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Sinopsis

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revor Scott y Lil Campbell han sido los mejores amigos desde la niñez y ambos han aceptado que ellos siempre permanecerán solteros. Lil se aproxima rápidamente a los treinta y decide convertirse en madre soltera, aunque ella necesite "un donante". Después de discutir las cosas con Trevor, pensando y manifestando cada uno de ellos que nadie es lo suficientemente conveniente, Trevor ofrece sus servicios. Lo que comienza como un proyecto de hacer un bebé por "sólo negocio", pronto se convierte en días y noches de pasión salvaje, que nunca supieron que ellos podrían compartir. Lil, la siempre lógica y estable, se pregunta si quedar embarazada de Trevor era una buena idea ya que ahora lo quiere en el papel de marido y padre también. ¿Pero podrá Trevor dejar su atormentado pasado destruyendo cualquier oportunidad hacia una vida familiar feliz?

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Índice Sinopsis Prólogo Capítulo 1 Capítulo 2 Capítulo 3 Capítulo 4 Capítulo 5 Capítulo 6 Capítulo 7 Capítulo 8 Capítulo 9 Capítulo 10 Capítulo 11 Capítulo 12 Capítulo 13 Epílogo Sobre La Autora Agradecimientos

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Prólogo Traducido por Paaau Corregido por Curitiba

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revor Scott se sentó en la pequeña silla cromada del Hospital St. Mary de San Francisco, sosteniendo la mano de su mejor amigo. Brian Campbell se veía como un boxeador perdiendo en el décimo asalto. Su tez terrosa, sus labios magullados e hinchados. Un corte largo y púrpura, cosido con hilo grueso dibujaba una línea irregular desde su sien hasta su mandíbula. Era un maldito desastre. —Quiero que cuides a Lil por mí. No quiero que vaya a algún maldito hogar de acogida. —La voz de Brian era un susurro forzado mientras luchaba por su vida. Trevor intentaba ignorar las IV, el monitor cardiaco y otros aparatos que estaban atados a su compañero de infancia como largos tentáculos de insectos robóticos. El olor del desinfectante hacía revolver su estómago mientras respiraba entrecortadamente. —Oye, hombre, aún no te vas. —Trevor intentó mantener su voz firme— . No puedes irte, Bri, eres todo lo que tiene Lil en este mundo. Demonios —se rió—, eres todo lo que yo tengo. Los Campbells siempre habían sido la segunda familia de Trevor. Era más familia para él de lo que habían sido sus propios padres. Los conocía desde los cinco años, cuando se mudaron a la casa de enfrente. Había estado ahí el día en que trajeron a Lilian desde el hospital, dos días después de su nacimiento; ahora era una chica de diecisiete años de pelo rizado, cara pecosa y poco femenina. Cuando sus propios padres fallecieron seis años atrás, los Campbells lo habían recibido, tratándolo como uno de ellos. Él ya había perdido a sus padres biológicos, aunque no había perdido un gran amor ahí, sólo recuerdos horribles, pero ahora, había perdido a

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sus padres sustitutos también. Estaría perdido si perdía también a su mejor amigo. —Vamos, amigo. —Trevor sacudió suavemente el hombro de Brian cuando él fue a la deriva, ojos cerrados, respirando erráticamente—. Lil te necesita. Brian gimió de dolor, tosiendo guturalmente. Trevor casi lo pierde. —Déjame llamar a la enfermera. Te dará algo para el dolor. —Se levantó, extendiendo su 1,90 m, muy delgado años atrás, ahora musculoso, listo para correr hacia la puerta. Brian sujetó su mano para detenerlo. Sus ojos café se abrieron, aunque incoherentes. —¡Trevor! —Fue un ronco susurro—. Prométeme que te harás cargo de Lil. —Sí. —Trevor parpadeó varias veces. Pellizcando el puente de su nariz con su mano libre, luchó contra el vacío reuniéndose en su pecho—. Por supuesto que lo haré. —Brian relajó su agarre. —Gracias, amigo. Ahora puedo irme en paz. —Sus ojos se cerraron nuevamente. Una suave sonrisa curvó un lado de su boca hinchada. —No vas a ninguna parte. —Trevor no quería que él se rindiera. —Oye, no estés tan desanimado, hombre. Voy al cielo. —Su sonrisa se veía débil mientras decía—: Al menos, eso espero. —Una risa salió de su pecho. Trevor se quedó de pie junto a la cama de hospital, mirando las prístinas sábanas blancas y al joven que estaba aproximadamente del mismo color. El mismo hombre que había sido su mejor amigo la mayor parte de sus veinticuatro años. Nunca se había sentido tan desolado en toda su vida. ¿Qué se supone que haría? ¿Esperar hasta que la cruel mano de la muerte reclamara a Brian Campbell, justo como lo había hecho con Dorothy y Chester Campbell? ¿Justo como lo había hecho con sus propios padres? Sí, demonios, eso era todo lo que podía hacer. Eso y rezar. Ninguna actividad le traía consuelo. Trevor maldijo suavemente, apretando su mandíbula contra la tormenta de dolor que estaba sintiendo otra vez. Un dolor tan intenso que había

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esperado nunca más volver a experimentar. Aun así, aquí estaba por tercera vez en las últimas 24 horas. Cuando Brian se quedó quieto, muy quieto, el corazón de Trevor saltó hasta su garganta. Viendo que el monitor cardiaco aún sonaba a intervalos regulares, dejó salir un largo y tembloroso suspiro y se relajó un poco, pero estaba demasiado tenso para volver a sentarse. Se alegraba de que Lil no estuviera ahí para ver esto. Se había vuelto loca la noche anterior después de que escuchó acerca del accidente automovilístico. Él casi había hecho lo mismo. La mirada de Trevor siguió las elaboradas respiraciones de Brian, el superficial sube y baja de su pecho. El asqueroso borracho podría añadir otra mella en su cinturón antes de que la noche terminara. Brian se veía mal. Realmente mal. Él y Lil habían sido invitados a ir con ellos la noche anterior, pero él tenía que trabajar y Lil quería dormir un poco más antes de lanzar en el juego de beisbol que se celebraría en su secundaria. Ella no fue al juego. Él no fue a trabajar. Si hubieran ido a la barbacoa la noche anterior, ambos estarían probablemente muertos. Por cómo se sentía ahora, él deseaba estarlo. Esta noche, Lil volvería a casa con él. Quizás se estaría quedando en su casa por los próximos quién-sabe-por-cuánto-tiempo. Tendría dieciocho en un par de meses. Conociéndola, duplicaría sus horas en el departamento de la tienda y encontraría su propio lugar. Lil era así de independiente. Esa maldita testaruda. —¿Trevor? —Brian frunció el ceño mientras intentaba enfocarse. —Estoy aquí. —Trevor se inclinó, cerca del pulverizado rostro de Brian para que él pudiera verlo—. ¿Qué necesitas? Sólo dime. Te lo traeré. —Sólo una cosa más. —Soltó una breve carcajada—. Seguramente tengo un montón de peticiones para ser un hombre que se está muriendo, ¿verdad? —Nah. ¿Para qué son los amigos? —Cuando me vaya, quiero que tengas una Corona para mí. Escuché que Dios no admite licor en el Cielo. —Sonrió de nuevo, un infantil hoyuelo apareciendo en su mejilla izquierda. Un recordatorio de lo joven que era. Demasiado joven para morir.

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Trevor dejó salir un bufido divertido. —Te diré qué, Bri. —Intentó no mostrar las lágrimas en su voz—. Bajaré una colección completa. Brian levantó una débil mano, levantando su pulgar. La próxima cosa que Trevor escuchó, fue el estruendo del monitor cardiaco. Sintió la mano de Brian deslizarse de la suya. No tuvo que mirar a la máquina para saber que estaba fibrilado. Brian Campbell, capitán de su equipo de futbol universitario, futuro psicólogo, rompe corazones de al menos cinco mujeres al mes, su único mejor amigo, estaba muerto. No voy a comenzar a llorar, se consoló Trevor, descansando su cabeza en la baranda lateral de la cama. Alejó cualquier pensamiento balístico, cuando todo lo que quería hacer ahora era matar al desgraciado hijo de puta que hizo esto. Pero no podía. La violencia no resolvía nada, como bien sabía. Pasó distraídamente un dedo por el bulto de su nariz, deslizando el índice bajo su ojo izquierdo para limpiar una lágrima que se había derramado. Además, necesitaba aclarar su cabeza. Tenía que decirle a Lil. Desde este día en adelante, él era su familia y ella la de él. Estaban solos en el mundo. Todo lo que tenían a partir de este momento era el uno al otro. Antes de que Trevor tuviera una oportunidad para meditar cualquier horrible pensamiento, la puerta se abrió, una espuma de color blanco y gris-verde atravesando la puerta, derramándose hacia la cama en donde aún yacía Brian. Alguien lo empujó lejos para que ellos pudieran intentar resucitarlo. Las voces eran fuertes mientras gritaban indicaciones. Toda la escena alcanzó pronto un punto alto de frustración. Con los miembros temblando y el cerebro entumecido, Trevor se dio la vuelta y dejó al equipo médico con sus inútiles esfuerzos para traer de regreso al muerto. Mientras tastabillaba en el pasillo infinito, se dirigió hacia la salida, sabiendo que pronto estaría enfrentando la situación más difícil en su vida: decirle a Lil que su hermano estaba muerto y que él le cuidaría. Lamentablemente, ellos nunca se llevaron bien.

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Capítulo 1 Traducido por clau12345 Corregido por Curitiba

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nce años más tarde

Lil se sentó con las piernas cruzadas en el suelo mientras Trevor yacía sobre el sofá como oropel en un árbol de Navidad. Ambos tenían un envase de un cuarto de su comida china favorita. Lil comía gambas agridulces con arroz al vapor, mientras que Trevor devoraba su pollo Kung Pao, extra picante. Esta era su cena habitual de los viernes por la noche de tertulia y conversación profunda que les garantizaban poner las viejas células cerebrales a resoplar y jadear. El tema de esta noche: la maternidad siendo soltera. —Quiero decir, estoy cerca de los treinta años de edad —dijo Lil, señalándolo con un tenedor de plástico blanco—. He renunciado a todo, excepto a buscar un esposo. Mi reloj biológico está sonando. No quiero perder los años fértiles que me quedan esperando a que el Príncipe Encantado llegue y me alce en brazos. —Bufó, poniendo el tenedor y el envase de cartón vacío sobre la mesa de café frente a ella—. Podría estar muerta y enterrada antes de que él llegara. De hecho, tengo serias dudas de si hay un hombre para mí allá afuera en el mundo. —Sé lo que quieres decir —dijo Trevor alrededor de su último bocado de pollo—. Creo que yo también permaneceré solo, pero en mi caso, es por decisión propia. —Podría ser una madre soltera. —Lil se recostó contra el sofá, arrastrando sus rodillas hasta el pecho y envolviendo sus brazos alrededor de ellas—. Muchas mujeres lo han hecho. ¿Por qué yo no? Sólo tengo que encontrar un tipo al que conozca razonablemente bien y de esa manera no estaría corriendo riesgos de contraer alguna enfermedad horrible, invitarlo a irse a la cama conmigo y luego, cuando

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me embarace, termino la relación. —Ella se encogió de hombros, mirando hacia él—. Lo único que quiero es un bebé. —No sé si deba o no tomarte en serio. Lil frunció el ceño. —¿Qué quieres decir con eso? Un encogimiento de hombros lentamente levantó los hombros de Trevor. —No lo sé. Las mujeres tienen un modo extraño de vez en cuando, sobre todo en ciertos momentos durante el mes. Se vuelven locas, lloronas y en tu caso, melancólica. —Sabes que puedes ser un completo imbécil a veces. —Ella sorbió por la nariz, entrelazando los dedos distraídamente a través de uno de sus rizos. —Está bien, está bien. —Trevor levantó una mano, masticando su último maní cubierto de salsa—. Estás buscando un padre sustituto para crear un bebé. Para agregar el elemento definitivo a tu bien estructurada vida. Lil asintió. Trevor levantó las cejas. Podría ir con ella en esto. —Serías una gran madre. Pareces preparada. Bien, te ayudaré a elegir un padre. —Lil sonrió y luego le sacó la lengua cuando dijo: —Aunque creo que esta es una idea descabellada. ¿Qué hay de Joe Reinhold de la sección de autos? —preguntó, dejando su contenedor vacío al lado del de Lil en la mesa. Se movió a una posición más horizontal, con la cabeza apoyada en un brazo del sofá, los pies descalzos apoyados en el otro extremo. —¿Has visto sus manos? ¿Toda esa grasa? —Lil se estremeció—. ¡No lo dejaría tocarme en un radio de tres metros! Trevor dejó escapar una risa divertida. Lil se puso de pie, levantando su pie cubierto por el calcetín para que ella pudiera sentarse en el sofá. Cuando estuvo sentada y cómoda, Trevor puso las piernas en la parte superior de los muslos de Lil, mirándola a través de sus pestañas inferiores.

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—¿Cómodo? —preguntó ella secamente. Cuando él sonrió, ella puso los ojos en blanco, pero no intentó retirar las grandes y peludas piernas que se extendían por todas partes. Trevor clavó la punta de un dedo en la boca, sumido en sus pensamientos, y luego lo sacó y espetó: —¡Tengo una idea! Lil gimió. —Por favor, no otra de tus pésimas ideas. —¿Dime cuándo he tenido una única pésima idea? Ella levantó una ceja. —Oh, ¿qué tal el momento en el que te comprometiste a hacernos ricos, insistiendo en que la seda hecha en casa era el mercado perfecto? Entonces, sin previo aviso, trajiste más de dos mil gusanos de seda en diez diferentes acuarios, mirándome con esos ojos marrones de cachorrito triste que tienes, rogando por mi ayuda. ¡Cómo si yo supiera qué hacer con dos mil gusanos de seda! Varias semanas más tarde, tuvimos una manada entera de polillas blancas, trescientos cadáveres de capullos y ni el más mínimo retazo de seda. Trevor hizo una mueca. —Eso fue diferente. —Está bien. ¿Qué tal la vez que alquilaste un carrito de perros calientes y tuvimos a una de tus muñecas rubias empujándolo por todas las calles del centro de la ciudad vistiendo un bikini? —Hey, —interrumpió Trevor—, hice 500 dólares ese día vendiendo perritos calientes. —Es verdad. También perdiste hasta el último centavo cuando tuviste que pagar la multa que recibiste por vender sin licencia, y como-sellame fue arrestada por exposición indecente. —Lil rió—. Sin embargo tengo que admitir que tu proyecto de gimnasio ha sido recibido bastante bien. Estoy asombrada de que todos esos arrogantes cabezas de músculo se hayan unido en los últimos dos años. ¡Hombres! —Ahora, ¿quieres oír mi idea o no? —Escuchémosla, Einstein. Trevor fingió indignación.

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—¿Qué hay de Frank, de Electrónica? Lil arrugó su nariz respingona y pecosa. —Otra pésima idea de Trevor Scott. Es demasiado débil. —¿Kevin Greene? —Tan pronto como le dijo el nombre del hombre, supo que era una mala idea. —Kevin Greene, ¿eh? —Los labios de Lil se curvaron en una sonrisa seductora. Tampoco perdió esa chispa malvada en sus ojos. —¿Quieres decir el buenote-del-mes, modelo de la página central de Playgirl, hazme-daño, Kevin Greene? Trevor frunció el ceño. —No me gusta la forma en que dices eso. —Ahora, ¿de qué estás hablando? —En todos los años en que te he conocido, no he visto ni una vez que sea tu libido la que decida. Definitivamente no será Kevin Greene. —Oh, deja de actuar como un hermano celoso. Trevor tenía los ojos muy abiertos mientras señalaba hacia su pecho. —¿Celoso? ¿Yo? —Se quedó en silencio antes de decir —: oh, diablos, tal vez sólo estoy un poco celoso, pero tengo que cuidarte. Ese hombre tiene un ego diez veces más grande que su cuerpo de noventa kilos y el doble de mujeres haciendo fila para adorarlo. —¿Y? —No Kevin. —Trevor se estaba poniendo nervioso. —¿Por qué no? —Lil distraídamente pasó una uña sobre la cicatriz en la rodilla derecha de él. La cirugía había sido años atrás, sin embargo, todavía cojeaba cuando estaba cansado o el clima estaba demasiado frío. Vivir en el brumoso San Francisco hacía estragos en él muy a menudo. —Estoy segura de que sería una noche que nunca olvidaría. —Su mirada viajó muy lejos antes de volver a enfocarse en Trevor. Luego tiró de uno de los pelos de sus piernas, por lo que él grito. Sabía que lo había hecho a propósito, sólo para molestarlo. —¡Hey! —Frotando su pierna. —Mejor ten cuidado, píldora.

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Lil hizo caso omiso de su advertencia y continuó diciendo: —No tendría que preocuparme respecto a involucrarme emocionalmente con él, ya que sólo se ama a sí mismo. —Sonrió, mostrando los mismos hoyuelos que Brian tenía—. Además, saldría con un hermoso bebé de todo esto—. Suspiró. —No Kevin. —Trevor bajó los pies al suelo, salvándose de golpear la nariz de Lil por una fracción de pulgada y se sentó erguido. Lil frunció el ceño. —¿Y por qué no, si puedo preguntar? Inclinándose hacia delante con los antebrazos en las rodillas, juntó los dedos debajo de la barbilla, Trevor pensó mucho y rápido. —Él es... uh... él es gay. —Chasqueó los dedos, señalando con la cabeza en su dirección—. ¡Eso es, es gay! La boca de Lil se abrió. —¿Kevin Greene? ¿Gay? ¡Pero es tan guapo! Trevor se levantó a buscarse otra cerveza lite, murmurando: —Sí, bueno, la gente puede sorprenderte estos días. —Se sentía como una escoria diciéndole a Lil esa mentira, pero no podía soportar la idea de que el cuerpo de Kevin maltratara al de ella, pequeño, como si no fuera nada más que un pedazo de carne. Otra de sus fanáticas admiradoras. Lil necesitaba ser tratada con cuidado, venerada con ternura, aunque fuera sólo por una noche. Abrió la nevera, sacando una clara botella de cuello largo, girando la tapa y tragando largo y profundo mientras estudiaba a la mujer en la sala de estar que estaba limpiando la mesa de los escombros de su cena. Llevaba una descolorida camiseta de futbol azul. LA PILDORA y el número dieciséis escritos al frente y en las espalda con grandes letras y números blancos, aunque ahora estaban pálidos y agrietados. Él le había dado esa camiseta para su decimosexto cumpleaños y le sorprendía que todavía la usara después de todos estos años. Cada vez que lo veía en ella, pensaba que se dirigiría a la basura en vez de recibir otro lavado. Pero ella era muy sentimental y continuaba aferrándose. Cuando era más joven, Lil había heredado el título de “Lil la píldora”, un apodo que le dio el propio Trevor. Él siempre estaba quejándose de

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cómo se atravesaba, siendo una plaga que los perseguía a él y Brian a todos lados cuando eran niños. Un verdadero dolor en el culo. Una píldora. A medida que pasaban los años, el nombre de píldora se fue pegando, pero Trevor ya no la consideraba una plaga. Por el contrario, era su mejor amiga. Su compañera. Su consuelo. También era una insignificante de nariz pecosa y pelo rizado que lo ponía de los nervios de vez en cuando. Pasándolo mientras se quedaba en la puerta de la cocina, Lil dejó los cartones vacíos en el basurero plástico color naranja ubicado al lado de la nevera, cerrando la puerta que él había dejado abierta y recogiendo la tapa que había tirado hacia la papelera, pero que había caído en el suelo. —Realmente eres todo un patán. Ella fue a pararse al lado de Trevor, tomando distraídamente la botella de cerveza vacía que le pasó, desechándola en la basura. Se dirigió de nuevo hacia él, masticando pensativamente su labio inferior. —Eso sólo deja al viejo señor Dower de ropa de cama. ¡No estoy tan desesperada! Un suspiro se filtró de sus pulmones cuando volvió a entrar en la sala, sentándose en el sofá con estampado de hojas. —Todos los demás están casados, hablando al respecto, o no aptos de cualquier manera. Realmente quiero un bebé, Trevor. —Le dio una mirada de lamento—. ¿No hay nadie que estaría dispuesto a dormir conmigo un par de veces para que yo pudiera tener mi bebé? Empujándose a si mismo lejos del marco de la puerta, Trevor fue a sentarse junto a Lil, sus muslos desnudos tocándose. —¿Qué hay de mí? —sugirió, sorprendiendo a los dos.

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Capítulo 2 Traducido por Clau12345 Corregido por Akanet

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erdón? —Lil arqueó una oscura ceja marrón rojiza hacia él como si estuviera loco. A diferencia de ella, Trevor solía saltar a las —¿ situaciones sin darle una segunda mirada a las posibles consecuencias. Trevor se quedó en silencio un momento, luciendo un poco sorprendido, pero al final dijo: —Piensa en ello. Me has conocido toda tu vida, sabes todo acerca de mi entorno familiar, por lo que no habría retrocesos genéticos. Somos los mejores amigos, así que no tendrías que preocuparte respecto a involucrarte emocionalmente, más allá de la amistad y tratar de quedar embarazada. Soy encantador, de buen humor, guapo… —Dejaste por fuera “humilde” —suministró Lil. —Eso también —Él sonrió ampliamente, deslumbrándola con sus blancos, por no decir un poco torcidos, dientes. Esa sonrisa había ganado más que su justa parte de las mujeres, aunque Lil nunca había sido una de las que caía bajo los encantos hipnóticos de Trevor Scott. Probablemente porque sabía que todo era un gran acto. A ella le gustaba la honestidad, a Trevor le gustaba decir lo que uno quería oír. Aunque, si fuera realmente honesta consigo misma, admitiría que en más de una ocasión había pensado en Trevor en el papel de amante, sobre todo desde su vigésimo primer cumpleaños. En los momentos más inesperados esa noche había escarbado para salir del ático de sus recuerdos y aparecido en su mente calentando su sangre de nuevo. Él había traído una botella de champán y algunas hamburguesas para celebrar su salto oficial a la edad adulta. Después de haber terminado de comer y un par de vasos de licor de color rosa pálido, Trevor se inclinó, rozó sus labios ligeramente sobre los de ella y la besó, largo y duro.

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Ella estaba segura de que él había querido que fuera un casto beso de cumpleaños, pero había dado lugar a la cosa más erótica que jamás había experimentado. Había sido lento, profundo y exquisito. Y Trevor lo había roto rápido. Ni una sola vez desde entonces Trevor, o ella misma, habían mencionado el inesperado beso. Lil lo tomó como un rechazo puro y trató de ponerlo detrás de ella. No era que Trevor fuera insensible, era simplemente el hecho de que ella no era su tipo en absoluto. Bien, aceptaba eso. Sin embargo, su cabeza fantasiosa seguía reviviendo el episodio con más frecuencia de la que habría querido. —Piensa en ello, Lil —Él estaba muy emocionado ahora, saltando frente a ella, sacándola de golpe de su agridulce recuerdo. Su pregunta fue ponderada con incredulidad mientras decía: —¿Sabes lo que estás sugiriendo? —Oh señor, Lil pensó que él estaba realmente metido en esta descabellada idea ¡y ella estaba en medio! —Es la solución perfecta. Tú no quieres casarte y yo tampoco. —Detuvo sus movimientos de balanceo hacia atrás y adelante, mirándola, con las manos plantadas en sus delgadas caderas—. Hemos llegado al acuerdo de ser solteros para siempre. Y siempre estaré alrededor cuando necesites una niñera. No tienes que preocuparte de contraer cualquier enfermedad, ya que siempre he sido un firme creyente en el uso de condones y hacerme chequeos regulares. Entonces, ¿qué te parece? Las cejas de Lil se sentían pegadas a la parte superior de su frente. —Hablas en serio, ¿verdad? Se agachó frente a ella, tomando sus manos entre las suyas. Estaban callosas por horas levantando pesas. Manos fuertes, sólidas y confiables. Se sentía bien y eso le molestaba. Hacía tiempo que había aceptado que él sólo pensara en ella como una hermana y siempre había sido como un hermano mayor para ella. Si eso fuera cierto, entonces ¿por qué de repente tenía sofocos? ¿Por qué su sangre estaba fuera de control ante su sugerencia? ¿Por qué había un latido insistente entre sus muslos ante la sola idea de Trevor haciendo el amor con ella? Porque lo encuentras atractivo, la pequeña voz dentro de ella la acusó. ¿Y no te has preguntado a menudo cómo sería Trevor en la cama? Sus accesos repentinos de calor se convirtieron en un rubor desde la cabeza

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hasta los pies en su línea de pensamiento. Tiene que estar bromeando, se consoló a sí misma. Trevor a menudo tenía un extraño sentido del humor. —Nunca he hablado más en serio sobre nada en mi vida —dijo casi con solemnidad. Y Lil le creyó. Trevor podría ser un montón de cosas, pero cuando llevaba esa cierta mirada en su rostro, cuando la fachada de macho caía, lo cual no era muy a menudo, estaba diciendo la verdad. —Yo… yo no lo sé —Aunque sus palabras eran vacilantes, una fuerte emoción le recorría ante la idea misma. Trevor Scott y Lillian Campbell... ¿amantes? La idea era bastante intrigante. Trevor era guapo, si te gustaban los cuerpos duros como roca, una nariz torcida de habérsela roto más de una vez, pelo oscuro un poco demasiado largo, ojos de párpados fuertes que hacían pensar en el sexo y una personalidad que podría encantar totalmente a un dragón, y ella de casualidad iba por esa clase de cosas. Al menos no tendría que ponerle una bolsa en la cabeza cuando tuvieran sexo. Lil lo miró de arriba abajo, como si lo viera por primera vez. Llevaba pantalones cortos deportivos cortados, una camiseta harapienta y un par de calcetines blancos sudados, nada más. Su cuerpo era magnífico, ahora que ella se daba la oportunidad de verlo realmente. Sabía que él sería gentil en la cama. Era, después de todo, su mejor amigo y ahora, pronto sería su amante, al menos hasta que quedara embarazada. Entonces otro pensamiento atravesó su mente y se estableció en la boca de su estómago. ¿Y si tenían que tener relaciones sexuales más de una vez? ¿Y si le tomaba meses para que quedara embarazada? La sonrisa irónica de Lil se mostró en su interior. ¿Sería tan malo? No. De hecho, probablemente sería maravilloso. Todos los aspectos físicos, pero sin amarres, sin la participación del corazón además de la amistad. Por supuesto, ella se aseguraría de no perder la cabeza por esto. Sería sólo negocios. —Bueno, ¿satisfago tus estándares? —Evidentemente Trevor no se había perdido de su escrupulosa inspección de su cuerpo—. Podría quitarme la ropa si quieres ver en qué te estás metiendo. —Le dio una rápida sonrisa con dientes de cocodrilo.

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—Todavía no —Trató de no parecer demasiado ansiosa—. ¿Y tú? ¿Te gustaría que me desnudara para que pudieras ver la mercancía? —Ella sacudió sus pestañas, tratando de actuar tímida y seductora. En su lugar, lo hizo reír. Trevor se puso de pie, estirando su mano para tocarle la nariz. —Ya te he visto desnuda —le indicó. Replantándose al otro extremo del sofá—. Unas cuantas veces, de hecho. —¿De qué estás hablando? —Frunció el ceño con preocupación. —Solía cambiar tus pañales. —Sonrió ampliamente—. También te bañé en más de una ocasión. Lil rodó los ojos. —Estoy segura de que he cambiado desde entonces, ¿no te parece? Fue el turno de Trevor para fruncir el ceño antes de exhalar un suspiro fuerte por la nariz. —Uh... sí... supongo. —De todos modos, voy a esperar hasta la noche en que decidamos seguir adelante con este acuerdo. —Ella mantuvo su mirada en él, pareciendo fría y sensata, aunque podía sentir su cuerpo entero prenderse en fuego. Trevor se sentó tieso como un palo. —¿Estás aceptando mi oferta? —Como dijiste, es lo lógico. Sin condiciones, sólo dos amigos haciendo un bebé. —Ella esperaba sonar seria y no como una adolescente enamorada. —¡Genial! —Se puso de pie de nuevo—. Estoy listo cuando tú lo estés. —Comenzó a quitarse su camiseta sin mangas que alguna vez fue roja pero ahora era rosada descolorida y Lil vio el pelo grueso suave que cubría su abdomen. Deseaba tanto alcanzarlo y recorrer con sus dedos el nido ante ella, apostaba a que se sentía como elástico de seda, pero resistió la tentación. —No seas un castor impaciente. —Su voz era pequeña y sólo un poco sin aliento—. Tengo que conseguir una prueba de ovulación en la farmacia y luego, cuando llegue el momento, lo haremos.

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Él hizo una mueca. —Todo negocios, ¿eh? —Trevor se dejó caer en el sofá como un niño enfurruñado—. Sabes que odio esperar y realmente odio no hacer las cosas a mi manera. —¿Tienes miedo de que una vez que tengas la oportunidad de pensar en ello, recobres el sentido y retires tu oferta? —No soy así y lo sabes. Una vez me comprometo con algo, me apego a ello hasta el final. No importa lo horrible que resulte ser. —La inmovilizó con una amplia sonrisa. Lil le dio una palmada en su brazo y le dijo: —No quiero acertar o fallar. Después de todo, serás tú quien haga la mayor parte del trabajo. —Sintió que su cuerpo se incendiaba una vez más, mientras su mente imaginaba a Trevor encima de ella, su cuerpo duro empapado de sudor, su dura polla llenándola. —De todos modos. —Aclaró su mente de las imágenes que le inducían neblina—, estoy segura de que tener sexo con Lillian-MarimachoCampbell no es tu idea de una noche emocionante. —No es que ella se estuviera menospreciando, sino que el gusto de Trevor en mujeres iba más hacia el tipo rubio de piernas largas, tal como había sido su madre, lo cual, sin duda, ella no era. —Espera un segundo. —Él levantó una mano grande, cuadrada, haciendo un gesto de parada—. En primer lugar, no tengo sexo, hago el amor. —Su tono estaba indignado—. En segundo lugar, ya no eres una chica poco femenina. —Él torció un dedo bajo su barbilla, levantando su cara sin maquillaje hacia él. —Te has convertido en toda una mujer, Lil. Trata de mirarte en un espejo alguna vez. —Tengo qué. —Ella apartó la mano de él, cruzando los brazos sobre su pecho—. Todavía luzco como un marimacho. La única diferencia ahora es que tengo senos. —Subió la barbilla un poco más. Vio como la mirada de Trevor se desvió hacia el frente de su descolorida camiseta. —Además, soy como una hermana para ti—. Lil trató de tener la cabeza bien puesta. —Sí, pero no eres mi hermana —dijo en una voz baja y malvada que hizo fundirse sus entrañas. Trevor negó con la cabeza—. Toda esta charla sobre el sexo me está poniendo caliente. —Él saltó sobre sus pies. —¿A dónde vas? —preguntó Lil desconcertada.

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—A casa, —logró ahogar, mirando hacia la parte inferior de su cuerpo. Su polla se apretaba contra sus pantalones cortos, probando hasta el extremo la calidad elástica de sus calzoncillos. Lil fingió que no le importaba que se excitara, aunque su pulso se volcó ante la vista. —¿Por qué? —Ella también se paró. —Digamos que ciertas partes de mi cuerpo están muy ansiosas por empezar a hacer este bebé. Será mejor que me vaya. Todo negocios, ¿recuerdas? —Se inclinó, deslizándose sobre sus cansados zapatos de correr que con el tiempo habían perdido sus cordones. —¿Todo negocios? —Desafortunadamente, lo recordaba. ¡Maldita sea! ¿Por qué tenía que contarle lo de la prueba de ovulación? Si no lo hubiera hecho, podrían estar en la cama ahora mismo teniendo sexo. Corrección, haciendo el amor, Trevor no tenía sexo. Entonces recordó que la idea detrás de todo este arreglo era dejarla embarazada, no satisfacer una repentina ola de intenso deseo y curiosidad. —Todo negocios —confirmó, caminando hacia donde Trevor se quedó tieso junto a la puerta, con las manos metidas en los bolsillos de sus pantalones cortos—. Además, es posible que desees un poco de tiempo para pensar en esto. —Lil lamentaba haber dicho eso, pero sabía que era un buen consejo. No quería tener ningún remordimiento cuando el bebé de sus sueños fuera una realidad, y mitad de Trevor. La idea provocó un escalofrío en erupción en el centro de ella. —No te preocupes, tendré mucho tiempo para pensar bien las cosas esta noche. Demonios, cualquier noche. —Sonrió débilmente. Aunque Lil sabía que nunca había pensado en nada en toda su vida, sabía lo que significaba el comentario. Las noches eran malas para Trevor. El insomnio lo había atormentado desde la infancia. —¿Quieres dormir aquí esta noche? —Ofreció Lil. —Nah. Mi cabeza está dando vueltas ahora mismo. Sintió el aire de tensión entre ellos y tuvo el ánimo de tomar una zambullida. —Te haré saber cuando esté lista. —Intentó brindarle una sonrisa relajada. Trevor se encogió de hombros.

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—Por supuesto. —Agarró su chaqueta de la pequeña mesa junto a la puerta y luego inclinó la cabeza para recibir el acostumbrado beso de Lil en la mejilla. En vez de girar su cabeza como solía hacer, dejó su mirada persistir en los labios de él. Lo escuchó hacer un ruido en la parte posterior de su garganta que sonaba como rendición. Y sus labios tocaron los suyos. En ese momento sintió una corriente eléctrica a través de todo su cuerpo. Él no llegó a agarrarla, ni deslizar su lengua en su boca dispuesta, pero su beso suave, con la boca abierta, la dejaba totalmente sin huesos. Trevor se apartó ligeramente, sus ojos eran pequeñas rendijas. Se aclaró la garganta antes de decir—: Adiós, píldora. —Adiós. —Ella lo siguió por la puerta deteniéndose en el pequeño porche, despidiéndose con la mano distraídamente mientras observaba a Trevor subir a su Wrangler de techo rígido y marcharse a su casa a sólo unos kilómetros de distancia, cerca del Centro Cívico. Cuando ya no estuvo a la vista, volvió a entrar y cerró la puerta detrás de ella. Colocando un dedo sobre sus labios que aún ardían por el beso, se preparó para irse a la cama, la anticipación fluyendo en gran medida a través de sus venas, esperando que no se subiera a la cabeza esto. Oró porque hubiera tomado la decisión correcta al aceptar la oferta de Trevor.

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Capítulo 3 Traducido por Aria25 Corregido por Angeles Rangel

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na semana después Lil estaba oficialmente lista. También estaba nerviosa como el infierno.

Desde el viernes pasado había pensado y pensado en la proposición de Trevor. Cómo los dos habían concluido, era lógico. También era muy raro. Antes, ella y Trevor solían estar completamente agusto en la compañía del otro. Ahora, todavía lo estaban, hasta cierto punto, pero también había algo que yacía bajo la superficie. Algo que a menudo vislumbraba en esos oscuros y soñolientos ojos suyos. Expectación. Ansiedad. Deseo. Y la estaba volviendo loca. Trevor había sido paciente, aunque continuamente le echaba una de sus sonrisas seductoras cada vez que podía mientras estaban en el gimnasio. Ella quería ser la que estaba en control de la situación, sin embargo, se sentía como un ratón indefenso siendo acosada por un grande y desgarbado felino con facilidad para hablar. Por supuesto, eran sólo puro nervios por su parte. Trevor era todavía sólo Trevor. No había cambiado ni un ápice desde que le hizo su generosa oferta. Sin embargo sentía como si ella estuviera empezando a cambiar. Estaba viendo cosas, viéndolo a él, con diferentes ojos. Estaba pensando cosas en que nunca antes había pensado. Bueno, no mucho, de todos modos. Se preguntaba cómo serían sus besos; sólo tenía dos en los cuales basarse y fueron interrumpidos. ¿Serían calmados y castos, como el que habían compartido el viernes pasado? ¿O profundos como el alma y húmedos, como el que habían compartido hace ocho años? ¿Cómo se vería él desnudo y excitado? ¿Cómo sería en la cama? ¿Sería suave y gentil, o salvajemente apasionado? ¿La sujetaría después y le susurraría palabras de amor, o se quedaría dormido, exhausto? ¿Intentaría darle placer a ella también, o simplemente se dejaría llevar por el momento y pensaría sólo en sí mismo?

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Lo que realmente la asustaba era el hecho de que ella esperaba que le tomara mucho más tiempo que una vez para quedarse embarazada. ¿Por qué? Porque Trevor estaba mucho más profundo dentro de ella de lo que estaba dispuesta a admitir. Él era el hombre que la había cuidado como un padre cariñoso desde que sus padres y hermano habían muerto. El mismo hombre que la había apodado, Lil la Píldora, porque se pegaba tanto como una lapa a él y Brian. El mismo hombre que le había amenazado con retorcerle el cuello porque vino a casa diez minutos tarde pasada la media noche de su baile de graduación, un evento al que no había ido sólo porque no había sido invitada. Trevor había gastado ochenta dólares en un vestido para ella y no había tenido valor de decirle que ninguno de los chicos quería ser visto con una marimacha. Así que había escondido el vestido bajo su cama, y salió furtivamente mientras él estaba en el trabajo. Cuando volvió fingió su camino a través de una entera noche mágica de cuento de hadas, y nunca le había contado otra cosa desde entonces. Ese hermoso, maravilloso hombre iba a ser su… amante. Era alucinante. Ahora tenía que decirle que era el momento adecuado de su ciclo. Que podían empezar a hacer ese bebé esta misma tarde. Aunque se aseguraría de mantener la perspectiva a durante todo el asunto. No se deslumbraría y empezaría a pensar en Trevor en el papel de padre y marido. Esto era estrictamente un acuerdo de negocios. Ella iba a obtener un bebé, él iba a obtener… ¿Qué iba a obtener Trevor de esto? Esto iba mucho más allá del deber de un amigo. Incluso tan cercanos como eran. Frunció el ceño, cogiendo su móvil y llaves. Esa era una pregunta que continuaba atormentándola. Se aseguraría de preguntárselo esta mañana. Su turno no empezaba hasta dentro de una hora, así que pensó que ahora era el momento. Iría a la casa de Trevor, sacaría sus vagos huesos fuera de la cama, le diría las noticias, y esperaba que él lo tomara a partir de ahí. No tenía ni idea de cómo se suponía que funcionaran estas cosas. ¿Simplemente harían el amor una vez y verían qué pasaba? ¿Querría él llevarla a cenar antes de que fueran a la cama? Bufó ante la idea misma. Sí, claro, ¿cómo si ella fuera una novia real? Oh, bueno. Simplemente seguiría su ejemplo y protestaría si no estaba de acuerdo con cualquier cosa que pensara que fuera degradante o injusta.

