Moderadora: Mona

Traducción: Nelly Vanessa

Tamii

Malu_12

Nooniikaa

Carosole

Nelshia

Niki26

Gracekelly

Pachi15

magdys83

Auroo Kyle

Kenni Tiago

Mona

ElyGreen

Kuami

Brenda Carpio

Axcia

Corrección: Pachi15

Brenda Carpio

gissyk

Niki26

flor212

AriannysG

Dabria Rose

maggiih

Viriviri

Revisión final:

Diseño:

Pachi15

Jenn

Índice Sinopsis

Capítulo 16

Capítulo 1

Capítulo 17

Capítulo 2

Capítulo 18

Capítulo 3

Capítulo 19

Capítulo 4

Capítulo 20

Capítulo 5

Capítulo 21

Capítulo 6

Capítulo 22

Capítulo 7

Capítulo 23

Capítulo 8

Capítulo 24

Capítulo 9

Capítulo 25

Capítulo 10

Capítulo 26

Capítulo 11

Capítulo 27

Capítulo 12

Capítulo 28

Capítulo 13

Epílogo

Capítulo 14

Sobre la autora

Capítulo 15

Sinopsis U

n ángel enojado está a un paso de ser degradado. Una pelirroja ardiente que es bien conocida por crear problemas. ¿Qué podría salir mal? Cuando Chloe Molloy comienza a ver a un hombre de cabello rubio, y ojos grises que nadie más puede ver, está segura de que se está volviendo loca. Este hombre misterioso se hace llamar Dmitri y dice que es su ángel guardián que se supone que está para ayudarla a conseguir al hermoso soltero, Trevor Malone. Ella considera que es difícil creer que Dmitri fue enviado por Dios, el hombre es irritante, desagradable, y descortés. Aun así, ella no tiene otra opción más que seguir con su plan idiota. A medida que pasa el tiempo, comienza a darse cuenta de que Dmitri puede ser su ángel guardián, después de todo.

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Solo hay un problema. Ella se enamora de él. Su pasión está prohibida. Es ilegal. También, imparable.

Uno L

a casamentera Chloe Molloy observó horrorizada con la boca abierta

mientras su cliente, Linda Miller, irrumpía en la oficina. El cabello rubio de la mujer estaba amarrado en un moño desordenado y sus ojos marrones oscuros denotaban fuego con frustración. Chloe había visto esa mirada antes. Era una mirada de rabia intensa. Oh-oh. —Me acomodaste con un rufián —exclamó Linda—. Anoche la cita fue un desastre. Se presentó en mi casa en moto y me llevó a comer costillas. ¡Costillas, por amor de Dios! Llevaba una chaqueta de punto de trescientos dólares. ¿De verdad crees que quería comer costillas? Hice un lío de mí misma. Chloe hizo una mueca, metiendo un mechón de cabello rojo detrás de su oreja. —Te pondré con alguien que no sea Hank —dijo rápidamente—. Me dijiste que pensabas que todos tus novios anteriores eran aburridos, así que quise probar con alguien que, bueno, no lo fuera. —Solo porque no quiero a alguien aburrido no significa que tenías que ponerme una trampa con un hombre que tiene un tatuaje de calavera en llamas en sus bíceps. —Linda sorbió—. Soy una Miller, por amor de Dios. Mi tío es senador. ¿Qué sobrina de senador saldría con alguien así? Chloe pensó que la mujer iba un poco demasiado lejos. Linda estaba hablando mal de Hank como si fuera un leproso. Claro, el hombre era un poco duro alrededor de los bordes, pero no era malo en el interior. Por desgracia, no podía replicarle a una clienta, porque los malos rumores podrían hacer o deshacer un negocio de dos meses como el suyo. A decir verdad se habría negado a trabajar con una mujer así en circunstancias normales, pero Linda había estado en su mejor comportamiento... hasta después de que firmó el contrato de un año.

