LUIS LUJAN

MUÑOZ

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Universidad Francisco IVIarroquín

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COLECCIÓN

ierra

60

^irme

Primera edición, 1955

Derechos reservados conforme a la ley Copyright by Fondo de Cultura Económica Av. de la Universidad, 975 - México 12, D. F.

Impreso y hecho en México Printed and

made

in

México

J_u,i

LUIS

¿ojJn/Vl^

CARDOZA Y ARAGÓN

GUATEMALA LAS LINEAS DE SU

MANO

Colección Luis Lujan Muñoz Universidad Francisco Marroquín

wvi/w.ufm.edu

-

Guatemala

FONDO DE CULTURA ECONÓMICA México

-

Buenos Aires

A

MIS PADRES

I.

LA BOCA DE POLEN LO MEJOR DE MI VIDA

El 20 de octubre de 1944 formando a Guatemala, y

que estaba trans22 crucé la frontera. Un avión nos dejó en Tapachula, México. El piloto quería prevenimos y no inquietamos a la vez. Se hallaba preocupado, y creo que al siguiente día leyó la prensa con el temor de encontrar en ella alguna trágica noticia relacionada con nosotros. Al despedimos, la sencillez de su hombría encontró, mexicanamente, las palabras justas.

Nos

estalló la revolución

el

con llaneza y con calor: "Procuren que no se los lleve ." Pasamos a Tuxtla Chico, muy cerca de la propia línea divisoria, a sellar nuestros documentos de viaje. En pocos segundos, en la Capital de México, decidí el cambio radical. Con un equipaje muy ligero e improvisado, corté mi vida de lustros. Hacía pocos meses que, con varios amigos recién conocidos y recién llegados a México como exiliados, había hecho algunas gestiones en espera de sucesos en Guatemala. Con ellos y un fusil en la mano, volví a mi tierra. Las noticias sobre la situación eran confusas. El destacamento de la frontera no puso ningún obstáculo para que entráramos. íbamos dispuestos a todo. Alquilamos un automóvil, nos repartimos dentro convenientemente, temerosos de alguna celada, y nos echamos a rodar hacia Malacatán. En los caminos nos paraban grupos armados y metían sus escopetas por las ventanas para encañonarnos. Nos identificaban y nos deseaban buen viaje. El movimiento popular se extendía a todo el país y las pequeñas guarniciones militares, si no se entregaron, mantuviéronse a la expectativa. Malacatán se hallaba alborozado, en armas, tenso de entusiasmo y decisión. Nos alojaron un par de horas para damos de cenar. Luego continuamos la marcha hacia San Marcos y Quezaltenango. La guarnición de Malacatán permanecía indecisa y el pueblo estaba a punto de atacarla. Su jefe, un joven oficial, se había acuartelado con sus hombres, buen armamento y abundantes municiones. Nuestra intervención evitó la sangre. Con una banderita blanca en las manos, fuimos a parlamentar con el oficial. Le explicamos cuál era la situación, su deber para con el pueblo y cómo todo el país estaba con la revolución. No fue fácil conven* cerle. Dudaba de nuestras noticias y lo persuadimos dentro del dijo

la tiznada.

.

7

8

LA BOCA DE POLEN

tiempo límite fijado. De lo contrario, habrían atacado los compañeros a la cabeza del pueblo, mal armado y con muy escaso concierto. Teníamos que ocuparnos del oficial, dentro del cuartel. Quién sabe qué hubiese sucedido. Salimos de la comandancia con la buena noticia, y un grupo de voluntarios integró la nueva guarnición. El oficial no fue molestado y se retiró a su casa. Volvimos a nuestro alojamiento donde el pueblo nos había preparado la cena. El entusiasmo era inmenso. Nos abrazaban los campesinos, nos invitaban copas. Una marimba comenzó a tocar sones guatemaltecos. Cohetes, tiros al aire, gritos de júbilo, repiques de campanas de la iglesia. Ya no pude más: mi tierra, que tenía en los huesos, salió a mis ojos me puse a sollozar y a / la llorar. Qué alegría más desgarradora, qué ternura más acongojada y jubilosa. Las muchachas y muchachos, los viejos y los niños, las mujeres pidieron el himno nacional a la marimbita. Hacía muchos años, muchos años, que no lo había escuchado. Me tocó cantarlo con mi pueblo en aquella ocasión inolvidable. No creo ser patriotero ni sentimental: simplemente, se me reveló entonces de nuevo cuan definitivos son la niñez y el dominio de la tierra. Dos horas más tarde, ya en plena noche, corríamos hacia las alturas de San Marcos. La guarnición era nuestra, según nos habían informado en Malacatán. De esta última población nos llevamos cuatro soldados uniformados. Gomo no sabíamos si de verdad estaban con nosotros, les dimos los peores fusiles y nos repartimos en el coche cuidadosamente. En San Marcos, con un auto más, escolta y dos oficiales, proseguimos hacia Quezaltenango, segunda ciudad de la República, en poder también de la revolución. Los caminos se hallaban intensamente patrullados, y a cada momento se nos paraba para revisar nuestros papeles. En la madrugada estábamos en Quezaltenango. Llegamos al día siguiente, por la noche, a la Capital. Al pasar por Patzicía, el pueblo se hallaba aún sobrecogido de pánico por la sublevación de campesinos sin tierras. Algún partidario de los vencidos azuzó el levantamiento con el señuelo de la tierra. Se habló de un movimiento indígena contra los ladinos. Este motín sangriento fue reprimido brutalmente. La Cruz Roja de Antigua y de Guatemala, soldados y civiles armados de estas ciudades y de Ghimaltenango, patrullaban el pueblo. Rodábamos por el camino polvoriento, haciendo bromas para distraer nuestras preocupaciones. Yo iba fascinado y silencioso; mi cabeza y mi corazón, activísimos. Sentía el impulso popular y redescubría campos y pueblos que de niño había recorrido, muchas veces, a caballo. En una vuelta del camino, salta a lo lejos el

9

LO MEJOR DE MI VIDA Volcán de Agua. tenía

con

mi

los

No

le

había visto en un cuarto de

y él Volcán 30-30 entre mis manos y no

ojos mientras apretaba el

sabía lo que decían mis compañeros.

un

siglo

niñez, mis padres jóvenes, la Antigua. Arrullé el

Gomo

si

hubiese encontrado

tierno hijo perdido para siempre. El coche corría descubrién-

dome paisajes para mí únicos en el mundo, y sus recuerdos, para mí únicos en el mundo. Allá, al pie del Volcán de Agua, Antigua y la casa de mis padres, don de habría deseado vivir toda la vida y morir toda la muerte. MTmadre, viuda ya, en el viejo caserón, escüchan'So la eterna cantata del agua verdinegra en la fuente del jardín, jubiloso de flores y enredaderas. La sombra de mi padre por los corredores, la sombra de mis hermanos, niños, y la mía, jugando y gritando. Oía el repique de las llaves de mi madre, prendidas a la cintura, y veía sus manos trabajar la tierra de begonias y rosales. Llegaría a ella, al seno materno, a mi madre y a mi pueblo, al día siguiente. Ahora nos encaminábamos a la Capital.

Mi madre

con la angustia de mi regreso por la violencia con mi presencia y con. mi ausencia, ya muy viejecita, encorvada por los años, muy activa y toda blanca su cabeza alerta. Por la tarde tomé un pasaje en los camiones que hacen el recorrido entre Guatemala y Antigua. Recordaba el camino que había pasado a pie y a caballo, en bicicleta, diligencia y automóvil, en cada uno de sus recodos y serranías, barrancas y poblados, arboledas y hierbecillas. Hacia el crepúsculo, el vehículo se aproximaba a la entrada de mi pueblo, al puente del Matasano, sobre el ausente río Pensativo. Aparecieron las primeras casas de vivos colores de cal, los techos de teja manchados de hongos, la calle empedrada, la fuente de la Concepción, el convento y la iglesia en ruinas. Al otro lado de la calle, con la puerta entreabierta que me dejó ver el jardín, la casa de mis abuelos, en donde niño hice correrías y jugué al circo acompañado de amigos inolvidables, mientras mis preciosas primas sonreían a nuestras proezas infantiles. Guando bajé en la esquina más próxima a casa, reconocí las piedras gastadas por mis zapatos, el silencio, las manchas de los muros de Catedral, los caños de agua, las ventanas. Recordé con total precisión el dibujo del cemento de las aceras de mi casa. Y frente a la puerta que no había pasado en tantos años, recordé el llavín, corto y redondo, y cómo darle vuelta para abrir; la manita del tocador, el buzón, la madera, la cuerda para abrir la puerta sin tocar. Al fondo de la calle, el triángulo perfecto del Volcán de Agua, enorme, sereno y azul, como siempre, sin una cana, una nube engalanando la cima dorada por política. Sufría

vivía

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de la tarde. Tiré de la cuerda, empujé la puerta y entré con corazón en la boca. El perrito, muy viejo, muy viejo, anunció mi llegada y se aproximó cansado y enérgico a detenerme. Silencioso, apareció mi. hermano Rafael. Nos abrazamos y nada nos dijimos. Yo, al dar dos pasos en el umbral de mi casa, estaba agobiado por las lágrimas. Era demasiado. Por el corredor apareció mi madre, pausadamente, agachada, casi ciega. Ya sabía que no podía ser sino yo. Sollozaba de alegría, de preocupación, de quién sabe cuántas cosas, como yo sollozaba también. Es el abrazo más dulce de mi vida, y por esos instantes valía la pena morir, valía la pena vivir. Se sintió sofocada y nada teníamos que decirnos. Abrazada la llevé unos pasos más, para sentarnos juntos en la centenaria banca conventual del corredor, frente al jardín que cuidaban sus manos. Yo fui niño de nuevo junto a mi madre, en la vieja casa de mi niñez. Me tendí alargado en la banca y puse mi cabeza sobre sus rodillas. Ella me acercó a su regazo y no sé cuánto tiempo estuvimos así, mudos, con los ojos inmóviles sobre las enredaderas y los geranios, su mano apoyada en mi cabeza acariciándome, muy lentamente, alguna vez. Siento aún su mano, como aquel entonces, en la caricia más intensa y tranquila de ternura infinita. Si no hubiese vivido esos instantes indecibles de Antigua, en la casa de mis padres, habría perdido lo mejor de mi vida.

/el sol

el

(

\ !

LA BOGA DE POLEN

BENGALA GEOGRÁFICA Frente a mí, el mapa de Guatemala. Mi Guatemala morena y máSu lugar es apenas perceptible en el cuerpo de América. Se cruza de norte a sur o de este a oeste en media hora de vuelo. En territorio tan pequeño, existen las más extraordinarias bellezsis naturales y contrastes marcadísimos, como el que ofrece la región

\

gica.

I

I

/

oriental y la occidental, no sólo en el paisaje, sino en el tipo de población, economía y manera de vida. Veo su forma irregular,

1

.

sus trazos rectos en el norte y en el oeste, también en la frontera con Belice, tierra guatemalteca aún en manos de los ingleses. Tiene

'

un aspecto de pájaro de perfil acurrucado sobre el Pacífico; el lago Desde un avión, a gran altura, se lograría admirar su cuerpo cabalmente. Alcanzaríamos a contemplar dónde se hunden los azules arcos del horizonte al oriente, montañas de Honduras y El Salvador; al oeste y al norte, tierras de México. El Pacífico baña sus pies. No tenemos estaciones. A la época de lluvias la llamamos invierno, y verano el resto del año. Quauhtlemallan, "tierra de abun-\ dantes florestas". Yo_ no puedo olvidar cómo llueve, con qué ale^ría sobre la tierra tendida amorosagiente El vientecillo de agua que se acerca sacudiendo el espacio como un arpa ciega estremece del Peten es el ojo.

:

I

.

(

/

chicozapotes y cohunes hasta la hierbecilla de la sombra, latiendo entre las piedras verdosas de musgos, lianas, honla selva,

desde

los

\ j

gos y liqúenes. Los bejucos, las ramazones que ciegan el sol, se estremecen como barcos en catástrofe. La atmósfera se enfría con el

viento que aproxima la catarata. Antes del diluvio tropical, hizo

calor denso, anuncia/ior de la lluvia que, poco a poco, avanza gol-

peando cada vez más fuerte sus tambores y desnudando su opuleny elemental. En agua se viene el cielo a tierra. El ambiente se cimbra como bestia poseída. Planetaria pasión germinal cia íntegra

diluyese entre

el

clamor de

brilla sobre el aire limpio

rable

y

los

tambores. Se abre

que acuña medallas sobre

la tierra.

el cielo

y el sol garra innumeEl campo huele a diosa.

eléctrico, pulido

por

la

* 108.889 kin.= —sin Belice— con 3 millones de habitantes. (72.2% de analfabetos). Más de las tres cuartas partes de la población anda descalza. (Censo de 1950.) País agrícola y la tierra concentrada en pocas manos semifeudales y compañías extranjeras: United Fruit Co. El 2.2% ¡josee más del 70% de la tierra, lo que indica, claramente, la división de clases. El ingreso per capita al año en 1952 quetun buen año zales 181 (el quetzal unidad monetaria de Guatemala a la par del dólar). Exportación total, en 1952, Q, 87.462,600, de los cuales el 83.2% a los Estados Unidos. El café es el principal producto. De la cosecha 1952-53, los Estados Unidos compraron el 85.2%. Los demás países compraron el resto: 14.8%. Véase mi obra La Revolución guatemalieca. Editorial: Cuadernos Americanos, México, 1955.





11





LA BOCA DE POLEN

12

recobran del estupor. Los animalitos de los bosques por el campo en fiesta. Un guacamayo, hermoso y estéril como el relámpago, cruza el cielo. Cantan los pajarillos en las barrancas, en las colinas. Los encinares lucen más negros contra la palidez de la tarde cardada a latigazos. Guatemala parece un alfiletero desde lo alto. Cuarenta volcanes, espinas de una rosa. En el norte, crece la selva tupida y virgen, entre el vaho caliente y húmedo de tierras bajas: el Peten. Flores, su cabecera así llamamos a las capitales de los Departamentos sobre el lago del mismo nombre que fue sede de los itzaes, es la capital mundial del chicle. El Peten o Yucalpetén de los mayas, asiento principal del Viejo Imperio, con los ríos proceres que fueron las arterias comerciales el de las Salinas o Chixoy, el de la Pasión, que al reunirse forman el río Usumacinta, los tributarios de éstos y las ruinas próximas que a medida que avanza el conocimiento de las viejas civilizaciones van creando su archipiélago en el mar de la jungla. Alejandro de Humboldt, en su obra Cosmos, afirma que en el centro de la península de Yucatán se hallan los más ricos yacimientos de petróleo del mundo. Es decir, en el Peten. En esta vasta región boscosa y también de amplias sabanas casi la extensión de la República de El Salvador aún no incorporada a la vida económica de Guatemala, mal conocida y explorada, yacen los vestigios monumentales de la más notable civilización de América.

Los árboles

se

y las fieras saltan











En el Peten, rodeando las sabanas, el trópico erige sobre columnas innumerables, inmensa sombra verde. En el humus las raíces se hartan de vigor y echan a volar su ímpetu en las ondulantes mezquitas de la jungla que cercaron ciudades con rampante

I

marea. En lo más alto de los templos, raíces milenarias tallaron brechas hacia las entrañas, mientras, atropelladamente nupciales, disputábanse la luz del cielo flotando sobre el mar vegetal. Ya sin tripulaciones, tomadas al abordaje, metrópolis naufragaron haciendo selvas por las quillas rotas. Enredaderas trepan con frenesí por las columnas, en cuyas cortezas los hongos establecen sus campamentos y las orquídeas se confunden con las aves. Las torres se tocaron con filamentos, bejucos y más bejucos. El alud entró a saco y violó y descuartizó como horda vegetal victoriosa. Árboles clavaron sus garras en las bóvedas, en los murales maravillosos. Sobre las ciudades trémulas de pájaros, donde soplaba el sol clarines cenitales, revuelan los murciélagos y se alumbra la roja diéresis del buho. Musgos y caobos, liqúenes y ceibas, heléchos y chicozapotes, cohunes y espinosas malezas, hiciéronlas abdicar a sus pies. Por un balcón, en zigzag de inmóvil relámpago, un árbol

BENGALA OEOORÁFIGA colosal se tira de cabeza al cielo.

entraña, se alza

De

la

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grasosa tierra, caliente

un bostezo que huele a paloma y a

tigre.

La

como tierra

asciende hacia el cielo en el oleaje de la selva grávida de embriones. Sus vocales poderosas se funden con la soledad del mar: en el fondo del horizonte, junto al cielo, los veleros navegan en la selva y el mar se hace árboles. El jade constrictor no pudo digerir los muros, las escalinatas y las cúpulas. Se adormece con la presa en las entrañas, en la tórrida penumbra donde chisporrotean los guacamayos. El tigre camina, seguro y parsimonioso, bajo la bóveda de la catedral salvaje. Las últimas huellas del hombre se borraron bajo metros de hojas fermentadas. Un chasquido de ramillas secas señala el paso elástico y agudo del tigre. Avanza ingrávidamente, como resorte sobre una alfombra. En sus ojos se reflejan los dinteles de Tikal, los murales de Bonampak. Enjambres de orquídeas, heléchos, bejucos, musgos, cogollos, polen, recubren las ciudades mayas hundidas a pique. Arriba, en la superficie, el sol fulge hasta el límite del pesado oleaje del mar efervescente de resinas, monos chilladores y pájaros. Al sur del Peten, las verapaces, llamadas Tecolotlán por los mexicanos que acompañaron a Pedro de Alvarado. Cobán es la metrópoli de esta zona, en donde los alemanes cultivaron plantaciones de café, expropiadas durante la segunda Guerra Mundial y devueltas a los trabajadores por la Ley de Reforma Agraria. De nuevo resalta el mundo indígena: los kekchis. El clima es templado. La tierra, fértil. Los trajes nativos surgen con la alegría de su color. El kekchi se escucha por todas partes. Mientras que en occidente, en la zona quiche, cakchiquel, mam los Cuchumatanes, zutuhil, el mestizo conoce mal la len"¡oh, azules, altos montes!" gua y jamás vestiría las ropas típicas de los pueblos, en Cobán, cabecera de la Alta Verapaz, los indígenas, los mestizos y hasta los alemanes conocen la lengua y la hablan no sólo en el mercado sino en casa y suelen vestir en las fiestas los trajes regionales. El traje de la cobanera es mestizo. Así también el de los pueblos vecinos, San Pedro Carcha, Tamahú, Chamelco, Tactic, Tucurú y tantos gozan fama de ser preciosas muchachas más. Las cobaneras visten falda muy ampia y muy plegada, de tela indígena, jaspeada en verde o azul oscuro, que les cae hasta el tobillo. El tejido jaspeado guatemalteco es único en el arte de la hilandería. Por debajo de la falda asoman los piececitos bien dibujados, anchos y claros. Caminan descalzas o con sandalias que son transición entre el caite primitivo y el zapato corriente. El huípil es blanco, con mangas holgadas y flotantes, y se vierte sobre la falda. Sobre el huípil, un tanto escotado, la cobanera luce collares de cadenas de







I

LA BOCA DE POLEN

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plata afiligranada. En dos rígidos ríos paralelos, la cabellera negra, trenzada con cintas vistosas que rematan en un gran moño, se desploma por la espalda hasta los muslos. En occidente, en el centro, en el norte, lo aborigen prevalece densidad y colora nuestra vida. En cientos de poblados, a unpor su f que hayan desapar ecido la lengua y el traje^ alienta lo pre colom^mo semioculto, no sólo en formas que con desprecio consideramos supersticiones ^tan supersticiones como todas las religiosas sino como actividades legítimas de sus organizaciones supervivientes. En efecto, aquellos a quienes llamamos brujos son sacerdotes o jerarcas indígenas, respetados o solicitados tanto o más que los sacerdotes católicos. Para algunos, Guatemala es un país de religión mixta. Para otros es católica, aunque anticlerical. J. Joaquín Pardo me decía: "De 100 guatemaltecos 99 son fanáticos y 1 es católico." "¿Y los cristianos?", le pregunté, sorprendido. "Usted y yo", tajante respondió el maestro. En oriente, muchos son enjutos y cetrinos, con ese moreno páf lido de tabaco mal secado, color de los costeños o de tierras calientes, insalubres de paludismo y otras calamidades tropicales. El tipo indígena, los trajes, no se hallan tan diferenciados como en el occidente del país. Los orientales no visten telas indígenas ni a la usanza indígena, salvo en algunos pueblos pocomanes y chortis. Desaparece el color de los pueblos y campos de occidente. Además, hay un mestizaje mucho mayor que en el resto del país, atribuido al establecimiento de colonizadores españoles y a que buen número de indígenas fue llevado a Honduras a trabajar en las minas. Los mdígenas se borran entre los mestizos porque visten como ellos. Estos pueblos no tienen, como los de occidente, una economía regional que se basta a sí misma, aunque sea una economía pobre. La situación de los orientales es más penosa. Hay extensiones que fácilmente pueden ser transformadas por el aprovechamiento de ríos caudalosos, para regarlas. El agua y el reparto de tierras habrían cambiado extensas zonas, hoy tristes y paupérrimas. no sólo en oriente, sino en el norte, el valle de Salamá cabecera de Baja Verapaz , por ejemplo, que encierra características de las tierras orientales, hasta por el paludismo, famoso en la Re-





,

I





Y

pública.

Nunca había

estado en Salamá. Mi padre vivió allí, de nicontó tantas cosas, tantas cosas, que Salamá forma parte de mi niñez. Encontré la ceiba de la plaza, los cipreses de la

ño, y

me

iglesia.

El pueblo en que

que

el actual.

él vivió era aún más desvalido y miserable Cuando algún niño cruzaba jugando bajo la ceiba

BENGALA GEOGRÁFICA



15



veía a mi padre. Abajo, el río, descalzo, paupérrimo que me había hablado tanto. Por los cerros desciende el riachuelo Orotapa, de donde tomó el nombre para tierras suyas en Antigua. Amaba aquella región: en ella discurrieron sus padres jóvenes, sus hermanos. Yacen en los cementerios de los pueblos verapacenses. Fui al cementerio y recorrí su breve periferia de tumbas, buscando mi apellido, buscando mi tierra. Los abuelos dejaron a Salamá siendo niño mi padre y recorrieron muchos lugares de las verapaces. Están sepultados en San Cristóbal. Y, si bien recuerdo, el nacimiento de mi padre se halla registrado en El Ghol, aldea precolombina sobre la vertiente de la montaña que mira al sur. Junto a Salamá, en pequeño valle precioso, se asienta Rabinal, cuyos orígenes se pierden en los relatos indígenas. Desde época remota ha sido centro importante de la rama quiche. Llegando de Salamá, en una vuelta del camino, se descubre el valle dorado de naranjos y milperíos. Pero, viniendo de Guatemala, por las alturas de El Chol, al cruzar la sierra de Chuacús, es más her-

gigante del

moso. Rabinal ya tiene los rasgos de los pueblos indígenas de occidente, enlazado secularmente a los centros quichés y cakchiqueles. Conserva tradiciones y desarrolla su economía regional como los otros pueblos indígenas: comercio de productos del campo sus naranjas son famosas e industrias populares: tejidos, cerámica,





Para la fiesta titular del pueblo, se sigue bailanprecolombino ballet drama El Varón de Rabinal, que descubrió el abate Brasseur de Bourbourg cuando sirvió el curato en 1856. Henriette_Yourchenkqj_en 1945. encontró y grabó la música V de otro ballet autócton o, Las ca nastas. Rabinal huele a Pópol Vuli. Sus^ raíces llegan hasta las manos de los dioses primeros. Sus hijos son hermanos de las coloreadas muñecas que venden en la plaza, hechas con el barro de las tinajas. Hacia la frontera de Honduras se halla Esquipulas, muy conocido por el santuario del Cristo Negro. Un dios blanco no po-^ día ser misericordioso para los indígenas. Aquel color en hombres! con sotana o espada siempre significó para ellos muerte y mi-' jicaras labradas.

do

el



seria.

Los padres pidieron a Quirio Cataño, el reputado escultor que vivía en Antigua, un Cristo de color indio, en madera de bálsamo.'^ El santuario fue edificado hasta el siglo xvm, por el Obispo de Figueroa, curado "milagrosamente" por el Cristo Negro. En '

Heinrích Berlín, Historia de la imaginería Educación Pública, Guatemala, 1952.

del Ministerio de

colonial

de

Guatemala,

Editorial

LA BOCA DE POLEN

16 SU

fiesta, el

15 de enero, es visitado por peregrinaciones de Méxi-

Honduras y más allá. El origen del santuario de Esquipulas recuerda el de la Virgen Morena del Tepeyac. Ek-Ik-Pul-Ha (Esquipulas) significa en maya "negro viento que empuja el agua [lluvia]". Era un centro

co, El Salvador,

religioso

en donde se adoraba un dios agrario. Por la cantidad de que atraía, se cambió al dios pagano por el Cristo Negro. en síntesis, su historia. el nordeste, el Río Dulce, desagüe del Lago de Izabal,

visitantes

Tal

es,

En

es extraordinario,

aunque

antojará siempre

como una

le

hayamos

aparición.

visto muchas veces: se nos Su nombre dice su corrien-

remansada: fluye lento, con muy ligero declive y abundante caudal navegable, por tierra gorda, caliente y húmeda, entre dos pórfidos altos, casi a plomo, de lujuriosa orgía botánica. te suave,

El cielo canalizado entre los árboles corre paralelamente. El incendio comienza más allá de la orilla, dentro del agua misma, y se refleja sobre el sopor del río manso, mezclando con las nubes sus gigantescas llamas vegetales. Arde, verdemente, el agua. El sueño líquido abandona sus azules entre los árboles y los recobra entremezclados con los azules pálidos del cielo a pique entre paralelos jades y basaltos. Estamos en el corazón del trópico, con su ociosa majestad sideral. Garzas blancas, rosadas, grises, azules, entre los manglares mineados de otros pájaros de colores varios. El martín pescador desplaza su greca por el cielo. Caimanes de légamo, estercolados por los pájaros, con más sueño que el río, encallados en la memoria geológica de la tierra que bosteza por ellos. Han echado raíces estos troncos inmóviles con ojos. De cuando en cuando, piedra en brama, se deslizan por el agua como dedo en un guante. El mismo túnel de cielo y clorofila, con espumas de la época terciaria, rumia turquesas en la retina de los caimanes, pesados como goterones de aceite de la tierra. El río nos fluye dentro, abandonados como una pluma a su dulce voluntad dormida. Hartazgo de verdor y mundo virgen y recién parido. De pronto, adquirimos aquellos ojos saurios y nos ponemos a remontar milenios en el silencio cósmico. Nos penetra lo vegetal. Nos perdemos por las estrías de toda savia, de todo lo que es hoja, musgo o su memoria. Regresamos a lo primigenio en la gran orquídea que es el río, ahitos del canto de su orfeón de verdes. La emoción no proviene sólo de la opulencia del paisaje, sino del estado de alma que engendra: nos instalamos en los tres reinos y retornamos a lo vedénico, hasta encontrar el día primero. El mundo nos sonríe lleno

,

)

BENGALA GEOGRÁFICA

17

mismo tiempo, Nos hace-

de olvido nupcial. Sensación de sosiego y azoro

al

como la gozan los bejucos serpenteantes mos porosos al tiempo de los saurios. Al

lianas.

y

las

)

júbilo tranquilo de los ^ aguas fermentadas, nos llega lácteo olor germinal: \ navegamos en el útero dej_mundo. Se oye cuando una garza cambia de pie. / Oriente es tierra árida en parte, con excejx:ión de pequeños valles con precipitaciones fluviales que convergen en las cuencas de ríos que desembocan en el sur, en el Pacífico, o en el nordeste, en el Atlántico. El ganado es abundante. También la explotación de maderas en la Sierra de Las Minas. Maíz, frijol, caña de azúcar, tabaco, arroz y café en tierras mejores, hacia la costa del Pacífico, además de los frutales que crecen en las vegas, forman la economía de la región. Muchos pueblos de oriente trabajan para el ferrocarril, para l a United Fruit Company^ esa **Qu atemala" i nga que no es Guatemala. Entre los ríos, el Motagua, navegable en parte y cuya cuenca es tan fértil como la del Nilo según Sylvanus G. Morley en donde la United Fruit Company ha puesto sus estandartes. Ahí se alzan las ruinas de Quiriguá, ciudad del Viejo Imperio, con sus palacios, monolitos y piedras zoomorfas, hecha de rocío y de silencio. Desde la frontera de México hasta la de El Salvador, la vertiente de la cordillera sobre el Océano Pacífico se derrama en ancha faja de tierras de café, algodón, caña de azúcar, cereales, maderas, citronela y muy buenos ganados. Es la zona agrícola más exuberante, de naturaleza potente y húmeda, con vegetaciones que toman vigor en el lodo sexual del trópico. Tierra orgiástica, con olor a podredumbre y fermentaciones en charcos y pantanos. La tierra se yergue en la palmera cantando con labios rurales. La selva avanza por todas partes, detenida su marcha por los bosques simétricos del banano ay United Fruit Company! con sus grandes hojas anchas de mil ocres y mil verdes, que acuñan el sol en los racimos. Contrasta con esta plenitud el campesino amarillento, aplastado por el trabajo y el paludismo. En el centro de Guatemala se alzan tres clásicas torres del paisaje, tres enormes triángulos esbeltos: el Volcán de Agua, el de Fuego y el de Acatenango. El nombre de Guatemala, para algunos, es Volcán de Agua, en cuyas faldas o proximidades se establecieron capitales del Reino de Goathemala.^ De todas partes se ven los tres altos conos puros. árboles.

De

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¡



* Francisco de Paula García Peláez, Mtmorias pera la histeria Í0I auliguo reina Guatemala. (Quiche sigrnifica tierra boscosa, como la etimología natural de Guatemala Quauhtemallan

de

:

.

LA BOGA DE POLEN

18

Sus nombres, su ser mismo, circulan en los libros indígenas, donde confunde con la historia. Las tres torres patricias saltan de los mitos y se instalan en los escudos coloniales. Al conquistar la independencia, desaparece Santiago, cabalgando espada en mano sobre nuestros campos. Los volcanes perduran hasta que el quetzal legendario anida en la bandera. El Volcán de Agua, con la segunda capital en sus faldas, que hoy llamamos Ciudad Vieja, y Antigua, dormida en el valle donde toma impulso para saltar, sigue siendo eje del paisaje guatemalteco. Guatemala se extiende en derredor del Volcán de Agua, como mercado indígena a la sombra tutelar de la ceiba. Ombligo guatemalteco, mirador de los dioses primeros. Sus sonrisa la llamamos alba en Guatemala. En los recodos de los caminos, entre el rumor de la caña de azúcar, del trigo o de los encinares, de pronto, te yergues,. Volcán de Agua, ¡oh, niño mío!, con verdinegra serenidad rompiendo el cielo. Tu prestancia, titánica y azul, me recuerda que de niño, a horcajadas sobre tu espalda, recorrí el mapa de Guatemala lleno de olorosas y sonoras maderas. En la oscuridad de la mitología, oí los pasos del primer hom( bre de maíz y adiviné el sol distante en la boca del túnel, como piel tensa de tambor que acaso escuchamos aún. Me sientas en tus rodillas. Volcán de Agua, para contarme leyendas. Recuerdo nuestros juegos: poníamos el mar por allí y lo llenábamos de piloyes y cacao. Lo pasábamos al otro lado, cercándolo de cordilleras, atándolo con ríos. Un bosque por acá; el pulgar abría un golfo. Peinábamos la selva con la palma de la mano, tal el vellón de un corderito. Y entretejíamos las raíces de los árboles, las vetas de las piedras preciosas, para verlas asomar hasta los manantiales y los pájaros: loros de jade, chorchas y guacamayos, que parecen \ montoncitos de vidrio; los quetzales, como irisados meteoros. \/' Si supieras cuánto te quiero, Volcán de Agua. Si sup ieras_cómo la infancia me sostiene d esde que ambos tuvimos un sol o cor azón de mito Al agua de tu nombre eché mis ba rcas iñjf antllés, compitiendo corTeTISáblo Pez Tierra, y con vosotros. Cavador de Rostros, Murciélago de la Muerte, Buho de Xibalbá. El pedernal nos rasgó el pecho sobre la piedra de sacrificio. Perseguíamos la misma mariposa de obsidiana. Izábamos la misma cometa. ¡L^estando muy lejos, me ha bas tad o entrecerrar los ojos para senti r t u suave aliento parsimonioso, com o s i apenas respirase s. Y luego, cuando te vas borrando, sigo las huellas de tus pies desnudos. Hunahpú, padre y maestro mágico, coloca mi ternura detrás de Atu oreja, como flor blanca y bien oliente. la fábula se

.

t

BENGALA GEOGRÁFICA

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tierra. Siento de dónde arranca mi tiquien apresa el mar en una caracola^ acerco los zihuanes a ToIdo. Escucno los pasos de la luz y la sangre haciéndose pal abra o nu do d e anhelo en la garganta. He visto mi mano ilummada contra la llama de una vela, estrella roja en la trasparencia de tu sangre, Kukulkán, y me he acordado del fuego central y la piedra de sacrificio. Entonces, mis arterias atraviesan las plantas de mis pies y se hincan en la tierra: se van entretejiendo con raíces de pinos y palmeras, hasta las vetas minerales. Mi sangre vuela emplumada por debajo de llanuras y volcanes, con savias de árboles y remansadas circulaciones de rocas. Piedra, planta y animal saltan hasta mis ojos. Mis labios y las flores abiertas de las manos cubren de enredaderas las bóvedas tiernas de los huesos y la vía láctea barrena las rocas, mezclada con leche de madres y semen de varones, dormidos ríos minerales, savia de ceibas y maíz mezcladas con las bugambilias del cielo, serpiente sin término arrastrando como padre río, padre de los Elementos, padre de la vida y de la muerte, arrastrando por los seis puntos cardinales, desbordado río redondo y central, las plu-\

Est o)^ recordando

lencio y

mas /

\

¡

y

mi

voz.

mi

C omo

solares del mito.

Estoy recordando mi tierra con

I

rechazando guimal- \ das que me ofrecen el mar y la imaginación. Quiero recordarla en la niña amarilla de grandes ojos negros; en las lentas carretas de bueyes, dando tumbos, rechinando por los caminos polvorientos; en los objetos de casa, en el viejo cuchillo, en el mango de la herramienta; en el canto de la fuente del patio, manchada por el verdín del agua, en el abollado azucarero, en la piedra atravesada por la gotera y los ojos perforadores de la infancia. En mi-— sueño provinciano, está Antigua, mi pueblo. Y bajo su tierra, mis padres alzan la frente hasta los geranios y los pájaros. Estejaaisaig para mí n unca podrá ser sólo su propia hermosura ^^najestad. ETgado está a mi vida, a la luz que yijx)r vez primera. o puedo recordarlo sin que yo sea una abeja en su ámbito. Sin que me hablen las piedrecitas y los volcanes. Sin que resurjan los cuatro primeros hombres de maíz, mis padres jóvenes, las novias infantiles, los amigos de los bancos de la escuela. Así, Volcán de Agua, te vi surgir en el desierto y en la estepa, sobre la mesa y el libro, a los pies del lecho, dueño del rojo crepúsculo. Mi niñez ha decre tado que mi corazón sea, para siempre, brasa de tu incensario. sencillez,

N

'

X

LOS DOGMAS DE LA TIERRA Y LA SANGRE el recuerdo, en su noche maraviagudo, en donde, lentamente, todo surge lleno de sed y de zozobra. Porque mientras voy recorriendo sus parques abandonados, alumbrándome con el corazón que llevo como una lámpara, sed y zozobra me guían de la mano, como si fuese un niño, ciego y triste, a punto de encontrar el inexistente paraíso perdido. Con los ojos cerrados, como en la dulzura de la pasión des-

Cierro llosa

de

los

ojos y los abro en

sol

mano

sobre el rostro que es la imagen de la vida, así míos para abrirse en la noche nupcial de mi patria. espuma gemela de sus mares golpeándola paralelamente,

lizamos la

se cierran los

Oigo la para forjarla como una lanza. Mis manos recorren su dolorosa estructura de paraíso desollado, apartan un bosque de su frente, encuentran un lago, el galope de las montañas, palpan con primor sus párpados en que se ven pasar los sueños; los labios entreabiertos mientras duerme, asomando sus rocas blancas. La aspiro profundamente. Mi aliento se impregna de olor de Guatemala: caoba y tierra mojada. Sobre el pecho, un haz de maíz y florecillas silvestres. Soñamos juntos sobre la misma almohada, estrella caída a mi lado. En ella nazco y desemboco. Soy lajdejxa misma de mi tierra. ¿Qué dice cuando murmura mientras dormita? En su actitud de perpetuo perfil tiene no sé qué de p ájaro, que mis manos lamás se tatigan de aca riciar. Yace a mí lado soriándome7 soñando juntos el mismo sueño. Mi mano desciende por la frente y los altos pómulos, recorre la nariz y ya advierto su aliento sobre la palma; cae sobre el cuello y las rosas del pecho, el dulce cimborrio del vientre, el ombligo lleno de arenillas y conchas de los mares tropicales, su selva de leopardo. Sobre las rodillas, como alhajas en llamas, vuelan los quetzales. Se va esfumando en las profundidades donde cantan los guardabarrancos y chisporrotean las luciérnagas.

Quiero recordarla, sobre todo, en lo que custodiaba dentro cuatro paredes de mi infancia. En mi habitacioncilla húmeda que al abrir la puerta daba a la hoguera del jardín. El mundo estaba allí, éste que piso y el otro que me desvela desde niño, y en el cual siempre he vivido, fosfórico y matemático. Quiero recordarla en el cabo de la azada pulido por mi mano, con que atizaba el fuego de claveles y geranios; en la mesita de trabajo, llena de cicatrices y lastimaduras de mi navaja, de mande

\

las

20

LOS DOGMAS DE LA TIERRA Y LA SANGRE

21

chas de tinta sobre la madera por cuyas vetas navegaron mil barquichuelos de papel; mis primeros cuadernos con letrotas torpes, mi nombre vacilante y recargado de iniciales, mi gran rúbrica de notario de pueblo, revolviéndose como buscapies; las goteras, las

manchas

salitrosas

de

los

muros de mi dormitorio, donde iden-

tifiqué paisajes, naciones, rostros

de colegialas, con exactitud

in-

verosímil y jamás repetida; el libro de cuentos, los almanaques, las películas de episodios de Pearl White, las cabalgatas de jinetes

audaces vaciando pistolas nunca exhaustas; todo se animaba de nuevo entre cuatro paredes manchadas, sobre la mesa rústica. Volvían a pasar los carros alegóricos del "Convite de Ck)ncepción" en Ciudad Vieja, tirados por bueyes, dando tumbos lentos, casi marítimos, con su preciosa carga de ángeles morenos, con túnicas blancas, alas de papel dorado, diademas de estrellas multicolores, dentro de un fuego de artificios iimióvil entre la hoja de pacaya, el musgo, el pino y las flores de pascua, masticando proletarios panecillos tostados de Comalapa. La Muerte: ella va toda blanca, en el centro de la carreta, tirada por dos bueyes negros. Flecha a cada uno de los presentes, con el arco de oro del Amor, sin que se escape uno solo. De los omóplatos a las costillas, se enraizan sus alas poderosas y blancas con los bordes del mismo rosa pálido de la melcocha de las ventas populares. Va rodeada de ángeles muy angelicales y diablos muy diabólicos, éstos con grandes máscaras de negro y rojo, de torcidos cuernos, arrojando por las fauces culebras, sapos, alacranes y otros bichos. Y después del carro de la Muerte, el carro triunfal del Diablo Mayor, el gran diablo supremo, monarca sin igual en el candor de niños y adultos, entre mil llamas rígidas de "pie de gallo", su libro abierto sobre las piernas, anotando los nombres de los presentes.

Quiero recordar mi

en la retorcida enredadera, en las en la pelirroja bugambilia, en el payaso o el perro con calzones verdes del mísero circo ambulante. Quiero recordarla en el desfile procesional de las chiquillas endomingadas en la plaza del pueblo, mientras la banda de música tocaba, prodigiosamente, en sus trompetas parchadas por el hojalatero, los trozos más populares de las óperas italianas, frente al director que guiaba el sonido tamarindo, ácido y dulce, moviendo el brazo de arriba a abajo, como autómata que tañese una guitarra que no tenía. Quiero recordarla en el perrito, amado como la novia, de vuelta a casa con los ojos vidriosos, envenenado con estricnina, cayéndose y alzándose, mirándome con ojos más tiernos que los más tiernos de las madonas. Quiero recordarla en tierra

flores azules del quiebracajete,

LA BOCA DE POLEN

22

de barro de los corredores que limitaban la hoguera con las habitaciones, por donde seguirán paseando mis

los ladrillos

del jardín

jóvenes y poderosos, como dioses muy jóvenes y popor donde seguirán repicando las llaves de mi madre, más presentes que las campanas del pueblo, que el reloj del pueblo, que está seguro de medir la eternidad.

padres

muy

derosos;

La

tierra es eso :

la infancia,

los

ruidos, los olores, el

humo

canto de la molendera arrodillada sobre la piedra, el rumor eterno, familiar de la fuente, de los sanates entre la gran bola roja del naranjo lleno de fruto, la hermana menor que llora, el padre que trabaja en el escritorio, la lección de piano y el temblor de tierra que nos reúne a todos en el centro del patio mientras oscilan enfrente los muros de la catedral; la niña de nuestros sueños, la lección no aprendida y la tarea no empezada, el lápiz rojo y las estampillas de correo, la caja de colores de Amatitlán, el gato, el perro y el caballito, el barrilete, las primas, el hijito de la sirvienta que comparte nuestros juegos, el purgante y la cara dura del médico, el uniforme de la escuela, el olor del café tostándose, de los tamales de Nochebuena, un remordimiento, la flor escondida entre el libro de gramática, la muerte de la abuela, la cosecha de café, las muchachas cortadoras de pies descalzos, anchos y gordezuelos, con los canastos llenos de cerezas de café, que pasaban junto a nosotros entre el rumor de sus faldas encendidas, sonriendo al "patroncito" como \ muñecas de barro de Rabinal. Cierro los ojos para verte mejo;-, para escuchar tu música, para contemplar el desfile de sueños, muy próximos y totalmente inaccesibles, como las nubes en el fondo de la fuente del jardin. Antigua: el crepúsculo es naranja, morado y amarillo. Huele a chocolate y a horno que se acaba de abrir. La adolescencia, pólvora ardiendo bajo la lluvia. Oigo y veo y huelo la lluvia de Antigua, bajando por cerros y volcanes, repicando sobre tej^s y láminas, borbotando en los chorros de los tejados, sobre la piedra de los patios en donde la lluvia edifica, al golpear el agua misma suya, diminuta ciudad de renovado cristal instantáneo. Mi mano sabe de memoria cada uno de los valles, de los ríos que la recorren como enredaderas, de las barrancas, las cumbres, los mares de tu rostro. Te identifican los dedos, te modelan como miga de pan, como la imaginación sublima las nubes y los mapas de las goteras. Te recorro con el ansia de quien te vio, quién sabe cuándo. Te recorro, como enamorado ciego de nacimiento. La fiesta nacional en el pueblo, con los petardos y el cañonI cito tronando a las seis de la mañana y a las seis de la tarde,

de

la leña

de

\

la cocina, la respiración casi

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LOS DOGMAS DE LA TIEiqLA Y LA SANGRE

cuando

23

enarbola o se arría la bandera; los desfiles escolares y maestras que nos recuerdan a veces a Don Quijote, otras a Rocinante con sus mejores galas: un sombrero del siglo anterior, de jardín completo en la copa, pájaros disecados haciendo sombra sobre la cara morena y fatigada del esfuerzo en la noria del aula, con huellas de hambre y carácter echado a perse

las viejas

— —

der, una mano recogiendo la falda que barre el suelo y la otra deteniendo la sombrilla verde botella; la velada en el teatro municipal, cuyo declive sobre el pavimento nivelado está hecho en las bancas con seis pulgadas de altura más en cada fila, hasta que en las del fondo ya ni un gigante podría apoyar los pies en el piso; el discurso del notable del pueblo, vestido de negro y pechera almidonada, saliéndole con solemnidad, entre la brocha caída de los bigotes, una sarta de monedas de plomo; la nifia declama La serenata de Schubert con otra niña acompañándola al piano mientras ella, lenta y suave, repite las estrofas de Guitiérrez Nájera y mueve los brazos en aérea natación bajo la rectoría invisible de uno de los aduaneros Rousseau tontos que vegetan en nuestros pueblos, o recita La marimba acompañada de ella, con su lluvia sonora que nunca puede esconder su acento de madera. Los motivos del lobo o La princesa está triste. Nada recuerdo con más agrado que los conjuntos de ballets escolares, mi espectáculo preferido. Los ballets sólo pueden verse en el Bolshoi de Moscú o en los festivales de fin de curso de mi tierra. Y de

no sé cuáles preferir. Guatemala, cuando aspiro tu refajo de bosques, cuando hundo en tu huípil de pájaros mi cabeza de tormentas, me an^a tu aliento de maíz y volcán, tu espina aguda de picaflor. Tu boca de niña, ni torturante ni torturada, a la mano como el pan de cada día: para apreciar tu milagro doméstico muchos necesitarán que deje de salir el sol. No siento tu cotidianidad, no me eres invisible y consuetudinaria, como el lechero desconocido que a la misma hora repica, todas las madrugadas, sus bidones de estaño en mi puerta. Cada día eres otra: en recuerdo, realidad y esperanza. La m isma, como nunca siempre. La misma, como siempre, nunciu Tfiííor de tierras y "raices, de sueno empotrado en montaña. Tú, concreta en tu nombre, en tu limpio perfil unánime en las yemas de mis veinte dedos. Real como una cicatriz. Sencillo amor como el libro sobre la mesa, la hiedra sobre el muro. Como en tu mano, ellos

,

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y el pan. Asiéndote por el Pacífico, o el Peten sirviéndonos de pedúnculo del girasol, si cerramos los ojos y aspiramos, el ámbito se inunda de cedro y de caoba. Estrujo el mapa y lo ordeno en flor. Lo alla sal

LA BOCA DE POLEN

24

como una

ropa: Venus nace, avanza sobre la concha, serena sobre la vía láctea del deseo que cruza navegando y distraída, , el cielo del amor y la muerte. Una llama muy alta emerge de mi ( cabeza, igual a la de los Apóstoles en la Pentecostés. Y no piso \ tierra, alzado por la llama, como los Apóstoles. Es una flor, el ^ mapa en la mano, o se echa a volar como un pájaro. Dulce país de bolsillo que podemos ponerlo en el ojal. Maravilloso guijarro pupiro,

í

lido ^

por el mar. Sucede que

cómo me

la niñez es

llamo, dónde está

el

un

vivir

Sur,

si

enamorado.

A

veces

no



soy tú o eres yo. Si estoy vivo

o estoy muerto. Si soy cascada, nube, torre de cristal y sueño. Siempre mis ojos habrán de verte a tus quince años, que son los míos, mis OJOS precolombinos. La infancia, como una droga, ponía alas en nuestros hombros. El mundo, poco a poco, va destiñéndose, marchitándose, llenándose de arrugas de traje viejo. Durante la infancia, el ámbito se inunda de música y color. De una música entusiasta y ardiente. De un color luminoso, que dentro lo secretamos sin saberlo. Cómo quisiera dejar una imagen de mi infancia en Guatemala. Constelación diurna, con sol de miel caliente y deflagraciones de huípiles. Si Guatem ala es, com o ning^ún otro país^ viva bengal a geog ráf ica,_lalierra dé mi infancia es acua~ rio en llamas renovándose a borbotones. Mi nmez en'^ün pueblo precioso con su vida provincianísima alejada del mundo. Un limbo en que se nos educaba con esmeros cursis como mimados señoritos. La vida corría a un lado de nosotros como si no estuviésemos en ella. Esta quietud, este recogimiento, esta facilidad semifeudal, iba poniendo pólvora, iba sembrando desventura y desasosiego y llegó a ser un tormento en la adolescencia. Los días siguen iguales en la paz de Antigua tan presididos por el Volcán de Agua, las cambella y tan señora! panas y el chorro de las fuentes. Qué insoportable paraíso! Cuánta dulzura, cuánta lentitud e indiferencia! ¡Qué voluntad muerta! ¡Qué religioso olvido de Dios y del Diablo! Necesitábamos la lucha, bastarnos y conocer el hambre, el oprobio, el dolor y la amargura, el castigo y el espejismo soberbio de crear. En Antigua, como en los conventos, imagino que nacen terribles tentaciones y lacerantes inquietudes. Viví desollado en un aire de miel. Y este mundo sellado evitaba que cicatrizara y mantenía mi cuerpo en carne viva. Antigua me atrae con su rechazo de sonrisa y suavidad. Oigo los surtidores, los repiques o los dobles, inesperadamente, y se me aparecen los muñones dramáticos de sus ruinas cubiertas de enredaderas ensangrentadas. Señorial e ida a menos, imagen de la Colonia con su sabor español tan sensible que se





¡

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LOS DOGMAS DE LA TIERRA Y LA SANOKB

25

antoja una pequeña y jDreciosa ciudad andaluza en el trópico, y nos \ engañaría si nos llevasen a ella con los ojos vendados. Lo indígena I la circunda en todos sus pueblos cakchiqueles y como un duendej cilio se escurre y se descubre por muchas partes. /

La imagen de mi abuela materna

es tan vaga, que no eitoy a quien recuerdo o sus fotografías que guardaba mi madre. Tengo la impresión de que era una mestiza alta, delgada y morena, con los hombros siempre cubiertos por un pañolón negro. Sus rasgos de huevo los veo ahora al compararlos con fotos de mi madre y también en los míos. De su muerte apenas como si tengo idea que mis padres nos enviaron al colegio como siempre, mientras ellos atendían el duelo. Muy inseguramente recuerdo el rezo acostumbrado de los nueve días por la difunta, presidido por el Señor de las Ánimas, en donde los muertos oran entre las llamas del purgatorio, los ojos hacia el Señor, esperando el camino que habrán de seguir. Cerca de las velas encendidas al Señor de las Ánimas, veo un gran cuadro de San Jerónimo arroun crucifijo y un dillado en la cueva, quemado por fiebre celeste golpeándose el pecho con una piedra. libro al fondo del antro Esta imagen aún sigue con la familia en Antigua, semiborrada ya, hecha trizas, el santo hundiéndose cada vez más en la pe-

seguro

si

es

a

ella





numbra.

Ahora mismo dudo si asistí a los rezos por el alma de mi . abuela o a los rezos por una hermana de ella, muerta posteriormente, también muy viejecita, a quien ayudaba a regar las ma-^^ cetas de geranios y claveles. La niñez renace algunas veces con imprecisión de medalla entre aguas movedizas. Por momentos, se aclaran los rasgos, las leyendas, según la luz y el movimiento, aunque la medalla esté profundamente sumergida. A veces, la masa de tiempo, como las aguas, sirve de lente. Otras, todo parece irreal, que nunca ocurrió. Esta evaporación de lo concreto no es propio de la niñez. Adultos experimentamos fenómenos análogos. Y Segismundo, cristalizando lo abstracto y desvaneciendo lo real, al entrelazar lo real y lo soñado, como los dedos de las manos, nos da la verdad de la vida en un solo puño doble, como una corriente que fluye al mismo tiempo en sentidos opuestos, la la otra, siendo la misma, inseparable. vagamente recuerdo algo del nacimiento de la hermana menor, de sus primeros días de vida, mientras m¡ madre nos anunciaba que nos había llegado una hermanita. No estoy muy seguro de ello. Recuerdo mejor la tensión de la casa que debió haber sido tan extrema que llegó a nosotros, por la prisión de

una hacia

Muy

LA BOGA DE POLEN

26

mi padre, una de ellas, en las luchas contrgí la tiranía de Estrada Cabrera. Vivía con nosotros un hermano de padre, Lisandro, que mi madre quería tanto como a sus hijos. Él, mucho mayor, sufría con más conciencia, bien enterado de vejámenes y asesinatos. Lisandro me enseñó a caminar, a erguirme para dar los primeros pasos. Ya un poco más fuertes mis piernas, me llevó al campo. En una de las pendientes del camino a tierras nuestras, me hizo subir to.

enseñándome un

panecillo,

como

si

yo fuese un perri-

Influido por estas narraciones, posiblemente, recuerdo aquel

esfuerzo en la pendiente y la cooperación del se divertía ejercitando mi destreza.

Las

visitas

a

la cárcel

hermano mayor que

de Antigua, en uno de

los patios del

Palacio de los Capitanes Generales, no las olvidaré nunca.



Una

vez por semana, podíamos los hermanos menores a Lisandro ver un momento a mi paya adolescente no lo dejaban entrar dre. Diez o doce vecinos de Antigua habían sido encarcelados. Ocupaban tres o cuatro habitacioncillas en el segundo piso. Muchos de ellos eran vecinos principales, universitarios, acomodados agricultores o comerciantes. En el zaguán, en la planta baja que daba a la plaza de armas, una doble guardia de soldados cuidaba la prisión. Les veo con sus uniformes azules, astrosos y raídos, sentados en las bancas a cada lado de la entrada, un centinela a la puerta, entre una fetidez de creolina, meados y mugre. Todos los días acompañábamos a la sirvienta con la comida en una portavianda, siempre minuciosamente registrada antes de pasar a manos de mi padre. íbamos para tratar de verle. Muy raras veces lográbamos que desde el fondo del patio nos sonriera o nos saludara con la mano. Posiblemente, los domingos, podíamos entrar con los hermanos a visitar a mi padre en la prisión. Pasábamos momentos felices, charlando y jugando con él. Nos recibía sobre la cama. En la prisión había un pequeño oratorio, con la imagen de un Cristo, no sé si del Cristo del Perdón, de Quirio Cataño, o del Cristo de la Merced, de Alonso de la Paz. Los imagineros coloniales surtían a Centro América y México. Parece que la Virgen del Rosario de Oaxaca es antigüeña. Como los prisioneros no tenían flores para el altarcito, colocaban frutas y velas. Mi padre, algunas veces, ya que no podía ofrecernos ninguna otra cosa, tomaba una fruta del oratorio y la mondaba para que la comiéramos. Me gustaba hojear los libros que leía en la cárcel. Era una pila de volúmenes que identifiqué después en la biblioteca de mi padre, en gran formato y llenos de grabados: Historia de los girondinos de Lamartine; Del Consulado al Imperio de Thiers. Aún no se me



LOS DOGMAS DE LA TIERRA Y LA SANORF

ha borrado una de

27

las estampas. Napoleón cautiva innimsamente Lannes, en la tienda de campaña, mortalmente herido. Napoleón, en una silla junto a la cama, se inclina sobre él. Por tierra, una lámpara con su luz derramada. El centinela, alto morrión y el fusil en la mano, cuida la tienda. Tampoco puedo olvidar La Divina Comedia, con los aguafuertes de Guitave Doré. A los prisioneros se les hacía vestir de madrugada, para trasladarlos a la Capital. Una contraorden les regresaba a reanudar el sueño con el fantasma de la ley fuga. Entre los soldados había peones de tierras aledañas a Antigua y muchos de ellos conocían a los prisioneros. Cuando podían, les informaban de pláticas escuchadas en que se planeaban asesinatos. Se escogieron, por sorteo, cuatro víctimas entre el grupo de vecinos. Una madrugada, se les condujo por parejas en diferentes direcciones. En la salida de Antigua Guatemala hacia la Capital, fueron muertos dos de ellos. Detrás de las ruinas de San Francisco, los otros dos. En el lugar del crimen, en los muros de San Francisco, hay un pequeño exvoto y una leyenda que recuerda el sacrificio. A la mañana siguiente, regóse por la población la noticia. No se sabía quiénes habían sido asesinados. Las familias rodearon la prisión indagando por los suyos. Los cadáveres llegaron más tarde sobre una carreta a la iglesia de San Lázaro del cementerio de Antigua. El cuerpo de uno de ellos, don Pedro Cofiño. alto y delgado, sobrepasaba la longitud de la carreta. Para que cupiese, le fracturaron las piernas y las doblaron como las de un muñeco. Mi madre y mi hermano mayor, Lisandro, buscaron a mi padre entre los muertos. En el sorteo para escoger las víctimas, perdieron cuatro varones antigüenos: Pedro Cofiño, Ramón Aceña, Sarvelio Solórzano y Ramón Palencia. Los rumores proseguían. Se hablaba de nuevos asesinatos. Se despertaba a los presos para interrogarles, para anunciarles un traslado, como a los compañeros asesinados. Cada noche parecía la última. Los esbirros necesitaban conocer detalles de la bomba que había estallado contra el dictador. Los principales organizadores del atentado, sitiados en la Capital por la policía, conservaron sólo el último cartucho para suicidarse. Recuerdos de la niñez, mezclados a la realidad, y a lo que me contaron mis padres, mi hermano Lisandro. Una atmósfera de pavor, de bestialidad, de pesadilla larga y lenta. Mi padre enfermó gravemente en la prisión y hubo de ser trasladado al hospital. Le cuidaron hermanas de la caridad, especiaknente la $uperiora, una hermana polaca muy querida. Recuerdo aún las vi-

en

la infancia:

LA BOCA DE POLEN

28

a mi padre prisionero, delirando de fiebre, en la sala del hoslleno de toda clase de enfermos. La dolencia duró meses. Al salir del hospital, quedó en libertad. Díaz después, una mañana, con mi padre y mis hermanos Lisandro y Rafael, cortamos flores en casa y fuimos a ponerlas en las tumbas de sus amigos asesitas

pital

sinados.

volví a Guatemala fue enorme mi asombro, como por vez primera a un país de tensa luz sin párpados, con su mundo aborigen presente por todas partes. Mi pasmo hallábase amortiguado por mi infancia y adolescencia vividas en Guatemala y por mis años de México. Mi retorno fue tal si descubriese una tierra salpicada de lagos y erizada de volcanes, virginal y primitiva y espléndidamente solar. Lo que a cada paso encontraba era más encendido que el recuerdo. Yo hacía memoria de los mercados y fiestas populares, de los caminos con su hormigueo indígena, de pueblecillos y campos y montañas, de vacaciones a orillas de los grandes ríos del trópico, verde y amarillo, de manglares y sueños de lagartos fornicando entre lodo podrido. Conservaba el recuerdo tejiéndose y destejiéndose en mi memoria, extraño siendo el mío, centella asible, lo menos extraño del mundo para mí por haber nacido en él y ser parte de él. La realidad superó, a cada paso, a mi devota nostalgia. Me acontecía lo inverso de lo que siempre acontece: la realidad marchitándose ante la luz del sueño. Me acontecía lo inverso, de manera evidente: el mundo real escapaba al recuerdo fantástico que palidecía y quedábase atrás de la verdad cotidiana. Sabía de mi mundo los rasgos esenciales. Volvía, en un instante, al ámbito opulento y nupcial. Se animaba como inmensa mariposa de piedra. Mi fervor apenas si podía seguir el rastro de la realidad. Hacía tiempo que ella había pasado hollando la hierba, como cervatillo que en un claro del bosque o de la memoria alumbra su centella y desaparece y resurge de nuestros propios pasos. Sentimos el aliento, los dulces ojos salvajes. Tocamos la menuda anca redonda. Algunas hierbas prendidas a su cuerpo quedan en nuestras manos y vuela sobre los oscuros encinares en un bote, disparada por un dios mayor cerbatanero. Pero no ha escapado del todo: ha caído dentro de la voz sagitaria; recorre los ríos de la sangre buscando el alba y salta del olfato y el oído, de los ojos y el tacto, fugándose como electricidad mágica y azul; anégase de silencio y ocio tropical, estrujando los pechos sobre la tierra. Mi barro vuelve al barro. Al despertar, después de haberme consubstanciado con el campo lia-

Cuando

si

llegase

LOS DOGMAS DE LA TIERRA Y LA SANGRE

gado por la

boca

el

sol

29

y con la noche, vigilia y sueño de mi tierra, tengo polen y la cara aún llena de estrellas húmedas.

muda de

me hundo en sus aguas, cruzo corriente y despierto en la ribera opuesta. me doy cuenta de que no hay ribera opuesta. Cruzo un río que sólo tiene El espejo no refleja mi imagen: la

Y

mansa

ima

ribera.

No, no encontré a mis amigos de infancia. Cuando les encontré nunca les podía ver cómo estaban, sino como eran en mi recuerdo. Aquellos señores calvos y ventrudos, con el rostro tan fatigado como el mío, nunca habían sido niños o aquellos niños que yo conocí de niño. Algunas veces no les reconocí ni esforzándome, haciendo reparaciones y tratamientos de belleza; les aplanchaba y ponía pelucas o teñía el cabello y adelgazaba la silueta obesa. Hubo arrugas físicas y mentales tan cerradas que me fueron ilegibles. Hablábamos distinto idioma. No atino todavía a explicarme cómo nuestro juicio podía ser tan antagónico. ¿Estaban locos ellos o lo estaba yo? Lanzaba un puente colgante, sin apoyo alguno en el abismo sin fin para llegar al corazón de algún amigo de la infancia, y el amigo no veía el puente o no quería llegar a la mitad del puente y lo cortaba. Mis amigos son nuevos amigos, jóvenes ávidos buscándose, torturados de inquietudes, combativos y con los ojos frescos. No puedo recordar a mis an-

como niños. Se me borran sus imágenes Entre nuestra niñez y la reforma agraria hay un tiempo feudal y dictatorial que yo salté apoyándome en mi voluntad. Claro que ellos conocían la libertad aunque no la viviesen, como yo conocía la dictadura, aunque no la viviese dentro. El asunto es otro: la imposibilidad dolorosa de no poder construir con ellos ni puentes colgantes. Barrené mis brazos y seguí navegando por mi propio cielo. Ellos y yo vivíamos en un país diferente, nuestra tierra común. Y, en verdad, nunca se retorna, porque nunca partimos. tiguos compañeros sino actuales:

no son

ellos.

La cosecha de café ya ha terminado cuando se celebra la Semana Santa en Antigua. La Semana Santa y la cosecha de café son los acontecimientos más importantes cada año: guardan, como la Nochebuena, sitio aparte en los recuerdos infantiles. El Primer Viernes se le dice al primer viernes de la Cuaresma. Es un anticipo al fervoroso trajín de Semana Santa. De todas partes de la República, y aun de México y El Salvador, afluyen romeros indígenas con cargamentos de telas y cerámica, comestibles y frutos. Entre las golosinas no se olvidan el pan de maxtate, que venden por jxxro precio, y los rosarios con cuentas de azúcar,

LA BOCA DE POLEN

30

cubiertas con hojas de maíz teñidas con anilinas.

Compramos

rosa-

terciamos y los comemos cuenta por cuenta. Los romeros con sus cargamentos, ayudados muy raras veces por el borrico, manso y dulce como el pan, adornan los somrios,

nos

los

breros con musgo gris y frutos amarillos. Les veo, por el camino de San Felipe, ir y venir a Antigua con la población que desde el miércoles ya está alterada de entusiasmo por el arribo de los peregrinos. Son varios cientos de comerciantes nómadas, de feria en feria celebrando Patronos, con sus modestas mercancías. En San Felipe, a dos kilómetros de Antigua, duerme el Señor Sepultado, bajo luz perenne de cirios que iluminan su carne morena y llagada. En la plaza, frente al templo, se establece la feria. Es una fiesta popular, a la cual nunca faltamos de chicos a comer golosinas y a jugar en los cartones de loterías y mil trampas que inventan para ganar algunas monedas a los visitantes. Recuerdo, principalmente, del Primer Viernes de Cuaresma, lo que la población llamaba la zarabanda. ¿Dónde se pondrá este año? ¿Vendrá más gente? La recuerdo establecida en lo que fue la chichería El Palomar, una casa modesta, con patio enorme, de los Castañeda, vieja familia antigüeña. Y aún recuerdo a don Mariano

-

Castañeda, enjuto,

como

Santiago.

y fuerte, sobre un caballón blanco, firme la dest reza de tan buen caballero brioso animal. Y también sobre un caballo

r eseco

Me

admiraba

á^sus años, soDre el blanco, entreveo nublado a don Silverio Pérez, aún más viejo que don Mariano Castañeda, domeñando la bestia. El viejecito, no muy en sus cabales por las copas, con arrojo y seguridad sorprendentes, se especializaba en la doma de potros. Don Silverio fue un viejo de barbas blancas sobre el pecho, hermoso como un emperador. La zarabanda en la chichería tenía gran éxito: los romeros encerraban sus carretas y animales en el patio y allí mismo compraban chicha para embriagarse. Al pasar frente a la puerta, salía una bocanada agria y aguda, no del todo desagradable: madera mojada, fermentos en barricas mezclados al perfume lácteo, primaveral del estiércol. Sobre el polvo bailaban los romeros del Primer Viernes de Cuaresma, acompañados de una murga o de marimba, con sus mujeres o algunas de la vida airada, que venían

quién sabe de dónde. Se regaba el piso para evitar que fuese muy grande la polvareda y a las parejas se les cobraba por cada baile. El lugar se adornaba con cadenas de papeles de colores, flecos, farolitos, banderolas, hojas de pacaya. El pino, sobre los corredores, despedía suave olor de montaña. Los estudiantes comenzábamos a inquietarnos desde el lunes,.

LOS DOGMAS DE LA TIERRA Y LA SANGRE

31

cuando aún no habían llegado los romeros. Imaginábamos planes para que nos diesen vacaciones. Tan pueblerina, tan recatada, triste y monótona era la vida de Antigua, que hasta esa fiesta humilde, tan distante de nosotros, nos parecía formidable acontecimiento. Nunca nos dieron los días de vacaciones que reclamába-

mos: a partir del martes hasta el lunes siguiente. Casi siempre nos dieron sólo el viernes. Nos íbamos de pinta y nos maravillábamos y divertíamos viendo bailar y oyendo conversaciones de los muchachos mayores del pueblo, el pequeño comerciante, los dependientes, los dos o tres parranderos que no faltan y que se unían a otros llegados en automóvil de la Capital, con bastante dinero para dilapidarlo y algunas putit2is borrachas. A ellas las contemplábamos con ansiedad, extrañeza y deseo. A los borrachos que las acompañaban, los envidiábamos. Arrobados les veíamos bailar, darles bebidas a boca de botella, mientras ellas, desgreñadas y soeces, con fatiga infinita, continuaban bailando escandalosamente. ¡Y cómo nos distraían las broncas! Con frecuencia había algún muertito. La última zarabanda que recuerdo se celebró en un edificio de dos pisos, como a cincuenta metros de casa, en El Jaulón, residencia señorial de Leonor de Alvarado, hija del Conquistador. Parte de los corredores sólo conservaba la viguería. Nos acomodábamos en ella a horcajadas, acrobáticamente. Así pasábamos horas viendo las putitas y los borrachos, los libros escondidos bajo la blusa, desbandándonos cuando el compañero guasón anunciaba la llegada del profesor o de algún empleado del colegio. Por las tardes empezaban la borrachera y el baile seguía hasta la madrugada. Nadie que se tomara un poco en serio ponía los pies en la zarabanda. Contra las recomendaciones paternas, nos refugiábamos en el tugurio, descubriendo la vida, sintiéndonos transformados al oír palabrotas, admirando el comportamiento de las rameras. Uno de los compañeros mayores ingirió bebida, que le dio alguien ya muy borracho, y se lanzó a bailar alguna vez. Vivimos aquella proeza como si fuese un poco nuestra, sorprendidos y atemorizados.

No muy tarde debía volver a casa. Disponía de una llave del zaguán, aunque por el sueño ligero de mi padre equivalía a no tenerla. Era difícil entrar sin que me descubriese. Muchas veces me

me

la música y el rumor de la franhubiese quedado hasta su término. Volvíamos después de haber fumado algunos cigarros infames, imaginando mil torpezas de las pobres borrachas de las zarabandas. Hay una marimba lejana en la noche de la infancia guate-

desnudé y

cachela.

dormí oyendo

De buena gana me

malteca v

el

deseo de marcharse de casa.

/

^

LA BOCA DE POLEN

32

Algunos años antes había estado en un pueblo, frío y alto, cerca de Antigua, en Santiago Sacatepéquez, acompañado de mis hermanas. Un pueblo enclavado en la sierra, de negros encinares y alegres milperíos. En una de nuestras excursiones pasamos por el cementerio. Los primos radicados en el pueblo nos mostraron el modesto panteón de los tíos. Los muros se hallaban rotos, la caja destruida y los huesos polvorientos. Mi tío me vio con sus cuencas vacías. No experimenté sino el temor infantil por los despojos. El choque repentino de sentir nuestra fuerza, el choque de la pujanza de la niñez con la ceniza olvidada sufriendo por el aislamiento de la tierra a que le obliga el féretro y las losas del sepulcro. Sentí el desvelo del polvo por ir al polvo. ¡Mantener siquiera los párpados abiertos bajo tierra! No querer morir es tranquilo frenesí sin sueño. Veo aproximarse el alud de siglos y arcilla, grato y fatal. Ola detenida sobre mí, ola de ceniza y anodadamiento. Con qué ingenua piedad aislamos a los muertos con cuatro gruesas tablas o en la ^aja de plomo, conteniendo la invasión de la tierra. Me empeño en contener la

Una

más grande que el mar. mi ciudad natal equivalen a ponerme con mi pequeña pala a quitar cordilleras de ceniza. Afán que no merece ni llamarlo vano. Sin embargo, no lo abandono y hasta que ya no aliente seré fiel a mi inútil ejercicio. No hay movimiento mío, sensación o idea que no esté creado o dirigidq por la pasión vital de la muerte: amor infinito de la vida y su alegría. Guando por inercia, fatiga o simple olvido desatiendo mi pasión, en realidad estoy muerto. Este yo mío que lleva su nombre, que es así o asá en su cuerpo, en este cuerpo maravilloso como los demás ola.

ola

Estos recuerdos de

y que es el mío. Fatalmente, todo pensamiento es triste, toda emoción es triste, todo sentimiento es triste. De niños somos alegres y sobresaltados. Si la alegría de la niñez se toma en gravedad y el sobresalto perdura refrenado y en ascua, y ya no en llamarada, es porque esperamos algo. ¿Qué es lo que esperamos, indigestos de ídolos y supersticiones? ¿Qué nos hace admirar espejismos con sed que no mengua? Y nada claro rescatamos de los mirajes que nunca nos sacian. Todo ello nace de esa muerte mal educada que aún llevamos dentro y de religioso comercio con fantasmas, que mancilla la luz de la inteligencia, cruda y rasante, sin temor ni esperanza. La muerte, vita nuoua que encierra nuestra flor y nuestro fruto, con su semilla que No siempre sabemos esperar, y cuando nos damos cuenta de que apenas tenemos tiempo para parpadear, porque entre la cuna y la tumba sólo existe un momento de olvido de que estamos .

.

.

LOS DOGMAS DE LA TIERRA Y LA SANGRE

33

muertos, nos ahogamos de nostalgia de la muerte, seguros de que castigo que la inmortalidad. ¿Miedo a la libertad más pura? El amor a la vida y sus ideales hace que soñemos y luchemos mientras damos la vuelta de la cuna a la tumba. Amor

no hay peor

muerte o amor a la vida es el mismo amor. "La vida de los muertos consiste en la memoria de los vivos", leí desde niño en la entrada del cementerio de Antigua, en tímidas, pequeñas letras negras. El candor de esta ilusión guarda Mis muertos Sus carnes desvanecidas ambulan hoy su lozanía. en las nubes, en mí, en el río, en el árbol, en las alas de la libélula. Están muertos de verdad, como nosotros lo estaremos, nos olviden o no. Y nos olvidarán en nuestro yo, en nuestra intransferible, inalienable persona. Esa pueril ansia sin nombre nos hace escribir, cobardía de infinita vanidad y heroísmo. Y seguimos esperando quién sabe qué aparte de la muerte, con cien siglos de fantasmas sobre la espalda. Me recuerdo la primera vez que me encontré a la muerte: fue al darme cuenta de la desaparición de uri compañero de juegos en los patios del colegio, en el Instituto de Antigua, en donde antes se asentó Santo Domingo. Muy claramente estoy viendo a Ramiro Tarrago, con su carilla chinesca y sonriente, los pequeños ojos alertas, corriendo como un coyote a pesar del pie defectuoso. Su zapato, y casi diría que el derecho, parecía quebrado hacia arriba. Corría cojeando, con tanto ímpetu que nadie era más ágil en nuestros juegos. Repentinamente, llegó su muerte. Repentinamente, porque mientras estuvo enfermo, acaso semanas, no pensamos en ello. Una mañana supimos que por la tarde le enterrarían. El colegio asistió a los funerales. César Brañas fue llamado esa mañana por el director del colegio para recomendarle que escribiese unas palabras de adiós al compañero. Esas líneas deben estar impresas en

a

la

!

¡

.

el

periodiquito del colegio.

cementerio acompañando el ataúd llevado en homNo tuve sobre el hombro el peso pequeño de mi amiguito muerto. Caminando a su vera, mientras le conducíamos al cementerio, sentí el significado de la muerte. Sentí que algo definitivo había acontecido. Y lo seguí sintiendo al no verle más en nuestros juegos. Después se olvida la muerte, se nos hace familiar. Estamos en ella olvidados de ella y de nosotros. De ella siempre. Vemos morir y nacer distraídamente, sin que su voz amarilla suene en los oídos sino raras veces. No todas las muertes nos dicen las mismas palabras. Ni todas nos hablan.

Fuimos

al

bros por los compañeros mayores.

Las hay mudas como

la tierra.

Las hay concisas y

lacónicas.

Las

LA BOCA DE POLEN

34

larga, prolija conversación. Otras nos dan una palmadita en el hombro y nos hacen estremecernos. Las hay que golpean sus falanges contra el madero del ataúd y su sonido de nunca y para siempre no se pierde y retorna todas las mañanas como el sol. La muerte de Ramiro Tarrago puso dentro de mí esa primera lucecilla violeta, ni alegre ni triste de la muerte, sino grave y sin solemnidad, perfecta de modestia sin sombra. Le vi la cara, por primera vez, a la muerte. Esta vital experiencia me hizo suspender mi juego, detener mi carrera por los patios de la escuela para pensar en mi amigo y repetirme que no jugaríamos juntos nunca más. Y vi su rostro descamado borrándose en la tierra, para siempre. Para más que siempre. Reposa ahora mi amigo de sus juegos, tal vez no de la vida, que empezaba a conocer, en el precioso cementerio de Antigua, situado al poniente, casi en un recodo del río Portal, al pie de los cerros, rodeado de cafetos y gravileas, de grandes mazos verdes de zacate y caña brava. Es un cementerio de pueblo, murado corral de muertos, con cipreses, sauces y toda variedad cíe flores. En el centro del cementerio, al fondo de la avenida principal, que empieza en el pórtico, se alza la capilla de San Lázaro, patrón de los muertos. En aquel jardín donde las tumbas se amontonan, yacen mis abuelos maternos, mis padres, mis maestros y no pocos amigos. Aún no olvido que en uno de los nichos abiertos de los muros vi depositar el pequeño féretro blanco de un recién nacido, cubierto de azucenas y nardos, atado con una cinta blanca, como obsequio de bodas. La muerte, como una simiente, habíase despertado, animada por mi propia vida. Nací al amor y a la muerte simultáneamente. Era una niña esplendorosa, la más bella del mundo y la más real y sencilla del mundo. Como sólo puede existir una vez, un solo momento, muy breve y eterno, en la vida de un adolescente apasionado.

hay que entablan

Me hallaba en la Capital cuando la arruinaron los terremode 1917. Su desarrollo era incipiente, sin el empuje y el señorío de Antigua Guatemala. Hacia la Independencia, era una aldea. Un siglo más tarde, se había extendido y su población pasaba de cien mil habitantes. Para ser una ciudad colonial, carecía de la voluntad antigüeña de los siglos xvi, xvii y xvni. Para ser moderna y buscar otras formas, no tener origen español: reflejaba, necesariamente, la decadencia peninsular y fue organizándose como un campamento, donde la riqueza de algunas órlos franciscanos, dominicos, mercedarios, las mondenes religiosas levantaron sus fábricas, tan pesadas o más jas de Concepción tos





LOS DOGMAS DE LA TIERRA Y LA SANGRE

que

las anteriores,

ellas es

como de

por temor a

fortalezas.

Con

los terremotos.

órdenes

La tosquedad en

experiencias tan desastrosas

dad Vieja y Antigua Guatemala



,

firme

35

—Ciu-

empeño manifestaron

nuevos templos y palacios. El esfuerzo se y poco para la gracia o la belleza. es un pueblón; Antigua, ciudad pequeña. La ruina del 25 de diciembre de 1917 marcó la ciudad por muchos años. No se ha recobrado aún de pérdidas y cicatrices y más bien ha soslayado los obstáculos: la ciudad, casi toda de un piso, comienza a elevarse. Los volcanes mantienen en constante zozobra al país. A veces se arruinan poblaciones del extremo oriente; otras en el extremo occidental. Quezaltenango sufrió mucho con la erupción del Santa María en 1898. Cuilapa fue deshecha en el propio 1917. Los terremotos se olvidan por témpora^ das y vuelven a sentirse en diferentes zonas. En la Capital vivíamos con mi madre en una casa de hués-; pedes, a dos calles del Parque de la Concordia. Mi madre no podía dar un paso sin mí: le servía de lazarillo por sus ojos recién operados de cataratas. La ciudad dormía cuando empezaron los temblores, desvelada de la noche anterior. Navidad. La casa se llenaba de voces y gritos de terror. Todos habían dejado el lecho apresuradamente y velaban semientrapajados. Igual hicimos nosotros: sacamos algunas sillas para pasar la noche en vela, listos para correr al centro del patio y libramos de los muros que empezaban a desplomarse. La tierra temblaba a cada momento, casi sin interrupción, a veces suavemente, como meciéndose, sin tratar de hacer daño; otras como cabalgadura para librarse del jinete. Nos precipitábamos al patio, y las mujeres y los hombres se arrodillaban con los brazos abiertos en cruz, clamando a voces: "Santo Dios, Santo Fuerte, Santo Inmortal, líbranos Señor de todo mal.'' La ciudad crujía al cimbrarse en sus entrañas y sus muros, sus techos y sus muebles. Las puertas, los objetos sacudidos, las ventanas, algo que se cae y se quiebra en la noche multiplicaba el espanto con sus extraños crujidos de temblor. Es un crujido inconfundible, que no se puede olvidar. Los árboles se sacuden, los postes con los hilos eléctricos del alumbrado, las fuentes se vacían y empieza a sentirse mareo porque la tierra ha dejado de ser firme. Las embestidas siguieron, con diferentes intensidades. La luz eléctrica fue cortada desde las plantas generadoras para evitar otras catástrofes. De la casa vecina, acudieron gentes pidiendo auxilio para una muchacha con la cara bañada en sangre. El patio de la casa era pequeño. De un lado se alzaba un muro muy alto que, si se derrumba sobre el patio, nos habría aplaslas

al edificar

encaminó hacia Guatemala

la resistencia

36

LA BOCA DE POLEN

tado. Yo no sabía qué hacer. Mi madre estaba imposibilitada para caminar rápidamente. Sentía la necesidad de salir de aquel patiecito inseguro y temía que los temblores me sorprendiesen en la calle. Deseaba llevarla al Parque de la Concordia, pero temía la calle estrecha y las partes de construcciones de dos pisos. Los demás huéspedes, apiñados en el patio, tampoco sabían qué hacer. La muchacha ensangrentada, la falta de luz eléctrica, los ruidos de cornisas y muros que caían, los rezos en alaridos de las mujeres y de los hombres que habían saltado semidesnudos de la cama, arrodillados en el patio, habrían hecho perder la serenidad a cualquiera. De niño, cuando se tiene responsabilidad, jamás se pierde la cabeza. En unos minutos más o menos tranquilos, convencí a mi madre, ciega, de que deberíamos marchamos al parque. Las campanas, en los templos, sonaban solas. Tomé del brazo a mi madre, guiándola. íbamos abrazados, cobijándonos. La sentía temblar en mis brazos, con sus ojos recién heridos. Me apretaba contra ella, como para protegerla, y así caminamos, lo más ligero que nos fue posible. Qué lento nuestro paso viviendo esa pesadilla. Tortísimos temblores nos sorprendieron en la calle. Los techos se hundían y hasta nuestros pies rodaban muros y comisas. Nubes de polvo se alzaban por todas partes. Gritos, carreras despavoridas, gentes fuera de sí, histéricas de pánico o resignadas esperando la muerte de rodillas, orando a gritos. Nosotros seguíamos adelante, caminando con dificultad por la tierra que se sacudía con furia. Pasando por encima de escombros llegamos al parque. Sentados en una grada, con numerosa gente de las vecindades, pasamos esa noche guatemalteca. A cada temblor, se oían los coros de lamentos. El Alabado de la gente enloquecida, gritando y llorando arrodillada, los brazos en cruz. Estábamos ya en el Parque de la Concordia cuando se oyó un ruido tremendo, y poco después llegó una gigantesca oleada de polvo blanquecino: la cúpula del tempo de San Francisco y el edificio del correo se habían desplomado. Las casas se veían desvencijadas, techos por tierra, cornisas rotas. Los rumores alarmantes circulaban a cada momento. Se hablaba de incendios y centenares de muertos, de electrocutados y que la tierra se había tragado poblaciones. Cuando fue aclarando, el sol mostró la magnitud de la ruina. La ciudad, golpeada de muerte, tomó su aspecto de gran catástrofe. Lloramos juntos de impotencia y dolor. El 26 de diciembre por la mañana decidí cruzar con mi madre gran parte de la ciudad, desde el Parque de la Concordia hasta el Parque de Isabel la Católica, para buscar a viejos amigos de mi padre, tratar de comer algo y acampar con ellos la noche si-

LOS DOGMAS DE LA TIERRA Y LA SANGRE guíente.

37

Caminamos más de un kilómetro entre los escombros. El Mi madre no podía verlo. De sobra sa-

espectáculo era pavoroso.

bía lo que pasaba y sufría doblemente. Ya la ciudad parecía campamento de gitanos o de soldados. Encontramos a los amigos. Le-

vantamos tiendas de campaña, sacamos colchones,

víveres, agua, algunas sillas, ropas, para esperar los acontecimientos. Seguía temblando, y la ciudad, bloqueada por los derrumbes en los caminos, empezaba a sufrir hambre. En Antigua Guatemala, a 35 kilómetros de distancia, los daños no fueron tan severos. Antigua pasó en vela la noche del 25 y las siguientes,

ban

como

otras poblaciones.

cortadas. Pronto se supo

que

Las

líneas telegráficas esta-

había sido destruida. padre oyó estas noticias y el 27 de diciembre llegó a caballo, después de muchas dificultades. El trastorno de la vida era completo. Recorrió los hospitales, llenos de enfermos en los patios y corredores depedazados. Se exageraban las cifras de muertos y heridos. Su inquietud crecía al no saber nada de nosotros. Cansado de buscarnos, llegó a lamentarse con su amigo y allí nos encontró. Volvió a Antigua a preparar el regreso de todos. Uno o dos días después, los caminos estaban abiertos y la gente se marchaba de la Capital. En los patios de secar café, se edificaron ranchos para vivir hasta que se pudiera habitar la casa. Muchos meses nos instalamos con la familia amiga en aquellos ranchos. En el fondo de la casa de Antigua se armó después una temblorera. Aún existe hecha trizas. Los sismos amenazan constantemente y, a no dudarlo, volverá a servir. En Guatemala ¿adonde ir que la Capital

Mi

no tiemble? No hago memorias. Recuerdo unos cuantos rasgos que ayuden a dar el ambiente. Quiero que mi tierra penetre también por con su naturaleza y el pueblo que la habita hace cien siLos números no bastan, aunque no podamos pasarnos sin ellos. Una cifra concentra una realidad cuyo sentido no aparece cabal si no decimos algo de la complejidad que la rodea. El dato estadístico puede ser sólo una basura en el ojo, en vez de la lente para comprender un problema o el balcón para abarcar un panorama. Dejemos ya estos recuerdos. Se harían interminables: la infancia es un mito que se renueva como un manantial. los ojos,

glos.

SEMANA SANTA ANTIGÜEÑA A MI vuelta deseé vivir una Semana Santa en Antigua. La celebración es famosa en la República. La ciudad se llena de visitantes que pasan sus vacaciones en el ambiente recogido y levítico. La Semana Santa antigüeña hace muchos años que seduce las almas de sencillos creyentes. Antigua se anima en verdad. Los comercios multiplican sus ventas y se colman los hoteles más lujosos y las posadas más humildes. En casas de guatemaltecos y extranjeros, acomodados dueños de mansiones o gentes pobres, paran muchos huéspedes. Para Semana Santa, millares de campesinos de pueblos próximos disponen de fondos como no pueden hacerlo en el resto del año. No sólo es acontecimiento del Departamento de Sacatepéquez y de su cabecera, Antigua, sino de toda la República. Algunas otras celebraciones tienen renombre, como las de Cobán, las de Guatemala misma, las de Quezaltenango. Ninguna Semana Santa es comparable en la integración de la vida de la ciudad dentro de la pompa del festejo, como la Semana Santa de Antigua, en la cual participan los pobres y los más ricos y encopetados. Los campesinos, jornaleros de las fincas, mozos colonos, son los más asiduos y seguramente quienes mejor se divierten. El colorido lo dan ellos con sus ropas nuevas, porque hasta el más miserable va de estreno. Con tiempo se preparan para las piadosas ceremonias y asisten por millares con sus familias, mujeres y niños, padres y abuelos. En las procesiones, las mujeres

toman parte

casi

siempre co-

mo

acompañantes de la Virgen, que, en medio de San Juan y la Magdalena, sigue al Hijo, camino del Calvario. Se han vestido con sus mejores galas, limpias y almidonadas, el pelo brillante de vaselina perfumada, ceñida la trenza con cintas de colores. Descalzas la mayor parte, sus pies anchos, pequeños y gordezuelos bien lavados, el rebozo de colores vivos negro o muy oscuro al acompañar a la Virgen tras el Cristo amortajado les cubre la cabeza: así desfilan, cirio en mano, gimiendo en falsete cantos religiosos y plegarias. Los niños caminan junto a ellas, tropezándose sobre el viejo empedrado, estregándose los ojos para que no les venza el sueño. Una de las mujeres, casi siempre calzada, de



zapatos nuevos rechinantes,

de

solista

lódico.

en

lleva

el

dirección del

rezo y hace

recitando la oración con sonsonete merumor fervoroso de la plegaria colectiva, dicha

los rosarios,

Cuando

la



38

SEMANA SANTA ANTIOÜEÑA

39

en voz baja, está El coro es tres imágenes que con año, durante

por apagarse, salta de nuevo la plegaria de la un zumbido de abejas agolpadas detrás de las llenan la calle a lo ancho. Y de este modo, año muchas horas, van las beatas, analfabetamente devotas, repitiendo el sonsonete ritual que aprendieron desde niñas, cuando semidespiertas, asidas a la falda de la madre, recorrieron el mismo trayecto. Mujeres indígenas y mestizas que abandonaron los campos vecinos para trabajar en las casas antigüeñas como cocineras, niñeras, lavanderas y otros oficios domésticos. Pobres, misérrimas, con hijos de padre diferente muchas veces, libertaron, como pudieron, su amor maternal. Junto a ellas, las "niñas bien", las señoras acomodadas. Por generaciones han vivido del trabajo de hormiga de los campesinos. El traje de Nueva York o de Texas las diferencia inmediatamente. Tocadas con mantilla, llevan un cirio encendido en la mano y rezan como todas detrás de la Virgen, de la Magdalena, que no han cesado de llorar, y de Juan juvenil, los ojos al cielo, sobre las andas en hombros de las mujeres: se siente que van juntas, pero no revueltas. Camina también, parsimoniosa, una banda de música, de seis u ocho ejecutantes, tocando lo mejor que pueden, austeramente desafinados. El bajo profundo de la gran trompeta terciada sobre la espalda marca la cadencia, lenta y solemne. Sobre los gemidos de la gran trompeta, las flautas, los clarinetes y los pífanos dibujan su aguda melodía, soleada de bugambilia sobre viejo muro. Las imágenes visten colores tradicionales. La Virgen, azul noche, la cabeza cubierta por paño aún más oscuro, azul o morado solista.

A su diestra, la Magdalena, la cabellera sobre hombros, demudada por el dolor. Jamás viste entre nosotros aquellos rojos encendidos que vemos en las tablitas dramáticas de los Primitivos. San Juan, rosado y melancólico, túnica azul o café oscuro, una copa de oro en la mano, a la altura del pecho. Van lentamente, siguiendo a la misma distancia a Cristo, la cruz al hombro, con túnica de rojo vivo llameante, un cable recio en la cintura, la corona de espinas bañando en sangre y en sudor el rostro, o amortajado en la urna de cristal, la azulada cabeza sobre cojines de seda blanca, muerto por la muerte eterna. Entre los azuloso, casi negro.

los

lienzos blancos, sólo

emergen

el

rostro sanguinolento y las lívidas

manos horadadas.

En ninguna población de Guatemala se siente tanto el peso analfabetismo mezclado con tradiciones coloniales: división de clases, desde la pretendida nobleza de los descendientes de los primeros españoles encomenderos, burócratas coloniales, cuida-

del



LA BOCA DE POLEN

40

dores de cerdos, plateros y alarifes, dueños de recuas, de tierras de cacao, añil, cochinilla o café , hasta la servidumbre feudal o semifeudal, entre el incienso constante de festividades religiosas,



organizaciones de hermandades, cofradías, imágenes que visitan las casas con la alcancía al canto, bautizos, í:onfirmaciones, confesiones, extremaunciones, matrimonios, bendiciones de locales, casas y talleres, misas de muerto, novenas, misas de aniversario, bodas de cartón, plata u otros metales, bodas profesionales, pri-

meras comuniones, rezados, corpus, todo dentro de rutina mecánica. Prácticas religiosas de mil aspectos y variantes, celebradas en las más diversas ocasiones, por las más diversas causas, establecen una atmósfera de piedad y de bondad mentidas, patriarcal siempre, de arriba para abajo. Se hace "caridad", se da a los pobres, se obsequia ropa a los niños, se dan centavos a los mendigos, desperdicios de la comida a la viejecita tal, inválida en un cuarto sin luz, sin que nadie vea por ella en serio, sostenida por la caridad de la niña fulana, y se les explota desde los tiempos de maricastaña. Nunca faltan en los pueblos ricachos que han ido acaparando la tierra por medio de préstamos y remates, intereses usurarios, autoridades parciales para el respetable señor zutano, el leguleyo que se queda con la herencia de los gañanes borrachínes, cuyo padre, a su vez, por procedimientos semejantes, fue desnudando a los indígenas en los poblados próximos. Otro hace dinero en "política", la mejor industria en América Latina, por medio de pignoraciones de la soberanía, negocitos abusando de su autoridad, o fabricando espantoso aguardiente para

el pueblo engranaje de miseria, fanatismo y atraso secular. En Antigua, esta imagen, que no es característica de la ciudad sino de la nación, no la advertimos en la temporada, en el fin de semana. Todo parece grato y feliz, paraíso verdadero. Una quietud inmensa reina en el valle. Una paz que parece el rostro de la dicha, del amor al prójimo. Los grandes volcanes, los cerros entrando por dondequiera, los patios ardiendo de flores de pascua y bugambilias. Paseamos por las calles, visitamos el mercado rico en curiosidades, frutos, legumbres, industrias típicas; las ruinas impasibles con sus enredaderas; las rinconadas quietas y dulces; los baños y las fincas cercanas, patriarcales, dentro de un olvido total del mundo, como si estuviésemos fuera de él, muy lejos, muy lejos, en un repique de campanas de las viejas

hundido por

tal

iglesias.

En

templo de San Francisco yace Pedro de Bethancourt, la Colonia, el cristianismo no la Iglesia, entidad económica está vivo en los primeros misioneros. Reel

el

Hermano. Durante





SEMANA SANTA ANTIOÜEÑA

41

cordamos con simpatía, en otro terreno, a cronistas e historiadores. Estos cuatro nombres son memorables: Francisco Marroquín, Primer Obispo de Guatemala; Fray Payo Enríquez de Rivera, que trajo la primera imprenta en 1660; el Obispo Cortez y Larraz, a quien recuerdo por oponerse al traslado de la Capital adonde hoy está asentada, en el Valle de la Ermita, después de la ruina de Antigua Guatemala, y Pedro de Bethancourt, seráfico fundador de la Orden de los Betlemitas, dulce pelmazo que encama la

bondad humana

^

La canonización del Hermano Pedro se ha detenido por falta de fondos y pruebas de haber hecho "milagros". Vive canonizado en el fervor de su pueblo, aunque el Vaticano aún no haya decidido favorablemente: sigue siendo, modestamente, un santo ínfieri. Y acaso sea mejor así, porque no hay sitio más hermoso que el corazón de su patria adoptiva. El fanatismo antigüeño, craso y frío, no se ha exacerbado en él: es uno de sus milagros. El Hermano Pedro escucha plegarias, lamentaciones de hambre, tristezas por el enfermo grave, rogaciones e imploraciones del corazón turbado por el amor, del indio desnudo que le llama golpeando la tumba con los dedos, porque tiene enfermo el cerdo o necesita unas mazorcas de maíz para no perder la tierra o el trabajo bestial hecho con los hijos y la mujer, allá en las erosionadas faldas de los volcanes. La desventura del campesino se refugia en el fervor religioso. Santa Ana es una aldeíta situada a quince minutos de Antigua, al pie de los cerros, vecina a San Cristóbal el Bajo. Sus moradores son peones de fincas, o albañiles los hombres y tortilleras las mujeres. La iglesita es minúscula, rodeada de árboles, sobre la pequeña plaza con su fuente acurrucada entre colinas. En una de esas rinconadas, nace el agua de Santa Ana, que también surte a Antigua. Las casitas casi no se advierten dentro de los predios, tras las cercas de chichicaste. El cuarto domingo de Cuaresma sale, por las once de la mañana, la procesión del Cristo que, con la cruz al hombro, recorre algunas cercas del caserío, camino de Antigua. Le acompañan pocos fieles, vestidos de cucuruchos. Es una procesión de peones de fincas, albañiles de Santa Ana y sus mujeres. Las túnicas y las monteras se ven desteñidas y el morado es, a veces, rojo desleído. Como hay polvo y la sequía continúa, ^ún inciertas las primeras lluvias, los vecinos han regado las callejuelas, vertido la amarilla y olorosa flor de la alfalfa y rosas y florecillas silvestres. El sol cal^

de 1667.

Tenerife,

Canarias,

21

de mayo de 1626; Guatemala

la

Antigua, 25 de abril

LA BOCA DE POLEN

42

dea

el espacio,

a pesar de que estamos en pleno campo. Calor her-

moso y redondo. La procesión gusta por pueblecito,

con

fieles

su simplicidad agraria. Procesión de

verdaderos.

