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Deep in Fantasy

BURN Julianna Baggott

Julianna Baggott es la autora de esta historia. No me pertenece, yo sólo la traduje. Espero que este último libro tanto como yo lo hice… -Deep in Fantasy

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PROLOGO BRADWELL

Él conocía el final. Podía verlo casi tan claro como vio el principio. -Empieza allí, -Susurró al viento. Sus alas eran gigantescas. Las plumas aleteando; algunas eran arrastradas a sus espaldas. Tiene que tensar sus alas contra el viento mientras camina, atravesando los campos de rastrojos hacia el risco de piedra. Quiere retroceder, hacer un túnel y cavar hacia el niño pequeño que una vez fue. Esto es lo que nunca le había dicho a nadie. Él no estuvo durmiendo durante el asesinato de sus padres; quería creer que lo había hecho. Después de que los hombres entraron a su casa, un altercado lo despertó, su madre gritando, probablemente justo antes de que ella y su padre fuesen disparados. Bradwell había sido advertido sobre gente entrando a la fuerza en su casa. Rápidamente se levantó de la cama y se escondió debajo de ella. Vio un par de botas en el espacio entre la falda de la cama y el suelo. Se apostaron al lado de su litera, y entonces uno de los asesinos –próximamente, su asesino— se arrodilló, levantó la tela, y por un momento, estuvieron cara a cara. Bradwell no se movió, aguantó la respiración. La cara del hombre era larga y angular, con una barbilla levemente torcida. Tenía ojos azules. Finalmente, sin una sola palabra, dejó caer la falda. Le dijo al otro hombre que se encontraba con él: -El chico debe de estar en una pijamada. -¿Revisaste el cuarto? -Revisé la maldita habitación. Los escuchó irse y ni siquiera entonces se levantó. Pretendió dormir, aún bajo la cama. Pretendió soñar. Y luego, abrió los ojos, y esta es la parte que confesó: bajó a la cocina como si fuera una mañana cualquiera; eso podría ser todo lo que su cerebro podía manejar. Como sus padres no estaban haciendo el desayuno, los llamó, y sólo entonces comenzó a entrar en pánico. Finalmente, encontró sus cuerpos aún en la cama. 2

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Deep in Fantasy Podría haber corrido hacia el grito de su madre, pero en su lugar se escondió. Le contó a Pressia que había estado dormido durante los asesinatos, y había querido creer que eso era verdad. En realidad, ese día fue la primera vez que debería haber muerto, pero, por mucho, no la última. El hecho de estar vivo es accidental. Trepa las rocas y camina al borde del risco. Está oscuro, pero la luna es brillante. Extiende sus alas y se inclina hacia la brisa. Por un momento piensa que el viento cesará y que él caerá hacia delante y volará. Pero sus alas no lo sostendrían. Volar. Ese no es el final. Acaba en polvo y ceniza. Estaba destinado a ser un mártir, junto a sus padres. Él tomó prestado este tiempo con sus hermanos—El Capitan y Helmud. Nunca se supuso que se enamoraría o que alguien lo amaría a él—Pressia. Cuando piensa en ella, es como si patearan su corazón fuera de su pecho. Pudo haber muerto con ella en el suelo congelado de un bosque. Pudo haber muerto unido a sus hermanos, con su sangre entremezclándose. Pero ninguno de esos fue el fin. Aquí, en el risco, ve el final: él yaciendo en el suelo entre el polvo y las cenizas de su tierra natal y su pecho abierto a desgarrones. La verdad se eleva de su cuerpo como un moño largo desplegándose, moteado con su sangre. ¿Cómo pasará? ¿Cuándo? Sólo sabe que no está muy lejos. Con el viento atravesando sus alas, siente como si estuviera corriendo hacia ello— ¿O es el final apurándose para encontrarlo? Esta vez no se ocultará. Esta vez correrá hacia el grito.

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PRESSIA Llave

La puerta del cuarto de Pressia está trabada. Las guardianas vienen y van con llaveros, tintineando—¿Cuántas habitaciones hay? ¿Dónde está Bradwell? ¿Helmud y El Capitan? ¿Dónde están sus cosas—el vial, la fórmula? Las guardianas nunca responden a sus preguntas. Le dicen que se mejore. – No estoy enferma. –Le dicen que descansen. –No puedo dormir. –Sonríen y asienten y señalan las alarmas en cada una de las paredes de su habitación. –Aprieta aquí si hay una emergencia. –Las guardianas también llevan collares con botones de emergencia adheridos. Pero ella no sabe qué tipo de emergencia esperar. Cuando pregunta, dicen, -Por si acaso… -¿En caso de qué? No le dirían. Cada día es lo mismo. Demasiados días para contar; pasaron semanas- ¿Casi un mes, ya? Las guardianas son todas mujeres y doradas, cada una de ellas, casi brillantes ¿Es la luz de lumbre? Es que tantas están embarazadas— ¿No brillan las mujeres en cinta? ¿Es algún tipo de radiación interna? La mayoría tiene panzas que sobresalen de sus caderas. Hinchadas. Pero no sólo las guardianas son doradas. Los niños en el campo también lo son. Son enviados afuera a diferentes intervalos de día para jugar. Tienen palos y bolas y redes en postes enterrados en el frío suelo. Dorados, todos ellos, como si se hubieran parado sobre algo levemente metálico, y sin fusiones o cicatrices o marcas. Solamente piel. Las alarmas se bambalean en la parte frontal de sus abrigos. Las guardianas le traen a Pressia bandejas con comida: sopa caliente, avena, vasos grandes de leche fría— leche blanca, blanca, sin una pizca de ceniza en ella. Los devoradores de ceniza están por todas partes, escabulléndose entre las cucharas, en los bordes de la bañadera de metal, en los paneles de las ventanas, dentro y fuera. Con la espalda de un escarabajo y levemente iridiscente, parecían trabajar día y noche, resistiendo el frío. Una de las guardianas le dijo que habían sido engendrados para utilizar sus delicados brazos para palear cenizas dentro de sus pequeñas bocas, para limpiar la loza—así fue como lo dijo.

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Deep in Fantasy Ellos eran la razón de por qué el cielo fuera de la ventana estaba teñido de azul en lugar de gris. Ellos eran el por qué las sábanas, fundas de las almohadas, y hasta las pequeñas plumas de ganso que escapaban de la colcha eran generalmente blancas. Pressia no recuerda haber visto nunca algo tan prístino. Todo en su habitación es mantenido limpio. Le cambian las sábanas todos los días. En el baño adjunto, siempre hay una barra nueva de jabón. Alguien incluso saca los pequeños mechones enredados de cabello suelto de su cepillo; cada mañana está limpio. Pasa sus dedos por la ventana y mira a través de ella. Puede divisar una antigua torre de piedra, inclinada como si fuera arte del viento, extrañas bestias de caminar pesado— del tamaño de vacas pero con abrigos espesos, gomosos y sin pelo, ocasionalmente con colmillos—vagando por la niebla, cuesta abajo. Más allá de la manada, está la aeronave, atada al suelo por un montón verde; había sido tragado por las vides. ¿Alguna vez volverían? A casa ¿Siquiera existía? Y ahora, después de todo lo que pasó, después de todo lo que hizo, ¿Se merece un lugar llamado hogar? Bradwell, sus alas masivas —ella le hizo eso. Quiere regresar a como era antes. Pero no hay vuelta atrás. Para limpiar la loza. ¿Pero qué haces cuando la loza no puede limpiarse? ¿Hay alguien trabajando en la aeronave? ¿Recuperaron Bradwell, El Capitan, y Helmud las fuerzas suficientes como para viajar? ¿Bradwell la perdonará alguna vez? -¡Esto es una pérdida de tiempo! –Había perdido la paciencia un par de veces y gritado a las guardianas -¡Necesitamos volver a casa! ¡La gente nos necesita! Ellas sonríen, asienten, apuntan a las alarmas en las paredes. Al anochecer, cuando su cuarto se oscurece, la alarma brilla con rojo y escucha el aullido. Viene con cada atardecer— caninos a la distancia ¿Lobos, zorros, coyotes? ¿Qué perros aulladores viven en esta tierra? Algunas veces desea que los perros se acerquen, amenacen con devorarla. Tal vez quiere ser vuelta pedazos, desaparecer. Y se despierta sintiéndose del mismo modo. Es su culpa a la que quiere destruir, devorar, hacer desparecer. Bradwell. Piensa en él ahora, con su habitación llenándose con la luz matutina. Después de inyectarle el suero a los pájaros en su espalda, después de que esas alas crecieran rápida y ferozmente mientras sus costillas y hombros también se expandían, él dijo: -¿Qué me has hecho? 5

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Deep in Fantasy Ella sabe que lo traicionó. Él no quería ser salvado por los contenidos del vial— la medicina que puede que algún día lleve a la Purificación de los sobrevivientes, de todas esas cicatrices y fusiones. Quería morir Puro— por su propia definición de la palabra. Pero no podía dejarlo ir. Sola, aún soñolienta, se recuesta en la cama y recuerda cómo era estar en el paso subterráneo sobre el duro suelo con Bradwell, sus manos ásperas y cálidas, rodeando su cara. Era como estar completamente viva por primera vez en su vida—cada una de las células de su cuerpo despiertas. Y ahora, algo dentro suyo se siente muerto. Se siente vacante. Bradwell la odia. Se odia a sí misma. No está segura cuál es peor. Haría cualquier cosa para ganarse su confianza de vuelta, pero sabe que el daño no puede ser deshecho. Entiende por qué odia la idea de ser capaz de revertir sus fusiones, borrar sus cicatrices, filosóficamente; él no quiere revertir o borrar el pasado, los pecados de la Cúpula. Pero ella no entiende por qué no hay siquiera una pequeña parte de él—muy al fondo— que desee estar entero de nuevo. Toca la cicatriz en el interior de su muñeca— una línea fina y arrugada donde la piel sintética de la cabeza de muñeca delineaba sus propias terminaciones nerviosas. A los trece trató de cortar la muñeca. Recuerda la sensación del cuchillo sobre su piel. Su punta era afilada. Era algo de lo que ella tenía control— no algo que le pasaba a ella. Le encantaría tener el control ¿Acaso pensaba que un muñón iba a ser mejor? ¿Pensaba siquiera? No realmente. Solamente quería ser libre. Aún quiere eso. El vial y la fórmula la acercaban un paso más a esa posibilidad, pero Bartrand Kelly confiscó estas cosas— lo que todos habían arriesgado sus vidas para descubrir. Si conseguía llevar estas cosas devuelta a la Cúpula donde hay científicos trabajando en laboratorios, no solamente la ayudaría a ella. No. Habría un futuro donde todos los supervivientes estaban enteros de nuevo. Frota sus nudillos ocultos bajo la cabeza de la muñeca y rasca su brazo. Quiere estar entera. Después de todos estos años, ¿quién no? Una llave repiquetea en la cerradura. La manija gira. Es una mañana brillante. Pressia se sienta en el borde de la cama, esperando. Fedelma es la única guardiana de la que conoce el nombre. Está a cargo del resto y recoge su cabello en dos rodetes puntiagudos arriba de su cabeza.

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Deep in Fantasy Ella tiene más poder y quizás sea por esta razón que le es permitido hablar más. Pressia se alivia al verla. Fedelma también está embarazada. Su estómago es un tenso tambor que tiene que soportar, y no es joven. Su pelo es canoso en las raíces. La piel que rodea sus ojos se arruga un poco cuando sonríe. Empuja la puerta con una mano y sostiene una bandeja de estaño en lo alto con la otra. -¿Dormiste? -Pregunta. -Apenas, -Dice Pressia, y va directo al grano. –Quiero ver a Bartrand Kelly. –No lo había visto desde el primer día— una mezcla fugaz de sonidos, espinas, sangre y alas— cuando habían sido cargados dentro del carrito y llevados dentro. –Tiene cosas que me pertenecen. -Él es fiel a su palabra, -Dice Fedelma, apoyando la bandeja al lado de la cama. –Te contará todo cuando sea el momento correcto. Todo ¿sobre su madre y padre? ¿Sobre su pasado? Bartrand Kelly era uno de los Siete. Era amigo de sus padres cuando eran jóvenes. Sabe más de ellos que los que ella nunca podrá. Le parece increíble haber esperado encontrar a su padre aquí. Lo extraña aunque él sea un extraño para ella. -¿Y la aeronave? ¿Va a dejarla cubierta de enredaderas allí afuera? -Las enredaderas funcionan como camuflaje por ahora. Mantendrán la nave a salvo de predadores y bandas de ladrones. Es por eso que fueron criadas para ser carnívoras. Protección. “¿Criadas para ser carnívoras?” Piensa Pressia. En algún lado hay laboratorios, campos de sembrado… Fedelma se estira y sujeta gentilmente la muñeca de Pressia— no la de la pepona, no. A Fedelma le sorprende la muñeca, trastornada por la forma en la que está fusionada a su puño, aunque trata de pretender que no le afecta. -¿Qué haces? -Pregunta Pressia. Fedelma levanta la manga del suéter de Pressia, revelando su brazo. -¿Ves? Tu piel ha comenzado a volverse dorada, -Dice. –Tu comida está infectada con un químico que disuaden a las vides— una esencia emanada por tu piel. Pressia ahora lo ve también. Una leve tonalidad. Empuja la manga hacia abajo. –A la gente no le gusta ser envenenada. -Dice. -A la gente no le gusta morir atragantada por enredaderas con espinas. –Es verdad. Pressia vio cómo las plantas casi matan a Bradwell, El Capitan, y Helmud. -Come, -Dice Fedelma, empujando la bandeja hacia Pressia. -¿Por qué nadie me cuenta sobre las alarmas? ¿A qué le temen? Fedelma frota sus brazos como si tuviera frío. –No hablamos de ello. –Camina hacia la ventana.

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Deep in Fantasy -Escuché los aullidos. -Los perros salvajes son nuestros. Nos ayudan a mantenernos a salvo. -¿Por qué no simplemente me lo cuentas? Dime la verdad. -Nunca llegaron extraños. No sabemos cómo tratarlos, excepto como a extranjeros, tal vez una amenaza. -¿Parezco una amenaza? Fedelma no contesta. –Uno de ustedes empezó a caminar por las tierras. Desconozco cómo obtuvo el permiso. Era el que peor se encontraba cuando llegaron. Tal vez no lo tenga permitido, pero aun así está allí afuera. Hasta ahora lo vi dos días seguidos. Pressia se levanta y camina rápidamente hacia la ventana. -¿Bradwell? Fedelma asiente. –Aún se encuentra algo inseguro de pie desde… Las bestias domesticadas habían sido llevadas a alguna otra parte, pero los chicos se encuentran allí— corriendo con pelotas y palos. Muchos de los juguetes parecían nuevos, como los sombreros y bufandas. La navidad acababa de pasar ¿Los consiguieron cómo obsequios? Gritan y silban. Unos pocos cantan en un pequeño grupo, hacienda gestos al unísono. Una niña pequeña con un suéter rojo brillante rodea los bordes de los grupos. Sostiene una muñeca contra el pecho. Pressia se imagina a sí misma a esa edad con su propia muñeca— la que está fusionada a su puño, para siempre. En algún momento fue nueva— sus ojos brillaban y se cerraban al unísono. Ser nueva. Sentirse nueva. No puede imaginarlo… Otra niña camina hacia la de la muñeca— su gemela. Ambas se agarran del brazo de la otra y siguen caminando. Muchos chicos, pocos adultos. Están repopulando. Deben hacerlo. ¿Dónde estaba Bradwell? -¿Lo ves? -Pregunta Pressia. -No, -Dice Fedelma. –Pero está allí afuera, en alguna parte. -Yo también tengo que salir, -Dice Pressia. Fedelma sacude la cabeza. –Necesitas comer. Necesitas dormir. Si vas a fortalecerte necesitas… -Necesito verlo, con mis propios ojos. -Pressia camina hacia la puerta, que Fedelma olvidó trabar. -¡No! -Dice Fedelma. -¡Pressia! ¡Detente! Pero Pressia ya había atravesado la puerta y empezado a correr por el vestíbulo. Encuentra una escalera y baja pisando fuertemente los escalones. Puede escuchar a Fedelma detrás suyo. -¡Pressia! ¡No!

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Deep in Fantasy ¿Debería estar corriendo embarazada? ¿Cuántos años tiene, de todas formas? Pressia encuentra una pesada puerta hacia el exterior. El aire es cortante y húmedo. Camina velozmente a través del campo de niños, todos ellos dorados. Un grupo juega a formar un círculo impreciso mientras que otros, dentro de la ronda, giran y giran. Mira tú reflejo. Halla tu pareja. ¡Encuéntrate! ¡Encuéntrate! ¡No quedes al final! Los niños en la ronda gritan la canción, y luego, los chicos mareados persiguen a los otros, dispersándose por el pasto. Pero otros, sin jugar, se detienen y miran a Pressia. Y ahora que se encuentra entre ellos, divisa otro par de gemelos. Ve a un tercero que es idéntico. Nunca vio trillizos antes. Aunque no quiere mirarlos fijamente; no le gusta cuando la observan con fijeza. Un chico de cabello negro azabache dice, -¡Miren! –Y señala al puño de muñeca. Pressia se niega a ocultarlo. Fedelma, jadeando detrás de ella, grita, -¡Callado, niño! Sigue con tu juego. Pressia se dirige a la torre de piedra; necesita una mejor vista. Estos chicos le recuerdan de cómo podrían ser las cosas en la Cúpula. El aire respirable, la falta de deformidades, cicatrices y fusiones. Se pregunta dónde su medio hermano, Perdiz, se encuentra en el momento. Había vuelto a la Cúpula ¿Está buscando gente que lo ayuden a encontrar una forma de tomar el control del reinado de su padre? ¿Recordará a aquellos que sufren fuera? ¿Hará lo correcto? ¿Está Pressia haciendo lo correcto, prisionera aquí, perdiendo tiempo preciado? ¿Será Bartrand Kelly fiel a su palabra? -¡No deberías estar fuera! –Le grita Fedelma. -¡Te encuentras bajo órdenes estrictas de recuperación! Si Bartrand Kelly se entera sobre esto, no será bueno ¿Estás escuchando? ¿Lo estás? Pressia corre el resto del camino hacia la torre, con los pulmones doliéndole por el frío. Sube la pequeña escalera circular de a dos escalones, propulsándose con la baranda con su mano buena. Presiona el lado de la cabeza de muñeca contra su pecho, como si pudiese escuchar su frenético corazón. La torre es redonda con techo picudo. Las ventanas estrechas solo son agujeros— sin vidrio. El viento sopla dentro. La piedra está fría y curtida, con parches de musgo resbaladizo. Se detiene en uno de los agujeros y mira 9

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Deep in Fantasy el exterior –Niebla ondulada, otra vista de la aeronave. Las vides crujen y la aeronave parece balancearse un poco ¿Están las enredaderas apretando tanto que la nave es sacudida por ellas? ¿Alguna vez saldrán de allí? Sin la aeronave, no es posible. Se mueve con rapidez a la próxima ventana—unas pocas bestias, del tipo que no puede nombrar, huelen el pasto cerca de un saliente rocoso. Escucha las botas de Fedelma en la escalera. Pressia se gira y allí está ella, respirando pesadamente. -¿Deberías correr detrás mío en tu condición? -Dice Pressia. -¿Deberías estar corriendo por ahí en tu condición? -Rebate la mujer. Ambas dejaron la casa principal sin abrigo. Fedelma se abraza a sí misma, con los brazos sobre su panza. El viento mueve los finos cabellos que se habían soltado de los dos rodetes sobre su cabeza. -¿Por qué piensas que yo estoy enferma? -Pregunta Pressia. -Bradwell, El Capitan, y Helmud— ellos fueron los que casi mueren. No yo. -Ellos enfermaron por las heridas de las espinas, pero tu caso es más serio, en algunos aspectos. Estás enferma del corazón. Pressia se sorprende. –No sé de qué estás hablando. –Pero si lo hace. El dolor se encuentra en su interior, como si una piedra pesada se hubiera posado en su pecho. Culpa, pérdida, traición. Se mueve hacia la siguiente ventana y mira a través de ella. Solamente ve cielo y tierra, y árboles en la distancia. Un devorador de ceniza se arrastra por las rocas acomodadas de forma ceñida. Le da un empujón con la punta del dedo. -Tienes que sanar desde dentro, -Dice Fedelma. –Toma tiempo. Los ojos de Pressia se llenan de lágrimas. El peso es tan abrumador que le es difícil respirar. Aprieta sus pulmones, y le provoca dolores agudos en el pecho. -Kelly quiere verlos hoy. A todos. -¿Por qué no me dijiste antes? -No se supone que te debería haber contado. –Suspira. –Te ayudará, pero querrá algo de vuelta. -¿Qué? Fedelma señala una ventana con la cabeza. Hay silencio por un momento, excepto por los chicos jugando en el campo y viento. –Allí está el que buscas, -Dice la mujer, y se aleja de la ventana. -Mira. Pressia se mueve con rapidez.

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Deep in Fantasy Bradwell está caminando cuesta abajo a través del pasto alto. Tres pares de alas masivas encorvadas en su espalda, coincidiendo con la suela de sus botas, y las puntas siendo arrastradas por detrás. Él no está acostumbrado al peso de las alas, y las duras ventiscas lo empujan y vuelven torpe, desgarbado e inseguro –casi como un potro tratando de acostumbrarse a nuevas piernas. Fignan, siempre leal, lo sigue, su pequeño cuerpo de caja negra suspendido en sus piernas larguiruchas conectadas a las ruedas, las cuales aplastan un pequeño camino de pasto detrás de él. Recuerda la jeringa en su mano temblorosa y cómo había inyectado a cada una de las tres pequeñas aves incrustadas en su espalda. Él quería morir bajo sus propios términos. Ella le arrebató eso. Aun así, está vivo. Su corazón golpea contra su pecho. No puede disculparse por salvarlo, no importa qué. No puede. Y nunca la perdonará por ello. Bradwell se detiene, y por un momento, se pregunta si puede sentir sus ojos en él. Pero el chico no gira en su dirección. Mira al cielo—pájaros viraban sobre su cabeza. Aún se encuentra pálido por la pérdida de sangre, pero su mentón es puntiagudo y sus ojos acerosos. Suspira profundamente, lo cual ensancha su pecho. Mientras observa a las aves planear, una de sus alas se sacude casi imperceptiblemente. Gírate. Gírate y mírame, lo urge. Estoy aquí. Pero él se incorpora nuevamente y sigue caminando en el viento.

PERDIZ LUTO

Trepa por su garganta. Lo maté. A veces incluso abre la boca como si realmente se lo fuera a decir a alguien. Maté a mi padre. El líder que aman—Willux, su salvador—lo asesiné. Pero entonces su garganta se cierra. No le puede decir sobre esto a nadie, por supuesto—excepto a Lyda. Después de confesarse ante ella, se sintió más aliviado—pero sólo por un corto tiempo. La ve cada pocos días y pasó Noche Buena con ella, casi un mes atrás. La mañana de Navidad despertaron e intercambiaron pequeños regalos en su hermoso departamento, el que había hecho arreglar para ella en el Nivel 2. Fue lo primero que hizo cuando el poder de su padre le fue 11

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Deep in Fantasy transferido a él. Sacó a Lyda del centro médico, y ahora ella tenía gente que se encargara de ella—y del bebé creciendo dentro suyo. Su bebé. Le sorprende cuánto un secreto puede resonarle en la cabeza. Lo maté. Aunque no es sólo un secreto. Lo sabe. Es asesinato. Es el asesinato de su padre. Perdiz está sentado en la antecámara junto al salón principal, donde puede escuchar a los dolientes empezar a hacer fila. Sofocaban su dolor, pero pronto lo dejarían de hacer. Se pondría ruidoso y sofocante con todos los cuerpos entrando, y Perdiz tendrá que aceptar sus condolencias, todo su retorcido amor por su padre. No se sorprendió cuando Foresteed entró a la habitación. Él había sido la cara del líder de la Cúpula por algún tiempo, y atiende a la mayoría de estos servicios. El padre de Perdiz lo había usado como representante desde el comienzo de su deterioración, y seguramente Foresteed esperaba ser el reemplazo de Willux después de su muerte. Naturalmente, Perdiz no le enorgullece. Foresteed no está solo. Lo flanquean Purdy y Hoppes, quienes trabajan para él. Todos saludan y se sientan frente a él y la mesa de caoba. Perdiz lleva puesto uno de sus trajes fúnebres. Tiene siete de ellos—uno para cada día de la semana. -Pensé que podríamos hablar un minuto, -Dice Foresteed. -Bueno, a mí me gustaría saber cuántos funerales más habrán, -Dice Perdiz. Es como estar de gira con la urna de su padre—una gira de luto. Lo peor es sentarse aguantando los elogios. Algunos de los oradores hablaban sobre de lo que su padre los había salvado a todos—los Miserables, aquellos viles maldecidos de la humanidad, desalmados, ya inhumanos. Tuvo que convencerse a sí mismo que podía hacerlos cambiar de parecer—cuando el momento llegara. Le había dicho a Lyda, -Cuando conozcan a un Miserable, como Pressia, todo cambiará. –Pero todo el asunto lo pone enfermo y ansioso. Foresteed ladea su cabeza y dice, -¿Es demasiado para ti? Quiero decir, ¿luchando con tu luto personal sobre toda esta adoración? ¿Seguro que puedes manejarlo? Foresteed es un conversador de muchas capas—Perdiz le concedía eso ¿Está siendo sarcástico acerca del luto personal del chico? ¿Está indicando que no está lo suficientemente afligido? ¿Sospecha que él mató a su padre? ¿O está llamándolo simplemente débil? –Sólo quiero llegar al trabajo en mano, -Dice Perdiz, -el trabajo que mi padre quería que hiciera. –Pone su

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Deep in Fantasy mentón sobre su pecho y rasca su frente, escondiendo sus ojos un momento porque se le habían puesto llorosos. El hecho era que, él mató a su padre, sí, y no se arrepiente de haberlos hecho, pero también lo extraña. Esta es la parte enferma. Lo amaba. A un hijo le está permitido querer a su progenitor no importa qué, ¿o no? Perdiz odia como las emociones le llegan tan rápido—culpa, miedo a ser expuesto, tristeza. Purdy revisa una agenda en su portátil. Para alguien que vive en la Cúpula, Foresteed está muy bronceado. Sus dientes son tan brillantes que parecen pulidos. Su cabello se encuentra tieso, como si hubiera sido rociado con espray de pelo. Dice, -La gente aún necesita del luto en público. -¿Qué hay sobre algo de luto en privado? -Dice Perdiz. –Culturalmente hablando, creo que somos bastante buenos embotellando nuestras emociones. -Tu padre quería un período de luto en público, -Dice Foresteed. A veces Perdiz piensa que el hombre puede haber odiado a su padre. Siempre el segundo en línea, tenía que estar celoso del poder. -Pero este servicio es diferente, -Dice Purdy. -¿Cómo? -Lo mencioné en mi último reporte, -Dice Foresteed. Le da a Perdiz reportes todo el tiempo—gordas pilas de papeles llenos de actualizaciones sobre política burocrática escritas en un lenguaje denso y sin sentido (“Hasta el momento, la caución presumirá de vigor y resistencia ante los deberes anteriormente tratados…”). No soporta leerlos. -Ah, cierto, -Dice Perdiz. –Debí de haberme perdido esa parte ¿Puede alguien ponerme al día? Purdy mira a Foresteed. –Todos los dignatarios y miembros de la alta sociedad vienen esta vez, -Dice este último. –Está cerrado al público. De todos modos, lo estaremos trasmitiendo. En vivo. Queremos que este se sienta trascendental. El momento en el que la gente reconozca verdaderamente a los líderes del mañana, avanzando a esta nueva fase. Perdiz se apoya en el respaldo y suspira. Reconocerá a estas personas por sus funciones políticas, fiestas, aquellos que viven en el edificio departamental donde creció, padres de sus amigos de la academia. Sacude la cabeza. –No quiero sentarme junto a Iralene esta vez. No me malinterpreten. Me gusta Iralene. La respeto. Pero tienen que acostumbrarse a la idea de que no vamos a casarnos. Cada vez que me ven

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Deep in Fantasy con ella, va a ser más difícil de explicar que estoy con Lyda. –En víspera de Navidad, Perdiz y Lyda se besaron un poco. Él puso su mano en la suave piel de su estómago, donde el bebé recién empezaba a crecer. –Voy a ser padre. Lyda y yo vamos a casarnos. Debemos introducir esta idea y deshacer las mentiras de mi padre. Hoppes sacude la cabeza y sus gordos cachetes se mueven. Él es el responsable de manejar la imagen de Perdiz. -Estamos trabajando en una historia que ponga todo esto en orden. Tenemos un plan. Pero es demasiado pronto. Mi equipo está trabajando con diligencia. Créeme. -¿Qué hay de la verdad? –Perdiz siente un fogonazo de calor correr por él. La mentira era como operaba su padre. Le contaba a la gente cuentos de hadas para que pudieran dormir de noche—historias sobre un mundo dividido entre Puros y Miserables. -¿Qué hay de la maldita verdad por una vez? Foresteed pone los puños sobre la mesa y se levanta, inclinándose sobre Perdiz. –La verdad es que derribaste a alguien y te comprometiste con otra persona. Tu querida, acomodada en un lindo lugar para mantenerla callada—de tal palo, tal astilla. -No soy en nada como mi padre. –Perdiz mira a Foresteed fijamente, esperando a que recule, pero no lo hace. Le devuelve la mirada como si le rogara que tomara un trago. Purdy rompe el silencio. Rascándose la nuca, dice, -Simplemente no entiendo por qué no estarías interesado en una chica como Iralene. Ella fue hecha para ti. -Literalmente, -Dice Perdiz. -Bueno, es una verdadera conquista, -Dice Purdy. –A veces tienes que confiar en alguien que te tenga un espejo en alto. ¿Estoy en lo correcto, amigos? Hoppes dice, -Sí, por supuesto. Foresteed asiente. Perdiz siente una presión en el pecho. –Amo a Lyda. No voy a ser presionado por ustedes para desenamorarme, ¿bien? ¿Así que por qué no mantienen sus malditas opiniones para ustedes mismos? Purdy alza las manos. –Vamos a resolverlo ¡Va a estar todo bien! Odia esto más que nada—animadas sonrisas defensivas para cubrir las mentiras. Ya no lo soporta. Siente que su pecho podría explotar. Se inclina hacia delante. –Sé la verdad. Y voy a liderar con la verdad. Mi padre fue el mayor asesino en masa de la historia, -Dice Perdiz. Esta era la verdad que 14

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Deep in Fantasy había escondido por un largo tiempo. Se siente bien decirlo. Se siente poderoso por una vez. –La gente lo sabe, pero pretende que no. Se les fue entregada una mentira, y viven de ella. Los debe de estar carcomiendo. Tienen que estar listos para aceptarlo. Es la única forma de seguir hacia delante. -Jesús, -Dice Hoppes. Sacó un pañuelo de su bolsillo y lo presionó contra su labio superior y su frente. -¿Para qué fin posible? -Pregunta Foresteed, sus ojos abiertos con sorpresa. –Quiero decir, ¿Quieres a los Puros y Miserables caminando mano a mano hacia un mañana maravilloso? -¿Dolería prepararse para el tiempo cuando dejemos la Cúpula y empecemos una vida para nosotros mismos allí afuera? Quiero decir, ¿Qué hay de un poco de compasión por los sobrevivientes? –Perdiz y Lyda habían estado haciendo planes, cosas simples que pueden empezar a hacer para mejorar vidas fuera—agua limpia, comida, educación, y medicina. – Realmente podemos impactar en sus vidas para mejor. -¿No es noble? -Dice Foresteed. Perdiz no puede soportar su condescendencia. Purdy dice, -Vamos a desacelerar por un minuto. Perdiz está harto de posponer las cosas, evitar el conflicto. Ahora era el tiempo. Levanta el tono, trata de sonar lo más calmado posible. -Miren, estuve pensando sobre esto ¿Qué hay de malo con un consejo, conformado por gente del interior y del exterior? –Él, Lyda, y Pressia podrían estar en ese consejo—más Bradwell y El Capitan. Podrían progresar de veras. -Dios. -Foresteed camina hacia la puerta, comprueba que esté cerrada, y se vuelve a sentar en la mesa. -¿Qué hay de malo con un consejo? ¿Qué hay de malo con algo de progreso? -Dice Perdiz. Tiene que haber progreso. Fue por eso que se entregó a la Cúpula, en primer lugar. Fue por eso que mató a su padre— para pujar por algo esperanzador. -No, no, no, -Dice Hoppes en voz baja. –Esta es tu gente, Perdiz, la gente de la Cúpula. Les gusta la normalidad, la consistencia. No puedes irrumpir en sus vidas y comenzar a destrozar cosas. Perdiz quiere voltear la mesa. Cruza los brazos sobre el pecho para tratar de contener su desbordado corazón -¿Por qué no? Tal vez sea la única forma de que podamos reconstruir. Foresteed ríe.

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Deep in Fantasy -¿Qué es tan gracioso? –Perdiz odia a Foresteed de forma repentina. Su cara se pone roja por el enojo. Hubiera sido mejor si lo hubiera golpeado o al menos respondido—¿Pero reírse de él? Hoppes dice, -Como investigador, me gustaría explicarte lo que la “mentira”, como la llamas… Purdy lo interrumpe, -Un término con el que estoy profundamente en desacuerdo. -Esa “mentira”, -Continúa Hoppes, usando comillas invisibles, -creó el marco que le permite a la gente aceptarse a sí mismos, les permite mirarse a los ojos, amar, y seguir adelante. Si te llevas eso, entonces… -¿Entonces qué? -Dice Perdiz. Foresteed sonríe. –Si les arrebatas su mentira, se auto-destruirán. Eso es qué ¿Qué hay de un poco de compasión por la gente dentro de la Cúpula? ¿Eh? La habitación se silencia. Estos hombres nunca lo verán desde su lado. Habían otros dentro de la Cúpula que se suponía que estaban del bando de Perdiz—Cygnus—aquellos que tenían el plan de meterlo en el poder, un plan que su madre había tratado de poner en acción desde fuera ¿Dónde demonios estaban ahora? A Perdiz le servirían algunos refuerzos. Ni siquiera puede saber si Foresteed le está diciendo la verdad ¿Es que la mentira mantiene a la gente unida o sólo trata de callar a Perdiz? –Quiero ver a Glassings, -dice. -¿Glassings? -Pregunta Hoppes. -Mi viejo profesor de Historia Mundial. -Glassings es uno de los líderes secretos de las células durmientes, parte de Cygnus, y el que le dio la píldora para matar a su padre. En algunos aspectos, Glassings lo metió en esto. Le gustaría que al menos se aparezca de nuevo. -¿Por qué quieres verlo? -Pregunta Foresteed ¿El nombre de Glassings lo alarma? -Tengo algunas preguntas sobre historia mundial, -Miente rápidamente Perdiz. –Me ayudaría saber cómo lideraron otras personas ¿No te parece? -Tu padre era un gran líder ¿Qué más podrías pedir? -Dice Purdy, sonriendo nervioso. Quiere pedirle a Purdy que arregle una cita con Glassings, pero no le gusta la mirada sospechosa en los ojos de Foresteed, así que suspira pesadamente como si estuviera aburrido. -¿Cuántos más de estos servicios? –Pregunta nuevamente.

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Deep in Fantasy Purdy vuelve a examinar su agenda. Toca las fechas y cuenta en voz alta hasta siete. –Eso es. Siete funerales más. No está mal. -Y luego podemos publicar la nueva historia—el rompimiento entre tú e Iralene y las noticias de tu nuevo amor, Lyda, -Dice Hoppes. –Abarcaremos la situación del bebé dos meses después. ¿Van a seguir posponiéndolo? –La nueva historia sobre Lyda saldrá pronto, ¿Verdad? ¿Días, no semanas? -Por supuesto, -Dice Hoppes. Foresteed dice, -Sólo sal y di tus líneas, Perdiz. Déjalos mostrar su respeto. -Bien, pero sin Iralene, -Dice Perdiz. –de todos modos, necesita un descanso. Sólo mándenla a casa, ¿sí? –Le preocupa Iralene. Está bajo un montón de presión, sintiéndose terriblemente escrudiñada, y sabe que su rol está por cambiar. Perdiz le aseguró que siempre tendrá un lugar en su vida—como amiga—y un sitio respetado en la sociedad, pero no sabe cómo va a verse eso. -No podemos prometer nada acerca de Iralene, -Dice Hoppes. –Sabes que hay muchas piezas en juego aquí. –Se refiere a Mimi, viuda de su padre y madre de Iralene, que puede ser impredecible. -No podemos ser acorralados por Mimi. –Perdiz se levanta. –Estoy a cargo, -Dice, aunque se siente nervioso al hacerlo. -Sin Iralene esta vez ¿Sí? No la quiero sentada a mi lado en una proyección en vivo. -Lyda estará mirando, ¿o no? La imagina como la vio por última vez. Llevaba un largo camisón blanco de algodón. Estaba cansada—no está durmiendo bien—pero también inquieta. -Me siento como un tigre enjaulado, -Le había dicho ella. –No sé cuánto pueda soportarlo ¿Cuándo vas a volver? La besó y le dijo, -Tan pronto como pueda. Mi vida no es realmente mía por ahora, pero lo será dentro de poco. Ya viene. Lo prometo. -Esta reunión acabó, -Dice Perdiz. Algunas veces, son las pequeñas cosas las que se sienten tan bien—como anunciar el fin de una junta. No debería importar, pero le gusta poder flexionar este músculo sin que nadie lo pueda contradecir. Foresteed da una zancada hacia la puerta, llega allí primero y la destraba. Permíteme, -Dice. Abre la puerta para Perdiz. Allí estaba la línea de dolientes, vestidos inmaculadamente. Sus cabezas se giran, y miran a Perdiz. Escucha un par de sollozos sofocados. Lo observan expectantes. Foresteed le da una palmada a Perdiz en el hombro, con el agarre demasiado duro. Se le acerca y susurra,

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Deep in Fantasy -Te equivocas, lo sabes. Tu padre no sólo fue el mayor asesino en masa de la historia. Fue el más exitoso. Hay una diferencia. Perdiz pone una mano en la puerta, listo para salir del cuarto. –No viviré sus mentiras por él. No soy su marioneta, y estoy completamente seguro que tampoco de ustedes. Foresteed le sonríe. Sus dientes casi brillan por su blancura. –Como si ya no tuvieras tus propias mentiras, Perdiz. –Dice tan bajo que sólo el chico lo escucha. –Si vas a confesarte, ¿Por qué no empiezas por ti mismo?

IL CAPITANO ARMADURA

Il Capitano no tiene un cuchillo. –No necesito uno, -Le explica a Helmud. –Estamos drogados. -Primero notó el cambio en el color de piel de los brazos de Helmud—siempre colgando alrededor de su cuello. Al principio pensó que era ictericia, pero luego, tan pronto como las guardianas le dijeron que era un químico que repelía a las vides—sus espinas filosas y caninas—requirió subir su dosis. –Dos corazones aquí, dos pares de pulmones, dos cerebros—más o menos, -Dijo. –Necesitamos el doble de medicinas. Mantenlo en mente. Y ahora su piel se ve como si hubiera estado al sol durante todo el verano. No roja y ampollada, sino marrón dorado. Casi tenía un brillo metálico. Recuerda broncearse los brazos, cara y nuca de niño—un bronceado de granjero, o así era llamado. Pero su color siempre estaba mezclado con mugre. Él y Helmud eran el tipo de niños que se pasaban mucho tiempo en bicicletas sucias, trepando árboles, remolcándose en el lodo. Quizás así era más él que su hermano. De hecho, como niño, Helmud parecía, de alguna manera, refinado. Il Capitano había sido el bravucón, el bruto—no tenía opción. Era el hombre de la casa tan joven. Con sus manos envueltas en toallas robadas de un gabinete, usa las enredaderas para trepar hacia la escotilla, la cual, como la aeronave había rodado sobre un costado, está ahora en la parte superior ¿Pero dónde está la trampilla? No sobresale, que es como la había dejado cuando fue a buscar a Bradwell. Las vides debían de haberla cerrado cuando hicieron su camino por los costados de la nave. Las enredaderas parecían presentir los químicos emanados por la piel suya y de Helmud. No retroceden pero ciertamente no son agresivas y parece que 18

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Deep in Fantasy se alejaran. Il Capitano escucha las espinas arañando el exterior de la nave. Lo mata estarla rayando. Las vides lo espantaban—no simplemente porque casi lo matan una vez, sino porque no eran naturales. –Hay algo mal con este lugar, -Le dice a Helmud. Se refiere a la manada de criaturas pastando en la colina—¿son jabalíes gigantes? Y los chicos—todos por debajo de la edad de nueve, o así parece, lo que significa que nacieron después de las Detonaciones. Además, muchos eran parecidos. Para él no tenía sentido, pero sabe que está desmadrado. –Definitivamente mal ¿Pero quién soy para hablar, verdad? -¿Quién soy? -Dice Helmud ¿Está hablando filosóficamente? El Capitan se alegra de que Helmud se pueda comunicar únicamente repitiendo. Si verdaderamente pudiera expresarse, Il Capitano teme que su hermano podría empujarlo a llevar la conversación hasta un nivel más profundo. Il Capitano no es alguien para filosofar. Ríe. -¿Quién eres? Mantengamos nuestra mierda junta, Helmud, ¿sí? No vayamos por el camino profundo. Sabes a qué me refiero. -Sabes a qué me refiero, -Repite Helmud, y Il Capitano sabe que debe dejarlo. Helmud está en uno de esos humores en los que quiere reafirmarse como persona. Sin charlas para él. Un cuchillo ayudaría, pero no tenía tiempo para ir a buscar uno. Quería salir. Quería ver su aeronave, y finalmente había reunido las fuerzas suficientes para deambular. Se había escabullido, ¿Y ahora estaba siendo vigilado a la distancia? Quizás ¿A quién le importa? Tiene una nave que poner en orden y, con suerte, de vuelta en el aire. Tiene personas a las que llevar a casa—Bradwell, Pressia. Piensa en ella y recuerda el beso. Jesús. La besó. Cada vez que piensa en ello, su corazón se vuelve una cosa tortuosa en su pecho, toda tornada y mal—una rareza que latirá por ella por el resto de su vida. La amará por siempre. Bradwell pudo haber sido capaz de darle la espalda, pero Il Capitano nunca podría hacerlo. Tendrá que aguantar el dolor. Tendrá que soportarlo dentro suyo eternamente. Había sobrevivido hasta ahora con el peso de su propio hermano. Conocía la carga. Se siente avejentado por ella, y aun así todavía joven. Era un niño en el momento de las Detonaciones, apenas más grande que Bradwell, pero se siente de mediana edad—probablemente porque nunca tuvo una infancia. Sin un padre y con su madre siéndole arrebatada y muriendo joven, fue apresurado dentro de la adultez siendo un niño pequeño.

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Deep in Fantasy Sólo espera que Pressia no esté destrozada por siempre por lo que le hizo a Bradwell—lo salvó, sí, pero también lo mató de cierta forma. Un golpe mortal. Il Capitano vio su cara cuando se dio cuenta de lo que había hecho, y sabía a quién realmente amaba. Se había acabado. A la mierda con eso. Il Capitano tenía que seguir adelante—sin importar que tan enfermo lo hiciera sentir. Nostalgia—eso lo podía arreglar ¿Asuntos del corazón? Simplemente tejen una red de cicatrices. Le estaría agradecido, algún día, por haberlo hecho endurecer su corazón. –Las cicatrices son buenas ¿No es verdad, Helmud? Es la manera del cuerpo de hacer una armadura. Helmud se queda callado. Quizás su silencio signifique que no está de acuerdo. Il Capitano sigue empujándose con las vides, y después de tantear ciegamente a su alrededor por algunos minutos, encuentra el contorno de la trampilla. Sabe qué esperar—sus raciones podridas, la mancha de su sangre, el caos del aterrizaje estrellado. La bucky de popa—uno de los tanques que ayudó a mantenerlos en alto, como un dirigible—se rompió durante el vuelo. Empezó a dejar entrar aire y es por eso que se estrellaron. Las otras buckies podrían estar rotas por el impacto. Pero no sabrá estas cosas a menos que la aeronave esté prendida y los diagnósticos funcionando. Corre las vides, aflojándolas lo suficiente para abrir la puerta. Está aquí sólo para verla, para entrar otra vez. No hay otro lugar en la tierra donde se sintió tan cómodo, tan en control. Mira el interior de la nave. Las vides sofocan tanto la luz que es sólo un agujero oscuro. No huele a podrido. Quizás las ratas entraron y comieron sus raciones. Primero balancea las piernas hacia adentro y le dice a Helmud que se agarre. Baja con su doble peso, golpea con una bota y la aeronave se eleva un poco. Ama su maldita nave. -Bebé, -Dice, -Estoy en casa. Tiene un aire submarino. Las enredaderas envuelven las ventanas, sin dejar pasar la luz del sol. Pasa los asientos, gatea hasta la puerta de la cabina de mando y entra. Camina hacia la consola, corre sus manos por sobre los botones, interruptores y pantallas. Están raramente prístinas. De hecho, parecen recién pulidas. El vidrio fracturado de la ventana había sido cambiado. Lo toca. No—el vidrio no fue reemplazado. De alguna forma fue arreglado. Puede sentir las ondas en donde alguna vez estuvo roto, y el está nublado justo en ese punto ¿Quién había estado aquí abajo? ¿Alguno de los hombres de Kelly? Si arreglaron el vidrio, ¿Hicieron lo mismo con la bucky de popa? 20

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Deep in Fantasy Se siente esperanzado ¿Funciona la aeronave? Por supuesto que no puede hacerla volar. Está sujeta al lugar por vides, con una enorme fuerza colectiva. -Deberíamos ser capaces de poner a este bebé devuelta en el aire, -Le dice a Helmud. -Dios, se sintió bien estar aquí al timón ¿O no? -¿O no? -Dice Helmud. -Nunca lo comprenderás—no como yo, -Le dice a su hermano. –No entiendes, Helmud. Helmud levanta su peso de la espalda de Il Capitano. –No entiendes Helmud. -Dice. Y tiene razón. Il Capitano solía pensar que entendía a su hermano porque pensaba que era un idiota, una marioneta grotesca que se sentaría en su espalda, para siempre. Pero durante los últimos meses, Helmud había cambiado, volviéndose sí mismo, de alguna forma—o quizás Helmud siempre había sido más complicado de lo que Il Capitano le había dado crédito. –Me parece justo, -Le dice a su hermano. –Me parece justo. Mira hacia donde una vez estuvo la bandeja de comida, las manchas secas de su propia sangre, una errante taza de hojalata. –Podría haber muerto aquí. -Podría, -Dice Helmud. Y entonces Il Capitano recuerda la cara de Pressia, inclinada sobre él—su hermoso rostro—y la manera que tocó su cabeza y lo miró a los ojos. Ella tenía miedo de que estuviera muriendo. Quería salvarlo. Él quería que esa fuera la prueba de que lo amaba. Tal vez por eso la beso y le dijo que la amaba. Había confundido su amabilidad con amor. Tenía demasiado miedo de decirle cómo se sentía antes. Había gastado su tiempo siendo un cobarde mientras Bradwell avanzaba, ganándosela. Pero en ese momento, se sacudió el miedo y eligió vivir de verdad. Se pregunta si se lo debería haber dicho antes. Tal vez esperó demasiado. Pero entonces Helmud empieza a tararear a sus espaldas—una vieja canción de amor: Me quedaré justo aquí y esperaré por siempre hasta que me haya vuelto piedra—y sabe que no hubiera importado. De todas formas, no se iba a enamorar de él. Siente su pecho hincharse de dolor. Se niega a sentir pena por sí mismo. -¡Cállate, Helmud! -Dice. –¡Nadie quiere escuchar esa mierda! -¡Cállate, mierda! -Responde Helmud. -¿Me estás llamando mierda?

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Deep in Fantasy -¡Nadie! -Púdrete, Helmud ¿Me escuchas? Si no fuera por ti, Pressia podría caer por mí ¿No lo sabes? ¿Piensas que alguien va a enamorarse jamás de alguno de los dos? Estamos enfermos ¿Me entiendes? Somos grotescos. Y siempre lo seremos. Helmud empuja su cabeza contra el hombre de El Capitan. - Si no fuera por ti… - Si no fuera por mí, tú estarías muerto. -Tú estarías muerto. -Lo sé. Lo sé, -Dice. -¿Piensas que no sé que nos necesitamos mutuamente ahora? Te hubiera matado hace mucho si eso no hubiera significado matarme a mí mismo. -¡Matarme a mí mismo! -Dice Helmud, como si estuviera lanzando una amenaza. -No hables así. No seas tan dramático. Cállate. -Cállate. Cállate. Cállate, -Dice Helmud. - Cállate. Il Capitano se apoya con fuerza contra el metal. Helmud resopla. -Cállate, -Helmud resuella una vez más. Il Capitano se desliza hasta sentarse, sintiendo una punzada de culpa por golpear a su hermano tan fuerte. Odia la culpa. Estas punzadas son relativamente nuevas. No las tenía antes de conocer a Pressia—o no sabía qué eran—y desea que desaparezcan. Mira las ventanas cubiertas de verde ¿Cuál es el punto de ir a casa si no puede estar con Pressia—no aquí, no nunca? -¿Sabes qué es lo que realmente lo arruina, Helmud? El amor. El amor es lo que nos arruina. – Deja que su barbilla caiga sobre su pecho. -¿Qué piensas, Helmud? No me repitas ¿Qué piensas realmente? Helmud se queda callado por un momento, hasta que finalmente dice, Piensas. Realmente piensas. Il Capitano cierra los ojos ¿Qué tendría Helmud para decir sobre el amor y su desperdicio? –No sé lo que dirías, Helmud. –Pero entonces le llega— como si verdaderamente estuvieran conectados en algún nivel elemental. ¿Quizás dirías que ya estamos arruinados, así que, qué es un poco más de ruina? -¿Qué es un poco más de ruina? -Helmud dice. - Ya estamos arruinados. Y entonces hay un ruido—vides moviéndose, arañazos de botas sobre sus cabezas—y voces ¿Otros vinieron para proclamar la aeronave como de ellos? ¿Siguieron a Il Capitano y Helmud hasta aquí? ¿Están armados?

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Deep in Fantasy No hay a dónde ir. –Estamos atrapados, - Il Capitano le dice a su hermano. ¿Cuántos hay? Dos, tal vez tres… posiblemente más. -Atrapados, -Helmud susurra.

PERDIZ EN MEMORIA

En la línea de recepción, el deseo de Perdiz de confesar el asesinato de su padre empeoró. La pena le llega de a montones. Tiene guardias a ambos lados; Beckley, en quién llegó a confiar, está a su derecha. Ofreció hacer circular a la gente, pero Perdiz quiere ser un líder accesible—real, humano. Y quizás es parte de su castigo. Su propia tristeza se encuentra tan llena de ira que apenas cuenta como pena, así que debe aceptar la de ellos. Es un depósito de ella, un almacén. Perdiz busca en la fila a Arvin Weed. Este funeral está reservado a los dignatarios, y Weed ciertamente se volvió uno. Eran amigos en la academia—por completo no cercanos, pero amigos, al fin y al cabo. Arvin era el cerebro de la clase. De hecho, probó ser más inteligente de lo que nadie jamás hubiera adivinado. Era el médico personal del padre de Perdiz, el cual iba a trasplantar su cerebro dentro del cuerpo del hijo—el plan de inmortalidad de su progenitor, requiriendo la muerte de Perdiz. Weed se encargó de la autopsia y lo declaró muerto por causas naturales, pero Perdiz no lo ha visto desde entonces. Se pregunta si conoce la verdad, si cubrió el asesinato y puede ser confiado. Podría usar un aliado. También, Weed podía ser el único al cual preguntarle sobre las “pequeñas reliquias,” de su padre, los cuerpos que suspendió—congelados, pero todavía vivos—y guardó en el edificio en el que Perdiz vivió antes del asesinato. Weed podría saber quién está atrapado allí abajo y liberarlos. El abuelo de Pressia es uno, y Jarv Hollenback, apenas un bebé, otro. El padre de Perdiz castigó a su hijo por medio del Sr. y Sra. Hollenback—ambos en la facultad de la academia—en las vacaciones, y Perdiz se había encariñado con ellos. El Sr. Hartley, un viejo vecino, es el próximo en la línea. Detrás se encuentra su esposa y luego el Capitán Westing y los Elmsford—sus hijos mellizos son de su misma edad; los conocía de la academia, y ahora están en las Fuerzas Especiales. Tienen los ojos llorosos—¿porque lloran a su padre o porque Perdiz les recuerda que, de algún modo, perdieron a sus hijos? No está seguro. Sacuden la mano de Perdiz con las dos de ellos—con

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Deep in Fantasy fuerza. Golpean sus hombros, lo abrazan tan fuerte que puede oler sus polvos y colonias. Lloran y sacan pañuelos de sus bolsos y bolsillos, y se soplan la nariz. Algunos otros traen a sus niños, como si esto fuera lo más cerca que jamás estarán de su nuevo líder. El heredero. –Sacude su mano, -Le dicen a sus niños. -Vamos. -Lo sentimos. -Es tal la pérdida. -Lo soportas tan bien. Estaría orgulloso de ti. Quiere decirles que tienen razón; lo estaría. Cuando un asesino muere a manos de su propio hijo—a quien siempre consideró débil e inútil—¿no siente un destello de orgullo, justo antes de morir? Perdiz todavía lo odia ¿Puedes aborrecer a alguien por obligarte a matarlo? Forzado. Así es como se sintió. No parecía correcto y aun así es por qué más odia a su padre justo ahora. Mira a una madre joven, sosteniendo un bebé, equilibrarse al poner una mano en el cerco de vidrio que rodea la urna de su padre. Sus costillas se contraen bajo su vestido negro mientras solloza. Uno de los camarógrafos en el grupo obtiene un primer plano de su cara marcada de lágrimas y su niño, quien parece saber que es una ocasión sombría. Su padre no merece esta efusión. Lo maté, quiere decir Perdiz. Lo maté, y deberían agradecerme por hacerlo. Entonces, cuando menos se lo espera, allí está Arvin Weed. Perdiz le agarra la mano y lo atrae para abrazarlo. –Quiero que me hagas un favor, -Susurra. –Las personas suspendidas en hielo ¿Sabes sobre ellas? –Es todo lo que puede sacar antes de que se acabe el abrazo. Weed asiente. -Sí. Perdiz mira la línea de dolientes, a los guardias—y, no muy lejos, a Foresteed hablándole a Purdy ¿Cómo puede llegar al punto con tanta gente a su alrededor? –Extraño la academia, -Dice. -¿Cómo están el Sr. y la Sra. Hollenback? –El Sr. Hollenback enseñaba ciencias. La Sra. Hollenback, artes domésticas a las chicas. -¿Y sus hijos? Weed asiente, como si entendieran que la gente suspendida y los Hollenback están vinculados. –Bien, creo. -Ve cómo están por mí. Especialmente el pequeño Jarv. Lo extraño. – Recuerda encontrar a Jarv en la hilera de camas cerradas con vidrio en

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Deep in Fantasy forma de huevo que mantenían a los niños con los tubos en sus bocas y hielo cristalizado en su piel. Weed dice, -Siento tu pérdida. Me imagino que es casi imposible superar algo como esto. –¿Se refiere a la muerte de su padre o al hecho de que Perdiz lo mató? -Es bueno verte, Arvin, -Y luego, como superado por la emoción, lo agarra y abraza. -Belze, -Susurra. –Es un hombre viejo. Sácalo de suspensión a él también. –Y entonces lo deja ir. Weed asiente y empieza a caminar, pero Perdiz dice, -Espera ¿Escuchaste algo de nuestros viejos profesores de la academia? -¿Qué? -Ya sabes, nuestros profesores ¿Te mantienes en contacto con alguno? – Quiere que saque a relucir a Glassings. Arvin sacude la cabeza. –Como si tuviera tiempo para eso, -Dice. –Sé que no los encontrarás aquí. Tiene razón. Los profesores de la academia no son lo suficientemente importantes como para este grupo de sólo invitados. Arvin se aleja. Perdiz desea haber tenido más tiempo, más privacidad. Un chico de diez años es el próximo en la fila. Lleva puesto un traje azul marino y una corbata a rayas. No dice una palabra. Simplemente saluda a Perdiz. -Tranquilo, -Dice Perdiz. -Descansa. –El chico está congelado de esa forma ¿Dónde están sus padres? –Puedes parar, -Dice Perdiz. Uno de los camarógrafos presiente el momento y se acerca para obtener un primer plano del niño. Ahora Perdiz debe quedarse allí y aceptar el saludo. Pero es claro que el chico espera una respuesta. No lo hará. No quiere ser visto como un líder militar. No quiere alinearse con la guerra mundial y la aniquilación. Se estira y revuelve el pelo del niño. -Ve, -Dice con gentileza. –Es casi hora del servicio, ¿sí? El chico levanta la mano y toca el punto donde Perdiz lo tocó, como si estuviera asombrado por el contacto personal. El camarógrafo hace zoom en Perdiz. Él mira hacia delante, negándose a mirar derecho hacia la cámara. La verdad, piensa para sí mismo. Es tiempo de la verdad. Finalmente, la fila mengua, y Perdiz es escoltado hacia la primera fila del salón. Allí se encuentra Iralene, le sorprende: su postura derecha, su piel cremosa contrastada contra el negro de su vestido fúnebre (parece tener un

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Deep in Fantasy suministro ilimitado de ellos), y sus rasgos perfectos y cantarines sobre la suave tristeza de su expresión. Específicamente pidió que no se presentara, y aun así, allí está. Iralene fue criada para ser la esposa perfecta, una que hace lo que se le dice. Había sido preparada para su rol tan duramente que parecía siempre lista, pero esa fachada nublaba sus motivos. Perdiz rara vez sabe qué quiere en verdad ¿Le pidieron que se fuera y se negó amablemente? Es absolutamente posible. Iralene puede convencer a la gente a hacer casi cualquier cosa con tal cautela que se van pensando que acaban de convencerla a ella, y no al revés. Su madre se sienta a su izquierda—Mimi parece compuesta a puntadas. Sus ojos, redondos por el miedo, vuelan por la habitación como si estuviera perdida. El asiento a la derecha de Iralene está vacío, reservado para Perdiz, por supuesto. Se sienta y se inclina hacia ella, susurrando, -Les dije que te dejaran irte a casa. Estuviste en demasiados de estos. En serio, deberías tomarte un recreo si quieres. Ella toca su rodilla. –Ambos me necesitan aquí, -Dice, indicando a Perdiz y su madre. -De hecho, estoy bien. –Busca a su alrededor otro asiento, pero todos están ocupados. -Tu padre lo hubiera querido de esta forma. –Sonríe tristemente. Esta es la parte confusa. Iralene sabe que mató a su padre. Ella fue la que le entregó la píldora venenosa ¿Así que por qué creía que estaría dispuesto a hacer las cosas del modo en que su padre quería? -Desearía que Glassings estuviera invitado. -Dice. Su nombre la sorprende. Susurra, -Escuché que dejó de presentarse a clase. Su oficina también fue vaciada. -¿Cómo sabes eso? ¿Quién te lo contó? -Tengo amigas, Perdiz. Tu padre se aseguró de que hubiera un montón de chicas de la academia que me conocieran bien ¡Tengo que tener a alguien a quien pedir ser mi dama de honor! -¿Dama de honor? Iralene, sabes que… -No dije que me casaba contigo ¿O no? –toca su cabello para asegurarse de que esté perfectamente derecho. Él desabotona el saco de su traje. -Perdón. No quise… -Glassings vendrá cuando lo necesites. Sin importar hacia dónde haya corrido.

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Deep in Fantasy -Eso espero, -Dice Perdiz. Pero lo pone nervioso que Glassings se haya ido. No hay hacia dónde correr dentro de la Cúpula. Ningún lugar en absoluto. Alguien se estira de la fila trasera y le aprieta el hombro. Se gira y ve a uno de los arquitectos de la Cúpula y compañero de su padre hace siglos atrás, Walton Egert. El papá de Perdiz y los otros arquitectos lo llamaban Gertie. Dice, -Se fuerte, Perdiz ¿Escuchas? Se fuerte, hijo. Perdiz mira por sobre su hombro y dice, -Gracias, Gertie. Muchas gracias. – Nunca se le había permitido llamar a Walton Egert por su sobrenombre si su padre hubiera estado vivo. Es una demostración de poder—el modo de Perdiz de decir, Soy tu jefe ahora ¿Así que por qué no retiras tu indulgencia? Gertie lo entiende y dice, -Por supuesto. De nada, -Y se vuelve a sentar con rigidez, mirando de lado a lado para ver quien más los había escuchado. Unas pocas personas lo hicieron, y miraron hacia un costado para no sumarse a su vergüenza. En este momento se le ocurre a Perdiz que va a tener que hacer ese movimiento mil veces de muchas maneras distintas. Gente importante camina hacia el podio y habla sobre la dedicación, inteligencia y visión de su padre, pero, principalmente, sobre cuán endeudados le están por haberles salvado la vida. Los discursos hechos durante estos servicios lo hacían sentirse incómodo, y esta noche no es la excepción. Uno de los consejeros de su padre se inclina sobre el micrófono, diciendo, Willux nos salvó a todos y cada uno de nosotros de la muerte, de la mutilación. No tenemos que vivir entre esos Miserables: asesinos, violadores, monstruos, ¡Todos ellos! Fuimos elegidos. Déjenos merecer esa elección para siempre. –Y luego levanta la mano y señala a Perdiz. –Ahora tenemos un nuevo líder. El único hijo sobreviviente de Willux. Guíanos, Le dice a Perdiz. –Guíanos y protégenos. Estás aquí por nosotros en este turbulento tiempo de tristeza y pena, durante este tiempo de cambio. Gracias por levantarte y tomar el lugar de tu padre. Todos en la habitación se giran para mirar a Perdiz. Los camarógrafos apuntan las cámaras a su cara. Se siente sonrojado y aun así frío por dentro. Su cara está congelada. Sus ojos se mueven de una cámara a otra. Iralene lo codea con gentileza. Asiente y le responde con gestos al hombre del podio. Las cámaras se giran de nuevo y sólo entonces puede respirar. Se dice a sí mismo que todo lo que debe hacer es levantarse después de la charla de Foresteed y decir sus líneas: Estoy aquí para representar a mi

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Deep in Fantasy familia. Mi padre está muerto. Y ahora es un tiempo de sanación. Gracias por venir, y espero que todos podamos ir hacia el futuro con seguridad y esperanza. Eso era lo único en lo que él y Hoppes pudieron coincidir. Es tan lejos como Perdiz podía llevarlo. Casi acaba, se dice a sí mismo. Escucha la voz de Gertie en su cabeza—Se fuerte, hijo—lo que sólo consigue retorcer su estómago. Foresteed toma el micrófono. Dice lo de siempre: -Ellery Willux fue el principal intelectual de esta generación. Un hombre de ciencia, de visión, de innovación… -Su tono está perfectamente modulado. Sus ojos se humedecen en el momento adecuado, pero su mandíbula sobresale con braveza. Su voz suena con la tal emoción que, en algún punto, Perdiz se pregunta si el hombre realmente amó a su padre. Willux era carismático— incluso al ser la mente maestra detrás de escena antes de las Detonaciones ¿De qué otra forma pudo haber amasado tanto poder desenfrenado? Todavía puede escuchar a Foresteed diciendo, -Tu padre no sólo fue el mayor asesino en masa de la historia. Fue el más exitoso… -¿Es qué algunas de estas personas son adoradores? Los ojos de Foresteed vagan por el gentío mientras habla y luego los centra en Perdiz. –Nunca olvidemos lo que hizo por nosotros, y llevemos su legado hacia el futuro. La espalda de Perdiz pica por el sudor. No quiere que eso suceda. Y ahora es su turno en el micrófono como si él fuera quien llevaría el legado hacia el futuro, y supuestamente lo es. Se levanta y camina por la fila de fotografías ampliadas, que empiezan en los días de su padre como cadete en el Mejor y más Brillante, cuando fundó los Siete, se enamoró de la madre de Perdiz, y pudo haber empezado a volverse loco—quizás mostrando los primeros signos de manía, narcisismo, y tal vez algo de la buena paranoia a la vieja usanza. Siguen con las fotos de él como ingeniero líder de la Cúpula, parado junto a más de un presidente, y fotos más recientes de él dentro de la Cúpula, dando discursos, parado frente a las fuerzas de elite más recientes de las Fuerzas Especiales. Y luego hay una fotografía de su padre con un brazo rodeando a cada hijo. Perdiz se ve desgarbado, pequeño para su edad, y lleva la expresión preocupada de alguien de mediana edad. Sedge, por el otro lado, entró en la pubertad siendo joven. Es alto y ancho de hombros. Se para derecho y le sonríe a la cámara. Están frente a un árbol de navidad. Debe de haber sido la primer

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Deep in Fantasy navidad después de las Detonaciones. Tienen un aire de supervivientes. Habían atravesado algo. Ahora están a salvo. Perdiz sube al podio armado para la trasmisión. Mira hacia la audiencia pero apenas puede ver por el brillo de las luces. Localiza a Mimi, quien lo mira somnolienta. A su lado, Iralene le sonríe con los labios apretados y asiente para darle valor. Foresteed se encuentra en una pared junto a Purdy y Hoppes. Como si ya no tuvieras tus propias mentiras, Perdiz. Si vas a confesarte, ¿Por qué no empiezas por ti mismo? Tose sobre su puño y abre la boca para decir las líneas que le dieron. Estoy aquí para representar a mi familia. Mi padre está muerto. Y ahora es un tiempo de sanación… Pero cuando empieza a hablar, las palabras allí son más simples: Maté a mi padre. Entra en pánico ¿Qué le va a decir a estas personas? Las cámaras apuntan hacia él—es como estar rodeado de ojos extra grandes. Allí afuera, Lyda podría estar mirando. Todos están mirando. Esta es en realidad la primera vez que se dirige a toda la gente de la Cúpula. La primera vez. La verdad. No importa lo que quiere Cygnus de él, lo que Glassings espera. De todas formas, ninguno se puso en contacto desde la muerte de su padre ¿Por qué? Lo desconoce, pero sí sabe que ahora está a cargo. Él es el líder. Es tiempo de que lidere. Piensa en Bradwell viendo estas cintas algún día ¿Y si termina en su baúl junto a todas las otras cosas viejas que ha guardado? Escucha a Pressia preguntándose en voz alta si tiene el coraje y a Il Capitano gritándole, ¡Dilo! ¡Cuéntales! ¿A qué le tienes miedo? Lo peor ya nos pasó a nosotros. Mierda. Él mismo va a ser padre algún día—pronto. Su propio hijo podría ver una filmación de este momento en un futuro distante. Mira al gentío y divisa a Gertie, quién parecía demasiado viejo como para sentirse tan avergonzado, pero lo está y rápidamente mira sus rodillas. Perdiz no quiere tener que mandar un mensaje a todos los Gertie en la Cúpula, uno a uno. No. Mierda. Este es el momento. Abre la boca de nuevo. Si les arrebatas su mentira, se auto-destruirán. No puede seguir con la mentira. Él también tiene que ser capaz de mirarse en el espejo. -Gracias a todos por venir, -Dice y mira a Hoppes, quien se ve afablemente sorprendido. Él quería que fuera más conversador, pero el rosto de

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Deep in Fantasy Foresteed se oscurece. Sabe que este apartado del libreto no es bueno. A estas personas les gusta la consistencia, la normalidad… Toma una bocanada de aire y se aferra al podio. –Aquí está la honesta verdad sobre mi padre. Él fue la mente maestra detrás de las Detonaciones. Fue un asesino de masas. –Puede sentir el aire tensarse, silencioso e inmóvil. –Estuve fuera de la Cúpula. Conocí a gente que sabe la verdad, incluyendo mi propia madre. Fui testigo de cómo mi padre la mató junto a mi hermano. –De pronto, esto se sentía como lo más importante. Atestiguar. Ve un borrón de su madre y Sedge, la explosión. Mira hacia el podio y levanta la vista hacia el mar de rostros blancos, mirándolo con los ojos abiertos. Ve a Iralene. Sus ojos brillan con lágrimas. Sacude la cabeza un poco, urgiéndole que pare, pero no puede detenerse ahora. –La única razón por la que necesitaban salvarse era porque él voló en pedazos el mundo como lo conocíamos. Mi padre los salvó porque quería quemar la tierra entera y empezar de nuevo. Foresteed había empezado a caminar a empujones por entre Hoppes y Purdy en el pasillo hacia la parte trasera del salón—quizás buscando a la persona a cargo de las cámaras. Perdiz acelera. -¿Por qué empezar de nuevo solos? En adición a tener a la clase inferior de Miserables rotos y fusionados como sirvientes, ¿por qué no tener, más o menos, piezas cuidadosamente seleccionada de ganado con ideas similares para arrear hasta alguna nueva versión del planeta que mi padre quería dominar, solo? Eran su ganado. -Sacude la cabeza. –No, no era un pastor. No así. No eran su ganado. Eran su audiencia. Todos somos cómplices. Dejamos que las Detonaciones sucedan. Debemos ser honestos ¿Cómo podremos avanzar hacia el futuro si no podemos al menos reconocer la verdad del pasado? La madre de Iralene, Mimi, está fuera de su asiento, marchando hacia el pasillo, diciendo, -¡No lo soporto! ¡No lo soporto! Iralene se lanza tras ella. Otros también se están parando, tratando de irse, empujando a los otros. Perdiz había perdido a Foresteed entre las luces de la parte trasera del salón, pero escucha su voz. -¡Corten el micrófono! ¡Córtenlo! Muchas voces aumentan el volumen, pero Perdiz sigue. –Se lo debemos a los supervivientes allí afuera—los que llamamos Miserables—y nos lo debemos a nosotros mismos. Podemos mejorar. Podemos ir al Nuevo Edén con todas nuestras fallas. Podemos admitirlos. Y podemos, al fin, sentir la culpa. Hacerlo es como tal vez—sólo tal vez—seremos perdonados. Quiero que cada uno sepa— -El micrófono se corta. Los reflectores bajan su intensidad. Perdiz puede ver más de la audiencia ahora. Aquellos aun en sus 30

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Deep in Fantasy asientos están petrificados. Sus caras destensas por el shock y sus ojos abiertos con miedo. El niño que lo saludo se encuentra sentado junto a su madre, quien le cubre los oídos con las manos. Hay silencio. Los camarógrafos se alejan de las cámaras, ahora muertas. Dice Perdiz, -Quiero que cada uno de ustedes sepa que voy a construir un puente entre Puros y Miserables—desde dentro de la Cúpula hacia fuera. Voy a hacer lo correcto para que cuando nos mudemos al Nuevo Edén, no seamos— -Foresteed corre hacia él. Llamaría a los guardias, pero no tiene control sobre ellos. Sólo responden ante Perdiz. –No seamos tiranos ni opresores. Debemos decir la verdad para perdonarnos a nosotros mismos y los unos a los otros y esperar ser perdonados por los que dejamos allí fuera. Los que dejamos morir. Foresteed está ahora a su lado, sin aliento por correr detrás de escenas. Agarra su brazo y lo hace retroceder un poco. –Está bien, -Dice Perdiz con calma. –Ya acabé. Baja del escenario, afloja su corbata, y marcha por el pasillo central. Los guardias trotan para alcanzarlo y escoltarlo por ambos lados. Pasa la antesala y abre de un empujón las puertas dobles. Pero no está fuera. Nunca está fuera. Por un segundo, no sabe a dónde va, pero por supuesto que lo hace. Quiere saber si Lyda vio la transmisión. Quiere ver a la única persona que lo entenderá, que sabrá que hizo lo correcto. Como sea que su futuro se desenvuelva, lo construirá junto a ella. Esa es la próxima verdad a revelar. Forzará la mano de Hoppes. Una verdad a la vez… hasta que sólo quede una—que asesinó a su padre. Va a aguantarse esa.

LYDA ORIGAMI

El hombre de reparaciones es de extremidades largas, enjuto y alto. Lyda se lo imagina fuera de la Cúpula—como un cazador, como un carroñero. De hecho, podría irle bien allí fuera, pero luego recoge el orbe roto—su regalo de navidad de Perdiz—y nota cuan suaves y pálidas son sus manos. Sostiene el aparato con tal delicadeza que Lyda sabe que tiene miedo—¿de ella? Vino tan rápido que su petición debe de haberle llegado por un canal

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Deep in Fantasy especial ¿Sabe él que es la… qué? ¿Amante? ¿Señora? ¿Qué es ella de Perdiz? Sabe qué palabras usa la gente para chicas que se embarazaron sin casarse como ella—arruinadas, deshonrosas, penosas… Estas niñas que supuestamente se enamoraron, siendo atrapadas. Lyda sólo escuchó rumores. Ciertas chicas desaparecidas de la academia, que si volvían, llevaban brillantes pelucas, al ser afeitadas sus cabezas, y se veían pálidas y asustadas—cómo versiones de muñecas de porcelana encogidas de sí mismas. Habían sido encerradas en el centro de rehabilitación. Lyda lo recuerda bien—su solitaria celda con luz falsa, las filas de píldoras, los especialistas con anotadores, incluyendo su madre, quien trabajaba allí y apenas podía mirarla por la vergüenza ¿Qué piensa de ella ahora? No la vino a visitar aunque de seguro que sabe que Lyda está aquí, en este departamento que Perdiz le mandó a preparar con su reciente poder. Y ella también tiene un poder extraño, nota ahora, mirando a las manos temblorosas del hombre de reparaciones, pero no lo entiende. Quizás a las chicas arruinadas, como ella, se las conoce por ser salvajes, apartadas de la sociedad de una manera que no puede ser arreglada, y por esto las reglas ya no aplican para ellas ¿Hay libertad en su ruina—incluso encerrada fuera del ojo público? ¿O es simplemente su conexión con Perdiz lo que le da ese poder? No puede leer la nerviosidad del hombre de reparaciones. Su cabello está volviendo a crecer. Se pasa un pequeño mechón detrás de cada oreja. –Gracias por venir tan rápido, -Dice probándolo un poco. ¿Respondes a todos los llamados con esta rapidez? -¡Estos orbes son especiales! –Dice él sosteniéndolo en alto. –No recibo muchas llamadas por ellos. De hecho trabajé en el prototipo. –Su nombre es Boyd. Está impreso en la tarjeta enganchada a su remera. –Mi primer trabajo fuera de la academia. El orbe es un pequeño dispositivo que le permite a Lyda cambiar el decorado de la habitación—incluso la vista desde las ventanas—para que el apartamento pueda sentirse repentinamente como si existiera en alguna versión del Cairo, París, las Islas Canarias, los Alpes suizos u otros lugares—todo durante el Antes. -¿Sabes cómo funciona realmente esta cosa? -Pregunta Lyda. -Sí. Seguro. Las correcciones deberían de ser bastante simples. –Lleva el orbe a la pequeña mesa de vidrio en el comedor, sacando un pequeño set de herramientas. -¿Te importa si trabajo aquí?

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Deep in Fantasy -Por mí bien, -Dice. -¿Quieres beber algo? Boyd la mira con rapidez pero aparta la vista. –No. No, gracias. Lindo de tu parte ofrecerlo, pero no, gracias. –Se sienta, sonrojándose, e inclina la cabeza hacia el orbe. Está tan nervioso que Lyda se pregunta si pensará que coquetea con él, tratando de seducirlo. Tal vez otros la consideran, no penosa, sino peligrosa. Lo prefiere de esa forma. Se sirve un vaso de agua y se sienta frente a él en la mesa. –Dime cómo funciona. -Es realmente complicado. Quizás deberías mirar la transmisión del funeral. Todos lo estábamos haciendo en el trabajo, pero luego recibí esta llamada urgente, así que… -¿Urgente? No sé nada sobre eso. -Es el único motivo por el que me estoy perdiendo la trasmisión, es mandataria. Está en vivo en cada hogar. Creo que se supone que usted… -Ya no tengo que hacer lo que se supone que haga. Esa es la ventaja de ser una marginada social. Él sacude la cabeza, asintiendo rápidamente. –Aun así, deberíamos tenerla encendida. Ellos saben, sabes, lo que está prendido y lo que no. Me sentiría más cómodo si estuviera encendida. Me refiero… ya sabes. Lyda se levanta y camina hacia la televisión pero no la prende. Sabe qué verá—a Perdiz mintiendo. Estará con Iralene, tal vez incluso sosteniendo su mano. En la víspera de navidad, le prometió que acabaría pronto, que alguien estaba a cargo de manejar esto para que ellos dos pudieran emerger, juntos. Sólo unos pocos días más, le prometió hace unos días, la última vez que lo vio—hace una semana como mucho. Con el cuarto puesto en el Cairo y la vista de pirámides a la luz de la luna desde la ventana, le había confesado que mató a su padre. No le diría los detalles—sólo que no quería hacerlo, pero lo hizo. Lo entendía ahora, habiendo vivido con las Madres y comprendiendo la supervivencia en su nivel más básico. Pero aun así, su confesión le hacía sentir un quiebre dentro de sí misma. Era lo correcto, sí. No duda de que Perdiz se sintiera obligado a hacerlo—para sobrevivir o hacer bien lo malo del pasado o hacer los cambios dentro de la Cúpula posibles. Pero también estaba mal. Incluso si era noble, no había forma de escapar de este hecho inmutable. Y cambia a la persona. Perdiz ahora es diferente. Lo sintió antes de que le hubiera confesado el asesinato, pero tan pronto como lo hizo, sabía que era la razón del cambio—uno casi imperceptible. –Y Lyda, -Le dijo, -Algo bueno tiene que salir de todo esto.

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Deep in Fantasy Tiene que. –Sabía que se refería a que quería hacer de este mal la fuente de algo mejor. Y sí, todo se le abalanzó encima cuando volvió a la Cúpula—siendo Iralene parte del paquete. No era su culpa. Lyda le cree pero a veces se pregunta qué tan duro peleó él por ella. Iralene es innegablemente hermosa de un modo que ella siempre quiso ser pero nunca consiguió. -¿Vas a prenderla? -Pregunta Boyd de nuevo. Pero lo ignora. Se acerca más a la pantalla y ve su propio reflejo. Su cara engordó un poco, y sus labios están más llenos—como si su cuerpo supiera qué está viniendo. El sistema de filtrado de aire zumba y aun así en la Cúpula se asfixia— siente que apenas puede respirar. Y todavía a veces le dan nauseas. Los estantes se encuentran llenos de libros sobre el embarazo y parto. Ella no es Lyda. Es la vasija que carga a un Willux. -Puedo prenderla sin sonido, Boyd ¿Es ese un compromiso con el que puedas vivir? –Perdiz le contó lo que se le decía a su padre en estos servicios, y no puede aguantar la efusiva adoración. -Realmente pienso que deberíamos… Lo mira. Aún tiene la fiereza que las Madres le enseñaron—algo que siempre tuvo pero que nunca usó. -Bueno, -Dice él. -Bien. Prende el televisor y allí está Perdiz, apretando manos, aceptando condolencias. Un reportero narra sobre quién se encuentra en la fila, cómo sirvieron a la Cúpula o su relación con Willux. Aprieta el silencio. -¿Puedes reprogramar el orbe? –Le pregunta a Boyd. -¿A qué te refieres? ¿Por qué querrías hacer eso? –Mira a su alrededor, y ella sabe que busca las cámaras de vigilancia. Perdiz le aseguró que todos los equipos de grabación estaban prohibidos aquí. Aun así, Lyda—y seguramente Boyd—tiene sus dudas. -Quiero que agregues un mundo ¿Puedes? -Si los algoritmos fueron inventados, sí. Hay un montón de atajos. Fue hecho para que una persona no experta pueda elegir entre las distintas opciones con facilidad. Willux los quería hacer baratos y “amigables” para todos. Todavía son un poco muy caros para entregarlos como dulces, pero se están acercando ¿Dónde quieres que te lleve? Se imagina el viento empujando ceniza, las frías sombras que sentía justo al borde del bosque raquítico, y la nieve. Dios, sí—nieve gris filtrándose del cielo. –Allí fuera. Boyd para. Sus manos se congelan. -¿Afuera? –dice con un respingo. Lyda entrecierra los ojos. -Sí. 34

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Deep in Fantasy -¿Pero por qué? –Mira hacia el orbe y luego a la televisión como si los rostros allí pudieran verlo y escuchar la conversación. Lyda también mira. Un niño pequeño está saludando a Perdiz. Su mano perfecta, su rostro perfecto—tan limpio y liso, casi parece irreal. –¿Cómo es allí fuera? – Pregunta Boyd en un susurro. -Difícil de explicar, -Dice Lyda. –No recordaba realmente el Antes así que me impresionó el aire, qué tan rápido da vuelta las cosas. El sol real— cubierto pero maravilloso. Y la luna también—como una lámpara brillante en el cielo. La gente, las alimañas y los Terrones, las deformidades, lo grotesco… No te puedes imaginar la belleza en sus vidas. Todo está sucio y es real. No hay nada falso o estéril. Es… la vida ¿Sabes a qué me refiero? Boyd había empezado a llorar. Dos lágrimas manchaban sus mejillas. No se las seca. -Lo recuerdo. Soy un poco más grande que ti así que… sí. Sé de qué habIas. Solía trepar árboles. Incluso me caí de uno una vez y me quebré un hueso de la mano. –Cerró su puño. –A veces, cuando me acuesto de noche, recuerdo cómo era caer en el aire y aterrizar con fuerza sobre el suelo embarrado. No podía respirar. Todo el aire había salido de mis pulmones. Pero yo simplemente miré al cielo. Había nubes—nubes grandes, gordas y blancas que parecían moverse muy rápido por el cielo. – Sacude la cabeza. –Maldita sea. Lyda camina hacia la mesa y apoya su mano sobre las de él. –Quiero el mundo detonado. El verdadero, -Dice. -¿Lo harías por mí? Viento, ceniza, suciedad, nubes oscuras, todo quemado y chamuscado y roto. -No lo sé, -Dice, mirando a Foresteed en la pantalla de la TV. Justo terminó su discurso y se está bajando de la plataforma. –No creo que se suponga que yo… -Creo que se supone que hagas lo que yo digo, -Dice Lyda. No está segura de si funcionará ¿Está este hombre de reparaciones por encima de su estatus social porque está arruinada, o está por debajo porque el bebé es un Willux? Las jerarquías de la Cúpula son estrictas, pero este es territorio desconocido para ella. Aplana su voz, tratando de hacerla sonar más distante, menos temblorosa. -¿Sabes quién soy? ¿Sabes quién está a cargo? Perdiz va a hablar ahora. Va a dar sus comentarios, que terminarán de la manera que siempre lo hacen: espero que todos podamos ir hacia el futuro con seguridad y esperanza. Lyda lo ayudó con esas líneas. Podría sacarlo a relucir frente a Boyd. Camina hacia la televisión y sube el volumen.

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Deep in Fantasy Pero Perdiz no está diciendo lo usual. Le cuenta a la gente que su padre era un asesino de masas; los llama ganado. No—no ganado. Miembros de la audiencia. Les dice que son cómplices. Quiere que reconozcan la verdad ¿Cómo sino podremos avanzar hacia el futuro? El corazón de Lyda empieza a martillearle el pecho. Se lo debemos a los supervivientes allí afuera y nos lo debemos a nosotros mismos. Podemos mejorar. Aún está hablando—sobre el Nuevo Edén, sobre ser perdonados… La pantalla se pone en blanco. Lyda apenas puede respirar. Lo hizo. Dijo la verdad. Se siente excitada y sorprendida. Es una vindicación. Quiere decirle a las Madres y a todos los Miserables fuera de la Cúpula. Quiere gritarle a Bradwell, Pressia e Il Capitano y Helmud, ¡Lo hizo! Pero también está asustada. Esto significa cambio—uno grande y radical. El futuro. Lleva una mano a su estómago. Había entrado en su segundo mes de embarazo. Se siente hinchada, la primera pista de que su cuerpo empezaría a abultarse. El futuro, el mundo donde su niño vivirá—acaba de tomar una nueva forma. Camina de vuelta hacia la mesa y mira a Boyd. -¿Acaba de…? –No puede terminar la oración. Sólo quiere asegurarse de que tiene un testigo. No se ha vuelto loca. -Sí. -Todo va a cambiar, -Le dice, aunque en lo profundo de su estómago, no está segura de si para mejor o peor. -¿Puedes creerlo? Boyd se para. Se ve incómodo con su peso y brazos larguiruchos. Se cubre la boca con las manos y sacude la cabeza. -¿Qué pasa, Boyd? Él no se mueve. -¿Qué pasa? –Es un extraño, pero aun así se acerca agarrando sus muñecas y apartando las manos de su boca. -Dime. Él cierra los ojos lentamente y después los abre. –Demasiado pronto, Susurra. –No estábamos listos. -¿Nos? Busca en su bolsillo con su mano derecha y luego le da un apretón de manos, como si recién se estuvieran conociendo. Lyda siente la presión de algo en el centro de su palma. Lo toma, escondiéndolo en su mano cerrada, y luego se sienta en una de las sillas del comedor. Se inclina lentamente, y a través del vidrio de la mesa, ve una pequeña pieza de papel—un cisne de origami.

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Deep in Fantasy Mira a Boyd. Es uno de ellos. Es parte del movimiento revolucionario en el interior, las células durmientes que fueron alineadas a la madre de Perdiz— aquellos que querían derribar la Cúpula. Es como si su rezo silencioso fuese respondido. Se siente conectada a algo más grande que simplemente ella y Perdiz. Cierra su mano sobre el pequeño cisne de papel. Piensa, ¿Demasiado pronto? ¿No estábamos listos? ¿Acaba Perdiz de cometer un error terrible? Se siente alterada. -Pero es bueno, -Dice. –Va a contarle sobre nosotros también. Esto es lo que se suponía que hiciera. Tenía que decir la verdad. Boyd le mira la mano en el bolsillo. Ahora ella está asustada del cisne. Lo da vuelta en sus manos y ve el borde de una palabra debajo del ala. Lo desdobla. Y allí hay un mensaje. Glassings necesita tu ayuda. Sálvalo. ¿No se supone que Glassings ayude a Perdiz? Él había querido contactar con su maestro. Lo necesitaba, ¿pero ahora debía salvarlo primero? La red que, sólo momentos antes, parecía que podía ayudarlos se veía ahora frágil. Lyda dice, -Me prometió que iba a… -Contarles a todos lo de su bebé. Prometió que estarían juntos—públicamente. Pero sabe que ahora todo ha cambiado. Dijo la verdad—era demasiado pronto ¿Pero iba alguna vez a ser el momento adecuado para decir lo que debía decir? Está enojada y asustada ¿Qué le pasó al futuro? Boyd no le pide que termine la oración. Sabe que no hay nada que pueda hacer para ayudar. Lyda pone el cisne en su bolsillo. Mira a Boyd. –Me encargaré de esto cuando vea a Perdiz de nuevo, pero debes hacer algo por mí a cambio. -Por supuesto. -Programa el orbe de la manera que te lo pedí, -Le dice. -¿Harías eso por mí? -Sí, Srta. Mertz, -Dice, -Por supuesto. Haré lo que digas. Ese es mi trabajo.

PERDIZ CONTAGIO

Perdiz siente el cambio tan pronto como sale a la calle. Todo es diferente. El aire está cargado, de una forma que nunca lo había sentido antes, del sonido de voces amortiguadas detrás de las ventanas de los departamentos. 37

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Deep in Fantasy La mayoría de las ventanas de la Cúpula están selladas—los edificios tienen la temperatura controlada ¿Para qué abrir una ventana jamás? Francamente, sólo invita a la gente a saltar, y el número de suicidios ya es lo suficientemente alto. Aun así, puede oír a la gente gritar—en silencio, sí, pero en todas partes al mismo tiempo. Y Perdiz sabe porqué. Les arrebató de su mentira—la que les permitía funcionar en el mundo que los rodea. Si les arrebatas su mentira, se auto-destruirán, Foresteed le había advertido ¿Era verdad? ¿O están enojados con él? Seguro, las células durmientes, Cygnus, habrán visto la trasmisión y estarán regocijándose ¿Alguno de estos sonidos podía ser de alegría, verdad? Mientras gira en la esquina, Beckley y los otros guardias le siguen el paso, rodeándolo. -¿A dónde vas? -Pregunta Beckley. -A lo de Lyda. –Responde Perdiz. –Necesito verla. -Creo que esa es una mala idea. Perdiz se saca la corbata del cuello. La hace una bola y se la mete en el bolsillo de su saco. -Si quisiera tu opinión te la pediría. Pasan Smokey’s, el restaurante. Algunas personas se debieron de haber reunido allí para comer el almuerzo y mirar la trasmisión todos juntos. Alguien lo localiza por la ventana y grita. -¡Allí está! ¡Justo allí! A Perdiz no le gusta el tono hostil. Él y los guardias mantienen un paso rápido, pero la gente sale por las puertas doble de Smokey’s y los siguen. -¿Por qué vienen a por mí? ¿Qué esperan que pase ahora? -Tú eres el que los llamó ganado, -Dice Beckley. Uno de los guardias más jóvenes dice, -Voy a pedir apoyo. –Saca su radio de doble sentido y da el nombre de un cruce próximo. -¿Apoyo? Estamos bien. –Dice Perdiz, tratando de reír. –Es sólo gente que acaba de almorzar. La pequeña multitud había llamado la atención de otros saliendo de tiendas: un salón de té, un gimnasio, un banco. Un cajero detrás de una ventana con barrotes lo mira. La mayoría está en silencio, como si esperaran otro discurso. Pero unos pocos lo llaman por su nombre. -Sigue caminando, -Dice con calma Beckley. -¿En serio? ¿Sólo ignorarlos? –Dice Perdiz. -Sí –Dice Beckley con firmeza. Perdiz para. Piensa en hacer nada, pero no se siente como una opción real. Se da la vuelta y levanta las manos.

