Índice Sinopsis Capítulo 1 Capítulo 2 Capítulo 3 Capítulo 4 Capítulo 5 Capítulo 6 Capítulo 7 Capítulo 8 Capítulo 9 Capítulo 10 Capítulo 11 Capítulo 12 Capítulo 13 Capítulo 14 Capítulo 15 Capítulo 16 Capitulo 17 Capítulo 18 Capítulo 19 Capítulo 20 Capítulo 21 Capítulo 22 Capítulo 23 Capítulo 24 Capítulo 25 Capítulo 26 Capítulo 27 Capítulo 28 Capítulo 29 Epílogo Próximo Libro Sobre la Autora Créditos Visítanos

Sinopsis Cuando Hannah Nichols

vio

a

Marco

por

última

vez

en

D‘Alessandro, hace cinco largos años, él le rompió el corazón. El chico malo con un lado dulce escondido era el único chico al que Hannah había amado, y el único hombre con el que jamás ha estado. Después de una noche intensa de ceder a la tentación, Marco se fue, dejando Escocia y a Hannah atrás. Destrozada por las consecuencias de su noche juntos, Hannah nunca ha avanzado realmente. Dejar a Hannah fue el mayor error de la vida de Marco, algo que ha lamentado profundamente por años. Así que, cuando el destino los reúne, se niega a dejarla ir sin luchar. Decidido a hacerla suya, Marco persigue a Hannah, recordándole todas las razones por las que están destinados a estar juntos… Pero justo cuando Marco piensa que están comprometidos con un futuro juntos, Hannah hace un descubrimiento que desentierra el dolor secreto que ha estado escondiendo de él, un secreto que podría separarlos antes de que tengan una verdadera oportunidad de empezar de nuevo…

Capítulo 1 Traducido por MaEx (SOS)

Edimburgo Octubre

Me había hecho una promesa

cuando me acercaba a las calles

empedradas de Edimburgo de camino a mi primer trabajo de enseñanza, que sería el tipo de profesora que haría lo que fuera necesario para llegar a mis alumnos. No importa ahora que el mantenimiento de esa promesa significara avergonzarme a mí misma y a ellos con mis increíblemente horribles habilidades de dibujo. Quitando mis ilustraciones mal dibujadas del proyector, los reemplacé con dos frases. Miré a la pequeña clase de seis adultos, con edades comprendidas desde los 24 a los 52 años, y les di una sonrisa torcida. —Aunque odio privarles de mi genio artístico, creo que será mejor deshacerme de ellos. Portia, mi estudiante de 52 años, quien tenía el suficiente buen humor de aligerar la atmósfera, a menudo nerviosa, en la pequeña habitación, me sonrió, mientras Duncan, un mecánico de 33 años, resopló. Mis otros cuatro estudiantes continuaron mirándome con los ojos abiertos y ligeramente asustados, como si todo lo que dijera e hiciera fuera una prueba.

—Ahora que han aprendido estas palabras frecuentes y con suerte conectarlas a través de mis terribles intentos de dibujo, quiero que se familiaricen en como encajan en una frase cotidiana. Por el resto de nuestro tiempo esta tarde, quiero que escriban estas dos frases, diez veces cada una. —Miré a Lorraine, mi muy muy ansiosa y susceptible estudiante de 24 años, morder su labio y me estremecí ante la idea de lo que podría hacerle a su labio después de mi siguiente instrucción. Continué—. Tengo dos pequeños folletos aquí para cada uno de ustedes. Uno está lleno con palabras de uso frecuente, el otro con frases hechas enteramente con palabras de uso frecuente. Quiero que elijan diez frases y escriban esas frases diez veces cada una y las traigan con ustedes la próxima semana. Lorraine palideció e inmediatamente sentí mi pecho apretarse con empatía. Lorraine era un principal ejemplo del porque había decidido ser voluntaria para dar un curso de alfabetización para adultos en mi centro comunitario local. Algunas personas, como mi amiga Suzanne, piensan que estaba absolutamente chiflada para tomar un trabajo de profesor como voluntaria durante mi año de prueba como profesora de inglés del instituto. Y quizás lo estaba. Mi carga de trabajo para la escuela era una locura. Sin embargo, compartía la clase de alfabetización con otro voluntario, así que solo era una noche de mi semana, y era algo que realmente me hacía sentir como si estuviera haciendo una diferencia. A veces era duro ver el efecto que hacía en el instituto, y sé que habría una gran cantidad de días por delante cuando no me sintiera como si estuviera dejando una gran impresión. Sin embargo, el voluntariado me da esa sensación de satisfacción cada vez. Los adultos a los que estaba enseñando eran mayormente desempleados, con la excepción de Portia y Duncan. El jefe de Duncan le había pedido mejorar sus habilidades de lectura y escritura. Portia se las había arreglado para pasar a través de la vida con una comprensión muy básica de la alfabetización (hasta que un día decidió que quería más), pero los otros estaban luchando para mantener el empleo debido a su falta de habilidades de lenguaje y comunicación. Sabía que el analfabetismo era todavía un gran problema en este país, pero ya que vengo de una familia educada, y era un enorme ratón de biblioteca, era algo por lo que nunca había sido tocada. Hasta el año pasado. Hubo un momento durante mi año de formación de profesora que siempre destacará: estaba en contacto con un estudiante de mi padre que había estado visiblemente agitado cuando pidió ver el trabajo de su hijo. Sudor

perlaba su frente mientras confesaba en una voz titubeante que no podía leerlo. Entonces, cuando le pedí que firmara un permiso que nos permitiera llevar a su hija con nosotros para el viaje de la clase para ver ―‗Noche de Reyes‖ en el teatro, su mano temblaba gravemente mientras hacía un garabato en la línea de firma. El miedo absoluto y la humillación en su expresión debido a su analfabetismo realmente me golpearon emocionalmente. Yo podía sentir el escozor de las lágrimas en mis ojos por él. ¿Un hombre adulto se sentía débil e indefenso por letras en una página? No me gustó tener que ser testigo de su esfuerzo, y más tarde esa noche, comencé a buscar cursos de alfabetización locales. Hice algunas consultas y un mes más tarde el Centro St. Stephen, mi centro comunitario local, habían contactado conmigo porque acababan de perder a uno de sus profesores voluntarios. A pesar de que la pequeña clase parecía un poco dudosa sobre tener una mujer que era más joven que ellos como profesora, realmente sentí que estaban llegando a alguna parte. —Hannah, tu cabeza está bloqueando la palabra entre ―lavar‖ y ―frío‖ — dijo Duncan en broma. —¿Esa es tu forma educada de decirme que tengo una cabeza grande? — dije, alejándome a un lado para que pudieran ver toda la pizarra. Él sonrió. —Nah, diría que es justo de su tamaño. Es una muy bonita cabeza. —Vaya, gracias. La hice crecer yo misma —arrastré las palabras coquetamente. Gimió ante la tonta broma pero sus ojos estaban llenos de regocijo mientras Portia resoplaba detrás de él. Sonriendo, dejé mis ojos vagar sobre las cabezas inclinadas bajo sus blocs, lápices moviéndose a velocidades diferentes, desde la impresión dolorosamente lenta y profundamente acanalada a la escritura de mano bastante rápida y radical. La sonrisa murió en mis labios ante la vista de Lorraine. Se mantenía mirando alrededor a los otros, pánico en sus ojos mientras los veía seguir adelante con el trabajo. Me pilló mirando y frunció el ceño, entonces bajó sus ojos hacia su bloc. La estaba perdiendo. Lo sentí en mis entrañas.

Una vez que les dije que había terminado el tiempo, caminé hacia Lorraine antes de que pudiera huir. —¿Puedes quedarte por unos pocos minutos más? Entrecerró los ojos y se humedeció los labios nerviosamente. —Eh, ¿Por qué? —¿Por favor? No respondió, pero tampoco se fue. —¡Gracias por esta noche, Hannah! — exclamó Portia, su voz probablemente oyéndose todo el camino abajo a la Recepción. Siempre hablé un poco más fuerte de lo que debía en clase porque tenía un presentimiento de que Portia tenía un problema de audición leve y estaba reacia a admitirlo. Ella era una glamurosa mujer beneficiada tanto de grandes genes como fabulosas cremas anti edad, y cualquiera podría decir que tenía mucho orgullo de su apariencia. Admitir el analfabetismo era una cosa, pero admitir tener problemas de oído daría a conocer su edad, y dudaba que ella quisiera que cualquiera pensara que era más mayor de lo que ella sentía en su interior. —De nada —respondí de vuelta cariñosamente, sonriendo y agitando un adiós con la mano a los demás mientras ellos agradecían y se iban. Volviendo a Lorraine,estaba completamente preparada para ello cuando cruzó sus brazos sobre el pecho y espetó. —No veo el punto de seguir aquí, ya he terminao‘ con esta mierda. —Tenía la sensación de que ibas a decir eso. —Ella rodó sus ojos. —See, apuesto a que lo hiciste. Lo que sea. —Empezó a caminar hacia la puerta. —Sales y estarás de vuelta al principio. Desempleada. —No temo a un maldito trabajo de limpiadora. —¿Y eso es lo que tú quieres? Lorraine se dio la vuelta, sus ojos escupiendo fuego mientras se burlaba:

—¿Qué? ¿No es lo suficientemente bueno para ti? ¿Sí? ¿Jodidamente demasiado buena para ser una limpiadora? Mírate. ¿Qué demonios sabes sobre el trabajo duro y no tener dinero? ¿Y supongo que tengo que aprender de ti? No creo eso. Con calma, me di cuenta de su pelo oscuro peinado hacia atrás en una escuálida cola de caballo, su maquillaje barato, su barata y desaliñada camisa y pantalones, y la finita chaqueta impermeable que llevaba sobre ellos. Finalmente, vi las desgastadas botas que habían visto demasiados días ásperos en sus pies. Lorraine era solo dos años más mayor que yo, pero había una dureza en sus ojos que la hacían parecer mucho más mayor. Yo no sabía nada sobre su vida, pero sabía que ella estaba arremetiendo contra mí porque estaba asustada. ¿Quién sabe? Quizá ella también estaba arremetiendo contra mí debido a la forma en que hablaba, me veía, me vestía y me sostenía. Yo era educada. Era segura. Dos cosas que ella no era. A veces eso es suficiente para que alguien tome aversión hacia ti. ¿Era yo la persona equivocada para enseñar a Lorraine? Quizá. Pero no estaba dispuesta a darme por vencida. —Trabajar duro viene en todas las formas, Lorraine —le digo en voz baja, con cuidado de mantener la amabilidad en mi voz en caso de que ella hiciera la suposición de que yo estaba siendo condescendiente—. Las limpiadoras en el instituto donde yo enseño, sudan sus traseros poniendo orden detrás de esos niños. —Arrugué la nariz—. No quiero ni pensar sobre lo que ellas encuentran en el baño de los chicos. »Pero yo me sudo el trasero enseñando a esos mismos niños;

programas de lecciones, montones de calificaciones que se comen mis tardes y fines de semana, gastando mi propio dinero personal en recursos, ya que la escuela nunca parece tener suficiente en el presupuesto y trabajo en los programas de lecciones para esta clase y enseño esta clase gratis. Sé lo que es trabajar duro. No es tan agotador físicamente como la limpieza, pero me está drenando mentalmente. —Di un paso hacia ella—. Estás acostumbrada a un duro trabajo físico, Lorraine. Estas cosas —hice un gesto hacia la pizarra—, esto está completamente fuera de tu zona de confort. Entiendo eso. Pero ese es el por qué estoy aquí. Estoy aquí para enseñarte a leer y escribir para que puedas aplicar para un trabajo que tú realmente quieras, y tú no estarías aquí si quisieras ser una limpiadora.

»A pesar de que, una nota al margen, estoy suponiendo que todavía

necesitas habilidades de lectura y escritura para este trabajo. Hay aplicaciones que llenar, listas de control de clientes… —La vi pellizcarse sus labios y regresé al punto—. No te gusto, bien, podría importarte una mierda. No necesito gustarte. Necesito que me escuches cuando digo que no estoy aquí para avergonzarte o hacerte sentir mal sobre ti misma. Estoy aquí para enseñarte. No necesito gustarte para aprender lo que tengo para enseñar. Tienes que gustarte a ti misma lo suficiente para creer que mereces más de la vida. El silencio cayó entre nosotras. Lentamente, la tensión en sus hombros parecía desaparecer mientras se desplomaron desde las puntas de las orejas a su lugar. —¿Puedes hacer eso? —La presioné con la pregunta. Lorraine tragó y me dio un asentimiento brusco. —¿Te veré en la siguiente clase, entonces? —See. Suspiré internamente, sintiendo mi propia tensión fundirse. —Si tú me necesitas para cualquier cosa, o sentarme contigo cara-a-cara, sólo dilo. No hay nadie en esta clase que esté deseando que falles. Todos ellos están en el mismo barco. Ellos lo entienden, aunque tu creas que no. —Sí, sí, de acuerdo. —Puso los ojos en blanco y giro sobre sus talones para salir—. Calma el temperamento. De acuerdo, así que a veces era como ser profesor de inglés en el instituto. Sonreí, recogí mis cosas y me dirigí a la puerta. Apagando las luces, asentí hacia mí misma. Cada día que caminaba fuera de la clase al final del día, quería sentir como si hubiera ganado algo y así mismo la gente a la que estaba enseñando. A veces, desafortunadamente yo solo me sentía exhausta y estresada. Esta noche me sentía como Lorraine y yo había ganado. De buen humor y decidida a tomar algo de ―tiempo para mí‖, envié un mensaje a dos amigas de la universidad, Suzanne y Michaela, y concerté una noche de viernes de cocteles la tarde siguiente.

 Estaba claro desde el momento en que nos encontramos esa noche, que Suzanne estaba de humor para fiesta y elegir a un extraño para un rollo de una noche al azar. Miraba a los hombres como si estuviera buscando el mejor trozo de carne en un buffet. Sus ojos oscilaron de vuelta a mí mientras nos sentábamos en un bar de George IV Bridge, y sonrió cuando me eche a reír con ella. Michaela rodó sus ojos a Suzanne y bebió tranquilamente su bebida. Había conocido a las chicas en la Universidad de Edimburgo después de mudarme a Pollock Halls y luego habíamos conseguido una habitación en el segundo año. Michaela fue a vivir con su novio, Colin, en el tercer año y yo me mudé a un pequeño piso con Suzanne. Luego, nos habíamos ido por caminos-alojamientos separados después de la graduación. Suzanne era originaria de Aberdeen, pero después de la graduación había conseguido un puesto en una gran empresa financiera en la ciudad. Hizo muy buen dinero, así que ella podía permitirse un piso de un dormitorio en Marchmont. Yo, por otro lado, era extremadamente suertuda. Mi hermana mayor, Ellie, y su medio hermano, Braden, en el que pienso como un hermano mayor, eran adinerados, y para mi graduación ellos me compraron un elegante piso con dos habitaciones en Clarence Street en Stockbridge. No se me escapó que esto me ponía en el medio entre la casa de mis padres en St.Bernard‘s Crescent a mi oeste, la casa de Braden y su mujer, Joss, y la casa de Ellie y su marido, Adam, a mi este en Dublin Street y Scotland Street. Todos ellos estaban a una corta distancia a pie de mí. Mi familia era sobreprotectora. Ellos siempre lo habían sido. Desafortunadamente, eso significaba que sentía la necesidad de esquivar sus instintos protectores de vez en cuando. Sin embargo, el piso era un asunto completamente diferente. Era el más asombro, extravagante regalo de graduación, un regalo que nunca podría haber pagado con mi paga de profesora. Estaría abrumada y eternamente agradecida a ellos por eso. Y honestamente, estaba feliz que estuviera tan cerca de mi familia. Tenía un creciente montón de sobrinas y sobrinos que amaba tanto como amaba a sus padres. —¿Ves algo que te guste? —pregunté a Suzanne mientras yo contemplaba el talento. Había un par de chicos guapos de pie en el bar.

—Por supuesto que sí —bromeó Michaela—. Ella probablemente ve cinco. Suzanne resopló. —Bueno, algunas de nosotras no encontramos nuestro amor verdadero cuando teníamos dieciocho. Algunas de nosotras tenemos muchas ranas por besar antes de encontrar nuestro príncipe. Y a algunas de nosotras nos gusta de esa forma. Michaela y yo reímos. Era verdad que Michaela nos acompañaba en nuestras noches fuera sólo para mantenerse en contacto con nosotras. Ella estaba felizmente comprometida con Colin, un estudiante escoces del que se enamoró el primer año de universidad. Ella había decidido no volver a su ciudad natal de Shropshire, Inglaterra, a favor de asistir al entrenamiento de profesores en Moray House en Edimburgo conmigo. Como yo, ella estaba trabajando para cualificar como profesora de inglés. Mis dos amigas no podrían haber sido más diferentes. Suzanne era fuerte, coqueta y una positiva reina del drama. Michaela era la más tranquila de nosotras tres. Ella era dulce y leal y se preocupaba mucho de sus nuevos estudiantes. Si yo quería un buen tiempo y una distracción, buscaba a Suzanne, pero si solo quería a alguien para hablar, cogía el teléfono y llamaba a Michaela. —¿Cómo están los niños? —me preguntó Michaela y sabía que ella se estaba refiriendo a mi familia y no al colegio. —Realmente bien. —Y más por venir —sonrió. —Ugh, no sé cómo lo hacen. —Suzanne se estremeció—. Tú pensarías que ellos habrían aprendido su lección con el primero. —Bueno, es el primero de Jo, en realidad. —–No es que eso cambie la opinión de Suzanne de que los niños eran desagradables pequeñas criaturas con las que no quería nada. Johanna MacCabe era probablemente mi amiga más cercana, a pesar de nuestra diferencia de edad de siete años. Cuando Braden conoció a su esposa, Joss, ella trajo a nuestra pequeña familia a su buena amiga Jo Walker, y Jo pronto conoció al amor de su vida, Cameron MacCabe. Los dos se habían casado hace dos años y Jo estaba embarazada de su primer hijo.

Ella no era la única que estaba embarazada. Mi hermana, Ellie, y su marido, Adam, estaban esperando su segundo hijo. Ellos ya tenían un adorable hijo de dos años de edad llamado William y estaban esperando a darme una sobrina en esta ocasión. —Ella está loca. —Suzanne hizo una mueca—. Pero mira a quienes les estoy hablando. Profesoras. ¿Quién en la tierra en su sano juicio decidiría convertirse en un profesor? Oh —sus ojos se abrieron por algo sobre mi hombro—, él es delicioso. Michaela y yo compartimos una mirada de complicidad y me volví a mirar lo más discretamente posible a quien fuera que el ojo de Suzanne había elegido. —¡Y ella está fuera! —rio Michaela, alejando mi mirada del alto chico con abultados bíceps, que era exactamente el tipo de Suzanne, para verla cruzar el bar con un exagerado movimiento de sus delgadas caderas—. No sé cómo ella puede hacer eso cada fin de semana. Un tipo diferente. Suzanne estaba camino de los dos dígitos cuando se trataba del número de hombres con los que había dormido. Pero no estaba allí para juzgar. Ella podía hacer lo que quisiera, siempre y cuando estuviera segura sobre ello. Yo, por otro lado, no hacía todo el asunto de acostarse. Honestamente, no hacia el asunto del sexo. La ultima y única vez que ocurrió, había conseguido herirme. Así que no tenía intención de caer en la cama con un chico hasta que estuviera absolutamente segura de que había una conexión entre nosotros que ambos sentíamos. Por el momento, estaba satisfecha con cómo era mi vida. Estaba demasiado ocupada para nada más que un coqueteo en un bar y estaba completamente de acuerdo con eso. Era joven. Tenía tiempo. Suzanne parecía estar en una misión para probar cada maldita rana soltera que pudiera tener en sus manos hasta que finalmente encontrara al esquivo príncipe. Suzanne se acercó a nuestra mesa con el chico y sus dos amigos de compañía. Se sentaron y se presentaron ellos mismos. Desafortunadamente, el chico en el que ella estaba interesada, Seb, rápidamente volvió su atención de ella a mí. Afortunadamente, uno de sus amigos, se parecía más a Suzanne.

Seb era realmente agradable. Hizo muchas preguntas sobre mí y yo correspondí. Nos reímos y charlamos sobre tonterías de todos los días, y los chicos nos compraron otra ronda de bebidas. Después de que unas cuantas horas habían pasado, nuestros nuevos amigos empezaron a hablar sobre llegar a un bar. Michaela no parecía muy segura, y yo no estaba dispuesta a dejarla atrás, así que Suzanne y yo fuimos a refrescarnos a los baños de damas mientras Michaela reflexionaba sobre eso. Estábamos de pie en los lavabos, volviendo a aplicar colorete y lápiz labial cuando Suzanne reflexionó: —Así que… Seb es delicioso. ¿Garantiza un descanso de la sequía más larga o vas a ponerte a la Hannah Calentona en esto también? Rezongué. —¿La Hannah Calentona? Ella me dio una mirada que decía: Como si no supieras. —La Hannah Calentona. La hermosa Hannah Nichols que siempre engancha al más caliente de los calientes, coquetea su trasero con él durante unas cuantas horas pero le deja ir a casa con bolas azules y sin el número de teléfono. —No estoy calentando a nadie —objeté—. Si no estoy interesada, no lo demuestro, esa soy yo. Son ligeras e inofensivas bromas. Eso es todo. Esta vez la mirada que me dio fue una que me daba de forma regular. Era una expresión impaciente que decía que ella no me entendía. Ni un poco. —¿Qué demonios está mal contigo? ¿Y cuándo vas a superar el pasado y, finalmente, conseguir estar debajo de alguien nuevo? Negué con la cabeza, pretendiendo que no sabía de lo que estaba hablando. —¿Has considerado alguna vez que yo podría ser feliz? ¿No es el punto en todo esto? ¿Ser feliz? Lo soy. Amo mi trabajo, mi familia y a mis amigos. Tengo una buena vida, Suzanne. Ella resopló esta vez.

—Sí, sigue diciéndote eso. Sentí mi sangre calentarse de indignación. —¿Cuál es tu problema esta noche? ¿Es por Seb? Porque tú le invitaste. Esta vez, Suzanne se volvió hacia mí con los ojos entrecerrados. —Oh, yo podría tenerlo si yo quisiera, no te preocupes. —Entonces, ¿qué pasa con la actitud? —Ugh, no me hables como si fuera uno de tus niños. Tú sabes, has llegado a ser realmente aburrida últimamente. Reí con incredulidad al giro que nuestra conversación había tomado. Suzanne no era la persona con más tacto, y ella tenía una tendencia a explotar impacientemente con las personas, pero esta noche estaba volviendo su reserva de maldad hacia mí, cosa que ella nunca había hecho antes. —En mi defensa, estás actuando como un niño. —Eh, lo que sea. —Levantó las manos con desesperación, como la completa reina del drama que era—. Vamos a ver si Michaela quiere ir de clubs… —Estaba segura que ella iba a decir algo más, pero al final, solo pellizco sus labios y salió de los baños. Estaba dejando los baños cuando me llegó un texto de Lucy, una amiga del entrenamiento de profesores, preguntando si quería unirme a ella por una bebida. Ella estaba en la esquina, en un bar en Royal Mile con unos cuantos amigos y sabía que yo estaba fuera esta noche. Le envié un mensaje de vuelta, entonces hice mi camino hacia mis amigos de forma casual. —Michaela ha decidido venir con nosotros —dijo Suzanne alegremente, como si solo no me hubiera abofeteado verbalmente en los baños. Apreté el hombro de Michaela y sonreí hacia todos. —Ustedes chicos tengan una buena noche. Hay un lugar al que necesito ir. Ignorando el farfulleo de Suzanne, me paseé fuera de allí, lejos del drama y los hermosos chicos, y pase el resto de la tarde emborrachándome con

gente a la que no le importaba si yo estaba soltera o casada, delgada o gorda, ambiciosa o relajada. Estaba solo para relajarme y desestresarme del trabajo, y eso era todo lo que yo estaba buscando también. La vida era buena. Desde luego, no necesitaba a nadie intentando decirme que no era así porque ellos mismos estaban infelices.

Capítulo 2 Traducido por Jessy

A la mañana siguiente

me desperté para prepararme para el baby

shower de Jo y Ellie. Mi mamá, Elodie, estaba organizándolo en la casa de mis padres para todas las chicas, mientras los hombres cuidaban a los niños. Había acabado de apagar el secador y me estaba sentando para maquillarme cuando el timbre de mi puerta sonó. No esperando a nadie, me pregunté si una de las chicas había decidido hacerme una visita antes del baby shower. —¿Hola? —dije al teléfono de entrada. —Soy yo —dijo una familiar profunda y masculina voz. Complacida con la inesperada visita, respondí—: Sube. Cuando abrí la puerta Cole Walker me sonrió y caminó dentro. Volví la mejilla para recibir su beso y le ofrecí un café. —Seguro —me siguió a la cocina. Cole Walker era el hermano menor de Jo. Era un año más joven que yo, pero nunca lo sabrías. Nunca había conocido a un chico tan cercano a mi edad tan maduro como Cole. Desde que lo había conocido él había sido así. Se comportaba más como alguien de treinta años que los veintiuno que tenía. Habíamos sido amigos porque nuestras familias eran cercanas, pero cuando cumplí diecisiete nos volvimos más cercanos. Tan cercanos, que lo consideraba mi mejor amigo. A menudo pensaba que era una pena que no hubiera ninguna química sexual entre nosotros, porque Cole era verdaderamente uno de los mejor chicos que había conocido y haría de un fantástico novio para cualquiera.

A pesar de ser un poco impulsivo, especialmente cuando se trataba de alguien lastimando o incluso molestando al alguien por quien él se preocupaba, Cole era la persona menos prejuiciosa que conocía. Había ocasiones en las que podía ser engreído y resultar como intimidante para aquellos que no lo conocían bien, pero lo conocía por ser aterrizado, fácil de hablar, inteligente, creativo, compasivo, leal, y sensible, a pesar de lo que su apariencia podría sugerir a las personas inclinadas a juzgar un libro por su cubierta. Unos centímetros sobre el metro ochenta, Cole era de espalda ancha y de complexión atlética, tenía un cuerpo increíble, perfeccionado en las clases de artes marciales y las visitas semanales al gimnasio. Tenía desordenado cabello rubio fresa que su hermana siempre estaba insistiendo que se cortara, hermosos ojos verdes, y un rostro apuesto que normalmente estaba desaliñado y con necesidad de un afeitado. No era su natural buen apariencia la que levantaba cejas, aunque hacía girar cabezas. Eran los tatuajes. Tenía letras tatuadas en su muñeca derecha interna, y plumas negras en la parte posterior de su hombro derecho que se extendía sobre y debajo de sus bíceps superiores, las plumas conducían a un águila que estaba volando, con las alas abiertas. En sus garras colgaba un reloj de bolsillo antiguo. Todavía tenía que cubrir su brazo izquierdo, aunque estaba trabajando en ideas para una manga. También tenía el mismo tatuaje que Cam. Eran los mejores amigos. Cole lo diseñó cuando tenía quince años. Era una J&C que era visible en medio de diseños de vides y arabescos casi como un tribal. Cam lo tenía en su pecho. Cuando tenía dieciocho Cole se tatuó el mismo tatuaje en el lado del cuello donde late su pulso. Sabía cuánto significaba ese tatuaje para él. Para Cam la J&C no solo simbolizaba su relación con Jo sino que también su relación con Cole. Para Cole, la J&C eran Jo y Cam. Cole había pasado un momento bastante jodido en casa con su mamá alcohólica, Fiona. Ella nunca estuvo ahí para él. Jo lo había criado. Cuando Cole tenía catorce Jo descubrió que su mamá estaba pegándole, y no mucho tiempo después se mudaron con Cameron y dejaron a su mamá sola en el departamento de arriba. Fiona había fallecido de un ataque al corazón hace casi dos años. Imaginaba que no habría sido fácil para Cole, por muchas razones. Intenté hablar con él al respecto, pero era el único tema que él no quería tocar. En

lo que a él concernía, Jo era su madre y su hermana todo en uno y Cameron había salvado sus vidas. Ellos eran todo lo que él necesitaba. —¿Qué estás haciendo aquí? —le pregunté mientras hacía su café—. ¿No deberías estar en el trabajo? Cole era estudiante del Colegio de Arte de Edinburgh, pero había estado trabajando desde que tenía dieciséis años en INKarnate, un estudio de tatuajes galardonado en Leith. Stu Motherwell había estado dirigiendo el salón por más de veinticinco años y Cole había empezado como el chico de los mandados para que así pudiera tener una idea del lugar. Cuando tenía dieciocho empezó un aprendizaje de medio tiempo ahí. Sabía que Stu trataba a Cole como a un hijo, y confiaba mucho en él. No creía que pasara demasiado tiempo antes de que Cole estuviera ayudando a llevar el lugar. —Entro tarde —contestó Cole, tomando el café con un ―gracias‖—. Empiezo en treinta minutos, pero pensé que me pasaría a verte primero. Me apoye en el mostrador, mirándolo fijamente. —¿Por qué? ¿Está todo bien? Me contempló por unos largos segundos. —Para preguntarte eso es para lo que estoy aquí. Con todo lo que está pasando… Comprendiendo a lo que quería llegar, le sonreí de modo tranquilizador. —Las cosas están bien. Honestamente. Él frunció el ceño. —No he oído mucho de ti últimamente y… —se encogió de hombros. —Cole, estoy ocupadísima con la escuela y el voluntariado. Estoy un poco estresada y soy una especie de fracaso en los demás aspectos de mi vida debido a ello. —¿Estas segura que eso es todo? Hice una cruz en mi corazón.

—Lo prometo. Sus ojos se movieron más allá de mí hacia la mesa de la cocina, donde se situaban los regalos del baby shower todos envueltos y listos para llevar. Lo vi contabilizar el paquete de condones que había puesto al lado de ellos para darle a Ellie y a Jo como broma. Cole resopló. —Hoy no te envidio. —¿Dos mujeres hormonales y un paquete de condones? ¿No es esa como una noche de viernes para ti? —bromeé. Él rió porque ambos sabíamos que estaba lejos de la realidad. Cole no era realmente del tipo conquistador. Claro, sabía que no era un ángel, pero él prefería estar en una relación. En este momento estaba saliendo con una estudiante de historia del arte llamada Steph. —Al menos necesito condones —sonrió él, sin mala intención. Hice una mueca. —Así que ha pasado un tiempo. —Corrección: Ha pasado demasiado tiempo —frunció el ceño—. ¿Alguna vez le vas a dar a alguien una oportunidad? —Mira, simplemente no quiero acostarme con gente al azar. No soy Suzanne, Cole. —Nunca dije que lo fueras. No todos los chicos están buscando acostarse contigo y luego dejarte en la mañana —su expresión se suavizó—. No eres el tipo de chica que quieres dejar, Hannah. Dale a uno de ellos la oportunidad de probártelo. Nunca has estado en una relación. ¿Cómo puedes rechazar la idea hasta que lo pruebes? Me reí.

—No estoy rechazándola. Solo estoy feliz sola ahora mismo. Pero hablando de parejas… ¿Cómo está la vieja bola y cadena1? Cole suspiró. —Estresante. Le prometí que me pasaría a su departamento después del trabajo para ayudarla en su trabajo. —Aw —lo molesté juguetonamente—. Eres un novio tan bueno. Cole se bebió lo último de su café y puso la taza en mi fregadero. Se inclinó y presionó un beso en mi mejilla. —La próxima vez que veas a Steph, ¿le dirás eso? —¿Problemas en el paraíso? —pregunté, acompañándolo hacia la puerta principal. —Se ha vuelto fastidiosa. —Estoy segura de que estará bien una vez que deje de estar estresada. —Hmm —me sonrió mientras salía afuera—. ¿Quién sabe? Las cosas podrían volverse un poco…educacionales. —Fruncí las cejas. Cole se rió mientras tomaba las escaleras de dos en dos. —Uno solo puede esperar. Tan pronto como entré por la puerta de la casa de mis padres oí la cacofonía de una conversación femenina procedente de la sala de estar. Mi papá salió al pasillo mientras yo estaba cerrando la puerta principal, sus ojos se iluminaron ante la vista de mí. —Hola, papá —caminé hacia sus brazos abiertos, derritiéndome en su abrazo. —Hola, cariño —me besó el cabello y se echó hacia atrás para sonreírme a la cara—. Cuanto tiempo sin verte.

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The Old Ball and Chain: En la antigüedad los prisioneros utilizaban bolas y cadenas para para evitar su escape y este terminó hace alusión a las esposas que no dejan ir a sus maridos a ningún lugar muy parecido a estas bolas y cadenas.

Hice una mueca. —Siento el no haber aparecido por aquí últimamente. He estado atascada con el trabajo. Mi papá era un profesor de historia clásica en la Universidad de Edinburgh. Era inteligente, apasionado en su tema, relajado, y sobre todo muy perceptivo. Sus ojos se estrecharon mientras me asimilaba. —¿Segura que es todo lo que es? —Por supuesto. Estoy bien, de verdad. —¿Me dirías si no lo estuvieras? Supongo que tenía todo el derecho a preocuparse de que pudiera esconderle problemas. Tenía un historial en hacer eso. Por una vez era honesta. —Estoy más allá de ello. —¡Clark! ¿Puedes conseguir esos canapés, por favor? —la voz de mi mamá se oyó desde la cocina. Los ojos de papá se agrandaron con horror fingido. —Estoy intentando escapar. Ayuda. Me reí. —Ve —le hice un gesto hacia la puerta—. Yo la distraeré. Él suspiro con alivio, besó mi mejilla, y se precipitó por la puerta principal. Mamá entró a la sala un segundo más tarde. —Oh, Hannah —ella sonrió, viniendo hacia mí con los brazos abiertos—. Es bueno verte, cariño —me abrazó fuertemente—. ¿Por casualidad has visto a tu padre? —Um, se fue. Mamá se echó hacia atrás con el ceño fruncido.

—Se suponía que debía estar ayudando. —Mamá, es el único hombre aquí. No creo que sea realmente justo pedirle que se quede cuando todos los demás hombres de la familia no tienen que hacerlo. Dio un resoplido ante eso pero no discutió. —¿Me ayudarías entonces? Levanté mis regalos. —Primero, ¿Dónde pongo esto? —En la sala de estar. Caminé hacia la sala de estar cuando mamá se fue a la cocina e inmediatamente mi hermana y mis amigos se abalanzaron sobre mí. Ellie me alcanzó primero. Al igual que cuando había estado embarazada de William, no solo tenía una barriga bastante grande sino que sus mejillas estaban regordetas y sus labios más llenos. Estaba absolutamente adorable, aun si ella no estaba de acuerdo. —Hannah —me tiró hacia ella y la abracé con torpeza, intentando no aplastar su panza. —Te ves hermosa, Els —besé la mejilla de mi hermana y me eché hacia atrás para contemplar el bulto—. Estás aún más grande esta vez. Els gimió. —No me lo recuerdes. Jo me hace sentir como una vaca. Jo se rió, rozando con cuidado el lado de Ellie para que ella pudiera abrazarme. —Siento como si no te hubiera visto en mucho tiempo —se quejó, dándome un apretón. A excepción por el pulcro bulto, Jo no se veía muy diferente, estaba magnifica, como siempre. Me pregunte cuantas mujeres en la habitación la odiaban por ser capaz de verse glamorosa mientras estaba embarazada. —He estado muy ocupada. Lo siento.

—No lo estés —me sonrió de modo tranquilizador—. Se lo duro que trabajas. —Bien, me toca a mí —un acento americano musical golpeó mis oídos, segundos después Olivia Sawyer me abrazó—. Han pasado siglos —se quejó, con burla en sus ojos por lo que sabía que no estaba quejándose en serio de mi ausencia—. Tú cabello está mucho más largo que la última vez que nos vimos. Olivia, o Liv, como la llamábamos, era una atractiva morena con curvas que prácticamente era una hermana para Jo. El papá de Liv, Mick, había sido como un tío cercano a Jo cuando ella era joven. Él se fue a América para esta con una niña—Liv—de la que él no había sabido hasta que ella tenía trece años, y regresó a Escocia hace siete años cuando su esposa, la mamá de Liv, murió. Liv vino con él para reconstruir sus vidas. Mick y Jo trabajaban juntos en su compañía de pintura y decoración, y papá le consiguió un trabajo a Liv en la biblioteca principal del campus de la Universidad de Edinburgh. Tuvo su propio final feliz cuando se casó con uno de los hombres más sexys que he conocido, Nate Sawyer. Él era el mejor amigo de Cam. El grupo estaba tan estrechamente conectado que éramos todos como una gran familia. —Trabajo —me encogí de hombros con tristeza—. Ser una aprendiz se lleva mucho de mí —no ayudaba que Liv y Nate se hubieran mudado lejos a las afueras de Edinburgh a una casa que pudiera acomodar a su creciente familia. Tenían una hija de cuatro años, Lily, y una hija de un año, January—. ¿Supongo que Nate tiene a las niñas? Joss se rió entre dientes. —Sí. Los llevaron al Zoo. Me eché a reír. —Cuatro hombres y cinco niños pequeños. Los chicos están totalmente superados en número. Braden era papá de Beth de casi seis años y de Luke de tres años. Joss era una estadounidense que había venido a Edinburgh a estudiar. Trágicamente, había perdido a toda su familia cuando tenía catorce años,

su madre, Sarah, su padre Luke, y su pequeña hermana Beth. Sarah había sido escocesa, así que Joss decidió empezar de nuevo en su tierra natal. Después de graduarse se mudó con Ellie, conoció a Braden, y comenzó un romance con él que se convirtió rápidamente en mucho más. Han estado casados por siete años y eran dos de las personas más felices que conocía. —Veremos quien regresa en una sola pieza —murmuró Joss secamente. Después de bromear con ellas de todo un poco, pude oír a mamá llamándome, así que me apresure a la cocina y la ayude a ordenar el buffet. Nos instalamos en la sala de estar, sorprendiéndonos y maravillándonos con los regalos y riendo cuando Jo me lanzó el paquete de condones. Las deje hablar, sentadas ahí, simplemente disfrutando la atmósfera de felicidad y la emoción de los nacimientos venideros. Jo y Ellie tenían casi siete meses de embarazo. Ninguna de las dos quería saber cuál era el sexo del bebé, por lo que todo el mundo había ido prácticamente neutral con los regalos. Unas horas más tarde, un poco agitada por el Buck‘s Fizz y necesitando un poco de agua, desaparecí en silencio en la cocina. Joss me siguió. —Hey —le sonreí sobre mi hombro mientras llenaba mi vaso con agua de la nevera. Joss me dio una mirada evaluadora. —Pareces cansada. ¿Estás bien? —Trasnoché. Y estoy exhausta ante el pensamiento de dos bebés —le dije en broma—. No voy a tener una vida con todo el cuidado de niños que voy a realizar. Joss gimió. —Te escuché. Después de todo el servicio de niñera que Jo y Cam han hecho por mí, voy a tener que devolvérselos. ¿Beth, Luke, y un bebé? Me van a paralizar. —Ach, deja que Braden lo haga.

Joss se echó a reír, pero una voz masculina gritó: —¿Dejar a Braden hacer qué? Ambas nos volvimos hacia la puerta para ver a Braden imponente en su interior. En sus brazos estaba Luke y precipitándose hacia su mamá estaba Beth. —Mami, ¡Me senté en un pingüino! —chillo ella, echando los brazos alrededor de las piernas de Joss. Joss la atrapó, pero sus ojos estaban muy abiertos en Braden. Él se rió entre dientes. —No en uno de verdad. —Oh, gracias a dios —Joss se agachó y levantó a su delgada muchacha de cabello alborotado en sus brazos—. Pensé que teníamos una demanda en nuestras manos —frotó la nariz contra la de Beth—. ¿Te divertiste con los animales, cariño? Beth asintió y giró la cabeza para mirar hacia su papá. Lo que sea que estuviera a punto de decir fue interrumpido abruptamente cuando me vio. —¡Hannah! —chilló. Beth de inmediato salió de los brazos de Joss y se lanzó hacia mí, con lo cual Joss se acercó a besar la cabeza de su hijo y los labios de su marido. Me agaché para coger a Beth, que charlaba conmigo con entusiasmo mientras el nivel de ruido en la casa se elevaba. Escuché lo que solo podía imaginar era la bebé January llorando, y a William riéndose. Empujando más allá del pie de Joss estaba Lily la hermosa morena de piel aceitunada. Corrió hacia Beth y hacia mí, con un tigre de peluche colgando de su pequeña mano. Lo cogí también, mientras Braden y Joss se movían de la puerta para permitirle a un Nate de aspecto agobiado entrar en la habitación. Cuando me vio con Lily, se relajó y le lanzó a Braden una mirada de alivio. —Le entregué a Jan a Liv. Ella es la encantadora de bebés.

Oímos una risa repentina procedente de la sala de estar. —William —sonrió Braden—. Un comediante en formación. —¡Hannah! —Beth tiró de mi mano, atrayendo mi atención de vuelta hacia ella—. Vimos leones. —Y tigres, Nanna —agregó Lily suavemente, pronunciando mi nombre de la única manera en la que sabía, antes de masticar la pata de su juguete de peluche. —¿Qué demonios…—oímos una ruidosa y familiar voz hablando en un tono de confusión y consternación. Unos segundos después mi hermano pequeño, Declan, entró en la cocina, con la mano entrelazada a su novia. Dec tenía dieciocho y había estado saliendo con Penny desde que tenía dieciséis. No era tan cercana a él como me gustaría serlo, pero creo que eso tenía que ver mucho con su edad y con el hecho de que él pasaba la mayor parte de su tiempo con Penny. Sus ojos recorrieron la habitación y miró más allá desconcertado. —¿Es este el domingo? Me reí. Se estaba refiriendo a los famosos almuerzos de domingo de mi mamá. No todos podían llegar a los almuerzos de domingo cada semana, pero en las ocasiones que lo hacíamos, la casa era ruidosa y llena a reventar. —No. Es el Baby Shower de Ellie y Jo. Dec gruñó malhumorado. —Como si necesitáramos más gente en nuestra familia. —Hey —amonestó Joss—. Deberías estar agradecido de tener esto. —Sí, sí —le dio una media sonrisa—. Simplemente seria agradable llegar a casa a una casa vacía de vez en cuando. —Hmm —me puse de pie, sosteniendo las pequeñas manos de las niñas—. Todos sabemos por qué —miré a Penny deliberadamente y luego le guiñé un ojo a mi hermano.

Él puso los ojos en blanco. —Hay algo seriamente mal contigo —le dio un suave codazo a la siempre tranquila y ahora sonrojada Penny fuera de la puerta—. Vamos a estar arriba. —¡No hagan nada que yo no haría! —le grité tras él mientras Braden, Nate, y Joss se reían. Nate negó con la cabeza hacia mí—. Eres mala con él. Hice una mueca burlona y sorprendida y miré a las chicas. —¿Escucharon? La tía Hannah no es mala, ¿cierto? Beth sacudió su cabeza categóricamente, mientras Lily asentía, claramente confundida con la pregunta.

Capítulo 3 Traducido por Otravaga & Kellylc

La casa estuvo en silencio una vez que todos salvo mi hermano menor y Penny se habían escabullido. Aunque había habido muchas ofertas para ayudar a mamá a limpiar, al final la ayudé a echarlos y me quedé para ofrecer mis servicios, a pesar de la pila de evaluaciones esperándome en mi apartamento. Justo estaba guardando algunos platos recién lavados y secos cuando mamá dijo mi nombre casi tentativamente. Cautelosa ante su tono aprensivo, me di la vuelta, con la ceja levantada en interrogación. Ella estaba jugueteando un poco nerviosa con una esponja que había estado utilizando para limpiar las encimeras. —Tu padre y yo tenemos algo que necesitamos preguntarte. Suspiré, cruzando los brazos sobre el pecho. —Si es para ayudarlos a deshacerse de otro cuerpo les dije la última vez que había terminado con eso. Mamá esbozó una sonrisa. —Graciosa —dijo secamente—. No… bueno... —Vamos, mamá, escúpelo. Dejó escapar el aire entre sus labios. —Me preocupa decírtelo porque no quiero que sientas como que te estamos haciendo a un lado. —¿Ves esto? —Señalé mi rostro—. Así es como luce alguien ―confundido‖. Mamá dio un pequeño resoplido de risa.

—Estoy tratando de decirte que hemos convertido tu habitación en un cuarto de niños. Me encogí de hombros. —Bueno, eso tiene sentido. Ustedes tienen a los niños quedándose aquí más de lo que yo lo hago. Mamá pareció desinflarse. —¿No estás enojada? —No, mamá. —Me reí—. Soy una mujer adulta con un apartamento muy bonito justo calle arriba. Incluso tiene un dormitorio. Dos, en realidad. Ella puso los ojos en blanco. —Ríete todo lo que quieras, pero sigo siendo tu madre y tú sigues siendo mi bebé y no quiero que te sientas como si estuviéramos desalojándote de la casa. Tenemos una cama individual en el cuarto de niños para que puedas quedarte siempre que lo necesites, y por supuesto en Navidad. Sacudiendo la cabeza ante la preocupación innecesaria en sus ojos, me acerqué a ella, con los brazos extendidos, y la halé en un fuerte abrazo. —No puedo creer que estuvieras preocupada por decirme esto. Ella se fundió en mí. —Es lo que las mamás hacen. Después de un tiempo me aparté. —Sin embargo, asumo que no se deshicieron de mis cosas, ¿no? —No. Las metimos en cajas. Pensé que tal vez podrías revisarlas en este momento y decidir lo que deseas conservar y lo que quieres botar. Realmente debería haber estado regresando a casa para empezar a trabajar, pero papá y mamá nunca me pedían mucho y sabía que eso los ayudaría si me organizaba lo más rápido posible. —Está bien. Oh, puede que no venga al almuerzo dominguero de mañana. Tengo un montón de evaluaciones.

—Oh, bueno, deja las cajas por ahora, cariño. —Nah. —La despedí con la mano, dirigiéndome a las escaleras—. Probablemente iba a tener que perdérmelo de todos modos. Aunque sabía que iba a entrar en una habitación distinta a la que había dejado atrás, sorprendentemente me dejó un poco sin aliento el ver las paredes color crema pintadas de un cálido amarillo mantequilla, el ver que mi cama matrimonial había sido quitada y reemplazada con una hermosa cuna encalada y una cama individual. Los afiches que había dejado en las paredes estaban todos abajo, los libros que había dejado estaban empacados, y las fotografías de mis amigos también estaban en cajas. Me quedé mirando las cajas apiladas en el suelo en el otro extremo de la habitación. Mi infancia estaba dentro de ellas, mi personalidad en desarrollo, mis años de adolescencia. Sonreí mientras caminaba hacia ellas. Casi una hora más tarde había puesto a un lado cajas de ropa que podían ir a la caridad, papá había vuelto a casa y había subido a saludarme y dejarme una taza de té y una galleta, y yo estaba abriendo una caja que asumía estaba llena de libros porque era pesada. Encontré algunos libros en el interior, pero también encontré diarios. Mi corazón palpitó un poco ante la vista de ellos, y los saqué para ponerlos a un lado, sin intención de leerlos. Jamás. Simplemente estaba bajándolos al montón de cosas ―para conservar‖ cuando una fotografía salió flotando de las hojas de un diario negro de mis últimos años adolescentes. Mi corazón ya no latía pesadamente. Palpitaba con fuerza. Hace ocho años Mi profesora de inglés me había retenido después de la clase para hablar sobre presentar mi cuento en un certamen local. La idea me asustó. Mi obra... ¿expuesta así a personas que iban a juzgar si era lo suficientemente buena o no? Le dije que no, gracias. Entonces ¿por qué iba pateándome mientras me apresuraba a salir por la entrada de la escuela hacia la puerta? Eché un vistazo a mí alrededor,

notando que casi todo el mundo se había ido. Me había perdido el autobús. Parecía como que iba a ir caminando a casa. Bajé la cabeza, exhalando un suspiro. ¿Por qué le había dicho que no a la Sra. Ellis? Si ella pensaba que la historia era lo suficientemente buena para el certamen yo debería ido por ello. Ugh. A veces odiaba ser así de tímida. A veces hasta me preguntaba por qué no podía cambiar eso de alguna manera. No parecía estar llevándome a ninguna parte. Frustrada conmigo misma, atravesé las puertas, avistando a tres chicos mayores pateando una pelota de fútbol contra la pared de la escuela y hablando. Reconocí a uno de ellos. Marco. No sabía cuál era su apellido porque estaba en quinto año y yo estaba en tercer año. Sólo sabía de él porque era tan popular que su nombre se había abierto camino por los años. Y también porque era difícil pasarlo por alto. Realmente alto. Verdaderamente muy guapo. Había oído que era extranjero, pero había tantos rumores volando por ahí acerca de dónde era, que no lo sabía a ciencia cierta. Apartando la mirada rápidamente de modo que no fuese vista comiéndomelo con los ojos, volteé hacia la izquierda y empecé a dirigirme a casa. Había dado sólo unos cuatro pasos cuando mis pies vacilaron en el quinto y el sexto. Más adelante, fumando, gritando, riendo e insultándose unos a otros estaban Jenks y su pandilla. Ellos estaban en mi año. Habíamos tenido clases de primer año juntos, pero las cosas habían cambiado, dado que habíamos conseguido elegir qué clases queríamos tomar a medida que nuestras carreras de secundaria progresaban. Mis amigos y yo éramos inteligentes y no nos preocupábamos por fingir que no lo éramos. Jenks y sus amigos se habían metido con nosotros desde primer año. Al principio sólo había sido en clase, llamándonos ―mascota de la maestra‖, ―ñoños‖ y ―comelibros‖. Últimamente, porque no podían molestarnos en clase, se habían dado a la tarea de abusar verbalmente de nosotros cuando nos subíamos al autobús, o cuando nos veían en los pasillos. El abuso verbal poco a poco se había vuelto más grosero y desagradable.

Eché un vistazo por el camino para asegurarme de que no había autos viniendo, entonces corrí al otro lado de la calle para evitar a los chicos. Desafortunadamente, Jenks no estaba de humor para evitarme. Yo estaba mirándome los pies, con la cabeza gacha, cuando lo oí gritar mi nombre. Como si supiera algo que yo no sabía, mi corazón comenzó a martillar con fuerza contra mis costillas. Levantando la mirada, me llené de temor mientras un sonriente Jenks casualmente se contoneaba por la calle hacia mí, sus dos amigos siguiéndole con sonrisas desagradables en sus rostros. —¿Qué hubo, ñoña? —Jenks se detuvo en mi camino y me moví a su alrededor. Me agarró del brazo, halándome hasta detenerme. Hice mi mejor esfuerzo para no mostrar temor cuando él entró en mi espacio personal, con sus ojos moviéndose por mi cuerpo de una manera que me hizo sentir náuseas. —Dije ¿qué hubo, ñoña? —Nada. —Negué con la cabeza y traté de alejarme, pero los tres me bloquearon—. Mira, voy tarde a casa. —Deseaba que mi voz fuese más fuerte. Deseé poder plantarlos o golpearlos o simplemente conseguir de alguna manera hacer que dejaran de pensar que podían intimidarme. —Sólo queremos hablar. —Jenks me miró malditamente engreída. Pero siempre lo fuiste.

con

desprecio—.

Aaron, el amigo de Jenks, le dio un puñetazo en broma en el brazo. —Sin embargo, se puso jodidamente buena. Yo le echaría un polvo. Palidecí, dando un paso atrás. Jenks gruñó, lanzándome una mirada asesina.

Tan

—Ella sigue siendo una maldita comelibros. —Dio un paso hacia mí—. Sin embargo, quizás una buena bombeada te relajará, ¿eh? —Extendió una mano para agarrarme por la cintura y yo di un paso fuera de su alcance. Sentí la sangre agolparse en mis oídos ante el giro decididamente oscuro de su intimidación. —Me voy a casa. —Traté de inyectar autoridad en mi voz, pero las palabras salieron en un tono tembloroso. Ellos se rieron y Jenks me agarró otra vez. Mi grito de alarma fue inmediatamente acallado ante la vista de Jenks estrellándose como un muñeco de trapo contra Aaron. Casi se cayeron al suelo, sólo apenas atrapándose el uno al otro. Su otro amigo, Rube, también se tambaleó hacia atrás, y mis ojos fueron de ellos a la persona que había empujado a Jenks. Mi mirada viajó hacia arriba con sorpresa. Cerniéndose sobre todos nosotros estaba Marco. Un Marco muy enojado. Su ceño amenazador estaba fijo en Jenks. —¿Qué carajos? Jenks se apartó de Aaron y frunció el ceño hacia Marco. —¿Quién coño te crees que eres? Estaba pasmada de que fuese tan agresivo con Marco. Incluso Rube y Aaron parecían inseguros. —Sal de aquí —dijo Marco en voz baja, calmadamente, sus palabras suaves y profundas con un acento—. Veo que intentas esta mierda de nuevo y te las verás conmigo. Jenks abrió la boca como para discutir, pero Marco repentinamente estaba flanqueado por dos amigos. Viendo que definitivamente no iban a ganarle a los chicos mayores, Jenks escupió a los pies de Marco y se marchó, con los puños apretados a los costados.

Me estremecí ante mi cercano escape. —¿Te perdiste el autobús? Tomada por sorpresa, me di cuenta de que Marco me había dirigido la pregunta. Su voz era ronca, áspera. Miré fijamente a sus ojos azul verdoso, ojos que eran sorprendentemente hermosos contra sus pestañas oscuras y piel color caramelo, y por un minuto olvidé respirar. Era precioso. Y había algo en él... un aura a su alrededor que me hacía desear que estuviera más cerca de él. Asentí, todavía demasiado atemorizada para hablar. Sus cejas se juntaron. —¿Dónde vives? No tan atemorizada como para ser estúpida, le di a esta persona que no conocía una mirada sospechosa. Para mi sorpresa sus labios se movieron como si quisiera reírse. Él levantó las manos como en señal de rendición. —No voy a hacerte daño. Yendo con mi instinto, respondí: —Stockbridge. St. Bernard’s Crescent. Echó un vistazo hacia atrás a sus amigos. —Los veré más tarde. Me miraron de forma curiosa pero asintieron y se dieron la vuelta, caminando por la calle en dirección opuesta. Me quedé parada en la calle sola con Marco… sola con un chico de diecisiete años de edad de un metro ochenta y algo, después de haber sido abordada por muchachos ruines. Debería haber tenido miedo, pero cuando nuestros ojos se encontraron de nuevo, sentí todo lo contrario. Me sentí segura. —Vamos —dijo bruscamente, pasando por delante de mí. Desconcertada por mis sentimientos, me apresuré a alcanzarlo.

—¿Qué estás haciendo? —Acompañándote a casa. No confío en que esos idiotas no vuelvan. ¿Ellos te molestan mucho? —En la escuela a veces. Se meten con mis amigos y conmigo, pero nunca han intentado... —Me quedé callada. No podía terminar de decir las palabras en voz alta. En realidad ni siquiera podía creer que me hubiesen amenazado con violación, y mucho menos que pudieran seguir adelante. Levanté la mirada hacia Marco para encontrarlo dándome una sombría mirada de advertencia. —Necesitas tener cuidado. Jenks es un desalmado pedazo de mierda. Él no debería haber estado aquí. Está suspendido de la escuela. —¿En serio? ¿Por qué? Me estudió un momento antes de finalmente tomar la decisión de decirme. —La policía lo está investigando. Ha sido acusado de violar a una chica. Mi boca se abrió mientras mi corazón se aceleraba de nuevo. —¿De verdad? ¿Por qué no he oído hablar de esto? Marco se encogió de hombros. —No lo sé. Sólo ten cuidado, ¿de acuerdo? Asentí. Definitivamente tendría cuidado de ahora en adelante. Me sentía un poco enferma. Nos quedamos en silencio a medida que caminábamos uno al lado del otro hacia mi casa. Yo era alta para mi edad, pero todavía ni cerca a la altura de Marco. Él tenía un cuerpo atlético, con fuertes antebrazos resaltados por las enrolladas mangas de su camisa. Su tamaño me hacía sentir extrañamente protegida y, por primera vez en la historia, delicada. Intrigada por mi inquietante futuro salvador, encontré que mi curiosidad sobrepasaba la timidez que solía sentir alrededor de las personas que no conocía. Metí mi corto cabello rubio detrás de mis orejas y lo miré de nuevo. —¿De dónde eres? ¿Estados Unidos o Canadá?

Marco me miró, con desconcierto en su expresión. —La mayoría de la gente simplemente asume que soy estadounidense. Había una pregunta en su tono, por lo que respondí: —Leo mucho y, bueno, ya sabes, un montón de gente escocesa emigró a Canadá, por lo que tendría sentido cultural que pudieras ser un escocéscanadiense. Me observó, con una pequeña sonrisa bailando en las comisuras de su boca. —¿Cuántos años tienes? —Catorce. —Eres muy inteligente. Le sonreí abiertamente. —Eso me dicen. Esto hizo reír a Marco. El regocijo se hinchó en mi pecho. Nunca lo había visto reír y estaba segura de que no lo hacía a menudo, ya que había algo un poco triste en el fondo de sus ojos. —Pareces mayor de catorce años. —Su mirada se movió rápidamente sobre mí—. No estás en ninguna de mis clases, así que sabía que tenías que ser más joven. Sin embargo, no creí que fueses tan joven. Me gustaba que pensara que parecía mayor. No me gustaba el hecho de que pensara que catorce era joven. Técnicamente, yo tenía catorce años y medio. Quería decírselo pero tenía miedo de que pudiera resultar infantil. Reflexioné sobre cómo mencionarlo casualmente en la conversación pero me quedé en blanco. Dándome cuenta de que no habíamos hablado durante al menos treinta segundos, dije: —Entonces... ¿eres canadiense? —Nah. Estadounidense. Dependiendo de la zona, un acento canadiense es diferente de un acento estadounidense. Y luego están los diferentes acentos

en diferentes lugares en los EE.UU. Sólo tienes que escuchar con atención. Soy de Chicago. Absorbiendo esta nueva información, contesté: —Eso es realmente genial. Él se encogió de hombros, empujando sus manos en los bolsillos de sus vaqueros. —¿Por qué te mudaste aquí? Marco estuvo silencioso por bastante tiempo no pensé que fuera a responder. Estaba sintiendo una cantidad irracional de decepción cuando repentinamente dijo: —Mis abuelos me enviaron a vivir con mi tío y su esposa. Esa oración me dijo mucho sin realmente decirme nada. Supuse que eso significaba que sus padres no estaban en la foto, y eso me hizo preguntarme por qué. Las tristes posibilidades me hicieron sentirme mal por él. Y también preguntarme por qué había sido enviado lejos. Percibiendo que la primera pregunta lo haría molestar más que la segunda, fui por la segunda. —¿Te metiste en problemas ahí? Levanto una ceja hacia mí—. ¿Estás escribiendo mi biografía? Después de haber estado rodeada por adultos sarcásticos toda mi vida, era inmune a cualquier tipo de provocación. Lo observe directamente a los ojos. —¿Y qué si lo estoy? Marco sonrió con suficiencia ante mi respuesta. —Sí. Me metí en problemas. Ellos pensaron que sería mejor para mí aquí. —¿Y lo es? Se encogió de hombros de nuevo, un pequeño ceño fruncido surco su frente. Al darme cuenta que él no quería hablar de eso, cambie de tema. —Tu nombre es Marco, ¿Cierto?

—D’Alessandro. Veo que mi reputación me precede—, respondió, una pequeña irónica sonrisa en sus labios perfectos. Se me ocurrió que Marco no hablaba como el tipo de chicos con los que se la pasaba en la escuela. Y no era acerca de su acento. Estaba por encima de ellos lo suficiente para saber que estaban orgullosos de ser irregulares en su hablado, a veces sobreactuaban la jerga escocesa y maldecían tanto que los oídos de sus madres hubieran sangrado si alguna vez los hubieran escuchado. Ellos evadían sonar inteligentes, ya sea deliberadamente o como consecuencia de una colectiva escasez de células cerebrales. —No es que quiera sonar como una perra o algo, pero no creo haber escuchado a nadie en la multitud con la que sales usar una palabra como ―precede‖. Gruño. —Uno de nosotros necesita saber cómo leer y escribir. Tú no sabes cuándo el crimen puede incluir estas herramientas básicas de comunicación. Aunque estaba bromeando, podía escuchar el filo en su tono y se sintió estúpido. —Lo siento. Eso sonó realmente sentencioso. —Quizá. Pero supongo que no estás equivocada. —Me pasó una mirada y fue como si el pudiera ver justo a través de mí—. Algunos de nosotros no somos buenos en la escuela. Yo no soy bueno en la escuela. Otra pregunta explotó en mi cabeza; no podía evitarlo. Nunca había sido tan curiosa antes acerca de alguien. Entonces otra vez, nunca había tenido antes mariposas con sólo estar en la presencia de alguien. —¿En qué eres bueno? Una nube paso sobre sus rasgos—. No lo sé. —Debes ser bueno en algo —insistí. No podía imaginarme que Marco no tuviera algún tipo de talento. Había algo especial en él. Ni siquiera sabía que era, pero lo sabía. Solo lo sabía. —Diseñar y la tecnología.

Observé hacia sus manos, sintiendo un poco de envidia. Yo era basura en diseño y tecnología. Intente hacer un reloj de plexiglás en la forma de una estrella y al final parecía como… bueno… una estrella que había estado en un accidente de automóvil. Mi escudo de metal casi le causa la muerte a mi pulgar y mi caja de lápices de madera no cerraba correctamente. —Tú debes ser realmente bueno para estar tomándolo en quinto año. No dijo nada, solo frunció el ceño como una hoja que se escabullé en el pavimento. Hmm. —¿Así que qué quieres ser? Lanzó una mirada perplejo en mi dirección. —¿Qué es lo que quieres ser? —Cambia cada pocos meses —respondí con consternación. Todos mis amigos sabían que querían ser cuando fueran grandes. Yo aún no había tomado una decisión mi mente estaba entre escritora, maestra, doctora, o bibliotecaria—. Realmente necesito enfocarme. —Quizá deberías ser reportera. Resople a su provocación. —¿Las veinte preguntas? Cierto. Lo siento. —No me molestan. —Sus cejas se juntaron, como si estuviera sorprendido con su propia confesión. Animada, salte a mi próxima pregunta. —¿D’Alessandro? ¿Cómo el restaurante? —Era un restaurante Italiano con ese nombre, solo a cinco minutos caminando de mi casa. —Ese es de mi tío. —Grandiosa comida, —dije honestamente. Nuevamente, no respondió.

Tenía el sentimiento de que él no quería conversar de nada acerca de su familia. —Escuché que la pizza en Chicago es la mejor. Recibí una sonrisa—. Escuchaste bien. —¿Extrañas a tus amigos de allí? Estaba callado otra vez, así que pensé que no iba a responder esta tampoco. Estaba pensando que era una realmente inútil pregunta personal, pero entonces… —En verdad no tengo amigos. No buenos de cualquier modo. Nuestras pisadas redujeron la velocidad mientras nos encontrábamos en mi calle. Di un vistazo contra la luz del sol que daba un vistazo detrás de una nube mientras levantaba la vista hacia él. —Espero que hayas encontrado buenos aquí. Cuando me miró mi corazón casi se detuvo con la calidez en sus ojos. —¿Tienes un nombre? —preguntó suavemente. Me estremecí, sin entender la reacción de mi cuerpo con él. —Hannah Nichols. Sonrío, finalmente al detenerse para estrecharme su mano grande. Sintiendo las mariposas hacer un desorden en mi estómago, con determinación las ignoré y puse mi pequeña mano en la de él. Traté de esconder la reacción de cosquilleo que golpeó mi brazo donde me tocó. Quería reforzar mi agarre y me tuve que detener mentalmente a mí misma de hacerlo. —Un gusto conocerte, Hannah. —El gusto es mío. Gracias por ayudarme con Jenks. Y por caminar conmigo a casa.

—No hay problema. —Dejo ir mi mano y al instante lamenté la pérdida de su toque. Dio un paso atrás, preparándose para irse, pero me quedé a la repentina expresión severa en su cara. —Trata de no perder el bus de nuevo. Desapareció calle abajo antes de que pudiera decir algo, y me quede observando su ancha espalda, sintiendo tantas cosas que nunca había sentido antes. Después de caminar dentro de mi casa, solo pase la tarde distraída, llegue a una conclusión: Tuve mi primer enamoramiento. Con Marco D’Alessandro. Debería haberme unido al club de debate. Sacudí mi cabeza, marchando hacia la salida principal de la escuela y maldiciendo mi timidez como el infierno. A principios de año mi maestro de política me pidió que me uniera al club de debate de la escuela, y porque estaba segura que nunca iba a poder dar mi opinión y articular en persona lo que era tan buena diciendo en papel, había rechazado la oferta. Ahora había perdido el bus porque me crucé con el grupo que trabajaba en una sala de música vacía y me había parado a escucharlos. Me llené con la repentina urgencia de dar zancadas, y presentarme, y empezar a transmitir mis opiniones. Estaba llena de opiniones dentro de mí. Y también tenía este miedo de que algún día solo fueran a explotar fuera de mí, rompiendo en caos y dejando un desastre a su paso. Habían demasiadas cosas que había perdido porque era malditamente silenciosa. Y verdaderamente, no quería ser silenciosa nunca más. Dije lo que pensaba en casa, las consecuencias que se jodan. Fruncí el ceño en dirección a la escuela mientras abrí la puerta de salida. Definitivamente era tiempo de un cambio. Podía sentirlo venir. Con un suspiro de arrepentimiento, caminé apurada, mis ojos buscando a Marco y encontrándolo esperando solo en la verja por mí. Por cualquier razón, el año pasado Marco había esperado en la verja la mayoría de los días, observándome tomar el bus. Habían sido varias veces que había llegado tarde y caminaba a casa. La mayoría de las veces mi tardanza no era mi culpa, pero tengo que admitir que me tardé

deliberadamente un par de veces en el último par de meses sólo para poder estar cerca de él. Era adicta al sentimiento dentro de mi cuando estábamos juntos, o incluso cuando pensaba en él, y pensaba en el demasiado. No me hacía sentir como la tímida, torpe nerd. Y para mi encantadora sorpresa, descubrí lo que podía hacer en Marco, este chico que era propenso a ser inquietante, ríe. El reía de mis chistes y bromas y constantemente comentaba como era de lista, como si fuera algo que respetaba bastante en vez de burlarse. Cuando lo observaba, mi estómago hacia una voltereta, mi pulso corría, y había obtenido este delicioso cosquilleo sobre todo mi cuerpo. Quería que él me besara tan desesperadamente. No podía decir si se sentía de la misma manera. Tenía quince ahora y uno setenta de altura. Los chicos de la escuela habían empezado a ponerme más atención desde que me crecieron los pechos y mis caderas se llenaron. No sabía si Marco había notado estas cosas. Me sorprendió el último año. No era la persona más platicadora en el planeta, pero era paciente con mis preguntas incluso si no quería responder muchas de ella. Me dejaba charlar acerca de libros que estaba leyendo y de música que estaba escuchando en realidad parecía interesado cuando lo hacía. Había estado ahí para mí cuando le dije acerca del momento que mi familia había atravesado una de las situaciones más difíciles. Cuando tenía trece mi hermana mayor, Ellie, fue diagnosticada con un tumor cerebral, y aunque resulto ser benigno, toda la cosa nos asustó hasta la mierda. Así como cuando tuvo la cirugía cerebral. Nunca había hablado acerca de eso con nadie, o el efecto que tuvo en mí, pero Marco me escuchó y de alguna manera consiguió darme consuelo con su silencio. Tanto como descubrí que era un gran confidente, también descubrí que no era tan terrible en la escuela como me había hecho pensar. Aunque algunos de sus amigos se encontraban en problemas en la escuela, Marco era callado y se mantenía lejos del drama. Su altura y su ancha figura hacia a otros estudiantes cautelosos con él. Su buen parecido y el hecho de que era americano lo hicieron popular. Y su melancólica intensidad le dio la reputación de ser totalmente genial, y así todas estas cosas combinadas habían conseguido su respeto. Sabía que no era el típico chico malo, no

importaba los rumores que hubiera escuchado. Estudiaba y trabajaba como tutor. Paso sus exámenes el año pasado, sobresaliendo en diseño y tecnología, matemáticas y educación física. Era tutor de inglés y sus notas eran pasables. —¿Por qué vas tarde esta vez? —preguntó, poniéndose a mi lado. Me encogí de hombros, sin en verdad querer hablar del hecho de que estaba fallando en la vida. —¿Debería estar preocupado? El hecho de que el me cuidaba lo suficiente como para estar preocupado me hacían sentir toda sentimental y cálida por dentro. Le di una suave sonrisa—. No. Sus cejas se levantaron. —¿En realidad no vas a decirme? Solté una risita, golpeando una piedra fuera de mi camino. —No me digas eso tú a mí. Marco parecía estar procesando esto. —Bueno, ¿qué es lo que quieres saber? Decidiendo que hoy era un buen día para intentar ser valiente, pregunté: —¿Por qué no hablas sobre tu familia? Me dio una mirada como si dijera, ―Debería haber sabido que irías hacia allí‖. —Realmente no me llevo bien con ellos —admitió. —¿Con todos ellos? —ya que venía de una familia cercana, la idea de que Marco fuera separado de la suya no me sentó bien. Sabía cuán feliz me hacia mi familia. Quería que Marco fuera igual de feliz. —Nonna, tal vez… mi abuela —respondió—. No Nonno, mi abuelo. Y no mi tío Gio. Su esposa es amable. Él, no mucho.