Las angarillas del Cristo son

pequeñas, como para que las lleven en hombros seis devotos. Santos de pueblo con las manos rotas, de traje marchito, cabello muerto como brácteas de maíz tapizcado hace tiempo. Santos pálidos y el resto del año van en pos del Señor. La música, conmovedora por chillona y solemne, nace de cuatro o cinco trom-

olvidados

petas remendadas.

once de la mañana, los cucuruchos se van formando de saber el tumo que les corresponde para cargar al Señor. Se abren las puertas de la iglesita y aparecen los ciriales, la cruz en medio, entre la valla de fieles con túnicas moradas, guantes blancos, vela en mano. Van calzados como pueden, lastimándose los pies entre zapatos que jamás habían llevado. El cuello blanco, duro, inverosímil, se destaca sobre las túnicas moradas. En la puerta de la iglesia, vestido de cucurucho, tocado con rarísimo casco de cartón y usando unos zapatos desvencijados, me encuentro a Manuel Tuch, peón de nuestras tierras. Me cuenta que año con año viene de San Pedro las Huertas a Santa Ana, para hacer todo el trayecto de la procesión, unas diez horas. En Santa Ana siempre le esperan para que encarne a Poncio Pilatos, con su casco de cartón, llevando la pértiga que sostiene el marco de la sentencia. Junto a él, a izquierda y derecha, sendos cucuruchos detienen los cordones que caen de lo alto del marco. Le pagan cincuenta centavos. Además, año con año, lo hace por de-

Por

con

el

las

fin

voción.

Manuel Tuch habla un español

No

difícil.

Está bastante viejo.

mujer ni hijos. Es indígena poco brillante, pedazo de tierra animado, sencillísimo hombre solitario. El aguardiente lo descarrila a menudo, y casi siempre resulta golpeado por sus compañeros. Se pasa años en los rastrojos, en compañía de los bueyes y el perrito que le ayuda a cuidarlos. Podría decir que no habla ninguna lengua, porque la suya, aborigen de Santiago Sacatepétiene

quez, debe estar tan

menguada como

su "castilla". Al encontrár-

melo de procónsul romano, se me reveló todo el sabor rural de la procesión de Santa Ana. El paraje es precioso. Durante la procesión, en la placita del pueblo, parece que el Cristo va por los cerros. Un centenar de almas piadosas le acompañan. El incienso huele magníficamente. La murga jadea con toda serenidad y fervor entre la doble hilera de campesinos. Semejante es la procesión de San Bartolo, con el

SEMANA SANTA ANTIGÜEÑA

43

Señor de la Caída, que se hace los Viernes de Dolores. La de Santa Ana es aún más modesta. Mientras la vi entre las cercas de chichicaste, la procesión no me llevó sino a ella misma. Los vecinos con sus camisones morados, cirio en mano, paso a paso, mecían cadenciosamente al Cristo que parecía volar sobre los cerros y cafetales. Manuel Tuch me había impresionado, los otros labriegos, la placita del pueblo. Junto al Cristo, dos cucuruchos con grandes varas terminadas en horquetas metálicas cuidaban de levantar las ramas de los árboles, gravileas, aguacates, naranjos que podían obstruir o molestar el paso del Señor. Atrás de él venía la Virgen, la Magdalena y San Juan, con viejas túnicas descoloridas, sobre angarillas muy pobres. A los pies de la Virgen, rosas y claveles blancos. Un pequeño grupo de mujeres la acompañaba rezando. Ella seguía al Hijo, camino del Calvario, las manos juntas sobre el pecho, bañada en lágrimas, el puñal clavado hasta la empuñadura. Casi se escuchaba su lamento. Por la tarde, la procesión se aproximaba a la plaza de Antigua. Oía las marchas solemnes de la banda, cada vez más cerca. La población no parecía interesarse en el Señor de Santa Ana. Los cucuruchos eran escasos. Los grupos en las esquinas, poco numerosos.

Muchas

casas se habían

calles no estaban regadas, y derramado flores.

frente a contadas

Salí a ver la procesión en la esquina. El Señor de Santa Ana, rítmico y solemne, entre una nubecilla de incienso, venía muy

cerca, moviéndose al compás de la murga. Empezaron a pasar los primeros cucuruchos, cansados, sudorosos. Las velas se fundían en las manos de los peones con facilidad, ablandadas f)or el sol. Manuel Tuch se aproximaba, con la sentencia en alto como estandarte, apoyando la contera del asta en el cubilete del cinturón. Portaba la sentencia en la diestra, en la otra mano los zapatos viejos, que ya no pudo aguantar más. El casco de cartón caíale por un lado, tapando un ojo al procónsul que sudaba aguardiente. Medio trayecto de la procesión estaba cumplido. Había ganado ya la mitad del jornal de Poncio Pilatos. Me sonrió al pasar. Le vi alejarse, imbuido de su papel. El cuello se le subía hasta la nariz. Caminaba inseguro, sobre el empedrado de Antigua, por la carga, el calor, el aguardiente y la indumentaria. Los zapatos, en la mano enguantada de blanco, con la elegancia despreocupada de un noble inglés, como si luciese, precisamente, un pañuelo. La Semana Santa que había presenciado en mi niñez no podía encontrarla. Era aquella misma, pero no podía verla con los mismos ojos. Yo la recordaba roja, morada y negra, sol y color

LA BOCA DE POLEN

44

a raudales, plenilunio y un aroma de pino y de corozo, cirio quemado, incienso y ropas nuevas. Esperé la procesión del Domingo de Ramos, del Señor de la Merced. Había pensado meses antes en mi felicidad de una Semana Santa en Antigua. Decidí salir huyendo a Santiago Atitlán. Y hasta hoy jamás he vuelto a otra Semana Santa en mi pueblo. Encontré sólo fanatismo opaco, sin el colorido brillante y el fervor doloroso de Santiago Atitlán. Lunes Santo me alejé de Antigua, perseguido por la imagen de Manuel Tuch, con su traje de Pilatos, la sentencia en la diestra, aguardentoso y cansado, bañado en sudor, caminando torpemente entre el incienso, las marchas de los cobres gimoteantes, los zapatos viejos en la mano enguantada que traslucía sus uñotas negras de labriego.

Me

fui

a Santiago Atitlán. Encontré mi

mundo

en su edéni-

ca rusticidad.

I

ATITLAN Desde

las alturas de Godínez o viniendo de Solóla, en una vuelta camino empinado, aparece el lago de Atitlán, casi visible en su totalidad. Estamos a más de mil pies sobre el nivel del lago, bajando por uno de sus bordes de contención, cortado por la cañada en que penetra el río Panajachel. El sol se desploma casi perpendicularmente sobre las aguas profundas, con zonas en sombra en los recodos donde los cerros o los grandes volcanes que surgen de sus aguas se proyectan sobre ellas. La vegetación, hacia el fin de la temporada de lluvias, es una sinfonía de verdes sobre el agua y bajo el cielo, plateados y azules. El lago y los volcanes, en el inmenso ámbito que abarcan los ojos desde la cumbre, dan serenidad al prodigio que contemplamos. ¿Qué no tiene este paisaje para ser único? ¿Qué puede comparársele? Lo hemos vivido en todas las estaciones, en las noches claras, al amanecer, en las

del

puestas de sol tras las serranías, en los lentos crepúsculos angustiados que, repentinamente, deciden la

noche y

las

primeras

es-

trellas.

mañanas, el lago de Atitlán, altas aguas frías y tranno soplan los vientos que cauel "chocomil" san oleajes casi marinos, está dormido y terso como el silencio del ámbito y la majestad de sus volcanes. Pequeñas canoas indígenas, una que otra, de pescadores de cangrejos y pececillos, apenas rizan su sueño que se recompone en el acto. Disgregados por la orilla, los pueblecitos zutuhiles: techos pajizos o de teja roja, muros blancos, la iglesia que se destaca y algunas columnas de humo ebrio de espacio. En ellos los indígenas visten trajes diferentes en color y adornos, tejidos por sus mujeres, mientras los hombres cultivan frutos, legumbres y flores que dan las tierras Por

las



quilas, mientras



cálidas y las templadas.

Guando crucé el lago de Panajachel a Santiago Atitlán, la barca de motor se llenó como siempre de indígenas con sus cargamentos. Son comerciantes, de vuelta de algún mercado, o camino de ellos. Sobre el techo de la embarcación, tumbados boca arriba, sus bultos sirviéndoles de almohada, dos muchachos dormitaban, conversaban, fumaban embebidos en el paso de las nubes. El sombrero de palma, sobre los ojos, librábales del sol. Uno de ellos mostró al otro un grueso reloj de bolsillo. Le explicó el mecanismo de las horas, la lectura de la carátula. Su índice recorría la circunferencia, luego daba cuerda al reloj y tomaba 45

LA BOCA DE POLEN

46

a explicarle, señalando los números. Siguieron conversando, dormitando. El más joven sacó un organillo de boca. Suavemente, durante mucho tiempo, fue monologando con su aliento hecho música. Apenas si cuando la brisa venía hacia nosotros, nos llegaba

más

clara la melodía indígena, tenaz y taciturna. Tumbado sobre viendo el cielo, rodeado de lago y espacio, con el orga-

la barca,

de boca cantaba a su manera, como pájaro sobrecogido por hermosura del mundo. En la mañana tranquila y dulce, antojábase como una imagen de la felicidad. Hacia mí surgía, en primer plano, su pie descalzo, moviéndose alegremente. El dedo gordo sonreía. nillo la

Santiago Atitlán es un pueblo indígena y primitivo, una fortaleza natural prendida con uñas y raíces de milenarias torrentadas de lava, para no caer en el lago prodigioso. Hay que recorrerle,

sobre todo en la parte

más

alta,

por donde, entre peñascos

arrastrados por las lluvias, se cortan las callejuelas laberínticas

cruzan como cicatrices. el fondo de los predios se alzan las casitas o simples ranchos pajizos, con el temaxcal en un rincón. Las cercas son de la misma lava sobre la cual se asientan. Los atitlecos van a trabajar a las fincas de café de la costa, comercian con los pueblos de la ribera o con otros más distantes del sur, de occidente o del norte. Es la zona más densa de población y más indígena del país, de pueblos muy conocidos: Momostenango con su industria de ponchos, San Francisco el Alto y cien más. Cultivan maíz, frijol, hortalizas, cebollas, ajos, anís, chile verde, pepinos dulces, flores, frutales. Son también tejedores: las mujeres hilan los huípiles que visten, las cintas que adornan su cabeza, las telas rojas que flamean sus piernas. El lago da animación al pueblo incrustado sobre un peñón agreste. Guando llega la embarcacioncilla que ha salido de Tzanjuyú o de Panajachel, siempre encontramos multitud de mujeres con sus envoltorios rojos subidos hasta los muslos cetrinos, lavando ropa, aseándose o bañando a sus criaturas. Contra el azulverdoso del agua, aquel rojo vivísimo establece inmediatamente sensación de país remoto. Las mujeres son pequeñas, de oscura lava, de obsidiana. Las más claras están hechas de piedra de moler. Facciones netas: altos pómulos salientes, ojos en almendra, boca en arco y frente angosta bajo el pelo, lacio y negro, con seis, ocho varas de la cinta del tocado precioso. Es una cinta con grecas, de dos dedos de ancho, la que les forma un halo rojo y amarillo. Por las callejas, las veremos todo el día subir y bajar al lago con sus cántaros.

que

lo

En

1

ATITLÁN

47

Visité Atitlán para conocer el ceremonial

món, en

los días

de

la

Semana

Santa.

pagano del Maxi-

Nos instalamos en

la es-

cuela con permiso del Alcalde. Se nos consiguieron algunas redes de pino. Varias noches dormimos por tierra, entre un olor de

como abrazados a un árbol. El interior de la iglesita de Santiago es alegre y sombrío. Se alza sobre un terraplén no muy pequeño, centrado por una cruz, en el corazón del pueblo. Desde el atrio, se domina el lago azulverdinegro, según la luz de la mañana, bajo el cielo pulido como bosque,

medalla. Estamos fuera del mundo, dentro de una dulzura tranQué tersas mañanas espléndidas, sin una arruga, hechas de olvido y suavidad. En aquel vasto horizonte de paz y miel, el pueblo vive silencioso, con el lago en cualquier parte que ponga

quila.

los ojos.

Al entrar en

la iglesia

con

la

matinal turquesa en

las

pu-

paisaje de luz y la penumbra del templo. Altares deshechos con sus restos sobre ellos, jíedazos pilas, la

sensación doble se crece:

el

de columnas, capiteles, marcos. El interior es de muros encalados y altares como huesa de santos. Piernas de ángeles, espadas y escudos, hacinamiento de cuerpos carcomidos, rostros sin narices. La mayor parte de esta multitud de madera ya no se puede ni reconocer. A veces tiene características sobrecogedoras, de humanidad de pesadilla. Cabezas enormes sobre cuerpos de niños, o cabezas de niños sobre cuerpos de gladiadores, tallados como quien saca la punta a un lápiz con descuido. Hay Cristos con caras patibularias, llagados y sangrantes. Un Padre Eterno, cercenado por la mitad, muy gravemente carga el mundo desp>ortillado en la diestra.

Se ve que los indígenas no hallaron qué hacer con estas imágenes desvencijadas. Las amontonaron sobre los altares como reliquias de mártires en una fosa común. La iglesia, recorrida por grandes grietas, con los techos improvisados desde hace muchos años, es una tumba teológica abandonada, como aquellas sin nombre del camposanto del pueblo, con los muertos rumiando olvido, donde crece la hierba y pace algún temerillo extraviado. Son los santos de los pueblos, comidos por el fuego del tiemfx), como salvados de un incendio, semidesnudos, ya muebles viejos, mostrando sus muñones, en aquella morgue sagrada y penumbrosa. Al fondo se alza el altar en uso: el Cristo yacente, principal efigie del templo, entre sudarios de telas indígenas, en un zut envuelta la cabeza, duerme desvalido y amoratado. No muy lejos de él, dos santiagueños tocan flauta rústica y violín. A veces salen al atrio, que se ve brillar desde la penumbra interior, para tomar aguardiente a boca de botella y vuelven a su melodía. Los músicos

LA BOCA DE POLEN

48

trenzan monótono lamento ritual. En el altar, indígenas ancianas, seguidas de muchachitos, se quejan con la propia terquedad del dolor.

Las imágenes veneradas las colocan en altares. Sus ropas eso son nuevas y hay flores y cirios encendidos. Un Cristo tiene pantalones bordados con pajaritos y grecas como los que usan en Atitlán. Muchos santos se encuentran en urnas de vidrio; otros, en angarillas, peregrinos inmóviles, dispuestos a partir a las iglesias de los pueblos. Entre los brazos de alguno de ellos, el Niño Dios lucía barbas hermosas. Salimos sin apartar los ojos de los altares como tumbas violadas, con los cuerpos hacinados. En uno de esos altares derruidos. Cristo coronado de espinas muestra la carne lívida, llagas y ríos de sangre. Sus ojillos espejean en la oscuridad. El pelo marchito cae sobre la faz desencajada. Entre la mano rota, aún retiene el cetro, un pedacito de caña. A la puerta de la iglesia, el lago de nuevo a los pies, la mañana inundándolo todo, metiéndonos dentro de los huesos su azul alado y sin fin. Los ojos se pierden en lejanías pálidas y dulces. Detrás de los cristales de mi ventana, enmarcada de enredatás frescas

deras,

un

picaflor se inmoviliza

como sorbiendo la miel del cráter como hace mil años, si

del volcán de San Pedro. El pueblo vive

olvidamos

la

iglesia

y la escuela. Entre las callejuelas de lava como antorchas, el cántaro

desfilan sus mujeres pequeñitas, rojas

en

la

cabeza o en

los brazos,

apoyado en

la cintura.

Son

las mis-

mas muchachas con caritas de budas, como son las mismas piedras las que han gastado sus pies descalzos. El lago, los volcanes, la mañana sonriente y eterna. Los conquistadores, con armaduras y arcabuces, pasaron por aquí y dejaron olvidada rece

como

si

la iglesia.

Pa-

advirtiésemos su huella en la fosilizada carnicería

de santos descuartizados sobre los altares. Un cura, ensotanado como un gran zopilote, cruza la plaza, exótico y remoto en lo azul del lago y el cielo, del oro de la luz y lo verde del campo y los volcanes, como si una muchacha de Santiago Atitlán, pies desnudos y falda de fuego, cruzara la plaza de San Pedro en Roma, una mañana con nieve. En la Semana Mayor, el aire es caliente y neblinoso. La luz se mengua por la evaporación del lago y por las lluvias que ya se anuncian. Atmósfera inmóvil, con delgado vapor dormido sobre las áridas serranías de cuero. En los volcanes, el de San Pedro y en los conos sucesivos del volcán de Atitlán, persisten los verdiazules de la vegetación y se abren las desgarraduras de las torrentadas. Santiago Atitlán está de fiesta, la mayor del año con la del patrón del pueblo, que se celebra el 25 de julio. La Sema-

ATITLÁN

na Mayor

49

más emocionante a que he asistido, por su color Maximón. En 1945, vi por primera vez la Semana Santa de Atitlán. Maximón, muñeco vestido a la europea, un puro en la boca de la máscara sin carácter y con rasgos de hombre blanco, campaba y

es la

la presencia del rito del

la propia puerta de la iglesia, sobre una banca, estrenando ropas y pañuelos, de colores anudados al cuello, zapatos amarillos flamantes y tocado de gran sombrero de fieltro. Los indígenas, antes de entrar en el templo, reverenciaban a Maximón, besándole

en

las ropas, los

cilla

pañuelos, los zapatos y repartían puros entre los colos incensarios perpetuaban su nube-

Las velas ardían y

frades.

de

pom

frente al ídolo, grotesco y desgarbado, vestido con

como espantapájaros dandy. La mirada necia de perdía en el lago, el volcán y los montes. En 1951, Maximón fue venerado igual que en años anteriores. ¿Maximón es Judas, divinidad de agua dulce, divinidad del lago, o guarda en el cuerpo, como se afirma, un idolillo de piedra que no puede ni quiere entrar en el templo y se queda en la puerta como el pito de caña o xicolaj y el tamborcito que repiten melodías precolombinas? Nadie ha podido explicar quién es o qué representa. Sus sacerdotes, brujos del pueblo, no le abandonaron para protegerle del cura, que no fue invitado a las ceremonias del Viernes Santo. El año anterior, el padre Godofredo Reciñes, de Panajachel, intentó quemar a Maximón, pero fue expulsado por los indígenas. El dominico hizo tres disparos a Maximón, sin dar en el blanco. Al siguiente día. Viernes Santo, comuropas nuevas, la

máscara

se

nicó su ultimátum al pueblo: "O Maximón se va, o me voy yo." Los indígenas despidieron al cura. Seis semanas después, el violento padre pistolero, vistiendo trajes sacerdotales para impresionar a los indígenas, volvió a Atitlán con el superior, y a machetazos hicieron trizas el muñeco. Los indígenas, naturalmente, se enfurecieron. Los brujos tallaron de nuevo una máscara y reconstruyeron a Maximón. Pocos días antes, de la Semana Santa en 1951, se presentó el dominico sin invitación de los atitlecos. Se ofreció para los oficios del Viernes Santo sin que se le pagara, si alguien le daba alimento y hospedaje. Tuvo que partir. El pueblo celebró sin

él

las

ceremonias tradicionales.*

empleando el vocabulario del conquistador. En muchas regiones, estos hombres son sus verdaderos sacerdotes. Los sacerdotes indígenas viven más cerca de sus fieles que los sacerdotes católicos. Son propias las necesidades, las costumBrujos, decimos,

*

Versión tomada de Time, 2 de abril de 1951.

LA BOCA DE POLEN

50

bres, las supersticiones. El indígena

fianza.

La

no ha podido

Iglesia

acude

al

brujo con más con-

destruir su prestigio, su partici-

Un rito y una magia que resultan tan brujo con sotana. El brujo indígena sufre los mismos sufrimientos, las mismas ansiedades por la falta de lluvia, por el enfermo, el agonizante, el muerto, el niño por nacer

pación mágica y ineficaces

como

ritual.

la del

y la peste que acaba cerdos y gallinas, las plagas del maíz y el friPadece, como hermano de sangre, las mismas exigencias del finquero, del alguacil y el gobernador. Sabe lo que cuesta el sus-

jol.

para lograr unas mazorcas. El brujo o chiman les el propio indígena revestido de poderes para servirles en lo que les atañe más honda y vitalmente. En pocos pueblos de América la religión primitiva vive con tanto aliento que, más bien, podríamos hablar de la supervivencia del catolicismo. Saturada por ritos indiscernibles injertados en el tronco aborigen con propiedad, debiéramos llamarlo guatemalteco y abandonar la palabra aborigen, típica del vocabulario conquistador se halla la vida consciente y subconsciente de inmensa población guatemalteca. Desde muchas semanas antes, cofrades y brujos, guardadores de tradiciones, inician preparativos para la celebración. Se ensayan bailes rituales, esquemas de teatro que a menudo se desarrollan en varios días y poblados, mezclando los cultos tutelares a los dioses del maíz, de ultratumba, de las lluvias y cosechas para que sean propicios. Organizan peregrinaciones a santuarios próximos para llevar ofrendas de frutas, mieles, animales comestibles, flores. En bailes y ritos hay rememoraciones de la conquista, de luchas legendarias, del robo del fuego por las tribus. Se compra toda clase de cohetes y cámaras, toritos y otros juegos de pólvora. Los pueblos participan con gran entusiasmo, como actores y espectadores, dispuestos a vivir las celebraciones. Se estrenan ropas, se hacen comilonas de carnes en pulique en cerdos, venados, gallinas y chompipes salsas de chile, en pipián, en tomate, condimentados con pepita de ayote, azúcar y anís, y abundan la chicha, el aguardiente y el tento, la fatiga

explota menos: es





,





,

tabaco.

Con suma

dificultad

para encaminarnos hacia

vamos abriéndonos paso en el

la

iglesia

fondo. Los indígenas, con sus hijos

y mujeres, permanecen sentados horas y horas en el piso del templo. El Crucificado se alza coronado de flores de papel de china. La cintura y parte de las piernas están igualmente cubiertas de flores rojas, blancas, verdes y moradas. A sus pies se levanta una columna de incienso que perfuma el recinto, y salmodias de coros masculinos, a veces simultáneos a los coros de las doncellas.

ATITLÁN

51

La

cera se consume profusamente y la atmósfera se vuelve sofoLos cofrades, al pie del Crucificado, con los incensarios o guiando la salmodias, muy rítmicas y plañideras, ofician abstraídos, cante.

solemnidad que les da su rendición al rito. No hay curiode nosotros. No los disturbamos en lo mínimo. No nos ven siquiera: tan entregados se hallan a su devoción, que sus ojos, su ser íntegro, no vive sino para el canto quejumbroso, para el incienso y la cera que arde a los pies de Cristo. En la plaza atruena el sol del Viernes Santo y la pira de los trajes. Las matracas repercuten por los peñascos del pueblo, oloroso a incienso y ropa nueva. Asistimos a una ceremonia que podría ser de muchos siglos atrás, en tierras jamás vistas, a orillas del lago y sus volcanes que saltan de las aguas a un mundo de mariposas y pájaros. Frente a la puerta principal del templo, dos rústicos arcos sucesivos, adornados con frutas, hojas verdes, melocotones, corozos, racimos de plátanos, collares de naranjas, coyoles y animalitos cautivos: iguanas, micoleones, lechuzas, divierten a los niños in-

con

la

sos aparte

dígenas.

El Jueves Santo por la noche, hasta la madrugada, la Virgen y San Juan corren de una parte a otra de la plaza, en hombros de los muchachos del pueblo. Las imágenes van fuertemente atadas, sobre angarillas ligeras, para evitar que se caigan. En la noche lunada del Jueves Santo, durante horas, los muchachos atitlecos corren con ellos bamboleándose por la embriaguez. Aldous Huxley recogió la misma versión que yo recogí: una historia amorosa entre San Juan y la Virgen. Otros explican que ambos buscan a Cristo prendido esa noche en el huerto. La borrachera colectiva es tremenda. Al día siguiente, Viernes Santo, el pueblo se anima tarde. Las calles principales están sucias de detritus humanos. El sol, en pocas horas, se despeja y colora el pueblo. Camino de la iglesia se suceden mujeres, hombres, niños,

los más pobres. Van felices los muchachos o un brazo sobre el hommuchachas, en forma parecida, de grandes

estrenando ropas hasta

grupos, asidos de la

mano

los

bro del amigo; las ojos negros abiertos en la lava resuelta del rostro, el envoltorio rojo de la cintura al pie desnudo, el huípil blanco con rayas moradas. El halo de cinta roja completa la preciosa figura. Los muchachos visten pantalones hasta la rodilla, con rayas pájaros, flores y grecas tejidos por las y adornos de colores mujeres, como toda la indumentaria de Santiago Atitlán. La camisa es siempre de mucha alegría, en rojos, amarillos, turquesas, verdes, morados, azules, listadas y jaspeadas. La faja, roja





LA BOCA DE POLEN

52

les cercena por la cintura. Las puntas les caen entre las anudadas sobre los órganos sagrados. Con el sol de las tres, cuando el atrio de la iglesia y la plazuela frente a ella se cubren de fieles, la ceremonia es deslumbrante y elemental. El Cristo muerto sale precedido de inmensa multitud que agolpada le sigue formándole valla. Las matracas tabletean ruidosamente mezclándose al sol, al color. Entre la nube densa de los incensarios, bajo un palio, el Santo Entierro, en la urna de vidrio recubierta de lienzos coloreados, avanza en hombros, mecido solemnemente, rodeado de cientos de cirios encendidos en manos de hombres y mujeres. La banda, de cobres lamentables, poseída de su misión, toca marchas religiosas, con su tatachún, tatachún, que restalla, fúnebre y vigorosamente, contrastando los tambores con el lamento agudo de clarinetes y pífanos. Delante de la cruz y los ciriales, a la cabeza de la procesión, un indígena lleva sobre la espalda un tamborón, y tras él va el tamborero que, cada siete o nueve pasos, con un solo golpe seco y potente hace retumbar la ronca membrana. siguió esta vez en una capilla lateral del atrio Maximón al Cristo muerto, detrás de la Virgen, San Juan y la Magdalena, algunos metros no más, para luego volver precipitadamente a la casa lejana del cofreide que habrá de guardarle un año, hasta la próxima Semana de la Pasión. Entre las vallas de devotos, junto al Cristo muerto, acompaña un coro de hombres. Su canto es todo el sollozo agrio que caracteriza a la música indígena. También próximo al Cristo, un coro de doncellas. Son muy jóvenes y, cuando cantan, su voz de flor suena tan dulce como triste. Qué agobio hay siempre en estos cantos. No sé si van cantando latín, español o zutuhil. Se escucha un murmullo ondulante y desgarrador. La procesión recorre el pueblo sin decaer. Por la noche^ los cirios ardiendo, los cantos, millares de fieles, coros de gemidos, columnas de incienso, matracas contumaces, el tamborón con su retumbo, grave y monótono, la Semana Santa culmina con la

y ancha,

piernas,





entrada del Sepultado en la iglesia. Apretujándose en las callejueque sólo son caminos del agua que baja del volcán, desfila todo el pueblo con el muerto venerado. Fervor inmenso, sin dirección del indígena, al cual se entrega ciegamente, atado de pies y manos, que se escapa en sollozos y en la rutina del rito.

las,

Es una religiosidad neolítica, intensa y prístina, y no la engolada de señoritismo de las procesiones de la ciudad de Guatemala, Antigua o Quezaltenango, donde las familias ricas toman los tumos para cargar a Cristo al entrar o al salir de la iglesia, en

:

ATITLÁN

53

recorridos y horas más convenientes, con compañeros igualmente acomodados, en rutina de somera piedad feudal, sin la pura idolatría, dolorosa y profunda, del indígena. En Antigua Guatemala, hay dos procesiones del Santo Entierro: la de la Escuela de Cristo, que es la elegante, y la del Señor Sepultado de San Felipe, la proletaria. No hace muchos años, las dos se encontraron en alguna calle y hubo seria disputa por esclarecer qué Cristo muerto pasaba primero, o cuál de ellos buscaba camino diferente. En las ceremonias metropolitanas se halla distante la fuente original de la fe, la pureza del hombre que gime ante el destino, que solloza por su condición y se evade en el ritual, la plegaria y el canto. Por ello las procesiones de los indígenas perdidos en su dolor y en su candorosa creencia, nacida de su miseria de explotados, borrachos de alcohol y anestesiante fanatismo, no me causan el mismo malestar que siento en las procesiones de médicos, licenciados y militares, sin contacto con el fuego central del mito. En Atitlán es un acto de piedad silvestre, pura y elemental. La mañana del Viernes Santo conversé con indígenas alejados de la gran festividad del pueblo. Nosotros no tenemos la superstición. No creemos en esas



cosas.

Así

en

el

me

responden para explicarme por qué no participaban procesiones de la Semana Santa.

Maximón ni en las ¿No son católicos?

— —Somos — ¿Por qué —Desde que rezamos —Figúrate —prosiguió otro— evangelistas.

evangelistas? le

nos dan me-

al dios evangelista, se

jor los plátanos.

en un pueblo de San Marcos había un Santiago montado en una muía. Llegó un nuevo cura y pensó cambiar la muía por el caballo blanco. Como el santo era muy venerado en el pueblo, el nuevo párroco llamó a los cofrades para explicarles el cambio. Antes de retirar la muía, el cura recogía bastantes limosnas en el altar de Santiago. Al mes siguiente, al abrir la alcancía, el cura apenas encontró limosnas. Llamó a la cofradía y preguntó ¿Por qué Santiago, que está como debe estar, en su caballito blanco, recibe menos visitas, menos velas y limosnas? le contestó uno de los "naturales" Padre ¿cómo querés que demos limosnas, que estemos contentos? El "milagrosero" no es Santiago, sino la muía. Aquellos a quienes se les dan mejor los plátanos, catequizados por pastores norteamericanos, representan otra variante de mitos

— —



,



,

54

LA BOCA DE POLEN

y supersticiones. Siéntense esclarecidos en relación al resto del pueque les tiene un poquito al margen y les llama "creyentes"; pero no hay molestia alguna para ellos. Al día siguiente, Sábado de Gloria, bajamos al embarcadepronto, una gran multitud apareció bordeando el lago, De ro. aullando de dolor, tras una camilla. Los alguaciles habían recogido un cadáver. Un hombre, mortalmente ebrio, pereció en el lodo de la ribera. Nuestra barca se alejaba de Atitlán. Entre los caminos de piedra del pueblo veía a la multitud, con sus trajes rojos, seguir, apresuradamente, el cuerpo del ahogado. blo,

LOS MERCADOS Tan

ricos como los mercados de cualquier ciudad de América, de Guatemala, en los días de gran comercio, nos muestran y concentran el país. Los mercados de la capital son de los mejores, pero no los más típicos. Entre los regionales los hay excelentes, como el de Quezaltenango, Momostenango, San Francisco el Alto; el de Cobán con sus manojos de orquídeas por cense pájaros, peces, minerales, frutos tavos. Un río de trópico enrosca en el mercado. Pero su pintoresquismo no puede ocultar la verdad: basta verlos para comprender nuestro inmenso atraso los





económico y social. Guatemala es color. En el mercado lo advertimos de nuevo. Todos los climas vacían su cornucopia, y hasta distintas épocas de la tierra. En efecto, en cacaxtes o en cestas dormitan, con la boca cosida, iguanas

y garrobos, saurios antediluvianos, de

tiguos entre los supervivientes.

huevos más aún. En

Su

piel es preciada, su

los

más an-

carne y

los

apaxtes se sazonan con tomate y pepitoria picantes, listos para el consumo. Los huevos son blandos, recubiertos con una membrana; se comen cocidos o asados sobre las brasas o el comal. Su sabor recuerda el pescado; sus cualidades los

alimenticias parecen extraordinarias.

Con

la piel se

hacen

bolsas,

zapatos y carteras. Bullicio de mercado y olor de mercado. Comidas, flores, frutos, verdura y multitud. Palomas, chompipes, conejos, carnes secas de caimán de río, de pequeños cocodrilos de los esteros, tortugas, venados, gallináceos de todas clases, cerdos, reses, corderos, armadillos, iguanas,

Mil preparaciones en las cocinas, en que hierbas de olor, las tradiciones españolas e mil con mezclan, se tepezquintes, tacuazines.

indígenas.

El sabor que dan a las viandas, sólo las cocineras de los mer-' cados conocen el secreto para alcanzarlo. Carcañales deshuesados, en pequeños trocitos, en salsa caliente y gelatinosa con tomates; los pollos cocidos entre hierbas y verduras, los revolcados de puerco, los pipianes diversos, negros, picantes o dulces; las papas en colorado, los piloyes fríos cubiertos de queso y perejil, el chojín ensalada de rábano picado con menta, chile, buche de perco, algo de queso y chicharrón; chiles rellenos, flor de izote; pirámides de arroz con medallas de zanahoria y puntos de arveja, suelto y humeante, cargado de sabor. Ollas de puchero; caldos de pata de res, de gallina, pesados de oro graso y morado. En las mesas



55

LA BOCA DE POLEN

56

ámbito. Los clientes son trabajadores, camUno que otro curioso se "atreve" mercados. pesinos, gentes de a gustar la comida más suculenta de la ciudad, en aquej sitio que, con sorna, llaman de "los agachados". La dueña, gorda, bajita y sudorosa, en medio de apaxtes hirviendo con los guisos, entre un olor de carnes y hierbas, gobierna el conjunto como timbalero enlos platos

zahuman

el

los

medio de bien provista batería instrumental. en jarras, parece una reina. Se transita con dificultad entre

los

A

veces, los brazos

puestos y la aglomera-

ción de compradores. Las señoronas son seguidas por la sirvienta, y hay que oírlas regatear. Los precios siempre pertenecen a la adivinación: piden por las cosas una, dos o tres veces más, y entonces empieza el estira y afloja para lograr la rebaja. Se le ponen defectos a la mercancía.

La dueña

replica con elogios, habla de

los transportes, hasta que se unos centavos. El mercado zumba de aromas, voces y colores. Las mercancías se colocan ordenadas. Hay archipiélagos de verduras, jarcias, talabarterías, comercios de telas indígenas y otros productos típicos, toda clase de cestas, carnes y visceras ... El color es prodigioso entre los mazos de orquídeas, lirios, violetas, geranios, claveles,

la escasez, los impuestos, el costo

de

cierra la venta por

cartuchos, rosas, hortensias, reinas, crisantemas, heliotropos y florecillas silvestres.

n

Fruta amontonada, como lámparas vegetales. Aguacates de jade mostrando, en un pellizco, la ^ulpa amarilla; los mangos de carne solar huelen a pino y saben a guitarra. Zapotes como de tierra, la entraña sangrienta llena de miel; los mameyes de amaolor animal; los matasanos, verdeoscura la piel delgada, la carne ámbar; los marañones saben a luciérnaga y fósforo; las tunas se erizan para ocultar su ternura; los cuschines, las paternas de semillas negras recubiertas de nieve dulcísima. Los guapinoles de dura corteza roja y duras semillas rojas que pacientemente perforamos para hacemos anillos envueltas en vegetal azufre rillo





calcinado.

Las naranjas instalan montañas de oro, si son de Rabinal; Rancho, verdinegras, cantando amarillean; hay otras de luz redonda. Una pitahaya, con la pulpa arzobispal punteada por selas del

millitas

de ónix, parece una vida partida en dos. Naranjas agrias,

excelentes para la sopa, el poro abierto, la cascara desajustada de los gajos, la

voz ronca; mandarinas menudas, manzanarrosas que

trascienden a mueble y a flor. El ámbar de los nances penetra amplias regiones del mercado hasta dominios de lirios y jazmines.

Pecosas guayabas de marfil viejo derraman lento olor penumbro-

LOS MERCADOS SO.

57

Los membrillos, que acaban siempre de palidecer como relám-

pagos, escribirán sus memorias en la ropa blanca de los armarios.

Dialoga el amarillo de las granadillas con el morado de los higos. Coyoles de sabor oscuro, como guijarros de los ríos. Redes de plátanos gordos, triangulares o rollizos, de grandes dimensiones, establecen su selva caliente. La manzanilla, abundante en Navidad, sonríe vivaz y campesina. Se da silvestre y se vende suelta o en sartas, como el pino que sirve para adornar fiestas y nacimientos. Las pinas con penachos de jade, sentadas imperialmente, esconden sol en las entrañas. Las hay de carne dorada o pálida y blanca que se funde en la boca en un arroyo de perfume y miel. Por fuera son amarillas, rojas o verdes, como barnizadas por los alfareros de Antigua. Los frutos no acaban y la marea vegetal confúndese con la del mar marino. Peces en sus armaduras de plata, con uniformes de gala, anchos y solemnes o agudos, delgados bailarines, vccinan con trozos candeales de palmito y pacayas que parecen desprendidas, como algunas orquídeas, de las rocas submarinas. Anonas, papayas entreabiertas y guanábanas desbordantes de cosas redondas y de jugos. Cestas con huevos de gallina, de pato; los de chompipe son más grandes y de cascara más oscura, pecosos. La egregia papa, por todas partes, modesta siempre. Su virtud ha recorrido el mundo. Es uno de nuestros héroes botánicos. Las redes de carbón vegetal se arrinconan porque ensucian mucho. El mejor carbón es de encino. Aún se vende así tan fina madera. Su brasa arde por muchas horas en lento fuego profundo. No existe comida más sabrosa que la hecha en cazuelas de barro con carbón de encino. Los platos nacionales requieren régimen de esclavitud, como en su origen, para prepararlos debidamente. Hay que pasarse horas moliendo ingredientes, para someterlos al manso calor parejo del carbón. La cocinera no puede ser más que cocinera y afanarse desde las primeras horas hasta la noche. Nacida en tales rutinas en la aldea, las fincas o monterías, no se extraña de ello y piensa que sólo así puede ser. Un buen pipián, unos tamales, esconden trabajo minucioso y paciente. Muchas veces el carbón empezó su tarea el día anterior. Chicos, caimitos, pulida carne mulata; nísperos de olor anaranjado. Los aguacates alzan sus varias estaturas exquisitas. A veces son ovalados o esféricos, casi morados, verdeoscuros, metálicos; otras, rugosos y de sucio color disparejo. Perotes, manzanas, duraznos y ciruelas de San Juan el Obispo, Tecpán, San Bartolo Sacatepéquez, de aroma redondo y juvenil. Los cocos nos traen la costa baja, el amoroso olor de la tierra mojada por el mar. Un tajo

LA BOCA DE POLEN

58

de machete y salta el virgen manantial delgado. Agua ciega y profunda, que jamás ha visto las estrellas. De las entrañas de la tierra ha pasado a las nuestras, fresca y sedante. Güizquiles erizados, montañas de ayotes y otras calabazas, Cordilleras de re^yucas, camotes, ichintal raíces y tubérculos pollos, sandías, pepinos agrios y pepinos dulces, rayados de violeta. Alcachofas de llamitas verdes. Manojos de ágata en cebollas, zanahorias albinas, remolachas en orfeón de rojos. Las trenzas de ajos esconden en la cabeza sápidos carámbanos grasosos. Hay puestos con semillas, cortezas, hojas, raíces, para curar enfermedades. En los mismos puestos vemos algunos minerales, cal viva, azufre y carbón, resinas, pom para ídolos y santos. Semillas para alimentar el canto de los pájaros; cereales silvestres, maicillos o teociltli, abuelo o más bien nieto propable del maíz. En pequeños sacos de manta de boca estrecha, sangra a borbotones el achiote. Otras veces, el achiote se vende en panecillos envueltos en hojas de maíz. Al cortarlos, surge un sol diminuto de cárdena grasa aromática. Los guerreros lo usaron para pintarse la cara con los colores de la guerra y para dar sabor y aroma a las comidas, como se sigue usando hoy. El oro de la flor de ayote, que debiera estar junto al nardo azucena, se pierde entre volcanes de lo verde, junto a güizla y quiles y peruleros, blancos y verdes. Algunos son jugosos, otros de carne harinosa y sabor más delicado. Los lorocos andan cerca, los choreques y los candelabros de la flor de izote. Estas flores muchas veces tributaban su gracia en los tamales. Hay gran diversidad de hongos. Se les compra sin desconfianza, sobre todo los anacates, pequeñas flores de madera amarilla. Los venden ya secos o se les encuentra listos para comerse en las cocinas de





.

mercados. Los puros de Zacapa, los tamarindos, los quesos, la vainilla. *'¿A qué huelo?", nos pregunta la vainilla antes de que la hayamos identificado. Los puros trascienden a tabaco y madera; los tamarindos, a tamarindo; los quesos a hierba y temerillo. ¿La vaiQué olor cortesano y felino Los solemnes volcanes de conilla? les moradas hacen coro a las cestas de berenjenas, brillantes y pétreas. El miltomate, los chiles secos, ocres o rojos. Puestos de los

!

i

chiltepe con su perlita violenta. Los nabos, solamente blancos. Hiersilvestres, macuyes, bledos, chipilines de rápidas hojas perfu-

bas

madas.

Van y

vienen los proveedores y los clientes, los comensales, los curiosos. Se repiten los regateos con lenguaje y tono que sólo aquí puede escucharse.

LOS MERCADOS

—-¿Unas

flores,

59

chula?

— Patroncita, ¿no me

lleva unos güizquiles? Están muy buenos y baratos ... Se los doy a dos por cinco, reina. Escójalos usted ¡

misma, linda!

De

vez en cuando, una mentada de madre. Las indígenas muchas horas con las mercancías en

están acurrucadas durante el

suelo.

Cargan

hacia adelante

y,

A

el

recién nacido terciado a la espalda, lo bajan

por

el

huípil abierto de la cintura a la axila,

madre

es una niña. El chiquillo, tocado montera, se prende al pecho, sorbiendo dulzura sideral y vuelve a dormitar sobre la espalda. Los elotes cocidos o asados, camotes o yucas, los jocotes en dulce, hállanse próximos a las cocinas. Dan olor peculiar, sobre todo los elotes humeantes con su vértice de terapéutico bigote. Para que no se enfríen, los guardan en cestas, recubiertos por muchas mantas, y al buscarles emerge fumarola sabrosa. El maíz en el mercado se encuentra por todas partes, como en el mito: fundamental substancia originaria hasta peyorativa su fuerza, como cuando llenan de maíz la boca y las cuencas de Principal Guacamayo para suplirle los dientes y los ojos. Los puestos de tortillas, tamales y chuchitos tienen aroma sui generis. Las hojas de chocón, las de sal, las de maíz, así como las de plátano que directamente recubren los tamales, ponen su gracia en la composición de su perfume y su sabor terráqueos. Existen muchas clases de tamales y combinaciones de maíz sólido o líquido: colorados, picantes, negros, "paches", dulces, con ciruelas, almendras, pasas y salsa de azúcar quemada. Los de cambrái son pequeños, muy dulces y blancos, con anís, como para postre; tamales "siete camisas"; los tatuyos con frijol molido, los xepes de frijol tierno; joch, en quiche pinolos shucos. Atoles fermentados, chilate raxá, simple masa de maíz cocido con panela y les diversos pimienta en los puestos callejeros las noches de los rezados, en los atrios de las iglesias, en las plazas. Pandemaiz, tayuyo con queso, lorocos, choreques o chipilines. Atole de ceniza, con frijoles negros enteros y salsa de chile, se vende en bucules o jicaras. Atoles agrios, atoles shucos, atoles perfumados con canela y anís. Los indígenas viajan con totoposte: tortillas muy secas que disuelven en agua caliente. Otras veces, hacen una marqueta de maíz blando, el suban, y lo rebanan para comerlo solo o con otros alimentos: lo preparan para los viajes largos. En medio de tres piedras alumbran el fuego, y de tres palos, en un alambre, cuelgan un calderillo o acercan a las llamas la jarra de café o de pozole. Si hay carne, la asan sobre la brasa y la comen semiquemada.

sacan

con

el seno.

veces la

la









,

LA BOCA DE POLEN

60 cubierta

de ceniza, escurriendo jugo y manteca, con sabor de

manjar de tigre. Los puestos son millares y venden de joles,

todo. Variedades de

fri-

maíces, arroz, cebada, trigo, centeno, avena, pepitas secas,

maní, zapuyules, panecillos de Comalapa o pan de maxtate, adorcomo de barro. El café y el cacao no parece que son lo que son. El café tiene la música por dentro. El cacao, sin mayor apariencia, tan preciado como las plumas de la cola del quetzal destinadas sólo a los jefes, muchos años después de la Conquista siguió sirviendo de moneda. Sacos de rosquitas, pepitoria, chancacas, niguas, polvorones, chilacayotes, cocadas. Lingotes de matagusano terroso, sabor de cascara de naranja; verdeturquesa de las toronjas; bolas de coco, blancas, rosas y amarillas. Panales silvestres, su esponja de plata ahita de miel doncella y lunar. Las mancuernas de rapadura, ochos envueltos en hoja de caña, cada bola formada por hemisferios de azúcar tosca que oscilan del betún al oro. Volcanes de sal entre hojas de sal, en que se va prisionera amarrada con zibaque. Hacia la Semana Santa, se venden los rosarios de cuentas de azúcar recubiertas con tusas pintadas con anilinas. Las cajas de Amatitlán son joyas populares como las jicaras, las máscaras, los cochinitos que labran los rabinaleños. Se venden cajas sencillamente maravillosas. Igual podríamos decir de las muñecas de barro, blanqueadas para que sobre la cal reciban las anilinas disparatadas. Qué gracia en la decoración de los objetos populares! Es el mismo gusto de los huípiles, las muñecas de trapo, los zuts, refajos y ponchos, que procede de las estelas de Quiriguá y los dinteles de Tikal. Así, distraídamente, sin saber cómo, ni por qué, pintaron el juguete de los corpus, la tinaja de Chinautla, el patito de Jilotepeque. Las tiendas se especializan y se agrupan según su mercancía. Hay de artículos de cuero: caites, zapatones toscos o sandalias diversas para los campesinos, carteras, bolsos de mano, aperos para nados,

¡

el jinete.

Tiendas de pitas,

bolsas

jarcias, cabestros, redes,

coloreadas,

maxtates.

hamacas,

lazos, cuerdas,

En muchas de

estas

,



últimas

venden otros artículos de arrieros, albardones, suyates colchomorrales, jáquines de palma para sudaderos de los animales se



,

mas, cabezales, estribos, cinchas, espuelas, frenos. Tiendecitas con artículos de lata suelen ser pintorescas: faroles de todas formas y tamaños, con vidrios de colores, jarras para el café, regaderas, parrillas, cafeteras, cilindros de hojalata para guardar papeles enrollados, candeleros, quinqués para kerosene

de

los puestos callejeros. Petates, suyacales, canastas

.

.

.

Ollas, es-

LOS MERCADOS

61

cudillas, tinajas, sartenes, batidores, comales. También tienen piedras de moler, de todos tamaños, con su forma precolombina de animalito de tres patas y con no sé qué de torso de mujer. Con ellas

la

molendera reducirá

En Nahualá, Malacatán

el

maíz a masa fina como pomada.

y Tajumulco se fabrican por centenares,

en roca gris de grano tosco, no muy compacto. Nuevas, el cincel ha dejado una cicatriz ceniza en cada mordisco. Se pondrán oscuras con el uso, al absorber el agua del maíz. La molendera, de piedra como la misma piedra, muele el maíz acompasando el movimiento del torso con jadeo silbante y rítmico. En los días próximos a la Nochebuena, los mercados se animan tradicionalmente. Aparecen enseres y materiales para los "nacimientos" y altares de Navidad. Son muy variados y pintorescos. Puestos de arena blanca, piedra pómez, guijarros, chayes de colores quemados, caracoles, musgos, paxte, heléchos de todas clases, pacaya en hoja, pie de gallo, flores de pascua, sartas de manzanilla y de pino, estrellas de cartón, farolitos, verrotería importada, escarcha. Pastores de trapo o de barro policromado, papeles plateados para ríos y cascadas, niños dioses, el buey y la muía del pesebre, reyes magos sobre sus dromedarios, carapachos con silbatos de barro para los niños de tortuga, pitos o güilos formas de muñecos y pájaros; tamborcillos para las novenas del niño, guitarritas, violines, acordeones, farolitos; casitas, ranchos diminutos o almenados castillos de cartón, con puentes de arcos y torres con balcones. También árboles de navidad, montañas sueltas de telas encoladas, musgos y serrín. El serrín pintado de los "nacimientos" se presenta en cordilleras de volcanes ocres, verdes, azules, naranjas, morados, amarillos y se venden por medida, como la arena, la piedra pómez y los guijarros. No muy lejos, se hallan los muebles de Totonicapán, de pi-





no sin pintar y mal clavados. Sillas, mesas, escaleras, bancos, desnudos como muchachos bañándose en el río. En los mesones de los alrededores pararon algunos jinetes con sus cabalgaduras. Caminaron leguas para traer su mercancía. Muchos otros llegaron a pie, la noche anterior, y durmieron junto a sus bienes, en el suelo del mercado, en los portales, envueltos en el poncho. Por Ja tarde, los precios han bajado y hay menos vendedores. Queda en el ámbito un olor de marea baja, jarcias y cueros nuevos; de hojas podridas y flores pisoteadas; de maíz agrio y de sudor. Los trajes indígenas alegran el día. Los de Panajachel, de pantalones de manta bordados con pajaritos y grecas, partidos por la cintura con la faja roja, venden cebollas, anís, fresas y pepinos dulces. Pasan menudas cariátides vestidas como flores o pá-

LA BOCA DE POLEN

62

y delicadas, como vaciadas en un bronce demasiado las de Zumpango, con huípiles en que el oro canta entre el rojo dispuesto en rayas anchas. Algunos hombres llevan doblado sobre el vientre pequeño poncho de lana a cuadritos blancos y negros. Otros visten saco de jerga nativa, azul o gris oscura San Antonio Aguascalientes, Alotenango Los de Solóla, sacos rayados de blanco y gris oscuro, con adornos geométricos de trencilla negra. Hay días de mayor afluencia. Los sábados en Antigua, día principal del mercado en la semana. En Chichicastenango, jueves y domingos. En San Francisco el Alto, los viernes para no estorbarse con los sábados de Momostenango, en que el pueblo se alfombra de lana. Momostenango es el centro más grande de textiles indígenas de Centroamérica. La capital recibe cotidianamente un río de productos que se derrama de pueblos vecinos o distantes, en camiones y bestias, canastos sobre la cabeza de las mujeres, sobre los lomos de los hombres.

jaros, elásticas

delgado. Las mujeres de Santiago Sacatepéquez,





,

En

los pueblos, el mismo espectáculo. La reunión siempre es plaza encuadrada por portales, la iglesia, la municipalidad, la reja de la cárcel, a la sombra de los árboles, de alguna ceiba centenaria, como en Palín. El color se multiplica y los ojos se aturden con la orgía solar volcada sobre la colmena. Estamos entre montañas y volcanes húmedos de rocío, sorbiendo miel y llevando

en

la

polen, cumpliendo por instinto cósmica tarea primordial.

No es trasladando con minucia la realidad al lienzo como podría darse la presencia del mercado. Sus bengalas de silenciosa pólvora álzanse y estallan continuamente. Las estelas, los dinteles y bajorrelieves se animan, sudan, charlan, cantan con voces y colores. Cuando mil frutos, mil pájaros y mil rumores se reúnen, nace

el

mercado, vivo museo en movimiento.

mercado muerto y

petrificado.

Como

si

el

Y mar

el

se

museo

es

un

hubiese ido,

dejando sólo sus vestigios. El río de colores, hebra a hebra, téjese en los senderos que conducen al pueblo. De campos y peñascos van rodando las gotas, las hileras de hormigas, con tal carga a cuestas, que caminan agobiadas. El arroyo se va creciendo, hasta alcanzar caudal considerable en el camino. Desemboca en el valle, en la ciudad, por todos los rumbos, formando mar abigarrado y tornasol. El oleaje se encrespa a mediodía, es más alto; luego, decrece paulatinamente. Sobre el agua señorea un toldo de pájaros invisibles de fuego, turquesa y antracita, jeroglíficos del maíz y del tiempo, como en el cielo de las estelas. Y así como afluyen las iguanas, los zuntes,

las

tortugas, los tepezcuintes, entre ellos avanzan, inad-

LOS MERCADOS

63

buscando su tiempo y el antiguo clima, piedras zoomorde Copan y Quiriguá, desconcertadas por la selva. Los có-

vertidas, fas

y saltan sus personajes del maguey, del amatl, del cuero de venado, y toman de la mano a sacerdotes y guerreros de monolitos y vasijas, que apenas cambian de traje, porque no tienen tiempo para más, hartos de padecer y circular, distraídamente, entre los automóviles.

dices reviven,

CHICHICASTENANGO, TIERRA DEL PÓPOL VUH Entre

suaves serranías y barrancas, después de caminar hasta población cruzando montañas de pinos y negros encinares, campo hermoso en el corazón del antiguo reino quiche, resplandece bajo el dulce sol Santo Tomás Chichicastenango, tierra del Póla

pol Vuh.

Es domingo, mediodía. Los caminos que desembocan en el pueblo se hallan casi desiertos: los indígenas comarcanos aún no vuelven a sus montes y aldeas después del mercado principal de lá semana. La gran plaza se encuentra llena de bullicio y color. Los indígenas dejaron de pintar códices y murales, pero sus telas recogieron los campos. Se cubrieron con ellos. Vistiéronse con celajes, pájaros, flores, serranía y mariposas. Sobre las ropas que les abrigan, signos recuerdan sus orígenes, condición tribal, civil o familiar. Entre el zumbar de la colmena escucho apagado rumor guatemalteco de pies descalzos. Se transita con dificultad entre vendedores acurrucados junto a su mercadería. Se oye poco español y el espectáculo es avasallante por el abigarramiento y colorido. Sobre todo, por el rapidísimo retroceso en el tiempo: el reloj marca una hora de hace cinco mil años. Los maxeños o chichicastecos, con su traje de jerga de lana sucia, casi negra, bordado según la categoría social, son pequeños, no parecen fuertes. Las mujeres, de estatura aún más reducida, visten envoltorio azul hasta la rodilla y opulento huípil bordado que va del violeta rojizo, bugambilia, al morado eclesiástico. Lucen, con frecuencia, collares de cuentas plateadas o doradas, de vidrio o de metal. Sobre la espalda, envuelto como un tamalito, el niño de pecho se adormece. Hay compraventa, trueque de granos, de productos varios. En una esquina, los muebles de pino de Totonicapán derraman suave olor a bosque. Entre los indígenas jóvenes, entre compadres, se obsequian grandes pañuelos de seda que servirán a los familiares para amarrarles la quijada e impedir que el cadáver tenga la boca abierta. Los féretros se compran cuando hay dinero para ello y se utilizan como cofres para guardar la ropa mientras cumplen su destino. Se ven sololatecos, indígenas de Atitlán, Panajachel, acompañados de sus mujeres, todos con sus cargas. En la cabeza de muchos, la tonsura ignominiosa del mecapal. Desde niños se adiestran en tal manera de transportar sus productos. Llevan, asimis-

64

CHIGHIGASTENANGO, TIERRA DEL PÓPOL VUH

65

mo, una especie de garrocha pequeña, con pico metálico en la les sirve de sostén cuando, la carga en la espalda apoyada aún en tierra y ellos sentados en el suelo, se ajustan la correa frontal y, poco a poco, se alzan, con bultos que a veces tienen el ancho de los caminos. De pronto, entre los pinares, en un recodo, surge un gran ropero que marcha: por abajo, apenas si se ven los piececitos desnudos y cuadrados. Los indios de Totonicapán arreglan sobre sus espaldas, con redes y cuerdas, por medio del cacaxte y del mecapal, enormes bultos de tinajas y otras vasijas de barro. Para dejar paso a los automóviles, se colocan de lado en los caminos. Así lo hacen cargando tablones de pino, redes de carbón vegetal, montones de sillas y mesas. No se ven los burritos, tan frecuentes en México. El indígena es animal de carga. La rueda le sirve poco aún. Alrededor de la plaza de Santo Tomás Ghichicastenango, la antigua Chuilá o Ziguán Tinamit, que fue refugio de los habitantes de Gumarcaah, la capital del reino quiche, destruida por Pedro de Alvarado hacia la Pascua de resurrección de 1524, hay muchas tiendas con tejidos nacionales. Cuando conocí Ghichicastenango, no obstante mis recuerdos de infancia y mis años de México donde lo indígena alienta por todas partes y en atraso que duele, el domingo que llegué al pueblo viví una de las sorpresas grandes de mi vida. Me quedé estupefacto. Me sentí fuera de la realidad. Gomo si estuviera en Oriente, en poblados de países inaccesibles, de países que ya no existen. En Babilonia o Nínive, en Ur de los caldeos, en tierras de Judea, en el Tíbet, dos, cuatro mil años atrás. Pisaba mi propia tierra, la del Pópol Vuh, el corazón del reino quiche. Por el cielo cruzaban los aviones, velopunta, que

ces

como balas. La sencilla y

preciosa iglesia principal de Santo Tomás Ghichicastenango se alza en una esquina de la plaza. Al otro extremo,

exactamente enfrente, en alto, como la iglesia mayor y también toda blanca de cal, la iglesia del Galvario, más pequeña y menos visitada. Frente a la iglesia principal, para bajar al nivel de la plaza, se abre en abanico el tosco graderío. Peldaños angostos de piedra, en donde los chichicastecos rezan de rodillas, de pie o sentados, con mujeres y niños, los incensarios en la mano, quemando grandes cantidades de resina sagrada. Pom llaman a esta resina de los incensarios y la venden en muchos puestos del mercado. Es agradable el olor del humo blanco y denso que produce y nubla la iglesia, a pesar del sol de mediodía. Entre la hoguera, como fantasmas, con su traje que recuerda el de los baturros, los zuts rojos o amarantos ceñidos en la ca-

LA BOCA DE POLEN

•66

beza, casi siempre con los bordados de seda hacia adentro, decenas de indígenas repiten ruegos en quiche, con dejo de queja fer-

que

vorosa, lamento casi llanto

de de

los incensarios.

En

las

la escalinata, al nivel

se

va

al

espacio entre

gradas inferiores, en

de

la plaza,

el

humo

mismo de homo,

centro

el

hay una especie

quemadero de pom, de donde sube un árbol gigantesco de plegaria y humo. El cielo azul les cubre; el sol cae sobre ellos. El pueblo blanco encalado se olvida a



entre pinos y negros encinares. El

mercado prosigue su actividad de colmena remota.

En la puerta del templo, arrodillados sobre pétalos de rosas los y flores silvestres, muchos indígenas, con velas encendidas, lenta quejan mano, se incensarios humeantes meciéndose en la y dolorosamente, casi cantando. Yo paso entre los hombres de hique hacen difícil el acceso al templo. Hay en el interior un aire cargado de humo de velas, pom y aglomeración de fiepequeñas, les. La luz penetra escasamente por las altas ventanas con sucios vidrios de colores, abiertas en un muro lateral de la iglesia. Estamos en la penumbra de cientos de velas en el piso, alfombra de rojo fuego dorado, que va de la puerta al altar nojos,

mayor. Entre

las velas, rosas

y

flores silvestres deshojadas.

La

igle-

sia está llena y el lamento del rezo indígena se oye por todas partes. Cuidando las velas encendidas, los hombres, de pie, arrodi-

llados, sentados, encuclillados, la mujer junto a ellos, implorando mil cosas diversas con ademanes parsimoniosos, abriendo los brazos, inclinando el cuerpo, en perorata convincente, abstraídos, para que sus palabras sean atendidas. Vemos algún indígena de pie,

ni viejo ni joven, con las velas aún por encender en la mano, como un torero con las banderillas cuando las brinda, moviéndo-



arrodillada simbólicamente sobre las cabezas de una pareja silencioso lado, su él, espalda; a la niño en y mosella, con un trando luego las velas al santo, ofreciéndolas, pidiendo con unción algo para los jóvenes, tal vez casándolos. Todo con ademán decaído y ritual y salmodia exaltada y religiosa. Quién sabe qué angustias y pesadumbres afligen a los nativos que, a veces, semilas

borrachos, aullan sus desventuras.

En

la oscuridad,



donde

las velas

establecen un río de oro rojizo, en el aire denso de humo y multitud, el sordo alarido animal de bestia que sufre, de hombre primordial agobiado, se nos graba para toda la vida. ¿Qué piden a los ídolos en la iglesia? ¿Por qué gimotean tan tristemente? No, no es sólo porque la milpa necesita agua y las lluvias no se anuncian; porque se halla enfermo el cerdo y la vaquita; porque la mujer dé a luz sin pena y viva el hijo y, acaso, también, porque mal rayo parta al vecino adversario. Es una zona

CHIGHICASTENANGO, TIERRA DEL PÓPOL VUH tranquila, con

67

muy

contados hechos de sangre, pero los malefimuchísimo. El rezo que escuchamos iglesia y en la penumbra interior, las palabras

cios y brujerías se practican

en el atrio de la para dedicar las ofrendas,

el

patético quejarse, fluyen de siglos

de generación en generación, mahan quedado perdidos, desterrados en la propia patria, peregrinando dentro de las creencias arcaicas, amalgamadas con los actuales ritos. Ni los dioses nativos, ni los ultramarinos recién llegados, pueden ayudarles. Se sumergen en la superstición mecánicamente, en una y fen la otra, ciegos. No les alumbra ya atrás, repitiéndose ritualmente,

rea milenaria. Se

ni el resplandor de la civilización aborigen; ignoran el

viven se

pasado y

presente, mil años atrás o cinco mil, deseando sólo que deje en paz. Gomo a las bestezuelas de los campos, el

ei

les

coyote,

el

armadillo o

hombres siempre

les

el

tacuazín,

la

proximidad de

ha traído angustia o

los

otros

sufrimiento. Se hallan

literalmente aplastados por la miseria y el fanatismo. Han perdido la voluntad de rebelarse, pacientes animales de carga que llevan sobre sus hombros la vida del país. Han estrellado la frente contra los ídolos, sin lograr despertarlos.

Esos dioses de fauces sangrientas de ternura, matinales monstruos construidos de pavor y lágrimas, callan porque ya nadie sabe el verbo que allanó la flor oscura y gigante del cero y* los heliotropos del calendario: calcináronse sus labios, y sus vocales son cenizas sobre las

estelas.

Y,

lo

que

es

más

triste todavía, sin

Aún

ignoran que su desgracia y su miseria no provienen de dios alguno, sino de sus explotadores. Han quemado bosques de resinas frente a los cristos de los pueblecillos, tallados con machete, que si hablaran les hubiesen dicho ya el camino. Han quemado pom entre los muros de la iglesia, en los bosques, bajo el cielo, y las piedras no se han movido. Pateados durante generaciones, tonsurados por el mecapal desde niños, explotados por el prestamista, el vendedor de "guaro", el cura, el despertarse

ellos.

nacen como las fieras en los circos, sin saber de su naturaleza, la hermosura de su vida legíflagrante es la injusticia y tan inmemorial que los

militar, el finquero,

nunca tima.

la gloria

Tan

a veces, ni la advierten, y los esclavos la olvidan o la El país gravita sobre ellos, que van en harapos, para que nosotros nos cambiemos de camisa. visitantes,

ignoran.

Están hundidos en el fondo del tiempo, del espacio, ahogados en la luz, como si se les hubiese arrojado desde lo alto de las pirámides con las campanas de la iglesia y los ídolos atados al cuello. ¡Cuánto guatemalteco y cuánto extranjero no les ve! Tikal, Quiriguá, Atitlán, los grandes volcanes y los pueblecillos;

I

LA BOCA DE POLEN

68

el color y la variedad de las artes o industrias populares, nos hacen olvidar la realidad. Este primitivismo que nos estimulan en inglés no prende en el hombre advertido, y en él se crea el drama de la nacionalidad. Sin reforma agraria, acaso aún dentro de cien años, estarán estrellando fanáticamente la cabeza contra las

piedras.

Verlos es sufrimiento, indignación, voluntad de servir. No me compadezco. Qué miserable soy, cómo puedo dormir, cómo puedo comer sin que mi sueño sea pesadi-

les

compadezco, sino

y mi pan amargo. Jamás podré contemplar a mi patria como una pintoresca vitrina de indios llenos de color, de miseria y atra-

lla

mea

culpa es apenas el principio del deletreo para decir cuántos tartufos tolstoianos se han golpeado el pecho para explotarlos mejor! Nada es más indigno que la compasión. No, no están resignados y tampoco son felices. Perdidos dentro de sí, confusos, pero

so.

El

la verdad.

no

se

Pero

borra en

j

ellos



ni se

Copados por todas

ticia.

acostumbran



el

sabor de la injus-

partes, roto el resorte del ímpetu, se en-

cuevan y avanzan dentro de las tinieblas, quemando pom, encendiendo velas, bebiendo aguardiente como locos, caminando en sentido inverso a la salida. Nada esperan de nosotros: ya nos conocen harto. Entonces, ciegos, mal ligados entre sí por comunión de mitos y de sangre, se escapan en busca del milagro, de lo supernatural. Por querer levantarse, caen más y más, hasta que ya no caminan, sino que reptan en la oscuridad, amontonados, bajo agua bendita y latinajos, aunque muchos apenas entienden español. Lo que en mí protesta, lo que en mí se rebela, es la concien-

común, la sangre prisionera. Siento la campana y el ídolo atados a mi cuello, pero voy logrando salir a la otra orilla. Si mi sangre desemboca, sahumada de pon y de bencina, y se abre como flor nocturna aún desacostumbrada a la luz cenital, es porque la sangre de todos encuentra el camino en mí, abriéndome paso a través de la noche granítica. Como en mí jamás puede morirse esta lucecilla que se torna hoguera con mis huesos, así muchos otros, capilarmente, por las vetas de las piedras, por las raíces, van asomándose a la mañana en la copa de pinos y encia

cinares.

hecho pedazos de la iglesia, del pueblo. Recóndita mocomo náusea del alma, me descomponía el cuerpo, hasta el paisaje. Cuando me pasó la sorpresa de los cinco mil años atrás, aquí, ante mis abuelos ensimismados viéndose el ombligo, sudando superstición, mostrándome cómo el hombre por el temor fue creándose ídolos, sentí enorme agobio, su sepulSalí

lestia

íntima,

k

— CHICHICASTENANGO, TIERRA DEL PÓPOL VUH

69

el alud de fanatismo antediluviano y clericalismo contemporáneo. No podía verlo y verme con curiosidad y divertirme con su pintoresquismo, base para "con-

tura de enterrados vivos bajo



feccionar" tanta falsa y odiosa pintura y literatura "realista nacional", tanto discurso político, tanto palabrerío sentimental, demagógico y rastacuero.

Guando se sale del templo, con la multitud arrodillada u oficiando mil ceremonias diversas, las velas en la mano, el que hace de jefe de familia, acaso de zahori, de rezador principal, poniéndolas sobre la frente, los hombros, sobre la cabeza de los niños, de las mujeres, y uno se encuentra con la mañana divina ahita de luz, en diez pasos se retorna de cinco mil años atrás a nuestros días. Nada me extrañaría, a pesar de los automóviles de los turistas, ver cruzar, al mismo tiempo que el avión, algún último saurio alado del cuaternario. El mercado de Santo Tomás Chichicastenango va decayendo hacia la una de la tarde. Los puestos de ponchos momostecos han sido ya empacados. No se oye más el gruñido de los puercos en venta. Por los caminos, entre encinares polvorientos, mientras el sol tramonta las serranías violetas, hacia poblados próximos o distantes, se alejan hileras de indígenas, los bultos sobre el lomo, retenidos con la correa frontal. En las tiendas de la plaza y calles adyacentes, en las salidas estratégicas del pueblo, las ventas de "guaro" se quedan con gran parte del día de trabajo del mercado indígena. En ellas se emborrachan con el veneno fabricado por las "clases superiores, refinadas y cultas", para olvidarse, siquiera un momento, del mundo y de su alma, de su condición humana, con espantosa necesidad perentoria y punzante. El espectáculo es doloroso hacia las tres o cuatro de la tarde. La embriaguez les hace caer al borde de las carreteras, boca arriba, como muertos, con las grandes cargas al lado, vomitados, sucios, durmiendo sonoramente. Guando las mujeres también van borrachas, desgreñadas y gimoteantes como plañideras con niños a la espalda, y niños siguiendo a los padres, el espectáculo es tristísimo y agobiador. Las ventas de aguardiente, que se quedan con el trabajo de los indígenas, siempre son de mestizos o de criollos. Los ricos del pueblo ven al nativo con desprecio, lo manejan como ganado. Hacen préstamos en condiciones tales, que el nativo va perdiendo las tierras y las cosechas o ha de pagar con trabajo, durante muchos días de cada año, los intereses de las deudas eternas, no pocas veces la única herencia de los hijos. En la Gapital, los accionistas de las grandes fábricas de aguar-

LA BOGA DE POLEN

70

diente son personajes que presiden campañas antialcohólicas, comités para luchar contra el vicio, instituciones benéficas, dictan cátedras universitarias y, en algunos casos, jamás prueban una copa de vino. También patrocinan organizaciones culturales, instituciones religiosas, centros hospitalarios. Fabricar aguardiente es, con la "política", el negocio más próspero de la república, tan

próspero que sus accionistas componen un clan, en el cual no es fácil entrar. En México se habla de una aristocracia pulquera. En Guatemala, de una aristocracia "guarera". En la salida de Chichicastenango, hacia el cerro de Pascual Abaj, hay ventas de aguardiente, una al lado de la otra, como en las salidas del pueblo hacia la antigua Gumarcaah, hoy Santa Cruz del Quiche, o hacia Los Encuentros, donde se juntan los caminos que van a Atitlán, Solóla, y los que van hacia Momostenango, San Francisco el Alto, Quezaltenango, San Marcos, hasta México. El cerro de Pascual Abaj se halla a corta distancia de Chichicastenango. Sus laderas, de escasa altura, sembradas de maíz, como toda la región. Los indígenas, de vuelta de la iglesia, suben al cerrito a poner velas al ídolo de piedra, a quemarle pom bajo y a repetir jaculatorias e imploraciones. Las dos relise trenzan inseparables. A veces, y católica los fieles se persignan y se oye el nombre de algún santo. El ídolo está rociado con aguardiente y ennegrecido por el humo del pomy de las velas. Frente al ídolo, bajo los árboles, oran como hace mil años. los árboles

giones

—indígena

En

las

carne con



serranías del Pópol

Vuh,

los

siglos

han mezclado

la

sudor con la lluvia, la tierra con el sueño. Cuando el mercado indígena se desgrana como una mazorca, los mismos rostros de piedra siguen los senderillos y las huellas milenarias, acaso los mismos hombres, casi indiferenciables, especie no más, como los pinos. Han cambiado menos su vida que muchos de los torrentes y colinas. El mismo maíz canta con el viento, se hunde en los declives de los cerros hermosos para no rodar, agarrándose a las peñas casi estériles, pulidas por aluviones, y logra sus espadas que luego, en la sequía, después de la tapixca, son, contra el verdor azuloso de los pinares, dorada mancha oscura, ocre metálico, como la tierra miserable y sedienta. En hondonadas penumbrosas y frescas, cantan los guardabarrancas tan preciosamente y tan potentemente que los escucha el sol. Allí está, el campo quiche ondulando en colinas y sombras, como desnuda mujer tendida. Es el aire lacio y luminoso de las horas primeras del mundo. Delicia silvestre de miel y azul salvajes nos penetra serenamente para diluimos en ella misma. En el

cielo, el

CHICHICASTENANGO, TIERRA DEL PÓPOL VUH

un

instante

las

somos

el silbar

canto de pájaros.

tío,

alas

En

de el

inmóviles, ebrio de

círculos lentos. El tiempo

no

los pinares,

plácido espacio sin has-

ámbito tenso, un gavilán sol,

alerta centella el ojo,

existe

y

la

71

mañana

se desliza,

trazando

radiante dura-

rá toda la vida.

Alguien ta

y

los

me

decía que los nativos se vengan de la conquisy que jamás han sometido su espíritu,

dioses intrusos

una pavorosa mezcolanza de una montaña de fanatismo, que les ha sepultado

aferrados al culto milenario. Existe supersticiones, vivos.

La carga

sobre la espalda, pendiente de la frente, que la cabeza,

ha hecho con el mecapal esa matadura de bestia en es nada al compararla con la de adentro. Sobre

les

no

las pirámides pirámides cargan a toda la nación, como pequeños atlantes, estos pequeños y olvidados hombres de maíz, desde la roca para el camino hasta la flore-

se alzaron los

templos católicos y bajo

las

cita del café.

La base indígena es un solo cuerpo, un ciempiés, por campos y caminos, llevando a cuestas la vida del país, el país mismo. Tal situación es milenaria: la tenían antes de Cristo, en la organización de sus conglomerados, donde las clases, sacerdotal y gueconstituían la nobleza, la casta privilegiada. La sumisión era doble también por medio de la religión (magia, supersticio-

rrera,

nes, fe, creencias metafísicas) y por la fuerza y la coacción de caciques y señores. Una misma casta proveía los jefes guerreros y los sacerdotes. El gobernante, muchas veces, reunía en sí la su-

prema autoridad en

el

orden del dominio religioso y del dominio

material. Aherrojados con este doble grillete, cumplieron su afán

de abejas, en templos y palacios cubiertos de grecas, en vasijas, en aquel ámbito invadido por lo sobrenatural, nacidos con la carga de los dioses, como almendra vital en el centro de cada uno de ellos y de la colectividad, no sintieran pesadumbre alguna. Se diría que sus quejas son, como en los demás hombres y civilizaciones, por la brevedad de la flor de la vida, por el misterio de la muerte, de la creación del mundo, del amor o la derrota en la guerra. El sollozo, el pavor y la levadura del canto germinó en ellos, sin que se den cuenta aún de que el mundo se ha movido ligeramente, girando para salir en parte de la sombra, y que en lo alto, entre las rejas de la ventanilla, tímida despunta el alba. Siguen construyendo los alveolos, llenándolos, olvidados en su tarea, como por fatalidad de la cual no tienen conciencia, evaporando lo superfluo, hasta dar al néctar su condición preciosa. En Chichicastenango advertimos que el tiempo se ha détecódices, leyendas y ritos. Parece que, nacidos

72

LA BOGA DE POLEN

nido O que se ha vivido fuera de él. Tiempo mágico, medido fuera del nuestro que rige abajo, muy otro del tiempo que no corre al perder, por misteriosa levitación, el contacto con la tierra. Mientras los chichicastecos han permanecido sin posar los pies, el planeta ha girado millones de veces en sucesión de días y noches, años y siglos. Algunos han vuelto a hacer pie; a tocar tierra que debajo gira, a tocarla con uno solo de sus pies desnudos y lo han retraído, evitando aquel desagradable contacto. Otros han regresado, salido de su mundo y retornado al nuestro, acaso más atroz, mortal e innecesario. Tallar en los volcanes o montañas los caminos, la espiral en los caracoles o la greca en las pirámides, les habrá parecido obra gemela. Siguen en ella secularmente macerados en mística y sudor, entre la niebla del pom, entre nosotros, y lejísimos de nosotros, que alentamos en otro tiempo y en otro espacio. Convivimos bajo el mismo árbol o bajo el mismo techo, pero tal en sistema solar distinto. Así como en aguas polares, bajo los témpanos, cruza una corriente ancha, profunda y caliente de los trópicos, así en la masa líquida no advertimos elemento extraño: todo es agua azulada, con su sal disuelta, reflejando el mismo cielo, arada por los mismos barcos, pero hay poderosa sangre contraria que nos trae, tal si se destapase un horno, nuestra respiración tórrida y ancestral, y los témpanos se engalanan de amapolas y palmeras. Lo indígena se halla en el mestizo. Invisible y evidente, condicionando su vida. La sangre antigua, de otro clima, llega arrastrando la tierra roja de los ídolos, con el rayo animal del tigre, el maíz amarillo, la orquídea y el colibrí, hasta los capiteles mediterráneos. Fijar esta carta oceanógrafica,

el

árbol frondoso de corrientes,

tendido y pulsante, la dirección de las ramas, de las pequeñas que a veces nutren sus más inauditas flores hermosas, no es fácil, en verdad. Tenemos que conocer, poco a poco, el laberinto de canales, de ríos fluyendo en sentido inverso, de abajo para arriba; la movilidad de la forma del archipiélago y de cada isla del mismo, entre la mano poderosa de la corriente que siempre es delta, que

siempre está desembocando, que siempre está llegando al mar. El indígena es hoy esa corriente, pero ya no discurre en su mundo elemental y secular. El clima es otro. Y su flora y su fauna han languidecido, han olvidado su estatura, y hasta las divinidades viven desaclimatadas y agónicas. Están con nosotros, en nosotros, condicionándonos y también condicionándose. Sentir, en un relámpago, toda esta complicación misteriosa, entreveramiento de raíces y metales profundos, de cimas que son abismos.

CHICHICASTENANOO, TIERRA DEL PÓPOL VUH de glaciares en físico,

los trópicos,

sentirlo al

en

el

plano de

lo físico

73

y

mismo tiempo, conocer bíblicamente

lo el

meta-

mundo

por todas partes, gozar y padecer su redondez unánime y coral,

y viscosas tripas, sueños, mitos, dioses hiry terminadas estatuas frías, hasta con reinos y paraísos perdidos, nos enmudece como a los peces voladores, cuando entre el cielo y el mar, ciegos y videntes, descubren, fulminándose, otro universo. ¿Cómo queréis que no sean mudos los peces voladores? ¿Cósus costuras internas

viendo en

el crisol

mo podría ser su

Y

canto?

hago memoria y profecías. Soy cronista y vidente. En diez pasos, de la tiniebla de la iglesia de Chichicastenango al día deslumbrante de afuera, vivo el tiempo del pez volador, entre el aire y la ola. Y me quedo atónito, medusado por lo vertiginoso del viaje y la visión. Al salir, ya soy otro, como cuando sumergimos una llave oxidada en un crisol de plata. Pez volador entre dos universos, entre dos Elementos, entre el cielo y el mar, la sangre indígena y la sangre mediterránea, que vive su instante sin saber si retornar a la onda o permanecer en el mundo de los luceros y los pájaros. Porque no hay voluntad de lo uno o de lo otro, ni de ambas situaciones. Simplemente, registro el acontecimiento, antes de caer en la tierra y en el aire de todos, la muerte:

bien,

madre

inevitable y profunda. ¡El ala del pez! He allí el prodigio.

Como

los

símbolos, el

ala concentra y enlaza los mundos, funde los Elementos y, al mismo tiempo, mantiene sus categorías diversas y aun opuestas. La sirena me atrajo antes de navegar con Ulises, y también el

galope de El ala une

los

me fascina mucho más. mar, guión nupcial de palabra compuesta

centauros. El pez volador

el cielo

y

el

preñada de prodigio. No es el topo que se asoma a ver el sol o las estrellas; ni la roca profunda que por el árbol ofrece al aire sus zafiros y esmeraldas en la flor. El pez alado congrega los cuatro Elementos: el cielo, la tierra, el fuego de los pájaros y el agua de Tláloc y Neptuno, la perla y los corales. Un instante, en su vuelo, los congrega y cantan en coro con indeclinables voces de solistas. Cantan los Elementos su Iliada y Odisea, su Escritura, su Comedia, su Pópol Vuh, y hasta coplas y letrillas, que son las únicas que recogen nuestros oídos. El pez no enmudece: revienta de anhelo de cantar, de necesidad de fijar la visión, de balbucir siquiera algunas arenillas del enigma. Por ello reventamos en muerte de pez con alas: nos ahogamos de asombro.

LA BOCA DE POLEN

74

ella.

La revelación es tan manifiesta que no hay quien escape a En Chichicastenango, bienaventurado de mitos y raíces, de

pronto hasta el plomo es ingrávido y vuela un segundo por el aire verde, en alas del pez volador. Hay un microcosmo en que se graba el macrocosmo: punto en que convergen todos los puntos y caminos, que a todos nos faculta para ver algo. Tenemos la sensación de la caída del desesperado que va a estrellarse. Recordamos nuestra vida y la vida. Nos suicidamos sin morir. Nos replegamos dentro de nosotros, con la velocidad de la luz, ciegos como ella, conscientes de su tibia dulzura sobre los párpados. Nos telescopiamos dentro de nosotros. La sangre se pone a moverse en espiral, hasta engendrar un vórtice que nos arrastra por el propio ombligo, rosa de la tierra. Y por ella desaparecemos. El obeso y genial y

el

flaco,

el

telúrico, el celestial, el ateo, el creyente, el

nublado y el lúcido, el negro, el amarillo, recobran, por un instante, arena de la clepsidra inmemorial, seel

tonto, el

gundos del tiempo del poeta. Un amigo extranjero, artista muy sensible, con los ojos acaso demasiado detenidos en lo político y social, me decía que jamás había conocido algo más doloroso que Chichicastenango. La impresión hacíale advertir sólo dos de las dimensiones: las del plano, aunque viese muy cabalmente en extensión, pero sin analizar volúmenes y sinuosidades, la madrepórica estructura del espectáculo. La repulsa fue violenta por desolación, miseria y atraso. Chichicastenango causó en él la conmoción que siempre causa, por captar esto o aquello de su complejidad. He querido explicarme algo de tal complejidad desde que empecé a escribir estas cuartillas: es la complejidad de mi tierra. En otros pueblos indígenas, no podemos presenciarla o formar parte de ella, porque se halla diluida o es casi inadvertible su caudal exiguo. Aquí tocamos esa complejidad, como aerolito caído quién sabe de dónde, entregado a nuestra sed digital. Esta mentalidad primitiva, este choque de fuerzas extrañas en el vacío, negro rayo pontifical rige, invisible monarca, nuestra existencia. Porque siento dentro de mí su luz oscura, acaso he conseguido esclarecer varios de sus senderos y seguir por ellos algunos pasos, guiándome por las huellas del hombre que las dejó estampadas en los códices, como en playa desierta de una isla a la cual ya no podremos nunca volver. Hemos descrito algo del color de los mercados y nos hemos aproximado a lo pintoresco, con entusiasmo y simpatía, sin perder de vista el arco roto del puente. Cuando hemos bordeado lo

CHICHICASTENANGO, TIERRA DEL PÓPOL VUH pintoresco, lo

mejor hemos advertido

lacerante que

el turista

la

vida trunca.

En

presencia embelesado por

el

lo

75 espectácupintoresco,

no me atrajo

la descripción de lo visible, que tan cabalmente recogen la fotografía, el cine sonoro y a color, sino saber el porqué de aquella supervivencia, sin cegarme por la anécdota. No me cautivó fijar lo que veía. Me atormentó algún tiempo, como cuando huí de Antigua Guatemala, explicarme por qué ya no soportaba presenciar sus procesiones de la Semana Santa y partí para Santiago Atitlán a vivir la suya, que es rústica, delicada y fervorosa. Había que recoger en Chichicastenango la náusea del alma, el desasosiego y el asombro, que mucho había caminado en el espacio y mucho más en el tiempo, regresando cinco mil años, para no encontrar lo que buscaba, un poco de realidad. He sentido angustia, malestar físico, soterrado y amargo, en el templo de Chichicastenango, en donde he visto nacer los mitos, como quien ve nacer el hombre, los dioses, las supersticiones, la poesía. El parto, el alumbramiento, nos deja medusados. Nos insennos quedamos sibiliza por algún tiempo, como un gran golpe. inmóviles en el atrío de la iglesia, estupefactos, como los santos descabezados de los nichos de las portadas. He sentido el dolor que en lo social representa miles de años atrás, así, de pronto, sobre nuestra frente, aplastados por una montaña de ídolos. También he sentido este parto que no es alumbramiento, sino oscurecimiento, precisamente para buscar la luz. Como vemos nacer el río de las Salinas, en Aguacatán, aquí asistimos a la eclosión del huevo que el fondo de la tierra ha empollado para que se eche a reptar la Serpiente Emplumada por las serranías del Quiche, por el alma de Guatemala. La hemos contemplado alejarse y manar sin ausentarse nunca, presente siempre en su fluir hasta los nuevos ídolos ultramarinos y el aniquilamiento de los viejos en la conciencia. Y como ello acontece en unos instantes, iguales a los demás y distintos como todos los instantes, la sencillez y la elementalidad de cada componente desfilan ante nosotros, en análisis vertiginoso, hasta desintegrar el cuerpo en sus elementos simples. Mucho permanece oscuro, imposible de precisar, de distinguir a qué clima o estación, a qué materia puede aproxi-

Y

mársele.

Los indígenas de Chichicastenango se aislan en sus ritos sin preocuparse para nada de los turistas y sus cámaras fotográficas. Tienen por nosotros, pensaba alguien, profunda conmiseración, y

no

sería

extraño que por nosotros estuviesen orando.

vierte desprecio, ni orgullo

en

ellos.

He

aguzado

el

No

se ad-

oído, los ojos.

LA BOCA DE POLEN

76 el

me

corazón. Es diferente,

parece, lo que ocurre.

Tampoco

sien-

cabeza el Muro de las Lamentaciones, o las muchachas púberes de pueblos primitivos asiáticos estrujando una flor en el falo sagrado de piedra. Simplemente, nosotros, los testigos, no existimos, no estamos. Ellos, los chichicastecos, no nos ven. Somos invisibles. No hay testigos. Están solos y se mueven y actúan con la seguridad y el señorío que les confiere la soledad. Saben que no podemos penetrar en su recinto, aunque franqueemos la puerta de la iglesia. Una vez que hayamos salido de ella, no entraremos nunca más a su soledad. Y apenas si podemos fisgar su desnudez por alguna grieta abierta en nosotros mismos, aún no cicatrizada definitivamente. Como si estuviesen solos y desnudos en la estancia, se encuentran frente a los dioses. Nuestra ausencia es total, por más que desesperemos por modificarla. Y no sólo no estamos, no solamente nos ignoran, no solamente nos borran hasta sin intención misma de borrarnos, con naturalidad infinita, sino que tampoco los ídolos ultramarinos están presentes. Cristo en la iglesia tiene, apenas, más categoría ten desprecio

los judíos

golpeando con

la

apenas, menos incorpóreo. Y tampoco ha transformado en bosque y en montaña, en barranca o en río. Nos hallamos en el corazón del mito, donde tiembla el temor, el ansia de conocimiento, el hambre sideral. Los maxeños no visten el traje nativo fuera de Santo Tomás Chichicastenango y su comarca. Muy raras veces les vemos en

que

los ídolos invisibles; es,

la iglesia está: se

regiones alejadas, en la Capital, Antigua o Quezaltenango, con sus ropas características.

vestiduras de todos.

Usan

el myndo de todos, con las como escafandra, quizá como

Entran en el

traje

alfombra volante. Entre ellos se ven y reconocen. Están solos, visibles entre sí, en familia, en clan, como en un parque teológico. Así rescatan algo del inexistente paraíso perdido. Seguros de su invisibilidad, para nada se preocupan de nosotros y menos aún de compadecernos.

¿En dónde

Que en

están?

responda

la luz. Si

el

no fuesen

pez volador. Los peces voladores se ciegan ciegos, cantarían.

II.

LAS HUELLAS DE LA

VOZ

NACIMIENTO DEL HOMBRE He en

el

aquí nuestro origen, la historia de nuestro Pópol Vuh, el libro de los libros de Guatemala.

linaje.

Reza

así

En seguida [llegó] el fin, la pérdida, la destrucción, la muerte de aquellos maniquíes [muñecos] construidos de madera. Entonces fue hinchada la inundación por los Espíritus del Ciclo, una gran inundación fue hecha; llegó por encima de las cabezas de aquellos maniquíes [muñecos] construidos de madera. El tzité [fue la] carne del hombre; pero, cuando por los Constructores, los Formadores fue labrada la mujer, el sasafrás [fue la] carne de la mujer. Esto entró en ellos por la voluntad de los Constructores, de los Formadores. Pero no pensaban, no hablaban, ante los de la Construcción, los de la Formación, sus Hacedores, sus Vivificadores. Y su muerte fue esto: fueron sumergidos; vino la inundación, vino del cielo una abundante resina. El llamado Cavador de Rostros vino a arrancarles los ojos; Murciélago de la Muerte, vino a cortarles la cabeza, BrujoPavo vino a comer su carne; Brujo-Buho vino a triturar, a romper sus huesos, sus nervios; fueron triturados, fueron pulverizados, en castigo de sus rostros, porque no habían pensado ante sus Madres, ante sus Padres, los Espíritus del Cielo llamados Maestros Gigantes. A causa de esto se obscureció la faz de la tierra, comenzó la lluvia tenebrosa, lluvia de día, lluvia de noche. Los animales pequeños, los animales grandes, llegaron; la madera, la piedra, manifestaron sus rostros. Sus piedras de moler [metales], sus vajillas de barro, sus escudillas, sus ollas, sus perros, sus pavos, todos hablaron; todos, tantos cuantos había, manifestaron sus rostros. Nos hicisteis daño, nos comisteis; os toca el turno; seréis sacrificados, les dijeron sus perros, sus pavos. he aquí [lo que les dijeron] sus piedras de moler: Teníamos cotidianamente queja de vosotros; cotidianamente, por la noche, al alba, siempre: Descorteza, descorteza, rasga, rasga sobre nuestras faces, por vosotros. He aquí, para comenzar, nuestro cargo a vuestra faz. Ahora que habéis cesado de ser hombres, probaréis nuestras fuerzas: amasaremos, morderemos vuestra carne, les dijeron sus piedras de moler. Y he aquí que, hablando a su vez, sus perros ¿Por qué no nos dabais nuestro alimento? Desde que les dijeron: éramos vistos, nos perseguíais, nos echabais fuera; vuestro instrumento para golpearnos estaba listo mientras comíais. Entonces vosotros habláis bien, nosotros no hablamos. Sin ello no os mataríamos ahora. ¿Cómo no razonabais? ¿Cómo no pensabais en vosotros mismos? Somos nosotros quienes os borraremos [de la faz de la tierra] ; ahora sufriréis los huesos de nuestras bocas, os comeremos; [así], les dijeron sus perros, mostrando sus rostros. Y he aquí que a su vez sus ollas, sus vajillas de barro, les hablaron: Daño, dolor, nos hicisteis, carbo-

Y

77

LAS HUELLAS DE LA VOZ

78

nizando nuestras bocas, carbonizando nuestras faces, poniéndonos siempre ante el fuego. Nos quemabais sin que nosotros pensáramos mal; vosotros lo sufriréis a vuestro turno, os quemaremos, dijeron todas las ollas, manifestando sus faces. De igual manera las piedras del hogar encendieron fuertemente el fuego puesto cerca de sus cabezas, les hicieron daño. Empujábanse [los hombres] corrieron llenos de desesperación. Quisieron subir a sus mansiones, pero cayéndose, sus mansiones les hicieron caer. Quisieron subir a los árboles; los árboles los sacudieron a lo lejos. Quisieron entrar en los agujeros, pero los agujeros despreciaron sus rostros. Tal fue la ruina de aquellos hombres construidos, de aquellos hombres formados, hombres para ser destruidos, hombres para ser aniquilados. Se dice que su posteridad [son] esos monos que viven actualmente en las selvas; éstos fueron su posteridad porque sólo madera había sido puesta en su carne por los Constructores, los Formadores. Por eso se parece al hombre ese mono, posteridad de una generación de hombres construidos, de hombres formados, pero [que sólo eran] maniquíes [muñecos] construidos de madera.

Fallida esta tentativa, después del diluvio para aniquilarlos,

con maíz

se hizo la construcción perfecta.

He hombre

aquí

comienzo de cuando se celebró consejo acerca del cuando se buscó lo que entraría en la carne del

el

[de],

hombre. Los llamados Procreadores, Engendradores, Constructores, Formadores, Dominadores Poderosos del Cielo, hablaron así: "ya el alba se esparce, la construcción se acaba. He aquí que se vuelve visible el sostén, el nutridor, el hijo del alba, el engendrado del alba. He aquí que se ve al hombre, a la humanidad, en la superficie de la tierra [así], dijeron. Se congregaron, llegaron, vinieron a celebrar consejo en las tinieblas, en la noche. Entonces aquí buscaron, discutieron, meditaron, deliberaron. Así vinieron, a celebrar Consejo sobre la aparición del alba; consiguieron, encontraron, lo que [debía] entrar en la carne del hombre. Ahora bien, poco [faltaba] para que el sol, la luna, las estrellas; encima, los ConstrucFormadores". En Casas sobre Pirámides, en Mansión de los Peces, así llamadas, nacían las mazorcas amarillas, las mazorcas blancas. He aquí los nombres de los animales que trajeron el alimento: Zorro, Coyote, Cotorra, Cuervo, los cuatro animales anunciadores de la noticia de las mazorcas amarillas, de las mazorcas blancas nacidas en Casas sobre Pirámides, y del camino de Casas sobre Pirámides. He aquí que se conseguía al fin la substancia que debía entrar en la carne del hombre construido, del hombre formado; esto fue su sangre; esto se volvió la sangre del hombre; esta mazorca entró en fin [en el hombre] por los Procreadores, los Engendradores. Se regocijaron, pues, de haber llegado al país excelente, lleno de cosas sabrosas; muchas mazorcas amarillas; mazorcas blancas, mucho cacao [moneda] cacao [fino] innumerables los zapotillos

se

manifestasen

tores,

los

,

;

anunas, las frutas, los frijoles Paternóster, los zapotes matasanos, la miel [silvestre] plenitud de exquisitos alimentos [había]

rojos,

las

;

,

NACIMIENTO DEL HOMBRE en

aquella

Mansión de

llamada

ciudad los

Casas

sobre

Pirámides

79 [cerca

de

la]

Peces. Subsistencias de todas clases, pequeñas subsis-

grandes subsistencias, pequeñas sementeras, grandes semenfue enseñado el camino p)or los animales. Entonces fueron molidos el maíz amarillo, el maíz blanco, y Antigua Ocultadora hizp nueve bebidas. El alimento se introdujo [en la carne] hizo nacer la gordura, la grasa, se volvió la esencia de los brazos [de], los músculos del hombre. Así hicieron los Procreadores, los Engendradores, los Dominadores, los Poderosos del Cielo, como se dice. Inmediatamente [fue] pronunciada la palabra Construcción, de Formación de nuestras primeras madres [primeros] padres; solamente mazorcas amarillas, mazorcas blancas [entró en], su carne; única alimentación de las piernas, de los brazos del hombre. Tales fueron nuestros primeros padres [tales] fueron los cuatro hombres construidos; ese único alimento [entró] en su carne. He aquí los nombres de los primeros hombres que fueron construidos, que fueron formados. He aquí el primer hombre; Brujo del Envoltorio; el segundo: Brujo Nocturno; después, el tercero: GuardaBotín; y el cuarto; Brujo Lunar. Tales eran los nombres de nuestras primeras madres, primeros padres. Solamente construidos, solamente formados; no tuvieron madres, no tuvieron padres; nosotros les llamamos simplemente Varones. Sin [la mujer] fueron procreados, sin [la] mujer fueron engendrados, por Los de lo Construido, los de lo Formado, los Procreadores, los Engendradores. Solamente por Poder [Mágico] solamente por Ciencia [Mágica], [fue] su construcción su formación, por los Constructores, los Formadores, los Procreadores, los Engendradores, los Dominadores, los Poderosos del Cielo. Entonces tuvieron apariencia humana, y hombres fueron: hablaron, dijeron, vieron, oyeron, anduvieron, asieron; hombres buenos, hermosos; su apariencia: rostros de Varones. La memoria fue, existió. Vieron, al instante su mirada se elevó. Todo lo vieron, conocieron todo el mundo entero; cuando miraban, en el mismo instante su vista miraba alrededor, lo veía todo, en la bóveda del cielo, en la superficie de la tierra. Veían todo lo escondido sin antes moverse. Cuando miraban el mundo veían, igualmente, todo lo que existe en él. Numerosos eran sus conocimientos. Su p>ensamiento iba más allá de la madera, la piedra, los lagos, los mares, los montes, los valles. En verdad, hombres a los que [se les debía] amar: Brujo del Envoltorio, Brujo Nocturno, Guarda-Botín, Brujo Lunar. Fueron entonces interrogados por los de la Construcción, los de la Formación. ¿Qué pensáis de vuestro ser? ¿No veis? ¿No oís? Vuestro lenguaje, vuestro andar no son buenos? Mirad pues y ved el mundo, si no aparecen los montes, los valles; ved para intuirnos, se les dijo. Vieron enseguida el mundo entero, y después dieron gracias a los Constructores, a los Formadores. Verdaderamente dos veces gracias, tres veces gracias. Nacimos, tuvimos una boca, tuvimos una cara, hablamos, oímos, meditamos, nos movemos; bien sabemos, conocemos, lejos, cerca. Vemos lo grande, lo pequeño, en el cielo, en la tierra. Gracias [damos] a vosotros! Nacimos, oh los de lo Construido, los de lo Formado; existimos, oh abuela nuestra, oh abuelo nuestro, dijeron, dando gracias de su construcción, de su formación. Acabaron de conocerlo todo, de mirar a las cuatro esquinas, a los cuatro ántencias,

teras

[de todo esto]

,

,

LAS HUELLAS DE LA VOZ

60

gulos, en el cielo, en la tierra. esto con

mado, no escucharon

de

lo For-

Los de

lo Construido, los

placer.