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Deep in Fantasy La multitud también se detiene. Algunos se giran y se van, pero la mayoría se congela. –No estoy seguro de que quieran, pero di mi discurso. No daré otro hoy. Se giran para mirarse mutuamente como esperando a que otro hable primero. Finalmente, una madre joven cargando un bebé dice. –Perdiz, ¿Qué deberíamos hacer? -¿Sobre qué? ¿La verdad? –Dice Perdiz. –Pueden tratar de aceptarla. Un hombre con un traje gris oscuro dice, -¡Di que no es verdad! -Movámonos, -Dice Beckley en voz baja. Perdiz mira el hombre del traje gris. –Lo dicho es la verdad. No me voy a retractar. De hecho, nos voy a guiar hacia el futuro con ella. -Pero somos Puros. –Dice una mujer más vieja, pegándose un libro de bolsillo de crochet al pecho. –Esa es la verdad. Somos Puros. Nos merecemos lo que tenemos. La mujer del bebé dice, -Dios nos ama. Es por eso que estamos aquí. -Sí, -Dice Perdiz. –Pero… Otro hombre se adelanta. Tiene una panza gruesa y carrillos anchos. Lleva puesto un traje oscuro con un pin con la cara de Willux en él, como si el padre de Perdiz estuviera en alguna clase de reelección. –Llamaste a tu padre un asesino, pequeño gamberro. –Escupe a Perdiz, aterrizando una mancha blanca cerca de los zapatos de este último, y el grupo repentinamente parece que lo fueran a atacar. Los guardias se mueven rápidamente. Uno golpea al hombre en el estómago con la base del rifle y lo hace caer en cuatro patas, jadeando. -¡Paren! –Dice Perdiz. -Déjalos hacer su trabajo. -Dice Beckley. El otro guardia golpea al hombre con la pistola en la espalda. Perdiz nota que seguramente están codificados para hacerle esto a cualquier agresor. La mayoría de la gente se gira y aleja con velocidad, devuelta hacia las tiendas, bajando el callejón. Pero algunos no se mueven. El hombre en el suelo, ahora sobre su lado, mira a Perdiz, desafiante. Tiene el labio partido; empieza a toser, manchando el piso con sangre. Uno de los guardias le pone los brazos en la espalda y se los esposa con ataduras de plástico muy apretadas. Dos guardias lo levantan. Sus dientes están teñidos de rojo. Beckley saca su pistola, con dos manos, firme, y la nivela hacia los que quedan. –Les estamos pidiendo que se dispersen. Por favor, háganlo ahora. El resto se larga.

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Deep in Fantasy -Vamos. –Dice Beckley. Perdiz sacude la cabeza. No puede creer lo que acaba de suceder. –No quiero que la gente se calle así, -Dice. –Quiero que sean capaz de expresarse, incluso si no están de acuerdo conmigo. -No hay mucho que puedas hacer sobre eso. -Dice Beckley. Una mujer en un mono blanco con un balde camina hacia allí, se arrodilla y, sin una palabra, frota la sangre del hombre del piso, dejando una mancha blanca de lavandina. Perdiz piensa en Bradwell. Sus lecciones en Historia Eclipsada—que tan rápido se limpia la verdad. Entonces un auto estaciona frente a ellos—no un carrito de golf como usa la mayoría de la gente, sino un sedán azul marino. Tiene la puerta abierta. Un nuevo grupo de guardias sale, flanquea a Perdiz y lo guían al auto. -Llévenme a lo de Lyda. –Dice Perdiz cuando se sienta en el asiento trasero, acuñado entre dos hombres de hombros anchos. -¿Piensas que esto es un taxi? -Dice Beckley desde el asiento delantero. Puertas cerradas. El auto sale disparado hacia adelante, sacudiéndose en una curva y atravesando el parque público, por sobre el suave césped y pasando árboles falsos. -¿A dónde me llevan? -Estamos bajo el protocolo de clausura. Te vas a la cámara de guerra. -¿La cámara de guerra? -Tu padre solía tener una facilidad segura en la Cúpula, -Le explica Beckley. –Esa es la cámara de guerra. -¿Realmente piensas que la gente está tan enojada? ¿Piensas que son peligrosos? Beckley mantiene los ojos al frente. –Te olvidas que esta es la gente que abrió su camino hacia la Cúpula a codazos, señor. En lo profundo, nada dulce sobre ellos. Uno de los guardias hace un sonido parecido a un suave balar. -Baa, baa, baa. –Tan bajo que Perdiz ni siquiera está seguro de haberlo escuchado ¿Se lo imaginó o alguno de ellos se está riendo de su discurso—de cómo los llamó ganado? -¿Quién tiene acceso a este cuarto? –Dice Perdiz bruscamente, tratando de mantener su dignidad. -Tu padre sostenía reuniones aquí, pero dentro hay una cámara sólo para él. El lugar más seguro de la Cúpula. Fue rediseñado para que sólo tú puedas entrar ahora—escáner de retinas, huellas. -Una cámara de guerra, -Dice Perdiz. –¿Mi viejo tenía un cuarto de guerra con una habitación sólo para él? 40

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Deep in Fantasy -Y ahora tú tienes una, -Dice Beckley. -Una herencia real a la antigua usanza, -Dice Perdiz. Ve la cara de su padre justo antes de morir, sus ojos abiertos al darse cuenta de que lo estaba matando. –¿Por qué no escuché sobre esto antes? ¿Un cuarto sólo para él? Si hubiera habido un ataque, ¿iba a ir por mí o simplemente me dejaría en la academia? Beckley no dice nada. O no lo sabe o no quiere decirle la verdad. Perdiz recuerda sus vacaciones de invierno con los Hollenback. Si los supervivientes se hubieran alzado y atacado, ¿es con ellos con quienes hubiera muerto? –Quiero que Lyda Mertz se capaz de entrar también. Rediséñenla. -¿Lyda Mertz? ¿Seguro, señor? –Preguntó uno de los guardias. -Completamente –Es la única persona en la que puede confiar realmente. Si algo le pasara a él, ella podría todavía entrar. No tundra un cuarto al que sólo él pueda acceder. No será esa persona. –Hagan que alguien traiga a Lyda a la cámara. Debo verla. -Sí, señor. -Dice Beckley. Salieron por el otro lado del parque. La gente estaba en la calles. Algunos erraban sin un destino fijo. Otros cargaban contra las multitudes como si buscando a alguien perdido. Gritaban y lloraban. Una mujer se quedó inmóvil, lágrimas le rodaban por la cara. Un par de peleas se habían desencadenado. Una mujer agarra a otra por el brazo, torciendo su piel desnuda. Dos hombres jóvenes se aporrean en el suelo. -Con suerte se cansarán, -Dice Beckley. Perdiz no está seguro. Habían sostenido un montón de culpa e ira por mucho tiempo. –¿Qué pasa si es sólo el comienzo? –Algunos guardias trotan apretados por una calleja en una formación. Más aparecen del otro lado de la calle. –No quiero que se ponga sangriento, -Dice Perdiz. -¿Realmente pensaste que podrías hacer lo que hiciste sin derramar sangre? –Dice Beckley. -Quiero paz, Beckley. Esa es mi meta. Adentro y afuera. -Y eso usualmente se paga con sangre, -Dice Beckley. Perdiz reconoce algunas de las caras aquí y allá—a nadie que pueda nombrar, pues no hay tantas caras en la Cúpula. Circulan y se vuelven familiares. Pero tal vez le es difícil ubicarlas porque se ven diferentes— desesperadas, perdidas, indefensas.

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Deep in Fantasy Unas pocas personas ven el largo auto negro y asumen que hay alguien importante dentro, así que lo siguen corriendo una o dos cuadras, haciendo gestos con locura y enojo. Un chico es rápido. Salta sobre el baúl y lo golpea con el puño. –¡Baja la velocidad! ¡Hay un niño sobre el auto! –Dice Perdiz. -¿Quieres que entre? –Pregunta el conductor. -¡Dije que más lento! El conductor baja la velocidad pero colea lo suficiente para que el chico caiga hacia atrás sobre el suelo, sorprendido. Perdiz mira por la ventana tintada—el niño, sobre su espalda, golpea el piso, mientras el resto corre y grita y alborota. En medio del caos, hay un hombre viejo con corbata en el centro la calle. Perdiz lo conoce. Tommy. Es todo lo que tiene—un primer nombre. Tommy era el barbero de su padre. Se había vestido para la trasmisión. Tenía su abrigo deportivo doblado sobre su brazo. Su barbilla contra el pecho, se frota los ojos ¿Está llorando? Después se tambalea y mira hacia arriba, como queriendo ver el cielo. *** Rodeado de guardaespaldas, Perdiz es guiado desde el auto hasta el conjunto de elevadores reservados para la gente de elite de la Cúpula. La cámara de guerra está enterrada en el mismísimo centro de la Cúpula, en el nivel subterráneo más bajo. Las puertas del ascensor se abren y entran a una construcción con un laberinto de pasillos que hacen un eco muy fuerte con el golpear de los tacos de sus botas. Uno de los guardias abre la puerta de la cámara de guerra tipiando una serie códigos en el teclado allí montado. La puerta se abre, revelando una larga mesa de caoba rodeada de sillas de cuero. Las paredes están cubiertas con pantallas negras, ahora oscuras y vidriosas, casi parecen mojadas. El guardia lo lleva dentro junto a Beckley. Perdiz camina por la mesa y corre la mano por sobre el respaldo de la silla en la cabeza. La silla de su padre. El cuerpo de su padre estuvo aquí una vez. Su mente recuerda su cara una vez más—su piel ulcerosa roja y, en algunos lugares, ya ennegrecida por la necrosis, y sus manos, curvadas hacia dentro, sacudiéndose con una parálisis constante. Willux había abusado por décadas de drogas para mejorar sus habilidades mentales. Le pasó factura, causando una degeneración rauda en sus Células. Perdiz trata de recordarse que su padre se lo hizo a sí mismo, pero eso no sofoca la

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Deep in Fantasy culpa. No hay forma de dejarlo ir. -¿Ha estado alguien dentro de la cámara desde la muerte de mi padre? -No, señor, -Dice Beckley. –Estábamos bajo órdenes estrictas de solamente reprogramar los códigos. No se nos dejó entrar—únicamente programarlo para que tú pudieras. Perdiz se pregunta si la habitación realmente era para su protección —¿o era una trampa, una forma de eliminarlo si no hacia lo que la Cúpula quería que hiciese? ¿Es esto algo que su padre soñó para su sucesor, o había sido arreglado por Foresteed para tomar el control? Siente el sudor frío en su espalda, y piensa en su padre, quien había liderado por tanto tiempo ¿Era este el tipo de duda y sospecha con el que había vivido todo el tiempo? ¿Era por eso que gobernaba con puño de acero? Perdiz mira al guardia que abrió la puerta. Nunca había estado completamente seguro de en quién fiarse. Incluso su confianza en Beckley había sido difícil de conseguir y algunas veces se sentía inestable. Pero ahora que había dicho la verdad sobre su padre Perdiz está incluso menos seguro de quiénes habían sido movidos por las noticias y cómo se decidirían volverse contra él. Estos son los Puros—no del tipo que se alzan. Pero aun así debía ser cuidadoso. Mira a Beckley, tratando de estimar una lectura de él. Perdiz no quiere ir a la cámara sólo para ser aislado y atacado. Beckley lo mira con calma. -¿Estás bien? -Pregunta. -Bien. –Dice Perdiz. No tiene otra opción que confiar en quienes lo rodean. Son todo lo que tiene. –Veámosla. Beckley asiente al guardia, quien se estira debajo de la mesa, tal vez presionando un botón escondido allí, y una de las paredes se parte, revelando un panel, y abre, revelando una puerta. Del otro lado podían estar los secretos de su padre. Nunca lo había entendido. Era tan ausente—incluso estando en el mismo cuarto, su mente trabajaba en otra cosa. Perdiz no recuerda alguna vez sentir que su padre lo estuviera mirando realmente a él. Era más que distante. Parecía casi vacío. Pero no siempre había sido así; hubo algo en él—alguna vez—que hizo que su madre se enamorara de él ¿No había sido divertido en algún momento? ¿Pensativo? ¿Tal vez incluso un poco vulnerable? También es consiente que del otro lado podrían haber pruebas para mostrarle a la gente de aquí—evidencia de que su padre era la mente maestra detrás de todo, que la gente del exterior necesita ayuda. Camina hacia la puerta. –¡Cómo hacemos esto? -Miras al rayo de luz del escáner de retinas, -Dice el guardia. –Y presionas tu mano en este cuadrado para comprobar tus huellas. –El resplandor es 43

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Deep in Fantasy azul y sale de una lente en la pared. El cuadrado es de vidrio, pero también tiene un brillo azulado. Perdiz se inclina sobre la luz. Algo dentro del lente chasquea. Presiona su mano contra el cuadrado de vidrio, y escucha más chasquidos. Lleva la mano a la manija, pero la puerta se abre automáticamente. El cuarto está oscuro. Beckley se mueve hacia adelante para guiarlo. -Espérame afuera, -Dice Perdiz. –Afuera del todo. En el corredor. -Sí, señor. -Dice Beckley y saca al resto de los guardias. Perdiz entra a la habitación oscura; puede decir que es relativamente chica, y que se siente abarrotada. Por la tenue luz recibida desde la cámara de guerra, puede ver que las paredes de la sala están cubiertas en algo que se agita. Piensa en alas—en las aves en la espalda de Bradwell y cómo, cuando se alzaban, su camiseta se movía. ¿Está la cámara de su padre llena de alas batiéndose? Quiere cancelar esto, salir del cuarto, pero no puede. Fue demasiado lejos. Sabrían que tiene miedo. No es lógico, pero siente como si entrara a la mente de su padre. Siempre presintió que tenía secretos infinitos, que parecía tan ausente porque había una versión de sí mismo que se negaba a compartir. Un lado secreto. Y Perdiz había descubierto tantos secretos—destrucción, muerte, tantas capas de mentiras. No quiere conocer ninguna de ellas. Se estremece y da un paso atravesando el umbral. Inmediatamente, las lámparas titilan hasta encenderse. La habitación se llena de luz. La puerta se cierra a su espalda. Las paredes están cubiertas de hojas de papel—cientas, quizás miles de ellas. Algunas son lustrosas y gruesas, otras blancas y finas. Las brillantes son fotografías, y a los papeles los cubre la letra de su padre. Perdiz camina hacia una pared. Ve la cara de su madre, posada sobre un bebé envuelto en una manta. Sedge está a su lado, espiando al bebé. Es Perdiz, recién nacido. Mira el papel pegado a la pared junto a la foto. Es una carta. Dice, Para mi Hermosa esposa, Te recuerdo en este momento ¿Estaba allí? ¿Tengo simplemente el recuerdo de mirar esta fotografía? Nuestras vidas se dividen así. Aun te extraño. Siempre lo haré. Eres mía. No lo olvides. Mía. Ellery Perdiz avanza a la próxima hoja de papel. Para mi Hermosa esposa… 44

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Deep in Fantasy Y la siguiente: Para mi Hermosa esposa… Y luego encuentra una que comienza, Querido Sedge, ¿Qué pasó? ¿Por qué me diste la espalda? ¿Por qué… ¿Alguna vez dejó Sedge atrás a su padre? Perdiz, Mira que tan joven una vez fuiste. Solías gritar y cantar cuando iba a la puerta, y ahora creciste. Un chico académico… El cerebro de su padre estaba afectado por las mejoras. Se deterioraba, y estaba dispuesto a sacrificar a su hijo para poder seguir viviendo. Perdiz murmura con los labios secos, -Mi padre estaba loco. Estira el brazo y agarra la carta. La hace un bollo en la mano ¿Todo este tiempo su padre les había estado escribiendo cartas? Estaba haciendo un álbum de fotos al que entrar, una muestra. Y lo había mantenido para sí mismo todos estos años. Perdiz saca una fotografía de sí mismo en una bici a los cinco, de Sedge en su uniforme de hockey sobre hielo, de su madre y padre vestidos para una ocasión formal. El amor y odio hacia su padre se revuelve dentro suyo ¿Quién era Ellery Willux? ¿Los amaba después de todo? ¿Es este lugar una prueba de que no podía demostrarlo? Perdiz embiste contra una pared y arranca tantas fotografías y cartas como puede. Caen al suelo. Corre sus manos por los muros, arrancando un trozo de tela y luego otro. Su pecho se contrae. Siente su corazón comprimido, y su respiración superficial. Sostiene el puño contra el pecho. –Demonios, Dice. Y se tambalea hacia la única silla en el lugar, la de detrás del escritorio de su padre. Se sienta con pesadez y lentamente mira a su alrededor. Esto es todo lo que siempre quiso de su padre. Alguna muestra de su amor. Algún gesto de afecto ¿Y siempre había estado construyendo esto? Escucha un golpeteo en la puerta. -¡Les dije que esperaran en el pasillo! –Grita y trata de recuperar el aliento ¿Está teniendo un ataque al corazón? Jesús, ¿está su padre tratando de matarlo con esta mierda? -Soy yo. Lyda. Lyda. Se levanta de la silla y se mueve hacia la puerta. Gira la manija y, como antes, la puerta se abre automáticamente. Allí está ella. La observa por un momento—su rostro, sus pestañas, sus labios partidos. 45

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Deep in Fantasy -Dijiste la verdad, -Dice ella, sorprendida. Por un segundo no entiende de lo que habla—decir todas esas cosas en el funeral parece hace tanto tiempo. –Esperaba que estuvieras viendo. –La acerca hacia él. Huele la esencia a lavanda en su perfume. –Les dije que te trajeran. Debía verte, -Dice. –Ven conmigo. -¿Qué es este lugar? Él pone su mano en la parte baja de su espalda y la guía dentro de la cámara. Ella mira el suelo lleno de fotos y cartas, y las paredes con cinta. – Perdiz. –Dice. –¿Era este el cuarto de tu padre? -Su cámara secreta. –Le alivia tenerla aquí. Es como un antídoto a la solitaria locura de su padre. Le trae sanidad a la habitación. Puede centrarse en ella y el resto se nubla. -¿Por qué te hizo esto? -¿A mí? -Pregunta Perdiz. -¿A qué te refieres con que a mí? Lo mira sorprendida. Él puede decir que se está aguantando. No quiere contarle algo que lo hiera. No es buena ocultándolo. Y entonces lo golpea, y mira la habitación de nuevo—esta vez viéndolo de la forma en la que ella lo hace ¿Es todo por el show? Su padre debió de haber trabajado en esto por años—mucho antes de haber planeado en usar el cuerpo de Perdiz para seguir adelante ¿Es este cuarto algún tipo de broma? ¿Son todas estas fotos y cartas estúpidas un intento de oprimir su corazón? O tal vez estaba originalmente diseñado para jugar con Sedge. Él era el verdadero heredero ¿Es todo esto falso? ¿Un plan para ganar simpatía? ¿Un último intento de poder usando el amor? -¿Piensas que todavía está jugando conmigo? Ella camina hacia el escritorio de brillante superficie de Willux. Lo circula y saca la silla. -No. -Dice Perdiz. -¿Por qué no? -No sé. Es sólo que… -¿Qué? -Este cuarto. Se siente lleno de contagio ¿No lo sientes aquí? ¿Su presencia? Es como si no estuviera muerto. No aquí, al menos. Llena la habitación, el aire. –Perdiz se pregunta si el contagio que siente es su propia culpa tóxica. Mira las caras de su familia mirándolo acusatorias. Una vez fue un bebé; ahora es un asesino. -Esta habitación es tuya ahora. –Dice ella. -¿Qué pasa si no la quiero?

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Deep in Fantasy Camina hacia Perdiz, se arrodilla y levanta otra foto de él de bebé. En esta lleva una gorra. Su cara tiene un tono rosa brillante. Y es su padre quien lo sostiene. –Eras un lindo bebé. –Dice. Se para y se la entrega. Él la mira un minuto. Y con un anhelo inesperado quiere volver atrás. Quiere ser ese bebé de nuevo. Quiere hacer todo otra vez. Pero no le puede permitir a su padre llegar hasta él. Había sido guiado hasta aquí, y usaría esta habitación para su propio fin. Usaría el secreto de su padre en su contra, tratando de deshacer lo que su padre había hecho. Le devuelve la imagen a Lyda, camina hacia el escritorio y dice. -¿Qué más esconde aquí dentro? –No se sentará en la silla de su padre de nuevo. La saca del escritorio y presiona sus palmas contra la superficie brillante. De pronto el escritorio se ilumina. Ante él hay un mapa del mundo, punteado con luces azules, cada una pulsante excepto una—localizada en el lugar donde se yergue la Cúpula. Ese brilla. -¿Qué demonios? –Susurra Perdiz. Lyda se pone su lado. –Es el mundo y eso es nosotros. -Sí. –Dice. –Así que la pregunta es, ¿qué representan todas las luces titilantes? -¿Qué representan, o a quién? –Dice Lyda en voz baja. A Perdiz se le pone la piel de gallina. –Podrían ser otros lugares que fueron prescindidos ¿Podría significar que hay otros sobrevivientes allí afuera? -Toca una. –Dice ella. Perdiz piensa en el padre de Pressia, Hideki Imanaka. Era uno de los Siete. Uno de los tatuajes todavía pulsantes en el pecho de su madre antes de morir prueba que seguía vivo. Tal vez esta sea una forma de encontrarlo. Una de las luces parpadeantes está en la isla de Japón. Perdiz estira el brazo y la toca. La estática se eleva de parlantes ocultos, y luego una voz. –Perdiz. –Es la voz de su padre y, por un segundo, piensa que sigue vivo, que el asesinato no tuvo éxito. Mira la puerta de la cámara, pero está cerrada. Lyda se estira y le agarra la mano ¿Volvió su padre de la muerte? ¿Es imposible de matar? –Mi hijo. –Dice su padre. -No. -Perdiz se siente enfermo. Agarra los bordes del escritorio y se sienta en la silla de su padre. La voz sigue: -Tu huella—esa pequeña espiral que estuvo allí desde tu nacimiento. Encontraste este cuarto, este mapa, mi mundo. Desbloqueaste mi voz con un simple toque. Y eso significa una cosa: tú estás vivo y yo, muerto.

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Deep in Fantasy -Lyda. –Susurra Perdiz. –No puedo escuchar esto. Ella lo agarra del brazo. –Está bien. –Susurra. –Debemos hacerlo. -Con un toque, un mensaje le fue enviado al resto de que me he ido y de que estás a cargo ¿Realmente pensaste que me contentaba con controlar una pequeña Cúpula? Perdiz quiere presionar sus manos contra las orejas, pero no puede moverse. Apenas puede respirar. Mató a su padre, pero él sigue allí. -Abre el primer cajón del escritorio. Allí, encontrarás una lista de mis enemigos—ahora tuyos. Descubrirás la verdad que le escondía a todos— incluso a ti. Hallarás la simple y honesta ironía de todo lo que intenté lograr. Con suerte, entenderás la fragilidad de lo que heredaste. Puede que me odies. Lo entiendo. Yo también odiaba a mis padres. Es la forma en la que el mundo funciona. Vi el fin, Perdiz, y te estaba tratando de salvar de él. Cree lo que quieras, pero es lo que hacen los padres. –Pausa entonces ¿Vio Willux su propio final cerca? ¿Qué final? –Una cosa más. –Dice su padre ¿Va a firmar diciendo que lo ama? ¿Qué es lo que realmente quiere Perdiz del hombre muerto? Su padre baja la voz y continúa. –Una pregunta ¿Hay sangre en la huella? Hay otro corto arranque de estática y la voz desaparece. Silencio. Mira el mapa de luces azules. Siente su respiración alta y atascada en su garganta. Da vuelta las manos y mira sus dedos—las pequeñas espirales intrincadas que son de él solamente. Su padre sabía que si Perdiz estaba escuchando la grabación, entonces probablemente lo había matado. Lyda susurra. –Él sabía que lo harías. -No. –Dice Perdiz. -Todavía está en el poder. –La voz de ella es fría, o tal vez esté asustada. Él alza la cabeza y se gira para mirarla. –No. –Dice Perdiz. –Lo maté. El rostro de Lyda se ve pálido y rígido. –Aún está… -Levanta las manos a su garganta, apretando los puños. Él se vuelve a parar y ella retrocede. –Te cambió, Perdiz. Una parte de tu padre sabía que lo harías, que eras capaz de matarle, y te cambió muy en lo profundo. –Retrocede contra la pared, haciendo temblar las fotografías. -¿Qué otra cosa podía hacer? ¿Dejar que me mate? -No. –Dice ella, sacudiendo la cabeza enojada. –Tan sólo… -¿Sólo qué? –Él recuerda el sentimiento que tenía justo después de hacerlo. Sus manos se habían entumecido. No sentía las piernas. No podía pensar. En cambio, su corazón latía con fuerza, como si fuera lo único que le quedaba. Y lo siente ahora porque Lyda nunca había estado tan asustada de él, y puede leerlo en su cara con claridad. –Lyda. –Susurra. 48

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Deep in Fantasy -No sé. –Dice ella. –Es otro secreto. Crecimos con todos estos secretos y mentiras ¿Cómo podremos seguir viviendo así, Perdiz? No sé si pueda… Inhala profundamente, rápidamente tocando su estómago. El bebé. El futuro. -Sin ti, estaría sólo en esto, -Dice él. –No me des la espalda. -No lo hago. –Mira a su alrededor como agregando, no tengo dónde ir. Pero luego mete la mano en su bolsillo. –No estamos completamente solos. -Saca un pedazo arrugado de papel. Él camina hacia ella y Lyda se lo entrega. –Están aquí—las células durmientes: Cygnus, el cisne. Es un cisne de origami. –¿Se pusieron en contacto contigo? -Léelo. Perdiz desenvuelve el ala y lee Glassings necesita tu ayuda. Sálvalo. ¿Quién te lo dio? -El técnico que vino a arreglar el orbe. -¿Salvar a Glassings de qué? ¿Dónde diablos está? -Dice. -Esto es todo lo que tengo. –Ella suspira y se frota los ojos. –¿Vas a abrir el cajón? -¿Qué? -Creo que deberías hacerlo. -Observé a mi padre toda mi vida, sabes—cómo le miraba y hablaba la gente. No quise, pero lo incorporé todo, y creo, que en algún nivel, debí de haber pensado que su vida algún día sería la mía. Quiero decir, era mi padre. –Para abruptamente. Da un respingo. Le preocupa llorar. –No es sólo que lo maté, Lyda. No es sólo que soy un asesino. –Frota su pulgar contra sus otros dedos, pensando en su padre hablando sobre la sangre en ellos. – Es que tengo miedo volverme él. -Abre el cajón, -Dice Lyda. Perdiz no va a discutir con ella—no ahora. Pone un dedo en el cuadrado de luz azul del primer cajón del escritorio. Se abre deslizándose y revela un montón de carpetas. Toma la de arriba y la tira sobre el escritorio. Justo como dijo su padre, en la etiqueta se lee ENEMIGOS. La abre. Está llena de fotos de gente, cada una con una página de información—actividad sospechosa, familia, amigos, afiliados. Perdiz hojea el montón y Lyda se le acerca para ver las caras. Cuando llega a Bradwell. Lyda jadea, y sabe que es porque reconoce el fondo también— el bosque donde su madre y hermano fueron asesinados. La imagen es de Bradwell gritando, los tendones en su cuello tensos; lo atraparon a mitad de

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Deep in Fantasy la acción y Perdiz se da cuenta de que fue tomada de una trasmisión vía video de uno de los Soldados de las Fuerzas Especiales que los había atacado. La imagen fue tomada minutos antes de que su padre matara a Sedge y su madre. -Vamos. –Lo apura Lyda. -¿Quién más está allí? Va a la próxima foto, y es una de Il Capitano y Helmud del mismo lugar, el mismo día. Cierra la carpeta y la devuelve al cajón. –Estos no son mis enemigos. –Dice Perdiz. Es un alivio. Su padre estaba equivocado. Hay otra carpeta. La toma y la saca. NUEVO EDÉN. La abre y le echa un vistazo a los planes—escritos a mano con los flojos garabatos de su padre—para esclavizar a los miserables como una raza subhumana para servir a los Puros una vez la tierra sea habitable de nuevo. – Nuevos esclavos para un Nuevo Edén. –Dice Perdiz con el estómago retorcido. La cierra. La próxima carpeta se titula RETORNO. Su padre generalmente opta por referencias más simbólicas, así que esta palabra práctica lo pone nervioso. La abre de forma que él y Lyda puedan leer juntos. Primero hay un reporte oficial de un equipo de científicos y doctores. La lista de nombres al principio del reporte es larga, pero para él resalta el nombre de Arvin Weed. Lo apunta. –Mira. -También lo vi. -Dice Lyda. “De las muestras recolectadas y su incubación en un entorno simulado, nuestros especímenes reaccionaron de forma pobre en general. De veinte, doce murieron los primeros diez días. Cuatro contrajeron tumores cancerígenos que tomaron raíz casi de inmediato y parecían desarrollarse en sus problemas de salud. Dos de estos cuatro fueron curados del cáncer pero murieron por más tumores con los años. A los cuatro sobrevivientes—un hombre y tres mujeres—les fue mal en general. Dos son estériles. El hombre contrajo una enfermedad en el ojo, dejándolo ciego. Él y una mujer tienen asma y los pulmones comprometidos. No esperamos que sean capaces de volver a unirse a la población general de la Cúpula. El hombre está en una unidad de cuidados críticos, y la mujer sufre de problemas mentales y está actualmente en un confinamiento solitario en el centro de rehabilitación. Las otras dos están siendo estudiadas y evaluadas. Fueron mandadas de vuelta al público con sus memorias sobre los estudios borradas. En conclusión, creemos que aquellos que sobrevivieron en la Cúpula se han vuelto, por falta de exposición al exterior y a las enfermedades en general, 50

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Deep in Fantasy vulnerables con el tiempo. Si fuéramos al Nuevo Edén, perderíamos una gran cantidad de gente el primer año. Aquellos que sobrevivan serían por mucho sobrepasados en número por los supervivientes fuera de la Cúpula. Sin embargo, entre más esperemos entrar al Nuevo Edén, más vulnerable nuestra población será ante los elementos que fueran a matarnos. Mientras tanto, los sobrevivientes originales de las Detonaciones han sido erradicados, dejando a aquellos con habilidades extremas para adaptarse y sobrevivir. Los restantes tienen un sistema inmune superior. La Operación Purificación de Miserables contiene la más detallada información sobre los sobrevivientes de cualquiera de nuestros estudios de observación.” El padre de Perdiz había circulado Miserables y escrito en el margen dos palabras: Raza Superior. Perdiz levanta la hoja y estudia la letra de su padre. -Sí creó una raza superior después de todo, sólo que resultó ser la equivocada. –Esa es la ironía. Su padre lo sabía antes de morir. Dijo que podía ver el fin y de que trataba de salvarlo de él. -¿Pensó que tendríamos que vivir aquí por siempre? -Pregunta Lyda. –No podemos. Los recursos son limitados ¿Iba a dejar que los Puros murieran fuera? -No lo sé. –Perdiz va al final del reporte. La última página es sólo un montón de ecuaciones científicas—nada que pudiera descifrar. -¿Qué demonios es esto? Lyda dice con sarcasmo, -Como si la academia considerara que enseñarle ciencia a la chicas vale la pena. Guárdalo, -Le dice. –Podría ser importante. –Él lo dobla y lo mete en su bolsillo. Perdiz hojea un par de otras carpetas y su espalda se pone rígida. Saca una carpeta. Está etiquetada como PROTOCOLO PARA ANIQUILACIÓN. -¿Qué significa? -Pregunta Lyda. –Ya aniquiló todo. -No todo. –Perdiz abre la carpeta. Allí hay una lista de instrucciones explicando cómo desencadenar un proceso activado por voz. Un dibujo del cuarto apunta a un pequeño cuadrado metálico en una de las paredes. Ambos miran hacia arriba, y allí está, modesto, del tamaño de un enchufe. Con un grupo de comandos, el metal se retraería, revelando un botón. Si lo presionaba “liberaría un gas inodoro fuera de la Cúpula.” Un gas “basado en monóxido de carbono,” pero más potente. “Induciría el sueño” y después comprometería los pulmones y causaría una muerte en masa silenciosa. El gas mataría a todo ser vivo a ciento sesenta kilómetros a la redonda. Willux escribió que la

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Deep in Fantasy activación por voz sólo reconocía la suya, pero que luego había sido tachada y agregado el nombre de Perdiz. -¿Le enseñó a la computadora a responder a mi voz? ¿A matar a todo ser vivo a ciento sesenta kilómetros a la redonda? -Pero son la raza superior, -Dice Lyda. -¿Por qué querría matarlos? -Tal vez era su plan B. –Perdiz tira la carpeta al cajón y lo cierra con un golpe. Lyda se gira y mira las fotografías en el suelo. –Tú y tu padre son personas diferentes, -Dice. –No eres él. Nunca lo serás. -Tuve que hacerlo. –Susurra Perdiz. –Tuve que matarlo. –Se inclina hacia delante, meciéndose un poco. Se frota los ojos. -Vuelve a casa conmigo, -Dice Lyda. –Tengo una sorpresa para ti. -¿Es esta su manera de decirle que ya no le tiene miedo, que él no cambió realmente, que no le dará la espalda? Se gira en su dirección y rodea con sus brazos el cuello de Perdiz. Se sostienen con fuerza mutuamente, y él quiere congelar este momento. Justo aquí, ahora. Una llamada a la puerta los sorprende. Beckley dice, -Señor, la situación empeoró. Perdiz no suelta a Lyda. -¿Peor cómo? -Lo necesitamos, señor. Perdiz no se siente un líder. Su padre aun manda desde la tumba. –No creo que haya algo que pueda hacer. -Hay una cuota de muertes, -Dice Beckley. –Está creciendo. Perdiz deja ir a Lyda, corre hacia la puerta y la abre. Allí está Beckley ligeramente sin aliento; sus ojos van de Lyda a Perdiz. -¿Se están matando entre ellos? -No, señor. -¿Entonces cómo? -No se están matando entre sí. Se están suicidando.

PRESSIA DEBER Fedelma conduce a Pressia por un largo corredor con piso de piedra, cada puerta que pasan tiene una pequeña ventana. Pressia entrevé laboratorios, gente inclinada sobre delicados trabajos científicos—tubos de pruebas, maquinaria. -¿Qué hacen? –Pregunta. Fedelma para y la mira. –Sabes qué están haciendo, Pressia.

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Deep in Fantasy -No. –Dice ella. –No lo hago. –Pero en parte se pregunta si simplemente no quiere saberlo, si la verdad es demasiado aterradora, y por eso está bloqueando lo obvio. -Seguramente puedes imaginarte nuestro gran desafío y cómo podríamos superarlo. Has visto a los niños. Sabes lo que podemos hacer con meras vides. Viste a los jabalíes en el campo ¿o no? –Parece repentinamente enojada. –Y yo. Conoces mi lote. Pressia mira el estómago de Fedelma y ahora lo entiende: ella no eligió estar embarazada. Es su deber ¿Cuántos chicos habrá tenido? ¿Por cuánto tiempo continuará así? –No fui a la escuela. –Le cuenta Pressia. –Todo lo que sé es lo que mi abuelo me contó. Era un confeccionador de carne, en una funeraria ¿Cómo podría saber lo que sucede en laboratorios? -Viniste hasta aquí por una fórmula. Tenías uno de los viales más potentes de biotecnología conocido por el hombre ¿Esperas que crea que no entiendes lo que hacemos aquí? Esto es un juego de niños comparado a lo que buscas. – Retoma su marcha por el pasillo. Pressia se estira y agarra el brazo de Fedelma. –No lo sé. Lo juro. Los ojos de la mujer revisan la cara de Pressia. Todavía no le cree del todo pero dice, -Willux salvó a Newgrange, el sitio sagrado. Le dio su palabra a Kelly de que sería escusado. Sólo treinta de nosotros logramos entrar en la colina a tiempo. -Pero está toda esta tierra, estos edificios y laboratorios ¿o no? ¿Qué hay de todo eso? -Pressia quiere saber qué tan avanzada está esta gente ¿Pueden reparar una aeronave y hacerla despegar? -Willux perdonó un radio de cinco kilómetros. Y debes saber cómo funcionaron las Detonaciones. No puedes hacerte la tonta en ese punto. –Mira el puño de cabeza de muñeca de Pressia. –Las viviste ¿O no? -Apenas recuerdo, -Dice Pressia. –Pero regresa a mí de a momentos. Sé que hubo ciclones masivos de fuego que barrieron todo. Y que la ceniza voló y hubo una lluvia negra ¿Alguien fuera de Newgrange sobrevivió? -Otros veinte, sumando cincuenta, pero con enfermedades, menguábamos nuevamente. -¿Y qué hizo Kelly entonces? -Todo lo que pudo. -Este lugar. –Dice Pressia –No es como el de donde provenimos. Los devoradores de ceniza, primero que nada. Inventó todo tipo de cosas ¿O no? – Entre más información pudiera Pressia sacarle a Fedelma, más podría compartir con Il Capitano y Bradwell. Si quiere que Bradwell la perdone, tal vez el primer paso sea hacerle ver que es valiosa, que todavía necesitan del otro para volver.

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Deep in Fantasy -Bien, tenía una base en ingeniería genética de plantas y clonación a nivel molecular. Creó la agrifactura, que es por qué nuestras plantas funcionan como un equipo de defensa. -Clonación. –Sabe a qué se refiere, en términos generales. Réplicas. Copias. ¿Cómo lo hacen? -Usamos nuestro ADN para crear clones. –Explica Fedelma. –Pero cada embrión todavía requiere de un útero en el que desarrollarse. Todas las mujeres cumplen con su parte. Acarrearé bebés hasta que, eventualmente, ya no pueda hacerlo; incluso si muero en el proceso, el riesgo lo vale. –Y después añade a la defensiva. -¡No podemos arriesgarnos a extinguirnos! Pressia siente un escalofrío subiendo por su columna. Mira tú reflejo. Halla tu pareja ¡Encuéntrate! ¡Encuéntrate! ¡No quedes al final! Los chicos lo decían en serio. Halla tu pareja; Encuentra una copia de ti mismo. Pressia había alentado el paso. Piensa en las caras de los niños—las que eran casi una imagen en espejo. Finalmente deja de caminar. Fedelma se gira. -¿Nos estás juzgando? Todos hacemos sacrificios ¡Es la única forma de valer! -No los juzgo. Entiendo los sacrificios. –Dice Pressia. Piensa en Bradwell. No deseaba sacrificarlo, aunque eso era lo que él quería. –Los jabalíes… -Dice, tratando de encajarlo todo junto. -Algo de partición genética, sí. Están diseñados para ser domesticados como ganado pero también feroces. Si es necesario, atacarán en nuestro nombre. -¿Atacar a quién? Fedelma se le acerca. A pesar de que no hay nadie cerca, baja la voz. –Debes ser cuidadosa. Más allá de cinco kilómetros a la redonda, el territorio que marcamos con las vides, están aquellos que quieren entrar—quienes matarían por lo que tenemos aquí. -¿Quiénes son ellos? -No son diferentes a los que tienes en tu parte del mundo. Pressia dice, -¿Cómo sabes qué tenemos en nuestra parte del mundo? Fedelma susurra, -Nos perdonó. Sabe que estamos aquí. Nos vigila y probablemente a otros. -¿Quién? ¿Willux? -Tenemos suerte de siquiera estar vivos. -¿Willux y Bartrand Kelly siguen en contacto? ¿Siguen siendo… amigos? Pressia cierra los ojos con fuerza y sacude la cabeza, -¡Willux sabe que están aquí! ¡Vivos! -Shhh, -Dice Fedelma. Toma la mano de Pressia y la posa sobre su estómago. Pressia siente un golpeteo desde dentro. –Tenemos un futuro que proteger. Lo entiendes ¿Verdad?

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Deep in Fantasy Pressia saca la mano. -¿Dónde está Bartrand Kelly? Fedelma suspira. –Quiere que lo esperes. –Continúa por el pasillo. Pressia la sigue. Giran en una esquina y se detienen frente a la puerta de una habitación pequeña. Fedelma dice, -Aquí. Esperarán. –Abre la puerta de un empujón. El estómago de Pressia se voltea ¿Estará Bradwell aquí? ¿Va a hablarle? ¿Siquiera la mirará? Trata de pensar en algo que decirle pero no puede imaginarse por dónde empezar. Entra. El cuarto es pequeño—sólo un placar muy grande realmente. Sin muebles. Il Capitano está allí, apoyado contra una pared con Helmud descansando la cabeza en sus hombros. Uno de los párpados de Il Capitano está hinchado y rojo—las sombras tempranas de un ojo negro. Il Capitano se endereza y dice hola de manera formal. Helmud sonríe. –Hola. –Dice. Había estado tan asustada de ver a Bradwell que se olvidó que todo entre ella e Il Capitano está torcido. Él le había profesado su amor y la había besado ¿A dónde iban desde aquí? Se siente rígida y tímida. Il Capitano la mira, pero aparta la vista con rapidez. -Hola. –Dice ella. Se siente sonrojada. Lo que había hecho Il Capitano fue tan dramático, tan lleno de emoción. Fue valiente. Esto es lo que admira de él—y que es duro y aun así tiene un corazón tierno. Todavía recuerda el beso. -Kelly vendrá directamente, -Dice Fedelma y Cierra la puerta. -Bradwell no está aquí. No sé dónde está. –Dice Il Capitano, como si ella sólo quisiera ver a Bradwell y no a él. -Me alegra verlos. -Dice Pressia. –No sangran hasta morir. Es una gran mejora. -Y somos dorados, -Dice Il Capitano. –Como estatuas móviles. -Dorados. -Dice Helmud. -Sí. -Dice Pressia mirándose los brazos. -Se ve bien en ti, -Dice Il Capitano y mira el suelo. -Cap, -Dice Pressia, aunque no está segura de cómo continuar—¿Espero que no se ponga raro entre nosotros dos? Espero que todavía… Pero entonces la puerta se abre de nuevo. Pressia sabe que es Bradwell antes de girarse. El profundo crujido de sus alas es ruidoso. Escucha a Fignan haciendo bip a sus botas. -Esperaré aquí fuera. –Es su voz. Se gira y ve sus rápidos ojos oscuros, sus mejillas golpeadas por el viento, también el matiz dorado en su piel. Las alas son largas y harapientas—pero también musculares y hermosas.

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Deep in Fantasy -No hay sitio para mí allí dentro. –Le dice a un cuidador a su lado, un joven nervioso. -¿No lo ves? -Lo siento, lo siento mucho. –Dice el cuidador. –Esperaré contigo aquí afuera. Antes de cerrarse las puertas, Bradwell mira a Pressia como si quisiera decir algo. Ella abre la boca para preguntarle cómo lo lleva. Pero él se gira antes de tener la oportunidad. La puerta se cierra y él ya no está.

IL CAPITANO BACTERIA

-¡Jabalíes! -Dice Bartrand Kelly mientras cruza el campo caminando. ¡Comenzaré con los jabalíes! Pressia mira a Il Capitano, quien se encoje de hombros. -¡Jabalíes! -Dice Helmud. Il Capitano le da un codazo a su hermano sobre su espalda. –Cierra el pico. –Susurra. Bradwell camina unos pasos detrás de ellos con Fignan a su lado. Es todo hombros y pecho—más grande y ancho que cualquiera a quien Il Capitano jamás vio, aparte de las Fuerzas Especiales. Las aves en su espalda deben de ser enormes, aunque están escondidas bajo sus espesas y extensas alas, que son tan grandes que sobresalen por su cuello y tocan el suelo a sus pies, deshilachadas como dobladillos viejos y usados. De vez en cuando, las alas de Bradwell se arqueaban, revelando los gruesos huesos angulares y desmesurados y densas plumas de pájaro. Il Capitano siente lástima por él. Sabe cómo es acarrear algo en tu espalda por siempre. Aun así, Bradwell obtuvo lo fácil ¿no? Al menos sus aves no le respondían. Kelly es el que habla ahora. Había regresado en el tiempo desde los jabalíes y les da un discurso sobre la Irlanda del Antes—sus monumentos, su tierra fértil, su rica historia, sus poetas. A Il Capitano no le interesa la visita al pasado. Quiere saber a dónde los está llevando y el estatus de la aeronave. Cuando él y Helmud fueron encontrados en la cabina de mando, había peleado. Resultó ser que los guardias no querían matarlo. Sólo querían que saliera de allí. Lo golpearon lo suficiente para reprimirlo y lo llevaron de vuelta a su cuarto. Les había preguntado sobre la aeronave—si la habían arreglado, si podía volar—pero se negaron a contestarle. Kelly lleva la delantera caminando con gran energía y propósito, meciendo un bolso de cuero. Los campos verdes están vacíos. El viento corta por

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Deep in Fantasy entre ellos. Hace que los ojos de Il Capitano se humedezcan— especialmente el que tiene casi cerrado por la hinchazón. Il Capitano aprendió a andar en bicicleta en un campo como este. Su madre le había atado una toalla debajo de los brazos, alrededor de las costillas, y había corrido a su lado hasta que él hubo alcanzado suficiente impulso— con el viento en su cabello, rebotando sobre el pasto. Cuando piensa en ello ahora, se ve a sí mismo liviano—no sólo sin el peso de su hermano sino sin el de la vida. Se acercan a un granero distante sobre una colina. Fignan se impulsa por el pasto caído, con sus luces brillando por el exterior de su caja negra. -Así que… ¿A dónde nos llevas? –Dice Il Capitano, interrumpiendo a Kelly. -¿A la aeronave? Kelly se gira y mira a Il Capitano como si recién lo notara. –Escuché que es allí donde te encontraron. Tomará un par de días más poder hacerla volar ¿Hiciste un pequeño tour por ella, no? -No era un tour realmente. Es mi nave. –Aclara Il Capitano. -Es mi nave. –Dice Helmud, que suena como si contradijera a su hermano. Il Capitano particularmente odia cuando hace eso en frente de otros. -¿En serio? -Bartrand Kelly se detiene y piensa sobre esto. –Porque pensé que habían robado la aeronave. Se gira y sigue marchando cuesta arriba contra el viento. Il Capitano puede escuchar las ráfagas contra las alas de Bradwell. -Era mía para robar. –Dice. –Willux ennegreció la tierra entera. Me debía una. -Tenías otras opciones. -¿Las tenía? Porque me gustaría saber cuáles son exactamente. -¿Cómo sabes que la robó? –Dice Pressia, pero parece conocer la respuesta. Il Capitano se siente desorientado. Mira a Bradwell para ver si él parece saber algo que Il Capitano no, pero la expresión de su amigo es acerosa e imposible de leer. Kelly no responde y, momentos después, llegan al granero. Se para frente a la puerta, levanta un pesado pestillo y la abre. –Sé cosas. Tengo mis conexiones. –Dice finalmente. El granero tiene algunas ventanas altas. Retazos de luz se cuelan, llenando el sucio aire con luz solar. Lo siguen, siendo Fignan el primero. Uno de los lados tiene estrechas casillas—veinte o más—todas repletas de jabalíes masivos. Sus costillas son tan anchas como las de las vacas. Sus espaldas, curvas. Sus espinas, tan grandes como puños, corriendo en una línea dividida por montones de carne. Tienen pesuñas oscuras y colmillos 57

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Deep in Fantasy gruesos y amarillentos sobresaliéndoles por los costados de sus largos y gomosos hocicos. -¿Conexiones? –Dice Il Capitano. Había solo una persona con la que podía estar conectada para recibir información sobre la aeronave, ¿correcto? – Estás en contacto con Willux, ¿o no? -Bien. –Dice Kelly mientras se sacude las manos y cruza los brazos sobre su pecho. –Lo estaba, pero ya no. -¿Por qué? –Pregunta Bradwell. Su voz suena ronca por el desuso. -Porque está muerto. -¿Muerto? –Dice Pressia. El viento se filtra en silencio. Es como si el fantasma de Willux—sólo su respiración—estuviera allí por un segundo. La madre de Il Capitano creía en fantasmas. Por el momento, no podía aceptar que Willux estuviera muerto. Pero entonces, él siempre lo había considerado como la muerte misma. Las madres llamaban a todos los hombres Muertos, pero Willux era el duro sedimento para ello. Il Capitano conocía la verdad. Willux está muerto. Se siente bien—en lo profundo. Se ha ido. Hay silencio mientras la noticia se asienta sobre ellos. Sólo se escucha el sonido del que debe de ser el gruñido de los jabalíes y del leve zumbido de los engranajes de Fignan. Il Capitano puede sentir a Helmud conteniendo la respiración. Mira a Pressia y Bradwell, quienes parecen no poder creerlo. -¿Cómo los sabes? ¿Estás seguro? –Le dice la chica al hombre. Kelly asiente con énfasis. -¿Está realmente… muerto? –Dice Bradwell. Su expresión se ve conflictiva. -Es lo que dije. –Dice Kelly. -¿Es tan difícil de imaginar? Bradwell asiente. Su respiración es un poco dura. –Es sólo… no esperé que se diera tan en silencio. Tan dada por hecho. Esperaba… -Agarra el frente de su propia camisa. –Quería… -Sí. –Dice Pressia, como siguiendo con el pensamiento del chico. –Debería ser más grande. Se debería sentir más como un… -Alivio. –Dice Bradwell. –O final. –Pero no mira a Pressia. Les da la espalda a todos ellos. Il Capitano se pregunta si Bradwell está decepcionado. El hombre quien ordenó el asesinato de sus padres está muerto, y Bradwell no logró ser parte. No hay justicia en ello. Y entonces Pressia dice. –Perdiz. -¿Había Perdiz en serio organizado el golpe maestro? Se cubre la boca. No debería de haber dicho su nombre.

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Deep in Fantasy Kelly la mira con intensidad. –Sí. El hijo más joven de Willux. Está a cargo ahora. -¿Perdiz? –Dice Bradwell tosiendo. Se gira para encararlos. -¿Seguro sobre eso? Il Capitano también está sorprendido. -¿Cómo pasó? –Recuerda la última vez que habló con Perdiz. Estaban en un vagón de subte, encerrados bajo tierra. Il Capitano no pensó que le quedaba mucha vida y confió en Perdiz. Tuvo que tener fe en él. Aun así, no puede imaginárselo manejando tanto poder. Il Capitano sabe de primera mano que el poder puede corromper el alma. –Lo hizo. –Susurra Pressia, casi para sí misma. –¡Entró! Perdiz cambiará las cosas. -O… -Dice Kelly, -Podría resultar ser justo como su padre. -No. –Dice Pressia. –Odiaba a su padre. -Sí, pero ¿Qué tan lejos irá? –Pregunta Bradwell con un afilado tono de enojo en su voz. -¿Qué tan duro pujará por el cambio? ¿Realmente tiene lo que se necesita? La única forma para llegar a hacer algo es si está dispuesto a arriesgarlo todo ¿Puede hacerlo? Il Capitano no conoce la respuesta. Nadie lo hace. Bradwell está cuestionando la profundidad de la convicción de Perdiz. Perdiz puede no saberlo él mismo. Il Capitano no está seguro de su propia convicción ¿Fue un momento de debilidad en el que le dijo a Pressia que la amaba? ¿O era convicción? -Algunas vece el hombre hace al poder. –Dice Kelly. –Y otras, el poder hace al hombre. Pero entonces Pressia sacude la cabeza y mira a Kelly. -¿Estás en contacto con la Cúpula? ¿Cómo es eso? -Sabes que la historia entre Willux y yo remonta tiempo atrás. –Mira a Pressia. –Conocí a tu madre y padre bien, también. No es un secreto. -¿Así que estabas en buenos términos con Willux antes de las Detonaciones? –Dice Bradwell en voz baja, como para disfrazar la rabia justo debajo de la superficie. -¿es así como sobreviviste aquí afuera? ¿Willux jugando a sus favoritos? Fignan zumba por la habitación con sus nudosas ruedas, reuniendo información sobre este nuevo lugar. Se acerca a los corrales con los jabalíes—pero no demasiado. -Me dio un aventón—sólo tiempo suficiente para entrar a salvo a Newgrange. Así que tal vez ayudó el hecho de que hayamos sido viejos amigos, pero no era sólo amigo de él. -Kelly le dice a Pressia, -Tu madre 59

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Deep in Fantasy murió recientemente. Su tatuaje dejó de pulsar. Era fuerte y luego se detuvo. –Suspiró profundamente. –No sé qué pasó. -Estaba con ella. –El viento azota alrededor de Pressia. Cruza los brazos para protegerse del húmedo frío. –Willux los mató a ella y a Sedge juntos. Kelly respira largamente. Sus mejillas están rojas. Parece apenado pero luego furioso. -¿Cómo la encontró? ¡Pensé que estaba a salvo! -Nos usó a Perdiz y a mí para encontrarla. Éramos la carnada. Kelly retrocede un par de pasos, tratando de recomponerse. –Lo siento. – Murmura, pero no es claro qué siente—el hecho de que Willux usó a su propio hijo como carnada o la pérdida en sí misma. -Eras un amigo cercano de mi madre por entonces. –Dice Pressia. Il Capitano sabe que está escarbando por detalles de la vida de su madre. Era tan pequeña. -Todos fuimos cercanos en un momento. –Dice Kelly. -¿Y qué hay de mi padre? –Pregunta Pressia. -¿Sabes dónde está? Il Capitano no soporta cuan vulnerable Pressia se ve. Está desesperada por encontrar a su padre de nuevo. Él es apenas un sueño para ella. Il Capitano lo entiende. Nunca conoció a su padre. Toda su vida se la pasó bajo la sombra de un hombre cuyas facciones él no podía descifrar. Kelly se gira de nuevo. –Sé que hay más de nosotros. Bolsillos como este. Sobrevivientes. Y creo que Willux estaba en comunicación con muchos. Si tu padre sobrevivió, fue porque Willux quería que sobreviviera—para mejor o peor. -¿A qué te refieres con peor? -El pulso de tu padre todavía late en mi pecho—es todo lo que sé. Pressia acuna la cabeza de muñeca contra su pecho, protegiéndola con su mano buena. -Willux no sólo le dio protección a la gente. –Dice Bradwell. –Deben de tener algún valor para él. Estuviste trabajando para él todo este tiempo ¿no? -Deberías de haber notado que es inteligente quedarse del lado bueno de Willux. –Dice Kelly enojado y hace un gesto con ambos brazos como para abarcarlo todo. –Estaba instaurando un número de laboratorios en el Reino Unido e Irlanda antes de las Ddetonaciones. Una de las facilidades fue fundada a través de las conexiones con Willux y asentada en el radio de cinco kilómetros que perdonaría. Me lo dijo, sin términos inciertos, dónde debía estar para sobrevivir. Lo conocía lo suficiente como para creerle. Traje únicamente a mi familia inmediata conmigo. Eso es todo lo que me permitió. –Los jabalíes gruñían y pateaban el suelo. –Me pone enfermo pensar en ello ahora ¿Podría haber alertado a cualquiera que tuviera el 60

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Deep in Fantasy poder para cambiar el curso de las cosas? No lo sé. –Se pasa las manos por el cabello. Il Capitano está seguro de que este es el pensamiento que lo mantiene despierto por las noches. Conoce los signos de una culpa infecciona—íntimamente, de dentro hacia fuera. -Estaba en el medio de un tour—y apure a cuanta gente pude dentro de la colina. Fuimos salvados, al igual que nuestro entorno, pero muchos murieron después, por enfermedades, fuego, y, para ser honesto, desesperación—una de mis dos hijas y mi esposa entre ellos. –Se para bajo uno de los rayos de sol, pedazos de heno flotan a su alrededor, todos dorados. –Mis hijas murieron primero. Mi esposa falleció por la desesperación. -Conocemos la desesperanza. –Dice Pressia. –Es algo que todos tenemos en común. –Sus ojos van hacia Bradwell, pero él todavía no la mira. Il Capitano quiere decirle al chico que al menos la mire; ¿no le puede dar eso? Lo mata por dentro ver la mirada en los ojos de su amiga. Helmud debe sentir algún sufrimiento en su hermano porque Il Capitano lo siente alejarse de Pressia, como tratando de que Il Capitano dejara de enfocarse en ella— por su propio bien. -Los jabalíes, -Dice Kelly recordando el tema principal. Fignan se vuelve a acercar a los animales. Al principio se sorprenden pero después olfatean en su dirección. –Los jabalíes pueden ser viciosos e impredecibles, pero cuando se los mezcla genéticamente con vacas, se vuelven más grandes y dóciles. Y aun así son también tratables. Pueden atacar bajo nuestro comando. -¿Una palabra? ¿Un signo? –Pregunta Bradwell. -Cualquiera. –Dice Kelly. Il Capitano registra la amenaza. Kelly los llevó allí por una razón ¿Les está tendiendo una trampa? –Así que haces que simpaticemos contigo por la muerte de tu esposa e hijas y luego nos informas educadamente que nos puedes tener ensartados en cualquier momento. –Il Capitano camina hacia el borde del corral y uno de los jabalíes deja salir un corto y agudo chillido. –Dime si estoy en lo correcto. -El término es corneado no ensartado. –Kelly le dice con calma. Fignan retrocede de los animales hacia las botas de Bradwell. -Los jabalíes fueron un experimento exitoso. –Sacude la cabeza y mira por una de las ventanas. –Hay otro que salió terriblemente mal. ¿Peor que jabalíes que atacan bajo comando? ¿Qué hay allí fuera? Nadie tiene las agallas para preguntar.

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Deep in Fantasy Il Capitano puede ver los tiesos pelos del jabalí, las arrugas ennegrecidas de su hocico, la curvatura de sus colmillos. Se imagina la punta de uno de ellos atravesando por entre sus costillas, destrozando su pecho. Pressia dice, con una nota de sospecha en su voz. –Le podías hacer esto a un hombre ¿o no? División de genes entre especies ¿Por qué no humanos? –Mira a Bartrand Kelly con los ojos entrecerrados. -¿Le diste tu investigación a Willux? Fuerzas Especiales. Il Capitano se las imagina como las vio por primera vez, saltando por entre los árboles—algunas tenían la musculatura de un alce o un venado y otras parecían sostener la corpulencia carnosa de un oso. Levantaban sus cabezas al viento, con sus fosas nasales tensándose al alertarse ante distintas esencias. Como animales. Piensa en su amigo Hastings—¿Es en realidad una alimaña, una creada genéticamente bajo las órdenes de Willux con la investigación de Kelly? Kelly dice. –Haces lo que debes hacer. Las alas de Bradwell se arquean y ensanchan. –Algunas personas hacen lo correcto. -Investigación es investigación. Cómo elija Willux usarla es su propio pecado. No el mío. Il Capitano reconoce la racionalización. Él mismo la había probado. Pecado es pecado—individual y colectivo. Su vida está llena de ellos. Bradwell camina hacia Kelly. –Sabías cómo la usaría. Kelly alza las manos y chasquea los dedos. Los jabalíes se tensan. Sus cabezas se giran, con sus pesados colmillos y todo, casi en perfecto unísono. -¿Qué tal si retrocedes un par de pasos? Bradwell mira a los jabalíes, sus ojos están todos fijos en la mano de Kelly. El chico camina hacia la puerta del granero, mirando al cielo. Il Capitano se pone rígido. -¿Por qué no simplemente nos dices qué quieres? -Probablemente quiero lo que ustedes quieran. -¿Qué es eso? -Ser dejado en paz. -Pero Willux te salvó. –Dice Bradwell. –Y estuviste jugando de lo lindo con él. -Él está muerto. –Dice Pressia. –Y Perdiz está a cargo ahora. Todo está por cambiar. -Tienes más fe en la naturaleza humana que yo. –Dice Kelly. -Bueno, nosotros no queremos ser dejados en paz. –Dice Bradwell. – Queremos que salga la verdad. Queremos justicia. 62

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Deep in Fantasy Pressia sacude la cabeza muy levemente. Por un momento, parece que es todo en lo que lo va a contradecir pero luego es como si no se pudiera contenerse. Dice. –No. Queremos el vial que le perteneció a mi madre y la formula que encontramos. Y queremos llevarlas de vuelta—para salvar vidas. Bradwell mira a Pressia. Por un segundo, Il Capitano piensa que va a romper con toda esa rabia y resentimiento, caminar hacia ella y besarla. Pero no dice nada. Simplemente quería que la verdad se supiera— completar con la misión de sus padres. Willux había arreglado la muerte de los padres de Bradwell antes de las Detonaciones y forzado a Arthur Walrond a terminar con su propia vida—Walrond, un amigo de la familia que amaba a Bradwell. Los tres, idos. La madre de Pressia, muerta. Il Capitano dice. –No me importaría un poco de venganza al viejo estilo. No creo que esté solo. Esto atrae la atención de Kelly. –Le di a Willux lo que quería, pero he estado trabajando en otro agente también, no muy diferente a las vides espinosas—una bacteria viva, pero casi indetectable que puede comer el material resistente a la radiación de la Cúpula. -¿Cómo funciona? –Pregunta Il Capitano. -Actúa increíblemente rápido. –Mete las manos en los bolsillos. -¿Estás diciendo que tienes algo para traer abajo la Cúpula? –Dice Il Capitano. Su corazón empieza a golpear contra su pecho. -¿Traer abajo la Cúpula? –Repita Helmud para una aclaración. -Es exactamente lo que estoy diciendo. –Dice Kelly. -Eso no es lo que queremos en absoluto. –Dice Pressia. –Necesitamos la Cúpula. Si le devolvemos el vial y la formula a Perdiz, encontrará a la persona correcta dentro para ayudarnos. Podemos revertir las fusiones—sin efectos secundarios. Podemos hacer a todos iguales de nuevo. -Incluyéndote a ti. Finalmente serás capaz de librarte de la cabeza de muñeca. –Le dice Bradwell a Pressia. –Así puedes ser Pura ¿Qué es más egoísta? ¿Tu deseo de volverte completa o venganza? -Eso no es justo. –Dice Pressia. –Quiero que Wilda y los otros niños sobrevivan. Quiero salvar gente. -Pero admítelo. –Dice Bradwell. –Te salvarías a ti misma en el proceso. Il Capitano se agarra la cabeza con las dos manos. Se siente mareado. Dice. –Podemos traer abajo la Cúpula, Pressia. Eso es por qué sobreviví ¡Es mi misión! ¡Jesús! De una vez por todas, podemos acabar con esto. -Eso no es un final ¡Es simplemente más destrucción! –Los ojos de Pressia se notan enojados y aun así brillan con lágrimas. Ella mira las anchas tablas 63

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Deep in Fantasy del piso del granero. –Ahora que Perdiz está a cargo podemos hacer una diferencia. Podemos curar a la gente de sus fusiones. –Se gira hacia Il Capitano y Helmud. –Pienso que podría llegar el momento en el que ambos puedan ser ustedes mismos de nuevo. –Il Capitano ni siquiera había pensado que eso era posible ¿Podían él y Helmud ser vueltos Puros? ¿Podían ser separados y completados? No, piensa. No—no es posible. La idea lo aterra. Es todo lo que siempre quiso, y aun así se niega a creerlo. Pressia le dice a Bradwell, -Podrías librarte de esas alas que tanto odias. – Bradwell abre la boca para responderle, pero ella levanta la mano. –Mira, no tienes que quererlo para ti mismo. Pero piensa en la gente allí afuera. No contestes por ellos. Déjalos tener la oportunidad de responder por sí mismos. -Pressia. –Susurra Bradwell, pero no dice nada más. Es un suave susurro, más como si le rogara—¿por qué? -Ella tiene un punto. –Dice Kelly. –La gente en la Cúpula tienen la culpa del sobreviviente. Odian a todos los que sobrevivieron fuera porque se odian a sí mismos. Pero si tienen un nuevo rol y los salvan a todos paternalmente, bien, serán capaces de redimirse y sentirse héroes. -Y tal vez los sobreviviente podrían perdonarlos porque los Puros están haciendo finalmente lo correcto, ¿Ves? –Le dice Pressia a Bradwell. – Podría funcionar. -¡Demonios, no! –Dice Bradwell. -¿Por qué no? Podríamos empezar a reconstruir. –Dice Pressia. -No voy a dejar que los Puros se salgan con la suya en esto. –Dice Bradwell con la voz áspera por la ira. –Y estoy seguro como el infierno que no voy a dejar que salgan como héroes. No después de lo que hicieron. Nunca. Il Capitano lo entiende. En el corazón acuerda con Bradwell, pero sabe qué piensa Pressia: ¿Qué importa quién sale como héroe si hay una oportunidad de empezar de nuevo? Hay silencio de nuevo. Kelly aguarda a la próxima pregunta, e Il Capitano sabe cuál tiene que ser. Dice. -¿Qué propones exactamente? -Les daré el vial y la formula y los pondré en el aire de nuevo, pero deben llevarse la bacteria con ustedes. Si eligen no usarla, no hay nada que yo pueda hacer. –Mira a Pressia por un momento y después de nuevo a Il Capitano y Bradwell. –Pero si quieren lo que es suyo, tendrán que tomar lo que es mío.

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Deep in Fantasy En el aire de nuevo. Esto es lo que Il Capitano quiere realmente ahora— volver al aire. Pressia se gira hacia Kelly. –Si aceptamos hacer esto, ¿Qué tan pronto nos puedes hacer volver? Él pausa, comprendiendo la volatilidad de la conversación, y luego dice. – Bueno, como Il Capitano vio, la aeronave está casi reparada. Necesitaremos un par de días más y ustedes necesitan tiempo para planear el viaje de forma que aterricen de día. Abre su bolso, mete la mano, y saca una pequeña caja de metal. Hace saltar un broche diminuto y abre la tapa. La caja está envuelta en terciopelo y moldeada para proteger una lámina cuadrada—dos piezas de vidrio unidas por un fino borde de metal soldado. Sostiene el cuadrado a la luz, iluminando las pequeñas motas rojas. La bacteria. -Así que ¿Van a llevársela con ustedes a cambio de su vial y la formula y la aeronave a casa? -Dice Kelly. –Es la oportunidad de sus vidas—Para todos nosotros. Il Capitano se inclina hacia adelante antes de incluso notarlo. -Espera. –Susurra Pressia, pero ya la sostiene en su palma ahuecada. -La oportunidad de sus vidas. –Le dice Il Capitano a Pressia. -Para todos nosotros. –dice Helmud.

LYDA DIESCISIETE

-No llevaremos el auto, -Dice Beckley. –Eso llamaría más la atención de lo que lo vale. Ya es pasado el toque de queda. Debería de ser más seguro simplemente caminar hacia allí. Beckley y otro guardia están a cada lado de Lyda y Perdiz. Caminan por el corredor hacia los ascensores. -¿Cuántos perdimos? –Pregunta Lyda. -Únicamente en la última hora, diecisiete. –Dice Beckley. –La buena noticia es que otros intentos no fueron exitosos. -¿Podemos vigilar a la gente? –Pregunta Perdiz. Entran a un elevador. Las puertas se cierran y en un borrón gris se reflejan los rostros de Lyda y Perdiz. A ella no le gusta cómo ambos se ven pálidos, asustados. Más que nada, le sorprende cuan jóvenes se ven. La idea de la cámara de guerra hizo parecer poderoso a Perdiz; la realidad era algo más en conjunto. Ahora, se ve flacucho, y ella está tomando su mano—no

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Deep in Fantasy románticamente; está asustada. No le gusta ese sentimiento. No hace mucho, estaba fuera en lo salvaje, era una cazadora ¿La Cúpula ya la había hecho más débil y asustadiza? Se suelta de él y cruza los brazos como si tuviera frío. -¿Quién vigilaría? –Dice Beckley, claramente frustrado. -¿Quién es estable? ¿Quién no? Es imposible de decir. Salen del ascensor y pronto están de vuelta en las calles, que están vacías, exceptuando a los guardias apostados cada cien metros y así. -Ley marcial. –Dice Beckley. –Por ahora. -¿Nos llevas a lo de Lyda? Beckley suspira. –Sólo por esta noche. Luego te llevaremos a otra locación. Tenemos cosas sobre las que hablar. -¿Cómo lo están haciendo? -Pregunta Lyda. -Hay más pistolas allí afuera que antes. -Dice Beckley. –Hay almacenes de armas en ciertas locaciones de la Cúpula, en caso de un ataque desde el exterior. Algunos fueron saqueados. Lyda piensa en Sedge. Así fue como supuestamente se había suicidado— una herida de bala auto-infringida. Pero, por supuesto sabe que Perdiz debe de estar pensando en la muerte real de su hermano—su cabeza explotando al inclinarse su madre para besarlo. Ella no había sido capaz de sacudir la mancha de la imagen; nunca lo haría. Perdiz le contó en vísperas de navidad cómo se sintió en ese momento—la explosión de sangre y como todo se volvió silencioso, incluso el sonido de sus propios gritos. Estaba furioso y aturdido. -Otros se cortan las muñecas en baños calientes y se desangran. –Dice Beckley. –Unos pocos lograron llegar a las azoteas. Algunos pudieron ser atrapados a tiempo. -¿Y dónde están ahora—aquellos que fueron atrapados a tiempo? –Pregunta Lyda, aunque teme saber la respuesta. -El centro de rehabilitación ya estaba lleno. Pronto va a estar inundado si esto sigue escalando. –Dice Beckley. -Ese lugar sólo logra hacerte querer suicidar con más ganas. –Dice Lyda. Las paredes blancas, el sol falso, los pequeños vasos de agua de cartón y las píldoras. –Es horrible. Es una forma de castigo. Toman uno de los elevadores reservados para la elite que se mueve entre los niveles de la Cúpula. De nuevo, allí está su reflejo. Una triste pareja. Miran derecho hacia adelante. Piensa en algunas de las imágenes del Sr. y la Sra. Willux en el suelo del cuarto de la cámara de guerra—tan frecuentemente vestidos 66

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Deep in Fantasy regiamente, mirando a la cámara con sonrisas forzadas. Y siente un estanque de tristeza al pensar en las otras fotos—una madre, sus hijos, una familia que una vez fue, pero que ya no más. Todos eran tan dolorosamente hermosos, tan jóvenes—soplando las velas de tortas de cumpleaños, cabalgando caballos pintados en la calesita, saludando desde puertos con equipos de pesca. Es una vida que ella, Perdiz y su hijo no tendrán—no aquí, en la Cúpula, ni afuera. -Tal vez sólo es la primera reacción. –Dice Perdiz. –Con suerte la gente se calmará. Quizás necesiten tiempo. -No sé. No sólo perdimos personas, sus familias y amigos están enojados por las pérdidas. –Dice Beckley. –Y los suicidios se sumarán a su propia ira subyacente. -Pero una rebelión enojada no sería algo malo. –Dice Lyda. –Si realmente están procesando lo que pasó. -La gente de la Cúpula no es rebelde por naturaleza. Es como llegaron aquí, Perdiz. Tú mismo lo dijiste. –Dice Beckley. –Son ganado. -¿Qué quieren? –Pregunta Perdiz. -Quieren restaurar el estatus quo. -Solamente pueden rebelarse contra ellos mismos. –Dice Lyda. –Aquí, el suicidio solamente es socialmente aceptable de la ira, odio y desesperación. Beckley le dice a Perdiz. –Debes sofocarlo. -¿Cómo? –Dice Perdiz. –Dije la verdad. Eso tiene que servir. -Debes darles un poco. –Dice Beckley. -No voy a retractarme en lo que dije. –Beckley saca su walkie-talkie y le pregunta a alguien si los monorrieles fueron despejados. La voz del otro lado le responde que un par más de trenes tienen que volver a la estación, pero que están cerca. -Mantenlos corriendo. –Dice Beckley. –Hasta que de la palabra. Salen del elevador hacia otra plataforma de monorriel. Beckley le dice al otro guardia que se aleje, asegurándose de que ningún pasajero extraviado los haya seguido. Caminan a través de los túneles con eco en silencio. Adelante, a la distancia, escuchan el gimoteo de sirenas—una sobreponiéndose a la siguiente, taladrando el aire nocturno.

PERDIZ TREN 67

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Deep in Fantasy

Beckley mira la señal digital que comunica qué trenes están llegando a la plataforma. –Este próximo no es nuestro; es un expreso. Esperaremos al siguiente. Perdiz y Lyda siguen a Beckley hasta el final de la plataforma que los pondría en el primer vagón. Lyda toma la mano de Perdiz. Miran hacia la boca del túnel. Los ojos de Perdiz buscan por la oscuridad, como si pudiera encontrar allí alguna respuesta. Los suicidios se sienten irreales. No pueden estar sucediendo y, aun así, la culpabilidad lo engulle. Es su culpa. A él tienen que acusar. Aprieta la mano de Lyda y ella le responde el apretón. Al menos no está solo. Justo entonces, un hombre con una cazadora negra da un paso hacia las vías. El blazer está desabrochado, y un chaleco desacomodado se asoma por debajo. Beckley da medio giro y les hace señas a Lyda y Perdiz para que se detengan, ellos lo hacen. -La estación está cerrada; debes abandonar la plataforma y subir. –Dice Beckley. El hombre lo mira sin expresión en el rostro. –No hay lugar al que ir. -Dice. -¿Qué haces aquí abajo? -Dice Beckley. –Está cerrado señor. -Saben por qué estoy aquí. Perdiz suelta la mano de Lyda, se estira y toma el brazo de Beckley ¿Está el hombre aquí para saltar frente a un tren? Beckley mira a Perdiz como para preguntarle si quiere manejar esto él mismo. Un líder toma el control de una situación como esta, Piensa Perdiz. Le asiente a Beckley. El chico da un paso hacia el hombre pero mira hacia tras, a Lyda, antes de hablar ¿Qué debería decir? Ella alza una mano, casi como si le estuviera dando una bendición. –Sí, ha habido problemas, pero va a estar bien. Las cosas se solucionarán. –Dice Perdiz. –Necesitas darle tiempo. El hombre registra por primera vez que este es Perdiz Willux. Su cara se contorsiona, como si estuviera físicamente dolorido. –Tuve mi tiempo. – Dice el hombre. -¡Tiempo que otros no! –Baja la vista hacia una simple vía. –Lo supe todo el tiempo. Lo sabía, y no hice nada sobre ello. -Perdiz. –Susurra Lyda ¿Le está advirtiendo? ¿Está asustada del hombre? Si se acerca demasiado, ¿querrá tirarlo con él?

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Deep in Fantasy -Tuviste que continuar. Todos lo hicimos. –Dice Perdiz, acercándose al hombre mientras Beckley y Lyda se quedaban atrás. –Teníamos que sobrevivir. -Mi hermana ya se suicidó, -Dice el hombre casi con orgullo. –Se tragó las píldoras antes de que cualquiera pudiera atraparla. -Debes ser valiente. –Dice Perdiz, tratando de sonar calmado. –No será fácil, pero tienes que resistir. Perdiz oye el correr distante del monorriel a sus espaldas. El hombre también lo escucha. Levanta la cabeza y mira al túnel y de vuelta a Perdiz. No. Valiente es lo que estoy haciendo ahora. Valiente es terminar con la mentira. –Dice, y una horrible sonrisa se asoma en los bordes de sus labios. –Fui un cobarde hasta ahora. -No digas eso. Mira, podemos conseguirte ayuda. –Dice Perdiz, y se alivia al ver al hombre retroceder un paso, justo cuando el tren acelera en su camino. -Seguro, ayuda. –Dice el hombre y entonces, sin otra palabra, salta hacia el camino del tren con la solapa negra de su cazadora curvándose como papel quemado. -¡No! –Grita Perdiz contra el rugido del monorriel y la estática de la adrenalina en sus oídos y el golpe enfermizo del tren acabando con la vida de otro hombre. Y entonces, las brillantes ventanas del tren se deslizan, brillantes y oscuras, y el tren deja entrar el aire. Perdiz cae sobre sus rodillas. Los frenos rechinan, una acción retardada; el tren se detiene abajo en el túnel. Lyda corre hasta el lado de Perdiz. –Trataste salvarlo. Realmente lo intentaste. Hiciste todo lo que podías. Toma su brazo y le rodea el cuello, abrazándolo. Beckley grita en su walkie-talkie—saltador de monorriel, presuntamente muerto. *** No es real. No lo son los gritos que se escuchan adelante mientras corren por las calles. No el altercado en el callejón. No el ulular colectivo de las ambulancias. No el siguiente elevador que toman dentro del edificio departamental de Lyda.

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Deep in Fantasy No el pasillo con sus alfombras rojas. No la puerta al apartamento de Lyda. No Beckley o este nuevo guardia que se para junto a la entrada. No el sillón donde Perdiz se sienta o la mesa de vidrio de donde Lyda levanta el orbe. No el orbe en sí mismo. Dijo la verdad. La gente se está suicidando. No pudo evitar que un hombre se tirara frente a un tren. Perdiz había visto morir a demasiada gente—su hermano, su madre. Sus muertes pasan frente a sus ojos—brillando con sangre. Y la muerte de su padre—su culpa; no fue una muerte. Fue un asesinato. –Demasiadas. –Dice Perdiz. –Han habido demasiadas. -Sí, -Dice Lyda. –Demasiadas. ¿Alguna vez verá a Glassings? Perdiz lo necesita, no al revés. Necesita un plan. Necesita a alguien que le diga qué hacer ¿Es Glassings simplemente un reemplazo de su propio padre? ¿Es realmente Perdiz solamente un niño perdido, un huérfano? ¿Dónde está Glassings? Perdiz no puede salvarlo. No puede salvar a nadie. Dice, -Necesitan tiempo para procesar lo que dije, ¿verdad? -Sí. –Dice ella. -Van a parar de suicidarse. Sólo era unos ciertos pocos que ya estaban sufriendo… -No te retractarás en lo que dijiste. Todavía hiciste lo correcto. –Le sonríe, pero su sonrisa parece frágil, como si ya estuviera tintada con duda. Dice, La sorpresa, ¿Recuerdas? Él apenas lo hace. Ella sostiene el orbe y juguetea con los controles. Él recuerda la primera vez que lo vio. Iralene lo sostenía como una manzana—con las palmas ahuecadas. Quería que Perdiz fuera feliz. Eso es todo. Y entonces la habitación se oscurece. El aire está nublado. Casi satinado. Pero luego se da cuenta que no es oscuridad ni nubes ni seda. Es ceniza. Las paredes se ennegrecen. El sillón donde está sentado parece chamuscado. Las ventanas se ven como si hubieran sido golpeadas con puñetazos—hundidas y astilladas pero no rotas. Este es el mundo fuera de la Cúpula. Está Freedle, merodeando por el aire tintado. Lyda se acurruca en su regazo. Envuelve su cuello con sus brazos y descansa allí la cabeza. Él la mantiene cerca. Ella dice, -¿Lo recuerdas? -¿Cómo hiciste esto? ¿Cómo—? 70

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Deep in Fantasy -Lo necesitaba de vuelta. El cuarto se enfría. Es invierno, después de todo. El viento levanta la ceniza y el polvo, haciéndolos revolotear a su alrededor. Y, finalmente, algo se siente real.

PRESSIA DIENTES Y PULSO

Es de noche. Pressia no puede dormir. Los perros salvajes aúllan de forma tan aguda y desolada que se imagina sus costillas contrayéndose con cada aullido ¿Los perros se están acercando? Pasaron dos días desde que hicieron el trato con Kelly. Supuestamente, la aeronave está lista y parten mañana. Kelly le dio a Il Capitano la bacteria en una caja de metal cerrada. Él los acompañará hasta la nave, que ya está llena de provisiones. Como el cable que una vez mantuvo a la nave atada dentro del Edificio del Capitolio, frágil y en ruinas, uno de los hombres de Kelly cortará la vid principal y el resto de las plantas se aflojarán. Pronto volverán a casa. Pero ¿Cómo es casa ahora? Willux murió y todo es diferente. Perdiz está a cargo de la Cúpula. Tomó el control ¿Está el chico en posición de ordenar la muerte de su padre o de dar algún tipo de adelante? ¿O murió Willux durmiendo—una muerte gentil y que Pressia no puede evitar pensar que no se merecía? Si Perdiz está realmente a cargo, ¿Serán los límites entre ambos mundos— los límites de la Cúpula en sí misma—desmantelados? Tienen que regresar para salvar a Wilda y los otros niños. Con suerte, la Cúpula ahora trabajará con ellos. Y Hastings está allí afuera también, siendo cuidado por los supervivientes que viven en el parque de diversiones Crazy John-Johns—eso, si sigue con vida. Perdió una pierna y un montón de sangre en el proceso. Tienen que recogerlo y llevarlo con ellos. Desde la reunión con Kelly, la puerta de Pressia ya no estuvo trabada. Tal vez para establecer una sensación de confianza. Y también, ¿A dónde iría? ¿Saldría a la noche de aullidos? La luz del corredor brilla por la apertura de la puerta. Las guardianas a veces pasan por allí—la luz se amortigua y después regresa. La alarma roja ilumina la pared. La mira como si fuera una estrella distante. El fuego en la chimenea está apagado. Sólo hay ceniza, un montón de

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Deep in Fantasy escoria, como casa. El cuarto está frío, pero se acurruca en las mantas para mantenerse caliente. Bradwell le dijo que era egoísta y, después de todo lo que pasaron, ¿quiere venganza? Se pregunta cómo cambiar su cuerpo—esa capa masiva de alas—lo hizo ajeno a sí mismo. Ella lo vio suceder antes. La gente que acudía a su abuelo para que repare su carne—ya habían sufrido alguna deformidad, alguna fusión, y se habían adaptado a ella. Pero a veces era esta segunda herida—una pierna retorcida en los campos de escombro, una mano mordida por una alimaña, o alguna otra deformidad nueva—se volvía demasiado grande para soportar. Es como si el alma pudiera desplazar la imagen del cuerpo sólo una vez, incluso radicalmente, ¿Pero una segunda? ¿Una tercera? ¿Es Bradwell todavía la persona de la que se enamoró? Tal vez quiere creer que él cambió porque le es más fácil que creer que es el mismo pero que simplemente no puede perdonarla—o que ya no la quiere. Hay una diferencia. Sabe que él nunca iría a través de ningún proceso—especialmente creado en compañía de la Cúpula—para remover sus alas. Fue una locura siquiera sacarlo a relucir en el granero, pero lo decía en serio. Él no debería decidir por los otros supervivientes. Gira hacia la pared, cierra los ojos y se dice a sí misma que sueñe. Sus sueños han estado llenos de cenizas flotantes, como si una parte de ella, muy profunda, extrañara su hogar. Pero en unos pocos minutos, una alarma distante suena—una sirena en crescendo. Gira hacia la puerta. Pasos corren por el pasillo. Otra alarma suena. Ésta más cercana—en el mismo piso. Los perros ya no aúllan ¿Qué les pasó? Pressia sale de la cama y se viste con rapidez. Cuando se está poniendo las botas, Fedelma abre la puerta. -¡Ahora! –Dice– Hay un ataque ¡Debes irte ahora! -¿Irme? -Todo el camino. A la aeronave. –Sostiene una pequeña mochila. -Pero quizás podamos quedarnos y ayudar. –Pressia corre hacia la puerta. -Alcanzaron a los niños. Tres están perdidos. No puedes ayudarnos. Necesitas irte. –Pressia ve un destello a su lado—un cuchillo en su otra mano. –Tómalo. La vid está marcada, de rojo. La que necesitas cortar. -¿Cómo la veré? -Alguien le ha dado a los hermanos una linterna. -¿Il Capitano y Helmud? 72

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Deep in Fantasy -Esperan al pie de la escalera. -¿Y Bradwell? -Fue sólo. No era sabio, pero no lo detuvimos. Tenemos nuestros propios problemas. Fedelma busca en la pequeña mochila una caja de metal como la que tenía Kelly para contener la bacteria, pero más estrecha y larga. La abre rápidamente y le muestra a Pressia el vial—la única muestra restante de una vida de trabajo de la madre de Pressia, el poderoso brebaje que inyectó en la espalda de Bradwell, el vial que rescató del bunker de su madre. Yace en una muesca revestida con terciopelo, con una pequeña pieza de papel doblada a su lado. -¡El vial y la fórmula! –Dice Pressia. -Sí. –Dice Fedelma, y cierra la caja con cerrojo. -No pensaste que nos los quedaríamos, ¿o no? Fedelma pone la caja en la mochila y se la entrega a Pressia. Ella se cuelga las correas de los hombros y desliza el cuchillo entre su cinturón y pantalón. -Gracias. –Dice Pressia. –Por todo. -Tengan cuidado allí afuera. No usen su miedo. Eso los atrae. -¿A quién? -Tuvimos tantos muertos. Tantos. Y Bartrand Kelly pensó que podría crear una fuerza para bien, una estirpe que saldría y mataría las violentas criaturas que venían tras nuestro una y otra vez. Pero los construyó y crió con un hambre que era demasiado fuerte. Sí, mataban a los otros, pero ahora, los anteriormente muertos, se volvieron en nuestra contra. Tengan cuidado. –Fedelma abre los brazos y abraza a Pressia de forma rápida y ruda y se separa –Especialmente cuídense de la niebla. Algunas veces tiene pulso. Pulso. -¿Los antes muertos? Usó a los muertos. Los construyó y crió… -Nos roban de nuestros jóvenes. Busca dientes en la oscuridad. -Y la niebla tiene pulso… -Pressia está asustada y confundida. -No puedo explicarlos mejor. Vamos. Pressia corre hacia las escaleras y las baja de dos en dos. En el último rellano encuentra a Il Capitano y Helmud parados junto a la puerta, esperando, con la linterna en la mano del mayor. -¿Lista? –Dice Il Capitano. -¿Escuchaste sobre lo que hay allí afuera? -Escuché lo suficiente. –Dice él. -Suficiente. –Dice Helmud. 73

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Deep in Fantasy -Estoy lista. –Dice Pressia. -Extraño mis pistolas. –Dice Il Capitano- Espero que las hallan devuelto a la aeronave. -Espero que lleguemos a la aeronave. –Pressia dice. Il Capitano empuja la puerta. La niebla tiene pulso. Busca dientes en la oscuridad. Gente con linternas vagan por el campo, llamando a los niños perdidos. ¡Carven! ¡Darmott! ¡Saydley! Algunas de las llamadas salen del bosque. Su propia linterna ilumina el campo y los matorrales y bosques cercanos. -Se supone que no debemos demostrar miedo. –Dice Pressia. –Los que se llevaron a los niños—lo sienten. -Como perros. -¿A dónde fueron los perros? –Pregunta Pressia. –Dejaron de aullar. -No quiero saberlo, ¿Y tú? –Dice Il Capitano. -No quiero saberlo. –Dice Helmud. -Bartrand Kelly hizo a estas criaturas. –Dice Pressia. –Las que se llevaron a los niños. Il Capitano asiente. –Entonces Kelly se merece lo que obtuvo. -No necesariamente. –Dice Pressia. -¿No nos merecemos lo que obtenemos, Helmud? –Dice Il Capitano. -¿No cosechamos lo que sembramos? -Cosechamos. –Dice Helmud. –Sembramos. Cosechamos. Sembramos. Cosechamos… Il Capitano no le dice a Helmud que se calle. Lo deja seguir y seguir y seguir, lo que no es del estilo del Cap. Pero Pressia tampoco le dice que pare. Sembramos. Cosechamos. Sembramos. Cosechamos. Sembramos. Es un sonsonete hechizado. Quizás los mantenga a salvo. Al final, le da un ritmo a sus pasos que los mantiene moviéndose con rapidez. Entran al bosque donde las vides comienzan a aparecer. Las enredaderas aún asustan a Pressia. Mantiene su distancia de las áreas donde crecen muy juntas y enredadas. Las sombras a cada lado del camino son oscuras. Las voces llamando a Carven y Darmott y Saydley son ahora lejanas ¿Eran idénticos—los tres? ¿Cómo es estar con imágenes espejadas vivas y respirando de ti mismo—hasta tu ADN? ¿Siguen vivos? Pressia también deja los oídos abiertos por los niños, sólo en caso de que estén allí afuera, simplemente perdidos. 74

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Deep in Fantasy -¿Escuchaste cómo se ven? –Dice Il Capitano. -¿Los niños? –Pregunta Pressia. -¿Los niños? ¿Qué? No. Las creaciones de Kelly. Sus muertos y criados. -Cosechamos. Sembramos. –Sigue Helmud. -Cosechamos. Sembramos. -No. –Dice Pressia, apretando las correas de su mochila. –No sé cómo son. Debería haber preguntado. –Piensa en decirle que la oscuridad tiene dientes y la niebla pulso, pero le avergüenza saber estas cosas estúpidas sin haber obtenido una descripción, lo que ahora parece algo muy práctico y obvio de preguntar. Caminan cuesta arriba. La aeronave no se encuentra lejos. De hecho, Il Capitano levanta el haz de la linterna hacia los árboles e ilumina el claro donde él, Helmud y Bradwell casi sangran hasta la muerte en las vides. -Cosechamos. Sembramos. Cosechamos. Sembramos. –Dice Helmud, ahora más rápido. Caminan arduamente por los árboles finales y atraviesan el claro. La niebla los ha envuelto. Tiene pulso. El haz cortante de la linterna golpea el aire neblinoso. Del otro lado del claro, escuchan un grito ¿Humano? Es difícil de decir ¿Infantil? Carven y Darmott y Saydley—Pressia se imagina encontrándolos aquí fuera, envueltos de vides. Il Capitano apaga la luz, y la oscuridad parece correr a envolverlos. Entonces Pressia siente la mano de Il Capitano en la de ella. Es áspera y callosa. Él dice: -Por aquí. –Escucha a Helmud levantándose nervioso en su espalda. Hay otro grito. Sus ojos se ajustan lentamente a la luz de luna. Caminan hacia un grupo de árboles y se detienen. Il Capitano suelta su mano y ella extraña el sentimiento de su agarre seguro. -Están aquí. –Dice Il Capitano. -Sin miedo ¿recuerdas? –Dice Pressia. –Sin miedo. -Cosechar, sembrar. –Susurra Helmud. Pressia asiente pero no puede controlar su propio temor. Nadie puede. -Podemos escurrirnos entre ellos. –Susurra Il Capitano. –La nave está a quince metros. Podemos hacerlo. -¿Qué pasa si tienen a los niños? -Tenemos a más gente que salvar en casa que esos tres chicos. -¿Pero dónde está Bradwell? -Con suerte, ya se encuentra allí. 75

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Deep in Fantasy -¿Qué si no lo hace? Il Capitano no responde. –Debemos movernos rápido. -Vamos. –Dice Pressia. Il Capitano empieza a correr. Pressia empuja un árbol y lo sigue. Es difícil evitar los árboles con tan poca luz, pero pronto Pressia—sin aliento y rápido—apenas puede ver el orbe redondeado de la nave, enganchada fuertemente con vides podridas. Escucha otro grito y voltea. Nada más que niebla espesa y árboles. Entonces una sombra fugaz. Mira hacia adelante y sigue corriendo, pero tropieza y cae. Atrás suyo ve a un perro salvaje muerto y mutilado. Il Capitano susurra su nombre con voz ronca. Ella se tambalea hasta ponerse de pie. No puede verlo a través de la niebla. En sólo segundos se volvió tan densa que está rodeada de blanco. Otro grito agudo y después uno más, como si respondiera. Empieza a moverse tan rápido como puede—con más dificultad ahora con tan poca visibilidad. Debe dejar su mano de cabeza de muñeca extendida para tantear el camino de tronco a tronco. “Ahora soy la presa” Piensa mientras apoya su palma contra la áspera corteza. Debe proteger la caja de metal en su mochila. Debe alcanzar la aeronave. Escucha un paso a su espalda. Se gira pero no hay nada allí. Mantiene los ojos bien abiertos, como si esto le fuera a ayudar a ver, pero no lo hace. Blanco. Todo a su alrededor. Blanco. Se empuja por entre los árboles, pero entonces algo roza su mochila. Se tira hacia adelante, lejos de eso. -¡Cap! –Lo llama-¡Cap! –Miedo. Está mostrando miedo. Ve el resplandor de la linterna, pero en la densa niebla sólo ilumina la bruma. -¡Cap! –Tal vez él pueda seguir su voz. Un brazo—largo y delgado—se estira y la agarra del codo. Ella grita y trata de liberarse. El brazo está moteado de cicatrices y densos puntos hechos a las apuradas corren por sus venas. Se suelta pero estaba tan fuertemente agarrada que el dolor se dispara hacia su hombro. Aun así, logra mantenerse de pie. Escucha extraños sonidos guturales—un llamado, una respuesta. Un par adelante suyo y después detrás. -¡Cap! –Grita. -¡Aquí!

