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La presente traducción ha sido llevada a cabo sin ánimos de lucro, con el único fin de propiciar la lectura de obras cuya lengua madre es el inglés. El staff de Lucky Girls apoya a los escritores en su trabajo, incentivando la compra de libros originales si estos llegan a tu país. Todos los personajes y situaciones recreados pertenecen al autor. Queda totalmente prohibida la comercialización del presente documento. ¡Disfruta de la lectura!

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Lucky Girls.

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“Para mi resplandeciente editor, Tiffany, por hacer de las ediciones una experiencia tan suave.”

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Loly

Ivi

Dedicatoria Staff Sinopsis Capitulo Uno Capitulo Dos

Capitulo Tres Capitulo Cuatro Capitulo Cinco

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Sobre el Autor

atidos frescos y sexo caliente... Tiffany ha soñado con abrir su propio bar de batidos. Crear brebajes divertidos y sabrosos es su especialidad. Pero primero necesita vender su idea, lo que requerirá traer muestras de sus mejores recetas. Ella le pide a Marcus y a Shane, sus calientes y guapos mejores amigos, ayuda para decidir cuáles elegir.

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Marcus y Shane han adorado a Tiffany durante años y harían cualquier cosa en el mundo por ella, incluso compartirla si su corazón así lo desea. En apoyo por la apertura de su propio bar de batidos, se comprometen a ser sus conejillos de indias. Sin embargo, una mañana de pruebas de sabor se vuelve rápidamente más sobre el placer que los negocios.

u mano envuelta alrededor de su base grande y firme. La textura suave y sedosa cálida contra su palma. Con golpes cuidadosos, sus dedos se deslizaron a lo largo de su larga y espesa extensión. Su boca se hizo agua. Sus labios hormigueaban. Nada más se comparaba con su gusto. Decadencia pura. Apoyó la punta contra su lengua y tomó nota de la dulzura. Su vientre retumbó de deseo. Deslizó sus labios a medio camino, apenas capaz de controlarse a sí misma. Sus dientes suaves contra el exterior, ella le dio un mordisco. El sabor del plátano azucarado golpeó sus papilas gustativas con un silbido. ¿Qué acompañar ía esta exquisita fruta? Canela. Leche de coco. Sorbete de piña. Miel. Una pizca de nuez moscada. Perfección. Tiffany Woods se sentó de golpe y agarró un bolígrafo y una libreta de su mesilla de noche. En su propia versión de taquigrafía, ella anotó su más reciente idea para una receta de batido. Sus últimos sueños se habían desviado de fantasías eróticas a brebajes creativos a base de frutas. Aunque la forma fálica del plátano había sido algo excitante. Aún así, los batidos eran su enfoque, y con buena razón. Su futuro dependía de ellos. Como resultado, aprendió a guardar papel y lápiz muy cerca, así sus ideas no serían olvidadas una vez que sus pies tocaran la alfombra de color arena. Bostezó los últimos restos de su sueño y estiró los brazos por encima de su cabeza.

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Rayos plateados de la madrugada lamian su piel por los grandes ventanales. Después de mañana, esperaba que su mente le diera un poco de respiro y le permitiera una buena noche de descanso. Un momento más en los confines de su acogedora cama, y entonces supo que era hora de ponerse en movimiento. El plumón suave del edredón la invitaba a quedarse, pero el día la llamaba. Con un suspiro, Tiffany se deslizó de la cama y arrastrando los pies se fue a la ducha.

Una niebla caliente recubrió su piel. Inclinó la cabeza hacia atrás y dejó que el agua le empapara el pelo. Respirando profundamente, se preparó mentalmente. El día iba a ser ocupado, pero divertido, también. Con Marcus y Shane que vendrían, la diversión estaba garantizada. Secándose con la toalla y algo más despierta, eligió un traje sencillo del armario. Una camiseta color crema con un toque de encaje en el pecho, una camisa verde de algodón que dejó desabrochada, y una falda de mezclilla oscura que le llegaba por encima de las rodillas. Desde la cómoda sacó un par de vergonzosas bragas color turquesa y rayas grises, que formaba parte de un conjunto que recibió como un regalo de cuando se había graduado de la Universidad. No sólo eran antiestéticas, sino que además cada una tenía una frase de actitud cosida en ellas. Para su horror, eran todo lo que tenía para elegir. Eso le enseñaría a no posponer la lavandería por una semana. Con un gemido se las puso y ni siquiera se molestó en mirar lo que decía en la cintura. Ya era bastante humillante saber que no poseía un solo par de bragas bonitas. O un sujetador atractivo para el caso. Ya que la camiseta y la camisa ocultaban lo suficiente, decidió no usar sostén. Algún día podría derrochar en sí misma con lencería de encaje de Victoria’s Secret. Por ahora no estaba demasiado preocupada. No es que tuviera a alguien para salir toda emperifollada. Terminó de vestirse y dobló las mangas de la camisa hasta los codos. Ahora, a hacerle frente a la maraña que era su largo cabello castaño oscuro. Después de probarlo en diferentes estilos, lo dejó en una cola de caballo con unos mechones suaves para enmarcar su cara. Mantuvo su maquillaje suave y ligero. Con el estado de sus nervios probablemente lo sudaría de todos modos.

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Tiffany hizo un último círculo frente al espejo y se dirigió por el pasillo hasta la cocina. Tenía una hora antes de que sus chicos favoritos llegaran. Como partidarios de su sueño para poner en marcha un bar de batidos, pensó en montar sus cinco mejores recetas. Sus opiniones siempre le habían importado. Ellos la habían visto en su peor momento y fueron testigo de los cambios que había hecho con el tiempo, principalmente los físicos. Al crecer, ella había sido ridiculizada por su peso. Si bien orgullosa de cómo se veía ahora, las inseguridades del pasado todavía la atormentaban. Incluso sus padres la habían hecho sufrir y la trataron como un paria. Ahora, una década después, la relación con sus padres seguía tensa. Habían sido lo suficientemente considerados como para enviarle una tarjeta cuando se graduó, pero no se molestaron en presentarse en

persona. Divertido, considerando que vivían en el estado vecino. Sin embargo herida, Tiffany se dio cuenta de que no necesitaba de su aprobación. Tenía a Marcus y Shane. Ellos eran buenos para su confianza y con frecuencia la alentaban en los días malos. Ella les confió sus sueños para el futuro y con frecuencia buscaba su consejo. Además de que eran devastadoramente guapos, poseían una inteligencia aguda y puro ingenio. El paquete total. Si tan sólo pudiera encontrar el valor para transmitirles que ella imaginó su futuro incluyéndolos, más que como amigos.

Shane Anderson movió sus brazos para mantener el ritmo de su amigo con rápidas zancadas. La brisa fresca de la mañana le lamió la cara. Desde enero se obligó a levantarse y correr para mantenerse en forma. Incluso los fines de semana. Al principio lo odiaba, prefiriendo mucho más dormir, pero después de un par de meses se convirtió en un hábito. Ahora utiliza el tiempo para reflexionar sobre su semana, y tratar de dar sentido a todas las cosas raras que se filtraban en su cabeza. Las cuales nueve de cada diez veces, esas cosas raras tenían que ver con su búsqueda para entender la mente femenina. —¿Recuerdas cuando Billy Crystal dijo algo así como que los hombres y las mujeres no pueden ser amigos? — espetó—. ¿Creo que fue en la película Cuando Harry conoció a Sally? Su mejor amigo Marcus Zimmerman asintió a su lado. —Suena familiar. ¿Y qué? —Yo pensé que el tipo estaba loco en ese momento. — Se secó la frente con la manga sudadera—. Ni siquiera puedo contar cuántas chicas tuve como amigas en la escuela secundaria.

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—¿Puedo entender que tienes un punto de vista diferente ahora? Shane rodó sus hombros.

—Algo así. Quiero decir, en función de la situación puede ser posible, pero como adulto me parece que no funciona de la misma manera. Especialmente en una situación de oficina. Su amigo frunció el ceño. —Es una mala idea salir con alguien del trabajo. —Lo sé. — Las malas ideas no necesariamente lo disuadían—. Últimamente, cuando me hago amigo con una mujer, se mueve a algo más, y luego se convierte en un gran y complicado lío. Las únicas amigas que he conseguido mantener están comprometidas o casadas. Ni una soltera en la mezcla. Aparte de Tiffany, por supuesto. —Amigo, estoy de la misma manera. —¿Recuerdas a la nueva asistente administrativa del que te hablé la otra semana? Su amigo arqueó una ceja y luego sonrió. —Ah, sí, Mónica. Shane se estremeció ante la mención de su nombre. Le preocupaba que el cielo se abriera y enviara relámpagos sobre él. —Sí, Mónica, la diablesa en medias de red. Bueno, hablé un poco con ella un par de veces, sólo para ser amable y hacer que se sintiera más cómoda. —Puedo ver hacia dónde va esto. —Se podría pensar, ¿no? No quería decirtelo, pero me está matando no hacerlo. Hace unas cinco noches se presentó en la puerta usando nada más que medias de red y una chaqueta de hombre. Marcus gimió. —Whoa. ¿Dónde estaba yo? —En una reunión de personal. —Maldita Sea. Dime sobre el momento equivocado.

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Sus labios se torcieron. —Créeme, consideré mandarte un mensaje de texto. —¿Por qué? ¿Para compartir?

—¿Por qué crees? — Sus palabras eran más una afirmación que una pregunta—. Así no pasaría nada. —¿Al menos trataste de mantener las cosas platónicas? Shane le lanzó una mirada. —¡Mierda, no! ¿Has oído lo que dije? No tenía nada puesto más que medias y una chaqueta. La furiosa erección que me agarré, tomo de rehén a mi cerebro y lo convirtió en pasta. Estaba indefenso. Ignoró la risa de su amigo. —Habrías hecho lo mismo en mi lugar. Marcus le dedicó una amplia sonrisa. —Malditamente cierto. Pero no tenías ninguna posibilidad. Ella vino con un plan. —Exactamente — estuvo de acuerdo—. Y durante tres días ella me seguía a todas partes, e incluso coqueteó conmigo delante del jefe. Por último, me la llevé aparte y le dije que no quería una relación, y ella puso una especie de maldición sobre mí. —¿Una maldición? —Ella talló la palabra "pene" en mi escritorio y le dijo a los demás que hizo un muñeco de vudú de mí. Su amigo silbó. —Eso está jodido. —No es broma. – Ni siquiera quería hablar de las pesadillas extrañas que había estado teniendo—. Sigo pensando que en cualquier momento mi pierna va a doblarse en alguna forma extraña. O que voy a sentir un dolor agudo y punzante en mi región inferior. —Pase lo que pase, espero estar aquí para verlo. Él palmeó el hombro de su amigo.

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—Tú sí que eres un amigo. Hablando en serio, estoy a punto de salirme de la piscina de citas por completo. —Podría ser lo más seguro— señaló Marcus.