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Después de pasar los dedos por su pelo para arreglar sus rizos, abrió la puerta principal, sabiendo que volvería a casa esta noche una mujer cambiada, quizás, una embarazada también.

**** —Trevor —llamó Lil mientras abría la puerta con su llave duplicada. Sus oídos sólo recibieron silencio; sus ojos, basura esparcida desde aquí a la eternidad. Un par de calcetines sucios colgaban de una pantalla de lámpara. Había un juego de pesas en la mesa de la cocina y estaban medio ocultos debajo de las tiras cómicas del domingo. El desayuno de ayer, cereales hinchados, hechos paPíldoraa en un tazón de madera, estaba en el suelo cerca de la televisión. Sí, Trevor era ciertamente un guarro. Yendo a su combinación de cocina-sala, enjuagó la taza de café y puso un nuevo lote en el goteo luego lavó dos tazas de café ya que ninguna estaba limpia, y las colocó en el mostrador. Mientras estaba en ello, puso una carga de platos en el lavavajillas. —Este hombre tiene que contratar una sirvienta —dijo con un suspiro de disgusto mientras abría la nevera y le llegaba una bocanada de una lata abierta de sardinas. Recuperando pan y mantequilla, esperando que no supieran al fuerte olor de pescado, se rió de ella misma, pensando que cualquier ama de llaves que entrara a este campo de batalla daría la vuelta y saldría corriendo por la puerta, si no tropezaba y caía sobre algo en su salida. Unas pocas veces a la semana se pasaba para desenterrarlo de la montaña de escombros y hacerle café y tostadas, su única e incomparable obra maestra culinaria. Trevor siempre lo apreciaba ya que él era un zopenco más grande que ella en la cocina. Aunque había dominado el uso del microondas, su café todavía sabía cómo acido de batería. Mientras habían vivido juntos por esos pocos meses hasta su décimo octavo cumpleaños, habían existido en cenas de TV y comida rápida. Lo mismo podía decirse ahora que ya vivían separados. Ella siempre culpó por sus desventuras en la cocina a los utensilios defectuosos. Trevor era más honesto, diciendo que ambos simplemente odiaban cocinar. Mientras estaba meditando sobre ideas mundanas y untando las tostadas en mantequilla, escuchó pies descalzos golpeando contra el linóleo. Trevor, rey de los muertos vivientes, entró tambaleándose en la habitación. Sintió que su sangre se volvía caliente y le echó un vistazo

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cuando abrió la nevera, sacó un envase de plástico de dos litros de zumo de naranja, desenroscó y tomó varios tragos largos antes de ponerlo de vuelta, menos la tapa, dejándola deslizar de su mano y cayó al suelo. Viniendo detrás de ella, puso sus grandes manos alrededor de su cintura, descansando su mentón encima de su cabeza como si fueran un viejo matrimonio. —Tuve un sueño contigo anoche —murmuró antes de bostezar—. Sobre nosotros. —Un leve murmullo vino de su garganta, vibrando contra la parte trasera de su cráneo; un sonido que pronto se convirtió en un suave ronquido. —¿No me lo cuentas? —Lil no le creyó ni por un minuto. Seguro, probablemente tuvo un sueño, uno muy erótico como su comportamiento acurrucado probaba pero, ¿sobre ella? ¡De ninguna manera! Probablemente había soñado con Raquel; la mujer que venía al gimnasio tres veces a la semana para que Trevor la asistiera en las máquinas Nautilus. Ella era alta y rubia y tenía piernas hasta las orejas. Y estaba loca por Trevor. Lil siempre se preguntaba por qué Trevor no había mordido su anzuelo. Se encogió de hombros. Probablemente sólo estaba esperando hasta que fuera el momento adecuado para hacer uno de sus habituales movimientos suaves. —Trevor, —le clavó un codo en las costillas ya que estaba presionada contra el borde del mostrador, el borde ranurado en su estómago mientras se apoyaba pesadamente contra ella—. Despierta. ¿Me veo como una cama para ti? Su cuerpo se sacudió de vuelta a la consciencia. —No, pero espero tenerte en la mía algún día pronto. —Su voz era baja y lenta y ronca. Era un profundo retumbante sonido que se filtraba por su pecho desnudo a su espalda, serpenteando su camino hacia abajo, deslizándose a la parte inferior de su abdomen, enroscándose entre sus muslos y haciendo cosquillas en su clítoris. Inhaló una fuerte respiración mientras una ola de deseo se apoderó de ella. ¿Por qué no había notado antes lo sexy que sonaba su voz por las mañanas? Probablemente porque se había prohibido a sí misma pensar en él de esa manera. —Bueno, de hecho… —Dejó el cuchillo hacia abajo, dando la vuelta en los confines de su soñoliento abrazo para mirar hacia los ojos que estaban más de la mitad cerrados y pensó sobre sexo otra vez. Esto sin duda se le estaba yendo de las manos, se reprendió, confirmando el

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hecho de que se trataba estrictamente de un negocio y no algo por lo que hechizarse—. He venido a decirte que podemos empezar cuando quieras. Estoy en mi pico mensual, y bueno… —Su audacia de pronto la abandonó, y se escabulló de sus brazos para colocar el plato de la tostada en la pequeña mesa unos metros de distancia de la estufa. Retomando una de las dos sillas, se volvió a ver a Trevor apoyado en la nevera pasando una mano letárgica por su pelo desordenado por el sueño. Bostezó dos veces más antes de intentar caminar los dos metros completos hasta la mesa, vestido con su habitual atuendo de dormir de antiguos pantalones cortos de correr y nada más. Hubo un tiempo en que había sido gris y mucho más grueso. Ahora estaba más blanco que gris y parecía un manojo de hilos mantenidos juntos por nada menos que un susurro y una oración. —Dios mío, ¿no tienes ningún pijama? —Lil miró por encima de las cosas irregulares que mostraban sus muslos musculosos y se había convertido de alguna manera más ceñidos desde la última vez que los vio en él, que fue la semana pasada. ¿Y cuándo había brotado ese glorioso pelo en su pecho? Se dejó caer en la silla vacía frente a ella, frotando las manos por la cara en un intento de revivir. Después de sacudir las telarañas, frunció el ceño, mirando a los un-poco-de-nadas en cuestión. —Nunca te molestaron antes. —Él le devolvió la mirada. Al llegar al otro lado de la mesa, tomó una de sus manos entre las suyas—. ¿Qué pasa, Lil? Le pasó una taza de café a él. Trevor silenciosamente le dio las gracias con una inclinación de cabeza antes de envolver una palma grande alrededor de la taza, levantando los labios y bebiendo largo y profundo. —No pasa nada, —comenzó a recoger las migajas de la tostada de la mesa, rociándolos en el suelo—. Yo no sé por dónde empezar con este… acuerdo. —Sus ojos estaban en todas partes, excepto en el hombre medio desnudo frente a ella. —Hey. —Él sonrió, saliendo de su estupor nocturno—. No te preocupes. Yo me encargaré de todo. —Sus manos estaban todavía sujetando las suyas, su pulgar acariciando la parte inferior de su muñeca donde su pulso latía con fuerza—. ¿Estás asustada, huh? —Sí. —Miró arriba hacia él, su mirada descansando en esa alfombra de seda del pelo del pecho.

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—Es por eso que quería ser el hombre para ti, Lil. No tienes que tener miedo de mí. No voy a tomar ventaja de este… acuerdo. —Una sonrisa dormida se dibujó en sus labios. —Gracias. —Su propia sonrisa era una trémula.

**** —No hay problema. —Dejó ir su mano, tomando una rebanada de tostada, comiéndolo en cuatro mordiscos limpios mientras se recostaba en la silla, retratando un exterior sereno. A decir verdad, estaba nervioso como el infierno. Por un lado, Lil seguía mirándolo fijamente. Su pecho, sus piernas, sus pantalones cortos, el frente de sus pantalones cortos, más precisamente. Esto le inquietaba. La otra cosa es que se encontró clavando la vista en ella. Sus pantalones vaqueros ceñidos que esculpían sus caderas, muslos y culo pequeño perfecto. La camiseta que llevaba escondía en acentuación sus pechos llenos. ¿Cuándo había desarrollado Lil pechos llenos? Su halo de rizos canela brillando encima de su cabeza y enmarcando su suave y bonita cara carente de cualquier maquillaje que la ocultara. No podía sacar la sensación de ella fuera de su cuerpo mientras se había presionado contra ella cuando estaba en el mostrador hace menos de cinco minutos. Ahora estaba estampada para siempre en su delantera; todo el camino desde el pecho hasta los muslos y cada lugar en medio. Sobre todo los lugares en el medio. Su polla se sacudió ante la idea. Parecía tener una mente propia, y señalaba directamente en dirección a Lil como la aguja de un compás. Esperaba que ella no echara un vistazo debajo de la mesa ahora mismo. Por otra parte, esperaba que lo hiciera. Había en efecto estado soñando con ella, y se había excitado físicamente cuando se paseaba por aquí, pegándose a su trasero. ¿Se habría dado cuenta ella? Esto era muy, muy raro. Cuando hizo su galante oferta como un padre sustituto, pensó que sería un juego de niños. Boom, boom y terminar. Ponerlo detrás de él al igual que ese beso maldito hace ocho años. Pero desde el viernes pasado, había empezado a pensar en todas las maneras en las que podía hacer el amor con Lil. En su cama, en la de ella, en la misma mesa de su cocina. Ella debajo, ella arriba, lado a lado, de pies. Su libido parecía estar atascada en la quinta marcha.

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—Bueno, será mejor que me vaya. —Lil se levantó—. Tengo que abrir la tienda esta mañana. Voy a estar haciendo inventario la mayor parte del día —dijo para explicar la falta de sus habituales pantalones azules y chaqueta que era el uniforme para todos los supervisores. —Oh. —Murmuró mientras ella fue a parase junto a él, el calor de su cuerpo se mezclaba con el suyo. Trevor notó que llevaba perfume esta mañana. Lil nunca usaba perfume. Deseó que ella no hubiera adoptado esta nueva práctica mientras la suave madera-floral derivaba hacia su nariz, envolviendo su cerebro en una manta de sensualidad. Era difícil pensar con ella tan cerca, pero lo atribuyó al camino único que su estrecha amistad tomaría. Una asociación de negocios como ella lo había puesto. Una asociación que sería consumada esta misma noche. Sólo la idea de ello le hizo luchar contra otra oleada de deseo que atravesó sus entrañas. Miró arriba hacia ella, pareciendo el epítome de la confianza. Como si hubiera hecho este tipo de cosas mil veces antes. —¿Qué tal si te recojo esta noche a las ocho? Dejaré a Rick cuidando el gimnasio. Él es el asistente del gerente. Probablemente le va encantar estar al mando. —Se encogió de hombros—. Tal vez podríamos hacer algo antes de que nosotros… eh… ya sabes. —Trevor realmente se sintió enrojecer. —Suena bien. —Ella inclinó su cabeza para plantar un beso en su mejilla como normalmente hacia al irse, pero Trevor no volvió la cara esta vez para ofrecer sitio. Como retribución del beso del viernes, mantuvo su mirada fija en ella mientras sus labios se acercaban, vaciló, y luego finalmente tocó los suyos. Trevor quería tirar de ella hacia abajo sobre su regazo, para profundizar la suave presión de su boca sobre la suya. Para reavivar el recuerdo de aquel beso hace mucho tiempo. Para saber si a ella le afectaba tan mal ahora como lo había hecho esa noche. Pero ella estaba asustada. Y tenía que admitir que él lo estaba también, sólo un poco. Así que dejó que ella mandara, dejando sus labios flexibles, pero firmemente cerrados, aunque su lengua estaba dispuesta a romper la barrera de los dientes. Y casi se derritió en la silla. Un beso. Un suave y pequeño toque de la boca de Lil le había exaltado como el beso francés más sucio que jamás había experimentado en el pasado. Demasiado, demasiado raro, pensó otra vez.

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Cuando ella rompió el ligero contacto como una pluma, se puso de pie, colocando una mano temblorosa sobre sus labios. —Oh, mi. —Ella parecía un poco desconcertada. Evidentemente estaba sintiendo la misma conexión extraña que él sentía. Ahora sabía que el beso de hace ocho años no había sido un golpe de suerte. Se afectaron el uno al otro como un encuentro de gasolina. Y ahora sabía que había hecho lo correcto al romper ese beso. Pero brillantemente se había ofrecido a fecundar a Lil y no podía echarse atrás. Había dado su palabra. Sólo rezaba para no consumirse en las llamas que crearon y salir de esta cosa sin quemarse. —Te veré esta noche entonces —dijo ella con un suspiro bajo entrecortado. —Esta noche —susurró Trevor, mirando su culo firme con gran admiración mientras ella se dirigía a la puerta principal. Ella no se paseaba. No se sacudía ni se balanceaba. Y sin embargo, se sentía como si se fuera a caer de la silla en cualquier momento. Si miraba dentro de sí mismo iba a encontrar que estaba muy emocionado acerca de su próxima cita esta noche. Más ansioso de lo que había estado en mucho tiempo. No dejaba de recordarse a sí mismo que sólo era Lil. Tal vez había estado enterrándose a sí mismo en el trabajo durante mucho tiempo. Desde que había abierto el gimnasio, sólo había tenido una o dos citas al mes, si acaso. No había tenido sexo durante unos buenos seis meses. Esa tenía que ser la razón de todas esas hormonas en erupción. —Adiós. —Lil se despidió y se fue. Sin molestarse en terminar su tostada o café. Trevor salió corriendo de la mesa, volcando su silla en el proceso, y corrió al cuarto de baño para una ducha fría. Una ducha helada.

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Capítulo 4 Traducido por Vanehz Corregido por Curitiba

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ierda, Lil! —Trevor cerró la puerta de la habitación, -¡ presionándola contra ella, sus piernas en una postura amplia para dar cabida a su altura y encajarla más cómodamente contra el bulto duro en sus jeans—. ¿Por qué no me dijiste que podía

ser como esto? — Su boca estaba toda sobre ella otra vez. -Nunca supe que podía ser como esto. —Se colgó de sus hombros mientras prácticamente la devoraba entera—. ¡Oh! —jadeó mientras él encontraba un punto particularmente sensible detrás de su oreja izquierda. Trevor dio sonoros gruñidos de satisfacción, continuando la exploración de su cuello mientras dentro sus emociones fluctuaban entre profunda pasión y terror avasallador. No podía estar sintiéndose de esta manera hacia Lil. ¿O sí? Quizá no debería estar sintiéndose de esta forma por una mujer con la que había crecido. No parecía correcto, aunque nada se había sentido correcto en su vida.

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Trató de pretender que estaba con alguien más. Incluso llegó tan lejos como para superponer el rostro apasionado de Raquel y cuerpo esbelto sobre el de Lil. No funcionó, sin embargo. En su mente, en su corazón, y especialmente en su cuerpo, sabía que era Lil por quien sentía esta pasión, esta vivacidad, este deseo. —¿No deberíamos estar sacándonos la ropa? —Ofreció ella cuando él había sentido y lamido y besado cada centímetro de ella a través de la barrera de seda de sus pantalones de vestir. —Quiero hacer esta noche especial —murmuró en su oído, pensando que si hubiera sabido que era así de apasionada, le hubiera hecho el amor en el segundo en que había puesto sus labios sobre ella a todos esos años atrás. —Ya lo es —susurró—. Es tan bueno. Sí. —Sostuvo su trasero en las palmas de sus manos atrayéndola más cerca de él, presionando más cerca contra la longitud de su miembro. Se frotó arriba y abajo, trayendo un jadeo a sus labios. Trevor sonrió en la oscuridad de su habitación, feliz como el infierno de que estaba dándole tales niveles de lujuria. —Quiero que dure. —Probablemente me tome bastante quedar embarazada —razonó—. Es más que probable que tengamos que hacer esto de nuevo. Él gruñó. —No hay problema. —La levantó en sus brazos, caminando hacia la cama. Entonces la dejó deslizarse hacia abajo por su longitud hasta que sus pies tocaron el suelo. Con facilidad practicada, se quitó la camisa y zapatos, sus jeans, calzoncillos y medias. Entonces fue a trabajar con el pequeño botón de perla de la blusa de Lil, dejándola caer en el piso a sus pies. Sus pantalones y sandalias fueron lo siguiente, dejándola sólo en sujetador de encaje blanco y bragas de encaje a juego. —No suelo disfrutar de estos caprichos de ropa interior sexy de lujo, pero creo que esta noche pedí satén y encaje. —Le dio una risa nerviosa —. La ropa interior de algodón, a pesar de ser cómoda, no es muy romántica. Encendió la lámpara al lado de su cama, cubriendo su cuerpo de suave brillo. —Mmm… eso está mejor. —La miró de arriba abajo—. Lindo — murmuró Trevor, pasando un dedo bajo el la cintura de encaje. El

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contraste entre su suave y cálida piel y el material de encaje, creaba un ardor lento en sus pelotas. Antes de que Lil pudiera parpadear, su sujetador y sus bragas se habían ido, alejadas por las manos hábiles de Trevor. Repentinamente sus ojos se ampliaron y él se detuvo quedándose de piedra. —Cielo misericordioso —susurró con voz ronca. Lil lo miró. —¿Hay algo mal? —Se estiró para cubrir sus pechos, pero Trevor las hizo a un lado. —Eres absolutamente perfecta, Lil. Nunca me di cuenta que tenías caderas. O pechos, para el caso. —Se apoderó de sus manos, sosteniéndolas hacia afuera a sus lados—. ¿Por qué mantienes un cuerpo como este escondido bajo jeans y camisetas amplias? Infiernos, ¿Por qué llevas ropa en absoluto? —Sonrió. Lil suspiró. —Para de darme tus chorradas cubiertas de azúcar, Trevor Emery Scott, y hazme el amor. —Se recostó en la cama sin molestarse en apartar el cobertor y la sábana. —Ese simple comentario realmente dolió. —Seguro que estaba acostumbrado a decir las cosas correctas para conseguir lo que quería—. No estoy tratando de derretirte. —Nunca había tenido que derretir a Lil. Decía la verdad. Realmente era la más sexy y sensual mujer con la que había estado. Evidentemente no estaba lista para creer la verdad aún. Nunca se había dado cuenta antes de cuán vulnerable era. Siempre parecía ser de carácter fuerte y confiado, pero una vez en la habitación, Lil estaba definitivamente fuera de balance. —Tenemos un bebé que hacer. —No lucía totalmente convencida por su admisión—. Ven aquí —susurró, sosteniendo sus brazos abiertos y Trevor fue hacia ella. Para su placer tanto como el suyo, el adoró cada centímetro de su apretado y perfecto cuerpo. Desde lo alto de su cabeza a las plantas de sus pies, concentrándose en las áreas más importantes entre ellos. Succionó y apretó sus pechos entonces besó el área entre sus piernas como miel. Lil se removió, gimiendo su nombre, poniéndole más duro y caliente de lo que nunca creería posible. Si no lo supiera bien, si no fueran amigos

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tan cercanos, si no subiera que esto era todo por negocios y arreglos, realmente se permitiría creer que Lil y él podrían ser amantes dinamita a base de tiempo completo. Cuando estuvo aferrándose a su cabello, cuando estuvo lisa y lista para él, Trevor se levantó sobre su cuerpo. Posicionándose en su entrada, su miembro pulsando con anticipación, su corazón palpitando horas extra de sangre. Sintió sus dedos hundirse en su espalda mientras entraba en ella. Se detuvo, frunciéndole el ceño hacia abajo. —Deberías haber bebido y cenado. —Estábamos demasiado ansiosos. —Su risita entrecortada era caliente en su oído—. La pizza y la cerveza estuvieron bien. Más de mi estilo, de cualquier manera. —Miró en sus ojos, sin estar seguro de lo que estaba buscando—. No te eches atrás ahora. —No, no hay vuelta atrás ahora. —Ofreció ella suavemente de vuelta, la más pequeña de las sonrisas tocando sus labios. Trevor la besó profundamente, su pasión a un nivel sin precedentes. —Ah, Lil, sé que sueno territorial, pero me alegra que me eligieras — susurró en su boca. —No te pongas todo sentimental sobre mí. Esto es negocio —le recordó. Trevor no lo creyó por un minuto. Era más que negocios entre ellos ahora. Lo podía ver en su rostro. Podía sentirlo en su interior. La forma que encajaban tan perfectamente juntos. La forma en que se habían vuelto lava derretida cuando sus labios se habían tocado por primera vez. Sea lo que fuera, estaba completamente decidido a sacarle toda la leche por lo que valía la pena. Y cuando la lujuria eventualmente pasara… —Tu negocio resulta ser mi placer. —¿Estás tratando de hacerme llorar o hacerme un bebé? —dijo con aspereza. —Ambos. —CePíldoraó hacia atrás los rizos húmedos de su frente, plantando besos delicados ahí mientras entraba lentamente hasta que toda su longitud estuvo sujeta apretadamente por el liso núcleo de Lil. Arqueó su cuerpo. —Te necesito más cerca. —Jaló a Trevor hacia abajo encima de ella de modo que estuvo sosteniendo todo su peso. Trevor deseó que pudiera

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arrastrarse físicamente justo en su alma. Sus piernas estaban alrededor de su esbelta cintura. Se enterró profundamente. Suaves gemidos y gimoteos surgieron de su garganta. —Oh, nena, eres tan caliente, tan hermosa… —sus palabras eran temblorosamente alabadoras. Pronto las sensaciones empezaron a girar y entretejerse en la base de su eje, propagándose en la parte baja de su abdomen. Apretando los sentimientos que se entretejían entre ellos, trayéndole una sensación de ansioso asombro. Cuando sintió que no podía retenerlo por más tiempo, gritó. Lil sonrió en la luz pálida de la lámpara nadando alrededor del cuarto. —¿Esto se siente bien? Trevor se deslizó dentro y fuera una y otra vez. —Mierda, sí. —Las dos palabras fueron un susurro urgente. —Lo mismo aquí —confirmó. Trevor reclamó sus labios otra vez con otro beso devastador. Pronto, sintió que se agarraba apretadamente a él mientras se venía—. ¡Trevor! Eso lo impulsó a seguir su estela, disparándose a ese lugar perfecto donde nada excepto el intenso placer existía. Con un largo y roto gemido, la llamó, plantando su semilla profundamente en su matriz. —¡Sí! —jadeó contra el lado de su cuello mientras su cuerpo convulsionaba con los dulces espasmos de la liberación. Un momento más tarde se dio la vuelta, colocando el laxo cuerpo de Lil encima del suyo. Trevor envolvió sus brazos alrededor de ella, sabiendo que se habían metido en algo verdaderamente especial. La sostuvo por mucho tiempo, ninguno de los dos hablando mientras flotaban en las secuelas de su acto de amor. El corazón de Trevor se sintió dichoso, como si estuviera a punto de estallar. Se dio cuenta de que era debido a sus instintos de protección sobre Lil. Su agarre sobre ella se apretó y su pasión ardió de nuevo, asombrándose de que su cuerpo estuviera listo para tomarla una vez más. Lil se retorció encima de él cuando sintió su excitación volver a la vida, tocando la puerta contra el interior de sus muslos como un vendedor insistente. Ella no tenía que estar comprando, era una consumidora satisfecha. —Mmm… ¿podemos hacerlo otra vez?

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Trevor parpadeó varias veces. —¿De verdad quieres hacerlo? —¿Cómo no podría? —rió suavemente, mirándolo. Sus párpados estaban pesados. Sexo le vino a la mente y cruzó a través de su cuerpo. Hacer el amor, aprovechó su corazón—. Fue maravilloso, Trevor. Tú fuiste maravilloso. —Tuve ayuda. —Enroscó un riso alrededor de su dedo índice. Su otro brazo estaba doblado bajo la almohada en su cabeza. —No hice mucho, —contrarrestó—. Fuiste un ardiente fuego de pasión. —Creo que ambos tuvimos algo de ardientes ahí. Guiñó un ojo. Ella pasó sus dedos a través del vello de sus axilas. Le gustaba los mechones suaves y gruesos. De alguna forma era tan… masculino. Tan endemoniadamente sexy. —Okey, compartiremos el crédito. —Trato. —Corrió sus manos hacia abajo, ahora por la longitud de su espina dorsal, girando sus dedos en los dos hoyuelos justo por encima de su trasero—. Hablando de trato. —Miró pensativamente—. Es tu escena. Frunció el ceño con confusión. —¿Lo que significa? La movió de modo que descansara en la curva de su brazo a su lado. Se acurrucó más cerca de él. —Bien tenemos una relación inusual. Me gustaría saber cuáles son las reglas que hay. Ciertamente no querría pasarme de la línea, tomar ventaja de ti, o cruzar cualquier límite donde no fuera bienvenido. —Dios no lo permita —murmuró Lil, deseando que él pudiera pasarse de la línea, tomar ventaja de ella y sobrepasar algunos límites, todo de una vez. —Lo digo en serio. —Miró al techo—. Debería poner un espejo allá arriba. Apuesto a que lucimos como dinamita mientras estamos haciendo el amor. Lil abofeteó su pecho y sintió su clítoris pulsar ante las imágenes que le corrían de los dos enredados juntos. Necesitaba mantener esto en perspectiva. Sin envolver los corazones; excepto por su amistad mutua,

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por supuesto. ¡Al infierno con su corazón! Su libido estaba envuelta de forma más allá de lo increíble. Al menos eso es lo que impulsaba esos sentimientos intensos. ¿Quién sabía? Quizás simplemente estaba tan endemoniadamente caliente por Trevor porque había sido cerca de un año desde que había tenido sexo. Eso era, hormonas negadas. ¿No? Demonios, ¡ahora estaba confundida! No le gustaba estar confundida. Incluso empezaba a asustarse. Le gustaba eso incluso menos. —Deletréalo para mí —dijo rudamente—. Mi mente está haciendo giros de horquilla de derecha a izquierda. Vamos a hacer esto otra vez, y si lo hacemos, ¿con qué frecuencia? ¿Cuáles son las estipulaciones para este arreglo? ¿Aún se nos permite ver a otras personas? Lil se sentó derecha, agarrando el borde de la sábana más cerca de ella y tirándolo sobre su regazo. Trevor lucía tan serio. Dudaba que lo hubiera visto así de concentrado sobre algo en el pasado. —Bien, —empezó lentamente, corriendo sus dedos a través de su cabello como una femenina Sampson, cobrando fuerza con el gesto—. Como un factor de hecho, he pensado en esto. Trevor asintió, urgiéndola a seguir. —No sé cuánto tiempo me lleve quedar embarazada, y ya que no puedo permitirme el lujo de comprar pruebas de ovulación y embarazo cada día, mucho menos correr al doctor cada vez que sienta una nueva punzada o sensación… —Tomó una respiración fortificante, mentalmente cruzando sus dedos deseando que estuviera de acuerdo con su plan. Trevor no había pensado en más allá de esta noche, estaba segura—. Creo que podemos hacer el amor por las dos semanas durante mis momentos pico, y tomar dos semanas de descanso en los momentos bajos, hormonalmente hablando. —Quería alejar la mirada, temiendo cuál podría ser su reacción, pero encontrándose a sí misma pegada a esa somnolienta expresión de cachorrillo suya. Trevor se sacudió en una posición sentada, haciendo a Lil saltar. —¿Se supone que haremos esto cada día durante esas dos semanas? — Señaló el área bajo su cintura y la de él. Lil se encogió. —¿Es demasiado? —¿Quizás no podría manejar el hacerlo cada noche?

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—No. No del todo —dijo rápidamente—. De hecho, incluso podría manejar dos a tres veces al día. Lil tragó fuertemente. —Eso… eso estará bien. —¡Eso sería fantástico! Quería gritar, pero no quería aparecer tan absolutamente encantada. Probablemente el correría asustado, o se apagaría completamente—. En cuanto a nuestra relación a un nivel cotidiano, seguimos siendo amigos. Puedes ver a otras personas, si es tu deseo. Ciertamente no quiero estar en medio del camino de tu vida social —dijo, con tanta dignidad como pudo reunir y tragó el doloroso nudo en su garganta cuando él asintió, obviamente en acuerdo con su sensato plan. No quería ser sensata, ¡demonios! Quería estacar su derecho sobre él. Quería saltar en esta cosa maravillosa con ambos pies. Quería esto al menos por el tiempo que fuera posible. Pero era lo suficientemente inteligente para saber que la única razón de que estuviera sintiéndose de esta forma era porque conocía a Trevor por tanto tiempo. Había fuertes ataduras que los unían. Posiblemente no sería más que eso. Después de todo, este era el hombre que solía darle coscorrones y quemaduras indias que duraban al menos una semana. El mismo hombre que le decía que fuera a casa e hiciera galletas siempre que trataba de escabullirse en uno de los juegos de beisbol de los muchachos del vecindario. Y era el mismo maravilloso hombre que había cuidado de ella cuando había tenido la gripe de Beijin cuando le había dado alrededor de un par de años atrás y no la había repudiado cuando vomitó todo sobre él; cuatro veces. Era el mismo hombre que trataba de hablarle de los hechos de la vida cuando tenía dieciocho y se mudó por su cuenta. Había entrado en su habitación una mañana, sentándose ansiosamente en el borde de la cama. Que le impulsó a venir y hablarle sobre este tema en particular, nunca lo sabría, pero lo recordaba claramente. —Lil, —había dicho—. Ahora que eres una mujer joven y te aventuras en el mundo por tu cuenta, creo que es tiempo de que te diga sobre ciertas cosas sobre hombres y mujeres. En tu caso una mujer joven y chicos… —Oh, lo sé todo sobre ese asunto. —Ondeó una mano despreocupadamente en el aire como si tuviera todas las respuestas.

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—Ahora no voy a hablarte sobre aves y cosas de abejas. —Empezó a pasearse por la pequeña habitación que había sido una vez su habitación pero se la había dado a Lil cuando se mudó. Su habitación entonces consistía en un vestidor extra en la habitación y el dormía en el sofá en la noche. —Hablando desde el punto de vista de los chicos, quiero que sepas que dirán cualquier cosa para obtener lo que quieren. Harán de todo para obtener lo que quieren. Te harán sentir como la única mujer para ellos. Te dirán que sus pelotas literalmente se encogerán y se caerán si no les ayudas a atravesar su exceso de hormonas. —Se detuvo directamente delante de ella, sus ojos penetrando, un dedo rígido apuntando en su dirección—. No te atrevas a creer. Y no caigas hasta que estés segura de que estás enamorada. Amor. ¿Entiendes? No curiosidad, no por placer, sino amor. Sólo había asentido, las palabras evadiéndola como si pensara cuán duro debía haber sido para él decirle eso. Por supuesto, su madre le había dado el mismo discurso cuando tenía trece, excepto el escenario de las pelotas encogidas. Pero de alguna forma, había sido diferente viniendo de un hombre. Y había estado en lo cierto, Lil descubrió con los años pasando. Los hombres podían decir y hacer cualquier cosa para obtener lo que querían. Y lo que siempre querían era a una mujer en su cama, o en el asiento delantero, o en cualquier área razonablemente aislada cubierta de hierba o de arena. Lil ahora miraba al hombre sentado junto a ella que estaba dando un largo examen de las partes inocultables de su cuerpo. ¿Estaba Trevor incluido en esta lista? Sí. Lo había oído trabajar su encanto en una multitud de mujeres en esos años. ¿Estaba ella incluida en esa lista? Probablemente, y el conocimiento hería, pero no debería ser sorpresa. Trevor estaba haciéndole un favor, no enamorándose de ella. Su sangre se detuvo en sus venas por un segundo antes de seguir la marcha a un ritmo alarmante. ¿Era esto lo que estaba haciendo? ¿Enamorándose de Trevor? ¿Después de una noche, una sesión, de hacer el amor? Se negó a meditar sobre esos pensamientos sombríos, sabiendo que enamorarse de él podría ser el mayor error de su vida, simplemente porque ella no era su tipo en absoluto. Además dudaba seriamente de que Trevor realmente estuviera atado a una mujer. Lil se estiró para tocar su rostro, reteniendo las lágrimas de confusión.

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—¿Debemos tratar otra vez? —preguntó, su garganta repentinamente sintiéndose apretada. —¿Es algo malo? —Envolviendo una mano alrededor de su cintura, levantó la palma, presionándola contra sus labios, y plantando un suave beso en ella. El gesto tierno se enterró a su manera en su corazón y Lil contuvo la urgencia de empezar a llorar. —Todo un dandy. —Se forzó a sonreír. No lucía convencido, pero lo dejó pasar. —Quizás te gustaría hacer algo de exploración antes de que lleguemos a los asuntos pesados, —ofreció, recostándose y levantando ambas manos sobre su cabeza, agarrando las barras de su cabecera, luciendo como un prisionero perfectamente dispuesto—. Somos algo como navegantes de primera viaje. La pasión de Lil montó, sus pensamientos sombríos olvidados mientras miraba al grande y genial hombre en su pequeña cama. —Debería tomarme un rato. —Corrió sus dedos sobre la protuberancia en el medio de su nariz donde se había roto. —No tengo prisa. —Su voz era un susurro rasposo—. Tómate tu tiempo. —Déjame saber si duele, ¿okey? —dijo Lil, pasando una mano sobre su tenso cuerpo. Trevor sonrió y cerró sus ojos. —¿Asegúrate de que me duela mal, okey? —Lil sacudió su cabeza y rió.

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Capítulo 5 Traducido por Susanauribe Corregido por Dianita

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uando Lil se despertó a la mañana siguiente, la primera cosa que vio fue el rostro de Trevor en la almohada junto a la suya. Su cabello estaba despeinado, su labio superior y barbilla un poco oscurecida, y dormía como la muerte. En ese momento supo que nunca se había sentido tan feliz en toda su vida. No se habían ido a dormir hasta altas horas de la mañana y eso había sido después de cuatro embistas de hacer el amor. No que se estuviera quejando. De hecho, no le importaría despertarse así todos los días. E irse a dormir de la misma manera también. Mientras miraba al hombre que la había hecho sentir tan mujer, sus dedos picaron por trazar las líneas de enfado saliendo de las esquinas de sus ojos. Unas líneas que se volvían arrugas de felicidad cuando sonreía con esa cautivadora sonrisa suya. Le sorprendía que en todos estos años ninguna mujer suertuda lo hubiera agarrado. A los treinta seis años pensaría que ya se habría establecido para este momento. Tener una esposa y unos cuantos hijos. Pero entonces la mujer con la que salía no era material de esposa, y Trevor pocas veces salía con una mujer por más de un mes antes de aburrirse, viniendo a su casa, diciendo que, “se estaba volviendo muy posesiva. No lo entendía. No podía tener una conversación decente con ella. ¿Por qué no puede haber una mujer ahí afuera como tú, Lil? Tú me entiendes. Nunca nos quedamos sin tema para hablar”. Luego la golpeaba en el brazo como cuando eran niños, recordándole que no era una mujer para él, simplemente una hermana. Lil suspiró, desenredándose las extremidades de Trevor. Justo como pensó, no se movió. Trevor siempre había sido un insomne crónico,

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excepto las noches que dormía en su casa. Por supuesto, en el pasado siempre se había quedado en el sofá. Supuso que no era la clase de persona a la que le gustaba estar solo. De hecho, había pasado más noches en la casa de ella que en la suya. Aunque el gran y malvado Trevor nunca admitiría una cosa tan cobarde. Cuando se mudó sola su constante presencia la irritó desde que sintió que él estaba merodeando y ella nunca obtendría su libertad. Pero se había mordido la lengua y nunca le dijo que se sentía de esa forma. Y estaba infinitamente agradecida. Aunque al principio él había sido un gran dolor en el trasero, ahora su amistad era preciada para ella y su presencia calmante. Nunca más que ahora. Después de mirarlo al menos diez minutos con una estúpida sonrisa en su rostro, fue al baño por una larga y caliente ducha. Estaba adolorida de pies a cabeza, sin darse cuenta de todos los músculos que usó mientras hacían el amor. ¿Qué estaba mal con ella? Se preguntó, dándose un baño tan caliente como podía soportar, luego lanzó una taza de bicarbonato, con intención de ahogar su adolorido cuerpo. Mirando el espejo, examinó su rostro para ver si se veía diferente. Sonrió. Lucía igual que siempre. Ojos marrón, pecas esparcidas por su nariz demasiado pequeña, y una cabeza llena de rizos rojizos y castaño desvaído que se verían mejor en un poodle. Tal vez tenía SPM, pensó, metiéndose a la bañera, gimiendo mientras el agua comenzó a filtrarse por sus poros, volviéndola consciente de cuán sensible estaba entre sus muslos. Recostando la cabeza contra el borde de la tina, cerró los ojos, poniendo una toalla caliente encima de su rostro, dejando sólo una pequeña abertura para poder respirar. Después dejó salir todo lo que había pasado en las doce horas o así, empapando su cerebro igual que la calidez del baño empapada sus nudosos músculos. Se sintió tremendamente feliz, abiertamente miserable, lacrimógena, mareada y celosa. Definitivamente SPM. Tenía que serlo. Si no, no quería cavilar en qué podría ser. Lo que nunca podría ser. Amor. No había espacio en su vida perfectamente diseñada para las agitaciones que el amor traería a su vida. Especialmente amando a Trevor. Tenía demasiada miseria en su pasado para que su corazón se involucrara con un hombre que sólo vivía para su gimnasio y relaciones fugaces.

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Ella era una mujer que anhelaba permanencia. Una vida familiar estable. Y aunque algún día le gustaría tener esposo en esa imagen perfecta de su vida, por ahora, su futuro sólo contenía a su hijo y a sí misma. Oh, Trevor también estaría alrededor. Como un gato perdido que una vez alimentado seguía volviendo, así, también, sería Trevor. Y siempre sería bienvenido. Trevor era muy especial para ella. Incluso más desde anoche. ¿Pero… amor?

*** Amor. Ahí estaba esa ridícula palabra de nuevo. Se reprendió mientras preparaba una tetera de té después de vestirse con unos shorts cortos y una camisa. No era una joven ingenua. Era una mujer que había tenido su cuota de apuros en la vida. Una mujer que había dado la vuelta al bloque más de una vez, emocionalmente; no físicamente. Sin embargo aquí estaba, pensando en una acogedora vida familiar y Trevor viniendo a casa cada noche, aún cuando continuaba diciéndose que era un pensamiento necio. Entre sus padres, su hermano, Trevor y ella misma, pensó que había florecido en una persona racional, realista y tranquila. ¡También estaba teniendo sexo con su recontra mejor amigo y volviéndose caprichosa con todo el asunto! Tal vez todo esto había sido una mala idea. Sintió lágrimas brotando de nuevo. Era raro que llorara, sin embargo, desde que aceptó la oferta de Trevor, casi se había puesto a llorar dos veces. Esto no estaba resultado como lo había planeado. Se estaba metiendo una farsa que su subconsciente había deseada por tantos años y últimamente se estaba forzando a creer que era real, que finalmente había encontrado al hombre de sus sueños. Rió amargamente sabiendo que probablemente se estaría sintiendo de la misma manera por Kevin Greene si hubiera dormido con él. ¡Hablando de posesividad! ¡Demonios! ¿Por qué no podía seguir sus propias reglas? Ahora se encontraba deseando volver a hacer cada cosa de sentido común que había dicho en lo que respectaba a este acuerdo. Pero no podía.