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Deep in Fantasy La luz sigue brillando más allá. Los gritos hacen eco a su alrededor en todas direcciones ¿Cuántos hay? ¿Qué les hicieron a los chicos? ¿Dónde está Bradwell? Una mano agarra su otro brazo. Esta vez tira su brazo contra ella y repentinamente distingue una cara—una mandíbula gruesa, mejillas flacuchas cubiertas de piel quemada. Abre la boca y la piel se le estira— tensa y brillante y húmeda por el aire mojado. Su boca se cierra. Sus ojos están ciegos y errantes. La quiere en la niebla porque aquí ella está casi tan ciega como él. Se imagina esos dientes escarbando en su carne y músculos. Trata de librar su brazo pero otros aparecen en la espesa bruma y la sujetan. Sus agarres son firmes ¿Cuántos? ¿Cinco, seis? No puede decir. La fuerzan contra el suelo. Se retuerce y patea, pero todavía la sostienen por la espalda. Puede sentir el borde filoso de la caja de metal sosteniendo el vial y la fórmula. El suelo está frío y húmedo. Logra gritarle a Il Capitano. -¡Cap! ¡Cap! –¿Está aquí? -¡Pressia! –Grita. Se gira en dirección a su voz y ve sólo la linterna cayendo y rebotando hasta que se apaga. Susurra su nombre mientras dos caras se le acercan por encima. Hay sangre ennegrecida en sus pieles, manchas—por las espinas o por los perros salvajes o… -¿Dónde están los niños? –Dice Pressia. No parecen entenderle. Uno se estira y le toca la frente. Pasa su fría y huesuda mano por su cara. Ella se retuerce pero la mano la sigue. Aprieta los labios y uno asegura su cabeza con un agarre increíblemente fuerte, presionando uno de los lados de su rostro contra el suelo. Pero las criaturas tienen una extraña calma en ellos. Se mueven con lentitud. Espera encontrar su debilidad, o espera una distracción. Ahora empiezan a tararear—sin tono y sosos. Uno toca su cabello con suavidad. Esto le da un escalofrío. Tal vez no quieren matarla. Tal vez la quieren. Y ahora empieza a luchar con todo lo que tiene. Tira sus piernas al aire y golpea a una de las criaturas en el pecho. Rueda lejos de otro. Le clavan las uñas en el brazo. Su hombro está torcido. Se logra parar. No ser capaz de ver la hace sentirse mareada, desorientada. Su corazón palpita. La niebla tiene pulso—es el suyo propio, martilleándole. Saca el cuchillo y sostiene la hoja frente a ella. La bruma se vuelve más fina donde hay una brisa y puede verlos—aunque sólo por un instante en un momento—elevándose a su alrededor, cuatro de ellos. No pueden ver el 77

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Deep in Fantasy cuchillo, por supuesto, pero parecen reaccionar a su energía. No tienen forma, con extremidades desparejas y aire estupefacto. Sus cicatrices son marcas de las Detonaciones, quemaduras y gruesas y fibrosas queloides; pero también de los puntos. Sabe sobre coser. Su abuelo, el empleado de la funeraria, el remienda-carne, era conocido por su pulcro trabajo. Estos puntos eran apurados y desastrosos. Las cicatrices corrían por sus hombros y por algunos de sus brazos y pechos. La huelen—captan su miedo, la pequeña espada de su confianza ¿Están siendo más atraídos? Los muertos y criados de Kelly—hay un animalismo en ellos ¿Fueron concebidos para que fueran carnívoros viciosos? ¿Para que su sed de sangre no pueda saciarse? Están principalmente desnudos exceptuando por una especie mohosa de abrigos caseros diseñados para mantenerlos calientes. Puede ver ahora que la mujer se apartó del resto, como atraída por algo a lo lejos. Pressia retrocede un par de pasos. El dolor en su hombro se intensifica con cada pisada. Saben que se está moviendo. Avanzan hacia ella con rapidez y después se detienen—¿Presienten el cuchillo? ¿Es la niebla—esa humedad en el aire lo que los conecta a todos, como alguna clase de red? -¡Cap! ¡Helmud! –Los llama Pressia. -¡Demonios! ¿Dónde están? Y entonces escucha un débil eco. -¡Demonios! ¿Dónde están? Helmud—al menos él está vivo, pero su voz suena ahogada ¿Es esto lo que la criatura femenina olía en el aire? ¿Más presas? Pressia se abalanza sobre las criaturas gruñendo salvajemente, luego gira y empieza a correr tan rápido como puede al no ser capaz de ver bien. Devuelve el cuchillo a su cinturón y mantiene su mano buena delante de ella. Cada vez que siente un árbol, lo agarra y le da un giro. Puede escucharlos detrás suyo. Sus jadeos suenan al nivel del suelo ¿Están sobre cuatro patas? -¡Helmud! ¡Llámame! -¡Llámame! ¡Llámame! –Dice Helmud. Se está acercando. -¡Sigue llamando! -Llamando –Grita Helmud. Entonces escucha el gruñido. Saca el cuchillo de nuevo. La niebla se parte lo suficiente para dejarle ver que una de las criaturas tiene a Il Capitano y Helmud aferrados contra el suelo. Sus garras contra el cuello del mayor. Pero la criatura debe de sentir a Pressia—¿La vibración en el espeso aire? La niebla tiene pulso.

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Deep in Fantasy Esta vez se mueve decisivamente, corriendo hacia la criatura con el cuchillo. Ésta salta fuera de Il Capitano y Helmud y, sin sus ojos vidriosos, tiene suficientes sentidos intactos para evadir el ataque. Y entonces, en un arrebato, la agarra por la muñeca con tanta fuerza que ella suelta el cuchillo. No tiene nada. Il Capitano jadea en busca de aire y logra pararse. Helmud también jadea— aunque quizás es sólo un eco. Las otras cuatro criaturas fueron atraídas y empiezan a rodearlos. Il Capitano dice con la voz áspera. –Gracias. -¿Por qué? –Dice Pressia, agarrándose las costillas con el brazo. –Estamos a punto de ser comidos. -Cierto. -¡Comidos! –Grita Helmud tan fuerte como puede. -¡Comidos! Las criaturas le gritan de vuelta con ladridos y graznidos. Siguen girando en círculo, algunos en cuatro patas, otros erguidos. La cortina de bruma algunas veces se parte, revelando un muslo grueso atravesado de puntos, un pedazo de moho en una espalda, el brillo de ojos blanquecinos. Il Capitano dice. –Quiero que sepas algo. -¿Qué? -No haría lo que Bradwell hizo. Te habría perdonado en seguida. Ella lo mira con los ojos muy abiertos, tratando de descifrar su expresión a través de la niebla. -Si fueras la persona parada a mi lado. –Continúa. –Me quedaría para siempre. Esto es en lo que Pressia quiere creer—el tipo de amor que permanece, no importa qué. Es una declaración que proviene de la boca equivocada. Como si Il Capitano supiera lo que ella está pensando, dice: -No te preocupes. No tienes que sentirte del mismo modo conmigo. Sólo necesitaba decirlo. -Lo entiendo, sí. –Dice Pressia. Sí, sí, sí, quiere decir, porque él le hizo bien. La hizo sentirse un poco perdonada. -Me alegra la niebla. –Dice. –De esta forma no tendremos que ver al otro ser asesinado. -¿Asesinado? –Susurra Helmud. Las criaturas empiezan a gruñir, de forma baja y profunda. Siente que va a llorar, no por estar asustada—que sí está—pero porque Il Capitano merece ser amado de la manera que la ama. Está mal morir sin eso. Es injusto. Quiere decirle que lo ama ¿Por qué no? Van a morir, pero no puede decirlo a menos que sea verdad. Realmente verdad. 79

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Deep in Fantasy -Eres bueno. –Dice en su lugar. –Realmente estás lleno de bondad, Cap. Helmud también. -Ah, -Dice. –Lo entiendo. –Su voz se quiebra. Tiene miedo de haberlo empeorado. Las criaturas se animan a acercarse más. Se estiran y los arañan. Rasgan los pantalones de Pressia, su abrigo. Uno corta el cachete de Helmud. Sangre cae por su cuello. Il Capitano golpea a uno, pero los otros aúllan y muerden el aire cerca de su rostro. Cuando se separa un poco la bruma, Pressia tiene suficiente puntería para golpear a uno con sus botas, pero se levanta de nuevo, inmutado. Pressia siente un brazo alrededor de su pierna y luego otro, y cae con fuerza. Il Capitano es derribado a continuación. Luchan y patean y arañan en respuesta, pero no sirve de mucho. Las caras de las criaturas aparecen y desaparecen en la niebla—las cicatrices, los dientes, los ojos ciegos. -¡No quiero morir así! –Grita Pressia, y luego piensa en Bradwell. No quiere morir sin haber sido perdonada. -¡No quiero morir! -Grita Helmud. -¡Pressia! –Grita Il Capitano, tratando de arrastrarse hasta ella. -¡Pressia! Pero no sirve de nada. Las criaturas fueron criadas para ser fuertes y despiadadas. Pressia recuerda al perro salvaje mutilado. Así es como se verá—lo sabe—en cuestión de minutos. Y entonces escucha la voz de Bradwell. -¡Apártense! ¡Quítenseles de encima! –Lucha contra una de las criaturas, pero entonces el resto gira la cabeza hacia el ruido. Empiezan a correr hacia la agitación de moléculas, el pulso fresco. Ve la fila de luces de Fignan parpadeando en la oscuridad. -¡Corran! –Grita Bradwell. -¡Lleguen a la nave! ¡Estaré allí! -¡No lo lograrás! –Dice Pressia. Il Capitano empieza a correr. -¡Créele! –Grita, corriendo hacia la nave. – Voy a soltarla para estar listos para despegar ¡Vamos! -¡No! -Grita Pressia. Su miedo hace que algunas de las criaturas se giren hacia ella. Entonces escucha a Bradwell luchar duramente. Sus alas se extienden y golpean el aire. Fignan suelta una estridente alarma que nunca había escuchado antes. -¡Ve! –Grita Bradwell. -¡Pressia, ve! -¡No voy a dejarte! Sus alas batientes crean una brisa que corta la bruma, formando más cortinas que se levantan y ascienden. Puede ver a más de las criaturas y patea a la más cercana, sobre cuatro patas, en el estómago. Ésta deja salir un quejido pero luego velozmente se 80

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Deep in Fantasy pone de pie. Las alas de Bradwell siguen empujando la niebla—aleteando, aleteando. Y, de pronto, la criatura parece perdida y realmente ciega. Otra estira los brazos y tantea el aire. -¡Sigue batiendo las alas! -Grita Pressia sin aliento. –Necesitan la bruma constante para sentir dónde están y dónde estamos. Bradwell aletea más fuerte, la niebla alejándose en ráfagas ahora a su alrededor. Sus alas—ella nunca las había visto totalmente extendidas, masivas y fuertes. Quiere decirle que es así como se suponía que fuera—tan mal como fue para ella hacerle esto, tan mal como se siente, él es esta persona en este momento, y no hay nada más hermoso. Las criaturas escapan en busca de la bruma que da sentido a su mundo, retirándose a los árboles. Bradwell deja de batir sus alas. Se retraen apretadamente en su espalda. Y entonces es sólo ellos dos, mirándose mutuamente a través de la fina niebla.

LYDA UN CUENTO DE HADAS

Lyda y Perdiz no han comido ni dormido bien en días—no desde que el hombre se tiró frente al tren. Los números de suicidio crecen. Perdiz pujó por la reunión con Foresteed porque quiere información clara, más estadísticas, un plan para acabar con lo que ahora es, claramente, una epidemia. Se encuentran en la oficina de Foresteed, harta de mobiliaria devota al pasado y a la Cúpula. -Nunca estuve aquí dentro antes. –Susurra Perdiz. Lyda tampoco lo ha estado, por supuesto. La asistente de Foresteed les ofreció un asiento donde esperar, pero no pueden evitar deambular, pensando en todo. Carteles de reclutamiento para la Ola Roja Honesta están enmarcados en las paredes—hombres jóvenes con la mandíbula fuertemente apretada hombro con hombro, con una ciudad en llamas al fondo: UNETE AHORA, ANTES DE QUE SEA DEMASIADO TARDE… En la mezcla, hay un folleto tríptico enmarcado celebrando la inauguración del museo de la Ola Roja Honesta. Lyda le da un vistazo al texto, recordando levemente su propia niñez. ¡Dentro del museo, actores en vivo representan obras ambientadas en los tiempos problemáticos cuando criminales de ideas peligrosas vagaban por nuestras calles, cuando el feminismo no alentaba propiamente a la

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Deep in Fantasy feminidad, cuando los medios de comunicación saboteaban al gobierno en sus verdaderos esfuerzos reformadores, cuando el gobierno no tenía el poder para proteger por completo buenos y trabajadores ciudadanos, del daño, y mucho, mucho más!¡Únetenos en el pasto para una reconstrucción histórica en un entorno completamente envolvente!¡Anima a los soldados de la Ola Roja Honesta mientras vencen a manifestantes y criminales y otros elementos malvados! Prepárate para asombrarte por nuestro creciente Sistema de prisiones, nuestros centros de rehabilitación, nuestros asilos para los difuntos… ¡Trae a tus estudiantes a esta oportunidad educativa! ¡Familias, pasen tiempo juntas uniéndose sobre el oscuro pasado reciente y nuestro esperanzador futuro! Compren en nuestra patriótica tienda de regalos de la Ola Roja Honesta. Chicos menores de 12 entran gratis. A Lyda le da un escalofrío. Perdiz se le acerca por detrás. –Fui de niño ¿Y tú? Ella sacude la cabeza. –Mi padre no me dejaría. Creo que tenía algunas ideas ocultas propias sobre la Ola Roja Honesta. Puede ser por eso que ya no está con nosotros. Lyda se mueve hacia un gabinete de vidrio protegiendo ediciones envueltas en cuero de: El manual académico para niñas, El manual académico para niños, y El Nuevo Edén: Prepara Tu Corazón, Mente y Cuerpo—un libro dado a cada dueño de hogar en la Cúpula. Detalla instrucciones sobre el tiempo de volver a vivir en el exterior, y también una lista de rasgos de carácter que deberían ser cultivados y alabados—fidelidad, devoción, pureza de corazón. Lyda recuerda la copia de su familia, prominentemente exhibida sobre el mantel para que la pueda ver cualquier invitado. En otra caja de exposición hay viejos uniformes y recortes de periódicos sobre los planes de construcción de la Cúpula. Uno incluye una foto del padre de Perdiz en una ceremonia de apertura. -Me pregunto si Foresteed alguna vez se casó. –Dice Lyda. -¿Tuvo una familia? ¿No lograron entrar? -No sé. –Dice Perdiz. –No lo conocía por aquel entonces. -Lo extraña. –Dice Lyda. –Los asilos, las batallas, las prisiones. Extraña la opresión en masa. -Está enfermo de la cabeza. –Agrega Perdiz. Lyda camina hacia el escritorio de Foresteed y se inclina sobre él. Hay un pilón de autorizaciones de padres para codificación—las firmas garabateadas como si pudieran elegir—y luego ve un archivo con su nombre en la etiqueta. De pronto, todo se siente más personal, situándola al límite. 82

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Deep in Fantasy Alza la carpeta levemente. Es su evaluación psicológica del centro de rehabilitación. -¿Qué? –Susurra. Perdiz está al otro lado de la habitación, concentrado en artículos de diario sobre su padre. Lyda toma la carpeta con rapidez. Razón a referirse: se cree que Lyda Mertz sufre de un trauma emocional debido a un evento en el que participó de un robo y desaparición de un compañero de clase, Perdiz Willux… Debajo de FUENTES DE INFORMACIÓN, hay una lista de todos los que entrevistaron y depusieron—sus maestros, la Srta. Pearl y el Sr. Glassings; algunas de sus compañeras; su madre; su pediatra. Hay resúmenes de sus reportes y luego una lista de pruebas psicológicas—todas dispensadas ¿Por qué? Porque las habría pasado. No estaba loca. Un equipo que la entrevistó cuando fue traída al centro de rehabilitación describe a Lyda en su entrevista. La Srta. Mertz estaba agitada y nerviosa… fácilmente distraída por la imagen de la ventana y frecuentemente se frotaba las rodillas con las manos. Estaba consciente de su cabeza rasurada y la mantenía cubierta. No mantuvo contacto visual consistente… una entrevistada reluctante… Encontró doloroso hablar de su padre y su muerte. No quería discutir las dificultades de ser criada por una madre soltera. Habló brevemente sobre su vida en la academia, diciendo que estaba “bien” y que había estado “feliz, ya sabes, más o menos”. Estuvo feliz, más o menos, pero sólo porque no sabía lo que era la felicidad. No la entendía porque nunca tuvo la libertad de tomar sus propias decisiones, de elegir una vida. La libertad y felicidad están entrelazadas—una no puede realmente existir sin la otra. Se ve a sí misma en el ojo de su mente—esa niña callada y asustada en el centro de rehabilitación, avergonzada y humillada. No quiere volver a sentirse de esa forma de nuevo. Lyda lee algo del denso lenguaje medico sobre su diagnóstico, no suena para nada verídico. Y entonces las conclusiones. Diagnóstico a corto plazo: Creemos que debido al pensamiento desilusionado de la Srta. Mertz, desobediencia deliberada, omisión de reglas y leyes, nuevo historial criminal y profundo nivel de negación, es una amenaza para sí misma y otros… Sacude la cabeza. No, no es verdad. Para nada. 83

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Deep in Fantasy Diagnóstico a largo plazo: Creemos que la Srta. Mertz posiblemente no

sea jamás capaz de una transición devuelta a la sociedad normal. Sus prospectos de encontrar pareja—a luz de sus deficiencias psicológicas—son remotas. No creemos que vuelva al nivel de completa participación y contribución como miembro de la comunidad. Sugeriremos—sujeto a análisis posterior—que sea considerada inapropiada para compañerismo. Fuertemente urgimos que no le sea dado el derecho a procrearse, al ver su debilidad psicológica como una posible raíz con origen genético del lado paterno. Determinación Final: institucionalización de por vida. Lyda baja la carpeta, se aleja del escritorio. Se siente atrapada de nuevo, como lo hacía en el centro de rehabilitación. Recuerda las sombras de las aves falsas moviéndose a través del recuadro de luz que se suponía que recordaba a los pacientes del sol. Quiere llamar a Perdiz, mostrarle la carpeta, pero no puede. Hay algo de vieja vergüenza dentro suyo. Profesionales pensaron estas cosas sobre ella—inapropiada para compañerismo, no le sea dado el derecho a procrearse… Quiere esconder esto de Perdiz. ¿Por qué anunciar que esta era una determinación, su futuro muerto? ¿Por qué está esto en el escritorio de Foresteed? Susurra: “La Srta. Mertz posiblemente no sea jamás capaz de una transición devuelta a la sociedad normal.” Y se pregunta si esta es la cosa más cierta que jamás haya leído. Ahora que estuvo fuera en lo salvaje, ¿Podría sobrevivir aquí—incluso con Perdiz a su lado? Camina hacia él ¿Lo necesita aquí dentro de una manera que no lo hizo allí afuera? Solía no tener miedo, ser audaz y fuerte. Extraña sus lanzas. Extraña a las Madres y al olor a bosque y a la forma en la que la ceniza gira en el aire. –Perdiz. –Dice. Él se gira y la mira, su rostro ansioso y alerta. -¿Qué pasa? Y entonces se abre la puerta y Foresteed—esbelto y bronceado—da una zancada dentro del cuarto. -¡Siéntense! Pónganse cómodos. -No es realmente posible. –Dice Perdiz. –Necesitamos el nuevo conteo de suicidios ¿Todavía sube? Foresteed se sienta en su escritorio. Mira la carpeta como si supiera que no está en el punto exacto donde la dejó. Observa a Lyda. Ella aparta la vista y toma asiento en una de las sillas de cuero. -El número sólo empeoró. -Dice Foresteed. –Y estamos sobrecargados en todas las facilidades, tratando de cuidar a aquellos que lo arruinaron todo. – Casi ríe. 84

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Deep in Fantasy -Haré cuanto pueda para ayudar en la situación. –Dice Perdiz. –Excepto, bueno, ya sabes qué pienso sobre retractarme. No puedo hacerlo. -Por supuesto que no. -Dice Foresteed. –El daño está hecho, ¿o no? Perdiz mira sus manos. Ha estado retorciéndose de la culpa. Lyda le trató de decir que no hay forma de que hubiera podido saber que la gente empezaría a suicidarse, que no es su culpa. Pero nada ayudó. Foresteed golpea el escritorio con los nudillos como un martillo. –Creo que hay cosas que podemos hacer. Perdiz se sienta e inclina hacia delante. -¿Cuál es el plan? -Debes ofrecerles alguna parte de la verdad, Perdiz. Tienes que hacerles sentir que pasará algo de lo que les fue prometido, algo que reconozcan. Y sería genial si fuera también algo que los distrajera, dales una pequeñez que celebrar. Foresteed toma la carpeta con la evaluación psicológica de Lyda, golpeando el escritorio. –Purdy y Hoppes tienen una muy buena sugerencia, y quieren que te diga que consideres… -¿Purdy y Hoppes? Se supone que trabajan en la historia para que Lyda y yo podamos estar juntos. -Como puedes imaginarte, todo eso está en espera. -Foresteed mira a Lyda.Ahora no es el momento. Lyda se siente azorada repentinamente. Es la madre soltera de nuevo, una vergüenza para su familia, su escuela. Se recuerda rápidamente que está orgullosa de quién es y cuán fuerte se volvió, pero la vergüenza no escucha lógica ¿De dónde viene? ¿Por qué es tan incontrolable y repentina? Foresteed parece saber exactamente qué decir para impulsarla. –Está bien. – Dice Lyda, tratando de sonar segura. –No estamos en ningún apuro. La mayor prioridad aquí es salvar vidas. Foresteed apenas le presta atención. –Es serio, Perdiz. Purdy y Hoppes quieren que te pregunte si estás dispuesto a revertir el curso un poco. Hay demasiado para ser ganado de un personaje público que está más en línea con lo que le fue prometido a la gente. Románticamente hablando… Perdiz parece saber exactamente lo que Foresteed sugiere. –No. –Dice. -No ¿Qué? –Le pregunta Lyda. Es como si la estuviera excluyendo de la conversación. –No te ha preguntado nada aun. -Sé qué preguntará y la respuesta es no. -Perdiz. –Dice Lyda. –Gente se está suicidando, están muriendo. Chicos encuentran a sus padres en bañeras llenas de sangre. Si puedes hacer algo sin retractarte de la verdad, entonces tendrías que hacerlo. Debes hacerlo. – Toma su mano. 85

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Deep in Fantasy -Lyda. –Dice Perdiz. -¿No sabes que sugerirá? -No, no lo hago. -A la gente les fue contado un cuento de hadas. –Dice Foresteed. –Quieren un “felices por siempre”. Quieren algo que haga parecer que las cosas volverán—incluso aunque no lo hagan. -¿Un cuento de hadas? –Dice Lyda. -¿Un felices por siempre? -Purdy y Hoppes me dijeron que te preguntara. No fue mi idea. –Dice Foresteed golpeando los dedos en la carpeta. –Pero no es mala, considerando que realmente no tenemos otra ¿Por qué no darles una boda? La que les fue prometida. Lyda mira a Perdiz. Suelta su mano. Entrelaza sus dedos y los mira. Iralene. –Quiere asegurarse de entenderlo. -Iralene. -Dice Foresteed. -Una boda. Perdiz e Iralene, -Dice, su voz ahora un susurro. Presiona su mano contra su frente. Su piel está fría y húmeda. Foresteed habla rápidamente. –Podemos trasmitir una conferencia de prensa en una hora. Sentimos que lo distraerá, como poco, y detendrá la explosión de muertes. Debemos hacer algo. –Y luego aspira profundamente y suspira. -¿Quieres que tu propio niño nazca en un mundo con tanta inestabilidad, violencia y muerte? Lyda odia que Foresteed siquiera hizo mención a su hijo. Se siente repentinamente protectora. –Esto no es sobre mi niño. –Dice. -Bien, entonces piensa en los chicos de las otras personas. –Dice Foresteed. -Los que crecerán sin uno de sus padres—como tú, perdiendo a tu padre tan joven. Sabe que Foresteed trata de manipularla, y lo odia por eso, pero extraña a su padre y quiere que estas muertes innecesarias acaben. Él le sonríe grotescamente. -Es sólo un cuento de hadas. –Dice Lyda. –Quieren un cuento de hadas. Un “felices por siempre” ¿Puede ser un casamiento temporal hasta que las cosas se estabilicen de nuevo? -Exactamente. –Dice Foresteed. ¿Entonces por qué siente un pozo tan profundo de tristeza dentro suyo? -No tenemos que hacerlo. –Le dice Perdiz. –En serio, no tenemos. -Gente saltó de techos. Hay armas siendo disparadas en habitaciones. –Mira a Perdiz. No hay nada más. Él aspira pero no dice nada. Se gira hacia Foresteed. -Hazlo, -Dice. –Diles lo que quieren. Ve si funciona. Hay un silencio y después Lyda le susurra a Perdiz. –No más sangre en tus manos. No más. 86

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PRESSIA REFLEJO

El aire está estancado y los motores son ruidosos. La aeronave se zarandea en el viento. El viaje entero toma cincuenta horas. Revisó la caja de metal algunas veces, tocando el vial y la fórmula—ambos intactos, gracias a dios; se ha vuelto un hábito nervioso. Ya pasó mucho del tiempo, pero aun así, las horas que quedan—¿Cuántas, exactamente?—se alargan ante Pressia sin descanso. En una mano, sólo está la vista por la claraboya del centelleante mar; en la otra, la nave es peligrosa. Il Capitano es un piloto novato, y estaba enojado cuando se dio cuenta que regresarían sin sus armas. Se veía perdido y desesperado. -¿Cómo demonios espera Kelly que lleguemos a ninguna parte sin pistolas? –Se calmó lo suficiente para despegar, y, ocasionalmente, suelta boyas de seguimiento reflectoras de láser. El sonido es ensordecedor mientras son lanzadas de la aeronave, iluminando las claraboyas y haciendo a la nave en sí misma traquetear. Podían morir aquí afuera—desplomarse, estrellarse y después hundirse, sin sonido, en el suelo oceánico. Esto le asusta, pero le ha temido a la muerte por tanto tiempo que ya no tiene tanto poder sobre ella como una vez lo hizo. En su lugar, el sofocante sentimiento que tiene en el pecho—implacable y horrible—es por Bradwell. Él está sentado sólo al otro lado del pasillo, e, incluso aunque le salvó la vida, no han hablado ¿Cómo se siente estar atrapada en un espacio pequeño con alguien que la odia? La hace querer ser más y más pequeña hasta desaparecer. Espera al momento en el que Bradwell baje la guardia un poco, en el que se suavice, se abra. Pero incluso mientras duerme, parece enojado. Su entrecejo se frunce en sueños, tal vez pesadillas. Patea sin descanso. Es duro para él simplemente sentarse en el asiento. Tieso e incómodo, sus alas parecen empujar sus hombros hacia adelante, forzándole a encorvarse. Il Capitano y Helmud están en la cabina de mando con Fignan a su lado. Il Capitano está cantando canciones viejas—aunque nada de amor. Asume que está siendo cuidadoso. Pero no hay tiempo para cuidarse del otro. Deben hablar sobre su próximo paso. -¡Bradwell! -Dice Pressia. No se mueve. -¡Bradwell!

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Deep in Fantasy De nuevo, nada. Se desabrocha el cinturón, cruza el pasillo y le sacude el hombro. ¡Bradwell, despierta! Se despierta del sueño de la forma en la que lo solía hacer en el cobertizo mohoso donde se recuperó después de que casi mueren congelados en el suelo del bosque—sus brazos y piernas se sacuden y jadea en busca de aire. -¿Qué? ¿Qué pasa? -Tenemos que hablar. Mira a su alrededor, con los ojos bien abiertos, y luego a la claraboya— seguramente sorprendido de encontrarse en una aeronave cruzando el océano. –No quiero hablar sobre nosotros. –Dice. –No puedo. -No sobre nosotros. –Dice ella, pero desea que pudieran hablar sobre lo que significan para el otro ¿Alguna vez lo harán? –Necesitamos un plan. Tenemos que hablar con Il Capitano y Helmud también. Él se frota los ojos y asiente. –Tienes razón. Bradwell sigue a Pressia a la cabina de mando. Il Capitano está cantando, y Helmud parece estar tarareando una harmonía. Es hermoso. Fignan parece estar en modo dormido, como si el canto lo hubiera apaciguado. Odia interrumpir. La puerta está abierta, pero golpea de todos modos. Él se detiene a mitad de una nota. –Pensé que estaban dormidos. -Yo lo estaba. –Dice Bradwell. Con Pressia entran a la cabina. Él apenas cave en el espacio. Sus costillas, pecho y hombros se ensancharon. Sus alas son espesas y se arquean a su espalda. -Debemos pasar a ver a Hastings. -Dice Pressia agarrando la espalda del asiento de copiloto vacío. -Tendríamos que aterrizar en Crazy John-Johns y después despegar nuevamente. –Dice Il Capitano nervioso. -No podemos dejarlo allí. –Dice Bradwell. -No estaba diciendo que lo abandonaría. Es sólo un riesgo—eso es todo. Si nos aterrizamos/estrellamos como lo hicimos la última vez, no tendremos a nadie que nos ayude. Deberemos volver a casa a pie a través de un territorio en el que apenas sobrevivimos la primera vez. -No tenemos opción. –Dice Pressia. –Nos necesita, y podríamos necesitarlo a él también. -¿Necesitarlo para qué? –Pregunta Il Capitano. Pressia suspira. –Voy a entrar a la Cúpula. Tengo que hablar con Perdiz. Debo llevarle la cura a la gente correcta dentro. –En ningún momento se suelta la mochila. 88

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Deep in Fantasy -Asumes que hay gente correcta en el interior. –Dice Bradwell. -Gente correcta. –Dice Helmud con optimismo. -No pueden ser todos malos. Y ahora que Perdiz está a cargo, estoy segura de que… -Yo no estoy seguro de nada. –Dice Bradwell. -Kelly sabía que Willux estaba muerto, que Perdiz estaba a cargo, ¿Entonces por qué no ha escuchado sobre una nueva orden en la Cúpula? -Tal vez Perdiz no tuvo tiempo. –Dice Pressia enojada. –Tal vez su plan está en marcha ¡O quizás empezó a hacer verdaderos cambios, pero decirle a Kelly, a un océano de distancia, no es su mayor prioridad justo ahora! -Se gira hacia Il Capitano. –Crees en Perdiz ¿No? -Siempre dudo de la gente. –Dice Il Capitano. –Sobreviví por no creer en otros humanos. Pressia lo entiende. Ella es alguien que decepcionó al Cap; no lo ama de la manera que él a ella. -¿Cuál es su plan? ¿Derribar la Cúpula y que haya una guerra civil? ¿Más sangre, más muerte? –Les pregunta Pressia. -Si quieres ponerte de su lado, adelante. –Le dice Bradwell a Il Capitano. – Cómo te sientes con respecto a ella ya no es un secreto. Haz lo que quieras. A Pressia le sorprende que Bradwell haya dicho esto en voz alta. Mira a Il Capitano. Tiene los cachetes sonrosados. Él tose en su puño y mira fuera por el parabrisas. Están atravesando un banco de nubes. -Solamente quieres que prueben que tienes razón después de todos estos años. –Le dice Pressia a Bradwell. –Tomarás justicia sobre paz, incluso si eso significa que va a morir gente. -No estoy tratando de probar que tengo razón. La tengo. Hay una diferencia. La verdad es importante. –Dice Bradwell. –La historia es importante. -Il Capitano hará lo que piense que es correcto—justicia o paz, -Dice Pressia. –Confío en él para que tome la decisión. -Paz. -Dice Helmud, dando su voto. A Pressia le alegra que Helmud esté de su lado. –Bien. –Dice Pressia. – Gracias. -¿Cap? -Dice Bradwell. -No, -Dice Il Capitano. –No voy a elegir entre ustedes. Debemos estar unidos en esto. Bradwell mira por el parabrisas, y Pressia sólo puede ver su perfil, las cicatrices gemelas recorriéndole una mejilla. Él dice. –Mi madre murió agarrada a la camisa de mi padre. Sus ojos seguían abiertos, mirándolo, 89

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Deep in Fantasy como si hubiera muerto rogándole que siguiera vivo. Pero murieron Puros, por dentro. –Se golpea el pecho. –Murieron como eran, luchando por revelar la verdad. –Se frota los nudillos y dice. -¿Qué soy yo? -Sus alas se tuercen a su espalda. –Soy un cuento de hadas que los padres les cuentan a sus niños para asustarlos y que tengan cuidado en la vida. No soy real. Pressia se lo imagina como un niño pequeño corriendo por la casa y llamándolos con creciente pánico. Algunas veces se le olvida el chico que una vez fue—quien fue enviado a vivir con sus tíos, quien corría por una bandada de pájaros cuando las Detonaciones ocurrieron, quien encontró su camino de vuelta a la casa de sus padres, al cofre en el cuarto seguro, quien se las arregló solo por años. Ella ama a ese niño. Ama el hombre en el que se convirtió—complejo y terco. -Eres real. Eres la misma persona. Él sacude la cabeza. -No. Ese Bradwell se ha ido. -¿Qué significa eso? –Pregunta ella. -Lo que realmente me mantuvo andando todos estos años son la verdad y justicia. Podía mirar a la Cúpula, su cruz brillante, en cualquier momento, y tenía todo lo que necesitaba para sobrevivir. Mataron a mis padres. Se encerraron en su perfecta pequeña burbuja y destruyeron al mundo. Soy un Miserable. Eso es lo que me hizo Puro ¿Y ahora? Con esos químicos dentro de mí ¿Qué es lo que soy? -Todavía eres tú mismo. –Dice Pressia. Quiere decir más. Quiere decirle que es real, que lo ama. Pero su espalda está tensa. Sus ojos miran al cielo. Está distante. Dice. –Tienes toda la razón para odiarme. -No te odio. Desearía poder hacerlo. -Miren. –Dice Il Capitano. –Alguien tiene que comprometerse. La cabina está en silencio. -Aquí está mi compromiso. –Rompe Bradwell el silencio. –Sólo sobre mi cadáver saldrán los Puros de esto como héroes. –Mira a cada uno a los ojos y se va. Pressia mira el parabrisas que sostenía su reflejo. Ahora es una pantalla negra temblando con nubes ocasionales. Él había bajado la guardia. Habló sobre haber encontrado a sus padres muertos. Desea haber dicho algo diferente, pero ¿qué? Se gira hacia el reflejo de Il Capitano. Él atrapa su mirada y sonríe tristemente. -Perdón. –Dice. –Por todo. No debería haberlo empujado al… -No. –Dice ella. –Está bien. Helmud se estira, le roza el cabello y aparta la vista tímidamente.

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Deep in Fantasy Ella ve su propio reflejo y piensa en el juego de rimas que los chicos jugaban en el campo. Mira tú reflejo. Halla tu pareja. ¡Encuéntrate! ¡Encuéntrate! ¡No quedes al final! Alza la cabeza de muñeca ¿Quién sería sin ella? ¿Más ella misma o menos? No puede imaginarse cómo debe de ser para Bradwell—su cuerpo no es el suyo propio. Piensa en su propio ADN, las instrucciones sobre cómo construirla a ella, y solamente a ella. Pelo, piel, sangre. Y luego recuerda el cepillo en su cuarto, cómo nunca tenía un sólo pelo en él a la mañana siguiente ¿Tomaron su ADN? ¿Habrán réplicas de ella—allí afuera—algún día? La idea la aterroriza en formas que no puede entender. ¡Encuéntrate! ¡Encuéntrate! Ella no sabe realmente quién es. Tampoco Bradwell ¿Alguien lo hace? Il Capitano dice: -Estamos sobre tierra. -Tierra, -Dice Helmud, como si le ordenara a su hermano que aterrizara. ¡Tierra! Pressia se quita la mochila y se la abraza al pecho. Mira por el parabrisas al horizonte irregular. Desde aquí, se ve pacífico y en calma. Pero ella sabe que allí pululan alimañas y Terrones. La tierra en sí misma está viva— odiosamente viva. Tal vez la venganza es parte de todos ellos.

PERDIZ QUE SUERTE LA NUESTRA

La voz de su madre. -¡Perdiz! ¡Tu amigo está aquí! Abre los ojos. ¿La voz de su madre? No—no puede ser. Está muerta. Y aun así, ella solía llamarlo de esa forma cuando sus amigos se pasaban por su casa. Recuerda su hogar en la infancia—sus sábanas con pequeños camiones, el reloj en forma de pelota de Baseball, un set de bloques conectables desparramados por el suelo. Y su madre apareciendo en el pasillo—su pelo balanceándose, su sonrisa. No es la voz de su madre, y tampoco la de Lyda. Este es el cuarto en el apartamento donde creció dentro de la Cúpula. Duerme en la cama inferior de la litera. Sedge solía dormir arriba. No le gustaba cuando Perdiz lloraba de noche. Le diría que se calle. Su madre se había ido, presuntamente muerto. Debería haberle sido permitido llorar cuando quisiera. La habitación de su padre está vacía. No entra allí—nunca.

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Deep in Fantasy Perdiz lo mató. Este pensamiento lo despierta del todo. La puerta se abre y es Iralene. -Arvin Weed está aquí. –Dice. -¿Debo hacerles de beber? ¿Refrescos? –Está retorciendo su anillo de compromiso. -¿Qué hora es? –Se sienta. -Dormiste, y dormiste, y dormiste. –Dice ella. –¡Ya es mañana! Después de que regresó a casa e Iralene lo haya abrazado, él le dijo que no se estaba sintiendo bien y que pensaba que sería bueno hablar con Arvin Weed, quien es ahora su doctor. En realidad, sólo quería preguntarle sobre Glassings y la gente que sigue suspendida, y también mostrarle la hoja de ecuaciones científicas que encontró en la cámara de guerra de su padre. Después de que Iralene le dijo que arreglaría un encuentro con Weed, Perdiz caminó hasta su cuarto, se acostó y, después de días sin dormir, cayó en incansables pesadillas. Solía soñar con encontrar el cuerpo muerto de su madre en todas partes—debajo de las gradas vacías, en el laboratorio de ciencias de la academia—pero en este sueño, vivía su día de alguna forma mundana cuando se encontró con un montón de cuerpos. Uno o dos retorcidos, sangrando, pero todavía vivos, y se levantaban y corrían hacia él. Hablaban con la voz del hombre que saltó en frente del tren—Eckinger Freund, confirmaron las autoridades. Y estas personas moribundas lo llamaban mentiroso, pero Perdiz no podía decir si lo odiaban por la verdad que le contó de su padre o por esta nueva mentira—casarse con Iralene. -¿Vas a venir a hablar con Arvin? –Dice Iralene. -¿Debo charlar con él para darte algo de tiempo? Se frota los ojos y se recuesta en la cama con las manos sobre su corazón. Sigue completamente vestido. Se siente enfermo. –No, está bien. Ya voy. – Empieza a irse pero él dice. –Espera. Ella se gira, sonriéndole. –Amo la forma en la que te ves cuando recién te despiertas. -Iralene, estamos solos. –Dice. –Prometimos no… -Él le pidió no ser romántica con él excepto para el espectáculo, en público. -¿No puede una chica practicar? Se sienta. -¿Subió el conteo de muertes desde que se transmitió la conferencia de prensa? Ella aspira profundamente. El suicidio la asusta. Su rostro se endurece. Beckley reportó que no hubo casos durante la noche. -Bien. –Si va a renunciar a su libertad, y una buena medida de la verdad, así, mejor que esté salvando vidas. –Dile a Arvin que estaré allí en un minuto ¿Si? 92

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Deep in Fantasy -Seguro. –Ella sonríe y cierra la puerta. Perdiz se cambia la ropa. No debería estar nervioso sobre ver a Arvin. Él fue en algún momento sólo un nerd académico, un amigo distante que a veces le dejaba a Perdiz copiarse de sus notas. Pero Arvin no está allí como un amigo. Arvin ayudó a Perdiz a volver a crecer su meñique, y parecía estar a cargo del equipo que le borró la memoria, ambas órdenes de su padre. Y probablemente habría sido el elegido para hacer el trasplante de cerebro ¿Lo habría hecho? Perdiz nunca lo sabrá. En vez de una operación, hizo la autopsia de su padre, diciéndole a los líderes que había muerto por una Degeneración Rauda de Células mientras, públicamente, a la gente le fue dicho que luchó bravamente contra un desorden genético. Perdiz mira su meñique y flexiona la mano. El dedo se dobla y extiende en perfecta sincronía con el resto. Dentro de todo, es un trabajo increíble. Mientras esté aquí, Arvin querrá probablemente probar las terminaciones nerviosas y la re-formación de la memoria de Perdiz también. Perdiz encuentra la hoja de información científica donde la escondió y la desliza dentro de su bolsillo. Va al baño, se moja la cara con agua y se seca con una toalla de mano. Se mira a sí mismo por un momento y no está seguro de quién, exactamente, se supone que sea. Se siente un fraude. Sabe que tendrá que entregarse a esta mentira. Lo hará porque Lyda susurró: No más sangre en tus manos. No más. Pero él sabe que la sangre simplemente ha empezado. ¿Y Lyda? ¿Y el bebé? ¿Cuánto tiempo tendrán que vivir esta vida oculta? Después de la reunión en la oficina de Foresteed, pidieron por unos minutos en el cuarto juntos. Se sostuvieron mutuamente. Ella dijo. –Perdiz, esto es lo correcto. –Y rápidamente agregó. –Estoy asustada. Él le dijo que él también estaba asustado. Y ahora extraña el sentimiento de su cuerpo cálido mientras se abrazaban debajo de su abrigo entre la ceniza flotante, como nieve negra. Extraña la manera en la que ella lo mira, que siempre se siente honesta. Ama como Lyda parece ambas, frágil y dura. En una mano, el delicado trabajo de hacer un ser humano está ocurriendo dentro suyo. En la otra, se endureció de una forma que no puede explicar. La verdad sobre su padre. Esta única verdad ¿Cuántas mentiras tendrá que ofrecer para apaciguar a la Cúpula? ¿Cuántas? Sale del baño, camina por el corredor y entra a la sala de estar. Arvin está mirando la carpeta de Iralene de vestidos de novia. –Creo que este es verdaderamente hermoso. –Dice apuntando a una página abierta. –No que eso importe. 93

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Deep in Fantasy -¿Por qué no importaría? –Dice Iralene herida. -Te verías bien en cualquier cosa. -Dice Arvin. Y aquí está un perfecto ejemplo de Weed. Puede que haya querido decir que no le importa, pero lo recubrió con un cumplido ¿O lo dice en serio? Es verdad que Iralene se vería bien en cualquier cosa. Es perfecta. Es por eso que está aquí. Y de pronto lo golpea: lo tienen donde quieren tenerlo. Está actuando la vida que su padre diseñó para él. Iralene, con su cabello lustroso y sonrisa brillante, se está preparando para una boda. Perdiz va a caminar hacia al altar carcomido por la culpa. Trató de liderar y todo se hizo pedazos. Y entonces su sospechoso comienzo ¿Fue la cantidad de suicidios realmente tan grave como le dijeron? La multitud enfurecida, el ruido de sirenas, el hombre que salto frente al tren—todo se sintió real. De hecho, se sintió espontaneo—la cosa más improvisada que jamás presenció en la Cúpula. Y aun así, no puede confiar en Foresteed, quién vería la alteración como una oportunidad de controlarlo con la culpa. Puede ser que Foresteed no tenga una gran consciencia, pero seguro la ve como una debilidad en los otros—una para explotar a su beneficio ¿Qué tan real es todo esto? ¿Es una conspiración para llevar a Perdiz al límite? ¿Participa Weed en ello? -Perdón por interrumpir. –Dice Perdiz. Arvin e Iralene levantan la vista. Arvin saca las manos y sacude las de Perdiz. -¿Cómo te sientes? -He estado mejor. Iralene alza sus paquetes de novia y dice. –Los dejaré hablar. –Perdiz se imagina las sesiones de entrenamiento por las que tuvo que pasar Iralene— lecciones sobre cuándo ser visible y cuándo desaparecer cortésmente. -Hablemos por aquí. –Perdiz lleva a Arvin a los sillones. Se sientan uno frente al otro. -Así que, el meñique. –Dice Weed. -¿Algún calor, adormecimiento o picor? -Nop. Weed se estira a través de la mesa de café entre ellos, toca el dedo de Perdiz y lo dobla. -¿Sientes todo esto bastante bien? -Sip. Aunque a veces todavía me imagino que no está. Y después miro hacia abajo y me sorprendo. -Gente que pierde una pierna dicen que todavía pueden sentirla; sus terminaciones nerviosas sigue mandando mensajes al cerebro sobre que existe. Se llama extremidad fantasma. -¿Así que estoy sintiendo la extremidad fantasma?

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Deep in Fantasy -Volver a crecer partes del cuerpo es toda ciencia nueva. Quizás esto se vuelva una observación común. Perdiz se pregunta si está hablando de Wilda, la niña que fue secuestrada, llevada a la Cúpula y purificada. Ya no tiene cicatrices o marcas o fusiones o incluso un obligo, y sólo podía decir lo que estaba programada para decir—una amenaza del padre de Perdiz. -¿Esperas hacer crecer muchas extremidades, Dr. Weed? -Soy uno de los tipos buenos, Perdiz. –Dice Arvin. –Lo sabes. –Sus ojos se separan de él y mira alrededor del cuarto. -¿Lo hago? –Dice Perdiz. Arvin ríe y se reclina contra el sillón. -¿Qué es tan gracioso? -Recuerdo que una vez me dijiste que vivía demasiado en mi cabeza. Dijiste: “No tienes un instinto de barriga, Weed? ¿Has ido alguna vez de panza?” ¿Recuerdas? Perdiz no tiene memoria de eso para nada. –Debe ser la pérdida de memoria. –Dice Perdiz. -No. –Dice Weed. –No lo recuerdas porque lo dijiste sin siquiera pensarlo. Me tocaste el estómago con un dedo y todos rieron. -Perdón, Weed. Estoy seguro de que no quería decir nada con ello. -Todo lo que decías tenía un significado. Eras el hijo de Willux. Era tu pase libre para hacer lo que quisieras. -¿En serio? –Dice Perdiz a la defensiva. –Porque recuerdo gente ofreciéndose para patearme el trasero, ¿Y tú saltaste a ayudarme? No. Simplemente mantuviste tu nariz en tus estudios ¿Y sabes qué? Tenía razón. Vives demasiado dentro de tu cabeza. -Y tú -Dice Weed, -Deberías tratar de confiar un poco menos en tu estómago y un poco más en tu cabeza. Si lo hicieras, quizás no estaríamos en este lío. Está culpando a Perdiz por los suicidios, y tiene razón. No se puede negar que fue la chispa. Perdiz alza una mano. Weed fue demasiado lejos. Ya no puede dejar que la gente le hable de esa forma—ni siquiera un viejo amigo. Weed tose, se alias la camisa. Hay silencio antes de que vuelva a su rol de doctor. -¿Qué hay de tu memoria? -Siguen habiendo parches algunas veces—ya sabes, mi tiempo en el exterior. –Recuerda la mayoría: Pressia, Bradwell, Il Capitano y Helmud, y las madres fusionadas a sus niños. Recuerda el thunk de su meñique siendo seccionado y cómo yacía allí, desconectado. Hay cosas que aún le vuelven en explosiones de color—mayormente su madre y Sedge muriendo en el 95

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Deep in Fantasy suelo del bosque. Recuerda haber estado con Lyda en la base de cama de bronce con dosel, abrazados bajo su abrigo, el calor de sus cuerpos. –Sabes cómo es. Algunas cosas quieres recordar. –Dice. –Y otras, olvidar. -Apuesto a que sí. –Dice Arvin con una ligera sonrisa de suficiencia en el rostro. ¿Sabe Weed que es un asesino? Si es así, Perdiz casi desea que se lo diga directamente. -¿Apuestas? Arvin se inclina hacia delante, con los codos en sus rodillas, y baja la voz. – Dime por qué estoy realmente aquí. -Primero que nada, ¿Dónde está Glassings? -¿Durand Glassings? ¿Nuestro profesor de Historia Mundial? Esto es a donde querías llegar en el funeral ¿Todavía en ello? -Sí. -¿Cómo demonios lo sabría? -Foresteed me dice lo mismo. Pero alguien lo sabe. -No yo. –Weed lo mira con el rostro hecho piedra. -Quiero saber si empezaste exitosamente a sacar a la gente de suspensión. – Dice Perdiz. –Como te dije. -Mira, esto no es fácil. Belze es muy viejo. Estaba muy débil cuando fue puesto en suspensión, postoperación en realidad ¿Y sabías que sólo tiene una pierna? El muñón termina en una manga de cables. No podemos simplemente sacarlo de un tirón. Quiero decir, si estás haciendo esto de alguna forma por el bien de tu hermana, no va a hacer ningún bien si muere en el proceso. -¿Cómo sabes que está conectado a Pressia? -Tengo el mayor nivel de accesibilidad posible. De hecho, algunos estamos curiosos por lo que realmente pasó en el bunker de tu madre ¿Siquiera te encontraste con esos viales y, tal vez, otras cosas? -Pensé que sólo los querrías para mi padre, como último recurso para curarlo, y como no los obtuvo a tiempo para hacerle algún bien… -Podría hacer mucho con ellos, créeme. -Arvin se para y se pone a caminar. -¿En serio? ¿Estás seguro, Weed? -¡Dios, Perdiz! Tengo todo lo que necesito para purificar a alguien, pero luego se derrumban. -He visto tu obra. –Dice Perdiz con un poco de sarcasmo. -¿Te refieres a los Miserables que trajimos dentro? –Dice Weed caminando hacia la ventana, mirando la calle. –Eran sólo experimentos. -No, eran personas. 96

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Deep in Fantasy Se gira hacia Perdiz rápidamente y dice. –Y sus sacrificios no serán en vano si tenemos la fórmula y ese último ingrediente. Sería capaz de arreglar a todos los Miserables sin ninguno de los efectos colaterales que mataron a tu padre ¿Piensas que los chicos de las Fuerzas Especiales saldrán limpios? Hay amigos tuyos de la academia allí, Perdiz. -No sabía que tenías este lado altruista. Quiero decir, Arvin Weed, humanitario. No tenía idea cuando estabas, ya sabes, supervisando mi tortura. -Órdenes son órdenes. Algunos dirán que fui más responsable que el propio hijo de Willux. Di lo que quieras sobre él; tu padre era un genio. Nunca empezarás siquiera a imaginarte de lo que era capaz su cerebro. Deberías mostrar algo de respeto. -Weed, en tu cabeza y en tu estómago, sabes que mi padre fue un asesino de masas; tienes que saberlo. Weed asiente. Levemente se rasca la frente. Dice con voz escalofriante y calmada. –Puedo hacer que pase algo bueno. Puedo salvar gente. Puedo hacer el bien donde tu padre falló. Perdiz sacude la cabeza. -¿Piensas que, de algún modo, puedes retomar donde mi padre lo dejó? – Perdiz se levanta, le da la espalda a Weed y cruza los brazos sobre el pecho. –Sé que fuiste el que desarrolló la píldora. –Dice en voz baja. Es incapaz de mirar a Weed a los ojos. Con esta oración, reconoció el hecho de que usó la píldora para matar a su padre, como también la posibilidad real de que Weed fuera cómplice en el asesinato. Puede ser que los dos no sean tan diferentes como parecen, unidos como lo están en un momento de la historia—en un asesinato. -Sin ti. –Dice. –No podría haberlo hecho. –Se gira y mira a Weed, luego al suelo. -Estoy seguro de que no sé de qué estás hablando. –Dice Weed. Perdiz ya no puede soportar las mentiras y negaciones. Camina hacia Arvin, lo empuja y le agarra el hombro. -¡Maldita sea! Si admirabas a mi viejo tanto ¿Por qué lo hiciste? Weed mira a Perdiz, lleno de odio. Se libera del agarre de Perdiz. -Dije que no sé de qué hablas. Y entonces Perdiz sabe la respuesta. Arvin ya la dijo: Puedo salvar gente. Puedo hacer el bien donde tu padre falló. Weed quería tener el poder. Arvin camina hacia el sofá y se sienta con pesadez. –No sabes nada, Perdiz. Es la misma vieja mierda. Sigues paseándote por ahí, siendo el hijo de Willux, y no hiciste nada de la tarea. 97

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Deep in Fantasy Perdiz se sienta frente a Weed de nuevo. Presiona sus palmas juntas. –Eso no es enteramente verdad. He estado en la cámara secreta de mi padre en el cuarto de guerra. Aprendí un montón allí. De hecho, tu nombre aparecía en un documento. -¡Por supuesto que lo hacía! Estoy en el centro, Perdiz, y lo he estado por un largo tiempo. Incluso cuando estábamos en la academia, ya estaba metiéndome en los círculos internos. -Si no sé nada, Weed, ¿Qué tal si me iluminas? Adelante. Explícamelo. -Bien. –Dice Weed. –Primero, tu hermana y sus amigos robaron una de nuestras aeronaves. Estaba marcada, por supuesto. Conocemos su ruta. Sabemos a quién contactaron seguramente—cómo descubrieron donde encontrar a estos otros sobrevivientes es un misterio—pero resulta que ellos sí hacen su tarea. Perdiz ignora la indirecta. -¿De qué diablos estás hablando? ¿Una ruta? -Atravesando el Océano Atlántico, están en su camino de vuelta. Perdiz ríe. Es ridículo. -¿El Atlántico? ¿En una aeronave? No es posible. -La llevaron a Newgrange, una de las locaciones especiales de tu padre. Si estuviste en su cámara interior, entonces sabes que salvó un par de lugares sagrados y a la gente lo suficientemente suertuda para estar allí en el momento correcto. Newgrange. Perdiz piensa en todas las lecturas de Glassings sobre las antiguas colinas de entierro y la obsesión de su padre desde la niñez con los domos. –Pero Pressia, Bradwell, Il Capitano y Helmud—¿Fueron hasta allí y volvieron? Arvin asiente. -¡Foresteed debería haberme dicho todo esto! -Estoy seguro de que está en sus reportes. -¡No los leo! -Dice Perdiz más para sí mismo que para Weed. -Y allí. Probaste mi punto. -Newgrange, -Dice Perdiz. –En una aeronave. –El mundo parece abrirse. Pressia, Bradwell, Il Capitano y Helmud—atravesaron un océano. –Dios mío. –Susurra. -¿Pero aún no volvieron? Suena peligroso. -Bueno, llegaron hasta allí y ahora están en el aire de nuevo. La pregunta es por qué ¿Qué pensaron que encontrarían allí? ¿Y tuvieron éxito? -¿Está Foresteed en esto, rastreando su progreso? -A Foresteed no le importa mucho tu hermana y sus amigos. Tiene otros intereses. -¿Cómo cuál? Arvin sonríe. –Puedes preguntárselo tú mismo. 98

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Deep in Fantasy -Arvin, escucha. Creo que podríamos lograr un consejo juntos—gente del exterior y del interior sentándose a hablar. Podemos ayudar a cada lado a entenderse mutuamente. Allí es donde mi padre verdaderamente falló. Esta gente se está suicidando, pero si conocieran a alguien de allí afuera, si conocieran a Pressia… Weed lo interrumpe. –Eso es lindo, Perdiz. Pero no funcionará. -¿Por qué no? -Mientras los Miserables lleven nuestra historia en común en su piel, no habrá paz. Culpa, Perdiz. No puedes vivir con toda esa culpa sin querer culpar a las víctimas y exonerarte a ti mismo. Naturaleza humana. -Pero… Weed menea la cabeza, sonriendo. –Este es un ejemplo. Quieres que saque a esta gente de suspensión ¿Qué diablos vamos a hacer con todas estas personas? ¿Eh? Algunas están deformadas. Algunas incluso son Miserables ¿Qué vas a hacer? ¿Obtenerles trabajo? ¿Mandarlos al almacén? -¿Por qué no? -He pasado los últimos días cosiendo muñecas cortadas, mirando heridas grandes y abiertas de bala, bombeando estómagos, todo por ti. -Espera. –Dice Perdiz. Es la segunda vez que Weed lo responsabiliza por las muertes. No es completamente justo. –Mi padre no debería haberles forzado mentiras por la garganta. -Así que, mientras yo estaba limpiando el desastre, ¿tú estabas ocupado racionalizándolo todo? ¿Es así como pasaste tu tiempo? -No, te dije que fui a la cámara secreta de mi padre, y sé que él sabía que había cometido un error. Sabía que el fin estaba llegando. -Y allí es donde viste mi nombre ¿Eh? –Weed se alisa el pelo, frota su cabeza. –Sí, recuerdo ese reporte. Bastante aleccionador. Así que, después de todo, no somos la raza superior. Imagínate cómo se sintió tu padre cuando se enteró. –Weed ríe, pero ya no tiene esa sonrisa persistente. -No sé ni siquiera qué lo hizo pensar que éramos superiores en primer lugar. Nunca lo entenderé. -¿Es eso lo que quieres de mí? ¿Un psicoanálisis de tu padre? -No pediría eso de mi peor enemigo. –Dice Perdiz. –Pero sé que si no le gustaba una verdad, encontraba la manera de cambiarla. –Perdiz saca de su bolsillo la hoja con información científica que tomó de los archivos. No quiere mostrársela a Weed, pero, ¿A quién más? –Explícame esto. Weed agarra la hoja, la mira y se la devuelve. –Es una receta. -¿Para hacer qué? -Gente. 99

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Deep in Fantasy -No lo entiendo ¿Gente? -¿Por qué lo harías? Estás haciendo una persona al viejo estilo ¿o no? embarazando a alguien. -Conoces su nombre. Ella no es simplemente alguien. Sólo explica la ciencia, ¿Sí? Weed sonríe, feliz por haber hecho enojar a Perdiz, y se reclina contra el sillón. –Esta era su receta para hacerlos desde lo básico. Un poco de ADN de Puros, un poco de la semilla más dura, los Miserables. Un poco de clonación, algo de crecimiento. -¿Vos le diste esta receta? Weed ríe. –Esas cosas son muy avanzadas ¿Quién sabe de dónde la obtuvo? Pero no de nosotros. No. Es arte elevado. -Así que iba a empezar a construir su propia súper-raza de cero. -Él no iba a empezar a hacerlo. Está en progreso. De hecho, estaba contigo cuando los viste. -¿Verlos? ¿A quiénes? -Tal vez es uno de los agujeros que todavía no se aclaró. Además, estabas un poco sedado. Estábamos llevándote a purificarte. -¿Quieres decir cuando casi me ahogan? -Tu padre prefería el término bautismo. -¿A quién vi? ¿En dónde? -Los bebés—filas y filas de pequeños bebés. Y entonces Perdiz lo recuerda, claramente. El banco de ventanas como una sala de maternidad gigante, pero todos los bebés eran prematuros, chiquitos, retorciéndose, algunos chillando, algunos plácidos y quietos. Bebés. Él estaba acostado—no, atado—rodando… siendo llevado en una camilla. -El Nuevo Edén merecía sus propios Adanes y Evas. –Dice Weed. Willux también se dio por vencido con la gente de la Cúpula—somos débiles y vulnerables con pulmones delicados y corazones irritables. Empezó a odiarnos cerca del final, Perdiz. Y cuando saliste y sobreviviste, estaba orgulloso de ti. Ni siquiera tenías ningunas de las cosas de la codificación de tu hermano. Sólo estabas allí afuera, desentrenado y solo y sobreviviendo. Deberías haberlo escuchado hablar sobre ti. –Weed parece enfermo al recordar. Y a Perdiz le cuesta creer. Su padre siempre estuvo decepcionado de él. Pero entonces piensa en el cuarto de guerra, todas esas fotos de su niñez, todas las cartas de amor. Quizás su padre ocultaba su amor y orgullo bien. Aun así, Perdiz no está seguro sobre qué pensar. Los sentimientos de su padre hacia él son tan retorcidos y difíciles de determinar. –Nunca me dijo 100

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Deep in Fantasy que estaba orgulloso de mí. Nunca. –Excepto al final, justo antes de morir—sabiendo que Perdiz lo había envenenado—le dijo: “Eres mi hijo. Eres mío”—lo que hizo que se sintiera como su padre, por primera vez, vio algo que era un reflejo de él mismo. Cuando Perdiz piensa en ello ahora, es como si Willux le estuviera diciendo que son iguales, tal vez incluso que está destinado a volverse su padre, lo que sería un gran elogio para este último. –Sólo se amaba a sí mismo. -Bueno, los nuevos Adanes y Evas se volvieron su gente, su esperanza. Eran el futuro. –Weed se levanta. –Deberías cuidarte. -¿Qué hay del pequeño Jarv Hollenback? ¿Lo sacaste de suspensión? ¿Está con sus padres? Weed asiente. -¿Estaban los Hollenback felices por tenerlo devuelta en casa? –Es una pregunta estúpida, pero Perdiz quiere algo bueno—algún efecto positivo de él estando allí, incluso si es pequeño. -Bueno, la Sra. Hollenback… -¿Qué? -Está en el hospital -¿Trató de…? -Casi lo logra. Recuerda la última vez que la vio—en la cocina, sus manos manchadas de harina, pánico tintaba su voz. Que suerte la nuestra, decía. Que suerte la nuestra. Y quería desesperadamente decirlo en serio. La Sra. Hollenback, quién enseñó Historia de la Doméstica como una forma de Arte—la recuerda cantando sobre un muñeco de nieve ¿Cómo trató de hacerlo? No quiere imaginarlo. Había recuperado a Jerv ¿Por qué haría esto ahora? ¿A dónde fue su resistencia, su deseo de vivir? –Quiero ver a la Sra. Hollenback, antes que nada. –Se frota las manos, pensando en culpa y sangre. –Y quiero ver la maternidad. No quiero más generalización por parte de Foresteed, no más data. Quiero ver a la gente. -¿Estás seguro? -Sí. Weed parece apreciar esto. –Está bien. -¿Crees que la boda ayudará—en nada? Quiero decir, ¿Realmente necesitan una distracción? -Les sacaste todo. El casamiento les da algo con lo que orientarse nuevamente. –Perdiz asiente. Esperaba que Weed le diera una razón para echarse atrás. –De todas formas, ¿Quién no querría casarse con Iralene?

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Deep in Fantasy Perdiz lo mira. Se siente repentinamente adormecido. –Sabes dónde está mi corazón. Weed se rasca la cabeza y se encoje de hombros. –Cada quien a lo suyo. -Quiero que me lleves a la maternidad, ahora. –Dice Perdiz. –Necesito ver cosas con mis propios ojos. Weed inclina la cabeza. –Y yo quiero hablar con tu hermana, Perdiz. Si no estrellan esa nave, quiero saber lo que sabe. -¿Piensas que chocarán? -¿Quién sabe si tienen un piloto real a bordo? Las probabilidades son pocas, ¿O no? Pero Perdiz no está tan seguro. Inmediatamente piensa en Il Capitano y en cuánto amaba su auto. Se volvería loco por una aeronave. De ninguna forma no estaría en los controles ¿Es bueno en ello? Perdiz no lo sabe realmente, pero siente un arrebato de confianza por Il Capitano solamente basado en el poder de voluntad de Il Capitano. –No puedo decirte si mi hermana sabe o no algo. -Créeme. -Dice Arvin. -¡Lo hace!

IL CAPITANO CRAZY JOHN-JOHNS

Il Capitano está sentado en el asiento del piloto, reclinado hacia adelante a causa de Helmud en su espalda. Fignan está en el lugar del copiloto, proyectando mapas brillantes del territorio que los rodea. Il Capitano escanea el horizonte en busca del parque de diversiones Crazy John-Johns. Desea no tener que volver; casi mueren allí. En su cabeza, todavía puede ver a Helmud por sobre su hombro, apuñalando cada ojo de Terrón que parpadeaba en la tierra, la gran corpulencia de los que se empujaban fuera de la suciedad, y la pierna de Hastings siendo mordida por una trampa de dientes, cómo la desgarró para librarse—con su pierna a la mitad. Y su auto—amaba ese maldito auto; se quedó atascado allí fuera también. ¿Hastings? ¿Sobrevivió la cirugía de su pierna? Muchas cosas podrían haber ido mal—un cirujano torpe cortando accidentalmente una arteria principal, pérdida de sangre, falta de higiene causando una infección. ¿Qué pasa si está muerto? Mierda.

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Deep in Fantasy El paisaje sigue sucio y estéril. La última vez aterrizó estrellándose. Le gustaría hacerlo bien, pero ya está distraído. Piensa sobre lo que le dijo Pressia—que un día, podría ser posible para él y Helmud separarse el uno del otro. El vial tiene propiedades de crecimiento celular. Podría ser usado en Helmud desde donde sus costillas se unen un poco con las de Il Capitano y donde sus piernas se unen a su hermano. Imagina un procedimiento en el cual Helmud vuelve a crecer pedazo a pedazo como es, despacio, cirugía tras cirugía, separado ¿Podría ser posible? Helmud ha sido parte de Il Capitano por tanto tiempo ¿Cómo se sentiría volver a estar solo? Se dice a sí mismo que endemoniadamente bien. Quiere ser ese hombre—su propio hombre. Pero le duele el pecho cada vez que piensa en ello, como si el corazón de Helmud—que cabalga siempre justo detrás del suyo—sintiera la traición y aplicara una aguda presión, corazón a corazón. Si funcionara, le permitiría a Pressia verlo como una persona real, un hombre que se mantiene solo—¿Alguien de quién enamorarse? Ella y Bradwell volvieron a sus asientos. Il Capitano desea poder sentir una pizca de esperanza de que nunca vuelvan a juntarse. Pero también sabe que no tiene oportunidad con Pressia—con o sin Bradwell. Ella obtuvo lo que quería—el vial y la fórmula—e Il Capitano tiene la bacteria. Antes, en el cuarto, le pidió a una de las guardianas cinta resistente, y adhirió la caja que sostenía a la bacteria, plana y cuadrada, detrás de su espalda—justo frente al pecho de Helmud. Dice. –Revísala, Helmud. Y puede sentir los dedos de su hermano contra la caja. -¡Revisada! –Dice. Il Capitano no tiene sus pistolas, pero está más armado de lo que jamás lo había estado en su vida. Crazy John-Johns empieza a tomar forma a través de la ceniza. Mientras deja que los buckies tomen aire, la aeronave baja. Puede ver el cuello alargado de una de las montañas rusas sobresaliendo por las nubes negras y la calesita inclinada, pero la ceniza es tan espesa para ver la agrietada cabeza gigante del mismo Crazy John-Johns—su rostro de payaso con permanente sonrisa, nariz abultada y cabeza pelada. El polvo en el suelo es demasiado denso. -¡Algo anda mal! –Le grita a Pressia y Bradwell. -Algo. –Susurra Helmud. Fignan emite una serie de nerviosos pitidos. -¿Qué pasa? –Le dice Pressia.

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Deep in Fantasy Pasa el parque de diversiones y empieza a darle la vuelta. Una gran cerca rodea el lugar, pero la tierra a su alrededor se levanta mientras los Terrones hacen un túnel, saliendo del suelo. Algunos arremeten contra la verja mientras otros le clavan las garras. -¡Los Terrones se están sublevando! Los sobrevivientes defienden el parque con beebees y dardos. La debilidad de los Terrones es en los ojos—el punto donde son más humanos. Al ser golpeados allí, se tambalean y caen, y los otros Terrones los devoran rápidamente. –No pueden matarlos lo suficientemente rápido. Hay demasiados ¡Centenares! Il Capitano no ve a Hastings. Empieza a sentir un nudo en el estómago. Pressia lo convenció de que lo necesitan. Es de adentro de la Cúpula—una de sus propias creaciones, la elite de Fuerzas Especiales. Pero, por supuesto, fue depurado y, por lo tanto, comprometido, pero podía clamar que todo eso fue hecho contra su voluntad. Puede volver a la Cúpula como un mensajero asediado. También es un viejo amigo de Perdiz. Tomará a Hastings de vuelta ¿o no? -¡Veo a Fandra! -Grita Pressia. -¡Y a Hastings! -Responde Bradwell. Allí están—trepando por los ríeles de la montaña rusa, usándolos como escalera. Hastings se encuentra encorvado y pálido, pero todavía alto y musculoso. Lleva puesta alguna clase de prótesis oculta por la pierna del pantalón, excepto por una cuña de metal—que es ahora su pie. Con armas incrustadas en sus brazos, se detiene—azotado por el viento, enganchando su brazo al juego—y dispara a los Terrones. Tiene buena puntería y derriba a un par. Sus cuerpos giran y caen. Pero hay demasiados. Fandra trepa detrás de él. Su cabello es tan brillante como una bandera dorada. Lo tiene recogido, pero pequeños mechones todavía se mecen en su cara. -No puedes aterrizar. –Dice Bradwell. –¡No con todos los Terrones, para que vengan a por nosotros! –Tiene razón. Hastings y Fandra están trepando hacia ellos. -¿Quieren sacar a todos por aire? –Grita Il Capitano. -¡Son demasiados ahora! –Grita Bradwell. A través de la ceniza y del polvo, Il Capitano ve cuerpos corriendo a toda velocidad por el parque de diversiones. Bradwell tiene razón. Hay más sobrevivientes que la última vez que estuvieron aquí. Fignan había extendido las piernas y trata de juntar información. Declara una cuenta aproximada—setenta y dos—en un radio de hombre-a-mujer, de edades parecidas. 104

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Deep in Fantasy -¡No ahora, Fignan! –Dice Il Capitano. -¡No ahora! –Grita Helmud. Significa que más gente arriesgó sus vidas para salir de la ciudad—una mala señal. Algo pasó allí. ¿Ahora qué? Piensa Il Capitano ¿Ahora qué? Se siente enfermo, con una torcedura familiar de temor en su pecho. -¡Necesitamos a Hastings! –Grita Il Capitano. -¿Por qué atacan? –Dice Pressia. –La música era un freno ¿Dónde está la música? -No puedo escucharla por sobre el motor. -Dice Il Capitano. La música mantenía a los Terrones a raya. Eran sólo las estúpidas notas tintineantes de los temas de los parques de atracciones. Dinky dinks y diddly dinks… Pero los sobrevivientes la usaban como barrera, reproduciéndola en viejos altavoces antes de abrir fuego. Los Terrones habían llegado a temerle. -No podemos oír la música. –Dice Bradwell. –Estamos encerrados aquí. Il Capitano toca el botón y el sello de una pequeña ventana lateral se rompe y el vidrio se baja unos centímetros. Escucha movimiento, probablemente Pressia y Bradwell corriendo hacia la ventana abierta. Al principio sólo se oye el viento. Pero después escuchan un grito. Luego otro. –No hay música. –Dice ella. -Sin música… -Grita Il Capitano, y después susurra lo que todos saben. – Morirán. Sobrevuela Crazy John-Johns, esta vez tan bajo que puede ver las caras retorcidas y derretidas de los caballos en la calesita. Y ahora puede distinguir algunos Terrones arremetiendo sus pesados cuerpos contra las cadenas, golpeando entre el beebee de las pistolas, pequeñas nubes de polvo esparciéndose de sus pechos y hombros. Una docena se inclinan sobre la verja, que se dobla bajo su peso. Y entonces la cerca cede, saltando de sus postes y enrollándose sobre sí misma. Los Terrones la pasan a gatas hasta dentro del parque. Los sobrevivientes comienzan a gritar y correr de un lado al otro. -¡Dios santo! –Dice Il Capitano. -¡Dios! -Grita Helmud. Escucha a Pressia gritando. -¿Qué demonios estás haciendo? Bradwell corre hacia el puente de mando. –Están dentro. –Dice. -Lo sé. –Dice Il Capitano. -¡Dios! –Dice Helmud. -Debemos acercarnos a la montaña rusa. –Dice Bradwell. –Y necesitamos hacer entrar a Hastings. -Y a Fandra. –Dice Il Capitano. 105

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Deep in Fantasy Pressia también camina hacia la cabina de mando. –No vendrá con nosotros. No dejará al resto. La conozco. Está trepando por un motivo, pero no para escapar. Bradwell mira afuera por el parabrisas. –Mejor que se apuren. -Voy a acercarme tanto como pueda. –Dice Il Capitano. -Cerca. –Dice Helmud. Il Capitano deja entrar más aire a las buckies. La aeronave se inclina momentáneamente hacia un lado—Pressia y Bradwell se tambalean hasta agarrarse de las paredes. El viento es fuerte, viniendo del oeste. Da un giro hacia él. –Si bajo las puntas de aterrizaje, puede agarrarse a ellas. Hastings alcanzó la punta de la montaña rusa; con Fandra detrás. Ambos se sostienen con fuerza. El viento con ceniza se enrosca a su alrededor. -En este viento. –Murmura Il Capitano. –Va a ser más difícil hacerlo bien. -Puedes hacerlo, Cap. –Dice Bradwell. -La estrellé la última vez ¡La estrellé! -¡Jesús! Chocó. Podrían haber muerto. Recuerda el suelo acercándose desde debajo. Se había cubierto para el aterrizaje y las cosas se pusieron negras. -Bradwell tiene razón. -Dice Pressia. –Puedes hacerlo. Lo sabemos. -Lo sabemos. –Dice Helmud. Il Capitano aprieta su agarre en el volante y se inclina hacia delante. Da otro giro. Los Terrones deambulan por el parque. Un par están encorvados sobre un cuerpo—¿Un sobreviviente? ¿Otro Terrón? Se están dando un festín. Arriba, Hastings y Fandra esperan en la punta de la montaña rusa, con sus ropas ondeando. Y entonces se tambalean. Se miran mutuamente y luego hacia abajo. -¿Qué pasa? –Dice Pressia. -Los Terrones. –Dice Bradwell. Il Capitano ve que se han reunido en la base del juego. Lo están golpeando con los hombros. -No podemos dejar a Fandra. –Dice Pressia. –No podemos abandonarlos. -¿Qué otra opción tenemos? –Dice Il Capitano. -Es demasiado terrible imaginar cómo morirán todos ellos. Demasiado terrible. –Los ojos de Pressia se humedecen y ella cubre su rostro con una mano y se mete la cabeza de muñeca debajo de la pera. Il Capitano quiere consolarla, pero no puede; incluso si pudiera quitar sus manos de los controles, no la tocaría frente a Bradwell. Pero justo cuando el horror de todo eso empieza a hacer impacto en Il Capitano—estos Terrones devorando sobrevivientes en un parque de 106

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Deep in Fantasy atracciones bombardeado—un par de pequeñas notas llenan el aire. Fignan. Está reproduciendo una grabación que debe de haber capturado la última vez que estuvieron aquí. Todos giran y miran a Fignan, quien detecta la atención repentina y calla. -¡Fignan! -Grita Pressia. -¡Lo tienes! Fignan hace parpadear su fila de luces, orgulloso. -Y puede hacerlo sonar a todo volumen también. –Le dice Il Capitano a Bradwell. -¿O no? -A todo volumen. -Dice Helmud. -Sí. -Dice Bradwell. –Pero… -Tenemos que entregarlo. –Dice Pressia. -Espera. –Dice Bradwell. –Tiene que haber otro modo. -¡Pero Fignan puede salvarlos! –Dice Pressia. -Quién sabe qué le pasó a su sistema. -Pero no podemos entregarlo. –Dice Bradwell. –Tiene información importante. Es único en su especie. -Debemos hacerlo. Van a morir. Lo necesitan. Y entonces las luces de Fignan parpadean y, de nuevo, una pequeña tonada se eleva desde él—ligera y suave y rápida. -Vallan a la puerta de la cabina. –Dice Il Capitano. –Estén listos para entrar a Hastings y bajar a Fignan. Encontraré una forma de mantener esta cosa firme. -Sigue tocando, Fignan. –Dice Pressia, levantándolo y llevándolo fuera del cuarto de mando. –Tan alto como puedas. -Ten cuidado con él. –Dice Bradwell, siguiéndola fuera. Fignan se ha vuelto su compañero leal, un viejo amigo. El sonido se vuelve más y más fuerte, hasta que es estridente y penetrante, incluso sobre el rugido de los motores. Il Capitano suelta las cuatro patas largas que mantienen firme a la nave en el suelo. Hastings sigue codificado con fuerza, agilidad, velocidad. Con suerte, es lo suficientemente fuerte— después de su pérdida de sangre y de una extremidad—para agarrarse. Las patas de aterrizaje zumban con fuerza y se traban en su lugar. Il Capitano siente una ráfaga de aire entrando a latigazos por la cabina. Pressia y Bradwell habían abierto la puerta de la cabina. Il Capitano deja que los buckies tomen más aire. La aeronave resuena y se balancea y brilla en dirección a Hastings, que había enganchado las piernas—una real, una prostética—en el último peldaño de la montaña rusa, ahora meciéndose por los Terrones frenéticos que la golpean por debajo. Il Capitano no será capaz

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Deep in Fantasy de ver si desciende lo suficiente para que Hastings se agarre. Pasará por un punto ciego. En su último vistazo, Fandra está mirando a los Terrones debajo y Hastings tiene ambos brazos estirados hacia arriba.

PERDIZ CARBÓN

Arvin Weed lleva a Perdiz y Beckley a través de un ala del centro médico. Arvin le está explicando que la Sra. Hollenback coparte un cuarto que se suponía que era simple. –Nada que pudimos hacer en el momento. Por supuesto, los otros dos pacientes han sido movidos temporalmente—para darles privacidad. Ha sido una casa de locos. –Le dice Weed. –Llegó un punto donde teníamos camas alineadas en el corredor. Esto hace que el pecho de Perdiz se contraiga. Le gustaría que sea su padre muerto el que siga cargando con la culpa, pero ¿Por cuánto tiempo lo podrá mantener? Racionalizando—eso es como Weed lo llamó, y tenía razón. Pasan al lado de sólo un par del personal médico, hablando por sobre una pila de historiales. Todas las puertas por las que pasan están cerradas. Se siente culpable de haber pensado que Foresteed exageraba con la epidemia de suicidios. Tal vez Perdiz sólo quería una razón para no creerlo y aceptar la culpa. -¿Sabe la Sra. Hollenback que vengo? –Pregunta Perdiz. -Pedí tenerla vitalizada para la visita. Le pregunté a muchos de los empleados si está lista. –Dice Arvin. –Pensaron que, en realidad, le haría bien. Te amó como a su propio hijo, ya sabes. Perdiz sabe que lo aceptó en su hogar y fue amable con él, pero siempre se sintió una carga en algún punto. –Fue buena conmigo. –Dice. Llegan a la puerta de la Sra. Hollenback. Su nombre está en un marco adherido a la pared: HOLLENBACK, HELENIA. MUJER. EDAD 35. ¿Sólo treinta y cinco? Siempre había parecido mayor. Weed se aleja unos metros de la puerta. Es raro para Perdiz qué tan crecido está Arvin—un doctor, un científico, un genio. Weed lo odia desde hace rato—eso es lo que Perdiz descubrió de su acalorada conversación. Aun así, no puede evitar impresionarse; ya parece un adulto y Perdiz siente que él sólo lo finge.

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Deep in Fantasy -Tus padres deben de estar orgullosos de ti. –Dice Perdiz, tal vez para entretenerse—le asusta la condición en la que podría encontrar a la Sra. Hollenback. -¿Cómo están? –Puede no estar seguro de qué lado está Arvin, pero sus padres estaban, ambos, en la lista de su madre—Cygnus, los tipos buenos. -En realidad, se resfriaron. -¿Resfríos? Nada serio, espero. -Nada serio. –Dice Arvin y palmea a Perdiz en el hombro. –Buena suerte allí dentro. -Haré guardia. –Dice Beckley. Perdiz asiente, toma un respiro y golpea. -Tendrás que abrir la puerta. –Dice Weed. –Su voz no es lo suficientemente fuerte como para decirte que pases. Estaré en la estación de enfermeros. -Espera. –Dice Perdiz. -¿Me vas a decir cómo trató de hacerlo? Weed sacude la cabeza. –Ella te lo dirá si quiere hacerlo. Perdiz pone la mano en la manija, la gira lentamente, y entra al cuarto. Es blanco y está limpio y brillantemente iluminado. Camina pasando dos camas vacías. Las de los pacientes mudados para la visita de Perdiz tienen correas colgando sueltas en sus marcos, lo que le da un escalofrío. Escucha la voz de la Sra. Hollenback, un susurro ronco. -¿Eres tú? Camina hacia la cortina que rodea su cama, estira el brazo—y piensa en su propia madre, la difusa memoria de un cuarto pequeño donde él y Pressia la encontraron nuevamente, la cápsula cubierta de vidrio, su rostro sereno, sus ojos abriéndose… corre la cortina y dice. –Sí. Soy yo. Está delgada y pálida. Tiene los ojos vacíos. Lleva puesto un traje de hospital demasiado grande para ella y se abre tanto en el cuello que lo sostiene con una mano, como si rogara lealtad. Pero la parte más inquietante de su aspecto es su boca. Está ennegrecida—sus labios se ven cenicientos cuando sonríe, incluso sus dientes son oscuros, como si hubiera mordido un pedazo de carbón, como si su boca fuera un pozo oscuro. Ella estira su mano. Perdiz se le acerca rápidamente y la toma. Se siente fría y huesuda, como la de un niño en invierno. Dice, -Oh, Perdiz. –Su voz es áspera. No está seguro de si lo dijo con ternura o con un toque amonestador. Ha sido una madre amable con él. En los últimos años, ella fue quien le puso los regalos de navidad debajo del árbol, quien le dio una cama calentita y lo alimentó de sus raciones de comida de los domingos. Julby y Jarv lo trataban como a su hermano mayor. -¿Cómo estás? –Pregunta. 109

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Deep in Fantasy -Bien. –Dice. –Viva, ¿No es cierto? –Su cara se tensa en una dolorosa sonrisa. –Cuando te mejores, tendremos una cena juntos. Tu familia, yo e Iralene. – Dice queriendo hacer lo que sea para mejorar las cosas. -¡Te debo tantas cenas! Ella sacude la cabeza. -Oh, Perdiz. -Eres como de mi familia. –Dice él. Ella gira la cabeza hacia la almohada. -¿Qué sabemos sobre familia aquí? – Susurra. -Tú me enseñaste sobre familia. –Dice. –Y Jarv está en casa, ¿O no? ¿No quieres ir a casa con Julby y Jarv? -Jarv. –Cierra su puño sobre su bata de hospital, torciéndolo con fuerza, y cierra los ojos. -¿No sabes por qué no está bien? ¿No lo sabes? -No. –Dice Perdiz suavemente. -Viene de mí. –Dice ella, abriendo los ojos y volviéndose hacia él. –Estoy mal por dentro. Enferma. Si me abrieras con un corte, Perdiz, no habría nada más que putrefacción ¿Entiendes? He estado muriendo desde que entré a la Cúpula. Pudriéndome desde el interior. -Eso no es verdad. Eres tan buena madre y maestra. Todo el mundo te ama. Ella sacude la cabeza. –No me conocen. -Yo lo hago. –Dice Perdiz. –Te conozco y te amo. -¿Sabes qué hice para estar en esta cama de hospital? No está seguro de querer saberlo. –Es personal. No tienes que decírmelo si no quieres. -Tomé todas las píldoras. Las de Jarv, las de mi dolor de cabeza, las de la espalda de Ilvander, incluso las que son para calmar a Julby cuando entra en uno de sus ataques. Las tomé todas. Quería morir. Necesitaba morir. Pero no me dejaron. Comprimieron mi estómago y me dieron tablas de carboncillo y trataron de limpiarme. No hay manera de limpiarme—no realmente. No, nunca. -Sra. Hollenback. –Dice Perdiz. –No… Ella se estira y le agarra la manga. –Dijiste la verdad. –Dice. –Me despertó. No quiere empezar a llorar, pero puede sentir su pecho comprimiéndose por la culpa. –No quise decir lo que dije. No de la forma en la que lo escuchaste. No quería decirlo, Sra. Hollenback. Si hubiera sabido que alguien hubiera hecho esto, no habría… -¿Sabes a quién dejé morir allí, afuera de la Cúpula? Mi padre era amigo con alguien que tenía lugares reservados para él, su esposa y sus dos hijas. Aunque una de ellas era revolucionaria. Le dijo que se negaba a ir. Escuché 110

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Deep in Fantasy a mi padre y su padre hablando. Él dijo: ‘Si sale repentinamente mal, nos llevaremos a una de tus niñas con nosotros. Ella tomará el lugar de la nuestra. Desearía poder ofrecer más.’ Tenía dos hermanas ¿A cuál elegirían mis padres? Tenía una ventaja. Era la única que sabía que competíamos. No quería soltar que lo sabía y, en su lugar, Ilvander, que ya tenía un lugar, hizo un plan conmigo. Les dije a mis padres que estaba embarazada. Sabía que esto nunca se expondría como una forma de ser elegida. Había tanta vergüenza en ello y, aun así, también sabía que mis padres elegirían mandarme si estaba embarazada, con un niño dentro de mí. Y entonces todo sucedió más rápido de lo que nadie esperó. Fui traída dentro. Mis hermanas no. Se quedaron atrás con mis padres y seguramente murieron. Tú lo dijiste—somos todos cómplices. Yo también soy una asesina, Perdiz, como tu padre. Los dejé morir. Debería haber perecido con ellos. La historia sorprende a Perdiz. Sólo es capaz de murmurar. –No digas eso. El suicidio nunca es la respuesta. -Esto no fue un suicidio. Fue una muerte en deuda desde hace mucho tiempo. Está entrando en pánico ¿Cómo pude corregirlo? –Mi boda es algo que esperar con ansias. Quiero que estés allí—toda tu familia—en la fila delantera. -Dijiste la verdad. -¿Qué pasa si estaba mintiendo? -No lo estabas. -Qué si te dijera… -Y por unos pocos segundos, deja de respirar ¿Puede decirle la verdad? ¿Puede ahorrarle un poco de culpa? –Que yo también soy un asesino. -Eras demasiado joven. No entendías lo que sucedía—no como nosotros. No. -No lo entiendes. –Dice. –Lo maté. Soy un asesino. La Sra. Hollenback busca su rostro. -¿Lo mataste? –Dice, pero él está seguro de que sabe de qué está hablando. -Debía detener a mi padre. –Ahora que dijo estas palabras en voz alta, quiere contarle todo. –No tuve opción. Planeaba… Con una mano, ella presiona sus dedos contra su boca, y la otra se toca sus propios labios ennegrecidos. Sus ojos tiemblan con lágrimas. Sacude la cabeza y deja que su mano caiga sobre la cama. Mira al techo. -Perdónanos. –Susurra ella. –Perdónanos a todos.