—A menos que, por supuesto, un cierto enamoramiento de toda la vida recoja las señales que le envío.— Incluso el pensamiento de Tiffany hizo que su pulso se acelerara—. Por ella yo haría una excepción. —Sí, nuestra chica ha sido un hueso duro de roer para hacer migas a nuestros pies. La pequeña está contenta en su mundo de frutas y licuadoras. Demasiado ocupada para notar cómo la adoramos. Mientras esperaban en un paso de peatones para que la señal cambiara, Shane hizo algunos rápidos estiramientos de su pantorrilla. —¿Recuerdas la última vez que fue a una cita? Marcus se encogió de hombros. —Diría que hace dos años. No, espera, ¿puede ser eso cierto? Maldita sea. —Apuesto a que no ha tenido sexo por aproximadamente ese tiempo también. —Lo que no tiene sentido –concluyó—. Ella es un amor y una total preciosura. Por supuesto, ha tenido mucho en su plato el último par de años. Marcus sabía que estaba en lo cierto. Entre que ella se ponía en forma, y graduarse de la Universidad, se sumergió en Batidos101, y ya no tenía tanto tiempo para ellos. Es por eso que saltaron a la oportunidad de venir, a pesar de no saber una sola cosa acerca de cómo hacer una degustación de batidos. La señal cambió y comenzaron a correr de nuevo. Shane no podía dejar de lado cuan poco Tiffany tenía citas. —Nuestra chica debe de tener un grave estado de necesidad. — Sólo podía imaginar el grado de tensión en que su coño estaba y se preguntó con qué frecuencia se masturbaba a sí misma—. Si fuéramos unos caballeros, nos gustaría hacer algo para cambiar eso.

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—¿Qué tienes en mente? —No sé. — Shane desaceleró su paso, y luego se detuvo por completo—. Quiero decir, ya hemos hablado de esto antes. Si se daba la oportunidad nos gustaría mostrarle un buen momento. Pero los dos somos demasiado cobardes para joder las cosas. Podría ser contraproducente y entonces nuestra amistad estaría jodida. Lo que demuestra, además, que sólo Billy Crystal sabe lo que está hablando.

Marcus corrió en su lugar. —Hm. Ni siquiera está viendo a un chico. ¿Qué piensas que va a hacer si los dos ligamos con ella al mismo tiempo? —Asustarse. Como yo lo veo, ella tiene que recuperar el tiempo perdido. Tomará dos hombres para satisfacerla. De esa manera ella va a estar atendida en todos los lugares correctos. No se merece nada menos. —Estoy a favor de ello. Hemos querido seducirla por un largo tiempo. La pregunta es, ¿cuándo? Una idea perversa llegó a él. —¿Por qué no esta mañana? Su mente se centrará en su entrevista de mañana, así que vamos a tener un poco de diversión. Marcus dejó de correr. —Me gusta tu forma de pensar, hombre. —Va a ser divertido. — Podía imaginarla todas ojos dulces e inocentes, los labios temblando, cuando al mismo tiempo la llevaran a un orgasmo atronador—. Ahora, yo nunca compartiría a una mujer con cualquier tipo, pero a ti te puedo soportar. —¿Gracias? —Claro que sí. Eres como una extensión de mí, menos el cuerpo duro. Su amigo se cruzó de brazos. —Dime que no has ido allí. —Sí, fui allí. ¿Se te olvidó que obtuve la mayoría de votos en esa encuesta de popularidad que enviamos en línea? —Amigo, no quiero decir nada en este momento, pero he comprobado el ISP después y supongo que me acerqué por más de la mitad de los votos. Tú totalmente lo arreglaste. Shane sintió su cara de color rojo vivo. —¿Qué, eres un nerd de la computadora ahora?

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—No, pero te conozco y sé que no obtuviste los votos en buena lid. —Nunca voy a confesar— dijo con una sonrisa irónica. —Lo bueno es que no eres mi hermano.

—¿Por qué? —Te desheredaría. —Ouch. —Shane miró su reloj—. Debemos regresar para tener suficiente tiempo para asearnos. Si llegamos tarde esta mañana Tiffany nunca nos perdonará. —Estoy orgulloso de nuestra chica por seguir adelante con este proyecto empresarial. De cualquier persona que conozco siempre he pensado que está destinada para grandes cosas. —Y dos de esas grandes cosas podría suceder hoy. — Shane no podía esperar para ver en qué medida sus sexy sirena se dejaría ir Marcus gimió. —Hombre, sería prudente que tomaras una ducha fría. —Puede que tengas razón. —No hay duda sobre ello. Dieron media vuelta y comenzaron a correr suavemente de nuevo. —Te echo una carrera hasta el apartamento— Marcus desafió—. El ganador da el primer paso con Tiffany. A Shane le gustó el sonido de eso.

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—Tiene un trato. — De hecho, las palabras lo motivaron a correr más de lo que nunca lo había hecho antes.

iffany dio un paso atrás y le sonrió al despliegue de colores en la gran isla de su cocina. Piña, fresas, frambuesas, arándanos, moras, sandía, naranjas, limones y más. Todo había sido medido, limpiado, rebanado, y cortado y puesto en platos a la espera de ser utilizado y mezclado en deliciosos batidos. La mezcla aromática agradable de las frutas cítricas y bayas flotaba por toda la cocina, su cuarto favorito en toda la casa. También era el cuarto donde pasaba la mayor parte de su tiempo. La casa estilo cabaña de dos dormitorios había sido un poco grande para una sola persona, pero ella no pudo resistirse a la apertura de la cocina, todo el espacio en el mostrador, la isla grande y los nuevos electrodomésticos de acero inoxidable. Había trabajado hasta romperse el culo para dar el pago inicial y gestionar la hipoteca mensual. Si todo funcionaba a su favor, estaría pagando de nuevo sus préstamos estudiantiles y se pondría al día con las facturas en cualquier momento. Tenía una buena parte del ahorro como reserva para su negocio, por si acaso. Después de una rápida verificación para asegurarse de que tenía un montón de leche de soja, sorbetes, yogur, hielo, y sus especias habituales, soltó el aliento contenido. Todo estaba en su lugar y listo, las únicas cosas que faltaban eran los chicos. Inquieta, decidió sentarse a leer una revista, cuando sonó el timbre de la puerta. Tiffany robó una mirada de reojo el reloj y casi dio un respingo. Sería la primera vez si llegaban temprano. Algo nunca visto, incluso.

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Una sonrisa se abrió camino en sus labios cuando abrió la puerta, sólo para congelarse a mitad de camino a la vista de su a veces amiga, a veces conocida, Jordan. —Hola Tiff. Luchó por no mostrar la decepción total. —Oh, hola Jordan.

Se detuvieron y se miraron la una a la otra hasta que la rubia platinada rompió el silencio. —¿Puedo entrar por un segundo? No puedo quedarme ni nada. Tengo mucho que hacer. Nunca tengo tiempo para sentarme por mucho tiempo. —Sí, claro. Eso es genial. Entra. Tiffany se apartó para dejarla entrar y luego sacó la cabeza por la puerta. Recorrió la calle desde ambos lados, pero no vio ninguna señal de Shane o Marcus. Aparte de un perro ladrando en la distancia, el barrio estaba tranquilo. Se agachó y recogió el periódico de ayer, impresionada de que el repartidor de periódicos consiguiera ponerlo en su porche esta vez. Con un suspiro, cerró la puerta y pegó una sonrisa en su rostro. Jordan se puso cómoda como en casa en el sofá con las piernas dobladas debajo de ella. Una mirada de desdén grabada en su impecable rostro mientras hojeaba una revista de jardinería. Tiffany se alisó la falda y se sentó frente a su invitada no deseada en el sofá de dos plazas. —Entonces, ¿estás en tu camino al trabajo o estás libre los domingos? —Ninguna de los dos cosas. Dejé mi trabajo ayer —contestó sin mirarla. —Ah, ¿así que vas a un lugar en especial? —Sí. De compras. A ver si consigo ahogar mis penas de alguna manera. Le asombraba cuan indiferente hablaba. —¿Así que estás molesta por dejar tu trabajo? Jordan cerró la revista y se apoyó en el cojín. —No. Estoy molesta porque perdí todo ese tiempo aprendiendo acerca de productos de belleza y de chatarra sólo para encontrar que el trabajo no me conviene. Pensé que iba a ser un campo más emocionante para trabajar, pero es aburrido y sobrevalorado.

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Otra ola de confusión la golpeó. —¿No acababas de empezar la semana pasada?

—Hace cuatro días para ser exactos, y supe que no era para mí en la primera hora. Tengo estándares y no voy a trabajar en cualquier parte. ¿Qué pasa con todas las preguntas? No tenía ni idea. ¿Energía nerviosa? Las preguntas la hacían parecer que se preocupaba cuando no lo hacía. —Sólo estoy haciendo conversación. —De todos modos. Ir de compras es mi calmante para el estrés. Tiffany asintió. Ella odiaba ir de compras y evitaba el centro comercial a menos que no tuviera otra opción. Después de la situación de la ropa interior de esta mañana, iba a tener que ir de compras pronto. Siguió un largo silencio que hizo las cosas difíciles. Si sólo Marcus y Shane llegaran. Ellos la tranquilizarían. —Así que… — comenzó, sin saber qué más decir. Jordan pareció entender la indirecta. —Cierto. ¿Por qué estoy aquí? Me pregunté si querías ir de compras conmigo. Su mandíbula casi se desprendió por abrir tanto la boca. —¿Yo? —Claro. ¿Por qué no? Una vez más ahí estaba la falta de cualquier tipo de emoción. —No creo que alguna me hayas pedido ir de compras en todo el tiempo que te conozco. Me siento halagada. Jordan agitó la mano.

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—La mayoría de la gente. Ella ignoró el comentario de diva. Nada había cambiado desde la graduación. Jordan siempre se quedaba atascada en sí misma. Mientras que al invitarla dio un pequeño paso, ella no podía comprender el pensar hacer algo con la princesa mimada durante más de cinco minutos. La visita ya se sentía demasiado larga. No tenían nada en común. —Entonces, ¿quieres ir?

Tiffany trató de pensar en una forma educada para declinar, pero decidió que la verdad funcionaría mejor. —Por mucho que me gustaría, no puedo. En cierto modo tengo un gran día mañana y necesito prepararme para ello. —Suena estresante. —Sí y no. Mañana va a ser estresante. Espero que hoy sea divertido. Jordan bostezó y le dirigió una mirada de desinterés. —¿Cuáles son tus planes? Consideró inventar una historia para que sonara más importante, pero decidió que era inmaduro. Tenía veinticinco años, no catorce. Hay una gran diferencia. Aunque alrededor de Jordan volvía a tener de nuevo a una mentalidad de catorce años, ya que las ponía en un campo de juego equitativo. —Sólo tengo algunas cosas que hacer. —¿Como qué? Ella suspiró. Jordan no era la persona a la que confiar nada personal, pero iba a enterarse tarde o temprano si el comité daba su aprobación. —¿Te acuerdas de cuando hablé de abrir mi propia tienda algún día? Jordan se encogió de hombros. —Supongo. No. En realidad no. Divertido, teniendo en cuenta que lo mencionaba al menos media docena de veces a la semana durante toda la escuela secundaria. —Bueno, por fin estoy haciéndolo. O por lo menos estoy en la etapa de hacer que suceda. —¿Qué tipo de tienda? — un pequeño pique de interés salpicó su cara.

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—Quiero abrir mi propio bar de batidos. Ahora que he terminado mis cursos universitarios en negocios, tengo todo lo que necesito para empezar. Tengo el lugar elegido, y hoy voy a reducir el número de recetas que he creado a cinco más elegidos. Jordan arrugó la nariz. —¿Un bar de batidos? ¿Quieres decir como Starbucks sólo que con zumos y sorbetes?