No me gusto el sonido de eso y todo lo que quería era saber más, pero esto era más información que la que había obtenido de él en el pasado, así que decidí no empujar mi suerte. —Voy tarde porque estaba escuchando al club de debate. Mi profesor de política me pidió que me uniera a principio de año. Dije que no y ahora deseo no haberlo hecho. Necesito crecer un poco, Marco. —Suspiré. —Ya lo tienes. Solo necesitas usarlo. Esta supuesta timidez tuya esta sólo en tu cabeza. —¿Y cómo es que te volviste tan inteligente? Marco me dio una pequeña carcajada y puso un alto. Me detuve con él, mis ojos ensanchándose un poco y el me observó inmediatamente. —Tú eres la primera persona que alguna vez me ha dicho eso. —Sacudió su cabeza—. No soy listo. Hannah. Ignorando el temblor que corrió por mi espina dorsal como cada vez que decía mi nombre, le di una mirada de desaprobación y lo rodee para sentarme en las gradas de la construcción del apartamento gregoriano en que estábamos frente. Levanté la mirada hacia él, mi expresión completamente seria. —Tú no tienes que ser un estudioso para ser listo, Marco. Marco observó hacia abajo por unos segundos y luego suspiró mientras bajaba su gran cuerpo junto al mío. Sus brazos rosando los míos y mi corazón corrió, explotando a través de mí. Mis mejillas sonrojadas furiosamente, pero Marco no lo notó. Dio una mirada a la calle, parecía perdido en sus pensamientos. Finalmente pregunto silenciosamente: —¿Y tú crees que soy listo? —Sí —respondí sin vacilar. Yo creía que era inteligente. Y talentoso. Y muchas cosas más de lo que él jamás se daría cuenta. Sus labios dieron un tirón. —No creo haberte dicho nada inteligente.

—Tienes un seco, y listo sentido del humor. Entiendes mis bromas —solté, dándole un codazo. Mientras me respondió con una sonrisa, continúe—. Siempre piensas antes de hablar. Algunas de las personas más inteligentes en el mundo no han aprendido como hacer eso. Sus ojos nadaron sobre mí y dentro de mi mis entrañas estaban en una montaña rusa. Nunca habíamos estado tan cerca uno del otro antes. —Apuesto a que tus padres te dicen lo inteligente que eres todo el tiempo — murmuró. —Sí, quieren que crea en mi misma. —Eso es bueno. Deberías creer en ti. Tomé una impulsiva decisión justo en el momento en que mis palmas empezaron a sudar mientras mi sangre corrió por mis oídos. —Pienso que creer en ti mismo significa tener que ser valiente a veces. Antes de que Marco pudiera responder a eso, me incliné hacia delante y presioné mis labios contra los suyos. Mi corazón dio un golpe tan fuerte en mi pecho que podía apenas escuchar algo acerca de sonido de sus palpitaciones. Marco se puso rígido bajo mi beso, pero no retrocedí. En lugar de eso puse más presión tras de él. Segundos después, sentí la calurosa mano de Marco en mi cintura y sus labios moverse contra los míos. No tuve tiempo para sentir alivio o triunfo porque me estaba devolviendo el beso, tomando el control del beso, y mandando mis hormonas a quinta velocidad. Mi piel estaba sonrojada, mis labios cosquilleando, y todo lo que quería era hundirme más profundo en él y sentir sus manos por todo mi cuerpo. Mis manos repentinamente cobraron vida propia, una descansando sobre su rodilla, mientras la otra ahuecaba su nuca. Apretó mi cintura y suspiro involuntariamente, mis labios separándose al sonido. Casi instantáneamente sentí el toque de la lengua de Marco contra la mía, y el sorprendente rayo de lujuria que me golpeó entre las piernas me hizo ponerme rígida en shock. Solo así, me encontré alejándome mientras Marco se levantó abruptamente.

Levante la mirada hacia él, jadeando por aire, mirando como frotaba sus manos sobre su corto, cabello oscuro y lo arrastraba sobre su cara. Entonces bajo sus manos y sus facción tensas se revelaron hacia mi mientras bajaba una mirada incrédula. Antes de que pudiera decir una palabra Marco bajo a zancadas las gradas y desapareció por la calle.

Capítulo 4 Traducido por Shilo & azulmort

La clase de cuarto año

explotó en una bulliciosa conversación apenas

la campana sonó. Las sillas se arrastraron en el piso de madera, los cuadernos fueron metidos en las mochilas y los amigos que habían sido separados en mi plan de asientos, se reunieron mientras se encaminaban a la puerta. Ya había terminado un año de entrenamiento como profesora al inicio del verano y ahora tenía dos meses en mi año de prueba. Una vez que este año terminara, ya estaría completamente calificada. Después de eso venía la parte verdaderamente difícil, encontrar un puesto permanente como docente. Me sentía confiada de que sabía lo que estaba haciendo, pero de vez en cuando alguien me recordaría que estaba apenas empezando y habría este momento de pánico. No podía dejar que esa duda en mí misma ganara y definitivamente no podía dejar que se mostrara. Los chicos eran como depredadores, muestra un signo de debilidad y ellos te derribarían. Mis ojos se encontraron con los de Jarrod Fisher mientras guardaba perezosamente sus cosas. Sus amigos, dos de mis chicos problemáticos en esta clase, estaban de pie junto a su escritorio, esperándolo. Por lo que había escuchado, seguían el ejemplo de Jarrod, pero en mi clase Jarrod no era un fastidio, aunque sus amigos eran mocosos odiosos. Había escuchado historias de los otros maestros, no obstante, que Jarrod podía ser una amenaza. Maldecía, replicaba e interrumpía lecciones. Me preguntaba qué estaba causando que chocara con esos profesores. Yo obtuve su lado descarado, pero nunca una conducta agresiva.

—Jarrod, ¿puedo hablar contigo, por favor? —pregunté, y le hizo un ademán a sus amigos para que dejaran el lugar, junto con el resto de estudiantes. Como de costumbre, me ignoraron, mirando a su cabecilla. Como de costumbre, no lo dejé pasar—. Chicos. Fuera. Ahora. Los chicos me lanzaron miradas desagradables, pero se dieron la vuelta y caminaron fuera de la clase. Jarrod se levantó, estirando su alto cuerpo. Agarró su mochila y se acercó a mí lentamente, una sonrisilla de suficiencia jugando en sus labios. A los quince ya medía más de metro ochenta. Con su piel oscura y ojos claros, me hizo recordar a cierta persona de mi pasado en el momento en el que entró a mi clase. Después que descubrí la fotografía hace dos noches, el parecido parecía de alguna manera más pronunciado. Claro, Jarrod era menos pensativo, pero tal vez era sólo enojo bajo su encanto engreído. A veces era difícil no preguntarse qué causó ese enojo en un chico tan joven. A veces era difícil tratar de no preocuparse por eso y sólo enseñarle inglés. —¿Qué hay, Señorita Nichols? —Se encorvó contra mi escritorio, completamente cómodo conmigo. —Estaré entregando el primer borrador de sus ensayos personales mañana, pero quería que supieras que lo hiciste excepcionalmente bien. — Lo estudié, sabiendo que había más de este chico engreído de lo que saltaba a la vista. Tendría que haberlo. Lo sabía después de haber leído un ensayo tan maravilloso sobre su hermano pequeño—. Eres muy perspicaz, Jarrod. Sus ojos se ampliaron ligeramente—. ¿En serio? —Ya escribí las notas. Puedes buscarlas mañana. Sólo quería que supieras que lo disfruté. —Le di una mirada de complicidad—. Si trabajaras así en todas tus clases, te iría bien. Deberías empezar a pensar en la universidad. La chispa que se había encendido en sus ojos con mi cumplido murió, pero me ofreció una sonrisa descarada. —¿Y por qué haría eso? Eso no sería reto alguno para los profesores. Le di una mirada de reproche—. Jarrod.

Se encogió de hombros. —Ellos me cabrean. El Sr. Rutherford lo hace deliberadamente. No me voy a sentar a soportarlo. No sabía si eso era verdad o no, pero desde que el Sr. Rutherford, un profesor de matemáticas, me daba mala espina cada vez que nos cruzábamos, no pude encontrar las palabras para discrepar con Jarrod. En lugar, dije—: No maldigas. Y no dejes que nadie se interponga en el camino de tu futuro. Eres un chico realmente listo. Deberías hacer algo con eso. —Si usted lo dice, Señorita Nichols. —Yo sí que lo digo. Tal vez los otros profesores también lo dirían si dejaras de comportarte como un maldito sabelotodo con ellos. Él inclinó la cabeza hacia un lado. —¿Acaba usted de maldecir? —Se burló. Sabiendo que estaría en problemas si él decidiera reportarme, me maldije para mis adentros. A veces era difícil separar el enseñarle a los chicos, que hacerlo en el voluntariado con los adultos. Cuando maldecía enfrente de mi clase de alfabetización, no era nada del otro mundo. ¿Maldecir enfrente de jóvenes? No tan profesional. Negué inocentemente con la cabeza. —No recuerdo haberlo hecho, no. Jarrod rió. —Mire, los otros profesores no son como usted. Son inmunes a mi encanto. Ese es el problema. Fin de la historia. —Oh, Jarrod. —Le di una mirada de compasión fingida—. No estoy encantada por ti. No eres tan encantador. Lo que estoy es gratamente sorprendida por tus habilidades. —Lo que usted diga, Señorita. —–Me guiñó el ojo y después se pavoneó fuera de la clase como si la vida fuera una gran broma. Pero era todo una farsa. Yo veía a través de su mierda.

Aunque sentí que nos habíamos compenetrado, sí que me preocupó si mi consejo y estímulo estuvieran atravesando las barreras que había construido alrededor de sí mismo. Yo sabía todo acerca de construir muros. A veces los necesitabas para mantener a los padres alejados, porque dejándolos entrar acababa con el pegamento que sostenía piezas esenciales de ti juntas… pero había tiempos en los que necesitabas aprender a derribar esos muros y dejar a la gente entrar porque ellos eran el pegamento que te mantenía junto. Tal vez tendría una mejor oportunidad de conocer a Jarrod si yo misma fuera mejor reconociendo la diferencia. Había aprendido muy joven que había una brecha masiva entre la teoría y la práctica. Algunas veces no podía alejarme de la teoría. Tenía mis razones. Alcancé mi bolso, listo para empacar y regresar a casa a realizar las calificaciones ahí. Metiendo una carpeta en el gran bolso de mano, escuché un crujido y supe exactamente lo que había pasado. Había arrugado la fotografía. Manos temblorosas. Alcancé y tiré de la foto, sacándola y alisándola con las puntas de mis dedos. ¿Por qué me la había dejado? ¿Por qué la había traído a la escuela? Mirando fijamente a la fotografía de mí, mi versión joven, engreída y romántica de dieciséis años, mientras sonreía a la cámara para la selfie que me había tomado con mi amigo Marco, el chico del que realmente me había enamorado, me pregunté, no por primera vez, a dónde se había ido esa versión de mí. Era gracioso… Algunas veces me preguntaba si la había perdido por Marco, y todavía pienso que no la había encontrado hasta que lo conocí. No podía explicar cómo supe que había algo mal cuando Marco me texteó para verlo. No era como si no lo hubiera hecho antes. Lo había visto varias veces en una librería para ayudarlo con su trabajo de Inglés Avanzado, un curso que no necesitaba llevar porque ya tenía una pasantía con un carpintero en Edimburgo. Sin embargo, eso no parecía ser suficiente para Marco. Era como si se estuviera retando a sí mismo, tratando de probarse

que podía hacer lo que otra gente le decía que no podía. Me había sorprendido el último año y medio con su callada determinación. No era siempre acerca de los deberes. En ocasiones me texteaba para encontrarme con él en una tienda o restaurante sólo para pasar las próximas horas deambulando por las calles de Edimburgo con él, yo hablando mientras él principalmente escuchaba. Ese beso, ese beso impulsivo, de hace tanto y que no fue discutido. Me había evitado por un mes después de ese beso. Pero besarlo y ser rechazada había sido de alguna manera liberador. Bueno, dolió como el infierno y me sentí humillada, pero después de un tiempo empecé a darme cuenta que el mundo no se había acabado. Había hecho algo por mí, algo valiente y había logrado salir bien. Había cambiado mi perspectiva. Hablaba en clases ahora y me defendía a mí misma y a mis amigos de los apodos mezquinos. Inscribí mi novela corta en la competencia de escritura del colegio que mis profesores de inglés me habían urgido hacer y me uní al equipo de debate. Eso fue más o menos el por qué Marco me empezó a hablar de nuevo. Yo, por supuesto, perdí el autobús después de mi primera reunión con el equipo, y cuando salí, ahí estaba él. Nunca me dijo una palabra del beso. Sólo fingió que nunca había pasado. Mientras pudiera pasar el tiempo con él, era capaz de empujar la decepción muy dentro de mí. Usualmente estaba llena de emoción cuando iba en camino para verlo. Sin embargo, esta vez estaba llena con un presentimiento mientras caminaba en el temprano atardecer hacia Douglas Gardens. Los pequeños jardines que atravesaban el Water of Leith estaban vacíos. A excepción de la larga figura sentada en un banco. —¿Marco? —pregunté calladamente. Asintió mientras me acerqué y cuando estuve más cerca sus rasgos estuvieron mejor enfocados, así como la roja hinchazón bajo su ojo izquierdo. Aspiré y corrí junto a él, sentándome cerca. Sin pensarlo, alcé una mano a su rostro, mis dedos siguiendo la piel justo debajo del moretón en desarrollo. —¿Qué pasó?

Él se veía perdido. Sentí una dolorosa aflicción en mi pecho por él. —-Algunas personas están asustadas de mí. Por mi altura, mi constitución, los rumores, mi reputación —Su boca se arqueó en una esquina con desdén—. Y otros lo ven como un reto. Yo como un reto. Furiosa por él, bajé mi mano a descansar en su hombro. —¿Qué dijo tu tío cuando lo vio? Marco resopló—. Hannah, ¿quién crees que hizo esto? No sabía qué era lo que más quería hacer: llorar por él, u ocasionarle un mundo de dolor a su tío. Nunca habría un momento en el que pudiera entender cómo un adulto pudiera abusar de un chico en su custodia, porque yo no había conocido otra cosa más que amor y devoción absoluta. Sabía que Cole había sufrido a manos de su madre y Jo a manos de su padre. Me había sentido impotente cuando escuché eso. Me sentía impotente de nuevo. —¿Él había… ¿Él había hecho esto antes? Sacudió la cabeza—. Y probablemente nunca lo haga otra vez. La tía Gabby se puso como loca con él. Le dijo que lo dejaría si me volvía a tocar. Apreté su hombro—. Me gusta tu tía Gabby. Eso le sacó una sonrisa—. Sí, ella es genial. —¿Le contaste a tus abuelos lo que hizo? —Hannah… —Sonrió tristemente. Nonno prácticamente me odia. Le vale una mierda. Yo era malas noticias en Chicago. Frecuentaba tipos que se estaban metiendo en cosas feas. Por eso mis abuelos me echaron. Intrigada, me incliné—. ¿Por qué crees que tu abuelo te odia? El papá de mi mamá había muerto antes de que yo naciera, pero el padre de mi papá estaba vivo todavía y siempre me llenaba de amor las pocas veces al año que podía verlo. No podía entender un abuelo odiando a su nieto. —Soy mitad afroamericano. Mi abuelo italiano no puede soportar el hecho que su hija preciosa se haya acostado con un tipo negro. Mis labios se abrieron de la conmoción—. ¿Él es racista?

Marco se encogió de hombros. —Mi papá pudo haber sido japonés, judío o mexicano y eso hubiera enfadado a Nonno. Lo que importaba era que mi papá no era italiano y mis padres no estaban casados cuando mi madre quedó embarazada. Nonno es realmente anticuado y es un tradicionalista total. Podrías llamarlo como quisieras. No hay excusa para maltratar a un niño jamás, ¿y que eso se basará simplemente en la genética? Estaba furiosa por Marco. —¿Fue horrible contigo? Marco se volvió a encoger de hombros, pero esta vez se topó con mi mirada cuando dijo—: Mi mamá prácticamente repudió a mi papá y mis abuelos no dejaban que se me acercara. Se rindió, se fue inclusive antes de que cumpliera un año. Mi mamá se quedó por unos años, pero no pudo soportar ser mamá. Tenía sólo diecisiete años cuando me tuvo. Y no podía soportar el hecho de que su papá, que una vez había idolatrado, no podía soportar la visión de ella y la decepción masiva que ella representaba. Por eso también se fue. Me dejó con ellos. Mi estómago se sentía pesado—. ¿Qué tan malo fue? Me miró fijamente en los ojos y supe por su expresión que no lo diría. Sin embargo, por no decirme, dejó mi imaginación trabajar en exceso y no sentí nada más que furia hacia su abuelo y una necesidad por proteger a Marco. —Nonna es genial. Ella trató de recompensarme por… todo lo demás. Y la mayoría del lado italiano de la familia es genial. Lamentablemente, no pude vivir con ellos. —¿Entonces te metiste en problemas y te mandaron aquí con tu tío? Asintió, un ceño formándose en su atractivo rostro. —El hermano mayor de mi mamá. Mi tía Gabby es italo-escocesa, pero su papá es originario de Chicago. Vino a visitar hace unos años y mi tío Gio se enamoró de ella. Se les ocurrió la idea del restaurante, los padres de ella tenían el capital, se mudó aquí con ella y nació D’Alessandro’s. El silencio cayó entre nosotros y de repente me sentí incómoda tocándolo. Dejé caer mi mano y me acomodé en la banca. Mis ojos se movieron por la

larga extensión de sus piernas y pensé que si hubiera querido, Marco se habría defendido. No lo hizo. Por respeto o por negarse a caer al mismo nivel que su tío, no lo sabía. Sólo sabía que eso hizo que me importara todavía más. —¿Por eso me texteaste? —Mi voz sonó fuerte en los oscurecidos jardines. —-No. Te texteé para que estuvieras conmigo. Para hablar. Me reí suavemente—. ¿Tú? ¿Hablar? Tuve una tibia sensación a la vista de su sonrisa. —Yo hablo. Acabo de hacerlo, ¿verdad? —Supongo. Pero eres más de los que escuchan. —Como sea. —Negó con la cabeza, sonriendo todavía. Queriendo mantener su sonrisa, intenté una conversación más fácil. —Bueno, dijiste hablar, entonces te haré hablar más. —¿Sí? Asentí, ladeándome y estirando mi brazo por todo el respaldar de la banca. Marco se desplazó ligeramente, girando su cuerpo hacia mí. —Bueno… déjame ver. ¿Cuál es tu canción favorita? —―Dirt Off Your Shoulder‖ de Jay-Z. Exploté a reír y su sonrisa se ensanchó. —Estás mintiendo. Se encogió de hombros. —¿En serio? ¿Canción favorita? Marco suspiró, frotando su mano sobre su cabeza. Parecía casi consciente de sí mismo cuando replicó—: ―Hurt‖ de Nine Inch Nails. —Nunca la he escuchado. —Pero definitivamente la buscaría en YouTube cuando llegara a casa.

—Es buena. Real, ¿sabes? —Se volteó de nuevo, entonces estaba sentado de lado, encarándome. —El vecino de la Nonna murió y su hijo heredó su casa. Era un gran fanático de Nine Inch Nails. Ponía la música a todo volumen, enojando a Nonno y a medio vecindario. Nonno me mandó a la casa una tarde cuando tenía doce para decirle al tipo que lo callara. Pero cuando llegué, se estaba reproduciendo ―Hurt‖. Nunca le había prestado atención a las letras de las canciones hasta ese momento. No entendía cómo podían ser como una carta que alguien te había escrito… para hacerte saber que no estabas solo. Por alguna razón eso llevó lágrimas a mis ojos. Nunca había querido proteger a alguien de la manera en que lo quería proteger a él. Pensé que si lo veía, se ofendería. Pero sentada ahí con él, mirando a sus ojos mientras él veía a los míos, supe que Marco podía percibir cómo me sentía por él. Y por esa vez, no se alejó. En vez de eso, su expresión se suavizó, sus ojos se volvieron cálidos y preguntó: —¿Cuál es tu canción favorita? Combatí la humedad de mis ojos y sonreí. —Crecí escuchando a Bob Dylan. Mi mamá es una gran fanática. ¿Lo has escuchado? Marco negó con la cabeza—. No realmente. —―Blowin’ in the Wind‖. Esa es mi canción favorita. Es como una canción triste, pero no me hace recordar tiempos tristes. Me hace recordar viajes a las Tierras Altas de Escocia con toda la familia, u holgazanear en una tarde de sábado, sólo mamá y yo. Supongo que algunas veces son los recuerdos asociados a la canción, más que la canción misma lo que la hace una favorita. –Eso suena genial. Me alegra que tengas una familia genial, Hannah. Lo mereces. Fruncí el ceño ante la aparente insinuación detrás de las palabras. —Tú también, Marco. Cuando no respondió, empujé a un lado la frustración por no ser capaz de ayudarlo con su vida familiar y le pregunté:

—¿Película favorita? Ví su mejilla elevarse nuevamente en una sonrisa y me relajé. —Training Day. —No la he visto –Arreglaremos ese descuido. ¿Qué hay de ti? —¿Mi película favorita? o ¿mi película favorita de verdad? Se rió. —Las dos —La película que le digo a todo el mundo que es mi favorita es La Sociedad de los Poetas Muertos, pero en realidad es la favorita de mi mamá. —¿Y la tuya? Sentí mis mejillas calentarse un poco. —Está bien, pero no se lo puedes decir a nadie. Se rió. —¿Qué tan malo es? —Es Buscando a Nemo. Marco sonrió. —No es tan malo. —De todas las películas de todos los tiempos, elijo Buscando a Nemo. Un dibujito animado —le recordé. Se encogió de hombros. —Elegí Training Day. No es lo que todo el mundo elige como una gran película. Tu película favorita es aquella que disfrutas muchos. Una película que puedes ver una y otra vez porque, por alguna razón, obtienes algo de ella.

—Tienes razón. Tienes toda la razón. Desde ahora reconoceré a Buscando a Nemo. —Oh, nunca dije eso —bromeó—.Mantén esa mierda para ti hasta que termines la secundaria. —¡Hey! —Le pegué juguetonamente en el brazo y se echó a reír. Mirándolo, y sabiendo que le había levantado el ánimo, me hizo sentir como si alguien nos hubiera envuelto en un cálido capullo. La conexión entre nosotros se había fortalecido. —Próxima pregunta. ¿Libro favorito? Marco hizo una cómica mueca. —Como si leyera. —Tienes al menos que haber leído algo. ¿Cierto? Rió y desvió la pregunta. —¿Cuál es tu libro favorito? —Matar a un Ruiseñor. Algo que no entendí brillaba en el fondo de sus ojos. —Buena elección. —Ah, ¡y lo has leído! Marco sonrió y se encogió de hombros. —No sé si de dónde vienes encogerse de hombros constituye una respuesta, Chico de Chicago, pero aquí no califica. —Son un montón de grandes palabras, chica lista. Mi pequeño cerebro no puede saber sobre lo que estás hablando2. Me eché a reír sorprendida. A menudo Marco era sarcástico y disfrutaba la ironía, pero este lado de él, este lado bromista, era raro de ver. —Deja de evitar la pregunta. 2

En el original habla imitando el acento de Chicago.

Esperé a que dejara de sonreír. A medida que la sonrisa se desvanecía de su cara, había algo nuevo e intenso en su expresión. Nuestros ojos se encontraron y el aire se espesó entre nosotros. —Matar a un Ruiseñor —me dijo suavemente. Su confesión quemaba mi alma. Para otro podía no significar nada el que compartiéramos el mismo libro favorito, pero en ese momento, en la creciente oscuridad, se sentía como todo. —Si pudieras tener una cita perfecta, ¿dónde sería? —lo que realmente quería preguntarle era con quién sería. Sabía que la pregunta le causaría cierta incomodidad, pero creo que eso es lo que buscaba. Presionarlo por una respuesta sobre lo que pasaba entre nosotros. Juntó las cejas mientras me miraba. —Te dije que no tengo citas —respondió en voz baja. La respuesta no fue una sorpresa, pero lo mismo sentí una punzada de decepción. —¿Y la tuya? Marco me sorprendió preguntando. Le regalé una pequeña sonrisa. Una cita perfecta. Con él. ¿Dónde? —Suena realmente cursi, pero recuerdo haber leído este romance adolescente que Ellie me dio y trataba sobre una chica que conoce a un príncipe de la vida real y es completamente fantástica y absolutamente estúpida. —Me reí con nerviosismo—. Hay tantos obstáculos entre ellos, pero está esta escena cuando él la lleva a una pequeña cabaña en su tierra, lejos de todo y de todos. Se sientan frente a una fogata, bebiendo y comiendo, algunas veces charlando y otras no. Era como si no existiera nadie más que ellos en el mundo y no sé…—Me callé, sintiendo mis mejillas encenderse de vergüenza. Un pesado silencio cayó nuevamente entre nosotros.

—Marco, de verdad, ¿por qué me pediste que nos encontráramos esta noche? –—susurré, rompiéndolo. Por una vez no evitó mi pregunta. —Porque —susurró de regreso—, cuando estoy contigo siento que todo va a estar bien. No puedo explicarlo. Mi pulso latía con su abrumadora confesión y, de alguna manera, mi voz salió firme y suave. —No tienes que hacerlo.

 —Esa película era una basura —se quejó Sadie mientras salíamos del teatro y entrábamos en el vestíbulo del cine—, como una película de chicos. —Tu eres la que votó con los chicos sobre qué película ir a ver —le recordé. —Sí, porque quería gustarles —dijo con voz sarcástica, como si tuviera que ser obvio para mí cambiar quien era para amoldarme a un chico. Ugh. Por favor. Si de esto se trataba ser popular, podrías matarme. Quinto año en la escuela secundaria estaba resultando muy diferente a mis últimos años. Mis antiguos amigos se habían vuelto escasos mientras yo me abría y crecía en confianza, y mis nuevos amigos eran extrovertidos, participaban en muchas actividades extracurriculares en la escuela, pero principalmente estaban completa y totalmente locas por los chicos. Sólo que yo estaba loca por un chico, pero él se había graduado. —Eh, ¿Hanna? Kieran, uno de los chicos de nuestro grupo se me acercó pareciendo un poco nervioso. —¿Puedo hablar contigo? Señaló con la cabeza una esquina donde tendríamos un poco de privacidad.

Sadie sonrió con picardía. Mi estómago se contrajo un poco cuando me di cuenta hacia dónde iba esto. De mala gana, seguí a Kieran a la esquina. Se metió las manos en los bolsillos, miró a nuestros amigos y luego se giró hacia mí con una sonrisa vacilante. —Así que…Me preguntaba, eh… me preguntaba si querrías salir conmigo alguna vez… Mierda. Odiaba esto. Odiaba rechazar a alguien. —Oh, Kieran, realmente me siento halagada. —Sonreí con un encogimiento de hombros—, pero creo que deberíamos ser sólo amigos. Frunció el ceño. —¿Eso es todo? Asentí, preguntándome qué más se suponía que dijera. Hizo este resoplido, con sonido a gruñido y giró sobre sus talones, caminando enojado para atrás hacia los chicos. Lo que sea que les dijo, los tenía mirándome perplejos. Apreté los dientes, a dos segundos de decidir alejarme de cada uno de todos y cada uno de ellos, cuando Sadie llegó apurada. Parecía enojada. —¿Cuál es tu problema? —preguntó, los brazos cruzados sobre su pecho—. Tres chicos te han invitado a salir en los últimos dos meses, Hannah, y les has dicho que no a cada uno de ellos. Piensan que eres lesbiana. Puse mis ojos en blanco. —Claro que lo piensan. Es más fácil pensar eso que el hecho de que no me guste ninguno de ellos. —Kieran es sexy. —Sadie hizo pucheros—. ¿Crees que eres demasiado buena para él? ¿Por qué éramos amigas de nuevo?

—No. Sólo…Creo que me gustan los chicos más grandes. —Era en gran parte la verdad y esperaba que la sacaría de mis espaldas. Gracias a Dios, fue el movimiento correcto. Era algo que Sadie podía entender. Su expresión se despejó y ella estaba justo por abrir su boca para decir algo, cuando una familiar figura alta captó mi atención. Mi corazón comenzó a golpear de inmediato. De pie junto a la ventana, cerca de las escaleras mecánicas, estaba Marco. Mis ojos siguieron la amplia línea de sus hombros, luego se movió hacia arriba quedando de perfil. Mi corazón latió más rápido, un agudo dolor perforando mi pecho mientras me daba cuenta que tenía una chica apretada a la barandilla junto a la ventana. El dolor se intensificó mientras inclinaba la cabeza para besar a la chica. Realmente besarla. Creo que mi corazón se rompió en mil pedazos. Miré el piso, tratando de no verlo mientras trataba de recuperar el aliento. Marco y yo nos habíamos mantenido en contacto desde que se había graduado y mudado a la Universidad de Escocia. Estaba trabajando medio tiempo en su formación mientras hacía el curso de carpintería y ebanistería. Sabía esto porque seguíamos pasando el rato. Hablábamos en Facebook, mensajeándonos, y alguna que otra vez me había llamado y yo me encontraría con él en algún lado, como había hecho esa noche en el Douglas Gardens. Nunca pasó nada romántico y nunca más me dijo nada tan dulce como lo hizo esa noche, pero yo había empezado a creer que la tensión sexual que sentía entre nosotras era mutua. Tenía dieciséis ahora. Los chicos me decían que era linda y sabía que me parecía más grande que las chicas de mi edad por mi altura y mi figura. Tenía la esperanza de que Marco me viera diferente. Pero nada había cambiado. No era estúpida. Sabía que había otras chicas porque alguna de ellas se habían jactado en la escuela de haber tenido algo con él. Sin embargo, era diferente verlo con mis propios ojos. Sadie chasqueó sus dedos frente a mi nariz. —¿Me escuchaste?

Parpadeé, tratando de respirar a través del dolor por el no correspondido tortuoso idiota amor. —¿Qué? —pregunté bruscamente. —Te dije que escuché el rumor de que le gustas a Scott Wilder. Él es mayor. —¿Scott Wilder? ¿De sexto año? Sadie asintió excitada. —Le dijo a su amigo Jamie y Jamie es el hermano mayor de Amanda Eaton. Jamie le contó a Amanda, que le dijo a Vicky y Vicky me lo contó. Scott es tan sexy, Hannah. ¡Serías tan afortunada! Y así fue que con la quemadura de la decepción en mis entrañas que me encontré diciendo: —Sí, lo es. Los ojos de Sadie se agrandaron. —¡Oh, mi Dios! Totalmente le voy a decir a Vicky que le diga a Amanda. La decepción se convirtió en rabia y levanté mi mirada y vi a Marco mientras ponía su brazo alrededor de su cita y la guiaba a la escalera. —–No te molestes —dije—, le pediré amistad a Scott en Facebook. Partiremos desde allí. Cuando le conté a mamá y papá que tenía una cita, les hice jurar que mantendrían el secreto. Mi familia, como Braden o Adam, podían ser verdaderamente sobreprotectores y no sabía cómo reaccionarían al hecho de que tenía una cita. Para mi sorpresa, mamá y papá estuvieron de acuerdo con ello, y a pesar de que la mirada alarmada de papá a Scott cuando me recogió para la cita, estuvieron bastantes tranquilos sobre todo el asunto. Bueno, mamá lo hizo. —Te ves muy bien. Scott me sonrió con alegría mientras nos alejábamos de mi casa. No se sentía bien usar a Scott para superar lo de Marco, pero últimamente habíamos hablado un poco y Scott parecía un chico agradable. Y tenía que

estar muerta para pensar que no era sexy. Era buenmozo y más alto que yo. Eso siempre era un plus. Había decidido darle una oportunidad a la noche y, dado que me estaba llevando a cenar a D’Alessandro, también había decidido arreglarme un poco. Tenía puesto un vestido recto que llegaba justo arriba de las rodillas y coloqué un cinturón alrededor de mi cintura para darle definición a mi figura. Los tacones hubieran ayudado con el look, pero había ido con tacones bajos para no sobrepasar a Scott. Se sentía un poco raro ir para mi primera cita al restaurante del tío de Marco, pero como él no tenía una buena relación con su tío, sabía que no había posibilidad que me topara con él. –Gracias. Tú también. Y él sí se veía bien. Estaba usando unos pantalones de trajes, una camisa y un chaleco. Muy apuesto. Me sonrió y deseé, y oh cómo lo deseé, que hubiera hecho saltar mi estómago como siempre lo hacía la sonrisa de Marco. —He querido invitarte a salir por mucho tiempo. Sonreí. —Bueno, acá estamos. —No eres como las otras chicas, Hannah. Eres tan segura, inteligente y hermosa. Es un poco intimidante. Hice una cara. —Créeme. No soy intimidante. Scott no parecía convencido. No quería a nadie me poniéndome en un pedestal. Nunca. —Okay. Yo ronco. —Asentí con la cabeza asintiendo—. Por eso no puedo acostarme sobre la espalda si duermo con alguien. Y no es un ronquido normal. Es este raro, entrecortado tipo de ronquido que es casi tan molesto como el ronquido de un elefante. Lo sé porque una vez mi hermana me grabó en un video en su celular. He tenido miedo de dormir con otro ser humano en un cuarto desde entonces.

Echó su cabeza hacia atrás riendo, tal como había sido mi intención. —Cuando era pequeña llamaba todo el tiempo a tía Virginia, la tía abuela de mi papá, tía Vagina cuando la íbamos a visitar. Mis padres estaban mortificados y no tenían ni idea cómo explicarme mi inapropiado error, así que la seguí llamando así hasta que entendí la diferencia. A estas alturas Scott estaba ahogándose con la risa. Llegamos al restaurante y levantó sus manos rindiéndose. —Okay. Ya no estoy intimidado. —Bien. Le sonreí mientras me sostenía la puerta abierta y entramos a la calidez del restaurante. Scott dio su nombre a la anfitriona y nos llevó a través del comedor principal y del comedor posterior a una acogedora mesa para dos. Hubo un poco de incomodidad cuando nos sentamos, así que recurrí a broma de emergencia. —Entonces, ladrón de cunas, ¿cómo se siente tener una cita con una de dieciséis años? —Ayuda que no parezca de dieciséis. Además, un pequeño pajarito me contó que pronto tendrás diecisiete. —En pocos meses. —Entonces los dos tendremos diecisiete. Cumpleaños tardío —explicó—. No cumplo los dieciocho hasta mi primer semestre en la Uni. —¿A dónde vas a ir? —He aplicado en las habituales, pero queremos St. Andrews. —¿Queremos? —Mis padres están muy involucrados en mi carrera académica. —Eso es bueno. Algunas veces…—Dejé de hablar, las palabras me abandonaron mientras mis ojos chocando con los de Marco.

¿Qué demonios? Lo absorbí con mi mirada, notando el delantal manchado atado a su cintura y la bandeja de platos sucios en sus manos. ¿Marco trabajaba de ayudante de camarero para su tío? ¿Desde cuándo? Moví mis labios, curvándolos en una sonrisa que rápidamente desapareció mientras procesaba la expresión de Marco. Su mirada saltó de mí a Scott y de nuevo a mí. Apretó la mandíbula y sus nudillos se pusieron blancos mientras tensaba su agarre a la bandeja. Había furia desenmascarada en sus ojos. Mi boca se abrió en shock mientras giró sobre sus talones y se marchó fuera de la vista. —¿Hannah? —preguntó Scott, atrayendo mi mirada de nuevo hacia él. —Perdón. Me pareció ver a alguien… —Sonreí débilmente —. No importa. ¿Qué estábamos diciendo? Me esforcé demasiado para permanecer presente en la conversación porque Scott era agradable, encantador y práctico. No era un enorme, amenazador americano que continuaba echándome miradas desaprobatorias cada vez que tenía que entrar en el comedor. Tras el plato principal, Scott se excusó para ir al baño y tan pronto como estuvo fuera del alcance del oído, giré mi cabeza para mirar a Marco. El restaurante estaba muy lleno para gritar su nombre, pero esperé hasta que sintió mi mirada. Me miró y le hice señas. Me respondió con un suave movimiento de su cabeza y se marchó. Sentí tan profundamente ese rechazo que por un segundo perdí la respiración. No volví a verlo por el resto de la noche y cualquier intento por no estar distraída estaba perdido para mí, mientras estuviera perdida en pensamientos de Marco. No entendía qué había sucedido. ¿Estaba celoso? Y si lo estaba, ¿por qué mierda no me había invitado a salir hace mucho tiempo? No era como si no le hubiera dejado claro que me gustaba. ¿Cierto?

Scott me acompañó a casa y me las arreglé para dar algunas monosilábicas respuestas. En la puerta, le di un beso distraído en la mejilla y desaparecí, sintiéndome confundida, culpable y un poco más que cansada de todo el asunto.

Capítulo 5 Traducido por Isa 229

—¿Señorita? —¿Señorita Nichols? —¡Señorita! Sacudí mi cabeza, mi desenfocada mirada reenfocándose en la clase delante de mí. Todos ellos me miraron interrogativamente. Mierda. Estaba completamente fuera de lugar. Por desgracia, eso había estado pasando últimamente cada vez más. Desde que había encontrado esa maldita fotografía de Marco y yo, seguí siendo invadida por los recuerdos de mi tiempo con él. Estaba más allá de la distracción y de la irritación. Parpadeé unas cuantas veces, tratando de sacudir el espectro de Marco mientras buscaba mi escritorio e intentaba recordar de qué demonios estaba hablando. Correcto. De Ratones y Hombres y simbolismo. Fingiendo que no acababa de tomar una siesta a los Pasillos de la Juventud Olvidada, avancé como si estuviera perfectamente consciente de mi entorno y de lo que estábamos haciendo. —¿Entonces? —Me senté en el borde de mi escritorio—. ¿Para terminar nuestra discusión sobre el simbolismo en el libro, por qué piensan que Steinbeck lo tituló De Ratones y Hombres? Mirando alrededor de mi clase de tercer año, vi muchas cejas fruncidas pensando. Sin embargo una ceja que por lo general se fruncía pensativamente, hoy no lo estaba. Tabitha Bell era uno de mis estudiantes que continuamente contestaban a las preguntas. Era alegre e inteligente y podía contar por lo general con ella para llenar cualquier incómodo

silencio. Durante las partes de la clase cuando había estado totalmente presente ese día, había notado que ella miraba sólo a la mesa y no oí una miradita viniendo de ella. Había decidido no obligarla a participar. Claramente algo ocurría. —¿Vamos, chicos, piensen en ello? —insté. La campana sonó. —Bien —dije por encima del sonido del recojo de sus pertenencias y de su creciente charla—, escuchen —llamé, atrayendo su atención de regreso a mí—. Quiero que vengan mañana con una respuesta a mi pregunta. ¿Por qué piensas que Steinbeck lo tituló De Ratones y Hombres? —Estaba un poco más que enojada conmigo. No habíamos sido capaces de hablar de ello en la clase debido a mí, y sabía que al menos el noventa por ciento de ellos iba a googlear esto y se aprovecharían de las múltiples respuestas correctas que no habían llegado a ello por sí mismos. Mirándolos apresurarse de mi clase para irse a almorzar, mis ojos cayeron en Tabby. —Tabitha. Ella alzó la vista hacía mí mientras pasaba, sus ojos envueltos por la sorpresa. Le hice un gesto y caminó hacia mi escritorio, silenciosamente esperando mientras el salón se vaciaba. —¿Estas bien? —pregunté, preocupada—. tranquila en la clase de hoy. No eres así.

Estuviste

excesivamente

Las lágrimas de repente brillaron en sus ojos jóvenes. —Estoy bien. —No pareces bien. Si estas teniendo algún problema con el trabajo, me gustaría saberlo para así poder ayudar. —La clase está bien — inhaló—. Es sólo… —Sus labios temblaron—. Vi a Jack Ryan besar a Natasha Dingwall esta mañana.

Me detuve justo a tiempo de fruncir mi labio de irritación. Jack Ryan estaba en mi clase de inglés de cuarto año junto con Jarrod. Mientras que Jarrod era simplemente descarado, Jack Ryan era un respondón, irrespetuoso, pedazo de mierda odia mujeres. —¿Es Jack tu novio? Tabby sacudió su cabeza y casi me hundí de alivio. —No… pero pensé… —limpió las lágrimas que se habían derramado en sus mejillas y tuve que detenerme de dar la vuelta al escritorio para darle un abrazo. —Tabby —agaché mi cabeza para mirar solemnemente en sus ojos—, hoy esto parece el final del mundo. ¿Mañana? No tanto. Estarás bien. Lo prometo. Viéndose de todo menos convencida, Tabby masculló unas gracias y se marchó silenciosamente del salón. Me quedé mirándola, sintiéndome mal pero sabiendo que estaría bien. Lo sabía porque había estado allí. Se sentía como el infierno en ese momento, pero estaba segura que el tiempo curaba todo. Sin embargo, a veces cuando te topabas con fotografías estúpidas, arañaba un poco la cicatriz. —¡Allí estás! —Anisha Patel, una colega quien es profesora de inglés en la escuela, corrió hacia mí mientras ingresaba al departamento de la sala del personal. Ella estaba sonriendo, sus ojos oscuros brillando de emoción—. Por favor dime que no tienes una cita para mi boda porque quiero presentarte a alguien. La contemplé confundida. —¿Estoy invitada? Nish era encantadora. De hecho, me llevaba bien con el departamento de inglés. No actuaron superiores a mí porque era una persona a prueba; sólo me dieron la bienvenida a bordo. De todos modos, Nish y yo nos conocíamos la una a la otra sólo desde hace un par de meses así que no esperaba una invitación para su boda. Hablaba de ello a diario, tanto como

hablaba de su magnífico novio obrero de construcción, Andrew, un tipo cuyo jefe a menudo trabajaba en proyectos para Braden y Adam. Nish parecía mortificada. —¿No te invité? Por supuesto que lo hice. ¿O no? —agitó la mano restándole importancia—Bueno, estas invitada a la recepción. Claro que sí. Aquí. —Se contoneó atrás sobre su bolso, hurgó un poco, y sacó un sobre—. Una invitación. —Me la ofreció. Sonreí mientras la agarraba. —Eso es realmente amable de tu parte, Nish, pero no esperaba una invitación. —Silencio. Por supuesto que estarás allí. ¿Y te puedo presentar? — Aplaudió sus manos de la emoción—. Conozco a este tipo y le dije todo sobre cuán preciosa y lista y graciosa eres, y después de la mala suerte que él ha tenido en el pasado realmente necesita salir con alguien como tú. Aunque halagada… —Gracias, Nish, pero no estoy realmente… —¿Cuándo fue la última vez que tuviste una cita? Nunca te he escuchado hablar de los hombres. Oh. —Sus ojos se ensancharon y se inclinó para susurrar—: ¿Te gustan las mujeres? —No, no soy lesbiana —objeté, no enojada de que ella creyera que yo era gay, pero enojada de que mi perpetua soltería causara que la gente asumiera que fuera gay, en lugar de que tal vez era feliz estando sola hasta que encontrara a un tipo al que podría soportar estar alrededor el tiempo suficiente para comprometerse—. Llevaré a Cole a la boda. —Ah, así que algo está pasando con ese chico. ¡Lo sabía! Mire a mi colega Barbara, quien parecía divertida con todo el asunto y dije: —¿Por qué en este momento todo el mundo anda loco por los hombres? Hay más en la vida. Barbara gruñó—. Convenciendo a los convencidos.

Suspiré y miré de regresó a Nish. —Cole y yo sólo somos amigos, pero lo llevaré a la boda. Sin ataduras. —Hablando de chicos —Eric, el jefe del departamento, me sonrió desde su sandwich—, por lo visto tienes varios admiradores, Hannah. Hice una mueca. —¿Hablas de los estudiantes? —Sacudí mi cabeza, dirigiéndome hacia la nevera para coger mi sándwich—. Es sólo porque estoy cerca de su edad. —Creo que es más por el hecho de que usas faldas lápiz, tacones altos y sexy blusas de secretaria. —Nish rió disimuladamente—. Y por supuesto porque luces así. Mis colegas se rieron burlonamente ante mi ceño fruncido. —¿Entonces quieres descaradamente.

saber

quién

fantasea

contigo?

—Eric

sonrió

—No. Definitivamente no. —Jarrod Fisher está en la clase de Rutherford. Habló de ello con otro chico que dijo algunas cosas inadecuadas de ti. Ambos obtuvieron ejercicios de castigo. Y luego está mi clase de sexto año. Un chico me preguntó esta mañana delante de toda la clase si creía que él podría tener una oportunidad contigo. Gemí en mi sandwich, haciéndolos reír, pero la verdad era que no era el sentimiento más cómodo en el mundo saber que algunos de los menores que enseñabas tenían pensamientos inadecuados cuando te miraban. —¿Podemos por favor dejar de hablar de esto? —De acuerdo. Entonces volviendo a Cole entonces —dijo Nish—. ¿Estás absolutamente segura que son solo amigos? Porque la fotografía que me mostraste… si yo fuera diez años más joven… Sonreí.

—Es apuesto. Pero es mi mejor amigo. No es así entre nosotros. De todos modos, estoy demasiado ocupada de este empleo como para una relación. Nada de emparejamiento, Nish. Lo digo en serio.

 Me senté en mi viejo dormitorio en la nueva cama individual, contemplando las cajas en la esquina donde había llenado las fotografías de Marco. Sentí como que me habían estado atormentando y la única manera de detenerlo era poniéndolos en las cajas que almacenaría finalmente en mi piso. Oyendo abajo un coro de risa, sonreí. Era domingo. Mi casa siempre había sido una feliz. Tenía suerte de tener dos padres que tenían tal afecto genuino y respeto mutuo. Rara vez habían discutido. La mayor parte de la discusión había sido entre Dec y yo mientras crecíamos. Resoplé una pequeña risa. Supongo que no habían cambiado mucho. Alisé mis manos sobre el edredón de la cama nueva. A pesar de los cambios este lugar todavía de alguna manera se sentía seguro. Un golpe a la puerta me sorprendió, sacudiéndome de mi ensueño. La cabeza de Jo apareció alrededor de la puerta, seguida de su barriguita de embarazada y luego el resto de ella. Sonrió mientras miraba alrededor, su largo pelo rubio fresa balanceándose en su cola de caballo. —Esto me trae recuerdos. Cuando era más joven y Jo y Cole comenzaron a venir a los almuerzos del domingo, había establecido lazos con Jo. Ellie fue una gran hermana mayor, pero era demasiado sobreprotectora y un poco demasiado idealista y romántica para mí para confiarle cosas. Hay que reconocer, que había heredado esa misma racha romántica de mamá, pero estaba un poco más reacia a creer en los cuentos de hadas. Jo era más como yo. Ella tenía los pies firmemente plantados en la tierra, aun cuando su cabeza tomaba un paseo en las nubes. Antes de la comida ella y yo nos movíamos sigilosamente a mi cuarto y le decía todos los secretos que no podía decirle a mi familia demasiado sobreprotectora.

—¿Recuerdas a Marco? —me encontré preguntando. Jo se detuvo y se volvió hacia mí, sus ojos verdes ser redondearon con sorpresa. —¿Cómo podría olvidarlo? Tu primer gran amor. Fue mucho más que eso. Aparté la mirada, ignorando el destello de dolor. —¿Hannah? Volví a mirarla para encontrarla frunciendo el ceño. —¿Qué te hizo pensar en él? Me encogí de hombros, intentando ser casual y esperando no fallar. —Mamá me pidió que tirara algunas de mis viejas cosas. Encontré una fotografía de Marco en las cajas. Trajo de regreso todos los viejos recuerdos, supongo. Pareciendo pensativa, Jo avanzó hacía mí y se sentó en la cama a mi lado. —Esto no es sorprendente —dijo en voz baja. —Supongo que tienes algunos remordimientos en lo que concierne a Marco. Salió de Escocia antes de que algo pudiera pasar entre ustedes. Sentí un tirón de malestar en mi estómago. Odiaba ocultarle cosas a la gente que amaba. —Realmente cambiaste después de que se fue —siguió Jo suavemente—. Te volviste seria incluso antes… Mis ojos encontraron los suyos. —Supongo que eso es lo que el remordimiento le hace a una persona. Jo tomó mi mano. —Tienes sólo veintidós años, Hannah. Tiempo de sobra para encontrar ―al indicado‖.

Forzando en alejar el dolor, le sonreí. —Lo sé. Los fragmentos del pasado se pueden convertir en inquietos fantasmas, incansables en su atormento, a menos que decidas adoptar una actitud contra ellos para exorcizarlos. Creo que sólo necesito decirle a alguien el nombre de Marco en voz alta, confesar que había estado pensando en él. Probablemente habría significado mucho más si Jo supiera toda la verdad, que supiera toda la historia entre Marco y yo, pero era suficiente para mí darme cuenta de que lo que ella había dicho era verdad. Era demasiado joven para estar atormentada. No podía dejar a este resurgimiento de una vida mejor olvidarla que arruinar la vida que quería hacer para mí. Decididamente exorcicé aquellos recuerdos, dejándolos en mi viejo cuarto y arriesgándome de regreso al presente mientras bajaba las escaleras para unirme a todos. El comedor de mis padres estaba lleno de charla a pesar de que esta semana no todo el mundo había llegado para el almuerzo del domingo. Ellie y Adam estaban en casa porque William había tenido fiebre la noche anterior y los tres estaban agotados. El tío de Jo, Mick y su esposa, Dee, estaban de vacaciones en Las Vegas, así que no estaban con nosotros, pero Jo, Cam, y Cole estaban, como estaban Liv, Nate, Lily,y January. Joss y Braden estaban con nosotros, también, junto con Beth y Luke. Mamá había puesto una mesa para niños al final de la habitación donde Lily, Beth y Luke estaban sentados con mamá, quien esta semana era la acompañante de la mesa para niños. Tenía a January en sus brazos mientras cuidaba a los pequeñitos y trataba de alimentarse. —Entonces, necesito un favor y es un aviso un poco tardío —le dije a Cole sobre el ruido de los niños. Afortunadamente él estaba sentado a mi lado. —Estoy intrigado. —Levantó una ceja—. Continúa. Sonreí, haciendo rodar mis ojos. —Bien, su majestad, tengo una invitación de última hora a la recepción de la boda de mi colega y necesito una cita. Es el próximo sábado. —¿A qué hora?

—Es solo la fiesta, así que adivino que no tenemos que estar allí hasta aproximadamente a las ocho. —No hay problema. —Eres un salvavidas. —¿Rogándole a Cole por una cita? —me gruño Declan desde el otro lado de la mesa. El chico tenía poderes sobrenaturales para la audición—. Eso es un poco patético, Hannah. —¿Estamos de un humor irritable porque tuviste que quitarte quirúrgicamente tu cadera de Penny? —Me mofé a cambio—. Dime, Dec, ¿Cómo se siente ser azotado a los dieciocho? —¿Qué puedo decir? Mi hermano pequeño sacaba mi lado maduro. Me miró con el ceño fruncido. —Hoy está donde su nana. —¿Con su látigo? —Ja, ja, eres tan graciosa. —Y libre de látigos. Podía oír a Cole riendo junto a mí, lo cual enojó aún más a mi hermano. —¿En serio? —Dec sonrió con satisfacción—. ¿Cuándo fue la última vez que alguien quiso salir contigo? Si necesitas algunos consejos, soy feliz de ayudar. Vamos a comenzar con tu cara. Es posible que quieras hacer algo al respecto. ¿Cirugía plástica tal vez? —Oh. —Me estremecí como si hubiera probado algo ácido—. Si vamos a burlarnos el uno del otro mantengámoslo con inteligencia. Me niego a entrar en un duelo de ingenio contra estupidez. Es demasiado fácil. Y bastante insultante. —Niños —Mamá nos llamó, silenciándonos—. No me hagan recordarles que uno de ustedes tiene dieciocho años y la otra es una profesora de inglés de escuela secundaria de veintidós años.

—Elodie, no estropee la diversión—se quejó Cam—. Estos dos son mi entretenimiento de fin de semana. —Estoy pensando en filmarlos y crear un blog semanal —estuvo de acuerdo Joss. Antes de que pudiera idear una réplica inteligente, oímos el tsk de mi madre otra vez en voz alta. —Beth, come tus guisantes. Son buenos para ti. Vamos, come tus guisantes. —No quiero —se quejó, y volteamos para verla empujar su plato—. Son unos pequeños hijos de puta. El cuarto se quedó quieto, el único sonido fue el grito ahogado de mi madre. La risa construyéndose dentro de mí explotó inmediatamente mientras Cole ladraba una risa. Colapsé contra él, mi cara en su hombro, y me reí hasta que mi vientre doliera. Podía oír la risa de todo el mundo y miré a través de la mesa a Joss para ver que ella era la única mortificada. Limpiando las lágrimas de mis ojos, pregunté: —¿Cómo? —esperando que entendiera la pregunta. —Lo dije una vez —se lamentó—. Ahora no deja de decirlo. —¿Mami? —preguntó Beth, confundida por nuestra reacción. —Todavía no entiendo. —Mamá apretó su boca en afrenta. Joss suspiró. —Dejé caer un tarro de guisantes y creí que los había reunido a todos, pero más tarde encontré a algunos renegados y olvidé que Beth estaba allí cuando lo hice. —Pequeños hijos de puta —dijo Beth puntualmente, obviamente recordando el momento cuando Joss encontró los guisantes renegados.

Eso nos hizo comenzar otra vez. Tenía lágrimas derramando por mis mejillas. —Bebé, te lo dije, no puedes decir esa palabra —le dijo Joss suavemente, ignorando al resto de nosotros—. No es una palabra agradable y mamá estuvo mal en usarla. Beth le dio a Joss una mirada divertidísimamente astuta que sugería que estaba intrigada en lugar de advertida. Y volvimos a lo mismo otra vez, la risa de Braden más alto que de cualquiera. —Cristo, después lo repetirá en la escuela. —Frotó sus ojos, su expresión suavizándose con hilaridad—. Si lo hace, te lo dejo a ti para que le expliques. —¿Qué pasó con estar juntos en esto? —se quejó Joss. —Lo obtuvo de ti, por lo tanto eres la mejor equipada para tratar con ello. El aspecto de Joss que lo cortó no era uno de diversión. —Ella es definitivamente tu hija —dije, recogiendo mi tenedor. —¿De Jocelyn? —preguntó Braden mientras Joss preguntaba—: ¿De Braden? —Exactamente.

Capítulo 6 Traducido por Jessy & LizC

La semana siguiente voló en el trabajo y el voluntariado, el gimnasio y mi club de lectura. Cuando el sábado se presentó estaba esperando tomarme algo de tiempo libre, pasando la noche con Cole rodeados de gente que no conocíamos, haciendo bromas e inventando historias de vida para los extraños con los que estaríamos compartiendo el salón de recepción. Cuando me metí en el taxi que él había contratado para llevarnos a la recepción a las afueras del centro de la ciudad, mis ojos vagaron sobre Cole en señal de aprobación. Había ido conservador para mí esta noche, usando un traje de tres piezas que cubría la mayoría de sus tatuajes. Le dio un toque de su propio gusto personal con la cadena que colgaba de la parte delantera del cinturón del pantalón, abrochándose abajo y arriba a la parte posterior del mismo. —Te ves muy bien —le dije con una sonrisa. —Tú te ves impresionante —murmuró, dándome un beso rápido en la mejilla. Estaba usando un vestido negro, que moldeaba mi figura, y zapatillas tipo valet de color azul brillante con tacos de plataforma. —¿Stephanie estaba bien con que me escoltaras está noche? Cole levantó una ceja ante la mención de su novia, pareciendo molesto. —Nop. Hice una mueca—. Lo siento.

—No lo estés. Últimamente ha estado comportándose locamente celosa. No solo de ti, sino de las chicas en la Uni, incluso clientes en el estudio. No creo que vaya a funcionar. —Cole, lo siento mucho —me acurruque a su lado mientras el taxi conducía fuera de la cuidad—. ¿No sería mucho más fácil si estuviéramos atraídos el uno al otro? —Mucho más fácil —añadió él—. Pero, por desgracia, eres inmune a mis encantos. —Como tú a los míos —suspiré dramáticamente. Cole se rió entre dientes y puso su brazo a mí alrededor. —Un día conocerás a alguien que pueda soportar comprometerse, y yo conoceré a alguien que no esté completamente loca. —Oh, sueña.

 La recepción de la boda estaba en su apogeo cuando llegamos ahí. Alguien que no conocía me dirigió hacia la mesa donde estaban todos los regalos de boda y puse mi regalo ahí antes de tirar a Cole de la mano y guiarlo hacia la sala principal. Las mesas y las sillas se habían empujado hacia las orillas de la habitación y las lucen se habían atenuado. Los invitados bailaban en la pista a la lista de reproducción del DJ, mientras otros se mezclaban en las mesas y en el bar en el otro extremo de la sala. Divisé a la novia fácilmente e hicimos nuestro camino hacia ella. —¡Oh, dios mío! —gritó alegremente Nish al verme—. Te ves increíble. Me eche a reír. —Lo mismo digo. Y lo hago. Te ves hermosa —hice un gesto hacia Cole—. Este es Cole. —El famoso Cole —Nish lo abrazó, compartiendo su alegría. Cole le dio palmaditas en la espalda incómodamente y de forma educada intento soltarse—. Oh, caramba —le sonrió a la cara—. Eres incluso más hermoso

en la vida real —me frunció el ceño—. ¿Qué pasa contigo? Solo amigos. Pfft. Como sea —se abalanzó alrededor—. ¡Andrew! Un tipo bien parecido en una falda escocesa se volvió hacia ella y sonrió, pavoneándose hacia nosotros. Nish cogió su brazo y lo tiró más cerca. —Hannah, este es mi marido, Andrew. Después de las presentaciones, dejamos a la feliz pareja atender a los suyos y Cole y yo nos dirigimos al bar. Pasé la mesa con mis colegas y los salude. —¿Quieres ir? —preguntó Cole, siguiendo mi mirada. —Nah. Pasemos el rato. Burlémonos de la gente, burlémonos del amor — bromeé. —Empezaré contigo, Miss cínica. Puse los ojos en blanco mientras él ordenaba nuestros tragos. Tan pronto como los tuvimos nos moví hacia una mesa casi vacía. Había olvidado lo incómodo que podía ser estar en una habitación con un montón de extraños que se conocían entre sí pero que no te conocían. —Nos iremos pronto —le prometí. Cole se encogió de hombros. —No me molesta. Nish parece agradable. —Es una chiflada —sacudí la cabeza, viéndola arrastrar a Barbara hacia la pista de baile. Me hundí un poco más abajo en mi asiento, esperando que no fuera a exigir lo mismo de mí. Nos sentamos allí un rato, solo riendo y bromeando y poniéndonos al día en la vida del otro. Algún tiempo había pasado cuando comencé a sentir una quemadura en el lado izquierdo de mi rostro. Hormigueo en la piel, giré la cabeza para mirar al otro lado de la sala. Mis ojos se movieron sobre los invitados, sin reconocer a nadie. No lo conozco, no la conozco, no la conozco, no lo conozco, Marco, no lo conoz…

Mis ojos se arrastraron de vuelta, con mi corazón de pronto en mi garganta cuando mi mirada conectó con la de Marco. Sentí como si alguien hubiera inclinado un bate en mí pecho. No podía respirar. Era Marco. Era mayor, más ancho, si eso era posible, pero conocería ese rostro en cualquier lugar. Era difícil de confundir. —¿Hannah? —la voz preocupada de Cole tiró de mí y lo miré en estado de shock. —¿Estás bien? —Estoy bi…bien —balbuceé, poco a poco levantándome—. Sólo estoy…necesito refrescarme en el baño de damas. Ya vuelvo —me apresuré por la puerta lateral cerca a nuestra mesa en el aire fresco del pasillo. Inhalé profundamente en un esfuerzo por conseguir algo de ese aire en mi interior. Estudié el pasillo un poco estúpidamente, en busca de señales del baño de damas. Encontrando una, seguí la flecha, con mi cerebro sobrecargado con preguntas. —Hannah. Su profunda voz acentuada apera como la grava me detuvo abruptamente. Era él. Realmente era él. Estaba aquí de alguna manera. Lentamente, me di la vuelta para enfrentar al chico por el que había suspirado por tantos años, mis ojos bebieron con avidez a todo él, a pesar de que intenté resistirlo. Llevaba pantalones de traje y una camiseta que se extendía muy bien sobre su ancho pecho. Siempre había estado atléticamente constituido, pero se había puesto corpulento, sus bíceps claramente más grandes de lo que solían ser. Su rostro se había llenado un poco también, pero no era menos angular, el corte de su mandíbula y

sus pómulos fuertes como un contraste con sus exóticos ojos y labios sensuales. Estaba absolutamente sorprendente. Quería odiarlo. —¿Qué estás haciendo aquí? —le pregunte bruscamente. Cuando no me respondió, lo estudié más de cerca y solo entonces me di cuenta de lo asombrado que estaba por verme. Finalmente se aclaró la garganta y dio un paso hacia mí. Yo di un paso atrás. Algo así como molestia destelló en sus ojos cuando notó mi retiro. —Andrew es un colega. Trabajamos juntos en construcción. Inmobiliaria principalmente. Se me ocurrió que eso significaba que probablemente había trabajado para Braden. Menos mal que no le había dicho ni a Braden ni a Adam de la existencia de Marco. Marco D‘Alessandro no era un nombre común en estos lugares. —Quise decir en Escocia —dije rotundamente—. La última vez que comprobé tú habías vuelto a Chicago. Marco asintió y mi corazón bombeó más fuerte cuando el surrealismo del momento se disipó. Él estaba de verdad en frente de mí. Realmente aquí. Al alcance de la mano. —Por un tiempo. Pero volví. Mi estomagó se volteó desagradablemente cuando una pregunta vino a mi mente y rápidamente se derramó de entre mis labios. —¿Cuándo? ¿Cuándo volviste? Él se movió inquieto. —Un año después que me fui. Esta revelación me dejó sin aire. Cinco palabras y la traición que me había hecho se cuadriplico en tamaño. ¿Has estado de vuelta por cuatro años? —pregunté con incredulidad, incapaz de evitar la ira en mi voz—. ¿Nunca pensaste en llamar?

Dio otro paso hacia mí. Yo di otro atrás. Marco paso la mano sobre su cabeza de esa forma que él hacía cuando no sabía que decir. Su mirada se clavó en la mía, casi suplicándome. —En aquel entonces estabas mejor sin mí, Hannah. Después de lo que hice… Disgustada, me detuve de repente en retirada y di unos pasos hacia él. —¿Mejor? Puedes apostar tu culo, que lo estoy —incapaz de aguantar un segundo más en su presencia, me moví a grandes zancadas más allá de él, solo para ser sorprendida por el cálido enrosque de su mano alrededor de mi brazo desnudo. Me detuvo y me lo quede mirando en shock, ignorando la intrigante especia de su colonia y el hecho de que él era el único hombre que alguna vez me había hecho sentir femenina y frágil. Me solía gustar esa sensación. Ya no tanto. Tire de mi brazo, pero Marco me tiró hacia él. —Déjame ir —le espeté. —Hannah, al menos habla conmigo —inclinó la cabeza hacia mí y sentí ese traidor aleteo de mariposas cuando lo mire a los ojos—. Es tan malditamente bueno verte —susurro él, con su expresión suave en mí. Me sacudí fuera del hechizo que él estaba intentando lanzar sobre mí. —Es una pena que no pueda decir lo mismo. Ahora déjame ir. —Hannah. —¿Hay un problema aquí? —la voz de Cole me hizo hundirme del alivio. Miré sobre mi hombro para verlo fruncirle el ceño a Marco. Era más joven y no era de cerca tan constituido como Marco, pero el alto y atlético cuerpo de Cole estaba rodeado con duro músculo. Por no mencionar que estudiaba Judo y Kickboxing. Definitivamente nada a lo que despreciar. Marco de mala gana me dejo ir. —No.