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PRESSIA HUMO FRESCO

Pressia tiene medio cuerpo fuera de la aeronave. Va a bajarle a Fignan a Hastings, quien se lo dará a Fandra. Tendrán que arrastrar a Hastings hacia arriba y dentro de la nave. El viento mete le mete a Pressia el pelo en la boca y ojos y hace que le golpee las mejillas. Sostiene a Fignan con fuerza y se inclina aún más hacia Hastings, confiando en el agarre de Bradwell sobre su cintura, familiar y, aun así, desconocido. Sus alas crujen, golpeadas por la corriente. -Está bien. –La reconforta Bradwell. –Te tengo. Lo hago. Fignan hace sonar la música temática de Crazy John-Johns que ya causó que un par de Terrones empiecen a retroceder. Pero todavía algunos siguen golpeando la base de la montaña rusa arruinada. Hastings tiene sus brazos estirados en lo alto, y Fandra está agachada a su lado, haciendo una mueca cada vez que los Terrones hacen tambalear el juego. -¡Más lento! ¡Dile que vaya más lento! –Le grita por sobre el viento Pressia a Bradwell. Se siente bien gritarle después de la discusión y toda la distancia entre ellos. -¡Hace lo que puede! –Le responde Bradwell. Ella conoce su rostro tan bien—las largas cicatrices en sus cejas, sus pestañas—que puede imaginarse qué cara está poniendo ahora, su mueca al sostenerla, el ceño fruncido por el esfuerzo. Está tan cerca que puede ver las arrugas en los nudillos de Hastings, la fina arena volando por sus cachetes, el brillo de las armas en sus brazos. Repentinamente, el viento levanta la punta delantera de la nave. Es como si Hastings estuviera cayendo bajo suyo. Quiere tirarle a Fignan a Fandra, esperando que lo agarre, pero no puede arriesgarse. -¡Fallamos! –Grita. El aumento en el zumbido significa que Il Capitano lo sabe y está subiendo para girar y volver a intentar. Estuvieron tan cerca. Bradwell la empuja dentro de la cabina y se sientan respirando con pesadez. -Tal vez pueda volver a acercarse de cara al viento. –Dice Bradwell sin mirarla. –Casi lo tiene. -Estuvimos realmente cerca. –Dice Pressia. Y mientras se escucha decirle estas palabras a Bradwell, quiere hacerlo refiriéndose a ellos. Estaban tan cerca. Estaban enamorados. Ahora esto: el largo silencio, la tensión, la

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Deep in Fantasy decepción. Quiere devuelta ese hormigueo que sentía cuando él se le acercaba, no el golpe de pavor. Sentada tan cerca de Bradwell debería hacerla sentir segura de sí misma, feliz, incluso aunque esté por asomarse desde una aeronave a cientos de metros por encima del suelo. -Lo lograremos esta vez. –Dice Bradwell. Pressia asientes. Pero no hay esperanza para ellos dos ¿O no? Mira el parque de atracciones, la montaña rusa parecida a una rebanada de una serpiente gigante, el horizonte gris. Este ha sido el hogar de Fandra, y Pressia la va a ayudar a salvarlo. Extraña su propia casa. Tan sucia y torcida como es, casi está de vuelta, lo que le provoca un raro bienestar. La aeronave se acerca a las manos estiradas de Hastings. Pressia se vuelve hacia la abertura de nuevo y se inclina hacia Hastings con las fuertes manos de Bradwell en su cadera. La nave se tambalea brevemente y luego para casi por completo, lo que le permite a Pressia soltar a Fignan a tan sólo unos centímetros del agarre de Hastings. -¡Lo tiene! –Grita. Hastings gira rápidamente hacia Fandra, quien lo mira a través de su cabello revuelto por el viento, de la arena rasposa y del polvo y la ceniza. Sonríe. Y Hastings se gira y salta hacia una de las piernas de la aeronave. Se balancea allí por unos momentos y luego hace contacto visual con Pressia, preparándose para impulsarse hacia ella. -Cuando cuente tres. –Dice Bradwell. Ella asiente. Él aprieta su agarre -Uno, dos, ¡Tres! Hastings se suelta de la pierna de la nave y agarra la mano de Pressia. Ella empuja con todas sus fuerzas; los brazos de Bradwell se flexionan, empujándola hacia su pecho. El suelo debajo es un borrón. A ella se le llenan los pulmones con aire y los oídos con los ruidos de la máquina— abrumadores. Los ojos de Hastings están fijos con una determinación confiada, y ella siente la profundidad de su propia fuerza mientras, con Bradwell, lo empujan hacia la seguridad de la aeronave. Pressia es un conector, salvando a Hastings del cielo y después del suelo. Bradwell los arrastra hasta que están adentro del todo, cayendo hacia atrás sobre sus enormes alas, empujando a Pressia con él. Hastings se tambalea con su prótesis repiqueteando contra el piso. -¡Vamos, Cap! ¡Lo tenemos! –Grita Bradwell. -¡Vamos! Hastings se endereza y se mueve velozmente hacia la puerta abierta de la cabina. Sostiene su mano en alto y luego la deja caer. Se sienta en el suelo de la nave, recostado contra la pared y apoyando su pierna buena. 113

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Deep in Fantasy Bradwell cierra la puerta con cerrojo y se sienta al borde de su silla. Pressia se mueve rápidamente a la ventanilla. Los Terrones están retrocediendo apresurados, alejámndose de la música de Fignan, empujando sus pesados cuerpos por sobre la verja rota. Ve a Fandra. Sus miradas se encuentran. Pressia apoya su palma contra el pequeño vidrio circular. Fandra asiente y sonríe. Gesticula un: “¡Gracias!” Pressia quiere detener el tiempo, hacerle una confidencia, contarle todo, pero la nave acelera, dejándolo todo atrás. Il Capitano grita: -¿Todos bien? -¿Bien? –Grita Helmud. -¡Estamos todos bien! –Dice Bradwell aliviado. -Estoy feliz de que lo lograras. –Dice Pressia girándose hacia Hastings. Ve algo de su prostético. Ella se especializó en ellos en los cuarteles de la ORS, y puede decir que las articulaciones no son muy flexibles, pero es un trabajo manual firme. La pierna baja está hecha de dos piezas de metal enganchadas. Se imagina que tenían un montón de partes de las que elegir en un parque de atracciones. -Lo hice, sí. –Dice Hastings, todavía respirando con fuerza. –Pero no estamos bien. No todos. Bradwell se inclina hacia delante. -¿Por qué hay más sobrevivientes en el parque ahora? -Tuvieron que dejar la ciudad. –Dice Hastings. –Ya no era segura. -Nunca lo fue. –Le recuerda Pressia. -Es peor ahora. Ataques—nuevos. -¿Qué tipo de ataques? -Pregunta Bradwell. -De las Fuerzas Especiales, y ni siquiera tropas realmente codificadas. Los Miserables dicen que la Cúpula está mandando escuadrones de sólo niños un poco musculosos. Las fusiones de sus armas son tan nuevas que la piel se les arruga a su alrededor. –Hastings traga con fuerza. –Me preocupa qué está pasando dentro de la Cúpula. -¡Pero Perdiz está a cargo ahora! –Dice Pressia. -¡Se supone que las cosas deberían ser mejor! -¿Perdiz está a cargo? -Pregunta Hastings. ¿Willux…? -Murió. -Dice Bradwell. –Esto no me gusta ¿De qué tipo de ataques estamos hablando? -Sangrientos. –Dice Hastings. –Los niños soldados matan a aquellos en la ciudad—un baño de sangre—pero las madres entraron y los están sacando. Una matanza en ambos lados. Pressia se siente inocentemente golpeada. Perdiz, piensa, ¿cómo es que esto está pasando? -¿Qué más? –Pregunta tomando asiento. –Dinoslo todo. 114

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Deep in Fantasy -Sólo sé lo que les dije. No lo he visto por mí mismo. No quiere mirar a Bradwell ¿Culpará a Perdiz? Él dice. –Queremos tirar abajo la Cúpula, Hastings. Bradwell le explica la bacteria que les dio Bartrand Kelly. –Es nuestra ahora. –La amenaza cuelga en el aire. Pressia se sienta y mira el techo curvado. Los motores son ruidosos, y la nave se tambalea y eleva. Mira nuevamente por la ventana. Están pasando por el terreno con rapidez—rocas, cascos oxidados de camiones, rastros de caminos, escombros corroídos. Pronto llegan a Washington DC, y pasan por la torre caída, por el edificio del Capitolio con su domo derrumbado, y lo que una vez fue la casa Blanca, reducida a pilones de piedras mohosas— todo mármol y cal. Y entonces una cebra brinca por entre el pasto alto que lleva al pantano y al bosque. La aeronave atraviesa una colina. Su corazón empieza a latir con más rapidez. Respira profundamente. Se están acercando y ¿qué verá? Una matanza. Cierra los ojos. Tal vez Hastings está equivocado. Quizá hubo un error en la comunicación. Ninguna carnicería. Ha habido suficientes pérdidas. Pero luego escucha decir a Bradwell. -Mira eso No quiere abrir los ojos, pero lo hace. Y allí está el horizonte—embotellado con el ascenso de humo fresco. La ciudad está en llamas.

PERDIZ LLANTO

Sale al pasillo—al brillo de los azulejos, el resplandor de las luces fluorescentes. Camina con rapidez, pasando a Beckley. -¿Estás bien? –Le pregunta Beckley cuando lo alcanza. No se detiene a responder. Perdónanos. Perdónanos a todos.

Weed está allí. Toca el hombro de Beckley y dice. –Dame un minuto con él. –Weed camina hacia él y dice. -¿Qué pasa? Perdiz sacude la cabeza y trata de aclararse la mente. –Estoy bien. -No, no lo estás. Perdiz camina hacia la pared y estira la mano sobre ella; está fría al tacto. – Pensé que podría cargárselo al resto al decir la verdad. Pensé que eso me hacía mejor o exento o algo. –Ve los ojos de su padre agrandándose al darse cuenta de que lo había envenenado. -Soy uno de nosotros. No. –Dice, y siente que le falta el aliento. –Soy peor.

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Deep in Fantasy Arvin le agarra el brazo. -¡Calla! –Dice en un susurro ronco. -Sé ahora lo que soy. –Dice Perdiz. –No procesé las mentiras de mi padre, en lo que todos éramos cómplices, la culpa. Arvin se le acerca más y le susurra al oído. -¡Cierra el pico! –Su cara está rígida de enojo. –¿Dejaste que te afectara? Jesús. Perdiz se da la vuelta hacia Weed, confundido por su súbita rabia. –Acabo de darme cuenta de que soy… -¿Quieres ir a casa? ¿Es esto demasiado para tu delicada constitución? -Retráctate, Weed. –Pero, en realidad, Weed dio en el blanco. Perdiz no quiere ver a la próxima generación de su padre: filas de clones. Su estómago no lo soporta. -Te llamaré un auto así puedes irte ¿Es eso lo que quieres? -No. -Debes querer saber. Sólo puedo llevarte a donde demandes que te lleve. – Susurra Weed. -¿Sabes lo que digo? Perdiz no está seguro ¿Está Weed bajo el comando de alguien más—uno que sólo él puede superar? –Bien. –Dice Perdiz. –Sigamos. Llévame con los bebés. Arvin llama a Beckley, y juntos, sin hablar, caminan por el corredor hasta un ascensor hacia otro piso. Salen a un pasillo enfilado por guardias—uno cada quince metros. Perdiz recuerda el olor—dulce, y como de blanqueador. -¿Por qué hay tantos guardias? Weed dice. –Este piso está reservado para casos especiales. -¿Especiales cómo? -¡Gente que merece una segunda oportunidad! –La voz de Weed suena forzada ¿Piensa que está siendo grabado? Para entonces y dice. -¿Quieres volver, Perdiz? Puede ser arreglado. Perdiz se siente como si estuviera sobre un escenario. Dice lo que Weed le dijo. –Demando ver los bebés. Weed asiente sin ninguna pista de emoción. Caminan por el corredor con ventanas alineadas a un lado. Perdiz se acerca al vidrio y allí ve las filas de pequeñas incubadoras. Los bebés son tan chiquitos que cabrían en la palma de un hombre. Algunos duermen; otros patean. Algunas bocas están abiertas, chillando, pero las ventanas deben de ser a prueba de sonido porque no escucha nada. Dentro de las incubadoras, en la parte superior, hay pantallas mostrando rostros humanos. Las caras miran a los bebés con intensidad. Sonríen y parpadean. Sus bocas también se mueven—como si estuvieran cantando. 116

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Deep in Fantasy Una enfermera camina por entre las filas. Perdiz toca el vidrio y está tibio. -¿Qué les va a pasar? -Serán criados en un ambiente perfectamente adaptado donde recibirán la mejor educación, entrenamiento físico y afecto. -¿Y padres que los amen? Weed no responde. Mira por sobre su hombro como si alguien más estuviera con ellos. -¿Estás listo para ser escoltado fuera? Perdiz piensa en Lyda—su bebé. Siente que se encuentra en una locomotora alejándose a toda velocidad de ellos—un compromiso, una boda… ¿Cómo va a bajarse de este tren? Y entonces, lejos de allí, un grito hace eco por el pasillo. -¿Qué es eso? –Dice Perdiz. -¿Qué es qué? –Dice Arvin. –Puedo hacer que alguien te escolte fuera. – Dice nuevamente. Perdiz lo ignora y empieza a caminar rápidamente hacia el sonido. Beckley le sigue el paso. Los guardias se ponen rígidos y se llevan las manos a las armas, pero sin sacarlas. Mientras Perdiz gira en una esquina, un guardia se estira y lo agarra del brazo. Algunos otros bloquean el corredor, lado a lado. -Quítenle las manos de encima. –Le dice Beckley al guardia. -¿Señor? –Uno de los otros guardias le dice a Weed. -¿Le pasamos la barra? -Su palabra es superior a la de todos nosotros. –Dice Weed. –Si demanda seguir adelante, puede hacerlo. Hay otro grito. -¡Demonios! –Dice Perdiz. -¡Demando seguir avanzando! El guardia afloja su agarre. Los otros le dejan paso. Perdiz se gira hacia Weed. -¿Siguen torturando gente? ¿Es a lo que te referías con darles una segunda oportunidad? -Los protocolos de tu padre siguen en su lugar. No podemos detenerlo todo ahora que estás al mando—¿Parar la Cúpula mientras chilla? -¡Maldito seas, Weed! No más tortura. -Los enemigos de tu padre podrían volverse tuyos. -No me importa. Se acabó. Ciérralo ¿Sabe Foresteed sobre esto? Weed asiente. –Vigila el día a día hasta que superes tu—hace una pausa, buscando la palabra adecuada—proceso de luto, sin mencionar la boda próxima. Estás ocupado. -No soy un mascarón para ser enviado a casamientos y funerales, Weed. Estoy a cargo ¿Sí? ¡Estoy a cargo de todo! Dile a Foresteed que quiero otra reunión.

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Deep in Fantasy Adelante hay más gritos. Perdiz empieza a correr hacia ellos. Pasa por grandes cuartos vacíos con estantes llenos de Tasers y pequeñas y extrañas herramientas que no puede reconocer. Algunas de las habitaciones tienen cámaras; otras están vacías. Varias tienen jeringas alineadas en bandejas metálicas y esposas en la pared. -Estás haciendo más cambios. –Dice Weed. -¿No sabes que estas personas no los soportan? Perdiz se gira hacia él. -¿Quién eres, Arvin Weed? ¿Quién demonios eres? ¿Quieres que todo esto siga sucediendo? ¿Por qué? ¿Respeto? Hay un grito gutural de un hombre—no muy lejos. Perdiz corre hacia una puerta. Está cerrada. –Abre esta puerta. Ahora. Weed camina hacia un panel en ella. Introduce un código. Cuando la puerta se abre, grita. -¡Entrando! Hay tres personas usando un equipo quirúrgico manchado con sangre. Esposado a la pared hay un hombre. Perdiz puede ver sus brazos ensangrentados, cubiertos por precisas incisiones. En la mesa frente a él hay un Taser, una vara de metal e instrumentos quirúrgicos. -¡Aléjense! –Grita Perdiz. Todos lo hacen. Y ahora ve al hombre enteramente; su cuerpo ha sido cortado y cosido. Lo golpearon tanto que su piel está ennegrecida con moretones. Tiene el rostro tan hinchado que es casi irreconocible—casi. El corazón de Perdiz late tan fuerte en sus oídos que lo ensordece. Se acerca y dice. –Señor…. Los ojos del hombre se abren y sí, es él. Glassings. Su profesor de Historia Mundial, quien le dio lecturas sobre el bello barbarismo. -Perdiz. –Dice a través de sus hinchados y partidos labios. -Profesor. –Dice Perdiz, y luego se gira y dice. –Bájenlo ¡Ahora! Quiero que lo lleven a mi apartamento. A ningún otro lado. Lo quiero cuidado las veinticuatro horas ¿Me escuchan? ¡Ahora! -Es tu enemigo. -Dice Weed. Perdiz cierra el puño, se vuelve y golpea al otro chico en la mandíbula con tanta fuerza que Weed se tambalea hasta la pared, de donde se desliza hasta el suelo. Arvin lo mira, sorprendido. Perdiz también lo está. Se olvida de que tiene algo de codificación en él—fuerza, velocidad, agilidad. No mucho—no como las Fuerzas especiales—pero más que Weed, a quién le realzaron el cerebro, no el cuerpo.

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Deep in Fantasy Perdiz encara al resto. –Consigan un doctor. –Dice. -¡Muévanse! –Camina de vuelta hacia Glassings. –Vas a estar bien. –Dice, pero el hombre había perdido la conciencia. Su cara está floja. Ya no soporta estar en este cuarto. Mira todos los instrumentos, los rostros blancos de los restantes torturadores. Le dice a Beckley, -Asegúrate de que lo hagan bien. Se dirige hacia la puerta, pasando a Weed, quien se frota la mandíbula. -¿A dónde vas? –Pregunta Beckley. -Solamente quédate. –Dice Perdiz. –Asegúrate de que lo traten con respeto. Asegúrate… -Pero ni siquiera puede terminar la oración. Mira a Weed y está seguro de que éste sonríe. Le gustaría volver a golpearlo. Pero se gira y sale. Glassings. Lo ama. Cuando estaba seguro de que no le importaba a su padre, pensó en él como una figura paterna—y no puede soportar lo que le hicieron. Escucha la voz de Beckley -¡Ahora, con cuidado! ¡Cuidado!—y luego empieza a correr por el pasillo. Sus nudillos suenan de dolor, pero se sintió bien golpear a Weed. No sabe a dónde va, pero sigue corriendo hasta que vuelve al banco de ventanas. Descansa los puños y la frente contra el vidrio y mira todos los cuerpos envueltos, los pequeños capullos de sus rostros. Dice. –Voy a ser padre. –Y tiene miedo—de lo que la Sra. Hollenback se hizo a sí misma y de lo que le fue hecho a Glassings y del futuro, pero mayormente, en este momento, está asustado de la delicada piel de los infantes, sus pequeños dedos, los ojos que apenas se abren. Separa los puños del vidrio y los pone en sus bolsillos. Ya no le es permitido estar asustado.

PERDIZ PERIQUITO

Están en los jardines de la academia, rodeados por falsos setos, falsas camas de flores, falsos cantos de aves en falsos árboles. Es invierno, pero mantienen el parque viéndose como en primavera. Perdiz odia la deshonestidad. Sigue conmovido por lo que vio en el centro médico. El brillo de este jardín—el de los brotes y cerosas hojas—sólo le recuerda la fealdad oculta bajo la superficie de las cosas en la Cúpula. Perdiz y Beckley esperan a Iralene y a los fotógrafos que se supone que los atraparán en su cita, como si no estuviera planeado. Está inquieto. Ella llega tarde. De todas formas, no quiere estar aquí.

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Deep in Fantasy -Quiero ver que Glassings sea acomodado de forma correcta. Asegúrate de que tenga enfermeros viniendo de a turnos y todo lo que necesite ¿Sí? Beckley asiente. -Y cuando diga que acabamos aquí, acabamos. –Perdiz se siente culpable. Incluso aunque Lyda le urgió hacer esta farsa, lo siente como una traición. Pero no puede largarse ¿Qué si hay otro brote de suicidios? Sólo se tendría a sí mismo para recriminar. Y no puede aguantar más culpa. Siente como si su pecho fuera de plomo con todo esto. Hay silencio, excepto por el canto de los pájaros. Perdiz mira al centro agujereado de una margarita y se pregunta si puede ser un pequeño parlante. No confía en nada. Beckley dice. –No puedo creer cómo te metiste con Arvin Weed. –Sonríe anchamente. Perdiz se frota los nudillos. –No pensé en ello. Sólo lo hice. –Mira los hombros anchos de Beckley. –Tienes algo de codificación en ti ¿o no? Apuesto a que hay un molde de momia con tu nombre en el centro médico. -En realidad, sólo me dieron algo leve. Nada lujoso. Sin moldes. -¿A qué te refieres? -Bueno, hay una forma de hacer la codificación bien con todas las protecciones incorporadas para hacerlo lo más seguro y específico posible. Y luego, por mucho menos dinero, puedes hacerlo rápido. No creo que haya sido bueno para mi salud general, pero no soy un chico de la academia ¿O no? Soy prescindible, a la larga. Perdiz recuerda a Wilda—una nena de sólo nueve años—hecha Pura dentro de la Cúpula, y cómo empezó a desmoronarse tan rápido porque todo era tan potente y ella tan joven ¿Qué le pasará a Beckley dentro de diez años? ¿Cinco? Perdiz se para y mira al dormitorio de chicos. –No pienso que eres prescindible. Para nada. –Mira a Beckley, quien asiente secamente y mira hacia otro lado. Y entonces oye la voz de Iralene, aguda, dando algún tipo de instrucciones. Se vuelve y allí está ella, usando un vestido amarillo canario flotando sobre sus piernas sedosamente. Es de corte bajo y parece un traje para la tarde. Perdiz no se vistió elegante. Ella está rodeada por un pequeño grupo de jóvenes mujeres con sonrisas arregladas. Su madre, Mimi, está con ella, con apariencia fría y enojada. Media docena de fotógrafos marchan detrás de ellas con sus cámaras apuntándole a él como si fuesen armas. -Hey, Iralene. –Dice Perdiz. -¿Lista? –Quiere ponerse en marcha.

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Deep in Fantasy La boca de ella forma una O perfecta de sorpresa. Sonríe y luego, extrañamente, se quita sus tacos amarillo canario, enganchándoselos en los dedos, y corre hacia él. Abre los brazos y, si él no lo hace también, va a atropellarlo. Así que debe abrirlos, y cuando lo hace, ella salta un poco para que tenga que atraparla y devolverla al suelo. -¡Estuviste trabajando tan duro que no tuvimos tiempo juntos! ¡Para nada! – Inclina la cabeza y lo mira. Las cámaras hacen erupción con clicks y flashes. -No los mires. –Dice. –No se supone que sepamos que están aquí. Las amigas de Iralene—aunque no reconoce a ninguna y se pregunta si fueron asignadas al trabajo—arrullan y dicen aww como si miraran gatitos. Perdiz lo odia. -¿Tienen que hacer esos sonidos? -¡Estamos completamente solos ahora! ¡Por fin! Caminemos hacia la hamaca de madera cerca del enrejado. -Bueno. Se toman de las manos y caminan. -¿Cómo estás? ¡Cuéntame todo de lo que me perdí! -La Sra. Hollenback trató de suicidarse tomando píldoras. Están estos bebés prematuros… no puedo hablar sobre ellos. Han estado torturando gente. Glassings entre ellos. Parecía casi muerto. Golpeé a Arvin Weed. -¡Para! –Dice repentinamente, roja de enojo. -¡Sólo, detente! -Tú preguntaste. Llegaron a la hamaca. Ella se vuelve a poner los tacos, lo que es tan inexplicable como el por qué se los sacó. Se sienta en el columpio y se congela, mirándolo y sonriendo amorosamente. Él no puede devolverle la sonrisa. Se siente enfermo. Mira de nuevo a los dormitorios. El ala de los novatos está toda iluminada. Aunque los otros pisos están oscuros y en silencio ¿Fueron los tres años superiores a uno de esos deprimentes viajes de campo al zoológico? Extraña todo eso de pronto. Quiere volver a ser un niño. Le gustaría no saber nada ¿Es acaso eso malo? -¡Empújame! ¡Empújame! -Dice Iralene, sonando más como una pequeña Julby Hollenback que como ella misma. Sus amigas gritan. -¡Sí, sí! ¡Empújala! Mimi los observa con disgusto. Se siente tan profundamente manipulado que, por un segundo, no puede moverse. Se niega a hacer lo que le dicen.

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Deep in Fantasy Pero ya está aquí. Firmó. No más sangre en tus manos, escucha susurrar a Lyda. Se recuerda que no está pasando por este pequeño cuento de hadas para el séquito de Iralene. Lo hace para salvar vidas. Se para detrás de Iralene, agarra las cuerdas encima de su cabeza, empuja el columpio hacia atrás y lo suelta. Un par de empujones más tarde, ella está realmente planeando, y ahora entiende el vestido. Fue hecho para ondear perfectamente sobre sus piernas al balancearse en una hamaca de madera. -¿No estás feliz? –Le pregunta, y por esto probablemente se refiera a: Sonríe ¿sí? ¡Al menos trata de sonreír!

Fuerza una sonrisa. Es doloroso—peor, quizás, porque Beckley está allí. Las mujeres jóvenes aplauden levemente. -¡Háblame de algo! –Dice Iralene. –Algo placentero. Perdiz no puede pensar en nada placentero exceptuando a Lyda. La extraña. Desea estar aquí con ella. Pero se fuerza a entablar una vaga conversación. Si dice lo correcto, tal vez termine más rápido. –Me pregunto a dónde llevaron a los chicos de la academia. Los novatos están aquí, pero eso es todo. -Oh, ¿Quién sabe? -Dice Iralene. –¡Estoy segura de que es educacional! -Cierto. –Dice perdiz, pero mira a Beckley, que está dado vuelta ¿Por qué?Beckley, ¿Sabes dónde están los chicos más grandes? No obtiene una respuesta. -¡Beckley! ¿Qué pasa? -¡Un ave! -Grita Iralene entonces ¿Está tratando de distraerlo? -¡Un ave real y viva! –Apunta a las ramas del árbol. Perdiz mira hacia arriba. Tiene razón. Es un pájaro real. A veces se escapan del aviario. Incluso tratan de hacer nidos en los árboles. Pero, sin nada de comer, mueren rápido. -¡Es tan hermosa! ¡Atrápala por mí, Perdiz! ¡Atrápala! -La gente caza mariposas, Iralene. No aves. -¡Pero tú puedes! ¡Por mí! -No, de hecho no puedo capturar pájaros. –Se aleja caminando de las hamacas hasta Beckley. –Dime qué está pasando con los chicos mayores en la academia. Beckley no lo mira. –No me es permitido. -¿Debo hacerlo en forma de orden? Beckley asiente. –Sip, debes que hacerlo. -Dime, diablos, es una orden. -Sólo lo oí por casualidad, no sé si es o no verdad. -¿Qué? 122

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Deep in Fantasy -Foresteed está atacando. Se llevó a todos los chico de dieciséis para arriba y comenzó con una codificación masiva. Algunos ya están fuera, uniéndose a las Fuerzas Especiales en el exterior. Otros están siendo equipados. -¿A quién está atacando? -Miserables. Perdiz siente que la cabeza podría explotarle. Se presiona el talón de la mano contra la frente. -¿Por qué? Por el amor de Dios… Beckley se encoge de hombros. –Una aeronave fue robada, y tuvo que neutralizar la situación antes de que una amenaza seria pudiera ser… -La nave que Pressia, Bradwell e Il Capitano y Helmud robaron ¡Pero aun así el ataque sigue sin tener sentido! Cruzaron el Atlántico. Weed le dijo que a Foresteed no le importaban Pressia y la aeronave. -¡No puede atacar! ¡No tiene la autoridad! -Dirige la milicia, y dado que has estado angustiado… -¡No estoy angustiado! Demonios ¿Piensas que quiero estar en funerales y sesiones de fotos? –Piensa en Pressia, Bradwell e Il Capitano y Helmud. No pueden volver ante un ataque de la Cúpula. Los necesita—en una pieza, vivos. -Llama por radio. Quiero una reunión con Foresteed tan pronto como sea posible. -¡Perdiz! –Lo llama Iralene. –Necesito otro empujón. –La hamaca está quieta. Su vestido, ya sin volar a causa del viento, parece una flor marchita. -Sacaron suficientes fotos. Tengo que irme, Iralene. Perdón. –Se aleja rápidamente. Beckley está a su lado. Iralene lo llama. -¡No, Perdiz! ¡El ave! ¡Ven y atrápalo por mí! ¡Es un periquito! ¿Fue el perico plantado allí? ¿Alguien realmente espera que lo atrape para ella y se lo dé como regalo? -Va a morir aquí afuera. –Dice Perdiz. –Necesita ser llevado devuelta al aviario. Iralene grita. -¡Oh, no! Mira hacia atrás y ve al pájaro volando hacia lo que tendría que ser el cielo.

LYDA SEGUNDA PIEL

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Lyda arregló el orbe para que el comedor se viera como parte de una casa de rancho suburbana, antes de las Detonaciones—nunca compartiría su mundo cenizo con nadie excepto Perdiz. No lo ve desde su reunión con Foresteed donde le dio permiso para casarse con Iralene—¿o le instó a hacerlo? Y si ella hubiera dicho no, ¿Le hubiera realmente importado a un hombre como Foresteed? Mirándolo ahora, piensa que se suponía que vagaran por el cuarto, y que ella encontrara su evaluación psicológica. En retrospectiva, era una amenaza silenciosa—institucionalización de por vida. Ahora está bajo el cuidado de una mujer llamada Chandry, quien está descargando un lote lleno de ovillos y agujas de tejer. –Así que ¿con qué te gustaría empezar? ¿Botitas? ¿Un gorro de bebé? ¿Una mantita? -¿Puedo preguntar quién te envió? -Dice Lyda tratando de sonar dulce. -¡Oh, es mi deber! Estoy a cargo de prepararte para la llegada de tu pequeño bulto. –Palmea la rodilla de Lyda. –Además, tejer es relajante ¡Desteje tus problemas! –Gorjea- Tengo amigos realmente quebrados por los hechos recientes ¡Pero no yo! ¡No con el tejido de mi parte! O se refiere al discurso de Perdiz sobre la verdad o a los suicidios o a ambos. -¿Eventos recientes? –Dice Lyda haciéndose la tonta. -Ya sabes. –Dice Chandry. –Tú, de todas las personas… Lyda, de todas las personas. Se pregunta si la culpa de alguna forma. Chandry empieza a tejer contándole con lujo de detalles su rápido trabajo. Lyda interrumpe. -¿Qué hay de malo con lo quebrado? A veces es la forma correcta en la que sentirse. Esto hace que Chandry se sonroje, pero sigue punteando. No querría socavar sus propios argumentos sobre el poder relajante del tejido. -¡No yo! –Dice y sigue contándole a Lyda cómo sostener las agujas. Le da una pequeña pieza de práctica que Chandry empezó por ella en casa. Parece ignorar el hecho de que Lyda aprendió cómo tejer en la academia. Todas las chicas lo hicieron. Pero no se lo dice. Pretende ser una estudiante terrible. No es que esté en contra de envolver a su bebé en mantas hechas a mano; es que no quiere ser reconfortada—por nada. -También te voy a dar el libro Propio del Bebé. Puedes comenzar a escribir en él para documentar las alegrías del bebé—¡comenzando desde la panza! -Las alegrías. -¡Sí! ¡Las alegrías! Historias tiernas. Ya sabes… ¡Tal vez ansías batidos de frutilla! Podrías escribirlo en el diario ¡Estas son cosas que un día tu niño querrá saber sobre su experiencia fetal!

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Deep in Fantasy Lyda ansía tener ceniza en su piel. Ansía cazar en el bosque al crepúsculo. Ansía el desconocido retumbar de un Terrón—la tierra temblando debajo de tus pies. No dice nada. Si cría a su hijo en la Cúpula, ¿Alguna vez será capaz de contarle todo esto? La pantalla de la TV está en blanco. Vio demasiado de las noticias que están febrilmente lanzando el entusiasmo sobre el compromiso entre Perdiz e Iralene por los aires, mientras reportan que todo lo demás está bien. No mencionan las peleas callejeras, los suicidios. En su lugar, hay imágenes del novio y novia tomándose de las manos y sonriendo. Chandry le atrapa la mirada en la TV. -Oh, cariño. -Dice. -No quieres ver qué hay en esa vieja caja parlanchina. Lo sabes. -Y le sonríe con profunda simpatía molesta. Lyda quiere darle una cachetada. No quiere su simpatía. Enrolla su pequeña tira de tejido, toma las agujas y la bola de hilo y se los devuelve a Chandry. -Ya no quiero hacer esto. -¿Te sientes enferma? ¿Ansías un batido de frutilla? -Sonríe. -Me voy a mi cuarto. -¡Sí! -Dice Chandry. -Debes recostarte un rato. Lyda agarra el orbe y camina hacia su pieza, cierra la puerta y lo programa en cenizas. Se acuesta en la cama y mira el techo. No le podía decir a Perdiz que no fingiera su casamiento. Las estúpidas sesiones de foto podrían, de hecho, salvar vidas. Pero aun así se siete frágil, como si estuviera hecha de fino cristal. Podría quebrarse. Recuerda sentirse de esta forma como estudiante en la academia, pero no fuera de la Cúpula—no entre las madres, cazando en el bosque ¿Va, toda su dureza, a erosionarse? ¿Está destinada a ser la persona que solía ser dentro de la Cúpula? ¿Es que la definió solamente dar un paso dentro? Cuando escucha a Chandry hablándole al guardia y la puerta del departamento cerrándose nuevamente, camina en círculos por su habitación buscando algo ¿Qué? Primero que nada quiere hacer arte—no algo dulce como una vieja ave de alambre. No. Quiere hacer algo resistente, que dure. Cuando abre el armario, encuentra perchas de alambre. Las saca y las deja caer al suelo—que se ve hollinado y manchado. Recuerda las estúpidas esteras para sentarse que la tuvieron trenzando con tiras de colores cuando la encerraron en el centro médico, cómo tejía y destejía la suya en solitario. Se sienta entre las perchas y las estira para que se suelten las puntas de cada una. Las endereza y empieza a trenzar. ¿Qué está tejiendo? No está segura. Simplemente urde sin cesar hasta que el metal forma un gran rectángulo. No la tranquiliza, lo que es bueno. La hace 125

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Deep in Fantasy sentirse vital, en control. Todavía puede ver a Perdiz en la cámara de su padre, las fotos de su familia perdida desparramadas a su alrededor. Sigue amándolo—asesino y todo. Pero después de ver su evaluación psicológica, su deseo por salir aumentó. Quiere estar allí afuera en el mundo— comoquiera que se viera, sin importar lo salvaje y sin domar. Incluso si todo se solucionaba e Iralene desaparecía para poder ocupar ella su rol— Perdiz le prometió—no puede quedarse aquí y ser la esposa feliz, usando perlas, tejiendo botitas, escribiendo en libros de bebés. Esa noche cuando ella y Perdiz yacieron juntos bajo su abrigo en el marco de una cama de bronce en una casa sin techo, con sólo el cielo gris sobre sus cabezas, él quería que fuera con él. Ella se negó. Aunque esta vez lo convencería a él de que viniera con ella. Esta vez, se mantendrían juntos. El bebé los mantendría unidos ¿O no? Eso es lo que los bebés hacen. Unen familias. Su padre vio el fin ¿Previó cómo, eventualmente, habría tan poco de qué vivir? La gente se amontonará y hará guardia y después robarán y pelearán y matarán por lo que queda. Son todos animales. No quiere ser uno encerrado. Sigue tirando de los alambres, apretando el tejido hasta que sus dedos están demasiado rígidos para continuar. Sostiene en alto lo que se ve como un escudo tejido—hermoso, fuerte, pero también flexible. Se para y camina hacia el espejo—oscurecido por la imagen de la ceniza. Puede ver su vago reflejo. Presiona el metal trenzado contra su cuerpo. Su panza va a hincharse, pero el metal es maleable. Podía ser moldeado alrededor de su estómago—no importa qué tan grande. Y entonces sabe qué hizo. Una armadura. Una segunda piel de metal. Es arte, si nadie pregunta. Pero para ella, es también protección y control. Es quién es ella—no alguien que teje botitas para calmar sus nervios. Podría sentirse un poco quebrada, pero también es fuerte. No puede apoyarse sólo en Perdiz. Debe ser capaz de defenderse. Esta es su protección. La esconde al fondo del armario, detrás de esponjosos vestidos de maternidad.

IL CAPITANO ALETEO 126

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No es sólo la ciudad. Dando vueltas desde arriba, puede ver que todo ha sido recientemente incendiado. Las esternías no tenían mucho que quemar, pero Il Capitano baja la aeronave lo suficiente para ver un par de Terrones ennegrecidos arqueados, saliendo de la tierra como peces muertos asomándose en la superficie de un estanque para tomar aire. Los otros Terrones están en silencio, como si les asustara alzar la cabeza. Atraviesa los fundizales, que están vacíos. La selva de gimnasios de plástico ya se había fundido en manchas, pero algunas de las casas que habían sido parcialmente reconstruidas habían sido destrozadas de nuevo por los incendios. Los toldos aletean en los fuertes vientos. Los cuarteles de la ORS y el bosque cercano donde él y Helmud habían cazado por años, siguen humeando, perdidos en grandes nubes grises e hinchadas. El puesto fronterizo que fue en algún momento un internado debe ser el peor—las tiendas de los sobrevivientes están negras y habían colapsado sobre sí mismas como puños cerrados. La piedra del edificio sigue de pie, pero el fuego había engullido a la edificación misma. Se acerca lo suficiente para ver que sigue habiendo gente allí, aturdida y buscando a quienes perdieron. Solo unos pocos miran hacia arriba al escuchar el zumbido del motor. Pero no se refugian. Simplemente se detienen y alzan sus rostros hacia el sonido. La pequeña cabaña donde Pressia ayudó a Bradwell a recuperar fuerzas sigue allí, pero el techo había cedido y los árboles a su alrededor que tenían ramas que los sostenían contra el suelo como raíces, son sólo troncos achicharrados. Aquí y allá, incluso las más pequeñas estructuras ardieron o siguen lanzando humo—las casetas de pastores y recolectores, cobertizos, los techos de madera de altares hechos manualmente, los postes alrededor de cementerios. Humo sube en ráfagas, temblando, al cielo, arremolinándose en los terrenos como sábanas masivas. Poco después de recoger a Hastings, éste caminó hacia la cabina de control para preparar a Il Capitano para la devastación. Le contó las historias de aquellos que lograron llegar a Crazy John-Johns. Il Capitano asintió. -Algo que conozco es la asolación, Hastings. No te preocupes. -Preocupes. -Había dicho Helmud, y tenía razón. Nada podría haberlo preparado para esto. Su hogar siempre había estado quemado y lleno de cenizas, pero luchando para volver. Y ahora es como si toda la vida y energía y fuerza que costó reconstruir se había esfumado.

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Deep in Fantasy Ve un campo vertiente donde los adoradores de la Cúpula, hace un tiempo, construyeron una hoguera por su cuenta. Ido. Todo. Allí es donde aterrizará la aeronave. Desciende más y más, hasta que finalmente le grita al resto. -¡Sujétense para el aterrizaje! -¡Sujétense! ¡Sujétense! –Grita Helmud y se agarra de Il Capitano con tanta fuerza que el mayor debe tirar los hombres hacia fuera para tener suficiente movilidad para trabajar los instrumentos. -¡Afloja, Helmud! La nave planea y luego se sacude mientras empieza a descender. El suelo está llegando demasiado rápido. -¡Afloja! –Grita Helmud. -¡Afloja! Il Capitano va un poco más lento, pero los motores suenan débiles. No quiere que el motor se pare. Así que deja a las Buckies tomar más aire— demasiado. La aeronave cae. Una de las patas de aterrizaje golpea el suelo, acanalándolo y esparciendo un penacho negro de ceniza. La nave baja su otra pata y también derrapa. La máquina se inclina hacia delante sobre sus dos piernas delanteras, vacilando por un momento con la nariz colgando justo por encima de suelo, antes de sacudirse hacia atrás, sobre sus cuatro prolongaciones, sólidamente. Il Capitano suspira silbando. Helmud le hace eco. Escucha abrirse la puerta de la cabina. Deja a los otros salir de un salto. No tiene apuro para ver más. Se toma su tiempo apagando los motores. No sabe cuándo volará de nuevo. Palmea la pared de la cabina de mando. -La extrañaremos, ¿O no, Helmud? -Extrañar. –Dice Helmud, como si ya estuviera listo para salir adelante. Siguen al resto al suelo, que está duro por el frío. No hablan ¿Qué demonios podría alguno decir? El humo que los rodea es tan espeso y oscuro como la niebla de Irlanda era blanca. Le arden y lloran los ojos. Se cubre la boca con la manga. Pressia da una vuelta, tratando de comprender la destrucción a través de las bandas de humo. –¿Dónde están Wilda y el resto? ¿Cómo vamos a encontrarlos siquiera? Bradwell extiende sus anchas alas y se envuelve con ellas—sólo se ve su rostro, su barbilla sobresaliendo. Il Capitano siente como si sus piernas fueran a ceder, y Helmud parece repentinamente tan pesado en su espalda que descansa sobre una rodilla.

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Deep in Fantasy Hastings tiene una postura firme, balanceando su peso entre su pierna real y la prótesis. Finalmente dice. –Este verano, compré libros para todo el ciclo escolar. Al principio, Il Capitano no sabe por qué diría algo así ahora, pero entonces Bradwell dice. –Recuerdo dar esas lecciones de Historia Eclipsada. Lo tenía todo claro. Sabía qué hacía y por qué. –E Il Capitano entiende. Están preguntándose qué demonios le pasó a todo lo que una vez supieron que era verdad. Pressia dice. –Hacía juguetes a cuerda. Algunas veces aleteaban, pero nunca logré hacerlos volar. Il Capitano dice. –Yo tenía este diario. Probaría bayas en los reclutas para ver cuáles eran venenosas. Tenía un sistema. Dibujaba en él. Era bueno en eso. -Era bueno. –Dice Helmud, como para resumirlo. Una vez, hace mucho tiempo, antes de las Detonaciones, todos eran buenos. Il Capitano siente un ataque de ira más fuerte que cualquiera que haya sentido antes. Golpea el frío suelo con sus puños. Siente el deseo de venganza pulsando en él. Bradwell es el primero en decirlo. –Tirémosla abajo. Il Capitano dice. –La bacteria es un regalo. Nos dieron un regalo. –Puede sentir el cosquilleo de la gruesa cinta sosteniendo en su lugar a la caja protegiendo a bacteria. -Un regalo. –Dice Helmud. -No. –Dice Pressia. –Debemos hablar con Perdiz. Algo fue mal. No haría esto. Lo sé. Esta vez tiene a alguien que la resguarde sin vacilar. –Perdiz nunca dejaría que esto pase. –Dice Hastings. –Lo conozco. Éramos amigos. Créanme. -Eran amigos. –Dice Il Capitano. –Conozco el poder por mano propia. Sé qué puede hacerle a tu cabeza. Sales del otro lado retorcido. -Retorcido. –Dice Helmud. Sabe de qué habla su hermano. Llevaba en consecuencia la quemadura. Pressia dice. –Debemos tratar de entrar. Apeguémonos al plan. -Ese nunca fue mi plan. –Dice Bradwell. -Bueno, fue el mío. –Dice la chica. Bradwell camina hacia ella. -¿Lo hueles en el aire? ¿Sabes de qué es ese olor? Mira a Il Capitano y Helmud, después a Hastings. –Humo. -No.- Dice Bradwell. -¿Qué hay dentro de ese humo? -No. –Dice Il Capitano

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Deep in Fantasy -Pelo y carne. Eso es lo que arde, Pressia ¿Cuántas veces vas a perdonar? ¿Cuántas veces caerás en la trampa al pensar que podemos razonar con ellos? Son asesinos. Perdiz está, o demasiado débil para detenerlos, o es uno de ellos. De cualquier manera… -También eres el hijo de tu padre, Bradwell. –Le dice Pressia. –Y de tu madre. Ellos no trataban de matar a Willux. Creían en la verdad ¿Era su religión, no? Tú lo dijiste. Creían que liberaría a la gente ¿No lo crees? Bradwell cierra los ojos y deja a sus alas atrapar el viento y abrirse un poco en su espalda. –No. –Dice. –Ya no sé en qué creo. Pressia se mete la cabeza de muñeca debajo del mentón y se cubre la boca con la mano. Dice. –Puedo ir sola. -Mantengámonos juntos, por ahora. –Dice Il Capitano. –Al menos hasta que sepamos a qué nos enfrentamos, hasta que nos orientemos. -A qué nos enfrentamos. -Dice Helmud con miedo. Pressia no parece convencida. Il Capitano trata desde otro ángulo. –Hay gente que nos necesita aquí, Pressia. Quieres ayudarlos ¿Correcto? Quieres encontrar a Wilda y a los otros niños, ¿No? Ella mira el rostro de la cabeza de muñeca. La inclina para que cierre los ojos ¿Tiene miedo de que estén muertos? ¿Tiene miedo de que sea demasiado tarde para llevar la cura a la Cúpula, encontrar a los niños, salvarlos? -No puedo dejarte entrar a la Cúpula. –Dice Bradwell. –No puedo dejarte ir. Il Capitano mira a Pressia. Puede decir que está sorprendida. Mira a Bradwell, luego a Il Capitano y Hastings, después aparta rápidamente la mirada ¿Está Bradwell confesando algo aquí—relacionado con el amor? Il Capitano se siente enfermo. -Antes de irnos. –Dice Pressia. –Había viajado la palabra de que el Cap levantó tiendas médicas en la ciudad. Una vez quemado el puesto fronterizo, ese sería el lugar más lógico para llevar a los niños. Las tiendas médicas se han ido. Esa es la verdad pero Il Capitano no lo dice. Quizás Pressia lo sabe o tal vez vive de la esperanza. –Está bien. – Dice él. –Empecemos por allí. Pero sabe que probablemente sólo se compró un poco de tiempo antes de que ella los deje a todos para seguir su propio camino.

PRESSIA LLAMANDO, LLAMANDO 130

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Pressia ya había decidido dejarlos. Cuando fuera el momento correcto, se escabulliría. Es más fácil de esta forma. Sin discusiones. Sin peleas. Debe encontrar a Perdiz. Debe conocer la verdad. Cuando Bradwell le preguntó si sabía qué era el olor en el viento, quiso darse vuelta y golpearlo. Recuerda el olor a carne y cabello quemado de los días en los que la ORS estaba en el poder, tan bien como de su niñez temprana—de las Detonaciones. Había embotellado las memorias por tanto tiempo, pero ahora recuerda los incendios, peor que estos porque a aquellos los provocaba la radiación—¿O era que las explosiones hicieron todo susceptible a volverse yesca? Los ciclones de fuego partieron todo, llevaron a gente hacia el agua—personas ya medio muertas. Su abuelo la había sostenido contra su pecho y, en una pierna, se arrastró por los restos. La ayudó a trepar y atravesar un río taponado de muertos. Pasaron por el río mientras volaban. En sus bordes había hielo, una orilla blanca. Pressia recordó cómo fue casi ahogarse en él—la fría oscuridad a su alrededor, ese sentimiento de ser salvada, alzada por manos que no podía ver ¿Lo vio Bradwell fuera de su ventana—el lugar donde casi mueren congelados? ¿Recuerda el sentimiento de sus pieles tocándose? Ella lo hace. Nunca lo olvidará. El recuerdo hace que su piel se sienta caliente. ¿Y luego Bradwell le dijo que no podía dejarla ir? Sólo se refiere a que no la dejará irse. Le está diciendo qué puede o no hacer. Él la miró una vez, después, más tarde, de nuevo. Pero Pressia pretendió no notarlo. Si no puede perdonarla, debe endurecer su corazón ¿o no? Debe hacerse de acero. Mientras tanto, hace su plan. Por supuesto, no puede sacudirse la pregunta que late en su cabeza— ¿Perdiz hizo esto? Le hace eco con cada paso. Tiene que confiar en Perdiz ¿En qué más puede creer? Ve una fila de árboles torcidos y quemados en la distancia ¿Los vio alguna vez antes? Sabe que sí. Pero ahora han sido reducidos a rayos carbonizados. Se siente más vieja. Los árboles muertos, como monumentos a la destrucción, sobresalen para ella individualmente. Cada uno sufrió por su cuenta. Cada uno ha sido forzado a ser algo que nunca se supuso que fuera. Cada uno es ahora parte de una pérdida mayor. Caminan por entre los árboles hacia la ciudad, usando los restos como refugio. Las plantas parecen cactus. Desnudas. Aisladas. El cieno entra en los troncos del lado prevaleciente al viento. Los sistemas de raíces de araña volteados verticalmente agarran lo que atrae el viento—mayormente basura y podredumbre que vagó por estos páramos buscando descanso, un lugar donde parar, un final a todo. Mira por entre las ramas bajas, buscando el 131

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Deep in Fantasy movimiento de cualquier figura o algún borrón de color. -Hastings, -Dice cada algunos minutos. -¿Algo? Sus sentidos han sido codificados, pero el humo en el aire limita su visión y sentido del olfato. -Debemos seguir moviéndonos. –Dice él. -¿Estamos siendo seguidos? –Pregunta ella. -Son débiles. –Dice él. –Y no muchos. Sólo tenemos que continuar. En más de una ocasión, escuchan pasos, un roce ¿Son las Fuerzas Especiales? ¿Los están rastreando? Si son los soldados, no abren fuego. Y luego, devuelta en el descubierto, Pressia ve rastros de sangre en el sucio aire. Es la escena de una batalla—los restos sangrientos de cuerpos siendo arrastrados—¿Las Madres y sus hijos o las Fuerzas Especiales? Pasan un montón de escombros atrapados contra una berma. Tal vez allí había un camino, quizás un estanque para almacenar agua. Pero la berma agarró todo lo que no la pasó por arriba. Pasan un camión de basura con las luces delanteras vacías, un carro de supermercado, losas de concreto quebradas, barras de acero, y suciedad y ceniza y cosas irreconocibles por las explosiones. Alguien hizo el camión. Alguien lo condujo. Alguien empujó el carrito y alguien yació el concreto. Y allí, debajo de una mancha de barro seco, una bola aplastada. Casi puede escuchar al niño pateándola. Esto la aplasta. Después de un rato, se encuentran con otro desastre sangriento—esta vez, los cuerpos de los sobrevivientes que no habían sido sacados. Los muertos contaminan el suelo, sus extremidades, torcidas, las heridas de bala, abiertas y oscurecidas por la sangre seca. Siguen andando. Una vez en la ciudad, Pressia entrevé la cruz distante en la punta de la Cúpula. En algún lugar de estos corredores y calles escombras, dejará al resto detrás. Pero es difícil mantenerse centrada en la Cúpula. Il Capitano tenía razón; se está desesperando por encontrar a Wilda y los niños. No puede irse hasta saber que están a salvo. Acercándose al área donde una vez estuvieron las tiendas médicas, empiezan a llamar a Wilda mientras se abren paso. La lluvia parece, al principio, un milagro, despejando el humo, enfriando los restos, mojando todo que siga ardiendo, pero no amaina. Sólo empeora, cayendo sobre ellos mientras buscan a Wilda y los niños, llamando y llamando por las calles vacías. Sus ropas y botas están empapadas. El cabello de Pressia se le pega al rostro. Bradwell la lleva mejor—sus alas lidian con el agua.

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Deep in Fantasy La pira para disponer de los muertos se apagó, e incluso si parara de llover, pasaría un largo tiempo antes de que la madera se seque lo suficiente para volver a encenderla. Hallan un grupo de sobrevivientes cavando una tumba masiva, hay cuerpos apilados cerca. Al menos ahora el suelo ya no se encuentra congelado y cede un poco. Al adentrarse en la ciudad, empiezan a escuchar gritos de nuevos huérfanos y padres llamando a sus niños. Las quemaduras recientes y verdugones y ampollas cubren las viejas cicatrices—una capa de dolor fresco sobre el viejo. Pressia protege más el contenido de su mochila que nunca. El vial y la fórmula pueden volver a hacerlos enteros, ¿o no? -¡Wilda! –Sigue gritando Pressia, su voz uniéndose al coro de voces llamando a los perdidos. -¡Wilda! Hastings no se aparta de ellos para que esté claro que no es una amenaza— quizás, incluso un prisionero. Pressia le pregunta a los sobrevivientes si vieron a los niños. –Podría haber parecido que temblaban. Podrían haber estado siendo llevados sobre la espalda de otra gente. Los sobrevivientes sólo la miran ausentes y se encogen de hombros. Pero luego Pressia ve a un hombre que reconoce del puesto fronterizo. Tiene el brazo rociado de metal y un engranaje en la mandíbula. -Disculpe. –Dice ella. Él alza la vista. -Estamos buscando a niños que estaban siendo cuidados en el edificio principal del puesto fronterizo. Enfermizos. Temblaban y probablemente habrán estado con enfermeras. Usted estaba allí. Sabes a quiénes me refiero. -Idos. –Dice el hombre, el engranaje en su mandíbula hace click. -¿A qué te refieres con—idos? -Pressia se acerca un paso. -¿Están muertos? -Siente un incremento de miedo. -Se llevaron a los niños en sus espaldas y siguieron ¿Quién sabe a dónde? ¿A quién le importa? No había a dónde ir. Estaban en todas partes. Querían asesinarnos a todos. Golpeé a uno hasta matarlo con una roca. –El hombre se mira las manos con corteza de metal, sus dedos se curvaron como si sostuvieran la piedra en ese momento. Sus ojos se abrieron en un instante. – Y era sólo un niño. Era sólo un niño. Un chico muerto. Un sangriento chico muerto. –Mira a Pressia. –Como mi propio hijo. Esa era la cosa. Se veía como mi propio hijo—si hubiera nacido bien y hubiera vivido. ¿Hizo Perdiz esto?

-Lo siento. –Dice Pressia. –Lo siento tanto. 133

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Deep in Fantasy El hombre la mira con claridad, como si acabara de despertar. –Iban a llevarlos a la ciudad—esos niños temblorosos en sus espaldas, aquellos pálidos niños temblorosos. La ciudad. Por ayuda. Pero vi humo saliendo de allí también, así que ¿quién sabe a dónde fueron? ¿Quién sabe? –Se aleja arrastrando los pies. Hastings, con su escucha mejorada, es bueno localizando gente gimiendo desde los restos de cobertizos derrumbados y buscando a personas atrapadas dentro. Se detienen y cavan, encontrando cuerpos—algunos vivos, algunos muertos por inhalación de humo. Il Capitano trabaja con sobrevivientes atendiendo heridas, entablillando. Mientras cava, sacando piedras y rocas, Pressia sigue llamando a Wilda. Se vuelve una canción, una oración. Su voz está áspera y desgastada. Wilda. Lo grita tantas veces que ya no suena como un nombre—sólo dos sonidos unidos y resonando una y otra vez. Siguen andando, pasando a gente que apenas se sostiene. Ve un Amasoide sentado sobre escombros—tres mujeres que apenas reconoce. Una está tan gravemente quemada que no lo logrará ¿Qué le pasará a las que están fusionadas con ella? No sobrevivirán a la muerte. Una sostiene una tela húmeda sobre los labios de la víctima. La tercera mira hacia otro lado. Pressia, Bradwell, Il Capitano y Hastings ayudan a llevar a los muertos a la tumba gigante. Se inclinan contra el viento frío, sudando por el trabajo, con las manos empezándoles a entumecerse. Ocasionalmente, uno se hace a un lado para recuperarse. Respiran con pesadez. A veces gritan. Pero después vuelven. Listos para seguir. Los adoradores de la Cúpula están quebrados. No es que ya no crean en ella. Es que la pena los envolvió. Están vacíos. Un hombre con una pierna mal y el rostro moteado de cobre, les dice que los muertos incluyen a las Fuerzas Especiales. –Por allí sus cuerpos—les arrancamos las armas de los ligamentos. Incluso logramos que algunas funcionaran. Pero mantenemos sus cuerpos cubiertos. No soportamos la visión. Hay tres bultos envueltos en una sola sábana oscura, manchados de sangre seca. Pressia entiende por qué no querrían ver los ojos muertos del enemigo observándolos. -Jóvenes los que mandan ahora. –Sigue el hombre diciendo. –Como si se les hubieran acabado los suficientemente grandes para ser soldados y mandaran a sus hermanos pequeños. Pressia se imagina brazos abultados con armas demasiado grandes para que sus delgadas figuras las sostengan. 134

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Deep in Fantasy -Con cuidado. –Dice el hombre. –Algunos siguen allí afuera. No muchos, pero también tienen buenos ojos. Pressia sigue llamando a Wilda mientras se mueven por las casetas del Mercado Negro que fueron quemadas a cero, los toldos, carpas y cobertizos. Todas las mercancías fueron carbonizadas más allá de todo reconocimiento, apiladas. Sobrevivientes las revuelven. Pressia escucha un gimoteo. Camina hacia una pila de rocas—lo que solía ser una casa casera—y comienza a cavar. -¡Hay alguien vivo aquí! –Grita y los otros se reúnen. No se paran sobre la pila de escombros—demasiado peso. Pero toman las piedras a medida que ella las levanta. -¡Escucho una voz! –Dice. Las caras de Il Capitano y Helmud están manchadas de ceniza. La de Bradwell, enrojecida por el frío. Hastings no lloró—tal vez esté programado para no hacerlo—pero su rostro se ve perdido y quebrado. Ella escarba más cerca del gemido ¿Va a sacar una última piedra y ver a Wilda? Rodea la roca con las manos, hace palanca hasta que logra sacarla. Y allí está la cara de una mujer, pálida y de labios azules—jadea y entonces se le ponen los ojos vidriosos. Está muerta, pero luego hay un sollozo ¿Puede ser que esta mujer sea una de las enfermeras de los niños? Pressia dice. -¡Wilda! ¡Wilda! –Incluso aunque sabe que no puede ser Wilda ¿o no? Il Capitano dice. –Pressia. –Como advertencia. Tal vez sabe que su corazón está fijo en encontrar a la niña. Y entonces saca las rocas suficientes para ver un pequeño perro gris—la mira con los ojos grandes, temblando. La mujer protegió al can apretándolo con fuerza contra su cuerpo. Pressia se estira y toma al perro por sus huesudas costillas. Lo alza, le frota las orejas y, tan pronto como baja de los escombros, el perro se tuerce en sus brazos y salta al suelo, alejándose corriendo. Sus brazos están vacíos. Siente como si el corazón fuera a salírsele del pecho. Se sienta en el piso. Bradwell camina hacia ella. -¿Estás lista ahora? -¿Qué? -¿Has visto suficiente? Se siente mareada y enferma. –Si entro y encuentro a Perdiz y trato de averiguar qué está pasando allí adentro, y puedo llegar a los laboratorios y hacerlos empezar a trabajar en la cura mientras ustedes siguen buscando… Sólo sigan… buscando… a Wilda y… -Se siente sin aliento, como si su garganta empezase a contraerse. Se pone una mano en el pecho. 135

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Deep in Fantasy Bradwell se sostiene la cabeza con ambas manos. –Pressia, después de todo lo que hemos visto, luego de todos estos cuerpos muertos y destrucción, ¿Quieres entrar y tratar de averiguar qué está pasando? ¡Creo que sabemos qué está pasando! Perdiz necesita ser detenido. Es peor que su padre—ya sea si es demasiado débil para evitar que pase esto o él es el que lo ordena. Ella sacude la cabeza. –Debemos tratar de hablar con él. Debemos tratar de ayudar a los niños. -¡Demonios, Pressia! –Dice Bradwell. -¡Wilda y los otros niños están muertos! El aire parece dar latigazos a su alrededor. Parpadea y siente un pulso eléctrico en la cabeza. Bradwell susurra. –Wilda está muerta. -No lo sabes. –Dice Pressia, pero su voz es pequeña. Mira a Il Capitano. – Cap, díselo. Il Capitano mira el suelo, y ella sabe que él también piensa que están muertos. Se para y toma a Il Capitano de las mangas del abrigo. -¿Por cuánto tiempo… por cuánto tiempo me lo ocultaste? Cap, dime ¿Por cuánto? -Nunca pensé que había muchas probabilidades. –Dice él. –Pero cuando sólo había más y más muertos… -Cállate. –Dice ella en voz baja. -Pressia. -Dice Il Capitano. –Deberíamos escuchar lo que Bradwell tenga que decir. Él… -Cállate. –Le dice Helmud, Wilda y los niños no pueden estar muertos. Se perdieron—eso es todo. Pressia comienza a llorar y se aleja de ellos hacia un puesto del mercado volcado. Wilda es una sobreviviente, como ella. Si está muerta, entonces alguna parte de Pressia morirá con ella. –No. –Dice girándose hacia el grupo. –No saben si están muertos. No pueden darse por vencidos en la gente. Bradwell sacude la cabeza. -Tan solo sigamos moviéndonos. –Dice ella. Y lo hacen, pero pronto sólo hay más muertos que atender. Bradwell, Il Capitano y Hastings arrastran un Amasoide muerto—dos hombres anchos—fuera de los restos. Están absortos en el esfuerzo— incluso Helmud. Pressia sabe que de la única forma en la que de verdad puede ayudar a su gente es llevando al vial y a la fórmula dentro de la Cúpula. Da un último vistazo—Il Capitan con Helmud colgándose a su cuello, el suave brillo de 136

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Deep in Fantasy las alas de Bradwell y Hastings levantando la mole del peso del Amasoide—y gira en un corredor y empieza a caminar con rapidez. No correrá. Es demasiado parecido a escapar. Da la vuelta en otra calle y después en otra. Las voces de hombres y mujeres llamando a niños suenan en las calles, sobreponiéndose. Y chicos también. Niños perdidos. Sus llamados no encajan. Sus voces sólo parecen aumentar de volumen, más insistentes ¡Wilda, Wilda, Wilda! No puede abrir la boca y llamar su nombre. Se quebrará. En su lugar, el nombre de la niña resuena en su cabeza. Ve a un niño de unos doce años. Es difícil decir. Los sobrevivientes son a menudo engañosos. Él también camina rápido, aunque una de sus piernas parece fusionada a un tornillo, como si la unión de su rodilla fuera parte metal y se hubiera oxidado en él, quedando trabada. Un lado de su rostro se ve frescamente escaldado. No levanta la mirada. Cuando pasa, le dice. – Perdóname ¿Puedes hacerme un favor? -El mundo no funciona en base a favores. –Dice él. -¿Qué tienes? Posee cosas preciosas—el vial, la fórmula—pero no significarían nada para él. Hurga en su bolsillo. Saca una lata de metal. –Necesito un mensajero. El niño ojea la lata con hambre. -¿Cuál es el mensaje? ¿Para quién es?

PERDIZ PÍLDORA

Perdiz camina hecho una tormenta por el corredor de su edificio departamental, lanzado con adrenalina. Le gustaría golpear a Foresteed como se metió con Arvin Weed, pero eso no haría mucho bien. Con Foresteed, debe ser racional—firme, duro, calmo. ¿Y quién demonios es Arvin Weed, de todas maneras? Weed ayudó a hacer el asesinato posible, ¿Y todavía sigue llevando a cabo los deseos del hombre muerto? Pero entonces Perdiz piensa en su tiempo en la cámara secreta de su padre: ¿Él también sólo lleva a cabo los deseos de su padre? Beckley trota para mantenerle el paso. No hablan. Perdiz le grita al guardia en su puerta al final del pasillo. -¿Está Foresteed aquí? -Todavía no. –Dice el guardia mientras le abre la puerta torpemente. Perdiz y Beckley entran a la sala, donde un doctor le da instrucciones a una enfermera. -¿Está Glassings aquí? –Pregunta Perdiz. -Hola, Perdiz. –Dice el doctor.

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Deep in Fantasy -¿Dónde está? –Dice Perdiz, los pasa volando y camina por el corredor hacia los cuartos. Escucha a Beckley ordenándole al doctor que no se mueva. Perdiz no está seguro de por qué, pero espera que Glassings haya sido puesto en su cama. Entonces escucha un tosido cansado viniendo de la habitación de su padre, la que mantuvo cerrada desde que llegó después de su muerte. Camina hacia la puerta, apoya la mano en la manija, pero no la gira. Está congelado allí, preocupándose por un momento de si es su padre el del otro lado. Parece todavía tan vivo que no le sorprendería encontrarlo sentado en la cama, con almohadas gordas detrás de su espalda, leyendo reportes. -Detente. –Dice Perdiz en voz alta. –Está muerto. Ya está muerto. Gira la manija y abre la puerta. El cuarto está iluminado por una simple lámpara de mesita de luz. Glassings se estremece como si esperase extraños, tortura. Perdiz dice. –Soy sólo yo. El rostro de Glassings está golpeado, sus brazos ennegrecidos por los moretones. Ambas piernas han sido ahora enyesadas, levantadas sobre almohadones para mantenerlas elevadas por sobre su corazón. El cuarto huele a ungüentos y a limpieza con alcohol. Su respiración es superficial y cortante. Inclina la cabeza para poder ver a través de las hinchadas ranuras de sus párpados. Perdiz camina hacia la cama y se sienta en la punta. Es bizarro ver el cuerpo roto y golpeado de Glassings en la cama de su padre, su cabeza en sus almohadas. –Te quedarás conmigo hasta que estés completamente recuperado. Glassings abre los labios y susurra. –No me voy a recuperar. -Por supuesto que lo harás. –Pero Glassings no parece sólo derrotado. Se ve pequeño y enfermo. A Perdiz le preocupa que tenga razón. -No éramos un secreto. –Dice Glassings. –Siempre supo quiénes éramos. -¿Mi padre sabía sobre Cygnus? ¿Sobre ustedes? Glassings sacude la cabeza. Tose nuevamente, doblándose por el dolor en sus costillas. -Tómalo con calma. –Dice Perdiz. –Podemos hablar más tarde. Tienes sentirte mejor. -No. –Dice Glassings, su cara está afligida por el dolor. –Ahora. Debes saber esto ahora. –Su voz es áspera, casi ida. -Está bien. –Dice Perdiz. -¿Quién sabía? Glassings aspira jadeando. -Foresteed. -¿Foresteed sabía sobre Cygnus? 138

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Deep in Fantasy -Nos dejó trabajar. Nos protegió sin que nosotros sepamos. Perdiz piensa en esa píldora en su bolsillo justo antes de matar a su padre, recuerda tocándola con la punta de los dedos. –La píldora. -Pensamos que la robamos. -Pero fue más fácil de robar de lo que pensaron. –Dice Perdiz. –Porque Foresteed quería que la robaran, que me la dieran. Quería que matara a mi padre. –Perdiz se levanta y mira el cuarto de su padre. Se siente sin aliento y enfermo. –Foresteed quería que matara a mi padre. Lo quería muerto, y lo hice por él. –Escucha la voz de Beckley en la sala y después también la de Foresteed. Está aquí por su reunión. Un golpe de calor le quema el pecho. – Tuvo una oportunidad de quedar al mando. Y entonces, en el último minuto, mi padre me pasó a mí el poder. -Quiere sacarte a ti también. -Dice Glassings, estirándose y tomando el brazo del chico con fuerza por un momento, hasta que su mano cae. -¿Cómo lo sabes? -Me lo dijo él mismo. No pensaba que saldría vivo. Cree… -Dice Glassings, tratando de estabilizar su respiración. –Que serás más fácil de tirar abajo que tu padre. Glassings tiene razón. Willux era una central de poder protegido de todas partes. Perdiz se siente completamente vulnerable. Aprieta los puños y se frota la frente. Dios ¿Qué demonios va a hacer? -Te fallé. –Dice Glassings. -No, no lo hiciste. –Ha sido su figura paterna por un largo tiempo. Lo recuerda de moño, como chaperón en un baile cuando se encontraron debajo del escenario en el auditorio de la academia. Nunca tuvo el padre que quiso. -¿Qué harías si fueras yo? –Dice Perdiz. –Dime. Glassings sacude la cabeza. –Mis consejos no son buenos. -Sólo dime algo… lo que sea. -No le dejes saber que sabes. Derríbalo cuando menos lo espere. Hazte el tonto. Perdiz asiente. –Considerando las notas que obtuve en Historia Mundial, eso no debería ser tan difícil. Glassings trata de sonreír, pero su rostro está demasiado oprimido por la hinchazón. -Descansa un poco. –Perdiz camina hacia la puerta. -Puedes hacerlo. –Dice Glassings. Perdiz apoya la frente contra el borde de la puerta abierta, por un segundo, tratando de calmar sus nervios. Escucha la risa estridente de Foresteed ¿Dijo el doctor algo gracioso? ¿Está Foresteed riéndose de un chiste 139

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Deep in Fantasy propio? Glassings cree en Perdiz. Debe recordarlo, aferrarse a ello. No tiene mucho más. Está a punto de salir, pero primero tiene una pregunta. –La píldora. Estaba designada para ser liberada por tiempo, siendo el veneno indetectable. – Dice Perdiz. -¿Alguien la robó por ustedes? -Sí. –Dice Glassings. –Alguien de nuestro lado. -¿Quién? -Arvin Weed. -No, estás mal. Glassings cierra los ojos y sacude la cabeza. ¿Estaba Weed ayudando porque realmente está del lado de Cygnus o era el topo de Foresteed? Después de todo, alguien tuvo que haber estado alimentándolo con información, y qué conveniente que Weed fue el que robó la píldora por ellos. En cualquier caso, Perdiz golpeó a Weed en el rostro. Recuerda su estúpida sonrisa antes de salir hecho una furia ¿Estaba Arvin llevando a Perdiz hacia Glassings—para salvarlo?—¿Mientras trataba de dar la impresión de ser leal a Foresteed? -¿Weed? –Dice Perdiz. ¿Seguro? -Weed, -Dice Glassings.

PRESSIA AVES MIGRATORIAS

El humo se hizo más fino, pero el aire es, como siempre, hollinado. Pressia escucha un zing cortante y un golpecito cerca de sus botas— ¿Fuerzas Especiales? ¿Francotiradores con rifles? Corre y se agacha detrás de un tanque de aceite. Un gruñido resuena en un corredor cercano. Se mueve hacia el otro extremo del tanque, ve una figura cojeando en el callejón, arrastrando una mano por la pared. Deja salir otro quejido. Ella presiona la espalda contra el barril de aceite, consciente de que con un barril de aceite todo empezó. Vio a un extraño siendo atacado por un Amasoide y los distrajo arrojando su zueco a un barril de aceite. Ese extraño resultó ser Perdiz, su medio hermano, lo que no era una coincidencia. Estaban siendo atrapados, guiados hacia el otro, usados. No puede arrepentirse de ese encuentro—incluso después de todo por lo que pasaron, incluso después de las pérdidas. Todo se siente inevitable, mirando hacia atrás.

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Deep in Fantasy A medida que la figura se acerca al final del callejón oscuro, se detiene— ¿asustada de la luz? Se mueve como un Miserable—un paso desigual causado por llevar algo de peso extraño alojado en el cuerpo, que es, a veces, otro cuerpo ¿Es un superviviente? Mira detrás de ella, buscando en los escombros alrededor de un edificio caído señales de las Fuerzas Especiales que debieron de haberle disparado. Quizás el tirador escuchó los gemidos y ahora yace a la espera de que el Amasoide o la alimaña salga. ¿Cuál la atacará—la figura en el callejón o las Fuerzas Especiales, escondidas en algún lugar allí afuera? ¿Un poco de ambas? Lo que sea que está en la callejuela, alza la cabeza, como si estuviera captando su aroma. Se sacude hacia ella y se inclina a la luz. Ella se esconde de nuevo detrás del barril de aceite, deseando tener su cuchillo. Entonces escucha un sonido extraño—piares, tristes y hermosos. Mira de nuevo, con cuidado, y la figura había salido a la luz—por completo. No es una alimaña o un Armasoide o un sobreviviente, para nada. Es un soldado, pero no Puro—no. Es pequeño y sí, joven, recordándole a su conversación con el hombre que dijo que estos soldados eran como los hermanos pequeños de los que habían venido antes. No es elegante o ágil. Su musculatura ha sido inflada, pero sus músculos son gigantescos y duros—casi calcificados—poniéndolo tenso y, la parte más rara, es que el soldado tiene quemaduras en la cara. Ella recuerda que una vez, no hace mucho, vio un hombre de nieve en la ciudad—estaba envuelto y cubierto en los residuos de la calle. Parecía un Miserable. Este es un soldado de las Fuerzas Especiales, pero también es un Miserable ¿Cómo es posible? Y, más que nada, ¿Por qué harían un soldado que no fuera Puro? ¿Por qué hacer un soldado castigado con las deformidades del enemigo? Hace sonidos suaves, casi dulces. Alza las manos en el aire, y espera ver sus armas metálicas, las que están fusionadas a sus brazos. Pero ahora ve que uno es un bulto sangriento. El otro ha sido extirpado, y el arma ya no está ¿Alguien le arrancó el brazo mientras seguía vivo? Él le pía. –Ayúdame. Ayúdame. Se estira, con el brazo casi allí, y se tambalea hacia ella. Agarra su mochila, cuidándola ante todo. Pero, justo antes de caer, alguien escondido dispara. Lo golpea de frente en el pecho y él cae con fuerza al suelo, a centímetros de ella. Yace allí, con sangre saliendo a borbotones de su cuerpo, mezclándose con los charcos de la lluvia oscura. Su cuerpo se tuerce dos veces.

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Deep in Fantasy Ella se le acerca siempre en cubierto. Lo mira a los ojos. Quiere darle paz. – No dolerá por mucho. –Él se estira con un gran último esfuerzo y agarra la carne en su brazo—pinchando su piel. Él hace el extraño sonido piando un par de veces más, y después su agarre se afloja. Su mano cae. Está muerto. Ella sabe que probablemente los sobrevivientes arrancaron sus armas y que, de alguna forma, él se libró de ellos y huyó, pero lo cazaron y acaban de dispararle, posiblemente con su propio rifle. Se acercarían tan pronto como estén seguros de que está muerto. Y entonces ella corre hacia el callejón, hacia una dentada pila de ladrillos y se esconde nuevamente. Como era seguro, momentos después, sobrevivientes lo registran—se llevan algunas armas parecidas a cuchillos alojadas en las botas, algo afilado como una cuchilla en sus hombros. Trabajan rápido y en silencio. Son expertos en esto ahora. Se frota la zona irritada donde la pinchó en el brazo, encuentra una pequeña rajadura en su cazadora y un poco de sangre. Alza de nuevo la vista. Los sobrevivientes se fueron, dejando atrás el cuerpo. Pressia no puede evitar mirar lo que queda. El cuerpo está desplomado de lado. Puede ver el rostro del chico, marcado con quemaduras, un brazo levemente peludo, como si fuera parte alimaña, y la joroba en su brazo que no es para nada una joroba. Era algún tipo de animal que existió debajo de la piel ¿Por qué debajo de la piel? Este no es un Puro. Es un Miserable. Pero no como cualquiera que haya conocido antes. Ha sido mejorado y, aun como si con las mejoras, también hubiera sido criado para ser un Miserable ¿Por qué haría alguien esto? ¿Por qué? Pressia recuerda las horribles criaturas en Irlanda—el latido de la niebla, los dientes desnudos de la noche, la idea de aquella piel cosida, los errantes ojos ciegos ¿Cuántos como estos ya están muertos? ¿Cuántos siguen allí afuera? Se levanta y corre. La lluvia empieza a caer con fuerza. Encorva los hombros, impulsa sus brazos y piernas y golpea el suelo. La respiración le quema los pulmones. Está tratando de encontrar la ruta más corta a la Cúpula. Pronto reconoce las calles a su alrededor, este aire, este olor. Estas son las calles que corrió al ser una niña pequeña, y finalmente se encuentra parada frente a la condenada cascara de lo que una vez fue una

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Deep in Fantasy barbería. Su abuelo le contó sobre las aves migratorias. Conocen su casa. Siempre vuelven a ella. Aquí está. En casa.

LYDA CUARTO DE BEBÉ

No hay muchos usos para los fósforos en la Cúpula. Fuegos, grandes y pequeños, son mal vistos. Lyda recuerda muchas conversaciones entre su madre y las amigas de ésta en el tema. Extrañaban tener velas con olor a calabaza en otoño. -¿Cómo sabremos, sino, que es otoño? –Dijo su madre una vez. Y los hombres perdieron sus parrillas. Los fuegos artificiales del 4 de julio fueron reemplazados por un espectáculo de luz eléctrica. Pero Lyda quiere fósforos. Así que le dice a uno de los guardias que quiere hacer una cena especial para Perdiz –Quiero hacerla con velas y todo ¡Para que sea romántica! ¿Podrías conseguirme velas y fósforos? Y mantenlo en secreto. Quiero sorprenderlo. El guardia se los da, en secreto, en un bulto de papel marrón para envolver. Le hace un guiño. No le importan las velas. Esconde los fósforos en un bolsillo y los lleva al baño. También trae un bol de metal y uno de los libros que Chandry le trajo, Cómo decorar el cuarto de bebé perfecto. La habitación tiene una cuna y colchón, una silla mecedora, una mesa para cambiar al bebé y un pequeño cofre de pañales, pero se supone que ya está eligiendo el tema en color, su diseño—¿estrellas, elefantes, globos? El libro se supone que ayudaría. Cierra la puerta. El hollín aquí en el mundo simulado no es real. No puede sentirlo. Necesita sentirlo. Baja la tapa del inodoro, se para sobre ella, desconecta el detector de humo—sólo un pequeño nudo de cables—y prende el ventilador. Se sienta en el piso embaldosado, empieza a arrancar las hojas del libro. Saca los fósforos de su bolsillo y quema las páginas, una detrás de la otra, en el bol. Las flamas le recuerdan a las Madres. A menudo cocinaban sobre llamas abiertas. Se reunían alrededor de fogones y hablaban en grupos pequeños, sus niños fusionados a sus caderas y hombros, con las cabezas bambaleándose. ¿Su propia madre? Se imagina su cara—terca, cerrada. Su madre la amaba—está segura de eso. Pero era un amor encerrado, un amor enterrado

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Deep in Fantasy un amor del que estar avergonzada porque… ¿Por qué ese tipo de amor te hace vulnerable? ¿Te hace débil? ¿Por qué no vino su madre a visitarla? ¿Está demasiado avergonzada ahora de su hija? Lyda extraña a las Madres y su fiero amor. Extraña el frío, el viento, el fuego. Toca algo de la ceniza, la frota hasta que las puntas de sus dedos están manchadas de negro. Sabe qué extraña más que nada. Su lanza—su peso en su mano mientras corría a través del bosque. Quiere una lanza. Es imposible ¿Dónde encontraría algo para transformarlo en una lanza? No aquí. Necesitaría un palo, largo y derecho. Pero entonces, espera. Se levanta, sale del baño cerrando la puerta detrás de ella dentro del cuarto del bebé. La cuna—con todas sus varillas. Una fila de lanzas—si pudiera sacarlas y tallarlas con un cuchillo de cocina ¿Cómo liberarlas? Necesita un martillo. Entra a la sala, la rodea, ve una lámpara con base de mármol. La levanta y pesa en su mano—suficientemente pesado. Esta noche, sacará el libro Propio del Bebé de su mesa de luz, y escribirá en él: Ansío. Ansío. Ansío.

PERDIZ UNA BELLEZA

Perdiz corre la mano por la pared del pasillo mientras hace su camino hacia la sala. Escucha la voz rasposa de Glassings en su cabeza: No le dejes saber que sabes. Derríbalo cuando menos lo espere. Hazte el tonto.

Perdiz nunca fue el inteligente. Sedge ganó todos los premios en la escuela—ambos, atléticos y académicos. Perdiz era el hermano menor flacucho con notas promedio. La sección de comentarios de su boletín estaba lleno de eufemismo por el esfuerzo decepcionante de Perdiz: si se aplicara un poco más… ¿Cómo le dices a Willux que su hijo es inadecuado?

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Deep in Fantasy Arvin Weed, en la otra mano, era un niño genio ¿Quería al padre de Perdiz muerto? ¿Está de su lado? No está seguro de poder confiar en él. Ya no está seguro de en quién puede confiar. Entra a la sala. Beckley está parado frente a la puerta principal. El doctor se fue, pero la enfermera está en la mesa del comedor, organizando todos los papeles médicos de Glassings en una carpeta. Beckley le dice algo y ella responde. –Iré a revisarlo ahora. –Y desaparece. Perdiz encuentra a Foresteed sentado en el sillón favorito de Willux—en el cual a nadie nunca le fue permitido sentarse. Debe de haberlo sacado de la esquina del cuarto, poniéndolo cerca de la mesa de café. -Esa era la silla favorita de mi padre. –Dice Perdiz. –Es una belleza ¿o no? Foresteed empieza a levantarse. -No, no. –Dice Perdiz. –No te levantes. Foresteed frota el cuero en los brazos. –Tu padre tenía buen gusto. Perdiz se sienta en una silla menos regia a unos metros. -¿Cómo están las cosas? –Pregunta. -Tú me llamaste a reunión. Asumí que había temas que querías discutir. -Escuché sobre los ataques a sobrevivientes. -Teníamos razones para creer que los Miserables debían ser amansados. -Quiero que pare. -¿Qué? –Dice Foresteed, como si le fuera difícil escuchar. -Quiero que el amansamiento llegue a su fin. –Dice Perdiz lentamente. Foresteed se retuerce en su silla y apoya un talón en su rodilla. –Yo estoy a cargo de la defensa. -Y yo estoy a cargo de ti. -O eso parece. –Sonríe Foresteed. -¿Qué se supone que eso signifique? Foresteed saca un pequeño control remoto de su bolsillo. Apunta la pantalla a Perdiz. La cara de éste está en ella. Es en el centro médico con la Sra. Hollenback a su lado. Perdiz sabe qué sigue. Foresteed presiona play y Perdiz ve un rápido clip de su confesión. -¿Qué si te dijera… -Y hay una pausa, el momento en el que pudo haber elegido permanecer callado, pero dice –Que yo también soy un asesino. -Eras demasiado joven. No entendías lo que sucedía—no como nosotros. No. –Dice la Sra. Hollenback. -No lo entiendes. –Dice él. –Lo maté. Soy un asesino. La mujer también está en el cuadro—su rostro demacrado, su boca negra como el carbón. -¿Lo mataste?

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Deep in Fantasy Y entonces él dice las palabras que lo condenarían. -Debía detener a mi padre. No tuve opción. Planeaba… -¡Apágalo! –Dice Perdiz. No quiere escuchar lo que la Sra. Hollenback dice a continuación, pero Foresteed es demasiado lento. -Perdónanos. Perdónanos a todos. –La escucha decir. -Es llamado parricidio. -Dice Foresteed. –Y a la gente no le importa ¿Crees que la Cúpula quiere ser gobernada por un asesino? Perdiz se siente enfermo y enojado y avergonzado. –Aunque sabías. Lo facilitaste todo ¿o no? -¿Cómo podría haber predicho que en realidad lo harías? Quiero decir, matar a tu propio padre—eso requiere una profunda corrupción del alma. No sabía que lo tenías en ti. -Tal vez me subestimaste. -No, tú me subestimaste, Perdiz. Si le muestro este video a la gente, clamarán por tu ejecución. -¿Es ese tu plan? Foresteed sacude la cabeza y ríe. –Si hay una cosa que aprendí de trabajar para tu padre, es las ventajas de ser el titiritero, no la marioneta. Perdiz se frota los nudillos. Le encantaría golpear a Foresteed, arrancarle el control remoto de la mano, destruir el clip. Pero sabe que el video existe en múltiples locaciones. Foresteed no es idiota. Perdiz no tiene ahora poder. -Así que pretendamos que esta reunión fue bien. –Dice Foresteed. –Dejaré de amansar a tus Miserables—como si siguiera órdenes—e incluso detendré el programa de tortura que interrumpiste. Y tú continuarás con la boda. Te concentrarás en probar pasteles y en inscribirse para batidoras. Espero que estés entendiendo todo esto, Perdiz. Porque si no haces lo que digo... Perdiz siente la sangre agolpándose en su rostro. -¿Qué? -¿Conoces la colección de enemigos de tu padre, todos encerrados en sus cámaras congeladas? ¿Sus “pequeñas reliquias”? Perdiz gira la cabeza. No puede mirar al rostro bronceado de Foresteed con sus dientes relucientes. -¿Sabes por qué tu padre guardó a sus mayores enemigos vivos? Perdiz sacude la cabeza. No quiere saberlo. -Los sacaría de vez en cuanto para torturarlos, por los viejos tiempos. A 146

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Deep in Fantasy veces, el humor sólo le pegaba. Creo en el castigo de la gente por sus crímenes. Y si el delito es verdaderamente aborrecedor, pienso que la pena debería ser dolorosa. –Foresteed se inclina hacia delante. -¿Quién sabe? Quizás un día tendré una colección propia de “pequeñas reliquias”. -Suena como algo que ansiar. Foresteed frota el cuero en los brazos de la silla una vez más y luego se levanta. –Bueno, esto fue placentero. Hagámoslo de nuevo pronto. -Sip. –Dice Perdiz. –Muy pronto.

IL CAPITANO NIÑO

Al principio, Il Capitano piensa que el niño los está siguiendo porque está perdido y aturdido, y no tiene otro lugar a donde ir. Lo ignora—un cojo con una pierna dura y el rostro medio quemado. Tal como es ahora, están buscando huérfanos, aunque sabe que probablemente estén muertos. Aun así, no necesitan más almas perdidas pendiendo de ellos. Aunque tampoco tiene el corazón para decirle a un niño que se largue—no todavía. Pero entonces Bradwell dice. –¿Dónde está Pressia? No la veo desde hace rato. Il Capitano y Helmud ambos miran a su alrededor. La lluvia sigue cayendo con fuerza, el viento la empuja por las calles. Hastings se congela y olfatea el aire. -Hastings. -Dice Bradwell repentinamente nervioso. -¿A dónde fue? Hastings trepa en uno de los escombros para tener una mejor vista. -¡Hastings! -Dice Bradwell, impaciente. Y el chico se acerca. Tira de la manga de Il Capitano. -Ahora no. –Dice éste. El chico se acobarda, pero luego dice. –Tengo un mensaje de ella. -¿De quién? –Dice Bradwell caminando hacia el chico, que está asustado de su figura imponente y largas alas. Retrocede unos pasos, e Il Capitano tiene que acercarse, hablando en voz baja y apoyándose en una rodilla. -Dinos. –Dice. -Dinos. –Repite Helmud en una suave voz cantarina. -La que están buscando. Pressia Belze.