—Sí. Es más saludable que el helado, las bebidas de café y los refrescos. —¿Y es todo furor? —Hmm Mm. Quiero decir, no sé hasta qué punto, pero son la demanda. —Tiffany nunca había sido una de seguir las modas y no esperaba que cambiara eso. —¿Y tú vas a abrir tu propia tienda? —Sí. — No pudo evitar sonreír con orgullo. —Mierda. Yo podría hacer eso. ¿Qué tan difícil puede ser? Deja a Jordan para hacer un comentario sin tacto. —Bueno, quiero decir puedes, pero hay mucho implicado — explicó—. A menos que quieras comprar una cadena establecida como Jamba Juice. Pero esto es mi propio material. Mi propias marca. Un lugar puesto en marcha y dirigido por mí. Jordan estrechó ambas manos a su pecho. —Yo totalmente podría hacer eso. Ya puedo ver los más lindos pequeños uniformes y sombreros. Y con mis padres siendo propietarios del club de campo, tendrían un millón de conexiones. —Un título en negocios es útil también — Tiffany agregó secamente. La rubia soltó un bufido. —Esas son cosas tan de los noventa. El dinero es lo único que se necesita para hacer lo que quieras. Un bar de batidos es una idea fantástica. Estoy totalmente emocionada sobre ello. Muchísimas gracias por animarme. Ella se levantó del sofá y tiró la revista sobre la mesa de café. —Lamento que no puedas venir conmigo, pero debería ponerme en marcha, así no me pierdo las ofertas. Nos vemos luego. Su garganta estaba toda algodonosa.

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—Sí, nos vemos. Vio la puerta cerrarse y trató de entender qué demonios había pasado. En menos de diez minutos, la nube en la que había estado flotando alrededor toda la mañana se había vuelto negra y derramó lluvia en su

desfile. Qué bueno que Jordan estuviera animada cuando ahora ella se quedó con un humor de perros. Y ella que no creía que nada podría arruinar su día. Si hubiera sabido que la diva se detendría allí, podría haber inventado una excusa. Jordan era como la Paris Hilton del noroeste del Pacífico. Mimada. Asquerosamente rica. Nunca mantuvo un trabajo por mucho tiempo. Todo era una fase o un capricho pasajero con ella. No tenía metas o aspiraciones. Ugh. Quería golpear algo. O romper algo. O... Ella pisoteó hasta la cocina y apretó una serie de botones en la licuadora vacía. Lo más rápido posible, gritó cuando la hoja hizo un chirrido espantoso. Se imaginó las uñas plásticas de Jordan perfectamente pulidas desgajadas y picadas en pequeños pedacitos. Al ver que no tenía fuerzas para gritar más, soltó el botón, sólo para escuchar el sonido de una risa profunda y ronca. Mátame ahora —pensó para sí misma. Su rostro brillaba por el calor. Qué perfecta sincronización. Se dio la vuelta lentamente para ver a Shane y Marcus, con unos vaqueros ajustados y con iguales sonrisas que te decía “te atrapamos—siendo— una—idiota” El tiempo lo era todo. Dejando la vergüenza a un lado, un hambre profundo y sensual corrió por su cuerpo. Shane lucia su habitual magnificencia. El azul de la camisa destacaba el azul acerado de sus ojos. Una ligera capa de barba manchaba su rostro cincelado. Y sus labios estaban en su inquietante manera de costumbre. Malhumorado, pero seductor. Le recordaba a los grandes viejos de Hollywood Cary Grant, Clark Gable, y George Peppard. Clásico, limpio, y digno de un desmayo. Había soñado con correr sus dedos por su cabello oscuro y ondulado.

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Su mirada recorrió hacia el ajuste de sus vaqueros contra sus muslos gruesos. Sus entrañas se estremecieron por un breve instante cuando vislumbró su ingle. La única cosa mejor en él era un par de pantalones cortos sueltos para mostrar sus pantorrillas tipo futbolista. Había sido el mejor jugador en el equipo de fútbol, llevando a su escuela a una serie de partidos de campeonato. Luego estaba Marcus, tan hermoso con sus espesas cejas y pestañas, sus ojos color avellana, rostro cuadrado y la mandíbula firme. Su cabello negro largo y siempre tenía ese look de recién duchado. Era casi tres centímetros más alto que Shane y tenía una complexión

ligeramente más delgada. Sus vaqueros parecían pintados en él y su camisa estaba abierta hasta el tercer botón dando un vistazo que te hacía agua la boca a su pecho liso. Una cadena de plata colgaba de su cuello y mostraba un profundo bronceado dorado. Sus labios eran delgados y ella imaginaba que también muy besables. Si tuviera alguna clase de valor, tumbaría a ambos al suelo y forzaría su lengua en sus boca. Había estado embobada por ellos desde el décimo grado, cuando su nivel de caliente alcanzó llegó a abrasador. Iban a los juegos de fútbol juntos y pasaban el rato en las mismas fiestas, pero también lo hicieron un montón de otras chicas. Tiffany sabía que no podía compararse y dejó de intentarlo. Años más tarde, el fuego por ellos todavía ardía, pero sabía que nunca sucedería nada serio. Eran amigos, y los amigos no actuaban de manera impulsiva. Ella se tragó su humillación y salió de detrás del mostrador. —Uh, buen día, muchachos. Marcus consiguió sonreír aún más grande. Él sin duda exprimiría el momento por todo lo que valía la pena. —Buen día para ti. Llamamos, en caso de que te lo preguntes, pero pensé que no podías oírnos sobre la licuadora. Así que entramos. —Está bien. —Tengo curiosidad por saber dónde está el animal enfermo y moribundo que oí corriendo. Ella entrecerró los ojos. —Oh muy divertido. descargándome.

Eres

un

renegado.

Sucedió

que

estaba

Shane se cruzó de brazos —¿Qué te sacó de quicio en un día como hoy? —Jordan Philips pasó por aquí—. Casi esperaba que algunas notas de un siniestro órgano de tubos sonara en ese momento.

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Marcus arrugó la nariz. —Así que eso es lo que era ese olor. No podía creer lo que oía.

—Eso es malo. No la quiero mucho, pero eso fue malo. entre dientes.

— Él se rió

—No, no me dejaste terminar. Cuando entramos, olía como si una tienda de perfume explotó. Casi me atraganté a causa de ella. Cosa desagradable. Su rostro se calentó de nuevo. —Oh. Shane le dedicó una sonrisa desequilibrada y se metió las manos en los bolsillos traseros. —¿Qué hizo la señorita pantalones de lujo para ponerte loca? Ella casi se pierde la pregunta, mirando a la forma en que el colocar sus manos levantó su camisa lo suficiente como para que ella pudiera ver sus vaqueros de tiro bajo. Su mirada siguió a los músculos vigorosos que fue disminuyendo directo a su cintura sumergida. —¿Quién hizo qué? Su frente se arrugó. —Jordan. Ella te molestó. Me preguntaba que hizo. —Cierto, cierto. — Chico, seguro que el calor en la habitación había crecido de forma rápida. Procedió a decirles lo que pasó y acabó loca por todo de nuevo. Marcus dio un paso hacia adelante y apoyó sus manos sobre sus hombros. Sus piernas parecían de goma. —Mira, es una fase. La Princesa olvidará todo sobre esto en unas pocas horas, si no lo ha hecho ya. No dejes que te afecte. La duda anudó su estómago. —¿Y si se abre una tienda? Las personas acudirán a la de ella antes que a la mía.

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—¿Por qué dices eso? —Porque tiene personalidad y carisma. Además, ella tiene conexiones. Sus padres son los dueños del club de campo. —Tú tienes cerebro, belleza y un fuerte sentido de los negocios — continuó Marcus—. Tú vas a construir una clientela fiel en muy poco

tiempo. ¿No tienes cosas más importantes de qué preocuparte que de lo que vaya a hacer? ¿No hay fruta esperando para ser aplastada y como es esa otra palabra siempre se me olvida? —Puré — terminó. La tensión de sus hombros comenzó a disiparse. Tenían razón. Ella tenía cosas más importantes que hacer, y decidió no perder más energía en su nombre. —Gracias chicos. Necesitaba esa charla. No me he sentido tan segura de mí misma en un largo tiempo. Tiffany entró en la cocina y sacó algunos contenedores. —Pensé que podrían tener hambre, así que mientras empiezo mezclar el primer batido, sírvanse panecillos frescos y bollos. Los preparé anoche antes de irme a la cama. Marcus tomó un panecillo y lo inhaló. —Huele delicioso. Puedo ver que esto convierte en un nuevo ritual de los domingos. —Yo estoy a favor de eso — dijo Shane seleccionando un bollo—. “Desayuno con Tiffany”. Tiene un cierto brillo en ello. A ella le gustaba cómo sonaba. A le gustó “Desayuno con Tiffany” aún más. —Oh, por supuesto, yo hago todo el trabajo mientras se sientan a comer los productos. No lo creo—. O comérsela. El pensamiento de sus bocas entre sus muslos le aceleraba el pulso. —No, nos gustaría ayudar, así que no tienes que hacer todo el trabajo. Puedo verter un delicioso vaso de jugo de naranja. Marcus levantó un dedo. —Soy un profesional con la tostadora. —En realidad, lo es — confirmó Shane—. No has tenido tostadas hasta que hayas probado las suyas.

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Ella se rió de su comentario adolescente y volvió su atención a la primera receta. Tiffany tomó el papel en que había escrito su nueva idea de su bolsillo, lo abrió y lo alisó lo largo del mostrador. Midió una taza de leche de soja, un tercio de taza de miel, y añadió una banana entera. Shane

arrebató la cáscara del mostrador y se lo puso bajo el brazo. Frunció el ceño, pero no quería preguntar. Era Shane. Mientras añadía el resto de los ingredientes, comprobó cada artículo. Satisfecha, inició la licuadora. Un minuto más tarde la detuvo para comprobar la consistencia. Sueve y espumoso. El olor solo le hizo pensar en islas tropicales y chicos de cabaña. Tiffany agarró un lápiz y escribió “Cabaña Banana” en la parte superior. Sonrió. Era el nombre perfecto para su batido. —Bueno chicos, el primero. —Puedes decirlo una vez más— comentó Shane. Con las bebidas en la mano, ella salió al rincón de la cocina y casi soltó los vasos. Shane estaba a un metro de distancia, los pantalones bajados hasta los tobillos, con la cáscara de banana al revés cubriendo su polla. Que parecía estar erecta. Su mirada se detuvo más tiempo de lo debido y sintió un gran revuelo entre sus muslos. Se sorprendió con la mandíbula abierta y rápidamente cerró. —Hey, vi eso. Ella realmente esperaba que no lo hubiera hecho. —¿Qué? —Te vi mirando — Shane dijo en broma—. Tú estabas interesada. Más allá del tipo amigable, interesada. Tiffany bajó las bebidas antes de que se le escaparan de las ahora sudorosas manos. —No lo hice. —Tú mirabas. Tus ojos se pusieron todos de anchos y tu volvió colorado.

rostro se

Ella cubrió sus mejillas y sintió el calor que irradiaban. —Uh—uh. No estaba mirándote. Sólo miré a la cáscara. No tú, um…sólo la cáscara.