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—Te voy a emparejar con alguien un poco más a tu gusto esta vez. —Trató de darle una sonrisa alentadora. —Asegúrate de hacerlo. —Linda la señaló amenazante—. Sin tatuajes, aretes, ni motos.

—Entiendo. —Se puso de pie, con la intención de agarrar un poco de papel para tomar notas, y rápidamente estrelló su pie en la pata de la mesa. Una serie de palabrotas de gran talla de las cuales nunca había oído Linda salieron de su lengua. Su padre era un marinero irlandés, así que tomó su vocabulario colorido de él. Por desgracia, a juzgar por la expresión de Linda, las blasfemias no eran tan naturales para la familia Miller. —Asqueroso. ¿Dónde aprendiste modales? —Linda negó y salió de la oficina. Oh hombre. Se dejó caer en su silla, sosteniendo su dolorido dedo del pie, mientras sus ojos se humedecían. ¿Qué estaba mal con ir a una comida con costillas de todos modos? Si alguien alguna vez la invitara a salir, estaría más que feliz de hundir sus dientes en alguna barbacoa de cerdo. Aun así, no era una Miller, y definitivamente no era la sobrina de un senador o la hija de Franco Miller, estimado director ejecutivo. Su madre era camarera y su padre era un marino retirado. Su familia no había tenido mucho dinero, pero tenían más que suficiente amor para compensar eso. Sus padres incluso estaban al día con el hecho de que ella no podía caminar cinco pasos sin causar un accidente. Mientras suspiraba, se dio cuenta de que estaba siendo una cobarde con todo el asunto. ¿A quién le importaba si Linda Miller pensaba que estaba haciendo un mal trabajo? Era una maldita buena casamentera... Bueno, tal vez no lo era todavía, ¡pero lo sería! Frunció el ceño con determinación y se volvió a su computadora. Era el momento de su buena música ambiental. Miró su protector de pantalla y suspiró soñadora. Trevor Malone, famoso cantante de pop y el ex líder de la banda FA6L, era su protector de pantalla. Reprodujo la canción más famosa de Trevor, Got to Be, y miró sus inquietantes ojos de color marrón oscuro. El tipo era magnífico, más magnífico que cualquiera que hubiera conocido. Su cabello era negro profundo, haciéndolo parecer viril y embrujado. Había algo acerca de ese hombre misterioso que agitaba su corazón. Me pregunto qué diría si supiera que una fan viajó todo el camino en todo el mundo solo para estar cerca de él. Trevor vivía en Chicago también, y le gustaba la idea de reunirse con él en algún lugar al azar en una cafetería, en el supermercado, en medio de la calle.

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Sí, era un idiota. ¿Realmente tenía veinticinco? Todavía soñaba como si fuera una niña. Tal vez debas hacer algunas cosas de adultos. Como, ya sabes, trabajar. Hizo una mueca y revisó su sistema de mensajería de correo electrónico. El primer paso para que los clientes potenciales la contrataran como casamentera era llenar el formulario en su página web. La información era enviada a su correo electrónico. Hoy tenía tres clientes potenciales. Uno era un fracaso, alguien había rellenado el formulario con el nombre de Anya Neeze, pero la segunda persona parecía extraordinaria. Sonrió mientras leía su información. Nombre: Dmitri Anderson.

