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Staff Moderadora Mona & Nelly Vanessa

Traducción Nelly Vanessa

Corrección Nony_mo mayelie Mimi90 Maria_clio88 MissEvans Francatemartu Just Jen

Recopilación & Diseño Francatemartu

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Índice Sinopsis Una presentación de Bunny y Wardo Capítulo 1 Capítulo 2 Capítulo 3 Capítulo 4 Capítulo 5 Capítulo 6 Capítulo 7 Capítulo 8 Capítulo 9 Capítulo 19 Capítulo 11 Capítulo 12 Capítulo 13 Capítulo 14 Capítulo 15 Capítulo 16 Capítulo 17 Capítulo 18 Capítulo 19 Capítulo 20 Capítulo 21 Epílogo Biografía de la Autora

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Sinopsis

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awn Sims se ha hecho un nombre escribiendo ficción romántica en línea. Cuando es empujada a probar su mano en publicar, cree que tiene todo resuelto. ¿El único problema? Nunca ha estado en una relación, especialmente en una que la lleve a encontrar El Gran O. Eso en cuanto escribir lo que sabes. Warner Green ha tenido a Dawn en su mira desde que entró a su clase en séptimo grado. Rompió su corazón adolescente no una, sino dos veces, así que verla en su clase nocturna en la universidad local fue una sorpresa inesperada. Leer accidentalmente su mala erótica en su portátil fue una bendición de los dioses. Está claro que no tiene idea de lo que está escribiendo, pero Warner sí. De hecho, sabe tanto que está dispuesto a ofrecerle sus servicios. El trato es simple: enseñarle a la chica buena de la escuela todo lo que necesita saber para escribir de la experiencia. Si él llega a vivir una fantasía o dos que estuvo albergando durante casi una década, ahí tampoco hay ningún daño. Las lecciones se vuelven más calientes, y Dawn comienza a preguntarse dónde ha aprendido Warner sus habilidades, pero él no está dispuesto a hablar, hasta que su pasado vuelve a atormentarlo en el peor momento posible. No debería importar cuando solo es para propósitos de autenticación.

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Una presentación de Bunny y Wardo. Dawn

E

ra como si fueran de plomo mis dedos, envueltos juntos con precintos y sellados en la parte superior con Súper Pegamento. No podía escribir.

Mis ojos se sentían como si estuvieran llenos de fibra de vidrio debido a la cantidad de tiempo invertido en mi computadora, mirando el mismo pasaje hasta que fue simplemente una falta de definición de palabras. Tal vez si empezaba desde la parte superior y lo leía, la inspiración me golpearía de nuevo. Estaba desesperada por ella porque yo misma le había dado una cierta cantidad de tiempo para escribir los primeros veinte capítulos de mi novela, y simplemente no parecía estar sucediendo. O había desarrollado el peor caso de bloqueo de escritor en la historia, o iba a tirar todo a la basura y empezar de nuevo. Tomando una respiración profunda, cerré los ojos y conté hasta diez antes de abrirlos y leer el principio del capítulo de nuevo. Mi heroína estaba sentada junto al mar, esperando a su amante perdido para volver de un viaje que terminaría, con toda probabilidad, con su muerte. Ella estaba triste y desconsolada de que él nunca volvería. Iris suspiró y apoyó la espalda contra la fría arena húmeda, mirando su cabello levantarse y caer con el viento que venía del mar. Cerró los ojos e imaginó a Vlad allí, caminando hacia ella desde la costa con niebla; sus músculos del pecho ondulando tensos debajo de su ropa hecha jirones. Sus ojos eran tan oscuros como las olas del mar de tormenta que se rumoreaba le habían quitado la vida. Ella giró su cuerpo hacia los lados para doblar sus piernas contra su pecho, sus manos deslizándose a través de la blusa que la sujetaba segura y firme, permitiendo que sus generosos pechos se derramaran desde su top; sus rosados guijarros de botones amenazaban con salirse de su casa rígida. Se estremeció al pensar en sus labios allí, el recuerdo persistente después de tantos meses solitarios. —Vlad —susurró ella, sabiendo que sus palabras serían tragadas por el sonido de las olas. Su mente luchó a través de su tristeza para tirar de las imágenes de él, desnudo y caliente debajo de ella la noche antes de abordar su buque. Lo había besado con tanto fervor como pudo reunir, dejándose perder en su toque. Sus manos se arrastraron sobre sus pechos mientras recordaba sus labios besándola con hambre. De un tirón firme, ella sacó el corpiño bajo y permitió que el aire salado del mar asaltara sus ya dolorosas protuberancias. Un gemido salió de su boca mientras pasaba su pulgar sobre cada uno y se estremeció por completo. Él se había quitado la camisa con sus manos y la hizo trizas, lo que permitió a su pecho fuerte rebotar en su rostro. Él sonrió y lamió toda su piel pálida, haciéndola retorcerse en éxtasis mientras ella era llevada a la cima de la pasión por su boca en su pecho. A medida que el recuerdo se apoderaba de ella, se permitió hundir sus pies en la arena, sus rodillas se abrieron bajo la falda de gasa mientras sus manos bajaban a través de su abdomen y entre sus muslos. Dejó que su boca se abriera mientras sus dedos presionaban el delicado centro de su excitada flor. Sus gemidos se hicieron

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más fuertes mientras evocaba más recuerdos de su amado Vlad presionando su virilidad erecta en ella con lujuria y llenándola tan profundo que le dolió y se sintió dividida en dos. —Termina conmigo —le había ordenado él mientras apretaba el paso, arrojándola sobre su espalda y yendo a sus pechos una y otra vez hasta que ella llegó a su clímax y la envió a la estratosfera, mientras todo se volvía negro y su cuerpo quedaba inerte bajo el suyo. Ella explotó dentro y fue catapultada a la estratosfera, estallando en luz y fuegos artificiales mientras caía a la tierra otra vez. Iris gritó su liberación mientras se apoderaba de ella de nuevo en los pensamientos que habían invadido su mente. Sintió que se soltaba y sus dedos dejaron sus atenciones, ahora sedosamente mojados con su expulsión. Mientras bajaba, comenzó a sollozar, sintiendo como si lo hubiera traicionado por complacerse a sí misma cuando debería haber estado de duelo. ... ... ... Me quedé mirando la pantalla y suspiré. Me había quedado atrapada. —¿Dawn? Con un gemido, cerré mi laptop y me deslicé fuera del escritorio. —¿Daaaaaaaaaawn? —Voy, Frank. —Estaba tratando de ser lo más alegre que pude reunir. El viejo caballero del que me encargaba durante el día, a veces dormía un poco más tarde de las tres, pero ahora estaba despierto, así que era mi trabajo ayudarlo después de su siesta. Frank estaba apoyado en su cama, con los brazos cruzados sobre el pecho mientras esperaba a que apareciera en su puerta. Una sonrisa traviesa cruzó su rostro arrugado mientras me daba un guiño. —¿Le vas a conceder a un anciano su último deseo y a arrastrarte entre las sábanas conmigo hoy, cara de muñeca1? —Movió sus cejas blancas e hizo un ruido de besos mientras arrugaba la nariz y ponía los ojos en blanco. —No, ni aunque fueras el último hombre en la Tierra y tus bolas retuvieran lo suficiente de un hombre como para repoblar el planeta —le respondí con una risita. Él dejó escapar un grito y golpeó el colchón. —Esa es mi chica. Te dejaré un billete de cinco dólares en mi testamento. Ahora esa no podría haber sido una broma. El viejo excéntrico siempre hablaba sobre lo mucho que le costaba estar en una casa de cuidados. No me sorprendería si acababa teniendo que saltar a su funeral cuando decidiera que ya había tenido suficiente de su tiempo en la cama a la que había sido restringido y estiraba la pata. A veces podía meterlo en su silla de ruedas y llevarlo a caminar alrededor de su propiedad, pero el tiempo en Cleveland era tan turbio la mayor parte que su tiempo lo dedicaba a dormir, leer o ver la televisión. El trabajo era fácil debido al hecho de que limpiaba la cama y le ayudaba a pasar de lado a lado para eliminar sus escaras. De lo contrario, se mantenía para sí mismo y me aseguraba de 1

Cara de muñeca: En el original “babyface”.

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que su casa estuviera limpia antes de que su hija, Blair, llegara del trabajo para hacerse cargo en la noche. Había funcionado en mi ventaja tener un trabajo de día que me dejaba abierta a hacer lo que deseaba. Me permitía escribir todo lo que podía en las horas de mi día, y luego iba a algunas clases de noche tres veces a la semana para trabajar en mi licenciatura en inglés. Me imaginaba que tener un grado me ayudaría a verme más creíble cuando empezara a enviarle mi manuscrito a las editoriales y a los agentes de la consulta. Después de todo, muy pocos escritores que conociera la habían hecho a lo grande sin tener un grado detrás. Quería darme a mí misma todas las posibilidades de tener éxito. El resto del día transcurrió en una nebulosa, y para cuando Blair apareció, estaba llegando tarde a mi clase. Ella me dio sus excusas habituales sobre el tráfico y que se quedó en el trabajo. Sabía que no podía estar molesta por eso, porque estaba haciendo su mejor esfuerzo para venir con su padre en su vejez. Me imaginé que no quería que corriera a casa para cuidar de él más de lo que quería limpiar su trasero a diario. Blair y yo nos entendíamos en esa medida. Me despedí de ella, diciéndole que pensaba que su nuevo corte de cabello se veía bien. En realidad había sido mucho más atractiva con el cabello marrón largo que más corto, hasta su hombro, teñido de negro que había conseguido durante su hora de almuerzo. Blair podría haber sido preciosa en un momento de su vida. La muerte de su madre, Lynda, había sido muy traumático para ella, después de lo cual su vida social casi había muerto con el cuidado de su padre enfermo. Ella se había convertido en una sombra de la mujer que podría haber sido si su vida hubiese tomado un giro diferente. A la velocidad que iba, mi vida podría terminar igual. Empujando ese pensamiento de mi mente, me dirigí a la escuela. Con la esperanza de pasar inadvertida, me deslicé a través de la puerta lo más silenciosamente posible y crucé la habitación para subir al taburete vacío. El profesor Gunther solo me dio una mirada asesina y se volvió hacia la pizarra, moviendo su marcador verde sobre la melamina y haciendo que mis ojos escudriñaran cada vez que hacía una i. Solo estaba acomodándome cuando oí un susurro.... —Bunny. Mis hombros se tensaron, y saqué mi ordenador portátil de la bolsa, colocándola en la mesa alta en lugar de responder. —Bunny. Bunneh... Bunneh... Bunnybunnybunnybunny... Lancé una mirada sucia en su dirección y miré. —Deja de llamarme eso, tarado inmaduro. Sus ojos se abrieron, y chasqueó los dientes con felicidad, goma blanca brincó y tronó en sus dientes de atrás. —Te encanta. —Nunca lo ha hecho, Wardo. —Abrí mi portátil, protegiéndome la cara de él.

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Los largos dedos de Warner Green aparecieron sobre la parte superior de mi pantalla, y la movieron abajo de su lado de la mesa. Los ojos azules brillaron con picardía mientras hacía estallar otra burbuja. —Solo quería pedirte prestado un lápiz. No tienes que ser tan bruja. Poniendo mis ojos en blanco, suspiré y hurgué en mi mochila, sacando un lápiz mecánico y entregándoselo sin mirar en su dirección. —Lo siento. Solo estoy en mis otras interacciones contigo por los últimos diez años. Siempre eres un tarado. Llámala respuesta pavloviana en tu voz. —Volví mi atención al profesor mientras seguía hablando. Del mismo modo que sentí que mis ojos empezar a caer, Gunther lanzó una bomba sobre nosotros. —Júntense con un compañero. El laboratorio comienza en dos semanas. —Agitó unos papeles alrededor y los entregó mientras las personas comenzaban a juntar sus cosas. Presa del pánico, me di la vuelta para buscar a alguien con quien hacer pareja y me encontré con la risa divertida de Warner Maldito Green. —Jesús —murmuré en voz baja. Warner hizo un gesto a los papeles de Gunther, nunca apartando sus ojos de mi cara irritada. Una vez que los tuvo en sus manos, se escabulló de su taburete al mío y puso las copias hacia abajo sobre la mesa. —Tengo que hacer pis. —Suspiré y me deslicé de la silla para ir al baño. Necesitaba espacio sustancial de Warner en ese momento, antes de que me arrastrara y le volteara la cabeza al revés. Decidí tomarme un minuto para componerme en el baño de chicas. Nadie en este mundo podía desesperarme tanto como él. Debí haber sabido eso desde que tenía catorce años. Y mientras me sorprendió encontrarlo en mi unidad de laboratorio en nuestro primer día, había tenido la intención de dejar que los perros se acostaran y darle el beneficio de la duda. En el primer minuto que me había llamado Bunny, supe que nunca cambiaría. Había sido una idiota al pensar lo contrario. Pero ¿tenerlo como compañero de laboratorio? Ugh. Si creyera en el Karma, entonces me llevaría a creer que estaba pagando algún tipo de delito condenable en este momento. Tal vez sabía dónde estaba enterrado Jimmy Hoffa y nunca le dije a la policía. Con un gran suspiro, me lavé las manos en el lavamanos y reacomodé mi cola de caballo, para que no hubiera baches en la corona de mi cabeza. Limpié los anillos oscuros bajo mis ojos, riendo un poco cuando me di cuenta de que no fueron causados por el maquillaje corrido, solo por mi propia auto-duda de comerme la vida de adentro hacia afuera. Una última mirada a mis cansados ojos verdes en el espejo y me aparté del lavabo, arrastrando los pies por el pasillo y hasta el laboratorio. Tirando de mi sudadera abajo sobre mis manos, tomé la tela en mis puños y abrí la puerta con el pie para ir al interior. Que fue cuando me detuve en seco.

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Warner estaba inclinado sobre mi computadora, su rostro presionado cerca de la pantalla y su mano agarrando la parte posterior de su cuello de color rojo brillante. Mi corazón se detuvo y me moví estruendosamente mientras me lanzaba hacia él y agarraba mi computadora de su mano temblorosa. Sus ojos se levantaron a los míos, llenos de lágrimas y de risa mientras soltaba su cuello y levantaba ambas manos con inocencia. —¿Qué demonios te crees que estás haciendo? —Me di cuenta de que estaba de hecho mirando mi historia, haciendo que mi ira subiera—. Esto es propiedad privada, y podrías ir a la cárcel. Él se atragantó con su risa y pasó una mano por sus oscuros rizos color chocolate. El frente se erizó mientras se reía entre dientes, sin aliento. —Oh, Bunny Dawn... —Negó como si estuviera decepcionado—. ¿Tus padres saben qué clase de desviada sexual eres?

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Uno Dawn

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e mudé a Ohio cuando tenía catorce años. Confía en mí cuando digo que todavía lo recuerdo como si fuera ayer. Crecer en una familia de militares nos hizo nómadas de clases porque cuando tu abuelo y tu padre son infantes de marina, como que aprendes a adaptarte. Mi mamá estaba acostumbrada a ello, y es por eso que nunca fuimos normales hasta que estuve en octavo grado. La mitad del año de escuela ya había terminado en el momento en que entré en el salón de clases. Recuerdo que mi traje no me quedaba. Y también recuerdo que a la primera persona que vi fue a Warner Green. Era tan lindo con su cabello indómito, mejillas de color rosa brillante, y una mirada desviada en sus ojos. Me di cuenta de que tenía un pie apoyado en su escritorio mientras me miraba como si yo fuera un pedazo de carne. Era un chico malo a los catorce años. Yo había tomado mi asiento al lado de una pequeña pelirroja que me dijo que me alejara de él de inmediato. Al día siguiente me dijo que Warner había estado diciéndole a la gente en la cancha de baloncesto que lo iba a “hacer” conmigo. Poco probable. Yo no lo “hacía” con nadie, mucho menos con un tipo que ni siquiera se había presentado. La Pequeña Pelirroja terminó siendo una gran chismosa y me daba cuentas diarias de cuando Warner estaba buscando mi trasero y lo que había dicho sobre mí. En la segunda semana que había estado allí, había tenido suficiente. Warner estaba de pie a un lado de la pista a campo abierto, más allá del perímetro donde el resto de los estudiantes estaban haciendo Educación Física. Me quedé de pie a su lado mientras miraba el bosque más allá de la valla en la que estábamos con las manos pegadas en sus bolsillos de los pantalones vaqueros y una mirada lejana en sus ojos. Él había dicho una excusa para no participar. Una vez más. —Deja de decirle a la gente que quieres tener sexo conmigo —dije con un susurro. Él se volvió y me dio una mirada con una ceja levantada. —Mi mamá dice que el sexo es una cosa hermosa entre dos personas. No debes avergonzarte del sexo. Mis ojos estaban sin duda estallando fuera de mi cabeza en ese momento porque recuerdo hacer un sonido como que iba a vomitar y hacer una mueca antes de declarar que él era un estúpido y salir corriendo para unirme al resto de la clase antes de que la carrera de una milla hubiera terminado.

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Después de que Warner se convirtió en Tarado —mi mamá decía que era grosero—, pero lo dije mal una vez y salió como Wardo2, del que se burlaba hasta no tener fin, y que solo se atascó. Era necesario tener algo para llamarlo cuando comenzó con la mierda de “Bunny”. Ese muchacho fue un elemento básico de mi adolescencia, siempre en mis clases, caminando por los pasillos o en el autobús. Traté de sentarme lo más lejos posible de él, pero de alguna manera siempre se las arreglaba para tener el asiento delante de mí. Sabía que hacía comentarios acerca de mí cuando empecé a tener senos porque alguien me dijo que estaba caminando alrededor diciendo que no eran reales. Lo vi mirándome desde el extremo de la mesa del almuerzo. Estaba en todas partes y en ninguna a la vez. Un zumbido constante en mi cerebro o zumbando en mi oído. En el momento en que la secundaria pasó, yo estaba tratando de encajar lo mejor que sabía. Nosotros nunca salimos. Yo quería tener buenas calificaciones. Quería ser popular. Él quería hablar de pechos todo el día y estar en peleas. Supongo que ser vista con él habría arruinado la poca credibilidad que tenía en mis clases. Pero él nunca se rindió hasta el final, y después de un tiempo, tipo como que caímos en un hábito de hablar uno con el otro, de paso, pero solo cuando no había nadie más alrededor. Es decir, hasta el día de nuestro carnaval escolar. La temática era de la época de 1950, y algunos de nosotros nos habíamos ofrecido para llevar patines, atender los puestos y darle los perritos calientes a la gente. Todo fue bien hasta que allí mismo, delante de toda la escuela al parecer, él patinó junto a mí estiró su mano y gritó, “¡Cásate conmigo!”. Me quise morir. Las otras chicas en sus faldas de caniche cayeron riéndose de mi vergüenza. Yo estaba mortificada más allá de la creencia y corrí al cuarto de baño, encerrándome. Quería quedarme allí hasta desaparecer por el inodoro. Pronto, escuché algunas chicas entrando, y empezar a hablar de lo lindo que era Warner y cómo les gustaban los chicos malos, y entonces comprendí el estigma asociado a él. Siempre había tenido buen aspecto. Siempre me había gustado un poco. Pero si esas otras idiotas iban tras él, entonces yo llegaría primero a él. Después de todo, él ya había apostado su derecho sobre mí años antes. Me abrí paso fuera del baño en esos estúpidos patines, a través del gimnasio antes de tropezarme hasta las gradas para encontrarlo pasando el rato en un rincón oscuro. Mirándome. Era como si siempre me estuviera mirando. Yendo a descansar a su lado, me dejé caer y dejé que mis pies se extendieran delante de mí, las ruedas de los patines se arrastraron a lo largo de la madera, vi a gente caminando a través de la cancha. —¿De verdad quieres ser mi novio? —le pregunté sobre la música. —Tonta. Es por eso que te lo pedí. —Se rio como si yo fuera una idiota. Respiré profundo y me incliné hacia adelante para que pudiera ver mi cara. —Está bien. Él arqueó una ceja hacia mí de nuevo. 2

Wardo: Juego de palabras aduciendo a “Weirdo” (tonto, bicho raro).

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—¿En serio? —Sí. Ahora déjame en paz —murmuré y me levanté para patinar lejos de él. Menos de media hora después, mi mamá me estaba recogiendo. Menos de cinco minutos después de eso, la Pequeña Pelirroja, que había estado vagando esa noche, reveló que yo tenía novio. Treinta segundos después, yo ya no tenía novio y me dijeron que tenía que decirle la noticia a Warner al día siguiente. Hablando de un manojo de nervios. Lo evité hasta el almuerzo del día siguiente, cuando caminó junto a mí para voltearme el cabello antes de tomar su asiento habitual en el otro extremo de la mesa. Cuando fuimos despedidos, se paseó junto a mí con su bandeja y le espeté: —Ya no soy tu novia. Él solo se rio y se encogió de hombros. —Sí, lo sé. Así que hicimos ese pequeño baile por un tiempo. Sabía que yo le gustaba. Él sabía que odiaba gustarle. Un sábado mientras estaba comiendo Cheerios en mi habitación y viendo una repetición de The Soup, nuestro timbre sonó. Oí a mi madre abrir la puerta y una voz más profunda habló con ella antes de que ella respondiera y cerrara la puerta de nuevo. —¿Quién era? —pregunté, dando vuelta a la esquina y sosteniendo mi camiseta sobre mis muslos para cubrir mi ropa interior. Mi madre se encogió de hombros. —Green Warner. Se acercó y preguntó si podías salir a jugar. Mi cara se puso roja en un instante. —¿Así que le dijiste que se fuera? Ella se echó a reír. —Le dije que no estabas vestida y que volviera más tarde. Apreté mis manos en mi rostro y grité. —¿Por qué le dirías al pervertido de la escuela que estaba desnuda? —Corrí a mi habitación y cerré la puerta. Acurrucada en mi cama en posición fetal, sabía muy bien que el bastardo arrogante caminaría hacia su casa pensando en mí sin nada de ropa. Ese verano me llamó un par de veces, pero se sentía extraño, y decía cosas extrañas como que estaba lanzando navajas a su pared. O que sus paredes estaban hechas de alfombra. Yo lo imaginaba en un cuarto de celdas de aspecto poco iluminado, lanzando cuchillos a las paredes cubiertas de espuma verde —con pelusa del mismo color. Entonces, un día las llamadas telefónicas se detuvieron o yo dejé de contestar. No estoy cien por ciento segura ya. Para nuestro tercer año de secundaria él tenía a un público diferente. Yo era académica y trataba de encontrar mi lugar. Él estaba con los insoportables y aparecía en la escuela cada vez que le daba la gana. Podía o no ser el encargado de hacer un sonido de pedo desagradable cuando una de las porristas era lanzada al aire y hacía un águila extendida. Podía o no haber sido suspendido por ello. Podía o no haber sido solo culpable de que a la escuela no se le permitiera tener más carreras ese año.

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Por alguna razón, me daba vergüenza él. Tal vez yo, también. Porque tanto como ya no pasábamos el rato, el resto de nuestra clase sabía que él y yo teníamos un poco de historia, así que cada vez que alguien mencionaba su nombre, daba una mirada de lado. Y lo odiaba. Después de un tiempo me encontré con un grupo de amigos a través de las actividades después de la escuela y construí mi pequeño mundo de esa manera. Haciendo caso omiso de los que pensaban que eran mejores que yo y de cualquier persona que no fuera mi amigo. A mitad de ese mismo año, me había enamorado de una persona mayor, pero que apenas si sabía mi nombre. Independientemente de ese hecho, no quería nada más que a él para que me llevara al baile de graduación. En su lugar, terminó yendo con una de mis amigas más cercanas quien tenía un novio mayor, pero que no quería que la llevara. Yo solo tenía ojos para ese hombre, y no le había dado a nadie más la hora del día. Me quedaría sin cita. ¿Y qué pasó? Una de mis amigas que pasó a tener un hermanastro a quien no le importaría llevarme. ¿Cómo iba a saber yo que Candace Jones era la hermanastra de Warner Green? No lo sabía. Ni una sola vez hablaba de él. Nunca los vi en los pasillos juntos. Nunca los vi hablar. Nunca. Pero cuando acepté, él estaba seguro de sí mismo, pensando que era todo como muy divertido. Quería darle el beneficio de la duda porque estaba duro con lo de la cita y en ese momento ni siquiera me importó que todo el mundo en nuestra escuela nos viera juntos. Al menos no iría sola. Luego él llegó tarde a recogerme porque su carro había tenido un neumático pinchado y que había cambiado en su esmoquin. En su esmoquin blanco. El mismo esmoquin blanco que había conseguido aceite negro de mierda. El mismo esmoquin blanco que ni siquiera coincidía con mi profundo vestido verde que tuve que pedir prestado de una amiga porque conseguí una cita tan tarde que me había dejado sin opciones. Cuando nos tomamos las fotos, el aceite subió a la cintura del vestido, donde la cinta de raso estaba atada en un arco perfecto. Y las fotos más tarde revelaron que él estaba mirando mi escote de corazón. Mis padres estuvieron muy impresionados. Sin embargo, nos lo pasamos bien en el baile y me siguió la corriente con la Macarena y algunos otros estúpidos bailes que se escucharon junto con las canciones. A mitad de la noche, él desapareció y yo fui dejada errante. Me di cuenta de que había puertas dobles de cristal que daban a un patio, donde lo descubrí apoyado en la pared, fumando. Había estado fumando durante una hora. Sí, me molestó. ¿Por qué habría de estar de acuerdo en que me llevara al baile cuando lo único que iba a hacer era ignorarme y dejarme en la pista de baile sola para sentirme como una perdedora aún más grande? Si hubiera ido sola me habría sentido menos horrible. Así que la noche terminó con nosotros en la casa de una amiga. Me quedé abajo liada en un saco de dormir a medianoche, y él se quedó en la bañera de hidromasaje con Dios sabe quién, bebiendo Dios sabe qué, hasta Dios sabe cuándo. Entonces Candace tuvo que llevarme a casa a la mañana siguiente porque él tenía resaca. Nos fuimos por caminos separados después de eso. Él me defraudó, y lastimó mis sentimientos.

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Su mamá y el papá de Candace terminaron divorciándose en nuestro último año. Candace se mudó conmigo por un tiempo para no tener que trasladarse fuera del distrito escolar como hizo Warner. Nunca lo volví a ver. Fui a la universidad donde no hice solicitud, tal vez porque había estado tan orientada en el grado de la secundaria y fue muy divertido soltarse un poco. Bueno, tal vez mucho. Tanto es así que me vi obligada a volver a casa y a tratar de rectificar mi vida. Cuando perdí mi ayuda económica, se hizo importante para mí encontrar un trabajo para poder pagar por mis propias clases. Pero también significó escabullirme de vuelta a casa cuando todo el mundo que había conocido todavía estaba lejos en las universidades de su elección. Me sentía como un fracaso, así que hice un punto en conseguir un lugar propio y empecé a escribir novelas históricas en mi tiempo libre. Después de que gané una cierta estabilidad, me uní a un grupo de escritores en línea y comencé a recibir retroalimentación. Así que muchos de ellos sugirieron que publicara mis cosas en línea, lo que hice y las opiniones comenzaron a venir. A la gente le gustaba mucho mi trabajo y me decían eso, y dejé de sentirme como un fracaso. Mis historias tenían una continuación. Era semi-famosa en Internet. Se sentía como si estuviera logrando algo. Por fin. Un montón de gente me dijo que les gustaría comprar uno de mis libros si tuviera publicado alguno. Así que antes de que tuviera la oportunidad de acobardarme, lo hice. Me armé de valor y comencé mi libro. El mismo libro que ahora me estaba haciendo sentir inadecuada. El mismo libro que estaba haciendo que tuviera ataques de pánico porque no podía encontrar las palabras y el tono adecuado para seguir adelante con él. El mismo maldito libro que causó que Wardo Green se riera como un loco en medio de nuestra clase de la universidad en la que se suponía que éramos compañeros. Mi cara debe haber estado tan roja como los pechos de Elizabeth Berkley en Showgirls. —Te odio —le dije con tanta pasión como tenía en mi cuerpo—. ¿Cómo te atreves a mirar mis cosas privadas y a juzgarme? Ni siquiera me conoces, Wardo. Así que déjame sola. Él dejó escapar un silbido y se inclinó para poder respirar al lado de mi oreja. —Era una chica sucia, ¿eh? —Cállate. —Mi cara estaba ardiendo. Warner se echó hacia atrás y se acomodó en la mesa, con las rodillas abiertas y los ojos recorriéndome más. —Es una lástima que no puedas escribir el sexo de mierda. Me di la vuelta y tomé el resto de mis cosas para salir, sin importarme que la clase no hubiera terminado todavía. En esencia, él había confirmado mi mayor temor. Y yo no estaba a punto de dejar que me viera llorar.

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Dos Wardo

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iempre me había fascinado que Dawn Sims entrara corriendo a mi vida a la edad en que lo hizo. Mi madre, Tammy, era un espíritu libre y había estado diciéndome todo sobre la diferencia entre el amor y la lujuria; la fascinación y el deseo. Teníamos fáciles, extensas conversaciones sobre sexo. Acerca de los impulsos y las necesidades. Y luego Sims llegó caminando a través de la puerta y fue como si todo lo que mi mamá me había dicho de repente hiciera clic en su lugar. No es que tan pronto como vi a Dawn mi mundo se detuviera y empezara a tocar música de fondo. Era más como una carrera en mi sistema. Mi sangre fluía por todas partes. Y solo la quise a ella. A los catorce años. Ella me levantó. Como una carpa en mis pantalones. Hizo que mi cremallera me doliera, si saben lo que estoy diciendo. Todo en ella era compatible conmigo. Cada centímetro de su piel. Su largo cabello marrón. Sus ojos verde claro. Se alineaban perfectamente a lo que mi madre había estado diciendo. Así que me confundió como la mierda que Dawn no se sintiera de la misma manera, también. Había visto a mi mamá flotar de relación en relación desde hace años, y nunca ni una vez vi su mirada de ninguna forma como cuando yo miraba a Dawn. Ni una sola vez. Esa fue la razón principal de que su relación con Saul Jones, el padre de Candace, no duró mucho tiempo. A Tammy le gustaba bastante. Ella simplemente no lo amaba. Era frustrante, tener al objeto de mi deseo tan cerca de mí en la escuela. Pero ella siempre estaba huyendo, como si fuera mejor que yo. Pero no me di por vencido tan rápido. No. No cuando era algo que me apasionaba. Era mi Aquiles. Al mismo tiempo, yo me salía del camino aburrido demasiado fácil, y por eso decidí tomar clases nocturnas para empezar. Imaginen mi sorpresa cuando ella llegó caminando a través de la puerta del laboratorio el primer día. Dawn Sims. Había estado allí en su primer día de clases en nuestra ciudad. La había visto crecer a una adolescente torpe que tuvo senos un poco más tarde que el resto de las chicas de nuestro grado, a esta curvilínea casi-mujer que deseaba a chicos que ni siquiera la miraban. Había estado allí cuando las otras chicas se burlaban de ella por tener bigote en medio de la escuela. También había estado muy, muy agradecido con su madre, cuando le fue presentada la depilación con cera bozo y le enseñó a afeitarse las piernas. Durante todo ese tiempo, yo estuve en el banquillo, haciendo notas mentales de cómo sus dientes de conejo se desplazaron hacia adentro cuando tuvo sus braquets, o su cabello creció cuatro pulgadas más. Sentía como si la hubiera conocido toda mi vida.

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Incluso cuando se fue en la dirección opuesta durante la secundaria, todavía la conocí. Ella fingió que no lo hacíamos, pero vi la forma en que me miró una vez antes de corretearme por el pasillo a donde quiera que fuera. En esa clase siempre estaba mirando su maldito ordenador portátil, que supuse guardaba todas sus notas de laboratorio. Me perdí el laboratorio la semana pasada. Todo lo que quería hacer era ver si podía enviarle un correo electrónico con el documento antes de que ella regresara del baño. En su lugar, fui saludado con el regalo más grande de toda mi vida: el escrito porno por La Bunny. Bueno, lo que ella consideraba porno, de todos modos. Los dioses de carbón estaban sonriéndome, y yo les estaba dando unos sucios cinco dedos arriba. Mi vida nunca sería la misma.

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Tres Dawn

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espués de una noche de insomnio, gracias al imbécil de Wardo, llegué al trabajo y comencé la jornada con un Frank luchando en un caso épico de lo insano del infierno. Cuando Blair finalmente apareció, salí de allí lo más rápido que pude. Estresada todo el camino, me había dejado solo el tiempo necesario para descubrir que mi primera clase de la noche había sido cancelada. Las clases canceladas de último minuto eran muy probablemente como mucho sexo sorpresa a tope. Doloroso e impactante. Te dejaba con dolor de cabeza y dolor en el trasero. No es que yo lo supiera. Caminando de regreso en mi medio-roto oxidado Honda azul, estaba maldiciendo en voz baja y amenazando con castrar a mi profesor de inglés cuando el olor de un cigarrillo causó que hiciera una pausa con mis llaves en mi mano. Warner Green estaba sentado en el techo de mi vehículo. Fumando como un tren de carga. Y era él... sí. El tarado estaba sentado todo entrecruzado en sus vaqueros y chaqueta de cuero. —Fuera de mi carro antes de que presente una orden de restricción —dije en voz alta. El viento había comenzado a soplar, y mi cabello estaba cayendo a mis ojos, haciendo que me lo quitara cada tres segundos mientras intentaba darle una “cara de perra” tan poderosa que sus nueces cayeran de sus vaqueros como arrugadas pasas. —Tu hostilidad se limita a confirmar mis sospechas, sabes. —Él me estaba provocando, chasqueando la colilla al suelo a continuación. Es atrapado en una ráfaga de viento y lanzado por su rodilla, haciéndolo inclinarse hacia atrás un poco demasiado rápido. Aspiré mientras perdía el equilibrio y se iba de hombros primero al maletero de mi auto. Gimió y rodó a un lado, jadeando y jalando su chaqueta de cuero con una expresión divertida en su rostro. Yo puse los ojos en blanco y empujé mi cabello detrás de las orejas mientras intentaba abrir la puerta del lado del conductor. —¿De qué sospechas estás hablando, cabrón? Él se rio y saltó del maletero de mi carro, enviándose a rebotar en el proceso. —Tienes otra clase esta noche, ¿verdad? —preguntó, sollozando un poco del aire frío al chocar con su nariz, limpiándose la manga sobre el labio superior, y balanceándose de puntillas mientras esperaba mi respuesta. Mi cara debió haber traicionado mi irritación porque dio un pequeño paso hacia atrás.

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—¿Cómo sabes mi horario? —Le di una sola ceja levantada muy parecida a la que él había lucido durante casi una década. Warner hizo una mueca, encogiéndose de hombros y mirando a través del estacionamiento para evitar mi mirada. —No entremos en detalles. Tienes otra clase. Yo lo sé. Tú lo sabes. Dejémoslo así. Mi ceja derecha se quedó donde estaba. Él suspiró y se aclaró la garganta, tratando de alcanzar otro cigarrillo. En cuanto lo encendió, exhaló un flujo constante largo de humo blanco por la nariz mientras volvía a meter el encendedor en su bolsillo. —He estado pensando acerca de tu maldita historia. —Vete al infierno. —No, no estoy mintiendo. —Se rio y dio otra calada, exhalando lento y largo, dejando que los zarcillos blancos se enroscaran hacia arriba, hacia el nacimiento de su cabello—. Tu historia es más allá de horrible. La última palabra salió en una tos de risa. —Podría ser lo peor que haya leído nunca. Y Candace solía leer esa mierda con Fabio en la portada, así que sé lo que es malo cuando lo veo. El tuyo es un nuevo nivel de terrible. Todo. Un Nuevo. Nivel. Mi paciencia ya se estaba agotando. —No estoy bromeando cuando digo que puedo matarte y enterrar tu cuerpo en un lugar en el que nadie vaya a encontrarte. Tengo conexiones. Warner se puso delante de mí y levantó las manos para que dejara de caminar hacia adelante. Había un brillo malicioso en sus ojos mientras tomaba una larga calada del cigarro. Sacudiendo el trasero sobre el pavimento, sonrió con la cabeza inclinada hacia adelante. —Eres virgen, ¿no? —Oh, vete al diablo —le grité y lo empujé a un lado con mi antebrazo, pisando fuerte lejos de él para volver al interior del edificio. Quería llegar lo más lejos del idiota como me fuera posible. Necesitaba encontrar un lugar más poblado en el que pudiera perderme y él no pudiera encontrarme. Excepto que la mayoría de las personas estaban en clase. Mierda. Su fría mano se envolvió alrededor de mi muñeca y me hizo girar hacia él, con mi pecho al ras del suyo. Di un grito ahogado mientras su rostro bajaba justo por encima del mío. —Escucha, Bunny. Lo sé. Solo admite que nunca has tenido un pene y podemos seguir con esto. Solté un bufido de una manera muy poco femenina, viendo el viento amargo envolver mi cabello alrededor de su cabeza y orejas mientras nos mirábamos a los ojos. —Lo siento, Wardo. Perdí mi Tarjeta-V en el colegio con Matthew Jackson. Así que estás cerca de dos años retrasado. Más o menos. Él parpadeó sorprendido. —¿El Mathlete de la secundaria? ¿Ese Matthew? Asentí y fruncí los labios.

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—El mismo. Warner exhaló largo y suave mientras sus ojos curiosos sostenían los míos. —¿Cómo fue? —Dentro. Fuera. En la parte de atrás de un auto. Justo lo que yo quería. —Me encogí de hombros. Él negó. —¿Ves? Justo ahí. Ese es el problema. Nunca has tenido sexo adecuadamente. Mis ojos se desorbitaron de mi cabeza. —¿Que qué? Con un suspiro, él levantó los brazos por lo que quedaron doblados en el codo y flotando en frente de mi rostro. —Tu historia es una mierda porque es falsa. Nadie quiere leer esa mierda porque no es real. Demonios, ni siquiera es gran parte de una fantasía. No tienes nada con qué seguir. Los mejores consejos que un escritor puede escribir es lo que sabe. Y tú sabes una mierda sobre el sexo. Mi boca se abrió. Él se inclinó hacia delante y sonrió. —¿Estoy en lo cierto? Creo que mi respuesta fue impresionante. —Hehhhhhh. Warner se rio de nuevo, lanzando los brazos y dando un paso atrás. —¿Por qué estás escribiendo esto, de todos modos? ¿Perdiste una apuesta? —Te informo que lo hago en mi tiempo libre, y a la gente le gustará. Otras personas me dicen todos los días que debería escribir un libro. Cada. Maldito. Día. Así que eso es por qué. ¿Bien? Debido a que estos lectores y escritores dicen que soy lo suficientemente buena, porque comprarían mi maldito romance, ¡como tan delicadamente lo llamas! Mi voz había alcanzado y puse las manos sobre mi boca, mortificada. Deslizando mis ojos de izquierda a derecha, busqué para ver si alguien más había escuchado, ya que me había vuelto loca. Supongo que no. Dando un paso atrás, él chasqueó la lengua, moviendo la cabeza de lado a lado. —Más o menos, escribes porno realmente apestoso. Lo sabes, ¿verdad? Le di una mirada odiosa. —No, estoy siendo honesto. Si eres tan buena como dices que eres, entonces las mujeres caerán con tus palabras. Con las bragas mojadas. Con los vibradores a mano. Con los maridos confundidos acerca de por qué quieren ser atadas o recibir una palmada de repente. No es que escribas eso, por lo que he visto. Estás escribiendo ficción histórica. —Me sonrió—. Sabrán que eres un fraude Bunny desde el primer momento. Si no sabes de lo que estás hablando, te devorarán como una manada de lobos hambrientos.