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—¿No mi qué? No puedes decir la palabra —desafió. ¿Él pensaba que tenía seis años? —Claro que puedo. No soy una mojigata.

—Entonces, di la palabra. Marcus salió del cuarto de baño a tiempo para ponerse al día. —¿Qué no puedes decir? … ¡Hey!, ese es un buen look para ti, hombre. —Gracias, estoy encariñado conmigo mismo. Tiffany aquí tiene miedo de decir polla. —¿Por qué no puedes decir polla? Bien, ahora tenía que enfrentarse a ambos. —Puedo decirlo, pero no quiero. Y yo que había llamado a Jordan la inmadura. —Oh, vamos — Shane incitó—. Dilo. —No. – Para dar énfasis, ella sobre sacó su barbilla. —No vamos a probar tus batidos si no lo haces — Shane amenazó, luego hizo un guiño a su amigo. —¿Hablas en serio? — Ella miró a uno y a otro, su paciencia acabándose—. ¿Sabes lo mucho que esto significa para mí? —Todo esto se puede resolver con una sola palabra— Marcus razonó. Tiffany se cruzó de brazos. —Ustedes pueden ser unos idiotas. Bien. Polla. ¿Están felices? —Eres sexy cuando dices polla. Ella miró a Shane ya que él fue quien inició las travesuras juveniles. —¿Podemos volver a los batidos, por favor? —Supongo que sí. Dijiste polla. — Miró a Marcus—.Ella dijo polla. —Incluso lo dijo como una dama — su amigo añadió. Ella gimió y les entregó los vasos.

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—Si pudieran cerrar sus bocazas el tiempo suficiente, les agradecería su opinión. Algunos de nosotros tenemos nuestro futuro en juego aquí. Tiffany no podía dejar de ver como inclinan los vasos hasta sus labios sensuales. Ella sabía de un aperitivo cremoso que podrían tener en cualquier momento que ellos quisieran. En cualquier momento y en cualquier lugar.

—Esto es bueno – dijo Shane—. ¿Es nuevo? —Sí, lo he soñado anoche. —Tengo un sabor de una especia que no puedo ubicar. —Eso sería la nuez moscada. —Sutil. Me gusta. He tomado un par de batidos de antes, pero este es ganador de un premio. Le gana por lejos al batido de proteína pésimo que empecé hace un par semanas atrás. Tiza no es mi sabor de elección. Marcus terminó su batido y se limpió el labio superior. —Podría tomar estas cosas todo el día. Bien hecho. Ella sonrió. —¿No sólo están diciendo lo que me haría sentir bien? Ambos negaron con la cabeza. —Bueno, bueno. Voy a comenzar con el siguiente. ¿Es posible que se comporten? Le dieron sus miradas de cachorro y luego rompieron a reír. Ella vio como Shane se subió los pantalones vaqueros, pero miró hacia otro lado antes de que descartara la cáscara de la banana. ¿Qué pasaba con él, además de lo obvio? ¿Y qué estaba pasando con el tema recurrente sobre la banana? Primero su sueño y luego Shane. ¿Era una señal? Hasta ahora, el día había tenido un comienzo muy extraño. Volviendo a la cocina, Tiffany trató de enfocarse de nuevo y puso arándanos frescos y pulpa de acai congeladas en la licuadora. Su mirada se apoderó de los chicos. Estaban ocupados comiendo magdalenas y susurrando entre sí. ¿Estaban hablando de ella? Si era así, ¿qué? Concéntrate, maldita sea, se ordenó a sí misma.

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Midió una cucharada de miel, dejó caer el líquido dorado en la licuadora, y pulsó el botón de mezcla. Bayas y jugo se dispararon y salpicaron por todo el mostrador, el piso y ella. De repente, todo el concepto de apretar el botón de apagado se convirtió en demasiado para su cerebro. Lo único que podía hacer era gritar:

—¡No, oh mierda, no! ¡Ayúdenme! Shane corrió y desenchufó la licuadora. La explosión de colores se detuvo, y ella se quedó con un infierno de un desastre. —¿Estás bien? — preguntó. Ella podía decir por sus mejillas hundidas que estaba mordiéndoselas para mantenerse sin reír. —No, no lo estoy en realidad. Se me olvidó poner la maldita tapa de la licuadora, y es tu culpa. Shane parpadeó sus grandes ojos azules. —¿Mía? ¿Cómo es mi culpa? —Bueno, no fue mi culpa — Marcus ofreció—. Yo no estaba ni cerca en el momento. —Amigo, yo estaba sentado justo al lado tuyo. Así que no es mi culpa, tampoco. Ella suspiró. —Olvídalo. —¿Cómo podía explicar sin avergonzarse más? —No sé cómo es tu culpa, pero suena bien para mí. Ahora, si te sales de la cocina, tengo un lío que limpiar. Marcus agarró un trapo. —Nosotros te ayudaremos. —No, no importa. Ya lo tengo. — Aquí ella quería que todo fuera perfecto y todo resultó en un desastre. ¿A quién estaba engañando? Estaba pensando muy por encima de su cabeza con todo el plan del bar de batidos—. ¿Saben qué, chicos?, esto fue un error. Shane frunció el ceño. —¿Por qué? ¿Debido a que te olvidaste de poner la tapa? Gran cosa.

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¿Cómo podían estar tan despreocupados sobre su sueño de toda la vida? —Bueno, lo es para mí. Si no puedo recordar algo tan simple como una tapa en una licuadora, ¿cómo puede alguien esperar que vaya a manejar con éxito un negocio? ¿Cómo puedo yo, para el caso?

—Estás siendo demasiado dura contigo misma. Los accidentes ocurren. —Podría haber sido evitado. No estaba prestando atención— se quejó—. Mi mente estaba en otras cosas. —¿Ah, sí? — Shane se movió más cerca—. ¿En qué estabas pensando? Marcus se acercó a su otro lado. —¿Qué te tiene tan distraída? Tragó saliva. —N... nada. — Esta no era su primera vez de estar en medio de ellos, pero era la primera vez que estaban tan cerca. —Te diré lo que es una distracción. — La voz de Shane se volvió suave y seductora—. Ver este jugo correr por tu piel. — Pasó el dedo a lo largo de su clavícula, raspó un poco de jugo, y lo puso en su boca—. Mm. Ahora bien, esto tiene que ser mi favorito aún más. Sabrosa Tiffany. Ese es un buen nombre para un batido. O Tentadora Tiffany. Debes probarlo, hombre. Marcus recubrió la punta de su dedo con el jugo de acai y lo lamió. —Sin duda, el mejor. Su pulso se aceleró. Se movieron más cerca, sus pollas duras y apretadas contra sus muslos. —¿Qué están haciendo los dos? —Probando el batido, por supuesto —Shane razonó—. Es lo que nos has pedido que hiciéramos. Sus labios temblaban. —Pero sólo conseguí comenzarlo; no tuve la oportunidad de terminarlo. Llevó sus labios debajo de su oreja.

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—Oh, has empezado algo muy bien, dulzura. Ambas pollas presionaron más fuerte contra ella. ¿Esto realmente estaba sucediendo? No, tenía que ser un sueño. Un sueño erótico con mucha carga sexual. Si era así, debía tomar un pedazo de papel y anotarlo porque ella nunca querría olvidarlo. —Apuesto a sabes bien por todas partes— Marcus gimió.

¿Alguien había encendido el horno? —¿Estan jugando conmigo? Shane acarició la longitud de su antebrazo. —Hemos tenido una cosa por ti durante mucho, mucho tiempo. —Demasiado tiempo — agregó Marcus. Se sintió ebria de sus miradas potentes. —¿Lo tienen? —Oh sí. ¿Qué más se puede pedir? — La respiración de Shane se sentía caliente contra su cara. La piel de gallina recorrió su piel. —Pero todas las demás chicas… —Nunca se comparaba contigo —finalizó Marcus. Apretó su pecho. ¿Cómo podía ser? ¿Durante todo este tiempo, habían tenido un enamoramiento el uno del otro y nunca actuaron por miedo a cómo el otro iba a reaccionar? —No entiendo. ¿Por qué no han dicho nada hasta ahora? Shane suspiró. —Nosotros no queríamos alejarte. Queríamos asegurarnos de que era el momento. El tiempo lo es todo. —¿Y piensas que el momento es ahora? — La respuesta tanto la asustaba como la excitaba. —Tú decides. Voy a adivinar y decir que probablemente puedo decir cómo nos sentimos acerca de ti. Ah, sí, se sentían duros como una roca y caliente debajo de la mezclilla de sus vaqueros. Sus cuerpos tan cerca que podía oler su almizcle.

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—Solo tienes que decir la palabra— dijo Shane—. Si no quieres que te toquemos, dilo. Tiffany sabía que no podía pensar con claridad estando entre ellos. En el calor del momento, estaba lista para rasgarles la ropa. ¿Pero si tenía un momento a solas para pensar en ello, iba a cambiar de opinión? —Yo realmente debería ir a cambiarme y limpiar.

—Permítenos ayudarte. — Marcus deslizó la camisa de sus brazos y la lanzó a la barra de atras. Sus pezones apretados contra la tela de la parte superior del top. Ella se mordió el labio inferior. —No me esperaba esto cuando los invité. —Ha sido un largo tiempo. —Con sus cálidas manos fuertes, Shane tiró de su camiseta sobre su cabeza, y luego acarició sus hombros con besos húmedos—. Ahí, ¿no es eso es mejor? Sus pezones le dolían, estaban tan condenadamente Instintivamente, cruzó los brazos sobre sus pechos.

duros.

—No te atrevas a cubrir esas bellezas— susurró—. Hemos querido verte por completo. Hemos soñado con este momento. Sus palabras eran hipnóticas y relajó los brazos a los costados. —Vamos a quitar esta falda ahora, ¿de acuerdo? Ella sólo pudo asentir. No sólo había olvidado cómo hablar, en algún lugar en el camino se había olvidado cómo respirar, también. Marcus se inclinó para hacer el trabajo rápido con el botón y la cremallera. Ella captó el aroma de champú y jabón, un aroma limpio y fresco que le hizo cosquillas en la nariz. Detrás de ella, sintió a Shane enganchar los pulgares debajo de la cintura y tirar del algodón sobre sus caderas. Como un suspiro de alivio, la falda se deslizó por sus piernas hasta el suelo. Ella salió del charco de mezclilla y se volvió, con la espalda apretada contra el fresco mostrador. Su mirada vagó de un delicioso trozo de hombre al otro. —Um, caramba Tiff — gimió Shane—. Nunca me di cuenta de lo bien que te veías. Marcus asintió.

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—Has estado cuidando de ti. La mirada que le dieron dejó su cuerpo en llamas. Una mezcla entre apreciación y posesión. Una mirada que nunca esperó de ellos.