Altura: 1.80. Peso: 82 kilos. Color de ojos: Gris. Color de cabello: Rubio. Ocupación: Guardián. Salario: Más de lo que necesito. Una persona podía enviar una foto junto con la información y Dmitri había hecho precisamente eso. Se quedó sin aliento con la fotografía. Mierda, ¡este chico es precioso! Su cabello rubio era largo y llegaba hasta sus hombros. Sus ojos grises parecían lunas plateadas mirando desde sus cejas oscuras. Su áspera barba de un día cubría una mandíbula cincelada. Pero lo que era deslumbrante, sin embargo, era su sonrisa. Tenía la sonrisa de un hombre que era un buen tipo sin problemas, es decir. De acuerdo, este tipo debía tener un defecto de personalidad horrible por necesitarme. La mayoría de sus clientes estaban en su sano juicio, personas que se veían normales en busca del amor, pero este chico estaba más allá del aspecto normal. —Tiene que ser un dios griego —susurró. O tal vez alguna otra criatura etérea. Inmediatamente apuntó su número de teléfono y empezó a sudar nerviosamente cuando pensó en llamarlo. Esta era la primera vez que podía recordar la sensación de inseguridad acerca de llegar a un cliente. Marcó su número y se sorprendió de que su tono fuera un coro de aleluya. Elección extraña de música. Oía una gran cantidad de tonos de llamada Passenger y de Ellie Goulding, pero no ese. Sus pensamientos fueron interrumpidos por Dmitri contestando. —Hola —dijo el hombre en tono cansado y molesto. —Ugh, hola —dijo—. Soy Chloe Molloy. Usted contactó mi negocio de citas. ¿Cómo está hoy? —No muy bien —murmuró—. No me gusta el trabajo. Creo que me deberían permitir jugar todo el día.

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¿Odias tu trabajo? Casi me arranca el cabello una mujer con uñas de seis centímetros. —Eso es muy malo. —Parte de su asombro ante la buena apariencia de este hombre se fue desvaneciendo. La personalidad era mucho más importante que una cara bonita—. ¿Está todavía interesado en mis servicios? Si es así, me gustaría programar una reunión. Cobro cinco mil…

—No importa lo mucho que cobre —la interrumpió Dmitri, siguió sonando tan gruñón como antes—. Iré a la reunión. ¿Cuando estás disponible? —Tengo una agenda abierta. —Esto no es vida en absoluto—. ¿Cuándo está libre? —Esta noche —dijo Dmitri. —Está bien. —Abrió su libro de citas—. ¿A las seis está bien? La dirección de la oficina está en la lista en mi sitio web. —¿Nos reuniremos en tu oficina? —dijo Dmitri—. Tenía la esperanza de que nos encontráramos en un restaurante o algo así. —Normalmente no me encuentro con clientes fuera de la oficina —dijo—. Podrá salir a cenar con sus citas. —Serás una difícil, ¿verdad? —dijo Dmitri, sonando frustrado. ¿Por qué hacía que sonara como si fuera él, el que iba a trabajar para ella? —¿Perdón? —Frunció el ceño—. Me temo que no entiendo lo que quiere decir. —Por supuesto que no —le espetó—. Nos vemos esta noche a las seis. —Por… Antes de que pudiera terminar su adiós, Dmitri le colgó. —Idiota —murmuró. Qué día. Subió el volumen a su música de estado de ánimo de nuevo y comenzó a tararear. Por lo menos siempre tendría a Trevor Malone para calmar su dolorido corazón. *** A la hora del almuerzo, Chloe entró en una tienda de sándwiches. Siempre se encontraba con su mejor amiga, Meg, durante el almuerzo. Miró a su alrededor y vio que la mujer ya estaba sentada con un sub de pavo y patatas delante de ella. Meg era toda sonrisa enorme y grandes carcajadas. Su cabello castaño oscuro estaba recogido en una complicada trenza y sus brillantes ojos azules se destacaban con su maquillaje. Sonriendo, Chloe dio un paso adelante para encontrarse con su amiga y accidentalmente corrió directamente hacia un hombre que acababa de salir de su silla para volcar su bandeja. —¡Cuidado! —gritó el chico mientras el impacto lo hacía derramar su refresco restante y condimentos por toda su camisa de botones.

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Oh mierda. No otra vez. ¿Cuándo iba a terminar su mala suerte? —Lo siento mucho. —Miró a su alrededor buscando desesperadamente servilletas.