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Sólo dos opciones estaban disponibles para ella. Podía romper con todo esto antes de que la situación se volviera más estúpida, o podía poner en marcha su sensible plan y mirarlo con un poco más de madurez de la que había exhibido anoche. Se sintió demasiado bien estar en compañía íntima de Trevor. No estaba a punto de cortar esa parte de la relación antes del tiempo previsto. Todo lo que tenía que hacer era alejar cualquier pensamiento tonto que tuviera en mente y lo mezclara todo desastrosamente. Frunció el ceño cuando se dio cuenta que realmente pensaba en muchas cosas, ahuecó su cabello mientras miraba detenidamente la tostadora, frunció los labios en una apariencia vana poco común. Agarró una taza de la encimera, la llenó de té y fue a la sala a leer el periódico.

**** La luz del sol cubría el cuerpo desnudo de Trevor, brillando cálidamente en su rostro. En su sueño había visto a Lil de pie en el borde de la cama, un halo de luz alrededor de su cuerpo desnudo, su sonrisa calentándolo, haciendo que todo su cuerpo latiera con una sensación celestial. Con sus excitados instintos desde ayer, se estiró para abrazar a la mujer de sus sueños, sólo para que sus manos encontraran sábanas frías y arrugadas. Abrió un poco los ojos, y vio que su lado en la cama estaba vacío. Gruñó, infeliz con lo que encontró. O, más preciso, lo que no encontró: Lil. Con su mente aún nublada, salió de la cama, se puso sus arrugados bóxers blancos y fue a buscar a su mujer. Cuando llegó a la puerta se detuvo. Sus cejas se unieron mientras recordaba ese último pensamiento en su nublado cerebro y se pasó una mano perezosamente por su cabello. ¿Su mujer? Se encogió de hombros. Qué demonios. Continuó tranquilamente hacia la sala. Era su mujer, de una extraña manera. Por un rato sería suya hasta que estuviera embarazada. Conociéndolo, probablemente se aburriría de todos modos. Siempre se aburría de la mujer con la que se involucraba. Usualmente sólo por una semana o algo así, no más de un mes. No esperaba que esta vez fuera diferente. Se conocía demasiado bien.

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Trevor se detuvo por segunda vez. ¿Y si no se aburría de Lil? ¿Y si cada noche era tan emocionante como anoche? ¿Y si deslizarse dentro de ella era tan embriagador para sus sentidos la centésima vez como había sido la primera hasta la cuarta? Nah. Eso sería imposible. Como un juguete de navidad, la novedad pronto se desvanecería. ¿Cierto? Asintió con su somnolienta cabeza, sintiéndose mejor ahora que tenía sus sentimientos en perspectiva. Disfrutaría esto hasta que durara, y cuando estuviera fertilizada, volverían a ser amigos. Amigos platónicos. Ahí estaba ella. Sonrió, su somnolienta mirada recorrió la vista ante él. Estaba parada frente a la ventana, estirándose para desenganchar un helecho colgado. Era sábado así que tenía su habitual atuendo de estar tendida y vegetar, con una enorme camisa blanca y cortos shorts deshilachados en los dobladillos. La luz de afuera brillaba por la ventana, iluminando su delgado cuerpo como la sombra de una marioneta en la pared. Intentó ocultar un sonido de ronroneo de aprobación que sintió alzarse en su garganta por la vista. Y se preguntó… ¿alguna vez se aburriría de Lil? Por la forma en que reaccionó su cuerpo a la simple vista de ella en este momento, uno pensaría que no. El pensamiento lo puso incómodo así que lo sacó de su mente. No queriendo desperdiciar una perfecta erección, silenciosamente caminó detrás de ella, estiró una mano para desenganchar la planta con la que tenía tanto problema, dejándola a la izquierda en la mesa, mientras con la otra mano serpenteó para acunar un pecho. Gruñó satisfecho: sin sostén. Acarició un lado de su cuello ronroneando nuevamente. Olía a primavera y a mujer. —¿Por qué sigues metiéndote en mis sueños? Quiso decirlo traviesamente, pero las palabras salieron como realmente se sentía: confundido más allá de la razón. Lil se giró para enfrentarlo. Trevor sintió algo deslizarse dentro de él cuando sus ojos se encontraron. Ya fuera dentro o fuera de lugar, no estaba seguro, pero algo definitivamente estaba pasando en su pecho, y en sus bóxers.

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—No lo sé, tú dime… —Alzó la mano para alejar un mechón de cabello que había caído por su frente. Le sonrió. —Se supone que tú eres la que tiene cerebro. Por eso es que te tengo trabajando en el gimnasio para mí, para hacer todo el papeleo y responder el teléfono. —Se estiró por detrás de ella, girando la barra que cerraba un poco las cortinas, bañándolos en sombras a rayas. —Tú eres el musculoso —contrarrestó. Sus brazos se deslizaron alrededor de su cuello. Trevor se movió hacia atrás, llevando a Lil con él, hasta que se apoyó contra la parte trasera del sofá con ella apretujada entre sus muslos. —No puedes pensar con los músculos, y estoy jodidamente seguro que no pienso en las mañanas. —¿Por qué pensar en absoluto? —Ella bajó la mano, frotando con su palma su mástil por encima de sus bóxers de algodón. —Siempre fuiste la inteligente. Trevor sonrío ante el sonido del cierre de ella siendo bajado. *** —Estaba pensando. Trevor se recostó en el brazo del sofá en su usual posición de teleadicto. Su cabello aún estaba mojado por la ducha que acababan de tomar después de haber comido una variedad de sobras que había en el refrigerador de Lil. —¿Oh? ¿Así que ahora eres capaz de pensar claramente? Pensé que los musculosos no podían pensar —bromeó, sentándose en el lado opuesto del sofá con sus pies cubiertos por calcetines apoyados es sus muslos. —Inteligencia e ingenio, que combinación tan perfectamente terrible — se burló, poniendo los ojos en blanco. Lil procedió a tirar de los bellos de su pierna derecha, haciéndolo aullar. —Es por tu bien —lloriqueó. Trevor se estiró para frotar el área que ardía. —Mejor ten cuidado, ricitos, puedo aplastarte.

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Flexionó los pectorales, viendo a Lil cuando miraba sus músculos debajo de la camisa blanca que le había prestado. Para ella la ropa de algodón encajaba como una camisa de dormir, en él era como una segunda piel. No pudo evitar el orgullo que se disparó en él cuando ella se pasó la lengua por sus labios. —¿Quieres escuchar mi idea o no? Se sentó para evitar más jaloneo de bellos de parte de la chica que le sonreía sarcásticamente. Ella hizo un movimiento con su mano. —El suelo es todo suyo, Sr. Scott. —Bueno, ya que estaremos pasando gran parte del tiempo juntos, al menos dos semanas al mes hasta que finalmente hagamos el bebé, estaba pensando que tal vez me debería mudar aquí contigo. Vio a Lil palidecer y se sintió como un idiota por tener esa idea. Probablemente pensaba que era un maníaco sexual. Infiernos, estaba comenzando a pensar lo mismo. ¿Desde cuándo había pasado a inclinarse a hacer el amor cinco veces en menos de doce horas? Y estaba listo para hacerlo de nuevo. ¿No sé supone que a su edad debería estar en decadencia sexual? —Sólo era una sugerencia —dijo rápidamente—. No te desmayes. Simplemente pensé que sería más conveniente que me quedara aquí. Olvídalo. Veo que fue una mala idea. Tú sabes que tengo el mal hábito de salir con ideas de mierda. Cuando no respondió, apartó la mirada, queriendo arrastrarse debajo de la primera pieza del mobiliario que vio. —¿Quieres decir, que te gustaría mudarte conmigo? ¿Cómo una pareja casada? Fue Trevor quien palideció. Sintió el color drenarse de su rostro cuando giró la cabeza en dirección a ella. —Yo, yo… Lil se mordió el labio inferior. —Lo siento, me dejé llevar y dije la palabra M, ¿verdad? Trevor peleó por arrastrar oxígeno a sus pulmones. El sólo hablar de otras parejas casadas le provocaba sarpullido, ¿y aquí estaba ella

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sugiriendo que vivirían juntos como una pareja legal, esposo y esposa? Por alguna razón le tenía aversión a las relaciones serias. Supuso que era porque sus padres no se habían llevado muy bien. ¡Infiernos, eso era una descripción insuficiente! Lil no sabía mucho de su niñez ya que nunca hablaba de ella, ni siquiera cuando eran más jóvenes. Él lo mantenía de esa manera. Se sintió mareado y temió derrumbarse en cualquier segundo. Lil se levantó y fue hacia él, tocando su mejilla. —¿Estás bien? —Él asintió—. No quise decirlo como sonó —aseguró—. Lo dije en el sentido que tú dijiste. Trevor sacudió la cabeza aclarándose como si saliera de una pesadilla. —Por un minuto me asustaste como el demonio. Pensé que habías tenido una idea errónea de mi oferta. —Se relajó, los músculos en su cuello y hombros cayendo como caramelo caliente. Lil se sentó a su lado, palmeando una rodilla cubierta por denim. —¿Por qué haría eso? —Después de un pesado momento de silencio, finalmente preguntó—: ¿Entonces qué quisiste decir? *** Trevor puso la yema de su dedo índice en su boca, pareciendo pensativo. Después de un segundo lo sacó y espetó. —Como dije, tiene perfecto sentido. ¿Qué lógica hay en que venga aquí todas y cada una de las noches por dos semanas? Especialmente ya que los dos sabemos que haremos el amor más de una vez al día. Será bastante tarde para el momento en que terminemos. Sólo parece un poco tonto ir y volver cada noche. —Se encogió de hombros, esperando su respuesta. Cuando no respondió, continuó: —Traeré algunas de mis cosas. Compartiremos la comida, tal vez también la ducha. —Meneó las cejas—. Viviremos juntos. Dormiremos juntos. Y tendremos un montón de tiempo más para hacer bebés en nuestras manos. —Sonrió. Alzando la manos rendido, se dio cuenta que ni siquiera sabía por qué había hecho la oferta dado que la mayoría de veces lo que Trevor decía y hacía era en el momento.

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Lil dijo: —¿Por qué no? Podría ser interesante. —Intentó no pensar mucho en qué pasaría apenas quedara embarazada. Antes, eso era todo lo que había estado en su mente; hacer un bebé, tener un bebé, ser madre. Ahora, ese querido hijo presentaba la cesación de intimidad entre ella y Trevor. Bueno, Lil, no puedes tenerlo todo. Simplemente se feliz con lo que puedas obtener del tiempo y tendrás un hermoso bebé por el resto de tu vida que te recordará este maravilloso momento. Su mente conjuró una imagen. Ella en su porche, sosteniendo un bebé con el ondulado cabello castaño de Trevor. Y ahí también estaba Trevor, muy lejos en el fondo con su brazo alrededor de la delgada cintura de una amazona rubia. La imagen representaba la realidad. Tenía que recordarlo. Sabía que se estaba preparando para el desamor, pero se encontró diciendo: —¿Cuándo quieres traer tus cosas? Trevor instantáneamente se puso alerta, pareciendo un gato listo para abalanzarse sobre su presa. O tal vez un perro salvaje muriéndose de hambre y una palmadita en la cabeza, estaba demasiado asustado para aceptarlo. Sí, pensó Lil, frunciendo el ceño internamente. Sintió su corazón comprimirse ante la extraña interpretación de su expresión. Tal vez era porque habían hecho el amor, pero Lil sintió que veía otro lado completamente diferente de Trevor que no sabía que existía. Seguía enterrado bajo esa apariencia de macho, pero estaba ahí, justo bajo la superficie. Algo triste, perdido y solitario que la llamaba sin palabras o acciones, pero que podía sentir. Lil se encogió mentalmente. Infiernos, tal vez sus instintos maternales surgieron muy temprano y simplemente descubrieron que Trevor necesitaba un poco de amor. Sin embargo, no podía quitarse el sentimiento. —¿Quieres ir por ellas ya? —sugirió. —Sí. Lil se levantó, resistiendo la urgente necesidad de tomar esta montaña de hombre en sus brazos y calmar las sombras que vio en su rostro.

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Sombras que ocultó rápidamente, reemplazándolas por esa valiente sonrisa que esperaba de él.

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Capítulo 6 Traducido por Simoriah y Maggiih Corregido por Mona

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os semanas después Lil sostenía el delgado bastón blanco que venía con su test de embarazo entre dedos temblorosos. Dos líneas. Estaba embarazada. De ahí la inusual sensibilidad en sus pechos y la hinchazón en su zona mediana. Sentimientos de intensa alegría y tristeza la llenaron. Ahora tenía implantado dentro de ella el bebé que tanto había deseado, pero estaba en peligro inminente de perder a Trevor como amante. Estos últimos días y noches habían sido maravillosos, cómodos, pacíficos. Tanto como Trevor odiaba admitirlo, de hecho se estaban comportando como una pareja casada. Pasaban todo su tiempo libre junto; a veces haciendo el amor, a veces saliendo a cenar o a ver películas, muchas noches tranquilas solamente hablando o haciéndose mimos en la cama. Había sido más feliz que nunca. Por supuesto, ella finalmente había admitido para sí misma la semana pasada cuando había estado colgando un nuevo stock de lencería en la tienda y había pensando en vestir algunas de esas confecciones para nada prácticas para Trevor, la magnitud de sus sentimientos por él. Cuando se descubrió soñando despierta con que él venía a casa a ella cada noche, creando más niños juntos, envejeciendo con él, admitió las proporciones de su amor. De hecho, lo había amado por mucho tiempo. Primero como un hermano, luego como un querido amigo, y finalmente como un amante. Las cosas serían geniales si él sintiera lo mismo por ella, pero sabía que no era así. No podía. Aparte de la realidad de que ella no era su tipo, Trevor se había alejado de todo tipo de compromiso. La única razón por la que habían durado tanto era porque él tenía la impresión de que

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todos esos años ellos sólo habían sido amigos. Ella también, hasta unas semanas atrás. Así que aquí estaba, de pie junto al lavabo con su futuro aferrado entre los dedos. El bebé de Trevor, su bebé, crecía dentro de ella. ¿Debía contarle? ¿Tomar el riesgo gigante de que él volviera a su casa y que continuaran con su previa relación platónica como si nunca hubieran compartido los más maravillosos episodios de amor? ¿Cómo si esas sesiones apasionadas no hubieran sido pruebas de sus intensos sentimientos por el otro? ¿Los sentimientos de amor de ella, los de él de… de qué? ¿De deber por hacer un niño? ¿Dejar salir algunas de sus hormonas acumuladas? No lo sabía con certeza. Nunca le había preguntado qué obtenía él del acuerdo. Ubicando los artículos del test y las instrucciones de vuelta en la caja, cerró la tapa y bajo las escaleras hacia la cocina para tirarlos a la basura. No era justo de su parte no contarle a Trevor. Mantenerlo viviendo aquí bajo la falsa pretensión de embarazarla cuando ella ya lo estaba. Se sentiría culpable. Feliz, pero culpable. —Bueno, Lil —le dijo ella a la cocina vacía, envolviendo sus brazos alrededor de los codos para espantar el repentino frío que se filtraba en su alma—. Parece que se terminó. Tu sensato plan ha oficialmente explotado en tu rostro. El silencio alrededor la presionó desde todos los ángulos. Nunca se había sentido tan sola en su vida.

*** Todo el día en el trabajo intentó no pensar en lo inevitable. En apenas poco más de una hora conduciría hacia el gimnasio y le contaría a Trevor. Tenía que contárselo en público. Si él volvía a su casa sin saberlo antes, ella se acobardaría y no le diría una palabra sobre su embarazo. Esperaría hasta que hubieran compartido otra noche de pasión, y aun así podría no contarle. No, estar en un gimnasio con aire acondicionado, con olor a sudor y luces fluorescentes, rodeada de equipamiento, pesas, y clientes animados era la única forma en que podía decir esto. Sus padres habían tenido una relación amorosa y cercana y le gustaba creer que todavía tenían esa anterior forma de afecto en el cielo. Ansiaba una relación como la suya había sido. Estando con Trevor, casi

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podía creer que podían ser felices. Pero, él no era suyo para que lo reclamara. Trevor no le pertenecía a nadie excepto a sí mismo. Tan duro como era, ella tenía que aceptarlo. —¿Lil? —llamó Tracy Brown, sacándola de sus pensamientos, una mirada de tensión en el rostro de la joven. Tracy sólo tenía diecinueve años, pero era su mejor cajera. Rápida, cortés, y siempre tenía el balance correcto al final de su turno. Como Lil era la encargada de la sección de Señoras, estaba a cargo de lidiar con todos sus aspectos, desde la gente de stock hasta las seis cajeras de medio tiempo. Había estado en la tienda por ocho años, había sido supervisora por tres. La paga era buena, los beneficios excelentes (incluyendo tres meses de licencia por maternidad paga que pronto se tomaría), y raramente tenía que trabajar horas extras. —¿Qué puedo hacer por ti, Tracy? —Lil se acercó a la caja que estaba situada en el departamento de Ropa de Dormir. —Sé que realmente no debería estar pidiéndote esto pero, ¿crees que podría salir un poco más temprano hoy? Mi turno termina en cuarenta y cinco minutos y… —Se sonrojó—. Compré un camisón sexy y horneé una tanda de galletas para mi novio Sam, y bueno… —No pudo terminar la oración. Lil se quedó parada allí en sus chatitas azul marino y chaqueta a juego con su etiqueta de nombre en la solapa, mordiendo pensativamente su labio inferior. —¿Galletas y un camisón sexy, eh? —Sabes lo que dicen… a través del estómago del hombre puedes llegar a su corazón. —Tracy se inclinó sobre la caja y agregó en una voz susurrada—. ¡Y a sus pantalones! Lil no pudo evitar reír. —Seguro, ve. Vigilaré la caja por ti. Tracy sonrió, ya saliendo corriendo desde detrás de la caja beige. —Gracias, Lil. —Le dio un abrazo. —No hay problema. Ahora vete de aquí antes de que el Sr. Hennesy salga de su oficina y me encuentre siendo tan blandita. Las ruedas mentales de Lil giraron mientras atendía a los clientes hasta que su turno terminara. Una idea comenzó a formarse. Una vez en su

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Honda, su destino el gimnasio Pump ‘em Up, tenía su plan todo armado. Naturalmente tenía que contarle a Trevor, y muy probablemente él se fuera de casa, una idea que ella no esperaba con ansias, pero quizás podía capturar su gran corazón de musculoso. Sería difícil y quizás estaría perdiendo el tiempo, pero tenía que intentarlo. Lillian-Marimacho-Campbell iba a intentar con todas sus fuerzas transformarse en Lillian-Ama de Casa-Campbell. Conquistaría a Trevor con una comida casera, luz de velas y un camisón sexy y sensual. Hacerlo ver lo que podía ser suyo cada día y noche por el resto de sus vidas. ¿Funcionaría? Trevor la había rechazado una vez antes de romper ese fatídico beso tantos años atrás. Le había dolido mucho y le había llevado mucho tiempo antes de que lo superara y pudiera mirarlo al rostro una vez más. Antes de que el dolor en su corazón hubiera disminuido lo suficiente para que pudiera poner el incidente en perspectiva y dejarlo atrás. Ahora que se habían convertido en amantes y habían compartido la creación de una vida, si su plan fallaba ella podría no recuperarse jamás. Pero era un riesgo que estaba dispuesta a tomar. Miró hacia el cielo, esperando que sus padres y Brian le enviaran alguna intervención angelical que haría que Trevor le entregara su alma y su corazón, pero sabía que sería una batalla todo el camino y que no tenía garantías de cuál sería el resultado.

*** Lil caminó hacia él edificio con aire acondicionado, pisando la suave alfombra azul. El lugar estaba casi vacío mientras divisaba a sólo cinco personas en todo el salón, el cual era dos veces más grande que su casa, y estaba lleno de lo último en equipamiento de ejercicios así como pesas libres. No era sorprendente que el gimnasio estuviera tan escasamente poblado, sin embargo, ya que la mayoría de la gente prefería salir de fiesta las noches de viernes y sábado en lugar de hacer ejercicio. Pero todos estarían de vuelta el domingo o el lunes, sabía, prometiéndose ejercitar todas sus indulgencias.

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Kevin Greene corría en la cinta en su usual conjunto de micro shorts y nada más. Le dio a Lil un saludo mientras ella rodeaba el escritorio de recepción hacia su lugar acostumbrado. Lil le devolvió el saludo, aún en estado de descreimiento por la revelación de Trevor de que Kevin era gay. Por unos pocos minutos ella se ocupó con el papeleo que necesitaba ser firmado por los nuevos clientes más temprano ese día antes de que ella llegara. Sonrió mientras miraba la nota de Trevor que le rogaba tratar los contratos por él. Odiaba el papeleo. Cuando levantó la vista y vio a Trevor de pie frente a la máquina de presión de piernas, se imaginó que ahora era un momento tan bueno como otro para contarle las noticias de su embarazo. Se preguntó cómo lo tomaría. Arreglándose rápidamente el cabello, con mariposas en el estómago y miedo en el corazón, comenzó a caminar hacia él cuando notó quien estaba sentada sobre el banco, las piernas abiertas, una sonrisa de adoración dirigida al hombre, el sonriente hombre, que se erguía sobre ella. Raquel. Los labios presionados, Lil supo ahora cuan absurdo había sido su plan. ¿Y ella le tomaba el pelo a Trevor por sus disparatados esquemas? ¿Qué había estado pensando? ¿Ganar su corazón? ¡Ja! Lo único que una mujer podía ganar cuando se trataba de Trevor Scott eran unos pocos encuentros de lucha física en la habitación; si tenía suerte. ¿Por qué había permitido que su maldito corazón se involucrara? Ahora estaba pagando caro, ya, por el error. Simplemente se quedó allí; los pies moldeados sobre la alfombra, incapaz de alejarse de la imagen que hacía que esos sueños románticos y tontos suyos se deshicieran en el olvido.

*** Trevor oyó pacientemente las quejas de Raquel sobre como no podía arreglárselas para sacarse esos “últimos dos kilos de encima.” Cuando ella lo había llamado hacia diez minutos, él había pegado una sonrisa en su rostro y no había sido capaz de alejarse desde ese momento. Lo que lo tenía completamente sorprendido era, ¿por qué estaba intentando alejarse en primer lugar? Raquel era el tipo de mujer por la que él siempre iba: vampiresa, extrovertida y buscando sexo. Pero en los últimos seis meses o algo así, y especialmente después de aceptar a Lil, no había sentido deseos de

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salir en citas. Estaba cansado de la conversación vacía, y del aun más vacío sexo. Cansado de transitar el circuito de los solteros. Cuando Lil y él volvieran en última instancia a ser amigos, tenía la sensación de que se metería en una caverna en algún lado; se volvería un ermitaño que nunca se aventuraba afuera a menos que fuera absolutamente necesario. Quizás haría que Lil compartiera su cueva, pensó, cerrando sus sentidos a la parlanchina mujer frente a él. Cuando pensó que no podría soportar otra aburrida sílaba saliendo de la boca bonitamente pintada de Raquel, levantó la mirada hacia la pared espejada frente a él y su corazón dejó de latir por tres segundos. Lil estaba de pie directamente detrás de él. La sonrisa falsa que había estado llevando fue borrada instantáneamente de su rostro. La postura casual que había sido forzada fue reemplazada por una rígida conciencia. Y él simplemente se quedó mirando, como en trance, a la mujer a la que había estado haciéndole el amor por las últimas dos semanas. La mujer con la que estaba viviendo. Con la que estaba compartiendo una cama. Y tanto más. Ese algo en él se agitó una vez más. ¿Deseo? ¿Excitación? Sí, ambas emociones estaban ahí, pero había otra emoción que iba más profundo. Demasiado profundo para que él la pudiera sujetar. Como intentar recordar un sueño que tenía un importante mensaje, pero cuanto más pensaba en ello, más elusivo se volvía. Trevor se volvió y caminó los cinco pasos hacia Lil, dejando a Raquel hablando sola. Hasta ahora, habían mantenido su vida personal privada, dejando cualquier demostración de afecto para cuando estaban solos. Pero cuando Trevor la alcanzó, Lil se paró en puntas de pie y plantó un beso en sus labios. —Hola —dijo ella alegremente. —Hola. —Se inclinó para susurrar en su oído—. Más besos como ese y me tendrás caminando por aquí duro como una piedra. —La acercó más, presionando su pelvis contra ella, sin importarle quien los viera—. ¿Sucede algo? —preguntó cuando ella continuó de pie allí sin decir palabra. —¿Si sucede algo? —Pestañeó—. ¿Por qué dices eso?

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—Sólo que lucías como si tuvieras algo en mente. —Él frunció el ceño, notando la expresión ruborizada en su rostro—. ¿Estás segura que estás bien? —Sí —dijo ella distraídamente, mirando a la derecha y luego de nuevo a él—. Bueno, puedo ver que tienes las manos llenas. Te veo en casa — dijo un poco más alto de lo necesario. El ceño de Trevor se profundizó antes de que uñas largas como sables pintadas de rojo brillante se hundieran en su brazo, distrayéndolo. Se volvió para ver a Raquel de pie junto a él. Ella y Lil se fulminaron con la mirada por un segundo antes de que Lil se volviera y se alejara a grandes pasos, yendo a su puesto. —Oh, Trevor, cariño. ¿Podrías ayudarme con mis abdominales? —Agitó largas, coquetas pestañas hacia él—. Necesito alguien que me sostenga los tobillos y cuente por mí. Trevor miró a Lil, quien parecía absorta en el papeleo, luego volvió la mirada hacia Raquel. —Uh… seguro.

*** Lil llegó a casa antes que Trevor. Naturalmente, Raquel se había quedado hasta la hora de cierre, siguiendo a Trevor hasta su Jeep. Ella no esperó para ver qué pasaría entre ellos. Trevor sabía que era más que bienvenido a salir con otra gente si lo deseaba. Pero, maldición, ¡la quería y la deseaba sólo a ella! Tomando un par de Lean Cuisines1 del refrigerador, las sacó de la caja y las metió al microondas, esperando que Trevor apareciera, luego se puso algo más cómodo. Para ella, eso significaba shorts de algodón y otra camiseta sin imaginación; ambas en blanco. Quizás debería invertir en algunos de esos camisones sexy que había visto en la tienda. Por un capricho, se sacó el corpiño y la ropa interior antes de ponerse las delgadas prendas y ató su camiseta en un nudo en la cadera derecha. Esto era lo más cercano a seductora que podía llegar a ser. ¿No era eso patético? Especialmente cuando estaba segura de que Raquel tenía un armario lleno de seda, satén y encaje. Conociendo a esa mujer, muy probablemente también tuviera un bustier de cuero y esposas. 1

Lean Cuisines: Entradas y cenas congeladas.

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Trevor entró veinte minutos más tarde justo mientras ella sacaba algunos rollos del horno. Intentó evitar que sus manos temblaran y que su corazón saliera de su caja torácica. De hecho, estaba sorprendida de que él hubiera vuelto tan pronto, pero se mantuvo en su tarea de atender los rollos, sin querer parecer un ama de casa pegajosa. —Mm… algo sí que luce bien. —Esa voz profunda y ronca se deslizó por sus venas como una barra de jabón por el piso del baño. —Es carne a la Stroganoff —le informó, poniendo los rollos en la canasta para servir. Dos enormes brazos envolvieron su cintura, mientras suaves labios le acariciaban el cuello. —No estaba hablando de la comida. Lil quería seguirle el juego, pero todavía estaba molesta por la manera en que Raquel prácticamente se le había subido encima esa tarde y su pregunta salió un poco más brusca de lo que había querido. —¿Te encargarías de estos rollos calientes? Antes de que tuviera oportunidad de tomar la canasta y entregársela bruscamente, él la había girado en sus brazos y estaba aplastando sus labios debajo de los de él. —Cariño, me encargaré de cualquier rollo caliente que tú quieras. Aquí, en la habitación, en el baño, en el sofá —exhaló las palabras dentro de su boca, el acto afectando a Lil como una víctima de ahogo recibiendo resucitación boca a boca. Simplemente no podía mantenerse enojada. Después de dejar la canasta, puso los brazos alrededor del cuello de Trevor y él la levantó sobre la mesada para que estuviera más cercana a su altura. Después de varios minutos de besos profundos que los dejaron a ambos jadeando por más, Trevor retrocedió para echar un vistazo al atuendo de Lil. —No sabía que el algodón podía ser tan condenadamente sexy. —Su mirada se quedó en los pechos de ella. Lil no podría haber pedido una mejor reacción. —¿Qué? ¿Estas cosas viejas? —dijo tímidamente. Eso hizo que Trevor gruñera en su oído. Y luego su estómago procedió a gruñir.

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Él levantó la cabeza ligeramente e hizo una mueca. —No te importaría que satisfaga el hambre en mi estómago antes de que haga lo mismo con el que hay en mis jeans, ¿verdad? —No en absoluto —ella frotó su nariz contra la suya—. ¿Qué tipo de mujer privaría a su amante de una comida caliente antes de hacer el amor? —No una muy linda —él plantó un rápido beso en su nariz y luego la colocó devuelta en el piso. El estado de ánimo de Lil dio otra picada. No podía evitarlo, el último comentario de Trevor la hizo pensar en Raquel de nuevo. ¿Por qué no podía sacar a esa mujer fuera de su cabeza? Raquel estaba detrás de Trevor, sin embargo, era la mente de Lil la que estaba constantemente atormentada con el recuerdo de la amazona. La baja autoestima nunca había sido un problema con ella antes, y no lo era ahora. Es sólo que se sentía tan posesiva. Algo que sabía que volvía loco Trevor. Con un suspiro silencioso, obligó a distanciar todos los pensamientos depresivos y fue a tomar su lugar en la mesa. Trevor agarró la cerveza lite de la nevera, recuperando un vaso de jugo para Lil. Se sentaron en la mesa en silencio. Trevor comía como un demonio mientras Lil escogía su comida, empujando el plato en su dirección cuando él estuvo satisfecho. Esos deprimentes pensamientos estaban de vuelta. —Te vi hablando con Raquel —comentó, bebiendo su jugo de toronja. Ella sentía como si fuera a vomitar. ¿Estaba experimentando náuseas matutinas ya? ¿A pesar de que no era por la mañana y de que ella no tenía más de dos semanas de embarazo? —Sí —dijo distraídamente, cavando en el segundo plato de comida. Lil se asombró de que él mantuviera su firme físico cuando bebía cerveza y cenaba todas las noches y vivía de alimentos congelados y comida rápida. Ella sabía que la dedicación que le había tomado para mantener un cuerpo como el suyo y tenía que admirar su fuerza de voluntad. Ella trabajaba tres veces a la semana en el gimnasio e incluso se presionaba. Preferiría participar en baseball o un juego de fútbol, pero no había tenido la oportunidad en eones. Entre trabajar ocho horas en la tienda y cuatro más con Trevor en Pump’em Up, tenía suerte si cogía un ocasional juego en la televisión.

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—¿Qué tenía que decir? —Lil agarró un panecillo, untando mantequilla por él, fingiendo concentración en su tarea y no en sus palabras que esperaba. —Quería salir conmigo esta noche. —Él tomó el panecillo, asintiendo en agradecimiento. Tratando en lo posible de mantener la calma, preguntó—: ¿Qué le dijiste? —Miró cuando él se levantó para recuperar otra cerveza. Sería la última. Trevor era un hombre dos cervezas. Una más y él sería Silly Putty2. —Parece evidente, —él giró la tapa, la arrojó al basurero. Lil notó que él casi lo hizo, también. Volvió a sentarse, tomando un largo trago antes de añadir, —estoy aquí contigo y no con ella, ¿no? —Cierto, pero, ¿Qué hay sobre mañana en la noche? Él dejó la botella en la mesa, sus cejas curvadas juntas. —Estaré aquí. —Su voz llegando suave, su cabeza inclinada hacia un lado como si tratara de interpretar su repentino aluvión de preguntas, pronto se dio por vencido—. Además. —Rompió en una sonrisa seductora—. ¡Me desgastas mujer! ¡Debería marcharme de aquí en una camilla todas las mañanas! Lil se sonrojó. Estaba verdaderamente halagada y sintiéndose mareada como si hubiera consumido un par de cervezas ella misma. Entonces otro pensamiento cruzó por su mente. —¿Qué hay sobre las semanas de descanso? —Estaban muy cerca, el lunes, para ser exactos. Siempre, a partir de este momento si ella le decía que estaba embarazada. —No te das por vencida, ¿verdad? Lil encontró su fija mirada con la suya. —No. —Bueno, estaba pensando sobre esas semanas de descanso. —Se recostó en la silla, mirándola con sus parpados pesados, la botella de cerveza apretada entre su mano derecha extendida. Su pulgar acariciando la cara lisa de la botella.

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Silly Putty: Es un tipo de juguete viscoso hecho a base de silicona.

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La acción le recordó la manera en la que él provocaba sus pezones de la misma manera hasta que estaban en picos estrechos y sensibles. Borrando sus pensamientos de las eróticas imágenes que tenían a su cerebro recalentando, se concentró en las palabras de Trevor cuando él dijo: —¿Por qué no hacemos el amor en esas semanas de descanso, también? Quiero decir es sólo lógica. ¿Trevor estaba siendo lógico de nuevo? —Quizás deberías explicármelo —ella dijo. ¿Era demasiado bueno para ser verdad? ¿Demasiado esperar que él quisiera ser su amante diariamente? Esos ojos soñolientos todavía estaban en ella. Su hombro izquierdo levantado en un gesto vago. —Imaginé que si hacíamos el amor todas las noches, mi esperma podría mantenerse fresca. Probablemente conseguirán estar estancados esperando alrededor dos semanas enteras. Entonces, cuando estés en tu punto más alto, tus frescos óvulos tendrán mi semen rancio Él hizo una mueca, dirigiendo su mirada a la etiqueta de la botella de cerveza entonces añadió en una seria voz: —Si hacemos el amor todas las noches, estarás siempre segura de tener semen grado A. Lil no se compró esa palabrería ni por un minuto. Sabía que Trevor simplemente quería hacer el amor todas las noches, para quedarse con ella y no tener que irse a casa solo. ¿Él era demasiado macho? ¿Demasiado tímido? ¿Demasiado temeroso para admitirlo? Sí, eso es lo que era. El único inconveniente en todo su maravillo plan era que ella ya estaba embarazada. Empujando ese conocimiento a un lado de su mente, ignorando la constante pequeña voz que la llamó una sucia, podrida mentirosa, ella dijo—: Suena lógico para mí. Podrías querer traer algo más encima, sin embargo. —Sí, supongo que debería —susurró mirando directamente hacia ella.

***

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El apacible, vacío desprovisto de sueño que exigía Trevor fue roto por una voz estruendosa. —¡Despierta, chico! —Una oscura, altísima figura se balanceó en la habitación de Trevor, agarrándolo del cabello, sacudiéndolo para despertarlo—. ¡Despierta, bueno para nada pedazo de mierda! Trevor luchó contra la, demasiado frecuente, pesadilla que lo atormentaba. Su cuerpo entero se estremeció en su sueño cuando un puño pesado cayó sobre él, rompiéndole la nariz de un solo golpe. ¡Zaz! Otro puño lo azotó. —¿Dónde está esa perra que llamas madre? —El whiskey en el aliento de su padre hizo a su estómago revolverse. —¡No lo sé! —Gateó hacia la cabecera en posición fetal, con las manos alrededor de su cabeza para evitar algunos golpes más en su rostro. Sangre corría fuera de su nariz y hasta su boca, el sabor metálico haciéndolo amordazarse. —¡Estas mintiendo! —Trevor oyó el sonido de una hebilla de cinturón desabrochándose, resbalando de las presillas del cinturón. Zaz, zaz, el cuero liberado; un sonido cruel, atormentador que le infundía aterradoras expectativas. En el segundo siguiente un golpe cruzó su espalda dejando un verdugón ardiente. —¡No, no lo sé! —¿Cuándo iba a aprender a no bajar la guardia y quedarse dormido? ¡¡Zas!! El cinturón bajó otra vez, el lado de la hebilla, rasgando el delgado algodón de su pijama, clavándose en la carne de su espalda como una navaja de afeitar. Envolvió sus manos en puños apretados, tratando de alejar el dolor abrasador. Un día seria más grande que su padre. Un día seria más fuerte. Y podría contraatacar. Pero sólo tenía trece años. Flaco. Escuálido. Asustado. En la pesadilla de Trevor todo se desordenó. Su padre lo había estado golpeando, hiriéndolo, haciéndolo llorar. Su madre entonces apareció en la puerta de su habitación. Su padre tenía un arma en su temblorosa mano y le disparó luego a sí mismo; en una rabia causada por la embriaguez, celoso. Ambas cosas habían ocurrido en realidad hace tantos años. Pero entonces Raquel había aparecido ante él y él era un

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hombre, no un niño. Era arrogante, lleno de orgullo machista. Raquel era hermosa, rubia y falsa como sus senos de silicona, justo como su madre había sido. Entonces allí estaba Lil. Raquel se desvaneció y él se alegró, ella no le ofrecía ninguna comodidad verdadera. Lil se acercó a él, al Trevor de niño, calmando sus temores, besando su dolor físico, calmando sus lágrimas. Ahora se encontró así mismo un hombre nuevo, acostándose con Lil en su cama. Estaban desnudos y ella era tan amorosa, aun calmaba sus miedos. —¿Trevor? —Lil dijo su nombre otra vez y Trevor finalmente nadó entre la negra niebla. Parpadeó varias veces y notó que se aferraba a la pequeña Lil, el cuerpo desnudo. —¿Estás bien? —susurró en la oscuridad. Él se aclaró la garganta antes de intentar hablar. —Estoy bien ahora —murmuró con voz ronca—. Sólo un mal sueño. Él trató de retirarse de su abrazo, con la intención de pasar el resto de la noche en el sofá, pero Lil lo sostuvo demasiado fuerte. No reteniéndolo físicamente en el momento, sino con la retención mental que ella tenía en su corazón y alma. —No tienes que ir a ninguna parte, Trevor Emery Scott. ¿Qué ha pasado? —Su voz era gentil pero exigente—. Eso no fue sólo un mal sueño, ¿verdad? Ordenando su fuerza, Trevor dejó escapar un suspiro bajo. Él nunca hablaba sobre su abusiva niñez. Nunca. Incluso cuando había estado sucediendo, cuando se despertaba por la mañana descubriendo un moretón nuevo o una fractura en la nariz, daba excusas a sus maestros, a sus amigos, a los Campbell. Le dolía demasiado como para pensar en ello. Estaba seguro como el infierno que no quería hablar de eso. No entonces, no ahora, ni nunca. —Yo… yo tuve un sueño sobre mis padres —dijo en un susurro, ofreciéndole sólo la mitad de la verdad—. Acerca de la noche en que murieron. —Oh, cariño, lo siento. —Lil sostuvo a Trevor en sus brazos, su cabeza apoyada en su pecho. Ella acarició los tensos músculos de sus hombros—. Apuesto que fue un shock terrible para ti cuando aquel

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ladrón irrumpió en tu casa y les disparó. Debe ser igualmente difícil tener que revivirlo en tu mente nocturna. Trevor tragó saliva, todavía saboreando su propia sangre como si la paliza acabara de ocurrir. —Lil, hay algo que no sabes. —Pasó el dedo índice por encima de su abdomen, pensando en el futuro hijo de Lil. Antes de continuar con su historia, arrastró en un suspiro tembloroso. No podía contarle todo lo que había ocurrido cuando él estaba creciendo, pero podía decirle una cosa. —No fue un intruso quien mató a mis padres esa noche. —Su garganta amenazó con cerrarse—. Fue mi padre quien apretó el gatillo. —Oyó jadear a Lil, sus manos agarrando sus hombros apretados—. Él y mi madre siempre peleaban. Mamá estaba siempre corriendo alrededor de papá. Papá era un alcohólico, aunque en público lo escondía bien. Una noche vino a casa del bar demandando saber dónde estaba mamá. Le dije que no sabía. Trevor había dejado fuera la paliza que había recibido, sólo una de las miles a lo largo de su infancia. —Un minuto después ella camino hacia la casa; vestido apretado, tacones altos, maquillada, oliendo a perfume, el trabajo. Papá sabía que había estado durmiendo ahí. Él finalmente se rompió, cogiendo su pistola. Le disparó tres veces, luego a sí mismo. Lo vi todo. —Él trató fuertemente de mantener los recuerdos apisonados. Cuando levantó la vista al suave rostro de Lil, vio que estaba llorando. Esta era la única mujer que sentía su propio dolor. La única que lo entendía. La mejor mujer que nunca podría tener. La única mujer que no debería querer. Nunca podría amar a Lil de la manera que se merecía. Él venía de dos personas que no conocen el significado de esa palabra. No fue concebido por el amor. Nunca había conocido el amor como un niño, ni un adulto. Lo que él y Lil tenían era precioso. Lo más cerca que nunca llegaría a amar a alguien, y no era suficiente. No para ella. Ni por asomo. Trevor extendió su mano para acariciar tocar su mejilla. —¡Oye! Se supone que me tienes que animar, Píldora, no llores. Lil sonrió trémula. —¿Qué otros recuerdos te atormentan? Sé que hay más.