—Saben que como bien y hago ejercicios ahora. —Sí, pero realmente ha valido la pena. Todas esas capas de ropas que usas son engañosas. Sus observaciones brillantes levantaron su autoestima a un máximo histórico. —Cuando quieres que paremos, sólo di la palabra —Marcus le recordó. Conciencia recorrió su cuerpo. No podía decir que no incluso si quisiera. —Nuestro único interés es complacerte. No podía creer lo que estaba sucediendo. Era surrealista y aterrador y más allá de toda comprensión. Había habido una cierta seguridad en admirarlos desde lejos. No podían rechazarla, y ella no tendría sus emociones pisoteadas. Pero ahora ellos estaban ofreciéndose a ella, prometiendo placer, y no sólo uno, sino los dos. Tiffany miró el movimiento de su mirada de su cara y bajar a sus pechos. Se sentía decadente. Hermosa. Su mirada se sumergió hacia bajo y sus sonrisas se ensancharon. Los ojos de Shane se iluminaron y oyó a Marcus sofocar una risa. Algo pasaba. Ella se había depilado con cera el otro día, por lo que sus piernas estaban todavía lisas y satinadas. Aparte de pie en nada más que su ropa interior, ella... Sus ojos se abrieron como platos. Un nudo en la garganta. Oh, mierda. No, las bragas a rayas de color turquesa. Ella se había olvidado de las bragas de color turquesa con las malditas rayas. Shane le hizo un guiño a Marcus. —Estoy empezando a pensar que alguien tenía un plan al hacernos venir aquí, uno que no tenía nada que ver con los batidos.

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—Estoy recogiendo esas mismas vibraciones, hombre. No creo que haya tenido a alguien deletreándomelo con tanta audacia. Sus pulmones se encogieron. Oh, sí, la segunda parte del regalo de graduación. Horrorizada, ella miró hacia abajo y leyó las palabras “Cómeme” bordada tan elocuentemente a lo largo de la cintura. ¡Mierda! Esto no estaba sucediendo. Peor aún, lo estaba. De todas las mañanas para quedarse sin bragas decentes. ¿A cuántas más humillaciones podía ser sometida a una mañana? Ella trató de huir, pero sus cuerpos duros la bloquearon.

—No tengas vergüenza — Shane la tranquilizó—. Eso es en serio sexy, cariño. Estás emitiendo todas las señales. Tu olor me está volviendo loco, y te puedo decir que Marcus está listo para enterrar su cara entre tus muslos. ¿Qué dices? ¿Bragas fuera? Tiffany quería arrancarlas y quemarlas. Imaginar que nunca existieron. Pero una vez que estuvieran fuera de ella, estaría completamente desnuda y expuesta. La idea atrajo humedad entre sus muslos. —No escucho ninguna objeción. — Shane se adelantó y enganchó los dedos debajo de los lados de sus bragas. Se inclinó hacia delante y siguió el círculo de su ombligo con sus labios. Mil sensaciones la atravesaron, casi cegadoras. El material se deslizó por sus piernas y ella se apoyó en él para salir de ellas. Cuando se enderezó, él también lo hizo. La alejo unos centímetros del mostrador y la acercó a su cuerpo. —Chicos, yo… Shane se tragó su protesta con un beso. El primer contacto fue eléctrico. Años de anhelo de conocer sus labios sobre los de ella y, por último, se hizo realidad para ella. Sus manos se movieron a los lados de su cara y él presionó su boca. Ella se fundió en él. Sus pezones se endurecieron y restregaron contra su camisa. Se detuvo, retiró sus labios, y se sacó la camisa por la cabeza. Apenas tuvo tiempo de recuperar el aliento cuando su boca volvió, más cálida y con más hambre. Un segundo par de manos se deslizó a lo largo de su espalda. Le gustaba que ambos la tocaran al mismo tiempo. Se sintió atendida y mimada. Esta vez, cuando Shane se retiró, Marcus intervino y reclamó sus labios. Aunque el tamaño y la sensación de sus labios eran diferentes, su beso provocó otras tantas chispas. Sintió a Shane moviéndose detrás de ella y anidando su pene contra sus nalgas.

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No tenía idea de que se había quitado los vaqueros. Era como si el tiempo se detuvo. Cuando ella se quedó sin aliento ante la nueva sensación, Marcus tuvo la oportunidad de explorar su boca con la lengua. —Eres tan hermosa— dijo Shane y le pasó los dedos a lo largo de la espalda. Escalofríos bailaron a través de su columna vertebral. Sus manos se movían alrededor de su cintura y hacia arriba, donde amasó sus pechos.

—Tus pezones son pequeños guijarros duros desesperados por ser chupados. Calor cubrió su cara. Su voz le causo pequeñas sacudidas largo de sus terminaciones nerviosas. Marcus continuó el asalto sensual de su boca. Labios besables como se los imaginó. Su aliento cálido y acogedor. Desde detrás de ella podía sentir la excitación de Shane. La apretó contra él y frotó su pene a lo largo de su culo. Una lenta y tentadora burla. Sería tan fácil abrir sus muslos e invitarlo dentro de su coño mojado. Pero ella no quería precipitarse en este momento. Ella quería recordar cada segundo por la eternidad. Sus gemidos fueron silenciados con profundos besos voraces. La habitación se tambaleó, pero sus manos fuertes y firmes la agarraron con fuerza. Le mantuvieron atrapada. La mantuvieron a salvo. Durante varios momentos de vértigo, se turnaron intercambiando calientes y húmedos besos. Le encantaba el sabor de sus labios y la sensación de la lengua, ya que probaron y acariciaron su boca. Se derritió aún más. Su cuerpo caliente. Su coño palpitante de deseo. Shane le dio un beso más hambriento y ambos se alejaron de ella. Marcus se quitó la ropa, por lo tanto sus chicos favoritos se presentaron delante de ella desnudos, sus pollas duras y listas. —¿Ves lo que nos haces, cariño? ¿Lo que siempre nos has hecho? Ella se retorció en sus potentes miradas entrecerradas. ¿Sabían por lo que pasó todos estos años? ¿La frustración de ver que una rubia pechugona viniera y arrojara su sueño más y más lejos? ¿Todas las noches en que se tocó a sí misma llevándose a un clímax insatisfactorio, sólo para poder detener las lágrimas y quedarse dormida? Eran más maduros ahora, pero nunca había dejado de quererlos. —Sí que puedo ver lo mucho que me quieres — empezó—. Ahora pruébenlo. Las palabras descaradas se sintieron bien en su boca. Una sonrisa maliciosa cruzó los labios de Shane.

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—Dinos lo que quieres. Te prometo que no vamos a defraudarte. Las palabras se posaron en la punta de su lengua. Palabras ocultas por timidez e inexperiencia en pedir lo que ella quería. Ningún hombre jamás se había preocupado de conocerlas antes.

Ella respiró hondo y lanzó la precaución al viento. —Quiero que ambos me tomen. Aquí y ahora. Los chicos se miraron el uno al otro y luego de nuevo a ella. —Hecho — gruñeron al unísono.

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Su coño se apretó.

hane no podía apartar los ojos de la belleza exuberante ante él. Era una imagen lujuriosa de tentación. Su piel bronceada parecía flexible y suave como la seda. Destacaba en todos los lugares correctos. Curvas en todos los lugares perfectos. Sus labios seguían ardiendo por su beso, marcados para siempre. Había oído a Marcus suspirar cuando ella se quedó desnuda ante ellos. No se había preparado para lo mucho que su cuerpo había cambiado. A él nunca le importó que ella hubiera sido suave alrededor de su estómago, pero sabía que le molestaba y disminuía su confianza. Todo su trabajo duro había dado sus frutos. Esperaba que ella supiera lo fenomenal que se veía. —Creo que nuestra dama tiene que ser colocada en un pedestal. Él la tomó en brazos y la sentó en la encimera. Su boca se hizo agua al ver sus pezones color melocotón y cómo se mantenían erguidos. Pidiendo atención. Él arrastró sus ojos hacia arriba a la cara de la mujer con la que había tenido muchas fantasías calientes y húmedas. No había un rasgo que no amara. Las arrugas suaves de sus ojos cuando sonreía. El rubor color rosa de su cara cuando estaba avergonzada. La forma en que sus labios se veían todos rojos e hinchados por sus fuertes besos. Él y Marcus habían compartido sus fantasías mutuas sobre Tiffany una noche durante un par de cervezas, y llegaron a la conclusión de que si se les da la oportunidad, iban a compartirla sin animosidad. Siempre la habían deseado de la peor manera, y sólo para sí mismos. Cuándo les había presentado a sus novios en el pasado, los habían estudiado y sabían que no se la merecían.

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Nunca quisieron que ella se enamorara de otra persona, y habrían golpeado a cualquiera que le hiciera daño. Parecía eones desde que se reconoció que ella lo activaba en formas en que ninguna otra chica podía. Y mientras él había coqueteado y salido con otras, no había habido uno sola con la que se pudo imaginar pasar el resto de su vida. Iban y venían. No es que él quisiera ser conocido

como un canalla que no se quisiera comprometer, pero se negó a prometer su corazón a otra cuando una mujer lo había capturado a su manera por la fuerza. Ella le devolvió la sonrisa, una mirada de curiosidad y afán salpicado a través de sus delicados rasgos. Él nunca podría cansarse de mirar fijamente a los ojos azules como el lapislázuli. Shane pasó el dedo por su barbilla. Le encantaba la forma en que su cabello caía en cascada sobre los hombros de haberse salido de su cola de caballo. —¿Dónde quieres que te toque primero? Ella separó sus piernas, sus ojos azules fijos en él. —Aquí. La suavidad de su voz hizo que su polla latiera. Miró su coño rosado. Ella sería una cosa apretada. —Me muero por conocer tu sabor. Él tiró de ella hacia adelante para que su coño descansara justo en el borde del mostrador y la acostó. Apoyó sus piernas sobre sus hombros y levantó su pelvis. Llevó su boca entre sus muslos e inhaló su perfume embriagador. —Maldición, hueles bien— gruñó. De alguna manera tendría que encontrar una manera de ir lento y prepararla para lo que planeaban hacer. No sería fácil. No por la forma en que su polla le dolía. —Tengo que probarte ahora mismo. En respuesta, ella separó los muslos un poco más.

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Él deslizó su lengua a lo largo de su raja y vio su cuerpo convulsionar. Su dulce crema golpeó la punta de su lengua y explotó en un sabor a vainilla y especias que devoró inmediatamente. Necesitaría más, pero no sólo quería probar, quería tocar. Mientras Marcus se ocupó de sus pezones, deslizó un dedo entre sus pliegues húmedos. Sólo dos y su coño apretado los mantuvo apretados. Se necesitaría tiempo para abrirla. Una vez más la saboreó. Arrastrado su lengua por el punto dulce y robando un poco más de crema. Se detuvo en su clítoris y alternó entre succión y lamidas. Sus muslos temblaron al lado de su cara y él bebía

los gemidos entrecortados que flotaban alrededor de la habitación. Estaba claro que nunca se cansaría de ella. Primero tendría que hacerla correrse. Si empujara su polla dentro de ella ahora, no iba a durar dos segundos. Mientras empujaba tres dedos dentro de su coño resbaladizo, observó a Marcus apretar y pellizcar sus pezones. —Ella está tan jodidamente mojada y apretada— gruñó—. Voy a hacer que se corra y a lamer toda su crema. Oyó débilmente a Tiffany gemir. Ah, sí, ella iba a correrse bien duro. Shane empujó sus dedos en ella y succionó su clítoris. Él bromeó y se burló el cordón duro con su boca hasta que sus sollozos se hicieron más fuertes. Siguió sin descanso hasta que sus caderas se levantaron y ella gritó. Fiel a su palabra, él lamió su crema y la tragó, la textura aterciopelada era un convite dulce en su garganta. Ella continuó convulsionando contra él, sus gritos disminuyendo a jadeos suaves. Nunca había visto nada tan hermoso. —Ayúdame a llevarla hasta el sofá, hombre. Marcus asintió y juntos llevaron su cuerpo que todavía se retorcía a la otra habitación. La bajaron suavemente en el sofá y quitaron la mesa de café fuera del camino. Shane se sentó a un lado de ella y Marcus en el otro. Ella tenía un resplandor visible y se veía sexy como el infierno, con los ojos vidriosos y el pelo despeinado. Se inclinó y tomó un pezón en su boca. En respuesta ella apretó su mano alrededor de su pene y le dio un buen apretujón. Marcus trabajó su otro pezón y movió su mano entre sus muslos. Hizo una pausa y lo miró a él. —Tenías razón, hombre. Está empapada. Observó como Tiffany envolvió su otra mano alrededor de Marcus, acariciando simultáneamente sus pollas. —¿Vas a probrla? —preguntó Shane.