El hombre frunció el ceño, pero no dijo una palabra. Dejó la bandeja y salió del restaurante, goteando soda y mostaza. Pobre chico. Bajó su cabeza avergonzada, con su largo cabello rojo como un escudo contra las miradas. Era consciente de los susurros de los otros comensales mientras se sentaba en la mesa frente a su mejor amiga. —¿Estás bien? —preguntó Meg. —Eh… ajá. —Suspiró y se enderezó—. Pero tengo tan mal karma que debí haber sido asesina en mi vida pasada. —Eres demasiado buena para haber sido una asesina —dijo Meg—. Sin embargo, tienes alguna maldición pasando. Nunca he visto a una mujer atraer más calamidad. Ella gruñó de acuerdo. —Ten una patata. —Meg le pasó un trozo de patata frita salada. —Tengo que verme bastante mal. —Agarró la fritura y la mojó en la salsa de tomate—. Normalmente me sacarías los ojos antes de compartir tu comida. —Me siento generosa hoy. —Meg se encogió de hombros. Ella no creyó eso por un segundo. —Necesitas pedirme prestado dinero, ¿no es así? —preguntó. —Estoy ofendida. —Meg frunció el ceño, sus rosados labios se fruncieron—. ¿Cómo puedes pensar que esa es la razón por la que estoy compartiendo mi comida? Haciendo caso omiso de las palabras, sacó su billetera. Conocía a su amiga demasiado bien como para irse por las ramas. —¿Cuánto necesitas? —le preguntó. —Solo cinco dólares —dijo Meg. Con el ceño fruncido, le entregó a su amiga el efectivo. —Te pagaré —dijo Meg. Era una mentira, y las dos lo sabían. —Así que tengo un nuevo cliente hoy. —Metió la cartera en el bolso—. Es una cosa caliente. Lo veré esta noche.

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—¿En serio? —Los ojos de Meg se agrandaron—. Tal vez debería dejar que me consiguieras algo después de todo. Soy material de primera, él es material de primera. Haríamos chispas juntos. —Por desgracia, tengo ese tipo guardado para Linda la Terrible —dijo. —¿Qué? —Meg pareció estar cerca de saltar de su silla—. ¿Por qué hiciste eso?

—Su cara es bonita, pero su voz sonaba irritante en el teléfono. Es demasiado pronto para decirlo, pero parecía como un idiota para mí. —Se encogió de hombros—. Podría estar equivocada. Si resulta diferente esta noche, lo pondría al día con Lily Anderson o algo así. Es una mujer fantástica, con una gran personalidad. Ella se merece un tipo que sea guapo. —Debes tenderle una trampa contigo. —Meg se rió malvadamente, rodando sus ojos. —No podría hacer eso —dijo—. Nunca saldría con un cliente. —Eres una casamentera que no ha tenido una cita en, bueno, nunca —dijo Meg—. ¿Cómo es eso posible? —Tal vez no soy lo suficientemente bonita. —Se encogió de hombros. —Eres hermosa. —Meg frunció el ceño y se comió otra patata—. Creo que tu problema es que te vistes como una vagabunda. —¡Oye! —exclamó. —Es la verdad. —Meg la miró de arriba a abajo—. Llevas las sudaderas molestas otra vez. —Es solo porque no tengo reuniones con los clientes programados hoy. —La llegada de Linda no había sido planeada—. Cada vez que me encuentro con clientes, me pongo un traje de negocios. —Eso no ha estado de moda desde 1990. —Meg suspiró—. Deja que te vista esta noche. Por favor, por favor, por favor. —Voy a pensar en ello —murmuró. —¿Y si te soborno? —Meg se rió. —¿Con qué? —Levantó una ceja. Con una sonrisa maligna, Meg tomó su bolso de color verde brillante y lo colocó sobre la mesa. La mujer sacó dos boletos de su bolso. —Hay un beneficio adicional en ser secretaria en una emisora de radio —dijo Meg triunfalmente—. ¿Adivina quién tiene entradas para el concierto de Trevor Malone este viernes? Podría llevar a una cita o podría llevarte a ti. El corazón le dio un vuelco. Las entradas para el concierto de Trevor Malone se habían vendido una semana después de salir a la venta, por lo que no tuvo la oportunidad de comprar uno ella misma. —Llévame —gritó, tratando de alcanzar un boleto.