"No está bien lo que dicen Lo conocen todo, lo grande,

nuestros construidos, nuestros formados. pequeño", dijeron. Por tanto, celebraron consejo los Procreadores,

lo

Engendradores. "¿Cómo obraremos ahora para con ellos? ¡Que miradas no lleguen sino a poca distancia! ¡Que no vean más que un poco de la faz de la tierra! No está bien lo que dicen. ¿No se llaman solamente Construidos, Formados? Serán como dioses, si no engendran, [si] no se propagan, cuando se haga la germinación, cuando exista el alba; solos, no se multiplican. Que eso sea. Solamente deshagamos un poco lo que quisimos que fuesen; no está bien lo que decimos. ¿Se igualarían a aquellos que los han hecho, a aquellos cuya ciencia se extiende a lo lejos, a aquellos que todo lo ven?", fué dicho pjor los Espíritus del Cielo, Maestro Gigante [Relámpago] Huella del Relámpago, Esplendor del Relámpago, Dominadores, Poderosos del Cielo, Procreadores, Engendradores, Antiguo Secreto, Antigua Ocultadora, Constructores, Formadores. Así hablaron cuando rehicieron el ser de su construcción, de su formación. Entonces fueron petrificados los ojos [de los cuatro] por los Espíritus del Cielo, lo que los veló como el aliento sobre la faz de un espejo; los ojos se turbaron; no vieron más que lo próximo, esto sólo fue claro. Así fue perdida la Sabiduría y toda la Ciencia de los cuatro hombres, su principio, su comienzo. Así primeramente fueron construidos, fueron formados, nuestros abuelos, nuestros padres, por los Espíritus del Cielo, los Espíritus de la Tierra." Entonces existieron también sus esposas, vivieron sus mujeres. Los dioses celebraron consejo. Así, durante su sueño, [los cuatro] recibieron mujeres verdaderamente bellas, quienes existieron con Brujo del Envoltorio, Brujo Nocturno, Guarda-Botín, Brujo Lunar. Cuando se despertaron, sus mujeres existieron; sus corazones se regocijaron al instante a causa de sus esposas. los

sus

,

EL MAÍZ Es DE maíz el corazón de América. De maíz fueron hechos sus primeros hombres. Nace en el mundo indígena el manantial del canto. Al abrir el Pópol Vuh, el maíz es vida, verde dios tutelar, padre de la enjundia ancestral: "solamente mazorcas amarillas, mazorcas blancas entró en su carne; única alimentación de las piernas, de los brazos del hombre. Tales fueron nuestros primeros padres, tales fueron los cuatro hombres construidos; ese único alimento entró en su carne." Nuestra vida, desde la mitología hasta hoy, es el maíz: poder del puño y alas del sueño. Más allá de Tulán, sobre la roja tierra, las cuatro primeras criaturas humanas, amasadas con maíz por la abuela Xmucané, entran en la historia dejando las huellas de sus pasos en los códices y en nuestra voz profunda. Los venados, los faisanes, las comadrejas, las taltusas, los armadillos, los conejos, los tapires, las serpientes, las ardillas, las tor-

mosAbundancia y entre las selvas que habían cubierto las primeras chozas de los hombres monos, contemplaron la luz que empezó a penetrar por el fervor de los constructores de pirámides. El dios del maíz, Yum Kax, pintado con sangre de serpientes, la nariz ganchuda metida entre las hojas de la planta que sostiene con ambas manos venerándola, es primordial entre las divinidades. Su reino es numeroso y sin límites. Ninguno ha amortecido menos bajo el señorío de la cruz. A la sombra de Yum Kax se cobijan los dioses ultramarinos que nos trajeron los españoles. A diario podemos verlo en Chichicastenango, en mil pueblos de la tierra maya, en los altares de los bosques, en los túmulos de los campos, en cada puesto del mercado, en los seis puntos cardinales, como en el corazón de los abuelos. El pom, las mazorcas, el achiote, la sal, las florecillas silvestres, la miel y los copales son los mismos sobre los altares, a los pies de Cristo, tugas, los pisotes, los loros, los coyotes, el esmeraldino pájaro

ca,

en

el

Lugar de

la

como a los pies de los dioses de la lluvia, del fuego, de la tierra, afanadas en agobiar de flores los maizales y de granos las mazorcas.

Dioses agrarios ocupan sitio prominente en el panteón maya, el cultivo del maíz, fundamental en América desde hace milenios. Las divinidades de más prosapia estaban ligadas al maíz. Muchas de las festividades se organizaron en el calensurgidos por

dario ritual elaborado en relación a la planta sagrada. "Hierba 81

— LAS HUELLAS DE LA VOZ

82

de los dioses", lo llamaron los aztecas, que adoraban dioses del maíz tierno, Xilonen; del maíz maduro. Tlazol téotl; Xipe Totee, dios desollado, patrono de la siembra del maíz; Chicomecóatl, siete serpientes o siete mazorcas, diosa de la abundancia; Centóatl, joven y hermoso dios del maíz. Sea cual fuere su origen, el maíz constituye el acontecimiento supremo de la civilización de América.

Mangelsdorf y Reeves

—nos

dice

el

doctor Alfonso Caso

han señalado

la región de Guatemala y Chiapas como un segundo centro de difusión del maíz y como aquel donde se crea un nuevo tipo que es en el que se difunde, a partir del siglo xvr, por Europa y Asia.* Para estos investigadores el maíz no proviene de las euclaemas o teocintli, que son exclusivamente plantas silvestres mesoamericanas. Para ellos el maíz es un híbrido que resultó del maíz primitivo y del Tripsacum. En consecuencia, no es el teocintli un antepasado del maíz sino un descendiente.

El maíz hace posible la vida del hombre, es el hombre mismo en el mito y en la realidad: hasta con él nace el hombre verdadero en el Pópol Vuh. Los dioses equivocaron siempre su Cócreación antes de encontrar el grano divino. En los códices dice de Viena, el Borbónico, el Magliabeciano, el Vaticano, con Tlaloc con una planta de maíz en la mano en los murales de Teotihuacán, Chichén Itzá, Monte Albán, Tepantila, en la cruz foliada de Palenque, en el lienzo de Tlaxcala, leyendas, libros sagrados, en las creaciones de maestros contemf>oráneos, el maíz simboliza la estirpe: Quetzalcóatl, Kukulkán o Gucumatz, conquista el maíz, clave del universo. Como Prometeo, quiere darlo a los suyos. En "La Leyenda de los Soles" en que el hombre es creado con su sanare y la de otros dioses, se lo hurtan los Tlaloques. Entonces, Quetzalcóatl, después de muchas peripecias mágicas, se transforma en hormiga negra, guiado por otra hormiga, hasta encontrar el grano para alimentarnos. A Tamoanchan, lleva Quetzalcóatl el grano maravilloso y, por fin, lo comen los dioses. La leyenda pone estas palabras en la boca de los hombres: "Con el maíz nos hicieron fuertes". En el mito quiche, cuatro animales: el zorro, el coyote, la cotorra y el cuervo, trajeron de Pan Paxil y Pan Cayala, el maíz blanco y el maíz amarillo. El maíz fija las tribus y por él surge la civilización. Para cultivarlo, observaron el cielo, las estaciones, los planetas. Así na-





,

ció el calendario, la religión y el rito. Así nació *

mundial

el

arte,

expre-

Alfonso Caso, Contribución de las Culturas indígenas de México a la cultura (México y la Cultura, 1946). Secretaría de Educación Pública, México,

pp. 51-80.

I

89

EL MAÍZ

una cultura. El hombre y el maíz apacondición sine qua non para la vida:

sión de la conciencia de

recen juntos,

Y

como

no

se

encontraba su substancia y al fin se encontró su substan-

Dos animales sabían que había alimento en el lugar llamado Gasas sobre Pirámides, en donde estaban aquellos animales llamacia.

Y

en los detritus el (alimento) fue hallado animal Gavilancillo el animal Coyote que dividía entonces su maíz, que trataba de amasarlo. Y de dentro del mar vinieron, por Gavilancillo, la sangre del tapir y la de la serpiente, las cuales entraron en el amasijo del maíz. La carne del hombre fue construida con eso por los Constructores, los ForCoyote,

dos

Cuervo.

cuando fue matado por

el

madores."

La

extinción del fuego, que narran los Anales de los Cakchi-

queles, encierra la importancia de

recordar que

el

fuego queda

cautivo: acontecimiento prometeico, sólo comparable a otro prola invención del maíz. Al asentarse agrícolamente, pisan tierra firme. Sobre ellas edificaron su civilización.

digio mítico: las tribus

Y,

no tener maíz, emigran hacia

al

urbes.

¿No

—de

serían los cakchiqueles



otras tierras,

allí el

abandonando

nombre de

las

esta par-

prometeicos, los que se posesionaron del fuego y supieron extenderlo? "Cuando llegamos a la puerta de Tulán,

cialidad

los

fuimos a recibir un palo rojo que era nuestro báculo, y por esto nos dio el nombre de cakchiqueles, ¡oh, hijos nuestros! dijeron Gagavitz y Zactecauh".^ Durante siglos, la planta deificada ha constituido la vida y la felicidad de los hombres que, en mil generaciones, han labrado hasta la última pulgada de nuestras planicies y serranías. "Si bien se advierte, que todo cuanto hacían y decían (los indios) era en orden al maíz, que poco faltó para tenerlo por Dios y era, y es tanto el encanto y el embeleso que tienen con las milpas, que por ellas olvidan hijas y mujer y otro cualquiera deleite, como si fuera la milpa su último fin y bienaventuranza." ^ Ningún pueblo ha dependido y depende tan avasalladoramente de un grano. El maíz es para el maya quiche como el sol para las cise

garras.

Cuando pensamos que -

nuestra superficie es

el

maíz, y tam-

Andes de los Xahil, traducción y noUs de Georgcs Raynaud, Miguel Ángel M. González de Mendoza. Prólogo de Francisco Montcrde. párrafo 5, p. 4. de la Universidad Nacional Autónoma de México, México, 1946 (Biblioteca del

Asturias y J.

Ediciones Estudiante Universitario).

MS.

3

Palo rojo,

byrsonia

*

Crónica de

la S.

del siglo XVI.

—cakchiquel—

.

Fuego

salido

(por fricción)

de

la

madera.

Provincia del santísimo nombre de Jesús de Guatemala. Cap.

vil.

LAS HUELLAS DE LA VOZ

84

bien nuestra entraña animal y nuestra entraña mítica, y con los ojos de cincuenta siglos contemplamos los maíces en la palma de

mano,

como pequeños

guijarros pumaíces todos sueltos, y y con su ternura de sílice, escondida la suave pulpa, y pensamos en la tierra abierta ritualmente, ligada a su nacimiento y cultivo, a su anual existencia, entonces, poco a poco, su perfección va surgiendo: barro del mismo barro nuestro, padre de nuestro mundo. Aún hoy día, como lo vemos en los códices, el mismo indígena echa los mismos granos en el agujero abierto con la misma estaca quemada al fuego, y los cubre de tierra con el pie. Para la creación del hombre cakchiquel confluyen sangre de tapir y de serpiente en el maíz, alusión probable a los grandes dioses: el Gran Tapir del Alba y Quetzalcóatl. Con una coa, palo encorvado (cóatl: serpiente en náhuatl), siembran el maíz. Y tal como lo explican gráficamente los códices lo hacen hasta hoy. Xul llaman los mayas a esa primitiva herramienta de sembrar. La serpiente se enrosca en el maíz, caduceo maya. La plantita emerge a la luz con sus navajas de jade. Más tarde, con la lluvia, serán anchas espadas pacíficas, hermosas llamas verdes. la lluvia también es dios, puesto que da vida al maíz, aun en pobres serranías agotadas por la erosión, llevando su esmeralda a ver el oro del grano. Nada se pierde de la milpa: el hombre aprovecha la raíz más honda hasta el penacho más alto. La planta, toda ella llena de gracia y dulcedumbre, donde la naturaleza ha recogido mil virtudes, es preciosa como pocas. Preciosa la raíz vehemente; precioso el tallo lleno de miel, cuyas hojas se ajustan y saltan desplegadas y perfectas para mil usos; preciosa la flor mila

esos dientes blancos, rojos,

lidos, brillantes

amarillos, negros

azules,

Y

mazorca que sorbe solidez del sol. Por toda América india el maíz reparte su bondad, sacia la sed y nutre el cuerpo cansado. Y es sabroso y bueno en tantas formas ofrecido de pueblo a pueblo, pan nuestro de cada día, como hermano de cualquier alimento, con su neutro sabor, fino y velado. Batimos palmas para que surja su forma solar. Sobre el barro que le ha nutrido, cae a dorarse en el comal. Aroma de maíz mojado, de maíz que se cuece, cunde por la estancia delicadamente. La vida es posible y las penalidades de los hombres del maíz son más llevaderas si la troje está llena y el grano no falta hasta que se remueve su oleaje en los campos. Sagrado es el maíz, verde divinidad central de talle de vidrio delgado, que muchas veces abate el viento, más firme, sin embargo, que las ceibas en el corazón de la tierra maya quiche. El trigo y el arroz no tienen significación más honda entre sus inneral y la

EL maíz

85

mensos conglomerados devotos. Los mares de trigo, los arrozales que nutren a los hermanos que aquí los cambiaron por el maíz, carecen de valor material tan grande y de contenido mítico tan avasallador. El indígena gime sobre los altares católicos de los pueblecillos, bendice las velas y celebra mil ritos, canta o solloza, baila con máscaras de coyote, de mono, de tigre amarillo, de tepéu, para implorar la lluvia y que el grano cuaje, para defenderle de los Santiagos de ojos azules y cabellos rojos. Muchas veces, no saben la raíz del rito, donde se hunde la centella de su jaculatoria. Los rubios dioses del trigo, que nos llegaron hablando en español y escupiendo muerte por los fusiles, sufren perpetua derrota, conformándose con estar allí, inevitables e inevitablemente ausentes. Sobre el atrio de las iglesias, sobre los altares, con la solidez de sus cañas de miel, el maíz alza sus espadas imbatibles que repiten su evangelio sagrado y elemental. No es el águila, el cóndor, la serpiente o el quetzal los que recogen la leyenda con mayor sencillez y perfección. Águilas y



cóndores señalan prepotencia y dominación. El quetzal solar ave sagrada de los mayas que se nutre de libertad cubre a la Serpiente Emplumada, que no ha dejado nunca de reptar, río sin término cuyo rumor se oye bajo nuestra piel, confundido con el de la sangre. Porque la serpiente es lo oscuro, fálico y telúrico, lo



misma reptante, frotando el vientre pavor, hasta encender el mito. El quetzal es lo solar y celeste, esplendoroso labio oval y femenino del aire, inasible siempre, el vuelo mismo volante, ala de la libertad para encender intestinal terráqueo, la tierra

contra



y

el rayo, el

de Quetzal

el



fuego de la poesía. Kukulkán Serpiente con plumas acopla tierra y cielo, tortuga y estrella, se muerde



Y

cola infinita. nuestros ojos, uno de Serpiente, el otro de Quetzal, que no sólo ven sino que inventan y adivinan en la no-che maciza, taladran fémures cuando siguen el vuelo reptante la

de Kukulkán o Gucumatz, y nos contemplamos nacer de la tierra chorreando luceros insumisos. El Creador Supremo nos trajo los granos del maíz. Los regó por dondequiera, en cumbres frías y llanuras cálidas, tal una bendición. El olimpo maya, dioses del viento y de la lluvia, dioses del fuego y de la tierra, dioses del cielo y del mar, en el jade de la milpa aunan su afán, tienen su epifanía: de su agrario sueño celeste surge la mazorca, y en ella el indio al fin sonríe. En el centro de Guatemala, donde fulge la telúrica estrella del ombligo, hay una planta de maíz inmensa que nos da su sombra flexible y rumorosa. Al niño maya le cortaban el ombligo con un cuchillo de obisidiana.

Con

la sangre

untaban

la

mazorca y sembraban

los

LAS HUELLAS DE LA VOZ

86 granos hasta que

el

niño pudiera hacerlo



él

mismo; entonces



dice Landa tendría larga y fuerte vida. "Muertos los amortajaban hinchándoles la boca del maíz molido que es su comida^

y bebida que llaman koyem, y con ello algunas piedras de las que tienen por moneda, para que en la otra vida no les faltase de comer." ° Los niños dejan caer granos de maíz en sus cuentos para que el héroe no pierda el camino. En las selvas no es posible alumbrarse con luciérnagas, ni orientarse por ellas, porque es variable y

momentánea

su constelación.

Y

si

está ciega la noche,

como

la

noche de ébano en que actúan las brujas, sólo los maicitos pueden mostrar el camino de casa. Sólo los maicitos mantienen su vía láctea, su constelación en el negro caminito del niño que dormido, duerme. El cielo, de noche, se puebla de maíz. Itzamná le riega a manos abiertas en los seis puntos cardinales. Ninguno de los héroes ha perdido el camino y siempre están de vuelta. La luna baña de lumbre amortecida y fría las aldeas, donde aulla siempre un perro. La aldeíta parece encalada. Los rastrojos, que en el crepúsculo incendiaron sus ramos metálicos, con la luna llena han cesado de arder. A veces, sobre la nieve lunar, después de tapixcados los campos, arden los rastrojos, y los venados y los coyotes encienden sus ojazos redondos cuando cruzan despavoridos por las callejuelas del pueblo.

Las trojes están colmadas. Más del ochenta por ciento del alimento total del indio es el maíz.^ El tabaco quémase alegrepulida mente, envuelto en hoja de maíz, blanca y desnervada en la choza del hombre de maíz, hecha por la piedra de lujar de cañas de maíz. En el establo, el buey rumia el tasol. En el cuello del perrito, un collar de olotes le salva de la enfermedad. En las consejas, los granos van cayendo para no perder nunca el camino. En el cielo, Itzamná lo siembra cada noche, con una estaca, cada dos pasos, hunde de tres a seis maicitos, como ayer lo hicieron y lo harán mañana los hombres de maíz, en llanuras, barrancas y serranías. Tierra y cielo se confunden en el grano o la estrella. En el sueño del niño, del dios y del hombre. Todos comen su propia carne. Se devoran a sí, como el fuego hasta que por fin! cada dos pasos, cada dos pasos, se hunden en la tierra, y se van cantando en las plumas iridiscentes de Kukulkán.





,

¡

^ Frans Blom, La vida de los mayas, citado por el autor, p. 19, Biblioteca de Cultura Popular, 20 de octubre. Ministerio de Educación Pública, Guatemala.

mala,

« Félix Webster McBride, Cultural and Historical Gcography of Southwest GuateSmithsonian Institute, Institute of Social Anthropology, Publication No. 4 (1945).

EL MAÍZ

A

87

rumores de mi cráneo, como quien una vasija encontrada a muchos metros debajo del asfalto, en la tumba de un hombre remoto que en una gruta atlántida perforó el madero del fuego. Me doy cuenta de que no me lleva la fantasía sino la memoria. Lo que puedo recordar es lo que aquí tiene sentido, lo que súbitamente brilla en la noche, como peces súbitos. Lo otro es tan reciente, que no lo recuerdo o no vale la pena contarlo. Por ello, el arribo de Tonatiuh es una pesadilla que he pasado casi por alto. ahora mismo, en este instante preciso, sólo retengo lo que vi en mi niñez y lo que encontré un cuarto de siglo más tarde, de vuelta de mil caminos: veo a Guatemala con un ojo de niño antigüeño y otro de adulto cosmopolita. Pero, lo que veo mejor es lo que veo con los ojos vaciados, cuando escucho mi caracol terrestre, de sílice ya y feldespato: en la obsidiana sin fin rememoro y me pongo a narrar. Entre mis manos van pasando las cuentas de maíz. Voy musitando mi rezo, balbuciendo mi canto. Digo cosas que no entiendo bien. Y así deben quedar. ¿Quién puede traducirme el rumor de los milperíos? Cuando más perdido me siento, retorno a casa, guiado por los maicitos. A veces, me siento estrella de mar sobre un espejo en el cráter de un volcán. Entonces, nostálgico y despaisado, hago memoria. Y al volver atrás, estoy seguro de avanzar: el camino de mi maíz siempre me lleva adelante, aunque tome el rumbo que sale a mi espalda. Remonto la corriente para llegar al mar. veces, creo escuchar los

toma un caracol de

la tierra,

Y

DIRECCIÓN DE LAS RAÍCES Nuestro pasado

se

pierde desandando

las rutas

de

las

migracio-

nes de asiáticos que cruzaron, sin mojarse los pies, el actual Estrecho de Behring, en la última época glacial, hace unos 250 siglos. Empezaron a filtrarse lentamente, en una nebulosa de mitología. Olvidados los manantiales remotos, después de haber cumplido toda la primitiva experiencia humana, son ya americanos, cultivan el maíz y, siglos después, construyen Tikal, Quiriguá, Uaxactún. Palenque, Copan. Sin contacto con la tierra de origen ni con ninguna otra fuera de América, el arco de Labná estuvo a punto

de ser arco verdadero. Las culturas precolombinas se basaban en una economía agrícola señorial, el maíz fulgiendo como un sol sobre conglomerados dice Morley regidos por la clase comunales, ciudades-estados teocrática y militar de las tribus. Sacerdotes y guerreros, por encima del pueblo laborioso y batallador, impulsaban conflictos para lograr dominio sobre otras comarcas, tributaciones, esclavos, víctimas para los sacrificios. Las guerras tenían carácter económico primordial, entremezclado con subalternas exigencias sagradas. Guando nos invadió Pedro de Alvarado, de los menos ignaros entre los conquistadores y el más rapaz de ellos, las metrópolis de la época florida del Viejo Imperio contaban cerca de 600 años de haberse sumergido en la selva. Los frescos de Bonampak fueron pintados en el apogeo. Los mayas, a principios del xvi, languidecían en plena decadencia. siguiendo la discutida terminología Los del Viejo Imperio dispersáronse hacia la Leguna de Términos. Remonde Morley tando los ríos Usumacinta y Chiapas, alcanzaron las zonas en donde Pedro de Alvarado los encontró en 1524, al conquistar Guatemala. En ellos se borró la memoria del Viejo Imperio, has-









ta casi desaparecer; sobrevivieron algunos mitos relativamente

como



mo-

mito tolteca de Quetzalcóatl que data de antes de Cristo o de fines del siglo ix o del x, según otros y usos y costumbres que se alteraron al contacto de otras tribus. dernos,

el



El Título de los Señores de Totonicapán, recogido en parte (en su totalidad, según otros autores) por Diego Reynoso, señala vagamente el camino de los pueblos después de abandonado el Viejo Imperio. En los demás libros mayas, entreverados alientan mitos, historia, leyendas de varias etapas migratorias. Arduo 88

89

DIRECCIÓN DE LAS RAÍCES

a pesar de minucioso cotejo y del conocimiento de civilizaciones coetáneas. Los libros se refieren, primordialmente, al Nuevo Imperio, aunque la parte cosmogónica y teogónica proceda del Viejo Imperio, y de épocas más antiguas: en ello no hay todavía precisión histórica. Existe esperanza de que en las inscripciones del llamado Viejo Imperio se puedan rescatar algunas centurias o milenios. La cerámica es única por su delicadeza y perfección y por la variedad ornamental. Frans Blom afirma que "la alfarería anes deslindar tales etapas,

tigua de los vaso, el

mayas produjo

muro,

el

lo

más extraordinario

del

mundo". El

códice, la estela, las figurillas de barro cocidas,

las urnas funerarias, comprueban la imaginación de este pueblo de dibujantes y coloristas, desatada en un mundo teológico en donde invocaba, a cada paso, a los dioses grandes de su universo, a los dioses menores del poblado, de la tribu, la ceremonia, institución u oficio. El panteón maya, que no tiene ningún dios del amor, es inmenso: vuela de lo humano a lo divino a cada instante, de la historia al portento. Superposiciones de leyendas, transfiguraciones, en perpetua epifanía de invención mítica. Mundo de poesía en acción que animó, con opulencia pasmosa, a las serpientes emplumadas y tapizó las construcciones con símbolos que encarnan fuerzas de la naturaleza, prodigios de héroes y sacerdotes y capacidades animales, humanas y divinas de los dioses. El panteón maya quiche posee peculiaridades que aún no se han estudiado bien. La formación de la mitología la explicaconstituye una de las obras maestras. ción del mundo por ella Legítimo es hablar de las aportaciones de los antiguos pobladores de tierras que son hoy Guatemala al horizonte de las viejas civilizaciones: crearon, en esta parte de América, los desarrollos más notables encontrados por Europa en el xvi. La religiosidad del mundo saturado de divinidades estructuró la unidad de la vida que hallamos expresada en el arte y en la ciencia. Por encima de particularidades de épocas diversas, la unidad experimenta variantes, pero es la misma unidad fundamental. Hicieron florecer evidente en la escritura, la arquitectura, esculuna civilización tura, pintura, literatura, en la numeración y el sistema cronoasentada sobre una conceplógico y, seguramente, en la música ción del mundo y su destino. Sobre una concepción integral del hombre. Con los vestigios barruntamos algo de lo alcanzado. Superaron su técnica neolítica y lograron lo que quisieron, con perfección que asombra, en la escultura y en las artes lapidarias. La evolución de los estilos prosigue nebulosa, a pesar de tentativas de clasificación. La evolución fue lenta, como en todo arte regido









LAS HUELLAS DE LA VOZ

90

severamente por voluntad teocrática. Pasa de formas simples a fugas de formas y volúmenes, a expresiones abiertas en delta, en el arabesco, la voluta y la captación del movimiento, hasta dibujar

el

aire,

como

Es frecuente

los

la

artistas chinos.

combinación del arte más cargado y deco-

rativo y la sobriedad más estricta. La plástica, arte del espacio; la poesía, arte del tiempo. La nube y el reloj. Espacio, forma,

nube, imprecisión. Tiempo, expresión conceptual, precisión lírica, Piedra y canto. La materia, la forma, sustentan su perdurabilidad en su misma imprecisión tangible. La idea envejece con más facilidad que la forma, el color, el dibujo. Por encima de lo conceptual, la lírica se eterniza al concretar, con su exactitud de sollozo o alarido, el terror, la esperanza, la ternura del hombre profundo, y convertirse en pura sensación: una interjección prolongada, una plegaria mágica a lo divino o a la comunión humana. La obra de un pintor se abarca, se siente de un vistazo, como al contemplar el cielo estrellado. Entramos en una sala de Grecos o de Rubens, y su dinamismo ascético y atormentado o dionisíaco y jocundo nos arrastra tal un huracán. A un poeta no se le siente de golpe, como el cielo de la noche. El camino es lento, sin la p>osibiIidad de la sensorial comunicación inmediata, propia de la plástica. En las formas perdura la presencia de los actos. En las ideas, reloj.

o para

en

precisar,

la literatura, se detiene

bilidad de los acontecimientos. El

mundo

un de

instante la inestala

forma

es

menos

efímero por su sensualidad. El de las ideas, más fugaz y más amplio y vulnerable por preciso: sufre, siempre, el abordaje por todas partes. El exágono, la espiral del caracol, el seno o el perfil, jade, oro, la calidad de la materia sumada al prestigio del color viven su imperio con mayor pujanza carne, obsidiana o granito que un concepto, que sólo es inestabilidad y aproximación. La





con nuestros sentidos, con la engozo físico y la raíz telúrica del hombre. La influencia de la tradición oral es comparable a la plásexiste y tiene parecida validez estética. Sin emtica ciertaunente bargo, la influencia de la palabra india no puede sobrevivir con la misma frescura y felicidad que la plástica, porque el mundo de las formas y sensaciones y el de los conceptos y razonamientos divergen entre sí: la expresión plástica es más apta para conservar privanza que la literaria, en donde la idea cobra contorno más quebrantable. En la plástica cristaliza la concepción del mundo, como en la palabra: concreción de una mentalidad, de una sensibilidad, en presencia que no conduce, con perentorio requeri-

plástica disfruta ligazón directa

traña animal, con

el

:

"1

I

DIRECCIÓN DE LAS RAÍCES miento,

91

mensaje: los sentidos se recrean en en las formas en sí, de cualquiera civilización que sean, como ante la mujer, la estrella, la rosa o la serpiente. La línea de los mayas es incisiva y elocuente como pocas en la historia de civilizaciones antiguas. La línea es el elemento intelectual por excelencia, el cerco al objeto real, la delimitación de lo imaginario hasta aprisionarlo tan apretadamente, que adquiere corporeidad. El mundo abstracto, eterno, del hombre, nuestro mundo sin tiempo con las preocupaciones del misterio, el destino, la muerte la metafísica de un pueblo análisis tras análisis, fue plasmado en el dibujo, en el volumen, exactos equivalentes paralelos del pensamiento mágico que les regía. Muchos años, siglos, se precisaron para filtrar las expresiones hasta las obras maestras: vasos y estelas, frescos de Bonampak, mosaicos y arte plumario, la arquitectura, la poesía naciendo, por fin, de entretejidas nebulosas de mitos, en que la razón adhirióse a la fantasía más abundante y alimentáronse recíprocamente. Si el arte del llamado Viejo Imperio, según los estudios del maestro Sylvanus G. Morley, se muestra más sólido y sereno, reducido a elementos plásticos más rigurosos en sus dos inmortales primeras etapas, debieron transcurrir muchos siglos para conquistar su perfección. La línea se concentra dentro de sí, la forma se ve a sí misma, volcada hacia adentro, orgullosamente resumiéndose en intrínsecos elementos geométricos. Habían alcanzado genialmente la expresión de la forma y, poco a poco, pasaron a un conceptismo de la misma, a un estilo arborescente y flamígero. Y del estatismo primitivo, sobrio y elocuente, se deslizó hacia la idea de expresar el movimiento. Hasta las formas por excelencia firmes como la pirámide experimentaron esas modificaciones. Se aligeraron las masas con capiteles, columnas, dinteles y ornamentos decorativos, siempre rítmicos, de su gran arte monumental. La evolución en el Nuevo Imperio no parece muy amplia por la maestría ya lograda y por la secular limitación a que se hallaba sujeta por normas religiosas. No perseguía una evolución interesada en lo formal en sí y en sus posibilidades, sino en lo formal como encarnación de preocupaciones y cicatrices de una civilización teocrática. El arte encerraba, integralmente, una función social. Arte de ynultitudes, religioso que, como la religión, invadía hasta las facetas más pequeñas del mundo real, y hasta las más pequeñas del pensamiento y la imaginación, del colectivo sueño aborigen. Arte creado por homogénea humanidad aislada, en una realidad sin divisiones, en que no se pueden advertir las estrictas fronteel

análisis lógico del

líneas y volúmenes,





,

LAS HUELLAS DE LA VOZ

92

ras de la libertad; en

una sociedad poco diferenciada y en con-

muy parecidas a la propia. Todo es asunción en símbolo, parábola, metáfora. Esculpen, dibujan, escriben mitos, hablan mitos para conversar, cotidianamente, familiarmente, del tiempo, del hijo, de la milpa. La plástica, la poesía, la ciencia la cultura, en una palabra se basaban en esta toral religiosidad que originaba la unidad. Arte al servicio del poder teocrático, en una sociedad anegada por la unidad inenarrable del mito devorante, libérrimo dentro del utilitario y absorbente sueño colectivo, dentro de la función social reclamada y practicada por todos, alma del ethos y pathos populares. Las artes representativas se afanaban en la interpretación plástica de las concepciones metafísicas, míticas y mágicas. De allí surge la unidad y su transfiguración. Arte frondoso y fuerte, siempre dentro del hieratismo analítico de la sobriedad del indio, aunque nacido en el trópico y mezclado a la naturaleza y a la vida diaria de su religiosidad. Asir el mundo imaginativo, las alucinaciones de la creencia, representar la realidad creada por el espíritu les llevó a los terrenos más puros de la creación, conservando integración consubstancial con la vida toda. En la unidad social, lograda por la religiosidad, se origina un arte espléndido, nunca exuberante y verboso, fincado en la esencialidad de las formas y no en la accidentalidad de ellas. Esculpen, escriben sueños, la realidad de su vida esencial. No narran ni son descriptivos, sino concentrados y nieráticos como una cifra, opulentos como una creación que se anima de quemar la realidad objetiva y de rehacerla más real de sus cenizas: así como es para ellos, como su sabiduría la teme, la ama y la venera. Se apasionaron por el mundo de su creencia, su mundo mítico. Por la concreción de un mundo abstracto que dirigía y caracterizaba lo más hondo de la vida. El símbolo es una trampa que aprisiona las fuerzas de la naturaleza. El arte, un acto de magia. ¿Primitivo? Vamos, es una manera de expretacto con culturas fraternas,





samos. Su realismo no puede ser objetivo sino el de una poesía práctica, como toda religión. Ésta es la esencia del arte precolombino, del arte maya entre ellos: todo ese delirio era más real

que

el

mundo

real.

El hombre jamás ha podido escapar del mundo real: las expresiones "abstractas" siempre encerrarán referencias del mundo real. Todo se torna símbolo: la cifra, el animal, la planta, el color, el fenómeno natural, el planeta, las entidades imaginarias, los sentimientos. En un artista, un pedazo de uña, un cabello, tie-

nen connotación planetaria. Con llas, el

hombre

se posesiona del

estos

mundo

símbolos,

como

raiceci-

para conocerse mejor, para



:

93*

DIRECCIÓN DE LAS RAÍCES

Y

para explicarse el mundo, invessaber quién es y dónde está. nos encontramos con tigarlo e inventar caminos y posibilidades. hechos como éste encarnado en el arte de los mayas: por su in-

Y

tegración cabal y funcional con el mundo que representa y que es en si mismo, impulsa una expresión hasta el extremo de que su afán siempre reclama darle corporeidad a lo contemplado, a lo inventado por los ojos de la alucinación, del sueño y de la fe. No se imitó la irrelevante realidad natural y tampoco fue un

realismo mágico: lo mágico era el misterio manante del modelo sagrado. como todo símbolo, sirvió para ligar la vida abstracta

Y

y lo

de

concreta, confundir los dos

la

mundos

2uitagónicos,

conciliar

inconciliable y crear la unidad cósmica del hombre. El arte maya posee esencia órfica radical, como resultado la

exigencia de

un orden de carácter

absoluto:

no tanto

re-

naturaleza deífica y animista de todos los seres y todas las cosas. Sus modelos primordiales fueron subconscientes, y no de un subconsciente individual sino de un subconsciente religioso y social. Tal es la integración unitaria y presentar cuanto encarnar

la

votiva del arte de los mayas. El secreto de su fuerza y de su grarealismo y realidad lograron ser la misma cosa mental

cia



que hace de sus creadores los arquitectos, pintores y escultores más grandes de América. Siempre es creación del hambre celeste de plasmar su mundo, mágico y mítico, en el cual vivían más que en el mundo real, que sólo era prolongación del suyo propio y oculto, totalitariamente teológico, que definía las formas de cultura. Y todo ello, lo oscuro y nocturno bajo el sol, inmerso plenamente en la realidad: hombres, animales, plantas, piedras trópico jugoso y frutal que es nuestra tierra. Aldous Huxley, en su rápido libro Beyond the Mexique Bay nos dice André Gide en una página de su Diario (20 de sepal comprobar que faltan las formas femenitiembre de 1941) nas en las representaciones mayas, llega a la conclusión de la ausencia de sensualidad en ellas. El argumento de André Gide, no

— —



,

obstante su claro matiz uranista, es razonable

Puede ser, pero una cosa no proviene de la otra necesariamente, y yo he visto, en tumbas etruscas, pinturas de una sensualidad y aun de una lubricidad evidentes, en donde el elemento femenino se hallaba excluido. Pero es una inducción frecuente, y lo que me ha sorprendido es que una inteligencia tan alerta como la de Aldous Huxley se haya prestado a ello. Habla de un torso de divinidad masculina "maravilla de gracia y delicadeza" digna, dice, "de ocupar un lugar en el British Museum". Ese torso no recuerda para nada el equívoco afeminamiento tan constante en la escultura de la India; en consecuencia... Pero, vamos, los Ignudi de la Capilla Sixtina, tampoco.

LAS HUELLAS DE LA VOZ

94 ¡

Ah, qué

fácil es

los ojos del

En

para

el

uranista pasar por frígido o por casto ante

heterosexual!

maya

carece de importancia el desnudo de la musecundario su papel en la sociedad teocrática y guerrera. En el llamado Viejo Imperio, el matriarcado, si existió, no dejó huellas importantes. Algunas representaciones del joven dios del maíz, como las de Copan, tienen por sus atavíos algo del afeminamiento que André Gide recuerda en la escultura de la India. Más que una apreciación fundada, es una impresión. La civilización maya cuenta pocas divinidades femeninas, que acaso surgieron, como en otras civilizaciones, en épocas de decadencia de la cultura. La Isla de Mujeres, frente a las costas de Yucatán, descubierta por Hernández de Córdoba en 1518, se le llamó así por el culto a Ixchel, diosa del buen parir, que representa la luna, lo femenino frente a lo solar. La sensualidad escapábase violentamente por la religión, en diversas prácticas, sobre todo en los sacrificios. El arte recoge y encama este desfogue en la colectiva obsesión teológica, sangrienta y deslumbrante. Vida absorta, enajenada por lo sagrado, y en esa pasión exprésase el erotismo, no obstante la austeridad del arte maya. Pinturas y esculturas son, fundamentalmente, formas de escritura: pictogramas,

jer,

el

arte

porque

es

símbolos, narraciones, conceptos, representaciones de ideas y prodigios.

Cada ciudad

es

una epopeya, una saga. Un Pópol Vuh poema de piedra. No hay for-

edificado, pintado y esculpido. L^n

mas en



propiamente, concentradas sólo en afán plástico, sino

que hablan, transmiten sus mensajes de dos maneras: como escritura y asidero para auxiliar la memoria y, también, por su intrínseca elocuencia formal. ¡Qué buena letra tenían! En Asia, la influencia helénica penetra después de Alejandro aparece el desnudo en las viejas civilizaciones del actual Irak, y Siria, Líbano, Irán, India. Su ardiente savia remonta capilarmente hasta perderse en la serenidad de Buda, cuya representación misma es de orígenes helénicos. Las similitudes entre las formas y expresiones de la antigüedad indígena y las de estas culturas, que se formaron desconociéndose, son sorprendentes, influidas morfológicamente por peculiaridades físicas de los hombres, acaso por el camino de fabulaciones distintas, pero fraternas, y por la naturaleza de regiones donde la exuberancia encierra parecido con la nuestra. El arte maya, saturado de representaciones de la muerte e influido por las frondosidades tropicales, se distingue por la facultad de asir con el dibujo los rasgos significativos del mundo real y del mundo imaginario, mezclado a un sentido de la decoración que, aun cuando es desbordante, da sensación de justeza.

DIRECCIÓN DE LAS RAÍCES



Entre las más exorbitantes combinaciones ornamentales mayas, están los jeroglíficos. Las fantasías de la decoración gótica recuerda Aldous Huxley en el libro citado parecen pedestres al comparárseles. Pero, aunque ricas y extrañas, tales extravagancias son rígida-





mente

Cada jeroglífico contiene y llena completamente La mise en page es casi siempre impecable. Estos fantásticos y a menudo salvajes y grotescos símbolos se hallan sometidos a una disciplina intelectual severísima. disciplinadas.

su

cuadro.

La

historia

de Jerónimo de Aguilar y Gonzalo Guerrero, pro-

digiosa de sugerencias, sobrevivientes de un naufragio con otros marineros sacrificados por los aborígenes, es el primer hilo del ovillo

de

la conciencia del mestizaje

sioneros de los

en América.

Ambos

son pri-

mayas desde 1511 hasta 1519, año en que pisan

conquistadores.

Y

esos

tronco español se abre en dos ramas. Jerónimo de Aguilar aprende el maya y en esa lengua habla con Doña Marina, que sabía además la de Tenochtitlán. Así la Malinche que ignoraba el español y Jerónimo de Aguilar sirven de intérpretes a Hernán Cortés. Gonzalo Guerrero no siguió a los españoles, como Jerónimo de Aguilar. Se quedó con sus nuevos dioses y su esposa indígena en la comunidad a la cual pertenecía con sus hijos: los primeros mestizos del Continente. litorales

los



Doña Marina

es

el



el

reverso de la medalla:

deja a

los

suyos y

traiciona y se va con los invasores, amante de Cortés. Gonzalo Guerrero y la Malinche empiezan a entrelazar la sangre, la lengua, la creencia. Un hombre español conquistado: una mujer indígena conquistada. Jerónimo de Aguilar toma el fusil, pero como intérprete con la Malinche forman un caballo de Troya más poderoso que la artillería y los mosquetes. Gonzalo Guerrero vuel\e la espalda a la cruz, se niega a pelear contra los indígenas y vive para siempre la vida de ellos. Bemal Díaz del Castillo cuenta así su historia:

Y caminó el Aguilar a donde estaba su compañero, que se decía Gonzalo Guerrero, en otro pueblo cinco leguas de allí, y como le leyó las cartas, el Gonzalo Guerrero le respondió: Hermano Aguilar: Yo soy casado y tengo tres hijos, y tiénenme por cacique y capitán cuando hay guerras; ios vos con Dios, que yo tengo labrada la cara y horadadas las orejas. Qué dirán de mí desque me vean esos españoles ir desta manera! E ya veis estos mis hijitos cuan bonicos son. Por vida vuestra que me deis desas cuentas verdes que traéis para ellos, y diré que mis hermanos me las envían de mi tierra. Y ansimismo la india mujer de Gonzalo habló al Aguilar en su lengua, muy enojada, y le dijo: Mira con qué viene este esclavo a llamar a mi marido; ios vos y no curéis de más pláticas". Y el Aguilar tornó a hablar al Gonzalo que mirase que era cristiano.

LAS HUELLAS DE LA VOZ

96

que por una india no se perdiese el ánima, y si por mujer e que la llevase consigo si no los quería dejar. Y por más que le dijo y amonestó, no quiso venir; y parece ser aquel Gonzalo Guerrero era hombre de la mar, natural de Palos/ hijos lo hacía,

Hernán Cortés, en su viaje a Honduras (1524-1525), es el primer hombre blanco que cruza el territorio del Viejo Imperio. Entre los bosques, hacia la frontera o en tierras de la actual Guatemala, ahorcó a Cuauhtémoc. Copan fue descubierta en 1576 por el Oidor de la Real Audiencia de Guatemala, Diego García de Palacio. El Padre Avendaño, a fines del xvii, perdido en las selvas del Peten, desmembrada la expedición de la cual formaba parte y que después le rescatara, se salva porque pudo comer, ya desfalleciente, algunos chicozapotes que tiraban los monos y se echa a caminar sin rumbo. De pronto, se encuentra, como en una alucinación, frente a las primeras grandes ruinas, acaso Tikal. Palenque parece haber sido descubierta hacia mediados del siglo xviii. Los hermanos Payés, un poco antes de 1840, hallan Quiriguá. John L. Stephens, que había visitado ya Copan, conoce Quiriguá en 1841 y atrajo definitivamente la atención mundial sobre la civilización maya, con su preciosa obra Incidentes de Viaje en Centro América, Chiapas y Yucatán. Sylvanus G. Morley nos dice que: ... los antiguos sacerdotes

mayas concibieron un

sencillo sistema nu-

mérico que todavía hoy, después de más de dos mil años, permanece en pie como una de las obras más brillantes del intelecto del hombre.

Y

prosigue así:

En

efecto,

en cierta época dentro de

los siglos iv

o

iii

a.

c.

los

sacerdotes mayas, por primera vez en la historia de la especie humana, concibieron un sistema de numeración basado en la posición de

concepción y uso de la cantidad matemádel orden abstracto. Se creía antiguamente, y todavía no hace muchos años por cierto, que las matemáticas basadas en la posición de los valores y la correspondiente concepción del cero habían sido desarrolladas solamente una vez en la historia de la humanidad, o sea por los indostanos, que hacia el siglo viii de la era cristiana inventaron el sistema decimal, con sus símbolos numéricos respectivos. De la India pasó este sistema de numeración decimal a Arabia, y de aquí procede el nombre de números arábigos, y luego los mismos árabes lo llevaron de Arabia a Egipto. Los moros del norte de los valores,

tica

*

España.

cero,

Bernal

Tomo

I.

que implica

la

un portentoso adelanto

Díaz del Castillo: Historia Verdadera de la Conquista Madrid, 1933. (Espasa-Calpe, S. A.) pp. 81-82.

de

la

Nueva

DIRECCIÓN DE LAS RAÍCES

97

África lo introdujeron en España, pero no fue usado por la generalidad entre nuestros antepasados de la Europa occidental hasta el siglo XV, más o menos siete siglos después de haber sido inventado en la parte sur del Asia central. Hoy sabemos, sin embargo, que los antiguos mayas habían desarrollado su sistema aritmético de posiciones, adoptando la base 20 como unidad de progresión, en lugar de la base 10, es decir, un sistema vigesimal en lugar del decimal, por lo menos mil años antes de que éste fuera inventado por los indostanos en el Antiguo Mundo, y cerca de dos mil años antes de que el sistema de posiciones en

matemáticas fuera de uso general entre nuestros antepasados de

la

Europa occidental. Sin embargo, cuando llegamos a las conquistas abstractas de la recuerda Morlcy como la escritura, el conocimiento de la astronomía, la invención de la aritmética, el desarrollo del calendario y la cronología y la compilación de los sucesos históricos, observamos que los mayas no tuvieron rivales en la antigua América. Ellos fueron los inventores de la escritura de este hemisferio. Los sistemas gráficos de los aztecas y otros pueblos del centro de México fueron imitados, copiados más bien, del sistema de los mayas, aunque, como pasa muy frecuentemente en tales casos, las copias fueron muy inferiores al original, mientras que los quipus incas, ramales de cuerdas de colores anudadas para ayudar a recordar los hechos y medir toda clase de materiales, son toscos, desmañados e inadecuados, si se les compara con la escritura jeroglífica maya. En astronomía los mayas se hallaban muy por encima de los demás pueblos de la antigua América, y tenían conocimientos de esa ciencia que no tuvieron los antiguos egipcios hasta la época de los Tolomeos. Ni los aztecas ni los incas se acercaron al grado de exactitud alcanzando por los mayas en esta rama de las ciencias, mientras que la aritmética maya, incluyendo la invención más antigua de un sistema de numeración por posiciones que abarca la concepción del cero, es una de las más brillantes conquistas intelectuales de todos los tiempos. Guando se consideran las conquistas materiales de los antiguos inteligencia





mayas en arquitectura, escultura, cerámica y pintura, y en menor escala su obra lapidaria y plumaria, sus tejidos y tintes de algodón, junto con sus progresos intelectuales del orden abstracto, la invención de la escritura y de la aritmética de posiciones y su desarrollo concomitante del cero, caso único en el Nuevo Mundo, la construcción de un complicado calendario y una cronología que arrancaba de un punto fijo de partida, siendo ambos tan exactos como nuestro calendario gregoriano, y un conocimiento de la astronomía superior al de los antiguos egipcios y babilonios, y se entra a juzgar el producto de toda su civilización a la luz de sus conocidas limitaciones culturales,' que estaban al mismo nivel que las del antiguo hombre neolítico del Viejo Mundo, podemos muy bien aclamar a los mayas, sin temor de contradicción efectiva, como el pueblo indígena más brillante del planeta.'

'

Sylvanus G. Morlcy: Im Civilización Maya. Fondo de Cultura Económica. Se1953. pp. 306-307 y 498 ss.

gunda edición. México,

LAS HUELLAS DE LA VOZ

98

Los monolitos de Quiriguá

—únicos

por sus grandes dimen-

— tienen una —verdadera

siones y la maestría de su talla en piedra durísima perfección diversa de la matizada y exquisita forma



culminación de la escultura maya en Copan y en los hallazgos de Alberto Ruz Lhuillier en Palenque, 1953. Estas cabezas de Palenque nos deparan la opulencia del tocado de plumas de quetzal enmarcando el rostro que no puede ser ni más expresivo, ni

más

austero, ni

¿Cómo

ir

más sabio, ni más bello. más adelante por tal camino? Nos entregan tan

exactamente la exquisitez y la fuerza del arte maya, en ellas tan lidiríamos mediterráneamente que gadas a lo "humano eterno" cuando admiramos el rostro de Nefertiti (o de las mejores obras de arte negro) recordamos, con brillo por lo menos igual, la delicadeza de Palenque. Sin percatarnos de ello, por influencias sumergidas, de esas obras maestras decimos que son tan bellas que se parecen a o Z, en vez de afirmarlo, justamente, a la inverza: o Z es tan bella que se parece a la máscara tal o a la cabeza de Palenque. Cuántas admirables cabezas griegas podrían servir de maritornes a los prodigios mayas. La escultura precolombina entra en un terreno de sublimación que exige más amplios y nuevos horizontes a nuestros juicios. En el planteamiento de esta confrontación cotidiana no es la libido sola la que decide, la comprobación vital popular y garantizada con un ejemplo vivo que conocemos o vemos en el cine, sin la sombra diluida de la hasta ayer "clásica" apreciación acerca de lo "primitivo" y lo "bárbaro", regida por el milagro griego y la occidental exigencia antropomórfica. es tal la belleza y desarrollada entrelazadamente tal la variedad de ella en zonas en las cuales las migraciones dejaron su genio como los aluviones su pujanza, que el contraste tan enorme podríamos captarlo poniendo junto a Coatlicue las cabezas de Palenque: dos mundos, dos obras como de planetas distintos. Y el arte maya supo vivir, como ningún otro arte de América, en esos dos mundos. De espaldas a Asia, habiendo perdido toda noción de origen, nuestras civilizaciones precolombinas, con palabras de Roger Fry, "nos han dejado más obras maestras de escultura pura, que todas las civilizaciones de la Mesopotamia o que la mayoría de las civilizaciones modernas de Europa".





X

X



Y



EL PÓPOL VUH Pópol Vuh fue descubierto a princiXiménez, nacido en Écija, Alta Andalucía, el 28 de noviembre de 1668.^ El lego Ximénez llegó muy mozo a la capital de Guatemala, el 4 de febrero de 1688 con el séquito del nuevo Gobernador, aún no cumplía 20 años don Jacinto Barrios Leal; continuó sus estudios en el convento de dominicos de Guatemala; los terminó en Ciudad Real de Chiapa, y luego pasó a servir el curato de Chimaltenango, San Pedro de las Huertas, Xenacoj, Sacapulas. Cumplidos los 32 años, se hizo cargo del curato de Santo Tomás Chichicastenango, en donde vivió hacia los años de 1701 a 1703. En este viejo centro indígena, entre los papeles de la curia, dio con el manuscrito, hecho unos cien años antes, en lengua quiche y caracteres latinos.

El manuscrito

original del

pios del siglo XVIII, por Fray Francisco





,

Todas sus historias las traduje en nuestra lengua castellana de lengua quiche en que las hallé escritas desde el tiempo de la conquista que entonces [como allí dicen] la redujeron de su moda de escribir al nuestro; pero fue con todo sigilo, y se conservó entre ellos con tanto secreto, que ni memoria se hacía entre los ministros antiguos de tal cosa. la

.

.

La

traducción del Pópol Vuh, terminada antes de 1721, fue Ximénez en su Crónica de la Provincia de San Vicente de Chiapa y Guatemala. Se conservó inédita, en su convento dominico, en donde fue hallada por Ordóñez y Aguiar, quien la aprovechó en otra obra. El Pópol Vuh no fue conocido hasta mediados del siglo pasado, por las publicaciones del doctor C. Scherzer: en 1830 encontró el manuscrito en la Universidad de San Carlos de Guatemala, heredera de los papeles de Ximénez. El doctor Scherzer copió el manuscrito de Ximénez y lo publicó en Viena, en 1857, "a exincluida por Fray Francisco

Imperial Academia de Ciencias". Cuatro años desmuy ligado a nuestras investigaciones históricas, el abate Carlos Brasseur, quien de México llegó a Guatemala en febrero de 1855, publicó la versión francesa al lado del original, pensas de

pués,

un

la

sabio

en París, en 1861. El abate Brasseur de Bourbourg descubrió en Rabinal, en * El libro del consejo, Segunda edición, Biblioteca del Estudiante Universitario, México, 1950. Prólogo de Francisco Monterde. (Adrián Recinos, en la Introducción al Pópol Vuh, edición del Fondo de Cultura Económica, México, 1953, p. 38, da 1666 como fecha de nacimiento del Padre Ximénez.)

99

LAS HUELLAS DE LA VOZ

100

donde

El Varón de Rabinal. No hay en este baargumento y bien contada su sencilla acmenor rasgo de tradición occidental. Es autóctono, sin

sirvió al curato,

llet-drama, de escueto ción,

el

huella alguna de cristianismo, sin alusión, distante siquiera, a lo español. Con los otros libros guatemaltecos, entre los cuales se destacan el Memorial de Solóla (Anales de los Xahil o Anales de



los Cakchiqueles) y el Título de los Señores de Totonicapán el Pópol Vuh tiene calidad impar completamos, tanto como con las ciudades antiguas, estelas, cerámica y los tres códices mayas que se conocen el Códice de Dresde, el Tro Cortesiano y el Paresiano el mundo primordial de Guatemala. A veces, tan cercano, apenas recubierto por leve capa de polvo. A veces, tan re-







,

moto y definitivamente

En

sepulto.

que nos han legado las nacionalidades quiche y cakchiquel, encontramos datos de la corriente original de los pueblos de una vasta región de América del Norte, México y Centroamérica y sus vicisitudes históricas o legendarias, impregnadas de rastros culturales de los núcleos más antiguos. ¿Qué leyendas hay al otro lado del Estrecho de Behring, entre chinos, los libros

mongoles, siberianos, coreanos, acerca de tales migraciones? El Pópol Vuh y los Anales de los Cakchiqueles (o Memorial de Tecpán Atitlán o Memorial de Solóla) parecen penetrar oscuramente hacia zonas de un mundo muy lejano y oculto detrás de la propia civilización maya antigua y de la civilización tolteca, que hasta fines del siglo ix de nuestra era ejerció influencia en ella.

Los Anales de pectos

éste, casi les

de

los

Cakchiqueles recogen

más directamente los

lo

legendario y as-

que el Pópol Vuh, absorbido en su totalidad, por cosmogonías y teogonias. Los Anahistóricos

Cakchiqueles dejan caer algunas sondas hasta

el

mundo

mítico, poblado de milagro y dioses zoomorfos, propios del Pópol Vuh. Las narraciones quichés de la creación del hombre coinci-

una misma fuente. Los Anales de (como el Pópol Vuh y los Libros de Chilam Balam de los mayas de Yucatán) trazan el nacimiento de la corriente migratoria que llegó a Tulán, al Poniente, desde el otro

den con los

las

cakchiqueles. Es

Cakchiqueles

lado del mar. Historia de linajes, hazañas, peregrinaciones y ludichas contra potencias mágicas y tribus. "Nuestros corazones reposaban a la sombra de nuestras lanzas." cen los Anales Tula, capital de la nación tolteca, entre brumas aún hoy,





es

centro matinal de la diáspora de el sur para asentarse en nuestras

hacia

en

siete tribus

y buscaron nuevos

pueblos que migraron Allá se organizaron para establecerse. Así lo

los

tierras.

sitios

EL PÓPOL afirman

los

posteriores,

Anales de

"tomadas de

los

VUH

101

Cakchiqueles, recogiendo tradiciones

la mitología

más moderna de

los

nahuas",

aclara Brinton.

Es arduo discernir en estos textos las influencias de las dique proceden. Se hallan trenzadas unas con otras. Son abundantes las relaciones entre mitos toltecas y mayas. En ambas culturas hay un fondo propio y original, difícil de reconocer por aportaciones posteriores, muy semejantes, acaso superficiales, acaso profundas. Tula, hasta hace pocos lustros identificada, con bastante certeza, en las hermosas ruinas de tal nombre en el Estado de Hidalgo al norte y no muy lejos de la capital de México es la ciudad legendaria de las siete cuevas o barrancas de Quetzalcóatl, Chicomoztoc de los aztecas y Tulan Zivan de los quichés. Quetzacóatl, mito central, historia a la vez de los toltecas, anuda estas tradiciones: los mayas le llaman Kukulkán; los quichés, Gucumatz. Las cuencas de tres grandes ríos: el de Chiapas, el Usumacinta y el Motagua albergan a los pueblos durante el llamado Viejo Imperio, cuya historia no está precisada en los libros indígenas. Hay que arrancarla aún de inscripciones jeroglíficas, que apenas empiezan a descifrarse. El Viejo Imperio decayó por motivos que se ignoran: supersticiones que les hicieron abandonar las urbes o imposibilidad material para vivir por agotamiento de las tierras que ya no producían suficiente maíz o por epidemias y guerras intestinas. Paul Valéry, sacrificando a su gusto por el esprit, hiperboliza: "Una civilización aniquilada por un mosquito". Tikal, Palenque, Piedras Negras, Copan, Quiriguá, se desplomaron a fines del siglo rx. El Pópol Vuh es el libro fundamental, la Biblia de nosotros, hijos del maíz. Otras creaciones indígenas (Los libros de Chilam Balam, Xac Chaluh-Chen, de los yucatecos) se hallan muy lejos de la riqueza y complejidad del Pópol Vuh. Las versiones son numerosas, y, para tener razón de ser, a veces la diferenciación es rebuscada. No me interesa en ellas el buen castellano, sino sentir el pensamiento indígena, el pulso remoto de mi sangre. Por su fabulación, el Pópol Vuh no pierde, ni en las versiones menos felices, su poder de encantamiento. Como la Biblia, es un conjunto de textos sagrados y profanos, con proporciones heroicas, en donde fermentan dioses, hombres y animales, en un ámbito mágico que envuelve el origen del mundo, del hombre y de los dioses. Mito, leyenda, historia: edades de la mente del hombre. Las coincidencias con obras de mentalidad primitiva (el Kalevala de los fineses, el Ramayanaj el Génesis, etc.) son numerosas. versas culturas de

.





,

— LAS HUELLAS DE LA VOZ

102

El Pópol Vuh cuenta el Diluvio, la destrucción de los primeros hombres, la creación de los buenos y definitivos, hechos con maíz blanco y maíz amarillo, por Xmucané, rica ya de mayor experiencia; la pérdida de la sabiduría, porque Xmucané había logrado hombres perfectos y los dioses les nublaron la vista, para que no viesen y conociesen lo que sólo a ellos correspondía: "Entonces fueron petrificados los ojos de los cuatro por los Espíritus del Cielo, lo que les veló como el aliento sobre la faz de un espejo." La obra es prodigiosa en lo germinal y telúrico, en la lucha entre los hombres de la muerte y las tinieblas los de Xibalbá y los primeros hombres de la vida. La dualidad del bien y el mal, cielo e infierno, día y noche, se debate a lo largo de su párvulo fluir nocturno. Poesía densa y bullente, refinada y brutal. Hombres dioses y dioses hombres, con ritmo de obsesión mágica, recorren el amanecer del sueño y el tiempo creando y destruyendo mundos. Algunos episodios de la lucha con Xibalbá, la leyenda Eva y Venus nuestras parecen relatos de cuando de Xquic la tierra empezaba a enfriarse; de cuando los minerales aún semiderretidos, las cordilleras recién formadas, blandas aún, empezaban a soñar musgo y espacio; de cuando aquellos dioses u hombres dioses vieron cómo fue surgiendo la vida y cómo las rocas desperezábanse en serpientes y cocodrilos con la memoria de la tierra viva en ellos, ahitos de sueño, la mirada átona y nula. llegamos a la sangre, Xquic, que, fonéticamente, también encama la goma, látex casi vivo en sus rebotes en el Juego de diversión y prueba de la destreza de los dioses hasta Pelota







,

Y





nuestra sangre, hasta nuestro Ahora y nuestro Mañana. Lo extraordinario en Guatemala y México, meollo indígena

de América, es cómo el corte de la tizona española no nos ha separado del mundo antiguo, de la poesía primigenia y original, de nuestra carga explosiva y mágica. El mito se hizo carne. Al partir la tizona la Serpiente Emplumada, los trozos cobraron nueva y vieja existencia. Y se internaron en las selvas y se escondieron por todas partes. Hoy reptan y vuelan en palabras, sangre y sueños, tan vivos como en códices, leyendas, frescos o monolitos. El agua bendita no apagó el fuego central del planeta propio, de la tierra hecha por nosotros ayer. La misma de todos y otra a la vez. Las llamas se animaron, y hasta el agua bendita cayó en la hoguera, tal nuevo combustible, en la ceniza jamás enfriada que caldeó la noche de obsidiana de los Procreadores, de los Grandes Maestros Magos. La primera cruz, que fue la de la espada, la primera cruz blanca, sirvió para darnos muerte. Los abuelos se acurrucaron,

EL PÓPOL metieron dentro de

se

como

sí.

VUH

103

Se cubrieron con

el

manto

del Brujo

caracol en la concha, la tortuga o el armadillo. Aún se cobijan así, mirando al mundo con desconfianza. Cada vez que han deseado asomar un miembro, el rayo ha caído del Envoltorio,

el

ellos. Desde su santuario, protegidos por el mito, por una Caballeros Tigres, Cahendidura del tocado de plumas blancas contemplaron el estallido mortal de la pólvora, balleros Águilas las fogatas de la Inquisición, el brasero que enrojeció los hierros que marcaron su carne como a bestias. Entre las páginas surge el lamento. A veces, sólo ironía, esa sonrisa concentrada en los dientes, la cara impávida, sonrisa de tacuazín, entre las puntas escasas del bigote lacio y caído del indígena. Leemos en el Pópol Vuh acerca de Francisco Marroquín, primer Obispo de Guatemala, esta historia del reino quiche y su

sobre





capital,

Gumarcaah:

Entonces se separaron en nueve clanes; habiendo acabado la querella de las hermanas, de las hijas, se ejecutó la decisión de que gobernarían veinticuatro Grandes Mansiones, y esto sucedió. Hacía mucho tiempo que todos (los hombres) habían llegado allá a su

ciudad cuando ajustaron las veinticuatro Mansiones allí en la ciudad de Gumarcaah. Bendecida por el Santo Obispo, esta ciudad está vacía, abandonada.

La paloma del Espíritu Santo no trajo olivo, sino centellas. fue presa de las águilas, sino aniquiladora de quetzales. ahora que la nube de pólvora se ha desvanecido, aunque al res-

Y

No

aún sintamos su olor acre y nefasto, vemos pontificales unieron nuestro ayer y lengua que la y nuestro hoy con vértebra poética, como la que une el caballo y el hombre en el centauro. Y eso es América, la del Pópol Vuh. Siempre se oye la lanzadera del mito tejiendo la urdimbre de nuestros pasos en el alba. América nocturna con su cielo y estrellas propias. Con los cuatrocientos jóvenes muertos por Sabio Pez Tierra, donde uno de los abuelos ,es el sol, el otro la luna, ligada al mundo mediterráneo, a la cruz que borró el nombre de nuestro reino principal, en aquel lamento espantoso, breve y desnudo dolor puro, con el cual ciérrase el gran libro sagrado: "Tal fue la existencia del Quiche, porque ya no hay, está perdido, aquello que hacía ver lo que fueron antaño los primeros jefes. Así pues, es el fin de todo pirar profundamente Iglesia

la

el

Quiche llamado Santa Cruz."

de

Mendoza v Miguel Ángel



^

El libro del consejo, traducción y notas de Georges Raynaud, J. Asturias, Ediciones de la Universidad Nacional

México (Segunda edición). México (1950),

p. 183.

M. Gonzáles Autónoma de

104

LAS HUELLAS DE LA VOZ

Para ejercitar las facultades mnemotécnicas, el ritmo y la rima sirven excelentemente en la palabra, como el ritmo y la melodía en la música. No se pierde fácilmente el hilo del ovillo que vamos desenvolviendo hasta salir del laberinto, apoyados en el brazo del monstruo.

Hay

correlación entre las diversas expresio-

hablando con más propiedad, la expresión es una y diferentes los medios de cada arte. El hombre interpreta, sirve su época, condicionado por el ambiente, por la estructura social. Lo sorprendente no es que un estilo corresponda a determinada sociedad o época histórica, sino que, a mucha distancia de tales estructuras, el arte mantenga su validez. La explicación de una expresión como parcial resultado del medio es un aspecto sociológico, en donde hay bases objetivas para juzgar. No acontece lo mismo con el carácter puramente estético, donde los valores son fluctuantes y aun se hallan, en gran parte, fuera de las ciencias exactas y experimentales. El Pópol Vuh historia heroica, saga de los hombres quipenetra en el tiempo de la cerámica chés, realidad y leyenda más arcaica, hasta los cimientos de los templos. Un corte en la tierra maya, donde descubrimos diversos estratos y fases de cultura. Un corte en el cerebro maya, donde encontramos las más provectas ceibas y las enredaderas más jóvenes. Como por todos los grandes libros de mentalidad primitiva, un pueblo da sus primeros pasos en una poesía, viva y ciega, como embrión. Las fuerzas naturales, las necesidades de la existencia, se enlazan menes, o,





tafísicamente desde los comienzos. El hombre les otorga realidad, forma y dimensiones tangibles. Surgen signos y símbolos, dibujos y pinturas. Lo que se habla en los símbolos, lo que se pide o se invoca ante ellos, los ruegos o amenazas, las suposiciones acerca de obras y poderes, son mitología, leyenda, historia, y los dioses no se sabe si fueron hombres, porque los hombres fueron deificados muchas veces. Las asociaciones de un poder o fenómeno natural, la lluvia, el rayo, el temblor de tierra, la tormenta, la muerte, el viento, el fuego, el eclipse, la fecundación, la noche o la aurora, van consubstanciándose de tal suerte que el héroe se borra detrás del nombre que recibe. Se es tapir del alba, mariposa de obsidiana, serpiente cubierta de plumas. el mundo de los fenómenos naturales ligados a la vida va confundiéndose con la concreción de los mismos. Con los hombres sabios que reciben el nombre simbólico de aquellas fuerzas o dioses. Existe un pensamiento, una concepción de la vida y la muerte; una filosofía, una interpretación de lo explicable y lo inexplicable, siempre acosadas por lo perentorio, porque es muy práctico el

Y

EL PÓPOL

VUH

103

mentalidad primitiva. En la poesía de tales textos deritmo encierra funciones específicas, como el de la flauta frente a la cobra. La poesía no creaba una taumaturgia, un engaño propiamente, una simulación. Creaba una fe, más que un fanatismo. Era positivamente mágica en relación a esa fe. El carácter único del Pópol Vuh se realza por el hecho de ser una de las más puras formas que existen de la matinal palabra del hombre. Pa-

mundo de lirantes,

la

el

labra por excelencia, cargada de facultades de creación y aniquilamiento. Es hontanar la fe, tan ciega, que se hunde en los orígenes y logra abrir los ojos en las profundidades y traemos hasta el cielo de hoy todo lo que ha visto y conocido. Del viaje a miles de años atrás y del cambio de ambiente tan radical, emerge la

sorpresa.

No

que hayamos descubierto que el mecanismo de la mentano funciona para nosotros, y que el dios tremendo es tan inofensivo como inexistente. El problema es otro. No es dios alguno el que nos inquieta, sino la concreción ardiente del hombre y de su fe. El poder del verbo. El milagro no se opera ante nosotros, porque no tenemos esa fe. Porque no tenemos mentalidad primitiva. El dios en el texto, en la escultura, en el templo que le fue edificado, no es un impostor. Y jamás se enfría hasta el punto de ser cadáver. El soplo demiúrgico perdura en la superstición borbollante del hombre. Por encima de la palabra hablada o escrita, de la escultura y la arquitectura, la música o la danza, hay un universo impalpable de poderes y de pasión humana general, de sed de eternidad y sed de mito y verdad práctica, como en toda poesía que no se marchita nunca, aunque la relojería, la construcción de la creencia, haya sido desmontada y analizada es

lidad primitiva

en

detalle.

el Pópol Vuh concentra el soplo anímiverdad del libro, su indestructible fuerza perpetua. Lo que en siglos acumularon los quichés en la creación de sus páginas lo sabemos en un momento. Sentimos, de golpe, nostalgia de lo sagrado aborigen, y recorremos no sólo la prehistoria del hombre, sino toda su ansia. En la génesis del hombre y del mundo, no creemos, o acaso preferimos la del Viejo Testamento, la de la ciencia de nuestros días. Y esto es desmontar la relojería, hacer la disección, identificar la materia, y la verosimilitud se queda corta, chata, ineficaz, frente a la exaltación creadora. La pasión, la obsesión de eternidad, hace perdurable en el Pópol Vuh la vigencia poética. Al sumar las fracciones, tenemos el todo, pero no cabal, si no advertimos el alma de su palabra. El

La

tensión con que

co y genésico

es

la

LAS HUELLAS DE LA VOZ

106

Pópol Vuh, como

muy

contados libros, encierra la esencia de la poesía en estado bruto, tan directa y elemental que, para poder narrar o explicar, recurre a la constante asunción del mito. El mito por dondequiera empollando sus monstruos emplumados, cargados de muerte y sabiduría, con todo el dolor de lo prenatal. Es una bitácora, una brújula. El plan de condición

humana como

un rumbo y

descripción del mismo, con finalidad poética, es dehambrienta de perentoria verdad práctica. Historia del hombre, de sus luchas y creencias, de la adaptación recíproca de ellas, no sólo para abrir la ruta, sino para seguirla y apasionarse en el recorrido y para imaginarle una meta. El hombre, al morir, en un segundo, penetra en la eternidad. Recuerdo a Lucrecio afirmándonos que en el primer segundo de estar muertos sabemos tanto de la eternidad como el primer hombre que entró en ella. Estamos en lo infinito en un instante, con la misma cantidad de luz y noche que el hombre primero. Nos reintegramos tan velozmente a la naturaleza, a los Elementos, que esa conciencia, absoluta y total, nos arrastra en su rayo. Sabemos lo del sol y la hormiga. Lo del viento y el fuego. Nos deslumhramos: sentimos los planetas como arenillas en La poesía de las creaciones cosmogónicas y teogónicas dedos. los es una brizna de toda esta sabiduría ofrecida imperfectamente y sin la velocidad de la muerte. Se adelanta o se retoma con torpeza, hasta el primer hombre. A veces, se diría que equivocamos el extremo del anteojo mágico y no sabemos si ven la bóveda celeste o una gota de agua. Es un rayo lento de Pópol Vuh, Carta Magna del alma guatemalteca. Los frescos, la escultura, son creaciones de la misma mentalidad de los textos sagrados: ilustraciones o concreciones tangibles de la poesía. Si ponemos en la tierra un monolito de Copan o de Quiriguá, como hueso de un fruto de tal mundo, germinará una ceiba de leyendas. Aprehender ese mundo fue una necesidad. surgió el dibujo, la escultura, las narraciones que son esas esculturas y pinturas con palabras. es como un corte de la tierra y El Pópol Vuh —dijimos pensó con los dioses y signos que cráneo mayas. Este cerebro del adornan las vasijas. Aquel otro, posterior, trae el recuerdo de los abuelos, aunque sea más perfecta la forma y la representación ideográfica de sueños y temores. Y sigue adelante hasta que de la caverna sale el sol, levanta muros, columnas y ensaya bóvedas. En ellos está su mundo y su trasmundo. En el Pópol Vuh, el hombre crea un palacio, una pirámide cir,

Y



y como apoya

las

propias estructuras materiales sobre viejas es-

VUH

EL PÓPOL

107

muchas veces eslabonándolas, éste es un libro de fragmentos, de edificaciones superpuestas y pedacerías de cerámica de épocas distintas. No representa, en la versión que sobrevive, una época precisa, como si hubiese sido creado por un hombre en los años tales de la vida de su pueblo y de su vida. Sucesión de colectivas narraciones cortadas que pasaron de memoria en memoria de los sacerdotes de las tribus; canto rodado que se fue puliendo y recogiendo color y materias de su recorrido en el tiempo. Posiblemente, el indígena o indígenas que lo fijaron en la tructuras

forma en que nosotros.

Un

lo

conocemos no

lo

comprendían mucho mejor que el hombre que lo

texto va siendo diferente, porque

aprecia es diferente. La verdad definitiva, absoluta y existente de la poesía está hecha con la suma de todas esas parcialidades a través de hombres y épocas. El Pópol Vuh, anónimo como yo le creo o del quiche Diego Reynoso, era un Pópol Vuh en ruinas, abandonado, perdido en las selvas de la memoria, como estaban perdidas en las selvas del Peten, para el autor anónimo y sus contemporáneos, Yaxilán, Tikal y Uaxactún. Lo que el autor rescató al escribir son vestigios del mundo indígena. Encontró pavesas en su memoria y en la de sus contemporáneos y, para que no se esfumasen más, logró escribir aquella poesía oral pensándolos tempranamente los relatos en su propia lengua y fijándolos en español. El genio del idioma arde en una misma llama con el ensalmo del pensamiento: así se origina el estilo del Pópol Vuh: una de sus significaciones principales en el amanecer de la experiencia humana. En ello perdura otra de las huellas de su inmarcesible acento. Como las pinturas y las esculturas, que son palabra, poesía en línea o en volumen, el Pópol Vuh es testimonio único e inmejorable de la sensibilidad primitiva, radicalmente aborigen, y encierra perfección y calidad impares. La unidad de tal sensibilidad se evidencia en nuestra expresión, aunque el mestizaje sea hoy el que encarne la voz. El mundo indígena ejerce poder in-





,

gente y seguirá ejerciéndolo. La habilidad decorativa, el barroquismo de la forma y la fascinante abundancia imaginativa, mezclada a su realidad más concreta con informaciones de todo orden

—leyenda, — dan

historia,

religión,

gobierno, costumbres, preocupacio-

Pópol Vuh uno de los sabores característicos. De la cerámica, de los códices, de los murales, pasaron a las telas precolombinas más adornadas. Así en las actuales está la raíz de la sensibilidad maya. El color y las formas, las manchas del jaguar y los pájaros, penetraron por todas partes, y no sólo por los ojos, y aún engalanan nuestro mundo. Las palabras llevan plumas

nes

al

LAS HUELLAS DE LA VOZ

108

de quetzal y orquídeas y arcilla roja de los ídolos. La supervivencia de lo indígena es tan grande por ello: estilo nacido por el propio ambiente natural en que vivimos. Nos apasiona el adorno, la voluta, el colorido. Una suntuosidad estival que nunca pierde

Una sabiduría orgiástica y severa. Hay gozo rasgo excesivo del clamor o de la metáfora plástica o poética, o se va al extremo opuesto, por inhibición más que por re-

su refinado rigor.

en

el





cuerdo demasiado remoto de geométricas formas elementales; a la perífrasis, al murmullo de la petición alambicada, hecha en eufemismos y disfraces; a la afirmación escurridiza, en estira y afloja constante, sinuosa, indirecta y oculta, condicional o subjuntiva y en tercera persona o primera del plural, con atenuantes y amortiguadores, que llega hasta más allá de la reticencia y la sequedad, al silencio mismo. Sobre todo esos silencios apretujados y sumergidos, domeñados por el trauma colonial del indígena y el mestizo, y el trauma tremendo de tiranías mestizas, surge el estallido iracundo o la lenta y prolongada arborescencia que es el barroquismo de nuestra expresión. Algunas de estas narraciones acaso se presentaron esquemáticamente (El Varón de Rabinal) para festejos relacionados con la vida agrícola, el calendario y varias presencias del panteón maya. Hay semejanza en el amanecer de los pueblos: en los episodios se anudan la mitología, la leyenda y la historia, y se evocan con danza, música y salmodias. Su insistencia, el machacar del paralelismo, los salmos quejumbrosos, recuerdan al teatro chino. Mucho de la poesía fue teatro y danza antes, en otras civilizaciones, como el Cantar de los Cantares. Las celebraciones periódicas aseguraron la supervivencia de leyendas, de hazañas de mitológicos fundadores de la estirpe. Hoy día, en Guatemala, aun en los pueblos no aislados, se repiten danzas y parlamentos rituales. Los más conocidos evocan la Conquista casi siempre. Estas representaciones proceden del siglo xvi, mezcladas con catolicismo y dirigidas contra los "infieles" por los primeros misioneros. Las máscaras de los Santiagos exageran los rasgos y características: ojos azules o verdes, abundantes barbas y bigotes, nariz aguileña, pelucas de rizos rubios. Los "infieles", los "moros", los indígenas, se hallan representados con grotescas batracios, arañas, sermáscaras morenas, cubiertas de alimañas pientes para que encarnen su connivencia con el diablo. Nada extraño me parece que el Pópol Vuh, que acaso vivió siglos antes del arribo de los españoles de manera semejante, haya podido constituir un ciclo heroico, salvado por tradición oral, precisamente por formas elementales de teatro, en que la leyenda se





EL PÓPOL

VUH

109

representa en días y días, objetivándola con máscaras, danza y música.

Ocupan lugar único, solitario y magnífico, en las letras más guatemaltecas y preciosas de Guatemala, semiolvidados y en penumbra, quienes nos legaron los libros indígenas, no importa cuál tenga del trabajo de ellos. A estos cronistas debemos el testimonio y maravillosos milenario de la sangre, herencia tan valiosa como la cerámica,

sea

criterio

el

los

que

—poetas

indios

se



telúricos

códices y los templos. El eslabón de nuestros pueblos, forjado por los cronistas abo-

rígenes, se

une

al

de

los cronistas castellanos,

ligando dos

mundos

¡qué laguna habría en nuestro más legítimo patrimonio espiritual! Vivieron la pasión de las nacionalidades, recogiendo lo portentoso de los acontecimientos y de la tradición popular, transmitida de generación en generación. El anónimo indígena quiche autor del Pópol Vuh es un padre y maestro mágico, como los héroes de sus narraciones. A Diego Reynoso debemos, probablemente, parte del Título de los Señores de Totonicapan. A Bartolo Ziz, el ballet-drama El Varón de Rabinal. A Francisco Hernández Arana y Francisco Díaz, Anales de los CakchiqueleSj con la cooperación anónima, en épocas diversas, de otros analistas de la comunidad. Sus nombres guardan sitio señero en la historia de la literatura precolombina. Sin embargo, los nombres de estos compiladores o rapsodas no son familiares. El Pópol Vuh sobrevive como los restos de un naufragio, como las brasas de un incendio. Su autor anónimo, a mediados o en las postrimerías del xvi, lo compone, lo reintegra de nuevo, valiéndose de recuerdos de gentes que guardaban las tradiciones recogidas en el primitivo Pópol Vuh, que, posiblemente, existió escrito alguna vez o memorizado y perpetuado por tradidiferentes. Sin ellos

ción oral.

La

versión de que hoy disponemos acaso proceda de códices

perdidos. Los códices fijar la

—más que

memoria, para excitar

la

libros

propiamente

— servían para

imaginación.

Visto el libro o, más exactamente, la pintura, el lector iba refiriendo y relatando la leyenda escondida, las imágenes y signos simbólicos del pinacograma. Era necesaria una fijación mnemónica y el metro y la música ayudaron a forjarla, como en todas las culturas literarias al comenzar. De ahí nació el cantar, f>oema, relato, o relación, como se llamará con frecuencia la lectura comentada de lo que el códice decía. No en vano la palabra náhuatl que expresa nuestra idea de leer corresponde a la de contar, sea enumerando, sea narrando: pohua. Bien pronto el cantar se libertó de la sujeción a la pintura. Corrió por su camino, como cosa viva, y se fue transmitiendo de boca

no

LAS HUELLAS DE LA VOZ en boca. Una de las ocupaciones de los sacerdotes era conservar, componer, enseñar, recoger y difundir aquellos cantares."

El probable origen oral de la versión del Pópol Vuh explica lagunas y oscuridades de numerosos paisajes. Porque hasta la fecha ignoramos que hayan escrito en lengua propia las tradiciones conservadas oralmente, se ha negado la existencia de una literatura indígena. Se ha querido establecer diferenciación tajante: sin palabra escrita en la propia lengua, no se puede hablar de una literatura determinada. Las limitaciones de tal criterio han sido discernidas y demostradas muchas veces. La literatura de los pueblos primitivos está en la palabra, en la tradición oral o como llegó escrita hasta nosotros, en lenguas vernáculas o en castellano. Lo destruido por los Fray Diego de Landa, los Juan de Zumárraga, habría dado respuesta aún más terminante: "Hallámosles grande

número de

libros

de

estas sus letras;

y porque no

tenían cosa en que no hubiera superstición y falsedades del dese los quemamos todos, lo cual a mamonio nos dice Landa



ravilla sentían



y

les

daba pena".

En los grandes libros guatemaltecos se expresa un pueblo con sus condiciones sociales y las aspiraciones de una cultura. Confirman tales testimonios los demás restos del naufragio: ciudades, esculturas, estelas, joyas, códices, cerámica. El Pópol Vuh, el Memorial de Solóla o Anales de los Cakchiqueles, el Varón de Rabinal y el Título de los Señores de Totonicapán abarcan dos zonas en muy diferente medida: una, en que lo mítico domina, la fabulación poética de dioses en sus trabajos y sus días y hombres portentosos como dioses; y otra, en que domina el hecho real comprobado, claramente aludido, el propósito reivindicativo de tierras, la historia de un linaje, la acusación contra la Conquista, el registro de nombres que encarnan alivio o dolor, así como sucesos que golpearon su imaginación y sus cálculos. Vive en ellos, hombres medidores del tiempo, la preocupación cronológica: en los Anales de los Cakchiqueles se registra que el 2 de febrero de 1584 llegó a Solóla la orden para la corrección del calendario, decretada por Gregorio XIII, en 1582. Quienes nos transmitieron el Pópol Vuh, los Anales de los CakchiqueleSj el Título de los Señores de Totonicapán, El Varón de Rabinal, tuvieron la aptitud de hacerlo hurgando en la memoria y en la sangre con todas sus raíces. Aptitud y voluntad, así como pasión, con orgullo del panteón maya, del linaje. Son lumi3

versidad

Épica náhuatl, Ángel María Garibay K, (Introducción), Ediciones de la UniNacional Autónoma de México, Colección del Estudiante Universitario, 1945.

EL PÓPOL narias que no

pudo apagar

el

VUH

agua bendita. Ni

sustituido al teponaxtle, ni la flauta al xicolaj.

111 las

campanas han

Los nuevos ídolos

no han batido a los antiguos. La llama de más esplendor de estos libros no se ocupa de problemas o lamentaciones particulares del hombre: son expresiones directas de un pueblo entero que los concibe amasándolos en centurias o milenios con oscura experiencia colectiva y excepcional capacidad fabuladora, por la misma virginidad de la emoción y el raciocinio. Cuando se lee la abundante obra derivada de estos textos, ya sea en relatos o leyendas, con el prestigio de un sistema metafórico que desea adentrarse en lo primigenio y hasta intenta salirle adelante con las más brillantes formas de las literaturas más avanzadas, como lo han hecho algunos escritores actuales, nos cercioramos de que jamás logran acercarse a lo esencial de los textos autóctonos. Tentativas escénicas buscando la deflagración mágica de las fábulas indígenas también han mostrado su bastardía congénita y la impotencia para alcanzar algo del cielo perdido para siempre.

Son cristalizaciones del anhelo y el pavor de estos pueblos, de sus dioses y sus hombres que se elevan a la apoteosis, a veces indiferenciables, enredados en la fábula, como las raíces en la tierra. No son historia: transfiguran hechos seguramente reales y fantásticamente los interpretan. Se nutren del aire, de los minerales, de los pájaros y planetas, para crear florescencia de limbo, fetal y prístina, de humanidad balbuciente. Llegamos al embrión, a las primeras palabras de los huesos de todos. Palpamos nuestra remotidad. Penetramos, perpendicularmente, en el tiempo cuando no había tiempo. Labran sus sueños como dioses. Hombres en el acto de la creación, en su presencia más pura y evidente, engendran como demiurgos. A pueblos enteros se les ve amasar sueños y vigilias de milenios; realidades con deseos, terrores y esperanzas, barro original al que dan el soplo de la vida con el fuego robado, rescatado. Quienes nos dejaron herencia tan asombrosa encarnaron nuestro destino: oímos el caudal indígena juntándose con la sangre española. Nos nutrimos en su noche, en el claustro materno del pueblo, regado por mil y mil años capilares que, como raicecillas, se hunden en los mitos vernáculos, con imantación que ha modelado nuestra vida. "El mundo se injertó en nuestra poesía pero el tronco era americano". El perfil decía José Martí de Guatemala es el del Dios del Maíz. Sangre y poesía son aquí



— la

misma

cosa.

ARCOS Y CÚPULAS El apostolado de los primeros predicadores es noble y hermoso, memorable en la historia de la ética humana. Sobre todo, los franciscanos, entre quienes florecieron un Pedro de Gante, un Toribio de Benavente, un Vasco de Quiroga. Las tierras se conservaron de propiedad comunal. La evangelización llevada a cabo con píritu de sacrificio, humildad y abnegación, hizo verosímil un

es-

re-

nacimiento del cristianismo primitivo. Fue breve tan extraordinaria historia de piedad, amor y devoción. Pronto perdió su índole y sólo sobrevivió, individualmente, en contados misioneros excepcionales.

Años más tarde (1606) se establecieron los jesuítas en Guatemala y crearon organizaciones económicas importantes. Con su expulsión de todos los dominios españoles en 1767, la inquietud por la independencia misma se aceleró, porque habían servido para interesar a los criollos en las empresas y así ligarlos a la Corona. La sociedad teocrática que fundaron en el Paraguay, en la cual no se permitió la propiedad privada para explotar mejor a los indígenas en beneficio de la orden, se vino abajo al ser expulsados. Cuidaron los jesuítas de que nada pudiese andar sin su intervención y participación directas. En la nueva sociedad de América, la Iglesia se constituyó,

como

siempre, en una entidad económica y política, totalitariamente organizada y asentada sobre dogmas, sometida a un jefe supremo infalible, para desarrollar acción nacional e internacional, definida en lo económico, político y social. Fray Bartolomé de Las Casas, que al principio parece haber cedido ante la exi-

gencia de esclavizar a los negros para aliviar la situación de los indígenas, pronto se arrepintió de ello. Mucho se ha escrito sobre la nueva sociedad que se forjaba en América, acontecimiento sin paralelo en la historia, que se realizó sobre una inmensa extensión y sobre una inmensa población, en que las circunstancias mismas de su crecimiento iban otorgándole configuraciones elásticas:

leyes

y reglamentos

se

burlan hasta por necesidad impres-

cindible de acomodo. Así la nueva sociedad de América hispánica retrocedió, en ocaformas medievales que ya estaban desapareciendo en Europa, pero en conjunto se mantuvo en una condición fluida, debido a los cambios frecuentes en las fortunas de los individuos, a su movilidad y a su adaptación a las nuevas circunstancias. Hubo un consiones, a

112

ARCOS Y CÚPULAS

113

tinuo flujo y reflujo entre España y sus colonias, un movimiento general de la sociedad que obedecía a las nuevas posibilidades de viaje y lucro, y todo esto contribuyó a derrumbar viejas reglas sociales en ambas orillas del océano.*

Como lo observamos aún en cualquiera sociedad colonial contemporánea, es innegable que la conquista y la colonización fueron tan crueles que originaron suicidios en masa, cuando los indígenas ya no pudieron resistir con las armas. Cuenta Remesal que así ocurrió en El Cañón del Sumidero, por donde corre el río de Chiapas, después de luchar contra Luis Marín, en 15231524, y cuatro años más tarde, al enfrentarse a Diego de Mazariegos, en tierras del actual Estado de Chiapas, México. Estos sucesos, aparte de muchos otros, hablan con elocuencia del drama social de los aborígenes. La desintegración creada por la conquista y la colonización prosigue en nuestros pueblos: se les hizo perder hasta la capacidad elemental de leer su propia escritura. Los grandes misioneros y algunas de sus instituciones desaparecen en América en el xvii. La población criolla cada día se hacía más poderosa, económica y numéricamente. El interés por el indígena y el mestizo se desvaneció hasta el punto de tomar dirección opuesta: ya no se buscaba educar y enseñar al indígena, sino conservarlo en su atraso y al servicio del explotador. Los centros educativos indígenas decayeron, se fueron a pique y nunca recobraron su importancia. ¿Qué nombres indígenas podemos presentar ocupados en actividad trascendente en Guatemala? Como últimas luces del espíritu de los primeros evangelizadores, dominicos y franciscanos, surgen a fines del xvii los nombres de Diego Reynoso, Francisco Hernández Arana y Francisco Díaz, vinculado el primero a la posibilidad de que haya sido el compilador de las traducciones del Pópol Vuh, y los dos últimos como autores del Título de los Señores de Totonicapán y de fragmentos del Memorial de Solóla o Anales de los Cakchiqueles.

El

futuro primer Obispo de Guatemala, Francisco MarroEspaña con Pedro de Alvarado en 1530, quien le

quín, vino de

nombró párroco de Guatemala. voto y paternal de algunos de ras escuelas

A

él le

iluminaba

el espíritu

de-

Funda sus primemás tarde, un colegio para

los misioneros.

para hijos de españoles;

niños huérfanos. Levanta la primera catedral y la inaugura en el

año de 1533. Al año siguiente, ^

el

cura párroco Francisco Marroquín, depen-

Pedro Henríquez Ureña, Las corrientes literarias «n ii. p. 39, 2a. ed., México, 1954.

de Cultura Económica, cap.

la

América Hispánica, Fondo

114

LAS HUELLAS DE LA VOZ

diente del Obispado de México, asciende a Obispo. Mientras Pedro de Alvarado se halla ausente y gobierna algún tiempo Alonso de Maldonado, a quien recuerdan con gratitud en los Anales de los CakchiqueleSj el Obispo Marroquín llama a Fray Bartolomé de Las Casas, odiado por todas partes. Las Casas emprende la sumisión pacífica de Tecolotlán o Tezulutlán y de Rabinal. Desde entonces, estas zonas llevan el nombre de Vera Paz. En 1545, el Obispo Marroquín publica en México su obra en cakchiquel: Doctrina Cristiana, que sirve para la evangelización. Vive la ruina de la segunda capital de Guatemala, en la actual Ciudad Vieja (1541) y Pedro de Alvarado le deja de ejecutor testamentario. Es de los fundadores de Antigua Guatemala, tercera ciudad capital, trazada por Bautista Antonelli, arquitecto militar de Felipe II, constructor de El Morro en La Habana y del Castillo de San Juan de Ulúa en Veracruz. A Bautista Antonelli debemos los primeros mapas de Guatemala. Francisco Marroquín terminó en 1548 el Hospital de Santiago. Un año antes de morir, según escritura de "Concierto y Fundación" celebrada con el Provincial del Convento de Santo Domingo, crea un colegio de segunda enseñanza, anticipo de la Universidad, en donde se enseñan artes, filosofía, teología y gramática latina. El Obispo Marroquín muere en Antigua, el 18 de abril de 1563. Los cronistas e historiadores llenan la vida de estos siglos, mientras en las montañas hormiguean los indígenas con piedras y maderas sobre la espalda, para muros, arcos y cúpulas. La esquila de Pedro de Bethancourt se oye en la noche colonial. Bernal Díaz del Castillo, Antonio de Remesal (Historia de la Provincia de Chiapa y Guatemala) ; Francisco Vázquez (Chrónica de la provincia del Santíssimo Nombre de Jesús de Guatemala) ; Francisco Ximénez (Historia de la provincia de San Vicente de Chiapa y Guatemala. Isagogge Histórica); Francisco de Fuentes y Guzmán (Recordación florida); y otros testimonios interesantes como los de Fray Antonio de Molina, Fray Felipe Cadena y algunos más. Distante, Rafael Landívar, mi triple paisano, entrecierra los ojos y enajenado de nostalgia balbucea: "Salve, Cara Parens, dulcís Guathimala, salve". En 1660, Fray Payo Enrique de Rivera trae la primera imprenta y el primer impresor, Joseph de Pineda Ybarra, para atender la divulgación religiosa. Durante la Colonia no existió nunca libertad de cultos ni libertad de expresión. Todo se hallaba sometido previamente a la censura eclesiástica. Thomasiada al Sol de la Iglesia y su Doctor Santo Tomás de Aquino se llamó el primer libro salido de estas prensas (1667), mediocre poema de Fray

ARCOS Y CÚPULAS

115

Diego Sáenz Orecuri.^ El primero de noviembre de 1729, empieza a publicarse la clerical Gaceta de Guatemala, espejo de la época. Ya en 1625, se podría afirmar que existe la Universidad, porque en el Colegio de Santo Tomás de Aquino, suspendido en 1631 por la Real Audiencia de Guatemala, se otorgaron los primeros grados mayores. El Ayuntamiento de Guatemala (26 de febrero, 1652) solicitó del Rey la autorización para fundar la Universidad con las dotaciones hechas a los dominicos en 1646 por el Capitán Pedro Crespo Suárez. Los dominicos confirieron grados de doctores en su Colegio, de 1672 a 1676, año en que llegó la real cédula de la fundación de la Real Universidad de San Carlos, "en feliz memoria del Rey Nuestro Señor Don Carlos 11". El 18 de diciembre de 1680 se celebra la toma de posesión de la primera cátedra. La Universidad se inaugura el 7 de enero de 1681, en un edificio levantado en el solar del Convento de Santo Domingo. En 1758, se instaló en la Casa de Alcántara, actual Museo Colonial, en donde permaneció hasta 1777, en que la Universidad se trasladó a la nueva capital de Guatemala, después de la ruina de Antigua en 1773. La Universidad colonial, siempre guardada por la Santa Inquisición, supremo organismo encargado del incremento de la

— —

como dijo Justo Sierra, y la imbecilidad, se redujo quien la llamó "la losa de una tumba" a "argüir y redargüir en aparatosos ejercicios de gimnástica mental, en presencia de arzobispos y virreyes, durante trescientos años". La imprenta fue un instrumento exclusivo de la Iglesia hasta 1794, cuando apareció la segunda Gaceta de Guatemala, cuya misión es memorable, a pesar del Santo Oficio. Abría las puertas, a veces tímidamente, a veces osadamente, a las ideas nuevas de esta gran época de la Revolución francesa y revolución de independencia de los Estados Unidos y de los países hispanoamericanos. Novenas, catecismos, letanías, poemas religiosos, sermones, oraciones, vocabularios indígenas para la catequización, abarcaba, en su totalidad, lo que salía de las prensas. No era vehículo de difusión cultural, sino de oscurantismo clerical. Además, el analfabetismo era altísimo. Sólo muy contados indígenas y mestizos sabían leer y escribir. Sapper calcula en 5 ó 6 millones la población de México y Centroamérica en los años de la conquista. Kroeber la estima en 3.300,000. En Apuntamiento sobre Centroamérica, por E. G. Squire, de acuerdo con el censo de 1778 de atrofia

' Ramón A. Salazar, Historia del desenvolvimiento intelectual de Guatemala (época colonial), tomo III, p. 320, Biblioteca de Cultura Popular 20 de Octubre. Minbterio de Educación Pública, Guatemala, 1950. £1 -autor tiene el libro de Fray Diego Sáenz Orecuri como el segundo. Aunque no da el titulo del primero, nos habla de un tratado de teología de cerca de 800 páginas.