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Marcus asintió y se puso de rodillas. Shane observó mientras él separó su raja rosa con la lengua y los dedos. —¿Te gusta eso? —preguntó—.¿Te gusta que tu coño sea comido? Ella echó la cabeza hacia él, con el rostro en una imagen tan seductora.

—Sí—gimió. —¿Qué más quieres que te hagamos? Simplemente di las palabras y vamos a hacer que suceda. Su pequeña lengua descansó en la esquina de su boca. —Um, no lo sé. Sonrió. —Claro que sí. Dilo. Dinos lo que hay en esa mente sexy tuya. —Quiero que ambos me follen al mismo tiempo. Su pulso latía más fuerte por su petición. Vivió para escuchar esas palabras. —¿Has oído eso, hombre? Ella quiere nuestras pollas dentro de ella al mismo tiempo. ¿Qué piensas? Marcus levantó la cabeza de entre sus muslos. —Creo que tenemos que darle todo lo que ella quiere. —Entonces, hermosa, una vez que consiga un condón, tienes que venir aquí y ponerte a horcajadas sobre mi polla. Shane buscó debajo del sofá y sacó un envoltorio de papel de aluminio. Ella lo miró y luego sonrió. Él sonrió. —¿Qué puedo decir? quería estar preparado. —Y muchachos pensaron que no podía resistirme sus encantos y atractiva palabras, ¿es eso? —Esperanza —corrigió—. Teníamos esperanza. —Entonces supongo que me conocen bien. Él sonrió y puso el condón en su longitud.

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—Ven aquí, así podemos llegar a conocer todo de ti. Shane la ayudó a ubicarse en su regazo para que ella lo enfrentara. Mantuvo la base de su polla firme en la mano y la acarició contra su raja. Ya podía sentir la humedad. Al segundo en que deslizó coño por encima de él, sabía que se volvería malditamente loco.

—Toma las cosas con calma— instó. Ella se acomodó a sí misma por lo que su raja se apoyara en la punta de la cabeza. —Eso está bien. Ahora deslízate hacia abajo. Siente mi polla, que ya empuja tu coño abierto y te llena. Su mandíbula se aflojó mientras su apretado coño succionaba alrededor de su pene, cada pulgada llevándolo a una respiración dificultosa. Sus ojos se abrieron y él sabía que era surrealista para ella, también. Él la agarró por las caderas y ayudó a llevarla de arriba a debajo en su longitud. Shane no podía creer la forma en que su coño se humedecía sobre él. —Sólo espera. En un minuto, Marcus va a lubricar tu culo para que puedas tomarlo hasta el fondo. Sus pechos temblaban mientras ella lo montaba, sus pezones balanceándose hipnóticamente. Se inclinó y los succionó. Ahora bien, si él sólo pudiera contener la necesidad de llegar al orgasmo el tiempo suficiente.

Respira, se recordó. Sólo respira. Sus labios todavía se sentían picados por una abeja a causa de sus besos increíblemente calientes. Aunque nada se comparaba con la sensación de que se moviera dentro de ella.

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Shane había sido más grande y más grueso de lo que pensaba, pero le encantó cada varonil centímetro de él. Él la ayudó a tranquilizar el dolor inquieto en su interior. No tenía ni idea de cómo podía tomar completamente a Marcus en un lugar tan sensible, pero no quería soltar la sopa que sería decir que sería su primera vez con el sexo anal. El pensamiento siempre le había intrigado. En cualquier momento su última fantasía se haría realidad. Tiffany extendió sus manos a lo largo del pecho de Shane. Pensando en las duras ondulaciones de los músculos bajo su suave piel. A ella le gustaba la forma en que la miraba, con los ojos llenos de calor.

Ella continuó montándolo y él tomando sus pezones en la boca. Se había sentido tan bien que quería más de ella. —Acercarlos—instó. Tiffany bromeó sus labios hasta que enganchó un pezón con los labios. Ella lo observó con atención. La forma en que mordió y trabajó el brote entre los dientes. Cada succión hizo pulsar su clítoris. Tiró un poco más fuerte, y prendió fuego sus sentidos. En ese momento sintió una frialdad exótica a lo largo de su ano. Ella abrió la boca y sus caderas se quedaron quietas. —Dile lo que vas a hacer, Marcus. A ella le gusta escuchar la charla sucia. Ella no podía negarlo. —Bueno, cariño, voy a lubricarte muy bien el culo, y luego deslizaré el dedo dentro de su pequeño agujero apretado. Voy a esperar mientras se abre y, a continuación, lo deslizaré hacia adentro y hacia fuera. Cuándo te hayas relajado, voy a abrirte un poco más con un segundo dedo. Su cuerpo tembló en forma de respuesta. Mientras trabajaba suavemente su borde, se obligó a relajarse. —¿Te gusta eso? —Sí — ella gimió. La lubricación ayudó contundente a que la mayor parte del dolor se fuera mientras sus dedos trabajaron para abrir sus tejidos. Shane siguió tomando sus pezones con los dientes. Oyó el sonido familiar de un paquete abriéndose y se volvió a tiempo para ver a Marcus envainar su polla. —Está bien, amor, voy a ir lento. Ella no pudo evitar contener la respiración a la espera.

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Su polla descansaba en la entrada de su ano, y siempre empujó suavemente contra el estrecho borde. Al mismo tiempo, Shane chupó su pezón, una lánguida y lenta succión que la hizo gritar. Sintió a Marcus abrir sus mejillas del culo. Su pulso latía fuerte dentro de su pecho. Volvió a sentir la frescura del gel.

—Sólo un poco más. No quiero hacerte daño. Ella asintió con la cabeza y apretó los hombros de Shane. Él se burlaba de ella con algunos dedos y luego traspasó su apertura con su gruesa polla. Centímetro a centímetro la llenó de felicidad. Le quemó por un breve instante, pero volvió el placer, ya que ambos se empujaron dentro de ella hasta la empuñadura. Ella soltó un grito gutural, no preocupándose por el volumen. Había soñado cómo se sentiría, pero nunca supo el nivel de intensidad que experimentaría. El calor subió por su cuerpo desde los pies. Cada golpe rápido la llevó a un estado de euforia. —¿Te sientes bien cariño? —Mm, oh sí— ella gimió. A ella le encantó. Le encantó cómo la llenaban, estiraban expertamente la follaban.

y

Piel contra piel. Un trío de cuerpos cálidos y húmedos que se movían juntos en candencia perfecta. Con su cuerpo en sus manos para hacer lo que quisieran, se dejó ir, y con cada empuje sus inseguridades se desvanecieron. Esto era justo. Justo donde ella había deseado estar. Entre dos cuerpos duros y dos pollas duras. Ella escuchó sus gemidos suplicantes y sabía que esto era el paraíso. Ellos continuaron empujando dentro de ella. Las manos de Shane atrayéndola hacía él y Marcus martilleándola desde atrás. Un orgasmo empezó en su vientre y se trasformó rápidamente en una tormenta. Sus piernas y el cuerpo estaban débiles y apenas podían aguantar. —Córrete para nosotros— declaró Shane—. Quiero sentir tu coño exprimiendo mi polla. Sus ojos borrosos. Las palabras hicieron que quisiera correrse. —Casi— susurró—. Casi estoy allí.

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La penetraron más rápido, más fuerte. Ella pensó que iba a desmayarse, su pulso latía con tanta fuerza. —Sí, cariño. Eso es todo— la convenció—. La forma en que aprietas mi polla es una locura. No puedo contenerme mucho más tiempo, y sé que Marcus tampoco. Córrete para nosotros. Déjalo ir. Deja que todo fluya.

Más rápido y más rápido la empaló hasta que una chispa se encendió. La sangre se arremolinaba en sus oídos y ella juró que vio las estrellas. Gritó, seguida de cerca por los gemidos guturales de Shane y Marcus. Incluso con los condones en ella podía sentir la fuerza de su clímax en su interior. Sus rápidos empujes disminuyeron y luego se detuvieron por completo. Marcus se retiró primero y se sentó en el sofá. Se deslizó del regazo de Shane y se encontró entre ellos. —¿Estás bien? — preguntó Shane. Todos los tipos de emociones melancólicas crecieron en su interior. —Estoy más que bien. Estoy fantástica. —¿No te lastimamos entonces? — La preocupación nubló los ojos de Marcus. —Podría estar un poco adolorida mañana, pero estaba demasiado ocupada disfrutando de mí misma. Ustedes, muchachos, me cuidaron muy bien. Shane arrastró sus dedos a lo largo de su brazo. —Mientras tú estés satisfecha. —Oh, lo estoy. Y algo más. — Tiffany suspiró y se fundió más entre ellos. Comparó su cuerpo al de un pudín. Piernas todas blanditas. Sus partes íntimas entumecidos excepto por el ocasional espasmo. Ella esperaba ser más consciente de sí misma que nunca, pero estaba contenta. —Díganme honestamente, ¿cuánto tiempo han estado planeando seducirme? Marcus levantó la mano. —Desde esta mañana. Lo juro.

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—Ahora, espera un minuto, hombre— Shane interrumpió—. Hemos estado planeando seducirla por muchos años. Finalmente nos decidimos con él a hacerlo esta mañana. Depende de cómo se mire. Ella se echó a reír. —Veo. Tentar a la chica cuando ella está más distraída.

—Algo por el estilo. —Le guiñó un ojo—. Funcionó. —Sí, funcionó. Soy curiosa, sin embargo. ¿Es esto algo que los dos han hecho antes? —¿Tener relaciones sexuales? Sí, odio decirlo, pero lo hicimos. Ella gimió. —No, me refería a que si comparten con regularidad a las mujeres. Marcus negó con la cabeza. —No. Eres la primera y única. —Me gusta el sonido de eso. Cuando la sensación regreso a sus piernas, ella se empujó y entró en la cocina. Una sonrisa permanente en su cara mientras se vestía. Cada movimiento era un recordatorio de dónde habían estado. Cómo la habían tocado. Qué tan profundo dentro de ella habían llegado. Tiffany hizo un rápido trabajo de limpieza y enjuagó la licuadora. —Voy a mezclar el próximo batido— dijo en voz alta—. Espero que todavía tengan apetito. —¿Estás bromeando? Me muero de hambre. — Su estómago gruñó, también, pero no por nada que pudiera mezclar en una licuadora. Comenzó en su “Bienaventurado de Frambuesas” mientras Shane y Marcus se vestían. Cuando combinó todos los ingredientes, puso en marcha la batidora. Esta vez se acordó de la tapa. Aunque mirando hacia atrás ahora había sido el preludio de de una mañana infernal. Tomó dos vasos altos y estaba a punto de verter cuando se dio cuenta que la estaban mirando. —¿Sí? Shane se inclinó sobre el mostrador con los codos. —Estás brillando.

