exactamente? Quizás alguien apareció y lo asustó. Mastique ese pensamiento y la parte interior de mi mejilla mientras la adrenalina se evaporaba. Una voz rompió el tren de mis pensamientos hacia ningún lado. —Uh, ¿te importa? Mire hacia abajo y vi algo mucho más aterrador que cualquier demonio. Un chico. De mi edad. Todo ardiente bien parecido y precioso. Y estaba sobre él. A horcajadas sobre sus caderas. Oh por Díos. La adrenalina reservada me golpeó peso solo sacando el aire de mis pulmones y me dejó helada con… ¿miedo? ¿Conmoción? ¿Vergüenza? Escoge una. Mis cuerdas vocales re rehusaron a vibrar. Solo puede mirar. Piel suave, pómulos cincelados por los dioses, fuerte mandíbula, nariz recta. La caída no había desordenado su tan negro-que-brillaba-de azul cabello peinado en un despreocupado aspecto. Él debería haber estado paseando semidesnudo por la playa South Pacific, toda la piel reluciendo y sensualidad casual, una perezosa sonrisa llena con promesas jugando en sus labios llenos.

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Pero fueron los ojos que me mantuvieron mirándolo fijamente. Enmarcados por espesas pestañas, el marrón oscuro brillaba con tonos carmesí y ámbar que me absorbían hacia sus tranquilas profundidades. Intrigada por su calidad luminiscente, me incliné para ver de cerca, jalada por la clase de curiosidad que sin dudas colocó al gato dos metros bajo tierra. Mi cabeza todavía se encontraba nublada por toda la emoción, y cuando los aromas terrosos de hierba recién cortada, cuero y un almizcle placentero lleno mis sentidos, casi suspiré. Solo mientras mis manos notaron el suave algodón de su camiseta y los duros músculos extendiéndose debajo, sentí un destello de calor donde nuestros cuerpos se tocaron. Su mandíbula se tensa. Corrió sus manos sobre mis muslos y las fijó justo arriba de mis caderas. Sus dedos se hundieron en mi carne y tiró la parte superior de mi cuerpo hacia delante. Me pregunté con confuso pánico porque no estaba no estaba alejándome del beso que él estaba a punto darme —cuando su torso se tensó y él me arrojó al aire. Hmmm. Leí esa mal. Aterricé con un golpe seco por enésima vez esa noche y me quedé de espaldas tratando de recuperar el aliento y calmar mi ego. El húmedo césped enfrió mi piel a través de la empapáda camiseta. Salado sudor picaba mis ojos. Aparté la larga masa de rizos enmarañados pegados a mi rostro. Mi nuevo gel para el cabello. Delicioso. El exótico chico se levantó y dio un giro completo, observando nuestros alrededores, agazapado ligeramente. Finalmente, dio la vuelta, bajó su cabeza, relajó sus anchos hombros, e inhaló lento y profundo. —Lo siento, no te vi a tiempo. —Su voz retumbó gravemente mientras giraba luciendo un ceño fruncido que le sacó la sinceridad al “lo siento”. —Seguro. —Me puse de pie, preparada para rehusar arrogantemente su oferta de ayuda. Nunca llegó. En cambio él se alejó. Reticente a encontrar su mirada, miré el resto. Soy más alta que la mayoría de los chicos de mi edad pero él me vence por varios centímetros, fácilmente más de dos metros. Su chaqueta negra de cuero se abrió mostrando una camiseta gris decorada con calavera negra artísticamente representada. Pantalones negros con cadenas colgando, una hebilla de cinturón de plata pulida con algún diseño intricado y botas de combate terminaban el conjunto. Él lucía como problemas. Un sexy y oscuro problema. La clase de problema por el que las chicas como yo habían caído con resultados desastrosos —y unos cuantos remordimientos. Retrocedí un paso para distanciarme de la seducción. Entonces algo más que su factor de deslumbramiento captó mi atención. Algo raro. Parecía como un vapor gris brumoso enroscándose fuera de sus hombros. Entorné los ojos.

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—Creo que estas echando humo. Un pesado silencio le siguió. Cuando atrapé su mirada, en sus ojos solo había un rico chocolate oscuro y brillando con nada más que diversión. Esa perezosa sonrisa que sabía que poseía se deslizó por esos sensuales labios. Era mejor de lo que había imaginado. —Guau. —Cruzó sus brazos sobre su musculoso pecho y ladeó su cabeza—. Atrevida. Agresiva. Me gusta. Me tomó un segundo, luego mis intestinos se encogieron. —No, yo… yo no. —No te avergüences. —Su mirada encarceló a la mía, esa traviesa sonrisa causando estragos en mi compostura—. Me siento halagado. Las chicas por aquí no suelen ser tan… audaces. Es refrescante. Mis mejillas ardieron a lo nuclear. —No quise decir que estabas caliente. Levantó una ceja dudosa. —¿No lo hiciste? —No. Quiero decir, no es que no lo seas… —mis manos revolotearon—, bien parecido. Supongo. —Genial, Aurora, vamos a apretar aún mas esa horca de humillación. —Eres bastante galante. —Su sonrisa nunca cayó—. Gracias. Sabía que se estaba burlando de mí. Fastidioso, sin embargo estaba fuera de mí para una respuesta ingeniosa. —De nada. —Miré alrededor medio esperando que un demonio apareciera para sacarme de este embrollo. —¿Entonces qué quieres decir? —Oh. —Aclaré mi garganta—. Bueno. —Una mano fue a mi cadera mientras trataba de lucir indiferente, pero dudaba que pudiera lograrlo. Con la otra balanceé un dedo hacia atrás y delante de sus hombros—. Pensé que tú estabas, um, literalmente… —Dejé caer mi mano, incapaz de terminar de cavarme a mí misma aún más en el fango—. No importa. —¿Literalmente echando humo? —Sí, pero… —Si como si eso no sonara loco. Agité mi mano para borrar el absurdo. Su mirada cambio. La diversión se fue, su mirada cortó en la mía, afilada, que extraía, intrusa, como si tratara de obtener algo de información de mi alma. Helados tentáculos de malestar se deslizaron entre mis hombros. —¿Qué estás haciendo aquí? —preguntó una nueva voz. Mi vecino tenía el estilo. Los chicos de al lado se supone que deben ser jóvenes con piel clara, cabello rubio como caramelo que cepillaban fuera de sus

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ojos azules, y un puñado de pecas. También se supone que deberían ser amigables. Nos mudamos hace una semana y este chico nos había evitado como si fuéramos una familia de drogadas cobras escupidoras. —¡Tristan! —El muchacho de cabello oscuro exclamó y señaló a mi vecino—. Ven acércate. Esta es… —se interrumpió, mirándome. —Aurora —dije —Esta es Aurora. Y ella cree que soy muy caliente. —La mano del señor Exótico se deslizó por su boca en un esfuerzo para cubrir la traviesa sonrisa con la que no podía o debería luchar. —Si claro. —Tristan empujó a su amigo. Pero mi rostro debió de haber mostrado una espantosa mortificación porque frunció el ceño—. ¿En serio? —Noooooo —dije demasiado rápido—. No exactamente. —Antes de poder explicar, algo se enlazó en mis piernas y me asustó en un incómodo baile, brazos aleteando, y un extraño ruido de gorgojo salió de mi garganta. Para nada embarazoso. Ambos chicos sonrieron ante la amenaza. Van Helsing, mi gato, con el pelo todo de punta. Cada vez que los demonios estaban alrededor él lucía como si hubiera metido su pata en un enchufe de luz. —¿Cuál es tu apellido? —dijo señor Exótico. Pestañeé. —Uh, Lahey. —Irlandés. Explica el cabello rojo. ¿Y te mudaste aquí la semana pasada? ¿Con tu familia? —Sip. —Me di cuenta que estaba torciendo mis rizos alrededor de mi dedo y dejé caer mi mano. —¿Ambos padres? —¿Ambos? Sip. —¿De dónde eres? —Los Ángeles pero— —De la gran ciudad. —Él me cortó, impaciente por la siguiente pregunta—. ¿Qué te trajo a Gossamer Falls? —Ah. —Mi estómago se retorció. Mis manos reflejaron el movimiento. Las empujé en mis bolsillos y fabriqué una sonrisa. Di media vuelta, ahora desesperada por estar en otro lugar—. Debería… —¿Cuántos niños hay en tu familia? Tristan le dio a su amigo una mirada interrogante, sin embargo el señor Exótico lo desestimó.

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—Cinco. —Me sentí como si hubiera empezado un juego de veinte preguntas sin decirme ¿Estaba yo jugando? —¿Eres la mayor? Entrecerré la mirada. —Sí. —¿Supongo que dieciséis? ¿Diecisiete? —Diecisiete. —¿De penúltimo año? —Sip. Creo que debería… —Nosotros también. —Golpeó a Tristan en la espalda—. Probablemente tendremos algunas clases juntos. ¿No sería eso genial? Tristan asintió con una tensa sonrisa. Él no lucía como si pensara que fuera genial. —¿Qué hacen tus padres? ¿Viajan mucho? Mi frente se frunció. —No, no lo hacen. —Estaba cansada de la interrogación—. ¿Los tuyos? Él pestañeó. —¿Qué? —¿Tus padres viajan mucho? ¿Se encuentran todavía casados? ¿Cuántos hay en tu familia? ¿Qué clases tienes? ¿Boxers o calzoncillos? ¿Cuál es tu promedio de calificaciones? ¿Siempre vas por ahí golpeando extrañas chicas y luego las asfixias con una lluvia de preguntas personales? —Terminé con una mueca engreída. Tristan escondió una sonrisa detrás de su puño. El señor Exótico me igualó con una inmutable mirada, una sonrisa socarrona ganando ímpetu. — ¿Siempre terminas a horcajadas sobre el chicos que lo hacen? Tristan se ahogó. Mi sonrisa se congeló. Mierda. —Y con respecto a los boxers o calzoncillos. —Una mano se dirigió a su hebilla de cinturón—. Estaría encantado de… Doble mierda. Señalé con el pulgar sobre mi hombro hacia mi casa. — Tengo que irme. —No, espera. —Estaba riéndose ahora. A expensas de mí—. Solo una cosa más. Le di al señor Exótico una mirada expectante, pero mientras él asintió su cabeza hacia mí, le habló a Tristan. —Hazte cargo de eso —dijo él—. Ella tiene una mala racha. Mi vecino se iluminó con interés. —¿Con el—?

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—Sip. —El chico giró un dedo largo y delgado alrededor de su sien—. Por lo tanto, es mejor… —Lo tengo. —Tristan asintió. —¿De qué están hablando—? —Algo golpeó la parte trasera de mi cráneo. Fuerte. Mi mano voló hacia mi cabeza e hizo círculos para encontrar— nada. Justo cuando estaba tratando de descifrar que fuerza invisible estaba jugando jockey con mi cráneo, una fresca ola de dolor atravesó mi cerebro. Las rodillas se doblaron. Caí, un rugido llenando mis oídos. Una mano agarró mi hombro. Mi cabeza se sacudió con otro golpe. Al menos este lo entendí. Tristan se tambaleó hacia atrás por mi cabezazo accidental. —Lo siento. —Froté mi cabeza. Él rehuyó la disculpa, pero sus bien abiertos ojos violetas lagrimearon por el golpe. ¿Violetas? Observé nuevamente. No, azul con un aro de violeta alrededor de los irises. Entretanto miraba, el violeta se desvaneció en lavanda luego solo profundas orbes azul océano sostuvieron una expresión preocupada. Demasiados golpes en la cabeza deberían haberme dado una conmoción cerebral, a menos que estos chicos usasen alocados lentes de contacto, los ojos no solo cambian de color. —No te preocupes por eso. —Tristan extendió una mano. A pesar de su esbelta figura el fácilmente me ayudó a ponerme de pie—. ¿Te encuentras bien? El latido se disipó. Froté la parte trasera de mi cuero cabelludo, sorprendida al no encontrar hinchazón, y asentí, todavía sin idea con respecto a lo que había sucedido, pero lista para deshacerme de esos dos. —¡Rora! —Luna gritó desde la entrada de nuestra casa. Mi hermana de catorce años no era conocida por ser sutil. Por una vez estaba agradecida. —Me tengo que ir. Los veo más tarde. —Caminé hacia atrás y señalé al señor Exótico—. Mantén tu cabeza en alto. Me gustaría evitar otra tragedia. Los dos chicos compartieron una mirada sorprendida. —Espera, tu… —Tristan comenzó pero se frenó cuando el señor Exótico levantó rápido la mano. —¡La cena esta lista! —Luna hizo un ademán con un brazo impaciente. Les dije adiós con la mano sobre mi hombro, contenta de estar lejos. Qué extraño par.

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4 Traducido por Demoiselle Corregido por Lalu♥

Luna olisqueaba todo mientras entraba a la casa. —Hueles realmente mal. ¿Con quién estabas hablando? —Los vecinos. Tristan y... —Me di cuenta de que el caliente insolente nunca se me había presentado —¿Son lindos? Sonreí. —Muy calientes. Mi hermana Selena se lanzó a mis brazos, casi derribándome. Mi tema de la noche. —¡Mañana a la escuela! —Sus cinco años de edad chillaron—. ¡Yay! —Será divertido. —Hice cosquillas en su costado haciéndola estallar en risitas y cubriendo mi falta de convicción. Nueva escuela, mitad de año, y... ¿demonios tratando de matarme? El pronóstico no se ve para nada soleado. Apreté a través de las cajas desempaquetadas en el comedor y acomodé a Selena en su asiento. Ella canta su última canción sobre “escuelas que tienen tetas”. Ya en su silla alta, con un año de edad, Oron tiene un puño metido en su boca y el otro golpeando la bandeja. Luna y su gemelo, Lucian, comienzan un tire-y-afloje en aumento de “no lo soy” y “lo eres” después de que Luna llamara a Lucian un “pervertido”. Algunas personas lo llaman caos. ¿En nuestra casa? Bienvenido a cenar. —¡Lucian! —grita Mamá mientras situaba su famoso pastel de carne, dándonos nuestra comida casera de herencia irlandesa antes de nuestro primer día de escuela—. Suficiente charla sobre senos. Levanto las cejas hacia mi hormonal hermano. —Reclamos de mamá —dice Lucian con una mirada dudosa—. No le importa que papá vea los senos de otras mujeres. No es como en la ciudad. Este pueblo es pequeño. Él las conoce. A las mujeres, no a los senos. Selena canta su canción con nueva letra—: Papi ve senos que parecen tetas.

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Papá salta con su discurso estándar sobre que los cirujanos están interesados en salvar vidas y no en comerse con los ojos las “partes privadas” de las mujeres, y mamá cambia de tema. —Aurora, ¿viste a alguno de tus viejos amigos de antes? Agarro pan para mojar. —Mamá, tenía ocho cuando nos mudamos de aquí. ¿Tú te acuerdas de alguien? Mamá niega con la cabeza, mientras le da puré de patatas en la boca de Oron. —No. ¿Clyde? —Nop. —Papá hace una pausa con el tenedor a medio camino de su boca—. Sin embargo, ¿No llamaban los maestros a Aurora Blancanieves? Selena interviene—: Hi Ho, Hi Ho, a trabajar, vamos. —Así es. —Mamá detiene una cucharada de su camino hacia Oron quien, perdiendo la paciencia, estrella su mano en las patatas. La mayoría de la papilla haciendo camino a su boca—. Blancanieves y los siete enanitos con los que siempre estaba pasando el rato en la escuela. —¿Tenias siete novios? —preguntó Luna, impresionada. —No —dice mamá—. No siete, solo cuatro o cinco. Y ellos no eran novios, simplemente amigos. Aurora era un marimacho. No pasaba el rato con chicas. —Debiste haberte apegado a ese plan —murmuró Lucian. Un fuerte silencio golpea en la habitación. Mamá, papá, y Luna miran a Lucian como si hubiese apretado una mina bajo su pie. Aquí vamos. Incluso ahora, la mención del “incidente”, la razón por la que nos mudamos fuera de la gran ciudad feroz, traía tensión. Me froté el hombro sintiendo las cicatrices ásperas debajo. Los demonios no eran los únicos que habían tratado de matarme, solo eran los más recientes. En verdad, ellos no me asustaban tanto como los humanos. Por lo menos los nativos del infierno eran honestos sobre querer verme muerta. Después de la mirada helada de mamá y un codazo de Luna, Lucian se disculpó. Papá sacó la mano de mi hombro y la apretó con fuerza, algo que había hecho mucho tiempo después de haberme recuperado en el hospital. Miré alrededor de la mesa. —Estoy bien. —Sabía que el daño que hacía sangrar a mi psique tomaría tiempo en recuperarse, pero me había jurado que no sería alguna patética alma torturada solo porque un grupo de amigos perdedores se habían puesto chiflados sobre mí. Le sonreí a papá—. Alguien me dijo una vez que solo por estar destartalado...

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—No significa que estés vencido. —Papá finaliza con su lema favorito— . Hombre sabio. Estoy seguro de que él es devastadoramente guapo también. —Hace caso omiso de nuestros bufidos de risa. Luna dice—:Así que siete novios... —Y sigue su camino. Mamá niega con su cabeza. —No lo eran. Oh, olvídalo. ¿Los recuerdas, Aurora? —Algo así. —Minaba por las catacumbas de mi memoria. Imágenes brillaron—. ¿Alguno de ellos tenía caballos? —¡Sí! —Asiente mamá—. En una granja. Tú fuiste montante un par de veces cuando la clase salió de excursión. Y eran gemelos. Lo recuerdo porque yo tenía dos gemelos también y, oh, cielos, su madre era preciosa. Hawaiana o algo. ¿Recuerdas, cariño? —Papá inteligentemente finge ignorancia sobre la caliente madre—. Todos los padres se mantienen a sí mismos, como nosotros. Alguno de ellos tiene que seguir alrededor. ¿Quieres que averigüe? Ustedes podrían pasar el rato. —Mamá, ellos podrían ser asesinos seriales zombis mutantes ahora mismo —advierte Lucian. —Basta con los zombis mutantes. No más videojuegos para ti. —Bien. ¿Puedo hablar de tetas? No le había dicho a mi familia sobre mis habilidades de detección demoníacas. Ellos eran demasiado normales para entender, y yo estaba asustada de terminar de nuevo en el hospital. Solo que esta vez el hospital sería el de paredes acolchadas. Pero el encuentro de hoy había subido la apuesta en un juego que no estaba segura como jugar. Necesitaba respuestas y un plan antes de que yo y todos los que amo ganaran un boleto de ida a la muerte.

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5 Traducido por Max Escritora Solitaria Corregido por LuciiTamy

—¿Acaso mamá acaba de dejarnos en el castillo de verano de Drácula? —preguntó Luna. Los gemelos y yo mirábamos embobados al gran edificio sin fin de piedra y vidrio donde los niños daban vueltas fuera de lugar. —Esta tiene que ser la escuela más genial que he visto —dijo Lucian asombrado. Él tenía un punto. Los chapiteles llegaban hasta varios pisos, con múltiples torres, arcadas y columnas creadas a partir de una gama vertiginosa de rocas grises y marrones. Ventanas brillando destacándose altas y delgadas como si alguna bestia gigantesca había rastrillado sus garras a través de la piedra. Un enorme espejo circular colgaba sobre la entrada, como un ojo que ve a todos los paseantes, sentenciando a los que entren. No habría estado sorprendida si hubiese parpadeado. El edificio se extendía en todas las direcciones, enmarcado por rodantes acres de césped bien cuidado que se tendía en el denso bosque que lo rodeaba acorralándolo. El paisaje se jactaba de parcelas coloridas de flores, setos podados finamente, caminos serpenteantes, y arroyos que conectan estanques con altas lengüetas alrededor de los bordes y patos o cisnes flotaban en la superficie. Árboles meticulosamente recortados se cernían sobre bancos forjados de hierro, y centrados en el patio delantero, una fuente circular de piedra rocía al menos veinte pies de altura. Hilos restantes de la niebla mañanera teje todo, buscando cubrir desde la salida del sol. Fuera del silencio, Luna ríe y todos luchamos para contener las nuestras. Vestida como una princesa gótica, mi pequeña hermana encaja perfectamente. Yo mantenía bajo llave mis costuras, excepto algunas adiciones inusuales. Tras el encuentro de ayer, rebusqué en mi caja de accesorios antidemonios y encontré algunas cosas que había adquirido por primera vez cuando la cosa del demonio comenzó y yo, bueno, enloquecí.

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Por lo que vestía zapatos y pantalones vaqueros más algunos extras. Varias cadenas de hierro con pequeñas campanas, adornaban los vaqueros, una pulsera de “talismanes del mundo” colgaba de mi muñeca, una gran cruz celta tallada —regalo de la abuela— colgada en una cadena sólida alrededor de mi cuello, y las gárgolas asustan a los demonios, por lo tanto los monstruos grotescos decoraban mi camisa. Capturado en una cola de caballo, mi pelo de color rojo oscuro caía en gruesos rizos tamaño soda por mi espalda. Unos cuantos mechones errantes en espiral por mi sien, ya que nunca pude dominar plenamente la masa entera. Los reflejos rojos ardientes brillaron un poco demasiado llamativo para mi gusto, pero el estanque genético de papá los había lanzado en mi camino sin consultar. También había heredado justamente, una piel con pocas pecas y los ojos de mamá “el oscuro peligroso azul de un enojado mar de Irlanda” según la abuela. Ella se imaginaba a sí misma una poeta. Mi cabello y altura —muy por encima de las chicas normales y toda pierna— hacían que mezclarse fuera difícil, pero lo intentaría. Hasta ahora habíamos llamado poca atención. Mamá nos dejó en las gigantescas puertas de hierro forjado después de repartir el dinero del almuerzo, que metí rápidamente en mi sostén —debido a que mientras en la carrera, las cosas pueden a menudo caer de tus bolsillos, pero nunca de tu sostén. Después de abrazos y besos, ella desapareció por una calle lateral a la escuela de Selena, separados pero dentro del recinto cerrado, y serpenteamos entre la multitud de la escuela por el camino de grava, ordenados guijarros crujiendo bajo los pies. Levanté la vista, mientras que con la mano creaba sombra sobre mis ojos. En una de las torres más altas una manada de honestas gárgolas bondadosas hacían guardia. Toqué la imagen similar en mi camisa, y entonces me golpeó. Miré a mi alrededor asegurándome del entorno antes de que mi mandíbula finalmente se abriera. Los demonios son más comunes de lo que las personas piensan —para las personas que incluso creen que los demonios existen. Muy a menudo he observado a las criaturas relativamente inofensivas correteando alrededor de la vida cotidiana de las personas. Pero los estudiantes de secundaria son especialmente atractivos para los diablillos, quienes aman manipular esa combinación letal de angustia, incertidumbre, y la necesidad de encajar. Pero aquí, y he cuádruple comprobado, no hay demonios. Ninguno. Nada. Nada. Cero. Nada de nada. Muy peculiar.

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Cerca de mi cara, una mochila entró en mi visión. La cogí y la regresé de nuevo a Lucian. —Idiota —Gruñí, después mordí mi labio. Sin demonios era una buena cosa, ¿verdad? Especialmente después del fiasco de ayer. Sin embargo ¿se estaban escondiendo? ¿Reunidos en alguna parte esperando, acechando, listos para saltar? Solo hay una manera de averiguarlo. Nuestro trío de los recién llegados se dirigió a las escaleras, mientras que aún miraba los alrededores con incredulidad.

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Una gran parte del edificio no era utilizado por los estudiantes, pero yo aún tenía problemas navegando en los pasillos sin fin. Las clases eran las usuales y los estudiantes normales, incluso si el edificio no era una cosa común. —Hola —decían unos. Otros me ignoraban, y unos cuantos volvían sus cabezas si miraba en su dirección. Sin amigos, pero sin enemigos tampoco. Y sin demonios. En el borde, mis palmas sudorosas frotaron las cicatrices en mi hombro, un constante recuerdo de que la seguridad era una ilusión y nada, o nadie, incluyendo esos chicos, eran una amenaza potencial. Intercalé la paranoia por agallas y firmeza, y evadí a través de los cuerpos, intentando tener poco contacto y conversación. La campana sonó. Las puertas se abrieron para absorber al cuerpo estudiantil como una aspiradora zombi. Pasillos vacíos prometieron que llegaría tarde a E.F.1 así que cogí el ritmo y corrí por los pasillos. Pero incluso con el mapa de un destacado amarillo, proporcionado por la oficina, el retorcido laberinto de la arquitectura gótica confundió mi sentido de orientación. Me apresuré en una esquina. Y me estrellé contra una pared. El impacto me hizo rebotar fuera de mis pies. Volé hacia atrás. Una mano salió disparada y agarró la hebilla de mi cinturón. Mi caída cambió de rumbo a una parada. Colgué en el aire como un pez en un anzuelo, el cinturón cavándose en mi espalda, las campanas en mis vaqueros tintinearon distrayendo. Levanté la mirada. Y un poco más. La “pared” era enorme, y lleno de preocupación.

Educación Física.

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—Hey. —El tipo me levantó en una mano para que nuestros rostros estuvieran nivelados—. ¿Estás bien? —gruñí y me sacudí. Él captó el mensaje y me dejó en mis pies sin romper a sudar. La pubertad había sido agradable con Gigantor, pero su favorable físico de luchador y fuerte, las cuadradas características fueron suavizadas por una sonrisa tolerante y ojos verdes juguetones. Piel bronceada por el sol complementando sus rizos canela, corte corto pero aun rebelde a cualquier tipo de orden. Su nariz ligeramente torcida, sin duda rota en alguna pelea — con un alce. Anchos hombros, brazos sólidos que gritaban “hago ejercicio religiosamente” y una caja torácica que estaba cubierta por una camiseta, de un llano azul oscuro andrajoso con varias manchas descoloridas. La camisa se tensaba sobre su impresionante estructura, pero no parecía que tenía efecto en él simplemente parecía haber olvidado comprar algo nuevo mientras los años transformaban su cuerpo. Por el contrario, sus vaqueros desteñidos colgaban sueltos pero igualmente desgastados. ¿Imperioso? ¿Quién era más grande que este chico? —¿Segura de que estas bien? —Bien —espeté, reajustando mis vaqueros y resistiendo la necesidad de arreglar mis bragas retorcidas. —Bien —dijo sin inmutarse—. Debido a que las chicas no deben lastimarse cuando caen por mí. —Él recogió mi mapa y mochila, entregándomelas con el tipo de sonrisa que me decía que era un chico de buen humor—. Ahora que has encontrado el deseo de tu corazón. —Él puso una mano dramáticamente en su enorme pecho—. Moi. ¿Qué más puedo ayudarle a encontrar? Retrocedí y estudié el mapa. —Solo el gimnasio, Casanova, nada más. Imperturbable, puso un brazo alrededor de mis hombros. A pesar de su desgastada apariencia imperiosa él olía a limpio, como el jabón Ivory. —Puede ser simplemente el gimnasio hoy, pero créeme, nena, pronto seré la X en tu mapa del tesoro. Me moví fuera de su brazo. —Sí, pero hasta entonces… Con un encogimiento de hombros miró el mapa. —Ah. —Su enorme mano derecha gira hacia la derecha antes de devolverlo. Suspiré, nerviosa y células del cerebro disparadas.

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—Por supuesto. Gracias. Él guiñó. —Voy a recogerte más tarde. —Un pequeño empujoncito que casi me tira a las taquillas. Algo me llamó la atención, y me tragué un jadeo/chillido ruidoso. Un hada, o duende, o como quieras llamarlo, revoloteaba, arrastrando soplos brillantes de polvo cobrizo, y aterrizó en la cabeza de Gigantor, casi invisible cuando se acurrucó en sus rizos. Sus brillantes ojos se posaron en él mientras se alejaban. Me froté los ojos pensando en lo cansada que debo estar. Pero qué diablos, para una chica que ve demonios, hadas eran un buen cambio ritmo.

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Suspiré al gimnasio vacío, insegura de mi próximo movimiento, pero un profesor pasante mostró compasión. Ella me presentó a los sudados uniformes, y me encontró un casillero vacío en el vestidor de chicas, luego me dirigió al campo para unirme a mi clase donde ahora corría a través de la línea en un tumulto de gritos. Estábamos jugando captura la bandera, y mis largas piernas ayudaron a marcar. No estaba contenta sobre el cambio de ropa y dejar todo mi equipo anti demonios, pero no había amenazas visibles, así que traté de relajarme. Un tranquilo chico con llamativo cabello blanco me miró. Cuando atrapé su mirada se sonrojó y apartó la mirada, quedándose al margen, distanciado del grupo, lanzando una pelota de fútbol en el aire. Giró alto y flotó hacia abajo, aterrizando como pluma en su palma antes de que un movimiento de su muñeca lo enviaran de nuevo. El sudor colgaba suelto en su corta estructura robusta, su azul marino en contraste contra su pelo blanco neón y cejas, y traslúcida piel pálida. Solo oscuros ojos verdes interrumpieron la apariencia albina. Un chico se coló detrás de él y le arrebató la pelota de fútbol. —¡Hey, devuélvela! —grité antes de que tuviera el sentido de censurarme a mí misma pero el idiota solo sonrío y la pateó con una venganza, arqueándose bien en el bosque circundante. —¡Herman! —dijo el entrenador Slader —. Tú lo pateas, tú lo traes. —Vamos, entrenador. Yo no... —No te metas conmigo, hijo —espetó el entrenador Slader—. Pasé toda la mañana explicándole a esa indignante compañía de seguros que no tenía

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idea de porque mi SUV parecía como que Godzilla la aplastó con su grueso pie grande en su camino a destruir Tokyo. Un minuto estoy haciendo senderismo, y al siguiente vuelvo en una pieza torcida de metal. ¿Puedes creerme? Nooooo. ¡Ellos creen que estoy mintiendo! seguro, ellos no vienen y lo dicen, pero... —Hey entrenador. —Me desplacé hacia el bosque—. Voy a conseguirlo para usted. —Era lo menos que podía hacer. La exuberante vegetación inmediatamente silenció el sonido de mis compañeros de clase, y me deleité en la tranquila soledad, deseando que pudiera aliviar mi culpa por el vehículo del entrenador. El aire húmedo ofrecía aromas de pino fresco mezclado con tierra húmeda, madera, animales y moho. El suelo esponjoso, espeso con capas de aguja de pino y restos orgánicos hacía que caminar sea difícil. Me dirigí en la dirección general de la trayectoria de la pelota cuando… Oh, mierda. Un ligero mareo me lanzó hasta el árbol más cercano. El ojo de mi mente de túnel visionario, me llevó en una carrera serpentina mental rápida a través de los bosques que rodean la escuela. Fuerte, izquierda y derecha me marean tambaleándome hasta que la visión se detuvo ante un cúmulo acurrucado de mota verde y marrón. La masa se levantó. Básicamente humanoide pero con un simiesco encorvar, tenía grandes y grotescas proporcionadas manos y piernas con una cabeza demasiado pequeña para los enormes dientes que goteaban algo oscuro. Yo esperaba que no fuera sangre. Un trozo de entrañas y piel que podría haber sido de un ciervo mutilado en otra vida yacía a sus pies. El demonio se pasó una mano con garras a través de su boca, movió las ramas a un lado y se puso pálido, ojos brillantes hacia un claro, olfateando el aire. A través de un césped bien cuidado vi lo que tenía la atención del demonio. Y me ahogué. Un patio de juegos para chicos de la edad de Selena, con serpenteantes toboganes de plástico, barras de mono, puentes colgantes, torres de castillo, túneles y un barco pirata, todo brillante en colores primarios. Una masa de niños gritó y jugó con abandono encantado. Un grito atrapó mi atención y ambos, el demonio y yo nos enfocamos en una niña en el timón de la nave pirata. Ella blandió un palo como espada y ladraba órdenes a su equipo en el suelo. Su cabeza cayó hacia atrás en una carcajada, trenzas rubias brillando en el sol. Cuatro trenzas, no dos. Dos es aburrido, me había dicho esta mañana cuando solicito mi ayuda en peluquería. Selena.

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Un grito resonó en mi cabeza, y mentalmente me tiré hacia atrás con la velocidad de un rayo. Mi visión retrocedió a través del bosque y se estrelló como un puño en mi estómago, dejándome sin aliento, desorientada y en mi trasero. Y así es como encuentro demonios. No supongo y créeme, no quiero hacerlo. Pero de alguna manera cuando están en algún lugar de mi visión general me adhiero a su ubicación y mentalidad, más que físicamente, voy allí. Me guste o no. Lo llamo psico-ubicación. Ya sabes, ¿cómo murciélagos con ecolocación? Solo “psico” en uno, lo hago psíquicamente, y dos, me haría loca. Ingenioso ¿eh? Si, encontrar demonios fue fácil, pero ¿luchar contra ellos? No está en mi repertorio. Pero él estaba ahí. Acechando un montón de niños pequeños. Acechando a Selena. No estaba segura donde estaba su escuela, pero no podía estar lejos. Algo me llamó la atención. Me arrastré, lo recogí, me puse de píe y corrí.

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6 Traducido por Mel Markham Corregido por Dara.Nicole18

Puede parecer una rareza, pero tiendo a mantenerme al margen de las tendencias suicidas. Así, mientras que he tenido esta loca habilidad mental para localizar demonios, nunca he intentado usar esa visión en mi cabeza para rastrearlos físicamente. Lo cual es por qué nunca supe que podía hacerlo. Nunca quise saberlo. Nunca uno había amenazado a mi familia. No podía explicarlo. Simplemente sabía en qué dirección ir, buscando desesperadamente una cosa de las pesadillas que hasta ahora, había intentado desesperadamente evitar. Tan concentrada en el patio, que no había prestado atención a mi progreso a través del bosque, sigiloso como un T-Rex a la caza. Miré su espalda desde varios metros de distancia, verde, manchado de barro, la vegetación que parece brotar de sus poros. Asqueroso. Horrible. Mi estómago cayó, y el valor luchando por un mejor agarre. Miré la pelota en mis manos, la que encontré cuando terminé sobre mi trasero y tuve mi brillante lluvia de ideas para cazar demonios. La lancé arriba y abajo, me estremecí con un suspiro. No había sentido en esperar. La muerte nos llega a todos, pero no hoy, no a mi pequeña hermana. Mis dedos encontraron los lazos. Mi brazo se tambaleó hacia atrás y... Ningún lento espiral en este. Nop. Papá llamó a este bebé La Bala. Y yo era el mariscal de campo estelar de Lahey. Por eso no fue una sorpresa cuando la piel de cerdo se disparó contra la parte posterior del cráneo del demonio y rebotó, suciedad preocupante, hojas, algunos insectos tamaño Jurásico y su naturaleza desagradable. Él golpeó una mano sucia de gran tamaño en la cabeza y giró los ojos verdes que brillan intensamente hacia mí. —Atrapado. —Suprimí un ronco susurro—. Te tengo. Sus ojos se encendieron. Quiero decir, literalmente se encendieron con un fuego esmeralda. Y sonrió. —Entonces —gruñó las palabras—. Los Divinicus Nex vienen por mí.

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Los músculos quemaban y el aliento rugía mientras corría por el bosque, llevándolo lejos de Selena y hacia la escuela secundaria. Esperaba que la multitud lo asuste. Casi lo hice cuando un árbol explotó a mi izquierda. Astillas cayeron como metrallas. Hice visera sobre mis ojos y seguí corriendo hasta que un tirón en mi tobillo tiró de mis pies. Un fuerte crujido mientras mi rodilla conectaba con una roca. Mi rostro golpeó el suave suelo, mucho de lo cual terminó en mi boca. Escupí suciedad, me revolví por un punto de apoyo, pero las raíces se levantaron del suelo y se torcieron alrededor de mis piernas. Arraigada en el lugar, me presioné contra el tronco de un árbol y me quedé horrorizada cuando el demonio llegó. El monstruo se alzaba a tres o cuatro metros de altura. Su piel verde brillante curtida estaba cubierta de suciedad, musgo, hojas, y los parches de hierba, el hedor repulsivo. Sus dientes brillaban marrones. Evidentemente, no era consciente de la multitud de productos de blanqueamiento en el mercado. Tiró su brazo hacia atrás. El ciervo muerto hacía ruidos blandos en su puño mientras él lo utilizó como un ariete dirigido a mi cabeza. Me agaché en posición fetal. El cuerpo golpeó el árbol con un fuerte golpe seco que sacudió mis ojos en sus cuencas, y una nube de viscosas, mojadas, gotas gelatinosas que ni siquiera quería pensar en lo que eran, salpicó todo mi cuerpo. Para el ojo no entrenado, podría lucir como si estuviera huyendo de miedo, pero de hecho era parte de mi brillante plan maestro arañar las raíces y correr. Mientras la bestia aceleró para otro ataque, la masa carnosa pulverizando trozos de sustancia pegajosa, lo hizo girar en círculos por encima de su cabeza. Piñas se revolvieron de los árboles y se lanzaron como balas. Mis brazos las bloquearon. Corrí sin mirar atrás, saltando los obstáculos y orando por habilidades acrobáticas que sabía que no poseía. Me deshice a través de la última línea de árboles y pasando a un sorprendido entrenador Slader. —¿Qué está ocurriendo? Oh, nada, solo un demonio tratando de borrar mi existencia. Grité. —Es un… un… ¡corre! Confusión manchaba los rasgos del entrenador. Estudié la estructura gótica de la fortaleza como la llamábamos en la escuela dándome cuenta que podría perder a la bestia en ese laberinto, pero en su lugar me dirigí hacía el aparcamiento vacío, lejos de gente no esperada.

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La bestia atravesó gritaron. —¡Oso!

el bosque. Eructando gritos. Varios estudiantes

Si tan solo fuera eso. Pero fue extraño. ¿Oso? Casi siempre los demonios permanecen invisibles, mantienen un perfil bajo, me hacen parecer loca. Quizás lo estaba. Miré hacia atrás y vi que el demonio se detuvo a escudriñar a la multitud en pánico hasta que sus fríos ojos se trabaron con los míos. Fue a la carga. Esquivando autos, ansiaba un plan. ¿Cambio por ropa de educación física? Gran error en retrospectiva. Seguir corriendo, esperando por inspiración…s eguir esperando… nop. No tengo nada. Más adelante, un chico estaba de rodillas cambiando un neumático. Agitaba los brazos en un movimiento para que se aleje. —¡Vete de aquí! Él levantó la mirada, miró más allá de mí, pánico registrado, luego salió pitando, dejando caer la llave de tuercas con un sonido metálico. Me agaché y la tomé —en forma de una gran X— y la lancé como un frisbee, recordando girar mi muñeca como me enseñó Lucian. No podría decir si lo había golpeado porque lanzó una roca del tamaño de Rhode Island directamente a mí. Venía rápido. Un motor aceleró a mi derecha. Un oscuro auto deportivo chirrió hacia mí. Los frenos chirriaron, dejando caer el morro del coche, grava volando, y enviando la parte final a girar en un arco a la izquierda. La defensa trasera se abrió delante de mí y golpeó la roca a un lado con un crujido metálico. El vehículo lo terminó con un giro de 180° y se sacudió frenando, el chasis se balanceo sobre ruedas humeantes, la puerta del acompañante voló abierta, todo en un torbellino de polvo. Una repentina ráfaga de viento me empujó por la espalda, y me tambaleé en el asiento del pasajero. Escupiendo roca y tierra, el auto arrancó antes de que estuviera completamente dentro. El conductor, el Albino de ojos verdes de E.F., enganchó una mano debajo de mis rodillas y tiró mis piernas mientras que la parte inferior de la puerta rozaba mis tobillos en su cierre repentino. Metí mis pies en el suelo, con una mano con los nudillos blancos por encima de la manija de la ventana y la otra a tientas sin suerte por algo más para tomar. El demonio se deslizó por mi periferia. Una enredadera estaba montada a través de la ventana abierta, envuelta alrededor de mi pecho y alrededor del asiento. Grité. El Albino golpeó los frenos, por lo que mi nuevo cinturón de seguridad orgánico me mantenía quieta. Arañé la vid, verde, espesa, pulsando con determinación.

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El conductor gritó—: ¡Mantente quieta! —E hizo un movimiento de corte cerca de mi hombro con su mano. Sentí un hormigueo cosquilleante. Cortada, la vid retrocedió por la ventana con un porrazo y la presión alrededor de mi pecho se relajó. Tomé la pieza retorcida que quedaba en mi cuerpo y la arrojé por la ventana. El Albino echó una mirada por el espejo retrovisor, sacudió la palanca de cambios, giró su brazo derecho sobre el respaldo de mi asiento, se torció para mirar hacia atrás, y voló en reversa. —¿Vas a volver? —grité. Él me ignoró. Miré hacia atrás justo a tiempo para ver la cara sorprendida del demonio antes de que nuestro coche se estrellara contra él, haciendo estallar su cuerpo hacia arriba y otra vez. Lo oí rebotar encima de nosotros, vi el metal del techo abollarse en una masa de arrugas, a continuación, volvió a la vista, navegando sobre el capó, y cayó al suelo. El Albino movió el auto alrededor y aceleró. Un ambientador de cartón con forma de Ferrari bailó maniático colgando de una cuerda en el espejo retrovisor mientras derrapábamos por un pasillo, patinábamos en una esquina, y zigzagueábamos entre autos aparcados. Hubiera preferido cerrar mis ojos pero estaba demasiado fascinada por la firme concentración en los delicados rasgos del Albino, y viendo sus manos y pies ejecutar un delicado, ballet rápido entre el volante, la palanca de cambios y los pedales. Mi estómago se tambaleó mientras tiraba del freno de emergencia y nos sumergimos en otro giro, dos en realidad, antes de que nos detuviéramos con una sacudida después de que los neumáticos del lado del pasajero brevemente se levanten del suelo. Un tirón en mi brazo me hizo gritar de nuevo. Estaba siendo sacada por la ventana y el auto chirriando. Luché contra la mano envuelta alrededor de mi boca. Las clases básica de autodefensa de papá hicieron efecto. Pisé el pie de la persona, le dirigí un codazo en el estómago, me volví en el instante en que su agarre se aflojó, tomé su camisa, y lo tiré al suelo, mi rodilla en su pecho, mi brazo inclinado a centímetros de su nariz. Dudé. —¿Tristan? —¡Silencio! —llegó su afilado susurro. Tristan levantó una pierna y en un borrón estaba en el suelo junto a él, clavada por el frente de mis hombros—. Quédate abajo. Los niños corrían por todos lados, los gritos hacían eco. El demonio pasó como una bala. Tragué. Tenía la resistencia a raudales.

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—¿Estoy interrumpiendo algo? —Su voz ronca y baja, Gigantor se alzaba más grande que nunca—. Tristan, tu sabes que ella me quiere a mí, ¿verdad? —¡Shh! —Tristan sacó su pierna, me ayudó a levantarme, y se agachó junto a la rueda delantera de un coche estacionado, haciendo un gesto para que me quede atrás mientras él se asomaba por la defensa. Gigantor se agachó detrás de mí —Mmmm. Tu cabello huele bien. —Cállate —espetó Tristan —Bueno, lo hace. Gritos amplificados. Pasos pesados tronaron. Un golpe seco, y el coche en el que me apoyaba tembló. El demonio volvió a la vista. Parecía más grande pero eso podía ser el terror hablando. Quería correr pero estaba atrapada entre Tristan y Gigantor y autos del otro lado. Los orificios nasales del demonio se ensancharon. Su cabeza giró. Hambrientos, ojos brillantes se trabaron en mí. Un grueso gruñido húmedo gorgoteó como burbujas en un pantano fangoso. Tristan se enfocó en la bestia, su voz baja y urgente. —¿Un poco de ayuda? Un fuerte estruendo rodó al suelo, me incliné en contra de un neumático. El brazo de Gigantor cayó sobre mi cuerpo, atrapándome contra el auto. —Vamos, vamos. —Tristan cantó a través de dientes apretados. Un silbido aspirado a través del aire. Algo largo, delgado y blanco se disparó a la vista, cortó la caja torácica del demonio, y lo dispersó en una nube transparente lechosa. El demonio se volvió hacia atrás con un grito espeluznante que obligó a llevar mis manos a mis oídos. Un oscuro líquido salpicó el aire y roció en mi cara. La bestia se agarró su costado, tambaleándose. Otro gruñido gutural y desapareció en un remolino de grava que hizo un tornado desde el suelo. ¿Qué diablos…? Traté de inclinarme hacia adelante pero el brazo de Gigantor se mantuvo firme. —Amigo, ella está sangrando —susurró. Hubo un segundo vacío. Tristan y yo dijimos—: ¿Qué? Agujeros en mis pantalones enmarcaban rodillas raspadas manchadas de carmesí. Mi camisa se sentía pegajosa. La levanté para exponer una herida desagradable en mi costado. Simplemente genial. —¿Algo más está mal? —dijo Tristan.

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—Uh, no pero… —Dolor estalló en la parte posterior de mi cabeza. Gemí. Mi cuerpo perdió toda la función del esqueleto y se desplomó como un dirigible desinflado. Gigantor me tiró contra su pecho tan inflexible que podría haber sido un muro de piedra, excepto por el corazón que sentí golpeando contra mi espalda. —Amigo, ¿qué diablos…? El Albino Ricky Racer2 se deslizó a la vista —¿Has visto…? ¡Santa mierda! —se atragantó—. ¿Qué has hecho? Un manto de dolor, voces discutiendo silenciadas, alguien llamando mi nombre. Entonces la conciencia se ausentó sin permiso.

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Una expresión generalmente utilizada por las personas viejas, para alguien que tiende a

conducir rápido a todas partes.

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7 Traducido por Leii123 Corregido por mterx

Parpadeé. Eso dolía. Estaba en el piso del gimnasio. ¿Cómo? ¿Por qué? ¿Tristan y sus amigos me habían dejado aquí? ¿Estaban ellos todavía alrededor? Un intento de levantarse se sintió como mil agujas en mi cráneo. Divagué fuera y dentro de mi consciencia hasta que unas voces silenciosas arañaban a través de mi percepción. Mis párpados se abrieron a un mar de caras borrosas. —¡Jayden, es cierto! ¡Ella está aquí! Ouch. Demasiado fuerte. —Todo el mundo atrás. Dale un poco de espacio. —El entrenador Slader se arrodilló a mi lado—. Te conseguiremos a la enfermera. Lentamente me puse en mis pies, pero me tambaleé cuando una oleada de náuseas me golpeó. Alguien me cogió y me cargó hacia la puerta. —Entrenador, soy bi… —No era el entrenador. Entrecerré los ojos—. ¿Te conozco? —Ciencia. El largo pelo negro se alejó de un hermoso rostro con oscuros y almendrados ojos marrones, hundidos con largas pestañas. Cincelados pómulos, mandíbula fuerte. Exótico. Y familiar. —No, bueno, sí, pero te conocí antes. ¿No? —Me lo dicen mucho —dijo en un tono plano. El entrenador Slader atrapado y seguido de cerca por un sendero de estudiantes curiosos todos tan sorprendidos como yo en este giro de los acontecimientos. El entrenador habló con una delicada voz, como si no quisiera asustar a un peligroso animal. —Jayden, ¿qué estás haciendo? —Ella necesita atención médica. —El chico no detuvo el paso. —Sí, pero… —Voy a llevarla a la enfermería. —Está bien, pero… —Ella está demasiado débil para caminar.

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Resoplé. —No lo estoy. Bájame. En un rápido movimiento el muchacho se detuvo, me dejó de pie y dio un paso atrás. Mis rodillas se doblaron y antes de que pudieras decir “Bob es tu tío”, me cogió de nuevo y siguió caminando. Un coro de risas estalló detrás de nosotros. —Ves —dijo. Puse mis brazos alrededor de su cuello y me callé.

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—Estamos en bloqueo. —La enfermera de la escuela se desprendió de sus guantes de látex—. El oso se ha ido. Solo significa que todo el mundo se quedara en el interior hasta que Control de Animales considere que es seguro. En su brillante oficina con olor a estéril, había limpiado mis heridas con eficiencia. Cortes menores y arañazos, las rodillas raspadas, y un corte en mi costado hecho por un trozo de corteza astillada. Me había dejado limpiarme, dado unos pantalones de chándal limpios y un cepillo para limpiar, de alguna manera, mi desagradable cabello estaba lleno de escombros. —Pediré que traigan el almuerzo. —No, voy a ir a la cafetería. Solo un leve tambaleo cuando me puse de pie. Dejé mis perneras enrolladas para mantener alejada la tela de mis rodillas. La policía de la moda podría multarme más tarde. —No deberías estar vagando sola. —Yo me encargo de ella. Las dos nos giramos sorprendidas hacia la puerta. —Bueno, tú eres quien la encontró, Jayden. —La enfermera empujó sus guantes al cubo de basura haciendo balancear la tapa y se mordió el labio—. Pero… —De verdad, estoy como nuevo. Puedo evaluar lesiones. Mi papá… —El médico de la gran ciudad. —sonrió ella—. He oído cosas buenas. Bien, pero tú —señaló a Jayden—, asegúrate de que llegue allí con seguridad. Y cualquier problema, tráela de vuelta. Jayden saludó pero no se movió cuando llegué a la puerta.

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—¿Realizó un análisis de sangre? —preguntó a la enfermera. Hice una pausa, insegura de haber escuchado correctamente. Su expresión era seria, y la de ella sorprendida. —No. —¿Ha comprobado alguna irregularidad con sus heridas? Ella lo miró con curiosidad. —Ella necesita comida. Si prefieres no cuidar de ella… Con su movimiento fluido, Jayden retrocedió y barrió un brazo galante. —Después de ti. Lo rocé pasando y caminé por el pasillo vacío como si supiera a dónde iba. No había una pista ya que no tenía el mapa y no habría importado si lo hacía, solo quería alejarme-de la burbuja-de mi escolta, pero detrás de mí las sandalias de Jayden aletearon a un ritmo constante. Después de girar una multitud de esquinas y terminar en ninguna parte, me enfrenté a él. Se detuvo con las manos en la espalda y alzó una mirada curiosa. —¿Un poco de ayuda? —le dije. —¿Con qué? Rodé los ojos. —Necesito ir a los vestuarios. —Empuje un mechón de mi cabello y levanté un pie—. Todavía tengo trozos secos de asquerosidad en mi cabello, sangre y mugre en mis zapatos, mis medias solían ser blancas, y no olvidemos que estoy cubierta de sudor. Apesto, estoy cansada y quiero limpiarme y ponerme mi propia ropa. ¿Entiendes? Su ceño fruncido. —Una solicitud errática pero no ilógica. Sin embargo, entendí que íbamos a la cafetería. —Oh. —Miré a mi alrededor—. ¿Me dirigía a la cafetería? —No, pero de todos modos no sabias a donde ibas. Comprensible, considerando que… —Entonces, ¿por qué no dijiste nada? Él me dio una mirada sin expresión. —No preguntaste. Busqué en su rostro por presumida condescendencia pero percibí nada más que sincera preocupación. Dame presunción y condescendencia. Podría explotar en presunción y condescendencia. Durante la vergüenza de ser llevada a través del campus, ignoré mi entorno, incluyendo al señor Galahad aquí. Ahora podía ver que parecía listo para Malibú y su relajada actitud añadía el efecto de chico-surfista. Alto y delgado, llevaba unos shorts largos color caqui, una camisa a cuadros abierta sobre una camiseta verde y sandalias azules. El pelo largo, casi

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púrpura en su negrura, colgaba recto y una brillante sesión de fotos un poco más allá de sus hombros. Yo lo espere para producir una tabla de surf y para que me llamara “Brah” en cualquier momento. Pero todas esas idiosincrasias no me asustan tanto como el hecho de que me recordó mucho a la persona que me había abordado ayer. Precioso y exótico. —¿Sientes náuseas? —preguntó Jayden. Y muy extraño. —Uhhh, no. —¿Débil, mareada? —Estoy bien. —¿Te gustan los osos? —¿Qué? —Osos. ¿Te gustan? —¿Eres una especie de lunático? —Parece que le gustas. Creo que te perseguía a ti. Bueno, tal vez no es un lunático. —¿Has notado algún olor inusual en las últimas veinticuatro horas? No importa. Este hombre era definitivamente un cortocircuito de algunos payasos de un circo. Me di la vuelta y me dirigí por el pasillo. —Solo llévame al gimnasio. El chancleteo se puso en marcha detrás. —Tal vez has notado algo aberrante… —¡Jayden! —Una voz lo interrumpió. Giré. Y vi doble. Bueno, no doble exactamente. Mi héroe vestido de cuero de ayer estaba junto a Jayden y la similitud entre los dos era monstruosa. —Matthias te está buscando —dijo el Sr. Exótico a Jayden. —Ella es Aurora —dijo Jayden. El chico asintió con la cabeza en mi dirección. —Me alegra verte en posición vertical. Jayden, necesitas a… —Aurora, mi hermano, Ayden. Momento de brillantes. Hermanos. Tenía sentido. Ayden esbozó una sonrisa distraída. Mi estómago se agitó. Secuelas del ataque del demonio o sobrecarga de feromonas de la presencia de Ayden, no podía estar segura. Llevaba la chaqueta de cuero otra vez. Se veía bien.

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Ayden tiró a su hermano del hombro. —Me quedo con Aurora en la cafetería y tú vas a reunirte con Matthias. Jayden se peinó el pelo hacia atrás. —Ella requiere un cambio de ropa. Estamos yendo al gimnasio. Un parpadeo de tensión fantasma atravesó los hermosos rasgos de Ayden. —Más tarde. Estoy seguro de que está muriendo de hambre después de toda su cosa del oso. Me quedo con ella, mientras tú… —No es necesario. —Jayden hizo un gesto con la mano—. Matthias puede esperar. —Parecía sensible al tiempo. —Los ojos de Ayden se ampliaron brevemente. —Entonces lo puedes ayudar. —Él necesita tu habilidad. Claramente hubo algún subtexto que Jayden y yo ausentamos. —Estoy seguro de que puedes demostrar lo adecuado —dijo Jayden. Pero al menos yo sabía que había un subtexto. —Él no quiere lo adecuado, él quiere… —¿Son gemelos? —Mi mirada rebotaba entre ellos dos. Ambos de pie en su metro con ochenta de estatura, con Ayden corpulento en comparación con la desgarbada figura de Jayden. Y Ayden llevaba la tensión de una herida carente en su hermano, como un coche en punto muerto, pero con el acelerador en el piso a la espera de un movimiento en marcha para enviarlo coleando por la vida. —Sí. Muy bien. —Asintió Jayden—. Pero no idénticos. Fraternales. Nos desarrollamos a partir de dos óvulos diferentes. Los gemelos idénticos se desarrollan a partir de la división de un óvulo y… —Lo sé —dije—. Tengo un par. —¿De óvulos? —dijo Jayden. Ayden cerró los ojos. Yo hubiera necesitado la maniobra de Heimlich si hubiera estado comiendo. —No. —Negué con la cabeza—. No, yo… —Porque tienes muchos más que dos —dijo Jayden en tono de conferencias—. De hecho, las niñas nacen con aproximadamente dos millones de óvulos que esperan pacientemente a la pubertad para… —Bueeeeno. —Ayden pasó un brazo alrededor de Jayden y le dio un duro apretón—. ¿Por qué no dejas algo para la clase de sexo, huh? —Levantó

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un dedo y plasmó una sonrisa—. Discúlpanos un minuto. —Arrastró a Jayden por el pasillo donde hablaban en susurros fuertes. Hice mi escape, ansiosa por deshacerme de los divertidos hermanos agricultores, tomando varias vueltas rápidas para conseguir un poco de distancia entre nosotros. Recordé a Jayden subir un tramo de escaleras cuando me llevó a la enfermería, así que bajé, y bajé un poco más. Con tantos giros, vueltas, túneles, pasillos y escaleras este lugar podría tragarse a un país pequeño y sin la sensación de saciedad. Me encontré a mí misma en las entrañas de la escuela, siguiendo un pasillo sin ventanas, mohoso y goteando con un borde incómodo. Seguí un olor a quemado de una escalera al final del pasillo. Voces y risas. Bien. Subí la escalera. Y me congelé.

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8 Traducido por Zafiro Corregido por Aimetz14

Jayden y su hermano empezaron bastante bien, dispersándose en las escaleras y aterrizando entre la joven escoria masculina de la humanidad esperando por mí. Bueno, no esperando. Se veían tan sorprendidos como yo, pero eso cambió rápidamente. La conversación se detuvo. Sus miradas se arrastraron sobre mi cuerpo. Depredadoras sonrisas se deslizaron por sus bocas, encontrando un terreno cómodo. El humo rizado de los cigarrillos. Los pantalones vaqueros, camisetas y sudaderas con capucha parecían lo suficientemente limpios, el aseo básico era evidente, pero la sensación de sordidez envolvía al grupo. Pude ver cinco, pero las voces venían del siguiente tramo de escaleras. Más caras surgieron sobre la pared anterior. Un par de “Oooohs” hicieron vibrar el aire antes de que un hombre de aspecto familiar, el matón que había pateado la pelota en E.F., levantara una mano. El silencio se instaló. —Hola. —No era el más grande, pero la autoridad del macho alfa se aferraba a él como colonia. Se alejó de la pared y encendió un cigarrillo, chocando a otro hombre que saltó hacia atrás, sacudió la ceniza ardiendo salpicándole la camisa. El Alfa no se dio cuenta. Demasiado ocupado partiendo en mi dirección. Oh, alegría. Empecé a bajar las escaleras pero, como una rata, uno de la comitiva se deslizó hacia abajo delante de mí para bloquear esa salida. Extendió la mano. Mi brazo se arqueó hacia arriba y dio un manotazo apartando su mano, que golpeó con fuerza contra la pared. Me miró. Me encogí de hombros en una vacía disculpa. —Supongo que no vamos a ser compinches —dije, sorprendentemente firme teniendo en cuenta el aumento de latidos de mi corazón. El Alfa negó con la cabeza al roedor, que se escabulló de vuelta.

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—No hay necesidad de salir corriendo —dijo el Alfa en voz baja diseñada para ponerme cómoda. No lo hizo—. Eres la chica nueva, ¿verdad? Deberíamos llegar a conocer unos a otros. Mejor. Tragué saliva y miré hacia mi muñeca, vacía de cualquier reloj. —Tal vez más tarde. En este momento tengo gente esperando en la cafetería. El Alfa siguió avanzando lento, sin prisa, dándome la clase de sonrisa que vi por última vez en un especial de Discovery Channel. Sobre cocodrilos. —Hummm. Estoy un poco hambriento. Pero estoy seguro de que puedes satisfacer mi apetito. Todo el mundo rió, menos yo. Sonreí, mi voz empalagosa. —Caramba, gracias, porque la bruta y oh tan sutil insinuación de un cubo de baba como tú, contribuye maravillosamente para mi, hasta ahora, fabuloso primer día. A juzgar por su expresión, no apreció el comentario. Mis fosas nasales se dilataron. El olor rancio del sudor y el tabaco, se congelaron con mi propio miedo, amenazando con ahogarme. Puntos de luz se desataron detrás de mis ojos. ¿Desmayarse? No es una buena idea. Piensa, Aurora. Con mi espalda contra la pared, evalué al Alfa a mi izquierda, la rata deslizante a mi derecha y tomé una respiración profunda. Podía manejar esto. Era rápida. Con suficiente ventaja, lo haría. El Alfa avanzó. Medí la distancia en la que una patada aterrizaría mi pie entre sus piernas. Al menos tendría la satisfacción de hacerle daño antes de escapar. O de que ellos se abalanzaran. Casi había llegado. Casi... Conmoción arriba. Un cuerpo saltó por encima de la barandilla. Un hombre en una chaqueta de cuero negro cayó de pie frente a mí. Como una bomba estallando, la percusión de su llegada echó hacia atrás al Alfa y su manada, pero se estabilizaron en su posición después del estallido inicial de sobresalto. —¿Ishida? —Frunció el ceño el Alfa—. ¿Qué demonios? —El lenguaje, Herman —reprendió Ayden y señaló a la pandilla del Alpha—. Tenemos damas presentes. Unos bufidos de protesta de las damas, pero el Alfa —bueno, Herman. Pero en serio, ¿Herman? ¿Quién le hace eso a un niño hoy en día? De todos modos, Herman sólo sonrió. Los sutiles movimientos de su cabeza indicaban que Ayden estaba vigilando a todos menos a mí. Irradiaba tensión enrollada cerca de la superficie listo para saltar. Nos superaban en número. ¿Por qué no estaba

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preocupada? Porque tanto como esos matones alardeaban, apostaría que la amenaza verdaderamente letal estaba justo en frente de mí. No era la única. —¿Qué pasa? —Cruzó los brazos Herman trabajando duro — demasiado duro— para lucir casual, y mantuvo la distancia—. Eres el Sr. Perfil Bajo. No confrontación. —Me gustaría que siga siendo así. Por lo tanto tú deberías. Otro incidente... y tú y tus novias son suspendidos. —Ayden hace una pausa—. De nuevo. Herman asintió. —Buen punto. —Señaló con la barbilla hacia mí—. Pero podría arriesgarme por eso. Es un caliente pedazo de… Varios chillidos de “Ou” lo interrumpieron. Los cigarrillos encendidos repentinamente estallaron en llamas, quemando las manos de los fumadores. Las colillas fueron arrojadas a un lado. Los tipos se chuparon los dedos. Herman rodó los ojos y sacudió la cabeza. —Está conmigo —dijo Ayden. Un poco a lo macho, pero si me saca de aquí...—. Sin molestar, Herman. Ella y yo preferimos estar solos. Entiendes. Un poco sórdido, pero... Herman asintió. —Eso tiene sentido, excepto por la parte donde tienes una chica. —Soltó una breve carcajada—. ¿Cuando sucedió eso? —Ella ha estado en la ciudad desde hace tiempo. Nos encontramos con el otro. ¿Qué puedo decir? —El hombro de Ayden gira en un encogimiento—. Ayer estábamos rodando por la hierba. Evité que mi mandíbula se caiga —apenas— pero no pudo detener al tsunami de sangre retumbando un infierno en mi cara. —¿Es así? —Herman levantó las cejas escéptico. —Pregúntaselo —dijo Ayden. Herman arrastró su mirada hacia mí. —¿Y bien? Calculé mis opciones. Fue matemática de jardín de niños. Apreté una tensa sonrisa y asentí, apenas teniendo tiempo de llorar mi reputación mientras era destrozada en tiras de zorra. ¿La prioridad? Salir ilesa. Matar Ayden podría venir en segundo. Herman deslizó su mirada sobre mi cuerpo, deteniéndose groseramente en varios lugares. La sonrisa de cocodrilo regresó. —Lo siento, pero no me gusta perder la oportunidad de una cosa buena. Varias cosas sucedieron a la vez. Un siseo desde lo alto y un orbe del tamaño de un balón de softbol en llamas volaron sobre la barandilla. El tipo

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que antes había intentado tocarme se abalanzó desde la derecha, Herman retrocedió, y otro muchacho corrió hacia abajo aterrizando a nuestra izquierda. Antes de que pudiera moverme, Ayden lo hizo. Dio un paso atrás, el cuerpo sujetándome contra la pared. Sacó su mano derecha con un ataque de víbora conectando con la garganta del chico roedor. El muchacho cayó al suelo. La mano de Ayden volvió a instalarse protectoramente en mi cadera. Esperó un latido mientras el otro chico arremetió hacia abajo desde la izquierda entonces pisó el empeine del tipo, atrapándolo. Los brazos sujetos rodando, cayó hacia delante sobre el pie atrapado. Ayden soltó el pie, agarró el hombro del chico y empujó. El impulso ayudó a catapultarlo por las escaleras, donde después de un salto mortal de frente en pleno vuelo, se estrelló contra su compañero que estaba agarrando la parte delantera de su cuello, con los ojos desorbitados. Sin mirar, Ayden levantó la mano izquierda y atrapó la masa en llamas cayendo. La sostuvo frente a él, firme mientras el paquete de cigarrillos se encendió, el fuego salpicando mi cara con calor. Cerró los dedos para aplastar las llamas, y luego arrugó los últimos trozos de restos carbonizados, la ceniza revoloteando al suelo, el olor a quemado flotando fuerte. Se quedó amartillado como un arma cargada con un gatillo muy sensible, pero Herman levantó una mano para detener la acción de sus muchachos. Silencio, a excepción de los chicos en el piso. Uno yacía acurrucado de lado, gimiendo. El otro hacía roncos ruidos de asfixia mientras se agarraba la garganta y se retorcía como si fuera un bicho medio aplastado. Todavía atascada contra la pared, noté que mis brazos estaban envueltos alrededor de la cintura de Ayden, mi mejilla contra su hombro. ¿Cuándo ocurrió eso? Probablemente debería dejarlo pasar. Ayden rozó su mano contra sus vaqueros para deshacerse de los restos de hollín y luego apoyó la tibia palma de su mano en mis manos con un tranquilizador apretón. Estaba muy consciente de su otro brazo corriendo a lo largo de mi costado, la palma de la mano abierta, los dedos presionando mi muslo. Sí, probablemente debería dejarlo pasar. Pero no lo hice. La frente de Herman se arrugó mientras observaba a sus camaradas heridos. —Jesús, Ishida, ¿vas a matarlos también? —Van a estar bien. Herman cruzó los brazos. —Bueno, perdona mi escepticismo. No serían los primeros tipos muertos por tu culpa.

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La tensión palpitaba por el cuerpo de Ayden. Sus dedos se clavaron en mi muslo. Me preparé para más violencia, pero el momento pasó. Sus músculos se aflojaron poco a poco. —Si crees que soy tan peligroso, entonces es mejor que nos dejes salir de aquí. Ahora. —Ayden dejó flotar la amenaza. El chico roedor consiguió sentarse y encontrar ocasionalmente el aliento para lanzarnos sugerencias anatómicas, que no estaba siquiera segura de que eran físicamente posibles. El otro tipo sólo llegó hasta sentarse. Herman me lanzó una mirada. —¿Qué es tan especial acerca de ella de todos modos? Ayden no lo dudó. —Como he dicho, está conmigo. Después de unos momentos sin señal y mirando, Herman dijo—: Demuéstralo. Ayden miró fijamente a Herman. El Alfa lentamente enarcó las cejas y sonrió. Ayden no lo hizo. —Herman. —El tono de Ayden volvió pétreo—. Voy a hacer todo lo posible para sacarla de aquí. Ilesa. Ahora, puedes salir de mi camino o... El aumento de la testosterona obstruía el aire, produciendo en un feo y violento brebaje. Súper. Simplemente genial. —Oh, por el amor de Dios. —Agarré la chaqueta de Ayden, le di un tirón volteándolo y planté mis labios contra los suyos. Ayden se congeló. Pero no por mucho tiempo. Con suave gracia y depredadora velocidad deslizó una cálida mano a través de la piel expuesta de mi clavícula, bajo el cabello, ahuecando mi cuello mientras el otro brazo rodeaba mi cintura, y se movía dentro de mí. Sus dedos se apretaron contra mi región lumbar, presionando mis caderas más cerca. Mi cuerpo se puso rígido. No podía formar un pensamiento coherente. Esto no era parte del plan. Una idea que involucraba empujarlo brillaba bajo la superficie, pero... el beso —que rápidamente estaba volviéndose mucho más real que el falso rápido que tenía en mente— hizo cortocircuito esa pizca de sentido común y desató una marea creciente de cálidas y agradables sensaciones que ondulaban desde dentro. Los brazos de Ayden me atraparon firmemente contra la longitud de su duro cuerpo. Mis ojos se cerraron. Sin consultar con mi cerebro, mi cuerpo respondió. Una mano se deslizó alrededor de su cuello, con los dedos entrelazados en su sedoso pelo. La otra se movió alrededor de su espalda para

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acariciar y explorar los contornos sin fin de músculo enrollados bajo mi tacto. Mis labios se suavizaron, cediendo al hambriento toma y daca de su boca en la mía. Su mano, lenta y ligera como una pluma, trazaba escalofríos por mi cuello, su pulgar haciendo cosquillas en el hueco en la base de mi garganta. Mi brillante plan para concluir una pelea cargada de testosterona había desatado toda una nueva serie de hormonas. Y ahora me encontraba en medio de ello. Una vaga idea de liberarse fue tragada por una avalancha de intenso calor y el deseo extinguió todas las emociones en conflicto. Mi cuerpo anhelaba el contacto. Como vidrio fundido, me moldeé a él. El rugido en mis oídos ensordecía cualquier ruido circundante. Me puse de puntillas y reajustar mi puño tratando de disminuir la ya completa falta de espacio entre nosotros. El toque de Ayden enviaba... a un montón de partes del cuerpo hormigueo y calor. Muy caliente. Con promesas de placeres que ni siquiera sabía que existían. Mi estómago vacío continuación se llenó con un lento dolor febril que se deslizaba hacia arriba de mis muslos y se enroscó en mi bajo vientre. Un nudo en mi interior hizo difícil respirar, pero no me importaba siempre y cuando pudiera seguir coronando esta deliciosa ola. No sabía exactamente a dónde me llevaba, pero estaba feliz de sobrellevarlo. No quería que se detuviera. Nunca. Pero lo hizo. Ayden se apartó. Abrí los ojos, tratando de recordar cómo respirar y encontré su mirada ardiendo, intensa, intimidante. ¿Deseando? No estaba segura. Sus ojos brillaban con una misteriosa luz ámbar pero cuando traté de enfocar, la luz desapareció. Mis dedos seguían enredados en su pelo, las sensaciones todavía altas, me quedé mirando su boca llena e invitante. La necesitaba de nuevo en la mía. Una sonrisa de satisfacción retorció las esquinas de los labios de Ayden mientras su cabeza bajaba. Mi pulso se encendió con la anticipación de su tacto. Contra algunos graves instintos primarios, me alejé y en un aturdido esfuerzo volví a la cordura a través de un pantano desconocido de sensualidad. Ayden bajó la cabeza y trazó sus labios por mi mandíbula enviando fuego a mis terminaciones nerviosas. —Creo que se lo creyeron. —Su voz ronca, su aliento cosquilleando suavemente contra mi piel—. Sé que yo lo hice.

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Me giré para hacer frente a Herman, encajando un sólido codo en el estómago de Ayden en el proceso, y me permití una breve sonrisa a su gruñido.

—¿Es eso suficiente? —Hice una mueca—. Porque no es tan buen besador como cree que es, y creo podría utilizar seriamente una pastilla de menta. El resto de los chicos aulló de risa, pero Herman sólo me dirigió una sombría, casi triste sonrisa. Luego asintió y nos despidió con la mano. Agarré la mano de Ayden y nos arrastramos fuera, empujando más allá de los chicos de Herman con lo que esperaba fuera montones de arrogante indignación. Hasta que me tropecé. Ayden lanzó un brazo alrededor de mi cintura. La herida de mi costado dolía por el contacto, pero no me resistí. Necesitaba el apoyo. Todavía estaba débil, inestable. Y no era por el ataque del demonio, o Herman y sus secuaces.

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9 Traducido por val_17 Corregido por Aimetz14

Después de un par de vuelos Ayden insistió en que me sentara. Buena idea puesto que estaba mareada y adolorida, pero los pasillos estaban desiertos y no quería estar a solas con él. Avergonzada. Torpe. Incómoda. Auto-consciente. Y esa sólo era una breve lista de los sentimientos girando en mi marea de emociones. —¿No podrías esperar? Levanté la vista ante su tono agravado. —¿Qué? Ayden negó con la cabeza y apretó la mandíbula. —¿Tuviste que ir a deambular? Te dije que esperaras. Ahora tengo todo este lío que enfrentar con Herman. —Oh, lo siento. Me perdí el memo donde dice que recibo órdenes de un hombre-quiero-ser que ni siquiera conozco. Y no tienes que hacer frente a cualquier cosa. Hubiera estado bien sin ti. —Wow, sonó como si me lo creyera. Levantó una ceja y entrelazó los dedos por detrás de su cabeza. Con decisión abrió su chaqueta de cuero y la camiseta que se extendía sobre su torso podía atestiguar personalmente lo que era estar en condiciones increíbles. —¿En serio? —Enjabonó esas palabra con sarcasmo—. Tengo curiosidad. ¿Cuál era el plan? Bueno, patear a Herman entre las piernas y correr no suena tan impresionante comparado con el señor movimientos ninjas aquí. —Bueno, puedo asegurar que no incluía hacerme la ramera de la ciudad en mi primer día de escuela, muchas gracias. —¿Acabas de decir “ramera”? —Sólo un hombre podría venir con un plan tan brillantemente estúpido. —Crucé los brazos y rodé los ojos—. Y apuesto a que estás tan orgulloso de ti mismo. Haciendo tu entrada triunfal. Luego me atacaste. Poco héroe.

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Ayden resopló. —De hecho, lo soy. Mi gran entrada salvó tu pellejo. Y si mal no recuerdo, tú me atacaste a mí, labios azucarados. —Tú… tú me tendiste una trampa. Te aprovechaste de la situación. —¿Yo? —Se pasó una mano por el pelo y escupió varias cosas incomprensibles hasta que finalmente encontró apoyo—. ¿Yo tome ventaja? Tú estrellaste tus labios en los míos. Sin ser invitada, debo decir. Así que en realidad, estaba apoyando tu descabellado plan. Haciéndolo lo mejor que pude para que la farsa pareciera auténtica. Ouch. No podía detener la oleada de calor en mi cara y que se quedó a cubrir mi humillación. —Como si tuviera una elección. Hubiera preferido una salida menos repugnante, pero… —tomé una respiración profunda—, nos sacó de allí. — Froté nada de mi camisa solo para no mirarlo—. Así que gracias por tu escasa ayuda y vamos a olvidar todo este incidente ridículo como si nunca hubiera pasado. Adiós. —Me alejé. —Aurora. —Casi me lo podía imaginar rodando los ojos. Sacudí una mano sobre el hombro en una desdeñosa onda mientras pisoteaba por el pasillo. Después de girar algunas esquinas, encontré un callejón sin salida, volví hacia atrás y casi tropecé con Ayden que estaba apoyado en la pared con un aire de exasperante indiferencia. —¿Estas perdida? —¡No! —resoplé e intenté con otra ruta. Un pesado suspiro y cadenas sacudidas que colgaban en sus pantalones se hicieron eco detrás de mí. Aceleré. —Tienes que estar bromeando. Aurora. Espera. —Unos cuantos pasos rápidos y él me cerraba el paso—. Enfrenta los hechos. Estás perdida. Necesitas un guía. Soy tu única opción. Llamaremos una tregua por lo que puedes dejar de ser terca y seguirme. Además, tú misma lo has dicho. —Puso un nudillo debajo de mi barbilla y levantó mi cara para mirarlo a los ojos marrones que bailaban con alegría—. Me veo caliente de esmoquin. E irresistible. Lance su mano a un lado de un manotazo y volví la cabeza. Mis dedos se acercaron debajo de mi nariz para rascarme imaginariamente con el fin de ocultar el temblor traicionero en la esquina de mi boca. —Nunca dije… —Mira, ¿qué te dije? —dijo, triunfante—. Estás sonriendo. —No lo estoy.

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—Bien, la llamaremos una sonrisa lasciva. Pero no soy tan fácil. Vas a tener que invitarme a cenar antes de dejar tu lengua danzar en mi garganta otra vez. —¿¡Qué!? ¡No lo hice!... —¿Cierto? —Y no me refiero a tus manos vagando por todas partes. Eres como un pulpo. Honestamente, me siento violado. Casi me ahogo un poquito con el impulso de la negación, pero su risa desinflo mi frenesí. —No es gracioso. —Vamos. Fue un poco gracioso. —Sacudió la cabeza, sus hombros todavía temblando de risa a mi costa, su sonrisa maliciosa—. Deberías haber visto tu cara. —Eres un idiota. —Mi voz había perdido su ventaja. Cualquier indignación murió justo en el momento que mostró esa sonrisa pirata. ¿Coincidencia? Eso esperaba. —Tomo nota. Ahora. —Giró su dedo para indicar un cambio de actitud—. Vamos. Voy a ser un perfecto caballero, y te llevaré directamente al gimnasio. Palabra de explorador. —Puso dos dedos juntos, luego hizo un guiño—. Siempre y cuando puedas mantener tus manos fuera de mí. Le di una mirada fulminante de reojo. —Simplemente no vas a dejar eso atrás, verdad. —No puedo pensar en por qué no debería. —Algo me dice que nunca fuiste un niño explorador. Se inclinó hacia delante. —Confía en mí. Podría sorprenderte. —Dudoso —murmuré, luego miré a su alrededor en los pasillos vacíos, desconocidos y golpeé las manos contra los costados por la frustración—. ¿Dónde está todo el mundo? ¿Y por qué este lugar es tan grande? ¿Y reunido como un laberinto de un manicomio? —Estamos encerrados, ¿recuerdas? Los estudiantes se ponen en cuarentena en la cafetería o quedan atrapados en clase. Además, estamos en la parte libre del edificio. Puso una mano en la parte baja de mi espalda y me guió hacia adelante. Una vez que nos dirigimos por el pasillo, soltó el contacto. Sentí una punzada de decepción y ganas de estrangular a mi subconsciente por traicionar a mi sentido común. —Y esto solía ser un manicomio. Mi cabeza se sacudió en su dirección. Tenía una sonrisa de satisfacción.

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Sonreí con suficiencia. —Te estás metiendo conmigo de nuevo. —Es tentador meterse contigo. Otra vez. —Me dirigió una mirada de soslayo que puso mis mejillas escarlatas—. Es cierto. —Sus brazos extendieron un gran arco en el amplio espacio—. Tiene más de un siglo el valor de la oscura historia. Recuérdame contarte acerca de esto en algún momento. —No estoy segura de si esto es genial o espeluznante. Tal vez los fantasmas de pasados locos todavía acechaban en los pasillos, su locura infectando las mismas paredes que nos rodean y descargando en nuestros cuerpos. Eso podría explicar por qué me sentía como si estuviera perdiendo la cabeza.