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Después de que él permaneció en silencio durante demasiado tiempo, no queriendo exponer esa parte de sí mismo, Lil dijo: —No importa. —Ella le tomó el rostro entre sus manos, llevándolo hacia ella para darle un cariñoso beso en los labios. Esta vez, Lil hizo el amor con Trevor. Cuando su pasión se incrementó, él pensó que, sólo tal vez las cosas podrían ser diferentes. Pero pronto todos sus pensamientos cesaron cuando ella envolvió su mano caliente alrededor de su polla y se lo llevó a la boca. Él le miraba mientras sus labios y la lengua trabajaban su magia sobre su polla. —Eso es, bebe, tómame todo. —Sostuvo su cabeza suavemente, guiándola hasta que ella encontró un ritmo que apretó sus bolas. — Sabes, —jadeó mientras comenzaba a tensarse, su orgasmo acercándose rápidamente—, no podemos hacer un bebé de esta manera. —Cierra la boca y simplemente disfruta de esto, ¿de acuerdo? Ella volvió a lamer de arriba hacia abajo. —Sí, señora. —Sonrió Trevor.

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Capítulo 7 Traducido por Primula Corregido por Xhessii

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urante todo el día Trevor había pensado en Lil, aunque eso no era nada nuevo. Habían pasado casi tres meses de que habían empezado a hacer el amor y aún no había avances en el asunto del bebé. Lil había estado intermitentemente desanimada durante las últimas semanas. Supuso que era porque ella no quedaba embarazada lo suficientemente rápido. Él también estaba algo preocupado, pero le gustaba la nueva faceta de su relación. Cuando ella quedaría embarazada, él tendría que salir de su vida. Por mucho que él quería que Lil tuviera su bebé, él aún no estaba listo para simplemente irse. Desde que ella había encontrado su propia casa hace varios años atrás, él había estado solo. Ese es, probablemente, por qué había escuchado el infierno fuera de ella cada día desde entonces, pero aun así iba a su casa siempre que tenía golpeado el estado de ánimo. Lo tenía golpeado frecuentemente. Ahora él nunca se sentía solo y nunca estaba solo. La soledad sólo logró hacerle bueno y deprimido. Le dio mucho tiempo para pensar. Le recordó cómo estaba su vida de vacía y que probablemente siempre sería así. Se inclinó contra la caminadora, mientras Rick cronometraba su progreso. Como no había más sesiones de entrenamiento programadas para el resto del día; quizás él debería sacar a Lil a algún lugar especial. Todo lo que generalmente solían hacer era trabajar, volver a casa, holgazanear y hacer amor... No es que no le gustara la sencillez pacífica de su relación, pero Lil necesitaba saber que pensaba en ella también como en una mujer. Que esto no es sólo un asunto de negocios. —Hola, amigo. —Rick limpió el sudor de su rostro con la toalla que tenía sobre su cuello—. Por el aspecto de esa tonta-y-culona sonrisa en tu cara, diría que estabas pensando en una tipa. —El joven latino brilló perfectamente, incluso hasta sus dientes lo hacían mientras se dirigía a Trevor—. ¿Estoy en lo correcto?

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Trevor sacudió su cabeza libre de los escenarios calientes que habían establecido su residencia permanente en su cerebro. —No, no una tipa. En una mujer. Una mujer muy especial. —Todavía se inclinó contra la máquina, disfrutando de la serenidad que lo llenaba siempre que pensaba en Lil—. Creo que voy a terminar temprano y la llevaré a un lugar agradable. —Ajá. —Él aplastó a Trevor en el brazo con la toalla—. En el momento una cena agradable y ella te da un buen postre. ¿Realmente piensas en salir esta noche, eh, amigo? ¿Quién es? ¿Es esa zorra Raquel? — Ricardo Sánchez estaba casi babeado—. Hombre, yo que pensaba que ella tenía lo ardiente para mí. Trevor se empujó a sí mismo lejos de la máquina, sus ojos estaban fijos en la puerta cuando Lil entró inesperadamente en su lugar. —Tú puedes tenerla. Ella no es mi tipo. —¿Me estás jodiendo? ¿Desde cuándo? —Desde hace un rato. Y, para tu información, Lil y yo no estamos haciéndolo como lo pones tan ligeramente, estamos haciendo un bebé. —Su mirada estaba todavía en Lil mientras ella dejaba caer las llaves de su coche en la alfombra y se agachó para recuperarlas. Ella parecía despeinada e impacientemente, empujando hacia atrás algunos rizos sueltos de su frente. Rick subió la manga de camiseta de Trevor. —¿Estás loco 3 , hombre? —dijo en una voz silenciada y ligeramente horrorizada—. Hice eso una vez. Fue una verdadera explosión hasta que ella quedó embarazada. Una vez que el chico salió mi mujer me dejó. He estado pagando la manutención desde entonces. Es por eso que tengo dos trabajos. Te digo, esos vampiros te pueden chupar hasta dejarte seco. Trevor se encogió de hombros lejos de Rick. —Lil nunca me haría eso. —Él estaba sonriendo nuevamente. Podía sentirlo de una oreja a la otra. Probablemente se veía como un idiota. Maldición, tampoco era como si pudiera hacer algo al respecto. —Está bien, no digas que no te lo advertí. Ellas son todas unas ángeles en un principio, pero una vez que se sabe que ella es tuya y aparece un

3-

Loco: En español en el original.

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niño, ¡bam! —Él abofeteó sus manos juntas—. La perra del infierno se apodera de su cuerpo y mente. Sacudiendo la cabeza con diversión, Trevor dejó a su amigo con la imaginación hiperactiva y partió para ir a ver por qué Lil apareció durante su hora del almuerzo. —Hola, bebé. —Trevor caminó hacia ella, sembrando un suave beso en sus labios. Ella lo miró sorprendida. No podía evitarlo. Aunque había hablado de no intervención amorosa en público, todo lo que podía pensar era en ponerle las manos encima veinticuatro/siete. —He venido a traer el almuerzo. —Ella levantó una bolsa de papel marrón—. También es tu favorito. —No me lo digas. —Agarró el bolso de las manos, lo puso sobre la recepción y miró dentro—. ¿Sándwich de sardina y cebolla, pepinillos y Fritos? —Él inhaló el fuerte aroma que salía de la bolsa, cerrando los ojos en éxtasis. —Sí. —Sonrió ella. Lil era la única que había estado al tanto de su extraño, pero sin embargo, favorito almuerzo. Se alegró de que ella hubiera venido a darle una sorpresa. Aunque ya había comido un burrito de uno de los locales de comida rápida, fue Lil quien lo había tocado de alguna manera haciendo esto por él. —Gracias, cariño. —Enrolló la bolsa de papel y se giró a mirarla una vez más—. Después de que hayas terminado en la tienda, quiero que te vayas a casa y te pongas un vestido. Tomaremos una noche libre del gimnasio. —Se rió suavemente ante su mirada sorprendida—. Pensé que podríamos salir esta noche. Tal vez veamos una película y luego iremos al Barrio Chino, tal vez bailaremos un poco, aunque sé que no soy muy bueno en eso. —Presionó sus labios en sus pensamientos y añadió—: Supongo que sólo tendremos que hacer baile lento. —Sonrió— . ¿Qué te parece? Ella hizo una pausa durante unos segundos y él pensó que iba a rechazarlo, pero finalmente dijo: —Eso suena muy bien. Voy a estar lista. —Oh, también yo. —La atrajo hacia sí y besó su ansiada boca, dejándolos ambos sin aliento.

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A las ocho en punto, Lil estaba más lista de lo que ella nunca lo había estado. Todavía no le había dicho a Trevor que estaba embarazada, y se le estaba empezando a mostrar ligeramente. Había ido a su segundo examen prenatal y estaba bien. También el bebé. Le había dicho el médico que la próxima vez que fuera sería capaz de oír el latido de su corazón. Deseaba que Trevor fuera con ella, pero todavía evitaba decirle. Ella era una escoria. No, era peor que escoria, ella era una mentirosa. Ocultando su culpa por el momento, se dio una rápida comprobación en el espejo. Parecía una mujer completamente diferente. Después que había terminado el trabajo, se dirigió al departamento de cosméticos y dejó que su amiga Brenda le maquillara la cara. Se veía bastante bien, aunque tenía miedo de reír o sonreír, por temor a que se agrietara toda la capa de pegote sobre su cara. Había comprado un par de zapatos de tacón y medias hasta el muslo para llevar con el terciopelado vestido de fiesta que Trevor le había dado. Todavía le quedaba, incluso cuando era un poco apretado en la panza. Sus rizos fueron domesticados a los lados con dos peinetas de perla. Un poco de perfume detrás de las orejas y en la base de su garganta completó la imagen de cuento de hadas que quería vivir, aunque sólo fuera por esta noche. Le pudo haber mentido a Trevor sobre su fiesta de graduación con el fin de salvar la cara, pero esta noche le compensaría diez veces. Cuando Trevor entró por la puerta, Lil venía por el pasillo jugando con uno de los broches en su pelo. Levantó la mirada hacia él, conteniendo el aliento. —Te ves tan bien que me duele el corazón. —Él la tomó de las manos, sosteniéndolas hacia fuera a los lados para que pudiera disfrutar de cada centímetro de ella—. Te ves fantástica. Esta vez Lil sabía que no era un cuento azucarado. La mirada en la cara Trevor lo decía todo. —Gracias. —Ella miró lejos, sintiendo modestia de repentinamente. Como si estuviera fingiendo ser algo que no era.

todo

Lo hacía, se recordó. Pretendía no estar embarazada cuando lo estaba. Fingía que Trevor algún día podría ser suyo cuando probablemente no

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lo haría. Aparentaba ser una justa princesa y que él era su caballero de brillante armadura. Y lo seguiría pretendiendo al menos por esta noche. —Te ves malditamente muy, muy sexy. —Llevaba pantalones plisados color caqui, una camisa de color vino que le quedaba un poco holgada en su delgada cintura y hacía juego con su vestido a la perfección, y zapatos de cuero. Era evidente que se había detenido en su casa para cambiarse ya que la única ropa que había traído con él aquí fueron jeans, camisetas y sudaderas. —¿Te parece este vestido familiar? —preguntó ella, dándose la vuelta para que también pudiera ver la parte de atrás. Trevor frunció el ceño, tratando de ubicarlo. Chasqueó los dedos. —Ese es el vestido que te compré para la graduación. ¿Todavía te queda después de todos estos años? —Un poco más apretado aquí y allá, pero, sí. —Bueno, esos lugares aquí y allá se ven bien para mí. Si me comprometo a ser un caballero hasta que vuelva a casa, ¿me dejarás quitarte todo eso de encima? —Bajó sugestivamente sus párpados. —No sólo eso. —Sonrió ella, a pesar de la tristeza que se cernía en su corazón—. Tengo un secreto que quiero decirte más tarde. —Me encantan los secretos —declaró, presionándola contra la puerta, encajada entre sus muslos poderosos—. Dime ahora. —Nop. Tienes que esperar. —Ella suspiró, esperando su beso. Fue rápido y firme. —Entonces sigamos adelante. Quiero volver aquí tan rápido como podamos. —Miró de reojo hacia ella, la apartó de la puerta, abrió y le dio paso a ella en la noche cristalina. *** Después de la película fueran a comer a su lugar chino favorito, Sam Wo, donde siempre pedía la ensalada de pescado crudo apta-para-losdioses. Ellos habían caminado por la calle principal de Chinatown admirando los salones de té, los templos, las escuelas chinas, los teatros y las tiendas de comestibles alineadas cada lado, y luego habían subido al restaurante establecido desde hace mucho tiempo y comieron hasta llenarse.

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Cuando terminaron de cenar, omitieron bailar a petición de Lil. No estaba acostumbrada a usar tacones y sus pies la estaban matando. Sin embargo, en lugar de ir directamente a casa, en una decisión del estímulo-del-momento, Trevor pasó por encima a Twin Peaks, donde ahora se quedarían en silencio en cada uno en los brazos del otro, hipnotizado por la vista de la ciudad de San Francisco y de East Bay. De pie en la cima de la colina, mirando el remolino de niebla a través del Golden Gate y mirando el horizonte de la ciudad con los brazos de Trevor a su alrededor, Lil casi podía creer que estaba en el cielo, segura de que nada más podía sentirse tan absolutamente tranquilo y sencillamente tan bueno. —Esta noche ha sido una de las mejores que he tenido —susurró Trevor contra la sien de Lil—. Corrección, cámbialo a la mejor noche que he tenido. —Mmm… Yo también —murmuró Lil—. No podría pedir nada más. —No es cierto. Ella podía pedir mucho más, pero pateó esos pensamientos lejos. Muy pronto la niebla se convirtió en una bruma fina. Dado que los dos tenían sólo unos suéteres ligeros, a regañadientes optaron por el calor seco de la casa de Lil en lugar de la fría humedad que se filtra rápidamente en sus huesos. Lil sabía que la rodilla de Trevor comenzaría a doler si no lo conseguía calentarla pronto, y sería un placer proporcionarle calor. Para cuando llegaron a su casa y salieron del Wrangler, Trevor se acercó a Lil, su cojera ya notable, y la apretó hasta contra la puerta, devorándola con un largo beso, le gustaba apretarla contra las cosas. Cuando finalmente llegó a tomar aire, la miró a través de los casi cerrados ojos y dijo: —Me comporté toda la noche como había prometido. Ahora, en primer lugar quiero escuchar ese secreto que tienes, y luego vamos a ir al interior, donde llego a quitar todas y cada una de las prenda de vestir de ese cuerpo madurito que tienes. —Tú no te portaste bien —lo acusó juguetonamente, queriendo prolongar lo inevitable: finalmente decirle de su embarazo—. Metiste la lengua en mi oreja dos veces mientras estábamos en Sam Wo y en el cine tu mano se deslizó hasta mi vestido un buen número de veces. Ni siquiera voy a mencionar hasta donde vagó después de eso.

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—Está bien, así que soy un chico malo. —Sonrió—. Dime de todos modos. Lil inmediatamente se puso seria. —Tu rodilla te está molestando —comentó ella, porque no quería que la noche terminara tan pronto. Quería pasar sólo un poco más de tiempo en la compañía de Trevor antes de que él la dejara, tal vez para siempre ya que le había mentido durante tanto tiempo —Sí —dijo con impaciencia—, pero me gustaría llegar a más y mejores cosas en lugar de que una vieja lesión me cause molestia. De hecho, puedo pensar en algunas cosas que se llevará el persistente dolor de mi mente. —Comenzó a inclinar su cabeza por otro beso, pero se detuvo sólo una fracción de la boca de Lil—. Pero primero, —él deslizó suavemente sus labios hacia atrás y adelante sobre la de ella, creando un ritmo erótico de fricción—, me debes un secreto. Lil quería hundirse en la hierba bajo sus pies y llorar. ¿Iba a terminar ya? Tenía que decírselo. Le prometió un secreto y tenía la intención de revelar su embarazo. Lo había guardado de él durante demasiado tiempo y sería muy afortunada si no se pusiera muy molesto y terminara por romper su relación en el punto como amantes y amigos. Sin embargo, una vez más, se acobardó. Mirando a los ojos que ella anhelaba poner dormilones y llenos de lujuria por el resto de su vida, ella dijo el único secreto que podría arrastrar de su malvada alma. —¿Recuerdas cuando fui a la fiesta de graduación? —Sí. —Él corrió besos ligeros sobre la frente—. Llegaste tarde y te di un sermón que duró tres días. Me asustaste como la mierda. —Sus palabras finales sonaban tensas—. Pensé que algo terrible te ha pasado, o que el tipo con el que te habías ido se había aprovechado ti. —Afortunadamente, ninguno de las dos había pasado. —Lil se aferró a sus hombros mientras arremolinaba su lengua en su oreja luego dejó un rastro húmedo a lo largo de su garganta—. Siento haberte hecho preocuparte. Sobre todo porque yo no fui al baile de graduación, como te había dicho. Trevor se detuvo. Su cabeza se acercó lentamente, su mirada penetrante. —Si no fuiste al baile de graduación, entonces, ¿a dónde fuiste? —Su voz era baja y medida. Si esta mentira adolescente tenía un efecto tan gravemente, no se imagina lo que haría cuando se enterara de su niño

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en crecimiento. Ella tendría suerte si es que se mantenían como civiles conocidos. Lil se apoyó en el coche, sintiéndose débil. —Tú estabas tan disgustado conmigo esa noche que no te diste cuenta que no llevaba el vestido que me habías comprado. —Ella suspiró, y su voz sonaba lejana—. Nadie me invitó a ir, Trevor. Todos los chicos dijeron que querían ir con alguien más bonita, más popular. Levantó los brazos, sosteniendo su rostro entre sus manos. —¿Por qué no me lo dijiste? —Tenía diecisiete años. Me compraste este vestido hermoso. —Ella dejó caer su mirada—. Además, estaba dolida porque nadie me pidió que fuera. —¿Es por eso que te vestiste así esta noche? —Inclinó la cabeza para un lado, como si tratara de comprender, ahuecando las manos de sus hombros—. ¿Crees que no eres lo suficientemente bonita como Lillian Campbell? Ella se encogió de hombros, mirando hacia él cuando puso un dedo bajo su barbilla. —No. Estoy bastante más angustiada de ser una adolescente torpe. — Ella suspiró—. Nunca tuve mi noche de cuento de hadas que todas las niñas esperaban. Cada chica quiere una noche perfecta y mágica. Incluso las lanzadoras de béisbol. —Sonrió con una pequeña sonrisa temblorosa—. Estaba reclamando una noche que me habían negado años atrás. Y me la diste a mí —susurró ella—. Gracias. —Oh, Lil. —Colocó una mano detrás de sus rodillas y una en la espalda, Trevor la levantó en sus brazos y se dirigió hacia la casa—. Sin embargo, esto no ha terminado, nena. No en mucho tiempo. Esta noche, te voy a mostrar lo increíblemente hermosa que eres. Tú, Lillian Ethyl Campbell. —Él le besó la nariz—. Justo como eres. Confía en mí, un cuento de hadas palidecerá comparado con lo que te voy a hacer. El corazón de Lil se derrumbó un poco más sabiendo que esto no iba a durar. Sabiendo que su amor era todo de un solo lado. Sabiendo eso, a pesar de que iba a ser padre dentro de los próximos seis meses, no sería nada más para su hijo que el “Tío Trevor”.

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Capítulo 8 Traducido por Simoriah, (SOS) vanehz (SOS) y Little Rose Corregido por Akanet

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ime otra vez por qué estamos parados en tu cocina, vistiendo delantales e intentando… yuck… cocinar —Trevor lucía como si acabara de chupar un limón.

Lil rio, entregándole tres papas y el pela papas. —Porque, ¿no crees que es horriblemente triste que seamos neófitos cuando se trata de las tareas de la cocina? —Estaba ocupada cortado zanahorias junto a él. Trevor se volvió para gruñir en su oído. —No es tan triste cuando consideras lo geniales que somos cuando se trata de las tareas del dormitorio. ¿Por qué no ordenamos una pizza y hacemos el amor en el sofá hasta que llegue? Lil hizo un pequeño sonido de protesta, mirándolo con los labios apretados. —Trevor —gimió con consternación. —¿No suena eso más divertido que cortar vegetales? —En su usual maniobra, la tuvo apoyada contra el mueble de la cocina, aplastada contra el palpitante bulto en sus jeans. Sacando el cuchillo de pelar de su mano derecha, la zanahoria de la izquierda, Trevor los lanzó al fregadero, luego procedió a mover sus caderas hacia atrás y adelante, frotando su evidente excitación contra ella. —Trevor —dijo Lil sin aire—. Cuando haces eso no puedo pensar. — Dios, no quería pensar. Había estado intentando, sin éxito, guiarlo por un sendero doméstico desde que habían tenido esa maravillosa noche

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juntos la semana pasada. Había pensado que compartir la preparación de la cena pondría en movimiento las ruedas familiares. Todo lo que logró fue estimularlo sexualmente. A ella también, de hecho. —¿Quién te está pidiendo que pienses? Hacer el amor es una cosa para ser puramente experimentada, no pensada. —Le desató el delantal, le levantó la camiseta por encima de la cabeza, le sacó el corpiño, luego tomó los pechos en las palmas de sus manos—. Olvídate de la pizza por ahora —dijo mientras le bajaba el cierre de los jeans. Lil gimió en aprobación, saliendo de sus pantalones y ropa interior. Con un movimiento de su mano, Trevor limpió el mueble; papas, zanahorias, y una variedad de otros vegetales frescos cayeron al fregadero y al suelo. Levantando a Lil por la cintura, la ubicó sobre él, se arrancó el delantal, bajó su propio cierre y le hizo el amor ahí en la cocina. Varios minutos después, Trevor descansó su frente húmeda contra la de Lil, su respiración tan agitada como la de ella. —Vaya. —Fue un susurro ronco—. Nadie va a convencerme de que estoy en mi declinación sexual sólo porque tengo treinta y seis años. —Probablemente sean las vitaminas que tomas —dijo ella, frotando su nariz contra la de él. —Probablemente sea mi compañera. —Su tono fue tan bajo, tan bajo que Lil casi se lo pierde, pero no fue así. Su interior se derritió hasta formar un pegajoso desastre de sensiblería femenina. Cuando estaba segura de que rompería en otro episodio de lágrimas, sonó el teléfono, destrozando el tierno momento. —Por qué no contesto eso —sugirió Trevor—. Puedes vestirte de nuevo. Por supuesto, no sé por qué, probablemente te desnudaré de nuevo. De hecho. —Se alejó de ella, se subió el cierre y avanzó hacia el teléfono que sonaba en el cuarto del frente—. Estoy seguro de eso. —Le sonrió, levantando el receptor. —¿Hola? —Arrugó el rostro con consternación mientras Lil se bajaba del aparador y se volvía a poner la camiseta. Pero la expresión se derritió de su rostro y luego se congeló en una sombría máscara mientras escuchaba a la persona al otro lado de la línea—. Sí, le diré. — Con movimientos rígidos colgó y volvió a la cocina. —¿Quién era?

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—Tu obstetra. —Su voz era más fría que un viento ártico—. No quería que olvidaras tu cita prenatal este viernes. La cabeza de Lil se levantó de repente, el estómago en la garganta. El cuarto pareció inclinarse y sus piernas se sintieron como si hubieran sido cortadas por un machete. Con gran esfuerzo avanzó torpemente hacia la mesa de la cocina, dejándose caer sobre una silla. No podía mirar a Trevor cuando él estaba tan cerca. La estaba fulminando con la mirada, podía sentirlo. Podía sentir la ira saliendo de sus poros como miles de corrientes eléctricas. Le había mentido. Su mejor amigo. Su amante. El padre de su hijo no nacido. Ahora estaba enfrentándose a las consecuencias. —¿Cuánto hace que lo sabes? —Lil podía decir que él mantenía la voz calmada sólo con sumo control. —Casi tres meses. —Ella se acobardó cuando oyó su brusca inhalación. Aun así no pudo mirarlo, su mirada culpable manteniéndose fija en la mesa alejada de la sala de estar donde había una fotografía de ella, sus padres, Brian y Trevor. Sonreían, todos agrupados para poder entrar en la escena. El picnic en el lago. Había sido el último lugar al que habían ido todos juntos antes del accidente—. Me embaracé enseguida —agregó quedamente. —¿Por qué no me lo dijiste? —Lil nunca había oído un tono tan desprovisto de emoción viniendo de los labios de Trevor. Estaba disgustado y tenía todo el derecho a estarlo. Asumiendo el riesgo de mirarlo, volvió la cabeza hacia él, encontrando a su némesis de frente, las manos apretadas en su regazo. —No lo sé. —No podía decirle que se había enamorado de él. Que apreciaba tanto su tiempo juntos que había mantenido esto en secreto. Que estaba lista para desarmarse como un rompecabezas armado meticulosamente que habían arrojado al suelo. Bajó las pestañas, moviendo su mirada hacia el linóleo amarillo soleado, mirando las venas doradas que lo atravesaban. —Yo sí. —Se acuclilló frente a ella, tomando sus manos en las de él. —¿Tú sí? —Lentamente levantó la cabeza. ¿Podría saber cómo se sentía por él? ¿Sentía lo mismo por ella? No. La expresión en sus ojos, una mirada que no había visto en doce años, le dijo que una vez más estaba asumiendo su rol de guardián.

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Todavía sosteniendo sus manos, él se estiró para trazar la curva de su mandíbula con un dedo índice puntiagudo. —Te involucraste en esto, como yo. No había tenido una mujer por medio año o más, y tú no habías tenido un hombre por al menos la misma cantidad de tiempo. —Su sonrisa irónica lucía pequeña y rota antes de que su expresión se pusiera seria de nuevo—. Fue físico. Fue dulce. Cumplimos nuestra misión. —Él asintió hacia el estómago de ella—. Ahora ha terminado. Todo lo que Lil quería hacer era lanzarse en sus brazos y decirle que no había terminado. Que podría nunca terminar. Que le dieran una oportunidad a su relación. Que él podía aprender a amarla. Pero no lo hizo. En su lugar, susurró. —¿No estás enojado porque no te lo conté? Él volvió la cabeza e inhaló lenta y profundamente por la nariz antes de dejarlo salir una vez más. Cuando la miró de nuevo, ella vio cuan distantes estaban sus ojos, como si estuviera despegándose de todo lo que habían compartido en esos últimos meses. Era la misma mirada con la que la había inmovilizado después de ese beso en su cumpleaños número veintiuno. Cuando él habló, su voz estaba pesada y espesa. —Nunca podría estar enojado contigo. —Luego agregó—. Eres como una hermana para mí. Lil sintió todo su mundo, sus tontos sueños de futuro, desvaneciéndose. Una hermana. Un marimacho. Y ya no más la amante de Trevor. Trevor liberó sus manos y se puso de pie. —Vendré a buscar mis cosas mañana. —Tomó sus llaves de la parte superior del refrigerador—. Estaré por aquí. —Se detuvo en la entrada de la cocina—. Tómalo con calma, Píldora. —Se dirigió hacia la puerta del frente. No podía terminar así, pensó Lil desesperadamente. ¿Cómo podía dejar su intimidad a un lado como si hubiera una llave dentro de él que dijera hermano/amante y pudiera ser encendida y apagada cuando deseara? —Trevor, espera. —Lil se puso de pie de un salto, siguiéndolo hacia la puerta. Él se detuvo justo cuando abría la puerta. Cuando se volvió hacia ella, su expresión era oscura y seria—. ¿Todavía podemos tener

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nuestras cenas de los viernes como solíamos hacerlo? —Estaba orgullosa de sí misma por no permitir que sus lágrimas se vieran en su rostro y en su voz. Él se encogió de hombros. —Seguro. ¿A quién le toca? Ella tragó con fuerza. —A ti, creo. Una expresión pensativa pasó por las sobrias facciones de él. —Estaré esperándote el viernes por la noche después de cerrar el gimnasio. Lil asintió, luego agregó en un impulso. —Estaba preguntándome si te gustaría ir conmigo al doctor el viernes en la tarde. Podría gustarte oír lo que ella tiene que decir, sólo en caso de que me olvide de seguir cualquier instrucción concerniente a mi salud y la del bebé. —Vio que la mandíbula de él se apretaba con fuerza y pensó que se rompería los huesos en cualquier momento. Después de lo que se sintió como una eternidad de silencio, Trevor finalmente preguntó. —¿A qué hora? —Una y media. Le dio un rápido asentimiento. —Te iré a buscar al trabajo. —De acuerdo —murmuró ella. Luego salió, cerrando la puerta suavemente detrás de él. Lil cayó sobre la alfombra. ¿Cómo iba a convencer a Trevor de que lo necesitaba como algo más que una figura fraternal? ¿Que lo amaba y quería que fuera suyo para siempre? Poniendo una mano sobre su abdomen ligeramente hinchado, supo que tenía que ganar el amor de Trevor; por ella y por su hijo. Tenía que probarle que estaban hechos para estar juntos. Tenía que destapar esos demonios que mantenían su corazón en un asidero temeroso, impidiendo que él creyera en el amor. Tenía que hacer que aprendiera a amarse a sí mismo.

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Lil sacudió su cabeza, sintiéndose sobrepasada, pero decidida. No era fácil, pero por el mismísimo corazón que latía en su pecho y la pequeña vida que crecía dentro de ella, lo haría. Si le tomaba hasta el día de su muerte, ella ganaría el amor de Trevor. *** Cuando Lil salió de la tienda con aire acondicionado fue recibida por una ola de calor de verano que olía a asfalto caliente. Aunque no era tan abrasador como la mayoría de las ciudades en septiembre, todavía era una sacudida a su sistema después de estar en el ambiente artificialmente refrigerado en el que había trabajo todo el día. Mirando alrededor, rápidamente divisó el Wrangler de Trevor estacionado justo más adelante en último nivel del estacionamiento de dos pisos. La miró pero su expresión era ilegible desde donde ella estaba. Debió haberla visto, sin embargo, porque notó la forma en que él se removió en el asiento antes de apartar la mirada. Desde que había descubierto lo de su embarazo las cosas no habían sido las mismas. Sólo lo veía cuando iba al gimnasio cada noche y entonces la trataba con calmada cortesía, o la evitaba del todo. Sus ropas habían sido rápidamente sacadas de su habitación, evidentemente mientras ella estaba en el trabajo para que no tuviera que enfrentarla. Ya no la llamaba. Ya no se reían juntos. Ya no la miraba en esa forma sexy suya de ojos somnolientos. No, las cosas no estaban bien en lo absoluto. De hecho, no podían estar peor. Después de su tremenda mentira, ¿no debería haber esperado esa conducta de su parte? ¿No se había estado diciendo todo el tiempo que mantener su embarazo en secreto abriría un abismo entre ellos? Ahora que los resultados habían sucedido, sólo podía culparse a sí misma. Inhalando temblorosamente, cruzó el asfalto gris hacia el hombre malhumorado en el Jeep azul. No, las cosas no estaban bien en lo absoluto. Quería a Trevor como amante, algún día, con suerte, más. Pero por ahora, ni siquiera lo tenía como amigo. Y dolía. Mucho. Cuando alcanzó el vehículo, Trevor se inclinó sobre el asiento y le abrió la puerta. Balbuceando una palabra de agradecimiento, Lil se subió, con su corazón en los pies. Él lucía hermoso como siempre. Vistiendo unos jeans viejos y ajustados y una camiseta decrépita, Lil pensó que nunca había lucido tan bien como ahora. Incluso con esa adusta expresión arruinando su boca sexy y las sombras violetas debajo de sus ojos.

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—Tu insomnio volvió, ¿verdad? —le preguntó con interés genuino, queriendo calmar la expresión demacrada de su rostro. —Sí —contestó, obviamente sin humor para la conversación—. ¿Hacia dónde? —Sonaba como un hombre siendo arrastrado a la guerra. Lil suspiró. Ahí iba su intento de tender un puente sobre el abismo siquiera un poco. —La misma doctora a la que he ido toda la vida. Ya sabes, la que está frente a St. Mary’s. Trevor asintió, indicando que sabía a qué oficina se refería. Tenía que hacerlo, la había llevado allí suficientes veces a lo largo de los años. —Pensé que ella era sólo médico general. —La declaración fue breve y Lil se preguntó por qué siquiera intentaba hablarle, estar con ella en lo absoluto, si no podía soportar verla como su semblante helado parecía indicar. —Por suerte para mí también es una ginecóloga y obstetra. —Mantuvo su voz ligera, su mirada hacia adelante, como si el humor sombrío de él no la molestara en lo más mínimo. Trevor dio un pequeño gruñido de entendimiento, y ése fue el final de la conversación. Después de sujetar su cinturón de seguridad, Lil se acomodó para lo que ciertamente sería un viaje tenso y silencioso. Trevor no la sorprendió. Mantuvo su semblante negro y distante mientras conducían por la calle llena de movimiento en una sola dirección. Ocasionalmente lo miraba, viendo el músculo que se agitaba a lo largo de su mandíbula. Le asustaba verlo así. En todos los años en que lo había conocido, él nunca había revelado una actitud tan dura y falta de emoción. Las lágrimas se reunieron en la parte trasera de su garganta y un pequeño sollozo se escapó aunque ella intentó retenerlo. Debería estar acostumbrada a llorar para este momento. Desde que ella y Trevor se habían vuelto íntimos, desde que se había embarazado, y mucho más desde que él se había marchado, había llorado hasta llenar un estanque. Hormonas, su doctora le había dicho que experimentaría una multitud de emociones mientras atravesara su embarazo.

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—Imagina tener SPM 4 por nueve meses. —Fueron sus palabras exactas—. Multiplicado por diez. Lil secó la molesta lágrima de su mejilla mientras miraba por la ventana del lado, ciega a la ciudad alrededor de ella, pensando que su vida una vez más estaba en un estado de ruinas. Sólo que esta vez, Trevor no estaba allí para ayudarle a juntar las piezas. * Un suspiro pesado se filtró de los pulmones de Trevor mientras miraba hacia adelante al tráfico que se movía frente a él. Se sentía diferente ahora que Lil estaba embarazada. Se sentía ligeramente resentido de que se le había negado pasar más tiempo con ella, aunque sabía que era ridículo sentirse así. Todo el propósito de su intimidad había sido crear el niño que ahora descansaba en su vientre. Le dio una mirada de costado a esa parte particular de su anatomía. ¿Cómo se sentiría él una vez que a ella empezara a notársele? ¿Cuando el producto de la que una vez fue una relación cercana se hiciera notorio con pequeñas patadas e hipos? Y finalmente, cuando el niño naciera, ¿los uniría más, o los separaría? Habían sido mejores amigos desde antes de que todo esto sucediera. Él había prometido mantener la cabeza sobre los hombros. No había creído que habría problemas en ir de amigos, a amantes, y de vuelta a ser amigos. Pero había un problema. Uno grande. Maldición si él sabía cómo arreglarlo o por qué siquiera estaba allí en primer lugar. Todo lo que sabía era que había algo diferente ahora. En él. Cuatro noches de intenso insomnio, de pasearse por la casa y darse con la cabeza contra la pared no habían revelado los porque del extraño giro en sus sentimientos por Lil. Ella parecía aceptar sus readoptados roles de solamente amigos con gran facilidad. Naturalmente, era la actitud de él lo que la tenía deprimida. Ella estaba siendo calmada y madura sobre todo lo relacionado con el embarazo. Justo como él esperaba que lo manejara. Esto era algo que ella había planeado por bastante tiempo. Él sólo era la fuente que la ayudaría a alcanzar su meta. Así que, ¿cuál era su problema? Con una maldición murmurada, cambió carriles y dobló a la derecha, yendo a un parque cercano y deteniéndose en el pequeño 4

SPM: Síndrome Pre Menstrual.