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Deep in Fantasy Tiene su nombre completo, lo que significa mucho aquí afuera. Hastings baja de los restos y todos se juntan un poco más cerca. -¿Cuál es el mensaje? –Dice Il Capitano. -Debía irse. Tenía que partir. -¿A dónde? –Grita Il Capitano. -¡Sabemos a dónde! –Grita Bradwell. -¿Dónde? ¿Dónde? –Le dice Helmud al niño, de nuevo en tono cantarín. -No dijo. Dijo que sabrían. -Sabemos. –Dice Hastings. -Dijo que mandaría un mensaje una vez allí. –Dice el niño. –Dijo que encontrará a su hermano y él la ayudará a mandarlo. -¿Qué tipo de mensaje? -Dijo que les diría si derribarla o no. Dijo que ustedes sabrían a qué se refería y que haría un dibujo en el mensaje. -¿Un dibujo de qué? –Pregunta Il Capitano. -No me dijo, pero dijo que sabrían por la imagen que ella lo mandó. -¡Ves lo que hiciste! –Le grita Il Capitano a Bradwell, quien se pasa una mano por el cabello mojado y retrocede del niño. -¿Ves lo que hiciste? –Dice Helmud pasándole la culpa a Il Capitano. -Escucha a tu hermano por una vez. –Dice Bradwell sacudiendo la lluvia de sus alas. -Le dijiste que no podía ir. Actuaste como si te perteneciera. –Grita Il Capitano en defensa. –¡Se fue de esa manera para no tener que pelearte! El chico cojea hacia atrás y se encoje detrás de algunas rocas con una pierna estirada de costado, mirando. -Tú deseabas dejarla ir. –Dice Bradwell. –La dejarías hacer lo que sea que quiera porque quieres que se enamore de ti. -Quieres que se enamore de ti. –Le dice Helmud a Bradwell fríamente. -¿Qué dijiste, Helmud? –Dice Bradwell. -Helmud se refiere a que quieres que todavía te ame para poder castigarla con eso. Al menos yo le dije como me sentía. –Dice Il Capitano. –Si no hubieras estado tan asustado, tal vez lo habrías hecho. Bradwell carga contra él, llevando su hombro contra el esternón del otro. Golpean una pared de ladrillo, embutiendo a Helmud contra ella. Il Capitano siente las costillas de su hermano contraerse, sin aire. Hastings se mueve para separarlos, pero Il Capitano rueda alejándose de él, tomando a Bradwell de la garganta. Éste se suelta y agarra a Il Capitano en una llave de cabeza. Helmud golpea a Bradwell en la parte trasera de su cabeza mientras su hermano le clava el codo en el estómago. 148

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Deep in Fantasy Bradwell afloja el agarre y cae sobre una rodilla. -¡Nunca empujes a Helmud! –Dice Il Capitano estirándose y soportando la nuca de su hermano. -¿Me escuchas? Lo protegeré con cada gota de sangre en mi cuerpo ¿Lo entiendes? –Gira el rostro hacia su hermano. -¿Estás bien? –Susurra. La respiración de Helmud es desigual. –Bien. –Murmura. Bradwell e Il Capitano también están sin aliento. -¿Alguna vez pensaste sobre la bacteria? –Grita Il Capitano. -¡Idiota! –Y entonces le grita a Helmud. -¡Revísala! Siente los ágiles dedos de su hermano tocando su borde. –Revisada. –Dice Helmud débilmente. -Perdón. –Dice Bradwell, empujándose la cabeza con ambas manos. –No estaba pensando. -Esta desprotegida. –Dice Hastings. -No lo haría de ninguna otra forma. –Dice Il Capitano. -Nos dijo que enviaría un mensaje. –Dice Hastings. –Démosle tiempo de evaluar la situación. Bradwell mira a Il Capitano cortante. Il Capitano deja sus ojos vagar por los restos a su alrededor, la pila distante de cuerpos. –Podría morir antes de siquiera llegar allí. Bradwell inspira profundamente -¿Por qué no nos dejó al menos escoltarla dentro? -Si muere, será bajo sus propios términos. –Dice Il Capitano. -¿Es lo que tú querías, o no? ¿Morir bajo tus propios términos? Bradwell se frota los ojos. Quizás está llorando. Il Capitano no puede decir. El niño dice. –Había algo más. Il Capitano se había olvidado del chico, que sale de detrás de las rocas. Esta vez habla tan rápido como puede. –Dijo que no se dieran por vencidos con los chicos. Wilda y ellos. No se den por vencidos con ellos. Sigan buscando. –Y antes de tener la oportunidad de preguntarle algo, o enzarzarse en otra pelea, se gira y sale corriendo. Todos se quedan callados por un momento. Y entonces Hastings alza la cabeza en alto. –Puede que se enoje, pero tengo que al menos tratar de encontrarla y protegerla. Sigo teniendo algo de codificación de lealtad, y está puesta en ella. Tengo una excusa. –Y eso es todo. Sacude la cabeza, como si se estuviera sacando el pelo de los ojos, y se aleja en la lluvia, impulsando su prótesis hacia delante y saltándola ágilmente.

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Deep in Fantasy -También tengo un lugar donde necesito ir. Un lugar donde puedo pensar bien. –Dice Bradwell. Mira a Il Capitano, casi rogándole, y después al suelo. -¿Vendrás conmigo? -Depende ¿A dónde? -No dije que es un lugar al que quiero ir. Dije que necesito hacerlo. Sólo di que sí. Nos mantendremos juntos. -Juntos. –Dice Helmud. -Está bien. –Dice Il Capitano. –Nos mantendremos juntos.

PRESSIA CASA

Pressia cruza lo que una vez fue la entrada, sus botas crujiendo contra el vidrio roto. El techo ya no está, como fauces abiertas sobre su cabeza. El piso brilla con oscuros charcos de lluvia. Está la vieja vara, yaciendo de costado, la fila de espejos condenados, y, metidos contra la pared sólida, la única silla de barbero restante, el mostrador, los peines en vertical en el viejo contenedor Barbasol de vidrio. El fuego se hizo camino hasta aquí. Las paredes están aún más negras, las piezas restantes de espejos manchadas de negro como si se hubieran cerrado. Pressia se recuerda que no fue hace mucho que estuvo aquí. Pero eso no ayuda. Todo es diferente. Podrían haber francotiradores cerca, pero no le importa. Mátenme, piensa. Wilda y los chicos están muertos. Si hubiera llegado más rápido, si nunca los hubiera dejado tan desprotegidos… es su culpa. Ve el panel falso que su abuelo construyó en la pared trasera—su trampilla de escape—encajada en su lugar. Lleva hacia el cuarto trasero de la barbería, el hogar de su niñez. Camina hacia el panel, lo desencaja. Y allí está el gabinete donde una vez durmió. Frota con la mano la madera, la fina capa de ceniza. Aquí es donde dibujó la sonrisa torcida de la carita feliz. Le prometió a su abuelo que volvería, y aquí está finalmente. Incluso aunque él esté muerto, debería cumplir la promesa—para sí misma sino para nadie. La puerta del gabinete está levemente entornada y puede ver el viejo cuarto de almacenamiento—las patas de la mesa, la silla de su abuelo. Gatea para entrar al gabinete y pone el panel de vuelta en su lugar. Una vez dentro del pequeño espacio, aprieta la puerta del gabinete desde dentro. Está oscuro y ella se siente pequeña de nuevo. Se mete la cabeza de muñeca debajo del mentón. Trata de recordar cómo era estar aquí la primera vez—el espacio

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Deep in Fantasy apretado, las finas motas de polvo y ceniza girando en el aire, y cómo alguna parte de ella esperaba poder sobrevivir simplemente siendo buena, silenciosa y pequeña. Recuerda a su abuelo sentado en su sitio usual junto a la puerta, su muñón atado con las venas de cables, el ladrillo en su falda, el ventilador en su garganta zumbando hacia un lado y después al otro con cada uno de sus suspiros desiguales. Lo extraña. Extraña quién una vez fue ella en este gabinete. Era su nieta. Él está muerto, y resulta que ni siquiera eran parientes. Sólo era una pequeña niña perdida rodeada de gente muerta en un aeropuerto. La salvó. Quiere ser salvada de nuevo. Piensa en los zapatos que su abuelo le dio para su dieciseisavo cumpleaños—ese par de zuecos—como si él supiera que ella se iba a ir pronto y quería que tuviera zapatos fuertes, al menos, para poder sobrevivir en el mundo ¿Y qué clase de mundo era? Nada que ella podría haber imaginado. Tan horrible y sangriento y lleno de sufrimiento y muerte como es, se enamoró en ese mundo. Amor ¿Quién habría imaginado que podría existir, después de todo? Pero lo hace. Toca con el dedo la puerta del gabinete levemente. Se abre con un crujido. El cuarto está más o menos intacto. La mesa, chamuscada, pero allí. El viejo camastro de su abuelo se fue en humo. Está pequeño y oscurecido—es mayormente hollín. Pero el ladrillo sigue allí. Se sienta junto a la puerta trasera. Puede decir que alguien más vivió aquí desde que su abuelo fue llevado. Había un saco colgado de un gancho en la pared. El saco ya casi no está, pero el asa sigue descansando en la garra. La mesa está cubierta de pedazos de lo que parece un intento de reconstruir algo electrónico—¿una radio, una computadora, un simple tostador? Es imposible de decir. Este ya no es su hogar. Su abuelo ya no está. Es como si nunca hubiera existido. Cierra la puerta, vuelve a salir trepando el panel falso hacia la barbería y se sacude. Perdió tiempo. Se siente culpable por ello, pero después enojada ¿Volvería Bradwell en el tiempo si pudiera a cuando tenía padres para cuidarlo? ¿No llevaría Il Capitano a Helmud devuelta al lugar en el bosque donde vivieron con su madre antes de que fuera llevada? ¿Es por eso que quiere llevar el vial y la fórmula a los laboratorios de la Cúpula? ¿Porque piensa que si suficientes personas pueden volver a como eran en algún momento, no sólo se sentiría como si hubieran sido curadas, sino que podrían borrar esta situación horrible y volver a un tiempo en el 151

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Deep in Fantasy que… qué? ¿Cuándo se sentían a salvo? ¿Alguna vez ella se sintió realmente segura? Por esto, quizás sólo se refiere a no estar sola en el mundo. ¿Qué pasa si Bradwell e Il Capitano tienen razón? Tal vez el planeta no necesita la intervención de la ciencia y medicina. Quizá sólo necesite nivelar el campo de juego y tirar abajo la Cúpula. Aunque tiene que ver a Perdiz primero. No puede formar parte de eso sin saber qué pasó. Sigue teniendo fe en él. Tiene que. Si la pierde, su fe en todos se irá. Y no puede permitirse perder más. Es demasiado preciosa. Camina hacia el agujero de la puerta, devuelta a la calle. De nuevo, corre— cabeza gacha, sin aliento. Ahora conoce el camino. Sigue hasta poder ver el área reluciente de la Cúpula que, en la distancia, cruza brillando la seda negra de las nubes.

IL CAPITANO SANTA

Bradwell se detiene en la punta de algo de escombro. Alza una pieza de una reja de hierro fundido. –Por aquí. –Baja primero un pequeño conjunto de escalones de piedra. Il Capitano conoce esta parte de la ciudad—o pensó que lo hacía. Solía hacer rondas cuando manejaba el camión, recogiendo reclutas involuntarios, pero nunca antes vio este agujero. Le dice a su hermano. -¿A dónde nos lleva? -¿Nos? –Susurra Helmud como si prefiriera que lo dejen solo atrás. Il Capitano sigue a Bradwell por las escaleras, devolviendo la reja a su lugar por encima, cubriéndolos. El cuarto es pequeño, pero no sólo por ser cavado. No, fue construido para ser pequeño. -¿Estamos cerca de donde solía estar la vieja iglesia? –Dice Il Capitano, tratando de orientarse. -Estamos en ella. -¿La iglesia? -Es una cripta. Bradwell parece demasiado grande para el espacio. Sus alas masivas rozan las paredes. Se encorva y mantiene la cabeza inclinada—¿Porque es demasiado alto o por respeto? Camina hacia una pared y se arrodilla. Pero Bradwell ha juntado sus manos. Susurra dentro de ellas ¿Por qué? Il Capitano nunca entendió las religiones.

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Deep in Fantasy -No sabía que eras del tipo que va a la iglesia. –Dice Il Capitano más para sí mismo que para Bradwell. Al principio parece como si el chico le rezara a una pared de Plexiglas, un poco quebrada, pero de pie. Luego ve que el Plexiglas cubre un recoveco en el muro y, a través del plástico astillado, ve una chica. Su rostro está ligeramente alzado; sus manos en su falda. Está sentada allí, usando un antiguo vestido largo, el pelo peinado lejos de su cara—un rostro hermoso, simple y aun así profundamente triste. Ella es paciente. Está esperando a algo o alguien. Quizás a Bradwell. Tal vez a Dios. -¿Quién es? –Dice Il Capitano, pero sabe que Bradwell no responderá. Está rezando. Sus ojos están cerrados, sus manos juntas. Los adoradores de la Cúpula solían arrodillarse y orar así. Los ha visto enfilados en las esternías antes, todos apuntando hacia la Cúpula. -¿Quién? –Dice Helmud. –¿Quién? Una fila de velas en un estante se derritieron, cubriéndolo en cera. Ofrendas. Mucha gente ha estado aquí. Il Capitano nota una placa. Se acerca a ella. La mitad de las palabras ya no están. Está toda machacada. La estatua es de una santa cuyo nombre empezaba por Wi. Sabe que era la patrona de algo. Ve la palabra abadesa pero no sabe qué significa. Hay más sobre niños pequeños y milagros y la palabra tuberculosis, que conoce bien. Es seguramente como murió la santa. Una afección en los pulmones. Su madre murió joven de una enfermedad. Era como una santa—para él, al menos. Il Capitano se mueve hacia la pared trasera y se sienta, apoyándose en su hermano. Helmud descansa la cabeza en el hombro de Il Capitano. Éste se pregunta cuánto tiempo le llevará a Bradwell. Parece adolorido. Sus susurros—no puede distinguir las palabras—suenan urgentes ¿Le está rezando a la santa que mantenga a Pressia a salvo? ¿Está rezando por perdón? Eso es algo que siempre sale con las religiones ¿o no? Il Capitano apoya los antebrazos en las rodillas y junta las manos. Se sienta de esa forma por un rato antes de darse cuenta de que sus manos están unidas casi como las de alguien orando. Cierra los ojos, preguntándose si en un lugar como este algo vendrá a él. Susurra. -Santa Wi. –Trata de imaginarse quién era ¿Ayudó niños? ¿Cuáles fueron sus milagros? Piensa en su rostro. No tiene que mirarla. Su cara está grabada en su mente—su forma de mirar. Está esperando pacientemente ¿A Il Capitano? ¿A que diga lo que necesita decir? Dilo, escucha susurrar la palabra en su cabeza. Dilo.

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Deep in Fantasy Ve el rostro de alguien a quien mató. Y luego otro. Recuerda manejar ese camión, haciendo rondas, recogiendo niños que sabía que nunca serían soldados—demasiado enfermos, demasiado débiles, demasiado fusionados y deformados. Dilo. Ve un hombre retorcido. Una pierna ulcerosa. Ve la jaula donde mantenía a aquellos que nunca lo lograrían. Recuerda el olor a muerte que había allí adentro. Dilo. Estuvo la vez que llevó a Pressia, sólo una recluta nueva en aquel entonces, al bosque a jugar El Juego—cazar reclutas enfermos. Ingership dio la orden de hacerla jugar, ¿Pero habría sabido si Il Capitano no hubiera cumplido? No. Podría haberlo fingido. Y entonces el niño, arrastrándose por los arbustos, quedó atrapado en una de sus trampas. Las púas metálicas se le hundieron en las costillas, agujereando su pecho. Les suplicó que le dispararan. Pressia no pudo, pero Il Capitano sí, y lo hizo. Fue fácil. ¿Entonces por qué ve ahora la cara del niño rogando que apriete el gatillo? ¿Por qué el dolor de esto lo sigue persiguiendo como un perro? Aspira. Se siente enfermo. Dilo. Traga el aire. Sabe que debería pedir perdón. El pensamiento está allí en su cabeza. Dilo. Dilo. Abre la boca, pero en lugar de decir Lo siento, dice. –Debemos irnos. Bradwell alza la cabeza, se gira y lo mira. –Dame un minuto. -Bueno, pero eso es todo, sólo un minuto. –Il Capitano se pone de pie, pero su cabeza no se siente bien. Se inclina hacia la estatua de la santa, ahora mareado. Presiona sus pálidas manos llenas de cicatrices contra el Plexiglas astillado, y baja la cabeza para que también toque el plástico. -¿Estás bien? –Pregunta Bradwell. Il Capitano se endereza, frota su rostro. –Bien. –Dice. –Estamos bien ¿O no estamos bien, Helmud? -¿Bien? –Dice Helmud. E Il Capitano se gira y sube corriendo las escaleras de roca, hace a un lado la pieza de reja de metal fundido y sale al aire polvoriento. Respira profundamente. Mira a un lado y otro de la calle. Recuerda correr por estas calles—en las Muerterías. Se inclina hacia delante y escupe el suelo. -¿Bien? –Pregunta Helmud de nuevo. -No bien. –Dice Il Capitano. –Para nada. –Se imagina a Pressia haciéndose camino hacia la Cúpula. Ella es la que tiene esperanza, la que todavía cree en Perdiz. Le alegra que sea libre de ellos. –Ella está allí afuera tratando de hacer algo bien ¿Y tú y yo, Helmud? ¿Qué deberíamos hacer? ¿Cuál es el punto de ambos en la tierra? Dímelo.

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Deep in Fantasy -Dímelo. –Dice Helmud. Bradwell trepa los escalones, cubre nuevamente la apertura y dice. –Voy a ir detrás de ella. Il Capitano siente un pico de celos. Quiere taclear a Bradwell y golpear su cabeza con una roca. Así es como hubiera manejado una situación así, antes de haber conocido a Pressia. –Déjala ir. -No. Debo encontrarla. No para protegerla. Tengo que decirle algo. Il Capitano sabe que la ama, que se dio cuenta de que esta podría ser su última oportunidad para decir la verdad. Traer abajo la Cúpula seguramente llevara a algo parecido a la guerra. Dios, se sentiría bien moler el rostro de Bradwell contra el suelo, pero esto está más allá de Il Capitano. Debe retirarse. No tiene oportunidad en el amor. Dice. –Esta vez irás solo. -Conozco el final, Cap. -¿Qué final? -El mío. -¿Cómo resulta? -Podría ser mejor, pero debo cumplirlo. -Supongo que eso es lo que todos podemos hacer—cumplirlo. -Cumplirlo. –Dice Helmud. -¿Nos encontraremos? –Dice Il Capitano. -Podemos hacerlo en la vieja caja fuerte. Debería ser seguro y estar seco. -¿El banco? -Lo que queda de él. -Bradwell está a punto de irse, pero entonces se gira. ¿Qué te pasó allí adentro? -¿Allí adentro? –Dice Helmud estirándose y golpeando el pecho de su hermano. Il Capitano no sabe, así que no responde. –Prométeme que en verdad se la dirás. –Le arde el pecho. –Cuéntale toda la verdad. Cualquiera que sea. Se merece eso.

PERDIZ PROMESA

Los planes de boda llegan sin cesar. Iralene insiste en que esté involucrado. –Debes invertir emocionalmente en esto. –Susurra. –O lo sabrán ¡Lo harán! ¡Podría salirte el tiro por la culata! Ella sostiene en alto muestras de tela de materiales para vestidos de damas de honor, manteles, servilletas. Lo hace elegir patrones de cubiertos y

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Deep in Fantasy platos, candeleros y salseras para su registro. Un chef de tortas le trae muestras de pastel. Un cocinero, opciones de comidas y vino—más muestras. Prueba y da sorbos y señala. –Ese. -¿En serio? –Dice Iralene. -Está bien. Ese. -¡Quiero que lo ames! -¿Qué quieres que diga? ¿Cuál es la opción correcta? A Iralene se le llenan los ojos de lágrimas cada vez que él se frustra. -¡Se supone que es una ocasión gloriosa! -No. –Dice él. –La boda es un evento para distraer a la gente y levantar la moral y detener los suicidios. No es una ocasión gloriosa; no es siquiera un casamiento. Hay una diferencia. Ella suspira, como si se diera cuenta de que sacó el arsenal demasiado pronto, y se inclina hacia él y susurra. –Elige el salmón. Y él elige el salmón. Una concesión, agrega. –Me gusta mucho la salsa holandesa. –Mira a Iralene como para decir ¿Ves? Estoy tratando. -Con sólo enfocarte un poco. No puede enfocarse. Hay una cosa que Foresteed dijo que le pegó—las pequeñas reliquias de su padre, una colección de sus más grandes enemigos. Perdiz recuerda la cámara que era diferente al resto—la que Iralene le mostró una vez mientras caminaban por esos largos pasillos. No tenía marca y estaba pesadamente asegurada. Perdiz no sabía cómo entrar. Pero si las pequeñas reliquias de su padre son realmente sus más grandes enemigos—mantenidos para poder sacarlos y torturarlos cuando está de humor—entonces ¿Quién está en esa cámara? ¿Podría ser el mayor enemigo de su padre, el mejor aliado de Perdiz? Quiere llegar a la cámara de alguna manera y tratar de abrirla. Se sigue preguntado si es posible que uno de los Siete esté allí. El mayor enemigo de su padre era uno personal: Hideki Imanaka, el hombre del que la madre de Perdiz se enamoró y con el que tuvo un desvarío—con el padre de Pressia. También, el abuelo de Pressia sigue en uno de esos cuartos de suspensión ¿Está Weed de su lado o no? ¿Siquiera está tratando de sacar a Belze de suspensión? Ahora que lo golpeó, o va a ser más cumplidor o se negará a ayudar. ¿Cómo va a llegar Perdiz allí abajo? Lo enfrentan inacabables planes de boda—ser ajustado para un traje y zapatos brillantes, escoger arreglos florales, hablar sobre sentar a los huéspedes en una jerarquía social muy estricta que no entiende o le importa.

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Deep in Fantasy Se siente mareado. No ha estado comiendo mucho—no con esta inquietud eterna en el estómago. Empezó a tomar algunas píldoras para la indigestión—blancuzcas y amargas—pero no ayudan. Se siente como uno de los felinos grandes del zoológico—como si las almohadillas de sus pies estuvieran al rojo vivo de caminar de lado a lado en el duro cemento. Se siente encerrado. Y entonces, mientras son sólo ellos dos e Iralene le está preguntando sobre el corte de un moño para los centros de mesa, ella toma su mano y le da un apretón. -¿Cuál es tu favorito? Su mano es fría y le sorprende, y recuerda que Iralene pasó la mayor parte de su vida en suspensión. Le contó que piensa de esos pasillos de las cámaras como su hogar de la infancia. Iralene es su especialista en suspensión. Ella fue la primera en mostrárselos. Él posa su mano sobre la de ella. Ella levanta la mirada, sorprendida. – Iralene. –Susurra él. –Quiero que hagas algo por mí. -¿Qué? –Sus ojos son enormes y brillantes. Le asusta, a veces, qué tan desesperada está por complacerlo. -Quiero ir de nuevo a las cámaras. Ella sacude la cabeza. –Esa parte de mi vida acabó. –Dice con una sonrisa temblorosa. -Necesito tu ayuda. No la pediría de otra forma. -No me hagas volver. –Ella se muerde el labio inferior. -Necesito una guía. Necesito que me lo expliques todo. Necesito que me lleves a la cámara de alta seguridad sin marcar. –No puede simplemente anunciar sus planes. Ya no es su propia persona, ahora que Foresteed ejerce su poder sobre él. Quiere mantener esta visita en secreto, y no sabe en quién confiar. Iralene es fidedigna y conoce el edificio. Ella sacude la cabeza, cierra los ojos. -Te necesito. Puedo devolverte el favor de alguna forma. Lo prometo. Ella cruza los brazos en su pecho y lo mira con serenidad. –Sin ninguna condición. Un favor. En cualquier tiempo del futuro. Me lo deberás. Está un poco asustado; no está seguro de en qué se metió. –Sí. Quiero decir, no quiero tener que… -Sin condiciones. -Está bien. –Dice. –Bueno ¿Puedes llevarnos allí sin ser detectados? Ella piensa sobre ello. –Con la ayuda de Beckley, sí. -También quiero ver si Odwald Belze fue sacado de suspensión. -Arriba a por aire. –Dice ella. –Así es como lo llamamos. Arriba a por aire. Perdiz quiere salir a tomar aire. 157

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Deep in Fantasy Durante todo el rato, extraña a Lyda. Es peor en la noche cuando no hay tantas horribles distracciones. Foresteed le comunicó que no puede verla hasta después de la boda, de que el escrutinio muera. Sería demasiado peligroso que le llegara palabra al público. Más tarde, Perdiz prepara su cama en el sillón. Ahora que Iralene duerme en su viejo dormitorio y Glassings en el de su padre, Perdiz empezó a dormir en la sala. Pero tiene problemas para descansar. Le escribe cartas a Lyda y se las da a Beckley, como si fuera sólo un escolar pasando notas en clase. Al principio los mensajes eran cortos—Te amo. Te extraño… No le dice que está bajo el dedo de Foresteed. Sabe que debería, pero no puede. Está demasiado avergonzado. Aunque la escritura sí lo ayuda a despejar sus pensamientos, así que empezó a tratar de tallar algún tipo de futuro. Esta noche escribe: No me di por vencido con la idea de un consejo. Pressia debería liderarlo. Bradwell necesita estar a cargo de escribir la nueva historia, la verdad, para poder empezar a hacerle llegar esa información a todos. Y requerimos a alguien como Il Capitano para hacerse cargo de la milicia. Todavía necesitaremos mantener la paz… Seré capaz de irme pronto. Lo prometo… Cuando estemos juntos de nuevo, todo va a estar bien. Sabe que Lyda está asustada por el futuro. Tiene que estarlo. Todo es tan desconocido. Se imagina a la gente allí afuera que trató de suicidarse y atacar a los Miserables y bebés alineados en incubadoras esperando al Nuevo Edén de su padre, la gente en suspensión y todos esos sobrevivientes allí afuera—desparramados por el mundo. Todo pesa sobre él hasta que se siente increíblemente pequeño. Esta noche, le pasa en secreto la carta más reciente a Beckley, como siempre, quien hace guardia cerca de la puerta delantera, y le pregunta si tiene alguna respuesta de ella. La respuesta no varía nunca. Beckley sacude la cabeza. –Todavía no. –Se mete la carta en el bolsillo del pecho. -¿Y cómo está? –Pregunta Perdiz. -Se queda en el cuarto del bebé la mayor parte de sus días. Lo está decorando para sorprenderte. No deja entrar a nadie. Perdiz se la imagina pintando las paredes, decorando la cuna, manteniéndose ocupada. Eso parece ser algo bueno, pero la conoce lo suficientemente bien como para asumir que también se siente enjaulada.

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Deep in Fantasy Otro guardia aparece y Perdiz regresa al sillón. Junta sus manos tan fuerte que empiezan a temblar. Esto no es lo que quería. Esta no es su vida. Poder—tiene todo este supuesto poder y aun así se siente impotente. Recuerda preguntarle una vez a su padre si Dios era real. Le respondió que, al final, no importaba realmente si lo era o no. –La religión nos mantiene juntos. La iglesia es importante. Nos da orden y estructura. Es el mejor lugar para legislar la política—desde lo alto. Le enseña a las masas la diferencia entre el bien y el mal. Había tantas reglas—de quién y de quién no te deberías enamorar, cómo y dónde te deberías casar, qué deberías y que no discutir o cuestionar en casa, cómo criar a tus niños para que nunca rompan ninguna norma, un libro entero en cómo ser una buena madre y esposa. No, piensa Perdiz ahora. Las reglas las hizo el hombre. Dios es importante. La gente conoce la diferencia entre el bien y el mal en sus corazones—si buscan en ellos. La religión tuerce el bien y el mal. Sus diferencias son del tipo que necesitan ser enseñadas porque no son naturales ¿Por qué sino la gente pensaría que su padre era un hombre bueno y harían luto por su muerte a menos que alguien les haya forzado su bondad por la garganta? La religión era una de las herramientas de su padre. La usó bien. Perdiz susurra. –Dios. –Es todo lo que tiene. Sólo una palabra.

PRESSIA CRUJIDO

Para el anochecer, logra llegar al bosque que lleva al terreno estéril que rodea la Cúpula—que fue una vez hogar de pastores y recolectores de bayas, moras, tubérculos. También había granjeros, pero crecía tan poco—y nunca de la forma en la que lo esperaban—que era difícil pensar en ellos como tales. Algunos los llamaban reparadores. Todos fueron desalojados con el fuego. Pressia siente el tronco de un árbol quemado, su corteza húmeda pelándose como una capa carbonizada de piel. La fina lluvia golpea el suelo lleno de cenizas. Hay silencio aquí afuera ahora, y desea que hubiera luz. Necesita encontrar un lugar donde dormir antes de encaminarse hacia la Cúpula en la mañana. Sabe qué tan difícil fue para Perdiz escapar ¿Será tan complicado entrar? Pretende caminar hacia el puerto de carga en donde escoltaron a Lyda fuera. Recuerda los mapas que Perdiz y Lyda hicieron. Sabe dónde buscar las uniones de la Cúpula.

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Deep in Fantasy También se le cruza por la cabeza que no llegará a la puerta para nada. Hay grandes posibilidades de ser devorada por un Terrón o por una alimaña esperando una matanza de una presa fresca, o podrían dispararle mientras se acerca. Es raro cuánto se acostumbró a esta idea. ¿Contestará alguien la puerta? Planea decirles que es la media hermana de Perdiz, y no tiene idea de cómo reaccionarán a esto. Las cosas pueden ser volátiles en la Cúpula ahora, como secuela de la muerte de Willux. La gente podría estar en contra de dejar a Perdiz tomar el control. Deberían estarlo. Sólo es el hijo de Willux ¿Por qué debería eso concederle automáticamente la autoridad? El aire huele a pino quemado, humo y metal. Finalmente llega a un claro en el bosque que, sorprendentemente, no parece que se haya incendiado. La mayoría de las ramas están desnudas porque es invierno. Pero mira más de cerca el árbol cubierto de maleza con sus ramas torcidas y con clavos, y raíces bulbosas sobresale del suelo como rodillas enterradas. Sus agujas son pegajosas al tacto. Levanta una hoja del suelo; está sucia con óxido como si el árbol hubiera sido teñido de hierro. Una nueva especie híbrida apareciendo ¿Puede ser visto, posiblemente, como algo bueno—una tierra y sus criaturas tratando de adaptarse? Se detiene y revisa de nuevo el vial y formula, abriendo su mochila y la cajita de metal, tocándolos. Están bien, y esto le da un poco de coraje. Le recuerdan su misión aquí. Se adentra más en el bosque, esperando encontrar un grupo de arbustos en los que esconderse, una roca o tronco caído para bloquear el viento. Pero entonces hay un crujido. ¿Aves o roedores? ¿Un zorro? Recuerda los brazos cosidos de las criaturas ciegas que Kelly soltó—sus ojos errantes, la forma en la que tocaron su cabello. Se estremece. No son ellos. Lo sabe, pero no puede sacudir el sentimiento de cuando la tocaron ¿Qué habrían hecho si no hubiera escapado? Se lleva los brazos al pecho y mira la oscuridad, esperando que algo pequeño e inofensivo se revelara. Por favor, sé un conejo, piensa. Un conejito. Me vendría muy bien un conejo. La última vez que vio uno fue hace años, y en lugar de pelaje tenía la piel llena de cicatrices, oscura y arrugada, sus costillas sobresalían en tiras envueltas. Pero seguía siendo un conejo, con largas orejas y dientes frontales filosos, y huyó corriendo, asustado de ella. Huye corriendo, ora con el conejo que probablemente ni siquiera sea un conejo en absoluto. Por favor huye corriendo.

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Deep in Fantasy El frío cielo nocturno se alza con nubes oscuras, espeso por el humo. Quiere salir del viento y dormir. Eso es todo. Está cansada—en lo profundo de sus huesos y articulaciones. Es una fatiga que parece haber chocado con ella. Más crujidos. Se agacha. Empieza a notar la adrenalina, pero no es suficiente. No tiene fuerzas para pelear. No quiere ser comida aquí, destrozada hasta morir—no ahora. Se saca la mochila y la sostiene contra su pecho. Mira la cabeza de muñeca, sus ojos vidriosos destellando en la luz opaca como si le rogara protección. Le falló a Wilda y a los otros—la cabeza de muñeca parece saber, y es como si hubiera perdido algo de fe en ella. Más crujir, pasos. Agarra la cabeza de muñeca y la mochila y se congela. Y entonces escucha su nombre. La áspera voz de Bradwell. Lo ve, entre dos finos árboles. Abre las alas, oscurecidas por la lluvia. –Pressia. -Dice. Ella se levanta lentamente. Vino por ella. Le enoja que no tenga fe suficiente en ella, pero le alivia verlo. Su corazón se acelera. -Mírame. –Dice él. Y ella lo hace: la carne en sus hombros, las largas púas de su clavícula, las cicatrices gemelas en su mejilla, y sus ojos, sus labios—todos mojados por la lluvia. Su piel, como la de ella, perdió el brillo dorado de su tiempo en Irlanda. Pero las alas—eso es lo que quiere que mire. Algunas plumas brillan. Otras están hechas jirones. Son gruesas y fuertes. Ella dice. -Te veo. -Entero. -Te veo entero. –Es como un sueño. La mira como si realmente la viera por primera vez desde hace mucho tiempo. -Debía tratar de encontrarte. -¿Cómo la rastreó? -Tuve que irme. –Dice ella. -Lo sé, pero no pude decir lo que necesitaba. -¿Y qué es eso? Él se pasa las manos por el cabello mojado. –¿Piensas que no me imagino estando dentro de la Cúpula, en esas aulas académicas, en los salones de baile contigo? Lo hago. Pero no de la forma que lo haces tú. Te ves a ti misma encajando. -No, no lo hago. -Piensas que es posible. Puedes imaginar cómo sería tener tu mano de vuelta, no tener cicatrices ¿Yo? No tengo ese tipo de imaginación. Sólo me veo como soy. Y cada vez que me imagino allí, veo cómo me mirarían. Estoy enfermo para ellos. Dañado. Soy una perversión del ser humano. -No eres nada de eso para mí. 161

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Deep in Fantasy Se frota los nudillos. Ella sabe que esto es difícil para él, humillante. – Nacimos para morir, Pressia. Somos quienes nadie esperó que sobrevivieran. Así que mi vida es un error; es sólo algo que me fue dado por accidente. No es mía. Es prestada. –Se acerca a ella y susurra, -A veces pienso que volvería atrás si pudiera. Me desangraría a muerte unido a mis hermanos. Pero entonces sé que volvería todavía más atrás. Si pudiera, moriría contigo en el suelo congelado del bosque. Estábamos mojados y fríos y desnudos. Así es como vinimos a este mundo. Podríamos habernos ido de esa forma juntos. -Él presiona sus frentes juntas. Cierra los ojos. –Sé por qué hiciste lo que hiciste. Pero ahora tengo esa cosa en mi sangre, y ya no soy quien soy. No puedes amarme. -Pero lo hago. -No. -Trato de no hacerlo. Ella se estira por sobre su hombro y deja correr la mano por sobre sus suaves alas mojadas. Parecen seda. Él toca la quemadura en forma de luna creciente alrededor de uno de sus ojos y después acuna la cabeza de muñeca en sus manos. -No puedo dejarte ir, -Dice. Ella se inclina hacia él, cerca, la lluvia descansando en sus pestañas. Apoya una mano en el corazón del chico y lo siente golpear. –Tengo que. -Lo sé. -¿Cuánto me darás antes de usar la bacteria? -No mucho. Cualquier cosa podría pasarte allí dentro. Cap tenía razón sobre eso también. -Me llevará al menos un día entrar ¿Así que cuánto me darás? -No lo sé. -Si llego con Perdiz puedo mandarte un mensaje. -¿En tres días? -Puedo intentarlo. –Quiere besar sus labios mojados. Lo extraña tanto que le duele el pecho. Dime que me amas, quiere decir. Dime que me amas como solías hacerlo.

Y entonces él se inclina hacia ella y la besa en la boca, con la lluvia aun cayendo. Cuando se retira, ella no tiene aliento. -Tres días. –Dice él. -¿Bien? -Bien. –Dice ella y entonces, incluso aunque tiene las piernas entumecidas, retrocede un paso. -Hastings también vino por ti. –Dice. –Me sorprende que ya no te haya encontrado. Sólo quiere ayudar. 162

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Deep in Fantasy Ella asiente. -Pressia, ¿Qué pasa si no nos volvemos a ver? ¿Qué pasa si es la última vez que nos vemos? –Tiene miedo. Ella no está segura de alguna vez haberlo visto de esta forma. -Estaré bien. –Dice. -Sé que lo estarás. –Dice él. –Es sólo… -¿Qué? -En caso de que haya un paraíso… -No hables así. –Dice Pressia. -En caso de que haya un paraíso, quiero que estemos juntos allí. Juntos. Para siempre. –Busca sus ojos. –Nunca vi una boda. –Dice. ¿Le está pidiendo matrimonio? Ella susurra. –Escuché que se hacían en iglesias o debajo de carpas blancas. -¿Qué pasa si el bosque es nuestra iglesia? -Me estás pidiendo matrimonio, ¿Aquí? ¿Ahora? -Te amé desde el principio—desde la primera vez que te vi ¿Por qué no casarnos—sí, aquí y ahora? –Alza la mano de ella y la apoya en su corazón. Después desplaza su propia mano entre el brazo y pecho de ella y la pone sobre su propio corazón. Se inclina y apoya su mejilla contra la de Pressia. Dice. -¿Serás mi esposa eternamente? ¿Aquí y ahora y en el más allá? Ella cierra los ojos. Siente sus brazos entrelazados, sus cachetes tocándose—ambos mojados por la lluvia y fríos. Asiente. –Lo haré ¿Serás mi esposo eternamente? Él dice. –Lo hare. –E inclina la cabeza y besa su cuello, su mandíbula, sus labios. -Este no es el fin. –Dice Pressia. –Sólo estamos empezando, Bradwell. La levanta del suelo y la besa de nuevo—ella siente sus labios, su lengua, sus dientes. Y se siente tan viva que apenas puede respirar. Está feliz. Esto es cómo se siente la alegría—no tiene que ser sobre este momento. La felicidad puede ser una promesa. Cuando la vuelve a bajar, se siente pesada. Él se gira entonces y se encamina de vuelta al bosque; el viento lluvioso agitando sus alas un poco. Ella va a seguir. Pero ahora sabe qué quiere: volver a Bradwell, encontrar un comienzo. Ahora camina rápido, temblando de alivio y alegría, marchando con un propósito. Tiene que encontrar ese lugar seguro. Camina por un rato, y entonces un zumbido corta el aire—un burlón zing terminado en un thunk

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Deep in Fantasy justo sobre su cabeza. Mira arriba al árbol a su espalda, y allí alojado en profundidad en la corteza, hay una cuchilla gruesa, afilada de todos lados. Hay Madres allí afuera. Por eso probablemente esta parte del bosque no fue quemada. Ha sido resguardada pesadamente. Pressia se mantiene agachada pero grita. -¡Soy sólo una niña! ¡Soy amiga de Lyda! ¡Mi nombre es Pressia y conocí a su Buena Madre! ¡Estoy sola! ¡No hay Muertos conmigo! –Pero no es sólo una niña—es una esposa. No está sola, aunque parezca así. Tendrá a Bradwell, para siempre. El bosque está en silencio. Se mueve detrás de un árbol. Otra cuchilla zumba en el aire, enganchando su saco al árbol detrás. Quiere desgarrar el abrigo y liberarse y correr, pero no se debe jugar con las Madres. Si las desafías, pueden contraatacar con brutalidad. Alza la cabeza de muñeca en el aire. -¿Qué quieren? –Grita al bosque. -¡Me rindo! ¿Bien? –Espera que Bradwell se haya ido hace rato, que ni siquiera pueda escuchar el eco de sus voces. –Me rindo. –Y cuando dice de nuevo esas dos palabras, parecen la cosa más real que dice desde hace tanto tiempo. Me rindo. Estoy cansada. Llévenme. Finalmente, escucha una voz de mujer, cortante y clara. –Agárrenla. -Dice. –Es nuestra ahora.

LYDA CONVIRTIÉNDOSE

Lyda está oculta en su otro mundo. El orbe—puesto en el mundo exterior—existe en el cuarto del bebé ahora. Es donde mantiene las cenizas de los libros de bebé quemados y la fila de tiras cilíndricas de la cuna que afiló en lanzas. La puerta permanece cerrada. Si alguien pregunta dice. -¡Es una sorpresa! ¡Para Perdiz! Perdiz ordenó que más guardias vigilen su puerta. Una pequeña armada está allí ahora. ¿Está asustado de que alguien la ataque? ¿O se está asegurando de que nunca se vaya? Trabajó duro en ese cuarto pequeño, y ahora yace en la cama, limpia y oliendo bien, su cabello húmedo por una ducha de mediodía. Le escribe otra carta a Perdiz. Ha escrito tantas que perdió la cuenta. Se las da a Beckley cuando lo ve—cada pocos días hace una ronda—pero él nunca tiene nada para ella. -¿Qué dice cuando se las das? –Preguntó. -Sonríe y se las guarda en el bolsillo—para leer más tarde, supongo.

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Deep in Fantasy -No entiendo por qué no me escribe devuelta. -Está ocupado. Ya sabes—planes. Planes de boda. Sí, lo sabe. Perdiz, ¿Cuándo vas a volver? Me estoy convirtiendo. ¿En qué se está convirtiendo? No lo sabe. Parece más honesto decir sólo que se está convirtiendo. La transformación es lo que importa, tal vez más que el resultado. Piensa en escribirle que está anidando—un término que aprendió en la academia femenina en una clase de cuidado infantil, una que Chandry usa a menudo cuando viene para sesiones de tejido. Le gusta la palabra porque cuando estaba en la academia de chicas, amaba caminar por el aviario, mirando a las aves fortificar sus nidos. Sus instintos de anidación pueden no ser lo que Perdiz espera, pero siente como si estuviera construyendo un lugar para ella y este niño—sólo para ellos. Se siente a salvo en el cuarto del bebé. Pero yaciendo allí, en su propia habitación, sobre sábanas frescas, habiendo alisado su cabello peinándolo, es vulnerable. Algo viene. Las cosas están inestables. No es sólo que Willux murió. Es como si el aire estuviera agitado, inflamable. Y mientras Perdiz está allí afuera, ocupado con sus planes de boda, ni siquiera lo nota. Nadie parece hacerlo. Los guardias se mantienen firmes afuera de su puerta. Chandry viene y va. A veces, Lyda mira por la ventana y ve a gente en las calles, rebosantes de paquetes, paseando perros en miniatura, empujando carritos. Volvió todo casi por completo a la normalidad—como si la verdad nunca hubiera sido dicha. A veces, le escribe a Perdiz, Siento como si el fuego estuviera dentro de mí. No sé en qué me estoy convirtiendo. Pero creo que es para ayudarme a encontrarme algún futuro que no puedo imaginar, pero que viene de todas formas. ¿Cuándo te veré de nuevo? ¿Alguna vez? Te quiere, Lyda

PRESSIA MADRES

Las Madres emergen del bosque una a una. Un arbusto se vuelve un cuerpo. Una mujer salta desde las delgadas ramas de un árbol. Está oscuro,

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Deep in Fantasy y sus cuerpos—vivos con la inquietud de sus hijos—son difíciles de distinguir. Una de las Madres dice. –Llévenla al campamento. Vigílenla de cerca. Mandaremos palabra a Nuestra Buena Madre de su presencia. – Pressia, todavía clavada al árbol por el dardo en su abrigo, no está segura de qué pensaría su Buena Madre de ser una de las prisioneras. Dos Madres caminan hasta ella, una en una capa de lana y la otra de pelo blanco. Pressia espera que no le confisquen la mochila. Eso es lo más importante. La de cabello blanco saca la cuchilla del árbol—dejando un corte fresco en el saco de Pressia—y mete el dardo devuelta en un bolso pequeño atado sobre su hombro. -Por aquí. –Dice. –Las manos en la cabeza. Pressia camina entre las dos Madres. Le empiezan a doler los brazos. Puede ver a sus hijos ahora—uno en el hombro de su madre, otro curvado en el pecho de la suya. -Evitaron que esta parte del bosque ardiera. –Susurra Pressia. Ellas asienten, guiándola a través de un pequeño cobertizo camuflado. Dentro, Pressia ve aparatos raros—¿catapultas sobre ruedas?—y canastas de lo que parecen granadas. –Hice algunas de esas de las arañas robóticas mandadas de la Cúpula. -Y nosotras continuamos el esfuerzo. –Dice la mujer de cabello blanco. – Estamos en la primera línea de defensa. Derribamos a las nuevas Fuerzas Especiales cuando salen y descienden, cuando siguen desorientados. –La Madre se detiene ante un gran barril lleno de pistolas recién pulidas. –Les arrancamos las armas, las limpiamos. La pila de stock crece. Pressia recuerda al niño de las Fuerzas Especiales—no un Puro, un Miserable. -¿No son algunos jóvenes? -Mandan a sus niños a morir. Nosotras obedecemos. –La madre de pelo blanco bizqueó al mirar a Pressia. -¿Por qué estás aquí? No quiere decirles. Las Madres son erráticas—calmas y después asesinas, capaces de casi cualquier cosa. –Buscaba a alguien. -¿A quién? –Dice la Madre del pelo blanco y Pressia se pregunta si la mujer en la capa de lana siquiera tiene voz ¿Es muda? -Los chicos que fueron Purificados en la Cúpula, especialmente una niña llamada Wilda. La Madre en la capa de lana hace un sonido de cacareo con la lengua, como si Pressia dijo algo incorrecto y la Madre le estuviera reprimiendo. -Deja de buscar. Es una pérdida de tiempo. –Dice la madre de pelo blanco. -¿Porque están muertos o porque están escondido en alguna parte?

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Deep in Fantasy -Algunas preguntas es mejor dejarlas sin respuesta. –Dice la Madre. – Además, estás mintiendo. -No lo estoy. -No estás diciendo toda la verdad, lo que es mentir. La Madre en la capa de lana cloquea con la lengua de nuevo. La del pelo blanco se estira y saca una de las pocas hojas de una rama encima de sus cabezas. Dice. –Esta es una temporada de muerte. No estamos seguras de si va a haber otra primavera. -¿A qué te refieres? -Dice Pressia. –La tierra ha durado hasta ahora. Por supuesto que va a haber otra primavera. –Piensa en Bradwell diciendo, Si no nos volvemos a ver…

-Después de que tomaron a Lyda, decidimos que nunca recularemos. Algunos dicen que es un deseo mortal. Nosotras no deseamos morir. Ya estamos muertas. -¿Tomaron a Lyda? Ella iba a entrar a la Cúpula con Perdiz. No fue tomada. Fue por su cuenta… -¡Fue tomada! –Dice la madre de pelo blanco. -Mmmhmm. –La madre en la capa de lana ronronea desde la parte trasera de su garganta. Pressia no está segura de en qué creer. Las Madres a veces se cuentan las historias que quieren creer. Pressia no puede culparlas. Pero justo ahora, desearía entender. -¿Qué pasó? Díganme. La Madre en la capa de lana sacude la cabeza y mira a las otras Madres. -No puedes ser confiada. –Dice la Madre de pelo blanco. -Pero necesito saber. Lyda es mi amiga. Es como una hermana para mí ¿Entienden? –Las Madres construyeron sus vidas alrededor de la noción de hermandad. Intercambian una mirada. -No. –Dice la Madre de pelo blanco. –No te diremos nada. Caminan por bosque, adentrándose más y más, hasta que está completamente oscuro. Llegan a un pequeño campamento de cobertizos. Las Madres llevan a Pressia a una de las carpas pequeñas. La madre de cabello blanco dice. –Ya puedes bajar los brazos. Pressia se los frota, hormigueándole por la falta de sangre. La Madre de la capa de lana ve la cabeza de muñeca, se estira y la acuna en sus pálidas manos en carne viva. La Madre de pelo blanco asiente y dice. -Es como si fuera una de nosotras. La Madre en la capa de lana ronronea de nuevo. -¿Una de ustedes? ¿Por qué dicen eso? -Dice Pressia. No es en nada como ellas. No es una mujer que ha sido desertada, y nunca lo será. Tiene a 167

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Deep in Fantasy Bradwell—aquí, ahora y en el más allá. Las Madres la asustan. Siempre lo hicieron. Su fuerza subyacente se dispara con algo vicioso. Es como se mantuvieron con vida. –Es sólo una muñeca. -Es parte de ti ¿O no? –Dice la Madre de pelo blanco. –Te define por completo, y entonces, de nuevo, no te define en absoluto—como la maternidad. Serás una de nosotras. Es cuestión de tiempo. Pressia aprieta la cabeza de muñeca contra su pecho, pero no sabe qué decir. No quiere ser parte de esta tribu de mujeres. Quiere superar esto y construir una vida con Bradwell. Si no nos volvemos a ver—el simple pensamiento la asusta. La madre de pelo blanco dice. -Estaremos haciendo guardia. No intentes escapar o la próxima vez que disparemos te apuntaremos al corazón.

PERDIZ FRUTILLA

Sólo un par de días después, Perdiz e Iralene se encuentran en un picnic rodeados por un enrejado bajo ¿De dónde vino la verja? ¿La instalaron en la noche? Es el tipo de cerca usada para enrejar los jardines delanteros de la gente en el Antes en las comunidades con un cercado mayor—rejas entre rejas. Existen para que la gente sepa que no debe acercarse demasiado. Este picnic—aunque no fue anunciado—tiene una audiencia creciente. -Actúa natural. –Dice una de las mujeres del séquito de Iralene mientras arregla el collar del vestido de la chica. -¿Actúa natural? –Dice Perdiz. -¿No es eso una contradicción? Estoy actuando, así que no es natural. La señora se levanta y se aleja. Estas mujeres fueron las primeras en juntarse en la reja, pero pronto hay más de cien personas. -¿Quién sabría que alguien pasaría su tiempo mirándome comer un sándwich triangular y sorber limonada? –Perdiz sólo pincha su comida, la revuelve en el plato de papel. -No a ti. –Lo corrige Iralene. –A nosotros. -Nosotros. –Dice él. –Lo siento. –Piensa en Lyda, ese es el nosotros del que se supone que sea parte. -Ahora sé cómo se sienten los peces en el acuario. –Dice Perdiz. -¡No golpees el cristal! –Dice Iralene. Él mira el lujoso edificio departamental rodeando el parque. Allí es donde se quedó cuando recién lo trajeron devuelta a la Cúpula—donde en uno de

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Deep in Fantasy los pisos inferiores hay gente suspendida en el tiempo, cada uno en su propia cápsula oscura y congelada. –Sabes que no estamos lejos de ellos. Dice. -Lo sé. –Dice ella con tanta rapidez e impasibilidad que no está seguro de si sabe de qué está hablando en realidad. Alza una frutilla. –Se ve real ¿O no? -¿No lo es? -Creo que es comestible. -Eso es diferente a ser real. –Dice él. Ella muerde y la multitud—gente que mayormente sobrevive a base de píldoras soytex y suplementos—parece inclinarse más cerca. Ella sonríe y dice. -Mmmmm. –Entonces levanta la frutilla y la sostiene frente a los labios de Perdiz. -Cómela. –Quiere preguntarle si sigue a bordo como guía por las cápsulas. Abre la boca. Ella aleja la frutilla y luego, cuando él empieza a protestar, ella se la mete en la boca para que sus dientes muerdan la fría dulzura. La multitud murmura, feliz. -Sabes que si te tocara la nariz justo a ahora, estallarían en awwws. –Dice ella. –Tenemos un montón de poder. -Nunca tuve menos poder en mi vida. Perdiz mira al grupo de gente. Atrapa la mirada de la mujer joven que le dijo que actúe natural. Ella sacude un dedo a modo de advertencia; no se supone que debe mirar a la multitud porque los pone incómodos. Y, de hecho, ellos cambian su postura y apartan la mirada. Se gira devuelta hacia Iralene. -Tenemos mucho poder, Perdiz. –Ella le toca la nariz y la multitud dice awww—tal vez liderado por el séquito, pero la adoración es considerable. Lo pone nervioso—la inmediatez. Él se recuesta, como si estuviera en un picnic de verdad, con los brazos cruzados por sobre su cabeza, mirando el falso cielo—todo con tal de pretender que el público no está allí, rodeándolos. Iralene también se recuesta. Descansa la cabeza en su pecho, acariciándole la pera con la nariz. -Tus amigas me odian. –Susurra él. -¿No se supone que yo sea el tipo bueno? Ella musita. –Piensan que eres consentido, superficial y cruel. -Wow ¿Yo soy consentido y superficial? Podría decir lo mismo de ellos. -Piensan que te entregaron todo en bandeja de plata. -No es la primera vez que escucho esa queja. –Los niños de la academia siempre pensaron que la tenía mejor que ellos—el hijo de Willux. Weed 169

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Deep in Fantasy justo lo estaba acusándolo de esto también, en tantas palabras. Y después escapó de la Cúpula y estuvo fuera, y se vio increíblemente mimado para Pressia y Bradwell y, bueno, para todos los que conoció. -Y cruel. –Susurra ella. –No reaccionaste a eso. -Soy cruel. Tienen razón en eso. –Dice manteniendo la voz baja. Iralene alza la cabeza y lo mira. –No eres cruel. No te conocen como yo. -Le estoy fallando a todos los que conozco, todos los que me importan. -¿Incluso a mí? -Sí, a ti. Me importas, Iralene. Lo sabes. -No olvidé mi promesa. –Susurra ella. –El favor por favor. -¿Tienes un plan? –Ahora sabe por qué ella eligió este lugar. Estaba muy consciente de qué tan cerca del edificio de las cápsulas está. -Traje una radio. Tendrás que bailar conmigo para que esto funcione. -¿Es parte del plan? ¿Tengo que bailar frente a toda esta gente? Ella asiente. –Tienes que bailar y alzarme y darme vueltas. Beckley va a ayudar. Y tengo a alguien dentro—un experto—esperando. Mierda. -¿Bailando? ¿Podemos hacerlo de alguna otra forma? Ella sacude la cabeza y sonríe. -Nop. Es parte del plan. Iralene se sienta, mete la mano en la enorme bolsa de lona y saca una radio pequeña. La multitud murmura entre sí inquieta, como si esto fuera justo lo que hubieran estado esperando. La chica prende el aparato y juega con el dial. Una canción suena con claridad. Es como la música tintineante de ensueño de un viejo parque de diversiones al que fue de niño ¿Cómo se llamaba? Crazy John-Johns. Recuerda la calesita, la montaña rusa, el dulce caramelo enrollado al aire en un palo de papel. Y entonces se escuchan tambores. Él sabe qué se supone que haga. El baile debe ser su idea. Se levanta y extiende la mano. Ella la toma y Perdiz tira para ponerla de pie. Se paran sobre el pasto. Él alza una mano y pone la otra en la parte baja de la espalda de Iralene. La canción es alegre y triste al mismo tiempo. El cantante quiere ser más viejo, quiere vivir con su novia, quiere ser capaz de decirle buenas noches y después dormir con ella. La última vez que Perdiz bailó, fue con Lyda. Estaban en la cafetería de la academia, transformada para el baile con calcomanías de estrellas pegadas en el techo. Recuerda la forma en la que ella olía—a miel—y siente la seda de su vestido y, debajo, sus costillas. Eso fue cuando se besaron por primera vez. Pero aquí está Iralene. No sería lindo, no sería lindo, no sería lindo… El cantante sigue recitando la misma frase. Quiere vivir en el tipo de mundo

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Deep in Fantasy en el que ambos encajen. Este no es, piensa Perdiz con la multitud oscilando a su alrededor. No lo es para nada. La mano de Iralene encaja perfectamente en la suya. Ella se estira y toca la parte trasera de su cabello que roza el collar de su camisa. –Álzame y gírame ahora. Álzame. Él la levanta mientras el cantante dice que quiere hablar sobre eso, incluso aunque lo empeore, pero todavía quiere hacerlo. Y mientras gira a Iralene, Perdiz piensa en Lyda, lo que lo hace peor, pero no puede evitarlo. Siente ese deseo. Cierra los ojos. Iralene es liviana. Le da más y más vueltas. Mira su rostro, retroiluminado con la falsa luz solar, y ella sonríe, y aun así, tiene los ojos llenos de lágrimas. No sería lindo… Ve la canción por un segundo como ella debe de verla— No sería lindo si todo esto fuera verdad… No sería lindo si realmente la amara… No sería lindo si pudieran casarse y quedarse juntos para siempre… ¿Eligió ella la canción? ¿Es esto lo que significa para ella? El cantante quiere casarse para que los dos puedan ser felices. Perdiz quiere llorar entonces, girándola y girándola. La multitud aplaude ahora porque saben que la canción está terminando. Si las cosas fueran diferentes—si no se hubiera ya enamorado de Lyda, tal vez él e Iralene podrían estar juntos. Quizás incluso podrían ser felices. Podría amarla de la manera que ella quiere que lo haga. Incluso desea—por un momento—que las cosas fuesen de la forma en la que Iralene lo imagina; sería mucho más simple. Entonces siente culpa por pensarlo. No, ama a Lyda, y va a ser el padre de su bebé. El cantante le dice buenas noches, que duerma bien, la llama bebé. Cuando Perdiz baja a Iralene, la multitud parece seguir girando a su alrededor, y mientras sigue sosteniéndola por la cintura, ella se lleva una mano a la frente y dice. -¡Perdiz! Estoy tan… mareada. –Y cuando se le aflojan las rodillas él la acerca más—tan cerca que ve el batir de los párpados de la chica. El gentío lanza un grito ahogado y Beckley está allí enseguida. Le dice a Perdiz. –Levántala. El chico la alza hasta su pecho. -Atrás, gente. -Dice Beckley. –Llevémosla a algún lugar frío. –Le grita a los otros guardias. –Quédense aquí. Controlen a la gente. La llevamos a dentro. Asegúrense de que nadie nos siga. Beckley guía a Perdiz lejos de la multitud, por el pasto en pendiente hacia el edificio en el que Iralene le prometió meterlo y guiarlo—el lugar que ella conoce desde siempre y al que nunca quiso volver.

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Deep in Fantasy Sus ojos se abren con un revoloteo. -¿Ves, Perdiz? Le soy fiel a mi palabra. Y tú también lo serás cuando llegue el momento de devolverme el favor ¿no? -Por supuesto, Iralene. –Dice él dudando. –Por supuesto.

PERDIZ RIESGOS

Alguien estuvo aquí antes que ellos. La falsa sala de estar titila sobre las paredes de cemento. Iralene sostiene la mano de Perdiz con Beckley a su lado. Esta es la casa que ella conoce. Él puede decir que la asusta ahora. Perdiz reconoce la felpuda alfombra blanca, el pequeño perro jadeante, los sillones enormes y sillas y arte moderna colgada de las paredes, y la cocina reluciente donde la imagen de Mimi una vez hizo muffins, una y otra vez, diciéndole a Iralene—sentada en el piano al otro lado del cuarto—que vuelva a empezar la canción. Pero este bucle no es uno que Perdiz haya visto antes. La imagen de Iralene entra al cuarto usando una bata y pantuflas, después a la cocina, donde se sirve un vaso de leche y agarra un plato de galletas. -Odio este. –Dice la Iralene real, apretando con más fuerza la mano de Perdiz. –Tu padre se lo hizo a mi madre. Un regalo del día de la madre. Su madre llega desde la imagen de una puerta que Perdiz no recuerda que sea real. También lleva una bata, bien cerrada. Mimi dice. -¿Qué hay de una charla de chicas con tu leche y galletas? La falsa Iralene dice con alegría. -¡Bueno! Perdiz sigue caminando. –El corredor está en la esquina ¿no? ¿El que lleva a las cápsulas? La mano de Iralene se desliza de la de él. Ella camina hacia su imagen y la de su madre. –A veces pienso que él en realidad quería que fuéramos felices. –Dice. Perdiz mira a Beckley, quien dice. –No tenemos mucho tiempo aquí. Si tardamos demasiado, la gente pensará que estás de verdad enferma y entrará en pánico. Iralene se para dentro de su propia imagen. Conoce su parte y líneas. Alza la mano en perfecta sincronía con la imagen y se retuerce un mechón de pelo. Ella y la imagen dicen ambas al unísono. –Hay un chico en la escuela. Creo que es realmente especial. -¡Oh, en serio! –Dice Mimi. -¿Y piensa él lo mismo de ti?

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Deep in Fantasy La imagen de Iralene baja la cabeza con timidez. Pero la Iralene real se estira y toca la cara de su madre. Por supuesto, no está allí. Su mano resbala en el aire. –Hay unos míos de cuando era incluso más joven. Con mi madre enseñándome a coser. Leyéndome cuentos en el sillón. A Perdiz le da un escalofrío la idea de ver su vida en lugar de vivirla. -¿Las miraba mi padre? -No podía simplemente meternos y sacarnos de suspensión cada vez que nos extrañaba. Debía tener estos pequeños momentos nuestros de vez en cuando. Y mi madre y yo los mirábamos, por supuesto. Eran versiones fantásticas de nuestras vidas. Nos amábamos allí dentro. Cada vez que nos traía uno nuevo, lo saborearíamos juntos. Esto pasaba cuando el padre de Perdiz los ignoraba a él y Sedge, cuando los mandaba a la academia, cuando, después de que Sedge estuviera supuestamente muerto, ni siquiera se molestó en dejar que Perdiz volviera a casa para las vacaciones. Se siente extrañamente celoso, pero también enfermo. Esta no era manera de amar una familia. Iralene ríe de la imagen de su madre, que está diciendo que tan maravillosa es la chica, cómo cualquier chico tendría suerte de ganar su corazón. –Ella nunca hubiera dicho eso en la vida real. Habría dicho: Debes hacer que se enamore de ti ¡Debes ser perfecta, Iralene! Si vale la pena, tendrás que engañarlo para que te quiera. –Se gira hacia Perdiz y Beckley mientras

ambas imágenes siguen conversando. –No soy el tipo de chica de la que un chico se enamoraría con naturalidad. Perdiz no está seguro de qué decir. Es encantadora—justo de la forma que es—pero no puede amarla. Beckley es el que responde primero. -¿Sabes cuantos hombres te quieren? Tu imagen ha sido plasmada en cada pantalla. -Quieren mi aspecto entonces. –Dice ella inexpresivamente. Perdiz sacude la cabeza. –No, no lo compro. Con verte una vez de verdad— -¿Y qué? -Dice Iralene con tantas ansias que lo interrumpe. -Pueden ver a través de tu imagen. –Dice Perdiz. –Quién eres realmente. – Ella camina hacia él, toma su brazo y lo acerca. Perdiz se siente culpable cada vez que es amable con ella. Sólo le está dando falsas esperanzas, y está traicionando a Lyda ¿Pero qué debería hacer? ¿Ser cruel, en su lugar? -Vamos. –Dice ella. –Por aquí. Lo guía a él y Beckley por un pasillo. Las puertas a ambos lados están marcadas con placas—especímenes numerados y nombres. El aire zumba con electricidad. Iralene se detiene cuando llega a la puerta donde solía

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Deep in Fantasy estar su nombre. El de su madre sigue allí debajo del espacio ahora vacío— MIMI WILLUX.

-¿Sigue viniendo tu madre? -No puede permitirse envejecer, especialmente ahora que vuelve a ser soltera. –Dice Iralene como si fuera un hecho. –Pero ha estado fuera para todos los funerales y nuestra cita. –Apoya la mano en la puerta. –Aunque yo no volveré. Le hice prometer que podría ser libre ahora. –Ladea la cabeza. –Bueno, tan libre como pueda. Siguen por el pasillo. Este lugar es acechantemente oscuro y frío y lúgubre. Existen cuerpos detrás de cada puerta zumbando. Cuerpos mantenidos en el tiempo—¿por cuánto? Demonios. Weed tenía razón. Si puede liberarlos, arriba por aire, ¿Qué va a hacer con todos ellos? -¡Dr. Peekins! -Llama Iralene por el corredor. Escuchan el ruido de zapatos. Peekins da vuelta una esquina y se detiene con las manos en sus anchas caderas. Es un hombre bajo y con pies de pato de la generación del padre de Perdiz. –Iralene. -Dice. -Hola. –Dice ella con calidez. Los dos se abrazan. Iralene dice. –El rostro del Dr. Peekins era el primero que veía cada vez que salía a tomar aire. -Y a veces también tenía que dormirte, lo que era desagradable cuando eras pequeña, antes de que entendieras por completo. –Desagradable es el tipo de eufemismo que la gente de la Cúpula usa ante algo horrible, inadmisible… Perdiz sólo puede imaginar cómo era anestesiar a Iralene de niña. La chica inclina la cabeza y dice. –Me contaste historias para dormir ¿Recuerdas? El bebé en la canasta en el bosque que creció fuerte y hermoso. Los ojos de Peekins están húmedos ¿Fue una figura paterna para Iralene? – Por supuesto que recuerdo. –Entonces Peekins se voltea hacia Perdiz. -¡Y este debe ser el mismísimo joven! –El hombre mantiene la mano en alto. Perdiz la sacude. –Nunca tuvimos el placer de conocernos, pero por supuesto, sé quién eres. –Como buena medida, también sacude la mano de Beckley, lo que agrada a Perdiz. Mucha gente lo ignora. -Perdiz necesita tu ayuda. –Le dice Iralene a Peekins.

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Deep in Fantasy Los ojos de Peekins recorren el pasillo de lado a lado. Se acerca un paso, bajando la voz. Parece saber que ayudar a Perdiz podría ser peligroso ¿Le contó Foresteed que está a cargo? -¿Tiene que ver con Weed? -¿Ha estado aquí? –Pregunta Perdiz. -Mandó palabra. El bebé Hollenback. –Dice Peekins con suavidad. –Y ahora Belze. -Sí. –Dice Perdiz. -Odwald Belze ¿Puedes ayudar? Peekins se frota la ceja. –No se supone… -Es importante. –Dice Perdiz. -Sí, pero hay conflictos, sabes. –Se rasca el mentón. –Cosas más allá de mi control. Lo que puedo hacer es limitado. Iralene toca su hombro. –Por favor ¿Puedes intentar? Su cara se suaviza. –Por aquí. –Siguen a Peekins por un pasillo y después otro. -Belze es un hombre viejo y un Miserable, y ha sido mantenido sedado por mucho tiempo. Los congelamientos profundos son mucho más complejos que los cortos, como Iralene sabrá—parecido a la forma en la que trabaja la anestesia. -¿Puedes traerlo con cuidado? –Pregunta Perdiz. -Siempre tengo cuidado. –Dice Peekins, y se detiene frente a una muerta marcada como ODWALD BELZE. –Pero hay riesgos. -¿La otra alternativa es nunca sacarlo al aire—nunca intentarlo siquiera? – Pregunta Perdiz. -¿Qué diferencia hay entre suspensión permanente y muerte? Iralene asiente. –Cada vez que me sedaban me preguntaba si había sido olvidada. -Nunca te habría olvidado. –Dice Peekins. –Lo sabes. El hombre abre la puerta. Iralene y Perdiz lo siguen hacia un cuarto pequeño. Beckley se queda en el pasillo, haciendo guardia. Y allí hay una cápsula de dos metros, con el vidrio empañado y gris hielo. Perdiz siente un escalofrío—desde muy adentro hasta la superficie de su piel. Peekins limpia el vidrio, revelando el rostro congelado de un hombre viejo. Su expresión es tensa y dolorida. Tiene una larga cicatriz rosa oscuro corriéndole por el cuello, bisecada a un tercio del camino como una cruz. El abuelo de Pressia. -¿Dónde está su pierna? –Pregunta Iralene.

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Deep in Fantasy -Vino así. –Dice Peekins. –Es un tipo de fusión en realidad. Algo de las Detonaciones. Hay un nudo de cables en el muñón. De qué, exactamente ¿quién sabe? Perdiz recuerda estar con su media hermana cuando murió su madre—la sangre homicida llenando el aire. Ambos perdieron tanto. Y aun así, aquí está el hombre que cuidó de ella toda su vida, la única figura paterna que alguna vez conoció y que piensa que está muerto, y Perdiz puede devolvérselo. Es el mejor regalo en el que puede pensar. Amor, devuelto. – Quiero que sea tratado con mucho cuidado. –Dice Perdiz. -Por supuesto. -Dice Peekins. –Sólo puedo tratar ¡Sin promesas! -No le digas a Foresteed o Weed o a nadie más en el poder. –Incluso aunque Glassings respondió por Weed, Perdiz no está seguro. –Te lo estoy pidiendo directamente ¿Si? Peekins asiente. –Sí, sí. -Hay algo más por lo que vino. –Dice Iralene. -Creo que sé que te trajo. –Dice Peekins -¿Qué? –Pregunta Perdiz. -No eres la primera persona en bajar y preguntar por eso. Cualquier cosa encerrada con tanta seguridad debe de haber sido de increíble valor para tu padre ¿no? –Así que sabe que Perdiz quiere que se le permita entrar a la cámara ¿Quién vino antes que él? Probablemente Foresteed. Tal vez Weed ¿Trataron miembros de Cygnus obtener acceso? -¿Sabes qué hay allí dentro? –Pregunta Perdiz sin rodeos. -Lo que está en el cuarto no es para ti. –Perdiz no está seguro de qué se supone que signifique eso ¿Es para su padre? ¿Para alguien más? -No esperaba encontrar mi herencia, Peekins. Este comentario sorprende a Peekins. Su cabeza se sacude un poco, y entonces aparta la mirada. -¿Sabes qué hay en el cuarto? ¿O debería decir quién? Peekins no responde. -Debes decirme. -No. –Dice Peekins. –No lo hago. -Estoy a cargo ahora ¿No escuchaste? –Es una mentira, pero Peekins podría no saber la verdad. El hombre lo mira y parpadea. -Dr. Peekins, pensé que sabía cómo seguir órdenes. –Dice Beckley, parándose en la puerta con una mano en la pistola. -Estoy siguiendo órdenes. -¿De quién? 176

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Deep in Fantasy Mira a Perdiz. –De tu padre. ¿Su padre está vivo? ¿Es esto lo que Peekins está diciendo? -Jesús, Peekins. –Dice Perdiz tratando de reír. -¡Está muerto! El doctor no se mueve, no dice nada. Se ve tan congelado como uno de los cuerpos en suspensión ¿Por qué estaría siguiendo las órdenes de su padre? – A menos que no esté muerto ¿Es él quien está en la cámara, Peekins? ¿Mi padre? ¿De alguna manera fue resucitado? –Perdiz apoya el hombro contra la pared para estabilizarse. -¿Es esa urna supuestamente llena con sus cenizas y puesta en exhibición en cada endemoniado funeral sólo un fraude? –Empiezan a pitarle los oídos. Lo maté, se recuerda. Lo maté. Quería que muera, y lo hizo.

Peekins sigue sin contestar. Perdiz quiere golpearlo en la cabeza. Quizás Weed tenía razón y un pequeño acto de violencia es necesario de vez en cuando. –Dime la verdad, Peekins—ahora. Dime lo que sabes. -¿O qué? Perdiz retrocede. Tortura. –O te haré entrar. -¿Dónde? -Dice Peekins. –Escuché que pusiste fin a todo eso. El chico aprieta la mandíbula. Mira a Iralene y Beckley en busca de ayuda ¿Pero qué pueden decir ellos? Peekins está declarando lo obvio. –Llévanos a la cámara de alta seguridad ¿Puedes manejarlo? Peekins los guía por los pasillos hacia uno de los finales frente a la gran puerta de metal. Tiene cerrojo y barras, con un sistema de alarma iluminado con azul montado en la pared y un teclado a un lado de la puerta. Perdiz posa la mano en la pantalla azul, esperando que funcione como alguno de los sistemas de huellas en el cuarto de guerra y antecámara de su padre, pero como Peekins predijo, nada sucede. Se inclina, buscando un escáner de retinas, pero nada ilumina sus ojos. Mira el teclado ¿Es esto lo único que lo separa del cuerpo suspendido de su propio padre, presuntamente muerto? ¿O de Hideki? Empieza a escribir todas las palabras clave que asocia con su padre: Cisne. Sin respuesta. Cygnus. Sin respuesta. Fenix, Operación Fenix. Nada. -Peekins, ¿Estoy cerca? ¿Es así como funciona? Peekins está callado. Perdiz lo odia por esto. –Mierda. –Murmura. Está tan frustrado que empieza a errarle a las letras, escribiendo mal—aprieta BORRAR, BORRAR, BORRAR y empieza de nuevo. Siete, los siete. Escribe cada uno de los nombres de los Siete—el de su madre, de su padre, Hideki Imanaka, Bartrand Kelly… 177

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Deep in Fantasy Entonces a Beckley le llega un mensaje por su auricular. –Los otros guardias dicen que la multitud está empezando a preocuparse. Quieren llamar a una ambulancia. Un doctor se identificó a sí mismo y preguntó si puede ayudar. Debemos irnos. -Todavía no. –Dice Perdiz. -¡Tenemos que! –Dice Iralene, tirándolo del brazo, haciendo que se equivoque de nuevo. -¡Iralene! ¡Suéltame! –Empieza de nuevo. Edén, Nuevo Edén… Nada funciona. Peekins se acerca y susurra. –No se supone que estés aquí en verdad. Conozco la verdad. ¿Que Foresteed tiene todo el poder real? ¿Que lo está chantajeando? ¿O está Peekins diciendo que sabe que Perdiz mató a su padre? -La verdad es que mi padre está muerto. No puedes seguir sus órdenes. –Le grita Perdiz a Peekins. -¡Sé que lo está! –Entre más dice que su padre murió, menos real se siente. Las palabras parecen desprenderse de su significado y son sólo sonidos. – Sólo tratas de meterte en mi cabeza ¿O no? ¿Para quién trabajas en realidad? ¿Foresteed? ¿Weed? Peekins alza el mentón y no dice una palabra. -Voy a meterme en esta cámara, Peekins. Con o sin tu ayuda. Deberías estar en el lado correcto cuando el momento llegue. -Reconozco el lado bueno del malo. -Dice Peekins lentamente. -¿Y tú? Perdiz se inclina hacia delante y pone la cara a un centímetro de la del hombre. –No me presiones ¿Me escuchas? No me presiones. Por primera vez, Peekins se ve un poco asustado. Asiente lentamente ¿Así se siente un bully? Se pregunta Perdiz. Si es así, se siente bien. Beckley dice. –Vamos. -Tenemos que irnos. –Dice Iralene. –Sígueme. Y empiezan a correr por los pasillos, pasando placa tras placa—tantos cuerpos, congelados, atrapados, pero con vida.

IL CAPITANO MEJOR

El atardecer se acerca, ¿Pero cuántos días han pasado? ¿Dónde está Bradwell? La ciudad rota y humeante ha perdido sus bordes. Las sombras la llenan como piletas de mareas. Las esternías están silenciosas ¿Fueron

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Deep in Fantasy todos los Terrones quemados vivos? Las calles están casi igual. Il Capitano pasa una pila de cuerpos cubiertos por una lona, pero puede ver una mano quemada envuelta, un pie rígido embadurnado con metal. Bradwell se fue a decirle a Pressia que la ama ¿Ya la encontró? ¿Se presentará en el punto de reunión? Sabe que ella ama a Bradwell y que nunca perderá a Il Capitano. –Mejor. –Susurra, y es un viejo pensamiento— uno sobre el cual se apoyaba cuando mataba Miserables, cuando los usaba de diana, cuando contaba los cuerpos después de las Muerterías. Mejor muerto que viviendo esta vida, que es simplemente una muerte prolongada. Helmud está callado. Debe recordar los humores oscuros de Il Capitano. Se achica en la espalda de su hermano, no tararea. Il Capitano se abre camino hacia la vieja cámara del banco. Hay una buena posibilidad de que ya haya sobrevivientes apretujados allí abajo. Les dirá que se larguen. Quiere estar solo. Por completo. Nunca lo estará. Se empuja el cuello de la camisa hacia arriba y camina junto a un muro que solía ser un edificio. En este momento, Pressia y Bradwell podrían estar enamorándose de nuevo. Recuerda encontrarlos en el pasaje de roca, besándose. Y tiene el repentino deseo de embestir a su hermano contra la pared, de encontrar un palo y golpearlo con él. Todos los viejos hábitos, comodidades—eso lo atrae: el poder que una vez conoció, el poder que una vez lo conoció. Deja de caminar, aprieta los puños, y mira al cielo, el humo atravesándolo con rapidez. Golpear a su hermano solía hacerlo sentir más vivo. No sabe cómo o por qué. Quizás era lo más cercano a golpearse a sí mismo. -No tenemos nada. –Susurra Il Capitano. –Nada. –Agarra el frente de su abrigo, lo tuerce y grita. No recuerda la última vez que gritó así. Helmud se aprieta hecho un nudo en su espalda. -¡Quítate de arriba mío! –Grita Il Capitano. Golpea con el hombro las costillas de su hermano, lo toma de los brazos y lo tira hacia delante con tanta fuerza que cae de rodillas. -¡Quítate de arriba mío! –Grita, clavándole las uñas a Helmud. -¡Quítate de arriba mío! -Helmud grita, alejándose tan fuerte como puede, retorciéndose en el suelo mojado. -¡Quítate de arriba mío! ¡Quítate de arriba! ¡Mí! ¡Mí! ¡Mí! -¡No, mío! –Grita Il Capitano. Se estira salvajemente hacia su hermano, quien se arquea y agita. -¡Mí! –No le importa la bacteria. Nada importa. Puede sentir la cinta despegándosele de la piel.

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Deep in Fantasy Entonces Helmud golpea a Il Capitano con fuerza en la mandíbula. Éste último está sorprendido. Se congela en cuatro patas. Helmud ladea el puño y lo golpea de nuevo. Il Capitano rueda y deja al menor contra el suelo. Helmud consigue ahorcar el cuello de su hermano y lo sigue golpeando en la cabeza. -No tengo nada. -Le grita Il Capitano. -¡No tengo nada! -Helmud sigue golpeándolo. Y entonces Il Capitano deja de luchar. Se cubre la cabeza con los brazos, se hace un bollo y deja que su hermano le pegue. Helmud no tiene aliento. Sus nudillos son afilados, y sus golpes le llegan con fuerza y rapidez. -No tengo nada. -Dice Il Capitano una y otra vez. Y entonces Helmud dice, -¡-Mí! ¡Mí! ¡Mí! –Pero sigue golpeando a su hermano, sigue dándole puñetazos hasta que se debilita, hasta que finalmente se rinde y recuesta, sosteniendo los hombros de Il Capitano. Yacen allí en la suciedad mojada, murmurando—nada y mí y nada—hasta que Il Capitano no está siquiera seguro de cuál de los dos dice qué. Nada. Mí. Nada.

PERDIZ SABIENDO

Es su día de boda. Foresteed la lanzó sin decirle a él o Iralene por qué, y quizás no haya otra razón que su posición de poder. Pero el pensamiento— día de boda, mi día de boda—lo sigue sacudiendo como un shock eléctrico. Le golpea ahora que está parado frente a un alto espejo traído sobre ruedas al apartamento por el sastre que le hizo el traje. Lleva pantalones negros y medias y se está abotonando la camisa de vestir mientras el hombre, pequeño y callado, le abre la bolsa colgando de una percha que contiene el saco del traje, la faja y el moño. Y Perdiz sólo lo mira. Está completamente mal. Todo fue un error tan terrible—un pequeño paso a la vez. Susurra. Una boda. Mi boda. -¿Señor? –Dice el sastre. -Nada. –Dice Perdiz. Ningún modo de llegar a Lyda. Ninguna respuesta a sus cartas. Ninguna forma de volver a la cámara de alta seguridad. No puede saber si Peekins sacó a Belze de suspensión o no. No le es posible volver al cuarto de guerra de su padre sin levantar sospecha, y parte de él desea nunca ver esa 180

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Deep in Fantasy habitación de nuevo. El solo pensarlo le revuelve el estómago. Esas fotos del pasado, esas cartas de amor de su desamorado padre. Ningún modo de descubrir qué sucede en verdad fuera de la Cúpula. ¿Dónde están Pressia, Bradwell, Il Capitano y Helmud? Weed mandó palabra de que la aeronave aterrizó a salvo, pero más allá de eso, no sabe nada y no tiene intención de comunicarse. Y Glassings empeoró. Dijo que no se recuperará, y tal vez no lo haga. Perdiz se ha estado quedando despierto hasta tarde, sentado en la silla puesta al lado de su cama. Espera al momento en el que el profesor despierte y esté lo suficientemente consiente para hablarle, pero eso no pasó. Y desde su visita a la cámara de alta seguridad, Perdiz estuvo ocupado escribiendo una lista creciente de posibles contraseñas para desbloquearla ¿Está loco por poner sus esperanzas en la idea de que uno de los más grandes enemigos de su padre no esté sólo vivo, sino que sea capaz de ayudarlo? No está seguro de cuándo o de si conseguirá otro intento para abrir la cámara. Después de su tiempo en los cuartos de suspensión, la seguridad aumentó. Foresteed debió de haber escuchado algo. Por ahora, debe mantener la farsa de que tiene el poder para derribar a Foresteed en silencio ¿Cómo? No está seguro. Por ahora, se siente solo, alejado. Enjaulado. Cuando el sastre está dando vueltas a su alrededor, Beckley entra. – Decorándote, veo. -Estoy bastante seguro de que me estoy casando. –Le responde, medio en modo de afirmación y medio como pregunta. -¿Sabe Iralene? –Dice el guardia bromeando. Pero el chiste cae plano. Después de todo, está casando a la chica incorrecta. Perdiz se aleja del sastre y le dice a Beckley. -¿Algo? –Sabiendo que entenderá que pregunta por Lyda. Siempre es lo primero que pregunta. -No. –Dice el hombre. –Tienes que tener paciencia ¿o no? No puede ser fácil. -Ella fue quien lo presionó. –Dice Perdiz en un susurro. No escucha sobre ella desde hace tanto y no puede evitar pensar que lo está castigando ¿O está dudando? Entonces lo golpea. -No crees que me convenció de hacer esto para librarse de mí ¿No? Quiero decir, ¿Incluso inconscientemente? – Se niega a murmurar frente al sastre, enfermo de todo el secreto. -No sé cómo funciona mi propio subconsciente. Mucho menos el suyo. El sastre tose educadamente para llamar la atención de Perdiz. Sostiene el saco en su percha de madera. 181

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Deep in Fantasy El chico alza la mano, diciéndole que aguarde. -¿Así que piensas que es posible? No volvió conmigo a la Cúpula. Quería que lo hiciera. Le rogué. Pero entonces dijo que se rindió al entrar, así que pensé… Bueno, pensé que había cambiado de opinión. Pero ahora tal vez lo volvió a hacer. -Los dos van a tener un bebé juntos. Ese es un vínculo que dura para siempre. -Nos hace padres, Beckley. No significa que estemos enamorados. –Sus propios padres se desenamoraron. Se imagina que le pasa a la mayoría de las parejas. Sus padres se quedaron casados incluso aunque su padre sabía que su esposa se había enamorado de Imanaka y tenido su hija. Perdiz se acerca al sastre, saca el saco de la percha y se la pone. –El amor no dura. No es permanente. –Se siente enfermo, tira del saco para hacerlo menos limitante. –Y ahora es mi endemoniado día de boda. -Deberías intentar disfrutarlo. –Dice Beckley. Perdiz mira su reflejo. Es una farsa, un impostor. -¿Cómo se supone que lo haga? Si Lyda aún me ama, esto dolerá. Si no lo hace, entonces ¿Qué hay peor que eso? -¿Lo dices en serio? –Dice Beckley. El sastre le alza el cuello de la camisa y empieza a atar el moño. Perdiz asiente. –Por supuesto. -¿Qué pasa si dejaste que Lyda te convenciera de casarte con Iralene porque es lo que querías—ya sabes, como dijiste, inconscientemente? -¡No me hables sobre mi subconsciente! –Perdiz se siente repentinamente furioso. Ahora que está enjaulado, su rabia se enciende con rapidez. Beckley se encoje de hombros. –Perdón. No quise tirarte con tu lógica. Perdiz lo mira un momento. Hay algo en él diferente a otra gente en la Cúpula. Tiene estos momentos cuando simplemente debe ser honesto— como si no pudiera evitarlo. -¿Qué? –Dice el hombre. El sastre le está asegurando la faja a la cintura. -Me negué a elegir a un padrino. –Dice Perdiz. De hecho, Purdy y Hoppes le dieron una carpeta de padrinos adecuados, y él la cerró y les dijo que se largaran. –Pero tal vez estaba mal. -No estás pensando… -A nadie le importa una mierda como a ti, Beckley. Y eso es lo que hacen los amigos. –Piensa en Hastings cuando eran compañeros de cuarto. Siempre discutían. Y después estaba Bradwell, que siempre lo ponía en su

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Deep in Fantasy lugar, e Il Capitano, que no era siempre el chico más amable, pero decía lo que pensaba. -¿Lo harás? -Creo que se supone que elijas a alguien de tu… bueno, de tu clase social. -Ahí está el beneficio extra. Eligiéndote enojaré a un par de personas de esa clase. -No sé. -Mira, tienes que pararte a mi lado como mi guardia de todas formas. Podrías tener algo real que hacer mientras estás allí. Sólo tienes que pasarme un anillo, creo. Puedes hacerlo ¿O no? -Creo que también hay un brindis. Tengo que pararme y decir algo. -Sólo di: ¡A la hermosa pareja! ¡Alcen sus copas! ¡Salud! Eso es todo. -¿Por qué no alguien más? -¿Cómo quién? ¿Weed? ¿Piensas que su mandíbula sanó? ¿Es capaz de volver a masticar comida sólida? -Creo que esa no sería la mejor opción. -Eres tú, Beckley. Así que pongámoste un traje ¿Bien? Si alguien pregunta, puedes decir que sólo sigues órdenes. –Estira la mano y el guardia la sacude. Cuando suelta, dice. –Esto sigue siendo lo correcto para la gente ¿no? Sólo me gustaría escuchar a alguien diciéndolo. -Es lo correcto para la gente. –Dice Beckley. –Lo necesitan. -Lo sé. –Se siente de repente nervioso. Es su boda—vergüenza y todo. Tiene que hacerlo bien. Su padre no está aquí—lo mató. Lo asesinó. Pero ahora necesita a alguien que le dé consejo ¿No es eso lo que necesita un joven en su día de boda? Se calza los zapatos. –Necesito ver a Glassings. -¡Pero, señor! –El sastre no terminó. -Suficientemente bien. –Dice Perdiz. Camina por el corredor y lentamente abre la puerta de Glassings. El cuarto está bien iluminado. El hombre tiene una almohada apoyada detrás de la espalda, y como la hinchazón bajó un poco, se ve amarillento y demacrado. Sabe que posiblemente no despierte, e incluso aunque lo haga, no estará lo suficientemente lúcido para aconsejarle. Pero aun así, acerca la silla al costado de la cama y se sienta. –Voy a casarme. –Susurra. -¿Qué piensas de eso? Los párpados de Glassings revolotean. Posa una mano sobre la de su maestro, que está fría y seca. –Dime qué hacer. –Dice. –Tengo miedo. –Se suponía que Cygnus estaría a su lado. Glassings se lo prometió. -Cygnus es un montón de cobardes ¿o no? ¿Dónde están ahora? ¿Sentados en sus departamentos viendo las calles? – Aleja la silla. Se frota el nuevo meñique. 183

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Deep in Fantasy Glassings comienza a toser, su pecho agitándose, y es como si el dolor de sus costillas rotas lo despertaran. Sus ojos son sólo rajas acuosas. Perdiz dice. –Estoy aquí. Estoy justo aquí. La mirada de Glassings encuentra la del chico. Le asiente, como si quisiera que se acercara. Perdiz lo hace. -¿Qué se supone que haga? –Dice. -La próxima cosa buena. –Susurra Glassings. –Y luego la siguiente. Si cada uno es un paso bueno, avanzarás. -Estoy casando a Iralene. Se siente como el paso equivocado. –Está desesperado. Necesita que Glassings le diga qué hacer. Se siente como si corriera fuera de control hacia un brisco y este hombre le pudiera decir cómo apretar el freno. Glassings mira a Perdiz. Hace silencio por un momento. -¿No la amas? -Se supone que me case con Lyda. Glassings estrecha los ojos. –Responde la pregunta. Tal vez le esté diciendo que debería amar a Iralene ¿Haría eso las cosas mejor, más seguras, más claras? No estaba seguro de sí mismo ante ese micrófono diciendo la verdad, y ahora se está ahogando de culpa. Más que nada, ya no confía en su propio juicio. Quiere decir que no ama a Iralene, pero piensa en cuando la sostuvo y giró, la falsa luz solar en su cabello. – No importa a quién ame. Mi vida no me pertenece. -De nuevo. –Dice Glassings. –No respondiste la pregunta. -¿Qué pasa si no sé? -Hay cosas que simplemente debes saber.

PRESSIA JUNCO HUECO

Antes de siquiera abrir los ojos a la mañana, Pressia piensa en el beso de Bradwell. Así es como ha sido cada despertar desde la última vez que lo vio. Recuerda la sensación de sus labios húmedos contra los de ella, su piel, la dureza de sus músculos contra su pecho cuando la levantó del suelo y la suavidad de sus alas. Quiere quedarse en ese ensueño, pero escucha un pequeño tosido y cuando abre los ojos la sorprende el rostro de un niño mirándola. Agarra la mochila con la que duerme. Está en el palé que las Madres le ofrecieron sobre el frío piso dentro de una tienda chica. La luz es difusa. Es temprano en la mañana. Las Madres le dijeron que ayudarían, pero no habían dicho cómo o cuándo. Una mano frota el pelo del niño.

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Deep in Fantasy Pressia alza la vista y ve a una mujer mirándola. Tiene palabras quemadas en una mejilla, revertidas, pero todavía legibles: LOS PERROS LADRABAN CON FUERZA. CASI HABÍA ANOCHECIDO.