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—Mis obscenidades están bien —le susurré sin convicción. ¿Estaría él en lo correcto? ¿Yo no podría terminar mi capítulo porque estaba siendo un fraude? —No. Tu porno es malo. Apestas en ello. Lo siento, pero nadie habla de eso. Rasgar corpiños. Encantarle los botones. ¿Picos como guijarros y esa mierda? Son pezones, por el amor de Dios. Pezones. —Sus dedos se presionaron en mis mejillas, e hizo que mis labios se asomaban como un pato—. Dilo. Pe-zo-nes. Retorciéndome lejos de su toque, lo empujé tan lejos de mi cuerpo como me fue posible. —Es romántico. Las mujeres lo aman. Su risa fue hueca. —Leíste tanto de eso, que te lavaron el cerebro. —Moviéndose más cerca, bajó la voz a un susurro y presionó sus labios en mi oído—. ¿Te hizo venir incluso Mathlete Matt? Lo empujé lejos y presioné mi espalda contra la pared de ladrillo del edificio que había alcanzado durante nuestra conversación. —Fue más comodidad que otra cosa. —¿Cómo un acuerdo de negocios? —Warner apretó los labios para detener su carcajada. Poniendo mis ojos en blanco, suspiré y apreté mi cabeza en la pared detrás de mí. —Fue conveniente. Tenía que hacerlo. Sucedió. Fin de la historia. Hubo una larga pausa mientras él pensaba en mi respuesta, mirando hacia el cielo oscuro con la contemplación grabada en sus suaves rasgos. Después de lo que pareció una eternidad, se encontró con mi mirada una vez más. —No tienes ni maldita idea de lo que es tener a un hombre dentro de ti. —Se acercó, y yo contuve la respiración mientras sus palmas se posaban en mis costados. Su voz cayó a un ruido sordo mientras su nariz llevaba mi cabello lejos de mi oído y se inclinaba para susurrar—: Si quieres tener éxito con tu novela… —Sus dedos se retorcieron y apretaron mi tierna carne—; necesitas experimentar lo que quieres escribir. Cómo se siente que un hombre use sus manos... —Otro apretón de sus dedos—. Su boca. —Una ligera caricia de sus labios contra mi mejilla—. Su pene dentro de ti... —Se acercó más, y mis ojos se cerraron mientras la parte delantera de sus pantalones vaqueros rozaba mi propia cremallera. Di un grito ahogado cuando sentí sus manos bajar a la presilla de mi pantalón. —Yo te puedo ayudar, Bunny Dawn. —Su aliento era cálido en mi oído, y apreté los labios juntos para evitar gemir mientras se empujaba más cerca de mí, aplastando mis senos contra su pecho hasta que casi se aplanaron—. ¿Quieres saber lo que se siente realmente, verdaderamente venirse? Mi pecho se levantó y cayó en una oleada de miedo y excitación. —¿Quieres saber lo que se siente estar tan húmeda que sientes que podrías morir si no tienes sexo ahora mismo? Sin pensar, mis manos se apoderaron de su chaqueta de cuero y lo atraje hacia mí. —Déjame adivinar. ¿Estás ofreciendo tus servicios? Su risa hizo que el vello de mis brazos se levantara.

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—Cualquier cosa que te ayude a que tus sueños sean verdaderos —exhala en mi oído—, honesta con Dios —su lengua salió de una vez me hizo tragar—, escritora. Yo había estado arqueando la espalda contra la pared e inclinando mi pecho a él sin pensar en ello, mis muslos se rozaron entre sí un poco. Cerré los ojos mientras un estremecimiento me atravesaba. —¿Y qué conseguirás tú? Retrocediendo un poco, me miró a los ojos. —¿Estás bromeando? Tengo la oportunidad de ayudar a salvar tu trasero. —Movió sus cejas—. Y tal vez poner algo más en él. —Ugh. Eres un idiota demente. —Suspiré y comencé a empujarlo, pero él se sostuvo rápido. —Puede ser con fines de investigación. ¿No quieres ser la mejor porno literaria que haya? ¿No quieres tener éxito? —Su desfachatez estaba de vuelta. Pero él tenía razón. —Con fines de investigación. —Sí. Así tu escritura será auténtica. —Vi sus ojos vagar por mi rostro mientras yo lo pensaba. —Con fines de autenticación. —Mi corazón estaba a punto de estallar fuera de mi pecho, y estaba segura de que iba a pescar un resfriado por mi centro húmedo que estaba ahora en el viento tratando de abrirse camino a través de mis vaqueros. Él sonrió amplio y cerró los ojos mientras repetía lo que yo dije. —Para propósitos de autenticación. Sí. Me gusta. —Abriendo sus párpados sonrió aún más—. Podemos acortar eso a PPA. —Una risa escapó de su garganta. —¿Por qué te ríes? Warner negó y dio un paso atrás. —No hay razón. Solo avísame cuando desees iniciar. Estoy a tu servicio. Suspiré, sintiendo la confusión y la excitación, todavía demasiado irritada por toda la situación. —Nos vemos después de clase. Iremos a mi casa. Él se metió un chicle en la boca y asintió, divertido. —Claro que sí, Bunny. Nos veremos más tarde. —Con una sonrisa, se volvió y metió las manos en los bolsillos de su chaqueta de cuero y caminó hacia el estacionamiento. Warner Green y yo acabábamos de hacer un acuerdo. Él tendría sexo conmigo. Y yo lo iba a dejar. Sería penetrada. En más de un sentido.

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Cuatro Wardo

N

unca lo admitiría ante ella, pero Dawn estaba bajo mi piel. Tan pronto como Candace dijo que necesitaba una cita para el baile, hace tantos años, había aceptado. Rompí con mi novia por ella.

Mi novia era de otra escuela, así que Dawn de ningún modo sabía que tenía una. Willow era una estudiante de último año, rubia y bonita y con el cuerpo más sexy que había visto en mis diecisiete años. Había estado con otras chicas en ciertos aspectos, pero nunca sexo completo. No de la forma en que estaba con ella. Me gustaba lo suficiente. Me gustó que, después de nuestra segunda cita, frotara mi cremallera hasta que estuve tan duro que tuve que detenerme. Me gustó que fuera tan firme sobre hacer que me corriera, después de que hiciera saltar el botón de mis vaqueros para darme una mamada torpe. Incluso me gustó que me doliera y me hiciera sentir bien al mismo tiempo. Trabajó más duro que cualquiera de las otras chicas que me la habían chupado en sus casas después de la escuela, mientras la televisión estaba encendida para que sus padres no pudieran oír. Y se lo tragó, lo cual le sumó otro punto en mi libro, ya que la última chica siempre había escapado de la habitación para escupir en el lavabo. No estaba ofendido por eso, pero, después de tres meses, me figuraba que habría conseguido superarlo. No lo hizo. Salvo Willow. Me gustaba que no usara ropa interior en el cine; nos sentaríamos en la esquina trasera, en los asientos más oscuros, para que pudiera deslizar la falda hasta sus muslos bronceados, permitiéndome alcanzar entre ellos y separar sus piernas con mis palmas. Me dejaba besar su mejilla, lamer su cuello y deslizar mis dedos en su interior hasta que me dolían los nudillos y la muñeca. Hasta que ella estaba respirando con fuerza y temblando. Pero nunca se corrió. Ni una sola vez. Me gustaba cuando sacaba mi polla de mis bóxers durante los trailers de las películas y la apretaba, aun cuando sus manos estaban secas, porque su boca era caliente, sus tetas estaban al alcance y, por supuesto, nos encontrábamos en un lugar público y tenía que terminar en silencio para no ser atrapados. atrás.

Me gustaba la forma en que miraba por encima del hombro cuando la tomaba desde

Cómo apretaba la cara contra la almohada cuando ya estaba demasiado profundo o era excesivo. Que no le importara cuando iba muy rápido o fuera de ritmo. Y que lo quisiera todo el tiempo. Todo el tiempo. Esa no era una exageración. Me gustaba ella y todas esas cosas. Pero no la amaba.

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Además, nunca se corría. No era que estuviera preocupado por eso todo el tiempo, pero un chico quiere que ocurra, incluso si no lo quiere admitir. Me refiero a que nadie en su sano juicio admitiría eso. Cuando surgió la oportunidad de acompañar a Dawn al baile, no dejé pasar la ocasión. Abandoné a Willow como a un mal hábito. Alquilé un caro esmoquin blanco sólo para impresionar a la chica con el palo en el trasero. La noche no salió según lo planeado. Tal vez si lo hubiera hecho, las cosas habrían sido diferentes para mí. Puede que no supiera cómo ayudarla exactamente con su jodido libro. Pero lo haría. Y no podía rechazar la oportunidad de conseguir que dijera que sí. Siempre había pensado que era demasiado perfecta para mí y entonces, en un instante, la imagen que había tenido de ella, se hizo añicos. Dawn Sims, de la Sociedad de Honor, de la Sociedad Thespian, la absolutamente inocente buena chica, que ni siquiera bebió la noche del baile y nunca estuvo en detención en la escuela, era una horrible escritora de pornografía en línea y quería venderla para ganarse la vida. Jódeme. Por Favor. No sé de nadie más que entendiera la oleada de excitación que había experimentado entonces. Su buena imagen de chica se esfumó ante mis ojos y vi a una sucia, traviesa y pervertida escritora erótica frente a mí. Claramente reprimida, por supuesto. Pero el potencial estaba allí. ¿Y qué podía decir? La idea de corromperla y traerla al otro lado, era demasiado como para dejarlo pasar. Se trataba de un sueño hecho realidad. No éramos tan diferentes, después de todo. Bueno, no lo seríamos después de que terminara con sus tetas, por supuesto. Calma. Ella estuvo de acuerdo. Jódeme, ella estuvo de acuerdo. Bueno, en realidad, que la jodan. Y no en el sentido enojado. A menos que le gustara así. Obviamente, ni siquiera sabía lo que le gustaba. Pensé en todas las maneras en que podría mostrárselo. Todas las cosas que podría aprender. —Asegúrate de que se corra primero. Incluso si lo haces, no dejes que lo sepa. No pares hasta que esté satisfecha. Asegúrate siempre de que esté satisfecha. El recuerdo se deslizó y me estremecí, apretando el volante más que antes. No iba a pensar en eso. Quería pensar en Dawn. Me desearía. Iba a dejarme verla desnuda y hacer que se corriera. Iba a permitir que la tocara y probara cada parte de ella donde el Mathleatleta Matt fue demasiado egoísta para invertir su tiempo. Pero yo tenía tiempo. Gozaba de todo el tiempo del mundo para verla tomar todo lo que tenía para darle. Nunca mejor dicho.

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Sí, tendría un día de campo con este proyecto. No iba a hacer esto precipitadamente. Y, ciertamente, no iba a decirle lo que significaba la palabra “fap”. Era una broma demasiado gloriosa para compartirla. Me pregunté cómo luciría su apartamento. Cómo se sentirían sus tetas en mis manos. Cuál sería su expresión cuando gozara del orgasmo y si incluso sabía cómo tener uno. Me pregunté en qué idiota pensaría cuando deslizara sus manos bajo sus bragas y cerrara los ojos para tocarse. Si incluso lo haría, en primer lugar. Me estaba poniendo duro sólo de pensar en mostrarle todas las formas de ponerse húmeda e ignorar su fachada remilgada. Quería mirar entre sus muslos y escucharla decir mi nombre, lo que haría al final. El trayecto hasta su apartamento hizo que mi estómago se apretara y conduje demasiado rápido, yendo al paso con ella, así no podría perderme entre el tráfico. No había manera en el infierno de que eso sucediera.

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Cinco Dawn

W

arner me siguió a mi apartamento después de las clases. Traté de calmar mis nervios mientras él me seguía tan de cerca que era como si estuviera sentado en el asiento trasero de mi auto en lugar de en el suyo propio. Sentarme en mi otra clase había sido una tortura mientras trataba de averiguar cómo iría todo una vez que llegara a mi casa. La expectación estaba haciendo que me dieran náuseas. Y me excitara. Una vez en el apartamento, no esperé a que saliera de su auto antes de dirigirme directamente dentro y por dos tramos de escaleras hasta mi piso. Con manos temblorosas, abrí mi puerta principal y me moví a un lado. Entonces, tan pronto como Warner cruzó el umbral, agarré la parte delantera de su camisa y lo estrellé contra la pared. Poniéndome de puntillas, pude ver cómo la puerta se cerró y nos envolvió en tinieblas. Con cada gramo de confianza que tenía en mí misma, apreté mis labios en los suyos y le di un beso arrollador. El idiota se rió. —¿Qué estás haciendo? —susurró entre su risita. Mis labios aún estaban presionados contra los suyos mientras bufaba. —Ese era el plan, ¿no? Me empujó suavemente y se apartó de mí para andar a tientas, buscando un interruptor de luz. Un clic más tarde nos dejó bañados en el feo resplandor amarillo de la cocina, con lo que la situación fue demasiado real. Estaba en mi apartamento. Con Warner Green. Para tener sexo. —Necesito un trago. ¿Necesitas un trago? —Mis manos se agitaron sobre mi rostro mientras pasaba a su lado para sacar un poco de tequila del congelador. Se apoyó en la barra, frente a mi nevera y me dio una mirada perpleja. —No. Estoy bien. Gracias, sin embargo. Asentí y llené un vaso de chupito, bebiéndolo todo de una vez y haciendo una mueca de dolor, mientras quemaba mi garganta. Lamer sal habría tomado demasiado tiempo, así que rellené el vaso y me tomé el segundo más rápido que el primero. Warner lanzó un silbido. —Guau. Estoy viendo un lado totalmente nuevo de ti esta noche. —Por favor. Sigues actuando como si me conocieras.

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Su expresión se volvió de dolor por un segundo, antes de que se recuperara y se alejara de la barra para vagar por mi sala de estar. A pocos metros en el espacio pequeño se detuvo, inclinado sobre mi escritorio para inspeccionar la foto que había colgada allí. Sus cejas se alzaron y se dio la vuelta para mirarme mientras me apoyaba en la pared, dejando que el alcohol me llenara. —¿Es este el tipo al que imaginas cuando estás escribiendo? Mis ojos se posaron en el recorte de la promoción de TRON que había puesto sobre mi escritorio. Con un movimiento de cabeza, le dije: —Mm-hmm, Sr. Hedlund3. Él es mi Vlad. Los ojos de Warner brillaron mientras lo miraba de arriba abajo de nuevo. Pasándose las manos por el rostro, bajándolas para quitarse la chaqueta e inclinándose para mirar más de cerca la imagen. —¿Me estás tomando el pelo? Me arrastré hacia él, quitándome la sudadera con cremallera y los zapatos, moviendo mis dedos de los pies al mismo tiempo. Soy una usuaria multitarea. —¿No crees que parece que podría ser un pirata? —Un pirata de mierda. Warner estaba hablando en voz baja, pero aun así lo escuché. —Eso es grosero. No seas celoso. —Me reí, sintiéndome más a gusto. Se rió. —No estoy celoso porque estés imaginando a un hombre que nunca encontrarás en toda tu vida, mientras escribes fantasías masturbatorias acerca de él. Mi boca se abrió. —Es el concepto básico detrás de lo que estás haciendo, lo sabes. ¿A quién te imaginas como tu heroína? —A Amanda Seyfried. —Mentirosa —No. Es delgada, con ojos grandes y cabello largo y rubio... Mis palabras se desvanecieron mientras se acercaba hacia mí y se detuvo cuando estuvimos frente a frente. Incliné mi cabeza hasta mirar su rostro, cómo se lamía los labios y movía los hombros mientras me acercaba a él con sus manos en mis caderas. Fui a él y cerré los ojos cuando se inclinó hacia delante, su labios flotando justo por encima de los míos. —Estás más perdida de lo que pensaba. —¿Eh? —le pregunté, dando un paso atrás mientras sus manos caían a mis costados—. Pensé que ibas a freírme el cerebro para que pudiera escribir auténtico porno. —Mi rostro se arrugó con disgusto—. ¿Te entendí mal o algo así? Porque estoy bastante segura de que estuviste a punto de follarme contra una pared hace apenas unos pocos minutos y ahora estás actuando todo extraño. Estás de pie en mi apartamento como si quisieras decirme otra cosa… 3

Garrett Hedlund: actor protagonista de Tron: El legado (2010).

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Mis palabras fueron cortadas cuando su boca descendió y aplastó la mía, quitándome el aliento. Él sabía a cigarrillos y a menta, mezclados con deseo caliente. Oh, ahí estaba la novelista romántica en mí otra vez. Sentí que mis rodillas cedieron un poco cuando sus labios se separaron y deslizó su lengua en mi boca, haciendo que diera un gemido sensual. Mis dedos encontraron su camino alrededor de su cuello mientras se adelantaba y yo me echaba hacia atrás hasta que me tuvo presionada contra la pared del apartamento. El instinto hizo que doblase la rodilla y la envolviera alrededor de su pantorrilla para acercarlo más a mí, pero se resistió, en su lugar utilizó sus manos para anclar mis hombros contra la pared. —¿Estás segura de que esto es lo que quieres? —Su mano derecha descendió sobre mi pecho y más abajo, hasta que descansó entre mis muslos y su palma empujó hacia arriba la costura de mis pantalones vaqueros—. ¿Crees que solo quería venir aquí y tener sexo sin sentido? ¿Que eso sería suficiente? Mis ojos estaban abiertos, pero solo un poco mientras movía su mano en círculos y presionó en feminidad, desde fuera de mis vaqueros. —¿De verdad crees que puedes averiguar todo lo necesario para aprender de una — movió el dedo de modo que presionó el espacio entre mis nalgas—, rápida, sesión caliente? Dejé escapar un grito ahogado de sorpresa cuando su dedo se movió allí. —Yo... yo... no lo sé. —Estaba tartamudeando. Negó un poco y movió su mano de nuevo. Pasó los dedos contra mí mientras los dejaba ir a lo largo de la cremallera de mis pantalones vaqueros y luego, en un rápido movimiento, abrió el botón superior. —Te puedo dar eso, si es lo que quieres. Pero confía en mí. Solo unos pocos minutos de mi pene en tu vagina no te darán lo que necesitas. Sus dedos jugaron a lo largo de la piel expuesta de mi abdomen y cerré los ojos mientras un escalofrío me recorría, haciendo que mis pezones se endurecieran y el peso en mi pelvis se volviera un pulso de dolor. —La gente no habla de esa manera en la vida real, Warner. —Respiré largo y profundo, intentando recuperar mis sentidos—. Suenas como porno malo. Su risa me tomó por sorpresa, igual que su repentina liberación de mi cuerpo. Casi fundida en el suelo, me las arreglé para mantenerme suficientemente orientada como para hundirme en la pared, tomando una respiración profunda. —¿Qué diablos sabes, Bunny Dawn? Lo miré y soplé un pedazo de mi cabello de mis ojos mientras me enderezaba y abotonaba mis pantalones. —Por un lado, puedes dejar de llamarme con ese nombre horrible de Dios. Me quitaron los brackets hace cinco años. Mis dientes desviados son cosa del pasado. Se rió y pasó las manos por su cabello en señal de frustración. —Ni siquiera sabes lo que quieres. Es triste, sabes. Déjame hacerte una pregunta. ¿Tu libro se basa en alguna de esas películas de los ochenta de mierda con las que estabas tan

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obsesionada cuando éramos más jóvenes? Porque me pareces el tipo de chica que siempre quiso un Bender4, sin nunca dar una mierda sobre su Duckie5 y siempre estuviste persiguiendo pendejos de nombre Blaine6. Incluso si nunca te dieron la hora del día. Pero, ¿dónde deja eso a una chica como tú? Renunciando a su virginidad con el primer chico que fue lo suficientemente anodino para tomarla. Viviendo sola, sin salir y escribiendo sobre hombres imaginarios en barcos. —Tomó una respiración mientras se volvía y miraba hacia el recorte de TRON. Sacudió la cabeza y se acercó a tomar la chaqueta de la silla, murmurando entre dientes todo el tiempo. —¿A dónde diablos vas? —le pregunté, dando un paso delante de él para detener su salida. —A casa. —Su respuesta fue brusca, su mandíbula palpitaba de irritación. Tomé la oportunidad de echarle un vistazo por un momento, debatiendo si debía o no darle un buen golpe en los testículos. —¿Cómo sabes tanto de esas viejas películas? Levantó una ceja y se encogió de hombros. —Hablabas de ellas todo el tiempo. —No contigo. —Sabes que mi madre aún no tiene cuarenta, ¿no? Me tuvo cuando tenía diecisiete. Quería saber cuál era la gran cosa y también le gustaban esas películas de mierda. Las vi. Gran cosa. No pude responder. —No había gran cosa acerca de ellas, por cierto. Eran tan ficticias como la mierda que estás escribiendo. Así que tal vez debería dejarte con tu niño bonito de la pared y olvidarme de tratar de ayudarte a resolverlo. —Hizo un movimiento para pasarme y me interpuse en su camino de nuevo. —¿Qué planeaste aquí? Lo hiciste sonar como que solo tendríamos sexo... Suspiró y metió la mano en el bolsillo para sacar un chicle, depósito una pieza en su boca antes de responder. —Como dije, tener sexo una vez no apuntará en la dirección correcta. No tienes ninguna pista sobre tu propio cuerpo. No sabes nada del placer. Y sin embargo, ¿estás tratando de venderlo a la opinión pública? Si este libro tratase de historia antigua, ¿visitarías un sitio web? ¿Leerías un libro? ¿O harías una mierda de toneladas de investigación? Mi mente daba vueltas con su revelación. —¿Qué estás diciendo? Warner se dirigió hacia la puerta de nuevo. 4

John Bender: protagonista de El club de los cinco (1985). Era el criminal, el que constantemente causaba estragos en la escuela. 5 Duckie Dale: personaje de La chica de rosa (1985), amigo de la protagonista que está enamorado de ella sin ser correspondido. 6 Blaine McDonough: personaje de La chica de rosa, chico rico pero inseguro y manipulable, enamorado de la protagonista y si es correspondido.

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—Estoy diciendo que si quieres mi ayuda, haremos esto a mi manera. Tendrás un poco de maldita paciencia, porque no haré esto rápido para ti. Ni fácil. Y si todavía estás interesada en lo que tengo para ti, entonces me avisas. De lo contrario —dio un encogimiento desdeñoso—, tomaré mi parte de la mosca de la fruta del laboratorio el día que es debido. — Su mano envolvió el pomo de la puerta y al abrirla, dejó que una ráfaga de aire frío entrara desde el corredor. Mi voz estaba atrapada en mi garganta mientras veía como daba un paso adelante, pero antes de que pudiera terminar de caminar hacia la puerta, grité: —¡Estoy dentro, maldita sea! Estoy dentro. Dios. Eres un cretino arrogante, ¿lo sabes? Sonrió un poco cuando la puerta empezó a oscilar cerrándose tras él. —Sí, lo sé. Te veré después de las clases mañana. La puerta se cerró con un chasquido final y miré con incredulidad mientras el silencio me rodeaba, dejándome con mis pensamientos, sola. Mi corazón latía en mi pecho y se hacía eco entre mis piernas. Con un gruñido frustrado, asalté mi mochila y saqué mi portátil, lo abrí y fui hasta mi documento de Word. Mis palabras aparecieron en la pantalla y me quedé mirando con desdén mientras señalaba con mi cursor el botón Editar. Con un desgarrador clic, me moví hacia abajo a la opción de Seleccionar todo y después pulsé en Eliminar. Se fue. Todo. Mis manos se sentían entumecidas y mi cabeza estaba mareada, mientras colocaba mis dedos encima del teclado y tecleaba las primeras palabras que me vinieron a la cabeza. Odio al puto Warner Green. El cursor se burló de mí, mientras estaba allí sentada, inútil. Con un profundo suspiro, cerré el programa e ignoré la notificación de Guardar cuando apareció. No me atreví a borrarlo. Había trabajado tan duro y parecía como un fracaso si lo hacía. Pero Warner tenía razón: no había maldita salvación en lo que había intentado escribir. Mi mayor esperanza era que la noche siguiente, él me diera algo con qué trabajar.

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Seis Wardo

M

e recibió en su auto la noche siguiente, parecía mucho más a gusto que cuando la había dejado anoche.

—¿Nos dirigiremos a mi casa? —preguntó, pareciendo de repente aprensiva acerca de toda la cosa. Tal vez ese Frank había estado en un estado de ánimo intratable. Tal vez ella estaba a punto de comenzar su período. No lo sé. Había notado que sus pechos estaban viéndose un poco más grande. Estaba mordiéndome el nudillo del dedo pulgar derecho, mientras me miraba. —¿Sabes qué? ¿Por qué no vienes conmigo? Tengo que ir a casa de mi amigo Gary por unos pocos minutos. Ese era mi plan ahora y ella lo sabía, así que dijo bien y se metió en el auto. Apartó algunos papeles y paquetes de cigarrillos antes de sentar su remilgado trasero en mi asiento. Observaba desde mi periferia como se acomodaba y aseguraba su mochila en el regazo, tratando de no verse disgustada por la enorme cantidad de basura en mi auto. No la limpié a propósito solo para ver si decía algo. Parecía que no iba a hacerlo. Después de un paseo de diez minutos, la casa de Gary apareció a la vista y no pude evitar sonreír. Si hay algo que haría a Dawn relajarse sería una hora con Gary. Estacioné y la llevé a su puerta, donde entré sin llamar, sumamente feliz de verlo inclinado sobre una pipa, medio inhalando. Saludándolo, giré la cabeza un poco hacia atrás para presentarlo. —¿G? Dawn Bunny Sims. —Dawn —me corrigió, frunciendo los labios con disgusto. Moviéndose detrás de mí susurró con enojo—: ¿Estamos en la casa de tu distribuidor? Me eché a reír y me acerqué a la barra, sentándome en uno de los taburetes. —Espera. Porque está fumando, ¿tiene que ser mi distribuidor? Bonito. Bonito y agradable. Eres muy crítica, ¿lo sabes? Pasó de un pie a otro mientras miraba un lugar donde guardar su bolso. Le hice señas, para que me lo diera y lo hizo a ciegas, sin darse cuenta de que tenía la intención de sacar su ordenador portátil. —Dawn. —Gary dejó escapar un silbido y una larga bocanada de humo brotó de sus pulmones—. Eres esa Bunny, ¿verdad? —Se rascó la cabeza, con los dedos sucios raspando a través de su cabello hasta los hombros. Ese día era marrón. Supuse que se lo había lavado. Dawn puso los ojos en blanco y se cruzó de brazos. —¿De verdad, Wardo? ¿Le contaste a todos sobre ese apodo de mierda?

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Gary levantó las manos en defensa. —No. No a todo el mundo. Somos una familia aquí. —¿Nosotros? —Las palabras de Dawn salieron apenas un segundo demasiado tarde, mientras una de las puertas de los dormitorios se abría para revelar a mis amigos, Jemma y Declan, cayendo en la sala de estar, riendo histéricamente. Y la camisa de Jemma estaba al revés. Con clase. —Hola, Warner —dijo ella con su voz rasposa. Estaba con poco entusiasmo, tratando de domar su peinado rojo recién jodido. Declan se rascó la barbilla y tomó una galleta, haciéndome el signo de la paz en el proceso. —Hola, Wardo. Los ojos de Dawn se agrandaron. —¿Ellos también te llaman así? Me encogí de hombros, tratando de no revelar que, en cierto modo, siempre me había gustado su intento de meterse bajo mi piel. Haciéndome pensar que le importaba. Un poco. Lo que sea. Declan se acercó a Jemma y fingió masticar en su rostro, mientras yo gemía por sus desenfrenadas muestras de afecto en público. Ella tiró de su masa marrón de cabello, haciendo que se levantara otros cinco centímetros, cuando al entrar ya lo traía levantado unos doce centímetros. Él tiró de sus rizos rojos en respuesta y ella palmeó su rostro para empujarlo. —Chicos, esta es Dawn Bunny Sims. DBS, conoce a Declan y a Jemma. —No aparté la mirada de su ordenador mientras hacía las presentaciones. —Solo llámame Dawn. —Resopló y dio un pequeño movimiento en su dirección, murmurando entre dientes algo sobre no tener derecho. Adiviné su contraseña y reí cuando lo logré y abrí sus documentos. —Está bien, todo el mundo, acérquense. La traje —señalé a Dawn—, hoy porque necesitamos consultares sus opiniones. ¿Están dentro? Todos se encogieron de hombros como respuesta. —Perfecto. Bien, aquí está la buena. Verán, Bunny está escribiendo un libro y parece estar utilizando algunas palabras alternativas muy interesantes. En primer lugar, ¿alguno de ustedes sabe qué demonios es un corpiño? Gary pareció confundido. —¿Corp… qué? Jemma ladeó la cabeza y masticó un pedazo de galleta con la boca abierta. —Blusa. Esa es ropa interior vieja, ¿verdad? —¿Ropa interior vieja? ¿Cómo, sucia? —Gary frunció el ceño. —Pasada de moda. —Jemma frunció los labios para el efecto. —Oh. —Y Gary perdió interés.

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—Es como un corsé —respondió Dawn sin convicción. Le sonreí a Dawn. —Quítate el corpiño. —Cómeme —replicó. —Ahora no, querida, tenemos invitados. ¿Tal vez más tarde? —Me volví y le di una sonrisa. Puso los ojos en blanco. —¡Ah! Declan. ¿Sabes qué son botones de guijarros rosa de amor? —Eh, negativo. —Se rascó la parte posterior de la cabeza y se echó a reír. —¿Es un código para clítoris? —preguntó Jemma y Dawn se cubrió la cara con las manos, dejando escapar un gemido derrotado. —¿Protuberancias doloridas? —¿Alguien perdió un brazo? —Declan se inclinó hacia adelante para ver la pantalla. —¿Flor excitada? Esto se estaba poniendo divertido. —Dios mío. ¿Qué demonios estás leyendo? —Jemma se rió y luego comenzó a ahogarse con su galleta. Declan saltó detrás de ella, golpeando su espalda hasta que escupió el trozo de galleta y aterrizó al lado de mi codo. Señalé el lío. —Expulsión húmeda sedosa. —¡Eres una mierda! —gritó Dawn y me dio un puñetazo en el brazo—. Mira, lo entiendo, ¿está bien? Lo entiendo. Solo cállate, ya. Girando un poco en mi silla, descansé mi codo en la barra. —¿Jemma? Cuando te vienes... Ella arqueó las cejas. —¿Sí? —¿Te catapultas a la estratosfera y estallas en polvo de estrellas antes de ver fuegos artificiales detrás de tus párpados? Jemma se quedó quieta como una piedra y su boca se abrió un poco. —Eso suena como un derrame cerebral o algo. Aplaudí una vez y cerré el portátil de Dawn. —Gracias. Creo que terminamos aquí. Dawn estaba increíblemente mortificada y me encantó. —Nunca he tenido un orgasmo de esa manera. —Las cejas de Jemma se juntaron con preocupación. Su voz se volvió un susurro conspirador—. Quiero decir, soy una eyaculadora, pero nunca he tenido esa mierda sucediendo. —Sus manos se agitaron frente a ella como un árbitro pitando un strike.

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—¿Eres una qué? —Dawn la miró, con los ojos muy abiertos e intrigada. Jemma hizo una mueca. —¿Soy qué, qué? Declan se inclinó sobre el hombro de Jemma, levantando dos dedos y moviéndolos. —Una eyaculadora. —Oh, Dios mío —susurró Dawn. Le entregué el portátil y se apresuró a salir cuando agarré algunas cosas de Gary y les dije adiós a todos. Declan preguntó si mi hermanastra y su novio llegarían en algún momento pronto y tuve que decirle que no. Una vez más. Nolan en el mismo lugar con Declan era demasiado para que cualquiera pudiera manejarlo. Siempre estaba preguntando, como si lo idolatrara o algo así. Entrando en el auto, le sonreí a Dawn quien se dejó caer en el asiento del pasajero. —Les gustaste. Dijeron que deberías volver este fin de semana. —Sí… Voy a pasar. Pero gracias. Sintiéndome un poco mal por engañarla, suspiré y le di una palmadita alentadora en el hombro. —Mira, sé que tienes ciertas percepciones acerca de mí. Y después de que me fui anoche, me puse a pensar que tal vez sentías como que estoy tratando de entrar en tus pantalones. Necesitaba mostrarte las reacciones de otras personas para que confiaras un poco en mí. Nunca habrías estado de acuerdo si te lo hubiera dicho antes. ¿Pero no te alegras de tener alguna información creíble? Me miró con horror. —¿Alguna información? ¿Del Conde cannabis y la Eyaculadora? No pude evitar reír, mientras ella miraba por la ventana y murmuraba: —Ni siquiera sé cómo funciona eso. Entonces miró por el parabrisas, sin decir una palabra durante el resto del trayecto a su apartamento. Una vez dentro, se dirigió a su habitación y puso las cosas en una esquina antes de asomar la cabeza fuera. —Um. ¿Qué vamos a hacer hoy? Suspiré y me senté en el sofá, inclinándome hacia atrás y estirándome. —Vas a venirte para mí. —Necesito que repitas eso. —Entrecerró los ojos e inclinó la cabeza hacia un lado mientras me miraba. —Por favor, dime que sabes cómo hacerte venir. Resopló. —Perra, por favor. He estado batiendo records desde que tenía diez años. Mi cerebro se encogió un poco con esa información.

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—No vamos a hablar acerca de ti haciendo esas cosas tan joven, ¿de acuerdo? —Me acomodé en el sofá, sintiéndome sucio y no de una buena manera—. Solo quiero ver cómo te haces venir. Me dará una idea. Dawn miró alrededor de la habitación y tiró de las mangas de su camisa. —¿Aquí? ¿O en mi habitación? Toda su bravuconería se desvaneció justo en frente de mí. —Dondequiera que desees. Asintió y miró a su alrededor. —Supongo que el sofá es tan bueno como cualquier lugar. Después de un segundo de deliberación, se acercó y se sentó a mi lado, pasando rápidamente a la parte posterior del sofá. Cerró los ojos y cruzó las piernas, dejando que sus manos apretaran sus muslos. —¿Qué estás haciendo? —Estaba confundido como la mierda. —Solo cruzo las piernas y, ya sabes… —Su rostro se sonrojó cuando me miró. —¿Estás hablando en serio? Solo vas a cruzar las piernas. ¿A frotarlas juntas y a venirte? Asintió. —¿Cómo un grillo? ¿Haces esto en clase? ¿Hiciste esto en el autobús? —Me incliné adelante, cautivado—. ¿Alguna vez he estado alrededor cuando lo has hecho? Su cabeza cayó hacia atrás y se echó a reír, sonrojándose aún más. —Puede ser. Soy astuta. Exhalé y me recosté en el sofá. —Bien. Vamos a empezar aquí. Pero siéntate entre mis piernas y recuéstate en mí, ¿de acuerdo? Aceptó y se cambió de manera que su espalda estuvo segura contra mi pecho y su trasero se encontró entre mis muslos. —Relájate —susurré y la acerqué más. Acomodó su cabeza contra mi hombro y se lamió los labios, dejando que sus ojos se cerraran. Mis manos cubrieron sus rodillas mientras cruzaba sus piernas. Entonces observé con asombro, como apretaba sus muslos cerrados, las piernas palpitaban un poco, mientras las frotaba juntas y doblaba sus músculos al mismo tiempo. Su pecho se calentó y manchas rojos aparecieron en sus mejillas, mientras dejaba que sus labios se abrieran e inhalara una respiración entrecortada. Mis dedos se entrelazaron con los suyos mientras se movía en mi regazo y centré mi concentración en ella, en lugar de en la excitación en mis pantalones. Dejando caer mi cara a su sien, abrí mis labios junto a su oído. —¿En quién estás pensando, Dawn? Suspiró y sus mejillas se pusieron más rojas. Yo dejé escapar un hmm bajo. Tomando una de sus manos, la subí a su pecho y la dejé allí, hasta que se apoderó de él a través de su camiseta.

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—Joder, Dawn. Apuesto a que tu vagina está tan mojada en este momento, ¿no es así? —Mi mano bajó a la parte superior de sus pantalones vaqueros y dejé que mis dedos jugaran sobre la piel expuesta allí cuando empezó a moverse un poco más rápido—. No puedo esperar a verte chupar todo mi pene. Que me dejes saborearte. —Moví el cabello de su cuello y sacudí mi lengua a lo largo de su pulso. Estaba con la boca abierta ahora, sus respiraciones eran poco profundas y rápidas cuando envolví su cabello alrededor de mi puño y tiré un poco, lo que hizo que su cabeza cayera hacia un lado para poder respirar debajo de su oreja—. No puedo esperar a verte venirte de verdad, Dawn. Sus piernas se sacudieron mientras envolvía mis dedos alrededor de la parte frontal de su cuello, dejándolos correr a lo largo de su pulso. Deslizando mi otra mano bajo sus pantalones, mis dedos se posaron fuera de sus bragas para poder sentir lo mojada que estaba. Dejé mis manos allí, mientras se dejaba caer contra mí. —Dios —jadeó, dejando que sus dedos se desdoblaran de los lugares en su cuerpo. Aparté mis manos y me levanté, ajustándome a mí mismo en mis pantalones vaqueros. —¿Fue bueno? —Salió con más risa de lo que pretendí. Me miró con pereza. —Sí. Negué. —No. No lo fue. Tus orgasmos son débiles. Muy débiles. Necesitas trabajar en eso. —Metiendo la mano en el bolsillo, saqué un poco de dinero—. Compra un vibrador. Uno verdadero. Un conejo. Velocidad turbo. Algo. Porque tienes que venirte. Mucho. Se sentó y me miró con disgusto. —¿Pensé que era para eso por lo que estabas aquí? Negué y me dirigí a la puerta. —Paciencia, ¿recuerdas? ¿Cómo se supone que te complaceré si no sabes cómo trabajar tu propio clítoris? Silencio se estableció entre nosotros y tuve que morderme la lengua, no queriendo ceder tan fácil. Señalé hacia su escritorio, antes de caminar hacia la puerta. —Tal vez utilices esa imagen como inspiración. —Apestas —gritó detrás de mí. Me asomé por la puerta y me reí entre dientes antes de cerrar. —¿Tal vez trates de escribir esta noche? Tan pronto como el golpe seco de la puerta me alertó de la barrera entre nosotros, me doblé y palmeé mi pene, maldiciendo a mi erección. Me pregunté si tendría que venirme en el estacionamiento o si podría llegar a casa.