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Estábamos al final del pasillo del vestuario de chicas cuando vi el hada. Ésta no podía decidir si estaba azul o verde mientras su cuerpo brillaba, las alas, y el caleidoscopio de polvo entre los tonos. Ella flotaba fuera de la puerta, haciendo una rápida espiral y desapareció a través de la pared. ¿Estaba la escuela infestada con estas cosas? —Mira. —Ayden me agarró del brazo y me dio vuelta hacia él, con una expresión personificada de arrepentimiento—. Fui grosero. —Hizo una reverencia rápida con la cabeza—. Pido disculpas. Mi mirada se desvió hacia un lado. Era más fácil tratar con un idiota. Su agarre en mi codo no aflojo. —Duro primer día, ¿eh? Mi risa salió como un gruñido gutural. Con clase. La tierra no prestó atención a mi petición de tragarme por lo que tenía algo que decir. —Sí, bueno, podría ser peor. —¿Cómo? Miré hacia arriba. Gran error. Tenía esa cosa media sonrisa, rezumaba encanto, y lo único que podía pensar era en ese beso. Sabía que era sólo una reacción física intensificada por la descarga de adrenalina en un momento lleno de amenazas y violencia, pero aun así... me afectó. Me estremecí con un respiro. —Cierto. Realmente tengo que cambiarme. Así que… —Levanté el brazo que sostenía. Echó un vistazo a la puerta del vestuario, pero no me soltó. —¿Cómo está tu padre con el hospital? Señalé con el pulgar por encima de mi hombro y me deslicé hacia atrás. —Tengo que cambiarme.

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Empezó a decir algo, pero me soltó y salí corriendo por la puerta. Una vez dentro, me apoyé en la pared. ¿Podría empeorar este día? El hada revoloteó fuera de una fila de armarios, gritó cuando me vio y pasó zumbando hacia fuera gritando—: ¡Ella ya viene! Parecía que acaba de hacerlo. Un pensamiento feo cruzó por mi mente. Me dirigí a mi casillero, tomando velocidad con la idea que burbujeaba y supuraba pus. Patiné alrededor de la esquina en mi fila y… —Hola, Aurora. —Jayden detuvo mi frenético intento de meter las cosas en mi casillero abierto. No estaba solo, pero no reconocí al otro criminal. Era un poco más corto que los gemelos, pero más alto que yo, robusto y sólido, con cabello caoba oscuro que caía en ondas brillantes y suaves, y terminaba en rizos en su cuello. Usaba un montón de negro que acentuaba sus ojos de azul hielo tan pálido que se sentaban a horcajadas sobre la frontera gris. Lleno de sorpresa primero, su expresión rápidamente se desplomo en ira. Pero no a mí. —Oh, esto es simplemente genial —gruñó—. ¿No puede alguien hacer nada bien hoy mismo, compañero? —Su acento formaba un trabalenguas de diptongos. “Mismo” salía como “mesmo” y lo cerraba con un “amigo”. Australiano3. —¿Encontraste algo que te guste? —Sonreí—. Si no te puedes pasar por la casa más tarde y asaltar el armario. Jayden asintió. —Entiendo que esto parece incriminatorio. —¿Eso crees? —Sí, lo sé —dijo Jayden con calma. El sarcasmo no era el punto fuerte del genio. Australia dijo—: Cierra la boca. —Todo fue negro. La oscuridad del tipo tienes-que-parpadear-para-asegurarte-de-que-tus-ojos-están-abiertos. Se produjeron algunos estruendos, pasos apresurados, un puñado de murmullos incomprensibles, luego las luces restauradas. Me aseguré de que estaba sola antes de comprobar los daños. Cuando me di cuenta de lo que faltaba y mi mente hizo clic poniendo todas las cosas en su lugar, no sabía si estaba más furiosa o asustada. 3

Se refiere al “trabalenguas de diptongos” por cómo se pronuncian las palabras en inglés. En

inglés está dado por cómo suena una vocal cuando es “larga” o “corta”. Se refiere a que pronuncia "Today" como "to-die" y lo combina con "mate" (que es una palabra con vocal larga en la A).

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10 Traducido por BeaG Corregido por Vericity

La adrenalina parecía alimentar mi sentido de orientación, porque llegué a la cafetería sin ayuda. El espacio abarrotado retumbó con animadas conversaciones, sobretodo sobre el “oso”. Recorrí la extensa habitación viendo los colosales arcos, las columnas gruesas que aumentaban de tamaño en el techo tallado, y suficiente piedra y hierro para construir un rascacielos. Alguien había mencionado que este era uno de los grandes salones de bailes. Y grande era. Me podía imaginar la sala llena de mesas largas de madera, llenas del fino tintineo de vajillas chinas contra la reluciente cubertería, copas grandes, bandejas de comida gourmet, y copas de cristal con burbujeante champán, todo a la resplandeciente luz de velas románticas. Pero la edición estándar de una cafetería de secundaria todo en uno y de mesas de plástico y metal de picnic realmente salpicaban la escena. Vi al grupo al que estaba buscando a través de las grandes puertas de cristal con arcos cubiertos en volutas de hierro de encaje. Estaba una gran terraza donde habían mesas alargadas rodeadas por sillas con sombrillas brotando en el centro. Cuando llegué a las puertas, los estudiantes estaban entrando así que me deslicé entre ellos y hacia el patio sin ser notada por los únicos ocupantes que quedaban. —Logan, amigo, pensé que lo tenías —dijo Gigantor al pequeño chico albino que tenía habilidades de conducción impresionantes. —Tú estabas cerca. —Asintió Tristan—. Y el daño ya estaba hecho. Me moví antes de perder los nervios y me dejé caer en una dura silla. —¡Hola, bebé! —La sonrisa de Grandote brilló desde el otro lado de la mesa—. Sabía que no te podías mantener alejada. Mi magnetismo animal. Estoy contento de ver que no te resististe. Le dije sin expresión—: Guau. Estoy gorgojeando, eres un gran Casanova guapo, tú. Él sonrió y le dio un codazo a sus amigos. —Ella piensa que soy guapo. —Pienso que eres un idiota.

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Gigantor se echó hacia atrás. —Guau, bebé, me gusta una mujer ardiente, pero ¿qué pasa con la hostilidad? —¿Quién de ustedes me golpeó en la cabeza? —¿Qué? —Todos lucían confundidos. Me incliné sobre la mesa. —En el estacionamiento cuando el oso atacó. Las cabeza de Gigantor y Albino se movieron hacia Tristan quien puso sus manos arribas en súplica. —No tengo idea. —¿En serio? ¿Entonces quién me dejó en el gimnasio? Y su amigo, Jayden, ¿simplemente me encuentra y me lleva a la enfermería? Por favor. Luego Herman y sus matones justamente me atacan a mí y Ayden simplemente me salva y paseamos toda la escuela ¿comprando tiempo para que Jayden y Australia revisen mi armario y roben mis joyas? Jayden y su amigo habían tomado mis cadenas, brazaletes y cruz. La única cosa que tenía para protegerme de un demonio era esta estúpida franela de gárgola, la cual, añadiéndolo al resto de mi día estelar me hacía ver gorda. La frente de Tristan se frunció rápidamente y sus pecas se crisparon. — ¿Herman te atacó? —¿Desde cuándo Ayden consigue salvar a la chica? —dijo Gigantor—. Ese es mi trabajo. Albino sonrió. —¿Desde cuándo tú has salvado a alguna chica? —No ha pasado antes, pero claramente, sería mi trabajo. Soy el guapo aquí. —Me señaló—. Hasta ella lo dijo. ¡Ja! —Su puño juguetón en el hombro del Albino hizo que se sacudiera en su silla. —Ustedes chicos son increíbles. —Sacudí mi cabeza y tiré de nuevo contra el espaldar de la inquebrantable silla. Las patas delanteras quedaron en el aire, y el asiento amenazó con irse hacia atrás. Busqué sostenerme de la mesa. Moviéndose rápido, Gigantor me dio una mano carnosa que tragó la mía. Me jaló a mí y a mi silla a tierra firme. Él sacudió mi mano, su cabeza haciendo una rápida reverencia. —Blake, mi dama, su caballero en brillante armadura. —Guiñó un ojo—. No puedo dejar que Ayden tenga toda la diversión. Tristan frunció el ceño. —Conoce a Aurora. Mi nueva vecina. —Oh, nos hemos conocido. —Blake dejó ir mi mano que parecía picar con alfileres y agujas. La flexioné un par de veces para ayudar al flujo de sangre volver—. Ella es mi nueva acosadora. Y este es Logan. —Blake golpeó a Albino en la espalda.

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Vaqueros y zapatillas de deporte eran lo único normal en el atuendo de Logan. La mayoría de los chicos de secundaria no vestían camisas blancas de vestir, chaqueta oscura y chaleco a juego de botones con una corbata de diseñador. Tal vez era pequeño en estatura, pero era grande en estilo. Un chico regular en un cartel del “GQ Va a la Secundaria4”. Él no me miró. —Impresionante conducción. ¿Cómo está tu carro? Logan se concentró en enderezar los puños de su camisa, pero capté su sonrisa satisfecha y se había sonrojado. —No sé de qué estás hablando. Esto no me estaba llevando a ninguna parte. Si ellos me habían pegado en la cabeza y me habían dejado en el gimnasio no iban a admitirlo. Frustrada, empujé mi silla hacia atrás. El roce hizo vibrar mi columna vertebral y forzó de nuevo a la vida el dolor en mi costado. Una cinta de inquietud se apretó de nuevo en mi pecho cuando escuché una voz suave que dijo—: Ustedes no van a creer esto. —Ayden salió a la vista. Perfecto. Al verme, murmuró—: Ah, mierda. —Y se retiró. Antes de que me diera cuenta de lo que estaba haciendo, salté de mi silla, y tomé dos puñados de suave y flexible chaqueta de cuero, y lo jalé hacia mí, nuestros rostros a un suspiro de distancia. Pero no estaba de humor para un beso. Ayden se puso rígido como una roca y en una voz lo suficientemente fría como para licuar nitrógeno dijo—: Manos fuera. —Me engañaste. Los ojos de Ayden estaban enojados, oscuros como el chocolate amargo. —Te salvé. Su intensidad me intimidó pero no me inmuté. Si bien no sabía cuando había sido el momento exacto en el que había llegado al final de mi cuerda, los extremos pelados estaban claramente en mis manos ahora. Apreté mis manos en su chaqueta, ignorando la cercanía de su cuerpo, y en su lugar, me concentré en el sentimiento de la traición. —No, me distrajiste para que tus amigos pudieran robar mis cosas. Me engañaste y no me gusta. Quiero mis cosas de vuelta. Él arqueó una ceja. Yo quería arquear una también pero de entre los dos, solo el Gorgeous George5 poseía ese genial talento. 4

GQ Va a la Secundaria: revista masculina.

5

Gorgeous George: fue un antiguo luchador libre, era conocido por su flamante y carismática

personalidad.

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—Bien. —Su mirada se atornilló en la mía y su voz ronca se deslizó sobre mi espalda como un jarabe caliente—. Jugué contigo. Como un violín. Pero tu golpeaste la primera nota. Yo acabo de terminar la canción. Una que terminó gustándote bastante. Y eso te pone furiosa pero no cambia el hecho de que te encantaría que lo hiciera otra vez. —La punta de sus dedos hicieron una lenta caricia en mi mejilla—. Y otra más. Así que, ¿qué con eso Aurora? ¿Debería tocarte6 de nuevo? Sus labios se movieron más cerca hacia los míos. La pregunta colgaba como una amenaza pesada y peligrosa en la cinta de aire entre nosotros. Una red de hormigueos irradiaba de su toque en mi piel, dándome placer justo debajo de la piel. Mi pecho se apretó y mi abdomen se retorció en abrasadores nudos. Me acordé de sus dedos en mi cabello, la sensación de su piel bajo mis dedos, su duro cuerpo contra el mío. Blake dijo—: De acuerdo, siento como que necesito una ducha. ¿Alguien más está viendo esto? Definitivamente voy a ser yo a salvar a la chica la próxima vez. Ayden y yo estábamos atrapados en un agujero de emoción volátil. Ninguno de nosotros moviéndose o echándose hacia atrás. Si siquiera respiraba nuestros labios harían contacto una vez más. Así que apreté los puños y… —Cálmen… ¡Ay! —Jayden se había puesto entre nosotros justo cuando estampé mi rodilla en lo que debió haber sido la… área del paquete personal de Ayden. O como papá lo llamaba cuando daba clases de defensa propia “el dulce punto”. Jayden se dobló, haciendo una mueca de dolor. —No esperaba — jadeó—, una respuesta tan destemplada. —Manejó un duro aunque apreciativo asentimiento a mi dirección—. Bravo. Los genitales masculinos son excesivamente sensibles. Y susceptibles a… —!Tú! —Señalé con un dedo acusador Jayden. Él no era mi blanco, pero me consolé con el hecho de que él no se lo merecía menos—. Estabas metido en todo esto. Jayden balanceó su oscuro cabello atrás sobre sus hombros e hizo un gesto consolador con la mano. —Espera.

6

El verbo play en inglés significa engañar y también tocar un instrumento.

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Escuché un “bien” que rimaba con “miel “ y el señor De Abajo apareció en la periferia de nuestro grupo cada vez mayor, mis joyas colgando de sus dedos. Era como si estos chicos simplemente se materializaran. —Así que la chica tiene cruces… —Sus pálidos ojos registraron mi presencia y al instante se nublaron por la tormenta que se avecinaba—. ¿Qué demonios? Tenía que amar el encantador efecto que tenía sobre los chicos. Me abalancé sobre las baratijas que tenía en sus manos. 56

11 Traducido SOS por Zafiro Corregido por Dara.Nicole18

Habría arrancado el brillante metal de sus mugrientos dedos excepto porque fui arrastrada hacia atrás. El brazo de Ayden estaba envuelto alrededor de mis costillas por encima del corte en mi costado, pero luchar era doloroso. Me relajé. Su agarre se aflojó, pero su cuerpo permaneció burlándose. —Déjalo pasar —susurró en mi oído. Entonces dijo más fuerte—: Tristán. Todo el mundo estaba de pie. Tristán se puso delante de mí, apartó unos cuantos mechones rubios de su ansioso rostro, y se lamió los labios. —Aurora, por favor, cálmate. Estás exagerando. —Oh, eso es gracioso. —Cargué mi voz con amargo sarcasmo. Una sonrisa tartamudeó en las comisuras de la boca de Tristán. — Déjame explicar. El problema reunió repentina tensión en los chicos. Australia lanzó una advertencia. —Cuidado, amigo. Mi vecino le ondeó la mano. —Matthias —dijo a Australia—, sé lo que estoy haciendo. —Cabeceó hacia Ayden para que me liberara. Lo fulminé, pero fui distraída por ver los plateados anillos de amatista girando en torno a las pupilas de Tristan, expandiéndose hacia el borde del iris, cambiando de color tal como la noche anterior. Cielos, estaba empezando a creer que estos chicos no eran normales. Entonces, al igual que ayer por la noche y más temprano en el aparcamiento, el dolor rompió a través de la parte posterior de mi cabeza. Sólo que esta vez fue mucho peor. Mis manos acunaron mi cuero cabelludo. —¿Qué de…? —Retrocedí, pero mi visión, ya borrosa, me costó mi equilibrio. Me estrellé contra el muro de piedra, se deslizándome por la áspera superficie en cámara lenta, mis piernas con la consistencia de gelatina. Me quedé ahí, respirando pesadamente, avergonzada por sus miradas, pero no confiaba en mí misma para pararme. Me instalé para mirarlos.

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Desee haber practicado en el espejo para poder estar segura de un efecto amenazante que transmitiera la mayor cantidad de cosas poco caritativas como podía pensar, y esperé que mis ojos emularan a un espectáculo de fuegos artificiales del cuatro de julio. Australia levantó una mano para bloquear el movimiento de Tristan en mi dirección. Blake murmuró algo. Australia negó con la cabeza. El zumbido en mis oídos dio paso a voces apagadas y bandejas golpeando. El mundo fluyó de nuevo enfocado. El rostro de Jayden estaba repentinamente cerca del mío porque a pesar de las protestas Australia, se había puesto en cuclillas delante de mí. No tenía la fuerza para detener a sus frías manos de enmarcar mi cara y moverse hacia delante y atrás, su concentración me recuerda a mi padre. Un pulgar levantó mi párpado. Definitivamente como papá. Me aparté y golpeé mi cabeza contra la pared. —Ay. Silencio, Jayden tiró mi cabeza hacia abajo para inspeccionar la nueva lesión, frotando sus dedos a lo largo de la parte posterior de mi cráneo hasta la nuca. —Sus pupilas son sensibles y la contusión es leve. No está claro si su condición es… Como si se movieran a través de fango, mis manos, finalmente, lo apartaron, pero sentí un pinchazo en mi cuero cabelludo. Jayden estudió los mechones de pelo que había arrancado de mi cabeza. —¡Jayden! —Uno de ellos regañó. —No estoy seguro de que los que adquirí antes tenían suficientes raíces. Mi cabeza aún difusa, esperaba no haberle oído bien. Miré a Australia y mantuve mi tono razonable. —No quiero problemas. Sólo mis cosas. Australia giró hacia Tristan. —¿Qué estás tirando de aquí? ¿No hay suficiente energía? —No tengo idea. —Se encogió de hombros Tristan. —Bueno, ya he tenido suficiente de esto, amigo. No podría estar más de acuerdo. Estaba agotada, me dolía la cabeza de nuevo, vomitar no estaba fuera de cuestión, y mi primer día en la escuela iba tan exitoso como el Waterloo de Napoleón7. 7

Batalla de Waterloo combate librado entre el ejército francés comandado por el emperador

Napoleón Bonaparte frente a las tropas británicas, holandesas y alemanas.

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Puse tanto filo en mi voz como fui capaz, lo que no era mucho. —Dame las joyas. Australia se volvió hacia mí. Con un poco de seriedad, cruzó los brazos sobre el pecho. —¿O qué? Exhalé una respiración profunda. —O te vas a arrepentir. La risa se produjo. ¿Quién podría culparlos? Realmente necesitaba trabajar en mejores réplicas. Bien. Con un concentrado esfuerzo, me puse de pie sin vomitar y marché —bueno, era más arrastrar los pies— a pararme frente a Australia. —Tú. —Clavé un dedo en su pecho sólido y desafié su mirada glacial—. Deberías estar avergonzado de ti. —Las luces del techo parpadearon cuando clavé mi dedo contra la tela sedosa, aunque estaba seguro de que el esfuerzo me dolía más de lo que a él. El muchacho era macizo—. ¿Qué pensaría tu madre? ¿Estaría orgullosa de saber que crió un ladrón? —¿No están todos los matones asustados de sus madres? Él no se movió, pero juro que el aire a su alrededor se agitó con tanta tensión que alborotó mi pelo. Ayden fue el primero en moverse hacia nosotros, pero Australia levantó la mano. —Tengo esto. —Sus ojos cambiaron a gris como si cualquier vida que poseían simplemente se redujo a cenizas. Sus pupilas se expandieron y comenzaron a tragarse lo poco de color que quedaba. Fantástico. Ahora todos los ojos estaban cambiando de color aquí mismo a la vez que trataban de matarme. Envolvió una fría mano alrededor de la mía, el detener su empuje posiblemente aplastante unos cuantos huesos, aunque no podía estar segura porque mi mano se entumeció. En un tono aserrado y lo suficientemente afilado para destripar el poco valor que me quedaba, dijo—: Ahora pon atención. Me preparé con un tembloroso trago. —No, tú… —Haciendo amigos ya veo. —Luna enganchó su brazo con el mío y pretendió alejarme de los crecientes niveles de testosterona. Por desgracia, el australiano no estaba dejándome ir. Luna se aferró a mi lado a pesar de la mirada asesina que él deslizó en su dirección. Traté de alejarme. Luna pisoteó su pie. Australia nos dio una sonrisa de arsénico y sólo aumentó la presión. Entumecimiento se filtraba hasta mi muñeca. Ayden puso una mano alrededor del bícep de él y después de unos segundos Australia se estremeció, liberándome con un gruñido.

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Luna me arrastró, el olor a fósforo quemado persistiendo. Sin una mirada, los chicos volvieron las espaldas y se agazaparon en torno a su mesa para lo que parecía ser una muy intensa discusión. Parpadeé para aclarar mi enfoque, froté la muñeca y flexioné mi mano, un poco sorprendida de poder hacerlo dado el hecho de que aún no tenía la sensación de que volvía. Luna nos serpenteaba a través de la cafetería. —No hay nada como un estelar primer día de clases. He oído sobre el oso. ¿Estás bien? —Bien. —Mamá y papá van a enloquecer. Pero, oye, no luzcas tan triste. —Me apretó el brazo—. Encontraste tus enanos. —¿Mis qué? —A pesar de que no parecen demasiado entusiasmados por la reunión. —Espera, no se supone que estés aquí. Tienes un período de almuerzo diferente. Luna sonrió. —Lo sé. Tengo una nueva amiga. Sabe cómo funciona el sistema. Tenemos un doble almuerzo. —Le di una mirada fulminante—. No, te gustará. —Luna se detuvo frente a una mesa—. Conoce a Danica. No me extraña que se hubieran unido. Caí en un asiento. —¿También eres gótica? La chica con los labios pintados de oscuro contra la piel fantasmalmente blanca negó con la cabeza. —No, sólo hago esto para irritar a mis pilar-de-lacomunidad padres. —Se encogió de hombros—. No estoy de verdad en el negocio, a diferencia de tus Chicos Malditos. —Lanzó un guiño hacia la mesa de los chicos. —¿Chicos Malditos? —Esbozó una sonrisa—. ¿Tienen un club? ¿Por qué son míos? Luna se sentó frente a mí. —Son tus enanos —Se inclinó sobre la mesa y comenzó marcando hechos en sus dedos—. Blake tiene un rancho para turistas, granja, lo que sea. Los gemelos con la sexy mamá hawaiana son Ayden y Jayden. Los tres, junto con Tristán y Logan, crecieron aquí y han sido amigos siempre. Te lo digo, son los chicos. Fueron normales hasta que su amigo murió después de nuestra partida. —¿Murió? Danica se inclinó. —Un extraño accidente. Después de eso, no tuvieron nada que ver con nadie excepto ellos. Y Matthias. Llegó de Australia con su padre justo después. Han sido uña y carne desde entonces. Son raros en una

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buena manera. Misteriosos y de mala fama. —Casi gritaba de alegría—. Son tan geniales. ¿Los raros chicos malos locales mis viejos amigos? Robé un vistazo y encontré a Ayden mirando. Se dio la vuelta antes de que pudiera descifrar su expresión. —¿De mala fama? Danica bajó la voz. —Muchas personas piensan que están involucrados en cosas de bajo nivel como allanamiento y vandalismo. Las cosas malas suceden y de alguna manera los Chicos Malditos están siempre cerca. Los testigos afirman verlos al principio, luego lo olvidan o cambian su historia y los Chicos Malditos son libres de culpa. —La palabra es —susurró Luna—, tácticas de intimidación, chantaje, o sólo un simple encubrimiento ya que el padre Matthias es el sheriff. Gemí. Esto en cuanto a conseguir mis cosas de vuelta. —Y apuesto a que su madre es la alcaldesa. —Oh, gran misterio allí —dijo Danica—. No son más que él y su padre. El sheriff lleva un anillo de bodas, pero no quiere hablar de una esposa. Y Matthias se enfurece si alguien trae a colación su mamá. Oh. Vaya. —Así que ¿por qué es el nombre? Danica se mordió un dedo. —¿Chicos Malditos? Bueno, malditos... como una maldición, supongo. Son mala suerte, malas noticias, lo que sea. — Una espontánea sonrisa ilumina su rostro—. Y tienen un maldito atractivo8.— Cuando ella y Luna terminaron de reír Danica admitió—: Nadie lo sabe realmente. Pero son atractivos en una clase de manera totalmente antisocial y si puedes infiltrarte en su grupo, darías el mayor golpe que esta escuela jamás haya visto. Solté un bufido. —En primer lugar, no me recuerdan, y en segundo lugar, ¿por qué te importa? —Eso es fácil. Si estás con los Chicos Malditos, Luna está con los Chicos Malditos, lo que significa que estoy con los Chicos Malditos. Como he dicho, un gran golpe. Ah, el monstruo de la política de la secundaria. Los altavoces del intercomunicador crujieron a la vida y solicitaron — Aurora Lahey repórtese a la oficina inmediatamente. Hex appeal, en vez de sex appeal. Hace un juego de palabras en referencia al nombre los chicos en inglés Hex Boys. 8

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Una multitud de ojos descendieron sobre mí y un encantador coro de ooooooos se hizo eco. Pero esperen. Mejoró. Un estruendo y ruido de arañazos se estrelló a través de los altavoces, y una voz familiar resonó. —Aurora, es mamá. ¿Estás bien? Si no estás en esta oficina en dos minutos, voy a buscarte. Luna palideció y deslizó su silla lejos de mí. —Estamos no tan relacionadas en este momento. La humillación se mantuvo a todo volumen por los altavoces. —Sra. Lahey, se supone que no debe utilizar el micrófono. ¿Podría usted…? —Más estruendo. Un gruñido. —¿En serio? Bueno, ¿No se supone que debo saber de la escuela cuando mi hija ha sido atacada? ¿Por un oso nada menos? En cambio, tuve que recibir una llamada de su hermano y hermana informándome de ello. ¿Está el director disponible? Realmente me gustaría tener unas palabras. Le lancé una mirada acusadora a Luna. Levantó las manos. —Culpo a Lucian. Los altavoces no amainaban. —Íbamos a, Sra. Lahey, sólo deme… — Gruñido. Los sonidos de una pelea—. El micro… —Clic. Y finalmente bendito silencio. Hasta que la cafetería estalló en carcajadas. Dejé caer mi cabeza sobre la mesa con un gemido. De repente la risa se cortó y Luna me dio una patada bajo la mesa. —Ay. —La fulminé, pero me detuve, notando su conmocionada mirada dirigida detrás de mí. Junto con todas las demás. —Hola, cariño. Estiré el cuello hacia atrás y arriba. Blake sonrió. —Nunca harás el aviso de dos minutos sin mi ayuda. ¿Lo hacemos? —Dobló su codo. Miré a los otros Chicos Malditos quienes no parecían felices. Matthias reflejando mi movimiento anterior y dejó caer la frente sobre la mesa, gimiendo. —¿Esto una especie de truco? —le pregunté. Blake guiñó un ojo. —El único truco será cumplir el plazo si no te apuras.

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En un aturdimiento cauteloso me levanté y puse una rojiza mano a través de su brazo, con la consistencia de un gran ladrillo. —¿Por qué haces esto? Se encogió de hombros. —Caballero de brillante armadura, ¿recuerdas? Es un código por el que vivo. Además —le disparó a la multitud una mirada de advertencia—, nadie debe avergonzarse por la familia a la que le importa.

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12 Traducido por vaviro78 Corregido por Nats

Blake me dejó en la oficina antes de que mamá se volviera loca. Me había aferrado en un apretón de muerte, feliz de dejar el lugar, lanzando miradas amenazantes al personal de la oficina. La situación de “confinamiento” la había mantenido bastante aplacada para evitar recoger a Luna y a Lucian, pero sí nos llevamos a Selena. Mamá murmuró cosas desagradables sobre las bestias de la naturaleza y el personal de la escuela durante todo el camino al hospital, en donde papá revistió mis heridas, admitiendo que eran bastante leves pero preguntando muchísimo mientras mamá dejaba a Selena con Oron en la guardería del hospital. Minimicé el acontecimiento, y dejé fuera a los Chicos Malditos y el drama de Herman. Mis padres ya estaban bastante preocupados y no los necesitaba de vuelta en la escuela con más amenazas y la Guardia Nacional en camino. Podía manejar la situación —y no podía explicarles la mayoría de todos modos. Convencí a mamá de que estaría bien sola, así que me hizo dejarla en la tienda de flores antes de enviarme a casa con un abrazo estrangulador, una multitud de besos, y estrictas instrucciones para encerrarme dentro y descansar. A dos pasos del coche dijo—: ¡Espera! —Y regresó revolviendo su cartera. Con una sonrisa satisfactoria, se inclinó en la ventana y me entregó una foto—. Quizás sigan aquí. Y sería bueno tener amigos alrededor. Una multitud más grande te hace un objetivo menos para las mutaciones rabiosas de la Madre Naturaleza. —Yo también te quiero, mamá. —Sonreí y luego miré la foto. Piel de gallina se levantó por mis brazos. El grupo sonriente de niños usaba sombreros vaqueros varias tallas más grandes. Éramos mucho más jóvenes, pero identificables. Estaba sentada sobre un alto caballo gris, radiante, mientras que Blake se encontraba de pie sobre la montura de un corcel marrón, girando el lazo a ciegas. El resto; Ayden, Jayden, Tristan, y Logan, estaban detrás de nosotros en ridículas poses sobre una montaña de heno. Logan era el único significativamente diferente, cabello

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castaño claro en lugar de blanco. Tiré la foto en el asiento del acompañante, pero mi mirada regresó a ella continuamente mientras volvía a casa. Así que los infames Chicos Malditos habían sido mis amigos. Buenos tiempos, a juzgar por sus rostros atolondrados. ¿Qué había cambiado? ¿Qué estaba pasando? Algo raro. No sólo conmigo, sino con este pueblo, con ellos. Algo peligroso. No tenía ni idea de nada, y a pesar de sus negativas apostaba que los Chicos Malditos tenían algunas respuestas. Respuestas que necesitaba, porque además de los hechizos Wiccan y la magia vudú, la única precaución de seguridad sugerida por Internet era utilizar muchísimas bolsas de sal de roca y metros de alambre de cobre para enterrar un “escudo” alrededor de la casa. No estaba segura de cómo explicarles eso a mis padres. Visiones de ataúdes —incluyendo unos pequeños para Oron y Selena— invadieron mi cabeza. La carretera se hizo borrosa, y froté las lágrimas antes de que cayeran. Mi estómago y mi cabeza se disputaron qué parte del cuerpo dolía más. A medio camino de casa, me detuve, sujetando el volante fuertemente y descansando mi sudorosa frente en las manos. —Dile a Matthias que voy en camino. —La voz de Tristan resonó con irritación. Mi vecino rubio abrió la puerta trasera de su Suburban beige, arrojó su mochila, y cerró de golpe. Me pasé la manga por la cara. La escuela ni siquiera había acabado. Las manos de Tristan rastrillaron su pelo. —¡Entonces no debería acordar una reunión de última hora! —Cortó la llamada y se metió en el coche. Dando marcha atrás con un chirrido, el todoterreno golpeó la cuneta. El chico no sabía conducir como Logan. Pero podría tener algunas respuestas. Respuestas que ayudarían a detener la necesidad de excavar las parcelas familiares Lahey. Y lo que Tristán no sabía, sí lo harían los Chicos Malditos. Sonreí a las luces traseras del coche y miré la foto. —A ensillar, muchachos. —Lo seguí lentamente por la calle, manteniendo una distancia prudente—. Les guste o no, voy a colarme en la fiesta.

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13 Traducido por CoralDone Corregido por Verito

Bravado se calló más con cada milla. Tristan arrancó rápido y brusco pero eventualmente se estableció. No era difícil seguirlo y finalmente se detuvo en un camino circular con arboles altos, paisajismo profesional y un poco de importante factor sorpresa. La mansión de madera y piedra erosionada se estableció al final de la calle. Dos historias, se desplegaron amplias con grandes ventanas de arco con brillantes cristales y terrazas cubiertas arriba y abajo. La casa reclamó unos pocos acres de propiedad frente al lago porque a través de un arco cubierto y más allá de un garaje de varios coches, una playa y una extensión de agua azul brillaban en la luz del sol desvaneciéndose. Tristan estacionó detrás de varios carros en la calzada incluyendo un pequeño hibrido y el coche deportivo de baja altura en que Logan me había rescatado más temprano. Parqueé calle abajo, escondida a un lado de los árboles. No casas, solo bosque y jardines a ambos lados. Como había usado mis limitadas habilidades de sigilo siguiendo a Tristan, decidí ser valiente y dirigirme directamente a la puerta del frente, con el corazón acelerado. Chequeé el daño del carro de Logan mientras pasaba. No había ninguno. El interior lucia igual, con un ambientador de Ferrari colgando, pero no había abolladuras en el techo o en cualquiera de los lados de la parte trasera. Era propietario de dos coches idénticos o tenia elfos de Santa Claus por mecánicos. Solo otra rareza para el día. En el porche me enfrente a unas pesadas puertas dobles centradas de madera con elegantes vidrieras en tonos brillantes que representaban escenas de los bosques y la vida salvaje. Tragué fuerte, pensando en esos ataúdes con tamaños para niños y levante la mano para tocar. La puerta se abrió antes de que hiciera contacto. La hermosa mujer de altura media y constitución delgada llevaba un honesto en buena calidad traje de criada. Ya sabes, el cliché francés del tipo

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negro y blanco. La cinta alrededor de su cintura hacía juego con la raya lavanda en su corte de cabello castaño oscuro en un bob9 que se rizaba alrededor de su barbilla. Sus enormes ojos grises sostuvieron una pizca de la lavanda. Sus características suaves emanaban calidez. Ella sonrió y me señaló con su plumero, ¿quién sabia que venían en lavanda? —Llegas temprano. —¿Lo estoy? —Bien. —Agarró mi muñeca y me llevó dentro, cerrando la puerta y bloqueando la cerradura—. La puntualidad es importante, escaleras arriba y al final del pasillo es donde necesitas estar. Apúrate. —Me dio un codazo—. Y asegúrate de revisar la colección de armas. —¿Qué? Ella imitó una posición de lucha balanceando el plumero como una espada. —La colección de armas. No puede faltar. Las cosas mortales. Y el hacha de guerra de joyas en la parte inferior derecha, especialmente genial. —Apoyó el plumero en su hombro y bajó su voz a un tono conspirativo—. La leyenda cuenta que si tocas las piedras en un orden determinado desapareces haciéndote invisible. Podría ser útil, ¿verdad? ¿Quieres saber el código? Por supuesto que sí. Es una vez el rubí, cinco veces el zafiro y una vez el diamante. —Levantó el número apropiado de dedos en secuencia para el efecto visual—. ¿Entiendes? Asentí. —Uno, cinco, uno. Dio una palmada. —Excelente. Prométeme que lo intentaras. —Por supuesto. —Puse una mano en la barandilla y miré, de acuerdo, estaba boquiabierta, a la casa-palacio. Bueno, guau. Techo abovedado, ricas maderas, hierro, magnificas obras de arte, hermosos muebles, materiales de lujo, alfombras orientales gruesas, todos en tonos cálidos e instalando una sensación general de confort y bienvenida. Una araña de hierro brillaba con un millón de luces. Una escalera larga y curvaba arqueada por la pared luciendo varias enormes pinturas de paisajes de épocas pasadas románticas. Tenían esa vieja calidad maestra y parecía que deberían estar en un museo. Sintiéndome culpable por cualquier engaño en que yo sin querer había caído y perdiendo mis nervios, me volví hacia la mujer, lista para admitir mi error y salir. Ya no estaba.

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Peinado corto popular entre las mujeres durante la década de los 20.

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Voces se levantaron de algún lugar de la parte trasera de la casa. Crucé el vestíbulo y me asomé por el pasillo que daba a una habitación con un montón de madera, cómodos muebles de cuero, acogedores edredones y almohadas de lujo todas invitando a los huéspedes a relajarse y sentarse un rato. Enormes ventanales enmarcaban una vista impresionante del lago con espumosa mezclilla azul contra el sol brillante. Sillas de Adirondack y tumbonas estaban esparcidas a lo largo de otra terraza conduciendo a un amplio jardín y más allá a la playa. Un delicioso aroma de algo con ajo y lleno de carbohidratos flotaba en el aire. —Él ni siquiera está aquí —llegó la irritada voz de Tristan. No podía verlo, pero Blake apareció a la vista. Salté hacia atrás. De acuerdo, nuevo plan. Salir por la puerta, hacer una carrera loca a mi carro y renunciar a esta ridícula cosa de capa y espadas. Problema. Alguien estaba subiendo los escalones de la terraza. Podía ver la sombra fuera del cristal teñido. El pomo giró y ellos golpearon la puerta cuando no se abrió. Golpes fuertes y Matthias bramó—: Abre la puerta. —¿Cerraste la puerta? —dijo Aiden—. Ve a abrirla. —No lo hice —dijo Tristan—. Es tu casa, ve y ábrela tú. Mientras ellos discutían, me entró el pánico, hiperventilé dos respiraciones, me moví a la derecha, izquierda, derecha, izquierda, giré en un círculo y luego subí corriendo las escaleras en puntillas. Llegué a la esquina y fuera de vista apenas, antes de que la puerta se abriera. Anduve por el pasillo hasta una extensión con los mismos ventanales grandes con vista al lago. Puertas francesas se abrían a un balcón de cuerpo entero. Un muelle de madera sobresalía en el agua con un cobertizo estilo cabaña lo suficientemente grande como para contener al Titanic y al glaciar. Un barco de vela, del tipo pasado de moda, de brillante madera pulida y latón, era mecido suavemente contra el muelle. Un sutil toque de canela flotaba en la habitación. Muebles cómodos repartidos por todas partes, y un bar antiguo de madera pulida reluciente y latón alineaba una pared, un espejo de cuerpo entero detrás de él. Una mesa de billar que tenía bolsillos de cuero con flecos estaba fijada a un lado con grandes lámparas Tiffany colgantes arriba. Varias mesas de juego estaban cerca, una con una partida de ajedrez en curso. Tableros de dardos colgaban en dos paredes diferentes. Un fuego crepitaba en una chimenea de piedra lo suficientemente grande para aparcar un tanque. Más alfombras orientales acolchaban mis pies. El lugar era una especie de barra de bar-club masculino.

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Una pared “asesina” mostraba la colección de armas. Cosas viejas, hachas, espadas, desagradable dagas curvadas y otras cosas que lucían mortales. De alguna manera el viejo mundo no fue puesto fuera por la proliferación de los últimos y mejores juguetes. Pantallas de televisores grandes, estantes de video juegos y DVD, maquinas de pinball y un mini golf de golpe corto. Fue impresionante pero triste. La habitación podría haber sido Partido Central por sus contemporáneos, pero dudaba que alguno de los chicos alguna vez haya invitado a alguien que no sea uno de ellos para disfrutarlo. Los escuche viniendo, pensé en sentarme en una silla y saludarlos con un descarado—: Hola, chicos. Quiero respuestas y ustedes van a dármelas. — Mientras ellos entraban. Como una femme-fatale en una película de James Bond. Luego recapacité, retrocedí y busque un lugar para esconderme. En mi camino a encubrirme tras la barra decidí que armarme seria un movimiento inteligente. Corrí a la pared asesina y traté de sacar algunas armas. Nada se movía. Estaba lista para zambullirme detrás del sofá cuando las gemas brillaron en mi periférica. Sin nada que perder toqué con mis dedos el hacha de guerra enjoyada; una vez al rubí, cinco veces al zafiro y una al diamante. Escuché varios clics y un suave estruendo de engranajes. Con un suave estremecimiento la pared se dividió por la mitad y se separo. Tal vez esto era una película de James Bond. Luces parpadearon a la vida desde el interior, y la puerta, o la pared, empezó a cerrarse otra vez.

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14 Traducido por CrisCras Corregido por Aimetz14

Los chicos entraron en la sala de juegos. No me vieron. Probablemente porque yo estaba observándoles en un monitor desde la súper genial sala secreta. Me había lanzado de golpe dentro antes de que el muro se cerrara. En un extremo había ubicado un banco con grandes monitores de ordenador colgando en un semicírculo por encima de un escritorio curvado. Se habían encendido cuando entré y uno de ellos mostraba lo que estaba pasando en la sala de juegos. El resto escaneaban a través de las diferentes partes de la casa y alrededores de la ciudad, incluyendo el instituto. Uno incluso mostraba una vista de la parte exterior de mi casa. Desde ese ángulo, la cámara tenía que estar montada en casa de Tristán. Vaya, eso no era espeluznante. Luces parpadearon desde el escritorio con una increíble cantidad de botones y mandos integrados en la superficie. En el centro de la habitación había un gran monitor transparente del tamaño de una pantalla de cine. Dispersas por debajo, había varias mesas elegantes de metal que me recordaban a los organizadores de archivos, pero sin manijas o cerraduras. Escritos en los laterales, parecía que había jeroglíficos. Sonidos burbujeantes y olores químicos llegaban desde el otro lado de la habitación. Un resplandor iluminó un laboratorio de alta tecnología complementado con líquidos de colores en frascos en ebullición. Tubos y cubiletes se cernían sobre las llamas controladas. Estantes de frascos de vidrio contenían cosas que no estaba lo suficientemente cerca para ver, y no quería hacerlo. Ese extremo de la casa alojaba ordenadores, equipamiento de aspecto extraño y caro que cubría las paredes y mesas con basura y vitrinas de cristal de temperatura controlada. En general, el lugar parecía la sala de control de una nave espacial de una súper raza alienígena. ¿Quiénes eran estos tipos? Oí mi nombre y me concentré en el monitor de la sala de juegos. —Vamos, Aurora es el único factor común —insistió Blake con una voz que indicaba que ya lo había dicho antes. Inclinó su enorme cuerpo sobre la mesa de billar para alinear un tiro—. Y si se enteran de que estás ocultando algo, estamos todos en un lío. —Su brazo salió disparado. Las tres bolas se

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perdieron en la tronera lateral—. Este tipo de estrés me pone fuera de mi elemento. En el bar, Matthias se sentó en un taburete con los pies en alto y su mano alrededor de un vaso alto y opaco de —¿leche con chocolate? Él sacudió la cabeza. —No quiero arriesgarme sin estar seguro. No sabemos si ella está involucrada. Tristán dijo que la verificación de antecedentes preliminar mostró estar limpia. —Tristán asintió mientras le aplicaba tiza a su taco—. Si ella tiene algo que ver con la actividad demoniaca, determinaremos el nivel de la amenaza y la neutralizaremos nosotros mismos. —¡Ah! —Señalé la pantalla. Habían dicho actividad demoniaca. Un gran peso que ni siquiera sabía que estaba sofocándome, se elevó de mi pecho. Yo no estaba loca. Me limpié mis ojos repentinamente húmedos y sorbí por la nariz con fuerza, tragándome los mocos porque una mirada a mí alrededor reveló que las habitaciones secretas futuristas no veían la necesidad de pañuelos. No estaba loca. En verdad no estaba loca. Estos chicos también veían demonios. Parecía probable después de los acontecimientos de hoy, pero esto lo confirmó. Todos podríamos estar locos, pero al menos éramos la misma clase de locos. Sorbí otra vez y usé mi manga. Me sentía aliviada y… Espera un minuto. ¿Neutralizar? ¿Encontraba almas neutralizarme? Eso sonaba… abominable.

gemelas

y

ellos

querían

—Estoy de acuerdo. El exceso de escrutinio por parte de la sociedad no es bueno. —Ayden estaba donde la chimenea, extendiendo sus manos hacia las llamas y moviéndolas al ritmo sordo del sistema de sonido. Las llamas bailaban a un misterioso ritmo orquestado por la música—. Si el Consejo Superior se entera de lo que podemos hacer, seremos los próximos reclutas de Sicarius. Nadie quiere eso. —¿Por qué está Madame Cacciatori interesada en nosotros? —Me alegré de que Logan hubiera llegado del balcón. La actuación que había estado haciendo en la barandilla, balanceándose precariamente, había hecho que me sudaran las palmas de las manos. Ahora se paseaba, agitado, su brillante corbata aleteando por una brisa proveniente del lago. —Espera. —Blake se detuvo en medio de un tiro y se sentó en la mesa, la cual crujió en protesta—. ¿Quién es ella otra vez? Matthias suspiró. —¿Es que nunca prestas atención? Ella encabeza la fuerza especial Divinicus.

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Blake se quedó en blanco, pero ya que los demonios seguían llamándome Divinicus, y no de una buena manera, estaba interesada. —Sophina Cacciatori —continuó Matthias—. ¿Ella enseñó algunas clases en la conferencia en Europa? Blake sacudió la cabeza. Logan habló—: Tú la describiste como la curvilínea, caliente, morena italiana con… —¡Geniales piernas! —terminó Blake con una amplia sonrisa—. Y su hijo Cristiano es el gurú de la seducción. Hablando de problemas. Entonces, ¿por qué ella está interesada en nosotros? —No es en nosotros. —Jayden se centró en un gran acuario que no había notado antes. Estaba en la parte posterior de la sala y daba hogar a una multitud de peces de colores de diferentes formas y colores. Las manos de Jayden giraban y rodaban mientras los exóticos peces imitaban sus movimientos como si estuvieran atrapados en un inusual patrón de corrientes—. Estando a cargo de la caza de Divinicus, ella investigaría cualquier actividad demoniaca inusual. ¿Cazando Divinicus? No es bueno. Había tenido suficiente de eso. Ayden asintió. —Y no hemos tenido tanta acción desde siempre. —Diecisiete meses, tres semanas y seis días. Tendría que volver a revisar las horas y los minutos. Fue ese intento de los seguidores de Azazel… —Sí, Jayden —dijo Ayden. —Y aún no estoy seguro de si los escudos que el demonio penetró alrededor de la escuela fueron dañados debido a un mantenimiento inepto o a sabotaje —dijo Jayden. Ayden sostuvo sus manos peligrosamente cerca del fuego. —El problema es que estamos en el radar de Cacciatori y eso no es bueno si queremos evitar que añadan nuestros nombres a la corta lista de Sicarius. Ella es poderosa. Jayden se apartó del acuario. —Y desesperada por encontrar al Divinicus y ponerlo bajo tierra. Ella tiene equipos de seguimiento por todo el mundo. La amenaza es demasiado grande para que ande suelto. ¿Era esta tal Cacciatori la que había enviado a los demonios tras de mí? ¿Ponerme a seis metros bajo tierra? Si ellos la informaban de mi paradero, estaba muerta. Jayden continuó—: La última guerra en Colombia dejó muchos muertos, y nosotros estamos luchando para mantener el dominio. El cártel es cada vez más fuerte. Podemos prevalecer, pero teniendo cuidado del Divinicus

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nos dará la ventaja que necesitamos. —Jayden abrió un pequeño bote, cogió una pizca de polvo y lo roció sobre la parte superior del agua. Los peces corrieron a la superficie—. ¿Cuánto vuelve tu padre, Matthias? —Todavía está en Asia comprobando algunas operaciones, pero estará de vuelta cualquier día. ¿Por qué no ha vuelto tu padre todavía? —El producto en Alemania no estaba a la altura. —Jayden se encogió de hombros—. Está buscando un nuevo proveedor y también está intentando renegociar varios contratos. Los demonios no lo están poniendo fácil. Mi mano cubrió mi boca repentinamente seca. Mis rodillas se doblaron y mi culo casi se cayó de la silla, la cual casi sale disparada por la habitación, alertando a esos… criminales mortales del otro lado de la puerta. Eso es lo que eran. Todo tenía sentido. Colombia. Cártel. Territorios de guerras. Negociaciones y contratos con demonios en Europa y Asia sobre “producto”. Trabajaban para una sociedad, una organización, con un cártel de droga internacional de demonios/humanos. Luna dijo que el Sr. Ishida poseía un negocio de importación-exportación. Si eso no gritaba “drogas ilegales” no sé qué lo hacía, y con el sheriff como un participante, ellos podían pasar el “producto” a través de Gossamer Falls. No era de extrañar que fueran tan ricos. Miré hacia el laboratorio y me aparté de las sustancias burbujeantes, intentando no lloriquear, casi asustada de parpadear para que no se creara la menor chispa. Había oído hablar de los laboratorios de metanfetaminas. Volátiles. Altamente explosivos. Podría estallar en cualquier momento. Miré el monitor y esperé poder encontrar la manera de salir sin ser vista. Luego tenía que mantener mi estatus de Divinicus en secreto y eludir a sus cazadores. Un pedazo de pastel. Un pastel realmente complicado. Ayden recogió tres bolas de las troneras de la mesa de billar e hizo malabares con ellas con facilidad. —Probablemente sea mejor no hacer que se involucren por ahora. Ellos pueden argumentar ignorancia si les criticamos. — Los chicos asintieron—. Así que tenemos que averiguar lo que está pasando, pero mantener un perfil bajo y cubrir nuestras bases con la sociedad. Matthias, notifícales que estamos comprobando alguna actividad y que les informaremos más adelante. —De acuerdo. —Australia cogió una tableta informática y pulsó los botones en la pantalla táctil. La gama de televisores de la sala de juegos parpadeó hasta encenderse y hubo un nuevo zumbido en el cuarto secreto. —Lo enviaré como prioridad baja a un nivel de seguridad oscuro. Con suerte, se enterrará.

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Jayden miró a Tristán, quien estaba absorto en acumular las bolas para un nuevo juego. —Has estado extremadamente tranquilo. Tú vives al lado de ella. ¿Algo sospechoso? —Nop. —Tristán se concentró en su tarea—. Todo es normal. Deberíamos dejarla en paz. —Pero ella recuerda —puntualizó Jayden—. Es no es normal. ¿Recordar qué? —Tal vez hice algo mal. —Tristán se encogió de hombros. La frente de Jayden se frunció. También lo hizo la mía. —¿Dos veces? — dijo, insistente ante la duda. —O su ADN está codificado de forma extraña. No lo sé. —Tristán cogió las bolas de Ayden en mitad del aire y las puso de golpe en el triángulo de madera. Jayden se dio golpecitos con los nudillos contra la mandíbula. —Debería tener los resultados de ADN de sus muestras de cabello muy pronto. Un poco espeluznante. —No sabemos que ella tenga algo que ver con lo que está pasando. —La mandíbula de Tristán se endureció—. Miren lo que pasó la última vez. Murió gente. Matthias cortó el repentino silencio. —Eso no es justo. No tenían ningún control sobre lo que le pasó al hermano de Herman. ¿Ellos mataron a alguien? —Pero, ¿por qué correr el riesgo? Déjenla en paz. Mantengan a la sociedad fuera de esto. —Tristán estudió al resto del grupo—. Discúlpense. Devuélvanle la joyería. Manténganse alejados. —Ayden, ¿qué sucedió entre tú y Herman? —dijo Blake—. Hay algunos rumores sobre que aporreaste a uno de sus chicos por tu nueva novia. —Sí, amigo. —Matthias cruzó los brazos sobre el pecho. Ayden abrió una lata de soda del bar y bebió un trago. —Él tenía a Aurora arrinconada. Yo la saqué. Qué romántico. —¿Al decir que es tu novia? —dijo Blake con una sonrisa torcida—. ¿Cómo vendiste eso? —No importa. Ella había tenido un día difícil. No creo que tuviera que tratar con Herman también.

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Tristán alzó las manos al aire. —Pero no ayudaste. Si él piensa que Aurora está conectada con nosotros, podría ir tras ella otra vez. Es otra razón para que nos mantengamos alejados de ella. —Sigues diciendo eso. —Ayden le miró con dureza—. Pero no podemos. —¿Por qué no? —protestó Tristán. —Porque tenemos que saber si está conectada a los demonios. —Haré una verificación de antecedentes más profunda. —Jayden se dirigió hacia la pared de pantallas en el lado opuesto a Matthias. —¡No! —exclamó Tristán—. Ese es mi trabajo. Yo lo haré. Se miraron uno a otro, luego a Tristán. Matthias bajó el panel de control. La mano de Tristán barrió su cabello. —¿Qué? Ayden suspiró. —¿Hay algo que esté sucediendo acerca de lo que deberíamos saber? ¿Entre ustedes dos? —¡No! —Tristán parecía desafiante—. Oh, vamos, simplemente no quiero que alguien más salga herido por lo que nosotros hacemos. Ella es agradable. Me gusta. No gustar-gustar, solo gustar. No quiero poner a nadie en peligro otra vez. Después de una pausa, Logan se arregló la corbata. —Ella me gusta, también. No gustar-gustar. Solo gustar. —Ella es todo un enigma. —Por el tono de Jayden y su sonrisa, dio la impresión de que esto era una buena cosa. Para Jayden, de cualquier modo. —Definitivamente me gusta —dijo Blake—. Puede que incluso me guste-guste. Esas largas piernas, el estupendo cuerpo, el cabello de fuego y los ojos verdes. Es enérgica y divertida. ¿Qué más se puede pedir o gustar-gustar? Tristán sonrió. —Sí, el sentido del humor es tan importante para ti. —Amigo, soy un tipo muy profundo. —Sus ojos son azules —dijo Ayden. Blake frunció el ceño. —¿De verdad? Sonreí. Por Blake siendo un idiota o ante el hecho de que Ayden recordara el color de mis ojos, no estaba segura. —Él tiene razón. —Jayden asintió hacia su hermano—. Son azules. Más de un índigo, que en función a su longitud de onda en el espectro de color técnicamente se sitúa entre el azul y el violeta. —Oh, sí, Blake, eres profundo —resopló Tristán.

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—Oye. —Blake dejó de girar su taco y apuntó con él a Tristán—. Todavía podría gustarme-gustarme. Matthias gruñó. —Vamos a mantenerlo juntos, amigos. Nada de volverse locos por una chica. —Pensé que sus dedos pasarían a través de la pantalla de la tableta—. Nadie tiene permitido que le guste o le guste-guste ella. Solo hará nuestro trabajo más difícil. ¿Más difícil matarme? Pobres bebés. Ayden le dijo a Matthias—: Sé lo que deberíamos hacer. Pero no te va a gustar. Matthias se dejó caer en un sillón de cuero. —Le daré un trato justo. —Una pregunta primero, Matthias —dijo Blake con una sonrisa traviesa—. Aurora, ¿te gusta o te gusta-gusta? Con un ruido gutural, Matthias se lanzó desde su asiento. La sala de juegos se sumió en la oscuridad y estalló con los sonidos de una pelea. Una fracción de segundo después, yo también estaba en la oscuridad. Mi mirada se desvió por la habitación, respirando a borbotones. Necesitaba una salida. Un rayo de luz brilló en la parte inferior de la pared opuesta de donde había entrado. Derribé una silla y busqué a tientas por la pared, contenta por todo el ruido que hacían los chicos. Eran unos psicóticos. Hablando sobre matarme “neutralizarme”— un minuto y de gustarles-gustarles al siguiente.

—perdón,

Mi mano encontró un panel y empujé. Con un silbido la pared se abrió y caí a través de ella.

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15 Traducido por aa.tesares Corregido por MaryJane♥

Parpadeé contra el repentino brillo de la luz solar a través de una gran ventana y me golpeé la cadera en la esquina de un escritorio. Una lámpara se tambaleó. La agarré antes de que se estrellara y salté cuando la pared detrás de mí se cerró. Un rápido vistazo reveló que la habitación estaba vacía. Solté un suspiro y bajó una pared de estanterías, con los ojos como dardos. La tranquila decoración Zen de azules y verdes sutiles debería haber calmado los nervios destrozados. No lo hizo. Me moví más allá de la cama de plataforma baja de madera, oscura brillante, y cogí un tufillo de incienso que ardía a un olor almizclado familiar. Un ruido estalló a mi derecha. Giré y cogí el arma más cercana que pude encontrar. Una fuente de agua goteando en un mini jardín de rocas. ¿Falsa alarma? Claro. Pero dile eso a mi corazón martillando. El arma a la que me aferré desesperadamente era un pequeño rastrillo para el pequeño jardín de roca, que era simplemente enorme estupidez ¿porque por qué alguien pensaría en movimiento alrededor de tierra y piedra, pequeña o no, traer serenidad estaba más allá de mí? La gente normal lo llama “hacer las tareas”. Yo estaba dispuesto a tirar el rastrillo y hacer mi escape loco cuando algo me detuvo. En un estante alto junto al sombrero de vaquero de un niño fue un duplicado enmarcado de la fotografía que mamá había encontrado. El grupo de nosotros. Balas de heno, caballos, poses tontas. La alcance. —¿Puedo ofrecerte algo? Me volví, demoliendo de objetos de adorno mientras golpeé contra los estantes. La mirada divertida de Ayden estaba a sólo unos metros de distancia. Vestía camiseta y pantalones vaqueros, con los pies descalzos. Me di cuenta de que mis ojos cayeron cuando vi el botón de los jeans abierto. Una mano detrás de su cabeza haciendo que su camisa de enganchara dejando piel desnuda,

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entre la camisa y los pantalones, una generosa porción de piel se burlaba. Era... wow... de repente hacía calor aquí. Chillé un par de veces antes de que me las arreglara para un legítimo. —Hola. —Mi tono excesivamente brillante. —Hola. —Arrastró esa palabra en voz baja y suave, que acariciaba mi cuerpo, me envolvió como una toalla gruesa directamente de la secadora, caliente contra la piel desnuda, alejando cualquier escalofrióWhoa, tranquilízate niña. Me recordé a respirar y no ir gaga por el capo de la droga demonio. La parte respiración funcionó. —¿Qué haces aquí? —Él miró a su alrededor—. ¿Y cómo entraste? —La de limpieza —aclaré mi garganta—, me dejo entrar, me envió aquí arriba. Su frente se arrugó. —¿La de limpieza? ¿Te refieres a Sergei? Yo no lo llamaría en su cara. Yo no creo que él estuviera aquí hoy. Y yo no creo que te mandaba arriba sin decirnos. ¿Sergei? ¿El cártel de Rusia estaba involucrado también? —No es un hombre. En sus treinta. Bonita. Alegre. Así de grande. — Usé mi mano en el aire para aproximar su altura. Ayden negó con la cabeza—. Oh, vamos. ¿El traje de la francesa de limpieza? Seguramente te acuerdas de eso. ¿Y el pelo lila con rayas? Él se rió y puso ambas manos detrás de su cabeza. La camisa se acercó un poco más. ¡Ojos hacia arriba, Aurora, ojos hacia arriba! —Buen intento. ¿Ese es el tipo de chica de limpieza que crees que tendríamos? Wow. No sé si me siento insultado o halagado. —Todavía riendo, cruzó los brazos sobre el pecho. Eso ayudó. Un poco—. Vamos a pasar por alto el “cómo” de momento. ¿Por qué estás aquí? —Oh. —Tosí un par de veces, me di unas palmaditas en el pecho, le di una: disculpa, sólo un minuto, mientras invento alguna respuesta razonable para cubrir mi entrada sin permiso para que tu familia del cártel de la droga no me mate, mirada, y presioné la palma de mi mano sobre mi boca mientras yo hacía un poco más de la tos. ¿Transparente? Tal vez, pero me dio el tiempo que necesitaba—. Yo quería venir a darle las gracias por salvarme hoy. De Herman. Una sonrisa sospechosa bailaba en sus labios. —¿Qué me pasó conmigo, jugando contigo?

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—Oh, eso. —Hice mi mejor esfuerzo para buscar contrito—. Lo siento, yo estaba un poco herida. Has sido muy valiente y quería expresar mi agradecimiento. —Esperaba estar acariciando su ego lo suficiente. —¿En serio? —Su sonrisa se amplió para mostrar un montón de esos dientes blancos. Él se paseó hacia adelante, se inclinó y apoyó las palmas contra el estante a cada lado de mis hombros—. ¿Qué tienes en mente? Caramba, podría haber acariciado su ego demasiado bien. Me metí bajo su brazo y retrocedí. —Yo-yo-yo podría cocinar algo-o. Se dio la vuelta y se acercó a mí. Había visto una pantera acechando a su presa en Discovery Channel. Creo que tomó sus lecciones de Ayden. —¿Q-Qué te gusta de comer? Su sonrisa se ensanchó. Él me miró de arriba abajo. Mierda. En el medio de mi retirada esa estúpida cama de plataforma golpeó mis pantorrillas por lo que me envió de nuevo tumbada sobre el colchón. Una fracción de segundo más tarde Ayden estaba allí y pareciendo demasiado fácil encima de mí. Como un ninja, me di la vuelta a mi izquierda. Ayden cayó con un ruido sordo en una cama vacía mientras volaba por el borde al suelo. No tan ninja como él, pero hizo el trabajo. Mis pies debajo de mí, hicieron una carrera loca hacia la puerta. No oí pasos en la búsqueda, pero cuando abrí la puerta, no me importa. Estaba atrapada. En un universo alternativo. Jayden estaba de cabeza, caminando sobre sus manos, y parecía tan sorprendido como su calma perpetua lo permitía. Firme como una roca, el equilibrio y el control podría tener algo que ver con el hecho de que su parte superior del cuerpo no eran más que músculos vigorosos. Era fácil de ver porque mientras él llevaba pantalones, estaba sin camisa. ¿Nadie sabe cómo usar la ropa en esta casa? Inclinó la cabeza. —¿Aurora? ¿Qué estás haciendo en la habitación de Ayden? Ayden lanzó un suspiro dramático. —No se siente tan agradecido como yo esperaba. Se recostó en la cama, con las manos entrelazadas detrás de la cabeza. Esa camisa traicionera se levanto incluso más alto ahora. Arranqué mis ojos a su cara y miré. Se encogió de hombros, toda despreocupación inocente. —¿Cuándo llegaste?

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—Justo a tiempo para nuestra camarera de cabello púrpura para dejarla entrar. Jayden cayó con gracia sobre sus pies y se levantó. —Pero nosotros no… —Me tengo que ir. —Puse a Jayden a un lado. Aunque no he corrido exactamente al final del pasillo, estaba cerca. Jayden dijo—: Comprueba las cámaras. Miré por encima del hombro para ver si me estaban persiguiendo. Y me estrellé contra algo sólido. —Que d… —Matthias me empujó hacia atrás. Tropecé, recuperé mi equilibrio. Miró. Se podría pensar que acababa de manejar un cadáver en descomposición—. ¿Quién invitó a la shelia10? Mis habilidades de entrar sin permiso necesitaban un poco de trabajo en el extremo sigilo-escape. Me lancé pasando a Australia. Hizo el amague para agarrarme. Lo esquivé, cerré mi cadera en su estómago, y sin mirar atrás, me lancé a la barandilla escalera. Descendí perpendicularmente, acelerando a una velocidad vertiginosa, mi pelo volando en una estela, con los brazos extendidos para mantener el equilibrio perfecto. Impresionante. Hasta la barandilla curvada. Y no lo hice. Me embarqué fuera de la escalera, reboté en la pared, y fallé por cualquier auto control para evitar caída libre. Uno de esos grandes, magníficos paisajes y resistentes que había visto antes parecía una elección inteligente. No lo fue. La pintura gigante se arrancó, rebotó de nuevo a través de las escaleras. Mi instinto se estrelló contra la barandilla. La obra de arte brotó de mis manos. Alguien gruñó, pero no fui yo. No, estaba demasiado ocupada dando volteretas sobre la barandilla y golpes de espaldas en el piso de madera, perdiéndome de la alfombra oriental cómoda del todo. Soy así de inteligente. Me di la vuelta a mis rodillas, aspirando y jadeé hasta que el aire se filtraba en mis pulmones, y me quedé mirando a lo absurdo. Logan se sentó en el suelo, aturdido. Cuando la pintura salió de mis manos había aterrizado en las de Logan, derribándolo, su cabeza rasgando la tela. Ahora lo llevaba como un collar de arte ridículo, moderno. Con el ceño fruncido, se esforzaba por desalojarlo de su cuello. —No es gracioso chicos. Quién. —Él me vio—. ¿Aurora? 10

Slang australiano para niñas o mujeres jóvenes.

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Vaya. Me puse de pie, corrí a la puerta y me detuve en seco. Blake se quedó con un puño enorme devorando el picaporte. Su mirada pasaba entre mí y mi estela de destrucción. —Detenla —bramó Matthias mientras tronaba abajo. La boca de Blake giró hacia un lado, su mano se apretó en el picaporte. El poco aliento que recuperé, se atrapó. Mi corazón farfullo a un punto muerto. Luego se abrió la puerta con un movimiento de su brazo. —Después de usted, milady. Mis piernas no dudaron. Salté del porche y golpeé el camino de entrada. —¿Por qué demonios hiciste eso? —Soy su caballero de brillante armadura. En serio, amigo, tu caballerosidad necesita algo de trabajo. ¡Ay! A pocos tropiezos, varios tropiezos, encendí mi coche sin más incidentes y aceleré el motor. No puede escapar lo suficientemente rápido, aunque la policía podría tener algunas quejas. A mitad de camino a casa me di cuenta de algo y casi salté a la acera. Manos sudorosas contra el volante, me detuve y puse de cabeza el carro. No hubo suerte. ¿La fotografía que había dejado en el asiento del pasajero? Se había ido.

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16 Traducido por Mel Cipriano Corregido por Nats

Me lancé a mi habitación, armada para la batalla contra la frustración con una tarrina de helado y una cuchara. Una brisa fresca soplaba desde mi ventana. La puerta se cerró detrás de mí. La tarrina y la cuchara cayeron en la alfombra cuando giré. Y me topé con Tristan. Caminó hacia mí, su expresión sombría, y alzó la foto. —Sé quién eres, Rory, o Aurora, o como sea que te llames, pero mantente alejada. —Hizo que su voz sonara anormalmente profunda—. Ya no jugamos limpio. Arrojó la foto hacia la cama. Falló. Parpadeó, se aclaró la garganta y me esquivó. Deteniéndose junto a mi cama, se metió la mano en el bolsillo del pantalón, pero luego no pudo conseguir sacarla sin usar la otra mano para ayudarse. Apreté los labios para sofocar una sonrisa. Después de un par de intentos finalmente sacó la cruz Celta y una de mis cadenas, vista por última vez colgando de los dedos de Matthias, y las dejó sobre la cama. Estaba yendo hacia la ventana abierta cuando le dije—: ¿Quieres helado? Su cabeza chocó contra el marco. —¡Ay! ¿Qué? —Su voz había vuelto a la normalidad. Se dio la vuelta—. No me ofrezcas helado. Acabo de irrumpir en tu habitación y amenazarte. Acaricié mi barbilla. —Mmmm. ¿Una amenaza? No, eso fue una advertencia. Me asustaste por mi propio bien. Sus hombros cayeron con un suspiro. Se sentó en el alféizar. — ¿Funcionó? Negué con la cabeza. —No lo sé todavía. Deberías pedirle a Matthias algunas clases de intimidación. —Sí, siento que él sea un idiota. —¿Por qué andas con él? —Larga historia. Extendí mis manos. —Tengo tiempo.

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Se puso de pie, su rostro triste. —Pero yo no. ¿Estás bien? ¿Después… de lo de hoy? —Dime una cosa. En el estacionamiento, ¿ustedes me dejaron inconsciente? Ambas manos fueron a su cabello rubio. —No te golpeamos. No estoy seguro de qué pasó. No hay razones para creerme, pero intentábamos ayudar. —Tengo una. —Tomé la foto del piso—. Somos amigos. —No somos seguros, Aurora. —Tal vez, pero— —Sin peros. Intentaré obtener y traerte el resto de tus cosas. —¿Entonces podremos hablar? —No, entonces te alejarás. Por tu bien. Y por favor, no les digas que estuve aquí. Que hablamos. Es lo mejor para ambos. —¿En qué estás metido? ¿Puedo ayudarte? Sacudió la cabeza, sus ojos azules inexpresivos. —No estoy en problemas, Aurora, pero podría estarlo. Mantente alejada. Tomé la cruz. —Gracias. —Ni lo menciones. Literalmente. Asentí y se fue. Un gran roble dominaba el espacio entre nuestras casas, y Tristan maniobró desde mi ventana a la suya fácilmente a través de las enormes ramas extendidas. Le observé entrar sin mirar atrás.

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17 Traducido por Mar Winston Corregido por Mel Markham

Atontada de dar vueltas en la cama toda la noche intentando darle sentido a las cosas, y de volver a chequear que las ventanas estuvieran cerradas, ya estaba atrasada en mi rutina matutina cuando el alboroto comenzó. La temprana llamada desde la oficina del sheriff precipitó una corrida enloquecida hacia la minivan dónde mamá, con gran nerviosismo, pisó el pedal hasta el fondo y lo llevó al menos a tres millas por encima del límite de velocidad. Actualmente se encontraba se encontraba frente a su tienda de flores hablando con una de los comisarios del sheriff sobre los actos vandálicos. El padre de Matthias todavía estaba fuera de la ciudad. La ventana principal de la tienda de mamá había sido destruida desde adentro y se encontraba hecha pedacitos en la acera, el vidrio brillando como gemas preciosas. Dentro había fragmentos de porcelana, trozos de tierra, plantas destruidas y mesas volcadas. El hedor a azufre flotaba en aire, pero yo parecía ser la única que lo había notado. Y la única que escuchó la voz del demonio. Estuve de pie fuera de la muchedumbre, con Selena en mi cintura. El demonio del ataque de “oso” de ayer no había perdido tiempo en tomar el crédito de la destrucción, haciendo amenazas y ladrando exigencias poco después de haber llegado yo. —Y ahora la Nex seguirá órdenes mías. —Su risa fue llevada por el aire y enredada alrededor de mi piel como una mortífera serpiente. Sostuve a Selena con más fuerza y me precipité a la muchedumbre, pero nadie parecía poseído. Para mí, cuando los demonios ganaban residencia, las características humanas se resbalaban como una máscara de cera demasiado cerca de una llama. Pero podía oírlo. Su áspera voz barría los nervios a través de mi columna. —Deja a la mocosa y ven a mí. Sola. Ve por Main Street. Dobla a la izquierda en la segunda calle. ¿Entendido?

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Busqué en el cielo. Nada. —¡Muévete! —Su gruñido lleno de furia golpeó mi piel. El volumen de la multitud disminuyó, reaccionando ante la presencia sin saberlo. —Vete ahora o comenzaré a matar. Lentamente. La bebé primero. Sus gritos… —¡Lucian! Toma a Selena. Dejé mi tarea de Historia en casa. —Iré contigo —dijo Luna. Indicando sus torpes botas dije—: Iré más rápido sola. Ella se encogió de hombros y se dio la vuelta. Retrocedí unos metros para asegurarme de que no me siguiera cuando choqué contra algo. —Oh, maldito… Me giré y enfrenté a un enojado Matthias. Como si tuviera otro modo. Había estado sentado en un BMW negro, su pierna colgaba de la puerta abierta cuando choqué contra esta, haciendo que la puerta golpeara su mandíbula. —Lo siento. Cerró su teléfono móvil de un golpe y estuvo frente a mí en un instante. Lo extraño, estaba sonriendo. Intenté escurrirme lejos de él. —Aurora, espera. ¿A dónde te diriges? —Su tono era simpático. Me asustaba un poco. —Dejé la tarea en casa. —Torcí un pulgar sobre mi hombro—. Gracioso, siendo la tarea para la casa uno supondría que es allí dónde debe quedarse, la necesito en la escuela, pero no puedes llamarla tarea de la escuela porque eso es solo cosas que haces en la escuela, pero realmente es tarea de la escuela lo que haces en casa y luego vuelvas a traer así que puedes llamarla tarea escuela-casa-escuela pero de cualquier manera no está aquí y necesito ir a casa y traerla a la escuela, así que es en casa dónde necesito estar ahora. — Respiré profundo—. Adiós. Matthias se deshizo de cualquier intento de entender mi parloteo. — Deberías esperar a tú mamá. —Hizo un gesto hacia la tienda de flores, sus ojos yendo de un lado a otro—. No andar por ahí sola. ¿Preocupación? Aún más tétrico. —Estaré bien. Cuando me giré para marcharme sus dedos de acero se cerraron alrededor de mi muñeca en un agarre que no podía romper sin perder mi mano.

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Así que volé hacia su pecho, él ni siquiera se tambaleó, y enredé mi brazo libre alrededor de su cintura. Mis sollozos eran lamentables, fuertes y patéticos. Matthias se puso rígido. —Uh. —Esto ha sido tan aterrador. —Lloriqueé entre respiraciones entrecortadas, abrazándolo con fuerza. —Y ahora —más sollozos—, ahora, tú estás aquí y puedes ayudarme, abrazarme. —El parloteo incoherente se amplificó. Acerqué nuestros cuerpos aún más, casi clavándole mis uñas. Soltó mi brazo y colocó los suyos a su lado, rectos. —Qué día… Me alejé y me apresuré calle abajo, sonriendo, esperaba haber dejado un montón de mocos en su camisa. —Hija de tu… —Su teléfono móvil sonó. El violento “¡¿Qué?!” que gruñó cuando atendió hizo mi sonrisa aún más grande. El chico malo podía ser intimidante, pero dale una damisela pegajosa y llorosa, y este cedería. Confiada por haber engañada el imbécil, logré correr hasta la vuelta de la esquina cuando una mano tiró de mí. Grité.

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18 Traducido por Zöe Corregido por Aimetz14

La mujer gritó de nuevo, su mano libre saltando a su garganta y poniendo sus sorprendentes ojos azules como platos antes de llevarme a un callejón. —Buen Dios, señorita Molly —dijo, consiguiendo que su respiración volviera a la normalidad—. Me diste un buen comienzo. —¡Eres la criada! Su atuendo era diferente, pero era ella. La que me había dejado entrar en la casa Ishida. Hoy lucía como si debiera estar corriendo a una gran reunión en una sala de juntas, usando una suave y blanca falda lápiz y una chaqueta ajustada sobre su esbelta figura. Sin embargo, ¿el cabello? No tan corporativo. Corto y a la moda, rebotaba mientras caminaba, y brillaba con el mismo azul cobalto que su blusa de seda y sus ojos traviesos. Me detuve e intenté torcer mi brazo de su agarre. —¿Quién eres tú? Al final del callejón me miró, repentinamente sombría, y con un pesado acento austríaco dijo—: Ven conmigo si quieres vivir. —Su expresión ominosa se rompió en una cascada de risas y se dio una palmada en el muslo—. ¡Oh, siempre quise decir eso! Me pregunté qué manicomio había perdido un paciente. —Pero en serio. —Torció su rostro en una apariencia de compostura—. Tienes que confiar en mí y todo saldrá bien como la lluvia. Confiar en ella. Claaaro. Los chicos con la furgoneta acolchada y camisas de fuerza podrían llegar en cualquier momento. —Lo siento, ya me has metido en suficientes problemas y tengo que empezar a moverme. —Tiré de mi mano de nuevo. No la soltó, pero comenzó a caminar de nuevo—. Alguien amenazó a mi familia y… —¡Lo seee! Quiero decir, tengo que darle puntos porque parecía bastante bobo. Todo sucio, músculos malolientes y nada de cerebro. —Agitó un dedo en el aire—. La culpa es mía por juzgar. —Vio mi cara preocupada y

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rodó los ojos—. Pooor favor. Tengo a tu familia cubierta. Un par de cifrados temporales, y ergo, no puede tocarlos. Por ahora. Tú, en cambio, eres vulnerable, pero puedo ayudar. —Otra sonrisa deslumbrante. ¿Cifrados? ¿Y quién es Airgo? —¿Le hiciste qué a mi familia? Palmeó mi cabeza. —Te lo explicaré luego. Sólo haz lo que te digo. Estarás a salvo en lo de Rita. —En una carrera, me dio direcciones—. Nos encontraremos allí. —¿Con un demonio en mi cola? Nunca lo lograré. —Dos en realidad. —¿Qué? Su mano hizo un movimiento de corte, de aceptarlo sin mayor discusión. —Confía en mí, tienes lo que se necesita. —Me guiño un ojo—. Simplemente no lo sabes todavía. Ni tienes el entrenamiento necesario. —¿Quién eres tú? —No hay tiempo. No hay tiempo. Las preguntas adicionales fueron cortadas por una niebla verde formándose frente a mí. La niebla se solidificó en ese espantoso duende de educación física, el que acechaba a Selena, cubierto de hierba, hongos y musgo —¿esos hongos estaban creciendo fuera de sus orejas?— y goteando con algo espeso que olía a estiércol. Delicioso. La mujer hizo silencio pero el demonio no se inmutó. Vi algunos insectos arrastrarse de su nariz a su boca dejando una red de lodo que lamió con un movimiento rápido de su oscura lengua bífida. Tragó con fuerza después de unos mordiscos crujientes. Bueno, serio factor de asco. Un chillido desde arriba. El molesto demonio Matarte Con Vocabulario que me había perseguido por mi bloque estaba de vuelta. ¿Podía este día ponerse mejor? Con una sonrisa repugnante, Fungus Fred entrelazó sus manos, los codos bloqueados. Hierba se ahumó alrededor de sus piernas, viajó a su torso y por sus monstruosamente largos y abultados brazos. El arco iris de verdes brillaba a la luz del sol mientras se escapaba de la punta de sus dedos y se solidificaba en una espada muy grande, muy larga y muy afilada. Empecé a correr, pero la mujer me detuvo con un apretón sorprendentemente fuerte. —Tienes que aprender a defender tu posición y… —Sacudió sus pies en un pequeño baile irlandés y cantó—: …tienes que tener fe, fe, fe.

