Copyright Publicadopor Dreamspinner Press 382 NE 191st Street #88329 Miami, FL 33179-3899, USA http://www.dreamspinnerpress.com/ Esta historia es ficción. Los nombres, personajes, lugares e incidentes son producto de la imaginación del autor o usados para la ficción y cualquier semejanza con personas vivas o muertas, negocios, eventos, o escenarios es mera coincidencia. Sus Dos Padres© Derechos de autor 2010, Ariel Tachna Traducido por Y.M. García Portada Diseñada por Mara McKennen La licencia de este libro pertenece exclusivamente al comprador original. Duplicarlo o reproducirlo por cualquier medio es ilegal y una violación a la ley de Derechos de Autor Internacional. Este eBook no puede ser prestado legalmente o regalado a otros. Ninguna parte de este eBook puede ser compartida o reproducida sin el permiso expreso de la editorial. Para solicitar el permiso y resolver cualquier duda, contacta con DreamspinnerPress, 382 NE 191st Street #88329Miami, FL 33179-3899, USA. http://www.dreamspinnerpress.com/ Impreso en los Estados Unidos de América Primera Edición Junio, 2010 Versión en eBook español ISBN: 978-1-61372-820-8

CRÍTICAS PARA ARIEL TACHNA Un Lugar en el Verano. …Una historia romántica y conmovedora que es genuina y un clásico. Los personajes secundarios son maravillosos y provocaron que la historia tuviera mayor calidez y atractivo. Chamolile en Whipped Cream Reviews Fuera del Fuego. Mientras más leí la historia, más sentimental y física se convirtió; pude entender con mayor profundidad las dinámicas de los tres hombres atrapados en una relación. Definitivamente la recomiendo para leer. Sin en Two Lips Reviews Hot Cargo …No es, en definitiva, una historia normal de aventuras espaciales… les atraerá a aquellos a quienes les gusta una buena historia autoritaria con algunos comentarios ingeniosos entre los protagonistas. Lainey en Coffe Time Romance y más. Coalición de Sangre – Serie La serie es para aquellos que buscan una nueva perspectiva de los Vampiros y a quienes les gusta un poco de drama mezclado con aventura y romance. Jaime en Dark Divas Reviews Coalición de Sangre – Serie El mundo creado en todos sus libros es sinónimo de excelencia, pero en este último, la autora se lució, haciendo que el lector pudiera involucrarse de una manera íntima en la cultura de los vampiros. El suspense, como siempre, me mantuvo con los pelos de punta haciendo que leyera a altas horas de la noche solo para poder descubrir cuál sería el desenlace. Regina en Coffe Time Romance y más.

Para mi hija que me enseñó el significado del amor a primera vista.

Capítulo 1

—¿ME permite hablar con Srikkanth Bhattacharya, por favor? —Soy yo —replicó Srikkanth, que no reconocía la voz. —Señor, le habla Victoria Holmes. Soy una de las trabajadoras sociales del hospital “Los Buenos Samaritanos”. Usted es el número de emergencia de Jill Peters y también, según lo que nos informó, el padre del bebé—continuó hablando la voz. —Sí, es correcto —Srikkanth asintió, pensando en el acuerdo que había tenido con su amiga, el cual le había permitido tener un bebé sin un hombre con el cual compartir su vida—. ¿Va todo bien? —Desafortunadamente, no —continuó la señora Holmes—. La niña nació esta mañana y está perfectamente saludable, pero la Señora Peters desarrolló eclampsia y a pesar de nuestros intentos para estabilizarla, no sobrevivió al parto. Srikkanth no sabía qué decir. No estaba enamorado de Jill, pero sí la amaba, de la forma en la que se ama a los mejores amigos. Su corazón se le estrujó en el pecho al recordar su risa, su alegría y su entusiasmo por la vida y el hecho de que ya no estaría en este mundo. —No —dijo inmediatamente—, debe haber un error. La trabajadora social comprendía las etapas del dolor tan bien como conocía su propio nombre. —Lo lamento, señor Bhattacharya. Desearía decirle que es un error, pero la señora Peters ya no está con nosotros. Ahora debemos pensar en el bebé. —¿El bebé está bien? —verificó Srikkanth, aunque sabía que la trabajadora social lo había mencionado con anterioridad. Podía sentir como su mente comenzaba a bloquearse mientras luchaba por comprender el repentino cambio en su vida. —Está bien —le aseguró—. Es una niña saludable de siete libras y ocho onzas{1}, sin embargo, hay varias decisiones que debe tomar. Como padre del bebé necesita venir al hospital para que podamos entregársela. —No, eso no es así —balbuceó Srikkanth, demasiado impactado con las noticias de la muerte de Jill como para pensar con claridad, como la promesa que había hecho de no decirle a nadie que él era el padre de la criatura—. Es el bebé de Jill. Solo fui el donante de esperma. —¿Disculpe? —preguntó la trabajadora social.

—Jill y yo no somos, éramos, una pareja —explicó Srikkanth lentamente, aún demasiado conmocionado por toda la conversación—. Era una amiga cercana y cuando quiso tener un bebé, pero no tenía una pareja, me ofrecí acompañarla a la clínica de fertilidad y donar el esperma. Iba a criar al bebé sola. —Ya veo —dijo la señora Holmes lentamente—. ¿Tiene familiares que podrían estar interesados en hacerse cargo del bebé? —Era hija única —respondió automáticamente—. Sus padres murieron hace algunos años. Jamás mencionó si tenía más familia. —Entonces quizás debamos buscar otras opciones —sugirió la trabajadora social, el tono de su voz profesional—. Si usted es en realidad el único familiar del bebé y no tiene interés en hacerse cargo de ella, necesito hacer arreglos para poder ponerla en adopción. De lo contrario será responsabilidad del Estado y estará bajo el cuidado de hogares sustitutos hasta que le encontremos una familia. —Ya veo —respondió Srikkanth sin ánimo, aunque en realidad no lo veía. Se supone que estas no debían ser sus decisiones, ni siquiera estaba en sus planes ver al bebé más de lo que fuera necesario. Jill y él eran amigos, pero no se veían a diario, ni siquiera cada semana. Nadie más sabía que la niña era suya… Jill se había negado a revelar el nombre del padre a sus conocidos, así que incluso si las hubiera visto, las habría tratado con la misma normalidad con la que lo hacía a sus otros amigos y sus hijos. No comprendía por qué Jill había puesto su nombre en los formularios del hospital. Pensó que ella pretendía ser la única inscrita como madre de la niña. —No puede venir a firmar la renuncia de la patria potestad sino hasta que hayan transcurrido cuarenta y ocho horas desde el parto —explicó la trabajadora social—, así que tiene un día para pensarlo. Si quiere, pongamos una cita; nos podemos reunir el día jueves por la mañana y discutir sus opciones y así podríamos incluso acelerar el proceso para que el bebé pueda irse a casa con una familia lo más pronto posible. —Sí, claro —respondió automáticamente, y ni siquiera verificó su agenda para ver si tenía alguna cita del trabajo. Esto era su prioridad. Si tan solo pudiera resolverlo y continuar tranquilamente con su vida—.¿A qué hora? —El bebé nació a las 11:41 de esta mañana, así que legalmente no podrá firmar los papeles sino hasta esa hora del jueves, pero podría venir aquí a las once y así podremos hacernos cargo de todas las decisiones preliminares. Debido a que usted estará dándola en adopción voluntariamente, podría incluso opinar a qué hogar puede ser enviada, incluso podría, si gusta, seleccionar una familia para ella. Seleccionar una familia. Como si fueran un tipo de plato en un menú. Al pensar en ello, su estómago comenzó a darle vueltas. —Llegaré a las once—aceptó—, pero no me siento calificado para tomar decisiones para su futuro. Se supone que yo no estaría involucrado en esto. —No tiene por qué estarlo—agregó la señora Holmes—, pero si no lo hace, el proceso será más largo para ella y para usted. Al menos, con una adopción voluntaria, podemos contactar con una agencia para que puedan colocarla en un hogar. Si no lo hace, se convertirá en otro número más de nuestro ocupado sistema. Hacemos lo mejor que podemos por ellos, pero no será tan rápido, a menos que usted tome una decisión. —Lo pensaré —prometió Srikkanth. No estaba seguro si se podría comprometer más que a eso. —Cuando llegue al hospital, pregunte por la sección de maternidad —le instruyó la señora Holmes—. Mi oficina está al final del pasillo. Cualquiera de las enfermeras le puede

guiar una vez llegue a la planta. —Gracias por llamar —respondió Srikkanth automáticamente mientras desconectaba la línea y miraba distraídamente a la pared. Una niña. Su bebé. No se supone que debería ser su bebé, era de Jill. Excepto que Jill, la brillante, graciosa, extrovertida Jill, ya no estaría para criarla. Tenía un amigo que era adoptado, Tim conocía a su madre biológica, pero su conexión verdadera era con sus padres, aquellos que lo amaron y criaron. No era como si Srikkanth perdería algo si la daba en adopción. Además, nunca planeó ser algo más que un conocido en su vida. Esto no cambiaría nada. —Oye, Sri, ¿bajarás a cenar? —Sí, estaré ahí en un minuto, Jaime —contestó Srikkanth, todavía pasmado. Jaime y Nathaniel, sus dos compañeros de casa, ya habían comenzado a comer cuando Srikkanth bajó por las escaleras. Como siempre, la concentración de Nathaniel estaba dedicada a un libro puesto que se preparaba para el interminable ciclo de clases y exámenes que conformaban la escuela de medicina. Jaime se percató de su llegada y se sorprendió al ver la expresión en el rostro de Srikkanth y la forma tan mecánica en la que se movía por la cocina; tomó un plato y se sirvió sin prestar atención a lo que hacía. —¿Sri? —Srikkanth no levantó la mirada y Jaime frunció el ceño—. ¿Sri? — repitió. Aun así no recibió una respuesta—. ¡Srikkanth! Cuando Srikkanth finalmente miró hacia arriba, su mirada parecía tan confundida y perdida que Jaime quería darle a su consternado amigo un abrazo para reconfortarlo. —Escuché sonar tu teléfono —dijo Jaime en su lugar—. ¿Has recibido malas noticias? —No… no sé…—dijo Srikkanth lentamente. El ceño de Jaime se frunció más. —¿Qué pasa? —Al parecer, soy padre —dijo Srikkanth, su voz reflejando su absoluta confusión. —¿Qué diablos? —preguntó Nathaniel. La conversación lo había distraído de sus estudios—. Pensé que eras gay. —Lo soy —respondió Srikkanth inmediatamente. —Entonces, ¿cómo es posible que hayas dejado embarazada a una chica? —No fue así —explicó Srikkanth—. Fui con Jill a una clínica de fertilidad a ayudarla. Se supone que solo haría eso. —¿Acaso cambió de opinión? —preguntó Jaime titubeante. Srikkanth sacudió la cabeza. —Murió. —Oh, Dios, Sri, cuánto lo lamento —dijo Jaime inmediatamente. No conocía bien a Jill, no socializaban mucho. Srikkanth y él eran compañeros de casa y cada uno de ellos tenía su propia vida, pero no se podía ni imaginar cómo se sentiría perder a una amiga, especialmente a alguien que era lo suficientemente cercana como para ser su donante de esperma, como Srikkanth lo había sido. —¿Hemorragia obstétrica? —preguntó Nathaniel inmediatamente—. Supongo que también pudo ser eclampsia, o quizás una embolia por el líquido amniótico. —Nathaniel —interrumpió cortantemente Jaime—. Era una persona, no un caso de

estudio. No importa cómo, pero el hecho es que murió y ello ha afectado a Sri. Cállate y no digas nada hasta que tengas algo útil que aportar, ¿vale? —Por lo general no era tan intolerante con la intensidad con la que Nathaniel se concentraba en cada aspecto médico de todo. No es que fuera un mal tipo, solo era que estaba demasiado obsesionado con terminar la universidad y las residencias, aparte de ser el mejor de su clase, para así poder conseguir un empleo y poder pagar sus préstamos estudiantiles. Pero de vez en cuando, su falta de sensibilidad hacía que Jaime se preguntara si algún día tendría éxito en su relación con los pacientes. Afortunadamente, Nathaniel permaneció en silencio después de eso. —Entonces, ¿ahora qué pasará? —preguntó Jaime. —Se supone que debo encontrarme con la trabajadora social este jueves y decidir qué pasará con el bebé —respondió Srikkanth lentamente—. Se supone que no debía involucrarme en nada de esto. —No lo harás —le aseguró Nathaniel—. Entrarás, firmarás unos papeles y no tendrás que volver a preocuparte por ello jamás. —¡Nathaniel! —le regañó Jaime—. No seas tan frío. —¿Qué? —preguntó Nathaniel encogiéndose de hombros, y solo por ello Jaime deseó golpearlo—. No es como si Sri planease hacerse cargo del bebé. No cambia nada. —Por supuesto que sí —argumentó Jaime—. Es posible que no haya planeado ser padre, pero sabía quién sería la madre y vería al bebé ocasionalmente. —No tengo ni la más mínima idea de qué hacer con una niña —murmuró Srikkanth. Su cabeza aún le daba vueltas—. No puedo quedarme con ella y se suponía que no me involucraría en nada de esto. —Exactamente —dijo Nathaniel, lanzándole una mirada de triunfo a Jaime, aunque trató de ocultar la emoción de su voz al darle su apoyo a Srikkanth—. Ve el jueves, firma los papeles, y piensa que has tomado la mejor decisión y que harás a una familia sin niños muy, muy feliz. Tenía sentido, se dijo Srikkanth a sí mismo. De todas formas no iba a tener contacto regular con el bebé y si participaba en la decisión de la adopción, al menos sabría que alguien cuidaría bien de ella. Si renunciaba ahora a toda responsabilidad, terminaría en el sistema y quien sabe en qué condiciones. Luego pensó en sus padres, que habían regresado a la India ahora que sus abuelos habían envejecido. Ya se habían dado por vencidos y dejaron de intentar arreglar un matrimonio para él. No les había dicho que era gay, pero tampoco lo había ocultado. No planeaba casarse o tener una familia, pero sabía lo importante que los nietos serían para sus padres. Le habían dado cientos de sermones acerca de sus obligaciones como el hijo mayor, cuando era joven. Su hermana les había dado el nieto que querían el año anterior, lo que ayudaba un poco, sin embargo estaba casada y su apellido, y el del bebé, era distinto al de ellos. Una nieta no sería tan emocionante para ellos como lo sería un nieto, pero al menos tendrían uno, uno de su parte. Le regañarían por no haberse casado con la madre, pero Jill estaba muerta. Podría inventarse cualquier historia que quisiera y ellos la aceptarían. Mierda. No era posible que estuviera contemplando esa idea. ¿O sí? Claro, ganaría algunos puntos con sus padres, pero tendría que comprometerse por el resto de su vida y sin nadie que le ayudara. Además, este no era cualquier compromiso, ¡era una hija! No sabía nada de niñas, sin contar su hermana. Evitó a las chicas como a una plaga cuando era más joven porque no eran geniales. Y una vez se dio cuenta de que era gay, no tenía razones para interesarse por ellas. Claro, tenía algunas amigas mujeres, Jill la más cercana, pero eso

no lo cualificaba para ser padre de una niña. Nathaniel tenía razón, necesitaba firmar los papeles y olvidarse de todo ello. Cuando su mirada volvió a registrar sus alrededores, Nathaniel ya se había marchado de la mesa. —¿Estás bien? —preguntó Jaime, ya había terminado de cenar, pero no podía abandonar a Srikkanth en este momento de crisis. Eran amigos después de todo. —¿Tú lo estarías? —replicó Srikkanth. —No —dijo Jaime sacudiendo la cabeza—. Estaría hablando por teléfono con mi madre rogándole que viniera aquí tan rápido como le fuera posible para que me ayudara. —Crees que debo quedármela —no era una pregunta. Jaime sacudió la cabeza, tratando de responder de una forma que le ayudara y a la vez fuera honesta. —No, tiene que ser tu decisión —dijo después de un momento—. Si fuera mi hija, sí, me la quedaría porque quizás nunca tenga otra oportunidad, pero mi familia vive cerca. Tengo niñeras disponibles. Además, ayudé a mi madre a cuidar a mi hermano y hermana menor, así que no soy completamente ignorante en ese tema. La adopción es mucho mejor que el aborto, pero aun así, casi nunca ves a bebés hispanos en esa situación porque por lo general la familia lejana se involucra y alguien se hacer cargo del bebé. —Lo mismo pasa en la India —agregó Srikkanth—, pero no tengo a nadie aquí. Todos han regresado a Hyderabad. —Podrías conservarla y regresar a casa—propuso Jaime—. Sé que en la India también se necesitan diseñadores de sitios web. Srikkanth sonrió tristemente. —Y si lo hiciera, me obligarían a casarme con una pobre chica en menos de un mes. Soy gay, Jaime. No hay un lugar para mí en India como no hay lugar para ti en México. No sería justo para nadie, ni para el bebé, ni para la chica con la que me case, ni para mí. Jaime no podía rebatir eso. Sus padres sabían que era gay, pero también tenía conocimiento de que no les habían dicho nada a sus abuelos en México. Dudaba que su abuela sobreviviera a la sorpresa. No estaba feliz por el secreto, pero tampoco es que los viera muy seguido. Además, en estos momentos no estaba saliendo con nadie formalmente, aunque tenía esperanzas con Randy, el chico con el que se había estado viendo este último mes. Tampoco era como si fuera a presentar a un hombre a su familia como su pareja, así que al menos por ahora, sus abuelos continuarían felices en su ignorancia. Pero eso no ayudaba a Srikkanth. Jaime ya sabía cuál sería su respuesta si dependiera de él, pero no podía influenciar la decisión de Sri, no cuando esto había ocurrido tan repentinamente. —Haz lo que creas que es mejor para todos—dijo finalmente Jaime—. En lo que sea que decidas, te apoyaré. Srikkanth asintió y regresó a su dormitorio, mirando alrededor del pequeño espacio especulativamente. El dormitorio estaba bien para una persona, tenía suficiente espacio para su cama, cómoda, escritorio e incluso una silla, pero no había espacio para la parafernalia de una niña. No tenía idea de qué cosas necesitaría un bebé recién nacido, pero no creía que cupiera aquí. Jaime y Nathaniel tenían un dormitorio cada uno, pero no tenían espacio extra. Quizás tenían mucho menos, ya que él tenía el dormitorio principal. Tal vez podrían poner algunas cosas en la esquina de la sala, excepto que eso no era justo para los chicos. El bebé no era responsabilidad de ellos. «Tampoco es tuya», le recordó una pequeña voz. Se dejó caer sobre la cama y miró al techo. Su enfado comenzó a crecer lentamente

en su interior al pensar en la forma en la que había sido arrastrado a este problema. Era el bebé de Jill, ¡maldición! Sí, había acordado donar el esperma, pero con la condición de que sería anónimo, cosa que ella aceptó inmediatamente. Les dijo a todos que había usado un donante del centro. ¿Entonces por qué no dijo lo mismo en el hospital? Si lo hubiera hecho, no lo habrían contactado y no tendría que lidiar con esto. Podría continuar con su vida sin ser molestado. «Eso es mentira», insistió su conciencia. «Aún sabrías que Jill murió, aunque lo hubieras leído en un periódico. Te habrías preguntado qué le ocurrió al bebé y no tendrías forma de averiguarlo. Al menos de esta manera, sabrás que alguien cuidará de ella». Lágrimas se acumularon en sus ojos al pensar que Jill fue sola al parto, muriendo acompañada únicamente por el personal del hospital, sin nadie que sostuviera su mano y le dijera que todo estaría bien, incluso si al final, no lo estaba. Sus pensamientos continuaron viajando por la misma ruta hasta que el cansancio lo venció y se quedó dormido.

Capítulo 2

EL JUEVES por la mañana, Srikkanth fue en dirección a la sala de maternidad y ubicó la oficina de la señora Holmes sin dificultad; sin embargo se quedó parado frente a la puerta durante aproximadamente cinco minutos, recordándose todas las razones por las cuales esta era la mejor decisión para el futuro del bebé. No obstante, ninguna de ellas le ayudó a tocar la puerta. Finalmente, diciéndose que no ganaba nada con retrasar esto, levantó la mano y tocó. La mujer que abrió la puerta no era mucho mayor que los veintiocho años de Srikkanth, pero sus ojos estaban cansados, como dándole a entender que había visto demasiado en su vida. A pesar de todo, le mostró una sonrisa. —¿Señor? —Sí —dijo y extendió su mano—. Lamento la tardanza. —No se preocupe, pase y discutiremos sus opciones —dijo ella, sacudiendo la cabeza. Srikkanth asintió y la siguió entumecido. Este era el momento. Podía hacerlo. Podía tomar esta decisión y continuar con su vida. El interior de la oficina estaba pintado de un suave color gris, al contrario del resto del hospital que estaba pintado de blanco. La oficina era afable; un sofá y unas sillas proveían el lugar perfecto para hablar, y también había un escritorio pegado a la pared del fondo. Se relajó mientras se sentaba en el sofá. Podía hacer esto. —¿Puedo ofrecerle algo para tomar? —ofreció la señora Holmes—. ¿Café? ¿Un vaso de agua? ¿O una gaseosa? —¿Tendrá té? —preguntó Srikkanth. —¿Negro o de hiervas? —inquirió ella. —Negro y con leche, si no es mucha molestia. —No, para nada —le aseguró la señora Holmes—. Iré a traer un poco de la cafetería. Salió y regresó unos minutos después con una taza humeante de té. El olor, que era tan familiar como el perfume de su madre, calmó un poco sus nervios. —¿Cómo se siente? —preguntó, sentándose frente a él. —Todo parece tan irreal —admitió Srikkanth—.Continúo esperando a que Jill me

llame y me diga que todo fue un error. —Esa es una reacción normal —le aseguró la trabajadora social—, y si eran tan buenos amigos, como aparentemente lo eran, es una sensación que le tomará unos meses desaparecer. Desafortunadamente, no podemos esperar tanto para tomar decisiones para el bebé. —Lo sé —admitió Srikkanth—. Me siento terrible al estar tomando todas estas decisiones, pero sé que no hay nadie más. ¿Podría decirme cuáles son mis opciones otra vez? Sé que me las dijo el martes, pero esa conversación está un poco borrosa en mi mente. —Por supuesto —respondió la señora Holmes—. Para una adopción voluntaria necesitará escoger una agencia que le ayude con el trámite y luego necesitará decidir qué tan involucrado quiere estar después de eso. Las adopciones voluntarias oscilan entre ser completamente abiertas con los padres y recibir actualizaciones periódicas e incluso visitas, a ser cerradas y no tener ningún tipo de contacto. Por lo general, las personas escogen algo intermedio. —No estoy listo para conocer a nadie —dijo Srikkanth rápidamente—. Como le dije antes, no planeaba tener contacto con el bebé como un padre. Jill y yo éramos amigos y la veía ocasionalmente, pero eso era todo. —Esa es su decisión —le aseguró la señora Holmes—. Los padres adoptivos ciertamente tienen sus preferencias, pero por lo general nosotros escogemos la opción más restrictiva, en caso de que haya diferencia de opiniones en cuanto al nivel de involucramiento. El primer paso es escoger una agencia. —Le entregó a Srikkanth una lista de agencias. Srikkanth revisó la lista de agencias y finalmente se enfocó en una. —Escojo la de Caridad Católica —dijo lentamente—. Las monjas hacen un maravilloso trabajo en mi pueblo natal. —Contactaré entonces con Caridad Católica —dijo—. Mientras hago eso, por favor rellene este cuestionario para que nos ayude a entender qué tipo de familia busca para ella. —¿Acaso no se la dan a la siguiente familia en la lista? —preguntó Srikkanth desconsolado. —Ya no —dijo la señora Holmes riendo—. Queremos que los padres biológicos estén lo más cómodos posibles con su decisión. Srikkanth suspiró y se le quedó mirando al cuestionario, las opciones variaban desde raza, educación y tamaño de la familia. Sacudió la cabeza. —No lo sé, ¿de acuerdo? —dijo, su frustración creciendo al igual que su impotencia. Señaló todas las opciones de raza, porque el bebé era una mezcla, y aunque no lo fuera, la raza no era más que el color de la piel. Quería que el bebé tuviera padres con una educación razonable, para que pudieran proporcionarle una formación acorde, pero sabía que eso no era una garantía. Los padres de Nathaniel no se habían graduado de la preparatoria, pero se aseguraron de que él lo hiciera y lo presionaron para que sobresaliera en todo lo que hacía. No pudieron pagarle la escuela de medicina, pero lo animaron a que encontrara formas de financiar su educación para que pudiera escapar de ser un asalariado, cuestión con la que ellos tuvieron que luchar durante toda su vida. Al haber crecido con una hermana, Srikkanth sabía la importancia y la frustración de tenerlos, pero parte de él sentía que debía darle el bebé a una pareja sin hijos, en lugar de una que ya los tuviera; excepto que una pareja con hijos, ya sabría cómo criar a una. Odiaba la indecisión que sentía, detestaba esta situación. Estas no eran sus decisiones, ¡maldición! Quería estrellar su cabeza contra el muro, pero eso no ayudaría, así

que simplemente dejó esas opciones en blanco. —¿Estaría… estaría bien si veo al bebé? —preguntó Srikkanth rápidamente, las palabras dejaron su boca antes de que supiera que haría esa petición—. Se sentiría más real si pudiera ver por quien estoy tomando estas decisiones. —Es su hija —le recordó la señora Holmes—. Tiene todo el derecho de verla, aunque quizás le resulte más difícil firmar los papeles después. —Solo quiero verla —insistió Srikkanth—. Necesito saber si se parece a Jill. Parecía como si la señora Holmes quisiera hacerle otra advertencia, pero no lo hizo; simplemente se levantó para guiarlo a la guardería. —Necesitará lavarse y ponerse una bata del hospital sobre su ropa —le explicó—. Su bebé está saludable, pero no todos son tan afortunados, así que somos bastante estrictos en cuanto a la higiene. Deje su chaqueta aquí. Estará mucho más cómodo sin ella. Srikkanth asintió, se quitó la chaqueta, la colgó en un brazo de la silla y siguió a la señora Holmes por el pasillo hasta la guardería neonatal. Se detuvo en el lavabo, se restregó las manos y brazos hasta los codos, como explicaban en un poster que había sobre el lavamanos. La señora Holmes lo llevó hasta donde estaban las batas del hospital, cerca de la puerta, antes de comenzar a hacer el mismo ritual. Srikkanth colocó una sobre su camisa y corbata y esperó a que ella terminara. Lo guió a la guardería y se acercó a una cama que simplemente decía. “Bebé Peters”. —Sophie —dijo inmediatamente, incapaz de ignorar el sentimiento que le provocó ver que el bebé ni siquiera tenía un nombre—. Se supone que su nombre sería Sophie. —Lo anotaré en su expediente —ofreció la señora Holmes—. Pero su nombre dependerá de sus padres adoptivos, aunque nos gusta animarlos a que tomen en cuenta los deseos de los padres biológicos. Por lo general, lo usan como el segundo nombre. Srikkanth acarició la suave piel color caramelo, notando que era más oscura que el resto de bebés en el dormitorio; todos tenían la misma coloración que sus mantas blancas. El bebé se movió al sentir su caricia, y movió su pequeña mano para tocar la de él y sus pestañas se movieron rápidamente. —Es una belleza —dijo una de las enfermeras, acercándose al Srikkanth—, come como un caballo y jamás llora. Srikkanth sonrió. —Se parece a su madre. —Tome —dijo la enfermera, cargando al bebé con la práctica de alguien que lo ha hecho durante años—. Siéntese y así podrá sostenerla. Srikkanth sabía que era una mala idea incluso antes de ver el rostro de la señora Holmes, pero no pudo resistirse. «Solo una vez», se dijo a sí mismo. La sostendría una vez y luego iría a firmar los papeles y terminaría todo esto. Se sentó donde la enfermera le indicó y trató de posicionar sus brazos como ella lo hizo. —Solo sostenga su cabeza y estará bien —le aseguró la enfermera, colocando al bebé cuidadosamente entre sus brazos. Sus ojos se abrieron y parpadeó en dirección a Srikkanth, como si supiera que las manos con experiencia se habían marchado y en su lugar se habían quedado un par de brazos inestables. —Hola —dijo suavemente, recordando vagamente que su madre le dijo a una amiga joven que debía hablarle a un bebé todo el tiempo como si este pudiera entenderle—. ¿Cómo estás, Sophie? Soy Srikkanth, un amigo de tu mamá. —Su voz se entrecortó, pero tragó fuertemente el nudo que estaba formándose en su garganta y continuó—. Nos

conocimos en la secundaria. Era la única persona que no se burló de mi acento gracioso y que se aseguraba de regañar a cada uno que se atreviera a hacerlo. Amaba la comida de la India —le contó—, y ya que yo soy de ese país, supuso que si se hacía amiga mía, sería la forma perfecta de robar las recetas de mi madre. Incluso aprendió a cocinarlas. Mi madre la adoraba. Cada vez que Jill llegaba de visita, seguía a mi Mā a la cocina y la miraba cocinar. No le importaba que Mā no siguiera una receta. Tu mamá solo la miraba y aprendía, y cuando iba de visita a su casa, preparaba la receta que aprendió de mi Mā. Fue mi primera amiga aquí en los Estados Unidos; fue mi mejor amiga. El bebé lo miró con una expresión seria, la misma que tienen todos los recién nacidos, la que dice que tratan de entender lo que sucede en el extraño mundo que los rodea y no lo logran. Srikkanth se acercó, besó con ternura su frente y continuó recordando. —Todos creyeron que salíamos juntos, pero Jill nunca me presionó de esa forma. Creo que sabía que era gay antes de que yo lo supiera y cuando finalmente salí del armario, me apoyó al cien por cien. Nos fuimos a vivir juntos cuando fuimos a la universidad y mis padres continuaron esperando a que anunciara nuestro compromiso. No saben mi secreto, ¿sabes? No creo que lo entiendan. Jill sí lo hacía. Salíamos juntos y comentábamos quienes eran los chicos más guapos del bar. Luego tratábamos de descifrar quien era gay y quien era hetero para saber cuál de los dos podía invitarlos a bailar. —Sonrió suavemente—. Supongo que no debería decirte estas cosas, pero mereces saber quién es tu mamá antes de irte con otra familia y tener una mamá y papá diferentes, personas que cuidarán de ti ahora que tu mami ya no está. Te pareces a ella, ¿sabes? Claro, el tono de tu piel es como el mío, pero la forma de los ojos y boca son exactamente iguales que las de ella. Apuesto a que también tendrás rizos, probablemente serán de color café, ya que el cabello rojo es un gen recesivo, pero tendrás sus rizos. Tienes que tenerlos. Eres demasiado parecida a ella como para que eso no suceda. Levantó al bebé para poder frotar su mejilla sobre su suave cráneo, olfateando el aroma a crema, a jabón y en sí, su olor de bebé. Sus ojos se llenaron de lágrimas mientras la mecía. —Quería tanto tener un bebé —susurró—, pero no podía encontrar un hombre que la amara lo suficiente como para casarse con ella. Siempre bromeamos que seríamos perfectos el uno para el otro si no fuera porque yo era gay. Se cansó de esperar al hombre adecuado y decidió tener sola una niña; era lógico que me lo pidiera a mí. No dije que sí inmediatamente, de hecho me asustaba un poco la idea. Digo, ¿qué diablos sabía yo acerca de ser un padre? Pero me aseguró una y otra vez que no pediría nada más excepto que le proveyera el material genético. Se haría cargo de ti, te criaría y amaría lo suficiente por dos padres, cuatro abuelos y toda una gama de tíos y tías. Y así hubiera sido. Cuando supo que estaba embarazada estaba realmente feliz. Nunca la había visto así, como cuando estaba embarazada de ti. Jamás se quejó, ni de las molestias matutinas, ni de la ropa que ya no le quedaba bien, o por los tobillos hinchados o cualquier otra cosa. Pasaba semanas mirando muestras de pintura para tu habitación, e incluso les pidió a todos sus amigos ayuda para hacer tu dormitorio. Todo tenía que estar absolutamente perfecto para su pequeño angelito. Solo que ahora ya no estará aquí para ello y yo no puedo reemplazarla. No sé cómo. Meció al bebé, acercándola más a su cuerpo mientras lloraba sobre su pequeño hombro; lloró por la amiga que había perdido. Suaves sollozos escaparon de su garganta mientras estaban sentados ahí. De repente, su pequeña mano acarició un lado de su rostro y el corazón de Srikkanth comenzó a latir con fuerza, un inesperado, repentino y abrumador amor le robó la respiración. Levantó la cabeza y se le quedó mirando a su rostro, lleno de

confianza, y en ese instante supo que había perdido. —Es hora de que coma —dijo la enfermera suavemente regresando al lado de Srikkanth—. Su biberón está listo y todo lo que queda por hacer es que se lo dé. —No sé cómo —dijo por lo que se sintió la enésima vez, desde que se había enterado de la muerte de Jill. —Es fácil—dijo la enfermera entregándole el biberón—. Solo colóquelo en su boca y asegúrese de que no haya aire en él. Ella hará el resto. Cuando haya consumido un tercio del biberón, llámeme y le mostraré cómo hacer que eructe. Srikkanth asintió automáticamente, inclinando el biberón y colocando el pezón plástico contra los labios del bebé. Estos se abrieron inmediatamente y comenzó a succionar del biberón vorazmente. —Tenías hambre, ¿no, Sophie? —preguntó mientras ella comía—. Lamento no haberme dado cuenta, verás, no tengo ni idea qué hacer. ¿Cómo se supone que debo cuidar de ti cuando ni siquiera sé que tienes hambre? Estarías mejor con alguien que sepa cosas de bebés. Sophie continuó succionando su biberón, completamente ingenua al conflicto que ocurría en el interior del hombre que la sostenía. Cuando ya había bebido un tercio, Srikkanth buscó a la enfermera que se acercó inmediatamente. —Sáquele el biberón de la boca y colóquela sobre su hombro —le indicó la enfermera—. Dele golpecitos firmes en su espalda hasta que eructe. Si saca las burbujas de aire poco a poco, podrá continuar bebiendo. Si deja que se acumulen, terminará vomitando la mitad de lo que comió. Srikkanth golpeó temeroso la espalda de Sophie. —Así no —rio la enfermera, dándole al bebé un golpe firme en la espalda—. Mientras se asegure de sostener su cabeza, no la lastimará. Adelante, puede darle un golpe más fuerte que ese. Titubeante, Srikkanth hizo lo que se le instruyó, golpeándola con mayor firmeza hasta que Sophie eructó. —Ahora dele otro tercio del biberón y haga lo mismo para que eructe, y luego deje que se lo acabe —dijo la enfermera—. Lo está haciendo bien. Es un padre nato. Lágrimas comenzaron a brotar por los ojos de Srikkanth mientras la enfermera se alejaba. Le ofreció el biberón a Sophie y se quedó viendo su arrugado rostro, tratando de emparejar sus sentimientos con sus intenciones. Era un esfuerzo destinado a fallar. Supuso que la señora Holmes tenía razón, pero no se arrepentía de haber pedido ver a Sophie. —No puedo hacerlo —dijo, mirando a la trabajadora social que estaba cerca—. No puedo firmar los papeles. Lo siento. La señora Holmes asintió. —Es su decisión. Necesitará un asiento de bebé para su coche si planea llevársela a casa. Srikkanth sintió como sus ojos se abrieron en sorpresa, pero ya había tomado una decisión. Ahora tenía que ponerla en acción. —Necesitaré un día o dos para poder hacer los arreglos. Obviamente no planeaba esto. —Podrá quedarse aquí un par de días más hasta que consiga lo que necesite —le aseguró la señora Holmes—. Dejaré que el bebé y usted estén un rato a solas. Felicidades, señor Bhattacharya. Tiene una hija muy hermosa. Srikkanth volvió a mirar al bebé.

Su hija. «Oh, Dios, ¿qué acabo de hacer?»

Capítulo 3

SRIKKANTH no sintió el paso del tiempo al quedarse sentado meciendo a Sophie, cantando las mismas canciones de cuna que su madre solía cantarle a él. Le dio una segunda botella y miró desconcertado como la enfermera le cambiaba los pañales. Trató de cargarla otra vez, pero su estómago rugió y la enfermera frunció el ceño. —Vaya a buscar algo para comer y el asiento de bebé para el coche. Está lista para irse a casa tan pronto como usted se la lleve. —Yo… necesitaré un día o dos —se disculpó Srikkanth—. No planeaba quedármela, así que no tengo nada listo para ella. La enfermera sonrió. —Un viaje rápido a Babies Я Us le ayudará. Consiga un buen asiento para el coche, un carro, biberones, leche, pañales, un par de mantas, pijamas y algo para que pueda dormir. Todo lo demás podrá esperar. Todo lo demás. Srikkanth sintió que esto era demasiado para él, pero ya había tomado su decisión y planeaba llevarla a cabo. Solo tenía que decírselo a Jaime y Nathaniel. —¿QUÉ tal ha ido todo? —preguntó Jaime con simpatía cuando Srikkanth llegó a casa. —Eh… —titubeó Srikkanth—. No pude hacerlo. No pude darla en adopción. —Hombre, ¡estás loco! —declaró Nathaniel, regresando a su dormitorio—. Buena suerte, la vas a necesitar. —No lo escuches —insistió Jaime, mirando con hostilidad a Nathaniel—. Sí, será complicado, pero te ayudaré aunque Nathaniel no lo haga. Ayudé a mi mamá con mi hermano y hermana menor. Sé un poco de bebés. —Quieren que la traiga a casa tan pronto como sea posible y no tengo ni idea de qué es lo que necesita. —No sé mucho, aparte de lo obvio, pero sé dónde podemos encontrarlo. Hay un Babies Я Us en el centro comercial. Encontraremos lo que necesitamos allí y posiblemente nos puedan decir qué nos falta. Srikkanth miró a Jaime con absoluta admiración.

—No sé cómo agradecértelo. —Dejándome consentirla. —Jaime sonrió—. ¿Ya decidiste un nombre? —Jill quería llamarla Sophie —confesó Srikkanth. —Qué nombre tan bonito. Toma tus llaves, llevaremos tu coche para que así nos instalen el asiento para bebés de una vez. Srikkanth fue por sus llaves y billetera, y siguió a Jaime a la puerta. —¿Crees que sería egoísta de mi parte si quiero ponerle un nombre indio también? Así podrá ser más fácil que mis padres la acepten. —No creo que sea egoísta —exclamó Jaime—. Cualquiera que fuera tu arreglo original con Jill, ya no importa; ahora tú eres el que toma las decisiones. Eres el padre y la criarás. No creo que nadie lo cuestione aunque quisieras usar el nombre de Sophie como el segundo y el indio como el primero. Srikkanth sacudió la cabeza. —Los nombres indios son complicados para que la gente los diga o deletree. Creo que es mejor que sea su segundo nombre. —¿Tienes alguno en mente? —preguntó Jaime. —Estaba pensando en Thanaa. Significa agradecimiento —dijo Srikkanth. —Creo que es un nombre bastante apropiado —dijo Jaime mientras conducían en dirección al centro comercial. Sacó su PDA y comenzó a escribir una lista—. Necesitamos biberones —dijo en voz alta—, también un moisés y una mecedora, un asiento para el coche, pañales, mantas, leche y ropa. ¿Qué clase de leche le dan en el hospital? —No tengo ni idea —respondió Srikkanth desolado—. Solo me dieron el biberón. —Llama a la trabajadora social —propuso Jaime—. Ella puede decírtelo o averiguarlo por ti. —La llamaré cuando entremos a la tienda —contestó Srikkanth, volviéndose a sentirse desconectado al pensar en que dos hombres gais iban a comprar cosas de bebés. —Necesitará uno o dos cascabeles, oh, y un oso de felpa. Necesita tener un peluche —exclamó Jaime. Srikkanth gimió, se sentía incómodo. —No te preocupes, Sri —dijo Jaime suavemente—, confía en mí. —Eso intento —dijo Srikkanth—, pero continúo preguntándome si he cometido un error. —¿Qué es lo que te dice tu corazón? —preguntó Jaime seriamente. —Que es mi hija y la amo. —Entonces, no cometes un error —aseguró Jaime—. Quiero decir, estoy seguro de que cometerás muchos, todos los padres lo hacen, pero no es un error quedártela. Srikkanth dejó que esas palabras lo acompañaran hasta el centro comercial. Pero cuando estacionó y entró en la tienda, Srikkanth sintió pánico nuevamente al ver la cantidad de parafernalia entre la que podía escoger. —Relájate —dijo Jaime antes de que este pudiera huir—. Una cosa a la vez. Comencemos con los suministros de comida. No quieres lavar el mismo biberón cada vez que lo necesites, así que probablemente deberíamos comprar unos diez o doce. Srikkanth tembló al mirar los aparadores llenos de biberones, chupetes y cepillos. —¿Cómo sé cuál debo escoger? Jaime no sabía cómo responderle, pero una mujer con un infante en una mochila portabebés pasó en ese momento a comprar un par de paquetes de chupetes. —Disculpe —dijo, llamando su atención—. ¿Podría ayudar a este par de solteros

ignorantes y decirnos qué clase de biberones usa? La mujer pareció sorprendida, pero tomó un paquete y se los mostró. —Estos son los que uso yo, los AVENT —dijo—, porque no contienen bisfenol A, así que no tienes que preocuparte de que algo se mezcle con la leche. Además, supuestamente te ayudan a que se reduzcan los cólicos. Probé distintas marcas al principio, pero mi hijo siempre ha sufrido cólicos terribles. El usar los biberones AVENT realmente ayudó, aunque todavía sufre cólicos de vez en cuando. —Gracias —dijo Srikkanth, mirando el paquete. —¿Qué edad tiene el bebe? —preguntó la madre. —Hace dos días que nació —respondió Srikkanth. —Entonces necesitarán las tetinas para recién nacidos —dijo—. De lo contrario la leche saldrá demasiado rápido y podría ahogarse. —Se lo agradecemos —dijo Jaime, tomando varios paquetes de tetinas que combinaban con los biberones y también encontró al fondo de la repisa, un calentador para estos. —No necesitará platos o tazas o algo por el estilo por unos cuantos meses — informó Jaime a Srikkanth—. Podemos regresar por ellos cuando sea más grande. Sigamos. —Guió a Srikkanth por el resto del pasillo de artículos de comida y llegaron a los de baño —. ¿Quieres comprarle una bañera? ¿O la bañarás en el lavabo? Eso era lo que hacía mi mamá hasta que fuimos lo suficientemente grandes como para sentarnos por nuestra cuenta, pero no sé qué dirá Nathaniel. —Mejor le compro una bañera —suspiró Srikkanth—. Puedo mantenerla en el baño del segundo piso para que no moleste a Nathaniel. Jaime asintió. —Mira esta, ¿Safety 1st one? Incluso te dice si el agua está demasiado caliente. No querrás quemarla por accidente. Srikkanth colocó la bañera de la que Jaime hablaba en el carro de la compra, y continuaron por el pasillo. —¿Necesitan ayuda con algo? —preguntó una empleada que se les acercó. «¿Con algo?», pensó Srikkanth. «¿Qué tal si le dijera que necesito ayuda con todo?». Afortunadamente, Jaime respondió por él. —Con honestidad, necesitamos ayuda con todo. Aquí mi amigo Srikkanth acaba de descubrir hoy mismo que es padre, y necesitamos comprar todo lo básico para un dormitorio con carácter de urgencia. —Y tenemos espacio muy limitado —agregó Srikkanth. Para darle crédito a Tricia (según la plaqueta que llevaba ese era su nombre), ni siquiera parpadeó. —Intentemos esto —sugirió—. Consigamos un registro y lo podemos usar para que no se nos olvide nada. Hay cosas que quizás no decida comprar o que desee comprar después, pero al menos de esa manera, habrá decidido no comprarlo en vez de que se le olvide. —Gracias —dijo Srikkanth, su voz reflejando el alivio que sentía. —No se preocupe —le aseguró—. Para eso estamos aquí. —La dependienta despareció un minuto y regresó con varias hojas—. Muy bien, veo que ya ha comprado los biberones. ¿Qué edad tiene el bebé? —Dos días —respondió Srikkanth. —Entonces no necesitará una silla para comer todavía —dijo Tricia pensando en

voz alta—, especialmente si tienen problemas de espacio. ¿A menos que quisieran comprar una de las reclinables para ponerla mientras cocinan? —Creo que esperaremos un poco más antes de comprar una —murmuró Srikkanth. —Cuidaré de ella si es tu turno de cocinar —ofreció Jaime. Srikkanth le mostró una sonrisa agradecida. —Muy bien, entonces tampoco necesitan equipo de seguridad —propuso Tricia—. ¿Ya tiene un asiento para autos? Srikkanth sacudió la cabeza. —Todo lo que tengo es lo que ve en el carro. Se suponía que iba a vivir con su madre, pero Jill murió. —Lamento escuchar eso —comentó Tricia con pena—. Lo mejor que puede comprar es quizás, un combo de asiento para coche y carro de bebé. El asiento para coche le será útil durante un año aproximadamente y luego puede continuar usándolo como un carro para la calle. La otra opción sería un asiento de coche convertible y un carro por separado. Solo debe asegurarse de escoger un carro que sea seguro para un bebé tan pequeño sin el asiento de coche. —¿Cuál es mejor? —preguntó Srikkanth. —En realidad todo depende del cristal con el que se mire —respondió Tricia—. Los convertibles son un poco más caros, pero solo debe comprar uno en vez de comprar dos o tres, incluyendo un asiento de seguridad para cuando tenga cuatro años o más; pero los combos son más bonitos porque el asiento de coche se quita de la base y luego lo coloca en el carro, así que no tiene que sacarla de uno y ponerla en otro. —¿Qué crees? —le preguntó Srikkanth a Jaime. —No tengo ni idea, estoy igual que tú. —Sonrió Jaime. —Creo que estaré más preocupado porque no se me caiga al suelo, o no protegerle la cabeza lo suficiente, como para estar sacándola y metiéndola a otra cosa. Supongo que compraré un combo. —Están justo aquí —dijo Tricia, guiándolos al aparador lleno de opciones. —Oh, Dios —gruñó Srikkanth. —No te asustes —dijeron Tricia y Jaime al mismo tiempo. Srikkanth rio y eso hizo que la tensión abandonara su cuerpo. —Los carros vienen en dos formas básicas —le explicó Tricia—. Regular y deportivo. Si les gusta correr y quieren llevarse al bebé con ustedes, el modelo deportivo es más práctico. De lo contrario, es cuestión de marca y precio. No podemos venderlos si no cumplen con los procedimientos de seguridad estandarizados. —No quiero algo con encaje —dijo Srikkanth inmediatamente. —¿Qué te parece este? —propuso Jaime—. El verde con lunares no son muy de princesa. —Ese es muy popular —dijo Tricia—, y tiene algunos extras, como un lugar para que pueda colocar toallitas húmedas en el mango, cosa que a muchos padres de familia les parece útil. Even floes una marca muy confiable. —Entonces creo que me compraré ese —dijo Srikkanth. —Compra el que desees —insistió Jaime—. Sophie es tu hija, yo estoy aquí solo para apoyarte. —No, me gusta —insistió Srikkanth—. Es solo que me siento abrumado otra vez. Jaime le dio una palmada en el hombro a Srikkanth para animarlo. —Acabemos con esto para que puedas regresar al hospital y consentir a tu hija.