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Siete Dawn

I

ris se encontraba sola en la playa viendo el vaivén de la marea mientras ráfagas de viento del mar movían su largo cabello rubio.

Estaba contenta de hacer un agujero en el barco de Vlad antes de que zarpara. Merecía ahogarse en aguas abiertas por dejarla en primer lugar. Golpeé mi cabeza contra el escritorio cuando cerré mi ordenador portátil con desesperación. No sólo estaba frustrada por mi escritura, sino que también estaba caliente como el infierno, y todo era culpa de Warner. Además, me había dejado varada en mi apartamento sin mi maldito auto así que no tenía manera de llegar a ninguna parte, excepto a pie. Estaba agradecida de que fuera sábado y no tuviera que trabajar con Frank. Eso me recordó que había planeado dormir con alguien cuyo número de teléfono ni siquiera tenía. Después de una larga ducha y un intento de masturbarme en vano, decidí probar otra ruta para llegar a Warner: Candace. —Hola —dijo ella sin expresión cuando contestó al tercer timbre. —¿Candace? —Estaba mordiendo la piel de mis dedos con tanta fuerza que tenía miedo de perder mis huellas dactilares. —Eh, Candace no está aquí. —No seas estúpida, Candace, sé que eres tú. Resopló. —¿Por qué la gente hace eso? Marcaste mi número. Sabes que yo contestaré. ¿Por qué me preguntas si soy yo como si otra chica con mi voz fuera a responder mi teléfono? La imaginé sentada en su sofá de color naranja en su apartamento con sus pies sobre el regazo de su novio. Lo más probable era que estuviera masticando las puntas abiertas en su cabello castaño oscuro mientras Nolan estaba ocupado superando el último nivel de Candy Crush. O buscando el código para hackear la base de datos de la ONU. Los dos eran una pareja tan extraña que tenían completo sentido. Ambos eran tan pequeños. Si es que alguna vez procreaban, sus hijos serían de bolsillo y podría tener pequeños rizos rubios, como su papá. Añadan un humor más seco que el sarcasmo y su familia terminaría por estar en un programa de televisión algún día. —Dios, toda tu familia sólo está llena de asnos. —Esto era exasperante. Candace se quedó callada por un segundo. —¿Supongo que viste a Wardo? Nolan elevó la voz.

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—¿Ella vio a Wardo? —Sí, ¿no acabo de decir eso? ¿Qué está mal contigo? —espetó Candace de regreso. —Cállense, ustedes dos. Maldita Sea. Escúchame. Necesito el número telefónico de Warner porque tenemos una clase juntos este semestre y es mi compañero de laboratorio. Entonces ¿puedo tener su número de celular para contactarlo sobre nuestro, um, proyecto de la mosca de la fruta? —Ella dice que tiene una clase con él y que están estudiando a las moscas de la fruta. Nolan hizo un sonido extraño. —Me encantan las moscas de la fruta. Pregúntale si puedo ir a ver sus experimentos. Es sólo una hora en auto. Valdrá la pena. —Uh, Nolan... —¡Dios mío! Solo pon la maldita cosa en altavoz. Puedo oírlos a ambos, ¡y me está volviendo loca! Hubo un clic y un zumbido y luego Nolan se aclaró la garganta. —Hey. Hola, Dawn. ¿Puedo ir a ver tus experimentos con la mosca de la fruta? —No —le dije, irritado de no creerle—. Por favor, dame el número de Warner antes de que acabe en la cárcel por homicidio involuntario cuando atraviese el teléfono para estrangularos a ambos. —Sí, eso no es físicamente posible. —Candace hablaba en serio. —Está bien, voy a colgar ahora. Envíame su número por SMS. —Resistí la tentación de tirar mi teléfono y en su lugar esperé, mordiéndome las uñas hasta que el texto llegó. Menos de un minuto más tarde, estaba llamándolo, ni siquiera me sorprendió un poco de que se fuera al buzón de voz. —Eh, Warner. Soy Dawn. Sí, me trajiste a casa ayer por la noche, y no tengo mi auto aquí. Así que voy a necesitar que vengas a recogerme. Por Favor. Y gracias. —Empecé a colgar el teléfono y me detuve—. Ah, y este es mi número, obviamente, ya que acabo de llamarte desde aquí. Me puedes llamar. Quiero decir. Llámame. Me estoy vistiendo ahora. Adiós. Sacudiendo la cabeza, colgué el teléfono y me di cuenta de que le había dicho más o menos que estaba desnuda. Como mi mamá me trajo hace tantos años. Me puse a pensar en los pasados pocos días, las conversaciones y las revelaciones que se habían desarrollado. ¿Quién se creía ese Warner para enseñarme sobre sexo de todos modos? ¿Tenía algún tipo de grado en terapia de sexo del que no sabía? Mi corazón se detuvo por un segundo. ¿Sería un gigoló? No me habría puesto delante de él de saber que ha tenido a la venta sus bienes en los últimos años. Pero el pensamiento hizo que mi estómago se revolviera por alguna razón desconocida, y no me gustó. No es que no supiera sobre sexo. Mi bisabuela tenía un sótano entero lleno de esas húmedas, viejas novelas románticas que leía un día y nunca tiraba. Las ordenaba desde algún servicio de correo en el que podía conseguir, como, diez por un dólar. Eran cortas y dulces y llenas de, bueno, llenas de corpiños de rasgar y de pliegues húmedos.

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Solía desaparecer en ese sótano durante horas, tomando los libros y colocándolos en la mesa para ver donde se doblaban más las páginas. Ese era siempre el lugar que tenía la escena más caliente sexo. Lo sabía ya que las páginas estaban dobladas más allí donde mi bisabuela las agarraba mientras las leía. Así que me podía sentar allí durante horas y leer sólo las partes obscenas. Cruzando las piernas. Haciendo lo mío. Lo que sea. Tal vez es por eso que no me pareció que era del todo necesario tener sexo. O que perder mi virginidad no era un asunto tan grande. Había leído todo sobre eso durante años. Y podía manejarlo muy bien. Cuando me hice mayor, me gustaba pasar los veranos con mi tía. Tenía esta casa en un lago, con casa de botes y una piscina de tamaño completo. Toda su planta baja era una sala de grabación que tenía mesa de billar y TV de pantalla grande. También tenía una biblioteca en la que la que me perdía en los libros todo el día, todos los días durante todo el verano. Devoraba tres libros a la vez, asegurándome de tomar una novela de mala calidad por cada dos libros de suspenso que encontraba. De esa manera no iba a pensar que era una pervertida total. Tenía algunos de los buenos de verdad que tenía tríos y nalgadas o azotes. Lo digo en serio. Aprendí mucho en el transcurso de esos veranos. Solía imaginar cuando estaba nadando sola o poniéndome al día en las películas con mi primo en la noche, que era un muchacho casi de mi edad que me miraba desde el otro lado del lago. Era tan excitante y me asustaba al mismo tiempo pensar en la posibilidad de que tenía un admirador secreto. Supongo que por eso me encantaba su vieja colección de películas de los años 80. Me hablaban de una manera que las películas de mis amigos estaban viendo no hacían. Era todo sobre lo que una niña podría fantasear y estaba justo ahí, escrito con un hombre, en la televisión. La chica nerd, amante-de-los-libros que era perseguida por casi todo el mundo. Quería ser yo. Pero tal vez Warner tenía razón. Había vivido mi vida indirectamente a través de libros que no tenían nada que ver con mi propia existencia. Qué triste, triste epifanía. Con eso en mente, me obligué a ir al cuarto de baño para cepillarme el cabello y reflexionar sobre lo que acababa de descubrir sobre mí. Al apagar la secadora, incliné mi cabeza para comprobar mi cabello en el espejo y grité como loca. Warner estaba en la puerta de mi cuarto de baño, llevando una sonrisa de autosuficiencia. —¡Mierda! —grité y agarré mi bata en mi puño, pensando que tendría un ataque al corazón. Levantó una bolsa marrón. —Traje el desayuno. El terror dio paso a la furia mientras miraba con incredulidad. —¿Cómo demonios entraste aquí? Me dio un encogimiento de hombros.

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—Tienes una de esas llaves con imanes bajo tu neumático que no trajiste contigo esta vez. Te he visto hacerlo antes, cuando pensabas que estabas siendo astuta. Pareces estar muy aturdida a mí alrededor. Muy olvidadiza. —El hijo de puta se rio. Fui hacia él y me volví una vez que llegué a la cama. —Tengo que vestirme. ¿Puedes por favor ir por mi auto? Tengo cosas que hacer hoy. Metió la mano en la bolsa marrón y sacó un panecillo, tomando un bocado lento mientras se acomodaba en la silla que tenía en la esquina de mi habitación. —¿A dónde irás? —Pfft, ¿por qué? ¿Necesitas seguirme para tu “investigación”? —Fruncí el ceño y me moví a mi cómoda para tomar algo de ropa interior. Él no se movió ni un centímetro. —Depende de a dónde vayas. —Tengo que ir a la tienda de comestibles. —¿Y? Puse los ojos en blanco, sintiendo mis mejillas ponerse rojas. —Cállate. —Vamos. Admítelo. Sé a dónde irás. Moviéndome un poco para mirarlo, resistí a la tentación de darle una patada en las pelotas y lamerle el cuello al mismo tiempo. Quiero decir, parecía bastante caliente en mi silla comiéndose ese panecillo. Con su estúpido lindo rostro y su cabello que parecía recién salido de follar, emparejado con lo que supuse eran vaqueros sucios y una camisa de franela a cuadros. —Bien. Voy a comprar un vibrador con el dinero que me diste. ¿Feliz? Con una sonrisa gigante dijo. —Claro que sí, estoy contento. Eufórico, incluso. —Mordió todo el pan y se rio—. Voy a ir contigo para asegurarme de que consigas el correcto. —Oh, infiernos no. El estar contigo en una tienda porno está en mi lista de “Cosas que nunca haré antes de Morir”. —¿Quién más va a ayudarte? ¿El hombre detrás del mostrador? —Esa maldita ceja fue tan alto en su frente que pensé que iba a volar como una oruga y a convertirse en mariposa. —¡No! —Sí. —Por supuesto que no. —Joder, sí. —Se puso de pie y sacudió las migas de su regazo directo hacia mi recientemente aspirado piso—. Vístete, vamos. —Eh, sal de mi habitación y lo haré. —Lo espanté con mis manos pero pisé más cerca de su lugar. —¿Por qué tan tímida, Bunny? Ibas a dejarme hacer todo tipo de mierda desagradable contigo antes. Ahora ¿deseas permanecer muy abrigada? Confía en mí cuando te digo que dejar

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caer tu bata delante de mí debe ser la menor de tus preocupaciones. —Esa ardiente mirada estaba de vuelta en sus ojos y su voz había bajado una octava—. Hazlo. Déjame ver. Mis muslos comenzaron a presionarse juntos. Negué un poco, y dejé escapar un débil: —No. Avanzó poco a poco, y mi cabeza se inclinó un poco mientras sonreía. —¿Qué te preocupa? Voy a verlo pronto de todos modos. —Tal vez me gusta hacerlo en la oscuridad. —Tendría que gustarte hacerlo, primero. —Vamos, Wardo. Sólo quiero ponerme mis bragas. —Levanté el algodón blanco de ropa interior en el aire, colgando desde la punta de mi dedo. Warner suspiró, tomándolos en la mano y juntándolos en su puño. —¿Qué estás tratando de ganar? Supongo que no tienes los labios hasta las rodillas ni nada, por lo que tiene que ser una vagina muy estándar la que estás luciendo debajo allí. — Dejó caer su rostro al mío, sus labios fuera de su alcance—. Vamos. Déjame. Verlo. —Primero tú —solté. —Bunny Dawn. ¿Estás negociando? —Le hizo gracia. —Sí. Déjame ver porqué es todo el alboroto. —Retrocedí un pie y miré hacia su cremallera. Se encogió de hombros y tomó su botón superior, abriéndolo mientras miraba mi rostro. Los dientes de la cremallera hicieron un delicioso ruido mientras la sostenía entre sus dedos y lo bajaba para mover sus manos dentro y hacia sus bóxers. Empujándola hacia abajo un poco, junto con su pantalón, metió la mano y sacó su pene desde abajo, de la precaria posición en la que había estado. Contuve la respiración y apreté los labios mientras su puño subía con... —Dios mío. —Casi no podía respirar. Se rio entre dientes mientras me acercaba. Mis dedos se cerraron en mis manos para no estirar la mano y tocarlo. Era bastante inesperado. Estaba duro, eso era evidente. Y era tan largo y parecía ser de un buen ancho. Pero fue la cabeza la que me enamoró. El bonito rosa y los tonos azules de ella, era redonda y con un casco en la punta. Quería acariciar mi rostro contra él. Darle un besito en la ranura. Lo quería dentro de mí. Después de otros treinta segundos de mirar fijamente, lo aseguró dentro de su ropa interior y subió la cremallera de su pantalón. —¿Por qué estás duro? —le pregunté, alejando mi mirada de su entrepierna. Una risa brotó de su garganta cuando alargó una mano y luego frotó el pulgar por encima de mi lóbulo de la oreja. —Porque hay algo tan sexy acerca de lo tímida que actúas a mi alrededor. Quieres que crea que eres tan tímida, pero no lo eres. —Dejó caer la mano y se encogió de hombros de nuevo—. Me excita. Mucho. Dejé escapar un largo suspiro mientras miraba fijamente sus ojos.

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—Ahora tú —presionó. Como una chica de un estúpido harem paralizada por un encantador de serpientes, dejé caer mi bata a mis pies. Él miró por encima de mi cuerpo una vez mientras respiraba rápidamente entre dientes. Bajando hasta mi estómago, sus ojos viajaron aún más tortuosamente lentos hasta que se establecieron entre mis muslos. Mis manos estaban abriéndose y cerrándose mientras él fruncía los labios y luego se los lamió. —Tenemos que irnos —murmuró y llevó su mirada a mi rostro. Todo mi cuerpo estaba tan rígido bajo su inspección que me sentí casi dolorida para moverme cuando se giró de espaldas a mí y dejó la bolsa que había traído. Lanzándola hacia mí, dio una rápida sonrisa. —Te traje pastel de zanahoria. Y el momento se perdió. —¡Olvida la mierda de Bunny! —grité mientras cerraba la puerta detrás de él.

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Ocho Wardo

D

ios, era tan fácil sacarla de quicio. Permitirme entrar en su apartamento había dado lugar a la reacción exacta que esperaba. Ella pidiendo ver mi erección fue la cereza del pastel.

O la cereza del pastel de zanahoria. Lo sabía, sólo lo sabía, iba a usar el dinero que le había dado para comprarse un vibrador. Era mucho más fácil de convencer que el crédito que le había dado al principio. —Ven a mi regazo. —Compra un vibrador. —Muéstrame tu coño. No pasaría mucho tiempo antes de que la viera usar los juguetes que la acompañaría a comprar. Le enseñaría el arte del orgasmo. Me suplicaría hacerle sexo oral. Yo esperaría hasta que pidiera mi polla y todavía no accedería. Pero, primero, iríamos a una tienda porno a comprar un vibrador. Tenía que ser uno de los cinco mejores momentos de toda mi vida. Me había masturbado tanto anoche que mi muñeca y mi polla estaban acalambradas. Había empezado en la ducha, ya que el agua y el jabón hacían que fuera mucho más fácil manejarlo. Podía apretar el puño en mi eje tan duro como quisiera, masturbarlo tan rápido como pudiera y estaría firme durante toda la experiencia. Me gustaba presionar el brazo contra la pared para mantener el equilibrio y descansar mi frente allí, para así poder mirar y fingir que era su mano haciéndolo. Podía verlo. Su delicado puño trabajando duro y rápido. Le enseñaría a agarrarlo y girar su muñeca. Le mostraría cómo mover su palma alrededor de la cabeza y presionar el pulgar bajo la curva. Sería una experta en usar las dos manos, amasando mis bolas y haciéndome terminar en su palma. El pensamiento me hizo correrme en la pared y jadeé bajo el chorro, el agua casi ahogándome, con la cabeza echada hacia atrás y mi puño golpeando contra la fibra de vidrio. Había pensado que había terminado, pero la promesa de lo que estaba por venir no era algo que pudiera sacar de mi cabeza. Fumé un par de cigarrillos. Traté de empezar la tarea. Puse una película, pero tan pronto como la actriz estuvo en topless, me encontraba duro imaginando de nuevo los pezones de Dawn y sus labios carnosos entreabiertos por mí estando en su interior. La segunda vez que me corrí, estaba en el sofá. Metí la mano en mis bóxers, luego puse un poco de lubricante. Me imaginé que ella estaría más húmeda, más apretada, que se sentiría como el cielo comparada con la soledad en la que había estado durante el último año. Había pasado un tiempo desde que había tenido mi polla en otra cosa que no fuera mi mano.

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Odiaba el momento de limpiarme, después de terminar y aunque estuviera satisfecho. Siempre juraba que usaría un condón porque era más fácil, pero se sentía tan impersonal. Incluso con la masturbación. La última vez, fue esta mañana cuando me desperté, porque sabía que la vería para ir de compras. Esa vez había llevado más tiempo y hubo mucho que limpiar. Mis sábanas estaban lavándose para cuando me fui. Pero, maldita sea, si no me hacía ponerme duro de nuevo en su dormitorio, pidiendo ver mi polla. Debería haberle pedido que la besara. Pero podía ser paciente. Tenía que tomarme mi tiempo si algo de esto iba a funcionar. Ayudarla a comprar un consolador sería una verdadera prueba para mi fuerza de voluntad.

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Nueve Dawn

E

n la historia de las malas ideas, esta tenía que ser en la parte superior de la lista. En el top cinco, por lo menos. Compras de juguetes sexuales con Warner Green. ¿Me había vuelto loca?

Él se apartó de mí en el asiento del conductor, conduciendo con la mano derecha y la rodilla mientras con su izquierda aventaba su cigarrillo por la ventana. Después de soltar una rápida ráfaga de humo de su nariz, se volvió y se dirigió a mí. —Entonces, ¿qué te hizo decidirte a escribir lo que ibas a escribir? Yo suspiré y miré a través del parabrisas para evitar el escrutinio de sus ojos. —Adivino que el océano simplemente parecía romántico. La base de la historia era esa... —Vlad seguía vivo y regresó por ella, haciendo todo bien porque ella lo esperó todo el tiempo, ¿verdad? Cerré los ojos y me dejé caer en mi asiento y gemí. —Ahora ¿me estás diciendo que soy poco original? Warner se rió un poco. —No estoy tratando de hacerte sentir mal. Sólo te quiero fuera de la caja, eso es todo. —Bueno, este viaje a una tienda de pornografía debería ayudar. —Me reí. —Um, quería preguntarte algo. ¿Tu Iris trabaja en un bar? —¿Cómo mesera de cerveza? Él se atragantó con el humo. —Claro. ¿Por qué no? ¿Está sirviendo whisky y vino? Sólo estoy preguntándome si escucha a los marineros, mientras cuentan sus historias marineras. Si lleva una cadena fabricada con la mejor plata del norte de España. ¿Acaso Vlad le dijo que sería una buena esposa, pero que su vida, su amor, su señor, es el mar? Me moví en mi asiento para mirar por encima de él. —No, pero eso fue muy poético. —Es una canción de los años sesenta, Bunny. Vamos. ¿“Brandy”? ¿Por Looking Glass? ¿En serio? Supongo que tendré que ampliar tus horizontes en la música, también. —Oh, ¿así que ahora me estarás dando mierda de antes de que naciera? Él hizo una mueca como si dijera: —No dije eso. —Pero muy bien que implicaba eso.

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En el momento en que se detuvo en el estacionamiento de nuestro destino, estaba en sus brazos de nuevo. Irritada y sintiéndome menos que estelar. Estaba tan nerviosa por él y la situación por completo. Y los carteles en las paredes de la tienda no estaban ayudando a mi situación en absoluto. —Deja de mirarme —le susurré al póster de una chica en cuclillas en tacones translúcidos. Sus ojos me siguieron a través de la tienda, y quise volver corriendo hacia el estacionamiento. Pero entonces algo extraño sucedió. Warner Green me tiró a su lado con su mano envuelta alrededor de mi cintura, asegurándome con su cadera mientras me guiaba directamente a la parte posterior de la tienda, como si supiera exactamente a donde ir. Me imaginé que era porque lo sabía. Se detuvo cuando nos enfrentamos a un enorme anaquel de pared con vibradores. Sentí que mi cara enrojecía al mismo tiempo que una señal de socorro era enviada a mi canal de parto. Alertándome del hecho que no había habido nada más grande que cualquier cosa en esa pared alguna vez en mi interior. —No creo que esto vaya a funcionar. —Las palabras salieron de mi boca mientras trataba de alejarme, pero Warner aumentó la presión sobre mí. —Relájate. Te aseguro que te irá bien. No voy a lastimarte, Bunny. —Sus ojos eran suaves y tranquilizadores mientras yo miraba hacia él, y por alguna razón, sentí como si estuviera diciéndome la verdad—. Independientemente de lo que has leído en los libros tuyos, más de un dedo meñique puede caber dentro de una mujer. No es que puedas poner una botella de vino de cristal todo el camino hasta allí, pero ya me entiendes. Me quedé de piedra. —¿Cómo diablos sabes tanto sobre, ya sabes… —me detuve, haciendo un movimiento de mano hacia las muy temibles—… vaginas plásticas? —¿Quieres decir esa vagina? —Me apretó la cintura con los dedos—. Dilo. Va-gi-na. Está bien, te lo prometo. Especialmente aquí. —Su mano se extendió en un gesto dramático por la habitación. —¡Muy bien! —le susurré, bajando la voz para ver alrededor de la tienda a otros compradores. —Vagina. ¿Cómo sabes tanto sobre ella? ¿Necesito ver una prueba de ETS de ti antes de que hagamos algo? Su expresión se volvió pensativa. —Puedo conseguir una para ti si quieres. —Realmente rápido. ¿Con cuántas mujeres te has acostado? Responde ahora. —Con tres —respondió de inmediato—. Una en la secundaria. Una en una relación a largo plazo. Una mujerzuela. —Su rostro estaba transmitiendo su honestidad—. Y, un día, podría decir qué sé mucho de —se inclinó con una diabólica sonrisa—, deeeee tiiiiiiiiiiiiiiiiiiii. —Eres tan inmaduro. —Me reí y me apoyé en su costado, sintiéndome más cómoda después de ese intercambio. Volviendo mi atención de nuevo a la muralla de penes, examiné lo

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que tenía que ofrecer. Después de un par de minutos, sentí a Warner moverse de mi lado, y empecé a mirar los diferentes elementos que se mostraban. Las opciones eran extensas, y tiré de algunas cajas de la pared, sin tener en cuenta los senos que estaban en todos los paquetes mientras miraba los artículos. —¿Qué tal este? —Me di la vuelta para encontrar a Warner tirando de una botella de un estante a unos metros de distancia. Miró por encima de mí e inclinó la cabeza para inspeccionar mi elección. —Si eso es lo que quieres. Y todo lo que pude pensar era que, en este punto, sólo quería acostarme con Warner. Treinta minutos más tarde, estábamos discutiendo en la caja. —Yo no... no. —Fui inflexible—. ¿Por qué necesito cuatro vibradores diferentes? No voy a iniciar una colección, Wardo. El hombre detrás del mostrador nos vio ir y venir, no divertido en lo más mínimo. —Debido a que lo harás. —Empujó las cajas hacia el cajero, pero yo lo intercepté y las jalé hacia mí otra vez. —No, estoy bastante segura de que uno de ellos estará bien. —Lanzándole una sonrisa falsa al trabajador, deslicé la de conejo hacia él. Warner resopló y se abalanzó sobre mí, quitándome la bala de mis manos y dándosela al hombre antes de tener que perseguirme tres metros en el pasillo de DVD’s para traer físicamente la varita que llegaba hasta el lugar G y algunas extrañas perlas que había agarrado de mi abrazo de muerte. —No va a pasar —le grité mientras trataba de alejarme para sacar las cuentas de mis dedos doblados. bruta.

—Te va a gustar, te lo prometo —gruñó cuando le di la espalda y luché contra su fuerza

—No. No lo haré. ¡No! —Me mantuve firme, tirando duro y perdiendo el equilibrio en el proceso. El paquete fue arrebatado de mis manos, y salió volando de cara contra un video XXX mostrándose, gemí cuando miré hacia arriba y me di cuenta de que había aterrizado de nariz en la entrepierna de una estrella porno. —Lo abrió. Tendrá que comprarlo ahora. —El empleado suspiró y señaló el anuncio en grandes letras blancas por encima de su cabeza que reiteraba lo que acababa de decir. Con un resoplido derrotado, tiré las cuentas sobre la cabeza de Warner antes de empujarme a mí misma para ponerme de pie y pisotear lejos para esperarlo en la puerta. Él apareció unos minutos más tarde con un bolso negro bajo el brazo y el triunfo escrito por todo su rostro. —Compré baterías y algunos lubricantes. Ya sabes. Por si acaso. —¿En qué en el nombre de Dios es lo que trabajas para tener el dinero para comprar estas cosas? —Um, trabajo en la librería del camino. Y, tengo algo de dinero ahorrado. No te preocupes por eso. —Metió la mano en el bolsillo y desenvolvió un chicle, después sacó sus gafas de sol del bolsillo de su camisa y las depositó en su rostro—. ¿Estás lista?

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Por primera vez, no estaba segura de a lo que se refería su pregunta. El trayecto hasta la escuela fue en silencio, y una vez que recuperé mi auto, me alegré por el tiempo a solas. Era una extraña relación la que Warner y yo teníamos para empezar. Pero el añadido nivel de intimidad estaba haciendo explotar mi mente, y estaba teniendo dificultades para comprender por qué estaba muy cómoda con él. Y por qué tan fácilmente me había movido a hacer lo que pedía de mí. Era como si hubiera robado mi espina dorsal y la hubiera reemplazado con unas bragas mojadas. Una parte de mí sabía que bajo la apariencia de ser una mejor escritora me estaba presionando para poner un mayor empeño. Pero otra parte de mí quería las experiencias que había leído durante tanto tiempo. Quería saber lo que se sentía. Todo. ¿Y quién mejor para mostrármelo que alguien que había conocido la mitad de mi vida? Además, era sexy. Y su boca decía palabras que hacían que mis dedos de los pies hormiguearan. Tal vez estaba un poco atraída por él. Ah, infiernos. ¿Con quién estaba bromeando? Estaba atorada porque iba a llegar a eso pronto. Corrí a mi apartamento y escuché mientras él seguía detrás, cerrando la puerta y fijándola con un clic final de la cerradura. La emoción zumbaba en mis venas cuando puse mi bolso abajo y miré a su alrededor un lugar de estar de pie para no parecer demasiado ansiosa. Warner estaba fresco como una lechuga, pasando junto a mí y yendo a mi dormitorio para depositar mis nuevas golosinas en mi edredón. Meditó la selección y pareció decidirse por el conejo antes de agarrar el paquete de baterías e ir a mi cuarto de baño. Escuché como el agua de mi fregadero empezó a correr, entonces me acerqué a mirar en la puerta para verlo lavar el aparato con cuidado con una concentración que nunca había visto antes en él. Cuando terminó, se volvió y lo sostuvo en alto para que lo viera. —Tienes que mantenerlo limpio. —Sonrió ante su propia broma. Yo jugueteé con las mangas de mi camisa, tirando de ellas hacia abajo y estirándolas mientras él secaba la cosa y colocaba las baterías en el interior de. Le dio un clic rápido para asegurarse de que trabajaban a su satisfacción. Luego, con un brillo casi demente en sus ojos, se rió. —¿Lista? —¿Eh? ¿Quieres que lo utilice mientras estás aquí? ¿Mirando? Um... —La perspectiva ni siquiera había pasado por mi cabeza. Dejando que su mano bajara un poco, su seductora sonrisa me deshizo. —¿No quieres que te ayude? El aire abandonó mis pulmones en un silbido mientras miraba fijamente sus ojos. —Sí. —Salió en un chillido. Parecía que era el gato que se tragó al canario. —Me parece bien. Pasando junto a mí, quitó de mi cama los artículos restantes y se quitó la chaqueta así como sus calcetines y zapatos, colocándolos en un rincón mientras yo hacía lo mismo. Cuando estuve en camiseta y pantalones vaqueros, eché un vistazo en su dirección.

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Él estaba recostado en mi cama, con la espalda contra la cabecera, y el vibrador en mi mesita de noche. Con una ceja arqueada, levantó la mano y dobló el dedo en un movimiento de ven acá. Mi cabeza daba vueltas, y mis rodillas empezaron a temblar mientras cruzaba los pocos pies a mi cama y me arrastraba sobre mis manos y rodillas a sus pies. —Ven aquí —susurró. Yo seguí sus palabras, deslizándome por sus piernas y muslos a horcajadas sobre sus caderas, flotando allí mientras miraba mis ojos. Él apartó un mechón de pelo de mi cara y apoyó los dedos en mi mejilla. Ese ligero movimiento envió a mi cara hacia delante, hacia la de él. Nuestras frentes descansaron una contra otra por un momento antes de que yo tomara una respiración profunda y cerrara mis ojos. Mis labios se encontraron con los de él. Fue dulce, ese primer beso. Lento y suave, con nuestras lenguas apenas tocándose. Me instalé en sus muslos y descansé mis manos sobre sus hombros mientras me volvía más audaz. Dejando mi boca un poco abierta, deslicé mi labio inferior entre los suyos y suspiré mientras los chupaba. Todos mis sentidos estaban en alerta máxima mientras me fundía en él, toda atrapada en el momento. Se sentía tan agradable. No sólo agradable. Besos dulces y simples y perezosos que estaban haciendo que mis entrañas se convirtieran en mantequilla caliente. Sus manos estaban en mi espalda, arrastrándose por la parte baja de mi cabello para rozar mi piel donde se exponía en la espalda. Me estremecí, y él sonrió contra mi boca, dejando que sus dedos se arrastraran arriba y debajo de mi camisa para jugar a lo largo de mi columna con toques suaves. Esa vez, juro que gemí un poco. Él lo tomó como un estímulo, jugando lentamente su lengua en mi boca hasta que la abrí para dejarlo entrar y tocarlo con la mía. Todo fue tan lento, y ni siquiera me di cuenta de cuán excitada estaba hasta que me moví en su regazo y me reuní con su dura longitud atrapada entre nosotros. Fue todo el incentivo que necesité para presionarme a mí misma en la parte superior y doblar mis caderas para sentirlo resbalar contra la costura de mis pantalones vaqueros. Su boca se abrió, y exhaló, sus ojos se abrieron y se clavaron en los míos. —Eres una buena besadora, Dawn. —¿Sí? —Comencé a mecerme hacia adelante sobre él de nuevo. Ambas cejas se levantaron en su frente mientras empujaba sus caderas contra mí. —¿No podías decirlo? —Mi corazón se aceleró en mi pecho mientras lo besaba de nuevo, sintiendo sus manos a mis lados y en mis costillas para detenerse en la curva de mis pechos—. ¿Estás toda mojada por mí? —susurró, y me quedé sin aliento mientras giraba contra mí un poco más, haciendo que mis ojos se cerraran inesperadamente. Me limité a asentir y me mordí el labio mientras él se arqueaba hacia mí con más fuerza. —Mmm, apuesto a que lo estás. —Dejó un rastro de besos sobre mi mejilla y hasta mi cuello mientras sus manos finalmente se movían hacia el interior en el descenso, cuando tomó mis pechos—. Pechos perfectos. Trasero asombroso. Tus labios saben tan dulce, nena. Apuesto a que el resto de ti es aún más dulce. Mi cabeza rodó hacia atrás mientras él jalaba de mi camisa. Su rostro se movió hacia abajo mientras sus dedos jalaban las copas del sujetador abajo para exponer mis pezones a él.

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Su boca los encontró, y sopló aire caliente sobre mi piel antes de jalar un pezón en su boca para chupar suave y lento. —Oh, Dios. —Palmeé la parte de atrás de su cabeza. —Lo sé. Brazos arriba. —Yo obedecí, y mi camisa fue sacada por mi cabeza justo antes de que desabrochara mi sostén, permitiendo que mis senos se cernieran en su rostro—. Simplemente increíble. —Sus labios se envolvieron alrededor del otro pezón, y chupó más duro mientras nos besábamos uno al otro con más fuerza—. No puedo esperar a estar dentro de ti, Dawn. Ahora que te he visto. Tomará cada gramo de fuerza de voluntad no hacerlo. —No tienes que esperar. —Me sacudí mientras mi cuerpo comenzaba a moverse a tiempo con el de él. —Lo tengo que hacer. Tú tienes que esperar. —Él estaba respirando con fuerza. —Pero yo lo deseo. —Yo también. Pero hay pasos. —Él acarició mi pecho una vez más antes de chupar un pezón en su boca y hacer que mis piernas temblaran. Sentí una onda expansiva golpear directamente entre mis muslos, y dejé escapar un sonido que nunca había hecho antes en mi vida. Hubo una ráfaga de improperios saliendo de la boca de Warner, y se empujó hacia adelante para dejarme en mi espalda. Empezó a tirar de mis vaqueros y los bajó por mis muslos para lanzarlos a través del cuarto. Después, luchó con mi ropa interior, que aterrizó en la lámpara al lado de la cama. —Ese sonido es tan sexy. Él se tomó un momento para mirar hacia mí, desnuda debajo de él, y me estremecí por querer devorarme. —Voy a degustarte pronto, Dawn. Usaré mi lengua y haré que digas mi nombre. Pero hoy, quiero verte venir. —Por favor. —Froté los muslos a lo largo de la parte exterior de sus muslos, desesperada por lo que pasaría después. Estaba temblando de expectación y abrumada con la sensación, consciente de la siguiente cosa que saldría de mi boca—. Por favor, quítate la ropa, también. —No sé por qué se sentía más equitativo de esa manera, pero lo hacía. Tal vez esperaba estar demasiado atrapada en el momento y dejar que lo hiciéramos de todos modos. Él fue precipitado en desnudarse, y me miró fijamente desnudo y flotando por encima de mí; fue el momento más surrealista de mi vida hasta la fecha. Su delgado cuerpo era musculoso debajo de la ropa que llevaba, y me enamoré por la forma en que los músculos de sus hombros se doblaron mientras su cabeza se inclinaba para mirar por encima de mí. Mis piernas estaban abiertas y las envolví alrededor de él y se lamió los labios mientras su mirada se quedaba fija en mi cara. Sin palabras, su mano se extendió por la mía y tomó mis dedos hacia arriba, doblándolos hasta que sólo mi puntero y el dedo medio se mantuvieron estirados. Observé, sin aliento, mientras los bajaba a mi clítoris y los movía abriéndome. Yo estaba mojada. Como insondable húmeda, y la sensación de eso en mis dedos fue intenso. —Así. —Se movió sobre mí para estirarse y subirse a horcajadas sobre mi muslo derecho. Su pene se apretó contra mi piel desnuda, y cerré los ojos al sentirlo. Nuestras manos

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estaban todavía juntas mientras movía los dedos arriba para pasarlos entre mis labios hinchados, haciendo que mi pierna izquierda se abriera en el proceso—. Aquí, muéstramelo. Añade más dedos cuando lo necesites. —Sus instrucciones me estaban impulsando. Su mano se apartó, y lo sentí a acomodarse en el colchón mientras trabajaba mis dedos más rápido. —Reduce la velocidad. —Él suspiró en mi oído—. Lo alcanzarás. Sólo siente, nena. — Mi pecho subió y cayó en períodos cortos mientras yo reducía la velocidad y añadía un tercer dedo—. Esa es una vista hermosa. —Gimió un poco dejando que su mano viajara a través de mi pecho—. Creo que podría verte jugar con tu vagina todo el día, ¿lo sabías? Ahora puedes ir más rápido, si lo necesitas. Besos cálidos fueron colocados en mi mandíbula mientras su mano trabajaba sobre mis pezones en un patrón lento. —¿Estás escribiendo esto en tu cabeza mientras lo haces? Mis ojos se abrieron, y volví la cara para mirarlo. —Sólo dame un beso, Warner. Él lo hizo, con el torso inclinado sobre mí mientras nuestros labios se encontraban. Él me tomó la barbilla en su mano, apoyándose con la otra. La sensación de él contra mí, mi mano trabajando sobre mi clítoris más rápido y más duro de lo que jamás imaginé que podría tocarme. Su lengua en mi boca me hizo sacudir un poco las piernas y comencé a cerrarlas por instinto. —No lo creo. —Se agachó para evitar que mis muslos se cerraran. En una falta de definición de movimiento, se cernió sobre mí, agarrando el vibrador y girándolo en mi parte, presionando mi espalda contra su pecho. Colocando la pierna abierta y sobre su muslo, acarició mi oído y puso un suave beso allí. Yo estaba abierta y temblando mientras estiraba su mano entre nosotros. Frotó los dedos en mi humedad, sobre mis nervios excitados, y luego se movió para deslizar sus dedos alrededor y entre mis nalgas. —No te detengas por mí. —Um. —Salí de mi bruma y comencé a girar, pero él me mantuvo en mi lugar. —Shh, no voy a hacer eso ahora mismo. Me lo pedirás un día. Pero hoy no. Confía en mí. —Su voz era seductora, y me relajé en sus brazos mientras deslizaba su pene entre mis nalgas y luego aseguraba mi pierna sobre su muslo de nuevo, atrapándolo, y dándole la fricción para deslizarse entre nosotros—. ¿Estás lista? —preguntó mientras su dedo accionaba el vibrador. Yo me limité a asentir, apretando los ojos cerrados mientras sentía el brazo abajo. El zumbido del vibrador hizo que mi piel se erizara, y me preparé para lo que iba a suceder. Pero no había manera de estar preparada. Suave, colocó la punta del mismo en mi clítoris, y yo me resistí un poco, sintiéndolo deslizarse detrás de mí. Sobrecargada. Estaba en sobrecarga y apenas había sido tocada. Él lo pasó de nuevo y rodeó mi entrada, dejándome aclimatar a la nueva sensación. Y entonces, con una presión firme, mirando por encima de mi hombro todo el tiempo, deslizó algo de él en el interior. Di un grito ahogado, mientras me llenaba un poco a la vez, mis ojos

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tratando de asimilar lo que estaba pasando debajo. Lo movió dentro y fuera un poco, cambiando a su alrededor y haciendo que mi espalda se arqueara hacia afuera mientras jugaba. —Oh mi Dios —me quejé mientras él bombeaba una pulgada y se retraía. Mis caderas estaban dando vueltas, en ángulos mientras trabajaba dentro un poco más de mí. Su risa era en parte desesperación y en parte oscura fascinación. —Vas a venirte tan duro. Lo sé. Estás completamente empapada y tan jodidamente hinchada, nena. Ya puedo sentirte resbalosa por todo mi pene. —Movió sus caderas en mi espalda para hacer su punto, y yo cerré los ojos, dejando escapar un gemido tímido—. Relájate para mí. —Sus palabras me hicieron cosquillas en el oído, e intenté con todas mis fuerzas encontrarlo. Cuando lo hice, él se deslizó en casa. Mi brazo voló sobre mi cabeza, y agarré su cabello, tirando mientras el vibrador me llenaba. Él giró en el interior, las orejas de conejo hicieron cosquillas en mi clítoris. Lo dejó reposar un momento antes de tirar un poco y luego meterlo de nuevo. Mis caderas se reunieron con sus embestidas, haciendo que su pene se deslizara entre mis nalgas mientras me retorcía contra él. Él susurró un ligero sí de vez en cuando, viendo la forma en que mi cuerpo respondía a lo que estaba haciendo. Besando mi cuello y clavícula con suaves y húmedos besos, y casi grité cuando él mordió mi hombro con la menor presión. Un pequeño movimiento de su dedo pulgar y el pulso del vibrador aumentaron. Enviándome a un ataque de tirones y espasmos antes de que dejara de moverse alrededor y se quedara en ángulo sólo en la parte delantera de mi hueso púbico. Todo mi cuerpo se puso rígido, y el sonido que dejé escapar fue más fuerte que el anterior, un grito gutural profundo que no pude detener. Agarrando su cabeza en una mano y las sábanas con la otra, todo mi cuerpo se paralizó. Sentí el latido y la contratación aumentar cuando me vine rápido y duro. El conejo hizo un zumbido extraño mientras me cerraba sobre él y mis músculos amenazaron con hacer que los engranajes se quemaran. Warner sacó el vibrador y lo reemplazó con su mano, bombeando los dedos más rápido mientras gruñía en mi oído. Luego presionaba de regreso una última vez antes de que chorros calientes de su venida golpearan mi columna. —Maldita sea, Dawn. —Su aliento era inestable en mi oído—. Eso fue tan caliente, nena. ¿Ves? Mira lo duro que te viniste. —Levantó la mano, cubierta de reluciente humedad mientras yo tomaba una bocanada de aire. Me volví sobre mi espalda y miré hacia él, aturdida y retorciéndome mientras temblores aún atormentaban mi cuerpo. —Mierda. —No podía respirar lo suficientemente profundo. Él asintió, sonriendo antes de inclinarse y darme un suave beso en mis labios. Yo cerré los ojos y dejé que su toque se hundiera antes de que se apartara. —Acabas de venirte totalmente en mi espalda, ¿no? —Abrí los ojos y le di una mirada divertida. Sus ojos se abrieron en estado de shock.