No le escatimé otra mirada. No podía. En cambio, marché lejos de él, poniendo una mano en el pecho de Cole en agradecimiento. Él le lanzó a Marco una última mirada de advertencia antes de deslizar el brazo en torno a mi cintura para llevarme lejos. —¿Estás bien? —me preguntó en voz baja. Asentí. ¡Mentira, mentira, mentira! —Parecía familiar. —Lo conocía en la secundaria. Tenía un enamoramiento por él. —Creo que recuer… —Cole contuvo el aliento, la dureza asentándose sobre sus rasgos—. ¿Es él el tipo? —No —mentí de manera convincente—. Él solo me rechazó, eso es todo. No estoy de humor para que me recuerden eso esta noche. —¿Te quieres ir ahora? Respiré hondo, sabiendo que no podría sentarme en esa sala de recepción con Marco. —Sí. Cole me sacó de allí, dejándome a regañadientes en mi piso. Me di cuenta que él sentía que había más en mi historia y no quería dejarme sola, pero necesitaba estar sola. Me quite los zapatos de tacón que estaban pellizcando mis dedos y me senté en mi sala de estar en la oscuridad. No podía creer que Marco hubiera estado viviendo en Edimburgo todo este tiempo. Todo este tiempo… El dolor que había empujado profundamente en mi interior todos estos años volvió con venganza. Las lágrimas quemaron en mis ojos y en mi garganta mientras recordaba esa noche. La noche que todo cambió…

Al entrar al departamento supe que no debería estar aquí. Estaba nublado con humo y el espeso olor de la marihuana. No había muchos muebles, y lo que estaba ahí era sucio y viejo. No es que pudiera ver mucho de ello, ya que el piso estaba lleno de pared a pared de gente. Era el inicio de nuestro último año en la escuela y Sadie quería que este año fuera el mejor. Como eso se traducía en aterrizar en la fiesta de algún perdedor, no lo sabía. Mientras la seguía a través de la multitud, abofeteaba manos que tocaban mis caderas y acariciaban mi trasero. Genial. —¡Veo a Dave! —grito Sadie sobre su hombro hacia mí. Dave era la razón por la cual ella me había arrastrado a la fiesta con ella. Él era un par de años mayor y tenía un flechazo por él—. Vuelvo enseguida. Antes de que pudiera decir algo ella había desaparecido y me quede parada en la puerta de la sala de estar. Sentía las vibraciones del tamborileo del altavoz de la música de manera desagradable en mi pecho. ¿Dónde estaban las quejas de los vecinos? ¿La policía? Fui metida de alguna manera con fuerza hacia la habitación a medida que más personas fluían, y mientras intentaba meterme a presión de vuelta a la multitud en las afueras, mis ojos divisaron tres líneas de polvo blanco sobre la mesa de centro de cristal. Me quede mirando con los ojos muy abiertos como una chica que no conocía inhalaba una línea. Mierda, necesitaba salir de ahí. Me di la vuelta para huir, solo para golpearme contra el pecho de alguien. Mis ojos se elevaron para encontrar unos desconocidos ojos oscuros. Los ojos del tipo me recorrieron, brillando con intención sexual, y justo así me encontré atrapada entre la pared y él. —Nunca te he visto antes —dijo en voz alta en mi oído, con su boca tocándolo. Agaché la cabeza, temblando de repulsión ante la sensación de sus labios en mi piel. —Me estoy yendo —grité, tratando de pasar bajo su brazo.

Me detuvo y cerré los ojos, intentando no entrar en pánico. Estábamos en una habitación llena de gente. No era como si él pudiera hacer cualquier cosa. Aun así, me maldije por pedir prestado el vestido azul que se ciñe a la figura de Sadie, este no era el tipo de atención que quería cuando había escogido usarlo. —Aw, quédate un poco —sonrió él, presionándose más cerca—. Llega a conocerme. —No quiero conocerte. Me quiero ir. Muévete. —Eso no es muy agradable —mordió su labio de una manera que asumía él pensaba las mujeres encontraban sexy. Asumía mal—. Te ves agradable. Juega limpio. Lo fulminé con la mirada—. Aléjate. De. Mí. Antes de que él pudiera responder, un gran puño agarró su camiseta y fue de repente apartado. Se tropezó con el pie de una chica y se estrelló contra el suelo. Mis ojos fueron de él hacia el gran chico a mi lado y una oleada de alivio y vértigo se movieron a través de mí. Marcó le frunció el ceño al desconocido. El desconocido se levantó si una palabra, con una expresión terrible, y desapareció en la habitación contigua. Marco se dio la vuelta rápidamente hacia mí, y mis gracias y ―hola‖ quedaron en mi garganta cuando envolvió su mano alrededor de mi brazo y no muy gentil me empujó en frente de él fuera de la puerta y por el pasillo. Podía sentir la ira emanando de él. Confundida, permanecí en silencio, viéndolo sacar una llave de sus jeans y abrir la puerta al final del pasillo. Me empujó dentro y me siguió. Cerró la puerta tras nosotros y escuché el cerrojo girar. La música era un pulso palpitante amortiguado más allá de ella. Mis ojos vagaron sobre el pequeño espacio. Había una cama, un escritorio desgastado con una vieja laptop en él, y una cómoda. —¿Qué estás haciendo aquí? —preguntó bruscamente Marco, sus cejas juntas en molestia mientras su mirada vagaba sobre mí. Igualmente molesta por su actitud, cruce los brazos sobre mi pecho.

—Hola a ti también. No había visto a Marco en semanas. Después de todo el fiasco de la cita de Scott, con la ayuda de Jo y Liv me las arregle para emboscar a Marco en D’Alessandro’s otra vez y conseguí que aceptara salir conmigo. Lo hicimos, pero la tensión entre nosotros se había intensificado de alguna forma, y él comenzó a crear excusas para no verme. Lo extrañaba todo el tiempo. Escondiendo mi dolor, miré alrededor de la habitación. —¿Vives aquí? —Como si tú no supieras eso. Herida, di una amarga carcajada. —Contrario a lo que podrías pensar, sé cuándo no soy querida. No sabía que vivías aquí. ¿Cómo podría? No he oído de ti en años. Vi sus ojos suavizarse. —Lo siento. Eso fue algo jodido que decir. —¿Por qué vives aquí? —no podía evitar el disgusto en mi expresión. Marco hizo una mueca y se sentó en el borde de su cama. —Tenía que conseguir mi propio lugar, pero no tengo exactamente un montón de dinero. Mis amigos conocen al tipo que es dueño de este lugar. La renta es barata. Sin embargo, mi compañero de cuarto, no lo vale —hizo un gesto hacia la puerta y a todo lo que estaba pasando tras ella—. Me voy a mudar tan pronto como sea posible —sus ojos se estrecharon en mí—. ¿No responde la pregunta de porque demonios tú de todas las personas estás en un lugar como este? —¿Yo de todas las personas? Estoy en una fiesta, Marco. Se me conoce por hacer eso algunas veces. —No —él negó con la cabeza—. No en esta clase de fiesta. Hannah, tienes que irte. No puedes estar aquí. —Vine con Sadie.

—Por supuesto que lo hiciste —Marco no era un gran fan de Sadie—. La encontraremos y nos vamos. —O… —di un paso hacia él y noté sus ojos bajando, moviéndose por mis piernas antes de que él pudiera detenerlos—. Podemos quedarnos. Pasar el rato. No hemos hecho eso en mucho tiempo. Apretó la mandíbula —Hannah, sólo vete. Tuve semanas de estar cabreada para alimentar mi enojo. —¡Bien! Tú te quedas aquí y yo iré de nuevo a la fiesta. —No te atrevas. —Se puso de pie abruptamente. —¿O qué? —le reproché—. ¿Vas a echarme? ¿Así como me estás echando de tu vida? —¡Tú no perteneces aquí! —gritó, tomándome por sorpresa. Me estremecí, pero me mantuve firme. —¡Si tú estás aquí, yo estoy aquí! Marco pareció perplejo por eso. Bajó la cabeza, mirando al suelo. —Echo de menos hablar contigo —susurré con tristeza. Sus ojos se posaron en mí y no pudo ocultar el remordimiento y la ternura en ellos. Casi cierro los míos en alivio. —¿Cómo has estado? —preguntó con brusquedad. Me encogí de hombros. —Bien, supongo. La escuela va bien. Recibí una oferta incondicional de la Universidad de Edimburgo. Marco sonrió un poco. —Eso es impresionante. Estoy orgulloso de ti.

Le devolví la sonrisa, sintiendo una calidez extenderse a través de mí ante su alabanza. Di otro paso hacia él. —¿Cómo va el trabajo? —Está bien. Sigo trabajando algunos turnos en el restaurante. Le había dicho hace meses cuán sorprendida estaba al descubrir que estaba trabajando para su tío. Le pregunté por qué me lo había escondido. Dijo que era una situación de mierda y que no valía la pena mencionar. —¿No te has separado de ellos? Él negó con la cabeza. —Ellos me adoptaron para que así pudiera vivir en el Reino Unido. Les debo por sacarme de una mala situación en Chicago. Le debo a mi tía. Ella ha sido buena para mí. —¿Pero ya no estás viviendo allí? Él me miró con expresión solemne. —Me preocupa lo que podría terminar haciendo si me quedaba allí. Tenía que irme. —Marco —suspiré, sufriendo por él y deseando poder envolver mis brazos alrededor de él. —No quiero tu compasión. Nunca lo he hecho —espetó. —Oh, supéralo, bebé gigante. Se me permite estar triste por ti. Viene con el territorio de que me importes. Él gruñó. —Solo di cómo te sientes, Hannah. Cuando nuestros ojos se enfrentaron, el aire se sintió repentinamente eléctrico entre nosotros. —¿Estás seguro que quieres decir eso? Él sabía hacia dónde me dirigía. Negó con la cabeza.

—No. —¿Por qué? —pregunté en voz baja, tratando de luchar contra mi frustración y fracasando en ello—. Sabes que me preocupo por ti, y sabes… sabes que quiero estar contigo. No puedes seguir evitando eso. —Aspiré una bocanada de aire—. ¿Por qué reaccionaste de la manera que lo hiciste al verme con Scott? ¿Por qué dijiste lo que me dijiste en Douglas Gardens hace tantos meses? De hecho, ¿por qué has estado velando por mí todos estos años si no sientes de la misma forma que yo? Él cerró los ojos fuertemente, pellizcándose el puente de su nariz. Con un gemido, bajó la cabeza. Casi me reí. —Esa no es una respuesta. —Hannah… —suspiró, todavía sin mirarme a los ojos—. He estado velando por ti porque eres una buena chica y no quiero que ninguna escoria como Jenks te toque. Dije lo que dije en los jardines esa noche porque lo decía en serio. Porque eres importante para mí. Eres mi amiga y no tengo muchos de esos. En cuanto a Scott… —Negó con la cabeza—. Quién sabe. Me acerqué a él, mi pulso palpitando fuertemente en mi cuello. —Creo que tú lo sabes. Sus ojos brillaron. —No es lo que piensas. Cerré la distancia entre nosotros, mi cuerpo al ras del suyo a medida que inclinaba la cabeza hacia atrás para mirarlo a la cara. Él no retrocedió. Lo tomé como una buena señal. —Es exactamente lo que pienso. El músculo de su mandíbula se tensó y algo poderoso y quizás peligroso emanó de él. —Tienes que irte. —No.

—Hannah, vete ahora. —Marco… —¡Hannah, vete! —gruñó él, el calor de su cuerpo quemándome. Me estremecí, el rechazo y la ira fundiéndose dentro de mí. —¡Eres un cobarde! —¡Tú un dolor en el trasero! —gritó él en respuesta. —¡Bien! ¡Me voy a ir y ser un dolor en el trasero de alguien más! —Mi respiración se sentía fuera de control. Yo me sentía fuera de control—. No necesito esto. Hay chicos por ahí que en realidad quieren besarme y tocarme. —Me di la vuelta con esa gran declaración arrogante, intentado salir airosa de la habitación. En su lugar, el fuerte agarre de Marco se apretó alrededor de mi brazo y fui de repente arrastrada hacia atrás, mi cuerpo estrellándose al ras contra el de él. Ni siquiera tuve un segundo para calcular lo que estaba ocurriendo antes que su dura boca se estrellara en la mía. Me derretí al instante en su beso, aliviada y lujuriosa, mis manos relajándose sobre su fuerte pecho, mi cuerpo apoyándose en el suyo mientras mis labios se abrieron para dejar que me devorara. El beso fue duro, desesperado, y me encendió de una forma que no había tenido ni idea que un beso podía. Me encantó el rico sabor de él, la sensación erótica de su lengua contra la mía, y el hecho de que no solo estaba sintiendo su boca en la mía; estaba sintiendo su fuerza toda a mí alrededor. Sus brazos eran bandas de acero sosteniéndome fuerte, sus manos aferraban la tela en la parte posterior de mi vestido. Deslicé mis manos alrededor de su cuello cuando su beso desaceleró pero se profundizó, y me emocioné al sentir mis pechos presionando contra su pecho musculoso. Podía olerlo, saborearlo, sentir su piel caliente. Estaba en todas partes, era todo. Fue sensacional. No sé cuánto tiempo permanecimos allí besándonos. Se sintió como una eternidad. Mi boca estaba hinchada, y mi cuerpo estaba gritando por más. En un intento por más, pasé las manos por su pecho, llegando a su cintura y luego por debajo de su camisa, gimiendo en su boca ante la sensación de su piel suave y caliente debajo de mi tacto.

De repente, fui alejada. Jadeando, Marco me miró como si nunca me hubiera visto antes. La impresión pareció inmovilizarlo durante un segundo y yo estaba demasiado ocupada temblando de lujuria insatisfecha como para elaborar una oración corrida. Vi como se tambaleó hacia atrás contra la cama y se dejó caer sobre el colchón. Bajó la cabeza otra vez, mientras trataba de recuperar el aliento. Sabiendo que él se reprendía a sí mismo por alguna estúpida razón que todavía tenía que averiguar, se me ocurrió que si no intensificaba las cosas entre nosotros ahora mismo no conseguiría recuperar este momento de nuevo con él. Así que tomé pequeños pasos hacia él. Me detuve, mis piernas casi tocando sus rodillas. Mi mano se acercó a él antes de que pudiera detenerme y rocé mis dedos por su cabello negro muy corto. Bajó las manos ante mi toque, inclinando la cabeza hacia atrás para mirarme. Había una advertencia en sus ojos, su expresión tensa con moderación y tal vez un poco de rabia. No hice caso de su advertencia. —Te voy a hacer una promesa —le dije—. Voy a seguir siendo tu amiga y nunca voy a mencionar esto de nuevo… si me puedes mirar a los ojos después de lo que acaba de suceder y decirme que no me quieres. —Hannah. —Su voz sonaba ronca a medida que sus ojos comenzaban a arder una vez más. Mi respiración se hizo más profunda. —Siempre hemos sido honestos entre sí, ¿cierto? Dio una ligera sacudida de cabeza. —No puedo. —¿Por qué? —No puedo… no puedo decirte que no te quiero. —Sus ojos estudiaron mi rostro antes de pasar lentamente por mi cuerpo, y todo lugar que su mirada tocó volvió a la vida.

Nunca había hecho mucho más que besar a un chico, no porque no estaba dispuesta a explorar el sexo, sino porque no quería explorar el sexo con nadie más que Marco. Había oído las cutres historias de la perdida de virginidad de Ellie, Joss, Jo y Liv, y me prometí que el momento en que dejaría que alguien realmente esté dentro de mí, me aseguraría de que ese alguien fuera alguien a quien amara. Y yo amaba a Marco. Había estado enamorada de él desde el día que me rescató cuando tenía catorce años. Excitada, emocionada, me llené de valentía y tomé el dobladillo de mi vestido. Tiré de él lentamente, dejando al descubierto mi cuerpo a él poco a poco hasta que estaba por encima de mi cabeza. Sacudí mi cabello y dejé caer el vestido en el piso. Me quedé allí, frente a él en nada más que mi linda ropa interior de color turquesa y un par de zapatos de tacón. Nunca me había sentido más vulnerable en toda mi vida. Y entonces, él me tocó. Sus dedos rozaron mi vientre y sentí una descarga de deseo golpearme entre las piernas mientras acariciaba mi piel. De pronto se apoderó de mis caderas con ambas manos grandes y me tambaleé hacia él sobre mis tacones. Nuestros ojos se encontraron y la expresión de su rostro me hizo sentir más bella y deseada de lo que nunca había sabido que podía sentir. —Mírate —susurró con voz ronca, casi con reverencia—. Mírate. —Marco… —Extendí la mano, ahuecando su rostro en mi mano. Sus ojos se cerraron ante mi toque, su expresión tan tierna que quería fundirlo todo de nuevo. Suspiré cuando me atrajo hacia sí para presionar dulces besos contra mi estómago. Sus besos fueron más abajo, siguiendo la cinturilla de mis bragas, y me estremecí con el toque de sus dedos cubriendo mi espalda baja. Envolví mis manos en sus hombros para no perder el equilibrio.

Segundos después, sentí un tirón en mi sujetador y este se abrió, cayendo por mis brazos. El calor inundándome. Nunca nadie me había visto desnuda. Sin embargo, una mirada a los ojos de Marco, y toda vergüenza huyó. Marco gimió, sus ojos deslumbrándome, y me encontré guiada hacia él hasta que tuve que poner mis rodillas en la cama a cada lado para estar horcajadas sobre él. Al bajar mi trasero en su regazo, sentí su gran erección a través de sus pantalones vaqueros y una oleada de conciencia sexual abrumadora se estrelló sobre mí. Mis pechos se hincharon, mis pezones se tensaron, y Marco lo tomó como una invitación. Su boca se envolvió alrededor de mi pezón y la sensación… el hormigueo, la urgencia repentina me hizo mecer mis caderas contra las suyas… quería más. Quería mucho más… Gemí su nombre a medida que ardía. Marco se retiró, su mirada de párpados pesados posándose en mi cara, sus fuertes brazos sosteniéndome fuerte. —No debería estar haciendo esto. Tomé su cara entre mis manos y miré profundamente en sus ojos. —¿Preferirías que fuera algún otro tipo? Y fue entonces cuando lo vi. El oscuro parpadeo de ira, de posesividad, que le había hecho besarme en primer lugar. Triunfante, presioné mis labios contra los suyos, gimiendo de placer cuando él me devolvió el beso. Duro. Nuestras lenguas se tocaron, enviando chispas de creciente excitación a través de mí. El beso se tornó anhelante… meses, años incluso, de anhelo hacia él. Nos separamos brevemente para que pudiera tirar de su camiseta sobre su cabeza, mis manos recorriendo y memorizando todos los duros contornos de su hermoso torso. De repente estaba siendo volteada, con la espalda en la cama, y Marco retrocediendo. Miré hacia él, jadeando, rezando para que no detuviera esto. Mis oraciones fueron contestadas.

Se alzaba sobre mí, una fantasía hecha realidad. Su hermosa piel de tono caramelo, sus poderosos hombros, los abdominales que me hacían agua la boca. Sentí una oleada de calor ante la vista de la sexy definición en sus caderas y la manera en que su erección se tensaba contra la cremallera de sus pantalones vaqueros. Había una gran intensidad en sus ojos azules verdosos que me hizo temblar por completo. Tomó mi pie, tirando suavemente de mi zapato. Y luego el otro. Sus ojos siguieron la longitud de mis piernas mientras acariciaba mi pantorrilla. —He pensado en esto —admitió en voz baja—. Un millón de veces más de lo que nunca debería haberlo hecho. Antes de que pudiera responder, él puso una mano en el colchón cerca de mi rodilla y se inclinó sobre mí, su otra mano enganchándose en mi ropa interior. Sus ojos hicieron la pregunta y yo asentí, levantando mis caderas para ayudarlo. Tiró de mi ropa interior por mis piernas y luego se tomó un minuto para observarme. Sentí que mis mejillas se sonrojaban bajo su mirada caliente. —¿Marco…? Le dio un beso a mi tobillo y luego dio un pequeño empujón a mis piernas. Mi vientre inferior revoloteó frenéticamente, pero moví mis piernas, la anticipación tornándome resbaladiza. Su aliento abanicó calurosamente sobre mi piel mientras se arrastraba entre mis piernas. Levantó uno de ellas por encima de su hombro y besó el interior de mi muslo. Luego me besó allí. Arqueé mi espalda, gimiendo ante la sensación de su boca sobre mi sexo, su lengua rodeando mi clítoris durante un tiempo antes de moverse más abajo y lamer mi interior. Empujé contra él por más, mis gritos de placer ahogados por la fiesta fuera de la pequeña burbuja de paraíso privado que habíamos creado en su habitación. Marco me atormentó con su lengua, su propio gruñido de placer vibrando a través de mí en la manera más deliciosa posible.

Lo sentí erigirse, mi cuerpo poniéndose rígido a medida que la tensión aumentaba, crecía y crecía… y luego me hice añicos. Mi primer orgasmo. Deleite y una extraña sensación de liberación fluyó a través de mis extremidades cuando me derretí con absoluta relajación contra el colchón de Marco. Abrí los ojos con una suave sonrisa para ver a Marco despojarse de sus pantalones vaqueros. Me quedé helada al ver su erección. Era enorme. ¿Cómo haría para…? —Ssh. —Él me hizo callar de modo tranquilizador, con urgencia, mientras acariciaba mi cadera. Me besó mientras su cuerpo bajaba sobre el mío y envolví mis brazos alrededor de su espalda, acercándolo más. Nunca antes nada se había sentido más perfecto que sentir su cuerpo duro contra el mío más suave. Quería estar dentro de él y lo quería dentro de mí. En todos los sentidos que dos personas podrían estar. Me tocó, dos dedos deslizándose en mí. Su respiración se detuvo. —Tan lista. Tan ajustada. —Él gimió y enterró su cabeza en mi cuello, besándome allí. Moví mis caderas hacia él, sintiéndome de repente muy impaciente. —Marco, por favor. Levantó la cabeza y nuestros ojos se encontraron. Ahí estaba. Esa cuerda. Esa conexión. Se movió, sus caderas deslizándose contra las mías y sentí el latido caliente de él golpear entre mis piernas. Aferré sus caderas con mis muslos, preparándome. Él se lanzó hacia delante, empujando en mi apretado cuerpo resistiéndose.

Traté de recuperar el aliento ante la abrumadora sensación de saciedad. Marco apretó los dientes, agarrándome por la parte posterior del muslo. Eso cambió el ángulo y así se empujó con más fuerza. Grité ante el ardor del dolor, todo mi cuerpo tensándose. —Hannah —jadeó Marco, su preocupación rompiendo a través de mi estado de shock. Abrí los ojos. Él me miraba, algo así como la culpa grabada en su rostro. Eso enterró el dolor. —No te detengas —le rogué, no queriendo que él se arrepiente jamás de esto. Negó con la cabeza. —Estás tan apretada. —Sigue adelante. —Empujé su cabeza hacia abajo para darle un beso; el beso desesperado y profundo. Este caliente ruido sordo gruñó desde el fondo de su garganta cuando él comenzó a mover sus caderas contra las mías. Había un poco de dolor residual, pero la molestia se alivió cuando toda mi conciencia se centró en los empujes de su palpitante pene dentro de mí. Su agarre en mi muslo se tensó, sus ojos llenos de lujuria sobre los míos todo el tiempo mientras él comenzaba a moverse más rápido, bombeando dentro y fuera de mí, creación de la tensión de nuevo. —No puedo esperar —dijo jadeando, agitando la cabeza—. Lo siento… — Apretó los dientes de nuevo, los músculos en su cuello tensándose mientras sus caderas se aquietaban contra las mías segundos antes de que él se estremeciera con su liberación dentro de mí. Marco se derrumbó contra mí, con el rostro enterrado en mi cuello, y mientras le acariciaba la espalda sentí la maravilla de ese momento cayendo en cascada sobre mí, dejándome absolutamente contenta. Sonreí, las lágrimas picando en mis ojos.

—Te amo —susurré. Los músculos de su espalda se tensaron. La cautela se removió en mi pecho, fea y oscura; y esperé, conteniendo la respiración. Él se levantó de encima de mí, mirándome con incredulidad. —¿Qué demon…? —Se alejó de mí como si yo lo hubiera quemado—. No lo hicimos. ¿Qué…? —Se apresuró a vestirse. —¿Marco? —Me senté, mis labios temblando de vulnerabilidad. Sus ojos me recorrieron, y lo que sea que vio le hizo apretar sus propios ojos cerrados en desesperación. ¡Desesperación! Mis lágrimas cayeron. —No debimos hacerlo. —Marco. —No debería haberlo hecho. —Tiró su camiseta por su cabeza y rápidamente metió sus pies en sus zapatos. Se volvió a mirarme cuando giraba la cerradura en la puerta—. Lo siento, Hannah. Dios, lo siento. Y entonces me dejó allí. Llorando, me tambaleé por la habitación a través de mi visión borrosa, poniéndome mi ropa antes de que alguien entrara. Vestida, miré hacia la cama, con los ojos enfocados en la mancha de sangre en la sábana. ¿Desesperación? La desesperación en este momento era la mía, no suya.

 Nunca lo volví a ver. No hasta hace unas horas en una boda al azar. Mi primer amor. Mi primera vez. Mi primer corazón roto. Las lágrimas brillaron en mis ojos, pero no las dejé salir. Me despojé de todas esas lágrimas hace años.

Capítulo 7 Traducido por liebemale

Creo que más que nada

estaba enojada. No sólo por lo que Marco me

había hecho dejándome, sino también por lo que su reaparición estaba provocando en mí. Me había sentido perdida durante mucho tiempo después de que él se fue. Me había tomado un tiempo encontrar mi fuerza y la independencia de nuevo. Eso había significado el endurecimiento de mi corazón y la creación de puertas bien cerradas en mi alma que sólo la gente en la que confiaba implícitamente podría jamás llegar a tocar. De pie frente a él, mirando a su hermosa cara y esos ojos que parecían aún más conmovedores que antes, era esa chica de diecisiete años de edad de nuevo. Totalmente perdida. Eso me molestó. ¿Cómo se atrevía a caminar de regreso a mi vida y hacerme sentir de esa manera? Yo no era esa persona. Yo era mi propia persona y sabía quién era, sabía de lo que era capaz. Yo tenía amigos y estudiantes y colegas que conocía y respetaban a mí y a la familia. Esta persona, esta adolorida, magullada, persona perdida... no era la persona que conocían. Eso me enfureció. Dando vueltas toda la noche, la ira carcomiéndome y yo sabía, cuando finalmente me deslicé de la cama el domingo, que no podría enfrentarme a mi familia. Me miraban solo una vez y ya saben que algo me estaba pasando. Cole ya estaba sospechando demasiado. Así que envié un mensaje a mi madre y le dije que estaba llena con el trabajo y no podía ir al almuerzo del domingo. En verdad, necesitaba tiempo para calmarme, reflexionar, para volver a ser yo otra vez.

Para ello me fui a mi sala de estar, rodeada con el trabajo escolar, y pasé todo el día poniéndome al día con las calificaciones. En algún lugar en el camino, la ira comenzó a enfriarse. Estaba tan absorta calificando que salté de mi cama cuando sonó el timbre. Eran más de las seis de la tarde, el cielo se estaba oscureciendo afuera, y tuve que prender mis lámparas para ver mi trabajo. No se me ocurrió quien estaría visitándome. Con mi loca, sobreprotectora pandilla podría haber sido cualquiera. No sé por qué me sorprendió. Esta sería la cuarta vez que me había perdido el almuerzo del domingo en muchos meses. Debería haber sabido que iba a empezar a preocupar a alguien. Ese alguien era Ellie. —¿Qué estás haciendo aquí? —le pregunté, siguiéndola en mi sala de estar. La vi tomar mi trabajo, con una expresión pensativa. —¿Ellie? Ella frunció el ceño—. Te perdiste el almuerzo del domingo. Una vez más. Hice un gesto a mi trabajo. —Le dije a mamá que tenía un montón de calificaciones que hacer. A pesar de la evidencia que estaba en frente de su cara, mi hermana no parecía comprarlo. Ella me conocía demasiado bien. —¿Estás segura de que es eso? Cole parecía preocupado de que no estuvieras allí. Ellie seguiría cavando hasta encontrar la verdad, así que lo más hábil, era optar por una versión de la verdad. Suspiré, cruzando los brazos sobre el pecho. —Está bien. Cuando Cole y yo estábamos en la boda de Anisha anoche, me topé con una explosión del pasado. Marco D'Alessandro. Los ojos azules de mi hermana se agrandaron por la sorpresa. —Dios mío. ¿Cómo fue? Cualquier intento de mantener fuera la amargura de mi cara se fue claramente cuando curvé mi labio con desdén.

—Me enteré de que regresó a Edimburgo hace cuatro años y no se molestó en ponerse en contacto. —No bueno. —Ellie hizo una mueca con simpatía. —¿Qué me importa, ¿verdad? —Me dejé caer en mi sofá—. Es sólo que... — Sacudí la cabeza con desconcierto y dolida, viendo a Ellie sentarse en mi sillón—. Encontré una foto de él la semana pasada y fue la primera vez en mucho tiempo que había pensado en él... y luego ¡puf! De pronto, justo en frente de mí. Me dejó sin equilibrio. Pero ahora estoy bien. Ellie entrecerró sus ojos en mí, escrutándome. —Espero que estés diciendo la verdad. Hice una mueca—. Lo estoy. —Hannah, soy tu hermana y te quiero. Tienes toda una familia que te ama. Hace cinco años comenzaste a dejarnos fuera, poniendo esto al frente, decidiendo cuidar de ti misma sin nuestra ayuda. Tienes que parar eso. No sólo por ti, también por nosotros. Estamos aquí si nos necesitas, y, francamente, necesitamos que nos necesites. Sintiéndome culpable, me alejé de ella, mirando mi trabajo. —No los estoy dejando afuera, Els. Te prometo que estoy bien. —No te creo —respondió ella en voz baja—. No me he olvidado nuestras conversaciones en aquel entonces. No he olvidado lo mucho que sentías por él. Marco es tu Adam. Estuviste devastada cuando se fue. Sé que no estás bien. No dije nada. Yo no sabía qué decir o si era posible obligar a las palabras a salir en medio de la caliente, bola dolorosa de lágrimas que obstruía mi garganta. En mi prolongado silencio, Ellie suspiró con tristeza y se marchó. El hecho de que ella no dijera adiós me dijo que estaba herida y molesta conmigo mí. Yo volví a estar molesta con Marco. Me quede en mi lugar por un tiempo, hasta que sonó el teléfono y salí de mi aturdimiento. Con un suspiro, llegué a él, y no reconocí el número. Con la esperanza de que no fuera un vendedor, no sólo por mí, sino por ellos, respondí.

—Hannah, soy yo. —La profunda voz familiar de Marco me golpeó con la fuerza de una bala de cañón. Todo mi cuerpo se estremeció por el teléfono en estado de shock y lo miré durante un segundo, furia construyéndose rápidamente en mí por su audacia. Le oí decir mi nombre en interrogante. Al poner el teléfono en la oreja, le espeté: —¿Cómo conseguiste este número? —Por Anisha. Le expliqué que éramos viejos amigos. Sólo quiero hablar. Necesito la oportunidad de explicarme. En los últimos años me había imaginado este momento, y cada vez le colgaba el teléfono de inmediato o me alejaba. En realidad me encontré dudando porque la realidad era que él no sonaba como el chico que una vez había conocido. No era fácil de describir, pero incluso conmigo, alguien a quien había considerado su mejor amiga, había mantenido una precaución alrededor de sus palabras todo el tiempo. No había una precaución ahora. No podría decir cómo lo sabía. Yo sólo lo... sentí. Y me sorprendió por unos segundos. Unos segundos llenos de curiosidad e indecisión. Pero siguiendo esos segundos estaban los recuerdos de lo que había pasado. —¿Hannah? —Yo no quiero escucharlo —le contesté—. Ya lo superé. Antes de que Marco pudiera decir otra palabra, colgué y apague mi teléfono. —Parece que tengo que conseguir un nuevo número —dije con ligereza, pero no me engañaba. Me temblaban las manos y el corazón me latía con fuerza mientras puse el teléfono en mi mesa. El año de prueba a menudo era difícil, los días eran a veces estresantes y yo estaba ocupada todo el tiempo. Por una vez me alegré de eso en los

próximos días. Yo también estaba agradecida por el curso de alfabetización de adultos y por el grupo de libros al que me había unido y que se reunía todos los miércoles por la noche en St. Stephen‘s Center. Si me mantenía activa y centrada en otra cosa que Marco, era un regalo del cielo. Tuve mi clase de cuarto año esa tarde, y definitivamente ayudaron a mantenerme ocupada. Parece que no todos ellos estaban felices de estar leyendo la obra Pygmalion de George Bernard Shaw. Durante todo el período, Jack Ryan, el pequeño dolor en el trasero por el que Tabitha Bell había estado tan molesta, suspiró varias veces pesadamente mientras leíamos y discutíamos las escenas de la obra. Cinco veces le había pedido sentarse correctamente en su escritorio después de que él empujó su silla hacia arriba sobre sus patas traseras, equilibrando precariamente. Tuve visiones de la silla tirándolo para atrás y su cabeza rompiendo la esquina de la mesa detrás de él y yo culpándome por su estupidez. Me estaba volviendo loca, pero yo estaba haciendo mi mejor esfuerzo por ignorarlo y enseñar. —¿Aw, vamos, hombre, que carajo es esta mierda? —se quejó, lo suficientemente alto como para que yo lo oyera. Antes de que pudiera reprender, Jarrod lo hizo. —¿Por qué no jodidamente te callas, tu pequeño quejoso bastardo?" —Jarrod —le advertí. —¿Qué? —Jarrod hizo una mueca ante mí—. Está siendo un idiota. —Eso no significa que tengas que rebajarte a su nivel. La silla de Jack dio una sacudida contra el suelo. —¿Me está llamando idiota, señorita? Le di una larga mirada en respuesta. Jarrod se relajó, riendo triunfalmente a Jack. Jack se sonrojó, pero, afortunadamente, la campana sonó antes de que pudiera recibir su réplica segura-a-ser-una falta de respeto.

A medida que los chicos se levantaban para irse, llamé a Jarrod a mi escritorio, algo que parecía estar convirtiéndose en un acontecimiento regular. Él contoneándose hacia mí con su aplomo arrogante, sonriéndome. —Si vas a darme una reprimenda, no te molestes. Levanté las cejas hacia él. —¿Que no me moleste porque sabes que estabas mal? Él se encogió de hombros—. Sólo dije lo que tú querías decir. Eso era tan terriblemente cierto que tomó todo en mí para no dejar ese hecho fuera. —Jarrod, el punto es que eres un niño brillante, y un buen chico, y hay que aprender a dejar de tomar represalias contra los idiotas que no valen la pena. Mantén tus labios sellados y márchate. —¿De quién? ¿De Ryan y el Sr. Rutherford? —se burló. Me encogí de hombros esta vez, y Jarrod sonrió como si supiera que yo estaba de acuerdo con él. Quería frenar ese genio suyo para que chicos como Jack Ryan y Rutherford no obtengan lo mejor de él. Le dije eso y él miró al suelo, pensativo. Unos pocos segundos de contemplación pasaron, y como no quería que se sienta como si estuviera cargando sobre él todo el tiempo, le saqué otro tema. —¿Viste mis notas en tu ensayo personal? Él asintió con la cabeza. —¿Haciendo algún progreso? —Supongo que sí. —Tan bueno como es, yo sólo siento que tendría más impacto si el lector tuviera idea sobre tus padres y su influencia en tu relación con tu hermano. Los ojos de Jarrod se endurecieron.

—Bueno, es sólo mamá, yo, y el hombrecito. Papá se fue justo después del nacimiento de mi hermano. Sintiéndome incómoda al instante y sabiendo que no podía decir nada útil ya que, afortunadamente, no tenía visión personal de los padres que abandonan a sus hijos, le ofrecí un patético—: Lamento escuchar eso. —Eso no importa. —Se encogió de hombros con indiferencia falsa. —Sí lo hace. Trata de escribirlo. Podría ayudar. Puso los ojos, dándome una sonrisa triste. —Mira, ¿por qué tienes que ir a echar a perder un perfectamente agradable momento con la mierda de ensayo personal, Srta. Nichols? Dándole una mirada que le dijo que no compraría su pretensión, abrí mi boca para despedirlo cuando un fuerte golpe en la puerta abierta del aula atrajo nuestras miradas. Contuve el aliento, mi cuerpo se congeló en shock. Llenando toda la puerta estaba Marco. Llevaba una sudadera con capucha de lana oscura y jeans oscuros metidos en botas de construcción. Mis ojos se movieron de nuevo a su cara, y sentí esa dolorosa mueca de dolor en el pecho por su hermosura. ¿Qué demonios estaba haciendo allí? Jarrod sintió la repentina tensión. —¿Está bien, señorita Nichols? —Sus ojos se abrieron al ver a Marco y al instante se redujeron en sospecha. Mi corazón se aceleró, me volví a mi estudiante y trató de sonar calmada mientras yo respondí—: Estoy bien. Nos vemos la próxima clase, Jarrod. —Me puedo quedar —dijo tercamente. Sonreí ante su actitud protectora, pero negué con la cabeza. —Voy a estar bien. No parecía convencido o demasiado feliz por dejarme con el gran hombre, meditando en la puerta, pero él me dio una elevación de la barbilla en

despedida y se dirigió al otro lado de la habitación, sus ojos evaluando a Marco con alerta a pesar del tamaño de Marco. Marco lo vio salir, su mirada lo seguía fuera del aula. Cuando Jarrod se perdió de vista, se volvió hacia mí con una mirada divertida en sus hermosos ojos. —Tienes uno leal allí. No, no. No habría bromas en esta emboscada. —¿Qué estás haciendo aquí? A mi pregunta, la determinación se extendió por todo su rostro y él entró en la habitación, de alguna manera llenando todo el espacio con su más potente que nunca presencia. Miré con recelo mientras él se detuvo a unos metros de mí. —Nish dejó mi nombre con recepción para que yo pudiera entrar Mi capataz me dejó salir del trabajo más temprano. Me imaginé que mi única oportunidad de verte sería en la escuela. Mi pulso estaba literalmente corriendo, probablemente visible en mi cuello, por lo que me alegré de llevar el pelo suelto. Tan obstinado como estaba en intentar hablar, yo estaba decidida igualmente a demostrar que no me afectaba. Subí la barbilla obstinadamente. —¿Por qué? Te dije que no me interesa nada de lo que tengas que decir. Se encogió de hombros, sus manos en los pantalones vaqueros. —Creo que tu actitud sugiere lo contrario. Lo fulminé—. ¿Qué se supone que significa eso? Si eso era un tic de diversión en su labio lo iba a matar. Hizo un gesto con dos dedos en la dirección a mi frente y líneas de expresión. —Eso lo hace. Era hora de cambiar de táctica. —¿Por qué diablos quieres hablar? Odias hablar. Marco se rió entre dientes.

—Ya no soy ese tipo, Hannah. Sólo quiero una oportunidad de explicar eso. Pero también para explicar el pasado. Y pedir disculpas por ello. Había una parte de mí que estaba desesperada por ceder, como yo lo había hecho, cuando era una niña, ansiosa por su respeto y cariño. Pero ya no era ella. Él me había ayudado a ver eso. Me apoyé en mi escritorio y crucé los brazos sobre mi pecho. —¿Lo sientes? Sus ojos brillaban con remordimiento evidente. —Por supuesto. —¿Y alguna vez realmente te preocupaste por mí? Otra cosa apareció en sus ojos, algo más intenso. Su voz era más profunda cuando él respondió—: Sí. —Bueno. Si eso es cierto, puedes probarlo dando la vuelta y caminando por esa puerta. El descontento reemplazó la intensidad—. Hannah… —Pruébalo —insistí con fiereza. Marco me miró durante un largo momento, el músculo de la mandíbula trabajando al igual que lo hacía cuando no estaba contento por algo. Para mi sorpresa, mi alivio, y mi decepción, me hizo un gesto espasmódico y se volvió. Lo vi alejarse, mi garganta seca por la sed y el hambre y el dolor.

Capítulo 8 Traducido por Otravaga

El jueves por la noche

después de la clase de alfabetización de adultos,

hice lo que siempre hacía y fui al gimnasio de mi vecindario. No tenía tanto tiempo para hacer ejercicio como lo había tenido cuando estaba en la universidad, pero siempre me sentía mejor si al menos conseguía ir a dos sesiones a la semana. A veces, cuando las cosas estaban particularmente disparatadas me las arreglaba para ir sólo a una. Y eso siempre era un jueves por la noche. Al igual que mis noches con el grupo de lectura, anhelaba mis jueves en la noche en el gimnasio, porque durante toda una hora me desconectaba del trabajo, los amigos y la familia y sólo me concentraba en sudar. Había veces, aunque no tan a menudo, en las que los hombres que creían que eran tan atractivos que eran a prueba de rechazo intentaban ligar conmigo mientras yo estaba tratando de disfrutar de mi entrenamiento. Descubrí que el silencio por lo general los desconcertaba y rápidamente se esfumaban. Estaba en la trotadora, avanzando de una caminata hacia una carrera, cuando en mi visión periférica vi la gran figura de un sujeto subiéndose en la trotadora a mi lado. Mi piel ardió bajo su evaluación, pero lo ignoré. Sin embargo... mi piel no dejaba de arder porque él no dejaba de mirar. Molesta, me atreví a darle una mirada feroz y casi salí volando hacia atrás de la cinta cuando me di cuenta que era Marco. Él extendió la mano para sostenerme, pero lancé las manos y atrapé los rieles. Casi suspiré de alivio de que no me hubiese tocado. Rápidamente reduje la velocidad de la máquina, deteniéndola, de modo que pudiera lanzar una mirada asesina a máxima intensidad contra él. Me devolvió la mirada, sin decir una palabra, mientras yo trataba de procesar qué demonios estaba pasando y el hecho de que se veía más que

increíble en su camiseta blanca y sus pantalones de chándal. Él definitivamente visitaba el gimnasio a menudo. ¡Pero no mi gimnasio! —¿Qué demonios estás haciendo aquí? —susurré, alisando mechones de cabello en mi cola de caballo, dolorosamente consciente de lo asquerosa que debía lucir. Marco me dedicó una sonrisa infantil. —Entrenando. Ignorando los aleteos causados por esa sonrisa, entrecerré los ojos y le dije con los dientes apretados: —Nunca antes te he visto aquí. —Eso es porque nunca antes he estado aquí. Ingresé hoy. Estaba bastante segura de que un nervio debajo de mi ojo derecho comenzó a temblar. —¿Por qué? Y responde por completo esta vez. Sonrió ampliamente de nuevo, cruzando los brazos sobre su pecho para que sus bíceps se flexionaran. Oh, madre de Dios. Era oficial. Lo odiaba. —¡Habla! —dije bruscamente, tratando de controlar mis ojos errantes. Riéndose entre dientes, Marco respondió: —Anisha me dijo que este es tu gimnasio, así que ahora es mi gimnasio. —¿Me estás acechando? —Prefiero llamarlo ―perseguirte activamente‖. Te lo dije, sólo quiero una oportunidad de explicarme. Sacudiendo la cabeza, incrédula, pregunté: —¿Quién eres tú?

—No soy el sujeto que solía ser. —Olvida que pregunté, ¡porque no me importa! —grité, lamentándolo instantáneamente cuando uno de los entrenadores me lanzó una mirada de advertencia. No me gustaba la expresión triunfal en el rostro de Marco. Yo estaba dejando demasiado claro que él me estaba afectando. Aspiré altivamente y di un paso fuera de la trotadora—. No quiero una explicación y no me importa a que gimnasio vayas. Estoy aquí para ejercitarme. Haz lo que te plazca. Con esa inflexibilidad, me alejé de él, tratando de recordar si estos eran los pantalones cortos que hacían que mi trasero luciera plano. Juro que mis nalgas se enrojecieron por debajo de la tela ante el pensamiento de él echándome un vistazo. Me subí a la elíptica e intenté sacar a Marco de mi mente. No fue tan fácil cuando él me siguió y se subió a la elíptica a mi lado. Hice un valiente trabajo ignorándolo... ignorándolo cuando me siguió como el acosador que lo había acusado de ser, por todo el gimnasio de manera que parecía que estábamos ejercitándonos juntos. —Si quieres levantar algunas pesas te entrenaré. —Me sonrió ampliamente mientras yo terminaba en la máquina de remo. Le di una mirada de burla. —Prefiero tener un elefante con un problema de flatulencia sentado en mi rostro. Marco se atragantó con una carcajada, tragando lo que estaba segura había sido una ráfaga de diversión. ¿Él había cambiado? Hmm. ¡No! Nada de Hmm. ¡No te importa un pepino si ha cambiado! —Descriptiva —respondió, con júbilo en sus ojos claros—. ¿Sigues escribiendo? Crucé los brazos sobre mi pecho, ladeando la cadera con actitud. —En realidad, todavía estoy escribiendo. ¿Cuál crees que es mi más reciente historia? Es sobre este melancólico muchacho estadounidense

plagado de problemas que se acostó con esta agradable chica escocesa. Ella le dijo que lo amaba y eso lo indignó tanto que voló a través de todo un océano para escapar de ella, sin dejar nada atrás salvo un corazón roto y sangre virgen en las sábanas. Toda la diversión huyó del rostro de Marco. Él dio un inseguro paso hacia mí, levantando la mano como si fuese a tocarme, a consolarme. Me estremecí, manteniéndolo a raya, con todo ese dolor y esa rabia disimulados bajo una falsa calma. No sé de dónde sacaba la fuerza para encontrar esa calma, pero le daba gracias a Dios por ello. —No lo hagas. No me importa si has cambiado. No me importa quién eres ahora. No necesito ni quiero tus explicaciones, porque lo que hiciste, no me lo hiciste a mí, se lo hiciste a esa chica que dejaste atrás. Y ya no soy ella. Tú te aseguraste de eso. Ella podría haber necesitado respuestas y una disculpa, pero yo... yo no sé de qué estás hablando. Sólo eres alguien acechándome en el gimnasio de mi vecindario. Con eso me di la vuelta y me alejé de él, con la esperanza de que no viera mis piernas temblando. La primera cosa que hice cuando llegué al vestuario fue enviarle un mensaje de texto a Nish, que estaba en su luna de miel en las Maldivas. Básicamente le advertí que dejara de darle a Marco mi itinerario semanal y de darle permiso a la recepcionista en la escuela para dejarlo entrar. O ya iba a ver. Usé un montón la palabra con ―j‖.

 Aunque tenía tiempo para ir al gimnasio el lunes siguiente, no lo hice. No había recibido más llamadas o visitas sorpresa de Marco, pero no iba a arriesgarme otra vez en el gimnasio. Sin embargo, no importaba. Él había ganado. Estaba dentro de mi cabeza, justo donde sabía que él quería estar. Seguía esperando que apareciera en todas partes, y odiaba que estuviera aliviada y decepcionada a la vez cuando pasaba el día sin verlo. Al parecer mi mente sabía exactamente lo que quería, pero mi cuerpo y mi corazón no estaban de acuerdo con eso.

Traté de relajarme yendo a cenar con Michaela y Colin el sábado, y visitando a mi familia en el almuerzo del domingo. Al menos debo haber hecho un trabajo aceptable fingiendo relajación y calma porque no fui acribillada con preguntas preocupadas. Incluso me las arreglé para convencer a Ellie para que dejara de estar molesta conmigo. La escuela estuvo particularmente ajetreada, ya que faltaban sólo un par de días para Halloween y los niños estaban hiperactivos. Esto significaba que estaba realmente ansiosa por ir a mi grupo de lectura porque era muy relajante e interesante y un lugar para escapar por completo de mi vida real. Éramos un grupo de once personas, pero por lo general sólo ocho o algo así se presentaban en la noche. Oscilábamos desde los veintidós años de edad (yo) hasta los cincuenta y ocho (una recepcionista dental sin pelos en la lengua llamada Ronnie). Estábamos leyendo ―Criadas y Señoras‖3 y sabía que el tema en cuestión daría lugar a conversaciones tendenciosas. Apartaría mi mente de ciertas cosas por un tiempo. Esa tarde entré en la sala que utilizábamos en el centro comunitario sintiendo que esta noche sería la noche para olvidarme de Marco y su extraño comportamiento de la última semana para siempre. Sonreí para saludar a Chris, el único hombre en nuestro grupo. Chris tenía cuarenta y cinco años de edad y era profesor de historia de secundaria. Se había unido al grupo de lectura, así como a un club de ajedrez y un equipo de bolos en un esfuerzo por seguir adelante tras su divorcio. Me acomodé en mi asiento habitual entre Chris y Laila, una bloguera de libros de veinticinco años de edad, que tenía una memoria fotográfica y había leído más libros en su corto tiempo en el planeta que el resto de nosotros colectivamente. —Oh, Hannah, ¡ven a conocer a nuestro miembro más reciente! —llamó Ronnie. Levanté la mirada de mi bolso donde estaba sacando mi copia de ―Criadas y Señoras‖ para buscar a través de la habitación a Ronnie. La incredulidad se estrelló sobre mí. Marco se cernía sobre ella, sonriéndome ampliamente.

3

The Help: novela de 2009 escrita por la autora estadounidense Kathryn Stockett (llamada Criadas y Señoras en su versión al español). La historia trata sobre las criadas afroamericanas que trabajaban para las amas de casa blancas en Jackson (Misisipi), durante principios de los 60.

—Oh, Dios mío —murmuró Laila, devorando a Marco con los ojos—. Él es totalmente mi último novio de novela. Le lancé a ella una mirada asesina antes de ponerme lentamente de pie. Caminé hacia Ronnie y Marco, preguntándome cómo manejar esta nueva situación, y también preguntándome cómo diablos detener el hormigueo entre mis piernas por la forma en que Marco estaba mirándome. Sentí sus ojos vagar sobre mí, deteniéndose en mis pechos, siguiendo la curva de mis caderas y rozando mis piernas, antes de viajar de nuevo hacia arriba. Cuando nuestros ojos se encontraron, los suyos estaban llenos de ese tipo de calor flagrante por el que yo habría dado cualquier cosa hace cinco años atrás. —Marco. —Lo saludé secamente, decidiendo no ocultar el hecho de que lo conocía. Los ojos de Ronnie se ensancharon. —¿Ya conoces a Marco? —Ajá. —Le levanté una ceja en interrogación y él me dio esa sonrisa de nuevo. Era una nueva sonrisa. Y tuvo un efecto inmediato en mis partes femeninas. Maldito sea. —Bueno, que coincidencia. —Ronnie sonrió, sus ojos yendo y viniendo entre nosotros. —Mmm. —Volteé los ojos en fingido acuerdo—. Ciertamente una coincidencia. Marco se echó a reír. Ronnie pareció repentinamente confundida. —Entonces, Marco... no sabía que te gustaba leer. —Fruncí el ceño en fingida confusión. —Sí. —Asintió inocentemente—. Soy un gran lector. —O un gran mentiroso —dije en voz baja.

—¿Disculpa, Hannah? —Ronnie se inclinó para oírme mejor. La ignoré tan cortésmente como pude, con mi empalagosa sonrisa dirigida a Marco. —Es un placer darte la bienvenida a bordo. ¿Cómo te enteraste de nosotros? Él se rió entre dientes. —Anisha. Al parecer no toma bien las amenazas. ¿Sabes algo de eso? Nish. Por supuesto. Debería haberlo sabido mejor: las tácticas de amenazas la llevarían hacer lo contrario de lo que quería que hiciera. —No sé de qué estás hablando —mentí—. Y voy a matarla. Ronnie suspiró. —Estoy muy confundida en este momento. Suspiré también. —Vamos a empezar, ¿de acuerdo? Tomamos asiento y Marco se sentó junto a Ronnie en la silla justo enfrente de mí en el círculo. Todos los ojos estaban puestos en él mientras Ronnie lo presentaba, y no sólo porque era nuevo en el grupo, sino porque destacaba en muchas maneras. Uno, que era guapísimo; dos, que era estadounidense; y tres, que simplemente tenía ese algo especial en él que atraía a las personas. Le habría arrojado mi libro si eso no hubiese conseguido me echaran del grupo. Incluso lo contemplé seriamente por un momento y dada la silenciosa risa saliendo de los labios de Marco él sabía exactamente lo que yo estaba pensando hacer. Lo fulminé con la mirada y miré hacia otro lado. —¿Has leído ―Criadas y Señoras‖, claramente enamorada de él. —No, no puedo decir que lo he hecho.

Marco?

—le

preguntó

Ronnie,

—Oh, eso está bien. Sólo tienes que avanzar con nuestra discusión. —Claro. Claro. Hice una mueca infantil en mofa y su resoplido trajo mi mirada oscilando de vuelta a chocar con la suya. Se estaba riendo de mí. Me encontraba divertida. ¡Lo estaba disfrutando! Intenté unirme a la discusión, intenté decir todas las cosas inteligentes que tenía que decir sobre el libro, pero con sus ojos verde azulados clavados en mí todo el tiempo, mi cerebro no estaba cooperando. Treinta minutos más tarde, Chris estaba disparándome miradas preocupadas y Ronnie estaba pavoneándose porque había sacado a relucir la mayor parte de los temas de conversación esta semana. Ella se volteó hacia Marco. —¿Hay algo que te gustaría añadir, ahora que has oído algo sobre el libro? Me quedé inmóvil, con los ojos clavados en él a pesar de mí misma. Mi corazón se aceleró en anticipación. Marco no defraudó. Él me miró directamente y respondió: —Creo que suena como un libro acerca de la determinación, acerca de buscar lo que es correcto, lo que se siente correcto, a pesar de las probabilidades en tu contra o las posibles consecuencias. Suena como mi tipo de libro. Estaba congelada en ese momento, mirándolo mientras él me devolvía la mirada con toda la determinación que había mencionado. Mis palmas comenzaron a sudar, no podía oír por encima de la sangre agolpándose en mis oídos, y me preguntaba a dónde diablos se suponía que fuese a partir de allí. Él estaba diciéndome que no iba a renunciar. Pienso que le creía. Aclarando mi garganta, me puse de pie bruscamente y metí el libro en mi bolso. Sin decir una palabra, me apresuré a salir de allí, ignorando a una

preocupada Ronnie llamándome por mi nombre mientras los demás murmuraban su desconcierto.

Capítulo 9 Traducido por Helen1

“Cuando estoy contigo

se siente como que todo va a estar bien. No

puedo explicarlo.‖ No pude conseguir sacar la voz de Marco de mi cabeza, esas palabras que me había dicho hace mucho tiempo. Ellas habían significado tanto para mí entonces, porque sabía que él no era el tipo de persona que expresa sus emociones bien, y ese día se había dejado a sí mismo ser vulnerable conmigo. A pesar de todo lo que había sucedido, a pesar de él dejándome y rompiendo mi corazón, no podía detener que esas palabras continuaran persiguiéndome. Parada sola en el pequeño patio en la parte trasera de la casa en la que crecí, me quedé mirando el suelo y peleé conmigo misma, llamándome estúpida por recordar lo dulce cuando lo amargo había hecho tanto daño. Pero en cierto modo, supongo, el amargo no me afectaría tanto si el dulce no hubiera sido tan condenadamente dulce. —Nanna. Miré hacia las puertas francesas ahora abiertas que conducían al comedor de mis padres para ver que Cole me miraba con preocupación. El ruido de la parte delantera de la casa se filtraba hacia mí ahora que la puerta estaba abierta. Aunque Joss, Braden, Beth, y Lucas no estaban con nosotros porque tenían entradas para un musical infantil, la casa todavía estaba llena y ruidosa. Liv y Nate habían venido esta vez, junto con Lily y January. Ellie y Adam estaban allí también con William, y Jo, Cam, Cole, Dec; y Penny se nos habían unido.

Le sonreí a Cole. Desde que Lily empezó a llamarme Nanna, Cole lo utilizaba juguetonamente. —¿Qué pasa? Salió y cerró la puerta. Fruncí el ceño ante la fina camiseta que llevaba puesta. A pesar de que exponía su obra de arte, también lo exponía al frío de noviembre. —Vuelve dentro y ponte una chaqueta. Una esquina de su boca se detuvo en una sonrisa divertida. —Estoy bien, mamá. —Vas a coger un resfriado. —Estoy bien —insistió—. ¿Tú? Yo no lo creo tanto. Se estaba haciendo más y más difícil fingir con mis amigos y familiares que no estaba en un buen estado de ánimo. Me había pasado la última semana completamente trastornada, viviendo dentro de mi propia cabeza. No sabía lo que sentía por la persistencia de Marco y porque nadie más sabía toda la historia, ni siquiera tenía a nadie a quien recurrir. Y al final eso fue mi culpa. —Hannah, en serio. —La sonrisa de Cole se deslizó, un ceño profundo apareció entre sus cejas—. Has estado tranquila durante toda la semana y estás aquí sola, luciendo como si tuvieras el peso del mundo entero sobre tus hombros. Estoy preocupado. Dime lo que está pasando. Suspiré, no quería molestarlo con una mentira obvia. —¿Te acuerdas de Marco, de la boda? —Él asintió y esperó a que yo continuara—. Yo solía estar enamorada de él. Las cejas de Cole subieron a esa pequeña bomba de información. —¿Cómo no lo sabía? —Tú y yo no éramos tan cercanos en aquel entonces. Jo, Ellie, Joss y Liv saben de él. Nos conocimos cuando yo tenía catorce años y para el momento en que tenía diecisiete años estaba loca por él. Él es mayor, por

lo que éramos sólo amigos. A veces me daba clases. Pero yo siempre quería más. Nos besamos cuando tenía diecisiete años… —diluí la información—. Y justo cuando pensaba que tal vez él sentía lo mismo por mí, volvió a América. La recepción de la boda fue la primera vez que lo he visto desde entonces y... me dijo que regresó a Edimburgo hace cuatro años. Los ojos de mi amigo brillaban con simpatía. —Lo siento, cariño. Ojalá lo hubiera sabido. Nunca te habría dejado sola esa noche. —Necesitaba estar sola —le aseguré. —Su reaparición está, obviamente, jugando con tu cabeza. —No, en realidad él lo está. El rostro de Cole al instante oscureció. —¿Qué significa eso? —Esto significa que quiere una oportunidad de explicar por qué se fue de la forma en que lo hizo, y él ha estado dándole la vuelta por donde quiera que yo vaya, en un intento de conseguir que yo escuche. —Continué contándole lo de la escuela, el gimnasio, y el encuentro en el club de lectura. Su ceño se suavizó. Ahora sólo parecía divertido. —Entonces, escucha. Tiré hacia atrás con ira. —No. Él no se lo merece. —Hannah, eran niños. Si él está tomando el tiempo para perseguirte, entonces él se siente claramente mal y quiere una segunda oportunidad. —Ha tenido esa oportunidad por los últimos cuatro años. —Tal vez él no sabía qué decir. —¿De qué lado estás tú? —Del tuyo —dijo con una risa—. Pero Cristo, estás enredándote sobre él cuando todo lo que tomaría para darle un poco de cierre es una mejor

comprensión de dónde estaba su cabeza. Te está ofreciendo esa oportunidad. Le di una mirada baja de desagrado. —Si quisiera una voz de la razón la habría pedido. Cole se rió entre dientes. —Sólo estoy diciendo, a menos que haya más en esto de lo que me estás contando, creo que se merece la oportunidad de explicarse. — De repente, alguna oscura sospecha entró en su mirada—. No hay más en esto, ¿verdad? Negué con la cabeza con calma falsa. —No... Pero él es la razón por la que tomé una decisión estúpida en aquel entonces. Así que... Es eso. La comprensión se apoderó de los rasgos de Cole y él respondió amablemente: —No puedes sostener tus propias acciones en su contra. Sintiéndome culpable por mentirle a Cole y enojada con Marco y conmigo misma por la difícil situación en que me encontraba con mi familia, asentí con tristeza. No había manera de que conseguiría el asesoramiento adecuado sin que mis amigos y familiares conocieran la historia completa, y no tenía ninguna intención reescribir la historia que les había dado con la verdad. —Vamos a dejar de hablar de mí. —Hice un gesto con la mano desestimando el tema—. ¿Cómo estás? ¿Cómo está Steph? Él hizo una mueca. —Steph y yo terminamos anoche. —Mis labios se abrieron con sorpresa. —¿Y tú solo me estás diciendo esto? Él se encogió de hombros.

—No hay mucho que contar. Estábamos fuera después del trabajo ayer por la noche y nos tropezamos con algunos de mis amigos de la escuela y ella comenzó una pelea de gata con una de las chicas. —¿Pelea de gata? —Sus celos son ridículos. Ella tiene problemas de confianza. Ya era hora de acabar con ella. —Todos tenemos problemas, Cole. Las relaciones no son fáciles. A veces tienes que trabajar en ello. —De acuerdo. Pero yo no quería trabajar en ello, así que ¿qué te dice eso? —Ella no es la ideal para ti. —Exacto. —Se dio la vuelta y abrió la puerta—. Ahora que hemos sacado nuestros problemas de relación por el día, vamos a alimentarnos. —¿Estás seguro de que estás bien? —pregunté, siguiéndolo al interior. —Estoy bien —prometió—. Estoy aliviado, en realidad. Los problemas de Steph eran agotadores. A pesar de que yo quería que él fuera feliz y eso era lo que más importaba, no podía dejar de sentirlo por Steph y simpatizar con ella. Las palabras de Cole me deprimieron y las tomé mucho más personalmente de lo que él nunca hubiera querido. Pero la verdad era que yo estaba como Steph. Yo no era locamente celosa, pero mi propia inseguridad venía de la falta de confianza en el sexo opuesto. Era loco, yo sabía que lo era. Estaba rodeada de hombres buenos que no se perdían de sus esposas, pero lo que Marco me había hecho y las consecuencias de esa noche habían cortado profundamente. Había dejado una fea cicatriz que había sido capaz de ignorar hasta que de pronto él volvió de nuevo a mi vida. Parte de la razón por la que nunca me molestaba tratando de encontrar algo serio fue a causa de ese sentimiento que Marco había dejado atrás, pero también porque sospechaba que la mayoría de los hombres reaccionarían a mí y mis problemas como Cole lo hizo con Steph: con ambivalencia e impaciencia. Entonces, ¿cuál era el punto de intentar?



—Algo está pasando —reflexionó Jo, mirando a Liv y Nate encima de la mesa. Ondeó el tenedor hacia ellos—. ¿Qué sucede con ustedes? Cam resopló a su lado. —Tal vez ese es su problema, cariño. —Bueno, sería su problema si se las hubieran arreglado para fingir que no estaban peleando, pero las cosas se sienten un poco frías —añadió Ellie. Liv puso los ojos en blanco. —Nate está siendo un idiota. Nate no levantó la mirada de su plato mientras comía. —Nate no está haciendo nada —murmuró él de regreso. Nate estaba sin duda haciendo algo. Apenas le estaba hablando a su esposa, y cuando se veía obligado a hacerlo, no la miraba. —Guarden los problemas domésticos en casa, gente —rogó Cole. —No es un problema doméstico. —Liv hizo una mueca—. Es un ejemplo ineludible de la inmadurez del hombre. —Oh, dilo. —Ellie se inclinó ansiosamente. —Yo estaba sacando cosas de la casa y le pregunté específicamente para que hiciera una pila de cosas que él no quería dar a caridad y una pila de cosas que quería dar a caridad. No es mi culpa que él mezcló las pilas. —No lo hice. —Él la miró, por fin apartando la vista de su plato—. ¿Por qué demonios iba a regalar cada una de mis camisetas favoritas? ¿No pensaste cuando estabas buscando a través de ellas que era un poco extraño que estuvieran todas ahí dentro? Ella sorbió por la nariz antes de responder. —No miré a través de ellas. Supuse que me diste la pila correcta y las puse en la bolsa de caridad y se las di a la señora que viene a recoger las cosas. —Parte de esa mierda era insustituible.

Lily dio este pequeño jadeo lindo de chica y Nate cerró los ojos e hizo una mueca. Liv le frunció el ceño a él. Con un suspiro, él se volvió en su asiento para mirar por encima a Lily, que estaba sentada con Ellie en la mesa de los niños. —Eso es una mala palabra, cariño. No la uses. Papá no debería haberla dicho y lo siente. —Lily le dio este lindo gesto serio en acuerdo. Dios mío, ¿era posible morir por su adorabilidad? Nate se volvió hacia Liv. —¿Contenta? ¿Podemos no discutir esto delante de los niños? —Por supuesto. —Ella se encogió de hombros con indiferencia, volviendo su mirada hacia su plato—. Pero no sé por qué estás tan molesto. Si te hubieras molestado en mirar en la bolsa que puse a un lado de la cama ayer por la tarde, habrías visto que llamé a caridad, expliqué el error, y fui a recoger tu mierda insustituible. —Ella lo miró—. Me gustaría recordarte, sin embargo, que las únicas cosas en tu vida que son irremplazables están en esta sala contigo. —Eso, eso —murmuró mamá. La expresión de Nate se debilitó con confusión. —¿Lo tienes todo de vuelta? —Por supuesto que lo tengo todo de nuevo. —¿Por qué no me lo dijiste? —Porque ahora tengo ventaja contra ti, en cualquier momento que meta la pata. Sólo te recordaré las últimas cuarenta y ocho horas en las que actuaste como un colegial petulante porque di accidentalmente tu camiseta Borg a caridad. —Fue la camiseta que llevaba cuando nos conocimos —le dijo él en voz baja. Sus ojos se estrecharon.

—Oh, no, no estás sacando excusas comportamiento para joderme mi influencia.

semi-románticas

por

tu

—¿Influencia? —le pregunté—. ¿El matrimonio es sobre influencia? —Sí. —respondió cada persona casada en la mesa. Arrugué la nariz. Ellie agitó su tenedor hacia mí. —Cuando metes la pata, y si estás casado estás obligado a meter la pata en algún momento; es bueno contar con notas detalladas de meteduras de pata de tu pareja, ya que de esa manera puedes recordarles, y el perdón por tu metedura de pata llega mucho más rápidamente. La paz reina. —En este caso —dijo Liv, con los ojos encendidos de triunfo—, metí un poco la pata, pero Nate lo jodió más, así que la próxima vez que me equivoque, él me perdonará de manera más rápida. —Suena... maduro —le contesté sarcásticamente. —Lo que le falta en sofisticación lo compensa con eficacia —atestiguó Adam. —Las personas casadas son Recuérdame nunca hacer eso.

extrañas.

—Me

volví

hacia

Cole—.

—Para hacer eso, tienes que estar de acuerdo en ir a una cita con un hombre —me recordó en su lugar. Le lancé una mirada asesina, pero antes de que pudiera decir nada, Adam dijo: —Hannah, eso me recuerda que no me dijiste que conocías a Marco D'Alessandro. Jo se puso tensa al oír el nombre, sus ojos balanceándose a encontrarse con los míos. —¿Qué? —preguntó Adam en voz baja, viendo el cambio repentino en la atmósfera entre nosotros.

Di una respiración profunda, desbloqueando mi mirada de Jo y dirigiéndome a Adam. —No me di cuenta de que lo conocías. —Él es un ebanista en uno de nuestros equipos de construcción. El encargado, Tam, habla muy bien de él y está absolutamente convencido de que va a ser su propio jefe en unos pocos años. Yo no lo dudo. Siempre está a mano cuando Tam no está y sabe casi todo lo que está pasando en el lugar. Lo he conocido por un par de años. Parece un buen tipo. Trabajador y responsable. No se dio cuenta que estábamos emparentados. El marido de tu amiga maestra se lo dijo. —Oh —fue todo lo que conseguí decir. —¿Oh? —Las cejas de Adam se fruncieron—. Por la forma en que habló, ustedes dos solían ser cercanos. Miré a Ellie, preguntándome si había sabido que Adam iba a emboscarme con esto, pero ella parecía tan sorprendida como yo. En realidad, no queriendo hablar de ello delante de mis padres, me encogí de hombros. —Éramos muy buenos amigos en la escuela. Adam todavía se veía confundido. —¿No es él mayor que tú? —Unos pocos años. —Bueno, él dice que ha estado tratando de ponerse en contacto contigo. — Cole resopló a mi lado. No hice caso de ello, dándole a Adam otro inocente encogimiento de hombros. —Tengo un par de sus mensajes. —Un resoplido profundo de Cole—. Pero he estado realmente muy ocupada. —No me dijiste que estaban en contacto. —Jo elevó la voz, la preocupación en sus hermosos ojos verdes—. ¿Estás bien? —¿Quién es este chico, Hannah? —preguntó Mamá de pronto. —¿Cuánto tiempo ha estado de regreso? —preguntó Jo.