Todo tendrá sentido otra vez cuando la tengas entre tus brazos. Srikkanth asintió. —¿Y ahora qué? —le preguntó a Tricia. —Querrá algo para cargar todos sus artículos cuando salgan —dijo Tricia—. Tenemos toda una línea de bolsas para pañales nada femeninas, para padres, incluyendo algunas de varias universidades si quiere una de ese estilo. —No soy un gran fanático de la universidad de Houston —dijo Srikkanth, sacudiendo la cabeza—. Algo simple y fácil de limpiar es todo lo que necesito. —Muy bien —acordó Tricia—. ¿La desea estilo mochila o estilo bolsa de gimnasio? —Mochila, creo —decidió Srikkanth. —Genial —dijo Tricia, mostrándole el pasillo de bolsas—. Hay Daddys Matter y Timberland. La última es un poco más barata, pero aparte de eso son bastante similares. Si gusta, puede bajarlas y verlas, probárselas incluso. Srikkanth las tomó y se puso las dos; le gustó más la que colgaba de su hombro, porque así solo podía moverla hacia el frente y sacar el contenido sin quitársela de encima. Agregó eso a la pila en su carrito de compras. Podía mantener el carro y el asiento en su coche, la bañera en el baño del segundo piso que él y Jaime compartían, así Nathaniel no se molestaría. —Necesita un lugar donde dormir y como el espacio es un problema, su cama tiene que caber en mi dormitorio. —Puede comprar un moisés o una cuna pequeña —sugirió Tricia—, la cual ocupa mucho menos espacio que una de las grandes, pero lo malo es que probablemente no le sirva en unos seis o siete meses cuando comience a darse la vuelta y a tratar de ponerse en pie; el colchón no es lo suficientemente alto y no es ajustable en la mayoría de casos, e incluso en aquellos que sí lo son, los lados no son lo suficientemente altos. Srikkanth suspiró. —Así que puedo comprar algo pequeño ahora y reemplazarlo en seis meses o comprar una cuna grande y lidiar un poco con el espacio. —Así es —dijo Tricia con una sonrisa—. A menos que quisiera comprar algo como un parque o corral. Muchos tienen varios niveles para ajustarlos y se doblan fácilmente para poder moverlos por toda la casa. No es tan lindo como una cama, pero ocupa mucho menos espacio y si llega a un punto en el que quiera comprar una cuna o una cama para niños, todavía puede usar el parque y mantenerla ahí, como por ejemplo en la cocina o el patio. De hecho, acabamos de recibir uno de la marca Graco que puede ser perfecto para usted. Los guió a la sección de juguetes y encontró un corral con un botón ajustable; tenía una mesa para cambiar los pañales y un pequeño moisés ajustable a los lados. —Puede usar el moisés por el momento y luego cuando la niña crezca, puede dormir en el suelo del corral, ya sea a esta altura o la más baja. El suelo está bastante acolchado, es firme pero no duro. —Y no es muy femenino —comentó Jaime. Srikkanth se sonrojó. —Sabes cómo era Jill. No querría que criara a una niña muy remilgada. —No —dijo Jaime, su expresión se tornó seria—, no querría. Aprobaría lo que has escogido. —De acuerdo, mantas, un par de trajes, pañales y leche, creo que eso es suficiente para empezar —declaró Tricia.

—Y un oso de felpa —dijo Srikkanth, mirando pícaramente a Jaime—. Este hombre insiste en que ella necesita un peluche. Tricia rio. —Probablemente no se dé cuenta de que tiene uno hasta que tenga un par de meses. Las luces y música es lo que llamará su atención, pero le mostraré donde están los peluches y podrá escoger el que guste. —Se me olvidó preguntar qué clase de leche le estaban dando en el hospital — recordó Srikkanth. —¿Qué hospital? —preguntó Tricia. —Los Buenos Samaritanos. —Probablemente Enfamil —dijo Tricia—. Esa es la que usan a menos que haya alguna alergia, pero será mejor que se asegure. La leche es una de las pocas cosas que no puede cambiar, por razones de seguridad, obviamente. —Será mejor que llame —dijo Srikkanth. —O espere y luego regrese —sugirió Tricia—. Normalmente le dan un poco para que le dure un par de días. De esa forma, estará seguro. —De acuerdo —decidió Srikkanth. Podía ir a comprarla al supermercado o pedirle el favor a Jaime—. Entonces nos faltan los pañales, las mantas y la ropa. —También podría comprarle mamelucos{2}, ya que hace mucho frío —aconsejó Tricia—. Los vestidos son lindos y todo eso, pero no son muy prácticos para cuando las temperaturas están tan bajas. Supongo que se cambiará aproximadamente unas tres veces al día, por lo que debe pensar lo seguido que quiere lavar ropa. —¿Compraré tres? —preguntó Srikkanth. Tricia asintió. —Para cuando babee y tenga accidentes con el pañal, tres es lo mínimo durante los primeros meses. Un babero puede ayudarle con ello, pero dado lo frío que está el clima, no querrá que su piel se enfríe o reseque con ropa mojada. Srikkanth hizo un gesto de dolor. —Muy bien, supongo que necesitaré por lo menos una docena de mamelucos. Podría lavar ropa dos veces a la semana, pero no más que eso porque tengo un horario muy ocupado. —Tomó cuatro paquetes de tres y los agregó a la carreta. Las mantas estaban cerca, así que tomó cuatro de esas también—. ¿Estas serán suficientes? —Mejor tome otro par. —Tricia le animó—. Probablemente ensucie su manta al igual que la ropa. Srikkanth hizo lo que se le sugirió. —Muy bien, los pañales están en la parte de atrás y los peluches cerca de las cajas y creo que eso sería todo. —Le agradecemos mucho su ayuda —repitió Srikkanth—. No sé qué habríamos hecho sin usted. Tricia sonrió. —Buena suerte con el bebé y no dude en regresar si necesita algo más o aunque sea solo para preguntarme. Hacemos todo lo que podemos para que esta tienda sea agradable para los bebés y familias. —Definitivamente tuvo éxito hoy —dijo Jaime—. Ve por los pañales, Sri. Voy a comprar un par de juguetes y nos vemos en la línea de cajas. Srikkanth empujó el carro en dirección a los pañales, compró un enorme paquete ya que por lo visto usaría bastantes y sería más fácil comprarlos ahora que no tenía a Sophie

con él. Se encontró con Jaime en las cajas y sacudió la cabeza al ver la pila de juguetes que su amigo tenía entre sus brazos. Sonajeros, un conejo de felpa, un juego de llaves y un paquete de chupetes. —¿Qué? —preguntó Jaime defensivamente—. Todo lo que le compraste es para uso práctico, yo quiero que también se divierta. —Vas a consentirla demasiado. —Para nada —insistió Jaime—. Será feliz y sabrá que la amamos, y no hay un regalo más grande que ese. Srikkanth no podía discutir con eso, así que ni lo intentó, simplemente se colocó en la línea de la caja y trató de no palidecer cuando la cajera le dijo el total. Sophie lo valía, se recordó a sí mismo, además podía cubrir el gasto. Mientras conducían a casa, Jaime tocó otro tema. —¿Ya pensaste en alguna guardería? Obviamente querrás quedarte en casa con ella durante un par de meses, pero al final tendrás que regresar a trabajar. Srikkanth suspiró nuevamente. —Puedo tomarme hasta doce semanas con el permiso de familia. Pensé en solicitarlas, así podré usar el tiempo para analizar qué hacer después. Sé que hay varias guarderías muy buenas, pero una parte de mí me recuerda todo tipo de historias de horror, aunque sepa que solo son unas pocas y no todas. —Sí —concedió Jaime—. Mamá tampoco trabajó hasta que tuvimos la edad suficiente para ir a la escuela. Cuando mi hermano y hermana menor nos sorprendieron años más tarde, una de mis tías los cuidó mientras ella trabajaba. Tienes tiempo para averiguar lo que deseas hacer. Llevemos estas cosas a casa y coloquémoslo todo para poder ir por Sophie mañana.

Capítulo 4

—ENTREMOS en casa y desempaquemos todo —dijo Jaime cuando regresaron a la casa que compartían—. Veamos qué hora es y quizás podrías traer a Sophie a casa esta noche. Srikkanth sintió como el corazón le dio un salto y se le cayó al estómago al pensar en ello. —Creo que será mejor que espere a mañana —le dijo a Jaime—. Ya son más de las cuatro y no tenemos nada listo y para cuando llegue al hospital, será demasiado tarde y… —Relájate, Sri. Es tu decisión —lo interrumpió Jaime—. Vamos a meter todo a la casa, lo desempacamos, y así podremos decidir. Y si prefieres esperar a mañana, no pasa nada. —También tengo que solicitar mi permiso —recordó Srikkanth—. Debo hacer eso lo primero, incluso antes de preparar el dormitorio. Voy a ver si puedo alcanzar a los de recursos humanos antes de que se vayan hoy. —Bien pensado —estuvo de acuerdo Jaime—. No querrás lidiar con eso una vez tengas a Sophie contigo. Tendrás que enfocarte en ella por un buen tiempo. ¿Quieres que lleve todas las cosas a la casa mientras haces eso? Puedo poner su ropa en la lavadora, tengo algunas cosas que deseo lavar también. —¿No te importa? —intentó verificar Srikkanth—. No quiero aprovecharme de ti. —No me molesta —le aseguró Jaime—. Tengo que lavar mi ropa de todas formas y las mantas y mamelucos no ocupan mucho espacio. Aunque quizás deba lavar el edredón del moisés también. ¿Qué opinas? —Sí, probablemente. ¿Estás seguro de que no será mucha molestia? —Ve a hacer tu llamada telefónica —insistió Jaime—. Yo lavaré la ropa. —Gracias —dijo Srikkanth mientras se dirigía al segundo piso, a su dormitorio, a discutir con los de recursos humanos. Sabía que no sería una explicación sencilla, pero no esperaba que le llevase una hora entera explicarlo, reiterando e insistiendo. La compañía tenía que darle su tiempo libre, recordó cuando la ley fue aprobada, pero aparentemente no lo dejarían ir tan fácilmente. Finalmente, aceptaron enviarle todo el papeleo por fax al hospital para que pudiera llenarlo. Tendría que seguir trabajando hasta que su permiso estuviera procesado o tomar esos días a cuenta de sus vacaciones.

—Bien —dijo Srikkanth enojado—. Si ese es el caso, entonces usaré mis vacaciones. Simplemente quiero traer a mi hija a casa del hospital. Resistió el deseo de colgar con fuerzas el teléfono, recordándose que no era culpa de la mujer que Jill hubiese muerto, dejándolo solo en esta situación no planificada. Si lo hubiera sabido con tiempo, si hubieran sido una pareja y tenido meses para planearlo, entonces habría tenido todo el papeleo hecho con tiempo de sobra, pero nada de esto había sido planeado. Respirando profundamente, cerró los ojos y recordó a Sophie dormida en sus brazos como lo había hecho esa mañana. Eso le calmó los nervios. Respirando nuevamente, abrió los ojos y fue en busca de Jaime para ver si este quería ayudarle a armar el parque. Tenía el presentimiento de que necesitaría toda clase de ayuda. UNA hora más tarde, la cama del bebé estaba armada; Srikkanth se recostó contra el lado del colchón en el suelo y le sonrió a Jaime. —Hacemos un gran equipo. —Así es —dijo Jaime, sonriendo en respuesta—. Ahora tenemos que ver cómo lo haremos cuando Sophie venga a casa y tengamos que preocuparnos de algo más que armar una cama. Y eso significa que tenemos que ir a ver como instalar ese asiento para coche. El asiento para coche fue mucho más fácil que la cama, el sistema de pestillos se adhirió fácilmente al coche de Srikkanth con tres seguros y dos cintas. Srikkanth se sintió tentado de ir al hospital a ver a Sophie, aunque sabía que era demasiado tarde para traerla a casa, pero después de un ligero debate, decidió quedarse, terminar de desempacar y organizarlo todo. Con la ayuda de Jaime, vació una estantería, empacó el contenido y eso le dio espacio para guardar los biberones vacíos de Sophie, su bolsa de pañales y el resto de su parafernalia. Cuando todo estuvo listo para su llegada, o tan listo como les fue posible, Jaime fue al primer piso a ver televisión, dejando a Srikkanth solo para mirar la cama del bebé y la estantería, y preguntarse nuevamente cómo era que su vida había cambiado hasta ese punto. Pasó los dedos por la orilla del corral, tratando de imaginarse a la niña que había sostenido entre sus brazos esa mañana, durmiendo tranquilamente en su moisés, pero su imaginación le falló. Se dirigió hacia la estantería y tomó uno de los cascabeles que Jaime había comprado. Lo sacudió experimentalmente, tratando de imaginar la pequeña mano de Sophie tomándolo y sacudiéndolo, su risa llenando el dormitorio mientras jugaba. No sabía mucho de bebés, pero sabía que eso no pasaría inmediatamente. Aunque no faltaba mucho, quizás unos cuantos meses, hasta que comenzara a interactuar más con el mundo que la rodeaba, jugando y acurrucándose con su peluche. Srikkanth lo tomó de la estantería y frotó el suave material contra su rostro. Lágrimas se acumularon en sus ojos al pensar en Jill y Sophie y todas las cosas que experimentaría con su hija; cosas que Jill jamás vería. Colocó el peluche de regreso en la estantería, aunque no podía dejarlo ir. Diciéndose a sí mismo que era un idiota sentimental, llevó el peluche a su cama, lo abrazó fuertemente mientras se sentaba y trató nuevamente de procesar todo lo que había ocurrido en los últimos tres días. No sería capaz de calmar el dolor que sentía por la pérdida de su amiga, pero también sospechaba que este sería el último día de paz y quietud por un buen tiempo. Había visto a las enfermeras esa mañana en el hospital. Nunca se sentaban porque los bebés siempre necesitaban algo, un biberón, un pañal limpio, una manta fresca. Sí, cuidaban de más de un niño a la vez, pero sabían lo que hacían. Srikkanth no tenía ni idea.

Acomodándose sobre la cama, miró al techo con el peluche entre sus manos. Quería gritarle al cielo por haberle quitado a su mejor amiga y haberse llevado a la madre de Sophie antes de que tuviera la oportunidad de sostener al bebé, con la que había soñado por tanto tiempo. En silencio, se prometió que no pasaría un día sin que le hablara a Sophie del amor que su madre había sentido por ella. La sostendría, la mecería, la amaría y le daría el afecto de dos padres, incluso aunque solo fuera un hombre. Su hija crecería tan amada que no tendría la necesidad de una madre. A LA mañana siguiente, Srikkanth llegó al hospital tan pronto como comenzó la hora de visita. La misma enfermera del día anterior estaba ahí. Le sonrió, le guió a la silla mecedora y le llevó a Sophie. —Ha pasado inquieta la noche —le explicó la enfermera—. Creo que lo echaba de menos. Srikkanth sacudió la cabeza, negándolo automáticamente. —Ni siquiera me conoce, ¿cómo podría extrañarme? —Usted pasó horas ayer sosteniéndola —le recordó la enfermera—. Y solo tiene tres días. Lo conoce mejor que a nadie en el mundo. Srikkanth no podía decidir si eso era algo bueno o atemorizante, pero podía ver la lógica en el comentario. —No sé lo que estoy haciendo —admitió a la enfermera. —La mayoría de padres primerizos no lo saben —le dijo la mujer con una sonrisa —. Reciben ayuda de familia y amigos con más experiencia; a veces cometen errores, pero la vida continúa. —No quiero hacer nada para lastimarla —explicó él—. Mis padres están en la India y comparto casa con otros dos solteros. Otros dos solteros gay. ¿Qué sabemos de niños? Si la enfermera se sorprendió por la confesión de Srikkanth, no lo demostró; reacomodó la manta en el pecho de Sophie cuidadosamente. —Quédese hoy aquí —le sugirió—. Le enseñaré todo lo que pueda en mi turno, salgo a las dos y, mientras le pueda brindar toda mi atención, le enseñaré todo lo que tenga que saber. —Gracias —dijo, incapaz de expresar su gratitud en palabras. Recordando los modales que le infundieron durante su niñez, colocó sus dos manos juntas, una palma contra la otra, y a pesar de que tenía a Sophie entre sus manos, hizo una reverencia formal con la cabeza. —De nada —dijo la enfermera, claramente agradecida por el gesto—. Comió hace una hora, así que le dejaré que me diga cuándo crea que es hora de que coma otra vez. Nunca ha sido una niña muy inquieta, pero si comienza a serlo, significa que está hambrienta. —Estaré pendiente —prometió Srikkanth, mirando su pacífico rostro. Debía ser fácil distinguirlo teniendo en cuenta como estaba de tranquila. Observó a las enfermeras trabajar, tratando de distinguir la rutina de los bebés, y algo que no tendría que aprender, la rutina para los bebés enfermos; era algo por lo que no debía preocuparse. Observó cómo les tomaban la temperatura y les cambiaban los pañales, cómo revisaban los reflejos y les daban de comer. Cuando de repente, un horrendo aroma provino del bebé entre sus brazos, supo que la lección de cambiar pañales estaba por comenzar.

La enfermera rio al ver el gesto de asco en su rostro mientras le quitaba el pañal sucio y limpiaba a Sophie. Srikkanth quería estar molesto por el proceso, pero dejó de estarlo cuando, al terminar, Sophie suspiró contenta y movió su cabeza contra su pecho como si estuviera cerciorándose de que él continuaba ahí. —Puede decir lo que quiera —le dijo la enfermera con una sonrisa—, pero ella ahora es su hija. He trabajado aquí durante veinte años y siempre puedo decir cuando los bebés descubren quiénes son sus padres. —¿En serio? —preguntó Srikkanth, sintiéndose ridículo por necesitar que se lo aseguraran. La enfermera sonrió y asintió. —Es tan claro para mí como el día —le aseguró—. Deme una hora y repasaremos todo antes de que se la pueda llevar a casa. Srikkanth sonrió en dirección a Sophie. —¿Estás lista para ello, betti? Jaime y yo ya arreglamos todo anoche. Tu cama, tu bañera, tus juguetes. Todo lo que falta eres tú. Según lo predicho, una hora después de que llegara Srikkanth, Sophie comenzó a moverse entre sus brazos. —Creo que tiene hambre —le dijo a la enfermera. —Hay un biberón con leche pre-mezclada en el gabinete debajo del lavabo — respondió ella—. Ábrala y póngalo en la olla por aproximadamente tres minutos. Eso lo calentará. En casa, querrá usar un calentador de biberones para no tener que calentarlos en una olla todo el día. —Compramos uno ayer, pero no entiendo porque no podemos simplemente usar el microondas —dijo Srikkanth, colocando a Sophie con cuidado en su cama para poder prepararle el biberón. —¡Ni se le ocurra! —la enfermera exclamó—. En primer lugar, el agua no se calienta por igual y podría quemarle la boca, pero aún más importante, la radiación podría arruinar las proteínas y quitarle los nutrientes que necesita. Srikkanth hizo una nota mental para agradecerle a Jaime por haberle obligado a comprar un calentador de biberones mientras esperaba pacientemente que la olla calentara la leche. También notó el nombre de la leche: Enfamil, como Tricia supuso que era. No quería detenerse a comprar más con Sophie, pero estaba seguro de que Jaime iría al supermercado o cuidaría de Sophie, mientras él iba. Srikkanth estaba feliz consigo mismo cuando recordó hacer que Sophie eructara a la mitad de su comida. Hizo un ruido cómico con sus labios al terminar, antes de acomodarse en sus brazos de nuevo, como si no deseara moverse jamás. Cuando la enfermera terminó su turno, Srikkanth finalmente dejó de sentirse como si la fuera a dejar caer cada vez que se movía. —Se le ve más cómodo —observó la enfermera, sentándose a su lado. —Estoy comenzando a sentirme más relajado —contestó—, aunque aún me queda mucho por aprender. —Siempre hay mucho que aprender —rio ella—, pero la mayoría viene con la experiencia. Ya hemos hablado de alimentarla, ya le ha cambiado el pañal un par de veces, así que eso ya lo domina. Debido a que la alimenta por medio de un biberón, no tendrá el contacto que los bebés reciben de sus madres, así que sosténgala fuertemente para calmarla. Además de eso, con lo que siempre tiene que tener cuidado es con su cabeza. Si el agua para bañarla está un poco caliente o fría, podría sentirse incómoda, pero no la lastimará. Un

golpe en el cuello podría matarla, si es lo suficientemente severo. Srikkanth se asustó, acercándola a su cuerpo de una forma protectora. —¿Cada cuánto hay que bañarla? —preguntó una vez la enfermera lo mencionó. —Cada par de días —recomendó la enfermera—, o si está particularmente sucia. Lo más importante que debe hacer es mantener sus manos y trasero limpio. No pasará mucho tiempo antes de que comience a meterse las manos a la boca, y no querrá que se le irrite el trasero, porque eso duele y la hará sentir incómoda. —¿Cómo lo evito? —preguntó Srikkanth. —Cámbiele seguidamente el pañal, especialmente si está sucia y use una crema protectora: Desitin, Aquafor o el Dr. Smith, todas funcionan perfectamente —le recomendó la enfermera—. También búsquele un buen pediatra, necesitará vacunas y visitas constantes. La preocupación de Srikkanth debió haberse mostrado en su rostro, porque la enfermera le dio unas palmadas en la mano para tranquilizarlo y agregó: —Le daré una lista de doctores con los que el hospital trabaja. Puede ver si alguno de ellos está en su área. Querrá llevarla en un par de semanas. No ha mostrado signos de que tuviera algún problema durante el parto, pero es mejor que la vea su doctor habitual tan pronto como le sea posible para evitar algún problema. ¿Hay algo más que le preocupe? —Hace mucho frío afuera. No quiero que se enferme. —Póngale una capa de tela más de la que usted lleva—sugirió la enfermera—. Y eso incluye la manta que lleva puesta. Tampoco quiere que esté demasiado caliente. Así que si usted lleva una camisa y un suéter, ella debe llevar una camisa, un suéter y su manta, o un cuello de tortuga y un suéter. —En realidad solo he comprado mamelucos—admitió Srikkanth, y comenzó a preocuparse otra vez. —Eso está bien—aseguró la enfermera—. Si necesita dos capas, entonces póngale dos mantas encima de su mameluco, para que tenga tres capas de tela. O suba la calefacción de la casa un poco para que esté cómoda en una sola capa de tela. —¿Cuándo podré sacarla a la calle? —preguntó Srikkanth. No quería tener que molestar a Jaime cada vez que tuviera que ir a hacer un recado o a comprar más pañales, leche u otras cosas para ella. —Por lo general los doctores recomiendan seis semanas—le dijo la enfermera—, pero no conozco a nadie que espere tanto tiempo. Obviamente cuantas más personas tenga alrededor, más expuesta estará a los gérmenes, así que tenga eso en mente cuando piense en sacarla a pasear. Una vez haya terminado su primera ronda de vacunas, estará más segura en ese aspecto. Si viene gente a visitarla, asegúrese de que se laven las manos antes de cargarla, y si están enfermos, no deje que se le acerquen. Srikkanth asintió, no mencionó que sus padres estaban en la India y que seguramente no tendrían muchos visitantes. Tenía varios amigos, pero a la mayoría no les importaría una niña, y dadas las circunstancias, sus colegas no sabían que existía. —Entonces, supongo que estoy listo para llevarla a casa. —Consiga una cita con el pediatra tan pronto como pueda—le recordó la enfermera —. El que se lleve bien con el doctor de la niña será muy importante cuando tenga preguntas. —Gracias—dijo Srikkanth, poniéndose de pie mientras acomodaba el extraño bulto entre sus brazos—, por todo. —De nada—sonrió la enfermera—. Una de las alegrías de mi trabajo es ver a bebés

saludables irse a casa con padres que se nota que los quieren. Estarán bien. Lo que la niña necesita más que nada es su amor y atención. Dele eso y todo estará bien. Mirando el rostro dormido de Sophie, Srikkanth no creía que tuviera problemas haciendo eso.

Capítulo 5

ESTACIONANDO el coche frente a su casa, Srikkanth respiró profundamente antes de salir y abrir la puerta trasera. Se aseguró de que Sophie estuviera bien cubierta por su manta antes de levantar la silla y llevarla al interior. La casa estaba vacía, así que se fue al segundo piso, bajó el asiento para el coche y comenzó con el proceso arduo de sacarla de ahí. El bebé gimió un poco cuando le levantó la cabeza, pero Srikkanth se dijo a sí mismo que con la práctica se volvería más fácil, y ella aprendería a sostener su propia cabeza enseguida, aunque le preocupaba lastimarla. Cuando se acomodó en sus brazos, ni siquiera abrió los ojos, por lo que supuso que no la había molestado mucho. Su estómago gruñó, interrumpiendo sus pensamientos. Se debatió por un momento si debía tratar de llevarla con él mientras cocinaba, pero no estaba seguro de cómo le haría para cuidar de ella cocinar al mismo tiempo. La colocó en el moisés con cuidado, la cubrió con una ligera manta y salió del dormitorio en busca de comida. Bajó al piso inferior, prometiéndose que solo sería el tiempo suficiente para comer, sin embargo, solo pudo comerse la mitad antes de que el deseo de ver a Sophie se apoderara de él. Llevó su plato al segundo piso, balanceándolo en sus rodillas mientras comía, con la mirada fija en su hija. No importaba que ni siquiera se moviera, necesitaba verla. Terminó de comer y se quedó donde estaba, el plato olvidado, mientras la miraba dormir, hasta que él mismo se durmió, y el plato cayó al suelo. El sonido los despertó a los dos, Sophie dejó escapar un llanto de infelicidad al ser despertada. Srikkanth saltó y se dirigió a ella para calmarla y solo lo logró cuando la colocó en sus brazos, pero estaba más inquieta de lo usual. Al ver al reloj, Srikkanth se dio cuenta de que ya casi era hora para que comiera, así que tomó uno de los biberones de leche pre-preparada del hospital y bajó, con su hija entre sus brazos, para calentarlo. Se movió impacientemente mientras esperaban que el calentador de biberones hiciera su trabajo. Se acordó de que tenía que enviarle un mensaje de texto a Jaime para pedirle que comprara más leche, pero tendría que esperar a que Sophie comiera, porque no tenía una mano libre para usar su móvil. Una vez que el biberón estuvo en su boca, la niña se calmó, contenta con succionarlo y llenar su hambriento estómago. Srikkanth dejó escapar un suspiro de alivio, aún estaba nervioso pensando si sería capaz de cuidar de ella a largo plazo. «Un día a la vez», se recordó a sí mismo. «Solo tómalo un día a la vez». Estaba tan distraído preocupándose por todo, que se le olvidó hacer que eructara

hasta que terminó de darle de comer. Disculpándose inmediatamente, la levantó a su hombro, dándole palmadas en la espalda para sacarle el aire. Dejó escapar un enorme eructo seguido de una gran parte de leche caliente, en su espalda. —¿Se te olvidó hacer que eructara? —preguntó Nathaniel, entrando por la puerta en ese momento—. Debes tener cuidado con eso, no es bueno para su tracto digestivo si vomita demasiado. La culpabilidad asaltó a Srikkanth inmediatamente mientras se imaginaba cómo le explicaría al pediatra de Sophie porque esta había vomitado. Sintió un nudo en la boca del estómago mientras Sophie, completamente ajena a todo esto, recostó cómodamente su cabeza sobre su hombro. —Vamos, dámela un minuto mientras te cambias la camisa —dijo Nathaniel impaciente—, apestas. Srikkanth se la entregó a su compañero de casa, sorprendido cuando esta comenzó a llorar casi inmediatamente. —Vete —le dijo Nathaniel con prisa—, puedo cargar a un bebé que llora únicamente por el tiempo que te tomará cambiarte de ropa. Apresúrate, necesito ir a estudiar. Ese era el resumen de la vida de Nathaniel. Aun así, el hombre no estaba obligado a ofrecerse y Srikkanth necesitaba cambiarse la camisa. Hacía frío y estaba pegajoso, y Nathaniel tenía razón en cuanto al olor. Se quitó la ropa sucia y la tiró en dirección al cesto, luego sacó una camiseta de manga larga, suponiendo que sería más fácil de limpiar si Sophie volvía a escupirle encima y no sería una pérdida si no podía hacerlo. No podía permitir que le arruinara más camisas de trabajo. Bajó rápidamente y casi le arrebató a Sophie de las manos; Nathaniel la sostenía casualmente a pesar de sus continuos gritos. Parpadeó un par de veces cuando la meció y le habló para que se calmara, y cuando lo hizo, Srikkanth dejó de preocuparse. Podría no tener idea de lo que hacía, pero al menos parecía que le agradaba al bebé. Nathaniel aceptó su agradecimiento asintiendo distraídamente y desapareció en su dormitorio para estudiar. Srikkanth miró a Sophie. —¿Qué se supone que voy a hacer contigo mientras preparo la cena? —se preguntó a sí mismo—. Jaime no está en casa para cuidar de ti y no puedo ponerte en el suelo. Al decir el nombre de Jaime se acordó del mensaje de texto que quería enviarle, así que buscó su teléfono en el bolsillo y lo envió antes de volver a pensar en qué haría con Sophie mientras cocinaba. Supuso que podría usar el asiento del coche. No era tan estable en el piso como lo era en el coche, pero no se movía mucho, no como para que la niña se cayera y si le ponía el cinturón, estaría bien mientras cocinaba. O eso esperaba. Normalmente a Srikkanth le encantaba cocinar, pero esta vez estaba distraído; sentía la necesidad de mirar en la dirección de Sophie cada pocos segundos para asegurarse de que estuviera segura y feliz en su asiento, cuya función no era esa. Esperaba que la cena fuera comestible, ya que se le habían quemado las cebollas y casi había quemado la mezcla de especias que su madre usaba para preparar curri de pollo. JAIME sonrió al ver el mensaje de texto en su móvil. Srikkanth obviamente lo había escrito cuando llegó a casa con Sophie; si ya estaba enviando mensajes pidiendo ayuda era porque la niña estaba allí. Jaime tenía un descanso que no había usado hoy porque la tienda

estaba muy ocupada y necesitaban a todos atendiendo. No es que se estuviera quejando, pero si no podía escatimar los descansos de sus empleados, eso significaba que no podía tomar el suyo tampoco. Mirando al reloj, decidió que si juntaba su hora de almuerzo y su receso, podría irse cuarenta y cinco minutos antes. Tenía dos asistentes de gerencia y podían llamarlo si lo necesitaban. Abriendo su móvil, marcó el número de Srikkanth y esperó a que contestara. —¿Hola? La voz de Srikkanth parecía distraída por lo que Jaime sonrió nuevamente. —No he despertado a Sophie, ¿verdad? —preguntó. —No —respondió Srikkanth—. Está dormida en el asiento del coche mientras trato de hacer la cena. —Bien, ¿tienes un minuto, o te estoy distrayendo y arruinando la cena en el proceso? Srikkanth bufó. —Tendremos suerte si la cena de hoy es comestible. Parece que no puedo concentrarme en nada más que en ella. Jaime rio. Srikkanth parecía estar adorablemente perturbado, al contrario de como se comportaba usualmente. —Creo que probablemente eso sea normal —le aseguró a su amigo—. Saldré pronto del trabajo y pasaré por la tienda para comprar las cosas que me pediste. ¿Necesitas algo más? —Creo que compré todo ayer, menos la leche —respondió Srikkanth. —No pregunté si ella necesitaba algo más —le recordó Jaime—. Te pregunté si tú necesitabas algo. —¿Un biberón de vodka? —bromeó Srikkanth—. ¿Un agujero en la cabeza? Jaime rio. —Deja de preocuparte tanto y disfruta de ella. Dime cómo está. Mientras esperaba la respuesta de Srikkanth, se colocó su abrigo y se despidió de su asistente. La mujer hizo lo mismo y Jaime se olvidó del trabajo por ese día. —Se parece a Jill —respondió Srikkanth inmediatamente. —Es imposible que se parezca a Jill —respondió Jaime pensando en la mujer de piel blanca y pelirroja que había visto al lado de Srikkanth en varias ocasiones—. Eres demasiado oscuro para que tenga el mismo color que Jill. —Tiene mi color —admitió Srikkanth. Jaime buscó las llaves en su bolsillo, intentando evitar que su teléfono cayera—. Cabello oscuro, ojos oscuros, aunque su piel no es tan oscura como la mía, al menos todavía no. —Bueno es una mezcla de los dos —dijo Jaime mientras se subía al coche y salía del estacionamiento—. Eso tiene sentido, el hecho de que sea más clara que tú. Quizás el color de su piel oscurezca cuando sea mayor. Recuerdo a mi mamá diciendo que la pigmentación de los bebés no se muestra bien hasta que tienen un par de meses. —A parte de sus colores, creo que se parece mucho Jill —continuó Srikkanth, el tono de voz enternecido—. Tiene sus mismos ojos y boca, y creo que también tendrá rizos. —Estoy seguro de que será tan bella como su madre —dijo Jaime, pensando que había peores cosas que no parecerse a su padre. Se había dado cuenta del atractivo de Srikkanth tan pronto contestó el anuncio buscando a un compañero de casa, pero acordaron desde un inicio que encontrar compañeros de casa era mucho más difícil que encontrar a un compañero sexual y que, mientras vivieran juntos, no se involucrarían de otra forma. Había

funcionado de manera excelente, habían tenido novios durante los tres años desde que comenzaron a vivir juntos e incluso un par de compañeros de casa, pero tan solo su amistad había permanecido sólida. Supuso que era un excelente récord, aunque no podía evitar preguntarse si Sophie cambiaría las cosas. —Eso espero—murmuró Srikkanth—, aunque eso hará divertidas las cosas cuando vaya al instituto. —No atraigas los problemas antes de tiempo —aconsejó Jaime—. Tienes unos cuantos años antes de que tengas que preocuparte por eso. Deja que entre al jardín de infancia antes de que te pongas a pensar en el instituto, ¿vale? —¡Maldición! —¿Qué pasa? —preguntó Jaime inmediatamente, esperando que no le hubiera pasado nada a Sophie. Srikkanth suspiró. —Arruiné la cena. —No te preocupes por eso. —Sonrió Jaime—. Pasaré a comprar comida china de camino a casa. Estoy en la tienda ahora, así que compraré la leche. Llama y haz el pedido, pasaré a recogerlo de camino a casa. Srikkanth suspiró nuevamente. —De acuerdo, déjame ver que es lo que quiere Nathaniel. ¿Qué hay de ti? ¿Quieres pollo con anarcados como siempre? —Está bien —dijo Jaime sonriendo al ver lo bien que se conocían después de tres años juntos. —Muy bien, llamaré. Pide el recibo para poder pagártelo cuando vengas a casa — añadió Srikkanth. Jaime empezó a protestar, pero Srikkanth ya había colgado. —Cuidado, Bhattacharya —murmuró Jaime al teléfono mientras entraba en la tienda—. Dejarás que te ayude aunque tenga que atarte y obligarte. Tomó una bolsa de la leche que Srikkanth había pedido en su mensaje, pero no sabía cuántos paquetes llevar. Su madre se encargó de esta fase con sus hermanos, esto era nuevo para él. Podía cambiar dormido los pañales, pero tenía que aprender a preparar biberones al igual que Srikkanth. Aunque eso no le molestaba. La cajera del restaurante de comida China lo reconoció y le entregó su orden antes de que tuviera la oportunidad de saludarla. Jaime pagó y le agradeció a la mujer como siempre, pero en vez de quedarse un rato a conversar como solía hacerlo, se dirigió a su coche y condujo a su casa sin retrasarse. Su casa tenía treinta años y estaba ubicada en un barrio donde las demás no pasaban de los diez años de antigüedad; eran virtualmente idénticas y, sin embargo, eran muy distintas a la casa en la que había crecido. Sus padres la habían comprado muy barata porque estaba en malas condiciones. Pasaron años tratando de repararla, pero siempre había algo nuevo qué hacer. Había sido un lugar maravilloso para crecer: toda la familia siempre se ofrecía a reparar esto o pintar un dormitorio hasta que sus padres llegaron a tener la casa más bonita del vecindario. Jaime ahora no tenía familia, un grupo de personas con las cuales desearía construir una casa. Su casa, en la que vivía ahora, era por contrato. Aunque en realidad no era de él, ya que le rentaba un dormitorio a Srikkanth, pero no necesitaba nada más en este momento y le ayudaba a ahorrar un poco de su sueldo para su fondo de pensiones, y para poder comprar algo propio en el futuro. En varias ocasiones había pensado en encontrar a alguien con quien compartir dichos sueños, pero hasta el momento no había conocido a la persona

con la que deseara hacerlo. Ciertamente no había estado con nadie que valiera la pena lo suficiente como para dejar su situación actual, la cual parecía ser ideal, si se ignoraba la ausencia de una pareja estable en su vida. No estaba listo para darse por vencido con Randy, su novio actual, pero este no le había dado la impresión de estar interesado en algo más que una aventura. Equilibrando las bolsas para poder llevarlas a casa en un solo viaje, Jaime tocó a la puerta en vez de al timbre. Recordó vívidamente a su madre diciéndole a su padre que quitara el timbre, porque parecía que cada vez que lograba que su inquieta hermana se durmiera, alguien tocaba el timbre y la despertaba. Afortunadamente, Srikkanth lo escuchó y llegó segundos más tarde para dejarlo pasar. —Gracias —dijo Srikkanth antes de que Jaime entrara—. Nathaniel salió de su dormitorio exigiendo saber qué era ese horrendo olor cuando quemé la cena. Le dije que traerías comida china, pero no se puso muy contento. —No te preocupes por él —lo tranquilizó Jaime inmediatamente, entregándole a Srikkanth la bolsa que contenía la leche—. Te juro que se queja solo por buscar un tema de conversación. Se calmará cuando tenga algo que comer. —Espero que tengas razón. —Vamos, en serio. No te preocupes por él. Quiero ver a Sophie —insistió Jaime cambiando de tema y alejándolo de su complicado compañero de casa. —Está durmiendo en la cocina —respondió Srikkanth, guiándolo por la casa, pasando por la sala y llegando a la cocina donde Sophie dormía en el asiento para el coche. —¿Sabes? —comentó Jaime—, pudiste haberla colocado en su carro, porque para eso tiene un asiento reclinable, o en el moisés. Se separa, ¿sabes? —Considerando el enorme trabajo que nos costó armarlo en primer lugar, supongo que lo dejaré donde está —dijo Srikkanth riendo un poco—. Creo que está bien ahí. Jaime lo dejó pasar, pero recordó unos asientos para bebés que había visto en Babies Я Us, unos que tenían música y luces y que posiblemente molestarían a Nathaniel, pero divertirían a Sophie, cosa que era mucho más importante que la actitud del chico. Quizás debía ir a comprarle uno a lo largo de la semana. Mientras tanto, tendría que encontrar otras formas de consentirla. En ese momento se despertó. —Hazle el biberón —le dijo a Srikkanth—. Veré si puedo distraerla hasta que esté listo. —Quizás deba cargarla yo —dijo Srikkanth—. No reaccionó muy bien cuando Nathaniel la cargó. Jaime lo ignoró, y levantó cuidadosamente a Sophie de su asiento y la cargó con familiaridad y facilidad. Sí, habían transcurrido unos cuantos años, pero no se había olvidado de cómo cargar un bebé. Sostener un niño era como manejar una bicicleta; era algo que no se olvidaba. Los ojos de la niña se abrieron y lo miró, pero la meció y habló mientras Srikkanth preparaba su comida. Podía ver que estaba confundida al sentir que alguien más la cargaba, pero Jaime simplemente continuó hablándole y meciéndola, hasta que se calmó entre sus brazos mientras esperaban a Srikkanth que calentara el biberón. —Hola, preciosa—murmuró—. ¿Te portaste bien con tu padre hoy? Estamos muy contentos de que estés aquí, él y yo, incluso si Nathaniel es un viejo amargado que no puede apreciar las cosas buenas cuando las ve. El calentador de biberones hizo lo prometido: calentó la leche de forma equitativa y rápida. Jaime estaba tentado a preguntar si podía darle de comer, pero supuso que era demasiado pronto para eso, así que la devolvió a su padre y miró con una sonrisa como

comía felizmente. —¿Ya ha llegado la comida? —La voz de Nathaniel irrumpió la paz. —Está en la mesa —dijo suavemente Jaime, pero sus ojos no se alejaron ni un solo momento de Sophie y Srikkanth—. Puedes llevártela a tu dormitorio para que no interrumpamos tus estudios. Nathaniel frunció el ceño mientras buscaba su comida en la bolsa, pero no dijo nada más; desapareció en su dormitorio mientras Srikkanth hacía eructar a Sophie antes de darle el resto de su comida. —Creo que no le gusta Sophie —comentó Srikkanth suavemente cuando la puerta del dormitorio de Nathaniel se cerró. —No creo que le guste nada que lo aleje de sus estudios—bromeó Jaime—. Siempre me mira hostilmente cada vez que traigo a alguien a la casa. —Ha pasado mucho tiempo desde la última vez que yo traje a alguien —respondió Srikkanth—. Supongo que no tuve el placer de que me mirara así. Pero paga su renta a tiempo, ayuda en la casa y no es un perezoso. Así que diría que es una ganancia. —Oh, sí tienes razón —estuvo de acuerdo Jaime pensando en el predecesor de Nathaniel, que dejaba sus platos, ropa sucia y otras cosas desagradables por todos lados—. Vamos, dámela un rato para que puedas cenar antes de que se enfríe. —¿Y qué hay de ti? —preguntó Srikkanth. —Perfeccioné el arte de comer con una mano hace mucho tiempo —respondió Jaime mientras se acercaba a Sophie—. Entonces, ¿vas a compartir? Srikkanth titubeó un momento antes de aceptar. —Supongo que está bien. No pareció importarle cuando la cargaste hace un momento. Gritó cuando se la di a Nathaniel. Jaime acomodó a Sophie en sus brazos. —¿Y por qué se la diste? —Porque vomitó en mi camisa —explicó Srikkanth, sacando los contenedores de comida de la bolsa y colocándolos en la mesa—. Se ofreció a cargarla mientras me cambiaba. —Eso fue un detalle de su parte —dijo Jaime—. ¿Así que no le agradó al bebé? —Para nada. —Bueno, me alegra que yo le guste —dijo Jaime, acercándose a besar suavemente su frente, sintiendo como su corazón se llenaba de amor.