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estacionamiento bajo la sombra de un gran sauce llorón. La imagen que el triste árbol proyectaba hacía juego con su propio humor en ese momento. —¿Qué estamos haciendo aquí? —preguntó Lil, su voz sonando pequeña, manteniendo su rostro hacia la ventanilla del pasajero. —Tenemos que hablar. —Trevor apagó el motor y se sentó allí, el silencio entre ellos estirándose hacia el infinito. Quería tomar a Lil en sus brazos, sentarla en su regazo y besar cada lágrima que sabía que estaba derramando, pero no lo hizo. No podía. No podían volver a lo que habían tenido antes. Vivir juntos, compartir la misma cama sin ningún pensamiento sobre el futuro. Fue divertido mientras duró. Demonios, había sido fantástico. Pero era físico y se había terminado. Simplemente tenía que superarlo. Tenía que dejar de pensar en ella en esa forma íntima y erótica. ¿Por qué? Porque estaba muy cerca de preguntarle a Lil si podía mudarse con ella una vez más, de forma permanente. Nunca había estado en una relación seria ni siquiera una vez en su vida, pero había visto de primera mano cómo podía decaer un matrimonio. Aunque Lil no era para nada como su madre, había dudas en su mente sobre si él poseía o no los mismos genes coléricos de su padre. La misma sangre corría por sus venas, después de todo. ¿Era tan tonto pensar que sepultado dentro de él yacía inactiva la ira sólo esperando para explotar? De hecho, ¿no la había sentido cociéndose a fuego lento justo bajo la superficie en más de una ocasión? Afortunadamente, hasta ahora la había controlado. Además, tenía que haber más en una relación. Sexo genial y hacer un bebé estaba a una gran distancia de un amor eterno. No que él creyera en tal cosa. Quizás para Lil algún día, pero definitivamente no para él. Nunca. De eso estaba seguro. —¿Lil? —dijo suavemente, interrumpiendo la quietud alrededor de ellos. —¿Sí? —Ella mantuvo el rostro hacia la ventanilla. —Mírame. —Fue una orden susurrada. —Luzco horrible. Trevor soltó un resoplido irónico. —No peor que yo, estoy seguro. —Se terminó entre nosotros, ¿verdad? —Todavía no podía mirarlo.

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—Estás embarazada, Lil. Eso es todo lo que querías de mí. Ese fue nuestro acuerdo. —Él sonaba tan calmado y racional para sus propios oídos. —Así de simple —dijo ella amargamente—. Después de todo lo que hemos pasado, especialmente en los últimos tres meses, ¿es así de fácil para ti cortar esa parte de nuestra relación? —Luego agregó con una risa dura—. Por supuesto, tú deberías saber sobre rechazar gente. —¿De qué demonios estás hablando? —Antes de que ella pudiera responder, dijo—: Si te estás refiriendo a las mujeres con las que he salido en el pasado, ellas sabían desde el comienzo que no debían esperar ningún tipo de compromiso de mi parte. Les dije que nunca habría nada serio. Sólo diversión… Lil giró la cabeza rápidamente, sus líquidos ojos atravesándolo. —Estoy hablando de mí, Trevor —interrumpió ella, pinchándole el pecho con un pulgar. —¿Tú? —Él frunció el ceño—. ¿Cuándo te he rechazado? Ella se apartó una vez más. —Estoy segura de que no fue muy importante para ti. De hecho, probablemente ni siquiera recuerdes una cosa tan insignificante, pero estuvo ese beso que compartimos cuando cumplí veintiún años. Él maldijo suavemente por lo bajo. —Demonios si no lo recuerdo. —Se estiró, tomo el mentón de ella en su palma y volvió su cabeza de forma que se viera forzada a mirarlo directamente—. Recuerdo la noche como si hubiera sucedido ayer. —Su voz sonaba repentinamente baja—. Tu cabello estaba largo. Por un capricho lo habías teñido de rubio ceniza ese día. Nos habíamos reído más temprano, decidiendo que no te sentaba. Te traje ese estúpido perro de peluche que todavía tienes en tu cómoda, hamburguesas y champagne rosa más tarde esa noche. Después de que acabamos la comida y la botella del burbujeante, tenía toda la intención de darte un amistoso beso de cumpleaños, decirte buenas noches e irme. Sus párpados cayeron hasta estar a media asta antes de cerrarse completamente, viendo la escena en su mente. —El instante en que mis labios tocaron los tuyos, sin embargo, no sé qué se apoderó de mí. —La miró—. Intenté echarle la culpa al champagne. Te sentías tan bien en mis brazos. Tenías un sabor tan

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delicioso. No pude evitar robar un poquito más. No pude resistir el deslizar mi lengua dentro de tu tibia boca una y otra vez. Gimió, soltándola, dejando que su cabeza cayera contra el asiento, sus manos aferrando el volante con fuerza, peleando por el control que no sentía en ese momento. —Fue el beso más salvaje que he compartido jamás. Fue caliente, profundo, puro. Y luego me di cuenta. Esta joven en mis brazos confiaba en mí, dependía de mí. Era su guardián, su hermano mayor. Brian me había rogado en su lecho de muerte que la cuidara, sin embargo ahí estaba yo, listo para tomarla en brazos y llevarla a la cama. —¿En serio? —Las palabras de Lil salieron como un suspiro. —¡Demonios, sí! —La miró de nuevo. —Entonces, ¿por qué no lo hiciste? Trevor pasó una mano por su cabello, dejando salir una exhalación impaciente por la nariz. —Por las mismas razones que acabo de decirte. Fuimos criados prácticamente como hermanos, Lil. —Pero no lo somos —contestó ella—. No de sangre, ni por matrimonio, si es en alguna forma, es mayormente por circunstancias. —Eres imposible —murmuró él. —Sólo dime la verdad. No seguiste tus impulsos simplemente porque no entro en tus requisitos como amante. Te gusta pensar en mí como tu hermanita porque es más fácil darte una razón de por qué no me quieres. Es más fácil que decir que soy poco atractiva y baja y que no tengo buena etiqueta en los ardides femeninos. Trevor niveló su mirada con la de ella, dura y decidida. —Eso es un montón de mierda y lo sabes. —¿Tienes una sugerencia mejor? Él asintió ligeramente. —Sí. Sí la tengo. —Entonces dime. —Ella volvió su cuerpo hacia él, inclinándose hacia adelante en un gesto de ruego—. ¿Por qué me rechazaste entonces?

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—Porque… ese beso, Lil. Ese pequeño beso me asustó terriblemente — admitió—. Sentí algo cuando te besé. —Sacudió vigorosamente la cabeza, intentando ordenar sus pensamientos—. No sé qué fue, pero nunca me había sentido así antes. Su voz salió como un suspiro cuando dijo—: O desde ese momento. Sabía que estaba mal sentirse así, así que interrumpí el beso antes de que avanzara más, y juré que nunca más lo mencionaría. —Sus labios se curvaron en una sonrisa burlona—. Sin embargo, he pensado mucho en eso. Mucho. —Yo también he pensado mucho en eso. —Cuando él le dio una mirada dura, ella preguntó suavemente—. Si ese beso te asustó tanto entonces, ¿por qué accediste a hacerme el amor todos estos meses? —Infiernos, supongo que soy masoquista. —Entonces dijo algo más desesperadamente—. Se supone que serían negocios. Tú querías un bebé. Yo proveería lo que significa dártelo. No pensé en el futuro. Ni siquiera me paré a pensar por un minuto, cuán difícil sería romper después de que finalmente concibieras. —¿Sería tan malo? ¿Ser amantes otra vez? —¡Santa mierda, mujer! —Lil saltó ante su tono áspero—. ¿No has estado escuchando? ¿No has estado regañándome todos estos años sobre mi estilo de vida? Eso de que no tengo dirección en la vida, que soy incapaz de establecerme, que no tomo la vida lo suficientemente en serio. No tengo nada que ofrecerte, aparte del bebé. —Su tono se volvió más suave mientras se estiraba y acariciaba su mejilla y decía—: Necesitas amor, Lil. Profundo en el alma, amor eterno, y no puedo ofrecerte eso. —Ya veo. —Se apartó de su toque, reajustándose a sí misma de modo que se sentó de frente, jugando con uno de los botones dorados de su chaqueta. —Aún somos amigos, sin embargo —dijo con ánimo forzado. Lil se giró para encararlo, la nariz roja, su expresión desolada. —¿Lo somos? —Su tono indicaba que no lo creía ni por un segundo. Trevor frunció el ceño. —Por supuesto que lo somos. No arrojas casi tres décadas de amistad simplemente así. En lo que a mí concierne…

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—Solo cállate —chasqueó—. No quiero oír nada más de tu lógica evaluadora en lo que concierne a nuestra relación. Por tres meses las cosas fueron maravillosas entre nosotros. Está bien, obtuve lo que quería, un bebé; según nuestro acuerdo. Entonces cortas las cosas entre nosotros, te mudas y me has estado tratando como una espina en el costado desde entonces. ¿Por qué? —Las últimas palabras fueron un susurro desgarrado. Fue el turno de Trevor para alejar la mirada, tomando interés ausente en un par de jóvenes amantes besuqueándose en la hierba a pocos metros de distancia. La escena llamó a su mente muchos de los encuentros que él y Lil habían compartido que terminaban en una nota mucho más apasionada. Se aclaró la garganta, apartando su mirada y regresando a la mujer sentada a su lado. —No lo sé —dijo sinceramente—. Supongo que he me dio en la cabeza y ahora no sé a dónde se supone que vamos desde aquí. —¿Es imposible retroceder a ser amigos como éramos antes? ¿El ser amantes ha roto lo que solíamos tener? Tomó una respiración temblorosa. —No, Y no es imposible retroceder a ser amigos. —Una diminuta sonrisa tiró de sus labios—. Me gustaría eso. —A mí también. Se sentaron ahí mirándose el uno al otro por muchos latidos hasta que Trevor dijo finalmente. —¿Amigos? —Extendió los brazos abiertos para un abrazo. —Amigos —dijo Lil sin aliento, recostándose contra él. Cuando Trevor rompió el abrazo que duro más tiempo de lo previsto, miró a Lil con ojos soñolientos. —Te hice perder tu cita con el doctor. —Su voz suave y ronca se enrolló en su lengua. —Haré otra —murmuró. CePíldoraó hacia atrás algunos rizos de su rostro, haciendo un pequeño sonido en la parte trasera de su garganta, y justo cuando estaba a

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punto de inclinarse hacia adelante y besarla, se sentó rígidamente y conectó el encendido. —Mejor te llevo de regreso al trabajo —dijo gruñonamente. Lil suspiró, chocando contra la puerta. —¿Por qué no nos saltamos la rutina del viernes esta vez? —dijo—. Estoy un poco cansada. —Entiendo. —Había algo en su voz que él no se preocupó en especular en ese momento. Probablemente alivio. Con ese pensamiento dando vueltas en su mente, la llevó de regreso al trabajo en completo silencio. **** Esa noche Lil fue a casa, tomó una ducha, se deslizó en un par de shorts y camiseta y fue a la cocina a hacerse algo de leche caliente. Había llamado al gimnasio más temprano y dejado un mensaje con Rick, pidiéndole que le dijera a Trevor que no podría estar allí esa noche. Aún estaba alterada por su conversación en el parque. Tenía que hacerlo sin ella esta noche. Había un consuelo en llorar tanto, eventualmente secarías las lágrimas. Ahora sólo estaba nublada y confusa. Hormonas: La garantía de su médico de lo que causaban sus emociones oscilaran y llenaran su cabeza. Trevor: Su corazón le respondió. Ambos: Era su propia conclusión. Justo mientras estaba a punto de sentarse con las noticias de las nueve en punto, un toque en la puerta la detuvo antes de que tomara su primer sorbo de leche. No se atrevía a esperar que fuera Trevor. Dios sabía que prácticamente había hecho una voltereta hacia atrás cuando canceló su reunión habitual. Aún así, no podía evitar el repentino tamborileo de su tonto e inmaduro corazón mientras caminaba a la puerta. Y estuvo cerca de estallar cuando la abrió y lo encontró parado ahí con un saco blanco apretado entre sus dientes y dos en su mano derecha. Su mano izquierda sostenida en un puño, doblada por el codo, lista para tocar otra vez. Retrocedió su brazo y respiró fuerte cuando abrió la puerta.

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—No quería asustarte —dijo Lil mientras burbujas destellaban en su sangre. Realmente no había querido estar sola esta noche, y le alegraba que hubiera venido. Rió, tomando la bolsa de entre sus dientes, olvidando su espíritu triste de sólo hace treinta segundos. —Creí que quizás estabas en el baño y no podías oírme. No traje mi llave conmigo. —Todo su cuerpo parecía tenso. Nunca había lucido tan inquieto. Trevor era usualmente el epítome de la confianza. De hecho, bastante exagerado. Pero justo ahora lucia mil veces más incómodo de lo que ella se sentía. —Entra —ofreció Lil, dando un paso a un lado mientras él entraba. Estaba cojeando. ¿Había estado demasiado tiempo en el húmedo aire nocturno? —Sé que dijiste que querías estar sola. —Se paró en medio de su sala como si fuera la primera vez que hubiera estado allí—. Espero que no te importe que me presente de esta forma, pero compré demasiada comida de Sam Wo y no quería tirarlo a la basura. —Miraba a cualquier parte excepto a ella, sus manos metidas en los bolsillos traseros de sus jeans, tomando sus alrededores como si los viera de nuevo. ¿Trevor estaba preocupado sólo por aparecerse? Ese hombre acostumbraba a aparecer en su puerta sin previo aviso. Debía haberse sentido fuera de balance. Lil sabía que tenía que hacer algo para hacérselo más fácil. —¿Hay camarón agridulce aquí? —Caminó a la cocina, colocando los sacos en el mostrador, estirándose para extraer los envases blancos. —Sip. Y ensalada de pescado crudo, entre otras cosas. Lil sonrió irónicamente. Trevor odiaba el camarón agridulce. Lo cual sólo probaba que lo había comprado a propósito, con la intención de venir y cenar con ella. El conocimiento envió a su corazón a revolotear. Con su miseria y enojo anterior olvidado, preguntó—: ¿Vas a ayudarme o te quedarás ahí parado en medio de mi sala luciendo perdido? —Le lanzó una mirada y notó que la estaba mirando a ella antes de que su mirada se desviara a la esquina del mostrador, donde antes habían hecho el amor; en más de una ocasión. Durante uno de esos episodios había estado vistiendo la misma ropa que tenía ahora, aunque ahora llevaba ropa interior y sujetador.

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—Seguro. —Se encogió de hombros, sacó sus manos de los bolsillos entonces se unió a ella en la cocina, parándose rígidamente junto a ella en el mostrador de azulejos color beige. —¿Quieres comer en la sala, o deberíamos seguir la buena etiqueta y comer en la mesa de la cocina? —Lil se inclinó sobre un cajón, recuperando una cuchara de servir y dos tenedores. Supuso que había elegido la cocina porque representaba una atmósfera menos acogedora y cerca de tres pies de fórmica entre ellos. —La cocina está bien. ¿Conocía a ese hombre, o qué? Lo miró y parecía un poco aturdido. —¿Estás bien? Asintió. —Sólo necesito sentarme. No he estado durmiendo lo suficiente últimamente, y comer no ha sido la más alta de mi lista de prioridades. De hecho, he pasado la mayor parte de mis horas libres en el gimnasio. —Tropezando con la pequeña mesa ovalada, Trevor arrastró una silla hacia atrás y dejó caer su corpulencia en ella. Lil miró fijamente en su dirección. Su cabeza descansaba en sus antebrazos. Lucía pálido, las sombras bajo su ojos más pronunciadas. Y supo que la fatiga y no la niebla nocturna causaba su cojera. Ubicando los dos platos que había tomado del cajón de los platos, fue hacia él, la preocupación arrugando su frente. Puso una mano en su espalda y él saltó como si le hubiera pegado hielo bajo la camisa. Su cabeza se levantó de golpe. —Realmente necesita cuidar mejor de ti mismo. Su única respuesta fue un encogimiento de hombros. Sintió como si debiera retorcer su cuello, o arrastrarlo a su dormitorio y reemplazar esa mirada cruda con una de éxtasis. No hizo ninguna de las dos cosas. Lil sabía que Trevor era siempre un hombre en control de sus emociones, sólo permitiendo a los que lo rodeaban, ver el lado alegre un poco arrogante de su personalidad. Pero este hombre ante ella, era uno que nunca había visto antes. Reconoció muy bien la mirada perseguida, porque la había visto en ella una vez. Después de que sus padres murieran había usado una máscara similar a la que veía en el rostro de

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Trevor. Era un velo de depresión. No pudo evitarlo pero se sintió responsable. Quizás su plan perfecto para al fin tener el bebé que siempre había ansiado, era egoísta. Quizás debería haber pensado en la oferta de Trevor más extensamente, incluso rechazarla de plano desde el principio. Mira dónde los había llevado. Seguro, sería bendecida con un niño, pero ahora se encontraba a sí misma irrevocablemente enamorada del padre de su niño no nacido y la vida de ese hombre ahora estaba trastornada. Por primera vez en su vida no había pensado en las posibles repercusiones de sus actos. No había pensado cómo afectaría a Trevor una vez que se diera cuenta de que habían creado otro ser humano, juntos. —¿Trevor? —dijo con su tono más suave—. ¿Hace cuánto que no has tenido una noche decente de sueño? —Desde que me fui. —Alejó su mirada de la mirada compasiva de ella. —¿Son las pesadillas? —Y yo, quiso añadir pero no lo hizo. Puso su mano en la mejilla izquierda de él, aplicando sólo una mínima presión, forzándolo a mirarla a los ojos. —Sí —dijo él finalmente—, entre otras cosas. —¿Cuándo fue tu última comida decente? —Pasó un dedo por sus mejillas hundidas. ¿Acaso alguien podía parecer muerto en tan sólo cuatro días? Evidentemente Trevor podía. Él rió. —No lo sé, sigue esperando en la mesada. Ella ahora le tomó el rostro con las dos manos. Los recuerdos la inundaron a toda velocidad. Trevor siempre había sido del tipo que se ocupaba de todo. Cuando vivieron juntos se ocupó de ella, solía curarle las heridas, le secaba las lágrimas, y llenaba sus necesidades cuando enfermaba. ¿Quién había cuidado de Trevor? Frecuentemente había dicho que su madre no había sido del tipo amoroso. Con el paso de los años, había tenido su propia cuota de heridas, gripes y resfriados. Si alguna vez derramó una lágrima, ella no estaba para verlo. Y todo el tiempo fue una torre de seguridad,

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aclamando que no necesitaba ser tratado como un bebé. No necesitaba a nadie arrullándolo. Eso quizás fuera cierto, pero si había alguien que parecía necesitar cuidados intensivos urgentemente, era Trevor Scott. En el centro de ella se encendió una llama de esperanza. Una idea surgió en su mente. ¿Funcionaría? Aunque no podía cambiar el pasado, ni adivinar el futuro, ciertamente podía controlar el presente. Amor. Tan simple para ella el darlo, ¿pero sería fácil para Trevor aceptarlo? ¿Devolverlo algún día? Si ella se aferraba a ello demasiado, Trevor lo notaría, volvería a su modo de súper macho y reiría ante la idea de algún tipo de consuelo. Sólo podría manejarlo jugándolo con las reglas de él. Quizás, al hacerlo, él vería cuánto se necesitaban el uno al otro. Cuánto los necesitaba su bebe, a ambos. —Bueno entonces —dijo alegremente, dejándolo ir—. ¿Por qué no te sirvo algo de comida? —Se volvió hacia la mesada y sintió la mirada de él en su espalda. —Debo admitir que no me he cuidado de mí misma correctamente tampoco. Ahora que estoy esperando, debo ser más cuidadosa con mi salud. —Puso la pila de platos en la mesa, mientras Trevor la miraba con el ceño levemente fruncido. —Eso no está bien. —Ella oyó preocupación profunda en su tono. —No, no lo está. —Suspiró Lil—. Es tan difícil hacer compras para uno, cocinar para uno. Por cierto, he estado probando con la cocina. —Lo vio alzar una ceja desconfiada. —Aunque no lo creas la reina de las comidas precalentadas está aprendiendo a cocinar comida real. Me imagino que un niño necesita más nutrientes que la comida rápida. Devolviéndose los cinco pasos hacia el refrigerador, tomó una cerveza Corona, dejada allí desde que Trevor se mudó, y la puso frente a él. Se sentó al lado, mirándolo seria. —Ahora que estoy embarazada tengo que cuidar lo que como, pero comprar una manzana, una naranja, un filete, y luego tener que venir a casa a preparar algo comestible y compartirlo con el noticiero… —Volvió a suspirar—. ¿No crees que estar solo es terriblemente duro a veces? ¿Alguna vez te encontraste hablando con una pared porque no tenías a nadie que te escuchara? Él se encogió de hombros, tomando un gran trago de cerveza. Cuando todo lo necesario estaba en la mesa, tomó un tenedor, notando que él ya devoraba su cena como un perro hambriento.

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Se sonrió a sí misma. —¿Algo de salsa? —Sacudió la cabeza, incapaz de hablar porque tenía la boca llena. Lil siguió con la charla anterior—. Supongo que nunca piensas realmente sobre estar solo. A decir verdad yo tampoco lo hacía hasta hace poco. Supongo que esperar un bebé te hace replantearte las cosas. Hace que una se siente y tome nota de las situaciones, de la vida en general. Como el hecho de que estoy aquí sola cuando hay una tasa de crimen tan alta. —Añadió con voz realista—. ¿Acaso no atraparon a un ladrón a un par de cuadras hace unos días? —Sí. Recuerdo haber leído algo al respecto en internet. —Volvió a fruncir el ceño, pero tenía su atención en el plato. Ahora que ya había comenzado a llenarle la cabeza utilizando la táctica de “estoy sola y embarazada” al menos unas cinco veces en su discursito, le arrojaría la idea y rezaría para que no se echara hacia atrás. Trevor dejó el tenedor en el plato y la miró preocupado. —Nunca había pensado en esas cosas antes. Aunque ahora que lo mencionas, no me gusta la idea de que estés aquí sola, especialmente cuando llevas mi hijo. La sangre de Lil se encendió con esa afirmación. No estaba reclamándola, pero al menos afirmaba que llevaba consigo una parte de él. —Exacto —dijo, intentando no sonar demasiado emocionada. Ella se llevó un dedo a los labios por un momento profundo y luego hizo su gesto hacia los de él de ‘tengo una idea’. —Ya sé. Quizás podrías volver a vivir conmigo, al menos hasta que el bebé nazca. Así podrías asegurarte que me cuide a mí misma, y ahuyentar a todos los rufianes que intenten robarse mi valioso microondas. —Ella sonrió, estirándose para tomarle la mano—. Realmente lo apreciaría. —Bajó los párpados y lo miró sobre sus pestañas, intentando parecer el ejemplo de una damisela indefensa. Él torció levemente la cabeza y parecía estar sonriendo. —Sólo es lógico, ¿verdad?

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—Por supuesto. ¿Qué podría tener más sentido? —Lil alejó su mano, consumiendo un bocado de arroz, intentando contener su propia sonrisa. —Supongo que podría volver al sofá. Ella asintió. —Podrías. —Lil quería pelear sobre eso, pero no quería presionarlo demasiado de una vez. Tenía que tomarse todo lentamente si quería ganarse un corazón tan duro. —¿Pero qué hay de mi casa? —Ahí volvía el ceño fruncido. —Hmmm. —Ella fingió pensarlo—. Seguramente no querrás pagar el alquiler de una casa en la que no vivirás por seis meses. —Cruzó los dedos mentalmente. ¿Acaso él aceptaría su mano y daría el gran salto al que ella lo empujaba? —Sé que es algo improvisado, pero mi casa es bastante grande. Cuando estés listo para irte de nuevo, el bebé y yo podríamos ayudarte a encontrar un nuevo departamento. Has querido tener algo mejor que eso por años. Piensa en esto como un paso en la dirección correcta. —Mi dirección, se le ocurrió. Contuvo el aliento, esperando su respuesta. Que él dejara su casa de casi quince años y se mudara con ella sería el primer paso ideal para atrapar a este Hércules para sí misma. Trevor se encogió de hombros descuidadamente. —Suena bien. ¿Me ayudarás a mudar mis cosas? Aparte de mi ropa y algunos objetos, todo está listo para tirar. —Se terminó la cerveza y se puso de pie para llenar su plato de nuevo. —Será lo primero que hagamos en la mañana. —Le aseguró—. Aún tengo tu cePíldorao de dientes extra y podrías usar una de mis camisetas. —Quería sonar tranquila y racional. —Suena bien. —Trevor volvió a sentarse y ya se veía diez años menor. —Sí, ¿lo hace, no? —Le sonrió cálidamente, ahogando cualquier sentimiento de deseo… por el momento—. Gracias Trevor. —No hay problema. —Le sostuvo la mirada—. ¿Después de todo, para qué están los amigos? ¿Tengo razón? Lil sonrió, sintiéndose triunfante. —Tienes tus momentos. ***

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Lil miró al gran hombre acostado en su diminuto sofá. Le hizo una cama al quitar los almohadones del respaldar para darle unos centímetros más de espacio. Tenía una almohada mullida, una sábana nueva debajo, y su hermoso cuerpo estaba cubierto sólo por una frazada floral. Si dependiera de ella ambos estarían acurrucados en su cama desnudos ahora mismo, pero hizo un pacto de tomarse todo con calma y lentamente. Quería esto demasiado para arruinarlo con confundir aún más a Trevor. Él necesitaba tiempo para pensar todo profundamente. Decidir lo que realmente quería de la vida, de su relación. Ella no estaba poniendo más esperanza en el futuro de lo que pudiera cumplir un momento a la vez. Tenerlo aquí era más de lo que habría imaginado. Tenerlo viviendo con ella de nuevo era prácticamente utópico. El destino tendría que encargarse del resto, aunque ella tenía intención de darle un leve empujón. —¿Estás cómodo? —preguntó, de pie detrás del sofá, ya vestida con un camisón corto de algodón color durazno. Trevor asintió, con los brazos cruzados detrás de su cabeza exponiendo el cabello de sus axilas que hacía que las rodillas de Lil se derritieran como un crayón al sol. —Gracias Lil. —Ella notó el tono ronco de su voz, que revelaba que le agradecía más que sólo hacerle una cama en su sofá. Aunque no comprendía que sus motivos eran puramente egoístas. —Un placer —murmuró ella, siguiendo con su mirada el contorno de los labios de él. Su voz se volvió más seria con sus siguientes palabras—. Si tienes otra pesadilla no dudes en despertarme. —Incluso puedes meterte conmigo en la cama si quieres, ofreció en silencio. Puso los ojos en blanco. —Mierda, no soy un bebé. Soy un adulto. —No dejo de pensar en ti de esa forma. Todos tenemos algo de nuestro pasado que nos persigue —susurró ella—. Sólo recuerda que estoy aquí si me necesitas. Nunca lo olvides. —Se estiró y le acarició una mejilla. —Lo sé —susurró en respuesta, fijando la mirada en la de ella. Por varios segundos se quedaron así, Lil esperando que hiciera el primer movimiento que los llevara a hacer el amor en el sofá, o su cama, o cualquier lugar en el medio.

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Finalmente se apartó, moviéndose al borde del sofá donde apagó la lámpara, dejándolos a oscuras. —Buenas noches, Trevor. Trevor suspiró y bostezó. —Buenas noches Píldora. Lil suspiró divertida. Iba a ser un camino intenso.

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Capítulo 9 Traducido por rihano Corregido por Angeles Rangel

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res semanas pasaron en un borrón. Trevor todavía estaba quedándose con Lil después de haber abandonado su antiguo lugar, a pesar de que habían adoptado mutuamente sus papeles anteriores de amigos, solamente. Lo cual estaba perfectamente bien para Lil, por el momento. Le había pedido que la acompañara a la oficina del doctor, diciendo que sería capaz de escuchar el diminuto latido del corazón de su bebé si iba, pero había declinado. Evidentemente, no estaba listo para eso todavía. Ella pensó que representaba algo muy familiar para él aceptarlo por el momento, así que se había ido sola. Él la había reelevado de sus deberes en el gimnasio, diciéndole que necesitaba descansar y que no debería estar trabajando doce horas al día. En realidad, trató de conseguir que dejara de trabajar por completo. Le aseguró que tenía suficiente dinero para mantenerla, pero ella se negó. Si tenía que quedarse en casa todo el día probablemente se volvería loca. Además, ella era su amiga, no su esposa. No al menos de momento. Todavía aparecía por el gimnasio para hacer un poco de ejercicios cada día después del trabajo según lo recomendado por su médico, pero se iba a casa justo después de eso, tratando de no parecer demasiado pegajosa. Cocinar iba como la seda y Lil estaba sorprendida al descubrir que no había sido culpa de sus utensilios de cocina todos esos años, después de todo. De hecho, había sido su completa inocencia en la cocina lo que había estado conteniendo su regreso. Era realmente muy simple, con el libro de cocina adecuado. Estaba cayendo en este rol doméstico con facilidad, y de hecho se encontró disfrutando de la tarea de preparar la cena para ella y Trevor cada noche. Le dio algo que hacer aparte de insistir en el hecho de que

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su cama todavía estaba vacía de su presencia cada noche y que cualquier futuro para ellos juntos era todavía incierto. Esta noche ella estaba probando sus habilidades culinarias con pollo guisado a la jardinera. El sonido familiar del Jeep de Trevor llegando por el camino de entrada tuvo a su corazón latiendo a un ritmo alegre de anticipación. Colocando parte del rico estofado en los tazones de loza vidriada, los puso sobre la mesa, junto con los rollos que había calentado, justo cuando él entraba por la puerta. —Algo de seguro huele bien —comentó él, dirigiéndose directamente hacia ella. —En verdad, eso espero, he estado trabajando sin parar sobre una estufa caliente durante la última hora —dijo ella con su mejor voz de ama de casa desconsolada mientras sostenía la parte posterior de su mano izquierda en su frente. Obviamente, olvidando su promesa de manos fuera, Trevor se rió, colocando un suave beso en la punta de la nariz de Lil. Hasta ese momento había permanecido al menos a tres metros de ella en todo momento. El gesto provocó que la mano de Lil cayera a su costado, mientras el deseo inundó sus venas. Los ojos de él estaban soñadoramente lujuriosos de un simple beso en la nariz. Se sentía como una eternidad desde que la había tocado y el pequeño gesto tuvo a su lujuria burbujeando en la superficie. Trevor extendió la mano para acariciarle la mejilla, haciendo que el aliento de Lil quedara retenido. Él deslizó una mano alrededor de la parte posterior de su cabeza, donde cogió un puñado de rizos sedosos. Se acercó a ella, su aliento caliente y húmedo sobre su mejilla. Lil abrió la boca a modo de invitación, esperando la deliciosa sensación de sus labios sobre los de ella. Sus ojos se cerraron y un gemido de rendición vibró profundo en su garganta. Pero en el siguiente latido él la soltó, mirándola con una intensidad que sólo podía coincidir con la de ella. Su respiración era rápida y entrecortada. —Me voy a tomar una ducha. ¿Puede esperar la cena? —Era más una afirmación que una pregunta verdadera mientras retrocedía hacia el salón.

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—Sí —dijo con una voz suave, una que desmentía la fuerte tormenta de decepción que sentía. Había esperado que finalmente estuviera cediendo y sucumbiendo al deseo entre ellos. No hubo suerte. Dos pasos adelante y al menos muchos atrás era como su relación parecía progresar—. La cena puede esperar. Trevor asintió con la cabeza, dio media vuelta y se fue por el pasillo. Lil vació los tazones llenos en la olla sobre la estufa, manteniéndola en un fuego lento. Se sentó a la mesa, con la mirada perdida en el pasillo mientras escuchaba el sonido distante del agua corriendo. ¿Estaba su hijo creando este muro inquebrantable entre ellos? ¿Un muro invisible que le impedía a él ser capaz de llevar a cabo su papel anterior como amigos, mucho menos amantes? Pero eso era una tontería. Concebir a este niño había pasado por la misma razón por la que ellos habían comenzado haciendo el amor. Mientras sus pensamientos se retorcían y giraban, Trevor regresó; húmedo, oliendo muy bien y dolorosamente genial. ¿Cuánto tiempo más sería capaz de mantener su deseo bajo llave? ¿Manteniendo su amor por él sólo para sí misma? Levantándose para volver a servir la comida, comenzó a sentirse un poco frustrada por su forma constante de evitar cualquier contacto físico con ella, y se sintió completamente frustrada porque no podía descifrar lo que estaba pasando en esa cabeza suya. Colocando los recipientes sobre la mesa, ella preguntó ásperamente: —¿Cómo estuvo tu ducha fría? Él tomó su asiento habitual opuesto al de ella. —Sólo bien, gracias. —Sus ojos se encontraron y se sostuvieron. Trevor fue el primero en apartar la mirada, levantando la cuchara, hurgando en su comida. —Lo siento. —Lil tragó el nudo en su garganta que se sentía como un hueso de pollo astillado—. Eso estuvo fuera de lugar. Sólo porque yo quiero... —ella se detuvo, mirar su hermoso rostro tenía a su estómago hundiéndose de nuevo. —¿Qué quieres? —le preguntó en un susurro—. Si está en mi mano te lo daré. Dios, pensó Lil, hablaba en serio. Pero ella estaba segura de que no estaba dispuesto a darle lo que más quería: A sí mismo, mente, cuerpo,

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corazón y alma. Era evidente que él esperaba una respuesta, así que agarró lo más rápido que pudo encontrar por ahí en su mente desordenada. —Realmente me gustaría ver una película, comer palomitas y beber chocolate caliente. —Luego añadió en un tono mucho más tranquilo—. Contigo a mi lado. —¿Esta noche? —preguntó él, pareciendo aliviado de que era algo que podía manejar. —¿Por qué no? —dijo ella en torno a la irritante pepita de emoción que había decidido echar raíces en su esófago. —Está bien. Después de la cena voy a salir corriendo a recoger una película. —Se hundió en su comida con nuevo entusiasmo. Lil lo miró con incredulidad. ¿Y ellos decían que sus hormonas estaban alborotadas? —¿Qué debería comprar? —preguntó él—. ¿Horror? ¿Acción? ¿Drama? —Ella notó que se aseguró de dejar fuera la categoría romance. —Tú elige —dijo, sabiendo que escogería una película de acción/aventura sangrienta. Ella solía ir por horror o una buena comedia, pero había más diversión cuando él se divertía. Su placer era el suyo también. —Está bien. —Ellos compartieron un momento, lleno sólo con el silencio y las sonrisas mutuas. Lil sintió que su garganta se apretaba por las lágrimas contenidas y dirigió su atención a su taza. Trevor hizo lo mismo. El resto de la comida fue realizada en silencio. Cuando Lil se levantó para llevar los platos vacíos al fregadero, Trevor se puso de pie también. —Aquí, yo te ayudaré. —Metió la leche en la parte de atrás de la nevera—. Es un poco raro ahora. Por lo general, sólo tirábamos las cajas y las bandejas. Yo no recuerdo haber tenido más de un par de platos y tenedores para lavar. —Ella se dio cuenta de que él estaba tratando de aligerar el estado de ánimo sombrío. —La gente puede cambiar. —Ella levantó la mano hacia el armario por un recipiente de plástico para almacenar el resto del guiso. Sin decir una palabra Trevor recuperó el cuenco que estaba fuera del alcance de Lil, teniendo cuidado de evitar tocarla.

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Lil le dio las gracias y siguió con su tarea. —Los sentimientos pueden cambiar, también. —Ella continuó apresuradamente—: Quiero decir, la gente común pueden ser amigos un día, luego amantes al siguiente, y hasta acabar cayendo enamorados uno con el otro. —Deslizó una mirada hacia él para ver si había capturado la pista. Aunque parecía estar meditando sobre su declaración, él obviamente no lo aplicaba a su caso. —Sí, supongo que sí. —Se encogió de hombros, ofreciéndose a lavar los platos mientras ella descansaba. —Gracias, pero puedo manejarlo. —Ella trató de evitar que su voz sonara como se sentía; enojada y rota. Tal vez fue un gran error pedirle que volviera aquí. Tal vez nada cambiaría—. ¿Por qué no consigues la película mientras limpio aquí y hago las palomitas de maíz? —Después de que los restos de la cena fueron almacenados en el congelador, se enfrentó al fregadero, distraídamente dejó correr el agua caliente en un lado antes de deslizar los platos dentro. —Claro. —Lil lo oyó tomar sus llaves de la parte superior de la nevera; lo sintió mientras él se quedaba detrás de ella. Un momento después, dijo—: Ya vuelvo. Lil hizo un pequeño gesto de asentimiento con la cabeza, escuchando mientras caminaba hacia la puerta, la cerró detrás de él y encendió su Jeep. Sólo cuando le oyó salir de la calzada se permitió derramar algunas lágrimas y mezclar con el agua jabonosa en la que sus manos estaban inmersas. ¿Cuánto tiempo podría manejar este estado constante de agitación? Ya era bastante malo saber que estaba enamorada de él y que el sentimiento no era recíproco, pero nada entre ellos era lo mismo de antes. Nada. Después de lavar los platos, sacó el tapón del fregadero, viendo como el agua sucia se arremolinaba en el desagüe como un pequeño remolino. Cómo deseaba que sus problemas pudieran desaparecer tan fácilmente.

