MARÍA ISABEL GARCÍA DE LA PUERTA LÓPEZ Universidad de Córdoba BREVE COMPENDIO DE LA VIDA Y VIRTUDES DEL HERMANO MIGUEL FERNÁNDEZ DE LA CERDA (1776) RESUMEN: Biografía de Miguel Fernández de la Cerda, según uno de los compendios de Fray Andrés de Santa Cruz, lector jubilado y calificador del Santo Oficio de la Inquisición de Córdoba; escritos por orden de Fray Antonio Caulín, a fin de ilustrar y seguir la crónica de la Santa Provincia de Granada. PALABRAS CLAVE: Priego de Córdoba, Santa Provincia de Granada, Convento de San Esteban BRIEF COMPENDIUM OF THE LIFE AND VIRTUES OF MIGUEL FERNANDEZ DE LA CERDA (1776) ABSTRACT: Miguel Fernandez de la Cerda’s biography, according to one of the compendiums of Fray Andrés of Santa Cruz, retired lecturer and qualifier of the Inquisition of Cordova; written by order of Fray Antonio Caulín, to illustrate and follow the history of the Province of Granada. KEYWORDS: Priego de Córdoba, Province of Granada, Convent of San Esteban

El hermano tercero Miguel Fernández de la Cerda, natural de Montilla, en donde había nacido en fecha indeterminada del siglo XVII, era hijo legítimo de Alonso Fernández de la Cerda y de María de Arjona. Desde el pueblo de su naturaleza se vino a vivir a la villa de Priego, en donde casó con María de los Ríos, de cuyo matrimonio nacieron cinco hijos, dos hembras y tres varones. Su ingreso en la Venerable Orden Tercera de Penitencia se produjo el 22 de octubre de 1690, fecha en la que tomó el hábito descubierto. Hizo su testamento en Priego ante el escribano Fernando Arteaga el 6 de julio de 1710 y murió el 22 de enero de 1713. En el libro tercero de cabildos del VOT 1 de Priego se hace constar que el renombrado P. Fray Antonio Caulín 2 dispuso que el P. fray Andrés de Santa Cruz, lector jubilado y calificador del Santo Oficio de la Inquisición de Córdoba, hiciese unos “breves compendios” biográficos de los venerables varones de la primera, segunda y tercera Orden de los conventos prieguenses 3, a fin de ilustrar y seguir su Crónica, y a la que el comitente pertenecía. La comisión fue ejecutada “ad pedem literae”, por mor de la cual se nos ha transmitido esta noticia. En el trabajo realizado se transcribe completamente el “Breve Compendio” de uno de los biografiados, que deviene fuente documental parcial de la obra más completa que, desgraciadamente, no vería la luz. Al propio tiempo se hace un análisis de las acciones más destacadas del biografiado, de sus persecuciones por el demonio, de su 1 Archivo del Venerable Orden Tercero de Penitencia de Priego de Córdoba (AVOT), libro 3.º de Capítulos o Cabildos, folios 231-233. 2 La figura del P. Caulín tiene una dimensión plural de amplio espectro. Una aportación reciente, publicada en estas Actas nos ha redescubierto su proyección americana. Cfr. Noascone, A., “El Padre Caulín: El cronista y su obra”, en El Franciscanismo en Andalucía, Conferencias del VI Curso de Verano, II, CajaSur, 2000, pp. 319-329; pero aún quedan otros muchos aspectos suyos por revelar. Cfr. también los trabajos de Morón, G., “En torno a la obra de Caulín”, en Revista Nacional de Cultura (Caracas) 18 (1956) 68-82; y del mismo autor, “Vida de Fr. Antonio Caulín”, en Revista Nacional de Cultura (Caracas) 18 (1956) 82-103. 3 San Esteban (de franciscanos observantes), San Pedro Apóstol (de alcantarinos descalzos), y San Antonio (de monjas clarisas).