LAS HUELLAS DE LA VOZ

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Capitanía General, Guatemala contaba, incluyendo a Chiapas Soconusco, 392,272 habitantes, y Centroamérica menos de un y millón: 805,339. En verdad, los datos son muy imprecisos.^ Juan Antonio de Aqueche y Anselmo Quirós, en 1808, calculan la población del Reyno de Guatemala en un millón de habitantes. De ellos hay 40,000 blancos (el 4%), "americanos y españoles, hacendados, comerciantes, mercaderes de toda suerte de tráficos, empleados, eclesiásticos, etc."; 646,666 "indios de todos sexos y edades" (el 64.67%) que "se mantienen hasta el presente tan adictos la

a sus costumbres y usos antiguos, que verdaderamente su vida es misma que los primeros pobladores de la tierra"; y 313,334 pardos y algunos negros (31.33%), en los que están comprendidos

la

los

mestizos.

Aqueche y Quirós dividen a

o ladinos de la clase que consideran en su totalidad "la casta menos útil por su innata flojera y abandono". Artesanos, gente de labranza y armería, "propensos al robo por su educación enteramente abandonada". media,

los del

31.33%, en



estos mestizos

tres grupos,



dicen los dos blancos del 4% Sin embargo , no deja de haber porción de gente parda que se dedicaba a la agricultura en pequeñas heredades, que trabaja por sí, tanto en las provincias como en los pueblos de las inmediaciones de la Capital; debemos con justicia de escluirlos de la nota que sólo recae en la especie que acabamos de describir,

Y

un

tercer grupo "que se compone de una zanganada peren sumo grado" a quienes describen como holgazanes, borrachos, jugadores, cuatreros, rateros, pendencieros y matones. En este curioso y colonial esquema, se advierte ya la artesanía, que perdura hasta hoy ("pintores, escultores, plateros, carpinteros, tejedores, sastres, zapateros, herreros, etc.") muy zaherida también por los dos del 4%, aunque reconozcan: judicial

la habilidad particular de algunos plateros, escultores, carpinteros; tanto más admirable cuando que parece natural, que en vista de sus principios y falta de proporciones no debían tenerla, ni a la formalidad y honradez de algunos maestros acreditados por su conducta.

Tal

es

interesantes

nuestro pueblo, según este informe, en que hay datos no sólo sobre él, sino sobre sus dominadores: se les

' Ramón A. Salazar dice que de acuerdo con el padrón de 1778 la Capitanía General de Guatemala tenía 797,214 habitantes. Historia del desenv'olvimiento intelectual de Guatemala, Biblioteca de Cultura Popular, 20 de Octubre. Ministerio de Educación Pública, Guatemala. Vol. iii, p. 306.

ARCOS Y CÚPULAS

117

leer claramente entre líneas. En los siglos xvii y xviii, el clero continuó edificando templos por toda la Nación. Desde los recodos de los caminos, destácase la plaza colonial, en poblados grandes o chicos, señoreada por las torres y la cúpula del templo que cobija la humildad pisoteada de los caseríos. Las iglesias son en el paisaje como clavos para fijar la piel, secándose al sol, de la pieza cobrada. Guatemala la Antigua fue la metrópoli de Centroamérica de 1543 a 1777, año en que se trasladó la Universidad a la actual Capital. Sólo México y Lima le aventajan en el Nuevo Mundo. Sus imagineros, como Quirio Cataño y Alonso de la Paz, que florecen en el xvii, dejan no pocas obras maestras. Los talleres antigüenos trabajan para Centroamérica y buena parte de México. En 1794, reaparece la Gaceta de Guatemala. Circula 23 años, hasta 1816. En ella, a pesar de la censura, el criollo avanzado se ocupó con audacia de temas nacionales. Es una de las publicaciones valiosas del Continente por su crítica y la aportación de un pensamiento nuevo con Ignacio Beteta, Jacobo de Villa Urrutia, fundador de la Sociedad Económica de Amigos del

puede

País, y Simón Bergaño y Villegas y Mateo Antonio Marure, encarcelados y deportados. Antonio Liendo y Goicoechea lleva a

término la primera reforma universitaria. La Academia de Bellas Artes se funda en 1797. Hacia fines del xviii, a los criollos ilustrados y algunos mestizos no podía juzgárseles rutinarios seguidores de un pensamiento colonial. Nuestros mejores hombres conocieron el pensamiento europeo, avanzados a pesar de la Iglesia con la Inquisición, y a pesar de los Capitanes Generales. Puede apreciarse esta inquietud en la prensa precursora de la independencia, en hombres como los citados y en José Cecilio del Valle, Antonio Larrazábal, J. Florencio del Castillo que nos reprePedro Molina, Fray Matías de sentaron en las Cortes de Cádiz Córdova, J. Francisco Córdoba, José Francisco Barrundia. En esos días publicaron dos periódicos: El Editor Constitucional, que dirige el doctor Pedro Molina, y El Amigo de la fundados en julio y octubre Patria, de José Cecilio del Valle de 1820, respectivamente. Estos periódicos abren una nueva época, aunque sean muy divergentes acerca de la oportunidad de la independencia misma. Valle se manifestó contrario al ideario político del Doctor Molina, figura procer en la lucha. El sabio Valle, Auditor de Guerra del Gobierno Español, fue siempre vacilante, hasta en el propio momento en que redactó nuestra helada y pusilánime acta de independencia del 15 de septiembre de 1821, que no firmó. La escolástica y la teología eran barridas por el





,



enciclopedismo.

BERNAL DÍAZ DEL CASTILLO A

Bernal Díaz del Castillo le tenía enterrado bajo mi cama. Siendo niño, jugando frente a casa, en las ruinas de la catedral de Antigua, en los subterráneos que llegan a los cimientos de* nuestras habitaciones, bajo la capilla del fondo, detrás del altar mayor, se encontraban tumbas principalísimas del Reyno de Goathemala. Nos escondíamos en los alvéolos de las tumbas, alineadas al norte y al sur del sótano presidido por un crucifijo abandonado entonces, hoy día con algunas velas encendidas siempre. El manuscrito de Díaz del Castillo, que guarda el Archivo Nacional, es una de nuestras reliquias. Su protección ha quedado asegurada por la Biblioteca del Congreso de Washington. Se limpió cada hoja, se fumigó y se recubrió con celulosa transparente. Alguna vez, consultando el manuscrito, el Director del Archivo, el maestro J. Joaquín Pardo, me mostraba que Díaz del Castillo había tachado el fragmento donde nos cuenta que sembró los primeros naranjos. El maestro dudaba de la aseveración del cronista. ¿No podía indicar la tachadura que Díaz del Castillo juzgó insignificante el detalle, absorbido por batallas y sucesos que consideraba de mayor interés? Tener en las manos y hojear el manuscrito de Díaz del Castillo, Ilíada del Nuevo Mundo, ver su firma y descifrar sus oraciones, en verdad me llenó de embeleso. Libro muy amado por mí, sobre mi mundo y escrito en Antigua, por el pueblo español venciéndose sin advertirlo hacia la otra vertiente, y muy siglo xvi, con fanfarronería mosqueteril y popular enjundia del idioma. Estamos en su espada y en la carne que atraviesa. En su lúcida longevidad y en su talento encierra un mundo: es el conquistador, el cronista, el colonizador, el encomendero, el primer gachupín, y, también, el primer criollo, porque aquí renace. Viaja dos veces a España, a quejarse, porque no estaba satisfecho con lo recibido en indios y tierras. En 1550, en la Junta de Valladolid, le vemos defendiendo, contra el padre Las Casas, la perpetuidad de la Encomienda. Por los indios ganados para la cristiandad y las tierras para el rey, entrando en pormenores de vigilias, ayunos y batallas, los conquistadores y sus deudos llenaron archivos de reclamos y peticiones. Bernal Díaz del Castillo repitió muchas veces el inventario de sus heridas, con jactancia en que no olvidó ni la mitología que descuitan pintoresca damos su arrojo para sonreír ante su lloriqueo. Después del Pópol Vuh, este libro es otro gigante de lo nuestro: pertenece a la lite-





118

BERNAL DÍAZ DEL CASTILLO

119

ratura universal. Al leerlo por primera vez, sentí su amazónico caudal y navegué conturbado por sus interminables resonancias. Un amigo francés me habló, con entusiasmo y detalle, en mis primeros años en París, de la obra de Díaz del Castillo, traducida por el poeta de Trophés. No la conocía ni de nombre. Me avergoncé y me puse a buscarla. La encontré en español, editada por Louis-Michaud, París, Qué malos nuestros estudios Qué malos siguen siendo! Se nos "educa" desvinculándonos de lo nuestro. Sobre las civilizaciones aborígenes tronco madre que no fue abatido ni por el rayo de la Conquista nada o bien poco se nos enseñaba. Ningún esfuerzo para fortalecer un sentimiento nacional. Mis maestros tenían una formación aún más atrasada, saturados del catecismo del Padre Ripalda. Si nosotros, que hemos vivido niñez y adolescencia en Guatemala, no sabemos vernos, ¿por qué extrañarnos que en pueblos hermanos y vecinos se olvide o desconozca popularmente lo fundamental de lo que somos? En París me di cuenta de lo que significaba la cultura maya. Al toparme con Díaz del Castillo, experimenté una verdadera revelación. Seguí remontando el tiempo. Registré mis entrañas milenarias. Al tomar conciencia de mí, de mi patria, padecía de que los míos no la tuviesen. Yo descubrí a Guatemala en Europa. Por la noche me puse a hojear la Historia Verdadera en mi mesita de estudiante, junto a la lámpara. Recorrí sumarios, algunas páginas sueltas. Empecé en orden la lectura. Sin fatiga fui adentrándome en el bosque de maravilla, subyugado por el relato y por mi encuentro con mi pueblo batallador, con la Conquista. Penetraba en un mundo remoto y fascinante. Estaba presente y !

i

¡





campaña fabulosa. La veía, la oía. Sentía su olor a hierro, pólvora y cuerpo fatigado. Me quedé atónito con las descripciones de Tenochtitlán, los mercados y la corte de Moctezuma. La sangre parecía fresca sobre las escalinatas de las pirámides. La como lo emoción del mundo recién descubierto nos llega más en sus cronistas que en sus poetas. El primer recuerda Humboldt contacto con la obra fue sencillamente prodigioso. La fatiga me vino después de muchas horas de lectura sin que pudiese abandonarla. Seguía leyendo un poco más, un poco más, cautivado por descripciones y recuerdos. Dejé de leer cuando la luz del nuevo día comenzaba a cantar en mi ventana. Es la obra más completa sobre la conquista de América, aunque hable sólo 'de la Nueva España. Encierra tal riqueza de informaciones y detalles en todos los órdenes, como no los hallamos, ni sumándolos, en obras posteriores que se han ocupado de

vivía la





LAS HUELLAS DE LA VOZ

120

La escribió en Antigua Guatemala, adonde en 1545, a los 49 años, y en donde murió en 1584, habiendo vivido en ella unos 35 años. Ya viejo escribió la Historia Verdadera, cerca de medio siglo después del sitio de México y Conquista de Guatemala. Es la obra de Bernal Díaz del Castillo la más importante y encantadora, la más verídica y la más completa de la conquista de América. La prosiguió no sólo por afán de veracidad, por refutar las Crónicas de Gomara, capellán de Cortés, y sus seguidores, sino por necesidad de volver a vivir la conquista, por el hambre que en Cervantes engendró el Quijote. tales acontecimientos.

llegó a residir

(Hasta este año de

1568 en que estoy trasladando esta relaa los sobrevivientes de las campañas de México, a los que vinieron con Cortés estamos muy viejos y dolientes de enfermedades y muy pobres y cargados de hijos e hijas para casar, y nietos, y con poca renta, y así pasamos nuestras vidas con trabajo y miserias.) ción, son cinco



se refiere



,

Se le abrían las viejas heridas cuando escribía: dormía con las armas dispuestas, dormía vestido en su vejez, nos dice él mismo, acostumbrado a las jornadas de México. Fue dos veces conquistador, y la conquista verdadera la hizo en su mesa, siempre dentro de la armadura, pero ya no con el sable. más aún: no me alabo tanto como yo puedo y debo, y a esta causa la escribo para que quede memoria de mí; y quiero poner aquí una comparación, y aunque es por la una parte muy alta y de la otra de un pobre soldado como yo, dicen los cronistas de los comentarios del Emperador y gran batallador Julio César que se halló en cincuenta y tres batallas aplazadas, yo digo que me hallé en muchas más batallas que el Julio César...; así que no es mucho que yo ahora en esta relación declare en las batallas que me hallé peleando y con todo lo acaecido, para que digan en los tiempos venideros: esto hizo Bernal Díaz del Castillo, para que sus hijos Me he y descendientes gocen las loas de sus heroicos hechos hallado en ciento diez y nueve batallas y reencuentros de guerra, y no es mucho que me alabe de ello, pues es la mera verdad; y esto no son cuentos de poetas; que claros y verdaderos están mis muchos y notables servicios que he hecho a Dios primeramente y a su Majestad y a toda la cristiandad, y muchas gracias y loores doy a Nuestro Señor Jesucristo que me he escapado para que ahora tan claramente .

.

.

.

.

.

escriba.

Es íntima la relación de la obra con su vida. No habría podido escribir otra. Le estaba desbordando el corazón. Los cronistas recogerían las campañas del Perú, las campañas con el Tur-

BERNAL DÍAZ DEL CASTILLO

121

o de extrañas contra extraños. Díaz del que fue su vida, donde se jugó la vida innumerables veces. Por ello, su obra es única, superior a la obra de los historiadores, por la calidad compleja y perfecta de su testimonio. Es el soldado anónimo, la tropa sudorosa que carga sus armas y su botín y va a pie junto a la cabalgadura del jefe; por él tuvo voz, inmortalidad. Con la pluma fue el gran aventurero, con la misma vehemencia con que llevó la espada, con la fe que a sus compañeros les hizo ver a Santiago apuñalando indígenas en nombre del Señor. Nos dejó la Conquista, fresca y sangrante, jadeante co,

de Flandes o

Italia,

Castillo escribió lo

para siempre. Es a la vez historia, memoria, epopeya y una novela como muchas de las obras clásicas. Es crónica riquísima en anécdotas, retratos, episodios, incidentes, reflexiones agudas y oportunas. Se acuerda de todo: de aquél que era alguacil en su pueblo, de aquél que era tuerto, del que murió de bubas, en batallas o murió de su muerte; del casado con hermosa mujer; del que cabalgaba el caballo de tal color y era un bribón al jugar dados; los motes, los caracteres morales y físicos, con tanta lucidez, que nos da, simultáneamente, una infinidad de perspectivas de los acontecimientos, en el desorden ordenado de su memoria. Nos narra lo inimaginable con su lengua llena de repeticiones. El manuscrito carece a menudo de sintaxis, de ortografía. Escribía como pronunciaba y pronunciaba como un soldado de Castilla la Vieja que apenas escribe. Su puntuación consiste, únicamente, en el punto que lo pone en donde lo cree pertinente, con abundancia y poca oportunidad, a la diabla. Esos defectos se me vuelven virtudes; permitieron la creación de la obra tal como es: candorosa, dispensada de toda moral. Nuevos aventureros, deudos de los conquistadores, políticos influyentes que no habían hecho nada por dar a España la nueva los triunfos. Y, además, los tierra, disfrutaban como siempre cronistas que les enterraban en vida, que les daban muerte verdadera, olvidándoles. Bernal Díaz, como buen castellano, tenía hambre de inmortalidad. Poco importaban las enfermedades, la relativa pobreza, la vejez, el triunfo fácil, estéril, de los arribistas. Descuelga la lanza de Don Quijote y comienza a escribir, espoleado por aquellas hambres tan justas, tan españolas. Deshace estuertos con sencillo y belicoso empeño. No duda de la misión de los invasores por un momento. Es rotundo, inflexible. Su nombre queda a la par de los nombres de sus capitanes. Ansiaba gloria milite para sí y sus compañeros, que encontraron en él su voz. Y conquistó gloria para él y para ellos, para los que llega-



I



LAS HUELLAS DE LA VOZ

122

ron a su memoria, para

Ganó ya

la batalla definitiva

viejo,

que no llegaron confundidos en él. cuando escribió la formidable aventura,

los

pero aún brioso.

El indio luchó con extraordinario heroísmo, pero la Historia no se arrepiente y marcha hacia adelante. De sus organizaciones tribales pasaron como esclavos al régimen de una cultura superior: la del feudalismo declinante en Europa. Con retraso respecto a Europa, nuestros pueblos fueron desarrollando las diferen-

ciaciones propias de la sociedad precapitalista, cumpliendo

así,

dolorosamente, a partir del siglo xvi, por el camino del coloniaje el único entonces conocido, hoy un aspecto de la postrera etapa una fase evolutiva que va desde las tribus hasta del capitalismo las bases de la sociedad moderna. Mucha de la literatura dolorida en favor de ellas es literatura de mestizos, de latinoamericanos con nueva conciencia, orgullo de prosapia mezclado a vergüenza por el oprobio a que fueron sometidos. El nombre mismo de América es una conquista. qué hermosas nubes bárbaras en mis abuelos delicados y complejos! Desde entonces comienza a figurar en el mundo que llamamos civilizado. Allí está la tropa: oro y cruz. Cristo y espada. La tropa se identificó en Bernal Díaz del Castillo. con sangre se identificó la tropa con lo conquistado, en el quisieron identificarse también con vientre preñado de la india. el espíritu, con la fe, imponiéndola con la brutal caridad cristiana que nos trajeron. Aquí quedaron sus huesos, su espíritu para siempre. Por todas las páginas de Díaz del Castillo les vemos derrocando ídolos y poniendo otros, apuñalando, violando, incendiando, marcando como bestias y esclavizando y quemando y ahorcando a los dueños de la tierra, diciendo misas y bautizando en nombre del Señor. Los conquistadores iban, a su vez, sucumbiendo a su propia conquista. El indio sigue allí, casi igual al indio de ayer, sólo que más doliente y desvalido, sin memoria de su poderío, con nublada nostalgia de dioses remotos. La brutal caridad cristiana no pudo destruir este mundo que encontró hecho: lo transformó hacia una fase de cultura indecisa. El español dejó de ser español, y gran parte del indio siguió en nosotros, confuso y contradictorio. Dos fuerzas manifiestas y recónditas, poderosas como instintos, movían a los conquistadores: el oro y la religión. La Conquista aparece como la última cruzada medieval y como una consecuencia del Renacimiento: fundidas, aleadas, formaron las armaduras de los conquistadores. Después hemos deseado permanecer fieles, pero ya sin fe, a tradiciones rotas. Carecemos de religión y de modeseamos incorporarral, pero tenemos sentido de lo infinito.





,

¡

Y

Y

Y

O

BERNAL DÍAZ DEL CASTILLO

123

nos a lejanas tradiciones. Nuestras formas sociales y políticas han sido postizas: jamás ha existido entre nosotros la República; nuestros Congresos o Cámaras de Representantes casi invariablemente , reuniones de títeres de un dictador al servicio de los terratenientes y los monopolios extranjeros. A partir de los primeros conquistadores, empezaron esas corrientes. Díaz del Castillo ya





era

un poco de

esta tierra,

un poco,

fuerte

aún en su primaria

posición brutal, y, seguro de la misión española, resbalaba en el tiempo hasta nosotros, abrazado a los aborígenes que apuñalaron

en estas tierras y en estos campos. Sentimos con él las fatigas, el peso de las armaduras. Se vive la vida que vivieron. Narra los sucesos, llana, pintorescamente, mezclando los detalles más variados, más inesperados, cuya utilidad informativa parece inagotable. Frescura, candor y, a pesar de repeticiones, equivocaciones, contradicciones, exageraciones probables, su historia es la más verídica, la más auténtica e incomparablemente la mejor de las crónicas de la Conquista. Su relato es el más complejo y el más completo. Se determina la época y al conquistador. Convivimos con el pueblo español que invadió; con la soldadesca temeraria que busca oro, ayudada de escapularios y arcabuces. Aparece de cuerpo entero entre las simples frases retorcidas, en los detalles pueriles y valiosos que hacen el texto lo

que

es:

Yo digo que nunca el caballo y me costó 600 pesos. tuve codicia del oro, sino procurar salvar la vida; p>orque la teníamos en gran peligro; mas no dejé de apañar de una petaquilla que allí estaba cuatro chalchihuis, que son piedras muy preciadas entre los indios, que presto me eché entre los pechos, entre las armas ... y aún los cuatro chalchihuis que yo tomé, si no me los hubiera echado entre los pechos, me los demandara Cortés, los cuales me fueron muy buenos para curar mis heridas y comer del valor de ellos.

me mataron

.

.

Afortunadamente Díaz del Castillo no era historiador. Afortunadamente apenas escribía. Ya vendrían hombres que nos darían la Conquista en orden armónico; que nos darían disecado lo que él nos ofrece palpitante, el portento que dejó vivo para siempre en la realidad de su recuerdo arrebatado y fogoso. Su narración es más que simple historia. Es la voz epopéyica en la hazaña española más grandiosa. Los errores no molestan la perfección de su libro los defectos se toman cualidades. Precisamente, el calor, la vida de las páginas, :

reside en su sencillez, en su vehemencia. Nada importa, para volver a vivir esos días, los errores que contiene, secundarios para el espíritu

vasto de la obra,

muchos de los cuales, después de co¿Quién puede corregir, años más

rregidos, siguen dudosos siempre.

LAS HUELLAS DE LA VOZ

124

tomó parte en una de las aventuras más dramáy prodigiosas de la historia, socorrido por crónicas posteriores con evidente intención política, con determinado propósito casi todas ellas? Sólo se proponía narrar las cosas insurrectas en su memoria que pugnaban por saltar a las páginas. Es un documento al cual se vuelve siempre por placer o estudio. Es casi inapreciable la riqueza varia, sensible la sinceridad, la veracidad hacedera dentro de la complejidad de tales hechos. Vivos aún los actores, los testigos, nacen opuestas narraciones: cada cual hace comentarios, hipótesis, escribe de modo diverso el mismo acontecimiento. Sobre estos testimonios igualmente válidos, se sobreponen pruebas contradictorias, nuevas soluciones. La obra del genial cronista, ajena a toda política, a pesar de que tenía señalado propósito, resiste las más agudas críticas. Los alardes son pruebas en su favor, como sus pocas letras. Su fidelidad, su amor a Cortés no es ciego, sino sagaz o inteligente. Algunos de sus yerros son manifiestos, aunque nada sospechosos. A veces no está de acuerdo ni consigo mismo. Por ejemplo, aquellas cifras de la retirada de México: la retaguardia del ejército se componía de 120 españoles y, en el mismo párrafo, más de 150 Cómo son distintas las verespañoles de ellos fueron muertos. siones de los cronistas! Prescott formó un cuadro con esas ditarde, a quien ticas

¡

ferencias.

Igual acontece con datos cronológicos, con nombres indíge-

nas terriblemente desfigurados, irreconocibles en muchos relatos. El esfuerzo del historiador yanqui es la síntesis más lograda de tales hechos. Sin embargo, yo veo más viva y más clara, como filmada, la Conquista en las páginas de Bernal. No se pueden

comparar dos parables

como

textos

como

el

de Prescott y

son, obras de dos

mundos

el

del soldado.

Incommejor

diferentes, ofrecen

propias perfecciones con su vecinanza. Más que en la sínde Prescott seguimos creyendo en el testimonio del conquistador, por su humanidad, por tener más alma. La época salta las

tesis

con tanta realidad que parece ficción, que parece irreal y verdadera como un sueño. Desde lo alto de un templo contemplamos las blancas ciudades entre las lagunas, los tropeles de caballos; oímos arcabuces; el rumor de los mercados, el rumor de la corte del

Emperador sibarita, doliente y extraño. Nos cuenta que mostró su historia a dos

licenciados

que

deseaban saber mejor los sucesos de la Conquista: ...

porque de sabios siempre se pega algo a soy, y les dije que no enmendasen cosa conquistas, ni poner ni quitar, porque todo lo que yo

e yo se las presté,

idiotas sin letras

guna de

las

como yo

los al-

es-

BERNAL DÍAZ DEL CASTILLO

muy

125

verdadero. me dijeron los licenciados que cuanto que va según nuestro común hablar de Castilla la Vieja, a que en estos tiempos se tiene por más agradable porque no van razones hermoseadas o afeitadas, que suelen componer los cronistas miren los curiosos lectores por que han escrito en cosas de guerra. letra lo acaecido y no miren la retórica ni ornato; que ya cosa vista es que es más apacible que no ésta tan prosera mía; mas suple la verdad, la falta de plática y corta retórica, dejemos ya de contar cribo

a

es

.

.

la retórica

.

.

ni de traer a la memoria borrones declarados, y como yo soy más obligado a decir la verdad de todo lo que pasa que no lisonjas.

Aquí

se

adelantó a sus futuros

como Gomara, como

críticos, se

opuso a

los cronis-

hizo la crítica de sus críticos y comentadores. Los licenciados le cayeron encima, igual que más tas

Solís;

muchos de

sus glosadores, con sus ridiculas espadas de graLos defectos que señalan se me hacen virtudes. No se le puede juzgar como Historia. Es un soldado que narra las campañas y cómo las narra Su vida, su obra, lo retratan de cuerpo entero. Gomo los jueces de un tribunal de Guba no le quisieron atender, desenvaina la espada decidido a cargar sobre ellos, pero los guardias le desarman. El gran manchego y su escudero están en él a menudo. Su obra no será nunca sólo un documento histórico, una simple crónica de asuntos memorables. Si suprimiésemos sus fanfarronerías, su lenguaje burdo pero preciso por otra parte el más rico y capitoso de España, el habla popular de Gastilla la Vieja, viva en él de manera tan perfecta y natural, como en Teresa de Jesús sus observaciones tan insólitas como pertinentes, si le pusiésemos, en fin, el birrete del profesor o la

tarde

máticos.

!

¡





pluma

,

del bachiller, sería sólo eso:

una

historia,

una

crónica,

una

memoria. Es memoria, novela, epopeya, crónica, historia, a la vez, escrita con innato y puro genio de la lengua. Aparece la Gonquista personificada con sus complejas corrientes. La Gon quista: Don Quijote, Sancho, la cruz, el oro, pujanzas que España encauzaba en los místicos, los poetas, los pintores del Siglo Áureo y en navegantes y conquistadores, movidos por la misma fuerza hacia rumbos diferentes: hacia la acción, o hacia la esencia de la acción: el sueño.

Estamos en la Gonquista como en un mito viviente. La Gonun dragón con alas de ángel. Parece un motivo abstracto, fuera de tiempo y espacio, tan real que se antoja inverosímil. Ese mundo enterrado, nos lo dejó Díaz del Gastillo vivo y fresco y al alcance de la mano. Siempre que lo leo tengo nuevo goce, nueva sorpresa siempre. Para ser imparcial hay que ser apasionado: su honda pasión transparente forma una realidad casi irreal de verdadera. A ratos, se diría fragmentos fantásticos, historias quista:

LAS HUELLAS DE LA VOZ

126 mitológicas,

sabemos

los

contiendas descomunales, sobrehumanas. Pero luego nombres de los héroes, convivimos con ellos; los ve-

mos picados de

viruelas,

sabemos que hacen trampas

al

jugar

barajas, sabemos los colores de los corceles y que aquel que era alguacil en su pueblo tenía muy buena voz o era tuerto, o casado

con hermosa mujer. El relato fluye con llaneza, río poderoso al que no detiene ni desvía ninguna eminencia. No trata de probar nada; nos hace, más bien, que olvidemos su designio. Dice lo que pasó, tal como lo recuerda: lo dice hablando, seguro de su memoria, que parece infalible. Cuando no toma parte en las batallas o expediciones que describe, nos lo recuerda. Figuró en las principales hazañas, y aquellas en que no estuvo las narra con conocimiento de causa. Su obra es la Conquista de América. Es la época de Ponce de León y las fuentes de la vida eterna, de Vázquez de Coronado y Fray Marco de Niza, de las islas maravillosas, de Cortés, los Alvarados y sus armadas que irían a tierras fantásticas.

Los cargos que hace a Cortés parecen justos. Sin duda, made la tropa. Tiene por Cortés gran estimación; pero no ciega, sino alerta y libre. No son nada sospechosas las inculpaciones a Cortés y otros jefes. Siguen en pie, no nifiesta el pensar, el sentir

obstante las defensas de los historiadores. El oro les mantuvo divididos en grupos, en facciones prontas a apuñalarse. En torno a la disputa de tierras y su gobierno, gira la historia de la Conquista y la Colonia. Los cargos son concretos; pero, lleno de celo, salta a la defensa del jefe, lo ensalza, lo compara con los más gran-

des capitanes. Recuérdense ciertos pasajes insinuadores, en que hay que leer entre líneas. Durante el sitio de México, estuvo en la columna mandada por Pedro de Alvarado. Son las memorias más exactas en lo que se refiere a ese ejército. Lo que narra de las otras columnas y de los bergantines lo conocía perfectamente por el contacto continuo en que vivían. El fracaso de unos significaba la muerte de los demás. Las maniobras de las otras columnas eran semejantes a las maniobras de la columna capitaneada por don Pedro. Prescott procuró coordinar las versiones de los conquistadores y de los cronistas, sin mucho éxito. Su vista de conjunto, simultánea del sitio de México, es de las mejores tentativas para reconstruirlo. La contradicción de los textos es tan grande, las discrepancias tan marcadas, que la coordinación siempre es facticia. El sitio sigue con toda intensidad, con la mayor exactitud posible, en los relatos del soldado. Los hechos son diferentes para cada testigo y más en caso tan vasto como la conquista de un pueblo. Coordinar los testimonios es casi imposible.

BERNAL DÍAZ DEL CASTILLO

127

Las Cartas de relación de Cortés encierran determinado propósito, por sus intereses en la Corte, sus pugnas con Diego Velázquez y por su responsabilidad. Los hechos están movidos, orientados dentro de su conveniencia. Todo está visto desde su jefatura, desde su posición: son cartas políticas. Las Cartas de relación de Pedro de Alvarado, de laconismo militar muy grande, son cartas rígidas, sin emoción, inhumanas: partes de un soldado a otro soldado. Don Pedro veía a través de las hendiduras de su yelmo, desde su armadura que no dejaba sentir el latido de su corazón. Acaso, de las crónicas de América, sólo las del Inca Garcilaso puedan comparársele; pero siempre carecen de las virtudes de la Historia verdadera.

He cuidado de no abandonarme a mi entusiasmo, temeroso de que, en vez de apreciar reflexivamente, cediese a frases ponderativas, sin alas ni raíces. Si siempre debemos aproximarnos a una obra con fresca memoria, virgen jamás en demasía, ágiles y elásticos, éste es un caso para hacerlo con excesiva prudencia. Se puede leer ya sin pasión obtusa lo que refiere Bemal Díaz, sin que se entrecrucen sentimentalismos religiosos, lamentaciones románticas por los indígenas. El idealismo que representó un Felipe II es considerable y, además, no es el proceso de la Conquista y de sus hombres. No nos interesa ensalzar a Cortés, a los Alvarados o deprimirles y aprobar o improbar a los invasores y sus fanatismos, más ciegos que los fanatismos vernaculares. Es natural que, a veces, nuestra voz parezca severa al tratar la Conquista y la Colonia: no hemos considerado estos acontecimientos sólo desde el punto de vista imperialista, sino, primordialmente, desde el punto de vista indígena. Desde Bemal Díaz del Castillo, pasando por Prescott y contemporáneos, se ha querido idealizar hasta a la Malinche, para crear una especie de heroína y, sin embargo, no se ha podido cambiar en América su justo significado de traición: un malinche, malinchismo, malinchista, etc. He querido ver la Historia verdadera como si narrase sucesos irreales, verla tal si se tratase de aventuras en la luna, verla tal si fuese una fábula de fuentes. Fábula aún más sorprendente por su firme apoyo en una realidad muy próxima, tangible dentro de mí. Se trata de un relato que escribió un soldado sin otra preocupación que narrar con exactitud. Narra con palabras de un aplomo tan perfecto, que jamás se cimbran, sino que se hincan candidamente duras. No sospecha, no duda un instante de la misión de los invasores, no se le ocurre discutirla, no advierte la posibilidad de que haya mucho de inicuo en ella. Es neto, es llano, habla desde la cima de su candidez. Impersonal dijera, pero

LAS HUELLAS DE LA VOZ

128

con pasión ingenua y diáfana, con mineral certeza, como no juzga al

mar una

No

península.

memoria, no es novela, no es historia, no es crónica. Desborda esos moldes, no le son avenibles. Es, tal vez, uno de los monumentos más perfectos de las artes populares. Es la obra del pueblo, de la tropa de la Conquista. Si queremos exigirle precisiones que no debemos, si queremos medirle con unidades establees

cidas, el ridículo cae sobre nosotros.

Es como

si

quisiésemos corre-

gir el dibujo de los retablos, la lengua de las canciones populares.

Aun caminando con extremo tino, por poco sensibles que seamos, nos daremos cuenta de que nuestros pasos echan por tierra invisibles arquitecturas de cristal. Me gustaría una edición con su lengua verdadera, con su puntuación casi ilusoria, exacta al original: qué laberinto! Sabemos que su cronología, que sus itinerarios no infalibles. No es un historiador, un cronista, y no se qué sea, ni me inquieta saberlo. Le leeré de nuevo, sin que me inquiete clasificarle. Encontré en un hombre una época, una sensación de universalidad. Me viene a la memoria Benvenuto y sus bellísimas Memorias, Más que el interés histórico, es tal universalidad lo que cautiva. Y, además, súmense factores como éstos: escenas, momentos, personajes, episodios extrardinarios de la historia. Todas las comparaciones son poco pertinentes. Sigue aislado, original, único. Releo la Noche Triste y, de pronto, aparece don ¡

son

Pedro: Porque luego encontramos a don Pedro de Alvarado bien herido, con una lanza en la mano, a pie, que la yegua alazana ya se la habían muerto, y traía consigo siete soldados, los tres de los nuestros y los cuatro de Narváez, también muy heridos, y ocho tlascalNos decían: tecas todos corriendo sangre de muchas heridas. oh! los luliones, que quiere decir: oh! putos, aún aquí queoh! dáis vivos, que no os han muerto los tiacanes. .

¡

¡

.

¡

El cielo del libro es su humanidad. Recordó con sencillez y La soldadesca conquistadora, el

pasión, con vehemencia contenida.

pueblo que compone

que acarrea las piedras de las Es difícil encontrar a quien no le plazca porque está, por un motivo o por otro, al alcance de todos. Tiene la forma que sepamos darle, como las nubes. Hay tantos caminos en su construcción madrepórica, que del viajero depende encontrar lo que buscaba. Lo que se busque se encuentra, todo revuelto, pero puro. La importancia de un juicio depende, en la parte creativa, del que comenta. La crítica es invención. Las nubes tienen mil formas al mismo tiempo: cambian según el tono de nuestra voz. las coplas, el

catedrales, canta en su voz.

BERNAL DÍAZ DEL CASTILLO

129

Pero no todos sienten la ubicuidad de las nubes, no todos saben y se les aparecen como un promontorio. Se le movía el blanco a Díaz del Castillo y disparaba sus balas de plata a todos lados. Las balas perdidas daban en otros blancos. La importancia histórica es inmensa, y, sin embargo, como agregada. La nube, como una masa de visceras, de entrañas. Bernal, con una cornada en el vientre. Está viejo, camina doblegándose, se arrodilla, lame piadosamente sus órganos palpitantes, se persigna y no muere. Tenía miedo de morir: era realmente valiente. Con toda clase de pasiones escribió su obra imparcial porque es apasionada. Poco a poco arrastraba las piedras para la catedral. La nube se pone a cantar y a bailar coplas. A veces, es un vuelo de palomas. Un palacio, una esponja. Un cúmulo de armaduras y de flechas, de tropeles y gritos. Se aprecia un libro por razones que no tienen ningún peso, ninguna influencia para otra persona aparte de esculpirlas,

nosotros.

El cielo del libro es su humanidad. Nubes.

.

.

Los hechos

animan dentro de su propia atmósfera. Páginas adentro

se

se está

realmente en la Conquista. El recuerdo se mantiene en ese punto se sabe si es recuerdo o sueño, realidad exacta. Historia, leyenda: lo verdadero que preserva el tiempo. Todo lo puro va hacia la fábula, hacia el cielo de las nubes. Hay que leerlo con la mente fresca que goza con las musas populares. En las ramas del Capitán Bernal Díaz del Castillo, en una primavera mental,

en que ya no

esos frutos deliciosos

no

se pasan.

RAFAEL LANDÍVAR No

SERÉ yo quien

celino

Menéndez y

repita,

una vez más,

la

opinión de don Mar-

Pelayo. Los comentaristas del poeta se

han

limitado, por lo general, a girar dócilmente en torno al juicio del

memorable la,

crítico.

1731 -Bolonia,

Quedó Rafael Landívar (Antigua Guatema-

Italia,

1793)

inamovible para nuestros

críticos.

don Marcelino del Arcipreste? En toda una Historia de las ideas estéticas ¿no juzga a Goleridge en media página? ¿Y cómo trata a aquel "pobre John Keats"? No es muy seguro al

¿Qué

dice

enjuiciar los nuestros: por ejemplo, sus páginas sobre cilaso son lamentables.

a un poeta,

cómo debe

A

un poeta como Landívar

o,

el Inca Garsimplemente,

ofenderle la admiración sin reserva, la vic-

Además ¿habrán leído bien al gran don Marcelino los comentaristas del poeta? Me cansa Landívar, pero me gusta. Siento ese cansancio, y deseo explicármelo: pienso, de pronto, que se origina en la retórica y recuerdo a San Jorge y el Dragón. Sin duda, hay otras causas más importantes en la ocasión que la apuntada. Desde luego, cuando vencida se duerme la bestia a los pies del héroe, es cuando despierta la gracia. Durante el combate hasta el lector siente ganas de dormir! Y yo la emprendo contra el traductor. El poeta luchó contoria fácil, inútil, obvia.

¡

mente del poeta, sus desigque el poeta mismo siente sin poder explicárselos, abatida la razón por lo maravilloso) lucha con el dragón del poeta y con su propio dragón. Elimino el problema de la traducción. No se podría seguir adelante. La fatiga me prueba: que siento mal el poema o que no me deleita. Observo que la fatiga me viene después de lectura prolongada. Recuerdo algunas fábulas de La tra su dragón. El traductor (sin tener la

nios secretos,

Perfección Fontaine: tan nobles, tan perfectas, tan cansadas. mantenida, intensidad mantenida que resbala, sola, a sensación .

.

de monotonía.

La literatura de la Golonia era prolongación de la literatura de la Península, que se bastaba plenamente en ideas, formas. Landívar cantó nuestra tierra, nuestra vida, como sólo él las ha cantado. Gomo gran poeta. El refinamiento de Landívar le situaba poéticamente en el plano de los grandes peninsulares de su época. ¿Hay algún siglo más pobre en la poesía española que la ¡aún! el xviii? Lo que Europa demanda a América es especia. Ésa es la exigencia de la mayoría: pero existe ya una .



130



.

RAFAEL LANDÍVAR

131

minoría que nos conoce, que se esfuerza en ello, que nos estima sólo esa minoría nos interesa. Recién llegado a México, y quiere. qué cansancio sentí por el aprecio elemental de que gozan en cierto medio las artes populares. Varias veces he hecho el elogio de ellas y me siguen pareciendo admirables en lo que son. Y nada más. El resto es literatura. La tontería está maculando su transparencia. Hay que glorificar sus corifeos con estatuas ecuestres sobre las mulitas de petate de los corpus. Aristocracia de Landívar. La materia misma de todo poema es intelectual y, por lo tanto, incorruptible. Pero las palabras envejecen, las formas también, los sujetos se vuelven opacos. Dar una opinión sobre otro es una manera indirecta de definirse. Yo quiero a Landívar, yendo a contracorriente en su gran obra fluvial. Volveré a leerle después de estas notas y me dará placer y hastío. Mi entusiasmo es intermitente; pero no dudo del poeta. Quisiera. Tomo en cuenta, y no es excusa, que el género de poema al cual pertenece la Rusticatio es de los más expuestos a la incontinencia realista. Abro el libro al azar y siempre encuentro la misma maestría, el dibujo preciso, justo, firme, acusando su condición americana en precursor mestizaje literario, de sabor indígena y criollo hombres y paisajes en excesivas descripciones al gusto ¡tan malo! de la época que muestran, sin embargo, clara y vigorosamente, algo del espíritu de América. Los versos van rayando la inteligencia con línea segura pero uniforme. La longitud considerable del poema aiunenta el relieve de esta sensación: monotonía realista, de paisaje directo, de verso con propósito descriptivo y aleccionador. Etapa en que la poesía sólo anda, como diría Alfonso Reyes. Ahora ya sólo queremos la que vuela. En parte, problema de época. Los fragmentos de poesía que vuela son los que nos incitan de nuevo a leerla. de poesía Los oasis. Gran parte del poema es asunto para tratarse en prosa. El verso sólo se escribe con lo que desborda de la prosa, lo que no puede ser en ella. La obra de Landívar mantiene su equilibrio por su magnífica retórica. El culteranismo de Landívar es el de su época: un siglo de muy endeble poesía en el mundo. Culteranismo barroco al final de la siempre recomenzada y sin fin marejada de Góngora. Culteranismo del siglo esa pureza de la columna desnuda, segura de sí, sosteniendo un techo de gusto difícil y cansado, que parece sólo esforzarse en probar su armonía valiéndose de una gimnástica pedante del sentir y pensar. En "el gran barranco poético del siglo xviii", como lo llama Antonio Machado, la poesía española había dejado de ser creadora. En lo muy mo-

Y

.

.













LAS HUELLAS DE LA VOZ

132

demo

siglo, cuando está como velado o ausente el ejemplo cuando el paisaje de Landívar se ilumina y canta. El gongorismo no es sólo cuestión retórica, como han pensado críticos someros o bisónos, sino definida y pura posición estética. El equilibrio de la obra mantenido por su retórica es secundario para nosotros. Lo que nos interesa es la frecuencia de los relám-

de su

retórico, es

pagos poéticos. Ésa es la vida, la razón de ser del poema. La poesía pura no existe. Es un ideal que nos sirve de blanco. Un ideal para luchar toda la vida con el afán de aproximarse a él. A lo largo de un poema hay momentos en que sentimos la proximidad inefable de la poesía: culminaciones del verbo más allá de la razón y de todo propósito, momento perfecto en sí, de manera gratuita. La Divina comedia es muy rica en esos momentos mágicos. Momentos de la flor, de la espuma en la cúspide de la ola, mar afirmándose con reiteración vibrante. La limitación de la frecuencia de tales momentos es la causa principal de mi cansancio. Su transparencia la defiende con porfía. Landívar es diáfano, es límpido a lo largo de su ejercicio lírico. ¡Y hasta la prolongada diafanidad nos cansa!

Los gustos, los ideales de una época transforman en incoloobras que fueron celebradas. Gran parte de la materia de la obra de Landívar nos desanima. Sin su perfección retórica, no habría vuelto a él, ni volvería, pero tal perfección no me apasiona. Podría decir, exagerando sobre la Rusticatio, lo que siento, sin exagerar, ante un cuadro religioso: ya casi no lo entiendo. Todo queda reducido en él a las cualidades plásticas, a la perfección intrínseca, como un ídolo precortesiano. Sin embargo, la imaginación primitiva engendra un sistema en tomo a la representación, hasta hacer de ella un prodigio: ese halo, esa pátina inaudita, está perdida para nosotros. Es indudable que la Rusticatio ya no provoca las mismas emociones que de seguro provocó en el lector refinado de hace años. El hecho de que muchos, actualmente, no estén convencidos de esta afirmación, que desearía generalizar a obras y artes diferentes, no impide que consideremos como simples artesanos a los que miran el arte como un simple sport de la inteligencia: sus obras, construidas con dificultad y esfuerzo, carecen de toda significación: no existen porque no lo permite la reflexión determinada de la época. ras,

1927, yendo hacia Roma, al ver el nombre de la ciudad de Bolonia, recordé a Landívar. Tomé mi maletita estación en la

En

RAFAEL LANDÍVAR y

me

cipal,

quedé unos días siguiendo conocí

a Guatemala

las los

En Módena

sus pasos.

primeras ediciones:

133 la biblioteca prin-

y Bolonia, Remití documentos que encontré, entre ellos copia del ac-

ta de defunción.

Con un

sacerdote jesuíta, especializado en historia de la orel director de la biblioteca de Bolonia,

den, a quien conocí por

busqué la tumba de mi triple paisano. Rafael Landívar la era desconocido al historiador, cuyos trabajos habíanse consagrado a otras actividades de la orden. Según aquella profunda búsqueda con el padre jesuíta, Rafael Landívar fue inhumado en la iglesia de Santa María delle Muratelle, en Bolonia, sin que en documento alguno se registrara, con alguna precisión, el paradero de sus restos. En 1950, después de nuevas indagaciones, las cenizas fueron traídas y reposan ahora en Antigua Guatemala, su ciudad natal.^ En las dos ocasiones, llegada de sus restos a la Capital y en su traslado a Antigua en enero de 1954, se sirvieron de él el fanatismo y la Universidad para empañar no sólo la significación nacional sino americana de Landívar, al darle a las ceremonias un sesgo localista y político, y al alejarle de la universalidad de su gloria y de su pueblo resurgido, que restituía a sus dueños verdaderos los campos que cantó. "

Sor Juana Inés de la Cruz llena con su nombre el siglo xvii Nueva España. Sor Juana, tan conocida por el guatemalteco, quien la recuerda admirativamente, contribuye a guiar a su pueblo y a expresar los anhelos de su época. Religiosa también, viviendo un siglo antes que el autor de la Rusticatio, encama el pensamiento de los humanistas y su intención utópica de hacer de los pueblos dominados una organización que, dentro de las normas del espíritu católico, garantizase el respeto de la persona y la conciencia y permitiese el adelanto de la colectividad. Las ideas renacentistas se debatieron en la Colonia desde los primeros años. Se entabla una lucha que impresiona a Europa. Los ideales de la conciencia europea, encarnados por los humanistas, son derrotados en América, mientras en España, a pesar de la Inquisición, cobran arraigo entre iluminados heterodoxos. El pensamiento de Erasmo, Moro, Vives, Montaigne, se difunde en España y llega a América: Fray Pedro de Córdoba, Fray Bartolomé de las Casas, Fray Julián Garcés, Fray Vasco de Quiroga. Fray Juan de Zumárraga, Francisco Cervantes de Salazar,

de

la

* Véanse los estudios, tan faltos de rigor y seguridad, del padre Angelo Carboni, publicados en cada uno de los números dedicados a Landívar por la Revista de la Uni' versidad de San Carlos. XXI, octubre, noviembre, diciembre y XXII, enero, febrero,

marzo, 1951.

:

LAS HUELLAS DE LA VOZ

134 el

como una

obispo Francisco Marroquín, no conciben la religión

rutina sangrienta de salvación de las almas, la esclavitud y la fe impuestas a sangre y fuego, sino más allá de ritos católicos y fanatismos salvajes. Viven el ideal renacentista de una religión hual medieval de una religión divina. En América, hombres son iniciadores de la lucha "eterna por la libertad, la justicia y el derecho de todos. Sor Juana Inés de la Cruz se halla dentro de tal línea de pensar avanzado. Vive en

mana,

frente

estos pocos

ella el amor por su patria y demos cómo pugna porque

clava.

su

La

la

mujer no sea tratada como

defiende y sufre por la condición de

la

es-

española de

siglo.

Sor Juana, humanista, sía,

orgullo de la nacionalidad. Recor-

el

escrita

la

se valió

mayor parte en

también del

español.

latín

en su poele brota

Lo mexicano

irrefrenablemente Levante América ufana coronada cabeza y el águila mexicana la

el

Su pasión por suerte de

matices.

imperial vuelo tienda.

vida plena la expresa con toda nacional salta con fidelidad, porque Sor

la libertad y la

Lo

Juana, imagen de su tierra, conoce la lengua indígena y la emplea en sus poemas, como el español desportillado de los negros esclavos:

Y

con las cláusulas tiernas del mexicano lenguaje, en un tocotin sonoro dicen con voces suaves:

Tía ya timo huica to tlazo Suapili

maca ammo titech

mo

tonantzin

ilcahnilis.

El jesuíta, en

el terreno de las ideas, en sensibilidad poética, recordar a la monja jerónima, que vivió un siglo antes, en tierras que él conoció tanto. La estatura de Sor Juana nos ayuda a fijar mejor la de Rafael Landívar. Mantengo atención

no crece

al

alterna hacia el poeta de la Rusticatio: se me cae y se me levanta en amor y nostalgia por mi tierra. Se me cae cuando pienso en lo que hay de ejercicios retóricos hechos en la celda del convento, para matar el tiempo, con pasión desleída y con desgana. Carece, en la mayor parte de la obra, de la tensión que da al lenguaje lo hondo de una experiencia, la verdadera poesía, frente a lo que es marmórea forma congelada.

RAFAEL LANDIVAR

135

Landívar consagra la Rusticatio a la patria, recordando en Bolonia el sol de Guatemala, los campos de México, el paisaje henchido de color, las faenas de los hombres. Suele fijar las visiones destacando peculiaridades de la naturaleza. Es maestro en la descripción, en el detalle, no sólo cuando pinta paisajes y figuras, sino también como costumbrista. Se desenmarca, a veces, de algunas convenciones del' Renacentismo con sus pastores eglógicos, que cuentan penas de amor en bosques de bambalinas. Landívar siente y ve el paisaje y los hombres con limitaciones que, con frecuencia, no puede salvar, condicionado por el gusto de su tiempo. Se lo impide la índole misma del poema, narrativo y didáctico, donde lo grande bulle oculto, difícil de advertir: lo nocturno y sumergido de América. El paisaje se vuelve telón, y se esfuma lo que podríamos llamar realismo transfigurado. Para el polígrafo Pedro Henríquez Ureña, "es el primero que rompe decididamente con las convenciones del Renacimiento". Tal fue su propósito, consciente o inconscientemente, y aunque no lo alcance cabalmente, la Rusticatio Mexicana encarna aquella intención. La obra, por tema y desarrollo, de la primera sílaba a la última, se apretuja entre los preceptos renacentistas sin romperlos. Landívar no pudo limpiar el poema de volutas y vericuetos retóricos, que me hacen considerarlo ejemla

plo

de

fría

—recuérdese

la

escultura y arquitectura jesuítas



del estilo

la orden.

Hay un problema

básico de idioma, de gusto y pensamienque Landívar, con todo y las directas reminiscencias de América, no resolvió con plenitud. Habría tenido que romper, en verdad, con las convenciones renacentistas. Y esto me parece más arduo, aunque Pedro Henríquez Ureña lo señale como consumado. Se liberta de las convenciones generales, pero en el cuadro mismo advierto que abundan los escolares detalles acartonados del xviii. Y más acartonado todavía, porque el Renacimiento ha perdido su fuerza viva, su prestancia, dejando reflejos adjetivos y no la jugosa pulpa esencial. Landívar se alza en las últimas estribaciones del Siglo de Oro, alumbrado por la luz occidua, sin abandonar el repertorio estereotipado del mundo grecolatino, no sólo como tema, sino en lenguaje, asuntos e imágenes poéticas. El mundo rústico, caótico y grandioso que sigue siendo América no acierta a mostrarle en la realidad de su pujanza. El latín mismo le conducía hacia clásicos telones antiguos: 'ios ríos que saltan, bañados de espumas, por los broncos cauces, en donde las ninfas ruborosas gozan dulce frescura". Los ejemplos se podrían multiplicar muy copiosamente. Nos encontramos to asimismo,

:

LAS HUELLAS DE LA VOZ

136

con estatuas grecolatinas extraviadas en los paisajes landivarianos, no sólo por la marmórea frigidez y la perfección académica, sino por sentirse fuera de ambiente. Otras veces, un indígena o un hallamos desaclimatado en un paisaje de Virgilio, estrofas de Garcilaso o muy vagos indicios de fábulas de Góngora. En ello se alza su gracia característica, la razón de su existencia. Una mezcla de mitología mediterránea con tamales. Tal síntesis abrupta presenta muchos desarrollos. La orientación general de mi juicio, con algunos matices, en estas notas queda expuesta. El siglo xviii me parece audaz en todo, menos en poesía. Hasta el romanticismo no se rompe tal marasmo en España, con el Duque de Rivas, Espronceda y Bécquer. Tampoco por el hecho de ser descriptiva la obra de Landívar, debemos deducir que no siempre encierra intensidad poética, sino, más bien, cuando carece de la necesaria transposición que engendra volcán llameante

Teócrito, en

el

lo

una égloga de

canto.

Landívar

es

nuestro primer poeta en

el

tiempo y también

fuera del tiempo, más que por su valor intrínseco, por su significación. Su poesía me seduce menos de lo que me interesa por

En efecto, hay en él, en diferente grado para cada comentador, el interés histórico, el valor histórico de su influencia y el intrínsecamente poético. No sólo encierra interés cronológico, para eruditos y especialistas, sino también poético, aunque todavía no popular, por su sentido en nuestra vida como expresión, y como expresión de nuestra vida. Su figura he deseado destacarla para aumentar nuestro amor por su obra. Me emociona lo que advierto de nostalgia en su alma lacerada por el recuerdo. Mi amor por su poesía, por su contemplación idílica, nace de su amor por nuestra tierra. motivos, en cierta manera, extra poéticos.

Entonces, conscientemente, descuido mi exigencia poética y una pasión cívica, en el caso impura, es la que me mueve. Sin embargo, mis juicios surgen primordialmente de ambición de exactitud, y olvido las repeticiones que transforman en momia los valores clasificados con sus etiquetas, como grandes insectos. He deseado girar en torno a él y en torno a la Rusticatio mexicana, como se hace con una estatua, palpando las formas minuciosamente, viéndolas con diversas luces, desde ángulos mentales distintos. Landívar me ha parecido más vario y complejo de como le conocemos, clavado como una abeja con el alfiler de los entomólogos. Landívar abandona, en instantes felices, temas clásicos y americanamente escribe el primer poema de la americanidad

RAFAEL LANDiVAR

137

porque aquí discurrió su infancia y mocedad un poeta de América, pionero de una y poesía propia. Nada ha logrado aún acercarlo al hombre de la calle, aunque el hombre de la calle sea personaje en los cantos. El pueblo está en el libro, como lo está en el paisaje, pero con el idioma le vuelve la espalda. Landívar alza su torre para contemplar nuestra vida y nuestros campos y llora latinamente su nostalgia. Qué lejos y qué nuestro el antigüeño con el orgullo y el amor de lo propio. No insistiré en el tema del latín como idioma escogido por Landívar. Sólo recordaré que el idioma tiene influencia en el estilo y conformación del poema. Publicado hacia el último terdel siglo XVIII, habríamos preferido que hubiese escrito en una lengua viva y popular, para los hombres vivos, la verdad de la escribe

su vida,

maduró

su espíritu. Es

¿Cómo

habría sido el poema? Inútil conjeturar sobre ello. pero provechoso. me quedo nostálgico al pensarlo. ¿Por qué escribió en latín para nuestros pueblos indios el primer poeta americano? Acaso es capciosa la pregunta, porque él escribió para todos. Sin embargo, no satisfacen las explicaciones y sigo lamentando que no haya escrito en español. La respuesta de Menéndez y Pelayo es lógica y clara. También piensa como don Marcelino el Padre Octaviano Valdés: "Escribió en latín, sencillamente, porque era su lengua, tan propia o más que el español." Este "tan propia o más que el español" suena exageradillo, aunque haya sido estudios, profesión, talento consumado latinista. En la desvinculación con la lengua de su pueblo metropolitano y colonial, aunque en el xviii el latín fuese una lengua viva que emplearon los jesuítas desterrados para mostrar a América en Europa, y en el latín de Landívar encontremos no pocos guatemaltequismos o aztequismos como antes en Cervantes de Salazar y Fray Diego Valadés, en el xvi hay algo peculiar de psicología de criollo jesuíta desterrado. Y desterrado aún pisando su tierra en Antigua Guatemala, en México o fuera de América y España, en su celda conventual de Bolonia: se pierde tierra bajo los pies si damos nuestro canto a otra lengua. Por el exilio sus raíces se hunden con más amor en el mundo que había perdido. Los jesuítas desterrados, humanistas o poetas humanistas, rumiando su odio a los Borbones, mantuvieron los ojos en América con acrisolado fervor: Francisco Xavier Clavigero, Andrés Cavo, Diego José Abad, Francisco Javier Alegre. El Poema del Mió Cid, allá en el siglo xii, la poesía popular de los romanceros; el Siglo de Oro, escribiendo y traduciendo al español del hebreo, del griego, del latín vienen a la memoria. Lanvida.

Inútil,

Y













,

— 138

LAS HUELLAS DE LA VOZ

dívar, poeta de la americanidad, publica a fines del xviii la Rus-

con descripciones de un mundo exótico de belleza granacadémicamente, a Europa, a los ámbitos del latín, nuestro mundo, como Colón parejas de indígenas para mostrarlas a los Reyes Católicos. Tal vez recurrió al latín, animado además porque era vehículo importantísimo de cultura y porque la España de Carlos III estaba lejos de ser la del Siglo de Oro. Landívar pensó encontrar para su canto una patria universal en su otra lengua. Buscó un horizonte mayor para mostrar la tierra en que había nacido, descuidando el devenir de América. Cuando reducimos el concepto de patria y olvidamos al Hombre y ponemos primariamente la tierra en que nacimos por encima de todo, corremos siempre el riesgo de hacer el ridículo. Lo nuestro, porque nos permite mejor la universalidad y no como mero sí, accidente geográfico. Y no olvidemos esta verdad: "El latín y afirma Bernardo Ortiz de Montellano las lenguas indígenas resultan ser, con iguales derechos, los antecedentes lingüísticos de nuestra literatura". Amor por nuestra tierra, amortiguando la especia con el vino añejo de Lacio. El pueblo alienta en el poema, entre el añil, los cocos, el cacao, la cochinilla, el azúcar y el tabaco. Sin embargo, se hace difícil encontrar al pueblo, y para el pueblo es difícil encontrar al poeta, más citado que leído. Landívar sigue desconocido o mal conocido, o conocido sólo por muy pocos, a pesar de encamar indudable mestizaje literario. Si se intuye que el pueblo está en el poema, ni él ni el poema están en el pueblo de Guatemala, de México o en el resto del horizonte del idioma. El latín es hoy lengua muerta, quiérase o no. Me he interesado en lo nacional sin nacionalismo y en atracción que ejerce sobre mí la obra de Lancontradictoria la dívar, "como un imán que al atraer repele", tal en el verso de Antonio Machado. He caminado siguiendo las huellas de esa atracción contradictoria, porque el autor de la Rusticatio es un aplicado poeta "popoff, en que giran dos mundos distintos en dirección opuesta. Un poeta firme en su tierra y su tiempo, que empezaban a germinar la independencia. Fue nuestro, como podía serlo y como siempre lo somos, sin preocuparse de ello. Qué falso es, a menudo, en tantos escritores, el exhibicionismo con premeditación, alevosía y ventaja, de nuestro más entrañable amor. Lo nacional va abriendo caminos y burlando programas inútiles. La tierra nos nutre biológicamente, como el seno materno, sin que necesariamente la conciencia se torture por ello. Como una semilla, como una planta. Sube la humedad de la tierra hasta nuestros labios. Lo autóctono, en lo hondo de nosotros, como una ticatio,

diosa. Lleva,







RAFAEL LANDÍVAR mina,

sin

que nos desvele su evocación

reiterada,

139

que pura afec-

tación es la insistencia, y cuando más programas hacemos, la realidad íntima menos legítimamente se revela. Nada tiene que ver

Landívar con algunos escritores latinoamericanos contemporáneos, que escriben en francés o en inglés, sin poder sacudirse la tierra que pisaron primero y una como necesidad de sumisión. No reclamo americanismos, de haber escrito en español por lo demás abundantes en su latín porque piense que ellos constituyen siempre una esencia popular. Es en lo abscóndito y anímico donde hallamos nuestra verdad primera. Es el estilo de sentir y de ver el que da el carácter de la tierra propia, la instintiva intimidad psicológica, desligado de lo exterior de las cosas. Esto lo ha meditado cada país, uno a uno. Cada artista, uno a uno, seguros de que América no es voz de ningún coro: canta aparte y por su propia cuenta, sin que le preocupen, en lo mínimo, exigencias europeas. El sueño de Guatemala o México, que soñaba Landívar, lo hemos soñado yendo al mismo mar y naciendo en la misma tierra, como nuestros ríos que bajan a las costas o meditan en campos de luminosidad tan pura y tan dormida, que un sonido súbito traspasa como espada. Landívar recoge estas imágenes, refiriendo el paisaje a lo humano. En su poesía encuentro o me invento, lo que seguimos v seguiremos buscando, algo de lo que palpita soterrado en América, en nuestros pueblos pesados de cerrojos. Encuentro algo del colectivo sueño indefinido, del canto inarticulado de todos. Su poesía, atizando mil añoranzas, me hace asistir al despertar de nuestros pueblos y me hace creer en ellos. Su canto es una de nuestras banderas.





,

Comparte conmigo su evocación. Siento mi mundo, a pesar de su poesía didáctica y moralizadora, de su costumbrismo. Comparte su propio deseo y su propia nostalgia. Los comparte como un pan. Me sabe muerto de hambre y me da un gran pedazo de su hogaza. Y por encima del tiempo le traigo, por su bondad y su nostalgia, por su amor americano, algunas espigas para sus molinos inmóviles. A veces, en el latino ámbito de su poesía que quiere ser mestiza, no escucho zamponas de pastores, sino que resuena el tun o la marimbita de tecomates que me invento en el fondo de algún piieblecillo acurrucado entre los montes. Acaso sin proponérselo, instintivamente, hay en mi Landívar un canto augural de nuestra génesis nacional: su raíz buscó alimento en la tierra de nuestros huesos. Nos es grato, renovado siempre, su encuentro: la poesía logra repatriación, aunque estemos en la patria. Nos la restituye, porque su presencia se nos escapa y la conocemos mal por encarnarla.

,

LAS HUELLAS DE LA VOZ

140

Mi amor por mi tierra me dicta estos comentarios. La poede Landívar, llena de gozo visual, me engendra nostalgia de él, que es mi tierra y se me escapa en parte, a mí y a mi pueblo. En toda su obra tiene los ojos abiertos al espectáculo de la naturaleza y el hombre. Escribió, a veces, anegado de angustia al rememorar. yo leo su obra y escribo sobre ella deseando equiparar tamaño amor, surgido también de mi nostalgia. No son solamente paisajes, tipos, costumbres, allí, en la puerta de mi casa presentes, vivos dentro de mí, el polen de nuestras flores, sino la levadura de América. Oigo la sangre. Siento que lo nuestro daba prestancia a lo suyo, que es lo mío, fuente, origen y delicia de mi vida. Rafael Landívar avanza hacia nosotros con un haz de maíz en los brazos. América surge tal de una arteria abierta. Guando México o Guatemala le conduce de la mano y él apresta el arco y dispara la flecha amorosa, ama lo suyo con sus cataratas y sía

Y

el hombre y sus trabajos, la selva y el colibrí; el indio juego de pelota, tras la mítica goma prodigiosa. Por ello le llevo en la sangre, como llevo a mi tierra. Mi nostalgia le discute me invento mi Landívar. y le interroga para mejor conocerlo.

cultivos:

en

el

Y

América empieza a verse a sí misma. La literatura corre en cauces propios y se renueva y pronto surgirán las primeras novelas, obras de teatro, sátiras y fábulas. Entre nosotros, el extraordinario Antonio José de Irisarri (1786-1868), maestro de la polémica, quien reclama una biografía en gran estilo, por su vida tormentosa y batalladora; José Batres Montúfar (1809-1844) y José Milla (1822-1882). El romar^ticismo europeo ejerce dominadora influencia que origina la novela histórica.

"Su aparición marca-

comienzos del romanticismo en la América española", afirma Pedro Henríquez Ureña. El neoclasicismo de Landívar, Bello, Olmedo, Quintana Roo, Heredia, desaparece con la llama de Byron, Wordsworth, Shelley, Lamartine, Hugo. Los románticos europeos redescubren la Edad Media, "enorme y delicada". Los nuestros, aparte de cantar la naturaleza americana, tarea ya iniciada por los neoclásicos la Rusticatio es el ejemplo más destacado redescubren la Golonia, como Milla y Batres Montúfar, aunque desde ángulos diferentes. Gon la Gontrarreforma, la Metrópoli cerró sus puertas al progreso y cada día fue haciéndose menos capaz de conservar y desarrollar los inmensos dominios coloniales. España retrocedía, mientras Europa se transformaba y, con ella, el resto del mundo. Guando Felipe V, el primero de los Borbones, ascendió al trono a principios del xviii, la influencia franría los





RAFAEL LANDÍVAR

141

cesa cobró vigor en la Metrópoli, mientras tanto América se renovaba por la cultura humanista. Rafael Landívar, desterrado

a lo nuestro, encarna esta renovaArte Poética de Horacio que a los preceptos de Boileau. Un año después de muerto Landívar, en 1794, empieza a publicarse la segunda Gaceta de Guatemala. Andrés Bello (1781-1865) y José Joaquín de Olmedo (17801847), probablemente sin conocer a Landívar, describen nuestros campos, evocan al indio, usan las palabras indígenas en su versificación clásica. José María de Heredia hace lo mismo (1776es1820). Los tres cantan no sólo la independencia intelectual sino la lucha de nuestra into es muy importante recordarlo

en

Italia,

con

los ojos abiertos

más atento

ción,

al





,

política. Por su poesía social y política, estas tres son también precursoras de las tendencias contemporá-

dependencia figuras

más

neas

esclarecidas.

Con todo y cillos

lógico,

nuestro

—como

campo

presente y ausente en los pastor-

hombres fantasmales de un mundo mitoLandívar es un gran poea veces en paisajes de biombo

librescos

ta nuestro.

Muy

americana del



,

xviii su obra,

de insurrecto jesuíta

que insinúa suficiencia acaso por insuficiencia del sentimiento colonial mismo. Sí, para que la Metrópoli advirtiese que en la ausente casi por completo en la literatura casremota América se estaba al tellana, que no fuese histórica, hasta fines del xrx día y, primordialmente, para que se conociese nuestro esplendor. Y con esta preocupación criolla del medio recordemos el trato para recorrer metropolitano dado al indiano Ruiz de Alarcón Europa el latín poníale coturnos universales al poeta. La obra de Landívar señala, al mismo tiempo, la enjundia de las letras coloniales del xvm y el anhelo de independencia. Estas situaciones en pugna forman su valor más legítimo, y algunas de ellas son las que he querido desentrañar para su más cabal conocimiento. No teníamos una nación, y las letras, aun la poesía, en donde las posibilidades me parecen más accesibles que en la novela y el teatro, representan tal estado coloidal, híbrido de la patria. La novela y el teatro no surgen sino dentro de pueblos maduros, dentro de nacionalidades definidas. La novela actual de Hispanoamérica representa la situación semicolonial, porque semicolonial es aún nuestra vida. Toda ella, hasta la criollo









novela más representativa. La novela está ambientada, bien ambientada muchas veces, afirmándose por exageración de modismos en personajes planos, que se mueven entre el pintoresquismo de cuadros que me recuerdan, en los mejores casos, los de una linterna mágica. No puede surgir lo oculto, la realidad recóndita en

LAS HUELLAS DE LA VOZ

142

Landívar, porque no los sentía con precisión, aunque sea naciocomo no nal la obra en su espíritu, no obstante que en poesía las posibilidades son de otro acontece con el teatro y la novela tampoco, propiamente, lo popular en temas y formas, orden.





Y

ocupe del hombre y sus faenas. En la Rusticatioj la toma rasgos del mundo real, colores del recuerdo mágica linterna auténtico, con el peso de la Colonia encima, condicionado por ella, mucho más, desde luego, que nuestra literatura semicolo-

aunque

nial

se

contemporánea.

Lo novela

surgió con

la

revolución de independencia, que

ignoran, es necesario señalarlo, hasta un Mariano José de Larra y un Benito Pérez Galdós en la Metrópoli. La mejor novela ame-

ricana se ocupa de acontecimientos individuales limitados y tipos limitados, sin que podamos hablar aún de una novela social. Ésta empieza a surgir. Landívar representa la decadencia

humanos

de España y la inquietud de América. El proceso de ver lo propio, aunque sea librescamente, guarda ya particularísima significación. No une lo clásico grecolatino con la realidad auténtica, sino con

mundo colonial de criollo jesuíta antigüeño, de docto indiano humanista que se prende del latín, tabla de salvación, en la cual no respira bien la raíz indígena de Guatemala y México. Lo singular reside en la afirmación de su mundo, en el sentimiento de nacionalidad que anuncia nueva etapa de nuestra vida. El romanticismo es una sacudida revolucionaria contra el clasicismo y el neoclasicismo estereotipados. Contra la pedantería de un mundo que no encarna la grandeza de España del Siglo de Oro, como si los estilos pudiesen perdurar o repetirse mecánicamente. En Europa, la marejada enciclopedista, hacia los años postreros de Landívar, iba a culminar poco después en la Revolución Francesa. Del romanticismo llegan ecos que en Batres Montúfar, escéptico hasta el escepticismo, se transforman en narraciones de la facultad versificadora más aguda, socarrona y sonriente. No hay reacción contra Landívar, desconocido o minoritario, entonces como hoy: carecíamos de enjundiosa literatura, porque carecíamos de verdadera nacionalidad. Son nuestros representativos, como casos esporádicos, lógicos o inesperados, que se entrelazan hasta constituir, de acuerdo con el medio y la época, el torrente de voz. Y así, hasta nuestros días. Si avanza la revolución de 1944, si se consolida y el país se redescubre y se revela, si logramos una inmersión en los orígenes, sólo por la revolución posible, habremos dado un paso de la mayor importancia, hacia una expresión nacional y popular. De pronto, todo fue detenido por los yanquis. su

RAFAEL LANDÍVAR

Lo



143



carece de sangre: exterior lo opuesto a lo intrínseco hojarasca de lo pintoresco, que jamás encierra el fuego de lo vivido, de lo vinculado a la entraña como un hijo. "Atinó de lleno con el color local americano que tantos otros han buscado sin fortuna*', afirmó con cierta ligereza Menéndez y Pelayo. El crítico parece descuidar un antecedente de importancia: Grandeza mexicana, de Bernardo de Balbuena, escrita en español y publicada en 1604 ^ Hay contactos en las fuentes de inspiración de Bernardo de Balbuena y Rafael Landívar y contactos por influencias que ambos recibieron de clásicos antiguos, Italia renacentista. Siglo de Oro. Entre las fechas de publicación de Grandeza mexicana y es la

mexicana transcurren cerca de 160 años. Menéndez mayor entusiasmo que a Landívar: "hasta por las cualidades más características de su estilo es en rigor el primer poeta genuinamente americano, el primero en quien se siente la exuberante y desatada fecundidad genial de aquella pródiga naturaleza". Le parece aquella poesía Rusticatio

y Pelayo acoge a Balbuena con igual o

tan nueva en castellano cuando él escribía, tan opulenta de color, tan profusa de ornamentos, tan amena y fácil, tan blanda y regalada al oído cuando el autor quiere, tan osada y robusta a veces, y acom-

pañada de un no sé qué de original y exótico, que con su singularidad le presta realce y que en las imitaciones mismas que hace de los antiguos se discierne. Aun su clasicismo es de una especie muy particular y propia suya, que casi podríamos decir clasicismo romántico, semejante en algo al de los poetas de la decadencia latina, sobre todo en la intemperancia descriptiva, unida a cierto refinamiento que le hace buscar nuevos aspectos en el paisaje y apurar menudamente los detalles con un artificio de dicción primoroso y nuevo. Otro rasgo de su estilo consiste en la mezcla frecuente de los pormenores realistas, triviales y aun grotescos, con lo más elevado y puro de la emoción poética, no tanto por desaliño o cansancio, cuanto por buscar un nuevo elemento de interés en el contraste.

Menéndez y Pelayo llega a esta síntesis sobre Balbuena: "es a un tiempo el verdadero patriarca de la poesía americana y, a despecho de los necios pedantes de otros tiempos, uno de los grandes poetas castellanos." Si para apreciar la Rusticatio mexicana debemos despojarnos de la sensibilidad presente y situarnos dentro del ambiente neolatino y el gusto de la época, el elemento retórico y no el poético, sería el dominante. En relación a esta exigencia, le he conside^ Recuérdese a Francisco Cervantes de Salazar, en los diálogos en 1554, que continúa las descripciones de misioneros conquistadores.

latinos

México

LAS HUELLAS DE LA VO¿

144

rado también. Cuando tal requerimiento de adaptación se establece o trata de establecerse, la poesía landivariana me ha mostrado su vulnerabilidad. Entonces, he tornado a leerle y releerle para comprobar el comentario de Menéndez y Pelayo, maestro de la crítica española. En verdad, en conjunto, es reticente, parco elogio de matizadas limitaciones. Le juzga "uno de los más excelentes poetas que en latinidad moderna puedan encontrarse", lo cual señala un marco muy poco amplio. Y también "si damos debido aprecio a un arte, no ciertamente espontáneo ni popular, pero que puede en ocasiones nacer de una inspiración realmente poética", etc. Luego, añade don Marcelino: si tenemos en cuenta el mérito insigne aunque secundario de la dificultad vencida no tendríamos reparo en reconocer asombrosas condiciones de poeta descriptivo, quien si escribe en lengua vulgar habría arrebatado la palma a todos los poetas americanos sin excluir, acaso, el cantor de La agricultura en la zona tórrida.

Como en Balbuena o Bello, que trae a la memoria Menéndez y Pelayo, en Rafael Landívar hay una poesía de preocupación de forma, como en toda la del género, básicamente didáctico y descriptivo, goloso de mármoles, de superficies brillantes y pulidas, colores vivos y contrastados y sonoridades sin descanso. Rafael Landívar realiza una obra de mucho mayor vuelo que ambos. El landivarista Padre Octaviano Valdés, en efecto, llega a decir que "atendiendo a lo prosaico de los temas, debe contentarse (el lector) con un grado mínimo de poesía y admirar más bien la estructura de los bellos exámetros y el arte maestro de la descripción en lengua tan extraña a la índole de los asuntos que desarrolla".

''Los lagos'' saben demasiado a mar latino, recuerda el Padre Octaviano Valdés, "con sus aguas undosas, sus borrascas que imprescindiblemente levantan sus olas hasta las estrellas, sus remeros que huelgan poetizando, conquistando lauros en regatas, demasiado pulidos, como efebos que bogaran sobre las sacras ondas de la antigüedad". También recuerda: "Por el bucolismo de campos necesariamente 'amenos, lozanos, floridos, rientes', 'linfas

plácidas,

cristalinas',

semejantes, sopla

un

'frondas umbrosas,

densas,

negras',

y cosas

estirado aire artificial de euros, céfiros, que

ya no salen de la boca de Eolo, sino de aula escolar".

los salones

académicos y del

La siguiente observación de Pedro Henríquez Ureña sobre Bernardo de Balbuena es aguda y exacta, aunque el fogoso estilo churrigueresco mexicano sea posterior al poeta:

RAFAEL LANDÍVAR

143

Balbuena representa en la literatura española una manera nueva e independiente del barroquismo, la porción de América en el momento central de la espléndida poesía barroca, cuando florecían Góngora y Carrillo Sotomayor, de Córdoba, Rioja en Sevilla, Pedro Espinosa y su grupo de las Flores de poetas ilustres en Antequera y Granada, Ledesma y Quevedo en Castilla. Su barroquismo no es complicación de imágenes, como en los andaluces de Córdoba y Sevilla, sino profusión de adorno, con estructura clara del concepto y la imagen, como en los altares barrocos de las iglesias de México: aquí sí existe curiosa coincidencia.'

Es fundamental la diferencia entre Balbuena y Landívar annaturaleza americana. En Bernardo de Balbuena hay insensibilidad para ella, poeta de la Polis, estrechadamente ligado a una cultura clásica. Rafael Landívar, "el primer maestro del paisaje", dice Henríquez Ureña, con influencia parecida, avanza académicamente dentro la realidad de América, pero inicia un camino nacional de acuerdo con su formación. En su simpatía para el Nuevo Mundo mi fervor se enciende y olvido las insistencias bizantinas, las adjetivaciones y la intrusa presencia de la mitología grecolatina. ¿No es extraordinario cómo a pesar de su neoclasicismo, si no fue a lo esencial autóctono, sí supo ver mucho del hombre y de la naturaleza de su pueblo? "Gran poeta neolatino escribe Alfonso Reyes su método no se limita a la proeza lingüística. Sin duda es el único de su época que posee valor universal". Landívar abre los ojos con amor y dolor de desterrado, no como español subdito del Imperio, sino como guatemalteco, como mexicano, como americano, y me pregunto por qué no abandonó el latín al darse cuenta de que se proponía cantar como él mismo dice "una realidad totalmente nueva". Por dondequiera hay en Rafael Landívar corrección silogística como cañamazo de fondo de la descripción, lejos del canto propiamente, en briznas siempre. Su invocación a Guatemala la Antigua, "Salve, cara Parens, dulcís Guathimala, salve", fue engendrada en lo hondo, con nostalgia y dolor. El corazón desborda, como contadas veces, a lo largo de los cantos, sin que le estorben los moldes rígidos y solemnes. Este sollozo tiene la autenticidad de lo vivido: la emoción real, inevitable. La tropología landivariana, tan marcada y superflua con frecuencia, como toda retórica acicalada de erudición, se estanca en un mecánico trasiego prolongado de imágenes lógicas, que sólo un gusto inepto y una crítica rutinaria pueden confundir con la poesía. La influencia del te la





' Pedro Henríquez mingo. Buenos Aires, 1936.



,



Ureña,

La

cultura

y

las

letras

coloniales

de

Santo

Do'

— LAS HUELLAS DE LA VOZ

146



muy Jacobo Vaniére, con su poema Praedium rusticum América , aún nada estudiado, parece de importancia. Landívar, al pasear por nuestra tierra, no liba en las flores del campo, en la proporción que reclamamos, sino en clásica miel ya hecha.

jesuíta

leído en

El sustantivo y el adjetivo definidor (las cóncavas naves, las abundan entre hipérboles ) ninfas pudorosas, las ásperas rocas .

cursis

.

.

y desenfrenadas:

de los antiguos, para las cuales desató en pregones encomiásticos, porque a todos los portentos sobrepasa aquel valle rodeado de montañas, que brinda a las ninfas pudorosas recónditos albergues, fragancia perenne de perfumadas flores silvestres y las melodías sin fin el canto acordado de sus pájaros. calle el universo las siete maravillas

de boca en boca

la

fama

se

Se recrea en artificio, en inútil dificultad y en expresión El estilo jesuíta, decíamos, hinchado por falso dinamismo y congelada vehemencia, a veces llega a producirnos una emoción que, por falta de análisis, antojase emoción poética. ¿Cómo puede considerársele un extraordinario poeta si en varios libros (industrias, ganados y otros pasajes), como afirma el Padre Octaviano Valdés:

perifrástica.

temas, debe contentarse con la estructura de los bellos exámetros y el arte maestro de la descripción, en lengua tan extraña a la índole de los asuntos que desarolla; pero que sabiamente manejada, recurriendo a mil ingeniosidades traduce vigorosamente sus objetos sin extraviarse en los pasos más intrincados?

el

lector,

atendiendo

lo prosaico

de

los

un grado mínimo de poesía y admirar más bien

Nos hallamos ante una obra que recurre a ingeniosidades forma misma, sin abandonar efecto, en ninguna época la poesía ha sido razonada prolongación rigorosa y lógica de un pensamiento discursivo: no hay poemas largos, sino "una serie afirmaba Poe es decir, de efectos poéticos de poemas breves

y

artificios,

lastres

que

se

regodea en

neoclásicos o neolatinos.



la

En



,

breves". Es secundario todo lo narrativo y anecdótico, aquí cuerpo de la obra. Los momentos de alta tensión en Landívar, la hon-

da marejada, es lo que busco: el canto. Su vida misma no la sentimos sino raras veces, aislado por el manto sacerdotal, como el corazón de los conquistadores por la armadura. Hombre sin biografía, lejano y sin posibilidad de asirle entre sus versos, se me humaniza cuando solloza al evocar Antigua Guatemala, la ciudad natal en ruinas. Se estremece de do-

RAFAEL LANDÍVAR

'

147

canto vibra sentidamente y nos conmueve. Entonces, se y deja de ser estatua, aunque su llanto sea de lágrimas geométricas. No ve mecánicamente, como aparato registrador, frío y preciso, cumpliendo una tarea en la soledad de la celda. Ve con el alma, con el ojo, vivo cristal blando mojado por la luz, en donde más viva está la vida y más inasible y cautiva; inmóvil manantial de saetas sobre el cuerpo opaco, alumbrando los sótanos, cazando meteoros y pájaros, para que los huesos los conozcan. Y trato de comprenderlo estrictamente dentro de la época. Y aun dentro de la sotana, porque sé muy bien que separarle del medio y de la época es el mejor método para no llegar a él. Su poesía, en su esencia, puede causarnos estas satisfacciones y sentimientos de inconformidad. no por falta de altura de corazón, nuestro elogio no es limpio de toda sombra: el espíritu se apasiona por la perfección y reclama generosamente, aunque sea generosa la dádiva. No dar mis luces y sombras, sería desdibujarle: la personalidad se descubre y se reconoce con todo ello. Sus dimensiones no son las estereotipadas que hasta hoy se le han otorgado. Quise desempolvarle, quitarle polilla de bibliotecas y alcanfores. Al ir estudiando a Landívar, pesando lo que nos agrada y lo que nos aleja de él, se afina el tacto, como el del ladrón que espera sentir cuándo cede la cerradura y puede abrirse la caja de caudales. En esa palpación delicada, van surgiendo eminencias y sinuosidades que no se advierten si no volvemos a él fervorosamente: Landívar hace preguntas cuya significación va más allá, como en toda obra grande, de sus límites estéticos formales. en esta busca para abrir la caja y apreciar su contenido, hemos girado en un sentido y otro, tirado y vuelto a oír solícitos, con aproximaciones que parecerían contradictorias, si no se pone la atención requerida. En efecto, la simplificación es contradictoria con la realidad de Landívar: a la postre y desde el principio, las cosas no son como quisiéramos, sino como son, y conocerlas como tales es más arduo de lo que juzgamos a primera vista, si no nos acercamos por muchos caminos diferentes. Que y le cercamos surja Landívar lleno de trópico, entre un chorro de miel de caña, en el patio de gallos, viendo a los muchachos del palo ensebado o a los ángeles acrobáticos del palo volador. Recordemos a Landívar, maestro de la poesía descriptiva, tal como él deseó recordar América: enamorado de su realidad. Rafael Landívar, nuestro padre, sabe a mi tierra. lor

y

el

me aproxima

Y

Y





ANTONIO JOSÉ DE IRISARRI No

SÉ de ningún guatemalteco más guatemalteco y continental, brillante y extraordinario, que don Antonio José de Irisarri (1786-1868). Su vida es la de un coloso, como la de aquellos del Renacimiento, que encarna una época por su audacia, por su experiencia y sabiduría y por su genio satírico y polémico. Si, después de Rafael Landívar, poetas casi contemporáneos del gran antigüeño cantaron nuestra vida y nuestras luchas de independencia, redescubriendo el hombre y la naturaleza de América antes que la plástica (Bello, Olmedo vapuleado por Irisarri José María Heredia, Quintana Roo), don Antonio José será, asimismo, un militante ardoroso de esas luchas. Su fervor es América germinando ya en la sangre de criollos, indígenas y mestizos. Cuando L#andívar muere, Irisarri tiene siete años: la revolución de independencia establece un viraje hondo y definitivo. surge, con sacrificios, la conciencia del Nuevo Mundo, que se fortifica, sobre todo, en quienes supieron ser hombres de acción y de letras. La palabra del escritor conserva su brillantez, aunque sus preocupaciones políticas se hallan muy lejos y opuestas a las nuestras. No es la ideología lo interesante en él, sino la pasión de su ágil agresividad y la maestría de su pluma. Desde sus primeras salidas fue apasionado luchador por la independencia, a la que sirvió con toda la fuerza de su espíritu, uno de los más inquietos y de los más tenaces y fieles a la línea más reaccionaria del partido conservador. Cuando orgulloso de ser un criollo nos explica que no es un "mulatillo", recuerda que fue hijo "de un infanzón de Navarra y una mujer de Salamanca". Y en su escrito Sobre la justicia de la revolución de América, juzga así a la Conquista:

más





,

Y

y como conocían que no había sobre la tierra una razón para y atrocidades, buscaron en el cielo el pretexto de sus tiranías. Fue ocurrencia peregrina el buscar en Jesucristo un patrón de injusticias, obligando a su Vicario Alejandro VI a declarar que la usurpación y la tiranía son cosas que puedan conciliarse con la ley de paz y de justicia que dictó el Hijo de Dios sobre la tierra. ...

sus usurpaciones

Su longevidad batalladora reclama una biografía en gran Fue incondicional y altivo, sumiso e inquebrantable, condotiero temerario, reptante y aquilino, de la pluma y la espada, estilo.

escritor de nación y de ocasión, cada día de su vida plena, audaz y trajinante. Es una vida impetuosa, vivida en primera línea y con

148

ANTONIO JOSÉ DE

149

IRISARRI

avidez excepcional en todos los pueblos de América, y en los años turbulentos de la revolución de independencia y de las guerras civiles que la sucedieron. A su pluma erudita de maestro de la polémica, entre las mejores que haya producido el Continente, no pretendo seguirla sino apenas evocarla a grandes rasgos. Su obra y acción, mal conocidas en América y casi ignoradas por los guatemaltecos, exigen que se le dedique una vida. En los pocos meses en que residí en Chile, de nuevo me deslumhró su jerarquía intelectual, su penetración psicológica y política, su cultura como el sonado y los abundantes rasgos de novela picaresca empréstito de Londres y el Tratado de Paz de Paucarpata que



aún no

le

Muy

joven, se



los chilenos.

marcha de Guatemala a México.

Y

luego,

Perú, en 1806. Llega a Chile a principios de 1809. En 1812 encontramos de brillante redactor de La Aurora de Chile. El

hacia le

perdonan

el

Semanario Republicano lo inicia Irisarri en 7 de agosto de 1813, luchando por la independencia y contra el gobierno del general José Miguel Carrera. La ardentía convincente de su verbo abre rumbos a la vida política chilena. A los veintiocho años, es efímero presidente de Chile: siete días duró su dictadura, como la llama él mismo, del 7 al 14 de marzo de 1814. Para los días del Congreso de Viena, Irisarri se halla en Europa. Su actividad diplomática y política es memorable y compleja. En extensa memoria dirigida al Ministro de Relaciones Exteriores de la Gran Bretaña, Lord Castlereagh (20 de mayo, 1816), trazó un panorama de los asuntos chilenos y de los propios, personales. Irisarri no tenía aún representación oficial, pero se sirvió de su amistad con el Comodoro inglés James Hillyar, comandante de la fragata de Phoebe, quien actuó como intermediario con España en la celebración del Tratado de Lircay, que Irisarri firmó por Chile. El Director Supremo, don Bernardo O'Higgins, antes de recibir sugerencias de Irisarri, envió a Londres a don José Antonio Alvarez Condarco, en abril de 1817. A fines de ese mismo año, el polígrafo guatemalteco es nombrado agente del gobierno chileno. Las instrucciones del nuevo cargo, que desempeñó hasta 1824, llegaron a Londres cuando venía en camino de vuelta a Chile. Antes de pisar Santiago, estaba ya nombrado Ministro del Interior y de Relaciones Exteriores. La victoria de Maipú inicia nuevo derrotero histórico. Al lado del Di-

rector Supremo, desarrolla la obra política

más valiosa y extraordinaria de su vida. Mientras es Ministro, su pluma no descansa y funda El Duende de Santiago, en donde combate, con la prestancia intelectual de siempre, por don Bernardo O'Higgins. El 23 de

LAS HUELLAS DE LA VOZ

150

octubre de 1818, como Ministro de Estado en el Departamento de Gobierno, después de un breve discurso, Irisarri tomó el juramento de la Constitución al propio Director Supremo. O'Higgins le retira de Relaciones Exteriores y le da una misión diplomática en Europa. En diciembre del mismo año, don Antonio José va camino de Buenos Aires, para seguir a Europa, interesado ya en un régimen monárquico para Chile. Las instrucciones especiales para el desempeño de la misión fueron redactadas por el propio Director Supremo y el recién nombrado Ministro de Relaciones Exteriores, don Joaquín Echeverría Larraín. Ninguno de ellos las firmó y el documento carecía de valor. Irisarri, en consecuencia, no estaba facultado para hacer ninguna gestión monárquica.

En Buenos

Aires, firma por Chile, con el Ministro de EstaProvincias Unidas del Reino de la Plata, don Gregorio Tagle, una alianza para defender la libertad de ambos pueblos. Este Tratado trascendental no sólo consagraba la soberanía

do de

las

los dos grandes Estados, sino que se proponía lograr la emancipación del Perú y demás pueblos de América. El artículo 1 de tal tratado, suscrito en Buenos Aires el día 5 de febrero de 1819,

de

dice así:

ambas partes contratantes con los deseos mapor los habitantes del Perú, y con especialidad por los de la capital de Lima, de que se les auxilie con fuerza armada para arrojar de allí al gobierno español, y establecer el que sea análogo a su constitución física y moral, se obligan dichas dos partes contratantes a costear una expedición, que ya está preparada en Chile, con este objeto. Conviniendo

nifestados

Firmado

el

Tratado, Irisarri

se

embarca

el

11

de febrero de

1819, desembarca en Liverpool y se establece en Londres. El 23 de agosto de 1819, como simple agente del gobierno de Chile,

después de varios meses, logra entrevistarse con el Ministro de Relaciones Exteriores de la Gran Bretaña. De nuevo, se pone a escribir con el anagrama que ya le había servido en Chile, Dionisio Terrasa y Rejón, para dar a conocer los problemas de América insurgente y contrarrestar la propaganda peninsular. El 18 de mayo de 1822 firmó, con banqueros de Londres, el empréstito por un millón nominal de libras esterlinas, contra las instrucciones expresas del gobierno de Chile. Se asignó una comisión de afirma Ricardo Donoso ya no 20.000 libras "y sus derroches conocieron medida alguna".^



^

Ricardo Donoso. Antonio José de Irisarri, b Universidad de Chile, 1934. p. 118.

ÍPrensas de



escritor

y

diplomático.

Santiago,

ANTONIO JOSÉ DE

IRISARRI

151

La independencia, sin embargo, no había sido reconocida por ninguna nación de Europa. No tardó en ser reemplazado por don Mariano Egaña, el Lord Calampa de sus escritos. Estos líos del empréstito no los olvidan los chilenos. Comentando una de las cartas de Irisarri al gobierno de Chile, escribe Donoso: "Admirable desenfado del más impudente de los hombres, negociador venal, gestor inescrupuloso del empréstito, cómplice del peculado más escandaloso".* Las cartas de estos años como representante de Chile (recogidas en el tomo III del Archivo de don Bernardo O'Higgins) nos lo retratan con todo su odio, su astucia, mordacidad y agudeza, para abrirse paso en la sociedad londinense e interesar al gobierno inglés en la emancipación de nuestros pueblos. En esos días. Irisarri conoce a don Andrés Bello y, en verdad, tal adquisición bien vale que se le perdonen algunas de sus flaquezas. Bello había vivido en Londres en 1810, acompañando a Bolívar, en representación de quienes luchaban por la emancipación de Venezuela. No está de más recordar que Bello publica en 1823 la Alocución a la poesía la primera de su dos Silvas americanas que constituye la inicial manifestación de "independencia intelectual", como lo registra el maestro Pedro Henríquez Ureña. Dice Irisarri en carta del 5 de junio de 1822: "Yo he creído hacer una adquisición muy ventajosa para Chile en la persona del señor Bello, cuyos talentos, erudición y moralidad le hacen apreciable entre cuantos le conocen". Así, don Andrés Bello, el gran educador y director de la conciencia de Chile desde 1829 hasta su muerte acaecida en 1865, se vincula, definitivamente, a la patria adoptiva de Irisarri. Quebrado en sus negocios personales, terminadas las turbias negociaciones como representante de Chile en Londres, sin poder volver a su patria adoptiva, en donde tenía cerradas todas las puertas, llegó a Guatemala en 1827, después de veinte años de ausencia, y se puso al servicio del partido de la Federación: "Yo debía entonces hallarme en Centro América defendiendo una causa que no era mía, una federación contraría a mis opiniones".' Mariano de Aycinena, de la oligarquía clerical, ejercía el mando del Estado de Guatemala. Funda El Guatemalteco y se abre camino, en pleno caos centroamericano, con la audacia y energía 16 de marzo de 1827 de siempre. Pronto se le confía la jefatura interina de las fuerzas del Estado de Guatemala, en sustitución del aventurero William Perks, nombrado en tal puesto









'

Ricardo Donoso, op.

cit., p.