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Me quedé boquiabierta. —Estas bromeando, ¿verdad? Estás bailando en la calle y citando a George Michael. ¡Estoy a punto de ser comida viva! Pellizcándose la nariz, se quedó sin aliento, indignada. — Estaba cantando George Michael, quien en realidad estaba citando a… —Le dio una mirada de preocupación al demonio—. Oh, Dios. No es el momento. Lo discutiremos en el futuro. Si tenía uno. En sus mugrientas manos, la “espada” de hierba —oh, soy divertida durante mis experiencias cercanas a la muerte— continuó creciendo a una longitud impresionante. Di un paso atrás. Un leve tintineo tocó mis oídos. Una cadena. La que Tristán había devuelto. El único que tenía. Arranqué mis jeans, lo envolví una vez alrededor de mi mano y azoté el suelo. Los gritos estallaron mientras los eslabones de hierro rodearon su piel. Ignorando el humo y el olor a quemado, me tiré. Sus brazos se agitaban y la espada salió volando, pero Fungus Fred agarró la cadena con un aullido y tiró. El metal traspasó a través de mi carne. Se desenredó de la muñeca del demonio y se elevó inofensivamente en el aire, el tintineo cuando golpeó la calle un montículo de muerte a mis oídos. Su mirada homicida y gruñido dejaron en claro que mi intento de unión no había ido bien. El sudor brotaba de mis poros. La lógica me abandonó. Extendió los brazos, y con una contracción de sus ramitas como dedos, hizo que la espada se levantara del suelo y se disparara en su mano. Aterciopelado. Él tenía sus patos en una fila y yo no tenía nada. Salvo a Penélope Perky aquí y todavía tenía que demostrar eficacia. Los huesos de mis piernas amenazaron con licuarse y sabía que si me desplomaba no encontrarían mucho más que un charco de sangre, aún temblando de miedo. —¡Bien por ti! —Animó la mujer. —Haz algo —supliqué con los dientes apretados. Antes de que Penélope Perky pudiera dar —o diera— una respuesta, el demonio levantó la espada en alto. Puse mis manos en alto. Me encogí. Pero la espada no corto a través de mi carne. En cambio, la presión se abalanzó sobre mí desde todas las direcciones, como un coche en el depósito de chatarra con alguna máquina crujiéndome en un cubo de metal del tamaño de un pie. Mis huesos comenzaron a implosionar. La piel se quemó. Respirar estaba fuera de la cuestión desde que mis pulmones deben haber colapsado. Una luz blanca erosionando mi visión. Justo antes de que mis rodillas se doblaran, la presión acumulada se disparó lejos de mí como una bala liberada de su barril, explotando con un estruendo sónico que envió al demonio volando por el aire.

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Me las arreglé para mantenerme en pie, jadeando por aire mientras el demonio salió en el suelo, dejando remolinos de barro en el pavimento. La explosión interrumpió el descenso del vocabulario del demonio y lo tiró contra un edificio. Se deslizo por la pared con un gemido. La mujer dijo algo, pero no estaba escuchando. Me quedé mirando mi cuerpo, entrecerrando los ojos con incredulidad a la pálida luz que emanaba de mi piel, pulsando a través de mi ropa. En resumen, estaba radiante. Literalmente. Chisporroteando a la vida como las máquinas que traían los monstruos a la vida en el laboratorio de horror del Dr. Frankenstein. Un olor dulzón golpeó mi nariz una fracción de segundo antes de que yo gritara de dolor. La cruz celta en mi pecho brillaba caliente. Me incliné hacia adelante para removerla de mi piel. Mi mano le dio un manotazo al metal ardiente, tratando de alejarlo de mi pecho sin chamuscar mis dedos. Fungus Fred se puso de pie con un grito furioso. La mujer tomó la cruz brevemente, y luego le dio un firme empujón a mi hombro. —Corre. Tengo éste. —Asintió con la cabeza a Fungus Fred. Me estremecí mientras el collar caía sobre mi piel. Aunque mi pecho todavía dolía, el metal se había vuelto fresco con su toque. Estudié mis manos, feliz de ver mi piel de vuelta a la normalidad. Corrí, esperando recordar sus direcciones, con la esperanza de llegar a tiempo. Con la esperanza de que no iba a morir. Un grito desde arriba me recordó que tenía más con lo que lidiar.

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19 Traducido por Demoiselle Corregido por Aimetz14

Careciendo de delicadeza, mi rodeo frontal me mantuvo alejada del ataque. El suelo se estremeció cuando el demonio volador golpeo el concreto y se paro temblando, enojado. Me dedicó una sonrisa llena de colmillos de miedo. —No tengo ninguna protesta a un desafió, Nex. ¡Vamos! —Entonces soltó una carcajada que estremeció mi alma. Nuevamente en movimiento, el cruce golpeó contra mi piel, el dolor palpitante al compás con mi corazón acelerado. Arrojé el metal por encima de mi hombro y me concentré en las direcciones. Una sombra subiendo, mordisqueándome los talones. Me metí en el edificio a mi derecha. Mi hombro quejándose con el impacto, pero no me importó cuando vi al demonio golpear la tierra en vez de a mí y estrellarse en la pared. La última vuelta apareció en mi visión, pero no podía arriesgarme a frenar. Mi cuerpo reaccionó antes que mi mente tuviera el sentido para detenerlo y lanzarlo en el aire. Cogí la farola con los nudillos blancos en ambas manos y dejé que el impulso girara mi cuerpo alrededor del poste. Lo solté cuando mis pies vinieron alrededor y volé por el aire, escondiendo mi hombro cuando mi pie golpeó con el pavimento, rodando dos veces y luego levantándome y corriendo otra vez. Me eché a reír. ¿De dónde había venido eso? Enfócate. Rita’s. ¿Era un restaurante? Ella había sido vaga. Un crujido de metal y cristales rotos estallo detrás. Una mirada arriesgada sobre mi hombro reveló que el demonio había corrido, no, volado sobre el poste de luz. Seguí moviéndome. Rita’s. Tenía que ser aquí. ¿Por qué iba a mentir? A menos que... ¡oh cielos! a menos que ella fuese un demonio también. Solo porque ella no lucía como un monstruo... Entonces lo vi. Un cartel con letras azules como su pelo. Iba a hacerlo. Hasta que hice un cara a suelo sobre el pavimento y me deslicé varios metros sobre mi vientre, terminando a los pies de escaleras de piedra.

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Incluso con mi visión ligeramente borrosa podía leer el cartel. Decía — eso espero— La iglesia de Santa Rita. Rita’s. Mi destino. Mi santuario. Por supuesto. ¿No podría haber mencionado eso? No importaba ahora. El demonio amenazante de alas curtidas apareció de arriba junto con una ráfaga de aire y una sonrisa de triunfo malévolo. Enderecé mi espalda, determinada a, al menos, dar la cara a la muerte, e inmediatamente me pregunté por qué había pensado que era una buena idea. El demonio se lanzó, con las garras afiladas extendidas, listo para cortarme abierta, sus dientes al descubierto para festejar los borbotones de mis entrañas. La presión contra mi cuerpo llegó de nuevo, un gran peso sujetándome al concreto, hormigueando mi piel con el intenso calor. Presa del pánico y miedo, me esforzaba por respirar. La presión se rompió cuando Penélope Perky apareció y plantó una de sus sensibles bombas en mi caja torácica. —No hay fuegos artificiales. —Su voz no mostraba ningún signo de estrés. Ella no parecía darse cuenta del misil asesino partiendo por ambas. Guiñó un ojo—. ¿No es emocionante? Sucedió demasiado rápido como para gritar. Ella extendió su brazo con indiferencia una fracción de segundo antes de que el demonio llegara. El cuello del monstruo crujió en su bíceps. Su brazo no se movió. Pero el demonio si lo hizo. Su cuerpo comenzó a girar en forma de espiral alrededor de su brazo a la velocidad de la luz. Lancé mi cabeza hacia un lado para evitar ser golpeada por los azotes de las piernas de reptil. Sin arrugarse el traje, ella tomo al gul 11 antes de que este se saliera de control y lo lanzó hacia arriba. El aullido de objeción se desvaneció mientras la bestia se disparaba fuera de la vista. Me tomó un momento procesar que ella acababa de usar como tendedero a un maldito demonio. Como si fuera un mosquito. Como si fuese menos que un mosquito. Entonces mis ojos se desorbitaron.

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En ingles ghoul. Es un demonio necrófago que, según el folklore árabe, habita en lugares

inhóspitos o deshabitados y frecuenta los cementerios. Están clasificados como monstruos no muertos.

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—Ahora, tú necesitas que... —Ella hizo una pausa para re-ajustar su chaqueta. Señalé en el aire e hice ruidos de gorgoteo de hombre de las cavernas, demasiado asustada para crear palabra. El mosquito estaba de vuelta. Se recupero a toda velocidad en el aire y estaba zambulléndose de nuevo hacia nosotras. Más rápido y más furioso que antes. —Lo sé. —Sonrió ella—. Esta es la parte divertida. Ni siquiera miró, pero un momento antes de que el demonio llegara, alas enormes salieron de su espalda con la velocidad de un rayo y fisura de un trueno, golpeando al demonio y volándolo sobre los tejados como si fuese un... mosquito. Está bien, así que el diccionario en mi cabeza no encontraba sinónimos porque estaba demasiado ocupado embobado en las enormes alas blancas combinando con varias plumas del mismo color azul brillante que tenía en su pelo y camisa. Estas se agitaron con una gracia susurrante, enviando una suave brisa para refrescar mi piel sudorosa. Parpadeé cuando ella chasqueó los dedos en mi cara. —¿Has oído lo que acabo de decir? —¿Tienes alas? Ella suspiró. Sus hombros y alas se desplomaron. —Necesito que te concentres querida, así que escucha. Debes mantenerte cerca de los Chicos Malditos. Ellos te protegerán al tiempo que... —¿De dónde salieron las alas? Sus ojos se detuvieron a mitad del rollo y ella miró a la iglesia. —Oh, no. —Ella me dio una mirada severa—. Mantente cerca de los chicos. La vida de tu familia depende de eso. Eso llamó mi atención. Ella metió su pie debajo de mi cadera y en un movimiento de su tobillo me volcó sobre mi estomago. Agarrando la parte de atrás de mi camisa y de la cintura de mis pantalones, me arrastro fácilmente. Cantando a todo pulmón un pitido estremecedor de oídos, ella me movió como a un péndulo. Navegué a través del aire, dirigiéndome rápida y furiosa directamente hacia dos muy bonitas, intrincadamente talladas, muy gruesas, y muy sólidas puertas de maderas que, casualmente, estaban cerradas.

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20 Traducido por NatiiQuiroga Corregido por *Andreina F*

Mientras me preparaba para un golpe doloroso, la entrada se abrió rápidamente, conmoción registrada en la cara de alguien tan impotente como las puertas. Blake. Me atrapó en sus brazos. Aire salió bruscamente de nuestros pulmones y giramos como el demonio de Tasmania de los Looney Tunes hasta que él se las arregló para plantar sus pies, sus rizos marrón picante más desordenados de lo habitual. —Te atrapé —dijo sonriente—. Miren, las chicas realmente se lanzan sobre mí. ¡Hey, chicos! —Su voz resonó sobre la piedra tallada y el mármol del vacío espacio cavernoso—. ¡Oh, vamos! ¿Salvo a esta chica y nadie está cerca para verlo? Mi estómago aún se estremecía peligrosamente cerca de devolver su contenido. Blake me colocó en el suelo y sostuvo mi brazo hasta que me estabilicé. —Siento eso —dije—, pero gracias. —No importa. Soy un chico de deportes de contacto. —Miró hacia las puertas abiertas—. ¿Cómo hiciste…? Voces vinieron del frente de la iglesia cuando Tristán, Logan y Jayden emergieron de una puerta detrás del altar. —Por fin —dijo Blake. Antes de que me vieran, me escondí detrás de un banco de iglesia. —¿Qué estás haciendo? —Escondiéndome —susurré. —¿Por qué? —No lo sé —Y no lo sabía. Era una reacción instintiva—. Pero no les digas que estoy aquí. —Blake me miró confundido pero mantuvo su boca cerrada mientras yo me arrastraba por el piso. Cuando alcancé el final del

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banco me escabullí a través del pasillo, me metí en un hueco, alcanzando la puerta del confesionario y deslizándome dentro sobre mi trasero, cerrando la puerta y dejando una rendija abierta. Solamente podía ver a Blake, cambiando de un pie al otro, lanzándome miradas furtivas, pero luego alguien llamó su nombre y se movió fuera de mi vista. Una profunda, autoritaria voz de hombre que no reconocí, resonó. —La actividad de ayer en la escuela fue marcada por el equipo Divinicus. Blake se mofó. —Tuvimos un demonio suelto. Nos hicimos cargo de eso. ¿Cuál es el gran problema? La voz del hombre se endureció. —El gran problema es que los demonios no permanecen por aquí. Ellos no nos atacan. O se exponen a ellos mismos con un alboroto en el campus que ustedes supuestamente han bloqueado. —El hombre hizo una pausa, sus siguientes palabras fueron más tranquilas—. El trabajo de Madame Cacciatori está en peligro. Ella no ha sido capaz de atrapar al equipo Divinicus, algunos miembros del Consejo Superior han pedido su renuncia, por lo que ella hace todo lo posible para probar que un remplazo no podría hacer nada mejor. Una de esas cosas es el seguimiento de cada rareza como una posible pista y al parecer somos los siguientes en la lista. Ayden se paseó a través de las puertas principales, pero en lugar de unirse a sus amigos, se detuvo cuando Blake de repente dio la vuelta a la esquina haciendo gestos frenéticos. Ayden inclinó su cabeza, luego asintió y se fue en silencio. Blake desapareció nuevamente. La mujer alada dijo que necesitaba permanecer cerca de estos chicos para mantener a mi familia a salvo, pero aún no estaba segura de que hacer con ellos. O ella. ¿En serio, alas? Después de unas pocas respiraciones temblorosas, decidí dejar de empujar mi suerte y salir pitando. Abrí la puerta. Y salté fuera de mi piel. Ayden se inclinó casualmente contra el marco de la puerta. —¿Qué es lo que tienes que confesar? —dijo en voz baja—. ¿Tu última ruptura–y–entrada? —Más como pensamientos homicidas hacia Blake el bocazas. La esquina de su boca se levantó. —Sí, todos hemos estado ahí. Los secretos no son su punto fuerte. Vamos. Tu mamá te está buscando. Él ofreció su mano y la tomé. Pero mientras él me levantaba, la voz del hombre retumbó en toda la iglesia. —¡Sí, es un desastre potencial! Blake regresó alrededor de la esquina y comenzó a agitar sus manos. Ayden me empujó dentro y cerró la puerta detrás de nosotros.

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Los confesionarios no son conocidos por su capacidad de gente. El pequeño espacio nos forzó a Ayden y a mí íntimamente cerca. Él se concentraba en la actividad afuera mientas yo estaba muy consciente de la subida y bajada de su pecho contra su camiseta, sus cuadrados hombros, el sedoso desorden de su cabello, el olor a cuero, el surco de pestañas alrededor de oscuros ojos que — oh, caramba— solo me atraparon mirando. Lo fulminé con la mirada para cubrir mi vergüenza. —¿Qué estás haciendo? —¿Qué estás tú haciendo? —¿Por qué nos escondemos? —Tú lo comenzaste. Giró su cabeza para escuchar la actividad afuera. Hice mi mejor esfuerzo para ignorar la fina línea de su mandíbula y el olorcillo a madera de sándalo. El sonido de la voz de hombre, aparentemente junto a la puerta, me desembriagó. —¿Estás seguro? Pensé oír a alguien. —Nop, ni un alma —dijo Blake—. ¿Lo entiendes? Alma. Porque estamos en una iglesia. El hombre murmuró algo, luego dijo—: Acerca de lo de ayer, oí que la chica Lahey estuvo involucrada. —Atrapada en el fuego cruzado —dijo Tristán—. Coincidencia del azar. —Bien —dijo el hombre—, aseguren el campus. Pero manténganse lejos de ella. —Capté la mirada de Ayden. Se encogió de hombros avergonzado—. Y en este caso, mantengan su distancia de la familia entera. Especialmente tú, Tristán. —¿Hay algo único acerca de los Lahey? —dijo Jayden. Contuve la respiración. ¿Sabían algo estos chicos? —Por supuesto que no —dijo el hombre en apuros—. Pero el contacto con los de afuera es suficientemente riesgoso y siendo nuevos están bajo el foco de atención. Si algo pasa habrá un examen más detenido. Yo lidiaré con ellos si es necesario. Por no mencionar que, Aurora es una adolescente atractiva y eso es algo que hace que los hormonales adolescentes tiendan a cometer estúpidos errores. Ustedes podrían poner en peligro toda la operación. Y yo no quiero ser forzado a limpiar su desastre. Yo estaba en un conflicto. Calentada por el comentario “atractiva” pero, Dios mío ¿era él una clase de súper asesino? Sentí mi sangre drenándose de mi cara, y salté cuando Ayden colocó un rizo detrás de mi oreja.

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Sacudió su cabeza y susurró—: Nada de qué preocuparse. ¿Seguro, y exactamente de qué no debería preocuparme, las peligrosas hormonas o un asesino justo al otro lado de la puerta listo para “limpiar” el desastre que era yo? La sonrisa tranquilizadora de Ayden dejó de hacer su trabajo. —Ahora —continuó el hombre—, tenemos mucho que discutir antes de que Madame Cacciatori venga olfateando alrededor la próxima semana. —Sus voces se desvanecieron fuera mientras ellos se movían a otra parte de la iglesia donde yo no podía distinguir sus palabras. Cacciatori. Cazador Divinicus. La mujer que se encontraba en una lista cada vez mayor de los enemigos mortales que me querían muerta estaba viniendo aquí. No es bueno. Me incliné hacia delante tratando de oír la conversación. Ayden deslizó un brazo alrededor de mi cintura y me jaló hacia él. —Tú diablesa. Tú sabes que mis hormonas son indefensas contra ti. Estoy a punto de cometer un error muy estúpido. —Ya basta. Estoy tratando de oír lo que están diciendo. Él acarició mi cuello. —¿A quién le importa? Las palabras vibraron a través de mi piel. Este lugar estaba a punto de convertirse en un sauna. Necesitaba aire. Empujé el pecho de Ayden. Nada pasó. Él no tenía la corpulencia de Blake, pero el contorno de los duros músculos debajo de su camisa lo mantuvieron firme contra mi fuerza. —Retrocede. —Ni hablar. —Su mirada bajó—. Jayden no está aquí para tomar el golpe por mí esta vez. —Muy gracioso. —Me retorcí contra él pero paré cuando atrapé su mirada divertida, una ceja arqueada, una sonrisa jugando en sus labios llenos. —Aunque me gusta a donde va esto, vamos a esperar a que ellos se vayan. Fruncí el ceño. —¿Qué? Oh. —La sangre no tuvo tiempo de subir por mis mejillas. Mi movimiento había incrementado nuestro contacto corporal y subido la apuesta en la intimidad física. Mis ojos huyeron de los suyos. —No sé de qué estás hablando. —Tu rubor dice otra cosa. —Es… es sólo que hace calor aquí. Su sonrisa se intensificó. —Sí, lo hace.

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—Oh, cállate. —Mortificada, lo empujé de nuevo y esta vez él cedió. Ahora teníamos una brizna de aire entre nosotros, pero su latente mirada cortaba en mí con esos apasionados y penetrantes ojos. Mi corazón martilleó con más que solo miedo. Calor subió por mi cuello, pero me forcé a encontrar su intensa mirada. —Gritaré. —Siendo un susurro ayudó a esconder el temblor en mi voz. —Entonces encontraré una forma de ahogar el sonido —Su boca cayó cerca y permaneció con una promesa sobre la mía—. ¿Tienes alguna idea? Chico, que he hecho. Yo estaba ciertamente en el lugar correcto para confesar todos los lujuriosos pensamientos en mi cabeza retorciéndose en un sensual, sudoroso enredo. He tenido un par de citas y un beso o dos en mi tiempo, pero no un novio real. Y los chicos simplemente no me afectaban así. Tenía que obtener control. En mis sentimientos, eso es, no en el mega semental parado lo suficientemente cerca para un beso. Otra vez. —¿Quién está ahí afuera? —susurré, lo que fue un alivio. Había estado medio asustada de que mi subconsciente iba a tomar el control y gritar algo como “Bésame, idiota”. —El Padre Bancroft. —Nos estamos escondiendo de un sacerdote. —Un demonio con conexiones, narcotraficante, sacerdote asesino a tiempo parcial. Pero aun así. —¿Quién dice que nos estamos escondiendo? —Vislumbré la sonrisa perezosa de Ayden mientras él dejaba caer la cabeza. Sus calientes labios rozaron mi sien y bajaron haciendo cosquillas justo debajo de mi lóbulo. Su voz seductora se deslizó en mi oído y viajó a cada terminación nerviosa que poseía. Y algo que yo no sabía que existía. Mi respiración se estremeció—. Tal vez sólo quiero estar a solas contigo. —Basta. —La ira en mi voz ronca era real, pero no podía estar segura de si estaba dirigida a Ayden o a la abrumadora reacción de mi cuerpo a su toque. Levantó su cabeza. La inocencia en su mirada apenas ocultaba la burlona diversión detrás de su sensual sonrisa. Su voz grave retumbó con incitación. —¿Por qué estás tan tímida? Nosotros ya hemos tenido nuestro primer beso. —Mierda. No pienses en el beso. No pienses en el…—. Y el último. — Me atraganté—. ¿Por qué negar el placer? Espero que mi cara haya transmitido la cantidad apropiada de repugnancia. —No fue placentero. —Añade mentir a mi larga lista de pecados por confesar.

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Él arqueó una ceja escéptica. —¿Estás segura? —Si —dije, impresionada con el nivel de desprecio—. Estoy segura. —Entonces te debo uno. Mi mente se tambaleó fuera de balance. —¿Qué? —Otro beso. Uno placentero. Es sólo lo justo. —Se encogió de hombros—. Me cogiste por sorpresa, había muchas distracciones y la verdad es, no estaba esforzándome realmente, pero esta vez. —Rozó mi mejilla con el dorso de su mano—. Te daré la debida atención. —Oh, no, no, no. Mi cabeza retrocedió tambaleándose tanto como la limitada área lo permitía, luego cayó hacia delante, chocando mi frente con la de él. En el pequeño espacio, nuestras cabezas se batieron hacia atrás, se golpearon con las paredes opuestas, y luego rebotaron hacia delante otra vez y golpearon contra la otra. Cuando había visto que esto pasaba en las películas, el que recibía el cabezazo era el único lesionado. Entonces, ¿por qué el que da el cabezazo — osea yo— estaba viendo estrellas y luchando para mantenerme consciente? Todo mi cráneo exploto en un dolor candente como si fuera el Cinturón de Fuego del Pacífico y todos los volcanes estallaran a la vez. Ayden pestañeó rápidamente y le dio a su cabeza una sacudida rápida. —¿Por qué has hecho eso? —Pensé que ibas a tratar de besarme otra vez —Por última vez, tú me besaste y caramba. —Se veía herido en más de un sentido—. ¿Fue realmente tan malo? —No. —Entonces por qué… —Atrapó mi mirada—. Espera. ¿Estás diciendo que fue bueno? —Tan típico de los chicos. Solo déjame en paz. El segundo encuentro moledor de nuestras cabezas casi había doblado mis rodillas, pero me quedé erguida porque, a pesar de mi brillante movimiento, Ayden estaba en completo contacto corporal. Me dio una mirada exasperada, pero retrocedió tanto como el pequeño espacio le permitió. —Mantén tu voz baja. Estamos tratando de protegerte. —¿De un sacerdote? —Es complicado.

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—Explícame. O iré a preguntarle ahora mismo. Y cuando la mujer Cacciatori venga “a husmear” hablaré con ella también. Muy bien, así que todo era un engaño del tamaño del ego de Blake, pero no creo que Ayden pueda tomar esa clase de riesgo. A menos que él me matara antes de que yo tuviera la oportunidad de cumplir la amenaza. Hmmm, no pensé eso completamente. De repente, mi mejor grito de película de terror era una opción viable. Los músculos de la mandíbula de Ayden recibieron un entrenamiento serio, apretando y aflojando tan fuerte que pensé que iban a explotar a través de la piel. —¿Hay alguien en el confesionario? —dijo el Padre Bancroft. La tensión ribeteó los rasgos exóticos de Ayden. Oí el murmullo creciente proveniente del resto de los chicos. La puerta se abrió.

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21 Traducido por Mary Haynes Corregido por Juli

Por lo menos no era mi puerta. El Padre Bancroft se instaló en la mitad opuesta del confesionario. Una cortina de terciopelo rojo colgaba en la abertura rectangular de la pared de madera tallada que se encontraba entre nosotros, proporcionando privacidad y anonimato, pero no me atrevía a respirar. —Perdón. No tenía idea de que alguien estuviera esperando. Vamos a saltarnos las formalidades y dime cómo te puedo ayudar. Miré boquiabierta a Ayden que se veía en shock y desprevenido como yo. Que pesadilla. Atorada entre el cartel del demonio narcotraficante y su compañero el sacerdote-asesino. Ayden se agachó e hizo un ademán de “sigue” con la mano. Agité mi cabeza “no.” Luego reconsideré mis opciones. —Hola Padre —dije—. Estoy en un pequeño lío. Si la gente te quiere para que les guardes sus secretos y después mientas por ellos pero no te dan algo razonable, como la verdad, ¿qué deberías hacer? Los rasgos de Ayden retumbaban en una mirada siniestra, pero pude ver su batalla por confiar. Me dio un movimiento tenso de cabeza. Al cual no hice caso. —Bueno —dijo el Padre Bancroft—, siempre es difícil… —Quiero decir —sonreí hacia Ayden y suavicé mi voz—, si me dieran algunas respuestas sinceras, que dejaran de pasar de mí, podría sentirme diferente. Pero por otro lado siento como si tuviera que sacar esto de mi pecho. Diciéndole todo. Ahora mismo. Los ojos de Ayden se entrecerraron hasta volverse rendijas homicidas. El pronunció—: Bien. Hablaremos. Luego tuvimos una conversación en silencio. —¿Cuando? —articulé. —Esta noche —articuló de vuelta. —¿Promesa?

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Levantó dos dedos para hacer “Palabra de honor”, la cual era irritante porque no creo que tuviera mucho honor —scout o de otra cosa— y la promesa vino con una mirada de suficiencia. Pero le di una de parte mía y asentí. Corté lo que fuera que el Padre Bancroft estuviera diciendo. —Perdón por hacerle perder su tiempo, Padre, pero esto es un error. —No es un error cuando se busca ayuda cuando estás en problemas. Normalmente soy muy bueno en esto. Tal vez quisieras hablar de algo más. ¿Familia? ¿Escuela? ¿Un Chico? Bufé. —Así que, es un chico. —Pfft. Más como chicos —murmuré—. Plural. —Oh. —No, no, no de esa forma. —Ignoré los esfuerzos de Ayden por no reírse en voz alta—. No me gustan. Ni siquiera gustar-gustar. —Oh, grandioso. Ahora soné como una idiota inmadura. Los hombros de Ayden temblaban. Enterré mi talón en su estómago. Dejó escapar un gruñido de aire—. Uno de ellos es el más odioso dolor en el… —Así que él te gusta-gusta. —No sea estúpido… Quiero decir, ¿por qué dijo eso? —Fue algo en tu forma de decirlo. Pero podría estar equivocado. Continúa. —Sin ánimo de ofender, pero si eso es lo mejor que puede decirme, no es tan bueno en esto como piensa. Se rió entre dientes. —Me parece bien. Quizá nos comunicaríamos mejor cara a cara. La santidad del confesionario se sigue aplicando así que no hay de qué preocuparse… Me perdí el resto porque Ayden abrió la puerta y me sacó. Blake se recargó contra la puerta de Bancroft y señaló a Jayden, Logan y Tristán agitando frenéticamente una puerta lateral. Ayden tomó mi mano, y seguido de cerca por Blake, corrimos a través de la salida. Tristan me empujó a través del patio mientras el resto se aseguraba de que Bancroft no estuviera pisándonos los talones. —¿Le dijiste algo a Ayden?— Debo haber parecido confundida porque… lo estaba. Miró sobre su hombro y apartó un mechón de cabello rubio—. Acerca de quién eres o… —No. —¿Por qué sonaba a la defensiva?

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—Bien. —La tensión de su rostro se suavizó—. Como dije, es más seguro mantenerte alejada de nosotros. No les digas quien eres. O de lo que hablamos. —¿Hablamos? —No sé por qué susurraba—. No hablamos. Entraste en mi habitación y me amenazaste. Palideció. —No te amenacé. Te estaba advirtiendo por tu propio bien. —Miró sobre su hombro—. No les digas que te di la cruz. —Su mano se movió hacia mi cuello—. Todavía estoy tratando… —Se detuvo por un momento y luego gritó—: ¿Ayden, que hiciste? Ayden volteó ante la fuerte acusación. Tristán señaló debajo de mi barbilla Miré hacia abajo. Tan pronto como vi la forma rosa donde la cruz quemó mi piel, empezó a palpitar. Mi mano intentó cubrir la tierna carne, pero no quería tocarla. Para entonces, los cinco chicos ya estaban delante de mí. Mirando fijamente. A mi pecho. Mis mejillas ardían. —Guau. No fui yo. —La mirada obscura de Ayden se estrechó—. ¿Ahora qué pasó? De repente el aire se volvió áspero, apenas podía respirar. Me limpié el sudor de la frente y les di un codazo. —Aurora, espera. —Ayden obstruyó mi camino y puso una mano en mi brazo—. ¿Te encuentras bien? Su voz y su expresión estaban llenas de genuina preocupación, y por una vez sus ojos marrones ofrecieron sólo confort, se envolvió alrededor de mí como una cuerda y me atrajo hacia él. Con la adrenalina encima, mi cabeza estaba demasiado enredada para pensar claramente. Apreté mis párpados con fuerza y luché contra el impulso de caer en sus brazos. —Déjala ir, Ayden —dijo Tristan. Ayden volteó, furioso. —¿Quieres que la deje ir por su cuenta después de que llegó luciendo de esta forma? Miré hacia abajo a mi ropa, rasgadas y polvorientas, luego pasé una mano sobre mis rizos en un intento inútil de borrar lo que debía ser una apariencia desastrosa. —Bueno, tal vez no deberías de haberla secuestrado en el confesonario —dijo Tristan. El agarre de Ayden en mi brazo se relajó mientras se paraba enfrente del rubio. —¿Cuál es tu problema?

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Aproveché la oportunidad para empujar a Ayden a un lado, apurándolo hacia debajo de los escalones de la entrada a la calle. —Ahora, mira lo que has hecho —dijo uno de los chicos. Voces furiosas gruñeron en un montón de ruido. Un alboroto repentino de actividad, y los pasos se acercaron a toda prisa.

***

Aumenté mi ritmo, pero pronto tuve suficiente compañía desagradable. —Esa es una quemadura desagradable —dijo Jayden, manteniendo su distancia. —¿Como la obtuviste? —Tristan miró mis manos ahuecadas sobre la herida. —Soy una torpe. —Caminé más rápido. Blake llegó a mi lado, pasando a Tristán y manteniendo el ritmo. Estaba rodeada por todos ellos. La ansiedad talló el interior de mis costillas. —Eso no explica como obtuviste la quemadura. —Logan trotó para mantenerse. Ayden apretó a mi lado. —Excelente punto. Una grieta en la acera atrapó mi pie. Ayden agarró mi brazo y Blake atrapó la parte posterior de mi cintura. Entre ellos dos estaba prácticamente en el aire, pero me quedé de pie. —Es torpe —dijo Jayden. —Gracias, creo. Jayden asintió. Blake y Logan rieron disimuladamente. El dolor me hizo consciente de que la cruz se había deslizado de nuevo en mi pecho. Me la desabroché y después de envolver la cadena alrededor del metal, lo metí en mi sujetador. Sus reacciones fueron desde la táctica de la sonrisa embobada de Blake hasta Logan sonrojándose y apartando la mirada. Chicos y senos. ¿Qué le vamos a hacer? Jayden, el único sin inmutarse, dijo—: ¿Cómo conseguiste la quemadura? Ignorarlo sólo me trajo un montón de parloteo. —Sí, ¿cómo?

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—¿Algo, o alguien la hizo? —¿Quién te lastimó? —Estás sangrando. —Es su rodilla de nuevo. —Ella la abrió. —¿Te caíste? —Tienes césped en el cabello. —¿Estuviste en una pelea? —¿Cómo es que tienes césped en el cabello? —Creo que estuvo en una pelea. —Hojas y algo de tierra también. Y… ¿eso es una pluma? —¿Estuviste en una pelea con un pájaro? —Oye, ¿cómo conseguiste tirar a Blake? —Ella no me tiró, la atrapé. —¡Hah! Una pequeña niña te volvió loco. —Cállate o te saco. —Su extrema velocidad superó a la musculatura de Blake. —Soy superior. —¿Cómo te moviste tan rápido? Me detuve abruptamente y me volteé hacia ellos, gesticulando con los brazos. —¡Cállense! Ahora están parlanchines. Ahora quieren hablar. Pues olvídenlo. No les estoy hablando a ninguno de ustedes. ¡Nunca! ¡Cállense y déjenme sola! Un pesado silencio siguió antes de que Logan intentara indeciso—: ¿Aurora? El pobre chico se encogió cuando lo señalé con un tembloroso dedo. — ¡Lo digo enserio! Calla… Ayden se interpuso entre nosotros, con las palmas en señal de rendición. —Creo que sólo quería decir que tienes algo en el cabello. —Señaló mi cabeza. Mi mano buscó y saqué una pluma que estaba pegada en la coronilla de mi cabeza como si estuviera intentando ser una princesa India. Linda. Era blanca con puntas azul brillante.

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—¿Ustedes pueden ver esto? La frente de Ayden se arrugó. —¿La pluma? Sí. —Gracias. —Suspiré con alivio. Su pluma. Algo que todo el mundo podía ver. —¿Estás bien? —La preocupación endureció la voz de Tristan. Metí la pluma en mi sostén y luego miré hacia el repentino silencio. — ¿Qué? Blake sonrió. —¿Qué más tienes ahí? ¿Puedo verlo? —¡Cállate, Blake! —dijeron el resto de los chicos. Blake miró más allá de mí. —¡Guau! —Caminó hasta la esquina donde yo había hecho mi última vuelta con mi movimiento Ninja-Tarzan—. ¿Qué diablos pasó con eso? —Señaló a la farola, el poste de metal doblado y torcido desde que el demonio se había estrellado contra ella. Cuando todas las miradas se dirigieron a mí, me encogí de hombros. Ayden puso una mano en mi codo. —Tendremos que caminar de regreso a tu coche. —No se veía feliz.

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22 Traducido por BeaG Corregido por Juli

Había perdido las clases temprano en la mañana porque después de que los chicos me habían dejado en silencio dentro de nuestra van y prácticamente se metieron en ella ellos mismos, les picó el bicho de la charla y le dijeron a mi mamá sobre mi fresca herida, y mamá, juntando los labios y poniéndose pálida, insistió que paráramos en el hospital. En contra de mis protestas. La segunda vez en dos días. Papá voló dentro de su oficina, su bata blanca ondeando, líneas de preocupación amenazando con quedarse permanentemente en su frente. Se relajó un poco, después de estudiar la quemadura que no amenazaba mi vida, pero las líneas de expresión se quedaron. Aventuró un pensamiento sobre ser alérgica al metal mientras cubría mi piel con ungüento y gasa, empujando más extra dentro de mi mochila. Después de murmurar que una burbuja de plástico siento un entorno de preferencia, llamó a la enfermera de la escuela para “informarle” de mi nueva “situación” en caso de que empeorara. —¡Ay! Entrenador, ¿puedo emparejarme con alguien más? ¿Baile de jazz para Educación Física? Yo llamaría eso lo peor. Al menos no habíamos tenido que cambiarnos. —Lo siento —dije. De nuevo. Mi último compañero había salido cojeando durante una pausa en la música. ¿Quién sabía que un poco de boogie-woogie podría ser tan peligroso? El entrenador Slader había decidido quedarse en el gimnasio hoy y los complicados pasos, giros y vueltas fueron una opción popular. Seguro, si lo habías hecho antes. Yo parecía como que luchaba contra cocodrilos. Y perdiendo. Mis últimas tres parejas necesitaban rehabilitación en sus pies. No ayudaba que mi mente siguiera dando vueltas. Demasiadas cosas pasando, quién tenía tiempo para paso de rock, de vuelta a paso, vuelta hacia los lados. Los demonios compitiendo por una oportunidad de matarme, una mujer que los derrotó con un movimiento de alas, yo brillando como… ¿Cómo qué? ¿Qué brilla? Bombillas. Luciérnagas.

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Desecho nuclear. Nada humano en lo que pudiera pensar. ¿Y cómo el bienestar de mi familia podía depender de que yo me quedara cerca de los Chicos Malditos? Sin mencionar que estaba en peligro de perder todo el control cuando estaba alrededor de uno de ellos con ojos ardientes, abdominales como una roca, y una sonrisa exasperante en sus labios carnosos que me imaginaba dando besos en mi piel. ¿Hacía calor aquí? Justo cuando las cosas podían ponerse peor… ¿Empeorar? Lo hicieron. Alguien tomó mis muñecas. —Seré su pareja —le dijo Herman al entrenador Slader. Cuando traté de zafarme de su agarre me dijo—: Tranquila — dijo en voz baja y sonrió a mi ceño—. Estás a salvo. Vengo en paz. Hoy, soy el Buen Samaritano. —Claro —dije, goteando el sarcasmo, pero me quedé quieta, pensando en que estaba a salvo en público. Nadie notó el cambio, excepto Logan que había producido una nota explicando que no debía bailar, luego se sentó en una de las gradas. Se veía nervioso. Y luego había un hada de plata revoloteando sobre su cabeza. Era como si todos los chicos tuvieran sus propias mini-mascotas. —Contigo saliendo con los Chicos Malditos, pensé que debía advertirte que ellos mataron a mi hermano. La música comenzó durante mi aturdido silencio, y Herman hizo lo que pudo para dirigir mis tambaleantes pasos. —¿Qué? Trató de girarme, pero fui hacia el lado equivocado. —Trata de mantener el ritmo. Estaba cansado del cambio de actitud de hoy. Incluyendo a los Chicos Malditos y a Herman. Dudando de todo lo que pasaba. —Sólo si dejas de ser un idiota. No tengo tiempo para juegos. —Sin juegos. —Me guió en esa cosa del paso de esquivar—. Pero iré al grano. Hace algunos años tus chicos jugaban en el bosque con mi hermano, Garrett, y él terminó despedazado. Literalmente. —Yo… lo siento. —¿Qué podía decir? Si hubiesen sido Luna o Lucian o… me tropecé y casi nos llevé a los dos hacia abajo—. ¿Piensas que fueron los Chicos Malditos? —Se supone que fue un león de montaña sin escrúpulos. —Los ojos de Herman estaban turbios—. Pero eso nunca tuvo sentido. —¿Por qué no? —Me las arreglé para permanecer fuera de los pies de Herman a pesar de la distracción de la discusión. ¿Era él a quien se referían cuando hablaban de matar? ¿Destrozar a un niño?

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—Fue el primero y el último ataque de este tipo. Y brutal. Sólo quedaron pedazos de mi hermano. Tus chicos ni siquiera fueron tocados. Todo fue muy raro. El comisario Payne se apareció el día después de lo ocurrido y se hizo cargo porque el comisario viejo de repente se había retirado e ido. Los Chicos Malditos y sus familias desaparecieron. Se perdieron el último mes de escuela. No regresaron hasta el fin del verano. Los padres de Blake y su hermana se habían ido. Su tío se hizo cargo de él y de su rancho. Tristan regresó con sus abuelos y ha vivido con ellos desde entonces. —Eso no los hace asesinos. —Ellos no salían con nadie más excepto Matthias que era nuevo en la ciudad. No me hablaban a mí, y habíamos sido cercanos. Ellos eran los mejores amigos de Garret. Han cambiado. Mucho. —Tal vez quedaron traumatizados. Como yo lo estaba de este estúpido baile. Pero incluso si no fueran los chicos, los carteles de drogas y el crimen organizado conocidos por destrozar literalmente a la gente. Tal vez era un mensaje para sus padres. —Sí, seguro, pero también lo estaba yo y ellos no me dieron respuestas. Están escondiendo algo. Nadie en la ciudad habla de ello. Ni siquiera mis padres. —El dolor se cruzó en su cara. —Lo siento, Herman. —Me las arreglé para girar de la forma correcta—. ¿Pero qué quieres de mí? Él enredó los brazos hacia arriba y alrededor en algún extraño agarre que presionaba nuestros lados juntos como hilando un circulo hacia atrás lentamente. —Siempre se han aislado a sí mismos de todo el mundo. Hasta ahora. Todos están encima de ti. Hasta estás saliendo con Ayden. Quiero saber por qué. Herman levantó su brazo y caminé debajo de él y me volví. Tal vez estaba agarrándole el truco a esto. —No estoy saliendo con Ayden. —¿Fue eso una punzada de decepción? La mirada depredadora de Herman volvió. Oh oh—. Bueno —me tropecé—, es complicado. Con los ojos entrecerrados, desconfiado y calculador, me dio un tirón en un giro hacia adentro. Mi espalda dio un vuelco en su pecho, su brazo bloqueado alrededor de m cintura, y su voz salía caliente contra mi mejilla. —Ese beso pareció bastante verdadero. Perfecto. Él tenía que traer eso a colación.

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Herman me alzó en mis pies y estábamos debajo de las gradas. Yo no había estado prestando atención y él nos había maniobrado hasta el final del gimnasio. Nadie lo vio quitarnos fuera de la vista. Puso una mano sobre mi boca y susurró en mi oído mientras yo luchaba. —No estoy loco, Aurora. Tal vez no, pero seguro que estaba acercándose al ambiente de lo excéntrico. —No quiero herirte, pero los Chicos Malditos o son responsables de la muerte de Garrett o saben lo que realmente sucedió. Nunca he tenido una manera antes de meterme pero tú me puedes ayudar a averiguar… ¡Ouch! Me soltó y me apoyé contra la pared, tratando de decidirme entre una loca carrera al otro extremo de las gradas, o arriesgarme a tratar de pasar a Herman, quien tapaba la salida más cercana. Sentí un sudor frío en mi nuca. Herman masajeó su mano. En la que yo había enterrado mis dientes. — ¿Por qué hiciste eso? Sólo quiero hablar. —Tuvo el descaro de mirarme molesto. Apreté los dientes, con miedo de que el parloteo disminuyera el impacto de mi ira. —Entonces pregunta. No hace falta llevarme debajo de las gradas. —No hubieses escuchado de otra manera. Antes de que pudiera contestar, una voz retumbó—: Entonces tomas un no por respuesta, Herman, y dejas a la dama sola. Sabía quién era antes de que antes de que entrara debajo de las gradas ya que su pelo casi brillaba. Logan asintió en mi dirección. —¿Estás bien? Herman no parecía impresionado. —Bueno, eso es simplemente genial. El enano viene a rescatar a la chica. —En realidad, le iba a pedir que bailara conmigo. —Tú nunca bailas. —Herman resopló despacio—. Y estamos ocupados. Logan lo ignoró. —Aurora, ¿puedo tener el honor? Mi mirada se desvió entre ellos. Si Logan fue lo suficientemente valiente para asumir al gran malvado Herman, lo menos que podía hacer era jugar bien. —Me encantaría. Cuando me quité de la pared, Herman se dirigió hacia Logan. No llegó muy lejos. Las puertas del gimnasio se abrieron. Una avalancha de viento aulló

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y se retorció en un ciclón. Aspiró la suciedad y los residuos acumulados en las gradas, y luego saqueando todo como perdigones contra Herman. Él alzó los brazos, se alejó, encontrado un refugio parcial detrás de una viga metálica. Puse mis manos sobre mi cara, pero nada me golpeó, y cuando la ráfaga murió, me asomé a través de mis dedos. Logan ya no estaba solo. Los otros cinco Chicos Malditos estaban detrás de él. Alivio e incredulidad ondearon mis nervios. Lo digo en serio, tenían esta cosa de aparecerse de la nada como una ciencia. —Hijo de… —Herman los había visto también. —Hola, bebé —sonrió Blake—, ¿me extrañaste? Rodé mis ojos y me uní a ellos, cuidando de darle a Herman un gran rodeo. —¿Y ahora qué? —escupió Herman—. ¿Vamos a pelear por ella? ¿Otra vez? Matthias sonrió con ojos que brillaban pálidos y calientes como el hielo roto. —Difícilmente, sólo vinimos a buscar a Logan para el almuerzo. ¿Por qué? ¿Está pasando algo? —Sí —dijo Logan—. Aurora y yo estábamos a punto de ir a bailar. Todos abrieron los ojos hacia Logan quien arreglaba su corbata. —Amigo —susurró Blake—, tú nunca bailas. Logan lo despidió con la mano y me guió hacia el gimnasio. Ayden rozó mi muñeca cuando yo pasaba. —¿Estás bien? Asentí. La ráfaga de viento había interrumpido el baile pero el entrenador tenía las cosas bajo control ahora y nadie era sabio de nuestro pequeño estruendo debajo de las gradas. Logan y yo nos quedamos en el borde de la multitud y fuimos de inmediato el centro de atención. Se ruborizó pero mantuvo su barbilla en alto. Me incliné hacia él. —No tienes que hacer esto. No soy muy buena. —No importa. —Logan se encogió de hombros—. Yo lo soy.

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23 Traducido por Amy Ivashkov Corregido por Juli

—Oye. —Papá asomó la cabeza en el cuarto de estar donde estaba teniendo cero suerte navegando por la web buscando respuestas—. Necesito ayuda con los alimentos. ¿Qué estás haciendo? Me levanté y apagué el computador. —Oh, lo usual. Demonios, hadas, trolls, banshees. Como luchar con ellos, matarlos, sobrevivir a un ataque. —No mencioné al hermano de Herman. Era breve y nada nuevo. Ataque de un león, accidente horrible, pérdida trágica. Los Chicos Malditos ni siquiera eran mencionados por su nombre, sólo “amigos” de la víctima—. ¿Has oído hablar de un Divinicus Nex o Next? —No, pero llamaré a la abuela. A ella le encanta eso. Es una cazadora de hadas desde hace mucho. ¿Es esto para algún informe? —Nah, sólo curiosidad. —Mmmm. —Papá se mordió el labio. Puse las manos en mis caderas. —¿Qué? Papá sonrió forzadamente y dijo—: Nada. —Como si realmente fuera algo. Esperé. Se cruzó de brazos—. No has mostrado mucho interés por tus cosas de mitología desde que saliste del hospital. Estoy feliz de verte de nuevo en eso pero… ¿está todo bien? Me masajeé la nuca. Él tenía razón. No le dije a mi familia que me interesé porque comencé a ver criaturas de mitos, leyendas y de tradición. Pero desde que había sufrido mi ataque demasiado humano, no había demostrado interés en nada que no sea quedarme en casa mirando Discovery Channel. Así que mientras otros padres quizás se preocuparían sobre mi interés por lo sobrenatural, los míos lo encontraban saludable. Sonreí. —Creo que me siento como mi vieja yo. El doctor probablemente lo llamaría un progreso, ¿huh? Papá me abrazó y besó la parte superior de mi cabeza.

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—Por supuesto, cariño. Te quiero. —Me dio un apretón extra sólo en caso de que pudiera seguir respirando por el primero—. Oye, creo que puedo hacer los comestibles si quieres investigar cómo matar a un dragón. Me reí. —No, creo que mis tendencias homicidas ya están cumplidas. Quizás una ducha. Papá frunció la nariz. —Por lo menos puedes matar con el olor. —Ja. —Golpeé su hombro. Hizo un gesto al vendaje de mi pecho. —Déjame echar un vistazo. Sin el latido constante, casi me olvidé de la quemadura. Gentilmente quité la cinta de la gasa. Los ojos de papá se abrieron con alivio. —Casi desaparecido. Parece una reacción alérgica. —Sonrió—. Hombre, está bien. ¿Cómo te sientes? —Papá. —Le aparté la mano—. Estoy bien. Ya no duele. Lo comprobaré antes de darme una ducha. Entrecerró los ojos. —Bien, pero si está rebosante, ven a buscarme. Y cuando te sientas mejor golpearemos el saco de arena para prepararte para cualquier otro ataque. —Seh, papá, como si algunos golpes de karate derrotarán a un oso de tropecientos kilos. —No sólo son golpes de karate. Golpes de karate Lahey. Son legendarios. —Claro. Después de conseguir un “legendario” golpe de karate en su espalda, subí las escaleras. Y miré la nota en mi ventana cuando entré en mi habitación. Miré detrás de la puerta. Vacío. Saqué el cierre de la ventana y quité la nota de la parte exterior del cristal. Iré más tarde. Firmado con una T. Idiota. Tristan parecía inofensivo, pero papá lanzaría un montón de golpes si supiera que un chico me está dejando notas, y mejor aún, escalando mi ventana. Sacudiendo mi cabeza, bloqueé la ventana, cerré las cortinas y coloqué la nota dentro de uno de mis libros de mitología que tiré en mi cama para más investigación. En el baño contiguo a la habitación de Luna abrí la llave del agua, me quité la camisa y no pude evitar estudiar las cicatrices rosadas y blancas que estaban en mi hombro. Incliné mi cabeza y traté de ser objetiva. No estaba tan

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mal —miré de cerca— no había tantos como recordaba. Mentalmente me encogí de hombros y me dije a mí misma que dejara de pensar en ello. El vapor empañaba el espejo, así que limpié el vidrio y me incliné. Papá tenía razón. La quemadura casi había desaparecido. Extraño, ya que no era una reacción alérgica. El ungüento mágico de papá era famoso en la familia por sus propiedades curativas y los médicos mencionaron que me curé rápido pero… Con dedos temblorosos quité el vendaje de mi lado donde la herida estaba profunda. Me apoyé en el mostrador por soporte. Algo no estaba bien. O estaba demasiado bien. Ya se desvanecían. La piel ya había sanado a una línea rosada. Casi me caigo en la prisa por sacarme mis jeans. Efectivamente. ¿Las rodillas trituradas? Apenas rosadas. Esto era una locura. Agarré el borde del mostrador y traté de mirarme al espejo, pero el vapor ya había borrado mi imagen dejando una sombra vaga. No lo limpié, demasiado temerosa de ver lo que me devolvía la mirada. Duchas. Las duchas eran normales. Necesitaba lo normal. El agua caliente apedreando era un delicioso ritmo en los músculos que ya me dolían por las actividades del día. Supongo que no tenían súper-curación. No podía pensar en todo lo extraño. Los demonios tratando de matarme, viejos amigos como narcotraficantes demonios, una mujer alada con mensajes crípticos, todas las cosas en perspectiva, la amenaza de Herman ni siquiera hace mi lista de las cinco cosas Extrañas, Raras, y Preocupantes. Necesito hablar con alguien pero no sabía con quien hacerlo sin ganar un billete de primera clase al manicomio. ¿Puedo confiar en los Chicos Malditos? Dudoso. Agoté toda mi energía contemplando la locura, y un dolor de cabeza picaba detrás de mis ojos. Me sentí valiente, pasé la mano por el espejo. Mi piel se veía más pálida, con los ojos atormentados con círculos azulados, pero aún así era yo. Coloqué una toalla a mí alrededor, me apliqué un producto suavizante de rizos color rojo oscuro, estaba feliz por poder controlar algo aunque se tratara del frizz. Al entrar en mi habitación, pasando mis dedos por mi cabello mojado, alcancé a ver unas botas de combate en mi cama. —¿Qué pasa Luna? —Bueno, mírate. Toda crecida. Me congelé. —Y desnuda. Casi.

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Mi cabeza se levantó, gotas de agua se lanzaban desde mi cabello y salpicaron la habitación. Ayden. En mi cama. Casualmente apoyado sobre las almohadas, mi libro de mitología estaba abierto en su regazo. Hizo un gesto. La ventana estaba cerrada pero la cortina abierta. Mi voz salió a la vida. —¿Qué estás haciendo aquí? Dejó el libro sobre el edredón y se levantó. —Oh. —Hizo un gesto con la cabeza hacia la puerta del baño. Vapor salía de ahí. Se encogió de hombros—. ¿Me quieres allí? —¿Qué? ¡No! Bueno, tal vez. Sólo porque me tomó por sorpresa, y ahí él estaba de pie rezumando cubos de seducción, y me lo imaginé quitándose su camisa, todos sus músculos ondulantes y… Cerré la tapa de pensamientos lujuriosos. Pero no lo suficientemente rápido. Algo debe haberse mostrado en mi cara porque la expresión de Ayden se convirtió en todo tipo de diversión diabólica en la que había provocación. Oh, hombre, tengo que tirar el freno de la emergencia en esta tren de pensamiento sensual. Cerré mis ojos con fuerza pensando que dejar de mirarlo ayudaría. No lo hizo. Mi mente llenaba los espacios en blanco con algunos elementos de fantasía que me hicieron sonrojar. Abrí los ojos y me asusté. Estaba justo enfrente de mí, muy cerca pero sin tocarme, con esa sonrisa perezosa. —Espero que no hayas usado toda el agua caliente. Pero estoy seguro de que lo podremos manejar. —Casi ronroneó. ¿O esa fui yo? Podría haber dicho algo inteligente pero oí a Luna en el pasillo hablando de la cena. La puerta de mi habitación se abrió.

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24 Traducido SOS por Sofí Fullbuster Corregido por Daniela Agrafojo

Me lancé a través de la habitación, usando mi peso e impulso para cerrar de golpe la puerta, agarrando frenéticamente mi toalla para evitar que cayera. —¡Oye! —dijo Luna. —Lo siento. —Puse la toalla en su lugar—. No estoy vestida aún y… bajaré en un minuto. ¿Bien? Silencio, luego—: Bien. —Se alejó, murmurando—: Rara. Me di la vuelta. —¿Qué estás haciendo? —El espacio estaba vacío—. ¿Ayden? —susurré, buscando alrededor de mi habitación. Me arrodillé para buscar debajo de la cama. Nada. Comencé a ponerme de pie y chillé cuando puso una mano en mi codo. Lo empujé, agarrando la toalla cuando amenazó con desenredarse, de nuevo, mientras me ponía de pie y retrocedía. —¿Dónde estabas? —El armario. —¿Quién te dejó entrar? —Yo. —Se dejó caer en la cama despreocupadamente, de nuevo. —¿Nadie sabe qué estás aquí? —Tú lo haces. —¿Mi familia? Se encogió de hombros. —Frustraría un poco el propósito de escabullirse en tu habitación si fuera atrapado en el proceso. —Sal de aquí. Si mis padres… —Querías hablar. —Extendió sus brazos—. Aquí estoy. En toda su gloria. Oh, cállate, Aurora.

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—No así. Ustedes, chicos, no pueden sólo aparecer cada vez que quieran. Miró alrededor de la habitación. —¿Chicos? ¿A quién más has escondido aquí? ¡Ups! —¡A nadie! ¡Lárgate! Mis padres enloquecerán si te encuentran. Sonrió, desarmándome. —Bien. Me presentaré. Con relajada elegancia, salió de la cama y se dirigió hacia la puerta. —¡No! —Agarré su brazo y me interpuse entre él y la salida—. Por favor —dije, molesta ante mi desesperación. Nos quedamos de pie, mirándonos, mi mano sosteniendo la manga de su chaqueta. Nuestros cuerpos estaban cerca. Debería estar retrocediendo, pero su mirada me sujetaba con una intensa y magnética atracción que no quería pelear. Froté mi pulgar a través del flexible cuero, tocando los arañados y duros bordes que arruinaban la superficie. Inhalé su rico aroma. Sus penetrantes ojos nunca dejaron los míos mientras su mano serpenteaba con dolorosa lentitud hacia arriba por mi brazo desnudo, dejando la piel de gallina a lo largo de él. Sus dedos rozaron mi clavícula. La delicada caricia siguió sobre mi hombro para deslizarse por mi espalda, calor propagándose en una estela. Lentas ondas placenteras de emoción serpentearon a través de mí con cada temblorosa respiración de mis labios separados. Temblé incluso mientras la temperatura de mi cuerpo aumentaba. Moví mi mano hacia su pecho, y sentí el sólido ritmo de su corazón. Mis dedos se extendieron y deslizaron hacia su cuello, planeando sentir la textura de su cabello y persuadir sus labios hacia los míos. Una parte de mí me alertó contra la indulgencia, pero Ayden era como un decadente chocolate y repentinamente yo tenía una seria afición a los dulces. Incluso cuando la oscuridad marrón de sus ojos comenzó a brillar, convirtiéndose en una espiral de caramelo sobre chocolate caliente, cambiando de esa inquietante manera que normalmente delataba el inminente desastre con estos chicos, que me enviaría a correr, estaba esposada a su mirada. Húmeda por la ducha, mi piel estaba tibia, secándose mientras el aire alrededor de nosotros se calentaba, y una chisporroteante brisa ondulaba mi cabello. —¿Quién te lastimó? —susurró, su voz con una rara mezcla de compasión y tensa ira. Me paralicé mientras la comprensión me golpeaba duramente. Había estado delineando mis cicatrices. Las cicatrices que olvidé en esos breves momentos en los que me perdí en sus caricias. Arranqué mis ojos de los suyos

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y me alejé, abrazándome a mí misma, tratando de recuperar algo de control y reunir a duras penas un poco de dignidad. Poco probable. —Necesitas irte. Alargó una mano. Me encogí de dolor. La dejó caer. En el incómodo silencio que siguió, sentí su vacilación, pero me mantuve inflexible, desviando mi mirada. —Bien —dijo finalmente, apartándose y metiendo sus manos en sus bolsillos—. Pero necesitamos comprender unas cuantas cosas inmediatamente. Y fue cuando, en mi visión periférica, vi a Tristan abrir su ventana y comenzar a hacer su camino a través del árbol hasta mi ventana. Oh, no. —Uhhhh, ¿sabes qué? —Me obligué a abstenerme de mirar de soslayo—. Bajemos a la planta baja y salgamos, hablaremos allí. Sacudió su cabeza. —Sólo saldré por la ventana… —Oh, no, no, no. —Corrí y sacudí mi cabeza hacia Tristan antes de cerrar las cortinas, luego incliné mi espalda contra el alféizar y subí mi voz unos grados—. Sabes, tienes razón. Hablemos ahora, Ayden, ya que estás aquí. En mi habitación. Conmigo. Será una buena oportunidad para ti, Ayden, y tener una conversación, parloteo, plática, para conocernos. Aurora y Ayden. Ayden y Aurora. Sólo aquí, hablando en mi habitación. —Esperaba que estuviese hablando lo suficientemente alto. —¿Por qué hiciste eso? —Preguntó Ayden, mirando las oscilantes cortinas, sin duda hipnotizado por mi ingenioso cotorreo. —¿Qué? No es nada, siempre cierro las cortinas por la noche. Un golpe vino desde mi espalda. La boca de Ayden se curveó lentamente en una astuta sonrisa. Hice un gesto de dolor. Trató de caminar más allá, pero permanecí entre él y la ventana. Mi piel rozó su ropa. —¿Quién está golpeando tu ventana, Aurora? —preguntó Ayden, todavía sonriendo. Mis palabras salieron rápidamente. —Eso es lo que me pregunté la primera vez que lo oí. Dije: Oye, ¿quién está en la ventana? Y me intimidó un poco, pero luego descubrí, oh, es el viento. Él, ah, golpea las ramas contra mi ventana. Suena como un golpeteo, sí, pero sólo es el viento y te acostumbras. —¡Aurora! —llamó Tristan, golpeando ruidosamente. Genial. —Supongo que te acostumbras a que los árboles también hablen. — Ayden se acercó, apenas conteniendo la risa.

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—Sí. —Empujé mis manos contra su pecho, pero él se inclinó y movió las cortinas a un lado. Atrapada entre la ventana y Ayden, no podía hacer demasiado excepto cerrar los ojos y encogerme. —Tristan, mi amigo —saludó Ayden antes de decir—: Ups. —Y sacarme del camino. Ayden abrió la ventana y se asomó. Miré por encima de su hombro y suprimí una risa. Tristan colgaba de sus piernas hacia abajo en la rama. —¿Te cuelgas por aquí a menudo? —dijo Ayden. —Levántame, idiota. —Di lo que quieras —dije—. Pero él no es el único colgando de un árbol. Tristan me dio una desconcertada mirada. —¿Estás en una toalla? Dejé a Ayden recatar a Tarzan y corrí a mi armario, deseando poder lanzar la puerta para que tuviera efecto, pero me preocupaba que mi familia viniera a investigar. Me decidí por murmurar irritadamente. Me puse una gran camiseta y un par de pantalones cortos de franela y tomé unas cuantas respiraciones profundas antes de volver a entrar a mi habitación, para encontrar a Ayden en mi cama y a Tristan sentado en el suelo, todavía un poco rojo. Si mis padres entraran, estaría encerrada hasta que tuviera treinta. Ellos necesitaban salir de aquí, rápido, pero por el momento estaban ocupados discutiendo. —Hipócrita —murmuró Ayden, empujando a Tristan con su pesada bota. Tristan la empujó lejos. —Estoy tratando de hacer lo mejor para ella. —Le dijiste al resto de nosotros que te mantendrías alejado, ¿luego te escabulles dentro de su habitación cada noche? —No. Estoy tratando de mantenerla lejos de ustedes. Ayden alzó sus hombros. —¿Por qué? Tristan lucía destrozado. —Ya hemos perdido a un amigo a través de esto. Ayden lo estudió. —Sabías quién es ella. —Era una declaración—. Hiciste el antecedente. Sabías quién es ella y nos mentiste. —¿Lo sabes? —preguntó Tristan, sentándose contra la pared. Ayden le lanzó una de mis almohadas a Tristan. —Sí, lo sé. —Hizo un gesto hacia mí—. Nuestro viejo amigo, Rory. Tristan dejó caer su cabeza hacia atrás y gimió.

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—Oh, vamos. —Ayden sonrió con suficiencia—. Estabas actuando raro. Tuve a Jayden haciendo una investigación de sus antecedentes. No le tomó ni diez minutos. —Bien, dejen de hablar sobre mí como si no estuviera en la habitación. ¿Por qué estás aquí? No, no importa. Márchate. Ahora. Podemos hablar de esto mañana. Ayden me dio una mirada sospechosa. —¿Por qué no mencionaste que éramos viejos amigos? —Ahhh… —Fue mi brillante respuesta. Tendría que trabajar para la CIA.

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—Él no te lo dijo, ¿no? Abrí la boca pero Tristan me cortó—: Sólo porque sabía qué harías una treta. Vamos a ser su amiga, obtener información, ver si ella es una amenaza. —No tendríamos que hacerlo si hubieras sido sincero con nosotros. —Bien, no debería haber mentido, pero… —Sabes cómo trabaja esto. —¿Cómo trabaja qué? —demandé, cansada de que estuvieran hablando sobre mí y me ignoraran—. ¿Y por qué sería una amenaza? Ambos se volvieron hacia mí, casi sorprendidos de que estuviera en la habitación. Tristan bajó su mirada. —¿Qué estabas haciendo en una toalla? —Miró a Ayden—. ¿Qué hacías tú? Ayden sólo puso sus manos detrás de su cabeza y sonrió con suficiencia. Tristan lo fulminó con la mirada. —¿Tramaron esto tú y Matthias? —Nadie tramó nada. —Al menos eso creo—. Y ahora que todos somos buenos camaradas de nuevo, ¿qué está sucediendo con ustedes y Matthias? —Nada —dijeron al unísono. Bien, al menos estaban de acuerdo en algo. —¡Aurora! —gritó mamá. —Mierda —Les hice un gesto grosero—. ¡Fuera! —Los jalé y empujé y finalmente se dirigieron hacia la ventana. Oí a alguien en los escalones y empujé a los idiotas más rápido. Después de compartir una mirada de esta conversación no ha terminado, treparon la ventana y el árbol. Cerré y bloqueé la ventana, sin esperar que hiciera algún

bien, pero tratando de tener algo de control para no tener más visitantes esta noche. Caminé hacia el pasillo mientras Luna aparecía en la cima de los escalones. —Finalmente. Ahora trata con tu psicótico gato así podemos comer. Caminó hacia abajo. La seguí, mi corazón aporreando mis costillas. En la cocina, me tropecé con Van Helsing serpenteando a través de mis tobillos. Lo alcé en brazos y caminé hacia la parte delantera del jardín, mis dedos enroscándose contra el cosquilleante y húmedo césped. Salió de mis brazos y corrió hacia la acera. Genial. La nocturna vida salvaje sirvió mascotas como el platillo principal para su bufet. El estúpido Helsing ignoró mis llamadas. Mis pies golpearon contra el frío asfalto, húmedo aire condensándose en mis piernas. En el lado izquierdo de la calle, las casas terminaban y el bosque tomaba el control. Helsing se escabulló hacia el comienzo de la senda y salió de la vista. —Oh, vamos. Corrí a toda velocidad, pero cuando llegué al sucio camino, Helsing estaba corriendo por el bosque. Me detuve, olfateando el intenso olor la humedad de los pinos y mirando hacia el oscuro y amenazante bosque. —¿Puedes cogerlo? Salió de las sombras. Hermosa. Atuendo formal. Holaaaa, Penélope Perky. Sus manos se sacudieron hacia mí en un vacilante movimiento. Reduje la velocidad. Ella gritó—: Retrocede —Acompañado con enérgicos movimientos de su mano—. Algo está viniendo… Un inolvidable aullido bestial me detuvo en seco. Froté mi cuello, pero la oscura calle permanecía vacía. La mujer dio un paso al frente, sacudiendo su cabeza, su cabello negro ahora con rayitos fluorescentes naranjas que combinaban con la brillante camiseta debajo de su chaqueta negra carbón. Había abandonado las sensatas zapatillas por negras botas de chica go-go12. ¿Y las mallas? Comencé a preguntarle que estaba mal, pero la respuesta giró en la esquina.

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Bailarina que actúa en discotecas.

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25 Traducido por JessxFlyller Corregido por Daniela Agrafojo

Detrás de mí, una mezcla entre un tigre y un lobo del tamaño de un elefante gruñó al final de la calle. Sus gruesas piernas como secoyas13 se abultaron con una fuerza letal. Tres grandes dedos acababan en unas garras hechas para convertir la carne en confeti. El enorme pecho estaba cubierto por una coraza moteada en tonos de azul y marrón, sus hombros temblaban de poder. Tenía púas a lo largo de la nariz y en la parte posterior del cuello. De sus omóplatos sobresalían dos alas con garras a los extremos, alzándose, hambrientas de sangre. Dos especies de aletas hechas de hueso salían de su cadera y acababan en púas brillantes que corrían en fila y convergían en una espiral con su gruesa cola, que se sacudía de un lado al otro. La amplia cabeza albergaba una cantidad obscena de afilados dientes, su uniformidad letal interrumpida por cuatro largos colmillos que se curvaban hasta la mandíbula. Saliva goteaba a chorros por el suelo, las gelatinosas gotas hacían agujeros en el pavimento. Cuatro orificios nasales temblaban en su gran hocico y expulsaban vapor en el aire frío. Dos pares de ojos brillaban como remolinos de miel inspeccionando los alrededores, era espeluznante, ya que ninguno de ellos seguía el mismo trayecto. Hasta que me encontraron. Toda su fuerza quemó con una feroz sed de sangre y rabia. Algo se metió en mi cabeza, sombrío, e intangible. Retazos de sus pensamientos, su cruda emoción, humeaban en mi mente. La bestia me odiaba, deseaba destrozarme, ansiaba el sabor cobrizo de mi sangre, el crujido de mis huesos, mi tierna carne goteando sus últimos jugos entre sus dientes perforados, la sensación de mis entrañas trituradas deslizándose por su garganta. Sentí sus ansias maníacas. En. Mi. Mente.

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Árbol de más de 150 metros.

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La conexión se rompió cuando la mujer extendió su brazo y le disparó al monstruo con una ráfaga de luz color naranja que fue a parar directo a la armadura de su hombro, humeando. El olor a carne quemada invadió la noche. La criatura se irguió en sus patas traseras y aporreó el aire de forma predadora, sus hombros se contorsionaron en nudos de puro músculo. La tierra tembló. El demonio pateó el suelo y soltó un rugido chirriante, salpicando una impresionante cantidad de moco. Los perros aullaban por la calle. Quería unirme a ellos. —Mejor ponte detrás de mí, querida. —Penélope Perky apareció a mi lado, con voz alegre. Me aparté varios metros, lastimándome con ramas y basura. La mirada brillante del monstruo siguió todos mis movimientos. Consideré alejarme más, pero la madera oscura detrás de mí, y la niebla deslizándose por la noche, sólo alimentaron mi sudor frío. —¡Enviaron a una Kalifera por ti! —Ella me miró por encima de su hombro y soltó una risita. El monstruo soltó un gruñido mojado. Yo tragué la bilis que burbujeaba en mi garganta. —Fácil, pequeña Kali, hoy no queremos problemas. —No había levantado la voz, pero la atención de la bestia se dirigió a ella. Me sentí más ligera. El terror y un demonio dentro de tu cabeza son grandes hijos de perra. La criatura pateó un par de veces, sacudió la cabeza, y dio un grito agudo a todo pulmón. Un suave whoosh y de la espalda de la mujer salieron alas, blancas y negras con salpicaduras naranjas como si una parte fuera cenizas y la otra brazas. Me escabullí hacia atrás. Ella dio un paso hacia delante. Con sus botas altas asidas a la tierra, esperó a que la criatura se acercara al galope, estiró su brazo en el último segundo y estrelló su puño en la cima de su cabeza. Su colosal cuerpo tembló hasta detenerse, con la mandíbula enterrada en la tierra, y sus partes traseras señalando hacia el cielo como una caricatura de dibujos animados. Ella agarró las alas filosas que sobresalían de los hombros de la criatura y la arrojó hacia atrás. Me agaché. La bestia pasó por encima y se deslizó por la calle, pulverizando escombros y formando una zanja profunda. Ésta se levantó de un salto con un aullido, mostrando sus relucientes colmillos. La mujer hizo una pirueta por el aire, aterrizando de pie entre el demonio y yo. Ella sacó una pluma de color naranja con punta de sus alas e hizo una postura de esgrima

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como las que le había visto hacer a mi madre cuando tomó clases en el centro comunitario. En su clase, mamá usó una espada larga y delgada con una punta afilada, no una pluma. Aún así, el demonio la miró con cautela. Podía jurar que hasta se había encogido. Van Helsing apareció de la nada. Con el pelo de punta, se posicionó frente al monstruo e imitó su postura agazapada, escupiendo entre silbidos. Y eso no era lo más loco. No, lo loco llegó cuando el demonio bajó la cabeza y retrocedió unos pasos. De mi gato. —Gracias, Helsing. —La mujer señaló con la pluma a aquella monstruosidad—. Ya oíste al gato, shuu. El demonio rugió. Sentí algo colándose en mi mente, pero luego de un movimiento de muñeca de la mujer, esa sensación desapareció. Con Helsing pisándole los talones, la bestia se escabulló con un rugido desafiante, desapareciendo entre la niebla, quebrando ramitas y arrancando árboles con un sonido que me recordó al de quebrar huesos. —Pensé que nunca se iría. —La mujer tocó el extremo de la pluma como si fuera una pistola humeante y la lanzó hacia arriba—. ¿Quieres una? Solté todo el aire, y pasé los dedos por los bordes. Sus alas se ondulaban lentamente, como el relato de un tiburón flotando en el océano en espera de su próxima comida. Demasiado Discovery Channel. —Este es el trato. —Se dio cuenta de mi mirada y agitó sus manos en frente de mi rostro—. No de nuevo. Aurora, ¿Me escuchas? Esto es importante. Parpadeé. —Sí, sí. ¿Quién eres? —Gloria, tu ángel de la guarda. Ahora escucha. Los Kaliferas son malos. Muy malos. Mis manos se alzaron. —Guau. ¿Ángel de la guarda? Vamos. ¿Y qué es un Kala-lo-que-sea? —Sí, un ángel y eso —señaló la calle ahora vacía—, era un Kalifera, pero escúchame, querida. Tú y tu familia están en peligro. —¿Mi familia? —Eso me sacó de mi estupor—. ¿Va detrás de mi familia? Ella asintió. —Puede llegar hasta ellos. Así que éste es el trato. Yo protegeré a tu familia, pero sólo si prometes que dejarás a los Chicos Malditos protegerte a ti. —¿Estás loca? Están confabulando con los demonios, buscando algún cártel de la droga. Ella me regaló una mirada en blanco. —¿Eso es lo mejor que se te ocurrió? Dios mío, quisiera que ellos tuvieran un manual.

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—¿Para qué? ¿Quiénes son “ellos”? Se alisó el cabello. —Aurora, no tengo tiempo para preguntas. Especialmente para las que no puedo responder. Tendrás que confiar en mí, lo cual —levantó un dedo para callarme en cuanto abrí la boca—, sé que es difícil para ti, pero si te quedas con estos chicos, muchas cosas empezarán a cobrar sentido. Te repito, el trato es que protegeré a tu familia si te quedas cerca de los chicos. De lo contrario, tú serás mi prioridad y tu familia tendrá que valerse por sí misma. —No. —La agarré por los hombros—. Mantén a mi familia a salvo. Hazlos tu prioridad. Ella sacudió la cabeza y apartó mis manos. —No funciona de esa manera. Yo sólo puedo darles prioridad si sé que estás a salvo y eso significa estar cerca de… —… los Chicos Malditos. —Asentí con furia—. Lo tengo. Es una promesa. —¿En serio? Aún asintiendo como un juguete roto, hice una cruz sobre mi pecho para enfatizar mi punto. —Estupendo. —Me dio un codazo—. Ahora vuelve a tu casa y quédate dentro. No sé cuánto tiempo se me permitirá mantener al Kalifera lejos, así que date prisa. Di dos pasos. —Espera. ¿Qué significa lo de “se me permitirá” mantener al Kal-lo-quesea lejos? Su cara se arrugó. —Tengo algunas limitaciones. —¿Y eso significa…? —Eso significa que estás mejor con los Chicos Malditos porque ellos no tienen restricciones. —¿Qué pasa si ellos no me ayudan? Ella rodó los ojos. —Eso es lo que hacen. Pero yo no les contaría sobre mí o sobre lo que haces exactamente o sobre quién eres. No aún. Ellos deben entender el juego y a todos los jugadores antes de hacerles saber que eres la Divinicus. —¿Qué es un Divinicus? —Por ahora sólo déjalos proteger a una chica desorientada que está siendo perseguida por demonios.

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—¡Estoy desorientada! —Me froté las sienes—. Ni siquiera sé lo que hago. He empezado a brillar intensamente y… —Estás evolucionando. —¿En qué? —No puedo decirlo. —¿Por qué hay demonios tratando de matarme? —Eres una amenaza. —¿Cómo? —Puedes rastrearlos. Entre otras cosas. —Pero no quiero. Y no siempre puedo hacerlo. No vi venir a este. — Señalé el último lugar en el que vi al demonio tigre-lobo. —No has tenido la formación adecuada. Y estás luchando contra ello, lo que no ayuda. —Sus alas se abrieron en toda su extensión—. Tengo que irme. Hay un plan que hacer. Vete a casa y permanece en el escudo por esta noche. No hay tiempo que perder. ¡Ahora vuela! —Se echó a reír y se dio vuelta, sus alas rozaron mi piel, haciéndome cosquillas. En medio giro, sus alas bombearon, empujándola en aire mientras cantaba—: Fly me to the moon, let me play among the stars…14 —¿Qué plan? ¿Qué escudo? —Me quedé mirándola volar hasta que la perdí de vista y su voz se desvaneció—. ¡Arrrg! Las farolas parpadearon. La presencia algo pesada de la maldad anudó mi estómago y me erizó los vellos del brazo. Crucé la calle y caminé de vuelta a casa, deseando no haberme alejado tanto de ésta. La luz al final de la calle titiló y se extinguió. Entonces la luz próxima se fue atenuando, hasta quedar a oscuras. Luego la siguiente. Y la siguiente. Algo se acercaba. Corrí a la casa y al supuesto escudo que esperaba que en serio existiera. Llegué a una farola en cuanto el zumbido de ésta se intensificó, crujiendo. Una especie de neblina azul emergió de la lámpara y danzó hacia abajo, girando a mí alrededor. Esto no podía ser bueno. Decidí dejar todo en segundo plano y correr pero el impulso me jodió. Me resbalé sobre mis rodillas y caí a los pies de un enorme demonio centelleante.

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“Fly me to the moon” canción de Frank Sinatra. Gloria canta “Llévame a la luna, déjame jugar

entre las estrellas”.

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—Guau. —Un hormigueo doloso quemó mi cuerpo cuando medio corrí, medio me deslicé entre la niebla. Más adelante, una farola parpadeó varias veces antes de que una llamarada brillante me obligara a cerrar los ojos. La bombilla explotó cuando llegué a su radio de alcance. Alcé los brazos. Me agaché, tropezando hasta detenerme en una lluvia de cristales rotos. Agazapada, jadeando, me estremecí, asustada de dar un paso y lastimarme la planta de los pies. El aire a mí alrededor zumbaba y vibraba. Dejé caer mis brazos. Una gran cantidad de fluorescentes picos afilados destellaron por todas partes, enclaustrándome en una hermosa burbuja brillante de azules nítidos, púrpuras y blancos, emitiendo un suave silbido. Hipnotizada por la luminosidad fluyendo a través de mi cuerpo, extendí una mano tentativamente, acercando mis dedos al resplandor. Las chispas estallaron. —Auch. —Eché la mano hacia atrás, sosteniéndola contra mi pecho. De repente, el ¿resplandor? ya no era tan atractivo y yo quería salir. Di un paso atrás, olvidando de alguna manera los vidrios rotos pero sintiendo una dolorosa sacudida de electricidad. Mi columna vertebral se arqueó. Escuché una risita suave y me acurruqué, con miedo a moverme. Mis ojos se llenaron de lágrimas. Debe haber sido la luz brillante en mis retinas, no el miedo estrangulando mi alma. Empecé a gritar, pero aullé en cuanto una chispa alcanzó mi pierna, luego mi cadera. Intenté salir de allí pero fracasé en cada intento, la tensión — y el dolor— aumentaba con cada nuevo zap que silbaba en mi piel. Me atraganté con el olor a ozono, atrapada, acurrucada sin lugar a donde ir.