XI CURSO DE VER ANO “EL FR ANCISCANISMO EN ANDALUCÍA” PR IEGO DE CÓR DOBA, 2004

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oficio de sacristán de la ermita de San Nicasio de la villa de Priego, de su devoción a la Virgen de la Aurora, y de sus recomendaciones virtuosas a los vecinos de la localidad, así como de su también cargo de sacristán del convento franciscano observante de San Esteban. Finalmente y como hecho prodigioso se relatan sus exequias, que habiéndose acordado celebrar en la iglesia parroquia de la Asunción de la misma población, por ser más económicas, y haber fallecido el venerable siervo de Dios en estado de pobreza, se practicaron finalmente en el convento, tal y como lo había dispuesto el finado en su última voluntad. El texto que consta de siete folios es una prueba concreta del alcance de la misión encomendada al P. fray Andrés de Santa Cruz y evidencia su objeto y su finalidad. Material, en suma, para una biografía más fundamentada del P. Caulín, figura señera entre los provinciales granadinos del siglo XVIII 4. “Breve compendio de la vida y virtudes del hermano Miguel Fernández de la Cerda, tercero descubierto e hijo de este venerable orden de nuestro padre san Francisco de la observancia de esta villa de Priego, formalizada por el reverendo padre Fray Andrés de Santa Cruz, Lector jubilado y calificador del Santo Oficio de la Inquisición de Córdoba, por comisión que tuvo para ello de Nuestro Muy Reverendo padre Fray Antonio Caulin, Ministro Provincial de esta santa provincia de Granada en 14 días del mes de julio de 1776. Y es como se sigue: Este venerable orden tercero de penitencia, producción última del seráfico espíritu de Nuestro Santísimo Patriarca en el que descansó su corazón, viendo establecido un orden, en el cual pudiese santificar a todos los hombres y en donde acabó de merecer el carácter glorioso de reformador del católico rebaño por todos los estados de la Iglesia en el estado de matrimonio, en medio, de los bullicios del siglo y en la constitución humilde del oficio de alfarero supo el venerable Miguel labrar con el barro de su cuerpo una imagen de santidad de buena talla, animado con el espíritu de la penitencia que pidió el seráfico Patriarca en su tercera orden. Fue este Siervo de Dios natural de la ciudad de Montilla, hijo legítimo de Alfonso Fernández de la Cerda y de María de Arjona, vecinos de dicha ciudad. En honor y santo temor de Dios poseyó el vínculo del santo matrimonio con María de los Ríos, teniendo el fruto de cinco hijos, dos hembras y tres varones. Tomó el hábito de nuestra tercera orden al descubierto en esta Villa de Priego, en veinte y dos días del mes de octubre de mil seiscientos y noventa años. 4 Nacido en Bujalance (Córdoba) el 17 de abril de 1719, entró en el convento de San Francisco de Jaén a la edad de quince años, desde donde pasó al de Andujar. Convertido en misionero apostólico llegó a América (Píritu), consiguiendo importantes encargos en Puerto Rico y Venezuela. De regreso a España pasó un largo período en Madrid, entretenido en el largo proceso editorial de su magna Historia Coro-graphica. Hacia 1760 fue nombrado Secretario General de la Orden, y seis años después, en 1766, Ministro de la Provincia de Granada, cargo que volvería a desempeñar en el período comprendido entre 1775 y 1778. Cfr. Noascone, ob. cit., pp. 319 y 324.

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Desde su tierna edad mostró una inclinación y gusto a las cosas de Dios muy sobresaliente. Las horas del tiempo que le restaba del cumplimiento primario de sus obligaciones en su casa y familia, las ocupaba en el templo. Con esto alimentaba con santos ejemplos a todos, y educaba a sus hijos en las buenas costumbres, enseñándoles a vivir y tratar una vida cristiana, después de asistirlos según lo que sus fuerzas alcanzaban en lo temporal. La verdadera virtud no tiene afectaciones de política; pero como siempre obra con circunspección, en nada faltaba animado del espíritu seráfico; tenía una guerra implacable contra su amor propio. Su ejercicio ordinario era mortificar sus pasiones. Sabía muy bien que es engaño buscar la perfección cada uno fuera de su estado. Todos son como unos árboles que deben llevar sus frutos; pero cada uno el fruto de su especie. Por eso el venerable hermano Miguel contento siempre con su suerte, y gustoso con el misterioso título de la Penitencia que en su Venerable Orden Tercero profesaba, mostró de continuo una humildad sin afectación, una modestia sin arte, y una caridad sufrida, apacible, benéfica, sin contienda, siempre obediente, ejemplar, y rendido a los oficios más humildes, y en todo hecho un verdadero hijo de San Francisco. Era hombre notablemente devoto, y por lo tanto sin ambición, severo para sí; blando para los demás, obsequioso sin bajeza y oficioso sin interés. Todo el tiempo de su peroración, lo aprovechaba en los templos, ya en oración, ya alrededor de los altares, lleno de sentimientos bajos de sí mismo. Todas sus confianzas las puso siempre en los méritos de María Santísima, a quien adoraba cordialmente con el título del Rosario y Aurora, en cuya ermita fue muy asistente, y según su espíritu y fervor ejercía todos los oficios de sacristán y santero, aún sin pertenecerle en la ermita título de San Nicasio, donde pasaba el más tiempo por la cercanía a las casas de su morada. Aquí repetía lo que el profeta delante de Dios: “Nada podrá faltarme Niña Mía (que era el estilo con que hablaba a la Divina Imagen) en tu presencia. Verdad es que soy un pobre, pero Vos me tenéis a vuestro cargo, y a vuestro cuidado está el remedio de todas mis necesidades”. Con esta misma santa sencillez reprendía a los muchachos que inquietaban y se entraban en la ermita con juegos ruidosos: y levantando las disciplinas consistía todo el golpe en amenazas diciendo: “Hijos míos estemos en gracia de Dios, vivamos en gracia de Dios y no le ofendamos en su santo templo; advertid que éste es el santuario de la Divinidad, mirad que si lo profanáis el mismo Señor os arrojará de su santa casa como celoso de su gloria”. En las ocasiones que se le ofrecía reprender a sus hijos les amenazaba también con la disciplina usando al mismo tiempo de las ya referidas jaculatorias: “Estemos en gracia de Dios, vivamos en paz y amistad de Dios”.