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Su sangre corrió. —¿Lo estoy? —Sí. Estás radiante. Marcus asintió.

—¿Qué puedo decir? Estoy feliz. Todo lo que necesito es que mañana me vaya bien. Marcus tomó un vaso y lo bebió de unos grandes tragos. —Delicioso. No tienes nada de qué preocuparte. Sean cuales sean los cinco favoritos que elijamos, no será una decisión fácil. Hasta ahora todos tus batidos son de primera categoría. Shane terminó su vaso y lo puso boca abajo sobre la mesa como si estuviera en un bar. —Maldición eso estuvo bueno. Realmente, no tienes nada de qué preocuparte. Y la competencia se asustará cuando consigan probar tus creaciones. —Gracias, chicos. Ya eran cerca de las siete cuando les sirvió su último batido. Lo difícil sería achicar treinta y cinco mezclas diferentes en solo cinco favoritos. Escuchó como Shane y Marcus discutieron sus favoritos entre sí. No importa que sonaran como críticos de cine, la hacían sentir en la cima del mundo. A pesar de sus bromas y los lados de buen carácter, sabían cuándo ser serios. Por último, ellos le entregaron un pedazo de papel. —Aquí están nuestra lista de los cinco favoritos. “Cabaña Banana”, “Frambuesa Rústica”, “Sol Líquido”, “Felicidad de Arándanos Bebé”, y “Tango Tropical”. No nos engañemos, todos son increíbles, pero los mejores son estos. Incuestionablemente. Ella asintió y miró por encima de sus comentarios y valoraciones. —Está bien, voy a confiar en ustedes con esto. Sus opiniones son lo más importante para mí. Siempre lo fueron. Shane se rio entre dientes. —Estamos contentos que aceptaras nuestras opiniones sobre algunos de esos perdedores con los que saliste. —¿Discúlpame? Según tú, ninguno era lo suficientemente bueno para mí.

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—Nop. Ni un chico. Pero había dos que aprobamos altamente. —Parecería que tuve suerte en conseguir los dos mejores.

Se miraron fijamente con sus humeantes buena apariencia y no podía soportarlo más. —Está bien, es el momento de que se vayan. Todavía tengo un montón de cosas que hacer para estar lista para mañana. Marcus y Shane la ayudaron a acomodar la mesa de café de nuevo. —¿Estás segura? Ella nunca miraría a ese sofá de la misma manera. —Sí, estoy segura. Son los mejores. Ahora fuera. Cuanto antes se vayan cuanto antes mi mente puede comenzar a funcionar de nuevo. Shane abrió la puerta y se detuvo a mitad de camino hacia fuera. —Buena suerte mañana. —Asegúrate de llamarnos y hacernos saber la buena noticia— agregó Marcus. —Por supuesto. Ella los miró hasta que estuvieron fuera de su vista, y cerró la puerta. Con la espalda contra la pared, miró alrededor de la habitación y dejó que todo se absorbiera. Aparte de los cinco batidos que planeaba hacer en la mañana antes de la entrevista, todo lo demás estaba listo. No era que ella quería que se fueran, pero necesitaba un poco de tiempo a solas para procesar todo lo que había ocurrido.

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El cambio de amigos a amantes había ido mucho más suave de lo que nunca creyó posible. Tal vez lo había sobre—analizado demasiado, o tal vez ella no había sido lo suficientemente madura como para saber lo que quería. Ahora estaba claro, y se sentía bien que todo hubiera salido a la luz. No más andar de puntillas alrededor de lo obvio. Ya no tenía que preguntarse acerca de cómo comportarse alrededor de ellos; ahora sólo podía ser ella misma. Incluso si eso significaba llevar bragas de colores desagradables con refranes vulgares bordados en ellas. Incluso si eso significa no tener el cuerpo perfecto, o no hacer todo bien todo el tiempo. Fueran cual fueran sus defectos, se las había arreglado para atrapar los afectos de dos hombres calientes que eran sus dos mejores amigos y amantes. Lo mejor de todo, no tenía que elegir entre ellos.

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Tiffany sacudió la cabeza y e inició con la limpieza de la cocina. De alguna manera tenía la sensación de que dormiría bien esta noche. Tal vez esa banana haría una aparición diferente en su sueño.

iffany se sentó en la sala de espera del banco con una veintena de otros aspirantes a conseguir financiamiento para poner en marcha sus proyectos. Sus rodillas se balanceaban arriba y abajo mientras esperaba a que su nombre fuera pronunciado. Se había vestido con una suave blusa blanca y una falda recta de color negro que, en su opinión, le daba un aspecto elegante y empresarial. Ella esperaba que el comité estuviera de acuerdo. A su lado estaba el refrigerador lleno de sus batidos y un maletín con sus notas, gráficos y presentaciones visuales. Estaba lista, y lo sabía. Un fuerte zumbido de un intercomunicador interrumpió su lista mental. Observó a la recepcionista responder, y luego ponerse de pie, haciendo un gesto hacia ella. —Tiffany Woods, el comité está listo para verte ahora. Su corazón se dejó caer al suelo, y toda su confianza se fue junto con él. De repente, visualizó al comité como una banda de zombies come carne o alimañas sedientas de sangre que la chuparían hasta dejarla seca. ¿Por qué creía que podía hacer esto de nuevo? ¿Qué la hacía tan especial que merecía el visto bueno para iniciar su propio negocio? La caminata por la alfombra verde y burdeos se alargó para siempre. Sus piernas apenas podían llevarla. Entonces pensó en las dos personas que hacían fuerza por ella. También pensó en Jordan. Mientras que ella no tenía conexiones, de seguro que tenía ambición, unidad, y sobre todo, pasión.

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Tiffany levantó la barbilla y continuó siguiendo a la recepcionista hasta una gran sala. Ella sonrió a los rostros que la evaluaron con cejas escépticas, y se sentó a la cabecera de la larga mesa de caoba. Ya era hora de dejar claro su intención.

Una hora más tarde, Tiffany salió de la oficina con una sonrisa en su cara y la mejor noticia de su vida. Su préstamo había sido aprobado. El comité amaba sus ideas, creía que poseía suficiente sentido para los negocios y el espíritu para que su negocio prosperara, y no podían dejar de decir cuán delicioso eran sus batidos. Su favorito fue “Cabaña Banana”. Tiffany decidió hacer una parada rápida y agarrar algunas cosas de la boutique sexy de la vuelta de la esquina. Quería celebrar su buena noticia, y dejar que Marcus y Shane supieran lo mucho que apreciaba su ayuda. Cuando llegó a casa, los llamó y dejó un mensaje en su máquina. —Buenas noticias chicos, ¡lo conseguí! En celebración, me encantaría si pudieran pasar por mi casa. ¿Alrededor de las ocho? Espero que puedan lograrlo. Nos vemos.

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Colgó el teléfono y sonrió. Era su turno de sorprenderlos.

hane se detuvo en el camino de entrada. Marcus tenía las manos llenas de flores, una tarjeta y una botella de champaña fría. —Maldita sea. Estoy emocionado— Shane exclamó—. Nuestra chica lo hizo. —Claro que sí— Marcus gritó a su lado—. Se merece todo el éxito en el mundo. Escuché el mensaje alrededor de cinco veces y no sonaba como si estuviera distante o tensa. Difícil de decir en un contestador automático, sin embargo. —Lo sé, hombre. Pasé la mayor parte del día preocupándome de que la hubiéramos jodido. Me costó mucho concentrándome en el trabajo. —Lo mismo. Creo que vamos a averiguar si tiene algún remordimiento. —Vamos a asegurarnos de que no lleguemos demasiado fuerte, y darle un poco de espacio. Para estar en el lado seguro. Aquí, pásame la champaña. Subieron a la puerta y llamó. —No escucho la licuadora o cualquier grito. Esa es una buena señal— Marcus bromeó. Se abrió la puerta y no había duda de ello. Tiffany parecía aún más radiante que cuando la habían dejado. Con las mejillas sonrosadas, ojos brillantes, y un resplandor que la recubría. Se había arreglado más de lo habitual con el maquillaje y su cabello caía sobre sus hombros en ondas sueltas. Incluso el delantal blanco que llevaba la hacía parecer más madura. Atrás quedó el aspecto estudioso y serio. Ella había lucido caliente antes, pero algo en ella había cambiado. Como si hubiera florecido en una mujer durante la noche.

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—Hola chicos. Adelante. Shane casi tropezó con sus pies para entrar.

—Felicitaciones. Te trajimos algunas cosas para hacerte saber lo felices que somos por ti. —Estamos de seguro orgullosos de ti.— Marcus levantó las flores. —Ahhh son tan dulces. Gracias. Cuando se volvió, Shane dio un respingo y Marcus gimió. No se habían dado cuenta al principio, pero el delantal era todo lo que llevaba puesto. Nada más. Y se mantenía unido por un lazo de encaje rojo que descansaba en la curva de su culo perfectamente curvo. Ella tomó las flores y tarjeta mientras Shane llevaba el champán al mostrador. Se aclaró la garganta que de repente se había secado. —Uh, eso sí que es un traje el que tienes ahí. —¿Esta pequeña tontería?— lujuria brillaba en sus ojos. —Sí, bueno, esa cosa tonta sólo me dio un infierno de una erección. Marcus contuvo el aliento a su lado. —Secundo eso. Te ves increíble. Se rascó la cabeza. Esto en cuanto a estar en su mejor comportamiento. —Entonces, ¿qué pasó con esa mujer insegura con la estábamos ayer? Tiffany agitó la mano. —Estoy aquí. Lo que pasa es que me sentí muy bien hoy. —¿Y por qué el cambio? ¿Por recibir la aprobación? —Es más que eso. Las cosas buenas aparecieron para mí. Tengo todo lo que necesito para ser feliz. Y dos hombres guapos para compartirlo. Desató el delantal y dejo que se deslizara.

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—Quería darles las gracias de nuevo por su ayuda. Ambos siempre han apoyado todo lo que siempre he hecho, y significa el mundo para mí. Una chica no podía pedir dos chicos más maravillosos en su vida. Shane sintió que su rostro se calentaba. —Bien, ahora estás avergonzándonos a nosotros esta vez. —Me gustaría mostrarles mi agradecimiento con algo más que palabras.