—No podía haber sido un novio. —Mamá negó con la cabeza ante la idea—. Debido a que me lo hubieras dicho, ¿no? Jo se inclinó hacia mí. —¿Cuándo se encontraron? ¿Te explicó algo? —¿De dónde es? ¿A dónde fue? Estoy tan confundida. Es… —Hannah, ¿me ayudas con el postre, cariño? —preguntó papá en voz alta, parándose. Me empujé de la mesa, tirándole a mi papá una sonrisa de agradecimiento. —Por supuesto. —Me apresuré fuera de la habitación, feliz de escapar de las preguntas mientras lo seguí a la cocina—. Eres un salvavidas. Papá me dio una suave sonrisa y empezó a sacar los tazones de la alacena. —No hay problema. Nos quedamos en silencio, mientras repartíamos el dulce. Y entonces... —Hannah. —Papá dejó de hacer lo que estaba haciendo, mirando fijamente a la mesa, su cuerpo tenso—. Este Marco... ¿no es...? Tragué saliva, mi corazón latía con fuerza contra mi pecho. —Papá. —Yo no quería mentir. No a él. Me miró agudamente, la ira en sus ojos. —¿Lo sabe? Negué con la cabeza. —¿Por qué está de vuelta? —Quiere la oportunidad de explicar por qué se fue tan abruptamente. Después... se fue de regreso a América antes de que... —Papá exhaló, la ira derritiéndose. —¿Cuánto tiempo ha estado tratando de ponerse en contacto?

—Nos encontramos en una boda hace unas semanas. Él ha sido persistente desde entonces. —Antes de... ¿qué clase de hombre pensaste que era? ¿Fue amable contigo? Por alguna razón la cuestión abrió un torrente de emoción en mí, mi garganta constriñéndose, mi nariz y ojos picando con lágrimas. —Sí. Él fue muy amable conmigo. Nos conocimos porque estaba protegiéndome de este chico realmente horrible que me estaba acosando. Cada vez que me perdí el bus, Marco me acompañaría caminando a casa, asegurándose de que llegara allí a salvo. Dios, lo amaba tanto. Tal vez del tipo tonto, ingenuo de amor, pero no obstante lo había sentido profundamente. Papá deslizó su mano sobre la mesa, cubriendo la mía con comodidad. Lo miré a los ojos. —Tal vez él se merece la oportunidad de explicarse, entonces. Me sorprendió. —Pensé que estarías enojado con él. —Todavía estoy enojado con sus elecciones, pero no puedo estar enojado con él por lo que pasó después. Él no sabía por lo que pasaste, Hannah. Si él se explica y es una explicación terrible, podemos volver a estar enojados con él. Pero tal vez él tiene una explicación razonable por dejarte. —No sé cómo puedes ser tan racional. —Bueno —dijo papá con un suspiro—. Yo no lo conocí, así que no entiendo todo lo que sucedió. Lo que sí sé es que tengo una hija fuerte que raramente se inmuta por nada. Si este hombre te saca de balance un poco, entonces tal vez hay algo con eso. Cuando conocí a tu madre fui golpeado en el trasero. Me reí suavemente y le di un golpecito en el hombro. —Todas estas parejas felizmente casadas están haciéndote suave, papá.

—No, eso es sólo la vejez —bromeó, y tomó un par cuencos para llevar al comedor. —Papá. Lo detuve de salir—. No se lo digas a nadie. Nadie más lo sabe. Papá asintió lentamente. —Está bien, no lo haré. Pero quiero que te preguntes ¿por qué estás protegiéndolo si no te preocupas por él? Más confundida que nunca, vi a mi padre caminar fuera de la cocina, pensando en su pregunta. No hubo respuesta. Con manos temblorosas recogí un par de cuencos y me aventuré de regreso al comedor, contenta cuando llegué allí de que Marco ya no era el tema de conversación.

Capítulo 10 Traducido por liebemale & nelshia

Una pausa en la discusión

durante la sesión de alfabetización de

adultos de la noche me hizo sonreír. —Ya saben, para las personas que se quejan de que esta es la peor parte, sin duda tienen mucho que decir. Duncan sonrió mientras los demás se rieron. Con la excepción de Lorraine, quien apenas había dicho una palabra en toda la clase. Había encontrado que una buena manera de ayudar a lo largo de las habilidades de lectura de la clase, iba a ser dándoles algo para leer de tarea y entrar y charlarlo como un grupo. Estos chicos tenían habilidades muy básicas de lectura, pero iban a pasos agigantados. Me encontré con que en la discusión se desenterraba una mejor comprensión de las palabras que habían leído porque lo que uno no entiende, otro lo hacía, y se ayudaban unos a otros sin ni siquiera darse cuenta. —Bien hecho, amigos. —Me puse de pie—. Lean el capítulo seis para la próxima semana, por favor, y los veré a todos entonces. Nos dijimos el uno al otro las buenas noches, mientras la clase fue saliendo hasta que sólo quedó Lorraine. Desde la noche en que había hablado con ella, se presentó para cada clase. Sin embargo, se negó obstinadamente a cualquier ayuda personal, y los retos de lectura que les propuse la inquietaban. Descubrí rápidamente que era la clase de mujer que prefiere a alguien que diga las cosas sin tapujos, en lugar de ir dando vueltas a su alrededor. —¿Soy yo? —le pregunté. Su cabeza se sacudió de su bolso y ella frunció el ceño.

—¿Es usted qué? —¿Soy la razón por la que no quieres hablar en clase? Ella se encogió de hombros. Levanté una ceja. —No son los demás. No puede ser. Ya has visto que luchan, y has sido testigo de cuan paciente y amable han sido el uno con el otro. Tú misma has demostrado paciencia. Bondad. Así que si no son los otros los que te hacen sentir incómoda, que te hacen sentir miedo, ¿soy yo? —No tengo ningún miedo —espetó. Caminé hacia ella y suavemente tomé el libro de sus manos. Lo abrí en el capítulo que acabábamos de discutir, y se lo devolví. —Lee las dos primeras frases para mí. Lorraine me miró con incredulidad. Sin embargo, me di cuenta de lo que estaba tratando desesperadamente de ocultar. Vi el miedo. Me arrebató el libro de las manos y lo puso frente a ella. Tragó saliva. Duro. Con un esmerado cuidado empezó a leerme. Casi cerca del final, ella vaciló sobre una palabra. Echando un vistazo hacia mí con cautela, ella se sonrojó. Mantuve mi rostro perfectamente blanco. —Dilo en voz alta. La ira brilló en sus ojos y sin embargo, volvió a mirar a la página. —No es una palabra. —Ella frunció el ceño—. Fir-ji-do dijo ella, pronunciando casi como ―fingido.‖ —¿Te acuerdas de las reglas para la g fuerte y suave? Por lo general, cuando se encuentra una g, con una vocal es una g fuerte. El sonido guh. Como laguna. Lorraine miró la palabra.

—Es una i. Fuh-ri-gid. Fra-ri-gid. —Sus ojos recorrieron la frase que la precedió y la tensión se derritió de ella cuando ella dijo—: Frígida —. Ella se encogió de hombros—. Siempre he pensado que la palabra se deletreaba con una j—. Di un paso lejos de ella—. Eso estuvo bien. Ella agachó la cabeza. —Sí, lo que sea.— De repente agarró su bolso y pasó junto a mí. —Nos vemos la próxima semana. Me quedé allí, perdida en mis pensamientos durante un tiempo después de que ella salió de la habitación. Lorraine se fue definitivamente deteriorando con la edad, carece de buenos modales y no sociabiliza bien, pero yo no podía dejar de respetar a alguien que se abría paso a pesar de sus temores. Con el corazón acelerado y mi estómago turbulento con olas de náuseas, me acomodé en mi asiento de la ventana en la sala de estar, mirando la oscuro y brillante calle. Charcos de luz brillaban aquí y allá donde farolas rebotaban en charcos hechos de la lluvia reciente. Agarré mi teléfono en mi mano y contuve una respiración profunda. Desplazándome a través de mi lista de llamadas recientes encontré el número, y con la perseverancia de Lloraine y la pregunta de papá evolucionando en mi mente, presioné el botón Llamar. Sonó tres veces antes de... —¿Hannah? —Marco respondió con agradable sorpresa en su voz profunda. —Hola —le contesté desacelerara—. Yo...

en

voz

baja,

deseando

que

mi

corazón

se

Su voz estaba llena de una preocupación que recordaba muy bien cuando preguntó—: ¿Estás bien? Exhale lentamente. —He decidido que quiero saber por qué me dejaste esa noche.

Se quedó en silencio por un momento y yo estaba a punto de romper el silencio cuando dijo: —Quiero preguntarte por qué el repentino cambio de opinión, pero no voy a hacerlo en caso de que te asuste. Me alegro de que hayas llamado, pero prefiero hablar de ello en persona. ¿Te parece bien? —Si digo que no, sólo vas a aparecer en mi próxima cita con el dentista, ¿no? Él se rió en voz baja, un serio delicioso sonido que hizo que mi cuero cabelludo hormiguee. —Lo que sea necesario. —Todavía no puedo creer que hayas venido a mi grupo de lectura — murmuré. —Hizo me llames, ¿no? —Anda con cuidado, Sr. D'Alessandro —le advertí. Él se rió entre dientes. —Está bien. Voy a ser bueno... si me invitas a tu casa mañana por la noche para hablar. Temor se disparó a través de mí al pensar en nosotros estando a solas en mi piso. —No creo que sea una buena idea. —Hannah, lo que tenemos que discutir es personal. Lo que tengo que decirte es personal y yo particularmente no me siente cómodo con un desconocido detrás de nosotros en una cafetería escuchando. Lo procesé, y por desgracia tuve que admitir que tenía razón. Yo no quería un extraño escuchándonos tampoco. —Bien —me quejé, dándole mi dirección—. Seis de la mañana. —¿Incluye la cena? —preguntó con esperanza, un descaro juvenil en la pregunta que me sorprendió.

—Ya veremos. —Colgué sin decir adiós. Me sentía demasiado caliente por todas partes y de repente inquieta mientras la adrenalina bombeaba a través de mi cuerpo. No me había sentido tan despierta en mucho, mucho tiempo. La escuela fue un borrón. Yo estaba tan preocupada con la idea de Marco estando en mi casa esa noche que yo ni siquiera sé cómo pude seguir con las lecciones. De alguna manera lo hice, y con mi estómago en un desorden nervioso, corrí a casa después del trabajo y comencé a preparar la cena. Yo no sabía qué cocinar, porque no quería que Marco pensase que yo estaba tratando de impresionarlo, pero tampoco quería envenenarlo con algo a lo que era alérgico. Decidí por la pasta y ensalada. Seguramente no puede ir mal con pasta y ensalada. Iba en contra de las maneras de ser una buena anfitriona (que mi madre había arraigado en mí desde la edad de tres años) no vestir la mesa cuando yo tenía a alguien a cenar, pero yo tampoco quería que Marco pensase que esto era algo que no era. ¿A quién estaba engañando? Yo ni siquiera sabía lo que era esto. Cambié mi ropa de trabajo por un par de jeans bien gastados y una camiseta térmica de manga larga. Torcí mi pelo recogido en un moño desordenado, me miré en el espejo y asentí con la cabeza, satisfecha con mi reflejo. Los vaqueros hicieron que mi culo se viera genial, la parte superior estaba ceñida al cuerpo y hacía que mis pechos se vieran bien, pero en general el conjunto decía ―Sólo estoy pasando el rato aquí en casa y me importa una mierda lo que pienses de mí.‖ —Perfecto. Me di la vuelta, saliendo de mi dormitorio a la cocina, y el timbre de la puerta sonó, haciéndome parar. Iba a vomitar. Iba a vomitar sobre mi agradable piso de madera. —Respiraciones profundas —me dije a mí misma, volviéndome hacia la puerta. —¿Hola? —pregunté al levantar el auricular.

—Es Marco. Sí, definitivamente iba a vomitar. Pulsé la tecla de la puerta de entrada, dejándolo entrar en el edificio. Con la sangre corriendo en mis oídos, trate de prepararme para verlo de nuevo, y convoqué mis poderes de indiferencia. Abriendo la puerta, escuché sus pasos mientras subía las escaleras hacia mi piso. Vi su cabeza aparecer mientras subía la escalera y mi estómago se redujo. Sus ojos se levantaron de sus pies a mi cara mientras subía más alto, y él me dio una pequeña sonrisa a modo de saludo. Maldita sea. ¿Por qué tenía que estar tan atraída por él? ¿Por qué tengo que tenía tantos buenos recuerdos de él? Su mirada se desvió por mi cuerpo y una vez más, y me dio la clara sensación de que no estaba decepcionado por mi atuendo. De ningún modo. Fingiendo que no me importaba una mierda, di un paso atrás. —Adelante. Se movió en el interior, haciéndome sentir pequeña, y a pesar de su traición, segura. —¿Estás más alto? —gruñí, alejándome de él y la colonia atractiva que llevaba puesta. Cerró la puerta detrás de él y sacudió la cabeza—. No que yo sepa. Cuando mis ojos lo recorrieron, se me ocurrió que no tenía nada que ver con su altura. Era su músculo. Tragué saliva al ver sus bíceps, bien presentados en la bien ajustada Henley con capucha que llevaba puesto. —Por aquí —casi jadeé, bruscamente dando la espalda a la vista de su diversión. Me siguió hasta el salón, donde había puesto la mesa de comedor en la parte trasera de la sala. —Bonito lugar. —Sus ojos alcanzaron las pilas de libros que tenía en casi todos los rincones, y me dio esa media sonrisa familiar que me hizo sentir cosas que no quería sentir—. Es necesario estanterías, sin embargo.

Haciendo caso omiso de ese comentario, hice un gesto hacia la mesa. —Toma asiento. Voy por la comida. Marco levantó una ceja. —¿Tú cocinaste después de todo? Entrecerré los ojos. —Sólo porque tengo hambre. —Por supuesto. Enojada por estar haciendo un trabajo muy de mierda sobre no estar afectada por su presencia, me marché de la habitación y a mi cocina, donde me aferré al borde de mi mesada, tomando una respiración profunda. Puedes hacer esto. Él es sólo un chico. Él es sólo un chico. Él es sólo un chico. Canté ese mantra una y otra vez en mi cabeza mientras cogí los platos de pasta y ensaladas. —Esto se ve muy bien —dijo Marco después de que me dirigí de nuevo a la sala de estar para dejarlos en la mesa. Hice un sonido como ajaam y luego gruñí—: ¿Cerveza? Sus labios se curvaron hacia arriba en las esquinas y pude ver la risa bailando en sus impresionantes ojos. —Por supuesto. Regresé con la cerveza, la puse delante de él, y entonces me senté sin gracia en mi asiento frente a él. Hice un gesto a los platos. —Come. Sin ocultar su diversión por más tiempo, Marco sonrió mientras cogía la ensaladera. —Pareces agitada. No, ¿verdad? Exteriormente, me encogí de hombros.

—Bueno, estoy bien. Su mirada decía que él no me creyó ni por un segundo. Tomé la ensaladera de él, vertiendo verduras en mi plato mientras él ponía pasta sobre el suyo. Estábamos en silencio mientras nos servíamos y empezamos a comer. Me sentí como si en cualquier momento podría salirme de mi propio cuerpo y tirar mi esqueleto fuera de la maldita ventana. Seguí esperando a que empezara a hablar, empezara a explicarse, ya que era el punto del que estuviera aquí en mi sala de estar, comiendo mi comida y afectando a mis nervios de chica. Al final, yo había tenido suficiente de su aparente silencio cómodo. —¿Cuatro años? —le espeté, mirándolo. Marco me contempló, aparentando memorizar cada centímetro de mi cara de una manera que hizo que mi piel se sintiera caliente y ardiera. Él descanso su tenedor y se echó hacia atrás, girando la tapa de su cerveza con poco esfuerzo. Tomó un sorbo, sus ojos sin dejarme nunca. —Tal vez deberíamos empezar por la noche en India Place. Dolor inesperado se disparó a través de mi pecho ante la mención de India Place. Robó mi aliento, ese dolor. Desde que había perdido mi virginidad con Marco, el dolor y la humillación de esa noche realmente sólo me había pertenecido a mí, porque él no había estado presente para enfrentar lo que pasó después y nadie más sabía sobre ello. Discutiéndolo con él por primera vez, lo hizo sentir como si acabara de suceder. No debo haber sido capaz de mantener ese dolor fuera de mi expresión, porque Marco se puso tenso, y algo parecido al arrepentimiento brilló en su mirada. Bajó la cerveza, toda su atención en mí. —Quiero que sepas que estar contigo esa noche fue una de las mejores noches de mi vida. Me congelé con esa confesión impactante, sólo para que la ira me descongelara rápidamente.

—No te atrevas a tratar de engatusarme con esas patrañas y palabras bonitas. Sólo quiero la verdad, Marco. Sus facciones se endurecieron. —Esa es la verdad. Puedes estar enojada conmigo todo lo que quieras, pero no cuestiones lo que te digo esta noche, porque nunca te he mentido. —Por lo que sé. —No, tú lo sabes. Yo nunca te he mentido, Hannah. Ni una sola vez. —Bueno, si esa noche fue tan increíble ¿cómo es que no podías salir de allí lo suficientemente rápido después? ¿Cómo es que me dejaste tirada en ese sórdido apartamento, sintiéndome utilizada y absolutamente sin valor? Pareciendo dolido por mis preguntas, Marco de repente arrastró una mano por su cara. Esperé. —Me odio por hacerte sentir de esa manera —susurró—. Lo siento. Mi corazón estaba latiendo con tanta fuerza contra mi pecho que dolía. —¿Por qué, entonces? Entendiendo mi pregunta, se echó hacia atrás en su silla, con la mandíbula tensa. —Eras Hannah. Eras esta gran chica que me hizo reír y me miró como si yo fuera digno de algo, y todos los años te volvías más hermosa. Sus palabras hicieron que mi corazón aleteara en mi pecho. —Tú eras demasiado buena para mí. Sabía eso la primera vez que te acompañé a casa. Pura perfección desde las puntas de los dedos de tus manos hasta la punta de los dedos de tus pies. No para mí. —No entiendo. Marco exhaló pesadamente.

—Te dije que no me llevaba bien con mi abuelo o mi tío. Y lo que quiero decir era que realmente no me llevaba bien con ellos. Desde el momento en que pude caminar Nonno se aseguró que yo pensara que era un pedazo de escoria sin valor. Me dijo que yo no era nada y que nunca lograría nada. Dijo que yo era igual que mi mamá y mi papá, que cada vida que había tocado, la había arruinado. Él penetró eso en mí. No podía evitarlo. Incluso después de todo, yo estaba herida y enojada en su nombre cuando dijo esas cosas. —Suena como un viejo bastardo amargado. Marco dio un resoplido de risa. —Tendrías razón. Pero era la única figura paterna que tenía. Así, a pesar de los intentos de Nonna para suavizar los golpes de mi abuelo, le creí. Tanto que casi estaba tratando de demostrar que estaba en lo correcto. Yo crecí con este chico en mi barrio. Su padrastro era una especie de imbécil con él también. Éramos amigos sobre todo debido a nuestro odio mutuo por ellos. Mientras fuimos creciendo, Jamal comenzó a hacer estupideces como irrumpir en las casas, robar cosas, vandalismo, y toda esa mierda, y seguí la corriente. Luego, cuando teníamos casi dieciséis años fue reclutado por una pandilla. Mis ojos se abrieron. —¿Una pandilla pandilla?" —Una pandilla pandilla. —Los ojos de Marco se oscurecieron con los recuerdos—. Me dijo algunas de las cosas que lo hicieron hacer y eso me molestó, pero al mismo tiempo, no dejaba de pensar cuánto realmente molestaría a Nonno si me mezclara en esa mierda. Creo que la única cosa que me impidió llegar tan lejos era Nonna y el resto de nuestra familia. Aun así, pensé en ello. »Pero una noche que estaba pasando el rato con Jamal y un par de

los chicos de su banda, ellos estaban tratando de convencerme para unirse. Ellos interceptaron esta chica del barrio que a Jamal le gustaba. — Su mirada se desvió por encima de mi hombro izquierdo y sabía que él estaba volviéndolo a ver a todo—. Yo no quería creerlo... que él iba a violarla, pero él empezó a tocarla y ella estaba llorando y él no... —Sus ojos se movieron de nuevo a mí, duros ahora—. Yo salté sobre él y ella se

escapó, pero sus amigos comenzaron a meterse conmigo y eran tres contra uno. Creo que si Jamal no los hubiera convencido de detenerse me habrían matado. A la final, terminé en el hospital y les dije a mis abuelos lo que había sucedido. Fue entonces cuando se pusieron al teléfono con mi tío Gio y de alguna manera lo convencieron a él y a la tía Gabby para adoptarme y traerme al Reino Unido para alejarme de todo. Ellos rastrearon a mi mamá y consiguieron que firmara los papeles y para cuando cumplí dieciséis años estaba todo hecho y de repente estaba en Escocia. —¿Y tu abuelo? ¿No pensó que lo que hiciste por esa chica fue heroico? Marco se burló. —¿Heroico? No. Él me llamó un estúpido pedazo de ignorante sin valor de mierda. Dijo que la sangre de un padre siempre hablaba y mi sangre estaba hablando. Mi propia sangre se puso al rojo vivo. —Tu abuelo es un idiota de primer orden. —Mi abuelo está muerto. Me tensé—. ¿Qué? Él suspiró, inclinándose hacia adelante de nuevo. —La mañana después que dormimos juntos Nonna llamó para decirnos que Nonno había muerto de un ataque al corazón. Volé de regreso a Chicago esa noche con mi tía y mi tío. —¿Es por eso que te fuiste Escocia? —Sí. Mi tía y mi tío regresaron a Escocia pero yo no regresé durante un año porque quería asegurarme que Nonna estaba bien y yo... yo tuve un tiempo difícil dejando ir el hecho de que nunca iba a conseguir un cierre con mi abuelo. Yo nunca iba a conseguir una disculpa o cualquier validación que estaba buscando de él. Traté de encontrar paz, pero no pude, así que decidí regresar aquí. Empujé mi tenedor en mi plato.

—Entiendo todo eso, Marco, y siento que él siempre te haya hecho sentir de esa manera, lo estoy. Lo siento de verdad. Pero eso no explica por qué me dejaste en esa habitación después que te di mi virginidad y te dije que te amaba. No explica por qué nunca intentaste buscarme desde que regresaste. La repentina intensidad en la mirada de Marco me atrapó. Su voz sonaba incluso más dura que de costumbre y me respondió —Te dejé porque pensaba que no merecía tocarte. Me sentí como un bastardo egoísta por tener sexo contigo porque... sentí que yo no era nada porque él me dijo que yo no era nada, y una basura como yo no merecía tocarte, y mucho menos a tomar lo que me diste. Pero me centré tanto en ti y en lo mucho que te deseaba que me olvidé de todo eso... hasta que me dijiste que me amabas. Me sentí fría, recordando el momento también. —Cuando nos conocimos... al principio la situación con Jenks sólo me recordó a Jamal y la chica. No importaba si no te conocía. Yo estaba allí, vi esa mierda pasando y yo sabía lo que Jenks era, así que no iba a pararme ahí y dejar que eso te sucediera a ti. Te acompañaba a casa porque no quería que te rondara de nuevo. »Me quedé fuera de las puertas de la escuela para asegurarme de

que estuvieras bien porque después de acompañarte a casa esa única vez creí que merecías a alguien viera por ti. Eras una chica, inteligente, amable, divertida, y me miraste de una manera que nadie había hecho antes. Como si tuviera algo interesante que decir y que querías oír todo sobre ello. Eso se sintió mejor de lo que te puedas imaginar. Quería sentirme así de nuevo. Me hice adicto a sentirme de esa manera cada vez que estabas alrededor. Incluso empecé a anhelar razones para que perdieras ese autobús a casa. Dejé que pasara algo que pensé que no debería haber hecho. Dejé que nos hiciéramos cercanos. »No quería que me amaras, Hannah, porque me aterraba herirte, y,

sí, ya sé que suena jodido ahora dado que te he hecho daño al alejarme de ti, pero en ese momento pensé que te estaba haciendo un favor. —¿Un favor? —Solté una risotada—. Pensé que estaba enamorada de ti. Me permití ser vulnerable contigo en cada forma que pude y tú te alejaste como si no pudieras soportar estar cerca de mí. Me rompiste el corazón.

Marco juntó las manos en un puño, apoyando la barbilla en ellos. —Lo sé —susurró él de vuelta—. Nunca me arrepentí de nada más en mi vida. Fue jodido y estúpido y si pudiera tener ese momento de vuelta, lo haría. —¿Todo de él? —Me encontré preguntando. Sus ojos se dirigieron a mis labios y luego de vuelta a mis ojos de nuevo. —No —respondió, con la voz ronca—. Sólo la parte donde te dejé. —Si te sientes así, ¿por qué no viniste a mí cuando regresaste a Escocia? —Porque no me sentía de esa manera entonces. Nada cambió mágicamente cuando Nonno murió, Hannah. Todavía me sentí sin valor por un largo tiempo. —¿Cuando cambió? ¿Por qué? La mirada de Marco bajó y dio una pequeña sacudida de cabeza. —No lo sé. No fue nada. Todo. Crecí, trabaje duro, y empecé a encontrar valor en mí mismo. En algún lugar, poco a poco, día a día, encontré mi valor propio. Lo encontré al probar que ese bastardo estaba equivocado. —Me alegra que lo hayas descubierto —le dije con sinceridad—. Pero eso todavía no me dice por qué después de eso no viniste a buscarme. —Porque para ese entonces habían pasado años, Hannah. No sabía qué decir y no sabía si podría soportar que me miraras como si fuera nada después que me tomó tanto tiempo sentirme sobre mí mismo de la forma en que tú solías mirarme. —¿Hasta la boda? —Hasta la boda —él estuvo de acuerdo, el calor entrando en sus ojos ahora—. Fue una sorpresa verte allí, pero el verte otra vez... Dios, pensé que sabía lo mucho que te extrañaba hasta que te vi de nuevo. Sé que fui demasiado agresivo tratando de hacerte hablar conmigo, y lo siento si te asusté... pero tú no me miraste como si no valiera nada en la boda. Te veías enojada, pero no era esta cosa horrible de mierda que había construido en mi cabeza. Con ese miedo desaparecido, realmente

necesitaba la oportunidad de pedir disculpas y estaba dispuesto a hacer cualquier cosa para conseguir esa oportunidad. Algo dentro de mí, algo que quería desesperadamente ignorar, se exaltó con su confesión. —Y ahora que lo has explicado todo... ¿qué quieres de mí? —Perdón —respondió con sinceridad. La sinceridad se disipó rápidamente bajo el peso de la intensidad que se registró en su expresión. Esa mirada llenó toda la habitación hasta que me sentí ahogada por ella—. Y una segunda oportunidad de llegar a conocerte. Con mi cuerpo respondiendo físicamente a él, entrecerré los ojos y luché por ignorar esa respuesta. —¿En qué sentido? —No sólo como amigos, si eso es lo que estás pensando. Salte hacia atrás en mi asiento con su respuesta franca. —¿Ni siquiera vas a pretender querer ser solo amigos para que puedas intentar un ataque sorpresa e intentar más? Marco me miró con determinación seria. —No voy a ocultar que quiero llegar a conocer quién eres ahora. Tampoco voy a ocultar el hecho que todavía creo que eres la mujer más elegante, más jodidamente hermosa que he visto en mi vida, o el hecho que recuerdo tu sabor y todavía me pones duro. Yo no podía respirar. —¿Hannah? —Él frunció el ceño ante mi silencio. Cogí mi cerveza y tomé un largo trago, tratando de recomponerme. —¿Hannah? Mis ojos se encontraron con los suyos—. ¿Qué quieres que diga? —Quiero que digas ―Marco, te perdono y, sí, quiero llegar a conocerte de nuevo.‖

—No sé si puedo hacer eso —le susurré. Por un momento pensé que no iba a decir nada, pero de repente se puso de pie. Incliné mi cabeza hacia atrás, mirando con recelo mientras caminaba alrededor de la mesa para colocarse enfrente de mí. Contuve el aliento mientras se inclinaba, su calor golpeándome, su colonia flotando sobre mí, y no pude reprimir el escalofrío que fluyó por mi columna cuando él presionó sus cálidos labios en mi mejilla. Mis ojos rodaron con sorpresa, lo miré boquiabierta mientras se enderezó y dijo—: Te voy a dar un par de días para pensarlo.

Capítulo 11 Traducido por magdys83 (SOS), MaEx (SOS) & otravaga(SOS)

Me quedé mirando tristemente a la pared frente a mí, decorada con las creaciones de tatuajes de Cole. El zumbido de la aguja del tatuaje de la puerta de al lado sonaba como una pista de sonido para el almuerzo del sábado con mi mejor amigo. Cole estaba trabajando en INKarnate y yo pasé a saludar con comida así podíamos compartir en su hora de almuerzo. Podía sentir sus ojos quemando dentro de mí. Rindiéndome a su pregunta silenciosa, giré para encontrarme con su mirada. Él sorbió su café y continuó mirándome fijamente sin decir nada. —¿Qué? —me encogí de hombros antes de morder mi sándwich. —Tan agradecido como estoy de que me trajeras el almuerzo, me pregunto si debería contar con tu silencio a partir de ahora. Tragando mi comida, puse los ojos en blanco. —¿Qué, no podemos simplemente sentarnos en cómodo silencio? —No viniste aquí a sentarte en cómodo silencio—. Cole descansó en su asiento, poniendo los pies arriba en la parte de la silla de tatuaje que mi trasero no estaba cubriendo—. Viniste aquí a hablar, así que habla. —Pero eso me haría la mejor amiga más quejumbrosa en el planeta. —Voy a tomar quejumbroso sobre mudo. Resoplé, y me volví ligeramente hacia él.

—Sabes exactamente lo que voy a decir. —Hmm. —Cruzó los brazos sobre su pecho con una fingida mirada pensativa en su cara—. ¿Fue Marco en el vestíbulo con el candelabro4? —Ja-ja-ja —le puse mala cara. Cole rio impertinentemente. —Tuve una cena con Marco hace una semana. Las cejas de mi amigo se levantaron. —¿Y apenas ahora estoy escuchando esto? —Bueno, me ha estado tomando tiempo, dando vueltas y vueltas a todo lo que dijo. Él quiere una segunda oportunidad. En todo. —¿Todo como en… una relación, no sólo amistad? —Sí. —¿Explicó por qué se fue? —Su abuelo murió. Regresó a los Estados Unidos para estar con su abuela. Tenía muchos asuntos de autoestima a causa de su abuelo y él pensaba… básicamente pensaba que yo era demasiado buena para estar en su vida y es por eso que nunca me dijo que se marchaba, y es por eso que nunca se puso en contacto cuando regresó. —¿Y por qué el cambio de opinión ahora? Suspiré. —Ha cambiado, Cole. No es el chico que era en aquel momento, y dice que me extraña. Fue el momento de Cole de suspirar. —Sólo voy a decirte lo que te dije antes. Todos merecen una segunda oportunidad. No es como que lo que hizo fue tan terrible. Se fue sin decir

4

Refiriéndose al juego “Cluedo”, un juego de mesa de misterio y asesinato.

adiós, pero no estaban juntos. Creo que estás haciendo esto más complicado de lo que es. ¡Nosotros tuvimos sexo, maldita sea! Fruncí el ceño. —Éramos amigos, y sabía que me preocupaba por él. —Y él explicó sus motivos. Pueden no gustarte, pero a veces es así. Todos hacemos cosas estúpidas. Marco está tratando de compensar sus errores. Él está empleando todos los medios para verte. Seguramente eso cuenta para algo. Si… quiero que cuente para algo. Necesito que cuente para algo. —Sólo no quiero salir herida otra vez. Cole me sorprendió con una cálida sonrisa. —Entonces primero intenta todo el asunto de amigos. No es como si nadie te está forzando para ofrecerle más que eso.

 —Hannah. Temblé de forma involuntaria ante el sonido fuerte de la voz de Marco en mi oído. Mi mano se apretó alrededor de mi teléfono. —Hola. —Estoy feliz de que llamaras. Estaba empezando a pensar en que necesitaba un plan B. —¿Plan B? —Más como un plan A pero con un aumento de horas de trabajo. Sonreí a mi pesar. —Bueno, no es necesario. Tus días de acecho han terminado.

—Eso suena como buenas noticias—. Él prácticamente ronroneó, y mis pestañas se cerraron antes de que pudiera detenerlas. ¡Maldito sea! —¡Sólo como amigos! —me encontré hablando sin pensar. —¿Disculpa? —Estoy dispuesta a intentar ser amigos de nuevo. Él estuvo en silencio por un momento. —¿Marco? —Amigos —finalmente respondió—. Pero con la esperanza de convertirse en algo más. Las mariposas estaban de vuelta en mi vientre. —No, no, no, no, no, no, no. —Está bien. Seremos amigos por ahora. —Marco… —No te puedes retractar. Somos amigos. Oficialmente estamos pasando tiempo juntos. Suspiré, deseando que el loco revoloteo dentro de mí muriera. —¿Cómo suena la próxima semana? Él titubeó. —No puedo la próxima semana, lo siento. ¿Qué tal este martes, después del trabajo, para unas copas? Cambiaré turnos con un compañero. El hará mi turno del miércoles si yo hago el suyo mañana. —Eso está bien para ti. Podrás tener tu copa y no preocuparte acerca del trabajo el día siguiente. Sin embargo, una noche entre semana realmente no funciona para mí.

—Oh, vamos, no es como si estuvieras rodeada de maquinaria pesada. Tendremos un trago. ¿O eres demasiado vieja para salir en una noche entre semana? —Se burló. Hice muecas. —Eres tan infantil. Bien, la noche del martes. Una copa.



Entrando en el bar en George Street la tarde del martes, casi tropecé con mis pies con la expresión en la cara de Marco cuando me vio. Se levantó de la pequeña cabina donde estaba sentado, sus ojos moviéndose de mi cara, lentamente abajo hacia mi cuerpo y hacia arriba de nuevo. Lo gracioso era que no había mucho que ver excepto por mis piernas terminando en un par de botas hasta los tobillos con adorno de pelaje. Estaba usando mi abrigo de invierno favorito verde estilo militar con adorno de pelaje en los puños. Se ajustaba bien a mi cuerpo, pero no era exactamente sexy. La mirada de Marco me hizo sentir sexy. Maldito. Cuando lo alcancé, me sorprendió doblándose ligeramente para darle un beso a mi mejilla. Mi mejilla estaba rosada y fría del impasible viento fuera, pero tan pronto como sus labios tocaron mi piel, un resplandor de calor irradió hacia el lugar. Debía parecer confundida porque parecía divertido y satisfecho de sí mismo. Tímidamente me salí de mi abrigo, contenta de que estuviera llevando un conservador vestido de lana azul marino debajo. Sin embargo, también podría haber estado usando un camisón de lo caliente que me sentía en un lugar cerrado con él.

Desplazándome en el asiento al lado de él, todo mi cuerpo híper consciente del suyo, sabía que tenía al menos ser honesta conmigo misma: nunca había dejado de sentirme atraída por Marco y una vez había estado enamorada de él. A pesar del complicado pasado entre nosotros, a pesar de las verdades que yo estaba reteniendo, en el interior sabía que nunca podríamos ser solo amigos, incluso si pudiera pretenderlo en el exterior. Nuestros brazos se frotaron y chispas se dispararon a través de mí como como si hubiera tocado un cable de alta tensión. No podía acabar con esa sensación de emoción. Esa sensación era totalmente adictiva. Desde los catorce años hasta los diecisiete, había tenido esa sensación dentro de mí cada vez que estaba alrededor de Marco. Lo había perdido. —¿Cómo estás? —Le di una pequeña, con suerte, platónica sonrisa. —Estoy bien. —Su mirada era intensa en mí, sus ojos deliberadamente intentando enganchar los míos. Por primera vez en mi historia con él, me sentí tímida. Aparté la mirada rápidamente, buscando en el bar. —¿Puedo conseguirte una bebida? —preguntó. —Claro. Una copa de vino rosado, por favor. Tan pronto como se deslizó fuera del asiento, mi respiración se estabilizó. Estás siendo una idiota, me reprendí a mí misma. Era Marco. ¿Y que si era caliente? Cuando yo era más joven, ¡todavía había sido capaz de establecer una conversación con él! Compórtate, Nichols. Mis ojos lo siguieron mientras caminaba hacia el silencioso bar, poderoso, elegante. Llevaba una jersey de punto azul marino con cuello echarpe y un par de jeans azul oscuro. Sin esfuerzo, él era elegante y estaba cómodo consigo mismo en una forma que él no había sido cuando estábamos en la escuela. Momentáneamente desvié mi estudio de él, capté el deseo dirigido a Marco emanando desde el otro extremo de la barra. Dos mujeres sentadas en

taburetes, hablando en voz baja la una con la otra mientras lo miraban con ojos hambrientos e insinuantes sonrisas. Marco no estaba siquiera poniendo atención. Me relajé un poco por su absoluta falta de interés, los celos filtrándose lentamente fuera de mí. Sí. Definitivamente no solo amigos. Maldito. —Así que —dijo mientras se deslizaba de regreso al asiento junto a mí, poniendo mi copa suavemente en frente de mí mientras ligeramente agarraba su pinta de cerveza—, ¿cómo estuvo el trabajo? Una pequeña charla. Sí, podía hacer una pequeña charla. Abrí la boca para hablar pero inmediatamente fui distraída por el brazo que deslizó a lo largo de la parte posterior del asiento donde estábamos. Me sentí rodeada. ¿Qué demonios acaba de preguntar? ¡Trabajo! Cierto, trabajo. —Bien. —Tomé un sorbo de mi vino, esperando que el alcohol ayudara a relajarme—. Es muy abrumador y estresante pero me encanta enseñar. —Y tú siempre fuiste buena en eso. No queriendo hacer otro viaje por el carril de los recuerdos tan pronto después del último, me encogí de hombros y luego sonreí persuasivamente en su hermoso rostro. —Parece que lo estás haciendo bien. Adam habla muy bien de ti. Dice que serás un administrador del sitio algún día. —Ese es el objetivo. Trabajas duro, aprendes, llegas allí. Sonreí suavemente.

—Dices que has cambiado, pero tenías esa actitud cuando éramos chicos. Tomaste clases cuando no las necesitabas. Siempre estabas desafiándote a ti mismo para ser mejor. —Excepto cuando se trataba de mí. —No siempre —respondió enfáticamente, como si acabara de leer mi mente—. En esa forma he cambiado. Voy detrás de lo que quiero ahora, no importa qué. Aparté la vista antes de que nos aventuráramos en un terreno peligroso. —¿Cómo está tu tía Gabby? —Está bien. Muy bien. Gio se suavizó mucho conmigo en los últimos años y sé que es sobre todo debido a Gabby. Soy muy cercano a ella. Es agradable tener familia aquí. —¿Todavía hablas con tu familia en Chicago? —Claro. La magia de Internet. —Por supuesto. Me alegro por ti. Estoy feliz de que, por cualquier razón, no estés cargando con todas las cosas que tu abuelo acumuló en ti. —Gracias. —Sus ojos hicieron un intenso recorrido por mi cara otra vez y tuve una repentina visión de arrojarme sobre él. Mentalmente, golpeé mi muñeca—. ¿Y que hay sobre ti? ¿Cómo está tu familia? —Muy bien. Ellie tuvo un niño pequeño, William. Ella está embarazada de su segundo hijo. Marco levantó las cejas—. Casa llena, ¿huh? Reí—. No tienes idea. Joss y Braden tiene dos hijos ahora, Beth y Luke. La casa de mis padres es un zoo todos los domingos. Sonrió—. Suena bien. —Lo es. —¿Y tus padres y Dec? ¿Cómo están? —Están bien. Al menos sé que mis padres lo están. No sabría sobre Dec. Tiene dieciocho años ahora y pasa la mayor parte de su tiempo en su habitación con su novia.

—Él tiene novia. Tomó la delantera. —Sí, no se lo digas. Él es inteligente y lindo y un pequeño cabrón arrogante. —Gemí, pero Marco sonrió ante el evidente afecto en mi voz. —Siempre tuviste una buena familia, Hannah. —Sí. —Asentí con suavidad. Marco se tensó de repente—. ¿Y Cole? Levanté la vista hacia él con confusión—. ¿Cole? —El tipo con el que estabas en la boda. —Marco se encogió de hombros—. Anisha me dijo quién era. —Por supuesto que hiciste tu tarea —murmuré, tomando otro sorbo de vino—. Cole es el hermano pequeño de Jo. Es mi mejor amigo. Él… ha estado allí para mí. Marco frunció el ceño ante mi respuesta, no parecía gustarle mucho. —Pero no están juntos. —No, no es así entre nosotros. —Bajé mi copa, con la mirada en la mesa—. Tal vez deberíamos evitar la conversación sobre relaciones. —Por mí está bien. —Inclinó la cabeza hacia un lado, echándome un vistazo a través de sus ojos entrecerrados—. ¿Buscando a Nemo sigue siendo tu película favorita? Me reí ante la aleatoriedad de la pregunta, aliviada por el cambio de tema. —¿Recuerdas eso? —Por supuesto. Negué con la cabeza. —Ya no sé cuál es mi película favorita. —Tendremos que hacer algo al respecto.

—No lo sé. Me gusta bastante no tener exactamente una favorita. ¿Día de Entrenamiento sigue siendo la tuya? —Nah, esa película Lawless. Esa sí es una jodida película. —Creo que no la he visto. Sonrió e incluso antes de que él dijera las palabras sabía que acababa de caer directo en su agenda. —El jueves en la noche, tu casa, tú, yo y Lawless. Abrí la boca para refutarlo, pero me detuve cuando vi el brillo en sus ojos. Él estaba esperando que le dijera que no, y de repente se me ocurrió que mi negativa podría reforzar la idea de que tenía miedo de pasar tiempo con él. Y él simplemente podía asumir que mi miedo a pasar tiempo con él surgía de mi atracción por él. Saqué mi barbilla desafiantemente. —Tendrá que ser más tarde en la noche. Enseño en una clase de alfabetización de adultos los jueves después de la escuela. Marco se rió entre dientes. —Sé eso. Y por cierto, no hay necesidad de sonar tan emocionada de pasar tiempo conmigo. —¿Pasar tiempo contigo haciendo qué? —preguntó una voz familiar. Giré rápidamente la cabeza, inclinándola hacia atrás para mirar a Suzanne. No la había visto desde nuestra última noche juntas, pero no estaba sorprendida de toparme con ella andando de juerga en una noche de trabajo. Ella levantó una ceja. —Hola, extraña. —Sus ojos se movieron rápidamente a Marco y se iluminaron—. Entonces, ¿quién es este? —Suzanne. —Me apresuré a pensar en algo para conseguir que se fuera. Ella era la última persona que quería alrededor de Marco. No tenía filtro alguno—. Uh... ¿no estás con alguien?

—Cita. —Ella sacudió la cabeza en dirección a la barra y vi a un guapo chico rubio mirándonos. La mirada de ella seguía fija en Marco mientras se inclinaba sobre la mesa, mostrando deliberadamente la mayor cantidad posible de su escote. Tendiéndole una mano para que se la estrechara, ella dijo con una falsa voz ronca—: Soy Suzanne. Marco estrechó rápidamente la mano que le ofrecía. —Marco. Soy un viejo amigo de Hannah. Me puse rígida cuando Suzanne se quedó inmóvil ante el nombre. En ese momento maldije nuestras noches juntas en la universidad, especialmente la noche que llegué animadamente borracha y Suzanne me preguntó si yo era virgen porque todavía no me había acostado con ningún chico en la facultad. Borracha y excesivamente emocional le conté de mi noche con Marco y cómo nunca quería volver a permitirme ser vulnerable con el chico equivocado. La mirada de Suzanne osciló de nuevo hacia mí, con sorpresa en sus bonitos ojos. —De ninguna jodida manera. —Suzanne. —Supliqué en silencio que cerrara su condenada boca. ¿Pero ella captaba mis señales? Nope. Le lanzó una mirada asesina a Marco. —Tienes mucho que responder. Mi chica tiene tantos problemas por tu culpa. Suelo, ábrete y trágame. Por favor. —Suzanne —me incliné hacia delante, con la voz gruesa—. Ahora no es… —No, él debería saber. —Sus ojos se ensancharon—. Oh, Dios mío, ¿él es la razón por la que has sido una bruja total y absolutamente aburrida últimamente? De repente estaba muy decepcionada de mi gusto en amigos.

—Cuidadito —gruñó Marco, y tanto Suzanne como yo nos pusimos en alerta como si hubiésemos sido mordidas por el chasquido de un látigo. Los ojos de Marco se habían oscurecido. Podía sentir la irritación vibrando de él—. Estamos en mitad de una conversación privada. Deberías irte. Ofendida, los labios de Suzanne se entreabrieron. Sus ojos volaron a los míos, como si esperara que diera la cara por ella. Por desgracia, no tomaba demasiado amablemente ser llamada una bruja aburrida en público o en privado. En mi voz de maestra dije: —Hablaré contigo más tarde, Suzanne. Hizo un pequeño sonido de indignación, luego giró bruscamente sobre sus tacones de trece centímetros y marchó hacia su cita, agarrándolo del brazo y arrastrándolo fuera del bar. —¿Ella es una amiga? —preguntó Marco en voz baja, con incredulidad. —Nos conocimos en la universidad. Yo maduré. Ella no lo hizo. Distraídamente empujó su pinta medio vacía lejos de él. —¿Problemas? Me encogí de hombros. —Sinceramente, no sé de qué está hablando ella. —Anisha me dijo que no creía que hubiese un hombre en tu vida y que no has hablado de ninguno del pasado. ¿Tal vez eso es de lo que ella estaba hablando? Repentinamente mi sangre se calentó por la ira. Me tomé un momento para calmarme. La última cosa que quería hacerle creer era que él había hecho semejante escena conmigo que yo no había sido capaz de seguir adelante. No había estado con nadie más por elección. Más o menos. Exhale lentamente. —Ningún hombre por el momento.

Pareció relajarse ante mi respuesta. Lo miré fijamente, dejando que mis ojos conectaran con los suyos y sentí el poder de mi atracción por él consolidarse. Era hermoso en un modo masculino, atractivo, carismático. Tenían que haber habido muchas mujeres en su vida en estos últimos cinco años. La idea me deprimía. —Por la forma en que has sido conmigo en estas últimas semanas supongo que no hay nadie especial en tu vida en este momento, ¿no? Todavía sosteniendo mi mirada, las comisuras de los labios de Marco se elevaron y me di cuenta de que quería besarlo justo ahí, en ese seductor lugar. —Hay alguien. Sólo tengo que convencerla a ella de eso. Sip. Definitivamente quería besarlo. Le entrecerré los ojos, luciendo convincentemente poco impresionada. —Pensé que te dije que sólo somos amigos. Sus ojos cayeron a mi boca de una manera que me hizo retorcerme. —Te escuché. —Su ardiente mirada volvió a encontrarse con la mía—. Pero no creo que tú me escucharas.

Capítulo 12 Traducido por Jadasa Youngblood

Ese jueves por la noche

Marco vino a mi apartamento con comida para

llevar y la película Lawless, nos sentamos y vimos juntos la película, fue genial y la compañía de Marco fue fantástica, y ya se estaba debilitando mi decisión de mantenerlo alejado. Respira, Hannah. —No lo sé. —Ellie negó con su cabeza hacia mí—. Puedo ver que aún hay resolución en tus ojos. Necesitamos ahuyentarla. Ese siguiente sábado ignoré un montón de evaluaciones para pasar el rato con mi hermana, Jo, y Liv en la casa de Joss y Braden en Dublin Street. Solían vivir cuesta abajo de la casa, pero cuando Joss quedó embarazada de Luke, Braden compró y renovó una casa más grande a pocas puertas de su antiguo lugar. Teníamos la casa para nosotras, Braden había llevado a los niños a comer, y casi fui emboscada tan pronto como entré por la puerta con preguntas sobre Marco. Hice una mueca hacia Ellie. —¿Supongo que eres del Team Marco? —Creo que todas lo somos. —Joss me dio una taza de té—. No te hemos oído hablar de un tipo como este desde... bueno, desde Marco. Eso tiene que significar algo. —Ha estado en mi vida tres semanas. No puedo simplemente ceder a él. —Nadie está diciendo que tienes que hacerlo. —Me asegura Jo—. Pero al menos admítenos que lo estás considerando. —¿Lo estoy? —discutí—. ¿Quiere decir mi debilitamiento de voluntad que lo estoy considerando? No. Significa que estoy cachonda.

—Ugh. —Ellie coloco sus manos en sus orejas—. La hermana mayor aún está en la habitación. Realmente a estas alturas debería saber que solo quería atormentarla más. —En serio —continué—, he agotado, como, tres vibradores. —¡Maluca! —Me lanzó una mirada de horror. —¿Maluca? —Resople—. Ellie, ese niño que crece en tu vientre está agotando las células de tu cerebro. —Deja de torturar a tu muy embarazada hermana —me dijo Liv—. Y responde esto: Dejando de lado la atracción por él, ¿realmente considerarías darle una segunda oportunidad? Miré alrededor, a todas ellas mientras esperaban. Por último, suspiré. —Ya me lo admití a mí misma que lo haría. Pero estaría llena de dudas a cada paso del camino, así que... estaría condenado desde el principio. —No sabes eso —respondió Joss en voz baja—. Nunca sabrás eso hasta que corras el riesgo. Tenía tu edad cuando corrí el riesgo con Braden. Y, por supuesto, hay días en que quiero matarlo, pero la mayoría de las veces no, como que me gusta tenerlo alrededor. Y los hijos que me dio tampoco son malos. Hannah, deberías correr el riesgo. Por la expresión en los rostros de Ellie, Jo, y Liv, me di cuenta de que estaban de acuerdo con Joss. Conociendo su sabiduría tácita, y cómo adoraba a Braden y a sus hijos, no dudaba de ella o de sus palabras experimentadas. Pero aun así, dudaba de Marco. Afortunadamente cambiamos al tema de Beth y la escuela. Estábamos discutiendo el hecho de que la Navidad ahora se encontraba a menos de siete semanas de distancia, cuando sonó el timbre de la puerta. Joss se levantó a abrir la puerta, volviendo con Nate. Los ojos de Liv se abrieron con sorpresa, complacida ante la vista de su caliente marido, y, honestamente, no la culpaba. —¿Qué estás haciendo aquí?

Reclinado contra la jamba de la puerta, sonriéndole con esos sexy hoyuelos suyos. —Acabo de dejar a las niñas con mamá y papá. Pensé que tú y yo podríamos tener una cita esta noche. Empezando ahora —nos sonrió—. ¿Si eso les parece bien a las damas? —Uh, no tienen voz en esto —Liv se puso de pie—. Sin ofender. —Nos lanzó una mirada de disculpa—. Pero, ¿sin hijas y un marido caliente? No me pueden culpar por escaparme. Nos reímos disimuladamente. No, no podíamos. Liv agarró su cartera después de colocarse sus botas. —Nate —lo miró, pensativamente—, ¿recuerdas aquella vez que me rompiste el corazón, pero luego me demostraste tu perseverancia y te di una segunda oportunidad? Nate le dirigió una mirada divertida. —Sí. Y gracias por sacar el tema. Los buenos tiempos. Me reí y sacudí mi cabeza hacia Liv. —Eres sutil. Nate suspiró desde la puerta. —¿Cuál fue la intención en regresar a un momento doloroso de mi pasado? Liv se le acercó, ahuecando su rostro entre sus manos. —Aw, cariño —dijo mientras tiernamente presionaba sus labios contra los suyos—, estaba demostrándole un punto a Hannah. Marco quiere ser más que amigo y ella está indecisa en darle una segunda oportunidad. Me encontraba atrapada bajo la conmovedora mirada oscura de Nate. —Liv me contó sobre este tipo y confía en mí, Hannah, un hombre no se queda alrededor, tratando continuamente de ganarte, solo por la oportunidad de dormir contigo. Supongo, de la manera en que mi esposa habla de él, ¿este hombre podría fácilmente conseguir un polvo?

Hice una mueca ante eso, pero asentí. —Entonces le gustas —Nate se encogió de hombros, como si fuera así de simple—. Si aún no confías en eso, mantenlo esperando más tiempo. Si sinceramente se preocupa por ti y sabe que hay algo entre ustedes, no irá a ninguna parte. Procesé esto. Parecía un buen consejo. Y venía de Nate Sawyer, hace tiempo un jugador, ahora un esposo y padre comprometido. Era una buena fuente de quien escucharlo. Asentí lentamente. —Bueno. Gracias, Nate. —No hay problema. —Me sonrió, hizo un saludo con dos dedos hacia Ellie, Jo, y Joss, y luego agarró la mano de Liv—. Ahora, si no les importa, me robo a mi esposa.

Capítulo 13 Traducido por nelshia & kellylc

Ensayos sin marcar

se amontonaban en mi mesa de café mientras me

sentaba en el suelo al lado de mi pila de los marcados. De vez en cuando había extendido mi taza de café helado y a echaba un vistazo a Marco, que estaba tendido en el sofá, dormitando. Oscuro y frío afuera, era cálido en el interior de mi apartamento mientras el fuego crepitaba en mi chimenea. No podía creer que era casi diciembre. Habían sido unas pocas semanas de locos. Unas pocas semanas de locos pasando el tiempo con Marco. Mucho. Después de pensar sobre el consejo de Nate decidí que pasar más tiempo con Marco era la única manera en que sabría con certeza si estaba realmente interesado en mí, y no sólo en dormir conmigo otra vez. Mi instinto me dijo que no era ese tipo de persona. No conmigo de todos modos, pero esa duda persistente, ese recuerdo de él dejándome sola en India Place aquella fatídica noche, me contenía de creer en él totalmente. Sólo el tiempo lo diría.

 El fin de semana después de nuestra noche de película juntos, Marco tenía planes. Sin embargo, el lunes siguiente se presentó en mi puerta después del trabajo, llevando una bolsa de comestibles y películas alquiladas. Él rápidamente se instaló en mi cocina y observé con desconcierto mientras armaba albóndigas y espaguetis caseros. No sé por qué estaba sorprendida de que él pudiera cocinar. Su tío poseía y dirigía un restaurante. Nos divertimos esa noche, manteniéndolo amigable, aunque Marco no pudo evitarlo, trató de coquetear un poco a pesar de mi falta de respuesta alguna. Él me llamaba en su hora de almuerzo esa semana, me envió

muchos mensajes de texto, y trató de tentarme de unirme a él para tomar una copa en el viernes. Fue una semana muy ocupada, así que le dije que tenía mucho trabajo que hacer. Para no ser desairado, me preguntó qué estaba haciendo ese fin de semana y le expliqué que iba de compras de Navidad en Glasgow. Me gustaba ser organizada sobre todo el asunto de los regalos de Navidad. Para mi sorpresa, Marco se invitó el mismo. Ese sábado nos reunimos en la estación Waverley de Edimburgo y abordamos el tren a Glasgow juntos. Durante cincuenta minutos nos sentamos uno frente al otro y apenas dijo una palabra. Aunque Marco era definitivamente más locuaz de lo que solía ser, y él ya no era exactamente taciturno, él seguía siendo ese hombre que estaba cómodo y feliz de sentarse en silencio conmigo. Me pilló observándolo mientras pasamos por Falkirk y sonrió a mi escrutinio. —¿Qué? —Has cambiado, pero no lo has hecho. Hubo un reconocimiento, una comprensión, en sus ojos que me dijo que sabía lo que quería decir. —Igualmente. Aunque no estaba dispuesta a admitir mi atracción por él, quería que él supiera que todavía recordaba lo buena que nuestra amistad había sido y que hasta el momento había sido buena otra vez. —Siempre hemos tenido esto, sin embargo. Ser capaz de simplemente estar callados y no sentirse incómodo. Sin necesidad de sentir que teníamos que llenar el silencio. Tengo eso con Cole, pero... quiero decir, él es como un hermano, así que... pero los otros chicos, nunca hemos tenido... —Me callé, dándome cuenta de que tal vez le estaba dando más de lo quise. Miré hacia él cuando no respondió, y me tensé ante la repentina quietud a su alrededor. Se inclinó hacia mí.

—Sé que pregunté si había habido alguien especial en tu vida, pero, honestamente, Hannah, no quiero oír hablar de otros chicos. —Su mandíbula se endureció y él miró por la ventana. Eso me molestó. Definitivamente no estaba impresionada con su despliegue de posesividad de hombre alfa. Pero no queriendo tener una pelea en público, me quedé tranquila, permitiendo lentamente al ardor de la ira disiparse. Después de diez minutos de ahora un silencio incómodo, le contesté en voz baja: —Tú y yo sólo somos amigos. —Y si él seguía siendo un idiota posesivo, esa es la forma en que teníamos de mantenernos. Marco me miró bruscamente. —Pero tú sabes que quiero más —respondió—. Así que también debes entender por qué no quiero oír una mierda de otros chicos con los que has estado. Chicos que consiguieron todo lo que he querido desde que jodí todo. El peso de nuestra historia, de nuestros sentimientos y confusión, me envolvió con una sensación de añoranza a luego, y sentí miedo. De nosotros. De nuestro futuro. O falta de él. Sin pensarlo, dije en voz baja: —Tal vez ya no deberíamos salir. —Puedes manejarlo —dijo fríamente, su tono sin tolerar argumento. Me obligué a encontrar su dura mirada. —¿Pero tú puedes? —Siempre y cuando no se hable de los chicos que has follado, o demasiado de Cole, entonces, sí, puedo manejarlo. Entrecerré los ojos—. Cole es mi mejor amigo. Agachó la cabeza, acercándonos—. Yo soy tu mejor amigo —respondió con brusquedad—. Sólo lo has olvidado. Mi culpa, lo sé. Puedo ayudarte a recordar. Honestamente, no sabía cómo responder a eso. Me dolió tanto por lo que habíamos sido y por lo que estaba aterrorizada de tener de nuevo con él.

Así que me permanecí callada. No fue hasta que estábamos deteniéndonos en Glasgow Queen Street que Marco rompió el silencio y dijo casualmente: —Gabby quiere algo llamado Jo Malone para Navidad. Por favor, dime que sabes lo que es eso. Lo miré fijamente. Y entonces tomé una decisión. Me eché a reír. —Es una tienda. ¿Dijo lo que quería de Jo Malone? Marco me miró sin comprender. —Está bien. —Le di unas palmaditas en el hombro mientras nos movimos para bajar del tren—. Vamos a ir con una caja de regalo en general. De alguna manera, a pesar del momento difícil en el tren, tuvimos un buen momento juntos ese día. Después de comprar por un rato, nos detuvimos a almorzar en un pub. Allí, ofrecí impulsivamente: —Sabes, si no conseguimos todo este fin de semana, estaría encantada de ayudarte a comprar el próximo fin de semana. La mirada de Marco suavizó en mi sugerencia. Sin embargo, su respuesta tranquila fue un rechazo. —No puedo el próximo fin de semana. Traté de no sentirme estúpida por exponerme ahí. Nunca me había sentido estúpida de algo así cuando éramos niños. Sus cejas se juntaron en mi silencio. —Es complicado, pero... voy a explicártelo pronto —prometió—. Cuando sea el momento adecuado. Mi estómago se revolvió desagradable e hice mi mejor esfuerzo para ignorar el sentimiento—. Eso es críptico. —Es una larga historia. Una que pretendo contar, como dije, cuando sea el momento correcto.

Hipócritamente, no me gustó que Marco estuviera guardando algo de mí, incluso aunque yo estaba guardando algo de él. Para cubrir ese sentimiento de posesividad por el que había estado enojada con él sólo unas horas antes, me encogí de hombros casualmente. —No es como si estuviéramos... no me debes nada. —Sí, jodidamente lo hago —dijo bruscamente—. Sea lo que es esto —hizo un gesto entre nosotros—, es importante. Y te lo diré cuando sea el momento correcto. ¿Cómo respondí a eso? Con el pulso acelerado, traté la honestidad de nuevo. —No quiero que pienses que te estoy dando falsas esperanzas, Marco. Estoy tratando de darte mi amistad, pero no sé si va a ser alguna vez más que eso. Necesito que reconozcas que lo entiendes. —Lo hago. Más que amistad o no... yo no voy a ninguna parte. Y así, el dolor había vuelto, pero esta vez la quemadura de él era casi dulce. Tras un momento de tenso silencio, me aventuré en una pequeña charla, preguntando por su tía y su tío y el restaurante. —Bueno. —Se encogió de hombros, yendo con el cambio de tema—: como mencioné antes, Gabby como que suavizó a Gio un poco. En algún momento él decidió que yo no era un desperdicio de espacio. Al recordar esa noche en los jardines, el hematoma hinchándose debajo del su ojo, todavía no podía dejar de sentir una profunda ira en mi interior hacia Gio. —¿Eso te compensa por lo demasiado idiota que fue contigo? Él sintió mi emoción, y su expresión se tornó tierna. —No, Hannah. Pero él ya no es ese hombre. Él estaba cargando su propia mierda de Nonno. Su relación no fue una fácil y se deslizó en la nuestra. Gio se disculpó por la forma en que me trató. —Él sonrió—. Él estaba borracho cuando se disculpó, pero aun así ayudó. Supuse que si Marco estaba dispuesto a perdonar, yo debería estarlo, también—. Me alegro.

Almorzamos, el aire centellando entre nosotros. Bromeamos y hablamos y luego vagamos de nuevo hacia la multitud por más compras. Esa noche Marco se coló a mi apartamento. Me quedé dormida viendo una película y cuando me moví fue porque Marco me llevaba a mi dormitorio. Me liberó suavemente en la cama y me dormí con el toque de sus labios en mi frente. A la mañana siguiente me desperté para encontrarlo dormido en mi sofá y cuando le pregunté por qué se había quedado en vez de ir a casa a su cama, me dijo que dormía más tranquilo sabiendo que estaba a salvo. Esa mañana le hice el desayuno. Le hice el desayuno con una pequeña fracción de mi resolución mucho más débil de lo que había sido el día anterior. Pensé cuando se fue ese día que no iba a regresar, pero lo hizo; regresó con los materiales que había pedido para mí. Cancelé el almuerzo del domingo en casa de mi mamá para ver a Marco construir estanterías en mi sala de estar. Mi resolución se debilitó aún más. Esa semana siguiente los dos estábamos excepcionalmente ocupados con el trabajo, pero Marco encontró tiempo para llamarme cada noche. Cómo prometió, no lo vi ese fin de semana, él había hecho otros planes. Durante su ausencia, me di cuenta de algo un poco aterrador. Lo extrañaba. Lo extrañaba profundamente hasta los huesos. Fue un alivio verlo en mi puerta ese lunes por la noche después de su desaparición. Él rompió su promesa silenciosa de darme tanto espacio físico como fuera posible al entrar en mi apartamento y envolverme en un abrazo que sentí en cada centímetro de mi cuerpo. Me besó en la mejilla, alejándose a regañadientes de mí. Me alegré por el grueso jersey que estaba usando porque la combinación de su colonia, su calor, sus fuertes brazos a mí alrededor y su duro pecho rozando contra el mío más suave, todo mezclado con el hecho que yo estaba sintiendo mariposas por verlo, hizo que mi cuerpo reaccionara físicamente a su abrazo. Intentando hacer caso omiso de mi atracción sexual hacia él, hice la cena para nosotros como si todo fuera perfectamente normal. Tres veces esa semana Marco se presentó en mi apartamento para la cena.

Le pregunté por qué nunca nos pasamos el rato en su apartamento, no porque me molestara, sino porque tenía curiosidad. Su respuesta fue que mi lugar era más agradable. A pesar de que una vez había vivido en ese lugar de mierda en India Place, no podía imaginarlo viviendo en algún lugar como ese ahora, por lo que asumía que su apartamento era aceptable para recibir huéspedes a pesar de sus negativas de que no lo era. Aun así, deseché mis preguntas, mi curiosidad y mi duda, en un intento de disfrutar el presente con él. Decidiendo dejar el apartamento, por una vez, fuimos al cine ese viernes por la noche. Eso no era claramente suficiente tiempo para pasar juntos, y Marco insistió pasarse por allí en mis deberes de niñera, la noche siguiente. Fuimos a casa de Joss y Braden y cuidámos a Beth y Lucas para ellos mientras que tenían una cita nocturna. Esto significó que Marco conoció a Joss. Él ya había conocido a Braden mientras trabaja en la construcción de algunos edificios de Braden. Para mi sorpresa total y absoluta, Braden fue agradable con Marco. No había ningún hermano mayor intimidatorio a la vista. Parecía relajado, con la idea de la presencia de Marco en mi vida. Tal vez el alfa machista en él lo reconoció en Marco y lo respetaba de alguna extraña manera de psicología masculina que nunca entendería. En cuanto a Joss, ella dejó en claro cuando ambos, Braden y Marco estaban de espaldas, que pensaba que él parecía genial. La mayor sorpresa de la noche, sin embargo, no fue la actitud relajada de Braden, era el comportamiento de Marco con los niños. Beth y Lucas lo amaban y él tenía un pozo inagotable de paciencia con ellos. Aunque un poco zarandeada por estas sorpresas, sentí como la noche había ido bien... hasta que las cosas se intensificaron fuera de mi control. Joss y Braden regresaron tarde esa noche, cuando los niños ya estaban en la cama, y Joss hizo lo increíble, ella invitó a Marco para el almuerzo del domingo al día siguiente. Mi expresión debió ser de horror porque ambos Marco y Braden se echaron a reír. Claro Marco dijo que si al almuerzo. Para mi consternación creciente toda mi familia lo recibió. No sabía si estar feliz o devastada. Sabía que mi madre y las chicas pensaban que él

era fantástico, me halaron hacia la cocina y todo era acerca de su sentido del humor, su facilidad, su manera calmada de llevarse con los niños, la manera que escuchaba todo lo que decía como si fuera la cosa más importante que alguna vez había escuchado… y claro ellos se burlaban de mi despiadadamente acerca de la gran manera que lo observaba. ¡Como si no lo supiera ya! La reacción de los chicos hacia Marco fue posiblemente la peor, porque ellos eran siempre tan difíciles de complacer cuando se trataba de los novios de sus parientes. Parecían gustar de la tranquilidad de Marco, respetando sus cuidadosas respuestas, y disfrutando de su humor seco. Estaba jodida. Incluso a Cole le gustaba, y Marco era definitivamente mucho más reservado con Cole que con los otros. La única persona que era de alguna manera distante era mi papá. Era generalmente mucho más despreocupado que los otros hombres en mi vida, y su reacción me tomo por sorpresa si no fuera por el hecho de que mi padre era el único que conocía la verdad. Observaba mientras papá estudiaba a Marco, y sabía muy bien que estaba intentando de medir si Marco era digno de esa segunda oportunidad que me aconsejo que debiera darle. Si alguien más notaba el inusual comportamiento, estaba segura que se pondrían sobreprotectores. El único momento realmente incómodo durante la visita fue después del almuerzo cuando Beth vino a posarse al lado de Marco en el sofá. Inclinó la cabeza a un lado, inspeccionándolo curiosamente mientras Marcos le sonreía divertido. Y luego todos la escuchamos preguntar en voz alta: —¿Eres el novio de Hannah? Hannah quería un hoyo negro que se abriera repentinamente en medio de la sala y la engullese en el hoyo. Aún peor, cuando la respuesta de Marco fue—: No. Ella no me deja serlo. Beth había volteado inmediatamente su tierna mirada de consternación hacia mí—. Eso es realmente descortés, Hannah.