124.



Ricardo Donoso, op.

cit., p.

152.

LAS HUELLAS DE LA VOZ

152

por el Presidente de Centro América, Manuel José Arce. Irisarri envía a Perks a la capital de Guatemala, custodiado por una escolta, desatendiendo las órdenes de Arce. Irisarri, el coronel Irisarri, es substituido por el brigadier Manuel Arzú. Aparece el panfleto: Cuatro palabras del cocinero del coronel Irisarri al inglés William Perks en contestación a su manifiesto de marzo de 1828. El 20 de octubre del mismo año, es nombrado Ministro de Guerra y Policía. En enero de 1829, se descubre la conspiración liberal en Antigua, organizada por el ilustre Mariano Gálvez. Francisco Morazán marcha sobre Guatemala. Los pueblos de los Altos de Guatemala se sublevan y capturan a Irisarri. Desde la prisión, publica dos Betlemíticas en defensa de su causa. Nueve meses estuvo prisionero. Se fuga y se esconde en el bergantín inglés Liffey, anclado en Acajutla, desembarca en Guayaquil y prosigue en el sur la aventura que fue su vida hasta su muerte. Sobre lo del empréstito de Londres, el juicio, adverso y severo, es unánime en los más serios investigadores chilenos, posteriores a las polémicas directas con Irisarri. Más grave aún la condena en lo que se refiere al Tratado de Paucarpata (17 de noviembre, 1837), en la campaña de Chile contra la Confederación Perú-Boliviana. también acerca del tratado Cass-Irisarri que, según el erudito Ricardo Donoso, era, ni más ni menos, la "venta ignominiosa de la soberanía de Nicaragua a la gran democracia del Norte". La vehemencia de los escritos polémicos de Irisarri y de sus adversarios, así como del hijo de éste, Hermógenes Irisarri, que fue representante de Guatemala en Chile, es extremada, porque los cargos no son para menos. Algunos de los argumentos no tienen ya la significación que en aquellos días le

Y

\^ Ímv^I^ \\va^\ El Tratado de Paucarpata le Cerró de nuevo finitivamente la posibilidad de volver a Chile. atribuían sus adversarios.





esta vez de-

Se quedó en Arequipa. En enero de 1838, comienza a publicar su Defensa de los Tratados de Paz de Paucarpata, desaprobados por el Gobierno de Chile, que promovió una causa criminal contra Irisarri "por su irregular e infiel desempeño en el alto cargo que se le confió". La acusación del fiscal se concretaba en tres puntos: desobediencia absoluta a las instrucciones del gobierno; haberse pasado al enemigo (Andrés Santa Cruz) y, tercero, retener grandes sumas pertenecientes a la hacienda chilena. El Fiscal: pidió, en consecuencia,* para el acusado, la pena de infamia y de inhabilidad para el ejercicio de cualquier destino público, por el pri*

Op.

cit.,

p. 22.

ANTONIO JOSÉ DE

153

IRISARRI

hiero y tercero de los cargos enunciados, y la pena de muerte por El desterrado de Guayaquil' intimó grandemente con el el segundo. Presidente del Ecuador, general Flores. Hablando con éste, en cierta ocasión y en gran reserva, le preguntó el último si era cierto que .

Irisarri era

Cruz



,

.

un

traidor.

y también

el



"Lo es sin duda alguna le respondió Santa más inmoral y corrompido de los hombres".

Se marcha a Guayaquil, donde funda La Verdad Desnuda y campaña contra el gobierno de Chile. Más tarde, dirige un periódico oficial, financiado por el gobierno de Rocafuerte, feroz contra el gobierno chileno: La Balanza. Renace La Verdad Desnuda. Irisarri escribe justificando su actuación en el Tratado de Paucarpata. Los azares políticos acaban con La Balanza y la segunda época de La Verdad Desnuda; imprime, entonces, El Correo Semanal de Guayaquil, que publica cien números. Derrotado su protector, don Andrés Santa Cruz, Irisarri se marcha a Quito y funda, el 1 de enero de 1844, La Concordia. Cuando los sucesos políticos le obligaron a dejar Quito, emprendió el camino de Bogotá, porque en el Sur no había país en el cual pudiera vivir. Empieza a nacer en él su obra maestra: Historia crítica del asesinato cometido en la persona del Gran Mariscal de Ayacucho. En Pasto se detiene algún tiempo y publica El Respondón. Sigue para Popayán. Como siempre, en su camino van surgiendo periódicos de combate y acres panfletos: allí crea otro periódico, El Atalaya Nacional. Bogotá: sirve al gobernante, el general Tomás Cipriano de Mosquera, con un periódico: Libertad y Orden y prologa los Principios de derecho internacional o de gentes de Andrés Bello. Terminada la influencia del general Mosquera, "El Cristiano Errante" prosigue su peregrinar, repitiendo parecidas experiencias. Así permanece en Caracas algún tiempo y luego se marcha a Curazao. Allí se encuentra con el general Páez, desterrado desmultiplica su

pués de levantarse contra el bestial José Tadeo Monagas, que había asesinado al Congreso de Venezuela. Ayudado por Páez, publica: El Revisor de la Política y Literatura Americana. Derrotado Páez, quemadas las rutas a su espalda, pasa por Jamaica y Cuba hacia Nueva York. Arriba a fines de 1849 y en enero del año siguiente, ya instalada su imprenta, empieza a publicar el semanario El Revisor que vivió cuatro meses. A pesar del Tratado Clayton-Bulwer (19 de abril, de 1850), la polémica entre Inglaterra y los Estados Unidos continuó para • Op. cit., p. 224. (Tomado de una nota de don Ventura Lavalle al Ministro de Relaciones Exteriores de Chile, de 27 de noviembre de 1839, fechada en Quito.)

LAS HUELLAS DE LA VOZ

154

obtener el dominio de la comunicación interoceánica por el Lago de Nicaragua y el Río San Juan. Los Estados Unidos apoyaban a Nicaragua y los ingleses a Costa Rica. Muerto el diplomático de Guatemala (Felipe Molina) ante el Gobierno de los Estados Unidos, Irisarri es nombrado representante de Guatemala y El Salvador, de 1856 a su muerte. Inicia su actuación combatiendo brillantemente el atraco del norteamericano William Walker, aventurero esclavista, apoyado al principio por el Estado de California y luego por los Estados Unidos, con la complicidad del Presidente Patricio Rivas de Nicaragua, títere de Walker, quien harto del filibustero, al fin lo declaró traidor. En esos días, noviembre de 1856, fue nombrado Ministro de Nicaragua ante el gobierno de Washington. Poco tiempo después, firma el tratado de amistad, comercio y navegación, con el Ministro de Estado del Presidente Buchanan, el general Lewis Cass. Sin entrar a considerar las disposiciones del Tratado que suscon el general Cass, que importaban en resumen la soberanía de Nicaragua, merece señalarse su ductilidad para adaptarse a todas las situaciones y la vergonzosa contradicción de su acción diplomática, pues mientras protestaba airadamente de la protección dispensada por las autoridades de la Unión a la expedición de Walker, no vacilaba poco después en consignar su firma al pie de un Pacto que era el más elocuente desmentido de todas sus ideas sobre el derecho de intervención en las cuestiones domésticas de los países cribió

extraños."





novela que tiene mucho de historia El cristiano errante publicó en Bogotá, en 1847, con el pseudónimo Romualdo de Villapedrosa. Como casi la totalidad de sus escritos, esta novela la

autobiográfica nunca terminada, llena de soltura y picardía, está saturada de su vida íntima y de su pensamiento versátil, agudo y rencoroso. Evoca su niñez, sus amores en Oaxaca y se mofa de sus más famosos condiscípulos, "aprovechados mentecatos", que fueron sus adversarios políticos en Centro América: "Yo me comparo con los tres más talentosos de mis concolegas, Leval, Milona y Glevas," hombres históricos, grandes políticos en su tierra, y conocidos por sus obras o sus hechos en gran parte de este

mundo."

Hay en El

cristiano errante muchos cuadros de costumbres vida criolla, del ambiente social político y del familiar, que a veces nos recuerdan los cuadros posteriores de José Milla, buen conocedor de Irisarri. Guillermo Feliú Cruz, en el prólogo de la

de

la



Ricardo Donoso, op.

»

José Cecilio del Valle, Pedro Molina y Mariano Gálvez.

cit., p.

285.

ANTONIO JOSÉ DE

reedición de esta obra, de hecho salvada por

con alguna

155

IRISARRI

afirma, acaso

él,^

la postre, de independencia de América, que como principal corifeo contribuyera a fundar, a sus ojos parece la vida colonial con cierto encanto de mansedumbre"." Cuando publica El cristiano errante^ cuenta ya 61 años: hace recuerdos y en ellos influye, sin duda, haber sido heredero de la más grande fortuna de Guatemala, e hijo mayor de una hidalga familia española. Sobre este fondo personal y social, América desgarrándose caóticamente en luchas intestinas y fratricidas, Irisarri se irrita, se amarga, se resiente y destaca su pensamiento. Un sobrino suyo. Vicuña Mackenna, le llamó una vez "el incansable y errante emisario de la las

resultas

ligereza,

de

que

Irisarri "descontentadizo,

a

la

reacción".^''

de Ricardo Donoso no dejan nunca de manifesconducta de Irisarri y la admiración a su pluma. "A Irisarri escribe Donoso, a quien no puede regatear su admiración como escritor, ni resistirse a proclamarlo, sin esfuerzo, como uno de los más brillantes y vigorosos polemistas no se le erigirán estatuas, pero que ha producido Hispanoamérica los historiadores de las letras consignarán su nombre en las an-

Los

juicios

tar su pareja desaprobación a la





tologías."

Y

al

explicarnos

el

monarquismo

del

polemista.

Donoso

dice:

No es que juzgara el sistema de las monarquías como más ventajoso para el progreso de la colectividad, sino que ante el cuadro de desorden político que presentaban las naciones de Hispanoamérica a mediados del siglo pasado, entregado el poder público, no a los más puros y capaces, sino a los más audaces, consideró la bancarrota profunda en que habían caído las instituciones democráticas. Su pluma adquiere entonces una mordacidad sangrienta, una elocuencia impresionante, un acierto profético: pocas páginas de una verdad más vigorosa, existen en la historia americanas que el admirable discurso preliminar de la Historia crítica del asesinato cometido en la persona del Gran Mariscal de Ayacucho}^

más de

vibrantes,

las

letras

Algunas

líneas antes.

Donoso nos hace

este retrato,

* La edición original es extremadamente rara. Apareció en mismo nombre. El Cristiano Errante, como folletín, en los números

el

en

el

cual

periódico

del

1 a 32, del 8 de de 1846 al 6 de marzo de 1847. Feliú Cruz supone que sólo se editaron en volumen, 63 ejemplares. Feliú Cruz lo reimprime, valiéndose de la cooperación del director de la Biblioteca Nacional de Bogotá. José Miguel Rosales, quien no encontró ningún ejemplar de la obra, pero sí el periódico en que se publicó como folletín. • Guillermo Feliú Cruz, Prólogo a la edición de El Cristiano Errante, Santiago de Chile, Imprenta Universitaria, 1929, p. 14. ^° Guillermo Feliú Cruz, Los últimos años de un polemista (Don Antonio José de Irisarri) —1864-1868—, Santiago de Chile. Imprenta Universitaria, 1929, p. 26. " Ricardo Donoso: op. cit., p. 10.

agosto

LAS HUELLAS DE LA VOZ

156

muestra un concepto político.

Según

muy

peculiar de lo que es la política y

el

él,

todas del político consumado: ninguna probidad moral, ausencia completa de escrúpulos. Sirvió a O'Higgins y a Prieto, fue amigo de Portales y Tocornal, confidente de Santa Cruz, hombre de confianza del General Flores, Consejero de Tomás Cipriano de Mosquera, íntimo de Páez, y por dondequiera que fue dejó huella tortuosa de su espíritu, de su ánima aventurera, de su indigencia moral. Hombre sin principios, que no fueran otros que los del provecho personal y de la mezquina ventaja, vivió a salto de mata, conquistando la amistad de unos, el temor de otros y la desconfianza general.

tuvo

Irisarri

las

características

versatilidad de ideas,

Don Antonio José movióse siempre con agilidad y se defendió y atacó y destruyó argumentos y procaces injurias, explicó sus actos con la lucidez y el brío que le fueron característicos hasque cerró los ojos, como un león incansable. Acosado por muchas plumas, que multiplicaban los cargos y los argumentos, vive sus años jx)streros enfrentándose al pensamiento liberal de Chile. Una tempestad de ira, diatribas y rencores le cerró definitivamente la posibilidad de volver a reunirse con sus hijos y nietos en su patria adoptiva. En diciembre de 1863, casi octogenario, escribe a sus hijos: ta

Debéis abandonar toda idea de regreso. Cuando salí de Chile mi propósito no regresar jamás a ese país, y ahora que lo he querido, habéis visto los resultados. ¡Maldito país! Le di mi forfue

le di su primera imprenta, influí en su revolución, escribí en defensa de su causa, establecí su crédito en el extranjero, salvé su honor y su ejército, y ya veis, hijos míos, el pago que he recibido. Es el pago que vuestros paisanos mismos llaman el pago de Chile. No me habléis más de ir a esa república, porque antes iría al fin del mundo. Si es preciso que perdáis por mi culpa el último centavo, perdedlo, que estará bien perdido en un país donde lo que reina es la ingratitud y la envidia. Los chilenos, que tienen mucho de romanos, parecen paridos por judías."

tuna,

En

este

fragmento de carta íntima, está

ternura,

el coraje, la

malicia y su resentimiento apasionado. La correspondencia y los escritos polémicos constituyen parte principalísima de su obra, difícil de conocerla, porque se hallan agotadas las ediciones. ^^ los 78 años, imprime en Nueva York la

A

su inconclusa Historia del perínclito

Epaminondas

del Cauca, ten-

is

Ricardo Donoso, op. cit., p. 298. Antonio José de Irisarri, Escritos polémicos. Prólogo, Ricardo Donoso, Imprenta Universitaria, Santiago de Chile, 1934. 1'

selección

y

notas

de

ANTONIO JOSÉ DE tativa de novela picaresca, en

Hoy

IRISARRI

157

que bulle aún mucho del caudal

obra más bien curiosa que de interés, parcial en su mentida ecuanimidad, abundante en los razonamientos clásicos de los conservadores para batir las ideas nuevas, el pensamiento de Rousseau y Proudhon y, particularmente, el liberalismo de América. En las páginas finales aflora un pensamiento racista que le induce a defender la intervención extranjera. Recordemos que Abraham Lincoln asume la presidencia de los Estados Unidos en 1861 (el 22 de septiembre de 1862, lanza su Proclama de emancipación) y que Irisarri, en su retiro de Brooklyn, vivió la Guerra de Secesión. Según Ricardo Donoso, su espíritu se empeñaba en un rumbo y en el opuesto. del guatemalteco.^*

es

No sin pesar seguía las incidencias de la lucha en México, últimos esfuerzos del Emperador Maximiliano para defender su bamboleante trono, y cuando la causa de las monarquías continentales experimentó aquel rudo golpe que para ellas significó la ejecución de aquél, conjuntamente con los generales Miramón y Mejía, el 19 de junio de 1867, en Querétaro, no dejó de lamentarlo desde el fondo de su corazón." los

Las críticas a las reformas de Mariano Gálvez, Jefe del Estado de Guatemala, a la organización federal que propugnaron los liberales, emergen con la dialéctica que distinguió a Irisarri. El perínclito Epaminondas del Cauca es una constante diatriba en que los dolores del devenir anárquico de América aparecen tan actuales, como los seguimos padeciendo hoy en nuestra Guatemala, a tal punto que recordamos sus palabras: "Hormiguero de miserables intrigantes en donde no se ve más que confusión, desorden y violencias." El primer tomo de su última obra. Cuestiones filológicas, lo publica en 1861. Dos años más tarde, inicia agria discusión con Melchor Concha y Toro, Benjamín Vicuña Mackenna, Ventura Grez, Daniel Barros Grez y José Miguel Valdés Carrera.

Vicuña Mackenna le ataca por la "mezquina intriga" para una monarquía en Chile. Irisarri nunca desmiente su monarquismo sino que responde en El charlatanismo de Vicuña

establecer

Mackenna

o Critica del disparatorio titulado: El ostracismo del

General don Bernardo O'Higgins:

sólo

Pero parece que aquel pecado monárquico no lo cometieron gobernantes de Chile, sino también los de Perú, según lo

los

^* Reeditado por la Editorial del Ministerio de Educación Pública de Guatemala. Biblioteca de Cultura Popular, 20 de octubre, vols. 14 y 16, con Prólogo de Manuel Galich (1951).

"

Ricardo Donoso, op.

cit.,

p. 307,

LAS HUELLAS DE LA VOZ

158

que nos cuenta don Benjamín, y pudiéramos hacerle saber que también fue cometido por el Congreso de Tucumán en 1816 y el de Buenos Aires en 1819, los cuales declararon que la monarquía era la forma de gobierno que convenía a las Provincias Unidas del Río de la Plata.

Un

año antes de morir en Brooklyn, este gran viejo, sabio, atramediana obra poética Poesías satíricas y burlescas. El segundo volumen de Cuestiones filológicas, que dejó listo para la imprenta, nunca ha sido publicado. Y no sé quién biliario y sinvergüenza, publica su

:



representa al analfabeto sepa de su paradero. A pesar de su cargo instrumento del clero y el feudalismo, Rafael Carrera, presidente vitalicio de Guatemala Antonio José de Irisarri muere pobre, lleno de penas y furias, en su apartamiento de State Street 50, pasados los 82 años, el 10 de junio de 1868. Sus restos yacen en el antiguo cementerio de Brooklyn. Una vida mal conocida por su propia riqueza aventurera y polémica. Vicuña Mackenna, al reprocharle sus discusiones con los chilenos por su actuación política, reconoce la categoría del polígrafo guatemalteco y lamenta con estas palabras: "que le plazca tanto acometer, ya que sería mejor que ocupase su vejez en escribir sus Memorias, pues la vida de este personaje está ligada a la historia sudamericana en todas sus épocas y en todas sus fases".



,

JOSÉ BATRES

MONTÚFAR

José Batres Montúfar (1809-1844), otra eminencia, se halla claramente enmarcado en la sociedad de su tiempo, en el medio que le acogotaba. Es el poeta popular de Guatemala, el poeta nacional, leído y querido por todos, de quien sabemos de memoria largos fragmentos de inimitable estilo descriptivo, lleno de sonrisas crueles y agudezas compasivas. Su maestría de narrador, vitriolo mezclado con miel, es insuperable. La mofa alquitarada, llena de sorpresas, fecunda en recursos e invenciones, se caracteriza por la agilidad sorprendente: discurre con desenfado en un vasto campo de sensaciones, donde se entremezclan la piedad, el ridículo, el golpe mortal y una ternura subversiva. Le duelen las miserias y las ve con tal precisión, que no quiere fijarlas así, pequeñas como son en el medio pacato. Y se evade con sus resentimientos y opresión, y con la mejor sonrisa y la pirueta de más donaire. No es en la poesía lírica en donde está la grandeza de Batres Montúfar, aunque todos los guatemaltecos recordemos su Yo pienso en ti y Rio San Juan sino en Tradiciones de Guatemala. En ellas se esconde el drama personal: el drama social de la época. La visión dolorosa de Guatemala. En verdad, cerca de Pepe Batres, García Goyena hace mutis y desaparece. De lejos le saluda, puede saludarle, Juan Diéguez. Excesivamente inteligente, no le concedía importancia a su tragedia ni a la desesperación, corroído de escepticismo. No deja títere con cabeza, porque sabe que los títeres no pueden tenerla. Se defiende con ironía, y lúcido y delicado hasta la amargura y la bondad, no es el creador satírico que se deleita exhibiendo la sociedad colonial de su tiempo, sino el que desconfía de lo grave y solemne de cualquier aspecto del medio y de la época, acosado por sus dotes mismas. No le concede ninguna importancia a la importancia. Su estatura la advertimos, de pronto, al recordar la obra posterior, en prosa en todo sentido, de José Milla, costumbrista, y aproximarla a la del versificador que fue Pepe Batres, príncipe de los conteurs, como le llamó

¿Cómo

que Pepe Batres se haya movido como de Byron y el espíritu del abate Casti? La vida y la obra contestan tal pregunta que los rastreadores de influencias no se hicieron. "El mejor de los poetas dotados del don del humor", afirma Pedro Henríquez Ureña. Su tristeza de humorista y su gracia corrosiva son una forma de suicidio. Darío.

es posible

un péndulo entre

el espíritu

159

LAS HUELLAS DE LA VOZ

160

La correspondencia enseña parte del reverso de ironista, guarda un corazón lleno de dulzura,

Gomo ello

consideremos

muy

la

medalla.

sin

que por

valiosa la documentación íntima conocida.

Las cartas pueden ser las de cualquier notario agudo y sentimental. La admiración de Menéndez Pelayo, Rubén Darío y José Martí la aislo por encima de todas las apreciaciones sobre Pepe Batres. Pienso que mucho de la obra se perdió, como recuerda Martí: "Lo que religiosas preocupaciones destruyeron fue bueno y mucho". Imbécil fanatismo de las familias. La trama de sus relatos es la de vulgares historias picarescas que por siglos vienen repitiéndose en mil formas. No es en la trama donde está el ingenio de Batres, sino en la elegancia narrativa. Refiriéndose a ella, escribió José Eusebio Caro: "No hay en el mundo quien pueda igualar a Pepe Batres". Queda en nuestras letras como poeta propiamente y como impar narrador festivo. La gracia de Pepe Batres, que de nadie ha sido y será, le otorga sitio único en la literatura de nuestra lengua. No he dicho poeta sólo por las narraciones, sino por el problema que se muestra en su vida y en su poesía. Hay un Pepe Batres con una joroba como la del lírico apasionado y hondo de Recanati, aunque parezca simple suposición: éste, que no escribió su Retama, o, posiblemente, la destruyó, y que accedió, acaso por debilidad, a escribir Tradiciones de Guatemalaj este oscuro ya y casi inasible, es el gran poeta. Porque hay que encontrar no sólo en la obra, sino en el espíritu de la misno digo buscar ma. Cervantes afirmaba: "Vale más el camino que la posada". Tal vez parecerá disparatado que el Pepe Batres que más gusto sea el trágico y doliente que estranguló y que yo adivino detrás de su mundo de carnaval. Hombre con un físico casi leopardesco, de gran sensibilidad e ingenio poderoso, cercado por ambiente provinciano, ahito de prejuicios e hipocresía; aristócrata viviendo en la pobreza, aplastado por todo ello, sin poder romper las ataduras; enquistado dentro de su sangre, herido por todas partes, hasta por el aire de su tiempo, y mofándose de lo trasescribe, para dos o tres cendental mismo de sí, para empezar amigos. Tradiciones de Guatemala. Le creo fatigado, harto de un orden monótono, de una vida a su alrededor sin amor a la vida. Su inteligencia, desgraciada por









,

aguda, no llegó al desprecio ni al sarcasmo. Se empleó, desganadamente, en el humor. Tenía tamaños para lo otro y le sobraba inapetencia. No hay negación ni nada que parezca sacarle de su sonrisa pálida. Escogió el silencio para su yo profundo y de haber sido posible no habría escogido ni el silencio. Sonrió su ser

JOSÉ BATRES MONTUFAR

161

provisional, el que había tomado preeminencia: la máscara cotidiana se ha considerado su rostro verdadero. "Mais, sachez decia Lautréamont que la poésie se trouve partout oú n'est pas le sourire". Le imagino como un joven farsista de nuestro oscuro mundillo de hace un siglo, momificado y aprisionado por los vendajes, aunque su gracia le construya una aquilina máscara, a menos ésta se veía constreñida a conservar las líneas de la estructura invisible: ternura y desesperación. Veo lo absurdo que puede parecer mi interpretación. Aparentemente, no hay obra bastante que la haga válida. Sin embargo, para mí no es sólo la obra en sí: Tradiciones de Guatemala y sus contadas poesías líricas. Es el espíritu de ellas lo que he buscado. Es decir, lo más concreto, aunque se me señale como empedernido nefelibata. El desgarramiento de su vida le hizo amable, pero no me cautiva esa amabilidad tanto como su propio desgarramiento. Hurga su herida con solicitud, si no con placer, sin que jamás se produzca más allá del sollozo de su Yo pienso en ti. Le senr tiría mutilado dibujándole de otra suerte. Y no puedo rescatar su bien dibujada imagen dentro de mí, sin darme cuenta de que rechazo su complacencia. En el medio opaco y sordo y ciego en que vivió, que no se atrevió o no deseó romper con pasión frontal, sino sólo pinchando sesgadamente la bolsa de aire tonto y pacato, llegó al renunciamiento de su ser profundo, para dejarafirmó nos las astillas que conocemos de su espíritu. "Aquel laúd estaba vestido de luto, no colgado de cascabeles". José Martí Dudaba de todo, modestamente de sí, para empezar. Lo que pensaría de sus contemporáneos! Algo sabemos directaniente de ello. Y eso basta. No desesperó para ser un maldito, un insurgente. Lo que desbordaba y ponía en peligro su vida lo quemaba, lenta y sabrosamente, como un azucarillo empapado en miel y alcohol. Y ese bocadillo confitado, quemado por la duda y la intedelicioso y absurdo, es lo que mejor ligencia ^por la duda podemos recordar, olvidándonos, sin embargo, de sus ingredientes. No; no fue un desollado irónico y jocoso. ¿Cómo equivocar el sabor imborrable de su trágico caramelo, si su gusto a quemado

como más









¡



por

el



ansia es inconfundible?

¿Qué

sería

lo

tanta admiración?

broso

destruido de que nos habló José Martí con ¿Poesía sarcástica, de lenguaje crudo y escasituaciones? ¿Poesía lírica o blasfema? Pepe

y picantes Batres es grande por lo

Y

,

que

escribió.

Por

lo

que de

él

conocemos.

sobre la base de su silencio obligado por la destrucción de sus

escritos o por el voluntario sacrificio de su voz, añoramos lo que en sombra quedó definitivamente. Desde luego, a nadie podemos

LAS HUELLAS DE LA VOZ

162

La manera de rehusarse a la vida, de decir no al medio en que vivía, nos obliga a no perder de vista que fue siempre irónico, escéptico y sin metafísica o con una metafísica lunar y sentimental. Querer sacarle de los límites conocidos y de los que podemos barruntar por su obra destruida, a pesar de que tal intención no es, en absoluto, gratuita, no podemos intentarlo sin recordar el medio de Batres Montúfar, juzgar por lo que no hizo o no se conoce.

vehículo de su expresión, tradicional y poco imaginativo, como de todos los costumbristas a excepción de Larra, para conducirle, con su extraordinario don del humor, a cimas que le fueron extrañas: a la tragedia, el suicidio poético o vital, la imprecación de la vida y el rechazo absoluto del orden del mundo.

el el

No

una certidumbre. El hilo conyemas de los dedos no se han embotado de contar monedas. Batres Montúfar se esforzó en ser el que no era, sonriente siempre. Su renunciamiento, que deseó total, fue un fracaso de su orgullo o de su modestia, aún más orgullosa. Para mí es razonable su pretensión imposible, su culductor

ofrezco una hipótesis sino

lo

podemos

seguir

si

las

pabilidad, su sacrificio sin sacrificio de tan voluntarioso, su enentre fronteras extrañas que, al sacarle de sus límites,

cierro le

circunscriben en

el

cielo

de su

espíritu,

que

es

el

verdadero.

que dibujo No es una especulación nacida Montúfar, de proyecBatres Pepe de

un

retrato imaginario,

mío y absurdo,

el

mi voz sobre su recuerdo encendido. Fundo mi actitud no mi emoción, sino también sobre mi razonamiento. Le estoy viendo, le estoy sufriendo bajo la campana neumática guatemalteca, un siglo después, y no estoy encontrando en él ningún tar

sólo sobre

dolor que le sea ajeno. Al saber su vida, gris y triste, y al leerle, surge, entre su risa delicada y su feroz sonrisa, un nihilismo que, si bien nunca se mostró desesperado, siempre le hizo vivir más espejo que en la realidad. ¿Por qué no se desesperó en aquerealidad y desanudó su personal absurdo? ¿Por qué no hizo añicos el espejo? He allí tu tragedia. Fue un ruiseñor entre pin-

en

el

lla

güinos.

JOSÉ MILLA José Milla (1822-1882), en Cuadros de Costumbres, en la creación de Juan Chapín para muchos, obras menores, como El Ca" nasto del Sastre , recoge la nacionalidad y retrata con frescura un sector de nuestra vida. Hay más ambiente en ellos que en las novelas históricas. Sus personajes caricaturescos, funámbulos muchas veces, en realidad excesivos y con cierta mecanización del procedimiento que se torna rígido, parecen de carne y hueso, en comparación con los convencionales damas y caballeros del feudalismo parroquial de las novelas históricas. I^os caracteres peculiares de la reunión de regionalismos y temporalidades que abundan en sus Cuadros encierran valor para la creación de la conciencia patria, para el entendimiento de nuestra nacionalidad, mucho mayor que el de la novela histórica. Más logra José Milla con su buen humor que con la gravedad y el senti-





mentalismo. Costumbrista, historiador, nuestro,

como un gran

novelista,

Pepe Milla

está

en lo

abuelo, observando, estudiando, fabulan-

do. Pintó con gracia la vida guatemalteca de la burguesía, en la segunda mitad del siglo pasado, y nos dejó una serie de estampas, entre las que descuellan numerosas por su jerarquía en el género, buenas como las mejores de Mesonero Romanos, aunque sin la soltura de Estébanez Calderón. A veces, la sal es gruesa, subrayada la exageración para acentuar el rasgo, innecesaria la insistencia. Su tacto no siempre tuvo la sensibilidad de modelar la esbeltez, sino que necesitó de las aristas, como puntos de referencia, para seguir buscando la forma. Su risa es bonachona y reposada, con moraleja como almendra del fruto. Su risa es generosidad, y todo siempre en prosa limpia, suelta, con sabor nacional por la medida condimentación y las especias de la cocina guatemalteca, advertible en giros idiomáticos, tipos humanos, vocablos populares y lo bien logrado del ambiente. José Milla, orondo y placentero como le imagino, por lo que sabemos de él y hasta por sus retratos, socarrón y en las antípodas de lo trágico y trascendental, continuó una sabrosa corriente española de buen humor más que de sátira. El vitriolo, desde la Colonia en sus años últimos, cuando se habían multiplicado las imprentas, fue exclusivo de las luchas políticas. Hojas sueltas, diá-' logos famosos Furio y Casueleja, Doña Tecla y don Cañutoj etc. luego diatribas en las que se distinguió don Antonio Jo-





,

163

LAS HUELLAS DE LA VOZ

164 sé

de

Irisarri:

se

pone en

la picota a los

hombres públicos y

se

quema como

a Judas en el Sábado de Gloria. José Milla, en el personaje Juan Chapín, logra una de sus creaciones memorables: es el guatemalteco popular de la época, sagaz y provinciano, con picardía que nunca olvida su ancho coles

Llamaron mi atención

sus observaciones donde destácase y del mestizo, como llegaban hasta él, y como aún les vemos, borrándose, entre los nuevos años. No es lo sino por lo demás muy bien captado muchas veces pintoresco las sondas profundas que explican estas superficies pintorescas, lo que más estimo. En sus Cuadros de Costumbres y otros libros de tal intención, con sorna y alegría, supo recoger rasgos caracte-

razón.

la psicología del criollo





guatemalteco. El chapín dice Milla:

rísticos del

En

Es apático y costumbrero; no concurre a las citas y si lo hace, siempre tarde; se ocupa de los negocios ajenos un poco más de lo que fuera necesario y tiene una asombrosa facilidad para encontrar el ridículo a los hombres y a las cosas. El verdadero chapín (no hablo del que ha alterado su tipo extranjerizándose) ama a su patria ardientemente, entendiendo con frecuencia por patria, la capital donde ha nacido; y está tan adherido a ella, como la tortuga al carapacho que la cubre. es

En

Visita al cementerio:

un pueblo corto de genio, que tiene vergüenza hasta de paCompuesto de, dos razas, diríase que reúne la proverbial gravedad de los españoles y la melancolía que distingué a los antiguos aborígenes. Se hace así, porque así se ha hecho siempre, y se seguirá haciendo hasta la consumación de los sigflos, mientras haya en esta tierra costumbrera con qué Condimentar un fiambre y quien se lo coma el Día de los Santos. ...

recer alegre.

Esa limadura de ambiente, rasgos psicológicos y atisbos populares de sus Cuadros de Costumbres, es lo que más resiste el tiempo en toda su obra. No tenemos mejor documento para conocer muchos aspectos de nuestra grande y pequeña burguesía er^ el xjx. No son las pantomimas, los episodios bufos, las truculencias zarzuelescas de las situaciones, el dibujo festivo de los personajes, a veces tan de bulto como farsa de circo (bastaría rebordar los nombres de los mismos: Zenón Tragabolas, Perfecto Cumplido, Marcos Apretado, Judas Malaora), lo que más agrada. Los tatarabuelos se rieron, sonora y abiertamente, con estas páginas donosas. Nosotros, si ya no nos reímos como ellos, sí nos regocijamos, y nos sonreímos al asomarnos, de improviso, al mun-

JOSÉ MILLA

do bien narrado de

los tatarabuelos.

165

Los protagonistas son nacioen verdad, de otras reali-

nales; las escenas, el lenguaje, anticipos,

zaciones guatemaltecas.

Este plácido costumbrista no podía advertir que la gran burguesía de su tiempo, heredera del fasto y el oscurantismo coloniales, no representaba bien a Guatemala: sus Cuadros más populares carecen del impulso anímico de una preocupación política y social. Sin embargo, si por algo se distingue es por una entonación guatemalteca, tan verídica, que nos acerca a todas las capas

de nuestro pueblo

y, algunas veces, hasta el punto que olvidamos Su obra es para nosotros no un intento fallido o un balbuceo urbano sino un acontecimiento nacional. La gracia de los Cuadros de costumbres suele ser tan viva que contemplo animarse los retratos y ocupar los muebles de la época, los grandes "tremoles" de marcos dorados con terciopelo rojo,

las limitaciones.

escupideras de porcelana junto a

las mecedoras, las esquinede retratos de familiares y amigos, las consolas, la mesita de mármol. Empiezan su charla, su comedia, la feria de vanidades, sin darse cuenta de que les vemos y oímos. De los retratos de las esquineras han crecido hasta sus portes habituales y han cobrado carnes dentro de los pantalones angostos, las levitas, los cuellos increíbles, los corbatines, las botas y el chaleco de seda floreado con la leontina de oro que cruz2^ la panza respetable y da solemnidad concordante a los bigotes, a las barbas como costillas de camero. Las señoras recogen la falda y los numerosos paños que hay debajo, con susurro de sedas y almidón. Parece que las damas hubiesen sido prensadas en un molde que les alza y abulta el busto, tornea la mínima cintura que destaca la cadera y el trasero redondo y alto, en bandolina, acojinado sobre el corsé, limitadas arriba por aves y jardines del gran sombrero y abajo por la zapatilla de raso o la bota que moldea el pie menudo y la las

ras llenas

pierna esbelta. Cuando las bellas subían al carruaje, los abuelos corrían cien metros para ver dos pulgadas de aquellas extremidades.

Como vor,

historiador, se halla en sitio señero. Investigó

ahondó en

primera,

con

fer-

fuentes y estructuró una obra que, por vez recoge nuestra vida, buscando a dárnosla eslabonada, las

con secuencia lógica y organización interna. Estudia lo indígena, aunque no lo sienta ni lo comprenda en lo legítimo y esencial, con frialdad no exenta de cierta simpatía y sin sectarismo. La orientación ideológica no desfigura su Historia, como en Lorenzo Montúfar, el otro grande de la época. La inclinación de Milla, en vez de deformar, da precisión a su pensamiento, a su juicio siempre

l^

LAS HUELLAS DE LA VOZ

Fue blando sostenedor del oscurantismo de las oligarquías que Pepe Batres Montúfar su maestro y amigo, de quien salva la obra poética había retratado sarcásticamente en Tradiciones de Guatemala. En Batres Montúfar se palpa la desesperación; en Milla, el acomodo. Empezó atacando al Presidente Carrera, que luego le dio trabajo en posiciones encumbradas. Al triunfar la revolución liberal de 1871, la situación de Milla fue tan incómoda por sus nexos con el oscurantismo derrotado, que decidió marcharse de Guatemala. A su vuelta tres años en el extranjero el Presidente Barrios le encarga escribir la Historia de la América Central. Milla, historiador, es el mismo de los Cuadros de costumbres y de las novelas históricas; su medido razonar tranquilo no se limita por pasión partidista. Su partidismo está por todas partes, tenuemente, dejándonos ver los hechos, los acontecimientos, sus simpatías, por lo demás sin mayor problema para extemarlas, porque su Historia de la América Central abarcaría "desde el descubrimiento del país por los españoles hasta la época en que se hizo independiente de la España". La muerte sólo le permitió llegar hasta el siglo xviii. Habríamos conocido a José Milla mucho mejor de lo que le conocemos si su Historia se hubiese aproximado a la caída de Mariano Gálvez. Pero ¿ la habría essereno.









crito hasta allí?

Adolescente,

leí

todas sus novelas históricas, en viejas edicio-

que guardaba mi padre. Contadas familias no tenían sus libros, que por otra parte se prestaban con frecuencia y circulaban por muchas manos. Un autor popular como pocos. En los últimos años, la popularidad de su novela histórica ha disminuido, y me lo explico porque es una novela esencialmente sin problemas. No muestra, ni interpreta la vida con vidas, sino con simples caracteres. La idealización de lo feudal, verdadera literatura de casta, nos interesa menos cada día, aunque la herencia de la cultura española sea más fuerte en lo económico y social que en las letras, pero esta influencia condicionadora del gusto y exigencias se ha debilitado con nuestra necesidad y pasión, consciente o no, de liquidarla. Además, hoy nos parece elemental y manida su estructura: se ven demasiado los hilos en la trama, marionetas sentimentales encaminadas sobre rieles, planas como calcomanías. Es el recuerdo que me queda de ellas. No sabría decir otra cosa porque ya no soporto leerlas. ¿No es esto una opines

nión más?

Es uno de

los

creadores de la novela histórica en América,

híbrido ameno, entretenido, ni carne ni pescado, sin complejidad psicológica alguna. Cuadros de costumbres coloniales, pero sin el

JOSÉ MILLA

humor de

los

clinaciones

le

167

cuadros de costumbres posteriores, porque sus inimpedían el choteo. La hipérbole se mantiene dentro de la intriga, encaminada hacia el oropel caballeresco, en vez de la hipérbole humorística, del acierto en lo típico y popular de los Cuadros de costumbres, tan llenos de ocurrencias. En la novela, la hipérbole le crea temas inverosímiles, clásicos del género; en los Cuadros a menudo nos harta con su receta sin matiz, perdiendo la medida al sentir la situación grotesca del costumbrista jocoso que tiene un público al que no logra hacer reír lo suficiente, porque éste no puede pescar sutilezas. Había una mentalidad de novela de Milla en el xix y parte del XX, en la grande y pequeña burguesía. Una sensibilidad de novela de Milla que él encarnó, amable y socarrón. Novela de evasión y convencionalismos aun dentro del género histórico con personajes arquetipos. El desajuste con el medio, aun antes de la revolución de 1871, le conduce a solazarse en lo más facticio de la Colonia, Los personajes son folletinescos. Los de sus Cuadros no tienen la capa y la espada; al cambiar de ropas y dejar la Colonia, Milla, nostálgico de la vida señorial antigüeña, algunas veces logra que sus personajes dejen de ser estuatas. Se animan, viven y les vemos las narices coloradas y las verrugas, y nos reímos de sus extravagancias. La literatura colonialista termina con José Milla. No así el costumbrismo, que renace ya no colonial o burgués, sino indigenista o híbrido, sin idealización del pasado, como en el autor de Los nazarenos, siempre más atento a idealizar la Guatemala criolla y no como debe ser la Guatemala integral, enamorado de las supervivencias de los residuos coloniales, como aún lo están no pocos cursis contemporáneos, cuyos nombres no vale la pena recordar.

Antes habíamos encontrado algunas especies de esta fauna en Pepe Batres Montúfar, que, con su ironía y su talento, hizo irresistibles a sus gallináceos. En Milla vive, en prosa, la gracia de Pepe Batres, sin aptitud de vuelo. La presión dada a los personajes por la risa y la fluidez de Batres Montúfar (trágica muchas veces, porque eso es lo hondo en Pepe Batres: la tragedia escondida bajo el maquillaje del humorismo, clown en el gran sentido) pierde en Milla la buida amenidad juguetona. Los personajes que en Batres Montúfar fueron tensos de vida beata, hipócrita y rutinaria, se desinflan, y en vez del polvo de oro de Pepe Batres qué voz de claro timbre sale serrín de los muñecos populares de Milla, bien cernido y con olor de nuestras maderas. El pistoletazo de Mariano José de Larra, que encendió una





168

LAS HUELLAS DE LA VOZ

roja de soledad y pasión en la sien de España, fulge en su pluma trágica, porque su propia ternura le ahogó en un sentimiento de la vida que no podía asirse de creencia alguna, sino sólo de la angustia: Larra fue desesperado guía de la conciencia de su patria; Milla un hombre bonachón, para hacer reír a las familias, con evidentes y joviales dotes. Nada tiene que ver José Milla con Mariano José de Larra, genio potente de piedad y desesperación. Y cuando se recuerda a Larra a propósito de Milla, sólo es explicable por desconocimiento de ambos. Larra es la vena romántica pura hasta llegar al fondo demoníaco de lo humano, agilitada el alma por la pasión, hasta alcanzar, fatalmente, la blasfemia. En Larra hay drama; en Milla, zarzuela. Mientras Larra es un hombre trágico, José Milla, fachendoso y oloroso a puchero, es el literato en pantuflas del xix. Larra tenía cordial y acomodaticio además de demonio, mientra Milla talento, tenía almorranas de vivir sentado tomando chocolate. estrellita





,

ENRIQUE GÓMEZ CARRILLO He buscado en mí y en amigos y en mí nuevamente por qué la obra de Gómez Carrillo (1873-1927) se me ha caído tanto, tanto, que en verdad me atrae inquirir la razón de tal desinterés. Recuerdo el relieve de su nombre en América y que en un momento fue de los autores más traducidos a otras lenguas: no era universal, sino internacional. Comprendo que nacido en "una familia criolla, hablando francés desde su infancia, inquieto, sensible y desesperado en la capital de Guatemala, en donde trabajaba como un mal hortera, al encontrarse adolescente con Rubén Darío y escribir en El Correo de la Tarde sus primeras prosas juveniles, haya sufrido apremio de marcharse o hubiese terminado en el patíbulo. Estaba cargado de bengalas de colores que no quería soltar en la noche guatemalteca. Su primer conflicto con el medio fueron sus trabajos sobre la obra de José Milla que le pareció, como más tarde juzgaría a buena parte de la literatura española de su tiempo, fastidiosa y áptera. Francia ejercía dominio intelectual, clausurado hace años en lo deleznable, la Francia de nuestros modernistas en donde un elogio parisiense de una firma de tercera categoría significaba un reconocimiento como no podía conferirlo un Pérez Galdós o un Juan Valera. Rubén Darío en Los raros hizo más que Gómez Carrillo en varios volúmenes para mostrar esencias, y no el oropel que brilló en la prosa ágil, dúctil y transparente del cronista y en la mosqueteril aureola donjuanesca que le acompañó más de treinta años, desde sus primeras aventuras hasta su muerte. Y recuerdo estas posiciones de dos hombres de la misma generación, centroamericanos ambos, cuya niñez discurrió en medios de igual desolación, en páramos de idéntica sordera y ceguedad. Darío, con intuición extraordinaria y vocación fundamental, el alma llena de cielo, fue a lo trascendente y Gómez Carrillo, como la brisa por las ramas, en ellas se quedó toda la vida. Rubén Darío tenía genio, Gómez Carrillo sólo talento. Mientras Rubén como una raíz ciega se hundió en la tierra para llegar hasta la estrella, Gómez Carrillo se detuvo y entretuvo en lo cosmopolita y no en lo universal, de espaldas a la esencia de nuestra cultura y tradición españolas, y de espaldas a lo más suyo: su tierra y su infancia. Esta enajenación de Gómez Carrillo, de su vida misma, es un fenómeno literario de la época que él lo llevó, acaso sin análisis, por declive y por inercia, hasta las últimas consecuen169

170

LAS HUELLAS DE LA VOZ

Su obra y su nombre se borran más cada día irremisiblemente, a pesar de su "prosa simple y preciosa", como dice el ilustre Pedro Henríquez Ureña, quien le dedica cuatro líneas en Las corrientes literarias en la América Hispánica. No ejerció mayor influencia en los prosistas del idioma y afirmaríamos que los de su época o los inmediatamente anteriores (Sarmiento, Hostos, Montalvo, Martí, maestros clásicos, en verdad) y los posteriores a él le aventajan porque las cosas no han salido de la cabeza no más, de una retórica, de lecturas francesas recientes, sino del corazón y la tradición. En América, la prosa de Rodó, Alcides Arguedas, Valencia, Ricardo Rojas, Enrique José Varona, Lastarria, Ricardo Palma, Justo Sierra, Rodríguez Larreta, Lugones, Reyles, Urbina, Jaimes Freyre, Horacio Quiroga, González Martínez, Blanco Fombona, Herrera y Reissig, Tablada, Ñervo, Alfonso Reyes y muchos otros; y en España, la prosa de Unamuno, Antonio Machado, Juan Ramón Jiménez, Azorín, Valle Inclán, Gabriel Miró, Ortega y Gasset, Manuel Azaña, no pueden vincularse con Gómez Carrillo. Su valimiento fue de otro tipo, no esencial, no radical, sino el ligero y momentáneo de la crónica, marcada por la moda, máscara de la muerte. La dispersión de su talento vivía con él y en la seductora influencia que sobre nuestro mundo conservaba un París ni hondo ni magistral. cuando este apoyo se desvaneció, su recuerdo y su obra también se desvanecieron, como estampa que no resiste la luz. En el fondo de Gómez Carrillo, de todo el modernismo, se encuentra la evasión repudiable de una burguesía descastada y absentista. Es natural que en la cantidad de crónicas que nos legó, muchos nombres ilustres aparezcan con algo de su grandeza y que muchos más, de poca importancia, ocupen tres cuartas partes de sus páginas. Tenía que cumplir una tarea fija y vital para diarios argentinos y españoles, y esta obligación de galeote de la pluma que ha de hablar del libro de moda y del pequeño o del sonado escándalo, le imp)edía disponer de tiempo y perspectiva para una investigación de fondo y una recapacitación de su tarea: vivía sensualmente en alas del éxito, y duramente, tal una cantante. Desde luego que nada significa como cuentista o novelista tampoco mucho en el terreno de la crítica. Los ensayos más y entensos y detenidos sobre figuras fascinantes y de su predilección como Verlaine, Wilde, Maeterlinck o D'Annunzio, son en realidad livianos, aunque con chispazos evidentes de su sensibilidad lírica y exaltada. En Almas y cerebros, libro de juventud, empieza a recoger algunos de ellos y en ese libro, el prólogo de Clarín, tan justo y tan severo, es de lo más acertado y profético que se cias.

Y

ENRIQUE GÓMEZ CARRILLO

171

Enrique Gómez Carrillo. No le deja un hueso No, no podía enraizar en nada, inquieto como una ardilla, enviando sus crónicas, que hay que verlas como son y valen así para nosotros. Uno se pregunta si está la época en esas crónicas, y creo que más que la época está lo que a Gómez Carrillo le divertía y enamoraba de ella, sin ver mucho de lo auténtico y original de sus años parisienses, y muy poco de la gestación de la obra de América. En Gómez Carrillo se borra cada día una de las facetas más distantes y amables de la época, como quien ve un rincón de fines del xix en el espejo de un antiguo café de París. Su talento en lo temporal y sibarita es lo más valioso de Gómez Carrillo, su atrayente inconsistencia en el párrafo detenido de pronto en la emotividad retórica de una exclamación con el pretexto modernista de lo inefable. Pienso que no tuvo niñez en ninguna parte, que no tuvo raíces y que su cosmopolitismo, tan opuesto a lo universal, le tomó entrañablemente porque cimentaba el éxito en esos años afrancesados de los cuales nunca logró salir. Y este cosmopolitismo se fortaleció no sólo por compromiso periodístico y su formación misma, por los éxitos de Loti y Farrére que le impidieron comprender bien a América, y aun a su tierra natal, más "exótica" que las islas de los mares del Sur, pero sin la consagración europea. Las nuestras eran tierras salvajes sin el visto bueno de los viajeros refinados, que no merecían ni los cañonazos colonizadores de ingleses y franceses. Imagino que el cosmopolitismo que pesaba en América, el hondo predominio de Francia que no deseo subestimar en su fecundidad, y la influencia ligera, también preciosa en su espuma, tenían más raigambre en la Argentina, a la que tanto se vinculó Gómez Carrillo, hasta por el proceso de integración de este país. En esos años, quienes interpretan y retratan y encarnan a su pueblo y naturaleza por estar en el aquí y en el ahora, como diría don Miguel de Unano encerraban muno como nuestro José Milla en Guatemala sentido intemporal para Gómez Carrillo. No menosprecio la influencia francesa que contribuyó a la renovación de una literatura propia de América con la importantísima aportación de los poetas modernistas. El severo ejemplo de Francia, de libertad y rebeldía, válido y universal hoy como ayer, no lo encarna Gómez Carrillo precisamente en lo medular, sino en las aportaciones secundarias. Intentar menospreciar la substantiva influencia francesa es más que una ingratitud: una falsedad y una estupidez. De ella el cronista tomó lo adjetivo y adventicio, de acuerdo con su temperamento y el gusto antiamerícano y de invernadero de la burguesía de la época. Se ha comen-

haya

escrito sobre

sano.





,

LAS HUELLAS DE LA VOZ

172

tado, inconsistentemente, sobre la profundidad y agudeza de GóCarrillo, escondida en la gracia de su prosa revoloteante, en

mez

el deliquio de su sonrisa desencantada y artificial. Hay una imagen de Francia o, acaso, más exactamente de París, en mucha literatura de la época, pueril de execrable bohemia de "cabellos largos y alma corta", que llegó a un gran público latinoamericano que no comprendió la autenticidad de los artistas que vivían y sufrían lo propio y aprovechaban lo más valioso de la lección europea. Este barniz finesecular dio lustre a la obra copiosa de Gómez Carrillo, deleznable de hojarasca sensual y escasa de pasión, aun en lo más verdadero y apasionado del espíritu francés. Es interesante, al estudiar las letras de nuestros países, el fenómeno continental, de intensidad distinta en cada pueblo, de la atracción de cierto París, más que de una vertebrada cultura francesa, de una cultura clásica. En quienes una cultura clásica dirigió sus pasos, surgió cardinal la pasión por lo nuestro: son los nombres americanos, clásicos ya. En ellos lo político y social dejó la huella de sus luchas: hombres de pensamiento y acción, y en todos, aun en los líricos más puros, en los más absorbidos por una literatura esteticista, como Rubén Darío, hallamos vincula-

das las esencias universales al fervor de lo propio, a la protesta o al señalamiento de la ingerencia extranjera y a nuestro atraso y congoja. Gómez Carrillo no fue propiamente un creador, sino un trasplantador de algunos caracteres de los gustos del bulevar. Un gran periodista, refinado y decadente, con las limitaciones de su falta de formación política en años decisivos en que para ser gran periodista casi era imposible no tenerla: los terremotos históricos asoman leves y contadas veces en sus crónicas y en sus libros de viajes. Fue un esteta, de prosa grácil y flexible, sin sensibilidad para lo social, apasionado por los perfumes raros y efímeros. Y la lección de Francia nunca ha sido sólo la espuma en la cresta de la ola, sino el mar mismo, la masa recóndita y las pujantes corrientes ocultas. En Gómez Carrillo, más que un predominio francés, debemos distinguir un influjo de la moda parisiense con el último lampo de una bohemia sentimental y sin trascendencia.

No

se

crea que descuido

otros idiomas,

me

que

panario. No, no es

que de

el

talento sin fronteras de

como para querer perdurar en

Carrillo, brillando

de

Gómez

idioma y en obseda limitarle a preocupaciones de cam-

un terreno americanista o

el

nacionalista, sino

tiempo y en el espacio, de su trasplante no nació una poesía: no podía nacer sino lo que llama-

mos

la falta

"literatura"'.

raíz

en

Gómez

el

Carrillo,

escribiendo

como

escribió

so-

ENRIQUE GÓMEZ CARRILLO bre Europa o

el

173

Japón, plantea y resuelve un problema a

versa de Rafael Landívar cantando a América

un

la in-

siglo antes.

puede escribir de verdad en f)oesía sino lo que hemos múno digo vivido. La universalidad de la poesía una vinculación vital su a nace de cine sica, pintura, teatro, tierra y a. una época. Así se logra que sea eterna y universal. Porque si no encarna un sentimiento, una creencia, una tierra, un pueblo, el genio de un idioma y la preocupación y la tragedia de una época, lo concreto y vivo de una patria y sus angustias, nunca podrá ser ni vivo ni concreto para los demás. Los sentimien-

No

se

sufrido, y ya





emociones, la imaginación, todo lo humano es universal una forma, una sangre, una luz, un sabor y una pasión que no se alcanza sino volcándose en ello con toda el alma. En primer término, desde luego, nuestra aspiración es uni-

tos, si

las

atesora

Nuestras obras deben tener validez sin fronteras. Deben situarse en lo nuestro. Ser su realidad y su esperanza. Advertiremos, inmediatamente que, para ser universales, nuestras obras deben estar profunda y plenamente enraizadas en nuestro mundo,

versalista.

en

Nuevo Mundo.

el

El planeta se hallará cada día

pero

el

camino de

la

más

sobre nuestras rodillas;

universalidad, cada día, lo

comprendemos

por la particularidad. Cada día los caracteres originales, privativos de cada pueblo, nos son más rápida, variada y fácilmente accesibles. Sin embargo, lo que nos

mejor por

sigue

la diferenciación,

apasionando

eíi

todas partes es lo definido, lo que f)osee

valores y atributos propios y singulares. Se habla de que la cultura evoluciona hacia la uniformi-

dad; de que

la cultura es

una. Las ciencias exactas escapan, en ambiente y fprmaciones- cultu-

cierta proporción, a relaciones de

Una

esfera,. un cilindro son,

en cualquier parte, Pero hay todo un mundo, un mundo maravilloso, en las expresiones que escapan a la lucidez fría y exacta de los número^. Un mundo. maravilloso que escapa a la poesía de las matemáticas;. ,VT han hecho, por Los progresos técnicos -r^radio, cine, avión el contrario, que nos siga interesando no la uniformidad sino la diversidad; no los caracteres comunes, sino los caracteres origidebemos afirmarlo con más precisión: hoy nos seduce, nales. cada día más, lo que nos diferencia. Nos unen las diferencias. Llevamos, para cumplir nuestra misión en el Nuevo Mundo, un camino opuesto al de esa literatura de la primera posguerra, que deseando ser de todas partes no alcanzó a ser de parte alguna. La uniformidad, la pretendida unidad, no podemos aplicarla ferales particulares.

siempre,

una

esfera o

un

cilindro.



Y

LAS HUELLAS DE LA VOZ

174

cundamente al hombre. El hombre es el mismo en todas las latiAnte todo y sobre todo, por su infinita diversidad. ¿Cuáles son las obras nuestras que encierran mayor significado universal? Desde luego, las más situadas, las que expresan su propio mundo. Alcanzan universalidad, interés general humano, en razón directa a su entronque con su pueblo y su época. Toda tudes.

de desenraizar la obra me parece estéril y la lección proviene de la corriente propia, de la corriente madre: la tradición española. Ningún arte en la civilización occidental (el caso de Rusia es semejante al español) posee arraigo tan vigorosamente popular como el arte de España. Pienso que no se puede escapar, si se es artista, de su pueblo, aunque así se pretendiese. Y también creo que no se quiere escapar ni de su tiempo ni de su cielo. El arte cosmopolita que pretendió ser de todo tiempo todo cielo produjo marionetas, muertas en todo tiempo y todo y cielo. El artista es, sobre todo, una conciencia. Un ser en quien tentativa





es

más imperiosa

la

necesidad de exactitud, de verdad, de lo real

y concreto.

Nada nos es extraño, y todo lo que nos sirva para realizarnos en lo social o político, en lo cultural, no será nunca exótico. Lo exótico es lo muerto: querer volver al mundo indígena no es sino imposible. No podemos deshacer lo andado, aunque tuviésemos tan absurda y peregrina idea. El arte de los mayas, de los incas, de los aztecas, corresponde a una cultura ex-

sólo disparate,

Imposible colocárnosla como escafandra para vivir en el en que alentaron. Buscamos la vida y lo nuestro arranca de lo indígena, del suelo mismo, pero no con sentido arqueológico, sino con significación plena y presente. No hay tradición inmóvil. No hay modelos que imitar en ninguna cultura. Las normas clásicas no enseñan la imitación, sino lo contrario: la creación y realización humana, intransferible, como tinta.

aire enrarecido o perdido

individuos. Los estilos

Y

vemos que

no pueden

repetirse.

obras mejor situadas son las que constituyen los jalones de nuestra cultura: desde los libros aborígenes primitivos, ciudades sepultadas, esculturas y cerámicas, frescos y joyas, hasta las producciones posteriores. Las obras más preñadas así

las

de nuestro mundo, las que lo han atesorado, como frutos con su propio sabor, color y forma originales, son las aportaciones legítimas. ¿Qué son nuestros clásicos sino la incorporación constante de nuestra vida, su sentido y horizontes, a la cultura universa:l? Las culturas aborígenes pertenecen al pasado. Su presencia no es menos vigente en nosotros y lo será en el futuro, como en otros pueblos su pasado remoto. No es un retorno, al pie die la

ENRIQUE GÓMEZ CARRILLO

175

buscar en el pasado lo que ofrece de vital para dar mayor alcance a nuestra voz. El ejemplo de la pintura contemporánea viene, con toda naturalidad, a la memoria: la gran influencia en el arte de México es la tradición aborigen. Sin gran tradición primi-

letra,

tiva, no existiría arte mexicano de significación universal. El arte, mexicano está situado en su tierra, en su tiempo. Las lecciones occidentales le han permitido crear un arte propio, con sus elementos, su tierra y sus sueños. Ante esa pintura sentimos que no es Europa la que habla. Sentimos que el Nuevo Mundo, con las esencias de las dos corrientes de su mestizaje, forja su propia vida. Claramente advertimos dos corrientes: la europeizante y la volcada hacia lo propio. La tradición plástica de México se ha por ido formando con lo más arraigado. La lección de Europa lo demás en profunda crisis su cultura no nos propone que la imitemos. Fundándonos en ella, ahora que empezamos a adquirir mayoría de edad, es natural que deseemos vivir por nuestra cuenta. Europa nos pide eso mismo: lo nuestro. Muy reciente





se

halla esa tendencia de menospreciar al

más

Nuevo Mundo y

sus

Los "estetas", los "refinados", no podían vivir sino en París. Al diablo con esa gente. Don Miguel de Unamuno, tan enraizado en el tiempo y en su tiempo, tan vivo por ello, analiza en numerosas páginas estas preocupaciones. "Es dentro y no fuera nos dice donde hemos de buscar al Hombre; en las entrañas de lo temporal y circunscrito, lo universal, y en las entrañas de lo temporal y pasacreaciones

auténticas.



Y en el ensayo Historia y novela, afirma con pasión vehemente:

jero, lo eterno".^

muno



el

propio Una-

Estimo que el más grave cargo que habrá de hacerse algún día a esa literatura llamada, con más o menos propiedad, modernista o decandente, que ha soplado como un vendaval devastador sobre los espíritus de América, será su neutralidad frente a la patria, su poco o ningún calor patriótico, su ignorancia de la Historia, su vacie-

dad

*

líriconovelesca.'

Miguel

de

Unamuno,

Madrid, 1945. Miguel de Unamuno, op.

Ensayos.

Arte

Editorial Aguilar, '

cit.,

p. 1186.

y

Cosmopolitismo,

vol.

ii,

p.

1167,

LA CANCIÓN COMPARTIDA ¿Las líneas de qué mano

estoy leyendo?

Veamos

el

mapa

del

Con-

con sus dos masas unidas por delgada cintura Centro América durante la Colonia Reino de Goathemala sus costas golpeadas por el Atlántico y el Pacífico. A veces el talle es tan esbelto que los mares parecen confundirse en ella. Guatemala, en el centro del Continente, entre México y Honduras y El Salvador. Las otras repúblicas de Centroamérica fueron provincias del Reino de Goathemala o Capitanía General de Guatemala, que dependía d ^^ Vi>rp'"aJ^2jjf_l^J¡^jjj^a—Ei5II^I^ Al emanciparnos de España, dimos vida a una patria grande, despedazada en el xix; las cinco provincias federadas constituyeron al separarse las pequeñas repúblicas actuales. Los mayas y conglomerados de esta cultura histórica poblaron las tierras de Guatemala. EJ territorio ocupado por ellos abarcaba una extensión mucho más vasta que la actual República: los Estados de Tabasco, Campeche, Veracruz, Yucatán, Chiapas y el Territorio Quintana Roo, en México; Belice, que detentan los ingleses^, y parte de las repúblicas de Honduras -r—el prodigio de tinente,

:



Copan



— y El Salvador.

,

(^7j

Por sus 20 lenguas, los indígenas /ae Guatemala se clasifican en dos familias: mayense y náhuatl. La familia maya comprende varias pequeñas nacionalidades: quichés, cakchiqueles, tzutuhiles, mames, kekchies, poconchies, pocomanes, itzacs, chortis. Los dos más importantes a la llegada de los conquistadores: los quichés y los cakchiqueles. La familia náhuatl ha vivido en la costa suroriental de Guatemala y en el occidente de El Salvador. Su tribu principal: los pipiles. Los mexicanos que acompañaron a Pedro de Alvarado en 1924 no necesitaron intérpretes para entenderse con ellos. Hernán Cortés, en Carta de Relación a Carlos V, de 15 de octubre de 1524, señala que a la vuelta de la pacificación de la acaso la actual provincia de Panuco, se encontró en Tuzapán en el Estado de Veracruz, con dos españoles que haTuxpan bían sido enviados con aztecas de Tenochtitlán y nativos de la provincia de Soconusco, a "unas ciudades que muchos días había que yo tenía noticia, que se llama Utatlán y Guatemala, y que están desta provincia de Soconusco otras setenta leguas".^ Cortés





*

,

Memorial de

Solóla,

Fondo de Cultura Económica, México,

ción, p. 23, Edición de Adrián Recinos.

176

1950,

Introduc-

LA CANCIÓN COMPARTIDA

177

relata que con esa expedición de españoles, aztecas e indios de Xoconusco "vinieron hasta cien personas de los naturales de aquellas ciudades, por mandato de los señores dellas, ofreciéndose por vasallos y subditos de Vuestra Cesárea Majestad." ^ El dato de Cortés parece exacto. Posiblemente, los quichés de Utatlán, como los cakchiqueles de Iximché, llamada ya Cuauh'tlemallan en náhuatl (nombre muy anterior a la Conquista, se- I gurame^te, como muchos otros, por influencia del Imperio Az- 3 teca), hayan ofrecido paz a los españoles. Lo acontecido en México se repitió en nuestro suelo: divididos por viejas querellas, los quichés resistieron heroicamente mientras los cakchiqueles, algún tiempo, hicieron el juego a los invasores. Nuestros pueblos cayeron uno a uno. Se cerró el Pópol Vuh y se abrió el catecismo. Los rasgos fundamentales de Latinoamérica son comunes: tradición española eterna lección mediterránea y su desarrollo y dominio con las modificaciones impuestas por el medio y las poblaciones aborígenes. Estas modificaciones pueden servir de base para una diferenciación que no rompe la unidad de un destino. Y nacen así los caracteres nacionales. Hay tendencia a destacar desemejanzas profundas entre los pueblos del Nuevo Mundo. Nos referimos, naturalmente, a los de habla española, a los que tienen parecido origen en el mestizaje. Sin embargo, un tanto facticia se nos antoja tal discordancia exagerada: no puede menospreciarse el caudal de la sangre, idioma y religión, sumado a la herencia de lo que social, política y culturalmente posee significación. Diversas culturas vernáculas encontraron las corrientes renacentistas, unas más adelantadas que otras, con expresiones plásticas singulares, como las más preciadas de las civilizaciones primitivas. Las culturas indígenas dieron color americano a las tradiciones latinas. es importante que alto porcentaje sea católico a su manera, en realidad pagano, y conserve mucho de su sangre asiática y polinésica. Don Justo Sierra afirmó que los indios





Y

sido cristianos. En Guatemala ocurre algo parecido. recuerdo mis domingos en la preciosa iglesia de Chichicastenango! Por falta de indagación mejor encaminada, puede llegarse, como meta natural, a estrecho nacionalismo. En Hispanoamérica

nunca han

¡Cómo

ha buscado una diferenciación integral de las nacionalidades, y nosotros habríamos de hablar de una guatemalidad. El asunto resulta estéril al menor descuido. Creamos grandes obras en los primeros siglos de nuestra Era. Hoy somos un pueblo semifeudal se

*

Op.

cit., p.

24.

Í¿>o '

LAS HUELLAS DE LA VOZ

178

y semicolonial con grandes diferencias económicas, con cierta psicología particular debida al prolongadísimo crepúsculo colonial

que nos penumbra todavía, a las decenas de años bajo despotismos de increíble imbecilidad y a la opresión imperialista. La mezcla de opresión colonial y tiranía mestiza ha sido rasgo peculiar hasta crear idiosincrasia colectiva. Otros ejemplos de carácter nacional, los que se toman como tales, en realidad casi no existen: se confunde constantemente la apariencia con lo abscóndito. El aprovechamiento abultado o medido del trópico, de sitios geográficos, plantas, animales y frutos, el deleite en la descripción de la superficie, el habla torpe y jxíbre en español del indígena, ha hecho que algunos consideren este "jicarismo" como valor trascendente, consubstancial y ejemplar. La anécdota sigue siendo anécdota en esta "poesía", en esa novela sin tercera dimensión, que mal puede vivir jK>r lo somero y efímero de muchas bambalinas que ocultan el meollo. Tales obras, engolosinadas por el éxito parroquial del lenguaje y el medio "exótico", aseguran el aplauso al complacer primaria tendencia decorativa de quienes sólo pueden asir algo de su pueblo cuando sus ojos se encandilan con los colores del guacamayo y las metáforas tropicales. Como en los haikais de nuestros japoneses vernáculos o en la música para orejas de asno de los lectores de poesía "marmórea" y rebuznante. Al bucear lo nuestro, queremos descubrir su alegría, su angustia, los problemas generales del hombre. No entendemos lo nacional y sus derivados nacionalistas como categoría excepcional aislante y aislada o refugio particular y diferente, sino como apoyo propio, instintivo y casual, insumiso y autónomo, para alcanzar mejor todo lo humano. Deseamos ir, hombres iguales y con-

temporáneos, con algunos rasgos privativos, más allá de lo pintoresco. Hace tiempo lo exótico es esa garrulería que no recoge el drama íntimo ni el drama radical de un pueblo para enlazarlo

con

lo universal.

El juego exterior sin vínculos con lo genuino y esencial, el rebuscamiento folklórico, poco interesa en relación al drama del hombre. La complejidad es ingente y de ello nacen contumaces fantasías y discusiones sin término. Si el mensaje no es inevitable gestado por -angustia cierta, hasta exigía Wordsworth ,

—como



en imprescindible necesidad de expresión, carece de realidad. La retórica localista ignora la voz del hombre profundo. La poesía de orondo regodeo verbal nunca nos ha seducido, aunque la piel, en ocasiones, se antoje lozana: rimadores solemnes y tesoneros en quienes la poesía, con su centella inconfundible que nos corta el aliento, no asoma ni por equivocación. Su escaso recristalizar

179

LA CANCIÓN COMPARTIDA

nombre ha proseguido

sin análisis, rutinariamente, causando samediocre a sucesivas generaciones de lectores idiotas. Las vetas sumergidas de la intimidad psicológica, con su valor intrínseco y mutismo aparente, nos dicen mucho más. Falsedad, excesiva literatura sentimental, piadosamente, ha surgido acerca, del mundo aborigen. La exaltación, como toda falta de medida, comprueba que no es perfecta la fusión. Se busca vencer complejos de inferioridad mostrando orgullo exacerbado pa-

tisfacción

ra lograr equilibrio. la

hegemonía de

O

lo contrario: superlativa inclinación

lo mediterráneo,

tro corazón, por fin, izadas a la

de

lo

blanco y cristiano.

misma

En

hacia nues-

altura, están las banderas

de los dos mundos. Ninguna de ellas ejerce potestad sobre la otra. Afirmamos nuestro destino con la naturalidad que lo indígena y lo occidental se enraizan para cantar en ramas del mismo árbol.

Con

simpatía,

mas

sin entusiasmo,

veo a quienes

se

afanan

al indio con descriptiva literatura indigenista y no indígena, que ésta la escribirán los indígenas mismos. Por caminos imiversales, llegamos a nosotros en literatura y en todos los órde-

en reivindicar

No me ha cautivado la literatura indigenista en temas indígenas como tales, que otra cosa, y bien distinta, es luchar con la pluma o sin ella, por la superación social, po-. lítica y económica del indígena. Idealizar el indio, hacer de él un personaje aparte, es absurdo y falso: es el guatemalteco no sólo un personaje elemental y pintoresco, sino algo más complejo, y de importancia infinitamente mayor: un pueblo y su eminente legado milenario. El costumbrismo de José Milla fue siempre nostálgico de la Colonia, mientras que el costumbrismo indigenista actual se informa del presente; sin embargo, prefiero el impulso lírico o el estudio científico, concreto y radical de un problema que sólo admite soluciones totales de carácter intrínsecamente nes de la vida. sí,

los

revolucionarias.

en

girse

Nunca me ha parecido Lo valioso es, en gran

anecdótico.

lo

trascendente sumergirse parte, instintivo, sumer-

en la carne, porque lo esencial está en nosotros excediendo iny circunstancias, que nos ayudan a expli-

fluencias, época, lugar

carnos

el

Y

pasado, a precisarnos

el

presente y a delinearnos

modo hincado en

el

fu-

sangre que es instinto, y debemos darle también la fuerza de tener conciencia de Guatemala y lo guatemalteco, un conocimiento objetivo de nuestro pequeño gran pueblo. De lo quiche y cakchiquel, de la majestad indígena guatemalteca sobrevive, ante todo, el indio mismo, el indio de hoy, náufrago sin memoria, con su proceso histórico detenido, conservando unidad a pesar de la discriminación de siglos. Las tradiciones populares de arte precolombino han influido turo.

está en tal

la

LAS HUELLAS DE LA VOZ

180

en

las

aportaciones cultas. Se comprueba

rica en la pintura

tal

fecundación de

mexicana contemporánea, en

la

Amé-

música del me-

xicano Silvestre Revueltas, del brasileño Heitor Villalobos, en contadas obras de los guatemaltecos Jesús y Ricardo Castillo y en la influencia de la música africana en los Estados Unidos, países del Caribe y el Brasil. En Guatemala también se advierte el caudal de la tradición jx)pular

más antigua en

algo de la pintura de en la obra literaria de Miguel Ángel Asturias. Las artes precolombinas han dado a las letras, a la pintura, la escultura, la decoración y algunas artes aplicadas, un tesoro y una lección admirables si se toma el explosivo potente de la invención, su risa de tigre, para alcanzar vigencia como creación, y no como arqueología. El caso de lo que llamamos poesía negra es otro, su planteamiento distinto, como el del teatro popu-

Carlos Mérida

^

y,

sobre todo,

lar indígena.

He

recordado en algunas páginas

la validez

intemporal,

el

sentido clásico de los valores vernáculos, sin olvidar sus limitaciones y que no pocos de ellos pertenecen a la edad de la piedra pulida. Dejemos los nacionalismos sentimentales y afinemos el

No demos

a las culturas indígenas, aunque comuna categoría que históricamente no puede reel maestro Alfonso Reyes: "Quiero el latín para las izquierdas, porque no veo la ventaja de dejar caer conquistas ya alcanzadas. Y quiero las Humanidades como vehículo espíritu crítico.

plejas y refinadas, conocérseles. Dice

natural con todo lo autóctono".

Hay diferencia entre la obra animada por la invención primigenia y la obra surgida por imitación exterior, por academia engendrada por el empleo infeliz de una base que no se transfigura. Músicos, pintores, poetas, nativos algunas veces, no calaron en

no el

el

existe,

meollo y surgió un cierto "arte realista americano" que porque no es arte ni realista ni americano. Común es

caso de considerar valioso tal superficialidad.

En

ocasiones, ar-

de otros pueblos se han aproximado por sensibilidad a la fuente, y han logrado crear sin la obsesión de nacionalismos pueriles y técnicas anticuadas. El descastamiento no ha provenido de la tradición mediterránea, que también es nuestra, sino, precisamente, de no penetrar bien en ella. No quiero mutilación alguna. Los pueblos no pueden ser encasillados porque, en verdad, lo humano no es exótico en ninguna parte. Aun la pintura de México, la mejor de América, a veces se empaña con esta ansia de ser por medio de exacerbación nacionatistas

'

co,

Véase mi obra Pintura mexicana contemporánea. Imprenta Universitaria, Méxi-

1953, p.

127.

LA CANCIÓN COMPARTIDA

181

lista y por contenido elemental, y no por esencia, espíritu de las formas e ímpetu creador. Tales tentativas sólo tienen resonancia

efímera.

La

expresión,

como

la realidad, se asienta sobre la

fluencia de las dos corrientes y su

mutua fecundación

:

con-

la occidental,

que he representado en Apolo, y la precolombiana que en México he representado en Coatlicue, diosa de la Tierra y de la Muerte. En la comparación entre el arte de Europa y el arte de América debemos comprender, por lo menos, que operan en terrenos diferentes y han tenido propósitos diversos. En Europa, en su esencia, es una revolución estética: investigación de formas, afán de creación original, enriquecimiento del acervo humano con nuevas expresiones. De confundir el origen de ambos movimientos, así como la etapa que viven y los fines, surgen equívocos, apasionamientos demagógicos. Lo de América es de otra índole. Los pintores volvieron a un terreno abandonado mexicanos por ejemplo hace siglos por los europeos, sin preocuparse primordialmente de lo estético. Se consagraron a un orden político, moral por lo tanto: al problema de México, a las angustias y requerimientos de su pueblo. En ello radica su grandeza. Su importancia legítima en una nacionalidad que cobra conciencia de ella. El arte mexicano ha contribuido a descubrir, a crear, a fortalecer tal conciencia, aunque se haya servido de procedimientos que Europa podía considerar obsoletos. Europa lo hizo en tal dirección hace siglos; nosotros también, en Bonampak, para no citar sino el mejor ejemplo. México se está conociendo a sí por el variado y rico material histórico y documental que han utilizado los muralistas. América en la plástica nada había logrado antes en tal sentido. México está creando un arte nacional: esto es indudable. Teniéndolo presente concebimos no sólo la posibilidad, sino la exigencia de expresiones ajenas a lo folklórico, documental, histórico, anecdótico, didáctico, o ilustrativo, para continuar la revelación de América. En nuestro mestizaje he sentido inclinación hacia la cepa en que se injertó la rama española porque me duele la injusticia y porque vi, con ojos definitivos de la niñez, la misma naturaleza que los indígenas dominaron y porque los paisajes en que nacimos mito, leyenda, historia nos son comunes. Esas tareas y la fuente de emoción compartidas son herencia de muy preciada significación. Bernal Díaz del Castillo lo siento mío, aunque haya asesinado a mis abuelos indígenas que aún sollozan en mi corazón: vivió nuestra naturaleza, luchó con ella a su modo, como ellos, y en muchas mañanas de su vida, como en la mía, al ir él a beber el chocolate del desayimo y yo mi café negro, en los patios de Antigua Guatemala, el Volcán de Agua recibió nuestros ¡buenos días!













LAS HUELLAS DE LA VOZ

182

Se ha tomado

como

típico nuestro

desamparo.

Como

idiosin-

ha querido reputar por perfil nacional lo que no es sino resultado de abominables y transitorias injusticias. ¿Qué ética profesional en la inteligencia muda y ciega ante el dolor de su pueblo? Jamás en ella la encendida denuncia de que Guatemala no ha sido nunca de los guatemaltecos. Siempre han evadido todo lo que pudiera herir el dominio extranjero y el dominio feudal. En crasia la miseria. Se

el folklore se

Lo

pintoresco,

manifiestan, a la \ez, nuestro atraso y refinamiento. que endeble nacionalismo considera la guatemalidad,

si se tiene por esencial y no por superficial y circunstancial, es por incomprensión. Lo nuestro está más allá de las plumas del guacamayo. Homogenización por cambio de las bases económicas: el mestizo, perfil propio de América. De hecho, es ya el mestizo quien da carácter y dirige el Continente. El mestizo real, tú y aquel otro, yo mismo, y no el cósmico de la profecía vasconceliana. Y no como problema étnico entiéndase bien sino por trascendencia social,





económica y cultural. Guatemala será mestiza, con frente apolínea y penacho de Kukulkán. La realidad guatemalteca, como en todos los pueblos, es la de su protohistoria, la de su historia y la conciencia fluida de las mismas. Antes de la Conquista, es ya cambiante y compleja, según las bases sobre las cuales se asienta la vida de las tribus de nuestra actual nación. Se crea y perdura, después de la Conquista, en una conciencia de la minoría dominante que se expresa negando, despreciando, menospreciando o, simplemente, olvidando el mundo indígena, destruyéndolo en nombre de la pretendida universalidad de la cultura occidental o afirmándolo colonialmente de Bernal Díaz del Castillo, conquistador, cronista, encomendero y gachupín, a criollo colonial y criollo de la Rafael Landívar y Pepe Batres lo reparamos en las letras y vida independiente, respectivamente en los demás nombres hasta hoy: queda en la sombra la mitad de nuestro ser, aunque figure como adversario o elemento "exótico", sobre el que se imponen las afirmaciones hasta entonces incontrovertibles de Occidente, para justificar la conquista y el predominio de una clase. Tal como siento a mi tierra, jamás he deseado escapar de ella. Muchos años he vivido bajo otros cielos, y a veces exiliado en mi propia tierra, porque no puedo hacer mía una preocupación parroquial que en su regusto entraña descastamiento. Otros han vivido como extranjeros, sin que su pulso sea el pulso de Guatemala. Mi concepto de patria es cada día más instintivo, dominado por el alma maravillosa de mi pueblo, rica de azoros y raíces. Si alguna vez se me ha imaginado fuera de medio ha sido para devaluar mi protesta política,

:





LA CANCIÓN COMPARTIDA

183

y quitarle validez a mi exigencia y porque el medio no ha sentido mi anhelo orgánico de nacionalidad, hoy más claro en la conciencia que se encamina, por muchos años de sufrimiento, hacia su concreción. Lo guatemalteco! Sudo mi fiebre y respiro por vuestra herida y por la mía. Tengo mis pies sobre el barro precioso del Pópol Vuh y los sueños y las voces del hombre saben de tantos caminos como hay estrellas. ¿Por qué no vernos con modestia? Cuánta charlatanería localista. Con modestia, lograremos lo que buscamos: un poco de verdad. Un poco de realidad. Yo no quiero que mi tierra aparezca como un deliberado propósito de antemano. ¡

Quiero que aparezca sencilla y espontáneamente, sin que yo lo advierta, cuando su esencia se filtre a mi cuidado. No hay doctrinas exóticas y mis raíces son también griegas y latinas. Así cicatrizaré la herida. Desaparecerá la fiebre y la innecesaria agitación. Yo no sé amar a mi tierra con los ojos vendados. Siento en mis entrañas la vida de mi pueblo, como a veces siento mis entrañas en la piedra de sacrificio. La tradición nos une a los demás tanto como a nosotros mismos no tiene fronteras la canción compartida. Las sangres indígenas e ibéricas y todas las llegadas a nuestro crisol se añejan como el vino y muestran ya unidad y pujanza en las creaciones nacionales y en la lucha antiimperialista para conquistar la segunda emancipación. Somos el equilibrio de lo indígena y lo español, la fusión de dos ríos inmersos en nosotros. Yo no defiendo ninguna sangre sino la razón. El cauce fue forjándose y las sangres mezclaron sus fuerzas contrarias en nuevo rumbo favorable. La nacionalidad se ha ido formando por conciencia del pasado, de mitos vernáculos y creaciones y aspiraciones comunes. Conquista y fundación de ciudades y lengua y religión hasta llegar al mestizo. No hablo del quiche, del cakchiquel y del español como de un extranjero, sino como de mis antepasados. Ambos son mis compatriotas y yo soy, y quiero ser, sólo guatemalteco. Odiar a España es tan necio como odiar al indígena. Injuriar a España es mentarnos la madre. José Carlos Mariátegui recuerda que no renegamos de la herencia española, sino de la herencia feudal. Yo no pienso como indio, ni como criollo, mestizo o español sino, sim:

plemente, como guatemalteco. Ninguna oriundez es limitación, sino una realidad accidental que nos desborda cuando más dueños somos de la herencia de todos. Si lo guatemalteco fuese tan específicamente singular que pudiese llegar a ser extraño a las otras culturas ¿qué diablos tendríamos? Pero esto es una absurda fantasía. Y nuestro para nadie existe la evasión y los patrimonio es el universo. intentos, fallidos siempre, son una manera pusilámine de vivir los hechos. No deseo idea preconcebida sobre el espíritu nacional^ ni

Y

LAS HUELLAS DE LA VOZ

184

el guatemalteco: lo sé y lo ignoro viviéndolo cada día. Comienza a evidenciarse la confianza, la espontaneidad, sin preocuparnos de cánones yanquis o europeos, sacudiéndonos la sumisión afirmada hasta en el resentimiento. Primeros pasos hacia una Guatemala integral. El pueblo ha sabido impulsar a sus guías, ser protagonista con imprecisa conciencia algunas veces, pero con experiencia real, sangrante de sus problemas, por el profundo desgarramiento de su vida. Por obra y acción de tradiciones. Y si exaltamos la nacionalidad es por natural etapa de crecimiento para defender lo nuestro: desde la raíz de la personalidad y la cultura, hasta la propia existencia libre y soberana. Anhelo de responsa-

sobre

bilidad y definido propósito de maturación. No me afano sólo en que el guatemalteco sea guatemalteco, sino en que su destino sea

de Hombre. Vivimos una etapa semicolonial, en que se agudiza el anhelo de forjar la nacionalidad: aún no tenemos unidad en el idioma, ni un clima social político asentado. Lo precolombino y lo colonial pertenecen a un pasado irrescatable, que no sabe y no puede ser presente de ninguna manera, aunque sobreviva en crepúsculo pertinaz. Están bajo tierra, son los cimientos, y los encontramos en el aire de cada día con nuestro pan. No hay drama, sino pesadilla. Algo de lo mejor nuestro es memoria de la pesadilla, descripción de la noche. Debemos principiar por comprenderlo. Demos, siquiera, la zozobra de vivir tiempo intermedio en que somos arco de puente inconcluso. El drama del arco en el vacío, que ve el otro labio del abismo y que hasta no alcanzarlo no podrá decir lo que ha de decir, es hoy la poesía que, por fidedigna angustia, alcanza el

universalidad.

Tenemos una comunidad formada históricamente dentro de un compartido sin sólida vinculación económica y cultural: hay inmensas mayorías que viven una economía casi neolítica que, por su número y arraigo, nos dan rasgos que expresan particularidades de lo que deberíamos llamar cultura nacional, como resulterritorio

tado de las condiciones de su existencia en el transcurso de los siglos. Esta situación no permite hablar, en propiedad, de una verdadera cultura nacional compartida, porque la cultura dominante es la de una muy escasa minoría semifeudal dueña de la tierra, con raíces antagónicas y metas diferentes de aquella de las inmensas mayorías explotadas colonialmente. Los rasgos nacionales los constituyen esta pugna, la prolongación de tal infamia, que se ha conmovido con el empeño de la pequeña burguesía antifeudal para desarrollar sus mercados y con el incipiente proletariado bajo sus propias banderas en los mejores casos, o abanderado con el nació-

LA CANCIÓN COMPARTIDA

185

nalismo burgués, seguido por la marea tangible de los campesinos cuya miseria no la puede ni imaginar siquiera quien no conoce econuestros países. El meollo de nuestra vida contemporánea nómica, política, social es la tierra, su tenencia y explotación, dentro de la órbita norteamericana. Sin apreciar estas condiciones históricas concretas, contra las cuales luchamos, el entendimiento de Guatemala y sus problemas no puede ser exacto. Quisiera fijar algo de las letras de nuestro tiempo, balbuceo de un labio solo, aislado de la otra ribera, del otro labio, como puente que aún no podemos construir o terminar. La poesía su esencia, y no las formas es ahora, más que cualquiera otra expresión, imagen de nuestra vida: un arco suspenso y la conciencia trágica de ello. Y arrastrar piedras, una a una, para seguir adelante y edificar: así se alzaron las catedrales de la Edad Media. Estamos adheridos a lo pétreo, a los viejos monolitos, adventiciamente, como musgo o tenues heléchos. En el extremo del arco interminado vemos un poco de lo que hay más allá, cuando llegamos a su extremo y nos empinamos dentro de nosotros. Así me explico, con sencillez, que aún no pisamos tierra firme. España la Gran Matrona Paridora de Naciones, como la llama José Moreno Villa nos dio su grandeza y sus debilidades. De ella surgieron nuestros pueblos, todo un mundo, creación suprema de España, que hemos ido modelando contra ella y para ella, que es nosotros y nosotros ella, nuestro mundo mismo. España está enraizada en lo más hondo del espíritu de nuestra cultura, y sus dolores son padecidos en nuestra carne indivisible. Y bien, esta España prodigiosa contribuyó, como ninguna otra nación, a que terminase el feudalismo en Europa, mientras lo establecía en América. Marx, en El capital, lo recuerda así













El descubrimiento de los yacimientos de oro y plata de Améla cruzada de exterminio, esclavizaciones y sepultamiento en las minas de la población aborigen, el comienzo de la Conquista y el saqueo de las Indias Orientales, la conversión del continente africano en cazadero de esclavos negros, son todos hechos que señalan los albores de la era capitalista.* rica,

en

Nadie ignora que Península y no

la

humanitarias de Indias se hacían ponían en práctica en América: que se

las leyes

se

y, aunque católicos, se nos seguía tratando como esclavos, de la misma manera que en plena lucha de liberación contra los conquistadores. El descubrimiento y la Conquista, son gestas únicas y universales: con su marejada, España

nos convertía al catolicismo

*

Capitulo XXIV,

\x>l.

I.

Edición del Fondo de Cultura Económica.

LAS HUELLAS DE LA VOZ

186

quedó para siempre en nuestros huesos. Nos enlazó

al mundo, a la conciencia universal. Abrió de par en par las puertas para que entráramos en la Historia. Con todo y sus errores, España del

como

siglo XVI,

lo

afirma Karl Vossler,

es la

mentora de

la ética

A

la llegada de las huestes de la entre las naciones de Europa. Conquista, estábamos divididos en pequeños señoríos rivales y en

La Conquista aprovechó

la inmensa superioridad de las que casi es una verdad que los indígenas conquistaron América y los españoles y criollos hicieron

decadencia.

armas y

la técnica,

con

tal destreza

la independencia.

Sentimos la sangre en sosiego ya, sin virulencia estéril por el dolor de la Conquista, que, a veces, se ha querido comprender sólo por el lado de la España negra. De las dos Españas, la filipizada, la del fúnebre fantasma teocrático de El Escorial y la del Quijote, sobre todo la primera dominó al Nuevo Mundo, porque parecía ya no caber en Europa y al desbordarse cubrió el orbe.





Y

pasó afirma Fidelino de Figueiredo la historia de España desde el instante en que España recibía más de lo que creaba, un continuo choque de esos dos extremos inconciliables, pero indispensables el uno al otro, como las valvas de una castañuela, opuestas e inseparables para producir el sonido característico."

a

ser,



usando la controvertida exViejo Imperio Maya flor de una cultura, de un hombre caracterizado nítidamente, lo colonial carece de la grandeza peninsular y de posibilidades para que prosperase lo indígena o lo mestizo. El mundo aborigen, durante la Colonia, escapa entremezclado al culto religioso. Los conquistadores quisieron romper las fiestas paFrente

al

posición de Morley

ganas



,

—que perduran— y para

sólo permitidas sino impuestas,

ello establecieron las católicas,

en

las cuales

no

indígenas intersojuzgamiento fue

los

calaron ritos y tradiciones. En Guatemala el inhumano, y en la arquitectura, escultura y pintura coloniales, sobrevive débilmente la influencia de la civilización sepultada. El indígena se yergue en las artes populares y canta la gloria de su qué riqueza refinada y estricta! color y muestra su línea y su forma con gracia única. Repentinamente, se les quitó la tierra



j



los pies. Y se les quitó su cielo: se les impuso apreciar coiniquidad lo que constituía la fuente de su expresión. Se arrasaron ciudades y dioses, altares y códices. Reyes y sacerdotes ardieron en holocausto a los dioses de los hombres barbados. Las herramientas del arte y los oficios se las arrancaron de las manos y durante

debajo de

mo



Las dos Españas, Ediciones San Ángel, México, 1944.

LA CANCIÓN COMPARTIDA siglos se las

prohibieron

tieron en esclavos:

las

De

ordenanzas.

187 creadores se convir-

sus sílabas suben casi imperceptibles, pero

con

pertinacia elocuente, hasta por las columnas de los frontispicios de los

templos de Antigua. Algo de

La Merced, Santa

"tequitqui"

estilo

^

advierto en

Clara, la Santa Cruz, en los cuatro ángeles de

las pechinas de la cúpula de la vieja catedral. Nuestra vegetación en relieves de estuco o de mortero recubre las fachadas: troncos de palmeras con sus encajes de ramas (iglesia de Nuestra Señora del Carmen), hojas de palmera, heléchos, enredaderas, con parecido al autarique o decoración geométrica mudejar. En los murales de San Francisco también en Antigua en el dibujo y en la ocre, negro, rojos vivos y acarminados, azules, amarillos paleta obsérvase lo indígena como en abundante imaginería regada f>or las iglesias de los pueblos. Se debe también este so juzgamiento, total y totalitario, a que las culturas guatemaltecas hallábanse en decadencia de cerca de mil años. No prosperaba ciudad alguna comparable a Copan, Tikal, Uaxactún, Piedras Negras. Las capitales de los reinos más poderosos, el Quiche y Cakchiquel, no tuvieron sino, lejanamente, algo del esplendor de las metrópolis del Viejo Imperio. Sobre aquellos reinos, sombra de lo que fueron, cayó la furia española, después de haberse adiestrado y fortalecido con la resistencia de Cuauhtémoc, héroe epónimo del Nuevo Mundo. Y por esa furia española, rapaz y catequizante, enloquecida en la placidez de nuestros campos, se explica no sólo la Conquista, sino también la Independencia La caída de los aztecas, que en los señoritos de Guatemala no se ignoró, colocó a nuestros pueblos en situación sin esperanza. Se luchó, sin embargo, fieramente. La espada española rasgó la carne desnuda, inocente de mis abuelos. Se hundió como navaja barbera en un trozo de mantequilla. Pedro de Alvarado fue una hiena entre palomas. El choque entre una civilización neolítica y la del Renacimiento, representada por España en el momento de mayor pujanza, fue la de un toro contra un castillo de naipes.







.

.

,



.

Bolívar escribió:

^

Nosotros que no somos europeos, ni tampoco indios, sino una intermedia entre los aborígenes y los españoles. Americanos así nuestro caso es el más por nacimiento, europeos por derecho. extraordinario y el más complicado. espíecie

.

Estas

palabras

mestizas del

.

Libertador nos ofrecen

el

con-

' Voz mexicana antigua que significa tributaño, empleada por José Moreno Villa (La escultura colonial mexicana, México, 1942) para explicar la influencia indígena en el aite colonial.

LAS HUELLAS DE LA VOZ

188

de entonces, entre su espíritu y el medio y su derecho a la Como que hay en ellas leve sombra de resentimiento y gran luz de sufrimiento. Y por extraordinario y complicado, nuestro caso debe tener solución sin tardanza: el ascenso es manifiesto, aunque frente a tal certidumbre se alce mucho de lo negativo de la civilización llamada occidental, no sólo en nosotros, sino en el resto del mundo. Y, principalmente, en nuestro vecino, los Estados Unidos. En el mestizo consciente, se conjugan las dos sangres, se abrazan sosegadas. Vive lo indígena y lo español como propio, seguro de las dos fuentes. Encarna, como la clase media que integra en su mayor parte, la vida de nuestros países. Son mestizos los dirigentes en lo social, político y económico. Y también, en lo puramente creativo. De la clase media mestiza, por la alfabetizada proporción numérica y por el equilibrio de la sangre, que precisó siglos para asentarse y cobrar conciencia de sí, han surgido no pocas voces auténticas. Ese mestizo ya no es una especie de Janus. La confluencia de sangres es perfecta. La fuerza y el timbre de la voz no residen en un metal aislado: nacen de las calidades intrínsecas de la aleación. No es el teponaxtle de la pirámide, ni el bronce de la iglesia, sino ambos renacidos y diferentes. Para que la nueva temperatura fuese pareja y fecunda, para alcanzar acorde inaudito hasta entonces, hubieron de sufrir innumerables vicisitudes. Hay poblaciones en que la contienda de las dos sangres no ha terminado y la conquista prosigue su batallar. Podríamos decir que no son pocos los pueblos en que tal cosa acontece aún, y que sólo algunos de sus hijos han arrojado a la hoguera la pólvora y la flecha y en su conciencia los ídolos aborígenes y los de allende el mar son igualmente absurdos. El mestizo gesticula por toda América: ponemos énfasis, atacamos la "decadencia de Europa", que no es sino la podredumbre capitalista, sin advertir que los europeos están dándole la vuelta al mundo con acción más ingente y profunda que la nuestra. A veces, escondemos la cabeza en Ja arena, para borrar lo que existe y para ignorar la ruta. Proferimos lamentos y conversamos a voces, para que se nos oiga. Nos apoyamos en lo más pintoresco y visible para que se percaten de nosotros. Como el niño, creemos que lo nuestro es único y nuestra experiencia cumbre de todo: nadie ha sufrido, nadie ha gozado, nadie ha amado, ni puede saber amar como nosotros. Son los primeros pasos y exageramos el aplomo, precisamente porque sólo lo estamos adquiriendo. Tal proceso es diferente en cada uno de los países de América. Guatemala, tan próxima a México, vecina de siempre entrelazada flicto

más

alta cultura.