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—¿Qué diablos se supone que debía hacer? —Yo me encogí de hombros y me moví con la sábana pegada a mi espalda—. Tú te viniste en mi mano —me recordó, moviendo sus dedos. Suspiré. —Lo sé, y si me quedo acostada aquí más tiempo se va a secar y luego seré esa chica que canta esa canción de Superman. Warner salió de la cama y sacudió la cabeza. —Eres única, Bunny Dawn. —Sí, lo sé, Wardo. —Me senté y tiré de la sábana de mi espalda. Antes de que llegara a la puerta del baño, lo detuve—. Hey. —Se dio la vuelta y me miró mientras tiraba de mis rodillas a mi pecho, tomándome un segundo para respirar—. Gracias por esto. Ya sabes. Agachando la cabeza, apreté mi boca en mis rodillas y traté de ocultar mi sonrisa. Él golpeó el marco de la puerta, captando mi atención. Miré hacia arriba para verlo inclinado contra la puerta, hermoso, desnudo, y viéndose satisfecho. —Oh, es sólo el principio. Estaré en la ducha si quieres unirte a mí. ¿Cómo diablos se supone que debía rechazar una invitación cómo esa?

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Diez Wardo

L

a llamé un par de días más tarde. —Nos vemos en la librería para un café. —¿A qué hora?

Sonreí en el teléfono, mirando alrededor, a mis compañeros de trabajo en la sala de descanso hablando sobre mierda que no me importaba. —Si estás aquí en quince minutos, estaré en el descanso. —¿Hay alguna razón por la que quieres que vaya? —Sonaba cauta pero interesada al mismo tiempo. No pude dejar pasar la oportunidad, así que la tomé. —Hay un millón de razones por las que quiero que vengas, Bunny. —Oh Dios, quise decir ¿hay una razón por la que quieres que te encuentre en la librería para un café? —Tal vez quiero que te sientes y llegar a conocerte mejor. Tal vez quiero saber más sobre la chica en la que voy a poner mi pene. Exhaló fuertemente y eso causó un pulso debajo de mi ombligo. No quería endurecerme en la sala de descanso. No quería regresar al piso para catalogar libros con gotas de líquido preseminal en mis calzoncillos. Pero eso era algo que me había enseñado a controlar, así que tomé una respiración profunda y le ordené que se bajara. —Estaré allí en cinco minutos. Tardó diez, me había dado cuenta cuando escuché su voz a mi espalda. Me sobresalté un poco, cerré la tapa de golpe y me di la vuelta para verla mirándome con curiosidad. —¿Un buen libro? Negué y lo dejé caer de nuevo en la caja detrás del mostrador. —El más gran pedazo de mierda literaria en el planeta. Si todavía hicieran quemas de libros estaría en lo alto de la lista. —Todo bien, entonces. Tal vez la próxima vez puedas decirme tus verdaderos sentimientos sobre él. Se rió y fingí que también me pareció divertido, pero solo para su beneficio. La llevé a la pequeña cafetería donde hacían el mejor café de la zona y le hice un gesto para que se sentara. Pidió un café helado, que estaba tan lleno de azúcar que me pregunté si dormiría en toda la noche. La empleada detrás del mostrador siempre había coqueteado conmigo, pero me vio entrar con Dawn y el gesto helado que me mostró casi me hizo sonreír. Pero lo escondí, porque a veces le escupían a la crema batida.

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Dawn estaba mirando su teléfono cuando me acerqué y finalmente levantó la vista una vez que le entregué su bebida. —Lo siento. A veces, esto de escribir puede sentirse como un trabajo de tiempo completo. Todos estos mensajes de correo electrónico inundan mi bandeja de entrada. Además mis amigos de escritura se preguntan por qué no ha habido ni una actualización. A veces, puede llegar a agotar. La evalué y soplé mi café antes de hablar. —¿Así que escribes gratis en internet? —Es una gran práctica. La retroalimentación inmediata es mi droga por elección. —¿Y dónde puedo encontrar estas historias épicas tuyas que tienen un montón de señoritas calientes para leerlos? Ya sabes, por si acaso necesito la confirmación de que eres tan mala como creo que eres. —Oh, cállate. No te diré mi seudónimo, pero público en un montón de lugares diferentes. Wattpad, Fiction Press, Fiction Pad, Pad Press, Journal Spot. —Vaya. Eso es muy apremiante. —Parpadeé y la volví a mirar desde el otro lado de la mesa—. Tengo una pregunta para ti. —¿Sí? —Te has preguntado alguna vez, ya que pones esto para que cualquiera pueda verlo gratis, nada menos, ¿te preocupas por la gente robando tu mierda? —Oh, Dios mío, ni siquiera he pensado en eso. No pude evitarlo. —No debes estar demasiado preocupada. Tu libro es bastante horrible, así que dudo que sea algo que otro escritor consideraría digno de robar. —Te odio tanto. —Si orgasmos.

me

odiabas

tanto

no

estarías

permitiendo

que

te

diera

múltiples

—No lo has hecho. —Se movió en su asiento e infló sus mejillas antes de resoplar en una rabieta. Sonreí. —Todavía no. Entrecerró los ojos por encima de su taza. —Ahora, tengo una pregunta para ti. ¿Qué es lo más sucio que has hecho, Wardo? Dime. —¿Para que puedas escribirlo en uno de tus libros de mierda? No lo creo. —Vamos. —Se lamió los labios y se inclinó hacia delante para bajar la voz—. Sabes mucho acerca de estas cosas y todavía no me has dicho por qué eres tan experto en esto. Tiene que haber una historia y solo quiero oír un poco de eso. La forma en que me miró me hizo un blandengue. Me sentía más débil de lo que había estado en años y no sé por qué se lo dije, pero lo hice. Manteniendo contacto visual, me incliné, también.

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—Dejé que una chica me la chupara mientras miraba a una mujer mayor tener sexo con una chica joven con un consolador en la misma cama. ¿Es eso lo que quieres oír? —Mierda. ¿De qué tipo de cosa pervertida formaste parte? Me eché hacia atrás y tomé un trago, mirando por encima del hombro a las personas hojeando literatura mal escrita. —Eres un mentiroso. Se rió y tomó otro sorbo, sus hombros temblaban y juro que escuché su resoplido. —Sí, tal vez lo soy.

La conversación con Dawn hizo que los recuerdos resurgieran, a pesar de que había tratado de olvidarlos. De olvidarla. La primera vez que había pasado, no estaba preparado. Mandie no era hermosa, pero era seductora. Nunca podría explicarle a nadie qué quería ella, cuando preguntaran sobre la situación. No pude encontrar las palabras para decirle que no había pensado alguna vez en ella de esa manera, pero cuando sucedió, de cierta manera, había sabido de qué iba por la forma en que me miraba durante sus conferencias. Simplemente tenía algo que me atraía. Cuando recordé aquella primera vez, escondido debajo de las gradas durante un partido de fútbol, todavía me ponía tenso. La forma en que se inclinó para besarme. La forma en que olía esa noche. Lo caliente que estaba su cuerpo contra el mío. Me dijo que era a donde todo el mundo iba a fumar y la había seguido porque ¿quién en su sano juicio rechazaría hierba gratis? Dawn lo haría. Dawn rechazaría hierba gratis. Cuando llegamos allí, sin embargo, no había nadie más alrededor. Solo nosotros dos. Compartimos un porro y en algún momento entre la primera y la última calada, había empezado a soltar el humo en mi boca y la dejé. Creo que fue porque estaba muy a gusto con ella. Fue divertido. Fue muy divertida. Me gustó la atención que me dio. Nunca más me volví a poner duro pensando en ella. No como solía hacerlo cuando pensaba en la primera vez que nuestras bocas se tocaron. Fue muy emocionante. ¿Y si éramos atrapados? ¿Y si alguien nos veía? ¿Qué pasaba si su novio se enteraba? El instante en que su mano estuvo en mis pantalones, a mí ya no me importaba. Su mano izquierda estaba detrás de mi cabeza, sus dedos se cerraron en mi cuero cabelludo cuando me agarró y apretó. —Pienso en probarte —estaba susurrando en mi oído—. ¿Piensas en mí? Era una mentira decir que sí, pero maldita sea, me estaba masturbando a los pies de la gente mientras vitoreaban a un equipo que ni siquiera me había importado. —Sí. Lo hago.

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Cuando desabrochó mis vaqueros y bajó mis calzoncillos, casi me vine justo entonces. Pero luego, se arrodilló y me tomó en su boca. Fue la mejor mamada que había tenido en mi vida, así que hice todo lo posible para aguantar. Era una experta. Estuve tan sorprendido cuando agarró una de mis manos y la colocó en la parte superior de su cabeza, mirándola de rodillas, su lengua lamiendo mi hendidura. —Puedes follar mi boca, Warner. Me gusta. Fue la primera vez que empujaba la cabeza de alguien y fue la primera vez que me vine en la garganta de una persona en lugar de en su boca. Fue la primera vez que alguien había mordido mi pene. Me había mirado después y pasó su pulgar por el lado de sus labios para lamerlos y limpiarlos, justo en frente de mí. Era como pornografía, excepto que lo estaba viviendo. Y cuando me besó, no quise vomitar en absoluto. Debería haberlo hecho.

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Once Dawn

E

staba cantando sobre una mujer que amaba a un marinero que la dejó atrás. Hice una vuelta rápida para arrojar algo de basura en el bote, levantando la tapa mientras me movía.

—Doo do do do do, do do do do dooooo doooo. —La canción había estado pegada en mi cabeza desde el día en que Warner la mencionó en el auto. No le diría que la había descargado, sin embargo. Conseguiría una gran reprimenda sobre todo ello. Tomando una respiración profunda, dejé que mis ojos se cerraran. Los destellos de él en la ducha se apresuraron a mí tan rápido que tuve que apoyarme en el mostrador para mantener el equilibrio. Sus manos mientras lavaban mi espalda. Mis piernas. Arriba sobre mis muslos antes de que se inclinara sobre mí y dejara que sus dedos se deslizaran entre mis piernas y frotaran hasta que temblara y me presionara a la pared de la ducha por apoyo. Los dedos, suaves y firmes, se moverían suavemente arriba y alrededor de entre mis nalgas con una estocada. Todo el tiempo me susurraría al oído todas las cosas depravadas que quería hacerme. Sentiría su pene crecer con fuerza contra mi estómago, menos de treinta minutos después de que se había venido en mi espalda. Me estiraría para tocarlo. Me mostraría cómo le gustaba ser manejado. Observé con fascinación como su puño guiaba el mío arriba y abajo. Bombearíamos juntos, creando un ritmo hasta que estuviera gruñendo y maldiciendo y esquivaría su segunda carga, mientras aterrizaba entre mis pechos en ese momento. —¿Dawn? La voz de Frank me sorprendió, y tomé una respiración profunda, dejando que se fuera y suspirando mientras me daba cuenta de lo húmedas que estaban mis bragas de repente. Sólo de los pensamientos de Warner. —¡Dawn! —Ya voy —le grité, riéndome un poco ante la insinuación. Wardo me estaba convirtiendo en una pervertida. —Sí, Frank. Estoy aquí. —Estaba sin aliento cuando di vuelta a la esquina de su dormitorio. Me observó con sospecha. —¿Quién es él? —¿Quién es quién? Sus ojos se estrecharon.

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—El tipo que hace que suene espantosa música hippie de los setenta en mi casa. —¿No es de los años sesenta? —le pregunté y me crucé de brazos con desafío. —Compré el 45 en 1972. Por supuesto que sé de qué año es esa maldita canción. — Tosió una carcajada y volvió a darme la mirada sucia—. ¿Cómo se llama? Me encogí de hombros, me volví un poco y moví mi dedo del pie contra la alfombra de su cuarto. —No sé de lo que estás hablando. —Casi brillas, y eso sólo puede significar una cosa para una chica de tu edad. Bateo mis pestañas, juguetonamente. —¿Qué tengo mi menstruación y por fin soy una mujer? Frunció el ceño. —Sigue y trata de negarlo, pero lo sé. Sé cuándo una mujer consiguió lo suyo. —Frank, vamos. No creo que debamos tener esta discusión… Me cortó. —¡Pish! Lynda tuvo esa mirada en su cara después de nuestra segunda cita. Mejillas rosas y caminar todo divertido. —Su sonrisa era malvada—. Maldita sea, era flexible. —Bueno, eso es suficiente. —Moví mis manos para que se detuviera—. Tengo que cambiar tu calentador de cama, y no quiero que sufras un paro cardiaco por tener tu primera gordito cada diez años, mientras lo estoy haciendo. La limpieza sería terrible. Caminé hacia el lado de la cama e hice un movimiento para levantar la manta cuando su frágil mano bajó a la mía. Echando un vistazo desde la piel delgada, pálida de sus nudillos, recubiertos con manchas del hígado, de vuelta a su cara, incliné la cabeza en pregunta. Sus ojos buscaron los míos y la sonrisa se borró de sus labios. —Sólo asegúrate de que te trate bien, Dawn. Le di una sonrisa tranquilizadora y asentí, acariciando su mano un par de veces. bien.

—Lo haré, Frank. —Porque todo lo que Warner estaba haciendo conmigo ya se sentía La idea me confundía más que cualquier otra cosa. Blair llegó corriendo hacia la casa casi una hora tarde, disculpándose por todo ello.

—Está bien, Blair. Es sólo que tengo una clase, ¿sabes? Si llego tarde demasiadas veces me voy a meter en problemas, y tengo que permanecer en la escuela. Así que por favor recuérdalo si decides hacer una parada en la librería en tu camino a casa de nuevo. —Le hice señas a la bolsa en su mano mientras salía por ella. Se decía que había una enorme algarabía por una pre-orden de un libro que se consideraba impactante y controvertido. El rumor era que el libro era tan explícito que habían pensado prohibirlo. Pero la distribución había sido hecha, y tiendas de todo el mundo estaban recibiendo cantidades limitadas de copias. El alboroto sobre el hecho de que la novela se basaba en los verdaderos acontecimientos que rodeaban a una profesora universitaria y a un estudiante, involucrados en un tórrido romance en una pareja por años. La gran sorpresa era que el profesor era mujer. Y el estudiante era varón.

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Quien había tenido sólo diecisiete años cuando empezó todo. Mi mente luchaba para entender lo que el estudiante podría haber visto en una mujer de más del doble de su edad. No me podía imaginar estar con uno de mis maestros. Especialmente con Gunther, con su halitosis y peluquín súper obvio. La mayoría de nuestros maestros olía a café viejo y a palomitas de maíz. Tal vez era sólo la escuela nocturna la que era de esa manera. Corrí a la clase para asegurar mi lugar en la mesa de laboratorio, sólo para encontrarme con un pedazo de papel pegado en ella diciendo que tendría que utilizar otros lugares. Había una fuga de agua directamente sobre él. Cubos de plástico amarillo rodeaban las cuatro patas, y murmuraron en voz baja mientras me movía a la mesa que quedaba en la esquina trasera de Warner y de mí. La mesa a la derecha estaba vacía también, y la iluminación no era tan buena como lo era en la parte delantera. Uno de los fluorescentes siempre estaba zumbando y parpadeando, y me preparé para tener una migraña al momento en que la clase hubiera terminado. Faltaban diez minutos en sesión de clase cuando Warner llegó. Se veía acosado y mantuvo la cabeza metida en su pecho mientras caminaba de vuelta a donde estaba sentada con nuestra información de laboratorio. Se quitó la chaqueta y asintió hacia mí una vez en reconocimiento. —Hola —dije, echándome hacia atrás y mirándolo. Parecía diferente. Levantó la vista de su papel y luego hacia abajo. —Hola. Era extraño, pero estaba como, no sé, preocupada por él. —¿Estás bien? Warner solo asintió y miró por encima de las notas de nuevo. Me incliné hacia su oreja, con la esperanza de hacerlo sonreír. —Así que te equivocaste en esa canción “Brandy”. —¿Cómo? —Sus ojos nunca se levantaron del papel. —Es de los años setenta, no los sesenta. Una leve sonrisa se torció en la esquina de su boca. —¿En serio? —Sí. Sus ojos se deslizaron y se encontraron con los míos. —Estabas prestando atención, ya veo. No creo que te importara lo suficiente para averiguarlo. Me reí un poco y moví mi taburete cerca del suyo. Me sentía como para jugar un poco con él. —Oh, soy una muy rápida aprendiz. He estado prestando atención. —Parecía suficiente diversión, bromas con él en público así. Después de todo, lo único que había hecho fuera de mi apartamento era el vibrador comercial.

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Gunther llamó nuestra atención al frente de la habitación y anunció un vídeo rápido que quería que viéramos. Todos pusimos nuestros lápices enfrente en el tablero blanco mientras cargaba la VCR y la conectaba a la televisión en un carrito con ruedas. —Uno pensaría que este colegio tendría suficiente dinero para comprar al menos un DVD—. La voz de Warner estaba cargada de irritación. Las luces se apagaron y la película comenzó, pero no podía oír ni una maldita cosa. El zumbido en mis oídos por estar al lado de Warner era intolerable. Todo mi cuerpo estaba tratando de abrirse camino en ángulo hacia él, ya que sabía que traía placer. Me apoyé en mi codo, arrastrándome más cerca de su lado con mi taburete. Él echó un vistazo en mi dirección y luego de nuevo a la película. —¿Tienes algo de chicle? —le susurré, dejando que mi cabello cayera en la mesa. Asintió e igualó el volumen de mi voz. —En mi bolsillo. —Lo observé hacer un movimiento como de que iba a conseguir uno para mí, pero lo saqué del camino. Sus ojos se abrieron con sorpresa. —¿Qué estás haciendo? —preguntó, moviendo su rostro más cerca para minar detrás de mí cortina de cabello. —Sacando el chicle. —Vi sus ojos concentrarse en mis labios mientras deslizaba mi mano en su bolsillo. Efectivamente, había chicle allí y la silueta de su pene descansado contra su muslo. Saqué el paquete junto con el resto de su bolsillo del pantalón, dejándolo allí en lugar de volver a colocarlo. Warner tragó una vez, y me deslicé un chicle en la boca antes de inclinarme y tomar mi bolso, manteniendo mi cara flotando justo por encima de sus muslos. —Estoy hablando en serio. —Se acercó más—. ¿Qué demonios estás haciendo? No le respondí. En cambio deslicé mi mano por la cremallera y hasta el botón de su pantalón. No llevaba puesto el cinturón, así que hubo un fácil y tranquilo acceso. Warner vio mientras me estiraba por la loción que había sacado de mi bolso y untaba eso en mis manos, haciendo ruidos húmedos entre mis manos mientras lo hacía. Una rápida mirada a su entrepierna reveló que los ruidos le estaban llegando, y yo apreté los labios para reprimir una sonrisa mientras meneaba mis dedos hacia él. —Parece que usé demasiada. —Mi atención se centró en su regazo—. Sería una lástima desperdiciarla. —Sin otra palabra, empujé mi mano en la parte superior de su pantalón, a sus bóxers, y sentí que mis dedos hacían contacto con la cálida carne de su muslo. Se acomodó en el taburete, dejando que sus rodillas se ensancharan un poco, y sus caderas se movían hacia delante debajo de la mesa. Con otro impulso en su pantalón, mis dedos encontraron la buena dureza de su pene, y lo bombeé con mi puño mientras rodeaba y lo apretaba en mi palma. Con la otra mano, empujé la cinturilla elástica de su ropa interior y la moví hacia abajo apretando los labios para dejar de gemir ante la visión de su pene fuera de su pantalón. Warner dejó caer sus hombros y apretó los codos sobre la mesa mientras sus palmas tomaban su barbilla y sus dedos presionaban su boca.

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No había nadie cerca de nosotros, pero se sentía tan peligroso de todos modos. Yo estaba más allá del momento. Arriesgando un poco más de cercanía, me giré en mi taburete y puse un pie detrás de él en el peldaño de metal más alto debajo de su asiento. Mi otra rodilla rozó su muslo mientras apoyaba mi barbilla en mi mano por encima de la mesa y lo acariciaba largo y lento otra vez debajo de ella. Algo dentro de mí quería tener algo de control sobre nuestra situación. Pero otra parte de mí quería hacer que se sintiera bien porque se había visto como si estuviera teniendo un bonito día de mierda cuando había entrado en clase. Él me hacía sentir mejor con orgasmos, ¿no podía devolverle el favor? Él giró la cara hacia mí y luego movió sus dedos para exhalar y dejar que sus ojos se cerraran antes de abrirlos de nuevo. —Sabía que eras una chica sucia en el fondo, Bunny. Tomé mi ritmo, sintiéndome poderosa. Todo mi cuerpo estaba excitado, y pude sentir el calor asentarse en mis nalgas mientras contenía la respiración y exhalaba para mantener mis ingenios para mí. Sus dedos se deslizaron por su rostro y aterrizaron sin hacer ruido en la mesa mientras agarraba el borde de la misma. Sentí sus caderas moverse hacia arriba una vez, entonces su mano estaba en mi rodilla y me apretó. Mi corazón latía, y estaba bastante segura de que tenía una fuga a través de mi pantalón con lo excitada que estaba por mi bravuconería. Pude ver por el rabillo del ojo que el video estaba empezando a terminar porque las notas fueron apareciendo para que las escribiéramos. Pero no podía prestar atención a ninguna otra cosa que no fuera la velocidad de la respiración de Warner y la manera constante en que sus ojos tomaban los míos. Su mano derecha se posó en la mía trabajándolo, y susurró que se vendría. Mis movimientos se aceleraron y el zumbido aumentó, igual que el golpeteo constante de mi corazón en mis oídos y el flujo de sangre a través de mis mejillas. Lo bombeé más rápido, más fuerte, y lo exprimí tan fuerte como pude. Él se inclinó más cerca de mí, por lo que mi mano se quedó casi inmóvil a su alrededor, atrapada entre la suave piel de su estómago y la textura áspera de sus jeans. —Te dije que te calmaras. El calor sonrojó hasta mi pecho, no era tan buena en esto como pensaba que era. Pero con el movimiento más lento él empujó sus caderas hacia arriba, agarró mi mano y me impidió bombearlo más. Se balanceó en mi mano más lento y hubo un segundo en el que se hinchó en la palma de mi mano y luego deslizó los dedos hasta tomar la cabeza antes de que su rostro cayera hacia adelante. Me besó detrás de la cortina de cabello y gruñó en mi boca mientras mi mano se mojada con su semen. Tomé una respiración profunda y relajé mis dedos alrededor de él justo a tiempo para oír a Gunther levantarse de su escritorio y pasar a la televisión para recuperar la cinta. Warner sostuvo el contacto con mis ojos mientras las luces se encendían y los dos nos dimos la espalda el uno del otro. Deslicé mi mano de sus vaqueros, y se movió, evaluando cuán húmedos y pegajosos estaban sus pantalones. Busqué algo para limpiar mi mano pero no encontré nada. Me encogí de hombros, limpiándola en el interior de mi sudadera con capucha, y apreté los muslos juntos para aplacar el nuevo dolor que había crecido allí.

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La clase fue despedida, pero nosotros nos quedamos justo donde estábamos. —Apuesto a que mis pelotas huelen como a manzanas ahora. —Lo siento. Era lo único que tenía. Se rio y cambió de tema mientras se abrochaba los vaqueros. —Escuché que hablaste con mi hermanastra. Y le dijiste acerca de ser mi compañera con lo de la mosca de la fruta. fruta.

—¿Qué se supone que debía decir? Es cierto. Estamos haciendo cosas sobre la mosca de

Warner sonrió, amplio y seguro. Apoyándose en mi oído, sopló una vez, y lo oí lamer sus labios. —¿Qué pasa, Bunny? ¿Candace y Nolan no saben que la mosca de la fruta es el código para vibradores y un trabajo impresionante de mano? Mi barbilla bajó a mi pecho, y me reí, sacudiendo la cabeza por la ridiculez de todo ello. —¿Fue bueno? Sus ojos, cuando miraron hacia arriba, estaban llenos de verdad y aliento. —¿Además de golpear como el infierno mis pelotas? Entre los tres mejores que he tenido. Yo golpeé su brazo y me volví hacia adelante en mi asiento, con la cara roja. —Gilipollas arrogante. —¿Ese es un nuevo apodo? No me gusta tanto como el primero. —La forma en que miró de reojo fue vergonzosa—. ¿Quieres ir a comer algo? Estoy hambriento. —Si quieres. —Perfecto. Conozco un lugar que tiene las mejores hamburguesas del mundo. —¿Sí? ¿Cómo se llama? —Eso despertó mi interés. Sonrió. —Las mejores hamburguesas del mundo.

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Doce Wardo

—E

s tan grande. No hay manera de que esto vaya a caber en mi boca. —Estás haciendo que sea demasiado fácil. Creo que hay un “Eso es lo que dijo ella” aquí en algún lugar.

—Lo digo en serio, Wardo. Podría ahogarme. —¿Entonces, ve lento? No estoy seguro de lo que quieres que te diga. Dawn estaba mirando la hamburguesa frente a ella como si estuviera aterrorizada. —Se ve tan buena. —Entonces, ponla en tu boca.

La familia junto a nosotros, nos había estado lanzando miradas sucias y, después de la última frase, se levantaron y dejaron sus sobras. Me importaba una mierda porque ver a esta chica intentar encajar algo enorme en su boca, era demasiado bueno para dejarlo pasar. —Voy a tener que desencajar mi mandíbula. Planté mi codo en la mesa y traté de parecer tan serio como era posible. —Eso podría venir muy bien la próxima vez que estemos juntos. Bajó la comida y me miró con esos grandes ojos verdes. —Sobre eso. ¿Cuándo es la próxima vez que vamos a…? Mis cejas se levantaron. —¿Siempre que quieras? —No tengo idea de por qué salió como una pregunta. —¿Funciona mañana para ti? Lo hacía. Funcionaba mucho para mí. —Tengo que cerrar la tienda mañana por la noche, pero estaré solo después de las diez. Podrías venir. —¿Vas a hacer cosas sucias conmigo en la sección erótica? Era una idea que no había contemplado, pero como lo había mencionado... —Ya veremos. Y, ¿me harías un favor? —¿Qué? —Usa falda. —Puedo hacer eso. Pero, ¿qué pasa esta noche? —preguntó con timidez, pero me di cuenta de que su confianza estaba creciendo. Antes de que todo esto empezara, nunca habría dicho en alto lo que quería. La paja en el laboratorio, había sido buena. La mayoría de las

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veces, habría necesitado un rato para recuperarme, pero nunca había un momento en que no me pusiera duro con Dawn. No necesitaba mucho tiempo de inactividad cuando se trataba de ella. Podía estar listo de nuevo. Pensé en lo que quería y la verdad estaba en mi lengua de una manera que me hizo sentir inseguro. Había pasado un tiempo. —Qué tal si vienes a mi auto. Daremos un paseo. Encontraremos un lugar. Sus ojos eran tan esperanzados y llenos de excitación. —¿Sí? ¿Qué haríamos? Me encogí de hombros y empujé mi plato a un lado. —Me imagino que nunca tuviste la oportunidad de hacerlo con alguien en la secundaria, ¿me equivoco? La forma en que sus ojos bajaron a la mesa y sus mejillas se encendieron de rosa claro, fue la respuesta que necesitaba. —Así que, tal vez, algún día escribas un libro acerca de, no sé, dos adolescentes que se enamoran y que lo hacen en un auto. Me figuro que, quizás, necesites ese tipo de experiencia, también. Cómo se siente estar ahí y tener que parar. —La alcancé a través de la mesa y pasé mi dedo índice a lo largo de la suave piel de su muñeca—. Déjame manosearte un poco como un estudiante de segundo año que acaba de conseguir su licencia. Me encantó cuando se rió porque no fue nada falso. Todo su cuerpo se estremeció con una risita y era muy divertido que fuese sin sonido. En este instante, probablemente estaba llamando a todos los perros del callejón. —Sí, está bien. Podemos hacer eso. —Alisó su cabello cuando se recuperó y me di cuenta de algo que no había notado antes, ya no usaba cola de caballo. cuello.

Me dieron ganas de tirar de los extremos y empuñarlo en la parte posterior de su

Nos dirigimos a un lugar que recordaba de la secundaria y estaba desierto, sólo nosotros en un auto que había visto días mejores. Pero, en el asiento trasero, estaba cálido y suave, nada más que el calor del cuerpo y del deseo. La besé por mucho tiempo, pero no como la primera vez cuando estaba enojado y quería probar algo. Era más cercano a la primera vez que estuve con ella en mi regazo, encima de su cama. Este fue lento, suave y persistente. Se tumbó sobre su espalda y me cerní sobre ella para mirar su enrojecido pecho y sus labios hinchados por los besos, un poco agradecido por toda la mierda que había pasado. La toqueteé sobre la ropa y la escuché respirar lento y profundo, empañando las ventanas mientras descansaba mis caderas entre sus muslos. Le arranqué la camisa y ella salió de sus pantalones, pero no le quitaría nada más que eso. No importaba lo mucho que me rogara. Apreté sus pechos por encima del encaje blanco de su sostén. Mis dientes tiraron de sus pezones bajo la tela. Me arrastré por su cuerpo hasta que mi boca estaba besando las bragas a juego que mostraban lo excitada que estaba. Cuando pasé la lengua entre sus muslos, pude sentir la humedad y saborearla a través de la tela. Tenía sus piernas sobre mis hombros y gimió, tirando de mi cabello. Se quejó para que la tocara, se las quitara y usara mis dedos. Cada centímetro de mí quería complacerla, pero necesitaba sentir lo que era desear algo.

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No pasó desapercibido que el sujetador y la ropa interior, eran mucho más eróticos que las cosas de algodón que llevó la primera vez que las había visto en su apartamento. Acaricié sus pantorrillas, lamí sus muslos, soplé aire caliente sobre su tembloroso estómago. La besé hasta que estaba temblando. Pero no cedí. Sólo besos y manos sobre su ropa. sido.

Quizás estaba experimentando mi propia fantasía de lo que alguna vez podría haber

La gente necesitaba dejar de venir a la tienda cinco minutos antes de que cerráramos. —¿Tienes un formulario para hacer un pedido…? —No. No lo tenemos. —Cerré la caja registradora y le entregué a la mujer ratonil delante de mí sus quince centavos de cambio—. Que tengas un día libresco —dije monótonamente y la vi salir por las puertas. La barista estaba limpiando el mostrador. Había estado evitando el contacto visual desde que dejó de hablar conmigo el día que traje a Dawn. Su odio era casi palpable, así que dejé de pedir crema batida, por si acaso. Veinte minutos más tarde, había terminado de llenar los estantes, ajustar las vitrinas y limpiar la sección infantil, donde la compañía pensaba que era buena idea tener un montón de bloques y trenes de madera. Un dolor en el trasero. No fue hasta que apagué las luces que vi a Dawn de pie nerviosamente en la entrada. Dio un paso atrás, dándome una tímida sonrisa, cuando abrí la puerta y la dejé entrar. —Está tan oscuro. —Si dejo las luces, la gente tocará y será el incómodo: “no estamos abiertos” versus el “déjame entrar por cinco minutos, sé qué es lo que quiero”. Alerta de spoiler: nunca saben qué es lo que quieren. La sonrisa que me dio, iluminó toda su cara y se la devolví, incluso aunque había tenido un día bastante jodido. —¿Qué quieres que haga? —Miró a la oscuridad como si estuviese esperando algo. Pero yo no había planeado nada. Sólo quería tenerla allí. Deslizando el cordón de mi cuello, me encogí de hombros. —Tú decides. ¿Tenías algo en mente? Con pasos tímidos, se movió por la tienda a oscuras, con sus dedos arrastrándose sobre los libros mientras pasaba. Decidí dejar que me guiara y ver a dónde iba. Tenía que explorar su propia naturaleza sexual. No siempre podía ser el que presionara. Dawn se detuvo en el gran quiosco de la parte trasera del edificio, se volvió para mirarme por encima del hombro y tiró de la falda corta que llevaba. La miré mientras se orientaba y enderezaba los hombros antes de darse toda la vuelta y echarse hacia atrás, exhibiendo sus tetas y tomando una postura de mayor seguridad. —Quiero que hagas lo que quieras. ¿Qué tal eso?

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Si cualquier otra persona se hubiera ofrecido así, la habría rechazado. Pero no iba a dar marcha atrás. Sólo habíamos empezado y me prometí que no sucedería hasta que estuviera cien por ciento lista. —Bueno. ¿Qué tal esto? —Di la vuelta alrededor de ella, tirando de mi labio inferior entre mi pulgar e índice, mientras pensaba—. Sube al mostrador. Lo hizo, presionando sus rodillas juntas, esperando. —¿Estás usando bragas? —Sí. —Ya no lo harás. Déjalas aquí. —Le tendí la mano y observé mientras ella se las quitaba y las entregaba—. Túmbate y cierra los ojos. —Estaba detrás de ella en ese instante, mis labios cerca de su oreja—. Quiero que me muestres que puedes correrte sola. Sin vibrador. Sólo tú. Y, si lo haces, entonces yo lo haré la próxima vez. Sus ojos se abrieron y frunció el ceño. —¿Qué? ¿Querías que viniera aquí y me corriera frente a ti otra vez? —Oye. En realidad, no lo hiciste la primera vez, sabes. Esa mierda de frotar los muslos no es lo mismo que verte jugar con tu coño, Bunny. Los dos lo sabemos. —Bien —resopló y se echó hacia atrás, respirando profundamente y agrupando la falda un poco en sus muslos. —¿Qué pasa? —Nada. Siento que está demasiado silencioso. ¿Hay cámaras? Podrías poner algo de música o tal vez… Cubrí su boca con la mía, sostuve su rostro entre mis manos y la besé dura y profundamente, haciéndola gemir. Sus labios eran tan suaves, al igual que todo lo demás. Así que rocé su pezón con mi palma y la arrastré a través de su estómago hasta que mi mano estuvo en su muslo. Con una suave presión, moví una rodilla lejos de la otra y la escuché jadear un poco. —Adelante —pronuncié contra sus labios. Sentí su hombro moverse un poco y luego su mano rozó la mía, descansando donde su muslo y pelvis se unían. Me aparté y fruncí el ceño. —¿Qué? —No es, um... —Sus ojos estaban cerrados con fuerza e hinchó sus mejillas con vergüenza—. No estoy lista. —¿No estás mojada? —¡Ya no! Estaba pensando que serías el que haría esto y ahora tengo miedo escénico, como cuando tienes que orinar en un baño público. ¿Bien? Tengo que... Miedo a masturbarse. Tenía miedo de correrse delante de mí y no lo haría. Me incliné hacia ella otra vez y exhalé junto a su oreja, la piel de gallina hizo erupción, reaccionando bajo mis dedos. —¿Qué necesitas, nena? ¿Necesitas que te diga que quiero estar dentro de ti tan desesperadamente que me quita el sueño? Quiero saber lo que se siente. Cómo se siente. Los

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sonidos que haces. Estoy duro sólo de pensar en lo mojada que estarás cuando finalmente suceda. Gimió y sentí que se movía un poco, su mano se arrastró cerca mientras yo miraba desde mi periferia. Besé su cuello, luego su mejilla. Deslizando mi nariz contra sus labios, coloqué un suave beso allí, también. Mis dedos tocaron a lo largo de su garganta y más abajo, acariciando la redondez de su pecho y descendieron hasta que mi mano estuvo cubriendo la suya. Dirigí sus dedos para que flotaran por encima de su clítoris, sus caderas y muslos temblaron mientras contenía el aliento. —No puedes ser tímida ahora. —Empecé a mover sus dedos en círculos lentos, escuchando su respiración poco profunda y sintiendo que aumentaba la humedad con cada suave pasada—. Desearía que estos dedos fueran yo, nena. —Mi dedo se presionó contra el suyo y ambos se deslizaron dentro sólo por la más pequeña fracción. Exhaló y sus rodillas se levantaron cuando sus dedos se enroscaron. La dejé para que se complaciera a sí misma y me tomé mi tiempo amasando su carne, sus muslos y bajo su falda para apretar y tirar. Reaccionó de una manera fantástica al comenzar a mover en círculos más rápido. Levanté su camisa por encima de sus pechos y tiré de las copas del sujetador de encaje rosa hacia abajo hasta que tuve un pezón duro en mi boca que provoqué hasta que ella se impacientó. —Si dos dedos te hacen reaccionar así, imagina lo que será conmigo dentro de ti. Su cabeza estaba echada hacia atrás y la mano libre estaba agarrando la parte delantera de mi camiseta blanca, agarrándola hasta que pude escuchar las costuras empezar a romperse. —Oh, Dios. Oh, Dios. Oh, Dios. —Hubo un sonido agudo por un segundo antes de que su cabeza fuera a la izquierda del mostrador y sus rodillas se levantaran hacia el techo. Cuando se quedó en silencio, observé con satisfacción como su orgasmo parecía atravesarla, dejándola congelada durante unos segundos. El gemido que salió de ella cuando pudo respirar de nuevo fue lo suficientemente fuerte como para hacerse eco en la pared detrás de nosotros. Estaba luchando contra todas las necesidades básicas que tenía, para no subir a ese mostrador y penetrarla hasta sacarle los sesos. Se movió un poco a un lado, sus rodillas y muslos cerrándose con un golpe. Se aferró a su camisa y trató de tirar de ella hacia abajo como si se hubiera vuelto modesta de repente. Pero luego se echó a reír. —Mierda. Ese fue el mejor que me he provocado jamás. Realmente creo que merezco un “choca esos cinco”. —Parpadeó y se puso sobre su espalda—. Lo digo en serio. Choca esos cinco. —Lo hice y cerró los ojos, feliz y satisfecha, luego estiró todos sus miembros. Cuando me miró de nuevo, su sonrisa se volvió tímida—. ¿Tu turno? ¿O quieres que te muestre algo nuevo? —Su mano se apretó contra mi erección a través de mis vaqueros y me apoyé en ella, deseándolo, pero tratando de ser fuerte. —La próxima vez. Es tarde y tengo que estar aquí de nuevo por la mañana para abrir. —¿Sólo vas a ir por ahí así? —Se sentó y se colocó la falda, la incredulidad era evidente en su rostro. La besé una vez y retrocedí para encogerme de hombros. —Estoy acostumbrado a eso, ahora.