Y eso fue tan adorablemente divertido incluso me reí a través de las llamas calentando mis mejillas. Un poco más tarde Joss y Ellie fueron a hacer café y té e ignoré la mirada de Marco, mientras salía de la sala de estar detrás de ellos hacia la cocina. —¿A qué demonios están jugando? —pregunté en voz baja—. ¿Qué pasa con la sobreprotección de Braden y Adam? ¿Qué paso con toda su sobreprotección? Joss se encogió de hombros—. Nos gusta Marco. Parece un chico sólido. No sabía que decir a eso. Miré a mi hermana. Ellie frunció el ceño con mi expresión de incredulidad. —Hannah, solo estamos apreciando cuanto esfuerzo está poniendo en ti. Queremos hacerte feliz. Es obvio que todos saben que son más que amigos. Quiero decir, difícilmente te vemos por tres semanas y cuando lo hacemos tú hablas es de lo que han hecho tú y Marco. —Amigos, mi culo —gruño Joss, poniendo azúcar estimulante al café de alguien—. La tensión sexual entre ustedes dos está fuera de los rangos. — Su sonrisa se volvió arrogante—. Me recuerda a mí y al Sr. Carmichael. —Sin detalles. —Ellie levantó una mano, sus ojos suplicantes. —No voy a ir hacia allí —le aseguró Joss, pero sabíamos hacia dónde su mente había deambulado por su sonrisa arrogante aun curvando su boca y por el calor en sus ojos. Suspire, contra la cocina de mi madre—. Pienso que podría al menos confiar en mi familia para mantener la cosa platónica entre Marco y yo. Pero ustedes prácticamente están dándome a él a cucharaditas. Ellie resopló, un largo, interminable, sarcástico resoplido. —Ponte seria, Hannah. Pasas cada momento soñando con él. Si alguien te está ayudando con él, cariño, esa eres tú.



Mirándolo dormir en mi sofá, estaba agobiada con mis sentimientos por él. Con sentimientos profundos en mi estómago, palpitando en mi pecho, y hormigueando en las puntas de mis dedos. La semana pasada, después del almuerzo del domingo, había visto a Marco una vez para la cena, pero el trabajo nos había mantenido ocupados y para el fin de semana una vez otra vez tuvo un misterioso compromiso familiar. Vine a la conclusión notan-difícil-de-deducir de que sus cosas de familia ocurrían en diferentes fines de semana. Era difícil no presionarlo con ese asunto. Pero no lo hacía. Más que todo por la ya mencionado hipocresía. Así… que no nos habíamos visto por unos días. Toda la cosa de extrañarlo se había vuelto peor. Por eso fue que cuando abrí mi puerta esa noche y lo vi ahí, estaba inundada por mis emociones. Cualquiera que fuera la desaparición misteriosa de los fines de semana, Marco me probó que me extrañó tanto como yo a él, porque estaba aquí en mi puerta una noche antes. No podía esperar un día más por verme. Le dije que tenía ensayos que evaluar pero eso no lo detuvo. Comimos la cena y luego Marco se fue a mi sofá y me dejó regresar a mi trabajo. Mi resolución se había debilitado. Podía sentirlo. Solo tenía que darme un empujón y… Quité la mirada de su hermosa cara dormida y resueltamente procuré concentrarme en mi trabajo. El próximo ensayo que recogí era el de Jarrod, que me hacía ignorar a Marco mucho más difícil. Pero lo hice, porque Jarrod merecía mi concentración. Su ensayo personal me conmovió. Para toda la holgazanería de Jarrod con los otros profesores y obviamente los problemas de que su padre lo había abandonado, había encontrado la fuerza que no todos los chicos de su edad habían tenido para cuidar a su hermano pequeño, Harvey, ayudándolo a salir adelante. Para Jarrod, los objetivos de su ensayo era demostrar su crecimiento dejando los miedos infantiles y convertirse en un joven adulto. Pero el lector fácilmente distinguía de la multitud de situaciones que planteaba para nosotros que Jarrod sobrepasó sus miedos

para poder hacer sentir a Harvey seguro, para que Harvey no tuviera miedo. No era fácil para alguien con el orgullo de Jarrod poner todo en papel, y había hecho la promesa que solamente yo y el examinador íbamos a leer el ensayo. Era una pena que me hicieran prometer. Quería empujar el papel en la cara de Rutherford y demandarle que viera el chico del que pensaba tan poco, que no era un niño en absoluto. Era un chico en crecimiento, pero había sido forzado a ser un hombre en espíritu para darle a su hermano el apoyo emocional que él nunca tuvo. Suspiré pesadamente, deseando que hubiera más que pudiera hacer para ayudar a Jarrod con su autoestima. —¿Qué está mal? Levanté la cabeza de mi trabajo hacia la áspera voz de Marco y su pregunta. Sus ojos estaban abiertos, su mirada baja me afectó emocionalmente tanto como psíquicamente. Esa avalancha de ternura que sentí claramente trasladándose en mi mirada porque Marco repentinamente se puso más alerta. La resolución debilitándome aún más. Solo un empujón… Mi corazón estaba golpeando fuertemente, pero intenté parecer despreocupada, golpeando mi lapicero casualmente contra los papeles en mi mano. —Tengo a este chico en mi clase de cuarto año. Jarrod. —Puse el ensayo a un lado con los otros—. Me recuerda a ti. —¿Sí? —Marco lentamente se puso de pie, sus codos descansando en sus rodillas mientras se inclinaba hacia mí—. Debes tener una debilidad por él entonces. Me reí—. Tan seguro de ti mismo estos días. Marco no respondió; en cambio, sus ojos se oscurecieron, brillando con la luz baja mientras se sentaba en el suelo. Mi corazón como un trueno

golpeando a través de mi pecho se aceleró aún más y yo inconscientemente me lamí los labios mientras se movía hacia mí. Mi respiración se hizo más profunda, mi mente gritaba ¡Deténlo! Mientras mi cuerpo felizmente cedió cuando apartó mis piernas, poniéndose entre los dos, y moviendo su torso contra el mío así que me vi obligada a inclinarme hacia atrás sobre mis manos para crear espacio entre nosotros. Marco no le importaba nada de eso. En lugar de eso se inclinó más hacia mí mientras mi cabeza se inclinaba, una mano plana en el suelo por mi cadera, la otra enviando mi cabello hacia atrás de mi cuello mientras acunaba mi cara. —Sé que todavía te importa —sus palabras susurradas a través de mis labios, su boca casi tocando la mía. Temblé, mi respiración entrecortada—. Y, cariño —continuó—, no creo que pueda pretender por mucho más tiempo que no pienso en estar dentro de ti a cada hora de cada día. Sus palabras fueron casi el equivalente de su boca entre mis piernas. Lo deseaba. Lo deseaba tanto que estaba atascada en el silencio con el temor de que si hablaba me negaría a mí misma. Marco tomo mi silencio como consentimiento. Su dedo acaricio mi mejilla con ternura, sus ojos cayendo en mi boca. Sin aliento, esperé. Su cabeza bajo, cruzando el minuto de distancia entre nuestros labios, y mis ojos aletearon al contacto de su boca sobre la mía. Mis labios hormiguearon, y suspiré, entusiasmada por más. Su beso continuó con dulce seducción, un toque de sus labios contra los míos, la presión incrementando mientras mi piel se volvía caliente y más caliente. Nunca había sido besada de esta forma. Ningún chico se había tomado tanto dulce tiempo conmigo, como si necesitara saborear cada centímetro de mi boca. Cada vez que pensaba que iba a profundizar el beso, retrocedía, espolvoreando toques de mariposa contra las esquinas de mi boca o mordisqueando mi labio inferior. El hormigueo era delicioso.

—Solo tuyo —lo aparté para decirle suavemente, sonando casi desolada y preguntándome si en medio de la lujuria había algo de verdad en ese tono. Marco me observó mientras intentaba leer mi expresión. Tiernamente, metió mi cabello detrás de la oreja—. ¿Solo mía qué, Hannah? —Tu beso. Mis labios hormiguearon cuando me besaste. —Sonreí tristemente—. Realmente, honestamente, por Dios, hormiguearon. Nadie más me había hecho sentir eso. Un pequeño triunfo oscuro entró en sus ojos. —Genial —respondió bruscamente, antes de que bajara su boca para recapturar la mía. Mi respiración creció constantemente más y más fuera de control mientras el volvió a torturarme con lentos besos seductivos. Deseaba el toque de su lengua con la mía así podría probarlo. Recordaba su sabor. No había nada como eso. Necesitaba eso de vuelta. Presionándolo en el suelo, lo alcancé, mis manos tomando sus hombros cuando repentinamente el movimiento presionó nuestras bocas más fuerte una contra la otra. Gemí con necesidad y Marco me presionó contra él, su otra mano en mi cabello tomándome mientras abría mi boca contra la suya. Mi vientre bajo hundiéndose mientras su lengua se movía contra la mía, mientras su calor y sabor me llenaban. Sí. Esto era de lo que me estaba perdiendo.

Capítulo 14 Traductora Marcelaclau & Jadasa Youngblood

—Pon tus piernas alrededor

de mi cintura —ordenó Marco, su voz

llena de necesidad. Inmediatamente hice lo que él pidió, mis brazos rodeando sus hombros mientras él me sostenía rápido y se ponía de pie con facilidad. Di un grito ahogado al sentir su erección, nuestros ojos encadenados y creando chispas imaginarias de brazas fundidas en la colisión. Marco me llevaba, nuestras respiraciones mezclándose mientras jadeábamos en anticipación. Era apenas consciente de que nos movíamos a través del piso hasta que él me estaba bajando en el suave edredón de mi cama, su cuerpo deslizándose sobre el mío. Él se mantenía arriba, sus manos apoyadas a cada lado de mi cabeza. —No hay vuelta atrás —murmuró. Empujando su camisa, sintiendo su caliente, suave músculo bajo mis manos, me estremecí de emoción. —No hay vuelta atrás —acordé, completamente absorbida por la promesa sexual en sus ojos. Marco tiró de la camisa sobre su cabeza y la lanzó a algún lugar detrás de mí. —Oh, Dios mío —suspiré antes de que pudiera detenerme, alcanzándolo de inmediato, necesitando tocar toda esa gloriosa piel. Estaba poderosamente construido, esculpido—. Eres hermoso. Las palabras estaban casi apagadas porque Marco estaba quitándome mi propio suéter, tirándolo en la misma dirección que el suyo.

—No, pero tú lo eres —respondió en voz baja, sus manos en mi cintura para ahuecar mis pechos por encima del sujetador. Arqueé mi espalda, empujándolos en sus manos. Marco aceptó mi oferta. Me besó, profundo y duro, mientras hábilmente desabrochaba el sujetador a mi espalda. Mis manos trazaron cada centímetro de su pecho mientras nos besábamos, dejándolo ir a regañadientes cuando me empujó suavemente hacia la cama y deslizó los tirantes del sujetador por mis brazos. El sujetador desapareció. La mirada de marco pasó de mi rostro a mis senos desnudos y el calor en ella los hizo hincharse, mis pezones se apretaron. Sentí esa montaña rusa en mi vientre y sabía que si él metía su mano entre mis piernas, me encontraría húmeda y lista para él. Él me tocó, acunando mis senos de nuevo, apretándolos suavemente, los pulgares frotando mis pezones mientras aprendía mis formas. Su respiración se había vuelto más pesada y podía sentir su dureza a través de sus pantalones. Me arqueé de nuevo, silenciosamente pidiendo su boca. Él no me la negó. Suspiré ante el paso de sus labios de nuevo, primero en el seno derecho y luego en el izquierdo. Me atormentó, besando cerca de mis pezones. Y sólo cuando pensé que tendría que rogar en voz alta, él lamió mi pezón derecho antes de cerrar su boca alrededor de él y chuparlo. Una ola grande se movió en mi vientre y grité suavemente, arrojando mi cabeza hacia atrás contra mi almohada. Marco prestó atención a ambos pezones hasta que estaban hinchados, hasta que estaba desesperada por él. Presionó un dulce beso en la curva exterior de mi pecho y se sentó.

Juro por Dios que casi acabé sólo al verlo a horcajadas con esa hambre oscura en sus ojos, un hambre que haría que cualquier mujer en el mundo se sintiera en llamas. Nuestros ojos se encontraron, con el espeso y embriagador silencio entre nosotros. Marco metió la mano por la cintura de mis pantalones y mis bragas y las jaló. Levanté la parte inferior de mi cuerpo, dándole mejor acceso y levante mis piernas para sacar las prendas. Una vez me había despojado de ellos, despacio, suavemente, acariciando mis pantorrillas y mis muslos, bajó mis piernas, separándolas mientras lo hacía. Nunca me había sentido tan expuesta, o, para mi sorpresa, tan excitada como sentía con él mirándome. Con movimientos bruscos, su mandíbula tensa con menos control, Marco desabrochó la hebilla de su pantalón y bajó la cremallera de sus vaqueros. Cada centímetro de mi cuerpo estaba prendido en fuego, mis muslos temblaban y no podía controlar mi respiración mientras mi cuerpo inexperimentado gritaba por el suyo más experimentado. Bajó sus jeans y sus bóxeres y miré su gigantesca, furiosa y palpitante erección. Estaba perfectamente en proporción a su tamaño pero… me encontré tensándome, mi espalda rígida contra la cama. Marco se quitó sus jeans, empujándolos a un lado antes de moverse hacia mí, moviendo mis piernas aún más lejos mientras bajaba su pecho hacia mí. Me besó suavemente, arrastrando sus dedos por mi muslo de un modo que causo que me estremeciera de nuevo y mi cuerpo se relajara un poco. —Estoy limpio —suspiró contra mi boca—. Estoy suponiendo que tú también. ¿Estás tomando la píldora o necesitamos un condón?— Dudé, confundida por la pregunta. —¿Hannah? —él mordisqueo el lóbulo de mi oreja y sus manos continuaron por mi vientre hasta que encontraron su destino en mis senos. Apretó, su pulgar frotando mi pezón hinchado. Encontré mis ojos revoloteando cerrados. —Estoy tomando la píldora —susurré aturdida, despertándome sólo cuando su mano desapareció de mi seno y encontró un nuevo e incluso mejor lugar entre mis piernas.

Mis caderas se sacudieron al primer toque de su pulgar en mi clítoris, y él hizo sonidos profundos y tranquilizadores desde el fondo de su garganta. Y luego él estaba besándome, húmedos y adictivos besos mientras jugaba con mi clítoris. Lo toqué también, acariciando sus hombros, su espalda, sus abdominales, sus pezones de una forma que lo hizo gruñir en mi boca y presionar más fuerte mi clítoris. Cuando él introdujo dos dedos dentro de mí, rompí el beso, gimiendo mientras mi cuello se arqueó. —Bebé… —salpicaba besos por mi mandíbula mientras empujaba sus dedos adentro y afuera—. Dios, bebé, estás empapada. Lloriqueando, mis ojos intentando abrirse para encontrarse con los suyos. —¿Me quieres? —murmuró sombríamente contra mi boca. Asentí con la cabeza, empujando mis caderas contra sus dedos, necesitando más. —Dilo Hannah. Estaba sin sentido. Clavé mis dedos en su espalda, incitándolo más cerca, el sonido de mis jadeos llenando la habitación. —Te necesito —admití sin aliento—. Te quiero dentro de mí. Sólo así vi como perdía el control. Sus dedos salieron de mí, se apoderó de mi muslo mientras ponía su otra mano al lado de mi cabeza. Mirándome fijamente a los ojos, se movió. Lo sentí duro y caliente contra mi centro y luego había presión mientras se empujaba dentro. Me puse rígida, sintiéndome no tan incómoda como recordaba de la primera vez. Marco ni si quiera había recorrido todo el camino dentro de mi cuando algo entro en sus ojos, una pregunta incrédula. Su mandíbula se apretó con control, se desaceleró y paró. —¿Cariño…?

Negué con la cabeza, sin entender qué estaba mal. —Cariño… —Bajó la cabeza más cerca, su mano ahuecando mi rostro—. Estas tan apretada como una virgen —susurró con voz ronca. Oh, no. ¡No, no, no! Trague saliva, la excitación se disipaba despacio mientras la realidad se entrometía. —Sólo ha pasado un tiempo. —Empujé distraídamente sus hombros. La respuesta de Marco fue hundirse más en mí. Agarré sus hombros en su lugar, mis caderas levantándose por más. —¿Cuánto tiempo? —preguntó, el músculo de su mandíbula flexionado con tensión. Busqué una mentira plausible. —Primer año en la universidad —jadeé—. He estado ocupada desde entonces. Marco se quedó inmóvil. —¿No has estado con un hombre en cuatro años? Cinco, en realidad. Negué con la cabeza de nuevo. De repente cerró su expresión, no pude leer su reacción. Y entonces no me importó leerlo porque empujó todo el camino dentro de mí antes de salir y luego lentamente empujar de nuevo. La incomodidad se evaporó cuando mis músculos internos se sujetaron alrededor de su pene. —!Oh, Dios Marco! —intenté tirar de él más profundamente. —¿Sí? —él empujo un poco más duro y grité su nombre otra vez. Me hizo el amor. Nuestros ojos permanecieron conectados mientras se deslizaba dentro y fuera de mí poco a poco.

—Acaba por mí, cariño —gruño, agarrando una de mis manos fijándola a la cama mientras su otra mano agarró mi muslo más duro—. Necesito que te vengas. El sentimiento dentro de mí se estaba construyendo hacia arriba en una espiral, más y más fuerte hasta que todo mi cuerpo se tensó sobre el precipicio. —Sí. —Marco empujó más fuerte—. Acaba para mí. Su polla se movió dentro de mi unas pocas veces, desesperado por arder… y luego sucedió. Centelleó, la tensión dentro de mi explotando, un orgasmo diferente a cualquiera que hubiera tenido antes. Pienso que mis ojos incluso rodaron en mi cabeza mientras gritaba a Dios. Me estremecí contra Marco, abriendo mis ojos para mirar cómo se puso rígido, su cuello se arqueó, sus dientes se apretaron, y sus ojos se tornaron feroces mientras su propio clímax lo atravesaba. Se sacudió contra mí, se aferró a mí casi dolorosamente cuando se vino. Colapso en mí. Su cuerpo se estremeció mientras enterraba su cabeza en mi cuello. Mis músculos estaban calientes y lánguidos y por unos pocos gloriosos segundos, yací allí disfrutando las secuelas del más grandioso orgasmo que haya experimentado, y regocijándome en el sentimiento del cuerpo duro y caliente de Marco cubriendo el mío. Sin embargo, esos segundos pasaron rápidamente. Cuando él levantó su cabeza, sus rasgos relajados y sus ojos llenos con afecto, un oscuro y pesado sentimiento comenzó a colarse en mis entrañas. Me beso suavemente y lo besé en respuesta, pero… Tiró suavemente de mí y salió de mí. El sentimiento en mis entrañas creció cuando él salió de mi cama. Mis ojos se enfocaron en su larga, y musculosa espalda, enfocándose en una línea de piel levantada en el lado izquierdo de su espalda baja. Una cicatriz.

Una nueva sensación de malestar se unió a la que ya estaba creciendo dentro de mí. Miré su magnífico cuerpo, su trasero digno de un mordisco y todo, cruzó toda la habitación y desapareció en el pasillo. Unos segundos más tarde regresó, completamente a gusto con su desnudes. Deseando que pudiera creer en la suavidad de sus ojos mientras me miraba, lo miré, un poco perpleja cómo se arrastraba en la cama conmigo. Y luego presionó una toalla húmeda entre mis piernas. Sorprendida por el dulce gesto, me mordí el labio para evitar decir cualquier cosa mientras él cuidaba de mí. Después, desapareció de nuevo por unos segundos, regresando para sacar las mantas debajo de mi para ponerlas encima. Se deslizó dentro de la cama, recostado en su espalda, y su brazo alrededor mío. Sin decir una palabra me llevó a su lado y descansé mi cabeza en su pecho, mi corazón acelerándose de nuevo. —No sé si esto cambia algo. Marco respondió resoplando de risa—. Por supuesto que sí. Por alguna razón quería llorar. No me entendía para nada. —Debería estar aquí sintiéndome feliz, pero… no lo soy. El aire en la habitación se enfrió. Marco se sentó, girando para que pudiera mirarme a los ojos. Podía decir por el endurecimiento de su mandíbula que estaba algo más que molesto por mi reacción de nosotros teniendo sexo. —¿Qué diablos significa eso? Fui por la honestidad. Bueno… más o menos. —Tengo esta sensación de desplome acerca de nosotros. —Miré a otro lado—. No te he dicho todo, y no sé si algún día seré capaz. Sentí la presión de sus dedos contra mi mentón y él lentamente movió mi cabeza para que me encontrara con su mirada. —Lo harás, eventualmente—dijo con una certeza que yo no podía sentir—. Tampoco te he dicho todo, pero llegaremos allí. Y ese sentimiento… lo haré desaparecer. Lo haré desaparecer probándote que no me voy a ninguna parte. Estoy aquí Hannah. Y quiero estar aquí.

Quería seguir discutiendo, quería correr lejos antes de que todo entre nosotros explotara y me dejara devastada. Pero cuando me besó, empujándome contra las almohadas, determinado a hacerme el amor otra vez, entendí que era mucho más que una gran parte de mí que no tenía nada que ver con mi cerebro y todo con mis emociones, y quería esto aquí con él, incluso más.

 La sala de profesores se encontraba vacía con solo cinco minutos a que terminara el almuerzo. Me había acercado al fregadero para enjuagar mi taza, todavía aturdida (y agotada) por la maratón de sexo anoche con Marco, cuando Nish corrió a mi lado. Ignoró mi mirada interrogante sobre su hombro. Tan pronto como el último profesor salió de la sala de profesores se volvió la vuelta hacia mí, sus ojos oscuros brillando con emoción. —Escuche que las cosas van bien, contigo y Marco. La irritación hizo que mi pulso acelerara. —¿Y dónde escuchaste eso? Nish se encogió de hombros, viéndose extrañamente petulante, casi triunfante. —Bueno, Marco me envió un mensaje de texto esta mañana y todo lo que decía era: ―Gracias‖. Al ver los círculos oscuros bajo tus ojos, el rubor en tus mejillas, y poniéndolo junto con el críptico mensaje de texto, solo puedo concluir que tuvieron relaciones sexuales. Genial. —¿Eres una profesora de inglés o una detective privada? —Me quejé. Nish se rió. —No sé a qué se debe el malhumor. Si consiguiera un poco de Marco D'Alessandro, moriría como una mujer feliz. —Eres una mujer casada —le recordé, lanzando en la papelera la envoltura de mi sándwich mientras me dirigía hacia la puerta.

—Eso no significa que no pueda apreciar un magnífico ejemplar como Marco. Estaba confundida sobre si anoche estuvo bien ceder o no a Marco, pero definitivamente disfruté todo lo relacionado con su cuerpo. Me estremecí sólo de recordarlo. —Entonces. —Nish se estiró, pasándome, colocando su mano sobre la puerta de la sala de profesores para que no pudiera escapar—. Andy dice que él conoce a Marco desde hace unos cuantos años y que nunca antes persiguió a una mujer. —Nish me sonrió—. Usualmente es el tipo de chico de ámame y déjame. La miré de vuelta impacientemente. —¿Eso fue una pregunta? —Bueno, sí. Suspirando, estiré la puerta, así tenía que moverse para dejarme salir. —Tenemos una historia. —Entiendo eso. Lo que quiero saber es, ¿es en serio? ¿Estaré escuchando pronto campanas de boda? Encorve mis hombros por la absurda pregunta. —Nish, siquiera estoy segura de que estamos juntos. Marco nunca ha sido de los que se quedan.

 Cole se encontraba en su cocina, agarrando un vaso de gaseosa y algunos aperitivos, y yo estaba descansando cuando mi teléfono vibró. Lo saqué de mi cartera, esa inquietud de vuelta en mi estómago, cuando vi que era Marco. Me había llamado cinco veces y lo ignoré todas y cada una de ellas. También ignoré los mensajes de texto que me envió. En lugar de ir a casa, donde estaba segura de que él sólo me tendería una emboscada y forzarme a resolver mis sentimientos antes de que estuviera lista, tome el autobús al apartamento de Cole en Leith Walk. Era un lugar pequeño que compartía

con un compañero de apartamento. El mobiliario se encontraba desgastado y necesitaba ser reemplazado, las paredes tenían manchas amarillas, y constantemente hacía frío porque las viejas ventanas de guillotina y cada vitrina habría que cambiarlos. Empujando de nuevo mi teléfono en mi cartera, levante mi mirada mientras Cole regresaba a la sala de estar. —¿Extrañas vivir con Cam y Jo? —pregunté, agarrando agradecida la comida y bebida que me ofrecía. Cole me lanzó un mirada de ―¿hablas en serio?‖. —Me gusta la privacidad. Para todos nosotros. Cam no puede mantener sus manos lejos de mi hermana, como es evidente por ese enorme bulto que ella ha estado cargando alrededor estos días, y eso es algo que me alegro de que no tenga que sorprender más. Me reí entre dientes, mirando alrededor de la habitación. Mi mirada se quedó atascada en una placa que colgaba encima de la vieja chimenea. En la placa había un pez cantando. —Sin embargo, tu compañero de apartamento tiene un gusto poco fiable. —Bigsie es de poco fiar, y punto. —Cole miró sombríamente al pescado—. Por suerte no lo veo mucho. —Sí, ¿dónde está? —A la mierda que lo sé. Paga el alquiler a tiempo, eso es todo lo que importa. —Podrías pedirle que saque el pescado. —¿El pescado? —Cole resopló—. ¿Supongo que no has visto la muñeca inflable en mi baño? Exploté de la risa. —De ninguna manera. Cole cerró sus ojos como si estuviera adolorido y asintió.

Riendo, baje mi Coca Cola y corrí fuera de la sala de estar, bajando por el pasillo al diminuto y minúsculo baño hacia atrás en el departamento. Tan pronto como abrí la puerta, encontré una muñeca inflable de tamaño real. Tenía una cara de dibujos animados y grandes senos, y alguien había cubierto su mitad inferior con una falda hula. —¡Su nombre es Lola! —dijo en voz alta Cole. Riendo, le saqué una foto con la cámara de mi teléfono y luego regresé a la sala de estar. Cole hizo rodar sus ojos ante mi expresión. —Es divertido para ti. No tienes que vivir con ello. Realmente consideraría desinflarla si no estuviera preocupado por las represalias de Bigsie. Me reí más fuerte. —Vamos. —resopló Cole—. ¿Dónde está la compasión? ¿Cómo se supone que le expliqué eso a una mujer si la traigo de aquí? Me encogí de hombros. —Tienes un compañero de apartamento raro. —No, si estamos hablando en serio, estarán fuera de la puerta antes de que tenga la oportunidad de explicarme. ¿No lo harías si lo vieras en el baño de un chico? Me rió disimuladamente. —Oh, Dios, sí. —Jodidamente genial —murmuró Cole hacia su café. Mi teléfono vibró de nuevo y lo ignoré cuidadosamente, tratando de alcanzar mi Coca Cola. —¿No vas a responder eso? Negué con mi cabeza. —Está bien. —Me mira Cole atentamente—. Apenas hemos pasado el rato en semanas, lo cual está bien porque parece estar haciendo progresos con

Marco. Pero ahora que estás aquí, después del trabajo, evitando llamadas telefónicas. ¿Qué pasa con eso? ¿Es él? —No quieres saberlo. Sentí el escrutinio de Cole intensificarse. Suspiró, bajando su taza sobre la corriente mesa de café. —Te acostaste con él. Mis labios se abrieron ante su intuitiva deducción. —Eres molestoso. —Así que te acostaste con él. ¿Fue tan malo que lo estás ignorando... como la adulta madura que eres? —No estuvo mal —murmuré, sintiendo arder mis mejillas, ante el solo recuerdo de ello. —Ach, no quiero escuchar eso. —La cara de Cole se arrugó como si acabara de probar en su boca un caramelo amargo de manzana. —No dije nada. Hizo un gesto con su mano. —Olvida los detalles. ¿Por qué lo evitas? —Solo estoy tratando de entender las cosas. —Y, ¿qué hay que entender? Pensé que le estabas dando una segunda oportunidad. —¿Lo estoy? —Fruncí mis cejas. Cole sonrió amablemente. —Hannah, le permitiste volver a entrar. Asentí, sabiendo que era verdad y que, sí, me estaba preparando a mí misma para darle una segunda oportunidad, pero...

—Solo tengo esta sensación. No puedo superarlo. Es este sentimiento, en mi interior de que esta vez voy a ser aplastada hasta el punto de que no podré levantarme de nuevo. Mi amigo suspiró pesadamente. —¿Quieres saber lo que pienso? —Siempre. —Creo que ese sentimiento en tu interior... ese es solo el pasado hablando.

 Debería haberlo esperado. Pero no lo hice. Había pasado las últimas cinco semanas viéndolo infiltrarse en mi vida, persiguiéndome, pasando tiempo conmigo. Pero de alguna manera aun no podía sacar de mi cabeza al joven Marco, y el joven Marco que se habría encogido de hombros pensativamente ante mi evasión del día anterior, y esperaría que yo vaya a él. Para mí siempre creciente confusión, el alivio fluyó a través de mí al verlo sentado en las escaleras en la entrada principal de mi edificio cuando volví de lo de Cole. Llevaba una chaqueta abrigada, pero hacía mucho frío afuera y no tenía un sombrero o una bufanda. La culpa me pinchó de inmediato. Cole tenía razón. Evitar a Marco hoy, había sido inmaduro. Y aquí, se encontraba esperándome en este maldito clima Báltico. ¿Estaba diciendo la verdad? ¿Realmente no iba a irse a ninguna parte? —Te voy a comprar una bufanda. —Suspiré, deteniéndome enfrente de él. Levantó su cabeza, sus manos colgando entre sus rodillas, y mis músculos se inmovilizaron ante la expresión de su cara. ―Enojado‖, ni siquiera lo cubre. Esperé a que dijera algo, que grité, que me interrogará sobre mi conducta infantil, pero en vez de eso se puso de pie y me dio la espalda. Mi boca se

abrió confundida, y lo observé mientras subía los últimos escalones en la escalera de la entrada y esperaba. Dándome cuenta de que estaba esperando a que yo le deje entrar, me apresuré a subir los escalones y le pasé, mis manos temblando un poco mientras abría la puerta. Sentí su intimidante presencia detrás de mí mientras intentaba no correr por las escaleras a mi apartamento como si un cobrador de deudas estuviera sobre mis talones. Se acercó a mí cuando estaba insertando la llave en mi cerradura que su pecho rozaba contra mi espalda. Las mariposas habían regresado a mi estómago como una venganza para el momento en que llegué abrí la puerta. Tan pronto como la cerradura chasqueo, Marco empujo una mano por encima de mi cabeza contra la puerta para abrirla. Bruscamente me encontraba arrastrando mis pies adentro, y sintiendo la ira prácticamente brotando de él, me deslicé fuera de su alcance y entre en la sala de estar para alejarme un poco. Nerviosamente, empecé a desabrocharme mi abrigo. —Así que esta mañana —su tono de encabronado me puso tensa mientras me sacaba mi abrigo—, cuando te besé despidiéndome, antes de salir a alistarme para el trabajo, ese dulce que me diste... ¿era una puta mentira? Se estaba refiriendo al hecho de que lo empujé hacia mí para darle un beso más profundo, reacia a dejarlo ir. La cosa era, cuando estaba ahí, delante de mí, era más difícil aferrarme a la inquietud que sentía. En el momento en que él se fue y estuve lista para el trabajo, dejaba que esa inquietud ganara. Giré para enfrentarlo. El hecho de que estaba quitándose su chaqueta me insinuaba que estaba enojado, pero no lo suficientemente enojado como para irse. ¿Por qué demonios me siento tan aliviada de nuevo? —Solo estoy confundida —respondí honestamente. —¿Esa es tu respuesta? —Arrojó su chaqueta sobre mi sillón y fue rondando hacia mí—. He tenido el peor día de mierda, ¿y esa es tu respuesta?

Poco dispuesta a dejarme intimidar cuando solo trataba de ser sincera, me negué a retroceder, incluso cuando se detuvo tan cerca que tenía que inclinar hacia atrás mi cabeza para mirarlo. —Es la verdad —espeté. —Así que estás confundida. ¿Eso te da derecho a tratarme como a una mierda? La culpa regresó. —No. —Sin pensarlo, rocé las puntas de mis dedos sobre su pecho, un gesto de consuelo—. Lo siento por hoy. No fue justo. Solo estoy… confundida. Por un momento no estuve segura de cómo iba a reaccionar. Luego, lentamente, la tensión parecía reducirse, a pesar de la dureza que permanecía en sus ojos. —Nunca quiero que se repita lo de hoy. Tenemos problemas, lo hablamos. No me dejas parado en el frío como un jodido idiota. Sintiéndome como uno de mis alumnos regañado, crucé mis brazos sobre mi pecho y respondí un tanto petulante: —¿Siempre eres tan mandón? Un brillo peligroso llenó sus ojos. —Oh, nena, no me has visto mandón. Dejé escapar una exclamación de sorpresa cuando me empujó contra el brazo del sofá, así que no tuve más remedio que sentarme en él, y empujó mi falda hasta mi cintura en un movimiento rápidamente suave. Me aferré al sofá, sintiendo una mezcla embriagadora de aprehensión y emoción mientras bruscamente estiraba mi ropa interior bajando por mis piernas. Se abrió paso entre mis piernas, agarrando mi nuca con una mano y estirando su cremallera con la otra. Su beso fue duro, desesperado, y además de la torturante presión de su pene palpitando contra mi sexo, fue demasiado. Frotándose contra mí,

robándome con sus besos eróticos, y burlándose de mí, hasta que mi piel se encontraba caliente. En el momento en que mi boca se encontraba hinchada por sus besos, sentí sus dedos deslizarse en mi interior, revisando si estaba preparada. Prácticamente gruñó de satisfacción antes de que quite sus dedos y empuje su pene en mi interior. Grité de dolor placentero, aferrándome a Marco con todas mis fuerzas mientras agarraba mis caderas y me follaba sobre el brazo de mi sofá. No fue como antes. No fue lento y profundo e impulsado por la nostalgia. Esto fue impulsado por la frustración, confusión, desesperación y lujuria. Fue descuidado. Fue intenso. Y estaba tan caliente por él que me vine rápido y llegué fuerte. Bajando de mi clímax, sentí espasmos en mis músculos internos mientras Marco gruñía: —Joder, Hannah. Joder, se siente tan bien —antes de gemir mientras se venía en mi interior. Jadeando, sintiéndome un tanto desconcertada por lo diferente y sin embargo, emocionante que había sido, esperé a Marco por el próximo movimiento. Su siguiente movimiento fue besarme lentamente, dulcemente, y estirarse de nuevo para con preocupación tardía preguntarme: —¿Estás bien? No estaba… Cubrí su boca con mi mano, sonriendo satisfecha. —Voy a tener que hacerte enojar más a menudo. Correspondió mi humor con una sonrisa maliciosa. —A mí nena le gusta duro. —Me gustas —susurré, sintiendo ese dolor expandirse en mi pecho. Rozó sus nudillos a lo largo de mi mentón, ahora la ternura ardiendo en sus ojos.

—¿Eso significa que le vas a dar de verdad una oportunidad a esto? ¿No más evitarnos? Pensé en él, sentado en la escalera de mi entrada, en el frío invierno. —Sí. —Deslicé mis brazos alrededor de su cuello, estirándolo cerca—. Esta soy yo, oficialmente dándonos una oportunidad.

Capítulo 15 Traducido por MaEx (SOS)

Hace años,

cuando estaba tratando de entender los círculos que Joss

hizo atravesar a Braden antes de que finalmente admitiera que estaban hechos el uno para otro, Joss me había dicho que hacía tanto tiempo desde que había sido tan feliz por primera vez que la paralizó de miedo. En lugar de ser capaz de disfrutar lo que tenían, Joss estaba imaginando cincuenta kilómetros de distancia en frente de ellos, temiendo una curva en el camino que uno de ellos tomaría demasiado bruscamente y terminarían inclinándose de cabeza al desastre. Comprendía cómo pudo sentirse de esa manera, ahora más que nunca. La próxima semana, con Marco fue estimulante en su simple belleza. Pasó todas las noches en mi casa, incluyendo el fin de semana, e hicimos el amor. A veces era dulce y a veces era salvaje, y todo el tiempo era alucinante. Cuando no estábamos como adolescentes que acababan de descubrir el poder del sexo, estábamos como siempre. Era adictivo. Él era adictivo. Me sentía tan contenta que estaba asustada de ello. Distraída por Marco, distraída por mis tumultuosas emociones, estaba atrasada en el trabajo. El jueves siguiente sabía que tenía que saltarme el almuerzo y utilizar ese tiempo y el periodo libre que tenía para ponerme al día con mis calificaciones. Mi cabeza estaba agachada, mi estómago estaba gruñendo, y estaba perdida en papeles cuando un golpe en mi puerta me sacó de ellos. Aunque mi corazón dio un vuelco ante la vista de Marco estando en mi puerta, fruncí el ceño—. ¿Qué estás haciendo aquí? —Mis ojos recorrieron

su longitud. Estaba llevando su ropa de trabajo. Traté de ignorar el hecho de que lo encontré atractivo así. Marco se encogió de hombros, tomando largas zancadas hacia mí y observé la bolsa de papel en la mano. —Anisha me dejó entrar. —Sacó un sándwich envuelto de la bolsa y lo puso sobre el escritorio frente a mí. Una botella de agua siguió—. Sonabas estresada esta mañana. —Agarrando una silla, la puso frente a mi escritorio y se sentó, sacando otro sándwich de la bolsa de papel—. Sólo quería asegurarme de que comieras algo. —Una arruga apareció entre sus cejas—. Has perdido peso recientemente. Conmovida por su amabilidad, sonreí mientras recogía el bocadillo. —La pérdida de peso es debido a todo el sexo. Alguien no me ha dejado en paz durante la última semana y media. Él gruñó—. Como si estuvieras quejándote. Me encogí de hombros evasivamente y él sonrió antes de morder su sándwich. —Para tu información, me llegó mi periodo esta mañana, así que sin sexo por los próximos días. —Buen momento. Tengo la cosa de mi familia este fin de semana. Allí estaba esa sensación de hundimiento de regreso para molestarme un poco más—. La cosa de la familia. Cierto. Marco me lanzó una mirada de complicidad. —Pronto —prometió. Cambiando de tema rápidamente, hizo un gesto a mis calificaciones—. Puedes trabajar, nena. Se sentó en silencio, comiendo su almuerzo, mientras yo comía el mío y hacia mis calificaciones al mismo tiempo. Pasó una hora en perfecto, cómodo silencio y al final de la misma, no podía evitarlo. Lo sentí.

Esa noche lo sentí incluso más. Después de haberle dicho sobre mi período, una pequeña parte de mí (de acuerdo, una gran parte de mí) supuso que no lo volvería a ver esa noche ya que no podíamos tener sexo. Si yo hubiera apostado por eso, hubiera perdido a lo grande. Después de mi clase de alfabetización, regresé al apartamento para encontrar a Marco esperándome. Preparó la cena. Leí un libro mientras él veía una película. Y cuando llegó la hora de dormir, nos quedamos dormidos a nuestro costado, mis piernas enredadas con las suyas mientras me sostenía fuertemente. Era raro no tener a Marco pasando la noche del viernes, ni despertar a su lado en la mañana del sábado. Habíamos estado en una relación menos de dos semanas, y sin embargo, se sentía como si hubiera sido mucho más tiempo. Supuse que era la historia entre nosotros jugando su parte. —Estoy tan aburrida. —resopló Jo, colgando su cabeza contra el brazo del sofá. Había elegido pasar el rato con Jo este fin de semana. Desde que llegué a su piso, estaba lamentando un poco esa decisión—. Vaya, gracias. —¿Qué? —Ella frunció el ceño—. ¿Qué? Oh, no. —Ondeó mi comentario lejos—. Quiero decir, en general. Mick me hizo terminar el trabajo hace casi cuatro meses. He leído literalmente todos los libros sobre el planeta. He contado cada grieta en mi techo un millón de veces. He visto más películas de televisión de lo que jamás quería ver en toda una vida. Este bebé necesita salir de mí y salir de mí pronto. Miré su panza y puse una taza de té sobre la mesa a su lado. Ella casi tenía ocho meses—. No falta mucho. —Lo sé. —Suspiró con cansancio—. Estoy tan agitada. Ellie, por otro lado, es todo relax, dulzura y ligera. Quiero matarla —gruñó, y creí que ella podría decirlo de verdad—. Estar embarazada juntas se supone que sería divertido, pero ella está arruinando la diversión por ser normal y racional —dijo la palabra "racional" como si tragara tierra. Reí—. Las viejas hormonas llegaron a ti, ¿eh?

—Soy una perra. —Abrió mucho los ojos con horror—. Ni siquiera me reconozco a veces y no puedo pararme cuando estoy en medio de ser una perra. Cam ha convertido la antigua habitación de Cole en un santuario. Incluso le pillé mirando cerraduras el otro día. Creo que está realmente considerando ajustar una cerradura a la puerta de la habitación para que pueda mantenerme fuera. Era difícil no reírse ante la vista y el hecho de que de todo el mundo, Jo sería la última persona que habría pensado que sería una locura con las hormonas del embarazo. Ella tenía razón. Ellie había estado muy relajada cuando ella estaba embarazada de William, y ella estaba igual de relajada en esta ocasión, si no más. De repente Jo palideció—. Lo siento, Hannah —susurró—. No pretendía quejarme. —Tienes permitido quejarte. Nunca te disculpes—. Mi teléfono sonó antes de Jo pudiera responder. Deslizando la pantalla de bloqueo, fruncí el ceño ante el mensaje de texto que apareció. —¿Marco? —No. Es Suzanne. ¿Así qué? Chico nuevo, ¿no hay tiempo para tus chicas?

Lo levanté hacia Jo para que pudiera leerlo. Jo hizo una mueca de disgusto—. ¿Por qué eres amiga de esa chica? Empujando mi teléfono de vuelta en el bolsillo y sin devolverle el mensaje de texto, me encogí de hombros—. La esperanza había sido que ella finalmente creciera y se convirtiera en una persona real, pero hasta ahora no he tenido suerte. —Yo solo la ignoraría hasta que ella se dé cuenta.

—No estoy segura de sí quiero cortarla completamente fuera de mi vida. Ella fue una amiga cercana una vez. —Pfft. Hannah, ella nunca ha sido tan amiga para ti. Jamás. Exhalé, sin saber realmente qué hacer con Suzanne. La verdad era que no había visto a Suzanne o Michaela en semanas. Había hablado con Michaela en el teléfono, y ella fue genial porque entendió, estaba tan ocupada con el trabajo y con Colin como yo. Sin embargo, después del encuentro con Suzanne, cuando me había reunido con Marco para beber, mi paciencia con ella se había desgastado más allá de la reparación. —Está bien. —Jo arrastró los pies en una posición sentada—. En un tema mucho más interesante. —Sonrió, luciendo como una niña traviesa—. Marco: la fantasía de la escuela secundaria cobra vida. Me eché a reír—. Definitivamente es una fantasía. Los ojos de Jo se iluminaron—. Supongo que él sabe qué hacer con ese fantástico cuerpo suyo. Sintiéndome más que un poco presumida, le contesté—: Oh, sí. Definitivamente. —Debes traerlo para el almuerzo del domingo otra vez. —Ahora que realmente estamos viéndonos el uno al otro creo que podría ser un poco raro con ustedes allí... siendo todo entrometidos. Jo rodó los ojos—. No somos entrometidos. Somos adultos. Tenemos mejores cosas que hacer que espiarte. —Mentirosa. —Está bien, probablemente lo haríamos. Algunos de nosotros hemos estado encerrados durante meses, sin embargo. Tu lujurioso romance con Marco es nuestra única forma de entretenimiento. —Genial —murmuré. —Así que, ¿lo estás viendo esta noche?

Ante el recordatorio de que no lo estaría viendo debido a su "cosa de familia", sentí mi humor hundirse—. Desaparece cada fin de semana. Dice que es una cosa de familia y que lo explicará cuando sea el momento adecuado. —Retención de información. —Jo levantó una ceja—. ¿Cómo te sientes sobre eso? —¿Qué puedo hacer? —Sonreí con tristeza—. Él no es el único con retención, recuerda. La expresión de Jo se volvió comprensiva y preocupada—. Cierto. Afortunadamente, el sonido de la puerta delantera abriéndose irrumpió en la atmósfera de repente sombría. —¡Soy yo! —gritó Cam, sus pasos cada vez más fuerte mientras caminaba hacia la sala de estar. Me sonrió mientras entraba en la habitación, llevando una bolsa de plástico blanca—. Hannah, ¿cómo estás, cariño? —Estoy bien. —Le devolví la sonrisa—. ¿Tú? Sus ojos se posaron en Jo—. Uh, sí, muy bien. Tomó todo en mí para no estallar en carcajadas ante su vacilación. Yo estaba suponiendo que Jo no era la única que quería que este bebé saliera pronto. —¿Me los das? —le preguntó Jo, con los ojos clavados en la bolsa de plástico. En respuesta, Cam sacó un paquete de patatas fritas de cebolla en escabeche y un multi-pack de galletas Kit Kat. Jo frunció el ceño ante las galletas—. Son Kit Kat ordinarios de diez centímetros. —¿Sí? —preguntó Cam con cautelosa confusión. —Me gustan los Kit Kat extra grandes. —Ella puso mala cara. Nunca en mi vida había visto a Jo poner mala cara—. El Kit Kat de veinte centímetros. Saben mejor. Su sonrisa en respuesta fue apretada—. Está bien. Voy a volver a buscarlos. Es sólo una hora de ida y vuelta al supermercado.

—No necesitas ser insolente —le espetó. Cam cerró los ojos como si estuviera tratando de sacar la paciencia de algún lugar, en cualquier lugar. Los abrió, mirándome. —Recuérdame que la amo. Riendo, hice lo que pidió—. Cam, amas a Jo. La pre-hormonalmente cambiada Jo. Y dale un mes y estará de vuelta. Con renovada determinación Cameron asintió y salió del apartamento. Disparé a Jo una mirada de castigo. Ella parpadeó confundida—. ¿Qué? —Estás siendo irracional con Cam. —Eh... no. Le dije antes de salir que quería el tamaño extra grande de Kit Kats, no el tamaño ordinario. No es mi culpa que no escuchara. Por el amor de Cam, me arrastré hacia Jo y puse mis manos sobre su barriga. —Cálmate ahí, pequeño potrillo, antes de que tu mamá se quede sola para ver el resto de este embarazo con solo un Kit Kat de tamaño extra grande como compañía.

Capítulo 16 Traducido por Jessy

Para mí deleite y sorpresa, ese domingo por la tarde Marco se presentó en mi puerta. No ofreció ninguna otra explicación más que había habido un cambio de planes. Me emocionó que hubiera venido a verme inmediatamente después de dicho cambio de planes, aunque me molestó que yo no supiera cuales habían sido dichos planes originales. Me emocionó incluso más cuando se fugó conmigo por la calle Princess hacia el mercado Alemán. Estaba ahí cada diciembre para navidad, junto con el pequeño parque de atracciones y la pista de hielo. Comimos pasteles helados, bebimos café, y nos tomamos de la mano mientras nos desplazábamos a través de la multitud. Mientras caminábamos por los parques, con la luz desvanecida, las luces de navidad centelleando por todas partes, sonreí hacia la pista de hielo en la distancia. —Eso se ve divertido. Marco me empujo más apegada a su costado—. Eso se ve frío. —Solía patinar sobre hielo en los parques cada navidad cuando era más joven. No sé porque me detuve. —Porque es frío. —Lo vale —sonreí ampliamente hacia su rostro—. Deberíamos hacerlo. —No hay manera de que vaya a poner mis pies en el hielo. —No lo harás. Pondrás los patines en el hielo. —No hay manera en que vaya a poner mis pies en patines de alquiler.

Me detuve, probablemente molestando a todos los que tuvieron que caminar alrededor de nosotros para continuar por el sendero. —Por favor —le rogué. Me quedo mirando, completamente inmóvil. Dándome cuenta que esta era una ocasión donde ser adorable no funcionaría para mí, lo cambie. En cambio, le levanté una ceja: —Tienes miedo de patinar. —¿Psicología inversa? ¿En serio? Resoplé, riendo medio divertida y medio molesta mientras empujaba contra su pecho. —Vamos. Quiero patinar contigo. Será como una perfecta y romántica tarjeta de navidad. Con la excepción de que no induce al vómito.

Quince minutos después…

—Hannah, creo que no deberías hacer eso —me advirtió Marco, cruzando los brazos sobre su pecho mientras yo presumía. Para alguien que era tan grande como él era y que no había patinado mucho, Marco tenía un gran equilibrio. No había caído sobre su culo ni una vez, aunque se había pegado a los bordes exteriores de la pista con la esperanza de que lo dejaría desembarcar pronto. Estaba sorprendida por lo fácil que el patinaje volvió a mí, lo rápido que mi cuerpo recordó como equilibrarse en los patines. Me deslicé alrededor de la pista un par de veces, pasando a un Marco de lento movimiento. Quería mostrarle el giro que solía ser capaz de realizar, pero las personas seguían metiéndose en mi camino. —Está bien —le prometí, sonriendo. Estaba pasándolo en grande.

Viendo una brecha en la flujo de patinadores me empujé en los patines con el fin de darme espacio para moverme hacia adelante en el giro. Para mi sorpresa, sin embargo, me sentí golpear algo sólido. Sonó un ―oof‖ y luego el peso solido colapso tras de mí, llevándose mi equilibrio con él. Tropecé alrededor, dejando salir un grito, mientras balanceaba los brazos para equilibrarme. Cuando me di la vuelta, me enderecé, con mis ojos desorbitados por el horror. Desafortunadamente, el algo sólido que había golpeado era una chica que había luego chocado con un chico, quien se había estrellado con una pareja, quienes habían chocado contra otra joven. Mientras el caos reinaba y extremidades se extendían yo solo podía mirar en mortificación hacia la devastación que había creado en la pista de hielo mientras otros patinadores se detenían en seco para mirarlos a todos ellos golpear el hielo como fichas de dominó. Gemidos y maldiciones encendieron el aire mientras todos los colisionados se incorporaban. Mis ojos saltaron de uno a otro para asegurarme de que no hubiera heridas graves. Una cálida mano se envolvió alrededor de la mía y me vi siendo tirada hacia atrás contra Marco. —Están bien —dijo entre dientes y tiró de mi brazo—. Saquémoste de aquí. Ahora. Dándome cuenta que probablemente era una buena idea, considerando las miradas asesinas dirigidas en mi dirección, lancé una mirada de disculpa hacia las víctimas, quienes estaban poniéndose de pie rápidamente, y sin gracia me escurrí y patiné mientras me apresuraba tras Marco fuera de la pista de patinaje. Con rápida eficiencia Marco consiguió sacar nuestros patines, poner nuestros zapatos de nuevo, agarrar mi mano, y comenzó a arrastrarme de vuelta hacia la calle Princess. Estábamos a mitad de camino subiendo por la colina cuando de repente me soltó la mano y me miró, pareciendo a punto de explotar. Y luego lo hizo.

Su risa era ruidosa y contagiosa, y no parecía capaz de recuperar el aliento. Mi sorpresa pronto se fundió en carcajadas compartidas y colapse contra su lado, riendo como una loca. —Oh, hombre —Marco finalmente se calmó, envolviendo su brazo alrededor de mis hombros—. No me había dado cuenta que eras tan torpe, nena. —¡No lo soy! Solo… no tengo la mejor conciencia espacial. Obviamente. Su cuerpo se sacudió de la risa nuevamente. —Ese es el maldito eufemismo del año. Jesús, eso fue como una parodia. No podrías haberlo ensayado mejor. —¿Debería prepararme para un constante flujo de burlas por las próximas horas? —Más bien como años de ello. Cada vez que veamos un par de patines de hielo… Carraspeé—. Nadie resultó herido. Él soltó un bufido y me di cuenta que estaba intentando no desbaratarse otra vez. Lo golpeé juguetonamente. —Continúa bromeando, no recibirás tu regalo de navidad —le había comprado un reproductor de Blu-ray, ya que había dicho que no tenía uno y sabía lo mucho que le encantaban las películas. Marco me miró, empujándome más cerca de su costado. —Tú todavía tendrás el tuyo. Mis ojos se iluminaron—. ¿Me compraste un regalo? —Por supuesto. —Me gustan los regalos.

Su mirada se volvió profundamente afectuosa—. Debidamente notado. Calidez pulso a través de mí ante la expresión en su rostro. Me agarré más fuerte a él. —Como que me gustas. Lo sabes, ¿cierto? Su respuesta fue detenernos en medio de la multitud de nuevo y besarme como si no hubiera nadie más alrededor. Después de un largo y cálido abrazo, me eche hacia atrás para sonreírle. —Eres realmente genial. Me sonrió de vuelta—. Bueno que uno de nosotros lo sea. Entrecerré los ojos—. Tienes dos horas para olvidarte del incidente del patinaje, y luego no hay más. —Me opongo. Dos horas no son suficientes. —Es una cantidad de tiempo suficiente. —La duración de las burlas debería ser en proporción a la magnitud del accidente. Nena, liquidaste a cinco personas al mismo tiempo en una pista de patinaje. Diría que eso son por lo menos los primeros cinco años de nuestra vida juntos. Un año por persona. Quería discutir con las matemáticas, pero sabía que si nuestros papeles se invirtieran estaría tomándole el pelo absolutamente por ello en los años venideros. —Bien —gruñí —Cinco años. Me abrazó a su lado y empezó a guiarme hacia la colina otra vez. —Te das cuenta que acabas de comprometerte a mí por al menos cinco años. Ese pequeño astuto… le di una mirada de admiración a regañadientes. —Bien jugado, D‘Alessandro. Bien jugado.



Durante las últimas semanas, había sido despertada justo antes de la hora en la que la alarma de Marco estaba programada. Mayormente, me acurrucaría más cerca de él y cerraría mis ojos otra vez. Sin embargo, esa mañana desperté para descubrir que estábamos enredados entre sí mientras que yacíamos en nuestros costados, mi muslo externo descansando sobre el suyo, mi parte inferior del cuerpo presionada contra la suya. Marco podía estar dormido, pero su cuerpo era consciente de la estrecha proximidad de sus partes masculinas a mis partes femeninas. Con su erección presionando contra mi vientre, sentí un delicioso cosquilleo entre las piernas que me despertó por completo. Arrastrando mis manos por su espalda desnuda, me deleité con la sensación de él. Baje la cabeza y empecé a besar mi camino por su pecho. De pronto sus brazos se tensaron a mí alrededor y nos empujó hasta que estaba de espaldas y él estaba apoyado sobre mí. Me miró con ojos somnolientos. —¿Primero tus ronquidos me mantienen despierto y ahora estas tratando de atrasarme? —su voz era aún más ronca de lo normal. Tan increíblemente sexy que quería tocarme mientras lo escuchaba hablar. Me retorcí bajo él hasta que tuvo mis piernas envueltas ligeramente en torno a sus caderas. —Estoy intentando compensar los ronquidos con el sexo, pero si no estás interesado… —bromeé, moviéndome para bajar las piernas. —Esa no es un arma presionando contra ti, nena. Sonreí con descaro y sacudí la cabeza—. No, esa es tu polla. Marco sonrió de vuelta—. Te gusta decir esa palabra, ¿no? Asentí mientras él bajaba la cabeza para presionar besos en mi cuello. —Polla —sus besos se volvieron mordiscos amorosos y solté risitas—. Polla, polla, polla.

Gruñendo, Marco nos hizo rodar para que él estuviera de espaldas y yo a ahorcajadas sobre él. Me miró, sus hermosos ojos azules verdosos ahora tan despiertos como su erección. Sus manos se flexionaron en mis caderas cuando el calor sexual en sus ojos se encendió —Monta mi polla, Hannah —ordenó ásperamente. Ronroneé, levantándome sobre él hasta que sentí su punta en mi entrada. Me puse húmeda solo ante la promesa de él. —Solo porque lo pediste tan amablemente… Estaba de muy buen humor. Mi día había comenzado con sexo estremecedor y ahora estaba terminando con una de mis lecciones favoritas. Tenía mi clase de cuarto año y estábamos discutiendo villanos. Con el fin de ilustrar el uso del desarrollo del personaje y la necesidad de niveles en la creación de un buen villano en la literatura, estaba utilizando clips de la película The Dark Knight Rises. Al tener la visual y algo que los chicos disfrutaban como la fuente realmente ayudó en conseguir que entendieran el uso de la historia, la circunstancia, y la motivación en la creación de un villano. Los estudiantes estaban realmente metidos en ello. Probablemente era lo más animados que los había visto alguna vez, y estaba de muy buen humor, disfrutándolo junto con ellos. —¿Qué onda contigo? —Jack Ryan, la espina en mi costado, se mofó y de manera efectiva arruinó la atmosfera positiva—. ¿Finalmente alguien te dio? Mi sangre hirvió y mientras contaba hasta diez para así responderle a la pequeña mierda calmadamente, Jarrod dejo su goma volar. Fue un tiro. Golpeó la mejilla de Jack. Fuerte. —¡Que mierda! —palmeó con una mano su mejilla y fulminó con la mirada en dirección a Jarrod. Se movió como si fuera a levantarse, pero ya estaba marchando hacia él con determinación. —Siéntate —demandé con una calma escalofriante. Toda la clase se tensó ante la ira en mi voz. Sorprendido por mi tono, Jack se volvió a sentar en su asiento.

Al llegar a su mesa, puse mis palmas en esta y me incliné para que así él no tuviera donde mirar más que a mi cara. Con mi voz tranquila y tensa, me extendí para él. —Si alguna vez me vuelves a hablar así, estas fuera de aquí. ¿Me entendiste? Él se encogió de hombros. Entrecerré los ojos. —Permíteme ser perfectamente clara, entonces. No estoy impresionada por ti. Ciertamente no estoy intimidada por ti, y, francamente, estoy harta de tus continuas interrupciones en mi clase. Una palabra inapropiada más y estas fuera, y seguiré sacándote de esta clase cada vez que lo hagas. Porque ¿sabes qué? Me tiene sin cuidado si no pasas esta clase. Prefiero que todos los demás consigan la atención que necesitan de mí, porque la merecen. Si quieres salir al mundo real sin siquiera una educación básica y luego pasar tu vida luchando para llegar a fin de mes, entonces adelante, di algo que realmente, realmente vaya a molestarme. La respuesta de Jack fue mirarme fijamente de forma sombría. Pero no abrió la boca. Tomé eso como un progreso. Lanzándole una última mirada de advertencia, me agaché y recogí la goma de Jarrod. Me acerqué a su mesa. —Creo que se te cayó esto. Sonriendo, extendió el brazo para tomarla de vuelta, pero la mantuve fuera de su alcance por un momento. —Te pido que no la dejes caer de nuevo. La expresión de Jarrod cambió, la sonrisa desapareció, una nota seria en su rostro. Asintió cuidadosamente y le entregué la goma de vuelta. Terminamos la clase pero Jack había arruinado oficialmente el humor. Le di otra mirada severa cuando dejo mi sala de clases ante el sonido de la campana. Los chicos salían cuando Jarrod se acercó a mi escritorio, esperando a que sus compañeros se fueran.

Tan pronto como el último estaba fuera de la puerta, me sonrió. —Parece muy feliz, Señorita —esa sonrisa se volvió entendida—. ¿Algo que ver con ese tipo grande que vino a verla hace un tiempo? —Jarrod —dije resueltamente—. No es de tu incumbencia. —Cierto —sonrió él—. Solo digo. Es bueno saber que un tipo grande como ese está cuidando su espalda. Eso fue un poco dulce, pero no le dejé saber que pensaba eso. En cambio le dije—: Por mucho que apreció el sentimiento detrás del que tiraras la goma hacia Jack hoy, necesito que empieces a pensar antes de actuar. Eres explosivo, Jarrod. Esa explosividad te podría meter en situaciones de las que podrías no salir fácilmente y quiero más que eso para ti. Así que cuando alguien diga algo que no te guste o intente obtener una reacción de ti, detente, piensa, y recuerda que eres un chico inteligente con un futuro brillante y un hermano pequeño que piensa que eres lo máximo. Me quedo mirando por un momento, pareciendo procesar mis palabras. Para mi alivio, no me dio una réplica listilla. Solo asintió.

Capitulo 17

Traducción por MaEx (SOS) y veroonoel (SOS)

Estaba viviendo despreocupadamente, casi un poco presumida no solo por mi actual alegría, sino por el hecho de que había vencido mis problemas con el pasado. Poco sabía que el pasado no se lleva demasiado amablemente con la vanidad, con el desinterés. El pasado puede ser rencoroso. Puede acercarse sin hacer ruido al presente para burlarse de él con los recuerdos y todas las viejas heridas. No estaba nevando. Estaba agradecida por esto. La nieve era para cuando estuvieras acurrucado a salvo dentro con fuego crepitante en la chimenea. No era para cuando tú estuvieras conduciendo un carro alquilado hacia algún lugar desconocido en Argyll. Marco había decidido que quería que nos escapáramos por el fin de semana. Dijo que necesitábamos hablar. Sabía que tenía que ver con sus misteriosos fines de semana lejos y estaba contenta de que finalmente él iba a abordar ese tema. Habíamos estado mutuamente saliendo oficialmente por unas cuantas semanas. Definitivamente, era hora de que yo supiera que estaba detrás de sus desapariciones y me estaba preparando para las noticias. Para lo que no había estado preparada era la vista de la gran casa de campo antigua en una colina con vistas a Holy Loch. Mis labios se abrieron con asombro mientras el carro se acercaba a su parada en el camino de grava. Con su fachada de piedra multicolor, enredaderas, y anticuadas ventanas compuestas por un montón de pequeños paneles, la casa de campo era como algo salido de un cuento de hadas. El humo

pomposo en la parte superior del techo de una chimenea, y un gordo gato atigrado se escabulló por la puerta delantera mientras el carro se acercaba a su parada. Miré hacia Marco y él sonrió. Antes de que yo pudiera decir una palabra, él estaba fuera del auto y corriendo hacia el lado del pasajero para abrir mi puerta. Mis pies apenas habían tocado el camino de entrada cuento agarró mi mano y tiró suavemente de mí hacia la puerta principal. Inclinándose, desenterró una llave de debajo de una tortuga de cerámica y entramos. El calor nos golpeó y seguí a Marco aturdida mientras él me guió de un pequeño hall de entrada a un pasillo y luego a la derecha. Mis ojos se agrandaron con sorpresa mientras miraba el gran salón. Muebles antiguos abarrotaban el espacio, pero en una elegante comodidad. Había sofás de terciopelo de color ciruela oscuro en estilo francés, un cajón para el té de caoba, y un enorme gabinete mostrando una vajilla con platos de porcelana. Pero lo mejor de todo era el ardiente fuego en la enorme chimenea en la pared principal. Sombras bailaban alrededor de la oscurecida sala mientras las llamas del fuego crujían hacia nosotros. Mi mirada cayó a la manta de felpilla que había sido colocada en frente del fuego. En ella había una cesta, una botella de vino, y una rosa roja. Marco apretó mi mano—. Una vez me dijiste que esta seria tu cita perfecta. Lentamente, me volví para mirarlo con asombro. …había una escena donde él la lleva a esa pequeña casa de campo en su tierra, lejos de todo y de todos. Se sientan frente a una fogata, bebiendo y comiendo, a veces hablando, a veces no. Era como si no hubiera nadie más en el mundo excepto ellos… —¿Recuerdas eso? —pregunté, mi voz ahogada con la emoción. Su cabeza se inclinó hacia mí, sus labios rozando los míos—. Me acuerdo de todo. —No puedo creer que hicieras todo esto. —Me moví hacia él, envolviendo mis brazos alrededor de él.

—Tuve un poco de ayuda de la ama de llaves, Dottie. Ella es un poco romántica, parece. Me reí en voz baja—. Como tú, parece. Acunó mi cara en sus manos, el pulgar barriendo a lo largo de mi mandíbula antes de venir a descansar en mi regordete labio inferior. —Solo contigo. Cerré mis ojos, disfrutando de la sensación de él sosteniéndome, el sonido del fuego, su calor contra mi piel, y en ese momento estaba recordando a la chica que solía ser, la reacia romántica que todavía creía que había algo realmente especial ahí fuera para ella. —Nunca puedo tener suficiente de ti —murmuró Marco, presionando suaves besos en mi cuello y sobre mi hombro desnudo. Acariciando su espalda, hice un ronroneo de satisfacción en la parte posterior de mi garganta. Todo mi cuerpo estaba cálido y lánguido después de los dos orgasmos que me había dado. —Volveré. Presionó un último beso en la subida de mi pecho y luego se alejó de mí. Hice un puchero—. ¿A dónde vas? No respondió. En lugar de eso, desapareció en la sala de estar y luego volvió a los pocos segundos después con un paño. Mordí mi labio y extendí mis piernas. Una depredadora mirada brilló en los ojos de Marco mientras se sentó en la manta en frente del fuego para presionar el paño entre mis piernas. — Sigue así y no serás capaz de salir de aquí mañana. —No estoy haciendo nada —susurré, sonriéndole inocentemente. Negó con la cabeza, sus ojos nunca dejando los míos—. Eres tan peligrosa. —¿Yo? —Sonreí maliciosamente mientras me levantaba y me deslizaba hacia él, levantando la pierna derecha sobre sus rodillas así podría

envolver ambas piernas alrededor de su cintura. Inmediatamente puso su brazos alrededor de mí y me arrastró, así estaba aplastada contra él. —Nunca he sido peligrosa en mi vida. —Eres peligrosa para mí. Presioné más cerca, mis manos vagando por su musculosa espalda. —Me gusta ser peligrosa para ti. Su respuesta fue besarme profundamente y luego enterrar su cabeza en el hueco de mi cuello, abrazándome fuerte, casi como si me necesitara para aliviar algo en él. Mi pecho se apretó con emoción mientras sentí que Marco estaba sintiéndose abrumado de alguna manera. Para calmarlo, le acaricie la espalda, relajada en su abrazo. Pero luego, cepillé los dedos sobre la cicatriz en la parte inferior izquierda de su espalda e incluso sin quererlo me tensé. Marco lo sintió y se apartó para mirarme a los ojos. Quería preguntarle, pero no quería arruinar el momento entre nosotros. Se movió como si quisiera separarse de mí y automáticamente, apreté mi agarre en él con las cuatro extremidades—. No. —Hannah, yo no… —¿Fue él? ¿Tu abuelo? —pregunté en voz baja, sintiendo el ardor de la ira en mi vientre como lo hacía cada vez que sentía la cicatriz o la veía. Marco suspiró profundamente. Afortunadamente, no se apartó otra vez. En su lugar, le dio a mi cintura un afectuoso apretón. —Nena, está en el pasado. —Quiero saber lo que él te hizo. —¿Por qué? Ya está hecho.