*** Después de que ellos hubieran vaciado la taza de palomitas de maíz, acompañándola con grandes tazas de chocolate y poca charla mientras

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estaban demasiado absortos en la película, Lil se durmió media hora antes de que terminara. Se sentaron juntos en el sofá, Trevor completamente absorto en la acción en la pantalla del televisor hasta que sintió el cuerpo flojo de Lil apoyarse contra su hombro. Por un momento sólo se quedó sentado ahí; inmóvil, su respiración atrapada en los pulmones, el calor agrupándose en su ingle. Esta mujer lo tenía en un estado constante de temor. Aquí estaba, cuatro meses y todavía la deseaba con cada fibra de su cuerpo tenso. Por primera vez en él. Por lo general había labrado su camino a través de tres mujeres en el mismo período de tiempo, manteniendo su radar para la cuarta por venir. Pero Lil estaba en su mente día y noche, sin dejar lugar a ninguna otra mujer. Y él no podía entenderlo. ¿Era porque ella estaba embarazada de su hijo? Eso podría muy bien ser. Nunca había tenido que hacer frente a esta situación antes. ¿Qué papel esperaba ella que él desempeñara en la vida del niño? ¿Tío Trevor? ¿O estaría en sus vidas después de todo? ¿Otro hombre se casaría con ella algún día y sería el padre de su hijo, marido para su Lil? Quizá Lil nunca le diría al niño que él la había embarazado. Que él era suyo o su padre natural. Algo se retorció en su intestino, causándole que inhalara una respiración fuerte, como si hubiera sido empalado. Un padre. Dios mío, ¡iba a ser padre! Un escalofrío recorrió su espina dorsal mientras el conocimiento finalmente se filtró en su mente dormida. Estaba extrañamente eufórico, todavía completamente aterrorizado al mismo tiempo. También estaba empezando a sentirse posesivo. Él, el hombre que dejaba a las mujeres más rápido de lo que podía parpadear porque se habían vuelto demasiado posesivas, estaba de hecho experimentando la misma emoción. Cuando se había ofrecido a ser el padre sustituto para el futuro niño de Lil, en todo lo que había pensado era ayudar a la mujer que tanto significaba para él. No quería que ella hiciera el amor con otro hombre... cualquier hombre, excepto él mismo. Lo único que había ocupado su mente desde la primera noche que habían permanecido juntos y a lo largo de esos tres meses era la pura alegría de enterrarse profundamente dentro del cuerpo apretado y ansioso de Lil. Cada vez que habían llegado juntos como amantes, era casi devastador. Los sentimientos que nunca había experimentado antes con ninguna otra

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mujer se habían envuelto alrededor de él hasta que fue capturado voluntariamente dentro de la telaraña de seducción de Lil. Y él deseaba esa intimidad una vez más. Más de una vez él había llegado casi al grano y preguntado, rogado, si podían hacer el amor. Pero, ¿qué razón le daría? ¿Qué necesitaba liberar algo de sus hormonas? ¿Que no podía conseguir suficiente de ella y se iba a la cama cada noche y despertaba cada mañana duro, anhelando y listo para volverse loco con su deseo por ella? ¿Que su gusto por las rubias altas y de piernas largas se había convertido en un hambre rabiosa por una pequeña insolente con pecas? ¿Y qué diría ella a eso? Sacar su mente sucia fuera de su polla, estaba seguro. Es decir, después de que ella dejara de reírse. Todo lo que ella había querido de él era un bebé. ¿Cierto? Si era así, entonces ¿por qué había evitado decirle que ella había concebido? ¿Por qué dejó que las cosas siguieran tanto tiempo, sin dejar de hacer el amor con él dos o tres veces al día, si lo único que ella quería de su trato era un niño? Trevor se pasó una mano por el pelo. Maldición estaba confundido. Deseó tener a alguien con quien hablar de toda esta situación confusa, pero la única persona que estaba así de cerca era Lil, y ella era parte de su confusión. La mayor parte. Trevor cambió el peso de Lil, apoyando la cabeza en su regazo. Apagó el televisor, dejando sólo la tenue lámpara de mesa a su lado para iluminar la habitación; y el suave resplandor haciendo brillar su piel dorada, sus rizos canela brillando. Sus pestañas eran del mismo tono que el pelo, ese misma único marrón/rojo. Los rizos sedosos entre sus muslos eran tan singularmente coloreados. Mientras miraba a la mujer durmiendo en su regazo, se dio cuenta de que realmente no la conocía en absoluto. Claro, él conocía sus gustos y disgustos, sabía a qué hora se iba a la cama y se levantaba, qué tipo de pasta de dientes y champú utilizaba, pero él no sabía lo que ella tenía dentro de su corazón. ¿Cuáles eran sus sueños y aspiraciones? ¿Cómo se sintió acerca de enfrentar el futuro como una madre soltera? ¿Cómo se sintió acerca de la evolución de los acontecimientos en su relación? ¿Cómo se sentía realmente acerca de él? Trevor pasó un dedo inestable por encima de su labio superior, trazando la cicatriz de media pulgada allí. Ella tenía diez años y él tenía

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diecisiete. Era un día brumoso en febrero; estaba enganchada con él, su hermano, y Tommy Monroe. Para entonces, él y Brian estaban acostumbrados a su presencia constante, pero Tommy odiaba la idea de una chica correteando detrás de ellos. Tommy se dio la vuelta, la empujó en el pecho y le dijo que se largara. —¡Chúpate un huevo! —Había replicado ella por encima del enorme pedazo de goma en su boca, sacándole la lengua a él por si acaso. Tommy comenzó a perseguirla, cogió una piedra y se la arrojó a Lil, golpeándola en la cara. Antes de que Brian pudiera hacer el primer movimiento, Trevor ya estaba sobre Tommy, golpeando la mierda de él. Incluso entonces había cuidado de ella. Tres puntos de sutura. Eso era lo que había tomado coser su labio partido para unirlo de nuevo. Trevor amaba esa pequeña cicatriz. Él arrastró su dedo sobre la fina capa de pecas salpicadas por el puente de su nariz. Amaba esas también. Le daba un aspecto joven e inocente, a pesar de que había sido el destinatario de su pasión adulta y completa. Su mirada vagó hacia la parte delantera de su camiseta; la tela suave se extendía a través de sus pechos maduros. Ella, ciertamente, había recorrido un largo camino desde esa pequeña marimacho Lil la píldora. Ahora era una mujer bien formada, aunque tendía a mantener su figura envuelta debajo de camisas tres tallas-demasiado-grandes. Trevor anhelaba saborear sus labios de nuevo. Ansiaba la sensación de sus pechos creciendo en sus palmas. Deseaba deslizarse en su montículo; un lugar donde había llegado a sentirse completo. Sabiendo que ella dormía como un tronco, deslizó una mano temblorosa debajo de su camisa, deslizándola hacia arriba, la parte baja de su cuerpo tensándose mientras su palma encontraba un pecho desnudo. Un gruñido espeso se alojó en su garganta y luego se lo tragó mientras tomaba un pezón dormido entre su pulgar y el dedo índice y comenzaba a rodarlo suavemente. Instantáneamente éste despertó a sus caricias, floreciendo en un capullo apretado. Su polla palpitaba debajo de la cabeza durmiente de Lil. Nunca le había dolido tanto como lo hacía ahora. No había querido a una mujer tan intensamente. Las manos le temblaban. ¡Maldita sea! ¿Qué estaba haciendo? ¿Qué le estaba pasando? Con Lil exhibía todos los síntomas de un hombre perdiendo su control sobre la cordura. ¿Y allí estaba acariciándola en su sueño como un pervertido?

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¡Tenía que salir de aquí! Necesita tiempo para pensar, para refrescarse, para meter la cabeza y las hormonas de nuevo en línea. Lil era su amiga más querida, y porque no podía mantener su libido controlado estaba en peligro de perderla con todo su comportamiento extraño. La pondría en la cama en primer lugar. Era lo lógico por hacer, se convenció, ya que ella estaba ocupando la suya. Su peso era mínimo en sus brazos mientras se dirigía por el pequeño pasillo, vacilando en la puerta cuando vio su cama. Habían hecho el amor en ella muchas veces. No. Él negó con la cabeza. No habían hecho el amor. Habían hecho un bebé. Con las piernas temblorosas se encaminó a la habitación, acostándola. Ella definitivamente no era más un marimacho. Su mirada codiciosa recorrió su cuerpo, su memoria recordando la satinada piel que había debajo de la barrera de ropa. Su mirada recorrió su cara, sus pechos, sus caderas. Luego algo más le llamó la atención, algo un poco más arriba. Su estómago una vez plano estaba ligeramente redondeado ahora. Nadie más notaría el pequeño cambio, pero él lo hizo. El bebé estaba ahí dentro de ella. El bebé que habían hecho juntos. Esta vez, su corazón titubeó. Un bulto creció en su garganta. Puso una mano suavemente sobre su abdomen. El bebé estaba allí, creciendo dentro de ella, más grande y más fuerte cada día que pasaba. Su bebé. Trevor observó a la mujer en la cama. Sí, habían hecho realmente un bebé. Pero también habían hecho el amor. Con ese amor ellos habían creado la vida diminuta que yacía debajo de su palma, en el vientre de Lil. —Lil la píldora —murmuró él en voz baja. Cuando eran más jóvenes, había sido definitivamente una plaga. Una píldora amarga que siempre estuvo allí y en el camino. Ahora ella era una especie diferente de píldora. Era un afrodisíaco y una poción de amor, todo en uno, y Trevor encontró esa píldora mucho más difícil de tragar. Tan rápido y tan suavemente como pudo, la puso debajo de las sábanas y apagó la luz. Tenía que salir de aquí. ¡Rápido! Silenciosamente caminó de vuelta a la sala de estar, apagó la luz y salió por la puerta, cerrándola suavemente detrás de él. Desmoronándose en el escalón más alto del pequeño porche, el pesado aire de la noche

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presionando sobre él desde todos lados, luchó por recuperar el aliento. Recostando su cabeza entre las manos, gimió mientras la comprensión lo golpeó: Él estaba enamorado de Lil.

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Capítulo 10 Traducido por Rihano y Shadowy Corregido por Mona

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il estaba saliendo de la tienda, en su camino a un entrenamiento ligero en el gimnasio, cuando vio a Tracy caminando hacia ella desde el estacionamiento, agitando una mano en el aire para atrapar su atención. Tracy había dejado su trabajo hacia dos semanas y Lil no había encontrado un sustituto calificado, aún, lo que significaba que era la única manejando tanto su trabajo como supervisora y el puesto vacante de Tracy como cajera. El trabajo extra era una carga, ahora que se cansaba con facilidad, pero no pudo ser evitado. —Hola, Lil. —Tracy se dirigió hacia ella, dándole un abrazo feroz, su joven rostro radiante de alegría. —Bueno, hola a ti —chilló Lil antes de ser liberada—. He oído que has tomado una jubilación anticipada. —Las noticias viajan rápido por aquí, ¿no es así? —Ellas caminaron juntas hacia el auto de Lil. —Sólo buenas noticias —aseguró Lil—. ¿Así que asumo que tu noche de seducción pagó? —Ella levantó una ceja en señal de burlona desaprobación. Tracy se rió. —Las galletas me llevaron a primera base. El camisón me consiguió un anillo de compromiso y una fecha de boda para el próximo mes. —Vaya. ¿Cómo conseguiste que Sam lo hiciera? —Estaban de pie al lado del auto de Lil ahora, el sol temprano de la tarde oscurecido por unas pocas nubes de algodón. —Él tenía que hacerlo. —Ella sonrió—. ¡Estoy embarazada!

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Lil ocultó su envidia, dándole otro abrazo a su amiga. —Estoy tan feliz por ti —dijo ella, fingiendo alegría y euforia total. Estar embarazada no la había llevado a ninguna parte con Trevor. Ni a primera base, ni siquiera a la banca. Por supuesto, había sido la que hizo las reglas relativas a su arreglo. Y, maldita sea, él las estaba siguiendo al pie de la letra. Ni una sola vez desde que había descubierto su secreto había intentado tocarla en absoluto, por no hablar de ninguna manera íntima. Todavía estaba triste por despertar esta mañana y encontrarse en su propia cama. Evidentemente se había quedado dormida en el sofá durante la película y Trevor se había ocupado de que ella estuviera cómodamente acostada. Al parecer, no tuvo ningún problema en absoluto para resistirse al deseo de estar con ella ya que había estado completamente vestida. El mismo hombre que había hecho apasionada y desenfrenadamente el amor con ella mientras estaba en su modo de amante, era el mismo hombre que podía ponerla en la cama, la misma cama en que habían hecho el amor en numerosas ocasiones, y no caer en la tentación en lo más mínimo de intimar mientras estaba en su modo de Hermano. —Bueno, sería mejor que me fuera —dijo Tracy, sacando a Lil de sus meditaciones sombrías—. Yo sólo quería decirte las buenas noticias. —Les deseo a los dos la mejor de las suertes —dijo Lil, y hablaba en serio. Tracy y Sam sólo se habían conocido el uno al otro un poco más de seis meses y eran muy jóvenes. ¿Qué oportunidad tenía cualquier matrimonio de funcionar en estos tiempos turbulentos y mucho menos una pareja de edad adolescente? Pero ella esperaba que superaran todos los pronósticos negativos. —Tal vez podrías venir a mi despedida de soltera. A mi baby shower, también. —Sonrió Tracy. — Me encantaría. Después de que se habían despedido, Lil se metió en su auto sintiéndose más pequeña de lo que podía recordar. Apoyando la cabeza contra el volante, ella silenciosamente maldijo por sentirse de esta manera. Había conseguido exactamente lo que había pedido, ni una onza menos. El problema era que ella quería mucho más.

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Girando la llave en el encendido, se retiró de la playa de estacionamiento, dando vuelta a la izquierda en dirección a Pump 'em Up… Tal vez sólo debería ir directo y decirle a Trevor cómo se sentía. ¿Qué era lo peor que él podía hacer? ¿Reírse en su cara, salir y nunca hablar con ella de nuevo? Ella resopló suavemente. A pesar de que sonaba mejor que su tenso tratamiento de silencio e incluso más que sus tensos intentos de conversación de los últimos tiempos. Cuando llegó al gimnasio, no vio a Trevor, así que fue a cambiarse al vestuario de damas luego comenzó sus ejercicios de calentamiento. Cuando terminó, se acercó a las bicicletas estáticas, ciega a la gente pululando a su alrededor y se subió a una máquina vacía. Cuando terminó eso veinte minutos después, todavía no había señal de él. Ella frunció el ceño, secándose el sudor de la frente con la toalla envuelta alrededor de su cuello. ¿Dónde estaba? Tal vez decidió quedarse en casa hoy pensó, recordando que todavía había estado dormido, con su ropa, cuando ella había ido a trabajar esta mañana. Espiando a Rick Sánchez, desmontó de la bicicleta y se fue a hablar con él mientras permanecía cerca de una de las cintas de correr, donde una hermosa mujer de pelo oscuro, obviamente, lo ignoraba mientras intentaba conquistarla. —Hola, Lil. —Sus dientes blancos brillaban bajo un bigote negro—. ¿Cómo está el bambino? —Rick había sido al único que dejó entrar en su pequeño secreto. Lil ni siquiera le había dicho a su jefe, todavía y no era cercana a nadie más, aparte de los conocidos aquí y en la tienda. —Muy bien. —Su propia sonrisa fue pequeña y forzada—. ¿Has visto a Trevor? —Sí, está atrás en ese basurero que él llama su oficina. —Rick señaló con el dedo pulgar en la dirección. Por supuesto, ¿por qué no había pensado en eso? Trevor rara vez entraba en su oficina, diciendo que el papeleo y los teléfonos le daban urticaria. Desde que ella había sido relevada de sus funciones como recepcionista, Trevor había traído a la casa el papeleo para ella. Siempre estaba ansioso por saber si estaba en rojo o en negro, de esa manera sabía si podía pagar un filete de solomillo en lugar de Hamburger Helper. Vivía de filetes, ahora que ella había estado

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cocinando para los dos. Su gimnasio estaba bien. Incluso discutieron la posibilidad de expandirse en un raro momento de conversación relajada que habían tenido al descansar un sábado por la tarde. —Gracias, Rick. —No hay problema. —Él le guiñó un ojo y luego silbó mientras atrapaba una visión de Raquel vestida con su atuendo habitual de entrenamiento de fibra rosa fluorescente. ¿Esa mujer no tenía una casa? ¿O ropa, para el caso? Lil anduvo en la dirección de la oficina de Trevor. Cuando llegó a la puerta, vio que estaba cerrada, por lo que llamó. —Está abierto. Entre. —Su voz aterciopelada se filtró a través de la madera y en su médula ósea. Lil giró el picaporte y entró a la pequeña y desordenada sala. La cabeza de Trevor estaba inclinada sobre unos papeles, profundos pliegues marcaban su frente. Por su adusta expresión, pensó que la urticaria no estaba muy lejos de llegar. —Hola —le susurró Lil, su corazón cayendo a sus pies mientras su cabeza se levantaba y su mirada dura se encontró con la suya desconcertada—. Si estás ocupado puedo esperar para hablar contigo hasta que llegues a casa. —Comenzó a retroceder hacia la puerta. Su expresión se suavizó un poco, aunque su voz sonaba como si no le perteneciera. —Podemos hablar ahora. —Sus cejas estaban pegadas juntas—. ¿Qué tienes en mente? Como no había ninguna silla que utilizar, Lil se sentó en el borde de su escritorio porque sentía las piernas débiles. Estar de pie durante ocho horas en el trabajo, su entrenamiento en la bicicleta, y la personalidad extraordinariamente brusca de Trevor se combinaron, haciéndola sentir física y mentalmente fuera de balance. —Pensé que tal vez podríamos hacer algo esta noche. —Ella evitó el contacto visual, jugando con una pluma que cogió del escritorio. La punta estaba brutalmente masticada de pasar por una de las sesiones de pensamiento de Trevor. Lo oyó exhalar. Su mirada se encontró con la suya. —Yo... tengo una cita para esta noche. —Su mirada fija nunca se desvió de la de ella.

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El cuarto alrededor de Lil se inclinó mientras que el piso se hundía. —¿Una… cita? —Ella se atragantó, sabiendo que debía parecer una rana que acababa de ser silenciada en el momento. Trevor asintió, levantándose de su silla y dirigiéndose a desenterrar algo de su archivador. —No recuerdo nada dicho entre nosotros que indicara que no podíamos ver a otras personas. Sobre todo porque no estamos... —las palabras salieron bajas—,…haciendo el amor ya más. —Oh, ya veo. —Lil trató de evitar que las lágrimas se mostraran en su voz. También trató muy fuerte de no ser codiciosa. Después de todo, todo este lío apestoso había sido por su brillante idea. Sin condiciones. No hay vínculos. No hay corazones involucrados. ¡Maldito Trevor por escucharla! —¿Alguien que conozca? —Se oyó preguntar, esperando que el dardo final golpeara el centro. —Raquel. —Fue su concisa respuesta. Sin decir una palabra, Lil se deslizó de la mesa y salió de la oficina, sin detenerse cuando oyó a Trevor llamarla, sin molestarse en recoger su ropa del vestuario mientras ella cogía sus llaves de detrás del mostrador de recepción, y se fue a casa.

*** Trevor cerró de golpe la puerta de su oficina, empujando los diez dedos por su cabello. ¿Qué demonios estaba pasando con él? ¿Era una especie de sádico que disfrutaba viendo a Lil lastimada? El Señor sabía que era lo único que había estado haciendo durante el último mes. Y justo ahora prácticamente le había restregado a Raquel en su dulce carita. ¿Qué se suponía que debía decir? ¿Que él estaba saliendo con otra mujer para su beneficio? Incluso si era la verdad. Sólo para demostrar que él no estaba enamorado de Lil. Esto, otra de sus brillantes malditas ideas. Maldijo en voz baja durante unos cinco minutos, con la esperanza de encontrar alguna lógica en todo esto, algún alivio interno mientras palabras sucias se resbalaban y deslizaban de sus labios. Cuando eso no le trajo consuelo, se dejó caer en su silla y miró el cartel enmarcado en la pared que Lil le había conseguido. Era una escena al aire libre de un arroyo de montaña con altos abetos flanqueando ambos lados. Una

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graciosa gacela tomaba un sorbo del agua cristalina y un águila volaba, suspendida en el cielo azul. Se lo había dado a él el día en que había abierto el gimnasio, diciendo que como no tenía ventana en la oficina de tamaño reducido, ella quería que fuera capaz de tener algo bonito que ver cuando estuviera atrapado aquí. Recordó la forma en que ella había estado vestida hace unos momentos. Pantalones cortos hasta la rodilla de licra negra habían agraciado sus piernas firmes y ahuecado su culo perfecto. Una camiseta sin mangas de color amarillo había cubierto la parte superior de su floreciente cuerpo y llegado hasta la cadera, haciendo notar la plenitud de su vientre de embarazada de cuatro meses. Ella estaba sonrojada y brillando de su entrenamiento. La parte delantera de su camiseta había estado húmeda, y los rizos se habían pegado a los lados de su cara. Ella era el algo bonito que él quería ver cuando estuviera atrapado aquí, cuando estuviera en su casa, cuando estuviera en la cama, cuando estuviera en la ducha y en cualquier otro lugar, para el caso. Entonces ¿por qué había aceptado la invitación a cenar de Raquel? Porque sabía que si alguien podía convencerlo de que no estaba enamorado, sería esa mujer exuberante. Raquel podría enviar a cualquier hombre hacia un estado de delirio sexual y hacerle olvidar el nombre de su propia madre. Había aceptado su invitación, esperando que ella lo hiciera cambiar de opinión acerca de Lil. Había pasado mucho tiempo desde que había salido. Tal vez sus sentimientos acerca de Lil tenían que ver con estar fuera de circulación. Tal vez se había aferrado a los modos cariñosos de ella y su intimidad, simplemente porque no había estado en su vida por un tiempo. Diablos, ¿cuando había tenido cariño e intimidad alguna vez en su vida? ¿Pero, amor? ¿Podría estar realmente enamorado de ella? No estaba seguro, pero esa noche lo averiguaría. Raquel y Lil eran mundos aparte. Raquel era alta, rubia y formada; el tipo de mujer por la que solía ir. Lil era pequeña, de pelo oscuro y cara pecosa, el tipo de mujer, muy mujer, que tenía su vida en un estado de agitación. Trevor se levantó, salió de su oficina, le pidió a Rick que cerrara por él y se fue a casa para prepararse para su próxima cita. Ánimo, se dijo, con la esperanza de que Lil no lo pateara en las pelotas y le prohibiera siquiera poner un pie en su casa de nuevo cuando salió por la puerta, para encontrarse con otra mujer esta noche.

***

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Trevor condujo a casa, frotándose cualquier resto de lápiz labial que Raquel hubiera dejado en su mejilla derecha. Su mejilla izquierda quemaba de la bofetada que le había dado después de que él la había rechazado para una noche de, “Vamos a jugar al doctor.” Él sonrió, tirando de la corbata de seda gris alrededor de su garganta, soltándola. Esa era la primera vez que había sido abofeteado por no tomar ventaja de una mujer. Esta noche no había sido una pérdida total sin embargo. Mientras se había sentado al otro lado del regalo-de-Dios-a-los hombres, escuchando su zumbido acerca de sus muchos trabajos de modelado y verla coquetear con el camarero menor de edad en cada oportunidad, Trevor se preguntó cómo había encontrado atractivas a las mujeres plásticas. La única mujer a la que deseaba en este mundo era a Lillian Campbell. Pero había unas cuantas cosas que se interponían en su camino. Mientras se acercaba al lugar de Lil, los faros filtrándose a través de la niebla nocturna, la tensión en él crecía. Agarró el volante con fuerza, los recuerdos e incertidumbres flotando dentro de su confuso cerebro. Había recorrido un largo camino desde ese alfeñique de noventa kilos que fue una vez el poste de palizas de su padre. Él podía vencer el infierno fuera de cualquiera que intentara siquiera poner una mano sobre él ahora. ¿Pero era lo suficientemente fuerte para enfrentarse a sus demonios del pasado y dejarlos salir a la luz? ¿Era lo suficientemente valiente para decirle a Lil del dolor que había sufrido por tantos años de su niñez? ¿Era lo suficientemente hombre para reclamar su amor por su cuenta? ¿Para reclamar su niño? Más que todo… ¿era lo suficientemente bueno para ellos? Con su mente en un estado de caos. Hizo un desvío y fue al bar más cercano y se emborrachó hasta un estado de estupor. Tal vez no debería haber recurrido a un acto tan débil, pero sólo por un rato necesitaba el dulce olvido que un par de tragos le traería. Trevor finalmente llegó tropezando donde Lil a las dos y cuarto. Cerrando la puerta detrás de él, se quitó la chaqueta y suspiró, lanzándola en el respaldo del sofá. Estaba aniquilado y sabía que tendría una resaca tremenda en la mañana. Su risa era corta; él nunca fue un hombre de beber. Sintiéndose sedado y melancólico, se apalancó lejos de la puerta, empezando el viaje hacia la oscura y vacía sala de estar y su cama de las últimas semanas, consciente de que debería dormir su indulgencia.

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Sus pies tenían otras intenciones, llevándolo en la dirección opuesta: el dormitorio de Lil. Cuando llegó a la puerta abierta, se detuvo, su cuerpo balanceándose. Agarrándose del marco de la puerta por apoyo, luchó con su equilibrio y visión hasta que ambos se estabilizaron. Allí estaba ella. Él sonrió tiernamente mientras la luz de la luna brillando a través de la ventana besaba su forma de dormir de una manera que él anhelaba. Debió hacer un ruido, un montón de ruido, porque ella se movió, parpadeó una vez, dos veces, se incorporó cuando lo vio parado allí al lado de su cama. Cómo había llegado hasta allí, sólo podía suponerlo, ya que la última cosa que recordaba era estar en la puerta.

*** Lil pasó una mano por su rostro, preguntándose si el hombre parado a su lado era una ilusión. —¿Trevor? —dijo con voz de sueño pesado. Él frunció el ceño hacia ella. —Brian dijo que tenía que contarle a alguien. —Sus palabras se arrastraban un poco y Lil podía oler el licor en él. Trevor nunca bebía, excepto un par de cervezas, más de dos y él era un desastre. Algo debe estar mal, pensó, notando las líneas sombrías talladas en su hermoso rostro. —¿Qué pasó con Raquel? —preguntó ella, estirando una mano y encendiendo la lámpara. La luz que ofrecía era suave, pero le permitió a Lil ver todos los matices del hombre a su lado. Desde su camisa un poco arrugada y corbata de seda que estaba un poco torcida, hasta las emociones siempre cambiantes destellando sobre su cara y la mata de cabello despeinado. Parecía un hombre que había sido asaltado. O que plenamente hizo el amor. El pensamiento quemó su camino en su cerebro. Trevor agitó una mano jovialmente a través del aire y resopló. —La llevé a su casa hace horas. Justo cuando Lil tenía un comentario frívolo en la punta de su lengua, justo cuando pensaba que su alma magullada no podía tomar otra paliza, Trevor silenció sus palabras con las suyas próximas.

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—No la veremos por el gimnasio más. —Sonrió torcidamente, sus ojos de repente volviéndose amplios con indignación. —¡Ella trató de aprovecharse de mí! ¿Puedes creer eso? —Se dejó caer a su lado en la cama y empezó a quitarse la ropa mientras murmuraba—, maldición, hace calor aquí. Lil arrastró sus rodillas contra su pecho, envolviendo sus brazos alrededor de ellos, su mirada interrogante sobre el hombre sentado en su cama luchando con los botones de su camisa. Él estaba borracho y ella estaba perpleja. —¿Qué pasó entre tú y Raquel esta noche? No la miró mientras se deslizaba fuera de su camisa y luego procedía a intentar la hazaña de quitarse su corbata tirando de ella hacia arriba y sobre su cabeza. La llevó hasta su frente, pero sus oídos le impidieron liberarse. Pronto se dio por vencido, los extremos del material oscuro colgando al lado de su cabeza. Lil mordió su labio inferior mientras su lujuria alcanzaba su punto más alto. Él se parecía demasiado al personaje de Sylvester Stallone en Rambo, todo músculos y ojos soñolientos y esa venda de guerrero. Pero Trevor era real, no un personaje imaginario en una pantalla de cine. Siguió sus movimientos mientras él desabrochó su cinturón, soltó el botón de su agujero y luego tironeó de la cremallera de sus pantalones. Tiró sus pantalones sobre los muslos musculosos, luchando cuando no pudo pasar las piernas del pantalón sobre sus zapatos. Después de un momento o así de patadas de bicicleta, Lil se desplego, sonriendo al ver su batalla, y se bajó de la cama. Él era un desastre. Arrodillada en sus pies, ella le quitó sus zapatos y calcetines y luego quitó sus pantalones abajo el resto del camino, lanzándolos a un lado. Observó mientras Trevor caía de espaldas sobre la cama, las piernas colgando sobre el borde, los pies tocando el suelo. Se veía enorme en su pequeña cama. También se veía completamente en casa. Reanudando su lugar anterior en la cama, deslizó la corbata fuera de su cabeza. —¿Qué pasó entre tú y Raquel esta noche? —preguntó de nuevo, doblando cuidadosamente su corbata y poniéndola en la mesa de noche a su lado. Dejando caer su cabeza en dirección a ella, levantó un pulgar y el dedo índice haciendo una O.

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—Nada. Nada. Nada de nada. La llevé a cenar, intentamos muy duro para no quedarme dormido. ¡Nunca he conocido a nadie tan malditamente aburrido! —declaró, luego se encogió de hombros. —Yo no quería jugar al doctor. —Dio un bufido áspero—. Ella se enojó y me abofeteó. —Sonrió—. Me dijo que debería volver a mi pequeña y poco agraciada coronilla con rizos si eso es lo que me encendía. Yo le dije, Hey, Raquel, al menos Lil es una mujer real. Le dije que probablemente no sabía quién era ella debajo de las uñas postizas, el pelo teñido, y personalidad de fácil. Ahí fue cuando me abofeteo. —Sonrió de nuevo, sus rasgos de repente tomando una mirada distante mientras murmuraba—: Ella me dijo que yo era una decepción. El corazón de Lil latía más rápido y no podía negar la alegría adolescente nadando a través de ella. Trevor había abandonado a la seductora Raquel para estar con ella. Pero eso no explicaba por qué estaba tan loco y acostado casi desnudo en su cama. —Has estado bebiendo. —La preocupación estaba allí en su voz. —Sólo un pequeño trago de escocés. —Levantó cinco dedos—. ¿O era whisky? —¿Cómo llegaste a casa? —preguntó cautelosamente, no queriendo pensar que él había en realidad tratado de conducir en esta condición. Como si leyera su mente, Trevor dijo con voz incrédula: —No pensabas que conduje a casa, ¿verdad? —Su tono contenía un matiz de dolido—. Por supuesto que tome un taxi. —Giró su cabeza lejos de ella, obviamente indignado de que ella pudiera haber pensado tal cosa—. ¿Cómo podría hacer eso, especialmente después de lo que le había pasado a tu familia? Una familia que había sido tan mía como tuya. Extendiendo una mano, Lil pasó sus dedos a través de la longitud del cabello de su cuello. —Trevor, ¿qué es? —dijo en una voz suave—. ¿Por qué saliste a tomar esta noche? El giró de nuevo para estar de frente a ella. —Brian dijo que tenía que contarle a alguien. —Repitió las palabras que había dicho hace unos momentos.

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Lil pensó que tal vez él estaba teniendo una ilusión de ebriedad. Algunas personas veían elefantes rosados cuando estaban borrachos. Quizás Trevor veía y escuchaba a los muertos. Como una madre tratando de sonsacar los detalles de un mal sueño de un niño asustado, preguntó—: ¿Qué quería Brian que contaras? Su expresión parecía vacía. —Si no lo dejas salir, fingiendo que nada pasó, va a comerte. Algún día todo se derrumbará sobre ti. —Él trató de concentrarse en ella—. Nunca le dije a nadie, Lil. Brian sólo lo descubrió porque entró… —Su voz se desvaneció. —Ven aquí. —Sostuvo sus brazos abiertos para él, su aliento atrapado mientras él levantaba su inestable cuerpo desde el colchón y se dejaba caer en su abrazo. Ella arrastró sus manos suavemente por su cabello, ofreciéndole su fuerza para purgar la entidad del mal de su alma. —¿No lo ves? —Sus palabras sonaban apagadas mientras lo mantenía cerca contra sus pechos. —Mi madre nunca estaba presente, siempre metiéndose en problemas con mi padre. Mi papá era un miserable y jodido borracho. Decía que yo era una decepción. Él… —Trevor levantó la mirada hacia ella y Lil sintió su corazón girar—. Él me golpeaba, Lil —confesó—. Todos esos años, todos esos moretones, no eran de una caída y el juego brusco con mis amigos como le dije a todo el mundo. Nunca rompí mi nariz jugando fútbol. Mi padre lo hizo. —Su voz sonaba como si estuviera siendo presionada de sus pulmones. Lil trató de no jadear, pero no pudo evitarlo. Todos esos años que se había mantenido en este oscuro y doloroso secreto. ¿Por qué? Sus padres lo habrían acogido ¡y habrían enjuiciado a sus padres! ¿Qué tipo de bestia salvaje traería un hermoso niño a este mundo sólo para abusar de él en todas las formas imaginables? —Oh, Trevor —susurró ella, sosteniéndolo con más fuerza, esperando aliviar el estrés de dieciséis años de maltrato y treinta y seis años de retener el horripilante conocimiento—. ¿Por qué no le dijiste a nadie en aquel entonces? ¿Por qué no me lo decías hasta ahora? —Tú venías de una familia feliz. Siempre me sentí inferior, apenado, avergonzado. No quería que nadie se enterara de mi jodida vida familiar. —Pasó una mano sobre su abdomen, como acariciando a su bebé creciendo allí. Fue un gesto que casi hizo llorar a Lil; por el asustado niño que Trevor solía ser, por el angustiado hombre que era

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ahora, y por el hijo que compartían, porque ahora sabía por qué amar era una perspectiva espeluznante para él. —¿Y si resulto ser un bastardo tan grande como mi viejo? —Sus movimientos suaves continuaron, causando que todo el cuerpo de Lil temblara con el renacimiento de deseo. —Escúchame. —Tomó su cabeza entre sus manos, levantando su rostro al de ella. —No eres tú padre. Los abusos y el alcoholismo no son hereditarios; es un comportamiento aprendido, si tú lo permites. Te conozco. Ni una sola vez has levantado una mano con ira, y has tenido un montón de provocación en el pasado, incluyendo a tu servidora. Eres un hombre maravilloso y cariñoso, Trevor. Has hecho algo de tu vida —añadió en un susurro suave—. Has hecho un bebé. Nuestro bebé. El impulso de decirle que lo amaba estaba en la punta de su lengua, pero se contuvo. Él no estaba listo para aceptar amor, y ella no estaba lista para aceptar el hecho de que abandonaría un estilo de vida de rubias llamativas. Estar bajo estrés y alcohol causaba que la gente dijera muchas cosas que no querían decir y rara vez recordaban al día siguiente. —Bésame —murmuró ella, necesitando saborear sus labios sobre los suyos, muriendo por sentir de nuevo la sensación de él profundo dentro de ella. Quizás expresando su amor físicamente, ella podría ahuyentar algunas de las sombras que se ciernen sobre el alma de este hombre. —Oh, Lil —dijo él en un suspiro ronco antes de sellar su boca sobre la de ella acaloradamente. Lil jadeó ante el salvajismo del beso, deleitándose en él. De sus labios a un lado de su cuello, sobre su clavícula, abajo por sus pechos regordetes y aún más bajo. Cuando llegó a su abdomen, levantó su camisón, colocando el más delicado de los besos allí. Pasó un dedo por la parte creciente de ella. —Nuestro hijo está aquí—. Era una declaración que revelaba su temor sobre la realidad de ello. —Sí —susurró ella, su garganta volviéndose apretada mientras él finalmente pronunciaba esas palabras. —Hicimos este bebé que está creciendo dentro de ti. Hicimos el amor. Hicimos un bebé. Lil sintió una risa subiendo en ella, provocada por el asombro en la voz de Trevor.

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—Sí, lo hicimos. ¿Te arrepientes? —Era una pregunta que la tuvo seria una vez más. Una pregunta que había querido expresar desde hace bastante tiempo. Cuando él no habló de inmediato, Lil pensó que su silencio era respuesta suficiente, pero finalmente dijo: —No, no me arrepiento, pero estoy asustado. ¿Dónde encajaré en sus vidas? —Descansó su cabeza allí sobre su estómago, su cara girada lejos de ella—. ¿Quién seré yo en la vida de nuestro hijo? ¿Mi hijo o hija llamará a otro hombre papi? ¿Otro hombre te tocará como yo hago? Recuerda, Lil, este es nuestro bebé. Él se quedó en silencio. Lil sintió el cuerpo de Trevor volviéndose flojo y pesado y supo que se fue quedando dormido. —Sí, lo recuerdo. —Tomó una respiración profunda en sus pulmones, apagó la lámpara y luego se deslizó hacia abajo para enroscar su cuerpo contra el de Trevor. Su frente hacia la espalda de él, un brazo alrededor de su esbelta cintura, se quedó dormida susurrando contra su piel caliente—. Siempre recordaré.

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Capítulo 11 Traducido por: Primula Corregido por: Xhessii

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asaron dos meses y no se dijo una palabra entre ellos acerca de la noche en que Trevor había llegado borracho a casa, confesando su terrible secreto. Desde entonces, Lil se había tomado a sí misma para mostrarse a Trevor con todo el amor que él nunca había tenido… con su placer extremo. Tal vez si él diera cuenta de cuán digno de amor era, lo mucho que realmente ella se preocupaba por él y por el futuro potencial que podrían tener juntos, tal vez pudieran llegar a una relación más íntima y permanente con ella. Por supuesto, esas eran sólo sus esperanzas; el futuro podría llegar a ser una realidad muy diferente. Pero por el momento, ella estaba dispuesta a ir en contra del sentido común y dejar que su corazón le guiara y luchara por Trevor. Luchar contra el pasado que todavía encadenaba su corazón y su alma. Para el alivio de ambos, habían reanudado su rol fácil como amigos, y Lil se alegró al ver que Raquel se había marchado de verdad, del gimnasio y sus vidas. —Vamos a tomar el teleférico de hoy —sugirió Lil mientras ella y Trevor caminaban por una bulliciosa calle. Todos los días había sentido la frialdad de Trevor. Estaba siendo inusualmente callado y distante. Desde que él le había dicho acerca de su pasado, él había tenido unos días como éste. Tal vez ahora que había transmitido su secreto, se había visto obligado a reflexionar y examinarse. Odiaba verlo así, pero ella sabía que no debía abordar el tema. Trevor hablaría de ello cuando estuviera bien y listo, y no un momento antes. Habían ido a la tienda de comestibles para obtener el medio galón de leche que había convencido a Trevor que lo necesitaba tan

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desesperadamente, con la esperanza de conseguir su mente se liberara de especulaciones internas y aligerara su humor sombrío. No estaba funcionando. —Tengo que volver al gimnasio —respondió él en voz baja, la mente enfocada en pensamientos en los que no estaba incluida para conocer— . Tal vez en otra ocasión. —Está bien —suspiró Lil. Le daría el tiempo y el espacio que necesitara para que ordenara sus sentimientos. Estaría allí para cuando él necesitara un hombro donde apoyarse. Su único objetivo en este momento era animarlo y alejar su mente de los problemas, al menos por un rato. —Sé que tienes que volver al gimnasio, pero tal vez podría parar en la tienda de helados de la esquina y obtener una porción doble. —Aunque el invierno se acercaba, habían sido bendecidos con este magnífico día soleado. Lil sonrió a Trevor, otorgándole su animada aura. Tal vez algo de tristeza sería borrado en él—. Sol y helado siempre son buenos juntos. —Nah. —Él seguía caminando hacia adelante en la dirección donde había dejado su Jeep—. Tal vez en otra ocasión. —Habían hecho un poco de mirar-escaparates, ante la insistencia de Lil, pero parecía deseoso de terminar el día. —Oh, vamos. —Ella lo tomó de la mano, lo llevó a la pequeña tienda que fue establecida como una heladería anticuada. El baldosado del interior estaba formando por cuadros blancos y negros como un tablero de ajedrez gigante. Las pequeñas mesas redondas que se fueron sentados flanqueados por sillas a rayas rojas y blancas, y los empleados llevaban lazos y sombreros de paja. Amaba ese lugar. Ella y Trevor habían venido aquí muchas veces en el pasado. Los dos estaban embobados por el helado. Trevor dejó escapar un suspiro de impaciencia. —Ahora no, no estoy de humor. —Aunque él dejó que lo arrastrara con la mayor facilidad. Lil meneó sus cejas. —Te voy a tratar con una porción doble de pistache. —Trevor nunca podía resistirse a una porción doble de pistache.