-¿Madre Hestra? –La reconoce de la última vez que vio a Perdiz y Lyda— en el carro de subte atascado bajo tierra. Madre Hestra asiente. –Estoy aquí para hacerte entrar. -¿A dónde? –Por un momento, piensa que va a llevarla a la Cúpula, pero eso no tiene sentido. -Con Nuestra Buena Madre. –Dice Madre Hestra. –Ahora. No hay tiempo que perder. En unos pocos minutos, Pressia tiene la mochila colgada nuevamente y sigue a Madre Hestra por el bosque. Ésta cojea, con el peso a un costado de su niño, pero es extrañamente ágil. Pressia come una tortilla que le cocinaron sobre una fogata en el campamento. El aire sigue ahumado. La lluvia se había detenido. Sabe que debe tratar de convencer a Madre Hestra de dejarla ir ¿Pero cómo? Empieza con el terreno conocido. -¿Se llevaron a Lyda? Una de las Madres me dijo que la forzaron a entrar a la Cúpula. -¿No escuchaste de ella? –Dice Madre Hestra. -¿Cómo podría hacerlo? -Está del lado de Perdiz. Es tu hermano. Tiene maneras ¿o no? -Ni siquiera sé si fue sola o a la fuerza. Lo último que escuché es que iba a entrar con Perdiz. –Cruzan un pequeño arroyo, saltando de roca en roca. -Tiene su propia vida. Tomó sus propias decisiones. Quería quedarse. -¿Y se la llevaron? ¿Contra su voluntad? Madre Hestra se detiene. Quiebra un junco hueco y silba dentro—una nota baja y triste—y entonces se lo entrega a su hijo, que juguetea con él feliz. -Fue durante la batalla. Atacamos la Cúpula ¿No escuchaste? –Dice cuando comienzan a moverse de nuevo por entre los árboles. ¿Es por esto que la Cúpula disparó en respuesta? -¿Está la Cúpula siendo retribuida entonces? ¿Es de eso que se tratan los incendios y muertes? Madre Hestra usa los árboles para empujarse y Pressia empieza a hacer lo mismo, aguantando un ritmo rápido. -Hubo un periodo de calma, y entonces comenzaron los ataques. Sólo podemos adivinar. -Pero Willux murió. Perdiz está a cargo ¿Cómo puede estar esto pasando? Madre Hestra se detiene y gira. -¿Willux está muerto? Pressia no debería haber dicho esto. Siente el retorcer enfermo de una daga en su estómago. Esto es malo. Muy malo. Pero no puede retractarse. El rostro de la Madre Hestra se congeló un una mirada intensa. Pressia asiente. 185

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Deep in Fantasy -¿Y Perdiz es quien nos está mandando estos Muertos a matarnos? ¿Perdiz? -No creo que sea él ¡No puede ser! -Pero está a cargo. –Dice Madre Hestra. –Lo dijiste. -No le digas a Nuestra Buena Madre. –Le ruega Pressia. -¿Cómo podría ocultar esto de ella? ¿Cómo podría escondérselo a mis hermanas compañeras? Nuestra Buena Madre estará furiosa. Es impredecible qué puede liberar. Desprecia a todos los Muertos pero parece que Perdiz le disgusta con una venganza especial. -Sólo necesito tiempo. Por favor, si… -¡Silencio! –Madre Hestra se tensa. –Sigue. –Dice retomando el paso. -Por favor no me lleves a Nuestra Buena Madre. –Dice Pressia. –Por favor. Es importante, Madre Hestra. De vida o muerte. La mujer para y se agacha. Le hace señas a la chica para que haga lo mismo. Pressia se sienta con la espalda contra un árbol. Mira al cielo— gris, siempre gris, con extremidades oscuras cortándolo como un vidrio fracturado. Es prisionera. Falló. –Por favor, Madre Hestra. –Dice de nuevo. La aludida se lleva la mano a la boca y deja salir un extraño sonido de ave —un cu largo y suave. Pressia quiere llorar. Piensa en correr, pero sabe que las Madres están bien entrenadas. No llegaría lejos. Y entonces hay un cu en respuesta. Se propaga por el bosque. Pressia agarra el abrigo de Madre Hestra. –Por favor. –Dice otra vez. -Calla. –Dice a mujer. –Sé por qué estás en estos bosques. No buscas niños muertos ¿O no? Quieres entrar. A la Cúpula. Voy a llevarte allí. -Pero Nuestra Buena Madre… -Voy a desobedecerla. Pagaré el precio. Cuando escuché que estabas aquí, me presté voluntaria para ser la guardia de prisión que te trajera. Como hermana de Perdiz, eres la única que puede entrar y esperar cualquier protección, aunque eso también podría convertirte en un objetivo. Debes ser tú. -¿Cómo sabías que quería entrar? -Lo haces por Lyda. –Dice Madre Hestra. –No puede tener a su bebé dentro de la Cúpula. No sería seguro. No estaría bien. Ella pertenece aquí. -¿Su bebé? –Espeta Pressia. Está sorprendida. Debe de haber un error. -El bebé de Lyda. –Dice Madre Hestra, confundida porque Pressia no sabe. –Perdiz es el padre. -¿Qué? -Está embarazada. En cinta. No desde hace mucho.

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Deep in Fantasy ¿Perdiz y Lyda van a tener un bebé? –No ¿sabía. -¿Es Lyda sagrada? ¿Está sola? Pressia quiere verla y decirle… ¿Qué? ¿Que todo va a estar bien? ¿Lo estará? No puede mentirle. Las voces por la ciudad, llamando a sus niños perdidos—Lyda y Perdiz tendrán un niño propio por el que temer, por el que luchar, al que llamar… -¿Cómo podrías no saber? –Dice Madre Hestra. -¿No es por eso por lo que va a entrar—para salvarla? -Voy a entrar porque tengo lo que se necesita para curarnos. Si puedo llevarlo a los científicos de la Cúpula, podemos deshacer nuestras fusiones sin efectos secundarios. Podemos completar a los sobrevivientes de nuevo. A todos nosotros. –Mira al niño en la pierna de Madre Hestra. Él la observa, escuchando, asiéndose al junco con lágrimas temblándole en los ojos. Las mejillas de Madre Hestra se ruborizan. Aprieta la mandíbula. –No hay cura para esto ¡Ninguna! -¡Pero la hay! -Pensé que estabas en estos bosques para prepararte para salvar a una hermana, una hermana embarazada ¿Sabes cuánto ha pasado desde que sostuvimos un bebé de las nuestras? ¿Sabes? ¡Este niño es nuestro nuevo comienzo! -Ibas a hacerme entrar. Hazlo. Ahora que lo sé, haré lo mejor que pueda para sacar a Lyda. Lo prometo. El cu llega de nuevo—esta vez más cerca. Madre Hestra mira hacia la dirección por la que vino. –Si Nuestra Buena Madre sabe que Willux murió, presentirá debilidad. Y si sabe que Perdiz está al mando, querrá matarlo aún más. -Y si ataca. –Susurra Pressia. –Sólo causará más muertes, y Lyda está allí adentro. Si me das tiempo, puedo ir e intentar sacarla antes de que ataquen. –No se atreve a decirle sobre la bacteria que puede derribar la Cúpula. La necesita tranquila, enfocada. Madre Hestra agarra el brazo de Pressia. –Me prometes que la sacarás. -Prometo tratar. Madre Hestra se presiona los dedos contra la frente, cierra los ojos. –Doce Madres murieron en ese puesto donde dormiste—sólo en ese. Siete de ellas tenían niños—también están muertos. La tumba masiva está llena. Empezaron otra ¿No nos había brutalizado el padre de Perdiz lo suficiente? -No sabemos si Perdiz hizo esto. No lo hacemos. -Mátalo. –Dice Madre Hestra. –Entra y mátalo.

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Deep in Fantasy Pressia sacude la cabeza. –No orquestó este nuevo ataque. No lo haría. Nos conoce. Se preocupa por nosotros. -Está a cargo. Esto es lo que pasó. Son hechos. -Debo tener fe en él. -Los Muertos sólo derrochan la fe. No merecen nuestra confianza. El cu llega de nuevo, más fuerte, más urgente. -No puedo matar a mi hermano. No lo haré. Pero trataré de sacar a Lyda. – Recuerda la última vez que la vio, cuando estaban en las esternías a punto de ser ejecutados ¿Es aquí donde pertenece? ¿En lo salvaje? Si quiere salir, Pressia la ayudará de todas las formas que pueda. –Ten fe en mí. El hijo de Madre Hestra envuelve sus brazos en la cintura de su madre, sosteniéndose con fuerza. Ella lo besa en la parte superior de la cabeza. – Pagaremos. –Dice. –Cuando Nuestra Buena Madre sepa todo, pagaremos. Pressia siente un pulso de rabia golpear dentro suyo. –Eso no es justo. – Mira al niño. –No puedo pedirte que hagas esto. El cu hace eco de nuevo. -Sobreviviremos. Es como fuimos construidos. –Madre Hestra toma la mano de Pressia y entrelaza sus dedos. –Cuando veas a Lyda, dile que nos preocupamos. Era como una de las mías para mí. Mía propia. –Su hijo la mira y ella lo toma suavemente por la barbilla, como para decir: No te preocupes. A ti te quiero más.

Y entonces Madre Hestra se lleva la mano a la boca de nuevo y su cu flota en el aire matutino, rebarbando en el bosque.

LYDA BRILLO

Lyda está arreglada como si fuera una invitada en la boda. Su vestido es de tafetán azul, con dobladillo a media espinilla. Lleva tacos que fueron teñidos para combinar con el vestido y su cartera azul, que sólo tiene una cosa dentro—Freedle, envuelto con soltura en una toalla de mano. Quería tener una pieza del mundo exterior con ella. Freedle es confortante. Sabe que lo necesitará. Se sienta con rigidez en el sillón, junto a Chandry Culp, la mujer a cargo de enseñarle a tejer. Ella arregló todo esto y está aquí con su esposo, Axel Culp, y su hija, Vienna—como si fueran viejos amigos de la familia reuniéndose para algún anuncio público importante.

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Deep in Fantasy A Vienna no le gusta la salsa. -¡Es demasiado picante! –No le gustan las zanahorias. -¡La textura no es realista! –No le gusta la forma en la que su madre la peinó. -¡Está demasiado esponjado! Lyda quiere encontrar el momento adecuado para clamar que se siente débil y nauseabunda y retirarse gentilmente a su cuarto. Honestamente, está cansada. No ha estado durmiendo mucho. Cada vez que cabecea, se despierta minutos después, jadeando como si no hubiera suficiente oxígeno en el aire, como si se estuviera sofocando. ¿Por qué creen que quiere ver a Perdiz casándose con Iralene? ¿Es una prueba? ¿Se supone que demuestre que su relación terminó, que todo será como ellos esperan? Se siente intimidada por el vestido y la salsa, incluso por el Sr. Culp que da vueltas diciendo. –Lindo lugar tienes aquí ¿No es lindo, Chandry? La televisión muestra a la gente a medida que llegan, parejas con varios títulos entrando a la iglesia en trajes y vestidos. Hay guardias aquí y allá, rodeando la iglesia. Pero por otro lado, todo es hermoso—flores adornando en todas partes, moños, alfombras rojas. Lyda acuna su cartera en su falda, Freedle asentado dentro. Se siente enferma. Sí, por supuesto que quiere ser quien se case con Perdiz. Pero no de esta forma. No con tanta suntuosidad y grandeza, mientras sabe cómo la gente fuera araña la supervivencia básica. Le revuelve el estómago. Dice. –Creo que voy a tener que recostarme un rato. -¿Qué? –Dice Chandry. -No, no ¡Todavía no llegó! -¿Estamos esperando a alguien más? Vienna dice. –Se supone que sea una sorpresa. –Rueda los ojos. Lyda se alarma. -¿A quién esperamos? -Déjame ver su progreso. -Chandry corre hacia la puerta delantera para hablarle a los guardias. El Sr. Culp alza un porta velas vacío. -¡Me gusta! –Dice. -¡Muy bonito! Lyda camina hacia Vienna. –Dime quién viene. -No puedo. -Por favor. -¿No entiendes cómo funcionan las sorpresas? –Dice Vienna. -No me gustan las sorpresas. -¡Está viniendo! –Dice Chandry. -¡Ya! La puerta está bien abierta, y los guardias están parados a los lados. Chandry retrocede un paso y abre una mano dramáticamente mientras la madre de Lyda aparece en el marco. -¡Sra. Mertz! –Dice Chandry, medio orgullosa, medio aliviada. 189

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Deep in Fantasy La madre de Lyda se ve pequeña y desorientada. Se para allí y parpadea. Al principio le echa un vistazo al cuarto en rededor, incapaz de mirar a su hija. También era así en el centro de rehabilitación. De hecho, ese fue el último lugar donde la vio. Fue fría con Lyda, ocultándose detrás de su papel oficial como clínica. Pero ahora no está allí en ese rol. También lleva puesto un vestido—uno de los que usó para ir a la iglesia por años. -¿Mamá? –Dice Lyda. La aludida se acerca. Alza la vista hasta que finalmente se encuentra con los ojos de su hija, frunciendo los labios y tomando aire como si juntara fuerzas para algo—¿Qué espera? ¿Qué le dijeron? ¿Sabe que está embarazada? Lyda no sabe si se supone que debe abrazarla o no. Y su madre parece igualmente insegura. –Lyda, querida. –Dice suavemente. Y la chica siente una corriente de amor que parece animarla. La extrañó más que lo que se dejó admitir. Deja la cartera con cuidado al final de una mesa, manteniendo a Freedle sano y salvo, y camina hacia su madre con rapidez, rodeándole el cuello con los brazos. La mujer se tensa pero después le palmea la espalda. –No pensé que vendrías a verme. Ni siquiera sabía si sabias que estaba aquí. -Lo sé todo. –Dice su madre. Pero Lyda no está segura de con qué versión de todo fue alimentada. Aprieta las manos de su madre. –Vamos a hablar, sólo las dos. –Dice Lyda y se gira hacia Chandry, el Sr. Culp y Vienna. ¿Les molesta si tenemos algo de privacidad? -¡No, no! –Dice la madre de Lyda. -Está bien. No hay necesidad de interrumpir la reunión. –Camina hacia la televisión. –Va a ser un evento encantador que compartir. –Mira a su hija. –Y aceptar. Lyda siente como si la hubieran abofeteado. Le pitan los oídos. El cuarto del bebé. Quiere ir allí, sentir el peso de una lanza, la ceniza en su piel. Esas cosas son reales. La retribución de su madre está hecha siempre de aire. Ni siquiera puede ubicarla. Ni siquiera puede acusarla de algo en concreto. Pero ahora Lyda sabe por qué está allí: para decirle que su relación con Perdiz terminó. Esta boda no es falsa. Va a mantenerse. No hay vuelta atrás—sólo aceptarla. Está aquí para ayudarle a admitir este final. Lyda desea que esto sea sólo un sueño. Quiere despertar, jadeando por aire. Pero es real. No puede hablar. Se estira y toma el respaldo de una silla. -¿Vas a estar bien? –Dice Vienna. –No te ves bien. -¡Está empezando! -Grita Chandry y se gira hacia la TV. Saca un pañuelo del bolso y se lo presiona a la mejilla. -¡Y allí viene ella! ¡O Dios! -¡No se ve linda! –Dice el Sr. Culp. 190

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Deep in Fantasy Toda la pequeña familia Culp se acurruca frente a la pantalla brillante, con la madre de Lyda frente al Sr. Culp. Música orquestal suena con estridencia en la televisión. Lyda se imagina a Iralene en un largo vestido blanco, la audiencia levantándose. Miran todos boquiabiertos la pantalla a excepción de la madre de Lyda, que mira a su hija ahora, contemplándola. –Ven y mira. –Dice. Lyda sacude la cabeza. Su madre dice, sin enojo en la voz—sólo resignación -Lyda, no seas terca. Esto es lo que debes hacer. Lyda dice. –No, gracias. Su madre camina hacia ella. –Lyda. –Dice suavemente. –Va a estar bien. Tú y el bebé. Todo. Estaré aquí para ti ahora. Este es mi nuevo rol. -¿Es un concierto pago? ¿Cuánto te ofrecieron? –Dice Lyda cortante. -¿Qué? Lyda, sabes que quiero estar aquí ¿En qué otro lugar del planeta desearía estar más que a tu lado? –Busca la mano de su hija, pero ella se aparta. -Tengo Madres. –Dice Lyda. –Tengo tantas allí afuera que no te necesito ¿Me escuchas? No te necesito para nada. -Lyda se gira, toma su cartera— con Freedle a salvo dentro—y camina por el corredor. -¡Lyda! ¡No lo hagas! –Grita su madre, corriendo tras ella. Lyda abre la puerta del cuarto del bebé, pero antes de poder cerrarla, su madre mete su cuerpo en el marco. Ve la cuna quebrada, la pila de lanzas, la madera afilada, el cuchillo, el montón de libros de bebé rotos, el tazón de ceniza—todo perdido en los bloques flotantes proyectados por el pequeño orbe sentado en el centro de la habitación. –Mi Dios. Lyda. -Vete. Esto es para mí. Para mí sola. La Sra. Mertz mira a su hija a los ojos. -¿En qué te convertiste? –Su madre se tambalea hacia atrás, llegando y apoyándose en la pared, respirando con pesadez. Lyda cierra la puerta con traba. Se desliza hacia abajo, presiona la espalda contra la entrada y se sienta en el suelo ¿En qué me convertí? Abre la cartera y saca el nido envuelto de la toalla de mano donde duerme Freedle. -Freedle. –Susurra. -¿Cómo nos metimos en esto? Los ojos de Freedle se abren con un parpadeo. Estira sus frágiles alas. Quiere escarbar por entre sus vestidos de maternidad y sacar su armadura. Quiere sentirse recubierta y protegida. -¿Cómo volvemos a salir? –Dice. Y entonces de pronto se le llena el pecho de rabia. Encuentra un borde en el costado de su vestido, lo toma en sus puños y desgarra la pollera hasta la 191

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Deep in Fantasy altura de la cintura. Toma más fábrica y la rompe más y más hasta que está hecha jirones. -Mis Madres. –Susurra. –Extraño a mis Madres.

PRESSIA PUERTAS

Madre Hestra camina a Pressia hasta el perímetro del bosque. Allí, un par de Madres trabajan rápido. Habían sacado maquinaria de catapultas y cestas de granadas de arañas robóticas. -Te cubrirán. –Dice Madre Hestra. –Es lo mejor que podemos hacer. -¿Le advertiste? Las Fuerzas Especiales son ahora diferentes allí afuera. – Le dice una de las Madres a Madre Hestra. -Lo sé. –Dice Pressia. –Los he visto. -¿Los que se ven como Terrones? –Pregunta Madre Hestra. Pressia sacude la cabeza. -¿Qué? ¿Como Terrones? ¿Cómo? -No hay tiempo para explicar. Ya verás. –Dice una de las Madres, cargando una catapulta con una granada. Las otras Madres se mueven a su alrededor. Explican qué va a pasar. -Atacaremos desde aquí. -Tú caminarás por el borde del bosque por allí. -Y nosotras distraeremos. -Bien. -Dice Pressia Madre Hestra le entrega un cuchillo. –No creo que vaya a ser de mucho uso, pero al menos lo tendrás. Pressia le agradece y lo desliza entre la cintura de su pantalón. Madre Hestra se aleja de ella, vate la mano, y se gira para irse. -Espera. –Dice Pressia. Pero Madre Hestra comienza a correr en el bosque. Y, en un par de veloces zancadas, ella y su hijo desaparecen entre los árboles y arbustos. Idos. Pressia quería otro momento—un adiós más. Pero se da cuenta de que nada hubiera hecho esto más fácil. Le da un vistazo a la Cúpula y empieza a caminar por el límite del bosque. Sólo tiene que lograr que no le disparen en el camino, y entonces, con suerte, tendrá una oportunidad de decir quién es, su conexión con Perdiz y entrar—¿Cómo prisionera? Su meta es ser llevada viva. Escucha algo en el bosque—el crujido de hojas ¿La siguen las Madres? ¿No confían en ella? Podrían decidir en cualquier momento retirar la oferta

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Deep in Fantasy y atacarla. Agiliza el paso. Podría ser una Alimaña o Fuerzas Especiales. Podría ser cualquiera, cualquier cosa. No debería correr, porque tiene que mantener el ritmo, pero ve algo—una figura trotando entre arbustos distantes. Empieza a correr, justo dentro de la línea de árboles. No puede exponerse—no hasta que las Madres hagan el primer tiro. A través de las ramas que pasa, ve el movimiento de una silueta gris, después un cuerno retorcido. Finalmente, ve un claro y una oveja, quieta como una roca, mirándola con ojos hinchados. El animal tiene lana gris y cuernos largos y doblados que se curvan sobre su cabeza. Perdió a su rebaño, tal vez sea el último con vida. Le bala con una voz triste y desesperada como la del chico—el soldado—con el muñón en el brazo en la ciudad, muerto de un disparo. La oveja patea el suelo mojado como si estuviera haciendo una demanda. Una de sus pesuñas traseras está nudosa, casi inútil. Está demacrada, sus costillas resaltando. Muriéndose de hambre. Camina hacia ella. Sus dientes sobresalen; su mandíbula está torcida. Bala de nuevo, mostrando una lengua azulada. Ella estira la mano. La oveja se acerca más para olerla. Pressia le toca el copete bajo la barbilla. –Está bien. –Susurra. La oveja le acaricia los dedos con el hocico. Hermosa, sola, hambrienta. No puede ayudarla. Tampoco pudo salvar a Wilda. No está segura de poder salvarse a sí misma. Y entonces hay una explosión. El animal levanta la cabeza y huye corriendo, brincando hacia la profundidad del bosque. Es hora. Las Madres empezaron su bombardeo. Pressia camina hacia la tierra estéril y tiene que cruzarla y detenerse detrás de un árbol. Ve el humo y el polvo y ceniza elevarse de la primera granada. El aire neblinoso le proveerá cubierta. Mira la cuesta frente a ella—en la cima, la Cúpula misma. Y entonces la colina empieza a cambiar. Emergen cuerpos, cubiertos en tierra y ceniza ¿De dónde vienen? ¿Por cuánto tiempo estuvieron allí? Son chicos esbeltos, moviéndose atropelladamente hacia la explosión, y entonces, tan rápido como aparecieron, algunos desaparecen nuevamente, volviéndose uno con el suelo—completamente camuflados. Las Madres lanzan otra granada. Golpea el piso mojado y, segundos más tarde, explota. Los chicos le disparan al bosque, pero ella ni siquiera puede verlos. Ocasionalmente, la suciedad parece moverse, pero entonces nada. Debe correr. Las Madres ya gastaron dos granadas. Escanea el suelo y parte corriendo. Como la oveja, piensa. Como la oveja que perdió al rebaño.

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Deep in Fantasy Las granadas, aunque lejos a su derecha, son ensordecedoras. Sueltan rachas de humo y ceniza. Una estalla y está segura de que no golpeó nada, pero entonces explosiona sangre y carne del suelo. Su abuelo una vez le explicó sobre las minas terrestres, y es como si los chicos propios fueran ellas—minas terrestres siempre en movimiento. Sigue corriendo tan rápido como puede, esperando a que si llega a la Cúpula tenga suficiente aliento en los pulmones para explicar quién es. Soy la hermana de Perdiz Willux. Díganle que Pressia está aquí. Pero entonces el piso desaparece debajo de sus pies, y cae en un pozo poco profundo. La suciedad se abolla y cede y se desmorona a su alrededor mientras trata pararse. Un codo. Un brazo. Una pistola cargada en el brazo apuntándole. Un rostro recientemente cosido y cubierto de vidrio—tan nuevo que hay costras frescas cristalizadas alrededor de cada pieza. Es la cara de un chico. Tiene una nariz torcida y labios rojo oscuro, y cuando sonríe—¿Por qué sonríe?—ve la peor parte. Sigue usando frenos—aunque cubiertos de tierra. Soy la hermana de Perdiz Willux. Díganle que Pressia está aquí. Piensa en estas palabras, pero se da cuenta que no las está diciendo. El viento es duro. El aire, espeso. La cara del chico—su sonrisa—aparece entre franjas de humo. -Tengo una. Tengo una. –Dice en un susurro bajo. –Tengo una. –Es como si estuviera tan orgulloso de sí mismo en este momento que quiere disfrutarlo. Matarla lo acabaría muy rápido. Él mira a su alrededor y dice en voz más alta. -¡Tengo una! –Busca algún testigo ¿Cuál es el punto de matarla si nadie lo ve? Ella tose y finalmente escupe. –Soy la hermana de Perdiz Willux. Su rostro se contrae. No entiende. -No me mates. Llévame dentro. Llévame con Perdiz. Soy su Hermana. Él sacude la cabeza. –Sin hermana. –Dice. –Sin hija. Y tiene razón, por supuesto. Nadie en la Cúpula sabe que la esposa de Willux tuvo un bebé fuera extramatrimonial, mucho menos una niña llamada Pressia. -Soy su media hermana. –Dice volviéndolo a intentar. –Por favor. Llévame como prisionera. -No hay prisioneros. –Dice él. -¡No hay prisioneros! –Le sacude la boca de la pistola debajo del mentón. -Este es un error. –Dice Pressia, tragando con fuerza. –No lo hagas. 194

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Deep in Fantasy Él se suaviza por sólo un minuto, observando su rostro. Pero entonces sus ojos ven la cabeza de muñeca y sabe que es una Miserable como todo el resto—¿Y no lo es él también parte? Sonríe de nuevo. Va a disfrutar matándola. Ella cierra los ojos, esperando el golpe. Pero entonces el chico ya no está, su cuerpo fue golpeado contra el suelo por alguien mucho más grande y ancho. Primero ve la prótesis doblada de metal, y después la cara de Hastings. ¡Vino por ella! No lo quería, pero demonios—le alegra que lo haya hecho. Él golpea al soldado contra el suelo con su prótesis—esta vez con tanta fuerza que está segura de que se le va a romper. Pero no lo hace. Él le toma la mano y dice. –Déjame llevarte adentro. -Saben que te cambiaste de bando ¿o no? Serás visto como un traidor. -Te estoy llevando. –Dice él, agarra su brazo y la empuja contra su pecho. La sostiene con tanta fuerza que ella apenas puede respirar. Corre cojeando pero rápido. El suelo sigue explotando. El aire está viciado con tierra y muerte. Y, finalmente, Pressia ve el blanco de la Cúpula frente a ellos ¿Cómo se mantiene así con todo este hollín oscuro? Le dice que pare. –Déjame bajar ¡Yo hare el resto del camino! Hastings no la escucha. Retuerce la cabeza de muñeca hasta soltarla y golpea tan fuerte como puede. Él no se inmuta. Intenta un par de veces más. Nada. Finalmente, encuentra la carne de sus bíceps y después la piel más fina en su antebrazo y lo muerde tan fuerte como puede. Saborea sangre. Él se dobla y la suelta. -Gracias. –Dice ella sin aliento. Él se frota el bíceps interior. Su mano sale manchada con sangre. Ella se gira hacia la Cúpula. -Sigue derecho. –Dice él. –Y te encontrarás con la primera serie de puertas. Ella asiente y lo mira. –Dile a Il Capitano y Helmud, dile a Bradwell… -Se atraganta con el nombre del chico. -¿Qué? -Diles que llegué hasta aquí. –Se gira y empieza a correr. El suelo sisea por el viento. A veces tumultos de tierra se alzan, desparraman y desaparecen. Puede ver la puerta justo adelante, como Hastings le dijo. Acelera, pero entonces se le traba el pie en el suelo y cae. Se gira para ver con qué tropezó. Pelo color mate—una cabeza saliendo del piso. Una mano se estira y le atrapa el tobillo. Pressia lo golpea con el talón de la bota mientras busca su cuchillo. 195

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Deep in Fantasy Se estira hacia delante, le clava la hoja en la muñeca. Sus dedos se flexionan. Empuja la rodilla hacia el pecho. La cabeza se alza y hay un rostro. Dos ojos brillantes. Una fila de dientes. Se levanta y corre hacia la puerta mientras el soldado suelta su sangrienta muñeca. Alza ambos puños y golpea la puerta. Quiere entrar. -¡Ayuda! – Grita. -¡Ayúdenme! ¡Déjenme entrar! -Le duelen los nudillos pero sigue golpeando—con fuerza y rapidez. El soldado está de pie, y se le acerca atropelladamente. Ella está sin aliento. Trata de aplastarse contra la puerta. Y entonces escucha un clic—un pop como si se hubiera roto un sello. La puerta cede. El aire dentro es frío y limpio. Un uniforme. Un guardia. Dice por encima del viento. –Soy la media-hermana de Perdiz Willux. Una voz de hombre dice. –Sabemos quién eres. –Le agarra la muñeca y la empuja contra la corriente de viento. Ella ve al soldado una última vez, su mano sangrienta y flácida. El guardia cierra la puerta. Está armado y tiene una mano en el mango de su pistola—aun sin sacar, pero preparada. Está en una cámara, silenciosa y calmada, encerrada entre dos puertas—una hacia el exterior y una hacia el interior de la Cúpula. Por primera vez en su vida, Pressia está dentro.

PERDIZ IMITACIÓN

Perdiz está en uno de los camerinos de lo que llaman la catedral-gymtorio. Es el lugar de la boda, y momentos después será transformado en un salón de banquete. Fue usado para cada gran evento de la Cúpula que pueda recordar—política, religión, entretenimiento. Escuchó los discursos de su padre aquí—los de Foresteed también. Ha visto el Pesebre ser representado al igual que animadores vestidos con disfraces raros, sincronizando labios con canciones pop autorizadas. La multitud gritaba como si fueran reales y no estuvieran imitando a nadie. Se recuerda que él se está imitando a sí mismo. Beckley dice. -¿Estás listo o qué? Perdiz se observa en el espejo de cuerpo entero—en el que se miró su padre tantas veces. Piensa en cómo éste antes de morir le agarró la camisa con una garra de mano y le dijo que era su hijo. Eres mío. El asesinato fue lo

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Deep in Fantasy que los conectó finalmente. Se mira parado allí en su traje, y sabe que es un asesino a punto de también volverse padre—y ahora esposo. -¿Está alguien jamás listo para algo como esto? –Le pregunta a su guardia. -Sí. –Dice Beckley usando un traje propio, su pistola calzada detrás en sus pantalones. –Creo que es algo a lo que la gente es obligada, en realidad. -Suenas como alguien que ha estado enamorado. –Perdiz se da cuenta de que no sabe mucho de nada sobre Beckley. -Una vez estuve enamorado. –Dice. -¿De quién? -En realidad ya no importa. –Dice Beckley. Y Perdiz está seguro de que a quien amó está muerto. -¿Qué edad tienes? -Veintisiete. Y allí está. Beckley era lo suficientemente grande para enamorarse antes de las Detonaciones. -¿Crees que te volverás a enamorar algún día? Endereza la corbata de Perdiz. –Espero endemoniadamente que no. Hay un leve golpe en la puerta. -Es hora. –Dice Beckley. –Esto es. El guardia abre la puerta que lleva al escenario o altar o plataforma de trofeos—dependiendo de cómo se vea. Perdiz puede oír todas las voces hablando a la vez. Tira de Beckley hacia atrás. –Dime que debería hacerlo. -No puedo hacer eso. -¿Pero tú lo harías, Beckley? -No soy tú. -Pero si lo fueras… -Ni siquiera puedo imaginar cómo es ser tú, Perdiz. El chico se pregunta si lo odia ¿Lo resiente por todo lo que le fue dado o es algo más? Es el tipo de cosas que Perdiz se volvió bueno captando, pero no puede leerlo bien. –Aun así, me entiendes a un cierto nivel, Beckley. -¿Piensas que eso es realmente posible? ¿No conoces ya la compensación? -¿Qué? ¿Ni siquiera puedo esperar que alguien me entienda—sólo por quién fue mi padre y por la vida en la que nací? –Piensa en Bradwell e Il Capitano ¿Eran siquiera amigos? Probablemente no. También lo odiaban en un cierto punto. -¿Quieres que la gente te quiera por ser tú mismo? Hubiera supuesto que ya superaste eso para ahora. Perdiz se siente inocentemente golpeado. Le gusta Beckley por ser honesto 197

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Deep in Fantasy —pero eso mismo es una espada de doble filo. El hombre abre bien la puerta y la mantiene en su sitio. Perdiz no tiene opción. La atraviesa y el largo pasillo se llena de pedidos de silencio. Llegan hasta el fondo y de pronto hay silencio. Perdiz se mueve a su punto en el medio del altar y se gira para enfrentar la audiencia. Dios mío, piensa. Todos están aquí. Ve unas pocas filas de chicos de la academia, sus vecinos de Betton West, Purdy y Hoppes con sus familias, Foresteed, Mimi usando un gran sombrero enjoyado y mirando al altar, e incluso Arvin Weed, que asiente. Quizás lo perdonó por el golpe. Perdiz escanea el mar de ojos observándolo. La gente lo está mirando fijamente, sonriendo, ya presionando pañuelos contra sus cachetes mojados. Lo aman de nuevo. Mira a Beckley, parado a unos metros, rígido y con la mandíbula apretada. Quiere que admita que hay algo de esta efusión que no es sólo sobre quién era su padre. Hay algo personal allí ¿Cómo sino podrías explicar estas caras, estas lágrimas, este mirar? Sigue registrando la multitud, dándose cuenta de que busca a Lyda ¿Está allí afuera, en algún lado? ¿En serio vendría a este evento? Ella lo aprobó. De hecho, lo empujó a hacerlo ¿Pero siquiera le sería permitido estar aquí? Si no es así, ¿Está en casa? Las cámaras lo miran a él. Las luces brillantes le dan calor sobre la cabeza. Mira a una de las cámaras. Quiere decirle algo. Quiere que sepa que esto no es real. Soy un imitador imitándome a mí mismo, quiere decir. Pero no puede. Así que guiña el ojo y agita un poco la mano ¿Sabrá que es para ella? La multitud nota el saludo y suspira colectivamente. Beckley se estira y lo palmea en la espalda ¿A modo de disculpa o de consolación? No está seguro. Y entonces, apenas con aviso, la suave música de fondo, que ni siquiera notó realmente, baja de volumen y por unos segundos, todo está en silencio. Entonces la tonada del órgano suena triunfante desde el techo. La audiencia se para al unísono y se gira. Al principio Perdiz sólo ve las luces de las cámaras estallando con locura, y entonces Iralene sale a la vista, emergiendo de todas las luces repentinas y al final de una larga alfombra blanca que lleva al altar—a él. Su rostro está perdido detrás de un velo blanco. Por un minuto, Perdiz piensa que podría ser Lyda debajo del tul. Pero puede decir por la equilibrada manera en la que camina, la elevación del mentón, y los pasos medidos, que es Iralene. Este es el momento para el que ella se ha preparado.

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Deep in Fantasy Y la chica asciende hacia el altar, los invitados perfeccionando su entrenamiento, Perdiz puede verle el rostro detrás del velo blanco. Es hermosa. Nunca lo negó, pero hoy se ve mucho más linda, si eso es posible. El ministro empieza a hablar, y sorprende a Perdiz. Debió de haberse parado en el escenario cuando Iralene caminaba por el pasillo. Perdiz sabe que no recordará lo que dice. Las luces le dan repentinamente demasiado calor. Curva los hombros hacia delante y los rueda hacia atrás, como si esperara poder estirar la tela de su traje un poco. Su moño y faja están ambos demasiado apretados ¿Por qué tenía el sastre que asegurar todo? Le da un vistazo a Iralene, pero ella está mirando al ministro, un hombre de mediana edad con un bigote teñido de gris y abundantes dientes. ¿Cómo demonios me metí en esto? Se pregunta. Ahora puede oler todas las flores. Son abrumadoras. Mira a Beckley ¿No nota él cuánto calor hace? ¿Qué tan fuerte huelen las flores? El guardia lo mira preocupado. Susurra. –Dobla las rodillas un poco. Te ves como si fueras a desmayarte. -Estoy bien. –Susurra Perdiz. Pero sigue el concejo porque, de hecho, se siente mareado. Jesús, no te desmayes frente a toda esta gente, se dice. No te desmayes. Y entonces es momento de intercambiar votos. Por suerte, el ministro le dice sus líneas, votos tradicionales—los que probablemente se dijeron sus padres y luego rompieron. Soy un imitador, se recuerda, me estoy imitando a mí mismo. -Para tener y atesorar. –Dice repitiendo al ministro, concentrándose en cada palabra para no equivocarse, y éstas salen a borrones hasta el final. –Hasta que la muerte nos separe. –La muerte nos separe. La muerte nos separe. Le hace eco en la cabeza. Iralene también dice sus votos. Sus labios son rojos, sus dientes perfectos y blancos. Mira a Perdiz. –En la riqueza y en la pobreza, en la salud y en la enfermedad… -Y se da cuenta de que es Iralene la que lo trajo aquí. Sin ella, estaría perdido. Sin ella, su padre lo habría matado. Escucha a Beckley en su cabeza. ¿Quieres que la gente te quiera por ser tú mismo? Hubiera supuesto que ya superaste eso para ahora.

Lo que Beckley no entiende es que la gente nunca supera querer ser amada por como realmente es, especialmente cuando crece como una celebridad o en su borde ensombrecido. Es todo lo que Perdiz siempre quiso. Iralene no estaría allí si no fuera el hijo de Willux, pero lo ama. No hay nada de lo que esté más seguro en este momento que de eso. Glassings le preguntó si la 199

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Deep in Fantasy quería, y no pudo responder. Gente murió por él—inocentes, quienes pudieron haber ayudado a lograr verdaderos cambios para bien. Idos ¿Qué pasa si hay amor entre él e Iralene, y el amor puede salvarlos? ¿No es eso lo que está pasando? Pero ahora el ministro le dice que puede besar a la novia, y cuando levanta el velo, su corazón se ensancha al verla claramente—su hermoso rostro y la forma en la que lo mira en este instante. La música empieza de nuevo, y la besa y ella le responde. Él toca entonces su mejilla por un momento, y entonces, raramente, todo parece detenerse—toda la gente, el ruido, las luces, la música—y dice. –Gracias. -¿Por qué? –Dice ella. -Me trajiste aquí. –Dice. -¿En dónde estaría si no fuera por ti? –Es la verdad. Lyda no quería seguirlo a la Cúpula, pero Iralene ha estado a su lado a cada paso del camino. Es querible y merece ser amada ¿Es la próxima cosa buena que hacer, después de todo? ¿Es esto a lo que se refería Glassings? Los ojos de Iralene se llenan de lágrimas y toma su mano. -¿Deberíamos saludar ahora a la gente? Dice. –Hagámoslo. Y juntos se giran y saludan. La multitud está de pie, gritando y celebrando tan fuerte que Perdiz siente la vibración en sus costillas. En este momento, sabe que ya no es una imitación. Esto es real. Innegablemente real.

PRESSIA DÉBIL

-Elegiste un buen momento. –Dice el guardia. –Pero debemos ir rápido. Una serie de puertas se abrieron en una ráfaga; el guardia lleva a Pressia a través de cada una, y se cierran a sus espaldas. Ella agarra las correas de su mochila—el vial, la fórmula—tan cerca ahora. Todo está reluciente y pulido. El aire huele a químicos raros mezclados con algo acre y dulce. -¿Cómo sabías que estaba viniendo? -Te vi en los ojos de un soldado muerto. Te plantó un rastreador. –Ella se estira y toca el punto donde sintió el extraño pinchazo y notó la rasgadura ¿La estaban rastreando? –Hemos estado mirando tu aproximamiento y cifrando tus alrededores a medida que eran reportados a Foresteed. -¿Foresteed?

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Deep in Fantasy -Supervisa las operaciones militares. -Así que Perdiz no ordenó los ataques ¿Fue Foresteed? Él asiente. A Pressia la anega el alivio. Tenía razón. Perdiz nunca habría hecho eso. -Te necesitamos aquí. –Dice el guardia. –Queremos que hables con Perdiz. -¿Qué quieren que le diga? -Que debe hacer esto de la forma difícil. -¿Hacer qué? -Empezar de nuevo. -¿Y lo está haciendo de la forma fácil? -No hay forma fácil. Será sangriento. Tiene que dejar que sea así. La lleva a un pequeño cuarto lleno de boquillas, como si fuera a ser rociada hasta morir. -Ropa apilada para ti. Cámbiate rápido. -Espera ¿Quiénes son? -Somos Cygnus. Podemos llevarte con tu hermano. –Cierra la puerta. ¿Cygnus? ¿Cómo la constelación? El cisne. Todo esto se remonta a su madre. Siente fuertemente, por sólo un momento, que su madre está con ella. Y está dentro. Esto es. La Cúpula. Está sorprendida. Toca el azulejo blanco, dejando un rastro de ceniza. Mira a las boquillas, preparándose para el agua—¿o gas venenoso? Nada viene. Levanta la ropa de la pila—un traje de guardia, incluyendo una pistolera. Recuerda la primera vez que usó el uniforme de la ORS, cuánto amó la pomposidad del saco térmico incluso aunque se odió por ello. Siente la misma punzada aquí. No debería estar emocionada por estar dentro. Bradwell estaría furioso. Il Capitano querría reventar la cabeza del guardia—ayudando o no, el bastardo logró entrar. Fin. Pero tiene esperanza. La llevarán con su hermano, que es inocente. Quiere ver las academias femeninas y masculinas con canchas, los edificios apartamentales con cuartos limpios y literas, los campos y comida y falso sol y luz, sin frío, sin sufrimiento, sin oscuridad absoluta. Pero ha sido advertida: será sangriento. En una esquina hay un pequeño cuenco con una barra de jabón y una toalla. Quieren que se lave. Es bueno que su piel ya no lleve el brillo dorado. Se viste con rapidez, nerviosamente sujetándose la pistolera alrededor de la cintura. No será capaz de llevar la mochila. Resaltaría demasiado. La abre, mete la mano y saca la caja. Abre el pestillo y revisa que el vial esté intacto, 201

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Deep in Fantasy la fórmula en su lugar. Cierra la caja, la desliza entre su camisa a medida y saco apretado, y la posiciona sobre una cadera, la ropa es lo suficientemente ajustada para mantenerla en su lugar. Se mueve hacia el cuenco, se frota el rostro, el cuello y después mira la cabeza de muñeca. Por la alegría de estar dentro de la Cúpula, de haber logrado llegar hasta aquí, olvidó esto—la piel de la cabeza de muñeca manchada con cenizas, sus labios fruncidos, sus ojos parpadeantes. Le lava la cara, frota la fila de pestañas plásticas y el cráneo, donde sus nudillos se fusionan debajo de la superficie. La seca con toques de la toalla de mano y la cabeza de muñeca se ve fresca y limpia, con los cachetes rosados ¿Puede ser removida? ¿Puede ser curada aquí? Sale de la habitación, dejando la mochila vacía detrás. El guardia le entrega una pistola como la de él. Ella la desliza en la pistolera y alza la muñeca. -¿Qué hay sobre esto? –Dice. Pero él ya está preparado. Saca un rollo de vendajes. Pressia levanta el brazo, y él enrolla la venda en la cabeza de muñeca, obviamente le incomoda. Aprieta tanto que, por un segundo, se imagina que la muñeca no será capaz de respirar. Ridículo, lo sabe. Engancha la venda en su lugar. -Si alguien pregunta, diles que estuviste en un accidente. Ella asiente, pero se siente enferma. No fue un accidente. Esa es la razón por la que está aquí. Le fue hecho a propósito. Todas esas pérdidas, asesinatos, muertes adrede. Bradwell diría: Mira qué tan rápido escondieron la verdad.

El guardia se toca un lado de la cara, el mismo punto donde ella tiene la quemadura en forma de media luna. –Cúbrete eso. –Dice. –Tira algo de cabello hacia delante. –Le entrega una gorra. –Y déjate esto puesto. Es traición. Todo. La enferma. Él la lleva por un pasillo. Ella escucha un rumor lejano y piensa en los Terrones rodeando Crazy John-Johns. Siente las mismas vibraciones en las suelas de sus botas. Está asustada y no tiene idea de qué esperar. Pero pronto están junto a un túnel y un tren llega. Es elegante, una máquina hermosa—tan brillante que puede ver su reflejo. Es una guardia ahora. Las puertas se abren. Entran. El vagón está vacío. -Todos están frente a sus televisores hoy. –Dice el guardia. -¿Por qué? La observa y después aparta la mirada. –Boda. Perdiz va a casar se. -¿Va a casar se? -Sip. 202

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Deep in Fantasy Piensa en Lyda y el bebé ¿Se casan porque es mandatorio en la Cúpula hacerlo al embarazarse? Preguntaría, pero no está segura de si el embarazo es de conocimiento popular. Piensa en su boda en el bosque. Real pero no. Íntima. Un secreto. La única forma que parece poder existir es en su cenizo y desolado hogar. Pero el amor dentro de la Cúpula debe ser distinto. Aquí, enamorarte puede ser un evento, una proclamación sin reconocer que a todos los que amas pueden morir de forma horrible, que amar a alguien es aceptar la pérdida inminente. Se siente un poco mareada. Se agarra de la vara brillante del tren, tan limpia que rechina cuando se le resbalan las manos. Este es el día de boda de mi hermano, piensa, y a pesar de todo, se siente feliz, quizás incluso esperanzada. Pero de todas formas, el vagón le recuerda al que estaba enterrado, en el que las Madres había hecho un túnel, con su suelo levantado y sus ventanas golpeadas. Puede oler los persistentes perfumes de los champuses de los Puros, lociones, fijador de pelo—una dulzura que le recuerda a su niñez en la barbería con sus pequeñas botellas de tónicos y geles. Mayormente, hay una ausencia de podredumbre y muerte, humo y carbón. La marea y también le dan ganas de llorar. Se endereza y dice. -¿Me llevas a la ceremonia de la boda? El guardia revisa su reloj. -La recepción. El lugar estará lleno de guardias. Alta seguridad. Encajarás. -¿Seguro? –Sostiene en alto su puño vendado. -Herida ¿Recuerdas? Sólo di eso. -Accidente. –Dice ella. –Me dijiste que dijera que fue un accidente. -Misma diferencia. -Sólo porque ninguna es verdad. El guardia la mira. -¿Qué? -No fue un accidente. No estoy sólo lastimada. -No nos adentremos en eso. -¿Eso? -Ya sabes. Siente el calor de la ira enrollarse en su pecho. –Las Detonaciones nos deformaron. –Dice. –Mutilaron y fusionaron. Alteraron nuestro nivel más básico. Incluso los bebés nacidos después de las Detonaciones están mutados ¿Es eso en lo que no te quieres meter? -Soy uno de los tipos buenos. –Dice el guardia a la defensiva. -¿Eso te ayuda a dormir por la noche? -No duermo de noche. –Él se inclina contra la ventana, su rostro 203

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Deep in Fantasy reflejándose oscuramente en el vidrio. El tren desacelera. –Aquí es. –La mira. -¿Lista? Ella no se puede imaginar en qué está a punto de entrar, mucho menos si está lista. –No estoy acostumbrada a tener elección. Las puertas se abren. -De aquí en adelante, caminamos hombro a hombro ¿Bien? -Bueno. –Dice ella. -¿Cuál es tu nombre? -Vendler Prescott. –Le responde. –Mis amigos me llaman Ven. Éste es quién tiene de su lado. Ven. Hombro a hombro. –Vamos. Caminan a través de más pasillos esterilizados. Asienten al encontrarse con un guardia ocasional. Pressia escucha la música distante, voces fuertes. Llegan a un par de puertas. Ven se detiene, la mira. Pressia asiente. Él abre las puertas, y allí hay un gran y hermoso cuarto lleno de mesas con manteles y gente en vestidos y trajes. Meseros revolotean por allí con pequeñas tortas en platos. Algunas mujeres parecen estar usando pelucas elaboradas, por la forma en que los rizos están apilados en las puntas de sus cabezas. Los hombres tienen cabello liso, engominado hacia atrás. Piel, piel, piel—toda perfecta. Los chicos se agachan debajo de mesas, levantan los platos de torta abandonados por la gente. El suelo está cubierto de pétalos aterciopelados. Nadie se encorva bajo el peso desigual de otra persona. No hay animales, ni vidrio o metal o plástico incrustado en sus cuerpos. Sin amputaciones, sin cicatrices profundas y rojizas, sin quemaduras de soga. Sin la espesa capa de ceniza. Todo está limpio y reluciente. Y la música es gloriosa. Nunca escuchó algo como esto—tan grande y fuerte y hermoso. Mira el alto y espaciado techo. Globos están atrapados en las bóvedas. Esto es una boda—no dos personas susurrando en un bosque. No importa cuánto ella y Bradwell se amen, esto se siente real de una forma en la que su casamiento nunca lo será. Ven la toma del brazo, y Pressia recuerda que se supone que encaje, no que todo la asombre. Caminan junto a una pared, lejos de las muchedumbres. En la pista de baile, parejas tomándose de las manos se mecen y giran. Lo más impresionante es que es mejor de lo que jamás lo imaginó, y pensó que había esperado demasiado, que nunca sería capaz de cumplir con sus expectativas.

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Deep in Fantasy Pasan una torta con los pisos sujetos por columnas, como si fuera una catedral. Arañas—los cristales tintineando sobre sus cabezas. Recuerda el comedor de la granja y cómo, después del incendio, la lámpara se estrelló contra la mesa, como una reina caída ¿Dónde está la prueba de que estas personas fueron gobernadas por alguien tan horrible como Willux? Quiere que Bradwell vea esto ¡Una boda! ¡Siguen existiendo! Los Puros pueden creer en un amor tan profundo que lo celebran abiertamente ¿Podrán ella y Bradwell alguna vez dejar de estar lo suficientemente hastiados para hacer algo así? Por supuesto, las bodas son probablemente comunes dentro de la Cúpula, pero para Pressia, se siente como un acto tan desnudo de esperanza. ¿Por qué razón en el mundo quería Lyda quedarse con las Madres? Esto es el paraíso. Bebe de la música; el aire dulce, limpio; los chicos chillando con alegría. Bradwell, piensa, ¿Ves? No son todos malos. Hay belleza aquí. Hay inocencia y gozo. Se siente vindicada. Y entonces ve a Perdiz. Está siendo felicitado por un grupo de chicos de su edad. Levantaron sus vasos aflautados—¿Champán?—para hacerle un brindis. Pressia toma aire, con intención de llamarlo, pero se detiene. Es una guardia, no una hermana. Uno de los amigos golpea su vaso vacío con un tenedor. Los otros se le unen. Ven para y espera. Un coro tintineante se eleva a su alrededor. Perdiz parece estar buscando a alguien ¿A Lyda? ¿Dónde está? -¿Qué pasa? –Le pregunta Pressia a Ven. -Se supone que se besen. Es una tradición. ¿Una tradición con un beso? Pressia piensa en las tradiciones con las que fue criada. Las Muerterías le vienen a la mente. De un frenesí de mujeres, emerge un vestido blanco—abombado y de encaje, sostenido como la catedral de trota. A Pressia le sorprende que Lyda haya elegido un vestido tan elaborado y enorme, pero entonces ve la cara de la novia. No es Lyda. Es una chica a la que nunca vio antes. El tintineo se vuelve más y más alto y estridente. Tiene que haber un error. Pero entonces Perdiz toma la mano de la mujer, la acerca y la besa. Es rápido, pero un beso después de todo. La gente deja de golpear los vasos y estallan repentinamente en hurras. Pressia deja de respirar. Perdiz y la mujer, esta extraña, saludan y después se susurran mutuamente, sonriendo. Pressia agarra el saco de Ven. –¿Qué pasó? ¿Quién es ella? 205

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Deep in Fantasy -Iralene. –Dice Ven. –Willux la eligió para Perdiz. -Pero… Lyda… y… Ven sacude la cabeza, y ella sabe que no es sólo el embarazo secreto, sino Lyda también. -Quiero hablarle a Perdiz. Quiero hablarle ahora. –Está furiosa ¿Qué demonios está él haciendo? ¡Lyda está en cinta! Es su hijo, ¿y sigue haciendo lo que su padre le dijo? -Estoy tratando de acercarte; después tal vez ustedes dos puedan encontrar un lugar tranquilo— -No me importa encontrar un lugar tranquilo. –Dice Pressia y se dirige a la multitud. Escucha a Ven diciéndole que espere, pero ella sigue—rodeando mesas, atravesando la pista de baile y yendo en línea recta hacia Perdiz. La novia ha sido separada por algunos invitados. Perdiz le está hablando a un hombre más viejo de rostro delgado y bronceado ¿Cómo te bronceas en un lugar sin sol?

Pressia se detiene frente a ellos. Le toma unos segundos a Perdiz notarla, pero cuando lo hace, su cara se ilumina. -¡Pressia! –Dice como si fuera una buena sorpresa. Y por alguna razón, es su alegría lo que la enoja más que nada. Él le pasa su trago a un hombre cercano, se inclina hacia delante, con los brazos abiertos, listo para abrazarla, y antes de siquiera pensarlo, ella levanta la mano para abofetearlo, pero su muñeca es agarrada. El hombre de rostro bronceado la ase con firmeza, acercándola. -¿Quién demonios eres? –Dice Pressia. –Déjame ir. -Soy Foresteed. Lindo conocerte, Pressia. -¿Cómo sabes quién soy? -Es difícil no reconocer a un Miserable tan conocido como tú ¿Crees que esos vendajes me engañan? -Afloja, Foresteed. –Dice Perdiz, y el agarre lo hace y la deja ir. -¿Cómo llegaste? Vamos a algún lugar para hablar. -No voy a ninguna parte. Las mejillas de Perdiz se vuelven de un rojo oscuro, como si lo hubiera golpeado. Se frota las manos. –Necesitamos hablar. Ella nota que todos sus dedos están allí. Se estira y le toma las dos manos, preguntándose por un segundo si recordó mal cuál meñique Nuestra Buena Madre le cortó. Pero ambas manos están intactas. Sus meñiques están perfectamente formados. –¿Cómo? ¿Por qué? –Apenas puede hablar.

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Deep in Fantasy Él retira sus manos y mira al enorme salón, y ella puede verlo caer en la cuenta—cómo esto debe de verse para ella. –Puedo explicarlo. –Dice. – Estoy haciendo lo correcto aquí. Tan sólo… Sólo que no… -Me enfermas. –Su voz está tan ahogada de rabia que sale como un susurro. -Debemos encerrarla. –Dice Foresteed. –Por el amor de Cristo, está contaminada ¿Cómo diablos llegó aquí adentro? –El hombre mira el poblado salón de banquete. -Nos siguen matando allí afuera. Y a ti ni siquiera te importa. Mírate. –Dice Pressia. La novia, como si presintiera la tensión, se acerca rápidamente. -¿Qué está pasando? -Está bien, Iralene. –Dice Perdiz. –Sólo danos un minuto. –se gira de vuelta hacia Pressia. –Mira, ¡Tenía que casarme con Iralene! ¡No entiendes lo que está pasando aquí! Iralene mira a Perdiz, herida por su comentario. Dice. -¡Quiero saber quién es ella! -Soy Pressia ¿Dónde está Lyda? -No pudo venir. -Dice Iralene. -¿Por qué querría hacerlo siquiera? -¡Púdrete! –Le dice Pressia a la otra chica, cuyo rostro instantáneamente se tensa. –Y tú también, Perdiz. Eres peor que tu padre ¿Lo sabes? Al menos él tenía una ambición real. Foresteed susurra. –Déjame escoltarla afuera. Un hombre joven de aproximadamente la misma edad que Perdiz se abre paso a empujones hacia el pequeño grupo. -¿Es ésta Pressia? –Dice. -Ahora no, Arvin. –Dice Perdiz. -Quiero hablar contigo. –Le dice Arvin a Pressia. –Puedo ayudar— Perdiz alza la mano. –Todos, sólo esperen… -Quiero ver a Lyda. –Dice Pressia. -¿Dónde está? Perdiz se gira y grita. -¡Beckley! –Un hombre de traje aparece. Es alto y ancho con pelo rapado. –Lleva a Pressia a lo de Lyda. –La mira. –Confío en Beckley. Estás en buenas manos. -¿Buenas manos? ¿Quién diablos eres, Perdiz? -Sigo siendo la misma perdona. Tenme fe. Pressia sacude la cabeza. -Te encontraré en lo de Lyda. Hablaremos entonces. Puedo explicarlo, Pressia. Puedo. Iralene envuelve su brazo en el de él. –Beckley debe hacer el brindis. – Dice. Beckley alza las cejas. 207

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Deep in Fantasy -Sólo ve. –Dice Perdiz. El guardia empieza a escoltar a Pressia fuera, pero Iralene dice. -¡Aguarda! Se supone que Beckley haga el brindis. Pressia da un par más de pasos pero se gira. No puede evitarlo. Está furiosa. –Te defendí. –Dice con la voz temblándole. –Pero tuvieron razón todo el tiempo. Eres débil. -No digas eso. –Perdiz corre hacia ella. Dice en voz baja. –Tu abuelo, Pressia—lo encontré. Voy a traerlo de vuelta. -¿De qué estás hablando? La multitud se está acercando. Iralene tiene su brazo. –No hagan una escena. -No, no. No querríamos una escena ¿O no? –Dice Pressia. -Puedo explicarlo. –Dice él, pero ella sabe que no está seguro. De hecho, tiene los ojos bien abiertos y ella sabe que está aterrado.

IL CAPITANO NOMBRE

Más allá del centro comercial, Il Capitano ve una fila de columnas caídas, yaciendo frente a una gran pila de escombros. Empieza a treparla. Con cada paso, siente los moretones de los golpes de Helmud. Su hermano le pateó el trasero ¿Y qué? Se merecía los golpes. Además, se siente bien ser un poco molido—encaja con cómo se siente dentro: golpeado, cansado, acabado. -Revísala. –Le dice a Helmud sin mucha convicción. Helmud pasa las manos sobre la cinta, la caja cuadrada. -¿Revisada? –Dice, más como pregunta que como respuesta. Il Capitano sabe que se está soltando—demasiada pelea, demasiado sudor—pero la bacteria está en su lugar, más o menos. –Suficientemente bien. Ve un hoyo en la pila de escombros. Grita. -¡Sal! ¡Sal! ¡Quienquiera seas! – Desearía tener un rifle para disparar al aire. Le gustaría darle a quién estuviera allí abajo la impresión de que está a punto de tirar. Sus pistolas son definitivas, y, para ser honesto, las necesita devuelta. Siente como si hubiera perdido todo sentido de sí mismo—dirección y propósito. Sólo está allí—con Helmud. Su hermano no lo puede dejar solo. Lo odia y necesita y se odia a sí mismo por necesitarlo.

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Deep in Fantasy Il Capitano llama de nuevo, pero sigue sin respuesta. Retrocede y espera un poco. Justo cuando piensa que está vacío, hay ruidos de rasguños. La cabeza de un hombre aparece en un agujero no muy lejano. -¿Il Capitano? –Dice, parpadeando ante la pálida luz. Divisa a Helmud sobre el hombro de su hermano. Deben de parecer bastante golpeados, pero este hombre también se ve un poco molido—y pálido. Parece asustado de Il Capitano. Su miedo alimenta a este último, que a veces extraña ser temido. -¿Quién eres? -Mi nombre Gorse. –Dice. -Conozco ese nombre. –Dice Il Capitano. -¿El hermano de Fandra? El chico duda antes de asentir y mira más allá de Il Capitano y a ambos lados. Las fusiones de Gorse deben de yacer debajo de su abrigo, que se abulta en un hombro. Sus manos tienen un brillo como si hubiera metido las manos en el fuego para sacar algo. –Escuché que estabas en la ciudad—con Bradwell. –Evidentemente se sentiría un poco más seguro si Bradwell estuviera aquí. -Nos vamos a reunir. Él eligió este lugar. Pensó que sería seguro y bueno para salir del clima ¿Cuántos allí abajo? Gorse alza las cejas. –Sólo dos de nosotros. -¿Te importa si esperamos a Bradwell con ustedes? Gorse no está seguro. Mira hacia abajo y después de vuelta a Il Capitano. -Tengo buenas noticias para ti, Gorse. –Dice Il Capitano. -¿Sí? ¿Qué es? -Fandra. -¿Qué hay sobre ella? –Lo mira con sospecha. -Está viva. Sobrevivió allí afuera, apenas, y fue recogida por sobrevivientes en Crazy John-Johns. Está bien. -No me mentirías ¿no? -La vi yo mismo. –Dice Il Capitano. –Largo pelo rubio. Nos salvó el trasero allí afuera. -Nos salvó el trasero. –Dice Helmud. -No tienes que creer nuestra palabra. –Dice Il Capitano. –Bradwell está de camino, como dije. Se lo puedes preguntar tú mismo. Gorse mira a Il Capitano y Helmud, y luego, algo detrás suyo le llama la atención. -No hay que esperar. –Dice. Il Capitano se gira. Bradwell está trepando los escombros. Ve a Gorse y grita. -¡Ey, Gorse! ¿Escuchaste las noticias? 209

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Deep in Fantasy Il Capitano mira de vuelta a Gorse. -¿Ves? Te dije que lo confirmaría. Gorse debe querer escucharlo por sí mismo. Se hace el tonto. -¿Noticias? ¿Qué noticias? -Tu hermana. La vimos fuera por el parque de atracciones. Está bien, Gorse. Lo logró después de todo. Gorse se pone rígido. Sus ojos brillan con las lágrimas. Se limpia la garganta, se excusa y desaparece por el agujero. -¿Y? –Le dice Il Capitano a Bradwell. -Encontré a Pressia. Dije lo que debía. La dejé ir. Il Capitano no está seguro de a qué se refiere ¿Le dijo que la amaba? ¿Qué le dijo? Decide que no quiere saber ¿Por qué castigarse con los detalles? -¿Qué demonios les pasó a ustedes dos? Se ven como la mierda. –Dice Bradwell. -Caímos. -¿Por unas escaleras? -Dice Bradwell. -Sí. –Dice Il Capitano. –Algo como eso. -Algo. –Dice Helmud. -como eso. Gorse reaparece, sus ojos delineados con rojo. Ha estado llorando. Se frota la cara con rudeza. –Fandra ¿Viva? ¿Seguros? -Seguros. -Dice Bradwell. Gorse deja salir un sonoro sonido de alegría. –¡Bueno, debemos celebrar entonces! Tenemos algunas cosas de primera aquí abajo, de antes de que los bodegones explotaran. -Sí. –Dice Il Capitano ¿Cuándo fue la última vez que tuvo algo de tomar? Le encantaría emborracharse. El tipo de embriaguez con la respiración desgarradora. -No lo sé. –Dice Bradwell. -No. –Dice Helmud. No le gusta cuando Il Capitano bebe. -¿Qué no sabes? –Le dice Il Capitano a Bradwell. –No hay nada que podamos hacer ahora—no para nosotros, no para Pressia. No podemos hacer nada hasta que escuchemos de ella. Deberíamos celebrar cualquier cosa mientras todavía haya algo que celebrar. -Il Capitano se gira hacia Gorse y dice. -Déjame hacer esto simple: ¡Mierda que sí! -Mierda. –Dice Helmud con nerviosismo. –Sí. *** -A las Madres. –Grita Il Capitano. -¡Que me asustan como la mierda! –Ya brindó por los Terrones, las alimañas, los muertos, los vivos, los jabalíes, las criaturas en la niebla… toma un largo trago. Le quema la garganta, le calienta el pecho. Él y Helmud están sentados en el suelo de la bóveda del 210

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Deep in Fantasy banco con Bradwell y Gorse y otro chico que se había desmayado y acurrucado en una esquina. La puerta circular de un metro de espesor está permanentemente abierta, contraída por el techo torcido. Los muros de metal están alineados con pequeños cajones rectangulares—todos los cuales han sido abiertos y vaciados. La mayoría de los cajones en sí ya no están. Es acogedor aquí adentro. Se siente seguro, a salvo. Huele a metal. A Il Capitano le gusta. Mientras le pasa la botella a Bradwell, Helmud se estira e intenta agarrarla. –Vas a recibir tu parte. –Dice Il Capitano. –Está en la sangre. –Se ríe con fuerza. Sabe Helmud no quiere un trago. Quiere llevarse la botella lejos suyo. No le gusta emborracharse—y seguro que ambos lo están ahora. Il Capitano se había olvidado de cuánto extrañaba el licor—la forma en la que suaviza al mundo, enmudece el sonido, emborrona las cosas. El viejo Ingership le solía dar un trago de vez en cuando. Le alegra que el hombre haya muerto, pero extraña el licor. -Tu parte, tu parte, tu parte. –Murmura Helmud, los brazos flácidos y la cabeza colgándole sobre un hombro. Está retando a su hermano por tomar demasiado. -¡Cállate, Helmud! –Dice Il Capitano. –Estamos celebrando aquí ¿Verdad, Bradwell? Dile ¿Verdad? -Cierto. -Dice Bradwell pasándole la botella a Gorse. -¡Cierto! -Grita Gorse, dando un trago. Il Capitano vigila de cerca la bebida, intentando averiguar si obtendrá el último trago o no. Desea que Pressia esté aquí, aunque no quiere sacar su nombre a relucir— no frente a Bradwell. No quiere saber qué pasó entre ellos cuando corrió detrás suyo en la lluvia. A Il Capitano le gusta pensar en ella ahora—con esta linda embriaguez. Todo el dolor está despuntado. Puede imaginarse un futuro con ella—los dos, o incluso tres, contando a Helmud. Y es bueno. Y entonces, como si hubieran tocado el interruptor, Il Capitano piensa en el niño muerto atrapado en la trampa ¿Por qué ahora? Se frota la frente. –No. No. –Murmura, pero hay más rostros de muertos apareciéndole en la mente. Sus caras son un borrón ¿Qué le pasó en esa cripta? Allí es donde empezó. ¿Por qué se siente tan enfermo sobre ello ahora? Jesús. Casi le reza a Dios o a esa estatua de la santa en busca de perdón. Si lo hubiera hecho ¿Qué le habría pasado? Tendría que admitir que estaba mal. No estaba mal. Mira— ¡Está vivo! ¡Helmud está vivo en su espalda! -¿Por qué te asustan? –Le pregunta Bradwell a Il Capitano. -¿Dios y esa santa? –Pregunta Il Capitano. -¿Qué? No. –Dice Bradwell. –Las Madres. Dijiste que te asustan como la 211

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Deep in Fantasy mierda. -¿No te aterran? –Responde Il Capitano. -No dije eso. Sólo me preguntaba por qué les temes. Il Capitano se inclina hacia el medio del círculo. –Parecen buenas y lindas y, bueno, son Madres. Solían organizar comidas a la canasta y hablar sobre cortinas, y ahora te matarían tan pronto como te vean. -Eres quién para hablar. –Dice Gorse. -Sí, pero nunca me enorgullecí por educar las mentes jóvenes del mañana al elegir la mejor escuela privada y conducir hasta ella en la mejor minivan. -Todos fuimos inocentes hace un tiempo. –Dice Bradwell. –Técnicamente una vez fuiste un niño, ¿No, Il Capitano? Quiero decir, mierda—tenías un nombre aparte de ese, ¿O es así en tu libreta de bautismo? -No lo recuerdo. -Dice Il Capitano. Walden. Walden era su nombre. -¿No lo recuerdas? -Dice Gorse. -¿Tu propio nombre? -¡Helmud! -Dice Bradwell. -¿Cuál era el nombre de tu hermano antes de ser Il Capitano. -No lo sabe. –Dice Il Capitano. -¡No te rías de él! Puede sentir la cabeza de su hermano dispararse hacia arriba detrás de él. – No te rías. –Dice Helmud. -No me estoy burlando, Helmud. Sólo digo que podrías recordar el nombre de Il Capitano por su niñez compartida. Quiero decir, está allí, en lo profundo. Tu madre solía llamarte adentro cuando eras pequeño ¿Cierto? Te llamaba ‘¡Helmud!’ y después decía otro nombre ¿Cuál era? Helmud se bambalea otro rato ¿Está recordando? ¿Hay algún pinchazo de luz iluminando la oscura esquina de su memoria? -No lo molestes con esta mierda. No lo recuerda y tampoco yo. Mi viejo nombre está muerto. Soy Il Capitano. -¿Qué hay de tu apellido? –Pregunta Gorse. -Croll. -Dice en voz baja. –Mi padre era Sargento Warret B. Croll. Croll. Bradwell se acerca más a Il Capitano. Se estira y sostiene las mejillas de Helmud en sus manos. -Cuando tu madre estaba enojada, tal vez los llamaba a los dos por sus nombres completos. Las madres hacen eso ¿Cómo lo llamaba cuando estaba enojada con él? -¡Déjalo en paz! –Grita Il Capitano, retrocediendo para que el rostro de su hermano resbale de las manos de Bradwell. Se levanta. Helmud parece increíblemente pesado en su espalda y lo hace chocar contra una pared con las cajas vacías del depósito de seguridad. La cabeza de Il Capitano golpea

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Deep in Fantasy contra el metal—un golpe agudo. Se deja caer al suelo de nuevo. Se toca la cabeza—no hay sangre. -¡Qué demonios, Cap! -Dice Bradwell. -¡Sólo estamos pasando el rato! -No deberías haber dejado que Pressia entrara sola. –Grita Il Capitano. –Si muere, es tu culpa ¡Lo sabes! Helmud lo impulsa hacia arriba. -¡Tu culpa! –Le grita a su hermano. -¿Qué? –Grita Bradwell. -¡La dejaste ir tanto como yo! -Tranquilos, ahora. –Dice Gorse con las manos en el aire. Il Capitano apenas puede verlos. Son figuras tenues y parpadeantes ante sus ojos. Mira al chico en la esquina y lo odia—repentinamente y sin ningún motivo aparente. –No la deberías haber dejado ir en absoluto. -Cap. –Dice Bradwell. –Sabes que no tenía opción. Sabes que… Il Capitano cierra los ojos y siente que el piso bajo sus pies gira, suelto. –Si muere. –Dice volviendo a abrir los ojos, parpadeando. –La sangre está en tus manos. -¿Quién demonios te crees que eres? –Grita Bradwell, con sus grandes alas resplandeciendo en su espalda. Il Capitano ni siquiera se prepara para un golpe. De hecho, espera que Bradwell lo ataque. -¡Nos deberíamos desgarrar mutuamente! –Grita. – Matarnos ¡Superarlo ya! -¿Seguro sobre eso? –Dice Bradwell. Pero entonces Il Capitano escucha movimiento y la voz de Gorse. –Déjalo dormir la mona. La voz de Bradwell es áspera. –No tengo miedo de que vaya a morir. Es demasiado dura para eso ¿Sabes en qué no estás pensando todavía, Cap? No te preocupa que le guste—que elija la Cúpula por sobre alguno de nosotros. Las palabras de Bradwell penetran lentamente, y se da cuenta de que tiene razón. Bradwell siempre podía ver todas las posibilidades antes que él ¿Qué pasa si ama cómo es estar en la Cúpula? ¿Qué pasa si se va… no muerta, pero se marcha de todas formas? No puede pensar en nada que decir—nada en absoluto. Siente como si fuera a empezar a llorar. Mierda. Lágrimas se deslizan por sus ojos. Entonces siente una mano en su cabeza. Remueve el pelo de su frente gentilmente, con suavidad. La mano le palmea el cráneo como a un nene pequeño, sudoroso por jugar en el bosque. Una voz dice. -Waldy. Waldy, Waldy, Waldy. –Así es como su madre lo llamaba cuando era pequeño. Waldy. Apodo de Walden. -Waldy, Waldy. -Helmud recuerda. Le palmea la cabeza de la forma en la que su madre una vez lo hizo hace un tiempo, cuando eran inocentes, hace un tiempo, cuando Il Capitano era Waldy. 213

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Deep in Fantasy -No pude salvarla. –Le dice a Helmud. No se refiere sólo a su madre sino también a Pressia. Helmud envuelve los brazos alrededor de su hermano, lo sostiene con fuerza. Il Capitano toma aire y lo suelta. Helmud lo sigue sosteniendo. Se cubre los ojos con las manos. Está llorando. –Lo siento. Susurra. –Perdóname. Perdóname. –Lo siente no sólo por la muerte de su madre, sino por todas. -Perdóname. –El niño en la trampa, las Muerterías, las jaulas de chicos fuera en el frío. Mató gente. Fue causante de muerte y sufrimiento… Lo siente por todo el dolor. Por todo. -Perdóname. –Es lo que no pudo decir en la cripta. Pero aquí, ahora, con Helmud, Il Capitano está pidiendo perdón a la Santa Wi o Dios o a cualquier fuerza que pueda existir más allá de ellos. – Perdóname. –Sigue diciendo. Quiere decir: Llévate esto de mí. Llévatelo. Y entonces lo siente—algo desgarrando su pecho. Y siendo levantado. Y ya no está.

PERDIZ CONFETI

-Baila conmigo. –Grita Iralene por sobre la música. –Vamos. Perdiz se siente sorprendido. Pressia iba a golpearlo. Sus ojos revolotean por la multitud, por mesas de banquete, vestidos brillantes, cabello lustroso, cubiertos relucientes, arcos dorados en el techo ¿Ésta fue la primer mirada de Pressia a la Cúpula? Y él está en el centro de todo, tomando champán en un traje hecho a medida, junto a su novia, ¿esposa? –No puedo. –Dice en voz baja. Y justo entonces, alguien en alguna parte suelta confeti rosa. Lo vuela una máquina oculta y revolotea a su alrededor. Le recuerda el principio de todo—corriendo por el filtro masivo de aire, las aspas gigantes de ventilador, cortando los filtros rosas, todas las fibras girando a su alrededor. Le recuerda a la forma en la que la ceniza flota en el aire—allí afuera—y a Lyda y lo que ella dijo sobre estar encerrado dentro de un globo de nieve. Iralene le tira del saco. -¡No dejes que Pressia lo arruine! Llegará a conocerme, y le gustaré. A ti tampoco te guste la primera vez. –Dice. La chica lo empieza a empujar hacia la pista de baile. Él la detiene y la mira

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Deep in Fantasy a los ojos. Recuerda cómo era la primera vez que la conoció. Estaba rígida y rara—casi como un extranjero. Y era una extranjera. Había vivido tanto tiempo suspendida. –Hice un desastre. Ella envuelve los brazos a su alrededor, lo sostiene con fuerza. –No, no lo hiciste. Hiciste lo correcto. Te vi hacerlo. Sé que es la verdad. Se lo explicarás todo. Entenderá. -No creo que jamás lo entienda. -Sé qué harás, Sr. Perdiz Willux. -¿Qué? -Tienen el mejor regalo del mundo para darle, y una vez lo hagas, te perdonará todo. -Iralene le sonríe. -¿Verdad? Perdiz tiene a su abuelo. Vivo. El ventilador asentado en su garganta fue sacado, y lo enmendaron, suspendieron. Incluso podría tener a su padre, aunque no puede acceder a esa cámara—no aún al menos. Por ahora, puede devolverle a su abuelo. Puede intentar. Pero siente como si se estuviera ahogando. Falló. Pressia lo sabe. Probablemente no sepa lo peor de eso. -Al final, mirarás hacia atrás y todo tendrá sentido. ¿Alguna vez tendrá sentido? ¿Alguien alguna vez mirará a esta serie de eventos y sabrá que trató tan duro de hacer lo correcto—mientras todo se desmoronaba a su alrededor? -¿Qué más puedo hacer? –Dice. -Puedes bailar con la Sra. Perdiz Willux. Aún sorprendido, deja a Iralene llevarlo a la pista de baile, confeti llenando el aire, ensuciando el suelo como nieve rosa.

PRESSIA SALTADOR

-Usualmente soy yo el que está vestido de guardia. –Dice Beckley. -¿Te molesta si me saco la corbata? -¿Qué me importa? –Dice Pressia. Está furiosa. Tiene la sensación de dos puños golpeándole el pecho a la vez. Bradwell tenía razón—sobre los Puros, sobre Perdiz. Le avergüenza haberse tragado la alegría, el amor, la desnuda esperanza de una boda— incluso por un segundo. Extraña a Bradwell más que nunca. Él dice lo que quiere decir—incluso aunque sabe que a ella no le va a gustar. Es un lío—todos los humanos lo son—pero al menos es real. Il

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Deep in Fantasy Capitano y Helmud también. Se pregunta si siquiera tendría que haber venido. Pero puede sentir la caja de metal clavándosele en la cadera. Debe tratar de salvar gente. Tiene que darle una oportunidad—incluso si Perdiz es una causa perdida. Están caminando por una calle vacía. Los frentes de las tiendas están cubiertos con fotos de Perdiz e Iralene en varias poses. Se detiene en una del chico empujando a su prometida en una hamaca de madera. –Míralo. Beckley se mete el moño en el bolsillo y para. –Estaba allí. –Dice. –Él no quería posar para las fotos. -Tal vez no quería posar para ellas, pero el hecho es que lo hizo. Dejó que alguien los fotografiara. –Mira el rostro de Beckley. Es más grande que ella por bastante, se ve algo endurecido. -¿Cómo es? –Dice ella. –¿Vivir en este lugar? -¿Qué se yo? Ha pasado tanto tiempo que ya no tengo a nada con qué compararlo. -¿No recuerdas el Antes? No te creo. -Quizás esa es tu primera lección. No deberías creerle a nadie aquí. –Él se vuelve a poner en movimiento. Ella camina detrás con rapidez. -¿Es siempre así de horrible y hermoso? -Generalmente no está tan iluminado, pero sí. -Perdiz dice que va a traer a mi abuelo de vuelta. Está muerto, Beckley ¿Piensa Perdiz que es Dios? Fue cruel de parte de él decirlo—prometerle su abuelo. Perdiz sabe qué significaría para ella tenerlo de nuevo. Fue el único padre real que alguna vez conoció. No era su abuelo verdadero, pero eso sólo hacía todo lo que hizo más remarcable. Le salvó la vida. -Dime ¿De qué lado estás? –Pregunta ella. -No hay lados. -¿Y es esa la segunda lección? -Supongo que puede ser. -Creo que hay un lado bueno. –Dice Pressia. –Y estás en él o no lo estás. El guardia mira a la chica y después al aire mustiado. –De todas formas ¿Cómo es allí afuera? ¿Cómo puede describir el mundo fuera de la Cúpula? Es imposible. –No sé. –Dice Pressia. -Real. Beckley mira el punto en la estrecha acera, más blanca que el resto. -¿Qué es eso? –Pregunta Pressia. Él se detiene, mira al edificio y apunta a una de las ventanas que ha sido cubierta por plástico grueso. –Saltador. 216

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Deep in Fantasy -¿Saltador? Él asiente. -¿Te refieres a que alguien saltó por esa ventana? -Sip. -Y la acera está blanca porque… -Limpiaron la sangre con blanqueador. –Beckley se mete las manos en los bolsillos y sigue caminando. Pressia mira de lado a lado la acera y la calle estrecha. Ve otra mancha de blanqueador. Después otra. Todas se ven frescas. -¿Por qué hay saltadores, Beckley? –Pregunta. -Es tan horrendo como hermoso, ¿O no? Y a veces también es real aquí. – El guardia camina hasta la puerta principal de un edificio departamental, aprieta el timbre. La puerta se abre. Entran a la recepción con lujosos muebles de terciopelo y grandes espejos con marco dorado. Orquídeas brotan de floreros ornamentados. No pueden ser reales. Beckley asiente hacia un hombre sentado detrás de un escritorio. Está mirando una TV en miniatura. Pressia no ve una televisión desde el Antes. Tiene lluvia pero color—y entonces reconoce el lugar. El hombre está viendo la recepción de boda de Perdiz e Iralene. -Es el gran día. –Dice el hombre, frotándose la panza. –Pensé que estabas allí. -Otro día, otro dólar. –Dice Beckley. El hombre mira a Pressia pero no hace preguntas. Beckley la lleva a un ascensor. La puerta se desliza y abre. A Pressia la pone nerviosa tener que entrar a la casa, pero se niega a mostrarlo. Se para detrás de Beckley, quien ilumina un botón circular, y presiona la espalda a la pared. El elevador se sacude y sube. Se le da vuelta el estómago. Justo cuando el ascensor se detiene, Beckley se estira y sostiene un botón. – Lyda no lo está llevando muy bien allí dentro. Pressia se adelanta. -¿A qué te refieres? Beckley sacude la cabeza. –Hoy puede no ser fácil, por obvias razones. El guardia se cubre la boca con el puño y tose. Entonces, con su mano aún alzada, dice. –Una vez tenga al bebé, la van a volver a meter. -¿Volver a meter? El hombre suelta el botón y la puerta se abre. Mira a un lado y al otro del pasillo. –Perdón. –Dice, sacándole el arma de la pistolera. -Protocolo. –Y luego murmura, tan suave que ella apenas puede descifrar lo que dice. – Volverá al centro de rehabilitación. Para gente loca. Nunca saldrá. -Pero el bebé… 217

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Deep in Fantasy -El bebé estará bien. –Susurra él. –El bebé es un Willux.

PRESSIA MADRE E HIJA

El departamento es prístino, espacioso: muebles blancos, cortinas blancas, muros blancos enmarcados con impresiones de flores en vasos que casi hacen juego con las flores en los floreros sobre las mesas aquí y allá. Y sentados en dos sillones hay dos mujeres, un hombre y una chica, todos perfectamente posicionados alrededor de una televisión brillante, sintonizada en la recepción, por supuesto. No se le puede escapar. Lyda no está entre ellos. A Pressia le disgusta la vacía perfección de todo ¿Alguien va a dejar que Lyda vuelva a ser mandada al centro de rehabilitación después de sacarle su bebé? ¿Sabe la gente el secreto? Pensó que sabía qué era el infierno. Pensó que lo conocía íntimamente— una alimaña agarrándola en un campo de escombros, las muerterías de la ORS, los Terrones alrededor de Crazy John-Johns, las criaturas contenidas en la niebla en Irlanda, enfermas, los pulmones tapados, una muerte lenta. Pero no. Este es un infierno que nunca se imaginó—uno educado y vicioso. -¿Dónde está Lyda? –Les pregunta Pressia. La miran, cada par de ojos observando su puño de cabeza de muñeca envuelto. No soporta la forma en la que la miran boquiabierta. Desgarra los vendajes. Debería haberlo hecho en la recepción—mostrarles la verdad de quién ella es. Deja caer el vendaje al suelo. Se siente libre de nuevo—como si la cabeza de muñeca pudiera ahora respirar. Una de las mujeres toma a la niña y la abraza contra su pecho. -¿Quién es esta, Beckley? –Pregunta la otra mujer. Se levanta y su vestido ondea como si estuviera debajo del agua. Beckley da un paso hacia adelante. –La media-hermana de Perdiz. -Dice. Pressia se saca el gorro y lo tira en una mesa para que puedan ver las quemaduras curvadas alrededor de uno de sus ojos. –¿Dónde está Lyda? El hombre le dice a la mujer apretando a la niña. –¡Llévala a la cocina! ¡Por el amor de Dios! -¡No! –La chica dice. -¡Quiero verlo! Pero la madre dice. -¡Calla, Vienna! ¡Muévete! ¡Ahora! El hombre agarra el brazo de la chica y la empuja hacia la cocina, la mujer los sigue de cerca. La señora del vestido flotante se mantiene firme. Le dice a Beckley,

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Deep in Fantasy ignorando a Pressia. -¡No quiero a mi hija hablando con esta Miserable! ¿Me escuchas? ¡Esta situación ya es lo suficientemente delicada! -¿Eres la madre de Lyda? La mujer mira a Pressia. Simplemente asiente cortante. -¡No lo soportaré! – Le sisea a Beckley. -¡No lo soportaré! ¡Dile que debe irse! Beckley se encoge de hombros. De hecho, se ve algo divertido por la situación. –Puedes decírselo tú misma. Soy un guardia, no un mensajero. -¿Perdona? No puedes usar ese tono conmigo. –Dice la madre de Lyda. – Espera a que reporte esto ¡Sólo espera! Beckley sonríe con suficiencia. No le teme a la madre de Lyda. Puede ser que las mujeres dentro de la Cúpula nunca son tanta amenaza como escuchó que eran en el Antes, con el peso del feminismo femenino. La madre de Lyda parece como si fuera a llorar, como si fuera bien consiente de que no tiene poder real. Dice. –Quiero lo mejor para mi hija. Mi única hija. -¿Es eso verdad? –Tal vez tiene poder y Beckley lo está probando, por el bien de Lyda o el de ella. La señora se gira; su pollera revolotea a su alrededor. Agarra su bolso y dice. –¡No puedo trabajar bajo estas condiciones! Soy una profesional. ¿Está aquí trabajando? ¿Es una madre profesional? Pressia no entiende. La madre de Lyda camina hacia la puerta. –Quiero el cuarto de bebé desmantelado. Quiero que todo sea tirado y reemplazado. Cada cosa ¿Me escuchas? –Su voz es fría y distante. Beckley no responde. Destraba la puerta y la mantiene bien abierta. Mientras la mujer pasa, mira de vuelta a Pressia. Ahora no parece enojada; es como si toda esa emoción se hubiera disipado repentinamente y como si lo que saliese en su lugar fuera miedo. A Pressia le gusta. Piensa en Il Capitano—miedo es poder. No hay duda de por qué le gustó todos esos años. Lo hizo sentir protegido y a salvo. Beckley cierra la puerta detrás de la madre de Lyda y se gira hacia Pressia. –Sacaré a la familia Culp de aquí. –Dice. –Puedes ir por ese pasillo. Lyda probablemente esté en el cuarto de bebé. La puerta está en la derecha. Tendrá traba. -Gracias, Beckley. –Dice ella. -¿Por qué? –Dice él. -Ya sabes. –La respaldó. El guardia asiente y va hacia la cocina. Mientras camina por el pasillo, Pressia huele algo familiar—humo.

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LYDA PRUEBA

No. Perdiz vendrá por ella. Empezarán una nueva vida. La ama. Recuerda despertarse con él en el vagón de subterráneo, el sucio viento levantando su capa. La besó rápidamente, antes de que Madre Hestra pudiera atraparlos. Luego, yaciendo uno junto al otro en la casa del alcalde, Perdiz fue el que quiso que vaya con él. La forma en la que la miró, en que la tocó, cómo se sintió cuando estaban cerca del otro—eso era amor ¿O no? ¿Puede el amor simplemente desaparecer? Ella fue quien le dijo a Perdiz que se case con Iralene—para frenar los suicidios ¿No fue lo correcto que hacer? ¿Fue armado? ¿Quería Perdiz permiso para traicionarla? Mira alrededor del cuarto—la cuna desmantelada, el pequeño colchón inclinado contra una pared junto a una pila de libros de bebé despedazados y el bol de cenizas donde quemó hoja tras hoja, la pila de lanzas que talló de los palos, las virutas ensuciando el suelo y las bolsas de hilo y agujas de tejer que le trajo Chandry. Mira su vestido rasgado, lo apretado que está alrededor de su cintura, donde su panza seguirá creciendo… este es el cuarto de un loco, y ella es la loca dentro ¿Ha estado tan depravada del sueño que no podía verlo claramente por lo que era? Levanta los pedazos de su vestido. Lo tirará a la basura, y nadie verá lo que le hizo. –Puedo cambiarme. –Susurra. –Puedo volver a ser mi vieja yo. – Alza la bolsa de elementos de tejido. –Puedo hacerlo. –Camina hacia la pila de libros de bebés destrozados, queriendo esconderlos, pero accidentalmente patea el bol de cenizas, que se desparraman por el piso. Se arrodilla y trata de devolver las cenizas al bol, pero mancha el suelo con hollín ennegrecido. Entre más la frota, más oscura se vuelve la mancha. Hay un golpe en la puerta. No, no. -¿Quién es? –Es su madre. Lo sabe. Su madre vuelve para decirle qué tan avergonzada está, cuan mal está Lyda, qué niña terrible crió. Le dirá a Perdiz todo sobre el cuarto del bebé. -Lyda. No es su madre. Es una voz que reconoce pero que no puede ubicar.

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Deep in Fantasy Se para y en silencio camina hacia la puerta. Toca la madera con la punta de los dedos, suavemente, como una araña de agua en la superficie de un estanque. Recuerda verlas de niña—empujando y deslizándose tan ligeras como el aire. -¿Quién es? -Soy yo. Es Pressia. No, no puede ser. Es un truco. Sacude la cabeza. –No te creo. -Lyda, soy yo. Tenemos que hablar. ¿Cuánto pasó desde que en verdad durmió toda la noche? Quizás su falta de descanso la volvió paranoica, o tal vez debería estar paranoica. -¡No confío en ti! –Mira las esquinas superiores del cuarto donde cubrió las cámaras. – Sólo déjame en paz. Dile a Perdiz… -Pero no puede completar la oración ¿Qué querría que alguien le dijera a Perdiz? -Puedo probar que soy yo. –La voz dice. –Pregúntame algo que sólo yo sabría. Piensa en los tiempos que estuvieron juntas. –La granja. –Dice. –Dime. -Todos estábamos allí. Illia también. Mató a su marido. -Illia. Lyda la recuerda en la bañera, sus puños brillantes sacudiéndose en el aire. -Está muerta. –Dice Lyda. Quizás la gente en la Cúpula ya lo sepa. Necesita algo más específico. –El tapizado. –Dice Lyda. –Cuéntame sobre el tapizado en el cuarto de operaciones. -Botes. –Dice Pressia. –La pared estaba cubierta de pequeños botes porque no era un cuarto de operaciones. Una vez fue una habitación de bebé. Lyda mira a su alrededor, su propio cuarto de bebé ¿Es por eso que preguntó? El tapizado fue prueba de que alguna vez Illia pensó que iba a tener un bebé y entonces, por algún motivo, no lo tuvo. Esto es a lo que más le teme ahora. Si Perdiz verdaderamente se casó con alguien más, ¿Qué pasará con ella y el bebé? Se encuentra repentinamente exhausta. Se inclina contra el muro, descansando la mejilla contra su frialdad, aplastando las palmas de sus manos. Mira a la manija ¿Está Pressia del otro lado? ¿Es una mentira? ¿Puede confiar en algo de lo que alguien diga dentro de la Cúpula? Mira la leve huella de ceniza que marcó su mano. Aprieta la traba en la manija, la gira y abre un poco la puerta. No puede mirar. Quiere ver tanto el rostro de Pressia que empieza a llorar. -Lyda. Levanta la vista. Pressia ¿Cómo es posible? Pressia entra en el cuarto del bebé, cierra la puerta con traba de nuevo, y las dos se abrazan. 221

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Deep in Fantasy Se sostienen mutuamente con fuerza.