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26 Traducido por Aimetz14 Corregido por Amy Ivashkov

Las punzadas penetrantes se hicieron más frecuentes, y mi cuerpo se erizó con una serie desagradable de alfileres y agujas. Pensé en hacer una raya a través de la luz a pesar de que el nivel de éxito era de bajo porcentaje. Cualquier cosa era mejor que ser un peón en este juego del gato y el ratón. Me sentí como un error, como el experimento de un científico malvado, encapsulada bajo un domo de electricidad el cual a menos que me equivocara, se estaba encogiendo. Quité el cabello fuera de mi cara y la pluma de Gloria, sujeta en mi puño y llena con sudor, casi me apuñala el ojo. Otro ataque me golpeó. Me tiró y abofeteó una fuerza invisible que causó que la pluma entrara en contacto con la energía. Una luz naranja quemada. El zumbido enojado se intensificó y parecía ampliar el espacio. No mucho pero…. Miré la pluma. Luego la burbuja de energía. Moví la pluma hacia el campo que me mantenía como rehén. La brillante luz parecía retirarse. Tiré mi mano hacia delante. Hubo otra llama naranja donde la pluma golpeó la electricidad y mi prisión se expandía de nuevo. Un olor a quemado flotaba en el aire. Sonreí. —Oh, sí. Más golpes frenéticos y comencé a tener más espacio para moverme. Un golpe en la parte trasera de mis piernas casi me pone de rodillas. —¡Idiota! Era un astuto hijo de puta, paseándose por mi espalda cada vez que me giraba para enfrentar su último ataque, pero sentí una punzada de delirio sobre el cambio de poder. Usando la pluma como un cuchillo, me acerqué y corté. Y corté otra vez. Y otra vez. Como psicópata desquiciada por sus medicamentos. Cuchilladas abiertas como heridas sangrientas, goteando furiosa naranja y plata pero nada suficientemente grande como para que mi cuerpo pasara.

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Lamí mis labios, respiré profundamente y sumergí la pluma dentro de la luz, y luego la giré. Se cortó la burbuja brillante como láseres en una taza de papel. Cuando la apertura se expandió lo suficiente, me zambullí a la libertad. El zumbido se volvió agudo. ¿Un chillido de enojo? Me levante agarrando la pluma en mi mano extendida, moviéndome justo antes del pequeño ataque epiléptico. La esfera estalló brillante púrpura, azul y plata, y luego se trasladó en remolinos de humo esculpidas en una forma humanoide azul con electricidad. Parecía uno de esos modelos de cuerpo humano transparentes en la clase de biología. Pero con un toque Frankenstein. —No está mal, pequeña Nex. —Su voz crepitaba—. Pero… —Aurora, ¡al suelo! Me dejé caer. Incluso con los párpados cerrados, una luz ardió en mis retinas. Una explosión de calor abrasador sopló mi cabello sobre mi cabeza. Como cactus espinosos, un golpe de la electricidad rebotó en mi hombro. Luego la oscuridad. Silencio. Me asomé. El demonio se había ido. Me puse de pie. Me sentí débil. No. Una Gumby 15 completa. Me desplomé en la tierra, todos esos preciosos fragmentos de vidrio listos para cortarme. Espero que papá conozca a un buen cirujano plástico. Justo antes del impacto, la gravedad se desvió de su rutina habitual y me levantó. Sentí brazos debajo de mis hombros y mis piernas y vi que la gravedad tenía un nombre. Ayden. —Te tengo —dijo, coloqué mi mejilla ardiente en su chaqueta fresca mientras me llevaba a casa. Habría colocado mis dedos alrededor de su cuello si ellos dejaran de tener espasmos. Se detuvo frente a la casa de Tristán. —¿Estás herida? ¿Debo buscar a tu papá? ¿Llevarte al hospital? Sacudí mi cabeza. —Nada grave. Sólo dame un minuto. —Giré mi codo un par de veces para deshacerme de la sensación de hormigueo muscular y me pasé a golpear en la cabeza cuando él se movió—. Auch, ¿me puedes bajar? —¿Segura?

Gumby (Conocido también como Gomosito en países de habla hispana) es una figura de

15

arcilla humanoide y jade creado y modelado por Art Clokey.

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Cuando mis pies tocaron el suelo, mis piernas se doblaron. —Tal vez no. Ayden me puso sobre su pecho y suspiró, con una mano sacaba los rizos de mi rostro con un toque constante. Párpados pesados bajo gruesas pestañas, sus iris se aligeraron calentando el ámbar. Si mis brazos funcionaran estarían alrededor de su cuello. En su lugar puse mi mejilla en su hombro y me relajé, escuchando los latidos constantes de su corazón que ayudaron a establecer los míos. Estaba tan cansada. Y él era tan cálido, sólido y seguro. Su barbilla descansaba en la parte superior de mi cabeza mientras acariciaba mi cabello. —Está bien —murmuró—. Voy a mantenerte a salvo. —¿Ella está bien? Ayden se apartó, dejando caer las manos. Y a mí. Mis piernas se doblaron. —¿Qué estás haciendo? —Tristán corrió a mi lado y examinó a Ayden, quien se iba a acercar a mí, pero vacilaba, confundido. Ayden pasó los dedos por su cabello y se retiró. —No sé. —Frotó sus manos y se aclaró la garganta—. Yo, uh, pensaba que podía cargarla. Lo siento. Tristán miró entre nosotros, y su frente se arrugó. —Ayúdame a levantarme. Tristán lo hizo. Y apenas tambaleé. —¿Qué te atacó? Ayden y yo miramos sorprendidos a Tristán. —Nada —dije—. Mi gato salió corriendo, le estaba persiguiendo… —¿Qué te asustó? —Tristán, ¿qué estás haciendo? —dijo Ayden. —Cambié de opinión. Está más segura con los hechos. ¿De qué estabas huyendo, Aurora? —¿Tu personalidad chispeante? —Pongo las manos en las caderas, me sentía estabilizada, normal—. Por Dios, retrocede. Como unos mini-fuegos artificiales, una esfera brillante de color púrpura pálido pasó por encima de la cabeza de Tristán. Desde la burbuja brillante, un hada lavanda se materializó en ocho figuras espásticas, el polvo

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volaba, y diminutas alas aleteaban en un ritmo nervioso. —Su padre viene — dijo, su voz chillona. —¿Qué? —dijimos todos al unísono. Tristán, Ayden y el hada me miraron y dijeron—: ¿Qué? —¿Qué? —repetí, asustada e irritada por mi falta de control en la respuesta a un hada que se supone que no tenía que ver ni oír. —¿Qué? —Fue su respuesta. —¿Qué? —Seguí el tema de la repetición porque carecía de cualquier tipo de explicación. Ayden levantó la mano para pedir silencio. —¿Por qué estás diciendo qué? —¿Qué? La mano de nuevo. —Está bien, deja de hacer eso —dijo Ayden. Tristán sonrió—. ¿Por qué has dicho “qué “? —Porquuueeee —dije evasivamente—, quiero sabeeerrr. —Me detuve— . Queeeee. —Otra pausa—. Piensas que vi. —Lo último salió de prisa cuando por fin me acordé de una cosa sensata que decir. —Aurora, ¡la cena! —gritó papá desde el garaje. Vio nuestro grupo y se dirigió hacia acá antes de que pudiera detenerlo—. Oh, hola, Tristan. Súper. —Nada sobre la... cosa —susurré. Papá estrechó la mano de Tristán y Ayden se presento—: Hola, Sr. Lahey. Soy Ayden Ishida. Es probable que no me recuerde. Papá tomó su mano. —Por supuesto que sí. Eres uno de los viejos novios de Aurora. Ah, sólo lo justo para atarme al ancla y tirarme por la borda. A su favor, papá rápidamente percibió mi vergüenza e intentó mejorarlo. —Bueno, no es novio… novio. —Hizo girar sus manos como si pudiera borrar su error en la elección de palabras y mi mortificación—. Ya sabes, sólo un amigo. Sólo un viejo amigo. —Aplaudió y frotó sus manos—. Entonces, ¿qué están haciendo? —Bueno, señor —dijo Ayden—. El gato de Aurora se escapó. Estamos ayudándole a encontrarlo. Tristán asintió. —Esta noche, hay que encontrarlo antes de que un búho o un coyote lo hagan.

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Casi me reí. Si Helsing pudiese ahuyentar a un Kalifera, la fauna local no tendría ninguna amenaza. —Hablaré con todos por ayuda. —Papá se dirigió hacia la casa. —No, papá. Se detuvo. —Los chicos van a llevarme. Tú quédate aquí por si aparece. Sabía que iba a protestar, pero Ayden interrumpió. —Conocemos la zona. Somos buenos en la búsqueda de criaturas picaras y… —Levantó dos dedos—. Nos comprometemos a mantenerla a salvo. Papá me miró. Asentí. Su sonrisa en Ayden parecía un poco... fría. —Te tomo la palabra, hijo. —Entonces su sonrisa sol derritió el frío y me ahogó con un abrazo antes de trotar diciendo—: Si no estás en casa en una hora, llámame y dime lo que pasa. Miré a los chicos, ambos le estaban dando a papá miradas cautelosas. —¿Lista para la cháchara, charla, conversación, y llegar a conocernos?

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27 Traducido por Joss Corregido por mterx

—¿Cómo puedes protegerme? —¿Por qué necesitas protección? —Los demonios están tratando de matarme. —¿Por qué? ¿Por qué estás molesta? —Son demonios. Eso es lo que hacen. —Y estás molesta. —No más que tú. —Caminé a la sala de juegos de gran tamaño con mis zapatillas de orcas proporcionadas por Jayden desde que me faltaban zapatos cuando me llevaron a la casa de Ishida. Suspiré. Matthias y yo habíamos estado viajando este feliz-yendoalrededor por un rato. Mantuve mi promesa. Estaba con los Chicos Malditos. Gloria había sido tan vaga que yo tenía miedo de decir algo equivocado, pero confesé acerca de ver a los demonios y les pidió ayuda. Incluso había admitido esconderme en la habitación secreta, escuchando su conversación. Matthias se volvió de colores púrpura y rojo que no pensé posible. Sus vasos sanguíneos audibles a estallar. Afirmaron que podrían ayudarme mantenerme con vida y querían que respondiera alguna preguntas, pero Matthias no respondió ninguna de las mías, como quiénes eran, cómo me podían proteger y cómo podrían deshacerse de los demonios. Sigo preocupada por conseguir estar “neutralizada”. Quizás Gloria estaba equivocada acerca de ellos. Por supuesto, no me puedo quejar de su sospecha. La historia de la sirvienta no estaba volando. Al menos ahora sabía por qué. Gracias Gloria. No ayudó que las cámaras de seguridad no funcionaran cuando me acerqué al porche. ¿Coincidencia? Pensaban que no. Pero desde que Matthias no se atrevía a creer que yo era una especie de eléctrica niño prodigio, lo dejó pasar. Por ahora.

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Gloria me hizo prometer que lidiaría con estos chicos, pero estábamos en un bote de remos en un huracán a un nivel rocoso. Un dolor de cabeza cruzó detrás de mis ojos, mi plan de reunión brillante yendo a ninguna parte. —Quiero ir a casa. —No hasta que nos diga… —No te diré nada, Australia. Los ojos de Matthias brillaron como metal. Peligroso. La habitación era pequeña. El aire más pesado. —Tu ritmo cardíaco esta acelerado —dijo Jayden—. Miedo irracional. Toma un poco de agua. Presa del pánico, golpeé el cristal hasta el suelo. Cuando un poco de líquido salpicó mi cara la froté con frenesí. —Cierto. ¿Así que puedo despertar mañana en un buque de carga a Singapur en mi nueva vida como esclava sexual en una neblina de droga perpetua, y como si no fuera suficiente, pondría fin a todo a mi sufrimiento suicidándome? No lo creo. Me dirigí hacia la puerta, pero Blake fue más rápido de lo que parecía. Se apoyó en ella, las palmas hacia arriba en señal de súplica, pero no obstante, bloqueando mi salida. —¿Qué es exactamente todo? Di marcha atrás, girando en círculos, paranoia cerraba mi garganta. Me miraron como si estuviera loca. Aparte de Blake, ninguno de ellos se había movido. —¿Operación esclava sexual? —Matthias bajó la cabeza hacia atrás. —Es típico de los cárteles de la droga. —Estaba sopesando mis posibilidades de llegar a la pared de las armas cuando todos se echaron a reír.

***

—¿Cazadores de Demonios? —El té sabía a suciedad. Como de una alcantarilla. Y olía aún peor. Pero Jayden me aseguró que calmaba los nervios. Y estaba libre de drogas. Me senté en un sofá sola, abrazando una almohada, la taza apoyada en mi rodilla—. Bueno, sonaba como traficantes de drogas. —Tal vez para un idiota. Matthias negó con la cabeza, rellenó su vaso con leche de chocolate de una lata verde. Me mordí la lengua, tratando de tomar el camino.

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No me había dado cuenta de la pared de escalada construida en la pared de armas hasta que Jayden hizo su rutina de Spider Man. Cuando llegó a la parte superior se apoderó de la primera de una serie de anillos con pernos a través del techo abovedado, balanceándose de anillo en anillo hasta que estuvo encima de la mitad de la habitación. Allí se libera en un salto hacia atrás doble de casi veinte metros de altura, aterrizando en silencio en sus pies descalzos. —En retrospectiva, la verborrea estaba abierta a interpretaciones erróneas. —Sí —resopló Matthias—. Para un idiota. —Fueron ustedes los que hablaron de cárteles, neutralización de amenazas, guerras territoriales en Colombia, operaciones asiáticas, la compra de productos en Alemania. Ayden se apoyó en la enorme chimenea de piedra donde probablemente un alce entero cabría. Sentí el calor abrasador en medio de la habitación. —Esta cosa del demonio es una especie de un negocio familiar, pero nuestra gente están...semi-retiradas. Sobre todo, mi papá que importa autos exóticos. Está en Alemania este viaje. Ese es su “producto”. —¿Por qué no dijo coches? Ayden se encogió de hombros. —Es... Jayden. Jayden asintió. —Muchos de los carteles de drogas en Colombia están respaldados por los demonios, pero estamos luchando contra ellos, no con ellos. Y el padre de Matthias siempre visita las operaciones asiáticas cuando se va a Australia para ver a… Un bajo gruñido surgió de Matthias. —Basta. Blake y Logan llegaron con una bandeja llena de bocadillos. Blake me guiñó un ojo. —Manténganse alejados del salami. Lo dosifique con una poción que te deja fuera de combate. —Ja, ja, ja. —Deje el té antes de que me hiciera vomitar, de nuevo, e hice la gran cosa de agarrar un sándwich de salami, tomando un gran bocado y hablando con la boca llena—. Sonó como traficante de drogas. Caramba, no sé por qué no pensé en cazadores de demonios jugando con un bate. —¿He mencionado la teoría del idiota? —dice Matthias. Endulcé mi sonrisa. —Sin embargo, este “idiota” te dejó fuera de la tienda de flores. —La carretera estaba sobrevalorada. Unas pocas risas y después Blake dijo—: Ella tiene un punto. Los labios de Matthias se contrajeron en una mueca de desprecio. Todos ellos esparcidos por la habitación, comiendo bocadillos, excepto Logan que

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estaba en la barandilla del balcón de nuevo actuando como un gimnasta de medalla de oro en la viga de equilibrio. Me ponía nerviosa, pero a nadie más parecía molestarle. —Cazadores de Demonios. —Ellos habían dicho eso varias veces. Una sociedad secreta de cazadores de demonios. Aunque mi mundo estaba deformado en una forma extraña y rara, todavía me tomaba un tiempo difícil envolver mi mente alrededor. Pero yo era perseguida por los demonios, y parecía que Gloria tenía en su corazón las mejores intenciones para mí y mi familia, los protegería si confiaba en esos chicos, así que lo haría pero… —¿Un grupo de niños que aún viven con sus padres? —Juana de Arco tenía sólo diecisiete años cuando salvó Francia —señaló Jayden—. Y varios reyes y reinas eran más jóvenes de lo que somos ahora. Podría proporcionar una lista completa de los adolescentes en la historia… —Lo entiendo. ¿Trabajas para el Vaticano o algo así? —No exclusivamente —dijo Jaydey—. La sociedad, el Mandatum, trabaja con todas las religiones. Los demonios son indiferentes a la religión de una persona o la falta de uno. Son destructores de igualdad de oportunidades. Nuestros cazadores provienen de un conjunto diversificado de creencias, pero trabajan juntos hacia una meta. Y somos los mejores en lo que hacemos. —Pero ustedes estaban en la iglesia. Jayden se encogió de hombros. —El Padre Bancroft es un líder de zona, por lo que la iglesia es nuestra base, pero en otro lugar podría ser una sinagoga, mezquita, budista. Cualquier lugar santo lo hará. Luchamos contra los demonios, no contra los otros. —¿Cómo se puede luchar contra ellos? Ayden, ¿qué hiciste con el demonio esta noche? Ellos compartieron miradas cautelosas. —Vamos a llegar a eso más adelante —dijo Matthias. —Pero puedes confiar en que somos capaces de protegerte —añadió Jayden—. ¿Cuánto tiempo has visto a los demonios? Empujé rizos fuera de mi cara. —Siete, ocho años, pero ninguno de ellos ha sido peligroso antes. Quiero decir ¿qué pasa con Gossamer Falls? ¿Se trata de un cultivo para súper demonios? —Es un lugar portal. —Jayden. —Matthias hervía. —¿Portal? —Entre la Tierra y el Infierno.

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—Blake. —Matthias levantó las manos—. ¿Quieren callarse? —Oh, vamos. —Ayden se levantó de su silla—. ¿A quién le dirá? —No es el punto. —Australia se quejó y tomó un trago de su leche con chocolate. Ayden se paró frente a mí. Yo quería una copia de seguridad, pero eso sería cobarde. —Dijiste que los demonios no te han amenazado antes. Asentí con la cabeza. —¿Estás segura? —Él miró a mi hombro y levantó una ceja. Estaba de espaldas al resto de ellos así que solo yo podía ver. Quería alejar mi mirada, pero él clavó mis ojos como la más reciente adición a su colección de insectos. Me acordé de los dedos sobre mi piel, deslizándose a través de mis cicatrices. La sangre se deslizó en mi cara. Empecé a hablar, pero tuve que aclararme la garganta para que mi voz marchara. —Sí. Estoy segura. —Si te refieres al ataque que provocó el movimiento de tu familia fuera de la ciudad y de vuelta aquí para Gossamer Falls —dijo Jayden—. Eso fue reportado como un asalto humano. Los hombros de Ayden bajaron y me dio una mirada de disculpa. Sus labios apretados antes de hablar. —Gracias, Jayden. —De nada. —¿Quién te atacó? —Logan se sentó a horcajadas sobre la barandilla. Todos los ojos estaban puestos en mí. Estupendo. —Tal vez ella no quiere hablar de ello. —Ayden se mantuvo de espaldas al grupo. La voz de Matthias carecía simpatía. —Podría ser relevante. —Puedo citar el informe —ofreció Jayden—. Trauma craneal severo, múltiples contusiones, laceraciones, hemorragia interna masiva, una serie de roturas y fracturas incluyendo… —Me gustaría escucharlo de la víctima —dijo Matthias. Apreté los dientes por “víctima”, y vi a Ayden prepararse para una discusión así que caminé alrededor para enfrentarlos.

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—No es nada raro. Estaba en una visita a la universidad con mi clase. Gran entusiasmo porque nos quedamos toda la noche. Terminamos en una fiesta universitaria. Estaba bien al principio, pero a medida que avanzaba la noche había un montón de...cosas que estaban pasando. Así que me fui. En el camino de regreso, algunos chicos me empezaron a molestar. Ellos... —Vacié mi pecho de aire y miré las zapatillas de ballenas asesinas, moviendo los dedos de los pies. Ayden se acercó y me apretó los hombros. —No tienes que hacer esto — susurró. Sonreí y levanté la barbilla, tragando saliva para que mis lágrimas no se derramen. —Ellos me dieron con todo. No tengo idea de por qué. Estaban borrachos, estaban aburridos. —Me encogí de hombros—. ¿Quién sabe? Estuve inconsciente en medio de ello. Me desperté en el hospital. Y eso es todo. No hay demonios, solo gente estúpida. —Miré a Matthias—. Matones. —Un ligero endurecimiento alrededor de sus ojos fue todo lo que obtuve. —Algunos de ellos eran sus amigos de la escuela —dijo Jayden en silencio. —Sí. Alegaron que no recordaban nada. —¿Estabas borracha? —¡Matthias! —Solo estoy preguntando. Lance una mirada asesina hacia a él. —Nada de alcohol o drogas —dijo Jayden—. La policía ha hecho un análisis de sangre. Estaba en el informe. Matthias asintió con la cabeza y se encogió de hombros. —Posesión demoníaca explicaría la pérdida de la memoria. —No lo era —dije. Jayden se cruzó de brazos. —No puedes saber eso, Aurora. —Claro que puedo. Cuando las personas están poseídas, veo el demonio, no a la persona. Silencio. Mi piel se erizó. —¿No pueden ustedes hacer eso? Cabezas se sacuden alrededor de la habitación. Genial. Un zumbido suave precedió a la voz de una mujer que sonaba entrecortada como si hubiera estado trabajando para una línea de sexo telefónico. —Madame Cacciatori. París.

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Alguien gritó—: ¡Ocúltenla! —Una fracción de segundo más tarde volé por el aire.

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28 Traducido por eyeOc. Corregido por Sweet Nemesis

Entre el golpe contra el piso y Ayden terminando encima de mi después de lanzarnos por encima del sofá, el aliento abandonó mis pulmones. Ayden aprisionó una mano sobre mi boca y se llevó un dedo a los labios. Asentí y quitó su mano. Me retorcí debajo de él debido a que los duros pisos de madera en verdad hacían honor a su nombre y la musculosa complexión de Ayden no era para nada ligera como una pluma. Él entrecerró los ojos hacia mí inquisitivamente y a pesar del momento volátil ―o debido a este quizás―, el calor se avivó entre nosotros. No pude evitar ruborizarme y gesticulé un lo siento. Su mandíbula se apretó mientras su cuerpo se quitaba. Se colocó a mi lado, un brazo alrededor de mi cintura y otro debajo de mi cabeza. ―Quédate quieta y callada. No importa lo que pase. Su voz apenas registró un decibel de alto por lo que sus labios tuvieron que rozar mi oído para ser escuchado, implicando que su cálido aliento se deslizara por mi cuello activando mi mecanismo de piel de gallina. Una mano se asomó por el borde del balcón, y un momento después Logan se arrastró a si mismo sobre la barandilla. Nos dio una señal de “quietos” con su mano y se movió hacia el extremo del sofá. Ayden me acercó más. ―Madame Cacciatori. Que honor. ―El tono educado y deferente de Matthias sonó raro sin ninguna condescendencia acompañándolo. No me habría sorprendido si hubiera hecho una reverencia. ―Matthias, caballeros. Es un placer verlos. Me alerté ante la voz, y enderecé mi cuello. Sonaba como si esta mujer Cacciatori estuviera en la habitación. ¿De dónde había salido? Ayden me pellizcó bruscamente y sacudió la cabeza. Sin mirarnos, Logan se aclaró la garganta. Todos intercambiaron saludos. ―¿Dónde está Ayden? ―preguntó ella.

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Ayden y yo dejamos de respirar. Jayden se quedó en silencio. ―Reparando algunos escudos alrededor de la escuela. ―La esperábamos la próxima semana ―dijo Matthias―. ¿Algo está mal? ―Un nuevo acontecimiento. Sentí imperativo el examinar cualquier descubrimiento que hayan hechos respecto a las actividades recientes. Su voz tenía un pequeño zumbido, algo eléctrico que rayaba su sensual acento italiano. Logan le dio un gesto de “ven aquí” a Ayden, indicando que yo debía quedarme quieta mientras él gateaba hacia Logan quien estaba haciendo extrañas señales con las manos detrás de su espalda. Me tendí en mi estómago y me dirigí en dirección contraria para echar un vistazo alrededor del sofá. ―Que desafortunado ―dijo cuando Matthias terminó de explicarle que no habían encontrado nada inusual―. Pensé que quizá la búsqueda tenía alguna conexión. A través de la pared abierta de la habitación secreta, un haz de luz se proyectaba en el medio de la habitación en cuyo final estaba Madame Cacciatori. O una copia de ella misma. Más bien un holograma medio translucido y algo brillante, hablando y moviéndose como si estuviera aquí y fuera real. Abundante cabello oscuro caía como cascada detrás de sus hombros y su voluptuoso cuerpo lucía una falda asimétrica con una blusa entallada y sandalias con correas cuyos tacones a mí sólo me servirían para tropezarme. Blake no se equivocaba respecto a sus piernas. Pómulos altos, labios carnosos y grandes ojos en forma de almendra completaban el efecto impactante. La belleza de la mujer que me quería muerta y su holograma súper genial, me hicieron jadear. Se volteó en mi dirección. Me eché hacia atrás. ―¿Qué búsqueda? ―Logan habló rápido, fuerte, moviéndose hacia ella. ―Eso es el porqué de mi pronta visita. Alguien hizo una búsqueda por internet sobre Divinicus Nex. Creemos que la locación de la fuente viene de los Estados Unidos, probablemente del oeste. Y con la reciente actividad por aquí… Ayden agarró mi pie. Lo pateé y terminó sosteniendo una esponjosa ballena asesina. ―¿Hay algo detrás del sofá?

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Escuché un fuerte estruendo en la otra parte de la habitación. Ayden jaló mi mano y prácticamente me arrastró hasta el extremo opuesto del sofá donde nos agachamos detrás del pedestal que sostenía al acuario. ―Oops, soy un buey muy torpe ―dijo Blake. La voz de Tristan se elevó. ―¿Por qué no rastreaste la localización del usuario? ―Nuestro sistema falló antes de que el rastreo se completara, pero no hay una preocupación real. Controlamos todo el contenido sobre Divinicus que hay en la web y no encontró nada importante. Además el intruso parecía estar pescando, tratando con varias combinaciones, así que a lo mejor fue sólo una coincidencia al azar. Pero no creo en coincidencias y cuando se trata del Divinicus, perseguimos cada paso. ―¿Algo definitivo? ―preguntó Jayden. ―No, pero cuando lo encontremos necesitaremos a un fuerte guardia Sicarius. Algo que considerar para sus futuros. Un silencio pesado se asentó, entonces Jayden dijo―: ¿Qué hay sobre el Bellator? Mientras que al mismo momento Blake bromeó. ―¿Cómo está Cipriano? ¿Todavía seduciendo a las chicas calientes? ―Ningún Bellator, y en cuanto a mi hijo. ―Su voz se suavizó, calidez inundando su tono―. Él está bien. Pero no hay chicas calientes. Sólo trabajo. ―¿Con sus habilidades? Esa es una maldita mierda em… digo una maldita pena. Dejó salir una profunda y retumbante carcajada. ―A lo mejor lo que le hace falta es encontrar una sexy y curvilínea italiana con asombrosas piernas. Sonreí. Si había una regla en contra de agradarle tu asesina, la acababa de romper. El resto de los chicos aullaron. Blake trató de retractarse, pero ella lo cortó. ―Una descripción halagadora. No me sentí ofendida. Ahora caballeros, tanto como disfruto su compañía mi energía decae. Tantas noches largas. Espero reportes y denle mis saludos a Ayden y su familia. Miré alrededor del pedestal y presencié su titileo y desaparición antes de que Ayden me tirara hacia atrás. Matthias se frotó la mandíbula. ―Tristan asegúrate que se haya ido.

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El rubio regresó unos minutos más tarde, cerrando la pared detrás de él y asintiendo; su cabello asomándose hacia fuera como si lo hubiera peinado con una batidora. En el bar, Matthias sirvió mas leche con chocolate, espolvoreó algo de unas mezcladoras de cristal encima, lo agitó con una cuchara y tomó un trago. ―Demasiado malditamente cerca. ―Reprimí una risa―. ¿Qué? ―dijo. Tracé un dedo por encima de mi labio superior. ―Tienes un… bigote de chocolate. Refunfuñó y restregó su antebrazo por su boca. Blake gruñó mientras masajeaba la parte trasera de su cuello, Logan limpió su ceja con un pañuelo monogramado que sacó de un bolsillo cerca del pecho, y los pulgares de Jayden se deslizaban dentro y fuera de la coyuntura con un ruido húmedo de golpeteo que me hacia encogerme. Me paré y tambaleé sobre un pie mientras me ponía en las pantuflas de ballena que Ayden me tiró por la cabeza. ―Eso fue tan genial. ¿Cómo lo hizo? ¿Ustedes pueden hacer eso? ¿De verdad estaba en Paris?¿Es real, verdad? Parece agradable. Para ser una asesina. ¿Por qué quiere matar al Divinicus? ―No es de tu incumben… ―comenzó Matthias automáticamente. Después me dio una mirada de incredulidad―. ¿Matar al Divinicus? ―Cerrando los ojos se apretó el puente de la nariz―. Justo cuando pensé que no podrías ser más estúpida. ―Abrió los ojos que giraban en una tempestuosa mezcla de ceniza pálida y ónix. Su palma pasó por su cara―. Tú hiciste la búsqueda en internet ¿verdad? Lamí mis labios. ―Tal vez. Su puño golpeó la barra, los cristales traqueteando. Lo fulminé con la mirada y pisotee detrás del bar. ―¿Cómo se suponía que iba a saberlo? Has estado haciendo tu mierda de intimidación y manteniendo secretos. He tenido monstruos tratando de matarme encima. Abrí el pequeño refrigerador y examiné el contenido. Sonreí, agarré una de las mismas latas verdes que Matthias tenía, cerré la puerta e hice una gran producción de estallido abriendo la lata y tomando varios tragos. ―Ahhhh. ―Levanté la vista y me encontré la mirada de Matthias―. Y no has hecho otra cosa que ser molesto. Así que no te pongas todo alto y poderoso. Por cierto buena leche con chocolate. Los músculos de la quijada de Matthias se apretaron. ―No es leche con chocolate. Es Milo.

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Tomé otro trago. ―Bueno, está buena. Tiró de la lata de mis manos y vació el contenido en el fregadero. Puse las manos en las caderas. ―Oh, eso es muy maduro. ¿Podrías ser mas…? ―Tuvimos suerte. ―Ayden se interpuso entre Matthias y yo―. Perdieron el rastro. Australia se inclinó sobre la barra con ambas manos, agachó su cabeza, inhaló profundamente y lo dejó salir lentamente. Me miró sin mover su cabeza, fríos ojos gris metálico cortaban a través de los rizos negros que caían por encima de su frente. ―No mas búsquedas. No necesitamos este tipo de atención. O presión. ―Asentí―. Ahora, necesitamos saber por qué hay demonios detrás de ti. Hice un sonido poco femenino. ―De ti y de mí, ambos. ―Me miró fijamente―. No tengo idea. Además, Gloria me advirtió sobre esto. Matthias se paró enojado. ―¿En serio? De la nada tienes demonios tratando de matarte ¿y no tienes ni una idea? Bueno, supongo que eso tiene sentido. Levanté las manos y deambulé alrededor de la habitación. ―Si esa mujer no quiere matar al Divinicus, ¿por qué lo está cazando? ¿Qué es un Divinicus de todas formas? Está en lo correcto. En internet no hay nada de nada. Matthias empezó a cambiar en colores raros otra vez. Las luces parpadearon. ―A lo mejor necesitamos un descanso antes de continuar ―dijo Jayden―. Nadar puede aclarar nuestras cabezas. Blake levantó sus manos en el aire. ―¡Chapuzón grupal! ―¡Cállate, Blake! ―le espetaron varios de los chicos. Blake amenazó que el último en llegar al agua era huevo podrido mientras corría hacia las escaleras del balcón. Logan corrió y se lanzó por la barandilla. Usándola como un caballo de salto, sus manos agarraron la madera, sus pies arqueados y abandonó el panorama. Mi corazón tiró un latido extra. Corrí al balcón a tiempo para ver a Logan corriendo a toda velocidad delante de Blake quien gritaba―: ¡Tramposo! ―Mientras esquivaba extraños pequeños tornados de arena interrumpiendo su camino.

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Tristan trotó detrás de ellos. ―Acabamos de comer. Probablemente deberíamos de esperar una hora. ―Eres una niñita, Tristan ―dijo Blake. ―¡Hey! ―grité. ―Lo siento, pajarito. Matthias caminó pasándome murmurando algo sobre mujeres y problemas. Jayden jaló su camisa por encima de su cabeza, haciendo volteretas de carro por el pasamanos, haciendo su camino hasta el poste. Ayden se recargó contra el marco de la puerta, brazos cruzados. ―¿Es siempre así? ―pregunté. ―¿Así cómo? ―Se encogió de hombros con dramática inocencia.

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29 Traducido por Juli Corregido por Vanessa VR

La arena brillante se sentía fría y áspera contra mis pies descalzos. Ayden y yo caminamos hacia el agua, los gritos y las salpicaduras cada vez más fuertes. Los chicos se zambulleron, saltaron, y se tiraron al agua en el muelle, cubriendo el velero, y hasta el techo del cobertizo de los botes, lanzando insultos juguetones y desafíos, mojándose el uno al otro como un grupo de niños. Lo cual eran. Alguien imitaba el tema de Tiburón justo antes de que alguien gritara. Sonreí y negué con la cabeza. ¿Tenía miedo de estos chicos? La luz de la luna pintó el lago negro plateado. Sus cuerpos medio desnudos brillaban mojados e impresionantes. El pecho grueso y fuerte de Blake, los hombros anchos de Matthias, el cuerpo delgado pero en forma de Tristan, Logan pequeño pero más fornido de lo esperado, Jayden largo y delgado, y el grupo tenía suficiente six-packs para suministrar un evento NASCAR. Supongo que se ejercitaban. Lástima que Ayden no estaba nadando para que pudiera ver el cuerpo que ya había toqueteado. Puso el abrigo sobre mis hombros. No me había dado cuenta de que estaba temblando. —Gracias —le dije mientras caminábamos a la playa—. Así que esta antigua sociedad, ¿el Mandatum? ¿Tiene cazadores en todo el mundo que luchan y matan a los demonios? Ayden asintió. —Nosotros los enviamos de vuelta al infierno. —¿Cómo? —Tenemos habilidades especiales. Es todo lo que puedo decir por ahora. —Está bien, entonces. ¿Madame Cacciatori? ¿Cuál es su trato con el Divinicus? ¿Qué es un Divinicus? Serpenteamos por el muelle.

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—El Divinicus Nex es como nuestra arma secreta contra los demonios. Él puede rastrearlos. —Ayden golpeó con un dedo su cráneo—. Mentalmente. Al igual que una visión. El nombre significa algo así como la muerte violenta divina. Él señala la ubicación de un demonio y los cazadores son enviados para matarlo. —Eso es... hábil. —Así que los demonios me veían como la última amenaza. Genial. —Cuando tenemos uno. —¿Qué quieres decir? —Un Divinicus es raro. Sólo tenemos uno a la vez y no tenemos uno en este momento. —Técnicamente, eso no es cierto. —Tomé una respiración ante la voz de Jayden detrás de nosotros. Su cuerpo brillaba húmedo, sus pantalones caían y su cabello estaba peinado hacia atrás contra su cabeza. Él llevaba una tabla de surf—. Tenemos uno, sólo que no sabemos dónde está. —¿Está perdido? ¿Y por qué tienes una tabla de surf? Jayden lucía culpable. —Oh, eso es una tontería —dijo con frialdad, como si estuviera leyendo una tarjeta—. No puedo surfear. En un lago. Hah. Tiró la tabla en el muelle. Hubo un chapoteo y alguien dijo—: ¡Ay! Miré interrogativamente a Ayden, quien sólo se encogió de hombros y le dio a su hermano una sonrisa cansada. —¿Por qué no le explicas lo que es un Divinicus? Jayden se relajó. —Bueno, un nuevo Divinicus nace cien años después de que el último muere. Esos cien años terminaron hace diecisiete años por lo que sabemos que hay un Divinicus de diecisiete años de edad, en alguna parte, sólo que no hemos sido capaces de encontrarlo. —O a ella —dije automáticamente. —No, siempre son chicos, cariño. —Blake pataleó en el agua—. Oye, puedes unirte al pequeño club de Jayden. ¡Pero tienes que mojarte primero! Me agarró del tobillo, dándole un pequeño tirón inofensivo. Grité de todos modos. Él se rió y lo soltó. —No es un club. —Jayden lanzó una mirada exasperada a Blake, que estaba haciendo patadas de delfín, sin razón aparente—. Ciertamente, Blake tiene razón. Durante siglos, el Divinicus ha sido masculino. Sin embargo, he señalado, en ocasiones, que nada prohíbe que el Divinicus sea una mujer. Sólo aquellos con una mente cerrada comprenden…

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—Sin el Divinicus —Ayden empujó a su hermano al muelle—, los demonios pueden lograr tener el control y cosas malas suceden en el mundo. —¿Cómo? —Millones de pequeñas cosas, pero algunas más grandes, que podrías saber incluyen la Caída de Roma, la Peste Negra, el ascenso de Hitler al poder. Tener al Divinicus no detiene todo, pero nos da una ventaja. Seguimos caminando, los chicos jugando en el agua como un montón de tontos de ocho años de edad, excepto Matthias, que nadaba en vueltas constantes. —¿Pero no pudiste encontrar...lo? —Tal vez porque es una mujer. ¿Quién es el idiota ahora? —Lo cual no tiene precedentes. Y ahí es donde entra Madame Cacciatori. Localizar y proteger al Divinicus es la prioridad número uno de Mandatum. Ella dirige el grupo de trabajo. Ha sido el trabajo de su familia por generaciones. Nunca han fallado, pero nunca les ha llevado tanto tiempo. Jayden apareció en la superficie. —Algunos especulan que ha muerto o ha perdido su capacidad mental para ser eficaz. Si está vivo, ha sido dejado sin defensa y sin capacitación, escuchando y viendo cosas que nadie más puede. A este punto, pudo haberse convencido a sí mismo que está loco. Dímelo a mí. —U otros llegaron a la conclusión —continuó Jayden—, de que ha sido internado, su cerebro fracturado por las drogas y la desconfianza en sí mismo, que la poca conciencia que permanece es inútil contra el mal que debe luchar. En cuanto a estar muerto, el pensamiento supone que sin la protección, las probabilidades están contra él durante un largo tiempo. Sobre todo si los demonios lo encuentran antes que nosotros. Pero muchos, entre ellos Madame Cacciatori, creen que está vivo, porque si los demonios lo hubieran matado, se jactarían del golpe. Es cierto que ella tiene una inversión personal en esa teoría, pero tiene el mérito lógico. —Cuéntale sobre el cazador sexy con la conexión psíquica. —Blake pasó la mano sobre la superficie. Me encogí cuando el chapuzón de agua vino hacia mí pero nunca golpeó. En su lugar oí un silbido y cuando miré, una nube de vapor se disipó en el aire. Blake murmuró—: Aguafiestas —a Ayden, quien lo ignoró y siguió caminando. —Ya que el Divinicus no proviene de familias de cazadores, puede ser difícil de encontrar, pero siempre hay un cazador mujer, una Bellator, que tiene una… —Ayden sacude las manos en el aire—… conexión mental o psíquica con él. Utilizamos las visiones que ella tiene, este hilo psíquico, para

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seguirle la pista. Con el tiempo, se convierte en su compañera de toda la vida y el protector principal. —¿Al igual que un matrimonio arreglado? —Más o menos. Es como si fueran literalmente el uno para el otro así que hay una gran química entre ellos. Funciona. Pero hasta ahora no ha habido ninguna mujer con visiones, ninguna conexión, no hay manera de encontrarlo. Y eso es malo. Un Divinicus no tiene defensas, haciéndose un blanco fácil si los demonios lo encuentran. Tenemos que encontrarlo primero. Para conseguir asegurarlo. Calmé la molesta preocupación que de repente levantó los pelos de mi nuca. Mi voz chilló—: ¿Asegurarlo? —Se refiere a mantenerlo a salvo. —Tristán se subió en el extremo del muelle—. El Divinicus es demasiado valioso como para ser dejado solo. Está muerto si nosotros no le protegemos, así que es aislado en un lugar seguro para mantenerlo a salvo. Ahora la parte de atrás de mi cuello palpitaba. Masajear los músculos no ayudó. Un zumbido en mi cabeza cobró impulso. —¿Lo encierran? Tristán se encogió de hombros. —Básicamente. El zumbido se intensificó hasta ser alarmante. Gritando. Sólo en mi cabeza, por supuesto, pero algo debió de reflejarse en mi rostro porque Tristán dijo con un tono defensivo—: Es para su protección. Tienen que mantenerlo a salvo. Es demasiado importante. —El destino de las cosas del mundo, nena —añadió Blake haciendo flexiones en el muelle. Tragué saliva. —¿Así como así? —Me di cuenta que mi voz se había elevado tratando de hablar sobre esos chillidos alarmantes y me recordé a mí misma que sólo estaban en mi cabeza—. Ella… —Oops—. Él no tiene ni idea. Sólo es un tipo común y corriente tratando de vivir una vida normal y ¡bam! De repente es llevado a un… —Cito con mis dedos para un efecto dramático—… Lugar Seguro. Eso es tan injusto. Él no pidió ese trabajo. ¿Y su familia? ¿Van con él? —Uh. —Tristán buscó ayuda de los demás pero no obtuvo nada—. No lo sé, um, sólo sé que llevan al Divinicus. Para mantenerlo a salvo. —Su rostro se iluminó—. Tiene lo mejor de todo. Una vida de lujo. Todo lo que tiene que hacer es señalar las ubicaciones de los demonios y, ya sabes, comer langosta. —Soltó una breve carcajada—. Supongo.

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¿Estaba bromeando? No es de extrañar que Gloria me haya advertido que guardara silencio. —Todo bien, excepto por el hecho de que es un prisionero. Y su familia piensa que está muerto. O peor. ¿Ustedes no ven cómo eso es malo? —Su corazón se ha acelerado de nuevo. —La voz apagada de Jayden provenía de debajo del muelle. Quería golpear el pie a través de la madera y quebrar su nariz. —Aurora. —Ayden me volvió hacia él, plegando la camisa alrededor de mi cuello—. Los demonios son atraídos por el Divinicus. Él es una amenaza que ellos deben destruir para sobrevivir. —Está muerto de todos modos si el Mandatum no le protege. —Salté ante la voz cercana de Logan detrás de mí y me habría caído en el agua si Ayden no estuviera sosteniendo mi chaqueta. —Pero ¿y si el Divinicus pudiera luchar? ¿Si tuviera defensas? —¿Cómo qué? —Eso no importa. —Matthias saltó al muelle y salpicó el agua entre Ayden y yo. Gotas frías cayeron en mis pies descalzos. Él me miró, la luz de la luna brillando en la humedad de su rostro, su mirada penetrante demasiado oscura para comprender—. Es demasiado valioso para correr el riesgo. Él salva vidas. Así que hacemos lo que sea necesario para salvarlo. Mi voz ardía. —¿Le guste a él o no? —Si eso es lo que se necesita. —Se alejó. Todo honesto y... y... cruel y... estúpido. Luché para controlar mi creciente ansiedad. Reaccionar exageradamente era una manera segura de enviar banderas rojas. Me arrastrarían a algún “lugar seguro”. Me froté la cara con ambas manos y miré hacia el lago. —¿Estás bien? Traté de sonreír, pero la expresión de Ayden me dijo que no había tenido éxito. Tenía que salir de aquí. —Sólo estaba pensando. No debería haberlos molestado. Quiero decir con el dolor que he estado teniendo. Tienes que ocuparte de las cosas que están pasando en el mundo. No me necesitas arruinando las cosas, distrayéndote. —Es lo más inteligente que has dicho en toda la noche. —La voz de Matthias hizo eco en el muelle. Incluso más estúpido.

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—Tienes razón —grité—. No necesito la ayuda de un idiota australiano— Una ola sónica vibró a través del agua y sacudió la madera bajo mis pies lo suficientemente fuerte para que pierda el equilibrio. Ayden se inclinó hacia mí. Pero ya era demasiado tarde.

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30 Traducido por Jessy. Corregido por Sofí Fullbuster

La fría agua sacudió bruscamente mis pulmones, paralizándolos cuando mi cuerpo se hundió bajo la superficie. Mi mente corrió a través del agua como un delfín a velocidad turbo. La luz de la luna se filtraba desde arriba y luego estaba arrastrándome hacia abajo. La oscuridad me rodeaba. No podía respirar. Olvida eso. Respiré y mis pulmones se llenaron con líquido. Luchaba y arañaba la oscuridad, pero sólo sentía que me hundía, atragantándome. Una serie de ondulantes luces se acercaban lentamente por mi visión periférica, pulsando más cerca. —¡Sácala! —¿Qué fue eso? —¿Está respirando? El frío me golpeó cuando la brisa nocturna se filtró a través de mi ropa mojada. Estaba en la playa. Alguien me volteó y puso una mano en mi caja torácica. Mi estomagó dio un vuelco. El agua salía a borbotones de mi boca creando mini afluentes y ríos en la geografía de la arena. Me puse de rodillas, tosiendo, golpeando la mano en mi hombro y escabulléndome, arañando mis ropas, sintiéndome estrangulada. Ayden se levantó y extendió sus brazos para mantener al resto de los chicos atrás. —Aurora. —Estaba tratando de no gritar—. ¿Estás bien? ¿Qué paso? —U… —El temblor en mi barbilla hacía difícil hablar—. Un d-demonio. Se-s-s… Ayden maldijo y cerró la distancia entre nosotros con unas pocas zancadas. Apretó sus manos a cada lado de mi rostro, sus ojos parecían brillar. Calidez penetró en mi piel. El calor y la presión de sus manos estabilizaron mi temblorosa mandíbula. —Un demonio —susurré—. En el ag-agua. Trató… de ahogarme.

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Sin quitar sus ojos de mí, Ayden gritó—: ¡Jayden! —Por encima de su hombro, pero su hermano ya estaba corriendo a toda velocidad por el muelle seguido por Blake y Logan. Todos ellos se zambulleron a segundos unos de los otros. Con mi borrosa visión parecía como que el agua se levantaba en una ola para atraparlos y llevarlos al lago. Matthias se paró frente a mí. —Tristán vigila el final del muelle. —Me miro como si fuera una plaga tóxica—. ¿Quién demonios eres tú? 153

Vomité a sus pies.

***

Ayden me cargó, chorreando agua y con olor vomito de sándwich de salame recién vomitado, a la habitación de invitados de arriba, y me sentó en una cama con dosel suficientemente grande para Paul Bunyan16. Y su buey. —Estoy empapada. Voy a arruinar la… —No te preocupes por eso. —Tiró del grueso edredón de gamuza color verde bosque por las esquinas y lo envolvió alrededor de mis temblorosos hombros. Le dio un último tirón y pronunció un firme—: Quédate. —Guau17 —contesté. Me dio una mirada de lo que sea y con la energía del sombrerero loco, encendió las luces, cogió una suave y esponjosa bata del armario, y se movió rápidamente al baño para encender el agua en la cabina de vidrio y mármol del Gran Cañón —digo, ducha. En el momento que desenvolvió el edredón y me llevó al baño, este arrojaba vapor. Me sentó en una banca y se puso de cuclillas, peinando hacía atrás los pulidos rizos negros pegados en mi rostro. La niebla arremolinándose alrededor de nosotros hacia borrosos sus rasgos, líneas de preocupación grabadas profundamente. —Estás a salvo, pero necesitamos hacerte entrar en calor. Su negro cabello azulado caía sobre su frente, dándole una mirada juvenil en contraste con la expresión seria, con ojos de color de un triple espresso salpicado con caramelo, bordeados por esas ridículamente largas pestañas. Estudié la fuerte línea de su mandíbula mientras hablaba, la forma 16

Leñador legendario.

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Hace referencia a que él se lo ordenó como a un perro y ella respondió como uno.

de sus labios mientras moldeaba las silabas que sonaban ligeramente amortiguadas, como si estuviera todavía bajo el agua. Pensé besarlo. Oye, se ha probado anteriormente que es una buena técnica de calentamiento, sólo para propósitos medicinales… Pero la realidad frenó el impulso —o me acobardé, dependiendo de tu punto de vista— y, con la mandíbula apretada contra el castañeo de dientes, sólo me abracé a mí misma y asentí. —Mantén el agua tan caliente como puedas aguantar. Quédate ahí hasta que dejes de temblar. Estaré afuera. Vamos. —Me puso de pie—. Y necesito tus ropas. Desvístete. Las voy a lavar. —Dio un paso atrás, con sus manos en las caderas, esperando. Tragué saliva. —¿Q-qué? No… —Oh, cierto. Un poco de privacidad. —Me dio la espalda y se cruzó de brazos, frente al espejo, manteniendo fácilmente mi reflejo a plena vista. Atrapó mi mirada, con una ceja alzada y una sonrisa traviesa tirando de la comisura de sus labios. —¿Me ve-veo en él-l? Se encogió de hombros, con la sonrisa de infarto en pleno vigor ahora. —Un chico puede soñar. —Se dio la vuelta y deslizó un dedo por mi mejilla, su mano se detuvo para acunar mi barbilla. Mi estado frío y húmedo no tenía nada que ver con los estremecimientos que su toque incitaba, irradiando como una corriente eléctrica. Sus ojos se oscurecieron, sosteniendo los míos intensamente Su sonrisa se desvaneció. Dio un paso adelante, elevando mi barbilla mientras bajaba sus labios hacia los míos. Mi cuerpo se quedó inmóvil. Hormigueos patinaban por mi espalda. Mis párpados se agitaron, anticipando el contacto, pero su boca se detuvo a un estremecimiento de la mía, con su aliento deslizándose sobre mi piel. —Y no —susurró. Mis pesados párpados sólo pudieron entreabrirse —No, ¿qué? Sus labios rozaron mi mejilla, con su voz murmurando suavemente en mi oído—: No voy a tomar una ducha contigo. —Dio un paso atrás, llevando una escandalosa sonrisa e indignación fingida—. No puedo creer cuán a menudo intentas meterme en situaciones comprometedoras. Lo siento, pero no soy ese tipo de chico. Y tengo ropa que lavar. Sacudió su cabeza y se fue, cerrando la puerta tras de sí. Me dejé caer en la banca, concentrándome en inhalar, mordiéndome el interior de mi mejilla, enojada conmigo misma, con él.

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—Necesito esas ropas —llamó a través de la puerta. Consideré negarme, pero el frío estaba re-invadiendo mis huesos, así que me conformé con sacar la lengua hacia afuera de la puerta. Qué molesto, fastidioso, arrogante y… capté mi reflejo. Rata ahogada. Expresión frustrada. Estallé en risas. Momentos después, abrí la puerta y lancé la chorreante masa de ropa, dándole justo en el rostro, esperando que no se diera cuenta de los elementos faltantes. —¿Aurora? —¿Qué? —No hay sostén o bragas. Mis ojos se cerraron con fuerza. Por supuesto que se dio cuenta. —¿Quién dice que estaba usando alguno? —Yo. Soy muy observador. —Ayden, no estoy de humor. Se rió entre dientes. —Bien. Las voy a enjuagar y colgarlas en el calentador de toallas mientras tomas una ducha. Luego las voy a poner en la secadora cuando vengas abajo. Prometo no mirar. Y aquí está el champú de lujo de Jayden. Tiene plena confianza en él. Abrí la puerta una pulgada y me asomé. Ayden me tendió una botella de color pastel. La cogí, cerré y me apoyé contra la puerta, sonriendo porque tenía una mano cubriendo sus ojos. —Vuelvo enseguida a esperarte. Puedes bloquear la puerta. —¿Ayudaría en algo? Soltó una carcajada y lo escuché irse. Bloqueé la puerta de todas maneras para sentir como si tuviera algo de control —y soy paranoica—, entonces disfruté de la deliciosa agua casi hirviendo fluyendo de la ducha del tamaño de un disco volador. Ayden regresó y se mantuvo preguntándome si estoy consciente. Cuando salí envuelta en la bata, me acompañó a la familiar habitación que daba a una cocina tan-gourmet-que-debería-estar-en-un-show y me preparó una taza de su mezcla favorita de naranja y canela. Después de haber arrojado mi sostén y mi bragas a la secadora. Jayden, Blake, y Logan ya se habían cambiado a ropas nuevas habiendo regresado a informar que no habían signos de un demonio. Me senté en el sofá, bebiendo a sorbos el té que afortunadamente no olía o sabía a alcantarilla. La exótica y aromática esencia del lujoso champú de etiqueta francesa de

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Jayden deleitaba los sentidos y, mejor aún, mis gruesos rizos ni siquiera estaban esponjosos. Había considerado robar la botella. Logan rebuscó por los armarios. —¿Dónde está el chocolate? A las chicas les gusta el chocolate cuando están molestas. Sonreí. —No hay agua en tus pulmones. —Jayden apareció con un plato de galletas de chocolate y palmeó mi cabeza—. Vas a estar bien, aquí. —Acercó el plato hacia mí—. Las hice esta mañana. Desde lo básico. Triple chocolate. Me encanta el canal de cocina. Él podría ser extraño, pero sus habilidades para hornear eran estelares. La dulce decadencia se derretía en mi boca. —Mmh, deliciosa. —Agarré tres y me volví a sentar. Jayden sonrió, con un ligero rubor en sus mejillas. —No tiene sentido —gruñó Matthias desde la cocina mientras tragaba su enésima galleta—. Los demonios no pueden traspasar nuestros escudos. Te caíste en el agua, fue menos de un segundo antes de que Blake te subiera. Te retorcías como una persona enloquecida, atragantándote, asfixiándote. ¿Cómo podrías casi ahogarte? —No lo sé. Era como si estuviera bajo el agua, ahogándome. Vi luces. Entonces ustedes estaban gritando y yo estaba en la playa vomitando. ¿Cómo están tus pies? —Esterilizados. ¿Qué tipo de luces? ¿De un demonio? —No lo sé, Matthias. Él había crispado mis últimos nervios hace poco. Espera, ¿Australia acababa de hacer una broma? —¿Pero dijiste que era un demonio? —Pude sentirlo. —¿Cómo se sienten los demonios? Golpeé un cojín en el sofá y me puse de pie. —Bien. No fue un demonio. Me caí y espontáneamente medio me ahogué. Denme mi ropa. Quiero irme. —Relájate, chica. —Blake masticaba un bocado de sándwich—. Matthias, amigo, retrocede. No sé qué pasó, pero fue malo. —Había algo allí —dijo Jayden—. La explosión se produjo bajo el agua, en la parte más profunda del lago. Una ubicación astuta para el ocultamiento.

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Pero cualquier demonio se había retirado para cuando realizamos la búsqueda. Matthias acunó la parte posterior de su cabeza con sus manos. —¿Qué quieren? —No vas a ir a ninguna parte hasta que averigüemos como protegerte. —Ayden me sirvió más agua hirviendo en mi taza y me sentó con una firme mano en mi hombro antes de regresar a la cocina. —Miren. Tengo que llegar a casa antes que mis padres empiecen a llamar a la oficina del sheriff. ¿Creen que soy molesta? Esperen hasta que tengan a Clyde y Gemma Lahey en su caso. Hablo de perros con un hueso. —Sí. —Blake sonrió—. La voz de tú mamá podría salir de los altavoces en cualquier momento. Tristán envió una mirada preocupada sobre sus hombros. —Tenemos que llevarla a casa. —Y preservar su seguridad. Ella es nuestra única pista. —Jayden rebuscó en un cajón de escritorio—. Puedo investigar su árbol familiar para alguna indicación de por qué ella es un objetivo. Montaremos escudos alrededor de su casa y… —¿Qué quieres decir con “pista”? Y no vayas husmeando cerca de mi familia o mi casa. Ayden dejó la tetera en la cocina con un fuerte ruido. —¿No lo entiendes? Los demonios nunca merodeaban por aquí a propósito. Hasta ahora. —Se acercó a golpear su dedo hacia mí—. Buscándote. Buscando matarte. ¿Cuál ha sido tu brillante estrategia hasta ahora? Correr. Y correr un poco más. Bueno, correr no va a salvar tu trasero. Nosotros lo haremos. Así que mejor empiezas a cooperar de lo contrario la muerte es una opción viable. Matthias levantó sus cejas. Le di a Ayden la mirada más sucia de la que fui capaz, agarrando mi té y dándome la vuelta, irritada con su tono y el hecho de que probablemente estaba en lo correcto. Después de llevar de vuelta a Ayden a la cocina, Jayden se sentó en la mesa de centro en frente de mí, con un block de notas y un lápiz en mano. —Aurora —dijo él, con tono paciente—. Estamos entre los mejores en lo que hacemos. Ayden tiene razón. Estas criaturas están arriesgando todo en lo que parece ser un intento de asesinato contra ti. Si eres una amenaza para ellos, eres de gran valor para nosotros, bueno en general. Puede que nos sepamos por qué o cómo, pero necesitamos averiguarlo y mantenerte con vida.

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—Caray —suspiró Matthias—. Parece que estamos en labor de guardaespaldas. Tamborileé mis dedos contra constantemente siguiéndome, chicos.

la

taza.

—No

puedo

tenerlos

Jayden se frotó la barbilla. —Cierto. Pero uno de nosotros podría mientras los otros proporcionan un respaldo discreto. —Incluso uno podría ser sospechoso —dije. —No si él es tu novio. Tenía que darle crédito a Logan, no dijo mucho pero cuando lo hizo, fue extraordinario. Su rostro se sonrojó ante nuestras miradas. —Excelente observación —dijo Jayden. —Oh, sí. —Una pícara sonrisa encendió el rostro de Blake—. Por fin podremos poner en práctica nuestras técnicas de seducción para un buen uso. —Bailó alrededor, girando un atizador para el fuego—. Yo, yo, yo. Yo lo haré. Soy tan apto como novio guardaespaldas personal. ¡Este trabajo tiene mi nombre escrito por todas partes! Mi inmediato—: ¡No! —Fue compartido por el resto de los chicos. —Nena. —Blake se acercó a mí con los brazos abiertos—. ¡Será divertido! Me escabullí sobre el respaldo del sofá. —Cálmate, chico. —Ayden lo empujó para otro lado. Me encogí de hombros e intenté parecer decepcionada al ver la expresión herida de Blake. —Eres demasiado hombre para mí. Asintió a sabiendas. —¿Logan? Fue tu idea —dijo Matthias. Los ojos de Logan se desorbitaron. Se alejó meneando su blanca cabeza, diciendo—: No, no, no —Y poniéndose rojo en cada pulgada visible de piel—. ¿Por qué no lo haces tú? Matthias y yo intercambiamos miradas de disgusto. —Sobre mi cadáver —dije. Matthias sonrió. —Entonces estoy dentro. Le lancé una mueca desdeñosa y retorcí mis manos. —Esto es ridículo. No necesito un novio falso. —Tristán —dijo Matthias, ignorándome—. Tú estás justo al lado.

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Cabello rubio y rizado como Tristán sacudió su cabeza. —Ella necesita un cazador ofensivo. —Siempre tan protector, Tristán. ¿Por qué es eso? —dijo Ayden, en un tono significativo. —Porque es lo correcto. Ayden se cruzó de brazos. —Confiesa. —Tristán lo fulminó con la mirada pero se quedó en silencio—. Tristán olvido mencionar que Aurora… —Es nuestra vieja amiga, Rory —terminó Jayden. Tristán hizo un extraño sonido estrangulado. —¿Rory? —Logan me miró fijamente. —¡Oye! —El rostro de Blake se iluminó—. ¡Sabía que parecías familiar! —Esta vez no pude esquivar el abrazo. Mis pies se desprendieron del suelo. Creo que algunas costillas se rompieron. Logan frunció el ceño. —No, no lo hacías. Blake giró y luego me puso en el suelo. —Sabía que me gustaba. Y compartíamos una profunda conexión. —¿Qué pasa con la reunión? —dijo Matthias. —Ella es la única persona normal de la que alguna vez nos hicimos amigos que todavía está viva —dijo Jayden. ¿Todavía viva? Pensé en Herman. Matthias miró a Tristán duramente. —¿Guardaste esto de nosotros? —Estaba tratando de protegerla. Con una mirada furiosa, Matthias aplastó cualquier otra explicación de Tristán. —¿Tiene esto que ver con la situación actual? —No veo una razón lógica para esa conclusión —dijo Jayden. —Aunque nos brinda una confianza previamente establecida con sus padres que nos permitirá ingresar a la vida de su hija con relativa facilidad, simplificando muchos aspectos de nuestra misión actual. Y es bueno verla otra vez. —Jayden me dio una cálida sonrisa. —Bien. —Matthias dirigió una fría mirada hacia Tristán—. Lo hablaremos más tarde, pero tienes razón, no creo que el papel de novio fingido funcione para ti. Jayden se puso de pie. —Yo lo haré. Silencio. Después de un momento Ayden habló. —Ah, Jayden, nunca has estado en una cita.

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Jayden se metió el pelo detrás de la orejas y se cruzó de brazos, con su pulgar entrando y saliendo de las articulaciones. —Tú tampoco. ¿Qué? ¿Sin citas? —Y casi reprobaste el curso de seducción —dijo Blake. —Blake, eso no es… —Ayden se restregó los ojos—. Y eso no tiene nada que ver… —Podría conseguir un libro —se animó Jayden. —¿Curso de seducción? —dije—. Estoy segura de que no vi eso en el plan de estudio de la escuela secundaria. —Pero sin duda podría explicar algunas cosas. —No es… —Ayden tomó una tranquila respiración—. Es uno de los cursos psicológicos del Mandatum. El arte de la persuasión. —Ayden apretó los dientes en una sonrisa forzada para Blake—. Y llamarlo otra cosa es lo que te tiene expulsado de la clase. —¡Y con razón! —dijo Jayden—. Se supone que utilicemos nuestro entrenamiento para entender y ayudar a los seducidos por la influencia del mal, contrarrestar las técnicas seductoras de los demonios, no ligar con mujeres. Blake soltó un bufido. —Dice el chico que reprobó… —Casi repruebo. —Jayden se enojó—. Tú fuiste expuls… —¡Cállense! —dijo Matthias. Él miró a Ayden que, después de una pausa, pasó una mano por su negra cabellera y suspiró, sonriéndome perezosamente. —Supongo que soy tu chico. Los pingüinos jugaban hockey en mi estómago. —Podemos encontrar otra manera. —Tiene sentido. —Matthias asintió—. Ya comenzaron el rumor. Pero cuidado, amigo. Ella tiene más de algunos movimientos astutos. Si te abraza, abrázala fuerte. —Me dirigió una mirada—. Y átala si eso es lo que se necesita. Arrugué mi nariz. —Con ese encanto, ¿cómo sigues soltero? Ayden se acercó lentamente. —No te preocupes. —En un borrón de movimiento, me lanzó en bajada. Mis brazos automáticamente se envolvieron alrededor de su cuello, nuestros rostros a pocos centímetros de distancia. Mi aliento se detuvo bruscamente. Mirando fijamente a sus ojos, los latidos de mi corazón se encendieron y un chisporroteó detrás de mis rodillas se extendió hacia el norte—. Tengo unos cuantos movimientos por mi cuenta.

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Un pesado silencio siguió, entonces Blake dijo—: Esto es tan injusto. Soy más grande, más fuerte, puedo destruir a los demonios con un kilo de mi puño, y ya que estamos intentando permanecer de incognito, no nos olvidemos que mis habilidades de caza son toneladas más sutiles que las del señor Evidente por aquí. —Hizo un gesto hacia Ayden. Matthias asintió. —Puede que tengas razón. —¡No! —dijimos al Ayden y yo unísono, él se sacudió y se irguió, tan conmocionado que olvidó llevarme con él. Golpeé el piso. Ayden se dirigió hacia Matthias. —Blake es una terrible elección. —¡Oye! —protestó Blake mientras me ponía de pie—. No fui el que arrojo su trasero al suelo. Lindo como es, nena. —Matthias —farfullé—. No puedes hablar en serio. —Todo este plan era flojo. Y Blake como mi “novio” era la guinda con cuerda de trampa en el pastel de pólvora de barril del desastre. Australia se encogió de hombros. —¿Cuál es la diferencia? Siempre y cuando estés a salvo, ¿Por qué importaría quien te protege? O —su mirada podría cubrir el Sahara en un paso de hielo—, ¿tienes una preferencia? Dime. Te asignaré a cualquiera que desees. Buena elección de palabras. Imbécil. Devolví la gélida mirada de Matthias, sintiendo al resto de los chicos mirándome, esperando por mi respuesta. Me tenía. Ambos sabíamos que me tenía. Un escalofrió paso rápidamente por mis hombros. Un día, le devolvería el favor, pero hoy no sería. Todo lo que podía hacer era esperar que hiciera lo correcto. Y si no lo hacía, planear mi venganza. —Por supuesto que no tengo preferencia. Sólo pienso que todo el plan es estúpido. —Bueno —dijo Matthias—. No estoy loco por el tampoco, pero por el momento un novio guardaespaldas es lo mejor que tenemos para mantenerte viva. Y la mejor opción para el trabajo… —hizo una pausa y se volvió hacia Ayden. Suspiré con alivio—. Es Blake. —¡Sí! —Blake bailó una entusiasta danza de la victoria. Me obligué a ahogar el gemido que acompañó al foso en mi estómago. —¡Matthias! —lo llamó Ayden antes de que dejara la habitación—. Él nunca será un novio realista para ella. —Acabas de enfatizar mi punto. —Los duros ojos de Matthias se deslizaron desde mí hacia Ayden—. Esto necesita mantenerse como una mentira.

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31 Traducido por Max Escritora Solitaria Corregido por Deydra Eaton

Después de llevarme a casa, Ayden, el idiota, me delató con mi papá sobre ser atacada por lámparas de calle explosivas. Con el modo “doctor” activado, papá me empujó dentro de la casa, asegurándome que Helsing había regresado sin ningún problema, y sacó su maletín médico negro, voluminoso y pasado de moda, para darme un chequeo completo una vez más. —Luces bien —dijo papá, nuevamente comprobando mis ojos. Unos rasguños, quemaduras de tamaño de pernos, pero pasé la inspección—. ¿Cómo te sientes? ¿Nauseas? ¿Mareos? Negué con la cabeza. —Todo bien. Asintió. —Voy a comprobar tus signos vitales durante los próximos días, en la mañana y noche. Cualquier cambio, házmelo saber. Y, por favor, ten cuidado. Este lugar se supone que es más seguro que la ciudad. Al menos encontraste algunos viejos amigos. Y ellos me dijeron lo que sucedió. Luego, tuve que soportar el interminable bla, bla, bla sobre mis responsables nuevos-viejos amigos que me rescataron. No podía creer que aun poseía una lengua teniendo en cuenta lo largo y duro que tuve que morderla. Comprobé tres veces que todas las ventanas y puertas en la casa estuvieran bloqueadas. Cuando finalmente me metí en la cama, Helsing se sentó en frente de la ventana que une mi casa a la de Tristan, firme como la guardia real de la reina y muy inmóvil. Excepto por la cola chasqueante como un metrónomo.

***

El demonio continúa su carrera mientras pisa fuerte las agujas de pino secas, amenazando con encender las chispas que gotean de su cuerpo. Un incendio podría llamar atención no deseada.

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—Una desprotegida chica, de todas las cosas, desconcertada de su propia existencia. —Una carga eléctrica pulsa a través de los rastreadores azules iridiscentes, plata, y purpura a través de su forma humana. —Pero ella está protegida, Fiskick. —El Demonio sacude la cabeza a la nueva voz. Él busca en la oscuridad y se mueve más cerca del agua. —¿Echo? Debí haberlo sabido. ¡Lo has estropeado todo! Echo deja salir una risita mientras sale del agua, su figura humanoide formada con coloridas y ondulantes olas. A través de su cuerpo transparente, se puede ver el lago, silenciado y borroso. Las nubes cubren por completo el cielo, a excepción de una abertura circular justo donde brilla la luna llena, como si su brillo hubiera quemado un agujero atravesándolo. —Es curioso —La voz de Echo vibra en el aire—. Podría decir lo mismo sobre ti. Podría haberme ido esta mañana si el idiota que contrataste no hubiera matado a mi chico. ¿Dónde está tu irritante amigo? ¿Buscando algunos escarabajos entre los dedos de sus pies? —No. Tu matón mató al mío. No he sabido nada de él desde esta mañana. ¿Dónde está el tuyo? ¿Comiéndose el diccionario para reforzar su vocabulario? La estática crujía durante el silencio. Fiskick gruñe. —O los Chicos Malditos los consiguieron o el jefe contrato a un tercero. —Frota sus palmas creando un brillo de zafiro—. La tuve esta noche, pero ella usó algún tipo de arma. Después, los cazadores se mostraron. ¿Por qué estás aquí? —Has estado siguiéndola durante semanas sin resultados. El jefe se puso nervioso, me ha enviado. Fiskick lanza sus brazos. Las chispas vuelan. —Me enviaron a Los Ángeles ¡Me tomo una semana para realizar el seguimiento del Nex aquí! ¿Y una vez que lo hago? Ella vive al lado de un cazador. Contraté ayuda. ¿Qué otra cosa se supone que debía hacer? —Bueno, estoy aquí ahora. Hagamos equipo. Fiskick ríe. —No, mi amigo. Los cazadores están preparados y se me ha ordenado retroceder. Además, no estoy interesado en la venganza. —Estoy hablando del Nex, no de venganza. —La furia controlada en la voz de Echo resuena en el aire lo suficiente como para erizar las hojas en los árboles—. Mira —el matiz armónico de Echo adopta una postura comprensiva—, estamos trabajando por la misma causa. Dos contra seis nos da mejores probabilidades. —Siete. La chica tiene algunas habilidades. —Fiskick duda—. ¿Qué tienes en mente? —El jefe quiere que retrocedamos porque Cacciatori está husmeando y, si ella o los cazadores se dan cuenta de la importancia de la chica, el Nex desaparecerá bajo

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protección Mandatum. Llegar a ella será imposible. Sin embargo, si distraemos a los cazadores, ellos cometerán errores y podremos movernos dentro. —¿Distraerlos? ¿Cómo? —Herman. Dale un empujón sutil. Haz que parezca que el odio lo envió sobre el borde. —¿Para qué? —Para matar a Jocelyn. —Las coloradas ondas brillantes se iluminan mientras Echo habla sobre las protestas de Fiskick—. Se verá completamente no relacionado al Nex. Toda la culpa caerá sobre Herman. Si falla, el jefe nunca sabrá que fuimos nosotros, y si tiene éxito, tomamos el crédito. —¿Cómo? —Al final de la fiesta de invierno. Jocelyn estará sin protección ya que no le dirá a nadie de sus planes. Amo el desafío adolescente. —¿Y Herman? Está enfadado, ¿pero es sanguinario? —Eres bueno en la creación de marionetas para que hagan todo lo que pidas…

***

Me desperté con un peso en el pecho y plateados ojos brillaban a centímetros de mi cara. Grité y le di un manotazo a la bestia peluda. Un aullido voló por la habitación. —¡Helsing! —Caminó y saltó a los pies de mi cama—. Estúpido gato. — Limpié mi cara sudorosa—. Tenía una pesadilla. No necesito eso. La luz del cuarto de baño echó un resplandor rosado, cortesía de la luz de noche de cenicienta de Luna. Ella les dijo a sus amigos que era mía. La dejé. En el lavabo me eché agua en la cara. Sueño extraño. Nunca había tenido nada parecido antes. Más detallado que una visión. Sabía los nombres de los demonios, lo que ellos estaban pensando. Sabía que la venganza era más importante de lo que Echo admitió. Pijamas frescas y una ventana abierta ayudaron a aclarar mi cabeza, el aire de la noche enfrió mi piel. La luz de la luna era brillante al igual que en mi sueño. El cielo… Hice una doble toma. Las nubes cubrían el cielo por completo, excepto por una abertura circular donde la luna llena brillaba, como si su brillo hubiera quemado un agujero, atravesándolo.

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32 Traducido por Leii123 Corregido por Daniela Agrafojo

Contuve un bostezo y arrastré los pies fuera de la cocina a la puerta de enfrente preguntándome quién tenía la desfachatez de golpear tan fuerte tan temprano en la mañana. Abrí la puerta. El equivalente a un disparo triple de café expreso sacudió mi presión arterial, estancando mis cuerdas vocales. —Buenos días —dijo Ayden después de que mi falta de articulación vocal hubiera durado demasiado tiempo. Miré por encima de mis hombros. —¿Qué haces aquí? —Soy tu aventón. —Ayden gesticuló hacia su auto deportivo digno de babear. —Uhhhh. —Mis habilidades de vocabulario SAT aparentemente perdieron su llamada de atención. —Sé que llego temprano, pero… —¿Dónde está Blake? —Problemas con el auto. Pensé en ser el relevo. —Él le dedicó una sonrisa encantadora—. Y en ti. —Bueno, pensaste mal. —Cerré la puerta en su cara y le di a la cerradura un fuerte giro. Bueno, estaba de mal humor y Ayden no estaba en mi lista de “agradable”. Una sonrisa se deslizó por mi cara cuando escuché su agravado “Aurora” desde el otro lado de la puerta. No había acordado un aventón matutino. De él, o de mi nuevo “novio” Blake. Sí, Matthias no cedería en esa estúpida decisión. No estaba emocionada por esa falsa simulación —especialmente con Blake, cuyas tácticas de seducción eran otra cosa—, sin embargo haría lo que debía hacer por la seguridad de mi familia. Ayden era fácil con los ojos. Y más difícil con las hormonas. Pero él era arrogante y rudo, mantenía secretos y no sabía si podía confiar en él y en el

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séquito de Chicos Malditos. Por no hablar del problema de la “instalación segura”. Y yo todavía estaba molesta porque él se hubiera colado en mi habitación la pasada noche. Sin invitación, sin previo aviso, siendo impertinente y maleducado. ¿Y yo en una toalla? Me sonrojé. Me preguntaba ¿cómo se sentiría el Dr. Lahey acerca de ese comportamiento “responsable”? Estaba de mal humor y todavía dolorida por el ataque. Sparky —o Fiskick, si el sueño era real, lo cual parece estúpido ahora—, había hecho una cifra de mí. No lo había visto venir. Eso me preocupó. Y la cosa del ahogamiento era nueva. Cuando fui mentalmente a donde estaba el demonio —bajo el agua—, experimenté físicamente su entorno. Cosas extrañas y temibles estaban en marcha y la falta de sueño no estaba ayudando a la causa. —¿Quién era? —preguntó Luna cuando entré en la cocina. —Nadie. Me senté en el suelo, delante de las puertas francesas para tirar de mis zapatillas. —Alguien puso una sonrisa tonta en tu cara. Sofoqué la sonrisa que no me había dado cuenta que llevaba, molesta de encontrar a Ayden divertido. El encuentro eléctrico debió hacer cortocircuito con mi sensatez. —Casa equivocada. —Buenos días. Mi cabeza cayó hacia atrás y golpeó la puerta de vidrio, añadiendo otro dolor a mi multitud de malestares. La figura atractiva de Ayden, sonriente y relajada, se paseó por la cocina y se apoyó en la nevera. Frotándome la parte de atrás de la cabeza observé a Luna dando una demostración del término “estrella-golpeada”. Su cabeza se giró hacia mí. —¿Nadie? Salté sobre mis pies, pero me arrepentí. Mareada por un sin número de razones y desequilibrada debido a que llevaba solo un zapato, traté de tomar una silla y la perdí. Un brazo rodeó mi cintura. Un cuerpo duro. Piel suave. No era Luna. Ahí estaba ese pequeño aleteo en el corazón-estómago. Y, por supuesto, él olía bien. ¿Sándalo? Empujé a Ayden lejos y agarré un taburete. —Voy por papá.

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—Luna, estoy bien. Ella dudó, pero Ayden la distrajo con una encantadora charla mientras yo esperaba a que el mundo redujera la velocidad. —Para ti. —De su chaqueta, Ayden sacó una caja de regalo negra brillante atada con un elaborado lazo de cinta lavanda y la lanzó en mi dirección. Pude atraparla—. ¿Debo esperar en la sala mientras terminas de prepararte? Eso me molestaba. Regalo o no regalo, tenía algo de valor. ¿Y cómo consiguió entrar a la casa? Debía agregar desbloqueo a sus muchos talentos. ¿Y quién dice, “debo”? —Uh, gran idea. —Agarré su muñeca, alejándolo de la cercanía de Luna. —¿Qué puedo decir? —le dijo a Luna—. Ella siempre muere por estar a solas conmigo. La risa de Luna podría haber pasado por una de dos años de edad. —¿Qué estás haciendo? —susurré cuando estábamos lejos del su campo auditivo. —Esperando a que estés lista. —Ayden miró su reloj—. No hay prisa. —Sí, hay prisa. Para que salgas de mi casa. —Puntualicé mi demanda con un empujón en su pecho. Una sonrisa divertida iluminó su rostro, pero en lugar de alejarse se inclinó. Muy cerca. Mi temperatura se elevó, pero me quedé en mi sitio, temblorosa como estaba. Su cara rozó mis rizos y sus labios estaban peligrosamente cerca cuando me susurró al oído. —Un caballero recoge a su dama y la lleva a la escuela. Y —señaló la caja en mi mano—, le trae regalos. Mis manos en su pecho notaron la sensación de su cuerpo a través de la camisa, y lo empujé. Él no luchó, dejó que el impulso lo tumbara en el sofá, con los brazos estirados a lo largo del espaldar, reclamando todo el espacio como suyo. Se veía cómodo. Molesto, sin duda molesto. —Dios mío —sonreí satisfecha—, entonces debo esperar que mi verdadero novio aparezca y me de uno. Será mejor que te vayas rápido, amigo, antes de que él llegue y te pegue hasta dejarte como pulpa. Después de todo, él es más grande y fuerte. Ayden me dio una sonrisa estrecha. —Voy a arriesgarme. Ahora, entre más pronto estés lista, más rápido vamos a salir de aquí. Vamos, abre tu regalo.