—Porque… —Me encogí de hombros con impotencia—. Quiero hacerlo mejor de alguna manera. Su cara se suavizó—. Ya lo haces. Siempre lo haces. Estoy sentado aquí contigo desnuda y tienes un cuerpo precioso envuelto alrededor de mí. No hay nada mejor que eso. Y nada puede hacer que eso se vuelva mierda. —Así que si nada puede hacerlo mierda, dime. Ahora es el mejor momento para decirme —dije para animarle. Suspiró. —Está bien. Tenía once. Rompí el toque de queda. Nono me había abofeteado un poco antes y un par de veces me había golpeado con su cinturón, pero nunca me había dado una paliza. Hasta que rompí el toque de queda, y no solo lo rompí, lo desafié. Así que me hizo quitar mi camisa, me empujó de bruces contra la mesa de la cocina, y tomó su cinturón en mí. Cometió un error, dejó que la ira sacara lo mejor de él, y el cinturón se desdobló y cortó una herida abierta en mi espalda. Nona se volvió loca con él. Nunca más me golpeó después de eso. —Sacudió su cabeza, pareciendo alejarse de los recuerdos mientras su mirada se conectaba con la mía—. No me llevaron al hospital por las preguntas que harían, así que Nona hizo todo lo posible para limpiar la herida, pero no fue cosida correctamente, así que quedó una cicatriz. Me acerqué a él, más cerca, tan cerca como pude, mis labios rozando los suyos. —Lo odio —susurré con voz ronca, sintiendo el ardor de las lágrimas en mi ojos—. Lo odio tanto. —Ssh, nena. —Me besó suavemente, frotando sus manos arriba y abajo en mi espina dorsal—. No lo hagas. He dejado que todo se vaya. Asentí, pero las lágrimas se escaparon de todas formas, y envolví mis brazos alrededor de él, enterrando mi cara en su cuello. —Todo valió la pena para conseguir esto al final —murmuró. Estaba abrumada por mi necesidad de hacer todo lo mejor para él; deseando haber estado allí en ese entonces, para tomar su dolor. De aquí

en adelante, quería hacerlo así nunca más se sentiría de esa manera, así siempre se sentiría amado. Sí, amado. Porque lo amaba, me di cuenta. Me había enamorado profundamente de nuevo de Marco D‘Alessandro.

 Luego de un día perdiendo el tiempo en la cabaña, seguido de un paseo por el lago, terminamos cenando en un lindo restaurante en la aldea local antes de volver a la cabaña. A medida que nos acomodábamos para la noche, el único sonido que se oía a kilómetros era el crepitar del fuego en la chimenea. A pesar de nuestro entorno romántico, había estado un poco nerviosa, esperando que Marco trajera a colación por fin lo que quería hablar conmigo. Al fin, mientras me acostaba a su lado en el sofá con las piernas enredadas en las suyas, le recordé: —¿Querías hablar? Marco estuvo en silencio por un momento mientras dibujaba círculos en mi hombro desnudo con la punta de su dedo. —Liv dijo algo —respondió, su voz baja y divertida en la tranquila habitación—. Fue ese domingo que almorzamos en lo de tu mamá. Dijo que una vez planeaste una emboscada con ella. Te llevó a D‘Alessandro así podías acorralarme y conseguir hablar conmigo porque yo te había estado ignorando. ¿Es verdad? Cerré mis ojos, cada músculo en mi cuerpo enroscándose con fuerza. ¿Por qué Liv sacaría ese tema con él? ¿Por qué lo sacaría conmigo? Avergonzada, enojada, y sintiéndome increíblemente vulnerable aunque sabía que Marco nunca querría que me sintiera así, me quedé mirando pensativamente al fuego. La noche anterior en la cama con Marco había

sido un momento de vulnerabilidad mucho mayor para ambos. Sin embargo… Eso había sido el pasado de Marco y nuestro presente. Esto era sobre nuestro pasado. Estaba evitando nuestro pasado. Los recordatorios no eran buenos. —Sí, ¿entonces? Por mi tono, su brazo se apretó a mi alrededor. —Solo no podía recordar por qué te estaba ignorando. Supongo que quería recordar porque estoy tratando de compensar toda la mierda que te he hecho. Oh, no. Definitivamente no podríamos ir allí esta noche. Me aparté de él, lanzándole una sonrisa tensa en respuesta a su gesto interrogante. —Siento que necesito una ducha. Volveré en un momento. —Me había ido antes que pudiera decir una palabra. Sacándome la ropa rápidamente, salté a la ducha caliente y apoyé mi frente contra las baldosas frías. Traté de inhalar y exhalar lentamente para aliviar mi ansiedad. No pasó mucho tiempo antes de que la puerta de la ducha se abriera detrás de mí, pero no di la vuelta. Sentí su calor a mí alrededor mientras Marco entraba. Levanté la cabeza de las baldosas, mi espalda golpeando su pecho inmediatamente. Sus manos flotaban ligeramente por la curva de mi cintura, las yemas de los dedos arrastrándose como plumas por mis costillas, hasta que estaba ahuecando mis pechos con sus palmas. Suspiré, apoyando mi cabeza en su hombro, arqueándome ante su toque. Sus pulgares acariciaron mis pezones y mi bajo vientre ondeaba con la excitación.

Sin decir una palabra, Marco jugó con mi cuerpo, tocándome, acariciándome, apretándolo. Mientras jadeaba en busca de aire, deslizó su mano entre mis piernas y empujó sus dedos dentro de mí. Apoyé mis manos sobre las baldosas en frente de mí y cabalgué sus dedos. —Fóllame —gemí en desesperación. De repente, los dedos de Marco se habían ido, mis caderas fueron agarradas con fuerza por sus manos, y su polla se deslizaba dentro de mí. Grité en la plenitud de él dentro de mí y me eché hacia atrás ante sus suaves embestidas. Tomó mi pecho derecho de nuevo, presionándome contra él mientras lo apretaba y su otra mano se movía entre mis piernas. Sus dedos se deslizaron por mi clítoris, adelante y atrás, mientras me follaba con empujones lentos y tormentosos. Descansé la parte posterior de mi cabeza en su pecho, mis manos en sus caderas detrás de mí, desesperada por satisfacción. Me empujó hacía ello, hasta que todo mi cuerpo se puso rígido. Marco lo sintió y comenzó a empujar más fuerte, más rápido. La tensión dentro de mí se rompió, el orgasmo temblando a través de todo mi cuerpo mientras mis ojos se cerraban en absoluta felicidad. Me derretí contra Marco y me sujetó con más fuerza, su aliento caliente sobre mi piel, sus gruñidos y jadeos aumentando mientras perseguía su propio clímax. Y de repente sentí sus dientes en mi hombro mientras su cuerpo se tensaba segundos antes de que sus caderas se sacudieran con fuerza con su liberación. Me presionó contra las baldosas, su cuerpo temblando mientras se corría dentro de mí. —Mierda —susurró, acariciando mi trasero. Me estremecí, mi corazón aun latiendo con fuerza en mi pecho. Eso había sido intenso. Y aparentemente Marco no había terminado con intenso.

Se retiró de mí poco a poco, pero ni siquiera tuve tiempo para lamentar la pérdida antes de que me diera vuelta para mirarlo. Lo miré para encontrar su feroz expresión. Su agarré en mis hombros era inflexible. —Cuando éramos niños, estaba enamorado de ti. Sorpresa, satisfacción, alivio, alegría… todo se movía a través de mí mientras mi ojos se agrandaban por su abrupta confesión. —Eso nunca se fue, Hannah. —Descansó su frente contra la mía—. Y ahora que te conozco de nuevo, estoy más enamorado de ti. Oh, mierda. Mi garganta se cerró. Lo sabía, sabía, que no podía responderle lo mismo todavía. —Ssh —murmuró, sintiendo mi tensión. Me besó suavemente—. Puedo esperar a que lo digas. Solo quería que supieras cómo me siento. Nada va a cambiar. —Sus ojos buscaron los míos—. Lo que sea que estuviera por ahí, detenlo. No quiero que sientas más dolor por nuestro pasado. Ya está hecho. No podemos sacarlo. Pero tenemos el ahora. Y ahora está bien. Demasiado emocionada para formar palabras, solo asentí y envolví mis brazos alrededor de él. Apoyé mi cabeza en su pecho, cerca de su corazón, y dejé que me sostuviera mientras el agua caliente caía como cascada sobre nosotros.

Capítulo 18 Traducido por Helen1, magdys83 (SOS) & veroonoel (SOS)

A la mañana siguiente, suspiré con pesar mientras ordenaba borrando toda evidencia de nuestra visita a la casa de campo. Cuando Marco llegó de poner las maletas en el carro y vio el no característico mohín en mis labios, esbozó una sonrisa. —De vuelta a la realidad. Arrugué la nariz. —¿Tenemos que hacerlo? Su sonrisa desapareció. —Tenemos mucho de qué hablar cuando volvamos. Mi estómago dio un vuelco. —¿Por qué no hablamos de eso ahora? —Prefiero hablar de eso en casa. Es una gran cosa. —Se trata de tus fines de semana misteriosos, ¿verdad? Él asintió. —Sí. —Está bien, vamos a salir a la carretera ahora, porque el suspenso me ha estado matando desde hace semanas.



Marco se detuvo frente a mi apartamento. —Tú ve adentro, voy a entregar el auto de alquiler y conseguir un taxi de vuelta. Me incliné y presioné un suave beso en su boca. —Mándame un mensaje cuando estés cerca del apartamento. Voy a poner la tetera para ti. —Por supuesto, cariño. Me bajé del auto, cogí mi bolso, y agaché la cabeza en la puerta del pasajero, todo lo que no estaba dispuesta a decir, pero definitivamente sentía brillando en mis ojos. —Gracias por un hermoso fin de semana. Su boca se levantó en las esquinas. —No se ha terminado todavía, Hannah. De mala gana, cerré la puerta ante ese comentario bastante emocionante y corrí hacia mi edificio, fuera del frío. Por mucho que amaba mi apartamento, ya echaba de menos la casa de campo. Arreglando alrededor del apartamento, encendiendo el fuego, arreglando el desorden que había dejado en mi habitación después de que Marco me dejó caer la escapada sorpresa, yo no podía pasar por alto el caleidoscopio de mariposas en mi estómago. Estaba más que nerviosa por la próxima discusión de Marco conmigo. De hecho, era un eufemismo decir que me estaba poniendo un poco impaciente con el "asunto de familia". Incluso había hablado con Joss al respecto. Ella estimaba que Marco estaba esperando hasta que yo dijera: "Te amo" antes de divulgar cualquiera que sea este compromiso tácito. —Obviamente es importante. No es difícil adivinar que sólo necesita saber que ustedes dos van en serio antes de que él te diga. —Había opinado ella. —Pero vamos en serio. —¿Le has dicho que lo amas?

—No. —Entonces, ¿cómo sabe él qué tan en serio vas tú? Me preguntaba ahora, después de que él había dicho: "Te amo", si no había habido algo de verdad en lo que dijo Joss. Nos habíamos acercado mucho más en las últimas dos semanas. Tal vez Joss tenía razón. Tal vez él solo necesitaba saber que yo iba en serio con él. En un intento de sacarlo de mi mente hasta que regresara para finalmente aclarar todo el misterio, me decidí a hacer algunas tareas domésticas, empezando con mi dormitorio. Apenas había empezado cuando mi teléfono sonó. Suponiendo que era el mensaje de texto de Marco, estuve más que un poco sorprendida al ver el nombre de Suzanne en la pantalla. Lo tomé abriendo su mensaje. No dispares al mensajero. Estaba en el mercado alemán el último fin de semana y vi esto. Pensé a través de ello y finalmente decidí que tenías que verlo.

Mi corazón ahora saltó de una manera mucho menos agradable mientras hice clic en la foto adjuntada para agrandarla y sentí el mundo estrecho rodeándome. La foto capturaba a Marco por uno de los puestos del mercado. Llevaba un niño y sonriendo a una guapa morena que se reía en su cara. El niño... tenía la coloración de Marco... la sonrisa de Marco... El teléfono se deslizó de mi mano y sentí que mis rodillas se tambaleaban. De repente estaba en la alfombra, tratando de no vomitar ante las implicaciones de la fotografía. Mi corazón latía con demasiada fuerza. No podía respirar bien. Me obligué a calmarme, exhalando e inhalando en respiraciones medidas hasta que mi corazón se desaceleró. Temblando, cogí mi teléfono y abrí de nuevo la foto. De repente, todo empezó a tener sentido y yo sabía, solo sabía, para lo que Marco iba a regresar a casa a decirme. Le envié la foto a él para que supiera que sabía demasiado.

Suzanne me acaba de enviar este de mensaje de texto.

Se sentía como una eternidad, mientras esperaba en el piso por una respuesta, pero fue sólo un minuto o dos como máximo antes de que sonara el teléfono. Hice clic en el botón responder. —Hannah —Marco sonaba sin aliento—. Puedo explicarlo. Voy a estar allí en diez minutos. —Marco… Oí el clic cuando colgó. Esto era malo. Esto era... Lo sabía. Estaba en lo cierto. Si se tratara de cualquier otra cosa lo habría explicado por teléfono. Yo sabía lo que diría cuando entrara por esa puerta. Así como así, el pasado me cegó, burlándose de mí por mi presunción anterior. Como no quería que él me encontrara en el piso de la habitación, pálida por la sorpresa, me puse en pie y entré en la sala de estar. No sabía qué hacer conmigo misma. Yo era un desastre nervioso. El timbre sonó. Aturdida, dejé que Marco entrara en el edificio, abrí la puerta para él, y volví a la sala de estar. Fruncí el ceño ante el lío ante el que se suponía que debía poner en orden. Había libros esparcidos por todo el piso, ya que los estaba reorganizando en las estanterías que Marco había construido para mí. —Hannah. Me di la vuelta para mirar a Marco mientras él entraba en la habitación, con los ojos brillantes, su rostro enrojecido. Él venía directamente hacia mí. —No. —Levanté mis manos para detenerlo. Se quedó paralizado—. Explícate primero. Vi su músculo de la mandíbula temblar. —Iba a decirte. —¿Decirme qué? Maldijo entre dientes, frotando una mano por el pelo cortado al rape.

—Que tengo un hijo. —Las palabras quedaron flotando pesadamente en el aire frío. Cerré los ojos contra la verdad—. Su nombre es Dylan. La mujer de la foto es Leah, su madre. Yo estaba en el mercado con ellos la semana pasada junto con el novio de Leah. Respira, Hannah. —¿Tienes un hijo? —Abrí los ojos, segura de que el dolor de esa verdad ardía claro para que él lo viera—. ¿De eso es de lo que se suponía que se trataba la conversación de hoy? Las facciones de Marco estaban tensas mientras asentía. —Tiene tres años. Hice los cálculos en mi cabeza y me quitó el aliento. —Cuando... —Estaba empezando a temblar—. ¿Cuándo volviste a Escocia tú... tú estuviste con alguien? Dio un paso conciliador hacia mí, como si yo fuera un perro abandonado herido, impredecible, pero necesitando consuelo. —Hannah, Leah y yo éramos amigos en la escuela. Más o menos. Nosotros pasábamos el rato por ahí con la misma gente. Estaba de vuelta en Edimburgo un par de meses y yo seguía tratando de ordenar mi cabeza sobre Nono, todo, y un amigo me invitó a una fiesta. Pensé que desentumecerme podría ayudar. Me puse muy borracho. Leah estaba allí y ella se perdió también. Nos acostamos. —Lo dijo con voz ronca, como si él se sentía culpable por ello—. Ella quedó embarazada. No queríamos estar juntos, pero yo nunca dejaría a mi hijo como me dejaron a mí. Él lo estaba diciendo todo. Explicando la situación. Lo oí. Sé que lo hice. Pero el pasado era mucho más fuerte que su explicación. —Tengo a Dylan cada dos fines de semana y nos alternamos los días de fiesta, pero su madre, su prometido, Graham, y yo somos muy unidos. Tenemos una buena relación, que es ideal para Dyl. Y Dyl... —A pesar de mi distracción vi una felicidad en sus ojos que nunca había visto antes—. Hannah, él me salvó. ¿Quieres saber por qué superé toda la mierda de como mi abuelo me trataba? Dylan. Todo cambió cuando él llegó. Tengo a alguien que me necesita, para tener fe en mí mismo para que él pueda

crecer y tener fe en sí mismo. Pero también tengo que tener fe en mí mismo, para que él tenga fe en mí de que siempre voy a estar ahí para él. —Él me dio esa media sonrisa suya que amaba—. El niño piensa que soy un maldito superhéroe... pero él es el que me salvó. Él es la razón por la que quería otra oportunidad contigo. Él me hizo sentir que tal vez podría merecerte. Yo sabía que era una buena cosa. Lo sabía. Pero ese sentimiento de felicidad por él, ese alivio por él que sabía que estaba dentro de mí en alguna parte, fue enterrado bajo una montaña de furia irracional. —Hannah, bebé, por favor, di algo. Siento haber mantenido esto en secreto, pero primero quería darnos una oportunidad. Pensé que si te decía de inmediato te asustaría, y yo necesitaba la oportunidad para recordarte lo bueno que somos el uno para el otro. Supe después del último fin de semana que tú y yo somos sólidos, por lo que iba a decirte hoy y luego presentarte a Dylan el próximo fin de semana. Leah ya sabe de ti, pero yo necesitaba estar seguro acerca de nosotros antes de que Dylan te conozca. Estoy seguro, nena. Lo sabes. Pero tenía que estar seguro de que me amas, que esto era serio, y que definitivamente tenemos un futuro. Fue lo que más había dicho en una respiración desde la primera noche que había llegado a mi apartamento. Lo miré fijamente, manteniéndome en silencio mientras yo trataba de mantener una tapa sobre mis emociones. Algo como el pánico brilló en sus ojos. Hermosos ojos. Ojos que amaba. Ojos que quería, no, que necesitaba, que se fueran. Busqué una apariencia de adormecimiento para conseguirme hacerme pasar a través de los próximos cinco minutos. —Hannah… —No quiero niños —dije débilmente, aferrándome a la sensación de entumecimiento. Marco parpadeó confundido. —¿Qué?

Di un paso hacia él, tratando de arrearlo fuera de mi casa. —No quiero niños. Nunca. Él entrecerró los ojos. —Eres una maestra de escuela. —¿Y? —Me encogí de hombros, mi expresión cuidadosamente en blanco—. No quiero hijos. El mío o el de alguien más. —Hannah, solo toma un minuto. Tenemos que hablar de esto. Somos nosotros. Mirándolo a los ojos, le respondí con calma y autoridad: —A partir de ahora no hay nosotros. —La calma se deslizó un poco—. Deberías haberme dicho que tenías un hijo. De repente, mis brazos fueron aferrados en sus manos, su cuerpo rozando el mío, con la cara cerca. —¿Por qué estás actuando así? Esto no eres tú. —Él me dio una pequeña sacudida, como si tratara de relajarme, volverme a algo que tuviera sentido. Funcionó. Me sacudí de su agarre, mi cara se retorció con furia. —Tú no me conoces. —Lo empujé, tropezando lejos de él—. Obviamente. —Maldita sea. No puedo creer esta mierda. —Su voz se redujo a un gruñido—. ¿Ni siquiera vas a discutir esto? ¿Solo... hemos terminado? ¿Después de todo? Después de pasar las mejores semanas en la maldita historia de las semanas, ¿me estás mostrando en serio la puerta sin hablar sobre ello? Luchando por no dejar que mi rabia y dolor explotaran sobre él por miedo a que en realidad pudiera hacer daños físicos, apreté mis manos en puños a mis costados y aferré al autocontrol. —Esto no es una cosa pequeña, Marco. —El auto-control se me escapaba ya, mi voz subiendo más en cada palabra—. No me dijiste que tenías un

hijo. ¡Un hijo! Y sí... ¡terminamos! ¡Me mentiste! —Jadeé, estremeciéndose por las heridas supurantes dentro de mí—. Yo no quiero hijos. Desde luego, no quiero el tuyo. Así que jodidamente lárgate de mi vida y permanece allí. Si no hubiera estado tan estrechamente entrelazada del vicioso aferre del pasado, podría haber fallado en mi determinación ante la expresión de los ojos de Marco. La incredulidad. La pérdida. Entonces su rostro se tensó con su propia furia. Se inclinó hacia mí, los ojos chispeando con fuego mientras silbaba en mi cara. —Es una buena cosa que mantuve a Dylan lejos de ti, porque yo no lo querría alrededor de lo que sea esta mierda. Poniendo una expresión de disgusto, Marco se dio la vuelta y salió del apartamento. Salté ante el sonido del portazo frontal e inmediatamente me balanceaba con mareos. Mis manos buscaron a tientas el sofá para no perder el equilibrio. Tomé unas cuantas respiraciones superficiales. Mis pies comenzaron a moverse, llevándome a través de una niebla, pequeños alfilerazos fríos de náuseas cubriendo mi cara. Llegué al cuarto de baño y levanté la tapa del asiento del inodoro antes de que vomitara el pasado... El viento era amargo y abrazador en North Bridge. Azotaba mi pelo corto hacia atrás y picaba mis mejillas. Se sentía bien. Le sonreí a Cole mientras caminaba a mi lado. Jo estaba solo un poco por delante de nosotros, hablando en su teléfono con Cameron. Hace tres meses. Bueno, un poco menos. Ese es el tiempo desde que vi a Marco, mi última imagen de él fue en India Place... esa mirada horrorizada de sus ojos mientras se vestía y luego salía corriendo de la habitación. No esperaba tener noticias de él después de que había tomado mi virginidad y luego me rechazó, pero después de cuatro semanas de nada, yo finalmente fui a preguntar por él en el restaurante de su tío. Imaginen mi angustia total y completa al saber que él había salido para América hace semanas. Sin despedirse.

Mi familia y amigos se habían dado cuenta de mi abatimiento. Ellos estaban preocupados. Yo estaba preocupada. Cuando no me sentía entumecida, me sentía como una mierda. Había tenido una enfermedad estomacal que no era capaz de sacudir, y tenía dolores. No me sentía como yo, y sabía que si no iba al médico pronto, mis padres me forzarían a ir. Todo el mundo estaba tomando su turno conmigo. Tratando de animarme. Hoy fue el turno de Jo y Cole. Cole y yo éramos amigos, no amigos cercanos desde que era un año más joven e íbamos a diferentes escuelas, pero encontraba su presencia calmante. Él no hacía un montón de preguntas, que era siempre bueno cuando no tienes un montón de respuestas. Jo nos sonrió por encima del hombro y murmuró algo en su teléfono. —¿Qué crees que ella está diciendo en este momento? —Cole miraba contra el sol de invierno. —Que hacemos una linda pareja —le contesté con ironía. Cole se veía sorprendido. —¿Tú crees? —Algo que he aprendido viendo a las mujeres a mí alrededor enamorándose... las hace querer que todos los demás se enamoren. —No estoy seguro de que me gusta hacia dónde va esto. Me reí débilmente. —No te preocupes. No estoy interesada en enamorarme. Podemos luchar contra cualquier intento de emparejarnos. —Sentí una punzada de dolor en el abdomen y me estremecí. —Yo como que tengo una novia de todos modos —confesó Cole, distrayéndome del dolor—. No le he dicho a Jo todavía. Sonreí. —¿Sí? ¿Cuál es su… —Un dolor violento se disparó en mi abdomen y me incliné doblándome, aspirando el aliento.

—Hannah. —Cole envolvió su brazo alrededor de mí—. ¡Jo! Más dolor. Agonizante. Creo que grité. Sentí una oleada de humedad entre mis piernas. Dolor. Náuseas. Miedo. Puntos negros en mi visión, cientos, miles... hasta que todo fue simplemente negro.

 Había un sonido intermitente. Era malditamente molesto. Abriéndose paso por la oscuridad del sueño, ese sonido intermitente me tomaba y empujaba a la conciencia. Mis ojos se abrieron lentamente, mi vista borrosa. Encontré el desvanecimiento de las paredes color crema de la habitación. El techo de polietileno. ¿Dónde diablos estaba? Me sentía extraña. Mi boca seca. Mi cuerpo pesado. Capturando un movimiento fuera del rabillo del ojo, giré mi cabeza hacia la almohada desconocida para encontrar a mi mamá sentada en una silla junto a la cama desconocida en la que estaba. Su codo estaba apoyado en el brazo de la silla, su mentón apoyado en su mano. Sus ojos estaban cerrados. Sus mejillas pálidas. El pitido detrás de mí parecía acelerarse. —¿Mamá? —intenté decir, pero sólo salió un graznido—. ¿Mamá? —Intenté de nuevo, con más éxito. Sus pestañas revolotearon y entonces me estaba mirando con sorpresa. La sorpresa desapareció inmediatamente cuando su cara se arrugó y empezó a llorar.

—¿Mamá? —Asustada, levanté un poco mi brazo para alcanzar su mano y localicé una vía intravenosa adherida en la parte interior del codo—. ¿Mamá? —Mi voz ahora agitada. Ella agarró mi mano. —Oh querida, estás bien. —Ella sonrió a través de las lágrimas. —¿Qué sucedió? —¿Hannah? Giré mi cabeza para ver a mi papá de pie en la puerta. Sus facciones estaban tensas, sus ojos inyectados de sangre. Él se precipitó hacia la cama de hospital y se inclinó hacia mí, presionando un beso en mi frente. —Querida —susurró con voz ronca. Empecé a llorar. Lágrimas silenciosas. —¿Qué sucedió? Algún tiempo después un médico llegó para explicar. Se presentó como Dra. Tremell, mi cirujano. Ella estaba de pie a mi derecha, mientras mis padres estaban abrazados a mi izquierda. La Dra. Tremell me miraba amablemente. —Hannah, tenías lo que llamamos un embarazo ectópico. ¿Qué? ¿Embarazada? No. Voltee a ver a mis padres con negación. —No… yo lo… sabría. La doctora negó suavemente con la cabeza. —Algunas veces con un embarazo ectópico hay hemorragia, manchado, que frecuentemente es confundido con la menstruación—. Debió ver en mi cara que eso era exactamente lo que me había estado pasando estas últimas semanas. —Un embarazo ectópico es cuando el óvulo fertilizado se implanta fuera del útero. En tu caso, Hannah, el óvulo fertilizado se implantó adentro de tu trompa de Falopio izquierda. Desafortunadamente, debido a que ignorabas tu embarazo, cualquiera de los síntomas que pudiste tener no fueron detectados.

Las náuseas. El dolor. Cerré mis ojos con incredulidad. —El óvulo siguió creciendo dentro de tu trompa de Falopio hasta que desgarró la trompa. Estabas sangrando internamente cuando llegaste al hospital. Tuvimos que realizar una cirugía inmediatamente. Como le expliqué a tus padres, perdimos los latidos de tu corazón pero nos las arreglamos para reanimarte. —¿Había muerto? Miré a mis padres y lo vi escrito en sus rostros. —Hannah—. La voz de la Dra. Tremell se hizo más suave—. Removimos la trompa dañada y deberías tener una recuperación completa de la cirugía. Te estamos administrando medicamento para el dolor, pero si sientes cualquier dolor, por favor déjaselo saber a tu enfermera y te vamos a administrar más de ser necesario. Miré a mis padres y vi en sus expresiones cansadas lo que las últimas cuarenta y ocho horas les habían hecho. Cerré mis ojos. Esto no era real. No podía ser real.

Dos meses Me senté al final de mi propia cama, mirando alrededor a las cosas en mi habitación, sintiéndome extrañamente separada de la persona a las que les pertenecía. Ya no me siento como esa chica. Casi moribunda, semanas de dolor y recuperación, faltando a la escuela, lidiando con los rumores en la escuela… todo sin él, todo sin Marco a mi lado. La única persona que necesitaba. Han sido dos largos meses. Un cambio de vida de dos meses. Y yo todavía no le había explicado nada a nadie.

No me atrevía a hablar acerca de ello. Mis ojos se bloquearon en una fotografía mía y de Jo en el último Halloween. La convencí de que se disfrazara conmigo. Ella era una enfermera sexy y yo era un travieso ángel de la muerte. Tenía mi brazo alrededor de sus hombros y hacia un mohín dramáticamente a la cámara, risas y alegría en mis ojos. ¿Quién era esa chica? Parpadee las lágrimas, negándome a ceder a una más de ellas. Un ligero golpe sonó en mi puerta y miré hacia arriba para ver a Cole deslizarse adentro. Ahora él era más alto que Cameron. Sin decir una palabra, él caminó en la habitación y se sentó a mi lado. —Sé que todos han intentado hablar contigo acerca de lo que sucedió y sé que te estás manteniendo a todos fuera, pero hoy no lo vas a hacer. Fruncí el ceño en mi regazo. —Hannah, te desmayaste en mis brazos. Había sangre. Jo y yo no sabíamos lo que estaba pasando. Estabas muriendo. Estaba asustado hasta la mierda —confesó, sus palabras llenas de emoción. Sorprendida. Miré arriba hacia él. Cole se preocupaba por mí. Suspirando, alcancé su mano y se la apreté—. Lamento haberte hecho esto. —No necesitas disculparte. Sólo dime quien te dejó embarazada así puedo matarlo antes de que Braden, Adam, Cam y Nate lleguen a él. Todavía, a pesar de que me sentía traicionada por la partida de Marco, enojada con él, tan enojada con él por dejarme lidiar con todo esto sola, sentí miedo más que ninguna otra cosa. Miedo de que mi familia descubriera que él me dejó embarazada. Miedo de que lo lastimaran. Miedo de que pensaran menos de él. —Hannah, casi te mueres —Cole me recordó con severidad.

—Lo sé. —Cerré mis ojos, tomando una respiración profunda—. Cometí un error enorme. Al principio del año escolar fui a una fiesta con Sadie. Me puse muy borracha. —Aparté la vista de él—. Dormí con este chico extraño que conocí y me fui luego porque no podía creer lo que había hecho. Ni siquiera sé su nombre, mucho menos dónde vive. Y si lo supiera, ¿cuál sería el punto? Tuve un aborto involuntario. Él no sabía que estaba embarazada, yo no lo sabía. Los dos éramos culpables por actuar de manera irresponsable. —Pero fuiste la única que tuvo que lidiar con las consecuencias. ¿Cuán justo es eso? Me encogí de hombros. —No creo que Dios sea una mujer, si eso es lo que estás preguntando. Se atragantó con la risa. —¿Estás bromeando sobre esto? ¿En serio? —Es eso o llorar. —Sentí mis labios temblar—. Mierda. Voy a llorar. —Las lágrimas cayeron antes de que pudiera detenerlas, los sollozos estremeciéndome desde lo más profundo. Cole envolvió su brazo alrededor de mis hombros y me atrajo hacia él, su camiseta instantáneamente mojada donde puse mi cabeza en su pecho. —Superarás esto, Hanna. —Sigo viendo las caras de mi mamá y mi papá. Los vi pasar por un infierno cuando le diagnosticaron un tumor a Ellie y lo vi en sus ojos cuando estuve tendida en esa cama de hospital. Su mundo entero casi desapareció junto conmigo y fue mi culpa. —Sollocé más fuerte. —Ssh —me calmó, atrayéndome más cerca—. No es la culpa de nadie. Todo va a estar bien. La verdad era que estaba asustada. Estaba asustada de que un movimiento en falso me arruinara la vida. De repente, el embarazo era algo que me podía hacer eso. No era racional. Sabía que el doctor me había dicho que podía continuar con un embarazo perfectamente saludable, pero el miedo de otro embarazo ectópico era demasiado bueno. Mi miedo me obligó a afligirme demasiado joven para lo que siempre di por sentado sería mi vida.

Sentándome en las frías baldosas de mi baño, me sequé mis mejillas mojada, y presioné mi espalda contra la bañera, envolviendo mis brazos alrededor de mis rodillas para atraerlas a mí. Mi aborto, mi experiencia cerca de la muerte, y mi dolor me cambiaron. Me hicieron un poco solitaria. Perdí a la mayoría de mis amigos de la escuela y cree una distancia entre mi familia y yo. En parte porque me sentía culpable de todo. Había actuado imprudentemente aquella noche con Marco, y al hacerlo, asusté a las personas que significaban más para mí. Todo se convirtieron en sobreprotectores. Hasta el punto de sofocarme. Eso solo me hizo interiorizar todo mucho más. Estuve deprimida por meses. Con el corazón roto. En un intento de tratar de sacarme de la oscuridad, mis padres eran los que sorprendieron a todos al sugerir que me quedara en el alojamiento de estudiantes de la universidad. Creían que me obligaría a vivir de nuevo. Y lo hizo. Suzanne estaba loca. Nunca hablaba en serio. Le gustaba una fiesta, y la encontré con una adictiva actitud de despreocupación durante un tiempo en el que necesitaba eso. Pronto descubrí, sin embargo, que mis padres estaban preocupados en que me quedara embarazada de nuevo. A pesar de que nunca me habían castigado por mi estupidez, ya que la naturaleza había hechos suficiente al regañarme por los dos, sabía que había perdido algo de ellos. Había perdido su certeza en mí. Estaban preocupados de que cometiera el mismo error una vez más y que me pusiera en peligro. Así que fui con mamá y me dieron la píldora. La había estado tomando desde entonces, a pesar de que hasta Marco nunca había habido un uso real para ella. Para el momento que cumplí diecinueve había pasado por lo peor de todo, y de pie a un lado, esperando que volviera a ellos, estaba mi familia. Y lo hice. Sabían que lo haría.

Esperando a la cabeza de la fila estaba Cole. Era la única cosa positiva para rescatar de todo ello. Desde el momento que había colapsado en sus brazos, un vínculo se había formado entre nosotros, creciendo gradualmente hasta que nos consideramos el uno al otro mejores amigos. Siempre había estado ahí en esos oscuros días para asegurar a todo el mundo que aún estaba ahí y que día a día estaba haciendo mi camino de vuelta a ellos. Con el tiempo seguí adelante. Traté de dejar que todo se fuera. Hasta Marco. Se desplomó de nuevo en mi vida. Nadie más que mi padre sabía que era él quien me había dejado embarazada y me dejó. Me sentía sola de nuevo. No podía hablar con mi papá sobre eso. Era demasiado extraño, demasiado incómodo, y traje todo de nuevo. Traté de luchar contra el dolor y la decepción para alcanzar un pensamiento racional. Marco no había sabido que estaba embarazada. Si lo hubiera sabido, hubiera sido una historia diferente. Estaba segura de eso. No era su culpa más que la mía. Está bien, si no me hubiera dejado lo hubiera tenido a mi lado cuando lo necesité. Quizás los días no hubieran sido tan oscuros. Sin embargo, había explicado por qué se había ido. Y Cole había estado en lo correcto, podría no gustarme, pero su explicación era buena. Lo perdoné. Mi uñas se clavaron en mis rodillas. Pero saber ahora que no solo había regresado a Edimburgo sin buscarme, pero que había regresado y había embarazado a otra chica y había estado para ella… Era devastante. Todo ese dolor regresó con toda su fuerza otra vez. No importaba si no era racional. Lo sentía. Lo sentía marcando mis entrañas. La cosa más difícil por la que había pasado y no había estado ahí para mí.

Pero había estado allí para Leah. Sabía que no debería haberlo dejado entrar. No podía perdonarle esto.

Capítulo 19 Traducido por Jadasa Youngblood

—El pavo parece quemado. —Dec hizo una mueca ante el pájaro muerto mientras se acercaba a la mesa para cenar. Mamá había hecho todo lo posible¸ de la misma manera que lo hacía cada año, y la mesa se veía hermosa. El pavo no se veía del todo quemado. —¿Qué? —gritó mamá mientras se apresuraba a entrar en la habitación, llevando un bol de papas. Sus ojos fueron al pájaro, presa del pánico. Le disparé a mi hermano una mirada sucia, lista para regañarlo por burlarse de mamá cuando ella se encontraba ansiosa, pero papá se me adelantó. —Declan, deja de ser un idiota y ve a ayudar a tu madre a traer de la cocina el resto de la comida. Dec gruñó ante el orden, pero no discutió. Tan pronto como salió por la puerta, le hice una mueca a mi papá mientras rodeaba la mesa para sentarme junto a Ellie. —¿Crees que pronto superará esa irritante etapa de adolescente idiota? Tiene dieciocho años, ¿no debería haberlo superado ya? —¡Escuché eso! —Dec gritó desde el pasillo. Mis ojos bien abiertos a Ellie mientras reían. —Oídos de lechuza. —¿Una lechuza? —Sonrió Joss, divertida, mientras ayudaba a Beth, Luke y William a ubicarse en la mesa para niños.

—Sí —dije—. Creo que tienen la audición más aguda en el mundo. —Creo que sabes un montón de mierda que a nadie le importa —dijo Dec, cuando regresaba a la habitación con un bol de verduras al vapor. —Ja —Lo saludé con una mueca—. Creo que sé que tus cupones de Navidad están siendo cancelados si no dejas de ser un i-m-b-é-c-i-l irritante. —Ah. —Suspiró Adam con satisfacción, sentado al otro lado de Ellie—. Ahora se siente como Navidad. Ellie se rió sobre su vaso de agua. Mamá nos fulminó con la mirada mientras dejaba el último bol de comida y se deslizaba en su asiento en la cabecera de la mesa frente a papá. —Ustedes dos cállense y coman. —Ella es la que empezó primero —resopló Dec, y se sentó junto a Braden—. Ha estado sobre mi espalda desde que llegó aquí. No entiendo por qué paso la noche cuando tiene su propia casa. Y no es mi culpa que esté con un humor de mierda, porque la abandonaron. Contuve mi aliento y todo el mundo se tensó a excepción de Braden y Dec. La reacción de Braden fue golpear ligeramente a Dec atrás de su cabeza. —Uno, no digas malas palabras delante de los niños. Dos, no fue abandonada, ella lo abandonó. Y tres, tienes dieciocho años. Madura y deja de ser un dolor en el c-u-l-o. Discúlpate. Me encontraba muy ocupada mirando fijamente mi plato vacío para ver la reacción de Dec ante eso. Estaba tratando de recuperar el control de mi respiración después de que las palabras de mi hermano me quitaron el aire. Todo el día había estado haciendo todo lo posible para olvidar. Las últimas semanas no habían sido nada fácil, por al menos decirlo. Hubiera tenido que explicarles a todos que Marco y yo terminamos, pero por supuesto que no podía explicar por qué. No entré en detalles, e hice mi mejor esfuerzo de verme lo menos afectada como fuera posible. Sin

embargo, no importaba lo que dijera, estaban convencidos de que me encontraba devastada por la ruptura. —No estoy devastada —les mentí en más de una ocasión—. Estuvimos juntos casi dos meses. Sin embargo, la verdad era que lo extrañaba tanto que me dolía. Todo el tiempo. Me encontraba completamente en guerra conmigo misma. Por las mañanas me despertaba sola, pero me sentiría la presión de su cuerpo caliente contra el mío como un fantasma en la habitación. Me recordaba que Marco estaba fuera de mi vida y la calidez desaparecería y estaba sola en mi apartamento. Que una vez fue un hogar, y ahora solo se sentía vacío y frío. Al igual que su dueña. Cuando extrañarlo fue demasiado, agarraba el teléfono, y justo cuando estaba a punto de marcar su número, lo recordaría. Cuánto dolía. Por qué duele. Y por qué ya no estábamos juntos. Por supuesto que facilitaba las cosas que Marco no llamara o anduviera alrededor. Había empacado las cosas que dejó en mi casa y puse a Nish a devolvérselas. Lo hizo por él. No por mí. Nish y yo en realidad no estábamos hablándonos la una a la otra, lo cual hacia la sala de profesores un ambiente muy invernal. Descubrí que todo el tiempo sabía que Marco tenía un hijo. Le había pedido que guardara silencio sobre el tema hasta que tuviera la oportunidad de contármelo. Nish estaba igualmente molesta conmigo para reaccionar ante la noticia de la forma en que lo hice. Tenía la impresión de que era una perra sin corazón egoísta. Nish y Marco podían pensar lo que quisieran, siempre y cuando tuviera espacio para lamer mis heridas y tratar de darle sentido a todo. Ayudó estar cerca de la familia. Me quedé con mis padres en la víspera de Navidad y tenía la intención de quedarme con ellos durante hasta el día después del Boxing Day. Aunque Liv, Nate, Jo, Cam, y Cole estaban celebrando la Navidad con sus propias familias, la casa de mis padres aún se sentía llena, todavía estaba caliente, y se sentía segura.

Estaba haciendo mi mejor esfuerzo para ocultar mi angustia para no arruinar el estado de ánimo, y había estado haciendo un trabajo bastante decente hasta que mi hermano decidió ser un poco mierda. —Hannah. Miré a Dec y vi el remordimiento en su expresión. —Lo siento —murmuró culpablemente. —Ni siquiera te preocupes por eso —contesté en voz baja, y luego rápidamente mostré a todos mi mejor sonrisa falsa—. Estoy hambrienta. Vamos a comernos este pavo hasta reventar Afortunadamente, se relajó el ambiente en la mesa y pudimos disfrutar juntos de una gran cena de Navidad. Temprano en la mañana, mamá, papá, Dec, y yo habíamos abierto los regalos, pero Ellie, Adam, Braden, Joss, y los niños aún tenían que abrir los suyos, y no habíamos abierto los de ellos. Después de la cena, me apresuré a subir a mi antigua habitación, donde tenía el saco de un Santa con todos sus regalos en él. Me encontraba revisándolo para asegurarme de que todo estaba allí cuando sonó el teléfono en mi bolsillo. Pensando que probablemente era Jo o Cole, contesté sin siquiera mirar la pantalla. —Feliz Navidad. —Saludo Suzanne sorprendiéndome—. Pensé que mejor te llamaba, ya que al parecer perdiste mi número. Al igual que eso, todo mi fingido feliz espíritu navideño huyó por la ventana cercana e instantáneamente congelo otra vez el aire de Diciembre. —No perdí tu número —dije rotundamente—. Simplemente no quiero hablar contigo. Me dio un dramático y ruidoso resoplido. —¿Por enviar esa foto? Eso fue por tu propio bien. Estaba siendo una amiga.

Sacudí mi cabeza ante su mierda, capturando mi mirada de incredulidad en el espejo frente a mí. —No. Estabas siendo una perra, porque no sabes cómo ser otra cosa. No enviaste esa foto porque estabas cuidándome, enviaste esa foto porque estabas enojada y querías que también estuviera enojada. Eres consentida y rencorosa. Sin mencionar desconsiderada. Debería haber roto nuestra amistad hace años, tan pronto como me di cuenta de que no eres capaz de pensar en nadie más que en ti misma. No te molestes en llamarme de nuevo. Nunca. —Colgué antes de que pudiera responder y al instante eliminé su número. El hecho de que me sintiera aliviada, más que nada, me dijo que estaba haciendo lo correcto. —¿Qué fue eso? Me di la vuelta. —¿Adam? Entró en la habitación, observándome fijamente. —¿Bien? —hizo un gesto hacia mi teléfono. Lo deslice en mi bolsillo. —No fue nada. Adam frunció el ceño ante mi respuesta. —¿Marco te engañó? —¿Qué? —Lo miré sorprendida—. ¿Por qué demonios pensarías eso? No. No me engañó. Te lo dije, no quería más estar con él. —Bueno, nadie cree eso. Solté un atormentado suspiro, deseando que mi familia no prestara tanta maldita atención. —Mira, si me hubiera hecho algo terrible, se los contaría rápidamente por lo que podrían ir a patearle el culo. Pero no lo hizo. Lo prometo.

Era el turno de Adam de suspirar. —Hannah, a veces no sé qué hacer contigo. Els está preocupada. Abrí mi boca para tranquilizarlo, pero hubo una conmoción en la planta baja. —¡Adam! —gritó Dec subiendo las escaleras—. ¡El bebé viene!

 —No reconozco a ninguna de estas personas. —Envolví mi brazo alrededor de los hombros de Cole y me apoyó en él mientras miraba alrededor de la habitación. —Eso es porque te bebiste cinco cervezas. —Sin embargo, mis funciones cognitivas parecen estar en buenas condiciones, así que no es eso. Me miró, con una pequeña sonrisa jugueteando sobre sus labios. —Y utilizaste la frase ―funciones cognitivas‖. Está bien. —Miró de vuelta la habitación—. Así que supongo que no reconozco a algunas de estas personas. Pero la mayoría de ellos son de la uni. —Hmm. ¿Deberíamos socializar? —Aye. —Sentí su mirada preocupada sobre mí—. ¿Estás lista para esto? —Tú eres el que me está obligando a celebrar el Año Nuevo, así que creo que crees que ya lo estoy. —Jesucristo, deja de ser inteligente cuando estás borracha. —No estoy borracha. Estoy entusiasmada. —Vi una botella de tequila—. Pero conozco una manera de emborracharse. Siguiendo mi mirada, asintió Cole. —Iré por la sal y el limón. —Caminó hacia la cocina, sonriendo y asintiendo hola a la gente.

Tan pronto como se fue, al instante me sentí desanimada. Odiaba sentirme desanimada. Esto se suponía que era un momento feliz. Ellie había dado a luz a otro niño en la madrugada del Boxing Day. Ella y Adam le habían llamado Braden después de su tío, a pesar de que todos empezamos a llamarlo Bray. Mientras que William era justo como su mamá, Bray tenía el cabello oscuro como su papá. Solo el tiempo diría si permanecería de esa manera. Todos estábamos enamorados de Bray, incluso los niños. Ahora estábamos esperando a Jo, quien sería esta semana. Traté de no dejar que sus embarazos o los embarazos que habían llegado antes de ellos me molestaran. Nunca iba a resentir la felicidad de un miembro o amigo de la familia. Sin embargo, cada nuevo bebé era un recordatorio de que nunca iba a tener uno mío. Así que tomé la alegría de ser una tía favorita. No había alegría en el hecho de que extrañaba a Marco, que se fue alejándose. De hecho, solo había empeorado. —Gira la sal y el limón —susurré, y me dirigí hacia el tequila. Con la ayuda de Cole y la ayuda de las personas que me presentaron, pero cuyos nombres rápidamente olvidé, me emborraché hasta el punto donde me encontraba feliz, pero aún podía controlar qué pie iba en frente del otro. La medianoche se acercaba, un chico guapo de la edad de Cole se encontraba seduciéndome con palabras. Estaba coqueteando y seguía tocando mi cintura e inclinándose cerca para oír lo que tenía que decir, y por un rato, por lo menos en un nivel superficial, me podía olvidar que había un Marco. Al otro lado de la habitación vi a Cole que estaba coqueteando con una guapa morena. Parecía que encontramos por nosotros mismos a alguien a quién besar a la medianoche. La habitación se quedó inmóvil en la cuenta regresiva y todos comenzaron a gritar desde diez. —... ¡DOS! UNO! ¡Feliz Año Nuevo!

Porras llenaron aire junto con silbidos y aplausos, y me di la vuelta para sonreírle al chico-guapo-que-n-podía-recordar-su-nombre mientras su boca descendía hacia la mía. En el instante en que sus labios tocaron mis labios, me puse tensa. Me besó. Era perfectamente agradable. Pero no había ninguna sensación de hormigueo. Sentí la quemadura de las lágrimas en mi nariz y en la parte de atrás de mi garganta, y abruptamente rompí el beso. Miré hacia arriba, horrorizada por la humedad en mis ojos, y me disculpé mirando su cuello, ya que no podía mirarlo a sus ojos, seguramente confundidos. Apresurándome lejos de él, me abrí paso entre la multitud de los que asistieron a la fiesta en el apartamento de Cole y corrí hacia el hueco de la escalera helada. Hacía frío, pero se sentía bien contra mi ardiente piel. —¿Qué demonios fue eso? —murmuré para mí misma, alejando mi cabello de mi cara con una mano temblorosa. A modo de respuesta, mi teléfono sonó. Eso fue una sorpresa. Era casi imposible llamar a alguien en Año Nuevo, ya que las redes se encontraban atestadas de llamadas. Sacando mi teléfono de mi bolsillo, casi se me cae cuando vi el identificador de llamadas. Fue como si el beso sin cosquilleo lo hubiera conjurado. Marco. Sintiendo salir mi aliento en un silbido, me quedé mirando el teléfono, sin saber qué hacer. Entonces, como si alguien más se hubiera apoderado de mi cuerpo, presioné el botón de RESPONDER y sostuve el teléfono en mi oído sin decir una palabra. —Estoy sentado aquí —comenzó a hablar, y el sonido de su voz ronca en mi oído me hizo cerrar los ojos adolorida—, y por enésima vez me pregunto qué demonios salió mal.

Aún no hablaba. —Hannah, quiero saber lo que está pasando. ¿Qué está pasando realmente? Sigo dándole más y más vueltas en mi cabeza, y no importa lo que mi cerebro me diga lo que ocurrió ese día, me niego a creer que la persona que rompió conmigo eras tú. Hay algo que no me estás contando. Tiene que ser algo que no me estás contando. —Parecía desesperado, y el dolor en su voz era como un puño girando en mi estómago—. Mi cabeza es un puto desastre. —Suspiró, bajando su voz a un murmullo—. Te extraño. Congelada, sus palabras como un tornillo apretando mis pulmones, no podía decir nada de regresó. Marco esperó un rato. Luego colgó. Dejé caer mi cabeza, preguntándome por qué de repente me sentía como una cobarde. —Yo también te extraño —susurré.

Capítulo 20 Traducid por magdys83 (SOS) y nelshia (SOS)

Una semana después

la escuela había continuado y me sentía bien de

tener algo en que enfrascarme de nuevo. Las clases de la mañana se fueron rápidamente y ahora estoy instalada en mi escritorio haciendo el marcado mientras tenía una hora libre. Cuando sonó el teléfono no pensé nada de él. Conteste y tenía a Neil de Recepción. —Hannah, tenemos a Cole Walker en Recepción para ti. Preguntándome qué diablos estaba haciendo ahí, traté de no dejar que mi mente corra con las peores posibilidades. —Envíalo arriba. Dejo el teléfono y rápidamente revuelvo a través de mi bolsa por mi propio teléfono. ¿Le había pasado algo a Jo? Estaba atrasada y tal vez… Pareció tomar por siempre encontrar a mi teléfono y cuando lo hice no tenía mensajes nuevos o llamadas perdidas. Lo empujé de regreso en mi bolso justo cuando Cole llegó a través de mi puerta y la cerró de golpe. Despacio, con nerviosismo, me levante. Cole estaba furioso y no tenía idea del porqué. —¿Qué está pasando? El musculo en su mandíbula se flexionó cuando me echó una mirada, viéndose más allá de frustrado y enojado. —Me encontré con Suzanne hace media hora.

Mi estómago se hundió. —¿Marco tiene una familia? —preguntó con incredulidad—. ¿Un niño? ¿Una esposa? —No. —Me apresuré hacia él en negación—. Tiene un hijo… Cole, no podemos hacer esto aquí. —Sólo dime qué está pasando y me iré. No estaba segura de cómo podía lograr una explicación que pudiera funcionar sin fracasar, pero lo intenté. —Descubrí que Marco dejó a alguien embarazada cuando regresó a Edimburgo hace cuatro años. Ella era una vieja amiga de él. Ellos no están juntos. Pero tienen un hijo de tres años. Él me frunció el ceño en confusión. —¿Terminaste con Marco porque tiene un niño? La incredulidad en su voz hizo picar a mi ansiedad incluso más, pero asentí, esperando que mi expresión no me traicionara. Desafortunadamente, el temblor en mis manos lo hizo. Cole pilló el temblor cuando me escudriñó de arriba abajo, y tan pronto como lo vio, se puso rígido. Entendimiento revoloteó a través de sus ojos y me ancló en un punto con la fuerza de su comprensión. —Era él—dijo con voz ronca. Ira renovada enturbió su mirada—. Fue jodidamente él. ¿Mentiste? ¡Era él! ¡Te dejó embarazada y se fue a la mierda! —Cole… Pero él ya se estaba marchando del salón. Presa del pánico, sin estar segura de qué podía hacer, agarré mi bolso y salí del salón de clases detrás de él, luchando con mis estúpidos tacones. En el momento lo atrapé cuando estaba dando zancadas a través del estacionamiento hacia su viejo carro destartalado y él estaba hablando con alguien en su teléfono.

—¡Cole! —grité, pero él me ignoró y subió a su carro—. Mierda. —Me apuré tras él, persiguiéndolo cuando abría las rejas de la escuela. Tan pronto como alcanzó la calle principal, eché un vistazo a la calle por un taxi. Mi teléfono sonó. Era Adam. Mi instinto me dijo que le contestara. —Hannah, ¿Qué está pasando? —exigió Adam—. Cole acaba de llamarme para preguntar en qué sitio está trabajando Marco. Se escuchaba más allá de cabreado. Viendo un taxi, tiré mi mano, agradecida cuando desaceleró. Mi corazón estaba corriendo desesperadamente en mi pecho. —Adam, él está a punto de hacer algo realmente estúpido. ¿A dónde va? Adam me dio la dirección del lugar y mientras saltaba en el taxi, se la di al chofer. —Hannah, ¿Qué está pasando? —repitió Adam. —Tengo que irme. —Colgué, volviendo la atención de mi pánico hacia el chofer—. Por favor, lléveme ahí tan pronto como pueda. Es una emergencia. —Hago lo mejor que puedo, cariño. Salté fuera de ese taxi en la entrada diez minutos después y escuché el alboroto antes de verlo. Mientras me apresuraba alrededor de los módulos de oficina, mi corazón caía en picada ante la escena. Marco tenía a Cole por la garganta, su cara retorcida Cole lejos, pero Cole apenas se tambaleó hacia atrás y darle a Marco en la cara con su puño. Estaban dos detrás de ellos, sin hacer mucho por detenerlos, corriendo hacia la escena.

con cólera. Empujó a antes de balancearse trabajadores parados y podía ver a más

Marco golpeó a Cole y repentinamente yo estaba en acción.

—¡Alto! —grité, corriendo hacia ellos, empujando al grupo que estaba reunido—. Cole, detente… El codo de Cole golpeó mi cabeza cuando retrocedió su brazo en preparación para golpear. El dolor estalló en un lado de mi cara, aturdiéndome, y tropecé hacia atrás, sintiendo unas manos sobre mí, estabilizándome. Parpadeé, tratando de volver a concentrarme, y cuando lo hice, vi a Cole mirándome con horror y a un Marco enfurecido detrás de él, listo para embestir. —¡No! —empujé a Cole y tropecé con Marco, presionando mis manos en su pecho—. Marco, por favor —supliqué. Las hermosas facciones de Marco se tensaron, su mandíbula se endureció. Podía decir que él no quería parar, pero lo hizo, dando un paso atrás en asentimiento silencioso. La cabeza palpitando, el corazón martilleando, las piernas temblando, giré para apaciguar a Cole. Ignoré a los hombres que se habían reunido a nuestro alrededor. —Él no lo sabe, Cole. Él no lo sabe. Las fosas nasales de Cole se ensancharon. —Él todavía te dejó, carajo. —Sí. Lo hizo. Pero todo lo demás… él no lo sabe. —¿Yo no sé qué cosa? —preguntó Marco con impaciencia detrás de mí. Mis hombros se tensaron. Nunca habría querido que llegara este momento. Cole abrió su boca para hablar. —No te atrevas—estallé. —Él necesita saber. Sintiendo nauseas ante la posibilidad, contesté:

—Y ahora lo sabrá. Pero seré yo quien se lo diga. —¿Puede por favor alguien decirme qué carajos está pasando aquí? — gruñó Marco. —Y a mí. Voltee mi cabeza ante la voz desconocida. Un hombre alto usando un casco y una chaqueta amarilla de seguridad sobre un traje estaba dando una mirada amenazadora a Cole. —¿Quieres decirme por qué atacaste a uno de mis hombres en su lugar de trabajo? —Me gustaría saber lo mismo. Esa voz era familiar. Yo palidecí mientras Braden y Adam surgían a través de la multitud de hombres. Se detuvieron al lado del hombre en el traje, quien supuse era el jefe de obra de Marco. Braden y Adam parecía tensos. Sus ojos brillaban con fastidio, mientras veían a Cole y Marco, pero sus expresiones se volvieron preocupadas cuando sus miradas se posaron en mí. —¿Sr. Carmichael? —El jefe de obra se mostró sorprendido—. No sabía que estaba planeando una visita hoy. Le puedo asegurar que esto nunca ha sucedido antes. —Tranquilízate, Tam. —Braden le restó importancia—. Esa es mi hermana pequeña. —Él me devolvió la mirada—. Hannah ¿qué está pasando? Sintiendo mis mejillas palidecer al tener toda esta atención sobre mí, di un paso hacia Braden y la presencia reconfortante de Adam. —Tengo que hablar con Marco en privado. Les explicaré todo, pero primero tengo que explicárselo a él. Por un momento, Braden se quedó en silencio mientras consideraba esto. Estaba claro que quería saber qué demonios estaba pasando en ese momento para que pudiera decidir si quería ayudar a terminar lo que Cole había comenzado con Marco. Por último, me hizo un gesto tenso y luego se volvió hacia Tam. —Mi hermana necesita el uso de la cabina de la oficina.

—Por supuesto. —El jefe de obra hizo un gesto hacia él—. Está vacía. Antes de que pudiera hacer cualquier cosa, sentí la cálida presión de la mano de Marco en mi espalda baja. Él suavemente me guió hacia adelante mientras el administrador del sitio comenzó a gritarles a todos los demás que regresen al trabajo. Quería alejarme del toque de Marco, odiando el dolor dentro de mí, ese anhelo tortuoso que parecía no poder subirse a bordo con todo el asunto no perdonarlo. Sin embargo, lo dejé a mantener su mano allí y no sé si lo hice por él o si lo hice por mí. Una vez dentro de la cabina silenciosa, me hice a un lado de la puerta y vi a Marco mientras daba zancadas hacia el escritorio del gerente. Él se dio la vuelta para mirarme, un millón de preguntas en los ojos. Ignorando la pulsación en mi cabeza donde Cole me había prensado, bajé mi mirada al labio de Marco. Cole lo había partido. —Siento lo de Cole —murmuré. —Me importa un comino lo que hizo. Quiero saber por qué lo hizo. Tomó todo el coraje que tenía encontrar la mirada de Marco. —¿Hannah? —me apresuró, su paciencia claramente agotándose. La última vez que me había sentido así de enferma fue después de descubrir que él tenía un hijo. Haciendo caso omiso de los escalofríos que sentía, froté una mano temblorosa sobre mis labios secos y combatí la náusea. —No fue porque tienes un hijo —le dije en voz baja. El aire alrededor de él instantáneamente se quedó inmóvil, su mirada afilándose. —No sé cómo decir nada de esto —le confesé. —Bueno, es mejor que encuentras una manera porque he perdido la paciencia con esta mierda hace semanas. Exhalando, asentí. Sólo tenía que decirlo. Sólo dilo.

Respira, Hannah. —Cuando me dejaste hace cinco años me sentía muy mal. Al principio pensé que sólo tenía el corazón roto, que era por eso que no me sentía muy bien. Pero unos meses después que te fuiste, estaba con Jo y Cole y sentí este dolor indescriptible. Perdí el conocimiento por él. La expresión de Marco se tensó y pude ver en sus ojos que no quería escuchar lo que se avecinaba, pero reconocí que él lo necesitaba. Yo no quería decirle, porque sabía en ese momento que lo que iba a decirle iba a hacerle daño, también. Combatí las lágrimas y decidida a atravesar esto. —Cuando me desperté fue casi cuarenta y ocho horas más tarde y yo estaba en el hospital. —Hannah... —Parecía implorarme. Fue entonces cuando las lágrimas comenzaron a ganar. —Yo aborté. Pero no era sólo un aborto espontáneo; fue algo llamado embarazo ectópico. Eso significa que el óvulo se implanta en el interior de una de mis trompas en lugar de en la matriz, pero debido a que no me di cuenta que estaba embarazada, el óvulo creció hasta que rompió la trompa y empecé a sangrar internamente. —¿Casi mueres? —preguntó, su voz profunda y gruesa por la emoción que podía ver que ardía en sus ojos. —Sí. Tuve una cirugía. Removieron la trompa dañada. —Decirlo en voz alta sólo me recordó todo el resentimiento que había estado sintiendo, y sin querer lo dejé salir—. Le mentí a mis amigos y a mi familia acerca de quién me embarazó. Yo te protegí. Yo te protegí, pero no estabas ahí para protegerme. Tuve que hacer frente a tener un aborto involuntario a los diecisiete años. Y tú no estabas allí para mí. Y yo sabía que tenía tus razones y traté de perdonar y traté de olvidar. —Limpié mis lágrimas, pero estaban cayendo demasiado rápido para mantener el ritmo—. Pero no estaban aún de vuelta en Edimburgo unos pocos meses cuando dejaste a Leah embarazada. Estuviste allí para ella, Marco, y por mucho que sé que es irracional, siento como que me has traicionado de alguna manera. Se suponía que eras el amor de mi vida, pero ¿cómo puedes serlo? Pasé por

todo eso sola, solo para descubrir que el supuesto amor de mi vida estaba allí para alguna otra chica cuando él nunca estuvo ahí para mí. El pequeño espacio estaba lleno de un silencio asfixiante, sólo roto por mi respiración dificultosa. Esperé a que él dijera algo. Cualquier cosa. Sin ninguna advertencia, se dio la vuelta y estrelló su puño en la pared de la cabina. —¡Mierda, mierda, mierda! —Él golpeó repetidamente, la pared crujiendo como el papel. —¡Marco —me moví hacia él para detenerlo, pero mi voz ya había hecho eso. Él se hundió en la pared, con la frente apoyada en ella mientras sus hombros temblaron. —Marco —le susurré, mis emociones confundiéndome aún más cuando un dolor dentro de mí me rogó consolarlo. Caminé hacia él y volvió la cabeza para mirarme acercarme. Había una angustia diferente de cualquier cosa que yo jamás había visto en sus ojos mientras miraban profundamente en los míos. —Tú fuiste este precioso regalo hermoso, que llegó a mi vida cuando más lo necesitaba —dijo en voz baja—. Nunca me sentí seguro cuando era niño. Yo sabía lo que era no sentirse seguro y odiaba la idea de que alguien que me importaba alguna vez sintiéndose de esa manera. Empecé a preocuparme por ti con bastante rapidez, por lo que se siente como que he querido siempre protegerte, sabes. Y no lo hice. Así que si te traicioné. Y lo siento mucho. Estoy tan, tan arre… —Su voz cayó a medida que pasó la mano por su cara, empujándose lejos de la pared y dándome la espalda. La puerta detrás de nosotros se abrió y miré hacia allí, para ver a Braden de pie en la puerta. Él vio mi cara llena de lágrimas y mis ojos rojos, el yeso roto en la pared, y, el obvio mal estado de Marco. Con ojos suaves y llenos de simpatía Braden me preguntó amablemente: —¿Quieres que te lleve a casa? Miré hacia atrás a Marco, pero él no se había dado la vuelta para mirarme. Él necesitaba tiempo para lidiar con esto.

¿Yo? Yo no sabía qué sentir. Sólo sabía que un hombre como Marco no perdía el control de sus emociones fácilmente. Sólo sabía que me amaba. Profundamente. Y sólo sabía que todo era un desastre enorme y doloroso que no podía arreglar. —Sí —dije en voz baja, limpiando las lágrimas de mis mejillas y acercándome a Braden. Descansé contra él cuando pasó su brazo por mis hombros y me guió fuera de la cabina. Caminando hacia el taxi que tenía esperando, miré por encima de mi hombro, de vuelta a la cabina. Todavía había una parte enorme de mí conteniéndome, tratando de protegerme de ser herida por Marco otra vez, pero eso no quiere decir que me sentí bien alejándome de él cuando me necesitaba. De hecho, la culpa me inundó todo el camino a casa.

Capítulo 21 Traductora Marcelaclau

Adam le había dicho a Cole que fuera a casa, se calmara, y me diera tiempo de calmarme antes de enfrentarme, pero no estaba molesta con Cole. Tal vez debería estarlo, desde que él fue quien me forzó a esta posición, pero no me atrevía a sentirme así. Braden me llevó a casa y llamé al trabajo, explicando que había tenido una emergencia familiar, no había forma de que volviera al colegio y me mostrara cuando mis ojos estaban hinchados por llorar, tenía un moretón formándose en mi frente, mi corazón dolía y mi cabeza latía con fuerza. Braden se quedó conmigo, haciéndome una taza de té con un chorrito de whisky en él. Se sentó en el sofá conmigo, dándome la quietud que necesitaba pero también con la comodidad de su presencia. Él se fue cuando Joss y Ellie aparecieron en mi puerta, y sabía que había sido él el que había reunido las tropas. No mucho después, Liz apareció, y ella tenía a Jo en el altavoz de su teléfono. Ellie y Joss habían dejado los niños con mamá y papá, y Jo estaba cerca de estallar, así que estaba en casa con Cam, pero obviamente quería ser parte de la discusión. Estaba exhausta, pero mirando alrededor a sus rostros ansiosos cavé profundo por energía para explicarlo todo, el pasado y el presente. Ellas habían estado siempre allí para mí, incluso cuando sentía que no quería que estuviera, y por eso merecían la verdad. Una vez acabe, Elli me miró con lágrimas en sus ojos. —¿Has estado cargando con todo esto sola? ¿Por qué Hannah? ¿No confiabas en nosotras? Negué con la cabeza firmemente—. No era eso. Por favor no pienses eso.

—Estabas protegiéndolo. —La voz de Jo nos alcanzó del teléfono de Liv en mi mesa de café. De algún modo ella entendía perfectamente—. Sí. —¿Protegiéndolo? —Joss frunció el ceño. Me encogí de hombros impotente, sin saber cómo explicarlo. De algún modo Jo instintivamente entendió, pero tener que explicarlo a alguien me hizo sentir como una niña perdida que no sabía lo que quería. —No sé por qué. Sólo… No quería que pensaran mal de él. —Lo amas —dijo simplemente Ellie—. Ese es el porqué. —Perdoné el hecho de que me había dejado después de que pasamos la noche juntos, lo perdoné por dejar el país y entonces no buscarme cuando volvió, e hice todo eso porque, sí, lo amo. Y no sé si él se habría quedado, si habría estado ahí para mí en el aborto involuntario y mi depresión. Lo sé porque la mirada en su rostro decía todo cuando se lo dije. —¿Entonces por qué… —Liv se mordió el labio, no acabando la pregunta en voz alta, pero sus ojos decían el resto por ella. Sentí ese familiar y palpitante dolor en mi pecho—. ¿Por qué lo dejé? Liv asintió. Mirando alrededor a sus rostros sabía que estaban intentando entender, y hasta cierto punto entendían, que estaba sintiendo, pero también había simpatía por Marco en esas expresiones. —Dolió saber que no me había buscado cuando volvió pero que había dejado a otra chica embarazada y estuvo allí para ella. Sé que no tiene sentido estar molesta con él por la situación y que él ni si quiera sabía pero… no puedo evitar sentirme traicionada de todas formas. Continúo pensando que si él no me hubiera dejado esa noche… si él no me hubiera dejado podría haber sido la chica por la cual se quedó. Pero no lo era. ¿No se supone que el hombre que amas se quedará para ti, te verá pasar por las peores cosas que te pueden pasar? Las tres intercambiaron miradas, miradas que me decían que me entendían porque ellas tenían hombres que se quedaban.