Se acercó al sofá y abrió las piernas, apoyando los pies sobre la mesa de café. Desde detrás de la almohadilla de sofá, sacó un consolador de color amarillo con la forma de una banana. La polla de Shane empujó dolorosamente contra su cremallera. —¿De dónde sacaste eso? —En una tienda a la que fui esta tarde. Tenían todo tipo de cosas divertidas para jugar, pero vi el plátano y sabía que era la decisión correcta. Estiró el cuello de su camisa. En el medio de la mesa de café había un plato de cerezas de color rojo brillante, unas fresas, y una lata de crema batida. —Tenía un poco de fruta de sobra, y me pareció una lástima desperdiciarla. Shane asintió. —Una pena en verdad. —Él también notó una caja de condones con sabor a arándano. La sirena había pensado en todo. —¿Por qué no se sientan en el sofá bonita vista desde allí.

frente a mi? Pueden tener una

Marcus siguió su ejemplo y se sentó frente a ella. Tampoco dijo una palabra. Movió su mano entre sus muslos y rodeó su clítoris. Observó con asombro como inclinaba la cabeza hacia atrás, con la boca abierta y sugerente. Ella abrió las piernas un poco más y llevó la punta del consolador a su abertura.

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—Gracias a ustedes, mis sueños anoche se pusieron muy estimulantes. Me desperté tan caliente. —Trazó su coño con el consolador—. Y pensé, “voy a necesitar algo para mí hasta que vea a los chicos de nuevo”. No es un sustituto de ninguna manera. Ambos son mucho más grandes y más gruesos. Pero necesito algo para saciar mis deseos. Gotas de sudor corrieron por su frente. Él nunca antes había estado tan condenadamente excitado. —Bueno, tienes que hacer lo que tienes que hacer, bien—ofreció.

—Exactamente. No puedo tener a sus grandes pollas gruesas dentro de mi coño mojado cada minuto del día, así que ahora tengo un respaldo. ¿Quieren ver cómo funciona? Tanto él como Marcus asintieron. —Bien. —Ella empujó el juguete dentro de su apertura moviéndolo con una mano lenta y constante. Shane tuvo que ajustarse a sí mismo o arriesgarse a tener la marca de la cremallera permanentemente. Un momento después, deslizó la longitud del consolador hasta el fondo y volvió a sacarlo, a donde podía ver su crema a lo largo de la punta. —Mierda—Marcus gimió junto a él. Ella gimió y se recostó en el cojín. Sus pliegues estaban empapados e hinchados. Mientras ella bombeaba el consolador dentro y fuera, sacudía su clítoris con los dedos. Una hermosa bruma rosa recubrió su piel y sus pezones se irguieron en pequeños puntos. Miró a Marcus y reconoció la misma angustia dibujada en su rostro. El dolor decía que lo estaba matándolo verla. Volvió su mirada a Tiffany y trabó sus ojos en la forma en que movía las caderas y ondulaba su cuerpo. Jadeos y suspiros diminutos escapaban de su boca en forma de O. Su polla palpitaba y recordó lo bien que se sentía estar dentro de su coño. Por último, se quitó la camisa y bajo sus vaqueros. Mientras luchaba con los cordones de sus zapatos, se dio cuenta de que Marcus había empezando a desnudarse también. —Oh Dios— exclamó—. Voy a correrme en cualquier momento. Shane se sentó en el borde del sofá de dos plazas, desnudo y se centró en ella.

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—Eso está bien. Córrete para nosotros. Queremos verte corriéndote bien fuerte. Ella fijó sus ojos en ellos y curvó sus labios. Se preguntó si ella sabía lo jodidamente pecaminosa que se veía en ese momento al borde de un orgasmo. El consolador se deslizó dentro y fuera más rápido, sus dedos moviéndose contra su clítoris. —Sí, oh sí, oh Dios mío, sí—ella gimió y luego su cuerpo se estremeció.

Con su polla en la mano, vio la forma seductora en que su cuerpo se retorcía y envolvía. La forma en que sus párpados y sus labios temblaban. Sacó el consolador, y su respiración se quedó atrapada a la vista de toda su crema. Él dio un codazo a Marcus y ambos se levantaron. Shane tomó la lata de crema batida y la sacudió. Sentado a su lado, tomó el consolador de sus manos y la apoyó sobre la mesa. —Eres tan caliente. Casi observándote.

se me

hiciste correrme

simplemente

Roció la crema batida alrededor de ambos pezones y Marcus añadió las cerezas. Shane lamió la crema batida y mordisqueó la cereza. Tragó saliva y se humedeció los labios. —Veo un punto erguido exigiendo mi atención. —Con los labios envueltos alrededor de sus pezones, se turnaban entre succionarlo y tirar con los dientes. Marcus asistió a su otro pezón, y ella se retorcía entre ellos. Cuando la habían lamido hasta dejarla limpia, Shane trajo una fresa a su boca. Cuando ella mordió, el jugo corrió por los lados de la boca y se hizo un charco entre sus pechos. Él y Marcus siguieron el rastro con sus lenguas. —Me están dando hambre—ella susurró. Shane tomó otra fresa de la taza y se la ofreció. —¿Quieres más de esto? Ella negó con la cabeza. —No. Necesito algo más para satisfacer mi apetito. Él le dirigió una mirada burlona. —¿Qué quieres? Tiffany se trasladó desde el sofá al suelo y se arrodilló entre ellos.

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—El sabor de sus pollas en mi boca.

Tiffany envolvió sus manos alrededor de sus pollas y las acarició. Su carne caliente y dura en su palma la volvía húmeda de deseo. Saboreó sus pollas, una y luego la otra, mientras que ellos gruñeron su aprobación. ¡Sabían tan bien! Ellos sabían como un sueño. Hizo todo lo posible para llevarlos bien profundo, con la boca apretada. Shane extendió la mano y le acarició el rostro. —¡Whoa Chica!, está bien, voy a necesitar que pares. He querido tener mi polla dentro de tu culo desde que me desperté esta mañana, y Marcus desea tu coño. Ella no necesitó que lo dijeran dos veces. Shane se sentó en el sofá y ella se alejó de él. —Inclínate un poco, así puedo lubricar tu agujero. Ella se inclinó sobre la mesa de café mientras él agarró el lubricante y un condón con sabor a arándano. —Una buena elección. Tiffany esperó pacientemente mientras deslizaba el condón sobre su longitud y luego le untó el culo con el gel fresco. —En cualquier momento, dime si tengo que ir más lento. La ayudó a subirse a su regazo y sostuvo su polla mientras ella se la llevó todo el camino dentro de su culo. Cada centímetro la hizo jadear. Su cuerpo se sacudió por las intensas sensaciones.

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—Eso es correcto. Maldición, apretado.

y yo que pensaba que tu coño estaba

Él puso las manos debajo de su culo y la trajo hacia arriba y abajo de su eje con penetraciones lentas y suaves. La fricción constante la volvía loca. Ella observó a Marcus agarrar un condón y abrir la envoltura. —Apuesto a que tu coño está empapado ahora —murmuró.

—Mojado y esperando por ti. Se recostó en Shane y se abrió a sí misma. Marcus terminó de colocarse el condón y se movió entre sus piernas. Era tan grande y grueso. —Llena mi coño—ella gimió. Apretó la mandíbula. —Todo el camino. Él no se molestó en tomarle el pelo. En su lugar, la penetró con un golpe duro. Abriéndola rápida y completamente. Él empujó de nuevo y Shane la llevó arriba y hacia abajo a lo largo de su polla. Esta vez no sintió ningún dolor en absoluto. Su cuerpo estaba familiarizado y completamente abierto a ellos. —¿Se siente bien? — preguntó Marcus. —Mm, es maravilloso —respondió ella débilmente. El doble placer siempre estuvo más allá de toda comprensión. Apenas podía controlarse. Tiffany se aferró a las piernas de Shane. —Follen mi culo. Follen mi coño. Ellos la penetraron más rápido, más profundo, más duro, casi enviándola por encima del borde. Marcus extendió la mano y pellizcó sus pezones. —Frota tu clítoris— dijo, con los ojos fijos en ella. —Sí. Con la polla de Shane golpeando dentro de ella y Marcus atendiendo a su coño inundado, se frotó el clítoris. La estimulación añadida la tenía aún más cerca de la orilla. —Vamos, cariño — Shane instó. —Estoy cerca— susurró.

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—Más rápido —Marcus gruñó. Su ritmo aumentó y todo su cuerpo se tensó. —Tan cerca. Tan cerca. Tan cerca —repitió hasta que su coño se apretó y el alivio se apoderó de ella.

Con la cabeza echada hacia atrás, llenó el aire con sus sonidos de placer mientras seguían acariciándola hasta el punto de clímax. Sus gemidos de hombres y suspiros la enviaron a una serie de espasmos. De alguna manera, ella se había corrido esta vez más fuerte y parecía durar para siempre. Tiffany se sacudió, cuando ambos se retiraron. Atrapada en medio de sus amantes, sintió en la cima del mundo. Ella respiró hondo y suspiró. Su aroma masculino combinado flotaba alrededor de ella y la hizo débil. Pensamientos soñadores llenaron su cabeza. Un día se despertaría entre ellos. Sus fuertes brazos alrededor de ella. Cuerpos cercanos y apretados. Mañanas perezosas llenas de exploración íntima. Hasta entonces, ella tenía una idea para mantener las cosas interesantes. —Quería dejarles saber que he tomado en cuenta su sugerencia anterior con corazón, y estoy de acuerdo. Shane arqueó una ceja. —¿Qué sugerencia fue esa? —Desayuno. Los domingos. Mi casa. —Ah, el desayuno con Tiffany. —Marcus sonrió—. Puedes contar con nosotros. —Creo que sería divertido cocinar juntos en la cocina— dijo—.Podemos hacer cosas diferentes cada vez. Waffles una semana, panqueques la otra. —Siempre me he preguntado lo que todo lo que se puede hacer con el jarabe de arce— comentó Marcus. —Vamos a estar desnudos, ¿verdad? Tiffany sonrió a Shane. —Suena sexy. —Por supuesto, podríamos incluso no llegar a la comida— agregó. —Es cierto. A menos, por supuesto, que la servimos en Tiffany.

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—Juro que me leen la mente. Shane tomó la lata de crema batida. —Esta charla me está dando hambre a cada segundo.

—No creo que pueda hacer algo— gimió. —Tú solo siéntate y deja que nosotros hagamos todo el trabajo. Con un beso profundo y una lenta caricia de la lengua, la tenían excitada de nuevo.

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No podía esperar hasta el domingo para mostrarles la ropa interior sexy que había comprado. Y sólo por diversión, planeaba mantener sus bragas de color turquesa de rayas. Como recuerdo.

Nacida con una imaginación hiperactiva, Ann Cory siempre ha tenido un amor por las palabras y ponerlas en papel. Con el apoyo entusiasta de su marido y su hijo, ella es capaz de dedicar su tiempo a una musa muy terca y exigente. A

Ann

le

gusta

escribir

romances

eróticos, donde profundiza en los reinos oscuros de lo paranormal, vampiros, cambia formas, y fantasía urbana, al tiempo que añade emoción y sabor a lo contemporáneo, BDSM, alternativo, y temas históricos. Para actualizaciones y más, por favor visita su sitio web Mgical

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Seductions http://www.anncory.com.

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Page 3 of 60. Página. 3. La presente traducción ha sido llevada a cabo sin ánimos de lucro, con. el único fin de propiciar la lectura de obras cuya lengua madre es el. inglés. El staff de Lucky Girls apoya a los escritores en su trabajo,. incentivando la compra de libros originales si estos llegan a tu país. Todos los personajes ...

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