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—Olvídalo. No hay un “vamos” en ninguna parte. Puedes seguirnos, pero por ahora, fuera. Y toma esto. —Tiré la caja. Sin soltar mi mirada, él la tomó con una mano. Su mirada me enganchó. Tragué el repentino calor subiendo por mi garganta, amenazando con desmoronar mi resolución y brotar de mis labios en un suspiro entrecortado. —¡Aurora! —Lucian tronó por las escaleras—. ¿Quién es el del auto?... guau. —Él miró boquiabierto a Ayden. —Se está yendo —dije. —No sin ti —dijo Ayden—. Y para que conste, no soy del tipo de “irme rápido” a la primera señal de problemas. —Su voz bajó. Levantó una ceja—. ¿Tú lo eres? A través de mi mandíbula apretada deje salir—: No, en absoluto. —Entonces estamos de acuerdo. —los hombros de Ayden se relajaron— . Te llevaré a la escuela. Luna se unió a nosotros. —Podríamos jugar a los videojuegos mientras esperas. —Por supuesto. —Ayden se mantuvo de pie. —¡No! —Señalé hacia la puerta principal—. Vete. Ayden parecía que acababa de tener una epifanía. —Podría darles un paseo a ustedes también chicos. Y todo estaba perdido. —Absolutamente —corearon los traidores. —Genial. —Ayden les dio una sonrisa irresistible—. Listos cuando tú lo estés. Lucian fue a buscar los juegos de video. Me mordí el labio. —Eso es dulce, pero mi padre no… —Ya lo aprobó. Lo vi afuera. Gran tipo. —Ayden apartó un rizo de mi cara al pasar. Apreté los puños y miré a su espalda antes de que desapareciera por el pasillo. —Un gran tipo —le imite en un tono infantil. Luna se cruzó de brazos. —¿Qué está pasando? —Nada. Ella resopló. —Por favor, ustedes dos están paseándose alrededor con una sobrecarga de feromonas. Oh, no lo niegues. Le gustas. Te gusta, solo estas asustada. Bueno —ella miró por encima del hombro y bajó la voz—, a menos que me digas que es un extraño psicópata… —Rodé los ojos y sacudí la

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cabeza—. Entonces no voy a dejar que te metas en un lío por ti misma. Tu horripilante estatus de ermitaña oficialmente ha terminado. Nos has estado enloqueciendo a todos. Él es caliente, igual que su auto, educado, elocuente, sí sé lo que significa, y te trae regalos. ¿Qué más se puede pedir? Dale una oportunidad. Lucian y yo seremos chaperones. —Ella bailó fuera de la habitación. Me dejé caer en el sofá, recosté la cabeza hacia atrás y me quedé mirando el techo, escuchando los sonidos débiles de aniquilaciones alienígenas flotando desde el pasillo. Bueno, ahí está. No sólo Ayden se había infiltrado con éxito en mi base, había vuelto a mis aliados en mi contra. Él lo pagaría. Algo tocó mi espalda y lo saqué. Pensé en tirar el regalo de Ayden a través de la habitación. Hasta que desaté el lazo y abrí la tapa. El papel de seda lavanda crujía mientras movía los bordes a un lado. Mis dedos levantaron una impresionante multitud de bellas cadenas de hierro.

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33 Traducido por Apolineah17 Corregido por Daniela Agrafojo

―Hueles bien ―dijo Ayden mientras me ayudaba a subir al coche. ―Sí ―dijo Lucian desde el asiento trasero tamaño sardina―. ¿Desde cuándo te pones perfume? ―Cállate ―me sonrojé ante la sonrisa irónica de Ayden. No me engañaba a mí misma. Ayden estaba encantado, así podría permanecer cerca, pero no podía negar su seductor carisma ni cómo el genial dúo de Luna y Lucian lo devoraban como caramelo. Y yo estaba usando perfume. Mierda. El chillido de unos neumáticos se detuvo detrás de nosotros. Un coche híbrido se detuvo furiosamente y, como un truco de magia, Blake sacó su enorme corpulencia del compacto coche. Tenía una impecable camisa de botones sobre una fresca camiseta, pantalones vaqueros que en realidad parecían planchados, y sus rizos estaban acomodados con cierto orden. Se paró en una pose dramática, con las manos en las caderas. ―¿Et tu, Judas?

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Sin inmutarse por la teatralidad, Aiden dijo―: No sé de qué estás hablando. Blake lo señaló con un dedo acusador. ―Sé que derretiste los cables de mi motor. Piensas que eres muy inteligente. Pero tú no eres el único con habilidades mecánicas. ―Llamaste a Logan, ¿no es así? ―Por supuesto que llamé a Logan. Él es mi habilidad mecánica. Pero ese no es el punto. El punto es que conseguí arreglarlo y estoy aquí a tiempo para recogerla. Así que a pesar de tu sabotaje y la puñalada por la espalda, 18

Frase en latín que significa ¿Tú también, Judas? Dentro de la religión cristiana, Judas Iscariote

ha sido identificado como el apóstol traidor que reveló a los miembros de Sanedrín (cuerpo judicial) el lugar en donde podían capturar a Jesús de Nazaret. De ahí que la frase anterior pueda ser traducida como ¿Tú también, traidor?

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estoy listo para llevarla a la escuela. Aurora, por favor sal del… ―él observó el automóvil de Ayden―, súper exótico coche deportivo y entra a mi… práctico híbrido. ―Su rostro se hundió en la miseria―. Vamos, amigo, ¡¿cómo se supone que voy a competir ―golpeó con una mano el auto de Ayden―, con eso?! Ayden se encogió de hombros. ―No puedes. ―Él se acercó a cerrar mi puerta, pero Blake agarró la parte superior. ―Ah-ah. Ayden y Blake se miraron el uno al otro. ―Oh. Dios. Mío. ―Luna exclamó desde el asiento trasero de Ayden―. Es un triángulo amoroso. Todos miramos hacia ella como si le hubiera brotado un extraterrestre de la cabeza. ―Es como en mi libro. Dos chicos detrás de una chica y… Me quejé. ―Eso es ridículo. Luna, esto no es un triángulo amoroso. ―Lo dice la chica en medio de un triángulo amoroso. ―Luna ignoró mis protestas y siguió parloteando―. No sólo un Chico Maldito sino dos. Tengo que llamar a Dánica. Ooooo ―ella gritó y aplaudió―, podríamos tener equipos. El Team Ayden y el Team Blake. Con camisetas, pins y… ―Yo podría hacer un sitio web ―ofreció Lucian. ―¡No! ―Mi voz salió con pánico―. No equipos. No camisetas. No… ―Les daré algunas fotos de mi rostro ―dijo Blake, girando su perfil hacia Luna y Lucian―. Me han dicho que el izquierdo es mi mejor lado. ¿Qué piensan ustedes? ―Aurora está en lo cierto ―dijo Ayden―. Esto es una locura. Blake puede seguirnos… ―Amigo, sabes que nadie escogería al Team Ayden. Simplemente estás celoso. ―Eso no es cierto. Mi Team sería mucho más grande que el tuyo. ―Sigue soñando, hombrecito, sigue soñando. ―¿Te atreves a hacer una apuesta sobre eso? ―Absolutamente. ―Bien. ¿Qué hay de…? ―¡Ustedes dos cállense! ―Me empujé fuera del coche―. Blake, iré contigo, pero ―lo señalé con un dedo de advertencia―, nada de cosas raras. Él levantó las manos en señal de rendición. ―Seré un perfecto caballero. Lo prometo.

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Miré a Ayden. ―Como si no hubiera escuchado eso antes, sólo vámonos. ―¡Oh sí! ―Blake agitó su puño hacia el aire, haciendo algunos giros extraños de cadera y sonrió hacia Ayden―. Primer punto para el Team Blake. Él tomó la ruta panorámica, haciéndose pasar por un guía turístico mientras hablaba sobre la vegetación nativa. ―Vamos, Blake. ―Había estado rogando todo el viaje―. Dime algunos secretos de la caza de demonios. ―Está bien ―cedió―. Tan pronto como me digas qué está pasando entre Ayden y tú. Tragué saliva. ―Nada. ―¿En serio? ―Miró por el espejo retrovisor―. Porque él ha estado a dos centímetros de nuestro parachoques todo el trayecto y si yo fuera del tipo celoso… ―No pasa nada entre Ayden y yo. ―Me moví con pesadez en mi asiento. ―Entonces no pasa nada entre los demonios y yo. Nos miramos a los ojos en silencio hasta que Blake dijo―: ¿Quieres hablar de plantas? ―Me encantaría hablar de plantas. Y, chico, lo hicimos. En la escuela, Ayden se estacionó a mi lado, saltó fuera del coche y fue a abrir mi puerta. Pero Blake se inclinó sobre mí e hizo una escena al hacer clic y cerrar la puerta con el mando de distancia. ―Lo siento, amigo. Ve a acechar a alguien más. En el tiempo que me llevó encontrar el botón para abrir la puerta, Blake salió del lado del conductor y rodeó el coche para quitar a un enfurecido Ayden del camino y abrir mi puerta. Me ofreció una mano. ―Milady. Le lancé mi mochila y salí por mi cuenta, empujando más allá de los dos. ―Vamos, nena, no dejes que Ayden arruine nuestro momento. ―¿Yo? ―Ayden levantó la voz―. Tú eres quien… ―¡Dejen de hacer una escena! ―Siseé, notando las extrañas miradas que nos daban los otros estudiantes. Pisé fuerte y agarré mi mochila, pero Blake mantuvo su agarre. Tiré―. Vamos.

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―No. Tengo que llevar tus libros y caminar contigo a clase. ―No es necesario ―dije apretando los dientes. ―Ya la escuchaste ―Ayden intentó quitarle la mochila a Blake. Los dos terminaron en una guerra-de-tira-y-afloja, atacándose el uno al otro en un crescendo. Luna se quedó mirando con entusiasmo. ―Genial. Ayden dio un fuerte tirón y la correa en la mano de Blake se rompió en dos. La mochila voló por el aire y me golpeó en la cabeza. 173

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―No necesito hielo. ―El paquete de cubos de hielo derretido se derramó de la bolsa plástica. Ayden no lo recuperaría. ―Mantenla en caso de que te de un dolor de cabeza. ―Amigo, golpeaste a mi chica. Tengo que retarte a un duelo. Mi Team demanda satisfacción. ―Ella no es tu chica. ―Podría ser mi chica. ―Nunca será tu chica. ―¿Por qué estás tratando de ligar con mi chica? ―Yo no estoy tratando de… ―¿Por qué no? ¿Qué pasa con mi chica? ¿No crees que es ardiente? ¿Sexy? ¿Un sueño hecho realidad? ―Si… no… quiero decir… ―¿Qué quieres decir? Ella es ardiente o no. Yo digo que es ardiente. ¿Qué dices tú? Levanté las cejas. ―Sí, Ayden, ¿qué dices? Ayden se aclaró la garganta. ―Digo que te llevemos a inglés. Me tomó del codo y me condujo por el pasillo. Él no me miraba, pero podría haber jurado que estaba sonrojado. Al final de cada período, uno de ellos o ambos habían estado esperándome para acompañarme a mi siguiente clase. Cuando traté de darles una nota de permiso antes del almuerzo para fingir una enfermedad y salir temprano de clase, un hada, con brillantes tonalidades de rojo intenso que arrojaba chile en polvo, debió haberme delatado. Ella voló por el pasillo

cuando salí del lugar y, con las llaves tintineando, Ayden llegó momentos después. Adivina a quién le pertenecía esa hada. ―Hola, preciosa. ―Siendo él mismo de nuevo, deslizó un brazo alrededor de mis hombros y esbozó una sonrisa carismática―. No estás tratando de deshacerte de mí, ¿verdad? ―Por todo lo bueno que estás haciendo. Mis intentos de apartarme de él tres condados más allá de la frontera fueron simplemente groseros, pero nada lo inmutó. Y en algún rincón de mi mente, eso pudo haberme gustado. En la cafetería, Ayden cargó mi bandeja y me guió hasta la usual mesa del patio para unirnos a los demás chicos, excepto Blake, quien llegó diez minutos más tarde vistiendo unos sudados pantalones deportivos. ―Mientras estaba en la ducha, mi ropa desapareció misteriosamente de mi casillero. ¿Sabes algo acerca de eso, Ayden? ―Cuanto menos sepa acerca de ti en la ducha, mejor. ―Muy gracioso. Afortunadamente, no soy de los que guardan rencor. Todo se vale en la guerra y en el amor, ¿verdad? ―Él le silbó a Luna y a Dánica para que se unieran a nosotros a pesar del gruñido de Matthias, y nosotros reímos, bromeamos y hablamos de películas, música, la escuela y otras cosas normales de adolescentes. Fue divertido. Y tan normal, que fue raro. Varios estudiantes nos miraban boquiabiertos, pero las únicas que se acercaron fueron dos chicas risueñas peguntando si Logan sería su pareja de baile. Él había causado todo un revuelo con sus locas habilidades de baile, incluso haciéndome ver bien, y convirtiéndome en la nueva mercancía más codiciada. ―Las chicas aman a un chico que pueda bailar ―murmuré. Logan se sonrojó. Matthias gruñó. Las chicas se fueron a pesar del lloriqueo de Blake. ―Aunque sigues siendo mi número uno, nena ―me aseguró él. Herman lanzó miradas feroces a través de la cafetería y susurró con su séquito, pero no hubo confrontación. Al final del día Ayden era el único esperando por mí. Crucé los brazos. ―¿Qué hiciste con Blake? Puso una mano de forma dramática sobre su pecho. ―¿Yo? Nada. Lo que pasa es que Jayden necesitaba desesperadamente su ayuda con un

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proyecto vital. ―Deslizó su mano en la mía, tomó la mochila rota y me llevó a su coche, donde los gemelos esperaban. ―¿Y Blake? ―preguntó Luna. ―Bajo llamas. ―Ayden levantó la mano y chocó los cinco con mis dos hermanos antes de que ellos se subieran al asiento trasero. Ayden sostuvo mi puerta y rodando los ojos subí al coche. ―Puedes dejar de actuar ―susurré. ―¿Quién está actuando? ―Él sonrió y se inclinó, su cara muy cerca de la mía. Justo cuando me preparaba para el beso que parecía inevitable a pesar de la presencia de espectadores, él me rozó para abrochar mi cinturón de seguridad. Suspiré. Con mi siguiente respiración inhalé su aroma, siempre mezclado con el olor a cuero, y tuve ganas de pasar mis dedos a través de su cabello. Él se detuvo. ―¿Estás bien? Mi lengua se desenredó de una repentina bola de nudos. ―Sí, ¿por qué? ―No lo sé. ―Rozó el dorso de sus nudillos contra mi mejilla―. Pareces un poco sonrojada. ¿Sonrojada? Oh, sí, se podría decir que sonrojada. Gran momento. Con las risitas del asiento trasero el rubor se intensificó. Ayden sonrió. Momentos más tarde arrancó fuera del estacionamiento. En un pintoresco restaurante nos invitó cafés con nombres más largos que la realeza europea y luego nos llevó a casa. Los gemelos bajaron del coche, agradeciendo efusivamente, y prácticamente saltaron hasta la entrada. Tuve que esperar a que él abriera mi puerta y pusiera su mano en mi codo para ayudarme a bajar. Me habría ido pero él impedía mi escape con sus manos a ambos lados de mis caderas, atrapándome contra el coche. Las llaves colgando de su bolsillo se clavaron en mi costado cuando él se inclinó a rozar sus labios contra mi oído. Cerré los ojos. Su toque encendió una mecha que se deslizó por mi espina dorsal. ―Olvidaste mencionar que ya pusiste escudos alrededor de tu casa. ―¿Yo qué? Ayden retrocedió, confundido. ―¿Tú no pusiste un escudo protector? ―Los escudos que encontré en internet involucraban sacrificios humanos y el pago inicial de mi primogénito, así que no, yo no puse un escudo alrededor de mi casa.

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Silencio. Se rascó debajo de la barbilla. ―Revisaremos eso. Lo duplicamos de todos modos, por lo que permaneció puesto. Llámame si necesitas algo. Tristan y uno más de nosotros serán los próximos manteniendo la guardia al lado. Es práctico mantener la sal a mano. Es barata. Fácil de encontrar. Pon un salero en tu bolso. La sal no los matará, pero es como un gas pimienta para los demonios. Puedes ganar un poco de tiempo. ―Se enderezó―. Ahora sonríe como si lo estuvieras disfrutando. Te ves como si estuvieras a punto de vomitar. ―No es cierto. ―Bueno, no te ves como si hubieras disfrutado de un día fabuloso con el ganador de tu cariño. Luna y Lucian están observando y en lo que a ellos respecta, yo soy tu nuevo, completamente encantador, irresistible novio. Me eché a reír. ―Eso está mejor. ―Me acompañó hasta la puerta a pesar de mis protestas, levantó mi mano hacia sus labios y murmuró―: Hasta luego. Luna y Lucian estaban esperando adentro, con los brazos cruzados y dijeron al unísono―: Será mejor que no lo botes. ―Y entonces se fueron. A veces actuaban demasiado como gemelos. En definitiva, fue un día raro. Y aún no había terminado. Terminé haciendo galletas con Selena, Oron ayudaba desde el suelo de la cocina, golpeando ollas y tapas, lo cual fue de alguna manera reconfortante en ese caos familiar normal, mientras entraban los gemelos. ―Nosotros limpiaremos ―dijo Luna. Ellos comenzaron a lavar y a secar los platos. Oh, chico. ―¿Qué quieren? Intercambiaron miradas maliciosas. Luna dijo―: Bueno, Rory, la mejor hermana del mundo. Oh, no. ―Del universo ―añadió Lucian. Doble oh, no. ―¿Quién hace las mejores galletas de chispas de chocolate en el…? ―Déjense de tonterías. ―Está bien. ¿Podrías pedirle a tu nuevo novio que nos lleve a la fogata?

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―¿Qué es eso? ―Dánica llamó. ―Luna fregó los trastes vigorosamente―. Una de las escuelas privadas del otro lado del lago está teniendo una fiesta de fogata en la playa. ―Es un viejo campamento abandonado y embrujado ―dijo Lucian con voz escalofriante―. Mwajaja. ―¿Una multitud de personas que no conozco? Suena divertido ―dije inexpresiva. ―Puedes mostrar a tu atractivo nuevo novio ―dijo Luna. ―¿Alrededor de una multitud de personas que no conozco? Déjame pensar. Y…no. ―Vamos ―se quejó Lucian―. Las fiestas de fogata sólo son en invierno y nos perdimos las otras. Éste es el final del invierno, debido a que la temporada de incendios comienza pronto y… ―¿Cómo la llamaste? ―Una fogata. ―No ―dije―. La cosa de invierno. ¿Es el fin del Festival de Invierno? Luna dejo de lavar. ―Eso es lo que dijo Dánica. ¿Qué pasa? Estás más pálida de lo habitual. Los demonios en el sueño de la noche anterior, o lo que haya sido, dijeron que harían que Herman matara a una chica llamada Jocelyn en el fin del Festival de Invierno. Si eso era real, lo que ahora parecía probable, ellos planeaban matar a alguien. Por mi culpa. ―¿Cualquiera puede ir? ―pregunté apresurada. Luna y Lucian intercambiaron miradas preocupadas. ―Se supone que tienes que conocer a alguien de esa escuela, pero un montón de gente por aquí lo hace. Dánica lo hace. ¿Y Herman? Probablemente.

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―Como dije. Es demasiado peligroso, Aurora. En vez de gritar hacia el teléfono, lancé una almohada a través de mi habitación y llené mi voz de miel. ―Pero los tendré a ustedes, chicos. ―¿Por qué quieres ir? ―Ayden no se molestó en ocultar su sospecha.

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―Te lo dije… Ayden resopló. ―Vamos. ¿De repente tienes ganas de ir a la fogata? Lo siento, pero tú no eres el tipo de chica de fiesta-animal-y-multitud-depersonas. El chico me había conocido por un par de días y ¿ya piensa que me conoce? Ugh. Bien, en realidad lo hacía. ―Normalmente, tal vez, pero tengo este atractivo y nuevo novio que quiero mostrar. ―Está bien ―dijo riendo―. Ahora sé que estás mintiendo. Abracé el teléfono a mi pecho y salté de arriba y abajo, haciendo ruidos que por lo general se escuchan en un matadero. ―¿Qué fue eso? ―dijo cuando puse el teléfono de nuevo en mi oreja. ―Nada. Hizo una pausa. ―¿Estás bien? ―Sólo necesito ir a la fogata y… ―¿Necesitas? ―¿Qué? ―Dijiste que “necesitas” ir. Eso es muy diferente a “querer” ir. ¿Qué está pasando? Escucha, estoy en camino. Voy a pedir pizza, conseguiré una película, lo que tú quieras. Podemos hablar de lo que no me estás diciendo, pero no vas a ir a ninguna parte. Clic. Reprimiendo las ganas de arrojar el teléfono a través de la habitación, me dediqué a hacer algunas contorsiones de yoga por la frustración, entonces inhalé profundas respiraciones. Helsing estaba sentado en una silla en la esquina, moviendo la cola, con ojos burlones. ―No me veas así. No puedo decirles lo que he oído. Ni siquiera yo estoy segura de que lo creo. No tengo tiempo para convencerlos. En ese momento se me ocurrió una idea. Hurgué en mis estanterías y saqué la bolsa plástica con las plumas de Gloria. Casi rasgando la bolsa y haciendo estallar el sello, froté la punta azul de la pluma blanca hacia atrás y hacia adelante ente mis dedos. Con los ojos cerrados, repetí su nombre. Primero suavemente y luego más fuerte cuando no recibí ninguna respuesta. Eché un vistazo con un ojo. Nada. Probé con la punta naranja. Aún así nada. A excepción de Helsing a mis pies con una expresión de “¿Qué esperabas?”.

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Bueno, vergonzoso como sonaba ahora ya que no funcionó, me imaginé un escenario en el que jugaba el papel de Aladdin. Pero sin niebla blanca arremolinándose a mí alrededor mientras invocaba a Gloria, para qué me dijera que hacer y cómo hacer lo correcto en el mundo. ―¡Ay! ―Helsing me mordisqueó los dedos―. ¿Qué estás…? ¡Ay! ―Dejé caer una de las plumas. Helsing la atrapó con su boca, saltó sobre mi cama y metió la pluma debajo de su barbilla―. Eso es…diferente. Verificando la calle confirmé que Ayden no estaba. Aún. Él se negó a llevarme a la fiesta de todos modos y prometió mantenerme en la casa. Yo necesitaba proteger a esta chica Jocelyn. El que resultara herida, o peor ―muerta―, estaba en mi cabeza. Muerta, cabeza. Oye, eso rimaba19. Bueno, estaba perdida. Necesitaba un plan.

Es un juego de palabras intraducible en el que Muerte es “Dead” en inglés, y Cabeza es

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“Head”, al pronunciarlo, ambas palabras suenan parecido.

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34 Traducido por Nats Corregido por CrisCras

Ayden miró de nuevo mientras se dirigía a la casa, riéndose cuando salió del coche, y dirigiéndose hacia la refriega. Grité—: Blake, no tienes derecho a… Lucian, ¡haz algo! De pie a varios metros de distancia, Lucian soltó una aguda risita. —Oh, claro. Luna afianzó a Oron sobre su cadera y agarró la mano de Selena. Luna luchaba por mantener una cara seria, pero Selena la había perdido completamente, ahogando risitas en su juguete de peluche favorito aferrado al pecho. En nuestro jardín delantero, Blake me echó al hombro como un saco de hurones retorciéndose. Le golpeé la espalda de nuevo. —¡Bájame, pedazo de imbécil! Escuché la sonrisa en su voz. —He sido un chico muy, muy malo. Azótame, nena. —¡Oh, cállate, Blake! —dijo Tristan—. No estás ayudando. Aurora, cálmate. —No lo creo. Me están manteniendo de rehén. Luna, ¡llama a la policía! Luna, Lucian y compañía se acercaron a Blake. Luna dijo—: Mira, chico Hulk, esto no se ve bien para el Team Blake así que… —Hola, chicos —dijo Ayden. —Hola —saludaron los gemelos. Selena ondeó la mano. Oron agarró la nariz de Luna. Visiblemente aliviado, Tristan dijo—: ¿Qué les tomó tanto tiempo? Ella huyó. —La tengo. —Blake me palmeó el muslo. —¿Cómo te atreves? —grité. —Tienes razón, nena. Castígame. Hazme daño.

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Dije algún concepto desfavorable sobre la salud mental de Blake y su higiene personal. —Blake. —Ayden intentó no reírse mientras colgaba las llaves en su cadena de bolsillo—. Bájala. Un elegante BMW negro chirrió en la calzara y Matthias saltó fuera, sin molestarse en cerrar la puerta antes de acercarse temblando de tensión. —¿Llamaste a Matthias? —dijo Ayden. Blake señaló al rubio. —Tristan entró en pánico. —No entré… vale, entré en pánico. Ayden suspiró. —Luna, Lucian, ¿por qué no se meten dentro? Yo me encargaré de esto. Los gemelos se miraron pero no se movieron. —Mira, no podemos abandonar a nuestra hermana, ya sabes… con un montón de chicos que no conocemos, y en esta —Lucian señaló el lugar—, situación. Nuestros padres no están en casa todavía y… Se encogió de hombros, incómodo, pero se quedó dónde estaba. A veces realmente amaba a mi familia. —Tienes razón. Dame un minuto para tener a Aurora. —Ayden miró a Blake—. Abajo. Entraremos, pediremos pizza, veremos una película, y todo el mundo podrá relajarse. Lucian asintió, luego se llevó al grupo familiar al borde del césped cuando Matthias llegó. —Hola, chicos. —Blake sonrió—. Ella es una niña problemática. —Se movió para palmearme de nuevo. —¡Blake! —espetó Ayden. Matthias agarró la gruesa muñeca del gran muchacho y le lanzó una mirada a mi familia. —Tócala de nuevo y responderás ante mí. ¿Qué sangriento infierno está pasando? Me removí. —Te diré lo que está pasando. Me agarró como un gran aspirante a cavernícola. Blake suspiró. —Te pedí amablemente que esperaras a Ayden, pero huiste. Resoplé. —Eso no te da derecho a asaltarme. —Tiene razón —dijo Matthias—. Bájala. —No es una buena idea porque la nena saldrá corriendo.

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—Aurora. —Ayden le indicó a Blake que se girara. Gruñí, rizos escarlata cayendo sobre mi cara—. ¿Quieres que le diga a tu familia por qué necesitas quedarte en casa? Matthias añadió en voz baja—: O mejor aún, sal corriendo, haz que te maten, y déjales afligidos. Apoyando las manos sobre la ancha espalda de Blake, les fulminé con la mirada a través de mi cabello. —Vale. Haz que me baje. Tan pronto como mis pies tocaron el suelo, empujé a Blake. No se movió. La mirada letal que le disparé no hizo nada. Finalmente, mi pie conectando con su espinilla le hizo poner una mueca de dolor. —Sólo intentaba mantenerte a salvo, pajarillo. Aquí, tienes un poco de hierba. ¡Ay! Le golpeé la mano y la idea de que le hiciera más daño iluminó mi día. Tristan se giró hacia Ayden. —La observábamos porque dijiste que estaba actuando raro. Salió volando de casa y bajó por la calle. Gritamos. No se detenía y —señaló a Blake quien hizo una reverencia—, él se hizo cargo. Le miré. —Lo habría conseguido si esa roca no hubiera prácticamente saltado frente a mí. Me atrapaste sólo porque tropecé. —Lo que sea que te ayude a dormir, pajarillo. —Cierra el pico, Blake. No necesitamos ese tipo de atención. Estás fuera del servicio como novio. —Matthias cortó las protestas de Blake con una mirada tan venenosa que pensé que sus ojos estaban a punto de disparar cianuro. Blake me miró débilmente. —Supongo que no podemos luchar contra ello, nena. Nuestro amor estaba condenado, justo como el de Romeo y Cleopatra. Ayden, es toda tuya. —No puedes simplemente darme a Ayden. —Sí, mala idea —Ayden sonrió—, desde que estoy cansado de ser molido a golpes por todos tus verdaderos pretendientes. Me puse la mano detrás de la oreja. —¿Qué es lo que oigo? Oh, el sonido de pies fríos. —Pies… ¿qué? —dijo Matthias. La ira burbujeó de Ayden cuando abrió la boca para replicar, pero Australia le cortó.

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—No importa. No quiero saberlo. Bien. Si no es Ayden, eso me deja a mí. Casi me atraganto. —Ayden, estás dentro. Matthias dijo inexpresivamente—: Estoy destrozado. —Luego miró sobre su hombro—. Hablaré con ellos. —Se fue para acercarse a mi familia—. Siento todo esto, chicos. Sólo fue un malentendido sobre… Selena chilló de alegría. —¡Eres de Australia! —Matthias se congeló cuando ella se acercó y le extendió su juguete—. Bubbles es de Australia. Es una ornitorrinco. Puedes sostenerla. —Cuando Matthias no se movió, agarró su mano y colocó a Bubbles en ella—. ¿Tuviste un ornitorrinco cuando vivías en Australia? —Uh, no. —Está bien. Podemos compartir a Bubbles. Tengo un libro sobre Australia. Y de ornitorrincos. ¿Quieres verlo? Vamos, te lo mostraré. —Selena envolvió la mano de Matthias y después de tirar un par de veces, sorprendentemente, se dejó arrastrar hacia la casa—. Y puedes contarme sobre Australia. E hice galletas de chocolate. Me gusta sumergirlas en leche. ¿Hacen eso en Australia? —¿Tienes leche achocolatada? —dijo Matthias mientras la seguía al interior. Era como la Dimensión Desconocida. Luna le susurró algo a Lucian. Él asintió y ella y Oron entraron en la casa. Ayden, después de un profundo suspiro, le dio a Lucian un saludo tranquilizador y se nos acercó. —¿Qué ocurre? Le di una desesperada mirada suplicante. —Quiero ir a la hoguera. Su frente se arrugó. —Ahora es “quiero”. Antes era “necesito”. ¿Cuál será? —Se cepilló el pelo con su mano—. Confía en mí. Dime qué pasa. Mantuve mis ojos sobre los suyos. —¿Qué si te pido que confíes en mí y me lleves a la hoguera, sin hacer preguntas? Tuvo que ver el ligero temblor en mi labio, pero negó con la cabeza. — Cuéntame. La decepción oscureció mi corazón y dejé caer mi mirada. No podía romper sus preciosas reglas y protocolos. No confiaría en mí. Extendí la mano. Sus llaves tintinearon cuando mis dedos rozaron su cadera. Me incliné más cerca y apoyé la frente en su pecho. Sólido. Fuerte. Desconfiado. Tristan y Lucian parecían desconcertados. Blake le dio a Ayden un “pulgares arriba”. Exhalé cuando su mano vacilante acarició mi pelo.

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—Aurora, lo siento. Alcé la cabeza, con una sonrisa triste en mis labios. —Yo también — susurré, luego retrocedí y levanté la mano. Las llaves chocaron desde la punta de mis dedos. Sus manos se movieron a la cadera, buscando las llaves que no estaban ahí. Bajó la vista para confirmar que las había descolgado de su bolsillo y luego me observó lanzarlas con fuerza, rápido, y lejos, gruñendo por el esfuerzo. Cayeron en un arbusto de algún vecino. O en un árbol. No estaba segura. Con las manos en la cadera, le enfrenté. Su mandíbula se cerró. —Eso fue maduro. Me encogí de hombros. —Te pedí que confiaras en mí. La luz del sol brilló sobre los carámbanos en sus ojos. —Y yo te pedí que confiaras en mí. —Supongo que ambos perdemos. Se sacudió la creciente furia y se fue a buscar sus llaves, indicándoles a Blake y a Tristan que ayudaran. —Valiente movimiento, nena —dijo Blake mientras me pasaba. Les observé ir, un pedazo cayendo de mi corazón, y me acerqué a Lucian. —Me voy a la hoguera. Asegúrate de que al menos uno de ellos me siga. Confuso, frunciendo el ceño, Lucian permaneció sin habla mientras corría hacia el coche de Ayden. Una diabólica sonrisa se extendió por mi rostro. Lancé las llaves de Ayden al aire para el beneficio de Lucian. En un instante estaba detrás del volante y acelerando fuera del vecindario. Eché un vistazo por el espejo retrovisor, y recreé la escena. Mientras tres de los Chicos Malditos miraban la ahora calle vacía, me imaginé a Lucian haciéndole frente a sus miradas. Quizás gesticulando débilmente y murmurando un tembloroso “Oh, mierda”. Dos jardines más lejos, Blake habría sido el único capaz de comunicarse verbalmente. —Tío, ¿acaba de robarte el coche?

***

¿Tomar prestado el coche de Ayden? No era mi primera opción.

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Plan A: Correr a la floristería y hacer que mamá me dejara usar la camioneta. Blake y Tristan acabaron con este. Plan B: Convencer a Ayden de que me llevara a la hoguera. No había suficiente confianza entre nosotros y la poca que teníamos, bueno, se evaporó con el plan C. Plan C: Robar las llaves de Ayden, un rápido intercambio y que piense que he tirado sus llaves cuando en realidad he lanzado las de la camioneta, y mientras las busca, robo —tomo prestado— su coche y voy a la hoguera. Conseguí la dirección de Internet. El plan C incluía a uno o dos —o seis— Chicos Malditos siguiéndome, así tendría ayuda con los demonios intentando matar a Jocelyn. Agarrar el volante con fuerza ayudó a evitar que mis manos temblaran. La oscuridad descendía rápidamente por las montañas. Deseé no llegar demasiado tarde, y presioné el pedal hasta el metal.

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35 Traducido por Chachii Corregido por Sofí Fullbuster

—¿Y tú eres? A ella no le gustó que interrumpiera su conversación con el chico, pero se mantuvo agradable. —Ashely Monroe. —Oh. —No pude ocultar mi decepción—. ¿Conoces a Jocelyn? La expresión de la chica parpadeó con sospecha. —¿Por qué quieres saberlo? Me encogí. —Entonces, ¿la conoces? —¿No eras tú la que salió con Ayden hoy? —preguntó alguien que reconocí de la escuela. —Sí. —Estaba escuchando demasiado eso. Tal vez me había dado algo de reputación. Lo que sea que fuese. Ashley sacudió la cabeza, tomando el brazo del chico y alejándose rápidamente. Había estado en la fiesta por cerca de quince minutos y además de preguntarle a un trillón de chicas por su nombre, no había encontrado a mi presa. De acuerdo a aquellos quienes lo conocían, este no era un escenario para Herman. Era poco probable que apareciera. Eso esperaba. Grandes fogatas ardían en la playa, y si se atrevían a disminuir, alguien la llenaba con más madera. Las llamas alcanzaban altura suficiente para chamuscar las nubes y calentar el frío aire nocturno, el dulce olor a pino quemándose era fuerte. Mesas de picnic y canastas estaban dispersas por la arena. Cabañas en ruinas se veían más allá del perímetro de la playa, uno de sus techos había colapsado por un árbol caído. La mejor luz jugaba junto al fuego con sombras parpadeantes que hacían difícil tener una buena visión de los individuos en la rebosante multitud. Nada de Jocelyn, ni de los Chicos Malditos, pero tampoco de Sparky o Herman.

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Me dejé caer sobre una mesa vacía junto al fuego, por donde todo el mundo pasaba. Bajé la cabeza y estiré las palmas para calentarlas en la hoguera. —¿Finalmente abandonaste a tu sombra? Salté mientras Herman se deslizaba junto a mí. —No te preocupes. No voy a morder. —Me dio su mejor mirada sexy de soslayo—. A menos que quieras. Rodé los ojos. —¿De verdad? Soltó una mirada insinuante. —Bien. Escuché que me estabas buscando. ¿Cambiaste de parecer respecto a Ishida? Te lo dije. Él es peligroso. —¿Qué? No. Mira, Herman, yo... —Ahora que lo había encontrado, me di cuenta de que no tenía un paso dos en mi plan. Probablemente debí de haber pensado en eso antes. Yo era nueva en el juego de la intriga y lo demostraba—. Eres… —Suéltalo. —Me dedico una mirada irritada, pero algo en mi rostro debió de asustarlo. Su expresión se arrugó con preocupación. Se inclinó más cerca y tomó mi brazo—. ¿Qué ocurrió? ¿Te lastimaron? Sacudí la cabeza. —No, Herman. Nadie me lastimó. En realidad, estoy preocupada de que tú vayas a lastimar a alguien. Soltó mi brazo como si quemara. —¿De qué estás hablando? ¿Crees que te voy a lastimar? Te dije que... —No a mí. —Tomé una profunda bocanada—. A Jocelyn. Su rostro se puso blanco. Parpadeó. Entonces la sospecha, la ira y el dolor se arremolinaron en una fea tormenta por su rostro. Yo permanecí en calma. —Matar a alguien más no traerá a Garrett de regreso. Él se puso de pie y miró alrededor como un animal enjaulado. —¿Matar? —Si antes hubo una tormenta en su rostro, ahora era una completa tempestad—. ¿Crees que voy a matar a Jocelyn? —Su susurro era estridente—. Ella no tiene nada que ver con esto. ¡No voy a matarla, ni a ella ni a nadie! ¿Qué diablos te dijeron de mí? —Nada. —Me levanté. Él retrocedió como si yo fuera la amenaza. —No puedo creer que te hayas vendido. ¿Ellos creen que yo soy el chico malo de la película? —La amargura tiñó su risa. Me estaba perdiendo algo.

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—Entonces, ¿por qué estás aquí? Todo el mundo dice que nunca vienes a estas cosas. —Y cuando lo hago, ¿significa que soy un asesino? —No, ¿pero por qué esta vez? ¿Por qué esta noche? —¡No lo sé! Sus ojos encontraron los míos. Cuando no retrocedí, él se tranquilizó un poco. —Piensa, Herman. ¿Por qué esta noche? Se llevó las palmas de las manos a los ojos. Cuando finalmente me miró, no pude perderme su confusión. —No entiendo. Yo sólo… —su mirada revoloteó a los lados—, sólo sentí que debía venir. Como si tuviera que venir. Volví a la conversación que había escuchado en mi sueño, recordando las palabras de Echo. Palabras de que un monstruo se aprovecharía de un niño enojado, incapaz de superar la muerte de su hermano. —Un empujón sutil — dije en voz baja. Ahora entendía el rol de Herman en esto. Y que Jocelyn no era la única en peligro. —Herman. —Parecía perdido, así que tomé su brazo y lo sacudí hasta que se centró en mí—. Esto va sonar loco, pero —lo solté para retroceder y desabrochar mi cadena con la cruz Celta—, necesito que uses esto. La mirada inquisitiva se volvió aversión cuando miró por encima de mi hombro. —Perfecto. Una mano caliente me sujetó la muñeca. En un rápido movimiento, alguien me hizo dar la vuelta, empujándome sobre su hombro y elevándome fácilmente en el aire. Miré el suelo, intentando respirar contra la presión en mi estómago. Dejándome caer sobre su espalda como su última matanza, el brazo del chico sujetó como un tornillo la parte baja de mis piernas y presionó mis muslos contra su pecho. No de nuevo. —¡Blake! —Pero mis dedos se clavaron en su suave cuero—. ¡Ayden! ¡Bájame! —Herman, será que mejor que… Herman cortó la advertencia de Ayden con disgusto. —Llévatela, hombre. —Podía oírlo alejándose—. Está loca. —Herman, ¡espera! Ayden, ¡bájame! —De ninguna manera —gruñó—. Aprendí la lección. Blake tenía razón, después de todo.

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Acomodé un brazo contra su espalda, mirando el suelo mientras se movía, sabiendo que cada segundo me alejaba más de ayudar a Herman y a Jocelyn. Él puso mucho esfuerzo en detener mis patadas, lo que me llevaba a estar feliz de que mi estómago estuviera vacío. Fue un viaje lleno de baches. Gruñí las palabas lo mejor que pude. —¿Así que ahora estás copiando las estelares técnicas mujeriegas de Blake? Eso lo detuvo. Después de un momento me dejó ponerme de pie, apartándose, y alejándome de sus brazos. Su cuerpo y voz emanaban la tensión que estaba intentando controlar. —Tienes razón. Lo lamento. —Miró al cielo—. Es sólo que estoy intentando… —Sus puños se cerraron y abrieron. —Protegerme. —¡Sí! —Él se aferró a la palabra como un náufrago al salvavidas—. Y es tan... tan... —Frustrante porque sientes que no me estás contando todo. —¡Correcto! Y…. —Estás enojado porque no confío en ti. —Definitivamente. —Y sabes que hay cosas que podrías contarme y podrían ayudar, pero no estás acostumbrado a confiar en otros. No sabes cómo voy a reaccionar; si es peligroso. Te sientes como un fenómeno con una vida tan loca y extraña, que posiblemente nadie podría entender. O ayudar. Además, has estas acarreando estos secretos durante tanto tiempo que te es algo familiar, un hábito cómodo que te es ridículamente difícil romper. Y por último, si yo no confío en ti primero, ¿por qué tú deberías confiar en mí? Estiró los brazos hacia adelante y sus rasgos se relajaron con alivio. — Exactamente. —Sí, Ayden. —Peleé contra las lágrimas que buscaban resquebrajar mi compostura—. Sé exactamente cómo te sientes porque yo… —Te sientes de la misma manera. —Dejó caer uno de sus brazos. Se pasó el otro a través de su cabello—. Sí. Debería haberlo visto venir. El sonido de la fiesta pareció desvanecerse, dejándonos a nosotros dos en una burbuja cargada de silencio y emociones. La parpadeante luz del fuego bailaba sobre los increíbles rasgos de Ayden mientras él me miraba durante un largo momento, sus ojos oscuros tiernos y compasivos.

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Asintió. —Lo capto. Así que, ¿qué hacemos ahora? —Ahora —me tragué el nudo en la garganta—, te diré por qué necesito tu ayuda. Juntó sus manos en una oración ferviente. —¡Finalmente! —Se puso de rodillas para darle un toque dramático—. Por favor, por favor, por favor —este soy yo rogando—, dime por qué querías o necesitabas venir a esta estúpida hoguera para que pueda hacer mi cosas de mega-superhéroe-valiente, salvar el día y llevarte a casa. Mis cejas se alzaron. —¿Cosas de mega superhéroe valiente? —Es un término técnico. Ahora, suéltalo. Tomé una profunda bocanada y me aclaré la garganta. —Sparky, el demonio que me atacó anoche, va tras una chica llamada Jocelyn. Aquí. Esta noche. Ahora. Arrugas surcaron su frente. —¿De eso se trata esto? —Soltó una breve carcajada y se sentó sobre sus talones. —¿Crees que eso es gracioso? Él está planeando matarla. Ayden sacudió la cabeza, todavía divertido. —Incluso si eso es verdad, ella no está aquí. Parpadeé. —Sí, sí lo está —No, no lo está. —Se puso de pie y estiró una mano—. Vámonos, larguémonos. Aún tenemos tiempo para una pizza. Yo invito. Me crucé de brazos y pregunté—: ¿Cómo lo sabes? —Simplemente lo hago. —Ante mi mirada exasperada, dijo—: Lo lamento. Simplemente conozco a Jocelyn y sé que no le dijo a nadie que iba a venir aquí. Te lo explicaré en el auto. Repetí la conversación de los demonios y recordé—: Ella está manteniéndolo en secreto. No sé por qué, sólo sé que estará aquí, desprotegida. Ellos no pueden atraparme, así que van tras ella para distraerte. Sé que suena loco, pero por favor. No quiero que nadie muera por mi culpa Él estudió mi rostro, el suyo siendo ilegible, y suspiró. —Está bien. Voy a comprobarlo. —Sacó su celular, apretó un botón, esperó, y entonces dijo—: Hola, ¿está Jocelyn? —Pausa—. ¿En la casa de quién está? —Pausa. Su mirada se volvió venenosa. Un gran conjunto de “ahhhs” hizo eco desde la multitud mientras las hogueras se hacían más altas. Los chicos se alejaron de las llamas. —¿Ashley Monroe? ¿Estás seguro? —Ayden miró a su alrededor—. No lo sé todavía. Te volveré a llamar. —Colgó.

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—Ayden, Ashley está aquí. —Lo sé. Corrió hacia los invitados de la fiesta. Fui tras él y lo agarré del brazo. —¿Quién era en el teléfono? —Jayden. —¿Jayden? ¿Por qué? ¿Tú cómo conoces a Jocelyn? —Es mi hermana.

***

—Yo puedo ayudar. Dime cómo luce. Él escaneó la multitud. —Como yo. —O sea, hermosa. —¿Qué? Oh, Jesús, lo dije en voz alta. —Nada. Está bien, vamos a separarnos. Yo buscaré demonios y a alguien que luce como tú. —Y a Herman también. —Bien. No, espera. —Buscó en su bolsillo—. Llama a Jayden. Diles lo que está ocurriendo y que los espero aquí. No andes sola. Es demasiado peligroso. Me tiró el teléfono y desapareció entre la multitud. Tan ágil como siempre, fallé al atraparlo. Me agaché para recuperar el teléfono medio enterrado en la arena y todo se volvió borroso. Mi visión se estrechó y me tiró hacia adelante, haciéndome zigzaguear entre los invitados, yendo hacia la zona de autos aparcados y acercándome a un sedán azul. Deslizándose lejos de los coches, los brillantes ojos de Sparky siguieron a una oscura figura bajando por la colina en dirección al fuego. Oí salpicaduras. Un líquido oscuro goteaba por debajo de un coche y serpenteaba hacia abajo por la pendiente. El olor acre de la gasolina se filtró por mi nariz. Sparky crepitaba por el recorrido que hacía la gasolina, pero mantuvo la distancia mientras la serpenteante gravedad hacia que el combustible bajara por la pendiente hacia el fuego. Una vez que hiciera contacto, sólo habría unos segundos para alejarse antes de que estallara el auto y todo a su alrededor. Sparky vio el destino antes que yo. Herman irrumpió en el estacionamiento, murmurando, y encendió un cigarrillo. Impotente, Sparky se lanzó sobre Herman y desapareció —en su cuerpo. Éste se tensó y luego se

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relajó. Sus rasgos humanos se derramaron como cera derritiéndose y Sparky entró en foco, sosteniendo el cigarrillo de Herman y su encendedor. Posesión completa. Herman era su marioneta. Sparky se dio la vuelta y se dirigió hacia el río de gasolina. Sin acostumbrarse a su nueva piel, movió torpemente el encendedor hasta que encendió una llama. Volví a mí, el repentino peso desorientándome y dejándome incómoda. Fui torpemente hasta el lugar donde vi por última vez a Ayden, pero un rostro familiar me hizo cambiar de rumbo. Ashley estaba parada al borde de la multitud hablando con una chica que resultó ser hermosa de una manera oscura y exótica. —¡Jocelyn! —grité. La chica se giró, presa del pánico. —Esa es ella. —Ashely metió un juego de llaves en la mano de la chica—. ¡Vamos! Con una última mirada de preocupación en mi dirección, Jocelyn partió colina arriba. Ashley tomó mi brazo cuando intenté pasar. Mi puño dio contra su mandíbula. ¿El propósito? ¿Qué estaba mal conmigo? Ouch. Tirada sobre su espalda, Ashely no intentó volver a detenerme. Mis piernas bombearon. Iba tras Jocelyn. Aire helado quemaba mis pulmones y no me había percatado de cuánto me dolían las manos por el golpe hasta que estaba a mitad de camino subiendo la colina. El olor a gas era fuerte cuando pasé por el pequeño arroyo de la muerte de Sparky. Pateé un poco de arena para cortar el flujo y seguí corriendo. Moviéndome hacia adelante. Hacia las puertas abiertas del sedán. —¡Jocelyn! —grité, aumentando mi paso. La chica se detuvo y se dio la vuelta, las llaves brillando a la luz de la luna. —¡No! ¡Aléjate! Ella me miró, asustada y confundida. Llegué al auto sin aliento, tomé su mano y la alejé de allí. Bueno, intenté alejarla. Luchó y me negué a dejarla ir. —El auto —jadeé—. El gas. Va a explotar. Su resistencia se acabó. —¿Qué estás haciendo? Me giré hacia la vibrante voz de Echo. Sparky me miraba. Él ya no estaba en el cuerpo de Herman, lo que lo dejó algo torpe y mareado.

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Sparky se giró hacia Echo. —Herman me botó de alguna manera. —¡Vuelve a entrar! —No puedo. Estoy demasiado débil —dijo Sparky débilmente. —¡Bien! —Como si él fuera aspirada por un vacío, Echo se deslizó hacia Herman, cuyo rostro rebeló enmarañadas olas que vibraban con color. —¡Espera! —aulló Sparky, pero Echo ya estaba arrodillado, con el encendedor en mano, sobre el lugar donde yo había desviado el trayecto de la gasolina. Él se agachó y encendió ambos lados de la brecha, logrando que el fuego ascendiera en dirección al coche y bajara hacia las hogueras. Donde debería estar la boca de Echo, un vacío oscuro se ensanchó en una sonrisa malévola. —Un especial de dos por uno. Empujé a Jocelyn delante de mí. Corrimos hacia la línea de árboles y una gran cantidad de rocas. Sonó un estruendoso whoosh cuando la combustión se completó. El fuego cobró vida. No lo lograríamos.

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36 Traducido por Vericity Corregido por Amy Ivashkov

La explosión golpeó un instante antes que el calor. La fuerza aplastante impulsó a Jocelyn y a mí en el aire. Quería cubrir mis orejas del golpe atronador, pero en su lugar envolví mis brazos alrededor de la hermana de Ayden mientras volaba más allá de ella. Hicimos una espiral en el aire, nos rasguñamos con las rocas y aterrizamos pesadamente en el suelo duro. Me levanté, temblando, escupiendo suciedad. Jocelyn no se movía. Pero estaba respirando. Eran más como jadeos entrecortados, pero eran estables. La arrastré contra la roca más grande que sobresalía protegiéndola de la caída de escombros. Algunos trozos flotantes estaban encendidos con fuego, hermosos y peligrosos. Miré con atención nuestro santuario. Una pared de llamas, demasiado grande para provenir de un solo auto, llegaba tan en alto que parecía lamer las estrellas, iluminando la noche como si fuera de día. Una sombra caminó hacia nosotros, espaldas al fuego. Me congelé. El cuero negro brillaba contra el resplandor. Brasas bailaban a su alrededor. Reconocí esa forma de caminar, ese paseo, como el de alguien que se sentía como si fuera el dueño del mundo y todo lo que contenía. Como si no se diera cuenta o no le podía importar menos el peligro y la destrucción que lo rodeaban. Grité que se alejara, agité mis brazos en una desesperada advertencia. Siguió caminando. ¿Estaba loco? Corrí sobre las rocas, resbalando, peleando, gritando, llorando, lágrimas caían sobre mis brazos, manchando el hollín. Otra explosión sacudió la playa, un rugido ensordecedor ahogando mis intentos de salvarlo. De perfil contra el resplandor, Ayden levantó un brazo como un predicador en el púlpito, extendiéndose en alto y ampliándose hacia los cielos, o en este caso, el infierno en la tierra. Se paró desafiante. El joven David determinado en derrotar el furioso Goliat. Llamas se enroscaron sobre Ayden, envolviéndolo completamente.

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—¡Noooooo! —Mi cuerpo reverberó con el grito. El fuego retumbó hacia mí, una bola de nieve caliente y flameante, hambrienta, veloz, ganando velocidad y contorno. Aire febril cortó mi piel, tirando hacia atrás mi pelo. La masa turbulenta siguió llegando, rápida y feroz. Y se detuvo a milímetros de mi cara. El sonido ensordecedor fue succionado en algún agujero negro y dejó una innatural falta de sonido pesada en mis oídos. Mi pelo se levantó y bailó como si la gravedad no existiera en este invisible capullo que de alguna manera me protegió de la masa retorcida de combustión. Zarcillos de llama claveteada rezumaron de la esfera, enrolladas alrededor de mi cuerpo buscando una grieta para atacar. Un caleidoscopio de rojo, amarillo, marrón, azul, y también blanco luchó para dominar mientras que yo miraba fijamente las profundidades tan brillantes que me pregunté por qué mis ojos no se habían quemado. Aire que debería haber sido lo bastante caluroso como para chamuscarme en cenizas, sólo me acarició amablemente la cara, secando las lágrimas que manchaban mis mejillas. Nada tenía sentido. Especialmente la voz. Rompió el silencio, no gritando en terror, pero imponente, usando palabras de un idioma que no entendía. Con un final frenesí enfurecido, la achicharrante esfera pulsó y voló de regreso. Mi cuerpo se sacudió una vez mientras su partida chupaba cada onza de oxígeno de mis pulmones. Mis músculos se volvieron flojos, mis rodillas colapsaron, pero no estuve consciente lo suficiente como para sentir mi cuerpo que golpeaba el suelo.

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37 Traducido por Kary_KSK Corregido por Aimetz14

Cuando tomó un gran esfuerzo para abrir mis ojos, me aterró mover el resto de mi cuerpo. Algunos parpadeos tentativos después mis pupilas se ajustaron a la luz tenue. Hospital. Definitivamente. Levanté una mano, pesada como un yunque. Auch. El yunque tenía un ancla. O cuatro si quería ponerme técnica. Un sonido suave se aceleró cuando me moví. He llegado a odiar el sonido del monitor de corazón, demasiados recuerdos. Me senté. Gemí. Un auto-examen rápido me dijo que mientras estaba realmente magullada y golpeada, la multitud de anexos de parafernalia médica me hizo quedar como experimento científico de un genio malvado, era una exageración. O tenía padres sobre protectores. Mis ojos se fijaron en una forma en la silla junto a la ventana. Mi respiración se sacudió. El pitido se intensificó. —¿Ayden? Un pozo hueco en mi estómago convulsionó, detonando recuerdos de Ayden interponiéndose entre la explosión y mi persona, con los brazos extendidos como si quisiera detener el infierno. Las llamas de la explosión envolvieron su cuerpo en una locura voraz. Yo no había estado soñando, pero el chico enrollado en la silla no estaba definitivamente extra crujiente. Algunas marcas de hollín manchaban su piel y su camiseta, y un aroma ahumado BBQ persistía, pero su hermoso rostro, relajado en el sueño, se mantuvo impecable. Su cabeza descansaba sobre su chaqueta, que había doblado como una almohada. La placa de tensión alrededor de mi pecho se partió. Me limpié los ojos húmedos. Necesitaba tocarlo, asegurarme de que era real, respirarlo. Aparté las mantas, combatí contra los accesorios que estrangulan mi movimiento. Apagué el monitor del corazón, empecé a tirar de los cables. Mi velocidad se aceleró con el deseo de llegar a Ayden, haciendo una mueca en cada tirón al intentar sacar la sustancia pegajosa para quedarse súper pegada a mi piel. —¡No toques eso!

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Alcé la cabeza. Y me arrepentí. —Auch. Desenvolviéndose de la silla demasiado rápido, Ayden cayó al suelo. Me reí cuando se levantó, perdiendo el intento de permanecer imperturbable y me moví de costado. —¿Donde te duele? —preguntó. Hice una mueca cuando descubrió un bulto en mi línea del cabello. Sus manos se retiraron—. Lo siento. —¿Estás bien? —¿Yo? Si. —Volvió la cabeza para olfatear su chaqueta—. Ahora incluso huelo como si fumara. —Sonrió. —¿Por qué? Negué con la cabeza. Suavemente. —Nada. Solo pensé… —Lamí mis labios—. ¿Cómo está Jocelyn? —Muñeca rota, conmoción cerebral leve, costilla magullada, pero por lo demás, muy bien. Está al lado. Mamá está haciendo café. Papá debería estar aquí en cuestión de horas. Hablando de agradecimientos. Probablemente te compren una isla. O te darán la nuestra. —Mi mandíbula cayó—. Es broma. Es más bien una península. Pero, oye, has salvado su pequeña. —No mencionaste a una hermana. Se frotó su mandíbula. —Jocelyn tiene perfil bajo. Va a una escuela privada porque están dispuestos a trabajar en torno a su horario. —Levanté las cejas—. Ella patina. Muy bien. Viaja mucho por las competiciones. Mamá va con ella. Acaban de llegar a casa hoy y Jocelyn va todo adolescente idiota. Se escabulle sin respaldo. —¿Respaldo? —No es una cazadora. No tiene las habilidades, por lo que debería tener protección, pero se molesta y… ¿cómo sabes acerca de la amenaza contra su vida? Vaya, no estaba preparada para ese cambio. Presa del pánico, me puse de pie, balanceándome. Ayden me atrapó. Sentí la brisa de la parte posterior de mi bata abierta y cayó hacia abajo. —Quédate en la cama. —¿Eres doctor ahora? —No. Pero tu papá dejó instrucciones estrictas. —Levantó mis tobillos en la cama, llenó mi vaso de agua, e hizo un gesto para que me quede quieta— . Sólo dejó que me quede mientras que tu madre pasó a la cafetería. Le prometí buscarlo si despertabas. Para ser sanador puede dar miedo. Desapareció por la puerta y luego apareció de nuevo.

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—Casi lo olvido. —De una silla en la esquina agarró un ornitorrinco de peluche verde y turquesa—. Selena dijo —se mordió los labios, pero no pudo sofocar la sonrisa—: Bubbles te hará compañía hasta que ella regrese. Se supone que debes proteger al pequeño. Cogí el mejor-amigo-raya-juguete de Selena con una sonrisa irónica. — Bubbles es una chica. No dejes que te atrape Selena cometiendo ese error. —Nunca. —Con un guiño, se había ido. Arrastré el soporte IV20 hacia mi bolsa de lona debajo de la silla de Ayden y con gemidos mínimos, me puse un par de pantalones de chándal. Mejor. Otro acarreo del soporte IV chirriante y llegó a la sala vacía donde el reloj por encima de la estación de enfermeras lee 2:48 am. Me moví lentamente para evitar despertar a alguien y, ya sabes, caerme, y me asomé a la habitación de Jocelyn. Jayden estaba dormido en una silla pareciendo tan contorsionado como Ayden lo estaba. El resto de la escena era surrealista. No es la criatura aspecto exótico dormida en la cama, que, a pesar de los pequeños cortes visibles, era de una belleza similar a sus hermanos. Una piel perfecta, excelente estructura ósea y el pelo negro como el azabache extendido sobre las sábanas blancas. Y no los cables serpenteando de su cuerpo a varias máquinas, o el IV enganchado a una mano no envuelto en un yeso. No, la parte más surrealista era el chico guapo sentado en su cama, sus normalmente furiosos, pálidos ojos llenos de preocupación, líneas de expresión grabadas profundo. La forma en que rozó suavemente el pelo de su mejilla y murmuró palabras tranquilizadoras cuando la cabeza retorció de ida y vuelta. Y la forma en que se llevó la mano a los labios cuando ella se relajó. —¿Matthias? Las luces se apagaron. Australia saltó sin problemas de la cama y en una posición de combate. Me reconoció. Y frunció el ceño. Ahí estaba el Matthias que conocía. Se puso de pie, pero se mantuvo tenso, preocupado mientras se dirigía a mi con un duro—: Shhhhh. —En los labios, y me empujó fuera. Sr. A Cargo era un desastre, con la camisa medio salida, con los pantalones arrugados, bolsas bajo los ojos y su cabello caoba hacia arriba. ¿Quién lo hubiera pensado? Quizás Matthias tenía un corazón. Su boca se torció hacia un lado. —Luces como basura.

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IV: Siglas para Intra Venosa también conocida como venoclisis.

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Bueno, tal vez no. —Ahí está el burro hablando de orejas. ¿Has estado aquí toda la noche? Miró hacia abajo, frunció el ceño y después de varios intentos inútiles para suavizar su apariencia, se conformó con meter su camisa y rastrillar una mano por el pelo. No ayudó. —Mi padre está todavía fuera de la ciudad, pero los agentes están en el campamento. Quieren hablar contigo. —Oh. —Eso no suena bien. Hablar con la policía. La cara de Matthias se ensombreció. —¿Por qué no nos dijiste acerca de la amenaza contra Jocelyn? —Oye, yo no lo supe hasta más tarde. Y Ayden no me llevaría a la hoguera, pero… Me empujó contra la pared, sus ojos mercuriales cambiaron a más oscuros. —Tal vez si le hubieras dicho en vez de robar su coche. Lo tomé de las solapas de su camisa arrugada y lo acerqué a mí. —Tal vez lo hubiera hecho si ustedes no fueran tan desconfiados y reservados idiotas. Y de nada por salvar la vida de tu novia. Dio marcha atrás, mirando hacia los lados. —No es mi novia. Lo empujé. —Oh, porfa-vor. Te vi. Me lanzó una mirada desesperada. —No puedes… —Oh, ¿no puedo? —¡Aurora! —Matthias se tambaleó hacia atrás cuando papá se impuso entre nosotros—. ¿Por qué no estás en la cama? No quiero que te muevas hasta que te realicen más pruebas. ¿Queda entendido, señorita? —Papá prácticamente me arrastró por el pasillo. Ayden remolcó el IV junto a nosotros. —Le dije que se quedara quieta.

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Mamá llegó en minutos con chocolate caliente y cargada de ansiedad. Había espantado a Ayden y me metió en la cama, poniendo y alisando cubiertas, limpiando el hollín restante de mi cara y las lágrimas de sus ojos. —Gracias a Dios que estás bien. Y estás muy castigada. —¿Por qué? Sabía por nuestra conversación que nadie había mencionado mi robo del coche de Ayden. Le debía Lucian y Luna a lo grande. Mis padres pensaron que había ido a la hoguera con Ayden, terminé notando una pérdida de gas y jugué al héroe salvando a Jocelyn. —Por asustarnos y volvernos medios locos. Sacó una baraja de cartas, se subió a la cama y jugamos hasta que empecé a cabecear. Luego me envolvió en sus brazos y dormimos. El amanecer se asomó por la ventana cuando papá llegó para examinarme. Una vez más. Mamá se fue a casa para controlar el clan y buscarme un cambio de ropa y mi nuevo champú francés favorito. Papá ordenó ninguna visita, pero el agente se presentó para interrogarnos. —Ahora no —dijo papá, reuniéndose con él en la puerta. El agente hinchó el pecho y comenzó a pasar a papá. —Lo lamento, Dr. Lahey, pero… Papá es alto, pero no es un tipo enorme y el delegado era bastante robusto. Pero de alguna manera la mano de papá en su pecho no sólo detuvo al oficial, sino que retrocedió varios pasos, los ojos muy abiertos por la sorpresa. La voz de papá bajó, instalándose a poco menos de una amenaza. —No me presiones, hijo. Soy su médico y su padre. —El agente no se acobardó exactamente, pero…— Tengo un gran número de pruebas programadas. Le haré saber cuando esté disponible. Pero no contenga la respiración. Entonces papá cerró la puerta y acompañó al policía afuera. ¡Ese es mi papá! Sintiéndome segura, estaba dormitando cuando la puerta se abrió. Matthias, con su expresión sombría perpetua, y aún arrugada, se dirigió con Logan y Tristán cerca, ninguno de ellos me miró a los ojos. Problemas espesaban el aire. El monitor de corazón aceleró sus pitidos. Mis dedos se clavaron en la forma ornitorrinco de peluche de Bubbles. —Ha habido un ataque en Viena. ¿Sabes algo de eso? —dijo Australia. Debo de haberme visto confundida—. Ataque de demonios. Viena. Austria. Está en Europa. —Sonrió—. Explosiones. Impacto en una sinagoga. Personas

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fallecidas. Algunos de los nuestros. Cacciatori está ahí pero no sé por qué. ¿Y tú? —¿Por qué iba yo a saber algo sobre eso? —Nos has ocultado cosas a nosotros antes. —Matthias agarró el extremo de la cama—. Y todavía lo haces. Podía oír en su voz que estaba resistiendo el impulso de estrangularme. El piso tenía toda la atención de Tristán y Logan. —Hola, chicos. —Me dieron sonrisas cortas y asentimientos y luego de nuevo la vista al suelo baja. Está bien, no hay ayuda aquí—. No estoy segura de lo que quieres decir. Matthias dejó caer su cabeza hacia atrás, con las manos agarrando mi cama, sus nudillos se pusieron blancos. Alzó la cabeza, su mirada oscura atrapó la mía. Me retorcí. La habitación se sombreo, como si las nubes de repente sofocaran el sol. —Voy a ser específico. ¿Cuándo te enteraste de la amenaza a Jocelyn? Tragué. —Ayer. —Mi decisión de no responder a más preguntas coincidió con la comprensión de que tenía cierta influencia. Me decidí a probar la teoría. Me quedé mirando fijamente a Australia. —¿Cómo está Jocelyn? —Si no hubiese estado buscando eso no lo hubiera visto estremecerse. Una ligera mueca alrededor de la boca, pero estaba allí y sabía que me había cuenta—. Estoy tan aliviada. No lo estás tú, ¿Matthias? Más blancos sus nudillos. Su tensión apretada con hilos le valió miradas extrañas de Tristán y Logan. —Qué chica encantadora. ¿Tiene novio? Matthias frunció los labios y sonrió. Era feo. —No lo sé. —Que lastima. —Moví los dedos y ensanchando mis ojos como si acabara de tener una epifanía Einstein—. Ustedes hubieran hecho una linda pareja. Tanto Tristán y Logan soltaron una carcajada pero aplastadas cuando Matthias me dio una mirada que podría convertir lluvia a la nieve. La venganza era más dulce de lo que imaginaba. —¿Pero qué sé yo? —Moví la mano—. Así que, Matthias, ¿alguna otra pregunta? Tristan y Logan compartieron una mirada preocupada cuando Matthias gruñó. La habitación se oscureció de nuevo. ¿Había una tormenta?

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—Bien, porque tengo algunas. Como, ¿qué pasa con Ayden? Realmente debo estar perdiendo la razón porque estaba segura de que había desaparecido literalmente en humo, pero no. Sigue estando perfectamente vestido de cuero. ¿Qué me estoy perdiendo? Estoy pensando que me deben dejar entrar al club. Sé que robé el auto de Ayden, totalmente fuera de lugar, pero me doy puntos creatividad y, bueno, yo salvé la… —hice un gesto hacia Matthias y repensando el movimiento— hermana de tu amigo. Más tarde me pregunto cuál paja cayó el camello, porque como una reunión ola rompiendo en la orilla, la furia Matthias se rompió. Mi cama saltó junto a mi corazón como él lo empujó contra la pared. Matthias se volvió, estrechar la mano, primero la mía y luego la de Tristan. —Olvídalo. Hazte cargo de ella. —Tristan no se movió—. ¡Ahora! —Matthias, tu padre dijo… Matthias cortó Logan con un gesto desagradable. —Dije hazlo ahora. — Señaló con el dedo a Tristan—. Y asegúrate de que quede esta vez. La explosión. El hospital. —Cortó el aire con una mano—. ¡Quiero todo fuera! Las mirada de disculpa de Tristan volvió hacia mí secaron mi boca. — Matthias —suplicó. El cólera desfiguró los rasgos de Australia. —Ahora —gruñó. Lodo negro parecía deslizarse sobre su iris y, como si sus ojos se convierten en pozos sin alma no era suficiente, ni idea de que estaba en peligro, mi visión comenzó a oscurecerse. —Matthias, relájate. —Traté de sonreír por sus emociones. El instinto me acosaba a que corra. Agarre firmemente a burbujas y corrí el cobertor para dirigirme a la puerta—. No diré nada. —¿Sobre qué? —dijo Logan. Matthias lanzó una mirada oscura hacia Logan. —Nada —dije—. Estoy diciendo nada sobre nada. —Asegurémonos —puntualizó Matthias sus palabras—. Tristan. Hazlo. Ahora. No llegaría a la puerta. ¿Plan B? Gritar. Los ojos tristes de Tristan brillaban púrpura. Yo estaba fuera de tiempo. Respire hondo y… Un martillo invisible se estrelló contra mi cara. Otro golpe invisible se estrelló contra mi cabeza, tomando lo que tenía de aliento. El dolor barrió mis nervios. Ruidos extraños escaparon de mis labios temblorosos. Mis pulmones gritaban. Pero yo no pude. Gritos sonaban, pero no míos porque no tenía aire, ni vista y una sobrecarga de dolor.

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En resumen, me estaba muriendo.

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38 Traducido por Val_17 Corregido por Joss

Nada. No hay dolor. No hay gritos. Sobre mi espalda, muy aturdida como para moverme, abrí los ojos. Esto... esto no era el hospital. El cielo rojo sangre se cernía sobre un vasto horizonte. Densas nubes negras envueltas cubrían el paisaje mientras viajaban por un camino perezoso. El aire seco es engañoso cuando acaricia la humedad quebrada de mi piel. Amplia nada se extendía ante mí. Miles de ellas. Mi visión todavía no estaba a la altura, pero la civilización no daba señales de vida. Levanté la mano, me froté los ojos, y me di cuenta que todavía estaba sosteniendo a Bubbles, su pico de pato sonriéndome. Una cara amable. Familiar. A diferencia de la ropa. Yo llevaba un vestido. Algún vestido ridículo con metros de tela lujosa que brillaba casi iridiscente, el cambio en la luz fluctuante. Bienvenido a la Ciudad Extraña. La tierra contra mi espalda se sentía con bultos, incómoda. Me moví en mis codos, pero el suelo se deslizó lejos, rocoso e inestable. Miré hacia abajo. Un momento para procesar. Entonces grité. Existía la posibilidad de que nunca lo dejara. Mis ojos se movían. Entendí más. Y más. El pánico estalló en ráfagas heladas a través de mi cuerpo. Trepé para liberarme de un pantano de cuerpos. Oh, sí, dije cuerpos. En todos lados. Agarré a Bubbles en mi pecho, protegiéndola, o a mí, no estaba segura, mientras mi otra mano y los pies descalzos aplastados por la piel, los huesos podridos, agallas. Ojos muertos me burlaban. Mandíbulas abiertas se burlaban. Cantidades variables de carne húmeda en descomposición se aferraban a los cadáveres. Algunos de ellos, y esto me desagrada seriamente, tenían rasguños, mordidas, manchados de sangre, y las cosas que deberían estar dentro salidas en una maraña.

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Se habían estado alimentando. Y yo era la siguiente. Detuve mis aullidos de gato sólo porque había agotado las reservas de oxígeno. Enloquecida agitando mis movimientos y el horror al parecer hacia eso. Encontré palanca y levanté, con los brazos en alto, mirando al frente, difuminando deliberadamente mi visión de bajo nivel que no estaba difícil debido al llanto. Más como llanto histérico. Un montón de lloriqueos. No me atreví a limpiar mi cara. Toda mi paliza había cubierto mi cuerpo, y Bubbles, yo no quería pensar acerca de eso, pero sabía que no estaba tocando mi cara. Aspiré, amordazada, intenté escupir los mocos que vaciaron mi nariz y gotearon por mi boca, pero termine por tragarme la mayor parte. En la situación actual, ni siquiera me dio asco. Capté el movimiento en mi periférica y tranquilicé unos pocos quejidos y el hipo ocasional. Diversas figuras. Moviéndose en mi dirección. No era humano. En dos piernas, encorvada, de piel morena moteada estirada firmemente sobre el hueso. Brazos largos, garras. Algunas puntas que sobresalen de la parte posterior de sus demasiado pequeñas cabezas con demasiadas grandes bocas vivienda de dientes demasiado afilados, y todos estaban demasiados interesados en mí. Comencé a correr. Bueno, tal vez no corriendo. Me tropecé, tambaleé y tambaleé mi camino a través de la desesperación incitándome, Bubbles en un apretón de muerte porque no quería dejar a la mejor amiga de Selena en este horror. La parte inferior del estúpido vestido se estuvo quedando atrapado en el paisaje de pesadilla, la falda pesaba con espantosa vulgaridad y la carne saturó el dobladillo. Agarré los puños del material y tiré hacia arriba. Los bordes mojados del tejido golpeaban contra mis piernas desnudas, pero al menos ya no me frenaron. Cuerpos tambaleándose y rodando bajo sus pies causando estragos en el equilibrio, pero no es mi decisión. El indomable espíritu Lahey, como papá lo llamaba, se reunió conmigo. Un vistazo por encima de mi hombro reveló los monstruos ahora lo suficientemente cerca para ver manchas de sangre en la barbilla, que goteaban por sus dedos-garras, lo que sea, las cosas que van a llevar mis entrañas hacia el exterior si no escapaba. Empecé a murmurar mi mantra, “indomable espíritu Lahey, espíritu indomable Lahey...” El terreno inclinado. Mi progreso lento. No podría desdibujar el paisaje. Todos estos cuerpos. Todas estas personas. Todos pudriéndose en este infierno abrasador esperando ser eliminados por monstruosidades bárbaras.

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Chillidos recogidos en mi estela. Podía sentir su maldad sin sentido, sus ansias de carne fresca. Mi columna se estremeció en previsión de una huelga. La tensión se convirtió en demasiada. Me di la vuelta dispuesta a por lo menos caer luchando. Y tropezando. Apenas tuve tiempo para cubrirme la cara antes de que me estrellara contra el arsenal de cadáveres. Ellos cedieron y en la oscuridad, me cayeron libremente. El suelo proporciono un golpe doloroso cuando me golpeé la parte inferior, pero nunca fui tan feliz de sentir la suciedad. Honestamente bondadosa suciedad. Me di la vuelta a mi derecha, bajo una cornisa para evitar cuerpos y piezas de cuerpos que caían en pos de mí, llenando el vacío. Las tormentas de polvo estallaron en un ataque de tos que hizo subir a algunos de los que mocos que consumí antes y parte de mi tráquea. Me senté hasta que el espasmo calmó. Me caí en una cueva. La única luz que se filtraba por el agujero que había creado, ahora casi lleno con los cadáveres que caían en cascada detrás de mí. Bubbles se puso debajo de un cráneo que había abierto la boca como un juguete que estaba tratando de devorarlo. Agarré al ornitorrinco de las fauces de la muerte y le di una patada a la cabeza a un lado sin piel. Los cuerpos cambiaron. Las bestias de la superficie estaban sacando cuerpos, tratando de llegar a mí. Me apreté contra la pared. Un único monstruo horrible se abrió camino a través de la masa, no muy lejos de la cima, pero demasiado cerca de mí. —¿Aurora? Oh, Dios mío, sabía mi nombre. —¡Aurora! ¿Dónde estás? Espera. Esa voz. —¿Gloria? —Me ahogaba. El monstruo excavó con creces, ayudado por sus compañeros de juego. —Sí, soy yo. —¡Gloria! ¡Ayúdame! ¡Estoy aquí! —Golpeé la pared, el suelo, haciendo todo el ruido que pude. —Dios mío, no dijeron nada sobre una pared. —¡Gloria! En mi búsqueda frenética, ignoré los gul’s. Trabajando en conjunto habían hecho progresos significativos. Uno saltó hacia mí, gruñendo, los dientes manchados de sangre prohibida. La pared detrás de mí explotó. El estallido voló mi cabello hacia adelante, pero los fragmentos voladores perdidos apedrearon a las criaturas. Gloria me tiró de nuevo a través del agujero, pero no antes

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de un monstruo con finas rodajas de incisiones en el brazo arrancara a Bubbles, causando briznas de relleno de vuelo. Caí en un túnel húmedo y escuché el lento goteo hasta que el rugido se desvaneció. Gloria milagrosamente quedó fresca con su pelo de caramelo de manzana roja, con blusa a juego, traje de rayas rojas y blancas, y botines duendes con tintineo de campanas que se enfrentó a los dos atacantes, fácilmente lanzándolos de nuevo a través de la abertura. Ella parecía un bastón de caramelo enloquecido. —¡Atroz hospitalidad! —Gloria se quedó con las manos en las caderas. —¡Cuidado! Los enemigos regresaron con refuerzos, escabulléndose como cucarachas a través de la abertura. —Oh, caramba —dijo Gloria—. Mejor agitemos, agitemos, agitemos nuestras botas. Metí a Bubbles en mi sujetador y le arrebaté la ridícula falda cuando Gloria agarró mi otra mano y corrimos a través del túnel. La luz entrando a través de pequeñas aberturas por encima iluminó el camino, afortunadamente sin ningún tipo de escombros, vivo o muerto. Mis pies golpearon el suelo arenoso como si el calor emanado de la lava fluyera debajo de la superficie. Por lo que sabía, lo hacía. El pasaje se desvió a la izquierda, y la luz carmesí sangraba desde el frente. Gritos animalísticos estallaron atrás. Gloria rió. El túnel se abrió a la nada, los cientos de valles de metros de cadáveres llenos de basura por debajo del aire y sin perder el paso, Gloria me recogió y nos lanzó por el precipicio. A medida que nos desplomamos a una velocidad vertiginosa, mi garganta se cerró literalmente de miedo. Que resultó ser beneficioso, ya que era lo único que mantenía que mi estómago estallará a través de mi cabeza. La piel de mi rostro onduló contra la velocidad. Aparentemente con centímetros del suelo plagado de muerte, las alas de Gloria zumbaron abiertas como un paracaídas, deteniendo nuestra caída y nos facilitó un suave deslizamiento. Su risa bramó. —¡Lo has hecho a propósito! —Nada como un poco de adrenalina para despertarse. —¡Yo estoy despierta! Nos elevó a alturas de vértigo. Ya no podía distinguir los detalles de los cuerpos. Bueno, en cierto sentido. Aterrador en otro. ¿He mencionado que estábamos altas? Tragué saliva. Con las plumas rojas, el bombeo de las de Gloria aparecían salpicadas de sangre. —¡Qué emocionante! —dijo Gloria, entonces olió—. Dios mío, estas olorosa. —¿Qué? —Eso suena alarmante.