—El único momento en el que tú lo necesitaste él no estaba allí. —La voz de Jo hizo un eco de silencio en la habitación—. Pero, Hannah… tu sabes que Marco es capaz de ser ese chico. Yo estaba en silencio porque la razón por la que estaba en ese estado de confusión es que sabía que Marco era capaz de ser ese chico. Él había estado intentando ser ese chico por los últimos tres meses. Sintiendo mi dilema, Ellie se inclinó hacia adelante. —Hannah, hemos tenido la desafortunada coincidencia de haber amado a alguien que se tomó su tiempo para superar sus propios problemas para finalmente estar con nosotras. —Ella se acercó más a mí en el sofá y me pasó un brazo por mis hombros. Me acurruqué contra ella mientras continuaba—. Entonces pienso que sabes que te entiendo, y que lo que voy a decir viene de un lugar de experiencia y deseo de que mi pequeña hermanita encuentre la felicidad que merece. Asentí con cuidado, expectante. —Tu misma lo dijiste, en algún lugar profundo sé que sabes que no fue culpa de Marco que no estuviera aquí para ti. Sí, él definitivamente no debería haberte dejado sola esa noche, pero tú no sabes lo que él habría hecho si su abuelo no hubiera tenido un ataque al corazón. Él se habría quedado en Escocia, pero tú no tienes idea de cómo hubieran resultado las cosas entre ustedes. Sé que la Hannah de entonces no hubiera tomado un no por respuesta, así que tengo la ligera sospecha de que se hubiera salido con la suya. Pero eso no es lo que pasó, y por basura que sea, Marco tenía una razón para dejar Escocia. Y por mucho que no te guste su explicación por no buscarte cuando regresó, francamente, no puedo estar molesta con un hombre que se mantuvo lejos porque pensó que mi inteligente, graciosa, hermosa y fuerte hermana era demasiado buena para él. No puedo estar molesta por alejar su cabeza de sus problemas y tomarse el tiempo para probar que quería estar contigo. Él suena como un buen papá, y he sido testigo de él junto a ti, él te trata como si fueras la cosa más preciosa en el planeta. Adam y Braden estaban molestos de que rompieras con él, porque para ellos, si tú estabas con alguien, estaban felices de que fuera alguien como Marco. Él fue franco y parecía protegerte mucho. A todos nos gusta eso de él, Hannah. —Els —susurré, casi rogándole. No necesitaba escuchar esto. Solo me confundía más.

—Pero… —Ellie suspiró—. Algunas veces sólo sentimos lo que sentimos. No importa que sepamos lo que es lógico, nuestras emociones usualmente gobiernan. Sin embargo, no pienso que Marco no es ―el indicado‖ porque se fue y no estuvo ahí para todo lo que pasó. —Ella asintió con la cabeza a Liv y a Joss—. Dudo que estas chicas lo piensan también. Liv y Joss confirmaron esto dándome pequeñas sonrisas de simpatía mientras sacudían sus cabezas. —Hannah, si tu no piensas que él es el indicado, entonces no lo es. Pero pregúntate… ¿Por qué le mentiste a tu familia para protegerlo? ¿Por qué perseguiste a Cole para detenerlo de atacar a Marco? ¿Por qué importa si no estás enamorada de él? La agitación. La confusión total. No había escape. Aunque las preguntas de Ellie había abierto puertas que había estado intentando tener bien cerradas desde que rompí con Marco, abracé a mi hermana fuerte porque por lo menos ya no estaba cargando con el peso de la verdad en mis hombros sola. Había un alivio simple en eso. Las chicas se habían ido, regresado con sus hijos y sus esposos, pero sabía que se preocuparían por mí. Intenté asegurarles mientras me abrazaban antes de irse que estaba bien, pero me dieron esas miradas que mostraban que lo dudaban. No podía culparlas. Después de todo, les acababa de dar pruebas de que no siempre les decía la verdad cuando se trataba de lo que me estaba pasando emocionalmente. El silencio no era bueno. Intenté mirar televisión, leer un libro, pero en mi mente seguía vagando y estaba por completo inquiera. Me sentía como si me estuviera preparando para algo realmente estresante, estaba nerviosa y mi corazón estaba corriendo, como si tuviera demasiada adrenalina fluyendo por mi cuerpo. Cuando mi teléfono sonó justo antes de las nueve, tuve que preguntarme si mi cuerpo tenía un sexto sentido. El identificador de llamadas me dijo que era Marco. Podría haberlo ignorado, pero ambos merecíamos más que eso. —Hola —respondí suavemente, acurrucándome en una bola en el sofá, el teléfono presionado fuertemente a mi oído.

—Hey. Cerré mis ojos al sonido de su voz en mi oído. —No sé qué decir. —Yo sí lo sé y no lo sé —respondió—. Habría ido, pero no sabía si me abrirías la puerta o no. —No sé si lo habría hecho tampoco —respondí con honestidad. —Sí. —Él exhalo y sonó un poco inestable—. Hannah, lo entiendo, pero tengo que verte. ¿Podríamos encontrarnos por favor? Necesitamos hablar de esto. —No lo sé. —Bebé, esto no puede ser todo. —Su voz bajó, se profundizó—. Necesitamos una oportunidad de trabajar todo esto. Su ternura me alcanzó, capturó y tiró dolorosamente mi corazón. Me tomó un momento para componerme y decir: —Sólo necesito tiempo. —Y después de todo lo que has pasado mereces cualquier cosa que necesites, pero tengo miedo que si te doy ese tiempo lo usaras para mantenernos distanciados. —A mi continuado silencio, Marco dijo suavemente—: Te daré tiempo. Pero no mucho. Te perdí dos veces y no te perderé de nuevo. Te he perdido dos veces, y no te perderé de nuevo. Te he perdido dos veces, y no te perderé de nuevo. Te he perdido… Negué con la cabeza, intentando sacudirme las últimas palabras de Marco la noche anterior. Se seguían repitiendo. Era más fácil apagar los recuerdos mientras estaba enseñando, pero tenía sólo medio día de clases, y aunque usualmente usaría el resto del día para calificar o planear las lecciones, me escapé del trabajo y me dirigí a la casa de Cole.

Se veía como una mierda. Cuando abrió su puerta para mí, me estremecí, miré su ojo negro, su piel pálida, y una expresión culpable. Sin decir una palabra, di un paso por el umbral y puse mis brazos alrededor de él, abrazándolo fuerte. —¿No estás molesta? —preguntó sorprendido mientras me mantenía cerca. Le di un beso en su mejilla y me alejé gentilmente de su abrazo. —¿Por cuidar mi espalda? No. Por el moretón en la frente… tal vez. — Sonreí, una triste sonrisa, pero una sonrisa sin embargo, así sabría que estaba bromeando—. No estoy molesta. Actuaste impulsivamente, pero tu corazón estaba en el lugar indicado. Cole dejó escapar un aliento entre sus labios. —Tengo que decir que es un alivio. Estaba esperando a que estuvieras tan molesta por dejar el gato afuera de la bolsa con Marco. —No fue divertido —admití—. Pero probablemente era tiempo. Realmente me sentí mucho mejor de que todos sepan la verdad. —¿Hice bien entonces? —Oh, no lo llevaría tan lejos. Definitivamente me debes un café al menos. Él me lanzó una sonrisa torcida y comenzó a caminar hacia su cocina. Lo seguí, levantando mi ceja ante el papel que había sido pegado a la pared del corredor. Tenía las palabras LOS TOMATES NO SON UNA FRUTA pintadas a través de él. —Pensé que los tomates era una fruta. —¿Qué?‖ —Cole me miró de vuelta, me vio apuntando a su ―poster‖ hecho en casa, y sacudió su cabeza con desesperación—. No preguntes. Bigsie está en su propio pequeño planeta. —No entiendo por qué siente tanto por los tomates para imprimir un poster acerca de eso. —Y pegarlo en nuestra pared. Allí va el porcentaje de nuestro deposito.

—Cole, necesitas un nuevo compañero, o un nuevo apartamento. —La renta es barata. —Se encogió hambriento/estudiante pobre y todo eso.

de

hombros—.

Artista

Correcto. Algunos de nosotros no teníamos a un hermano rico y a una hermana que nos comprara un piso. Sentí una punzada de culpa porque no tenía que luchar como muchas personas de mi edad. Los ojos de Cole se estrecharon en mí mientras sacaba un par de pocillos de uno de los sucios armarios de su sucia cocina. —¿Qué con la expresión de culpa? —Nada con ella. Sólo que soy un desastre en estos momentos. Sus facciones se suavizaron con comprensión—. Si necesitas… No sabía lo que Cole iba a decir y nunca lo haría porque en ese exacto momento nos llegó a ambos un mensaje de Liz. ¡Jo está en trabajo de parto!

Los dos subimos la mirada de nuestros teléfonos, con ojos muy abiertos y sabía que Cole tenía el mismo mensaje porque susurró—: Joder. Voló en acción. En menos de un minuto se había puesto sus botas y abrigo, agarrado sus llaves, agarrado mi mano, y me arrastró fuera de su piso. Nos metimos en su pequeño cubo de óxido de Fiat, que era más viejo que Beth, y nos apresuramos al hospital. Nueve horas más tarde, Jo dio a luz a Annabelle Walker MacCabe, una preciosa niña de 3 kilos y medio. Todo el tiempo me senté en la sala de espera con mi familia, mi mente estaba con Jo y Cam y su nueva familia. Cuando conocí a Annabelle, o Belle, como ya habíamos acordado llamarla, ella era todo lo que podía pensar, y cuando besé a una exhausta Jo de buenas noches, abracé a mi familia, y regresé a mi apartamento a descansar un poco, mi mente todavía estaba con todos ellos. Haría un susurro en la parte de atrás de mis pensamientos, un susurro muy fuerte para ignorar, que deseaba que Marco hubiera estado allí para disfrutar del momento, ser parte de mi familia. Él se había perdido a Ellie dando a luz a Bray y ahora a Jo a Belle.

Había una parte de mí que no pensaba que eso se sentía bien. Esa parte me asustaba endemoniadamente.

Capítulo 22 Traducido por Fanny

Un poco después de una semana

más tarde estaba saliendo de mi

piso. Era sábado, el suelo helado donde la nieve de los pasados días se había derretido con la lluvia y luego congelado por las nuevas temperaturas bajas. Esquivé un gran trozo de hielo en mi porche y comencé a bajar los escalones. Estaba emocionada por pasar el día con Jo, Ellie, Belle y Bray y tenía una bolsa llena con golosinas para los niños y las madres. —¿Hannah Nichols? Alcé la vista a la pregunta, deteniéndome en el último escalón de la escalera de enfrente para mirar a la bonita morena que estaba parada a unos pasos de mí en el pavimento. Mis ojos pasaron sobre ella, preguntándome por qué se veía tan familiar—. ¿Sí? La joven mujer tomó unos pasos hacia adelante, pareciendo ansiosa, y ahí es cuando recordé donde la había visto: la fotografía de Marco y su hijo en el mercado alemán. La bonita morena a su lado. Leah. La madre de su hijo. De repente, mi corazón se aceleró. —Soy Leah McKinley. La mamá de Dylan. Mirándola con recelo, respondí—: Sé quién eres. Ella me miró—. Eres justo como te describió. Fruncí el ceño en respuesta—. ¿Qué estás haciendo aquí?

Su expresión se endureció—. Estoy aquí porque me preocupo por Marco. Y justo ahora, Marco es un desastre. No podía ignorar la culpa y el dolor que me causó saber eso. Desde la última vez que habíamos hablado por teléfono, Marco me había dado tiempo. Pero había sido honesto cuando dijo que me daría tiempo pero no mucho. Cuando pasaron cinco días y no lo contacté, me llamó. Habiéndole dicho ya que necesitaba espacio, no respondí. Tampoco respondí cuando llamó tres veces más No podía responder, porque mi miedo me había hecho a la idea sobre nosotros, y no sabía cómo decirle. —Mira, él no entró en detalles, pero explicó que algo malo te había pasado hace años cuando se fue y ahora se culpa a sí mismo. —Cruzó sus brazos sobre su pecho, pareciendo molesta—. Conocía a Marco en la escuela. No mucho, pero lo conocía. Sabía que era calmado y parecía enojado con el mundo. Lo vi cambiar cuando se convirtió en papá. Se convirtió, no sé, como, seguro de sí mismo. Y feliz. Sin embargo, nunca lo he visto tan feliz como cuando estaba contigo. —Entrecerró los ojos contra el sol del invierno—. ¿Sabes? Me dijo todo sobre ti. Antes. Cuando estaba embarazada de Dylan nos hicimos buenos amigos y él hablaba de ti. Incluso estaba un poco celosa de la manera que te veía, como si fuera mucho mejor que cada otra chica en el planeta. Le dije incontables veces que era lo suficiente bueno para cualquiera, que debería tratar de ponerse en contacto contigo de nuevo, pero no lo haría. Eso realmente me enojó, que pensara que no era lo suficientemente bueno. Ahora estoy más encabronada porque contigo no perdonándolo o darle la hora, lo hace pensar que es su culpa toda la mierda que te haya pasado. Ha regresado a pensar que no es lo suficientemente bueno. Lo conozco. Sé que nunca lastimaría a nadie deliberadamente, así que sé que lo que sea que te haya pasado, no es su culpa. Sería lindo de tu parte si también se lo hicieras saber. Sintiéndome acorralada, arrepentida y enojada de que alguien que no conocía me hiciera sentir culpable, le di una mirada que le dijo que no sería intimidada. —No estoy segura de si esto es de tu incumbencia. Su rostro se endureció más.

—Marco no es solo el papá de mi hijo, es mi amigo. Es un buen tipo y no me gusta que nadie lo lastime. —¿Sabe él que estás aquí? —No —resopló—. Y probablemente se encabrone mucho cuando le diga que vine a verte. Pero si esto te da una patada en el trasero para que hagas lo correcto, entonces no me importa. —No tienes idea de lo que estás hablando. —Tal vez no. Pero ambas sabemos que Marco es una buena persona. No merece sentirse de la manera que se siente. —Se encogió de hombros, me disparó una última mirada inquisitiva y dijo—: Piensa sobre eso.



Mi visita con Bray, Belle y sus mamás fue algo envenenado por la decisión de Leah de tratar de forzarme en la situación con Marco. Pasé la mayor parte del día preocupándome por él, hasta que llegué a la conclusión de que necesitaba dejar de ser tan cobarde y llamarlo. No había ningún juego de su parte. Atendió en el segundo timbre. —Sabes cómo tener a un chico esperando —respondió en voz baja. —Solo llamo para decirte que quiero que dejes de culparte. No te culpo por lo que me pasó. —Es más fácil decirlo que hacerlo, Hannah. Hay una razón por la que terminaste conmigo cuando te enteraste de Dylan. Tu misma dijiste que una pequeña parte de ti me culpa por dejar que lidiaras sola con toda esa mierda. —Honestamente —susurré—. Lo hice. Sin embargo, sé que no es correcto, y he trabajado en eso. Sé que lo que me sucedió no fue tu culpa. Lo que sucedió no fue culpa de nadie. Los dos somos culpables por ser irresponsables y no usar protección, eso es todo.

—No. Eso fue mi culpa. Yo era el experimentado. Pero eras tú… y en ese momento estaba tan perdido en ti como para pensar con claridad. —¿Esa fue la manera en la que fue con Leah? —pregunté sarcásticamente. —Hannah, no fue así con ella. Los dos estábamos borrachos hasta la mierda. Es un milagro que hayamos tenido suficiente facultades para desvestirnos y tener sexo, si… —Bien, no quiero escuchar más —interrumpí. Estuvo en silencio por un tiempo y luego…—: Es sobre Leah, ¿verdad?

—No —respondí y luego suspiré—: No lo sé. —Hannah, me preocupo por Leah. Es mi amiga y es la madre de mi hijo. Pero te amo. —¿Deberías ser tan difícil, Marco? —pregunté—. ¿Debería doler tanto? —No lo sé. No sé cuáles son las reglas. Todo lo que sé es que significa algo malditamente importante sentirse de esta manera por alguien. Haría cualquier cosa por mi hijo, Hannah. Haría cualquier cosa para protegerlo. Para asegurarme que sepa que es amado. Que hace girar mi universo. Y también me siento así por ti. Quiero protegerte, quiero que sepas que para mí no hay nadie más que tú. Que tú haces que mi universo gire. Mi corazón en verdad dolió en mi pecho. —¿Hannah? —Si fuera por cómo me siento cuando somos solo nosotros, y el mundo está callado y todo lo demás parece lejano —le dije suavemente—, estaríamos juntos. Pondría todo detrás de mí y seguiríamos adelante. Pero la vida no es así. El resto del mundo nunca se va. Nuestros errores están ahí afuera y no podemos escondernos de ellos. No quiero echarte a perder y no es mi intención lastimarte —mi voz se rompió—, pero creo que esto ya no es lo que quiero. —¿No me amas? —Su voz era ronca, de la manera que sonaba cuando sentía algo profundamente.

Odiaba que lo estuviera lastimando—. Marco, he estado enamorada de ti desde que tenía catorce años. Y ha dolido por ocho años. Solo no estoy segura que sea el tipo correcto de amor. —No sabía que había del tipo correcto o incorrecto —susurró con voz ronca. —Tal vez no. Pero quizá necesito una oportunidad del tipo fácil. —O quizá, solo necesites darnos una oportunidad con toda esta mierda en la intemperie —argumentó—. Hannah, cuando éramos niños, estaba jodido. No nos di una oportunidad. Pero esos dos meses que tuvimos antes de navidad, maldición, fueron las mejores semanas de mi vida, y hubieran sido perfectas si hubiéramos sido honestos sobre todo. Ahora todo está fuera, y podemos comenzar de nuevo. Puede ser genial. Puede ser fácil. Quería creer eso, pero estaba muy asustada. Ni siquiera iba a mentirme a mí misma sobre eso. Estaba aterrorizada. Marco podía lastimarme como nadie más porque lo amaba con todo lo que tenía. Permitiría sus errores, nuestros errores, para doblarme. Sin embargo, no podía dejar que el nosotros me rompiera. Limpiando lágrimas de mis mejillas con manos temblorosas, me preparé para tomar finalmente una decisión. —¿Hannah? —Marco… —Mi voz salió como un susurro y tuve que aclarar mi garganta para que el volumen regresara—. Por ti, nunca le di a nadie una oportunidad. Si quieres la absoluta y completa verdad, no ha habido nadie desde ti. Mentí cuando me preguntaste fue la última vez que tuve sexo. Solo he estado con un hombre en mi vida y ese hombre eres tú. —Hannah… —Es momento de que me dé una oportunidad de enamórame de alguien más. —No lo dices en serio. —Lo digo en serio. No somos buenos el uno para el otro. Necesitas seguir adelante.

—No —gruñó en el teléfono en una sorpresiva pero no tan sorpresiva respuesta—. Eres mía. Soy tuyo. No te atrevas a escapar de eso. —No estoy escapando. —Más mentiras—. Solo necesito un nuevo comienzo. —Hannah, te amo. —Por favor, no lo hagas… No hagas esto más difícil de lo que ya es. —No. No me des clichés de mierda. Necesito verte. No podemos hacer esto por teléfono. Podemos hablar y hacerlo funcionar. Aterrorizada con ese pensamiento porque sabía que solo con verlo mi determinación se debilitaría, me apresuré a negarle—. No quiero verte. Estoy avanzando, Marco, y necesito que hagas lo mismo, por mí. Haz esto por mí. Podía escuchar que su respiración se había vuelto superficial—. No puedo. Puede que sea la cosa más egoísta que haré, pero no puedo renunciar a ti. No lo haré. Si pensara que es lo que en verdad quieres, que lo necesitaras en verdad, lo haría. Pero no lo es. Estás asustada. Sé que estás asustada. Voy a hacer todo lo que pueda para alejar ese miedo. —¡Deja de ser un idiota terco! —espeté, sintiéndome desesperada. —Mira quien lo dice —respondió, su voz bordeada con determinación—. Veremos quién de los dos puede ser más obstinado, Hannah, porque, nena, nunca voy a renunciar a nosotros. Si toma una semana, un mes, un año, lo que sea, el futuro es nosotros. Voy a pasar el resto de mi vida despertando contigo a mi lado y atravesar cada día sabiendo que cuando el cielo se ponga oscuro, pasaré la noche dentro de ti. Sus sensuales y hermosas palabras me dejaron devastada. —Eres un bastardo —respiré. Marco rió suavemente, con dureza—. Veo que ya estoy ganando.

Capítulo 23 Traducido por Jadasa Youngblood & nelshia

—¿Entonces Beth está teniendo su día de niña de papá? —le preguntó Liv a Joss, su tono diciéndonos como de lindo pensaba que era eso. Joss sonrió, colocando su taza de café sobre la mesa. —Después de su emoción en el zoológico el año pasado, y su obsesión actual con todas las cosas de animales, Braden decidió llevarla al Safari Park en Stirling, pero descubrió que estaba cerrado por la temporada, así que la llevó a Deep Sea World. Quería algo de tiempo padre-hija. Sonreí. —Es un buen tipo ese. Joss hizo una mueca. —Eso es él. Hace que sea muy difícil que esté molesta con él. Con Liv y Joss, nos encontrábamos en una guardería en Morningside, que tenía una cafetería justo en el borde de la zona de juegos. Ya que estaba en el mismo edificio que una guardería de tiempo completo, tenía a un número de personas cuidando a los niños mientras sus padres podían almorzar y charlar, pero aun así vigilar a sus hijos. Desde nuestra mesa podíamos ver a Lily y a Luke en la zona de juegos supervisada por un par de asistentes. January se encontraba en su cochecito junto a Liv, por una vez durmiendo pacíficamente. Había pasado una semana desde mi conversación con Marco. Me había enfocado en el trabajo, y a hacer lo que podía para distraerme de las ruinas de mi vida amorosa. Al principio, eso no fue fácil, porque Marco debió de contarle un poco a Nish y vino junto a mí en la sala de profesores a pedirme disculpas. Desde entonces, me observaba atentamente, como si

estuviera hecha de cristal, y cada día me preguntaba en un tono dulce, pero sin querer, molesto si me encontraba bien. También tuve que contarle a Michaela todo. Suzanne le contó a Michaela su propia versión de los hechos, y, obviamente, su explicación tenía algunas imprecisiones. La pobre Michaela ahora se encontraba en la incómoda posición de ser amiga de dos personas que ya no querían tener nada que ver entre sí. Le aseguré a Michaela no hacérselo difícil. No podía asegurarle que Suzanne haría lo mismo. Todo esto hacía difícil sacar todo de mi mente. Incluso peor era mi apartamento y esas malditas estanterías. Esto significaba que saltaba ante cualquier oportunidad de salir del apartamento. Anoche cuidé a las niñas de Liv y Nate, y ahora me encontraba pasando tiempo con Joss, Liv, y sus hijos para evitar mi casa. No es que fuera una dificultad pasar el rato con ellos. Miré a Lily para encontrarla mirándonos. Me saludó con su mano cuando me atrapó mirándola. —Ya regreso. —Levantándome de un brinco de mi asiento, y sonriéndole a Lily de una manera que sabía que la haría reír. —Lily Billy —dije fuerte mientras me acercaba. Jugué con ella y Luke, dejando que se arrastraran sobre mí antes de jugar a que los perseguía. Probablemente haciéndolos hiper activos, y Joss y Liv no me lo agradecerían más tarde, pero se sentía bien reírse fuerte con los niños. —Oh, Dios mío —Jadeaba, tratando de recobrar el aliento mientras yacía en el suelo con Lily tratando de hacerme cosquillas y Luke despatarrado sobre mi pecho, en un esfuerzo de usar su peso para mantenerme ahí. Se reían como locos—. Luke Carmichael, no puedo moverme. ¡Eres demasiado fuerte! Se rió más fuerte. —Nana, voy a mantenerte aquí. —¿Para siempre? —jadeé. —Ajá.

—Creo que esa podría ser Hannah Nichols, enterrada bajo esos niños, pero no puedo estar seguro. —Una voz divertida habló desde algún lugar por encima de mí. Me tensé ante la voz y sabía que los niños sintieron el cambio repentino en mi comportamiento porque dejaron de reírse. Giré mi cabeza, buscándolo. Apareció en mi línea de visión un Marco al revés. Mierda. Respira, Hannah. —Uh, hola —me las arreglé para decir. —¿Necesitas una mano? —Vamos, Luke —le escuché decir a Joss, y de repente ella estaba ahí, inclinándose para recoger a Luke de mi pecho. Me senté y me lanzó una interrogante mirada mientras agarraba la mano de Lily. Me estaba preguntando si me encontraba bien como para estar con Marco a solas. Um... honestamente, no lo sabía. Pero asentí mientras me ponía de pie. La vi caminar con Luke y Lily a la mesa junto a Liv y January. Mis ojos se movieron a Marco, que se encontraba de pie en el borde de la zona de juegos. Aferrándose a su mano grande, estaba el niño más hermoso que jamás había visto. Mi pecho me dolía al mirarlo. Dylan. Tenía el tono de piel de Marco, hasta el llamativo color azul verdoso de sus ojos, y tenía lindos rizos negros. Era alto para tener tres, lo que podría significar que un día iba a ser tan alto como su padre, y tenía una expresión seria y curiosa sobre su cara que se parecía tanto a una de las expresiones de Marco, que se intensificó el dolor en mi pecho. Sintiendo emociones que no esperaba sentir, levanté mi mirada de Dylan a los ojos de Marco y dije entrecortadamente: —Es hermoso.

La mano de Marco se dobló sobre la de Dylan, y miró a su hijo con una adorada mirada de orgullo. —Sí. De repente, recordé la incomodidad de estar cerca de él, y cubrí mi intranquilidad con una mirada. —Hay cientos de guarderías en Edimburgo. ¿Esta? ¿En serio? La sonrisa de Marco era algo malvada. —Parece que el universo quiere que también yo gane. Habría respondido con algo descarado o cortante, excepto por el hecho de que Dylan se encontraba ahí. Sin mencionar, que Marco no podía ocultar la tristeza detrás de sus ojos con esas sonrisas burlonas. Sin querer lidiar con la forma en que me hacía sentir, miré a Dylan de nuevo. Seguía mirando entre su padre y yo, claramente preguntándose quién era yo. —Dylan —Marco llamó su atención de nuevo—, esta es Hannah. Hannah, este es Dylan. Le sonreí al mini Marco. —Hola, Dylan. Se movió un poco más cerca de la pierna de su padre. —Hola —respondió en voz baja y apretó un muñeco de peluche contra su pecho. Mirando más de cerca, me di cuenta de que el juguete era una miniatura de Sulley de Pixar, Monsters, Inc. Juro que casi me derrito por todo el piso. —Sulley es uno de mis favoritos. —Hice un gesto hacia el juguete. Los ojos de Dylan se abrieron un poco. —¿Te gusta también El Rayo McQueen? —me refería al héroe de la película de Pixar, Cars.

Dylan asintió. —Le encantan las películas de Pixar. —Sonrió Marco suavemente—. Ustedes se llevarían bien. Sabía que mi sonrisa era un poco triste cuando respondí: —Él es sensacional. Marco, creo que todo salió de la manera en que se suponía que tenía que ser para ti. La determinación se grabada en sus facciones. —No todo se ha resuelto por sí mismo. Obviamente. Realmente no había una manera de responder eso, pero no tuve que hacerlo. Una atractiva morena se acercó, atrapando mi atención. Se detuvo junto a Marco, tocando su brazo para también llamar su atención. —No vas a irte aún, ¿verdad, Marco? Marco la miró un segundo y lo conocía lo bastante bien como para saber que se encontraba distraído por la silenciosa conversación entre nosotros, por lo que le tomó un tiempo procesar lo que había preguntado. —Ah... solo estoy recogiendo a Dylan para mi fin de semana con él. Tenemos otros planes hoy. La mirada de la mujer se desvió hacia mí, y pude ver la infeliz pregunta en ella. —Marco es uno de los pocos padres solteros que vemos en el centro. Como te puedes imaginar, es muy popular. —La pregunta de repente se convirtió en una advertencia de retroceder mientras me decía—: No te he visto aquí, antes. ¿Qué pequeño travieso es tuyo? Quería vomitar ante su falsedad, su tono dulce. —Oh, no tengo hijos. Solo vine aquí a ver si alguno de los padres solteros está buscando una ―cita‖. —Le di a Marco un guiño exagerado—. Marco es una buena cita. Uno de los mejores. Se veía espantada mientras Marco hacía un horrible trabajo conteniendo su risa.

—Yo... ah... —Lo miró y luego de nuevo a mí, consternación arrugando su frente—. Yo, bueno, voy a... ah... Entonces, Marco, te veré la próxima vez. —Retrocedió, corriendo a través de la habitación hacia una niña. Marco se rió. —¿Cita? Con mis ojos aún sobre la morena, contesté: —Ella quiere una cita contigo. —Lo miré de nuevo, mi mirada volviéndose sospechosa. El feo ardor de los celos revolviéndose en mi pecho como acidez estomacal—. Quizás ya tenía una. —Leah y Graham solo hace dos meses se mudaron a Morningside, y en ese entonces nosotros teníamos citas regulares. Desde que lo dejamos, no ha habido ninguna otra cita para mí. —Levantó una ceja mientras inconscientemente aseguraba a un Dylan cada vez más inquieto, con un apretón de su mano—. Pero es bueno saber que estás celosa. —No estoy celosa. Su sonrisa era intensa y conocedora. Era una sonrisa que me recordaba todo lo que habíamos tenido hace tan solo unas pocas semanas. Arrugué mi nariz. —Tengo que volver con las chicas. —Mi mirada se movió a Dylan—. Fue un placer conocerte, Dylan. Adiós. —Me despedí saludando con mi mano. —Adiós —respondió con su expresión seria de niño pequeño. Sintiéndome emocional de nuevo, le susurré a Marco: —Tiene tus ojos. Es todo tú. Los músculos de la mandíbula de Marco se flexionaron, y sabía que trataba de contenerse, de decir algo. Para ayudarle, me despedí con otro pequeño saludo con mi mano y me alejé de ellos hacia Liv y Joss. Las chicas se quedaron en silencio mientras me sentaba en un asiento de espaldas a Marco y su hijo. —¿Se fue? —pregunté, mirando obstinadamente delante.

Liv miró por encima de mi hombro. —Sí. Se fue con su hermoso niño. ¿En serio? ¿Los dos juntos? Guau. —Estás loca. Sabes eso, ¿verdad? —dijo Joss casualmente antes de tomar un sorbo de una taza de café recién hecha. —¿Por qué? —Por renunciar a un hombre quien te mira de la manera en que Marco lo hace. Pensé que Braden con una sola mirada podía hacer lo de melancólico y posesivo, pero Marco se encuentra en su propia liga. Mi corazón dio un vuelco, causando un alboroto desagradable en mi garganta. —¿Qué? Liv asintió estando de acuerdo. —Hannah, la expresión de su cara cuando estabas hablando con Dylan... oh, Dios mío, no podía quitarte los ojos de encima. —Era caliente —añadió Joss—. Posesiva. Caliente. —También tierna. Dulce. Una especie de adoración. —Suspiró Liv. Joss sonrió. —La mejor. Mirada. Siempre. Con mi corazón ahora golpeando en mi pecho, les lance una mirada sucia y dije resueltamente: —No me disuadirán hablando de expresiones calientes. Marco y yo terminamos. —Ahora, si el resto de mí podía subir a bordo con eso, la vida sería fantástica. No sabía qué esperar de Marco en sus intentos de recuperarme. Supongo que me esperaba mucho más del mismo tratamiento de antes, apariciones inesperadas en todos los lugares donde pasaba mi tiempo libre.

Una seducción lenta. Sin embargo, él me lanzó fuera de guardia con su próximo movimiento. Tanto así, que me derribó por completo. Deduje de uno de los comentarios de mi muchacho de segundo año en su ensayo por ―Sueño De Una Noche De Verano‖ que no estaba disfrutando de nuestro plan de lecciones actual. Creo que fue el comentario de "Puck es un pendejo" lo que realmente me lo hizo saber. Subrayé el comentario con una pluma roja y escribí en el margen junto a él, ―Dar ejemplos para explicar por qué llegaste a esta conclusión." Nosotros discutiríamos en persona su uso inadecuado de la blasfemia para expresarse. Hacíamos eso una vez por semana, por lo que no era nada nuevo. Sintiendo un dolor en mi espalda alta después de estar sentada en el piso de mi sala de estar calificando ensayos por las últimas dos horas, tiré mis hombros hacia atrás y suspiré de satisfacción por el suave crujido de mis huesos. Haciendo una mueca, miré el reloj. Eran casi las nueve. Realmente debería levantarme antes que mi culo se quede dormido, pero sólo tenía unos cuantos papeles más por calificar antes que pudiera decir que estaba atrapada. El apartamento estaba tan tranquilo que mi corazón dio un salto directo a mi garganta cuando sonó el timbre. No el timbre de la puerta de mi edificio. Mi timbre de la puerta. Preguntándome quién podría ser a estas horas de la noche, me acerqué con cautela por el pasillo hacia la puerta, de puntitas. Sintiéndome extrañamente inquieta, de manera nerviosa puse mi ojo en la mirilla. Viéndose muy lejos, en el pequeño círculo de vidrio estaba Marco. —¿Qué demonios? —susurré. Él llamó a la puerta—. ¿Hannah? Me sentí confundida y cautelosa, pero al mismo tiempo me sentí aliviada que fuera Marco en el otro lado de la puerta y que yo estaba a salvo. Al abrir la puerta separé mis labios para preguntarle cómo había entrado en el edificio, pero la pregunta fue tragada mientras él aplastaba su boca

en la mía, envolvió un brazo alrededor de mi cintura y me empujó dentro. Me aferré a él con sorpresa, oyendo el portazo de mi puerta detrás de él. Entonces, simplemente así, el sabor, el olor, y la sensación de él me abrumaron y le devolví el beso. Mis pies dejaron el suelo mientras él me levantó, sólo para asentar mi trasero en la parte superior de mi aparador en la sala. Él se presionó entre mis piernas y yo instintivamente las envolví alrededor de sus caderas. Su beso fue exigente, duro y narcótico, y todo pensamiento racional huyó mientras le devolví el beso con igual fervor. Todo mi cuerpo sabía que era eso lo que había extrañado. Toda mi alma sabía que era esto lo que ansiaba. Marco rompió el beso, retrocediendo sólo para agarrar el dobladillo de mi camisa del béisbol en sus manos y tirar de ella hacia arriba. Levanté mis brazos, ayudándolo a sacarla. Mi top salió volando detrás de él segundos antes que sus dedos ágiles hicieran un trabajo rápido con mi sujetador. A pesar del fuego entre nosotros, me estremecí, mis pezones volviéndose duros sacando un gemido desde lo más profundo del fondo de la garganta de Marco. Él acunó mis pechos y arqueé mi espalda con un suspiro, mientras él los amasaba, su toque disparando dardos de calor líquido directamente a través de mi vientre y entre mis piernas. La sensación aumentó cuando él tiró suavemente de mi pelo, arqueando mi cuello más atrás y levantando mis pechos más cerca de su boca. Él inclinó su cabeza, sus ojos hambrientos en los míos entrecerrados. Me estremecí de nuevo, esta vez con anticipación, y una sonrisa de satisfacción curvó sus labios antes que bajara su mirada y cerrara su boca caliente alrededor de mi pezón izquierdo. Gemí ante el placer derretido que recorrió mi bajo vientre y me agarré la nuca de su cuello con una mano mientras la otra acariciaba su espalda alta. Succionó con fuerza, provocando una afiliada ráfaga de placer/dolor, y luego lamió el pezón hinchado antes de pasar al otro. Deseando la sensación de sus duros músculos y piel suave bajo mis manos, empecé a tirar de la camisa de manga larga que llevaba puesta.

Él captó la indirecta y se echó hacia atrás impaciente por removerla. Apenas la había dejado caer al suelo cuando lo agarré, jalándolo de nuevo hacia mí, nuestros besos duros, apresurados, y calientes. Con una mano acariciaba su fuerte espalda, con la otra su pecho esculpido antes de deslizarla hacia abajo sobre sus duros abdominales. Al sentir sus abdominales ondulando debajo de mi toque, excitación latió entre mis piernas. Como el lector de mentes que era, apartó sus labios de los míos para preguntar sin aliento, bruscamente—: ¿Mojada para mí? Miré directamente en sus ojos empañados de la lujuria con mis propios ojos empañados de lujuria y le susurré—: Estoy a un toque de venirme. Sus ojos se ensancharon. —Te vendrás con mi boca —prometió. Mi vientre se apretó muy en lo profundo y sabía que estaba más que mojada ahora. Estaba empapada. Siempre estaba encendida por Marco, siempre lo deseaba, pero no podía recordar haber estado tan caliente y desesperada por tenerlo. Mientras presionaba besos calientes contra mi mandíbula, cuello, su lengua timando contra mi piel, mientras lo hacía, froté mis pulgares sobre sus pezones, marqué mis uñas suavemente por su estómago, y jadeaba de emoción cuando él comenzó a desabrochar mis jeans. Dejé de tocarlo momentáneamente para afirmar mis manos en el aparador a cada lado de mis caderas de manera que pudiera levantar la parte inferior para permitirle tire de mis jeans. Mi ropa interior rápidamente siguió y, completamente imperturbable, me deleité en la forma en que separó mis piernas para mirarme. Había una necesidad primitiva grabada en sus facciones tensas y hablaba con cualquier necesidad primitiva resonando en mí. Mi corazón latía tan fuerte, que jadeaba por la expectación, mis pechos subiendo y bajando mientras trataba de recuperar el aliento. —Prometiste tu boca —dije en voz baja, apenas sonando como mi misma.

Mi voz lo sacó de su intensa lectura de mi cuerpo y de repente me estaba besando de nuevo. Agarró el dorso de mis rodillas con sus manos y envolvió mis piernas alrededor de él para que su erección cubierta por sus jeans empujara entre los pliegues de mi sexo, rozando mi clítoris de una manera que me hizo tener deliciosos espasmos. Envolví mis brazos alrededor de él, mis senos sensibles aplastados contra su pecho. Él continuó besándome, nuestra desesperación construyéndose en ese beso, en la forma en que acariciaba mi espalda desnuda y la forma en que nuestras caderas ondulaban juntas. La presión de su erección aumentaba mi excitación y traté de presionar con más fuerza, mis dedos clavándose en su espalda. Marco gruñó en mi boca y juro que casi me vine, fue tan caliente. Luego sus labios se habían ido de los míos, moviéndose por mi cuello, a través de mi pecho, por debajo de mis costillas, a través de mi estómago, y él estaba poniéndose de rodillas mientras sus manos separaban mis muslos. Observé, perdida en mi aturdimiento de absoluta necesidad, mientras él me lamía. —Oh, Dios —jadeé. Tiré mi cabeza hacia atrás, su nombre una súplica derramándose de mis labios una y otra vez mientras me torturaba con ligeras lamidas. Luego, su boca encontró mi clítoris. Lo rodeó con su lengua. Subí más alto. Él metió dos dedos dentro de mí. Subí más alto. Me tensé. Él chupó mi clítoris. Duro. Alcancé la cima en un grito y luego me hice añicos, cayendo en un olvido dichoso.

Aun temblando a través de los remanentes de mi orgasmo, estaba apenas consciente de Marco de pie y tirando de su cremallera hacia abajo. En cuestión de segundos él estaba agarrando mis muslos, y tirando de mí hacia el borde del aparador. Mis palmas estaban apoyadas en el mueble, un poco detrás de mí. Era una buena cosa también. Yo estaba firme y preparada cuando él se empujó dentro de mí. Duro. Grité, cerrando los ojos para saborear el brusco pero agradable asalto a mis sentidos. —Mírame —exigió Marco, su voz tan llena de sexo que las palabras eran entrecortadas, el tono gutural. Mis ojos se abrieron a la orden y nuestras miradas abrazadoras colisionaron. Mis labios se abrieron mientras continuaba follándome, otro orgasmo construyéndose dentro de mí, mi excitación sólo aumentando por la forma en que él me miraba mientras golpeaba en mi interior. —¿Sí? —jadeó, sus ojos calientes ni una sola vez dejando los míos. —Sí —le respondí sin aliento. Su agarre en mis piernas se volvió casi hiriente mientras sus embestidas se volvieron más rápidas. —Tienes que venirte para mí, cariño —jadeó él con más fuerza, una capa de sudor reluciendo en su frente por la fuerza de retener a su propio clímax. —Me vengo —prometí, sacudiendo mis caderas al ritmo de sus embestidas—. Bebé, me estoy viniendo, me estoy vin… —Me tensé. Entonces sobre el precipicio me caí de nuevo, gritando en mi segundo orgasmo, éste más corto y más afilado que el último, pero no menos brillante. Me estremecí contra Marco mientras seguía empujando dentro de mí, mis músculos internos apretándose a su alrededor.

Se puso rígido, su agarre en mí casi doloroso. Sus ojos nunca dejaron los míos mientras gemía con los dientes apretados. —Joder. —Sus caderas se sacudieron contra mí mientras se corría. Soltó mi pierna derecha para besarme profundamente. Envolví mis piernas alrededor de sus caderas, apretándolo más cerca mientras nos besábamos, amando la sensación de él temblando con pequeñas réplicas. Gradualmente, mientras nuestros músculos se relajaron y la neblina de deseo comenzó a despejarse, la realidad comenzó a inmiscuirse en nosotros. Dejé caer mis piernas de su cintura y empujé en su pecho mientras jalaba mis labios de los suyos. Vi la consternación en sus ojos, pero lo ignoré. —Esto no cambia nada —susurré, sintiendo el déjà vu de este momento de la primera vez que tuvimos sexo hace tres meses. Excepto que esta vez no había más secretos entre nosotros. Marco fue de la consternación al enojo. —¿Estás segura de eso? Porque según mis cuentas acabas de correrte dos veces. Una vez con mi boca y otra vez con mi polla. Estoy bastante seguro que eso significa que las cosas han cambiado. Le fruncí el ceño—. Obviamente, sólo tengo que sacarte de mi sistema. Toda su expresión se endureció. Ahora lo había enojado demasiado. Él puso sus manos en mis muslos otra vez y me jaló de nuevo hacia él, antes de deslizar sus manos debajo de mi trasero y levantándome de manera que tuve que envolver mis piernas alrededor de su cintura para agarrarme. Me aferré a sus hombros mientras él comenzó a llevarme por el pasillo a mi habitación. —¿Qué estás haciendo? —le espeté, tratando de zafarme de su agarre y fallando. Marco no respondió hasta que estuvimos en la habitación y él me había dejado caer no muy gentilmente en mi cama. Él empujó sus pantalones hacia abajo y empezó a patearlos para sacarlos y me apresuré a salir de la cama. Marco fue demasiado rápido para mí, sin embargo, tomando mis

manos entre las suyas mientras bajaba su cuerpo sobre el mío. Apretó las manos a la cama, manteniéndome cautiva. —Supongo que estaré cojiéndote hasta que esté fuera de tu sistema, entonces. Entrecerré los ojos y traté de empujar contra su agarre, pero sin éxito. —Tienes que irte. —Sexo primero. Mi vientre ondeó ante la idea, mi apetito por él claramente insaciable. Sintiéndolo, miró con aire satisfecho. —─¡Bien! —Cedí porque... bueno, la verdad, porque lo quería y no estaba pensando con claridad—. Pero no puedes quedarte. —No lo haré —prometió enfadado, los ojos en mis labios—. Pero voy a hacer que te corras de nuevo antes de irme. Y así lo hizo. Brillantemente, debo añadir. Él me llenó con su calor, su lujuria y su ternura. Sin embargo, tan pronto como habíamos terminado, cumpliendo su palabra, abandonó el apartamento. Así de fácil, estaba de vuelta a sentirme vacía.

Capítulo 24 Traducido por Otravaga

—Marco —dije en un jadeo, mientras él se movía dentro de mí. Yo estaba de lado, como lo estaba él. Su cálida mano estaba envuelta a mí alrededor, amasando mi seno, mientras se empujaba en mí desde atrás. Me corrí con fuerza, gritando de satisfacción mientras me estremecía con mi clímax. Unos segundos más tarde Marco me siguió, su agarre sobre mí apretándose mientras se tensaba y luego gemía contra la parte trasera de mi cuello a medida que encontraba su propia satisfacción. Me quedé allí, tratando de recuperar el aliento y de apoderarme de mis sentidos. El suave toque de los labios de Marco en mi hombro me trajo de vuelta a la habitación. Se deslizó fuera de mí y sentí la pérdida de su calor. Dándome la vuelta, observé mientras se levantaba de la cama y comenzaba a vestirse. Durante dos semanas habíamos estado haciendo esto. Marco aparecía en mi puerta, lo dejaba entrar, y luego teníamos relaciones sexuales hasta que nuestros cuerpos estaban cansados y mi corazón estaba todavía más confundido que antes. Yo no parecía ser capaz de evitar ceder ante el calor sexual entre nosotros. Pero cada vez que él se iba, me sentía vacía. Lo que estábamos haciendo, sólo sexo, volvía una farsa lo que habíamos tenido antes. Esta noche, sin embargo, era peor. Marco ni siquiera se había molestado en limpiarme, aunque se había convertido en su ritual. Era algo que yo siempre había encontrado dulce. Viéndolo abotonar el último botón de su camisa, me di cuenta de que estaba nervioso, tal vez incluso enojado. Quería preguntarle qué le pasaba,

pero no quería animarlo a pensar que aquí había algo más de lo que había. Era sólo sexo. Sin importar lo mucho que doliera. Debería terminar esto. Debería terminarlo ahora. Pero no sabía si estaba lista para sacarlo de mi vida por completo. Pensé que podría... Mis ojos se alejaron de él para mirar fijamente a mi techo. Ya era hora de que pusiera en orden mi cabeza, realmente lo era. —¿Ni siquiera vas a decir algo? Volví mi mirada rápidamente hacia él para verlo de pie con las manos en sus caderas, sus piernas tensas, mientras emanaba grandes vibraciones de machote cabreado. Ignorando la amenaza, contesté: —¿Qué quieres que diga? La incredulidad brilló en sus ojos, y se inclinó hacia adelante para responder en tonos guturales: —Quiero que le pongas fin a esta mierda y admitas que estabas equivocada y que me amas. Este arreglo es una absoluta sandez y lo sabes. De alguna manera mantuve mi rostro perfectamente relajado. —Era todo lo que estaba dispuesta a dar. Y ahora creo que es hora de terminarlo. A pesar de la mirada de disgusto que dio en respuesta, gruñó: —Como si fuese a rendirme tan fácilmente. Bien. Suspiré, careciendo de la energía para pelear con él en esto. —¿Te veré mañana, entonces? Marco exhaló pesadamente, como aferrándose a los últimos hilos de su paciencia. Negó con la cabeza. —No puedo. Voy a hacerle un favor a Leah mañana. Nos vemos el lunes después de mi fin de semana con Dylan.

Asentí casualmente, lo que lo molestó todavía más. La forma en que sé que eso lo molestó todavía más es que salió hecho una furia del apartamento sin decir adiós. Agarré mi teléfono en la mesilla de noche y le envié un mensaje a Cole:

Soy un desastre.



—Bueno, ¿entonces tu solución para sacar a Marco de mi mente es llevarme a D'Alessandro? —Fruncí el ceño al exterior del restaurante. Cole se rió entre dientes. —¿Qué? Me gusta la comida. —Podríamos ir a cualquier parte —refunfuñé—. Bribón. Riendo, Cole tomó mi mano y me condujo adentro, lejos del frío y al agradable calor del restaurante del tío de Marco. —Sabes que vamos a pasar la mayor parte de la comida hablando de él y de por qué estás actuando como una loca hormonalmente desequilibrada a su alrededor, así que no veo por qué no podemos comer la comida de su familia mientras lo hacemos. Con mi mano todavía aferrada a la suya, le advertí: —Bueno, vamos a pasar toda la comida hablando de esto como venganza, sólo para que sepas. Me apretó la mano. —Creo que puedo manejar un poquito de charla de chicas. —Nos detuvimos en la mesa de la anfitriona y Cole le dio su nombre. Ella nos estaba llevando al salón de atrás del restaurante y yo estaba a punto de responder tardíamente a los comentarios de Cole con algo insolente

cuando Cole se detuvo bruscamente y choqué suavemente contra su espalda ante la repentina pérdida de impulso. —¿Qué… —Mi voz se interrumpió cuando mis ojos siguieron su mirada. Marco. Y no estaba solo. Mi estómago se volteó desagradablemente cuando asimilé la vista de él sonriéndole a una desconocida mujer rubia. Cole empezó a movernos hacia ellos, sujetando con fuerza mi mano. —¿Qué estás haciendo? —susurré, sintiéndome muy cerca de tener un arrebato emocional y sin querer que ese bastardo de Marco lo presenciara. —Confía en mí —instó Cole. A medida que nos acercábamos a la mesa, me las arreglé para despegar mi horrorizada mirada de Marco y su obvia cita para ver que compartían la mesa con Leah y un atractivo sujeto de cabello oscuro que asumí era su prometido, Graham. Mi mirada regresó rápidamente a Marco. Una cita doble. Yo iba a vomitar. O iba a matarlo. Estábamos a sólo unos cuantos metros de la mesa cuando atrajimos la mirada de Marco. Su expresión se suavizó al verme hasta que sus ojos cayeron en mi mano en la de Cole y esa expresión se endureció al instante. ¿En serio? Él estaba en una cita doble y yo estaba con un amigo ¿y él estaba enojado? —Marco. —Cole lo saludó amablemente—. Sólo quería venir y pedirte disculpas por... bueno, ya sabes... —Mi mejor amigo miró a la bonita rubia al lado de Marco—. Espero no estar interrumpiendo tu cita. Los ojos de Marco se enfrentaron con los míos y supe que definitivamente estaba irritado con Cole.

—Esto no es… —No deberíamos haber interrumpido. —Estaba evitando cuidadosamente la ardiente mirada de Leah mientras halaba la mano de Cole—. Los dejaremos disfrutar de su cena. Cole. Cole le dio a Marco una tensa sonrisa antes de deslizar su mano alrededor de mi cintura y llevarnos hacia la anfitriona a la espera. Tan pronto como ella nos llevó a nuestra mesa, Cole suspiró y dijo: —Estás temblando como una hoja. —Estoy tratando de no matar a alguien —dije con los dientes apretados—. Sólo vayámonos a casa. —Al diablo con eso. —Cole dejó que la ira brillara en sus ojos—. Él no puede hacerte esto. —No lo está haciendo. Yo lo hago. Yo me estoy haciendo esto —mascullé furiosamente—. Yo le estoy enviando señales contradictorias, él me está enviando señales contradictorias. Son un montón de jodidas señales contradictorias. Y realmente sólo quiero ir a casa antes de que termine en prisión. Cole se inclinó hacia mí, presionando su frente contra la mía de modo que no tenía ningún otro lugar al que mirar excepto a sus ojos o a mis pies. Elegí sus ojos. —Lamento llevarte allá. Pero él sabe que sin importar lo confundida que estés, en el fondo lo amas. ¿Y está aquí en una maldita cita? Yo quería afectarlo a él, no a ti. —Estoy bien. —No estás bien. Estás temblando. —Estoy temblando de rabia. Cole… Me interrumpió ahuecando mi rostro entre sus manos y presionando un beso dulce y suave en mis labios. Cuando por fin se retiró, me quedé mirándolo con los ojos bien abiertos y más que un poco alarmada. —¿Qué demonios estás haciendo?

—Recordándole que no te ha ganado todavía y que a menos que luche con más fuerza te perderá con alguien más. Él no necesita saber que ese alguien nunca seré yo, cariño. —Sonrió sin arrepentimiento. Amaba a mi mejor amigo. Totalmente. Me incliné y presioné otro suave beso en su mejilla. —Eres el mejor, pero parte de la razón por la que estoy tan enredada es porque no quiero que él luche con más fuerza. Quiero que terminemos. Es sólo que no sé cómo dejarlo ir. Cole se inclinó hacia mí otra vez, con sus labios casi tocando los míos mientras decía en voz baja: —Tienes que dejar de mentirte a ti misma, Hannah Nichols. Tú lo amas. Sabes que lo haces. De lo contrario no estarías en semejante estado. Antes de que pudiera responder para negarlo, una sombra cayó sobre nosotros y nos apartamos un poco para mirar a nuestra derecha y al furioso rostro de Marco. La rabia bailaba en sus excepcionales ojos y toda estaba dirigida a Cole. —Tienes dos segundos para alejarte de ella antes de que te haga mierda un millón de veces peor de lo que lo hice en la obra. Me alejé de Cole instantáneamente, odiando la idea de ellos peleando de nuevo. De todos modos, si alguien iba a estar lanzando un puñetazo esta noche, iba a ser yo. En mi movimiento, la mirada de Marco saltó hacia mí, junto con su rabia. —No hay nada entre ustedes, ¿eh? La indignación me exasperó todavía más. —¿Qué hay de ti? —Me incliné hacia él—. ¿Este eres tú luchando por nosotros? ¿Una cita doble con una rubia y la madre de tu hijo? Su mandíbula se apretó y obligó las palabras a salir entre sus dientes. —Es un favor para Leah. No significa una mierda. —¿Entonces por qué no me dijiste anoche sobre esto?

—Porque según tú sólo estamos perdiendo el tiempo, así que no creí que esto te importara mucho. Oh, Dios mío, ¿cómo diablos me había metido a mí misma en esta retorcida pocilga emocional? Me apreté contra Cole, en silencio diciéndole que era hora de que nos fuésemos. —Tienes razón. No importa. Pero Marco no iba a dejar que me fuera. De repente, él estaba tan cerca de mí que tuve que inclinar la cabeza hacia atrás para mirarlo a los ojos. —¿Qué quieres de mí? Me dices que soy sólo algo que necesitas sacar de tu sistema y luego actúas como una esposa celosa. ¿Estás probando que me equivoqué contigo, Hannah? ¿Resulta que sólo eres otra mujer jugando estúpidos juegos mentales de mierda que nunca voy a entender? Porque si eso es lo que eres, tal vez no quiero esto después de todo. Un puñetazo en el estómago. Sus palabras fueron un definitivo puñetazo en el estómago. Sin aliento, me apretujé de nuevo en Cole, quien ahora estaba agarrando mis brazos, como si estuviera conteniéndose a sí mismo de saltar a esto con Marco. —Finalmente —dije, respirando con dificultad—, estamos en la misma página. —Me di la vuelta y pasé delante de Cole pavoneándome, oyendo sus pasos siguiendo rápidamente detrás de mí. No había dado cinco pasos cuando oí pasos más rápidos y más pesados acercándose. Mi brazo fue tomado con fuerza en un agarre implacable. Di un grito ahogado, y levanté la mirada al decidido rostro de Marco. Él no dijo nada… simplemente se dio la vuelta y comenzó a marchar hacia el pasillo del restaurante. Mis mejillas estaban ardiendo porque ya teníamos una audiencia. —¿Qué estás haciendo? —espeté, tirando de mi brazo y encontrando una resistencia absoluta. Mientras era alejada a rastras, eché un vistazo por encima de mi hombro para ver que Cole no se había movido para detenerlo—. ¿Cole? —grité hacia el salón. Él se encogió de hombros. ¡Se encogió de hombros!

¡Él acababa de entrar en mi lista de gente por matar! En el pasillo débilmente iluminado pasamos la puerta de la cocina, doblamos una esquina, y marchamos hasta el final del mismo. Marco llamó a la puerta allí y me empujó dentro. Estábamos en una pequeña oficina. Las estanterías abarrotaban casi cada centímetro del espacio de la pared y en el centro de la habitación yacía un gran escritorio con una computadora y pilas de papeles por todas partes. Detrás del escritorio había un atractivo hombre italiano de mayor edad que había visto un par de veces por el restaurante. Gio D'Alessandro. Me tensé. Este era un hombre que había abusado verbalmente de Marco. Este era un hombre que lo había golpeado. Sentí pequeñas garras invisibles brotar en la punta de mis dedos y entrecerré los ojos hacia Gio. Nos miró a Marco y a mí con sorpresa. —¿Todo bien? —Se puso de pie. Era alto y todavía en forma para su edad. Si él hubiese sido cualquier otra persona yo habría admirado su aire de gracia informal. —Gio, esta es Hannah. ¿Podemos pedirte prestada la oficina durante unos minutos? La mirada de Gio saltó hacia mí y el reconocimiento en sus ojos me dijo que había oído hablar de mí. Eso me sorprendió. ¿Marco había hablado con su tío sobre mí? —Es un placer conocerte, Hannah. —Me dio otra sonrisa y luego nos pasó para salir de la oficina. No le respondí que era un placer conocerlo. Una vez que la puerta se cerró detrás de su tío, Marco soltó mi brazo y me alejé unos cuantos pasos de él. Sin querer mirarlo, miré a cualquier parte salvo a él, y mi mirada se posó en un portarretrato en el escritorio de Gio. En el portarretrato había una foto de Gio cargando a Dylan y mirando al niño con evidente amor.

—Dylan —dije con comprensión, incapaz de no mirar a Marco ahora—. Él es quien provocó el cambio en tu tío. Me miró detenidamente. —Finalmente vio que yo no era mi padre o mi madre. De hecho, cree que soy un buen padre. Él ama a Dylan. Estaba muy emocionada por él, de que las cosas hubiesen salido como lo habían hecho. Que él fuese capaz de perdonar a su tío y seguir adelante y tener una familia de verdad por primera vez en su vida. Sin embargo, no se lo dije. No quería que él supiera lo mucho que su felicidad afectaba la mía. En cambio le lancé una insolencia. —¿Tienes un propósito detrás de humillarme públicamente? —La forma como fuiste con él, con Gio hace un momento... —Marco dio un paso hacia mí, claramente ignorando mi pregunta—. Así es como sé que todavía te importa. Por desgracia, no podía pensar en una respuesta inteligente, por lo que permanecí en silencio. Marco suspiró, frotando una mano por su corto cabello con malestar. —Es sólo una cena. La rubia y yo. Ella es la prima de Leah y se está quedando de visita en la ciudad. Acaba de salir de una mala relación y Leah quería que ella sacara eso de su mente. Nunca iba a suceder nada. — Dio un paso hacia mí—. Pero fue una estupidez acordar hacerlo cuando estoy tratando de encaminarnos de nuevo. Lo siento. Seguí quedándome en silencio porque tenía miedo de lo que diría si abría la boca. Mis emociones estaban ocultas bajo la superficie y yo estaba muy cerca de dejar que todo saliera en una diatriba histérica. Sin embargo Marco no entendió esto. Pude ver que él pensaba que estaba siendo obstinada. Sus ojos se endurecieron con enojo. —¿Tú y Cole? —Bueno, más celos que enojo—. ¿Has estado mintiéndome acerca de él todo este tiempo? Levanté una ceja ante la acusación.

—¿De verdad crees que si tuviera algo con Cole él te habría dejado arrastrarme lejos de esa manera sin protestar? —¿Entonces él sólo estaba tratando de hacerme enojar? —Sí. No porque yo se lo pidiera —le aseguré—. Pero sí creo que dormir contigo ha confundido las cosas para mí porque... ciertamente estaba enojada de verte con otra mujer. ¡Lo cual es ridículo! Como dije anoche... tenemos que parar. En respuesta Marco se giró hacia la puerta y mi corazón dio un salto en mi garganta cuando pensé que simplemente iba a abandonarme. En su lugar, cerró con llave la puerta. Algo hizo que mis músculos se relajaran y supe que era el alivio. ¿Qué coño? —Soy un desastre. —Lancé mis manos al aire, sin importarme que hubiese dicho las palabras en voz alta. Marco merodeó hacia mí. Un segundo más tarde estaba en sus brazos, todo mi cuerpo apretado contra el suyo. Me acarició la espalda y murmuró algo en tono confiado contra mi boca: —¿Quieres que esto se detenga? Sólo di que no. Él comenzó a besarme y podía sentirme fundiéndome en su abrazo. Sin embargo, había esta agitada bola de confusión dentro de mí y sin importar lo mucho que amaba los besos de Marco, sabía que yo sólo iba a seguir haciéndonos daño a ambos. Empujé con fuerza contra él, rompiendo el beso. Jadeé un poco sin aliento por el esfuerzo que me tomó hacerlo y miré a sus confundidos ojos. —No. Sus dedos se clavaron en mi cintura en reflejo. —Han… —Te he estado dando señales contradictorias increíblemente malas. —Me empujé fuera de su agarre, creando una distancia muy necesaria entre

nosotros—. Lo lamento. Lo lamento mucho, mucho. Pero tengo que parar. No es justo para ninguno de nosotros. Tenemos que terminar esto. —O simplemente podrías admitir que estás muerta de miedo y darme una oportunidad más para demostrarte que no tienes que tener miedo. Que podemos funcionar. Negué con la cabeza, señalando a mi alrededor, indicando la situación en que la que nos encontrábamos. —No somos nada más que drama. —¿Sí? —espetó—. ¿Y qué? Todo el mundo tiene drama. Lidian con eso. — Dio un paso hacia mí, tratando de cerrar la brecha, pero yo simplemente di un paso atrás para ampliarla de nuevo. La ira en sus ojos se incrementó ante el movimiento—. ¿Sabes qué? La cagué hace cinco años. A lo grande. Y probablemente nunca voy a perdonarme por eso. Pero no puedo luchar si no estás dispuesta a luchar conmigo. ¿Sabes lo que me hace dejarte todas las noches? Me hace sentir como ese muchacho cretino que te abandonó hace cinco años. Y ya no puedo ser ese muchacho. —Caminó a zancadas hacia mí, con desesperación en sus rasgos mientras me agarraba por los hombros—. No más juegos, Hannah. Por favor. Esto es todo. O tomas esta oportunidad conmigo o no lo haces y me iré para siempre. Su ultimátum me paralizó. El miedo me paralizó. El dolor entró en los ojos de Marco y suavemente me soltó. Congelada, incapaz de detenerlo, observé mientras él caminaba hacia la puerta y la abría. —Será mejor que vuelvas con Cole y que yo vuelva con mi cita. —Marco… —Mis labios de repente se movieron y su nombre salió, rogando que él entendiera—. Sólo seguimos haciéndonos daño el uno al otro. —No. —Me miró por encima del hombro y di un respingo ante la angustia en sus ojos—. Yo te hice daño y no tenía la intención de hacerlo. Ahora tú deliberadamente estás haciéndonos daño a ambos. —Suspiró, pareciendo incapaz de dejarlo ir completamente cuando dijo—: Nena, si entras en

razón, ya sabes dónde estoy. Pero sólo estaré esperando allí por cierto tiempo. La puerta se cerró detrás de él y me quedé parada ahí sola en el despacho de un extraño, preguntándome si estaba equivocada y Marco había tenido razón todo este tiempo.

Capítulo 25 Traducido por Fanny

—Si ella vomita, papá,

tú vas a limpiar —le advirtió Liv a Mick

mientras levantaba a una sonriente Lily sobre su cabeza como por la quinceava vez. —No va a vomitar. —Mick sonrió, bajando a Lily a sus brazos. Era chiquita, pero el papá de Liv era un tipo grande y lucía diminuta y adorable aferrada a él—. Esta tiene alma de piloto. Era el almuerzo del domingo, y esta vez, Mick y su esposa, Dee, habían sido capaces de unirse a nosotros, así que la casa estaba llena. Era difícil pensar, con los niños riendo y persiguiéndose unos a los otros, Bray llorando, lo cual estaba alterando a una muy dócil Belle, y los adultos tratando de ser escuchados por encima del otro. Amaba nuestra enorme familia improvisada, pero en un día donde necesitaba que alejaran mi mente de Marco, todo lo que fueron capaz de hacer fue que mi cabeza latiera con su alegre pero dislocado sonido. Para poder escapar de la cacofonía, me ofrecí para lavar los platos y llevé mi trasero a la cocina. Todavía había ruido, pero al menos había distancia entre lo peor de ello y yo. Ahí, era capaz de revivir la escena con Marco en el restaurante una y otra vez, como lo había estado haciendo por los últimos días. Había estado tan segura mientras estaba de pie ahí y le dije que haber terminado era lo correcto, pero tan pronto como la puerta se cerró detrás de él, el pánico se apoderó de mí. La verdad era que no sabía lo que era correcto o incorrecto. Desearía que hubiera algún tipo de barita mágica que pudiera mover y me diera todas las respuestas. Probablemente alguna gente me llamaría tonta, diría que la respuesta es tan obvia. Si amas a alguien, deberías estar con ellos. ¿Era tan simple cuando había tanta historia y dolor? ¿Podríamos hacerlo funcionar a pesar de eso? ¿Podría permitirme ser vulnerable con él de nuevo cuando no había manera de saber lo que el futuro tenía para nosotros?

Estaba exhausta por pasar por lo mimo una y otra y otra vez. Froté los platos y estaba comenzando a ponerlos en el lavavajillas cuando sentí otra presencia en la cocina. Alcé la vista para ver quién era y mis ojos colisionaron con los de Nate mientras se inclinaba contra el marco de la puerta. —¿Estás bien? —pregunté, mis cejas juntándose con preocupación. —De hecho, iba a preguntarte exactamente lo mismo —respondió, entrando lentamente a la cocina. Me encogí de hombros. En serio, ¿Cuál era el punto de mentir? Nate suspiró—. Eso pensé. —Se inclinó contra la encimera de la cocina, cruzando sus brazos sobre su pecho—. ¿Sabías que Liv y yo éramos solo amigos antes de que algo romántico pasara entre nosotros? —Sí. —Bueno, cuando íbamos por el camino, ambos sabíamos que lo que había entre nosotros era algo especial. Excepto que no quería admitirlo porque tenía miedo de perderla a largo plazo. —¿Por lo que le sucedió a Alana? —pregunté tentativamente porque Nate raramente hablaba de su exnovia. Ella había muerto cuando solo tenían dieciocho y Nate había tenido un momento difícil superando su muerte. —Sí. Alejé a Liv y la lastimé de verdad, todo porque tenía miedo de ir allí con ella. Casi la pierdo para siempre, Hannah. Hubo un momento cuando pensé que mi terquedad nos había destruido. Fue uno de los momentos más aterradores de mi vida. Y algunas veces me permito pensar sobre cómo pudo haber sido mi vida si no me la hubiera ganado de nuevo. Ni siquiera puedo soportar pensar en eso. ¿Cómo puede vivir alguien con ese tipo de arrepentimiento? —Sentí su mano sobre mi hombro. Apretó un poco y dijo amablemente—: Eres una buena maestra, Hannah. Solo espero que una lección de arrepentimiento no sea algo que seas capaz de enseñar bien en el futuro.



Las palabras de Nate se quedaron conmigo el resto del día y muy entrada la noche. Regresé a casa con una caja del ático de mis padres en mis brazos. La tiré en el piso de mi habitación. Primero, pasé por las fotos de Marco y yo de los últimos meses que había tomado con la cámara de mi celular. De ahí, me abrí paso por la caja y todos mis viejos diarios. Durante horas, estudié minuciosamente la historia de mis años de adolescencia, llenándome con todos mis viejos sentimientos por Marco y esperando que colisionaran con los nuevos y de alguna manera, romper el bloqueo del miedo. Porque una cosa que sabía a ciencia cierta era que Nate tenía razón. Ese tipo de arrepentimiento era una lección que no quería aprender.

Capítulo 26 Traducido por Helen1

Sabía que había algo mal

tan pronto como entré en la escuela. Había

una quietud en el aire. Caminando por el primer pasillo del departamento de Inglés, me pareció oír un lloriqueo proveniente de una de las salas comunes. Yo estaba a punto de dejar de escuchar cuando Nish me llamó desde la puerta abierta de la sala de profesores. Tan pronto como vi su cara supe que mi instinto estaba en lo cierto. Algo estaba muy mal. —¿Puedes venir aquí? —preguntó en voz baja, mirándose afectada. Corrí hacia ella y gentilmente me guió a la sala de profesores. Eric, Barbara, y otros dos miembros del personal estaban en la habitación. Barbara tenía lágrimas en sus ojos y las facciones de Eric eran tensas, con el rostro pálido. —¿Qué está pasando por el amor de Dios? —pregunté. Mi pulso empezó a correr mientras mariposas nerviosas iniciaron un vuelo en mi estómago. Nish agarró mi mano. —Hannah... Jarrod Fisher fue asesinado el sábado por la noche. Nos acabamos de enterar esta mañana. Me quedé mirando fijamente a Nish en blanco, tratando de dar sentido a sus palabras. —¿Qué? —Me sacudí de su agarre, mirando a Eric y Barbara—. ¿Es una broma? —Hannah, sé que era uno de tus favoritos. Lo siento mucho. —No lo entiendo. —Miré de nuevo a Nish con incredulidad—. No... no... no. —Negué con la cabeza. Sus amables ojos se pusieron húmedos de lágrimas.