Capítulo 6

SRIKKANTH se estaba volviendo loco. Después de la cena, llevó a Sophie al segundo piso a dormir. La acomodó en su moisés y ella se durmió de inmediato. Una hora más tarde, comenzó a gritar sin razón aparente. No quería el biberón, su pañal estaba limpio y revisó que la ropa no le estuviera incomodando en ningún lado. Caminó con ella, la abrazó, la meció tanto como pudo, hizo todo en lo que podía pensar, y aun así gritaba. Así que inició el proceso otra vez, sin éxito. Cuando estaba listo para admitir la derrota, Jaime apareció en su puerta. —Dámela —dijo Jaime—. Ve a correr o tómate un descanso. —Pero… —Mi hermana tenía cólicos y cuando se ponía así, todo lo que podíamos hacer era turnarnos para que nadie la lanzara contra la pared —insistió Jaime—. Continuará gritando estés o no aquí. Vete, tranquilízate y podrás tratar de calmarla cuando vuelvas. Srikkanth titubeó un momento más, pero su nivel de frustración estaba elevándose. Una carrera rápida le haría mucho bien, por lo menos restauraría su paciencia, o eso esperaba. Con un suspiro besó la frente de Sophie, se la entregó a Jaime, solo para escuchar sus gritos hacerse más fuertes. Intentó cargarla nuevamente, pero Jaime sacudió la cabeza. —Estaré bien durante unos quince minutos. Ve a correr. Rápidamente, antes de que Jaime tuviera tiempo para cambiar de opinión, Srikkanth se puso su ropa deportiva y se fue al primer piso. Nathaniel lo interceptó antes de que llegara a la puerta. —Te dije que esta era una idea terrible —dijo furioso—. ¿Cómo se supone que podré estudiar si está gritando así? —No lo sé —dijo Srikkanth, corriendo a la puerta antes de que su compañero pudiera decirle algo más. Quería creer en Jaime y confiar en que el amar a Sophie sería suficiente para superar la ignorancia e inexperiencia, pero con tantos gritos era un poco difícil de aceptar. Obviamente no podía cuidar de ella o no estaría gritando así. Era una niña, no era lo suficientemente grande como para tener un berrinche. Si estaba así de alterada, algo debía estar mal. Sus pies chocaron contra el pavimento a un ritmo estable mientras trataba de calmarse y olvidar todo, excepto la alegría que sentía al correr. Sin embargo, sus pensamientos no fueron tan fáciles de olvidar, como el sonido de los gritos de Sophie.

La enfermera en el hospital dijo que era una niña feliz, pero en su primera noche con él estaba inconsolable. No creía que hubiera hecho algo para molestarla, pero la única referencia que tenía era su comportamiento en el hospital. Ciertamente no la había visto así de alterada allí, ¿acaso extrañaba a las enfermeras? Había estado más con ellas que con él. No podía llevarla de vuelta al hospital. Se había comprometido a cuidar de ella y eso haría. Solo deseaba saber cómo hacerlo. Supuso que podría llamar a su madre, pero eso significaría que tendría que explicarle la situación, razón por la cual no les había dicho nada sobre el bebé antes. Tendría que decírselo eventualmente, porque no podía mantener a su hija como un secreto de sus abuelos, pero necesitaba unos días para acostumbrarse a ser un padre antes de explicarle todo a su familia. Sintiéndose culpable por haberle dejado a Jaime su responsabilidad, Srikkanth corrió menos de lo usual, dando simplemente una vuelta a la manzana en vez de su ruta habitual. Cuando llegó a casa, se detuvo un instante en la puerta y preparó sus nervios para escuchar los gritos de Sophie. Al abrirla, no escuchó nada. Frunció el ceño antes de subir las escaleras, preguntándose si Jaime se había llevado a Sophie a algún lado. Cuando llegó a su dormitorio, encontró a su compañero en la cama con Sophie entre sus brazos. Levantó un dedo a sus labios y le indicó a Srikkanth que salieran del dormitorio. Se levantó con cuidado y colocó a Sophie sobre su cama, luego salieron del dormitorio y cerraron la puerta. —Se quedó dormida unos cinco minutos después de que te fuiste —susurró Jaime —. Supongo que está exhausta. —O que le gustas más tú que yo —dijo Srikkanth amargamente. Jaime sacudió la cabeza inmediatamente. —Ni se te ocurra pensar eso —insistió, guiando a Srikkanth a su dormitorio para que pudieran hablar sin molestar a Sophie—. A los bebés les dan cólicos. A algunos más que a otros, pero se pasan. No hay nada que puedas hacer excepto lo que hicimos, cargarla hasta que se canse y se quede dormida. No es fácil escuchar gritar a un bebé, pero no hiciste nada malo. Te lo prometo. —Es solo que me siento tan impotente —dijo Srikkanth, sabiendo que lo hacía parecer como un quejica, pero ya no le importaba—. No se comportaba así en el hospital. Las enfermeras dijeron que era una niña muy tranquila, que casi no lloraba. —Sri, solo tiene tres días —le recordó Jaime—. No tiene edad suficiente como para que puedas saber cómo es. Y aunque así fuera, la personalidad de los bebés cambia mientras crecen, como pasa con todos. Es posible que esto haya pasado porque es su primera noche en esta casa, pero eso no significa que hayas hecho algo malo. No importa lo que hubieras decidido para ella, al final habría tenido que irse del hospital, lo que significa que hubiera tenido que adaptarse a un nuevo ambiente. Tomaste la decisión correcta, no siempre será fácil, pero harás que funcione. —Estás tan seguro de ello —dijo Srikkanth, maravillado. Jaime se encogió de hombros, no estaba seguro de cómo expresar con palabras lo que sentía. —Los bebés deben estar al lado de sus padres —dijo al cabo de un momento—. Sé que la adopción es una gran opción y ciertamente no deseo que los niños crezcan en un ambiente violento o en situaciones negligentes, pero este no es el caso. Tienes los recursos para cuidar de ella y sé que la amas. Lo demás son tecnicismos. Todos los padres cometen errores, especialmente los primerizos, porque no tienen ni idea de qué es lo que hacen. La mayoría de los casos son completamente ignorantes y por eso se preocupan más.

—¿Y los que no lo son? —demandó Srikkanth. Jaime se encogió de hombros. —Los que son más serios casi siempre son más negligentes, y no sé qué es peor. Podrás ser más inexperto que la mayoría, pero no eres negligente. Si realmente te preocupa algo, pregúntame. Si no lo sé, llamamos a mi madre. Ella lo sabe todo y está más cerca que la tuya. —¿Tiene alguna cura para los cólicos? —preguntó Srikkanth riendo suavemente—. Ya que al parecer me equivoqué espectacularmente con eso. —No sé. Vamos a ver qué podemos averiguar, y si no conseguimos nada, la llamamos —propuso Jaime. Srikkanth asintió. Ni siquiera se le ocurrió buscar en Internet porque no estaba seguro de qué era lo que le pasaba a la niña, pero ahora que el problema ya tenía nombre, podría averiguar qué hacer. Su ordenador estaba en su dormitorio y no quería arriesgarse a despertarla antes de saber algo. —¿Puedo usar tu ordenador? —Por supuesto —exclamó Jaime—. Vamos. Miremos qué podemos encontrar. Encendieron el portátil de Jaime y comenzaron a buscar. Una hora después tenían una lista de opciones, desde envolverla y acurrucarse con ella, hasta asustarla con la aspiradora y sacarla a pasear a un lugar calmado. Cuando terminaron de investigar, Sophie despertó. Srikkanth se preparó para otro escándalo, pero se calmó tan pronto como le dio su biberón. Cuando terminó, se acomodó en sus brazos y lo miró fijamente. Srikkanth la miró de vuelta, e hizo un gesto de molestia en dirección a Jaime. —¿Y ahora por qué hace eso?—preguntó. —La niña te estaba poniendo una prueba —Jaime sonrió—. Quería saber si podías descifrar qué hacer con ella. —Creo todos podríamos haber descifrado qué hacer —dijo Srikkanth cómicamente —. Especialmente Nathaniel. —¿Te dijo algo? —preguntó Jaime seriamente. —Sí, se quejó cuando salí a correr. —¿Sabes lo que puedes hacer con Nathaniel? —dijo Jaime sin ocultar su enfado—. Ignorarlo. Ya lo conoces, y si no hubieras estado angustiado por Sophie, no habrías tomado en serio su comentario. —Lo sé —respondió Srikkanth—, pero estaba preocupado por ella. Además él vive aquí. Sabíamos que cuando se mudó buscaba un lugar silencioso para vivir. Por eso te mudaste a la planta de arriba, para que él pudiera usar el dormitorio de abajo y estar más lejos del ruido. —¿A nombre de quién está el título de propiedad? —demandó Jaime—. ¿Al tuyo o al de él? Puede buscar otro lugar para irse a vivir. No era tan sencillo. Srikkanth dependía de la renta de sus compañeros para poder pagar las mensualidades de la casa, especialmente ahora que tendría un gasto extra por el bebé. Si Jaime y Nathaniel se marchaban, tendría que buscar un lugar más pequeño para vivir. Pero no se preocuparía por eso esta noche. Ya tenía demasiado en mente con Sophie. LOS días se volvieron una rutina para Srikkanth, dormía cuando Sophie lo hacía, la alimentaba cada dos horas y comía cuando podía. Para su sorpresa, descubrió que no echaba de menos su trabajo, su fascinación con Sophie era suficiente para llenar sus días.

Las sugerencias que encontró para curar los cólicos parecían funcionar mejor de día que de noche. Jaime continuaba siendo el apoyo incondicional de Srikkanth, cuidando de Sophie por una media hora o más cada noche para que él pudiera salir a correr. Por su parte, Jaime disfrutaba de los momentos que pasaba con Sophie, incluso había comenzado a inventarse excusas para pasar más tiempo con los dos. Cuando no tenía un cólico, era una niña encantadora, su personalidad se volvía más clara con cada día que pasaba. Odiaba escucharla llorar, más que nada porque sabía lo mucho que Srikkanth se angustiaba. Sabía lo suficiente acerca de los bebés para comprender que se sentía incomoda y que pronto pasaría, así que simplemente la cargaba y mecía o le daba vueltas por la casa hasta que se calmaba o hasta que Srikkanth regresaba de correr. También se había vuelto muy bueno ignorando las miradas de Nathaniel o haciéndose cargo de sus comentarios antes de que pudieran molestar a Srikkanth. Alrededor de tres semanas después de que Sophie llegara a casa del hospital, Jaime fue al segundo piso como de costumbre para poder hacerse cargo de Sophie para que así Srikkanth pudiera salir a correr. La escena frente a sus ojos le robó el aliento: desnudo de la cintura para arriba, Srikkanth sostenía al bebé, que solo tenía el pañal puesto, contra su pecho. Era un contraste la oscura piel de Srikkanth contra el color ligeramente más pálido de Sophie. —La vas a consentir demasiado —dijo Jaime, tratando de controlar su voz. Había visto a Srikkanth sin camisa antes, pero no por mucho tiempo, pues cuando lo hacía era porque el otro hombre estaba en el proceso de ponerse la ropa. Esta vez, aparentemente, no tenía la intención de moverse y eso estaba alterando la libido de Jaime. Recordó que en estos momentos tenía una “especie” de novio, además no era como si realmente sintiera una atracción sobre la que actuar. No había nada de malo con que apreciara el atractivo de otro hombre, si todo lo que hacía era mirar, ¿cierto? —La enfermera en el hospital dijo que debía sostenerla así —respondió Srikkanth con calma—. Dijo que los bebés que comían de un biberón no recibían contacto de este tipo y que lo necesitaban para establecer sus vínculos afectivos. —Le mostró una sonrisa a Jaime que envió un impulso directo a su pene—. No sé si le está haciendo algo bueno, pero ciertamente se siente bien para mí. Es suave y delicada. Escucharon el timbre, seguido por la voz de Nathaniel que gritaba a Jaime. —Tu cita está aquí. —Mierda —murmuró Jaime, olvidando por un momento que Sophie estaba en el dormitorio—. Rayos, lo siento, Sri. Tengo que acostumbrarme a cuidar de mi vocabulario. Olvidé que se supone que tengo que salir con Randy esta noche. Puedo ver si no le importaría esperar un rato a que salgas a correr. —No te preocupes por eso —respondió Srikkanth, inclinándose para besar la mejilla de Sophie—. Estaremos bien esta noche. Ve y disfruta de tu cita, estaremos aquí cuando vuelvas a casa. Jaime asintió y salió del dormitorio lentamente, deseando no tener que irse. Cuando había quedado con Randy para esta noche Sophie no había estado en el panorama, y aunque deseaba ver a Beecake en el bar local, en realidad, ahora mismo, no quería hacer nada más que quedarse en casa y pasar su hora ininterrumpida con Sophie. Pero no había nada que hacer. Randy estaba aquí, ya habían pagado por las entradas y hecho la reserva en el club. Tendría que convencer a Srikkanth de que lo dejara pasar tiempo extra con Sophie en los próximos días. Era viernes, quizás podría robársela durante unas horas al día siguiente, ya que no tenía que trabajar.

—Estaré ahí en un minuto —le dijo a Randy—, todavía no estoy listo. Se cambió de ropa rápidamente a algo más apropiado para una noche fuera que sus vaqueros y suéter, pensando todo el tiempo que estaría más cómodo quedándose en casa. Antes de bajar por las escaleras y reunirse con Randy, miró al dormitorio de Srikkanth una última vez. Si esto no era una actitud patética de su parte, entonces no sabía qué era. Como lo sospechaba, Randy estaba esperándolo impaciente en la sala. —¿Por qué has tardado tanto? —dijo molesto. —Ayudaba a Srikkanth con algo —respondió Jaime. No quería explicar mucho sobre Sophie. Era demasiado especial para compartirla y de alguna forma, no creía que Randy, al igual que Nathaniel, lo comprendiera. Randy se enfurruñó, pero Jaime lo ignoró. Había estado esperando la oportunidad de ver a Billy Boyd y su banda en concierto desde que escuchó que vendrían a la ciudad y se negaba a que su “cita” lo arruinara, aunque ya había decidido que no tendría tiempo para salir nuevamente si el hombre lo invitaba de nuevo. Quizás, deseó Jaime, Randy se molestaría con su tardanza y con su falta de comunicación en general y se abstendría de invitarlo otra vez. Si no, Jaime tenía la excusa perfecta. Simplemente le diría a Randy que tenía que hacerle de niñero de Sophie. CUANDO el concierto terminó, cuatro horas después, Jaime tuvo que admitir, que estaba feliz de haber asistido. El bar había cumplido su promesa de recrear un ambiente íntimo; únicamente asistieron unas ciento cincuenta personas en total y la mesa en la que él y Randy estaban sentados estaba a pocos metros del escenario. Mientras esperaban para entrar, Billy Boyd salió al frente a firmar autógrafos y a charlar con sus fans. Una vez entraron, la banda salió y la noche fue cada vez mejor. Billy charló con la audiencia como si fueran sus amigos cercanos, incluso intercambió bromas con un grupo de mujeres que estaba en una mesa de atrás que hizo que Jaime se doblara de la risa. La música había sido espectacular y Jaime disfrutó cada minuto del show. Si tan solo su cita hubiera disfrutado la velada de igual forma…Pero Randy se había comportado como un niño caprichoso a excepción de cuando la banda estaba tocando. Jaime no estaba seguro de si se había dado cuenta antes de esa actitud, o si su acompañante se comportaba peor que antes. Sabía que tenía menos paciencia de lo usual con las cosas que lo mantenían lejos de casa. Las últimas semanas, mientras trabajaba, se había pasado la jornada mirando el reloj, sus pensamientos enfocados en Sophie y en llegar a casa lo más pronto posible para estar con ella. Esta noche no era distinta. Pensar en que ella se iría a la cama sin que él le diera su beso de buenas noches fue casi lo suficiente para rechazar la invitación de Randy de beber otra copa después del show. Pero al comprobarla hora, se dio cuenta de que era demasiado tarde para que estuviera despierta, aunque ya casi sería su hora de comer. Si Srikkanth estaba despierto todavía al llegar a casa, se ofrecería para darle de comer al bebé, y si no lo estaba, Jaime podía introducirse en el dormitorio para darle un beso en la cabeza mientras la pequeña dormía. Mientras Randy fue al bar por sus bebidas, Jaime volvió a recrear la imagen de Srikkanth cargando a Sophie antes de salir. No podía evitar pensar en lo mucho que Srikkanth hubiera disfrutado del concierto y probablemente del respiro, aunque Sophie se había portado mejor los últimos días. Quizás podría ofrecer cuidarla algo más del tiempo que Sri salía a correr, para que este pudiera salir al cine o tener una cita. Y al pensar en lo último, supo que eso no era lo que deseaba, quizás era muy egoísta de su parte debido a que

él estaba en una. Tenían un acuerdo de no involucrarse el uno con el otro, pero muchas cosas habían cambiado en las últimas semanas. Ignoró las insinuaciones de Randy de que debían ir a su apartamento y también evitó su invitación para tener otra cita. Cuando Randy persistió, Jaime finalmente estalló. —Mira, nos divertimos juntos, pero eso es todo. Las cosas han cambiado y no tendré tanto tiempo libre como antes. —Podemos salir cuando tengas tiempo —dijo Randy esperanzado. Jaime sacudió la cabeza. —Gracias, pero no. Ese fue el final de su conversación y de su bebida, Jaime pagó por su parte de la cuenta e insistió en tomar un taxi que lo llevara a casa. Solo quería alejarse de Randy y regresar a donde pertenecía, en casa con Sophie y Srikkanth.

Capítulo 7

—ESTABA pensando en comprar una silla mecedora —le dijo Srikkanth a Jaime mientras preparaba la cena, unos días después. Sophie estaba despierta y Jaime se ofreció a cargarla mientras su compañero cocinaba. La niña no parecía querer quejarse al respecto, se sentó cómodamente en sus piernas mientras Srikkanth se movía por la cocina. Se habían acomodado en esa misma rutina incluso antes de que Jaime tuviera su cita, pero desde esa noche, cuando Jaime regresó a su habitación, mientras le daba de comer a Sophie, para darle su beso de buenas noches, este no volvió a alejarse de la niña, a menos de que fuera para ir trabajar o dormir. Sophie había comenzado a reconocer a Jaime; ya lo buscaba de la misma manera que a Srikkanth. Al principio se había sentido celoso, pero luego se sintió aliviado, cuando recordó que la mayoría de bebés crecían y eran amados por dos padres, sin que el amor que sentían por uno redujera el amor que sentían por el otro. Una vez comprendió eso, dejó de preocuparse y comenzó a aceptar la ayuda de Jaime. —Buena idea —dijo Jaime—. Aunque no creo que quepa en tu dormitorio. —Sí, tendré que ponerla en la sala del primer piso, pero eso hará que incomodemos a Nathaniel mucho más de lo que ya lo hacemos. —Ya conoces mi opinión al respecto —dijo Jaime. Sus labios se curvaron en enojo al pensar en los negativos comentarios que su compañero de casa había hecho en las últimas semanas—. Sophie ha llegado para quedarse, así que lo supera o se va. Srikkanth no podía discutir con eso, excepto que le angustiaba lo que haría con los pagos de la casa. Tendría que encontrar otro inquilino y eso sería mucho más complicado ahora que tenían que decirle al nuevo miembro de la casa que había una niña y dos hombres gay. No podían arriesgarse. —¿Cuánto falta para la cena? —gritó Nathaniel desde su dormitorio. —Unos veinte minutos —dijo Srikkanth, revisando cuánto le faltaba al arroz. Nathaniel no respondió, pero un momento después escucharon la ducha. Jaime hizo un gesto de molestia y se abstuvo de mencionar otra vez lo mucho que le desagradaba últimamente el muchacho. Srikkanth ya lo sabía y quejarse no ayudaría a su situación actual. Su madre le había enseñado en incontables ocasiones, cuando era más joven, que tenía que tener una actitud positiva y no quejarse por todo. «Si no puedes decir algo bueno de alguien, mejor no digas nada», era su refrán favorito. No estaba completamente convencido de que tuviera razón, pero de todas formas aprendió la lección. Le resultaba

complicado hablar mal de alguien, a pesar de las circunstancias. Para cuando el arroz se coció, Nathaniel entró a la cocina. —Me mudaré a fin de mes —anunció—. Encontré un nuevo apartamento donde se me aseguró que tendré la paz y quietud que necesito. No puedo estudiar con todo el ruido que hace el bebé. Srikkanth asintió silenciosamente, sabía que solo era cuestión de tiempo. Calculó rápidamente durante cuánto tiempo podría pagar la porción de Nathaniel, del pago total de la casa, antes de que empezara a meterse en problemas financieros. Supuso que podría tomarse un par de meses antes de tener que verse forzado a aceptar un nuevo compañero de casa. —Gracias por hacérmelo saber con tiempo —dijo finalmente—. Cuanto antes pueda buscar a alguien nuevo, mejor. Nathaniel asintió en respuesta, sirviéndose una gran porción del arroz y curri antes de regresar a su dormitorio a estudiar. —¿De verdad quieres que tengamos a un nuevo compañero de casa cuando Sophie está aquí? —preguntó Jaime una vez Nathaniel cerró la puerta. —No importa lo que quiera —replicó Srikkanth—. Tengo que pagar la casa y no lo podré hacer a menos que una tercera persona nos ayude. —¿Puedes pagar la mitad? —preguntó Jaime. Srikkanth calculó rápidamente. —Sí, pero no sería justo para ti. Te mudaste sabiendo que pagarías quinientos dólares de renta cada mes. Jaime se encogió de hombros. —Puedo pagar un poco extra y podríamos usar el dormitorio que sobra para que sea el de Sophie. Tu habitación se va a quedar pequeña enseguida. Además podrás recuperar un poco de privacidad. Srikkanth sacudió la cabeza y miró a Jaime desconcertado. —¿Por qué harías algo así? —Porque nadie debe criar a un bebé solo —respondió Jaime, como si fuera la respuesta más obvia del mundo. —Aprecio la oferta —dijo Srikkanth lentamente—, pero me sentiré mejor si por lo menos hago el intento de encontrar a alguien que use el dormitorio de Nathaniel. Publicaré unos anuncios mañana en la prensa y veré que ocurre. —Avísame si tienes alguna entrevista —pidió Jaime—. Me gustaría conocer a quien sea que se mude con nosotros. —¡Por supuesto! —exclamó Srikkanth—. No sería justo para ti si alguien se mudara sin tu consentimiento. Será decisión de ambos. Jaime dejó el tema mientras Srikkanth le servía un plato y lo colocó en la mesa donde pudiera alcanzarlo. Mirando a Sophie, sonrió, besó su mejilla y tomó su cubierto. Una vez empezó a comer, Jaime trató de imaginar el tener a otra persona a la mesa. Era fácil imaginar a Sophie con ellos dentro de unos años, pero el pensar que debería compartir su atención con un tercer adulto, le parecía algo desagradable. Se dijo a sí mismo que estaba siendo ridículo, pero su cabeza no parecía poder controlar a su corazón en este asunto. Podía aceptarlo y continuar, o luchar y fallar. Supuso que lo mejor sería aceptarlo y asegurarse de no terminar con una solución inalcanzable. Dudaba que Srikkanth encontrara a alguien interesado, dado que la persona que viniera tendría que compartir una casa con dos hombres y una niña, pero Jaime decidió en ese momento encontrar cualquier motivo

para rechazar a quien fuera que estuviera interesado. Sophie necesitaba su propio espacio y también Srikkanth y eso significaba mantener el dormitorio de Nathaniel desocupado. —Pero qué cara de enfado… —comentó Srikkanth—, ¿va todo bien? Jaime se obligó a sonreír. —Sí, solo pensaba en todo el proceso que tendremos que hacer para encontrar un nuevo inquilino. ¿Estás seguro de que es necesario? ¿No podría simplemente mudarme a mi dormitorio viejo para que podamos convertir el mío en una habitación apropiada para ella? Así podría tener su propia cama y podrías comprar la silla mecedora de la que hablabas. Además, tendría suficiente espacio para sus juguetes. Era tentador, Srikkanth tenía que admitirlo, pero no le parecía justo para Jaime. Vería como les iba con las entrevistas y decidiría después de eso. LA PRIMERA persona que conocieron emitía un olor a cigarrillo. A Srikkanth no le quedó espacio suficiente en el anuncio, después de mencionar a dos hombres y una niña, para su usual comentario de no fumadores. Puso mala cara al sentir el olor, e incluso al lado opuesto de la habitación Jaime podía sentir la asquerosa pestilencia. Hasta Sophie hizo un gesto cuando pudo sentirlo. Srikkanth continuó con el proceso de la entrevista, pero todos sabían que no tenía sentido. —Entonces, ¿eres fumador? —preguntó después de unos minutos. —Fumo uno de vez en cuando —contestó el hombre, encogiéndose de hombros. —Con el bebé en la casa, no podemos permitir que fumes aquí —dijo Srikkanth. No había necesidad de que Jaime se lo comentara. —Oh, no hay problema —respondió el candidato con una sonrisa—. Puedo fumar afuera. Tienen un patio, ¿cierto? Por mí no hay problema. Srikkanth no estaba seguro de qué pensar al respecto, pero completó la entrevista de todas formas. La única vez que aceptó a un compañero de dormitorio inmediatamente fue con Jaime y aunque sabía que esa había sido una excelente decisión, no planeaba repetirlo. Quería discutir todo con su amigo, especialmente porque Jaime sabía mucho más de Sophie que él. —De ninguna manera —dijo Jaime en cuanto el hombre cerró la puerta—. Fuma tanto que todos lo olimos; expondrá a Sophie a las toxinas. Quiero decir que se volverá una fumadora pasiva, y eso no es bueno para su salud. —No lo sabía —dijo Srikkanth—, pero tiene sentido. Digo, sería desagradable olerlo aunque no fuera dañino. —Para todos —dijo Jaime abrazando a Sophie protectoramente, contento de que no tenía que persuadir a Srikkanth de rechazar a este. Srikkanth asintió. —Lo llamaré en unos días y le haré saber que deberá seguir buscando. Solo tengo otra persona interesada, la chica vendrá al final de la semana. —¿Una chica? —Jaime no estaba seguro de cómo se sentiría al agregar a una mujer a su cómoda existencia masculina. Sophie no contaba, ¡especialmente porque solo tenía tres semanas! Srikkanth se encogió de hombros. —No creo que sea una mala idea. Siempre hemos tenido compañeros de casa, pero porque era más práctico, no porque fuera una regla, al menos por mi parte. Jaime trató de pensar en eso de una forma objetiva, pero cada imagen que lo atacaba

era de una mujer robándose a Sophie de su lado y cuidando de ella, dejando a Jaime, y probablemente también Srikkanth en el aire. —Supongo que no pasa nada por conocerla —dijo, sin poder reunir entusiasmo. SI JAIME no estuviera buscando razones para rechazar a cualquier inquilino, supuso que no le hubiera molestado Julie, la mujer que entrevistaron el viernes. Era amable, tenía buenas referencias, trabajo estable y se podía mudar inmediatamente. El único problema es que solo necesitaba un apartamento durante seis meses mientras trabajaba en un proyecto. Una vez terminado, se mudaría de nuevo. Antes de Sophie, ese no habría sido un problema para Jaime o Srikkanth. Les daba tiempo para encontrar un inquilino con más calma, pero Jaime no quería un nuevo compañero de casa, ya fuera temporal o no. Cuando la mujer se marchó, le habló inmediatamente a Srikkanth. —No me agrada la idea de que alguien se mude aquí tan solo durante unos meses — dijo—. Sophie necesita más estabilidad. Se encariñará con Julie y cuando esta se marche no comprenderá la razón. Si permitiremos que alguien se mude con nosotros, necesita ser alguien permanente. —¿Por cuánto tiempo? —preguntó Srikkanth, preocupado—. Quiero decir, no podemos esperar a que alguien se comprometa a vivir con nosotros hasta que Sophie crezca. —No, por supuesto que no—dijo Jaime—, pero tampoco es bueno que tengamos a mucha gente entrando y saliendo. A su edad, necesita formar vínculos afectivos que durarán más que unos meses. Es increíblemente importante para los bebés tener ese tipo de estabilidad. —Muy bien —acordó Srikkanth—. Le diré a Julie que no estamos interesados. RECIBIERON una llamada una semana más tarde de una persona que estaba interesada en el anuncio. Jaime trató de ocultar su desagrado cuando Srikkanth se lo comentó, preguntándose qué excusa podría poner para rechazar a este nuevo prospecto. Acordó llegar a la hora de la cita y pasó la semana inventando formas para convencer a Srikkanth de que no debían permitir que alguien más se mudara con ellos. Jamás. El tercer candidato parecía ser una persona perfectamente razonable, trabajaba de noche en “Los Buenos Samaritanos”, el hospital donde había nacido Sophie. Jaime pudo notar que Srikkanth deseaba aceptarlo como un inquilino y, por supuesto, si se tratara solo de ellos dos, Jaime probablemente hubiera estado de acuerdo. Sin embargo, quería ese espacio extra para Sophie y después de que el hombre se marchara, miró a Srikkanth con una expresión demostrando toda su decepción. —Sé que no duerme toda la noche por el momento —comenzó por decir—, pero Sophie necesita aprender la diferencia entre el día y la noche y si tenemos a alguien con el horario opuesto, hará que se confunda. No querrás que esté despierta toda la noche, especialmente cuando tengas que regresar a trabajar. Srikkanth frunció el ceño. —¿Estás seguro? La verdad es que me ha gustado. —A mí también —aseguró Jaime—, pero piensa en lo mejor para Sophie. ¿Quieres que yo le llame para decírselo? Al final, Srikkanth fue el que llamó, sentía que era su responsabilidad ya que él fue

quien puso el anuncio. Dejó que el anuncio expirara al final de la semana y aceptó la insistencia de Jaime de usar el dormitorio extra para Sophie. No podían mover nada hasta que Nathaniel se mudara, pero Jaime convenció a Srikkanth para ir de compras y hacerse con un dormitorio nuevo. Podían guardar los muebles hasta que la habitación estuviera libre. Como todo lo demás concerniente a Sophie, Srikkanth dejó que lo persuadieran. Regresó a Babies Я Us en busca del set de cuna y mecedora. La mecedora fue fácil, a Srikkanth le encantaban así que solo era cuestión de decidir qué color de madera y tela comprar. —Busquemos las cunas y luego veremos cual le combina —sugirió Jaime—. Después de todo, hay mucha más variedad de cunas que de mecedoras. Srikkanth aceptó y permitió que Jaime lo llevara a la sección de cunas. Hizo un gesto de desagrado al ver que las primeras estaban llenas de encajes, listones y princesas. —No serás una niña muy remilgada, ¿o sí? —le preguntó a Sophie, que estaba dormida en su cochecito—. No sé qué haré si eso ocurre. —Hay muchas otras opciones —le recordó Jaime—. No tenemos que escoger algo así porque es una chica. Podemos escoger lo que queramos, incluso si no es lo típico para una niña. —Sí, pero tampoco me gustan los botes, trenes y las cosas para niños—dijo Srikkanth. —También tienen opciones neutrales —señaló Jaime—. Mira esta. —Le mostró a Srikkanth un edredón con cuatro paneles de animales de peluche abrazados—. Este no es muy femenino. Srikkanth lo miró por un momento, acariciando el suave material del edredón. —No está mal —dijo. —Y está en oferta —añadió Jaime—, a mitad de precio y tiene casi el doble de piezas que los otros productos. —De acuerdo. —Rio Srikkanth—. Me lo has vendido. Ahora solo necesito comprar una cuna. Jaime sonrió y siguió a Srikkanth a la sección de muebles. —Escoge algo que puedas convertir y asegúrate de que pueda usarlo luego, no solo como una niña —aconsejó Jaime—. De lo contrario, deberás comprar cada año cosas nuevas. —Eso tiene sentido —dijo Srikkanth, caminando lentamente por los aparadores. Se detuvo frente a uno de madera oscura de cerezo. Estudiando los largos lados que luego se convertirían en una cabecera y en los pies de una cama doble, supuso que no estarían fuera de lugar en el dormitorio de una adolescente e incluso de alguien adulto—. Y tiene un baúl y armario que le combina. Todo lo que necesitamos es una mecedora de cerezo y un taburete, y estaremos listos. —Ves —bromeó Jaime—. Te dije que Sophie necesitaría su propio dormitorio. Aún podemos usar el corral cuando duerma en el primer piso o cuando queramos mantenerla en un lugar cuando esté despierta. —Si vamos a tener espacio extra, quizás también pueda comprarle un columpio — pensó Srikkanth, mirando los aparadores. —Primero necesitaremos una silla para que coma, —dijo Jaime—. Podrá dormir en el corral, pero no podremos alimentarla ahí y no estoy seguro si cabrá en la cocina. Necesitamos ponerla en un lugar mientras cocinemos.

Srikkanth rio. —No sé porque piensas en eso, tú la cargas cuando estoy cocinando. No necesitará una silla sino hasta que tenga unos seis meses. Creo que eso podrá esperar un poco más; si crees que el columpio ocupará mucho espacio, entonces podemos comprarle una silla reclinable, como la que está al lado de los columpios. —¿Esa es su hija? —Tricia, la mujer que los ayudó en su primera visita les preguntó al acercarse al cochecito. —Sí, esta es Sophie —dijo Srikkanth, moviendo la parte superior para que Tricia pudiera verla mejor. Al escuchar su nombre, Sophie abrió los ojos. Parpadeó un par de veces antes de fijar su atención en Srikkanth. —Es preciosa —dijo Tricia sonriéndole a Sophie—. ¿Decidieron comprarle más cosas? —Nuestro inquilino decidió mudarse, lo que significa que tenemos espacio para instalar su dormitorio —explicó Jaime—. Estamos buscándole los muebles. —Y tratando de decidir si le compramos un columpio o una pequeña silla —agregó Srikkanth—. ¿Tiene alguna sugerencia o consejo? —Las sillas reclinables son mucho más baratas que los columpios y ocupan mucho menos espacio, además suelen tener más opciones como luces, música y juguetes para que el bebé se distraiga mientras está despierta y también la adormecen con vibraciones — respondió Tricia—. Conozco a personas que tienen los dos o que prefieren los columpios, pero las sillas son bastante útiles. Tengo una amiga cuyo bebé prefería ser mecido para dormir, pero aparte de eso, son bastante similares. —Aunque Nathaniel se mude, el espacio sigue siendo un problema —pensó Srikkanth en voz alta—. Creo que nos conviene más una silla reclinable. —Mi favorita es la del acuario —les confesó Tricia—. Pueden encenderla y dejarla así o pueden programarla para que sus movimientos activen las luces y música. Es excelente para animar a que los niños comiencen a mover las piernas. Vamos, les mostraré donde está. Tricia los guió a las sillas y les mostró la que les había recomendado. El asiento azul era brillante y estaba decorado con vida marítima. Un pez y un caballito de mar colgaban de la barra sobre sus pies. —Es perfecta —dijo Srikkanth—. Deberíamos preguntar por usted en cuanto entremos la próxima vez, en vez de tratar de descifrar cosas por nuestra cuenta. —Estoy aquí para ayudar a facilitarles las cosas —rio Tricia—, pero en serio, cualquiera en la tienda puede ayudarles con lo que necesiten. Si quieren, les llevo esto a la registradora y a su coche. Introdujeron todo en la parte trasera de un pickup que Jaime había pedido prestado de un amigo para poder llevarse todo a casa. Justo antes de que Tricia regresara a la tienda, les mostró una enorme sonrisa. —Estoy contenta de haber podido conocer a toda la familia. Srikkanth y Jaime se le quedaron viendo anonadados. ¿Familia?

Capítulo 8

UNA semana antes de que Nathaniel se marchara, Jaime ya había empacado las cosas de su dormitorio y estaba listo para mudarse al de abajo. Comenzó a mover sus cajas tan pronto como Nathaniel comenzó a sacar sus pertenecías. Srikkanth observó todo el proceso con una sonrisa, sorprendido de lo determinado que había estado Jaime para acelerar el proceso de amueblar el dormitorio de Sophie. Para cuando Srikkanth comenzó a hacer la cena, ya tenía la habitación vacía y lista para amueblar. —No lo haremos esta noche —insistió Srikkanth después de la cena, cuando Jaime fue a donde habían guardado los muebles—. La mudaremos mañana. Además, nos llevará mucho tiempo armarlo todo. —¿Estás seguro? —preguntó Jaime—. No me molesta quedarme despierto hasta tarde para que pueda tener su espacio esta noche. —Se quedará dormida antes de que lo terminemos y no quiero moverla más tarde —dijo Srikkanth—. Trabajaremos en ello mañana. Tienes el día libre, ¿verdad? Jaime asintió. —Logré que me dieran dos días libres seguidos esta semana. Sabía que estaríamos bastante ocupados. Llévatela a dormir mientras lavo los platos. Supongo que tendremos más responsabilidades ahora que estamos los dos solos. —Podemos continuar buscando un inquilino —ofreció Srikkanth. —No me quejaba —respondió Jaime rápidamente—. Solo comentaba. —Se agachó a besar a Sophie, la cual estaba entre los brazos de Srikkanth—. Buenas noches, ángel. Junto con todos los biberones de Sophie, los platos sucios llenaban el lavavajillas, así que Jaime decidió que no valía la pena lavarlos a mano. Los colocó dentro y lo programó antes de lavar las sartenes de la cena. No había razón para apresurarse si Srikkanth estaba cuidando del bebé. Finalmente, después de acostar a la niña, Sri regresó a la cocina. —Estaba pensando…—dijo Jaime. —Eso siempre es peligroso —bromeó Srikkanth. Jaime frunció el ceño. —He estado en mi dormitorio durante más de tres años y creo que deberíamos pintar las paredes antes de que Sophie se mude. Son blancas, así que podemos aplicarles solo una capa de pintura, quizás como el verde pálido de su edredón. Podemos hacer eso

durante la mañana y luego amueblar mientras se seca. Tendremos que estar atentos al olor, pero incluso si no puede dormir ahí mañana por la noche, su dormitorio estará listo y podrá hacerlo al día siguiente. Srikkanth rio. —Y luego me dirás que quieres ponerle papel tapiz. —No, papel tapiz no —prometió Jaime—, aunque vi una cenefa de papel preciosa con animales, que combinaría perfectamente con sus sábanas. —No —respondió Srikkanth inmediatamente—. No compraremos papel tapiz ni cenefas. Podemos pintar el dormitorio, probablemente tengas razón en ese aspecto, pero eso es suficiente por ahora. Cuando sea un poco más grande, podrá decidir qué es lo que quiere. —Muy bien —asintió Jaime—, ¿al menos podemos decidir el color de pintura? —Me gusta el amarillo como el de su edredón —dijo Srikkanth—. Podemos ir a Home Depot mañana temprano y hacer que nos lo combinen y luego pintaremos su dormitorio a mediodía. Si necesita una segunda capa, probablemente podamos hacerlo mañana por la noche y luego mudarla el domingo. —Me gusta la idea. —Jaime se levantó de la mesa y se dirigió a la sala, Srikkanth lo siguió. Se sentó en el sofá y comenzó a ver la televisión—. ¿Cansado?—preguntó, al cabo de un rato. —Sí —admitió Srikkanth. —Necesitas relajarte —respondió Jaime—. Veamos una película. Y no habrá problemas si te quedas dormido a la mitad. —No, no está bien —insistió Srikkanth—. Si me quedo dormido aquí, no escucharé si Sophie llora durante la noche. No se levantaría aunque estuviera aquí o en el dormitorio, supuso Jaime al ver el rostro adormitado de Sri. Hoy él se haría cargo de alimentar a Sophie. —Entonces trata de no despertarte en toda la noche —propuso. —No podría… —Sí, sí puedes —interrumpió Jaime—. ¿Qué quieres ver? Tengo películas de ciencia ficción, comedias o de guerras épicas. —Comedias estúpidas —dijo Srikkanth—. Definitivamente comedias estúpidas. No tengo suficientes neuronas para pensar en algo más complicado que Jim Carrey o Robin Williams. —Robin Williams será —declaró Jaime—. Ni por ti vería a Jim Carey. A menos que sea el “Show de Truman”. Srikkanth rio. —Demasiado sofisticado. Solo pon una película, de todas formas me voy a quedar dormido en unos diez minutos. Jaime sacó la película de “Una Noche en el Museo” y la puso en el reproductor de DVD. Como había predicho, Srikkanth se quedó dormido antes de que terminaran los títulos de crédito. Jaime se recostó contra el brazo del sofá, estiró los pies hasta casi alcanzar un costado de Srikkanth y se maravilló por los cambios que había sufrido en los últimos dos meses. Sus días de salir de fiesta todos los viernes en la noche, con o sin acompañante, parecía que habían terminado siglos atrás, a pesar de que solo habían pasado unas cuantas semanas. Aún podía ir y salir de fiesta, Srikkanth no le había pedido que se quedara con él cada noche que no trabajaba, pero a Jaime ya no le atraía la vida nocturna. Quería estar aquí: en casa mirando a Srikkanth dormir.

Y si esa no era una enorme pista sobre lo que comenzaba a sentir, entonces no sabía qué era. Cuando decidieron mudarse juntos, pactaron no relacionarse entre ellos o con sus otros compañeros de casa para no traer ese tipo de dramas a su hogar. No parecía ser algo complicado en aquel entonces. Y sí, por supuesto, Srikkanth era atractivo, pero había muchas alternativas de hombres gay atractivos con los que no vivía. Había sido fácil pretender durante tres años que no le gustaba Sri. Y habría podido continuar así por siempre de no ser por Sophie. Ahora que la niña había entrado en sus vidas, aparentemente, ya no podía pretender más. AL DÍA siguiente, fueron a Home Depot, con el edredón de Sophie y encontraron a un vendedor dispuesto a ayudarles a encontrar el tono perfecto. También compraron rodillos, brochas, un bote y trapos, todo lo que podían necesitar, dijo el vendedor, para pintar el dormitorio de su bebé. Una vez más, esa referencia desconcertó a Srikkanth, pero no quería avergonzar a Jaime diciendo algo frente al empleado y hablar de ello después se sentía incómodo, aunque eran amigos. Decidió no darle importancia. Después de todo, no le molestaba si Tricia y el empleado de Home Depot pensaban que estaban juntos. Le había pasado muchas veces cuando salía con Jill, incluso antes de que quedara embarazada. Una vez se le notó, les pasaba con mayor frecuencia. Se burlaron de ello en más de una ocasión. Excepto que esta vez, Srikkanth no quería reírse, y se dio cuenta de ese detalle mientras iban a casa. Quería que fuera real. Pero eso no iba a ocurrir, así que echó a un lado ese pensamiento y volvió su atención al tráfico. No deseaba tener un accidente porque estaba distraído pensando en Jaime, y hacer que él y Sophie se lastimaran. Sophie balbuceó y movió sus pequeños pies en la silla reclinable mientras él y Jaime pintaban su dormitorio. Rieron mientras trabajaban, escucharon música mientras bromeaban entre ellos o le hacían cosquillas al bebé. Sabía que Jaime no pensaba en esos términos sobre él. Su amigo siempre había evitado los compromisos, prefiriendo no hacer promesas que sabía que no podría cumplir. Srikkanth respetaba ese tipo de actitud, por lo que sabía que no podía esperar mucho más de Jaime. Era su mejor amigo y le ayudaba con el bebé, y eso ya era demasiado. Sería ambicioso pedir más. Trabajaron durante una hora, y casi habían terminado cuando Sophie comenzó a llorar. —Si quieres, yo la atiendo —ofreció Jaime—. Ya he terminado con las paredes, solo faltan las franjas. —Gracias —dijo Srikkanth, tratando de mantener su mano estable mientras pintaba los zócalos—. Déjame el rodillo, lo lavaré cuando acabe. No creo que necesitemos aplicarle una segunda capa de pintura. —Tienes razón —dijo Jaime, limpiándose las manos en un trapo para no ensuciar la ropa de Sophie. Mirando hacia abajo, se percató de que tenía manchas de pintura en la parte frontal de su suéter. Se lo quitó y lo tiró a un lado, antes de levantar y arrullar a Sophie y dejar la habitación. —Mierda —murmuró Srikkanth, mientras observaba a Jaime y Sophie desaparecer por las escaleras—. Contrólate, Bhattacharya —se regañó—. Jaime no está interesado en ti. Esas palabras no desanimaban sus sentimientos, y la reacción de su cuerpo al ver esa espalda dorada era innegable. Cambió de posición para evitar que las costuras de sus tejanos le hicieran daño.