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—Apestas, querida. —Oh. —Pero el vestido es precioso. —Bueno, eso hace que todo valga la pena. Subimos en una nube negra. La falta de visibilidad ayudó a mi vértigo. —¿Dónde estamos? ¿Qué es este lugar? —El Mundo de la Espera. La dimensión entre la Tierra y... donde van los demonios. —Estaba tan tranquila al respecto que me tomó un minuto procesarlo. Me puse rígida. —¿Estoy muerta? —Chasqueé mi mano por su cara. Asqueroso. Gran error. Tratar de limpiarme pero no ayudó. Me concentré en mi indignación—. ¡Me mataron! ¿Es una broma? ¡No puedo creerlo! ¿Y voy al infierno? ¿Por qué voy al infierno? ¿Y por qué me entierran en este ridículo vestido? —No, no, no. —Gloria me acarició la cabeza, deteniéndose periódicamente para limpiar su mano en su falda—. No estás muerta. Me tambaleé en sus brazos. —No me sueltes. ¡Por Dios! —Me aferré un apretón de muerte. La cabeza rasgada de Bubbles se asomó. Metí su espalda en mi barbilla. Esta cosa de volar era incómoda—. Así que... ¿no estoy muerta? Gloria se echó a reír. —Estamos casi fuera, tonta. —Pasó el otro brazo a mí alrededor—. Cálmate. Correeeeeeecto. —¿Cómo vamos a salir de aquí, Gloria? Quiero salir de aquí. ¿El Mundo de la Espera entre la tierra y el infierno? No, gracias. ¿Quién está ahí, aquí, si no están muertos? ¿Cómo he llegado hasta aquí? ¿Y dónde estabas tú? —Traté de volver la cabeza para ver su rostro—. ¿Qué te tomó tanto tiempo? Casi me comieron. ¿Cuánto tiempo puedes volar? ¿Estás cansada? —Estoy bien. Gracias por preguntar. —Está bien. Entonces, ¿cómo vamos a salir de aquí? —¿Le pregunté ya? No respondía mucho. Tal vez… —Aquí vamos —dijo Gloria y me soltó. Caí como una piedra. No tuve tiempo de gritar antes de que ella cogiera mis muñecas avergonzada. —Vaya. —Luego cantó—. Arriba, arriba y leeeeeeeeeeeeejos. —¡Gloria! Un estelar de luz brillante.

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39 Traducido por Polilla Corregido por Vericity

Bip —Dr. Lahey…Lo siento ella sólo no está respondiendo. —No reconocí la voz. Bip-bip. —¡Ella se movió! —Eso sí lo hice. Papá. —No vi nada. Puede que sólo tú… —Estoy seguro que ella apretó mi mano. No podía abrir mis ojos, pero papá sostuvo mi mano, acariciando mis dedos. Bip-bip-bip. Bip. —No, ya lo verás. Ella saldrá de esto. Lo hará. Tiene ese indomable… —Espíritu Lahey —terminé débilmente. —¡Oh mi Dios! ¡Ves! ¡Ves! El pitido subió a toda marcha en el monitor del corazón. La máquina más hermosa del mundo. Levanté mis cejas para ayudar a abrir mis párpados. Funcionó. Más o menos. Una vez que rompí el sello de pegamento de mugre que los unía. Una borrosa cornucopia de color me dio la bienvenida. Flores, plantas y globos emboscaron cada centímetro de la habitación. Pero nada podía eclipsar el rostro radiante de papá. Él parloteó con alegría incontenible. Mi mano dolió en su agarre, pero sin quejas. Le habría apretado así de fuerte si tuviera la fuerza. Así como estaba mis lágrimas corrieron desenfrenadas. Él abrazó. Besó. Gritó—: ¡Gemma! —Cuando mi madre no apareció, corrió hacia la puerta y casi se cayó, y me tiró de la cama, porque olvidó soltar mi mano. Reí mientras daba rodeos atrás y adelante pero se rehusaba a dejarme ir, gritando más fuerte—: ¡Gemma! ¡Gemma! —le dijo a la enfermera y a cualquiera apiñado en la puerta—:¡Traigan a su madre! —Luego otro

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frenético—: ¡Gemma! —Y volvió a cubrirme de besos. Esperaba que nunca se detuviera. Gloria se quedó a los pies de mi cama, sonriendo, con lágrimas. —Gracias —dije en voz alta. Sabía que en su estado actual papá no pensaría en nada extraño. Con algunas palabras elegidas mamá empujó a un lado a las personas, golpeó a algunos y colapsó sobre mí, parloteando, sollozando. —Olvídalo. —Gloria me guiñó el ojo y flotó a través del techo. Otro altercado en la puerta. Elevándose sobre todo, Blake barrió lejos la multitud como telarañas, Ayden y Tristan siguiéndolo a su paso. ¿Olvidarme de eso? Ojala pudiera.

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40 Traducido por Zafiro Corregido por mterx

Con un arrastrar de pies me fui hasta la cocina, donde me tragué dos analgésicos sin agua. La familia estaba en rancho de Blake para una barbacoa estilo country con todos los Chicos Malditos y sus familias que se habían lanzado en ayudar, en el de cuidado de los niños, en el suministro de comidas, etc., lo que permitió a mamá y papá pasar veinticuatro-siete en el hospital. En el último minuto había pretendido fatiga y rechacé ir a la fiesta. Un punto para la enferma. Me pasé tres días en coma. Nadie sabía cómo ni por qué. Tristán y Logan habían buscado una enfermera cuando me había quedado inconsciente. No hay mención de Matthias. Seguí con la desorientada rutina. ¿Cómo podría explicarlo? Tristán envió mágicamente mi mente, alma, lo que sea a alguna dimensión alternativa, algún suburbio del infierno, donde casi me comieron viva, pero fui milagrosamente salvada ¿por mi soprano cantante de pop, cabello de neón, ángel de la guarda? Sala de psiquiatría allá voy. Así que plantearon la hipótesis acerca de algo relacionado con la explosión. Cada escáner conocido por la medicina salió limpio. Y ningún otro daño cerebral. —Además de los habituales —señaló Lucian. Todos los involucrados estaban eufóricos por que había despertado del sueño eterno, todos mis movimientos controlados. Mis padres se negaron a todos los visitantes, incluso se excusaron con el Sr. y la Sra. Ishida que querían expresar personalmente eterna gratitud por salvar la vida de su hija. En su lugar, compraron todo lo que había en la tienda de mamá. Literalmente la vaciaron. Mi habitación y todo el hospital parecían un jardín botánico. En casa, mamá y papá pusieron el colchón de aire en mi habitación con el plan de estar tomando turnos para hacerme compañía. En realidad, en el momento en que me despertaba cada mañana los dos estaban allí, generalmente con Oron babeando sobre el pecho de papá, Luna y Lucian envueltos en sus edredones en el suelo, y Selena acurrucada en mi espalda. Por

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no hablar Helsing en mis pies. Durante el día, mi entorno no era muy diferente. Aunque me gustaba el capullo de la familia Lahey, en este punto, un poco de tiempo a solas era bienvenido. Había pasado poco más de una semana desde la explosión y mientras aún no estaba segura de cómo mi pequeña excursión en el Mundo de la Espera sucedió, sabía que los Chicos Malditos eran los responsables. Tristán en particular. ¿Enfrentarlos? No está arriba en mi lista. Abrí la nevera. Nada. ¿Los armarios? Dignos de la rima de Mother Hubbard21. Es cierto, yo estaba de mal humor y en el borde. Los analgésicos tomaban un tiempo para trabajar y mi brazo izquierdo todavía duele donde esa... cosa laceró mi piel. Llevaba tiempo sanar, incluso con mis habilidades sobrenaturales. Revisé el congelador. Bingo. Encaramada en un taburete con la cuchara y el recipiente de un litro, me di gusto. Bueno, lo intenté. Le di unas cuantas estocadas violentas al helado, actualmente con la consistencia del hormigón, y lo empujé a un lado. Agarré una manzana verde del brillante frutero de cristal teñido —para contrarrestar el en un futuro cercano atracón de helado— y corté trozos con un cuchillo. Masticaba lentamente, los crujientes pedazos derramando una deliciosa mezcla de ácido y dulce sobre mi lengua. Una ligera brisa a través de la puerta de tela metálica emitió un perfume embriagador de las flores abriéndose. El sol brillaba en el patio trasero destacando los brillantes colores de la diligente jardinería de mamá. Un pájaro azul salpicaba en la fuente. El idílico paisaje de un libro de cuentos, hasta que formas oscuras entraron en mi vista periférica. El miedo destelló por mi fría piel, grueso y apretado. La visión se astilló en un caleidoscopio psicodélico. Lo siguiente que supe, los Chicos Malditos habían invadido mi cocina, el único ruido se desvanecía, haciéndose eco del sonido vibrante. Los otros chicos miraban boquiabiertos a Matthias que miraba a su derecha, el color aumentando en sus mejillas. A centímetros de su cara, la punta de un cuchillo incrustado en el marco de la puerta, el mango todavía tambaleándose por el impacto.

Hace referencia a una rima infantil, en la que Mother Hubbard encuentra la despensa

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vacía.

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Miré fijamente a mi mano. La mano al final de mi brazo extendido. Ahora estaba vacía, pero hace unos momentos sostenía ese mismo cuchillo. No me acordaba de tirarlo. Todas las cabezas giraron al unísono. Todos los ojos en mí. Todos atónitos.

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41 Traducido por Mel Markham Corregido por Deydra Eaton

—De ninguna maldita manera. —Blake rompió el silencio, una sonrisa extendiéndose por sus rasgos—. Asombroso, nena. Matthias arrebató el mango del cuchillo. Un aullido resonó. Un borrón de gris y Helsing saltó de la nada, hundiendo las garras y los dientes en el antebrazo de él. El cuchillo repiqueteó en el suelo. Matthias balanceó el puño, pero Helsing ya se abalanzaba sobre un taburete, gruñendo y moviendo la cola. Blake se rió entre dientes y, con una mirada vigilante sobre Helsing, se inclinó para agarrar el cuchillo. —Si tocas a mi gato… —Vinimos en paz, nena. Matthias apretó la mandíbula y limpió el goteo de sangre del ataque de Helsing. Oscuros rizos caían sobre su frente cuando levantó la mirada. El ónix se arremolinaba y se tragó sus ojos mercuriales. La habitación se oscureció. Lo apunté con un dedo tembloroso. —Detente. Ayden agarró un bíceps de Australia. —Recuerda, Matthias. Coma. El dolor se grabó profundamente en los hermosos rasgos de Matthias por un momento, por lo que pareció joven y vulnerable. Se quitó a Ayden. —Como si pudiera olvidar. —Lo arañó. El negro se desvaneció. La habitación se iluminó. Los ojos que levantó hacia mí eran de un azul plateado, teñidos de tristeza—. Nadie va a herirte. —Puede ver cambiar tus ojos —susurró Jayden—. Fascinante. —Eso no es normal —dijo Logan. —Sí, bien. —Como si el cambiar de color de sus ojos, y las extrañas y horribles cosas que pasaron cuando lo hicieron, fueran normales—. Váyanse. Ahora. —Retrocedí, tropecé con un mueble, y busqué detrás por otra arma, luego me acerqué blandiendo a Thomas el Tren de juguete de Oron. El hecho

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de que chirrió en mi mano nerviosa me había hecho perder algunos puntos de intimidación. Blake levantó el cuchillo. —Lindo toque, pero creo que fue este pequeño bebé el que tiene su “punto” de ancho. Yendo todo ninja. —Blake hizo la mímica de movimientos de karate—. Muy impresionante para un pequeño polluelo. ¿Cómo hiciste eso? Jayden habló en un tono uniforme. —Aurora, necesitas tranquilizar tu respiración. —Lo estoy intentando. —Si hiperventilas, corres el riesgo de sufrir desmayos. —Dije que estoy trabajando en ello. Logan se aclaró la garganta —¿Te gustaría una bolsa? —Conozco el “boca-a-boca”. Ayden golpeó a Blake en el hombro. —Gracias, pero prefiero que me tires agua. —No sabes lo que te estás perdiendo, nena. —Con un poco de suerte. —Dale el cuchillo. —Todos miramos a Matthias, quien, cuando nadie se movió, le arrebató el cuchillo a Blake, lo volteó en su mano y me lo ofreció a mí, el mango primero—. Tómalo. Te sentirás mejor. Helsing gruñó y saltó para colarse a través de mis tobillos con indiferencia condescendiente y el silbido ocasional. Él estaba disfrutando esto demasiado. Mis dedos tocaron el suave mango, listo para reaccionar si Matthias se abalanzaba, pero dio marcha atrás tan pronto como tuve el cuchillo. Con las manos levantadas, Ayden dijo—: Nos iremos, si quieres… —Sí quiero. Ayden mostró una sonrisa tensa. —No creemos que debas estar sola. Todavía necesitas protección. —De ustedes. —Apunté el cuchillo a Tristán—. ¿Qué me hiciste? ¿Cómo pudiste enviarme a ese…lugar? El rostro de Tristán se desplomó con culpa. Casi sentí lástima por él. Casi. Las pecas se destacaban sobre su de repente piel pálida. Pasó sus manos tan fuerte por su rubio cabello que esperaba ver zonas calvas.

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—No lo sé. Fue un accidente. Nada como eso pasó nunca. —Qué suerte la mía. —Mi estómago amenazó con lanzar sus contenidos mínimos. —Espera. —Ayden lucía confundido—. ¿Qué lugar? Estuviste en el hospital todo este tiempo. Nos aseguramos de que fuera seguro. Todos asintieron. —¿Seguro? —Solté un risa fría—. ¿Hospital? Oh, eso es una tontería. ¡Esa Casa del Terror casi me mata! —Aurora. —Ayden dio un paso hacia mí con las manos extendidas, pero se detuvo cuando levanté el cuchillo. Exhaló profundamente, los labios finos mientras los presionaba juntos—. Lo juro. Todos mantuvimos una vigilancia alrededor del hospital durante todo el día. Ningún demonio. Ningún peligro. Cómo ocurrió el coma —levantó sus hombros—, no tenemos idea, pero después hicimos todo para protegerte hasta que te despertaras. Eso es todo lo que estamos tratando de hacer ahora. Jayden ladeó la cabeza. —¿Qué crees que hicimos? ¿Pasó algo de lo que no estamos conscientes? Me froté el punto sensible donde el gul me había cortado el brazo y estudié todos los rostros. Cada uno parecía genuinamente sorprendido. ¿Podían seriamente no tener idea? Si honestamente no sabían sobre el coma, entonces, quizás… Mi cerebro empezó a doler. Froté mi frente con una débil mano. —No es nada. —Necesitaba hablar con Gloria—. No me estoy sintiendo bien, así que… —Por supuesto. —Jayden movió una mano por el aire como si tratara de cortar la tensión—. Necesitas sustento. Podemos hablar después del almuerzo. Caballeros, vamos a recuperar los alimentos, mientras que Aurora acaba... —Él entrecerró los ojos en desaprobación a mi helado—, su desayuno. En un parpadeo, Blake me agarró y me dejó caer en una silla en la mesa del desayuno. Ayden puso el helado, más una malteada a este punto, sobre la mesa con una clara directiva. —Come. —Jayden trajo un vaso de agua. Logan, después de golpear los gabinetes y cajones, sacó una bolsa de papel marrón. Ayden me puso la chaqueta por los hombros e interrumpió la demostración de Logan sobre el uso de la bolsa para anunciar a todos en la sala diciéndome—: Ya vuelvo. Seguido de cerca por un imperioso Helsing, desaparecieron por el pasillo. Habiendo terminado de jugar, puse el cuchillo en la mesa y coloqué el

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recipiente de helado sobre mis labios para un trago rápido, e hice mi movimiento.

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42 Traducido por CoralDone Corregido por Elena Verlac

Nota mental: Pijamas y pies descalzos hacen un pésimo conjunto para escapar. Escabulléndome hacia la puerta trasera, más allá de la exhibición de flores silvestres, me golpeé el dedo del pie con un rociador. ¿Estaban tratando de matarme? Matthias parecía que probablemente. No me creí el nuevo acto. ¿Era realmente la cosa de Jocelyn? Parecía mezquino. Matthias dominador malicioso, tan mezquino que no era una exageración. ¿Pero enviándome a ese miserable lugar para ser comida viva? Destruida. Sin ser a propósito. Suponiendo que sabían, que estaba todavía en el aire. Y si yo no suponía que tenía que entrar en coma o enganchada a un tren de terror para el mundo de espera, ¿Qué se suponía que debía suceder? Involucrándome en una marea turbia, mis pensamientos se arremolinaban con secretos, verdades a medias y mentiras descaradas. No era como si yo no tuviera lo mío, pero estos chicos eran peligrosos. Tratando de matarme, ¿He mencionado eso? Los analgésicos estaban desenfocando mi cerebro, miré por encima de mi hombro y abrí la puerta. Él me agarro. ¿Quién? No lo sabía. Los analgésicos. Cerebro desenfocado. ¿Te acuerdas? Lancé un golpe torpe que de alguna manera conecto con su mandíbula. Auch. Jayden —seh, siempre al que menos te esperas— gruñó por la sorpresa, pero puso una mano sobre mi boca y la cogió a través, la puerta golpeó al cerrarse. Tragué en contra de mi corazón trepando por mi garganta. Vacilante, Jayden retiró su mano y se echó hacia atrás. Mis ojos se lanzaban por un escape. —Tu ansiedad es compresible, pero fuera de lugar. Los únicos seres con la intensión de hacerte daño están esperando tu salida de tu casa sin protección, brindándoles a ellos la oportunidad de mutilar y asesinar. —Ustedes chicos están haciéndolo bien con la rutina de la mutilación y el asesinato.

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—Me doy cuenta que la idea de estar en coma es aterradora, pero tus signos vitales se mantuvieron firmes en todo momento. Nunca estuviste en peligro físico. —¿Ningún peligro físico? —Prácticamente le escupo mi desprecio—. Ustedes son unos idiotas. —Al parecer sigues insinuando... —Jayden negó con la cabeza—. ¿Qué me estoy perdiendo? Tal vez dejarían de tratar de matarme si supieran que soy la Divinicus, pero entonces tendría un conjunto de otros problemas con ellos y el Mandatum. Pasé una mano por mis rizos, enredando los dedos en los nudos. Mi día se había convertido en un pozo oscuro antes de que tuviera el chance de cepillarme mi cabello. Estupendo. Necesito un teléfono. —Nada —solté y me moví hacia la puerta. Las chancletas de Jayden golpearon detrás de mí. Agarró mi brazo. —Tu protección es nuestra meta. Su pequeño contacto lanzó dagas frías en mi corazón. La furia se extendió a través de mi cuerpo y se hizo cargo antes de que mi cerebro registrara la rabia. Me giré, cerré mis manos en su pecho, una luz brillo donde me conecté y el voló hacia atrás —me refiero a voló— y aterrizó arrastrándose sobre su trasero. Oí una voz salvaje, baja, frágil, quebradiza como el hielo fino diciendo— : Seguro, secuestrándome, manteniéndome prisionero, usándome, ¿Crees que voy a dejar que me alejes de mi familia, haciéndolos sufrir, haciéndome sufrir? Oh no. Ellos. Me. Aman. A. Mí. —Algo golpeó mi pecho para enfatizar la última palabra—. No voy a dejar que nos destruyas, yo no pedí por esto. No quiero encontrarlos. Tú cazas demonios, tú das tu vida por tu preciosa sociedad. No yo. Te lo advierto. ¡Retrocede! La última palabra fue escupida con veneno, entonces la persona dejó de hablar. Me di cuenta de que era yo. Jayden no se había movido a excepción de sus ojos, ellos se pusieron muy, muy grandes. De repente, sin aliento, me esforcé por aire. Manos arañando mi pecho, me caí de rodillas, jadeando, un brazo se fue a mi alrededor. Algo marrón me tocó la cara. —Respira dentro de esto. —La calma usual e imperturbable de Jayden era, bueno, vitalizante—. Mis disculpas, nunca fue mi intensión asustarte. Es cierto que las emociones no son mi fuerte, he sido insensible. Por favor, cálmate, tu presión arterial está aumentando a niveles potencialmente peligrosos.

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Cómo él sabía eso, no estaba segura. ¿Qué sí sabía? Mis manos tenían un leve resplandor. Mierda. Las metí debajo de mis axilas sudorosas. Y respiré en la bolsa. —¿Qué fue eso? —Nada —amortigüé dentro de la bolsa de papel rizado. —No, te veías… extraña y me golpeaste con una irrazonable cantidad de fuerza. ¿Y por qué le temes al secuestro? Definitivamente me estoy perdiendo algo. Me empujé hacia arriba, agradecida de ver mis manos devuelta a la normalidad. —Ataque de adrenalina. —Pero… —Miró más allá de mí y tiró su pelo hacia atrás con una mano, maldiciendo por lo bajo. Me volví, esperando lo peor, como algo viniendo a matarme. Siendo recogida en un poderoso abrazo, grité y arrojé mis brazos alrededor del grueso cuello de Blake. Se dio la vuelta, la valla por poco tomando mi cabeza, antes de dirigirse hacia el patio. —Blake —espetó Jayden—. Ten cuidado, su estado es delicado. —Cálmate, muchacho lógico. —Bájame. —Paciencia mi lady. Te tenemos una sorpresa. La sorpresa me sorprendió bastante como para parar mi retorcimiento y los golpes inútiles al pecho de Blake. Y susurré—: ¡Guau! Repartido en un exuberante césped a la vista, alardeaba un elaborado festín. Ofreciendo costillas, pollo, una multitud de ensaladas y guarniciones, montañas de frutas de colores brillante, canastas de pan y numerosos y deliciosos postres fueron organizados en reluciente cristal y porcelana china fueron colocados sobre mantas de damero rojo. Botellas de cidras de manzana enfriadas en sudantes champañeras plateadas. Jarrones altos abrazaban flores que reconocí del jardín de mi madre. Yo sabía que no le importaría contribuir esta vista, tan impresionante como una obra maestra del renacimiento, con aromas de la vida real que estallaron mi estómago en feroces gruñidos. —Tu madre dijo que no has estado comiendo mucho —dijo Ayden—. Pensamos que esto podría ayudar. Todos estaban ansiosos excepto Matthias, quien estaba en la cubierta a lo lejos concentrado en… ¿Coser a mano algo? —Entonces —Blake me bajó—, ¿nos podemos quedar?

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Miré la boca aguada de la cornucopia. —La comida puede. —Aurora… —comenzó Ayden. —¡Ningún Aurora! Ustedes fueron los que me pusieron en coma y me enviaron. —En mi defensa —Blake puso una carnosa pata de carne en su pecho—, no tenía nada que ver con eso, fue todo de Tristan. —¡Por accidente! —gritó Tristan desde el porche de atrás—. Lo siento, de veras. —Juro que él nunca ha hecho eso antes. —Ayden habló sobre Tristan—. No estábamos tratando de herirte, sé que no lo parece, pero… —Los grandes, malos cazadores de demonios solo aspiran a proteger a las personas. De verdad, ¿esa es la historia que quieres vender? —Es la única que es verdad —dijo Logan —Realmente, realmente, realmente lo siento —terminó Tristan Un teléfono sonó. Blake tiro de uno de nuestros teléfonos de la casa de su cinturón y comprobó el identificador de llamadas. —Es su madre. —Le tiró el teléfono a Logan. —No lo quiero. Jayden y Tristan eran los siguientes en la lista caliente y finalmente Ayden que tras un breve segundo me lo ofreció a mí. —Por favor, danos una oportunidad. —Oye, mamá. —¿Aurora? Acabamos de escuchar que los chicos fueron a verte. —Sí, ya están aquí. Cubrió el teléfono y murmuró algo, asumo que a papá. —Entonces, ¿está todo bien? Si no estás dispuesta, haz que se vayan, inmediatamente o podríamos volver a casa ahora mismo. Analicé el grupo. Hombre, ellos realmente dominaban los ojos de cachorros. Gloria confió en estos patanes. Gloria, que me ha salvado del Mundo en Espera al que ellos me enviaron. ¿Qué si ella estaba equivocada? Pero si ella había sido realmente la única protegiendo a mi familia de los monstruos y renunció… —¿Cariño? ¿Estás ahí? Vale, estamos volviendo a casa. —No, mamá —suspiré, arriesgando a otro viaje al Mundo de la Espera, era un pequeño precio a pagar por la seguridad de mi familia—, estoy bien, ustedes chicos diviértanse. Estamos bien aquí.

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La tensión disminuyó. —¿Estás segura? —Sí. —Clyde, ella dijo que está bien. ¿Qué? ¿En serio? —resopló mamá—. Tu papá quiere saber si “bien” es código de “por favor vengan a casa, estoy siendo retenida por maniáticos hormonales”. —Una pausa—. Y si dichos maniáticos hormonales están escuchando, quiere que ellos sepan que cortara las partes vitales de sus cuerpos y los verá sangrar en una muerte lenta y tortuosa y luego enterrará dichas partes del cuerpo en diferentes continentes en todo el mundo, por lo que nunca será llevado a la justicia y se deleitará con su desaparición insoportable para el resto de su vida, porque tenían el descaro de causar a su hija alguna molestia. Sonreí. —Mamá, papá no dijo eso. —Puede que haya improvisado la última parte. Pero él preguntó acerca de los maniáticos hormonales. —Eres una mujer sedienta de sangre. —No tienes ni idea. Me eche a reír. —Estoy bien, sin código. Mamá suspiró —Está bien, pero no exageres. No vamos a llegar tarde. Llámanos si nos necesitas. Te amo. —Yo también te amo. —Colgué y planté las manos en mis caderas—. Pero si Tristan siquiera me mira de manera equivocada, sobre todo con esa mierda purpura, voy a acabar con él. —Trato. —Tristan golpeó una mano sobre sus ojos. —Y Matthias se tiene que ir. —Está bien. —Matthias reunió su parafernalia de costura. —¡No! —dijeron el resto de los chicos al unísono. — Sí —dije sorprendida de ser imitada por Matthias. —Espera —dijo Ayden—, él no sabía que iba a pasar más de lo que lo hicimos, si lo hubiera hecho, habría cortado su propia cabeza tratando de protegerte de eso. —Oh, por favor. —Casi me atraganté. —Lo digo en serio —La mirada intensa de Ayden respaldó sus palabras—, él… —¡Cállate! —Matthias escupió las palabras con furia, pero el pánico saturaba su mirada—. Ella quiere que me vaya, me voy. Fin de la discusión.

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Logan se apresuró en bloquear a Matthias de escapar y dijo—: No puedes dejar esto así, mantente positivo. Ésa es la sobrevivencia uno-a-uno. —Evitar a Matthias —dije—, eso es supervivencia uno-a-uno. —Matthias —dijo Ayden—. Dile… —De ninguna sangrienta manera. Ayden le lanzó una mirada exasperada. —…que lo sientes. Matthias parpadeó. —Oh, cierto. —Durante varios momentos estudió la creciente hierba. Cuando por fin levanto los ojos a los míos, estaban desprovistos de emoción—. Lo siento, yo no lo sabía, nunca he tenido a Tristan poniéndote en estado de coma. Te doy mi palabra de que no va a volver a suceder. Me mordí el labio con el peso de su sinceridad, lo cual era difícil, porque no podía leer nada en su rostro. Era como si algo remotamente humano se había apagado. No triste, no feliz, no enojado. Solo nada. —¿Cómo puedo confiar en tu palabra? Algo finalmente brillo en los ojos de Matthias, algo doloroso, pero se había ido en un instante. —Tienes razón, no puedes. —Se dio la vuelta y empujó con el hombro a Logan. —Aurora —imploró Ayden. Me quedé mirando la parte trasera de Matthias, a ritmo acelerado, casi huyendo. —Oye, Australia. Se tensó, deteniéndose sin volverse. —Puedes quedarte. Él me miró con esa expresión luchadora natural en serio, casi me pierdo esos ojos helados y sin expresión. —Yippie ki-yay. Apreté los dientes, si termino lamentando esto, al menos moriría feliz, sabiendo que mamá disfrutaría un viaje alrededor del mundo, con partes de su cuerpo. —Pero tengo algunas condiciones. Un músculo tembló en su mandíbula. —Lo que sea que digas.

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43 Traducido SOS por Julieyrr Corregido por Mel Markham

¿Quién juega croquet? Los Laheys juegan croquet. —Me hace sentir como de la realeza británica de otro siglo. —Fue la excusa de mamá. Tuve que admitir que el espectáculo lleno de color se veía bastante en contra de nuestra vibrante hierba verde. —Lo dije. —Papá se alagó a sí mismo y utilizó un lamentable acento británico—. ¿Le apetece un juego, Lady Lahey? —Entonces se inclinó y besó la mano de mamá. Ella fingió estar aturdida, abrumada por sus atenciones. A veces todos jugábamos hablando con acento británico, o por lo menos nuestras versiones tontas. Lo sé. Somos idiotas. Pero también lo eran estos chicos. Logan lanza y pierde. —Tramposo —dijo. —Perdedor. —Blake se echó a reír y luego se agachó cuando el mazo de Logan fue hacia su cabeza. Comenzaron el duelo, utilizando mazos como espadas, y en realidad parecía… competente. Blake recibió un golpe cuando se detuvo para echar una ojeada al paisaje. —Ya sabes, algunas de estas plantas ni siquiera se supone que crezcan en este clima. Acostada sobre el trapo rojo cuadriculado en mi estómago lleno, con los codos apoyados, la barbilla en las manos, le di una mirada dudosa. —¿Qué tienes con las flores? —Me encanta la Tierra —Blake volvió al punto de partida con el mazo extendido. Logan se movió de un tirón lejos de él—, y todo lo que tiene para ofrecer. Empuje el pelo de mi cara. —Mamá tiene buena mano para las plantas. —Tiene más que eso. ¿Cuál es su secreto? —Nadie lo sabe. —Increíble.

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En el campo de cincuenta metros de distancia —lo sé porque tenía la medida de los chicos— Matthias mantuvo la cabeza baja y en silencio continuó… cosiendo. Tenía que permanecer donde pudiera verlo, pero a una distancia segura, y nada gracioso. El resto de nosotros comimos en las mantas, Ayden rellenó mi plato como si un poquito de espacio vacío en el fondo de él le diera vía libre. Locas historias de caza de demonios con líneas que incluyen: “No me eches la culpa, todos pensábamos que a los perros del infierno les gustaba la leche de hueso” y “Oye, ¿quién sabría que Cheez-Wiz haría explotar al gnomo?” me hicieron reír. —¿Cuál era el nombre de esa misión? ¿Operación Comida de Queso Kaboom? —dije. Los chicos lucieron sus miradas en blanco—. ¿No nombran a sus misiones? La voz de Matthias vino a través del patio. —No. Eso sería estúpido. —Oye —le grité—, te dije que trataras de mantener tu boca cerrada. —No, dijiste que no fuera “mi habitual grosero e insultante yo”. Estaba simplemente constatando un hecho. Sonreí y le susurré—: Deberían nombrar a las misiones. —No vamos a nombrar a las misiones —respondió Australia sin levantar la vista de su costura. ¿Tenía audición ninja? —Me gusta —sonrió Blake. Tristán resopló. —Lo harías. Me froté las manos. —Vamos a nombrar esta. —Esta no es una misión —gritó Australia—Es solo un dolor en el cu— —Pregúntame si me importa lo que piensas. Cállate y sigue… cosiendo. —Le hice señas a Blake para que se amontonaran. Después de varios minutos de intenso debate, lo logramos. En un tono vertiginoso anuncié—: Operación Demon Days, Hexy22 Knighs. Knights con una K. Alguien gimió. Matthias hizo una mueca. —Definitivamente no. Es ridículo. —¡Es perfecto! —Blake me levantó para un giro rápido—. Soy un Caballero Maldito. Me encanta tenerla en el grupo. —No —dijo Matthias—. Ella no está… no vamos a mantenerla. 22

Sexy.

Palabra compuesta entre Hex(maldito) y Sexy. Dando a entender un Maldito-Caballero-

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—¿Qué soy, un perro callejero? Jayden negó con la cabeza. —Hexy ni siquiera es una palabra. Tristán frunció el ceño. —Nos hace sonar como magos lanzando hechizos. —No, amigo. Nos hace sonar sexys. —Nos hace parecer estúpidos —dijo Matthias. Mientras Blake me recostaba sobre la manta a cuadros, resoplé. — Bueno, gracias profesor de artes oscuras. —¿Tú no eres la chica inteligente? Cavé realmente profundo por esa. Antes de que pudiera contrarrestar la ocurrencia de él, Ayden produjo un plato de postre. Con una sonrisa pícara colgó una fresa bañadas en chocolate al lado de mis labios. —Aquí, señorita súper espía. Operación Alimente su Cara está en marcha. ¿Qué puedo decir? Soy fanática de los dulces —y el caballero Hexy llevándolas— rápidamente sucumbí al silencio, extremadamente llena de felicidad. Ayden y Tristán terminaron de limpiar. Jayden vagaba cerca de las rosas murmurando, tocando su computadora. Esperaba que no fuera una comunicación alegre al Mandatum sobre cómo había encontrado al Divinicus. No podía creer su arrebato. Pero él había mantenido la boca cerrada. Hasta ahora. Y la combinación de sol, comida, analgésicos y camaradería perezosa me relajó mucho para preocuparme. Blake colocó su mazo de croquet sobre sus hombros y colgó los brazos a los extremos. —Todos lo sentimos. Tristán no había causado ninguna cosa en estado de coma antes, chick-a-dee23. —¿Qué se suponía que ocurriría, Blake? ¿Qué hace Tristán? Sonrió. —Bonito pijama, por cierto. Yo preferiría una bata ceñida, pero tenemos que empezar en alguna parte. —Agradable evasión de mi pregunta. —La manta fue arrancada de debajo de mí y yo rodé sobre mi espalda—. ¡Oye! Ayden se puso sobre mí, sonriendo, con la mano extendida. —Estás retrasando mi limpieza. —Me arrastró y me llevó al columpio-sofá recubierto de dos piezas—. Y tú has tenido suficiente sol. 23

Tipo de pájaro.

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Antes de que pudiera relajarme en el movimiento de balanceo, Van Helsing surgió de los rosales con un silbido para bloquear el descenso de Matthias desde el porche trasero. —Cincuenta metros de espacio personal —dije—. Aceptaste. Con las manos en los bolsillos, Matthias retrocedió. Van Helsing se plantó en el último escalón, redujo el resplandor pegado a Matthias. Después de fotografiar al gato entrecerrando los ojos irritado, Matthias se volvió hacia mí. Creo que trataba de sonreír. —Ahora que estás fuera del coma, lo cual es bueno, sería útil si pudieras responder algunas preguntas —No. —¿Qué? —Por una vez, Matthias parecía completamente sorprendido. Yo también. —No —repitió Jayden. El columpió se sacudió con un nuevo ritmo mientras se deslizaba a mi lado. Se inclinó, su pelo largo cayendo como una cortina de conspiración, bloqueando sus palabras de oídos indiscretos y lanzando aromas especiados hacia mí. —Yo me encargo de esto —murmuró. —Jayden, lo que… —Matthias, ella no está en condiciones de responder preguntas. Los analgésicos que toma han puesto en peligro su agudeza mental, por no hablar del control de sus impulsos lo que explica el cuchillo lanzado a tu cabeza — entre otras cosas— a pesar de que su destreza física debería haber disminuido, por lo que es una anomalía que voy a reflexionar más tarde. —Tal vez deberíamos reflexionar sobre ello ahora. —Matthias frunció el ceño. —Además —se apresuró Jayden—, su tez está más pálida que de costumbre y los círculos oscuros debajo de los ojos indican su falta de sueño. Su pérdida de al menos cuatro libras denota una falta de nutrición adecuada. Su ritmo cardiaco está acelerado, su presión arterial elevada. Además, cuestionarla solo agravará una situación ya deficiente. —¡Lo cual empezó por lanzar un cuchillo a mi cabeza! —¡Lo único deficiente al respecto es que me perdí! Matthias y yo realizamos un concurso de miradas mientras Jayden continuaba—: Es evidente que todavía no se ha recuperado del coma que, accidente o no, causamos. Dale veinticuatro horas. Veré lo que puedo averiguar, y va a estar con una mejor tranquilidad mental para comunicarse. Y tal vez reconsideres tu posición sobre el intercambio de información.

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Matthias se cruzó de brazos y frunció el ceño. —¿Qué te pasa, amigo? Estás siendo más tonto de lo habitual. No estoy… Estoy tratando de… Mira, cuanto antes tengamos respuestas… —No. —Ayden se acercó a mi lado—. Tiene razón. Ella es un desastre y lo estamos empeorando. No obtendremos nada útil mientras esté así. Matthias desató una sonrisa helada. —¿Estás cuestionando mi autoridad? Los músculos de la mandíbula de Ayden estaban trabajando horas extras. —Solo sugería, fuertemente, que retrasemos las preguntas. Pero si tu quieres empujar… La nariz de Matthias se ensanchó. —Sin respuestas, no podemos protegerla como… —Olvídalo —lo interrumpí—. Ya he terminado con ustedes hoy. Mañana regresaré a la escuela. Puedo responder a algunas preguntas entonces, pero solo si tú me respondes primero a mí. Así que si tienes ganas de compartir, búscame. Debo de haber intimidado los demonios fuera de él —o lucía peor de lo que pensaba— porque después de una larga mirada en mi dirección, Matthias respiró hondo y se volvió hacia los chicos. —Refuercen los escudos de la casa. Y alguien se queda aquí hasta que su familia llegue. Jayden, investiga. Logan, Blake, ustedes se quedan con Tristán. Quiero por lo menos un guardia toda la noche. Y Ayden, tú la llevas a la escuela. —Australia se detuvo, sacó algo azul del bolsillo de su chaqueta y se aclaró la garganta—. Si no te importa, ¿le podrías dar esto a Selena? Traté de terminarlo pronto, pero si no le gusta, podemos intentar otra cosa. Arrojó algo a Ayden, quien me lo ofreció a mí. Solo podía mirar lo que Ayden puso en mi mano, tanto la forma en que Selena había tratado a Matthias ese día frente a mi casa cuando yo robé —tomé prestado— el coche de Ayden. Despertando del coma, todavía me aferraba a Bubbles pero le faltaba un ojo donde El Mundo de la Espera de los gul se lo habían arrancado. Ahora, descansando en mi mano, Bubbles seguía mirando con un solo ojo. Pero en el orbe faltante, había un parche de cachemir en el ojo de color rosa brillante en forma de corazón, había sido cuidadosamente cosido a mano. Una cinta rosada estaba adjunta a cada lado, luego se envolvía alrededor de la espalda y las ataba un delicado arco. Sin palabras, vi a Matthias dar grandes zancadas por la puerta lateral. Jayden pasó un dedo por el borde del parche de ojo de Bubbles. —Buen trabajo. —Se quedó mirando al espacio, dijo—: Necesito la computadora de

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Tristán. —Luego se dirigió hacia el lado de la casa, trepando el roble y desapareció por la ventana del segundo piso de Tristán. Ayden se arrodilló delante de mí, inspeccionando a Bubbles y sonrió. — Matthias es —Ayden miró al cielo, buscando la palabra adecuada—, complicado. —Sus ojos recorrieron mi rostro—. Estás cansada. —El viento sopló. Él sacudió los rizos de mi mejilla—. Ya regreso. —Su voz una caricia. Cogí su mano. —Puedes irte. Mi familia va a estar en casa pronto y no quiero parecer un zombi. —Demasiado tarde. —Gracioso —le sonreí—, voy a tomar una ducha. —¿Quieres compañía? —Basta, Blake. —Ayden se puso de pie y dio un revés en el pecho del gran hombre. —Solo intento hacer mi deber de Hexy Knight. ¿Qué te parece compartir el viaje mañana, nena? Puedes sentarte en mi regazo. Hago un gran cinturón de seguridad. —Cállate, Blake —dijimos al unísono Ayden y yo. La astuta mirada de Blake saltó entre nosotros pero no hizo ningún comentario. Logan arregló su corbata. —Te ves muy bien, Aurora. Blake, Tristán, vamos a reforzar los escudos. —Bueno, ¡mírate! Todo Sr. Haciéndose Cargo —dijo Blake siguiendo a Logan fuera del patio—. Es sexy. ¡Ay! Tristán merodeó el tiempo suficiente para murmurar—: Lo siento. —Y se unió a ellos. Ayden levantó un dedo. —Espera aquí. —A medio camino de la casa se dio la vuelta—. Esta vez vas a esperar, ¿verdad? Me eché a reír y levanté dos dedos. —Promesa. —Tú no eras Boy Scout —sonrió y regresó rápidamente de la casa con mi edredón y almohada. El columpio crujió cuando él se sentó y dejó caer la almohada en su regazo con una palmadita—. Es hora de descansar. Me opuse. —Voy a quitar tu mirada zombi. Hazlo por tu familia. —Captó mi mirada. La sostuvo. Calor tiñendo mis mejillas—. Confía en mí. —Tomó mi mano entre las suyas y la acarició con su pulgar lentamente hacia adelante y hacia atrás a través de mis nudillos—. Al igual que yo debí haber confiado en ti cuando me pediste que te llevara a la hoguera.

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Culpo a mi estado de deterioro pero me quedé mirando a esos sensuales ojos marrones líquidos, y cedí. Literalmente caí en su regazo. Cuando me acomodé, la cabeza en la almohada, el cuerpo tendido en el columpio, extendió el edredón y me cubrió. —¿Es siempre tan espeluznante? —Ayden tenía un ojo cauteloso sobre Helsing quien estaba sentado en la hierba mirándonos, moviendo la cola con desaprobación. Sí, las colas pueden hacer eso. —No es del todo malo. Además, le debo. —¿Por qué? Tragué saliva. —Helsing me encontró. En el callejón… después del ataque. Se mantuvo maullando hasta que llegó la ayuda. Ayden metió mi cabello detrás de mi oreja. —Sabía que me gustaba. Empujó el columpio a un ritmo de arrullo, con una mano en mi cintura, la otra acariciando mi cabello hasta que me quedé dormida. Lo cual tardó aproximadamente tres segundos.

***

—Tenemos varias invitaciones para cenar. Incluso una de los padres de tu novio. —Mamá —suspiré cuando Oron pateó el gol de su curso. Gritaba de alegría. Ayden se había ido cuando me desperté después de haber dejado llegar a mi familia. Oh, sí, ellos pensaron que era tan lindo que me meciera mientras dormía. —Lo sé. Estoy bromeando, pero parece agradable. ¡Y comiste! Son mis héroes. —Los babeaste. —Lucian, suficiente —advirtió mamá. —Toda una piscina de baba. —Cállate. —Sonrió mamá—. Si se enteran de que babea podrían rescindir la oferta para el club de campo. Muy engreída. —Podría ser —dijo papá, le faltaba un tiro porque, bueno, él era malísimo—. ¿Sabes cuánto cuesta ese lugar para unirse? —Papá hizo girar su mazo con una sola mano. Le golpeó en la parte superior de la cabeza. Un

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verdadero hombre del renacimiento humorístico.

—brillante

medico

e

interludio

A cuestas con Lucian, quien la dejó pretender que jugaba polo, Selena tocó el baile de Luna, cantando una nueva canción sobre piscinas llenas de baba, y aferrándose a Bubbles. Había gritado de alegría cuando presenté el ornitorrinco de un solo ojo divirtiéndose con su “descarado” parche pirata, Selena solo se decepcionó de que su nuevo mejor amigo, “Matty” —sí, no estoy bromeando— no estaba todavía alrededor. ¿Podría dejarlos? No. ¿Puedo hacer algo para mantenerlos a salvo? Por supuesto. ¿Eran posibles ambas cosas? Probablemente no. Pero tenía que intentarlo.

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44 Traducido por lunnanotte Corregido por CrisCras

Dando vueltas y vueltas toda la noche, me sentía como si nunca estuviera completamente dormida o despierta. Demonios invadían mi subconsciente. Garras cortantes. Sangre. Violencia. Mi único respiro de las imágenes horripilantes estaba siendo ahuyentado por los cazadores que trataban de raptarme con el fin de salvar el mundo. Otra noche estelar. Durante mi rutina de la mañana, el espejo confirmo las ojeras bordeando todavía mis ojos. El maquillaje ayudó y mi cabello recién lavado se veía bien… liso, voluminosos rizos brillaban con reflejos rojos, pero en general me veía como un extra en una película de zombis. —¿Qué estás haciendo aquí dentro? —Luna entró mientras me ponía de pie sobre la báscula en el baño de mis padres. —¿Sabías que perdí dos kilos? —Esperemos que no sean de tus pechos. —Gracias. —Solo estoy diciendo que tu nuevo novio caliente podría dejarte. —Él no es… Luna hizo un gesto con la mano. —Lo que sea. El chico en cuyo regazo estabas babeando ayer. —Amaba a mi familia. En serio. Lo hacía—. Él está aquí, por cierto. —Ella se salió paseándose de la habitación—. Y te trajo otro — cantó la última palabra— reggaaalo. En la cocina, las sonrisas tontas de mamá y papá me impulsaron a preguntar—: ¿Qué está pasando? —No puedes conservarlo —dijo mamá. —Pero puedes… —Clyde, deja que se lo diga él.

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—¿Decirme qué? Me empujaron hacia la puerta del garaje y papá la abrió con un ademán ostentoso. Había escuchado el gutural motor e imaginado que era el auto de Ayden. Estaba equivocada. Tropezando al bajar los escalones, me di cuenta de que el coche de Ayden había sido un modelo pin-up24 de grease monkey25, pero este nuevo era completamente indecente. Elegantes líneas suaves, a poca distancia del suelo, superficie brillante de color azul marino. Ronroneó por una grieta en la autopista y un viaje a través de los Alpes. Lucian y Luna ya estaban rondando a su presa automovilística. Risitas ahogadas de mamá cuando la puerta se cerró detrás de mí. Ayden se acercaba, y con aire despreocupado me lanzó las llaves. Las atrapé con facilidad. No, se me cayeron. Está bien, técnicamente no las deje caer. Simplemente me encogí dolor cuando me golpearon en el hombro y luego las vi caer. ¿Mencione que no dormí bien? Ayden recogió las llaves, tomó mi muñeca, las puso en mi mano y cerró mis dedos. —¿Qué estás haciendo? —dije. Se encogió de hombros y se volvió para estar hombro con hombro conmigo, una sonrisa irónica bailando en sus labios. —Pensé que te gustaría conducir. Hice el ruido de una especie de risa extraña, en algún lugar entre un resoplido y gorgoteo húmedo. —Oh, de acuerdo. Muy divertido, ha ha, pero no. —Le tendí las llaves. Él ignoró el gesto. —Puedes quedártelas. Mi ceño se frunció. —No voy a quedármelas. —¿Por qué no? Es tu auto. Dejé caer las llaves. Sus brillantes ojos color café permanecieron sobre mí mientras las recuperaba, de nuevo, disfrutando de mis sonidos

Estilo estético que comenzó en la década de los años veinte en EEUU y muy relacionado con la Primera Guerra Mundial. 24

Empresa que se dedica a prestar servicios de mantenimiento para automóviles, como cambio de aceité, caja de transferencia, etc. 25

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estrangulados. Con su sonrisa haciéndose aún más grande, Ayden golpeó el metal tintineante de nuevo contra mi mano. —Oh, vamos. —Me las arreglé para conjugar silabas—. Deja de bromear. Él negó con su cabeza. —No es broma. Mis viejos lo consiguieron para ti como un agradecimiento por salvar a Jocelyn. Miré fijamente el auto. Lo miré fijamente a él. —Oh… vamos. —Creo que ya dije eso. Él levanto dos dedos. —Palabra de Scout. Sonreí con suficiencia. Miré hacia las llaves. Miré hacia el auto. —Vaya. —Respiré—. ¿No estás bromeando? —No estoy bromeando. —Vaya. —Mi uso de la repetición era impresionante—. Pero no puedo aceptarlo. Suspiré con genuino pesar y puse las llaves en su mano. —Lo sé. —Sus hombros se alzaron y cayeron—. Cuando mis viejos les hablaron a tus padres sobre ello ayer, ellos dijeron lo mismo. —Bueno, ellos tienen razón. —Los dos nos quedamos mirando el auto— . Es demasiado. —Esperaba no estar babeando. Otra vez. Él asintió. —Mis padres tienden a pasarse de la raya. —Yo diría que sí. —Pero tú salvaste a su hija. Asentí con la cabeza. —¿Así que ellos simplemente me dieron un auto? —Un Maserati. —Un coche muy bonito. Ayden extendió sus manos. —Su única hija. —Cierto. —Suspiré. Otra vez—. No sería justo. —No puedes aceptarlo. —No puedo. Una sonrisa astuta. —Pero podrías conducirlo. Está totalmente asegurado y… —añadió Ayden en un susurro— tus padres dijeron que estaba bien. Le dediqué una mirada de soslayo. —Bueno, en ese caso…

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Ayden me lanzó las llaves. Las atrapé a medio vuelo. No es broma.

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45 Traducido por Janusnelly Corregido por jess_tom

Nuestra llegada a la escuela causó una gran variedad de rumores, desde aprobación hasta envidia, haciendo que el día de Luna y Lucian fuera un éxito antes de que empezara. Ayden se rió de mi expresión de pánico cuando le devolví las llaves. —Fue divertido mientras duró —murmuré—. Gracias, y lo siento por robar tu coche. Bien, mejor dicho, por tomarlo prestado. Ayden puso su brazo alrededor de mis hombros cuando nos dirigíamos a la escuela. Fuera del aula, la multitud nos empujó quedando nuestros rostros muy cerca —Te veo más tarde. —Y por un momento nuestros labios se rozaron. Sentí el calor de su cuerpo y su respiración en mi piel, y justo en el último segundo rizó uno de mis rulos con su mano y se alejó, como si fuera su mascota preferida. Me quedé sin aliento y algo confundida, e incluso por un momento olvidé todos esos peligros demoníacos, me quedé tan abrumada y tan insegura… ¿Estaba babeando? Terminé en la enfermería después de dormirme en el segundo periodo. La enfermera estuvo de acuerdo en no llamar a mis padres si yo me quedaba en reposo y bajo su supervisión. Claramente que no quería correr ningún riesgo con la hija del Dr.Lahey y la heroína que salvó a la única chica de Ishida, quien, por cierto, Ayden mencionó que no había vuelto a la escuela. Probablemente llegó a recuperarse en su hábitat natural. En algún lugar exótico muy lejos, descansando en una playa tropical bebiendo cocktails comprados por Hunky, chicos con poca ropa que frotan su espalda con bronceador y escuchando atentamente todo lo que diga… mientras que yo, despierto de un coma, y ¡bam!, vuelvo a la escuela con un millón de deberes por hacer, y sin tener a mi alrededor a algún que otro chico de playa. Excepto por Ayden, que sería un buen chico de playa. No te emociones tanto… no es más que un novio imaginario. —¿Estás bien? —preguntó la enfermera. —Estoy bien.

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—Estás suspirando y haciendo ruidos raros. —Lo siento. —Contener el festín de lástima no era fácil. La duda estuvo en mí todo el día. Esperaba hablar con Gloria, pero no apareció. Y, no, no intenté rozar la pluma, pero por si acaso la tenía en mi bolsillo. Quería hablar con ella porque parecía que era la única que no me manipularía, pero por el contrario, también podía ser una maestra de la manipulación, manipulándome en manipularme para pedirle ayuda, es decir —¡Guay!, busqué y no era una persona— caí justo en su trampa. ¿Lo tienes? Me alegro de que alguien lo hiciera. Mi cerebro se sentía como un puré de patatas. ¿Jayden les había dicho la idea Divinicus? ¿Qué me lo cargué? ¿Cuánto tardarían en mandarme al Mandatum? ¿Me harían daño? ¿Qué escondían? ¿Cuáles eran sus poderes? ¿Y los míos? ¿Cuánto tiempo estaría a salvo mi familia?... Quería respuestas, pero ¿me mentirían o me dirían la verdad? Y por si fuera poco, sin visiones. Fiskick, el demonio con el nombre más estúpido, y Echo era actualmente DEA26, pero sin duda se escondía en algún lugar oscuro esperando su próxima oportunidad. La vida era un asco.

***

Al fin del día, la enfermera dejó que me fuera pronto. Los pasillos se encontraban claros y silenciosos. Quería estar afuera antes de que la campana sonara, y salieran un montón de cuerpos a toda velocidad como lemmings, llenando los espacios abiertos, y a la vez, mi cordura. Me deshice del montón de libros que llevaba en mi mochila por culpa del trabajo que debía recuperar. Las voces que oía cerca de la esquina no llamaban mi atención, hasta que escuché mi nombre. Entonces, acercándome apoyada en la fila de taquillas, llegué hasta la conversación, y escuché—: Mejor mantenerla confinada hasta que sepamos del cierto qué ocurre. —La voz de Matthias sonaba tensa. —No le va a gustar eso —dijo Ayden. —Tiene razón. —Jayden estuvo de acuerdo. Creo que con Ayden. —Nadie. —La voz de Australia tembló y le costó un segundo calmar su tono—. A nadie debería importarle si le gusta o no. Está en peligro y nosotros no la podemos proteger si está por ahí corriendo. No confiemos en que se quedará en casa. Ha demostrado que va a guardar secretos, que miente, y se puso a sí misma en situaciones peligrosas, y tal vez no sobreviva la próxima 26

Desaparecido en acción.

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vez. Todo esto es por su propio bien. Es seguro que los demonios atacaran de nuevo, y para entonces no tendrá tanta suerte. —Bien pensado. —Claro que sí, Jayden —La voz de Ayden rebosaba sarcasmo—. Pero tenemos el pequeño problema de conseguir que esté de acuerdo. Matthias hizo un ruido que transmitía desprecio. —No tiene por qué estarlo. Nos la llevamos por un tiempo. De hecho ya hice los arreglos necesarios para sacarla de la ciudad. Tenemos varios lugares seguros donde llevarla, aunque cuánto más lejos esté mejor. La oficina de mi padre puede tranquilizar todo cuando esto termine, de mientras estará a salvo y fuera del camino mientras cazamos a esos tipos. Alguien suspiró—: Bien. —Fue Ayden —Voy a recogerla y tenerla preparada. Jayden, ve a buscar algo de su ropa. —Este gruñó de acuerdo. De repente algo zumbó y una de las hadas chilló: —¡Se ha ido! —¿Qué? —No está en la enfermería… —Se detuvo—. Oh, no me miréis así. Me fui por un segundo y… —¿Dónde está? —dijo Ayden con fastidio. Pasaba por el pasillo lo más rápido y silencioso posible. Llegué hasta mi taquilla y comencé a golpear los libros justo a tiempo para ver a tres chicos dando la vuelta a la esquina. Mantuve mi mirada al frente. Ayden hizo un rápido movimiento y se dirigió hacia mí. —¿Necesitas ayuda? —No. —Si Jayden estuviera aquí, mi ritmo cardiaco me delataría. Se apoyó en el casillero cruzando las manos en su pecho —Su amplio pecho firme… —y llenó sus labios con una perezosa sonrisa —Unos labios tan sensuales... Labios que quería besar, y que inexplicablemente quería seguir haciéndolo a pesar del hecho de que éste guaperas planeaba secuestrarme y mandarme a algún “lugar seguro”, vergonzoso. Pero quién sabe qué armas de seducción puede albergar un idiota despiadado. Cerré mi taquilla. —Tengo que ir al servicio. —Puedo esperar. —Claro que puedes.

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Sus ojos me acecharon mientras nuestros pasos retumbaban por el pasillo. Necesitaba ayuda, un plan, más tiempo. Necesitaba a Gloria. Mantuve mi vista fija al frente, sin mediar palabra. Cuando llegué al baño, Ayden bloqueó mi camino mientras abría la puerta. El interior parecía vacío, pero para estar más seguro, asomó la cabeza para revisar, teniendo la decencia de parecer un poco avergonzado por lo que hacía. —Todo limpio. Vamos. —Se movió para seguirme. Me volví y puse una mano en su pecho. —Sólo dobles cromosomas pueden entrar. Es una regla. Como los vampiros. —Cogí el borde de la puerta y la empujé contra él. Nada. Su agarre trató de diseccionar mis intenciones, y me sonrojé. —Por favor. —Bien. —Se lamió los labios—. Voy a aguantar tus cosas. Sujeté mi mochila lejos de su alcance. —No, yo la tengo. Pero gracias, estaré afuera en un minuto. Le di una sonrisa tranquilizadora pero con toda esta tensión probablemente me veía como si me hubiera comido un insecto. Así que un golpe con el cierre de la puerta produjo el mismo resultado, o falta de uno. Frunció el ceño. ¿Sospecha? ¿Preocupación? —¿Estás bien? ¿Aparte del hecho de que estás planeando abducirme? Oh, estoy excelente. Me encogí de hombros y volví al cuarto de baño. —Algo de privacidad no estaría nada mal. Sus ojos se deslizaron por el baño, y entonces en silencio dio un paso hacia atrás. Su mirada sostuvo la mía hasta que la puerta se cerró y la conexión se rompió. Una profunda respiración sacudió mis pulmones, un problema resuelto. Corrí hacia el cubo de basura que se encontraba debajo una alta ventana que no se veía desde la puerta, por lo que si mi autoproclamado guardia de seguridad se asomaba, no podría verme. Puse un pie en el cubo de basura y mis manos en el muro para estabilizarme. A la de tres me alcé hacia arriba, abrí la ventana, y unos segundos después, mi mochila golpeó contra la hierba. En el exterior los jardines se extendían hacia el bosque, libre de miradas indiscretas. Con mis manos en el umbral, me preparé para impulsarme. —¿Aurora? ¿Estás bien? Casi me caigo del cubo de basura. Este hombre era increíble.

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—Por dios, Ayden. —Inyecté mi voz con indignación. —Sólo comprobaba. —Bueno, pues no lo hagas. —¿Todo bien? La puerta chirrió. —Todo, excepto por el hecho de que me estás hablando. Esto no es lo suficientemente humillante todavía. Mantén la puerta cerrada y cállate por favor. No voy a responderte de todos modos ¿De acuerdo? —Está bien. La puerta chirrió y se cerró. —¿Aurora? —¿Qué? —¿Podría ser más exasperante? —Pensé que habías dicho que no ibas a responderme. Sí, efectivamente lo era, me lancé hacia fuera.

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46 Traducido por aa.tesares Corregido por Amy Ivashkov

Impresionada con mi aterrizaje suave, puse una sonrisa de satisfacción mientras alejaba mi cabello de mis ojos y me encontré cara a cara con el hada roja. El hada de Ayden. La espía de Ayden. Pisoteé. —¡Oh, vamos! —Golpeé fuertemente—.Vete. Con la cara sesgada con horror, me esquivó con facilidad, desapareciendo y reapareciendo en nubes de polvo rojo frambuesa. —¡Me puedes ver! —Por desgracia. Me lanzó una mirada asesina. Le lancé la misma mirada, continuando el alto nivel de madurez que comenzó con mi impresionante pisoteo. Ella sacó la lengua. Se la saqué de vuelta. Respiró hondo y entrecerró los ojos. —Eres una chica muy grosera. Me quité el polvo de mis pantalones. —Eres un hada muy grosera. Inhaló bruscamente de nuevo. —No soy un hada. —Te ves como un hada. —Ella brillaba a la luz del sol y sus delicadas alas brillaban como si fueran hiladas a partir de hebras de seda iridiscente. Olía a canela. La no hada se cruzó de brazos y levantó la barbilla. —No me veo como un hada. —Si lo haces. —Nunca has visto ningún hada. —Oh, he visto un montón de hadas. —No lo has hecho.

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—Si lo he hecho. —Esto se está poniendo ridículo, pero al menos le impedía informar a Ayden—. Si no eres un hada, ¿qué eres? Su pequeño cuerpecito se hinchó con prepotencia. Su tono era sarcástico. —No es asunto tuyo. —Pequeña imbécil desagradable. Se detuvo flotando delante de mí. —¿Qué? —Me has oído. Ahora vete y no vuelvas. Reanudó sus zigzags aéreos. —No recibo órdenes de ti. —Es mejor que tomes órdenes de mí. —¿O qué? —dijo, su tono aburrido. Puse las manos en mis caderas y convoqué mi más repugnante estrabismo. —O te heriré. —Está bien, un poco dramático, pero me estaba irritando demasiado. Su risa histérica golpeó mis tímpanos. —¿Me herirás? ¿Crees que me puedes herir? ¿Por lo menos sabes lo que eso significa? Me encogí de hombros. —¿Qué crees que significa? —Pensé que lo había hecho bien. —Nada. —Se rió—. Absolutamente nada porque no me podrías herir incluso si supieras lo que significaba. —¿En serio? Hace un minuto no pensaste que podía verte. ¿Cómo sabes lo que puedo o no puedo hacer? Eso la calmó. —Confía en mí, si puedo verte, puedo herirte. —No creía que pudiera, pero la había atrapado con la guardia baja y quería conservar la ventaja. Se quedó completamente quieta, aunque sólo por una fracción de segundo. Voló alrededor de mi cabeza, el aroma de canela se sentía más fuerte. —Puede ser que te deje en paz, si te quedas lejos de mi chico. —¿Tu chico? ¿Qué eres, su madre? —Por supuesto que no, soy su n… —Se detuvo y agitó un dedo—. Oh, eres buena, pero no lo suficiente. Y ciertamente no eres lo suficientemente buena para mi guapo, dulce y adorable Ayden. Voy a ir a decirle que te estás escapando por la ventana. La dejé circular a unos metros de distancia y luego dije—: Bien. Paró en seco y miró por encima del hombro. —¿Bien? ¿Pensé que estabas tratando de alejarte de él?

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—Lo estaba, pero me hiciste cambiar de opinión. Quiero decir, él es muy lindo. —Revoloteó hacia atrás. El zumbido de sus alas se intensificó—. Deberíamos salir en una cita. —Oh, no. Sonreí. —Oh, sí. Un cita real. No más fingir. Nos tomamos de la mano. Y nos abrazamos. —No, no, no. —Comenzó a zumbar como una mujer loca—. Sin citas, sin manos, ni abrazos, absolutamente no… —Y vamos a terminar la noche con un gran... jugoso... beso. —Mi cabello se alborotó cuando pasó volando y atrapó un mechón con sus alas. Ow—. A menos que estés de acuerdo que nunca nos encontramos. Se paro frente a mí y me miró. —Está bien. —Asintió—. Te voy a dar una ventaja inicial. No puedo mantenerlo lejos para siempre. —Revoloteaba lejos pero se acercó de nuevo en frente de mi cara—. No querría besarte todos modos. —Y se fue.

***

Me escondí, y luego me fusioné dentro la multitud de niños que se dirigían a los autobuses, mi cabello estaba desordenado debajo de un gorro robado. El hospital era mi santuario más seguro porque era público y ninguna cantidad de “suavizar las cosas” por la oficina del sheriff jamás convencería a papá de dejar que me lleven. Encontré el autobús correcto, sólo me relajé cuando pasé las puertas. El alivio no duró mucho. Un chirrido de neumáticos. Un áspero aroma a goma quemada. El Maserati navego mas allá, derrapó en un giro a la derecha y casi chocó con otro autobús, obligándolo a detenerse. Ayden, seguido de Tristán, saltó y corrió hacia el autobús, golpeando la puerta. Miré el número. Era mi autobús regular. Sin saber cuántos Chicos Malditos fueron a la caza y el número de buses que estaban dispuestos a detener, caminé hacia la parte delantera y salí en la siguiente parada. Con las direcciones de algunos niños, pronto estaba de camino al hospital del centro, merodeando en las calles laterales. La acera estaba vacía cuando la visión golpeó. Mi mente construyó un túnel y me llevó a un lugar desierto en un lago lleno de niebla, estaba el Kalifera en la playa sacudiéndose la humedad, era una imagen tan vívida que me estremecí de la bruma. Pateó el suelo y levantó su goteante hocico en alto. Los cuatro ojos amarillos se clavaron en los míos.

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Me vio. Lo sentí. Se conectó con mi cerebro, mi psique, lo que sea. Sentí su presencia entrar en la mía y deslizarse como un veneno infectando cada rincón de mi ser. Ninguno de los demonios en mis visiones me había visto o nos habíamos conectado de alguna manera. Presa del pánico, me obligué a poner distancia y corrí de nuevo dentro de mi cuerpo. Me caí en el edificio más cercano y golpeé mi pecho para reiniciar la respiración. Un grito triunfal hizo eco en la distancia y sentí con cierto pavor porque el Kalifera sabía dónde estaba. Y ahora, me estaba siguiendo. 244

47 Traducido por Joss Corregido por Merryhope

Al igual que una lengua húmeda en un glaciar, yo había congelado el edificio. Mientras otro rugido de Kalifera, más cerca esta vez, me llevó a hacer mi movimiento ninja favorito. Correr. Hasta que mis pulmones ardían tan calientes con cada exhalación, que deberían ser tiros de llamas. Me metí en un callejón para un respiro y me escabullí detrás de un contenedor de basura, acurrucada al lado de la suciedad y el hedor que apenas registraba después del viaje del mundo de espera. Mis dedos hurgaron la pluma de mi bolsillo. —Gloria, Gloria, Gloria. —Cantaba, apretando la pluma en mis apretados puños contra mi frente, pero cuando abrí los ojos, ninguna mujer de alas blancas y cabello color primario estaba cantando y bailando en las calles. Mi piel picaba como si tuviera mil hormigas por encima. Esa sensación, y un cosquilleo en mi cabeza, habían estado volviendo cada vez desde mi conexión con Kalifera. Me mecí con las manos sobres mis oídos y mentalmente la rechacé. La invasión paso como lo había hecho antes, pero sacar su presencia resultó más difícil a medida que me sentía más física y emocionalmente agotada. Quería colapsar, dejarme ser loca. Después de todo lo que había pasado, me lo merecía, ¿no? Pero no podía hacerle eso a mi familia y maldije al espíritu indomable de Lahey que me mantuvo cuerda y en lucha. —¿Desde cuándo dejas que algo como eso te detenga? Mi aliento se quedó atrapado. Mi cabeza se volvió bruscamente, golpeando contra el hormigón. Un motor retumbó, y luego paro. —Ya basta, Tristan. —Oí decir a Ayden—. Era el baño de mujeres. Pearl la echaba de menos también. —Sólo estoy diciendo… —Y ya has dicho lo suficiente. Mantén tus ojos abiertos. Jayden dijo basada en la ubicación de la mochila y los movimientos del demonio que

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deben venir por aquí en cualquier momento. Probablemente, en dirección al hospital. Cogí un trozo de espejo roto y lo asomé por el borde del contenedor y lo utilicé para ver a Ayden en el Maserati aparcado a pocos metros de distancia, en el callejón. No podía tomar un descanso. Ayden golpeó sus manos sobre el volante. —Hemos perdido demasiado tiempo. Debería haber sabido que no estaría en ese autobús. ¿Por qué iba a correr? Pensé… —Relájate. Vas a derretir el volante. Tenemos a alguien vigilando su casa, el hospital, la tienda de flores. La encontraremos. Ayden agarró el volante, se sacudió un par de veces, lo golpeó cuando lo soltó, entonces se dejó caer en su asiento con un rugido. —¡Arrrgh! —Estaba tan enojado. Debí haber arruinado su asalto. Y ellos bloquearon todas mis salidas. ¿A dónde puedo ir ahora? —¿Qué piensas que es? —preguntó Tristán en el silencio tenso, su cabeza giro para explorar la zona—. Ve cambiar nuestros ojos. Ve demonios que la quieren muerta. No puedo ensuciar su mente. Bueno, puedo, pero… Pero casi me mata. —¿Qué? —La cabeza de Ayden regreso hacia su amigo—. Ella no es una que, Tristán. La voz de Tristán se levantó. —¿Qué te pasa? No quise decir eso y lo sabes. Yo era el que quería mantenerla alejada de nosotros, ¿recuerdas? Fue tu brillante idea de acercarse. —Para mantenerla a salvo —gruñó Ayden. —Sí, eso es lo que dije y tú dijiste… —Está bien, lo entiendo. —Las manos de Ayden subieron—. Tenías razón. Es una persona. —Sí, lo es, y tú dijiste: ¿Hay algo entre ustedes dos que debamos conocer? —Te dije que estaba equivocado. —No tienes razón para hacer una pregunta así porque los sentimientos personales afectan nuestro juicio. Dímelo a mí. Me escabullí hasta un contenedor de basura que hacía que los calcetines de Lucian olieran mejor. Y Gloria. ¿Dónde estaba? —No me gusta, pero tenías razón, así que ahora me estoy preguntando. Ayden, ¿hay algo entre ustedes dos que debamos conocer? —No —dijo Ayden, rápido, a la defensiva.

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Mi pecho se fue bajo cero. Sabía que nuestra relación era un montaje, pero a veces... a veces se sentía real. O como podría ser. —Yo solo, yo… —La mano de Ayden pasó por su pelo—. Deja las preguntas estúpidas. No es el momento. Tenemos que encontrarla. Ella está por encima de su cabeza. ¿Cómo puede ser tan estúpida? No nos deja hacer bien nuestro trabajo. En caso que el… Durante su discusión, un rugido demoníaco envió picazón a mi piel. —Está cada vez más cerca —dijo Tristán. Ayden asintió. —Así que vamos a seguirlo. —No —replicó Ayden—. Ella es nuestra prioridad. —Lo sé, pero está tras ella, así que —Tristán levanto una mano—, encontraremos al demonio —levantó la otra mano—, encontrémonos a Aurora. Podría funcionar. El picor se intensificó. Garras invisibles me rozaron la nuca, tirando cada nervio a una atención dolorosa. Otro grito de hambre envió piquetes a perforar mi cerebro. Luces destrozaron mi visión. No podía respirar. Me eché fuera del espacio asfixiante cuando el motor rugió a la vida y aceleró el coche hacia adelante. Con una maldición violenta, Ayden pisó el freno, pero no antes de que el Maserati embistiera mi cadera. Me lanzó en el aire y rodé rápidamente por la parte frontal. —O podrías golpearla con el coche —dijo Tristán—. Realmente suave.

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48 Traducido por Vericity Corregido por kukyalujas

Estás bromeando. ¿Me golpearon con un auto? Espera, me golpearon con mi auto. Mejor que no tenga una abolladura. Para el momento en que rodé lejos y cojeé en el callejón, los chicos estaban afuera y gritando mi nombre. Los enfrenté y retrocedí, mirando sobre mi hombro, sintiendo que la Kalifera estaba cerca. —Aurora, espera. —Ayden extendió su brazo—. Espera —Me golpeaste con un auto. —Soné un poco histérica. Bien, tal vez muy histérica. Alargó las manos. —Tú chocaste conmigo. Tristán le dio una mirada plana. —¿De verdad, amigo? No es el mejor enfoque. —Tienes razón... vale. —Ayden levantó ambas manos en rendición—. Lo siento. No quería. Sólo que saliste de repente de ningún lugar. De... —Miró sobre su hombro. Cuando se volvió sus ojos brillaban con reflejos ambarinos— . ¡¿Te estabas escondiendo detrás del contenedor?! ¿Estás loca o sólo suicida? ¡No puedo creerlo! Sólo... —se movió al auto—, sube antes que consigas que nos maten. Cerca, la Kalifera intentó cortar a través de mi cerebro. Tristán se quedó muy quieto, su mirada en mí. —Ayden —siseó Tristán—, si no te tranquilizas, esta operación se irá en ruinas, y de verdad, no estás ayudando. ¿Qué está mal contigo? —¡No lo sé! —Los brazos de Ayden se agitaron en movimientos frustrados—. Es que... ella... —Señaló el contenedor—. Ella estaba justo detrás... —Cerró los ojos—. Me está volviendo loco. —Juntó las manos y tomó algunos profundos respiros. Cuando abrió los ojos eran sólo de un cálido chocolate disminuyendo mi resolución—. Aurora, lo prometo. Te protegeremos. Confía en nosotros. Confía en mí. Quería hacerlo. Estudié su cara, los ángulos que curvaban en una piel suave y hermosa que hacía derretir corazones, piel que esperaba mi toque, sus

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ojos rogando. Asimilé todo y ansié confiar en él, correr en sus brazos. Me perdería en su tierno toque, le creería la promesa de que todo estaría bien, correría mis dedos a través de su pelo, y suspiraría cuando sus labios bajarían a... —¿Aurora? Ahora. Necesitas subir al auto ahora. Te llevaremos a un lugar seguro donde nunca tendrás que preocuparte de los demonios otra vez. Mentalmente me desaté del abrazo pasional. Era mucho más agradable que la Kalifera rastrillando en mi cabeza, pero tenía que destruir la fantasía y conseguir control sobre mis emociones. —¿Protegerme? —dije, encontrando una fría claridad—. ¿Raptándome? ¿Enviándome Dios sabe dónde? —Seguí retrocediendo, negando con la cabeza—. Sé lo que estás planeando. No dejaré que me lleves. Quédate lejos. Ambos. ¡Todos! —Esta parte final estaba dirigida a la pequeña muchedumbre reunida al final del callejón. Estaba sin duda histérica ahora, rociada con paranoia. Tristán miró a Ayden. —¿De qué está hablando ella? —No tengo idea. —Negó con la cabeza a la expresión dubitativa de Tristán—. ¡Es verdad! Tristán alejó el cabello de su frente. —¿Matthias? ¿Él quería llevarla a algún lado? ¿Hacer algo con ella? —¡No, lo juro! —la confusión enfadada de Ayden cambió lentamente a una comprensión horrible—. Oh, no. —Su mano pasó sobre su cara. —¿Qué? Ayden me dio una mirada de ruego. —No entiendes. —¿Qué es lo que ella...? —¡Oye! —gritó alguien de la muchedumbre—. ¿Todo está bien? —Bien —dije, no queriéndolos alrededor cuando la Kalifera llegara. Que podría ser en cualquier minuto. —Ayden —dijo Tristán, nervioso. —Lo sé. Hazlo. —Ayden se volvió hacia mí—. Aurora, no tenemos tiempo. Tendrás que confiar en mí para hacer lo que es mejor. Aurora. —me llamó otra vez pero yo estaba mirando a Tristán. Mirando sus ojos. —Tristán. —Mi demanda aguda llevó su mirada a la mía. Los círculos purpura se expandieron sobre sus pupilas. Anticipando el dolor en mi cabeza casi ni siquiera me encogí cuando invadió. Estaba, de todos modos, mezclado con los ataques del Kalifera.

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Lágrimas brotaron. Un hoyo se abrió en mi estómago. —No. —Sacudí la cabeza y los miré a ambos, sin molestarme en esconder mi dolor. La escena se enturbió mientras las lágrimas bajaban sobre mi cara. Cerré mi mandíbula para detener el temblor y retrocedí, ganando velocidad a cada paso. Necesitaba salir. Antes de desmayarme o terminar raptada o arrodillada profundamente en los cadáveres del Mundo de la Espera. —Aurora, espera. —Ayden tomó un paso en mi dirección—. ¡No seas idiota! —Empezó a correr pero la llegada del Kalifera lo detuvo. Patinó a la vista al final del callejón, golpeando autos, encendiendo alarmas, aplastando personas con sus enormes garras, despreocupado de sus gritos. Ayden dijo algo pero el caos lo ahogó. Luego alegó su mirada torturada de la mía, así que él y Tristán entraron en la pelea. Me fui al otro lado, golpeada por un estallido de aire caliente, tropezando en la esquina. Una mirada alrededor del edificio me dejó embobada. Tristán apresuraba a la gente a salir del camino mientras Ayden, con lo que tenían que ser lanzadores de fuego en cada mano, golpeaba al Kalifera con brillantes arcos de fuego enfurecido. Cerré mi mandíbula, limpié mi cara empapada y despegué antes que mi cabeza explotase. El dolor disminuyó mientras mis pies me llevaban y corrí hacia el único refugio que me quedaba.