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Él enterró sus talones, para impedir que arrastrara un pie más. Suspiró derrotado, pensó por un instante y luego dijo: —Está bien. Tú ganas. Pero será uno rápido. Lil vio el inicio de una sonrisa de siempre, pero pequeña aparecer en sus labios. —Vamos a comerlo en el camino de vuelta al coche, ¿cómo suena eso? —Estaban en movimiento una vez más. Trevor asintió. —Está bien. Cuando llegaron a la parte frontal de una pequeña tienda, había una pequeña chica de cabello rubio de pie afuera. No tenía más de siete u ocho años, adivinó Lil. Su labio inferior temblaba y las lágrimas rodaron por sus mejillas mientras ella veía su cono de helado de fresa, boca abajo, en la acera soleada. Lil sonrió cuando Trevor le entregó la bolsa de papel que contenía la leche, luego se agachó para hablar con la chica y estar en un nivel más parejo con su estatura. Él era también un fanático de los niños llorones, reflexionó Lil irónicamente. Mantuvo una mano sobre su estómago. Sería un padre fantástico. —Oye, no llores. —Su voz era baja para no asustarla. Era un hombre bastante intimidante. Si para los adultos parecía como un gorila de un bar, a los niños lo más probable es que lo miraran como el gigante en la parte superior del tallo de frijol. —Mi helado se cayó. —Ella dejó escapar unas cuantas lágrimas inducidas por el hipo. —Puedo ver eso. —Trevor echó un vistazo a la crema de hielo de color rosa pálido que se derretía rápidamente haciendo pequeños ríos de fresa—. ¿Dónde está tu mamá? —Todavía está adentro. —Lloriqueó un poco más. Le dio una patada de frustración al cono. El helado ahora manchaba la punta de su tenis blanco como la nieve. Lil se quedó atrás, dejando que Trevor manejara la delicada situación, disfrutando mientras miraba su superficie del lado paterno. —Aquí. —Él excavó dentro de su bolsillo delantero de su Levi´s, y extrajo algunas monedas—. ¿Por qué no le pides a tu mami que te

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compre otro? —Le tendió la mano para ofrecerle el dinero, pero la niña dio un paso atrás de él y negó con la cabeza, sus coletas se movían. —Eres un extraño. —Ella pasó el dorso de su mano por su nariz—. Mamá dice que no debo recibir las cosas de extraños. Ni debo hablar con usted. Ella miró su helado en ruinas luego con nostalgia y a las monedas brillantes acostadas contra la palma de Trevor. Trevor frunció los labios y parecía estar pensando en algo más. —Tengo una idea. ¿Por qué no dejas que Lil te dé el dinero? —Con la mención de su nombre, Lil dio dos pasos adelante y llegó al lado de Trevor—. Ella es una dama muy agradable. No creo que a tu madre le importaría si otra chica te diera el dinero, ¿verdad? Ella se mordió el labio inferior antes de mirar a Lil y decir: —Yo… yo supongo que está bien si tú me das el dinero. —Luego agregó para la justificación—: Puesto que también eres una chica. Trevor se levantó, tomó la mano libre de Lil y colocó las monedas en su palma. Una mirada de complicidad que pasó entre ellos, una mirada que decía que pronto se enfrentarían a los traumas de sus hijos del cono-de-helado-tirado-en-la-acera. Lil dirigió se mirada hacia la niña. —Aquí tienes. Tienes suficiente allí para ponerle un poco de confites en la cima si lo deseas. —Ella le sonrió. —Gracias. —La niña le sonrió de Trevor y Lil. En ese momento, una mujer alta y rubia que estaba torpemente sosteniendo un recipiente de medio litro de helado, mientras que escarbaba en una bolsa de piel de reptil salió de la tienda. —¡Mami! —Tironeó de los vaqueros de corte ceñido su madre—. Se me cayó el helado, pero estas agradables personas me dieron un poco de dinero para comprar otro. La mujer dejó de pescar en su bolso para mirar severamente a su hija. —Amanda, ¿qué te he dicho sobre habar con extraños? —Luego miró con recelo a las agradables personas. —¡Oh Dios! —Ella dejó escapar un jadeo de sorpresa—. Trevor Scott. — Su cara perfectamente confeccionada estalló en una amplia sonrisa.

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Tras liberar una mano, ella la deslizó en dirección hacia Trevor—. Ha pasado tanto tiempo. Trevor aceptó la mano de la mujer, pero la mirada de asombro de su rostro claramente decía que no la reconocía. —Sí, ha sido mucho tiempo. —Él pegó una de sus sonrisas asesinas que estaban garantizaba fundir las extremidades de cualquier mujer en el acto. Esta vez no fue la excepción, las tres mujeres presentes estaban encantadas con esa sonrisa. —Tal vez no te acuerdas de mí. Jill Elliot. Salimos hace nueve años. — Ella todavía se mantenía firmemente de la mano de Trevor. —Por supuesto, Jill Elliot. —Podría haber engañado a la Güera, pero Lil todavía se dio cuenta de que Trevor no conocía a esta mujer. ¿Y por qué no? Seguramente había salido con más de la mitad de la población femenina de San Francisco, ¿y esta mujer esperaba que recordara su cita de hace nueve años, como si hubiera sido ayer? —Te ves muy bien —ofreció Trevor, haciendo indiscretas con su mano. —Mmm —dejó escapar un poco de ronroneo—. Igual que tú. —Ella lo miró de arriba-abajo con gran interés—. Seguimos trabajando, ¿verdad? Lil pensó que la mujer empezaría a babear en cualquier momento. —Sí, tengo mi propio gimnasio ahora a unos pocos kilómetros de distancia. Pump ‘em Up —dijo las palaras con evidente orgullo y satisfacción. La Güera hizo callar a su hija, quien insistía en la compra de otro cono para compensar su pérdida. —Siempre supe que harías algo por ti mismo. ¡Oh, por favor! Lil quería vomitar. Ella apostaba que la sonrisa de sacarina de la Güera cortaba la leche que ella sostenía contra su abdomen. Al menos tenía ese efecto en ella. Trevor se encogió de hombros. —Si tú y su esposo quieren unirse, puedo darles un gran descuento, viendo que somos viejos amigos. —Eso es muy amable de tu parte. Realmente he tenido la intención de unirme a un club de salud. Nos hacen más jóvenes, ya sabes. —Ella procedió a acariciar su abdomen completamente plano. Lil tocó su

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propio hinchado estómago y oró para que Güera tuviera más estrías desde que tuvo a su hija y que estuvieran como las rayas de una cebra. —Ah, y ya no estoy casada. Me divorcié hace casi cinco años. ¡Oh, Yuppi! Pensó Lil con desaliento. Otra rubia Amazónica estaría dando vueltas alrededor del gimnasio, y ésta estaba claramente en el mercado buscando al marido número dos. Esta idea del helado estaba resultando ser una muy mala idea. Antes de que la Güera terminara sugiriendo algún tipo de reunión entre ella y Trevor, Lil entró a primer plano, plantándose al lado de Trevor. Agarró el brazo derecho de Trevor que estaba dentro de los bolsillos de sus pantalones, y tosió un poco. —Oh —dijo la Güera con gran derrota, mirando a Lil—. Supongo que esta es la mujercita. ¿Quién iba a pensar que Trevor Scott estaría atado? —Lil sonrió lo más falso que uno podía otorgarle a la otra. Trevor parecía tener una cosa con las mujeres sarcásticas. Lil sintió una réplica espinosa en su lengua, pero la mantuvo adentro. —¡No! —exclamó Trevor, en un tono frenético. —Esta no es mi esposa. Esta es… uh… Lillian Campbell. Mi hermana adoptiva. —Él sonrió de nuevo—. La conozco desde que nació. —Él procedió a envolver su brazo alrededor de su cuello, recordando a un movimiento de lucha libre, y se frotó sus nudillos de un lado a otro por encima de su mata de rizos. Lil se liberó de su agarre firme y resistió la dulce tentación para darle un puñetazo en las pelotas. ¡Hermana adoptiva! Aquí estaba embarazada de su hijo y ¿la presentaba como su hermana adoptiva? Apretando los dientes, porque no quería hacer una escena delante de la pequeña, se las arregló para estar allí y no dejar que su humillación saliera a la luz cuando la Güera literalmente resplandeció de alivio. —Bien entonces. —Ella sonrió a Trevor, aunque sólo tenía unos pocos centímetros más que ella—. Es mejor que Amanda y yo que sigamos nuestro camino. ¿El nombre del lugar es Pump ‘em Up, has dicho? —Sí. —Voy a verte dentro de pronto, estoy segura. No puedo dejar pasar una oferta tan amable. —Ella se dirigió a la tienda de helados con su hija a cuestas. —Ta-ta… —dijo por encima del hombro, dándole un saludo de tres dedos.

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—Ta-ta —dijo Trevor y después miró a Lil—. ¿Todavía quieres el helado? —Su estado de ánimo había cambiado completamente. Donde antes estaba deprimido y triste, ahora estaba sonriente y radiante. ¡Qué ego! pensó Lil con más de un toque de ira. Ahora ella era la que estaba abajo. —No, yo no quiero helado —dijo lentamente—. Quiero ir a casa. Ahora. Y puedes irte al infierno. —Con eso se dio la vuelta y empezó a bajar la acera en dirección al Jeep de Trevor. Podía haber cogido un taxi, o incluso ir andando la distancia hasta su casa, tenía mucha ira contenida, pero ella preferiría someter a Trevor a su ira en el viaje de regreso. ¡Se lo merecía! —Hey. —Él corrió unos pasos hasta ponerse a la par con ella—. ¿Qué está mal? —La miró genuinamente perplejo—. ¿Te sientes mal? — Caminó hacia atrás directamente frente a ella mientras se abrían camino por la calle. Lil se detuvo. —Sí, estoy harta. Estoy harta de toparme con amazonas rubias cada vez que paso una esquina, y estoy particularmente cansada de ser presentada como tu hermana adoptiva. Estaba totalmente humillada. — Levantó el brazo y señaló detrás de ella—. ¡Y luego tuviste el descaro de hacerme un coscorrón! ¡Junto enfrente de esa mujer! Trevor parpadeó un par de veces mientras procesaba la información. —Mira, lo siento, ¿de acuerdo? No sé cómo debo presentarte. No podría muy bien decir, se trata de Lillian Campbell, la mujer que vive conmigo y que solía-ser-mi-amante a quien he embarazado para que ella tenga el niño que tanto ha deseado. —Él hizo una mueca mientras algunos de los transeúntes les dispararon una mirada de shock—. ¿Tú ves el efecto que tiene sobre la gente? —Hizo un gesto a la anciana que le lanzó un gesto de desaprobación por encima del hombro mientras ella siguió caminando. —¡¿No podías pensar en algo más bonito que decir?! Él se encogió de hombros en un gesto de impotencia. —No se puede decir que eres mi novia. La gente podría pensar que había algo serio entre nosotros.

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—Oh, Dios no lo quiera. Sólo estoy llevando a tu hijo, por amor de mierda —murmuró ella, paso junto a él y no se detuvo hasta que llegó a su Wrangler. *** —Te dije que lo sentía, Lil —repitió Trevor por vigésima vez cuando se detuvo en frente de su casa para dejarla antes de dirigirse de nuevo al gimnasio. —Te oí la primera vez —dijo ella secamente, manteniendo su mirada fija al frente. —He estado tan malditamente confundido y no sé exactamente cómo te presentar. En realidad esta es la primera vez que nos hemos enfrentado a este tipo de situaciones desde que te fuiste y quedaste embarazada. —¿Desde que me fui y quedé embarazada? —Ella le lanzó una mirada dudosa. —Tuve ayuda, amigo. Mucha. ¿O has olvidado tu mano en todo esto? Trevor odiaba verla así. ¿Qué podía hacer para arreglar la situación? —No fue mi mano la que te dejó embarazada, cariño —dijo arrastrando las palabras, con la esperanza de hacerla sonreír. Lil rodó sus ojos, no le hizo gracia. —Muy gracioso. Trevor miró a la mujer a su lado que albergaba tanta ira y el dolor del momento. Él deseaba tanto inclinarse y besarla. Darle un beso sin sentido y llevarla directamente a la cama. Sí, definitivamente estaba enamorado de Lil, y se sintió mal por hacerle daño. Quería que ella supiera lo verdaderamente especial que era para él. No era una hermana adoptiva o una amiga. Él tomó una respiración profunda. —Lil, lo siento mucho, y quiero que sepas que yo… yo… —Pero sus palabras de amor no llegaban a sus labios. —¿Tú qué? —Cuando él no respondió, en lugar de mirarla con espanto, ella continuó—: No podías al menos decir que estamos viviendo juntos, que eres el padre de mi hijo por nacer, cualquier cosa que te haría parecer menos… —No terminó la frase, volviendo la cabeza para mirar por la ventana del pasajero.

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—¡¿Menos que?! —Él llego y metió unos rizos perdidos detrás de su oreja. Su barbilla sobresalía hacia delante con ira. Amaba esa barbilla. Sus ojos brillaban con enojo, con vida. Amaba esos ojos. Amaba todo acerca de ella. La amaba tan malditamente que dolía, pero no podía pronunciar esas dos palabras. ¿Por qué? Porque él seguía teniendo grandes problemas en aceptarse a sí mismo, y no sabía si estaba dispuesto a dejar que Lil llegara a sus sentimientos. Si alguna vez lo estuviera. Lil suspiró. —Oh, olvídalo. —Ella salió del Jeep, dirigiéndose a la casa. Sabía que iba a guardar rencor, así que no se molestó en tomar la leche que había dejado atrás y en tratar de disculparse… una vez más. Ella no podía estar enojada para siempre. ¿O sí? —Mujeres —murmuró Trevor, antes de irse en dirección de su gimnasio.

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Capítulo 12 Traducido por Vanehz/ LizC Corregido por Dianita

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espués de hacer una parada en la librería por algunos libros más de paternidad y DVDs, Lil se dirigió al gimnasio. Aún estaba un poco enojada con Trevor después de lo que había dicho ayer, no negó que estuviera confuso sobre su relación. Igual que ella. Sonrió a pesar de sus residuos de ira. Realmente era un chico lindo, y se desvivía por ella. Comía cada pedacito de ello también, aunque sabía que su cambio era por el bien del bebé. Para Trevor ella aún era Lil la Pildora, una amiga. ¿No había probado eso ayer? Mientras apagaba el motor y salía del auto, una niebla helada se filtró en sus huesos y una vieja canción corrió por su mente: Take me as I am or Let me go5. Pero cuando entró por las puertas de vidrio y el calor del interior del lugar de Trevor, la mirada con la que la honró cuando captó su entrada la hizo querer creer que nunca desearía a nadie más excepto a ella. —Hola ahí. —Vino rodeando el escritorio de recepción para plantar un beso en su cabeza—. ¿Aún enojada conmigo? —No —dijo suavemente, diciéndolo en serio. Sólo estaba cansada de los altos y bajos emocionales en su relación. —Bien. —Parecía genuinamente aliviado—. ¿Lista para una sesión de ejercicio? —Una ceja oscura se elevó sobre un ojo de párpados pesados. Lil podría haber reído ante la insinuación si no se hubiera estado

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Take me as I am or Let me go: Tómame como soy o déjame ir.

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sintiendo tan desbalanceada hormonalmente y no anhelara tanto su dulce toque. —Seguro. —Se forzó a sonreír, empinándose para tocar su nariz—. Tengo que cambiarme primero, entonces estaré afuera. —Está bien. —Le frunció el ceño—. ¿Todo está bien? —Seguro. —Se encogió de hombros—. ¿Por qué no lo estaría? —Dímelo tú. —Mantuvo la voz baja para que la conversación no llamara la atención. A pesar de ser casi la hora de cerrar, algunos clientes aún estaban en varias máquinas y sabía que no estaba interesado en dejar que todos al alcance del oído conocieran su asunto. —Sólo un poco cansada. —No mentía. Cuanto más grande se volvía el bebé, más débil se sentía. —¿Estás segura que aún no estás molesta por lo de ayer? —Positivo. —No queriendo que Trevor pensara que algo estaba mal, destelló una sonrisa rápida y empezó a caminar hacia los vestidores de damas. Trevor obviamente no estaba muy convencido. Hizo lo mismo, entrando a la habitación claramente señalada como “Sólo mujeres”. Agarrando sus delgados hombros, la giró, pero se negó a mirarlo. —Maldita sea, no me mientas —gruñó, presionando su espalda contra la fila de casilleros blancos—. ¿Qué está mal, Lillian? Lil levantó de golpe la cabeza, sorprendida. Trevor nunca la llamaba Lillian a menos que estuviera enojado. —Estoy bien —dijo, reteniendo difícilmente la mueca de su boca. Su mirada fue de su rostro a su estómago y de regreso arriba otra vez. —¿Es el bebé? —El bebé está bien. Hoy fui al doctor y dijo que todo está dentro de lo normal. —Lo miró fijamente con la máxima concentración, segura de no mostrar cualquier emoción. —Debería haber ido contigo. —Estoy bien. El bebé está bien —dijo otra vez. Desde la noche que se había puesto borracho como una piedra, Trevor había ido con ella a

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cada cita con el doctor, maravillándose ante el sonido del diminuto latido de su niño. Incluso había visto los pequeños brazos y fantasmales piernas pateando cuando le habían hecho el último ultrasonido. —Si hubiera ido contigo como siempre, sabría de primera mano si algo realmente está mal o no. Supongo que tendré que tomar tu palabra en esto, a pesar de que mis instintos me dicen que algo no está bien. —Ese perpetuo ceño aún estaba en su rostro. Lil intentó ignorar el calor que radiaba de su cuerpo al suyo. —Trevor, el bebé está bien —repitió, queriendo tranquilizarlo. —El bebé. —Dio un brusco asentimiento que indicaba que hasta ese punto le creía—. Pero ¿Qué hay de tí? —Estoy bien. —Todo bien, si no es el bebé, no soy yo, y te estás sintiendo tan malditamente de color rosa, entonces ¿qué está mal? Rick Sánchez asomó la cabeza a través de la puerta en ese momento, aclarándose la garganta para atraer su atención. Cuando Lil y Trevor se giraron hacia él, la sujeción de Trevor en ella se mantuvo firme. Rick dijo: —Veo que están ocupados. —Les dio una significativa mirada—. ¿Quieren que cierre así pueden seguir con lo que sea que empezaron? —Una amplia sonrisa destelló después de la pregunta. —Sí. Por favor —dijo Trevor, enfocando su atención nuevamente en Lil. —Gracias, Rick. —No hay problema. Ay amor —dijo con nostalgia, dejando que Trevor y Lil continuaran el uno con el otro. —¿Dónde estábamos? —preguntó Trevor, recorriendo arriba y abajo con la yema de su pulgar su clavícula—. Oh sí, estábamos discutiendo tu salud física y mental. Lil rió, ordenándole a los huesos de sus piernas no desmoronarse ante su contacto. —Estoy bien. De verdad. Pero estoy segura que no me siento como para cocinar esta noche. —Pensó que había cambiado de tema. Trevor siempre disfrutaba su comida, y esperaba dirigir sus pensamientos a su estómago y no a su salud física y mental.

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Por un momento se vió pensativo, entonces sonrió. —¿Qué hay de unas hamburguesas grasosas y frituras? Esa comida de conejo que hemos estado comiendo últimamente puede ser buena para tu salud pero necesito mi cuota semanal de colesterol alto o no estoy bien. Una risa de alivio escapó de sus labios, feliz de que sus sentidos estuvieran fuera de otra pista. —Esa cosa está tan cargada de grasas que obstruyen las arterias, pero tengo que admitir que amaría una gruesa y jugosa hamburguesa con queso y patatas fritas ahogadas en kétchup. Se metió el dedo índice a la boca, entonces lo sacó con un chasquido. —Lo sé, tendremos una competencia, el primero que caiga al piso de un ataque al corazón tiene que darle al otro RCP. —Sonrió otra vez, las arrugas en las esquinas de sus ojos revelando sus años a pesar de hacerlo parecer eternamente joven al mismo tiempo. —¡Trato! —Se agachó debajo de su brazo, dirigiéndose al vestidor que usaba, sacando una toalla y la ropa de entrenamiento que Trevor traía de casa cada día para ella—. Ahora, si me disculpas, tengo que cambiarme y empezar mi sesión de tortura. —Lo espantó con un ondeo de la mano. Cuando se quedó ahí, con las manos en las caderas, las piernas abiertas en esa posición de superioridad masculina, Lil frunció los labios—. No voy a ninguna parte, ¡Por el amor de Dios! —¿Crees qué eres muy lista, huh? —¿Qué quieres decir? —preguntó inocentemente. —No olvidé nuestra conversación anterior. Pero si prefieres no discutirlo, no lo haremos. —Sus tensos hombros cayeron aliviados—. No lo discutiremos aquí. Sin embargo, cuando regresemos a casa, tendremos una conversación de saca tu mierda —advirtió. Lil se tensó de nuevo e hizo una mueca. —Genial. —Tanto para poner su mente en otra pista. —Te veo en cinco. —Levantó una mano, indicando el tiempo con sus dedos—. Un segundo más y regreso. Lil sacudió lentamente la cabeza derrotada, mirando arriba. —Hombres. No puedes vivir con ellos, no puedes echarlos.

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Trevor la señaló estilo pistola, levantó una ceja mientras se detenía en la puerta cerrada. —Ni siquiera intentes vivir sin mí, nena. Nunca sobrevivirías. Lil fingió ofensa ante su arrogancia extrema, lanzándole la toalla, aunque nunca supiera cuán increíblemente ciertas eran sus palabras. —¡Sal de aquí! Extendió una mano, recordándole la promesa de los cinco minutos, y se fue. Lil salió del vestuario poco alumbrado al área de entrenamiento sólo iluminado por la luz fluorescente de techo encendido durante la noche. Miró a la derecha y vio a Trevor bombeando su corazón en el banco de pesas. Su plano cuerpo de pastel de carne, pensó Lil, divertida. Lo miró embelesada mientras los músculos de su cuello se tensaban con cada presión, cada músculo en sus brazos y pecho se ondulaban con el esfuerzo, el sudor relucía en todo su exquisito cuerpo. Había sido alto y larguirucho de adolescente. Ahora sabía por qué construir su cuerpo era tan importante para él. Temía que el temperamento de su padre fluyera por sus venas. Y queriendo evitar cualquier confrontación física que pudiera resultar de corregirlo, solía usar su tamaño y músculos para disuadir a cualquier aspirante a encuentro. Hasta donde podía recordar nunca había visto a Trevor herir más que a una mosca. ¿Cómo podía pensar que poseía una sola onza de la rabia que su padre había exhibido? Como si fuera una mala semilla sólo esperando ser sembrada. Trevor Scott realmente era el más gentil, un poco egoísta, gigante que había conocido. Lentamente hizo su camino al área que él ocupaba, sabiendo que debía ir al lado opuesto de las colchonetas azules de calentamiento, pero deseando un rato con él. *** Como un león macho sintiendo la presencia de su pareja, Trevor detuvo su intenso entrenamiento. Los últimos aburridos meses este había sido su forma de desviar su mente del desastre que Lil había causado en él. Descansando las pesas en los soportes a cada lado de su cabeza, se sentó, evitando la barra de metal. Una impetuosa inhalación de admiración se filtró en sus pulmones mientras captaba la apariencia de Lil.

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Normalmente ella entraba más temprano de lo que lo había hecho esta tarde y nunca se detenía más que unos breves segundos a decir hola, mucho menos la examinaba con el escrutinio que había demostrado hoy. Vestía pantalones grises que ahora se parecían a su sudorosa camiseta, y el material elástico abrazaba cada curva de sus pantorrillas bien torneadas y muslos. Una camiseta azul sin mangas de maternidad cubría la parte superior de su cuerpo, cubriendo suavemente sus pechos y su redondeado abdomen. Una banda a juego con el color de su camisa adornaba su halo de rizos. La deseaba. Deseaba tan malamente hacerle el amor. Pero ¿qué iba a decir? Por lo que parecía una eternidad se había resistido a la tentadora presencia de Lil, cada noche durmiendo a ratos en su improvisada cama en el sofá. Más de una vez había tomado una ducha fría y trotado cuatro kilómetros en medio de la noche en vanos intentos por desviar su furiosa libido. Masturbarse tampoco había ayudado. Y había hecho eso tanto últimamente que había perdido la cuenta. Lo único que había adquirido de todos esos actos era piel de ciruela, una rodilla adolorida, y tanto su muñeca como su miembro estaban adoloridos. Pero no podía simplemente ir y preguntarse si podía llevársela a la cama esa noche. Y no podía simplemente ir y pretender que no quería hacerle el amor. Así que ¿cómo podía hacerle saber sus deseos sin hacer de él un asno total o parecer un adolescente calenturiento? Arrastrándose hacia atrás en el banco, con la barra cromada contra su espalda, le hizo lugar a Lil, palmeando el espacio vacío frente a él. —Toma asiento. —Sin vacilar se sentó a horcajadas en la banca igual que él, con sus rodillas tocándose—. Hola ahí —murmuró, sus párpados cayendo a media asta. —Hola a ti también —murmuró ella curvando los labios. —¿Te sientes mejor? —Mucho, gracias. —Me disculpo por lo de ayer. Lil se encogió de hombros. —Olvidemos eso. ¿Te parece?

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Sonrió. —Me parece bien. —Se estiró, recorriendo su suave mejilla con su callosa palma—. Realmente extraño estar contigo. —Ahora estamos juntos —dijo. La sutileza nunca había sido su fuerte, pensó Trevor consternado. —Me refiero a estar de una forma más cercana. —Bajó una mano a su muslo derecho, dándole un firme apretón. Sonrió irónicamente. —Si estuviéramos más cerca yo estaría encima de ti. Trevor se atragantó con su propia respiración, su rostro se volvió rosa brillante del cuello para arriba. Agarrando sus manos, miró sus ojos y dijo: —Lil, estoy excitado como el infierno. Te necesito tan malamente. ¿Crees que podríamos…? —Trevor cerró la boca y desvió la mirada cuando ella lo miró con lo que asumió sería estupefacción. Infiernos, pensó con un poco de amargura, no era culpa suya que tuviera el control sexual de un hombre de la mitad de su edad cada vez que ella estaba cerca. ¿Cómo creía que había tenido el aguante para dejarla embarazada tan rápidamente? Y aquí estaba ella mirándolo como si fuera un pirata violador listo para lanzarla al piso, desgarrar sus ropas y violar cada centímetro de su delicioso cuerpo aquí y ahora. La manera en que sonaba en ese momento era bastante malditamente atractiva. —Pero… ¿Creí que el que hiciéramos el amor había sido estrictamente un trato de negocios? —dijo después de varios latidos de silencio. —Sí, lo sé —murmuró, enfocándose en algo a través del cuarto—. Sólo olvida que dije algo. —Hizo un movimiento para levantarse, pero Lil se estiró para tocar su pierna, congelándolo en el lugar, su mirada disparándose a la de ella. —Por supuesto que no voy a olvidar lo que dijiste, Trevor Emery Scott. ¿Quieres decir que te gustó hacer el amor conmigo? —Su voz era miel cálida—. ¿Que quizás deberíamos repensar nuestro arreglo de sólo negocios?

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—Yo… uh… —Tragó fuertemente, su manzana de Adán se deslizó arriba antes de regresar de golpe abajo—. ¿Sí? —dijo con un ronco susurro, mirándola, esperando su reacción. Sin una palabra, se levantó, diciéndole a Trevor que se acostara en el banco. —¿Aquí? ¿Ahora? —Miró alrededor, esperando que alguien saltara de las sombras. Por supuesto que estaban solos. El lugar estaba vacío, las puertas cerradas y las persianas bajadas. —Aquí. Ahora —reafirmó. —¿No debería al menos ducharme primero? Probablemente huelo a caballo muerto. —Intentó controlar el pesado pulso de su corazón. Lil sacudió lentamente la cabeza. —Te deseo exactamente así como estas. —Inhaló profundamente—. Amo la esencia de tu caliente y resbaladizo cuerpo. Tu olor después de entrenar me excita —reveló—. También he extrañado estar contigo. Te deseo. Trevor gimió profundamente, deslizándose hacia abajo sobre su espalda, sus manos agarraron la barra sobre su cabeza, cada músculo de su cuerpo esperaba expectante mientras su dulce Lil asumía el rol dominante. Escaló sus piernas, recorriendo con sus manos sus tensos bíceps, bajando por su pecho, abdomen, y más abajo aún. Lo acarició por encima de sus sudados pantalones cortos, trayendo sonidos de éxtasis de su misma alma. Como borracho de pasión, inconsciente de sus actos por un momento, Trevor se encontró de nuevo en la misma posición que un momento antes, aunque esta vez ambos estaban desnudos. Los ojos de Trevor ahora eran simples rendijas de deseo inducido, pero lo vio todo: el color en sus mejillas, sus pechos llenos y su igualmente lleno estómago que era todo obra suya. Lil llovió besos en todo su cuerpo. Su frente, la punta de su nariz, sus labios, sus antebrazos, sus pezones, bajó a las plantas de sus pies y de regreso otra vez, descansando su boca en su hinchado miembro. Larga y lentamente, le sacó un suave gemido cada vez que lamía su eje de arriba abajo. Cada músculo en el cuerpo de Trevor se tensó y sus pensamientos cayeron lejos hasta que sólo quedó la sensación. Lil lamía

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sus pelotas, tomando una, luego la otra en su boca, enroscando su lengua en ellas y golpeando suavemente. Siempre le había gustado que jugara con sus pelotas. —Eso es, nena. Succióname otra vez —dijo en un susurro ronco mientras la tensión se acumulaba en la base de su miembro. Miró hacia abajo, viendo como ella acunaba sus pelotas en una mano, masajeándolas justo de la forma que le gustaba. Mientras sostenía su eje con la otra, metió la lengua en la abertura, luego mordisqueó la punta de su miembro. Trevor tragó fuertemente. Esta mujer conocía cada una de sus debilidades, cada dulce punto, y eso lo volvía loco queriendo más. Mientras miraba su cabeza moverse arriba y abajo, complaciéndolo más que ninguna otra mujer había hecho, levantó la mirada hacia él. La pasión que vio en esos ojos lo golpeó directo en el corazón. Trevor dejó de respirar por un segundo. —Lil, yo… —Quería decirle que la amaba. Que la necesitaba y quería pasar el resto de su vida con ella. Pero de pronto ninguna palabra acudió a su mente vacía mientras ella continuaba su dulce tortura y el creció tanto que estaba seguro que se partiría en dos. Lil se montó a horcajadas sobre sus piernas una vez más, con los pies firmemente plantados en la alfombra del piso mientras empezaba el ritmo que se adaptaba a ambos, montando sus piernas como un par de caballos. Las manos de Trevor dejaron la barra de cromo de las pesas, vagando por sus muslos, hundiéndose en la carne de sus caderas, guiándola a lo largo. Su cabeza estaba inclinada hacia atrás, gotas de sudor bajaban por su cuello, deslizándose entre sus pechos. Trevor quería lamer la huella. —Oh, dulce cielo ahí —gimió—. No sé que me excita más; la sensación de estar dentro de ti, o verte hacerme el amor. —Lo sé. —Continuó montándolo—. Es bueno —susurró, descansando las palmas de sus manos en su resbaloso pecho—. Siempre. Trevor se estiró para acunar sus pechos. Ya no cabían en sus manos a medida que crecían cada día con alimento para su futuro bebé. Sus ásperos dedos pellizcaron sus suaves pezones rosa oscuro, hasta que se volvieron duros guijarros. Lil gritó, golpeando contra él una y otra vez mientras alcanzaba su orgasmo.

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—Oh, nena —dijo Trevor con voz áspera—. Eres tan endemoniadamente sexy. —Mirándola venirse de esa forma hizo que su libido alcanzara el punto más alto y su orgasmo lo golpeó sólo un microsegundo después. Se resistió, estrechándola con fuerza mientras disparaba su carga en el interior de su vientre. Dejando escapar un tembloroso suspiro, todo su cuerpo se tensó por última vez, luego se derritió en el banco bajo ellos. Lil descansó la cabeza en su húmedo pecho, y envolvió sus brazos alrededor de ella en un apretado abrazo. Sus corazones latían apresuradamente pero pronto empezó a desacelerarse con cada respiración. Trevor sintió el duro y redondeado estómago de Lil presionado el suyo y se preguntó si estarían aplastando al bebé. Justo cuando estaba a punto de decir algo, sintió la sensación de una pequeña patada en su estómago. Su corazón se detuvo entre latidos. Se quedó quieto, concentrándose en el diminuto golpe. —¿Es… es nuestro bebé moviéndose? —preguntó en voz baja. Lil rió, sentándose derecha. —Sí. —Sonrió cálidamente, mirando hacia abajo—. Aquí. —Tomó una de sus manos, colocando la palma de su mano sobre su estómago—. Esta es la área del pié del bebé. El bebé pateó otra vez, trayendo un jadeo de Trevor, su mirada clavada en el movimiento en el interior de Lil. —¡Ahí está otra vez! —El milagro de todo aquello lo sobrecogió. Sus ojos fueron a la deriva a los de Lil que estaban tan llenos de emoción como los suyos. Se quedaron ahí como estaban; con las miradas atrapadas, la mano de Trevor sobre su vientre, una sonrisa de asombro en su rostro mientras sentía el lazo en común que compartían, estrecharse con más fuerza. Te amo, susurró Trevor en silencio, anhelando el día que fuera capaz de decir las palabras en voz alta. —Vamos a casa —finalmente dijo Trevor en voz alta. —Sí —susurró Lil—. Vamos a casa. *** Cuando regresaron a la casa de Lil, Trevor tomó su mano, conduciéndola por el pasillo hasta el baño donde compartieron una

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caliente y lánguida ducha. Emergieron un momento más tarde, y después de vestirse, vagaron a la cocina. Esta nueva cercanía entre ellos era demasiado fresca, demasiado nueva, y Lil una vez más no sabía qué reglas se suponía, debía adoptar en esta nueva faceta de su relación. Por ahora se contentaron con permanecer en silencio a medida que consumían el estofado de ternera que había dejado cocinando todo el día en la olla de cocción lenta. Cuando terminaron la comida y lavaron los platos, se sentaron en la pequeña mesa de la cocina bebiendo té. Lil sabía que había cosas que tenían que decirse, pero temía romper la alfombra mágica de sensualidad y felicidad en la que habían estado viajando durante las últimas horas. —No me gusta el té —comentó Trevor, interrumpiendo el silencio, mirando fijamente su taza. —Lo sé —dijo Lil, mirándolo por encima del borde de su propia taza del color del arcoíris. Trevor frunció el ceño. —Entonces, ¿por qué siempre insistes en té en vez de café? Sonrió tímidamente. —Porque sé que te molesta. —Convirtió la pequeña sonrisa en una amplia. Él se echó a reír. —¿Después de todo, sigue habiendo un poco del molesto marimacho en ti? Lil intentó mantener su sonrisa despreocupada en su lugar aunque la comparación dolió. —Oh, ¿y supongo que eres perfecto? —preguntó, tratando de mantener el cinismo fuera de su voz. Con las palmas reposando en la mesa frente a él, Trevor tomó aire lentamente por la nariz, su mandíbula firme. —Nunca dije que lo fuera. Tú más que nadie deberías saberlo. —Su tono era tranquilo. Demasiado tranquilo. Había tocado un punto

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sensible en él—. Tal vez debería irme. —Se levantó de su silla, evitando cualquier potencial confrontación, como era su costumbre. Cuando le dio la espalda, y comenzó a dirigirse en dirección a la puerta, Lil lo detuvo con sus palabras. —¿Qué somos, Trevor? —El desconcierto en su voz lo hizo girar sobre sus talones para mirarla—. ¿Somos amigos o somos amantes? Se quedó en silencio un momento. —¿No podemos ser las dos cosas? —Me gustaría pensar que sí. —Miró su taza como si esperara encontrar respuestas en las hojas de té que descansaban en el fondo. Cuando dejó de intentar adivinar el futuro, dijo—: No parece estar funcionando bien. Las cosas están bien cuando hacemos el amor, pero cuando la oleada de excitación termina... —Lo miró directamente, sus palabras salieron rápidas y suplicantes—. Dime que nada ha cambiado entre nosotros. Dime que podemos ser amigos y amantes. Dime que tal vez incluso podríamos tener más. Era la primera vez que uno de ellos expresaba algún deseo de seguir su relación más allá del nivel de confidentes y amantes. Oír esas palabras, tan vagas como eran, hizo que Trevor se cerrara. Podía verlo. —Tal vez no fue tan buena idea, Píldora. —Se pasó una temblorosa mano por el cabello, retrocediendo hasta que estuvo completamente contra la puerta, listo para saltar si el asunto se volvía más opresivo. Lil se puso de pie, acechando al inquieto Titán justo al frente. Este hombre había tenido a sus hormonas, su cabeza, su vida, en un constante estado de agitación en los últimos seis meses, y estaría condenada si se le escapaba ahora. Toda la confusión que había mantenido a raya estaba siendo sacudida como una botella de champán hasta que la presión fue demasiado y reventó el corcho. —¡No vuelvas a referirte otra vez a mí como Píldora! —Se detuvo frente a él, con las manos en las caderas mientras lo fulminaba con la mirada—. ¿Con qué frecuencia me refiero a ti como Espantapájaros? —Levantó una incriminatoria ceja mientras repetía el apodo que Trevor había adquirido cuando era un niño larguirucho. —Nunca. —Fue su simple respuesta. —Entonces, ¿Cómo es que siempre que no puedes manejar nuestra intimidad empiezas a tratarme como si tuviera diez años? —exigió, su tono fuerte en respuesta.