LA CANCIÓN COMPARTIDA

189

de fronteras que no existen en el ámbito en que ahora al comentar el sonido del mestizaje, la situación es otra de la mexicana. La campana está rajada en mi pueblo, mal soldada todavía. La aleación es tan reciente, tan fresca la herida, que mancha los dedos al tocarla. Su timbre no es armonioso, tranquilo y alegre. Es sin sosiego, como acorde imperfecto, cargado de preocupaciones y tristezas. Aún no encauza nacionahnente el mestizaje en todos los órdenes, hecho fundamental. La nueva nacionalidad empieza a vislumbrarse. No exagero los rasgos nacionales para demostrarme ante mi duda siunergida, pero manifiesta en el ansia de valoración, de que no somos eco sin voz. Cuando estos problemas se vayan resolviendo, la afirmación será sin insistencia, suave, historia,

me muevo

natural.

El mestizo es la vértebra que articula dos mundos. En él se compenetran, entienden y contradicen, dos pensamientos distintos: encarna el futuro de América, Es cada vez más el americano, y se va abriendo camino con los codos, hasta ser dueño del poder en nuestros pueblos. Organiza grupos y éstos culminan, como una lanza, en el Señor Presidente, cuya dimensión y significación social aún no ha sabido recoger ninguna novela, esa gran novela por hacerse: la del mestizaje.

Alientan en nosotros, por igual, las dos savias: ya no vemos, únicamente, el horizonte indígena o el horizonte mediterráneo. Conciencia del mestizaje, proceso biológico y proceso intelectual; bases del devenir, nacidas de la sangre de Tccum y de Alvarado, de los misioneros y la eternidad de las estelas. Comprensión de la Conquista, exenta de lamentaciones, elogios o vituperios. De la fusión de la conciencia europea con la americana, emerge de la penumbra el perfil del Nuevo Mundo, mundo nuevo sin tránsfugas. En

más acabada y original: no es lo indítan próximo en nosotros que no lo gena sólo, remoto y distante vemos! saturado de preocupaciones* y entidades mágicas y teolo que nos guía. cercano y matemático lógicas, ni lo occidental Ambas presencias pulsan en todas las obras, en las populares y en las cultas. Apolo y Yum Kax, familiares y amigos, han descendido de sus altares dorados y sangrientos para conducimos a Bonampak al Partenón, a Tikal, a la Capilla Sixtina del Nuevo Mundo tumba de San Francisco de Asís o a la de Lenin y Stalin. Si muchas veces aún luchan las dos sangres, si la conquista prosigue su batallar, no es en destrucción y oprobio, sino en cristiana angustia y en pasión indígena, que nos afirma y caracteriza. Sangres y culturas se fundieron. Las dos idénticas y simultáneamente necesarias, como las ella se finca la posibilidad



,

¡





alas







en

el

vuelo.

,

LAS HUELLAS DE LA VOZ

190

No

hombre de Guateen lo posible y con la precaución inexcusable: el nacionalismo rebuscado burgués o proletario es siempre consejero pésimo, y más en cuestiones estéticas. No cuadriculemos el mundo, y menos el espíritu. Y aunque tuviésemos la torpeza de intentarlo ¿no es imposible? De Francisco Hernández Arana y Francisco Díaz, ambos de la familia Xahilá, que participaron en la redacción de los Anales de los Cakchiqueles, a Díaz del Castillo, Landívar y Batres Montúfar qué diferencia de mundos, en donde vamos siendo instintivamente, siendo sin máscaras, diversos dentro de la unidad que he deseado bosquejar! Sé que hay matiz en la psicología del guatemalteco y la del mexicano, por ejemplo, vecino de entrelazada historia, que tiene orígenes y desarrollos gemelos de los nuestros, así ccwno similitudes comunes a todos los pueblos pateados y oprimidos que esconden sus cicatrices, sus sonrisas y sus lágrimas. Los nacionalismos nos ponen en guardia porque su raíz suele alimentar lo peor de la barbarie contemporánea. Nacionalidad como conciencia para acrecentar la nobleza del hombre y no para menguarla. Patria como paso necesario para llegar a la Humanidad. Y si alguna vez palabras mías logran la ventura de poseer vuelo universal, es porque tengo una patria. Dejemos en paz las fronteras geográficas. ¿ Para qué la máscara de la peor de las academias imitamos a nosotros mismos y permanecer inmóviles y en el mismo sitio? El mundo es ancho y también es nuestro. Busca de los manantiales del canto. Colmarlos para redescubrirnos. Innecesaria impaciencia El camino es marcha hacia adentro, sumirse en el ombligo, como animal de fondo. Enraizamos para que la copa del árbol sea más alta. Abandonadamente, diremos lo -que somos, aunque no lo queramos. Ya en algunos, lo propio, así, constituye el primordial alimento de vigilia y sueño. No es vigilia tensa y deliberada: no nos hundimos en la historia, en la tradición, con sed de autoctonismo anacrónico. No hay propósito folklórico, mala

quise hablar de guatemalidad, sino del

sin prejuicios





¡

:

!

¡

indigenista, arqueológico.

No

es

obcecación, sino natural crecimiento,

deseado e ineludible. Nuestra palabra entrecortada nace de la carne. Decimos lo que somos con proclividad consubstancial. La voz es dolorida, hosca, seca y salvaje. Le hemos dado la vuelta al mundo, la vuelta a nuestra sangre, para encontrar lo nuestro. Hemos ido

preguntando por ello, llevándolo en nosotros. Sé qué somos y qué podemos ser. Sé que fuimos. Y el vacío, este tiempo en el aire, debo ganarlo para mí, para lo mío, ganarlo para los míos. En el aire, como una palabra a medias. Y en la nostalgia de haber sido y en la certidumbre de ser mañana, como en toda ambición de ser, rige pasión de eternidad. Y busco porque no

LA CANCIÓN COMPARTIDA

191

ya que busco y sé que he de encontrar. La arde en mí la llama de mi pueblo, fervor Y acaso es tan hermoso como la misma que busco. el puesto la posesión. No me he apasionado por la tierra no más, sino por su canto. En expresarla por dentro, en lo intrínseco. Aquí hay algo

estoy desesperado,

obstinación

me comprueba que

de su cuerpo; también ansio que haya mucho más de mi deseo y de su \oz. No es intencionado propósito: es naturaleza omnipotente. Odio y ternura. Por ello, a veces, soy impaciente y confuso: tengo esperanza y lo que expreso lo siento con amor entrañable. En las letras se destacan las fases de nuestra integración: una breve, intensa y singular literatura. Libros indígenas, los

más

valiosos

de América; cronistas que, no obstante haber sido conquistadores, Bernal Díaz del Castillo, catequizadores, criollos colonialistas sintieron la fuerza del arraigo. Francisco de Fuentes y Guzmán Surge Rafael Landívar entre dos aguas, con sus mitologías y latines, criollo que habla de "mi añil" augural de la conciencia de Guate-





,

Pepe Batres Montúfar y, luego, José En todos ellos despunta el alba de un espíritu distinto: no se pasaron la vida ampliando con la mano el pabellón de la oreja para captar sólo las tendencias metropolimala; Antonio José de

Milla, Enrique

Gómez

Irisarri;

Carrillo.

tanas.



los dos últimos Landívar, Irisarri, Batres Montúfar y Milla son precursores de una literatura nacon sus aspectos satíricos cional. Estos dos tradicionalistas, cada uno a su guisa, se rieron de las tradiciones, las costumbres y el moho colonial. Milla se mostró siempre nostálgico de las pompas pretéritas de la gloria de las tizonas. Sin darse cuenta acaso, alejaron no sólo a la literatura, sino a los guatemaltecos de algunas insuficiencias, purgándoles con risa



y poniéndoles debajo de las narices las ridiculeces aldeanas. Son los iniciadores de la interpretación de la realidad guatemalteca, y sus

no empañan su preeminente significación. Más que reade una tradición pasivamente colonial, entreabrieron caminos para crear una literatura propia; iniciaron el trabajo de poner los cimientos de nuestra literatura; la difícil tarea de que hablásemos de glorias y miseria nuestras, aunque sea tocándolas apenas con sátira o sonrisa. Bosquejaron una expresión popular y empezaron a borrar el morete del coloniaje y del feudalismo, que todavía impide que nuestro pueblo cante. Tenemos que destruir las bases de la vieja y caduca voz. Nuestra voz sigue siendo semicolonial y semifeudal. Apenas empezamos a cambiarla, como un adolescente que adquire conciencia de ser hombre. La revolución del 20 de octubre de 1944 fue un "gallo" de nuestro pueblo. Una justa tentativa patriótica de la mayor importancia. limitaciones

lizaciones distantes

LAS HUELLAS DE LA VOZ

192

La llama de las civilizaciones autóctonas está ausente, casi por completo, desde la Conquista hasta el xix, o su presencia es incomprensión, defensa de la Conquista y la Colonia y olvido de lo indígena: una Guatemala mutilada en su raíz más profunda. Cuánta dolorosa vergüenza íntima por el indio, por nuestro país. Cuánta frustración nativa unida a ignorancia de lo nuestro y a la infamia egoísta de esconder la realidad. La conciencia de lo vernáculo, sin romanticismo indigenista, sin sectarismo antiespañol, el interés por los libros nacionales indígenas, empieza a revelarse con fervor de

En

lo propio.

cambio, en

la realidad, el español

su técnica, era invadido por sangre pisoteada del vencido. el

mundo nuevo

en

él,

el

polen y

con su religión y ámbito, por la

la luz del

Como una fiebre, se iba infiltrando un Nuevo Mundo en verdad, presente por

dondequiera, asaltándolo todo tal las vegetaciones del trópico o las olas del mar, reiteradas e innumerables, con sutileza llena de duende, hasta que al consubstanciarse con los vencidos, invictos y siempre renacientes, se contaminaron o transformaron los vencedores y sus lengua, creencias, artes, gustos, idiosincrasia. Colonia, vida republicana, sangrientas querellas intestinas, despotismos. El indio guatemalteco, cetrino y palúdico, fino y pequeñito, tapa el camino de la serranía con una inmensa marimba sobre

cosas

:

colgada de la frente con el mecapal, como un gran lala Iglesia con el peso de su noche de pórfido. Arzobispos y generales, procónsules yanquis. Campanas y campanas. Tiempo redondo, sin fechas. En un paraíso hemos vivido una pesadilla. Guatemala, una niña vestida de novia sigue un féretro mientras llueve torrencialmente. Guatemala, vaporosa canción blanla espalda,

garto.

ca y

Cuánto aplastó

con una piedra adentro.

azul,

Tal

es nuestra historia.

para interpretar a mi pueblo formarlo.

de

la risa, I

La he

relatado a grandes rasgos, no

sino, sobre todo,

para ayudar a trans-

Y

Mi

se patria es dulce, candida y sombría. el canto se le atraganta. y aun de la sonrisa.

Amanecerá!

Y

ha olvidado

III.

EL VIENTO

EN LA VELA

PÓLVORA Y FLECHAS En su viaje último, Cristóbal Colón tocó, por vez primera, tierras de la cintura de América, frente a Honduras, al descubrir la isla de Guanaja. Prosiguió hacia punta Castilla costeando el litoral hondureno. Tocó tierra en río Tinto y le llamó río de La Posesión, por haber plantado los pendones de los reyes de España. Descubrió el cabo de Gracias a Dios. Navegó frente a Nicaragua y Costa Rica en donde, buscando oro, se relacionó con los indígenas. La brecha quedó abierta. España, que acababa de salir de una guerra de independencia y reconquista de más de quinientos años, había transformado el mundo. Pobre, malherida, ardiendo en fe católica después de la victoria definitiva sobre los moros, se vuelca sobre América y, en jornadas fabulosas, vive los últimos delirios caballerescos al entrecerrar la Edad Media y abrir la época moderna. El feudalismo se asía de las almenas de los señores empobrecidos. El ejército se unificó en el del rey y desaparecieron los soldados de los nobles feudales. Esta España maltrecha, trastrocada a fondo por las guerras de campesinos sin tierra y de hidalgos en quiebra, de clérigos y artesanos intrépidos, desemboca en América como un alud. Las mil sondas que lanza en el Continente nunca encuentran término. Se descubre el Pacífico, nuevas comarcas sin fin. Expediciones terrestres y marítimas tejen con ímpetu la red en que aprisionan al Nuevo Mundo. Frente a las proas de las carabelas, América emerge de los mares como una sirena oscura y bravia, al mismo tiempo que se alumbran nuevas constelaciones. Leyendas fantásticas atizan aún más la codicia de riquezas, descubrimientos, conquistas y colonizaciones. Las Fuentes de la Juventud y de la Vida Eterna, las Siete Ciudades de Cíbola, Eldorado, alzan su quimera, América se baña en sangre, rasgada por todas partes, violada, incendiada, arrasada hasta en los cimientos de su cultura milenaria. Sobre la piel morena, el hierro dejó cicatriz infamante y el espacio se cansó de olor a carne viva quemada. Comienzan los repartimientos, la encomienda, la mitra, duras formas de esclavitud. Las espadas destrozaban nuestra geografía, mientras repicaban las primeras campanas llamando a misa y el agua bendita caía engañadoramente sobre los indios: se les hacía esclavos en nombre de un dios que se les antojaba el dios más cruel ,

193

EL VIENTO EN LA VELA

194

de todos. Llegan

Media

pólvora, los metales de una Edad inmenso mar verde de América se

los caballos, la

agonizante, que en

el

recupera y se hace más duro el casco, más amarga la pólvora, más el hierro. Caída Tenochtitlán, conquistadores y clérigos, con rosarios y vírgenes conquistadoras, soñando con el caballo de sangriento

Santiago y la cimitarra, esparcieron en todas direcciones los tentácude ventosas y garras. Saltan de las grandes barcas en las costas. Remontan los ríos apacibles, locos de sol y de estupor. Avanzan bajo la dulzura de las palmeras, sobre la intemperie de la nieve de los volcanes. Se pierden en las selvas. Los dientes invasores roen hasta el último huesecillo de América. El indio combate por dondequiera los mastines de los

sitio en que sus huesos insepultos no blanSangre y ceniza es nuestra tierra traspasada. Los puñales, mellados en las carnes, se afilan de nuevo sobre el Padre Nuestro. Ninguna peste causó jamás mayor desolación. Ningún cataclismo de la naturaleza fue más irascible y ciego que el prolongado rayo frío de la gesta española. A fines de 1523 se abrió paso por Quauhtlemallan como la aquella inundación de harapos y arcabullamaban los mexicanos ces famélicos. Arrasó campos de maravilla. Sembró años de llanto y exterminio. Los tigres huyeron de sacerdotes y conquistadores. Las indias empezaron a parir los primeros mestizos. Tal vez alguna de aquellas tizonas supo versos de Jorge Manrique o de

hierro, hasta

queen

que no hay

al sol.





Garcilaso.

Así se inicia la etapa colonial que termina con la emancipación política en 1821. El Cardenal Jiménez de Cisneros, regente del reino, quema los manuscritos árabes de Granada y al mismo tiempo funda la Universidad de Alcalá y promueve la publicación de la monumental Biblia poliglota. Los descendientes de los edificadores de Uaxactún, Copan, Tikal y Quiriguá, que fijaron en las estelas sílabas de los astros y el mítico vuelo de la iridiscente ave sagrada, pelearon hasta la muerte. El Renacimiento cayó súbitamente sobre su mundo elemental, descuartizándolo con belfos sangrientos aún en el niño oscuro dormido en la cuna. En Yucatán, Fray Diego de Landa, el obispo franciscano, nos deja el mejor libro sobre los mayas de la época y al mismo tiempo se recuerda de Jiménez de Cisneros: va más allá de las cunas, al propio polen vivo de los Grandes Maestros Magos, y en 1561, en el auto de fe de Maní, saquea la miel de los panales de la estirpe y en inmensa pira la consume. Pedro de Alvarado, halcón sudoroso y sin fatiga, entró en la historia por las puertas del crimen, al mismo tiempo que alzaba

PÓLVORA Y FLECHAS

195

SU copa llena de armadas, ciudades y semillas. Las llamas de Gumarcaah reverberarán para siempre sobre su armadura. Disparado por el arco quiche, Tecum cruza un instante el cielo de Guatemala, el de una flecha amorosa. La sangre de Gumarcaah perdurará tanto como los relieves de las estelas de Copan y Quiriguá. Los hisopos de Landa mojan las cenizas de los códices, donde crepita nuestro gran dios emplumado. Don Pedro, barbas de sangre, con una relojería en el lugar del corazón, sin quitarse jamás la armadura con que nació, se pone de hinojos, mientras el padre Juan Godínez, en la primera misa, alza la hostia: don Pedro de Alvarado acaba de fundar la primera Capital del Reino de en Iximchée, CaGuatemala. Es el día 25 de julio del año 1524 día de pital de los Cakchiqueles, cerca de la actual Tecpán





,

Santiago.

He aquí a Pedro de Alvarado, Conquistador de Guatemala, de cuerpo entero y presente, dibujado por su propia mano en fragmentos de cartas suyas y en estas líneas del Obispo Marroquín, que bien le conocía. Desde Utatlán o Gumarcaah, capital de los quichés, aún calientes sus cenizas, Alvarado informa a Cortés el 11 de abril de 1524:

^

'

Y como conocí de ellos tener tan mala voluntad al servicio de su Majestad, y para el bien y sosiego de esta tierra, yo lo» quemé, y mandé quemar la ciudad y poner por los cimientos, porque es tan peligrosa y tan fuerte que más parece casa de ladrones que no de pobladores; y para buscarlos envié a la ciudad de Guatemala, que está a diez leguas de esta, a decirles y requerirles de parte de su Majestad que me enviasen gente de guerra, así para saber de ellos la voluntad que tenían como para atemorizar la tierra; y ella fue buena y dijo que la placía y para esto me envió cuatro mil hombres con los cuales y con los demás que yo tenía, hice una entrada, y los corrí y eché de toda su tierra. Y viendo el daño que se les hacía, me enviaron sus mensajeros, haciéndome saber cómo ya querían ser buenos, y si habían errado, que había sido por mandato de sus señores, y que siendo ellos vivos no osaban hacer otra cosa; y que pues ya ellos eran muertos, que me rogaban que los perdonase y yo les aseguré las vidas, y les mandé que viniesen a sus casas y poblasen la tierra como antes; los cuales lo han hecho así, y los tengo al presente en el estado que antes solían estar en servicio de su Majestad; y para más asegurar la tierra, solté dos hijos de los señores, a los cuales puse en la posesión de sus padres, y creo harán bien todo lo que convenga al servicio de su Majestad y al bien de esta tierra. Y cuanto toca a esto de la guerra, no hay más que decir al presente, sino que todos los que en la guerra se tomaron se herraron y se hicieron esclavos, de los cuales se dio el quinto de su Majestad al tesorero Baltasar de Mendoza; el cual quinto se ven-

EL VIENTO EN LA VELA

196 dio

en almoneda, para que más segura

esté

la

renta

de su

Ma-

jestad.*

Por carta del 27 de julio de 1536, Pedro de Alvarado se despide del Ayuntamiento de Guatemala, antes de embarcarse en Puerto Caballos para ir a entrevistarse con Carlos V. El Obispo de Guatemala, su amigo Francisco Marroquín, en uno de sus informes al Rey, retrata al Conquistador y sugiere medidas necesarias en el caso de que se autorice el regreso de Alvarado como Capitán General y Gobernador de Guatemala:

En lo que toca boluer la gouernación al adelantado, no quiero dar parecer: mas de que si V. M. fuere zeruido de la boluer, digo que «ea con aditamento que benga casado y que no pueda tomar mas de lo que tiene, y con algunas más adiciones que V. M. le pondrá, paresceme que haría buen gouernador; porque siendo casado, tendría respeto a que tenia de bibir y morir en ella y ainsi siempre procuraría aumentarla.'

A

como lo deseara el Obispo Marrocasado. Así lo comunica al Ayunviene quín, el Conquistador en Puerto Caballos el 4 de fechada cínica en carta tamiento abril

su vuelta de España,

de 1539: ... Y fíorque más particularmente vuestra mercedes sabréis del portador desta todo lo de mi jornada por no ser largo lo dejo de decir, y jxjrque placiendo a Nuestro Señor, nos veremos pronto. Solamente me queda decir que vengo casado, y Doña Beatriz está muy buena: trae veinte doncellas muy gentiles mujeres, hijas de Caballeros, y de muy buenos linajes; bien creo que es mercadería que no me quedara en la tienda nada, pagándomela bien, que de otra manera excusado es hablar de ello.'

mueren con Doña Beatriz, dad de Guatemala en 1541. Pedro de Alvarado fundó la primera

Estas doncellas

al

arruinarse la Ciu-

en Iximchée, Poco tiempo Volcán Agua, de junto a la faldas del las después fue trasladada a cerca Antigua. Gaspar, de San hacia Jorge Vieja, Ciudad actual noproclama así Pedro, de don la el 22 de hermano Alvarado, de concedió a la ciudad de Santiago de viembre de 1527. Carlos los Caballeros de Guatemala, el 28 de julio de 1523, el Escudo de capital

capital de los cakchiqueles, el 25 de julio de 1524.

V

Armas * Libro viejo de la fundación de Guatemala, Guatemala, 1934. (Edición de la Sociedad de Geografía e Historia.) » Cartas de Indias, Madrid, 1877, p. 412. • Libro viejo de la fundación de Guatemala y papeles relativos a D. Pedro de Alvarado, Guatemala, 1934. (Edición de la Sociedad de Geografía e Historia.)

PÓLVORA Y FLECHAS

197

y por la presente hacemos merced y señalamos que tenga por armas conoscidas un escudo hecho dos partes, de la mitad de medio arriba un sactiago a caballo armado en blanco con una espada desnudo en campo colorado, a cuya devoción fue edificada la dicha cibdad, y en la otra mitad de medio abaxo tres sierras altas, la de en medio que heche unas llama de fuego, e piedras de fuego que descuiden por ella, y las dos de las esquinas con una cruzes de oro, y unos arboles sembrados por ellas, en señal del esfuerzo y victoria de los xpianos tuvieron, después que ovieron ganado e descu...

sus

bierto las dichas peñas, debajo de las quales edificaron el dicho pueblo y cibdad, y por orla ocho veneras de oro en campo azul, en un escudo a tal como este ... *

Esta segunda Capital fue destruida en la noche del 10 de septiembre de 1541, por terremotos e inundaciones. De nuevo se estableció en el Valle de Panchoy y sus restos son la maravillosa Antigua Guatemala. Su fundación se considera, generalmente, a partir de la primera acta del Cabildo: 10 de marzo de 1543. Llegó a ser la tercera ciudad del Nuevo Mundo. Fue detenida en su apogeo por los terremotos de Santa Marta, el 29 de julio de 1773. La Capital se trasladó al Valle de la Ermita, la Nueva Guatemala de la Asunción. Su asiento actual se suele contar a partir del decreto de Carlos IH: 23 de mayo de 1776. De la primera Capital hay poca información. Por los Anales de los Cakchiqueles sabemos que los conquistadores abandonaron Iximchée en febrero de 1525 y que en mayo del propio año la incendiaron. La sublevación general fue en 1526, y la rendición de los cakchiqueles hasta 1530. Lucharon denodadamente y sufrieron lo indecible. El 1540, dos franciscanos. Fray Alonso Bustillo y Fray Diego de Alvaque, visitaron Iximchée:



escribe Vázquez en Cróllamada entonces Guatemala de los Indios la nica de la Provincia del Santísimo Nombre de Jesús de Guatemala hallaron yerma, de mucho tiempo despoblada, toda montuosa y sin gente que la habitase, aunque no dejaba de haber algunos indios como atalaya, escondidos en matorrales y bohíos, cercados de arboledas. Pasearon mucho rato por la ciudad viendo los edificios de mucha consecuencia, templo de gran suntuosidad, calles y casería a nivel, todo vestigio de lo que había sido y motivos de lástima p>or lo solitario que estaba todo aquel gran lugar.



Yo conocí a Pedro de Alvarado. Si no le hubiese conocido, podría hablar de él como se habla de un felino. En verdad, le recuerdo muy bien. El Inca Garcilaso de la Vega cuenta alguna anécdota de la juventud de don Pedro: intrepidez unida a pa*

en

el

de la Real Cédula creando Ciudad de Guatemala.

El original

Archivo de

la

el

escudo de

la

Ciudad

se

encuentra

EL VIENTO EN LA VELA

198 sión por la aventura la

y sed de hazañas, en donde

jactancia dejaron acre saborcillo.

Una

el

desplante y

larga viga horizontal

una de las torres de la Catedral de SeAlvarado, con otros cachorros, sueña proezas. América, recién descubierta, empieza a mostrarse a la luz fabulosamente. Alguien propone saber quién es el más ágil y temerario entre ellos. Deja la charla el joven pelirrojo y con la osadía de toda su vida recorre el madero y en la punta, rápidamente, da media vuelta. Guando los amigos recobran el habla, don Pedro hacia

sale

villa.

está

el

espacio en

Don Pedro de

ya en casa.

Años más tarde, la caminata sobre el vacío fue para él necepan cotidiano. La realizó de mil modos en tierra firme. Cuando le recuerdo en la matanza abominable de México; cuando le recuerdo grandioso de iniquidad y de coraje, cubierto de sangre y de sudor en la Noche Triste; cuando le recuerdo después del incendio de Gumarcaah, capital de los quichés, escribiendo como quien toma un poco de agua, atuzándose los bigotes, satisfesario

cho y taimado, doblando el pliego después de sacudir la arena, entonces, con todas esas imágenes, reconozco al tigre adolescente, Sevilla brillando a sus pies, y le veo caminando hasta la punta de la viga y dar la media vuelta rápida sobre el vacío. Alvarado nunca pisó tierra firme; cavó siempre un abismo bajo sus pies. Nunca parece generosa la elevación de su alma. Si como conquistador fue implacable, como colonizador fue peor. Nadie imaginó aventuras rapaces más grandiosas, ni se empeñó con mayor ahinco y osadía en ellas, sin que jamás le desanimaran contratiempos y reveses. Sin embargo, no le siento impulsado únicamente por codicia material, por frenesí ingobernable, sino por fiebre de gloria, que se encendía con su sed de oro. Su naturaleza no podía satisfacerse con botín alguno, porque su comple-

Y

se mentario alimento verdadero lo encontraba en la aventura. es aventurero porque no hay aventura que sacie. No era el triunfo lo que le fascinaba, sino la aventura misma. En el extremo de la viga, en la torre de la Catedral de Sevilla, no había premio o recompensa como en un árbol de cucaña. Buscaba jugarse la vida de una sola vez. Jamás le desilusionó el fracaso, porque el triunfo tampoco fue cabal secreto de su ambición. No ponía cera en sus oídos, ni se hacía atar al mástil, sino que se echaba al piélago para amar a las sirenas. Tenía que vivir sobre el filo de la espada, sin reposo, peligrosamente, para poder vivir. Provocó el peligro, lo cultivó hurgándolo, como a él la aventura le atizaba el fuego de sus entrañas amargas. El Nuevo Mundo se le venía encima: Sísifo, incansable y

PÓLVORA Y FLECHAS

199

con fatalidad de destino, empujando el peñón hacia que luego se le rodaba, para volver a la sin fin tarea de llevarlo a la cumbre que no se divisaba siquiera. Hartarse de oro y de poder, fundar naciones y ciudades, fueron aspectos de su ineludible pasión fundamental de hombre de presa. Al darle la mano, sentiremos siempre la rigidez fría de la manopla. Don Pedro queda en carne viva, como un marisco, al quitarle el carapacho de hierro. El rostro del Conquistador desaparece y se etersin

sosiego,

arriba,

niza el yelmo.

Le conocí mucho tiempo, mucho tiempo, por cerca de cinco Le recuerdo muy bien, aunque no recuerdo cómo reía. Detrás del yelmo, ni siquiera para causar pavor a los niños, nunca escapaba la risa. Y de su sonrisa ¡ni hablar! porque no se escusiglos.

cha sino que se ve. Bernal Díaz del Castillo le describe a la huida de México, en la Noche Triste, caminando a pie, cubierto de sangre, que el caballo se lo habían muerto, una lanza rota en la mano. Se deshumaniza y resurge como engendro desorbitado: es una armadura que avanza con la tizona ensangrentada en las manos. Si se hubiese registrado la armadura, se la habría encontrado deshabitada.

Nada podía aventura

—cara

detenerle.

Como una moneda,

o cruz

y



sirvió ciego

el

se

arrojaba en la le abranadie, y habría

fervor que

saba. Fue crudelísimo, intrépido y ambicioso como pasado hasta sobre su propio cadáver. Fue una armadura con el portentoso siglo xvi español adentro y su hierro, solicitado por mil imanes, no podía tener punto de reposo. A veces me recuerda, a pesar de su apuesta y gallarda estampa, jinete de pulida armadura sobre hermoso corcel, las mariposillas que se queman en la llamita de una vela cualquiera. Tal fue su muerte.

La Conquista hizo añicos la unidad de la vida indígena y vaporizó en numerosas comunidades y grupos dislocados entre sí. Hasta hoy, los guatemaltecos indígenas, por no ser dueños de la tierra, no constituyen propiamente un pueblo, sino una muchedumbre dispersa, con débil vinculación nacional. El Arzobispo García Peláez basándose muchas veces en Fray Franla





Ximénez en sus Memorias para el Antiguo Reyno de Guatemala, nos da abundantes noticias acerca del trato recibido: "no reservándose ni muchachos tiernos y los echaban a los barrancos del Río Grande a recoger granos de oro y donde continuaban ata-

cisco

,

reados, hambrientos y sin abrigo, miserablemente perecían". El pequeño número de españoles requirió el terror para dominar a los millares de nativos, siempre hostiles. La vasta empresa militar

EL VIENTO EN LA VELA

200

y eclesiástica se ocupó más en disputarse el botín de guerra que en estructurar una verdadera colonización. Vivieron una vida comodona, mientras indios y mestizos eran explotados por un feudalismo omnipotente y brutal. La explotación minera no parece haber sido muy importante en Guatemala. Recordemos, sin embargo, que Pedro de Alvarado hizo viajes a España y logró armar y equipar a dos grandes armadas en cinco años. La atención del conquistador y el encomendero se fijó en el campo y, sobre todo, en los hombres: esclavos y siervos. Organizaron una agricultura esclavista, sin preocuparse de mejorar la técnica, situación que prevalece hasta hoy. Lo que el Arzobispo García Peláez cuenta, transcribiéndonos un auto acordado el 2 de julio de 1548, de que los indios "recibiendo dineros adelantados e antes que cumpliesen el término por que se habían concertado, los dichos españoles los iban prendando con más dineros adelantados e otras cosas que les dan en precios, con las que hacían servicio como perpetuos esclavos, e se

mo

les

seguían otros inconvenientes", son sistemas tan actuales co-

entonces.

Durante derecho de

la

Colonia, la Iglesia es la rectora de la vida, brazo dominante que, al trasplantarse, toma reno-

la clase

vado vigor y da apoyo moral a

las depredaciones y ablanda la conciencia del indio. Las órdenes monásticas se disputan tierras, primacías, tributos, esclavos, impuestos, concesiones, negocios, industrias, enseñanzas. El dominio económico, político y social, en

Un todo divisible en dos ramas: el poder monárquico y el papal se expanden con gula sorbiendo los frutos del sudor del indio'. Se vivía bajo un cielo de hábitos y sotanas ensangrentadas que, sin embargo, daban una distinta y superior orientación a la conciencia indígena. Las Leyes de Burgos 27 de diciembre, 1512 fijaban en un peso el pago anual de los trabajadores. A veces se perforaba la sombra y surgía una estrella pálida en la tenebrosidad umbelífera Nuevas Leyes de Indias (Baruniversidad e celona, 1542) que se quedaban en el papel imprenta, de la Iglesia y para la Iglesia. El dominio de la Inquisición fue económico y no sólo cultural, como se le juzga superficialmente. Entreabrió, hasta donde le convino, las puertas a los competidores de los países ascendentes que habían apoyado la Reforma, y sostuvo el eclipse de la vida cultural en Hispanoamérica, como no lo ha sufrido ningún otro pueblo. Adelantados y encomenderos integraban otra pieza del mecanismo avasallador. Tal es la Colonia con sus mil iglesias y conventos, con sus mil palacios y casas señoriales alzándose sobre el barro indígena. El una palabra.





:





,

PÓLVORA Y FLECHAS

201

lujurioso pasa rezando por el atrio de la Catecabeza doblegada, viendo soslayadamente a las mozas la humildad tan pronto que cruzan su camino. Qué remota de los misioneros. La historia de la Colonia es este hervor de un caldo gordo de tiburones. Clérigos entre sí, conquistadores entre sí, entraron en disputas internas. El botín les dividía antes de cobrar la pieza. En los primeros años, las expediciones de los conquistadores tuvieron carácter individualista: ampliar sus tierras y el número de tributarios. La sociedad fue organizándose con más definición feudal que en la Metrópoli, si bien sus fundadores habían salido

monje ventrudo y

dral,

la





para escapar a tal opresión. En América volviéronse oprecon sed de dominio extremada y arrogancia inicua. "¡Dad al diablo tal tierra!; vamonos, pues no hay oro" asegura el padre Las Casas que exclamó Pedro de Alvarado en Cuscatlán. Recuerda Las Casas, en su Brevísima relación de la destrucción de fundador de la nueva nacionalidad, las Indias, que Alvarado exterminó cerca de inhumano padrastro de la patria futura cuatro o cinco millones de indígenas en 15 ó 16 años, de 1524 a 1540. Empero, sería elemental torpeza simplificar la Conquista y la colonización sin apreciar los numerosos matices, llenos de grandeza, que la complejidad de España nos dio para siempre. El alma nuestra es la del Quijote y la de los creadores del calendario que se embriagaron con la música de las estrellas y el alma de los héroes sin nombre vueltos maestros magos por el mito. Alvarado fue de las figuras decisivas por su ambición y su ímpetu. Y así lo evoca Bernal Díaz, aunque sonría en la distancia afirmándonos que "el éxito de la Conquista, después de Dios, se debe a los caballos". Desde el principio, las clases se perfilaron cortadas a tajo. Poco logró el preclaro dominico en la lucha por hacer compatibles los beneficios de la cultura que él encarnaba, con una explotación necesaria para que las colonizaciones no sólo fuesen costeables, sino pingües negocios. La lucha de clases no cesó de manifestarse en la pugna de criollos contra peninsulares, no obstante que ambos grupos pesaban sobre los mestizos y el país entero sobre el indio y negros esclavos. Y, preferentemente, manifestábase en la resistencia indígena. Esta pirámide social, por sus conmociones, fue volcánica. La rebeldía, constante hasta hoy, comprueba que el indígena jamás se ha considerado vencido. Tecum no reposó desde que arribaron los invasores hasta el día en que murió combatiendo. El héroe quiche cayó cubierto de esplendor, plumas y gloria. Pelearon a sabiendas de que el poderoso imperio de Moctezuma hade

ella

sores,





EL VIENTO EN LA VELA

202

bía sucumbido. Los itzaes, en

el lago de Petén-Itzá, la última enindependiente, son dominados por Martín de Ursúa en 1697, cerca de ciento ochenta años después de la llegada de los españoles. El 14 de marzo de ese año, en nombre del rey, se hizo la toma de posesión. Grupos de lacandones aún viven

tidad política

maya

en regiones fronterizas entre Guatemala y México. Se están acabando: se derrotaron solos. Otros grupos también se hallan aislados, al margen de la vida, "como un cuerpo extraño no digerido", según Sarmiento. La Colonia y la nueva vida independiente se ensangrentaron con levantamientos o motines, hartos los indígenas de pagar tributos, de sufrir afrentas y miserias. Conquistadores y colonizadores, a pesar de leyes y protestas de algunas autoridades civiles y contados y excepcionales religiosos o misioneros, mantuvieron al indio desposeído de todo lo de su mundo milenario, sin respeto de ninguna clase, en la más completa sumisión. Para él tampoco fueron alivio los cimientos materiales de la nueva nacionalidad: herramientas, los nuevos cultivos, las naranjas que trajo Bemal Díaz del Castillo, los animales domésticos, las bestias de carga, la rueda y el arado. Nuestros pueblos y sus problemas son continuación eslabonada de la evolución lenta de aquel feudalismo.

En las colonias, España quiso penetrar con la catequización, valiéndose de las lenguas indígenas. Esto, asimismo, contribuyó a la supervivencia de las propias lenguas. El indio ha sido toda nuestra vida: ... los trabajos a que se les obliga, enviándolos a los Alcaldes Mayores en partidas con nombres de repartimientos a las haciendas de los que piden para sus labores, y a los que deben dárselas con arreglo a las leyes: la conducción sobre sus espaldas, de cargas pertenecientes a los mismos alcaldes mayores, curas y particulares de la clase de blancos, de unos parajes a otros: la composición de caminos, la construcción de edificios, templos y casas, bajo la dirección de los maestros arquitectos o albañiles, y en fin, todo lo que es servicio penoso y molesto, está reservado para esta gente en todo el reino de Guatemala, Ellos son el descanso de las demás clases sin exclusión: ellos son los que nos alimentan, surtiéndonos de lo necesario y de regalo, al paso que ellos son tan parcos y frugales que casi nada comen de sustancia. si los indios trabajan como queda insinuado, las indias hacen lo propio al tanto y tal vez más: hasta los indezuelos trabajan, pues apenas tienen alguna solidez en sus piernecitas, cuando van con sus madres al monte a recoger palitos para el fuego, y a renglón seguido caminan ya con sus padres jornadas largas con sus carguitas

Y

proporcionadas a cuestas.' • Informe al Real Consulado de Comercio, presentado en 1808 por Don Juan Antonio de Aqueche y Don Anselmo Quiroz, incluido en Los indios, su historia y su

PÓLVOR.\ Y FLECHAS

203

Las sublevaciones por la tierra, contra el encomendero, nuesaún poco estudiadas, han sido frecuentes y sangrientas. La Conquita y la colonización, en los primeros lustros, se hizo con la emigración legal, alentada por la Corona, de los peores delincuentes, "aventureros procaces y sublimes: al choque de las circunstancias, uno de aquellos hombres podía ser un corsario decía Justo Sierra o el fundador de un reino". La Real Provisión de 30 de abril de 1492 concedía amplio indulto a los criminales que emigrasen con Colón. España hacía limpia de esta ralea de galeras, como lo demuestra la Real Cédula de 22 de junio de 1497: tro abuelo,





todos e cualesquer personas varones que hubieren cometido cualesquer muertes o feridas e otros cualesquer delitos de cualquier natura e calidad que sean, ecepto de heregia que fueren a servir a la Isla Española los que merescieren otra pena menor que no sea muerte, aunque sea perdimento de miembro, por un año, sean perdonados cualquier crímenes e delitos e de cualquier manera e calidad e gravedad que sean, que hobieren fecho o cometido hasta el día de publicación desta Nuestra Carta.' .

.

.

.

.

.

Fernández de Oviedo hace referencias a

estos primeros colo-

nizadores que nos recuerdan los envíos de galeotes a las

Gua-

Hasta 1548 no se dispuso lo contrario, buscando que los que viniesen no fuesen infames, ni sospechosos a la fe. La generalización sería equivocada, porque aventureros, empleados, parientes de criollos, sin sangre en las manos, también se embarcaron para yanas.'^

el

Nuevo Mundo. No

mente

En

las

todos los primeros pobladores eran propia-

o hidalgos de piadosas costumbres morigeradas. Relación, Hernán Cortés especifica: de Cartas

asesinos

... es notorio que la más cantidad de gente que acá pasa, son de baja manera y suerte, y viciosos de diversos vicios y pecados, y si a estos tales se les diese licencia de andar por los pueblos de los indios, antes, por nuestros i>ecados, se convertirían los indios a sus vicios, que los atraerían los españoles a virtud.

Los testimonios de que el alud de clérigos no estaba lejos de parecerse a la exportación legal de pillos que auspiciaba la Corona son aún más abundantes y fehacientes que los que trapor Antonio Batres temala, 1893, pp. 122-124.) civilización

Jáuregui.

(Establecimiento Tipográfico

La Unión,

Giia-

• Colección de documentos inéditos relativos al descubrimiento, conquista y colonización de las posesiones españolas en América y Oceanía, Madrid, 1864-84 (42 Vols.), Vol. 38, p. 288. Historia general y natural de las Indias, Islas y tierra firme del Mar Océano, Madrid, 1851-55 (4 Vok.), Vol. 1, p. 64. ''

204

EL VIENTO EN LA VELA *

tan de soldados y puros aventureros. Los cronistas fueron gos en su mayor parte y nos dejaron innumerables

cléri-

documentos

probatorios. Fray Ángel de Valencia y otros franciscanos, al dirial Emperador en 1553, pedían que los clérigos de Indias "sean axaminados, visitados y corregidos, porque una de las mayores pestilencias que padece la doctrina de Cristo

girse

es

mayor parte de

de

la

la

los clérigos"'.^

Cortés, en 1524, mientras se llevaba a término la conquista de Guatemala, señala ya la conducta de clérigos y demás religiosos (carta a Carlos V, de 3 de octubre de 1524), que disponían de los bienes de la Iglesia ... en pompas y otros vicios y en dejar mayorazgos a sus hijos o parientes, y que si los indios los viesen usar de los vicios y profanidades que agora en nuestros tiempos en esos Reynos usan sería .

.

.

tan grande daño que no aprovecharían ninguna otra predicación que les hiciese.

G. Fernández de Oviedo explica sus costumbres disolutas: Parésceles [a los Fraylesj que esta lexos el Papa y que en otras partes se ha usado casarse los clérigos que acá, que auemos

menester gente para poblar estas tierras, que todo se ha de disimular y tolerar. Y si ello fuere disimulado y oculto, menos mal sería y pasarían las hijas por sobrinas ...

V

Es la España del xvi, de Carlos y Felipe II, cuya voluntad "fue hacer del mundo el cuerpo de su Estado y de su Estado el cuerpo de Cristo",» y si en los años de oro así se comportó la Iglesia en apogeo, ¿qué decir de la Iglesia en el siglo xvii hasta los

en

años más próximos? Las palabras de Santo Toribio Mogrovejo, Concilio de Lima (1583), son memorables:

el III

Y

a los curas y a otros mynistros eclesiásticos manda muy deveras que se acuerden que son pastores y no carniceros, porque es cierto cosa muy fea que los Ministros del Dios se hagan verdugos de

los yndios.^"

Gabriel Fernández de Villalobos, Marqués de Barinas,

es-

cribía al Rey: .

.

.

uno de

los

mayores daños que padecen las Indias y que más el excesivo número que hay de conventos de

necesita de remedio es

» Nueva Colección de documentos para la historia de México, publicada por García Icazbalceta, México, 1886-92 (5 vol.), vol. I, p. 217. » Waldo Frank, España Virgen. *° J"f" Comas, "La cristianización y educación del indio desde 1492 hasta nuestros días", América Indígena, vx)I. xi, núm. 3. julio de 1951, México, D. F., p. 227.

J.

PÓLVORA V FLECHAS

205

ha af)oderado de la mayor parte y haciendas, habiendo ciudad donde de las cuatro partes de las tres son rentas y bienes eclesiásticos originándose de este

religiosos y

de

religiosas, p)orque se

mexor de

lo

desorden

la

las

despoblación..."

Miguel de Cervantes, en La Refugio y amparo de

Gitanilla, dijo

de América:

desesperados de España, iglesia de

los

los

alzados, salvoconducto de los homicidas, pala y cubierta de los jugadores a quien llaman ciertos [fulleros] los peritos en el arte, aña-

gaza general de mujeres libres; engaño

común de muchos y remedio

de pocos.

vivió en

Tomás Gage, que en el segundo cuarto del siglo xvii Guatemala, nos cuenta la vida de los clérigos. Las pá-

ginas de

Gage parecen

El padre

escritas

hoy:

Esto es sin contar lo que ya he dicho de las imágenes de

los

santos que dependen de las iglesias, que producen continuamente al cura dinero, gallinas, cirios y otras ofrendas. De manera que la renta que yo tenía en estos dos pueblos no era poco considerable porque había diez y ocho imágenes de santos en Mixco y veinte en Pinola, que

me

producían cuatro escudos cada una el día de su fiesta, por la misa, sermón y hacer la procesión; a más de éstos las gallinas, pavos, cacao y las ofrendas que ponían delante de los santos, que valían por lo menos tres escudos en cada fiesta, y producían cada año más de dosel

cientos sesenta y seis escudos.

Más adelante, el padre Gage, que había escandalizado a la horrorosa clausura intelectual de la Universidad sosteniendo que la Virgen había sido concebida en pecado original, nos dice que prefirió no romperse la cabeza en cuestiones de teología y buscar su provecho.





se puede ver escribe Gage cómo un religioso que beneficio en América, puede vivir ahí con cuatro o cinco mil libras de renta sin costarle nada el vino y el vestido; además tiene los regalos de gallinas y el precio de la carne tan bajo que se com-

Por aquí

tiene

un

pran trece

libras por dos sueldos seis dineros: con esto tiene con qué comprar muías, tapicería, cuadros, adornar salas y aun llenarlas de pistolas y piezas de a ocho para negociar en Madrid, y obtener en seguida un buen obispado como lo hace la mayor parte."

divertirse,

Los testimonios contemporáneos son muy numerosos. Recogemos estos dos de historiadores eclesiásticos. Su palabra no puede **

Historia,

Vaticinios

Madrid,

de

la

pérdida de las Indias, t. xii, pp. 34-35, Real Academia de (Colección de Documentos de Ultramar.)

1885-1899.

Tomas Gage, Los viajes de Tomás Gage en la Nueva España (Parte tercera de dicha obra, que se refiere íntegramente a Guatemala.) Biblioteca de Cultura Popular 20 de octubre, vol. 7, cap. xx, p. 89, Guatemala, 1950. *'

EL VIENTO EN LA VELA

206

modo

alguno, apasionada. El padre Cuevas (Historia en México j 1921) afirma: En 1521 Sevilla estaba llena de toda clase de aventureros, judíos, haraganes, granujas" que luego embarcaban hacia la Nueva España "por las buenas o por las malas". El padre Constantino Bay-

parecer, en

de

la Iglesia

le

publica durante

el

"imperial" gobierno de Francisco Franco:

mandatos reales y desacatadores de la voz episcopal eran la gavilla de bandoleros gobernantes en Nueva Es'Los transgresores de los

Hibueras." ^^ Los funcionarios nombrados por el Rey venían a desempeñar cargos que habían comprado y ello explica el constante abuso administrativo. De lo más extraordinario a fines del xvi, fue la venta

paña, mientras Cortés anduvo a

de

las

las

bulas de Santa Cruzada con las cuales el comprador se

garantizaba favores divinos antes de morir y después de la muerte. también se negociaban bulas para difuntos, cuyos deudos suponían que las necesitaban por encontrarse en aprietos en ul-

Y

tratumba. Fray Bartolomé de Las Casas y otros religiosos protegieron a los indios porque encamaron la filosofía cristiana como humanistas del Renacimiento y se enfrentaron a la negación de la misma: la Iglesia en todas sus formas de clericalismo, interviniendo en los asuntos públicos para defender privilegios. No pudieron crear sino una fachada ya que la esclavitud, más que una cuestión moral y de principio, fue siempre una preponderante realidad económica determinada por la explotación y las necesidades coloniales de la Iglesia y el Imperio. La Iglesia trajo la esclavitud, la utilizó y la defendió siempre; más tarde, defendió el absolutismo monárquico y otras iniquidades que no viene el caso enumerar. Las Casas fue la figura formidable en la protección de los indedios. Ninguno tuvo su ardiente militancia. "Los indios son lo que fuimos en España antes que nos convirtiesen los discía cípulos de Santiago y un harto mejores en esto y más aparejados para recibir la fe que nosotros". La lucha de Las Casas, Quijote admirable, sitúase más allá de la historia y la literatura. Fue la conciencia de la humanidad, la nueva moral que originó con Francisco de Vitoria el derecho de gentes, alzándose sobre la cruz y la espada de Felipe II, torvas y ensangrentadas. Se le consideró





" El Protector de Indios, Sevilla, 1945, p. 36. Citado por Juan Comas: "Reivindicación del indio y lo indio; la "cristianización" y "educación" del indio desde 1492 hasta nuestros días; la realidad del trato dado a los indígenas de América entre los siglos XV y xx". Ensayos publicados, respectivamente, en los números 2, 3 y 4 de América Indígena, órgano trimestral del Instituto Indigenista Interamericano, vol. xi, México, 1951.

PÓLVORA Y FLECHAS ci

207

Anticristo y vivió con peligro de ser muerto, amenazado por encomederos. Su obra llena una época. El Papa Pa-

clérigos y

blo III, en 1537, proclamó que los indígenas "son hombres de verdad", condenó la esclavitud y ordenó que en manera alguna podían ser desposeídos. Fray Bartolomé de Las Casas se hacía oír porque servía a la Iglesia para defenderse de las acusaciones

de la Reforma que desarrollábase irresistiblemente y la criticaba por su participación y ganancias con la esclavitud. El fracaso de la moral cristiana era palmario y sólo el talento de Ginés de Sepúlveda pudo opacar la resonancia de la encendida voz de Las Gasas, viva aún en nuestros días en algunos aspectos. El mundo leyó, en varios idiomas, las acusaciones del dominico. "Su efecto afirma John Howard Lawson , que su fue tan devastador obra maestra Apologética historia de las Indias, se desconoció por más de tres centurias. El Hbro completo, en 900 páginas en folio, no se publicó hasta 1909." ^^ La rivalidad de las poderosas órdenes





franciscana y dominica contribuyó para que Fray Bartolomé tuviese el apoyo de la suya, lo cual no significa que los dominicos hayan sido defensores de los oprimidos. Los "Ganes del Señor" con Torquemada, muerto en 1498 establecieron en España



absolutismo católico por medio de la Inquisición. Las Gasas también fue escuchado por la situación interna que necesitaba de el

crisis que estalló, más tarde, en de los Gomuneros. Financiado por Francisco Marroquín, primer Obispo de Guatemala, se halla Las Gasas en España a fines de 1539, librando su batalla con el fervor de un iluminado. Denuncia las condiciones imperantes en Guatemala y Honduras. Fray Bartolomé de Las Gasas logra la promulgación de las Nuevas Leyes en Barcelona, el 20 de noviembre de 1542. Es uno de sus triunfos, aunque su cumplimiento, nunca alcanzado, constituya la lucha del resto de su vida. Se había legislado en el aire. Si se acatan las leyes, no hay Golonia: ¿Gomo cumplirlas sin cambiar los cimientos feudales? No era pedir peras al olmo, sino relojes. La furia española en América era la misma que en Europa, desplegada en nombre de Gristo contra los protestantes, se alumbraba con las hogueras de la Inquisición. Y combatía hasta contra la Iglesia: las fuerzas de Garlos V, mandadas por el Condestable de Borbón, saquean y asuelan a Roma, como Gortés a Tenochtitlán y Alvarado a Gumarcaah, y hace prisionero de guerra al Pontífice Clemente VIL Las Gasas, por encima de la ideolo-

las

dos órdenes para encarar la

la revuelta

"

—segunda

John Howard Lawson, The Hidden Heritage, The Citadel edición, 1951



,

p. 183.

Press,

Nue\-B York

EL VIENTO EN LA VELA

208

gía de la época, aplicó un criterio ético y humano que condenaba la posición de la Corona y el clero. Su dramático grito lo lanzó

a los siglos y vive en la polémica con Ginés de Sepúlveda, Bartolomé Frías, Albornoz y otros. Esta conciencia escindida (como en España: la España negra y la quijotesca) prolonga su batalla en nuestra sangre, confusa y denodadamente. Nos sentimos desbordados de incoherencias y pasmos que sobrepasan nuestra lucidez. El concepto de patria se construye hasta en. las contradicciones y aparente falta de tierra firme. Un concepto de patria como dice Figueiredo se traduce en "sentimiento de unidad moral, pasado vivido en común ^^ y proyección para un programa común de futuro". Tenemos que ver la Colonia con el equilibrio que da la perspectiva histórica y la orientación creada por nueva conciencia social, lejos de la pasión de exaltar lo vernáculo para negar la epopeya española o exaltar el imperial hispanismo racista para negar lo indígena. José Vasconcelos, años después de su ingente labor en la Secretaría de Educación Pública de México, afirmará en el Ulises criollo que los españoles nada destruyeron en América porque nada había digno de conservarse ( ) Esta imagen de la Colonia proviene de la verdad histórica y de la antropología social contemporánea. No es sólo una protesta contra la injusticia del coloniaje, contra la obra de la Iglesia y los encomenderos. El indigenismo ha tomado rumbo más preciso, sin pasión infantil por blanquear la leyenda negra o tiznar la leyenda blanca. El verdadero defensor de los indígenas de Guatemala de ayer fue Tecum, y no el Obispo Marroquín: Tecum encarna una verdad guatemalteca y en su muerte se perpetúa la gloria de su sangre. La lucha del padre Las Casas, basada en "caridad cristiana" o en la filosofía tomista, pertenece al pasado. El "proviejo eufemismo es básico en América y exblema indígena" traordinario en un pueblo como el nuestro: lo seguiremos a grandes rasgos desde la Conquista hasta hoy. Considerarlo por separado es equivocación: sencillamente, es el problema de Guatemala. Los gobiernos han confirmado históricamente su bondad según lo han comprendido. La dictadura republicana de la vida independiente ignoró su magnitud. Sostuvo y sostiene una supervivencia colonial en beneficio de una casta de grandes propietarios y monopolios extranjeros, servidos por un pretorianismo y un clericalismo parasitarios y endémicos. Existe ya la certeza de que la cuestión no admite soluciones parciales, tibias y periféricas. Y por





¡





1944.

Fidelino

de

Figueiredo,

!



Las dos Españas,

Ediciones

de

San Ángel,

México,

PÓLVORA Y FLECHAS

209

encima del fragor de las dos Españas, la España negra y la quiel choque de lo indígena con ambas, fugándose a veces con una de ellas, sin que deje de advertirse la cicatriz de origen. Por falta de más vasta indagación, su luz no clarifica aún el trasfondo de nuestra vida. Siento los dibujos sucesivos que buscan la minuciosidad del perfil y se aproximan a él sin que lo capten cabalmente por la jotesca,

movilidad e imprecisión de su línea zigzagueante de sismógrafo. el enfoque económico, Guatemala, enmarañada y sombría, se precisa con más nitidez. Así nos cercioramos de que entramos en el siglo xx con la destruida Revolución dje Octubre de 1944. Medio siglo de atraso.

Con

EL LABERINTO Nuestra patria, la Patria Grande, el antiguo Reino de Guatemala, tenía una extensión considerable y la posibilidad de un desarrollo como cualquiera de las naciones mayores del Continente. Sus fronteras se extendían desde México hasta Colombia, antes de haber sido descuartizada por guerras fratricidas. Con la fragmentación que originó las cinco pequeñas Repúblicas de Centro América, con la pérdida de Chiapas y Soconusco Belice en manos de los ingleses nuestros pueblos retardaron su ascenso y empobrecieron su futuro. La Constitución federal de las Provincias Unidas de Centro América, promulgada el 22 de noviembre de 1824, nunca reconoció la pérdida de esa provincia, después de abolido el imperio de Agustín de Iturbide, cuando se funda la República Mexicana, y al hablar de su división en cinco Estados se dice: "La provincia de Chiapas se tendrá por Estado de la Federación cuando libremente se una." La Capitanía General de Guatemala abarcaba las provincias de Guatemala, la Intendencia de Chiapas, formada por los partidos de Soconusco, Tuxtla y Ciudad Real; la Intendencia de El Salvador, con los partidos de San Salvador, Santa Ana, San Vicente y San Miguel; la Intendencia de Honduras, que comprendía los partidos de Comayagua, Gracias a Dios y Tegucigalpa; la Intendencia de Nicaragua, que comprendía los partidos de León, Subtiaba, Realejo, Matagalpa y Nicoya y el Gobierno de Costa Rica, con capital en Cartago. La población del Estado de Guatemala, después de la separación de Chiapas como lo recuerda Montúfar y Coronado apenas pasaba de medio millón de habitantes, según cálculos hechos en 1825 de censos de diversas épocas. Hacia los años de la independencia, la República Federal Provincias Unidas del Centro de América , posiblemente, contaba con dos millones de habitantes. Los datos de Hasell y los de Humboldt señalan cifra menor. Domingo Juarros, fundándose en el censo de 1778, corregido por el de 1796, estima aumento cuantioso. Los españoles impulsaron la minería en el reino de Guatemala, que fue una capitanía general independiente bajo el sistema colonial. Se fomentó la agricultura: el cacao, el añil y la grana, ésta a principios del xix, bajo el gobierno de uno de los últimos capitanes generales, José Bustamante y Guerra. La tierra estaba en manos de la Iglesia, del gobierno y de los latifundistas. Casi













210

EL LABERINTO

no había pequeños

De mediados



iny quienes la trabajaban carecían de tierras propias. Los produc-

propietarios,

dios, esclavos, mestizos

tos se llevaban a

211



España a cambio de mercadería manufacturada.

del xvi a fines del xviii, las flotas españolas venían

a Santo Domingo y

allí se dividían hacia Veracruz y hacia Puery Portobello. Las colonias no podían negociar con otras naciones y se les imponía las empresas que debían crear en beneficio de la agricultura, la industria y el comercio de la metrópoli. Además, buena parte de las rentas públicas se empleaban mal en Guatemala o se enviaban al Rey, esquilmando al país. Mientras la España feudal de la contrarreforma se estancaba, Inglaterra ascendía con un pensamiento avanzado, campeona del liberalismo y el protestantismo, hasta engendrar la burguesía capitalista que, con su economía tan superior a la España feudalizada, influyó pronto para echar por tierra al Imperio español. La época había cambiado: España, no. En las colonias, se intensificaron las contradicciones con la poderosa intervención de Inglaterra en el comercio mundial. Los ingleses lograron en Asia abastecimientos de añil para su naciente industria de tejidos que causa una revolución económica. El añil guatemalteco cayó casi por completo y empezó el desarrollo de la grana. Mientras tanto, la metrópoli se empobrece, viene a menos. El Imperio es un gran desván de antiguallas. Aparte del añil que se desarrolla en el xvir y declina a el mejor que mediados del xviii y ocupa su puesto la cochinilla se conocía en la -época, se cultivaba el cacao en gran abundancia, nuestros primeros artículos de exportación, tabaco, caña de azúcar, maíz y frijol, vainilla, bálsamo, algodón (conocido con el nombre de bálsamo del Perú), maderas, café. El trigo vino de México en 1529, en las alforjas del franciscano Benito de Villaseñor. El ganado vacuno no llegó hasta 1530. El gobernador López de Gerrato abrió algunos caminos y envió las primeras recuas (orden del Rey, junio de 1549) que principiaron a transitar nuestra fraapenas gosa naturaleza.^ Se exportaba plata, sacada en recuas se hicieron caminos a Veracruz y otros puertos. En 1733, se funda la Casa de Moneda y se acuña moneda de plata con la efigie de Felipe V. Entonces se hizo notoria la escasa producción de este metal. La industria textil tuvo importancia. El ganado prosperó en Honduras y Nicaragua. La comunicación interoceánica por Nicaragua, para el desarrollo del Imperio, preocupó ya a Garlos V y Felipe II. Nuestros estadistas, desde los primeros años de

to Caballos









^ Valentín Solórzano mala, México, 1947. p. 56.

Fernández,

,

Historia

de

la

evolución

económica de Cuate'

EL VIENTO EN LA VELA

212

ello, cuando terminó el privique obligaba a las colonias a un

vida independiente, se fijaron en legio exclusivo

de

la metró¡x)li

comercio prohibitivo y restrictivo. El aguardiente de caña al principio estuvo prohibido para los indígenas, que pagaban impuestos sobre la chicha, bebida precolombina de maíz y jocotes fermentados con panela, jengibre y cordoncillo. Los diezmos, los quintos de metales, las alcabalas, el almojarifazgo, espKjHos, correos, el papel sellado y los ramos estancados de |>ólvora, tabaco, naip>es, aguardientes, constituían algunas otras de las rentas. Desde la Colonia, muy tempranamente, las necesidades de las rentas extendieron la embriaguez como fuente mayor para el erario público. El padre Tomás Gage, dominico de origen irlandés, viajero y residente en tierras de Guatemala y México por los años de 1625 a 1637, se lamenta de los desastres que causa el alcohol. La situación sigue igual o ha empeorado. Se conoce mal nuestra historia económica desde la Colonia hasta la fecha. Nuestra historia, en todas sus ramas, está por escribirse. Centroamérica atrajo la atención europea, especialmente de Inglaterra y de los ascendentes Estados Unidos, para construir un canal interoceánico u otra comunicación, como la del ferrocarril de Honduras estudiada por E. G. Squier, Encargado de Negocios de los Estados Unidos, hace unos cien años o por la posibilidad de dominar regiones mediante atracos imperialistas. Alejandro de Humboldt se preocupa de la comunicación interoceánica en Historia política del reyno de la Nueva España. El propio Squier publicó, por órdenes del Senado (documento 431951), una memoria sobre las dificultades entre El Salvador y la Gran Bretaña. El primer Congreso Federal de Centroamérica, bajo la presidencia del doctor Mariano Gálvez, dispone la apertura del canal interoceánico (16 de junio, 1825) en el Estado de Nicaragua. Mariano Gálvez ordenó un mapa de Guatemala a Alejandro Marure, que fue publicado en 1823. Según E. G. Squier, no encontró ningún otro mapa, que mereciese tal nombre, en Centro América. (La influencia inglesa dominaba en Guatemala. La batalla de La Arada, 2 de febrero de 1851, fue en gran parte el choque de los imperialismos desgarradores de Centro América: Estados Unidos con la coalición de Honduras y El Salvador; Guatemala, la vencedora, con Rafael Carrera, sacando las castañas para In-





,

glaterra.)

De la Constitución española de 1812, decretada por las Corarrancan los partidos tradicionales: liberal y conservador. Esta Constitución suprimió la inquisición en América, la venta de

tes,

EL LABERINTO

213

puestos del Ayuntamiento y estableció algunas mejoras económicas, políticas y sociales. Con motivo de elecciones populares para dipu-

tados municipales, se abolió

por

el

pago de

el

pago de

los reales tributos-

los tributos. El malestar y otras causas de carácter clara-

mente clasistas, sumadas a condiciones internacionales y motivaciones ideológicas, contaron poderosamente, en la lucha por la emancipación de América, en la cual participaron todas las clases soLos tributos, el mayor ingreso de la Corona, los pagaron, en efectivo y en especie, todos los indígenas sin excepción, de 18 a 60 años, y en algunas épocas hasta los niños de uno y otro sexos, como lo señalan los Anales de los Cakchiqueles. Las Cortes de Cádiz en 1811 abolieron los tributos; y restableciéronse en 1814, al volver al trono Fernando VII, y se abolieron de nuevo al jurar la Constitución de 1820. Los criollos no tenían todos los derechos y eran discriminados por los peninsulares. Ocupaban puestos de segundo orden, como verdaderos colonos, no como ciudadanos. La emancipación ciales.

política

que

conjugaba

los intereses

de liberales y conservadores. Aun-

sus divergencias fuesen hondas, hallábanse ligados por

una

situación privilegiada sobre indígenas y mestizos. La independencia de los Estados Unidos influyó capitalmente porque no asus-

—no



así la Revolución Francesa en sus creenen sus conceptos de propiedad y organización social; el odio a la inquisición y la lectura de precursores de la Revolución Francesa y la Revolución misma; la invasión de España por Napoleón I y las luchas contra Inglaterra y la decadencia interna debilitaron al Imperio español en Europa y minaron su hegemonía en América. En nuestra independencia, el pueblo se enardeció con los mismos anhelos de los hermanos que empuñaron las armas. Que la sangre no haya corrido no cambia las bases ideológicas revolucionarias como parte del gigantesco movimiento en todo el continente. El retrato de Pedro de Alvarado fue descolgado de la sala del Cabildo y arrastrado por las calles de la Plaza Mayor. Los indígenas eslabonaron su historia con las primeras páginas al llegar los conquistadores: Manuel Tot y muchos otros. Y Lucas Aguilar y Atanasio Tzul, sublevando el antiguo se-

taba a

los criollos

cias religiosas, ni

ñorío quiche.

Entre

los liberales

militaron criollos, así

como

mestizos de la

pequeña burguesía y pocos indígenas. Sus candidatos en las elecciones de 1812, para la diputación provincial y para la municipal, fueron independientes. Contra estos grupos, que vivían la pasión de terminar la época colonial (al lado, en México, el Padre Hidalgo, que había ido a la lucha desde el 16 de septiem-

EL VIENTO EN LA VELA

214

bre de 1810, hizo estremecerse entre nosotros hasta las hojas de roble y de laurel bordadas en las casacas de los funcionarios coloniales), se organizaron los conservadores, con la llamada aristocracia y el clero, muchos de ellos- partidarios de la independencia.

En los asuntos eclesiásticos, desde fines del siglo xvi, la disputa entre nativos y españoles alcanzó proporciones graves. Un solo obispo guatemalteco hubo durante la Colonia.- El Papa Urbano VII (Bula de 2 de septiembre de 1622) sancionó la prácde alternativas que obligaba a peninsulares y criopor turnos. La licenciosa vida conventual y los intereses que mediaban originaron reyertas que ensangrentaron hasta las baldosas de las iglesias.^ Todos los conventos acumularon enormes bienes y riquezas: fueron los prestamistas y banqueros de la Colonia. Algunos criollos y mestizos se apzisionan por el Liberalismo tica del sistema llos

a ejercer

las prelacias

ilustrado, las ideas positivistas, el nacionalismo, hasta originar cla-



inmensa mayoría de los guara noción de patria. El indígena no podía tener la revelación de la independencia. temaltecos



Continuaba la vieja pesadilla. La nación no existe para el indígena de la misma manera que para el criollo y el mestizo. Libertad, democracia, emancipación política, cristianismo, son palabras de reconocida oquedad para él. Desde la Conquista, siempre ha sido un desterrado en su patria. No pertenece a una colectividad de individuos ligados por comunidad de lengua, economía, creencias, aspiraciones y recuerdos compartidos y la voluntad de crear bajo el mismo cielo, regidos por las mismas leyes que se han dado ellos mismos y que pueden modificar con libertad. El asaltante se posesionó de todo, a sangre y fuego, y el dueño legítimo fue esclavizado bajo la unción de»Jos hisopos. En la época de nuestra independencia de hip^ña., la conciencia de que el indio es el meollo de nuestro pueblo apenas si se insinuaba. La nación pensaba en él como fuerza animal. Tardíamente y sin mayor apoyo, dejó de ser bosque, y le entrevio como humanidad la indignación liberal que ardió en unos cuantos con resonancias de La marsellesa. Frente a esta corriente, sin bases organizadas, que decidió los progresos más notables del xix, hallábanse

y

los

conservadores:

tradicionalista, *

Ramón

A.

Salazar,

Biblioteca de Cultura Popular Pública, Guatemala, 1952.

Mariano

Agustín Gómez Carrillo, Nacional, 1895, 1897, 1905 Milla en dos tomos). '

grafía

de

Historia (t.

III,

de

la

religioso, fueros

(Hombres

Áycinena

20 de Octubre, vol.

escolástica

terrateniente,

aristocracia

amurallada en su orden

22,

p.

11.

de

la

y

Independencia),

Ministerio de Educación

América Central, Guatemala,

IV y V,

pri-

continuación

de

la

Tipoobra de José

EL LABERINTO

215

vilegios sancionados por la ley, religión única y una Iglesia cargada de riquezas y poder político, metida hasta en la sopa para sostener una estructura de casta. El Arzobispo Ramón Casáus y Torres llegó a México, en donde había calumniado a los insurgentes, en especial al Padre Hidalgo. El Cura de Dolores se defendió magníficamente: "Abrid los ojos americanos, no os dejéis seducir por vuestros enemigos; ellos no son católicos sino por política: su Dios es el dinero y las conminaciones sólo tienen por objeto la opresión." En Guatemala también se excomulgó a los patriotas por "conspirar pública o privadamente contra la Monarquía Española", considerándoles "enemigos del Altar, la Patria y del Trono Católico de España e Indias". El Papa condenó, por bula especial, todo el movimiento de emancipación de América.* Con el apoyo del clero, encabezado por el Arzobispo Casáus

los



el conservatismo criollo los Aycinenas, estimó mejor para sus García Granados, etc.

y Torres,



los Beltraneas,

intereses, gus-

forma imperial que ofrecía Agustín de Iturbide en México. Así podían escapar al cumplimiento de las leyes revolucionarias que se daban entonces en España y conservar sus sinecuras coloniales. No había, en muchos de como hoy que sus intereses, y ellos, más noción de patria la historia se muestra con una conformación más exacta cuando analizamos los acontecimientos a la luz de los factores económicos. Triunfaron los retrógrados y se proclamó la anexión al espurio Imperio de Iturbide, que tuvo las más desastrosas consecuencias. El doctro Pedro Molina escribió del afán anexionista de la aristocracia: "Una piara de puercos no se enajenaría tan tos y tradiciones la reaccionaria





de balde; pero los ambiciosos de empleos y distinciones así lo ^ querían, y los necios los secundaban." José Francisco Barrundia, Pedro Molina y otros se opusieron a los anexionistas y defendieron la soberanía de Centroamérica con quienes rechazaron ser subditos de Iturbide. Destacábase, entre los partidarios del emperador mexicano, Gabino Gainza, quien sería su edecán, último Capitán General español, que luego fue republicano, como Jefe de Estado de Guatemala, antes de ser imperialista con Iturbide: un pobre diablo, escaldado ya en Juan Gabriel Condorcanqui el Perú por Túpac-Amarú y, sobre todo, en Chile, en donde firmó por España el Tratado de Lircay (1814) con Antonio José de Irisarri por los insurgentes.





por

W.

John A. Crow, The Epic of Latin Atntrica, Z. Foster, op. cit.).

'

Octubre,

Ramón

Nueva York,

1946, p. 505 (Citado

A. Salazar, Mariano de Aycinena, Biblioteca de Cultura Popular 20 dr de Educación Pública, Guatemala, 1952, p. 56.

vol. 22, Ministerio

EL VIENTO EN LA VELA

216

Con la anexión a México, las divisiones se tornaron violentas. Contra la voluntad nacional, Guatemala fue arrastrada al yugo de Iturbide con el sable del general Vicente Filisola, que vino a dominar la oposición en las cinco provincias centroamericanas. El Salvador fundió cañones y se batió hasta ser vencido por imperialismo mexicano.

el

El Brigadier Don Vicente Filisola [que gobernó a Guatemala la anexión] nos dice el Doctor Pedro Molina en sus Meera un hombre de 43 años, de mediano cuerpo y robusto, italiano de origen, soldado francés en España, español en México, mexicano en Centro América, parecía que su mala suerte le había conducido siempre a servir los opresores y que sus principios le obligaban a cambiar de bandera. Restaba que a la caída de Iturbide abrazara los intereses del Reino de Guatemala: el más pequeño impul-

durante ' morias





so p>odría inclinarlo a hacerle.

En

estas circunstancias,

había sido un diputado

don Fernando Antonio Dávila, que y de nombre en las segundas Cor-

liberal

Españolas, don José Francisco Barrundia y el doctor Pedro Molina, proyectaron presentar a Filisola una exposición demostrativa de la inconveniencia de la unión de Guatemala a México, y los derechos y motivos que tenía, en el caso, para separarse y recobrar su Independencia. En efecto, pocos días después de recibir este documento, el general Filisola dio un decreto en el cual declaraba separado el Reino de Guatemala y convocaba la elección de diputados para una Asamblea General Constituyente. El 5 de enero de 1822 se declaró la anexión a México. Duró cerca de 18 meses, hasta el 24 de junio de 1823, en que se instaló la Asamblea Nacional Constituyente. Al proclamarse la segunda y verdadera independencia, el 1*? de julio de 1823, concluye oficiaknente el sometimiento militar al imperio de Iturbide, "Libres e independientes de la antigua España, de México y de cualquier otra potencia, así del Viejo como del Nuevo Mundo", según el vigoroso documento redactado por José Francisco Córdoba, y se inicia nueva fase de lucha contra los intereses antagónicos al desarrollo económico de la burtes

guesía liberal. En esa fecha, la Asamblea Nacional Constituyente anunció la formación de las Provincias Unidas de Centro América. Esta mis-

ma

Constituyente se adelanta al pensamiento de Bolívar al orque se excite a los cuerpos el 6 de noviembre de 1823

denar





• Ramón A. Salazar, Mariano de Aycinena, \x>\. 22 de la Colección Biblioteca de Cultura Popular 20 de Octubre, Ministerio de Educación Pública, Guatemala, 1952,

pp. 63 y 64.

EL LABERINTO

217

de América a una Confederación general; fija los puntos que someterá a la consideración de todos los gobiernos; destruye rastros discriminativos y establece igual pago para oficiales y soldados morenos y blancos; deroga leyes contra los que no eran nacidos de legítimo matrimonio y se hallaban imposibilitados para ser nombrados en cargos oficiales. Por decreto del 17 de abril de 1824, se logra la abolición de la esclavitud, de acuerdo con la Constitución de las Provin'Desde la publicación de cias Unidas del Centro de América: esta ley, en cada pueblo, son libres los esclavos de uno y otro sexo y de cualquiera edad, que existan en algún punto de los Estados Federados del Centro de América; y en adelante ninguno podrá nacer esclavo". También se estatuye que: "Todo hombre es libre en la República. No puede ser esclavo el que llegare a tocar su territorio, ni ciudadano el que trafique con esclavos". El movimiento en España, que culminó en las Cortes de Cádiz, no podía detenerse en el punto en que conviniera sólo a la Iglesia y a los criollos. Entre ellos habían no pocos que pugnaron porque el pueblo viviese tales derechos. La liberación de ponencia del doctor Mariano Calvez y José Franlos esclavos cisco Barrundia, aunque la gloria la haya cosechado José Simeón Cañas el fuero quitado a la Iglesia y demás medidas notables dictadas por Mariano Calvez, Jefe del Estado de Guatemala desdestrozado hasta por sus partidarios en 1837 divide 1831 dieron las fuerzas de acuerdo con sus intereses. La nobleza y el clero protestaron contra estas medidas que herían su economía. De nuestra "nobleza" decía su jefe y admirador, Manuel José Arce,^ primer Presidente de Centro América: deliberantes

*





;





,

Yo creí que era innecesario atacar a la nobleza, porque propiamente dicho, aquí no la hay: que el Reino de Guatemala en toda la América Española se salvó de esa plaga: que todo lo que podía señalarse en esta línea era un único marquesado cuyo título les privaba en una pensión apocada .

.

.

La

Iglesia persiguió a muerte y excomulgó a los sacerdotes independencia: baste recordar a Hidalgo y Morelos en México, quienes importaron "ideas exóticas" de la Revolución Francesa, el cuco de la época. En Guatemala, el Arzobispo Ramón Casáus y Torres encabezó al clero peninsular. Casáus y Torres asistió a la junta que proclamó la independencia y, desde luego, no firmó el acta del 15 de septiembre de 1821. El canónigo José

de

la

^

Octubre,

Ramón

A.

Salazar,

Matiano de Aycinena, Biblioteca de Cultura Popular 20 de de Educación Pública, Guatemala, 1952.

vol. 22, p. 13. Min¡<;terio

EL VIENTO EN LA VELA

218

María

Deán García Redondo, miembros

del Cabildo Arzobispo Gasáus y Torres como partidarios de la independencia absoluta. Libres ya de España, la Iglesia se confabula con tiranos hasta constituir en el Continente algo característico de nuestra vida: la alianza inicua de la cruz y la espada. Cuando la liberación de los esclavos, el Prior de los Dominicos, grandes enemigos de nuestra independencia. Fray Miguel de Aycinena hijo del Marqués de que habla Manuel José Arce, primer presidente de la federación centroamericana que con recuas entre México y Acapulco hizo la fortuna con la cual compró el título, antes de venir a Guatemala, protesta en un folleto, en nombre de la Comunidad de Santo Domingo, por los daños que le acarrea la supresión de la esclavitud decretada por la Asamblea constituyente: "Esta comunidad acaba de sufrir con respetuoso silencio, no habiendo sido antes oída, un fuerte ataque en sus propiedades por la libertad concedida a 800 esclavos, que Castilla y el

Eclesiástico, opusiéronse abiertamente al





,

legítimamente poseía." ® En estos años, el doctor Mariano Gálvez destácase como gran figura política. Su obra abarcó muchos aspectos de nuestra vida al encarnar las aspiraciones económicas y culturales de la burguesía liberal avanzada. Como Jefe de Estado de Guatemala, los conservadores le odiaban tanto que a menudo aludieron a su "nacimiento vergonzoso", por ser hijo de padres ignorados. Las familias rancias, por prejuicios religiosos y sociales, escondían el desliz recurriendo al tomo de los conventos o abandonando el recién nacido en la puerta de alguna casa señorial. Fue el caso de Gálvez un secreto a voces: hijo ilegítimo de José Mariano Rayón y Felipa Larrazábal, de las familias más notables de Guatemala.®

Gálvez fundó

la Biblioteca

y

el

Museo, reorganizó

la

Univer-

doctor Pedro Molina. Impulsó el azúcar, el café; creó para el café un premio destinado al primer agricultor que produjera cien quintales. Suprimió el impuesto de exportación de la grana y prohibió la salida de cochinilla viva para evitar la competencia. Un guatemalteco, sin embargo, llevó tal industria a las Islas Canarias, en donde se mantiene próspera hasta sidad con

el

La grana fue la base de nuestra economía en las primeras décadas de vida independiente. Abolió la ley del trabajo de 27 de

hoy.

* Gilberto Valenzuela, troamérica, 1933. Guatemala. *

La Imprenta en Guatemala.

Folletín

Antonio Batres Jáuregui, El Doctor Mariano Gálvez y Sociedad de Geografía e Historia, Imprenta Sánchez y

de

la

la,

1925.

del

su

De

Diario de Cenépoca. Guise,

Biblioteca

Guatema-

EL LABERINTO

219

y la Ley contra la Vagancia, de noviembre de 1829 (tamdecreto de 17 de marzo de 1830), así llamada para obligar a los indígenas a trabajar en las fincas. Emitió, asimismo, un reglamento para normar las relaciones entre patronos y jornajulio,

bién

el

leros e intentó suprimir el trabajo personal obligatorio. Los dueños de haciendas o sus administradores podían recurrir a los alcaldes solicitando el número de jornaleros que necesitaban. Las disposiciones antiesclavistas del doctor Gálvez nunca se cumplieron. Con la independencia de España (1821), los instrumentos

de dominio sólo cambiaron de manos. Se mantuvo la conciencia el despojo de los indígenas, las arbitrariedades de casta que subsisten todavía más de lo que pueda imaginarse. Los liberantetadores luchaban por exigencias de clase que encarnaban deterque riores a todo el mecanismo ideológico de la época y minaron la revolución de Independencia en el Nuevo Mundo. Y

medieval,





con

simiente y tales condiciones sociales, surgieron luchas intessemejantes a las de los señores precolombinos, para acrecentar poder y riqueza. El indígena ha vivido aparte, incorporado sólo para la producción, casi como materia prima, con salarios que nos llenan de espanto y escasamente incorporado para el consumo. a pesar de lo apuntado, la emancipación política siempre significó un gran paso adelante del feudalismo colonial en beneficio de la burguesía ascendente. La lucha entre los partidos que se habían sacudido el tutelaje español para mejor administrar su riqueza se origina, en gran parte, por el reparto del poder público, del botín que éste significaba. En efecto, las guerras intestinas surgieron desde el primer momento, al crecerse las ambiciones de las autoridades tal

tinas,

Y

las provincias y las perspectivas entrevistas por las oligarquías con relación a la metrópoli federal y a la vida pública y administrativa dentro de cada Estado. El señor criollo había logra-

de

do suplantar

al español,

tan ambicioso

el

uno como

el otro.

Con

la

emancipación ya no pagaría las nuevas tributaciones establecidas por la metrópoli. La anexión de Centroamérica a México ahondó la división y nuestros pueblos comenzaron sus interminables guerras

civiles.

Las memorias de Jalapa revolución de Centro América

—memorias para — de Manuel Montúfar la

,

de la y Coro-

historia

nado, son un típico testimonio de la época. Nos señalan la fuerza el espíritu monstruoso de las banderías. Sin advertirlo, Montúfar y Coronado se muestra campeón de los que ataca. Habla de Francisco Morazán de la siguiente intransigente de los localismos,

manera

EL VIENTO EN LA VELA

220

Morazán no es hijo de Guatemala; es el representante de San Salvador y Honduras para destruir a Guatemala; hace también la guerra por venganza y especulación: los salvadoreños y los hondurenos llevan su destino y sus deseos."

En la República de Guatemala y en las otras de Centroamérica, después del destrozo de la nacionalidad federal común, fortaleciéronse los localismos, los intereses de las oligarquías y del

imperialismo anglosajón que, desde hora temprana, han ido avasallándonos. Las herencias de la Colonia crecieron en cada pueblo tan diferente ya del encontrado por los conquistadores, y las guerras civiles que las asolaron desde los primeros años les han

dado una vida oscura y anárquica, pobre y azarosa, con algunos relámpagos. Nuestra historia está tejida de incidentes sangrientos,

asonadas y luchas de espaldas a

más

estólido señoritismo colonial.

Con

la colectividad,

dentro del

poder asentado sobre la miseria popular y la ignoranimpuestas por la rapacidad de la Iglesia y de la oligarquía, el resentimiento contra las Leyes de Mariano Calvez como la del matrimonio civil, bautizada por el clero como "ley el

colonial

cia



del perro", la del divorcio, instrucción pública, supresión del diez-

mo, de días de

fiesta,

establecimiento de cementerios fuera de

así como el derecho de todos los herencia del padre, juicios por jurados, elecciones directas del Poder Judicial, ley de municipalidades fue creciendo y estalló la revuelta de indígenas y mestizos. Alejandro Marure señala el 9 de junio de 1837 como el día

poblados,

a

hijos

de

libertad

de

testar,

la

la aparición



de

la figura mestiza

que

utilizó la Iglesia, la "aris-

tocracia" y los ingleses, un porquero analfabeto de talento natural y audacia extraordinaria, Rafael Carrera, luchando a los 22 años

contra las tropas de Mariano Calvez en los llanos de Ambelis. El 2 de febrero de 1838, Carrera toma Cuatemala, Capital de José Centro América. Calvez, combatido hasta por los suyos Francisco Barrundia, Pedro Molina , fue derrotado. Con Rafael Carrera y los grandes terratenientes conservadores tomó el poder el clericalismo que, años más tarde, le hace jefe supremo





y vitalicio de la nación. El 21 de marzo de 1847, Carrera declara instaurada la República de Cuatemala y el 14 de septiembre de 1848, la Asamblea Nacional Constituyente decretó que Gua-

temala era república soberana.^^ El caudillo de la Federación Centroamericana, Francisco ^0

"

Op. cit.. Tipografía Sánchez y De Guise, Guatemala, C. A., 1934, Lorenzo Montúfar, Reseña histórica de Centro América, t. V, p. 191.

Mo-

EL LABERINTO

221

mejor hombre de Centro América" en la opinión de 15 de septiembre de 1842 en San José de Costa Rica. Morazán excepcional en nuestra vida política fue el último presidente de Centro América, electo en razan,

"el

Stephens,^^ había sido fusilado el





1830 y reelecto en 1834. Sus enemigos, así como las divisiones impulsaron el separatismo y recrudecieron las luchas de los partidos y las guerras civiles que descuartizaron la Federación Centroamericana. Recordemos que Guatemala, la metrópoli durante la Colonia y también capital de la federación centroamericana, reunía el núcleo más fuerte y numeroso de la oligarquía criolla más reaccionaria de la América Central, que deseó conservar su dominio en una república unitaria, con el f)oder centralizado en sus manos. De hecho, la Patria Grande había quedado destruida por el decreto del Congreso Federal, reunido en San Salvador (mayo de 1838), que autorizaba a los Estados a organizarse de acuerdo con su conveniencia. Nicaragua, Honduras y Costa Rica se proclamaron independientes ese mismo año, antes de la primera entrada de Rafael Carrera en la Capital Federal, la ciudad de Guatemala; El Salvador, en 1841. Guatemala, epifoco de la ruptura del pacto federal, fue la postrera en decidir, liberales,

oficialmente,

la

separación.

Los Estados del Istmo de Panamá hasta Guatemala quizás forAsociación soñaba Bolívar en su Carta de Jamaica que entre los dos mares podrá ser, con el tiempo, el emporio del univer-



men una



,

Sus canales acortarán las distancias del mundo; estrecharán los comerciales de Europa, América y Asia; traerán a tan feliz región los tributos de las cuatro parte del globo. Acaso sólo allí podrá fijarse algún día la capital de la tierra, como pretendió Constantino que fuese Bizancjo la del antiguo Hemisferio. so.

lazos

" John t.

II,

p.

L.

Stephens,

Chiapas y Yucatán, Quezaltenango, Guatemala, 1940.

Incidentes de viaje en Centro América,

70. Tipografía El Noticiero Evangélico,

TEOCRACIA MEDIEVAL La lucha de clases se agudiza en la violenta posición de los partidos. La Gran Bretaña y los Estados Unidos mueven algunas de las marionetas. En cada Estado los intereses de los grupos dirigentes crean clima propicio a los trastornos y guerras civiles.

La atención no estuvo nunca puesta en la supremacía de una organización unitaria o federal, sino directamente en luchas de esencia económica aun dentro del marco federativo de entonces, "engrudo poco pegajoso", en opinión de Antonio José de Irisarri.

Un

marco

débil y carcomido, fácil de

romper cuando conviniera

de cada Estado, que disputábanse el poder y su trascendencia económica. Francisco Morazán corre de un punto a otro a reconstruir lo derribado, como en un castigo mitológico. Triunfan las fuerzas económicas, sociales y políticas nacionales e internacionales que dirigieron a Rafael Carrera. El reloj retrocede violentamente. La federación no tuvo tiempo para crear una integración económica. Cada Estado vivió por su cuenta y aun dentro de cada uno de ellos sin caminos, con muy pobre tampoco se comercio exterior, atraso feudal en la agricultura forjó jamás una entidad real ligada por comunes intereses. La legislación colonial entró en vigor. Un gran campo de concentración trabajando para la aristocracia y la Iglesia. Una Edad Media en el xix. Un feudo saturado de incienso y dobles de campanas. La sonrisa de Pepe Batres, burlona y reaccionaria, brilla en las tinieblas. En 1823 la Santa Alianza intentó enviar fuerzas y reconquistar para España las Colonias. Inglaterra se opuso a ello, como los Estados Unidos, porque encaminaba ya su propia política en la nueva situación de América. En 1825, el Primer Ministro de la Gran Bretaña, Georges Canning, escribió a Granville: "The deed is done, the nail is driven, Spanish America is free; and if we do not mismanage our affaire badly, she is english." ^ Inglaterra impulsó los movimientos monárquicos en América y a las clases conservadoras y aristocráticas en oposición a los Estados Unidos, que habían proclamado la "doctrina" Monroe. El Conde de Aranda, el gran Ministro de Carlos III, apoyó la independencia de los Estados Unidos, decisión suicida tomada por necesidades políticas en la lucha contra Inglaterra. En su informe al rey, leemos estas palabras: "La independencia de las Colonias a

las oligarquías



1



William Z. Foster, Outline for Folitical History of the Americas, International New York, 1951. pp. 158-159.

Publishers,

222

TEOCRACIA MEDIEVAL

223

Inglesas acaba de ser reconocida y esto para mí es un motivo de dolor y de pesar." ^ Con la emancipación política de nuestros paí-

una magnífica oportunidad para recuperarse. Los conservadores y el clero pugnaron, en los primeros años de vida independiente, porque Gentroamérica fuese una república unitaria y centralista, frente a los liberales que hicieron prevalecer la concepción federalista, como en los Estados Unidos progresistas en aquel entonces cuyos pasos se imitaban (Códigos de Livingston, implantados por Mariano Gálvez).

ses,

Inglaterra vio





El partido liberal estaba formado por hombres de inteligencia

y energía que sacudieron

el

yugo de

la iglesia

romana



dice

John

L. Stephens, Ministro de los Estados Unidos, redescubridor de la civilización maya en los 8 meses que estuvo en nuestras tierras, en 1839-



1840, y el mejor testigo de la época ' y que, en el primer entusiasmo de sus emancipadas conciencias, rasgaron de una vez el negro manto de la superstición que, cual paño funerario, estaba tendido sobre el espíritu del pueblo. Los centralistas deseaban conservar las costumbres del sistema colonial, y resistían cada innovación y cada ataque, directo o indirecto, sobre los privilegios de la iglesia y sobre sus propios prejuicios o intereses.

En esos años convenía a los Estados Unidos auspiciar la unidad de Gentroamérica. Bancos ingleses (Barclay Herring, Richardson y Go., de Londres) nos hicieron los primeros empréstitos, que fueron administrados pésimsimente. Los ingleses dominaban nuestro comercio: Francia ocupaba el segundo lugar, y los Estados Unidos y España el tercero y cuarto respectivamente. A fin de siglo, la posición política de los Estados Unidos era contraria, en lo absoluto, a tal unidad, cuando los ingleses se hallaban más debilitados y los cinco gobiernos de las repúblicas centroamericanas empezaban a ser manejadas por Washington a su antojo. Gentroamérica, nacida para constituir una sola nación hasta por su unidad geográfica, con 10 millones de habitantes, sería hoy la quinta república latinoamericana. Los conservadores, con Rafael Garrera, destruyeron la federación centroamericana y fundaron la actual República de Guatemala. Se organizaron en la misma forma El Salvador, Honduras, Nicaragua y Gosta Rica. En cada una de las cinco repúblicas se fortaleció la burocracia gubernativa y

una

clase dirigente

Nicolás Garda Zamudio, La independencia de Hispanoamérica, Fondo de Económica, México, 1945. p. 13. « John L. Stephens, Incidentes de via)e en Centro América, Chiapas, y Yucatán, traducción directa de la primera edición inglesa por Benjamín Mazariegos Santizo. revisada por Paul Burgess, A.B. B.D. Ph.D. Tipografía "El Noticiero Evangélico.'* Quezaltenango, Guatemala, 1939, t. I, p. 151. '

Cultxira

EL VIENTO EN LA VELA

224 que, con

los

reconstruir

En

la

Estados Unidos, han sido

el

obstáculo básico para

Patria Grande.

segunda mitad del siglo xix, después del tratado Clayque equilibró los imperialismos británico y norteamericano, a nuestras pequeñas repúblicas les fue deparada la mayor autonomía de que hayan disfrutado desde su independencia. La balanza se desequilibra a favor de los Estados Unidos a fines del xix: con Estrada Cabrera se acentúa la distorsión de nuestra vida por la hegemonía del dominio yanqui al establecer sus grandes monopolios. Los Estados Unidos, con el tratado Clayton-Bulwer, detuvieron la agresión británica de Centroamérica, pero no evitaron el rompimiento de la Federación y, una vez consumado, los ingleses logran instalarse en el inexistente Reino de los Indios Mosquitos: ocupan las islas de Roatán en el Caribe, parte de la costa caribe de Nicaragua y Costa Rica y parte de la actual República de Panamá. En el Pacífico desembarcan soldados, temporalmente, en la isla de Amapala, en el Golfo de Fonseca. La reina Victoria, protectora de Rafael Carrera, le envió una espada con la empuñadura cubierta de diamantes. Esa espada brilló al lado del cuerpo yacente en los funerales de este monarca absoluto, erigido como tal por los conservadores que: la

ton-Bulwer,

habían descubierto el significado de aparejar la aristocracia con el salvajismo para guardar el orden y la religión. Durante casi treinta años. Carrera, manejado por los curas, dirigió los destinos de Guatemala. Semejante hazaña no pudieron imitarla los demás Estados. Y por esta causa, los conservadores guatemaltecos, quienes al principio lucharon por la continuada centralización del Istmo en su país, disolvieron entonces la Federación, para retirar a su feliz y venturoso Estado de la influencia subversiva de sus vecinos mestizos.*

Carrera, asesorado por los curas (Duran, Lobo, Aqueche, Sagastume, Arellano, Aguirre, González, etc.), levantó a los pue-

que

blos,

le

siguieron

como

a un caudillo sorprendente.





de los temores afirma John L. Stephens hora de la justicia distributiva estaba próxima y que entre los indios se despertaba el ánimo de hacer un sangriento sacrificio a los espíritus de sus antepasados y recobrar su herencia. Se hablaba de él como de "El Rey de los Indios". Los había relevado de todos los tributos y, como ellos decían, sostenía su ejército imponiendo contribuciones a los blancos. Con su autoridad, con una palabra p)0dría causar la matanza de todos los blancos sin duda alguna. El era Parecían fundados

que

*

crática

la

Wílliam Krehm: Democracia y tirantas en el Centroamericana. México, D. F., 1949, p. 211.

Caribe.

Edit.

Unión

Demo-

TEOCRACIA MEDIEVAL

225

un

fanático y, hasta cierto punto, estaba bajo el dominio de los sacerdotes; y su propia sutileza le indicaba que sí era más p>oderoso mientras estuviese apoyado por los sacerdotes y la aristocracia, que a la cabeza de los indios solamente.'

Pero

este

Rey de

los

Indios

no fue más que un ave de

pre-

sa incubada y sostenida para su servicio por el clero, los ingleses y una aristocracia de parroquia. El indígena, cegado por su pro-

pia miseria y electrizado por la juventud, el talento y el arrojo de Carrera, le siguió contra sus propios intereses.

Stephens no olvida que Carrera aprendió a leer y escribir un poco en medio de sus campañas. Nos cuenta, en su obra admirable, que cuando le lleva su pasaporte, Carrera •

esposa a otra pieza por el secretario, y le dijo que hiciera un pasaporte para el "Cónsul del Norte". Él tenía una vaga idea de que yo era un gran personaje en mi propia tierra, y una noción no muy clara del lugar donde estaba mi país. Yo no era exigente con respecto a mi título de modo que fuera muy retumbante, pero el Norte era más bien una vasta extensión, y para evitar equivocaciones le di al secretario el otro pasaporte.

envió

a

su

Stephens, que sabía la aplicación de Carrera para aprender a recuerdo que al entregarle el pasaporte le hizo "un co-

escribir,

mentario sobre la excelencia de la letra". Dice Stephens que el secretario llamó a Carrera y que éste "regresó él mismo con el pasaporte, firmado de su propia mano, y con la tinta todavía fresca. Le había llevado más tiempo del que hubiese necesitado para cortar una cabeza y parecía más orgulloso de ello. En verdad, ésta fue la única vez que yo noté en él la más ligera elevación de sentimiento." ^ El odio del clero y de Carrera a Morazán está, con toda la ferocidad fratricida del fanatismo, en las dos profanaciones de su tumba. A los ocho días de fusilado, un sacerdote de apellido Blanco lo desenterró personalmente, el 23 de septiembre de 1842, en el antiguo cementerio de San José de Costa Rica, para cerciorarse de su identidad. El sacerdote no llegó al extremo bestial de Rafael Carrera, veintiún años y un mes después de muerto Morazán, al profanar su tumba y la de su esposa, María Josefa Lastiri Lozano, en el cementerio de San Salvador, el 26 de en donde había sido sepultado en 1849, por octubre de 1863 el propio día en decisión del Presidente Doroteo Vasconcelos que tomó a sangre y fuego la capital y obligó a huir al Presidente



' «

John L. Stephens, op. John L. Stephens, op.



cit., p.

cit., p.