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Se ocupaba en convocar al santo Rosario de María Santísima que con este título había en la ermita de S. S Nicasio. Esta diligencia la practicaba muy de madrugada, antes que la aurora, y es común voz y tradición que el enemigo de nuestras almas en figuras espantosas le impedía el paso, cerrándole las bocas calles; le maltrataban y arrojaban o tiraban a los lugares y calles de su tránsito, y cuando lo hallaban casi sin poder moverse con una santa risa y sencillez y con dulce contentamiento solía decir: “Esto hace el enemigo del Santísimo Rosario”. Don Pedro de la Rosa Palomar y don Juan de Narváez, compañeros y sacristanes que fueron del Santísimo Rosario lo levantaron dos veces de los suelos en aquellas horas cuando ellos iban a las mismas diligencias de su oficio, en que tocaron y experimentaron los malos tratamientos que el enemigo hacía a este venerable varón, cuyas batallas con el demonio eran ya a cuerpo descubierto, porque dándose ya este dragón por vencido de su espíritu, sólo se vengaba con perseguir y maltratar su cuerpo. Fueron estas guerras frecuentes, pero siempre con aquella inalterable tranquilidad que poseen los virtuosos con la paz, unión y caridad de Dios. La fidelidad de este siervo de Dios en las cosas pequeñas prueba la que tenía aún en las cosas grandes. Tenía mucho horror al pecado venial, de forma, que como con perfección en el conocimiento, y sin subrepción en los sentidos lo advirtiera, mostraba un santo terror y miedo, y así solía decir hablando con María Santísima: “Yo quiero Madre mía serviros y alabaros sin intermisión. Desde esta vuestra casa deseo rendidos mil alabanzas en la alcázar del Dios de Sión por lo que no quiero purgatorio Niña mía”. Y derramando lágrimas muy dulces y fervorosas cada vez que repetía esta súplicas a la Santísima Virgen María, gozaba de un deleite el más puro y exquisito que cuantos se pueden apreciar en este mundo. Era manso, humilde, atento y amigo a dar gusto; de forma que como su inclinación fue siempre a servir a Dios en su casa y templo, hubo tiempo en que ya libre del vínculo del matrimonio hubo en este convento falta de sacristán, y aplicándose a este oficio, suplía y contentaba a los religiosos como que en esto tenía su mayor complacencia, conociéndose en el culto y aseo del templo su desvelo y devoción, y sintiendo que por la ocupación de la sacristía del convento le había libertado el Venerable Orden Tercero de los oficios de limosnero y sacristán de la Orden que por muchos años había ejercitado, suplicó lo continuase hasta morir sirviendo a su Orden como así sucedió. Era seriamente virtuoso y no obstante se hacía respetar de lo de las más licenciosos por su prudencia y virtud. Su oración era continua, y fervorosa con perseverancia; y de aquí nacían aquellos consejos y consuelos espirituales que oían de su boca y labios con santa edificación. Con estos santos ejemplos, continuó y trabajó toda su vida, de forma que podemos decir que no contento con guardar los santos