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—Es más fácil de esa manera, ¿de acuerdo? —¿Por qué? —Lil permaneció inmóvil frente a él. Su mano estaba en el pomo de la puerta, con los nudillos blancos contra su piel dorada, mientras luchaba contra el impulso de huir. —Estoy confundido, por eso —dijo con una voz mucho más apacible—. No sé lo que quiero. Te quiero como amiga, pero también te quiero como amante. Los dos no se mezclan, ¿entiendes? Hay un vacío entre cada uno que tiene que ser llenado. Ella sacudió la cabeza, sin comprender qué quería decir. —No tuviste problemas al principio, cuando intentabas dejarme embarazada —señaló. —Sí —dijo con dureza—. Lo sé. —Frunció el ceño—. Te mereces más que un hombre que viene de pésimos padres. Después de ver lo que vi cuando era niño, ¿qué diablos sé sobre mantener viva una relación? — Sacudió la cabeza como si quisiera borrar los recuerdos—. Antes, cuando intentaba dejarte embarazada... eso fue diferente. —¿Cómo es eso? —Lil se calmó cuando vio a Trevor luchar contra las invisibles fuerzas dentro de su mente. Con los brazos cruzados bajo sus pechos, se paró delante de él con paciencia, esperando una respuesta. —Me sentí diferente en ese entonces. Era fácil fingir. Continuar nuestra amistad, así como continuar como amantes. —Su mirada se posó en su vientre—. Ahora tengo un recuerdo muy real de lo que es mi vida. Más precisamente, de lo que no es. Lo que nunca podría ser. —Trevor. —Parpadeó con fuerza, tratando de liberar su mente de las desconcertantes palabras de Trevor girando enmarañadas—. No lo entiendo. ¿Soy yo, eres tú, o es algo más? —¿No te das cuenta? Cada momento que pasas conmigo, estás poniendo tu vida, la vida de nuestro hijo, en tus manos. Podría romperme en cualquier momento. A veces lo siento. —Sostuvo un puño contra su pecho—. Puedo sentir la ira hirviendo en mi interior. La mayoría de las personas son lo suficientemente inteligentes como para dejarme solo cuando estoy de muy mal humor, pero tú, nunca has retrocedido ni un centímetro. No puedo intimidarte. La agarró de los brazos.

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—¿No lo entiendes? Tan jodida como tengo la cabeza, los genes heredados que conforman mi estado mental, qué pasa si… —Suéltame —dijo Lil calmadamente, tomando el control de la situación. Nunca antes había oído palabras tan feroces en Trevor. Nunca había visto en su rostro el conjunto de esas duras líneas. Trevor la soltó tan rápido que se tambaleó hacia atrás, sujetándose a sí misma mientras agarraba puñados de su camisa y luego cayó de bruces contra la dura longitud de su cuerpo. Trevor, con los brazos rígidos a los costados, bajó su mirada a ella con tantas emociones corriendo por su rostro que Lil no pudo empezar a descifrar ninguna de ellas. —¿Ves lo que quiero decir? Tendrás moretones mañana. —Acarició la sensible carne de sus hombros. Mirando su hombro izquierdo, habló—: He intentado mantenerlo en secreto durante tanto tiempo. Brian siempre decía que llegaría a esto. Que esto me comería vivo, a menos que... Lil aún se apoyaba contra él. —¿A menos qué, qué Trevor? La miró. —A menos que tuviera a alguien con quien compartirlo. —Podría ser ese alguien —ofreció sin dudarlo—. ¿No te das cuenta de lo que está pasando? —dijo cuando él no respondió—. Es tan simple. — Una sonrisa elevó las comisuras de su boca a medida que todo también se hacía visible para ella—. Si bien es cierto que necesitas enfrentar tu pasado, no hay la más mínima concebible posibilidad de que poseas la misma marca de hostilidad que tu padre. —¿Estás condenadamente segura que no puedes negar lo que ha pasado aquí? —La apartó de modo que estuvieran a treinta centímetros de distancia—. Nadie podría ser tan ciego. Lil envolvió sus brazos alrededor de sí misma, aferrándose a sus codos. —No, no lo estoy negando, pero tengo serias dudas que la ira fuera la causa. Elevó las cejas y se pasó los diez dedos por su cabello. —Si no fue ira, estoy malditamente seguro que se sintió así para mí.

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Ella sacudió la cabeza y dio una pequeña risa como si fuera demasiado denso para comprender la sencillez de todo. —Estás confundido. Toda esta situación con el bebé resultó ser mucho más diferente de lo que habíamos previsto en un principio. Pensaste que cuando me dejaras embarazada, sería el final de nuestra intimidad, y regresaríamos a ser los amigos que éramos. Eso es lo que yo también pensé. Pero cuando realmente quedé embarazada y dejamos de hacer el amor, tuvimos que enfrentar muchas cosas. El hecho de que habíamos hecho un bebé, el hecho de que el bebé cambiaría mucho nuestras vidas, el hecho de que disfrutamos nuestra intimidad y entonces cortamos nuestra recién descubierta cercanía tan abruptamente como comenzó. Escuchó un suspiro escapar de él cuando se dejó caer contra la puerta. —Sí, eso es exactamente lo que he estado sintiendo. —Yo también. —Oh, Lil —susurró, apartándose de la puerta. Acercándose a ella, le enmarcó el rostro entre sus manos—. Nos entendemos el uno al otro, ¿cierto? —Ella asintió, su corazón latía fuertemente contra el pecho de Trevor—. ¿Por qué no hemos sido lo suficientemente valientes como para hablar de esto antes? —¿Debido a que estamos pisando territorio extranjero? —sugirió. —¿Debido a que estábamos acostumbrados a ser sólo amigos, nunca permitiéndonos pensar el uno en el otro como algo más que ambos quedando atrapados con la guardia baja? —Sí. —Él rozó con su pulgar su labio inferior, arrastrándolo hacia abajo por su barbilla y de regreso, su mirada siguió el lento camino—. Creo que esas son algunas de las razones. —Por qué no hago una taza de café y hablamos sobre las otras razones. Pasó sus brazos alrededor de su ajustada cintura, deslizándolas hasta sus caderas igualmente magras, dando vueltas alrededor para acariciar su trasero cubierto con tela de jean. —¿Café para mí esta vez en vez de té? —Se rió. La primera sonrisa real que había oído de él en mucho tiempo.

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Lil lo tomó de la mano, lo llevó a la pequeña cocina con una amplia sonrisa en su rostro. Trevor estaba de regreso. Luego dejó escapar un suspiro. ¿Pero por cuánto tiempo? *** Lil decidió tomarse el día libre en el trabajo, algo que rara vez hacía. Anoche ella y Trevor se habían quedado hasta altas horas de la mañana haciendo el amor, hablando de su familia, la de ella, los buenos tiempos, los malos tiempos, el pasado, el presente y el futuro. Aunque no se habían dicho palabras de amor eterno y compromiso, Trevor dejó claro que tenía la intención de estar en la vida de su hijo hasta el día de su muerte. Claro que no había indicado lo cerca que quería estar de su hijo… o de ella, para el caso. Mientras preparaba la cena, esperando la llegada de Trevor a casa, sabía que esta noche sería la noche. Tenía que decirle a Trevor que lo amaba, y enfrentarse a su reacción apenas estuviera a la intemperie. Lo había llamado antes, preguntando si podía cerrar el lugar de Rick esta noche para que pudiera volver a casa antes de su habitual nueve o diez en punto. Al principio se había preocupado, pensando que algo andaba mal con ella o el bebé. Después de diez minutos asegurándole su buen estado de salud, se había calmado, poniéndose curioso, incluso anticipado cuando le dijo que tenía planeado algo especial para la noche. Estaría en casa en cualquier momento. Miró el reloj del microondas, que confirmó la hora. Su estómago se sentía frenético. Nervioso. Justo cuando retiró los filetes de la parrilla, Trevor entró por la puerta principal. Cuando sus pesados pasos vacilaron antes de detenerse por completo, supo que él se dio cuenta que algo pasaba. —Wow. ¿Qué es todo esto? —Miró asombrado cuando ella dejó caer un filete extra grande y una papa al horno igualmente enorme en su plato. La mantequilla, la crema agria y el cebollino esperaba en la mesa, junto con dos velas cónicas que había encendido momentos antes. Lil se encogió de hombros, llevando el plato que pesaba unos cuantos kilos y depositándolo. Evitó responder la pregunta diciendo: —Ni siquiera preparé vegetales. —Conocía su aversión a ellos. La teoría de Trevor era, todo lo que era bueno para ti tenía que tener mal sabor.

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—Debo estar en el cielo —declaró, reanudando sus sencillos pasos que lo condujeron hasta la cocina y al lado de Lil. —Bueno, ahora es hora de vivir, porque no creo que coman filetes en el Cielo. —Giró la cabeza, observando la suave y soñolienta mirada en su rostro. Este hombre era su cielo. —No me refería a la comida. —Le echó un vistazo al plato—. A pesar de que tiene un aspecto tentador. Realmente… —deslizó sus brazos alrededor de su cintura en aumento—. Me refería al ángel que ahora sostengo entre mis brazos. —Oh, tú. —Se retorció girando para poder ver su rostro, deslizando los brazos alrededor de su cuello. Inclinando la cabeza, Trevor selló con su boca la de ella, compartiendo un beso que removió su lápiz labial para el momento en que tomó aire. Lil sonrió. —Ven, déjame limpiarte el rostro. Me temo que en este momento tienes mi lápiz labial en todas partes. Trevor apartó suavemente sus manos, sonriendo. —Déjalo. —Como quieras. —Se encogió de hombros, liberándose de su abrazo, sabiendo que los dirigiría directamente al dormitorio si no hacía una salida rápida. Tenía toda la intención de decirle después de la cena que lo amaba, y nada se interpondría en su camino. Ni siquiera su exquisito cuerpo y viciosos besos—. Vamos a comer antes de que se enfríe. —¿No puedo comerme el postre primero? —declaró él, dándole su mejor expresión de cachorrito herido—. Algunas partes de mi cuerpo están más hambrientas que mi estómago. —La agarró de nuevo, frotando su pelvis contra su trasero. Lil contuvo el aliento. Casi funcionó, pero no del todo. —Puedes tener todo el postre que quieras... después de cenar. —Hizo un gesto hacia la silla vacía con la palma hacia arriba, y tomó la suya. Trevor se sentó con un sonoro ruido exasperado. Lil podía ver que estaba intentando muy duro esconder el infantil puchero de su rostro por no haberse podido salir con la suya por una vez. Evidentemente la visión de la comida hizo que sus jugos gástricos fluyeran porque tomó el cuchillo y el tenedor y empezó a cortar el

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solomillo de centímetros de espesor. Después de varios suculentos bocados, tomó un trago de cerveza y sonrió. —Supongo que estaba más hambriento de lo que pensaba. —Eso parece. —Ella sonrió a su vez, ambos continuaron en silencio durante los siguientes quince minutos, hasta que Trevor devoró todos los desechos de comida a la vista. Lil amaba a un hombre de gran apetito… en la mesa y en el dormitorio. Trevor encabezaba la lista en ambos casos. Cuando despejó la mesa y las dos velas se fundieron hasta formar distorsionados tumultos, se quedaron mirando el uno al otro a través de sus tazas de café. Lil sabía por qué estaba tensa, pero no tenía idea por qué de repente Trevor parecía tan rígido y sosegado. —¿Pasa algo malo? —preguntó ella, dejando su taza en la mesa, con las manos rodeando la cerámica caliente, esperando que el calor pudiera penetrar a través de sus entrañas de repente frías. —Más o menos. —Él trazó el dibujo floral de la taza de café con el dedo índice, mirando su mano inquieta—. ¿Qué hay de ti? —Intentaba cambiar de tema y ella lo sabía—. ¿Qué tienes en mente? —Tú primero. —Está bien. Dado que ninguno de los dos va a ceder. —Colocó las palmas de las manos en la mesa y se puso de pie. Yendo al mostrador, abrió un cajón, sacando un taco y dos lápices—. Ten. —Se puso de pie a su lado otra vez, dándole el taco después de retirar una hoja de papel, y le entregó un lápiz—. Vamos a escribir lo que cada uno tiene que decir y después intercambiamos notas y leemos lo que el otro escribió. ¿Suena justo? Lil asintió levemente. —Está bien. —Estaba nerviosa. La mano le temblaba. ¿Qué pasaba si la suya era una mala noticia? ¿Y si él le decía que se marchaba de nuevo? Con las manos temblorosas escribió las dos palabras que habían estado estampadas en su corazón durante al menos los últimos seis meses o más, si realmente pensaba en ello. Cuando levantó la vista de su pedazo de papel amarillo, vio que Trevor ya había terminado y estaba esperando pacientemente a que ella también lo hiciera.

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—¿Lista para intercambiar? —preguntó él, viéndose tan tenso como ella sabía que debía verse ante él. Asintió una vez más, estirándose a través de la pequeña mesa para entregarle su nota y tomar la suya. Sus dedos se tocaron, se sostuvieron por un momento, igual que sus miradas, luego se liberaron a medida que intercambiaban notas. Trevor fue el primero en leer el mensaje de Lil. Con las manos ligeramente temblorosas, desdobló el pequeño rectángulo, fijándose en las dos simples palabras que Lil había escrito. Lil estudió al hombre frente a ella, con la nota en su mano aún sin leer. La expresión de Trevor era indescifrable. Su sangre se tornó helada. —¿No vas a leer tu nota? —le preguntó aún cuando ella realmente no lo estaba mirando, sino observándolo con la mirada perdida. —¡Oh! Claro. —Parpadeó varias veces, tragando saliva. Desplegando la hoja de papel amarillo pálido, esperando lo peor, leyó: Te amo, Lillian Ethyl Campbell. Lentamente, levantó la mirada para encontrar la de Trevor y vio el ardiente deseo. —¿Y? ¿Cuál es tu opinión? —Su voz se deslizó cruda y ronca mientras sus párpados estaban a media asta—. Te amo, Lillian. —Se levantó de su silla, tendiéndole una mano. Lil se levantó, colocando su mano en la suya—. Y me amas. —La atrajo a sus brazos. —Estoy sin palabras. ¿Por qué? ¿Cómo? Quiero decir, ¿cuándo te diste cuenta de esto? —Miró al hombre que se elevaba ante ella. —Supongo que te he amado desde que te vi en tu cuna veintinueve años atrás. —Su sonrisa era cálida y frágil sólo un poco, a medida que ambos caían en territorio extraño—. Probablemente lo supe a ciencia cierta cuándo te besé en tu vigésimo primer cumpleaños. Por eso me asustó tanto. Pero no lo admití hasta la noche que te quedaste dormida contra mí después de ver la película. Cuando te llevé a la cama, me pareció natural, que debería estar en la cama contigo… siempre. —Jugó con un rizo a un lado de su cabeza—. ¿Y tú? Sus manos acariciaron los músculos cubiertos de tela de su espalda y hombros. —Supongo que te he amado desde que golpeaste a Tommy Monroe por romper mi labio. Y ese beso, también fue un punto de inflexión para mí. Supe con certeza que te amaba entonces, pero nunca pensé que

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sentirías lo mismo por mí, así que intenté fingir que nunca sucedió. La primera vez que hicimos el amor, aunque sabía que nunca amaría a otro hombre como te amo; estuve dispuesta a hacer cualquier cosa para mantenerte a mi lado. —Se mordió el labio inferior arrepentida—. Fue por eso que no te dije que estaba embarazada cuando me enteré de eso la segunda semana. No quería que nuestro tiempo juntos terminara. Trevor acunó su rostro con una gran palma de su mano, presionándola contra la dura pared de su pecho. —Qué tontos fuimos. —Su voz un profundo murmullo en su oído. —Desperdiciando todos estos preciosos años cuando podríamos haber estado juntos. —Lo compensaremos, estoy segura. —Estoy seguro que lo haremos. —Y agregó concreción a su declaración. Poniendo sus manos en cada una de sus mejillas, alzó su rostro hacia él, inclinándose para besar cada peca de su nariz, y luego pasar la lengua por la cicatriz en su labio superior—. ¿Por qué no empezamos a recuperar el tiempo perdido? —susurró las palabras contra su boca. Trevor la tomó de la mano, llevándola al dormitorio. Una vez adentro, no perdió el tiempo a medida que la cubría desde la frente hasta el cuello con una serie de calientes y húmedos besos que hizo que Lil se fundiera y chisporroteara como un malvavisco en una hoguera. Él levantó la cabeza, sus ojos apenas rendijas. —Te amo. —Poco a poco, le quitó la camiseta rosada de maternidad, levantándola sobre su cabeza y arrojándola al suelo. Tiernamente, le quitó el sujetador de encaje—. Muy femenina —murmuró, tirándolo a un lado. Con cuidado, le quitó los pantalones elásticos y la ropa interior, exponiendo su sexo. Él gimió profundamente—. Date la vuelta. —Fue una suave orden. Lil lo hizo y estuvo cara a cara con su reflejo en el espejo de cuerpo entero conectado a la puerta del dormitorio. Giró la cabeza fuera de la vista, sintiéndose extraordinariamente torpe y más que un poco avergonzada. Trevor agarró su barbilla, obligándola a inclinar la cabeza hacia atrás. —Mira esos deliciosos pechos llenos. —Los tomó entre las palmas de sus manos, suavemente pellizcando las sensibles puntas. Lil gimió profundamente, entrecerrando los párpados ante el éxtasis de sus caricias—. Mira estas caderas y muslos, estas hermosas piernas y pies

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perfectos. —Él apoyó las manos en sus caderas mirando a las dos personas en el espejo—. Mira esto. —Ahuecó su abdomen con sus grandes manos—. Nuestro hijo está aquí. Creciendo cada día. Hecho con nuestro amor, nuestra lujuria. Mira aquí. —Deslizó una mano entre sus muslos, introduciendo su dedo medio dentro de ella—. Siente lo caliente y lista que estás para mí, Lil. Junta todo esto y obtienes la más femenina, sexy, y atractiva mujer que Dios ha creado, no una niña de diez años con las rodillas raspadas y una molesta gorra de béisbol. Lil jadeó mientras el deseo laceró su camino a través de su cuerpo. Echó la mano hacia atrás para agarrar los hombros de Trevor buscando apoyo. Se desplomó contra él, Trevor envolvió su brazo alrededor de su cintura mientras con el otro seguía trabajando su magia en ella. Le separó los labios de su vulva con sus dedos índice y anular, observando mientras frotaba su clítoris. —Me demostraste lo mucho que nos merecemos el uno al otro. —Mordió un lado de su cuello—. La forma en que estamos hecho el uno para el otro. Qué tan bien encajan nuestros cuerpos. Qué tan bien se complementan nuestras personalidades entre sí. —Sonrió—. Cerebro y fuerza. Hizo rítmicos círculos sobre su protuberancia. La respiración de Lil se aceleró, sus piernas eran tan inútiles como bandas de goma, aunque Trevor tenía un firme agarre en ella. En la siguiente respiración la llevó al clímax, su cuerpo convulsionó con el placer ondulando a través de ella. —Me encanta hacer que te vengas —le susurró al oído—. Me encanta verte venir. —Trevor la levantó del suelo, colocándola en la cama. Lil rió, haciendo gala de sus palabras y de su hacer el amor. —Me encanta cuando me haces venir. —Gírate —ordenó suavemente Trevor. Lil lo hizo, colocándose en sus manos y rodillas mientras Trevor se posicionaba detrás de ella. Sentía la cabeza de su pene en la entrada de su centro y gimió de placer cuando él se deslizó adentro y sintió sus bolas contra su trasero. Girando la cabeza, vio la mirada de total abandono y éxtasis en su rostro mientras bombeaba adentro y afuera. Sus movimientos al principio fueron lentos, pero pronto se condujo dentro de ella, enterrando sus dedos en la suave carne de sus caderas. Lil apretó su rostro contra la almohada, elevando su trasero al aire para

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su rendición. Cómo le gustaba sacar el lado salvaje de este hombre, su hombre. Trevor se inclinó sobre ella, ahuecando sus pechos mientras seguía entrando y saliendo. Su aliento se sentía caliente en su oreja y le susurraba palabras que tenían su lujuria a fuego alto. Lo sintió deslizar una mano abajo, entre sus piernas, frotando su clítoris. —Vas a venirte otra vez, ¿verdad? —¡Sí! —Lil se reunió con cada una de sus embestidas, disfrutando la urgente pasión que compartían. Y llegó al orgasmo de nuevo. Trevor dejó escapar un gemido roto, presionando sus caderas contra su trasero. Lil se estiró entre sus piernas, apretando suavemente sus testículos mientras él bombea dentro de ella una y otra vez con cada movimiento de su clímax. Dejando escapar una respiración contenida, Trevor se desplomó a su lado. Lil colocó las sábanas por encima, y se acostó a su lado. Trevor respiró hondo y soltó el aire. Mirándola, apartó un rizo húmedo de su frente. —Te haces más y más hermosa cada día, ¿lo sabías? Envuelta en esa sábana arrugada, desnuda, tu estómago lleno y redondo. —Tragó duro. —Eres tan hermosa que me duele. No sabía qué decir a medida que la emoción casi la ahogaba. —Yo… gracias. Él deslizó un brazo alrededor de su regordeta cintura, acariciando su cabello. —Cásate conmigo, Lil. Lil estudió su rostro y frunció el ceño. —Trevor, probablemente te estás sintiendo así porque simplemente estás atrapado en el momento, emocionado por el bebé y nuestra recuperada intimidad. —¿Cómo podía el Señor Libertinaje estar alguna vez satisfecho con una sola mujer? Por no hablar de una vida familiar que probablemente parecería monótona y aburrida en las primeras semanas de ser esposo y padre. —¿Eso es lo que realmente piensas? —Sonaba dolido, aunque resignado.

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—Es difícil creer que podamos hacer un completo giro de la noche a la mañana —dijo en la oscuridad que los envolvía—. Te amo, es cierto, pero aún hay cosas que tenemos que resolver. —¿Cosas que no pueden resolverse mientras estamos casados? —Él ajustó la sábana para cubrirlos a los dos, luego la puso en la curva de su brazo—. Nunca antes he estado enamorado, Lil. No así, de todos modos. —Su tono de repente se tornó sólido, casi duro—. Voy a tenerte como mi esposa, Lillian. Nuestro hijo va a llevar mi nombre. Lil extendió una mano sobre la suave piel del pecho de Trevor. —Quédate conmigo aquí —dijo—. En mi casa. Mi cama. Tomemos las cosas un día a la vez. Ver cómo van. Y tal vez... —dejó que sus palabras se desvanecieran mientras sus dedos rozaban uno de los pezones de Trevor, haciéndolo jadear. Trevor gimió profundamente en su garganta, agarrando la muñeca de Lil para detener la dulce tortura que le estaba causando. —Entonces ¿tal vez accedas a ser mi esposa? —su pregunta exigía una respuesta. —Tal vez —murmuró. —Me parece bien.

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Capitulo 13 Traducido por Mariaozuna Corregido por Akanet

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os días y las noches se mezclaban con los otros. Lil estaba en su noveno mes, el bebé iba a nacer en cualquier momento y Trevor estaba empezando a ponerse inquieto. Lil todavía no había consentido casarse con él, aunque estaba seguro de preguntarle por lo menos dos veces al día, una vez cuando se despertaba luego justo antes de quedarse dormido. En lo que a él concernía ya estaban viviendo como marido y mujer. Trabajaba en el gimnasio, volvía a casa a una cena caliente y una mujer aún más caliente, despertando con ella en sus brazos por la mañana todos los días. Podía decir honestamente que nunca había sido tan feliz en toda su vida. Si sólo estuviera de acuerdo en ser su esposa. Sabía que era sólo un pedazo de papel y una pequeña banda de oro, pero era el principio de la cosa. Lil era suya y él era de ella, en sus corazones y en sus vidas. Sin embargo, quería que se pertenecieran mutuamente ante la ley también. Se sentó en su oficina desordenada en el gimnasio repasando algunos hechos y cifras. Pump ‘em Up estaba haciéndolo bastante bien y todavía estaba pensando en comprar el espacio vacío al otro lado de la ciudad y teniendo a Rick manejándolo. El banco le aseguró que el préstamo no sería un problema. Todo lo que estaban esperando era el visto bueno de él y se iniciaría el papeleo. Trevor no tenía ninguna duda de que atraería a nuevos miembros. También añadiría algo a sus ingresos monetarios. Él, Lil, y el bebé tendría una vida cómoda. Entonces, ¿qué estaba reteniéndolo? Dio unos golpecitos con un lápiz en el papel garabateado ante él sumido en sus pensamientos. Un segundo gimnasio era un gran paso. Cierto, en esta era de consciencia por el deporte, y el hecho de que él ofrecía no sólo los mejores equipos en la ciudad, sino que también sesiones uno a uno de capacitación y consultas, había estado prácticamente obteniendo ganancias desde el día que abrió sus puertas. De hecho, su personal había crecido de ser sólo él y Rick para incluir otro entrenador, Pete Marsalla, y una chica de escuela secundaria, Clara, para manejar los teléfonos y área de recepción.

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Masticando el lápiz ahora, dejando huellas diversas de sus dientes en la suave madera pintada de amarillo, sus pensamientos fueron interrumpidos cuando Rick entró en la oficina, con el rostro pálido, los ojos muy abiertos. El lápiz cayó de la boca de Trevor cuando se puso de pie. —¿Qué pasa? —exigió, tratando de calmar el salvaje tatuar de su corazón. —Es Lil. Trevor rodeó el escritorio, el estómago en su garganta. —¿Qué pasa con ella? —Está aquí. —Rick se aferró a la perilla de la puerta en busca de apoyo puesto que sus piernas parecían que estaban a punto de ceder—. Dijo que trató de llamar, pero la línea estaba ocupada. No quiere ir al hospital sola. ¡Está en trabajo de parto, hombre! El suelo debajo de Trevor empezó a mecerse y balancearse. Eso fue todo. Su bebé iba a ser una realidad en vez de un nudo retorciéndose en el estómago de Lil. El producto de su amor sería llevado en horas a la cuna vacía en la habitación pequeña de invitados que Lil había utilizado antes como espacio de almacenamiento. Brevemente se preguntó si habían obtenido todo lo que se necesitarían para la diminuta llegada. Sí. De hecho, Lil había dicho que el niño sería un malcriado por como él había salido en los últimos meses y obtenido al menos uno de todo lo que cada bebe, niño o niña, podría necesitar alguna vez. Habían querido mantener el sexo del bebé como una sorpresa hasta el final. —Bueno, este es el momento, ¿no es así? —Trevor sentía a sus pies volverse arcilla. Estaba muerto de miedo y tenía todo el derecho a estarlo. Al llegar el mañana, sería un padre. ¿Pero iba a ser un esposo? —Buena suerte, amigo. La vas a necesitar. —Rick le dio a Trevor unas palmaditas en la espalda cuando pasaba junto a él, caminando a la zona de entrenamiento. Trevor entró en la sala grande, viendo una multitud de personas en la parte delantera del edificio. Sabía que Lil debía estar en el centro de la misma. —Estoy bien. —Oyó una voz familiar fuertemente teñida de impaciencia—. Sólo consigan a Trevor. Abriéndose camino a través de la pequeña multitud la encontró, viéndose furiosa y lista para estallar, allí dentro del círculo de caras conocidas y extrañas. —Estoy aquí, cariño, —la tranquilizó.

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—¡Quieres decirle a esta gente que me deje en paz, estoy teniendo un bebé, no un ataque al corazón! Tenía la cara enrojecida y vio su mueca de dolor, mientras ella debe haber justo resistido apenas una pequeña pero feroz contracción. —Ya escucharon a la dama. —Trevor la tomó en sus brazos, levantándola—. Vuelvan a sus entrenamientos. Él asintió con la cabeza a varios clientes que estaban cerca. —Empleados, hombres a sus puestos. —Le disparó a Clara una mirada de enojo, sabiendo que estaba probablemente en el teléfono hablando con uno de sus admiradores cuando Lil había estado tratando de llegar a él. En su niebla de lujuria inducida esta mañana había dejado su celular en casa. La joven mujer lanzó su mirada a la alfombra y la apartó de él, apresurándose hacia el escritorio de recepción, su cara de un rojo brillante. Cuando Trevor había ubicado a Lil lo más cómodamente posible en el asiento delantero de su Wrangler, subió al volante, tratando de insertar las llaves en el encendido tres veces antes de que lo hiciera bien. —Oye, si hubiera tenido este problema hace nueve meses, no estarías en esta situación ahora —dijo irónicamente, saliendo del camino de entrada y maniobrando el Jeep hacia la calle. Lil, con gotas de sudor sobre el labio superior y una sombra de dolor en su rostro, se echó a reír. —Por la forma en que me siento ahora, me gustaría que hubieras sido impotente y con un cuerpo lleno de esperma letárgico. —Hizo una mueca, soportando otra contracción. Trevor se inclinó para tomar su mano. —¿Te duele mucho? Ella asintió con la cabeza. —Imagina fracturarte la pierna en diez lugares diferentes y no tener el lujo de analgésicos. Trevor se estremeció. —Ouch. —Definitivamente, ouch. —Ella inhaló una bocanada fuerte antes de decir—: No es tan malo cómo lo será cuando las contracciones vengan una encima de la otra, estoy segura. —Oh, nena. —Si fuera posible, tomaría el dolor de ella, o al menos parte de ello, pero no podía. Lo único que podía hacer era prestar su apoyo moral—. Te amo. —Dirigió su atención a la pálida mujer a su lado.

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—También te amo —jadeó—. Estoy tratando de recordar las técnicas de respiración que aprendí en la clase de Lamaze, pero es evidente que el dolor produce amnesia. —Sonrió, aunque parecía forzado. —Cásate conmigo, —insistió Trevor, mirando hacia la carretera—. Siempre hay un sacerdote corriendo alrededor en los hospitales. Lo tendremos realizando una ceremonia rapidita antes de que nazca el bebé. Después de que te hayas recuperado, tendremos la cosa real. Una caPíldoraa, vestido blanco de encaje. —Esbozó una sonrisa burlona—. Las flores, los actos. Di que sí, Lil. Su única respuesta fue la sacudida firme de su cabeza. —¡Maldita sea! —Golpeó el volante con frustración—. Ningún hijo mío va a ser un bastardo y ninguna mujer mía va a dar a luz fuera del matrimonio. —Le clavó una mirada ardiente. —¿Desde cuándo te volviste tan condenadamente pasado de moda? —Ella inspiro y jadeó—. ¡Mierda! ¿Los bebés valen la pena todo este tormento abrasador? Trevor ignoró su última pregunta y respondió a la primera. —Desde que me enamoré de ti —respondió él—. ¿Desde cuándo empezaste a decir palabrotas? —Desde que me enamoré de ti, —fue su respuesta igualmente cortante. Trevor frunció los labios y cambió de tema. —Sé que este no es el momento ni el lugar, pero estoy pensando en añadir otro Pump ‘em Up… —¡Hazlo! —susurró ella, interrumpiéndolo—. Siempre te dije que era una buena idea. —Era una locura hablar de negocios mientras ella estaba en trabajo de parto, pero afortunadamente mantuvo su mente desviada por unos segundos a la vez. Trevor asintió. Un problema estaba resuelto. —¿Quieres ayudarme? —Siguió conduciendo, pensando que el condenado hospital nunca parecía estar más lejos de lo que lo hacía en estos momentos. —Por supuesto. Consigue mi leotardo, algo de música, y algunas mujeres fuera de forma. Empezaré ahora mismo. Él se rió, divertido. Sin embargo, tenía las respuestas que había estado buscando. —Después de que nazca el bebé quiero redactar nuevos documentos haciéndote socia igualitaria en el gimnasio. —Trevor giró en el estacionamiento del hospital, dirigiéndose hacia el letrero que decía Entrada de Maternidad.

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Lil asintió con la cabeza, con la cara pálida, labios delgados y una mirada contraída en su cara. ****

Diez horas después Lil todavía estaba en trabajo de parto y Trevor estaba volviéndose loco. Miró a la mujer en la delgada cama del hospital. Ella era, como Rick había declarado tan elocuentemente, la perra del infierno. Sentía que estaba en la película El Exorcista mientras veía a la dulce mujer que amaba transformarse en una maldiciente, transpirada, aullante bestia. El médico se ofreció a dejarla inconsciente pero quería estar despierta cuando llegara el bebé. Por la forma en que Trevor se sentía en ese momento, no le importaría ser dejado inconsciente por unas horas. Al menos hasta que todo esto hubiera terminado. Dejó de caminar para estar a su lado. —Dios está tratando de decirte algo. No permitirá que el bebé nazca hasta que nos casemos. —¡Vete al infierno! —gritó ella cuando la contracción alcanzó una ferviente cresta de dolor. Las enfermeras se apresuraban a la habitación, revisando sus signos vitales cada cinco minutos más o menos. Le aseguraron que lo estaba haciendo bien y que ninguna mujer había estado en trabajo de parto por el resto de su vida, y que sería ella misma otra vez tan pronto como llegara el bebé. Trevor tenía que verlo para creerlo. —Cásate conmigo le rogó de nuevo. —Sus contracciones llegaron una tras otra con el tiempo apenas suficiente en el medio para que recuperara el aliento. El bebé estaría aquí pronto—. Haré lo que quieras. Nómbralo y es tuyo. —Él tomó su mano entre las suyas. —Sólo por favor di que serás mi esposa. Ella se volvió para mirarlo. Un incendio profano quemaba en sus ojos, los rizos pegados en su cabeza y la parte delantera de la bata de hospital unisex estaba empapada de sudor. Trevor pensó que nunca se había visto más hermosa de lo que lo hacía ahora. Y él se lo dijo. —Estás loco. —Tal vez. —Se encogió de hombros—. ¿Es eso un sí? —Síííí —siseó entre dientes—. Me casaré contigo. Trevor se quedó sin habla. —¿Sí? —repitió con incredulidad.

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—¿Estás sordo? —le espetó ella—. ¡Te dije que sí! Ahora consigue ese maldito sacerdote antes de que cambie de opinión. —Otra ola de dolor rodó sobre ella. La besó en los labios con firmeza. —¿Hay un sacerdote por aquí? —le preguntó a la enfermera con aspecto de abuela que había sido testigo de la telenovela desarrollándose. Ella sonrió con complicidad. —El Padre O'Malley está de camino hacia arriba desde las escaleras de la caPíldoraa ahora. Trevor recogió a la anciana en un abrazo de oso, su excitación evidente. —¡Gracias! La enfermera gritó antes de que la dejara en el suelo. —Con mucho gusto —dijo ella, riendo sin aliento, volviendo a ubicar algunos de los pasadores que se habían soltado del moño. Tocando sus bolsillos, Trevor encontró la pequeña caja que había llevado con él durante dos meses, rezando por una ocasión como ésta. Extrayéndola del bolsillo trasero de sus pantalones, abrió la tapa de terciopelo, sacando el pequeño y perfecto anillo de boda y su compañero más grande, justo cuando el padre O'Malley entró en la habitación. —Oí que alguien necesita una ceremonia rápida. —El hombre delgado y canoso con un toque de acento irlandés se detuvo a un lado de la cama de Lil, con la biblia en la mano y una sonrisa en su rostro.

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Epílogo Siete años después

Traducido por Mona Corregido por Curitiba

L

il y Trevor se sentaron uno al lado del otro sobre una de las bancas de tablones de madera en el parque del vecindario. Lil protegió sus ojos del deslumbrante sol mientras ella mantenía su mirada sobre la pequeña figura que salía a batear. La atención de Trevor también estaba enfocada en su hija. Este era el primer juego de Alex en la Liga Menor y ellos no se lo habrían perdido por nada en el mundo. Los años hasta ahora habían sido, nada sorprendente, pacíficos, aunque ellos hubieran tenido su cuota de altibajos como la mayoría de matrimonios los tienen. Las pesadillas de Trevor habían cesado hace años cuando él se había enfrentado con su pasado abusivo, sabiendo en su corazón que él no era de ninguna manera como su padre. Lil había dejado su trabajo en la tienda de departamentos poco después de que Alex nació, aceptando la oferta de Trevor de hacerse socios en Pump ‘em Up. Ellos habían abierto otros dos gimnasios desde entonces. No sólo era instructora de entrenamiento en el sitio principal, sino que también daba clases de entrenamiento, expresamente diseñadas para todas las fases de la maternidad. Desde las etapas de inicios del embarazo, postparto y después, ayudaba a las mujeres a mantener y recuperar su fuerza, resistencia y amor propio, dejando fuera los rigores del estrés y la tensión de la vida familiar diaria. De más está decir, que sus clases eran un éxito.

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Lil se ajustó de modo que ella yacía contra el hombro de Trevor. Él deslizó un brazo alrededor de ella en un gesto natural protector, su otra mano recorriendo su abdomen apretado, redondo mientras él acariciaba a su segundo hijo, que estaba previsto para el próximo mes. Trevor plantó un beso ligero encima de la cabeza de Lil, aspirando su olor femenino, espirando un suspiro de satisfacción. Sí, de hecho el Destino había sido bueno con él después de todo. Él atrajo a Lil más cerca, mirando como Alex balanceaba el bate, la pelota volando sobre la línea de falta. —Te amo, Píldora. —Se inclinó para susurrarle al oído a su esposa, la excitación fluyendo en la parte inferior de su cuerpo ante el pensamiento de cómo él planificaba hacer el amor con ella esta misma noche. En todos estos años él no se había aburrido con Lil y dudaba que alguna vez lo hiciera. Lil golpeó su pecho juguetonamente, alzando la vista hacia él. —Te amo, también. —Durante un momento ellos se perdieron el uno en el otro hasta que el ruido de la muchedumbre los trajo de su ensueño silencioso. Cuando miraron hacia el diamante de béisbol, ellos se elevaron sobre sus pies y gritaron con orgullo y regocijo, abrazándose el uno al otro fuertemente cuando un jonrón grand-slam fue golpeado por su hija Alexandría que obviamente había seguido… los pasos de su madre.

Fin.

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Sobre la Autora Kelly Wallace es una típica adicta al trabajo, le gusta estar ocupada cada minuto en ello. No sólo es una madre soltera y escritora del género románico de gran éxito de ventas, sino que también es una muy respetada consultora psíquica: PsychicReadingsByDrKelly.webs.com Una amante de la caracterización románica y fuerte, Kelly cree que cualquier novela digna de leer debería tener un héroe/heroína del cual los lectores puedan enamorarse. Ella actualmente vive su sueño, escribiendo cuentos muy calientes de suspenso con elementos paranormales, así como de romance contemporáneo y humorístico. ¡Todos sus libros contienen escenas de amor sumamente sensuales y la tensión sexual hará que tu corazón se acelere!

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Agradecimientos Moderadora

Vanehz

Mona

Correctoras

Paaau

Akanet Ángeles Rangel Curitiba

Traductoras

Dianita

Aria25

Mona

Clau12345

Xhessii

LizC

Recopilación y Revisión

Little Rose Maggiih

Curitiba

Mariaozuna Mona Paaau

Diseño

Primula Rihano

Gabrock

Simorah Shadowy Susanauribe

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¡Visítanos!

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Capítulo 11. Capítulo 12. Capítulo 13. Epílogo. Sobre La Autora. Agradecimientos. Page 3 of 159. Best Friends Better Lovers.pdf. Best Friends Better Lovers.pdf.

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