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49 Traducido por Vani Corregido por Vanessa VR

Resollé por las escaleras, me había sorprendido la fuerza suficiente que tuve para levantar las puertas abiertas de Santa Rita. A medida que se cerraron con un golpe sordo, me derrumbé. Si bien el gris pizarra quemó fríamente contra mi mejilla febril, me sentiría más segura lejos de la entrada. Me arrastré hacia arriba y cojeando por el pasillo central, que parecía una interminable extensión, me acosté en el primer banco. Recostada sobre mi espalda, tenía una vista impresionante. Las vidrieras relucían un arco iris de manchas sobre el granito, el mármol y la madera como la luz del sol silenciada a través de los ventanales. Tallas con adornos engalanaban las paredes. Formas celestes pintadas corrían por el techo abovedado embalándome como una tumba. Magnífico con suave elegancia. Hasta las puertas colosales se abrieron como si fueran palillos. Me disparo hacia arriba. Se comprimió mi estómago. Los músculos retorciéndose como un trillón de serpientes anidadas bajo su piel gruesa y moteada, la Kalifera criada. ¿Cómo está en el interior de la iglesia? ¿Tierra santa? Mi cuerpo se movió antes de que mi cerebro diera la orden y corrí escaleras arriba para agacharme detrás del gran altar de mármol. Con respiración entrecortada, me deslicé hasta la esquina y aventuré un vistazo. Todavía estaba en la parte delantera, pero en la iglesia. Demasiado para mi santuario. Traté de recuperar el aliento, pero entre la adrenalina y el cansancio y tratar de sofocar la necesidad de las náuseas contra el hedor de la carne quemada que emana de la Kalifera, era una batalla perdida. Me asomé de nuevo. Manchas de negro donde la carne chamuscada de papel rizado me hizo pensar en un dálmata demoníaco. Ayden encajó varios golpes. Pero no los suficientes.

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Sorbió por la nariz y pateó el suelo. El demonio curvó hacia atrás su labio superior oliendo algo repulsivo, parpadeando el rompecabezas puntiagudo de dientes. Su pierna de atrás golpeó un banco y su pie arremetió contra esto. La madera se astilló. Un grito ronco que sonaba muy parecido a “Nex” salió de su garganta, haciendo que la parte de atrás de mi cuello se erizara. Salí corriendo a través de una puerta situada detrás del altar. Garras chirriando por el suelo me dijeron que me había visto. Me di un golpe en una pared, pero usé el rebote para impulsarme hacia adelante. El suelo tembló. Salté por una escalera, volando los últimos pasos, pero aterricé en un borde y una espiral en la parte inferior de las escaleras. Ruidos chocando fuertemente espolearon a mis pies. Encontré una cocina. La habitación brillaba y olía a pino, las encimeras despejadas excepto por una un molinillo de pimienta y un salero de la torre Eiffel. Metí el salero en mi bolsillo y arranqué las puertas del armario abiertas. Escuchando a Kalifera sigilosa-como-una-estampida de rinocerontes aproximarse, pasé rápidamente mis brazos por los armarios, vaciando el contenido en el suelo en busca de armas. Estaba tratando de levantar la tapa de un recipiente de tamaño industrial de la sal cuando las paredes resonaron. Algo brilló en la esquina de mi ojo. Un pie con garras llegó a través de la puerta y me tiró al aire. La parte inferior de mi cuerpo se estrelló. Mi cabeza dio un latigazo contra un mueble. Me desplomé en el suelo luchando contra un mareo de rápido crecimiento. La Kalifera trató de pasar por la puerta, pero la curva letal de sus omóplatos sobresalientes se enredó en el marco. Se extendía en sus patas delanteras, pero una última sacudida me tiró fuera de su alcance. No sabía dónde aterrizó el cubo de sal, pero agarré la coctelera de mi bolsillo y desenrosqué la tapa. Noté algo en mi periférica. Un montón de ollas y cacerolas estaban esparcidas por el suelo. La mayoría eran de acero inoxidable pero una sartén grande parecía familiar. Todas las mujeres Lahey tenían al menos una en sus cocinas. Una sartén de hierro fundido, negra por el uso. Hierro. Un arma. Demasiado pesada para mi estado de debilidad, se me cayó el sartén en mi primer intento. Mi cabeza palpitaba. Visión borrosa. Y mi cerebro, en modo de acción rápida antes, ahora en cortocircuito del pensamiento al impulso físico, no podía comprender el concepto de agarre. En el asalto, la pared tronó varias grietas permitiendo a la Kalifera oscilar un paso dentro. Apreté los dientes y enfoqué la fuerza, el esfuerzo y las ganas de aferrarme a la sartén y balancearla con fuerza. Hice contacto con un sonoro thwang y un silbido. El sofocante aroma de carne asada fresca excavó el aire. Este sartén se hizo para cocinar después de

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todo. Él gritó. Los cuatro ojos brillaban maniáticamente. Fracturas grabadas fuera del marco de la puerta, crujió más ampliamente, y el demonio surgió a través de la pared en ruinas. Grité. Mi brazo extendido ampliamente. Sal se arqueó a través del aire proveniente de la coctelera abierta en mi mano. Otro silbido agudo resonó cuando el mineral hizo contacto con su piel sobrenatural. Me llevé la mano a la cara, el hedor a quemado era abrumador, y vi la bestia salvaje retorcerse en agonía, pero, lejos de haber muerto, arremetió contra mí. Agarré el sartén de dos toneladas con ambas manos y esperé, dispuesta a infligirle dolor antes de morir, pero antes de que los dientes y las garras me alcanzaran, un peso invisible me presionó de todas partes, amenazando con aplastarme como una lata de refresco. Al borde de un desmayo sin oxígeno, la tensión liberada, golpeé al demonio en la espalda. En el momento en que rodó sobre si mismo, empecé a irradiar y me dejé caer con un grito de dolor, mi piel roja donde había tocado el metal ahora caliente. El Kalifera gruñó un confuso “Divinicus”, levantándose, patas delanteras girando, listo para rasgar sus garras en mi carne. Con un gruñido de sorpresa, se quedó helado. El monstruo y yo miramos la flecha pálida brillante que sobresalía de su pecho. Sucesivamente, tres más penetraron su cuerpo. Todas en el centro. Las flechas translúcidas destellaban luminosas antes de disiparse en jirones nebulosas de humo blanco. Las flechas se habían ido, temía un renovado ataque, pero un grito debilitado farfulló de su boca y la bestia irrumpió en una niebla negra destrozada que se arremolinó en una nube de energía oscura y se agitó en el suelo. En la puerta, con su abrigo de firma deportiva, chaleco, corbata y cabello de neón, Logan se puso sombrío y rígido, con los ojos brillando de alabastro. Preparado en la postura de un cazador, tenía un arco blanco translúcido, listo y dispuesto a golpear con otra flecha brillante dirigida directamente a mí.

***

¿Logan? De todos los chicos, no creía que el dulce, tímido y callado Logan fuera quién me acabara. Pero hoy en día se veía diferente. Hoy se veía salvaje y despiadado. Y mortal. Algo se rompió dentro y una risa cansada escapó de mis labios. Quería pelear. Incluso tomé la sartén, pero la vista de él era una estaca en mi corazón, sangrando por mi voluntad. ¿Qué había en mí que volvía a la gente en la que yo confiaba cruel y brutal?

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Las lágrimas brotaron, se deslizaron por mis mejillas, saladas. La sartén se deslizó de mis dedos, aterrizó con un fuerte sonido metálico en el azulejo. —Sólo... hazlo. Mátame. Acabemos de una vez con esto. —Tristeza intensa me hizo caer de rodillas. Los ángulos crueles de la cara de Logan se suavizaron. Sus ojos parpadearon de nuevo a su habitual color verde esmeralda. Su expresión irritada con desconcierto y luego erosionado en horror. El arma se evaporó, una brisa fresca revoloteando sobre mi piel fría y húmeda la única evidencia de su existencia. —Aurora. —Su voz, apenas un susurro, temblaba de emoción. Comprendí que me iba a desmayar una fracción de segundo antes que lo hiciera.

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50 Traducido por Mary Haynes Corregido por Itxi

—¿Cómo es que eso es mi culpa? —dijo Matthias. La discusión estalló a través de mi estupor e hizo que mi cabeza doliera. Más. —Tú eres el único que quiere decir lo suficiente para hacerla pensar que somos secuestradores y asesinos. —Nunca había oído Logan tan apasionado. —Somos asesinos —dijo Matthias. Malas noticias. —Chicas no. No matamos a las chicas. Buenas noticias. —Ella no es una chica. ¿Noticias Insultantes? —¿Qué? Por supuesto que es una chica. —¿Quieres comprobar? —Cállate, Blake —dijeron todos en coro. Oh. Debo haber temblado. —Está despierta. Intenté mover mi espalda. Muy ambicioso. Me duelen tantas cosas que sería más fácil enumerar las que no. Una manos me ayudan a sentarme. Abrí mis párpados. Techos altos. Muebles pesados, mucha madera oscura brillante, el delicado olor a limón del abrillantador permanecía. Ricos tonos tierra en paredes, telas y accesorios. Las grandes obras de arte representaban antiguas batallas. El fuego crepitaba en una impresionante chimenea de piedra, intrincados grabados de cinceladas profundas. Todo muy cálido, acogedor y muy masculino medieval. A pesar de la serie de parafernalia coleccionables deportivos, balones de fútbol, pelotas de baloncesto, especialmente firmados y

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pelotas de béisbol visibles alrededor de la habitación, era un buen toque moderno. Tristan dijo—: Es la residencia privada del Padre Bancroft. —Lindo. —Asentí, cuidando de no sacudir mi cerebro aún—. ¿Dónde está? —Fuera —espetó Matthias. Se sentó en el borde de un escritorio antiguo, su contenido perfectamente organizado. Recordé la cocina inmaculada. Bueno, anteriormente inmaculada. —Matthias. —Tristan le lanzó una mirada. Australia hizo un sonido de disgusto. —Bien. Ya que estás jugando a ser niñera, necesitamos respuestas. Te dije que era peligroso. —Se puso junto al fuego, de espaldas a nosotros. Tristan tomó una almohada del final del sofá y la metió detrás de mí. —¿Mejor? En realidad no, pero dije—: Está bien. —Así dejó de merodear. Dispersos por la sala en diferentes estados de agitación, los chicos miraban. Salvo Matthias. —Hice té. —Jayden empujó una taza y un plato en mis manos—. ¿Sabías que un kilo de hojas de té puede hacer ciento ochenta tazas de té? La porcelana chocó y el té se derramó en mis manos temblorosas, pero no tenía que haberme estremecido. Era fría piedra. —Voy a hacer un nuevo lote. —Se inclinó hacia delante y susurró—: ¿Estás bien? —Cuando asentí, me acarició la cabeza, tomó el té y se fue. Logan se alisó la corbata. —No iba a matarte. —Él te salvó la vida. —La voz de Blake tenía un toque de orgullo. —Gracias, Logan. —No te haría daño. —Se sonrojó y le lanzó una mirada a Matthias. —Me alegra oír eso. —Me froté la frente—. Entonces, ¿qué era el arco y la cosa flecha? Logan tartamudeó, Matthias se puso rígido y el resto parecía incómodo. —Vamos a llegar a eso —dijo Ayden—. Dinos lo que pasó. —Sí, todo después de que lo abandonaste en el baño. —Recordó Blake. —Ella no lo hizo —dijo Ayden. —Bueno, está bien, lo hizo. Pero no se habría escapado —le dio una mirada acusadora a Matthias, quien realmente estaba acumulándolas hoy—, si no hubiera pensado que íbamos a secuestrarla.

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—Está bien, amigo, eso claramente no fue mi culpa. —Matthias volvió y señaló con el dedo—. Ella fue la que estaba escuchando a escondidas. —De todos modos. —Ayden ignoró a Matthias y me dio un gesto alentador con la mano—. Vamos a escucharla. Puedes comenzar en la parte cuando... me abandonaste. —No —dije. Matthias resopló. —Lo sabía. —Oh, cállate, Matthias. —Cogí una pelota de béisbol de su pedestal en la mesa de café y la lancé. Fuerte. ¿Te he dicho que era la lanzadora estrella de Lahey? Se clavó a un lado de su cabeza con un gran golpe seco. Gritó de dolor. Valió la pena la mirada asesina. Blake agarró la pelota al aire, revisó la firma, y sonrió. —Hey, la bebe te golpea con la bola de Babe27. —Le dio la vuelta para que pudiéramos ver el manuscrito—. Ves, Babe Ruth. —Bueno, estoy segura de que estaría feliz de alcanzar un objetivo tan valioso. —Me burlé—. Así que esta es la forma en la que va a ser. Voy a hablar, pero aquí hay 6 de ustedes y un solo yo y ustedes chicos han sido unos idiotas desde el primer día. Me han derribado, son groseros, me han dado dolores de cabeza, me han mentido, robado mis cosas, entrado a mi habitación, irrumpido en mi casa, tenían sus hadas espiándome, le contaban cosas a mi papá, me perseguían, trataron de secuestrarme, me atropellaron con un coche, y mandado al Mundo de la Espera, en el que casi me comen viva, mientras que al mismo tiempo me pusieron en coma, asustando completamente a mi familia y molestándome seriamente. Así que voy a hacer mi parte, pero lo estoy pensando. —Tomé aire y señalo por la habitación para ayudar a puntualizar mis palabras—. Ustedes. Van. Primero. —Me deje caer en el sofá con los brazos cruzados. Un momento de silencio total, luego Blake pregunto. —¿Quien se coló en tu habitación? —¡Blake! Levantó las manos. —Está bien, pero alguien va a tener que decirme después.

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Hace referencia a George Herman Ruth, más conocido como Babe Ruth, fue uno de los

jugadores profesionales de béisbol de Grandes Ligas de mayor talento y más populares de la historia.

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—¿El Mundo de la Espera? —La mandíbula de Tristan cayó. Giró hacia Matthias, levantando la voz—: ¿¡Me hiciste mandarla al Mundo de la Espera!? Matthias palideció. —No es de extrañar que pensara que la iba a matar —dijo Logan. Tristan avanzó hacia Matthias, pero Blake agarró el cinturón de Tristan y lo levantó del suelo. —Amigo, él no lo sabía —dijo Blake. —¡Él sabía algo! —Tristan se sacudió. Fue inútil. —Todos sabíamos algo —dijo Ayden—. ¿Pero alguna vez pensaste en el Mundo de la Espera? Vamos. Él no podía saber. —No lo hice —dijo Matthias con voz ronca. —Está bien —dijo Tristan. Blake lo bajó—. Pero nunca lo voy a hacer de nuevo. Nunca. —Nunca te lo pedí. —Matthias me dio una mirada afligida—. ¿Estás segura? Tal vez estabas soñando. —Tengo la marca de las garras para demostrarlo. —¿Cómo es eso posible? —Tristán caminó, pasando las manos por el pelo. Matthias se frotó la cara, los ojos grises enturbiados de dolor. —No lo sé, pero si lo es, ¿cómo saliste? Acuné la barbilla en las manos. —No estoy segura. Solo desperté. Matthias parecía decepcionado. —Espera un minuto. —Ayden se volvió hacia mí—. ¿Nuestras hadas? ¿Te refieres a los guardianes? Sabía que podías verlos. —¿Guardianes? Sí, ella parecía un poco insultada cuando la llamé un hada. —¿Se enojó? —Matthias estrecho su mirada oscura—. ¿Cuál de ellas? Oops. —No te preocupes, todo funcionó. Incluso estamos algo unidas. Tristán miró confundido. —¿Cuándo pudo haber hablado con nuestros guardianes? Ayden sonrió con complicidad. —¿Pearl? —llamó, y luego me señaló con el dedo—. Sabía que algo estaba pasando. Nunca deberías haberme dado la pista. En una nube de color rojo cereza, Pearl se unió a nosotros, revoloteando feliz alrededor hasta que me vio. —Tú —se atragantó con vil repulsión.

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Le di una sonrisa dolorosa y un débil saludo con el dedo. Oh sí, muy unidas. —Pearl, no mencionaste que ella podía verte. —La voz de Ayden era suave como una espada afilada—. Y que hablaste. Ella me lanzó una mirada sucia. —Sabía que no podía confiar en ti. Alcé las manos. —No fue mi intención. —Oh, ¡cállate! —escupió y se volvió a Ayden. —¡Tú, cállate! Ella se volvió hacia mí, con una inhalación brusca y un zumbido de energía furiosa. —No, ¡tú, cállate! —¡Pearl! ¡Déjala en paz! La dura reprimenda de Ayden la puso a temblar, motas de canela volaban cuando ella giró en espirales maníacos. —Tú no entiendes. Fue mala conmigo. Muy cruel. Y es peligrosa. Una chica muy peligrosa. Soy tu guardián, Ayden. ¡Tengo que protegerte! Es mi deber. ¡Mi juramento! —¿Protegerme? —¡Sí! —Pearl se cernía frenéticamente frente a “su chico”, y su voz se saturó con disgusto—. Ella amenazó con... Oh, no lo haría. —¡Besarte! Lo hizo. Mis mejillas ardieron. Me quedé mirando el suelo. Ayden rio. —¿Besarme? —Siiiiiiiiiiii. —Pearl gemía de dolor—. ¡Prometió un gran beso jugoso! En una cita real. Sin fingir. Sujetándote la mano y… y ¡acurrucándose! Y pensé que no podía ponerse peor.

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51 Traducido SOS por Vani Corregido por Momby Merlos

El té de Jayden calmó mis nervios mientras me acomodaba en el sofá, con los pies debajo de mí. Ayden puso una manta sobre mi regazo. Se había despedido de Pearl con un severo—: Hablaremos más tarde. —Puedes amenazarme en cualquier momento, nena. —Blake se inclinó por detrás—. Vivo por el peligro de una cita real. Lo alejé y llamé a mis padres diciendo que estaba con Ayden conduciendo el Maserati. Me recordaron que no podía quedármelo. Todavía un montón de —no estamos en libertad de decirlo— pero los chicos eran algo inminentes, demasiado para el refunfuñón de Matthias. —Ella no puede ayudarnos con la operación DDHK si no tiene más datos —argumentó Logan. Matthias se atragantó. —¿Operación qué? —DDHK. Días Demoníacos… —¡Maldita sea! —Matthias se puso de pie— Dije sin nombrar… —Es una herramienta de organización —dijo Jayden. —Y un poco divertido —añadió Tristán. Blake me dedicó una sonrisa de complicidad. Levantando desagradables.

las

manos,

Matthias

se

alejó

murmurando

cosas

Logan se giró hacia mí. —Nuestras habilidades sobrenaturales son genéticas. Transmitidas a través de generaciones. A veces pasa por alto o… como Jayden y Ayden que tienen el gen, pero Jocelyn no. Nunca se sabe dónde va a aparecer. Las habilidades suelen manifestarse alrededor de —se aclaró la garganta y se sonrojó—, la pubertad, por lo que, ah, las hormonas están involucradas, pero nadie sabe a ciencia cierta los detalles. —O no nos han dicho —dijo Jayden—. Me resulta difícil creer que en estos tiempos de tecnología avanzada no han encontrado un criterio científico para descifrar las conexiones dentro de…

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—¿Así que no tenían estas habilidades cuando éramos niños? — Sacudieron la cabeza. Sonreí—. ¿Y cuáles son… sus súperpoderes? Todos miraron a Ayden. Logan miró en la dirección opuesta. Tomando una respiración profunda, mi novio a-veces-desearía-que-sea-real- de mentira se levantó. Anillos carmesí giraban alrededor de las manchas brillantes color miel de sus ojos. Calor arremetió contra mi piel. Mi respiración se detuvo cuando el fuego se apoderó de Ayden, saturando su cuerpo. Di un salto, pero Blake me acomodó hacia abajo con una mano en mi hombro. Sin carne quemada, sólo un aroma ahumado como una barbacoa fresca. Las llamas fluían en pulsantes olas líquidas, lamiendo naranja, rojo, y el ocasional azul. Ellos lentamente se apagaron hasta que nada más que las manos y los antebrazos estaban envueltos en el incendio. Extendió sus brazos. Líneas de fuego salieron en espiral para encender las llamas moribundas en la chimenea. Entonces, como serpientes cazando presas, se deslizaban por la habitación, pero no quemaron nada hasta que encendieron las velas en la mesa al lado mío. Un silbido y las líneas de fuego fueron succionadas de nuevo hacia Ayden, las llamas desapareciendo en sus manos. De vuelta a la normalidad. —Ayden es el más efectivo visualmente —dijo Matthias. Un aroma a quemado permaneció pero ningún daño al “caliente” delante de mí. Lo sé, lo sé, pero no me pude resistir. Un par de cosas me vinieron a la mente. Ese rayo de fuego que liquidó al demonio la primera noche que fui atacada, Ayden controlando la hoguera rodando del infierno, lanzallamas para las manos, el inexplicable calor cuando estaba cerca —bueno eso no era sólo el fuego. —¿Y sus ojos? Los de Tristán se vuelven púrpura, los de Ayden todo fuego, y los de Matthias soy-un-matón-sin-alma negros. Jayden se inclinó hacia adelante. —La alteración ocular anuncia… —Cambian de color cuando usamos nuestros poderes —dijo Ayden. —Eso es lo que estaba diciendo. —Jayden disparó una mirada exasperada a su hermano—. Además puede ocurrir cuando experimentamos emociones intensas. Pero lo más intrigante es que tú seas capaz de ver el cambio. Por lo general sólo otros cazadores pueden verlo. Eres única en tu clase. Sonreí. Si supiera. —¿Qué más? —¿Puedo? —Jayden se sentó en el borde del sofá y me sirvió una taza de té. Colocó su mano sobre el brebaje. Mientras sus ojos se arremolinaban en un torbellino de brillantes azules y verdes, el líquido se heló en un bloque

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congelado. Abanicó sus dedos y el hielo se rompió en líneas de araña. Segundos después el té se hirvió. —¿Controlas el té? La sonrisa de satisfacción de Jayden vaciló. —No… yo… yo controlo el agua. El té, la planta actual, no cambia, sin embargo. —Captó mi mirada y asintió—. Ohhh. Estabas siendo chistosa. —Si eso significa broma, sí. Y me pareció ver una enorme ola esa noche en tu casa. Así puedes surfear en el lago. Su sonrisa estaba de vuelta. —Soy bastante competente. Podría haberte llevado algún tiempo. —Y puedes escuchar los latidos de mi corazón. —Y otros signos vitales debido a que el cuerpo en su mayoría es… —Agua —terminé—. ¿Quién es el siguiente? —Logan controla el aire —dijo Blake—. Por eso se mantiene alejado de Ayden cuando se enciende. Su oxigeno enriquecido alimenta el fuego. —¿El arco y la flecha? —Aire comprimido. Y —Logan me dio unas palmaditas en la mano, lanzando una mirada a Matthias—, no te iba a matar. Australia rodó los ojos y murmuró un irritado—: Caray. —Estoy en sintonía con la Tierra —dijo Blake. —Explica el amor a las flores. —Y todo lo orgánico o parte de la naturaleza. Que es lo que te hizo tropear cuando intentaste salir corriendo. Me eché a reír. —¿Así que la roca sí saltó delante de mí? —Más o menos. —Y Tristán, ¿tu habilidad no es enviar a la gente al Mundo de la Espera? —No. —Tristán se retorció. Matthias acumuló otra mirada asesina—. Ni siquiera sabía que eso era posible. Soy un ilusionista. Creo ilusiones, hago que la gente vea lo que quiero, sientan de una cierta manera o les quito la memoria por completo. Eso es lo que estaba haciendo con la gente en la calle justo después de que Ayden te golpeara con el auto. —Ella me golpeó.

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—Estaba tratando de afectarlos a ellos, no a ti. Pero —Tristán tragó fuerte—, en el hospital… estaba tratando de hacerte olvidar cuando… —No podía mirarme. —Coma. Mundo de la Espera. Sí, lo recuerdo. ¿Y antes, cuando tenía dolores de cabeza, me desmayé? —Lo siento. —Las manos de Tristán se deslizaron por su cabello y acunaron la parte posterior de su cráneo—. Eso nunca… Yo no… —Lucía verde—. No sucederá de nuevo. —¿Tienen alguna idea de por qué soy diferente? Se encogieron de hombros. —¿Y tú? —dijo Matthias. Negué con la cabeza. Esperaba la mirada furtiva de Ayden pero no la extraña mirada de Logan. —¿Qué hay de ti, Australia? —Le pregunté a mi compañero favorito. —Controlo la oscuridad, las sombras. —La mirada de Matthias me desafiaba a hacer comentarios. Así que lo hice. —Eso pensé —dije con baldes de sarcasmo, obteniendo varias risas. No de Matthias. En cambio, dedicándome una sonrisa filosa, especialmente espeluznantes con los ojos transformados en insoldables agujeros negros, levantó una mano. La oscuridad se desangró en una línea de sus dedos y se derramó en el suelo en una larga cuerda de ébano. Con un negligente movimiento de su muñeca, se enroscó y desprendió fuera de la habitación como un látigo, generando puntas blancas y apagando la llama de las velas con una precisión malvada. —Fin de la muestra —dijo Ayden. Matthias se encogió de hombros con indiferencia mientras el “látigo” se retractaba y desaparecía en su mano. Hice todo lo que pude para no lucir impresionada. —¿Cómo se componen los equipos? —No estamos en libertad de decirlo. —¿Cuántos hay? —No lo sé. —¿Quién está a cargo? —No estamos en libertad…

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—¿Qué pueden decir? —Lo que hemos dicho. —Matthias se frotó la mano con ambas manos— . Y todavía no tenemos ni idea de por qué están detrás de ti. ¿Cómo supiste acerca de Jocelyn? Suspiré. —No vas a creerme. Matthias miró a Jayden y dijo—: Claro que lo haremos. Porque no podía pensar en otra cosa, mientras los ojos de Jayden se arremolinaban de un verde oscuro, les conté del sueño. —Ella les está diciendo la verdad tal como la sabe —dijo Jayden en el silencio cuando terminé. Me acarició la mano—. No es una ciencia exacta, pero controlando tu pulso puedo descifrar la veracidad de tu respuesta. —Usar a Herman tiene sentido —dijo Tristán—. Pero, ¿por qué Jocelyn? —Sparky mencionó venganza —dije. Jayden asintió. —Eso es cierto. —Puedes dejar de monitorear sus respuestas —dijo Ayden. Los ojos de Jayden volvieron a la normalidad. —¿Venganza por qué? —dijo Matthias. —Sparky, quiero decir Fiskick, no importaba. Era el otro, Echo, el que la quería muerta. —El aire zumbaba con un silencio incómodo. Miré alrededor de la habitación. —¿Qué? —Jayden, llama a mamá y a papá —El gemelo salió por la puerta, con el celular en la mano antes de que Ayden terminara—. ¿Por qué no sabíamos de Echo? El brillo homicida de Matthias me paralizó. —Tal vez porque Aurora no lo mencionó. Ayden levantó un brazo. —Ella no tenía idea. Mi familia debería haber sido notificada. —Te dije que teníamos que sacarla de aquí —murmuró Matthias. No otra vez. —Hey, yo no… —¡No tú! Me tambaleé hacia atrás por la furia salvaje de Matthias. Sacudió la cabeza y se alejó.

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Con una mirada cansada a Australia, Ayden acercó una silla frente a mí y se sentó, tomando mis manos entre las suyas y metiéndolas debajo de su barbilla. —Cuando nos escuchaste en el pasillo estábamos hablando de Jocelyn, no de ti. Queríamos sacarla de la ciudad antes de que sacara otro truco estúpido. Si esto fuera una caricatura, una bombilla gigante aparecería encima de mi cabeza, significando el momento ah ha donde reproduzco la conversación en mi mente y me doy cuenta del error de cálculo. —Ohhh. —¿Por qué no mencionaste todo esto antes? —dijo Matthias. Ayden se encogió de hombros. —Ella no podía saber el significado. Matthias levantó las manos como si fuera el Señor Razonable. —Me parece justo, pero ¿por qué no nos dicen todo? —Debería haberlo hecho. —Tomé una respiración profunda y me froté las sienes—. Pero ustedes eran tan reservados y me asustaron hasta la muerte y… —Hice un gesto en el aire con la mano como si eso lo explicara todo. —¿Para quién trabaja? —preguntó Blake— Por lo que dijo Aurora, alguien los contrató. Ayden negó con la cabeza. —¿Por qué enviar cinco demonios detrás de una chica sin habilidades importantes? Un Sensible puede tener visiones del futuro. —Se giró hacia mí—. Tenemos cazadores con dones similares. Pero, ¿cómo sabían que lo tenías? Matthias se masajeó las sienes. —Ella no es un cazador. Tendría un guardián. Nada tiene sentido. Fuera de la tranquilidad llegó. —Tal vez tiene otras habilidades, pero no lo sabe. —Logan se desplazó bajo nuestra mirada pero continuó—. No sabíamos qué habilidades teníamos hasta que se activaron. Tal vez sus habilidades no se han activado todavía, o, si lo han hecho —me dio una mirada moderada—, ella no se ha dado cuenta. Me gustaba más cuando no hablaba. Todos me estaban mirando otra vez. Genial. Al menos Jayden no estaba aquí. Con un gesto exasperado dije—: Es posible. —Bien pensado, amigo —dijo Blake. —¿Cuál es el problema con Echo? —dije para desviar la conversación de mí. —Es un demonio de sonido —dijo Ayden—. Dispara ondas de sonido que, literalmente, pueden hacerte volar a través de la habitación. Destruir

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tímpanos cuando tiene suficiente jugo. No es tan poderoso como algunos que literalmente pueden convertir tu cerebro en papilla. —No sabemos de lo que es capaz estos días —dijo Matthias—. Después de su paso por el Inframundo podría haber ganado un par de trucos. —Apuesto a que atacó a Aurora en el lago —dijo Tristán—. Ocultarse bajo el agua habría ayudado a cubrir su presencia. Blake sacudió la cabeza. —Pero eso no explica cómo casi ahoga a Babe cuando yo estaba sosteniéndola. No nos centremos en mí, grandote. —¿Cuál es la conexión de tu familia? —pregunté antes de que nadie más contemplara mi extraño ser. Ayden sirvió una taza de té y la bebió de un solo trago. —Hace algunos años atrás mi mamá lo envió a él y a su novia de vuelta al infierno. Él está fuera. Ella no. La palabra venganza me viene a la mente. Jayden entró en la habitación con los pulgares en alto. —Están sacando a Jocelyn ahora. —Sólo yo me di cuenta que los hombros de Matthias se relajaron—. Pero tenemos otro problema. El demonio en la iglesia… era una Kalifera. Silencio de tensión ondeó a través de la habitación. —Por Dios —dijo Blake—. Alguien realmente la quiere muerta.

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52 Traducido por Polilla Corregido por LuciiTamy

Con las piernas pegadas a mi pecho, me acurruqué en la iglesia en un banco destrozado por el daño de Kalifera y observé a los chicos “limpiar”. La residencia de Bancroft había demostrado ser muy pequeña para todos para caminar y pelear, y ninguno respondería mis preguntas. Ayden encendió cada vela con un fuerte giro de su muñeca, el resplandeciente brillo borrando las sombras de hasta los rincones más profundos. Blake sacudió su cabeza ante los restos destrozados de las rotas puertas principales. Cuando él movió su mano como un director de orquesta, astillas caídas y pedazos de madera danzaron en vida. Convergieron en el marco rajado de la puerta y se pegaron nuevamente en las previas piezas impresionantes de madera tallada. Él caminó por el pasillo y en su estela, los rotos y torcidos bancos se sacudieron juntos y a su lugar. Tomé la parte posterior del mío cuando corcoveo como un caballo antes de fijarse y me maravillé entre tanto él vagaba alrededor rellenando pedazos de piedras faltantes, arreglando grietas, y colocando estatuas y vitrales juntos nuevamente. Detrás de Logan varios mini-tornados lo siguieron como cachorros. Los torbellinos recolectaron suciedad y escombros, saltaron por los aires para sobrevolar el cubo de basura y volcar el contenido antes de comenzar el proceso de nuevo. Estornudé por el polvo. Jayden abrió el grifo en la cocina y regresó con agua siguiéndolo como si viajara un tubo invisible de medio metro. Fluyendo por el aire como una serpiente, zumbando sobre el suelo recién barrido y sobre cualquier superficie luciendo capas de polvo. El agua sucia luego manó hacia fuera por la puerta para empapar el paisaje. —La conservación es la clave —dijo Jayden. Un olor a quemado permaneció en el aire mientras Ayden trabajaba en la barandilla de hierro rota, varios arbotantes de metal, y dos elaborados candelabros de techo se había estrellado en el suelo. Con un silbido, sus manos se encendieron con llamas blancas y azules. El metal se suavizó en sus palmas mientras esculpía el material de regreso a su lugar.

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Con una intensidad tranquila, Matthias se sentó en los escalones del altar, un tapiz rasgado cubría sus rodillas y varias agujas con diferentes hilos de colores se extendieron a su lado. Cociendo. Nuevamente. Encorvado, se mordió su labio y hábilmente empujó la aguja hacia adentro y hacia fuera, dando un suave tiró al final de cada puntada. Él hizo una pausa para estudiar su trabajo o cortar el hilo y atar el extremo antes de determinar su siguiente elección de color, la tensión normal de enojo en su rostro se suavizó en contenta concentración. Hasta que, sin mirar hacia arriba, él gruñó—: Deja de mirarme. Traté pero, pero había observado a mi abuela lo suficiente para saber que él era bueno. Quería preguntar si su mamá le había enseñado, sin embargo preferí mantener mi cabeza atada a mis hombros. —¿Por qué las Kaliferas son tan peligrosas? —dije, en cambio. —Son encantadoramente letales. —Jayden se agachó debajo del agua flotando por el aire—. Los máximos asesinos del mundo demoníaco con una idea en la cabeza y absolutamente sin ningún miedo a la muerte. La tierra santa las mata, pero las Kaliferas poseen una inmunidad parcial lo que les permite infiltrarse en territorio sagrado. Es por eso que una pudo ingresar a la iglesia sin perecer inmediatamente. Su período de tiempo es limitado, fue fatalmente infectada en cuanto cruzó el umbral, pero hubiera tenido el tiempo suficiente para destriparte antes de morir. —Algo así como un Kamikaze. —Me limpié mis repentinamente sudorosas palmas en mis pantalones. —¿Quién lo envió? —dijo Matthias, su voz murmurando por tejer el hilo. Jayden pasó sus dedos por el agua, creando una hilera de mini estelas. —No hay manera de saber. —Logan, amigo, derribaste a una Kalifera. —El asombro de Blake volvió rojo a Logan—. Eres una estrella de rock. —¿Qué pasa si envían a otra? Aire muerto y miradas aprehensivas se encontraron ante mi pregunta. Las manos de Ayden se encendieron mientras giraba el candelabro de regreso a su forma. —Las Kaliferas son extremadamente raras. No pueden tener otra. Él no sonaba convencido. Y no me miraría. —¿Qué no me estás diciendo? Metal se derritió en el agarre de Ayden, brillando de color naranja mientras goteaba. Apretó su mandíbula. Las llamas en sus manos murieron. Él

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se acercó y se puso en cuclillas frente a mí, con las palmas sobre mis pies. Sentí el calor residual a través de mis tenis. —Se supone que todos… se encuentran encerrados por el Mandatum. Tristan se rió nerviosamente. —¿Lo que significaría que un miembro de la sociedad tendría que haberlo liberado y enviarlo aquí? ¿Para matarla? Eso es…malo. —Tal vez no atraparon a todos. Podría ser un solitario —dijo Matthias. —Acorralaron a las Kaliferas cien años atrás —dijo Ayden—. No ha habido ataques a Divinicus o a cualquier otra persona desde entonces. Los atraparon a todos. —¿Cuál… —mi voz chirrió. Tragué—, es la conexión con el Divinicus? Jayden me dio una mirada afilada. —Las Kaliferas —dijo Ayden—, se utilizaban para matar al Divinicus. Son las sus versiones demoníacas, lo que las hace excelentes asesinos. Rastrean a sus objetivos con alguna clase de conexión mental y, con la inmunidad, pueden sobrevivir lo suficiente para infiltrarse en instalaciones seguras. El Mandatum pasó años localizándolas a todas y destruyó a la mayoría. Pero algunas fueron mantenidas vivas y encarceladas. —Tal vez una de ella escapó —insistió Matthias. Ayden le hecho una mirada molesta. —Lo hubiéramos escuchado. Jayden hizo sonar sus nudillos. —Afrontémoslo, algo erróneo está sucediendo. Y la sociedad está conectada. —De acuerdo, ¿pero por qué ella? —Matthias cabeceo en mi dirección. Todos me miraron. —No lo sé —mentí. La mirada persistió así que me defendí—. No lo sé. —Dios. Defensiva con una generosa pizca de quejumbrosa. Ayden se puso de pie y caminó, su mano masajeando la parte posterior de su cuello. —No tiene sentido. Matthias se levantó, mirándome, el tapiz sujetado en su puño. —¿Qué es lo que no estás diciendo? —Debería irme a casa. —Espera un minuto. —Matthias, por supuesto.

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Lo cronometré bien. Cuando me puse de pie coloqué una mano en mi sien, me tambaleé un poco y dejé que mis rodillas cedieran. Ayden me atrapó. –Wow, ¿te encuentras bien? —Eso creo. —Utilicé mi mejor voz entrecortada. —Te llevaré a casa. —Ayden miró a Australia quien parecía desconfiar de mi rutina de Scarlett O’Hara—. Matthias ¿qué sucede con el reporte para la sociedad? Matthias se retorció bajo el escrutinio de todos. —Tendré que mencionar a la Kalifera. —¿Y Aurora? Si alguien está detrás de ella… –Tristan dejó colgando la advertencia. —Creo que eres un maldito tonto. —Matthias se pellizcó el puente de su nariz—. Pero la dejaré afuera hasta que sepamos más. —Gracias. —Mi mirada no fue la única cautelosa. Matthias miró hacia el cielo y pasó su mano a través de sus oscuras ondas. —Tú puedes ser una molestia pero… no quiero que mueras. Dejé salir un exagerado suspiro y bateé mis pestañas. —Esa es la cosa más linda que me has dicho nunca. Matthias cortó un hilo con sus dientes. —No te acostumbres. Me alejé de Jayden quien alzó mis párpados con sus pulgares y miró mis ojos. —Es posible que tengas una conmoción cerebral. Estabas inconsciente, y casi te desmayas en este momento. ¿Tienes náuseas? El ceño de Ayden se arrugó. —Estuviste fuera por un tiempo. —Necesitamos conseguirte atención médica. Estoy seguro que el Dr. Lahey estaría de acuerdo que debes ser despertada cada una hora —dijo Jayden—. Podemos inventar un relato plausible para tus padres. —No. Me sano rápidamente. Jayden se cruzó de brazos.

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—Con una conmoción podrías caer en otro coma. O peor. Alguien necesita quedarse contigo esta noche. Blake abrió su boca. Ayden lo señaló rápidamente y le dio una mirada severa. El gran hombre levantó sus manos, sus labios blancos por presionarlos.

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53 Traducido por JessxFlyller Corregido por LuciiTamy

Estoy sola. No hay ventanas. No hay puertas. Mi familia llora en la distancia. Oron solloza. Mis mejillas arden en lágrimas, mis manos están llenas de sangre por golpear bruscamente las gruesas paredes. —¡Déjame salir! Nadie viene. Las voces de mi familia se detienen. Me derrumbo, sintiendo en mi pecho un hueco de dolor y pérdida. Unos fuertes brazos me rodean. Me resisto. Alguien me hace callar, sacudiéndome cada vez más fuerte hasta que…

***

Me desperté en mi cama lloriqueando, con escalofríos, y sudor frío recorriendo mi piel. Recostado por encima de las mantas, Ayden me meció y me consoló en la oscuridad. Él y Tristan habían estado despertándome a cada hora. De todos modos no estaba durmiendo bien. —Está bien. Nadie va a hacerte daño. —Me acarició el pelo, me secó las lágrimas, e hizo promesas que no podría mantener si el Mandatum descubría que yo era la Divinicus. Con mis brazos apretados a su alrededor, cambié mi lloriqueo por respiraciones vacilantes. —¿Quieres que traiga a alguien? —preguntó—. O podría ir a… —No. —Sequé mis mejillas húmedas—. Estaré bien. Pero deberías irte. —Me quedaré un rato. —Ayden se acomodó en las almohadas, entrelazando sus dedos por detrás de mi espalda. El ritmo constante de su corazón murmuraba en mi oído. Apoyó su mejilla sobre mi cabeza. No llevaba la chaqueta pero el olor a cuero todavía se mantenía en él. Todo muy relajante hasta que…

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—Podríamos contarle todo a tu familia. —Cuando me puse rígida Ayden se apresuró a hablar—. No deberías guardar más secretos. O seguir jugando a las escondidas. —¿Qué pasó con Blake y los padres de Tristan? Ayden se movió. —Algunas personas no pueden manejar esta situación. —Se fueron. —Sí, pero no creo que tú vayas a tener ese problema. Respiré hondo. —No puedo correr el riesgo. Incluso si me creyeran… —Nos creyeran. La ansiedad ahuyentó a mi breve sonrisa. —Vivirían con miedo. Mirando por encima del hombro algo que no pueden ver, con lo que no pueden luchar. —No mencioné que me mirarían como si fuera un bicho raro porque… lo era—. Luego de que fui atacada, incluso cuando regresé del hospital, nuestra familia estaba muy apagada. Todos actuaban demasiado cautelosos, preocupados, nerviosos. Fue horrible… —No fue tu culpa. —Me abrazó más fuerte. —Tal vez, pero eso hizo una gran herida en nuestra vida familiar y siento que por fin estamos solucionándolo. Yo no… —me tragué las lágrimas—, no quiero echarlo a perder de nuevo. No a menos que tenga que hacerlo. Por ahora, están más seguros, más felices así. Si algo de eso cambia, me haré cargo de ello, pero nunca se lo he dicho a nadie antes y… preferiría no hacerlo. Por ahora. —¿A nadie? ¿Nunca? —Me quitó un mechón de la frente. —A nadie. —Tiré la cabeza hacia atrás—. Hasta ahora. Con la luz de la luna detrás de él, sus ojos parecían negros, impenetrables. Compartimos una larga mirada antes de que la luz del atardecer brillara detrás de nosotros y su brazo se apretara más contra mi espalda. Su otra mano subió hasta mi mejilla, deslizando los dedos por mi piel para terminar enredándose en mi cabello y guiar mi boca hasta la suya. Vaciló, acercándose tanto que su aliento se estremeció contra mí, entonces sus labios, cálidos y suaves, rozaron los míos. Un hormigueante escalofrío se disparó por mi piel, por mi cuerpo. Me acerqué más a él. Pasé mi brazo por su espalda, disfrutando del prolongado contacto, sintiendo sus brazos moldeándonos como si fuéramos uno.

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Su boca exploró la mía, lento, sin prisas, y luego viajó perezosamente hasta mi mandíbula, siguiendo hasta el cuello, era suave como alas de mariposa. Él me puso de espaldas suavemente, tensando los músculos de sus brazos para no dejar caer todo su peso encima, pero yo ansiaba esa conexión y lo atraje hacia mí. Incliné mi barbilla hacia atrás. Sus labios quemaban como brazas. Levanté la rodilla, curvando los dedos del pie a causa de la tensión sensual que ondulaba por mi cuerpo. Él acarició el hueco de mi garganta con la punta de la nariz, donde mi pulso latía frenético, e hizo un camino ardiente hasta llegar a mi oreja y mordisquear el lóbulo, pasando suavemente los dientes, luego fue de nuevo a mis labios, incendiando mi esencia. El tentativo beso se intensificó, con más hambre, con más calor, hasta que… —Ow. —Me aparté, llevando la mano a mis labios que aún ardían. Rodó sobre su espalda. —Lo siento. ¿Estás bien? No quería que… —Sacó su brazo de debajo de mí y empezó a salir de la cama—. Debo irme. —El edredón atrapó su pie, y en un intento de desenredarse, cayó al suelo. Me dejé caer sobre mi estómago y me colgué al borde de la cama. Él le dio una patada al edredón alrededor de su pie como si fuera la serpiente personal de Satán tratando de llevárselo al infierno. —Está bien —dije entre risas—. Yo… no me di cuenta de lo que podría pasar. —Sí. No estaba muy seguro de mí mismo. Es, ah, algo en lo que tengo que trabajar —suspiró—. Deja de reírte. Aclarándome la garganta, le tendí mi mano y contuve la risa, pero no la sonrisa—. ¿Por qué esto no pasó antes? Finalmente libre, Ayden tomó mi mano y me dejó ayudarlo a levantarse. Se quedó de pie frente a mí, con la cabeza ladeada. —No estoy seguro. —Bueno —me removí de nuevo en la cama—, será mejor que te vayas. —Probablemente sea una buena idea.

***

—No. Es. Posible.

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Ya fuera por el completo asombro o la sutil pizca de regodeo que estalló en mi subconsciente, no estaba segura, mantuve los ojos cerrados. Fue el “¿Aurora?” de Ayden, cargado de urgencia, lo que me hizo entreabrir los párpados. Luna estaba de pie con los brazos cruzados y una sonrisa de satisfacción. —Hola —bostecé, con la cabeza descansando cómodamente en el hombro de Ayden. Parpadeé un par de veces y le sonreí. Esperaba no haber babeado mientras dormía—. ¡Oh, mierda! Me incorporé de golpe. La sonrisa de Luna se amplió, lo cual no creía posible. —Ahora, eso es lo que estaba buscando. —Luna, esto no es lo que parece. Ayden puso las manos detrás de su cabeza y levantó una ceja. —¿No lo es? —le lancé una mirada asesina. Él se volvió hacia Luna y dijo con fingida seriedad—: No lo es. Traté de salir de la cama, pero con Ayden acostado encima de las sábanas y yo debajo, estaba atrapada. No es que no hubiera intentado liberarme. El hecho de girar, tirar y gruñir sólo divirtió más a Luna. —Es una historia graciosa. —Me reí—. Me golpeé la cabeza y no quería preocupar a mamá y papá así que Ayden se ofreció a mantenerme despierta. —Oh, apuesto que lo hizo. —Lo hice —sonrió él. —No estás ayudando —le susurré a Ayden y luego le hablé a Luna—. Eso no es lo que quise decir. —¿No lo es? —Luna estaba disfrutando tanto de esto. —No lo es. —Y ahí iba Ayden. —Basta. Los dos. Luna, por favor. Él sólo iba a quedarse hasta que yo me durmiera, y luego ambos nos quedamos dormidos y… —Lamentablemente —Luna se encogió de hombros—, te creo, pero mamá y papá van a enloquecer. Por lo tanto —sus ojos brillaron—, no voy a decirles. —¿En serio? —Claro. Pero necesito un favor. —Lo que sea.

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Ella suspiró con un dramático pesar. —Es casi demasiado fácil. Un golpe en la ventana. Me encogí. Luna separó las cortinas. Agitó la mano en forma de saludo y abrió la ventana. —Hola, Tristan. —Hola, Luna. ¿Qué hay? —Sólo chantajeaba a mi hermana. —Bien por ti. —¿Te unes? —Ah, Ayden, ¿nos unimos? Ayden salió de la cama. Al fin. —Nope. Tengo que irme. —Empezó a salir por la ventana. —¿Nos estás dando un plantón? —preguntó Luna. Ayden se detuvo, a horcajadas sobre el alféizar. —¿Me chantajearás a mí también? Luna se encogió de hombros. —No, sólo preguntaba. —En ese caso, te recogeré en una hora. ¿Qué auto prefieres? —Sorpréndeme. —Lo haré. —Él me guiñó un ojo y desapareció.

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54 Traducido por rihano Corregido por Aimetz14

Postrada en cama por la gripe, la madre de Danica se excusó de llevar a las chicas a un concierto en Los Ángeles. Llevarlas era la obligación de Luna. Ayden y la pandilla estaban encantados. Me había negado a dejarlos tener a Tristán borrando los recuerdos de Luna. Además, Tristán estaba aterrorizado de que pudiera enviar a alguien en mi familia al Mundo de la Espera. —Podría ser genético —razonó él. Así que teníamos un equipo de seguridad. También terminó por sentarse dentro, yo paseaba por la calzada hasta que Ayden se detuvo. Los gritos vertiginosos desde la casa señalaban que las oportunistas llegarían en breve. Ayden se inclinó para abrir mi puerta y entré. —Oye, justo a tiem… —Estamos utilizándote como señuelo. Estuve a punto de cerrar la puerta en mi pierna. Ayden miró hacia delante, con los nudillos blancos sobre el volante. —¿Qué? —dije con voz ronca. —Tú eres el cebo. No se supone que te lo diga, pero… —se mordió los labios, los ojos lanzándome miradas de reojo, luego regresó a mirar al frente— debes saberlo. Estamos usándote para sacar a Echo y Fiskick. Me aclaré la garganta, seca como pergamino. —¿Qué tengo que hacer? Luna y Danica irrumpieron por la puerta principal y salieron en estampida hacia nosotros. —Quédate conmigo. —Ayden soltó una mano para agarrar la mía. Su toque demasiado caliente, pero no me aparté—. Voy a mantenerte a salvo. Danica y Luna tocaron la ventana. —¿Ustedes tortolitos nos va a dejar entrar? —¿Y ellos? —pregunté. La sonrisa de Ayden era forzada, pero tranquilizadora. —Tenemos que conseguir cubrirlos.

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***

El reciente Centro de Convenciones de Los Ángeles conformaba varias cuadras, los edificios floreciendo de la tierra como un extraño modelo futurista en modernas y lisas contorciones de acero y vidrio, conectados en los niveles superiores por pasarelas anexas. Albergaba grandes y pequeñas salas de conciertos, un par de teatros para obras de teatro, un estadio deportivo y una multitud de salas de conferencias. Estábamos en una de las pequeñas salas de conciertos donde las concesiones zumbaban con la actividad de la multitud mayormente gótica, pero el resto del lugar parecía muerto cuando habíamos llegado. Ayden y yo pusimos las manos sobre los oídos cuando comenzó el chillido. —Sí. Puedo ver que están entusiasmadas. —Trató de hablar Jayden sobre las chicas gritando—. Pero necesitas… Danica arrancó el pase entre bastidores de Jayden. —¡De ninguna manera! —Ah, sí. ¿Recorrido? —dijo Jayden—. Ahora si ustedes quisieran… —Los pases están custodiados —susurró Ayden—. Fuerte protección. —¿Cómo conseguiste este? —Luna saltaba arriba y abajo. —Hay condiciones con… —¿Son éstos, iguales a sin restricción? Ayden rió y se dirigió a su hermano. —Necesita ayuda. Mi cabello se levantó en la punta mientras un millar de ojos se clavaron en mi espalda. Me volví para encontrar a Blake, Tristán y Logan todos viéndose igualmente incómodos. —Así que… —Blake tomó una respiración profunda, su impresionante pecho hinchándose mientras las palabras salieron—: Logan tiene algo que decirte. —¿Qué? —chilló Logan—. ¿Por qué yo? —Estamos utilizándote como señuelo. —Tristán miró a sus manos retorciéndose. —No se supone que te digamos —dijo Logan. La sonrisa que se apoderó de mi cara ahuyentó el frío en mis huesos. — Lo sé.

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—¿Lo sabes? —dijeron, luego se miraron entre sí—. Ayden. —¿No deberían estar en sus puestos? —dijo Jayden en voz alta. Logan asintió. —Sólo hablando de... cosas de chicas —dijo Tristán. —Rímel —dijo Blake. —¿Qué? —dijo Tristán. —Permiso. —Logan empujó a los chicos. Jayden se inclinó. —Hay algo que los otros desean que permanezca en secreto. Pero creo tener el conocimiento sería beneficioso. Eres… —Un señuelo. —No me molesté en ocultar mi sonrisa. —Exactamente, pero no te alarmes, porque… —Se echó hacia atrás—. ¿Tú sabes? —Sí. Jayden se quedó mirando en blanco, luego acarició mi cabeza. — Excelente. —Desapareció entre la multitud. Ayden se acercó. —Eso fue más extraño de lo habitual. ¿Qué dijo? —Nada. —No podía ver a Luna—. ¿Dónde…? —Entre bastidores y ya que nada menos que el mundo explotando los va a afectar, pensé que conseguiríamos comida y encontraríamos nuestros asientos. —¿Es esto parte del plan? —Estoy tratando esto como una cita hasta que cambien las circunstancias. —Ayden me agarró por el codo—. ¿Vamos? Pasé mi brazo a través del suyo y lideró el camino. —¿En serio? —Sí. —Una sonrisa maliciosa iluminó su rostro—. Una cita real. Con un montón de agarre de mano y… —Cállate. —Retrocedí con una sonrisa, pero se mantuvo firme. —Y abrazos. —Guiñó un ojo. Enterré mi cara en mi mano libre, mirando hacia arriba cuando un agudo silbido sonó. Matthias se abrió paso a través, sin estar fuera de lugar en la multitud de aspecto taciturno.

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—No sé cómo, pero los demonios consiguieron pasar nuestras defensas. —Matthias no parecía muy preocupado—. Aurora, Ayden te va a poner en una habitación segura hasta que nos encarguemos de ellos. —Como señuelo, ¿no sería más efectivo si me quedo a la vista? Matthias se estremeció, rechinando de dientes. —¿Cuál de ellos te lo dijo? —Se concentró en Ayden. —¿Cual? —dije. Con un gruñido, Matthias apretó un botón en su reloj y habló por él. — ¿Qué parte de “no le digan nada” no entendieron? Un momento de silencio, y luego la voz de Blake crujió a través de la estática. —No puedo… —La estática sonaba sospechosamente como el papel arrugado—. Oír… —Más “estática” y luego… cortó. Matthias suspiró y luego habló al reloj de nuevo. —Están aquí. El plan está en marcha. Muévanse. —Después de una sacudida acusadora de su cabeza hacia mí, se marchó. Dejé a Ayden para alcanzarlo. —Yo estaba hablando en serio. Matthias deslizó una mirada venenosa hacia mí. —¿Acerca de qué? —Yo no quiero ocultarme. Estoy cansada de correr. Déjame ayudar. —Claro —resopló—. Quédate fuera del camino. Retrocedí para suplicarle a Ayden. —Dile… —No hay oportunidad. Estoy con Matthias en esto. Una puerta que decía “Solo personal autorizado” se abrió, Blake estaba parado en la puerta. —Vaya, amigo, nunca pensé que te oiría decir eso. —Yo tampoco. —Ayden me empujó más allá del tipo grande.

***

Corrimos a través del anexo con cúpula de cristal, las estrellas brillando por encima entre aglomeraciones de nubes oscuras. Entrando en la sala principal de conciertos, nuestros pasos corriendo resonaban en el espacio enorme, vacío y oscuro. Blake nos condujo a través de otra puerta y bajando una escalera. Dos tramos más tarde nos apresuramos en fila india a través de las catacumbas subterráneas, a lo largo de pasillos húmedos y rancios, estrechándose ante la desorganización de equipos de escena. —La habitación de seguridad está preparada —dijo Matthias—. Enciérrenla dentro y luego pónganse al corriente.

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—No —dije—. Yo voy a ir. —Nuevo plan. Enciérrate con ella. —De acuerdo. —Ayden nos hizo deslizar a ambos hasta parar. Traté de retorcerme de su agarre. —Estoy cansada de dejar que todo el mundo luche mis batallas. —Se llama cortesía. —Ayden golpeó con el hombro a un lado un tablero revelando una puerta que abrió—. Trata con esto. —No. —Me crucé de brazos. Hice un mohín. Fruncí el ceño. Cuando cerró los ojos y negó con su cabeza, exasperado, bajé mi hombro y lo metí en su espalda. Tropezó en la habitación. Cerré la puerta y corrí en la dirección en que Matthias y Blake se habían ido. Zas. Un muro de llamas entró en erupción. Patiné hasta detenerme a centímetros del calor abrasador. Retrocedí y no había dado ni dos pasos antes de que otra pared de fuego me detuviera pronto, atrapándome. Giré con frustración. —¡Ayden! Abrió la puerta y se apoyó contra esta con naturalidad irritante. Incluso bostezó. —¿Me llamaste? —Oh, cállate, engreído, arrogante… —Dices eso como si fuera algo malo. Le disparé dagas con la mirada. Junto con espadas, guadañas, escalpelos, cuchillos, chuzos, estiletes y cualquier otra arma afilada que pudiera pensar que comenzara con una “s28”. Ni siquiera parecía herido. —Mira. —Me paré cerca y traté de sonar razonable—. Si tú estás aquí mirándome, no estás ayudándolos. Ayden miró por el pasillo. Los músculos se crisparon en su mandíbula. Cuando miró hacia atrás, sonrió con confianza exasperante. —Están bien sin mí. Tú, en cambio, no lo estás. Deslizó un brazo alrededor de mi cintura y me regresó a la habitación, dando vueltas por lo que la longitud total de él me apretó contra la pared de hormigón.

Hace referencia de las palabras en inglés: swords, scythes, scalpels, shivs, shanks, stilettos y

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sharp weapon.

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—Y como tu guardaespaldas, creo que es hora de que me tome un momento para familiarizarme con el cuerpo que estoy protegiendo. —Tomó la parte de atrás de mi cabeza con la palma de su mano, buscando mi rostro con una mirada ansiosa—. ¿No te parece? De repente, respirar no era una cosa tan segura. En mis periféricos, algo me llamó la atención. Le di a Ayden una sonrisa tímida y una mirada recatada. —Creo que… —mis manos se deslizaron por sus brazos, sintiendo la tensión enroscarse en sus bíceps— estás tratando de distraerme. —¿Está funcionando? Me dejó empujarlo contra la pared junto a la puerta. Me incliné hacia él, dándole mi mejor mirada provocativa, la que tenía que ser la mejor porque era la primera que había intentado. —Tal vez —dije con mi mejor —de nuevo, primera— voz provocativa. Su mirada recorrió mi cara y se quedó en mi boca mientras la suya se deslizó en una sonrisa sensual. Su pulgar trazó mi labio inferior con un toque leve. Cerré los ojos y me estremecí, esperando la sensación de su boca en la mía. Al principio el beso fue suave. Tentativo. Juguetón y delicioso. Escalofríos acudieron a mi piel. Poco a poco, ganó impulso, volviéndose más profundo, más exigente a medida que avanzaba hacia mí. Mis labios se separaron. Un placer delicioso me recorrió y lo tomé. Sus grandes palmas se deslizaron por mis costados, lentas, pacientes, insoportables. Mis brazos se deslizaron a su alrededor, tratando de acercarlo más, pero me mantuvo a raya, moviendo sus labios para repartir ligeros besos por mi mandíbula y luego torturando mi cuello, deseo ardiente rozando a través de cada nervio. Con la respiración contenida, mi piel burbujeaba a fuego lento, el calor punzante recorría mis piernas en oleadas. —Sé lo que estás pensando —murmuró en mi oído. —Eso sería vergonzoso. Lo sentí sonreír contra mi cuello. —Por mucho que me gustaría halagarme a mí mismo, también lo vi. —¿Qu-qué? —El extintor de incendios. Colgando al lado de la puerta. Me quedé helada. Sus brazos se apretaron alrededor de mí y de alguna manera mi espalda estaba contra la pared de nuevo. Levantó la cabeza, los labios curvados en una

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sonrisa arrogante. —Y si estás pensando que puede distraerme, por cierto estás haciendo un trabajo excelente, golpeándome con una bien colocada rodilla, luego siendo lo suficientemente rápida para agarrar el extintor y salir de aquí, utilízalo para apagar cualquier llama que lance en tu camino. Mierda. —Me estás dando demasiado crédito. —Me mordí el labio y batí mis pestañas—. Pero si fuera así de tortuosa, ¿no crees que podría hacerlo? —Por el contrario. —Atrajo la palma de mi mano a sus labios para un largo beso, luego la bajó a mi costado—.Sé que podrías. Y es un buen plan. Excepto por una cosa. —¿Cuál es? Arqueó una ceja. —El mío es mejor. Su boca se abalanzó en un duro beso sobre la mía. Algo frío se apretó alrededor de mi muñeca. Clic. Ayden se retiró. Miré hacia abajo. La furia hirvió. Esposas. Una mitad rodeaba mi muñeca y la otra enganchada a un tubo grueso corriendo verticalmente a lo largo de la pared. —¡Ayden, no te atrevas! —Lancé una patada rápida, pero mi pie sólo rozó el borde de su chaqueta. Tiré de las esposas como una loca, pensando que mi plan debería haber sido utilizar el extintor para golpearlo en la cabeza—. Voy a matarte. —Por lo menos estarás viva para intentarlo. —Ayden, no hagas esto. ¡Por favor! —Odiaba rogar, pero estaba desesperada. —Lo siento. —Parecía miserable—. Si hubiera alguna otra manera… —La hay. Déjame ayudarte. —Estamos entrenados para esto, tú no lo estás. —Su rostro se suavizó— . Qué tal si conseguimos a Luna y Danica. Ustedes tres pueden tomar mi coche y regresar a casa. Tendré a mis padres para que te conozcan y… —Claro, vamos a sacar a Luna y Danica de aquí, pero me voy contigo. A ayudar a eliminar a estos tipos. De una vez por todas. —¿Y no puedo decirte que te olvides de eso? —De ninguna manera. Están acabados. —Incluso estaba sorprendida ante la amenaza en mi tono—. Estos monstruos han estado jodiéndome una y otra vez. Amenazando a mi familia, Ayden. Y no van a detenerse. Lo he comprendido. Los quiero muertos. Quemándose en el infierno, siendo

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comidos vivos en el mundo en espera, o el que sea el destino más desagradable y más horrible disponible porque eso es lo que se merecen. Y voy a ver personalmente que consigan lo que se merecen. Así sea la última cosa que haga. La empatía ensombreció los rasgos de Ayden mientras se acercó. Extendió ambas manos para acariciar mi cara y levantó mi mirada hacia él. Sus ojos oscuros recorrieron mis rasgos durante lo que pareció una eternidad y luego se centraron en mi boca. Sus labios bajaron y tocaron los míos. El beso fue suave y tierno, ofreciéndome un refugio seguro en esta tormentosa masa de locura en que se había convertido mi vida. Algo sólido y seguro de lo que podía agarrarme. Algo en lo que podía confiar. —Lo entiendo —dijo cuando levantó su boca de la mía. Siguió estudiando mi cara como si fuera algún artículo precioso—. Lo hago. Y sabía que lo hacía. —Bueno —sonreí, aliviada—. Entonces —soné las esposas—, ¿podemos sacar estas ahora e ir a patear traseros de demonios? Dejó caer un beso ligero en mi frente y luego dio un paso atrás. —Ni por casualidad. Te vas a quedar aquí. El hielo se agrietó en mi pecho. —Pero... pero dijiste que entendías. —Lo hago. Entiendo que si te dejo ir, te vas a poner justo en el medio de la pelea. Y sé que esto podría hacer que te maten. —¿Y qué? —Luché por mantener la calma—. Mira, no soy una suicida, pero es mi familia, Ayden. Si muero para mantenerlos a salvo, estoy de acuerdo con eso. Sabes cómo me siento. Levantó un brazo y su voz se elevó. —¿Y qué acerca de cómo me siento yo? —¿Quieres decir todo macho y superior? —No podía creer que estaba haciendo esto—. ¿Dejándome saber cuan inútil y no deseada soy? ¿Encadenándome para ponerme en mi lugar? Retrocedió como si lo hubiera abofeteado. El dolor cruzó por sus ojos luego estaban muertos. Sin emoción. Al igual que su voz. —Sí, Aurora, eso es. Eso es exactamente lo que es. Luego se había marchado, cerrando puerta detrás de él. —¡Ayden! —Hale frenética y retorciendo no hizo nada más que lastimarme. Bueno, tal vez había sido un poco dura, pero había demasiado en juego. Y no iba a renunciar. Mis ojos recorrieron la habitación. Escaleras, mesas plegables, estantes de equipos y basura diversa. Cable de extensión, cintas, herramientas. Todo fuera de alcance gracias a mi atadura. Le di una patada a los estantes,

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visualizando la cara de Ayden, y derribé una caja de herramientas, su contenido derramándose con un gran estruendo. Mi pie la barrió hacia mí y me agaché para revisar esto. Encontré alambre y trabajé en la cerradura. Papá había hecho un juego para todos nosotros el abrir candados, puertas, e incluso las esposas, pero estaba oxidada. No podía concentrarme. Toma demasiado… —¿Aurora? —¿Logan? Asomó la cabeza y se quedó boquiabierto. —¿Te esposó? —No, es mi última declaración de moda. ¿Qué estás haciendo aquí? Se apresuró a entrar. —Dijiste que querías ayudar. Creo que puedes. —Solo sácalas. —Centré mi mente buscando presencia demoníaca. Un deslizamiento de la mano de Logan y aire comprimido cortó la cadena conectando los puños. —Sígueme. Pasé junto a Logan, el brazalete tintineando. —Sé dónde están.

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55 Traducido por eyeOc Corregido por Itxi

Los chicos habían mantenido la pelea abajo en la sala de conciertos principal así que no tenía por qué preocuparme sobre Luna arriba. Corriendo hacia abajo por el pasillo, un violento temblor en el suelo sometió mis pasos. Logan tomo mi brazo antes de que tropezara. ―¿Dónde demonios está? ―La voz de Matthias maldijo a través de la pared. Gritos. Más explosiones. La puerta se abrió de golpe y Blake salió disparado. Levanté los brazos cuando los escombros golpearon mi piel. ―¿Hijo de… Rora? ―Blake salió del cráter que acababa de hacer en la pared. ―Mierda, ¿Qué estás haciendo aquí? ―Vio mi muñeca. ―¿Esposas? Definitivamente quiero esa historia. Nos agachamos mientras una bola de fuego voló hacia el pasillo. ―Veo que los encontraste ―dijo Logan. ―Más bien como que ellos nos encontraron. ―Blake me empujó detrás de su cuerpo hacia la abolladura que había hecho en la pared. Sus dedos se dispersaron debajo de las esposas y se abrieron. El metal se extendió como una goma elástica, la quitó de mi muñeca y la desechó a un lado. ―Tristan, usa una ilusión de Aurora para atraer a Echo y Fissick aquí ― continuó Blake―, y continúa lanzando más dobles alrededor de la habitación para distraerlos. Los tenemos acorralados pero podría usar tu ayuda. Blake dio un paso adelante y levantó los brazos. Con un gruñido enérgico, trozos de metal y madera fueron arrancados del edificio, ondeando hasta su palma abierta, y las transformó en hachas medievales de batalla, cuchillas dobles de curvado brillante. Las giró con habilidad practicada, el sonido mortal cortando a través del aire. ―Me apunto, nena ―guiñó y desapareció dentro de la habitación. A través de la puerta abierta, sombras se desplazaron, el techo se derrumbó, el polvo se arremolinaba y las luces parpadeaban. Gritaba órdenes

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en rápida sucesión intentando ser escuchadas sobre el descomunal estruendo. Cada instinto gritaba, ¡corre! Así que por supuesto corrí. Y seguí a Blake hacia el caos. O a la zona de guerra. Me deslicé detrás de un pilar. La confusión de la pelea retumbó, a pesar de las manos en mis oídos. La habitación daba a un lugar cavernoso dividido por pilares de concreto como en el que estaba escondiéndome. Bastidores de metal, estanterías de equipamiento, y grandes gabinetes de almacenamiento esparcidos por el perímetro. Lo que solía ser un espejo que cubría la pared ostentaba solo unas cuantas piezas irregulares adheridas como un rompecabezas gigante incompleto, la mayor parte destrozada en el piso. Un gran piano y un conjunto de tambores estaban posicionados en el escenario de prácticas en la parte final de la habitación. Mientras los instrumentos recibían golpes al azar, el extraño tambor vibró o la tecla tintineante podría ser oída. Logan llegó en una ráfaga de viento, el arco y la flecha brillaban en sus manos. ―Déjanos arrastrarlo fuera. Quédate fuera de la línea de fuego. ―Apuntó el arma alrededor de la esquina del pilar―. Puedes hacer esto. Estos tipos no son nada comparados con un Kalifera. ―¿Qué? ―dije ahogándome con humo y ozono. ―Creo que solo necesitas pánico ―dijo y desapareció dentro de la brumosa penumbra que las escasas bombillas en el techo se esforzaban para iluminar. Los Chicos Malditos tenían a Fiskick y Echo fijados en ambos lados del escenario. La forma brillante de Echo envió ondas de horrible sonido en borrosas manchas verdes y naranjas, mientras Fiskick crepitó irregulares redes eléctricas por la habitación. Con los brazos prendidos de fuego, Ayden lanzó llamas. La sombra de Australia desplegó el látigo y golpeó, ayudando a Ayden a mantener a Echo agazapada con un ataque conjunto. Fiskick lanzó rayos de electricidad que salpicaban el concreto, pero retrocedió cuando Jayden corrió a través de los estantes y gabinetes superiores como si fueran una acera, tirando letales cuchillas brillantes de hielo que continuamente materializaba en sus manos. Saltó en el aire y aterrizó deslizándose en sus rodillas, inclinándose hacia atrás, y hasta cierto punto su cabello barrió el piso mientras se abalanzó por debajo de los chorros de rayos de Fiskick. Justo antes de golpear la pared, entró con cuidado en un rollo negro en sus pies, corrió hacia arriba en la pared y dio vuelta al revés mientras lanzaba más cuchillos curveados, el ataque era tan rápido que él estaba borroso. Fiskick bloqueo la mayoría de los golpes,

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pero chispas caían de varios golpes mientras Jayden desaparecía en las sombras. Tristan me vio y corrió hacia la apertura. ―Aurora, quédate… La onda de sonido verde pantanoso de Echo lanzó como un cohete a Tristan, desestabilizándolo. Mi grito se ahogó por el alboroto. Corrí a toda velocidad a través de la habitación y me arrojé hacia Tristan justo cuando la pared de arriba explotó. Polvo cubrió mis pulmones. Un sabor amargo escoció en mi boca. Los chicos duplicaron el ataque a Echo. Contuve una tos con flema y arrastré a Tristan dentro de la seguridad del pilar. Era más pesado de lo que aparentaba. ―¡Idiotas! ―gritó Fiskick, distrayendo a los chicos y dándole a Echo el tiempo suficiente de disparar espinas de ondas borgoña con un grito agudo directos hacia mí. Me acurruqué sobre la forma débil de Tristan. Jayden se dejo caer desde arriba. Agua burbujeó de sus manos y se extendió en un disco azul plateado de dos metros de alto. Ejerciendo como un escudo, Jayden sostuvo la esfera contra los disparos de Echo. Las ondas expansivas golpearon al destellante disco de agua. Absorbió el oleaje carmesí creando ondas masivas, desviando y redirigiendo las ondas de sonido hacia abajo en el piso, abriendo un cráter del tamaño de un Volkswagen. El estruendo resonó por mi columna. Agachado, con los brazos extendidos, Jayden mantuvo el escudo translucido en frente de nosotros. ―Aurora ―dijo Jayden―. Levántate. Quédate detrás… ¿Qué…? Las luces del techo estallaron. Fiskick lanzó una bola de luz hacia arriba. Flotaba, quemando nuestras retinas con ráfagas de luz. Entrecerré los ojos, luchando por levantarme. La luz estroboscópica hizo que todo pareciera moverse en cámara lenta. ―¿A dónde se fue? ―A nuestra izquierda, Logan giró en un movimiento parecido a una ejecución de ballet. ―¡No puedo ver! ―dijo Blake. Sin ninguno de mis comunes mareos, la forma de Fiskick destelló en mi mente, una visión de su localización de repente clara. Tiré de Jayden fuera del ataque imprevisto de Fiskick. Un rayo silbó al pasar. Nuestro escudo de agua se movió, estabilizando a Jayden una vez que lo hizo. Los ojos turquesas de Jayden brillaban con la luz parpadeante. ―¿Cómo lo …? Agarré su mano y le indiqué donde sabía que se encontraba Fiskick. ―Está ahí.

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El escudo se fracturó en incontables relucientes gotas de agua que giraron y se transformaron en una variada selección de cuchillos, de varias formas y tamaños, cada uno pareciendo más letal que el anterior. Dos cayeron en las manos de Jayden que estaban esperando. Los arrojó tan rápido que mi cabello se alborotó por el torbellino. Cuando uno dejaba sus dedos, otro giraba en su agarre. Cuchillas cortaban a través del aire y golpeaban a Fiskick, esparciendo chispas amarillas y azules mientras gritaba y se sumergía por protección. ―¿Echo? ―dijo Jayden. La imagen del demonio vibró en mi mente. Apunté. Jayden giró, gritando―: ¡Logan, a la derecha! ¡Seis grados! Logan giró, flechas volando en sucesión rápida. Echo gruñó cuando una flecha la penetró. Juró, saltó, y llegó al techo, el cual lo succionó como una aspiradora. Mi conexión con él se rompió. ―¡Está en los altavoces! ―gritó Logan. Me dejé caer, llevando a Jayden conmigo. Electricidad salió disparada en sobrecarga. Giré a Jayden hacia Fiskick. ―¡Ocho en punto! ―dijo Jayden. Un momento los chicos estuvieron parados confusos en la parpadeante luz, y al siguiente todos enfrentaron a Fiskick. Cuchillos, flechas, hachas, fuego, látigos, todos disparando en una dirección. El edificio tembló. Parpadee alejando el polvo que nublaba el aire. El silencio resonó. La luz estroboscópica de Fiskick parpadeó y se apagó, dejando solo oscuridad. ―¿Matthias? ―dijo Jayden. ―Estoy en ello, amigo. La oscuridad disminuyó lo suficiente para ver una oscura silueta. La oscuridad desangró a la figura negra como si fuera un agujero negro. Las cosas se volvieron más luminosas cuando Matthias extendió sus brazos. Una sombra caminando hacia la luz de la luna, sacó la negrura que rodeaba su cuerpo, aligerando eficazmente nuestro mundo. Jayden y yo registramos la habitación. ―¿Se ha ido? ―susurró Jayden. ―No. ―Algo molestaba en el fondo de mi mente, algo maligno, pero no puede localizar la fuente. Jayden se movió para inspeccionar un altavoz colgando de un cable deshilachado. ―¿Donde…?

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Golpes de color rojos sangre brotaron y golpearon a Jayden en el aire. Se estrelló contra la pared luego cayó inmóvil en el piso. ― ¡No! ―Giré, un latido ensordecedor en mis oídos. Los chicos gritaron, corriendo hacia mí, pero Echo se paró a unos metros de distancia. Ondas negras pintaban en sus brazos, lista para disparar y liquidar mis entrañas.

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56 Traducido SOS por Vani Corregido por MaryJane♥

Sucedió rápido. Toda la presión demasiado familiar me abalanzó. Mi mandíbula se apretó contra el dolor. Tentáculos azules como redes de repente corrieron por el suelo y se entrelazaron delante de mí. Vivos, retorciéndose, la tensión eléctrica se disparó, enredándose en una colorida barrera radiante de suelo al techo. A medida que creció, cortó la mano extendida de Echo. La extremidad latía en el suelo como una masa seca. Echo disparó ondas de sonido con la mano restante. Se pulsaron contra la pared de la electricidad que sólo se había levantado y se estrelló, lanzando a Echo hacia atrás. La creciente presión sobre mi cuerpo se liberó en una marea maníaca. La explosión golpeó a los chicos a sus pies y ondeó la pared de electricidad. Brazos sujetaron mis hombros y cintura, su toque haciendo cosquillas como zumbadores manteniéndote en la feria. Fiskick me volvió hacia los chicos. El pánico bloqueó mis articulaciones. La luz blanca zumbaba debajo de mi piel. —Aurora, cálmate —dijo Fiskick. Vio a los chicos de pie, avanzando—. ¡Atrás! Si ella se enoja, todos estamos en problemas. Estoy tratando de ayudar. Matthias levantó una mano, pero ya se había detenido, confusión arrugando sus cejas enojadas. Fiskick suspiró, se inclinó sobre mí, jadeando. Sofocantes chispas caían encima. Un ardiente aroma permanecía. La barrera de electricidad de Fiskick vaciló, pero se mantuvo firme contra el grito de Echo. —¡Debería haber sabido que estabas trabajando para ella! —Él me lanzó una mirada de odio, el muñón de un brazo acunado contra su pecho. —¿Qué? —Mi sorpresa fue compartida por los chicos. —Fui enviado para protegerla —dijo Fiskick—. De todos ustedes. —Ella no necesita protección contra nosotros —dijo Matthias.

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El zumbido del contacto de Fiskick se intensificó. Mi resplandor aumentó, pero fue apenas perceptible cuando el cuerpo de Fiskick se iluminó como el Cuatro de Julio. —¡Ustedes son los que trataron de matarla en el primer lugar! Ella tiene las cicatrices para probarlo. —¿Mi ataque? Eso fue sólo un montón de niñerías. Echo dejó escapar un silbido. —No es de extrañar que fueras un caso mental. —Los humanos controlados mediante uno de ellos. —Fiskick señaló cuerpo inconsciente de Tristán—. Un Hallucinator programado con una meta. Matarlos. Son los que te exponen. ¿Cómo cree que —Fiskick asintió hacia Echo—, sabía dónde estabas? ¡La enviaron! —¡Eso es una locura! —Los labios de Ayden curvaron. —No, en realidad, lo hiciste —dijo Echo—. Tu preciosa sociedad, de todos modos. A la que eres tan leal. Algunos no creen que ella es mejor para su futuro. Me faltaba el aire. Nublaba mi visión. La presión aumentó. —Aurora, no —dijo Fiskick—. Estás a salvo. No voy a dejar que nada te haga daño. Esto era demasiado loco. —Si el —la boca de Matthias se movió como si estuviera poniendo a prueba las palabras que sabían amargas—, si el Mandatum envió a Echo, ¿Quién te ha enviado? —Lo sabrás muy pronto —dijo Fiskick—. Pero confía en mí cuando digo que podemos protegerla mucho mejor que tú. Si el Mandatum llega a ella, está muerta, y ella es demasiado importante… —¿Por qué todos la quieren? —La pregunta de Ayden sacó el aliento de mis pulmones. Echo sacudió la cabeza, su sonrisa teñida de incredulidad. Mi corazón latía como un martillo amenazando con romper mis costillas. —No les digas —dije con voz áspera, mi calor corporal aumentando. —¿Está la comida de la cafetería jugando conmigo, o esa nena brilla intensamente? —dijo Blake. —Si realmente se preocupan por ella —dijo Fiskick—, déjame tomar su lugar seguro. Me sacudí. —¡No!