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mandamientos, sino que solicito observar cuanto estuvo de su parte todos los consejos de Jesucristo. Hizo lo que debía para la salvación de su alma, y así llegó cargado de años y de una muy venerable ancianidad al fin de sus días: sufriendo con indecible paciencia una enfermedad prolija, encargando siempre a los asistentes como lo tenía de costumbre que se guardasen de caer en culpas, aunque fuesen leves por el rigor de las penas del purgatorio, y por lo tanto decía: “Por eso el padecer por acá es tanto de mi gusto”. Día veintiuno de enero que fue domingo y tercero del mes, se dispuso con los Santos Sacramentos para morir al siguiente día lunes veinte y dos. Quiso nuestro Santo Padre, cuyo habito de la tercera Orden había honrado con vida ejemplar, que un domingo tercero fuera el anuncio de los premios de su futura gloria, y así murió el día veinte y dos que corresponde a lunes. Murió pobre imitando a Jesucristo, y en el ósculo del Señor en el citado día y mes del año de mil setecientos y trece, dejando fama de sus virtudes y en la opinión del común de un varón santo. Caso sucedido en su entierro. Hizo su testamento dos años y medio antes de morir, ante Fernando Arteaga, en dieciséis de julio de mil setecientos y diez, en que disponía enterrarse en la capilla de este su Venerable Orden Tercero, sita en nuestro convento. Y por haber llegado a suma pobreza las partes interesadas ocultaron al clero ésta su última voluntad, para que lo enterrasen en la Parroquia con menos gastos y derechos; y así llegada la hora del entierro en el día veinte y tres, antes de salir la Cruz de la Parroquia sentaron la fe de muerto como lo acostumbran del dicho hermano como enterrado en la Parroquia; más estando ya la cruz y clero en la casa del difunto, sin petición de parte, sin movimiento humano, sin saber por qué, si sólo por providencia de Dios se encaminó el entierro, cruz, parroquia y asistencia del Venerable Orden a este convento de San Francisco, donde con gusto universal de todos y sin oposición, se le dio sepultura a este santo y venerable cuerpo en la capilla de nuestra Orden, según lo había deseado y dejado en su testamento en el sitio inmediato al cornialtar de la Epístola del altar principal de Nuestra Capilla, arrimado a la pared como consta del libro segundo de actas capitulares que tiene esta Venerable Orden en este su archivo, y es el anterior a éste, en el folio ciento y dieciséis a la vuelta, y finalizada ésta acción se volvió el clero a su Iglesia y borrando la partida y carpeta escribieron otra con la nota de ser sepultados dicho difunto en San Francisco”.

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El texto añade en nota: “En 15 de agosto de 1776 se hizo saber el mandato del padre provincial fray Antonio Caulin 5, que había comisionado al Rvdo. P. fray Andrés de Santa Cruz, lector jubilado y calificador del Santo Oficio de Córdoba, a fin de que hiciese unos breves compendios de la vida de los venerables varones de la primera, segunda y tercera orden en estos conventos y jurisdicción de la villa de Priego a fin de ilustrar y seguir la crónica de esta Santa Provincia siendo el inserto el compendio del hermano Miguel Fernández”.

Facsimil de la primera página del “Breve Compendio” de 1776

5 En la VI Centuria, capítulos X y XI, de la Historia de la Provincia de Granada de los frailes menores de N. P. S. Francisco, escrita por el P. Fr. Salvador Laín y Roxas, su Cronista, Académico correspondiente de la Real Academia de la Historia de Madrid (inédito) se relatan los dos provincialatos del P. Caulín. Fue en el segundo en el que ordenó hacer los breves compendios. La obra referida manifiesta que se portó el P. Caulín “con la misma política que en el primero y siguió los impulsos de su genio inclinado a obras, mandando hacer varias en los conventos de Bujalance, Jaen y San Buenaventura (de Baeza), y repartiendo algunos separados ornamentos que distribuyó por la Provincia.

EL FRANCISCANISMO EN ANDALUCÍA LA ORDEN TERCERA SEGLAR: HISTORIA Y ARTE

MANUEL PELAEZ DEL ROSAL DIRECCIÓN Y EDICIÓN

EL FRANCISCANISMO EN ANDALUCÍA LA ORDEN TERCERA SEGLAR: HISTORIA Y ARTE CONFERENCIAS DEL XI CURSO DE VERANO (Priego de Córdoba, 26 a 29 de julio de 2005)

CÓRDOBA 2006

A.H.E.F Sede de Priego de Córdoba MANUEL PELAEZ DEL ROSAL (Ed) “El Franciscanismo en Andalucía” XI Curso de Verano (2005) Primera Edición Julio 2006 Páginas: 640 págs; tamaño 17 x 24 cm; resolución: 200 - 240 ppp. Composición: María Isabel García de la Puerta Tipografía:

Texto realizado en tipo Times New Roman 10, notas y cabeceras en 8 pts. Papel: Estucado de 80 grs. Encuadernación: Rústica, cosido con hilo vegetal y cubierta plastificada Motivo de la cubierta: Refectorio del Antiguo Convento de San Francisco de Priego de Córdoba (Aula de Conferencias) Motivo de la contracubierta: Claustro del Antiguo Convento de San Francisco de Priego de Córdoba (2004) ISBN: 84-933-9-77-5-X Depósito Legal: CO-685-2006 © MANUEL PELÁEZ DEL ROSAL © A.H.E.F. Impresión: Digital Asus, S.L. Sor Ángela de la Cruz, 3 14014 - Córdoba Teléfono 957 270 200 E-mail: [email protected] IMPRESO EN ESPAÑA - PRINTED IN SPAIN Queda prohibida la reproducción parcial de esta obra sin autorización expresa del editor * La edición de este libro ha contado con una ayuda económica de la Universidad de Córdoba (Vicerrectorado de Extensión Cultural) y CajaSur (Obra Social y Cultural), para el año 2005