PRESSIA CYGNUS

Lyda tiembla en lo profundo. Apenas puede estar de pie. Pressia la sostiene en alto. –Debemos sacarte. Van a llevarte y tomar al bebé una vez haya nacido. Lyda asiente ¿Ya sabe que es verdad? Si no, no la sorprende. –Quiero volver con las Madres. Este lugar—no puede ser salvado. -Escucha, tenemos la intensión de derribar la Cúpula. –Susurra Pressia. -¿Realmente van a hacerlo? ¿Pueden? -Si Perdiz se ha vuelto contra nosotros, tendríamos que. –Dice Pressia. Bradwell e Il Capitano están afuera, esperando mi palabra. -¿Esperando por palabra para tirar abajo la Cúpula? ¿Cómo mandarías el mensaje? -No lo sé. Pensé que tendría ayuda una vez estuviera aquí. -Cygnus. –Dice Lyda en voz baja. –Están aquí. Son los seguidores de tu madre. Pueden ayudarnos, creo. -Alguien de Cygnus me encontró cuando recién entré a la Cúpula. -Podemos tratar de que nos ayuden. Sé que podemos. –Dice Lyda. -¿Qué dirá el mensaje? -Bueno, no estoy lista para mandarlo. Tengo la cura conmigo. -Dice Pressia. –Necesito llevársela a alguien que sepa qué hacer con ella. Todavía podemos salvar gente—los sobrevivientes. Podemos hacerlos completos. No podemos derribar la Cúpula hasta que trate de darle esto a alguien en quien podamos confiar. -Sí, pero ¿Qué tipo de mensaje enviarías? ¿Qué diría? -Pregunta Lyda. -Sería algo que sólo puede ser mío. –Mantienen sus voces bajas. -¿Un mensaje en código? Pressia asiente. –Le diría a Bradwell que nuestras vidas no son accidentes. Este es el principio, no un final. Le diría que haga lo que deba hacer. Sabrá que es de mí y que es tiempo de tirar todo abajo. Tal vez una imagen. – Piensa en Cygnus, la constelación, los seguidores de su madre—su madre sigue con ella, de alguna forma. –Quizás un cisne. -Creo que puedo encontrar a alguien que ayude a enviarla. –Dice Lyda. -No estoy segura de si alguna vez será lo correcto. Es sólo que Perdiz parece ido. Tan ido…

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Deep in Fantasy -Está ido. –Dice Lyda. –Lo está. -Me dijo que tiene a mi abuelo, que lo va a traer de vuelta—de los muertos ¿Es eso posible, Lyda? ¿Lo es? –Pressia tiene miedo de que Lyda le diga que sí, y también de que le diga que no. -¿Es por eso que realmente estás esperando a decirles que la derriben? ¿Tu abuelo? –Lyda aspira desigualmente. -¿Es posible que siga vivo? Por favor, dime. -Pueden hacer cosas que parecen buenas, pero son horribles, Pressia ¿Me entiendes? Horribles. –Empieza a llorar de nuevo, peor esta vez, sus costillas convulsionan. -¡Manda el mensaje! ¡Mándalo! Pressia la abraza y la mece gentilmente. –Todavía no. Dame tiempo. -Entonces hazme un pequeño favor. –Susurra Lyda, su voz temblando. -¿Qué? -Dile al guardia que el orbe está roto. -¿El orbe? -Los orbes mantienen las imágenes de los cuartos cambiando. No puedo explicarlo. Sólo prométemelo. -Lyda, justo ahora tenemos que concentrarnos en— -¡Sólo díselo! -Grita Lyda. -Bueno. –Dice Pressia tan gentilmente como puede. –Se lo diré. Está bien. Va a estar bien. -Estoy tan cansada. –Susurra Lyda. –No puedo dormir. -Estoy aquí. –Dice Pressia. –Podrás dormir ahora. Estoy aquí.

PERDIZ CAMAS DE LATÓN

Perdiz alza a Iralene, la lleva atravesando el umbral dentro de una suite en el pent-house. Esta es una luna de miel. No debería estar sorprendido por el lujo de todo, pero lo está. La suite es exuberante—incluso después de todos los lujos del día. Deja a Iralene sobre sus tacos y juntos caminan por una sala de estar con muebles de cuero y un comedor, por un piano de cola mignon y una bañera con patas de garra en un baño tan grande como un dormitorio. Perdiz no puede dejar de pensar en Pressia. Desde que la vio, no puede evitar ver todo doble: desde su perspectiva y desde la de ella—toda la arrogancia, riqueza gastada y crueldad de tanto lujo cuando ambos saben qué hay fuera de la Cúpula. Se siente atragantado por la culpa.

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Deep in Fantasy Iralene tomó demasiado champán, y él también—más de lo que debía porque quería ahogar la culpa. Pero ahora desea no haberlo hecho. Le gustaría ser capaz de pensar. Debe llegar con Pressia y Lyda lo más pronto posible ¿Cómo? Iralene corre adelante suyo y abre la puerta del dormitorio. Lo llama. ¡Tienes que ver esto! ¡La cama es tan grande como una pileta! –Desaparece en el cuarto. Él camina hacia el salón pero no entra a la habitación. Esta no es una luna de miel real Iralene saca la cabeza por la puerta del dormitorio y lo mira. ¡Zambullámonos! –Se saca los zapatos. -Iralene, -Dice él. –Sabes que es todo falso. -¿Qué? –Dice ella. –No puedo escucharte. Él camina hasta la puerta de la pieza y se inclina contra el marco. Iralene había trepado la cama de dosel, su manta blanca cubierta de pétalos. Se gira y cae de espaldas, los brazos estirados, los pétalos rebotando a su alrededor. -¡No te escucho! ¡No te escucho! –Canta. Perdiz camina hacia la cama y se sostiene a uno de sus postes, como alguien en un bote tratando de recuperar el equilibrio. Es, de hecho, una gran cama con dosel—con un brillante marco de latón. Como la que estaba arruinada en el tercer piso de la casa del alcalde donde él y Lyda se arroparon y tuvieron sexo—donde él le contó que la amaba. Una cama de latón. -No puedo dormir aquí, Iralene. Ella alza a cabeza. -¿Qué? -Sabes que no puedo. Sabes por qué. -Pensé que lo decías en serio. Lo que dijiste hoy. Lo que me prometiste. Lo sentí. -Creo que sí lo hacía. -¿En serio? -No sé. -¿Sabes en qué soy buena, Perdiz? ¿Sabes cuál es mi rasgo más perfeccionado? Se propulsa sobre sus codos. Se ve hermosa en la cama rodeada de pétalos de flores. –No tengo idea. -Paciencia. Tiene razón. Creció a la espera, suspendida. Se refiere a que va a esperar a que realmente se enamore de ella—de ella y de nadie más.

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Deep in Fantasy -Voy a ponerme al teléfono y hablar con Weed. –Dice Perdiz. –Quiero que ayude a Peekins con el abuelo de Pressia. Quiero que trate de ayudarme a entrar en la cámara bloqueada sin nombre de allí abajo. Tengo que— -Haz lo que necesites hacer, pero recuerda—todavía me debes. -Lo sé. –Dice él, pero la voz de Iralene cambió de una forma que lo puso intranquilo. Se dirige hacia la puerta. -Perdiz. –Ella susurra. Él se detiene. -Puedes no haberlo dicho en serio lo de hoy, pero yo sí. –Dice Iralene. – Sólo para que sepas. A veces no lo hago. A veces tengo que decir lo que la gente quiere que diga o lo que necesite para sobrevivir. Aunque hoy lo decía en serio. Cada palabra. Perdiz asiente. Cierra la puerta con gentileza y se para allí por un momento ¿Por qué nunca Lyda le respondió las cartas? ¿Cómo se siente sobre él ahora? ¿Realmente quiere saber la respuesta a esa pregunta? Camina por el pasillo a la sala de estar de la suite. Se acaba de casar, pero por algún motivo, se siente increíblemente solitario. Tal vez es porque está solo. Su madre, su hermano, su padre—todos se han ido. Justo ahora extraña a Sedge más que nada. Sedge habría sido su padrino. Quizás incluso lo hubiera podido aconsejar. Perdiz ni siquiera tiene un recuerdo de su hermano. Entonces le viene a la memoria la excursión a la que Glassings llevó a su clase de Historia Mundial—los Archivos de Seres Queridos. Todos los chicos de la academia caminaron por los pasillos alineados con cajas en orden alfabético, cada una con un objeto personal de alguien que murió. Había abierto la caja de su madre, donde encontró algunas pistas importantes de su existencia—pistas que le habían sido plantadas. Pero nunca abrió la de su hermano. No había tenido el coraje. Ahora desea haber visto lo que hay dentro. Y entonces se da cuenta de que no necesita permiso para ir a los Archivos de Seres Queridos. Está a cargo. Quiere ir. Ahora. Extraña a su hermano y quiere ver qué hay en esa caja. Se da cuenta de que parece loco, tal vez borracho ¿Pero a quién le importa? Camina hacia la puerta de la suite y la abre. Allí, parado con firmeza, hay un guardia. No Beckley. Él sigue con Pressia y, probablemente, ahora con Lyda. Éste es un guardia que no conoce bien para nada—Albertson. -¿Señor? -Dice Albertson. -Quiero que me escoltes a un lugar.

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Deep in Fantasy -No puedo simplemente hacer eso, señor. Tendría que obtener permiso. Tendría que hacer llamadas. -¿A Foresteed? Albertson aparta la mirada. -Es mi día de boda, Albertson. Qué tal si como regalo no haces ninguna llamada, ¿sí? -No sé. –Dice Albertson. –Es sólo que no estoy seguro. -Vamos, Albertson. Sabes que es lo correcto. Sólo un pequeño viaje. Tú y yo. -¿Ahora, señor? -Sí. -¿A dónde? -Quiero visitar a mi hermano.

IL CAPITANO MIERDA QUE SÍ

Il Capitano siente una gran presión en el pecho. Está en el suelo de la bóveda del banco, las cajas del depósito de seguridad se emborronan en la pared. Está oscuro, excepto por un par de linternas parpadeantes. El jadeo de Helmud en su espalda. -¿Qué es esto? –Dice Il Capitano. Le retumba la cabeza. El aire está lleno con el olor a biodiesel. Una mano toma una de sus muñecas y después la otra, y al sentir que se las atan detrás de la espalda, se sacude y retuerce. -¿Qué demonios pasa? Pero ahora alguien los está aplastando contra el suelo. Una voz de hombre dice. –Estamos listos para arrastrarlos, Frost. El hombre a su espalda, Frost, murmura. –Bueno. ¿Dónde está la bacteria? Helmud lo está empujando, y puede sentir los bordes agudos de la caja. –Revísala. –Le gruñe a su hermano. Helmud no responde. -¡Revísala! –Grita Il Capitano de nuevo. -¡Revísala! Todavía nada. E Il Capitano sabe que ya no está. Es un fracaso. Perdió lo único que podía derribar a la Cúpula. Se acabó. -¿Bradwell? -Grita Il Capitano. -¿Estás aquí? –Alza el mentón, raspándose con el suelo, y gira la cabeza. Dios, no quiere que sepa que ya no está. Bradwell está sentado en el suelo, ya amordazado, sus brazos detrás de su espalda. Dos hombres están parados junto a él, uno a cada lado. Bradwell debe de haber luchado con bastante fuerza. Tiene un corte en la cabeza,

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Deep in Fantasy sangre corriéndole por la sien. Sacude la cabeza y pasa los ojos hacia la pared de cajas detrás de él. Il Capitano no puede leer el gesto. Divisa la lata de gasolina cerca de la puerta circular de un metro de espesor de la bóveda del banco ¿Qué diablos están haciendo con eso aquí abajo? No puede ser bueno. El rostro de Gorse repentinamente aparece al apoyarse sobre una rodilla. Sostiene un rifle viejo de la ORS. –Pensaste que podía perdonar y olvidar todo el asunto con la ORS ¿eh? ¿Pensaste que todos veríamos alguna nueva versión brillante al regalar comida y abrigo, y todo el resto desaparecería? -¿Por qué ataron a Bradwell? Está de su lado. -¿Lo está? Parece que perdió su camino, aliándose contigo. Il Capitano mira a Bradwell. Se siente mal por haberlo arrastrado. Bradwell encoge sus pesadas alas—una especie de perdón. –Pero realmente he cambiado. –Dice Il Capitano. -¿Alguna vez pagaste por lo que hiciste? –Dice Gorse. -¿Lo hiciste? No tiene que pensarlo mucho. La respuesta es no. No pagó en realidad. Impartió tanta muerte y sigue vivo. -¿Qué van a hacer conmigo? -¿Conmigo? –Susurra Helmud. -Será servida justicia. –Dice Gorse, y después mira a Frost, quien tiene a los hermanos trabados contra el suelo. –Ve y amordázalos a ambos. -¡Gorse, espera! –Grita Il Capitano. -¡Pensé que éramos amigos! -Ahora sabes mejor. -¡Pero encontramos a tu hermana! Gorse se para y le apunta el rifle a la cabeza. –No vuelvas a hablar de mi hermana. Quizás esté muerta. Quizás esté viva. Pero el hecho es que pensé que estaba muerta todos estos años por ti ¿Cuántos dejaste morir en las muerterías? ¿Cuántos se congelaron en tus jaulas? ¿Cuántos cazaste y usaste como blanco? ¿Mantuviste la cuenta? ¿Eh? Il Capitano trata de luchar de nuevo contra las cuerdas. Si no puede librarse es hombre muerto. Ambos, él y Helmud. Gorse lo patea en las costillas. Se dobla a la mitad. Jadea en el piso, retorciéndose sobre el dolor, mientras Frost le envuelve un trapo en la boca, haciéndolo aún más difícil respirar. Justicia, piensa Il Capitano. Está bien. –Golpéame de nuevo. –Gruñe contra el trapo. -¡Hazlo! –Es lo que se merece. Pero puede escuchar los gritos de protesta de su hermano pronto sofocados. Il Capitano no dejará que Helmud pague. Luchará por él, por sí mismo. Es quién es. Peleará todo el camino. -¿Le tapamos los ojos? -Pregunta Frost. -No. -Dice Gorse. –Quiero que vea esto.

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Deep in Fantasy Frost tira de Il Capitano para ponerlo de pie. Los dos hombres, ambos con rostros retorcidos y metal sobresaliendo de sus brazos, como si hubieran estado en el mismo lugar durante las Detonaciones y tuvieran suerte de no estar fusionados juntos, levantan también a Bradwell. Caminan por la puerta dentada de la bóveda del banco hacia los yacimientos desmoronados de la recepción y por el agujero en los escombros—no le es tan fácil con las manos atadas detrás de la espalda, bajo el peso de su hermano. Sobre el nivel del suelo, el viento es frío y cortante. Bebió demasiado; se siente enfermo. La cabeza lo está matando, y se siente algo mareado. Está casi feliz de que Frost tenga un agarre tan fuerte sobre su brazo superior; de otra forma, podría caer. Están rodeados por una docena de gente, más o menos, incluyendo un par de Amasoides aglomerados. Trata de distinguir todos los rostros para ver si hay algún amigo entre ellos. Entonces escucha una voz que recuerda bien. -¡Felicidades, Il Capitano! – Ve a los adoradores de la Cúpula que encontraron a Wilda en un campo cuando recién fue devuelta de la Cúpula, purificada, como era. Recuerda las cicatrices bulbosas y trenzadas corriéndole por un lado de la cara. Margit. Ella lo odia. Margit se acerca, le encaja los dedos debajo de la mordaza, empujándola hasta la punta de su mentón. -¿Qué dices? -Mierda. -Il Capitano dice, sacudiendo la cabeza. -¿No estás feliz de ver gente de mi calaña? -La última vez que te vi habías sido golpeada por una araña, atrapada ¿Así que no explotaste? -Fui salvada. Por Dios. -Un regalo de la Cúpula, adivino, ser salvado así. -Y no están felices con nosotros, Il Capitano. No están felices para nada. -¡Pero querían a su hijo devuelto y eso pasó! ¿Qué podrían posiblemente querer ahora? -Deben de querer otro sacrificio. –Dice ella. Il Capitano asiente lentamente. –Y adivino que no será un auto-sacrificio. -¿Yo? No. Quiero estar aquí cuando seamos llamados para unírseles en el paraíso de la Cúpula. No ser ceniza en el viento. -Ya veo. –Il Capitano ahora sabe para qué será usado el biodiesel. Arder hasta morir—no su preferencia para irse. –Pero te pediré una bondad. -¿Qué cosa? -Dejen a mi hermano. –Dice Il Capitano. –Es un ángel. Es bueno. Dejen a

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Deep in Fantasy mi pobre hermano. –No puede evitar el hecho de que haya un tono irónico en su voz. -Ahora ¿Cómo lo salvaríamos y no a ti, hombre tonto? -Creo que van a tener que ser suaves conmigo. -Il Capitano alza las cejas. – No pueden dejar morir otra alma buena ¿O no? Margit alza su puño apretado y con los nudillos golpea a Il Capitano en la cabeza. Le recuerda a su abuela que lo golpeaba cuando se le iba debajo de los pies. –Tal vez esa sea la mejor parte—tú sabiendo que tus pecados causaron la muerte de tu hermano. -Margit se gira y le dice a Gorse. – Deberíamos golpearlos bien y sólidamente primero y después prender fuego al hermano en su espalda para que Il Capitano pueda escuchar sus gritos. A Gorse le gusta la idea. -¡Mierda que sí! –Dice burlándose de Il Capitano de la noche anterior. -¡Mierda que sí! Y antes de que Il Capitano pueda escupir algo más, Margit le vuelve a meter la mordaza en la boca.

PERDIZ

HERIDA DE BALA

En media hora, Perdiz está junto a Albertson en la entrada de los Archivos de Seres Queridos. Golpean y esperan. Es media noche ¿Habrá alguien de turno? El rostro de una mujer pálida aparece en una pequeña ventana rectangular junto a la puerta. Le sorprende ver a Perdiz. Él saluda. Ella se congela un momento y después sostiene en alto un anillo con llaves. Desaparece. Los cerrojos se abren. Abre la puerta. -¿Puedo ayudarlos? –Es una mujer pequeña con un corte de pelo justo por encima de los hombros. -Esperaba poder tener un par de minutos. Hay alguien a quién quiero buscar. –Dice Perdiz. Ella mira a su espalda y después dice. –Es pasada la hora. No tenemos visitantes usualmente, pero en tu caso. –Dice ella, aturullada. –Entren. -Gracias. -Sabes que tu padre aún no tiene una caja. -No estoy aquí por mi padre. Albertson dice. –Les daré privacidad. –Mira a la dependiente, quien asiente velozmente. Ella traba la puerta. –Tal vez sepas el camino.

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Deep in Fantasy -Lo hago. -Bueno, entonces. Vendré a controlar en unos minutos. Al adentrarse por el pasillo, Perdiz siente una extraña sensación de calma. La última vez que estuvo aquí fue como ladrón. Robó los contenidos de la caja de su madre. Su padre sabía que lo haría. Había sido embaucado. Esta vez, es consciente de su padre. De hecho, en este momento, se siente más cercano a él que en ninguno de los funerales—¿O es que está más próximo? ¿Acercándose? Encuentra el pasillo alfabéticamente correcto al final del cuarto y lo sigue. Sus talones chocan contra el suelo embaldosado—golpes rápidos y cortantes, como si hubiera alguien en el frío en la puerta principal, esperando a que lo dejen entrar. Tiene miedo por un segundo de no ser capaz de abrir la caja de su hermano—justo como la última vez. Pero el sentimiento es fugaz. Abrirá la caja, pero nunca sabrá si lo que hay dentro es lo que su hermano realmente dejó atrás o si es algo que su padre plantó para que lo encontrara. Ese es el pensamiento que enlentece sus pasos. No quiere tener más que descifrar sobre su padre. Déjame en paz, quiere decirle al viejo. Pasa por los nombres sobre el frente de las cajas tan rápido como puede. Debajo de ellos hay una lista con causas de muerte. Está buscando a Willux—Sedge Watson Willux. Camina por las V, hasta las W, y entonces se detiene. Weed. Marta Weed. Victoro Weed. Los nombres de los padres de Arvin. Estaban en la lista de su madre. Perdiz le preguntó a Weed sobre sus padres. Dijo que estaban bien, que tenían un resfrío, pero que eso era todo ¿Murieron? La causa de muerte lee, simplemente, CONTAGIO. Y entonces hay dos otros nombres: Berta Weed, cuya muerte está enlistada como ATAQUE AL CORAZÓN , y Allesandra Weed, que tiene una sola palabra escrita debajo de su nombre: INFANTE. Perdiz recuerda el día de la excursión con la clase de Historia Mundial con Glassings. Fue Arvin quien preguntó si podían abrir las cajas. Había encontrado una tía—tal vez Tía Berta. Sus padres no estaban muertos. ¿Había quedado su madre embarazada de nuevo? Perdiz tiene el extraño deseo de abrir la caja de los padres de Arvin. Nadie está aquí. Está sólo. No. Estas cajas son sagradas. Camina un par de pasos y encuentra SEDGE WATSON WILLUX y junto a él ARIBELLE CORDING WILLUX. Presiona la punta de los dedos contra el nombre 230

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Deep in Fantasy de su hermano. Su mente revive el momento de la muerte suya y de su madre—juntos—el beso, la explosión, la sangre esparciéndose finamente a su alrededor. Sacude la cabeza. -No. Viva. Quiero verla viva. –Cierra los ojos y piensa en ella en la playa, metida hasta los tobillos en la espuma oceánica delineando la costa. Su cabello vuela al viento. Está mirando al horizonte. Él susurra. – Mírame. –Y ella gira la cabeza, y puede verle el rostro. Su madre se tira el pelo hacia atrás y lo mira con amor. Amor real. Le duele la garganta. Abre los ojos. La causa de muerte de su hermano es la misma que cuando estuvo aquí la última vez, la mentira que solía creerse: HERIDA DE BALA, AUTO-INFLINJIDA. Odia a su padre por matar a su hermano—dos veces. Una vez con una mentira. Otra al tocar un botón. La última vez que estuvo aquí, no podía soportar ver la vida de su hermano reducida al contenido de una caja. Pero ahora, tomará lo que pueda obtener. Saca la pequeña caja de su ranura, aguanta la respiración, y la abre. Está vacía. Mete la mano y la presiona al fondo—como Sedge una vez le enseñó, nadar hasta el fondo de la parte más profunda de la pileta y aplanar las palmas contra el piso. Un recuerdo rápido y cortante. Sedge le enseñó a nadar. Devuelve la caja a su agujero y después tira rápidamente de la manija de la de su madre. Nada, por supuesto. No tiene nada en absoluto ¿Esperaba algo? ¿Sigue queriendo algo de su madre? Sí, lo hace. La extraña con un dolor agudo. -¿No hay mucho que robar esta vez, o no? Se gira y allí está la dependienta. Ella se aprieta su saco de punto al alrededor de las costillas y cruza los brazos. Perdiz debe de verse tan culpable. No sabe qué decir. -Estaba de turno la última vez que estuviste aquí. De hecho, -Dice ella inclinándose hacia él con su pelo meciéndose hacia adelante, tocándole las mejillas. –Era yo quien controlaba las cámaras cuando tomaste las cosas de tu madre. -Se lo reportaste a mi padre ¿Supongo? -Oh, la cadena de mando es larga y complicada. No conocía el motivo de por qué se suponía que robarías esas cosas. Sólo sabía que era bueno si lo hacías y que debíamos entonces dejarte ir.

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Deep in Fantasy -Fue un ardid bastante elaborado. –Dice Perdiz. –Le concederé a mi viejo eso. La dependienta asiente. –Intentó hacerlo también con Sedge. Un plan muy similar. Un par de años antes de que aparecieras por aquí. -¿Qué quieres decir conque lo trató con Sedge? -Oh, Sedge también fue traído en una excursión—no con ese maestro tuyo. Era alguien más. Y fue con la caja de tu madre. Y dentro había retazos de piezas, chucherías, como las que encontraste. Pero no las robó. No pudo. Miró a su alrededor y estábamos mirándolo por medio de cámaras de vigilancia—yo y otro dependiente a cargo de reportarlo pero no detenerlo. No, no. Sabíamos que quería robar sus cosas. Nos aseguramos de que esté bastante solo. Pero había algo en él que no lo dejaría tomarlas. –La dependienta sonríe ante la memoria. -¡No es tanto un ladrón como tú! Así que su padre probó a Sedge ¿Pero su negación contó como aprobar o fallar? -Aunque Sedge se tomó mucho tiempo. –Dice la dependienta. –Leyó una pequeña tarjeta de cumpleaños—esa era para él, por supuesto, con su nombre en ella. Miró el collar con la borla en él, y algo más. -¿Una caja de música? –Dice Perdiz. -Sí. Era una caja de música. Y si me lo preguntas, se dio cuenta de algo al sostener esos objetos. Lo sintió en lo profundo. Lo que encontró lo conmovió. Supo algo que no sabía antes. -Quizás supo que nuestra madre podría no estar muerta, después de todo. -¿Es eso? Perdiz asiente. -Después fue a las Fuerzas Especiales. Escuché que fue el primero en ofrecerse voluntario para dejar la Cúpula. Quería estar allí afuera. –La dependienta pasa la mano por un par de asas. Cada una resuena, metal contra metal. -Tal vez fue a buscarla. No de la forma en la que tú lo hiciste, pero a su propia manera. Entregó su cuerpo a las Fuerzas Especiales. Se volvió una máquina de lucha, casi un animal sin habla. De alguna forma mantuvo una parte de sí mismo y, al final, nunca se volvió contra su hermano. Luchó por él. Perdiz se pone una mano sobre los ojos, inclina la cabeza. Empieza a llorar. Se imagina a Sedge en los momentos después de saber qué había en la caja de archivos personales de su madre ¿También dejó su padre la pista de que podría estar viva fuera de la Cúpula? ¿Sintió como si quisiera peinar toda la tierra por ella, de la forma en la que Perdiz quería? –Lo extraño. –Dice. -¿Piensas que una persona sólo existe en un cuerpo? No, no. –Dice la 232

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Deep in Fantasy dependienta. –No mucho más que la vida de una persona puede encajar en una pequeña caja de metal. Está aquí. –Dice y agita la mano en el aire como si estuviera repentinamente cargado con electricidad. –Todos. –Dice. ¡Están todos a nuestro alrededor! ¡En todos lados!

LYDA RUEDAS

Lyda no tiene mucho tiempo. Pressia, todavía vestida de guardia, está dormida al otro lado de la cama, pero puede despertar en cualquier momento. Abre gentilmente su mesita de luz y saca el libro Propio del Bebé. Ve su escritura. Ansío. Ansío. Ansío. Las palabras cubren hoja tras hoja. Es todo lo que ha escrito. Los márgenes están vacíos. Pone el libro de costado y escribe a lo largo del borde exterior justo lo que Pressia le dijo que le escribiría a Bradwell—un mensaje en código: Nuestras vidas no son accidentes. Este es el inicio, no un final. Haz lo que debas hacer. Y dibuja un rudimentario cisne flotando en una onda. Podría haber parecido como si hubiera enloquecido la noche anterior pero estaba pensando con claridad—sobre el próximo paso y cómo llegar hasta allí. Tenía el corazón altamente destrozado, pero ya no hay salvajez en él. Ahora siente un dolor implacable. Sabe qué debe pasar. Pressia puede no estar segura de si es el momento de derribar la Cúpula, pero Lyda lo está. Rasga el borde del papel en el que acaba de escribir. Anoche dejó salir a Freedle y ahora chasquea la lengua suavemente, llamándolo. Escucha el Tick y después un zumbido de alas, y momentos después, se enciende en su palma abierta. Lyda susurró. –Hubo una vez en la que la madre de Pressia te liberó para que buscaras a su hija. Y lo hiciste. Esta vez, con suerte, Cygnus te sacará de la Cúpula y tendrás que encontrar a Bradwell y darle este mensaje. Alza una de las finas alas de Freedle y, a través de su fina cubierta, puede ver el mecanismo interno. Lyda enrolla el mensaje alargado y pequeño y lo encaja en el cuerpo de la cigarra, pero deja una pequeña cola—un poco que sobresalga, algo que alguno de los otros pudiera notar. La cigarra abre sus finas alas de metal, aletea, se levanta sobre su mano y revolotea por el cuarto. Lyda abre la puerta del placar. Hace a un lado los vestidos de maternidad,

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Deep in Fantasy sus perchas resonando en la barra, pero cuando llega al final del closet, estirándose hacia su armadura casera tejida con perchas, no hay nada. Se fue. ¿Vinieron anoche y se la llevaron? ¿Supieron todo el tiempo que estaba aquí? Se siente invadida, traicionada—y arrebatada de la cosa que hizo para protegerse. Escucha dos voces en el pasillo hablando rápidamente, con urgencia. Lyda presiona la oreja a la puerta y reconoce la de Chandry—aguda y chillona— y el bajo del guardia. Se imagina a Chandry entrando, rebuscando entre su ropa, y arrancando la armadura. Probablemente ya la tiraron a la basura. Las voces se detienen. Hay un sonido chirriante, algo repiqueteando por el suelo de madera—¿algo sobre ruedas? Y entonces hay un golpe en el cuarto de bebé. Sabe qué está pasando. Lo están tirando todo abajo. El sonido despierta a Pressia, que se tensa y sienta. Lyda se presiona los dedos a los labios. -¿Qué está pasando allí afuera? –Pregunta Pressia. -Es Chandry Culp. La que me está enseñando a tejer y, bueno, cómo ser una buena madre. Está derribando el cuarto del bebé. Lo está destruyendo. -Tu madre le ordenó a Beckley que reemplacen todo allí. -Mi madre. –Dice Lyda. –Tiene la prueba de que necesitarán llevarme después de sacarme al bebé. Mi madre reportará que estoy certificablemente loca. Quizás lo estoy. –Se sienta junto a Pressia en la cama. -No. -Dice Pressia. –No digas eso. -¡Niñas! –Es la voz chillante de Chandry. -¡Niñas, salgan ahora! -¿Va a hacerla desarmar el cuarto del bebé—como castigo? Lyda chasquea la lengua en busca de Freedle de nuevo, quien pedalea por el aire. -¡Freedle! -Dice Pressia. -¡Él está bien! –Dice Lyda, y rápidamente lo toma en sus manos y lo guarda en el bolsillo de su sweater. –Mejor mantenerlo oculto. Pressia toma la mano de Lyda. -¿Hay alguna forma? Lyda sabe qué está preguntando ¿Se puede salir de aquí? –Siempre la hay. Entran al pasillo. La puerta del cuarto del bebé está lo suficientemente abierta como para ver a Chandry en un traje azul brillante, inclinada sobre un gran tacho rectangular sobre ruedas. Está levantando un montón de lanzas afiladas a mano. El orbe ya no está. Chandry también estuvo trabajando duro. Está levemente sin aliento y sudorosa. Murmura para sí misma con enojo. -¡Qué lindo desastre que hicimos! ¡Qué lindo desastre! 234

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Deep in Fantasy Cuando aparecen en la puerta, alza la mirada. -¡Tú! –Le dice a Pressia. ¡Empieza a ayudar! -¿Y yo? –Pregunta Lyda. -Alguien reportó que un orbe está roto. Un hombre de reparaciones está aquí. -Lyda mira a Pressia ¡Recordó decirle al guardia! –Quiere saber qué exactamente está mal con él. –Dice Chandry. -¡Personalmente, no creo que deberías seguir teniendo acceso a ese orbe! ¿Pero alguien pidió mi opinión? ¡No! ¡No lo hicieron! -Bueno. –Dice Lyda. –Iré a verlo. -Y después vuelve justo aquí. Has sido malvada ¿Me entiendes? Malvada ¡Y tiene que parar! -Lo prometo. –Dice Lyda. -¡Ya no más de eso! Chandry asiente una última vez y Lyda camina velozmente hacia la sala de estar. Allí, en la mesa del comedor, está Boyd, usando un mono gris, trabajando en el orbe. -¡Viniste rápido! –Dice Lyda. Él se levanta y sonríe. –Siempre a tu servicio. -¿Lo arreglaste? -Trabajo en ello. –Dice Boyd. –Es un problema de cableado, creo. –No hay nada malo con él, en absoluto ¿así que esto significa que sabe que fue llamado por un motivo completamente diferente? -Bueno, en verdad necesito tu ayuda. –Dice Lyda. -Lo estoy suavizando. -¿Debes llevártelo a la tienda? Pensé que quizás necesitaría ser llevado. –Se refiere a que espera que las pueda sacar—a Pressia y Lyda juntas ¿Pero entenderá? -Veo tu punto. –Dice Boyd. –Sí. Pensé en ello. -¿Lo hiciste? -Sí. Boyd atornilla un panel negro al orbe, lo aprieta. Se lo entrega a Lyda. ¡Aunque ya está mejor! ¿Ves? Ella lo admira. -¿No eres un salvador? –Dice Lyda, queriendo decir Sálvanos.

-Fue lindo ver a Chandry aquí esta mañana. -Dice Boyd, perezosamente guardando sus herramientas. -¿La conoces? -Somos vecinos, de hecho. El Sr. y la Sra. Culp son grandes personas. Lyda se alarma ¿Le está tratando de decir algo? -De la clase de vecinos que ayudan al resto ¿Sabes? -En serio… -Dice Lyda. 235

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Deep in Fantasy -En serio. –Dice Boyd. –Siempre puedes confiar en un Culp. -¿Le está diciendo que confíe en Chandry? Lyda tiene ganas de llorar ¿Es una broma? ¿Confiar en Culp? ¿Chandry? Si lo hace, y Boyd está equivocado, terminará en el centro de rehabilitación. Pero si Boyd en verdad es parte de Cygnus y también los Culp, entonces esta podría ser su única oportunidad. Boyd se estira y le sacude la mano. Se está yendo. Ella lo abraza y susurra. –Devuélvelo al exterior. Es un mensajero. Déjalo ir. –Toma a Freedle de su bolsillo y se lo mete en el del mono gris de Boyd. Cuando lo suelta, parece confundido, pero debe tener fe en que encontrará a Freedle y hará como le dijo y en que Freedle tendrá el sentido y la fuerza suficiente para entregar el mensaje. Lyda le sonríe a Boyd, le palmea el hombro. -Ten cuidado con el orbe. –Dice él, pero mira a su panza. Se refiere a Cuida del bebé ¿Está diciendo que no la volverá a ver—por un largo tiempo? -Lo haré, Boyd. Gracias. –Dice. –Gracias por todo. -De nada. Espero que todo funcione. –Él le sonríe—con cuidado pero con una pizca de esperanza. Ella sonríe y después camina por el pasillo. Cuando entra al cuarto del bebé, Pressia no está a la vista. El gran cesto de plástico sobre ruedas yace en el medio de la habitación. Chandry la mira inquisitivamente y después a las cámaras montadas en las esquinas altas. Los trapos tapándolas ya no están, pero una parece haber sido retorcida para apuntar a una esquina, dejando parte del cuarto fuera de la vista. -¿Vas a quedarte ahí parada? –Dice Chandry. -¡Deberías haber hecho todo esto sola! –Su tono sigue siendo duro ¿Está haciendo un show? Alza una lanza. –Aquí. –Dice asintiendo hacia el tacho. Lyda toma la lanza y camina hacia el cesto. Mira dentro y allí, entre todo el desastre de su pieza—los restos de libros y lanzas, pedazos de su vestido, el estante de un par de libros, incluso el bol de cenizas, ahora dado vuelta y todo lo que queda de la cuna—está Pressia. Ella alza la vista y asiente. Confía en Culp. Eso es lo que parece estar diciendo. Lyda deja caer la lanza al cesto. Chandry tiene un montón de ellas en una mano. Se acerca a la pared que la cámara no está filmando. –Acerca ese tacho. –Dice Chandry. -¡Muévete! Lyda hace caso. Empuja el tacho hacia el punto que le están señalando. Una vez allí, Chandry asiente. Quiere decir, Ya no estás a la vista. Entra. El cesto está oscuro y desordenado con los restos de su pieza. Mientras Lyda entra, Chandry sigue hablando. -¡No sé qué te poseyó para hacer semejante desastre asqueroso! Un niño es un regalo muy, muy bendito. 236

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Deep in Fantasy Pronto, Lyda y Pressia están sentadas en el suelo del tacho. Está sucio con ceniza, como en casa. Chandry está tirando el último par de lanzas, diciendo. -¿Ibas a traer a este niño en este horrible lugar? ¿En qué estabas pensando? Tú madre tenía razón sobre ti. Eso duele ¿Qué dijo su madre sobre ella? -¡Necesitas ayuda! ¡Ayuda real y profesional! Probablemente nunca estés bien de la cabeza ¡Es una condición permanente! Lyda cierra los ojos. Sabe por qué Chandry dice esto; es una advertencia. Se refiere a que debe salir ya. Su madre volverá a por ella con un equipo de profesionales. Será llevada al centro de rehabilitación y nunca se le permitirá salir. Una condición permanente. Lyda piensa en lo que leyó en su evaluación psicológica: institucionalización de por vida. Abre los ojos. Pressia se estira y le toma la mano. Debe de saber que esto es duro para Lyda. Es como perder una madre, en un sentido. Quizás peor. Un rechazo. Pressia le da un apretón, y Lyda se lo devuelve. Chandry Cierra la tapa y el tacho se queda a oscuras. El cesto empieza a rodar. Lyda puede sentir las ruedas empujando. Escucha su suave rechinar. Chandry las llevó fuera del cuarto. Se detiene en el pasillo por un momento ¿Las dejó? No—está de vuelta, tarareando una pequeña tonada, empujando el tacho de basura masivo. Le dice al guardia. –La pobre chica tuvo un shock. No queremos que pierda el embarazo. Déjenlas a las dos dormir por el resto del día. Ya comieron. Devoraron. No las molesten ¿Me escuchas? El guardia debe de asentir porque Chandry empieza a moverse de nuevo, las ruedas saltando y agitándose bajo ellos. Lyda se apoya en el piso para estabilizarse y siente el metal tejido estrechamente—su armadura. Está aquí. Tal vez Chandry supo que esta era la forma para que Lyda la mantuviera.

IL CAPITANO ÁNGEL

Los brazos de Il Capitano están atados, dejándolo colgado de un marco de metal que solía ser un set alto de hamacas detrás de una escuela primaria. Helmud está tomado de su cuello. Hay una fila de gente esperando su turno

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Deep in Fantasy para golpearlos a ambos con palos. Sólo puede ver a través de la ranura de uno de sus ojos inflamados; el otro se le cerró por la hinchazón—esto era de la paliza de antes: un gratis por todo. Los cuerpos de los supervivientes están doblados y envueltos, pero su ojo lloroso emborrona los detalles de sus cicatrices y fusiones, lo que es una bondad. Habían elegido sus propios palos—algunos finos como látigos y otros pesados como tablas. Un superviviente está armado con lo que parece un viejo palo de golf, torcido y curvado. Il Capitano y Helmud están cubiertos en una mezcla de cortes sangrientos, moretones profundos y ampollas. El cuerpo de Il Capitano arde con un dolor tan agudo que siente la mente ligera. Y recuerda ser pequeño—le taparon los ojos, le dieron un palo y le dijeron que golpeara un burro de colores brillantes colgando de la rama de un árbol. Era una fiesta de cumpleaños. Llevaba pantalones de pana nuevos que se agitaban a cada paso. Su madre se quedó todo el rato, lo que era raro, y sostuvo la mano de Helmud en lugar de dejarlo vagar por ahí. Il Capitano sabía que la cumpleañera era de una familia rica porque tenían una pileta—aunque era otoño y estaba tapada. Ya habían abierto los regalos, y los chicos en la fiesta se rieron del suyo— una muñeca de plástico. Era un presente barato, y la cumpleañera era demasiado grande para ella. Y entonces, cuando llegó su turno, golpeó el burro tan fuerte como pudo. Y cuando le dijeron que su turno había acabado, siguió golpeándolo. Le pegó una y otra vez hasta que escuchó un pop y llovieron caramelos, desparramándose por todos lados mientras el burro se mecía abierto. Se sacó la tela de los ojos y miró a los niños pelearse. Helmud se libró del agarre de su madre y se les unió, pero ahora Il Capitano estaba más enojado aun. Los niños habían sido recompensados por reírse de él. –Ve y sírvete. – Le dijo el padre de la niña empujándolo por la espalda. Se negó. No iba a buscar los restos de los chicos ricos. Se quedó allí y observó. Más tarde robó algunos de los caramelos de Helmud; alguien le debía algo. Ahora él es el burro. Incluso sin otra culpa o pecado, se merece esta golpiza sólo por haber perdido la bacteria. Escucha a gente llamándolo—burlándose. Su visión es borrosa a causa del sudor y sangre. Parpadea por la brillante luz del día. El sol—incluso nublado como siempre—le causa un dolor abrasante en el cráneo. En su mayoría ve a adoradores de la Cúpula, pero algunas madres también se 238

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Deep in Fantasy acercaron. Lo odian completamente. Además, reconoce un par de soldados de la ORS ¿No hizo cosas buenas por ellos? Sus rostros demacrados saltan dentro de foco. Sus afiches de reclutamiento prometían comida sin miedo y que la solidaridad los salvaría. Se fue, y se marchitaron. Vinieron a presenciar su violenta ejecución porque los abandonó, porque muchos fallecieron y aquellos que se mantienen con vida están muriendo de hambre. Sabe cómo es ser abandonado. De niño, miró al cielo en busca de aeroplanos, deseando una pequeña conexión con su padre, un piloto que dejó la familia antes de que Il Capitano pudiera reunir siquiera un par de recuerdos del hombre. Aun así, los soldados se ven casi felices. Los sobrevivientes aman una paliza. Hay tanto por lo que pagar. Cuando alguien es elegido para acarrear algo de culpa, es un alivio. Il Capitano conoce ese sentimiento. Mató personas y a veces pensó, con bastante simpleza, la gente merece morir. Pero dijo que lo sentía. Y fuese Dios o Santa Wi o alguna fuerza espiritual que ni siquiera puede comprender, se sintió perdonado ¿Por qué lo dejan sufrir así? ¿Se merece la golpiza? ¿Dios ya se dio por vencido con él? Algunos de los que están en la fila son más nervudos y fuertes de lo que piensa, mientras otros llevan su fuerza en hombros endurecidos y estómagos musculosos. Il Capitano y Helmud no tienen los ojos tapados, lo que parece injusto, ya que ninguno simplemente batea el aire. Pero sólo los dejan golpearlos tres veces cada uno. Si alguien va por un cuarto golpe, Margit está allí para mantener la fila avanzando. –Guárdalo. –Dice. –Todos quieren el suyo, así que devuelta a la línea. Busca a Bradwell. Fue forzado a mirar el gratis por todo, pero no fue golpeado en el proceso. Los sobrevivientes todavía le tienen una cierta estima. Se fue. Algunos de los sobrevivientes dicen un nombre cuando lo golpean— algunos muertos, algunos que Il Capitano mató o que podría haber salvado si no hubiera ayudado a montar un régimen tan cruel como la vieja ORS. Cada nombre le resuena en la cabeza. Al principio se encorvaba y combatía los golpes, después sólo se preparaba para recibirlos y, ahora, los acepta. Un hombre bajo, de torso ancho, lo golpea en los muslos con una tabla. ¡Minnow! –Grita. -Minnow Wells ¡Mi Minnow! –Suena como el apodo de un niño—de la forma en la que la madre de Il Capitano cambió de una forma muy profunda quién era al dejar de llamarlo Waldy ¿Minnow era el hijo o hija de este hombre? ¿Su amor? Il Capitano recibe los golpes. -Minnow. Minnow Wells. –Susurra. Sabe que posiblemente haya un golpe final, como el que le dio a la piñata. 239

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Deep in Fantasy Probablemente morirá por las heridas internas más que por la sangre manando de él ¿Primero se detendrá su corazón o el de Helmud? Una vez se imaginó cómo sería decirle a Pressia que Bradwell murió ¿Será Bradwell el que le diga de su muerte y de la de Helmud? Espera que en ese momento ella se dé cuenta de que lo ama. Eso es todo lo que él quiere. Se imagina que llorará y que Bradwell será quien la consuele. En este escenario, podrían estar sentados dentro de una Cúpula quebrada. Podrían haber llegado a esa realidad—sin él. Estuvo cerca. Alguien lo golpea con tanta fuerza que su cuerpo se arquea y balancea. La multitud—ahora cientos—celebra. Pero Il Capitano recuerda no tener peso—arriba, en el cielo, en esa aeronave. Si tiene un alma, y si el alma deja el cuerpo una vez alguien muere, le gustaría despegar como esa nave. Me gustaría volar. Es su nueva oración. Me gustaría volar sólo una vez más. Lucha por mantenerse despierto. Siente una sombra de entumecimiento colocarse sobre sus ojos. Oscuridad. La lucha. Su cuerpo se sacude. Sus manos son garras azules sobre su cabeza. Trata de mojarse los labios y saborea sangre. Escucha la voz de su hermano tarareando en su oreja—una tenue canción, una que Il Capitano no reconoce. Los golpes pararon. El viento le suena en los oídos. La cosa se calmó y silenció Excepto por una voz. Il Capitano fuerza un ojo para que se abra. Ve las alas de Bradwell arqueándose sobre sus hombros. El viento sacude sus plumas. Los sobrevivientes todavía sostienen sus palos y tablas, pero se callaron. Bradwell tiene una forma de hablar que hace que la gente lo escuche. Siempre la tuvo. Historia Eclipsada. Bajo tierra. Tenía seguidores. Dirigía un movimiento. ¿Convenció Bradwell a Gorse para dejarlo hablar con la gente? ¿Hizo un caso en nombre de Il Capitano y Helmud? ¿Trata de salvarlos? Escucha la palabra malvado. Quizás no esté intentando de salvarlos para nada. Il Capitano sabe cómo se siente la maldad—en la piel es como odio, pero cuando la encuentras bajando hasta tu estómago, es en verdad temor. El miedo es de donde viene la maldad. Y el odio siempre le vino fácil a Il Capitano porque se odiaba a sí mismo—con tal profundidad, tal totalidad, como si le hubieran disparado con auto desprecio, un spray de perdigones. Por un vengativo segundo, piensa, Déjalos matarme a golpes. Déjenlos meterme el odio a palos. Sabe que hacerlo será su castigo. Matar a alguien— 240

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Deep in Fantasy eso no puede ser lavado. Lo tendrán que llevar consigo—más fácil en grupo, más sencillo mover el pecado de una persona a otra, pero nunca indoloro. Llevarán su muerte por siempre. Y la de Helmud también. Igualdad—eso es de lo que Bradwell está hablando ahora ¿En este mundo? Pero sea lo que sea que dice, funciona. Alguien había trepado a la punta de las viejas hamacas y está serrando la cuerda con un cuchillo. Otros sobrevivientes envolvieron sus brazos alrededor de las piernas de Il Capitano para que él y su hermano sean atrapados una vez la soga se rompa. Sus vidas han sido salvadas ¿Por Dios? ¿Por la Santa Wi? ¿Por Bradwell? Y entonces Bradwell está allí. Abraza a Il Capitano y Helmud. -¿Qué pasó? –Susurra Il Capitano con su labio hinchado y partido. -Hice un trato con Gorse. Le prometí llevarlo con su Hermana si me daba un par de minutos para dirigirme a la multitud. Y entonces le dije a la gente que fui enviado por Dios. Un ángel. Il Capitano sonríe a pesar de que duele. –Las alas ayudaron. -Finalmente son buenas para algo. –Dice Bradwell. -Buenas. –Dice Helmud. Bradwell llama a algunos de los supervivientes. –Límpienlos. Il Capitano estaba perdido pero ahora ha sido encontrado. Los sobrevivientes empiezan a darse órdenes entre sí. Miran a los hermanos, perplejos pero también un poco sorprendidos. Las miradas ponen nervioso a Il Capitano. Siempre prefirió el miedo a la admiración, pero tal vez sea lo mismo. Poder. Por un segundo, se pregunta si Bradwell realmente los salvó a él y a Helmud porque los ama como hermanos o por alguna otra razón más compleja. Tal vez sabe que lo necesita para conseguir lo que quiere ¿Y qué quiere realmente Bradwell? ¿Derribar la Cúpula o regresar a Pressia antes de que ella decida quedarse allí? -¿Qué sigue? –Le pregunta Il Capitano a Bradwell, pero el chico no lo entiende. La voz de Il Capitano está tan cruda que sólo puede susurrar, y sus labios están tan hinchados que sus palabras salen confusas. Bradwell se arrodilla y apoya una mano en su pecho. -¿Qué dijiste? -¿Qué sigue? –Dice Helmud, hablando por su hermano. Bradwell dice. –Esperamos palabra. -¿De Pressia? -Pregunta Il Capitano -Esperamos palabra de lo alto. –Dice Bradwell en voz alta para que todos puedan escuchar. -¿Quién más? ¿Dónde más?

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Deep in Fantasy El brillo se centra en el rostro de Bradwell. Oscuridad traga los bordes de la visión de Il Capitano. Parpadea y parpadea e intenta decir algo. Pero entonces el mundo se vuelve negro.

PERDIZ SUEÑO

Perdiz despierta; una figura está inclinada sobre él. Se sacude, se sienta. ¿Qué demonios? Se encuentra en el sillón de su suite de luna de miel. Las cortinas están cerradas, excepto por un pequeño centímetro de luz… y allí está Foresteed, mirándolo. Lleva un uniforme militar—uno viejo de los días de la Ola Roja Honesta. Tiene enganchada una banda roja alrededor del bíceps, medallas brillan en su pecho, y una gorra se sienta levemente inclinada en su cabeza. -¿Qué demonios quieres? –Dice Perdiz. -Esto es lo que hemos estado esperando, Perdiz. Todos estos años. Es el momento. –Su voz suena casi nostálgica. -¿Tiempo para qué, Foresteed? -Vienen a por nosotros. Tu padre está muerto. Sólo somos nosotros ahora. Sólo nosotros. -¿Quiénes vienen? Lo que dices no tiene sentido. Jesús ¿Dónde está Beckley? ¿Dónde está Iralene? -Quería que habláramos a solas. –Dice Foresteed, metiendo la mano en el bolsillo del oscuro saco de su uniforme –Tengo otra pequeña grabación para ti, Perdiz. –Saca el mando y se lo da. –Presiona Play. -No quiero escuchar más grabaciones ¿Me entiendes? Foresteed se desabotona el saco, toma una pistolera alrededor de su pecho y saca una pequeña pistola—de nuevo, se ve como si fuera del Antes. Sostiene el arma a su lado, apuntando al suelo. –Presiona Play. –Es la calma en su voz lo que lo asusta más que nada—indiferente, incruento. Perdiz traga con sequedad. Toca el botón de play. La pantalla permanece en negro, pero escucha una voz—levemente amortiguada pero aun así distintiva. -Debemos sacarte. –Es la de Pressia, inconfundible. – Van a llevarte y tomar al bebé una vez haya nacido. Perdiz mira a Foresteed, pero el hombre le da la espalda. Pressia no le está hablando a Lyda ¿O no? No tomarán al bebé, Quiere decir. Eso es de locos. ¿De dónde sacó Pressia eso? Se le acelera el pulso.

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Deep in Fantasy –Quiero volver con las Madres. –Dice Lyda. -Este lugar—no puede ser salvado. –Perdiz casi ríe. Lyda no puede querer volver con las Madres. Está aquí, a salvo. Pero sabe que no quería venir en primer lugar. -Escucha, -Dice Pressia. –Tenemos la intensión de derribar la Cúpula. -¿Lo escuchas? -Murmura Foresteed, girándose devuelta hacia Perdiz. Con el brazo rígido empieza a golpear la pistola contra su pierna. -¿Realmente van a hacerlo? –Dice Lyda. -¿Pueden? –Suena esperanzada. Dios mío ¿Por qué querría derribar la Cúpula? ¿Está celosa de la boda? ¿Le creyó a Pressia sobre lo del bebé siéndole apartado? ¿Se volvió loca? -Si Perdiz se ha vuelto contra nosotros, –Dice Pressia. -Tendríamos que. Eso es. El sonido se desvanece. Perdiz mira a la pantalla negra y brillante. ¿Vuelto contra ellos? –Dice Perdiz. Se siente completamente traicionado. – ¿Entra, ve una boda y piensa que tiene el control de toda situación? –Está sorprendido, pero entonces escucha el golpe constante del arma de Foresteed contra su pierna. El hombre piensa que Pressia va a derribar la Cúpula. Esto es lo que estuvimos esperando, Perdiz. Todos estos años. Es el momento. Piensa que los Miserables vienen tras ellos. –Escucha, Foresteed. No pueden derribar la Cúpula. No hay forma de hacerlo. -No sabes nada. El viaje a Irlanda la puso en contacto con gente muy avanzada que podrían vernos como una amenaza. -No, no. –Perdiz se frota la parte de atrás del cuello. –Algo está mal. Sacaste esta grabación fuera de contexto. -Debemos detenerla. –Dice Foresteed. –No se le puede permitir ganar ningún ímpetu. Tuve que tomar acción. Perdiz se para. -Foresteed… ¿Qué hiciste? -Estoy armando nuestra milicia en la Cúpula. -¿Le estás dando armas a gente que se estuvo suicidando? -Sólo a nuestra milicia—hombres en buena condición física. Debemos defender lo que es nuestro. Las tropas de Fuerzas Especiales allí afuera son ahora patéticas. Fueron apurados—un mal lote. Ya no tenemos a nadie protegiéndonos. No en realidad. Tuve que abrir los stocks. -Esto es de locos. Déjame hablar con Pressia y Lyda. Puedo corregirlas. Es sólo un malentendido. -No puedes hablar con ellas. –Dice Foresteed. -¿Por qué no? –Dice Perdiz, sintiéndose amenazado. -Se fueron. -¿Qué? ¿Estas bromeando? –Perdiz camina hasta las cortinas y las abre. Tiene vista a la calle. Ve el montón de gente debajo, corriendo en todas direcciones. Pánico ¿Llevan armas? Es un desastre. –¿Fueron a dónde? 243

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Deep in Fantasy -Si supiéramos dónde están. –Dice Foresteed. –Serías capaz de hablarles. Perdiz se gira hacia Foresteed. -¿Salieron de la Cúpula? -No tenemos evidencia de que nadie haya escapado. Creemos que están aquí, en alguna parte. -¡Es un domo, por el amor de Dios! ¡No puede ser tan difícil encontrarlas! Foresteed alza la pistola, la frota suavemente. –Sabes qué podría pasar… Perdiz inspira profundamente. Se imagina a la Cúpula siendo infiltrada por alimañas, Amasoides, las Madres, la ORS… Ve a los Puros—pálidos y sorprendidos, completamente desprevenidos, caminando por allí en sus cardiganes, en sus zapatos de tacón. Serán apaleados hasta morir. La Cúpula será saqueada. Las Fuerzas Especiales sólo hará la cosa más sangrienta. La raza inferior—los Puros. Los Miserables traerán enfermedades con ellos—unas que ellos ya sobrevivieron pero ante las que los Puros no tendrán inmunidad. Si el sello de la Cúpula es roto, el aire en sí mismo los asfixiaría. Caos. Baños de sangre. Una lista de muertes enorme. Y entonces lo golpea. –Su mi hermana dice que tiene la intención, entonces es verdad. -Tenemos confirmación de afuera. -Dice Foresteed. –Capturamos al traidor que los llevó a la aeronave. Obtuvimos información suficiente sobre él para confirmar que tienen algún tipo de agente—una guerra química de alguna clase. -¿Qué traidor? -Un soldado de las Fuerzas Especiales que se rebeló. No Hastings. No Silas Hastings. Por favor, no. -¿Quién? -Alguien a quien una vez conociste bien, resulta. Hastings. Perdiz aprieta su agarre sobre las cortinas. –No lo torturaste para obtener— -No. Intentó combatirlo, pero no había mucho que pudiera hacer. Está programado para rendirse ante nosotros. Codificación de comportamiento. –Dice Foresteed melancólicamente. –Si sólo tu madre no hubiera bloqueado la tuya. Perdiz está agradecido por eso. Sigue pudiendo tomar sus propias decisiones—para mejor, para peor. -¿Puedo hablarle? Foresteed camina hacia Perdiz, parándose en el rayo de falsa luz solar entrando por la ventana. Foresteed brilla con sudor. Levanta la pistola y la posiciona en el bolsillo mullido detrás de la mandíbula de Perdiz. Dice. –Vamos a estar listos. Tu hermana, si es encontrada, será ejecutada. Y tú, Perdiz—mejor haz lo correcto y ayuda a atraerla. Porque ¿Sabes lo que pasaría en una revolución? - Foresteed aprieta más la pistola. –Los Miserables te cortarían 244

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Deep in Fantasy la cabeza primero, pero no si me dan ganas a mí de hacerlo primero ¿Sabes lo que digo? Perdiz asiente y, entonces, como un disparo en el estómago, piensa en su propio bebé ¿Será este niño lo suficientemente fuerte para sobrevivir si la Cúpula es derribada? Sólo por ser concebido allí afuera no lo hace más duro o más inmune. -¿Tienes un plan? –Pregunta Foresteed. -Necesito conseguirle a su abuelo. Lo necesito. -¿Podía confiar en Arvin para mandar palabra entre Cygnus? ¿La ayudaron ellos a escapar? ¿O la están buscando también? Foresteed bizquea. Sus ojos se aprietan con gotas acuosas. Dice. -¿Puedo confiar en ti? -Ya lo dijiste. Mi padre está muerto. Sólo somos nosotros ahora, Foresteed. Tú y yo. Foresteed sonríe con un lado de la boca y baja el arma. Sus ojos bizquean sobre el rostro de Perdiz. –Correcto. Tú y yo. –Se endereza el uniforme de la Ola Roja Honesta con un par de sacudidas. Es posible que Foresteed espere con ansias esto, tan nostálgico como es por los viejos días de la Ola Roja Honesta. Le da a Perdiz un saludo rápido y camina hasta la puerta, con la pistola aun en una mano. Sin mirar atrás, dice. -Toma al viejo. –Y después camina por la puerta y el corredor. Perdiz trata de sacudirse el sentimiento permaneciente de la pistola presionada bajo su mentón. Beckley aparece. –El reporte salió. Estado de emergencia. Un mensaje grabado de Foresteed. Dijo que los Miserables van a alzarse. Dijo que el momento es ahora ¿Es verdad? Perdiz le estudia la cara un momento. –Sé lo que piensas de mí. -¿Lo haces? -Piensas que estoy demasiado metido. Piensas que no tengo idea de qué estoy haciendo. Piensas que me voy a ahogar. Nada o húndete, y le estás apostando al último. -¿Son esas metáforas? No entiendo las metáforas. -Afuera con la mierda. Crees que me hundo ¿O no? -Perdiz, no tenemos tiempo para— -Ni siquiera puedo decir si me hundo o si el agua es la que sube a mi alrededor. –Mira la habitación sin ver nada, sintiéndose ciego. -Perdiz ¿Qué puedo hacer? Dame una orden. Eso es verdad. Se supone que esté a cargo—incluso si no tiene poder, Beckley está de su lado ¿O no? –Debes llevarme con Peekins—las cámaras. 245

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Deep in Fantasy -Deberíamos ir rápido. Se está empezando a poner caótico allí afuera. -Iralene viene con nosotros. Y nadie puede vernos. -Encontraré la forma. -Glassings. Lo necesito a salvo. También debo hablar con él. Beckley sacude la cabeza y mira por la ventana, como si tratara de discernir el clima—como si pudiera cambiar. La piel alrededor de sus ojos es oscura—así que sin dormir. -Beckley ¿Qué pasa? -Glassings. -¿Qué con él? El guardia lo mira. –Murió en la noche. -¿A qué te refieres? ¿Estuvo Foresteed involucrado? ¿Lo hizo él? -Coágulo de sangre. En su corazón. Los hombres de Foresteed entraron para interrogarlo sobre Lyda y Pressia, pero se había ido. Perdiz se pregunta si sabía en algún nivel que volvían a por más, si quiso morir porque no podía aguantar otra ronda. –Debería haber ido a verlo. Fui a los Archivos de Seres Queridos a ver la caja de mi hermano—estaba vacía. Podría haber estado allí. Quizás podría haber… -Se fue, Perdiz. Ahora debes concentrarte en los vivos. Perdiz siente que no tiene padre—un huérfano que ha quedado huérfano de nuevo. –Pero necesito verlo. Necesito a Glassings. No puedo hacer esto solo… -Debes tener algo de fe en otras personas. Ve a un hombre corriendo en diagonal por la calle con un rifle agarrado a la espalda. Milicia. Perdiz alza la mirada y ve su propio reflejo. No soy mi padre, quiere decirle a la brumosa imagen de su propio rostro. No soy mi padre. Pero entonces recuerda nuevamente la mano temblante de la dependienta. Sí, su hermano está en todas partes. Su madre está en todas partes. Pero su padre también. Dice. –Soy un hijo de Willux ¿Qué aprendí sobre tener fe en otra gente? Beckley se acerca y lo agarra por los brazos. –Ve a por Iralene. Debemos irnos. Ahora. Perdiz camina con rapidez por el pasillo al cuarto. Se siente robótico. No puede procesar la muerte de Glassings. Agarra la manija fría. Piensa en la vida y la muerte—una fina membrana que las separa. Una puerta… a veces cerrada, a veces abierta. Iralene duerme pacíficamente, sus suaves rulos cubriendo la almohada de seda.

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Deep in Fantasy Camina hasta ella, se sienta en la cama y gentilmente le sacude el hombro. –Iralene. –Susurra. -Iralene, despierta. Iralene. Ella abre los ojos y se acuesta sobre su espalda. –Estaba teniendo un sueño. –Dice. –Sigo sin acostumbrarme a qué tan reales son, Perdiz. Era tan real. -¿Uno bueno esta vez? Ella asiente. Él frota los puños—nudillos saltando nudillos. –Estoy asustado, Iralene. Foresteed le dijo a la gente que se acerca un levantamiento. Ella se sienta y apoya una mano en su pecho. –Estaremos bien, Perdiz. No importa qué. -No, -Dice el chico. –Si vienen por nosotros, gente morirá, Iralene ¿Entiendes lo que digo? Ella lo envuelve con los brazos. Susurra. –En el sueño, éramos felices. Teníamos una casa, con cortinas floreadas. Tú la construiste, Perdiz. Estaba en un campo y el viento soplaba por entre el pasto. Creo que era el futuro. -No creo que así sea cómo funcionan los sueños, Iralene. -Era tan real. Mejor que el orbe. Caminábamos de cuarto en cuarto y espiábamos por las ventanas ¿Qué dirías si hiciera un lugar como ese real? Le gusta el sonido de la voz de la chica. Cierra los ojos por un momento e imagina la casa. -Tulipanes. –Dice ella. –Eso era lo que estaba bordado en las cortinas. Tulipanes—miles de ellos. Podía tocar la costura con las puntas de mis dedos y después, cuando miré fuera por otra ventana, había un campo de tulipanes, bamboleando sus pesadas cabezas en las brisas. -¿No era sólo un orbe? -No, era real ¿Crees que no escuché sobre la casa que Lyda te hizo? ¿Ese mundo oscuro y cenizo del orbe? No es la única que puede hacer un hogar para ti, Perdiz. -¿Quién te contó sobre eso? -Sé cosas—más de las porque me das crédito. -No lo quería decir de esa forma. Es sólo que… ¿De qué casa estás hablando sobre hacernos? -¿Qué pasa si pudieran crear un hogar para nosotros donde todos estemos juntos? Todos nosotros. Incluso a quienes perdiste, Perdiz. ¿Un mundo con su madre y Sedge? No con su padre—no él, no. -Glassings murió en la noche. –Sólo puede susurrar las palabras. -Glassings también podría estar allí. –Dice Iralene, como si no le temiera a la muerte, y quizás no lo hace. -Eso es lo que llaman paraíso, Iralene. 247

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Deep in Fantasy -¿Pero y si pudiera se aquí, en la Cúpula? -No es posible. Sigues soñando. -Podríamos ser felices allí. Es el futuro en el que podríamos entrar un día, si queremos. Recuéstate. –Dice. –Recuéstate conmigo y sueña un poco. –Se ve somnolienta. Sus ojos son tan claros como el cristal y hermosos. Él no puede soñar—ni siquiera un poco. Tiene que sacar al abuelo de Pressia a por aire. Debe encontrarla y a Lyda—ella es con quien se supone que debe entrar en el futuro. -No. –Ya gastó demasiado tiempo. –No puedes estar aquí sola. Ya no es seguro. Ven conmigo. -¿Dónde más quisiera estar? -Te dejaré prepararte. –Dice. Ella promete no tardar. Perdiz camina hacia la puerta, la cierra despacio y trota por el pasillo, esperando que Beckley haya encontrado una forma de sacarlos sin ser vistos. Cuando camina dentro de la sala de estar de la suite, ve una camilla cubierta con sábanas blancas. No es lógico, pero piensa en Glassings; no puede ser para él. Está muerto… La puerta de la suite se abre. Beckley le está hablando a alguien en el corredor, agradeciéndole a la persona en voz baja. Cierra la puerta, sosteniendo dos batas de laboratorio en perchas, se gira para mirar a Perdiz, que dice. -¿Qué pasa? ¿Quién está enfermo? -No enfermo, -Dice Beckley. –Muerto. -¿Quién? -Por ahora, -Responde Beckley, -Tú.

PRESSIA OTRO CIELO

El aire en el tacho es cerrado y cálido por sus cuerpos. Pressia y Lyda se habían enderezado para estar sentadas lado a lado. Se sostienen las manos como hermanas. A Pressia le hubiera gustado haber tenido una hermana. Recuerda cómo era esconderse en la cabina en la parte trasera de la barbería quemada, sola. Mientras Chandry las empuja, Pressia le cuenta a Lyda sobre Irlanda—los jabalíes; las criaturas ciegas y viciosas en el bosque; la enredadera con espinas. Le confiesa lo que le hizo a Bradwell, y cuando lo hace, puede ver sus grandes y negras alas. Dice. –Quiero volver con él. –De hecho, justo

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Deep in Fantasy ahora, atrapada en este tacho, moviéndose hacia alguna locación desconocida, se iría si pudiera. El vial, la fórmula, salvar vidas… A veces desearía que alguien más pudiera hacerse cargo en su lugar. Quizás sólo esté siendo infantil, pero extraña ser protegida, cuidada. Echa de menos a su abuelo. No le dice a Lyda que ella y Bradwell están casados. No es algo que alguien más vaya a entender ¿Puede el bosque ser una iglesia? ¿Son las promesas susurradas de dos personas suficientes? Lyda le aprieta la mano en la oscuridad. –Lo entiendo. –Dice. –Justo ahora, es como si pudiera sentir a mi otro yo aún allí afuera en el bosque— corriendo entre los árboles. Quiero ser ella otra vez… -No es lo mismo allí afuera. –Dice Pressia, y le explica los efectos de los ataques más recientes de la Cúpula—los incendios, la destrucción, las Fuerzas Especiales más jóvenes y crudas y fáciles de matar. Y los soldados que son como Terrones. Las muertes en ambos bandos. -¿Y las Madres? –Susurra Lyda. -Sobrevivieron mejor que la mayoría. Madre Hestra quería que te dijera que te extraña, que eres como una hija para ella. Lyda suspira. –No puedo vivir aquí por el resto de mi vida, Pressia. Debes entender. Este lugar tiene que ser detenido. Me recuerdas la primer vez que salí—pálida y débil. Me criaron para ser pálida y débil. –Dice Lyda. –Me educaron para ser callada y dulce. No sabía de qué era capaz. Tú vas por allí pensando que no es justo que los Miserables tengan que vivir allí afuera. Pero yo sé que no es justo que los Puros tengamos que vivir—detrás de vidrio, correteando en nuestro mundo falso. Si la Cúpula cayera, sería piadoso—no para los Miserables, sino para los Puros. -No sé… -Dice Pressia. -¿Estás segura de eso, Lyda? ¿Realmente lo crees? -Es algo que quizás nunca entiendas. Pero esa es mi verdad. Mía. -Tengo la cura, Lyda. Tengo lo que necesitan para ayudar sobrevivientes, para salvarlos. No podemos tratar de… Lyda le aprieta la mano en la oscuridad de nuevo y le cuenta a Pressia sobre la cámara interna en el cuarto de guerra. -Hay un botón. Puede liberar un gas venenoso y matar a los sobrevivientes. A todos. -¿Quién tiene acceso a él? -Sólo Perdiz. -Nunca lo haría. –Dice Pressia. -¿Incluso si pensara que es para salvar gente en el proceso? –Dice Lyda. ¿No crees que será capaz de racionalizarlo? 249

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Deep in Fantasy Pressia dice. –No sé qué va a pasar, pero le prometí a las Madres que trataría de sacarte ¿Es eso lo que quieres? -Más que nada. El cesto se detiene. -Hay algo más, Pressia. Perdiz puede comunicarse con otra gente en lugares distantes. Si tu padre está allí afuera… Pressia no está completamente sorprendida. El sistema de comunicación es cómo Bartrand Kelly supo que Willux estaba muerto y que Perdiz estaba al mando. –Si pudiera hablar con mi padre, me gustaría escuchar su voz. Me gustaría que sepa que estoy aquí. Pero no puedo pensar en nada de eso ahora. No puedo. -Quiero creer en cómo una vez era entre Perdiz y yo—cómo nos amábamos. Pero tampoco puedo pensar en eso. Escuchan el chirrido de los goznes de una puerta. Y luego están en movimiento de nuevo, bajando lo que parece ser una rampa. El carrito se detiene nuevamente. Chandry abre la tapa y allí arriba hay estrellas—miles. Milagrosas e inexplicables luceros como agujeritos brillantes en otros planetas distantes. Ambas se levantan y Pressia espera una ráfaga de viento. Pero no, no están afuera. La imagen sobre ellas no es del cielo. Se encuentran en un teatro con filas curvadas de asientos. El cielo es sólo un techo—oscuridad moteada por bombillas de luz.

IL CAPITANO PALABRA DESDE LO ALTO

El arenero donde Il Capitano y Helmud fueron atados a un marco de un par de hamacas y golpeados, es parte de una escuela primaria, e Il Capitano yace de lado sobre un catre mohoso y casero en lo que debió una vez haber sido la biblioteca, ahora sin techo, sólo las vigas y travesaños restantes. Los rodean estanterías de metal, algunos todavía llenos de pedazos de ceniza y polvo—¿Qué solían ser libros? Helmud ocupa la mayor parte de la almohada plana, fría y húmeda—tan nauseabunda que realmente no vale la pena el leve confort. A veces, un ex-soldado de la ORS entra, le da tragos de agua y se va con rapidez. Il Capitano escucha voces, huele el humo de fogatas ¿Cuánta gente hay allí afuera? Escucha ganado. No—un bebé llorando. Sus ojos están casi cerrados por la hinchazón.

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Deep in Fantasy ¿A dónde fue Pressia? A la Cúpula ¿Dónde está Bradwell? Aquí no ¿Simplemente lo dejó rodeado de estantes de libros muertos? Il Capitano se cansa de nuevo. Cabecea y sueña. Recuerda la forma en la que su madre les leía, recuerda las grandes páginas en los libros. Il Capitano en la cama de arriba, Helmud debajo. Cada uno envuelto en sábanas blancas. Verano. Un ventilador de pie en la esquina cortando aire—un zumbido constante. La luna encerrada en la ventana. Cuando ella enfermó, quería salvarla. Cuando se fue, tomó el mando. Se sentó en su silla para leerle libros a Helmud. Una sábana vacía arriba. Cuando su hermano dormía, Il Capitano ponía el rostro frente al revolver del ventilador, dejándolo tartajear su voz—cantando desde atrás. Lo están pinchando. Helmud se endereza en el catre detrás suyo. -Un par de costillas rotas. Mayormente contusiones. Todos los cortes fueron cosidos. Con suerte dejó de sangrar internamente. –La voz es áspera y baja. –Quizás un par de fracturas en las piernas. Difícil de decir. Y entonces está la voz de Bradwell. -¿Cuánto antes de que pueda pararse y moverse? –Il Capitano apenas puede ver sus rostros a través de las ranuras de sus ojos. -Sufrieron deshidratación. Pero están tomando fluidos. Tendrían que estar de pie pronto—o él tendría, debería decir. El polvo en el aire—la ceniza de hojas, encuadernados ¿Cuánto tiempo pasó? No puede decir si fueron horas o días. Bradwell está a su lado, arrodillado. La otra persona se va. El chico endereza el saco de Il Capitano. -¿Cómo estás? -Bien. –Murmura. -¿Helmud? ¿Estás bien? –Dice Bradwell Il Capitano siente el sacudir de la cabeza de Helmud. -Bien. –Dice Bradwell, y se para y toma asiento en su pequeño baúl. -¿De dónde vino eso? –Pregunta Il Capitano. -Tuve que ir y tomarlo de los cuarteles. Sabes cómo soy con él. -Un día, lo dejarás ir. –Dice Il Capitano. Él ha dejado ir su propio pasado. Está limpio. -Un día. –Bradwell frota los nudillos contra la superficie. –En este baúl, mis padres siguen vivos de alguna forma. Empecé a reescribir su manuscrito. Tenemos más pruebas. Escribí un montón de cosas, Cap. Necesitaba hacerlo. Me alegra que estés mejor. - Bradwell se para y se mete las manos en los bolsillos. –Estaba preocupado. -Sigues preocupado. –Dice Il Capitano. –Puedo notarlo. 251

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Deep in Fantasy Bradwell mira el cuarto, cruza los brazos sobre el pecho. –Volví a la bóveda. -¿Por qué? -Escondí la bacteria allí en uno de los agujeros que solía ser una caja del depósito de seguridad. Il Capitano siente como si un globo hubiera explotado en su pecho. ¡Gracias a Dios! –Quiere llorar. –Pensé… -Decide no confesar haberla perdido ¿Por qué admitir tal absoluta falla? –Eso fue inteligente. -Te saqué la bacteria cuando estabas borracho. No creí que estuvieras en la mejor forma para mantenerla a salvo. Y tuve justo tiempo suficiente para esconderla cuando entraron a las corridas. -Gracias y, siento eso. –Dice Il Capitano. -Bueno, sólo hay algo más. –Dice Bradwell. Il Capitano sabe que no quiere oír esto. -¿Qué? -No está. -¿No está? –Dice Helmud -¿Estás seguro de que revisaste el agujero correcto? –Dice Il Capitano. –La pared estaba llena de ellos. -Los revisé todos. -Bradwell se corre las manos por el cabello. –Alguien la tomó. -¿Gorse? -Hablé con todas las personas que estaban en la bóveda. Están de mi lado ahora. Actúan como si fuera un Dios. No fue ninguno de ellos. Estoy seguro. Le encantaría estirarse y ahorcarlo—un viejo instinto. Pero, por supuesto, él mismo pensó que fue quien la perdió. No puede realmente culpar a Bradwell, y no tiene la fuerza para asfixiar a nadie ahora de todas formas. Y entonces se da cuenta de cómo se siente realmente sobre la bacteria. Quizás la quería desaparecida. –Sería un alivio que ya no esté en nuestras manos. –Dice. –Excepto que significa que está en las de alguien más. Bradwell lo mira, confundido. -¿Por qué sería un alivio? -No podemos tirar abajo la Cúpula. -¿Qué? Il Capitano quiere decirle que fue perdonado. Está limpio. –No puedo volver. -¿Volver a qué? -A quién solía ser. -Debemos hacerlo, Cap. -¿Por qué? 252

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Deep in Fantasy -Para que no haya una división ¿No estás cansado de ser nada? ¿De ser algo dejado para morir? Il Capitano no puede mirarlo. Ha sido nada por tanto tiempo que no se puede imaginar otra cosa. –Siempre habrá una división. Siempre seremos nosotros y ellos. Y si esta separación desaparece, habrá otro nosotros y ellos. -Deben enfrentarse a lo que hicieron. -¿Por qué? -Todos están esperándome—adoradores de la Cúpula, revolucionarios, la ORS, incluso algunas de las Madres. La solidaridad nos salvará—tú lo dijiste. Incluso los adoradores de la Cúpula creen que esta podría ser una manera de unirse a los Puros, en su propia forma retorcida. Bajaron de los cuarteles, subieron de la ciudad y salieron del bosque y de los Fundizales. Quieren que los lidere. Esto duele. Il Capitano ha estado tratando de amasar un ejército todos estos años, y viene Bradwell y se lo lleva. Sabe que no es el punto, pero aun. ¿Cuántos hay? -Demasiados para contar. Y ahora no tengo nada. Il Capitano se sienta, apoyando la espalda de su hermano contra la pared. Helmud dice. –Contar. –Tal vez piense que necesitan saber cuántos hay exactamente si terminan dirigiéndose hacia algún tipo de batalla. -Ahora es el momento. –Dice Bradwell. –Necesitamos la bacteria ¿Cómo sino van los Puros a aprender? -¿Te refieres a cómo sino tendrás una oportunidad de castigarlos? ¿En serio estás jugando a ser Dios? -Willux jugó a ser Dios—no yo. –Clava los talones de sus botas en el sucio suelo. -¡Pressia está atrapada allí, Cap! ¿Quieres que simplemente la abandone? -¿Estás haciendo todo esto para traerla de vuelta? -¿Será Bradwell el héroe en todo esto? Pressia presionó a Il Capitano para hacer lo correcto ¿No está haciéndolo por fin? ¿No vale de algo? -Lo hago porque es la misión. Hasta ahora, era tu misión. -Dijiste que enseñabas Historia Eclipsada porque debíamos aprender del pasado para no repetirlo ¿No es este sólo otro apocalipsis, más pequeño— bajo tus propios términos esta vez? Bradwell se sienta en el suelo, se apoya la cabeza en las manos. Sus alas vuelan el polvo a su alrededor. Se frota los ojos ¿Está por llorar? -¿Qué? –Dice Il Capitano. -¿Qué pasa? -Perdí la bacteria. Nos emborrachamos, Cap. Nos emborrachamos. 253

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Deep in Fantasy Despertamos. Nos capturaron. Trate de esconderla. Ya no está. –Mira a Il Capitano. -¿Qué soy, Cap? -¿A qué te refieres? -¿Soy un ser humano? ¿Un animal? ¿Soy siquiera el hijo de mis padres? ¿Qué crees que soy? -No importa lo que pienso. -Para mí sí. -Eres un profeta. Eso es lo que algunos dicen. Un ángel, tal vez, con esas alas. Crees en la verdad. Esa es la razón de es por qué Pressia te ama. -¿Cómo podría amarme así? -Ahora sabes cómo me siento. -Cómo me siento. –Dice Helmud ¿Está también enamorado de ella? -Realmente la amas ¿O no? Il Capitano asiente. Bradwell parece aceptarlo. Por alguna extraña razón, incluso parece estar feliz de escucharlo. –No mandó palabra todavía ¿No? Tenemos tiempo. Quizás podamos encontrarla. -Quizás. -Dice Bradwell. -Palabra de lo alto. –Dice Il Capitano, recordando cómo lo puso Bradwell. – Sigue habiendo algo de tiempo. Helmud dice. –Lo alto. –Il Capitano lo siente arqueando la espalda, mirando hacia arriba por la biblioteca sin techo, al cielo. -¡Lo alto! –Dice de nuevo. -Lo sabemos, Helmud. Lo sabemos. Cállate ¿Sí? –Le dice a su hermano. -¡Lo alto! –Dice Helmud nuevamente, y entonces agarra el mentón de Il Capitano y lo empuja hacia arriba. -¡Fuera! -Dice Il Capitano. Helmud apunta al cielo. Il Capitano mira hacia arriba de mala gana. Bradwell también lo hace. Y allí hay un pequeño punto, tambaleándose en círculos, revoloteando hacia abajo. -¿Qué es eso? -Dice Bradwell. La pequeña cosa chisporrotea y se acerca más haciendo espirales. Freedle. Aterriza al pie del catre de Il Capitano, alza las alas. Helmud se estira. Freedle salta a su mano. Helmud lo alza. E Il Capitano ve un pequeño borde blanco de un pedazo de papel que fue deslizado dentro de la caja de su cuerpo. Un mensaje.

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PERDIZ EN TODOS LADOS

Perdiz está atado a la camilla y cubierto completamente con una sábana blanca. Ahora están fuera del hotel. Iralene y Beckley, vestidos con batas blancas de laboratorio y máscaras de cirugía, lo guían por las calles, las ruedas repiquetean contra el pavimento. Sólo puede ver la sábana iluminada, fina y brillante sobre sus ojos. Sabe que hay gente corriendo cerca. Pasan por un grupo de voces. Se desata una pelea—puede oír a dos hombres enojados gritando. Hay un alarido y más chillidos en la distancia—un par de disparos. Se supone que esté muerto, pero se siente muy vivo—le duele el corazón, cada latido es como un golpe dentro de su pecho. Glassings murió. Todos podría hacerlo ¿Puede estar su hermana realmente conspirando para derribar la Cúpula? ¿Es esta sábana que cubre su rostro—la tela fina y blanca que le entra a la boca cada vez que respira—una advertencia? Muerte—¿es ese su futuro cercano? Escucha a Beckley gritar. -¡Cuidado con el cordón! La camilla vira, choca contra el concreto. Se están moviendo tan rápido como pueden. Pasan agujeros, sacudiendo su cuerpo. No hay auto esperándolos esta vez. Por suerte, están en el mismo nivel en la Cúpula que el rascacielos con las cámaras de suspensión. Perdiz no soporta no ser capaz de ver. Pellizca la sábana, la levanta unos centímetros a un lado y gira la cabeza. Tiene una vista lateral de todo, las calles llenas de gente. Algunos corren, siguiendo niños, llevando jarras de agua y cajas de píldoras soytex. Están metidos en tiendas con filas que serpentean por la cuadra. Algunos están ocupados sellando ventanas con lonas y cinta adhesiva por miedo a que la Cúpula protectora se rompa. Gracias a Foresteed, algunos tienen rifles en la espalda. Aun así, siguen empujando. Como hombre muerto, es ignorado. Los Puros se han acostumbrado a la muerte. Se están preparando para más. Sus rostros son una mezcla de miedo, pánico y una extraña resignación—como si hubiera llegado al fin algo que estuvieron esperando por un largo tiempo. Pero entonces ve a alguien escribiendo en uno de los posters, Perdiz e Iralene en una cita—un hombre garabateando en pintura roja oscura sobre sus caras: LA ESCORIA DEBE MORIR.

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Deep in Fantasy Perdiz se estremece. Esta gente los amaba a él e Iralene. Ellos fueron la razón por la que se casaron—para mantenerlos felices, darles un motivo para vivir ¿Y ahora son escoria? ¿Deben morir? Deja caer la sábana ¿Va a ser asesinado por Puros? ¿Es así como irá? Una vez dentro del edificio, Iralene y Beckley rápidamente lo desatan. Todos corren por lo que se está volviendo una serie más familiar de pasajes y pasillos largos e inquietantes, pasando cuartos apenas iluminados zumbando con la maquinaria que mantiene a la gente suspendida viva. -Justo arriba. -Dice Iralene. Perdiz los sigue a ella y Beckley por una esquina y ve una puerta, la luz sale de la habitación al pasillo. Iralene y Beckley bajan el ritmo. Perdiz se estira, pausa y después golpea. Peekins y una enfermera levantan la vista de una gráfica. -Ah, es bueno verte, Perdiz. –Dice Peekins. –Me alegra que pudieras llegar bajo las… circunstancias. El cuarto es sorprendentemente brillante y cálido. Beckley e Iralene se quedan cerca de la puerta, manteniendo un ojo en el corredor. Perdiz camina hasta la cápsula y puede ver la silueta emborronada del rostro de Odwald Belze—su tieso cabello blanco, sus ojos cerrados, sus mejillas cetrinas—cristalizado con una fina capa de hielo. La cicatriz en su cuello es roja, preservada cuando era una herida quirúrgica reciente. Perdiz recuerda la pequeña caja azul que contenía el ventilador removido de su garganta, y la cara de Pressia cuando descubrió que significaba que su abuelo había muerto. -Las cosas se están desmoronando rápido. –Dice Beckley. -Debemos movernos rápido. –Dice Iralene. -¿Cómo se ven las cosas? –Pregunta Perdiz. -Sólo un poco más y sabremos si habrá daño a largo plazo. –Dice Peekins. -¿Daño? Pensé que o sobrevivía o no. -Hay un montón de escenarios en el medio. –Dice Peekins, obviamente frustrado con él. –Silencio, por favor. El médico y la enfermera trabajan velozmente. Ponen la cápsula en posición horizontal. El brillante calor incubado desempaña el vidrio. El latido en la pantalla cerca de la cápsula se acelera. De hecho, Perdiz se preocupa porque el corazón esté ahora latiendo demasiado rápido. Los bips llegan pronto. Con un zumbido eléctrico, el vidrio se retrae en la cápsula, revelando el rostro de Belze—rígido y húmedo por los cristales de hielo derretidos.

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Deep in Fantasy -Interesante capacidad pulmonar total. -Dice Peekins, y mete la información en la computadora, su rostro contraído por la concentración. La caja torácica de Belze sube y baja temblando y entonces toma aire por la nariz. Tira la cabeza para atrás, sus mejillas y carrillos se mecen, y luego su rostro se contrae. Sus ojos se aprietan. Sus pulmones parecen cerrados. -¡No respira! –Dice Perdiz. -Aguarda. –Dice Peekins, sus ojos moviéndose por el panel de control. – Sólo aguarda… El corazón de Belze empieza a latir con fuerza—el bip es estridente y continuo—pero yace con rigidez. -Está funcionando a toda marcha. –Dice la enfermera. Perdiz grita. -¡Hagan algo! ¡No podemos perderlo! Y entonces Belze toma otra bocanada de aire, lo que parece imposible. Ahora está aguantando demasiado aire. Su rostro se torna de un rojo purpureo profundo. -Aguanta. –Dice Peekins. –Aguanta, aguanta, aguanta. Los labios de Belze empiezan a volverse azules. -Jesús. Está muriendo. –Grita Perdiz. -¡Está muriendo justo aquí ante sus ojos! Iralene trata de hacer retroceder a Perdiz de la cápsula. –Perdiz. –Dice suavemente. Peekins repentinamente parece ser presa del pánico. -¡No sé qué más hacer! ¡Nunca hice esto con alguien tan viejo! Y entonces el latido se detiene. El bip se vuelve una sólida línea mortal. Perdiz se estira y toma los hombros de Belze, que siguen fríos. -¡Retrocede! –Grita Peekins, pero Perdiz empuja el cuerpo del anciano lo suficiente para hacerle colgar una rodilla sobre la cápsula, y después se inclina sobre las costillas de Belze. Aprieta contra su pecho con todas sus fuerzas. Nada. Beckley grita. -¡Perdiz! ¡Déjalo ir! El chico aprieta de nuevo. -¡Si vas a hacerlo, hazlo bien! –Grita Peekins y apunta al lugar donde las costillas de Belze se juntan en el centro del pecho. Perdiz retrocede y empuja, sus codos trabados. El anciano sigue rígido. Perdiz cierra los ojos y lo vuelve a hacer una y otra vez. -¡No mueras! – Grita -¡No mueras! –Puede sentir la fina piel del viejo, los huesos en su pecho, el ceder de sus ligamentos.