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—Bien. Pero no digas que nunca me ofrecí. —Estaba fuera del mostrador y en sus pies antes de que pudiera responder y, tal vez, cambiar de opinión. Quiero decir, ¿quién rechazaría una paja en su lugar de trabajo, después de cerrar? Aparentemente, yo lo haría. Sus pasos eran inestables mientras caminábamos hacia la parte delantera de la tienda y pensé en aproximadamente un millón de cosas que harían que mi polla se ablandara. Pensé en perezosos y en cómo se estaban extinguiendo. Pensé en cómo se vería si un T-Rex estuviera tratando de cepillarse los dientes. Pensé en la primera vez que me di cuenta de que me gustaba una canción de Taylor Swift. Luego, caminé por esa maldita vitrina de libros en la parte delantera de la tienda. El libro que hacía que mi estómago se volteara. De repente, no hubo problema en volverme flácido. Estábamos en el auto de Dawn antes de que ninguno de los dos hablara de nuevo. —¿Nos vemos en la escuela? Sonaba tan sucio cuando lo decía así, vestida con esa pequeña faldita. Me gustaba mucho más de lo que debería. Mi teléfono sonó en mi bolsillo y lo agarré para ver quién había estado reventándome a textos mientras Dawn se encontraba persiguiendo su O. En el instante en que leí el mensaje, me reí tan fuerte que Dawn saltó y me miró cuestionándome, por lo que sostuve el teléfono y lo agité hacia ella por un segundo. —Nolan envió un mensaje. Dijo que estará en la ciudad este fin de semana con Candace. Sus ojos se abrieron como platos y su boca se movió como esos extraterrestres de Plaza Sésamo que sólo podían decir una palabra cada episodio. Le di una mirada de lado. —Dice que quiere ayudarnos con nuestro proyecto de la mosca de la fruta. —Mierda. Puse mi mano en su espalda baja y suspiré, la sonrisa nunca dejó mi rostro mientras me apoyaba en el auto. —Quieren ir a cenar. Juntos. Los cuatro. Y mi estómago se volteó un poco mientras me imaginaba cómo sería, tratar de mantener mis manos fuera de Dawn enfrente de mi ex hermanastra. Podríamos hacer eso. No era como si ella pensara que el acuerdo fuera más que sexo. Sería ridículamente fácil lograr eso.

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Trece Dawn

C

erré los ojos e imaginé un lugar que no era un océano. Y un momento en que no fuera un pasado lejano. Mi heroína había cambiado, así como la ubicación. Su cabello era más oscuro y los ojos eran más pequeños. Tenía menos curvas. Su amante no era tan amplio, pero era más alto. Su cabello era todavía claro, pero en un tono diferente. Penetrantes ojos azules y una mandíbula angular. —Maldita sea —juré y abrí los ojos mientras trataba de concentrarme. Mi Vlad e Iris estaban empezando a parecerse mucho a Warner y a mí. Wardo prácticamente me había acusado de tratar de sacar a Mary Sue y de incluirme en mi historia como estaba. Si lo guardaba, tendría razón y entonces tendría que admitir eso también. Y como estaba todo, su cabeza no entraría por la puerta de mi apartamento por lo increíblemente engreído que era. Íbamos a encontrarnos con Nolan y Candace para la cena y estaba un poco preocupada por cómo iba a progresar todo. Warner había estado un poco apagado desde el lunes y tenía una extraña sensación de él. Quiero decir. Había conseguido una sensación de él. Una física. Pero esta era una vibra diferente. Solo estaba actuando extraño. Durante toda la clase del miércoles, había estado callado y no estuve a punto de llevar mi mano a sus pantalones para ayudar a que se sintiera mejor. En su lugar, le devolví su indiferencia y acabamos haciendo nuestro trabajo de laboratorio como si hubiésemos fingido. No se hablaba a menos que fuera necesario. Y me di cuenta de que no vendría después, como habíamos planeado a principios de la semana, por lo que solo me fui sin decir adiós. No quería admitir que hirió mis sentimientos un poco. Cuando llegué a mi casa, él ya estaba allí, apoyado contra la pared al lado de la puerta de mi edificio de apartamentos. Sus ojos ardían y estaba casi muda bajo su mirada. Así que solo caminé junto a él y por las escaleras hasta mi puerta, desbloqueándola y abriéndola para cerrarla detrás de él, después de que había entrado. Era como que no necesitáramos hablar más. Solo me quité los zapatos y él estuvo detrás de mí, con su nariz en mi cuello y sus manos tirando de mi abrigo para desnudarme, tan pronto como le fue posible. Me incliné hacia él y le dejé hacer lo que quería, porque todo se sentía tan malditamente bien. Nos desnudamos y me volvió hacia su pecho para besarme, duro y profundo. Tomó mi sentido de gravedad a medida que me derretía en su contra. Me tomó en sus brazos y nos llevó al cuarto de baño, donde abrió la ducha y me colocó en el interior de la bañera antes de meterse después de mí. Después lavó mi cabello, así como mi cuerpo, sus dedos me tocaron como un piano afinado hasta que estuve tratando, sin éxito, de alcanzar su jabonoso pecho mojado.

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—Todavía no —murmuró en esta voz baja y ronca que hizo girar mi cabeza a ciento sesenta kilómetros por hora. En cambio, terminó de lavar su cuerpo, golpeando con fuerza mis manos cada vez que trataba de tocarlo. Cuando terminó, me envolvió en una toalla y me levantó, para llevarme a la cocina. Me reí y me acomodé sobre el mostrador cuando me depositó allí. —¿Qué aprenderemos hoy, profesor? Sus ojos se estrecharon y se mordía las mejillas mientras caminaba hacia mí y quitaba la toalla de mi cuerpo, dejando que cayera al suelo alrededor de mi trasero. Me sorprendió su agresividad y me aparté un poco, mientras tiraba de mis rodillas hacia él. Instaló mis pies en los dos taburetes de la barra debajo de mis piernas, abriéndome ampliamente a su vista. —Te voy a ayudar, Bunny. No soy tu maestro. Su nariz me hizo cosquillas en el interior de la pierna y sentí la piel de gallina en erupción sobre mis muslos y arriba, sus dientes pellizcaron el delicado lugar junto a mi rodilla. Su rostro se movió hacia arriba para mirarme y apreté los labios mientras su cabello mojado atrapaba la iluminación en la cocina. Lo hicieron brillar como riachuelos de agua arrastrado por sus sienes, a lo largo de su mandíbula y por su cuello. Las gotas desaparecieron más abajo por su pecho en charcos en el suelo y traté de moverme un poco para verlo, pero colocó una mano firme en mi cadera para detener mi avance. Exhaló largo y caliente antes de que su rostro estuviera presionando entre mis muslos. Caí de nuevo en el mostrador de formica y puse los ojos en blanco hasta que bizqueé por la intensidad de su boca sobre mí. Mi cabello mojado colgaba por encima del suelo mientras agarraba la toalla debajo de mí, mis caderas se arquearon en su cara. Me besó duro, implacable en su atención a mi clítoris. Sus dedos estaban cavando en la tierna carne de mis muslos, manteniéndome bien abierta a su boca, mientras acomodaba mis talones sobre sus hombros. Su lengua lamió entre mis labios, deslizándose hacia abajo, trazando mi entrada antes de esquivar el interior, jugando con mis paredes, degustándome desde el interior. Después de hacer el recorrido unas pocas veces regresó a mi clítoris, chupándolo, moviéndolo, rozándolo con sus dientes. Su antebrazo empujó mis rodillas de nuevo a mi pecho y chillé mientras presionaba su cara en mí con más vigor. No pude evitarlo, mi espalda se salió de la mesa y gemí, maldiciendo en voz alta. Warner se rió entre dientes, con la mano desocupada deslizándose alrededor de mi cadera y más abajo para rastrillar la piel húmeda de mi muslo y en medio, mientras chupaba y lamía. Apretó un beso pegajoso en la parte posterior de mi muslo y sentí sus hombros temblar en mi contra. —Sabía que tu vagina sería deliciosa, Dawn. Lo sabía. —Mentiroso. Comencé a gritar cuando sus dedos ascendieron por el interior de mis nalgas y su pulgar se presionó en mi entrada trasera. Sentí mi estómago tensarse ante un cálido torrente viajando hacia abajo e hizo un sonido de aprobación.

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—Te gusta eso. Estás más mojada ahora. —Oh Dios Mi cuerpo reaccionó cuando lo hizo de nuevo. Deslizó sus dedos hacia arriba una vez más, dando vueltas en mi entrada lentamente y probando, dejando que su lengua fuera un dardo de vez en cuando mientras jugaba ahí hasta que casi no pude soportarlo más. Incluso más alto, rodaron con un propósito y pasó a lamer, chupar y tocarme allí hasta que pensé que iba a explotar. Mirando hacia arriba por un momento, sonrió y luego se sumergió de nuevo, juntando su boca con fuerza, mis piernas comenzaron a temblar y mi espalda se deslizó aún más de la encimera, hasta que estaba segura de que iba a caer. Traté de regresar al mostrador, pero me echó hacia atrás, solo para empezar todo de nuevo. Me dejé llevar por la sobrecarga sensorial mientras la barbilla sin afeitar de Warner subía y bajaba entre mis labios y su lengua lamía arriba y luego bajaba para rozar entre mis nalgas. Antes de que me diera cuenta, su boca estaba en mi estómago y sus ojos estaban buscando mi cara mientras sus dedos jugaban con mis labios, ligero y como un aleteo. Yo temblaba, con la anticipación prevaleciendo sobre cualquier otro pensamiento en mi mente. —Por favor. —Me quedé sin aliento, dejando que mi cabeza cayera hacia atrás de nuevo, mientras mis ojos se cerraban fuertemente —. No te burles, Warner. Quiero tus dedos. Dos dedos largos avanzaron dentro de mí y sentí que todo mi cuerpo se ponía rígido, mis piernas se apretaron en espasmos mientras él profundizaba más. Hubo una ligera presión en otros lugares y traté de ubicarlo, pero había tanto sucediendo que no pude entenderlo. Y luego sus dedos estaban dentro de mí todo el camino, por lo que me sentí llena y adolorida por la intrusión. —Dime lo que sientes. —Su voz era débil, pareciendo venir de muy lejos. —No puedo —comencé a tartamudear, sintiendo sus dedos comenzar a deslizarse—. Es demasiado. Él los empujó dentro de mí y jadeé su nombre, dándome cuenta en ese exacto momento en que había movido mi humedad hacia atrás lo suficiente para hacerme un Shocker7. —Tú… maldición. Oh… Yo… Yo… Penétrame. —Mis palabras salían a borbotones mientras mi estómago se apretaba de nuevo. No se parecía a nada de lo que había experimentado con él antes. Me encantó y lo odié al mismo tiempo. Estaba perdiendo el control. —Shh. Estás hablando tan fuerte que los vecinos van a llamar a la policía. —¡Que llamen! No me importa. Oh Dios. Lo siento. No, mentí. No me arrepiento en absoluto. Siento, no sentirlo. Oh, Dios mío. —Estaba tratando desesperadamente de agarrarme a algo, a cualquier cosa, de aterrizarme a mí misma porque estaba a punto de explotar. Acelerando un poco el ritmo, lamió círculos sobre mi cadera. —Dawn, nena, tienes que decirme lo que se siente. Necesito tus palabras.

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Shocker: el acto de insertar dos dedos en la vagina y uno en el ano

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—No… no… —Mis manos estaban tirando de mi cabello mientras luchaba por acercarme a él y alejarme al mismo tiempo. Era una presión tan intensa y tanto placer a la vez, que estaba temblando visiblemente. —Hazlo —él estaba rogando con un tipo de súplica en su voz a la que no estaba acostumbrada. —¿Por qué? —le grité, esperando que la ola se estrellara inevitable con el orgasmo que estaba creciendo tan rápidamente debajo de mi pelvis. Su mano izquierda se acercó a la piel sensible debajo de mi ombligo y devolvió sus largos dedos de nuevo a sus respectivos hogares antes de que hablara con molestia en su voz. —Me tienes que decir ahora mismo, porque en unos treinta segundos vas a desmayarte. —Estaba golpeando hacia arriba con tanta fuerza que mis palabras empezaron a salir al mismo ritmo. —¿Qué? —Estaba tratando de levantar la cabeza mientras deslizaba su dedo meñique entre mis nalgas y torcía los dos dedos que estaban dentro de mi vagina. Los dobló hacia arriba al mismo tiempo que presionaba hacia abajo con la otra mano desde el exterior. La presión de lo que aplicó hizo que apretara todo mi pecho y sentí como si hubiera perdido el aire. Mi visión se oscureció antes de experimentar la más intensa mezcla de liberación atada con malestar. Seguida por pura felicidad orgásmica. Y luego nada. Él estaba besando mi mano cuando me vine. —¿Dawn? ¿Estás despierta? —La risa era evidente en su tono. —¿Qué demonios fue eso? —Traté en vano de levantarme sobre los brazos flácidos. cara.

—Shh, simplemente descansa —susurró, apartando los rizos húmedos de cabello de mi

Giré la cabeza para ver que estaba en mi cama en vez de en el mostrador de la cocina. Levantando una ceja débil, me reí. —Te das cuenta de que me comiste en la cocina, ¿verdad? Suspiró y asintió, moviendo su palma hacia abajo entre mis pechos para descansarla sobre mi ombligo. —El linóleo era más fácil de limpiar. —¿Qué? ¿Limpiar? Yo, eh... —Sí, acabo de fregar. Recordé, con la cara roja. —No. —Golpeó el refrigerador. Estoy impresionado. —Se rió, plena y abundantemente—. Tú y Jemma tienen mucho en común ahora.

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Mis piernas estaban tensas por el recuerdo y me sonrojé aun cuando no había nadie más alrededor. ¿Quién hubiera pensado que también sería una eyaculadora? Me reí. Luego suspiré. Entonces me sorprendí a mí misma, riendo y suspirando y agitando los brazos en un intento de despejar mi mente, golpeándome el codo en el lado de la mesa donde estaba sentada. Lloriqueando de dolor, me deslicé de mi silla y me acurruqué en posición fetal, inhalando y exhalando lentamente en un intento de aliviar el dolor y palpitación en mi codo. Estaría tan molesta si Frank despertaba a causa de eso. Poniéndome boca abajo, dejé que mi cara se apoyara contra el piso de madera del pasillo y gemí. No quería levantarme. Colocándome de lado, miré por el pasillo y luego de vuelta otra vez y algo me llamó la atención; un libro tumbado en el suelo en la habitación de Blair. Su puerta estaba entreabierta y pude ver la novela de tapa dura allí, bajo el borde de la cama. Revisando mi reloj, noté que Frank tenía al menos otra hora de su siesta, lo que me daría tiempo suficiente para revisar el libro y ver de qué se trataba el alboroto.

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Catorce Wardo

L

a cena ya estaba empezando a ir tan mal como había esperado.

Dawn había aparecido casi media hora tarde, viéndose enrojecida y excitada, con otra falda inductora de erección. ¿Sus piernas? No hay palabras para describir sus piernas con falda. Candace nunca estaba demasiada entusiasmada con nada, así que no me sorprendí de que no saltara de su asiento para abrazar a Dawn. Y Nolan era tan condenadamente inepto socialmente que estaba un poco preocupado de que su mano fuera a caerse por extenderla durante tanto tiempo a la espera de darle a Dawn un abrazo que nunca llegó. Ya había empezado a beber antes de que cualquiera apareciera, porque mi vida acababa de irse en picado severamente en el transcurso de los últimos días. No estaba en el estado de ánimo adecuado para estar poniéndome al día con mi ex hermanastra y mi mejor amiga de la secundaria. Ambas estaban viviendo fuera de casa, llegando a tener su experiencia universitaria genuina, lo que significaba que rara vez las veía. La rodilla de Dawn rozó la mía debajo de la mesa y salí de mi ensimismamiento de mierda para echar un vistazo en su dirección a través de la parte superior de mi botella de cerveza. Asentía hacia Nolan en falso interés, sus labios se movieron en una sonrisa socarrona. —Quiero decir, son fascinantes, ¿verdad? ¿Qué tan rápido es el tiempo de orientación cuando el macho comienza su seducción? —Nolan movió sus manos por sus hombros como una mosca—. Cantando su canción y luego más o menos yendo tras la hembra alrededor. La acecha. Es sexual e intenso, sabes. Y entonces... —Sus ojos se abrieron como platos y miró a Candace quien estaba mirando al techo y murmurando en voz baja—. Ahí está la lamida. Mierda. Parecía que lo excitaba de verdad. —Entonces ellos... —Hizo un movimiento con el dedo hurgando en su otra mano—. Sellan el acuerdo y... solo... vaya. —Nolan pasó sus manos por su cabello y juro que vi un poco de sudor en su frente—. Las malditas moscas de la fruta, hombre. Increíble. Candace dejó escapar un profundo suspiro y ladeó la cabeza en su dirección. —Buena historia, hermano. ¿Necesitas un poco de tiempo a solas en el baño con una copia de Moscas de la Fruta Illustrated? ¿Para hacer algo de trabajo para esa reprimida frustración sexual? ¿Hay que alquilar La Mosca esta noche y ponernos en plan pervertido? —Bueno, eso sería repugnante. —Nolan estaba hablando muy en serio—. Tal premisa inverosímil y es... —Entonces, ¿cómo has estado? —le preguntó Candace a Dawn, cortando a Nolan a mitad de frase.

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Dawn rió y se pasó la mano por el cabello, dejando que su pantorrilla acariciara la mía debajo de la mesa. —He estado realmente... muy bien. Gracias por preguntar. —Sus ojos se deslizaron en mi dirección por apenas un segundo—. Las cosas están empezando a... verse bien. Tragué con mi boca llena de cerveza y me ahogué un poco mientras miraba lejos. ¿Qué era lo que estaba haciendo? —¿Cómo va tu libro? —Nolan se inclinó sobre la mesa y me eché hacia atrás en la silla para evaluar su reacción. Había tenido la impresión de que no le había dicho a nadie sobre su escrito, pero hablábamos de Candace, después de todo. Por supuesto que sabría sobre el libro de Dawn, lo que significaba que Nolan también lo sabría. Dawn se aclaró la garganta. —Estoy haciendo un montón de investigación. Candace hizo un sonido de hmm y Nolan parecía distraído. —Hablando de libros, sin embargo, estaba en el trabajo hoy y Blair llevó esta nueva novela que acababa de salir. —Dawn se volvió en su asiento para dirigirse a mí, su cabello se balanceó, el olor de su champú afrutado me pegó en el rostro, tensando mi estómago—. ¿Tu tienda recibió copias de An Early Education? Oí que una gran cantidad de lugares estaban prohibiendo su venta. —Se lamió los labios—. Pero lo empecé hoy y santa madre. Ese libro es demasiado erótico para el público y sin tabúes. Dejé mi cerveza en la mesa y la alejé, mi silla haciendo un sonido áspero contra el suelo. —Ese libro es basura y una mierda total. No perdería mi tiempo con él, Bunny. —Serio, me levanté de la mesa—. Necesito fumar. Empujándome junto a las personas al azar pululando alrededor de la barra, abrí la puerta y tomé una enorme bocanada de aire mientras me movía hacia la noche fría. Necesitaba pensar. Necesitaba respirar. Toda la situación del libro me estaba comiendo vivo y no tenía ni idea de lo que se suponía que debía hacer al respecto. Se trataba de mí, eso era evidente. Había ido a la universidad después de que mi mamá se divorciara del padre de Candace. Nadie sabía que yo era tan inteligente, así que no había llamado la atención después de haber anulado mi matrícula en Weston High. Simplemente había tomado mi prueba de nivel y había ido a la universidad medio semestre antes. Fue allí donde conocí a la amiga de mamá, Mandie. Era profesora y mi mamá había insinuado que ella cuidaría de mí mientras estuviera fuera de casa. Y cuidar de mí fue lo que hizo. Justo antes de que cumpliera dieciocho fue cuando me metió debajo de las gradas. No le había mentido a Dawn cuando dije que había estado con tres mujeres. Es solo que una de las mujeres tenía como la experiencia de diez y algo más. Me había enseñado todo lo que sabía. Incluso cosas que no quería saber. Antes de eso, solo me había acostado con mi ex, Willow, en la secundaria. Después de que la universidad se enterase de mi amorío con Mandie, le habían pedido que dimitiese y a mí me habían dado una importante suma de dinero para guardar silencio, siempre y cuando saliera de la escuela.

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Traté de tener sexo al azar una vez cuando volví a casa, pero había experimentado tanto con Mandie que una mierda sin sentido no era suficiente para justificar ponerme duro. Y entonces apareció Dawn y supe que podía darle lo que necesitaba. Mientras pudiera mantener su interés a largo plazo y no ceder en acostarme con ella, entonces tal vez podría convencerla de que había algo más entre nosotros. Siempre había habido más. Después de todo, le había pedido que se casara conmigo cuando tenía solo catorce años. Encendí un cigarrillo y me moví al callejón oscuro detrás del bar, apoyado en los ladrillos fríos, cerré los ojos, riendo con molestia. Era obvio que Mandie había decidido escribir un libro. O alguien cercano a ella había decidido escribir con un seudónimo para no mencionar su nombre. Pero, ¿estaba loca? Me llamaron Walter Grant. W. G. Aquellas todavía eran mis iniciales, perra insensible. Y Walter es un nombre terrible. Debería haber estado ofendido. —¿Warner? Abrí los ojos para ver a Dawn mirando al callejón oscuro, con preocupación escrita en todo su rostro. Podía verla claro como el día con las farolas detrás de ella, pero estaba bastante seguro de que solo podía ver el humo de mi cigarrillo. —Estoy aquí —le grité, tomando otra calada del cigarro. Se acercó a donde estaba soltando señales de humo y se detuvo lo suficientemente cerca para ver mi rostro. —¿Qué sucede? —Nada. —No me mientas, Warner. Te conozco. Me reí y tiré mi cigarrillo al suelo, a mis pies. —¿Tú, Bunny? —Sí. Tomando sus caderas en mis manos, la atraje hacia mí con una sacudida. —Estoy bastante seguro de que sabes algunas cosas sobre mí, pero sobre todo sabes lo que es tenerme lamiéndote la vagina y haciendo que te vengas. —Bajé el rostro a su cuello y tomé una respiración profunda. Tembló y un estremecimiento me recorrió el cuerpo. Lamiendo su piel, la empujé a mi pecho y nos adentramos más en el callejón. Cuando estuve seguro de que estábamos lo suficientemente lejos para que nadie pudiera vernos, la inmovilicé contra los ladrillos. Empujando sus muslos con mi rodilla, moví una mano hacia abajo para subirla por su muslo y poner el pie en una caja cercana. Arrastrando mis dedos hacia arriba, tracé la suave piel de su muslo y más alto, hasta que tuve las palmas de mis manos la parte delantera de su piel desnuda. —¿Planeaste esto? —le pregunté, levantando una ceja y moviéndome hacia atrás un centímetro para verle el rostro. Negó un poco y se quedó sin aliento.

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—No en un callejón. Pensé que tal vez un poco de acción debajo de la mesa sería divertido... —Sus palabras perdieron fuerza cuando la besé tan duro como pude, empujando mi lengua en su boca y abriéndole los muslos con mis dedos. Sus labios se abrieron aún más y la sentí ponerse más húmeda en mi mano. —Lo deseas mucho, ¿verdad, nena? ¿Eh? Lo puedo decir. —Mis dedos jugaron con su clítoris, jugando hasta que estuvo empujando mi palma por más—. Tan caliente y resbaladiza. Quieres mi pene, ¿no es así, Dawn? —Sí —admitió y pude oír el toque de desesperación en su voz. —Te voy a dar el gusto. Tiré de mi cinturón con la otra mano y bajé mis pantalones lo suficiente como para sostener mi dolorido pene en mi palma. Me acerqué y deslicé la punta a lo largo de su apertura una vez. Su otro pie se apresuró a encontrar otra caja y una vez que se aseguró a sí misma, moví toda la longitud de mi pene en su contra, presionando mi pelvis de modo que su clítoris estuviera a ras de mi base. Frotándome a ella, escuché su respiración atorarse y anclé mis antebrazos al lado de su cabeza. Mientras me movía hacia arriba, agarró la parte de atrás de mi chaqueta con fuerza. —Warner. Estaba jadeando mi nombre y mi corazón se disparó con el sonido, por lo que me incliné más contra ella, machacando mi pubis contra su clítoris hasta que estuvo temblando. Sus labios se encontraron con los míos y la besé, dejando que mis párpados se cerraran mientras su boca se abría para permitir que mi lengua entrara. Dejé que mis manos descansaran sobre su cabeza y controlé el beso al igual que controlé nuestros cuerpos restregándose uno contra el otro. Nos mantuvimos en movimiento hasta que la experiencia fue simplemente demasiado y supe que estaba a punto de venirme. La sensación de ella sobre mi pene era más de lo que podía tomar. Estaba tan húmeda y retorciéndose contra mí, deslizándose sobre la punta y luego presionando contra la base. —Dawn. —Aparté su rostro del mío—. Da un paso hacia abajo y cierra las piernas nena, como lo hiciste cuando te hice venir en mi regazo la primera vez. Asintió. Sus ojos estaban medio abiertos y aturdidos mientras dejaba caer cada pie al suelo, haciéndome doblar las rodillas para mantener el nivel con ella. Sus muslos se cerraron, temblorosos y débiles mientras reanudaba mis movimientos entre sus piernas y frotaba su clítoris. Era un apretón más apretado que se sentía tan bien y cálido y húmedo. —¿Ya cerraste las piernas? —le pregunté sobre sus labios y la sentí temblar mientras asentía. Enterrando su rostro en mi hombro, dejó escapar un gemido en el cuero. Acerqué la barbilla a su oído para susurrarle: —Quédate conmigo esta noche, Dawn. Prometo que te haré sentir muy bien. —Sí, está bien, sí. —Sentí su cuerpo tensarse y sus piernas volverse débiles. Con su admisión, me rendí y enterré mi rostro en su cuello, latiendo y tirando grandes chorros entre sus nalgas y sobre la pared a su espalda. La abracé, mi corazón tronando en mi pecho y la calidez de mi orgasmo corrió a través de mí, por lo que los bordes de mi visión eran

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borrosos. Su rostro se levantó hacia el mío de nuevo y la besé largo y tierno, dejando que mis labios jugaran sobre los suyos una y otra vez. —Dawn Sims. ¿Qué es lo que quieres de mí? Suspiró y me miró a los ojos. —¿Lo mismo que quieres tú de mí? Negué y suspiré. —Dudo que eso sea cierto. Los ojos de Dawn se desviaron y lo ignoré para ayudarla a mover sus piernas, para poder alejarme. Había un desastre, eso era seguro. Por la parte posterior de sus piernas y en la parte delantera de mis pantalones. —Mierda, ¿cómo se supone que voy a explicar esto? —le gruñí y miré a su alrededor para pensar en algo rápido para limpiarme. Dawn hizo una mueca y sostuvo su falda lejos de sus piernas. —No puedo volver allí así. Asintiendo, me subí la cremallera de los pantalones y jalé de mi camisa tan abajo como pude. —Iré al interior. Espera aquí. —¿En un callejón? ¿Sin bragas? —dijo entre dientes. —Eres más que bienvenida a ir al interior. —Hice un gesto hacia el restaurante. Resopló y se instaló en la pared—. Me lo imaginaba. Corrí hacia el final del callejón y, después bajé la velocidad mientras una forma familiar aparecía a la vista. Nolan estaba apoyado contra la pared con las manos en los bolsillos. —Hola, Wardo. —Eh, hola, Nolan. —Empujé mi mano por mi cabello por costumbre antes de recordar que tenía restos de Dawn por todas partes. Asintió y se aclaró la garganta. —Así que estás más allá de la fase de lamer, ¿eh? Lo miré con incredulidad. Se limitó a sacudir la cabeza. —Maldita mosca de la fruta.

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Quince Dawn

H

abía esperado en el callejón por lo que pareció una eternidad antes de que Warner apareciera en la oscuridad, sosteniendo unas servilletas en su mano. Mis piernas estaban pegajosas, pero secas, e hice un punto al no apoyarme en la pared detrás de mí por miedo a que fuera a terminar con una mancha aún más grande en mi falda. Además, tuve que preguntarme si habría otras erupciones de amor de la gente en esos ladrillos. —Aquí. —Él estaba tranquilo mientras apretaba las servilletas en mi palma abierta. Yo le di las gracias y me moví para limpiarme cuando lo sentí dejar caer su mano entre mis muslos y oprimir una húmeda servilleta en mi piel. Con un toque tierno, me limpió un poco, y yo seguí con las servilletas secas, sintiéndome atendida o algo así. —¿Qué le dijiste a Candace? —le pregunté mientras me enderezaba la falda. Él suspiró y miró hacia el restaurante. —Um, no tuve que decir mucho en todos. Nolan me estaba esperando cuando te dejé. Parece que Candace lo envió a encontrarnos porque se dio cuenta de que algo estaba pasando. —¿Qué estás diciendo, Wardo? Oh, Dios mío, ¿nos vio? —Mi corazón estaba brincando en mi esternón. —No creo que viera lo que estábamos haciendo. Podría haberse visto sólo como si estuviéramos teniendo sexo. Y estoy diciendo que hemos hecho un trabajo de mierda en ocultar lo que está pasando entre nosotros frente a Candace y Nolan. Incluso en la oscuridad pude ver el calor en sus ojos y tomé una respiración profunda mientras dejaba que sus palabras penetraran en mí. —¿Qué está pasando entre nosotros? —le pregunté con un susurro. Él dio un pequeño paso hacia mí, y yo parpadeé rápidamente mientras sus brazos rodeaban mi cintura hasta que me jaló hacia su pecho. Presionando sus labios en mi mejilla, dejó escapar un suspiro suave. —No es una buena idea que entres. Tienes esperma por todas partes de tu falda. Y de tus zapatos. —Maldición. Warner se rió. —Voy a volver para decirles adiós. Te enviaré por texto mi dirección. Nos veremos allí tan pronto como sea posible. —Está bien. —Me alejé un poco de él.

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Su boca se cernió sobre la mía antes de que colocara un delicado beso en mi labio superior. —Trae ropa suficiente para todo el fin de semana. —¿Qué? —Otro beso. —Me escuchaste. —¿Planeas mantenerme como rehén? Era una broma, pero sus ojos se abrieron y se grabaron a fuego en los míos, haciéndome retorcer. —Más o menos. Ah, y recuerda traer tus juguetes, también. Yo aspiré con delicadeza. —Todos. —Con esa última instrucción, me besó con fuerza, dejándome sin aliento antes de apartarse y jaló mi mano hasta que estuvimos fuera del callejón y de nuevo en la acera. Me tambaleé en mis zapatos mientras trataba de llegar a mi auto sin caer en mis ahora debilitadas rodillas. Y cuando me alejé, vi que me observaba desde la puerta principal del restaurante. Como para asegurarse de que estaba a salvo. Entrar a su edificio hizo que mi estómago estallara con mariposas. ¿Qué estaba pasando conmigo? ¿En qué me había convertido, en algún tipo de babeadora adicta al sexo? Era como si al estar cerca de él y llevándome al orgasmo fuera algo que ansiara casi tanto como aquellas malditas blancas galletas de nuez de macadamia de chocolate de Subway. Fui a mi apartamento y puse tanto como pude en una bolsa de viaje, empacando los vibradores y las perlas. También metí un par de piezas de ropa interior, justo en caso de que me dejara tiempo para cambiarme entre cualquier tipo de lecciones que tuviera previstas para los dos días con sus tres noches de placer. Maldita sea. Sonaba como un anuncio para un crucero de hedonismo. Obviamente, me daría una ducha. Era extraño lo rápido que podía bloquear todo lo demás cuando supe que estaría viéndolo. Incluso sabiendo que tendría que discutir lo que había pasado en la cena con Candace en algún momento no me impidió abrir la puerta de mi auto. Sabiendo que le había mentido sobre los experimentos mosca de la fruta a Nolan no me impidió tomar mi bolsa de viaje en mi mano. Tuve la clara sensación de que cualquier paso que Warner había querido que tomáramos, los habíamos tomado. No había manera de que me pudiera enseñar todo el sexo que sabía sin que lo tuviéramos. Y la idea de tenerlo dentro de mí después de todo nuestro tiempo juntos hacía que todo mi cuerpo vibrara de anticipación. Después de experimentar lo que podía hacer con su boca y manos, estaba más allá de segura de que su pequeño Wardo podría muy bien hacer que me quedara inmóvil. Y me gustaría que lo hiciera. En repetidas ocasiones. —¿Infiernos? —murmuré para mí mientras entraba en el ascensor y apretaba el botón marcado como “5”. Mis ojos recorrieron el pequeño espacio, y noté los espejos que conformaban las cuatro paredes, mi mente evocó imágenes de mí abierta completamente en las barandas y el rostro de Warner enterrado entre mis muslos mientras me hacía venir en un tiempo récord antes de que el ascensor se abriera para dejarnos salir en el quinto piso.

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Las puertas se abrieron, y me lamí los labios secos, muy consciente de que había estado respirando por la boca y a punto de hiperventilar a causa de mi propia imaginación. Caminando hacia su apartamento, escuché música flotar de debajo de la puerta y me pregunté por un momento si me oiría llamar. En lugar de llamar, le di vuelta al pomo de la puerta y sentí que mi panza brincaba un poco, mientras cedía. La había dejado sin seguro para mí. Ahora un millón de escenarios estaban pasando por mi cabeza. Su apartamento podría haber estado vacío y sin muebles, con sólo cajas de leche como sillas para sentarse. O podría haber estado pintado con graffiti en las paredes. Tal vez habría cormorán moñudo en la alfombra verde sobre ellos para hacer que se sintiera como si estuviera en casa en su dormitorio de la infancia. Mi boca se abrió mientras miraba alrededor de la sala de estar totalmente amueblada y limpia. Con arte en las paredes por encima de los sofás. ¿Y esas eran lámparas? —Debo estar en el apartamento equivocado. —Me volví hacia la puerta, sintiéndome más que un poco avergonzada. —¿Dawn? —La voz de Warner me llamó desde encima de la melodía procedente de los altavoces de la sala de la vivienda, y me hizo girar sobre mis talones para ver su torso inclinado en una ventana. Sus piernas y pies estaban todavía afuera en la escalera de incendios, con un cigarrillo colgando de sus labios y una botella de cerveza entre sus dedos. Los mismos dos dedos que me habían hecho perder el conocimiento. —¿Esta es tu casa? ¿De verdad? —Podría haber gritado hacia él. Podía ser. Él se rió y asintió, tomando el cigarrillo de su boca y exhalando de lado. —¿Por qué? ¿Esperabas que viviera en una vivienda de gobierno o algo así? Mi boca se abrió para hablar, pero no tenía nada. Yendo de nuevo dentro, cerró la ventana detrás de él y pasó la mano por su cabello húmedo, que parecía acabar de recibir una ducha. —No sabes nada de mí en absoluto, Bunny. ¿Por qué lo asumes? —Por tu auto. —¿Qué puedo decir? Vivir en un lugar agradable y conducir un auto de mierda o conducir un buen auto y vivir en un lugar de mierda. ¿Por qué incluso tienes ideas preconcebidas ya? Dejé mi mochila en el suelo y di un pequeño paso hacia adelante, sintiéndome atraída por él mientras nos movíamos más cerca uno del otro. —Entonces dime algo sobre ti, Warner Green Él levantó que una ceja hacia mí y frunció los labios. —¿Cómo qué? Me encogí de hombros. —¿Cómo qué demonios es esto de la música que estás escuchando?