—Los buenos compañeros de casa son más difíciles de encontrar que una buena pareja sexual —se recordó a sí mismo con firmeza—. No arruines lo mejor que te ha pasado al incluir sexo en la ecuación. No vale la pena. En el primer piso, Jaime preparó el biberón de Sophie y lo colocó en el calentador, la meció un rato para distraerla mientras esperaban. —Duérmete niña, duérmete ya, y así mañana jugarás con Papá. ¿Así será como llames a Sri? —le preguntó a Sophie—. ¿Le llamarás papá o papi? ¿O será que los niños de la India tienen otra forma de llamar a sus padres? Obviamente, Sophie no contestó, pero al menos logró que dejara de llorar y eso era más importante que cualquier respuesta. Le preguntaría después a Srikkanth. No había escuchado que Sri se refiriera a sí mismo con ese nombre en particular. Debía recordarle hacerlo, para que ella supiera cómo llamarle en el futuro. El calentador se apagó, haciéndole saber que el biberón ya estaba listo, y Jaime dejó de pensar en todo cuando se sentó en la mesa y meció a la niña mientras comía. Cuando terminó, hizo que eructara y sonrió cuando sus ojos comenzaron a cerrarse. —Duérmete niña, duérmete ya, y así mañana jugarás con Papá. La llevó a su corral en el segundo piso. Dormiría ahí unas horas más hasta que pudieran instalar su cuna y hubieran aireado su dormitorio. Cerró la puerta al salir y regresó al dormitorio del bebé. —Sé que hace frío afuera, pero tendremos que abrir las ventanas para que el olor de la pintura salga y así podamos acomodar a Sophie —comentó. —Te congelarás si las abrimos y no te pones una camisa—bromeó Srikkanth. Jaime rio. —No planeaba quedarme sin camisa todo el día, a menos que lo prefieras así. Así era, pero Srikkanth no lo admitiría. —Solo ponte algo de ropa mientras abro la ventana. Probablemente sudemos cuando traigamos todos los muebles. Jaime asintió. —Iré por una camisa limpia y nos encontramos en el primer piso. Podemos limpiar las brochas y comenzar a acomodar los muebles. —Me parece bien. Jaime bajó por las escaleras y se dirigió a su nuevo dormitorio, preguntándose si el hecho de que Srikkanth notara que no llevaba camisa y que le importara lo suficiente como para hacer un comentario al respecto, aunque fuera en broma, significaba algo. Quería que fuera así, pero no se quería hacer ilusiones. Habían dejado en claro cuáles eran las reglas cuando se mudaron juntos. No obstante, un hombre podía soñar, ¿no? Se puso una camiseta limpia y fue a la cocina para ayudar a Sri a limpiar. —MALDICIÓN, este armario sí que pesa —gruñó Jaime mientras trataban de maniobrar el mueble y subirlo por las escaleras. —Es de madera de cerezo —le recordó Srikkanth. Su voz transmitía su esfuerzo mientras empujaban y tiraban de la caja, tratando de llevarla al dormitorio de Sophie—. Quizás debimos haber comprado algo más barato y menos pesado. Con un suspiro final, empujaron el mueble por el resto de las escaleras y del pasillo. —Si lo hubiéramos hecho, tendríamos que reemplazarlo en unos cuantos años —le recordó Jaime—. Sí, es pesado, pero es de buena calidad y es la pieza más grande.

Seguramente el resto será más fácil. Srikkanth no estaba tan convencido, pero tendrían que probar para saberlo. Tomó su navaja y cortó la caja alrededor del armario para poder acomodarlo en una esquina del dormitorio de Sophie. En el siguiente viaje subieron la cómoda que también podía ser usada como una mesa para cambiar los pañales. Lo último que subieron fue la cama, y distribuyeron todas las piezas por el suelo para poder armarla. —Este será uno de esos proyectos que toma siglos en realizar, ¿verdad? —se quejó Jaime. —Puede ser —Srikkanth se encogió de hombros—, pero Sophie estará más cómoda aquí que en el moisés. No puedo creer que ya casi no quepa ahí, apenas tiene dos meses. —Los bebés crecen muy rápido —dijo Jaime—, y come muy bien, así que ese es el resultado lógico. Si no me equivoco los bebés duplican su tamaño para cuando cumplen los seis meses. Srikkanth sacudió la cabeza. —Pues ya tenemos que ir a comprarle ropa nueva. —Veamos si lo que tiene le sirve, por lo menos durante esta época fría. De esa forma, podremos comprarle la ropa de primavera y verano en la siguiente talla. Así durará más tiempo. —Tiene sentido. Colocaron el papel con las instrucciones en el suelo y comenzaron a armar la cama. Adhirieron las barandillas a la cabecera y a los pies con largos tornillos, y luego la subieron a su nivel más alto para que pudieran alcanzarla con facilidad. Finalmente la armaron y pusieron las sábanas. —Creo que está lista —declaró Jaime—. Ahora necesitamos que se despierte para poder enseñarle su nuevo dormitorio. Como si estuviera esperando justamente eso, Sophie comenzó a llorar en la habitación de al lado. Riendo, los dos hombres se dirigieron a donde estaba. —Haz los honores —le dijo Jaime—. Es tu hija. —Ven acá, Sophie —dijo Srikkanth con una sonrisa mientras la levantaba—. ¿Quieres ver el dormitorio que el tío Jaime y yo te hemos preparado? —¿Cómo quieres que te llame ella? —interrumpió Jaime. —Papi —contestó Srikkanth, y los ojos se le llenaron de lágrimas al pensar en esta inesperada bendición. —Llámate “papi” cuando le hables para que sepa quién eres —sugirió Jaime—. Así es como los bebés aprenden los nombres. —¿Quieres ver el dormitorio que tu tío Jaime y tu papi te han preparado? —repitió Srikkanth, y se sintió extraño al referirse a sí mismo de esa forma, pero se acostumbraría. Srikkanth la llevó a su dormitorio con Jaime siguiéndole los pasos, no quería interrumpir el momento entre padre e hija, pero Srikkanth no le permitió quedarse atrás mucho tiempo, porque le invitó a pasar. —¿Qué opinas, betti? —preguntó—. ¿Te gusta? El tío Jaime escogió las sábanas y edredón. Te mantendrán cómoda y calientita durante el resto del invierno y cuando sea verano, escogeremos algo más fresco para ti. —Aunque tu papi escogió los muebles —continuó Jaime la explicación—. Quería algo lindo para ti. Algo que pudieras usar también cuando seas mayor. Pero no crezcas muy rápido, pequeña. Déjanos disfrutarte un poco más, ¿vale? Sophie balbuceó, sus pequeñas manos tratando de tocar sus rostros. Se acercaron

para dejar que los acariciara, y sus frentes chocaron al hacerlo. —Lo siento —se disculpó Jaime, estirándose nuevamente. Miró a todos lados menos a Srikkanth, trató de esconder su vergüenza y deseo. —No te preocupes —dijo Srikkanth con voz ronca—. Solo ha sido un pequeño golpe. Al terminar con el dormitorio, regresaron al primer piso a preparar la cena. Jaime miró el interior del refrigerador y gruñó. —¿Comida china? —Claro. —Rio Srikkanth—. Lo que sea para no tener que cocinar y lavar los trastos. Jaime rio también, e hizo su ya usual pedido. Se cambiaron otra vez de ropa, para no asustar al pobre repartidor. DESPUÉS de la cena, Srikkanth recostó a Sophie en su nueva cama, y se quedó en la puerta hasta que se aseguró de que estaba dormida. —Vamos abajo —instó Jaime—. Podemos terminar de ver la película que te perdiste anoche. Ya está puesto el comunicador, así que podremos escucharla si se despierta. —Muy bien. —Srikkanth se dejó convencer, aunque le costó un poco separarse de la puerta. Su pequeña niña estaba creciendo. Una vez acomodados, la película capturó su atención y la vieron hasta el final. Sophie se despertó hambrienta cuando comenzaron los créditos. —Justo a tiempo. —Rio Jaime—. Ve por ella, yo prepararé su biberón. Srikkanth se dirigió al dormitorio, levantó a Sophie y la arrulló en la silla mecedora. —Aquí estás mucho mejor que en el apretado dormitorio de tu papi, ¿verdad, Sophie? El tío Jaime ha ido por tu biberón. Podrás llenar tu estomaguito y luego volverás a dormirte en tu enorme y cómoda cuna. —Aquí está —dijo Jaime en voz baja desde el umbral de la puerta. Srikkanth alzó la mano y Jaime le entregó el biberón, para dejarlos a solas. Srikkanth le dio de beber del biberón a Sophie y la meció gentilmente mientras lo hacía. El movimiento repetitivo lo calmó tanto como a su hija y antes de reaccionar, se había quedado dormido con ella entre sus brazos. Cuando Srikkanth no volvió al primer piso, para despedirse como lo hacía usualmente, Jaime regresó. La vista frente a sus ojos casi hace que se arrodille. Fue atacado por el deseo de pertenecer a esa familia. Srikkanth estaba sentado en la mecedora, su cabeza contra el respaldo, sus pies en un banquillo. Sophie estaba recostada entre sus brazos, profundamente dormida, el biberón estaba en la mano de Srikkanth. Jaime analizó qué hacer. Podía intentar llevar a la niña a su cuna, pero tendría que despertarlos a los dos. Podía despertar a Srikkanth para que pusiera al bebé en la cama, pero su amigo estaba exhausto. Se metió silenciosamente en el dormitorio de Srikkanth, quitó el cobertor de la cama y lo llevó al dormitorio de Sophie, una vez ahí los cubrió a ambos, cuidando de que el rostro del bebé no estuviera completamente cubierto. —Que duerman bien —susurró, se acercó a besarle la frente al bebé. Sintiéndose atrevido, besó la de Srikkanth también, logrando olfatear su colonia. Los dejó durmiendo, y se propuso encontrar una mejor solución para que Srikkanth no se quedara dormido en la mecedora. Podría estar bien por esta noche, pero le dolería

mucho el cuello si lo hacía seguido.

Capítulo 9

—ALGO malo le pasa a Sophie —dijo Srikkanth tan pronto como Jaime regresó de trabajar—. No ha dejado de llorar en todo el día y ha estado frotándose la oreja. —¿Tiene fiebre? —preguntó Jaime, pasando al lado de Srikkanth para colocarle la mano en la frente a la niña—. Está caliente. —Ha estado así todo el día —confirmó Srikkanth. —Creo que tenemos que llevarla al doctor —dijo Jaime—. Obviamente está mal. ¿Quieres que llame y te pida una cita? —¿No podrías cargarla mejor? —preguntó Srikkanth, sabía que su voz se había quebrado pero no le importó. Estaba cansado de escuchar a Sophie llorar todo el día—. Llamaré al doctor. —Por supuesto —dijo Jaime, quitando a Sophie de sus manos y meciéndola contra su pecho—. Todo va a estar bien, mi niña —le dijo con ternura—. Papá va a llevarte al doctor; te haremos sentir mejor. Solo relájate y resiste un poquito más. Srikkanth regresó al dormitorio unos minutos después. —Tienen un hueco libre dentro de una hora —le dijo a Jaime—. Dijeron que podía ser una infección del oído. —Al menos podrá verla hoy —dijo Jaime, meciendo suavemente a Sophie—. ¿Por qué no te duchas, comes y tomas un tiempo para ti? Puedo cargarla hasta que llegue la hora. Srikkanth se sentía ridículamente agradecido. Le mostró una sonrisa cansada y fue a la planta baja a comer. Había sido un día horroroso, no sabía qué hacer para ayudar a Sophie, temía que estuviera enferma pero no estaba seguro si se trataba de otro cólico. La verdad es que no había tenido uno desde hacía algún tiempo, pero eso no significaba que no tuviera otro. En múltiples ocasiones, había levantado el teléfono y le había marcado a Jaime, pero le parecía que llamarlo era como si estuviera admitiendo la derrota. O también podría interpretarse como si admitiera los sentimientos que tenía por su amigo. Temía más admitirlo que pedirle ayuda. Aunque cualquiera podría necesitar ayuda y ya habían establecido que él no tenía idea de lo que se suponía que tenía qué hacer con Sophie. Las cosas habían mejorado, sabía cómo manejar la rutina diaria, pero verla llorar hoy se salía de la rutina. Se había sentido muy feliz de ver a Jaime cuando regresó a casa. Suspirando, Srikkanth se dirigió a la ducha, necesitaba del agua caliente para relajarse. Quizás se masturbaría mientras estaba ahí; no podía recordar la última vez que

había tenido un orgasmo. Lógicamente fue antes de que Sophie naciera. No podía masturbarse al lado de ella mientras esta dormía, además todas las duchas que tomaba eran aceleradas porque no sabía si Sophie dormiría el tiempo suficiente o si despertaría y se pondría a llorar mientras se duchaba. Ahora, sabía que ella estaba a salvo en los brazos de Jaime, sin importar cuán ansioso estuviera, podría relajarse un momento y dejarse llevar. Además, esto lo haría sentir mejor y estaría más tranquilo para cuando fueran al médico. Se desnudó, dejó que el agua caliente lo envolviera y le ayudara a desaparecer su fatiga. Se tomó tiempo para lavarse el cabello, sintió como este acariciaba sus hombros, recordándole que no se lo había cortado desde antes de que Sophie naciera. Le faltaba poco para regresar a trabajar, quizás debería ver si Jaime podría cuidarla una hora o dos uno de estos días para que pudiera visitar al peluquero. Al pensar en Jaime le hizo recordar la otra misión en la que había pensado al ducharse. Se recostó contra la pared de la ducha, cerró los ojos y recordó a su sexy compañero de casa como lo había visto ayer, sin camisa y sudoroso. En su fantasía, Jaime no se alejó de él para ir por Sophie, sino caminó hacia él con ímpetu. Srikkanth tembló a pesar del calor del agua, imaginando como las elegantes facciones de Jaime se transformaban por su lujuria. Dios, quería hacer esos pensamientos realidad. Su mano descendió por su cuerpo, pasó por su abdomen y llegó a su pene. Lo envolvió con su puño y lo frotó lánguidamente, dejó que la tensión de su cuerpo se incrementara mientras imaginaba a Jaime en la ducha con él. En su fantasía la mano del otro hombre cubrió su pene y él tenía el de Jaime en su mano. Se estremeció por las ondas de deseo que atravesaron su cuerpo. Nunca se había permitido pensar en algo así, siempre se rehusó a violar el acuerdo, incluso en su mente, pero no podía detenerse ahora. Necesitaba llegar al clímax y ninguno de los otros hombres con los que había dormido en el pasado, ni tampoco las fotos de los modelos que había visto en varias ocasiones, sería suficiente. Sus pensamientos tenían un único objetivo: Jaime. Como si al percatarse de eso hubiera activado algo en su interior, la mano de Srikkanth aceleró, moviéndose de arriba abajo sobre su sensitivo miembro, acercándolo y llevándolo al orgasmo. Colocó su otra mano sobre su boca, mordió su palma para distorsionar el sonido que hizo al correrse, aunque esperaba que el agua le ayudara a mitigar el sonido también. Su pene se estremeció en su mano y eyaculó sobre la pared de la ducha. Sintiéndose culpable por imaginarse así a Jaime cuando él cuidaba de Sophie, Srikkanth terminó de ducharse y cerró el grifo. Se secó y trató de recuperar la compostura, no quería que Jaime se diera cuenta de lo que había hecho en la ducha. Aunque este no pudiera saber que Srikkanth había fantaseado con él, esa no había sido la razón por la cual se había ofrecido a cuidarla, sino para que Srikkanth pudiera prepararse y llevarla al médico. Cuando ya estaba listo, regresó al dormitorio de Sophie. Su pequeña estaba muy cómoda entre los brazos de Jaime, gimiendo en vez de gritar. Al menos ese era un pequeño avance. —¿Nos vamos? —preguntó Srikkanth—. La consulta del pediatra queda algo lejos. —¿Quieres que te acompañe? —preguntó Jaime sorprendido. —Por favor —pidió Srikkanth—. Temo que no podré prestarle atención al médico y no quiero confundirme con sus indicaciones. Quiero que Sophie se mejore lo antes posible. —De acuerdo —dijo Jaime con una sonrisa placentera. Condujeron a la clínica tratando, sin éxito, de consolar a Sophie. Afortunadamente, no tuvieron que esperar mucho tiempo en la sala de espera, la enfermera los guió a la

consulta inmediatamente. —¿En qué le podemos ayudar?—preguntó la enfermera. —Sophie no ha parado de llorar, está caliente, como si tuviera fiebre. No ha comido ni dormido en todo el día —explicó Srikkanth. —También ha estado tirándose de la oreja —terminó Jaime por él. —¿Desde cuándo está así? —inquirió la enfermera. —Desde esta mañana—respondió Srikkanth. —Después de que me fui a trabajar —añadió Jaime—. No estuvo así anoche ni hoy temprano por la mañana. —Pero empezó después de que te marchaste—continuó Srikkanth—, así que probablemente haya estado así desde de las nueve. —Tomaré su temperatura—dijo la enfermera—. Comenzaremos con eso y el doctor continuará. La enfermera se acercó con un termómetro, lo presionó contra la oreja de Sophie para tomarle la temperatura y esta comenzó a gritar otra vez. —Cien punto cuatro{3} —declaró la enfermera después de un momento—, y su oreja está bastante sensible. La mayoría de los bebés no notan el termómetro a menos que tengan una infección en el oído. Pasen y quítenle la blusa para que el doctor pueda revisarle el pecho y así asegurase de que no sea algo más. Es una niña adorable, caballeros. ¿La han adoptado? —No, es mi hija —respondió Srikkanth, se sintió confundido porque nuevamente alguien había asumido que eran una pareja—. Su madre murió en el parto. —Oh, lo lamento —se disculpó la enfermera—, es solo que últimamente hemos visto a muchas parejas con hijos adoptados, así que asumí… —No se preocupe —le aseguró Srikkanth—. Es un error comprensible. Esperaremos por el doctor. Un poco angustiada, la enfermera los dejó a solas. —Es la tercera persona que nos ha dicho eso en las últimas semanas. —Rio Jaime, escogiendo mejor concentrarse en lo cómico de la situación y no en lo mucho que deseaba que fuera cierto. Antes de que Srikkanth pudiera responderle, el médico tocó a la puerta y entró. —Señor Bhattacharya, ¿Cómo se encuentra? —Sophie escogió ese momento para echarse a llorar. —He estado mejor —admitió Srikkanth—. Sophie está enferma. —Eso he oído—respondió el doctor—. La revisaré. Jaime se hizo a un lado para darle espacio al médico, quien escuchó con atención su corazón y pulmones. —Sus pulmones parecen estar despejados, eso es algo bueno. ¿Ha tenido algún resfriado o ha estado congestionada? —La verdad es que no—respondió Srikkanth—. Quiero decir, sí le he limpiado la nariz en un par de ocasiones, pero asumí que tenía mocos porque estaba llorando. Hoy apenas si ha parado de llorar. —Le revisaré los oídos —dijo el doctor—. Probablemente eso sea la causa de todo esto, si es una infección del oído, no le va a gustar lo que le haré. Sosténgala bien para que no se mueva. Srikkanth hizo lo que el doctor le pidió mientras este se acercaba a ella con el otorrino.

Como había predicho, Sophie comenzó a llorar en cuanto el instrumento le tocó la oreja. El doctor obviamente estaba acostumbrado al sonido, porque aún así, le revisó la oreja con detenimiento. —No exageres, no es tan malo —dijo el médico tratando de calmarla mientras se alejaba—. Definitivamente tiene una infección en ese oído. Déjeme revisarle el otro y veré como está, luego le daré una prescripción para un poco de Amoxicilina. —¿Tiene que revisarle la otra oreja aunque ya sabe que necesita medicina? — preguntó Srikkanth. No estaba seguro si podría soportar verla llorar otra vez. —Es para su expediente —le explicó el doctor—, para determinar si es propensa a tener infección en el oído derecho, izquierdo o ambos. Podría cambiar la duración del tratamiento. Sé que es duro, quizás sea mejor que su pareja la sostenga en esta ocasión. De esa forma no se sentirá tan culpable cuando la revise. Otra vez, volvieron a asumir que Jaime y él eran pareja. Aunque la sugerencia tenía sentido, así que le entregó el bebé a Jaime. El médico esperó hasta que Sophie estuviera acomodada en los brazos de este antes de revisar su otra oreja. —Esta está bien —dijo—. Eso es bueno. Significa que encontramos la infección a tiempo. Necesitará una dosis de antibióticos, pero esperemos que se recupere rápido y que no le cause molestias. —Se sentó sobre su escritorio y sacó un bloc de notas—. ¿Qué edad tiene? —Dos meses y medio—respondió Srikkanth. El doctor asintió y escribió la prescripción. —Pueden darle media medida de Tylenol o Motrin infantil cada seis horas. Si no es suficiente, pueden alternar entre los dos cada tres horas, con tal de que dejen pasar seis horas entre cada dosis de la misma medicina. Lo más difícil de la infección del oído en bebés de su edad, es el dolor. El antibiótico tarda unas treinta y seis horas en comenzar a funcionar y obviamente no quiere escucharla gritar durante todo ese tiempo. El analgésico ayudará con la fiebre y eso debería hacer que recupere su apetito. Si no parece mejorar en las próximas cuarenta y ocho horas, llámenos. Si la fiebre sube más allá de ciento tres{4}, tráigala de regreso inmediatamente, tenemos atención las veinticuatro horas. Eso no debería ocurrir ahora que tomará sus antibióticos, pero prefiero darles todas las indicaciones a arriesgarme. Srikkanth sentía que la cabeza le daba vueltas por toda la información que acababa de recibir. —No te preocupes —le dijo Jaime suavemente—. Yo lo he entendido todo, vamos por la medicina que necesita para que pueda sentirse mejor. —Gracias —dijo Srikkanth al médico—. Realmente le agradecemos que nos haya atendido hoy a pesar de haber pedido la cita tan deprisa. —Siempre dejamos espacio para emergencias —aseguró el doctor—. Nada es peor que tener un bebé enfermo y no conseguir a alguien que lo atienda. Cuando mis hijos tenían su edad, no todos se tomaban la molestia y recuerdo tener que llevar a mi hija a urgencias del hospital para que un doctor la tratara cuando no podíamos conseguir una cita. Juré que jamás trataría así a mis pacientes cuando tuviera mi propio consultorio. —Se lo agradecemos —dijo Jaime, entregándole el bebé a Srikkanth y colocándose nuevamente el abrigo. Fueron con la receta a la farmacia y compraron los analgésicos que el médico les había recetado, junto con otras cosas que Sophie necesitaba. Al regresar a casa le dieron su medicina y esperaron ansiosamente a que el Tylenol

surtiera efecto para que pudiera descansar. Identificaron el momento exacto en el que lo hizo, porque se quedó dormida casi instantáneamente. —La pondré en su cama —dijo Srikkanth, su voz traicionaba su fatiga. —¿Por qué no te acuestas un rato tú también? —sugirió Jaime—. Tardaré por lo menos media hora en preparar la cena. —¿No te importa? —preguntó Srikkanth. —Por supuesto que no —insistió Jaime—. Ve. Srikkanth llevó a Sophie al segundo piso y la puso en su cuna, luego colapsó sobre la suya, que Jaime le había obsequiado y que habían llevado al dormitorio de la niña un par de días después de que arreglaron su habitación. «Tendrás un dolor de cuello permanente si te quedas dormido en la mecedora», había dicho Jaime para convencerlo. Srikkanth se sintió conmovido por ese regalo tan generoso, aunque trataba de no usarla a menudo para no consentir a Sophie al quedarse a dormir todo el tiempo con ella. Después de todo, ¿para qué se habían molestado en arreglarle el dormitorio, si al final se quedarían juntos? Ahora, que estaba preocupado por la infección, la cama parecía ser un regalo del cielo. Podía descansar a su lado y escuchar si lo necesitaba. En cuestión de segundos, se quedó profundamente dormido. En el primer piso, Jaime se tomó su tiempo al preparar la cena cuando dejó de escuchar pasos arriba. Srikkanth estaba exhausto y Jaime no quería despertarlo. Sus pensamientos recorrían su mente mientras sus manos trabajaban distraídamente cortando setas para la sopa de crema que su madre le había enseñado. Cada vez que él y Sri salían con Sophie, la gente asumía que eran una familia. Ciertamente deseaba que eso fuera verdad, pero suponía que Srikkanth quería continuar con su acuerdo original. No le había dado ninguna indicación de lo contrario, excepto en todas esos pequeños detalles que los hacían parecer como una pareja ante los ojos del resto del mundo. Se apoyaba en Jaime y seguía sus consejos en lo relacionado con Sophie. Compartían una casa, tareas del hogar y las cargas económicas. Todo excepto esa cercanía y consuelo de una relación amorosa. Srikkanth le parecía atractivo y le gustaba, además él amaba a Sophie y eso le parecía que era una excelente base para construir una relación. Quizás, después de la cena, podría encontrar la forma de tocar el tema. Media hora más tarde, la sopa estaba lista. La dejó un rato a fuego lento y fue en busca de Srikkanth. Tocó suavemente la puerta del dormitorio del otro hombre, pero este no contestó. Frunció el ceño, empujó la puerta y miró en el interior, pero la cama estaba vacía. Sacudió la cabeza, se dirigió al dormitorio de al lado y encontró a Srikkanth dormido. —La vas a consentir —murmuró mientras se dirigía a Srikkanth, se sentó en la orilla de la cama y sacudió gentilmente su hombro—. Sri —susurró, acercándose para no despertar a Sophie. Abrió lentamente sus ojos oscuros, que se iluminaron con la tenue luz del dormitorio reflejando vulnerabilidad y desconcierto. Mostrando también algo de temor que desapareció al reconocerlo y expresaron su alivio. La combinación fue irresistible para Jaime. Se acercó hasta rozar sus labios con los de Srikkanth, pensó que al hacerlo terminaría con el trasero en el suelo, pero este no se alejó. Sus ojos se cerraron de nuevo mientras sus labios se movían lánguidamente recibiendo el beso de Jaime, abriendo sus labios y aceptando la oferta de su amigo. Un suave suspiro escapó de la boca de Srikkanth, humedeciendo los labios de Jaime, que levantó la cabeza por un momento, esperando que los ojos de Srikkanth se abrieran otra vez. Cuando lo hicieron, levantó una ceja

inquisitivamente. La respuesta de Srikkanth también fue silenciosa pero directa, lo tomó, besándolo intensamente, sus narices se toparon mientras trataban de acomodar sus rostros con ese ángulo extraño. —Deja que me siente—susurró Srikkanth. Jaime se echó hacia atrás, dándole espacio a Srikkanth. Sophie se movió, así que tomó la mano de su amigo y lo sacó al pasillo. —Vamos abajo, ahí no molestaremos al bebé. Srikkanth lo siguió dócilmente, todavía sorprendido por el beso y confundido porque acababa de despertarse. Cuando llegaron a la cocina y Jaime lo invitó a sentarse en la mesa, Srikkanth se detuvo y volvió a ver a su compañero. —¿Has hecho esto por Sophie? —Claro que no —dijo Jaime, ofendido de que Srikkanth pensara eso—. Por supuesto, amo a Sophie, es una niña adorable e irresistible, durante sus diez semanas de vida he demostrado que la quiero y deseo formar parte de su vida, estar a su lado. Pero el beso… lo hice porque me atraes. —Lo siento —se disculpó Srikkanth—. Todo ha sido un caos y no pude evitar asustarme. Mis pensamientos son confusos, ya no sé qué hago la mitad del tiempo y durante la otra mitad, estoy dormido. Jaime rio. —No temas, sé que piensas que criar solo a un niño es algo muy complicado, pero no tiene que ser así. Déjame ayudarte. —Ya has hecho demasiado —protestó Srikkanth. Jaime sacudió la cabeza. —Déjame cuidar de ti también. Srikkanth no sabía qué hacer. Echaba de menos tener un compañero de vida, eso era indiscutible, pero no deseaba solo a alguien que le ayudara a cuidar de Sophie, sino a alguien en quien pudiera apoyarse también. —Vamos, Sri —suplicó Jaime—. ¿Qué podría salir mal? Srikkanth podía pensar en todo tipo de cosas, todas las razones por las cuales acordaron desde el principio que no debían involucrarse el uno con el otro, cuando decidieron que solo serían compañeros de casa, pero todo eso palidecía en comparación a la forma en la que Jaime miraba a Sophie cada vez que la cargaba. Era igual como lo miraba ahora a él. —Muy bien, intentémoslo. Sonriendo ampliamente, satisfecho con el mundo en ese momento, Jaime se acercó a Srikkanth, abrazándolo con ternura. Juntó nuevamente sus labios con los de Srikkanth, tratando de expresar con ese sencillo contacto todo el cariño y afecto que podía. Srikkanth le correspondió el gesto con la misma intensidad. Finalmente, apoyaron sus frentes la una en la otra y se mantuvieron en silencio.

Capítulo 10

DOS días antes de que Srikkanth tuviera que volver al trabajo, sonó el teléfono. Srikkanth no reconoció el número, pero respondió de todas formas. —¿Diga? —Hola. Verá, ha pasado algún tiempo, pero acabo de ver su anuncio en el que alquilan un dormitorio, me preguntaba si todavía está disponible. La pregunta hizo que Srikkanth sonriera mientras se disculpaba y explicaba que el dormitorio ya no lo estaba. Jaime entró cuando estaba terminando la llamada y Srikkanth estiró el brazo acariciando el cuello de Jaime con la nariz en cuanto colgó. El dormitorio vacío había sido ocupado perfectamente. —¿Quién era? —preguntó Jaime con curiosidad. —Alguien preguntaba si aún alquilábamos el dormitorio —respondió Srikkanth—. Le dije que ya no estaba disponible. —Movió su rostro para recibir un beso—. Le expliqué que estaba ocupado, aunque no le comenté lo perfecto que resultó todo. —¿Perfecto? —preguntó Jaime seductoramente. —Por supuesto —insistió Srikkanth—. Tengo una hija que amo, un compañero de casa que la ama tanto como yo y un hombre en mi vida que cuida tan bien de mí como de ella. ¿Acaso no es perfecto? —Bueno, cuando lo dices así —dijo Jaime, acercándose para besar con más pasión a Srikkanth. Sus lenguas apenas se habían tocado cuando Sophie comenzó a llorar. —Está hambrienta —se disculpó Srikkanth. —Iré por ella —ofreció Jaime—. Tú la has tenido todo el día. —Sí, pero tengo que volver a trabajar en dos días. Quiero pasar mucho tiempo con ella —respondió Srikkanth. Fue a la otra habitación y trajo a Sophie con él mientras Jaime le preparaba el biberón. —¿Te han dicho ya si te dejarán trabajar desde casa? —preguntó Jaime, una vez Sophie fue atendida. —Lo aprobaron hoy, pero solo cuatro veces por semana. Tengo que ir los lunes — explicó Srikkanth—. No sé qué voy a hacer esos días. —Es fácil —dijo Jaime—. Soy el gerente de mi tienda, así que simplemente tomaré el domingo y lunes libre. Podremos pasar juntos un día y puedo cuidar de Sophie los lunes mientras trabajas.

—¿No te importa? —preguntó Srikkanth, que se sentía ridículamente agradecido por la oferta de Jaime. —Para nada —respondió Jaime—. No me importan qué días tenga libres con tal de que podamos compartir algo de tiempo. Además eso me da la oportunidad de estar con Sophie y aún más importante, me permite ayudarte. —No estoy seguro de si te merezco —dijo Srikkanth—, pero estoy feliz de que estés aquí. No podré agradecértelo suficiente. Jaime terminó la conversación con un beso. No estaba interesado en la gratitud de Srikkanth, sino en su corazón. Srikkanth tenía a Sophie entre ellos, por lo que un beso apasionado no fue posible, pero eso no le importó. Era parte de su familia y Jaime jamás se habría imaginado romper su acuerdo de no ser por ella. —Ya tenía preparado el horario de turnos de la próxima semana, pero veré si puedo cambiar un par de días con alguien más. De lo contrario, tendré que pedirme el día por indisposición. Nunca lo he hecho antes —explicó Jaime. —Sé que no quieres escucharlo, pero gracias —repitió Srikkanth—, no podría hacer esto sin ti. —Claro que sí —insistió Jaime—. Simplemente encontrarías soluciones distintas. Aunque me alegra ser de ayuda. Sabes que disfruto estando a su lado. Srikkanth no estaba seguro de cuál de esas frases le agradaba más. Estaría perdido sin la ayuda de Jaime en todo lo concerniente a su hija, pero también había aprendido a depender del afecto de su novio. El sostener a Sophie entre sus brazos le alegraba de una forma que jamás había experimentado antes, pero la necesidad de tener un compañero era algo que ella no podía satisfacer. Jaime cuidaba de él más de lo que pudo haberse imaginado. Y eso que hasta el momento solo se habían besado. En múltiples ocasiones, eso sí. Besos lentos, tiernos y apasionados. Unos eran calientes, húmedos y de lengua que parecían durar horas. Otros eran suaves y dulces que parecían terminar antes de empezar. Srikkanth jamás había sido besado de esa manera y era algo sencillamente maravilloso. QUITÁNDOSE la corbata, Srikkanth se apresuró a caminar por la acera en dirección a la puerta de su casa. El trabajo no había estado mal, pero nueve horas lejos de Sophie era demasiado. Racionalmente sabía que ella no lo olvidaría en ese periodo de tiempo, ni lo odiaría por dejarla sola con Jaime, pero sentía una enorme necesidad de verla y un agujero en el corazón que no tenía nada que ver con lo racional, sino que estaba relacionado con el hecho de que echaba muchísimo de menos a su hija. Jaime abrió la puerta en cuanto Srikkanth alcanzó el porche, con Sophie entre sus brazos. Antes de que Srikkanth pudiera siquiera abrir la boca, Jaime puso al bebé entre sus brazos. Ella balbuceó con felicidad y todo el estrés que experimentó durante el día desapareció en el momento en que sus pequeños brazos envolvieron su cuello. Inhaló profundamente el aroma de colonia, talco y bebé. —¿Cómo supiste lo que necesitaba? Jaime sonrió y lo besó rápidamente. —Porque yo también siento la necesidad de venir a casa temprano y verla todos los días —explicó Jaime—. Vamos, pasa y relájate. La cena estará lista en media hora. —Me consientes —protestó Srikkanth—. Hoy me tocaba cocinar a mí. —¿Y qué? —preguntó Jaime—. Has trabajado todo el día y yo no. Puedes cocinar

mañana y el día siguiente si lo deseas, pero realmente no me molesta. Srikkanth besó nuevamente a Jaime, se quitó los zapatos en la puerta principal y llevó a Sophie a la sala, sentándose sobre el sofá. —¿Cómo estás, betti? ¿Te la pasaste bien con Jaime hoy? Obviamente no le respondió, pero saltó sobre la rodilla de Srikkanth, movió sus brazos entusiásticamente y fijó sus brillantes ojos en el movimiento. —Después de la cena, podríamos sacar a Sophie a dar una vuelta —sugirió Jaime —. Ha estado oscureciendo más tarde y ya no hace tanto frío. Nos sentará bien un paseo. —Me parece bien —respondió Srikkanth—. Voy a cambiarme y le buscaré una chaqueta para que podamos ir en cuanto terminemos de comer. Una hora más tarde, habían terminado de cenar y los platos ya estaban en el lavavajillas. Colocaron a Sophie en su carro y salieron a dar una vuelta. Hacía un poco de frío, pero era tolerable, así que se detuvieron en el parque de su calle y sacaron a Sophie de su carro para poder moverse con más comodidad. —Esta podrá ser una gran historia para nuestros nietos —bromeó Jaime—, nuestra primera cita fue una caminata en el parque con Sophie de carabina. —Estoy aprovechándome terriblemente de tu generosidad —lamentó Srikkanth. —Recuerdo haber ofrecido mi ayuda en varias ocasiones —resaltó Jaime—. Estoy donde quiero estar, en un parque a mediados de abril contigo y Sophie. Nadie me ha forzado a estar aquí. —Te mereces citas mejores —insistió Srikkanth—, no escasos momentos cuando Sophie no está demandando mi atención. —No; me merezco una familia—rebatió Jaime—, y eso es lo que estamos construyendo, con un lento y suave beso a la vez. —¿De verdad nos ves así? —preguntó Srikkanth. Su estómago saltaba de la emoción. —Estamos sentados en un parque con una niña, una bolsa de pañales y el resto de cosas —rio Jaime—. ¿Cómo lo llamarías? Srikkanth también rio. —Muy bien, tienes razón. Está haciendo más frío, sigamos caminando. Jaime cargó a Sophie y la colocó nuevamente en el carro, asegurándose de que las mantas la protegían. Sophie balbuceó felizmente y lo hizo sonreír. —¿Podrá ser más encantadora? —No sé cómo —respondió Srikkanth con una sonrisa, y sus labios dibujaron una más grande cuando Jaime puso su mano sobre la suya en el manillar del carro. SRIKKANTH suspiró y se estiró sobre el sofá, tratando de deshacerse de toda la tensión que un día de trabajo había generado. Sentía que su posición era terrible mientras trabajaba en la oficina. La silla no era cómoda y el escritorio no tenía la altura adecuada. No solo era mejor para Sophie que él trabajara en casa sino que para él también. —¿Tenso? —preguntó Jaime desde el sofá a su lado. —Sí —respondió Srikkanth—. Me duele la espalda. —Túmbate —dirigió Jaime—, sobre tu estómago para que pueda masajearte la espalda. Levantando una ceja, Srikkanth hizo lo que se le pidió y se estiró boca abajo. Jaime se puso de pie y se puso a su lado.

—Será mejor si me subo sobre ti —dijo—, ¿te molesta? —Solo quieres tenerme a tu merced —bromeó Srikkanth. —Si eso fuera todo lo que quisiera, me hubiera metido a tu cama desde hace semanas —bufó Jaime. —¿Y por qué no lo has hecho? —preguntó Srikkanth. —Porque deseo más que eso —le recordó Jaime. Puso las manos sobre los hombros de Srikkanth mientras continuaba hablando—. Quiero todo. A ti, a Sophie y a mí, una familia y eso significa tomarnos tiempo, hacer esto de forma correcta para que funcione en vez de apresurarnos a ir a la cama y joder todo después. Cuando Srikkanth no respondió, Jaime fijó su atención en los músculos tensos de sus hombros. No se preocupó por la falta de respuesta porque Srikkanth ya lo había aceptado y se lo había demostrado de distintas maneras. Los ojos de Srikkanth se cerraron mientras Jaime masajeaba su espalda, moviéndose de arriba hacia abajo con firmeza sobre su columna, concentrándose en los hombros y en el espacio entre ellos. Srikkanth no pudo ocultar el pequeño gemido que se escapó de sus labios al sentir como la tensión desaparecía ante las caricias de Jaime. —¿Se siente bien? —Dios, sí —respondió Srikkanth—. No pensé que estaba tan tenso. —Fue tu primer día de regreso a la oficina después de mucho tiempo, y tu primer día lejos de Sophie. Estaría sorprendido si no estuvieras tenso —dijo Jaime. —Sí. Además, mi escritorio en el trabajo es realmente incómodo —dijo Srikkanth —. No me quejaré del trabajo ya que lo haré desde casa para poder pasar más tiempo con mi hija. —Podrías pedir otra silla —rio Jaime—. No tienes porqué sentirte miserable mientras estás en la oficina. Srikkanth se encogió de hombros mientras el masaje continuaba. —No tiene sentido ahora que estaré en casa el ochenta por ciento del tiempo. No querrán invertir mucho dinero en un escritorio que casi no se va a usar. —Estarás en casa cuatro veces a la semana —dijo Jaime—, pero no siempre será así. Llegará un momento en que Sophie irá a estudiar. —Quién sabe dónde estaremos para ese momento —explicó Srikkanth—. Quizás ni si quiera trabaje para la misma empresa. Supongo que tendré que ver cómo estarán las cosas para cuando llegue ese momento. Jaime sacudió la cabeza. —Como quieras. Entonces lo primero que haremos los lunes por la noche, después de que Sophie se vaya a dormir, será darte un masaje para que no amanezcas dolorido. Eso le parecía algo maravilloso a Srikkanth. Podría relajarse y disfrutar de las caricias de Jaime. Estaba comenzado a necesitar de él de la misma forma en la que necesitaba ver la sonrisa de Sophie. Al final, las manos de Jaime se detuvieron. —Deberías subir a tu dormitorio y dormir —murmuró en la oreja de Srikkanth—. Estás exhausto. Srikkanth se obligó a prestar atención en su estado de relajación absoluta y levantó la cabeza. —¿Por qué no subes conmigo? —murmuró, mirando a Jaime a los ojos—. Mi cama es lo suficientemente grande. —¿Estás seguro, Sri? —preguntó Jaime—. Es un paso muy grande, y no quiero que te sientas apresurado.