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Deep in Fantasy -Se ha ido. –Dice la enfermera. -Perdiz. –Dice Peekins. -¡Detente! –Sacude al chico por el hombro. -¡Para! Perdiz, sin aliento y sudando, sigue. -Es una causa perdida. –Dice Beckley. -Para, Perdiz. –Dice Iralene. -¡Por favor! Y Perdiz se pregunta si tienen razón. Abre los ojos. El rostro del anciano está tenso. Ya falleció. Perdiz sigue. Quiere llorar, pero entonces la máquina salta. Hay un latido… y otro. Los ojos del hombre se abren con un revoloteo y se centran en los de Perdiz. El pecho de Belze sube y baja con sacudidas. Sus ojos están bien abiertos. Deja salir un suspiro profundo y repiqueteante. -Odwald. –Dice Perdiz. Se inclina hacia el anciano. -¡Odwald! ¡Estás aquí! ¡Estás bien! Perdiz se baja de un salto. Peekins y la enfermera trabajan ahora con rapidez, estabilizando a Belze. No mucho después, está tranquilo. Su respiración y latido son estables. Perdiz dice suavemente. –Vamos a reunirte con Pressia ¿Si? Te extraña. Quiere verte ¿Bien? -Pressia. –Dice el hombre viejo, sus labios temblando con su nombre. -Sí. Te extraña. -Mi esposa. Perdiz sacude la cabeza. –No, tu nieta. El anciano parece confundido. -¿Dónde estoy? -Está bien. –Dice Perdiz. –Está bien. -¿Dónde está mi esposa? ¿Dónde está Pressia? -Tu nieta. –Dice Perdiz. -No tengo una nieta ¿Cómo podríamos si ni siquiera pudimos tener hijos propios? Perdiz mira al resto. -Está desorientado. –Dice Peekins. –Quizás sea temporal. -Esto ocurre algunas veces. –Dice la enfermera. Perdiz camina hacia la pared y se apoya en ella, tratando de aclararse la cabeza. -¿Dónde estoy? –Dice Belze. -Estás en un hospital. –Le dice Peekins con calma. –Vas a ponerte bien. Perdiz dice. –Él no era su abuelo real. La encontró después de las Detonaciones y la cuidó como si fuera propia. Debe de haberla nombrado por su esposa. Fue como la hija que nunca tuvo. Peekins le está explicando cosas al anciano. –Pasaste por una operación, y estuviste en un tipo de coma, pero vas a estar bien. 258

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Deep in Fantasy Beckley dice. –Está aquí, pero no lo está. Perdiz mira el suelo. No acabó aquí. Sale del cuarto y camina por los pasillos. Corre aunque se siente mareado. Con una mano en la pared, se apoya en ella cuando gira. Iralene y Beckley lo siguen. -¿Qué pasa, Perdiz? –Grita Beckley. -¿A dónde vas? -¡Perdiz! –Lo llama Iralene. Saben a dónde va. Sigue corriendo dentado por los pasillos hasta que llega a la cámara de alta seguridad—la que está toda sellada y a la espera de que Perdiz descubra algún código, alguna contraseña. El chico mira la puerta, sin aliento, mientras Beckley e Iralene lo alcanzan. -¿Qué tienes allí dentro? ¿Qué me dejaste? –Le está hablando a su padre directamente. Está en todas partes; dentro suyo. -Quizás no quieras saber. –Dice Iralene. -Tal vez no puedas saber. –Dice Beckley. Perdiz se gira y sacude al guardia. -El abuelo de Pressia no la recuerda. Lo traje de vuelta—pero una parte sigue muerta ¡Intenta tú darle eso a Pressia como un regalo! Tú trata. -Tranquilo. –Dice Beckley, alzando las manos. -¿Qué pasa si su padre está allí adentro? Hideki Imanaka es la persona que mi padre más odiaba en el mundo. Mi padre amaba a sus pequeñas reliquias. Debió de haber mantenido a Imanaka si pudo. Y podía hacer lo que sea ¿no? Beckley camina hasta la pesada puerta de metal. -He hecho todo lo que pude para progresar. Necesito que éste sea el padre de Pressia. Lo necesito. -Tratamos un montón de combinaciones, Perdiz. –Dice Beckley. –No podemos abrirla. -Vuélala. -Tu padre se aseguró de que esto no sea sólo sobre un show de fuerza. Dice Iralene. –Era sobre un secreto. Algo que tal vez sólo ustedes dos sepan. Perdiz se corre las manos por el cabello -¡Mi padre y yo no compartíamos secretos! No compartíamos nada. –Ni siquiera amor, piensa Perdiz. Su padre ni siquiera lo amaba. Eso es lo que le dijo antes de matarlo. Nunca entenderás el amor.

¿Quiere su padre amor? Perdiz mira a Beckley. Sus manos sostienen la memoria de comprimir las 259

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Deep in Fantasy costillas de Odwald Belze. Están temblando, como una vez lo hicieron las de su padre. Es como si el viejo nunca lo fuera a dejar. Es, por un breve momento, como si su padre se hubiera metido en su camino, como si hubiera transferido su cerebro al cráneo de Perdiz y está dentro por siempre. Odia a su padre más que nunca, y sabe ahora qué quiere—qué demanda. -Debo saber qué hay allí adentro, Beckley. –Toma la manga de la bata de laboratorio de Beckley. –Debo decirle que lo amo. -¿Qué? Perdiz sabe que su padre quiere que salga de su propia boca. –Hay un parlante. –Susurra de espaldas contra la puerta sellada. –Quiere que lo diga. -¿Estás seguro de que es eso? -Beckley no suena convencido, pero no conoce a Willux como Perdiz. Iralene posa la mano sobre el frío metal de la puerta. -El cuarto dentro de la cámara de guerra estaba lleno de viejas fotos, cartas de amor—escritas para cada uno. Todas las cosas que nunca dijo. Porque nunca las decía, nunca las escuchó de vuelta. Sé qué quiere. -Nunca estuve más seguro de nada en mi vida. –Perdiz lo sabe porque su padre está dentro suyo—un hechizo desde el interior. Eso es lo que no le puede decir a Beckley. -Dilo. -Susurra Iralene. Perdiz se gira hacia la puerta. Camina hasta el pequeño parlante. Cierra la boca y sacude la cabeza. No lo dirá. No puede. Quiere decir: Déjame en paz. ¿Es esto lo que le pasa a todos los asesinos? Su cuerpo es una prisión. Perdiz golpea los puños contra la pared sobre su cabeza. Intenta pensar en alguien más. Puede fingirlo. Pero su padre está allí en su cabeza—sus manos curvadas y ennegrecidas, su respiración silbante. Un Miserable al final. Y entonces, no está seguro de dónde viene, pero dice. – Un Miserable como yo. –Hay una canción sobre ser un Miserable, sobre la gracia de Dios. Quiere decirle a su padre que son todos Miserables. Que todos necesitamos ser salvados. Pone la boca contra el parlante. –Te quiero. –Dice. –Eres mi padre. Siempre te quise. No tuve opción más que hacerlo. En alguna parte dentro de las cerraduras elaboradas de su padre, sus palabras coinciden con algún criterio ¿Fue sólo su voz? ¿Fue el dolor en ella lo que activó algo? Nunca lo sabrá. Empiezan los clics. La puerta finalmente cede. Su sello está roto. Frío se filtra del cuarto helado. Niebla roda hacia el pasillo. Perdiz pone la mano en la puerta y lentamente la empuja para que se abra. Una luz adelante se enciende con un parpadeo, iluminando cuatro cápsulas 260

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Deep in Fantasy pequeñas. Perdiz se acerca y ve infantes en cada una. Yacen de costado. Tienen tubos en la boca. Sus pieles están todas levemente cristalizadas y tintadas de azul, igual que Jarv Hollenback cuando lo vio por primera vez aquí abajo. El cuarto también tiene una mesa en la esquina con una caja de metal sentada arriba. -Cuatro pequeños bebés. –Dice Iralene, entrando a la habitación e inclinándose sobre uno. -Mi Dios. –Dice Beckley cuando pasa por la puerta. –Mi Dios. Perdiz no lo entiende. Mira a Beckley, quien empalidece y retrocede. El guardia se toma del marco de la puerta y mira a Perdiz con los ojos bien abiertos. –Jesús, Perdiz ¿No lo sabes? El chico sacude la cabeza y mira a Iralene. Observa el entendimiento también llegar a su cara. Mira a las cápsulas de nuevo. Esta vez busca placas con nombres en los bordes. Encuentra una pequeña etiqueta plateada frente a cada cápsula con las iniciales: RCW, SWW, ACW, ELW. rcw—sus iniciales: Ripkard, su nombre real; Crick, su segundo nombre; y Willux. sww—las iniciales de su hermano: Sedge Watson Willux. Se agarra de esta segunda cápsula y se mueve rápidamente hacia la tercera placa: ACW. Aribelle Cording Willux, su madre. Dice, -No, no. –Mientras sus ojos se disparan hacia la placa final: ELW. Su padre. Ellery Lawton Willux. ¿Podría ésta ser su familia—reconstruida? Piensa en los bebés prematuros detrás del banco de ventanas en el cuarto de bebé. Clones—hechos de la codificación genética de Puros y Miserables. ¿Está mirando a su madre y padre—como infantes? ¿Está mirándose a sí mismo y a Sedge? ¿Es esto lo que su padre le dio? Su familia ¿De vuelta? Una de sus rodillas cede. Se toma del borde de una cápsula y camina hacia la caja de metal en la única mesa. La mira por un momento. Le corre la sangre en los oídos. Sus ojos se empañan. Parpadea, y la caja vuelve a estar en foco. Tiene que abrir la tapa. -No. –Dice Iralene. –Déjala. Pero no puede. Saca la tapa con los pulgares. Resuena contra la mesa. Dentro, hay instrucciones médicas—un programa para envejecer los especímenes para que eventualmente tengan la diferencia de edad correcta para ser una familia de nuevo. ACW y ELW tienen que ser sacados y 261

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Deep in Fantasy envejecidos por veinticinco años, y entonces SWW puede ser sacado. La madre y padre de Perdiz tuvieron a Sedge cuando tenían veinticinco años. RCW puede ser sacado dos años más tarde. Y entonces… ¿Qué tenía su padre en mente? ¿Serían una familia? ¿Una familia normal? ¿Reunida y completa? Tal vez no se arrepentía de haber matado a su madre e hijo mayor porque seguían vivos. Perdiz vuelve a las cápsulas—los pequeños infantes ¿Qué hará con ellos? Ésta es su herencia. La radio de Beckley lanza un graznido ¿Puso la hermana de Perdiz el plan en acción? ¿Están los supervivientes invadiendo? ¿Es este el principio de otra guerra sangrienta? Dice. -Iralene, dime algo en este mundo que importe. Dime algo sagrado. -Tú importas. –Susurra ella. Pero esto no es lo que él necesitaba oír. Beckley vuelve a entrar al cuarto. -Lyda y Pressia han sido encontradas. -¿Piensas que ha empezado? –Pregunta Perdiz. -Un grupo se formó no lejos de la Cúpula. –Dice Beckley. –De acuerdo a los reportes, parece que se mueven. Iralene y el guardia salen al pasillo y, por un momento, son sólo Perdiz y los infantes. Su padre también pensó que estaba haciendo lo correcto. Pero ahora Perdiz sabe que él no es su padre. Su padre siempre le fue un extraño. Perdiz va a tratar de salvar la Cúpula, no por lo que significa, o por lo que aspira a ser, sino porque cada persona importa. Puede tratar de salvar vidas. Iralene trata de nuevo. –El hogar es sagrado, Perdiz. -Tenemos que traer a Lyda y Pressia al cuarto de guerra. A Odwald Belze también. -La familia es sagrada. –Susurra Iralene. –Un hogar lleno con la familia. Él camina hacia el pasillo. Las luces en la habitación se apagan con un parpadeo. La puerta se cierra automáticamente. El único ruido es el sonido de las cerraduras volviendo a su lugar con clics.

IL CAPITANO ADECUADO

Nuestras vidas no son accidentes. Este es el inicio, no un final. Haz lo que debas hacer.

Bradwell lo lee una y otra vez, en voz alta, con los dedos pellizcando las puntas de la pequeña tira de papel.

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Deep in Fantasy Sus manos tiemblan tanto que el cisne dibujado a mano parece sacudirse. – ¿Cómo demonios vamos a derribarla sin bacteria? –Dice. -Mierda si lo sabré. –Dice Il Capitano. -¡Mierda! –Dice Helmud enojado. Afuera, la gente empieza agitarse, a hacer ruido—han habido un par de gritos y canticos poco claros. Desde su cama, Il Capitano encuentra una vista de la multitud reuniéndose a través de las estanterías ennegrecidas y los muros derrumbados. -¿Qué está pasando allí afuera? -Dice Bradwell. -Ni idea. –Dice Il Capitano. Pero entonces, el gentío se parte y Nuestra Buena Madre, flanqueada por todas partes por Madres, avanza a zancadas hacia los restos de la escuela primaria. Está envuelta en pieles, excepto por las partes desnudas en su bíceps, donde la boca del bebé está alojada, e Il Capitano sabe que viene para encontrarlos a él y Bradwell. Una vez esté en la habitación, será capaz de ver los pequeños labios fruncidos del bebé. El niño lo asusta más que nada. -Está aquí. –Dice Il Capitano. -¿Quién? -Nuestra Buena Madre. Siento como si me fuera a meter en líos. –Dice Il Capitano. –Espero que no esté armada. -Siempre está armada. –Dice Bradwell -Siempre. -Dice Helmud. Il Capitano sube una fina sábana para cubrirse, como si fuera a servir como alguna clase de protección. –Odio cuando las madres nos dicen Muertos. -Odio cuando Nuestra Buena Madre nos dice algo en absoluto. La lona puesta entre dos estanterías es corrida. Nuestra Buena Madre la atraviesa seguida por tres otras Madres que se detienen junto a la entrada. -Déjenos solos por un momento. –Ella dice. –Hagan guardia en la puerta. – Las mujeres miran a Il Capitano y Bradwell, después se van reluctantes. -No creo que nos hayas visitado antes. –Dice Bradwell. -¿Cuál es la ocasión? -No tomes un tonito conmigo, Muerto. Estoy aquí fuera por bondad de mi corazón. –Mira a Il Capitano, su cara moteada con moretones. –Así que finalmente obtuvieron su venganza. -Quizás no toda. –Dice Il Capitano. -Toda. –Dice Helmud, no estando de acuerdo. -Bueno, no puedes culparlos. –Dice ella. Il Capitano no responde. Se culpa a sí mismo, y el sentimiento es nuevo y 263

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Deep in Fantasy extraño. No le gusta. -¿Por qué estás aquí? –Dice Bradwell. -Estoy aquí porque me necesitan. –Dice Nuestra Buena Madre. -¿En serio? –Dice Bradwell. –Porque siento como si ya tuviéramos un show bastante de grande aquí. Podríamos estar listos. –Il Capitano sabe que Bradwell no quiere estar en deuda con Nuestra Buena Madre. Ella tiene una manera brutal de saldar deudas. -Por favor—están desorganizados, desarmados, y son débiles. Y creo que les está faltando algo muy precioso ¿Tengo razón? Bradwell abre la boca para decir algo, pero Il Capitano lo interrumpe. ¿Qué es eso? ¿Qué tienes? -Hemos estado siguiéndolos—sólo vigilando. Y dejaron algo atrás. Saben qué es. –Dice con evasivas. -No me estás entendiendo. –Dice Il Capitano. –No estoy convencido de que tú sepas qué es. -Sé que es pequeño. Sé que es poderoso. Sé que es esencial para tu plan. Sé que si uno de ustedes emprende hacia la Cúpula solo, o incluso si van juntos, los matarán en el proceso ¿Notaron estas nuevas armas brillantes que ahora están sobre el techo de la Cúpula—¿una guirnalda de armamento? -¿Qué? –Dice Bradwell. -¿Armas nuevas? -Se están preparando para la guerra. –Dice Nuestra Buena Madre. -¿Y ustedes? -Las alas masivas del chico se despliegan y agitan. -Será una masacre de todas formas ¿Por qué no los ayudamos a derribar la Cúpula y hacerlo una lucha justa? Il Capitano sacude la cabeza. –No puedo entrar en pelea. –Dice. –No lo haré. Ese ya no es quien soy—nunca más. -Este no tiene que ser un acto de agresión. –Dice Bradwell. –No tenemos que estar atacándolos. Estamos asaltando a la Cúpula en sí misma. Podríamos estar liberándolos. -Esperas acercarte con tu pequeña entrega especial ¿correcto? –Empieza Nuestra Buena Madre. -Tenemos que estar preparados para la posibilidad de que se le haya escapado a Pressia—o que le hayan sacado información de tu arma a los golpes. Deben de saber una buena parte, de hecho. Si rodeamos la Cúpula y vamos todos a la vez, no sabrán quién tiene esta entrega especial. Podría ser cualquiera ¿Dónde empezar a disparar? ¿Cómo iniciar la masacre? Todos llegamos en un círculo apretado. Vivimos como una masa; quizás muramos como tal. Pero al menos estamos todos juntos. Para matar al correcto, tendrán que acabar con todos nosotros. 264

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Deep in Fantasy -Van a empezar a mermarnos con ametralladoras. -Dice Bradwell. –No les va a importar a quién disparen. -Sólo aquellos que quieran hacer el círculo lo harán. –Dice Nuestra Buena Madre. –Nadie será forzado. -Si Perdiz está de veras a cargo. –Dice Il Capitano. –No tendrá el estómago para matarnos a todos. -¿Y si no está realmente al mando? –Dice Bradwell. -Lo descubriremos, de una vez y para siempre. –Dice Nuestra Buena Madre. Mete la mano en sus pieles de animal y saca la caja cuadrada de metal conteniendo la bacteria. -¿Están dentro? Bradwell mira a la multitud por el muro derrumbado. –Lo estoy sólo si soy quien lleve la bacteria a la Cúpula. –Dice. Nuestra Buena Madre sacude la cabeza. –Te apuntarán primero, Bradwell. Sospecharán de ti más que nada. -No tendré que acercarme demasiado. –Camina hacia el estante donde está sentado Freedle sobre sus pequeñas piernas segmentadas. –Si me disparan, todavía podemos asegurarnos de que la bacteria lo logre. -¿Esa pequeña criatura? –Nuestra Buena Madre la mira entornando los ojos. -Lo recuerdo ahora. Este era un regalo a Pressia de su madre ¿o no? ¿Es como se aseguraba de que Pressia esté siendo cuidada? -Correcto. –Dice Bradwell. Nuestra Buena Madre se inclina más cerca de la delicada cigarra de metal. –Su madre sigue con nosotros. Esto es lo que las madres hacen. Alertas— incluso desde la tumba. –Asiente. –Es adecuado. Sí. Lo apruebo. –Con eso, se mueve hacia la lona, pero antes de irse, se gira y dice. –Tuve un marido una vez. Deben saberlo. Me dejó antes de que impactaran las Detonaciones. Está dentro de la Cúpula, mi Muerto lo está ¿Saben que haré una vez la Cúpula caiga? -¿Qué? –Pregunta Bradwell. -Lo cazaré como a un animal y lo mataré a sangre fría—preferiblemente con mis manos desnudas. -Sonríe. –La Sra. Foresteed va a matar al Sr. Foresteed. Confieso que algunos aspectos de la guerra pueden ser muy íntimos.

PRESSIA CABEZA DE MUÑECA

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Deep in Fantasy

Chandry, Lyda y Pressia se paran en el centro del planetario, sobre un pequeño escenario circular, con el tacho que las llevó allí entre ellas. El teatro está a oscuras, como si fuera el atardecer. Las estrellas brillan sobre sus cabezas. -Todo está cerrado—tiendas, escuelas, restaurantes. –Dice Chandry. –Por eso pudimos arreglar el encuentro aquí. -¿Cerrado? –Pregunta Lyda. -Saben qué tienes. –Le dice Chandry a Pressia. –Conocen tu plan. -¿De qué estás hablando? –Dice Pressia, negándose a soltar nada. No está convencida de realmente confiar en Chandry. Se fio lo suficiente para meterse en el tacho porque era su única salida, pero revelar un secreto es diferente. -Tu revolución. Lo saben. -¿Revolución? -Dice Pressia. Nunca antes lo había pensado como una revolución, pero por supuesto que Chandry tiene razón. Eso es exactamente lo que podría ser. -Nos estamos preparando. –Dice Chandry. –Para lo peor, que podría ser para mejor, al final. -¿Preparándose cómo? –Pregunta Lyda. -Con fuerza militar, por supuesto. Una milicia armada. La Ola Roja Honesta es necesaria una vez más. Chandry mira su reloj con nerviosismo. Pressia conoce las historias de la Ola Roja Honesta tomando el poder antes de las Detonaciones—un reinado de terror y opresión; quiere saber a quién esperan. -¿Quién viene? –Dice Pressia. -Un doctor. -Dice Chandry, y mira la cabeza de muñeca de Pressia, como si el doctor viniera a curarla. -¿Arvin Weed? -Pregunta Lyda. Chandry asiente. Pressia conoce el nombre. –Se acercó a mí en la recepción de boda. – Inmediatamente se siente culpable por sacar el casamiento a relucir frente a Lyda. Puede sentir su enojo. –Quería hablarme. -Estaba desesperado por llevarte a un lugar seguro para hablar. –Dice Chandry. –Y aquí estás. -¿Qué quiere? –Pregunta Pressia, consiente de la caja de metal aún presionada a salvo contra su piel. -Piensa que podrías tener algo. Algo… -Chandry busca la palabra correcta.Esencial. 266

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Deep in Fantasy A Pressia le cosquillea el estómago ¿Podría ser esta la persona que ha esperado conocer? –¿Lo conoces? ¿Es confiable? –Le pregunta a Lyda. -No sé en quién confiar ¿No es obvio ya? –La chica está mirando las estrellas falsas. -¿Es parte de Cygnus? –Le pregunta a Chandry. -¿Cómo tú? -Conocí a tu madre. –Dice Chandry. –Estábamos en un grupo de juego juntas—una tapadera para nuestras reuniones. Cualquier mención de su madre hace a Pressia sentirse físicamente hambrienta. Trata de no sonar demasiado desesperada. -¿Mi madre? ¿Cómo era en ese entonces? -Ella era maravillosa. Una mente aguda y pensativa, un corazón profundo. Pensé el mundo de ella. –Dice Chandry, mirándose las manos. –Creí que podía salvarnos. –Mira a Pressia. –Tal vez tú puedas. Pressia no está segura de qué decir, pero de todas formas no hay tiempo. Escuchan un clic. La puerta de la salida de emergencia del planetario se abre. Un borde de luz se desliza dentro del cuarto, y entonces la puerta se cierra con un sonido metálico. Es el joven que vio en la recepción de boda—sí, lo reconoce de inmediato. Él camina hacia el escenario y luego se queda allí parado con extrañeza por un momento. –He estado tratando bastante duro tener un minuto contigo. – Dice. –Al final tuve que hacerlo de la forma difícil. –Mira a Chandry. – Gracias. –Dice. –Lo aprecio mucho. -Es lo menos que podía hacer. –Dice ella, y Pressia se pregunta si está en deuda con Weed. Él mira a Pressia y sonríe. –Ha pasado demasiado tiempo. –Dice. Ella dice. -¿De qué lado estás. Sólo dime la verdad. -Estoy de mi propio lado. –Dice él. –Cada uno de nosotros lo está. Si piensas de otra forma, deliras. -¿Entonces qué quieres? –Pregunta Pressia. -Sé qué alcance has estado teniendo. Sé a qué puede que tengas acceso. Sé que podrías ser más como tu madre de lo que Perdiz alguna vez soñó. -¿Qué se supone que eso signifique? –Dice Pressia. -Quieres hacer lo correcto. -Quiero un montón de cosas. –Dice ella. Weed se agarra las manos detrás de la espalda. –Dime qué son esas cosas, Pressia. Quizás podamos hacer un trato. -No sé si puedo confiar en ti. -¿Qué quieres? Empieza por allí.

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Deep in Fantasy -Quiero que Lyda sea capaz de salir de aquí. Hice una promesa. Weed sacude la cabeza. –No lo entiendo ¿Quieres vivir allí afuera, Lyda? -No me importa si lo entiendes o no. -¿Es por eso que le diste la espalda a Perdiz? ¿Porque querías dejarlo atrás? -Nunca le di la espalda. -Aunque no le respondiste ninguna de sus cartas. -¿Me mandó cartas? –Pregunta Lyda. -¡Arvin! ¿Me escribió? -Muchas. -Dice Weed. Lyda inspira con profundidad. Mantiene el aire en sus pulmones. Sus ojos corren por el cuarto. –Necesito verlo antes de irme. Ahora. –Dice ¡Necesito verlo ahora! -Espera, Lyda. -Pressia se gira hacia Weed. –Sé que Purificaste gente aquí. Sé que creaste a las Fuerzas Especiales pero que esas mejoras se volvieron contra la gente. Los niños que Purificaste… -¿Qué pasa con ellos? –Dice Weed. -Están muertos. Los mataste. Tienes la habilidad de Purificar, pero ese proceso… -Erosiona las funciones más básicas del cuerpo. -Weed sostiene sus manos abiertas frente a él, con las palmas hacia abajo. Tiemblan, incluso tan levemente. -Willux me hizo tomar mejorías de cerebro. Quería que usara mi mente para salvarlo. –Se estira y sostiene la muñeca de Pressia, levantando su cabeza de muñeca. –Tal vez no sea demasiado tarde para ninguno de los dos. A Pressia le falta el aliento. Siente como si su corazón se alzara sin peso en su pecho. –tengo lo que necesitas—un vial del suero de mi madre y la fórmula. Puedes Purificar y tengo lo que se necesita para que el proceso no tenga ningún efecto secundario mortal. Había otra pieza. Para eso está la formula y— -Tenemos todo lo que necesitamos, Pressia. –Dice Weed. –Podría empezar contigo. Este es el momento que Pressia ha estado esperando. La cabeza de muñeca puede ser removida. Puede liberarse de ella. Puede volver a ser entera—ella misma por completo. Y pueden salvar a otros sobrevivientes. Lyda interrumpe. –No hay tiempo. -No sabemos cuándo van a atacar—si siquiera tienen el coraje para intentarlo. –Explica Weed, metiéndose las manos en los bolsillos. –Quizás tengamos tiempo. Quizás no. -Todavía no recibieron un mensaje mío. Están esperando. –Dice Pressia. -No. –Dice Lyda, mirando hacia otro lado. –El mensaje ha sido enviado. 268

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Deep in Fantasy -Yo no lo mandé. –Dice Pressia a la defensiva ¿Lyda no le cree? -¡No lo hice! -Yo fui. –Dice Lyda en voz baja. -¿Qué les dijiste, Lyda? -Dice Pressia, agarrándola por el codo. -¿Qué mensaje mandaste? -Sabes qué les dije. –Dice ella, liberándose del agarre de su amiga. –Les dije que hagan lo que tengan que hacer. Usé las palabras que me dijiste y dibujé un cisne—para que Bradwell supiera que es de tu parte. -Lyda ¿Por qué? ¿Por qué hiciste eso? -Pressia mira el suelo, tratando de procesarlo todo—los hechos cambiando, las repercusiones fuera de la Cúpula—y entre todo eso, se siente traicionada. -Me hiciste decirte las palabras clave ¿Cómo pudiste hacerme eso? -Lo hice por todos nosotros. –Dice Lyda. Mete la mano en el cesto, saca dos lanzas y le entrega una a Pressia. -No voy a llevar una lanza, Lyda ¿Siquiera sabes lo que hiciste? Lyda mete la mano en el tacho de nuevo y saca una pieza de metal tejida con perchas. Pone los brazos en las correas que agujereó. Le sienta cómodamente sobre el pecho y estómago—donde el bebé recién comienza a tomar forma. Es una armadura tejida a mano. Lyda debió de haberla hecho—¿Cómo? Pressia no lo sabe, pero le entra perfecto. –Hice lo que debía hacer. –Dice Lyda. -Tenemos que llevarlas a ambas a un lugar seguro. –Dice Weed frotándose la mandíbula, obviamente tratando de armar una estrategia. -Debo ver a Perdiz. –Dice Lyda de nuevo, con énfasis. -Ahí es donde las estoy mandando. Pero primero. –Mira a Pressia. –Puedo proteger los laboratorios de investigación, Pressia. Hay una defensa extra construida dentro. Si me das lo que tengas, puedo mantenerlo a salvo. Pressia puede sentir la caja de metal contra sus costillas. -¿Me prometes hacer lo correcto? -Lo prometo. Pressia mira a Lyda. -¿Confías en él? Lyda dice. –La confianza requiere un acto de fe. Justo ahora ¿Qué más tienes? Pressia agarra debajo del saco de su uniforme la caja y la saca. Cuando entrega el vial y la fórmula dentro, la golpea el miedo. Sus manos tiemblan como si ella también se estuviera derrumbando. -Perdiz va a querer que canceles el ataque. Los Puros tienen todo que perder, así que va a tirarte con todo—todo lo que alguna vez quisiste. Prepárate para eso. 269

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Deep in Fantasy ¿Cómo podría prepararse para serle dado todo lo que alguna vez quiso? – Mantén tu promesa, Arvin Weed. -Sabes, Willux también mató a mis padres. -Dice Weed. –Se supone que diga que mi hermana pequeña murió de complicaciones durante el nacimiento. Pero fue un rehén. Mis padres hicieron lo que Willux quería, pero la mató de todas formas. Y entonces, cuando yo era un poco mayor, se resfriaron y nunca recuperaron, como si algo tan benigno como un resfrío los hubiera matado. He seguido con el juego, Pressia. Lo seguí y seguí y seguí. Y ahora solo quiero salvarlos. -¿A quiénes? -Tantos—demasiados para contar… -Weed no puede hablar por un momento. La tristeza ahoga su voz. Tose y dice. -Willux me hizo crearlos. Ahora es mi responsabilidad mantenerlos vivos. –Mira a Pressia y Lyda de pronto, como si hubiera estado tan sumergido en sus pensamientos que se olvidó de que estaban allí. -Le mandaré palabra a Perdiz que estás yendo. – Agarra la caja de metal, la alza en su puño. –Gracias. –Dice, y mientras camina devuelta hacia la puerta, grita por sobre su hombro. –Lleva la lanza, Pressia. En algún punto, la necesitarás.

IL CAPITANO CORAZÓN

Se están movilizando—todos: Amasoides, Madres, soldados de la ORS, adoradores de la Cúpula, incluso un par de niños del sótano y familias que tuvieron que salir de las ciudades y cuarteles generales y puestos de avanzada por el humo. No hay muchas Fuerzas Especiales restantes, pero, de vez en cuando, una aparece en los bordes, huele el aire, y antes de ser disparado, sale corriendo. Los sobrevivientes se reúnen en el bosque, a los límites del territorio estéril, que va cuesta arriba hacia la Cúpula, brillando con blancura, y coronada con armas negras y brillantes, su cruz atravesando las nubes oscuras. Il Capitano está apoyado a ambos lados por soldados de la ORS, que están soportando su peso y el de Helmud combinados. Le duelen los huesos, especialmente las costillas rotas, y tiene la piel túrgida por los moretones y profundas hinchazones. Donde las cuerdas se hundieron en sus muñecas, hay ahora vendajes. Bradwell le está hablando a un grupo de Madres. Todos se mueven con una intensidad silenciosa, una electricidad silenciada.

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Deep in Fantasy Il Capitano está aliviado porque su propósito unificador ya no es matarlos a él y Helmud. Las Madres han estado organizando la manada. Los sobrevivientes se despliegan en ambas direcciones para rodear la Cúpula. Y ya eligieron a los que se quedarán—chicos, quienes los cuidarán y aquellos que son más una carga que ayuda. Están alzando un par de tiendas improvisadas para romper con el frío y viento, y allí es donde los dos soldados de la ORS se detienen. -Esta servirá. –Murmura uno de ellos. -No voy a ir a una tienda. –Dice Il Capitano. -¡No voy a ir! –Dice Helmud. -Señor, nos dijeron que lo instalemos en una tienda. -No. Me quedo con Bradwell. Él va. Nosotros vamos. -Nosotros vamos. –Dice Helmud. -Pero ni siquiera puede caminar, señor. -Dice el soldado de la ORS. -¡Bradwell! –Grita Il Capitano, rompiendo el silencio. Bradwell camina hacia ellos. -¿Qué? -No nos vamos a sentar en el banquillo en esta endemoniada tienda. -Cap, no estás en ninguna condición de— -Vamos contigo. Incluso si tengo que gatear, vamos. -En serio, ni siquiera puedes— -No voy por las razones que siempre creí que lo haría. Voy porque no te dejaré solo. Somos como hermanos. -Hermanos. –Dice Helmud. Bradwell mira las puntas de los árboles atrofiados. –Bueno. –Dice. –Si vas a venir conmigo, quiero que me prometas algo. -¿Qué? –Dice Il Capitano. -Si no lo logro. –Dice Bradwell. –Quiero que revises mi corazón. -¿Tu corazón? -Sólo asegúrate que ya no esté latiendo. Asegúrate de que ha parado. -Si mueres ¿quieres que ponga mi oído en tu pecho y me asegure de que tu corazón ya no late? -Sí. Y lleva a Gorse con su hermana. Eso es lo que quiero, y no me preguntes nada más sobre ello. -Bueno. –Dice Il Capitano. –De todas formas, no vas a morir, Bradwell. El aludido no responde. En su lugar, dice. –El viento es fuerte hoy ¿o no? Il Capitano asiente. –Bastante fuerte. -Con suerte seguirá así. –Dice Bradwell y se aleja. -¿El viento? -Pregunta Il Capitano. -¿Estamos hablando sobre el viento? 271

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Deep in Fantasy -El viento. -Dice Helmud.

PERDIZ ATADOS CON CORDEL

La larga mesa de caoba es en realidad una pantalla. Proyecta un mapa en vivo—la Cúpula en el centro. Perdiz mira la imagen. Pequeños puntos rojos han rodeado la Cúpula, y más están de camino—puntos manan del bosque. -Está producido con una compilación de varias cámaras que registran movimiento y lo siguen. –Explica Beckley. -¿Cada punto es un superviviente? –Dice Perdiz. Realmente está pasando. Se da cuenta ahora de que nunca lo creyó por completo. -Correcto. Iralene engancha su brazo con el de Perdiz. Él está tan desconectado que el tacto lo sorprende. -¡Hay tantos! –Dice ella. A Perdiz le golpea el corazón en las orejas. Siente un surgimiento de orgullo. No puede creer que se hayan organizado y juntado así. Se imagina cómo deben de estar sintiéndose Il Capitano y Bradwell ahora ¿Están a la cabeza de esto? ¿Ha pasado a su alrededor? Pero al mismo tiempo, el surgimiento de orgullo cambia rápidamente a miedo. Se están reuniendo porque esperan entrar. Esta no es una misión de buena fe. Este es el principio de una revolución. -Tenemos que comunicarnos con ellos. –Dice Perdiz. –¡Sigue habiendo una forma de enlentecerlo todo! Tenemos que hacerlo de forma pacífica ¿Hay noticias de Pressia y Lyda? -Están de camino. –Dice Beckley. Pensar en Lyda hace que se le contraiga el pecho ¿Por qué ni siquiera le respondió las cartas? ¿Se desenamoró de él? -Puedes convencer a Pressia de hacer una tregua. Sé que puedes. –Dice Iralene. –Viene de esa gente. Sabrá cómo comunicarse con ellos ¿no? Miserables—eso es a lo que Iralene se refiere. Beckley le está hablando a alguien por su walkie-talkie. -¿Está listo? ¿Aquí ahora? -¿Qué pasa? –Pregunta Perdiz. -Espero que no te importe. –Dice Beckley. –Pero tomé la oportunidad de tomar a alguien que podría ser de intermediario. -¿Intermediario? -Necesitarás a alguien en el campo que te sirva como mediador. Pensé en la

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Deep in Fantasy persona perfecta. Alguien que puede parecer… confiable para ellos. – Beckley camina hacia la puerta, la abre, y entra un soldado de las Fuerzas Especiales alto y larguirucho, cojeando sobre una prótesis elegante, la pierna del soldado termina en el muslo. El soldado mira a Perdiz, y éste lo conoce. -Hastings… -Trata de ver a su viejo amigo, torpe y fácil de avergonzar. Lo extraña. -Perdiz Willux. –La voz de Hastings es más robótica que nunca, pero sigue habiendo algo muy profundamente humano dentro suyo, algo que no pueden borrar. Iralene le teme a Hastings. Aprieta su agarre en el brazo de Perdiz y se mueve para estar apenas detrás de él. -¿Qué pasó? –Perdiz se refiere a la pierna de Hastings. La última vez que lo vio, le dijo que encontrara a Il Capitano ¿Lo llevó eso a su pérdida? ¿Es Perdiz el culpable? No le sorprendería. -Un incidente. -Hastings ha sido cerrado. Sólo puede dar respuestas cortas—del tipo menos relevante. Se rebeló y lo recodificaron. -Siento eso. –Dice Perdiz. Hastings asiente. Siguen siendo viejos amigos. Algo de lealtad permanece. -Hastings. –Dice Beckley. –Necesitamos que seas nuestros ojos y oídos. – Está completamente intervenido. –Te prepararemos la comunicación para que podamos hablar directamente con quien esté al mando allí abajo. -Il Capitano y Bradwell. –Dice Perdiz. -Te daremos un portátil que transmitirá nuestras voces desde aquí. –Explica Beckley. Hastings inspira profundamente. Sus inmensos hombros se alzan y caen. -Beckley te trajo porque eres en quien confiarían allí afuera, pero realmente eres en quien yo confío, Hastings. –Dice Perdiz. –Tenemos un pasado. -No tienes que jugar con tus viejas ataduras. –Dice Iralene suavemente, reconociendo algo en Hastings. –Está programado para obedecerte. -Ella tiene razón. –Dice Beckley. -Foresteed dobló su codificación de comportamiento. Nunca se rebelará de nuevo. -¡Quiero que tenga una opción! –Dice Perdiz. -¡Mierda! ¡Quiero que la gente se decida por sí misma! Beckley camina hacia Hastings. -¿Puedes decidir por ti mismo, Hastings? Hastings mira a Perdiz y después a Iralene. Sacude la cabeza. -No, señor. -Debemos sacarlo rápido. –Dice Beckley. –Si tenemos alguna esperanza de negociar. -Bueno, Hastings, vamos, afuera. Encuentra a Bradwell o Il Capitano. 273

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Deep in Fantasy Pressia llegará pronto. –Dice Perdiz, esperando que sea verdad. –Cuando los encuentres, estaremos listos para hablar. Todavía podemos voltear esto. Beckley camina hacia el pasillo y elige a dos guardias para escoltar a Hastings fuera de la Cúpula. Antes de irse, Hastings echa un vistazo por sobre su hombro. Mira a Perdiz—es todo lo que tiene, innegable humanidad en sus ojos. La mirada es ambas, acusadora y llena de sufrimiento. Filosa y rápida y le manda un shock a Perdiz. Es como si Hastings conociera el futuro, y es peor de lo que Perdiz jamás podría imaginar. Pero antes de poder decir algo—¿Y qué diría?—Hastings sale del cuarto, medio con pesadez, medio rengueando. Lo recuerda hablándole a una chica en el último baile al que fue, en el que Perdiz bailó con Lyda ¿Cómo terminaron aquí—cada uno roto de una nueva forma que nunca hubieran podido predecir? -Hay algo más. –Le dice Beckley a Perdiz cuando vuelve a entrar al cuarto. –Cygnus decidió que era mejor si tú y Lyda eran separados. –Mete la mano en el bolsillo de la campera de su uniforme y saca dos atados—montones de papeles doblados, cada uno atado con un cordel. -Cartas—tuyas para Lyda y de ella para ti.

PRESSIA SAGRADO

Pressia y Lyda están corriendo por las calles de la Cúpula hacia el cuarto de Guerra. Sus lanzas están en sus cinturones. Pressia tomó una pequeña y filosa, de sólo 15 centímetros y fácil de esconder. Lyda tiene puesta su armadura. Todos están tan golpeados por el pánico, tan sorprendidos y enojados y esperanzados y perdidos, que ni siquiera lo notan. La ventana de una tienda ha sido quebrada, y hay gente en la calle peleando por linternas y baterías. Otro grupo bloqueó un camión oficial de la Cúpula y está saqueando máscaras de gas, mantas, agua embotellada. Pressia recuerda las historias que su abuelo le contaba sobre qué pasó justo después de las Detonaciones—peleas en mini-marts y supertiendas tumbadas. Los posters anunciando el compromiso de Iralene y Perdiz, pegados en las vidrieras, han sido pintarrajeados, sus caras tachadas, MUERAN, escrito en tinta espesa sobre sus cabezas, por sus narices y cráneos. -Es el chivo. –Dice Lyda. -¡Perdiz es el chivo! -¿A qué te refieres? -El chivo expiatorio ¡Van a culparlo por todo!

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Deep in Fantasy Pressia está asustada. Esta gente quiere sangre. Conoce esa mirada en sus ojos. Le recuerda a los sobrevivientes que tomaron las calles durante las Muerterías. La gente sólo puede sufrir por tanto tiempo antes de que alguien deba pagar. Ella y Lyda cruzan la calle para evitar a los Puros, que están alborotando en sus sobretodos y monos y vagando en sus mocasines de suelas finas, dirigiéndose a una nube de humo. Éste se alza de una multitud frente a una iglesia adelante, agitándose y agitándose sin dónde ir. -Está empezando a oler como en casa. –Dice Lyda. –No sólo a humo pero a desesperación. Se cubren las bocas y narices con sus mangas y siguen. Cuando pasan la iglesia, Pressia ve que el gentío está quemando una efigie—un traje relleno con un rostro chisporroteante. -¡Per-diz! ¡Per-diz! ¡Per-diz! –Gritan. Pressia apenas puede respirar. Perdió la fe en su hermano ¿Pero quemar una efigie? Mira a Lyda, que está impactada. Pressia se la lleva lejos de la multitud. – Simplemente mantén la cabeza gacha. –Dice Pressia. –Sigue caminando. Lyda se tambalea un poco pero continúan. Cuando giran en la última esquina, Pressia choca contra un guardia. Él la agarra por el brazo. -¿A dónde demonios van? Una mujer está parada cerca. Ve la cabeza de muñeca antes que el guardia y suelta un alarido. -¡Ya están aquí! –Grita. -¡Miserable! –La mujer sube más la voz. ¡Miserable! El guardia ve la cabeza de muñeca y se cae de espaldas, tanteando desesperado por el rifle en su espalda. -¡Detente! –Grita a través del humo cada vez más grueso. -¡Detente ahora! Pero siguen corriendo tan rápido como pueden. Los Puros a su alrededor también lo hacen mientras gritan. Hay un disparo ¿Fue del guardia gritándoles a través del humo? ¿De alguien más? Lyda empuja a Pressia dentro del edificio, y corren por una recepción ancha y aireada con paredes espejadas y un hermoso marco dorado. Otro guardia grita. -¡Por aquí! –Corren hacia un único elevador y entran. El guardia golpea un botón. –Ha estado esperando. -¿A cuál de nosotras? –Pregunta Lyda. El guardia se encoge de hombros como si ni siquiera supiera realmente quiénes son, y ahora Pressia puede decir que es joven—más que ella. ¿Piensas que debería quedarme? –Pregunta él en voz baja. –Estoy preocupado por mis hermanas ¿Debería irme? Se está poniendo feo ¿o no? 275

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Deep in Fantasy -¿Estás relacionado con las chicas Flynn? -Dice Lyda. -¿Fuiste a la academia de chicos? -Aria y Suzette. –Dice él. –Mis padres no están. No lograron superar bien... –Baja la voz. –El discurso. Lo hicieron de una buena forma—realmente bien planeado. Sin sangre, y lo arreglaron para que sea la sirvienta la que los encontrara, no nosotros. Eran buenos padres. –El chico tiembla. -Por supuesto que eran buenos padres. –Dice Pressia. –Estoy segura de que te amaban mucho. Estarían orgullosos de ti ahora, pensando en tus hermanas. –Ella sabe qué es lo que siempre quiso escuchar de su madre y padre—Te amo. Estoy orgulloso de ti. Se aferra a la idea de ellos cuidándola por tanto tiempo… no podría imaginarse que se hubieran suicidado. Lyda se estira y toma la manga del chico. –Deberías ir. Este es el momento para que la gente hable sobre amor. Podría no quedar mucho tiempo. Pressia piensa en Bradwell. No puede evitarlo. Amor. Allí está. Siempre lo amará ¿Tendrán más tiempo juntos? El ascensor se balancea y para. Pressia nunca se acostumbrará a ellos. La puerta se abre y las chicas salen. -¡Por aquí! –Las llama otro guardia por el corredor. -Siento lo de tus padres. –Dice Pressia girándose hacia el chico en el elevador. Se le humedecen los ojos. –Nunca nadie dice algo como eso aquí. Nadie habla sobre ellos ya. Es como si hubieran desaparecido. -No se fueron. –Dice Pressia. El guardia agacha la cabeza y las puertas se cierran con un desliz. Pressia sabe que probablemente nunca lo verá de nuevo. Así es como todo se siente ahora—una primera vez y una última, todo al mismo tiempo. Lyda corre por el pasillo. Pressia la sigue. Cuando pasan una serie de puertas, Lyda se agacha en un pasillo y presiona la espalda contra la pared. -¿Qué estás haciendo? –Pregunta Pressia. Lyda se toma las costillas con un brazo. –Sólo necesito un momento. Sigue. -¿Segura? Ella asiente. Pressia continúa. Una puerta se abre adelante. Perdiz da un paso hacia el pasillo. Pressia recuerda la primera vez que lo conoció—cómo, con su bufanda desatada, sabía que era el Puro del que había escuchado, el Puro de cabello corto y piel perfecta librado de la Cúpula. Él se estira—¿Para sacudirle la mano? ¿Va a ser formal? –Te salvé la vida antes de siquiera saber quién eras. –Dice ella. No acepta el apretón.

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Deep in Fantasy Perdiz se mete la mano en los bolsillos. –Es verdad. –Dice. –Unos groupies estaban a punto de matarme. -Aunque no lo habrían hecho ¿O no? En ese entonces estábamos siendo reunidos, y ahora pasa lo mismo. –Dice ella. -Tal vez es verdad. -Tengo el presentimiento de que va a ser distinto esta vez. -Estamos mucho más metidos. –Dice Perdiz. –Tan profundo como es posible ¿Qué hiciste aquí, Perdiz? ¿En quién te convertiste? -¿Qué hay de ti? Te volviste sobre mí. Te diste por vencida conmigo. -No, tú te rendiste con nosotros. –Dice Pressia. -Debes cancelar el ataque. –Dice Perdiz con frialdad. –Estamos localizando a Bradwell e Il Capitano y estableciendo comunicación. Dialogaremos—de verdad—por primera vez en la historia de la Cúpula. -¿Y en este diálogo tú me dices qué hacer? ¿Es eso un diálogo? Perdiz mira el pasillo y Pressia sabe por el cambio en su mirada que Lyda apareció. Y entonces él dice su nombre. -Lyda. Lyda Mertz. –Empieza a caminar hacia ella, y después a correr. Lyda se queda completamente quieta. Pressia no sabe si lo aceptará o no ¿Todavía lo ama realmente, o tiene que saber si él la amó en algún momento—amarla de verdad? En el último segundo, él desacelera. Ella dice algo que Pressia no puede escuchar y él le responde. Se estira y le toca la mejilla con la parte trasera de los dedos. Ella lo abraza entonces, susurrándole algo. Pressia escucha un ruido detrás de ella y se gira. Hay una mujer. Está mirando a Perdiz y Lyda, aspira de forma cortada y suspira temblorosamente. -Iralene. –Dice Pressia, reconociéndola como la novia en la boda. Iralene asiente. –Tengo algo que cambiará tu forma de pensar. –Y mira al pasillo. Pressia sigue su mirada hacia Perdiz, quien ahora sostiene el rostro de Lyda con ambas manos, hablándole con palabras apuradas. –Era un regalo de boda. -Iralene. –Dice Pressia nuevamente. -¿Estás bien? Iralene agarra el marco de la puerta. –Es el paraíso. –Dice y le sonríe a Pressia mientras le resbalan lágrimas por los cachetes. –Hice que hicieran el paraíso. Aquí. Justo aquí. Porque es el lugar más seguro del mundo. Aquí. – Dice. –Déjame mostrarte el paraíso. Cuando da un paso hacia el pasillo, su tobillo se tuerce y se tambalea por un momento sobre sus talones. Susurra en una voz tan baja que Pressia apenas puede escucharla. –Ven conmigo. Quiero mostrarte por qué deberías

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Deep in Fantasy decirles que se detengan. Esto cambiará todo. Hará que se sienta bien. Ya verás. Iralene camina unos metros por el corredor. Perdiz y Lyda notan su presencia ahora. Levantan la vista, tomándose de las manos, justo cuando Iralene abre una puerta, y repentinamente, la ilumina una brillante ola de luz. Es como si el cuarto contuviera al sol en sí mismo. -Pressia, -Dice. – Eres de la familia. La familia es sagrada ¿Qué es el hogar sin la familia?

IL CAPITANO OJOS

La multitud está en silencio. Camina callada. Il Capitano ve sus rostros— el plástico y vidrio relucientes, las quemaduras brillantes, y las ásperas y nudosas cicatrices. Sus mandíbulas están fijas con nefasta determinación. Se tambalean y arrastran los pies y cojean. Algunos están fusionados juntos pero igual dan zancadas. Sin pistolas, sin rifles, sin cuchillos. Adelante están las Fuerzas Especiales—sus cuerpos se ven sobre trabajados, demasiado pesados con sus armas y rígidas fusiones. Algunos están encorvados y sus extremidades parecen desparejas. Se paran a intervalos de seis metros, anillando el perímetro de la Cúpula. A pesar de verse casi discapacitados, están preparados para abrir fuego. Il Capitano no puede mantener el ritmo. Cada paso le manda una serie de dolores por el cuerpo. Y aun así, siente un raro surgimiento de fuerza. La Cúpula se hace más y más grande. El viento es frío y cortante. Y, por alguna razón, es todo hermoso. Los velos de ceniza alzándose. El diáfano cielo oscuro. El sol, una mancha de luz. Y entonces todos se detienen. Voces empiezan a susurrar y sisear ¿Anda algo mal? Il Capitano se abre camino a través de la multitud a empujones, su cuerpo grita de dolor. -¡Bradwell! –Grita. -¡Bradwell! –Llega al frente y ve a Hastings emerger desde detrás de la fila de Fuerzas Especiales protegiendo a la Cúpula. Bradwell da un paso hacia delante para encontrarse con Hastings, quien corre a zancadas cuesta abajo, con un rengueo apenas notable en su andar. -Hastings está comprometido. –Dice Bradwell. –Ven lo que ve y escuchan lo que escucha.

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Deep in Fantasy Pero ahora que Il Capitano ve la cara de Hastings claramente, sabe que hay algo mal. –Hastings. –Il Capitano dice. -¿Qué te hicieron? –Puede decir que, a pesar de la profunda emoción en sus ojos, ha pasado por más codificación. –Te reprogramaron ¿o no? Hastings asiente. -¿Peor que antes? Hastings vuelve a asentir. -¡Perdiz! –Grita Il Capitano. -¿Qué le hiciste? ¡Dios santo! Es amigo tuyo. Hastings dice. -Perdiz y Pressia van a hablar pronto. Por favor, espere. Bradwell mira a Il Capitano. -¿Están listos? -¿Listos para qué? –Dice Il Capitano. -Lo que sigue. -¿Qué sigue? -Pregunta Helmud.

PERDIZ CUARTOS

Sol. Cortinas calientes. Iluminadas. Es como se sintió cuando vio las cartas y después a la misma Lyda—como si lo hubieran llenado repentinamente de luz, como si el sol ardiera en su propio pecho. No dejó de amarlo. Las cartas eran la prueba, pero ella misma lo dijo. -Incluso aunque me abandonaste, te seguía amando. Siempre lo haré. Y ahora aquí está con él, vagando por esta cocina en la casa que Iralene diseñó, de la que le empezó como si fuera un sueño, pero ya estaba en construcción—Ahora ¿desde hace cuánto? Manteca brilla en un plato de cristal. Un tostador reluce en la esquina. Una mujer está junto al lavado, con su fina espalda, su remera floreada. Sabe que es una imagen de su madre. Quiere ir y tocarle el hombro. Pero sabe que no hay ningún hombro. Ninguna mujer. Quiere que se gire y lo mire. Pero no tiene madre. Lyda toma un vaso de leche, agua decorada. Su mano la atraviesa en un desliz. Iralene entra al cuarto. -¿Te gusta? –Pregunta. ¿Puede él amarlas a ambas? Su amor por Lyda es profundo. Pero ha llegado a querer a Iralene. Es firme y honesta. Todos se mueven por la cocina donde su madre—su pálida imagen en el lavado—mete la mano en el agua espumosa, girando un plato blanco, tarareando para sí misma. Es tan real

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Deep in Fantasy que no soporta mirarla demasiado tiempo. Quiere que ella lo vea allí, que lo trate como suyo—de vuelta. ¿Pero le gusta? ¿Puede responder a eso? Es un espejismo. No es real ¿No conoce Iralene la diferencia? No le dice nada de esto. Dice. –Me gusta estar aquí. –Es una verdad a medias. ¿Por qué hay tanto sol? Mana de las ventanas, llena el cuarto con tanto brillo que emborrona los detalles. Tal vez los detalles no están terminados. -¿Cómo lo hiciste todo? –Pregunta Perdiz. -Purdy y Hoppes tienen acceso a todos esos archivos. Pensaron que te convencería. Hay más. –Dice ella. –Tanto más. Lyda no se mueve. Está parada en el rayo de luz que tira la falsa ventana. – Aves. –Dice. –En el centro de rehabilitación tenían pájaros que volaban por las ventanas falsas de luz justo así. -¡No tuvimos mucho tiempo! –Dice Iralene con enojo. -No me gustaban los pájaros. –Dice Lyda. –Me recordaban que no tenía donde ir. Lyda le dijo que Arvin dejó entrever que las cartas no eran pasadas entre ellos, que pensó que la había abandonado. Perdiz le explicó que no lo dejaban verla; Foresteed había tomado el control de su vida. Después ella le confesó que siempre lo había amado, él le dijo que quería estar con ella. Ella dijo. –Lo entiendo. -¿Pero qué significa eso—lo entiendo? ¿Qué quería él? ¿Que dijera que había estado equivocada al dejarlo ir la última vez y que de ahora en adelante, siempre estarían juntos? -¡Perdiz! –Es Pressia, llamándolo desde el pasillo. Sigue su voz, pasando un cuarto con camas marineras. Se detiene, retrocede y mira dentro. Allí, durmiendo en la cama inferior, está su hermano. Mi Dios, es Sedge—antes de las mejoras y toda la codificación. No es un soldado de las Fuerzas Especiales. Es sólo un niño— tal vez de quince o dieciséis. Duerme aunque el sol brille por la ventana. Perdiz quiere despertarlo. Quiere escuchar la voz de su hermano. Pero sabe que éste fue un trabajo apurado. Esto es probablemente todo lo que hace su hermano—duerme, como una vez hizo, un chico en una litera. Perdiz apoya la cabeza contra el marco de la puerta. Dice. -Sedge, Sedge. Mi hermano. Y entonces Pressia lo vuelve a llamar. Se aleja de la puerta y entra, sin equilibrio, a un dormitorio. Una pollera rosa con volados, un dosel. Una jirafa de peluche. Un gran espejo con incrustaciones en la puerta del armario. Pressia se mira a sí misma en él. Se acomoda el pelo para atrás. La cicatriz en forma de luna creciente alrededor 280

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Deep in Fantasy de su ojo ya no está en la imagen de su rostro en el espejo. Y entonces ella se aleja y alza el puño de cabeza de muñeca. Pero en el reflejo ya no está. Levanta las dos manos y las flexiona—abiertas, cerradas, abiertas, cerradas. Mira a Perdiz por el espejo. -¿Por qué alguien haría un lugar como este? Él no tiene una respuesta. *** Un coro de voces. Pressia las reconoce. Puede decir que Perdiz también lo hace. Él se paraliza, y ella lo empuja para pasar. Siente como si su corazón se hubiera hinchado y pudiera explotar. Sigue un pasillo hasta una salita. Y allí, como si la estuvieran esperando, hay tres hombres. Bradwell, Il Capitano y Helmud. Tres hombres separados. Hablan, bromean. Helmud se alisa el pelo y se frota las rodillas. Está nervioso. Il Capitano palmea a Bradwell en la espalda. Todos ríen. No puede entender las palabras. Siguen siendo sólo voces—del tipo que se escuchan al extremo de un largo pasillo por las paredes y puertas. Ellos tampoco parecen saber que está parada en frente. -Bradwell. –Dice. Su rostro está limpio. Sin cicatrices. Sus nudillos no están arañados. Lleva puesto el saco de un traje—uno hecho a medida. No hay alas enormes. No hay ningún pájaro en su espalda en absoluto. -¿Cómo hicieron esto? Perdiz está ahora junto a ella. Se agacha y mira sus rostros. –Jesús. –Dice. – Míralos. Pressia no puede hacerlo. –Están mal. –Le dice a Perdiz. –No son ellos mismos—no así, no sin algún pasado. Ella puede ver un pequeño ojo en un objeto redondo, del tamaño de una manzana, en el suelo. Un orbe, como le contó Lyda. Cada cuarto debe tener uno, creando cada una de las imágenes. Nada de esto es real. Sale de la habitación y corre devuelta por el pasillo, pero éste cambió un poco. Hay una puerta donde antes estaba segura de que no la había. Está abierta—sólo una raja. Alza la cabeza de muñeca, aliviada de que sigua con ella, y abre la puerta de un empujón. Allí está su abuelo, con una pila de almohadas mullidas detrás de su espalda. Hay un libro de crucigramas sobre su rodilla. Ella puede ver que sólo tiene una pierna, y una falsa—brillante y rosa—con una media y zapato negros y pequeños en la esquina. El ventilador que había estado alojado en su garganta, ya no está. En su lugar, hay una cicatriz dentada en forma de cruz. 281

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Deep in Fantasy No es como Bradwell, Il Capitano y Helmud en la salita. Parece saber que ella está allí. Pero entonces dice. -¿Puedo ayudarte? –Como si fuera una desconocida. -Soy yo. –Dice Pressia. -Hola. –Dice su abuelo, pero su tono es vergonzoso como si nunca antes la hubiera visto. -Pressia. –Dice ella. –Soy yo. Pressia. Él cierra fuertemente los ojos por un segundo, como si el nombre en sí mismo le causara algún dolor. Cuando los abre, sonríe. –Ese era el nombre de mi esposa. –Dice finalmente. –Murió algunos años atrás. Pressia entonces camina hasta su abuelo. Alza la mano, se estira para tocar la de él pero duda. Quiere sentir la calidez ¿Qué pasa si es sólo un truco— un truco cruel? Apoya la mano sobre la de él—y siente la sequedad de su piel, la soltura de sus nudillos artríticos. -Eres real. –Dice ella. –Pero no me conoces. Él le sonríe. A Pressia le arden los ojos con lágrimas. -¡Perdiz! ¡Lyda! –Grita. Lyda aparece en la puerta. -Es real. –Dice Pressia. –Tenemos que sacarlo de aquí. Debe estar con nosotros. Lyda está pasmada por ver al viejo. -¡Perdiz! -Grita Pressia. -¿Dónde estás? La chica se estira y toca ahora todo—el muro, las fotos, los pomos, un jarrón. A veces las cosas son reales, y otras su mano las atraviesa como aire. ¡Perdiz! –Grita. -¡Perdiz! No hay respuesta. Corre hacia la cocina, que había pasado de largo la primera vez. Una mujer está junto al lavado limpiando los platos y Perdiz está sentado en la mesa de la cocina. -Trajiste a mi abuelo de vuelta. -Excepto su memoria. –Dice él. -Pero está vivo. –Dice ella. –Hiciste eso. Gracias. Él mira a la mujer en el fregadero y dice. -¿No sabes quién es ella? Pressia camina hasta la mesada. Se inclina hacia delante y ve la cara de su madre, el perfil de su delicada nariz y mentón. Sus ojos son amables. Sus brazos levemente pecosos están desnudos. Las burbujas de jabón brillan en la superficie del agua. Entonces ella alza una burbuja en su palma y la sopla 282

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Deep in Fantasy hasta que se eleva y planea y después explota. Pressia se estira para tocarla. -No. –Dice Perdiz. –No la toques. Iralene entra al cuarto, sonriendo. –Esto vale la pena quedárselo ¿o no? Una casa llena de familia. Todos los que perdieron, perfeccionados. No puedes derribar la Cúpula ahora ¡No cuando este lugar existe! Puedes llamarlo tu hogar, Pressia. -¿Piensas que voy a querer salvar este lugar? No es real. -No, no. –Dice Iralene, retorciéndose las manos. –Podemos programarlos mejor. Podemos hacerlos interactivos. Podrás conversar con ellos eventualmente. No entiendes. -Tú no entiendes. No son gente de verdad. -Por eso no puedes derribar la Cúpula, Pressia. –Interrumpe Perdiz. –Está llena de gente real. Morirán allí afuera ¿Y sabes a quién matarán primero? A nosotros. A ti y a mí y a Iralene y a Lyda. A Lyda y a nuestro bebé. Y más… -¿Más? -Bebés. –Dice él. –Pequeños bebés en incubadoras ¿Qué les pasará a ellos? -¿Bebés en incubadoras? –Ella se imagina a las Madres encontrando filas de niños en cajas de plástico cálidas. Madre Hestra y las otras los recogerían llenándose los brazos y amarrándolos a sus cuerpos—un confort familiar de cercanía—y los cuidarían. –Si hay bebés que necesitan madres, Perdiz, creo que deberías saber quiénes los cuidarían. -¿Confiarías en las Madres? ¿Las que me cortaron el meñique? -Las cosas deben cambiar. –Dice Pressia. –Lo sé ¡Tienen que! -Bueno, se pone peor. Hay gente guardada congelada. No te imaginas… Perdiz se levanta, tambalea y sale de la casa, volviendo al corredor. Pressia lo sigue, gritando. –Perdiz ¿Qué estás haciendo? ¡Perdiz! Él está doblado sobre sí mismo, tratando de recuperar el aliento, pero cuando ella lo alcanza, se endereza y entra a la sala de conferencias, deteniéndose junto a una mesa en el centro del cuarto. Pressia va hacia la mesa. Hay un mapa del área rodeando la Cúpula, pero es uno en vivo. Marcas negras se mueven cuesta arriba en cada dirección, acercándose más y más a la Cúpula ¿Es uno de esos puntos Bradwell? ¿Están Il Capitano y Helmud entre ellos? ¿Quién tiene la bacteria? -Los sobrevivientes se están movilizando. –Dice Perdiz. -Se acercan. –Dice Beckley. -Jesús. –Dice Perdiz. 283

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Deep in Fantasy -¿Es esta…? –Pressia no está segura de cómo terminar la oración ¿Es esta la revolución?

-Es lo que crees que es. –Él pone la mano en una brillante almohadilla negra junto a la puerta. Ésta se abre. -La cámara de mi padre. Entra. Tengo algo más para que veas. Pressia entra en el cuarto oscurecido. Las luces se prenden. El suelo está cubierto con fotos de Perdiz y su familia—vacaciones, fotos escolares, feriados—y cartas escritas a mano. Pressia ve una, claramente firmada. –Tu padre. -¿Es así como Willux eligió decorar su oficina? Pressia ve una foto de su madre. Se arrodilla rápidamente y la levanta. Está sentada junto a una chimenea con un recién nacido en sus brazos—¿Perdiz o su hermano Sedge? Sólo sabe que no es ella de bebé. Iralene entra y empieza a levantar los papeles y fotografías como si le avergonzara el desorden. Perdiz camina hasta un gran escritorio en medio del cuarto. -Aquí hay un sistema de comunicación. –Dice Perdiz. –Nos conecta con los otros lugares en el mundo que sobrevivieron. –Toca el escritorio y una pantalla se prende en su superficie, como la mesa de caoba en la sala de conferencias, pero éste es un mapa del mundo. –Si la Cúpula cae, también lo hace tu oportunidad de encontrar a tu padre. –Apunta a Japón. –Su corazón latía. –Dice Perdiz. –Está vivo en algún lado… -Weed me dijo que me tirarías con todo para cancelarlo. -¿Por qué no lo harás? -¿Por qué piensas que puedo? -Déjame contarte qué descubrió mi padre. Los Miserables son la raza superior. Han sido probados y probados por todos los horrores por los que han pasado y fueron endurecidos ¿Y los Puros? Son débiles—mimados y protegidos. Ya no tienen realmente sistemas inmunitarios ¿Sabes qué pasará si ya no existe la Cúpula y los Puros deben vivir allí afuera, respirando ceniza y luchando Terrones y alimañas y Amasoides? -Sí. –Dice Pressia. –Sé exactamente qué pasará ¿Lo olvidaste? Esa es mi niñez. -¿Y quieres que eso suceda de nuevo? Pressia sacude la cabeza. –Quería que los Puros ayudaran a los sobrevivientes. Quería equilibrar el campo de juego con la cura. Quería borrar todas las cicatrices y fusiones y que todos estén enteros de nuevo. Pero ya no quiero eso. Bradwell tenía razón. Nunca deberíamos borrar el pasado, incluso cuando lo llevamos en nuestra piel. -Sé dónde está el botón, Perdiz. -Iralene señala al pequeño cuadrado de 284

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Deep in Fantasy metal incrustado a la pared. -Es éste ¿no? Sálvanos, Perdiz. Hay un golpe en la puerta abierta. Una voz de hombre dice. -Bradwell está en espera ¿Estamos listos? -Lo estamos. –Dice Perdiz. Una pantalla se ilumina en un muro. Y allí está el rostro de Bradwell. Entrecierra los ojos. El viento golpea su remera, su pelo. Se gira y mira a un lado—mostrando las cicatrices gemelas corriéndole por un lado de la cara, sus alas oscuras. Iralene jadea. No está acostumbrada a la ceniza, cicatrices y fusiones. Las cámaras alojadas en los ojos de Hastings captan a Il Capitano y Helmud, que se ven pálidos y débiles. El mayor tiene dos ojos negros y la mandíbula torcida. -¿Qué les pasó? –Dice Pressia. -¿Están esos dos fusionados juntos? -Iralene dice la palabra fusionados como si fuera nueva para ella. Está horrorizada y Pressia recuerda lo que dijo Bradwell sobre qué suponía que los Puros pensarían de él—ese disgusto, ese horror. -Lo explicaré más tarde. –Dice Perdiz. Pressia se pregunta si habrá un más tarde… -Dile a Bradwell que lo cancele. –Le dice Perdiz a Pressia ¿Pulsaría el botón? ¿Mataría a todos los supervivientes de una vez por todas? Pressia desliza las manos al bolsillo y toma una de las lanzas que Lyda afiló de los palos de la cuna. -¡Bradwell! -Dice Pressia. -¿Puedes escucharme? -¡Sí! –Grita al viento. -¿Estás bien? -¿Y tú? -Dice. Él asiente. Mira a Il Capitano y Helmud. –Estamos bien ¡Desearía poder verte! -Dile, Pressia. -Dice Perdiz. -¿Es esa la voz de Perdiz? –Pregunta Bradwell. -Soy yo. –Dice Perdiz. -¿Qué tienes que decirme? -Pregunta Bradwell. Pressia sabe que se supone que le diga que cancele el ataque, pero en su lugar dice. –Perdiz puede matarlos a todos. Puede presionar un botón diseñado por su padre y soltar un gas en el viento que los pondrá a dormir para siempre. Bradwell inspira profundamente. –Estamos desarmados. –Dice. –Il Capitano dijo que era la única forma de hacerlo. Sin armas. Todos juntos.

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Deep in Fantasy -Si derriban la Cúpula, Puros morirán. No pueden vivir fuera. La mayoría no lo logrará. –Duce Perdiz. –Así que parecen bastante armados para mí. Il Capitano empieza a hablar. Los ojos de Hastings rápidamente lo enfocan y su cara acapara las pantallas. -¿Elegirías matar supervivientes a salvar Puros? -¿No ven la cantidad de muertes en ambos lados? –Pregunta Perdiz. -¿Las muertes de Miserables cuentan menos? –Dice Bradwell. -Ninguno lo puede entender. Voy a ser padre. Tengo un bebé de camino— no saben cómo es preocuparse por criar a un niño allí afuera. -Perdiz. –Dice Bradwell. –Nosotros fuimos chicos aquí. Sabemos cómo es, y tú nunca lo harás. -¡Mi propio hijo! –Dice Perdiz. –Mi propio hijo tiene que ser capaz de respirar y crecer y desarrollarse. No puede hacer eso allí afuera. -¿Tu hijo? -Dice Iralene como si recién ahora le llegara cuánto le importa este niño ¿Piensa que será su madre? ¿O está hablando de Lyda? Pressia dice. –El bebé no es sólo tuyo. De hecho, justo ahora, no lo es para nada. -Me matarán—lo sabes. Seré el primero en morir. Matarán también a Iralene. Puros y Miserables—no importa quién. Nos asesinarán. Sabes qué representamos. –Presiona las manos contra la pared. –Están en mí. Dentro mío. Mi padre. No se encuentra sólo en el aire a nuestro alrededor. Está dentro de mi cuerpo. Su sangre es la mía. Pressia mira su mano, la que tiene el meñique de vuelta, la que está peligrosamente cerca del botón de comando. No puede apurarlo con la lanza. Ha sido codificado con fuerza y velocidad. La vencería con facilidad. Pero mira a Iralene. Es una Pura—es la raza más débil; eso es lo que llegó a creer Willux. Y entonces Pressia se estira en busca de la pálida muñeca de Iralene. La toma y gira, doblándole el brazo, apretándoselo entre los omóplatos. Las cartas y fotos que coleccionó en sus brazos caen de sus brazos al suelo, un spray de caras, cumpleaños, bicicletas, árboles de navidad y cartas escritas a mano—hojas y hojas de ellas. Su piel se siente fina y fría. Pressia presiona el rostro de Iralene contra la pared, sosteniéndole el otro brazo con la cadera y la lanza contra su garganta. -Aléjate. –Dice Pressia. –O la mataré. Perdiz mira a Pressia. Aprieta los puños y se queda completamente inmóvil. –Hastings. -Dice Perdiz. –Toma a Bradwell.

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Deep in Fantasy La voz de Perdiz es pequeña y fría. Toma a Bradwell. Las palabras hacen un eco enfermizo en la cabeza de Pressia, un timbre que no se detendrá. Hastings no tiene opción. Empuja a Bradwell al suelo, pone su pie bueno sobre su pecho. Las alas de Bradwell extendidas debajo suyo. Hastings apunta una de las armas alojadas en sus brazos al corazón del chico. Hay un rayo rojo de luz. Bradwell mira a Hastings a los ojos, pero sólo le habla a Pressia. Dice. -Lo siento. Pressia no puede respirar. Ella sabe por qué está arrepentido—no por lo que pasó, no. Dice que lo siente por lo que está por pasar. -¡No! -Grita, aun sosteniendo firmemente a Iralene. -¡No! Y luego Bradwell empieza a luchar devuelta. Contraataca. Patea a Hastings y trata de luchar para levantarse de la suciedad. Sus alas golpean el suelo, llenando el aire con más polvo y ceniza. La pantalla se opaca. El rostro de Bradwell se pierde en la nube oscura. -¡Deja de resistirte! –Ordena Hastings. -¡Para, ahora! Pressia le grita a Perdiz. -¡Haz algo! Pero Perdiz no entiende ¿o no? Bradwell está peleando a muerte. Lucha, sabiendo que va a morir. La pantalla se pone blanca. Hastings había cerrado los ojos. Y entonces hay un tiro. Sólo uno. Algunos sobrevivientes gritan. Y luego silencio. Y entonces hay un grito—fuerte y largo. Es seguido por otro grito—justo igual de fuerte y justo igual de largo. Un eco del primero. Pressia deja caer la lanza. Afloja su agarre en Iralene, quien permanece completamente quieta, con su cuerpo apoyado en la pared. -Está muerto. -Susurra Pressia. *** Hastings está rígido, su pistola posada en la multitud. Es un soldado. Mantiene su posición. Il Capitano se arrodilla junto a Bradwell. Le aterroriza toda la sangre, tan repentina y rápida, esparciéndose por el pecho de Bradwell. Helmud se sostiene del cuello de su hermano. Agarra su camisa con sus delgados

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Deep in Fantasy puños. -Bradwell. –Dice Il Capitano sin aliento. Se supone que debe revisarle el corazón. Pero la sangre ha empapado su remera. No puede quedar mucho del órgano. Las manos de Il Capitano tiemblan tanto que apenas puede agarrar la remera de su amigo. Pero cuando lo hace, la desgarra, abriéndola. El viento sopla. Pequeñas hojas sangrientas de papel se alzan. Il Capitano se sienta mientras el viento recoge los papeles y los manda volando sobre la suciedad seca. La bota de Hastings se para sobre uno, sus bordes empapados con rojo. Il Capitano levanta uno. Estamos aquí, mis hermanos y hermanas, para acabar con la división, para ser reconocidos como humanos, para vivir en paz. Cada uno tiene el poder de ser benevolentes. No hay una cruz al final del mensaje. Sólo manchas al azar de la sangre del difunto. Los sobrevivientes levantan las hojas. Se reúnen alrededor de Bradwell. Su cuerpo yace en la manta de sus alas con plumas negras. Las sangrientas hojas blancas siguen revoloteando de su pecho como un moño interminable empujado por el viento. Sus brazos están estirados, sus manos abiertas—y de una de ellas, Freedle aparece. Apenas perdido en las hojas flotando y girando de papel, Freedle extiende sus alas mecánicas y alza vuelo, dirigiéndose a la Cúpula. *** Pressia no puede respirar. No puede llorar. Bradwell murió. Él sabía que iba a morir. Si no nos volvemos a ver… Debería haberse quedado con él. No se debería haber ido. Él sabía, y no le dijo—no la verdad completa. Dijo si… si, si, si… Pensó que era sólo el comienzo. Todavía no se olvida del beso ¿lo recordará por siempre? ¿Le quedó marcado en los labios? Por esto le hizo prometer estar juntos aquí, ahora, y en el más allá—en caso de que haya un paraíso… en caso de lo que pueda haber más adelante. Se lleva el puño al corazón. Ella y Bradwell siguen juntos. No hay mejor iglesia que el bosque. Al fin y al cabo, una boda es entre dos personas—lo que prometen en un susurro. No está segura de por qué, pero ahora siente miedo. Le aprieta el pecho. Sabe cómo es tener un golpe de pena, cómo es estar de luto. Pero lo que siente es terror. Se ha ido. Darse cuenta de que el mundo sigue existiendo y 288

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Deep in Fantasy él no—a esto es lo que más le temía. Y aquí está. Mira el suelo sucio con las fotografías de la feliz niñez de Perdiz. El chico camina hacia ella.-Lo maté. –Dice. -No me toques. No me mires. Perdiz es un fantasma. Iralene dice. –No mataste a nadie. No lo hiciste. No lo mataste ¡Fue Hastings! -Cállate. –Dice Pressia. -¡Cállate! Iralene se desliza por la pared hasta sentarse en el suelo. Su mirada es inexpresiva. -Pressia. –Dice Perdiz. –Hice lo correcto. Lo juro. No sabía que Hastings iba a matarlo. -Hastings estaba programado para matar a cualquiera que se resistiera. Bradwell lo sabía. Por eso contraatacó. -Di la orden. -Dice Perdiz, su voz está tan ronca que es apenas audible. – Podría haber hecho retroceder a Hastings. Podría haber hecho algo. -Nos trajiste hasta aquí, -Dice Pressia. –Nos trajiste a todos hasta este momento. Hiciste algo peor que no haber hecho retroceder a Hastings. -No iba a presionar el botón. -Murmura Perdiz. –No lo habría hecho. No habría. -No. -Dice Iralene. –No habrías. Sé que no. –Luego, con esperanza en su voz, agrega. -Tal vez eso los detuvo. Quizás se den la vuelta ahora. -Freedle. -Dice Pressia. -¿No lo viste? Él lleva la bacteria. Ya viene. Trabaja rápido. Golpean la puerta con estruendo. Escuchan la voz alta y urgente de Beckley. -¡La gente se está revelando en las calles! ¡Quieren sangre! -Vienen por nosotros. -Dice Iralene. -Nos encontrarán aquí. -Dice Perdiz. –Sé que lo harán. La pantalla aun muestra la escena. Los ojos de Hastings están bien abiertos. Escanea la multitud. Il Capitano está gritando. -Sigamos. Esto es lo que él quería. Avancemos ¡Juntos! –Su cara se encuentra manchada con negro por la ceniza. Se había limpiado las manos sangrientas en la remera. Y luego Hastings gira. Camina hacia la Cúpula y se para en línea junto a otros dos soldados. -La Cúpula va a caer, y cuando lo haga, voy a salir e ir a casa. -Dice Pressia. Camina hacia la puerta, la abre, y se para en la sala de conferencias. Beckley se encuentra junto a su abuelo, quien está sentado en una de las sillas de cuero, con Lyda a su lado.

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Deep in Fantasy -Vienes con nosotros. -Le dice Pressia al anciano. –Te mantendremos a salvo. Está asustado pero asiente. Hace mucho, él fue el extraño que la acogió. Esta vez, ella será la que cuide de él. *** Perdiz mira a Lyda, todavía sorprendido de que esté aquí, tan cerca, y aun así, tan distante. Las cosas han cambiado entre ellos ¿Cómo fue esto para ella? Recuerda a Pressia diciéndole a Lyda que iban a llevarse al bebé ¿Le creyó? ¿Era la verdad? Ya no sabe qué es real. Quizás nunca lo hizo. Pressia le dirá qué pasó en ese cuarto. Le contará que podría haber salvado a Bradwell y que falló. Su amigo está muerto. Perdiz dudó ¿Por qué? ¿Por rabia, rancor, o realmente pensó que estaba haciendo lo correcto, intentando salvar a su gente? En lo profundo ¿así piensa de los Puros—como su gente? Podría nunca descubrir su propia verdad. Tal vez así es como empezó su padre—un acto que nunca pudo retirar y que tuvo que decidir qué tipo de persona era. Perdiz quiere ser bueno. Siempre lo quiso ¿o no? Justo ahora, debe decidir cómo todos tratarán de sobrevivir. –Podrías haber corrido. Probablemente deberías haberlo hecho ¿Por qué te quedaste? –Le pregunta a Beckley. -Somos amigos. Los amigos se quedan. Perdiz no se dio cuenta de que ha estado esperando esto, pero ahora que lo escucha, se alegra. Toma a Beckley y lo abraza. –Gracias. -Dice. -Debemos movernos ahora. Si no te vas. –Dice Beckley. –Te encontrarán aquí. No se pueden encerrar. Simplemente te esperarán afuera si te quedas en la cámara de tu padre. Perdiz mira a Pressia. Sabe que no se merece ir con ellos. Sacude la cabeza. -Nos destruirán allí afuera. –Dice. –De una forma o la otra… -Tenemos que movernos ahora. –Lo urge Beckley. -Ven con nosotros. –Dice Pressia. –Podemos encontrar una forma de sacarte de la Cúpula; entonces te hallaremos un escondite fuera. Beckley y Lyda ayudan al abuelo de Pressia. Van hacia la puerta. Pressia los sigue. –Vamos, Perdiz. Trae a Iralene. Salir es su única oportunidad. Mantengámonos juntos. –Perdiz puede decir que le duele decir esto. Sabe qué piensa de él. Se odia. Detesta ambas palabras—dentro de la Cúpula y fuera. Iralene y Perdiz entran al pasillo, siguiendo a los otros al ascensor, con Lyda y Beckley ayudando al abuelo cojo de Pressia. Entonces Iralene se detiene. Mira la puerta a la casa que diseñó. Sigue abierta—sólo un poco. 290

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Deep in Fantasy Luz mana de ella. Agarra el brazo de Perdiz, lo sostiene con fuerza. –Recuerda. -Dice. -Aún me debes un favor. -Iralene. –Dice Perdiz con suavidad. -Me hiciste una promesa. -Dice ella. -¿Te atendrás a ella? -Por favor… -Dice. -¿Eres un hombre de palabra? –Dice ella. Él sabe qué desea, y no quiere que lo diga en voz alta, pero lo hace. –Construí un hogar para nosotros. Pressia sostiene la puerta del ascensor abierta. -Deprisa. –Los llama, mientras los otros se giran y miran. Él sacude la cabeza. –No puedo. -Iralene le suelta el brazo y se dirige hacia la puerta llena de luz dorada. Agarra las cartas de Lyda. -No, Perdiz. –Dice Pressia. Lyda dice. –Allí no hay nada real. Está vacío. -Puedo sacarlos de aquí. -Dice Beckley rogando. -¡Iralene, dile que venga con nosotros! -Un minuto. -Le dice Perdiz a Iralene. Ella asiente. Camina por el pasillo hacia Lyda. Busca en su bolsillo un manojo de cartas y se las entrega. Aquí. Éstas son tuyas. Lyda toma el pilón y sostiene las cartas contra su pecho. -¿No puedo quedarme y tú no puedes irte? –Le dice a Perdiz. -Nunca se sabe qué pasará. Un día… -Si vienes a buscarme, sabes que estaré allí fuera… -Ambos. –Dice él. Madre e hijo. –Esta es una nave. Pienso que si se hunde, debería irme con ella. Camina de vuelta con Iralene, le toma la mano, saluda una última vez. Entran al cuarto brillante, a la luz cegadora—y él cierra la puerta detrás de ellos. *** Un grupo de sobrevivientes hacen guardia sobre el cuerpo de Bradwell mientras Il Capitano y Helmud lideran a los otros. El círculo se aprieta más y más hasta que sólo hay nueve metros entre Il Capitano y los soldados de las Fuerzas Especiales, Hastings entre ellos. Il Capitano da un grito y los sobrevivientes a su alrededor se detienen. Su comando viaja por el círculo y pronto, todos los supervivientes están plantados en su lugar. Hastings mira a Il Capitano ¿Ha perdido contacto con aquellos dentro? ¿Qué está pasando allí? Nadie se mueve. Nadie habla. Están parados allí, en el viento, las hojas de Bradwell aun revoloteando en el aire cenizo. 291

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Deep in Fantasy Y entonces sucede. Un chirrido, bajo y profundo, como algo escuchado desde una gran nave. Hay un pop, y entonces una grieta corre por el costado de la Cúpula, como una rasgadura en el hielo de un lago congelado. Se dispara por la superficie, creando fisuras. Y luego una pieza del domo se levanta, balancea, y luego cae dentro de la misma Cúpula. *** Nuestra Buena Madre camina cuesta arriba, protegida por todos lados por Madres. La cruz del marco de la ventana en su pecho mantiene su postura rígida. Sostiene la cabeza en alto. Cuando ve las grietas correr por la blanca superficie de la Cúpula, le susurra a la boca de bebé alojada den su brazo. ¡Vamos a buscar a papi, querido! –Y aprieta su lanza. –Vamos a encontrar a tu papá. *** Las luces titilan y se atenúan. Arvin espera. Sostiene la respiración, cierra los ojos—y cuando lo hace, ve las caras de sus padres. Siguió órdenes para poder mantenerse con vida. Se hizo importante, indispensable. Pero ahora, finalmente es libre. El generador zumba con vida. Las luces sobre su cabeza brillan, y escucha el murmullo del laboratorio siendo sellado. No se irá hasta tener una cura. *** Cuando las luces se apagan, el zumbido de la maquinaria muere dentro de cada cámara—a un lado y al otro de los pasillos. Hay un silencio mortal. Peekins ha estado trabajando en esta cámara, tratando de salvar a una familia—cuatro infantes rígidos, el tinte azul pálido desvaneciéndose de su piel. Busca en su bolsillo una linterna. La saca y apunta el brillo hacia los bebés ante él—los Willux. Un par de ojos tiemblan. Se abren. Es una niña pequeña. La madre de Perdiz. Tal vez sea la única en sobrevivir. *** Los orbes iluminan cada habitación. Iralene eligió la música—la misma que bailaron en el picnic, lo que parece hace tanto tiempo. Se filtra por parlantes escondidos. Se sostienen mutuamente en el salón—es un balanceo más que un baile. Ahora hay voces en el pasillo, pisadas fuertes. Perdiz susurra. –La luz solar no entibia. No es real. -¿Qué es, de todas formas, la realidad? –Dice Iralene. -Vienen por nosotros. -Déjalos. 292

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Deep in Fantasy -Iralene. -Dice. Le toma el rostro en sus manos y le toca la mejilla con los pulgares. Hay golpes en la puerta, un cuerpo pesado tirándose contra ella una y otra vez. *** Para cuando alcanzan la calle, pueden ver el cielo a través del agujero. La ceniza entra revoloteando. Pressia dice. -Está pasando. -Ceniza. -Dice Lyda. Beckley llevan al frágil abuelo de Pressia en su espalda. –Recordaré cómo era ¿O no? -Dice. El anciano alza la mano en el aire y caza pequeños copos de ceniza con su palma. Mira a Pressia, con una expresión sorprendida en el rostro y dice. Mi niña. Pressia empieza a llorar. –Sí. -Dice. –Estoy aquí. –Su madre está muerta. Bradwell se ha ido. Y Perdiz eligió su propio fin. Pero obtuvo a una persona de vuelta. Hay otros en las calles. Algunos gritan y lloran. Aprietan a sus hijos contra sus pechos. Algunos sostienen objetos de valor—candeleros dorados, cajas de mobiliaria, sus pistolas. De hecho, a esta distancia, las están aferrando con tanta fuerza que parecen fusionados con sus posesiones terrenales. Algunos empiezan a correr—¿pero hacia dónde? No hay donde ir. La red eléctrica ha sido comprometida. Las luces parpadean y mueren. El monorriel para con un chillido. Beckley los lleva hasta el set de escaleras ocultas entre los ascensores secretos, ahora atascados como todo lo demás. Llegan a la planta baja de la Cúpula y caminan por las tierras vacías de la academia, pasan dormitorios, las ventanas oscuras de clases, incluso un campo de futbol—sus líneas blancas cruzando el césped falso—y la cancha de básquet detrás de un alambrado. Hubo un tiempo en el que le dijeron que su padre era base. Su verdadero padre—probablemente nunca escuchará su voz… está allí afuera. Finalmente llegan a los campos de soja, verdes y llenos de hojas. Las hileras se curvan con la forma de la Cúpula. Caminan y caminan. Pressia puede sentir el viento silbando desde algún lugar oculto a la vista. Lyda saca su lanza. La ceniza es ahora más espesa, revoloteando por el aire. Dice. -Está nevando. Cerca del suelo, un triángulo de la Cúpula ha caído sobre los campos de soja, sobre las plantas con sus hojas verdes y epispermos amarillas. El suelo, rociado con esquirlas, cruje bajo sus botas. 293

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Deep in Fantasy Caminan hacia el mismo hoyo y borde de la Cúpula. Pressia mira hacia afuera, a ese mundo cenizo, su tierra natal. Caminando arduamente colina arriba están los sobrevivientes, viniendo a aclamar lo que es suyo. Ella empieza a correr hacia ellos y busca entre las caras a Bradwell, sabiendo que no estará entre ellas. Pero allí están Il Capitano y Helmud—manchados de ceniza y adoloridos. Cuando Il Capitano ve a Pressia, se detiene y cae sobre una rodilla. Tiene agarrado un pedazo blanco de papel con el puño. Lo levanta sobre su cabeza como una bandera blanca. No hay victoria. Siempre hay pérdida. Esta es la rendición de él. Esta es la rendición de ella. Su corazón dice, Suficiente, suficiente, suficiente. Me rindo. Y espera que su corazón se detenga. Perdió demasiado. Y sabe que allí fuera encontrará el cuerpo de Bradwell. Le golpeará una y otra vez que él está muerto ¿Cuántos impactos puede soportar? Pero su corazón late en su pecho y no se detiene. La devuelve a la vida. Su propio corazón no se rendirá. Así que este no es el fin. Es sólo otro comienzo. Se detiene y mira sobre su hombro hacia atrás. Caminando por la nieve negra hacia ella, están Beckley, llevando a su abuelo, vivo después de todo, en la espalda, y Lyda y el bebé dentro de ella, protegido debajo de su armadura hecha a mano. Se vuelve hacia Il Capitano. Él se tambalea al ponerse de pie, con Helmud pesado en su espalda, y camina hacia Pressia. La abraza. Cuando estaban en la niebla rodeados por criaturas y pensaron que los matarían, Il Capitano dijo, Si fueras la persona a mi lado, me quedaría por siempre jamás. Esta es la promesa en la que necesita creer. Quédate conmigo. Quédate.

Esta es su familia ahora. Ella e Il Capitano y Helmud se giran y miran a los Puros que se dirigen a los campos, la soja verde relucen alrededor de sus tobillos. Están pálidos y tienen los ojos bien abiertos, moviéndose como tímidos fantasmas hacia el borde roto de su mundo. En algún lugar, Perdiz e Iralene están sentados en una mesa en una cocina falsa, llena de la brillante luz del sol artificial— mientras las baterías dentro

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Deep in Fantasy de los orbes se gastan lentamente. Si la gente venía tras ellos, espera que al menos luchen. Este es el último retazo de esperanza que tiene en él. Pero ella eligió esta verdad –Grotescamente hermosa y hermosamente grotesca—este mundo. -¿Qué haremos ahora? -Susurra Il Capitano. -¿Qué haremos? -Dice Helmud. -No más sangre, -Dice Pressia. Su corazón late y late y late— cada vez, como una detonación en su propio pecho— y cada momento a partir de aquí, es un mundo nuevo. El Fin

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Esta vez no se ocultará. Esta vez correrá hacia el grito. Page 3 of 295. Burn (Puro 3) - Julianna Baggott.pdf. Burn (Puro 3) - Julianna Baggott.pdf. Open. Extract.

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