—Se metió en una pelea con un chico mayor. Un chico malo. Le clavó un cuchillo. Jarrod murió en el quirófano. ¿Un cuchillo? ¿Jarrod? El inteligente, encantador, divertido Jarrod, a quien le había dicho innumerables veces que tenía que controlar ese mal genio suyo. Jarrod, cuya madre y hermano pequeño confiaban en él. Jarrod. Un chico de quince años que tenía toda su vida delante de él. Ido. ¿Solo... ido? ¿No más? No era posible. El sollozo salió de mí antes de que pudiera detenerlo y luego yo estaba en brazos de Nish, gritando el dolor ardiente de su pérdida repentina en su hombro. Mientras pensaba en su madre y su hermano pequeño y el dolor que los roía, eso dolería en cada músculo, y colgaría una sombra funesta sobre sus vidas para los próximos meses, solo lloré más fuerte. Las lágrimas finalmente se habían detenido. Traté de recuperar el aliento mientras me alejaba de los brazos de Nish. —Lo siento. —Me limpié las mejillas, sintiendo vergüenza por quebrarme de esa manera en la escuela. Una mirada a las caras de mis colegas, sin embargo, y yo sabía que ellos entendían. Jarrod había sido ese chico para mí, en el que yo realmente sentía que podía hacer una diferencia en su vida. Era difícil en nuestro trabajo sentirse de esa manera, sentir como que lo que hacíamos importaba. Me había imaginado discutir opciones universitarias con Jarrod el próximo año, ayudándolo a conseguir financiación, sintiéndome orgullosa de él y lo lejos que había llegado. Me había sentido como que lo veía cuando nadie más lo hizo y yo había esperado que le importara. Era como si hubiera entrado en alguna horrible pesadilla surrealista. Los niños no morían en peleas a cuchillo en mi mundo. ¿Cuando íbamos a parar eso?

¿Cómo podía ser que él había estado en mi salón de clases la semana pasada, y ahora estaba pensando en él en tiempo pasado? ¿Cómo alguien pasa de ser esta persona tangible a ser un fantasma, un jugador en un rollo de película de recuerdos? Las lágrimas empezaron a llegar de nuevo. —Hannah. —Nish me frotó el brazo confortándome—. Vas a tener que controlarte cariño. Tienes clases, y tienes… tienes cuarto año hoy. Oh, Dios. ¿Cómo iba a pasar a través de esa clase cuando su silla vacía estaría mirándome todo el tiempo? Solté un suspiro tembloroso y limpié mis lágrimas. —Lo sé —dije, mi voz temblorosa, mis labios temblorosos—. Sólo dame un minuto. —Su funeral es el jueves —me dijo Eric—. El jueves, a las once en Dean Cemetery. Hice una mueca, aspirando el aliento para contener otro torrente de lágrimas. —¿Crees que me darán tiempo libre para ir? —Hannah, tú eras su profesora favorita —dijo Eric amablemente—. Nos aseguraremos de que consigas decir adiós. Apreté los labios, mis ojos borrosos por las lágrimas frescas. —Deshazte de ello ahora —dijo Nish suavemente—. Así puedes hacer frente a los niños. Mi primera clase esa mañana no había sido fácil, pero fue mi clase de primer año y estuvo suavizada por la noticia de la muerte de Jarrod, que ya había llegado a sus jóvenes oídos a su paso por los pasillos de la escuela, y tranquilamente pusieron sus cabezas hacia abajo y se llevaron bien con la tarea que les di. Fue cuando llegue a mi clase de cuarto año que me sentí vacilar y tuve que darle la espalda, tragarme la emoción, y contar hasta diez antes de que pudiera enfrentarme a ellos. Cuando todos estuvieron sentados en sus asientos, los miré, fijándome en los rostros manchados de lágrimas de algunas de las niñas y las facciones conmocionadas, pálidas del resto de ellos. Incluso Jack se veía afectado.

Sabía que algunos de ellos nunca habían sido tocados por la muerte, y la mayoría de ellos nunca habían sido tocados por la muerte de un compañero, alguien tan joven, tan vital. Hay una creencia general en la propia inmortalidad de uno cuando uno es joven, que puedes ver y hacer cualquier cosa y tú y el mundo como lo conoces todavía estará allí en la mañana. Me preguntaba cómo sus compañeros de clase y amigos de Jarrod se enfrentaban a su mortalidad súbita. Mi mirada se detuvo en su silla vacía y me apoyé en mi escritorio, mis dedos se cerraron en la madera. —Me gustaría poder decirles por qué —les dije, aclarando mi garganta cuando mi voz se quebró en las últimas palabras. Staci, una chica guapa rubia que se sentaba en la mesa detrás de Jarrod y muchas veces salió de clase con él, me llamó la atención cuando ella limpió con enojo sus lágrimas. —¿Por qué es que la vida puede cambiar tan rápidamente? —continué—. ¿Cómo es posible que un corazón deje de latir tan de repente, rompiendo al instante todos los corazones que alguna vez estuvieron conectados a el? Pero la verdad es que no hay sentido en lo que le pasó a Jarrod. Nada que yo pueda ver. Me gustaría tener una respuesta mejor, pero no es así. La habitación entera me observaba en silencio y yo seguía hablando. —Puedo decirles que está bien sentir lo que sea que estén sintiendo en este momento. Está bien que lo echen de menos y que está bien sentir dolor y que está bien sentir la pérdida, con tal de que ustedes acudan a mí, o a sus amigos, o a su familia, cuando todos esos sentimientos traten de abrumarlos. Debido a que entre todos esos sentimientos, algunos de ustedes van a estar enojados, y algunos de ustedes necesitaran a alguien a quien culpar. Está bien estar enojado. No puedo decir si está bien o mal a sentir culpa, pero lo que puedo decir es que no se enojen por mucho tiempo y no se aferren a la culpa para siempre. Ese tipo de ira puede quitar un pedazo de ustedes, una parte de ustedes que es posible que no recuperen. Jarrod no querría eso. Bajo la bravuconería y arrogancia, fue una muy buena persona —mis labios temblaban y mis ojos brillaban con lágrimas no derramadas que no podía y honestamente no quería esconder de ellos—. Y yo no creo que él querría eso para cualquiera de ustedes.

»No voy a mentirles. Esto cambia las cosas. Incluso puede

cambiarlos. Sé que me va a cambiar. —Me encogí de hombros sin poder hacer nada, sintiéndome de pronto muy joven, demasiado joven para ayudarles—. Supongo que es un recordatorio de la incertidumbre en la vida y la locura de simplemente existir cuando el mundo está pidiéndoles a ustedes vivir. Si aprenden algo de esto, por favor tomen eso. Damos la vida por sentada. Tenemos que parar eso. Tenemos que empezar a vivir. — Miré a mí alrededor a todos ellos, capturando algunos de sus ojos apesadumbrados—. Si alguno de ustedes necesita hablar conmigo, incluso si es para escribirlo, para poner lo que están sintiendo en un trozo de papel, entonces yo estoy aquí. —Sonreí con tristeza a través de lo borroso de las lágrimas y di golpecitos a la pila de libros a mi lado—. Jarrod una vez confesó que su libro favorito cuando era más joven era ―Danny, Campeón del Mundo de Roald Dahl‖. Su maestra de escuela primaria lo leyó a la clase. Así que vamos a honrarlo hoy, pueden leerlo junto a mí, mientras lo leo. Antes de la clase había corrido a la escuela primaria de al lado y les pedí ejemplares del libro, explicando por qué los necesitaba. Fueron amables y tuvieron la gentileza de prestarme los libros. Pasé las copias a mis chicos y coloqué el último libro sobre el escritorio de Jarrod lentamente, luchando contra las lágrimas. Su amigo Thomas, que siempre había estado lleno de impertinencias en clase, hizo un ruido ahogado ante mi gesto y cuando miré hacia él, lo vi a enterrar la cabeza en sus brazos sobre la mesa, sus hombros temblaban mientras trataba de ahogar sus sollozos. Fui hacia él, apretando su hombro confortándolo antes de caminar a mi escritorio, luchando contra la quemadura de la emoción en mi propia garganta. Los músculos de mi mandíbula, las encías, las mejillas, dolían con ello. De alguna manera, me las arreglé para abrir el libro y empecé a leer. Sintiendo como si estuviera atravesando a través del barro, fui a través del día. Yo había enviado por correo electrónico al profesor con el que compartía la clase de alfabetización de adultos y le expliqué por qué no haría mi lección de la noche del jueves de esta semana. Tuve una especie de correo electrónico en respuesta de él y me dijo que lo tenía cubierto. A partir de ahí terminé mis clases y subí a un autobús a Leith después del trabajo. Había una persona que quería ver más que nadie.

Quería a Marco. Quería envolver mis brazos alrededor de él y sentir su fuerza, respirarlo, y saber que yo no había renunciado a vivir la vida que realmente quería, la vida que necesitaba. Estaba decidida a que algún día en un futuro próximo haría exactamente eso. La Hannah que yo solía ser, la Hannah de mis diarios, no tenía miedo a nada. Yo no quiero tener miedo nunca más, y no quería que la vida me pasara de largo. Sin embargo, no creo que tenga derecho a utilizar a Marco como una muleta emocional. Las cosas ya eran tan complicadas entre nosotros como estaban. Cuando fuera a él, yo quería estar segura de que iba a ir a él por las razones correctas. Así que me bajé del autobús y me dirigí al apartamento de Cole. Tan pronto como se abrió la puerta entré en sus brazos y me eché a llorar. Afortunadamente, su compañero de piso poco confiable estaba afuera, así que podía contarle a Cole sobre Jarrod en privado. Me dejó brevemente para hacerme una taza de té y cuando regresó, me llevó a su lado y me sostuvo cerca. —Estaba de pie allí, delante de los niños —dije en voz baja—, diciéndoles que tenían que aprender demasiado pronto lo frágil que es la vida y que deben aprender de ella y realmente vivir la vida. Me sentí como una hipócrita, diciéndoles que vivan la vida, cuando estoy tan asustada de vivirla, que alejé a Marco. —¿Qué es lo que temes, Hannah? ¿Qué él te lastime? —Sí. Pero no quiero estarlo más. Una vez que consiga pasar a través de esto, voy a ir a él. —Hannah, él te ama. Deberías ir con él ahora, deja que te ayude a lidiar con esto. —No puedo. —Negué con la cabeza obstinadamente—. Puedo lidiar con esto sola. Voy a ir con él después, de manera que sea claro por qué voy a ir con él. Además, tengo que hablar con él acerca de algo que podría significar que no quiera estar conmigo. Cole frunció el ceño. —¿Qué podría ser eso?

—El hecho de que no puedo tener hijos. —¿Desde cuándo? —No los quiero, Cole. Después de lo sucedido. Casi muero. No puedo hacer pasar por eso otra vez a la gente que quiero. —¿Quién dice que lo harás? ¿Hay un riesgo? Me encogí de hombros, sintiéndome estúpida, pero no menos rotunda en mi miedo. —Siempre hay un riesgo de otro embarazo ectópico, pero, no, el médico me dijo que podía tener un embarazo saludable. —Está bien, así que... ¿No los quieres? ¿O tienes miedo? —Me encogí de hombros. —¿Quieres hijos, Hannah? —insistió por una respuesta. Apreté mis labios y asentí. —Entonces, un día... serás suficientemente valiente. —Y parecía tan seguro que no pude evitar tener esperanza en que él tenía razón. Cole no fue el único que trató de conseguir que yo llamara a Marco para hablarle de Jarrod. Ellie también lo hizo. Por mucho que mi familia estaba allí para mí a través de la dificultad de perder a un estudiante, no parecían entender que podía manejarlo por mi cuenta. El jueves por la mañana llegó demasiado pronto. Me vestí con un vestido negro conservador que a veces llevaba a la escuela y pedí prestado el largo abrigo de lana negro de Ellie. La madre de Jarrod había decidido celebrar el funeral en la tumba de Jarrod en lugar de dentro de la iglesia. Cuando llegué, mis rodillas casi se doblaron ante la visión de su madre. Yo no sé si alguna vez había sido testigo de tal devastación. Harvey, el hermano pequeño de Jarrod, se aferraba al lado de su madre, sus ojos muy abiertos y atormentados. Mis lágrimas comenzaron a fluir libremente cuando me encontré con un lugar en la multitud de dolientes cerca de la parte delantera. Reconocí algunas caras de sus compañeros de clase, Thomas y Staci estaban allí con sus padres. Después de que el ministro habló, el ataúd de Jarrod fue bajado a la tumba.

La madre de Jarrod arrojó una rosa. Una chica que no reconocí dio un paso adelante y lanzó otra. Ella fue seguida por Staci, y luego una mujer mayor, que abrazó a la mamá de Jarrod herméticamente inmediatamente después. Durante este, di un paso adelante, el papel en mi mano mordiendo mi piel. Suavemente tiré el papel en la tumba. En ella estaban las palabras que había tomado de Shakespeare. "Buenas noches, dulce príncipe. Y los vuelos de ángeles te canten a tu descanso".

Era mi manera de decir adiós, de hacerle saber que él me importaba, que lo había visto por quien realmente era, y que yo quería que él encontrara la paz dondequiera que estuviera ahora. Buenas noches, dulce príncipe. Y los vuelos de ángeles te canten a tu descanso. Di un paso atrás en la multitud, dando un suspiro tembloroso cuando el ministro empezó a decir sus últimas palabras. En mi tristeza fui vagamente consciente de la gente cerca de mí volteándose, pero no levanté la vista. No miré hasta que me quedé sorprendida por dedos cálidos, ásperos, deslizándose a través de los míos para sostener mi mano con fuerza. Mi aliento me dejó cuando me di vuelta para mirar a Marco. Sorpresa, alivio, incredulidad, y gratitud se movieron a través de mí. Sus amables ojos se encontraron con los míos y me apretó con más fuerza. Las palabras de Ellie desde meses atrás de repente vinieron a mí en ese momento. Hace cinco años que comenzaste a dejarnos por fuera, poniéndote al frente, decidida a cuidar de ti misma sin nuestra ayuda. Necesitas dejar de hacer eso. No sólo por ti, sino por nosotros. Estamos aquí si nos necesitas, y, francamente, necesitamos que nos necesites.

Entonces, la verdad me golpeó; que ella había estado en lo cierto. Los necesitaba, necesitaba a Marco, y yo sabía que al igual que mi familia necesitaba que yo los necesitara, él necesitaba que yo lo necesitara. Así que le dejé saber que lo hacía. Gracias. Leyó el mensaje silencioso en mis ojos y en respuesta rozó sus labios contra mi frente confortándome. Cerré los ojos, apoyé la cabeza en su hombro, y escuché como el ministro puso a Jarrod Fisher a descansar.

Capítulo 27 Traducido por Jadasa Youngblood

El departamento de Marco no era para nada como lo describió. Justamente, era un nuevo edificio, un apartamento de dos dormitorios en el St. Leonard‘s Hill al este de la universidad. Era pequeño, pero se encontraba decorado con un estilo masculino y contemporáneo, capturaba la idea de lujoso ajustado a un presupuesto. Un televisor de pantalla plana colgaba sobre la pared frente al sofá de tres plazas en la sala de estar. Una cocina pequeña, pero moderna estaba situada atrás de la sala. Había una puerta en el medio de la pared del fondo, que supuse, dirigía a los dormitorios. Marco me había dicho que su casa era un basurero. Me dijo eso, ya que si me hubiera llevado a su departamento, habría tenido que ocultar las fotos de Dylan que colgaban sobre las paredes. Tendría que haber escondido la caja de juguetes en la esquina de la habitación, y las colecciones de muñecos colocadas por el ventanal que daba a los jardines. Pero no podía ocultar el segundo dormitorio que sin duda, estaba decorado para un niño pequeño. Dejándome encogerme de hombros para sacarme mi abrigo y tomar asiento sobre el sofá de cuero negro, Marco marchó decididamente a la cocina y comenzó a prepararme una taza de té. Mi cara se encontraba congelada por el viento de invierno, pero el frío que corría profundo por el resto de mi cuerpo tenía que ver con un muchacho de quince años de edad, siendo enterrado en un día luminoso, con un sol de invierno y la oscuridad de la amarga confusión. —No es justo —murmuré—. Y tengo que dejar atrás eso. Te volverá loco, ¿no? ¿Si te obsesionas con la injusticia de todo?

Marco vierte en dos tazas, agua caliente de la tetera y luego levantó su mirada hacia mí. —Es en momentos como estos que es mejor aceptarlo y seguir adelante. Pero, sí. No es justo. —Se dirige de nuevo hacia mí con las tazas, entregándome una y sentándose cerca de mí. Sus magníficos ojos expresaban simpatía y preocupación—. Lo siento, Hannah. Sé que era un buen chico. Agarré firmemente la taza con ambas manos, permitiendo que el calor se filtre en mí. —¿Ellie fue quién te contó sobre Jarrod? —En realidad, fue Cole. Levanté una ceja. —Hubiera perdido la apuesta. Marco acomodo su cadera izquierda en el respaldo del sofá, deslizando su brazo lo largo de ella hasta que sus dedos estaban lo suficientemente cerca como para tocar mi hombro. —Mi pregunta es, ¿por qué tú no me lo contaste? Quizás, fuera demasiado tener esta conversación después del funeral de Jarrod, pero sabía que era el momento. Marco estaba aquí. Vino junto a mí cuando lo necesitaba, sin siquiera tener que pedírselo. —Odio que necesitará la muerte de uno de mis niños para que despertara de una puta vez —dije con rabia, sin inmutarme en encontrarme con su mirada a pesar de que me sentía casi avergonzada por mis elecciones en estos últimos meses. Tacha eso. Estos últimos años—. Pensé que si podía salir de esto sola, entonces podría venir después junto a ti. Frunció el ceño. —Hannah, rompiste conmigo porque te dejé sola enfrentando un aborto involuntario que casi te cuesta la vida. ¿Ahora, me estás diciendo que quieres que te deje sola para enfrentar las cosas de mierda que ocurren? Estoy confundido.

—No. Pensé que podría hacerlo y debería hacer esto sola, no era justo querer apoyarme en ti, pero tan pronto como estabas ahí, supe que te necesitaba. —Tragué saliva y admití—: Y siempre te necesitaré. Observé como se inclinaba para dejar su taza sobre la mesa de café y cuando me miró, sus ojos ardían. —¿Estás hablando en serio? Porque no sé si puedo dejar que te alejes de mí otra vez. —El aborto involuntario... no sé cómo explicar lo que me hizo. La peor cosa que antes me ocurrió, fue el tumor de Ellie. Cuando no sabíamos si era cáncer o no, e incluso el tiempo en el hospital y el miedo de verla así... tenía trece años y de repente me di cuenta de que no vivimos para siempre. Por supuesto, sabía que la gente moría y conocía gente, quienes habían perdido familiares, pero nunca antes experimente la pérdida por mí misma. Y entonces estaba Ellie, una parte importante de mi vida, una parte importante de lo que me hacía feliz, y había una posibilidad de perderla. Una de las peores partes de todo, fue ver lo que hizo a mamá y papá. Era como si apenas podían respirar hasta que supieron que iba a estar bien. Sentí comprimirse mi pecho mientras los recuerdos me inundaban. —Cuando comencé a sentirme mal después de que te fuiste años atrás, traté de justificarme a mí misma porque estaba en mí esta parte oscura, enterrada profundamente, que se encontraba asustada de que había algo realmente malo en mí como con Ellie, y eso me iba a llevar a hacerles atravesar de nuevo todo eso. Ese miedo casi me cuesta la vida. Y sin embargo... no aprendí mi lección. Me coloqué estas vendas, enfrentando el mundo por mi cuenta como si eso de alguna manera disimulara el hecho, de que de bajo de mi mierda estaba totalmente muerta de miedo. No era mi intención hacerte daño a causa de eso. Estoy... —Sacudí mi cabeza, sabiendo que una disculpa no era suficiente, pero de todos modos, dando una—. Lo siento. Pero puedo prometerte que nunca haré eso de nuevo. Nunca. Hizo un movimiento hacia mí como si me fuera a tocar. Sostuve mi mano hacia arriba para detenerlo. —Antes de que digas algo, necesitas saber algo.

Marco aumentó su inmovilidad, pero me dio una leve inclinación de cabeza para que continuara. Solté un suspiro tembloroso para la próxima revelación. —Deseo ser más fuerte. Deseo ser la Hannah antes del aborto involuntario, pero perdí un gran trozo de ella después de que ocurrió. Especialmente la parte de ella que iba detrás de lo que quería, sin importarle las consecuencias. Quiero niños, necesito que lo sepas, pero si volvemos a estar juntos y en alguna parte en del camino quieres hijos, no sé si en realidad podría dártelos. —No podía leer su expresión—. Lo que estoy tratando de decir es que tengo miedo de tratar de quedarme embarazada, y no puedo prometerte que alguna vez superaré eso. De repente, sus manos estaban sobre mí, estirándome cerca hasta que nuestras narices casi se tocaban. —¿Me amas? —preguntó con voz ronca, y me dio una pequeña sacudida. Me reí en voz baja ante la pregunta, la respuesta era tan obvia, al menos para mí. Levantando una mano, pase el dorso de mis nudillos a lo largo de su mejilla, sintiendo la posesiva emoción que siempre sentía cuando estaba cerca de él. Porque enterrado de bajo de toda mi mierda se encontraba profundamente en mis huesos la creencia absoluta de que este hombre me pertenecía. —Era verdad lo que dije antes. He estado enamorada de ti desde que tenía catorce años. Reforzó su agarre. —Entonces eso es todo lo que me importa. Aceptaremos el futuro como venga. No prometo que la vida siempre será fácil. Nunca lo ha sido para mí. Pero los momentos donde toda esa mierda desaparecía, donde dejaban de importarme, siempre te tenía en esos momentos. Sé que me haces reír, sé que me haces sentir algo valioso, me haces sentir necesario, y sé que te deseo como nunca en mi vida desee a ninguna otra mujer. Todo eso tiene sentido. »Nunca he sido capaz de explicar qué sobre ti hace que todo lo malo desaparezca. Sin embargo, no necesito que tenga sentido. No sé por qué es de esa manera. Todo lo que necesito saber es que lo tienes, siempre lo

tienes. Estoy enamorado de ti. No hay nadie más para mí y no sé cómo lo sé, pero sé que nunca lo habrá. Así —ahueco mi cara entre sus manos, acercándome —, que nos encargaremos del mañana, mañana. Después presionó un suave beso en mis labios, ajustándome a su costado y nos sentamos ahí por un rato mientras me consolaba en silencio. Al final, pensativamente dije en voz baja: —Te cambia. La pérdida. Sentí su brazo apretarse a mi alrededor. —Nena, te cambia. Pero no tanto como crees. —Aun así, siempre está ahí. ¿Crees que eso está bien? —¿De qué manera siempre está ahí? Me tomé un momento, tratando de pensar en la mejor manera de explicarlo. —Cuando no experimentas directamente la pérdida, es como... bueno, te diriges a casa por el mismo camino cada noche. Lo sabes tan bien como cualquiera puede saberlo. Entonces, una noche decides por el placer de hacerlo, dirigirte a casa por un camino diferente. No piensas en nada de ello. Es simplemente un cambio de escenario. »Pero si es alguien, quién perdió a alguien o está cerca de perderse a sí mismo... y si tomas ese camino diferente, es este segundo después de que tomaste esa decisión, solo un segundo, en el cual te preguntas, preocupada, si tomando ese camino significa cambiar irreparablemente tu vida, no conoces tan bien las curvas del camino, no conoces los puntos ciegos. En ese segundo te imaginas un accidente, un choque. Sólo un segundo, hasta que te dices a ti mismo que dejes de ser tan morboso. Sin embargo, sin importa lo tonto que te haga sentir, cada vez que tomas una decisión, tomas ese camino diferente, no puedes detener ese instante de cuestionarte si tu elección terminará en la pérdida. Se quedó callado mientras procesaba mis palabras, y luego sus labios estaban en mi cabello, su susurro, una promesa.

—Hannah, la vida es frágil. Sabes eso, y eso es lo que producen esos segundos. Tienes permitido tener esos segundos, al igual que ellos no quieren decir que siempre me excluyas. Aliviada de que entendía, cerré mis ojos y reforcé mi agarre, dándole a cambio una silenciosa promesa. Por primera vez, esa noche dormí junto a Marco en su cama. Me abrazó, me mantuvo calentita y segura a través de mi tristeza. Estaba a la deriva por dormirme cuando escuche la voz de Jarrod en mi cabeza, un recuerdo de semanas atrás. ―Sólo digo. Es bueno saber que un gran tipo como él está cuidándote.‖ Con su voz vino la paz.

Capítulo 28 Traducido por MaEx (SOS) & otravaga (SOS)

—Conseguiré devolverles sus ensayos cortos la próxima semana —les prometí a mi clase de alfabetización mientras todos empezaban a empacar por la noche. —Que tengas un buen fin de semana, Hannah —dijo Duncan, lanzándome una amable sonrisa mientras se dirigía hacia la puerta. Los otros siguieron su ejemplo. De alguna manera, habían estado suaves esta semana y tuve la sensación de que sabían la razón por la que no había estado allí para enseñarles el jueves pasado. Estaba empacando mis cosas cuando para mi sorpresa, Lorraine se dirigió hacia mí. Tratando de ocultar mi incredulidad a su acercamiento por propia voluntad, me calmé, esperando a que ella dijera algo. Se movió un poco inquieta. —Yo, eh... escuché sobre el pequeño muchacho de tu clase. Siento escucharlo. Parpadeé rápidamente ante la inesperada condolencia—. Gracias. —Sí, bueno, parecía como si probablemente importara un carajo, así que, imagino que no ha sido fácil para ti. Asentí en silencio en acuerdo, sinceramente, sin saber qué decir. Lorraine se encogió de hombros, mirando a cualquier parte excepto a mí. —Sí, bueno... quizás puede que te guste saber que yo, eh... conseguí un trabajo. —Eso es brillante. —Sonreí—. ¿Dónde?

—En una, eh, de las cadenas de corredores de apuestas deportivas. —Ella me dirigió una sonrisa y casi fui derribada por la extremadamente rara vista—. Es dinero fácil, más o menos. —Lorraine, estoy tan contenta por ti. Se encogió de hombros, arrastrando los pies detrás de mí, pareciendo demasiado incómoda de nuevo—. Bueno, sólo quería decírtelo porque probablemente no lo hubiera conseguido si no fuera por esta clase. Te veré más tarde. —Salió corriendo de la habitación antes de que pudiera decir nada más. Me quedé mirándola fijamente. Lorraine estaba tan hostil como cuando ellos llegaron y era quisquillosa como el infierno. Yo no le gustaba, o por lo menos no me entendía, pero fue la primera estudiante desde la muerte de Jarrod en hacerme sentir como si todavía hubiera una oportunidad de hacer una diferencia en todo esto.

 Las fangosas botas de trabajo de Marco estaban puestas sobre un periódico doblado junto a la puerta de mi apartamento. Sentí que algo agradable cambiaba en mi pecho ante la vista de ellas, y después de que cerrara la puerta detrás de mí, incliné mi cabeza para escuchar el sonido de él. Podía oír la ducha abierta. Para demostrarle que hablaba en serio acerca de nosotros, le había dado la llave de mi apartamento hace unos días. Yo sabía, a pesar de su determinación para mantenernos juntos, que yo tenía un camino por recorrer en asegurarle que no iba a hacer un giro de ciento ochenta grados y llegar a otra razón para que no pudiéramos arreglarlo. Mi sospecha de que no estaba muy por encima de mi deserción surgió del hecho de que este fin de semana era su fin de semana con Dylan y él no me había sugerido que me quedara para pasarla con ellos. Podría vivir con eso. Por ahora.

Dejando caer las llaves en el cuenco de mi mesilla, me quité los zapatos y luego me fui a la sala de estar. La taza de café vacía de Marco estaba en la mesa, su chaqueta estaba colgando sobre el respaldo del sillón. Sacándome la chaqueta, la dejé caer a través del brazo de la silla y comencé a hacer mi camino por el pasillo, desabrochando mi camisa mientras paseaba hacia el cuarto de baño. Durante los últimos ocho noches Marco se había quedado conmigo, pero él me había dado espacio sexualmente, permitiéndome lidiar con la pérdida de Jarrod, y las repercusiones de ello sobre mis niños en la escuela. Marco no quería empujarme en la cosa física, y eso era atento y considerado e, irónicamente, sexy como el infierno. Es por eso que terminó todo con él dándome espacio. Yo quería un nuevo tipo de consuelo de él. Específicamente, en forma de orgasmos. Dejando caer mi camisa al suelo, abrí la puerta del baño, el vapor de la ducha golpeándome inmediatamente. Marco levantó la cabeza ante la vista de mí atravesando de alguna manera el empañado cristal de la mampara de ducha, y luego una lenta sonrisa, que derritió mi interior, iluminó su hermoso rostro. Abrí la cremallera de mi falda tipo lápiz y la empujé al suelo de baldosas, mis ojos devorando a mi novio demasiado-caliente-para-ser-real. En el momento en que mi ropa interior estaba fuera, Marco estaba listo para mí. Me metí en la ducha, observé su erección con un sentido de poder, y me bajé con gracia a mis rodillas para ayudarlo a salir de la situación en que lo había metido.

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Mientras yacía en la cama, mi brazo cayendo sobre el estómago de Marco y la cabeza apoyada en su pecho, de repente di voz a mis errantes pensamientos—. ¿Alguna vez pensaste acerca de encontrar a tu mamá y papá? Marco dio un bufido de sorpresa—. ¿De dónde salió eso?

—Solo estaba pensando en ti y Dylan y cómo te las arreglaste para convertirte en este gran padre a pesar de tu falta de un modelo a seguir. —Supongo que no necesito a mis padres nunca más, ¿sabes? Solía quemar en mi estómago, el rechazo. Lo hizo durante mucho tiempo. Pero una vez que Dylan llegó, poco a poco empecé a ver que no era mi culpa que mis padres no me quisieran. Sostienes a tu hijo en tus brazos, y si no sientes una necesidad imperiosa de protegerlo, entonces eso está en ti, no en el niño. Me incorporé un poco para que pudiera mirarle a los ojos. —Eres una de las personas más fuertes que conozco. Sus ojos se calentaron—. Lo mismo digo, nena. —Su mirada se volvió de repente conocedora—. Te voy a presentar a Dylan como mi novia pronto. Lo prometo. Arrugando mi nariz, me aparté de él, inquieta. —¿Eres un lector de la mente ahora? Marco sonrió y fue lo suficientemente arrogante para que quisiera golpear sus labios. —Soy un lector de Hannah y el no presentarte este fin de semana no significa lo que piensas que es. Sólo quiero este fin de semana para explicarle cosas primero. Tranquilizada por eso, dije—: Está bien. Lo entiendo. —Me acomodé a su lado y le di un suave beso en el pecho—. Haz lo que sea mejor para Dylan. —¿Quieres decir eso? —Por supuesto. —Entonces lo siento, pero... nunca estarás llevándolo a patinaje sobre hielo. Jamás.

 La risa de Marco sonó a través de mi apartamento mientras intentaba escapar del puñetazo que pretendía darle en lo más alto del brazo.

—¿Así que considero que esto es permanente esta vez? Me volví para ver a Dylan mientras le hablaba en voz baja a su padre. Marco estaba en cuclillas, volviendo a abrochar la chaqueta de Dylan después de que su hijo hubiera comenzado a quitársela. Lo estábamos llevando fuera hoy, y deduje que era lo que Marco estaba diciéndole en voz baja, ya que Dylan se mantuvo lanzándome miradas burlonas de vez en cuando. Era difícil apartar mis ojos de ellos juntos, pero lo hice ante la pregunta de Leah. Habían pasado dos semanas desde que Marco había establecido la ley y me dijo que no tenía permitido llevar a Dylan a patinaje. Lo había corregido diciendo que no estaba permitido llevar a Dylan a patinaje sin supervisión, lo cual me pareció bastante justo de él, considerando lo que había presenciado la última vez que estuve en una pista. Este era mi primer fin de semana saliendo con Dylan. Marco le había explicado quién era y lo que significaba para él y que estaría mucho alrededor cada vez que Dylan fuera a ver a su padre. No sabía cómo Dylan iba a reaccionar a eso. Aunque estaba acostumbrado a compartir a Leah con Graham, Graham ya había estado en la imagen casi tanto como Dylan había estado vivo, yo no sabía cómo se sentiría sobre compartir a su papá superhéroe. Leah acababa de dejarle con nosotros. Era temprano de un sábado por la mañana y mi estómago estaba lleno de mariposas. En realidad no estaba de humor para una inquisición, pero cuando vi la sonrisa en los ojos de Leah, me di cuenta de que me estaba tomando el pelo. —Oh, no lo sé —respondí—. Tan pronto como se vuelva aburrido, probablemente me iré con otro padre soltero. Ella me miró con una cara sin expresión. —Era una broma —expliqué—. Aparentemente no una buena. ¿Demasiado pronto? Leah levantó una ceja—. ¿Tú crees? Incómodo. Miré de nuevo a Marco, que se había puesto en pie y estaba escuchando con alegría en sus ojos—. Me gusta. —Levanté mi brazo y le di un pequeño puño—. Ella es enérgica.

Sus hombros temblaban de risa. Dylan miró a su padre, le vio riendo, y una pequeña sonrisa jugó en sus labios. Mirando hacia atrás a Leah, la encontré sonriéndole a su hijo. Sus ojos se movieron rápidamente a los míos y afortunadamente no dejó de sonreír. —Me alegra que todo saliera bien, Hannah. —Yo también —le dije con sinceridad. Le sonrió ampliamente a su hijo. —Te veré a ti el lunes después de la escuela, cariño. Que tengas un buen fin de semana con tu papi. En respuesta Dylan corrió hacia ella y le dio un abrazo. Por la mirada de sorpresa en el rostro de Leah me dio la impresión de que él no solía hacer eso cuando ella lo dejaba con Marco. Estaba suponiendo que necesitaba seguridad y consuelo por parte de ella porque había una extraña señora alta y rubia en la sala de estar de su papá y ella no parecía ir a ningún lado. La preocupación debe haberse mostrado en mi rostro porque Leah dijo mientras acariciaba el cabello de su hijo: —Él estará bien una vez que llegue a conocerte. Es sólo un poquito tímido. ¿Cierto? —Se apartó de él, mirando hacia abajo en su hermoso rostro—. Aun así vas a pasar un buen rato con Hannah. Ella es la otra mejor amiga de papi, y tú sabes que si a papi le cae bien alguien es porque por lo general son muy buena onda. Dylan me miró un poco dubitativo por encima de su hombro pero volteó hacia su mamá. —Está bien —respondió en voz baja. El impulso de apapacharlo era enorme. Era tan adorable. Tuve que recordarme a mí misma, sin embargo, que él era un niñito y no un cachorro. Dudaba mucho que quisiera ser cubierto con besos y arrumacos, mientras yo le hablaba como un bebé. —Hasta luego, cariño. —Leah le dio un beso en la frente y suavemente le dio un empujoncito hacia Marco—. Cuida de él.

—Siempre lo hago —respondió él. Ella sonrió, nos dio una última mirada, y sus ojos parecían estar riéndose de nosotros como si supiera algo que nosotros no. Cuando se fue miré a Marco y le dije: —De verdad me cae bien. —Es buena gente. Sin dejar de sonreír, miré a Dylan, que estaba observando mi interacción con su papá como un halcón. —Escuché que a los chicos de tres años les encanta el zoológico. ¿Te apetece un día en el zoológico, Dylan? —Casi tengo cuatro —respondió él, levantando cuatro dedos. No. Debo. Apapacharlo. Esforzándome por superar su abrumador encanto, respondí seriamente: —Bueno, he escuchado que también a los chicos de casi cuatro años les encanta el zoológico. Sus cejas se juntaron. —¿Habrá leones? —Tienen dos leones, creo, y grandes felinos. El rostro de Dylan se cerró ante eso y se instaló en las piernas de su papá. —Están en un recinto. Una jaula grande. No pueden alcanzarte. Él todavía no parecía muy convencido. —Tu papá estará allí con nosotros. ¿Crees que él va a dejar que un león se acerque a ti? Fue lo correcto para decir. Levantó la mirada hacia su papá, contemplando lo grande que era en comparación consigo mismo y lentamente negó con la cabeza.

Marco sonrió y pasó una mano por el cabello de su hijo afectuosamente. —Entonces, ¿estás listo para ir, colega? Él asintió y tomó la mano de su papá. Mientras estábamos caminando hacia la puerta, con la otra mano de Marco en la mía, pregunté: —Tampoco vas a dejar que los leones se me acerquen, ¿verdad? —Eso es tentador. —Esa definitivamente fue la respuesta equivocada. —Suspiré con fingido cansancio—. No más búsqueda de novios superhéroes por internet. Siempre resultan ser fiascos que bastante felizmente te dejarían ser comida por un león. Marco susurró en un suspiro entre dientes. —Tú sí que te la juegas cuando encuentras un novio por internet. —¿Qué hay de los pingüinos? ¿Seguramente no dejarás que los pingüinos me atrapen? —No sé... podría ser divertido de ver. Me detuve en el hueco de la escalera y Marco y Dylan se detuvieron de golpe en los escalones debajo de mí. —¿Sin protección contra pingüinos? ¿Qué clase de superhéroe eres? —Eres rara —me dijo Dylan en voz baja. Marco se echó a reír. —Colega, no tienes ni idea. Puesto que Dylan sonrió en respuesta, me aguanté el comentario de ―rara‖ y lo asumí.

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Dylan y yo nos miramos fijamente el uno al otro en la mesa. Marco me había dejado con él mientras iba a pedirnos algo de comida de la cafetería del zoológico. Todo había ido bien mientras caminábamos por el zoológico con Marco presente como un mediador. Cuando Dylan había llegado cerca del recinto de los leones y uno de ellos dejó salir lo que creo que en realidad era sólo un bostezo más que un gruñido, yo había tranquilizado fácilmente a Dylan de modo que no fuera a salir corriendo de miedo. ¿Pero sola? ¿Aunque fuera sólo por unos minutos? Sentía tanta presión por caerle bien que mi mente de repente estaba en blanco. No podía pensar en ningún tema de conversación que fuese apropiado para un niño. —Estabas asustada de las serpientes —dijo de pronto Dylan, inclinando la cabeza hacia un lado con curiosidad. No estaba equivocado. Me estremecí. Me había apresurado a alejarme de las serpientes lo más rápido posible. —No me gustan las serpientes. —¿Por qué? Esa realmente era una pregunta muy difícil de responderle a un niño pequeño. —Me dan miedo. Él frunció el ceño. —¿Por qué? —Uh... porque muchas de ellas pueden morder, y la mordedura puede ponerte muy, muy enfermo. —¿Todas? —Bueno, no... —¿Pero le tienes miedo a todas?

—Sí. —Podía ver a dónde estaba yendo esto y no me gustaba. —¿Por qué? Sip, ahí es a donde pensaba que estaba yendo. Realmente no había una buena explicación aparte del miedo irracional, y no creía que un niño de casi cuatro años entendiera la irracionalidad como respuesta. No quería que el niño pensara que no me gustaban las cosas porque eran diferentes, porque incluso a su edad ese tipo de pensamiento podría permanecer con él. Al final, le contesté: —El siseo que hacen. Dylan me miró fijamente un segundo y luego asintió lentamente. Di un suspiro de alivio interno antes de cambiar rápidamente de tema. —¿Cuál fue tu animal favorito? —El panda gigante —respondió inmediatamente. Sonreí y le pagué con la misma moneda. —¿Por qué? Él se encogió de hombros. —Ojos geniales. No me dio miedo. Sonreía. El panda en realidad no había sonreído, por supuesto, pero cuando nos contempló yo podría haber jurado que había algo travieso en sus ojos. El hecho de que Dylan se hubiese percatado de eso me hizo sentir absurdamente orgullosa de él. —Todas son buenas razones. —¿Vives con mi papi ahora? Y estábamos de regreso en territorio peligroso. Negué con la cabeza. —No. Sólo pasamos juntos mucho tiempo. —¿Vas a estar allí cuando vaya a quedarme?

—A veces. ¿Eso te parece bien? Dylan se encogió de hombros otra vez. —Papi se ríe un montón, así que está bien. Me sentí eufórica por el análisis de Dylan de la situación y la bendición que me había dado a su linda manera de niñito. No. Debo. Apapacharlo. Cuando Marco regresó a la mesa con la comida, yo estaba sonriendo de oreja a oreja. Él sonrió con desconcierto al ver mi expresión mientras se sentaba y se aseguraba de que Dylan tuviera su comida y su jugo. —¿Qué está pasando contigo? Me encogí de hombros. —Simplemente me encantan los pandas gigantes. Las cejas de Marco se juntaron y miró a Dylan como para que le explicara. Su hijo le dirigió una mirada como diciendo: ¿Qué? Tiene sentido para mí, y estallé en carcajadas. Los últimos meses habían sido una absoluta montaña rusa de emociones para mí, y después de tener que atravesar el feo pasado de nuevo, y luego perder a Jarrod, no había sabido cuando o si alguna vez sería capaz de reír de nuevo con tanta fuerza. Pero me reí con fuerza. Marco estaba sonriendo, pero inclinó la cabeza hacia Dylan y dijo: —Tenías razón. Rara. Dylan dio un suspiro hastiado que estaba muy por encima de sus años. No me importaba si se burlaban de mí por el resto de mi vida. En ese momento, lo único que me importaba era que ellos estarían allí por el resto de mi vida.

Capítulo 29 Traducido por Fanny

Junio El sol de la tarde de Junio entraba a raudales por las ventanas de mi salón de clases, la luz derramándose sobre los escritorios vacíos de los chicos. Mi última clase del año ya se había ido, pero me encontré inmovilizada. No podía quitar mis ojos del escritorio de Jarrod. Había permanecido vacía por el resto del año todas las veces que su clase entraba a mi salón. No quería olvidar. Los pasados meses había sido difícil encontrarme como una maestra de nuevo. Una parte de mí quería regresar a los viejos hábitos y crear distancia entre los chicos y yo. Se supone que siempre debía haber una distancia, pero era difícil no preocuparse por ellos, y al final, decidí que si dejaba de preocuparme por ellos, dejaría de ser una buena maestra. No había comenzado como el mejor año, pero los pasados meses habían comenzado a compensar eso. Algo que lo probaba era la oferta de trabajo permanente que recibí del departamento aquí en Braemuir. Estaría regresando como una maestra de inglés completamente calificada después del verano. Era una cosa menos por la cual preocuparme. Había pensado que me sentiría aliviada de que el año estaba terminando y que tenía el verano para disfrutar antes de comenzar todo de nuevo. Pero estando ahí, en el último día de mi clase, no podía dejar de mirar el escritorio de Jarrod. Algunas veces, todavía me quedaba sin aliento cuando recordaba que no lo vería el año que viene, que no crecería y se convertiría en un hombre asombroso que sabía que podría haber sido.

No me había dado cuenta de lo difícil que iban a ser estos días con eso colgando sobre mí. —Toc, toc. Mi mirada se alejó del escritorio y mis ojos de abrieron con placentera sorpresa, mi ánimo levantándose instantáneamente al ver a Marco y Dylan entrando a mi salón de clases. —¿Qué están haciendo ustedes dos aquí? —pregunté, sonriendo felizmente mientras los pasos de Dylan se apresuraban. Me alcanzó e instantáneamente deslizó sus brazos alrededor de mis piernas. Los abracé mientras Marco se inclinaba para darme un rápido y dulce beso en los labios. —Pensé que te gustaría algo de compañía. No es un día fácil para ti, nena. Sacudí mi cabeza con asombro. ¿Cómo había sabido él cuando ni siquiera yo había sabido? —Te amo —murmuré. —Te amo también. Miré a Dylan para verlo observándonos. Arrugué mi nariz hacía él. —¿Adivina qué? —¿Qué? —respondió, genuinamente curioso. —Te amo a ti también. Sonrió tímidamente y bajó su cabeza. Tan lindo que podría morir. —Dylan, ¿qué dijiste? —Marco levantó su barbilla. Dylan se encogió de hombros—. Hannah sabe que la am…uuhhh. —Sus palabras se convirtieron en un murmullo, pero entendí la esencia. Miré a Marco—. Tiene cuatro años y le incomoda decir ―te amo‖. Ya siento lástima por sus futuras novias.

Marco rió—. sentimientos.

Es

un

hombre.

Tiene

dificultades

mostrando

sus

—Tú eres un hombre y no tienes dificultades mostrando tus emociones. —En público sí. —Acabas de decir que me amas frente a Dylan. —Es solo Dylan. —¿Entonces me estás diciendo que cuando nos casemos no vas a decir que me amas en tus votos matrimoniales? —Uno no dice ―te amo‖ en los votos matrimoniales. —Lo dices si escribes los tuyos propio. —Estaba molestándolo completamente y valió la pena al ver el destelló de pánico en sus ojos. —¿Escribir mis propios… votos? —El agarré en los hombros de Dylan se apretó. —Mmm, hmm. —¿Quieres que escriba mis propios votos? Bajé las comisuras de mi boca y me encogí de hombros—. Bueno, puede que no, si de verdad consigues proponérmelo. La luz se hizo en sus ojos—. Eres una manipuladora… Agarré mi bolsa de la silla, lista para irme—. Termina esa oración y no diré que sí. —No pregunté —argumentó, sacando a Dylan de detrás de mí. —Pero vas a hacerlo. —Miré a Dylan—. Tu papi es un perezoso. Marco miró a su hijo por ayuda, pero Dylan solo lo miro con esta expresión de ―¿En serio, amigo?‖ que me hizo amarlo incluso más. —¿Estás seguro que no es mi hijo? —bromeé. —Algunas veces me lo pregunto —murmuró Marco.

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De la escuela, tomamos un taxi para ir a mi casa para que pudiera cambiarme para los eventos de la tarde. Era el cumpleaños número cinco de Lily, y Gio y Gabby habían ofrecido generosamente el restaurante como el lugar para celebrarlo, cerrando el cuarto trasero para nuestra fiesta privada. Afuera del restaurante nos encontramos a Cole y su nueva novia, Larissa. Era una tranquila estudiante de psicología con bonito cabello castaño rojizo que estaba claramente cien veces más enamorada de Cole que lo que él de ella. —―El‖ hombre. —Cole saludó primero a Dylan. Los dos chocaron puños, el brillo en los ojos de Dylan la única indicación de que estaba encantado de ver a Cole. Mientras le había tomado unos meses a Marco llevarse bien con Cole, su hijo se había aferrado a mi mejor amigo en cuestión de horas después de conocerlo. Compartieron una seriedad total que los había puesto más allá de los años y tenían un conocimiento innato el uno del otro. —¿Qué compraste? —Dylan hizo señas al regalo envuelto en la mano de Cole. —Cosas de niñas. ¿Tú? —Indicó el regalo que Dylan llevaba por nosotros. Arrugó su nariz—. Cosas de niñas. Cole lo palmeó en la parte de atrás de la cabeza y abrió la puerta del restaurante—. Te entiendo. —Hola, Larissa —la saludé con una engatusada sonrisa. A cambio, recibí una apretada sonrisa. No pude entender muy bien si fue porque era tímida o porque, como la mayoría de las novias de Cole hasta ahora, resentía mi presencia en la vida de Cole. Estaba segura que era la segunda. Marco y yo esperamos detrás mientras los tres entraban. —Ella me odia —me quejé.

—Eres sexy y Cole te ama. Por supuesto que te odia. —Marco tiró de mi mano, jalándome a un lado. —Bueno, gracias por ese muy reconfortante y conciso resumen de la situación. Me dio una media sonrisa irónica mientras caminábamos por el comedor principal y por el pasillo para llegar a la parte de atrás. —Lo superará. ¿Mejor? —No, porque ahora estás mintiendo. Levantó la vista al cielo como si estuviera hablando con Dios. —No puedo ganar. —Él no está escuchando. Me cortó con una seca mirada—. Obviamente. —Oh, cállate. Me amas y lo sabes. —Me matas con tu dulzura, nena. —¡Ah, ahí están! —Liv corrió hacia adelante mientras entrábamos al comedor de la parte trasera. Decoraciones rosadas y moradas habían, literalmente, explotado sobre la habitación. Había globos, listones, cadenas de flores, y confeti llamativo por todas partes. Liv me dio un abrazo rápido y sonrió a Marco, saludándolo—. Tu tía y tío son increíbles por hacer esto. Creo que les he agradecido tanto que están listos para matarme. —No hay problema. —Marco se encogió de hombros—. Eres familia. Sus ojos se desorbitaron y susurró cómicamente—: Soy familia. Palmeé su hombro—. No son la mafia, Liv. Cálmate. —¡Nana! Mi sobrino William vino volando hacía mí, peligrosamente inestable con ímpetu. Lo agarré antes de que se impactara con mis piernas. Tan pronto como lo levanté en mis brazos, Beth, Lily y Luke estuvieron a mi lado. Los saludé a todos antes de inclinarme para besar el sedoso cabello de Lily.

—Feliz cumpleaños, cariño. Sonrió tímidamente y se inclinó en mi pierna. Rodeada por los niños, observé felizmente como parecíamos atraer a todos los demás hacia nosotros. Jo y Cam vinieron a decir hola, Cam sosteniendo a la pequeña Bella en sus brazos. Sosteniendo a Bryan en los suyos, Adam vino con Ellie, quien llevó a William de mis brazos, a los suyos. Joss y Braden pasaron a unirse a la manada y fueron rápidamente rodeados por mamá, papá, Mick, Dee, Cole, Dylan, Larissa, Declan, Penny, la mamá y papá de Nate y Gio y Gaby. La plática se desencadenó a mi alrededor mientras me inclinaba contra Marco; mi mano descansando ligeramente sobre la cabeza de Dylan, y no me sentí abrumada. Me sentí contenta. Me sentí en paz.

 Acababa de tomar un bocado de pastel cuando Gabby se me acercó. Sonrió y traté rápidamente de tragar el delicioso y esponjoso pastel y glaseado tan cremoso para poder regresar el gesto. —Marco dijo que fue tu último día hoy. ¿Tienes el verano ahora antes de volver a la escuela? Asentí, bajando el pastel, solo un poco a regañadientes, para platicar con Gabby. Había conocido a Gabby y Gio oficialmente una semana después de que llevamos a Dylan al zoológico. Había sido difícil ser agradable con Gio, a pesar de lo encantador que era, porque sabía que pedazo de mierda había sido con Marco. Sin embargo, Marco había superado todas esas cosas feas con su tío y no quería recordarle constantemente eso, así que hice mi mejor esfuerzo para superarlo también. Gabby era una historia diferente. La amé inmediatamente. Tenía un agudo sentido del humor, una actitud cálida y su afición por Marco era obvia para todas—. Solo estoy contenta de tener un trabajo al cual regresar. —Escuché sobre eso. —Gio apareció de repente, cálidamente—. Felicidades por la posición permanente.

sonriéndome

Le di una pequeña sonrisa—. Gracias. Y gracias a ambos por dar el lugar para la fiesta de Lily. Es hermoso y la comida es increíble, como de costumbre. —No hay problema. —Gio despidió el agradecimiento con su mano y puso un brazo alrededor del hombro de su esposa—. Lily es tu familia, lo que la hace nuestra familia. —Ella es hermosa. —Gabby miró a donde Lilly estaba sentada sobre la rodilla de Nate y sonriendo a lo que sea que Liv le estuviera diciendo—. Tan bien portada también. —Oh, es un ángel. —Mis ojos fueron al otro lado de la habitación, donde pude ver a Beth haciendo lo que parecía ser un mal trabajo en tratar de convencer a Dylan para tomar un pedazo extra de pastel—. Y algunos de ellos son ángeles con caras sucias. Dylan no lucía convencido, así que Beth se estiró a la mesa para tomar otro pedazo de pastel por ella misma. Su pequeña mano se acababa de cerrar sobre él cuando Joss apareció. No dijo ni una palabra. Solo sacó su mano con la palma hacia arriba, Beth arrugó su nariz con molestia y dejó caer el pastel en la mano de su madre. Joss levantó una ceja y movió su cabeza a la derecha. Beth siguió la dirección del gesto y sus hombros se hundieron al ver a Braden. Estaba sentado alado de Adam y Ellie, sosteniendo a su sobrino, Bray, en sus brazos, pero la mirada de reproche en su rostro estaba hecha para su hija. Por la expresión el rostro de su papá, los hombros de Beth fueron hacia atrás, como si estuviera marchando a su final, cruzó la habitación hacia su papá con la mirada de un mártir en su rostro. Podía decir que tomó todo lo que Braden tenía para no reírse. Mis ojos regresaron a Dylan. Joss le dijo algo, sonriendo, y él le dio un asentimiento de niño serio y comenzó a alejarse. Esperé que se moviera hacia Marco, quien estaba platicando con Cam, Cole y Mick sobre algo, pero Dylan se encaminó hacia nosotros. Asumí que estaba viniendo hacia Gabby y Gio, quienes eran unos abuelos muy amorosos con él. Sin embargo, Dylan solo miró a Gabby y a Gio mientras caminaba a su lado antes de dejar caer su mirada en mí. Sin una palabra, subió a mi regazo y descansó su cabeza contra mi pecho.

Probablemente escuchó mi corazón aporreando en su oreja. Podía decir por las expresiones divertidas de Gabby y Gio que mi rostro era una imagen de sorpresa y absoluta adoración. Mirando la cima de su cabeza, levanté tentativamente mi mano para acariciar sus suaves rizos. —¿Cansado, cariño? Asintió lentamente, y se relajó más profundo en mí. —¿Quieres ir a casa y que te lea Where the Wild Things Are antes de dormir? Asintió de nuevo. Mi pecho se apretó con emoción, alcé la mirada para ver a Marco. No me sorprendió encontrar que sus ojos ya estaban sobre nosotros, y que había tal intensidad en la manera que nos miraba que mi pecho se apretó un poco más hasta que me quedé sin aire. Mi mamá siempre decía que eran las cosas más simples en la vida las que te movían. Mi mamá nunca había tenido tanta razón como en ese entonces.

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—… y todavía estaba caliente. Cerré el libro de imágenes y miré a Dylan, cuyos ojos ya estaban cerrándose. Cuidadosamente, me liberé de la cama, puse el libro sobre la mesa alado de su cama, besé su frente, susurré buenas noches y caminé hacia la puerta. Marco me dio una mirada desde su lugar en la entrada y luego entró para decirle buenas noches a su hijo. Los dejé, dándoles su tiempo, como había intentado mucho en los pasados meses. No pasaba cada día de su acuerdo de fin de semana alternativo porque sentía que sería una transición más fácil para Dylan si al menos tenía a su papá para él algunas veces. Era

algo difícil para mí, no solo porque extrañaba a Marco cuando no estaba cerca, sino porque esos fines de semana alternativos eran el punto culminante de mi mes. Extrañaba a Dylan cuando no estaba con nosotros, así que sabía que Marco debía extrañarlo un millón de veces más. Este verano, sin embargo, lo teníamos por dos semanas completas mientras que Marco estaba de vacaciones. Habíamos reservado en un parque de vacaciones en Cornwall, así que estábamos rezando por algo del clima soleado por el que era famoso. No podía esperar para pasar tanto tiempo con dos de mis chicos favoritos en el mundo. Estaba en la sala, metiendo mis pies a mis zapatos, cuando fuertes brazos se envolvieron alrededor de mi cintura y me encontré siendo empujada contra el pecho de Marco. —¿A dónde vas? —Su grave voz retumbó seximente en mi oído. Un escalofrió bajo por mi espina, pero sabía que tenía que ignorarlo—. Es hora de ir a casa. —Ni una vez me había quedado cuando Dylan estaba en casa con Marco. Queríamos tomar las cosas con calma cuando se trataba de introducirme en la vida de Dylan. Marco besó mi cuello y su mano se deslizó a mi lado y sobre mis costillas hasta que estaba ahuecando mi pecho izquierdo. Suspiré con placer, arqueando mi espalda—. ¿Qué estás haciendo? —Tratando de conseguir que mi chica envuelva esas fantásticas piernas suyas a mi alrededor. De mala gana rompí el abrazo para mirarlo en interrogación. —Pero Dylan… —Seremos silenciosos —murmuró Marco hambrientamente contra mi boca—. Y creo que estamos listos para comenzar a introducirte como un acompañante permanente a estos fines de semana conmigo. —Sus labios cepillaron sobre los míos. Los míos cosquillearon en respuesta. Como siempre.

—¿Crees que él estará bien con eso? —Jadeé, mis manos ya recorriendo su fuerte pecho. —Prepara esos geniales panqueques tuyos en la mañana y estará bien. Se estiró por otro beso, pero sonreí, deteniéndolo momentáneamente. —Puedo hacer panqueques. —Bien —gruñó, aplastándome contra él—. Ahora házmelo a mí.

Epílogo Traducido por Fanny

Octubre

Respira, Hannah. Respira. Succioné una bocanada gigante de aire y casi me ahogué con ella. Mi cuerpo entero estaba temblando y no importaba lo mucho que tratara de empujar el miedo, seguía regresando, intentando envolver su mano con garras en mi garganta. Mi mirada taladraba la puerta de mi piso mientras esperaba a que Marco llegara a casa. Finalmente habíamos decidido que tenía más sentido que él se mudara conmigo, y por suerte, Dylan había estado bien con eso, particularmente porque se había divertido escogiendo todas las cosas para su cuarto nuevo. Eso había sido hace solo seis semanas, el fin de semana antes de que comenzara la escuela. Fue rápido. Lo sabíamos. Habíamos estado juntos menos de un año, pero considerando nuestra historia y el hecho de que nos amábamos en piezas, fue la decisión correcta para nosotros. No se sentía rápido. Esto… esto era rápido. Y esto… esto era… Aterrador. No sabía si podría hacerlo.

La llave giró en la cerradura. Marco entró, levantó su cabeza, y tan pronto como me vio ahí, con la expresión petrificada en mi rostro, cerró la puerta. —¿Qué pasa? —preguntó, sus ojos oscuros con preocupación. Estaba tan cerca de vomitar donde estaba de pie. Pálida, sintiendo las cosquillas de las náuseas en mis mejillas, luché por algo de control. —Mi periodo está muy atrasado. —Alcé la prueba de embarazo, mi mano temblando visiblemente. Los ojos de Marco viajaron de la prueba a mi rostro, y de repente, estuve en sus brazos. Podía sentirme temblando duro, y sus músculos se apretaron a mí alrededor. —Va a estar todo bien —me dijo en su calmada y controlada voz—. Nena, no dejaré que algo te pase. Luché la quemadura de las lágrimas en mi garganta. —Debió haber sido cuando no tomé la píldora para tomar esas tabletas por la enfermedad que atrapé en vacaciones. Sabía que no debimos de haber tenido sexo cuando me estaba sintiendo mejor —murmuré distraídamente. —Todavía no sabemos nada, ¿verdad? —Se alejó para mirar mi rostro, y lo que vio, hizo que sus rasgos se tensaran—. Hannah, no te veas así, me mata. Mis labios temblaban mientras trataba de sonreír. No lo logré. —Tengo miedo. Estoy tratando de no tenerlo. Ahuecó mi rostro en sus manos—. Es entendible, pero prometo que no dejaré que algo te pase. Ya lo sabes. Asistiendo con la cabeza, lo agarré con más fuerza. —Debería hacer la prueba para que estemos seguros.



—Hannah, ¿Qué está pasando impacientemente la puerta del baño.

allá

dentro?

—Marco

golpeó

Jalé la palanca del excusado segundos antes de que vomitara para que no me escuchara estando enferma. Jalé la palanca de nuevo y me paré con piernas temblorosas. Marco llamó a la puerta de nuevo mientras me cepillaba los dientes, evitando el rostro tenso y pálido en el espejo que no reconocía. Finalmente, una vez que lucía lo mejor que podía, abrí la puerta. Él la abrió completamente para poder sacarme del baño y llevarme a sus brazos—. ¿Y bien? —preguntó, su voz más profunda, más áspera de lo usual mientras acariciaba mi cabello y lo quitaba de mi rostro. Mis labios se sentían embarazada —susurré.

entumecidos—.

La

prueba

dice

que

estoy

Él ni siquiera parpadeó—. Te llevaremos a ver al médico mañana, lo confirmaremos, y luego lo checaremos todo para asegurarnos que todo esté bien. Alejé la mirada, luchando con el pánico que se elevaba rápidamente en los talones de la última ola del mismo—. No sé si soy lo suficientemente valiente. La pequeña sacudida que me dio llevó mi mirada de regreso a él. —Lo eres. Sabes que lo eres. —Esto es muy rápido. Me dio una sonrisa tranquilizadora—. ¿Crees que Dylan no lo fue? Pero Leah y yo nos ocupamos de eso. Tú y yo nos hemos ocupado de eso. ¿No crees que podamos manejar otro niño? —Apretó mi cintura y a través de mi pánico, sentí su emoción—. Este es nuestro niño, Hannah. Levanté mis temblorosas manos y las puse sobre su pecho. —Si nuestro niño no me mata, nos vamos a casar. Marco frunció el ceño—. Tienes un enfermo sentido del humor. —O bromeo y supero esto o comienzo a llorar.

Consideró el ultimátum y me dio un agudo asentimiento. —Enfermo sentido del humor, entonces. Hice mi mejor esfuerzo con un asentimiento valiente reconociendo su consentimiento y me alejé—. ¿Quieres café? Necesito té. —Comencé a caminar lentamente por el pasillo. Estaba justo en la puerta de la cocina, cuando dijo mi nombre. —¿Sí? —Me giré, sintiéndome cansada. Sin embargo, me puse alerta con la oscura intensidad en los ojos de Marco. A menudo me miraba así cuando estábamos haciendo el amor. Tomó un paso hacia mí—. Con o sin niño… esto de nosotros es para siempre, y tienes razón, deberíamos hacerlo oficial. —Otro paso—. Cásate conmigo. El pánico se fue junto con mi aliento—. ¿Es una solicitud o una demanda? —pregunté sin aliento, con risa en las palabras Los labios de Marco se curvaron en las esquinas—. Un poco de ambos. Incliné mi cabeza a un lado, contemplándolo con picardía en mis ojos. El hecho de que pudiera hacerme sentir así cuando también me sentía preocupada por el futuro, era una de las razones por las cual lo amaba. —Si me hubieras preguntado cuando tenía diecisiete, habría hecho que mis padres tuvieran un paro cardiaco por decir que sí. —¿Y ahora? Me encogí de hombros y comencé a girar—. Lo pensaré. Dos segundos después, fui arrastrada a sus brazos, riendo mientras él gruñía ―¿lo pensaré?‖ contra mi boca. Asentí, envolviendo mis brazos alrededor de su cuello para agarrarme a él. —Piensa rápido. —Mordisqueó mi labios. —Bien, bien… —Hannah —advirtió Marco.

Parada en los dedos de mis pies, cepillé mis labios contra su oreja y susurré—: Diré que sí, lo prometo. —Entonces dilo ahora —susurró a su vez. —Eres mi mejor amigo. —Hannah. —Siempre lo has sido. Siempre lo serás. —Me alejé para sostener su guapo rostro en mis manos. —Tomaré eso como tu sí —respondió, su voz ronca con emoción. Dejando que todos mis sentimientos de tierno afecto y amor brillaran en mis ojos, sonreí—. Siempre fuiste bueno leyéndome. Me besó, alejándose solo para mirarme profundamente a los ojos. Entendimiento pasó silenciosamente entre nosotros. Podríamos hacer esto. No había sido un viaje fácil hasta aquí. Habíamos tratado de volar numerosas veces desde que nos conocimos, y habíamos caído más veces de las que nos gustaría contar. Así era la vida. Volando y cayendo. La semana que viene, hasta donde sabíamos, bien podríamos caer, pero en ese momento, éramos felices porque sabíamos con certeza que si caíamos… juntos nos íbamos a levantar para tratarlo de nuevo.

Fin

Próximo Libro De la autora Best Seller del New York Times On Dublin Street viene una historia de seducción, de perdonar el pasado y recuperar el tiempo perdido... Shannon MacLeod siempre ha ido por el tipo equivocado de hombre. Después de saltar de una relación tóxica a la siguiente, su último novio la hizo despertar de la peor manera posible. Con su mundo destrozado, ha renunciado a los hombres, especialmente los tipos chico-malo. Cole Walker es exactamente el tipo que Shannon quiere evitar, magnífico, tatuado, encantador y arrogante. Pero bajo su duro aspecto se esconde un buen hombre que está listo para encontrar a "la única". Está decidido a sacar a Shannon de su soledad auto-impuesta y ganar su corazón. Cuando Shannon se abre frente a la devoción constante de Cole, la pasión entre ellos se enciende en llamas a altos niveles. Pero cuando el pasado de Shannon vuelve a asediarla, sus temores pueden destruir la confianza que Cole ha construido entre ellos y separarlos para siempre...

Sobre la Autora Samantha Young es una escritora escocesa graduada de la Universidad de Edimburgo en 2009. Estudió historia antigua y medieval, lo cual en realidad sólo significa que le gustan las cosa viejas. Desde febrero de 2011, Samantha ha estado auto-publicando sus novelas para adultos jóvenes más vendidas por Amazon. Ha sido nominada para el Premio al Mejor Autor y Mejor Romance Goodreads por su best-seller internacional ON DUBLIN STREET. Para obtener más información sobre la novela de ficción para adultos de Samantha visita http://www.ondublinstreet.com Para obtener información sobre sus novelas de ficción para adultos jóvenes visita www.samanthayoungbooks.com Serie On Dublin Street: 1. Calle Dublín 1.1. Una Navidad en Calle Dublín 1.5. Calles de Edimburgo 2. Calle Londres 2.5. Castle Hill 3. Before Jamaica Lane 4. Fall from India Place 5. Echoes of Scotland Street

Créditos Moderadoras LizC ƸӜƷKhaleesiƸӜƷ

Traductoras MaEx Jessy Otravaga Kellylc Shilo azulmort Isa 229

LizC liebemale Helen1 nelshia Jadasa Youngblood marcelaclau Fanny SOS magdys83 MaEx otravaga veroonoel nelshia

Revisión, Recopilación y Diseño ƸӜƷKhaleesiƸӜƷ

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Page 2 of 339. Índice. Sinopsis. Capítulo 1. Capítulo 2. Capítulo 3. Capítulo 4. Capítulo 5. Capítulo 6. Capítulo 7. Capítulo 8. Capítulo 9. Capítulo 10. Capítulo 11. Capítulo 12. Capítulo 13. Capítulo 14. Capítulo 15. Capítulo 16. C

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Page 2 of 372. 2. ace cuatro años, Jocelyn Butler dejó atrás su trágico pasado en. Estados Unidos y comenzó de nuevo en Edimburgo. Enterrándose.