—Con honestidad, probablemente estoy demasiado cansado para hacer algo más que dormir —admitió Srikkanth—, pero me gustaría hacerlo envuelto entre tus brazos y en una cama caliente. —Entonces me parece perfecto —respondió Jaime. Se bajó del sofá y se arrodilló a un costado para poder besar apasionadamente a Srikkanth—. Me prepararé para ir a la cama y te veré arriba. ¿Qué te parece? Srikkanth sonrió. —Perfecto. La anticipación se apoderó de su ser. Srikkanth se apresuró a subir por las escaleras y se dirigió al baño, tomó unos minutos para lavarse los dientes, cara y pecho. Consideró ducharse, pero no quería desperdiciar ese tiempo ni parecer muy ansioso cuando acababa de decirle a Jaime que estaba demasiado cansado para tener un momento íntimo. Su cuerpo tenía otras ideas, pero no quería presionar a Jaime. Además, realmente quería encontrar consuelo con alguien a su lado en las noches. Se colocó un par de pantalones de franela y su bata. Srikkanth entró en el dormitorio para encontrar la visión más tentadora que había tenido en mucho tiempo. Jaime estaba recostado en su cama, con el pecho desnudo y una sonrisa en el rostro. —¿Cómo es que no te estás congelando? —preguntó Srikkanth, temblando a pesar de tener una bata puesta. —Porque estoy pensando en ti—respondió Jaime con una sonrisa pícara—. Ven a la cama y te ayudaré a entrar en calor. Srikkanth se quitó la bata, el vello de su piel se erizó de frío. Se subió a la cama al lado de Jaime y dejó escapar el aliento al sentir el calor corporal del otro hombre. —¡Pareces un horno! Jaime sonrió. —Te dije que te calentaría. Srikkanth se acurrucó, y disfrutó del calor que emanaba del cuerpo a su lado y la sensación de piel contra piel. Los brazos de Jaime lo envolvieron y Srikkanth suspiró. —¿Cansado? —preguntó Jaime. —Un poco —respondió Srikkanth—, pero más que nada, feliz de que estés a mi lado. Jaime sonrió contra el cabello de Srikkanth. —Yo también me alegro de estar aquí. —Sus manos se movieron por los largos músculos de la espalda de Srikkanth en una gentil imitación del masaje que le había hecho hacía un momento. Srikkanth gimió de placer. El sonido era demasiada tentación para Jaime. Movió la cabeza de Srikkanth para que sus bocas pudieran tocarse mientras repetía las caricias en su espalda, esperando que los sonidos de placer se incrementaran. Srikkanth le dio lo que deseaba, sus labios se abrieron guiados por el deseo y cedieron el control del beso a los talentosos labios de Jaime. Cuando sus manos tocaron tela, Jaime titubeó un momento pensando si debía deslizar sus manos en el interior, pero decidió no hacerlo y en su lugar movió sus manos sobre la ropa de su pareja. Srikkanth se acercó, alineó sus cuerpos por completo antes de comenzar sus exploraciones. Jaime estaba tibio –caliente– por todas partes, principalmente sobre la espalda que era acariciada por las manos de Srikkanth y el pecho que estaba presionado contra el suyo. Sri dejó que sus manos vagaran, imitando las caricias de su amante, disfrutando de la forma en la que Jaime se movía contra él, que era mucho más íntima que

los besos que habían compartido hasta ese momento. El estar en la cama con alguien, besando y acariciándose, le agregaba mayor profundidad a los movimientos, mucho más que el efecto que podría conseguirse estando de pie en la cocina o acurrucados en el sofá. Srikkanth jamás había sido así de atrevido. En el parque se había dado cuenta de que ya se habían convertido en una familia y eso le estaba dando el coraje–y la libertad–de actuar como lo hacía ahora. Se giró sobre su espalda y acercó a Jaime a su cuerpo, para que el otro hombre estuviera sobre él y su peso presionó a Srikkanth sobre el colchón. Enterró sus dedos en el cabello oscuro de Jaime y atrajo sus labios para recibir otro beso, preguntándose a dónde se había marchado su fatiga y qué tan lejos planeaba llegar esta noche, cuando de repente un llanto en el otro dormitorio hizo que se separaran inmediatamente como dos estudiantes culpables. Srikkanth miró la hora. —Está hambrienta —se disculpó, levantándose para recoger su bata. —Iré a prepararle el biberón y nos vemos en su dormitorio —ofreció Jaime—. No quiero que te alejes de mi vista más de lo que te llevará alimentarla. Srikkanth sonrió, su rostro iluminándose al pensar en lo mucho que Jaime lo deseaba. —Muy bien, apresúrate. Jaime asintió, bajó los escalones de dos en dos para llegar a la cocina y preparar el biberón. Srikkanth se puso su bata, no quería caminar con el pecho desnudo con este frío y se dirigió al dormitorio de Sophie, la levantó y se sentó en la cama. Por lo general, la alimentaba en la mecedora, pero no habría espacio para él y Jaime en la silla. Estarían apretados incluso en la cama. Dos minutos más tarde, Jaime regresó con el biberón, se lo entregó a Srikkanth y se acomodó en los pies de la cama para que Jaime pudiera acomodar las almohadas. Cuando estaba satisfecho con el arreglo, se reclinó sobre ellas y acercó a Srikkanth y Sophie a sus brazos y los cubrió con las sábanas. —No tienes frío, ¿verdad? —Entre Sophie y tú, me siento de maravilla —prometió Srikkanth, observando a Sophie mientras bebía la leche. Sus ojos se cerraron rápidamente cuando su típica rutina la relajó lo suficiente para dormir. Srikkanth también cerró los ojos y recostó su cabeza sobre el hombro de Jaime, disfrutando del calor de su posición. No deseaba volver a moverse jamás, aunque sería complicado besar a Jaime desde este ángulo. Jaime no estaba atrapado, sus manos se movieron con libertad y acarició donde Srikkanth cargaba a Sophie. Después de terminarse el biberón, Srikkanth colocó a la niña de nuevo en la cama, ambos se acercaron a besarle la frente y se retiraron de la habitación, cerrando la puerta al salir. —¿Deberíamos regresar a la cama? —preguntó Jaime. Srikkanth tembló, pero no del frío. —Creo que es la mejor idea que he escuchado esta noche.

Capítulo 11

AL LLEGAR al dormitorio, Srikkanth dejó caer la bata al suelo. Jaime lo abrazó inmediatamente por detrás y acarició su piel desnuda. —¿Ansioso? —bromeó Srikkanth. —Si tan solo supieras… —respondió Jaime, empujándolo a la cama con sus caderas. Para decepción de Srikkanth, no intentó hacer nada más. Srikkanth se giró entre los brazos de Jaime e hizo que sus cuerpos entraran en contacto, movió sus manos por la espalda de su amante. —¿Dónde nos quedamos? —No lo sé —volvió a bromear Jaime—. Tendrás que refrescarme la memoria. Srikkanth sonrió y se giró sobre su espalda nuevamente, acercando a Jaime y acomodándolo sobre su cuerpo, en la misma posición en la que estaban antes de que Sophie se despertara. —Bueno, esperemos que el resto no se repita. —Espero que se duerma —dijo Jaime—, pero sabes que no me molesta si ella te necesita. —Nos necesita —lo corrigió Srikkanth—. No podría hacerlo solo, pero me he dado cuenta de que ella reacciona contigo de la misma forma como lo hace conmigo. Jaime se encogió de hombros, estaba un poco preocupado que Sri sintiera que estaba intentando reemplazarlo como padre de Sophie. —Tal vez sea algo parecido, pero ella sabe quién es su padre. —No me molestaría, si ella pensara igual sobre ti, —dijo Srikkanth rápidamente—. La mayoría de bebés tienen dos padres que los aman y a los que aman. No pierdo nada si te ama también, solo me alegra que desees ser parte de su vida y de la mía. Jaime rio. —A estas alturas, no me imagino a uno sin el otro. Además, yo soy el ganador en esta situación. Tengo un hermoso novio y una adorable niña. Srikkanth se sonrojó, aunque dudaba que se notara por su piel oscura. Sin embargo, eso no evitó que se enrojeciera por la declaración de Jaime. Deslizó los brazos alrededor del cuello del otro hombre y se acercó a besarlo. Sus labios se encontraron gentilmente, rozándose uno contra otro, y el tierno contacto reforzó las palabras de Jaime. La impaciencia de Srikkanth creció lentamente, su cuerpo deseaba más. Lamió los labios de

Jaime pidiéndole más, los labios de este se abrieron dándole la bienvenida, su lengua se entrelazó con la de Srikkanth e intercambiaron el aliento mientras el beso se tornaba más apasionado. Srikkanth recorrió sus manos por la espalda de Jaime, deteniéndose en el elástico de los pantalones de su pijama. —¿Puedo? Jaime levantó la cabeza y miró a los ojos de Srikkanth en la luz tenue. —No quiero que vayamos muy deprisa —dijo lentamente—, quiero que nos tomemos el tiempo necesario para saborear cada momento y tomemos cada paso de forma consciente en vez de dejarnos llevar por nuestros sentimientos. Esta noche, simplemente durmamos. Es suficiente por ahora, habrá tiempo para más cosas después, cuando todo no sea tan nuevo. Decepcionado, Srikkanth se movió de debajo de Jaime, pero el otro hombre lo abrazó inmediatamente, acurrucándose a su lado, dejando en claro sin palabras que su decisión era simplemente un retraso, no un rechazo. Srikkanth se relajó, suspiró suavemente cuando Jaime acarició su nuca antes de cubrirlo con las sábanas para que pudieran conservar el calor mientras dormían. DOS días después, Srikkanth estaba recostado esperando que Jaime regresara. Había llamado para decir que llegaría tarde por un problema en la tienda y que no mantuviera a Sophie despierta ni que lo esperara para cenar. Srikkanth acostó a Sophie a la hora de siempre –al final había descubierto la importancia de mantener una rutina tan regular como le fuera posible–, pero metió la cena en el refrigerador, comió un pequeño refrigerio y esperó a que Jaime regresara a casa. No quería comer solo, prefería esperar a Jaime, incluso si eso significaba estar hambriento. En su lugar, sacó un recipiente con cacahuetes y los comió. La tienda debía estar cerrada para estas horas, por lo que Jaime no tardaría a menos que el problema fuera más serio de lo que le había dicho. La puerta se abrió y Jaime entró, tenía los hombros caídos y la cabeza gacha. —Oye —dijo Srikkanth en voz baja, no quería asustar a Jaime—. ¿Estás bien? Jaime se esforzó todo lo que pudo para mostrarle una sonrisa, pero Srikkanth podía ver que le había costado mucho. —Sí, simplemente estoy cansado. Tuve que despedir a alguien hoy porque sospechaba que estaba robando a la tienda. Detesto despedir a personas bajo cualquier circunstancia, pero esta vez fue peor de lo usual. Srikkanth se entristeció. —¿Tuviste que llamar a la policía? Jaime asintió. —Se lo llevaron para interrogarlo porque no teníamos suficientes pruebas para interponer una acusación formal, pero como sea, tuve que lidiar con eso. Srikkanth tomó la bolsa que Jaime tenía entre las manos, la colgó en el armario al lado de la puerta y abrazó a su novio. —¿Tienes hambre? El arroz con curri está listo. Solo tenemos que meterlo en el microondas unos minutos. —Iré a comer en un momento —dijo Jaime—. Lo que deseo en estos momentos es una bebida fuerte. —No tenemos nada de licor en la casa, pero si lo necesitas creo que quedan unas

cervezas—ofreció Srikkanth—. Además no me molesta calentarte la comida, ve a la cocina y siéntate. Has cuidado tan bien de mí, que ahora tienes que permitirme que te devuelva el favor. Jaime lo siguió a la cocina y no intentó protestar. Con honestidad, lo necesitaba, estaba tan cansado que no estaba seguro si podría calentar su propia comida. Sonrió con mayor honestidad cuando su novio le trajo una cerveza. Sus ojos se movieron lentamente por el cuerpo de Srikkanth mientras este se movía por la cocina, sacaba los platos hondos y comenzaba a echarle comida. —No quiero mucho —protestó Jaime—. Tengo hambre, pero no voy a comerme todo eso. —Bien —rio Srikkanth—, porque se supone que es para los dos. Yo tampoco he cenado. —Te dije que no me esperaras para comer —le regañó Jaime. —Y te dije que me dejaras cuidar de ti —respondió Srikkanth, colocando la cena en el microondas y luego se acercó para besar a Jaime—. Si me hubiera dado mucha hambre, hubiera comido, pero quería esperarte. Me gusta comer contigo, incluso si comemos a… — dijo mirando al reloj—, las diez de la noche. La sonrisa de Jaime fue más pronunciada. —Muy bien, de acuerdo. Tú ganas, no te molestaré más. Srikkanth lo volvió a besar, esta vez durante más tiempo, esperando que sus caricias relajaran la tensión que podía ver en el rostro de Jaime. El microondas sonó haciéndoles saber que la comida estaba caliente, pero Srikkanth no se movió prefiriendo prolongar el beso. Cuando el otro hombre suspiró y se relajó, Srikkanth se alejó. —¿Quieres paratha? No tomará más que un minuto en calentarse. Jaime sacudió la cabeza. —No si comeremos arroz. Sería demasiado almidón. —Muy bien —dijo Srikkanth.Sacó un tenedor y se dirigió al microondas por los platos y los llevó a la mesa—. Espero que te guste. Jaime llenó su plato y se los pasó a Srikkanth cuando terminó. Había aprendido a usar varios tipos de pan de la India como utensilio para comer, pero no había aprendido por completo el arte de comer arroz y curri con los dedos. La mayor parte terminaba en su plato o en sus piernas y no en su boca. Srikkanth lo hacía parecer fácil, agarraba arroz y vegetales en una pequeña bola y los metía en su boca con facilidad. Provocaba en Jaime el deseo de acercarse y lamerle los dedos hasta que estuvieran limpios. Echó ese pensamiento a un lado con la primera mordida, pero el deseo regresó cuando Srikkanth sonrió y se comió un segundo bocado con esos perfectos dientes blancos. Jaime acercó su silla y capturó la muñeca de Srikkanth, introdujolos dedos cubiertos de salsa en su boca y los succionó hasta que estaban limpios. —¿Acaso no tienes suficiente curri en tu plato? —preguntó Srikkanth con voz ronca. Jaime sacudió la cabeza. —No, es solo que sabe mejor de tus dedos que de mi tenedor. Srikkanth gimió suavemente, alejó su mano para poder tomar otro bocado y se lo ofreció a Jaime con los dedos. Los labios de Jaime se abrieron, evocando toda clase de pensamientos lascivos en la mente de Srikkanth cuando el arroz desapareció y Jaime lamió su mano. —¿Más? —preguntó Srikkanth con la voz entrecortada.

Jaime sonrió. —¿Tú qué crees? No necesitandouna respuesta más clara, Srikkanth le ofreció otro bocado, cerró los ojos mientras su pene se estremecía al mirar la forma tan lujuriosa en la que Jaime le lamía los dedos. Cambió de posición sobre la silla, tratando de encontrar un ángulo más cómodo, pero de nada le sirvió cuando parecía que la intención de Jaime era volverlo loco. —También deberías comer un poco —le recordó Jaime cuando Srikkanth le dio otro bocado. —Me apetece más darte de comer. La sonrisa de Jaime se expandió. —Sí, pero necesitarás tus fuerzas para luego. —Eso parece prometedor. —Srikkanth sonrió, comiendo el siguiente bocado en vez de ofrecérselo a Jaime. Dos bocados eran para Jaime y uno para Srikkanth; Jaime supuso que ese porcentaje era mucho mejor que el anterior. Cuando terminaron de comer, Srikkanth intentó acercarse hacia el lavabo, pero Jaime lo interceptó. —Los lavaremos mañana. No tengo que entrar hasta después de la una porque me quedé hasta tarde hoy. Vamos a la cama, Sri. Srikkanth dejó los platos en la encimera y siguió a Jaime. Sus ojos reflejaban un deseo caliente y potente, prometiendo delicias carnales si Srikkanth así lo deseaba. Srikkanth se acercó al lavabo, se lavó las manos, tomándose el tiempo extra para asegurarse de que las especias habían desaparecido. No quería que los aceites del picante quemaran las partes sensitivas de Jaime y esperaba que la mirada en el rostro de su amante significara que podría tocar dichos lugares esta noche. Asegurándose de que no lo lastimaría por accidente, Srikkanth se acercó a Jaime. —¿Qué era lo que me decías de una cama? Jaime rio y abrazó a Srikkanth. —¿A qué hora ha comido Sophie? Preferiría no ser interrumpido si puedo evitarlo. —Como unos diez minutos antes que vinieras a casa —le aseguró Srikkanth—. Tendremos por lo menos dos horas antes que se despierte. Probablemente más. —Perfecto —ronroneó Jaime, tomando la mano de Srikkanth y guiándolo al dormitorio del primer piso—. Así no tendremos que preocuparnos de no hacer mucho ruido y despertarla. Srikkanth sonrió complacido. —¿Haremos ruido? —¡Eso espero! Después de lo que hiciste en la cena, creo que sé en qué otros lados de mi cuerpo deseo tus manos. El estómago de Srikkanth se contrajo por el deseo. —Creo que se puede arreglar. Entraron al dormitorio de Jaime, besándose con pasión mientras se desvestían. Los pantalones deportivos de Srikkanth cayeron al suelo rápidamente, pero él tuvo mayor cuidado con la camisa y corbata de Jaime, porque no quería que se arrugaran, aunque su paciencia estaba llegando a su límite para cuando llegó al cinturón de su amante. —¿Me ayudas? —dijo, impaciente—. Cuanto más rápido me deshaga de estas cosas, más pronto podré mostrarte lo que puedo hacerte con mis manos. Jaime se echó hacia atrás y dejó caer sus pantalones junto con su ropa interior en un solo movimiento, dejándolo completamente desnudo en la habitación alumbrada con luz

tenue. Srikkanth se acercó, necesitaba tocarlo. Habían dormido juntos estas últimas noches, pero esta era la primera vez que le había dado permiso, incluso una invitación, para tocar a su gusto y no simplemente unas simples caricias y besos. Una de sus manos se enterró en el cabello de Jaime y la otra se deslizó por su cadera hasta agarrar un firme glúteo, apretándolo experimentalmente. Jaime gimió mientras Srikkanth lo besaba y acarició el cuerpo de su amante, memorizando la textura de la piel debajo de su mano. Pudo imaginar que desarrollaría una adicción a este sentimiento. Decidió que quería tener una mejor iluminación, así que Srikkanth encendió la luz, revelando a Jaime en toda su gloria. Tenía piel dorada y cabello oscuro, típico de alguien que tiene orígenes hispánicos, pero Srikkanth ya sabía eso. Estaba más interesado en las facciones que distinguían a Jaime de los demás. La curvatura de sus labios cuando sonreía, el arco de sus cejas y la forma en la que lo miraba esperando a que Srikkanth terminara su exploración. Su pene saltó cuando Srikkanth enfocó su mirada en él, era como si ya lo hubiera tocado. Jaime era hermoso, su cuerpo era delgado y definido. No era muy musculoso, pero sí muy atractivo. Srikkanth podía sentir el calor que emanaba del cuerpo de Jaime, tentándolo a acercarse y tocar el botín frente a sus ojos. —Ya era hora —bromeó Jaime cuando finalmente se acercó—. He llegado a pensar que habías cambiado de opinión. —Para nada —replicó Srikkanth—. No cuando llevo deseando tocarte toda la semana. —Has estado tocándome —le recordó Jaime. —No así —respondió Srikkanth, moviendo sus dedos sobre el pene de Jaime. —¡Maldición! Jaime se recostó, su cuerpo estaba a disposición de Srikkanth. Ya habían dejado la modestia atrás. La lujuria brillando en los ojos de Srikkanth lo mantuvo inmóvil. Sri se subió a la cama, se sentó en cuclillas y sus dedos comenzaron a explorar, comenzaron a dibujar un patrón en el torso de Jaime, delineando sus pectorales, circulando sus tetillas, siguiendo la línea de sus costillas hasta llegar a su ombligo y acariciar su estómago. Incapaz de detenerse, Jaime levantó las caderas, tratando de poner en contacto su erección con la mano de Srikkanth. Recibió un beso y una sonrisa como recompensa, y su mano acarició su longitud, frotándola con intensidad; Jaime comenzó a moverse sin control, dibujando una sonrisa en los labios de Srikkanth mientras se deleitaba con la caliente dureza en su mano. Se echó hacia atrás para poder ver las reacciones de Jaime, y deslizó su mano entre las piernas de su compañero, encontrando el pesado saco que formaba sus testículos y comenzando a acariciarlo con gentileza; sus dedos comenzaron a manipular sus testículos. Jaime jadeó y trató de abrir más las piernas, una invitación a la cual Srikkanth no le vio sentido rechazar. Tomó los testículos de Jaime con mayor firmeza, estimulándolos al mismo ritmo en el que movía la mano en el pene de su amante. No pasó mucho tiempo antes de que Jaime se comenzara a ondular sobre la cama, rogándole por más, por alcanzar el orgasmo, por lo que fuera que Srikkanth podía ofrecerle. Srikkanth se sintió tentado a alargar su encuentro, pero su cuerpo le estaba demandado atención. Dudaba que Jaime aceptara follar, eso significaba que tendría que excitar a Jaime para que este pudiera encargarse de las necesidades de Srikkanth. Acelerando la velocidad de sus caricias, Srikkanth acercó su cabeza y besó a su

novio nuevamente. —Vamos, Jaime —le dijo—. Muéstrame lo bien que se siente. —Demasiado bien —jadeó Jaime—. No puedo esperar más. —No esperes —insistió Srikkanth—, córrete en mi mano. Las palabras fueron toda la invitación que Jaime necesitó, su pene expulsó su semen sobre el puño de Srikkanth. Este último continuó acariciándolo hasta que su compañero dejó de estremecerse, gimió y detuvo la muñeca de su pareja. —Demasiado —gimió. Acercándose para recibir otro beso, Srikkanth colocó su mano sobre la cadera de Jaime, mantuvo contacto sin hacer algo que excitara a su amante. Sonrió. Su amante. Había pasado un tiempo desde la última vez que había tenido una pareja formal, mucho menos alguien a quien consideraba un amante. Al mirar a Jaime se preguntó si querría a alguien más en su vida. —¿Qué puedo hacer por ti? —preguntó Jaime, acomodándose sobre un codo mientras seguía en su estado post-orgásmico. Srikkanth titubeó, no estaba seguro de qué sentiría Jaime una vez expresara sus deseos. —Podrías solo… —No quiero un “solo” —interrumpió Jaime—. Dime lo que quieres. Srikkanth tragó saliva. —Tu boca —susurró—. Durante toda la cena estuve mirando tus labios e imaginando… No terminó la frase, pero no tuvo que hacerlo. Jaime se acomodó sobre un codo y se movió sobre la cama, quitándole la ropa interior. Sin esperar una invitación o permiso, Jaime bajó la cabeza y lo lamió de la base a la punta. Srikkanth colapsó en la cama y comenzó a gemir cuando ese calor húmedo envolvió su pene. Jaime sonrió. —Creo que te gusta. Srikkanth asintió, sorprendido del poder de la fantasía hecha realidad. Los labios carnosos de Jaime se estiraron alrededor de la punta de su pene, haciendo que Srikkanth jadeara mientras su boca se deslizaba sobre la longitud de su pene. Gruñó el nombre de Jaime, no estaba totalmente seguro de qué era lo que quería. Solo que no quería que se detuviera. Afortunadamente, Jaime supo cómo interpretar ese sonido: su boca incrementó la succión hasta que Srikkanth comenzó a embestirse contra esa cavidad, y la punta de su pene se introdujo en la garganta de Jaime. Jaime se alejó un momento, ajustó el ángulo antes de volver a tragarse la longitud entera del pene de Srikkanth. Srikkanth gimió fuertemente, contento de que Jaime hubiera insistido en quedarse en este dormitorio y no subir al segundo piso donde le habría preocupado despertar a su hija. La boca de Jaime era tan talentosa que no había suficientes cumplidos para describirla. —Demasiado bien… —dijo con voz ronca—. Se siente mucho mejor de lo que me imaginé. Jaime sacó el pene de su boca. —¿Y desde hace cuánto te lo imaginabas? Srikkanth sintió como sus mejillas se sonrojaron.

—Más tiempo del que debería. Jaime sonrió, acariciando los testículos de Srikkanth con una mano. —Ya somos dos. Antes de que Srikkanth pudiera responder, Jaime agachó la cabeza y continuó con lo que estaba, dejando a su amante incapaz de hacer algo más que gemir, moverse sobre la cama y correrse con fuerza. Jaime tragó cada gota, lamiendo y succionando hasta que Srikkanth ya no tuvo más que darle. La estimulación fue demasiada para su sensitivo miembro, así que se alejó. Jaime se acomodó a su lado y lo abrazó. —No podemos quedarnos dormidos aquí abajo —advirtió Srikkanth—. No escucharemos a Sophie. —No nos quedaremos dormidos —prometió Jaime—. Solo te abrazaré por unos minutos, luego iremos al segundo piso y dormiremos en tu cama para que podamos escuchar si nuestra pequeña nos necesita.

Capítulo 12

EL QUE tocaran a la puerta sorprendió a Srikkanth; acomodó a Sophie entre sus brazos, para poder abrirla. Una mujer que no conocía estaba parada frente a su puerta, a su lado había un hombre con un traje y un oficial de policía. —¿Señor Bhattacharya? —Sí —respondió Srikkanth con cautela. —Me llamo Ellen Fitz y trabajo para el Servicio de Protección Infantil. Este es el señor Peters del equipo de intervención de crisis y el oficial Matthews. ¿Podemos pasar para hablar? Hace mucho frío afuera. Srikkanth sintió como su estómago se le hizo un nudo mientras se hizo a un lado instintivamente, permitiéndoles a las tres personas acceso a su casa. —¿Hay algún problema? —Eso es lo que hemos venido a averiguar —explicó, aunque no necesitaba hacerlo según Srikkanth—. Recibimos una llamada indicando que hay un niño en peligro, así que hemos venido a investigar. ¿Está solo en la casa? —¿En peligro? —repitió Srikkanth—. Pero la única niña aquí es Sophie. ¿Cómo es que está en peligro? —El informe decía que la niña se ve amenazada por usted —le explicó la señorita Fitz—. No respondió mi pregunta, señor, ¿está solo en la casa? —Sí-i —tartamudeó Srikkanth, sus ojos se movían de un rostro al siguiente—. Pero jamás haría algo para lastimar a Sophie —insistió Srikkanth—. La amo. —Estoy segura de eso —dijo la señorita Fitz—, pero la gente lastima todos los días a las personas que aman. Necesito verificar y asegurarme de que no será lastimada de ninguna forma. Automáticamente, Srikkanth abrazó a Sophie contra su pecho. No quería entregarla, pero el policía se echó hacia adelante y Srikkanth se dio cuenta de que no tenía opción. Tratando de decirse a sí mismo que no había hecho nada malo y que no encontrarían pruebas para apoyar la denuncia, le entregó reaciamente su hija a la trabajadora social. —Sosténgale la cabeza —ordenó él inmediatamente—. Ahora la sostiene mejor, pero no siempre logra estabilizarla cuando la mueven, aunque sí cuando ella se mueve sola. La señorita Fitz la tomó con confianza, así que Srikkanth permaneció en silencio. Su corazón se le partió cuando comenzó a llorar al notar a una persona extraña

sosteniéndola. A la señorita Fitz no pareció molestarle el sonido; abrió el zíper del pijama de Sophie y la examinó con cuidado. Sophie lloró aún más fuerte cuando dedos fríos le movieron el pañal y tocaron su piel. Srikkanth se mordió el labio para no entrometerse y quitarle a su hija; solo el oficial de policía hubiera sido lo suficientemente fuerte para detenerlo. —Parece estar saludable—dijo finalmente la señorita Fitz, entregando a Sophie al hombre con el traje—. El señor Peters la sostendrá hasta que terminemos nuestra conversación. —Srikkanth deseaba recuperar a Sophie y huir, pero su estómago le dio vueltas al pensar que ellos eran los que tenían la ventaja. —Por supuesto que tiene buena salud —dijo Srikkanth furioso, su ansiedad haciéndole ser cortante—. Sé cómo alimentarla y cambiarle el pañal y todo lo que no sé, Jaime me lo dice. —¿Quién es Jaime? —Mi pareja. Jaime Frias. Está trabajando en estos momentos, ¿necesito llamarlo? —Srikkanth deseaba que dijera que sí para así poder recibir el apoyo de Jaime ante estas acusaciones de la trabajadora social. Jaime sabría cómo lidiar con ellos, podría mantener la calma y responder a sus dudas con una sonrisa amable y experiencia. —No es necesario en este momento —respondió la mujer—. Si necesito hablar con él, conseguiré su número. El oficial Matthews revisará el resto de la casa mientras el señor Peters y yo charlamos con usted. ¿Sophie llora mucho? —Por norma general, no —respondió Srikkanth, sus ojos siguiendo los movimientos del oficial mientras este revisaba la cocina y luego el dormitorio de Jaime. Podía escuchar como abría y cerraba cajones y puertas, sintió como si estuvieran siendo violados con cada ruido—. De vez en cuando le dan cólicos, pero no le duran mucho tiempo. —¿Cómo maneja la situación cuando le da un cólico? —Camino con ella, la arrullo hasta que se cansa y se queda dormida —respondió Srikkanth. No le gustaba el doble sentido que notaba que llevaban estas preguntas. Estaban buscando un error, lo que fuera que pudiera darles la excusa de llevarse a Sophie. —¿Y si eso no funciona? Srikkanth sonrió a pesar de la tensión que crecía en su interior, al recordar a Jaime cargando a Sophie con amor, incluso cuando había estado llorando por horas. —Si no la puedo calmar, se la entregó a Jaime. Él siempre la sabe calmar. —¿La ha sacudido? —¡No! —exclamó Srikkanth, notando cómo regresaba su enfado al sentir que intentaban cazarlo—. Jamás haría algo así, no quiero lastimar su cuello. —¿Es usted quien se encarga principalmente de ella? —Sí, trabajo desde casa la mayoría de días. Se queda con Jaime los lunes cuando me toca ir a la oficina —respondió Srikkanth—. No quiero ser grosero, señorita Fitz, pero no entiendo qué hacen aquí. Digo, aparte de una infección en el oído, Sophie es una niña perfectamente saludable y feliz. —Estoy aquí porque alguien llamó a Servicios de Protección Infantil para denunciar que había una niña que estaba siendo abusada —repitió la señorita Fitz. El policía salió del dormitorio de Jaime por el baño y comenzó a subir las escaleras. Srikkanth se dijo a sí mismo que cuanto más rápido le permitiera al hombre hacer su trabajo, más rápido se marcharían para siempre, pero eso no facilitaba las cosas al pensar que el hombre tocaría las cosas de Sophie, buscando algo en su dormitorio que podría ponerla en peligro.

—¿Pero quién? —demandó saber Srikkanth—. Era un ignorante la primera vez que Sophie vino del hospital, pero eso no me hace un abusador. —¿Dónde está la madre de Sophie? —inquirió la señorita Fitz—. Ha mencionado al señor Frias varias veces pero jamás a su madre. —Jill murió en el parto —respondió Srikkanth sin emoción—. Sophie vino a casa conmigo cuando tenía cuatro días de nacida. Jill y yo no éramos una pareja si esa es su siguiente pregunta. Era una buena amiga, pero no mi novia. —¿Y el señor Frias? —preguntó la trabajadora social, mirando sus notas. —Jaime ha sido mi compañero de casa desde que la compramos, hace tres años — dijo Srikkanth—. Cuando descubrió lo de Jill, se ofreció a ayudarme a cuidar de Sophie, ya que yo no tenía idea de qué era lo que hacía. —Se refirió a él como su pareja, —recordó la señorita Fitz—. Sé que esta es una invasión a su privacidad, señor, pero necesito que sea honesto conmigo para que podamos lidiar con la situación apropiadamente y no tenga que molestarlo nuevamente sin fundamentos. —No veo como podría afectar mi vida personal en todo esto —se defendió a sí mismo—. ¡Sophie no está siendo abusada! —Eso es lo que me dicen todos a los que visito —comentó la señorita Fitz con tristeza. El policía regresó al primer piso y sacudió la cabeza—. Sin embargo, no hemos encontrado nada en este momento que pueda darle fundamentos a la denuncia. Sophie es, como usted lo ha dicho, una niña saludable y el oficial Matthews no ha encontrado nada alarmante en la casa, así que nos marcharemos. —¿Puede decirnos por lo menos quién nos denunció? —preguntó Srikkanth, tomando a Sophie de los brazos del señor Peters. —No, esa es información confidencial —respondió la señorita Fitz—. Lo que sí haremos, será no volver a tomarlo con la misma seriedad si la misma persona vuelve a denunciar. Cuando recibimos una primera denuncia, la tomamos con mucha seriedad. Esta denuncia, obviamente, no tenía fundamento, así que mantendremos eso en mente si recibimos una llamada en el futuro. —Hicieron esto porque Jaime y yo somos gais, ¿no es cierto? —preguntó Srikkanth con amargura. —Esa pregunta no la puedo responder —dijo la señorita Fitz—. Ni es asunto de mi oficina. Si Sophie está sana, lo cual obviamente es así, no nos preocupa su vida privada. —No me gusta que alguien pueda destruir la paz de nuestras vidas con una llamada telefónica —admitió Srikkanth. —Lo entiendo —respondió la señorita Fitz—. Realmente lo hago. Pero, desafortunadamente, funciona de esa forma para que las personas que presencien abuso puedan reportarlo con facilidad. Muchos niños son abusados. —Entonces pasó una hora o más de camino para investigar un informe falso. La señorita Fitz se encogió de hombros. —Es lo que hago. El sistema no es perfecto, pero creo en él porque ayuda a los niños. Sophie no necesita mi ayuda, pero si así fuera, la hubiera obtenido. —Sophie tiene todo lo que necesita. A sus dos papás —insistió Srikkanth, abrazando a Sophie, aliviado de que ya no estuviera llorando a gritos, solo pequeños gemidos ahora que había vuelto a sus brazos—. Jaime y yo somos perfectamente capaces de cuidar de ella. —Le creo. Me marcharé —dijo la señorita Fitz—. Disfrute del resto de su día.

Srikkanth le mostró la salida, se quedó parado en los escalones mientras los tres caminaban por la acera. —Sospeché que era una falsa alarma —escuchó a la señorita Fitz decir una vez llegaron al coche—. Con todas las barbaridades homofóbicas que el denunciante estaba diciendo, casi la desestimo, pero no podía arriesgarme. —Hiciste lo correcto —dijo el señor Peters—. Como dijiste, está saludable, así que no será necesario que volvamos, pero no podías saberlo solo con la llamada. Con un dolor de cabeza combinado con enojo y asco, Srikkanth regresó al interior de su casa, no quería escuchar si decían algo más. Ya había escuchado suficiente. Sabía que nada podría calmarlo, así que llevó a Sophie a su dormitorio. El bebé regresó a su comportamiento habitual, pero él necesitaba sentarse con ella en su mecedora. ¡No se llevarían a su bebé! No le importaba lo que tuviera que hacer. Sophie era su hija y la amaba. Quien fuera que hubiera hecho esa llamada podía pudrirse en el infierno. No se dio cuenta de que estaba tan enfurecido que tensó su cuerpo o que estaba murmurando hasta que Sophie gimió en sus brazos, protestando por la fuerza del abrazo. —Lo lamento, betti —susurró, acercándose a besarle la frente—. No fue mi intención apretarte. Te amo tanto que no quiero que te pase nada. Ni a ti ni a nuestra familia. No sé qué haremos, pero tenemos que averiguarlo. Te prometo que Jaime y yo cuidaremos de ti. Solo tienes que confiar en nosotros y dejarnos hacer nuestro trabajo. Sophie le balbuceó a su adorado padre, presintiendo su humor como los bebés suelen hacerlo. No pudo evitar sonreírle, le alegraba hasta los más oscuros momentos. Al ver el reloj, se dio cuenta de que se les había pasado su hora regular de alimentarla. No por mucho, pero debería estar hambrienta. —Vamos a prepararte tu biberón —sugirió, levantándose y bajando las escaleras—. Te alimentaremos y te irás a dormir tu siesta. Papi tiene trabajo que hacer mientras descansas y cuando despiertes, Jaime estará en casa. Te alegrarás de verlo, ¿no? Sé que así será. Sophie balbuceó otra vez. Srikkanth rio a pesar de la tensión que había sufrido esta mañana, la mayor parte del estrés había dejado su cuerpo ahora que la trabajadora social ya no estaba. Se lo contaría a Jaime esta noche y vería lo que pensaba. JAIME llegó a casa justo a tiempo para comenzar a preparar la cena, sorprendido de encontrar a Srikkanth sentado en el sofá con Sophie entre los brazos. —Hola, Sri —dijo al entrar—. ¿Estás bien? Srikkanth sacudió la cabeza. —No, para nada. Tuvimos una visita de Servicios de Protección Infantil. Alguien nos denunció por abuso infantil. —¿Bajo qué fundamentos? —demandó saber Jaime, mientras la furia comenzaba a llenarlo al pensar que alguien había sugerido tal cosa acerca de Srikkanth, y también porque su novio había tenido que lidiar con eso solo. —Bajo el fundamento de que soy gay —dijo Srikkanth—. Claro que no me dijeron eso directamente, pero escuché a la trabajadora social decirle a su colega que el denunciante de mierda había hecho comentarios homofóbicos… Lo siento, Sophie, el denunciante. Obviamente el equipo no encontró nada, pero eso no lo hace menos estresante.

—¿Un equipo? —repitió Jaime, sentándose al lado de Srikkanth y abrazándolo con ternura—. Debiste haberme llamado, hubiera venido a casa. —Lo sé, —dijo Srikkanth, levantando el rostro y mirando a los ojos de Jaime—. De verdad, lo sé pero no había nada que pudieras hacer. No es como si la trabajadora social hubiera intentado quitarnos a Sophie. La revisó y se cercioró de que estaba sana, que no tuviera golpes, que estuviera bien alimentada y feliz, además de hacerme varias preguntas. Jaime sospechó que no había sido así de sencillo. —¿Qué es lo que no me has dicho? Dijiste un equipo, ¿quién más vino aparte de la trabajadora social? —Un miembro del equipo de crisis y un policía —dijo Srikkanth temblando—. El miembro del equipo de crisis no hizo nada más que cargar a Sophie todo el tiempo; el policía registró nuestra casa. Dios, Jaime, todo el tiempo que estuve aquí sentado respondiendo sus preguntas, no sabía que trataban de probar, y podía escuchar al policía revisar nuestra casa, abriendo puertas y gavetas y… siento que debemos lavar la casa por completo, excepto que eso no sacará los recuerdos de mi mente. —Y te has quedado aquí sentado y deprimido desde entonces —concluyó Jaime, escuchando la desolación en la voz de Srikkanth—. Salgamos, podemos ir a cenar a un restaurante. Incluso si solo vamos a Perkins, te sentirás mejor si sales de la casa un rato. Srikkanth sacudió la cabeza automáticamente. —Creo que debemos mantener un perfil bajo por unos días. Quizás el que sea que interpuso la denuncia pensará que la trabajadora social se llevó a Sophie. Si no la ven con nosotros por un tiempo, no pensarán en nosotros. Jaime frunció el ceño, pero podía entender los pensamientos de Srikkanth. —De acuerdo, si no quieres salir, iré a comprar comida china. Es rápida, buena y no tendremos que cocinar, y luego puedo darte toda mi atención. Srikkanth asintió, su brazo libre envolvió la cintura de Jaime. —No me iré a ninguna parte —prometió el latino—. Sophie y tú no podrán deshacerse de mí tan fácilmente. Srikkanth sonrió. —Eso es lo mejor que he escuchado en todo el día. Jaime besó la sien de Srikkanth y se sentó a abrazarlo. En su interior, estaba furioso y tratando de pensar quién de sus vecinos pudo haber hecho una llamada tan dañina. La visita había destruido el sentimiento de seguridad de Srikkanth en su propia casa y Jaime lo odiaba. El tener un refugio era importante y hoy le habían robado eso a Srikkanth con una llamada telefónica llena de mentiras. Jaime no sabía cómo restaurar su confianza, pero sabía que lo intentaría. Si eso significaba lavar la casa de arriba abajo, lo haría. Si eso significaba redecorar todos los dormitorios, trabajaría tiempo extra para conseguir el dinero. Si eso significaba mudarse a otro lugar, mañana llamaría a su agente de bienes raíces. Tarareando suavemente la canción de cuna favorita de su abuela, soltó a Srikkanth para cargar a Sophie. —Está dormida —murmuró—. Déjame colocarla en su cama. —No he podido soltarla en toda la tarde —admitió Srikkanth—. Siento que si no la cargo, se la llevarán. —Nadie intentará llevársela —aseguró Jaime—. La trabajadora social se marchó y ella está aquí contigo. Está a salvo al igual que tú. Si quieres tenerla en un lugar donde puedas verla, traeré su silla, pero necesitas descansar. Estás exhausto. Déjame acomodarla

para que podamos recostarnos en el sofá y besarnos. ¿Qué te parece? —Perfecto —respondió Srikkanth con un suspiro y dejó que Jaime se llevara a Sophie. Sus brazos se sentían dolorosamente vacíos sin su calidez, pero recordó que Sophie estaba a salvo tanto con Jaime como con él y que solamente irían a la otra habitación y regresarían. Si lo deseaba, podía ponerse de pie y mirarlos todo el tiempo. Eso requería más energía de la que tenía, así que simplemente dejó caer la cabeza en el sofá y escuchó los pasos de Jaime. Podía rastrear su progreso de esa forma. De la misma forma en la que había seguido los pasos del policía por la casa. Trató de borrar ese pensamiento, aferrándose a lo que Jaime le dijo, que Sophie estaba ahí con ellos y la crisis ya había pasado. La confianza regresó y Srikkanth abrió los ojos justo para ver a Jaime acomodando a Sophie en su silla, asegurándola con un cinturón para que no pudiera caerse por las vibraciones que la relajaban. Sus parpados ni se movieron mientras la cubría con una manta y regresaba al sofá con Srikkanth. —Ya está acomodada. Ahora deja que me haga cargo de ti. Srikkanth se acomodó entre los brazos de Jaime, buscando el consuelo que estos podían darle. Odiaba sentirse desconsolado, pero no sabía cómo luchar esta batalla. Jamás se había enfrentado a una de este tipo. Con un suspiro, se acomodó en el abrazo de Jaime y puso su cabeza en su hombro mientras su amante tomó una manta del sofá y la colocó sobre ellos. Envuelto en la calidez y seguridad de los brazos de Jaime, Srikkanth sintió como el temor desaparecía lentamente de su corazón. Mientras estuviera entre los brazos de Jaime, podría hacer lo que fuera. Incluso enfrentar a las personas que deseaban llevarse a Sophie debido a su sexualidad. Bufó suavemente. —¿Qué? —preguntó Jaime. —Solo pensaba que la razón que me da fuerza para luchar contra estos bastardos, es el motivo por el cual lo están haciendo en primer lugar —explicó Srikkanth—. El arma que creen que pueden usar en mi contra, es en realidad mi mayor aliado. Jaime sonrió. —No nos vencerán. Servicios Sociales no se puede llevar a Sophie porque somos gay. Con tal de que cuidemos bien de ella, todo lo que pueden hacer esos bastardos es dificultarnos la existencia. Pero no pueden ganar. —Quizás no —dijo Srikkanth—, pero no quiero llevar a Sophie al parque por un tiempo. No sé dónde nos vio el denunciante, pero cuanto menos nos miren por un tiempo, mejor. Jaime no estaba seguro si esa era la mejor solución, pero lo único que podía hacer era abrazar fuertemente a Srikkanth. —Solo recuerda que no tienes que enfrentar esto, ni nada, solo. Incluso si todo lo que haces es llamarme al final para contarme lo que ha ocurrido. —Lo sé —murmuró Srikkanth—. Le dije a la trabajadora social que eras mi pareja, solo que no había nada que pudieras hacer. La palabra “pareja” llegó directo al corazón de Jaime. No novio, ni compañero de casa, ni amante, sino pareja. Ahora solo faltaba que Srikkanth se comportara como si en verdad lo creyera.