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Con los ojos abiertos, señaló el equipo de música. —Esa es real, música clásica. No la porquería pop, sintonizada automáticamente, esa mierda regurgitada que hartan ahora. —No tenía ni idea de que estaba ofendiendo tus formas inconformistas, Wardo. —Me moví hacia él para ir a su estéreo—. ¡Vinilo, nada menos! Su calor corporal impregnó la parte de atrás de mi camisa y cerré los ojos mientras apretaba su pecho contra mi espalda, envolviendo sus brazos alrededor de mi cintura y barbilla colocada en mi hombro. —Muestra un poco de respeto por Tommy James, Bunny. —Los brazos de Warner se apretaron mientras me jalaba más cerca, y permití que mis ojos se cerraran mientras comenzaba a balancearnos de un lado a otro. La canción era lenta y dulce y después de unos segundos lo oí cantar en mi oído. Me relajé en él y le permití liderar mientras cantaba, su respiración suave y caliente contra mi piel. Si tuviera que señalar justo cuando la dinámica de nuestro acuerdo cambió, fue justo entonces. Mientras me volvía hacia él y apretaba mi pecho al suyo. Cuando quitó el cabello lejos de mi cara. La mirada en sus ojos antes de que se inclinara hacia adelante y presionara un beso honesto como Dios en mis labios hizo que todo mi cuerpo se tensara y relajara antes de un hervidero de emoción. Tomé su cabello y tiré mientras vagaba por mi boca con su lengua. El sabor de él, la cerveza y el cigarrillo que acababa de tener en su boca hacía una combinación embriagadora. Cualquier otra vez, con cualquier otra persona, habría sido desagradable, pero de alguna manera, era tan erótico cuando era Warner. Me levantó contra él y dio un paso hacia su sofá antes de parecer cambiar de opinión y girar la cabeza hacia su habitación en su lugar. Podía oler los restos de su ducha, mientras flotaban en el aire. Sentí la ligera brisa de su ventilador de techo fría sobre mis mejillas sobrecalentadas mientras me ponía contra las almohadas. Tomé la suavidad de su miembro contra mis piernas mientras me acomodaba allí con él cerniéndose sobre mí. —¿Qué trajiste? —Besó una estela suave sobre mi cuello y clavícula para cortar justo encima de mi pecho. —Todo. —Suspiré, dejando rodar mi cabeza a la derecha. —Bien. —Él dio un paso lejos, y vi su confusión cuando salió de la habitación y volvió menos de un minuto más tarde con mi bolsa. La abrió y rebuscó por cualquier cosa que estuviera buscando, y una vez que la encontró, se le vio tan contento. —Te deseo, Warner. —Esperaba que escuchara la verdad en mi voz. —Lo sé. Yo también te deseo. Pero no he terminado todavía. Sintiéndome frustrada, me crucé de brazos e hizo una mueca. —No podemos simplemente... —No —dijo rápidamente—. No. —Arrastrándose sobre mí en la cama, presionó su frente a la mía—. Pero te puedo decir que va a pasar este fin de semana. Si te quedas conmigo aquí, pasará. —Su beso en mis labios era dulce. Me fundí contra la cama mientras presionaba su peso sobre mí, moldeándolo contra mi cuerpo con sus labios y manos y piernas. Era

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increíble la rapidez con la que reaccioné a su toque. Cuán excitada estaba en un corto periodo de tiempo. Sin aliento, estaba tirando de su camisa y de sus pantalones vaqueros, desesperada por conseguir desvestirlo. Su mirada sostuvo la mía mientras se alejaba para desnudarse, y luego tiró de mis pies al borde de la cama para quitarme la ropa. Cuando estábamos los dos desnudos, me detuve y di una respiración calmante. Era como si todo estuviera bien. Él estaba duro, y su pene se tambaleaba en frente de mi cara, haciéndome apretar el estómago y tener humedad entre mis muslos. Tentativa y tímida, levanté mi mano y pasé la parte de atrás de mis nudillos a lo largo del liso fuste, riendo al rebotar un poco. Mirando hacia él, pude ver la confusión en su rostro, cuestionando lo que iba a hacer. Y en lugar de preguntarle, o decirle algo estúpido que lo arruinara, me incliné hacia delante y planté un beso en la punta. Él gimió, y me devolvió la sonrisa, tomando mis manos y envolviéndolas alrededor de mi cintura para que pudiera besarla de nuevo. Mis labios se separaron, y yo respiré, cálido y lento sobre su cabeza antes de dejar que mi lengua se deslizara hacia fuera y al otro lado un poco. Su estómago se contrajo, y vi sus manos en puños a los costados. —Muéstrame —me susurró y tuve que contener mi risa por cómo sus manos rápidamente estuvieron en mi cabello, tomando mi cráneo mientras sus caderas se movían un poco hacia delante. Abrí la boca y lo tomé dentro, algo que nunca había hecho antes. Él era liso y suave contra mi lengua y lo chupé con una ligera presión, preguntándome si era suficiente. —¿Eso está bien? —Miré hacia arriba para ver que sus ojos estaban cerrados y sus labios entreabiertos. —Sí, más que bien. —Quiero que sea bueno, sin embargo. —Entonces déjame mostrarte cómo me gusta. Acuéstate sobre tu espalda. —Sonaba como si estuviera siendo estrangulado. Hice lo que me instruyó, viendo cómo se inclinaba hacia delante, tirando de mi cabeza casi todo el camino hacia el lado del colchón. Alejándose por un momento y tomando su lugar delante de mi cara, no pude reprimir una sonrisa mientras él bajaba a mí, besándome al revés. Pasando su lengua por mi labio superior, suspiró—. Relaja tu garganta. Juro que no te lastimaré —prometió antes de pararse. No tenía ninguna razón para no confiar en él, así que esperé mientras agarraba su pene y lo llevaba a mis labios. Abriendo tan amplio como pude, dejé que llenara mi boca, deslizando mi lengua sobre la piel suave y firme de su cabeza y luego de su eje. —Eso es todo. —Suspiró. Mis manos se asentaron sobre sus muslos mientras se inclinaba sobre mí un poco y yo me empujaba hacia delante para encajar más en mi boca. Sus manos vagaron por mi estómago, y lo sentí abrir mis piernas. Sus dedos se arrastraron en un circuito lento entre mis pechos, a través de mi estómago, y hacia mi pelvis. Su dedo medio acarició mi clítoris una vez y mi boca se ensanchó mientras lo tomaba todo.

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Sus caderas se movieron un poco hacia atrás mientras inhalaba un tembloroso suspiro profundo. Desde algún lugar a mi izquierda oí un zumbido suave y luego sentí sus dedos deslizándose entre mis labios mientras su pelvis se inclinaba hacia adelante y llenaba mi boca de nuevo. Warner se enderezó un poco, mirándome con ojos vidriosos. —No tienes idea de lo hermosa que te ves con mi pene en tu boca, Dawn. Saca la lengua y presiónala justo debajo de la cabeza. Hice lo que me dijo y vi como su mandíbula latía. —Sí, así. Ahora chupa un poco más duro. Seguí sus instrucciones y él tomó mis mejillas mientras las deslizaba un poco y pulsaba de nuevo. Respirando por la nariz, sólo lo sentí. Me daba cuenta por sus reacciones cuando estaba haciendo algo que le gustaba. Y después de un momento cerré los ojos, concentrándome en la experiencia de que pegara en la parte posterior de mi garganta antes de retractarse. Se había movido un par de veces, y no había pensado en nada de él hasta que sentí sus manos en mí otra vez, abriéndome. Sus dedos se deslizaron entre mis labios empapados y rozaron mi clítoris. El zumbido que escuché antes ahora venía de algún otro lugar, y traté de descifrar donde estaba antes de sentir algo colocado en contra de mis doloridos nervios. mí.

Brinqué y Warner me calló cuando movió el vibrador hacia abajo un poco más contra —Este es el punto G el que tenemos.

Mi memoria hizo clic con los juguetes que había comprado, y de inmediato supe de cuál estaba hablando. Gemí a su alrededor mientras él presionaba mi pierna izquierda al colchón y dejaba que el vibrador se deslizara en mi contra. Se detuvo en mi apertura antes de empujarlo dentro de mí muy, muy lento. Todo mi cuerpo se puso rígido mientras se acomodaba justo en mi punto G. Sin saberlo, había empezado a hundir mis dedos en sus muslos. Mis caderas temblaban y rodaban, tirando de vez en cuando. Mis labios habían bajado a su alrededor como un tornillo de banco. Su mano empezó a moverse más rápido entre mis piernas mientras rítmicamente presionaba mi punto G. Golpeó, aplastó, y torció el consolador contra mí hasta que estaba apretando mis ojos cerrados y gritando alrededor de su pene. Me vine duro y me agarré de sus muslos, brincando contra el vibrador mientras mis rodillas tiraban hacia arriba, hacia mi pecho. Sentí sus manos en mis oídos mientras bruscamente exclamaba que se venía antes de sentir los gruesos disparos, calientes de su venida golpeando la parte posterior de mi garganta. Amenazó con hacer que me ahogara y salió volando por mi nariz. Pero él estaba susurrando para que me relajara. Me decía que era tan bueno. Sus manos amasaron mis pechos y acariciaron mi garganta mientras yo tragaba y sentí que dio un paso hacia atrás hasta que estuvo fuera de mi boca. Me quedé con un sabor salado en la parte posterior de mi garganta, con mis dientes mordiendo mis mejillas, y un vibrador activo entre mis piernas. Rodando a mi lado, lo moví fuera de mí, lo apagué y lo arrojé al suelo. Me quedé allí temblando y jadeando por respiración con los ojos cerrados. Presionando mi cara en el edredón, sentí que mi corazón latía a un ritmo loco en mi pecho, satisfecha y feliz. La música

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se apagó. Las luces siguieron. Y justo antes de caer en un profundo sueño, sentí los brazos de Warner a mi alrededor. Me aseguró a su pecho, maniobrando nuestros cuerpos debajo de su manta. Estuve muy cómoda durante toda la noche, y me encontré despertándome de vez en cuando sólo para acurrucarme más cerca de su pecho. Metiendo mi nariz en su cuello. Y él presionaba un beso en mi frente o respiraba mi nombre en su sueño, haciéndome sentir mareada antes de deslizarme de nuevo en mis sueños.

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Dieciséis Wardo

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andie. No pienso más en ella. O por lo menos no lo hacía antes de que todo este libro de mierda comenzara.

Dawn una vez preguntó sobre la cantidad de mujeres con las que me había acostado, y no estaba mintiendo cuando dije que tres. Creo que estaba mintiendo acerca de llamar una relación al tiempo que pasé con Mandie. Las relaciones no se supone que son un secreto. No se supone que se construían en torno al tipo de cosas que habíamos hecho. No estoy seguro de que cómo debía ser definida una relación con tu profesora de universidad, la amiga de tu mamá, que veías a escondidas en los dormitorios de primer año y en su apartamento después de la medianoche porque su novio trabajaba en el turno noche y se sentía sola. La universidad era nueva y emocionante, y tener a una mujer mayor susurrando todas las cosas sucias que quería hacer, o conmigo, o los dos y con otras personas también, era difícil resistirse a la invitación. La verdad es que no quería decir que no. Bueno, no creo que quisiera. Si me permitía pensar en ello, había un montón de razones por las que pasó. No mentiré y diré que no lo disfruté. Había cosas a las que me gustaría haber dicho que no, y había cosas que me gustaría haber hecho de otra manera. Lo más obvio que me gustaría poder cambiar era haberla dejado montar mi pene en la parte trasera de su auto en un estacionamiento del campus. No me lo quitaba de encima. Me sentía estúpido. Nos volvimos descuidados, y era sólo cuestión de tiempo antes de que nos deslizáramos un poco lejos como para quedar atrapados. Desde la primera noche que me colé en su apartamento y me ofreció un whisky, fue definitivo, y ella susurró que estaría más que feliz de mostrarme lo que podía ser el buen sexo. La última noche en la que había encajado las uñas en mi pecho tan duro que me dejó magulladuras durante unos días. Sabía lo que estaba haciendo y con quién lo estaba haciendo. Ella bebía vino, y hasta este día no puedo oler el vino rojo sin que mi estómago se agrie. Pero esa noche, en la que todo empezó, olía como a lujuria. Acurrucada en su sofá, con la cabeza apoyada en una almohada, con el pelo largo y negro doblado en los extremos. Me había mirado con esos ojos azules llenos de ese calor que hacía que mis mejillas se volvieran de color rojo, ya que, lo crean o no, me hacía sentir tímido. Sin experiencia. Cómo un niño en vez de un hombre. —¿Cuál era el nombre? Mi visión era un poco nebulosa mientras la miraba, notando la falda levantada apretada contra sus muslos y yendo más alto cada vez que tomaba un sorbo de su vaso.

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—¿De quién? Ella sonrió, bajando sus pestañas y riendo. —La chica con la que perdiste tu virginidad. —Willow. La forma en que sus cejas se elevaron me hizo querer reír. Me miró, me atrevo a decir, ¿interesada? —¿Fue bueno? —Sí. Estuvo bien. —No, no lo fue. No hay manera en el infierno que una adolescente pudiera darte todo lo que necesitas, Warner. —Su voz era tan ligera y delgada, susurrando desde su lugar el sofá— . Yo puedo hacerlo, sin embargo. —Era la forma en que decía mi nombre. Su cara contra mi muslo. La visión de sus bragas de encaje cuando se inclinó hasta colocar su copa en la mesa y luego mientras se arrastraba hacia mí para que pudiera ver directo debajo de su camisa. Se sentó a horcajadas. Quiero decir, ya había chupado mi pene. No es que no estuviera esperando algo cuando me acerqué. No sólo eso. Sus labios se cernieron fuera de alcance, y tiró de mi cabello en un ángulo donde mi cabeza se movió hacia atrás mientras me miraba a los ojos. Dios, ya estaba tan condenadamente duro y lo único que había hecho era sentarse en mi regazo. —Dime qué deseas. No hubo nada más que silencio de mi parte, porque toda la cosa estaba fuera de mi alcance de la realidad. Era bastante loco, si soy honesto conmigo mismo. ¿Una mujer de cuarenta y cinco años, con un muchacho de diecisiete? La mayoría de los chicos dirían que tenía suerte. En ese momento había estado de acuerdo. Me dio un beso, y me gustó. La dejé. De hecho, la dejé darme un baile erótico de alguna clase en ese sofá. Ella gimió y se apretó a sí misma contra mis jeans. Era todo tan emocionante y peligroso. No sé si se sorprendió cuando le di la vuelta colocándola sobre su espalda, pero yo no estaba prestando atención porque estaba tratando de empujar esa falda alrededor de sus caderas mientras movía mis pantalones abajo para sacar mi pene. Pero ella se rió y me empujó fuera con sus pies y se quedó allí, con las piernas bien separadas, con los párpados entreabiertos mientras pasaba el pulgar por encima de su pezón y sonrió. —Dime lo que quieres. Miré mi erección y me reí. —Es obvio, ¿no? Ella se incorporó y dejó caer una pierna del sofá, deslizó sus bragas, y las dejó caer al suelo, exponiéndose a mí aún más. —Dime que deseas mi vagina, Warner. Ahora, yo decía esa clase de mierda en el vestuario en la secundaria o con mis amigos, pero nunca se lo había dicho a una chica. O a una mujer. Era mayor y amiga de mi mamá, y no estaba seguro de si estaba bien. Pero cuando tiró de su falda más arriba y deslizó su dedo

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medio sobre su clítoris, olvidé las formalidades por completo. Así que le dije lo que quería oír. Lo que mi pene quería oír. Gimió y se arqueó, su respiración pesada mientras daba vueltas más rápido, aferrando su pezón con la otra mano y sus caderas se elevaron en ritmo. Yo miré, pero no toqué. No creo que me acordara de respirar. Cuando se vino, no se parecía a nada que hubiera visto antes y me quedé mirando, preguntándome cuándo llegaría a poner mi pene dentro de ella. Pero cuando abrió los ojos y llevó los dedos a su boca para lamerlos y dejarlos limpios, me vine en mis pantalones. No era mi mejor momento, por supuesto. Ella lo sabía, y con las piernas dobladas debajo de ella, apoyó la palma de la mano sobre mi cremallera. —Está bien. No te avergüences. Podrás tenerla, Warner. Después de aprender cómo hacerlo, podrás tenerla. Y luego te voy a mostrar un millón de otras cosas pequeñas y variadas que nunca podrías soñar saber. Se necesitaron tres semanas para que me diera cuenta de cómo hacer que se viniera. Y otras dos para hacerlo más de una vez. Otra semana para poder hacerlo con mi boca solamente. Para la octava semana accedió a dejarme entrar en ella, y no fue suave como Willow. No tembló ni apretó los labios para impedirse hacer ruido. Mandie era de ángulos agudos y de instrucciones sobre cómo lo quería. Lo que quería que dijera. Qué tan duro quería que su cabello fuera agarrado y justo donde quería la palma de mi mano enterrada en su trasero. Quería mis dedos por todas partes y todos los juguetes imaginables en todo lugar donde encajaran. La mujer era agresiva y asertiva, sabía exactamente lo que quería de mí, y creo que en algún momento podría haber creído que me importaba además de para tener sexo constante. Pero una noche cuando trajo chicas, las cosas cambiaron. Me pregunto acerca de ellas, a veces. Me pregunto si se sintieron seguras porque sus nombres nunca salieron durante toda la tormenta de mierda. Me hubiera gustado haber recordado subir la ventanilla del auto para que nadie pudiera oírme venir en ese estacionamiento. O tal vez me alegro de no hacerlo porque me permitió conectar con Dawn. Nunca pensé que lo que teníamos se convertiría en esta cosa donde la odiaba, pero cuando nos atraparon y le dijeron a mi mamá que yo lo había empezado, que fui a ella, se dañó tan rápido. Debido a que mi mamá le creyó.

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Diecisiete Dawn

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e di cuenta de algunas cosas al mismo tiempo que me despertaba, a la mañana siguiente.

Uno: mi boca tenía su habitual sabor pantanoso, pero había una cierta cualidad pegajosa extra, lo que, al instante, me hizo lamentar no cepillarme los dientes y dejar que el esperma de Wardo ocupara la parte posterior de mi garganta toda la noche. Dos: al parecer, el no-sexo todavía olía a sexo y podía impregnar una habitación en la misma medida. Tres: mi boca no era la única cosa pegajosa en esa habitación y temía tener que quitar mis muslos de alrededor de Warner porque, según parecía, había estado intentando montar su pierna en mi sueño. Cuatro: la erección mañanera NO es un mito. Mantuve mis ojos cerrados y traté de sentir mi entorno por ahora, preguntándome si podría rodar lejos de él y llegar al baño sin despertarlo. Deslizando mi mano por su pecho y entre nuestros cuerpos, empujé un poco con la esperanza de poder desenredarme de él con dignidad. Pero era Warner del que estábamos hablando aquí. Nunca me dejaría escapar tan fácilmente. —¿Vas a algún lado? —Se rió entre dientes y abrí mis ojos para verlo mirándome con diversión. Levanté las sábanas hasta mi nariz y me tapé la boca. —Iba a, ya sabes, hacer pis y lavarme los dientes. Alzó las cejas. —¿Estás segura de eso? —Sí, ¿por qué? Su rodilla se empujó hacia arriba y hacia mí, haciéndome ahogar un gemido. —Porque estás goteando por toda mi pierna. No estaba seguro de si habías terminado de intentar correrte en mi muslo todavía. Así que el Wardo juguetón estaba de vuelta. Tenía que admitir que lo había echado de menos. —Yo no fui —dije, moviendo la pierna un poco y manteniendo el contacto visual mientras lo hacía. Tenía razón, por supuesto. Estaba muy húmeda y resbaladiza sobre su muslo. Por supuesto, eso significaba que su erección chocaba contra mi estómago cada vez que me movía.

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Warner se rió un poco y en silencio. —¿No? Entonces, ¿qué estabas soñando, que te encontrabas gritando mi nombre tan fuerte? Una vez más, atrapada. Pero ¿cómo describir un sueño y no hacer que suene como un completo viaje de ácido? Como, que estaba huyendo de payasos, pero tenían cuerpos de perros y cuando te encontré en mi antigua casa de la infancia en Kentucky, llevabas una máscara. Pero sabía que eras tú, a pesar de que eras una niña y tenías garras de langosta por manos. En el sueño que había estado teniendo, estaba haciendo todo tipo de excéntricas posiciones sexuales con Warner. Excepto que su rostro era borroso. Su polla no. Eché de menos su rostro. Aclarándome la garganta, moví mis caderas de nuevo, deslizándolas contra su pierna y tensándolas mientras mi coño se frotaba contra él. —Eras, um. —Pensando rápido, se me ocurrió algo de la nada—. Un cambia-formas pantera y estabas tratando de matarme. Estaba gritando tu nombre porque era, como, de vida o muerte. —Cerré los ojos y me moví contra él una vez más antes de apartarme y rodar bajo el edredón para levantarme y recogerme el cabello en una cola de caballo con una goma que tenía en la muñeca. —¿Un cambia-formas pantera? —Se sentó y se inclinó hacia delante con una expresión que me dejó saber que no creía ninguna de la mierda que había dicho. —Sí, ¿por qué? Existen. —Me encogí de hombros y miré hacia abajo, recordando, de repente, que estaba desnuda—. Eh-ajá. —Sus ojos estaban fijos en mis pezones, sentí mis manos comenzar a moverse para cubrirlos y, entonces, me detuve, dejando caer mis brazos a mis costados. Los labios de Warner se fruncieron en señal de aprobación y soltó otra risa ahogada antes de arrastrar sus manos por su rostro y salir de la cama, también. Poniéndose de pie, se estiró, su delgada figura extendida y mostrando cada uno de sus tensos músculos. Y su enorme erección. Mirándome en algún tipo de obscena confrontación. Casi como si estuviera agitando una bandera roja hacia mí, convencido de que era un toro que iba a empezar a correr hacia él. Sólo tenía un ojo, pero estaba bastante segura de que el bastardo me guiñó ese único ojo. —Haré el desayuno —la voz de Warner me sacó de mi concurso unilateral de miradas. —Sí, está bien. —Quitando mis ojos de él, me moví por la habitación hasta donde había dejado caer mi bolsa anoche. Miré por encima del hombro para verlo observarme fijamente, con los brazos cruzados y la expresión de su rostro otra vez como si fuera la mujer más divertida y más torpe que había encontrado nunca—. ¿Te importa? —Hice un gesto hacia la bolsa—. Estoy bastante segura de que ponerme en cuclillas o agacharme para coger esta bolsa delante de ti, sería considerado como uno de esos momentos “fea desnuda”. ¿Puedes darte la vuelta o algo? Estuvo a mi lado en cuestión de segundos. Cuidadoso de mantener su boca en mi oreja, puso una mano en mi hombro y descendió hasta que su dedo meñique acarició mi pezón. —Ya te prometí que te estaría viendo en un montón de posturas este fin de semana, Bunny. No hay necesidad de ser tímida ahora. —Pero en lugar de seguir burlándose de mí, se

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inclinó y cogió mi bolsa, dejándola caer en mis temblorosas manos. Su aliento era cálido en mi hombro mientras suspiraba y lo sentí sonreír contra mi piel—. Sólo una cosa más. —¿Sí? —Tengo un cabezal de ducha extraíble. Mi estómago se apretó con la alusión. —Impresionante. Interrumpió mis pensamientos. —No la uses. Giré mi cabeza para mirarlo a los ojos. —¿Qué? ¿Por qué demonios no? Me encuentro goteando como un dique roto y estás jugando juegos mentales. ¿Por qué no habría de hacerlo? Su mano apretó el punto blando por encima de mi hueso púbico. —Guarda esos para mí. ¿Qué demonios? ¿Como si mis orgasmos fueran pequeñas monedas en una ducha? Con un toque suave, aplicó presión allí y yo estaba temblando y recordando que tenía que hacer pis. —Dios, la verdad es que te aborrezco a veces. —Corrí hacia la puerta del baño. Y eso me hizo darme cuenta de cuán curvilíneas eran ciertas partes de mi cuerpo. En el instante en que me metí en la ducha, quise usar el cabezal para correrme por despecho, pero no lo hice ya que me di cuenta de que era mucho mejor cuando Warner lo provocaba. Después de cepillarme los dientes, envolví mi cuerpo en una toalla y mi cabello en otra antes de abrir la puerta del baño para dejar salir el vapor, entonces me percaté de que Warner estaba sentado en la cama con sólo la sábana sobre su regazo y platos de comida en torno a sus rodillas. Me sonrió e hizo un gesto a la comilona como si diera a entender sin palabras que era para mí también. —¿Qué es esto? Miró la cama. —Parece fruta. Y Nutella. Algunos croissants. —Ese es un banquete bastante impresionante. —Me acerqué a la cama y empecé a sentarme cuando alzó su mano y movió un dedo en mi dirección. —Esta cama es una zona libre de ropa, me temo. —Las toallas no son ropa —dije. Sus ojos eran juguetones. —Lo son cuando estás en mi habitación. Poniendo los ojos en blanco, dejé caer la toalla de mi cuerpo y mi cabeza, sintiendo la piel de gallina hacer erupción cuando mi cabello mojado golpeó mi espalda. —¿Puedo meterme bajo las sábanas?

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Negó. —Bien. —Sentándome a su lado, puse mi espalda contra la almohada y acomodé mis piernas cruzando mis tobillos. Él tenía un pequeño cuchillo de fruta en la mano y observé mientras cortaba la parte superior de una fresa, el jugo goteó sobre su pulgar antes de que se lo llevara a la boca y lo limpiara. Mi mirada debía haber sido más obvia de lo que pensaba, porque se pasó la lengua por los labios de forma lenta y deliberada, haciendo que me moviera un poco en la almohada—. ¿Qué clase de lección es esta? —pregunté, bajando la mirada de su boca a mi vientre desnudo. —¿Quién dijo que esto era una lección? Sólo quiero desayunar de tu delicioso cuerpo. Me eché a reír, dejando que mis ojos se cerraran y moviendo mi cabeza para que cayera hacia atrás contra la cabecera. —Debería haberlo sabido. —Sacudiendo la cabeza, abrí los ojos viéndolo mirarme fijamente, sonriendo mientras colocaba una porción de la fresa en su lengua, el metal brillante de la navaja trajo un recuerdo a mi mente—. Sabes, siempre pensé que tu habitación... Cuando crecíamos creía que tus paredes estaban hechas de moqueta. —¿Por qué? —Se rió. Agité mis manos delante de mi rostro, avergonzada. —Hablábamos por teléfono y te encontrabas lanzando cuchillos o algo. Te pregunté qué estabas haciendo y dijiste que tenías moqueta en las paredes. Colocó un pedazo de la fruta roja entre sus dedos y lo llevó a mis labios. —Tenía una cosa como tablero de dardos a la que le puse moqueta. No puedo creer que pensaras que mi habitación estaba acolchada. —Mi boca se abrió para tomar su pequeña ofrenda y su dedo se detuvo en mi lengua sólo un segundo más de lo necesario. Envolviendo mis labios alrededor del mismo, lo chupé un poco, satisfecha de lo erótico que se sintió. Debía haberlo sentido, también, porque me movió hasta que estuve a horcajadas encima de él, sobre las sábanas. Mis rodillas dobladas mientras sus manos vagaban por detrás de mí a los tazones. —¿Qué más pensabas de mí? —Llevó un dedo cubierto de Nutella frente a mi rostro. Sus ojos nunca dejaron los míos mientras extendía la pegajosa sustancia en mi clavícula. Cerré los ojos mientras él bajaba la cabeza y lamía el chocolate. Una larga caricia de su lengua. Chupando con fuerza con su boca. Un pequeño mordisco de sus dientes. Mi respiración era poco profunda y luché por despejar mi cabeza mientras mi cuerpo empezaba a responder a él de nuevo. —Mmm, ¿deberíamos estar hablando de esto ahora? —Estaba sin aliento y excitada. —Quiero saber. —Me dio un beso en el cuello. Sus caderas se movieron y lo pude sentir duro y excitado bajo la sábana. Colocó una rebanada de fresa en mi pezón y apreté los labios cuando me miró, nivelando su boca con ella. —Ya sabes, siempre pensé que eras lindo. —La confesión me hizo sentir estúpida. Su lengua salió y lamió alrededor de la parte inferior de mi pezón antes de barrer sobre la fruta y que sus labios chuparan durante un segundo, haciendo que mi espalda se arqueara un poco. —Lo hacías, ¿eh? —Otra rebanada bien colocada de fruta fue mordisqueada de mi otro pezón.

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—Hmm. Mis caderas estaban temblando por estar sentada tan rígida y acomodé mi mitad inferior tanto como pude contra él. —¿Alguna vez pensaste que terminaríamos aquí? —Empujé mi nariz contra su frente hasta que me miró. Sus ojos eran intensos y lamió el chocolate de su labio inferior antes de responder. —Sí, esperaba que lo hiciéramos algún día. —Había verdad en sus palabras. —¿En serio? Nunca, ni en un millón de años, pensé que estaría en la cama de Warner Green. —Mis defensas estaban bajas mientras continuaba besando su ceja y yendo más abajo para rozar mis labios sobre el puente de su nariz—. Aunque tengo que preguntarme si hubiésemos terminado conectando en el instituto, cómo de diferente hubiera sido la experiencia. —Me reí—. Si en realidad hubiéramos pasado un buen rato en la noche del baile. Su columna se tensó un poco con la observación. —Bueno, te garantizo que no habría sido tan extensa como esta. —Con un movimiento de sus caderas, me quitó de encima de él y se desplazó al borde de la cama, colocando los codos en las rodillas mientras sostenía su rostro en sus manos. Con los ojos cerrados, respiró profundamente y lo retuvo por un instante. —¿Warner? ¿Qué sucede? ¿Dije algo malo? —Estaba tratando de hacer mi maldito mejor esfuerzo, pero no podía entender lo que podría haber dicho para hacerlo reaccionar de esa manera. Warner dejó escapar un largo suspiro y se giró para mirarme por encima del hombro, sus ojos cansados y apagados, como si estuvieran llenos de derrota. —Debes limpiarte y vestirte. Tengo que decirte algo y voy a ser un gran marica al respecto. —¿Qué quieres decir? Se dio la vuelta de nuevo. —Tengo que decirte algo sobre mi pasado. Y necesito hacerlo delante de mis amigos.

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Dieciocho Wardo

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staba totalmente consciente de que mi plan para llevar a Dawn con Gary fue un movimiento cobarde de mi parte.

Pero no tenía ninguna otra opción. Lo que estaba a punto de decirle, decirles a todos, era algo que podría cambiar la forma en que me veía para siempre. Y después de que hizo esa maldita referencia a la noche del baile, no pude soportarlo más. Verán, si le decía en mi apartamento sobre Mandie, entonces podría huir. Podía dar la vuelta y gritar o volverse loca y toda la cosa terminaría antes de que incluso tuviera la oportunidad de tener sexo con ella. Había pasado el último par de semanas trabajando en eso por muchas razones, pero si era honesto, fue porque una vez que tuviéramos sexo, podría muy bien terminar. No quería que se terminara. Así que tal vez si ella escuchaba la noticia junto a mis amigos no reaccionaría inmediatamente, sino que tenía la oportunidad de ver cómo lo manejaban mis amigos, estaría más dispuesta a escuchar. Era una apuesta arriesgada, pero estaba dispuesto a correr el riesgo. Porque, odiaba tener que decirlo, pero Dawn Sims me tenía como un tonto. Se sentó en el asiento del copiloto de mi auto, con los brazos cruzados sobre el pecho, con las palmas torcidas en las mangas de su sudadera. Era señal de que estaba ansiosa y con razón, un poco molesta por mi abrupto fin a los juegos preliminares del desayuno. No estaba sufriendo como yo, claro está. No solo había aludido al hecho de que siempre que le había gustado, sino que ahora también estaba recibiendo una sensación distinta de ella sobre mí. En lugar de hablar de ello, fumé todo el camino hasta la casa de Gary. Sabiendo que Jemma y Declan estarían ahí de alguna manera le daba tranquilidad a mi mente. Estaba contento de haberme saltado invitar a Candace y a Nolan al confesionario. No todos podíamos imaginarnos a todos reunidos en una habitación de nuevo. Estuve presente una vez anterior cuando Candace y Nolan había conocido a Declan y a Jemma. Fue extraño, para ser honesto. Si pensaba que Nolan está loco por las moscas de la fruta, él está aún más enamorado de Declan. Ese era un bromance8 del que no quería tomar parte en la actualidad. La casa de Gary apareció demasiado rápido, los nervios me asaltaron mientras estacionaba el auto y saltaba para abrir la puerta de Dawn. No me miró mientras sostenía la puerta abierta y extendía la mano para agarrar la suya, pero se encogió de hombros. No podría decir que la culpara en absoluto. Eso solo provocó que el miedo hiciera un nudo en mi estómago mientras empujaba la puerta de Gary y la abría. 8

Relación cercana pero no sexual entre dos hombres.

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Jemma estaba de pie en la cocina, comiendo un plato de cereal en solo una camiseta, una peluca rubia y una diadema que tenía orejas de gato en la parte superior. —Hola, Wardo. —Me saludó mientras agitaba la cuchara en mi dirección como si todavía estuviera medio dormida. Sus ojos se abrieron como platos y tuve miedo de que la leche saliera de su nariz cuando Dawn apareció detrás de mí—. Mierda. La Bunny está de vuelta. Dawn inclinó su cabeza a mi alrededor reconociendo a Jemma con un pequeño saludo. —Hola, Jemma. Me gusta tu cabello. La cuchara de la mano de Jemma se disparó a su cabeza. —¿Sí? Quiero decir, creo que es muy lindo. —Te verías estelar de rubia. —Dawn pasó por mi costado y se acercó para quedarse de pie delante de Jemma—. ¿Tus ojos y tono de piel? Por Favor. Creo que naciste de esa forma. La cuchara de Jemma llevó un poco de cereal a su boca con una sonrisa, frotando los dedos de los pies a lo largo de su pantorrilla opuesta. —Verás, Declan tiene esta pequeña cosa. Le gusta cuando me pongo las orejas de gato y ronroneo. O lo lamo. —Le sonrió a Dawn. —Eso suena bastante bien. ¿Se disfraza, también? —Dawn se inclinó sobre el tazón de Jemma para ver lo que contenía. —A veces se pone esas orejas de perro y un collar. —Así que eres la de peluche. —Oh, Dios mío. —Jemma movió la cabeza hacia atrás y se quitó la peluca antes de empujar su cuenco a través de la encimera y pisar fuerte en la habitación de Declan—. ¿Me volviste de peluche? Al oír el alboroto, la cabeza de Gary salió de su habitación, me miró con los ojos enrojecidos y luego a Dawn. —Bueeeno. —Exhaló con un penacho de humo de sus labios. Dawn le dio un pulgar hacia arriba. —Circula —le dije y fui a la cocina para asaltar la despensa por donas que sabía que guardaban allí—. Tengo que decirles algo chicos. Así que pónganse los pantalones y tendré el desayuno listo. A los cinco minutos los cuatro estaban sentados en el sofá, mirándome con expectación. Yo estaba en mi lugar entre los sofás mientras me movía de lado a lado, juntando mi coraje para hablar. Nunca antes me había sentido tan inseguro frente a mis amigos. Lo odiaba. Presionando las palmas en mis ojos, escuché como Gary le pasaba un cuenco a Jemma y después exhalé soltando mis manos y mirando al techo. —Entonces ¿saben del libro que salió la semana pasada sobre un profesor y una estudiante que tuvieron una aventura y que es toda una noticia porque es escandaloso y obsceno, además de que no es adecuado para que el público lo lea? —Respiré hondo y esperé una respuesta. Declan se inclinó hacia delante y se rascó la mejilla lentamente.

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—¿Sí? Con los ojos cerrados, abrí mi boca y espeté: —El libro es acerca de mí. —¿Cuándo fuiste profesor? —preguntó Gary. Mis hombros cayeron y lo miré con incredulidad. —Eras el estudiante. Dawn. Voltee la cara hacia ella y asentí. —Mierda —dijo en voz baja, recostándose contra el cojín del sofá—. Lo digo en serio, tiene sentido, supongo. ¿Walter Grant es Warner Green? —Mira, la escuela me pagó para encubrir la “transgresión” y tuve que irme. Era bastante malo que fuera su alumno, pero empecé cuando tenía diecisiete años y fue un gran problema. Por eso volví a casa, pues nos atraparon y nos llevaron a una Auditoria. Fue expuesto frente a los directivos y todo. Pero el punto es que Mandie, la maestra, se supone que no diría nada al respecto y ahora hay un libro que está en la prensa principal. Solo quería ser honesto con ustedes, ¿de acuerdo? Antes de que la verdad se vuelva pública, si alguien se da cuenta de que era yo. No sé cómo va a afectar mi situación y si puedo demandar. —El peso de mi realidad me golpeó como un tren de carga y me desplomé en una silla vacía para recuperar el aliento. Declan se recostó contra el sofá de nuevo mientras Jemma se doblaba hacia adelante, sosteniéndose la barbilla en la mano. —Así que era, como… ¿vieja? —Todo el mundo se movió para mirarla—. ¿Qué? ¿No es eso lo que ustedes estaban pensando? Dawn se miró las uñas y luego de vuelta hacia mí. —Entonces fue una relación larga. Dos años con una mujer mayor. Sonaba tan mal saliendo de su boca. —Era amiga de mi mamá. No conocen a mi mamá y a las personas de quien es amiga. De lo contrario, esto no sería una sorpresa en absoluto —expliqué en voz baja. El resto del grupo asintió un poco porque la habían conocido antes. —Bueno, eso es solo algo malo. —Dawn se frotó la cara con las manos y resopló—. No sé si darle las gracias o enviarle ántrax por correo en un sobre. —Ántrax. Definitivamente ántrax. Conozco a un chico. —No había ninguna duda en mi mente de que Gary estaba hablando en serio. Dawn levantó una mano para detenerlo. Echando un vistazo hacia mí otra vez, sonrió un poco. —Con razón estuviste tan molesto de que hubiera leído el libro. —No quería que te dieras cuenta sola y creo que estaba escondiendo las cosas de ti. — Parecía que esta conversación sería la primera legítima en la que habíamos tenido desde, bueno, siempre. Se quedó pensativa. —¿Gary? ¿Tienes una computadora que pudiera usar por unos pocos minutos?

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Él se puso de pie lentamente y señaló hacia la habitación que había convertido en oficina. —Sí. Solo déjame pasar algunas cosas. —No me importa cuántas malezas tengas allí. Solo necesito acceso a Internet. Se movieron a la otra habitación y Declan miró en su dirección, antes de abordarme. —Bunny es mucho más fría de lo que fue la última vez que estuvo aquí. Suspiré. —Orgasmos múltiples le hacen eso a una chica. Jemma se acercó más a mí, su cara todavía congelada con confusión. —En serio. ¿Qué edad tenía esa mujer? Porque estoy imaginándote con una de las Chicas de la edad Dorada ahora. —Por favor. Tuve una erección por ellas en su día —resoplé—. Pero Mandie puede quemarse en el infierno. —Entonces... ¿cuarenta y tantos? —Jemma agitó su mano atrás y adelante—- Vamos. Estoy fascinada. ¿Cincuenta? ¿Sesenta? Me levanté y limpié mis sudorosas manos en mis pantalones. —Creo que arruiné esto. A lo grande. —Señalé hacia la habitación donde estaba Dawn, tensé mi mandíbula. Si tan solo esa noche de la graduación no hubiera perdido el valor de pedirle que fuera mi novia. Toda mi vida podría haber sido diferente. Salí a fumar y a recoger mi valor, pero ella pensó que estaba ignorándola y se convirtió en una perra el resto de la noche, haciéndole ojitos a ese Lucas tarado del que estaba enamorada. Sabía todo sobre eso, pero aun así pensé por un segundo que tendría una oportunidad con ella. Ahora esa oportunidad había llegado y estaba metiendo la pata de nuevo. Gary salió de la habitación y me dio una mirada antes de deslizarse junto a mí al pasillo. —Esa es una chica de trasero genial la que tienes ahí. —¿De qué estás hablando? —le pregunté y bajé un poco la voz. Se rió. —Está entrando a Internet para pedirle a algunos amigos suyos, que le den consejos legales para ti. —¿En serio? —Claro que sí. —Tosió en su codo y luego levantó el puño—. Será mejor que le des a esa chica algo bueno esta noche. Distraído, choqué puños con él y me moví a la puerta del cuarto donde estaba Dawn. —Ya lo había previsto. Estaba encorvada sobre la pantalla en la computadora portátil de Gary cuando entré, miró hacia arriba por un momento para ofrecerme una sonrisa. —Oye, no te enojes ni nada. No voy a utilizar tu nombre. Pero tengo algunos amigos aquí que podrían ayudar a determinar tu situación. —Inició una sesión en una cuenta y gimió

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en su mano―. Dios mío. No he comprobado mi correo electrónico en una semana. Tengo siete mil e-mails. —Sí, claro. Volteó la portátil hacia mí y mi boca se aflojó. —Hablas en serio. —Me puse en cuclillas junto a ella y traté de no pensar en lo cerca que estábamos en los pequeños confines de la habitación—. Entonces, ¿quién es esta gente? —Amigos. Lectores. Otros escritores. Todo tipo de personas de la comunidad. — Apretó algunas teclas y una página de Facebook llenó la pantalla —La cara en tu foto de perfil ni siquiera es tu cara. Y ese no es tu nombre tampoco. ¿Te llamas a ti misma Paige T. Urner? —Señalé su página. Quitó mi mano. —Sí, ese es mi seudónimo. No quiero que mis padres sepan que escribo estas cosas. No debes hacer preguntas de las que no deseas saber las respuestas. Y no te burles de las personas que están a punto de salvar tu trasero. —Me dio una mirada mordaz. Vi como llenaba su actualización de estado pidiendo consejo legal. En cuestión de segundos, las respuestas comenzaron y llegaron y su bandeja de entrada comenzó a iluminarse con MPs. —Santa. Mierda. —Miré su cara y estaba sonriendo. —Te burlas de estas mujeres por leer mis horribles historias, pero te sorprendería lo que está al otro lado de la pantalla de la computadora. —Se movió y se inclinó hacia delante para mirar mis ojos―. Crees que todas son amas de casa aburridas sentadas en casa con malos matrimonios, ¿verdad? Me encogí de hombros, incapaz de responder. Señaló la pantalla. —¿Ves lo que dice? Dice que tengo un montón de amigos en este una página. Y son amigos reales. Algunos de ellos son personas con las que hablo por teléfono. Con las que me encuentro para cenar. Intercambiamos cosas en el correo. Me mandan regalos o me proporcionan un oído de escucha cuando tengo un día de mierda particularmente. —Sus ojos estaban muy abiertos y suaves—. Son maestros, abogados, médicos, artistas. Algunos no se quedan en casa, pero muchos de ellos son militares de tiempo completo o trabajan detrás de un escritorio ganando cien mil al año. Contribuimos a obras de caridad y enviamos regalos de bebé, cosas por el estilo. Así que cuando dices mierda como hiciste porque escribo terrible ficción para que las mujeres se vengan, tienes un poco de razón. Pero es en su mayoría estás mal. Me levanté, miré la pantalla y di un vistazo más de cerca. —¿Hay miles de mujeres en estos grupos y mierda? Asintió y dio una sonrisa. —Sin filtrar. Todo el día. Todos los días. Tenía que centrarme y sacarlo de mi pecho. —Escucha, Dawn, no quise que nada de esto saliera como lo hizo.