101. 104,

t. II. t.

II.

,

EL VIENTO EN LA VELA

226

Gerardo Barrios.^ Al morir Carrera, en abril de 1865, Centroamérica se conmovió: había sido un cacique singular en la vida política del Istmo, que logró consolidar un régimen que no pudo ser derrocado hasta seis años después de su muerte, con la revolución liberal de Justo Rufino Barrios. El P. José Telésforo Paul, de la Compañía de Jesús, pronunció la oración fúnebre en la catedral de Guatemala, ante el cadáver galoneado de oro, entre mil cirios, del Excelentísimo Señor Capitán General Don Rafael Carrera. De la oración tomo estos apartes por constituir un retrato de ayer y de hoy.

¿Y

el que reveló a este hombre grande sobre cuya hoy la Iglesia, que si para subir escalón seguro es necesario subir con ella; es más necesario todavía, para conservarse en la altura, contar con un apoyo invencible ? ¿Quién le inspiró tanta confianza en la autoridad de la Iglesia, para que siempre viviese su gobierno en las más amigables relaciones con ella? ¿Quién pudo hacerle saber, que el poder religioso que es tan simpático del poder civil, que viene a ser su más firme

tumba

quién fue

llora

¡

digo! su único sostén?

No sectas, el

más

jestad

faltó quien le hablara al oído y con toda la astucia de las sobre esa pretendida necesidad de libertad religiosa; insulto grande que pueda hacer una nación a Dios, igualando su Ma-

Creadora con

los

ídolos

de Baal y provocando su rayo de

maldición. Sí, te bendicen ¡oh Padre de la Patria! los cuerpos respetables Gobierno, porque tú los organizaste y defendiste. Te bendicen los hombres de sabÑer, porque creció a tu sombra la ciencia. Y están de ello tan satisfechos y tan gloriosos, que no hayan vacilado todos ellos en arrostrar las murmuraciones continentales haciéndole su Presidente perpetuo! Mirad otra vez esta tumba cuya lúgubre pompa ay! me detiene en la revista de los bienes que nos vinieron por su mano. La espada que ciñe es regalo de la reina de Inglaterra, Tanto bien hecho a su país, tanta gloria adquirida en el extranjero, vino a recibir también el eterno sello de Dios. Y ese día era el Viernes Santo, día de Oración para la Iglesia, de esperanza para los pecadores, de misericordia tiernísima de parte de Dios. Y en todo eso hemos visto una serie de bendiciones Qué vida tan hermosa y tan llena! Esto es morir cubiercelestiales. to de gloria humana, como no ha muerto ninguno de los héroes de América y acariciado tan tiernamente por Dios. ¡Oh, General ilustre! ¡Oh modesto ciudadano! ¡Oh Padre de

del

¡

¡

¡

la Patria!

Retened

estas lecciones sublimes

que nos ha dado Dios.

Rafael Carrera, por el tratado de límites de 30 de abril de 1859 con la Gran Bretaña, firmado por Pedro de Aycinena,

suscrito '

Ángel Zúñiga Huete, Morazán (edición del autor), Botas, México, D.

pp. 281 y 291.

F.,

1947.

TEOCRACIA MEDIEVAL

227

Ministro de Relaciones Exteriores, entregó la soberanía del territorio guatemalteco de Belice en una extensión de más de 22,000 kilómetros cuadrados. Sin embargo, Guatemala logró incluir una cláusula ajena por completo al arreglo "de límites", en la cual la Gran Bretaña se comprometió a cooperar en la construcción de un camino que habría de fomentar el progreso y bienestar económico de Guatemala. La redacción de este tratado "de límites" se vio conformada por la vigencia del tratado Clayton-Bulwer, firmado en 1850 entre los Estados Unidos y la Gran Bretaña, que impedía a los ingleses adquirir posesiones en Centroamérica. Guatemala ha sostenido y sostiene que el tratado de 1859 con la Gran Bretaña, llamado "de límites", fue esencialmente un tratado de cesión territorial, y que la cláusula de cooperación cons-

una pequeña compensación por los territorios cedidos. La Gran Bretaña no cumplió nunca, a pesar de más de ochenta años

tituía

de reclamaciones, la cláusula compensatoria que le imponía el en vista de que los ingleses cerraron toda tratado de 1859. discusión del asunto y lo dio por terminado, Guatemala, apoyada en principios de derecho internacional, sostiene que el incumplimiento por parte de la Gran Bretaña de una de las cláusulas del tratado de 1859 ha hecho caducar, íntegramente, tal tratado. En consecuencia, las cosas han vuelto al status quo anterior. Como piratas, los ingleses llegaron a Belice a saquear los bosques.* Hasta por los tratados de 1783 y 1786, España otorgó a Inglaterra concesión usufructuaria sobre una extensión de 6,000 kilómetros cuadrados, con reserva, clara y terminante, de que la concesión jamás habría de considerarse como derogatoria en cosa alguna de los derechos de la soberanía española. Al proclamarse la emancipación política, la nueva república centroamericana heredó de España todos los derechos de ésta sobre los territorios de la antigua Capitanía General, en los cuales estaba enclavada la concesión y heredó, por lo tanto, los derechos de soberanía reservados en los tratados de 1783 y 1786. La independencia hizo caducar, automáticamente, el usufructo dado por España. Belice es el último rastro de la piratería inglesa en la América Central.

Y

Un corto y fácil pasaje entre el Atlántico y el Pacífico desveló a navegantes y conquistadores desde principios del xvi. Squier recuerda que Colón lo quiso hallar navegando a lo largo de Honduras hacia

el

Orinoco; que

lo

buscó Magallanes y que

tal

obse-

animó a Cortés a enviar exploraciones. Carlos V, en Carta de Valladolid, recomendaba a Cortés encontrar "el secreto del sión

Estrecho". Cortés *

le

contestó que,

si

alcanzaba

Enciclopedia Británica, vol. 14, p. 200, edición de 1954.

tal

descubrimien-

228

EL VIENTO EN LA VELA

to, haría "al rei de España señor de tantos dominios que se llamaría señor del Mundo". Desde 1551, se señalaron tres sitios: Tehuantepec, Nicaragua y Panamá.'' El enviado norteamericano Ephraim George Squier, a mediados del siglo pasado, informó así al Gobierno de Washington:

Los agentes oficiales de Gran Bretaña en Centro América, y particularmente en este caso, están extremadamente celosos de nuestras operaciones, y utilizan todos los medios para impedir lo que creen nuestros objetivos ... A tal intriga por extraño que pueda aparecer esta afirmación , podemos atribuir la disolución de la República en Centro América, y muchas de las perturbaciones subsecuentes de los estados separados. La Confederación puso una barrera a sus intromisiones en la Costa del Atlántico y la Confederación cayó con su último pilar, Morazán, traidoramente asesinado en Costa Rica bajo influencia británica, ahora virtualmente una provincia de Inglaterra. Los ingleses se apoderaron de la Isla de Roatán, y luego una altanera demanda de la mitad del Estado de Honduras siguió rápidamente a estos acontecimientos. El Estado de San Salvador, más perspicaz que los 'otros Estados, se esforzó en que cesaran intromisiones futuras y protestó firmemente contra tales medidas arbitrarias. No pasó mucho tiempo sin que El Salvador fuese castigado con una invasión de Guatemala, incitada por agentes británicos y sostenida por el oro británico, arreglada bajo el disfraz de un "préstamo" asegurado por hipoteca de los ingresos del Estado, San Salvador resistió con éxito a sus asaltantes, y cambió la situación en contra de ellos. En menos de seis meses, una flota inglesa bloqueó sus puertos y se utilizaron todos los medios posibles :p^a sojuzgar su espíritu independiente. Pero no obstante lo sufrido, ha continuado sosteniendo su posición, y ha rechazado insolencia con insolencia y sin doblegarse en nada ante la arrogancia británica. Y en este momento, el Cónsul General británico, habiendo tenido éxito en conseguir el retorno de Cabrera [un instrumento de su propia hechura] a Guatemala, contra los deseos de nueve décimas partes de los habitantes del Estado, está instigando a ese jefe contra San Salvador, ofreciendo un préstamo de $ l.OOO.ÓOO garantizado [¡siempre!] por pignoración del Erario y una hipoteca de los bienes nacionales. Cualquiera que sea la colusión, los intereses británicos serán servidos. Mi llegada aquí ha sido la señal para renovadas insolencias hacia ese Estado, cuyo gobierno recibe semanalmente comunicaciones del oficial arriba nombrado, haciendo toda clase de demandas cargadas de amenazas en caso de que no esté de acuerdo. El tono de las comunicaciones es extremadamente desafortunado, y desacredita al país que representa Mr. Chatfield. Entre otras cosas, ha demandado el pago inmediato de ciertas deudas del Estado, debidas a ciudadanos británicos, cuya liquidación ya ha sido preparada con la aprobación de Mr. Chatfield, mediante la apropiación de todos los ingresos del Estado.



.

<

_.

• Ephraim George Squier, Gustavo Gratiot, 1856, París.

Apuntamientos sobre



Centro

América,

Imprenta de

TEOCRACIA MEDIEVAL

229

Para dar eficacia a esta demanda, han sido ordenados un hÁtco de guerra y una fragata frente a Realejo, el puerto principal de este Estado sobre el Pacífico, y se espera su llegada en el curso de unas semanas. Mi información sobre este punto es verídica, Costa Rica, no obstante que no ha habido declaración pública al respecto, y a pesar de la declaración de su representante en Inglaterra, ha ofrecido ponerse bajo la protección inglesa. Y no tengo ninguna duda de que ha sido aceptado el ofrecimiento ... Si se necesitaran más pruebas sobre este asunto, se encontrarían en la reciente proposición a este gobierno hecha por el vice cónsul británico Mr. Manning, que ofreció $ 100.000 porque Nicaragua renunciara a las reclamaciones de territorios en la Costa del Pacífico y sobre

el

Río San Juan [Atlántico], sobre

los cuales,

recientemente,

Costa Rica ha expresado tener pretensiones. Esta oferta fue hecha ostensiblemente de parte de Costa Rica, pero este Estado no tiene $ 100.000 ni para guardar su propia nacionalidad. El Departamento me perdonará por tratar tan extensamente sobre los designios de los ingleses y sus movimientos. Es imposible, para cualquiera que no esté en el propio país, descubrir o darse cuenta de su alcance y embrollo." .

.

Inglaterra adquirió pronto dominio económico y político en Latinoamérica, con el ascenso creado por su transformación industrial y como rectora del capitalismo de la joven burguesía ascendente, que originó el protestantismo en lucha revolucionaria con la Iglesia feudal, firme como hoy en su atrasada posición clasista. El enviado de Inglaterra, E. D. Dawkins, especialmente invitado al Congreso de Panamá convocado por Bolívar en 1826, dirigió, entre bastidores, algunos pasos de la reunión. Inglaterra, iniciadora de la revolución democrático-burguesa a mediados del XVII, apoyó la independencia de América para hundir al Imperio español, maduro para caer por su atraso dentro de la evolución económica mundial. Los banqueros de Londres eran la avanzada del gran capitalismo. Antonio José de Irisarri llevó a Londres la misión de Chile de obtener empréstitos para finan-





ciar la lucha.

Y

expansión inglesa se inicia sobre todo en el Sur del Conpasó mucho tiempo sin que su actividad se sintiese en Centroamérica. Con Rafael Carrera, arbitro de Guatemala por más de un cuarto de siglo de dictadura teocrática medieval, crece hasta ocupar el primer lugar. Los Estados Unidos ascienden rápidamente y sus cifras empiezan a ganar terreno y las inglesas a ceder. así como nuestros pueblos se movieron de la España enfeudada hacia la Inglaterra protestante, liberal y capitalista, tamtinente.

la

No

Y

^^

Squier,

Abel Plenn: The Southern Amertcas, cap. xvii, "A Dispatch from Mr. E. G. U. S. Representatíve in Guatemala", pp. 325-326. Edi't. Creative Age Press.

Nueva York,

1948.

EL VIENTO EN LA VELA

230

bien pasaron de ella hacia la órbita de un pueblo joven, más próagresivo: los Estados Unidos. La "doctrina" Monroe (2 de

ximo y

de poder y separación de órprimer día, acción unilateral e inconsulta, aplicada, resucitada, enterrada e interpretada de acuerdo con sus intereses. Los británicos colonizaban Honduras en 1835 y los Estados Unidos guardaron silencio, como en docenas de casos más. El tratado Clayton-Bulwer, que se firmó el 19 de abril de 1850 entre la Gran Bretaña y los Estados Unidos, marca el entendimiento de los dos imperialismos en Centroamérica, es de la mayor importancia para nosotros. Los Estados Unidos, que acababan de engullir más de la mitad de México en la guerra de 1847 obligaron a la Gran Breatraco sin precedente en la historia taña a salir de Centroamérica y compartir con ellos el dominio de diciembre de 1823)

bitas imperialistas.

es declaración

Ha

sido,

desde



un futuro canal

el



interoceánico.

,

LA REVOLUCIÓN LIBERAL EN

1871

En los movimientos políticos del xix y el xx, la inestabilidad económica al agravar la lucha de clases juega papel importantísimo en sus gestaciones dirigidas por cualquiera de

los dos partidos llamaron, hasta ayer, liberal y conservador. Justo Rufino Barrios y Miguel García Granados restablecen el liberalismo con la revolución victoriosa el 30 de junio de 1871. Años antes, por primera vez en América Latina, Benito Juá-

que

se

rez había la

probado la necesidad de establecer un estado laico, por incompatibilidad de fundar una democracia con la Iglesia due-

ña de vigila

la

tierra,

y censura

que impone una pensamiento de

el

religión la

exclusiva y señorea,

mayoría de sus habitantes.

En

nuestros pueblos, durante muchos años, la Iglesia unificada ha gozado situación de privilegio, dominando y dirigiendo muchos aspectos de la vida y apoyando siempre el latifundio y la dependencia semicolonial. José Fernando Ramírez demostró en México, pocos años antes de la Constitución de 1857 promulgada por la Reforma, con el propio derecho canónico, la legalidad de

de los bienes del clero. Las luchas del liberalismo guatemalteco y las posteriores por nuevas condiciones económicas, como las emprendidas a partir de la Revolución de octubre de 1944 junio de 1954, nunca la desamortización



fueron antirreligiosas sino anticlericales. El abuso político de la Iglesia, su intromisión en los asuntos públicos, el clericalismo, en una palabra, es uno de los resultados de la sangrienta vida semifeudal y semicolonial de Hispanoamérica. En los Estados Unidos, la situación es diferente: no han tenido una iglesia unificada. El clericalismo, como las dictaduras, no es una causa, sino un efecto de claros orígenes sociológicos: expresión feudal de servidumbre y esclavitud. Con el capitalismo se fortaleció el Estado a expensas de la Iglesia: así surgió la separación de la Iglesia y el Estado, la hegemonía laica y las colisiones inevitables con la Iglesia, para que la economía capitalista se desarrollara sobre la feudalidad y el medievalismo.^ Justo Rufino Barrios, conocedor de las luchas de Mariano Gálvez y Francisco Morazán imbuído de las doctrinas de la Reforma mexicana, que con Crómez Farías había ya planteado problemas fundamentales con impulso iluminado violento como un latigazo sirvió, en gran par-



*

William

tional Publishers,

Z.

New

Foster, Outlinr for York, 1951, p. 158.







PolitUal

231

History

of

the

,

Americas,

Intern»-

EL VIENTO EN LA VELA

232 te, las

necesidades de su época, al establecer las bases del desarro-

una burguesía

capitalista de

llo

A

los

los levitones

de

terrateniente.

36 años conquista el poder con cobra extraordinaria imporinfluencia mano. Su las tancia al contrastar con el feudalismo parroquial de Gentroamérica. La Guatemala de Rafael Garrera fue llevada a empellones a la luz. Guando pensamos en lo que realizó y en el momento en que lo realizó, nos damos cuenta de la voluntad de este hombre. La estructura social sufrió con Barrios el primer gran embate. Ante su nombre aún se persignan los fanáticos Fue un mestizo casi criollo, de la clase media, con la astucia y la energía y la arbitrariedad de un obcecado. Abrió las puertas al mundo moderno y expulsó la edad media anclada en

Su obra armas en

las «otanas

es gigantesca. la

y en

De mediana

un poco

la ridicula aristocracia colonial.

y sebáceo, piernas cortas aparece, de pronto, con un rifle en la mano, en la esquina de su casa, en la propia plaza principal, deteniendo al pueblo, mientras un pelotón fusila en la estatura,

triste

me

sobre torso desproporcionado,

fuente del centro de la misma, frente a la catedral, a los 18 consel coronel Kopewsky, su jefe de artiFue un hombre implacable, de gran personalidad y muy rico anecdotario. Bajo amenaza de muerte, deja preso a uno de sus enemigos, atado con un hilo, como una mosca, a la máquina de coser de la esposa. A Sixto Pérez, cuando se cansó de sus fae-

piradores encabezados por llería.

nas de esbirro,

mer

le

empapó de

petróleo y

le

prendió fuego. El pri-

ferrocarril circuló el 19 de julio de 1884, entre el Puerto de

San José en el Pacífico y la Gapital de Guatemala; inicia la carretera al Atlántico, que continuaría Arbenz; introdujo el alumbrado

eléctrico,

Tuvo amplia

el

telégrafo y

el

teléfono,

la

energía eléctrica.

visión económica: trajo quinina de las Indias Orien-

funda Puerto Barrios en el Atlántico, en 1884; organizó la y el registro de la propiedad inmueble; el primer banen 1874, con bienes proco el Banco Nacional de Guatemala venientes de la desamortización de Manos Muertas y activó la siembra de café para salvar a la República de la ruina de la cochinilla desplazada por las anilinas. El Reformador realiza en Guatemala mucho de la obra de Benito Juárez. Sólo un gigante podía emprender y cumplir esa tarea en Guatemala. Transforma las bases jurídicas del país: promulga una nueva Gonstitución en 1879. y un Gódigo Givil inspirado en el de Napoleón, que instituye el matrimonio civil y el divorcio. El docfigura procer del liberalismo y de la tor Lorenzo Montúfar fue uno de los creadores de la reUnión Gentroamericana tales;

estadística





— —

ír.:

LA REVOLUCÍÓN LIBERAL EN 1871

233



forma jurídica. Montúfar historiador, escritor político, tribuno que vivió años emigrado durante los gobiernos conservadores, rompe con Barrios al no aceptar más tarde, siendo Ministro en Washington, servir de intermediario en el arreglo de límites con México (1882) spbre bases lesivas a Guatemala. El autócrata necesitaba librarse de estos problemas para invadir Él Salvador, paso inicial para lograr la Unión Centroamericana. Contra la oposición de Estados Unidos y de Porfirio Díaz, que movilizó tropas hacia la frontera, emprendió la campaña y murió combatiendo el 2 de abril de 1885. El 6 de abril de 1875 reconoce por decreto el primero en América la independencia de Cuba, proclamada en 1873. Viven en Guatemala el maestro José María Izaguirre, José Joaquín Palma autor de la letra del himno nacional José Martí, quien nos da una visión juvenil de Guatemala en la obra de este nombre y un sondeo con la pasión y dignidad martiana cai^acterísticas, en su correspondencia. El doctor Montúfar fue enviado a España para arreglar el grave incidente diplomático ocasionado por tal reconocimiento. Barrios destruyó, en parte, el ilimitado poder clerical que, sin cathbio tompletó de las bases económicas, es imposible erradicaí. La hegemonía de la Iglesia sufrió uno de los más serios golpes que conoce su historia en Guatemala.



,



— —



,



escribió John L. Stephens El país se encontraba en ese tiempo pocos años antes, y cuando la Iglesia aún no había tomado todo su plapoder, acrecentado durante treinta años con Carrera y Gema gado de sacerdotes, frailes y monjas de diferentes órdenes. Por todas partes los edificios más suntuosos, las tierras mejor cultivadas y la mayor parte de la riqueza del país estaban en sus manos. Muchos, sin duda, eran buenos hombres; pero algunos usaban sus sagradas vestiduras como una capa de la bellaquería y del vicio, y la mayor parte eran zánganos que cosechaban en donde no habían sembrado, y vivían fastuosamente con el sudor de la frente de los otros hombres."



La ofensiva del Réfomiador empezó contra los jesuítas, dueños de grandes haciendas (Patrocinio, Corazón de Jesús, etc.) donde misérrimos indígenas fanatizados por ellos trabajaban semanalmente como contribución, y además enviaban "pecadores" para que redimieran sus pecados trabajando sin salario. Todos los monasterios fueron abolidos y sus propiedades nacionalizadas. Para Paul Burgess, la diferencia entre Rafael Carrera y Justo Rufino Barrios radica en que el primero fue un tirano para sos-

John L. Stephens,

op.

cit., p.

44,

t.

I.

i

EL VIENTO EN LA VELA

234 tener

el

medievalismo, y

el

segundo para implantar medidas de

progreso:





Si consideramos escribe el autor citado lo que la absoluta dominación ejercida por la jerarquía romana significaba en la vida de la Nación, cuando ningún periódico o libro podía publicarse sin la aprobación del censor eclesiástico; cuando Federico Crowe tuvo que caminar dos semanas a través de la jungla, a pie y con las manos amarradas en la espalda y luego expulsado del país por el único crimen de vender una edición autorizada de la Biblia sin anotaciones; cuando nos damos cuenta de que no existía matrimonio legal, ni aun para los extranjeros protestantes, afuera de la Iglesia de Roma; cuando la mitad de la propiedad de la ciudad de Guatemala estaba en manos de los monasterios no se requiere ser excesivamente crédulo para admitir que había gran sinceridad en su anticlcricalismo, porque tenía la convicción de que su patria jamás podría tomar su sitio entre las naciones del mundo mientras la Iglesia la

dominara.'

Guiado por

sus convicciones,

siones, Barrios se interesó

en

los

que muchas veces fueron antagonismos religiosos,

sus pautiliza-

pueblo de problemas fundamentales y alejarlo de la lucha contra la esclavitud económica, origen verdadero del engaño religioso de la humanidad. No es por azar que, entre los países cristianos, los católicos más fanáticos sean los más atrasados. Impulsó el protestantismo pensando así combatir el clericalismo. Sus hijos fueron a la escuela de la Misión Presbiteriana. Desde entonces, el protestantismo ha avanzado en Guatemala, como en pocos pueblos de Hispanoamérica: es otro aspecto de la penetración yanqui. El decreto 177 del 3 de abril de 1877, que reconoce el hace del indio un esclavo y se vuelve, en este "mandamiento" aspecto básico, a la época colonial. Barrios creó las posibilidades de explotación privada en baldíos. Se repartieron grandes extensiones de baldíos y propiedades particulares; se vendieron tierras de la Nación a particulares, a precios muy favorables. Al principio, a muchos pueblos se les entregaron las tierras para librarlos de otros pueblos de los cuales dependían pagando arrendamientos. Con el desarrollo de la explotación, no pocos terratenientes extendieron su propiedad a costa de pequeños propietarios, de terrenos comunales y del clero. Surgió el latifundio liberal. El café cobró auge, que prevalece hasta la fecha. Importaciones y exportaciones ascendieron notablemente. La sujeción del campesino se hizo más violenta y se fortaleció la economía de dos con frecuencia por



*

la,

1946.

Paul

Burgess,

la

burguesía para distraer

al



Justo

Rufino

Barrios,

A

Biography,

Quezaltenango,

Guatema-

LA REVOLUCIÓN LIBERAL EN 1871

235

una pequeña clase social que vive del trabajo de la inmensa mayoría. La Revolución de Octubre de 1944, con la reforma agraria, empezaba a modificar a fondo esta situación. Al deshacer algunas comunidades, sobre todo al intensificarse el cultivo del café y la caña de azúcar, entregó a millares de indígenas para ser explotados inicuamente. Dejó intacto el latifundio laico de la aristocracia conservadora y con su "reforma agraria", en gran parte

para sus partidarios y con las características de la gracia de un señor de horca y cuchillo, se agudizaron las diferencias entre los extremos: boato y miseria. Nació parte de una nueva, feroz oligarquía que, a la postre, fue la que combatió la destruida Revojunio de 1954. El "liberalismo" ratero lución de octubre de 1944



de los autócratas se tornó radicalmente reaccionario y, en casos, peor que el conservatismo, porque entregó el país al capital monopolista yanqui que ha dirigido nuestra vida.

Las fortunas creadas por Justo Rufino Barrios no las recoen cambio, sí se adueñó de la dirección moral de las familias enriquecidas a costa suya. Gran parte del ingreso nacional queda en manos extranjeras y en el extranjero por obra de esas compañías. El resto del ingreso, casi en su totalidad, en pocas manos de latifundistas nacionales: bastaría ver las estadísticas de la tenencia de la tierra antes de la reforma agraria de Arbenz. Las oligarquías contemporáneas, liberales o conserbró

la Iglesia;

vadoras o como se llamen, políticamente son iguales. La burguesía, impulsada por Barrios, no alcanzó mayor desarrollo; siguió conformada por la tenencia de la tierra y los sistemas de explotación. Amplió el círculo de opresores y encaminó la transformación capitalista, que no podía llegar sino con la reforma agraria. La circular de noviembre de 1877 afianza, aún más, la posición de la clase explotadora. Restablece (de hecho nunca se abolieron) los trabajos forzados para los siervos y fija las penas más severas a quienes intentasen librarse de ellos. La convicción de Barrios, de mestizo explotador de indígenas en su hacienda El Malacte, está completa en esa circular. El indígena fue carne para fusta, aunque algo haya significado quitarle, en parte, el

tremendo peso de la Iglesia. El Acta de Patzicía, documento básico de la Revolución, no contiene un solo punto que proponga cambios sociales. No olvidemos, sin embargo, la Guatemala de Rafael Carrera, para apreciar mejor su reciedumbre. Desde entonces, la educación es obligatoria, laica y gratuita, pero la parcial eficacia de estas medidas que no se asientan en la realidad económica y social, como las bue-

EL VIENTO EN LA VELA

236

ñas Leyes de Indias, por las cuales batalló Fray Bartolomé de Las Gasas, la corroboramos al conocer hoy la cifra de analfabetos. Repartió algunas tierras y sus dueños pronto las perdieron al hipotecarlas o venderlas a la oligarquía. La lucha contra el clericalismo que nunca fue contra la religión era impostergable para progresar. La pequeña burguesía que acaudilló el Reformador en muy pocos años se enriqueció y corrompió y se entregó al imperialismo y al poder feudal terrateniente del que pasó a formar parte. Barrios y sus validos también hicieron dinero con la fabricación de "guaro". El consumo de bebidas alcohólicas aumentó en forma considerable. Los pueblos indígenas que se resistieron a permitir ventas de aguardiente pagaron fuertes multas por





Algunas de las fortunas actuales provienen de aquel entonEl Hberalismo fue destruido por los propios liberales, en parte minado por su caudillo por no tocar las bases económicas, como correspondía a una revolución liberal; por su despotismo y por ello.

ces.

su podredumbre que culminan con Estrada Cabrera y Jorge Ubico, caciques que conservaron del liberalismo sólo la etiqueta.

NULOS, SANGRIENTOS Y FECALES Los

Estrada Cabrera y Jorge Ubico, no hay razón alguna un zoológico muy matizado y abundante, pero Manuel Estrada Cabrera se situó en ella en rango aparte entre los más siniestros. Fue un rábula mestizo de ojos claros y pálidos carrillos colgantes, manos finas y modales suaves de tigre en reposo, de mediana estatura y panzoncillo, como lleno de gases y acaso de remordimientos. Brujos y soldados momostecos le guardaotros,

ción en América es

ban.

De

los

autócratas de la oligarquía cafetalera, sólo Justo Rufino nombre que, polémicamente, recoge la historia.

Barrios tiene gran

Los otros. Estrada Cabrera y Jorge Ubico, no hay razón alguna para recordarles. Ni para olvidarles. Washington les guio, defendió y quitó confianza cuando le convino. Estrada Cabrera logró tapar un poco la pestilencia de su régimen con las fiestas de Minerva, creadas en 1899, recién llegado al poder después del asesinato del Presidente José María Reyna Barrios (1898), seguramente crimen suyo. Enrique Gómez Carrillo inventa en Europa falsos duelos para defenderle y recibe cheques o nombramientos oficiales. Por todo el país (analfabeto en 1950 en un 72%, con extensas zonas en que oscila del 85 al 93%) se edificaron templos a la Diosa de la Sabiduría. Hoy nos parece increíble que tan insulsa necedad se haya mantenido hasta el año en que fue derrocado. En Solóla o Tzololá, pueblo de los Anales de los Cakchiqueles, en una vuelta del camino, en lo alto de una colina y entre arboledas y nubes, descubrimos el Templo de Minerva. La sorpresa fue tan grande que nos estregamos los ojos. Oh divina Palas Atenas, tu templo en ruinas de algo sirve hoy: es el mercado de bestias. Yum Kax, dios del maíz, lanza una carcajada que rueda p)or montañas y barrancas del Popol Vuh.

La Escuela

Politécnica se subleva:

los

cadetes son extermi-

nados y el edificio fue puesto en los cimientos. El país se llena de policías uniformados y sin uniforme. Fusilamientos, cárceles, crueles castigos corporales se "liberalizaron" más. A pesar de todo, siguieron los atentados. Una corte de aduladores le proclamó doctor, Benemérito de la Patria, Protector de la Juventud Estudiosa. Los maestros recogían por las calles las cascaras de la fruta para saciar el hambre. La miseria y el analfabetismo aumentaron considerablemente. Un cuarto de siglo perdido. Este extraño y escurridizo bicho notarial, con "dientes de peineta", como le re237

EL VIENTO EN LA VELA

238

cuerda Miguel Ángel Asturias en El Señor Presidente, aún muerto escapa y mantiene su pesadilla por encima de la literatura, porque es mucho más, pero mucho más importante e imaginativo lo histórico que lo novelesco: es un fantasma que perturba a la conciencia guatemalteca.

En

Gran Minerva Luminosa" del ProJuventud Estudiosa nos trajo a la United Fruit Co., a la que otorgó las iniciales concesiones increíbles que padecemos. El buho de Minerva, que sabe leer en la noche, comprendió lo que aquello significaba. "Ella, la cósmica doncella", en su templo de columnas corintias, en nuestro país indígena de olvidada cultura propia, sentiríase muy extraña con el imaginario trasplante. Es, con la presente, la éf)oca más tenebrosa de Guatemala. Rubén Darío, débil y grande, cantaba a sueldo: vez del alfabeto, "la

tector de la

Así avanza la mensajera de la luz por la selva fiera de nuestra América Central. Y saluda a Estrada Cabrera con la blanca y azul bandera en donde brilla y reverbera la

copa

iris

.

.

del quetzal.



escribe Si el día de elecciones se pasaba junto de diez casillas William Krehm diez veces se votaba por Estrada Cabrera, candidato único, o se corría riesgo de prisión, tortura y asesinato. Hubo caso en que la votación fue tres veces el número de habitantes. Manipulaba venenos con la habilidad de un Borgia, y probó una vez su técnica con un ministro americano. Sus asesinos seguían la



pista

a sus opositores hasta los rincones

más apartados

del

mundo.

Después de cada uno de los periódicos atentados para asesinarlo, cientos de guatemaltecos eran fusilados. A los indios se les enviaba a trabajar en manadas a las fincas de sus amigos, y los oficiales del ejército que los cercaban se quedaban con las cuatro quintas partes de su salario. Los tiranos guatemaltecos tienen, por tradición, un profundo terror a los temblores j>orque demuestran al pueblo que, después de todo, hay fuerzas más allá de su control. Cuando un temblor y una erupción volcánica destruyeron docenas de pueblos en las tierras altas en 1902, Cabrera despachó pregoneros para proclamar que el epifoco del disturbio estaba en México y que nada serio acontecía. Entre los restos de lo que había sido Quezaltenango, el pregonero tenía que sostener una linterna prendida en pleno día para leer el manifiesto, tan negro estaba el cielo de ceniza volcánica. Pero lo leyó.

Y

después, como una idea tardía, uno de los poetas de la Corte de Cabrera admitió en una copla que la tierra había temblado, pero que Estrada Cabrera, aferrándola por los polos, la había inmovilizado en su lugar.* 1

William Krehm, op.

cit., p.

73.

239

NULOS, SANGRIENTOS Y FECALES El comercio,

el

capital financiero, los transportes, la energía

pronto pasaron a manos extranjeras. Tales intereses han dominado y gobernado a Guatemala: Estrada Cabrera se consolida con pignoraciones de la soberanía y con el apoyo de los semifeudales guatemaltecos que, con sus productos, sólo sirven de intermediarios al capital financiero internacional: el café principalmente, conocido desde el siglo xviii y cultivado en grande escala desde el xix, a partir de 1850.^ El 8 de abril de 1920, Estrada Cabrera fue derrocado después de 8 días de lucha del pueblo dirigido por los conservadores. José Santos Chocano acompañó a Estrada Cabrera en su residencia La Palma hasta su rendición. El poeta engolaba la voz y le invitaba a hundirse en un mar de sangre y fuego, como un tropical Nerón de petate. En el cementerio de Quezaltenango, su ciudad natal, Estrada Cabrera está sepultado en un templito de Minerva. A la caída de Estrada Cabrera, los conservadores y el Presidente Carlos Herrera entraron pronto en conflicto con los Estados Unidos por cancelar dos contratos: el del traspaso de la Compañía alemana que había sido dueña de la energía eléctrica a la Electric Bond and Share y el contrato de la construcción de un ramal del ferrocarril hacia la frontera de El Salvador, con The International Railways of Central America. Cuatro ministros de los seis del gobierno de Herrera, que duró veinte meses, pertenecían al régimen derrocado. El general José María Orellana (1921-1926) le dio vuelta al gobierno de Herrera, breve oasis carcomido de cabrerismo. Abiertamente, Washington salió pronto en auxilio de Orellana y declaró a Honduras y El Salvador habían firmado en 1921 un tratado de federación con Guatemala ratificado por las legislaturas de las tres naciones e que instituido el Congreso y Consejo Federal en Tegucigalpa no toleraría acción militar alguna para restablecer el gobierno legítimo. La federación fue deshecha, Orellana reconocido por eléctrica,









Estados Unidos y las concesiones otorgadas. El general José María Orellana murió en Antigua, cuando iniciaba los preparativos para su segundo atraco. Le sustituyó el general Lázaro Chacón, quien batió en las elecciones al general Jorge Ubico. Chacón dejó la presidencia en 1930 por mala salud. Le sustituyó un señor llamado Baudilio Palma. Y, luego, el cuartelazo de un general Manuel Orellana. ¡Cuánto general! los

1

2 Félix Webster McBride, Cultural and Historical Geography of Southwest Guatémala, Smithsonian Institution. Institutc of Social Antropology, Publication No. 4. 1945. (Geógrafo del Servicio de Inteligencia del Ministerio de la Guerra de los Estados Unidos de Norteamérica.)

EL VIENTO EN LA VELA

240

Washington no reconoció al tal Manuel Orellana, basándose, esta en un tratado de 1923 en contra de los regímenes surgidos por la violencia en Centroamérica. El Ministro yanqui, Sheldon Whitehouse, arregló las cosas con $40,000 p)ara el presidente Orellana, un puente de hierro en el camino de su hacienda, parte de los fondos de la lotería nacional y un puesto consular para su hijo. Whitehouse deseó imponer al viejo general José Reyes, grotesca figura analfabeta y folklórica, que había propuesto, siendo Ministro de la Guerra, fusilar al cuerpo diplomático, en los días de lucha armada para derrocar a Estrada Cabrera. Una comisión parlamentaria habló con el Ministro Whitehouse para recordarle que los Estados Unidos negaban el voto a los analfabetos y, por ello, resultaba absurdo su exigencia de un presidente analfabeto para Guatemala. Whitehouse aceptó el reclamo a condición de imponer vez,

al general

Jorge Ubico, dictador durante catorce años.^

Ubico se halla a la altura de Estrada Cabrera como espécimen de la fauna dictatorial. Ganó en una votación improvisada y asumió la presidencia el 14 de febrero de 1931, antes de lo señalado por la Constitución. La United Fruit Co. obtuvo concesiones en el Pacífico. El terror se abatió sobre el país como en los tiempos más sangrientos de Estrada Cabrera. Los maestros rurales ganaban 7 quetzales al mes.* Creó una libreta para los jornaleros, en la cual se anotaban los días que habían trabajado en el año un mínimo de 180, bajo amenaza de cárcel y





,

creó la obligación, también esclavista, del trabajo en carreteras, con el llamado boleto de vialidad. Los salarios oscilaron entre 3 y 10 centavos en el campo. Los asesinatos son incontables en toda la República: durante días quedaban por los caminos, como escarmiento, los cuerf>os de pequeños contrabandistas, abigeos o raterillos del campo, obligados por el hambre. Al terminar su primer período presidencial, entre sus propios partidarios encontró oposición a que se perpetuara. Cayeron sus principales amigos y otros que nunca lo fueron, como José León Castillo, entregado a la madre hecho pedazos dentro de un costal. Esta primera represión de Ubico para erigirse en monarca absoluto costó más de trescientas vidas. En septiembre de 1941, la Asamblea, anticipadamente, le prolongó el mandato hasta 1949. En parte alguna del mundo, como en Hispanoamérica, la influencia norteamericana es tan absoluta y en parte alguna hay tantas dictaduras, ignorancia y miseria. Nuestros países van muy '

William Krehm, op.

cit.,

pp. 74 y 75.

El quetzal, a la par del dólar, unidad monetaria establecida durante el régimen del general José María Orellana, el 6 de noviembre de 1924. El general Orellana gobernó del 5 de diciembre de 1921 al 26 de septiembre de 1926. *

NULOS, SANGRIENTOS Y FECALES

241

Qué descenso en el despacio en su lucha contra el coloniaje. Continente! Himno, bandera, escudo, gobierno "propio", bien poco en significan. Hasta carecemos de las "ventajas" de las colonias ¡





caso de que las tuvieran y sí somos dueños de las desventajas. La libertad ha sido destruida sistemáticamente en casi todas las naciones hispanoamericanas. El drama que vivimos no puede conocerse si olvidamos las relaciones con tal fuerza de alcances deel

De

hecho, la intervención ha sido una sola, ininterrummovimiento de liberación estalló a fines de 1944 en Centroamérica, en donde Washington sostenía a Jorge Ubico su necesidad de desarrollo económico. Washington no sabía cómo Carias Andino en Honduras y Anastasio Somoza en Nicaragua. La burguesía y el proletariado propugnaron un orden que alentase su necesidad de desarrollo económico. Washington no sabía cómo actuar ante el oleaje contra sus lacayos armados con sus armas y adiestrados por oficiales yanquis. La democracia puede mejorar el nivel de vida, ampliar los mercados internos; sin embargo, Washington impone el dominio directo por medio de dictadores. El conflicto entre Spruille Braden. Secretario Auxiliar para Asuntos de Latinoamérica, y Sumner Welles, que emprendió una campaña contra la intromisión cuando de Braden en los asuntos internos de Latinoamérica cisivos.

pida.

Un



quiso doblegar a la Argentina y sujetarla dentro de la órbita norteseñaló un cambio momentáneo de tácamericana tn forma total tica, aunque no de propósito. El panamericanismo ha sido ne-



,

formas hasta ahora conocidas. ¿A qué director yanqui para Hispanoamérica recordamos como buen vecino? Sumner Welles había desembarcado marinos en Cuba en 1934. El Presidente Franklin Delano Roosevelt encarnó, c©n brillantez, la burguesía liberal capitalista: hizo los cambios necesarios para fortalecerla y mantuvo, al mismo tiempo, el capital fasto en todas las

de

la política

monopolista. El gran Presidente comprendió la conveniencia de modificar con el objet© de conservarle su eficacia. Así nació

la política exterior

Buena Vecindad, que fue un alivio, un gran alivio, y el repudio a la brutal "doctrina" Monroe. Sin embargo, no olvidemos los he21 de febrero de 1934 en años chos: Sandino fue asesinado de Buena Vecindad, durante los cuales se consolidaron los más funestos despotismos del Caribe: Somoza, Trujillo, Ubico, Hernández Martínez, Carias. ¿Cómo el capitalismo puede dejar de ser la





imperialista?

les

Las relaciones con los Estados Unidos no eran muy cordiaterminar la segunda guerra mundial y la corriente de li-

al

EL VIENTO EN LA VELA

242

bertad que alentaba en todos los pueblos empezó a sentirse en Guatemala, como ocurrió con el régimen de Estrada Cabrera, al terminar la primera Guerra Mundial, con el pensamiento del Pre-

campeón del "anticomunisprimeros gobiernos en reconocer a Franco. Deseaba tanto el triunfo del cainita, que envió un telegrama prematuramente felicirecibido por el Gobierno de la República tándole por su entrada en Madrid. Su simpatía por Hitler y Mussolini era irrefrenable. La falange de Franco se organizó oficialmente en Guatemala.^ Ubico juzgaba "comunista" a la política de Roosevelt. El Ministro de Relaciones Exteriores, Carlos Salazar, fue el defensor del Banco Nottebohm Hermanos, que figuraba a la cabeza de la lista negra durante la guerra contra el nazismo. En el otoño de 1942 se intervinieron las propiedades del Eje, después de abierta presión. A la Central American Plantation Corporation (C.A.P.G.O.) la dominaban los alemanes; el capital norteamericano era sólo el 47%. La quinina sembrada por Justo Rufino Barrios interesaba a los norteamericanos para la guerra en el Pacífico. Ubico se opuso de todas maneras para que les sirviese. Tuvo que ceder sidente Wilson.

mo", fue de

El dictador Ubico,

los





finalmente.

Dentro de Guatemala han existido dos economías creadas por extranjeros: la norteamericana y la alemana. Los alemanes adueñáronse de tierras y cultivaron café, caña, potreros, manejando a los guatemaltecos no como siervos sino como esclavos. Propiedades de miles de hectáreas, con casas magníficas, crecieron con el sudor indígena y la fertilidad de los campos: el negocio superaba al de sus mejores colonias. Hamburgo fue el gran mercado de nuestro café y cobró importancia el marco en Guatemala, semicolonizada también por ellos. Stahl, Nottebohm, Sapper, Dieseldorff, Gerlach, surtían el mercado en muchas ramas: maquinarias, ferreterías, medicinas, telas. Hijos de alemanes con indígenas o mestizas marchaban a Alemania y volvían casados con rubias opulentas.

Los alemanes se han mezclado mucho con los indígenas de Verapaces. Se establecieron en los años de Justo Rufino Barrios y sus nombres combinan con los nativos, así como las ropas y las sangres. El abuso de confianza, el "derecho de pernada", explica los ojos verdes o azules de algunas morenas preciosas. Los muchachos, a veces mestizos, aprendieron el alemán desde niños y marcharon con paso de ganso a la tierra de sus padres o abuelos para estudiar o entrar en el ejército. Tenían clubes, colegios, las

*

Rafael Delgado,

La

falange en Guatemala, México, 1948.

NULOS, SANGRIENTOS Y FECALES

243

No conocían nuestra capital: salían al exterior por el ferrocarril Verapaz, navegaban desde Panzós por el río Polochik y el Lago de Izabal para embarcarse en Puerto Barrios. Deutschland über alies. De Europa volvían a sus feudos de siervos kekchis, peor pagados que en el ignorado resto del país. El tratado Montúfar-Von Bergen autorizaba a los hijos de alemanes nacidos en Guatemala a disponer de doble ciudadanía. En Moscú, en 1946, me tocó buscar alguno de estos "compatriotas" desaparecidos peleando en los ejércitos de Hitler. Nos hallábamos en guerra con Alemania nazi. La propiedad alemana fue entregada a los campesinos por Arbenz. Más tarde, en París, atendí a varios de estos "guatemaltecos" que regresaban a la "patria" sin hablar una palabra de español. Traían apuntado el nombre del pueblo próximo a la finca de los familiares. Me preguntaban por el Departamento de Alta Verapaz y localizaban el poblado. No conocían ni el mapa de Guatemala. Centroamérica se conmovía cansada de dictadores. Los Estados Unidos de Roosevelt no manifestaron desacuerdo con estos movimientos políticos, seguros de dirigirlos y frenarlos a su antojo cuando les conviniera. En abril de 1944, estalla la revolución armada contra el Presidente Maximiliano Hernández Martínez, que había asesinado en enero de 1932 a 20,000 campesinos hambrientos. El desprestigio de los dictadores era total. Las nuevas condiciones de la guerra que terminaba se interpusieron en favor de la pequeña burguesía, proletariado y campesinos, para derrocar el poder semifeudal liberal y conservador centralizado por Jorge Ubico. Después de jornadas populares memorables, Ubico se vio obligado a entregar el mando al general Ponce Vaides, quien siguió hasta con parte del mismo gabinete, mayor torpeza y parecida ferocidad. Los Estados Unidos lo reconocieron inmediatamente. El pueblo estaba decidido a lograr un cambio. Así nació nuestra Revolución de Octubre de 1944. Me he dado cabal cuenta de la facilidad con que se pasa de la Colonia a situaciones en el siglo xix o a los días en que vivimos, como si faltase método y rigor. Es un sistema de vasos comunicantes. He ofrecido el esquema de una breve síntesis, y no literatura derivada de la historia: una síntesis del sentido y de los rasgos básicos del proceso histórico guatemalteco. La historia de la conciencia de lo indígena en Guatemala nos demostraría la debilidad de su integración como nación. No ha sido una nación: ha sido un feudo. Lo actual se comprende vagarñente mientras no se conozca que la estrecha relación que existe con el pasado no

244

EL VIENTO EN LA VELA

y normal. Ese pasado no

es pasado, sino parcialmente: y está vivo, muy vivo entre nosotros y en nosotros. Por ello deslizamos con tanta sencillez en el tiempo y, para mayor claridad, juzgué conveniente no evitarlo ni buscarlo, sino ceder al declive natural. Ceder a la realidad.

es la lógica

es presente,

I

IV.

EL PESO

DE LA NOCHE

SILENCIOSO Y VERÍDICO Diversos criterios blo: el puramente

se

mantienen para

racista



de un pueen que cuen-

la clasificación

criterio antropométrico,



tan los caracteres somáticos y fisiognómicos el cultural y socioEn el cultural y sociológico cuenta sobre to;

lógico; el lingüístico.

do

lo

económico, en

el

sentido que individuos mestizos, criollos o

españoles, yanquis o europeos, que viven dentro de un mecanismo económico indígena, se les ha de clasificar como indígenas.

Para Alfonso Caso

"el lenguaje es tan importante, sobre todo lengua materna, que es nuestro principal guía para saber si un hombre es indio o no". Hemos seguido, primordialmente, un entendimiento clasista. Deseamos captar las variaciones de ideas y sentimientos, la lucha de las fuerzas sociales que determinan la conciencia, para presentar una visión de conjunto de nuestro devenir. A veces recurrimos a términos empleados para señalar grupos étnicos, diferencias antropológicas: indígenas, españoles, mestizos, negros y criollos, cuando no causan confusión y nos ayudan a conocernos mejor por la correlación que existe, étnica y económica, aunque ya no tan marcada como en la época colonial. El criterio económico establece una división exacta y funcional (no étnica propiamente, aunque haya profundas relaciones en las cifras) por clases sociales. Y entre ellas, entre dos aguas, la ambigua situación, rica de contradicciones, con individualismo y heterogeneidad de todo orden, escindida constantemente, la clase media: reaccionaría y revolucionaria, porque sus intereses y cultura, usos y costumbres, la tiran en un sentido y en otro al mismo tiempo, acercándola al siervo y al obrero o a los grandes terratenientes. Los españoles no crearon colonias de población, sino simplemente de explotación. El analfabetismo indígenas, esclavos nellegaba casi al ciento por ciento. El dominio clegros, mestizos rical sobre la mujer fue tan completo que pocas de ellas y de la nobleza leían y escribían y sabían algo más que la mecánica docmoral, rito, dogma trina cristiana que estudiaban. La religión una rutina externa, con todo el acento puesto en el rito y en el dogma, y nunca en el moral, como lo hizo Las Casas. La resisla







245



EL PESO DE LA NOCHE

246

tencia de los guatemaltecos es

una epopeya sistemáticamente

ol-

vidada.

Pedro de Alvarado tocó a Guatemala como conquistador Gayó como una pantera, acompañado de mexicanos y tlaxcaltecas, que le secundaron con celo extraordinario. Descuartizaron el cuerpo de los pueblos guatemaltecos en nombre del Señor. Así penetró el español, la lengua, con su sangre, su saliva y su fe, marea prodigiosa que intentó borrar himnos y estelas lamiendo el taciturno barro indígena. Así abrimos la nueva etapa: con el más recio de los conquistadores, que en nuestra tierra, como no se hizo en otras regiones de América, esclavizó inclusive a la mujer, y hasta niños y niñas pagaron tributos. La mujer dejó de pagar tributo por decisión de la Audiencia, a mediados del siglo xviii: 11 de julio de 1757. "Sin grandes riquezas minerales al alcance de la mano en este reino de Guatemala, trataron de sacar de los huesos de los indios cuanto les había negado la geología." ^ El indígena, que teóricamente no debía ser esclavizado, porque era vasallo del rey, como el conquistador o el encomendero, es la clase desposeída y explotada, a pesar de las instituciones jurídicas de la Gorona. El negro, que sí podía ser esclavo, estaba en condiciones peores que las del indígena al desembarcar en América, después de haber sido arrancado de su hogar. Muchos millares de guatemaltecos fueron también llevados lejos de sus hogares por los repartimientos, y aun vendidos con naves y caballos, como en la expedición al Perú de Pedro de Alvarado. El peninsular y el criollo formaban la cúspide de la pirámide social. El mestizo, al principio, fue repudiado por el indígena y por el español, discriminado en todo terreno. Al mismo tiempo, era muy apto para hacerse dueño del medio a medida que crecía en número y poder económico. El criollo, a su vez, en situación inferior a la del conquistador burócratas de la Gorona, de la o al enviado de la metrópoli desde la primera generación estuvo animado por un esIglesia principal.





,

píritu distinto del peninsular. cional.

Empezó a

Empezó a

sentir la tierra

fijarse el

sentimiento na-

con intereses particulares y pa-

que nació. El criollo y el mestizo se no pocas cosas, frente al peninsular, el gachupín venido sólo para amasar fortuna. Aparte de tales conglomerados, hay inmensa variedad originada por las mezclas de los mismos: sión vinculada al suelo en

ligaron en

el mulato, el zambo, etc. Y como la "pureza" de la sangre era importantísima en la estructura racialsocial de la Colonia, se 1

William Krehm, op.

cit., p. 70.

SILENCIOSO Y VERÍDICO

247

é

inventaron denominaciones para distinguir lo

hizo

las

mezclas, tal

como

Hamy en su esquema.

En América, España no implantó propiamente tos renacentistas, sino los feudales

de

la

los

precep-

Edad Media. Impuso

la

obligación de producir por la fuerza, la obligación de satisfacer determinadas exigencias de un señor. Estas exigencias adoptaron la forma de servicios por prestarse o de impuestos por pagarse en

moneda o en

especie.

La encomienda, que desde

bleció la división neta de señores

entonces esta-

perduró por encima de legislaciones y disposiciones, sin atenuar su condición de real esclavitud. Como en la Europa feudal, además de los siervos, los señores necesitaron de artesanos y de formas independientes del cultivo de la tierra para que les dieran comodidades. con todos ellos fue surgiendo la clase media: indígenas, mestizos, criollos adiestrados en oficios, cultivos y comercios. Esta clase media, pequeña propietaria, pasó a formar parte del bajo clero, arrieros, zapateros, carpinteros, maestros de obras, plateros, imagineros, pintores, cereros, sastres, pequeños burócratas de la Corona o de los señores. Su evolución caracteriza en mucho la evolución de nuestras naciones. Etnográficamente, en su mayoría son lo que llamamos el mestizo o ladino, clase media media y clase media rica. Pobre o muy pobre, su ascenso para constituir la gran burguesía, para tornarse terrateniente, la ha impulsado bifurcándose hacia lo más reaccionario y hacia lo más avanzado, según su conciencia social. La pequeña burguesía nos ha dado el mayor número de representativos no sólo porque cada vez es mayor como clase dirigente, sino porque dentro de las contradicciones que la conforman y en las relaciones con las otras clases, hace que la sociedad se impele en conjunto de acuerdo con la ley general del desarrollo: por sus propias contradicciones internas encuentran el alimento para su impulso, generalmente oportunista o de carácter extremo. Hay una psicología de resentimiento que perdura por supervivencia del espíritu de la Colonia. Hemos sido un pueblo pateado, escarnecido, aherrojado. ¿Cuál ha sido nuestra vida? ¡La niñez del guatemalteco en los últimos cuatro siglos! No pueden sorprendernos estos traumas psíquicos, dada nuestra infelicidad que agregó, al primitivo pavor cósmico, el pavor del infierno y el diablo, traído por los misioneros, y el pavor manante de la decapitación de la vida indígena en todas sus formas. La derrota nos llevó atrás, muy atrás por muchos años, a etapas ya vividas de nuestro desarrollo: no olvidemos que Alvarado, violento como nadie con las armas, es aún más recio como colonizador. Las

y

siervos,

Y

EL PESO DE

248

L.\

NOCHE

de Indias, en sus buenos casos, transformaron al indígena con toda su majestad en un menor necesitado de tutores. De mil modos surge la mentalidad del xvi que negaba al indígena condición humana o dudaba de ella. El Colegio de Cardenales en Roma discutió medio siglo si los indígenas, sin ser humanos, podían recibir los sacramentos.^ El estudio de gran parte de la clase media sería revelador. En su cursilería encontramos uno de sus rasgos conmovedores: no sabe cómo fugarse de la realidad o cómo encararla. Carece de asiento firme con la clase trabajadora, y lo tiene menos con el indígena, a quien desprecia. Y tampoco encuentra cabida entre los nuevos ricos y grandes terratenientes. Qué pobreza y sequedad de vida interior. De vida trascendente. La cursilería y el poder ¡x>lítico son las más patéticas formas que alcanza para no sentirse frustrada y atenuar el desacomodo. "Lo cursi decía Bernardo Ortiz de Montellano es la clase media del gusto." Tiene una religión mecánica que le sirve como el antifaz al bandolero. El profesional suele ser íntegramente mercantilista y establece la clínica, el consultorio, la oficina, con mentalidad de un comerciante de manteca. A la mujer se la trata en formas antagónicas: galanteo medieval, como en los torneos de caballería y, al mismo tiempo, se la reduce a la sumisión y a la ignorancia. La Universidad, hace más de medio siglo, tomó el sesgo de proa rectora del feudalismo cafetalero, como corresponde a su integración económica. Su participación en la vida política ha sido notable algunas veces, cuando se ha unido a las fuerzas populares para derrocar un tirano. Estas alianzas han durado muy poco, hasta que surgieron los problemas de la lucha de clases, a los cuales muchos universitarios han sido alérgicos hasta en los últimos años. Su sensibilidad social tiene más de un siglo de retraso. Se prepara, más o menos bien o mal, a una élite desvinculada de la vida del pueblo, con egoísta dirección mercantil. Algunos líderes estudiantiles luego siguieron su alineación, aunque se hayan presentado avanzados en programas y discursos. Pronto se empeñaron en minar los organismos populares con el socorrido pretexto de la lucha contra "ideas exóticas" y otras charlataneleyes





rías

conocidas.

han

sido

el

Y

entre nosotros, lo único exótico y extremista la miseria y el semifeudalismo en que vi-

atraso,

vimos. clara y definida, como últimos diez años, varios "partidos sin contacto con las bases, guiados desde arriba por

Empezaba a

surgir

resultado de la libertad. políticos" >

J.

una juventud, más

En

los

H. Franklin, Prom Slavery

to

Freedom,

New

York,

1947,

p.

31.

SILENCIOSO Y VERÍDICO

249

jóvenes

universitarios, sufrieron tan frecuentes y graves desviaciones que en realidad escondían los nombres de los viejos partidos tradicionales: liberal y conservador. Estaban organizados con

la

misma

intención con que nuestros padres o abuelos dirigieron

Cambiaron sus tácticas en partidos de nuevo tipo y de viejo propósito. Durante las dictaduras, el estudiante mantuvo rebeldía, y su canto de guerra "La Chalana" se cantó en ocasiones memorables contra Jorge Ubico. Llegó la reforma agraria. Acaso la familia fue afectada por ella y por los sermones del confesor, y el joven se opuso por muchos caminos. Las excepciones, cada vez más numerosas, existieron felizmente. Las reivindicaciones del obrero y del campesino no sólo son distintas, sino opuestas, por lo general, a los intereses del joven universitario. Es una universidad de casta. Para comprobarlo bastaría el anárquico sentido de los tradicionales festejos estudiantiles del Viernes de Dolores en los 10 años últimos. El dictador Ubico no permitió tales festejos, en los cuales podía escapar alguna crítica a su régimen. El desfile, la velada y el periódico No Nos Tientes constituyeron, de 1944 a 1954, las más pornográficas, orgiásticas, reaclos

asuntos públicos.

cionarias y soeces manifestaciones del señoritismo guatemalteco. Al mismo tiempo, se fortalecía un notable Frente Democrático Universitario. Qué contraste con el desfile del 1*? de Mayo de ¡

los

trabajadores!

La

intelectualidad,

pequeñoburguesa por

lo

general, recita-

dores con guitarra a la hora de los tamales, ahita del ambiente, no escapa al peso de la noche sino en casos extraordinarios. El

impulso renovador no nace de ellos, sino contra ellos en algunos obreros y maestros de escuela. En el fondo, una burocracia con todo lo que ella significa de colilla de cigarro y escupidera. Qué reacción tan reaccionaria. Este mundillo se agita en el aula universitaria,

los periódicos,

los partidos políticos, las oficinas públi-

cas y en asociaciones más tristes aún que la teología. Si quieren enaltecer una figura histórica, la sitúan lo más distante posible, la castran

y

la fosilizan

técnica para este

a su imagen y semejanza.

Hay

inmundo manoseo que nos recuerda

guaraníes, que reducen las cabezas de sus enemigos

y

toda una la les

de

los

cosen

la boca.

Quien explota a

los indígenas les considera holgazanes y petaimados y lentos, sin iniciativa. Sin redención posible, borrachos y degenerados. No hay defecto que no tengan. Su miseria es de su responsabilidad exclusiva, directa y única. El hacendado pretende haber hecho todo por llevarle adelante. Afirma que el indígena no desea salir de su condición actual. Que son

rezosos;

EL PESO DE LA NOCHE

250

A quienes le apoyan y se humano, como a otro guatemalteco mejor ni peor, sin compadecerle y sin exagerar sus virtudes, se repite que no saben nada de su psicología. El retrato de Pe-

idealismos los que arguyen a su favor. le

ni les

como a

acercan

otro ser



a quien simbólicamente el pueblo arrastró dro de Alvarado por las calles el día de la proclamación de la Independencia Nacional se alza donde se reúne el feudalismo, en el Club Guatemala, en gran tamaño y en sitio de honor. A lo sumo, hay que aproximarse al indígena con todo lo sucio y ofensivo de la limosna de la caridad burguesa. Cuando se le cuida es como al ganado. El indígena se halla lejos aún de tener conciencia de su miseria para que pueda rebelarse. Hace pocos años, en las tiendas de raya se estafaba de nuevo al peón al pagarle con maíz y fríjol, manta o lona para vestirse, y se les robaba en las cuentas de los libros de contabilidad. Siempre aparecieron mil razones para no dictar medidas en favor de cambio radical. Siempre se llegó a la conclusión de que el indígena siguió esperando la restitución aún no se podía. de las tierras que son suyas. Es decir, dos terceras partes de nuestro pueblo. Lo mejor de él. La reforma agraria, destruida ya, había empezado en 1952.



Y

Muchos indígenas y mestizos aún sienten desprecio hacia los indígenas y todo lo suyo. Este sentimiento se manifiesta de mil modos. Entonces, los mestizos son más papistas que el Papa: echan una cortina de humo para mimetizarse, hasta donde les sea posible, entre los "blancos puros". Los peores caciques, en frecuentes casos,

han

sido indígenas

que

se

apoyaron en

confianza otorgadas por nuestros autócratas.

En

la fuerza

y

la

las aldeas, el al-

guacil, el alcalde o el militar indígena suele ser el terror de sus hermanos. Escapan de la opresión poniéndose al servicio de los opresores y oprimiendo a su vez. Víctimas o verdugos. El mestizo, en los siglos primeros de la Colonia, tuvo posición secundaria y lastimosa en la jerarquía social. Era despreciado por el indígena y por el español. Provenía de vergonzosa y vulgar aventura clandestina, de abuso de confianza, estupro, violación, o del "derecho de pernada". El obispo Marroquín escribió a su Majestad desde México (10 de mayo de 1537) informándole de Guatemala: "Asimismo escrevi a V. M. la mucha abundancia que hay de niñas de españoles ávidas en esta tierra; unas tienen padre, otras no, y todas esperan no lo tener; esperase tanto peligro, que sería muy gran limosna recogerlas en un monasterio." En la mis-

ma

carta, afirma:

SILENCIOSO Y VERÍDICO

251

En lo temporal, para el buen tratamiento de los naturales yo he escrito muchas cartas y muchas cosas particulares, todo bueno para su aumento y para el reposo de los españoles, y abreviaré apuntándolas todas. Principal cosa es, y muy necesaria, que los españoles que tienen repartimientos se casen todos en general y los primeros el que gouierna y los oficiales de S. M. y se les ponga tiempo limitado para ello ansi para que vivan en gracia, como porque de tal punto de gloria Dios y V. M. y los naturales serán mejor tratados; y el que no quisiere poco agravio le hará V. M. en que se quite el repartimiento.^

le

Los conquistadores y primeros vecinos eran lo mejor de lo peor al mismo tiempo: lo mejor por la inquietud, aventureros letrados, semiletrados o analfabetos, de genio político o vocación evangelizadora, de cuna humildísima, las más veces, como Cortés el más grande de ellos porquerizo en La Habana, antes "de la epopeya de México. Muchos lo peor llegaron por cuentas con la justicia en la Península a explotar a los indígenas en forma tal que algunos religiosos o no religiosos, hasta por conservar aquella mina de esclavos, buscaron a librarlos de la destrucción. El buen obispo Marroquín, en carta a Carlos V del 15 de agosto de 1539, le informa que, "vista la necesidad destas gentes, no un protector sino muchos abían de tener". Bernal Díaz del Castillo apunta, exacto y candoroso: "...en aquel tiempo vinieron de Castilla y de las Islas muchos españoles pobres y de gran codicia e caninos e hambrientos por haber riquezas y

España y





,



esclavos".

Conquista y colonización: epopeya y cagatintismo. Los hide los conquistadores heredaron el botín del pillaje y el crimen. La Iglesia recibió, por servicios parecidos y evangelizaciones, iguales o mayores privilegios. Se creó así la estructura social que aún no se ha podido cambiar. Nuestra patria pasó a manos del encomendero y el gachupín. De vez en cuando, se encrespó una ola impulsada por el hambre, queriendo recuperar algo de la tierra que fue suya, que es suya y que ha labrado para otros. Voces de protesta y denuncia clamaron en el desierto contra aquella vesania. Oigamos tales voces no como historia, sino en lo doloroso de su actualidad. Sigamos por ellas el hilo de nuestra herencia feudal. Vasco de Quiroga, en su Información en Derecho y presentada al Consejo de Indias en 1535, escribía: jos

por estas crueldades y rigores que a mi ver les hacen más espantadizos, indómitos, zahareños c inconversables c implacables, huyendo y escondiéndose y amontándose por los montes y cavernas, .

.

^

Alvarado.

.

Libro

viejo

Biblioteca

de

la

fundación

"Goathemala"

(vol.

de Guatemala y papeles relativos XII), Guatemala, 1934.

a

Pedro

de

EL PESO DE LA NOCHE

252

ramblas y resquicios de peñas, de toda gente española, como de la misma muerte y pestilencia, que parece que por doquiera que van españoles los sigue y va con ellos tras estos naturales, no levantándose ni rebelándose como nosotros impropiamente decimos que se alzan y rebelan, sino tomando el huir e alzarse a los montes por defensa natural, como en la verdad lo es en esta gente, que no tienen otra para tantos agravios y fuerzas y daños como reciben de los españoles, sino las armas del conejo, y que es huir a los montes y breñas, que va muy lejos de rebelión y levantamiento que nosotros les queremos imputar y levantar, haciendo la defensa natural, rebelión, no como ello pasa en la verdad, sino como a nosotros ciegos de la codicia nos parece y mejor a nuestros propios y particulares intereses nos está, sin tener respeto al bien y pro común de esta tierra y naturales de ella.

En

este

mismo documento memorable,

el

obispo de Michoa-

cán afirma: han hecho y hacen

esclavos hasta las mujeres con los hijos de de tres o cuatro meses a los pechos de las madres, y herrados todos con el hierro que dicen del Rey, casi tan grande como los carrillos de los niños; y los traen a vender a esta ciudad en los ojos de esta Audiencia, como hatos de ovejas, y a mi ver y creer, por lo que de ello sé, inocentísimos, que no hay corazón de carne, cristiano, a mi ver, que lo sufra; la cual crueldad, por mandato de esta Audiencia, fuimos ayer a ver a un oidor y yo con un escribano; y vimos todo esto y más: que algunos de éstos estaban enfermos y enfermas, casi para expirar. Preguntando nosotros a los que traían que qué mal habían hecho aquellas mujeres y los niños de teta para así los herrar, respondieron que de entre las peñas los sacaron, donde los hallaron huidos y escondidos justamente a osados por ciertos para así los cautivar y herrar. Huyen las ovejas delante de los lobos y escóndense las tristes, de miedo y temor, por los montes y breñas, y aún no las quieren dejar, sino que las toma por de buena guerra: cierto, muy grande y muy cargosa ceguedad es ésta. Porque no son estos naturales para con nosotros sino como los pájaros con la red: así se recelan y se espantan y escandalizan y huyen de nosotros y de nuestras obras y redes que les armamos para en cualquier manera, que sea, por fas y nefas, enredarlos y aprovecharnos de ellos con total destrucción y asolamiento suyo. . .

.

teta



De

los



esclavos de rescate escribió:

y que de libres alquilados que son, los hacen esclavos, y más como condenados a las minas, siendo libres e inoque los que los venden y los compran, por la Y mayor parte son cristianos, mayormente los que los rescatan; y, sin embargo de esto, los hierran en las caras por tales esclavos y se las aran y escriben con los letreros de los nombres de cuantos los van comprando, unos de otros, de mano en mano, y algunos hay que tienen tres y cuatro letreros, y unos vivos y otros muertos, como ellos ...

esclavos, y aún centes. también

que

SILENCIOSO Y VERÍDICO

253

llaman los borrados; de manera que la cara del hombre, que fue creada a imagen de Dios, se ha tornado en esta tierra, por nuestros pecados, papel no de necios, sino de codiciosos, que son peores que ellos y más perjudiciales. Y así escritas las caras, los envían a lai minas. .* .

El testimonio del obispo Vasco de Quiroga es

un documento

irrefutable:



en lugar de alabar y conocer a Dios y ver y experimentar

la

bondad y piedad cristianas verán y experimentarán la crueldad de los malos y codiciosos cristianos, y aprenderán a maldecir el día que nacieron y la leche que mamaron. ... les sacan las vidas y la sangre y

les

destruyen

las

almas,

el obispo, que en documento también, nos relata que pedían "las indias hermosas a docenas y medias docenas". Tal situación está viva entre nosotros, pero no puede conducir al sojuzgamiento de modo tan cabal porque los años no han pasado en vano: sólo hay diferencia en la práctica. Como ayer se dudaba de la humanidad de los indios, hoy 1955

dice



también

se advierte la

tiano sea

de

misma

sospecha, aunque

el

principio cris-

igualdad de todos los hombres. Prevalece "la malos y codiciosos cristianos" que atormentó a Vasco de Quiroga y otros misioneros, la misma maldad y el mismo "cristianismo". Si nos enferma la realidad descrita por algunos frailes y civiles, ¿cómo no va a dolemos, cuatro siglos después, comprobar todos los días de mil modos diversos en obras y pensamiento el mismo sentido prehistórico y situaciones gemeel

crueldad de

las

a

la

los

las del siglo

xvi?

En

1537, Fray Julián Garcés, primer obispo de Tlaxcala, en carta memorable dirigida a Paulo III, argüía así defendiendo la

racionalidad de los indios:

Ya es tiempo de hablar contra los que han sentido mal de aquestos pobrecitos, y es bien confundir la vanísima opinión de los que fingen incapaces y afirman que su incapacidad es ocasión bastante para excluirlos del gremio de la Iglesia. Esta voz realmente, que es de Satanás, afligido de que su culto y honra se destruye, y es voz que sale de las avarientas gargantas de los cristianos, cuya codicia es tanta que, por poder hartar su sed, quieren porfiar que las criaturas racionales hechas a imagen de Dios, son bestias y jumentos, no a otro fin que los que las tienen a cargo, no tengan cuidado de librarlas de las rabiosas manos de la codicia, sino que se las dejen usar en su servicio, conforme a su antojo.* la

* Gabriel Méndez Planearte, Humanistas mexicanos del siglo xviii. Ediciones de Universidad Nacional Autónoma. México, 1946. Biblioteca del Estudiante Univeni-

tario, pp. 72-83. *

Gabriel

Méndez

Plancartt, op.

cit.,

pp. 7-10.

EL PESO DE LA NOCHE

254

Los resabios de

tal

racismo

se

observan en

el

aire,

muy

ro-

mayoría de mestizos terratenientes que no se consideran como tales, aunque las facciones pregonen peculiaridades aborígenes. Ha derivado hacia una estructura y defensa de clase, y no de una entidad étnica, por las mismas razones del

bustos

aún entre

La

siglo XVI. la Iglesia,

la

Iglesia,

porque

los

coAio entonces, sigue igual conducta. Y digo misioneros como Vasco de Quiroga o Las

Casas encaman un cristianismo primitivo: "la Iglesia nueva y pricomo decía el egregio obispo de Michoacán, luchó en vano contra la feudalidad de la Iglesia y la Corona. Triunfó la feudalidad: la Iglesia y la Corona y sus estructuras económicas

mitiva",

y sociales. El indio es, hasta la fecha, uno de los seres más miserables, más abatidos v abandonados del mundo. La organización de Vasco de Quiroga fue excepcional entre las demás misiones, que siempre se ha tendido a glorificarlas como sociedades ideales. Todas, sin embargo, constituyeron formas re-

ligiosas de la encomienda, amparadas por el talento y la bondad de sus dirigentes. No debemos exagerar su conducta patriarcal porque sólo eligieron las bases del régimen indígena que consideraron útiles para las misiones, en beneficio de la Iglesia siempre. La tierra de las misiones fue propiedad de la Iglesia -r-extensa y magnífica cultivada por los indios, a quienes se les daba parcelas como a siervos, para que ayudaran su paupérrima economía. Se les enseñaron algunos oficios a no pocos de los indígenas más esclavizados, seguros de que nunca se libertarían. Y si no se les enseña, no habrían podido levantar por toda América monasterios, iglesias y palacios. A principios del xvi, España contaba unos diez millones de habitantes, y con ellos muy poco habría podido poblar, cultivar y explotar minas y campos en el inmenso imperio. Los establecimientos patriarcales a lo Vasco de Quiroga, Obispo de Michoacán, eran excepcionales, los más humanitarios de la época. Se ha repetido que Vasco de Quiroga puso en prácpublicada apenas en 1515 tica la Utopía de Tomás Moro pensamiento humanista de Moro no pero se ha olvidado que el condenaba la esclavitud. Las Casas llevó a su extremo el pensamiento clasista de Moro, la necesidad de que los esclavos fuesen tratados como familiares en beneficio de la clase dirigente para asegurar el desarrollo social de la misma. Los Anales de los Cakchiqueles nos relatan padecimientos que aún no han terminado. Los oidores de México, informados por el padre Francisco Marroquín, denunciaron a la Emperatriz la situación guatemalteca: tan temprano como en 1531, los españoles se oponen tenazmente a la Real Cédula de 2 de agosto de 1530,







SILENCIOSO Y VERÍDICO

255

porque en nuestra tierra se "practicaba mucho el herrar de los esclavos y se cargaban por aquella vía que navegan para Panamá", como lo indica esta afirmación de la Audiencia de México a la Emperatriz. El Ayuntamiento de Guatemala se quejó ante el Rey por la Cédula citada. Las disposiciones reales fueron burladas y pronto los conquistadores volvieron a tener esclavos como antes de la prohibición de 1530. El Presidente de la Audiencia de Mé-

"como índice de los excesos el rumor de que ya valían

xico

acogía

diez pesos,

cuando

el

—leemos

en Silvio Zavala en Guatemala a año anterior estaban en la ciudad de Mélos esclavos

xico a cuarenta".®

Las Leyes Nuevas, promulgadas en Barcelona el 20 de noviembre de 1542, modificaron la situación jurídica de la esclavitud, la abolieron en el papel y contribuyeron a convertir en gran negocio secuestrar negros y esclavizarlos. La población negra importada exactamente como una mercadería, a partir de 1543 fue reducida entre nosotros, según García Peláez, en donde había indios suficientes para la explotación de metales, del añil y, tardíamente, de la grana. En Guatemala, nuestros abuelos, los encomenderos, al enterarse de que las Leyes Nuevas mandaban que "por ninguna causa de guerra ni otra alguna aunque sea su título de rebelión, ni por rescate, ni de orra manera, no se pueda hacer esclavo indio alguno; y queremos que sean tratados como vasallos nuestros de la Corona, pues lo son", escribieron al Rey (10 de septiembre de 1543): "Estamos tan escandalizados como





nos enviara a mandar cortar la cabeza."^ El Ayuntamiento de Guatemala (12 de octubre de 1543) acordó nombrar un procurador a la Corte, para defender la esclavitud.^ Ni el licenciado Alonso de Maldonado, ni el Obispo Marroquín, ni Gabriel Carrera aceptaron tal designación. Casi un año después, la propia Audiencia, presidida por el licenciado Alonso de Maldonado, informó al Emperador que el Cabildo de Guatemala había apelado de las Leyes Nuevas de Barcelona. si



Durante

el

año II-Temperatura

—recuerdan

los

cakchique-

llegó el Jefe Mantunalo. El Jefe Mantunalo llegó para librar a los hombres de sus sufrimientos. El lavado de oro, de la plata, cesó les

prontamente; el tributo en jóvenes varones, en jóvenes mujeres, cesó; cesó de quemar [vivos], de ahorcar y verdaderamente [cesaron]

se

*

Silvio

Zavala,

Contribución

a

la

historia

de

las

institucionts

coloniales

en

Guatemala (Jornada 36), El Colegio de México, Centro de Estudios Sociales, 1945. ' José Antonio Villacorta, Prehistoria e Historia Antigua de Guatemala. Guatemala, 1934. pp. 453-455. "

p.

4.

José

Joaquín

Pardo,

Efemérides

de

la

Antigua

Guatemala.

Guatemala,

1944.

EL PESO DE LA NOCHE

256

todos los actos de violencia de los hombres Castilan y los tributos que habían puesto por la fuerza sobre nosotros. Los caminos fueron más frecuentados por los viajeros, desde que hubo llegado el Jefe Mantunalo, que no lo habían sido ocho años antes cuando por primera vez había sido impuesto sobre nosotros el tributo, oh ¡

hijos míos!

Así va discurriendo nuestra vida, llagada por la codicia de quienes, con el pretexto de la el el

fe,

evangelizaban sin desatender

propósito palmario de esclavizar. Alonso López de Cerrato tomó cargo de Presidente de la Audiencia de los Confines y dio nue-

vo impulso a

la

defensa de

los

oprimidos.

"No

está

bueno padre

color de garrapata", cuenta el arzobispo García Peláez que decían los indígenas de los padres recoletos, de hábito gris, por las crueldades cometidas por los misioneros de la propaganda de la fe.^° A Fray Bartolomé de Las Casas, en su obispado de Chiapa, los vecinos se le sublevaron y atentaron contra él apoyados por el Deán y otros clérigos. Cuando leemos el informe al Rey del franciscano Francisco de Bustamante, fechado en Guatemala el 22 de marzo de 1551, confirmamos que los procedimientos se han mantenido y defendido 400 años después (al combatir la ley de reforma agraria de 17 de junio de 1952) no sólo con similares argumentos sino con el mismo lenguaje feudal. Alonso López de Cerrato fue enérgico y pudo mitigar, muy corto tiempo, la situación de algunos indios. Bernal Díaz ^^ se expresa con desagrado de López de Cerrato quien, sin indemnización alguna, había libertado esclavos que tenían en la cara el hierro de su Majestad. La porfía entre los muy escasos protectores de los indios y los encomenderos origina una serie de quejas y protestas en que abundan los agravios recíprocos. El informe de Fray Francisco de Bustamante nos proporciona un dato muy valioso: los españoles no enseñaron oficios a los indios libres, sino sólo a los esclavos, seguros de que jamás los perderían. Cuando éstos quedaron en libertad, muy relativa y efímera, muchos de ellos estaban ya formados en no pocos oficios como artesanos dueños de la pericia europea. • Anales de los xahil, Imprenta Universitaria, México, 1946. (Versión de Georges Raynaud, traducida del francés por Miguel Ángel Asturias y J. M. González de Mendoza, p. 49. La versión de Adrián Rocinos traduce la fecha así: "El día 11 Noh", 16 de mayo 1536). *" Memorias para el antiguo reino de Guatemala, 1851, t. 3, cap. 96, pp. 101 y 103. " Como Procurador Síndico de la Ciudad de Guatemala, en petición al Consejo de Indias, de lo. de febrero de 1549. (Texto publicado por L.B. Simpson, en su

obra Studies in the Administration of the Indias in New Spain, Berkeley, 1940. El texto original pertenece actualmente al archivo de Ricardo Vázquez, de la ciudad de Guatemala.

)

SILENCIOSO Y VERÍDICO

La

gallardía del indio

257

no ha decaído nunca. Las sublevacio-

nes por tierras y crímenes perpetrados en ellos son numerosas a lo largo de la dominación. Su pasión filial por la tierra, la solida-

ridad para luchar y sufrir, su religión viva y mutilada como su lengua, alentando sobre la represión sorda o sangrienta, las ad-

vertimos por dondequiera durante cuatro siglos. Después del breve que registran, patéalivio que les dieron Alonso de Maldonado



ticamente, los Anales de los Cakchiqueles



y Alonso López de

Cerrato, encontramos nuevas quejas increíbles hacia 1570: las milpas que estaban en el Distrito de la AudienGuatemala expusieron que, no obstante las cédulas anteriores, eran agraviados porque pagaban más tributo del que podían pagar: se cobraba a los mozos que estaban en servicios de sus padres, a los viejos y viejas que no lo podían ganar, a los viudos y viudas y se

Los indios de

cia de

exigía también el de los muertos."

En

los

propios albores de la Independencia, entre

1754 y

1798, según investigaciones de L. B. Simpson,^^ se confirma que los

repartimientos de servicios prosiguieron para trabajos en el y para edificación de la actual capital de Guatemala. En-

campo

México y Guatemala





existe diferenseñala Silvio Zavala en lo que se refiere 1663 esto es muy significativo a la evolución del trabajo agrícola: "En este Virreynato no subsiste el repartimiento forzoso para el campo en época tan tardía como ocurre en Guatemala". Hace poco, en La Hora (Guatemala, 24 de enero de 1951), diario con mentalidad más atrasada que las Encíclicas (que ya reconocen la lucha de clases), leí estos párrafos deliciosos de Manuel Cobos Batres, de nuestra "nobleza", en que hace lo posible para "limpiar" de sangre indígena al instrumento del clero y de los esclavistas a mediados del xix, el analfabeto Presidente vitalicio de Guatemala, el ultrarreaccionario Rafael Carrera. tre

cia desde





Nada dice la partida de la raza de Rafael Carrera, ni respecto a de sus padres, porque ya en esa época casi había desaparecido tal costumbre, como una consecuencia del triunfo de las ideas democráticas, que cristalizó en la Constitución española de 1812. Sin embargo, con los datos que hemos publicado en este estudio de la raza de sus ascendientes, se puede establecer muy aproximadamente la composición de sangre del "Fundador de la República", título que no se le puede disputar a Rafael Carrera, porque fue en virtud de un decreto suyo, promulgado en 1847, que Guatemala comenzó a ser una República independiente. Veamos, pues, cómo resulta esa composición de sangre: " í^J

Silvio Zavala, op. cit., p. 44. Silvio Zavala, o/>. riV. pp. 84

y

85.

-i ¡ii

"ijfí..' jt;^

f-'H

i,

^f^n')' yxijúf^

EL PESO DE LA NOCHE

258

Para que no se nos tache de aduladores, tomaremos el máximum de sangre africana, según los cálculos más pesimistas de Felipe Turcios, cuando especulaba sobre la proporción que pudiera tener de esta sangre Luisa Josefa Díaz, o sea el 70%. Y todavía, para acreditar más nuestra moderación, ya bastante reconocida, vamos a tomar esa sangre africana de la más barata, es decir, de Guinea y no de Angola. Tenemos, pues, que siendo Felipe Turcios español el 1009c, y su esposa 30% de española y 70% de negra, la hija de este matrimonio, Juana Rosa, era 65% española y 70% negra. Como ya hemos visto que Simón Carrera tenía 79% de español y 21% de sangre indígena, resulta que nuestro Presidente Vitalicio era un compuesto de lOVi de indio, 17^^ de negro y 72% de español. Y pensar que le amargaron la vida llamándole constantemente indio, el indio Carrera .

.

A propósito de esta misma mentalidad del siglo xvi, quiero recordar que en el diario más conservador y proyanqui de Guatemala, El Imparcial, un terrateniente, en nombre de muchos otros miembros de la AGA (Asociación Guatemalteca de Agricultores), publicó, en página editorial del 25 de julio de 1945, lo siguiente: ¿Qué

beneficio traería a lo* indios y al país que supieran leer y ¿Pueden comprar periódicos y revistas? Claro que no... Utilizan su superioridad como alfabeto para convertirse en el jefe de otros indios y crear toda clase de dificultades al propietario de la finca. . El indio debido a su atavismo prefiere la vida primitiva. . Si muestra aparente interés en cualquier sugestión de que se civilice, es porque cree en la posibilidad de obtener una ventaja escribir?

.

.

material y no espiritual en

ello.

a menudo se

llama ladino, ya que no viste los trajes típicos y lo hace a la usanza europea, aunque camine con los pies descalzos, sombrero de palma y sus ropas sean un montón de harapos. Es el indio o el mestizo que huye de su naturaleza, que se mimetiza, presionado por todas partes, orientado en tal rumbo a puntapiés. Para otros, es verdadero anhelo calzarse o ponerse

Al indígena,

el

al mestizo,

apelativo también se

le

le

aplica a quien

Hasta la justa aspiración esconde sabor de huida. Pronto llevará corbata, chaleco, si puede. En saltar del lienzo enrollado en indias o mestizas las mujeres tomo a la cintura a la falda constituye un acontecimiento. Comienzan por dejar de ser "indias envueltas", usando en las faldas las mismas telas de los envoltorios: así su timidez se atreve al "ascenso". Se dice, entonces, que la "india envuelta" regresó ya siquiera unas sandalias toscas.





"plegada" al pueblo. Pasará a vestirse "plegada" con otras telas a su alcance, que nada tengan que ver con las que emplean los aborígenes; a los zapatos más o menos planos, hasta que aparezcan

SILENCIOSO Y VERÍDICO los tacones;

a lucir

la

indumentaria europea,

do, los afeites y se avergüence de traer en

259 el

abrigo, el p)eina-

un canasto

las

verduras

compradas en el mercado. Pero el indígena del campo y las aldeas mantiene su señorío y su orgullo, la más alta verdad popular, con seguridad consubstancial. Vive, mejor que ninguno, la firme y tranquila afirmación de su ser. Como un roble o una encina, no podría decirse que está orgulloso de ser roble o encina sino que lo es sencilla y legítimamente. En el mestizo, sobre todo cuando está en la ciudad, a veces, la oscilación adquiere caracteres extremos por sentir doble desamparo como en los primeros años de mestizaje. Asirse de algo, desheredado como está y a la intemperie, sin el apoyo rural y sin la acogida urbana, en las orillas de la ciudad, busca qué ser y va respondiendo a las preguntas que se ha hecho escogiendo la corriente de sus confusiones que le arrastran agudo, triste y sarcástico hacia donde se hallan los de mayor poder económico y significación social. Para Domingo Juarros es ladino el indio que profese el cristianismo. El Presidente Justo Rufino Barrios dio un decreto (el 165) por el cual garantizaba, a los nativos de Sacatepéquez que





vistieren a la usanza del ladino, el

derecho de considerarse como

tales.

Al indígena, al sirviente mestizo, el ricachón le hablará de vos o de tú, aunque sea la primera vez que le vea. Esta familiariadad le pone coturnos. ¿A cómo las naranjas? ¿De dónde sos vos? En los mercados, en los caminos, al indígena hombre se le



mujeres María. Y, también, simplemente "marantoja más grosero el tono compasivo, hipócrita del "benefactor", cuando se desprende de unos centavos "para ayudar a los inditos". Los indígenas no son un problema. Por lo demás, no hay indígenas sino sólo guatemaltecos: el problema son los encomenderos. Igual acontece en los Estados Unidos. No hay problema negro. Lo que hay es problema blanco. "¡ Que nos siguen linchando!", decía un negro representativo. Hasta se ha pretendido que los indígenas fueron conquistados y esclavizados por peculiaridades propias en ellos. Racismo y complejo de inferioridad muy propagado que se descubre en lo colectivo y en lo individual, por falta de integración nacional o continental y por el constante, calculado, minucioso insistir en la aristocracia del blanco y su poder superior. El patrón ejerce dominio patriarcal, con trato humano de mayor o menor violencia. Han desaparecido las cárceles, los cepos en fincas y haciendas. Sin embargo, el patrón interviene hasdice: José;

a

las

chante". Pero se

me

EL PESO DE LA NOCHE

260

hace de juez, castiga ínticon potestad que no la tienen los padres ni sobre los menores, tal en remotas organizaciones esclavistas. Para el 12 de diciembre, día de la Virgen de Guadalupe, la Virgen Morena patrona de México, niños de las familias ricas visten el traje típico. A los rubios les encarbonan la cara para hacerlos morenos. Son los que logran mayor éxito. Sobre las espaldas de los niños colocan pequeñas cargas. Las niñas llevan cántaros, cestos con frutas, para estar más en su papel. En ese día, el sentimiento indígena es prueba de fervor y lo pintoresco aceptado como disfraz. Porque la gracia consiste en vestir de aborígenes a quienes menos lo son. Los rubios, sobre todo. Las mamas se extasían ante sus chicos: "¡Parece un pastorcito de nacimiento!" Se toman fotografías, se pasea por las calles para mostrar el traje. Hay reuniones de niños, asisten a la iglesia, y todo es alegría y recreo. Los niños indígenas con cargas verdaderas, en harapos y descalzos, sonríen ante el espectáculo. Hacer esto por un día y en el día de Guadalupe, encierra la misma función que el mito guadalupano: la Virgen se grabó india en el ayate del indio Juan Diego. Se grabó "mágicamente" morena y cobriza, con pómulos altos, para ser una Malinche mítica: adelantar la conquista hasta el fondo del alma. Entonces, nada tiene que los niños, los niños blancos cuyos padres patean a los indígenas, se disfracen y formen cortejo a la imagen católica. No es un paso hacia los indios, sino un paso hacia el conquistador. Se trata de una alineación y de exponerla claramente. Los niños encarnan a Juan Diego, revelan, multiplican el mito y lo viven. Dan fe del milagro, a la vez que se divierten padres e hijos, car->j navalescamente, vistiéndose de víctimas, salvados por el nueve ta en problemas de la vida privada:

mos asuntos

familiares,

mito.

Amigos míos han adoptado una

niñita extranjera. Es rubia;j

ojos verdes, blanquísima.

señora] con — ¡Parece una muñeca! —me como acomplejada. Aquí tenemos tantos niños aban— ¿Por qué buscar tan dice,

satisfacción, la

tan amiga

lejos?

donados, sobre todo entre

los

indígenas.

Están llenos

los

hos-

picios.

La señora puso cara enojada. Su alteración fue breve. Pasamos a hablar de otras cosas Hace poco acabo de enterarme de un caso opuesto: una familia sueca ha recogido un niño indígena para educarle como si fuese hijo propio. No es un mestizo más o menos blanco, sino un niño moreno con rasgos raciales bien marcados. Sus amistades .

.

SILENCIOSO Y VERÍDICO

261

no aciertan a imaginar cómo se les ha ocurrido semejante cosa. Adoptar un "indito", mimarlo, educarle con el mayor cuidado y delicadeza, sentarlo a la mesa con ellos y hasta con las visitas! Deben ser "comunistas" o están locos. Después querrán que el niño adoptado juegue con los niños de las familias amigas, que vaya a los mismos colegios ... Si al menos le hicieran comer en la cocina, con la servidumbre. ¡

La sirvienta de casa ha suprimido el apellido indígena del padre y sólo usa el español de la madre. Esto le parece lo más natural. El papá, que lleva su apellido sin molestia, no hace reclamo alguno a los hijos que escamotean su nombre. Le doy unas moneditas a un niño de mi familia y le digo de compartirlas, exactamente, con un compañero de juegos de todo el día, el hijito descalzo de la cocinera: La mitad para ti y la otra mitad para el niño que juega

— —Ése no — Por qué —Porque no

contigo.

es niño.

Es patojo. no niño?

es patojo y

¿

tiene zapatos.

La niña va a

la "matineé" del cine. Tiene, no más, siete años y lleva puesto un precioso saco de lana de los que usan los nativos de Totonicapán. Al encenderse las luces, ruborizada, se quita el saco y lo esconde. Su preocupación es evidente. Ve para todos lados y reconoce alguna amiga, compañera de colegio, entre los asistentes.

— ¿No gusta — pero de te

muy

el

saquito de Totonicapán? Es precioso y

fino.

indio. No quiero que mis amigas me lo es Sí, vean puesto. Dobló el abrigo y lo guardó. Y así, con gestos tan espontáneos, voy orientándome hasta darme cuenta mejor de lo profundo del H| .tff'y')^ complejo indígena. En las notas sociales de los diarios, secciones verdaderamente humorísticas y pueblerinas, encontramos rastros de esta situación: ?,.

El pequeño tiranuelo del hogar Jefferson Pérez o Bob Rodríguez, alegría del hogar de los esposos tales y tales, suma un año más Ayer, por vía aérea, marchó a los a su feliz y traviesa existencia. Estados Unidos, a continuar sus estudios de mecanografía, el cumpli.

.

do caballerito George Milton Hernández acompañado de Wolfgang Otto López.

La gena,

la

económica asegura la servidumbre del indímentalidad del xvi, nunca desamortizada. Desasosiego,

estructura

EL PESO DE LA NOCHE

262

zozobra, encono, resentimiento, se advierte en nuestros países por tales supervivencias y sus

teriales

y psicológicas,

complejos derivados y protecciones macomo la de cambiar de traje

casi mágicas,

los "racionales", a los verdugos, y no contarse entre las víctimas. Unos, como el terrateniente de El Imparcial citado, seco el corazón perverso, amplifican la nota por

para borrarse y pasarse a

cuadro clínico de la conPara el latifundista, la "democracia" ha consistido en establecerla para él. La entiende como un dominio para explotar sin barbarie excesiva, por medio de un aparato represivo que, como durante la Colonia, cubre dos campos: el material, con policía y militares parásitos, y el espiritual con el clero, igualmente parasitario, fortaleciendo la superstición y el analfabetismo. A fines del xviii, con la revolución de independencia incubándose en toda América, la situación no parece haber mejointereses económicos, arrastrados por el

ciencia

antinacional.

rado. Carlos III decía al Virrey Bucareli: los indios no trabajan sino de sol a sol, y que les dan dos horas de descanso, desde las doce a las dos, como previenen las leyes, y que pueden ir a dormir a sus casas con sus mujeres, si estuvieran casados, porque lo contrario es impedirles su libertad y tratarlos como esclavos."

que

Miles de indígenas y mestizos guatemaltecos no sienten lo ello, porque se saben repudiados. Y tampoco sienten lo indígena por la misma razón. Están en blanco, sin memoria, su justa ira dormida. La escala para abajo económica y racista fue así y aún no se borra su traza: yanquis español, ni se enorgullecen de

o europeos, criollos, mestizos, indígenas o negros. El repudio de los terratenientes no lo experimentan los mestizos con intensidad, porque saben que no son "naturales". Simplemente, son pobres. Y sumergidos en ámbito colonial hasta aluden a los orígenes ibéricos algunas veces, por sentimiento de inferioridad creado por los opresores. Antes, la frontera económica y la de la sangre hallábanse en igual sitio: eran las mismas. Con el tiempo, se ha separado y atenuado la de la sangre, en la lucha de criollos, una especie de españoles de segunda, contra peninsulares, españoles privdlegiados. Crece el mestizaje. La frontera que cuenta es la económica. Con la independencia de España, pasamos a ser un Estado, una tentativa de república. El pueblo siguió desgarrado " Real Orden del 23 de marzo de 1773. enviada a la Nueva España, citada por Agustín Cué Cánovas en Hidalgo (segunda edición), edición del autor, México, D. F., p. 20.

1953.

SILENCIOSO Y VERÍDICO

263

como

antes, hasta con los mismos amos. Algunos mestizos impulsaron la industria artesanal, de tipo familiar la inmensa mayoría

de

ella,

dedicada a la fabricación de textiles y cerámica. Crearon de carpintería, sastrería, hojalatería o fueron comerLos artesanos, indígenas o mestizos, dominados por la

tallercitos

ciantes.