Capítulo 13

—ES UN día muy hermoso —dijo Jaime al volver a casa un día después del trabajo, dos semanas después de la visita de la trabajadora social—. Deberíamos llevar a Sophie al parque. Srikkanth había rehusado a llevar a Sophie a cualquier lado y Jaime estaba cansándose de eso. Entendía los motivos, pero sentía que esa actitud le permitía ganar a su detractor. —Hoy no —dijo Srikkanth sacudiendo la cabeza—. Quizás mañana. —Sí, pero hoy está brillando el sol y se supone que lloverá el resto de la semana. Vamos, Sri. Salgamos a caminar. —Jaime trató de persuadirlo recostando su cabeza en el hombro de Srikkanth y envolviendo la cintura de su novio con sus brazos. Srikkanth se tensó, y Jaime suspiró profundamente. Maldijo silenciosamente al vecino que había llamado a la trabajadora social. No solo Srikkanth se preocupaba de sacar a Sophie, sino que también había comenzado a evitar las manifestaciones de afecto frente a ella. —He dicho que hoy no —repitió Srikkanth, alejándose. —¿Te molesta si la saco yo entonces? —preguntó Jaime—. Creo que le vendría bien un poco de aire fresco. —¿Ahora crees que puedes cuidar mejor de ella que yo? —demandó saber Srikkanth. —Eso no era a lo que me refería —dijo Jaime pacientemente, intentando controlar su temperamento—. Simplemente pensé que todos disfrutaríamos de un paseo. —No estoy de acuerdo —dijo Srikkanth tercamente—, y no quiero que ella salga tampoco. Que la vean contigo es casi peor que si la ven conmigo. Al menos, yo soy el padre. —Oh, ¿entonces yo soy un extraño? —demandó Jaime—. ¿Un tipo cualquiera con el que duermes a quien no le importas ni tú ni ella? Esto es una mierda. Les estás dejando ganar, Srikkanth. Cada vez que rehúsas a hacer algo tan inofensivo como salir a pasear porque alguien puede no estar de acuerdo, les estás dando más poder. ¿Es esa la forma en la que quieres criar a tu hija? ¿Qué se avergüence de su padre porque no le gustan las mujeres? —¡Por supuesto que no! —respondió Srikkanth—. Eso no significa que deba

exponerla a la intolerancia sin sentido de las otras personas. —Entonces sácala al parque —insistió Jaime—. Enorgullécete de ella y de ti mismo. —No puedo —dijo Srikkanth con un tono de voz derrotado. —¿Permitirás que te devuelvan al armario? —preguntó Jaime lentamente. —Eso no es lo que está pasando, estoy protegiendo a Sophie. No estabas aquí, ¡no sabes cómo me sentí! Jaime sacudió la cabeza. —Estás regresando al armario con la cola entre las patas y me estás arrastrando contigo. No puedo controlar lo que hagas tú, pero yo no haré lo mismo. Saldré a pasear. Sin siquiera cambiarse los zapatos, Jaime se dirigió a la puerta y la cerró fuertemente al salir, tratando de calmar su frustración. Se había esmerado tanto en ser comprensivo, en entender lo que Srikkanth estaba sufriendo por la intolerancia de una persona, pero ya había luchado esa batalla una vez: lidió con su familia relativamente conservadora y sus reacciones. Estaba orgulloso de quién era y satisfecho con la vida que llevaba. Esconder lo que sentía por Srikkanth y Sophie, y negándose una vida normal, no era lo correcto, era como si invalidara todas sus luchas anteriores. Sus pies lo llevaron al parque al final de la calle donde él y Srikkanth habían tenido su primera “cita”. Se sentó en un banco, con la cabeza entre las manos mientras trataba de mirar hacia adelante. Estaba locamente enamorado de Sophie. Perderla ahora sería como perder a su propio hijo, algo que no podía ni imaginarse. Pero no podía estar con alguien que se sentía avergonzado de estar con él. Sin importar lo mucho que quisiera formar parte de la vida de Sophie, no quería vivir con el temor de que alguien los descubriera. No quería pensar que Srikkanth deseaba ese estilo de vida, pero era el que vivía ahora y Jaime no podía formar parte de eso. El pensar en ello le dolió casi tanto como pensar en despedirse de Sophie. Él y Srikkanth habían sido amigos durante años, y los últimos cuatro meses en los que lo había ayudado con Sophie, habían sido los mejores de su vida. Le dolió el pecho al recordar lo bien que se sintió acostarse en la cama de Srikkanth, sabiendo que Sophie estaba durmiendo en el dormitorio de al lado, despertar juntos a la mañana siguiente y enfrentar el día como un equipo; los dos juntos eran más fuertes que separados. Si nunca hubiera dado ese paso, si hubiera solo sido el amigo de Srikkanth que lo ayudaba con el bebé de vez en cuando, entonces habría sido más fácil despedirse ahora, pero habían roto su única regla y ahora no solo perdería la hija que siempre deseó pero sabía que jamás tendría, sino que perdería a una pareja que no se imaginó que necesitaba. Apenas habían transcurrido dos semanas desde la visita de la trabajadora social. Podía darle más tiempo a Srikkanth, ver si las cosas mejoraban, si se volvía menos precavido cuando el temor desapareciera, pero Jaime no podía garantizar que fuera a ocurrir. Romper con Srikkanth sería muy duro ahora. Pero si pasaba más tiempo con él, se enamoraría más y sería peor. Si tenía que decidir marcharse, tenía que ser ahora, cuando todavía tenía la esperanza de mantener su corazón intacto. Sus ojos se llenaron de inesperadas lágrimas. ¿Cuándo se había enamorado tanto? Trató de pensar, ubicar el momento en el que sus emociones cambiaron de ser un amigo comprensivo a algo más, pero no podía encontrar qué había pasado para que ocurriera. En vez de tener una epifanía inesperada, había sido un proceso lento. Se había sentido como si se convirtieran en una familia en el momento en el que Sophie formó parte de sus vidas; ese sentimiento había crecido hasta que se había convertido en algo demasiado grande como

para ser ignorado. No podía tenerlos a ambos, lo comprendió basándose en la pelea que habían tenido hoy. Así empezaba todo. Si dejaba que las cosas siguieran como estaban, ese resentimiento tan solo crecería y provocaría más y más discusiones. Sophie merecía algo mejor que eso. Si se marchaba ahora, no sería víctima de eso, ni siquiera recordaría a Jaime. Todos estarían mejor de esa forma. Lo sabía, pero su corazón protestaba la doble pérdida. Después de decidir, se levantó y continuó caminando, tratando de liberar el enojo y el dolor para así poder explicarle la situación a Srikkanth de la forma más calmada que le fuera posible. No quería hacer una gran escena, no quería hacer que Srikkanth se sintiera culpable, pero esta era la línea que no podía cruzar si quería ser honesto consigo mismo. Cuando Jaime llegó a casa, entró y buscó a Srikkanth, pero la sala y la cocina estaban vacías, solo la lámpara al lado del sofá le proveía un poco de iluminación. Su corazón se estremeció mientras se dirigía a la cocina y miró el plato que Srikkanth había preparado para él. Recalentó su cena y la comió en silencio, sintiendo que la distancia entre ellos se incrementaba con cada momento que pasaba. Sabía que Srikkanth estaba en casa, su coche estaba en su aparcamiento y, de vez en cuando, Jaime podía escuchar los pasos en el segundo piso, pero no quería llamar al otro hombre y hacerle saber que ya había regresado. No podía. Si lo hacía, Srikkanth bajaría y Jaime tendría que explicarle todo. Sabía que necesitaban hablar, pero no ahora. No cuando el corazón de Jaime aún estaba roto por la decisión que había tomado. Terminó de cenar, respiró profundamente y fue a su dormitorio, cerró la puerta con llave. Otra hora transcurrió antes de escuchar a Srikkanth en el primer piso, llamándolo suavemente. Jaime quería abrir la puerta e ir con él, pero una de dos cosas pasaría si así lo hacía. Srikkanth lo llamaría y Jaime no podría resistirse y continuarían la misma discusión que los hizo pelearse o Srikkanth trataría de continuar la discusión y Jaime perdería su paciencia otra vez. Ninguna opción era aceptable, así que se quedó donde estaba, apagó su lámpara para pretender que estaba dormido, a pesar de que ni siquiera eran las nueve de la noche. SRIKKANTH se le quedó mirando a la puerta desconsolado. Podía sentir que la discordia entre ellos se estaba profundizando, pero no podía resolver sus diferencias solo. Necesitaba que Jaime pusiera de su parte y la puerta cerrada no le permitía empezar. Recordó el consejo de su madre a su hermana la noche de antes de su boda: «nunca te vayas a la cama enojada con tu esposo». Srikkanth llamó nuevamente a Jaime y trató de abrir la puerta. Estaba cerrada con llave. Derrotado, subió al segundo piso, no se sentía lo suficientemente cómodo con su decisión para tratar de forzar el problema más de lo que ya lo había hecho. Desde la perspectiva de Jaime, había sido Srikkanth quien empezó este embrollo. Srikkanth lo comprendía, pero sus miedos tenían una base lógica. Alguien había amenazado a su bebé, a su familia y no podía olvidarlo simplemente porque el método que usaba para protegerlos no fuera del agrado de Jaime. Solo había tomado una llamada telefónica para hacer que la policía viniera a tocar su puerta, pero eso no significaba que no volverían si recibían otra llamada. Aunque no hubieran encontrado nada en esta oportunidad, el trauma de tener a Servicios Sociales de nuevo en sus vidas los desgastaría y separaría. Su cama vacía le hacía pensar que se había equivocado. Las sábanas frías a su lado en vez del calor del cuerpo de Jaime, hacía que sus temores se incrementaran por la

ausencia de su amante. Podría ser que una fuerza externa no fuera lo que separara a su familia. Si no encontraba la forma de resolver las cosas con Jaime, todo podría terminar. Se movió durante una hora sin poder conciliar el sueño y fue incapaz de relajarse. Se dio por vencido finalmente y entró al dormitorio de Sophie, esperando que su presencia pudiera relajarlo. Estaba tan ansiosa como él, o así parecía, ya que no paraba de moverse en la cama. La levantó y la meció con gentileza, recordando todas las noches que Jaime vino a ayudarlo mientras él se sentaba con ella entre sus brazos. Miró a la puerta, esperando ver a Jaime ahí como en muchas otras noches –desde que Nathaniel se había mudado–pero el umbral de la puerta permaneció vacío, al igual que la cama de Srikkanth. El movimiento repetitivo y el calor de Sophie en sus brazos eventualmente lo adormitaron a pesar de su tormento emocional, cuando su cabeza cayó, se despertó y se levantó con cuidado, colocando a Sophie en su cuna, pero no dejó la habitación. Su mente era un total caos y el pensar que tenía que regresar a una cama vacía no le llamaba la atención. Podía ir al primer piso y tratar de forzar a Jaime, excepto que no quería que esto fuera algo forzado. Necesitaba que Jaime quisiera esto tanto como él; desafortunadamente ese no parecía ser el caso y despertarlo después de la media noche no ayudaría. Suspirando, se dirigió a la pequeña cama que tenía en el dormitorio de Sophie, pero al pensar que había sido un regalo de Jaime y que este se había acurrucado con él mientras alimentaban a Sophie, se le quitaron los deseos de acostarse en ella. A cada lado al que miraba, los recuerdos lo seguían. Gruñendo un poco, se colocó el edredón de la cama y trató de acomodarse en la silla mecedora. SRIKKANTH no miró a Jaime a la mañana siguiente antes de que este se fuera a trabajar. El otro hombre cronometró su tiempo de manera que entró y salió a la cocina en lo que Srikkanth cambiaba el pañal de Sophie. Se marchó sin despedirse de Sophie, hecho que le dolió más que el no haberse despedido de él. Srikkanth comprendía que Jaime estuviera molesto con él. Incluso creía entender la razón, aunque no estaba listo para acceder a las demandas de Jaime. Sin embargo, Sophie no había hecho nada para enojarlo, y ella también estaba sufriendo por su discusión. Notó que la niña extrañaba a Jaime, pero todo lo que pudo prometerle es que regresaría esa noche y que aún la amaba. Su única esperanza era pensar que no mentía. Jaime regresó a casa a la hora de siempre, para alivio de Srikkanth. Una parte de él temía admitir que Jaime no volvería más. Srikkanth recibió un saludo cortante, Jaime movió la cabeza en saludo, pero le mostró su usual atención a Sophie, dándole el consuelo a Srikkanth de saber que no le había mentido a su hija. La cena fue una situación muy tensa, ningún hombre habló con el otro y toda su conversación estaba dirigida a Sophie. El estómago de Srikkanth daba vueltas porque daba la sensación de que la cena no terminaba nunca; el silencio le hizo comprender la relación tan cálida que siempre habían tenido, murió incluso antes de que hubieran empezado una relación de verdad. El que eso también se arruinara dolió más que cualquier separación anterior que había tenido. Ciertamente, nunca había iniciado una familia con sus relaciones anteriores o tenido alguna relación con un compañero de casa. Esperaba tener la oportunidad de hablar con Jaime después de que Sophie se fuera a dormir, pero cuando Jaime le dio un beso de buenas noches a su hija, no lo siguió al segundo piso, como por lo general lo hacía, para ayudarle a bañarla y a prepararla para dormir, y cuando Srikkanth regresó al primer piso, notó que Jaime se había marchado sin

dejar una nota. Srikkanth consideró esperarlo en la sala a que regresara a casa, pero no sabía a qué hora volvería y no quería parecer desesperado. Ninguno de los dos iría a trabajar mañana, así que tendría tiempo, el recuerdo de la puerta cerrada volvió, un recordatorio de que Jaime no quería verlo. Con un suspiro, subió las escaleras y trató de acomodarse en su cama. No pasaría una noche más en la silla mecedora de su hija. El cuello y la espalda le habían dolido todo el día por lo de anoche. La cama estaba tan vacía y fría como ayer y le tomó un largo rato antes de conciliar el sueño. No se despertó cuando Jaime subió por las escaleras esa noche y se quedó parado en el umbral de la puerta durante varios minutos antes de ir al dormitorio de Sophie y darle su biberón. Jaime la arrulló por un largo rato antes de que se quedara dormida, necesitaba la cercanía con ella ya que no la podía tener con su padre. Había salido a correr después de la cena, necesitaba liberarse del estrés del trabajo y del distanciamiento con Srikkanth. Había funcionado, pero también lo hizo pensar más. En el parque, se encontró con otra familia muy similar a la que pensó que estaba creando con Srikkanth. El niño era mayor, de unos cinco o seis años, pero eso solo cimentó su decisión. De hecho, se detuvo y se acercó a la pareja, se presentó y les preguntó las reacciones que su familia recibía. Los hombres le respondieron que a veces se encontraban con prejuicios, pero el estar juntos y ser una familia lo hacía valer la pena. Le habían enseñado a su hijo qué decir frente a los insultos y también a sentirse orgulloso de quién era y de sus padres. Jaime les agradeció la charla y continuó corriendo; le dolía mucho más saber que él y Srikkanth podrían tener todo eso, si tan solo el otro hombre les diera la oportunidad. Besó la frente de Sophie una última vez, la colocó en su cuna y esperó a que Srikkanth reaccionara. Se negaba a admitir que Srikkanth jamás cambiaría de opinión. A LA mañana siguiente, Srikkanth recibió el mismo saludo frío que el día anterior; nada en el comportamiento de Jaime le hizo saber de la excursión que Jaime tuvo la noche anterior. Extrañaba a Srikkanth desesperadamente, pero él no podía ceder, no si quería conservar el respeto que sentía hacia sí mismo. Podría vivir de la forma en la que Srikkanth quería durante unas cuantas semanas, incluso durante un mes o dos, pero al final comenzaría a resentirlo y el resultado sería mucho peor que ahora. Al menos, en este momento aún tenía a Sophie. Quería que eso continuara, pero no podía hacer lo que Srikkanth le pedía. No de una forma permanente. No podía forzar a Srikkanth a cambiar su manera de pensar, lo que significaba que tendría que esperar hasta que este cambiara de opinión y esperar a que no tardara mucho tiempo. Después de estos tres meses, no sabía si podría regresar a ser simplemente su compañero de casa. Y si se mudaba, perdería por completo su conexión con Sophie. Tratando de que su rostro no reflejara los deseos que sentía, se ofreció a cuidar a Sophie unas horas en lo que Srikkanth hacía unos recados. —Yo la cuido, ya que ahora no te gusta salir con ella. Srikkanth respingó al escuchar el comentario, e hizo que Jaime se sintiera mal pero no se disculpó. Srikkanth tenía que entender lo ridículo de su forma de actuar. —Necesito ir a la tienda —dijo Srikkanth—. ¿Estás seguro de que no te molesta cuidar de ella? —¿Cuando me ha molestado cuidar de ella? —preguntó Jaime mordazmente, tratando de no sentirse ofendido de que Srikkanth pensara que el cambio en su relación afectaría su comportamiento con Sophie—. Ella no fue la que me enfadó.

—Acerca de eso… —Sabes cuál es mi punto de vista —interrumpió Jaime. No quería que discutieran nuevamente—. Ve a la compra y lo que sea que necesites hacer. Sophie y yo estaremos bien mientras no estás. No le dio la oportunidad a Srikkanth de discutir del tema. Simplemente levantó a Sophie y se dirigió a su dormitorio, cerrando la puerta para terminar la conversación. Cuando escuchó que la puerta principal se había cerrado, llevó a Sophie de regreso a la sala, levantó algunos juguetes y se acomodó con ella en el suelo sobre una manta, comenzó a mover su sonajero favorito frente ella. Sophie sonrió y balbuceó mientras trataba de alcanzarlo, sus pequeños brazos se movían al intentar coordinar sus ojos y dedos. —Qué terco es tu papá —aseguró después de un momento. La niña parpadeó y lo miró con sus enormes ojos—. ¿Durante cuánto tiempo planea pretender que quiere vivir así, sin que nos hablemos y contigo en el centro? —continuó Jaime—. Tú sabes que no deseo esto. Quiero que las cosas regresen a como eran antes de la visita de la trabajadora social, antes de que el prejuicio de una sola persona hiciera que tu padre se escondiera de nuevo. No puedo hacerlo cambiar, así que tengo que ser paciente. No importa lo que ocurra, quiero que recuerdes que te amo. SRIKKANTH regresó a casa solo para encontrar lo más bello que jamás había visto. Instintivamente, comenzó a caminar hacia Jaime y Sophie, esperando unírseles, ser parte de la familia perfecta, pero en el momento en el que Jaime lo escuchó, se puso de pie y le cedió su espacio a Srikkanth. —Jaime… —Gracias por dejarme cuidar de ella —interrumpió Jaime, no permitiendo hablar a Srikkanth. Sabía lo que este quería pedirle, pero no podía hacerlo. No podía jugar a las casitas con Srikkanth y Sophie mientras este no estuviera dispuesto a llevar su relación más allá de las cuatro paredes de esta casa. —No tienes que marcharte —insistió Srikkanth. Jaime sonrió con tristeza. —Sí, sí tengo. No voy a pretender, Sri. No puedo, lo siento.

Capítulo 14

EL LUNES era el día más largo de la semana, concluyó Srikkanth mientras conducía de vuelta a casa. Había logrado salir temprano y aun así le había parecido interminable. Con un suspiro de alivio, aparcó y caminó hacia la entrada, esperando escuchar la voz de Jaime y la risa de su hija. No quería perturbar a su hija si esta ya estaba durmiendo. Fue recibido por silencio en el momento en que abrió la puerta. Subió al segundo piso para mirar el interior del dormitorio de Sophie, pero su cuna estaba vacía. Frunció el ceño, dejó su maletín y se dirigió al dormitorio de Jaime en el primer piso. También estaba vacío. El corazón se le encogió en el pecho. Se dijo a sí mismo que Jaime había sacado a Sophie a dar una vuelta, pero eso no disminuyó los latidos de su corazón mientras corría en dirección a la ventana. El coche de Jaime estaba en su lugar, pero eso podía significar que había ido a pie o que alguien más había conducido. Se imaginó que la trabajadora social y la policía habían vuelto y se habían llevado a Sophie y Jaime. Tomó su móvil y marcó el número de Jaime. El teléfono timbró en el primer piso. Su estómago daba vueltas al pensar dónde podría estar Jaime, que no se había llevado su móvil. Srikkanth buscó sus llaves en su bolsillo. Conduciría por el vecindario un rato para ver si podía encontrarlos y si no, comenzaría a hacer llamadas. No tenía ni idea a donde empezaría a llamar, pero lo descubriría. Srikkanth condujo alrededor del la zona residencial, pensando que Jaime probablemente había salido a respirar aire fresco, pero no pudo encontrarlos. Circuló el vecindario y luego las calles aledañas, condujo más lento de lo usual mientras buscaba a su familia. Los encontró unos veinte minutos más tarde –los veinte minutos más largos de su vida– en un parque cercano. Jaime sostenía a Sophie, sentado en un banco con otro hombre, mientras un tercero jugaba a atrapar la pelota con un chico en edad escolar. Se le formó un nudo en el estómago por los celos, hasta que vio que el chico salió corriendo a los brazos del hombre que estaba sentado con Jaime y lo abrazó. El otro hombre se acercó también y le dio un beso a su pareja. Srikkanth dejó escapar la respiración que no sabía que había estado conteniendo. Su corazón ahora latía con fuerza por una razón completamente distinta.

Dejando a Sophie y Jaime para que volvieran de su paseo, condujo lentamente a su casa. Los pensamientos le daban vueltas en la cabeza. Se sentó en la mesa de la cocina, recostó su barbilla sobre sus manos y trató de analizarlo todo y hacerlo casar en su lugar. No pudo. No podía porque ahora tenía una pieza extra, una que no esperaba, que no había identificado hasta ahora y que lo cambiaba todo. Se había acostumbrado a pensar en solo él y Sophie como un equipo y en los planes que tenía para su futuro. Aún quería eso, pero ver a Jaime hablar con el hombre en el parque le hizo darse cuenta de otra cosa. Estaba enamorado de Jaime. Y eso lo cambiaba todo. Con ese factor en mente, comenzó a reconsiderar su posición. Jaime le había dejado en claro sus expectativas. Srikkanth no sabía si su compañero de casa –no, su amante–, sentía lo mismo que él, pero haría todo lo posible para recuperarlo. Si no encontraban un punto intermedio, no tendrían ninguna oportunidad. Eso significaba enfrentar sus temores y encontrar la forma de mantenerlos bajo control. Había lidiado con los prejuicios antes, tanto por su raza como por su sexualidad. Había aprendido a lidiar con ellos, ya fuera ignorándolos o luchando contra ellos, pero esta vez Sophie también estaba amenazada y sus instintos protectores habían tomado el control, haciéndole esconderse para proteger a su hija. No creía que ningún padre cuestionaría su reacción instintiva, pero Jaime también tenía razón. No podían vivir así. Sophie necesitaba salir e involucrarse con otras personas. Necesitaba crecer sin temores y creer que sus padres estaban tan orgullosos de sí mismos como de ella. Esperó no haber perdido su oportunidad con Jaime y tenía que encontrar una forma de convencerlo de que hicieran una vida juntos los tres. Cuando Jaime y Sophie regresaron a casa, unos treinta minutos después que él, no se había movido de su lugar. —Llegaste temprano a casa —comentó Jaime lentamente. No estaba seguro de cómo reaccionaría Srikkanth al enterarse que había salido con Sophie. —Extrañaba… —comenzó Srikkanth como forma de explicación—, a ambos. —Sri… —No, no me interrumpas esta vez, —insistió Srikkanth—. Lo lamento. Dejé que el temor se inmiscuyera en lo que es importante para mí y eso no fue justo ni para ti ni para Sophie. Jaime asintió lentamente, su corazón comenzó a latir con más fuerza al escuchar las palabras de Srikkanth. —Cenemos y pondré a Sophie a dormir. Después charlaremos, ¿de acuerdo? —Pero no huyas de mí otra vez —presionó Srikkanth—. Estos últimos dos días has huido cada vez que he intentado hablar contigo. —Hablaremos después de cenar —repitió Jaime. No quería comenzar con esto ahora. Sospechó que no sería una conversación corta o sencilla y preferiría esperar hasta que pudieran hablar el tiempo necesario sin ser interrumpidos. Srikkanth cedió y dejó que Jaime regresara su atención a Sophie mientras preparaban la cena y comían. Más tarde, Jaime estuvo tentado a seguir a Srikkanth al segundo piso para el baño de Sophie, pero todavía no habían resuelto nada entre ellos, así que no quería sacar conclusiones apresuradas. Si la conversación tomaba el ritmo que esperaba, regresaría con ellos pronto, quizás esta noche. Si no… Por mucho que no quisiera

pensar en el “si no”, sabía que tenía que aceptar esa posibilidad y protegerse a sí mismo del dolor como le fuera posible. Besó con ternura la frente de Sophie y le dijo que la amaba antes de que Srikkanth se la llevara al segundo piso. Por ahora, eso bastaría. Srikkanth regresó una hora más tarde, se mordió el labio y ese gesto hizo que Jaime quisiera acercarse y besar el músculo. Se contuvo al pensar que necesitaban hablar y arreglar todo entre ellos. —¿Querías hablar? —preguntó Jaime. Srikkanth asintió, tomando asiento en el sofá al lado de Jaime. —Quiero que me des otra oportunidad —dijo—. Te extraño, y Sophie también lo hace. —Esto no debe ser solo por Sophie —dijo Jaime sacudiendo la cabeza—. La amo y eso jamás cambiará, pero no podemos estar juntos porque necesitas ayuda con ella. Eso no es justo para nosotros. —Lo sé —dijo Srikkanth—. No me refería a eso. Pero aunque esto no gire alrededor de Sophie, sea lo que sea que decidamos la afectará a ella también y no podemos olvidarlo. —¿Entonces a qué te refieres? Srikkanth respiró profundamente. —No quiero perderte, quiero que estemos juntos y que seamos una pareja. —Eso no es lo que has dicho desde la visita de la trabajadora social —le recordó Jaime—. No fue lo que me dijiste el viernes por la noche. —Lo sé —dijo Srikkanth—, y esos temores no desaparecerán de la noche a la mañana, pero encontraré una forma de combatirlos, si tan solo me das otra oportunidad. —No seré un prisionero en mi propia casa —le advirtió Jaime—. No puedo vivir así. Si hacemos esto, quiero que seamos una pareja normal. Saldremos a comer, iremos juntos al parque o a la tienda en vez de quedarnos aquí ocultándonos como si hubiéramos hecho algo incorrecto. Srikkanth tragó fuertemente, recordándose a sí mismo que otras parejas de homosexuales lograban llevar vidas normales. Hasta la fecha él había tenido una vida normal, antes de aquella inesperada visita, y además quería que Sophie estuviera tan orgullosa de él como él lo estaba de ella. —¿Podemos empezar con pasos pequeños? —preguntó—. Quiero que tengamos una vida normal, pero el temor no desaparecerá solo porque yo lo deseo. —Con tal de que lo intentes —acordó Jaime—. Solo puedo imaginarme lo difícil que debió ser para ti, pero le estás permitiendo a esos perdedores que ganen sin defenderte, sin vivir tu vida al máximo. Podrán llamar cuántas veces quieran, Sophie no está siendo abusada. No estamos siendo negligentes con ella. Es amada y le damos lo mejor que podemos. Tiene su propio dormitorio, suficiente comida y dos personas que se dedican a ella. El que sea que llamó, puede hacerlo cuántas veces quiera. Nadie nos va a quitar a Sophie solo porque somos gais. Tendríamos que hacer algo para lastimarla antes que eso pase. —Lo sé —dijo Srikkanth—. La trabajadora social dijo que no le importaba si éramos gais mientras cuidáramos apropiadamente de Sophie. No estoy listo para recibir visitas seguidas de policías en la casa porque un bastardo con prejuicios continúa llamándolos, pero no es justo para Sophie ni para nosotros que permita que ese miedo no nos permita salir. —¿Nos? —repitió Jaime. El corazón comenzó a latirle con ilusión.

—Si me aceptas nuevamente —dijo Srikkanth tímidamente—. Con miedo y todo. —Todos tenemos temores —le aseguró Jaime—. Es la forma en la que lidiamos con ellos la que cuenta. —Dejé que el hecho de que Sophie estuviera amenazada me hiciera olvidar la forma en la que se puede lidiar con los comentarios de las personas con prejuicios —explicó Srikkanth—. Si no la protejo, ¿quién lo hará? —Nosotros lo haremos —le recordó Jaime—. Lo dijiste la primera noche. Somos más fuertes juntos y mejores que todo lo que nos puedan hacer. Quisiera saber quién hizo esa llamada. Esa viejecilla del otro lado del estacionamiento siempre me hace caras cuando me mira. Srikkanth sacudió la cabeza. —No creo que haya sido ella. Cuando fui de compras ayer, estaba paseando a su perro y me preguntó cómo estaba mi dulce nenita y se preguntaba por qué no la había visto desde hacía algún tiempo. Le dije que tal vez nos habíamos cruzado y dijo que llevara a Sophie de visita uno de estos días. No sabía que podía sonreír hasta la primera vez que la vi con Sophie. —Quizás fue… —Ni lo digas —interrumpió Srikkanth—. Esta conversación es tan productiva como cuando me escondí. No sabemos quien fue y no lo haremos a menos que se nos acerque y lo confiese. Pasar el tiempo especulando quien puede odiarnos lo suficiente como para hacer una llamada así, es tan malo como ocultarnos aquí. También los estamos dejando ganar. —Has pensado mucho desde el viernes —observó Jaime. —Sí —comentó Srikkanth—, pero más que nada ha sido en esta última hora. Vine a casa temprano y entré en pánico. Te vi en el parque con los otros sujetos. —Paul y Jay —dijo Jaime—. Viven a unas cuantas manzanas de aquí con su hijo Kyle. Me los he topado en el parque en un par de ocasiones. Han estado juntos los últimos diez años y adoptaron a Kyle hace seis años cuando aún era un bebé. Me dijeron que hay un lugar donde nos pueden ayudar, si algún día lo necesitamos. Hay un centro familiar LGBT en el pueblo. Sabía acerca de la Cámara de Comercio Gay, pero supongo que jamás me molesté en investigar porque no soy un activista, pero me dijeron que han ayudado a muchas parejas a ganar batallas de custodia. —Eso ayuda —dijo Srikkanth. Y lo hacía, de alguna forma. Apreciaba el hecho de no tener que luchar solo contra esos imbéciles si las cosas llegaban al punto en el cual tendría que luchar por Sophie. Tenía una mayor ventaja que las parejas que habían adoptado, por su vínculo biológico con Sophie, pero eso no era garantía. Saber que existían recursos para ayudarle le dieron el último empujón que necesitaba para tomar la mano de Jaime—. Me he sentido miserable estos últimos dos días sin ti. No porque necesitaba ayuda con Sophie, sino porque te echaba de menos. ¿Podemos intentarlo otra vez, sin que me comporte como un idiota esta vez? —Las personas se comportan como idiotas todo el tiempo —dijo Jaime riendo suavemente, y apretó la mano de Srikkanth—. El punto no es si lo somos, sino cómo haremos funcionar las cosas cuando nos comportamos así. —Me matas —protestó Srikkanth—. ¿Podrías darme una segunda oportunidad? Jaime sonrió y asintió, acercando a Srikkanth para poder cerrar el trato con un beso. Su intención era darle un rápido beso, pero no había tomado en cuenta que tenían tres días de emoción y deseo acumulados.

El momento en el que sus labios se tocaron, todo pensamiento despareció, excepto el que le dedicaban a su compañero y el nuevo y frágil vínculo que este beso confirmaba. El aliento de Srikkanth era tibio y acarició los labios de Jaime; un temblor recorrió su cuerpo. Su lengua humedeció sus labios, solo para ser succionada por la boca de Srikkanth. Gimió suavemente, la sensación era más excitante que lo usual debido a la tensión que había provocado estos tres días de abstinencia. Se acercó a Srikkanth, relajó la mano con la que se había aferrado a su novio y deslizó sus brazos alrededor de la cintura del otro hombre. Srikkanth se movió ansiosamente para recibir el abrazo, separándose con un ligero murmuro: —Dios, como te he extrañado. —Yo también, —respondió Jaime, ya no arriesgaba nada al admitirlo—. No dormí bien en todo el tiempo que estuve solo allá abajo. Me he acostumbrado a dormir a tu lado. —Yo me he quedado dormido en la mecedora de Sophie —admitió Srikkanth sonriendo—. Si estás dispuesto, me encantaría uno de tus maravillosos masajes. Jaime sonrió. —Entonces vamos a arriba. Estaremos más cómodos en la cama; no te molesta, ¿verdad? —¿Molestarme? —repitió Srikkanth—. Nunca he querido algo tanto como que estés en mi cama. —Lo recordaré —prometió Jaime, levantándose y haciendo que Srikkanth hiciera lo mismo—. Vamos, tu cama nos espera. Srikkanth lo guió a su dormitorio y envolvió a Jaime entre sus brazos al pasar por el umbral de la puerta. —Pongamos una nueva regla —dijo, acercándose a besar a Jaime—. No nos iremos a la cama enojados, incluso si nos quedamos despiertos toda la noche resolviéndolo, ¿de acuerdo? No quiero sufrir otro fin de semana como este. —Trato hecho. —A Jaime no le molestaba la idea de que podrían tener otras peleas. Sus padres discutían todo el tiempo, pero su matrimonio era tan sólido que jamás se cuestionaban si no podrían resolver sus problemas. Quería tener esa misma clase de relación con Srikkanth—. Convertiremos mi dormitorio en una sala de juegos para Sophie. De esa forma no tendremos a donde ir a dormir, más que a la misma cama. ¿Qué te parece? —Me parece perfecto —dijo Srikkanth con una sonrisa lo suficientemente brillante como para iluminar el día más gris. Ciertamente iluminó el corazón de Jaime. —Bien, moveremos las cosas más pequeñas por las tardes y el domingo, que es nuestro día libre, los muebles —declaró Jaime—, pero me pediste un masaje. —Empujó a Srikkanth en dirección a la cama—. Quítate la camisa y acuéstate. Srikkanth le mostró una sonrisa coqueta y se quitó la corbata, la lanzó en dirección a Jaime y comenzó a desabotonarse la camisa. Jaime lo miró en silencio, esperando el momento ideal para atacar. Centímetro a centímetro la piel color caoba fue descubierta, tentándolo a acariciar, pero se contuvo hasta que Srikkanth se deslizó la camisa por los brazos. Jaime atacó, atrapó la camisa y la usó para inmovilizar los brazos de Srikkanth mientras lo besaba con fuerza, arremetiendo contra esa cavidad con todo el deseo acumulado. Le daría a Srikkanth el masaje que le prometió, pero lo haría después de besarlo todo el tiempo que le diera la gana. Srikkanth echó hacia atrás la cabeza y fue sostenido por uno de los poderosos brazos de Jaime mientras se relajaba al recibir el beso apasionado. Jaime nunca había tomado el control como en esta oportunidad y había excitado desmesuradamente a

Srikkanth. Le entregó su boca a Jaime, disfrutando de la fuerza del otro hombre. Podía confiar en Jaime, podía depender de él cada vez que Srikkanth lo necesitara. En ese momento estaba completamente seguro de que haría lo que fuera que Jaime le pidiera a cambio de otro beso. Deseaba tener libres las manos para poder enredar sus dedos en el grueso cabello de Jaime, pero estaban inmovilizadas en su espalda por la camisa. Se movió un poco para poder acercarse, pero Jaime no se lo permitió. Srikkanth quería decirle a Jaime que no trataba de alejarse, pero no deseaba romper el beso para hablar. Dejaría que las acciones hablaran por él, así que comenzó a frotarse contra él de la mejor forma que pudo. —Cielos, podría comerte entero —murmuró Jaime, rompiendo el beso y llevando a Srikkanth a la cama. —Maldición, sí —gruñó Srikkanth—. Lo que sea. Lo que desees. El pene de Jaime saltó en el interior de sus pantalones al recibir la decadente oferta, pero ignoró las imágenes que saltaron en su mente. No dudaba la sinceridad de Srikkanth, pero no quería que la primera vez que tuvieran sexo fuera por una reconciliación. Quería que fuera una seducción lenta y dulce, así que esta noche solo le daría a Srikkanth lo que le prometió, un masaje y dormirse a su lado. —Lo que quiero esta noche es relajar los músculos de tu espalda, dormirme a tu lado y saber que no estoy solo. Srikkanth le mostró una mirada de incredulidad, pero Jaime le ordenó que se diera la vuelta. Srikkanth se quitó la camisa y se giró sobre su estómago como se le ordenó. Jaime se acomodó sobre la cama, colocó sus piernas a cada lado de las caderas de Srikkanth e ignoró el deseo en su entrepierna. El calor de esa piel oscura lo sorprendió cuando movió sus palmas sobre los hombros de Srikkanth, masajeando gentilmente, la fuerza de sus movimientos se incrementó gradualmente hasta que su pareja se relajó por completo. Bajó por la espalda de Srikkanth y llegó a su cintura, mientras sus manos le acariciaban la espalda. Ignoró la tentación de descender; en su lugar regresó a los hombros. Presionó un dulce beso en cada uno antes de girarse y acurrucarse al lado de Srikkanth. —¿Te sientes mejor? —Me sentiría mejor si me follaras —se quejó Srikkanth. —Ya llegaremos a eso —aseguró Jaime—, pero solo cuando los dos estemos listos para tomar ese paso. Esta noche, yo no estoy listo. —Pero pensé que ya no estabas molesto conmigo. —No lo estoy, —dijo Jaime—, pero no tuvimos sexo antes de nuestra pelea el viernes, así que no es que te esté negando algo a lo que ya te habías acostumbrado. El hacer el amor es algo especial, Sri. Podría decirse que incluso es algo sagrado y el no tomarlo de esa forma puede arruinar las cosas entre ambos. Ya hemos tenido muchos problemas. Cerciorémonos de que esto es lo que deseamos antes de arruinar nuestra relación.

Capítulo 15

SRIKKANTH no pudo evitar su reacción cuando escuchó que tocaban al timbre, aunque le había prometido a Jaime que superaría sus temores. Había vencido la mayoría, ya había salido al parque con Sophie y Jaime en varias ocasiones, pero el escuchar el timbre cuando no esperaba a nadie, le hacía recordar lo que había ocurrido hacía casi tres meses. Al abrir la puerta, una mujer hispana estaba parada frente a él. —Hola, Srikkanth. No te has arreglado todavía, ¿acaso Jaime no te dijo que vendría? —Jaime no ha regresado de trabajar todavía—dijo Srikkanth, el temor había sido reemplazado inmediatamente por los celos al tratar de averiguar quién era esta mujer y como era que sabía el nombre de Jaime. Su novio nunca le había dicho que fuera bi, pero eso no garantizaba nada—.¿Qué ocurre? La chica hizo un gesto de molestia. —Soy Juana, la hermana menor de Jaime. Me pidió que cuidara de Sophie para que ustedes puedan salir a algún lugar bonito sin tener que preocuparse de su hija. Muéstrame el lugar, ¿sí? Así podré saber dónde se encuentra todo lo que necesitaré. Srikkanth sonrió a pesar de su confusión. Jaime obviamente había hecho esto para sorprenderlo, para que tuvieran una “verdadera” cita, aparte de sus salidas familiares. Esperaba que eso significara que Jaime estaba listo para dar ese paso final y que hicieran algo más que masturbarse mutuamente antes de acurrucarse en la cama. Lo que fuera que significara, se aprovecharía de la situación. No había ido a un restaurante de cuatro estrellas o a bailar desde que Sophie nació. No la cambiaría por nada, pero con la oportunidad frente a él, se dio cuenta de que se había perdido algunos pequeños lujos que siempre había dado por sentados. Srikkanth se hizo a un lado para que Juana pudiera pasar —Y, ¿no te dijo a dónde planea llevarme? —Bueno… —titubeó Juana. —No me lo digas si se supone que es una sorpresa —dijo Srikkanth—. Solo dime qué debería ponerme. Juana sonrió. —Corbata. Ahora muéstrame donde está todo y luego puedes ir a arreglarte. Me haré cargo de Sophie. Srikkanth le dio un pequeño recorrido del primer piso, le mostró donde estaban los

biberones y la leche y le indicó las cantidades correctas para mezclar. Le señaló donde estaba el corral, la silla del bebé y la manta que colocaban en el suelo cuando jugaban con Sophie. La llevó al segundo piso, abrió la puerta del dormitorio justo para escuchar a Sophie levantarse. —Yo me encargo —insistió Juana—. Ve a tomar una ducha, cámbiate de ropa y haz lo que sea que los hombres gay hacen para su primera cita. Srikkanth titubeó. —Solo llorará más fuerte si te mira —dijo Juana—. Ve, he cuidado de mis sobrinos y sobrinas durante años. Sé lo que hago. Se dejó convencer y se retiró a su habitación mientras Juana entraba en el dormitorio del bebé. Esperó el grito con el que la niña usualmente reaccionaba frente a un extraño, pero no ocurrió. Relajándose, se metió en el baño y se dio una ducha, asegurándose de que todo estuviera bien limpio en caso de que esta noche fuera todo un éxito. Al finalizar su ducha, se vistió con un bóxer y miró a su ropero desconcertado. —Ponte los pantalones negros y la camisa marrón que tu madre te dio para tu cumpleaños del año pasado. Srikkanth se dio la vuelta y miró a Jaime a los ojos, ojos oscuros que estaban llenos de deseo. —No me dijiste que le habías hablado a tu familia sobre nosotros —dijo Srikkanth con voz ronca. Ni siquiera intentó detener su reacción al ver la expresión de Jaime. Jaime hizo un gesto de dolor. —No, a mi familia no. Solo a Juana. Ella fue la que estuvo menos consternada cuando salí del armario. Supuse que ella podría manejarlo mejor cuando le conté lo de Sophie. Además, le encanta cuidar de los niños. —¿A dónde vamos? —preguntó Srikkanth mientras sacaba la ropa que Jaime había pedido. Jaime sacudió la cabeza. —Es una sorpresa, pero te prometo que te gustará y te aseguro que Sophie estará en buenas manos. —Ni si quiera ha llorado cuando la cargó Juana en vez de yo —admitió Srikkanth, comenzando a vestirse—. ¿Necesitas ducharte? —No, solo me pondré algo mejor que la ropa de trabajo y podremos irnos en cuanto estés listo —respondió Jaime. Srikkanth se abotonó la camisa. —Estoy listo. ¿Estás seguro de que no debería usar una camisa distinta para poder usar una corbata? Jaime miró la apariencia de Srikkanth. —Puedes usar una si quieres, pero me gusta más como estás. Hace que me imagine quitándote la camisa un botón a la vez. —Entonces no usaré corbata —dijo Srikkanth—. Arréglate, que yo ya estoy listo. Jaime comentó que solo llevaba calcetines en los pies. Srikkanth nunca había insistido que sus compañeros de casa o invitados se guiaran por la costumbre hindú de quitarse los zapatos en la puerta, pero él jamás usó zapatos o pantuflas en la casa. Jaime tomó un par de pantalones y una camisa más fina de las que por lo general usaba para ir a trabajar y se fue al baño a arreglarse antes de que salieran. Esperó salir lo

suficientemente temprano del trabajo para ducharse, pero si lo hacía ahora no llegarían a tiempo. Tenía una reserva y no quería perder su mesa. Se tuvo que conformar con lavarse la cara y usar una toalla húmeda en su pecho y entrepierna para deshacerse del sudor del día, y luego se cambió de ropa. También se dejó abierto el collar de la camisa y tomó una chaqueta de vestir de su armario optando por algo más formal que su camisa. —¿Estás seguro de que no debería ir a cambiarme? —preguntó Srikkanth cuando vio la chaqueta en la mano de Jaime. —Estoy seguro —dijo Jaime, dándole un beso—. El tejido de esa camisa la hace lucir mucho más formal que lo que yo llevo puesto. Y como dije, quiero imaginarme como abriría cada botón de esa camisa. Vamos, que llegaremos tarde. Srikkanth siguió a Jaime por las escaleras. Se detuvieron en la base para ver a Juana y Sophie jugar en la manta en el suelo. —Los teléfonos de emergencia están apuntados en un papel en el refrigerador —le dijo a Juana—. El consultorio del pediatra, el Centro de Control de Envenenamiento y mi número. —Sri… —lo regañó Jaime. —Gracias por decírmelo —interrumpió Juana, lanzándole una mirada hostil a su hermano—. Siempre es bueno tener esa información. Tengo el número de móvil de Jaime, si necesito algo me pondré en contacto con ustedes. Vayan a divertirse y no se preocupen por nada. Sophie y yo nos divertiremos juntas hasta que regresen. —Por lo general se duerme alrededor de las nueve —advirtió Srikkanth. —Me aseguraré de que esté en su cama a esa hora —prometió Juana—. Vamos, disfruten de su velada. Srikkanth se puso los zapatos y siguió a Jaime al coche. —¿A dónde vamos? —Lo descubrirás cuando lleguemos allí —dijo Jaime sacudiendo la cabeza—. Solo relájate y disfruta de esta noche. Allí resultó siendo un restaurante de comida japonesa local, de carne asada y hibachi a la parrilla. Llegaron justo a tiempo y fueron llevados a su mesa. Jaime ordenó bebidas para ambos, ignorando la protesta de Srikkanth. —Esta es nuestra primera cita sin Sophie. Déjame hacer bien las cosas. —¿Qué te parece si mejor hacemos las cosas bien entre los dos? —propuso Srikkanth, intentando olvidarse de que estaba lejos de Sophie. Jaime no habría planeado esta cita si Juana no fuera perfectamente capaz de cuidar del bebé unas cuantas horas, lo que significaba que podía relajarse y disfrutar del tiempo con su novio. Jaime sonrió mientras la camarera les enseñaba el menú y las distintas opciones para su cena, luego movió su mano para encontrar la de Srikkanth debajo de la mesa. No estaba seguro de cuál sería la reacción del otro hombre, pero Srikkanth simplemente giró su mano y entrelazó sus dedos con los suyos. Miraron el menú mientras la camarera les llevaba su saque y tomó sus órdenes para una ensalada. —¿Qué vas a comer? —preguntó Srikkanth después de un momento. —No puedo decidirme entre el pollo teriaca y los camarones —respondió Jaime. Srikkanth sonrió. —Esas también eran mis opciones. Tú pide uno y yo el otro, así podremos compartir. —Sabía que había una razón por la me gustas —bromeó Jaime sonriendo—. Espero