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Dawn puso una mano en mi hombro y sacudió la cabeza. Me confundí por la mirada de simpatía en sus ojos y la sonrisa en sus labios. —Nadie debería tener que aguantar lo que estás pasando ahora mismo, Warner. Si me enojara contigo, no serviría de nada. Sucedió. Y ella es una perra por publicarlo. La miré a los ojos cuando dijo eso y sentí que algo cambió en la relación entre nosotros. —¿Por qué eres tan comprensiva? Sonrió de nuevo, apoyando su frente en la mía. —Porque me importas, Wardo. Más allá de nuestro acuerdo. Escuché. No dijo que le importaba como amigo. No dijo que le importaba como el hermano de Candace. Solo dijo que le importaba. Era todo lo que había estado esperando. Ahora era el momento. Ella estaba lista. Yo estaba listo. Y por supuesto, mi pene estaba más listo que cualquiera de nosotros.

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Diecinueve Dawn

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espués de decirle a mi mejor amigo por qué había estado MIA9 durante una semana, después de despedirme de mi cuenta, fui de regreso a la sala, donde Warner estaba sentado viendo a Declan y a Jemma, mientras se inclinaba para escuchar a Gary. —El nombre de mi ex era… —Pensó Gary, instalándose de nuevo en el sofá—. No recuerdo cuál era. Recuerdo que le gustaba chuparme los dedos de los pies. —¿No puedes recordar su nombre? —Jemma estaba incrédula. —Puedo recordar su nombre. Era Katrina. —Declan asintió y se cruzó de brazos. Jemma se inclinó sobre el pecho de Gary y tomó el pezón de Declan, apretándolo hasta que aulló y lo quitó de la sensible piel de sus dedos. —Katrina era el nombre de tu ex novia. Gary se agachó y se deslizó lejos mientras Warner cubría su boca para ocultar su risa. Me senté en el borde del sofá junto a Warner y negué. La totalidad del intercambio era demasiado interesante. —¿Gary? —¿Sí? —Tengo que hacerte una pregunta. —La respuesta es no —dijo, jalando la última palabra. Estaba confundida. —¿Qué? —No. No tengo un minuto para que me hables de tu Señor y Salvador, Jesús Cristo. Lo miré fijamente, con la boca abierta, parpadeando repetidamente. —No era lo que iba a decir en absoluto. Sólo iba a preguntar cómo diablos podías olvidar el nombre de su ex-novia. Todos los ojos en la sala me estaban mirando. Gary se aclaró la garganta, y su mirada chasqueó de mí a Warner por un momento antes de que él se encogiera de hombros. —Bueno, no es como si fuera mi primer amor ni nada. Sentí a Warner volverse a mi lado y vi hacia abajo para ver su mirada fija a través de la habitación. Parecía estar conteniendo la respiración mientras contaba hasta diez antes de mirar por encima de Gary. 9

MIA: Son las siglas en inglés de desaparecido en acción.

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—Creo que deberíamos volver a mi apartamento. Conseguiremos un poco de comida o lo que sea. Fue lo que hizo que mi estómago se tensara un poco. Lo que había entre Warner y yo me había cambiado tanto en más de veinticuatro horas y no estaba muy segura acerca de nuestro acuerdo ya. Quiero decir, seamos sinceros. Estaría haciendo exactamente lo mismo que esa perra Mandie le había hecho si usaba sus proezas sexuales para escribir un libro. Si es que alguna vez se volvía de público conocimiento, que me permitiera salir usándolo con fines de investigación, sin embargo, luchando contra publicar An Early Education, tan sólo podía imaginar que su vida sería espléndidamente arruinada. Empujando esos pensamientos a la parte más profunda de mi mente, me despedí de la pandilla y subí al auto de Warner, contemplando lo que debía hacer para que todo el viaje estuviera de vuelta en su lugar. Tal vez lo mejor sería sólo pedir comida y, luego, decir adiós para poder conseguir tener algo de espacio entre nosotros. De esa manera podría averiguar lo que haría a la larga. Me gustaba Warner. También me gustaba lo que podía hacer por mí para poder actuar como si nada de esto fuera sólo ocasional entre nosotros. Pero más que nada, quería que estuviera bien. Pensé en decirle que tenía que ir a casa en lugar de quedarme el fin de semana. Mi conciencia estaba poniendo lo mejor de mí porque me sentía como si tal vez no era mejor que esta mujer. En el viaje de regreso, traté de pensar en una manera de explicar que tal vez debería tomarme un descanso de todo esto para poder obtener respuestas concretas para él. Tenía amigos que estaban buscándolas, pero no tendría información conmigo por unos días más. Le debía esas respuestas. Una solución a su problema. Podría irme ahora para que pudiéramos resolverlo todo y me dejara de sentir como si estuviera usándolo, también. Pero luego pensé en los días sin verlo ni hablar con él. Sería demasiado difícil verlo en la escuela y sin tocarlo, ni saludarlo, porque estaría como loco si me iba después que él había puesto su corazón en la línea. Lo vería en clase, no volveríamos a hablar o sólo me entregaría sus papeles y nos evitaríamos el uno al otro. Todo porque había esperado a tener respuestas para él. ¿Me vería en el estacionamiento y caminaría en dirección opuesta? ¿Querría llamarlo para intentar escuchar su voz y obligarlo a que me hiciera reír porque me había acostumbrado tanto a él y a la idea de nosotros? ¿Nosotros? Ese pensamiento me golpeó más duro que cualquier otra cosa, y luché una guerra interna en ese auto en el camino de vuelta. Fue suficiente para volverme loca. Entramos en su apartamento, y me armé de valor para decirle que estaba a punto de irme, pero antes que pudiera decir algo, fue al congelador, sacando una pizza congelada y precalentando el horno. Quiero decir, sería una grosería irme antes de comer. Me apoyé en el mostrador y lo vi abrir la caja de cartón con facilidad. Sus dedos se deslizaron contra la perforación y la sacaron del recipiente de un solo golpe. Mis puños tiraron de mi suéter de nuevo, y me moví un poco para mirar por la ventana de la sala de estar. —Escucha, si esto va a hacer las cosas difíciles, puedo irme a casa. No quiero que te sientas extraño. —Suspiré, sintiéndome cojo mientras él ponía la pizza en el horno.

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—¿Por qué me sentiría raro? Me encogí de hombros. —Ha sido un día largo ya y estás tratando con mucho ahora, de lo que no era consciente, simplemente no quiero que te sientas obligado a estar a mi alrededor si necesitas espacio o tiempo para pensar y poner tus cosas en orden. Estuvo frente a mí antes que tuviera la oportunidad de terminar mis divagaciones, contemplando hacia abajo mi boca, por lo que apreté los labios para evitar decir algo estúpido. —¿Por qué haces eso? —preguntó. —¿Hago qué? —Salir con excusas que no importan. —No lo estoy haciendo. En un rápido segundo sus labios estaban en los míos, instándome a devolverle el beso y a permitir que su lengua entrara en mi boca. No tenía resistencia con él, así que tomé su camiseta y lo acerqué más. —Te prometí que pasaría este fin de semana. —Su aliento caliente corrió por mis labios. —Pero... —Lo deseas. —Lo dijo como si lo dijera en serio. —No tienes que... —Quítate la ropa, Bunny. Mi pecho se puso rojo cuando abrí mis ojos y miré hacia él, flotando por encima sólo a milímetros de distancia. —Sólo quítatela. No necesitó más invitación. Me giró alrededor y me fijó a su pecho, caminando conmigo hacia atrás a su dormitorio, donde le dio una patada a la puerta cerrándola con sus pies antes de detenerse al final de su cama. Me soltó lentamente, luego, se inclinó para besarme de nuevo. Sus labios suaves y una presión firme, de su lengua húmeda y la menor cantidad de caricias. Estaba haciendo que mis labios se sintieran hinchados y ásperos ya. Mordisqueando mi labio inferior, ladeó sus caderas contra mí, y suspiré, chasqueando la lengua para saborear su piel. Sus manos recorrieron la parte inferior de mi pantalón, tiró y la tela se movió abajo hasta que pude salir de él con facilidad. Tirando de mi camiseta por encima de mi cabeza, sus ojos codiciosos tomaron en cada nuevo centímetro de mi piel expuesta. Un movimiento rápido de sus dedos y mi sujetador se balanceó hasta mis codos. Dejó escapar un suspiro agradecido. —Arrástrate y acuéstate sobre las almohadas, nena. Quiero verte. —Su voz se había reducido a un estruendo brusco y bajo. Sentí que reverberaba a través de mi pecho, haciendo que mis pezones se endurecieran y mis rodillas temblaran. Haciendo lo que me dijo, me deslicé hacia atrás sobre sus sábanas arrugadas y me acosté en la cama. Sin apartar la vista de mi cuerpo, hizo un trabajo rápido dejando caer su pantalón y quitándose los calcetines y zapatos. Lamiendo mis labios, tomé el edredón cuando su mano fue por encima de su hombro y se quitó la camiseta de esa manera ignorante y sexy que los hombres a veces tenían. Estaba nerviosa.

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Estaba sin aliento. Estaba confundida como la mierda. ¿Cómo había llegado a estar tan malditamente atraída por Warner Green? Poniéndose sobre sus rodillas, se inclinó hacia mí en el colchón y apoyó las manos a lo largo de mis pantorrillas. Su rostro tenía una mirada que nunca había visto antes, eso ocasionó que mi corazón revoloteara en mi pecho. Parecía realmente cautivado conmigo. ¿Tal vez era algo que le habían enseñado? Ugh. Necesitaba no pensar en ese tipo de mierda y concentrarme. Concentrarme. Centrándome en su cabeza descendiendo para besar la parte superior de sus pies antes de besar centímetro a centímetro por mi pierna izquierda, empezando por mi tobillo. Acarició el otro lado de mi pierna, sus labios en mi piel dejaba un rastro de la piel de gallina a su paso. Suspiré temblorosamente y observé asombrada mientras se incorporaba para presionar un dulce beso en mi rodilla. Después en el interior de mi muslo. Y más arriba. —¿Qué diría él? —preguntó Warner desde algún lugar debajo de mi ombligo. —¿Eh? ¿Quién? ¿Quién diría qué? —Me incliné un poco sobre mis codos, tratando de centrarme en su rostro, mientras él daba un codazo a mi muslo para moverse y ampliar el espacio entre mis piernas. Su nariz trazó el tendón de allí, y me sobresalté un poco ante la sensación. Lamiendo una línea recta a través de ella, dio un beso suave al final, cuando sus labios se encontraron con los míos. —De tu historia chica. ¿Qué habría dicho él en tu libro? —Su lengua salió de nuevo para correr por el exterior de mis labios. Gemí y él movió mis manos a la parte superior de mis muslos, rascando lo largo de la piel de allí. —No sé. —Estaba jadeando cuando dio un beso firme en mi suave piel. —Claro que sí, cariño. ¿Cuáles serían las palabras que usarías para seducirla? —Sin palabras. —Temblé mientras su lengua se adentraba para extenderme—. Oh Dios. Sin palabras. Sus fuertes manos jugaron en el interior de mis muslos, sus ligeros toques provocaron una erupción de piel de gallina mientras lamía un lento círculo alrededor de mi clítoris, pero no lo tocó. —¿Él diría: “Tu vagina sabe divino”? —No... guh. —Luchaba, tratando con todas mis fuerzas no cerrar mis muslos en su cabeza. —Hmm. —Su voz vibró contra mi apertura. Dejó caer las manos debajo de su barbilla, sus pulgares tocando lo largo de la mitad inferior de mi entrada. Cambiando de ritmo, chupó una vez, largo y lento en mi clítoris, haciendo que mis caderas se levantaran de la cama y se movió con fuerza en su rostro—. ¿Diría que nunca, nunca ha probado una vagina húmeda y que se está muriendo por estar dentro de ti, quiero decir, dentro de ella? Mi cabeza se recarga en la almohada, y me sacudo abajo mientras él levanta la mirada para mirar mis ojos. Estaba atrapada en el momento justo frente a él, su boca suave y roja, su barbilla brillante de mis jugos, y una sonrisa maliciosa en su rostro. Estaba tan embelesada con la magnífica forma en que me miraba que no me había dado cuenta que había movido dos

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dedos en mi contra. Con un movimiento fluido, entraron a mí mientras mi espalda se arqueaba hacia el techo y dejaba escapar un sonoro gemido. Su rostro bajó para enterrar su boca entre mis muslos una y otra vez, trabajando junto con sus dedos, lamió, chupó y me llevó hasta el borde del orgasmo. Estaba apretada y luchando para dejarme ir. Para tomar su suave cabello en mis dedos. Concentrándome en lo bueno que todo se sentía. La boca de Warner escribía sonetos en mi vagina y por el momento, era un puto Shakespeare. Mis muslos estaban extendidos abierta y ampliamente, mis rodillas rebotando contra el colchón mientras él maniobraba sus dedos alrededor, girándolos tan lento y después contra mi punto G tan implacablemente. —¡Warner! —Fue mi grito mientras me retorcía en la cama y luchaba por respirar—. Tan bueno. Oh Dios... —Mi voz sonaba extraña, como si estuviera lejos ahora y fuera cuatro octavas más profunda. Había conseguido tener voz de marinero. Oye, marinero. —Me encanta verte venir, nena —susurró antes de besar mi pelvis una vez. Sin perder el ritmo, movió su parte superior del cuerpo por encima de mí. Siguió trabajando sus dedos y añade el pulgar a mi clítoris, mientras lo vibra de ida y vuelta, su toque era firme e inquebrantable. —¿Vas a decir mi nombre? ¿Eh? Son mis dedos en esa vagina, ¿no? —Sí. —Sentí los bordes de mi orgasmo apretarse en un nudo correcto y concentrado donde sus dedos estaban dentro de mí. Mis hombros dejaron el colchón y me levanté, envolviendo los brazos alrededor de su cuello mientras me besaba con fuerza. El orgasmo es intenso y respiro ruidosamente mientras mi boca se abre contra la suya—. Jesús... —Sentí que mi cuerpo se movía delante nuevamente—. Warner... —Me encanta cuando dices mi nombre. —Su boca atacó la mía mientras sus dedos continuaron moviéndose en mi interior—. Deberías decirlo cada vez que te vienes. —Otro beso—. Cada. Vez. Asentí, incapaz de hablar mientras sus dedos se deslizan todavía dentro y alrededor de mi pulsante centro. Sus labios se arrastran a lo largo de mi cuello, y me empujó un poco hacia atrás para acostarme mientras se dirigió hacia mis pechos. —¿Él le diría a ella que tiene los pechos más exquisitos que ha tenido en su boca? — Sentí sus labios envolverse alrededor de un pezón, y lo chupó un poco antes de capturarlo en sus dientes y tirar de él. Sólo era capaz de hacer sonidos de consonantes en ese momento, y una constante corriente de “ahhhhhhh”. Sonaba como un neumático desinflado. No podía tener sentido, traté de mirar su rostro. Cuando mis ojos se encontraron con los suyos, en esas oscuras pestañas y debajo de las malvadas cejas, tuve que apartar la mirada. Era demasiado intenso. Senderos húmedos se iban a mi estómago mientras sus dedos se deslizaban más alto a lo largo de mis costillas y abajo de mis pechos para capturarlos en sus palmas. Trabajándolos, los

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apretó y amasó entre movimientos de su lengua en mis pezones. Me quejé y sonrió, aplicando más presión para hacerme retorcer. Mis manos se agitaron, indefensas mientras sucumbía al placer y dejaba que mis ojos se cerraran, la imagen de su rostro en aquel momento era abrasadora en mi cerebro. Sentí sus labios en mi cuello y abrí los párpados mientras su rostro se encontraba con el mío, frente a frente, con sus rodillas entre mis muslos. Eso fue todo. Tendría sexo con Warner Green. —¿Le diría que siempre ha estado enamorado de ella y que está muy contento de que ella esperara a que volviera? —Su boca estaba sólo un poco abierta, sus ojos brillando mientras miraba hacia mis mejillas sonrojadas. Negué un poco. —No. No lo diría. Su ceja se arqueó seductoramente. —Entonces, ¿qué diría? Mis dedos se deslizaron por el lado de su rostro, y dejé que se quedaran abiertos en sus mejillas. —Él diría: “Quiero tener sexo sin sentido, Dawn Sims”. Las pupilas de Warner se agrandaron, y exhaló una respiración entrecortada a través de sus abiertas fosas nasales. —Hombre inteligente. —En un instante, se fue y me senté para ver dónde estaba. Volvió y sostuvo en alto el paquete para que lo viera. —Durará más tiempo de esta manera. ¿Quieres hacer los honores? Mirando su bonito pene, negué. Dedos fuertes arrancaron el paquete, rodando el condón y cubriendo su eje todo el camino. Con una sonrisa pícara en su rostro, estaba de vuelta en la cama, arrastrándose hacia mí mientras yo apoyaba la cabeza sobre la almohada de nuevo. Abrió mis piernas y colocó mis rodillas a cada lado de sus caderas. Inclinándose hacia adelante, me besó de nuevo, dejando el rastro de su lengua por mi labio inferior antes de tirar de él entre sus dientes. Mi corazón latía, y mi mente daba vueltas mientras me aferraba a sus hombros. Él era firme y fuerte bajo mis dedos, no pude evitar doblar mis dedos y pellizcarme para recordarme a mí misma que todo era real. Sus labios nunca dejaron los míos cuando sentí su mano moverse entre nosotros, sus dedos deslizándose entre mis labios una vez más antes que diera un codazo con la punta de su pene en mi vagina. Presionando allí por un momento mientras probaba para ver si estaba lista. Sumergiéndome hacia adelante, su cabeza se acurrucó contra mi entrada, y moví mis caderas hacia arriba para tratar de decirle que estaba bien. Con dolorosa lentitud, se inclinó hacia adelante, y te juro que pude sentir cada centímetro de su avanzada dentro de mí, extendiéndome más para acomodar su longitud y circunferencia. Abrí los ojos, vi su rostro, y todo mi cuerpo se tensó bajo su mirada. Su rostro se dibujaba con concentración, y parecía que estaba haciendo todo lo posible para mantener la

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compostura, pero estaba teniendo problemas. La vena en su frente se abultaba, y su cuello se tensó, mechones de su cabello colgando sobre sus ojos. Sus labios se movieron, pero no lo pude oír, la experiencia entre mis piernas anulaba todo lo demás en ese momento. Deslizándose un poco, exhaló un largo suspiro y se empujó hacia atrás todo el camino. Apreté los labios y tragué el chirrido que salió de mi garganta. Dejó escapar un susurro: —Jesús. —Antes que un temblor de todo el cuerpo rodara a través de su cuerpo, causando que sus brazos y su vientre se doblaran. Muy suavemente, corrió su barbilla en mi mejilla y exhaló en mi oído—. Es mejor de lo que imaginé. La felicidad se apoderó de mí, y me permití respirar, gimiendo su nombre mientras él se mecía atrás y hacia mí por primera vez. Moviendo mis caderas hacia arriba para encontrarme con cada uno de sus empujes, me sostuve de sus hombros y me concentré en la sensación de su vientre contra el mío. La fricción increíble causada por su pecho contra mi pecho. Sus manos vagando por el exterior de sus muslos para presionarlas cerca de mi cintura, instándome a envolver mis piernas alrededor de él y aferrándome. —Dios, me gustaría poder sentir lo mojada que estás ahora, nena. En mi pene. —Se rió bajo y suave—. Es lo mejor. No quiero venirme demasiado pronto. —Puso ardientes besos en mi cuello y pecho antes de sus hombros redondeados. Bajó el rostro a mis pechos, alternando entre lamer y chupar. Luego arrastró su camino a través de cada pezón mientras nuestras mitades inferiores rodaban una contra la otra. Cada vez que se empujaba hasta el fondo, el aliento salía de mi cuerpo. Cada vez que él se movía, casi quería llorar. Era una cacofonía de emociones contradictorias, haciéndome temblar y estremecer. —Más. —No estaba segura de si entendió mi petición murmurada, pero cuando su boca chupó más duro y su pelvis se movió hacia adelante, supe que había escuchado mi súplica. —¿Así? —Se estaba empujando hacia mí, su pelvis golpeando mi clítoris. —Dios. Sí. No espera. Sí. —Mi cerebro estaba amenazando con doblarse hacia adentro mientras se incorporaba y levantaba mi pierna izquierda para engancharla sobre su antebrazo. Era mucho más profundo, y él sólo cambió el ángulo a cerca de cuarenta y cinco grados. Mi contestación gritada lo impulsó y se lamió los labios, mirando entre nosotros mientras su pene se deslizaba hacia fuera y después de nuevo con otro complemento de sus caderas. —Eso es tan sexy, ver mi pene desaparecer en tu vagina, nena. —Un suave beso fue aplicado en la parte superior de mi rodilla mientras extendía mi pierna aún más alta para descansar en su hombro. Otro beso fue colocado en mi tobillo mientras su mano subía corriendo alrededor de mi pantorrilla—. Mírate. Me moví hacia arriba en la almohada, luchando contra dicha amenaza quedándome inmóvil. Mis ojos se posaron entre nosotros, y gemí, sin sentido y sin vergüenza, viéndolo doblar los músculos del vientre. Y mis pensamientos estaban corriendo alrededor de lo duro que sería poner la experiencia en palabras creíbles si necesitaba hacerlo. Era más que mecánico. Lo estaba sintiendo. Sensorial. Táctil. Tantas cosas diferentes a la vez que no podría hacer justicia en absoluto.

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—Eso es tan sexy. —Encontré mi voz y respondí. La tensión en mis brazos y cuello me empezó a pasar factura, me desplomé sobre la almohada, con las manos en mi rostro y en mi cabello, tirando y tirando mientras me perdía en las sensaciones—. Te sientes tan bien, Warner. No pares nunca. Por Favor. Se quedó sin aliento y mi cabeza se levantó a ver su rostro contorsionarse, su boca abierta mientras sus cejas se juntaban. —Jesús, Dawn. No puedes… mierda. —Luego su cabeza se sacudió de lado a lado mientras dejaba caer su mano de mi pierna a mi cadera y la deslizaba abajo de nuevo para tocar mi carne caliente. Reunió humedad en sus dedos, y lo sentí moverlos debajo de sus bolas y entre mis nalgas mientras giraba en mi entrada trasera en un momento rápido. —Qué. Oh, Yo. Um… —Mis labios estaban secos y mi lengua se sentía hinchada mientras presionaba su dedo índice en mi trasero. Se sentía tan innegablemente bien, mientras hasta la última parte de mi cuerpo estaba llena de Warner. —Eso es todo. —Su respiración se hizo corta y poco profunda. Mis caderas se movieron en ángulo para encontrarse con su pene y su mano mientras ambos me montaban, mi espalda se arqueó hacia arriba en un intento de acercarse aún más a él. Se estremeció y una serie de improperios se disparó de su boca mientras se resistía contra mí un par de veces más. La sensación de tenerlo tan profundo y grueso dentro de mí hacía que mi orgasmo se concentrara aún más rápido. Se quedó quieto un poco y me quejé, dejando caer las manos a las sábanas y aún trabajando en su contra. Se empujó de nuevo en mí, suave y restringido mientras rodaba mis caderas haciendo fricción y sintiendo sus dedos y el pene, aún más ahora que era el que corriendo hacia la liberación. Rodó lentamente, pero una vez que comenzó a desmoronarse, sucedió tan rápido que me quedé sin aliento. Mis piernas se sacudieron, me retorcí lejos mientras me golpeaba más duro de lo que nunca había sentido en mi vida antes. Toda la experiencia fue demasiado, grité su nombre mientras mis paredes internas pinchaban y pulsaban en torno a su eje, mi estómago se quedó vacío mientras mis rodillas trataban de tirar hacia arriba a mi pecho. Envalentonada por el sudor, apreté mis manos en mi frente, mi cuerpo en un estremecimiento continuo, mientras él se mantenía por encima, viendo mi orgasmo atravesarme. Después de un minuto, sentí que mis músculos comenzaban a relajarse y me instalé de nuevo en la almohada, jalando el aliento después de cada respiración, tratando de re orientarme. Warner se retiró de mí, vacilante. Colocando un dulce beso en mi sien antes de rodar de la cama y desaparecer por la puerta. Cerré los ojos y dejé que mis manos descansaran en mis pechos mientras repetía toda la cosa otra vez en mi mente. Iba más allá de lo que podría haber imaginado. Había tenido sexo con Warner Green. Warner se asomó a la puerta de la habitación de nuevo, sonriéndome desde lejos. —Hola. —De repente me sentí un poco cohibida. —Hola. —Su sonrisa taimada estaba en su lugar mientras daba un paso hacia adelante—. Quemé la pizza. Me reí, rodando sobre mi lado para sentarme.

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—No te preocupes. Negó. —Llamé al delivery. —Sus ojos brillaban con picardía—. Dispondremos de cuarenta y cinco minutos antes que llegue aquí. —¿Cuarenta y cinco minutos para qué? —le pregunté, mis ojos crecientes y anchos mientras él continuaba con su enfoque predatorio. Los labios de Warner mostraron una sonrisa maligna. —Para la segunda ronda, por supuesto.

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Veinte Wardo

L

a segunda ronda. Luego la tercera. Luego la cuarta. Puedo haber perdido la cuenta. Para siempre pasará a la infamia como Los Sexolímpicos.

Estando dentro de Dawn Sims era mucho más de lo que había anticipado. Hasta la última estúpida sensación había estado empujándola bajo la alfombra durante tanto tiempo que había burbujeado a la superficie, y admití lo que sentía, aunque bajo la apariencia de que era la voz de Vlad. Había estado tan centrado en lo que estaba haciéndole que ella no parecía estar registrando que estaba derramando mi corazón en ella. Era igual de bueno. Cuando empezó a responder a mis palabras, y me había dicho que no parara, me vine tan rápido que fue casi vergonzoso. Casi. Una vez más, ni siquiera estoy seguro de que supo que había terminado, conmigo trabajando sobre el borde tan rápido. Y cuando ella terminó, me tuve que salir de la habitación para recuperarme, que es cuando me di cuenta del olor que venía del horno y que habíamos quemado la pizza. No importaba, sin embargo. Después de que había tenido la oportunidad de calmarme y recuperarme de la experiencia más increíble que había tenido, la quería de nuevo. Y otra vez. Había una posibilidad de que fuera a dejar mi trabajo y a vivir de mi liquidación para mantener a Dawn allí como mi moza de colchón. Parecía que podría haber estado interesada en esa proposición cuando me incliné sobre ella, diciéndole que ya era hora de aprender algo nuevo. Mierda, la expresión de su cara cuando me había abalanzado sobre ella, aún más excitado de saber que teníamos un tiempo programado a vencer por la entrega de pizza. Le había dado un tirón de los tobillos hasta el borde de la cama, sintiendo mi pecho mientras chillaba y se reía en un torpe intento de conseguir que me detuviera. Pero una vez que la había tenido debajo de mí otra vez, todo lo demás en el mundo sólo desapareció. Era abrumador pensar que algo que había querido durante tanto tiempo se había vuelto mía por fin. Sus ojos eran grandes y brillantes, y sus mejillas estaban rojas, esos labios hinchados y sensuales porque los lamió repetidamente. La había jalado hasta que estuvo sentada, y había quedado cara-a-cara con un muy duro y listo Wardo Jr. te juro, que la chica gimió. Vi cómo se inclinaba hacia delante y le dio un beso en la punta, sus labios tiernos y su lengua escabullándose para probar antes de que nos demos cuenta de su error y haga una mueca haciendo una cara terrible ante el sabor del espermicida en su boca.

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—Lo siento. —Me reí y me alejé para ponerme otro condón. Me di cuenta de que se volvió y hundió la cara en mis sábanas. Era obvio que estaba limpiando su lengua en mi cama. En cualquier otro momento me habría hecho reír, pero en cambio, estaba centrado en volver a ella. En volver a estar dentro de ella. La atraje para que se pusiera de pie y yo acomodé mi trasero en el borde del colchón, plantando mis pies un poco separados mientras miraba su cara. Deslizando mi mano entre sus piernas, sentí un ruido sordo en mi pecho mientras mis dedos se deslizaron dentro. —Estás incluso más húmeda. La cabeza de Dawn cayó hacia un lado, y dejó que sus ojos se cerraran mientras su pecho se levantaba visiblemente bajo mi toque. Con un pequeño empujoncito, presioné sus muslos y luego moví mis manos hasta sus caderas. —Esto es todo. —Hablé tan callado como pude, apuntando a mi pene—. Tú estás en control, aquí. Guiándola hacia adelante, me muerdo la lengua mientras movía su vagina sobre la punta y ella se mantenía quieta con sus manos en mis hombros. Mis ojos se apartaron de mirar de la concentración en su rostro a la forma en que sus caderas giraban sobre un eje y buscaba la forma en tomarme en ese ángulo. Y entonces situó la cabeza en su entrada y sus ojos se abrieron una fracción. Mirando hacia abajo a mi cara, sus brazos tiemblan un poco y cayó una pulgada a la vez hacia abajo sobre mi eje. Me dejó sentir cada parte de ella desde el interior, sus paredes se aferraron a mí con fuerza, amortiguando su descenso hasta que estuvo sentada en mi regazo. Su trasero está al ras de mis muslos y sus pechos temblaron contra mi pecho. Los dos exhalamos respiraciones largas mientras sus piernas se relajan y me permite acomodarme en el interior. Era hermoso cómo encajábamos juntos. Simplemente perfecto. Era increíble la sensación que tenía en la boca del estómago por tenerla en mis brazos después de todos los años que había soñado con ella. Pero nada, absolutamente nada comparado con la sensación de todo lo que se combinaba con su rostro inclinado hacia adelante para capturar mi boca en un beso mientras se aseguraba con los codos sobre mis hombros y empujaba hacia adelante con sus caderas al mismo tiempo. Tenía las manos en su cabello, en su columna, tomando su trasero. Estaban por todas partes donde podía tocarla. Estaba tratando con todas mis fuerzas de no caer en ella y hacerla gritar mi nombre tan fuerte que los vecinos escucharan. Se movió lentamente, sus gemidos y suspiros diciéndome que estaba disfrutando cada pequeño movimiento y sensibilidad entre sus piernas. Y yo la encontré con pequeños impulsos de mis caderas y movimientos rápidos de lengua a través de la suya propia, chupando y mordisqueando su labio inferior y mandíbula. Me aferré a ella mientras encontraba su ritmo, sus manos agarraron mi cabello hasta que me dolió y comenzó a viajar con más fuerza. —Tan buena. Nena, eres honestamente ante Dios tan jodidamente buena. Sus muslos se tensaron, y tiró de su cabeza hacia un lado. Sentí que estaba aún más húmeda y sin preguntar, moví mis manos a sus muslos y hasta sus pantorrillas. La incliné hacia atrás en el proceso de anclarla contra mis rodillas después jalé sus pies sobre la cama, y se equilibró a sí misma. Su respiración se volvió irregular y fuerte mientras trataba de aferrarse. —Oh mi Dios —apenas alcanzó a decir entre jadeos de aliento.

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Le di una sonrisa arrogante y asentí. —¿Sientes eso? ¿Cuán profundo estoy? Sus párpados se cerraron y luego cuando puso sus caderas contra mí, giró en mi pelvis. Tirando de ella hacia mí con su brazo alrededor de mi cuello, empezó a alejarse de mí y luego hacia abajo, el sonido de su piel golpeando contra la mía amenazaba con hacer que me vuelva loco. Estaba haciendo que fuera aún más difícil no entrar de nuevo en ella y terminar demasiado rápido. Se suponía que debía estar ayudándola, no romperla y hace imposible que haga cualquier otra cosa el resto del fin de semana. Mi intención había sido la de mover su pierna más arriba hasta que estuviera de espaldas sobre mis rodillas y estuviera casi colgando boca abajo, con los pies sobre mis hombros. Pero eso tendría que esperar para otro momento. Me estaba desenredando rápido. En cambio, desaceleré sus movimientos con un empuje fuerte y la sostuve allí mientras se ponía rígida y gritaba mi nombre a la pared detrás de mí, temblando y jurando hasta por los codos de cuan profundo estaba dentro de ella. Y supe entonces que sólo conseguiría un par de minutos fuera de mí antes de que terminara, así que nos di la vuelta en la cama y me metí dentro de ella para ponerla sobre su estómago. —Apóyate en los codos. —Estaba respirando pesado, rechinando los dientes por la sensación de ya no estar dentro de ella. Obedeció, y vi sus hombros doblarse mientras lo hacía, su cara volviéndose para verme sospechosamente—. Levanta tu trasero y abre tus piernas, nena. Hizo lo que le pedí, y me incliné sobre su espalda para guiarme en ella, yendo profundamente dentro de nuevo para tomar un respiro muy necesario. Entonces me metí y se lo di tan lento como pude. Sus caderas estaban empujándose hacia atrás a mi encuentro, codiciosa como era por sentir su liberación de nuevo. Apoyé la cara contra su columna para envolver mi brazo alrededor de su cintura y encontrar su clítoris. Jugué e hice círculos, haciendo que sus piernas temblaran y se doblaran a medida que avanzábamos. Esa vez, ella se vino primero. Se vino duro. Sus puños tiraron del edredón, y su espalda se arqueó, su cuello se curvó hacia atrás, así que pude poner en ángulo su cara para que me besara mientras sollozaba mi nombre a través de su liberación. La sensación de ella revoloteando y tirando alrededor de mi pene me envió por la borda, y no pude controlar la forma en que mi cuerpo reaccionó. Me sumergí dentro de ella profundo y duro un par de veces antes de perder mi capacidad de respirar y vaciarme en el condón cuando empecé a cantar: —Sí, sí... Ambos nos desplomamos en la cama en un montón, y esperé por unos minutos para salir de ella, no queriendo sentir la sensible sensación de dejarla para recordarme que todo había terminado. Pero suficientemente pronto, la pizza llegó, y le di al chico de la pizza una sonrisa de complicidad cuando contesté la puerta envuelto en una sábana. Sabía que supo lo que estaba pasando. Y sabía que podía oír a Dawn haciendo su pequeño lloriqueo satisfecho en el dormitorio. Entonces comenzó a gritar:

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—¡Trae una bolsa de hielo! Necesitamos más lubricante. ¿Mantienes algo aquí en alguna parte? ¿Sabes qué? No quiero saberlo. ¡Sólo tienes que encontrar más lubricante! El chico de la pizza como que me dio un golpe de puño en silencio con sus ojos, y yo le di una sonrisa de suficiencia, dándole más propina de la habitual porque estaba en un buen estado de ánimo de mierda. El resto del día lo dedicamos a comer pizza y a hablar aquí y allá entre arrastrar su cuerpo desnudo y ver cómo lo trabajaba hasta que pude llegar a ella antes de que me pidiera más. Pero no me rindo hasta más tarde, sabiendo que terminaría entre su apretón jugando hasta que no pudiera aguantar más. Entonces entró en la ducha conmigo y le lavé todo el cuerpo, poniendo a prueba su sensibilidad a nuestras actividades. Y cuando estaba convencido de que seguía lista, la incliné hacia delante en la ducha para ponerla contra la pared y me abrí paso atrás en su interior, con el cabezal de la ducha ayudando a que se viniera conmigo dentro. Dos veces. Después de que no era más que masilla y estaba agotada en mis brazos. No tuve ningún problema con sólo sostenerla contra mi pecho, durmiendo con ella desnuda y suave en mis brazos mientras soñaba. Mientras decía mi nombre. Mientras me jalaba hacia ella en la noche y buscaba mi contacto una y otra vez hasta que no pude resistirme más y la puse encima de mí para una lenta, ronda a las tres de la mañana. Se empujó contra mí mientras me decía con voz soñolienta que nunca había sabido que podría ser tan bueno. Que no tenía idea. Yo amasé sus senos y le susurré que era hermosa y que me estaba haciendo sentir igual de bien. Los orgasmos eran más lentos. No más débiles, sino más cálidos y más pequeños, rodando sobre nosotros antes de que el agotamiento nos tomara de nuevo. El domingo había sido agridulce, y habíamos caminado alrededor, sonriendo con pensamientos de cosas que terminaban ese día. Ella había embarrado huevos en mi camiseta y sin nada más, me estimuló a meterme en ella mientras trataba de voltear los huevos y panqueques con mi mano entre sus muslos. Terminó bien. Quiero decir que quemó dos de los panqueques y tres de los huevos. No me importó. Parecía tan alegre mientras comimos que me sentí tan feliz de haber sido quien le puso esa sonrisa en su rostro. A medida que el día llegaba a su fin, tuve esa pesadez en mi pecho que había sentido hace tantos años en el baile de graduación. Era innegable que estaba enamorado de ella. Y los dos días anteriores me habían dado una visión más clara de su vida de lo que había pensado alguna vez. Había aprendido que había dejado la escuela porque su pareja de matemáticas era una perra habladora que platicó durante la clase entera, y ambas reprobaron juntas. En su segundo intento de clase, platicona-de-matemáticas estaba de vuelta allí con ella y fracasaron de nuevo. Adiós, universidad. Sabía que quería escribir, que era su sueño, y esas mujeres en línea le habían dado la confianza de intentarlo. Se había visto tan desgarrada cuando me explicó que no había sido fácil recibir los elogios y el apoyo al principio, pero que después de un tiempo, la había hecho sentir como menos fracasada con su vida. Especialmente en ese momento. Yo la había sostenido mientras mostraba las primeras señales de verdadera emoción que había tenido delante de mí. Había sollozado, y yo había limpiado su cara, dándole un pequeño beso y diciéndole que no era un fracaso. —Wardo. —Ella se miró las manos, mientras las ponía contra mi pecho—. No quiero escribir ya esa novela romántica. —Su rostro estaba triste, sus ojos parecían tener un poco de miedo—. ¿No te enojarás por eso?