Iglesia, analfabetos (o semianalfabetos, lo que suele ser peor), conservan ratonil individualismo y se oponen a los cambios que toquen sus pequeños intereses, sus rutinarios y tristes sistemas. Son varias docenas de millares y, por lo general, no han salido de tan oscura mentalidad. Por formación de patronos sin empleados

y sin riqueza, pequeños propietarios urbanos, por contacto diario, son dueños de los prejuicios de las clases pudientes y suelen carecer de sus escasas virtudes. Se resisten a no importa qué paso que altere su fanática vida, el mecanismo de las tiendecitas, de los pequeños talleres, en donde reciben, gratis o con salarios ridículos, a niños aprendices que serán sastres, carpinteros ... La artesanía anda repitiendo, de generación en generación, los mismos procedimientos, los mismos métodos, sin imaginación y con religiosidad igualmente formal y decorativa, que naufraga en fétido clericalismo descolorido, como si moviese norias sin agua, la piedra de un molino sin grano. Cucuruchos y cucarachas. No cristianismo, sino hipocresía, muchas veces, o fanatismo con camisón morado. Nuestra miseria y nuestro atraso seguirán engendrándolos, con nuestra tolerancia más respetuosa a las creencias y con

nuestra amargura por tanta orfandad. Lastrados con remoras de sobrevivientes de la misma, aunque no tan lejos en

la Colonia,

el tiempo como los indígenas de Chichicastenango, viven situación opaca y ambigua entre dos aguas, sin voluntad de lucha, rociados de aguardiente y agua bendita. Son lentos y sin iniciativa, y pasan los años, los siglos, caminando por inercia hacia el

cementerio del pueblo donde nacieron. Muchas veces, sin jamás salir del pueblo, sin conocer siquiera un poco de lo más próximo y accesible. Vegetan arrastrados por la corriente, plegándose a todo, celosos del orden de los despotismos: leyendo, a lo sumo, nuestra pésima prensa, fuente única de sus conocimientos y autoridad decisiva en las raras dudas que pueden nacer en la certidumbre que les confiere la ignorancia. Suelen ser dueños de pequeñas tierras. Algunos de ellos ascienden a zonas más aireadas, como el magisterio, y logran conciencia de clase o ser obreros de verdad.

más.

A partir de la Independencia, criollos y mestizos se mezclaron Ha desaparecido, en gran parte, la que se consideraba aris-

tocracia

colonial.

Justo Rufino Barrios

le

dio la puntilla.

Hay

EL PESO DE LA NOCHE

264

analfabetos, semialfabetizados o educados en Estados Unidos, que oprimen a los suyos con igual indignidad. El mestizo pobre, o muy pobre, de la clase media más atrasada desprecia las más veces al aborigen indigente, a su hermano de clase. El reloj se ha detenido para ellos y se curan en salud compartiendo prejuicios raciales, cultivados por indios

ricachones

Europa y en

los

los

explotadores.

La

clase

proletariado:

su

lucha.

Y



campesina, artesanal, burómedia no comprende aún la lucha del

crata o profesiones liberales



tiene

su

mayor y más

lidad de ser capitalista, clave de su ambición, por

embozado en

fácil

medio

posibi-

del robo

y frecuente aventura del oportunisde esta hambre de siglos y de falta de conciencia social y política, se origina la corrupción típica de los partidos de la burguesía y el aprovechamiento traidor de la influencia y el poder. Si situación es, a veces, tan amarga como la abierto o

mo

político.

del indio.

De

la triste

tal situación,

Su ocio mismo

es estéril.

LASTRES Y PESADUMBRES Con

la Independencia, comienza a cobrar primacía

el

tipo de

influencia mestiza, se acrecienta con Justo Rufino Barrios (18711885) y de nuevo, con la fugaz revolución, agraria y antiimperialista,

de 1944: proletariado débil y clase media semiconsciente y

no significa que las discrepancias sociales hayan disminuido. Principiamos a tener orgullo adolescente de ser guatemaltecos: de que nada es verdaderamente nuestro si olvidamos u ocultamos la tierra firme de lo indígena. Nacimos a la libertad por rebelión sin sangre, contra las autoridades peninsulares, dirigidos por los criollos respaldados por el pueblo. Como conquistadores y colonizadores, los criollos se dispunefelibata. Ello

taron entre sí durante muchos lustros y, divididos en fracciones o partidos, consolidaron la hegemonía económica sobre mestizos o indios. Los dos partidos clásicos del siglo xix y medio siglo del actual, liberal y conservador, organizaron autocracias para asegurar la explotación semifeudal de la tierra, sin ningún respeto a la dignidad del indígena. En este problema capital, la Colonia siempre

se

mantuvo

intacta.

aún en ocasiones extraordinarias, como la manifestación por la Reforma Agraria, celebrada en julio de 1952, fue poco numerosa. Don Miguel García Granados, en sus Memorias, nos recuerda que así pasó con la proclamación de Independencia, aunque entonces él era sólo un niño y su familia participaba en sentido adverso en tal acontecimiento. ¿Por qué en 1952, ocho años después de caído el siempre penúltimo déspota, no se echó a la calle el pueblo jubiloso? Desfilé con obreros, en medio de silencio e indiferencia. En la capital no viven los campesinos, sino los dueños de la tierra; es uno de sus baluartes. Guatemala acababa de dar el paso más importante de su historia moderna. El pueblo no era, en realidad, protagonista ni comparsa. Sino un personaje que empezaba a tomar su papel rector fundamental, a dominar la escena. José Milla observa que siempre nuestros desfiles parecen seguir un sepelio. La nación, harta de promesas, ha vivido agobiada de escepticismo. Los festejos del P de Mayo nos deparaban clara imagen de la posibilidad de una nueva vida. No tenemos héroes populares y no por falta de preclaros nombres. No hemos sabido conocerles y exaltarles, mostrar para

En

efecto,

todos su grandeza.

En

la historia se

265

quedan,

sin llegar

a cancio*

EL PESO DE LA NOCHE

266

nes, a refranes y modismos. No encaman sentimiento popular y perduran descoloridos, con poca pena y poca gloria, distantes con sus flechas y plumas o con sus levitones y cuellos almidonados. En otros países, los héroes nacionales pasaron a la adjetivación acostumbrada para enaltecerles: su nombre en sí, su nombre nada más, nos da toda una presencia de la patria. Héroes frente a los conquistadores, héroes de las luchas contra la dominación colonial, de la Independencia y los caminos después de ella hasta nuestros días, se les encuentra en almanaques, canciones, consejas y leyendas, dicharachos, refranes, chistes populares, en que el héroe sirva de paradigma, como aquel en que los deudos llaman la atención del clásico borrachito colado en el velorio: Más respeto para el cadáver. Cadáver... ¡Cadáver el del Cura Hidalgo! Éste, pinche muerto. Las canciones guatemaltecas del xix se han olvidado. Una que otra se canta algunas veces en oriente. Nos quedan cinco o siete sones, de gran carácter y magnífica factura. Las radios están infestadas de imitadores de mexicanos y yanquis. Con el cine y la radio, lo peor de las canciones extranjeras es lo primero que ha prendido en el público. Qué profunda erosión de lo nacional. ¿Por qué esta abdicación popular? Cuando subió a la presidencia el general Eisenhower, las clases más reaccionarias demostraron su júbilo frente a la embajada yanqui, movidas por la United Fruit y los latifundistas, pidiendo que con el pretexto del "comunismo" interviniera para destruir la ley agraria. Qué tremenda debilidad del sentimiento nacional Qué orfandad del alma guatemalteca! Tales indignidades son posibles sólo en sectores muy descastados de pueblos que empiezan a despertar. Pueblo sin canciones, sin héroes populares no sólo nombrezotes de la historia sin conciencia colectiva de los eternos problemas humanos y sin mística nacional, avasallados por la miseria económica, fisiológica y cultural y el machacón desintegrador del monopolio gringo. El europeísmo de América, como tantos lo han señalado, ha tenido muchas veces carácter artificial, pero también es bueno señalar que igualmente lo tienen los nacionalismos recalcitrantes. Debemos prescindir de no pocos criterios europeos para juzgar lo aborigen, que ya es imposible admitir la pretendida universalidad de la cultura de Occidente. Nos han preocupado sentimientos de desvalorización de lo nuestro, por servirse de criterios inaplicables, hasta crear injustas y deprimentes insuficiencias de valía, completamente infundadas. La autoestimación que resulta de esta

— —

.

¡

!

¡



falt?.

de aprecio, de medida de la realidad,



se

torna tragicómica

LASTRES Y PESADUMBRES

267

en aquellos que, por vivir algunos años en Europa, establecen mecánica comparación de situaciones. Y aparece la desvalorización de lo nacional, el desencanto de todas las cosas y aspiraciones, sin terciar en ninguna por considerarlas ineficaces de antemano, en vez de vivir en la realidad y comprender que no hay mayor alegría que transformarla. Lo de la civilización occidental es un valor entendido para facilitar la comunicación, aunque nadie puede olvidar que es un nombre que resume aportaciones universales. Se origina en las culturas mediterráneas y no sólo en los países europeos actuales, sino en las más viejas civilizaciones: Greta, Egipto, Grecia, Asiría, Caldea, Asia Menor, la India, Cartago, Roma y muchas otras corrientes, que entraron en contacto con Asia, y en el siglo xv con América, donde habían ya milenios de culturas propias. Hay un clima de cultura universal, creada por el hombre de toda la tierra, en un mestizaje tan completo que convierte en mito, como lo de la pureza racial, la pretensión de que sea sólo "cristiana" o europea la civilización occidental. Lo que América prehispánica da a la cultura universal, esa que llamamos "occidental" discriminatoriamente, ha sido estudiado en muchos aspectos; sin embargo, no existe todavía un análisis satisfactorio que abarque no sólo las aportaciones en sí, sino las resonancias de América en todos los órdenes. Apenas merece el ya casi peyorativo nombre de intelectual quien abandona las posibilidades y responsabilidades sociales que le incumben a las fuerzas del instinto y el destino. Dos o tres políticos excepcionales, al mismo tiempo que dos o tres intelectuales, sintieron, con plenitud, la realidad y la toma de conciencia que fue la efímera Revolución de Octubre para los guatemaltecos: Enrique Muñoz Meany entre ellos, cuya vida fue una rápida ofrenda patriótica. Este sentimiento de desvalorización, que llega a ser doloroso fatalismo, se opera en quienes reducen o se avergüenzan de la realidad sin sentir la grandeza de las marejadas populares. Prefieren una apariencia de vida a la vida misma. nos encontramos con los "académicos", por encima de la lucha, corroyéndose en su inadaptabilidad, viviendo fuera de la realidad, sin encararse nunca con ella. La universalidad de la cultura nos impide tal evasión, sin nacionalismo cerrado y sin occidentalismo absoluto. La realidad y la lucha para transformarla. Una verdad y no sólo apa-

Y

como lo juzga el resentido. La España prodigiosa del descubrimiento y de la conquista, de las más formidables proezas realizadas por un grupo pequeño de hombres, encamó en su apogeo la universalidad, entonces indisriencias,

EL PESO DE LA NOCHE

268

llamada cultura occidental. Universalidad intransino la del cristianismo de Las que negó nuestra realidad e impuso la propia por todos Casas los medios. América siguió viviendo su vida, la realidad negada, no menos real y viva por ello. Sobre estos dos mundos fue floreciendo la conciencia nueva de América, que encarnó en el criollo y hoy alienta en el indígena y el mestizo. Entre nosotros se expresó, políticamente, en la independencia, en la revolución laica, liberal y burguesa de 1871, con Justo Rufino Barrios, y balbució sus anhelos en la Revolución de Octubre de 1944, antifeudal y

cutible.

de

la

gente, sobre todo la de la Iglesia



,

nacionalista.



PRIMAVERAS VAN Y PRIMAVERAS VIENEN Por las carreteras encontramos a mecapal enormes cargas de valor

los indígenas,

muy

cargando con

el

reducido, camino de los

mercados, a días de distancia del pueblo, del rancho en las serranías y peñascos. No tuvieron animales domésticos que les hubiesen aliviado el trabajo. Desde época inmemorial hasta hoy, hicieron las más duras tareas. Duermen en los caminos, en las plazas, en los mercados de las aldeas, de la Capital, por el suelo, envueltos en sus mantas. Llevando consigo sus víveres, rotas sus ropas y descalzos, insuficientemente cubiertos para los climas fríos, sin saber leer y sin hablar español muchos de ellos, hambrientos reciben el polvo en todos los caminos, como un hormiguero que día y noche no cesa en su trajín, seguidos de la mujer, de niños de pocos años, también cargados como bestias. El peón nace en la finca y muere en ella. Durante su vida ha labrado desde niño quién sabe cuánta tierra. Ochenta veces han florecido los cafetos, las milpas, los manzanos. El peón debe o no debe; pero siempre está harapiento, enfermo y gastado prematuramente, hasta convertirse en un bagazo. El patrón recibe los reclamos por medio del caporal muchas veces, porque no permite que el indio "lamido", harto de su situación, solicite algo directamente, y menos que proteste. El caporal transmite la solicitud al patrón, en presencia o ausencia del quejoso. El patrón ha llegado en automóvil, vive en la Capital, Quezaltenango, Cobán o Ano así lo imatigua, en hermosa mansión. Sus hijos se educan ginan en los Estados Unidos. Viste traje de campo, da órdenes salomónicamente. El intermediario, jefe de campo o caporal, siempre está de acuerdo con el patrón, y sus comentarios son parecidos a los de éste o más acres. El peón, calzón de manta inverosímilmente parchado, el sombrero de petate semideshecho, el con frecuencia restos de la ropa insersaco doblado en el brazo descalzo o con caites, jamás tiene razón y vibles del finquero así vivirá eternamente. Los abuelos son ya greda en el cementerio y las tumbas han desaparecido, como las de sus padres: un simple camellón con unas flores silvestres en los brazos de la crucecita improvisada, hasta que la nivelación se establece de nuevo y se abre otra tumba para que reciba otro peón, r La primavera se ha ido y ha vuelto. El peón sigue igual, sin poseer más que dos o tres cacharros, un poncho en guiñapos. Duerme sobre el tapexco que se ha construido en la choza de









,

.

269

EL PESO DE LA NOCHE

270

caña de milpa, bajo el techo de paja o entre los muros de adobe, alumbrándose con velas de sebo o astillas de ocote y la fogata en donde se cuecen el maíz y los frijoles y hierve el café. Un perrito

famélico, tratado a golpes, recibe las migajas:

del indio. Las cosechas

han

es

el

indio

sido buenas o malas. Los años pasan;

muere. La familia contrae nueva deuda para pagar el entierro. Entre cuatro tablas mal clavadas, vuelve a la tierra, la misma que ha labrado con su vida, la misma que le dio el maíz. Dentro de aquella monotonía de piedra, que de inalterable y como eterna casi se torna invisible, sólo descuellan los días marcados en el Almanaque de Brístol con dos o tres cruces: las festividades católicas. Las festividades cívicas cuentan poco. No están enraizadas y no son aún realmente populares. El catecismo de Ripalda contó más que la Ley de Reforma Agraria, y más que el gorro frigio el birrete

del cura.

El día del patrono del pueblo es de las fiestas principales. Los indígenas se desplazan para asistir o participar en celebraciones semejantes de otros pueblos. Acaso por su vida misma, porque no tienen absolutamente nada más que esas celebraciones, nunca faltan a ellas y pensamos que son muy fanáticos. Escapan del grillete permanente con tales festividades, con los recorridos para ir al mercado distante, cargando en sus cacaxtes, sobre la espalda, bultos inverosímiles. En tal condición zoológica, no es extraño que vuelvan perdidamente borrachos de aquellas caminatas de leguas para ganar muy poco, sin contar el tiempo ni el trabajo, seguidos de la mujer, en estado parecido muchas veces, del perrito flaco, o se queden tirados en las callejuelas del pueblo y

vayan a dar a la cárcel. Y las vicisitudes continúan, con pequeñas Pagar la multa, retomar al pueblo o a la finca, sin un centavo, robado por las autoridades, golpeado con frecuencia, a recibir otros insultos. Junto al padre y la madre con el niño recién nacido a la espalda, camina el hijo que han traído al mercado, también con su pequeña carga, para que vaya acostumbrándose. Regresan con las compras que pudieron hacer, la mercancía que no se vendió, un poco de leña que aquí y allá fue recogiéndose para preparar la comida. El niño, despavorido en la iniciación, ha presenciado aquellas escenas. Después ya no le varientes.

extrañan. Integran parte de su vida. Primaveras llegan y primaél desemboca en la tierra del pueblo, como los tata-

veras van y rabuelos.

Para

En

guno. rámica,

el

indígena

el

tiempo no

las industrias familiares

etc.



considera

como

existe, casi



no

tiene valor al-

jarcias, cestería, textiles, ce-

costos el precio

que cobra por

las

PRIMAVERAS VAN Y PRIMAVERAS VIENEN

271

materias primas y escasamente su trabajo cuenta. Su trabajo, para otros, es lento, a manera de no rendir sino aquello C(ue juzga que vale el jornal que recibe. Tan cercado por todas partes, y tan mal pagado se halla, que vive seguro de que trabajar o no trabajar no altera su situación.

La tierra es fundamental, abrirla para sembrar maíz y frijol, que constituirán -la ayuda mayor cada año. Y la tierra le rinde poco por la erosión y desgaste a que se halla sometida sin restauración alguna de su virtud nutricia. Entonces, necesita labrar más tierra y va derribando bosques y sembrando en terrenos escarpados, en donde el maíz alza, difícilmente, sus espigas raquí-

Dentro de su tiempo organizado de acuerdo con religiosas, días de mercado, ferias, estaciones, caben fechas memorables: alguna desgracia telúrica, dichas o penas familiares, inundaciones o años de sequía y hambre. Vive muy atento a las lluvias porque le atañen vitalmente. En algunas regiones, como compensación de los salarios, recibe año tras año y hereda la parcela de padre a hijos, que sin ser propia es un poco, muy poco, como si fuera, en donde siembra maíz y friticas

y

escasas.

siembras,

las

festividades

El siervo no podría subsistir sin esa tierra. Cuando la cosecha se ve obligado a comprar maíz y frijol y el precio es alto por escasez, lo resiente trágicamente. Al maíz se refiere toda su vida. Es su propia carne, su Dios. Sol de su mundo verdadero. Gomo el maíz, como las estaciones, viven sometidos a la rutina año con año. Los abuelos, los padres, se fatigaron como jol.

es

mala y

ellos

o

mucho

na edad, cambiará.

lo

más. Los harán en

La

el carácter.

de uno y otro sexos, desde muy tempramismas tierras ajenas y su miseria no

hijos las

miseria de Guatemala. Tal experiencia determina

Algunos

se libran

pasando a

ser albañiles, panaderos,

comerciantes, soldados, sirvientes. Algo mejoran su vida, sienten el valor del tiempo, les llega en el sindicato, cuando los hay, algún conocimiento de cómo defenderse. Algo se ilumina, por ráfagas, la conciencia en penumbra. A otros, la injusticia, el cerco en que se les sujeta, les ha conducido a la cárcel o al patíbulo. No muestran rebeldía cuando son bien tratados, humanamente, quiero decir, aunque sea igual la explotación. Dominan su natural resentimiento, su ira y su dolor. En haciendas y fincas, los propietarios suelen tener ya alguna escuelita, atención médica primaria, relación patriarcal con los colonos. Principia, lentamente, a moverse la gente del campo, indígenas o mestizos muy indígenas, por lo general. Las buenas cosechas, las fiestas religiosas, que celebran año con año, les proporcionan solaz. Dentro de la monotonía de las

EL PESO DE LA NOCHE

272 faenas, la

Navidad,

Semana

Santa,

el

Patrono del pueblo,

los

Corpus,

las procesiones, distraen su existencia, establecen

un

la

des-

canso, 'una pausa. Algo parecido es para muchos el día de mercado que, si no lo entendemos como acto social y ritual, nos

muchos casos, por ausencia de sentido prácLes vemos desplazarse a distancias considerables, ganando siempre poco, y si la venta fue mala, regresar a casa de nuevo con la carga, sin compras, sin dinero. Pero en el mercado charlaron, encontraron amigos, bebieron aguardiente y se embriagaron. Visitaron la iglesia, comieron bajo un árbol distinto, compraron una camisa o un poco de panela, se retrataron alguna vez con los fotógrafos ambulantes, vieron turistas, oyeron marimba, asistieron al bautizo, el funeral o la boda. Esta necesidad social y económica, después del aislamiento en montes y caseríos, ha mansería inexplicable en tico.

tenido las cofradías, los mercados y las ferias, así

nidad de intereses seculares en

En

las festividades católicas se

frecuencia y proporción, los viejos ritos paganos.

no dejan

entrar,

sino

como

la

comu-

en aldeas. mezclan, con extraordinaria

tierras y

excepcionalmente, a

los

En

las cofradías

mestizos.

Éstos

organizan las suyas, de "ladinos". Los indígenas conservan el secreto de sus ceremonias, y, las más veces, no saben nada del origen y la significación de las mismas. Se divierten quemando pólvora, callándose en coro, adornando la casa de la cofradía, charlando, fumando, embriagándose, organizando espectáculos tradicionales. Guardan los trajes, que son de la cofradía o que alguien de la misma alquila para la fiesta; trajes de danzantes, máscaras, imágenes, manuscritos con los parlamentos de sus repretan semesentaciones teatrales embrionarias, como en los bailes acerca de la Conquista: jantes en muchas partes de América





cristianos, Santiagos, etc. Las máscaras de los españoles son de ojos azules o verdes; .bigotes, barbas y cabelleras rubias o pelirrojas, que recuerdan a Pedro de Alvarado, Tonatiú, hijo del sol, como le llamaron los mexicanos. El indígena se refugia en creencias y memorias tan nebulosas que muy poco le iluminan. Porque si bien es verdad que el indígena influye enormemente en el carácter de la nación, también es cierto que ignora, casi por completo, lo que fue: nada se observa ya del antiguo sol, aparte

moros y

de su resplandor. La miseria de Guatemala. Patzicía, departamento de Chimaltenango, es un pueblo muy antiguo. Los "naturales" son mayoría, vistan o no de indígenas, usen zapatos o caites. En 1941, se sufrió un temblor fortísimo y en pueblos circunvecinos se agrietaron paredes viejas y muchas casas se destruyeron, pero en parte alguna se hizo trizas la iglesia.

PRIMAVERAS VAN Y PRIMAVERAS VIENEN

como en

273

El santo patrono no pudo defenderla. Los sacaron de los escombros, lo llevaron a la plaza y lo azotaron públicamente. En octubre de 1944, un día después del 20, recién pasada Patzicía.

feligreses lo

de Patzicía se sublevaron por cuestiones de tiehambre más que por algún cacique, atacaron a quienes se han ido quedando con ellas. Parte de la población, de origen español casi puro, conserva sus rasgos; otra se ha mezclado con el nativo y suele ser tan pobre como él. Los "naturales", mestizos o blancos más desposeídos cayeron sobre los terratenientes. El motín fue sangriento. Blancos y mestizos de otras poblaciones, con ejército regular y voluntarios, atacaron a Patzicía. Los sublevados se perdieron por montes y barrancas cazados por las ametralladoras. En el acto se fusiló a los prisioneros. Tal tipo de represiones han sido consideradas como necesarias y justas. Y no sólo fueron excusadas sino aprobadas por organismos e instituciones que en el pueblo se hallan inseparables del espíritu de la justicia y hasta de la santidad, los mismos que hoy se oponen a la restitución de tierras a los indígenas. El hambre comprimida estalla cuando puede. El rencor despierta a la menor oportunidad, se crece y se revela con furia de generaciones humilladas. Se les privó hasta del nombre. Predicar la mansedumbre sería predicar la perpetuación de la ignorancia y la esclavitud y la acción deformadora de la Iglesia. ¿Qué persona honrada puede hacerlo a ejemplo de la burguesía "cristiana" en las colonias o semicolonias para defender los dividendos que dan los bananos, el café o el cobre y el petróleo, al mismo tiempo que esa burguesía reprime, cada vez que lo necesita, con una violencia y una infamia sólo comparable a su demente apetito de lucro? La Iglesia intentó reducirles hasta en lo más recóndito; esa batalla aún la vemos en mil supersticiones: el santo apaleado en la plaza de Patzicía, en los ceremoniales de Chichicastenango y en vestigios innumerables por toda la Nación. Media Guatemala habla mal español e igualmente turbada que su lengua la revolución, los

rras y, azuzados por el





es su creencia.

Muchas de

las

fo del conquistador,

—como

celebraciones católicas

conmemoran

conmemoran

la derrota.

En

las

el

triun-

procesiones

narra John L. Stephens, que visitó Guatemala haya no va adelante la partida de diablos huyendo de la Virgen, con los infieles mezclados a fieras y bestias comunes, con grotescas máscaras tremebundas, de vivos rojos y grandes cuernos, con sapos y sierpes arrojadas por las fauces. Pero siguen apareciendo, en la mayor parte de sus entremeses, loas lo



cia 1839-40

EL PESO DE LA NOCHE

274

rudimentarios, con parlamentos en que los moros y indígenas son siempre ridiculizados y vencidos por el conquistador. También figuran negros y fieras, y a todos los catequiza la Virgen en los convites que celébranse en muchos lugares, después de la Navidad. Los diablos se convierten y es general

O

ballets

jefes

de

nueva. Estos esquemas teatrales proceden de Las "logas" con sus personajes: el Diablo de los Siete Mil Cuernos, el Ángel de la Bola de Oro y la muerte en-

la victoria

la fe

los misioneros.

camada

en:

La

Vieja Quirina que andando se orina.

Los parlamentos son extensos y monótonos, cargados de

re-

peticiones. Se caracterizan por el paralelismo, frecuente en textos

como en el ballet-drama precolombino El Varón de Raque carece del menor rastro de cristianismo. No es una obra folklórica en manera alguna. Simplemente, es teatro primitivo, drama en sus albores "que hace pensar lo recuerda Pedro Henriquez Ureña en los orígenes de la tragedia ática, en el teatro ritual de Querilo y Frinicio, cuyas formas se ven claras todavía en las Suplicantes de Esquilo*' * El Varón de Rabinal fue transcrito por Bartolo Zis en 1856, y publicado en francés, en 1862, por el abate Charles Etienne Brasseur de Bourbourg.^ arcaicos, binal,





Muchas veces los recitados del teatro mestizo rudimentario son casi ininteligibles, por la voz desfigurada en la máscara y el español que suele ser arcaico, incoherente y alterado. En realidad, el verdadero esjjectáculo no es el que representan, sino el que conviven al representarlo. Nos dan el estado de su conciencia fusión y anonadamiento , tránsfugas, sin saberlo, de la tierra firme de Kukulkán. TampKxro viven en la tierra señoreada por la cruz. Cuando nos democraticemos y los indígenas sean de nuevo los protagonistas de la historia, Guatemala contará como nación. Se hallan con las raíces cortadas, sin reposo y sin impulso, en condición bestial que no tiene la firmeiu ni la tranquilidad de la bestia por nuestra propia, inenarrable bestialidad. Sin reforma agraria, su única salida es la muerte.





* Pedro Hcnríquez Ureña, La cultura y las letras coloniales en Santo Domingo, Buenos Aires, 1936. * Vertido al español por Luis Cardoza y Aragón en 1928 y publicado por los Anales de la Sociedad de Geografía e Historia. (Tomo VI, números 1, 2, 3 y 4. años de 1929-1930.) El Varón de Rabinal o Rabinal Achi integra el volumen 43 de la Biblioteca de Cultura Popular, 20 de Octubre. Ediciones del Ministerio de Educación Pública. Guatemala, 1953.

LUZ Y SOMBRA EN TROPEL El indígena ha cerrado su pasado y no ha abierto su presente, y menos aun su porvenir. El pasado no ha de volver, mas sube por las raíces para colorear él grano de las espigas y la intimidad Guatemala, dura y definitiva con su luz en tropel, pequeña como un gran diamante maculado de lodo y sangre, es dueña de cimientos donde apoyar su tiempo, donde apoyar el otro extremo del arco del puente que no acaba. Nuestro legado es irrenunciable, pero pertenece al ayer si no lo transfiguramos. La población se halla compuesta por capas extrañas unas a otras, discriminadas y enemigas. Así, también, el resto de nuestra vida: somos un mosaico de voce;;S, silencios, llamas y sombras en nupsicológica.

blado dibujo. Nos interrogamos, inquirimos. La brújula ya funciona: hay rumbo y se inicia la marcha. El interés por la materia es ostensible en país de tradición indígena como el nuestro, aunque lo sea en muy contados. Al guatemalteco (¿cuál? nos preguntamos pronto) no podemos cercarlo en modalidades generales, sino en concretas y particulares. He ido fundando algunas bases y esbozando algunos rasgos del indígena, el criollo y el mestizo. Dentro de cada división existen categorías, estados de conciencia, clases sociales, para hablar con precisión. Sin embargo, dentro de la división ^





apuntada algo podemos distinguir indígena, criollo, mestizo de particular en el guatemalteco. Nos hemos orientado hacia los valores vernáculos, y desde puntos de vista no europeos o valiéndonos de lo europeo para comprender lo nacional y popular, como no lo hacen los europeos, para quienes lo suyo es categoría definitiva. Hemos deseado saber lo nuestro, no sólo por lo que tenga de europeo, sino por lo aborigen o mestizo; por la resistencia a lo europeo, o por lo europeo que nos sirve para crearlo. Los análisis de las peculiaridades psicológicas de un pueblo suelen carecer de exactitud y más entre nosotros donde la heterogeneidad es tan notable. Grandes núcleos de población viven fuera de la historia y otros participan en ella con bajo nivel de certidumbre porque la nacionalidad no está forjada y no puede salir a flor la conciencia colectiva de lo guatemalteco. Y al contemplar esta suma de circunstancias que llevamos dentro, porque persisten el ídolo y la sangre de las primeras heridas, turbándonos y multiplicando nuestra intemperie y nuestra congoja, va emergiendo la idiosincrasia del oprimido, del golpeado, con su agudeza 275

EL PESO DE LA NOCHE

276

defensiva y su hirsuta tristeza desleída. Pero no son rasgos esende lo nacional sino, por el contrario, comunes o parecidos a rasgos de pueblos en condiciones semejantes, que se han ido ciales

modificando con los cambios económicos y políticos por acción del pueblo y de las minorías q^ue tienen conciencia de sí. Hay una personalidad identificable y coherente del guatemalteco, su fisonomía moral, estética y religiosa, afirmada por el mismo cambio impuesto por los desarrollos en distintas épocas: unidad por encima de las diferencias de clase, de las características o apariencias sociológicas. el pueblo, es como el mar, una hidra, una cuya unidad está hecha de cada una de sus olas, destruyéndose a sí y engendrándose a sí. Dibujado por su lucha misma, firme su línea tanto por sus virtudes como por sus defectos; dibujado por el ámbito, el tiempo, la vida compartida aunque sea únicamente en lo que es de todos, como el paisaje; ese hilillo de sangre, tiempo, espacio, que nos une conservándonos independientes, como cuentas muy distintas de un collar, que nos acerca tanto a uno del otro y que nos identifica en lo más profundo y verdadero, más allá de muchísimas cosas que aún no podemos disfrutarlas en común: el mundo de la cultura compartido con hombres muy distantes borra fronteras y nos acerca a ellos. Sí, pero el hombre de mi pueblo con quien no puedo compartir mi Góngora o mi Tolstoi ni aun nuestro Pópol Vuh!, que apenas entiende el español y cuya lengua yo ignoro, no sólo comparte su misterio y su destino que son los míos, sino que me destroza y me crea, y no se acerca a mí, sino que lo siento acurrucado en mí, porque está acurrucado en mí: soy yo mismo, abatido por mi injusticia. Verdugo y víctima, remordimiento y dolor: él es mi conciencia, mi espejo. Y yo soy para él conciencia también, pueblo, protagonista, borroso, a veces, en virtudes o defectos, porque éstos son parte principalísima de nuestra idiosincrasia, que a menudo nos distingue más que las claras virtudes. Hasta las diferencias, como olas contrapuestas, afirman el destino histórico, la personalidad definida por las variantes y contradicciones sociológicas mismas. Son muy deficientes las investigaciones y deslindes conocidos hasta hoy. Qué arduo intentar una síntesis. Convivencia larga, para saturarse de la atmósfera y de ideas y sentimientos, nos ayuda a regir nuestra comprensión. Para intuir para aprolegítima experiencia poética la realidad y revelarla ximarnos a su misterio y penetrarlo, no bastan los números: requerimos las razones del corazón que la razón no conoce. La ex-

El protagonista,

flor,

¡



periencia personal, la formación,



más

los

,

factores capitales del

LUZ Y SOMBRA EN TROPEL medio

—propiedad,

tegran

el

277



trabajo y producción, lucha de clases , incomplejo de valores y bases que guían a estas interpretaciones que, muchas veces, trascienden las posibilidades de la lógica, aunque nos aferremos a lo científico y objetivo. Al no más abrir la puerta de casa, nos damos cuenta de la estructura feudal, de la economía agrícola primitiva. Un país de miles de pequeñas poblaciones, de pueblecillos, ranchos y rancherías que dificultan la culturización. El promedio de habitantes por poblado es muy bajo, con ingresos rurales per capita muy escasos y persistencia de características de culturas sumamente atrasadas, a veces casi autosuficientes en algunas regiones, lo cual impide también su transformación. Observemos, asimismo, que con la segunda Guerra Mundial la dependencia de los Estados Unidos se desarrolló todavía más. La situación es tan desventajosa en tal aspecto capital desde 1944, que la lucha por la soberanía se ha tornado dramática en el Continente, sobre todo en las pequeñas repúblicas con gobiernos dignos: Guatemala apuñalada en junio de 1954 es el mejor ejemplo. Si el pueblo, el verdadero pueblo de los Estados Unidos, supiese algo de la miseria, las condiciones de vida, el atraso y la espantosa discriminación económica en que viven más de dos terceras partes de la población latinoamericana! Con la Reforma Agraria, el país habría tomado ruta conocida: se habría atenuado el espantoso contraste entre opulencia y miseria. Primeros pasos de una ruta ardua y complicada hasta por nuestras propias dimensiones, materias primas y recursos. Se encaminaba la creación de una nación homogénea, con su acento no en lo rudimentario y pintoresco, sino en presencias que sobrepasan tales limitaciones. Los factores económicos dominantes, las necesidades que crean y las relaciones de sus mecanismos, están cambiando la estructura de los mercados regionales, de los medios de vida del guatemalteco. El idioma español ha ido creciendo, mientras las lenguas indígenas se han reducido. Las nacionalidades, como la quiche, que cuenta cerca de medio millón con la cakchiquel y la kekchí, las más imf)ortantes , ajustarán cada día su horizonte dentro del idioma español y una técnica ¡





menos

primitiva.

En

proporción

al país,

estas nacionalidades encierran signi-

Algunos han pensado impulsar sus atrasadísimas culturas. ¿Por qué emprender tal camino con el pretexto o el sueño estéril de conservar la aparente autonomía y las peculiaridades de un nivel cultural muy bajo que cambiaría beneficiosamente al transformar las condiciones de vida? El problema no se plantea ficación.

EL PESO DE LA NOCHE

278 así: hay que una cultura

con respeto, a lo propio, al cauce común de que la población maya actual es de 2.000,000, de los cuales 1.400,000 viven en Guatemala, con unos 20 idiomas mayenses distintos y más de 100 variantes. No creó en el fortalecimiento de las diversas ramas; de hecho sería piilverizar una familia y crear minifundios de cultura. Creo, más bien, en cambiar la cultura dominante de los terratenientes por medio de la transformación de las bases económicas semifeudales. Fortalecemos tal cultura dominante al ahondar en la diferenciación de nuestras poblaciones indígenas, única posiblemente en América. ¿Por qué permanecer viéndonos el ombligo y caer en nacionalismo sin mañana, que luego es algo más estrecho: regionalismo, o todavía algo más limitado: localismo? llevarlas,

superior. Se calcula

Existe un tolerante,

mundo

hecho añicos

indígena, propio y policromado, pasivo y y, sin embargo, coherente y unido por su

misma inhumana vida económica, por

su estructura religiosa y

por su cultura y ambiente, marginal a nuestra vida, a la economía nacional e internacional de las clases acomodadas. En los mercados se manifiesta el panteísta mundo indígena, los vínculos regionales, porque ninguna comunidad aborigen produce todo lo que consume, y con el mundo católico,^ así como su integración con el Estado guatemalteco, al cual todos pertenecemos. Con el gobierno de Arbenz, por primera vez, se inició una débil campaña de alfabetización en lengua indígena, la verdadera lengua materna, y se fundó la segunda escuela normal para maestros rurales uno de los centros quichés de mayor densidad en Totonicapán tomando en cuenta las peculiaridades vitales. De escasos tres micenso de 1950 un poco llones de habitantes de Guatemala más de un millón novecientos mil podemos considerarlo como población rural.^ La burguesía, con el café, algodón, aceites esenciales y escasos productos de industrias, obtiene las divisas que se exportan, en gran proporción, al comprar las mercaderías extranjeras de todo orden que necesita y consume. Parte de estos fondos queda en salarios y algo en los mercados regionales en compras de artículos manufacturados por los indígenas. Con excepción de los mozos colonos, los indígenas son dueños de una pobre economía variada que se asienta, fundamentalmente, política,







,

sobre el trabajo agrícola y la explotación agrícola familiar. También es de importancia, y considerable en algunas regiones o pueGuatemala Indian Economy. Smíthsonian InstiPublication 16. Washington, 1953. Guatemala ritmo de su indio. (Ed. mimeográfica. Distribución Noval, el Joaquín y privada. Tomado de Américas, revista de la Unión Panamericana. No señala el mimeógrafo número y fecha de la revista.) ^

Sol

-

Penny Capitalism a of Social Anthropology.

Tax:

Institute

tution,

LUZ Y SOMBRA ÉN TROPEL blos determinados, la industria familiar

(textiles

279 alfarería, so-

y

bre todo, jarcias, artículos y muebles de madera, cerería, mateladrillo, teja, cal, madera cestería, arriales de construcción





,

de cuero, platería, piedras de moler, juguetería, pequeño comercio derivado. tículos



etc.)

y

el



Desgraciadamente los tejidos y colores recuerda Morley indígenas están cediendo el puesto en todas partes a las telas hechas en máquina y a los tintes de anilina; en realidad, y con excepción de las tierras altas de Guatemala, el tejido y tinte indígenas casi han desaparecido, y hasta en aquella región están en vías de extinguirse, como los últimos sobrevivientes de un espléndido arte del pasado.'

Sol

Tax

nos dice que existe un sistema de producción, dis-

tribución y consumo de mercaderías, que es virtualmente independiente, tanto de las fincas alejadas, como de las casas exf)ortado-

de los bancos de la ciudad de Guatemala. indígenas y mestizos pobres se basta Esta economía regional a sí misma, como en tiempos prehispánicos, con excepción de las herramientas, machete y azada. El precio del maíz y del frijol la afecta principalmente. El indígena aún no usa el arado como el egipcio hace sesenta siglos. La rueda cuenta poco en este mundo, base de toda la producción guatemalteca. Parece imposible para un campesino vivir sólo con su tremendo esfuerzo: servicios domésticos de los familiares, pequeñas industrias y comercio alivian su miseria. La dramática situación ras e importadoras y

se

agrava con

las





condiciones del crédito.

El pago de intereses más elevado que se encontró en las ines de 175% mensual. El * escribe Joaquín Noval interés mínimo y también más usual de esa fuente en ese luegar es de 35% mensual y la quintuplicación de interés máximo se debe a que la fuente cobra un tipo de interés invariable, con un pla2o de 1 a 5 meses. Así, pues, si un propietario solicita un préstamo cuando faltan solamente 30 días para movilizar su cosecha gravada, habrá de pagar, en esos días, el mismo tipo invariable de interés que hubiera tenido que pagar en 150 días. vestigaciones





Los mozos colonos carecen de actividades comerciales o inde alguna consideración familiar y menos regional. En millares de pueblos, siembran sus propias tierras y las comunales. O siembran lejos de sus pueblos: los de zonas templadas o frías badustriales

Sylvanus G. Morley, La civilización maya. Fondo de Cultura Económica, Mé(Segunda edición), p. 449. Joaquín Noval, Datos para el estudio de las modalidades del crédito rural en (Investig^aciones de campo realizadas por el Instituto Indila República de Guatemala. genista Nacional de Guatemala, entre el 9 de octubre de 1950 y el 2 de febrero 3

xico, 1953 *

de 1951. Trabajo inédito.)

EL PESO DE LA NOCHE

280

cosechan allí, en condiciones usumaíz y frijol y otros productos. Las tierras de las costas, con todo y el desplazamiento y el paludismo, les rinden mucho más que las desgastadas de la meseta o de los altos. La preocupación fundamental del indígena es bastarse en el maíz que consume. Aparte de sus siembras, comercian con productos agrícolas, pequeños ganados o aves y manufacturas: petates, cántaros, tejidos, cal, incienso o pom, madera, muebles, jarcias. Es lógico que, con relación a la capacidad para bastarse a sí mismas, las comunidades sean más o menos abiertas al comercio. Muchos poblados se especializan en alguna industria, y, por lo mismo, dependen de los otros en proporción mayor, y suelen ser los más ricos: tienen un producto, una industria, un comercio de importancia en los mercados próximos y aun en los distantes. Adquieren sus fondos con estas mercancías y compran lo que han menester con ellos, aunque todos sean siempre cultivadores de maíz. Los mercados indígenas, perfectamente repartidos sus días, de manera de no estorbarse, son muy valiosos en la vida económica del occidente de Guatemala, en donde la diversificación es única: a dos leguas de distancia hay pueblos con otra economía, idioma, vestimenta. Muchos de los trabajadores agrícolas viven la misma actividad múltiple del indígena: comercian y trabajan en pequeñas industrias cuyos artículos venden en los mercados. Otros, también numerosos, se mueven aún en organización económica que puede considerarse tribal, encerrados en tiemjDo y espacio propios. De lo que más ha llamado la atención no es lo relacionado con su espacio, sino lo relacionado con su tiempo. Lo del espacio es derivado de esta vida sólo en presente. El indígena, enraizado por su miseria es el pasado y nuestro por usos y costumbres presente y futuro. Sin embargo, carece de noción esquemática de ese pasado en lo que no sea su dolor. No vive ni el ayer ni el hoy, sino como en un tiempo extraño a nosotros, propio, doloroso y ritual. No se conoce a sí, ni se reconoce en sus grandes creaciones. Si se les lleva al museo arqueológico o al conversar con los habitantes de los propios asientos de las ruinas, nos dice "son obras de los antiguos", como creaciones extrañas a él, griegas o babilónicas. Mi pueblo vive, y vive intensamente, sin embargo, de manera poco unánime, con reacciones de conciencia muy distintas; disperso y como escondido, aunque su presencia sea tan real como la del mar que se afirma en ola y tempesjan a

las costas del Pacífico y

rarias,





,

tades.

El levantamiento de Totonicapán en julio de 1820, con Lucas

LUZ Y SOMBRA EN TROPEL

281

Aguilar, que se proclamó presidente, y Atanasio Tzul, que se proclamó rey del Quiche, representa la umbilical ligazón con sus tradiciones y la porción de tierra, limitada y precisa, que para el indígena es la patria. Felipe Soc coronó a Tzul con la corona de San José, y a la mujer de Tzul con la corona de Santa Cecilia. El indígena tiene un concepto de nacionalidad circunscrito a lo indígena y a las tierras en que se ha asentado por generaciones. Atanasio Tzul no pensaba, propiamente, en Guatemala, porque Guatemala no existía para él: lo impulsó, y murió por ello, la ambición de libertar a los suyos, desvinculados del resto del país, por la postergación y abatimiento en que vivían. Fue una rebelión anticolonial, anticriolla y antimestiza. Todo lo extraño a la rica tradición del mundo quiche significaba opresión y amargura perennes. En realidad, no se ha logrado devolverles a ellos mismos, ligarles orgánicamente a un pasado común que dé dimensión, apoyo y confianza a su vida y les proyecte hacia la necesidad imprescindible de una patria, de un futuro común, obra de todos y nuestro óptimo amor. El tiempo en que viven, presente y adventicio, destruye o impide una noción orgánica de patria. Este tiempo y este espacio, horizonte de su aldea, les recluye dentro de sí y viven tan agobiados que la inmemorial rutina en que prosiguen semeja ser, para quien no les conozca, la única vida que apetecen. Apariencia sola, a pesar de tal actitud, que ha constituido tradicional defensa. Son una yesca: su escepticismo se está convirtiendo en rebeldía.

Muchas familias llevan, como es natural, apellidos de conquistadores y primeros peninsulares. Los bautizos se hacían en masa y los bautizados recibían el apellido del encomendero, del evangelizador, del padrino plural. Por falta de mujeres españolas y exceso de vitalidad, el derecho de pernada lo ejercitaron los españoles abundantemente. El mestizaje fue grande, desde el primer momento, aunque poco advertible en proporción a la in-

mensa mayoría indígena.

Así,

estas clases

sociales,

descendientes

de encomenderos sólo por el apellido y, a veces, también por la sangre, heredaron hasta nuestros días el medievalismo clasista. La hoguera de Fray Diego de Landa, Obispo de Yucatán, quemando la historia maya en el auto de fe de Maní, no se ha extinguido por completo.

recuerdan las medidas jurídicas y las recomendaquieren hacernos creer que la Corona deseó indios fuesen libres y justamente gobernados y conver-

Cuando ciones

que

los

se

coloniales,

EL PESO DE LA NOCHE

282 tidos a la

"verdadera

fe".

No hay

imperialismo en

el

mundo que

no tenga parecidas

disposiciones y que deje por ello de ser imperialismo: imposición totalitaria de religión e idioma, leyes, usos

y costumbres, para la más ventajosa explotación de los vencidos. ¿Cómo sostener que la Corona pretendía que los indios fuesen

invocando las leyes de Indias y otras ordenanzas, cuando nos muestra que aún no lo son? La hipocresía llegó al extremo de que se hicieran recomendaciones reales para que no se les bañara porque podía darles catarro. La obra admirable de Fray Bartolomé de Las Casas no pudo impedir, en modo alguno, que la Conquista haya sido lo que fue y lo que sigue

libres,

la realidad

.

.

siendo su herencia cuatro siglos después: una conquista. que hacían al rey los conquistadoAlfonso Caso , se descubrirá que no piden tierras, ni agua, ni minas, ni montes. Se piden indios en encomienda, es decir, la riqueza fundamental es el hombre, porque con él se adquieren todas las cosas que ha inventado y explotado, porque con el indio adquiere el europeo el dominio de la tierra y de las riquezas naturales que por milenios le habían pertenecido. En la América intertropical, el europeo no tiene que hacer personalmente las cosas; hay indios que las hacen por él. No tiene que sembrar la tierra, ni cuidar el ganado, ni explotar la mina, ni construir la casa o la ciudad; puede descansar, los indios trabajarán por él. Lo único que necesita es que los esclavos no se rebelen; pero para eso tiene el poder que le entrega su organización política y militar, sus armas más eficaces, su religión, que poco a poco va sustituyendo a las viejas religiones paganas, y amenazando con el infierno en la otra vida, al que se atreva a salir del infierno de ésta. ¿No explicará en gran parte la indolencia latinoamericana, tantas veces señalada, este origen de nuestras naciones? ¿Este descansar sobre otros no será la explicación de nuestra falta de energía, en comparación con las enérgicas repúblicas del norte y del sur del ConSi se estudian las peticiones

res

—afirma

tinente?

La



'

categoría económica constituye la verdadera base de la

muy recientes, conservaron propiedades que procedían de la Colonia. La alta nobleza peninsular no se interesó en América al principio, porque discriminación. Algunos grupos, hasta fechas

existía el mayorazgo. Fueron los segundones los que vinieron: mansos burócratas, intrigantes y prevaricadores, grises cagatintas. En Dueñas, cerca de Antigua Guatemala, hace pocos años, la familia Naxera era aún propietaria de tierras magníficas que llevaban el nombre de Urías. A la muerte del abuelo o bisabuelo de los Naxera de aquel pueblo, la propiedad se despedazó y los 5 Alfonso Caso: mundial. "México xico, pp. 51-80.

tura

Contribución de las culturas indígenas de México a la culy la Cultura", Secretaría de Educación Pública, 1946. Mé-

LUZ Y SOMBRA EN TROPEL

283

me

herederos también, venidos a menos: alguna vez m¡ padre mostró a uno de ellos, guiando la carreta de bueyes.

La

legítima nobleza de Guatemala, descendiente de

se halla

diseminada en

Tecum,

Quiche, Chichicastenango, Rabinal, Momostenango, San Francisco el Alto, Nahualá, Huehuetenango, quemando pom a los santos y a los dioses antiguos, igualmente dispersos y oscuros en su conciencia. Indígenas "educados" en Europa, decíanme que el "problema indígena" sólo podría resolverse de manera semejante a los norteamericanos: destruyéndolos y organizando inmigraciones masivas de europeos. A uno de estos medicuchos o licendiaditos, le invité a que se viera en el espejo: se estaba condenando a muerte.* Con su punto de vista, quedarían en Guatemala nada más los yanquis y

los

las serranías azules del

alemanes.*

También

es curioso advertir lo

profundo del complejo entre

quienes ai darse cuenta súbitamente de que lo indígena es lo propio, lo grandioso y peculiar del país los primeros españoles, nos dice García Peláez, se casaban de preferencia con negras y no con indígenas , entonces olvidan, por un momento, los pre-





traumas psíquicos y suelen comprender algo del orgullo por nuestra oriundez. Poco se sabe de ello y aún se carece de la curiosidad de conocerlo! ¿Cómo amar a Guatemala si no conocemos lo guatemalteco? El genio creador en la plástica, en la poesía delirante y magnífica de los libros precolombinos, lo captan muy contados. Ignoramos el país aun geográficamente. La atención se ha desviado hacia el exterior, avergonzados de lo que puede enorgullecemos más: haber sido cuna de la civilización maya, una de las civilizaciones primitivas más altas de la humanidad, -n En París, en el Museo del Hombre, supe que se proyectarían películas científicas tomadas por antropólogos y estudiosos europeos o norteamericanos, acerca de ciudades precolombinas y la situación presente de los constructores de aquellas metróf)olis. Avisé a la colonia guatemalteca, a los estudiantes. Después de la a color y bien tomadas, honestas en proyección de las películas charlé con ellos. Según ellos, las su intención y realización películas nos denigraban. ¿Por qué no había impedido que se exhibiesen semejantes aspectos de la realidad? Se había expuesto la miseria y no se mostraba la Capital y sus edificios, a los guatemaltecos instruidos! Comprendía, sobradamente, lo que sucedía en juicios, los

¡

— —

¡

"

por

Según MaiT P- HoUeran, ei blanco puro no llega en Guatemala ni Church and State in GuattmaJa, Columbia Univenity fnu,

ciento.

York (1949).

al

uno

Nueva

EL PESO DE LA NOCHE

284

SU fuero interno. Se horrorizaban de lo que acababan de ver, aunque no sentíanse alentados a luchar contra la iniquidad sino, simplemente, a ocultarla ante sus amigos y amigas parisienses. AI volver al país, aquello que

les sonrojaba no lo verían ya: parey correcto, como antes. Estaban consternados al comprobar la miseria de los indígenas, el atraso de las pequeñas industrias familiares de los pueblecillos cerámica, que desconoce aun el torno en muchas partes, textiles bellos y elementales, como los que habían visto alguna vez en el propio Museo del Hombre; escenas rurales de tribus en épocas que casi invitaban a medirlas, no históricamente, sino geológicamente. No alentaba en ellos el ansí» de rebelarse contra sí mismos. Encontré el complejo de inferioridad, clásico y general. Y, en el fondo, el desprecio del encomendero por el indígena. Lo único que se afirmaba en ellos era la urgencia de acabar con los indios, aprovechar sus monumentos para el turismo y esconder la realidad, esa que trasplantada a París por el cine les produjo desasosiego. Para mí, más interesante que la película fue la reacción de algunos de los compatriotas. Es difícil admirar en los hogares de la clase media o de los ricos guatemaltecos los productos populares, únicos en el Continente. Objetos de barro, juguetes, tiestos, se hallan en los mercados todos los días. Textiles en abundancia de colores y calidades, los más ricos y opulentos y variados de América y entre los mejores de las industrias populares que puedan encontrarse en cualquiera latitud, alcanzan buenos precios. Tonos especiales en esas telas verdes, morados, rojos, amarillos y estilizaciones de figuras humanas, animales, grecas y dibujos geométricos, cuya perfección se remonta a tiempos prehispánicos tal sentido suntuoso y refinado de la decoración y el color sólo en Guatemala sobrevive. Las mantas son inmejorables por su hermosura y calidad. Las hay muy variadas, según los pueblos que las fabrican. Momostenango es la población textil aborigen más reputada y mayor de Centroamérica. En muchos pueblos tejen ponchos de rayas angostas blancas y negras nada más, perfectos en su sencilla belleza. Hay ponchos blancos con un marco estilizado de pájaros rojos. He visto lienzos de amarillo oscuro un tanto ocre y flores negras alrededor; multicolores, con superficies de matices ricamente mezclados. Otros, en varias tonalidades, lucen el quetzal en el centro, en estilización a veces no muy afortunada. El poncho pequeño, típico de Mocafé sucio, casi negro, con barbas que emergen de mostenango los momostres hileras de cuadros blancos y rojos alternando tecos lo llevan doblado, tapando el morral. Es tan resistente que

ceríales bien

:





:





,

.

LUZ Y SOMBRA EN TROPEL

285

Como los turistas norteamericanos ponchos y objetos diversos y los usan, los guatemaltecos empiezan a imitarlos. Imposible recibir a comer amigos y darles tamales, pipián,

se

suele poner de

compran

telas,

alfombra.

cintas,

revolcado, chipilines, chojín,

que

se

bebe, el mejor del

sistema de "esencia".

Un

tortillas.

¡

Qué

vulgaridad

mundo, generalmente

es

!

El café

malo por

el

con sus figurillas estilizadas en blanco, pocos se atreven a lucirlo. Las familias pobres prefieren las pacotillas norteamericanas. Se empieza a ver la loza de Antigua, Solóla, Chinautla, Jilotepeque, en raras casas atrevidas. Las flores no estarán en una tinaja aborigen, sino en un vaso de cristal cortado, francés, checo o yanqui. El complejo creado por el explotador no nos deja ver la delicadeza de las cosas indígenas. Alguien, a manera de excusa, me dice al sentarme a su mesa, mostrándome el precioso mantel: Nosotros, las personas, los usamos sobre la mesa. Los in-



dios se los

ponen

.

.

mantel

rojo, azul,

UN GUACAMAYO EN EL POLO Guatemala

es un pueblo que no canta, que no habla, inhibido. pueblo alerta, introvertido, ignorante e ignorado. El diálogo por substracción, en sordina, con interrogaciones, fintas, pun-

Un es

suspensivos, paréntesis:

tos

La

anfibológico, resbaloso, semicifrado y

ademán,

las fórmulas de cortesía, de eludiminutivos y diminutivos de diminutivos, completan el lenguaje velado, el circunloquio. Grita o se esconde en condicionales discretos. No se le puede asir fácilmente en un sí o un no. Simula, inventa, elude, se miente a sí para poder mentir a los demás, se disfraza y se mimetiza en su disfraz que deja de serlo, que se le vuelve piel, termina la apariencia y hay una realidad nueva, una naturaleza creada, reservada, inventada que no le esconde ja-

reticente.

sonrisa, el

sión,

más

satisfactoriamente.

Hay deformación por de

los

despotismos.

podemos contar

la estructura social y la rigidez brutal caciques hemos tenido! ¿Cuántos años

¡Qué



no digamos con libertad verdadeindependencia en 1821, y desde en¡tal la de 'Octubre de 1944? Tal vez sólo para parte mínima de la población: vez! el indígena siempre ha sido martirizado. "Tienen por costumbre no afirmar jamás las cosas que ven y saben recuerda Fuentes y Guzmán, cronista criollo del xvii porque siempre responden quizás es así, quizás habrá, aunque sepan que lo que se les pregunta es ." * En la época de Justo Rufino Barrios, el así, y lo hayan visto. nicaragüense Enrique Guzmán escribió en su Diario íntimo: "La discreción es obligatoria en la República de Guatemala. Imposible hallar gente más reservada que los chapines. Hasta los borrachos son prudentes aquí". El guatemalteco platica en voz baja, insinuando, eludiéndose, planteando las demandas, las afirmaciones con preguntas. Así se presentan más suaves y evasivas, aunque sean apremiantes y perentorias. Contenido siempre, tímido y encerrado en sí, duro de pensamientos y deseos sepultados vivos. Cuando quiso hablar con claridad, los resultados fueron opuestos a lo esperado. Le han roto los dientes. Se blinda de cautela o indiferencia fingida, semidormido, en guardia hace siglos, esperando la más pequeña oportunidad sin opresión

— desde 1524 hasta Revolución tonces hasta — unos quince años, y ra

la







.

para gritar audazmente su miseria. Para luchar y conquistar su *

Francisco

de

Fuentes

y

Guzmán,

Recordación Florida,

286

libro

XIII,

cap.

vi.

UN GUACAMAYO EN EL POLO

287

Su voluntaxl persiste y cuando algunas veces ha estallado destrozó los diques con violencia natural por retención de siglos. Ha libertad.

dormitado en larguísimas estaciones de terror, como los árboles que se dirían muertos con los brazos dramáticamente desnudos en el cielo del invierno. Cuando intuyen que el sol se acerca, antes de que nosotros lo notemos, los árboles punzan las cortezas con retoños y en días engalanan el paisaje con flamante verdor. Así siento al pueblo de Guatemala, viva su savia en lo hondo, oculto el torrente de flores y frutos macerados. No ha sido el país de la eterna primavera, sino el país de la eterna tiranía. Un pueblo golpeado, silencioso y verídico. Un pueblo que no canta. Este silencio, siempre fresco y que da la constante sensación de que acaba de establecerse, es trágico en verdad. El indígena, secularmente, barrunta la mordaza, la coacción, el hierro candente, la pólvora, aun cuando se le interroga para indagar qué desearía. Su mudez pertinaz actúa como mimetismo psicológico dentro de lo mineral: es sólo tierra, tierra que trabaja la tierra. La música, pobre y escasa, olvidada casi toda, es monótono gemido sin término. El baile, el son, es un zapateado triste en los momentos más alegres de la melodía reiterada y elemental. La imaginación, que vemos en templos, estelas, frescos, libros mágicos y en las artes populares,

como una brasa. Su resplandor nos llega Su calor interno reconforta los huesos y sus ansias que no verán la luz por los ojos o el canto, sino de cara al sol, cuando estén desnudos en la tierra. El eclipse es total y si no desflagra en su mudez, se debe a que algo escapa en festividades religiosas, en vive recóndita, sin llama,

siempre.

su vivir con la naturaleza en bosques y montañas, lejos de criollos y mestizos, embriagándose por desesperación. Sin saber, de tan desesperado hace siglos, que está desesperado. A pesar de la belleza y el color de los pueblos indígenas, esta mudez confiere a la nación extraño carácter edénico y sombrío.

Pienso que trajes,

de

los

indígenas se evaden por el color maravilloso de los de la cerámica, como se evaden por el al-

los objetos,

cohol y la plegaria. Sin esos trajes, sin esos camp)os, habrían estallado ya como explosivos. El indio, í:on el traje más alegre del mundo, todo color, y en el campo más alegre del mundo, todo color, opulento y frutal, el indio, todo tristeza. Porque entre nosotros, no es esta tristeza la sudan todos los poros tópico la tristeza del indio. miseria de la patria. En su y desamparo, reales y extremos, no hay literatura. ¿Qué hombre es más desvalido en el mundo? Taciturno país, adusto y solar. Hay un ámbito del cual se acaban de

Y

marchar quienes han cometido un crimen; el silencio que sigue a una catástrofe. Se piensa en todo, menos en lo inminente de una

288

EL PESO DE LA NOCHE

canción alegre. Una mudez embarazosa porque no se descubre en dónde y por qué hay tanto peligro en la palabra por decir. Nuestro silencio está hecho de canciones que no hemos podido cantar. La tirantez del clima social no ha permitido el canto, lo marchita antes de nacer; el canto ha menester de invernadero. Acaso sea posible para el indígena en el fondo de los bosques, donde la risa nace fresca y aclimatada, como una orquídea. En el pueblo, en la ciudad, la risa parece extraña y no resuena en el espacio. Se repara, con certeza, que la felicidad astillaría el dulce aire de vidrio. Una canción jocunda sería como un disparo. De pronto, en la fiesta, la marimbita primitiva de tecomates toma bríos de caballito que quiere hacer corvetas y lanzar al jinete, luego decae y reitera su lamentación. El son guatemalteco, acentuado y monótono, musita su ritmo sobre el oloroso pino derramado. El aguardiente corre melancólicamente. A veces, la fiesta celébrase durante varios días. Se matan cerdos, gallinas, pavos, terneros para el jolgorio. Se hacen tamales. Se quema pólvora. Pero el ámbito perdura tenso y triste, como tambor funeral. El sonido de la marimba, que forma parte de la infancia guatemalteca (como el olor del pino y la manzanilla de los "nacimientos", el olor del café, del chocolate, de los tamales y chipilines), es gangoso, gutural, con dejo obstinado y quejumbroso de lluvia y de paliza. La percusión con las baguetas forradas de goma bruta y la vibración que se entremezcla, porque no hay pedales para amortiguarla o cortarla, provoca un aguacero de madera. Si la marimba es mala, la vibración es pobre y los maderos suenan como mesas. Lamarimba de tecomates canta dulcemente, tristemente. Su sonido es agradable y limitado. El son guatemalteco en ella nos da una imagen de la música nativa del siglo xvi. Es curioso que no se trasluzcan rastros del folklore negro, que debieran ser palpables en música y danzas, acaso porque no fue cuantiosa la cifra de esclavos importados de África. Nos trajeron la marimba, que muchos consideran autóctona. Aquí se crio y se recrió y nació de nuevo. Era

de pensarse que podrían existir y sobrevivir otros testimonios africaMúsica y danza constituyen hermoso lenguaje de ellos en los Estados Unidos, Cuba, Venezuela, Colombia, Brasil, Puerto Rico, Santo Domingo y, naturalmente, Haití. En lo popular y en lo culto, lo negro mantiene preeminencia. El jazz, los spirituals, rumbas, danzones, etc., y otras variantes, son admirables por su ritmo y potencia expresiva. Indígenas y negros han dado la base de algunas de nuestras aportaciones artísticas contemporáneas. Cobramos conciencia y esta conciencia significa avance hacia lo verdadero. En ocasiones, no sabemos qué hacer y nos esforzamos en ser lo que no somos, nos.

UN GUACAMAYO EN EL POLO

289

y cargados de resentimientos embestimos contra lo europeo. Tal resentimiento es tan fuerte, que negamos lo indígena y pasamos al menosprecio de lo que poseemos firme y grande y caemos en el extremo opuesto: europeísmo desenfrenado y falso. Hay en todo ello confusión pueril, de orígenes políticos muchas veces, de mala y elemental política, creada para autodefensa. Para tener



una coartada. Nos embriagamos para estar más sociedad para aumentar la soledad. No logo.

En

las conversaciones,



solos.

se

Nos embriagamos en monó-

conversa: sólo hay

en realidad no existe

cada uno por sus preocupaciones.

diálogo, obseso abiertamente el

el

No rompemos

No salimos de hacemos no es para entablar el diálogo, sino para estallar por encima del monólogo mismo. Gritamos, vaciamos los revólveres en el aire, nos desahogamos para oírnos mejor: nos dirigimos a nosotros mismos. Por inseguridad, no aceptamos la contradicción, la discrepancia. Somos intolerantes, apasionados como fanático que ve profanado su fetiche, Ah, qué falta de imaginación! El guatemalteco prefiere no poner a prueba su identidad en la charla. Se suele hundir en un río de alcohol, silencioso. De vez en cuando, si es calmado, descubrimos su presencia como la de las ballenas, por el geyser que lanza al aire: algún chiste, un improperio, un alarido milenario. Mientras tanto, la marimba aporrea un vals vienes. Hablamos, actuamos para nosotros. La compañía puede provocar el monólogo, dilatarlo, hacerlo furioso; pero en la expanencierro, el carácter introvertido, desconfiado, oculto.

nosotros y

si

lo

j

No es social la embriaguez. No canción en un coro. La violencia, nacida por resentimiento, acaso se deba a que quien ha recibido patadas cree tambión que debe darlas La embriaguez es tétrica y pocas veces alcanza la dicha, la risa, la canción. La marimba de tecomates diluye su desanimación en el convivio indígena. Sonido dulce, vegetal y alicaído. En la marimba gime la esclavitud de los negros y los indios. En ella han confundido sus marchitas voces. Sin alcohol, la festividad no se anima, retraídos todos en su mudez, impávidos y como ausentes. Se bebe hasta llorar, hasta matar, hasta morir. El país bebe aguardiente y se nota la afición porque cuando se bebe se hace en demasía. La conquista, la sujeción colonial, las tiranías, la discriminación económica, tienen que ver en este exceso y en el carácter de las fiestas. En los años de Justo Rufino Barrios fue la segunda renta del Estado. Si se cantara, no se bebería así. Si se bailara, si se pudiera reír. Si se pudiera. El aire no permite

sión prevalece índole monologal.

compartimos

la

.

la

.

.

eclosión de tal flor.

No

germina aún

la risa sino

muy

débil-

290

EL PESO DE LA NOCHE

mente. Y qué difícil, como ver un quetzal en vuelo, es oír la carcajada indígena. La embriaguez es una embriaguez para estar solos, para sacarnos el yo, aterrados de que nos lo vean. Un yo oprimido y comprimido, que no ha visto la luz, menospreciado, injuriado, calumniado, negado, deformado, mutilado y receloso. En la embriaguez el ego no logra abrirse, mostrarse aun en la exacta aspiración de su esencia. El mestizo de todas las clases sociales suele embriagarse en forma parecida. Las estadísticas últimas comprueban que si calculamos, con bastante exactitud, en medio millón los que consumen bebidas alcohólicas, corresponden más de 16 litros anuales por cabeza, casi litro y medio mensual. Para denigrarle, se ha pretendido que el indígena se embriaga mucho: de ninguna manera lo hace más que el señorito. La marimba también es música de ladinos, de clubes y fiestas "aristocráticas". Guatemala ha transformado la marimba en un instrumento bastante perfecto, con teclado semejante al del piano. En los conjuntos de primera nunca hay una sola marimba, sino dos tocando a la vez: le pequeña tiene tono más alto y su sonido vegetal lo maquilla con trompetas de jazz. Estamos tan marimbizados que hablar así es

una profanación.

Por los caminos, peregrinan santos de cofradías que van de de un pueblo a otro y con ellos las marimbas, como grandes caimanes, en las espaldas del cargador. Las marimbas, con visita

trompetas, saxofones, platillos y tambores, tocan "clasico" (generalmente oberturas de óperas italianas) y las modalidades de los últimos bailes afroamericanos. estimo poco afortunado. ¿Cómo va a cantar el pueblo?

En ambos

De

casos,

el

efecto lo

hecho, aún ayer se hallaba

por tierra, boca abajo, molido a palos. Hoy lo está de nuevo. Alzaba la cabeza con precaución, abría los ojos con temor, se interrogaba si las cosas habían cambiado en verdad. Le era difícil ponerse de pie, marchar y hablar. Había olvidado la sonrisa. Sin embargo, aún le bulle en el cuerpo, como la primavera en los viejos troncos. Sonríe, a veces, con híspida ternura. La carcajada parece imposible, como la ráfaga de un guacamayo en el polo. La causa fundamental del atraso ha residido en la tenencia de la tierra y los sistemas de explotación: origen de la miseria de la inmensa mayoría de la población desposeída, que es campesina. Además, la intervención de compañías extranjeras atrepellándonos con superganancias coloniales. Los dictadores son un efecto y no una causa, el resultado de la falta de división de la propiedad, que también ha impedido el desarrollo de un mercado in-

UN GUACAMAYO EN EL POLO

291

terno y que se robustezcan la clase trabajadora y la clase media y el capital nacional para que cree industrias. Nuestros caudillos han servido a los grandes terratenientes y siempre han sido títe-

Dicha significación de clase es la única manera precisa para explicárselos. Las variantes liberales o conservadores encierran importancia, a veces considerable, pero no básica dentro de la gravedad de los problemas, porque los dictadores, sin excepción, siempre han perpetuado en el poder la misma clase gobernante. Una revolución que no resuelva a fondo el problema de la tierra no merece en nuestros pueblos el nombre de revolución. Éstos son algunos aspectos de nuestra vida. Mucho debería decirse aún si no fuese una rápida síntesis lo propuesto. Al señalar el acontecer económico, no quiero que se tome olvidando que la esquematización a que la reduje no puede abarcar la complejidad que encierra y que le da toda su trascendencia. res del imperialismo.





ALUD DE SOMBRA El político chileno Diego Portales llamaba "el peso de la noche" al agobio que sentía de la taciturna conspiración, sorda y sosegada, de la estulticia y la tiniebla, de la rutina y el fanatismo. Don Diego Portales lo sentía, no obstante ser él encarnación del oscurecimiento oligárquico y clerical de su patria, aunque no en la medida de Rafael Carrera en la nuestra. Alud de sombra, húmedo y funeral, de mármoles negros intangibles. El peso de la noche lo he sentido en días aurórales colgarse con furia de nosotros para impedir la marcha, tenebrosamente envuelto en falsa defensa de Cristo. Herencia directa de despotismos nulos, sangrientos y fecales. Caminamos sobre lodo ensangrentado, difícilmente, como sobre masa compacta de chinches. Estírase el aire, tenso y sordo, anegado de dobles de muerto, de charreteras y espadones, de mecánicos rezos incoherentes, rábulas,

nas.

esbirros y cagatintas, sacristanes y politiqueras sotanas indigHay tiniebla a mediodía, y la noche es la tinta de las plumas

hombros, y nos agobia su cantera desLo más sombrío de la Colonia salta como batracio de luto, huyendo de la luz, pálido y desencajado, con humedad de hongo, amorfo y decaído, con su peso trágico. El peso de la noche. Abrimos un periódico impreso con tinta podrida, charlamos con un amigo, y sentimos que somos extraños, que hablamos lenguas diferentes, que no existe comunicación alguna posible. Los compañeros que compartieron el banco de la escuela, bajo sus carapachos, segregan sombra como los calamares y van dejando una estela de tinta viscosa, un balbuceo blando de vuelo de murciélago. Estamos en un aire enrarecido, respiramos con ansia, ahogados de hipocresía y fanatismo, de sombra, en una vida muerta, sintiendo que nos movemos dentro de un gigantesco fantasma de membranas y crespones, bajo una perpetua, invisible nevada de hollín y de codicia. Manos enguantadas de negro se aferran a las vestiduras para impedirnos caminar en la mañana radiante. Por todas partes hay un inmenso índice partiendo los labios en señal de silencio. La sonrisa no es alegre, sino parece mueca feroz para enseñar los dientes. Los suquinayes y los jazmines desbordan la noche de perfume lleno de la frescura y la alegría de la carne joven, pura y hermosa. Huele a caoba y a sombra, a plegarias que son blasfevendidas y pesa sobre

plomada sobre cada

los

poro.

292

ALUD DE SOMBRA

293

mias, a frutos agrios y conciencia alquilada, a bagazos y tristeza de arena. Los jardines como fogatas en el día bermejo. Todo el campo de Guatemala es un incendio. Y entre la jocundidad de aquel fuego, cantan cenzontles, pitorreales, chorchas, guardabarrancas, palomas silvestres. El contraste de esta maravilla natural con las masas de viscosidades y materias en putrefacción que se advierten al abrir más los ojos, como los desechos de musgos y hojas muertas entre las aguas de un pantano, el mundo de protozoarios y anémonas transparentes con sus estáticos paraguas oscuros, polvo de ruinas, montañas de polillas y cenizas, hace más espantoso el fétido peso de la noche. Guando dejan de cantar los pájaros se oyen, muy suavemente, muy suavemente, los roedores ciegos, millones de ratas subterráneas pacientes y olvidadas, como llovizna de temporal de siglos, cortando sin cesar raíces de geranios y claveles; limando, como ladrón en la noche, envuelto en la capa negra, recubierto de antifaz, perceptible el tintineo de las ganzúas, limando, decíamos, el oro del canto de los pájaros, los hilos de la luz, apolillando el aire de cristal: el peso de la noche. De niño no advertí toda esta fermentación oscura, enajenado el oído por mi propia música, embebido en mi propio alegría, en el color que al mundo daban mis ojos. El martinete de sombra, con implacable frialdad, precisa y mecánica, caía empecinadamente para hundimos en el piso, para panteonizamos y remacharnos al nivel de todos. Se estrellaba contra nuestro júbilo, contra nuestra sonrisa. Escapábamos, sin damos cuenta, protegidos por el ángel de la inocencia. Los golpes se perdían sin encontrarnos. Los burlábamos sin advertirlo siquiera, sin proponérnoslo, con la seguridad de quien es invulnerable por magia de la infancia. De niños escapamos al peso de la noche, como el perfume de suquinayes y jazmines. Pero, con la adolescencia, la tragedia se acerca.

Solo, en la penumbra que crea la desierta lámpara, mientras duerme mi pueblo, con mi escafandra me aislo y escapo a la elec-

tricidad negativa de la inercia, a la inmensa sordera del ámbito.

La noche, oscura como un tintero, se puebla de sueños y me pongo a recordar, a fabular, ayudado por las altas mareas de la luz, por sus grandes olas jocundas, que nos alzan en vilo, que nos capacitan para volar bajo el peso de la noche dura, pegajosa y perpetua. Jamás el peso de la noche pudo sumimos en sus sótanos, clavarnos en sus sacos de arena, poner plomo en el ala, cosemos los labios y los párpados. Amanece y el sol salta tras los cerros de Antigua, húmedos de rocío y cantos de pájaros, como mi sueño.

294

A A

EL PESO DE LA NOCHE

mediodía, pútridos fantasmas de engrudo circulan invisibles. y helado, tropiezan conmigo y cede su serrín de sombra y mermelada amarga. Arrecifes de niebla diáfana, ráfagas de luz oscura, disueltos acantilados de la noche, densifican el aire sordo, tenso y opaco. El peso de la noche está allí, sin embargo, tan presente como a cualquiera hora, invisible, mimetizado, cubriéndonos de lianas de hollín y pesadillas, tratando de invalidarnos con mil arañas que tejen su red viscosa. Bajo las piedras dormitan los alacranes. En el 'naranjo nupcial, el cenzontle canta la verdad de la vida. Lo escucho, y aprendo. veces, siento su contacto blando

LO QUE HE VIVIDO

V. DIJE

Para Lya

No AMAMOS nuestra tierra por grande y poderosa, por débil y pequeña, 'por sus nieves y noches blancas o su diluvio solar. La amamos, simplemente, porque es la nuestra. En infancia.

una región que es la región de nuestra una ciudad o un pueblecillo. En el En la casa, cuatro paredes viejas y mancha-

su territorio hay

Y

pueblecillo,

en

una

tal

región,

casa.

con muebles rústicos hechos por el carpintero de la familia, con árboles que nos dolió verlos abatir. En medio de la casa, una fuente de la que nunca dejaremos de escuchar su canto. Todo se va replegando hasta llegar de la caja más grande a la más pequeña, del mundo a las cuatro paredes de la infancia, hasta la cuna y el ataúd. La tierra que caerá sobre esas cuatro tablas, cuando estemos de vuelta a geranios y quiebracajetes y nos empinemos en los árboles, es la tierra más dulce que existe. La niñez va corriendo como un arroyo que canta. Remontamos la corriente hasta el manantial. Hasta el amor de nuestros padres. No amamos nuestra tierra por hermosa, por alegre o triste. Por su leyenda o su primitiva felicidad sin historia. La amamos porque es la nuestra. Quiero, quisiera que vieses con ojos de mi niñez, con ojos de tu niñez. Con ojos de la niñez del mundo. Nuestro amor das,

amor gemelo. quietud de estas páginas, fuego oscuro amasado en el hondón de las entrañas. Huracán sopla para siempre mi brasa y su tibieza de rescoldo se perpetúa. El corazón de lava aún caliente, sonríe su noche elemental, donde todavía sueña Kukulkán, desde el ídolo primigenio hasta las muñequitas multicolores de Mixco y las tinajas de Chinautla. Estamos en Guatemala, verde colibrí reluciente. La caja grande y dentro una más pequeña y otra. Otra y otra, hasta llegar a mi pueblo. Antigua Guatemala. otra más pequeña, y otra y otra, hasta la casa y mi cuarto de niño. Pongo a mi tierra sobre mis rodillas, en la palma de mi mano. Desde muy alto los ojos podrían abarcar sus límites, contemplarla, como esos pisapapeles de cristal que tienen en el centro un ramo de florecillas dormidas. No es el caso de contemplar es

bello sólo tal otro

Anima

la

Y

que no existe. Ni de sólo admirar lo que está ahora pisamos tierra firme y amo la realidad.

lo

295

allí.

Soy vidente,

DIJE LO

296 Los arqueólogos sija,

de

un

los

se

sumergen en

VIVIDO la

prehistoria

o en

la

his-

entrañas de la tierra para encontrar una vahueso, un vestigio milenario, y no ven nada del mundo

exploran

toria,

QUE HE

las

mercados, de

No

los

pueblos, de los sufrimientos que padecen

también los poetas, pinencandilan con el "exotismo" de donde han nacido y se ciegan para toda apreciación objetiva. Hay guatemaltecos que nos ven como los extranjeros y crean una exportable imagen colorida, como una vitrina de indios, fan pintoresca, que casi justifica las intervenciones. Muchos de ellos ni siquiera adoptan una actitud como la del padre Las Gasas hace cuatrocientos años: se han evadido, desertado o detenido en deformaciones sentimentales, artísticas, de los indios remotos, a veces humanitarias, es cierto, pero sin conciencia social-política. Casi sin excep cio nes, entre los arqueólog os, escritores, investigador, res _liIsíQ£Í£Qs^ artistas, traductores de los libros aborígenes, no HSy en Guatema la sino dos o tres que^ tal vocación hayan unido, en los últimos cien anos, consecuente conducta política. '' Hace tiempo, mucho tiempo, había deseado escribir estas páginas. De golpe, se me vinieron mil cosas encima: mi recuerdo tartamudeó en alud amoroso. No me proponía cumplir una misión o pagar una deuda. Todo es más sencillo en el fondo, vital e inevitable. Lo de misión o deuda sería pura pedantería. Deseé dar una sensación de Guatemala, de mi Guatemala. Deseé mostrar algo de su vida interior, inocente y sombría. Deseé que luzca, como todos los días, rebozo de colores y trenzas con tocoyales, dibujándola sin que ella la advierta. Un retrato, con sus grandes aristas solamente. Abocetada con libertad, aprehendida en tres o cuatro rasgos privativos, en los cuales está como la siento en mí, silvestre, augusta y enmarañada. Su fervor telúrico recogido en estrofas de su crecimiento: monólogos de humo y pirámides de sueño y canto. La veo mestiza en su pensar, con greda antigua del Pópol Vuh y musgos de Landívar en un mismo pulso urgente. Indígena en la entraña, donde el corazón resuena entre montes azules, como el tun en los pueblecillos cuando celebran la fiesta. Sencilla y segura, camina ataviada como pájaro o reina en la miseria, un niño a la espalda, en harapos sus ropas aborígenes y fatigado el barro categórico del rostro bajo el peso que carga sobre la frente, corona rural de frutos y de flores. Va descalza, rompiénxiose los pies por los caminos, la tinaja sobre el hombro, igual a la dulce Ixquic. La belleza del cuerpo radica en lo más profundo de la materia: en la conformación y armonía del esqueleto, imagen de la muerte. los indios vivos.

tores,

músicos,

sólo los arqueólogos,

novelistas,

se

'

'

'

DIJE LO

QUE HE

VIVIDO

297

Sus rasgos resurgen para mí de la viva y mineral estructura esconremontando hasta la piel de obsidiana al sol. He deseado ofrecerle un testimonio de poesía: exacto de ver-

dida,

Un libro de síntesis, de visión general, veloz e inesPlaca radiográfica y fotografía aérea al mismo tiempo. Hago una incursión en el ayer, vivo en mi recuerdo, hasta convertirlo en creación, sin celo alguno de desdoro o no sentido endad

práctica.

perado.

cumbramiento. Recojo y subrayo lo que juzgo capital para descubrir y fortalecer la filigrana del origen de nuestro sentimiento de nacionalidad. Amor de la realidad: he pesado a Guatemala sobre las alas de las mariposas, auxiliado siempre por experiencia, cifras y emoción. Sin embargo, me siento ante ella como un árbol

podado soñando con

las flores de sus ramas. Desterrado en de ella, libérrimo, feliz y amante, reencontrada en la realidad y en mis sueños, me tiendo bocarriba, más allá de mi muerte y de la muerte, sumergido en su sentimiento y en su pensamiento. Y desde el Pópol Vuh tomo las ruedas dentadas que crearon la noria de la sangre. En su impulso nutren su ímpetu, a veces hasta por inercia, muchas otras ruedecillas que de alguna suerte nos sirven asimismo para marcar la hora, para saber quiénes somos y saber adonde vamos. Y me atrof)ello de nostalgia y descubro el cielo de todos los hombres, libre aquí en mi cárcel sin techo, y cuento y reconozco las estrellas, las palpo húmedas sobre mi rostro, descarnado ya, camino del cuarzo, entre la hierba y la tierra, que cegaron mis ojos de color y me llenaron la boca de polen y canciones. Ahora recuerdo el origen de estas páginas que son sollozo, alarido y canto. No sólo hay que vivir lo que se escribe sino hay que sufrirlo. Necesid ad absoluta de una patria, de mi tierra mía y su imprescmdibiiidad de tunción ecuménica. Ansia de clanfi-' cación, de forma, para que nuestro metal dé su sonido: estaba yo sentado en lo más alto del castillo de Chichén Itzá, la tarde que llegué por vez primera. Entonces, hace muchos años, sentí, como grano de mostaza, algo de lo que he escrito. Empezaba a germinar en mí. Era yo mismo la semilla. Una semillita sola, ptvo ya pude palpar raíces milenarias. Sobre las ruinas, el crepúsculo del trópico untaba lumbre atormentada y musgos de oro. El chaparral, asaeteado por faisanes y venados, perdíase en el horizonte hasta el mar. Chichén Itzá, nenúfar de espuma, se abría sobre la verde marea sin fin. Bajo los cimientos, capullo de geología, cielo y siglos, cantaban las arterias que miran por los cenotes. El rumor subterráneo aunábase con la música planetaria del espacio in-

mi

patria, sin salir

,

DIJE LO

298

QUE HE

VIVIDO

acordeones de la selva y el masticar de las hormigas. día primeras sombras sol postrero y luna que retoña casi noche ya, la eterna noche de antes, la mariposa de obsidiana, como si llegase del Lugar de la Abundancia y no de Xibalbá, encendió de vuelo sus alas de vitrales: Chichén Itzá se puebla, vive y se anima como en los años de esplendor y gloria. Y son también lámparas vivas Tikal, Uaxactún, Palenque, Quiriguá, Copan, Yaxilán, Bonampak y enjambres de ciudades ocultas, escamoteadas entre los dedos de los grandes árboles. Los sacerdotes marcan sobre pieles de venados las huellas de Venus que perpetuamente está naciendo. Como abejas embarradas de miel desfilan las doncellas, doradas de ajorcas y bezotes, verdes de turquesas y jades, rojas de caracoles y pasión. Todas juntas semejan quetzal gigante, lento meteoro de plumas. El adivino consulta los menudos pórfidos bermejos del árbol del pito, pesado el corazón de estelas y alígero de colibrí. La luna de Chichén Itzá pone algo que tal vez sea asunción o nacimiento o sólo nácar mágico. En el juego de la pelota, figuras elásticas y oscuras enloquecen tras el copo que, como un tapacaminos, rebota en el muro, luego cae y ni toca el pavimento y se alza, ubicuo y simultáneo. Los abuelos, dos aguiluchos tallados en creciente lunar, con finito,

Con

los



las



,

más memoria que

los relieves del templo ahito de centurias, acezando de ámbito y piedra. El sol se fue creciendo y el chiquirín clarin. vaba la lumbre con sus tres golpes estivales: chi. qui. chi. qui. rin. Los abuelos, ateridos de filial milagro, hundidos los pies en las raíces de los chicozapotes y en el salitre de los murales, al morderse los labios sintieron el sabor de la tierra caliza. Germinaron tomando agua ciega de los zihuanes, rompiendo la tierra con una llamita verde hasta el venado sagitario, hasta ser hombres de maíz. Los dioses telúricos, caracoles del mar de la infancia, nos contaron fábulas fabulosas y nos alzaron más que los santos desvencijados de los pórticos en las viejas igle.

.

.

.

.

.

.

.

.

.

.

.





mi tierra mi tierra y mi infancia misma alegría de los pájaros tejiendo lo azul. De la mano de Hunapuh, joven abuelo, acompañé a los cakchiqueles para robar el fuego. A los quichés para comprobar con la plomada los muros de Gumarcaah. Como en los códices, mis huellas fueron quedando en esta peregrinación al mito, a Tikal sias coloniales.

Infancia de

¡

huípil hilado por ellos con la

y Quiriguá, al Palacio de los Capitanes Generales, a las calles de la Nueva Guatemala, en el Valle de la Ermita. Estuve en cada etapa del camino sin fin como viajero de buena voluntad al servicio de su pueblo, que luego evoca mal lo mucho que vio y por ello su recuerdo se reduce a sencillo testimonio. Como un mural, con-

DIJE LO

QUE HE

VIVIDO

299

una imagen de Guatemala, que tude su color, de su condición primitiva, de su pasión germinal y de su vida asentada sobre tan diversos y contrastados niveles económicos que su presente sigue explicándose jxjr el mito o por la historia. Algunas de mis memorias más tiernas o acongojadas, para crear el ambiente, se entrecruzan con estadísticas. Un retrato de cuerpo entero, como esos anónimos del siglo XDC en que el detalle se destaca con amor ingenuo. Así deseaba que creciecen estas páginas, organizándose biológicamente, a medida que avanzaban. He tomado sus medidas como para hacerle un traje. Sus sueños como para hacerle un canto. Me ceñí a su realidad lo más que me fue posible. Y quien juzgue que mi palabra parece asirse del sueño, es porque jamás ha conocido la vida tétrica, dolorosa y fantástica de mi pueblo. Nunca traté irrealmente ninguna de sus imágenes: habría perdido la riqueza de su realidad para caer en innecesaria metamorfosis barroca como si la realidad material, que nos satura y golpea los sentidos, careciese de inacabables posibilidades. Precisar el dibujo, ceñir la verdad mágica, me obligó a mantenerme en la tierra firme de la cual nunca deseé salir: no se puede salvar la vaguedad ni con los malabarismos más peregrinos de cebí estos apuntes para dar viese algo

la expresión.

hombre guatemalteco en el mito tiempo en varias direcciones para llegar a nuestro ahora. No es una síntesis económica, política y social, la que esbozo en algunas de estas páginas. Sino un esquema de síntesis del sentido y del carácter del proceso histórico: converso con los hombres de los monolitos y los códices, con los dioses, los héroes y los hombres de los libros indígenas; me recuerdo y voy domeñando mi entusiasmo cuando mi memoria se quiere salir de madre. Y no evoco como historiador o como erudito, porque no lo soy, sino como un hombre simple que dice lo que ha vivido. Y cuanto más severo y exacto es mi recuerdo; cuanto más tranquila es la palabra que traduce el gozo o la angustia de mis sentidos y la añoranza de mi sangre; cuanto más se enraiza mi voz en la realidad, más se recrea y sufre con lágrimas guatemaltecas que sólo mis ojos pueden llorar. Y, entonces, mejor y más verdadero está mi pensamiento, y más limpia la emoción mía y la engendrada en quien me lea, por distante que su mundo esté

Empecé con

y

fui

la creación del

caminando en

el

del mío.

Guatemala, tierra edénica y elemental, con un pasado singular y una evolución dramática, cruenta y oscura, poco unánime por sus tremendos desniveles culturales, avanza dando tumbos.

DIJE LO

300

QUE HE

VIVIDO

lúcida y firme. He querido dar el ambiente, sin preocupación contemplativa, interpretando con técnica de análisis su realidad va-

móvil y remota, regido por mi conciencia poética y social. cautiva no sólo la acción sino también la contemplación, cuando el matiz y la sutileza son característicos. Escojo y muestro elementos contrarios, hechos de opulencia y rigor, de preocupaciones teológicas y su origen por condiciones económicas, el mundo fabuloso del acontecer cósmico del Pópol Vuh, la realidad delirante del aborigen de Ghichicastenango y la vida mínima y marginal del "cucurucho" y el albor de la voz de mañana. Mi tierra no es una tierra exótica. Es una tierra matinal cuyo interés más hondo radica en sus creaciones y expresiones históricas populares, más allá de cualquiera devoción pintoresca. El color, aquí, es inevitable, y sólo cuando es inevitable por ser de tan buen tinte que no se destiñe ni con el sol y mis ácidos, ha permanecido indeleble más allá del afán descriptivo y localista. Y aunque parezca paradójico, por su misma verdad de bulto, lo p)opular no es popular ni nacional, propiamente, y no puede serlo porque no somos una comunidad económica, política y social unificada. Lo que tenemos por popular son obras espontáneas del genio popular de indígenas oprimidos y explotados, creándolas y repitiéndolas para ellos mismos o para reducido público turista o nacional, extraño al sentimiento, condiciones, necesidades y gustos de quienes las crean. Nuestras diferencias son tan brutales que van de sistemas de producción y consumo neolítico, de "economía cerrada", feudal y semifeudal hasta capitalista, como lo vemos en Ghichicastenango y en los mercados de cualquier ciudad del país. No exclamo: ¡abajo la pandereta! porque no la tenemos, sino ¡abajo la jicara! No me he demorado en reflexiones vagas, subjetivas. Sino en lo más concreto y profundo. ria,

Me

En

las

creaciones

auténticas

y

esenciales.

Nada más

Y

fantástico

por encima de lo que pueda urdir nuestra imaginación y para dar realidad a esa conciencia y conciencia a tal realidad, he ido a las fuentes seculares. A mi infancia y a mis cicatrices. He aquí algo de mi pueblo, de su rica tradición lo que fue, invariable en su diversidad, sufriendo lo que es, lo que será aluviones, lavado por torrentadas, arrasado como para borrarle del mapa con la tromba de la Conquista. Hay unidad a través de sus avatares, aunque parezca irreconocible en muchos de ellos, que son contradictorios. Siempre las mismas hojitas brotaron del grano de maíz en el surco. La lealtad de esta permanencia la he seguido desde hoy y mañana, hasta entrar en el palacio por el

que

la

realidad.





,

DIJE LO

QUE HE

301

VIVIDO

arco de Labná, retroceder en el tiempo y sumergirse en las fauces de un dios zoomorfo y nadar en las aguas eléctricas del mito. Haber vivido lejos cerca de un cuarto de siglo sin interrupción me permitió penetrar con ojos frescos en muchas de nuestras cosas, apoyado en el recuerdo, en el instinto y en la tierra guatemalteca que me llevé en la suela de los zapatos. La intensidad del retorno, en mis condiciones, no creo que la haya tenido alguien. Mi pueblo despertaba, rompía sus cadenas y por dondequiera creaba un clima de himno su fervor. He sido un hombre metido en mi vocación, y mi vocación misma también me ha ligado más a mi pueblo que resuena en mí desde mi infancia, a flor de alma, sollozándome recuerdos. Y no siempre he necesitado comdigo mis conprenderlo porque me ha bastado con amarlo. diciones para decir que llevaba muchos años fuera de mi tierra y que su recuerdo en mi entraña vivía, ni más ni menos, como me imagino que vive en todos, o viviría en aquellos que tuvieren la felicidad indecible de ese retorno. Aquí está algo de mi niñez y de la transposición de mi nostalgia: rasgos de la imagen de cómo yo desearía que fuese mi tierra. Están las nubes, los olores,

Y

las luchas,

los pájaros,

las piedras,

los sueños,

sabores,

congojas, los ruidos guatemaltecos.

las

las esi>eranzas,

Y

los

una realidad

seca y ardiente, que he podido captar, porque al reencontrarla, al redescubrirla, me ha golpeado al volver a vivirla. La esclavitud indígena ha disuelto su amargura, su resentimiento y su dolor

en todos los seres y en todas las cosas. Se halla en el aire y en el fuego, en el agua y en la tierra. En la palabra y en el silencio. En la fiesta y en el funeral. Por todas partes está pesadamente, como ubicuo fantasma de piedra. Mis compatriotas, sin la lente de tal experiencia, acaso juzgarán inexactas o exageradas algunas de mis impresiones. El ambiente, para ellos ininterrumpido y consuetudinario, no les muestra los mismos tenebrosos o vibrantes relieves y matices. Están, en cierto modo, invalidados para advertir algunos pormenores y para asirlos con la precisión virgen que sin proponérmelo, hasta por las violentas agitaciones sociales, forzosamente, me ha deparado la realidad en los diez años últimos. No señalo virtud personal alguna sino, simple y sencillamente, una

un hecho. Tallé las cuentas poco a poco, desde el mito hasta la reforma agraria. Como la araña, forjé el hilo de mí para ordenarlas en collar. Si resultó el collar, anhelo que sea como esos de macacos, cristales y piedrecitas de colores que adornan a las indias: un chacircunstancia,

chal para

el

cuello de

mi amada Antigua.

Antigua Guatemala, 1953. México, 1955. it nueva *m

«I

exüU.

ÍNDICE LA BOCA DE POLEN

I.

Lio

mejor de mi vida

7

Bengala geográfica

11

Los dogmas de la tierra y Semana Santa antigüeña

la sangre

Atitlán

Los mercados

20 38 45 55

Chichicastenango, tierra del Pópol

IL

Vuh

64

LAS HUELLAS DE LA VOZ

Nacimiento del hombre

77

El maíz

81

88

Dirección de las raíces

Vuh

99

Arcos y cúpulas Bernal Díaz del Castillo

112

El Pópol

118

Rafael Landívar

Antonio José de

130 148

Irisarri

José Batres Montúfar

159

José Milla Enrique Gómez Carrillo

163

La canción compartida

176

in.

169

EL VIENTO EN LA VELA 193

Pólvora y flechas El laberinto

Teocracia

La

210 222

medieval

revolución liberal de 1871

231

237

Nulos, sangrientos y fecales

IV.

EL PESO DE LA NOCHE 245 265

Silencioso y verídico Lastres y pesadumbres

303

ÍNDICE

304

Primaveras van y primaveras vienen Luz y sombra en tropel Un guacamayo en el polo

275

Alud de sombra

292

DIJE LO

QUE HE

VIVIDO

269

286

295

Este libro se acabó de imprimir el día 20 de octubre de 1955, en los talleres de Unión Gráfica, S. A., calle del Dr. Vértiz, 344, México, D. F. De él se tiraron 3,000 ejemplares y en su

composición se utilizaron tipos baskerville de 10:11, 8:9 y 6:7 puntos. La edición estuvo el cuidado de

AH

Chumacero.

Guatemala-Lineas-mano-Cardoza-Aragon-BenjaminMadeira-com.pdf ...

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