que no te moleste que haya escogido un lugar así en vez de algo más lujoso. —Claro que no me molesta —dijo Srikkanth—. Esto es divertido. Tenemos mucha privacidad en casa y es agradable salir a algún lado. Sorbieron de sus bebidas hasta que la camarera regresó con sus ensaladas y tomó sus órdenes. Rieron mientras trataban de comer con palillos, pero se negaron a rendirse y a comer con tenedores como muchas otras personas a su alrededor. Cuando el chef hibachi llegó, estuvieron muy ocupados riendo y aplaudiendo para preocuparse por comer algo. Cuando el show finalmente terminó y su cena llegó, Srikkanth miró a Jaime, sus ojos se enfocaron únicamente en él y le mostró una enorme sonrisa. —Gracias —dijo, ofreciéndole un bocado de camarón con sus palillos—. Necesitaba algo así. Jaime se acercó y tomó el bocado de la mano de Srikkanth. —Malditos maricas. Jaime y Srikkanth se volvieron rápidamente, pero no estaban seguros de cuál de los otros hombres de esa mesa había hablado. Srikkanth pudo sentir como el corazón le latía con fuerza al pensar en cualquier tipo de confrontación. Apenas pudo contener el impulso que sintió de alejarse de Jaime, recordándose a sí mismo que antes de que Sophie naciera, nunca se había avergonzado de ser gay. Sus temores habían nacido por la amenaza de perderla y no porque pensara que estaba haciendo algo mal. —¿Sabe? Algunos estamos tratando de disfrutar de nuestra cena —dijo fríamente la mujer que estaba justo al lado de Jaime, dirigiéndose al hombre del otro lado de la mesa—, incluyendo estos caballeros. Así que mejor resérvese sus opiniones y su lenguaje ofensivo. Pareció que el hombre tuvo el deseo de protestar otra vez, pero su acompañante le tiró del brazo y lo distrajo. Srikkanth suspiró lleno de alivio y regresó su atención a la comida. —¿Estás bien? —murmuró Jaime. —Sí —dijo Srikkanth, mordiendo de su camarón. Consciente de la mujer que estaba al lado de Jaime, bajó el tono de su voz y se acercó para que solo Jaime pudiera escucharlo. Ignoró las miradas que su cercanía causó—. Me niego a dejar que imbéciles como ese arruinen nuestra cita. Jaime lo miró con escepticismo, pero Srikkanth sonrió y asintió. —¿Qué tal está tu pollo? —preguntó Srikkanth, deliberadamente cambiando de tema. —Bien, —respondió Jaime, un poco sorprendido de que Srikkanth hubiera lidiado con el comentario de una forma tan positiva, pero no quería tocar el tema nuevamente, ya que solo le añadiría combustible al fuego. No le vio sentido arruinar la cena de todos solo porque una persona en su mesa era un patán homofóbico—. Prueba. Srikkanth volvió a ver al hombre al otro lado de la mesa que los continuaba mirando con odio y decidió que no quería cambiar la forma en la que él y Jaime estaban actuando. El hombre no podía hacer nada más que mirarlos y hacer comentarios desagradables en el restaurante, además ese tipo de personas no eran más que molestos. Sophie no estaba con ellos y no habían comenzado a sacar fotos de su bebé, así que el hombre no tenía idea de su existencia. Mientras nadie pudiera tocarla, simples comentarios no afectarían a Srikkanth de ninguna manera. Con una sonrisa para Jaime, abrió la boca. —Déjame probar. El idiota, como Srikkanth había comenzado a denominarlo mentalmente, mantuvo la cara enfurruñada durante el resto de la comida, pero no dijo nada más y se fue tan pronto

como él y su acompañante terminaron de comer. Srikkanth y Jaime se quedaron disfrutando de su cena y postre, compartiendo un Martini de chocolate y una enorme piña. Cuando la mujer al lado de Jaime, la cual los había defendido estaba por marcharse, se acercó y dijo en voz baja. —Ustedes dos me dan esperanza. Mi hijo es gay, pero todavía es joven y descuidado. Me gustaría verlo en una relación algún día, como la que tienen. Le agradecieron, sin saber qué decirle. Cuando se marchó, Jaime le sonrió a Srikkanth. —Creo que me gusta ser un buen ejemplo de lo que los demás quieren para sus hijos. Estaban solos en la mesa, así que Srikkanth no titubeó en darle un beso a Jaime. —A mí también. ¿Estás listo para irte a casa? —Todavía no —dijo Jaime sacudiendo la cabeza—. Nuestra cita aún no ha terminado. Srikkanth abrió la boca para preguntar por Sophie, pero dejó esa preocupación de lado por el momento. Seguramente Jaime le había dicho a Juana cuánto tiempo estarían fuera. Si había aceptado eso, entonces lo único que podía hacer era disfrutar de la cita con Jaime. Jaime pagó, negándose por completo a permitir que Srikkanth viera la factura. Insistió que él había invitado. —Solo si me dejas pagar la próxima vez —dijo Srikkanth firmemente. —Dame tiempo y lo haremos de nuevo —prometió Jaime. Srikkanth se contuvo de citarlo el próximo viernes ya que no tenía una niñera como Jaime. Se preguntaba si Juana le ayudaría si era él quien la llamaba. Tendría que asegurarse de tener su número antes de que se marchara para poder darle otra sorpresa a Jaime. —Estás perdido en tus pensamientos —bromeó Jaime mientras la camarera regresaba con el comprobante para que lo firmara. Srikkanth dio un respingo. —Lo siento, trataba de pensar en todos los detalles que necesito hacer, para ver si puedo sorprenderte algún día. —Los bebés complican las cosas —dijo Jaime—. Vamos, quiero ir a bailar contigo. Jaime los llevó al club más popular del pueblo, uno que se decía toleraba las parejas de distintas orientaciones sexuales. Srikkanth lo había visitado un par de veces, pero no recientemente. No era del tipo de hombre que salía a un club para buscar una cita y había pasado un buen tiempo antes de que tuviera un novio con el cual salir. Apenas si podía creer que tenía uno ahora. El hombre de seguridad apostado en la entrada revisó sus identificaciones al entrar, pero ni siquiera prestó atención al brazo que Jaime tenía alrededor de la cintura de Srikkanth. Jaime los hizo pasar, sin molestarse en buscar una mesa. No estaban ahí para beber. Querían bailar. Mantuvo su brazo firmemente alrededor de la cintura de Sri y guió a su novio a la pista de baile. —¿Bailas conmigo? Srikkanth sonrió. —Si no te molestan mis dos pies izquierdos… Jaime comenzó a moverse al ritmo de la música, era una canción lenta. Srikkanth se relajó en sus brazos y le permitió guiarlo. Sus cuerpos se movieron con familiaridad, hecho que quitó cualquier momento incómodo en la pista de baile. No pasó mucho tiempo antes

de que Srikkanth enterrara su cabeza en la curvatura del cuello de Jaime, sus labios acariciando la suave piel, disfrutando del aroma y de la libertad de bailar tan cerca. La música cambió, pero Srikkanth no se alejó a pesar de que la canción era más movida y Jaime tampoco lo hizo; no querían arruinar la cercanía que tenían. Si Srikkanth quería bailar, Jaime no le diría que no, pero por ahora se quedaron como estaban. Estaba más interesado en el contacto del cuerpo de Srikkanth que en bailar. El resto del mundo dejó de existir, estaban totalmente absortos el uno con el otro. Las manos de Jaime se deslizaron por la espalda de Srikkanth, sintiendo el calor de su piel sobre su camisa de seda. Srikkanth devolvió la caricia, introduciendo sus manos entre las capas de tela de la chaqueta de Jaime y su camisa. Estuvo tentado a sacarle la camisa de la parte trasera para poder tener contacto con la piel, pero no sabía si podría ser capaz de detenerse una vez que lo hubiera tocado. La música pulsó a su alrededor, un contrapunto a sus movimientos lentos al deslizarse uno contra otro, generando calor que no tenía nada que ver con la cantidad de cuerpos girando a su alrededor. Esos otros cuerpos, el ruido y todo lo demás, a excepción del ritmo de la música, desaparecieron mientras sus besos y caricias se tornaron más íntimas. El contacto al azar entre sus cuerpos se tornó más deliberado, el muslo de Jaime se presionó contra el de Srikkanth, aplicando fricción contra su entrepierna. Srikkanth gimió suavemente y frotó su rostro contra el cuello de Jaime, iluminado por la tenue luz de la pista de baile. Jaime giró la cabeza lentamente y le dio a Srikkanth el beso que había estado esperando. Sus labios se tocaron al mismo tiempo que sus cuerpos lo hicieron, rozándose y alejándose, para acercarse nuevamente segundos más tarde, ninguno de ellos era consciente de las miradas llenas de envidia que les lanzaban. Finalmente, los dulces besos se tornaron más lascivos, sus lenguas salieron a jugar y los momentos en los que mantenían contacto se tornaron más largos y solo se separaron cuando necesitaban respirar. —Vamos a casa—susurró Jaime, su respiración deslizándose sobre la oreja de Srikkanth como una caricia. Sintió que el temblor que causó le recorrió todo el cuerpo. —Podemos continuar esto en casa, ¿sí? —Toda la noche —prometió Jaime.

Capítulo 16

JUANA los recibió en la puerta con una enorme sonrisa. —Sophie ya se tomó su biberón hace una hora y se volvió a dormir. —Genial —dijo Jaime—. Gracias por cuidar de ella. —A tus órdenes. —Saluda a mi mamá de mi parte el domingo{5} —pidió Jaime, hablando en español como lo hacía cada vez que estaba con su familia. —Deberías venir a verla —lo regañó Juana—. Te extraña. Jaime sacudió la cabeza. —Sabes que no se siente cómoda conmigo, es más fácil para todos si no me acerco. Juana le dio un golpe amistoso en la cabeza. —No has estado con ella por tanto tiempo que no sabes con lo que se siente cómoda. Estaba impactada, todos lo estábamos, pero te ama al igual que todos y hemos hecho elecciones que ella preferiría que no hiciéramos. —No fue una elección, Juana, soy quien soy —le recordó Jaime. —Mayor razón para darle una oportunidad de demostrarte que ahora es mejor — insistió Juana. Jaime frunció el ceño. Juana levantó las manos en derrota. —Bien, me voy, solo promete que lo pensarás. Jaime asintió para apaciguarla y cerró la puerta. —¿Todo bien? —preguntó Srikkanth, quitándose los zapatos en la puerta y abrazando la cintura de Jaime por detrás. Comprendía un poco de español, pero no lo suficiente para entender la conversación entre los hermanos—. No parecía estar muy contenta contigo. —Quiere que vaya a visitar a mi madre —explicó Jaime—. No la he visto desde que le dije que soy gay, a excepción de Navidad y Pascua. No me echó de la casa, pero obviamente le molestó. Es más fácil para todos si no estoy cerca. Srikkanth no sabía cómo responderle, el haber elegido no hablar a su familia acerca de su orientación sexual no le daba la capacidad para aconsejar a Jaime. Trató de cambiar de tema acariciando la nuca de Jaime. —No te preocupes por eso esta noche. Mejor aprovechemos el hecho de que Sophie está dormida.

Jaime asintió, se recostó contra los brazos de Srikkanth, contento de tener un momento para ser consolado en vez de ser el que reconfortaba. Las relaciones eran así, se recordó a sí mismo. Apoyarse en la pareja cuando se estaba a punto de caer y apoyar al otro cuando lo necesitaba. Había pasado los últimos meses apoyando a Srikkanth para que se adaptara a la vida con Sophie. No sabía mal recibir ese trato ahora. Se giró en los brazos de Srikkanth y acarició su mandíbula. —Creo que esa es una idea maravillosa. Quiero que hagamos el amor. Era la mejor idea que Srikkanth había escuchado en meses. —¿Qué estamos esperando? —bromeó. Soltó a Jaime y le tomó de la mano para subir por las escaleras. Tendrían que ser silenciosos allá arriba para no molestar a Sophie, pero no le importaba. Quería que la primera vez que hicieran el amor fuera en su cama, no en el dormitorio/sala de juegos extra. —Dime tú qué esperamos… —dijo Jaime mientras lo seguía. Su mente ya había comenzado a imaginar todas las cosas que haría con Srikkanth. Comenzando por quitarle esa camisa. —No esperamos a nada —respondió Srikkanth, guiando a Jaime a su dormitorio y abrazándolo nuevamente—. Absolutamente nada. —Le quitó la chaqueta, para así poder quitarle la camisa y entrar en contacto con su piel. Jaime se quitó la prenda de lino, dejándola caer al suelo. Ya la recogería más tarde. Ahora, solo quería enfocarse en una cosa: desnudarlos a ambos lo más pronto posible. Se apresuró a desabotonar la camisa de Srikkanth, frunciendo el ceño mientras trataba de separar los botones de los ojales. El par de bebidas que habían acompañado su cena y mientras bailaban no ayudaba, sus dedos se movían torpemente. —Vamos, déjame hacerlo a mí —dijo Srikkanth con una sonrisa, soltando el broche de la parte trasera de la túnica y quitándosela—. No son solo para decoración, pero no tienes que desabotonarlos para quitarla. —Y me lo dices ahora… —murmuró Jaime, pero su voz no reflejaba molestia. ¿Cómo podría reflejar algo así, cuando la piel oscura y suave del pecho de Srikkanth era tan llamativa? Abrazó al otro hombre y deslizó sus labios por la curvatura del hombro de Srikkanth hasta llegar a una tetilla color caoba—. Hueles muy bien —murmuró contra su piel. —Tu hermana insistió en que me bañara antes de que saliéramos —jadeó Srikkanth. Jaime sonrió. —Mira. A veces esa chiquilla molesta sirve para algo. «Sí, como para ser nuestra niñera hoy», pensó Srikkanth, pero las palabras no llegaron a sus labios. La boca de Jaime en su tetilla le robó la concentración y las ganas de hacer algo más aparte de temblar lleno de deseo en los brazos de su amante. Gimió suavemente, mordiendo su labio para evitar que el sonido incrementara mientras Jaime pasaba su lengua sobre su cuerpo. Su pene, el cual se mantuvo flácido de camino a casa, se endureció rápidamente. Esta estimulación era justo lo que necesitaba. Sus dedos se enredaron en la cabellera de Jaime, invitándolo a continuar, a usar más presión y a moverse al otro lado. No importaba lo que hiciera, mientras no se detuviera. Afortunadamente, Jaime no tenía la intención de detenerse. Sostuvo con firmeza las caderas de Srikkanth para dejarlo inmóvil y prestó toda su atención a las sensitivas tetillas. Se aseguró de acercar a su amante a él, y de que no pensara que podía intentar alejarse. Srikkanth se acercó a la cama, quería que los dos estuvieran recostados lo más pronto que fuera posible. Tendrían mayor libertad de esa forma. Además, quería sentir el peso de

Jaime presionándolo contra el colchón. A Jaime no le importó la sugerencia; se alejó un momento cuando Srikkanth tocó la cama y quitó los pantalones de su novio, dejándolo únicamente con su bóxer. El frente estaba abultado debido a la erección de Srikkanth. —También puedes quitarme estos —ofreció Srikkanth señalando a su ropa interior. —Lo haré —prometió Jaime—, pero todavía no. No quiero que esto se termine demasiado pronto, y ocurrirá si te tengo desnudo por completo en la cama. —Tenemos toda la noche. —Así es —dijo Jaime, acercándose al elástico de la ropa interior de Srikkanth—. Pero no digas que no te lo advertí. Srikkanth levantó las caderas para facilitarle las cosas, el movimiento era demasiado atrayente para que Jaime pudiera resistirse. Bajó la cabeza y capturó la punta del pene de Srikkanth en su boca, succionándolo ligeramente mientras terminaba de desvestir al hombre recostado. —Oh, joder —gruñó Srikkanth. Jaime rio y levantó su cabeza momentáneamente. —También lo haremos, pero quiero disfrutar de esto primero. —No es justo —protestó Srikkanth—. No puedo alcanzarte. Desnúdate y ven aquí para que pueda devolverte el favor. Jaime creyó que esa era una maravillosa idea, así que se levantó lo suficiente como para quitarse la ropa. Regresó a la cama y colocó sus pies cerca de la cabeza de Srikkanth. Este último, tomó sus caderas invitándolo a colocarse sobre sus rodillas para que su pene estuviera frente a su cara. —Perfecto. Y es todo mío. —Todo tuyo —dijo Jaime, jadeando un poco cuando Srikkanth comenzó a lamerlo —. Y esto es todo mío. —Sus manos se apoderaron del trasero de Srikkanth y acercó su cabeza para acariciar su entrepierna. Srikkanth no respondió, pero su gemido vibró alrededor del pene de Jaime, enviando un temblor por la parte trasera de Jaime y provocando que su sangre descendiera. Decidido a darle a Srikkanth más placer del que recibía, volvió a estimular su pene, lamiéndolo de la base a la punta. Srikkanth tembló, sus manos se colocaron sobre las caderas de Jaime para dejarlo inmóvil. Jaime le devolvió el favor: movió su cabeza de arriba a abajo sobre la erección de Srikkanth, dejando que la punta llegara a su garganta cada vez que descendía. Eso bastó para volver loco a Srikkanth, aunque esas caricias no fueron suficientes para hacerlo llegar al orgasmo. Se movió debajo de Jaime tratando de introducirse en su garganta, pero las manos de este lo detuvieron y continuaron con la succión superficial, enfocándose en la cabeza de su pene. Srikkanth tembló, tratando de contenerse, pero la estimulación constante era demasiado. Con un grito distorsionado por el pene de Jaime, llegó al orgasmo. El chorro de crema caliente que llegó a su garganta, sorprendió a Jaime y un poco cayó de su boca mientras comenzaba a tragarlo instintivamente. No queriendo desperdiciar ni una sola gota de esa delicadez salada, soltó el pene, que aún se estremecía, y comenzó a enfocarse en la parte baja de su amante, sobre los testículos de Srikkanth para lamer su entrada. Podía oler el sudor que su baile había provocado, pero eso solo era una ventaja más de su intimidad. Luego los dedos de Srikkanth se deslizaron en la grieta de Jaime, rodeando su entrada y este no pudo contener su orgasmo. Sus rodillas dejaron de soportar su peso y

colapsó sobre el cuerpo de su amante, acariciando su muslo con ternura. Srikkanth acarició la parte trasera de su rodilla enviando nuevas ondas de deseo por la espina de Jaime. Se levantó e ignoró la protesta de Srikkanth. Su intención era darse la vuelta para poder besar al otro hombre y ver si podía revivir su interés. El grito de Sophie en la habitación de al lado evitó ese plan. Srikkanth se movió antes de que Jaime sugiriera que él se haría cargo de ella. Decidiendo que no quería estar lejos de Srikkanth durante el tiempo que tomaría alimentar a su hija, Jaime se colocó los pantalones de su pijama y siguió a su amante al dormitorio de al lado. —Está muy caliente —dijo Srikkanth al cargar a Sophie de su cuna. —Prepárale su biberón y yo iré por el termómetro —respondió Jaime, apresurándose a ir al baño y buscar el termómetro en el armario sobre el lavabo. Lo trajo y lo deslizó debajo del brazo del bebé mientras Srikkanth la mecía y la convencía para que tomara su biberón. Comenzó a beberlo unos minutos más tarde, pero la forma de chupar no era como la hacía generalmente y parecía estar muy incómoda. Cuando el termómetro sonó, indicó 100,3{6}—. Tiene un poco de fiebre —dijo Jaime—. Iré por el Tylenol. —¿Debería llamar al doctor? —preguntó Srikkanth preocupado. Quería creer que la niña estaba bien. Juana no dijo que Sophie hubiera llorando o tuviera fiebre antes de marcharse y, aunque acabara de conocerla, no le parecía que fuera alguien a que se le olvidara ese tipo de detalle. Seguramente lo habría mencionado si hubiera pensado que Sophie estaba enferma. —Todavía no —aseguró Jaime—. No es una fiebre alta para un bebé, y acaba de empezar. Será mejor que estemos pendientes y veamos cómo pasa la noche. Si sube o empeora, llamaremos. De lo contrario, esperemos hasta la mañana. Solo continúa meciéndola mientras voy por la medicina. Srikkanth asintió y volvió a mirar a Sophie. Pensó brevemente en sus planes interrumpidos de esta noche, pero habría muchas otras noches en el futuro. Sophie lo necesitaba ahora–los necesitaba a ambos–, y eso era más importante. Jaime bajó inmediatamente al armario donde guardaban todas las medicinas y sacó el Tylenol infantil y el Motrin. Los llevó a arriba en caso de que Sophie necesitara otra dosis durante la noche. Aún tomaba su biberón cuando regresó a su dormitorio, así que se sentó en la cama y esperó a que terminaran. Cuando terminó, le dio del jarabe. —A veces a los bebés les da fiebre —recordó Jaime a Srikkanth, al ver lo asustado que estaba su novio—. Podría ser una infección en el oído o un pequeño virus, o podría deberse a un dolor de estómago. La mayoría de veces, son cosas leves y pasan en unas veinticuatro horas. ¿Quieres ver si está lista para irse a la cama? Srikkanth sacudió la cabeza, cosa que no sorprendió a Jaime, aunque la expresión en su rostro lo alentó. —Entonces llevémosla con nosotros al otro dormitorio. Estarás muy incómodo sentado aquí toda la noche y no hay espacio suficiente en esta cama para que quepamos los tres. —No tienes que quedarte —dijo Srikkanth. —Ya lo sé —respondió Jaime, acariciando el hombro de Srikkanth—, pero estamos juntos en esto. Si vamos a ser una pareja, entonces ella también es mi hija. Vamos, estaremos más cómodos en la cama. Podemos colocarla entre nosotros para que no se caiga y luego nos acurrucaremos los tres. Srikkanth se levantó y siguió a Jaime al dormitorio. Por instrucciones de Jaime, desnudó a Sophie hasta que quedó en pañales.

—Así no se calentará más estando entre nosotros —explicó Jaime cuando Srikkanth lo miró desconcertado—. Ya tiene fiebre, no queremos empeorarla. —Quizás no debería dormir aquí —titubeó Srikkanth—. Quizás debería irme a dormir a la otra habitación con ella. —Puedes hacerlo —respondió Jaime lentamente, recordando que Srikkanth era relativamente nuevo en su paternidad y que su preocupación por Sophie era un maravilloso ejemplo de su responsabilidad como padre en vez de verlo como un rechazo—, pero me gustaría dormir contigo. Supongo que podríamos tratar de recostarnos en la cama de su dormitorio. Srikkanth consideró la logística por un momento, pero no había forma alguna de que dos hombres adultos durmieran cómodamente en esa cama. —No, nos quedaremos aquí —decidió—. Probablemente me preocupo por nada. Estaremos más cómodos aquí y podemos cuidar de Sophie a la vez. No la dañará si dormimos con ella una noche. —No le pasará nada si dormimos más de una noche con ella —aseguró Jaime—. Aunque debo admitir, que no me quejaré si puedo acurrucarme contigo cuando se mejore. Tenemos asuntos pendientes. —Sophie… —Sophie está enferma y es más importante —interrumpió Jaime—. Así es como debe ser. Pero cuando se mejore y regrese a su cama, prometo cumplir esa promesa que hice de amarte toda la noche. Srikkanth sonrió y acomodó a Sophie en la cama entre ellos, asegurándose de que no se caería entre las almohadas y que no tuviera problemas para respirar durante la noche. —Lo espero con ansia. Jaime se subió al otro lado de la cama, besó la frente de Sophie con gentileza y luego se acercó a besar a Srikkanth. Sus labios cerraron la promesa de las noches que vendrían.

Capítulo 17

—¿DIGA? —¿Cómo es que le dijiste a tu hermana que tienes un bebé y a mí no?{7} Jaime alejó el teléfono de su oreja mientras su madre comenzaba a regañarlo. —Mamá —dijo, tratando de interrumpirla. Las palabras en español continuaron, regañándolo por no haberla llamado, por no haberla ido a ver y por no decirle lo que pasaba en su vida. —¡Y es una nieta! ¿Por qué no me dijiste que tengo una nieta? —¡Mamá! —dijo Jaime con más fuerza—. ¡Mamá, por favor escúchame! —Por fin su madre dejó de hablar, permitiéndole decir algo—. Mamá, es complicado. —No, no lo es —insistió ella—. Tienes una niña. Tu hermana la vio y no me dijiste de su existencia. No es complicado. —Sí lo es —repitió Jaime—. Sophie no es mi hija, ni biológica ni legalmente. Es la hija de Srikkanth, ¿recuerdas a mi compañero de casa? ¿Quién me renta un dormitorio? —Sí, pero Juana dijo que la cuidó para ti. ¿Por qué cuidaría al bebé de tu compañero de casa? Jaime respiró profundamente preparándose para escuchar la desaprobación de su madre. —Porque quería llevar a Srikkanth a cenar sin Sophie. —Eso es muy amable de tu parte, mi hijo. Siempre has sido muy considerado. ¿Entonces por qué Juana me dijo que era tu bebé? —Porque no estaba siendo considerado, Mamá. Invité a mi novio a tener una cita —dijo Jaime suspirando, seguro de que esto terminaría la conversación. —Entonces… ¿esto es serio o solo algo pasajero? —preguntó su madre después de una pausa. —Es serio, Mamá —le aseguró Jaime. —Bien, no tengas aventuras pasajeras con alguien que tiene una niña. Esa persona necesita ayuda y no alguien que lo distraiga. Sus cejas se alzaron en sorpresa, y Jaime asintió antes de darse cuenta de que su madre no podía verlo. —Lo sé, Mamá. Tus sermones sirvieron de algo, incluso si nunca hubiera imaginado una situación en la que estaría involucrado con alguien con hijos. Estoy

ayudándole a cuidar de Sophie, pero no estoy todo el tiempo con él y quería invitarlo a salir. Por eso llamé a Juana. Su madre hizo un ruido de molestia. —Llamas a tu hermana, pero a mí no. Tráelos este domingo, quiero conocer a tu pareja y al bebé. —Mamá. Colgó antes que pudiera terminar la oración. Con un suspiro, Jaime colgó el auricular y fue en busca de Srikkanth. Parecía que tendría que empezar a explicar las cosas y una invitación que hacer. Encontró a Srikkanth y Sophie en el suelo de su sala de juegos construyendo bloques. Srikkanth hacía una torre y Sophie la tiraba, comenzando a reír. Jaime sonrió, era difícil creer que ya tenía siete meses y se sentaba sin ayuda. —¿Ha sonado el teléfono? —preguntó Srikkanth cuándo vio a Jaime en el umbral de la puerta. —Sí, era mi madre —comenzó a decir Jaime—. Aparentemente mi hermana es una bocazas. El rostro de Srikkanth se tornó serio al escuchar el tono de voz de Jaime. —¿Estás bien? Jaime se encogió de hombros. —Eso creo, la pregunta es si tú estarás bien. —¿Por qué no iba a estarlo? —preguntó Srikkanth. —Mi madre nos ha “invitado” a comer este domingo —explicó Jaime—. A los tres. —Pero eso es maravilloso —dijo Srikkanth poniéndose de pie—. Significa que no le molesta tu orientación sexual como creíste. —Tal vez —dijo Jaime—, pero es una invitación forzada y no me agrada. Srikkanth sacudió la cabeza y caminó en dirección a Jaime, sus brazos envolvieron la cintura de su novio. —Es una bandera blanca. Tómala. Nos arreglaremos y veremos con mayor frecuencia a tu familia y si no, es únicamente una tarde de nuestras vidas. Podemos hacer ese sacrificio si pensamos que todo esto podría funcionar. Sería genial tener su apoyo cuando Sophie crezca. No tendrá abuelos de mi lado de la familia, Jill no tenía familia y tu familia es todo lo que tiene Sophie. —Eso ha sido un golpe bajo —dijo Jaime, pero sonrió mientras hablaba, sus palabras no reflejaban enojo—. Les daré una oportunidad, quizás no sea tan malo. Jaime se dejó persuadir y se le unió a Sophie en el suelo para ver qué tan alta podía construir Srikkanth la torre antes que ella la derribara. —DIME los nombres de todos otra vez —pidió Srikkanth mientras conducían en dirección a la casa de la madre de Jaime para almorzar. —No estoy seguro de quienes estarán allí —respondió Jaime—, obviamente estará mi madre, y ya conoces a Juana. Mi hermano mayor, Álvaro, estará allí también. Él y su esposa Paula viven con mi madre desde que mi padre murió. Jamás tuvieron niños. No sé si mi hermana mayor, Beatriz, estará allí. Vive más lejos que el resto de nosotros y todavía no se ha casado, para desgracia de mi madre. También está Lourdes y su esposo, Vicente, y sus dos hijos, Martin y Damián. También están los bebés, bueno, mi hermanito y hermanita, Luis y Diana. Todavía son adolescentes. Álvaro no lo admite, siendo el típico

latino que es, pero creo que ya quiere que se vayan a la universidad para no tenerlos todo el tiempo en casa. Srikkanth rio. —Probablemente no recuerde una palabra de lo que me has dicho cuando lleguemos allí, pero al final me aprenderé los nombres. —Si es que nos vuelven a invitar. —Jaime —le regañó Srikkanth—, deja de ser tan negativo. Si vamos con esa clase de actitud, vamos a desagradarles y eso no nos servirá. Tu madre te invitó. Es probable que la tarde sea un poco incómoda, pero no te hubiera llamado si no quisiera verte. —Quiere ver a Sophie —le corrigió Jaime. Srikkanth se encogió de hombros. —Bien, podrá verla a ella y a ti a la vez. Además solo podrá verla si vamos los dos, quizás eso sea suficiente para mejorar las cosas entre ustedes. —No quiero que pienses que los estoy usando a ti y a Sophie… —Detente —interrumpió Srikkanth—. No estás usando a nadie. En todo caso, soy yo el que está usando tu conocimiento y apoyo, y no me digas que no es así. Sé que así es, pero esa etapa ya la hemos superado. Somos una pareja, un equipo, una familia, y si eso facilita las cosas entre tu familia y tú, ¿cómo no podría alegrarme? Todo lo que te haga feliz nos hace más fuertes. —Me alegro que te sientas así —dijo Jaime—. La verdad es que extraño a mi familia, pero es más fácil dejar las cosas como están. Quizás no mejore nada, pero al menos hice el intento. —Entonces veamos qué podemos hacer para mejorar las cosas —dijo Srikkanth justo cuando llegaban a la casa de la familia de Jaime. Se acercó y besó a Jaime ligeramente en los labios—. No podré hacer esto allá adentro, pero quiero que pienses en esto todo el tiempo que estemos allí. Desearía poder mostrarte mi apoyo tanto física como emocionalmente. Jaime sonrió, la primera sonrisa que se había sentido real desde que su madre lo había llamado. —Soy muy afortunado, ¿sabes? Un novio atractivo y en el que puedo confiar, y una niña preciosa. No creo que la vida pueda ser mejor. La puerta de la casa se abrió y Juana salió a recibirlos. —¿Vas a estar ahí sentados todo el día o entrarán para que todos podamos verlos? Mamá ha estado cocinando desde ayer. Incluso te hizo unos tamales, Jaime. Los ojos de Jaime se abrieron en sorpresa. —Son mis favoritos —le dijo a Srikkanth—. Quizás no sea tan malo como temí. Srikkanth se quitó el cinturón de seguridad, sacó a Sophie de su asiento, acomodándolo para usarlo como un moisés para cuando quisiera tomar una siesta. Sophie al verlo balbuceó. —Hola, hermosa —le dijo a Juana cuando se acercó al coche. Juana le sonrió. —¿Tratas de suavizarme? —No voy a contradecir a la persona que va a estar de mi lado hoy —dijo Srikkanth con un tono de voz quedo—. Jaime está preocupado y piensa que se sentirá miserable toda la tarde. Juana sacudió la cabeza. —No lo creo. Álvaro no está de acuerdo todavía, pero su esposa está emocionada

por el bebé y también mi mamá. Dales tiempo. —¿Qué hay del resto? —Varía, pero mamá y Álvaro son de los únicos que tienes que preocuparte —Juana explicó—. Si eres aprobado, al final todos lo harán. Srikkanth asintió mientras Jaime se les unía. —¿Le cuentas mis secretos? —preguntó mientras se acercaba a besarle la mejilla a Juana. —Para nada —dijo Juana tranquilamente—, solo trato de ligarme a tu novio. Jaime casi se atragantó, mientras Juana tomaba del brazo a Srikkanth y lo llevaba a la casa. Los siguió preguntándose desde cuando su hermana se había vuelto tan mandona. —Mamá —gritó Juana al entrar—. Ya vino Jaime. En segundos, la sala pasó de estar vacía a estar llena de personas, todos llegaron corriendo mientras trataban de decidir si debían sentarse o quedarse de pie. Srikkanth dejó a Sophie en su asiento del coche y comenzó a hacerse cargo de ella mientras esperaba a ver cómo reaccionaba la familia ante la presencia de Jaime. —Jaime —dijo Álvaro, el patriarca, asintiendo cortantemente—. Ha pasado tiempo. Jaime asintió también, ofreciendo su mano la cual fue tomada cautelosamente por su hermano. —Mucho —dijo. —Mamá te extraña. No dejes que vuelva a ocurrir. —Antes de que Jaime pudiera responder a eso, su hermano se dio la vuelta y se alejó sin prestarle atención a Srikkanth. Jaime intentó protestar, pero fue detenido por su madre quien lo abrazó. Él no dijo nada, solamente la envolvió en sus brazos. Olía exactamente igual a como la recordaba, a harina y jazmines. Sophie comenzó a reír, el hechizo se rompió y la señora Frias corrió en dirección a Srikkanth. —Déjame ver a la pequeña —dijo acercándose a Sophie. Srikkanth se la entregó sin protestar, sospechando que Sophie haría todo el trabajo por él si la dejaba. La señora Frias la cargó con la experiencia de una mujer con siete hijos y Sophie le sonrió, claramente contenta. —Creo que le agrada —comentó Srikkanth con una sonrisa cálida. —A todos los bebés les gusta mi madre —explicó Jaime, quedándose al lado de Srikkanth mientras su madre mecía a Sophie, hablándole en español. —Por supuesto que sí —dijo la señora Frias—. Saben que me gustan. Ven conmigo mi ángel, que te voy a enseñar a hacer tortillas. Desapareció por la puerta de la cocina antes que alguno de los hombres pudiera decir una sola palabra. Srikkanth volvió a mirar a Jaime, el cual le estaba sonriendo. —Te presentaré a todos —dijo. Srikkanth respiró profundamente y mostró su mejor sonrisa mientras Jaime lo guiaba al interior de la casa. —Srikkanth, esta es mi cuñada Paula. —Encantado de conocerte, Paula —dijo Srikkanth, extendiendo su mano. —El gusto es mío, Srikkanth. Juana no ha dejado de hablar de Sophie durante días —dijo Paula sacudiendo la cabeza—. Dice que es una niña mucho más tranquila que todos sus demás sobrinos. —Tiene sus momentos —dijo Srikkanth—, pero sí, la mayor parte del tiempo es una nenita muy dulce. —¿Entonces eres el casero de Jaime? —preguntó uno de los miembros de la

familia. —No, Vicente —respondió Jaime antes que Srikkanth pudiera decidir qué responder—. Srikkanth es mi novio. —Oh, pero yo pensé… —El hombre no terminó la frase. —Mejor no pienses —dijo la mujer parada a su lado—. Soy Lourdes, la hermana de Jaime. Me alegra que estés aquí incluso si mi esposo no sabe cómo mantener la boca cerrada. —Está bien —le aseguró Srikkanth—. Jaime realmente estuvo alquilando un dormitorio en mi casa durante tres años, así que no está del todo equivocado. Lourdes le mostró una mirada hostil a su marido. —Sabe eso, solo está siendo un terco. ¿Cuántos meses tiene tu hija? —Siete —respondió Srikkanth, contento por cambiar de tema. —A esa edad comienzan a ser divertidos —dijo Lourdes—. Mis niños tienen cuatro y seis y están corriendo por ahí, probablemente están en el primer piso porque es ahí donde su abuela guarda los videojuegos que me dice que no les deja jugar. Esperemos que Luis se asegure de que solo estén jugando los que son para niños. —Luis es mi hermano menor —le recordó Jaime a Srikkanth—. Tiene dieciséis y los chicos lo adoran. —Porque les deja hacer todo lo que quieren —añadió Vicente amargamente. Todos lo ignoraron. —¡Juana! —La voz de la señora Frias interrumpió el silencio. Juana desapareció en la cocina y regresó un momento después con Sophie entre los brazos. —Mamá dice que la comida estará lista en quince minutos. —Antes de que Srikkanth pudiera preguntar si quería ayuda con Sophie, la depositó en las piernas de Álvaro—. Dijo que cuidaras al bebé mientras ponemos la mesa. Eso evitó las protestas de todos, pero no evitó que Srikkanth contuviera la respiración al esperar la reacción de Álvaro. Afortunadamente, este ni parpadeó y simplemente cargó a Sophie en sus piernas, rebotándola gentilmente, y su expresión cambió por completo de una de enojo a una de alegría cuando Sophie rio y aplaudió. —¿Ves? —murmuró Srikkanth mientras la tensión en la habitación disminuía considerablemente—. Te dije que Sophie haría el trabajo por nosotros. Jaime rio. —Eres brillante. La conversación regresó a un nivel normal, con la familia escuchando las noticias de todos durante la semana. La mayoría de los sonidos que rodearon a Srikkanth eran en español. Se alejó un poco y observó como Jaime era aceptado por la familia. Al inicio fue extraño, pero estos eran los hermanos y hermanas de Jaime y la familia obviamente estaba muy unida. Mientras continuaban hablando, podía ver que la incomodidad había desaparecido. Srikkanth se tensó nuevamente cuando Álvaro se puso de pie, con Sophie en su cadera, pero Álvaro simplemente la movió y le dio una palmadita en el hombro a Jaime cuando caminó a su lado. —Tu hija es realmente hermosa —dijo Álvaro acercándose y parándose al lado de Srikkanth—. Eres afortunado al tenerla. —Sé que lo soy —dijo Srikkanth, recordando lo cerca que estuvo de darla en adopción—. Lamento que su madre haya muerto, pero no me arrepiento de tenerla. —Jaime no explicó eso. Eres como… él, ¿no? Y aun así tienes una hija.

Srikkanth rio suavemente. —Sí, soy gay como Jaime. La madre de Sophie, Jill, era mi mejor amiga. Quería tener un bebé y fui a la clínica de fertilidad con ella. Murió en el parto de Sophie y así fue como me convertí en padre. Álvaro asintió. —Y de seguro eres un hombre muy ocupado. ¿Qué haces con ella cuando trabajas? —Trabajo en casa la mayor parte de días —explicó Srikkanth—, y así puedo cuidar de Sophie al mismo tiempo. Jaime arregló su horario para estar en casa los lunes, que es cuando tengo que ir a la oficina. No es lo más ideal, ya que eso significa que tiene que trabajar los sábados, pero es mejor que tenerla en una guardería donde no podría verla en todo el día. —Eso no funcionará siempre —le advirtió Álvaro—. No tengo hijos, pero he tenido hermanos menores. En un mes más, Sophie no se quedará quieta, cuando necesites ayuda para que alguien la cuide durante el día, llama a mamá o a Paula. Ellas no trabajan y estarán felices de tener un bebé en la casa. —No podría molestarlas así —protestó Srikkanth. Álvaro se encogió de hombros de una manera muy latina. —No es una molestia cuando se trata de tu familia. —¡La comida está lista! —La señora Frias los llamó desde la cocina. —Yo la llevaré —se ofreció Srikkanth. Álvaro rio. —Somos expertos en comer y cargar bebés a la vez. Solo la pasaremos por la mesa. Se dirigieron hacía el comedor que tenía una enorme mesa. Srikkanth contó por lo menos doce tipos de platos distintos: tamales, frijoles, tortillas, algún tipo de pollo y muchos otros que no pudo identificar. Todos olían deliciosamente. —No querrás comer de las enchiladas —murmuró Jaime al lado de Srikkanth—, pero creo que ese es el único plato con carne de vaca. —Gracias —respondió Srikkanth suavemente. Nunca había sido estricto con su dieta, para el horror de sus padres, pero la verdad es que no le gustaba la carne de vaca. La familia comenzó a pasar los platos y la conversación continuó ininterrumpidamente, ahora todos hablaban en inglés. Srikkanth se preguntó si eso significaba que había sido aceptado. —¿En dónde trabajas? —le preguntó Luis. —Soy diseñador de sitios web —explicó Srikkanth—. La compañía es contratada por todo tipo de negocios locales para diseñar y mantener sus sitios web. En este momento, trabajo para rediseñar The Corkscrew. —Amo esa tienda —explicó Paula—. Compro ahí por lo menos una vez al mes. —Para finales de mes, podrás pedir por internet y tendrán lista tu compra solo para que vayas por ella —confesó Srikkanth—. Es algo en lo que estoy trabajando para ese sitio web. —¿Solo vinos? ¿O tendrán otro tipo de productos? —preguntó Paula. —Esa decisión la tomarán cuando hagan el inventario, pero el sitio está preparado para aceptar todo tipo de productos y permitirá búsquedas para que puedas encontrar un producto específico —terminó de explicar él. —Eso es tan genial —dijo Diana entusiasmada—. Estoy recibiendo un curso de diseño web este año, pero acaba de empezar así que estoy aprendiendo lo básico. —Si necesitas ayuda, házmelo saber —ofreció Srikkanth.

—¿Estarías dispuesto a ser un conferencista invitado? —preguntó Diana emocionada—. El señor Robinson dijo el otro día que le gustaría que alguien pudiera charlar con nosotros acerca del diseño web. —Claro. Dale mi tarjeta y que me llame. Mientras no sea un lunes, puede ser cualquier día, aunque necesitaría una niñera. —No necesitas una niñera —dijo la señora Frias—. Me dices qué día es, y traes a la niña aquí. O si lo prefieres, puedo ir a tu casa. —No tiene que molestarse, señora Frías —protestó Srikkanth. —Tú ayudas a mi hija en su clase y yo cuido de mi nieta —declaró la señora Frias —. Solo dime cuando. —Gracias, mamá —dijo Jaime antes que Srikkanth pudiera responder. Su voz se había llenado de emoción al escuchar que su madre había declarado a Sophie como su nieta. —De nada, niño. Come. Jaime hizo lo que se le ordenó, comiendo de su plato sobrecargado. Se percató de que Juana había tenido razón. Había sido él quien había hecho todo lo que pudo para alejarse de ellos. —¿Podemos volver la próxima semana, mamá? —Tontín —le regañó la señora Frias—. Puedes volver cada semana si tu amigo deja de llamarme señora y comienza a decirme mamá como todos los demás.