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No estaba dispuesta a negociar prisión de Nex del Mandatum para la versión de Fiskick. Debajo de mi piel la luz parpadeaba tan rápidamente como mi pulso. —Cálmate, —dijo Fiskick. —Sí, Aurora, no queríamos molestarte. —Las palabras de Echo resonaron con un borde escondido—. Así que no voy a decir que una vez que hayas huido no tendré más remedio que ir después por tu hermana pequeña. ¿Sabías que puedo licuar su cerebro y ver que rezuma de sus ojos? Fiskick gritó—: ¡Echo, detente! No tienes ni idea… Echo saltó. Flechas, hachas y fuego volaron. Un látigo azotó, pero ya era demasiado tarde. Levanté mis manos radiantes y enfoqué toda mi rabia y energía en Echo. La presión girando a mí alrededor, una serpiente invisible reclamando mi derecho a respirar. Echo desapareció de la vista cuando Fiskick se lanzó entre nosotros, bloqueando el ataque de sonido del demonio. Y corriendo a mi derecha. No podía parar. No quería. Tenía que proteger a mi familia. Proteger a todos. La presión se rompió. Dejé que se derramara. Toda esa potencia, toda esa ráfaga de luz de mis manos. No hubo rayos aquí. Oh, no. La luz se hinchó, creciendo ondulante. Rugidos. Gritos ahogados. El temporal azotaba rizos de mi visión. Lo mantuve palpitante, centrando mí energía presencia del mal en mi mente, esa conexión con Fiskick y completamente disuelta, la amenaza desapareció.

en un borrón rojos a través hasta que la Echo, estaba

Tan repentinamente como había empezado, se detuvo. Como si alguien la hubiera cerrado. La energía se agrupó y brillaba debajo de mi piel. Mis brazos cayeron contra el suelo. Me quedé agotada, jadeando, parpadeando en la oscuridad. Alguien juró. Los escombros se desmoronaron y cayeron desde los bordes de un agujero en el techo. Me di la vuelta, pero miré hacia atrás, entrecerrando los ojos. Estrellas brillaban en el cielo nocturno. Eso no tenía sentido. Estábamos al menos dos pisos bajo tierra. Con un gemido me senté, enfocada hacia arriba y… —Oh, no. —Negué con la cabeza—. Oh, no, no, no. —Miré mis manos. En los agujeros más arriba. Agujeros. Plural. Al igual que más de uno. Atravesé todos los pisos. A través de todo el edificio. Durante todo el camino a través de la azotea, por lo que podía ver el cielo.

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—¡Oh, Dios mío! —Mi pulso latía en mis oídos. Me puse de pie, sosteniendo mis manos. Todo mi cuerpo brillaba. Me iluminaba con cada latido frenético. Empecé a temblar—. Oh, mi… —Aurora —Logan corrió—, puedes dejar de entrar en pánico ahora. — Logan me tomó la mano y luego se apartó con un siseo. Dio un paso atrás, los dedos quemados abrazados contra su pecho. Sacudí mis brazos. —No va a desaparecer. —Mi voz se elevó, en busca de la histeria. El edificio gimió y crujió. —¡Cálmate! —Matthias ladró—. No necesitamos otra explosión. Me abracé, cerré los ojos. Una lágrima se escapó, luego corrió por mi mejilla. —¿Por qué no desapareces? Vete, vete. —Una mano fría tocó mi brazo. Me tiré hacia atrás—. ¡No lo hagas! ¡Vas a quemarte! —Estoy acostumbrado. —Los ojos marrones de Ayden brillaron—. De hecho, me han dicho que estoy humeante. —Me tendió una mano, su voz suave—. Por una pelirroja increíble que me gustaría, por una vez, saber que puede confiar en mí. Las lágrimas fluyeron, corriendo por mis mejillas. Estaba aterrorizada de tantas cosas. Confiar en él, o cualquier persona estaba en la cima de mí lista. Pero necesitaba ayuda y él la estaba ofreciendo. Todos ellos lo estaban. Piezas de escombros se aferraban a Ayden echando a perder su atractivo cabello desordenado y cubrían su chaqueta que contaba con un par de barras de disparos eléctricos, tiros que tomó luchando para protegerme. El polvo se aferraba a las largas pestañas y su tez palidecía, acentuando los ángulos de infarto de su rostro, fuerte, invitando. ¿Traicionero? Sus labios se curvaron en una sonrisa torcida. Dejé de resistir. Mi brillante, mano temblorosa se acercó, estremeciéndose cuando él la agarró, temiendo su reacción. Pero Ayden sólo la apretó tranquilizadoramente y me atrajo hacia su pecho, acariciando mi pelo, apoyando la barbilla sobre mi cabeza. —Relájate. Se han ido. Ahora estás a salvo. Respiré profundo, hundiéndome en su abrazo, y me concentré en el ritmo constante de su corazón, el olor a almizcle y cuero aún permanecía bajo la destrucción. Mis brazos se aferraron a su cuerpo. El temblor llegó a ser peor, por mi llanto, pero el calor se disipó, el resplandor decayó. Ayden me habló bajo con palabras suaves y fuertes brazos reconfortantes. Pronto, un mínimo temblor y sólo una nariz mocosa. Sexy.

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—Esta vez, trata de mantener las manos quietas —susurró Ayden en mi oído—. Tu rutina pulpo podría ser un poco embarazosa con esta multitud. —E-eso no es divertido. —Vamos. Fue un poco raro. Estás sonriendo. Enterré mi cara en su pecho para que no pudiera ver que tenía razón. —Ahora —dijo Blake—, sobre esas esposas. Eso es justo— —No lo digas —advirtió Ayden. —Pervertido. El suspiro de Ayden retumbó en su pecho. Me eché a reír, con una sonrisa amplia cuando vi mi resplandor desaparecer. Hasta que las paredes gimieron. Matthias escudriñó el techo. —¿Blake? ¿El edificio? Blake se encogió de hombros. —Está bien, siempre y cuando no golpee… La estructura se quejó en un violento estremecimiento. Grietas corrían por las paredes. El techo borroso, temblaba. Por último gemí con melancolía, todo el piso superior se derrumbó.

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57 Traducido por Joss Corregido por LuciiTamy

Ayden me cubrió. Pero el crujido de ser quemada en vida nunca llego. Alce los brazos, Blake mantuvo el suelo destruido por encima de nosotros flotando en pedazos. —Evacuen —dijo, su voz tensa, ni una pizca de su alegría habitual. —¿Puedes sostener todo el edificio junto, amigo? —El pelo de Matthias parecía gris por el polvo que caía—. Está al lado de la sala de conciertos y si se derrumba, puede traer todo abajo con él. Blake le hizo frente con una sonrisa apretada. —Nunca lo he hecho antes, pero ¿por qué diablos no? Me encantan los retos. Y todo el mundo tenía que asegurarse de decirle a Madame Cacciatori que incluso en un momento de crisis final, dije “diablos”. Australia golpeó a Blake en el hombro. —Buen hombre. Logan, ve tras Tristán, necesita llegar al concierto para que todos estén tranquilos, ordenados y evacuen. Cables eléctricos rotos crepitaban y chispas llovían. Un fuerte silbido, seguido de una explosión por encima de nosotros nos sacudió. Ayden se inclinó sobre mí cuando las llamas irrumpieron a la vida a varios pisos de altura, bloqueando nuestra visión del cielo. Más ruido, cayendo a trozos. Olor a humo y goma quemada. —¿Blake? —Lo tengo. Todo el mundo fuera. —Sus bíceps se hincharon, sudor moteaba su frente. Logan sacó un Tristán aturdido en pie, tosiendo y frotándose los ojos. —Voy a ir con él. Mantengan el humo fuera de las multitudes, asegúrense de que tengan oxígeno. —La cabeza de Tristán giró. Logan lo empujó por la puerta con un—: Te lo explicaré por el camino. Matthias sacudió a Jayden que después de un momento inicial de confusión, se levantó de un salto.

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—¿Control del fuego? Matthias asintió. —Tú y Ayden. Jayden hizo un gesto con la mano y el sistema de rociadores rugido a la vida. Estuvimos empapados en segundos. Los dedos de Jayden se ondularon. El agua se inclinó y viajó hacia arriba a través del agujero. Ayden me llevó en su brazo, agua rayando el polvo en su cara. —Tienes que irte. Tenemos esto. Matthias me agarró la mano.

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—Respira profundamente. Mantén la calma. Voy a sacarte.

***

Matthias nos condujo por el oscuro laberinto de vueltas y giros sin vacilar, sin soltar mi mano hasta que estuvimos a través de la puerta de salida. El aire fresco picaba contra mi piel mientras alcanzábamos el edificio. En los terrenos del Centro de Convenciones el caos lucia brillante, personal y equipo de emergencia estaba coreografiado por gritos de alarma, sirenas y cacofonía de gritos. Tosiendo polvo y humo, retrocedí del edificio. Pensé que estar curvada ligeramente en el medio vería como se sostenía, el fuego no se estaba lanzando desde la azotea. Buenas señales. Al lado, la gente corría desde la sala de conciertos de manera apresurada, pero ordenada. Recorrí la multitud, y luego corrí hacia el anexo de planta baja que unía los edificios. Matthias ni siquiera gritó, me recogió de espaldas, con un brazo alrededor de mi cintura. —¿Qué estás haciendo? Me retorcí. —¡Luna y Dánica no están aquí! Has dicho— —Cálmate. Tristán y Logan lo ha— Una explosión estremeció la tierra. Las ventanas superiores de la sala de conciertos volaron hacia fuera, vidrio roto seguido por olas de humo. Matthias se inclinó sobre mí cuando fragmentos llovieron hacia abajo espolvoreando el concreto con un repique haciendo mucho ruido.

La gente gritó, corrió menos ordenada. Las luces del interior y exterior se apagaron, la única iluminación era una cruda luz blanca fluorescente de vehículos de emergencia o destellos rojos y azules. Bomberos arrancaron más mangueras de sus camiones. Otros agarraron equipos y escaparon. La camisa Matthias mostraba diferentes agujeros de gran tamaño, carne quemada de color rojo carmesí se mostraban a través. En contra de su piel rígida y palia, círculos de sangre de color rojo oscuro caían por su rostro, trozos de vidrio se incrustaron en su piel. Una película de terror extra si es que alguna vez vi una. —Matthias, déjame ir. —Desesperación saturada en mis palabras—. Tengo que ir por Luna. —No. —Pero— Me empujó hacia él, aferrándose a mis brazos. —Yo lo haré. —Iré contigo. Negó con la cabeza hacia mí. —Reduce la velocidad. Puedo ver en la oscuridad. Tu no. Las lágrimas brotaron de nuevo. —Es mi hermana —balbuceé. La expresión de Australia se suavizó. —Lo sé. Voy a sacarla —tragó, su voz era un susurro—. Lo juro. Busqué en sus ojos y encontré algo desconocido. Un indicio de humanidad. —Gracias. —Asentí con la cabeza. —Bueno. —Relajó su agarre—. Quédate aquí. Mantén la calma... no soples nada. Cuando soltó mis brazos, me empujé delante de él haciendo caso omiso de sus protestas guturales, corrí hacia el edificio. Y hacia mi hermana.

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58 Traducido por Nats Corregido por Nat_Hollbrook

¿Segundos? ¿Minutos? Parecieron días los que estuve dando tumbos a ciegas a través de la caótica oscuridad, el ruido ensordecedor, y la marea de gente que me empujaba tres pasos atrás por cada uno que daba. —¡Luna! —grité, sabiendo que era inútil contra el rugiente estruendo—. ¡Lu…! —El aire, una tarta de masa hecha con polvo y humo, se atascó en mis pulmones. Una serie de ataques de tos seca traqueteó por mi pecho y sacudió mi cuerpo entero. Me doblé. Los cuerpos de la loca muchedumbre me golpeaban por todos lados, girándome hacia uno y luego hacia el otro. —¡No! —aullé. Pies pisotearon mi cuerpo, obligándome a regresar al frío suelo una y otra vez. Me cubrí la cara y di algunas patadas, finalmente poniéndome sobre mis rodillas lo suficiente como para gatear hasta una pared. Sobre mis pies, usé la pared para apoyarme e intentar levantarme, pero la turba golpeaba como una marea impecable estrellándose, derrotando cada intento de conseguir ponerme totalmente de pie. En mi estado de aturdimiento, me imaginé la voz de Luna, llamándome. Chillando mi nombre. Una y otra vez. Mi estómago se encogió. Respiré secamente un par de veces y me pregunté sin cesar si maté a mi hermana y a todo el mundo, ¡porque había jodidamente volado un edificio! Sollocé. Más bien berreé. Ni siquiera podía llorar correctamente. No pude salvar a mi hermana. No pude— Un brazo rodeó mi cintura y me capturó. El cuerpo de ese brazo me salvó de la multitud enloquecida, pero me estaba arrastrando hacia la salida — lejos de Luna— así que luché, atacando. —¡Suéltame! —Sólo por esta vez, cierra la maldita boca y haz lo que te diga —gruñó Australia—. Vamos. —¡No! Tengo que— —¡Rory!

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—¿Luna? —Me limpié los ojos y enfoqué. Mi hermana estaba colgando del hombro de Matthias por un lado, Danica apretada en un abrazo mortal por el otro. Ambas estaban manchadas de hollín, despeinadas, pero vivas y… ¿sonriendo?

***

La puerta lateral chocó contra el edificio cuando Matthias la pateó para abrirla, de nuevo, y colarse por ella. El humo se elevaba hacia fuera. Nos encontramos en una parada, tosiendo y jadeando para respirar. Figuras en sombras corrieron hacia nosotros y emergieron a través de los vapores fantasmales. —¿Por qué está todo el mundo salvando a la chica menos yo? —gruñó Blake, su camiseta manchada y andrajosa, sus rizos agrupados en sudor, su cara manchada de tierra y otras cosas desmoronadas. Mis brazos le rodearon. Me devolvió el abrazo—. Ves, sabía que acabarías cayendo. Miré su rostro sonriente. —¿Estás bien? Se encogió de hombros. —Por supuesto. Y para que conste, puedo sostener un edificio entero y depositarlo de nuevo. Ayden, por otra parte— —Como si hubiese querido quemarte los zapatos. —Ayden tocó algunos ardientes agujeros de la chaqueta. —Te advirtió que no te movieras —dijo Jayden, frunciéndole el ceño a las chamuscadas zapatillas de Blake. Abracé a Ayden y a Jayden también. Estaban empapados, harapientos, lucían como si se hubieran revolcado en un vertedero, olían como a hollín y a un sitio de construcción, pero para nada heridos. Abracé a las chicas sin cesar. Comprobé los daños físicos. No encontré ninguno. Estaban más emocionadas que traumatizadas por haber tomado el consejo de los Chicos Malditos —del que no sabía nada— de esconderse debajo de sus asientos y esperar ayuda si algo horrible sucedía. Matthias las encontró acurrucadas pero ilesas, rodeadas por un perímetro de cinco metros de defensa proporcionada por las guardas de protección que los chicos les habían puesto. Los demonios no podían penetrarlas y tampoco los escombros, la estampida multitudinaria, el humo, el fuego —su zona personal de seguridad.

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—Y por alguna razón —dijo Luna— esa estúpida canción de los ochenta, “Gloria” —esa de la colección de mamá y papá— seguía sonando en mi cabeza, ahogando la locura y haciéndome sentir mejor. Raro, lo sé. Así que mi alocado ángel guardián no estaba desaparecido en combate después de todo. —Entonces —continuó Danica—, Luna comenzó a cantarla en voz alta y yo estaba como: ¿cuál es esa patética canción? Así que me la enseñó porque era mejor que escuchar a la gente gritando y nos sentamos allí cantando a pleno pulmón. ¡Fue una locura! Luna tomó la mano de Matthias. —Y luego Matthias apareció. Cuando Australia se alejó, Luna le rodeó la cintura. Danica también. Él levantó los brazos brevemente, luego con una irritada mirada de derrota, los dejó caer alrededor de las chicas. Puse un puño en boca para cubrir la sonrisa. —Nuestro heroico Chico Maldito salvó el día —dijo efusivamente Luna. Danica se acurrucó más cerca. —Definitivamente vamos a cambiar tu reputación cuando volvamos. ¡Eres como una estrella de acción! Matthias finalmente las apartó cuando Tristan y Logan aparecieron. Tristan convenció a un bombero de llevar a las chicas inmediatamente a una EMT cercana. Después de marcharse, Blake dijo—: ¿Vamos a hablar sobre lo de nuestra pequeña brillando y volando el edificio? Todos los ojos se volvieron a mí. Sin presiones. —Supongo que averiguamos por qué todo el mundo te quiere —dijo Matthias—. ¿Cómo hiciste eso? Sacudí la cabeza. —No lo sé. No puedo controlarlo. Es— —Es cuando se siente amenazada. —Logan se encogió de hombros—. Ocurrió con la Kalifera. Creo. No la explotó, pero pudo haber brillado y luego la derribó. Ey —dijo a las miradas incrédulas de los chicos— sucedió muy deprisa. No estaba seguro. Jayden dio una palmada, emocionado como un niño en la mañana de Navidad. —Es por eso que pensaste que era prudente traerla a la lucha. Excelente. Un mecanismo de defensa. Su cuerpo emite protección cuando está en peligro. —¿Protección? —dijo Matthias—. Voló un maldito edificio y envió a un demonio de vuelta al infierno. —Todos le miramos sorprendidos—. No podíais ver en la oscuridad. Cuando ella… atacó, golpeó a Fiskick. Se curvó en la oscura niebla y se fue al submundo.

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Me acordé de la Kalifera haciendo la misma cosa después de que Logan le disparara. —¿Ha ocurrido antes? —dijo Ayden. —No he enviado demonios al infierno pero… —Expliqué lo de las otras veces—. Lo siento. Nunca pensé que podía hacer este tipo de daño. Herir a la gente. ¿Matarles? —No lo hiciste —dijo Tristan—. Nadie ha muerto y las lesiones son leves. —Pero soy peligrosa. —Mi estómago se retorció—. Deberíais… deberíais entregarme. Decirle al Mandatum— Jayden puso una mano sobre mi boca. —No es una buena idea. Matthias alzó las manos. —¡Absolutamente no! Si el Mandatum viene a por ti, ¡verán lo que podemos hacer y seremos reclutados para el Sicarius en un latido de corazón! Hubo una larga pausa, luego todos los chicos se cruzaron de brazos y le miraron significativamente. —Y —dijo Ayden— alguien de la sociedad intenta matarla. —Eso también —acordó Matthias. Una familiar y no bienvenida presencia se apoderó de mí. Mi mirada se disparó a las chicas. Se quejaban de la EMT comprobando sus signos vitales. Escaneé la multitud y me detuve, mi garganta cerrándose cuando la cara de un joven bombero se deslizó, revelando…

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59 Traducido por Amy Ivashkov Corregido por Sofí Fullbuster

—Echo —suspiré. Ayden se movió rápidamente. —¿Dónde? Matthias dijo—: ¿Estás segura? Los Chicos Malditos me rodeaban, siguiendo mi mirada. Echo captó mi mirada, levantó la barbilla hacia Luna y sonriendo con malevolencia, deslizó un dedo lentamente por su cuello. La mandíbula de Australia se apretó, su voz grave. —Supongo que sí. Mi instinto me ahogaba. El tiempo se ralentizó. El ruido estaba sofocado. Miré al demonio. Aún con vida. Todavía una amenaza. Mi piel se estremeció con odio ardiente. Todos los que me importaban, ahora incluía un grupo inadaptado de cazadores de demonios, no estarían seguros hasta que Echo residiera de nuevo en el infierno. Quizás podría ayudarle a trasladarse. Sin volar un edificio. Los chicos se pusieron de espaldas a mí, viendo a Echo y furiosamente discutiendo opciones de batalla, limitada por toda la gente alrededor. Tomé a Tristan por detrás y le susurré al oído. —Me lo debes. —¿Qué? —Jugar con mi cabeza sin permiso. Empezó a girarse. —Te dije que estaba… Le dije que se callase y que se mantuviera allí. Tenía la esperanza de que pareciera que me estaba cubriendo. —Hazlo por mí. Ahora mismo. Has exactamente lo que te digo. Sin preguntas. Me miró con preocupación. —Está bien. Con mi tono de titanio, le dije—: Hazlo de nuevo. La cosa de olvidarse. Dame todo lo que tengas. No te contengas.

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Palideció, negó y trató de alejarse, pero lo mantuve firme. Miré a Echo y su sonrisa de suficiencia entre la multitud. —¡Tristan! No tengo tiempo para explicar. Confía en mí. Tengo un plan. —Lo apreté y luego lo dejé ir, con tranquila convicción en mi rostro—. Por favor. Los hombros de Tristan se desplomaron. La tristeza se derramó en su mirada como si estuviera a punto de mutilar a su perrito preferido, pero sus ojos torturados cobraron impulso en un remolino púrpura. Murmuré—: Gracias. Los otros chicos se dieron cuenta. Ayden y Matthias se abalanzaron, gritando—: ¡No! Dieron un paso antes de que Blake los agarrara por detrás. Se retorcieron y gruñeron. Lágrimas ardientes por gratitud corrían por mis mejillas, me giré y corrí, acelerando con cada paso. Después de todo, aún no terminaba de correr. Pero esta vez, yo era el depredador. La sensación de picazón rasgó la parte superior de mi cráneo. En lugar de luchar, me abrí a cualquier energía que Tristan me disparase. El hormigueo se intensificó, el calor aumentó, pero no había dolor. Corrí rápido a través de la multitud, empujando, moviendo, atropellando, ajena a los gritos indignados. Perdí de vista a Echo, pero no me importaba. Lo seguía como si tuviera una flecha de neón apuntado un rayo de muerte en su cabeza. Sentí cuando salió del grupo. El hormigueo se incrustó profundamente en mi cráneo. Los bordes de mi visión se tatuaron, como cuando el objetivo de una cámara comienza a cerrarse. El tiempo se agotaba. Salté desde el capó de un auto, haciendo abolladuras y arañando la pintura y lancé mi cuerpo en el aire. Echo giró justo a tiempo para ver mis labios torcerse en una sonrisa salvaje. Mi cabeza se estremeció en calor y perdí la visión por completo cuando lo golpeé con toda la fuerza, mis brazos y piernas se prendieron como una loca sanguijuela alienígena.

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60 Traducido por Janusnelly Corregido por Alaska Young

Nos golpeamos muy fuerte, patinando y saltando sobre el terreno irregular que expulsó repugnantes crujidos húmedos. Y un horrible hedor familiar. Lo dejé ir, rodando lejos, luchando contra el vómito y la histeria vertiginosa mientras forcejeaba por ponerme de pie. Una vasta extensión de miedo se extendió delante de mí. Cielo rojo sangre. Nubes negras. ¿Y la mejor parte del Mundo en Espera? Cuerpos muertos a mis pies. Cubriéndolos. No podía verlos. Mis pies aplastando a los cuerpos. Quería moverlos pero no haría ninguna diferencia. Contuve un gemido porque éstos… Squish, squish. Esto nunca se hace más fácil. Y yo llevaba otro estúpido vestido. Alguna cosa con gaza que caía hasta mis rodillas. Por lo menos no se arrastraba por el barro. —¿Qué hiciste? —chilló Echo, pero no dolió. Ningún líquido cerebral se derramó. Lo comprobé. Él afirmó no tener poderes aquí y ya no estaba hecho de ondas brillantes. Parecía humano… no tanto. Piel descompuesta colgaba en globos empapados. Pus escurría como sudor, sus ojos negros sin esperanzas. La mitad de su brazo seguía desaparecido. Me atraganté con el olor putrefacto. Lleno de muerte. El sudor frío desértico transpiró en mi piel. Me estremecí por muchas razones. El eco se hizo agudo. Mirando en círculos, escaneando el terreno. Viendo el amanecer, pánico y horror escalaron en sus ojos insondables, empecé a sentirme mejor. Tan pronto como no piense en mis pies. Podía sentir unas zapatillas de ballet lo que significaba que no había baba entre los dedos de mis pies, pero el material era delgado. Podría mojarse con… Oh, cielos. Me tragué la bilis.

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Creaturas en la distancia aullaron. Ellos se habían alimentado con algo, pero ahora teníamos toda su atención. A través de los pantanos putrefactos, me aparté de Echo, encogiéndome con el squish squish bajo mis pies. —¡No! ¡¿Tú me trajiste aquí?! —gritó Echo, pisando en mi dirección. Cada movimiento dejó fuera más de su piel, la sustancia viscosa cayendo sobre el piso como gusanos hambrientos excavando por sustancia de los muertos. Su carne se apartó. Sus huesos y órganos se revelaron. Me quedé mirando a la sombra de su corazón latiendo. Mi propio martilleo. Retrocedí. Squish. Squish. —¡Llévame de regreso! —No puedo. —Mi voz era áspera como una lija. —Nex. —De repente el tendón y el hueso que pasaba por sus dedos estaban alrededor de mi garganta, apretando. Su boca se curvó en una mueca horrible. Un pedazo de su labio caía por la barbilla dejando un rastro de fango—. Si me dejas aquí, encontraré una manera de salir. Arañé su muñeca. Pedazos de él cayeron en mi mano, como carne quitándose lentamente de una costilla cocinada en salsa de barbacoa. Mis ojos parpadearon, un caleidoscopio, una colina muerta porque si caigo inconsciente ahora, nunca más volvería a despertar o despertaría en algún lugar que me haría desear nunca haberlo hecho. —Voy a cazarte. —La voz de Echo sonó lejos ya que mi conciencia se desvanecía—. Y tu muerte será lenta y torturante. Los aullidos en la distancia alcanzaron el crescendo, rompiendo la concentración de Echo y sacándome de mi espiral en el olvido. —Escucharte es suficiente tortura —carraspeé. Levanté mis manos, las junté arriba, y dirigí mis codos hacia abajo, a su antebrazo. El agarre de Echo se rompió. De repente libre, me tambaleé hacia atrás. Con mi gracia habitual, tropecé. Y caí. Pedacitos gelatinosos salieron volando. Mis manos bajaron varios centímetros a través… asqueroso. Cosas se deslizaron entre mis dedos como húmeda plastilina. Chillidos burbujearon hasta mi garganta y lucharon por escapar de la jaula de mi mandíbula apretada. —Tú no tienes lo que se necesita. Pero yo sí. —Echo se alzó delante de mí, tan cerca que oí los sonidos húmedos de su desintegración—. Antes de masacrarte, voy a mutilar a tu familia y a esos malditos chico que amas. Y te haré mirar.

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Furia helada latía a través de mis venas. Mi ritmo cardiaco se estabilizo. Un peculiar sentido de claridad sofocó mi miedo mientras examinaba los cuerpos. Carne en descomposición. Y huesos. Un montón de huesos. Echo sonrió. —Si me dejas. Bajo la mugre, mi mano derecha se extendió sobre una caja torácica, mis dedos recorriendo a lo largo de la longitud, hice una mueca contra la masa succionando mi piel. Echo se inclinó cerca. —¿Hacemos un trato, Nex? —Por supuesto. — Mi mano izquierda se deslizó a través de la suciedad con un sonido de succión y agarré la clavícula brillando a través de la carne que se disolvía rápidamente. Tiré y cayó hacia atrás, trayendo a Echo conmigo. Mi mano derecha rompió libre, goteando baba en descomposición, y subió agarrando el hueso de la costilla que había desprendido del cuerpo de abajo. Agarré el arma con fuerza y la clavé debajo de sus costillas, enterrándola profundamente, empalando su miserable corazón. Su cara, a centímetros de la mía, contornándose en confusión, intriga, y dolor. Calor se esparció por mi mano, por mi brazo, y en mi vientre como lo último que se derramo de la vida patética de Echo. Su mano se deslizó alrededor de mi muñeca, sus dedos crispados con cada débil tirón. —Tú mueres. Mi familia vive. —Conduje el hueso más profundo—. Ése es el trato. Echo balbuceó un insulto vil y se desplomó —más bien derritió— contra mí. Empujé su cadáver en descomposición y lo vi rodar a un revoltijo de bultos mojados. Bueno. Eso fue todo. Me levanté y me quité los pedazos pegajosos lo mejor que pude, impresionada de no vomitar. Las criaturas azules aullaron. Cerca. Hambrientos. Miré al cielo por salvación. Vacío. Mi cabeza cayó hacia abajo y reí entre dientes. Echo deslizó el hueso con una sonrisa malévola. —Soy un demonio. —Movió el arma entre sus manos, apuntándome con el extremo afilado—. Estás muerta. Apreté los puños. —Maté a Fiskick —gruñí—. Te voy a matar. Echo se puso de pie, su sonrisa era un amplio tramo irregular de dientes, huesos, y carne deslizándose. —Pregúntale a tus chicos. No nos matas. —Alzó el arma y dio un paso hacia mí. Un dedo se le cayó—. Nosotros sólo

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somos enviados aquí para iniciar nuestro viaje. Tú, sin embargo, eres vulnerable. —¿Qué tengo que hacer? —Retrocedí, explorando por un arma nueva— . ¿Cortar tu cabeza? —¿Crees que tienes la agallas para decapitarme? —Echo exhalo un bufido de su cavidad nasal. —Desafortunadamente para ti, las tiene. Salté. Vistiendo con un meticuloso traje blanco, Gloria estaba junto a mí. Cómo en el mundo hizo para seguir tan limpia. Incluso sus zapatos permanecían impecables. Está bien, ella se cernía sobre un desastre, vamos, con toda esta porquería alrededor, no debería lucir tan… limpia. Especialmente yo lucía como si hubiera estado de pie al lado de una explosión de tropecientos zombis. —Pero es mi trabajo vigilar que no lo haga. Las pesadillas, la terapia, las cosas van hacia el sur después de que ella cruza esa línea. Créeme. No es bonito. Y no me hagas empezar con el papeleo. —¿Puedes sacarme de aquí? —dijo Echo. —Claro —dijo Gloria en su usual tono alegre—. Pero no lo haré. —Entonces también morirás. Gloria rió recordándome la vez que Selena se encerró en el carro. Mamá había sacado su bastón plegable de acero —¿todas la mamás llevaban uno de esos?— y rompió la ventana trasera. Los fragmentos cayendo en el concreto habían repiqueteado la misma frágil melodía de tono alto. Echo arremetió. Mi visión no pudo seguir el siguiente movimiento, sólo una sensación de disturbio en el aire, y en una instante Gloria había sacado sus alas y las giraba, los extremos de las plumas no estaban totalmente rebanando a Echo en pedazos, pero estaban cerca. Cuando se desplomó, ella dijo—: Ahora es mi turno. —Y agarró su garganta. La pequeña mujer lo levantó del suelo con una mano. Sus pies colgaban, pataleando, sonidos húmedos escapaban de su labios. Ella puso su cara cerca y murmuró palabras que sonaban como si vinieran de algún lenguaje perdido, pero su desprecio estaba claro. Lo tiró a un lado como a una horrible muñeca, inútil e inservible. Cosas en las que no quería pensar salieron de su cuerpo. Éste se derrapó hasta el suelo. Chillando como un puerco en una casa de matanza, los monstruos azules se movieron en dirección de Echo.

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Gloria limpio sus manos en su falda. Las cosas viscosas desaparecieron casi tan pronto tocaron el material. Eso explicaba algunas cosas. Dio unas palmadas, una mirada de alegría infantil adornaba su rostro. —Estoy tan orgullosa de ti. —Genial. Sácame de aquí. —No estaba gritando como si diera saltitos de pie en pie —mis zapatillas de ballet completamente atoradas— pero eso no duraría. Se mordió el labio. —Oh, claro. No eres buena con los cuerpos. —Mi estómago dio un vuelco mientras Gloria me envolvía en sus brazos y salíamos disparadas-rodando en el aire. Mis ojos se cerraron de golpe. —¿Quién es bueno con los cuerpos? —Funerarios para uno. —¡No soy un funerario! —Cierto, mi valiente Divinicus. —Me dio un apretón—. Ni siquiera estabas convencida de que yo estaría ahí. —¿Tengo que confiar en alguien, no? —¡Tienes que escucharme! —¿Así que siempre me salvarás? Se dejó ir. No grité en la fracción de segundo que le tomó agarrar mi mano y girarme en el abrasador blanco. Fue más un chillido.

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Tendida en el suelo. En los brazos de alguien. Me sacudían. Gentilmente al principio, luego más fuerte. —¿Aurora? —Ayden. Preocupado—. Vamos, Aurora, vamos. —Sirenas sonaban, gente gritaba, mucha conmoción, una fina capa de lluvia salpicaba mi cara. —Ella no va a despertar, ¿verdad? —La voz de Tristan se levantó con fuerza. —Ella te pidió que lo hicieras. Tiene un plan. Va a despertar. —Pero ansiedad teñía el tono confiado de Blake. —Arruiné por completo la Operación DDHK. Soy todo un caballero. ¡Puse a la dama en peligro! —Aurora no es una dama. —La voz de Matthias sonaba fuerte, peligrosa—. Pero ha sido más que largo. Traigan a los paramédicos. Curvé mis dedos. Una mano agarró la mía. —¡Está saliendo de esto! —dijo Ayden. Mis párpados se agitaron y parpadeé para alejar el desenfoque. Ayden me aplastó contra su pecho. Por encima de su hombro, el color fluyó en la palidez fantasmal de Tristan cuando él prácticamente bailó. Palmeando en la espalda y sonriendo a su alrededor. Incluso Matthias. —Oh, Dios mío —dije con voz ronca. Todos se congelaron—. ¡Tienes hoyuelos! El resto de los chicos le sonrió a Australia, que puso una mano sobre su boca para ayudar a cubrir los profundos hoyuelos adorables prominentemente mostrados en cada mejilla. Nos señaló con el dedo y dijo—: ¡Ya basta! —Pero detrás de su mano lo que realmente salió fue—: ¡Naw ih aw! —Nos reímos más fuerte. Renunció a la mano y se alejó hecho una furia, pero los hoyuelos se mantuvieron. Ayden me ayudó a levantarme. Yo podía pararme bien, pero mantuvo un brazo apretado alrededor de mi cintura. Lo dejé hacerlo. El cielo se había

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nublado y entregado una ligera llovizna. —¿Cuánto tiempo estuve fuera? —Dieciséis minutos, cuarenta y nueve punto —Jayden limpió las gotitas de su reloj—, tres segundos. Ayden sonrió. —No es que lo estuviera contando. —Ellos no tenían té, así que agarré café. Crema, tres azúcares. —El vaso de plástico se sacudió en la mano de Jayden—. ¿Cómo te sientes? Asentí con la cabeza. —Bien. Algo débil pero sin dolor de cabeza o dolor alguno. Tristan lanzó un suspiro de alivio. El café que tomé de Jayden derramó gotitas en mis manos, pero pensé que era por algunos nervios. Sorbí un trago para cubrir el nerviosismo. Matthias me miró, sus hoyuelos se habían ido. —¿Dónde está Echo? Me froté la cara y olí el humo, pero el hedor de El Mundo de la Espera no permaneció. —Si él me estaba tocando, pienso que Echo y yo hubiéramos ido a El Mundo de la Espera juntos. Como Bubbles. —Así es como Bubbles se perdió… —Las manos de Matthias acunaron la parte posterior de mi cabeza—. Eres increíble. —No sonaba como un cumplido. Blake dio una palmada. —Te lo dije que tenía un plan. ¿Quién tiene hambre? Entrecerré los ojos. —Blake, ¿tienes dos ojos negros? Blake le hizo una seña a Matthias y Ayden. —Tienen algo irritable. Tristan perdió su euforia y gritó—: ¿Me hiciste enviarte en coma siguiendo una corazonada? ¡¿Y un muñeco de peluche?! —Ornitorrinco —Matthias y yo dijimos al mismo tiempo. Sonreí. Él me miró. —¿Cómo has salido? —Matthias, dale un descanso. —Logan se abrió paso—. ¿Estás bien? —No puedo morir después que me salvaste de una Kalifera. Logan se sonrojó. Blake le dio un suave empujón. Bueno, suave para Blake. Logan casi se cayó, pero se estabilizó y lo empujó hacia atrás. Miré a los chicos, los seis de ellos, y entré en pánico. —Luna, Danica… El brazo de Ayden se apretó cuando hice un movimiento. —Relájate. —

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Todos miraron sus relojes—. Aún con los paramédicos. Los guardianes vigilan permanentemente. Solté un bufido. —Si todos son como Pearl… Ayden se encogió de hombros. —A ella le gusta Luna. Eres tú y tus hábitos de citas peligrosas con las que tiene un problema. —Gracioso. Un helicóptero golpeó sobre los tejados y se deslizó hasta una plaza abierta cerca, el viento dejando todo nuestro cabello en un frenesí salvaje hasta que Logan agitó una mano y se quedó inmóvil. Cuando la puerta se abrió, las luces recortaron varios cuerpos saltando fuera. Uno de ellos parecía… no podía ser. —¿Papá? Entonces lo oí gritar mi nombre y el de Luna mientras corría por la calle, a veces cayendo en el pavimento mojado, pero nunca disminuyendo. —¡Papá! —grité. Unos momentos más tarde no podía respirar. Los golpes de karate pueden no ser legendarios, pero los abrazos lo eran.

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La cena en el County Club avanzó sin problemas a pesar de Oron mostrando el lanzamiento de cuchillos como una habilidad familiar heredada… y la señora Ishida mostrando atraparlos antes de que atravesaran al estúpido mesero, quien los puso al alcance de un niño como la única habilidad de ella. El comedor ostentaba un ambiente de hospedaje de lujo con suntuosas maderas, muebles pesados, terciopelos abundantes y tapices en tonos brillantes, impresionantes obras de arte, y un montón de cristal reluciendo contra la luz suave y brillante. La elegante porcelana tintineaba contra la plata auténtica y el cristal importado. Elegante, pero sin ser pretencioso. Los chicos lucían elegantes en chaquetas y corbatas. Mientras esperábamos por el postre, Logan tenía a Luna y a Lucian en la pista de baile por clases de baile de swing, Blake actuando como compañera de Lucian, completado con risitas ahogadas. Ayden bailaba con Selena, sus pies subidos a los de él excepto cuando la alzaba en el aire. ¿Quién diría que pudiera estar celosa de mi hermanita? Matthias no se había presentado. Jayden y Tristan habían desaparecido. Capté al señor y la señora Ishida (mamá dio en el blanco con la descripción de supermodelo exótica) dirigiéndome miradas furtivas. Curiosas, no amenazantes, lo que era bueno teniendo en cuenta que la señora eliminó a Echo y su chica, por no mencionar todo el asunto de capturar-cuchillos-consus-manos- descubiertas. No quiero conocer los talentos del señor Ishida. Mi familia estaba feliz de estar fuera de la casa. Mamá y papá nos habían puesto en cuarentena después de incidente del concierto. Sin escuela, sin trabajo, solo los Laheys jugando cartas, juegos de mesa, charadas, croquet, música (“Gloria” siendo una nueva favorita), cocinando todos nuestros platos favoritos, y rentando películas. Esa noche del concierto los chicos habían llamaron a los Ishidas quienes llamaron a mis padres antes de que el drama llegara a las noticias. Papá, el señor Ishida, la mamá de Logan, y el tío de Blake habían subido al jet privado de los Ishida hacía L.A luego pasado al helicóptero en espera que los dejó en la

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escena. Una vez que papá se cercioró de que sus niñas estaban bien, nos amontonó en el helicóptero que nos llevó al jet que nos esperaba y nos dirigimos a casa hacia una mamá frenética. Papá se quedó y ayudó al equipo médico. —Viene la próxima semana —le dijo mamá a la señora Ishida, refiriéndose a mi tía. Mis padres no volverían a trabajar hasta que ella llegara. —¡Matty! —chilló Selena, saliendo de la pista de baile. Matthias, luciendo elegante en un negro (¿qué más?) traje, trató de suprimir su sonrisa, pero los hoyuelos se marcaron mientras Selena le dirigía su sonrisa polvo-de-hada. Nadie era inmune. Te hacía sentir como si pudieras volar, lo que ella hizo, lanzándose hacia Australia. Él la atrapo al vuelo, dando un giro completo. Nos vio sonriendo y la bajó al suelo. Selena agarró su mano, arrastrándolo a su asiento al lado de mamá quién le dio un abrazo y un beso en la mejilla. —¿Por qué no vienes a cenar? Te dije que nos acompañaras ya que tu padre aún no está en casa. ¿Sabes qué? —Mamá mantuvo su mano en el hombro de “Mattys” mientras se sentaba y Selena subía a su regazo—. Si no vienes mañana, voy a aparecer en tu puerta y cocinar la cena. Él palideció, pero mamá, en modo mega-maternal, no lo notó. Tristan apareció a mi lado. —Te mostraré el lugar.

***

La glorieta estaba junto al pabellón de la piscina al lado de las fuentes, el agua brotaba de dioses de mármol y flores exóticas con intensos aromas, la luz tenue de color pastel bailando contra el rocío. Una ráfaga de viento golpeó, repartiendo un débil cosquilleo de rocío. —¿Dónde está Jayden? —preguntó Ayden. Él, Logan, y Blake estaban esperando cuando llegamos. —Prometió que no tardaría —contestó Tristan, caminando de un lado al otro—. Podemos empezar sin él, pero Matthias… —Aquí estoy —contestó Australia. —¿Dónde has estado? Dijiste que empezaríamos tan pronto como llegaras aquí. —Tenía algo que hacer, amigo. Yo sonreí. —Selena te hizo bailar con ella, ¿cierto?

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Matthias se aclaró la garganta. —De todos modos, presenté el informe del concierto en Operación DDHK. —Captó mi mirada fija—. ¿Qué? Sonreí. —Nada. Matthias se encogió de hombros. —Les expliqué todo el ataque como una venganza de Echo, dejando fuera a Aurora y… otros detalles. Logan dijo—: No tenemos otra opción. Si queremos mantenerla con vida. Ayden se inclinó hacia adelante, con los codos sobres las rodillas. —Si el traidor piensa que somos despistados, se mantendrá escondido, tratará de averiguar que sucedió, y reagruparse. Podemos usar ese tiempo para prepararnos para el siguiente ataque. Matthias se cruzó de brazos. —Hemos ganado algo de tiempo, pero no para siempre. Investigar dentro del Mandatum es riesgoso y todavía no sabemos quién envió a Fiskick. —Podemos cubrir cualquier investigación con respecto a nosotros investigando los ingresos a los Sicarius. —¿Qué es, exactamente? —dije. Los chicos intercambiaron una mirada. Matthias asintió a Ayden, que respondió—: El escuadrón de asesinos de la sociedad de elite. Los cazadores con mejores poderes están invitados a unirse. —¿Y ustedes dijeron no porque…? —Yo tenía una idea. Logan soltó aire. —Tienes que dejar a tu familia para el entrenamiento y luego quedarte aislado, disponible a todas horas, viajar y matar al capricho del Consejo Superior. Bingo. —¿Por qué tienen que esconder el alcance de sus habilidades? Ayden aflojó su corbata, desabrochando el botón superior de su camisa. —Si tus poderes exceden ciertos… niveles eres considerado demasiado valioso. No tienes opción. Salté hacia atrás. —Ustedes están reclutados. —Más o menos —Ayden estudió sus palmas. —¿Y las suyas exceden los niveles? —Si —dijo Matthias. Me mordí el labio. —Así que estamos todos en el mismo barco. Ellos me habrían reclutado también. —Especialmente si sabían que yo era la Divinicus. Ayden frotó sus palmas juntas tan fuerte que esperé chispas. —Y quien sea que te quiera muerta tendría acceso más fácil.

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Reconfortante. —Así que, compañeros, será mejor que todos nos mantengamos fuera de su radar. Tristan, tú y Jayden consigan tanta información sobre los demonios como sea posible. Ayden, revisa la historia, ve si alguien ha tenido los poderes de Aurora. —Y como controlarlos —dije—. Quiero estar lista para pelear cuando el siguiente ataque venga. Quiero ser capaz de utilizar —agité mis manos— lo que sea que es esto. No hacer estallar las cosas, pero me gustaría defenderme a mí misma. Y ayudar. Ellos compartieron varias miradas. Blake se paró detrás de mí, sus manos musculosas sobre mis hombros. —Yo voto por entrenarla. Comenzaré con lanzamiento de cuchillos ya que ha demostrado ese talento natural. Luego artes marciales, defensa sobrenatural. Hacerlo todo. Y me ofrezco como voluntario para instructor de seducción. Rodé los ojos. Logan suspiró. —No es… Ah, olvídenlo. —Bien. —Matthias presionó sus labios, asintiendo—. Jayden puede armar un programa. Si ella va a estar alrededor, mejor una activa que una pasiva. Pero no tendrás alguna rutina de niña. Es el acuerdo autentico o nada. —Derribé el Mundo de la Espera. Puedo hacer esto. La boca de Matthias presionó sus labios en una línea fina. —Aurora, cuando… cuando estabas ahí… ¿viste a alguien más? —¿Aparte de gul y cadáveres medio comidos? Él palideció, su manzana de Adam subía y bajaba. —Como… otros humanos. Ladeé mi cabeza. —No. ¿Por qué? Se pasó una mano por la boca. —Solo por curiosidad. —Pero me sentí decepcionada cuando se escapó en la noche sin decir una palabra. Antes de que pudiese preguntar sobre ese momento raro, las luces parpadearon y se apagaron. En todos lados. Chillidos agudos y voces amortiguadas vinieron del club de campo pero nadie pareció alarmarse. Más velas se encendieron adentro. Jayden saltó sobre la verja. —¡Fui yo! —Silenció nuestras preguntas—. Entre en las computadoras de Mandatum para borrar mi solicitud del ADN de Aurora… —¡Jayden!

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—Lo sé, lo sé. De todas formas, alguien ya lo había removido y cuando traté de rastrear la fuente enviaron un virus y dejaron fuera de combate a toda la red. Por consiguiente —sus brazos se sacudieron—, el apagón. Me abracé a mí misma ante el repentino escalofrío. —¿Quién haría eso? Jayden se movió a trompicones alrededor de la glorieta. —Exactamente. ¿Te están protegiendo o aislándote para el ataque? —¡Aurora! —Papá vino corriendo. —Por aquí. —Vamos a ir a casa. —Papá se apoyó contra un poste al final de la escalera—. Oigan, chicos. ¿De qué están hablando? Sonreí. —Solo… cosas de chicas. —Tampones —espetó Blake. Mi mandíbula calló. Los ojos de papá se ampliaron. —Bueno, eso es… muy… uh… —Retrocedió unos pocos pasos. Mirando por encima de su hombro—. Solo voy… um… ¡Gemma! —Y corrió a toda velocidad hacia el edificio. —¡Blake! —espetamos todos. —Lo siento, entre en pánico. —Aurora —dijo Ayden—. Será mejor —antes de que tu mamá… —Sip. —Corrí escaleras abajo—. ¡Papá, él estaba bromeando!

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63 Traducido por Sofí Fullbuster Corregido por Melii

Su voz susurra a través de los árboles—: ¿Dónde estás? Giro en el claro, mi cabello dispersándose. Resbaladizo con rocío, el grueso césped congela mis pies desnudos. Luz de luna azul brilla contra la niebla plateada, torciéndose a través de las sombras del bosque. —Aquí. —Mi respiración sale en forma de neblina de mis labios, como volutas de humo en espiral. Lo necesito calándose bajo mi piel. Él puede protegerme de… Un gruñido. El chasquido de garras. El crujido de un arbusto. Cuatro brillantes ojos amarillos en la oscuridad. La monstruosidad acecha en el claro, agazapándose, su cola girando. De eso. —Ayúdame a —desesperación bordea su voz— encontrarte. Los músculos de Kaliferas se enroscan con burla, ondeando. Salta. Garras rastrillan mi brazo. El olor cobrizo de mi sangre. Brillantes colmillos destellan…

* * *

Me desperté abruptamente, mi mano en mi garganta resbaladiza con sudor. Después de tragar saliva duramente unas cuantas veces, reconocí mi habitación cubierta por la oscuridad. Acuné mi palpitante brazo, la única herida aún dándome molestias. ¿Morir por un demonio? Era mi sueño estos días y últimamente, algún chico se había unido a la fiesta. Su voz, de todas formas. Seductiva con un sutil, pero familiar acento. Me buscaba. Ansiaba protegerme y sabía que podía porque, bueno, él era el chico de mis sueños, ¿cierto? Alguien de mi subconsciente que por obra de magia me hacía sentir segura. Mi reloj me miraba en medio de la noche. Me relajé en la cama. Kaliferas bailaba detrás de mis párpados. Dormir estaba sobrevalorado.

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Bajé las escaleras de puntillas, Helsing junto a mí, un postre en mente hasta que un apagón cortó nuestra pequeña comida. En la oscuridad de la concina, mis manos buscaron ciegamente. —¿Qué estás haciendo? El fuego silbó en medio de la habitación. Mis entrañas trataron de salir. Chillé y golpeé duramente mi cadera contra la isla, derribando un taburete. Ayden lo atrapó con una mano. Con la otra encendió una suave luz encima de la habitación. ¿Cuándo se convirtió esto en normal? —¿Qué estás tú haciendo? —siseé, masajeando mi-pronto-a-estar magullada cadera. Helsing se frotó contra las piernas del intruso. Conseguiría un perro. —Yo pregunté primero. —Tú eres el único irrumpiendo en mis casa a las doce de la noche. — Escudriñé el envase en la isla delante de él—. Y comiendo mi helado. La boca de Ayden se curveó a los costados. —Me atrapaste allí. Vine a ver cómo lo estabas haciendo. —¿A mitad de la noche? Alisé mi cabello y revisé dos veces que no estuviera vistiendo uno de los pijamas con los embarazosos agujeros. Su cabello se disolvía en las sombras, a excepción de las partes donde la luz del fuego centelleaba en el brillante y adorable desastre, y sus ojos parecían enormes, las pupilas y los irises mezcladas en una única y oscura piscina en las que una chica podría perderse. Traté de no mirarlo. La mano llameando frotó la parte trasera de su cuello. —Quería revisar los escudos perimetrales. Luego recordé que habías mencionado el helado con triple dulce de leche en el congelador. Extrañábamos el postre. —Se quedó en silencio. Mirando hacia el helado—. Y pensé que podrías estar despierta. ¿Estaba… avergonzado? ¿Desde cuándo? —¿Qué si hubieran sido mis padres, o…? —Me habría ido. Sabía quién era —dijo con una sonrisa torcida—. Tienes una inevitable… forma de arrastrar los pies pesadamente. Vamos a tener que trabajar en tus habilidades de sigilo. —Gracias. Como si no tuviera suficiente en lo que trabajar. —Debido a los apagones, las velas estaban en los mostradores, por lo que empujé un par hacia él. En un momento, su mano no estaba flameando, pero la habitación parpadeaba con la luz de las velas.

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Me senté en un taburete y descansé mi barbilla en mis manos, bostezando. Preocupación llenó sus rasgos. —¿Más pesadillas? Te conseguiré algo del té de Jayden. —Cuando hice una mueca, añadió—: Ayudará. —Luego comió helado—. Aaaasí que, esta noche fue divertida. —Tus padres están locos. Ayden hizo una mueca. —¿Membrecía de por vida en el club de campo es demasiado? —Fue ingeniosa la forma en que lo dejaron caer sobre nosotros cuando nos íbamos. Nunca la usaremos. Ayden se encogió de hombros. —Tal vez. Pero mi papá remarcó el nombre de tu familia, pagó, y no va a recobrarlo, así que si no lo usan sería un desperdicio. Y un poco como un insulto. Creo que tus padres se suavizaron al final. —Ya veremos. —Agarré la cuchara que me tendía y la enterré en el helado, pero no podía sacar nada del buen achocolatado. ¿Qué tipo de súper congelador compró mamá? Ayden agarró la cuchara y la deslizó en el helado fácilmente. —¿Cómo hiciste eso? Me quemó con una perezosa sonrisa y desvié mi mirada mientras guiaba una generosa cucharada hacia mi boca. Un hilo de tensión apretó mi pecho. La helada dulzura contrastaba contra el cálido metal, por lo que me di cuenta de que lo había calentado con su mano. Deslizó la cuchara fuera de mi boca. Lentamente. Placenteros hormigueos cubrieron mi cuerpo. Me sonrojé, pero no podía apartar la mirada. Franjas de brillante topacio se desplazaron en sus ojos. Rompió la mirada, dejando caer la cuchara como si repentinamente quemara, y envolvió ambas manos alrededor del envase, tomando una firme respiración. Miré hacia abajo, el alivio luchando contra el arrepentimiento. Minutos más tarde, apartó el envase, la cuchara enterrada en el ahora manejable dulce. —Así que —dije en el incómodo silencio—. ¿Herman se ha ido? Ayden aclaró su garganta y asintió sin mirar hacia arriba. —Gracias a Matthias. ¿Conoces esas becas universitarias del instituto que se crearon en el nombre de Garret? Estreché la mirada. —Sí. Limpió su frente y finalmente encontró mi mirada. —Matthias le sugirió… espera… le demandó al Mandatum que las creara de una fundación

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ficticia después de que la cosa de Herman y Garrett sucedió. Parte del acuerdo de las becas es que Herman tiene que mejorar, conseguir buenas notas, e ir con sus padres a un campamento de terapia donde las familias aprenden a tratar con la ira, la pena, y… los problemas. Pagan para la fundación de ella. El Mandatum puede monitorear el progreso. —¿Matthias hizo eso? ¡Vamos! Ayden se encogió de hombros. —Matthias tenía sus propias razones para odiar lo que le sucedió a Garret. Cree que ayudará si Herman está al corriente de los recuerdos de su hermano. Tiene algo… un poco de herencia. La verdad es que, de entre todos nosotros, Matthias es el que probablemente más siente empatía con Herman. —¿Por qué? —Demonios personales, pero es parte del equipo, así que tratamos de ayudar. —¿Cómo sucedió eso del equipo? Pensé que no respondería, entonces—: Siete chicos manifiestan sus habilidades al mismo tiempo. Ese es tú equipo. Los Guardianes son puestos en marcha simultáneamente, y si hay alguna confusión, saben con quién están conectados sus chicos. Pestañeé. —¿Eso es todo? ¿Sólo… así? —Como magia. —Ayden agarró otra cuchara y empezó a comer—. Nuestro temprano ataque demonio no es tan inusual, pero el hecho de que muchos de nosotros éramos amigos y unidos es raro. Una “anomalía estadística” de acuerdo con Jayden. —¿Ataque temprano? Ayden estudió la cuchara. —La mayoría de los guardianes manifiestan sus habilidades alrededor de la pubertad. Generalmente es un proceso lento y tranquilo. Cosas pequeñas comienzan a suceder y tu familia puede ayudarte con el desarrollo. Pero para nosotros… —Sus ojos brillaron, desenfocados, reviviendo el pasado. Sonrió tristemente, su voz baja. —Estábamos jugando en el bosque cerca de las cascadas. Lo conocíamos bien. —Sopló una respiración—. El portal está localizado detrás de las Cascadas de Gossamer. Como siempre, Garret estaba con nosotros. Todos teníamos entre nueve o diez. Sólo chicos. Escalando árboles, saltando en las rocas, atrapando ranas. —Una mano masajeó la parte trasera de su cuello y luego frotó su rostro, tratando de borrar el dolor. Su respiración temblaba—. El demonio emergió desde la neblina. Aterrizando inesperadamente. Colmillos. Garras. Alguna clase de lobo-serpiente volador. Nos congelamos. Habíamos

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estudiado las cosas pero en la realidad… —Sacudió la cabeza, lamiendo sus labios—. De cualquier manera, nuestros mecanismos de defensa se activaron. —¿Y esos son…? —Como tu cosa de las explosiones. Si éramos atacados a una edad temprana, nuestras habilidades se activarían automáticamente, como un dispositivo de seguridad, estábamos rodeados de una especie de… —sus manos se agitaron—, escudo protector. De nuevo, sabíamos sobre ello, pero… estábamos asustados, confundidos. Algunos de nosotros se habían desmayado. No podíamos movernos. Los demonios no pueden penetrar la capa protectora, así que el peligro pasara. Pero Garret —suspiró, sacudiendo la cabeza—, no lo estaba. Los Guardianes alertaron a nuestras familias. El Mandatum se encargó de todo. Fuimos llevados para ser interrogados, curados, comenzar nuestro entrenamiento. Las cosas eran… diferentes después de eso. —Ayden movió una mano sobre su boca, tragando—. Regresamos. Matthias se quedaría aquí con su padre. Tristan estaba viviendo con sus abuelos. Blake se quedó con la familia de Logan hasta que su tío llegó y todos nos sentíamos culpables. Aún lo hacemos. A ninguno le gusta hablar sobre ello. Puse mi mano sobre la suya. Por una vez, su piel estaba helada. —No fue tu culpa. Se encogió de hombros. —La mayoría de los días estamos bien. Aunque no puedo culpar a Tristan por querer alejarte pero —su mano sujetó al mía y me miró—, Aurora, te mantendremos a salvo. Como sea. Simplemente quería estudiar los ángulos de su rostro, los cálidos y caídos ojos, su tentadora boca. Anhelé ser valiente para inclinarme, cernirme a un aliento de su boca, provocándolo con una promesa de pasión, esperándolo para que cruzara la última tajada de espacio… Pero no lo hice. Mi corazón tartamudeó, mi mente gritando—: ¡Cobarde! —pero me recordé a mí misma que el romance había sido una trampa y en su lugar dije—: ¿Siete? Pero sólo hay seis. Apartó su mano tan rápido que golpeó una vela. Murmurando una disculpa, la enderezó y limpió la cera derramada. —No sabemos quién es el séptimo miembro. —¿Es un código para: “No tengo permiso para decirlo”? —Ese es el código para: “Es un misterio”. El Mandatum cree que murió. —Oh.

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Caímos en un silencio. La vela siseaba. Repentinamente, Ayden golpeó dos largos rectángulos de papel en la encimera, provocando que pegara un brinco de sorpresa, lanzando el helado al suelo. —Lo siento —dijo. Helsing deambuló hacia allí para lamer lo derramado. Mi mirada rebotó desde un avergonzado Ayden hacia los trozos de papel. —¿Qué son? Frunció los labios. —Uh, entradas. —Frotó su mandíbula—. Para un maratón de Alfred Hitchcock. Sonreí. —¿No hemos tenido suficiente terror? —Alfred Hitchcock no hace películas de terror —dijo, simulando, bueno, horror—. Es el maestro del suspenso. Iba a invitarte el día que terminaste conmigo en el baño. —Oh. —Mi estómago se sintió vacío—. Bien. —Aclaré mi garganta y giré la cuchara—. Ya sabes —respiré profundamente—, con los demonios idos… no tienes que hacer lo del novio ficticio. —Creí verlo sonreír, pero no lo verifiqué y tropecé con las palabras—. Había mucha adrenalina y… uhm… circunstancias emocionales extrañas. Así que —agité mi mano como si pudiera alejar la incomodidad—, estaba pensando que sería mejor si… —Ya veo. —Sus ojos eran de un oscuro y rico chocolate que derritió mi corazón—. Pero los demonios regresarán. Aún necesitas protección y… y no quería… —Deslizó una palma por el costado de su rostro y tomó una profunda y temblorosa respiración. ¿Estaba nervioso? ¿Qué sucedió con el tipo arrogante que estaba listo para enseñarme sus bóxers y o calzoncillos? Frotó sus nudillos contra su mandíbula. —No me molesta la cosa del novio. En realidad… y… pensé que hacía las cosas bien, pero… —Mi mirada se movió rápidamente para evadir su mirada escrutadora. Suspiró, su manzana de Adán bailando—. ¿Hice algo mal? —¡No! —Apenas podía mirarlo. Mis manos goteaban sudor. —¿Por lo de las esposas? Lo siento, estaba asustado… —No. —Me sonrojé ante el recuerdo de sus labios en los míos, en cómo lo deseaba. Cómo… —Oh —dijo con resignada derrota—. ¿Preferirías… hay alguien más? Por favor no digas Blake. Sería insufrible… —No, es… Ayden golpeó su frente. —Matthias.

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Me atraganté. Movió sus dedos a través de su cabello y asintió. —Las chicas siempre van por el oscuro melancólico y con el pasado tormentoso. Debería haberlo visto venir. Desesperada por detener su desastroso parloteo, enganché su muñeca en la encima con mi mano. —Ayden. —Esperé que sus inquietos ojos me miraran—. No quiero forzar a nadie más a jugar a ser mi novio. Pero —levanté una mano para detener sus protestas—, si uno de ustedes tiene que hacerlo… —El miedo quemó en mi garganta. Vamos, Aurora. Sólo dilo—. Preferiría que fueras tú. Registró mis palabras. La nerviosa mirada desapareció. Las esquinas de su boca se curvearon hacia arriba. Dejé ir su brazo, agarrando una cuchara, centrando toda mi atención en apuñalar el helado y mordiendo el interior de mi labio, porque desaparecer en el suelo no era una opción. Mi estómago se agitó con el largo silencio de segundos, minutos. ¿Horas? Era una idiota. —¿Qué? —dijo Ayden. Miré hacia arriba. —No dije nada. —Por supuesto que lo hiciste. —Esa sonrisa de pirata había regresado— . Y tienes toda la razón. No podemos desperdiciar estas entradas. Paré de comer apuñalar el helado y lo miré, dudosa. —¿Dije eso? Asintió, sus ojos titilando con travesura. —Y tenías razón. —¿La tenía? —Sí. Así que, el sábado, ¿es una cita? Traté duramente de no sonreír, pero… —Como dije, no queremos que se desperdicien. —¿Qué va a desperdiciarse? Me caí de la silla. Blake me atrapó antes de que golpeara el suelo. Tristan, Logan y Ayden rieron. —¿Qué estás haciendo? —susurré ferozmente. —¿Qué estás tú haciendo? —dijo Blake, moviendo sus cejas. —Mi casa. Doce de la noche. Blake apuntó a Ayden. —Nos estábamos preguntando dónde estabas. —¿A las doce de la noche? —Tengo un celular.

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Blake resopló. —Estábamos aburridos y estaba cansado de que Jayden me venciera. —Jayden sigue siendo el maestro del ajedrez. —Logan sonrió. Ayden rodó los ojos. —Estábamos tan preocupados de que perdiera su título. Especialmente contra Blake. —Oye. —Blake lo apuntó con un dedo acusador—. No es divertido. Tristan cepilló su cabello fuera de su frente. —Se suponía que íbamos a encontrarnos con Jayden en mi casa para arreglar mi computador. —¿A las doce de la noche? —Luego Logan —Blake asintió hacia su amigo—, notó el resplandor aquí. Logan sonrió tensamente, molesto al ser acusado de la intrusión. —Queríamos comprobarte, pajarito. —Blake puso un brazo sobre mi hombro—. No sabíamos que Ayden nos había ganado. Y estaba comiéndose todo el helado. —Necesitan irse. Al igual que Luna ya no necesita posibles chantajes. — Lo empujé, pero Blake sólo se inclinó más cerca y agarró las entradas. —¿Hitchcock? Dulce. Ayden se las arrebató. —Quédate con ella mientras Tristan y yo revisamos por última vez el perímetro y hablamos con Jayden. —Ignoró mis protestas y ahuecó mi rostro entre sus manos—. Lo prometo, cuando regrese, los sacaré a todos de aquí. Después de que se fuera, el calor de su toque permaneció. Blake colgó un brazo en mis hombros. —Al fin solos. —Estoy justo aquí —dijo Logan. —Tal vez no deberías estarlo.

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64 Traducido SOS por Sofí Fullbuster Corregido por Melii 326

Mi ansiosa mirada barrió el cine. —No te preocupes. Les dije que era el domingo —dijo Ayden cuando nos sentamos. —¿Y te creyeron? —Por supuesto. —Me pasó las palomitas y se sacó su chaqueta—. Soy el maestro del engaño. —Uh-huh. Así que, ¿cuándo te convertiste en un fan de Hitchcock? —Después de ver Psycho —respondió una voz que claramente no era de Ayden. Nos volvimos para mirar a Blake. Y Jayden. Y Tristan. Y Logan. Todos sentados detrás de nosotros. Sonreí ante un avergonzado Ayden. —Oh, sí, el maestro del engaño. Blake metió una mano en nuestras palomitas. Jayden se inclinó hacia delante. —Aurora, quizás puedas solucionar nuestro debate. ¿Qué hace Hitchcock? ¿Terror o Suspenso? —Suspenso —dijo Tristan. —Terror —argumentó Logan. —Tú crees que la película Sleeples in Seattle era terror —dijo Tristan—. Todo esa cosa sentimental te dio pesadillas. —Triste pero cierto —confirmó Jayden. Blake agarró a Logan y lo apretó contra su costado mientras su voz chirriaba con un tono afeminado—: ¡Te aaaamo, Logan! —Ruidos románticos

le siguieron. Logan se liberó a sí mismo, saltando sobre los asientos y dejándose caer con un resoplido junto a Ayden. Nos reímos. —Oh, vamos —dijo Blake—. Estoy bromeando. —¿Puedo? —Jayden hizo gestos hacia las palomitas mientras se sentaba junto a mí. Blake me arrebató el recipiente desde atrás. —¿No tendría que tener mantequilla? Cuando los dedos de Ayden deslizaron el cabello fuera de mi cuello y sus labios rozaron mi oído, temblores viajaron de arriba hacia abajo en mi espina dorsal. —Te lo compensaré —susurró—. Más tarde podremos… Sus móviles sonaron. Con un gemido, su cabeza cayó en mi hombro. Después de leer los mensajes, pronunciaron varias maldiciones y quejidos. —Oh, no ese arrogante hijo de… —¿Cómo ha escapado? —Lo que necesitábamos, ese Casanova suelto de nuevo. Luego mi visión se desenfocó y dejé mi cuerpo. La visión me tiró hacia un zigzagueante borrón, que parecía viajar interminablemente sobre un desconocido terreno. Finalmente patiné hasta detenerme en la orilla de una laguna. Rico follaje tropical se olía en el aire con exóticos aromas, rodeada de prístina agua marina, el agua brillaba bajo la lustrosa luz de luna. El canto de coloridos pájaros se oía de fondo. Una elevada catarata caía en un charco, creando una volátil neblina que acariciaba mis mejillas en una fría caricia. Como mi encuentro con Echo en el lago, mis sentidos sintieron el medio ambiente. Al menos no estaba ahogándome. La laguna no parecía familiar. Ni siquiera lucía como si perteneciera al Norte de América. Nunca había viajado así de lejos antes. ¿Quién sería? Pero tenía que admitir que era… guau… un cuento de hadas romántico. Lo único que faltaba era… algo golpeó la superficie del agua —un héroe digno de desmayarse. Maldita sea, estaba para morirse. El supermodelo sacudió su cabeza —lentamente, ¿o esa era mi imaginación— arrojando gotitas de agua y agitando sus brillantes rizos de un reluciente oro oscuro. Caminó hacia mí con sensual gracia, revelando lentamente más y más de su bronceado físico. Riachuelos brillaban y serpenteaban hacia abajo por su cuerpo, como dedos, vivos y deseosos de tocar

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los anchos hombros, cincelados brazos, escultural pecho, ondeantes abdominales y… Guau. Se detuvo justo antes de revelar una embarazosa —para mí— cantidad de su cuerpo, porque era claro que esa pecaminosa y traviesa sonrisa era todo lo que llevaba. —Aurora. —Ojos de un oscuro jade brillaron con una promesa—. ¿Qué te tomó tanto tiempo? Podía verme, sabía mi nombre. Frío sudor brotó de mis poros. Debería hacer algo. Retroceder para que mi cuerpo… —Relájate. —Su profunda voz se derramó como la seda contra mis nervios, tranquilizándome—. Estoy aquí para ayudarte. Darte las respuestas que tan desesperadamente necesitas para salvar a todos los que amas. Y a cambio… —Su mandíbula bajó, las puntas de sus dedos arrastrándose a través de la superficie del agua, haciendo perezosas ondas como un atrayente abrazo. Levantó sus caídos ojos para atraparme con su provocativa mirada—. Simplemente necesito un… pequeño… favor.

Fin

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Recetas

Tarta de la familia Lahey Sheperd Este alimento reconfortante es esencial en el hogar Lahey. Es una receta muy fluida, puede cambiar fácilmente para hacer felices a todos. Simplemente usa diferentes verduras para adaptarla a tus preferencias, reemplaza los guisantes y/o pimientos con un poco de frijoles verdes o champiñones. ¡Mezcla lo que te gusta y haz la receta favorita de tu familia!

Ingredientes: 2 libras de carne picada (o pavo o cordero) 2 dientes de ajo, picados 1 Cebolla mediana, picada 2 zanahorias medianas, picadas 1 tallo de apio, picado ½ pimiento verde, rojo y naranja, picado 1 taza de maíz (congelado o en lata, pero escúrralo si lo utiliza enlatado) 1 taza de guisantes congelados 1 cucharadita de condimento italiano, puede utilizar en su lugar un poco de albahaca, orégano, tomillo, mejorana y/o el romero, cualquiera que sea de su agrado. 1 cucharadita de salsa inglesa 3 paquetes de su salsa favorita, ya preparada de acuerdo con las instrucciones del paquete (pimienta es la favorita de la familia Lahey, pero se puede usar simplemente salsa sofrita) 8-10 papás, peladas y partidas en cuartos (¡se puede utilizar más para los grandes amantes de las papás!) Crema de leche o leche - por lo menos ½ taza 1 barra de mantequilla Sal y pimienta al gusto

Instrucciones: Mezcla de carne y verduras:

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1) En un sartén grande, a fuego medio, cocine la carne hasta que empiece a dorarse. Alrededor de 3 minutos. 2) Agregue el ajo y todas las verduras excepto los guisantes y cocine de 5 a 7 minutos. 3) Añada los condimentos italianos y la salsa inglesa y cocine por 1 minuto. 4) Agregue los guisantes y la salsa y llévelo a ebullición. Cocine a fuego lento durante 3 minutos. 5) Agregue la sal y la pimienta al gusto. Ponga la mezcla en una cacerola o molde para hornear con suficiente espacio para añadir las papás en la parte superior.

Papás mezcladas: Coloque las papás en una olla, cúbralas con agua y déjelas hervir hasta que estén tiernas, unos 15-20 minutos. Escurra las papás y bátalas con una batidora eléctrica. Agregue ½ taza de crema (o leche) y la mantequilla, y continúe batiendo. Siga agregando más crema (o leche) hasta obtener la consistencia que usted prefiera. Añada sal y pimienta al gusto.

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Pan casero de la señora Lahey Mejor para ser comido el mismo día y en la casa Lahey, una hogaza de pan apenas dura una hora, así que por lo general ¡ella hace al menos dos! Es absolutamente delicioso caliente con mantequilla, y / o su mermelada favorita o miel. ¡Puede incluso tostarlo si le gusta!

Ingredientes: 2 ½ tazas de harina para todo uso 2 ½ tazas de harina de trigo integral 1 cucharadita de bicarbonato de sodio 2 cucharaditas de polvo para hornear 3 cucharadas de azúcar 1 cucharadita de sal 1 huevo batido 1 ¾ tazas de yogurt sin azúcar 1 sartén de hierro fundido (¡útil para la Apocalipsis demoníaca también!) Bueno, la verdad es que cualquier bandeja para hornear servirá para hornear este pan delicioso Instrucciones: Precaliente el horno a 375 grados F. La sartén de hierro fundido no necesita ningún tipo de preparación, pero si está utilizando una bandeja de horno, asegúrese de engrasarla y enharinarla. Cole juntos la harina, el bicarbonato de sodio, el polvo de hornear, el azúcar y la sal en un tazón grande. En un tazón, bata el huevo y el yogurt, y vierta la mezcla en los ingredientes secos. Mezcle todo junto para hacer una masa suave y pegajosa. En una superficie ligeramente enharinada, amase la masa durante unos minutos hasta que esté suave, luego de forma a la masa en una hogaza de pan redondo de unos cinco centímetros de profundidad. Pase la masa a la sartén de hierro (o bandeja de horno). Haga una forma de cruz en el centro de la parte superior de la masa.

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Hornee en el horno durante unos 40 minutos o hasta que el pan sea de un color marrón dorado. Pase la hogaza a una rejilla de metal y deje enfriar un poco antes de servir, ¡si puede esperar tanto tiempo!

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Galletas con chips de chocolate de Selena Estas son deliciosas sumergidas en leche normal, pero si le sirves a Matthías es mejor que tengas Milo.

Ingredientes: ½ taza de avena tradicional (sin avena instantánea, avena real o nada en absoluto) 2 ¼ tazas de harina para todo uso 1 cucharadita de polvo para hornear 1 cucharadita de bicarbonato de sodio ½ cucharadita de sal 1 taza (2 barras) de mantequilla, a temperatura ambiente 1 taza de azúcar morena a tope 1 taza de azúcar granulada (también conocida como azúcar blanca si no eres Jayden) 2 huevos grandes 1 cucharadita de extracto de vainilla 4 gramos de golosinas de caramelo Inglés, finamente picado 2 tazas (o una bolsa de 12 gramos) de chocolate semi-dulce

Instrucciones: Precaliente el horno a 325° F. Unte mantequilla o aceite a una bandeja para hornear. Pique finamente la avena en un procesador de alimentos (o batidora). En un tazón mediano, mezcle la avena picada, la harina, el polvo de hornear, el bicarbonato de sodio y la sal. Déjelo a un lado. Con una batidora eléctrica, mezcle la mantequilla y los dos azúcares en un tazón grande hasta que esté fino y suave, y luego bata la mezcla en los huevos y la vainilla. Agregue la mezcla de harina a la mezcla de azúcar y revuelva hasta que se mezclen. Añada los trozos de caramelo y el chocolate chips.

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Ponga bolas de masa del tamaño de una cucharada sobre la bandeja del horno, dejando entre ellas una pulgada de distancia. ¡No aplane la masa! Hornee hasta que las galletas estén doradas, unos 12 a 15 minutos. Deje enfriar durante 5 minutos y luego ¡empiece a comer!

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Galletas Triples de Chocolate de Jayden Advertencia, el genio no bate las cosas simples, pero estas son fenomenales como una influencia calmante después de los ataques del demonio.

Ingredientes: 1 1/4 tazas de harina para todo uso 1 cucharadita de polvo para hornear 1/2 cucharadita de sal fina 1/4 cucharadita de bicarbonato de sodio 8 cucharadas de mantequilla sin sal (1 barra) 6 oz de chocolate amargo, finamente picado 2 huevos grandes 1 yema grande (separar la clara de la yema no es tan difícil, ¡lo prometo!) 1 taza bien compacta de azúcar morena 2 cucharaditas de extracto de vainilla pura 1 taza de chispas de chocolate semidulce 1 taza de chispas de chocolate blanco

Instrucciones: Mezcle la harina, el polvo para hornear, la sal y el bicarbonato de sodio en un tazón mediano. Derrita la mantequilla en un sartén a fuego medio. Retire el sartén del fuego, añada el chocolate amargo, déjelo a un lado hasta que se derrita. Bata los huevos, el azúcar morena y la vainilla en un tazón mediano. Lentamente bata el chocolate con la mezcla de huevo. Agregue la mezcla de harina para hacer una masa floja. No trabaje demasiado la masa. Enrolle la masa en las chispas.

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Cúbrala con plástico aproximadamente 2 horas.

y

refrigérela

hasta

que

esté

firme,

Precaliente el horno a 350 grados F (o 325 si la opción de convección está disponible). Unte mantequilla o aceite en una bandeja para hornear, o fórrela con papel manteca. Forme la masa en bolas, cada una de aproximadamente 2 pulgadas, y colóquelas en la bandeja para hornear preparadas a una pulgada de distancia una de la otra. Hornee hasta que el exterior esté crujiente, pero el centro todavía húmedo, aproximadamente 12 a 15 minutos.

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Drop Dead Demons Aurora Lahey hay descubierto la razón por la cual todo el mundo está intentando matarla… ahora necesita descubrir una manera de detenerlos. Entre todos los asesinos que el infierno ha contratado y una sociedad secreta persiguiéndola, Aurora no creía que la vida de Divinicus Nex pudiera empeorar. Claro, ha descubierto algunos poderes letales en ella. Además, seis atractivos demonios están constantemente vigilándola. Y sí, a Aurora no le importa correr hacia el más atractivo de los demonios –y si él no la rechaza, mejor. Pero cuando un extraño seductor con motivos cuestionables entrega un ultimatum mortal, Aurora y los Hex Boys se sumergen en una caza que bien puede cambiar el poder a su favor o desatar el infierno en la tierra. Perseguidos por demonios míticos, Aurora y los Hex Boys huyen a un mundo de sombras lleno de conspiraciones, donde nada ni nadie es lo que parecen. Donde el amor y la traición van de la mano, y confiar en la persona equivocada puede no solo romperte el corazón, si no también matarte. Ocultando su estado Divinicus Nex de quienes la persiguen, mintiendo sobre sus sentimientos, esquivando demonios, irrumpiendo en las tumbas y buscando a su chantajista… Aurora necesita tomar un descanso. O, más probable, intentar no morir.

Divinicus Nex Chronicles #2

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Sobre el autor A&E Kirk es el dúo escritor madre-hija de Alyssa y Eileen Kirk. Nosotras escribimos ficción paranormal YA y ¡también reseñamos YA en el blog Teens Read and Write!

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Traducido, Corregido y Diseñado en: 340

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