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—¿Por qué debería estar enojado? —Estaba totalmente confundido. —¿Por este fin de semana? No quiero que pienses que te estaba usando para algo que no voy a hacer ya porque fui honesta cuando te dije ayer que me importas más que el acuerdo. Después de estar aquí contigo por un par de días, estoy segura de me importas más que eso, y no me veo usando lo que pasó aquí entre nosotros para que otras personas las lean porque nunca podría hacerte justicia con palabras solamente. Cada terminación nerviosa de mi cuerpo estaba en estado de alerta mientras miraba su cara para medir la verdad. Estaba allí en abundancia. A Dawn Bunny Sims le gustaba. Tal vez incluso me quería un poco. En serio. —Cállate, Bunny —susurré mientras me inclinaba y la besaba con fuerza, envolviendo todo su cuerpo contra mí—. Hablas demasiado. Ella se rió y dejó escapar un suspiro de alivio. —Pensé que podrías pensar que era una completa loca. Empujando su cara de nuevo con mis manos en sus mejillas y la mirada fija en sus verdes ojos suaves, le sonreí. —He estado esperando que me dijeras eso desde que tenía catorce años. —¿Qué? —Ella parecía alarmada. —Sí, he tenido un flechazo contigo desde que tenía catorce años. —Pero ¿y el baile de graduación? Podrías haber... —Iba a invitarte a salir y luego me puse nervioso por lo que salí a la calle a fumar. Entonces terminé fumándome un paquete completo y para el momento que entramos al interior te pusiste en modo lleno de perra y me ignoraste el resto de la noche. Hubiera sido estúpido de mi parte perseguirte después de eso. La sonrisa de Dawn fue tímida y avergonzada antes de que mirara hacia otro lado. —Bueno, entonces supongo que no haber dejado la universidad fue la mejor cosa que he hecho en años. Yo negué. —No, yo diría que el trabajo de tu mano en el laboratorio fue mejor que eso. Y nos reímos, sin verbalizar lo que estaba pasando, sino sólo dejando que se desenvolviera. Cuando se fue esa noche, me abrazó con fuerza, y el peso en mi pecho se sintió mucho más ligero. Ella prometió enviarme la información que sus amigos escritores habían remitido sobre lo que podría hacer respecto a Mandie, pero no estaba tan seguro de que eso importaba ya. Antes de que pasara por esa puerta, tomé su cara entre mis manos y bajé mi barbilla para besar sus suaves labios una vez más. —¿Estarás ocupada mañana por la noche? Ella se estremeció y retrocedió con una pequeña risa.

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—No estoy segura de que pueda manejar más de tus lecciones, Wardo. Mis partes de chica están ondeando la bandera blanca y pidiendo un tiempo muerto. Yo me reí y sacudí la cabeza, tirando de ella a mí una vez más. —Iba a pedirte una cita legítima, Bunny. Su sonrisa fue tan grande que la pude sentir en mi alma. —Ya me sacaste de cita. No actúes como si nunca me hubiera dado cuenta de que me compraste café y una cena antes. Pero, sí. Me encantaría. La vi alejarse y luego me quedé en mi cama pensando en ella toda la noche. Y una vez que llegué a trabajar a la mañana siguiente, me dirigí directo por el libro de Mandie sin ningún pensamiento o reacción en absoluto. Debido a que ya no importaba. Había dos personas en la sección de literatura erótica, de pie muy quietas y con la cara roja, cada una sin pretender notar a la otra, mientras veían los lomos de libros de lo que les estaba haciendo cosquillas en su fantasía. Y quise nada más que decirles que podían encontrar la misma materia en línea de forma gratuita en lugar de pagar por ella y tener que ocultarla de sus esposos o hijos. O padres. En cambio, dejé los cuatro libros que tenía en mi mano y me quité el cordón de alrededor de mi cuello para poder ver la hora del día. Tenía una cita con Dawn.

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Veintiuno Dawn

É

l olía increíble.

Warner se presentó en mi casa sólo unos diez minutos antes de la hora en que me había pedido estar lista. No estoy segura de si era porque pensaba que podría estar desnuda aún o si estaba tratando de ser puntual. De cualquier manera, se veía increíble y olía tan bien que quise arrancarle la ropa y darle un baño de lengua como hacían los gatos del callejón detrás de mi apartamento todas las noches. Había cambiado su chaqueta de cuero negro por una marrón, y su cabello estaba un poco más manso de lo habitual. Sus manos eran inquietas mientras me entregó el pequeño ramo de tulipanes blancos que había comprado en su camino. Y no pude contener mi sonrisa mientras miraba hacia abajo a la cinta de seda azul atando los tallos, el color era tan cercano al de sus ojos. Hubiera sido cien por ciento perfecto en todos los sentidos si no hubiera intentado quitar mi vestido cinco minutos después de entrar en el pasillo. —Detente. —Me reí y empujada contra él mientras su boca caía sobre la suave piel de mi cuello, donde se encontraba con mi hombro—. Pensé que querías que saliéramos en una cita respetable. Él gimió un poco y suspiró antes de soltar mi piel de sus labios y lamer el lugar una vez más por si acaso. —Lo hago. Pero también quiero mostrarte algunas cosas nuevas que he estado pensando todo el día. Lo empujé y pasé las manos por la parte delantera de su chaqueta, dejando que se deslizaran más abajo hasta que le di una palmada a su cremallera. —Tenemos todo el tiempo del mundo para eso, Wardo. Nos tomamos de las manos en el auto y en el restaurante, y estaría mintiendo si dijera que no estaba tratando de conseguir que dejara el meñique pasear un poco demasiado lejos dentro de su muslo contra su todavía-pene-duro. Incluso se movió un poco en su asiento para permitir que sus piernas se abrieran un poco más para que pudiera acceder mejor a él. La pequeña sonrisa en su rostro me dijo que había visto mi juego. El restaurante era muy agradable, y me sentí un poco extraña, siendo que Warner y yo estábamos, bueno, éramos nosotros. No éramos gente de cenas de lujo. Casi habíamos tenido sexo en un callejón. O pizza desnudos. Usábamos bolas anales después de una ducha. No patos y flambés. Sus cejas se juntaron mientras examinábamos el menú, y tuve que morderme el labio para evitar reír al ver su confusa expresión. —¿Qué sucede?

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Él sacudió la cabeza, aclarándose la garganta antes se enderezarse en su asiento. —Nada. —Podemos ir a otro lugar. —¿Qué? ¿Por qué diablos? —Sus ojos se abrieron como platos mientras las personas en la mesa al lado de nosotros se volvían para darle una mirada asesina. Agachando la cabeza, se inclinó sobre la mesa—. Lo siento. —Bajó la voz a un susurro—. ¿Por qué diablos? Finalmente me reí, dejando mi menú hacia abajo e inclinándome sobre la mesa hacia su cara. Levanté una mano a su mejilla y tracé la luz de las velas. —Debido a que este lugar está congestionado y es una mierda. Y quiero una hamburguesa. Mucho. Su rostro se relajó y algo dulce apareció en sus ojos. —¿Sí? —Sí. Vámonos antes de que nos cobren por poner nuestros traseros en los asientos. — Nos levantamos en un instante y salimos por la puerta, sin molestarnos en decirle a la camarera que nos íbamos. Warner se detuvo en un lugar de hamburguesas en el camino de regreso al apartamento y se estacionó al lado de la carretera, dando vuelta en un desolado camino de grava que llevaba a una extensión abierta de hierba y a unos pocos árboles. El cielo estaba completamente abierto por encima de nosotros, mientras nos acomodábamos en la capucha de su auto. No era el mismo que el lugar que lo habíamos hecho que una vez, pero me gustó en la misma medida. Envuelta en mi chaqueta, muerdo mi hamburguesa como si no hubiera comido en días y dejo escapar un gemido agradecido. —Dios mío. Diría que esta es mejor que el sexo... —Mis ojos atrapan los de él—. Pero ahora lo sé mejor. Él sonrió, con las mejillas llenas de comida, y dejó escapar una pequeña risa. —Pobre Mathlete Matt. Mis mejillas estaban rellenas de comida, pero le sonreí. Tarareé un poco y tragué con la boca llena. —¿Crees que Candace y Nolan estarán molestos por nosotros? Warner ladeó la cabeza hacia un lado y me miró. —¿Qué pasa con nosotros? Yo me atraganté un poco con mi hamburguesa y miré hacia abajo a mis manos. —Um, nada. Quiero decir, estamos en una cita, y, como, ya sabes, hemos tenido sexo y lo que sea. Su risa cortó el aire de la noche y me cortó a mí también. —Maldita sea, Bunny. Estoy jugando contigo. Sé que somos algo ahora. Mis mejillas llegaron a mis ojos mientras sonreía. —Sigues siendo un tarado completo. ¿Qué haré contigo?

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Sus palabras no llegaron a mis oídos, pero podría haber jurado que murmuró algo sobre mi estancia. Terminamos nuestra comida en feliz silencio, mirando las estrellas y cada vez más cerca uno de otro en el capó del auto. Él se acercó y me acercó luego envolvió su brazo sobre mi hombro para apretar mi lado izquierdo con su pecho. Colocando un dulce beso en mi cabeza, suspiró. Yo cerré los ojos y me deleité con la sensación de ser sostenida en sus brazos. Era mucho más de lo que había negociado. Momentos pasaron mientras el amargo viento comenzó a soplar un poco más duro, y temblé bajo su brazo, acariciando mi cara en su pecho, inhalando su aroma limpio y amando la calidez que me proporcionaba justo sobre su esternón. —¿Cómo estuvo el trabajo hoy? —preguntó, su voz un ruido sordo que hizo que mi mejilla vibrara. —Muy educativo. —¿Sí? ¿Aprendiste algo nuevo sobre el cuidado de Frank? Yo negué y enterré mi cara en su pecho antes de dejar que mi mejilla resbalara contra la suavidad de su camisa y hacia arriba para poder colocar un pequeño beso en su cuello. —Él no se sentía bien, así que dormía la mayor parte del día. Hice un montón de lectura mientras estuve allí. Él se estremeció y yo sonreí contra su piel mientras su brazo se apretaba alrededor de mí y el otro se arrastraba hacia adelante para tomar mi rodilla, sus largos dedos se extendieron y me provocaron piel de gallina. —No leíste nada más de ese libro, ¿verdad? Me senté con la espalda recta y presioné mis labios contra los suyos. Me sentí muy a gusto con el acto porque me asustaba un poco. —No, no he leído nada más de lo que la perra tenía que decir. Su pecho se relajó, y lo besé de nuevo, instándolo a que lo hiciera más profundo. Abrí mis ojos para mirar los suyos, viendo sus párpados cerrados y pestañas revoloteando un poco mientras me alejaba de su abrazo. —Una de las mujeres de mi grupo, esta escritora impresionante a la que admiro, tiene una nueva historia que me envió para que le diera una lectura previa para retroalimentación. Una ceja de Warner se levantó. —¿Ah sí? Y ¿Aprendiste algo nuevo? Asentí, pasando rápidamente más cerca de él para besar sus suaves labios de nuevo. Con una suave exhalación, medio abrió los párpados en lo que esperaba fuera una mirada seductora. —Realmente lo hace sonar analmente caliente como el infierno. Hubo un momento de silencio entre nosotros mientras me miraba, aturdido, antes de que se girara tan rápido que perdió el equilibrio y cayó de la parte delantera del auto. Los envoltorios de las hamburguesas rebotaron y cayeron sobre él cuando cayó al suelo, pero se los sacudió tan rápido como pudo antes de saltar sobre sus pies, y plantarse entre mis piernas. Sus manos subieron debajo de mi falda, y me quedé sin aliento al sentir sus dedos fríos a lo largo

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de mi piel, viajando arriba antes de que se detuvieran y regresaran hasta mis rodillas entreabiertas. —¿Estás diciendo lo que creo que estás diciendo? —La emoción en sus ojos hizo que mi corazón brincara. Yo me encogí de hombros y miré hacia el cielo de nuevo. —Quiero decir que mis partes de coneja se sienten como si les hubieran dado un puñetazo, por lo que no pienso que puedas ir todo el camino allí esta noche. —Maldita sea, Bunny. No te burles de mí. ¿En serio? Tragándome los nervios que habían tomado la residencia en mi garganta, miré hacia abajo a su rostro y asentí una vez. —Ciertamente podemos intentarlo. Apuesto que no había previsto que habría estado dispuesta a eso tan rápido. Pero había mencionado que la bala era para que la utilizara mientras hacía eso, y ni siquiera había usado las cuentas en mí ni una vez, está bien, dos veces, cuando estaba trabajando en sus interminables horas de juego previo. Tal vez me hacía ver un poco menos saludable a sus ojos. ¿A quién demonios estaba engañando? El hombre me hacía un monstruo en las sábanas. Y me encantaba. Él corrió de vuelta a mi apartamento como un murciélago del infierno, poniendo el auto en el estacionamiento y casi corriendo a mi puerta para abrirla. Se abalanzó sobre mí y me agarró alrededor de la cintura y luego me atrajo hacia su pecho con fuerza. Me acunó allí por un segundo antes de agarrar mi mano y saltar a mis escaleras subiéndolas de dos en dos. Yo no podía dejar de reír mientras excavaba en el interior de mi bolso por mis llaves. Él estaba tan agitado, y yo estaba empezando a tener un caso de risa a su costa. Eso fue hasta que llegamos al apartamento. Él estaba en mí como un gato salvaje, pateando hacia mí y tirando de mi ropa antes de que tuviera oportunidad de encender las luces. —¿Tengo que hacer algo? —le pregunté mientras sus manos se tensaban en mi vestido y tiraba por encima de mi cabeza para mirar hacia abajo a lo que llevaba debajo. —¿Qué es eso? —Se quedó mirando mi pecho, mientras subía y bajaba entre nosotros. —¿Esto? —Pasé mis dedos sobre el frente del cordón, tratando de jugar a ser tímida—. Este es un corsé. —¿Cómo la vieja ropa interior de la que le dijiste a Gary? —Pasado de moda. —Sonreí hacia su cara. Levantando una ceja, apreté los labios—. ¿Quieres rasgar mi blusa? Ni siquiera pensando en ello. Tiró de ella mientras él caminaba a mi dormitorio, pateando la puerta y abriéndola con la pierna como había esperado. Todavía tenía mi panza llena de mariposas. Girándome alrededor, me soltó, y me rebotó contra el colchón, haciéndome sentir libre y feliz, así como nerviosa. Pero fui valiente y lo miré a los ojos mientras dejaba mis manos vagar sobre la parte superior de ese corsé de nuevo.

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—Continúa. Sabes qué quiero que hagas. —Estaba jugando con él y le gustaba. Podía verlo en sus ojos, cuando se ampliaban y luego se estrechaban. La forma en que su nariz se ensanchaba y sus labios se presionaban en esa sonrisa de décadas de antigüedad que debería haber cedido años atrás. Con una mirada de determinación, metió los dedos en la parte superior de mi ropa interior, y sentí que probaba la tela para tratar de juzgar cuánto tendría que tirar para hacerlo. Y antes de que pudiera pensar en cuan maldito sexy que era todo, él tiró de ella con fuerza. La costura del centro se dividió bien abierta, haciendo brincar todo mi cuerpo en el proceso mientras mis pechos aparecían en su rostro. Yo me apoyé sobre los codos y miré hacia abajo, mientras veía el resto de la tela ceder entre sus puños. Él exhaló largo y suave antes de lamer sus labios e inclinarse hacia delante para besar el suave lugar entre mis senos. —Sí, eso fue caliente. No es extraño que lo hagan en todos esos libros. Debes añadir eso en cualquier cosa que decidas escribir de aquí en adelante. —Su boca ascendió más mientras me besaba con pasión, empujándome sobre mi espalda en el proceso. Yo toqué su cabello y moví mis dedos a lo largo de sus hombros mientras sus labios se encontraban con los míos—. ¿Estás segura? Había tanta esperanza en su voz. —Apenas sé gentil —dije, sintiéndome nerviosa de repente. Él murmuró algo que sonaba como “por supuesto” antes de que estuviera fuera de mí y hurgara en mi ahora cajón dedicado a los juguetes de sexo al lado de la cama. Lo oí ir a través de todos los artículos, y cerré los ojos, tratando de calmarme y de recordar que, de todas las personas en mi vida, había llegado a confiar en Warner Green más que en nadie. Nunca. Él estuvo de nuevo por encima de mí, y me relajé cuando me dio un tierno beso, dejando que sus labios me dijeran que se haría cargo de mí. Luego se fueron y estaba tirando de mi ropa interior. Sus ropas fueron descartadas, y éramos de nuevo sólo nosotros, con nada entre nosotros. Era todo lo que era correcto. Suspiré con reconocimiento mientras él besaba su camino hasta mi estómago, contento de que se hubiera duchado y afeitado justo antes de nuestra cita, así no tendría que perder el tiempo. Sus manos se arrastraron por mis costados hasta que su cara estuvo enterrada entre mis muslos y sus dedos estuvieron trabajando en un frenesí. Yo esperé, sabiendo que me pondría a prueba primero. El clic de la parte superior de la botella de lubricante envió una emoción hacia mi estómago y se estableció como la electricidad húmeda entre mis muslos. Su lengua dio vueltas constantes alrededor de mi clítoris mientras sentía su dedo índice rozar mi otra entrada. Exhalé largo y fuerte lo que le hizo saber que estaba bien. Él se deslizó dentro, recubriéndome con lubricante mientras trabajaba un poco y luego lo sacó. Otro minuto de eso y yo estaba tirando de las sábanas tan apretada a los lados que pensé que me partiría. Warner levantó la cara para presionar su boca en la cara interna de mi muslo. —¿Cómo? —preguntó mientras lentamente añadía un segundo dedo. Mi cuerpo se sacudió un poco, y abrí la boca, moviendo las caderas hacia arriba.

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—Bien. —Torciendo sus dedos un poco, los retiró, y yo gemí tan fuerte que casi me dio vergüenza. Él continuó jugando conmigo, dejando que su lengua trabajara como lo hacían sus dedos, y una vez que me había aclimatado a la sensación, no pude aguantar más—. Warner, por favor... En un instante él se fue, y yo me levanté para recuperar el aliento, preguntándome dónde estaba. Sonidos salieron de mi cuarto de baño y oí un chorro de agua antes de que él se moviera por encima de mí otra vez, instruyéndome a sentarme para poder poner una toalla debajo de mí. Tenía un par de otras, pero no le presté mucha atención. En su lugar, mis ojos estaban fijos en su pene desnudo y extendí la mano para acariciarlo un par de veces, deseando no estar tan dolorida porque se sentiría tan bien tenerlo de nuevo. Sus ojos se cerraron un poco cuando lo toqué, y no pude evitar los sentimientos que pasaron a través de mí mientras lo miraba por encima de la cabeza a los pies. Tan perfecto y hermoso que es. Qué dulce se había vuelto bajo ese exterior duro que siempre había conocido. —Te deseo —hablé con tanta honestidad que se sintió como si estuviera aún más desnuda y expuesta que antes. Él se inclinó hacia delante, empujándome hacia atrás con sus manos en mis hombros y acomodándose entre mis muslos mientras doblaba las rodillas. Nuestros labios se encontraron de nuevo, llenos de pasión caliente y de necesidad de que me tenía respirando pesadamente antes de que incluso tuviera la oportunidad de rodar el condón. El lubricante y la bala estaban a un lado de mi cabeza. Yo contuve la respiración mientras él abría el lubricante nuevo, llevándolo entre mis piernas para derramar más de lo que había imaginado alguna vez. Mi mirada estaba pegada a su mano mientras la utilizaba aún más para cubrirse a sí mismo, trabajando su palma sobre su eje y me rozó con la punta un par de veces hasta que estuvo suficientemente satisfecho. Warner llevó sus labios a los míos en un beso dulce mientras me entregaba el vibrador. Su rostro se cernió sobre mí mientras miraba mis ojos, sus rasgos se suavizaron mientras nos mirábamos el uno al otro. Tan callados que hizo que el corazón me doliera, simplemente susurrando: —Gracias. yo.

Como si dijera, gracias por dejarme. Gracias por confiar en mí. Gracias por dejar que sea

Le sonreí y asentí soltando el aliento mientras dejaba que se acomodara con mis piernas alrededor de su cintura y lo alineara conmigo. Él me murmuró para que me relajara, y cerré los ojos. Yo estaba concentrada con la presión que estaba sintiendo mientras él se movía hacia adelante un poquito, mi pecho se expandió con anticipación. Supe el momento exacto en que trabajó en mi interior, porque hubo una extraña sensación de estiramiento seguido por el fuerte dolor que me hizo hacer la mueca de dolor más pequeña. —¿Estás bien? —Su voz estaba llena de preocupación. Asentí en respuesta, mi mano se apretó alrededor del vibrador. Él pulsó de nuevo hacia delante, y yo perdí mi respiración, experimentando cada pulgada de su eje moviéndose dentro de mí. Mis terminaciones nerviosas estaban en alerta máxima mientras él omitía otra barrera y entonces ¡madre santa! mi cuerpo se apoderó de él por instinto

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y tiró más profundo dentro de mí hasta que estuvo en la medida de lo que podía ir. Sentí que mis ojos se cruzaban por un momento mientras él se quedaba inmóvil, sus manos agarrando duro mis muslos internos. —Dawn. —Mi nombre salió corriendo de sus labios, tranquilo y entrecortado mientras nos acostumbrábamos uno con el otro. No era desagradable, pero no era lo que había esperado, y esperé un momento antes de susurrar hacia él de que estaba bien. Él fue tan dulce con la primera estocada, y presioné mi cabeza en la almohada debajo de ella mientras mis sentidos amenazaban con desbordarse. Sabía que estaba hablando, pero no era la retórica habitual de Wardo. No se habló de cómo era una niña sucia, o de sus acostones habituales ni de hablar sucio. Él me decía que quería ver que usara la bala para poder sentirse tan bien como lo hacía. Y tan pronto como lo encendí y lo puse entre mis labios, lo tuve. Warner estaba por encima de mí, dentro de mí, con sus dedos empujados en mi vagina mientras yo trabajaba en mi clítoris con el vibrador: todo era una receta para el placer sexual más intenso que había conocido hasta la fecha. Cada movimiento hacia adelante de sus caderas, empujaba sus dedos dentro de mí y yo gemí, estimulándome mientras me retorcía debajo de él. —Tan hermosa. —Él gimió mientras yo rodeaba mi clítoris más rápido y me sacudía. Mi orgasmo estaba creciendo tan rápido que no podía tener mi ingenio sobre mí. Era como si no tuviera control sobre nada, y me di por vencida sobre cualquier apariencia de cómo me sentía empujándolo más profundo en mí, llenándome más de lo que debería ser legal. Mis ojos se cerraron fuertemente al sentir los primeros temblores comenzar y tomé mi ritmo con el vibrador, presionando mi carne húmeda cada vez más, como si mi liberación fuera a salvarme de la felicidad pura que estaba sintiendo. —Estoy tan cerca. —Odiaba lo desesperada que sonaba. Pero Warner sabía lo que me tiraría sobre el borde. Tomó el ritmo un poco más, torciendo y curvando sus dedos dentro de mí mientras lo hacía. Sentí mi corazón intentar salir de mi pecho, mientras la humedad entre mis piernas aumentaba. Sentí todo ello a la vez, la perfecta armonía de ello mientras ese dolor y ardor se instalaba bajo y profundo dentro de mí antes de que se rompiera y desbordara. Pulsé duro mientras gritaba su nombre y me estiré por él con manos desesperadas para jalar su boca a la mía. Él me besó con tanta fuerza, dejando que sus manos se enredaran en el cabello en la parte posterior de mi cabeza mientras yo me inclinaba más profundo y llevaba mis piernas más alto en su contra en reacción a mi orgasmo. Y en un solo momento de éxtasis sin filtrar, Warner gritó que se vendría y se empujó aún más profundo todavía y reclamó mi boca. Podía sentir cada parte de él, pulsando y acabando, grueso y fuerte. Lo sostuve hacia mí mientras su cabeza rodaba hacia un lado y él enterraba su cara en mi cuello. —Oh Dios. Te amo. —Él se quedó sin aliento. Yo me puse rígida ante sus palabras y conté mis latidos mientras su espalda se enderezaba un poco y levantaba su rostro para mirarme a los ojos. —Oh, mierda, eso no es del todo como quería que eso sucediera. La sequedad en la boca me venció y traté de reír. —Podemos atribuírselo a la histeria orgásmica. Sus ojos transmitían algo que hizo que mi corazón se contrajera.

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—No estoy mintiendo, Dawn. Con un suspiro, me pasé la mano por el cabello. —Sólo tú, Wardo. Solo nosotros. Solo esta relación tendría el primer te amo, mientras tu pene estaba en mi trasero. —Lo hago, sin embargo. Siempre me has gustado. Desde la primera vez que te vi en la puerta con esos pantalones púrpuras. Pero ¿después de estas últimas semanas? Mi corazón se encogió en mi pecho y sonreí, besándolo en los labios ligeramente. —Lo sé. —¿Cómo? Me moví un poco y me concentré en él saliendo de mí, mirando mientras rodaba lejos y se limpiaba con una de las toallas. Y entonces me entregó una húmeda para limpiarme mientras él atendía mi trasero con otra con un toque suave. Lanzando las toallas a una pila en la esquina de la habitación, se volvió de nuevo para apreciarme. —Continúa. ¿Cómo sabes que te amo? Me moví a mi lado y acaricié el colchón, invitándolo a acostarse cara a cara conmigo. Lo hizo, y puse una de sus manos entre nosotros, envolviendo mi mano alrededor de dos de sus dedos, maravillándome de lo grande que eran los suyos en comparación con los míos. Mi pecho se tensó mientras trataba de encontrar mis palabras, pero me empujé a través de ellas. —Sabes que nunca me llamas Bunny cuando estamos en la intimidad, ¿verdad? Es nena o Dawn. Pero nunca Bunny. Sus ojos cayeron a nuestras manos, y se quedó en silencio. —Dijiste mi nombre en tu sueño. Me sostuviste toda la noche sin quejarte. Besaste mi frente y sien más que cualquier otra cosa. Nuestros ojos se encontraron de nuevo, y me fundí bajo su mirada. Tenía los ojos claros y brillantes, con la verdad evidente en ellos. —Me amas. — Él asintió. Yo sonreí, dejando que la revelación rodara sobre mí, cálida y suave—. Bueno, estoy bastante segura de que te amo, también. Él se rió entre dientes. —¿Muy segura? —Sí. Quiero decir, que sólo han pasado ocho años. Puede ser que necesite llegar a conocerte un poco mejor, ¿sabes? No hay suficiente historia entre nosotros para que tome una verdadera decisión todavía. Sus dedos se clavaron en mi estómago y yo reí, tratando de alejarlo mientras él rodaba sobre mí y se subía a horcajadas sobre mi estómago, sosteniendo mis brazos por encima de mi cabeza. Se inclinó sobre mí de nuevo, besando mi frente, rozando mi sien y luego bajando para decir las siguientes palabras contra mis labios. —Me amarás un día, Dawn Bunny Sims. Abriendo mis labios, lo besé con la última gota de fuerza que tenía en mi cuerpo.

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—Demasiado tarde. Ya lo hago, Wardo. —Su boca me dio la sonrisa más grande que jamás había visto, empujándose hacia sus ojos, mientras todo desaparecía—. ¿Quién sabría que, después de todo este tiempo, al que amaría sería al que siempre había estado allí? Warner se encogió de hombros, inclinando la cabeza. —Yo. Lo sabía. Deslizando las manos de encima de mi cabeza para ir alrededor de su cuello, lo abracé aún más cerca. —Entonces, gracias por dejarme averiguarlo por mi cuenta.

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Epílogo Adiós a Bunny y a Wardo Wardo

T

ener a los siete de nosotros en una casa era como una épica mala idea. Sabía que había una razón por la que Declan y Nolan no se suponía que debían estar dentro de quinientos pies uno del otro.

Una sala de reuniones fue todo lo que llevó a encender una espeluznante amistad entre esos malditos dos. Ni siquiera quería saber lo que estaban haciendo en la otra habitación. Gary instaló su espalda en el cojín del sofá, cayendo hacia abajo mientras levantaba el libro mucho más alto y se quedaba mirando las páginas con una expresión perpleja en su rostro. —¿Ella hizo que le dieras bofetada a sus pechos? Mis ojos se movieron hacia donde Dawn estaba sentada con su portátil en la mesa de la cocina. Ella no registró una mirada de reconocimiento, pero sabía que lo había oído. En los meses que habían pasado desde que Dawn y yo habíamos establecido nuestra relación más allá de nuestro acuerdo original, habíamos sido muy honestos acerca de nuestro pasado. Lo poco de pasado que ella tenía y de la tormenta de mierda ridícula de pasado mío. En el transcurso del tiempo, mientras ella hablaba con sus amigos en línea, los pocos que eran profesionales de derecho habían ofrecido el mismo consejo. En lugar de demandar a Mandie, teníamos que escribir otro libro, contrarrestando su historia desde mi punto de vista. Ella había incumplido su parte del trato con la escuela liberando toda la información. Para contrarrestar, mi libro sería como una reacción al de ella. Y el mío incluiría la verdad, no una versión romántica de una mujer mayor enseñándole a un joven las formas del placer. Ella me había usado y me había coaccionado a hacer ciertas cosas que era mejor que no tuviera idea de hacer. Pero había estado desconsolado sobre Dawn. Había necesitado sentirme querido. Por mucho que odiara hacerlo, necesitaba contar mi versión de los hechos. Y por suerte para mí, mi novia trasero caliente estaba interesada en escribir el libro por mí. Eso nos ponía en la posición de leer el libro de Mandie juntos para poder saber qué extractos abordar y exponer, más allá de los aspectos físicos en los que se había centrado tanto. Debido a eso, le confesé la verdad. Toda. Que era la razón por la que Gary estaba leyendo el libro de Mandie mientras Dawn y yo estábamos visitando la casa de Candace y Nolan en el remolque.

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—Wardo. Los senos. Necesito saber acerca de las bofetadas en sus senos. Suspiré, asintiendo hacia él una vez mientras me inclinaba hacia delante para colocar los codos en mis rodillas. —Ella lo hizo. Y también le gustó tener ganchos mientras… —Me detuve, aclarando mi garganta y encogiéndome de hombros—. Olvídalo. Preferiría no revivirlo. Dawn sonrió con aire satisfecho y divertido, pero mantuvo sus ojos en la pantalla de la portátil. Yo era muy consciente de que estaba agradecida con la profesora por darme perspicacia en el cuerpo de una mujer, porque Dawn sin duda había cosechado los beneficios de eso. Pero Dawn también estaba en una clase muy personal. Se había convertido en una aventurera sexual un millón de veces más de lo que había imaginado nunca ni una vez haberla ayudado a liberar a la sucia Bunny de su jaula. Decir que los dos estábamos satisfechos habría sido un eufemismo. Era más que eso. Estábamos tan enamorados. Ahora sonaba como una maldita novela de Harlequin. Jemma arrastró los pies en la habitación con una impresionada Candace detrás de ella. —Creo que están enamorados. Candace asintió, cruzando los brazos y dejándose caer en el sofá enfrente de donde Gary estaba sentado. —Sabía que esto iba a suceder. —Es el amor entre dos chicos. —Gary jadeó y luego se perdió en un ataque de risa, tos y cerró el libro antes de empujarlo hacia mí con su pie—. Puedo oler el bromance desde aquí. Declan y Nolan se podían escuchar en la otra habitación, hablando rápido y excitados entre sí, y no pude evitar reírme de la imagen mental de los dos mirando los ojos del otro lleno de estrellas. Me pregunté si estarían tomados de la mano todavía. Cuando reaparecieron estuve un poco decepcionado de que no lo hicieran. Jemma se agachó por el libro y lo levantó con un suspiro. —¿No vas a dime cuántos años tenía esta perra en absoluto? Porque todavía estoy imaginando que le llegaste a una señora en la casa de retiro de mi abuelo. —Si te metiste con una mujer vieja voy a sacarme mis propios ojos de sus órbitas. Será mejor haya sido Elle Macpherson. Christie Brinkley. O Cindy Crawford, así de vieja. Candace era tan seria como su corazón sarcástico podría ser. —Espera. Ellas no son tan viejas, ¿verdad? —La mano de Jemma voló a su boca en estado de alarma. —Sí. Todas nacieron en los años cuarenta o algo así. Pero siguen siendo tan perfectas que quizás son hologramas. No estoy seguro, sin embargo. Tal vez nunca existieron y han sido hologramas todo este tiempo. —Había un brillo en los ojos de mi hermanastra que me hizo temblar desde la cabeza. Le encantaba meterse con la gente.

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—Un holograma tendría sentido. ¿Qué pasa con CGI? ¿Crees que hay más de ellos? — Los ojos de Jemma se agrandaron—. ¿Cuántos hologramas crees que están ahí fuera? ¿Eres tú alguien real? —Agitó la mano delante de la cara de Candace y mi hermanastra sonrió. —Cállate. Ellas no nacieron en los años cuarenta. Nadie es un holograma. Y nunca te diré cuántos años tenía. —Apreté el brazo en la cintura de Dawn. Inclinándome para besar la parte superior de su cabeza, no pude evitar sonreír—. Por favor, ¿nuestros queridos amigos en línea tienen toda la información nueva para nosotros? ¿O estabas justo ahí leyendo escenas sucias en los libros de tus amigos que vas a querer recrear después? —Dawn pellizcó mi lado y rio cuando la salté y dejé escapar un doloroso —¡Ay! —No. Estaba buscando la cantidad de artículos que hay sobre el libro. Candace gimió. —Traté de siquiera imaginarte mientras estaba leyendo ese pedazo de mierda de libro. Mi cerebro te reemplazó con ese chico caliente de ese show de lobos. —Yo me imaginé al tipo de TRON —Jemma elevó la voz. Dawn se rio en voz alta en mi oído, todo su cuerpo temblaba mientras agarraba mi camisa y me impedía saltar de mi asiento y lanzarme tras ella. —Vamos a acomodarlos a todos en nuestro libro, de todos modos. —Se rio y se pasó una mano suave por el cabello, calmándome en un instante—. ¿Cierto, Wardo? Yo entrecerré los ojos al resto de la habitación y luego la besé en la cabeza de nuevo. Gary resopló y se rascó la cabeza. —Así que, Bunneh, ¿Ya decidiste cómo nombrarás esta novela ganadora del premio Pulitzer tuya? Dawn suspiró y metió los pies debajo de mis muslos. —Sí. Ella nombró el suyo Una Educación Temprana. Me imagino, ya que estaremos haciendo las cosas claras, podríamos llamarlo Con Propósitos de Autenticación. CPDA. Yo contuve la respiración mientras dejaba que las palabras salieran de su boca. Había estado esperando esto. Ella era un sueño hecho realidad. Nolan negó rápido y duro. —No, nononononono. Espera. No. ¿Qué? No puedo incluso... no. Declan asintió. —Sí, no puedes nombrarlo CPDA como la mierda. Dawn se sentó y los miró con escepticismo. —¿Por qué no? Declan suspiró y se pasó las manos por el cabello. —CPDA es como un sonido. —Es el sonido que hace tu mano cuando te masturbas —saltó Nolan. —Como en el hentai o en el manga. ¿En el anime porno? —Los ojos de Declan eran más anchos de lo que los había visto.

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—Y todo lo que es sólo, como, tan increíblemente húmedo. —Las manos de Nolan se agitaron—. Quiero decir, sudor en la frente y echar espuma por la boca. Declan asintió con entusiasmo. —Mucho más que la humedad que podría ser físicamente posible. Pero ayuda el sonido. —Su mano imitó masturbarse—. FAP fap fap... Moviéndose más rápido, continuó. —FAP-fap fap-fap fap-fap fap. Nolan fingía trabajar a una chica con dos dedos, haciendo el mismo sonido al mismo tiempo. Era como un coro fap. En estéreo. De repente, ambos se detuvieron y se miraron a los ojos, con las manos aun imitando las sesiones. Nolan se lamió el labio inferior una vez y exhaló suave y lento. —¿Declan? ¿Cómo te sientes acerca de las moscas de la fruta? Los grandes ojos de Declan se pusieron todos como de Bambi mientras suspiraba. —Yo jodidamente amo a las moscas de la fruta. Candace se puso de pie y levantó las manos por encima de su cabeza. —Me doy por vencida. Ustedes dos múdense juntos. Yo voy a buscar un lugar con Jemma. Jemma observaba toda la cosa, mirando con fascinación embelesada. Dawn se inclinó en mi oído, bajando la voz para que nadie más pudiera oír. —Sigues siendo un tarado, Wardo. Tienes suerte de que esté tan enamorada de ti. Me volví a para darle una ceja levantada mientras ella negaba y sonreía. Inclinándome para darle un beso, la dejé antes de alejarme. —Mantuve mi promesa cuando dije que te “fapería” después. Su risa me aseguró que captó la broma. Y la siguió conmigo. Y yo la capté también. Siempre lo habíamos hecho, sólo que tomó un poco de tiempo estar en la misma página. Habíamos empezado hace años nuestra historia. Y ahora todos en el mundo la conocerían.

Fin

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Biografía de la Autora Amber es madre y esposa a tiempo completo que es empleada a tiempo completo y escribe cuando puede. Cree en los Felices Por Siempre que ocurren cada día; a pesar de los obstáculos que la vida real ofrece frecuentemente. O tal vez, son más dulces simplemente debido a ellos. Siempre tiene dos banditas elásticas en su muñeca, una canción en su cabeza, y demasiada crema en sus tazas de café que dicen “Cacao”, porque es una rebelde. Si no está en su escritorio, con sus hijos, o frente a su computadora, está apoyando la música en vivo con sus brazos elevados por encima de su cabeza y los ojos cerrados, esperando por la caída.

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