Capítulo 18

—Y TÚ que estabas preocupado —se burló Srikkanth mientras Jaime conducía a casa esa noche. —Fue mucho mejor de lo que me esperaba —admitió Jaime—. No tenemos que ir todos los domingos si no lo deseas. —¿Y por qué no lo haría? —preguntó Srikkanth—. Tu familia es muy agradable y Sophie fue todo un éxito. —Dios, como te amo —dijo Jaime inesperadamente. Sus ojos se abrieron en sorpresa al darse cuenta de lo que había dicho. Srikkanth se molestó. —No digas eso a menos que sea en serio. —Lo digo en serio —insistió Jaime—. No sé porque no lo he dicho antes. Supongo que porque no encontré el momento adecuado. —Detén el coche —demandó Srikkanth—. En la calle o en aquel estacionamiento, no me importa. —¿Qué? —preguntó Jaime sorprendido. —Que pares el coche —repitió Srikkanth—. Necesito besarte ahora mismo. Los ojos de Jaime se abrieron aún más mientras buscaba un lugar en el que estacionar. Encontró un espacio y mientras apagaba el motor, se quitó el cinturón de seguridad. Se acercó a Srikkanth mientras este hacía lo mismo y se abrazaron, sus bocas se encontraron en un beso apasionado. Jaime jadeó por la intensidad del beso, la cabeza le daba vueltas de fervor, y sintió una pasión como nunca antes. —Dilo otra vez —demandó Srikkanth, rompiendo el beso momentáneamente. —Te amo —repitió Jaime. Srikkanth respiró profundamente, y cerró los ojos. —Yo también te amo. Jaime relajó los músculos, que no sabía que tenía tensos, al escuchar las palabras que deseaba. —¿Podemos irnos a casa? Quiero acostar a Sophie y luego llevarte a la cama. Esta noche, nada me detendrá de hacerte el amor. —¿Ni siquiera Sophie? —bromeó Srikkanth. —Ni siquiera Sophie —repitió con firmeza Jaime—. Esta noche no, especialmente

cuando sé que me amas. —Entonces vayamos a casa —aceptó Srikkanth. Jaime condujo tan rápido como le fue posible, dentro los límites de velocidad. El pensar en la niña dormida en la parte trasera del vehículo fue suficiente razón como para no sobrepasarse hasta que finalmente llegaron a casa. La sacaron con su asiento del coche, dejándola asegurada para que no se cayera mientras dormía en vez de llevarla a su cuna. Cuando pidiera un biberón la trasladarían a su cama. Tan pronto como la dejaron en un lugar seguro, Jaime se acercó a Srikkanth y lo abrazó. Con el corazón latiendo rápidamente, acarició la mandíbula de su pareja y deslizó sus labios sobre la piel sensible detrás de su oreja. Srikkanth se estremeció entre sus brazos, obteniendo una sonrisa de Jaime mientras intensificaba sus atenciones. Quería dejar a Srikkanth incapaz de hacer algo aparte de gemir y correrse entre sus brazos. Una y otra vez, si su sueño se cumplía. Llevando a Srikkanth a su dormitorio, Jaime soltó al hombre durante el tiempo que le tomó encender una lámpara y un incienso que tenían sobre su cómoda. No le había dicho a Srikkanth que lo amaba como hubiese querido, así que quería compensarlo haciendo que su primera vez fuera perfecta. Pudo sentir los ojos de Srikkanth sobre su espalda, y casi pudo escuchar a su amante decirle que se apresurara y dejara lo que estaba haciendo; sin embargo Jaime se resistió. Esta no era una aventura casual, tampoco era sexo sin sentido. Este era Srikkanth, y Jaime pretendía darle a este momento la formalidad que merecía. Cuando el ambiente estuvo arreglado a su gusto, Jaime regresó al lado de Srikkanth, y envolvió su cintura con los brazos, comenzando a moverlo de lado a lado hasta que los pies de su pareja se movieron al compás de los suyos. Guiándolo lentamente a la cama, sus manos comenzaron a moverse sobre la espalda de Srikkanth. El olor del incienso cautivó sus sentidos, añadiéndole intimidad al momento. Cuando los muslos de Srikkanth llegaron a la orilla de la cama, Jaime dejó de moverse, enterró sus manos debajo de la camisa de su amante y acarició la suave piel que encontró. Comenzando a impacientarse con el ritmo tan lento, Srikkanth se alejó lo suficiente para quitarse la camisa y descubrir su pecho, con la ilusión de tentar a Jaime para que tuvieran un contacto más íntimo. Para su frustración, Jaime simplemente sonrió, continuó besándolo y acariciándole la espalda. No era que se sintiera mal, pero Srikkanth quería algo más y lo quería ahora. Introdujo sus manos debajo de la camisa de Jaime, determinado a acelerar el ritmo de las cosas. Encontró el botón del borde de debajo de su camisa y lo liberó del ojal, luego imitó la misma acción ascendiendo, abriendo por completo la camisa a Jaime para que sus torsos entraran en contacto y experimentar así la suave fricción de sus cuerpos. El contacto no debió haber sido tan electrizante–ya que dormían lado a lado en ropa interior y en ocasiones hasta habían dormido desnudos–pero se sentía diferente, más poderoso, como si la confesión de sus sentimientos hubiera incrementado las sensaciones. Jaime se movió lentamente, rozando su suave piel contra el pecho de Srikkanth, disfrutando del contacto del vello de su pareja sobre sus sensitivas tetillas. Bajó la cabeza hasta la curvatura del hombro de Srikkanth, deslizó sus labios y llegó hasta su clavícula, luego se acercó a besar una tetilla. La lamió, estimuló y sonrió mientras Srikkanth gemía. El olor de la colonia de Srikkanth era poderoso, el aroma almizclado se mezcló con el humo del incienso e intoxicó los sentidos de Jaime. Sus manos mantuvieron a Srikkanth cerca, y recostó a su amante sobre la cama sin romper el contacto de sus labios con la piel del otro hombre. Obligó a Srikkanth a moverse para que pudiera acostarse cómodamente y luego

Jaime gateó sobre él para poder continuar complaciendo la piel de su amante. —No tienes que seducirme —jadeó Srikkanth—. Ya soy todo tuyo. Jaime rio. —Me alegra escuchar eso, pero esa es la mayor razón para seducirte, ¿sabes? Hemos hecho todo al revés, pero ahora planeo tomarme mi tiempo contigo. —¿Al revés? —preguntó Srikkanth, tratando de pensar con claridad mientras Jaime le quitaba los calcetines y le abría el cierre del pantalón. —Tuvimos un bebé primero —explicó Jaime, desnudándolo y dejándolo únicamente en ropa interior—. En las familias, por lo general, el hijo es lo que llega de último, no lo primero. No me quejo, no cambiaría nada aunque pudiera, pero debí hacer el amor contigo hace mucho y recuperaré el tiempo perdido haciéndolo justamente ahora. Srikkanth no creía que hubiera algo malo entre ellos, pero no tenía aliento para opinar, especialmente cuando Jaime comenzó a acariciar su pene. Sus ojos se cerraron y dejó escapar un suave gemido mientras levantaba las caderas, exigiendo más atención. Jaime delineó el abultado pene de Srikkanth sobre su ropa interior —A pesar de tu maravilloso sabor, no caeré nuevamente en esa trampa —le advirtió a Srikkanth—. Si comienzo a chuparte, me olvidaré de todo y esta noche quiero que sientas mi presencia en tu interior. —Sí —gruñó Srikkanth—, yo también lo deseo. Jaime suspiró lleno de alivio. Creía haber leído a Srikkanth correctamente, pero no podía estar seguro. Aunque no le molestaba ser el pasivo de una relación–de hecho lo disfrutaba–necesitaba ser el que estaba en control esta noche, y parecía que su amante compartía el mismo deseo. —El lubricante… está en la mesilla —dijo Srikkanth moviendo la cabeza mientras Jaime se acomodaba sobre sus rodillas para terminar de desvestirse. Se quitó la ropa y luego abrió el cajón, buscando el lubricante y, si tenía suerte, encontraría uno o dos condones. Si no, tenía unos en el baño del primer piso, pero no quería alejarse para ir por ellos. Se golpeó mentalmente por no haber pensado en eso antes y frunció el ceño cuando no pudo encontrar el lubricante. —¿Estás seguro? Acomodándose sobre su codo, Srikkanth abrió más el cajón y buscó en la parte de atrás, sacando la botella de lubricante junto con un paquete de condones. —Ha pasado un tiempo desde la última vez que los necesité —explicó Srikkanth encogiéndose de hombros—. Supongo que tendré que comprar más. —Iremos por unos de los que tengo en el primer piso —dijo Jaime—… mañana. Srikkanth asintió, no tenía prisa por moverse de este lugar tan cómodo. Jaime estaba justo sobre él e iba a hacerle el amor. Si necesitaban otro condón antes de que amaneciera, podrían ir por ellos. Por ahora, prefería concentrarse en este momento, en esta experiencia. Levantó la cabeza y mordió uno de los músculos abdominales de Jaime, amando el contraste entre los tonos de su piel. El pensar en ello lo hizo sonreír. Jaime no era alguien con piel clara, pero se le veía así comparándola con la piel de Srikkanth. —Te amo —murmuró contra el estómago de Jaime. —Yo también —respondió este, colocando el lubricante y condones a su lado para no perderlos. Se tomó un momento para mirar los ojos casi negros de Srikkanth, preguntándose cómo era que había sido tan afortunado para tener a este hermoso hombre como amante. Agachó la cabeza y rozó sus labios contra los de Srikkanth una y otra vez, disfrutando del sabor de las especias que habían comido en la cena. —Te amo, te amo, te

amo… —susurró con cada beso—… tanto. —Entonces hazme el amor —le invitó Srikkanth. Jaime asintió. Su corazón latía con fuerza mientras buscaba el lubricante y cubría sus dedos con una enorme cantidad, deslizándolos sobre los testículos de Srikkanth hasta llegar a su entrada. Srikkanth abrió las piernas, dobló una rodilla y se abrió a sí mismo para permitir las exploraciones de Jaime. Este bajó la cabeza reverentemente y besó la parte interior del muslo de Srikkanth mientras acariciaba su ano con sus dedos. Movió la cabeza de un lado a otro, pasando sus labios por la sensitiva piel mientras su dedo lo penetraba ligeramente. Srikkanth gimió lleno de deseo. Jaime sonrió y continuó moviendo su dedo, sus ojos enfocados en el lugar donde estaban unidos. Cuando sus nudillos llegaron a la curvatura del trasero de Srikkanth, pausó, movió su dedo de un lado a otro buscando ese pequeño bulto que intensificaría el placer de su amante. El siguiente grito que escapó de los labios de Srikkanth no pudo ser ocultado. —Así es —dijo Jaime—. Gime para mí, déjame escuchar lo bien que te hago sentir. —Me haces sentir muy bien —gimió Srikkanth—. Harás que me corra. —¿Y eso es malo? —preguntó Jaime, las palabras le hacían sentir orgulloso. —Quiero hacerte sentir bien, también —protestó Srikkanth. —Lo harás —le aseguró Jaime—, pero dijiste que no habías necesitado comprar de estos productos por un buen tiempo. No quiero lastimarte, así que me tomaré mi tiempo y te prepararé apropiadamente. Srikkanth no pudo discutir con eso, aunque no estaba seguro si tenía la paciencia para la preparación lenta que Jaime proponía. Conocía lo suficiente a su novio como para saber que una vez tomaba una decisión, no la cambiaría. Tendría que soportarlo. Ese pensamiento lo hizo reír. Como si recostarse y dejar que Jaime le penetrara con los dedos fuera algo que tenía que soportar. Eso era algo para atesorar, para disfrutar y quizás para rogar por ello, pero no para ser soportado. Se sentía demasiado bueno para eso. —¿Qué? —preguntó Jaime, no estaba seguro de cómo interpretar ese sonido. —Nada —jadeó Srikkanth—. Es solo que pensaba en lo bien que se siente. Jaime se sentía escéptico, pero aceptó la explicación porque tenía otras cosas más importantes con las que ocupar su mente, como hacer que Srikkanth gritara en éxtasis. Añadió un segundo dedo al primero y comenzó a moverlos de adentro hacia afuera con mayor fuerza. Los músculos de Srikkanth se habían relajado lentamente, pero no lo suficiente para avanzar. Movió sus dedos dilatando el anillo guardián, con los ojos fijos en el rostro de Srikkanth mientras buscaba si había algún síntoma de dolor. Preferiría posponer hacer el amor que hacer algo que lastimara a su amante. Para alivio de Jaime, Srikkanth no le dio ninguna indicación de que estuviera experimentando alguna incomodidad. Al contrario. Su cuerpo se movía al ritmo de sus dedos, acomodando sus caderas para recibir cada penetración e incrementando la velocidad de los dedos de Jaime. Queriendo volver loco a Srikkanth, Jaime lamió su pene desde la raíz hacia la humedecida punta, y permaneció en la cabeza lamiendo el líquido preseminal hasta que desapareció. —Oh, mierda —gimió Srikkanth—. ¡Jaime! —¿Sí, amor? —Por favor —rogó Srikkanth—. Fóllame de una vez. Jaime sonrió y levantó la cabeza. Añadió un tercer dedo al ano de Srikkanth y buscó el condón con su mano desocupada. Lo abrió con los dientes y lo colocó sobre su dolorido

pene, con una mano. Aunque ya estaba preparado, no retiró inmediatamente los dedos; se centró en la próstata de Srikkanth, masajeándola repetidamente hasta que este estaba ondulándose sobre la cama y gimiendo constantemente. Por un momento, Jaime consideró hacer que se corriera así, pero no tenía la paciencia para esperar que Srikkanth estuviera listo para una segunda vez. No esta noche, cuando habían esperado tanto tiempo y sus emociones estaban yéndose por los cielos. Tenía que ser cuidadoso y hacerlo despacio. Cuidadosamente retiró los dedos, se movió entre las piernas de Srikkanth, levantó un tobillo sobre su hombro y el otro sobre su cadera y así pudo tener acceso al cuerpo de su amante. Srikkanth se movió con desesperación, tratando de alcanzar el pene de Jaime; su intención era hacer que se corriera. Jaime atrapó la mano de su amante y la levantó a sus labios, besándola con gentileza, luego la hizo a un lado. —Recuéstate y deja que me haga cargo de ti —insistió. Srikkanth gruñó, pero esa fue toda su protesta. En su lugar, usó una de sus piernas y la envolvió en la cintura de Jaime para acercarlo a su cuerpo. Este se inclinó sobre él, balanceándose sobre una mano mientras se alineaba y se introducía en el cálido cuerpo de Srikkanth. Su mirada se centró en su pene que desapareció en el trasero de su amado. A pesar de que se tomó su tiempo en preparar a Srikkanth, parecía que no cabría, así que presionó con fuerza el músculo guardián. —¿Estás bien? —jadeó, no quería lastimarlo. —Estoy bien —gruñó Srikkanth—. Estoy mejor que bien. ¡Muévete, maldición! Esa fue toda la invitación que Jaime necesitó. Dejó escapar el poco control que le quedaba e introdujo el resto de su miembro. El sentir como el cuerpo de Srikkanth lo envolvía fue abrumador. Respiró profundamente hasta que sus entrepiernas entraron en contacto, y trató de calmar sus nervios, pero los aromas combinados del incienso y la colonia de Srikkanth, intensificaban su excitación y casi lo obligan a correrse. Comenzó a moverse, manteniendo un ritmo controlado en sus embestidas. Dudaba tener éxito, pero a Srikkanth no parecía importarle si se tomaba como indicativo la forma en la que gemía y se movía. —Por favor —rogó Srikkanth, perdido en el deseo que Jaime había inspirado. Jaime se acercó a besarlo y a causa de ello las caderas de Srikkanth se levantaron en la cama y cambiaron el ángulo de la penetración. —¡Oh, Dios, Jaime! El tobillo de Srikkanth se deslizó al hombro de Jaime mientras sus caderas se encontraron; Jaime se movió con mayor violencia hasta que ambos comenzaron a gruñir fuertemente al ritmo de las embestidas. Jaime quería que este momento durara para siempre, pero su cuerpo lo traicionó. Los temblores comenzaron en la base de su espina. Sabiendo que no podría aguantar más su orgasmo, movió una mano entre sus cuerpos y encontró la erección de Srikkanth, envolviéndola con su puño y comenzando a frotarlo al ritmo de sus caderas. Srikkanth echó la cabeza hacia atrás con un grito ronco, su pene se estremeció y su semilla cayó sobre la mano de Jaime y su estómago. Los espasmos de su orgasmo masajearon el pene de Jaime, estimulando su propio clímax. Colapsó sobre Srikkanth, ignorando el pegajoso líquido entre ellos o el condón del que tendría que hacerse cargo pronto. Quería quedarse recostado y disfrutar de este maravilloso momento, del fuerte olor a semen mezclándose con el incienso, y la respiración acelerada de Srikkanth contra su sien. La realidad interferiría pronto; la había contenido por todo el tiempo que pudo. Finalmente, Srikkanth cambió de posición debajo de él y dejó escapar un pequeño

gemido. Jaime se alejó inmediatamente, temía haber lastimado a su amante. Lo último que quería era terminar esta maravillosa velada lastimando a Srikkanth. —¿Estás bien? —verificó. —Nunca he estado mejor —aseguró Srikkanth—, pero pesas un poco. —Alcanzó a Jaime y lo empujó a su lado, luego se acurrucó. —Me desharé del condón para que podamos quedarnos así el resto de la noche — propuso Jaime. Srikkanth rio. —¿Crees que Sophie nos dejará? —Probablemente no —dijo Jaime, haciéndole un nudo al condón y lanzándolo a la papelera—, pero podemos recostarnos hasta que ella nos obligue a hacer lo contrario. Srikkanth sonrió y recorrió con su dedo la espalda de Jaime mientras este apagaba la luz. Pudo sentir el escalofrío que recorrió a su amante por la caricia inocente y se preguntó si Jaime estaría interesado en otra ronda. Quizás cuando se levantaran para alimentar a Sophie, vería si podía encontrar los condones a los que Jaime se había referido. Solo por si acaso. —Sigue haciendo eso y bajaré por los condones ahora en vez de mañana —le advirtió Jaime, dándose la vuelta, acomodándose entre los brazos de Srikkanth y cubriéndolos con las sábanas. Srikkanth rio lleno de alegría. —Estaba pensando en ir por ellos cuando nos despertara Sophie —admitió. Jaime se acercó y lo besó con ternura. —Me parece perfecto.

Capítulo 19

—¿CÓMO te fue? —preguntó Jaime cuando Srikkanth volvió a casa. —Bastante bien —respondió Srikkanth, aunque su desconcierto era obvio—. Los chicos estuvieron muy interesados y preguntaron cosas serias en cuanto a procesos web y sobre la profesión. —¿Entonces qué significa esa mirada? —preguntó Jaime. Srikkanth sacudió la cabeza. —¿Desde cuándo es genial tener un hermano gay? ¿Y acaso es más genial que el novio de tu hermano venga a dar una charla a tu clase? Jaime frunció el ceño. —¿Qué? —Diana corrió en mi dirección en cuanto entré a su clase, me dio un enorme abrazo y me presentó a todos sus amigos como el novio de su hermano —contó Srikkanth—. Ninguno de ellos se sorprendió. Al contrario, parecían más emocionados por lo que yo tenía que decir, después de que ella lo anunciara. Luego los escuché hablando en el pasillo y comentaron lo genial que era que hubiera venido y le preguntaron a Diana si su hermano era tan sexy como su novio. —Fueron criados viendo Queer as Folk, Brokeback Mountain, Torchwood y similares —le recordó Jaime—. El ser gay ya no es como antes. No digo que esté perfectamente aceptado y estoy seguro de que Diana te presentó así porque sabía que las personas iban a reaccionar positivamente. Comenzó a usar un brazalete de arcoíris después de que salí del armario, pero nunca dejaría que mamá se lo vea. La he ido a recoger a la escuela en algunas ocasiones y lo lleva puesto. Incluso lo usa desde antes que comenzáramos a salir, así que dudo que tenga muchos amigos que nos rechacen. Eso tenía sentido para Srikkanth, viéndolo en retrospectiva. Aun así… —Hubiera sido mucho más fácil para mí si las cosas hubieran sido así cuando estaba en el instituto. —Para mí también —dijo Jaime con una sonrisa—. Gracias por hacer esto. Dejando a un lado la popularidad que has conseguido, significa mucho para mí que hayas hecho el esfuerzo de arreglar tu horario para que pudieras asistir a su clase. —A mí jefe no le importó —le aseguró Srikkanth—. Dijo que era excelente publicidad para la empresa, tanto en términos de reclutar personal para el futuro como para

explicar que le aportábamos a la comunidad. Incluso dijo que haría un grupo de estudios. Podría decir que tengo que asistir una vez al mes y me daría el tiempo sin pestañear. Jaime rio. —Diana no sabrá qué hacer con tanta atención. Estoy feliz que tu jefe lo entendiera, pero aun así fuiste tú el que hizo el esfuerzo. —La familia es importante —respondió Srikkanth simplemente. Jaime contuvo la respiración. Srikkanth había hecho ese tipo de comentarios este último mes, desde la primera vez que conoció a su familia en aquella comida del domingo. Habían vuelto cada semana, tanto por insistencia de Srikkanth como por los deseos de Jaime de reconectarse. Su madre y Paula habían cuidado de Sophie por lo menos una vez a la semana y les habían dicho que deseaban verla más seguido. Srikkanth no había dicho que sí, pero tampoco que no, aunque ahora que Sophie había comenzado a moverse más, a pesar de que aún no gateaba, Jaime sospechaba que pronto llegaría el día en el que Srikkanth se rendiría y se la dejaría unas cuantas horas al día. Para alegría de Jaime, cada vez que llegaban a casa de su madre, Álvaro repetía su advertencia de que no se quedaría quieta dentro de poco. No creía que su hermano pudiera estar tan fascinado con la pequeña. No tomaría mucho tiempo, antes de que Sophie comenzara a gatear y cuando eso sucediera, Srikkanth tendría más dificultad cuidando de ella mientras trabajaba y ese no sería el último reto que tendrían que enfrentar. —He estado pensando en algo —dijo Jaime lentamente—. ¿Qué opinas de hacernos una familia legalmente? —¿Qué? —preguntó Srikkanth, no estaba seguro de cómo interpretar la pregunta de Jaime. —Sé que un pedazo de papel no nos hará más pareja de lo que ya somos ahora, no hará que nos amemos más ni hará de Sophie alguien más importante, pero importará cuando ella sea mayor y comience a ir a estudiar y… —Espera —lo interrumpió Srikkanth—. Repite, ¿a qué te refieres? —Digo que te amo y que deseo que nos casemos. Quiero pasar el resto de mi vida como tu esposo —aclaró Jaime—. Quiero adoptar a Sophie y que seamos una familia ante la ley también. Quiero saber que si tú no estás más con nosotros, podré tomar decisiones por el bienestar de Sophie. Quiero ser al que llamen si algo te ocurre. —Espero que esto no sea solo por Sophie —dijo Srikkanth lentamente. —Por supuesto que no es solo por Sophie —protestó Jaime—. No creí que fuera necesario decirte cuánto te amo, pero si necesitas la aclaración, estaré feliz de… Srikkanth cortó las palabras besándolo dulcemente en los labios hasta que él se relajó. —Sí —dijo cuando levantó la cabeza—. Me casaré contigo. Formaré una familia contigo, contigo y con Sophie, y comenzaremos con el proceso de adopción en cuanto sepamos qué implica. Debería llamar a mis padres —añadió Srikkanth con seriedad—. No les he dicho nada acerca de Sophie o de ti. No es como si habláramos constantemente, por culpa de la diferencia de horarios y todo eso, y no sabría cómo explicárselo. Siempre ha sido más fácil si no lo menciono, pero ya es lo suficientemente malo que no sepan que tienen una nieta. No puedo casarme sin decírselo. Jaime asintió. —¿Quieres que me quede contigo mientras haces la llamada? Srikkanth pensó un momento, calculando la diferencia de horarios con la India. —Nos llevan once horas y media. Ahora es muy temprano allí, pero creo que haré

la llamada, así estoy seguro de que están, antes de que se vayan a trabajar. —¿Quieres que me quede? —repitió Jaime, esperando la respuesta de Srikkanth. —Si no te importa… —pidió Srikkanth, su voz llegando al borde de la desesperación. —Por supuesto—dijo Jaime—. Por eso pregunté. Vamos, cuanto antes llamemos, antes terminamos. Y luego iremos a cenar con mi mamá. —¿Nos espera para cenar? —preguntó Srikkanth. Jaime siguió a Srikkanth por las escaleras hasta su dormitorio, se sentó en la cama y colocó a su novio entre sus piernas con la espalda contra su pecho para que estuviera cubierto por él mientras tomaba el teléfono. —Allá vamos —murmuró Srikkanth mientras comenzó a marcar. —¿Hola? —Hola, Pitā —dijo Srikkanth lentamente—. ¿Mā y tú tienen un minuto para hablar conmigo? Tengo unas noticias que darles. —Espera un minuto, betta —dijo su padre. Podía escuchar su voz llamando a su madre. —Hola, betta —dijo su madre tan pronto como levantó el auricular de otro teléfono —. Tu padre dice que tienes noticias. —Muchas noticias —admitió Srikkanth—. ¿Recuerdas a mi amiga Jill? Ambos padres dijeron que sí. —Murió hace ocho meses —dijo Srikkanth lentamente—. Sufrió eclampsia cuando dio a luz. El bebé, Sophie, sobrevivió, pero ella no. —Oh, Srikkanth lo lamento —dijo su madre—. Sé lo cercanos que eran. ¿Por qué no nos llamaste antes? —Porque he estado bastante ocupado desde entonces —respondió Srikkanth con honestidad. No había forma sencilla de revelar el resto de la historia a sus padres y esa era la razón por la que no había llamado antes—. Sophie es mi hija, y he tenido que adaptarme mucho al tenerla en la casa. Alejó el teléfono de su oreja y esperó a la explosión inevitable. Llegó en un torrente de palabras en indio mientras sus padres hablaban a la vez tan rápido que no podía entender lo que decían. Cuando finalmente se calmaron lo suficientemente, trató de responder a las preguntas que logró comprender. —No, no nos casamos y no, no éramos una pareja. Ella quería un bebé y me pidió que fuéramos a la clínica de fertilidad. Lo hice y se suponía que eso sería todo, pero cuando murió, no pude permitir que Sophie se fuera con extraños así que la traje conmigo. No se los dije porque no quería que comenzaran a decirme que regresara a casa o que me casara con alguna chica hindú. No estoy interesado en casarme con ninguna chica, sin embargo si me casaré y esa es mi siguiente noticia. Recibió completo silencio como respuesta. Cerró los ojos ante la falta de reacción. —Lamento haberlos molestado. Mejor los llamo otro día. —No, espera betta —dijo su madre—. Nos llamas de repente y nos dices todas estas cosas, tienes que darnos tiempo para adaptarnos a los cambios. ¿Con quién te casarás? —Con Jaime —respondió Srikkanth—. No habría podido cuidar de ella sin él, y nos hemos enamorado. Quiere adoptar a Sophie y creo que su familia ya nos ha adoptado a todos.

—¿Jaime, tu compañero de casa? —verificó el padre de Srikkanth. —Sí —respondió Srikkanth. Otra pausa. —¿Cuándo se casarán? —No tenemos una fecha establecida —dijo Srikkanth—. Justo hoy decidimos casarnos. —Necesitaremos una fecha para poder conseguir los visados —dijo su madre—. Tan pronto como la sepas, avísanos. —No tienen por qué hacer eso, sé lo mucho que les costará —protestó Srikkanth. —Quizás no podamos —advirtió el padre de Srikkanth—. A varios de nuestros amigos les han rechazado el visado porque vivieron unos meses en los Estados Unidos o porque lo han visitado en varias ocasiones estos últimos años, pero podremos solicitarla una vez nos des la fecha. El resto depende de los burócratas. —Gracias —dijo Srikkanth suavemente—. Les enviaré un correo electrónico tan pronto como escojamos una fecha. Que tengan un buen día, Mā, Pitā, los amo. —Adiós, betta, llámanos pronto. —No estuvo tan mal, ¿verdad? —preguntó Jaime cuando Srikkanth colgó el teléfono. Srikkanth se encogió de hombros. —No estaban emocionados, pero tampoco me desheredaron, así que supongo que fue un éxito. —Preguntaron por una fecha y ofrecieron venir, ¿no? —verificó Jaime. Srikkanth asintió. —Eso es definitivamente un éxito. —El conseguir un visado es un verdadero dolor de muelas —advirtió Srikkanth—. Probablemente no puedan lograrlo. —Pero lo intentarán—señaló Jaime—, y eso es más de lo que esperabas. Vamos por Sophie y luego a celebrarlo. —LLEGARÁ el verano antes de que nos casemos —gruñó Jaime mientras llevaban a Sophie de regreso a casa. Como habían predicho, su madre se había emocionado con la noticia de su boda y había prometido hacer todos los arreglos. —Podríamos fugarnos —sugirió Srikkanth en broma. —Es tentador —rio Jaime—, pero no quiero enfrentarme a la ira de mi madre. —Podríamos poner una fecha límite y decirle que tiene que estar listo para ese entonces —propuso Srikkanth—. Si le damos una fecha cercana, no tendrá tiempo para hacer algo muy elaborado. —Pero eso lo complicará más para tus padres —protestó Jaime. —Quizás no vengan a pesar de que tengamos una fecha lejana —advirtió Srikkanth —. Como han vivido aquí durante varios años la USCIS sospechará que tratan de regresar como residentes aunque compren billetes de vuelta. Lo he visto en varias ocasiones con amigos cuyos padres regresaron a la India después de vivir varios años aquí. Si no consiguen la ciudadanía mientras están aquí, casi nunca les dan permiso para regresar ni para bodas, nacimientos o funerales. Es estúpido, pero así es el departamento de migración. Tenemos que hacer otros planes: podríamos irlos a visitar a la India algún día. —Bueno, estamos en septiembre, podríamos tener una boda para Navidad.

—Para año nuevo—dijo Srikkanth—. Un nuevo año, un nuevo matrimonio y una nueva familia. ¿Qué te parece? —Creo que es perfecto —admitió Jaime—. Llamaré a mi mamá más tarde y le diré que hemos escogido una fecha. Tendremos que apresurarnos y encontrar un lugar para el banquete, pero todo lo demás debería ser fácil. No es como si tuviéramos que preocuparnos por vestidos caros o algo así. —Tú madre y hermanas sí —le recordó Srikkanth. Jaime hizo un gesto de molestia. —Son compradoras experimentadas, encontrarán algo este fin de semana una vez sepan cuando es la boda. —Lo que falta son los invitados —dijo Srikkanth—. Si podemos encontrar un lugar donde celebrarlo, podremos imprimirlas invitaciones rápidamente. El tener una invitación probablemente ayude a mis padres. —Se detuvo y se echó a reír—. O quizás no, porque somos dos hombres. A menos que le digan a las autoridades que viajarán para evitar la boda. —Si las autoridades son de la India, probablemente no sepan que Jaime es un nombre de hombre —dijo Jaime—. Se parece mucho a Jamie y conozco a muchas chicas con ese nombre. —Enviaremos la invitación y ellos harán con ella lo que quieran —decidió Srikkanth—. No tenemos que planear basándonos en mis padres. —Envíales un correo electrónico para que sepan la fecha y este fin de semana podremos usar mi cámara web y los llamaremos para que conozcan a Sophie —propuso Jaime—. ¿Qué te parece? —LO LAMENTO Srikkanth, mi betta —dijo la madre de Srikkanth cuando los llamó un mes más tarde—. La embajada no nos dará un visado. Iremos a Delhi y hablaremos con la persona encargada para ver si cambian de opinión, pero no sé si tendremos éxito. —Está bien, Mā —dijo Srikkanth—. No esperaba que pudieran venir. Sé lo difícil que es conseguir un visado en la situación actual. —No está bien —insistió la madre de Srikkanth—, pero mientras tanto, hemos enviado una carta a Ashok Chacha. Está en California, ¿lo recuerdas? Es el primo del cuñado de Pitā; fue con quien nos quedamos cuando llegamos a los Estados Unidos la primera vez. —Lo recuerdo —respondió Srikkanth. —Él y su familia irán a la boda. Si no podemos llegar personalmente, ellos irán en nuestro lugar —dijo la señora—. Te podrías asegurar de que alguien vaya a recogerlos al aeropuerto, ¿verdad? —No tenías por qué hacer eso—dijo Srikkanth, increíblemente conmovido por la insistencia de su madre para encontrar algún familiar que asistiera a la boda. No creía que ella estuviera feliz con su decisión, pero por lo menos la había aceptado. De lo contrario jamás hubiera contactado con su tío. —Crié bien a mis hijos —respondió la señora—. Solo te casarás una vez y si no puedo estar ahí quiero que alguien esté, para que la familia de tu… —hizo una pausa y Srikkanth casi pudo imaginarla buscando la palabra que quería—. … prometido, no crea que te hemos abandonado.

—No pensarán en eso, Mā —le aseguró a su madre—. También son inmigrantes. Los padres de Jaime viven aquí, pero sus abuelos no asistirán a la boda por la misma razón que ustedes no vendrán. Si me da el número de Ashok Chacha lo llamaré y discutiré los detalles con él. Creo que la hermana de Jaime tiene espacio en su casa para él y así tampoco tendrá que alquilar un coche. —Eres un buen niño, betta. Besa al bebé por mí y regresa pronto a la India, te extrañamos. —Yo también los extraño, Mā. Les hablaré pronto. —¿Qué decías de mi hermana? —preguntó Jaime entrando a la habitación justo cuando Srikkanth terminó su conversación. —Era mi madre —explicó—. Les han denegado el visado, pero llamó a mi tío, bueno no es exactamente mi tío, pero lo suficientemente cercano, y vendrá a la boda en su lugar. —¿Uno de esos familiares que es el esposo de la prima del esposo de la prima? — preguntó Jaime riendo, pensando en todas las personas en México a los cuales sus padres consideraban familia a pesar del grado de separación entre ellos. —El cuñado del primo de mi padre para ser exactos —dijo Srikkanth—. Lo conozco más de lo que puedo decir de algunas personas a las que mis padres consideran familia. Nos ayudó la primera vez que vinimos a los Estados Unidos. Ahora vive en California y ya no es tan joven. Pensé que podría quedarse con Beatriz. Se quedará en un hotel si tiene que hacerlo, pero como es la única persona de mi familia que vendrá, esperaba poder encontrarle un lugar donde pudiera quedarse si no puede hacerlo aquí. —No se puede quedar aquí —dijo Jaime—. No tenemos una cama extra y no te compartiré con nadie en nuestra noche de bodas. Ni con Sophie y sabes que si no te comparto con ella mucho menos lo haré con tu tío. Le hablare a Bea el domingo. No estoy seguro si estará de acuerdo, pero si no, quizás pueda quedarse con Mamá y Álvaro. Comenzaremos a planear el viaje a la India cuando regresemos de nuestra luna de miel. ¿Quizás para la Navidad del próximo año? —Es el momento perfecto para ir—dijo Srikkanth—. No hará mucho calor y los monzones todavía no habrán comenzado. De verdad te amo, ¿lo sabes? —Entonces ven acá y demuéstramelo.

Capítulo 20

LAS notas de la melodía “Canon en D” por Pachelbel resonaron por el salón de la recepción mientras Srikkanth y Jaime entraban por puertas opuestas, encontrándose en el centro de dos secciones de sillas. Sus miradas se encontraron y se tomaron de las manos por hábito. Solo cuando caminaron por el resto del pasillo fue que Srikkanth alejó su mirada de su futuro esposo y se enfocó en los invitados. Miró a su tío y la familia de este cerca del frente, con los vividos colores de los saris de las mujeres en contraste con los colores más sobrios del resto de invitados. Sintió un ligero dolor al pensar en sus padres, deseando que hubieran podido asistir, pero sus intentos de conseguir un visado continuaron fallando. Estaban allí en espíritu, se dijo a sí mismo, o su madre jamás hubiera contactado con Ashok Chacha y no le hubiera pedido que viniera en su lugar. Llegando ante el juez de paz, Srikkanth respiró profundamente y esperó a que la ceremonia iniciara. Este era el primer día del resto de su vida. —Amados invitados, nos hemos reunido aquí, en este día, para celebrar la unión de dos corazones y dos vidas, para formar una nueva familia. Srikkanth y Jaime han pedido a todos ustedes que sean testigos de su compromiso. El matrimonio puede ser definido de muchas maneras —añadió, mirando a la pareja—, tantas como las personas que desean unirse en él. Es una promesa de una vida en pareja, un compromiso para enfrentarse al mundo como un equipo en vez de cómodos individuos. Por lo general, como en su caso, es un compromiso para crear una familia. Es un vínculo legal que les provee de ciertos derechos y responsabilidades. Pero aún más importante, es la unión de dos corazones por la cual nace todo lo demás. Están reunidos el día de hoy porque desean hacer oficial y legal una unión que ya existe. Un matrimonio no crea una relación, la reconoce. Cuando digan sus votos, pondrán en palabras las promesas que ya existen entre ustedes, compartirán con sus invitados las emociones que existen, crearán una unidad, estable y fuerte, que reforzará sus familias y su comunidad. Esto es lo que aceptarán en el momento en el que decidan hacer sus votos. Jaime presionó la mano de Srikkanth porque quería todas esas cosas con desesperación. —Por lo general este es el momento en el que le pido a la pareja que se tome de las manos, pero veo que ustedes ya lo han hecho, así que simplemente les pediré que se miren el uno al otro mientras dicen sus votos.

Se miraron fijamente y también se tomaron con las manos que tenían libres. —Jaime, ¿puedes pronunciar tus votos? Jaime respiró profundamente y comenzó a decir los votos que habían acordado. —A partir de este día te escojo, Srikkanth, para que seas mi esposo, para que vivamos juntos y riamos juntos, para trabajar a tu lado y soñar entre tus brazos, para llenar tu corazón y alimentar tu alma; prometo siempre buscar lo mejor en ti y estar contigo siempre que pueda mientras envejecemos. Siempre te amaré con todo mi corazón hasta el final de nuestras vidas. Srikkanth cerró los ojos con la fuerza por toda la emoción que se había acumulado en su interior al escuchar la declaración de Jaime. Sabía con cada célula de su cuerpo que Jaime lo amaba, pero el escuchar esas palabras le dio más fuerza a sus sentimientos. —¿Srikkanth? —el juez de paz preguntó. Srikkanth se aclaró la garganta, con voz ronca dijo sus votos. —A partir de este día, te escojo, Jaime, para que seas mi esposo…—Su voz se entrecortó mientras trataba de continuar. Jaime le apretó las manos, como si le diera permiso para que tomara un momento para recuperar la compostura y una vez lo hizo, levantó la cabeza para mirar a su futuro esposo a los ojos, y continuó—. Para vivir y reír a tu lado, para trabajar contigo y soñar entre tus brazos, para llenar tu corazón y alma, para buscar siempre lo mejor en ti, para estar contigo siempre que pueda mientras envejecemos. Siempre te amaré con todo mi corazón por el resto de mi vida. —El anillo es uno de los signos más antiguos conocido por la humanidad que representa la eternidad y unidad —continuó el juez de paz—. Sin inicio ni final, es el ser perfecto, la representación de la unión que están creando el día de hoy. Ya no serán dos personas, sino una pareja. Ya no serán dos vidas, sino una. Ya no caminarán solos, sino juntos y confiarán el uno en el otro y se brindarán amor y apoyo en cada faceta de sus vidas. Así que hoy, intercambiarán anillos como muestra de su amor y símbolo del compromiso que tienen el uno con el otro. Álvaro se acercó y les entregó un par de anillos que habían mandado a hacer. En vez de ser una simple argolla de oro, el joyero había combinado oro y plata para representarla unión de dos vidas. Jaime le mostró el suyo a Srikkanth, quien levantó la mano para que Jaime pudiera colocarle el anillo. —Recibe este anillo como muestra de mi amor y fidelidad a ti. Úsalo siempre como reconocimiento de nuestro compromiso. —Cuidadosamente deslizó el anillo en el dedo de Srikkanth. Cuando ya estaba en su lugar, le pasó su anillo a Srikkanth quien repitió las palabras y los gestos. —Felicidades caballeros. Ya son hombres casados —declaró el juez de paz—, pueden besarse. Se acercaron al mismo tiempo y se besaron para sellar su compromiso. No fue uno largo, aunque Jaime estaba tentado a prologarlo. Más tarde tendrían tiempo y compartirían besos más íntimos. Por ahora, se contentó con apretar las manos de Srikkanth y con saber que este era el principio de su vida. Cuando se separaron escucharon los aplausos y el juez de paz habló por última vez. —Es un gran placer para mí presentar por primera vez a la pareja de recién casados: Jaime y Srikkanth Frias. Tomaría más que el anuncio del juez de paz para que el cambio de nombre fuera legal, pero a ninguno de los dos hombres le importó. Se dieron la vuelta y se dirigieron a

sus invitados. Srikkanth vio movimiento al final del salón y se emocionó al ver un sari rojo. Sus ojos se llenaron de lágrimas cuando notó con asombro a sus padres, su madre llevaba un sari de color rojo y dorado que su padre le había regalado para su boda, hacía treinta años. —Vinieron —le susurró a Jaime—. ¡Mis padres vinieron! Jaime se dio la vuelta para mirar a la pareja india que Srikkanth señalaba y que estaba de pie detrás de todos los invitados. —Será mejor que vayamos a saludarlos —murmuró, llevando a Srikkanth por el corredor. Con el corazón latiéndole aceleradamente, Srikkanth siguió a Jaime al final del salón, se detuvo a unos cuantos pasos de sus padres. Su madre no titubeó y lo abrazó con fuerza. —Viniste —susurró una y otra vez—. ¿Cómo es posible? —Aprobaron el visado en el último minuto —respondió el padre de Srikkanth dándole unas palmadas al hombro de su hijo con una mano y a su esposa con la otra—. No pudimos llamar porque tomamos el primer vuelo que pudimos, pero casi no llegamos a tiempo. Si nos hubiéramos perdido alguna conexión o tenido algún retraso, no habríamos podido venir a tiempo y no queríamos decepcionarte más. Su presencia era todo lo que podía hacer más feliz a Srikkanth de lo que ya estaba. —Mā, Pitā —les presentó a Jaime tan pronto como pudo hablar. —Mucho gusto en conocerlos —dijo Jaime, uniendo sus manos como si estuviera rezando, inclinándose levemente como saludo. Srikkanth le había mostrado cómo hacerlo cuando conoció a su tío. El señor hizo lo mismo, saludándole formalmente, pero su madre no tuvo la misma actitud formal y lo abrazó como a Srikkanth. Cuando se separaron, miró a ambos hombres fijamente. —Debo admitir que este no es el camino que me hubiera gustado para ti, betta, pero eres un hombre adulto y siempre he confiado en ti. Este es el camino que escogiste y espero que lo siguas con la dignidad y fidelidad que caracteriza a esta familia. —Sí, Mā —prometió Srikkanth, las lágrimas que habían amenazado con derramarse lo hicieron por fin al sentir la alegría y el alivio de tener la bendición de sus padres. —Ya te hemos robado suficiente tiempo. Tenemos un mes antes de regresar a Hyderabad. Hablaremos luego —declaró el padre de Srikkanth—. Tienes otros invitados además de nosotros.

Epílogo

Cuatro años más tarde… —BIENVENIDOS a la Escuela Nichols Montessori. Soy la señora Coates y seré su profesora este año, ¿cuál es tu nombre? Justo afuera de la puerta –Sophie había insistido en ir sola– Srikkanth mordió su labio para evitar reírse. —Sophie Thanaa Frias —dijo la pequeña niña con orgullo—, pero puede llamarme Sophie. —Mucho gusto en conocerte, Sophie —dijo la señora Coates, pero su voz traicionó la sorpresa que tuvo al ver la actitud tan madura de la niña—. ¿Te vinieron a dejar tu papá y tu mamá? —Mi mamá murió cuando nací —dijo Sophie—. Ahora vivo con mis dos papás. Están afuera, pero yo quería conocerla primero. Incapaz de detener su risa, Srikkanth se apiadó de la maestra y entró en la clase. —Soy el padre de Sophie, Srikkanth Frias—dijo dándole la mano—. Uno de sus dos papás. Ya se habrá dado cuenta de que es todo un caso. La señora Coates rio. —Tengo una clase llena de ellos. ¿Vino su pareja con usted? —Mi esposo está en la oficina encargándose de los detalles de la inscripción — respondió Srikkanth dejándole muy en claro a la maestra de Sophie la forma en la que él y Jaime preferían denominar su relación—. Vendrá enseguida. La señora Coates asintió. —No tiene que preocuparse de que Sophie sea molestada o lastimada. Tenemos muchas familias no tradicionales con adopciones del extranjero, familias mixtas, variedad de razas, etcétera. —Sophie no es adoptada —respondió Srikkanth—. Bueno, Jaime la adoptó cuando nos casamos, pero es mi hija en todo sentido de la palabra. —Como le he dicho —dijo la señora Coates—, tenemos muchas familias poco convencionales. Estoy segura de que Sophie no tendrá problemas para adaptarse. Jaime acababa de entrar y se detuvo al lado de Srikkanth, deslizando su brazo alrededor de la cintura de su esposo. Le ofreció su mano a la maestra de Sophie.

—Jaime Frias, soy el padre de Sophie. —Es un placer conocerlos a ambos —dijo la señora Coates—. Estoy segura de que será un año maravilloso para todos. Jaime le sonrió a su hija, la cual ya estaba explorando la clase con su usual energía. —Todos lo son.

Author ARIEL TACHNA vive a las afueras de Houston con su marido, su hija, su hijo y su gato. Antes de trasladarse allí ha viajado por todo el mundo, y se ha enamorado de Francia, donde conoció a su marido, e India, donde sueña con retirarse algún día. Es bilingüe con conocimientos de otras cuatro lenguas, para su crédito, y le gustan tanto los idiomas como escribir. Visita su página web en http://www.arieltachna.com/ y su blog en http://arieltachna.livejournal.com/ o envíale un mensaje a [email protected].

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{1} 4 kilos, aproximadamente. N. de T. {2} Pieza de ropa bastante abrigada, parecida a un pijama completo. Mono. N. de T. {3} 100.4ºF equivalen a 38ºC. N. de T. {4} 103ºF equivalen a 39ºC. N. de T. {5} El texto en cursiva está en español en el texto original. N. de T. {6} 100,3ºF equivalen a 38,1ºC. N. de T. {7} El texto en cursiva está en español en el original. N. de T.

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