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Meg tenía las entradas fuera de su alcance. —Solo si me dejas vestirte esta noche. —Meg movió su dedo.

Aunque sabía que Meg iba a exagerar, asintió. Vendería su riñón para ver a Trevor de cerca. —Me puedes vestir como quieras —dijo—. Por favor, solo llévame al concierto. —Buena chica. —Meg sonrió con malicia. —¿Puedo tener mi boleto ahora? —Alargó la mano hacia su amiga. —Después de que haya terminado contigo. —Meg le guiñó un ojo. Oh-oh. *** Chloe se paró frente al espejo y quedó asombrada con su reflejo. Era difícil decir lo que pensaba de sí misma. Tenía un vestido negro que estaba corto en la parte de atrás y aún más en la parte delantera. Sus pechos eran prácticamente inexistentes, pero el vestido subrayaba hasta el último minúsculo centímetro de ellos. Llevaba brillo de labios de color rosa y una sombra de ojos verde que resaltaba el color de sus ojos de hiedra. Una cosa era segura, no se parecía a ella en lo absoluto. El problema era que preferiría estar en chándal. —¿Qué piensas? —preguntó Meg. —Es realmente algo... —El vestido mostraba demasiada piel para su gusto, pero era demasiado amable para decirle eso a su amiga—. Es solo que no creo que sea lo suficientemente profesional para una reunión con un cliente. Necesitaba un traje de negocios pronto. —Ah, vamos. —Meg le palmeó el hombro—. Te ves sexy. Esto es exactamente lo que necesitas. —Esto no es una cita, Meg. —Frunció los labios—. Es una reunión de negocios. —Una para la que no tienes tiempo de cambiarte antes de irte. —Meg señaló triunfalmente. —¿Eh? —Parpadeó con horror.

No. No me digas.

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Cuando miró el teléfono, por un momento, se horrorizó al ver que tenía solo veinte minutos para volver a la oficina. Tenía suerte si se encontraba con Dmitri a tiempo, y mucho menos, si se cambiaba también. Mierda. A juzgar por la sonrisa conocedora de su amiga, la mujer había planeado todo. —Solo espera. —Chloe se apoderó de su bolso de cuero—. No voy a permitir que me pidas prestado dinero nunca más, si sigues así.

—No creo eso ni por un segundo. —Meg le lanzó un beso—. Será mejor que te des prisa. A los clientes no les gusta que los hagan esperar. Ella dejó escapar una larga lista de maldiciones. —Espero que no hables así delante del hombre —dijo Meg. Si él la irritaba, no estaba segura de poder contenerse. Aun así, tenía que salir ahora si quería llegar a tiempo. Le dio a su amiga un movimiento de cabeza de despedida y salió corriendo de la casa. Por desgracia, tratar de correr en los zapatos de tacón alto era como hacer equilibrio sobre zancos. Cuando llegó a su auto, estaba maldiciendo aún más que antes. La vecina de Meg de noventa años, oyó sus blasfemias y la miró fijamente, con la boca abierta. —Lo siento —le gritó a la mujer, haciendo una mueca mientras abría la puerta del auto. La anciana no aceptó sus disculpas y huyó. Maldijo a su padre por enseñarle a ser tan buena en el uso de las blasfemias. En el momento en que dejó la zona de estacionamiento y llegó a la carretera, estaba segura de que había usado cada palabrota en el idioma español. Finalmente, llegó a su oficina y se estacionó, jadeando y sudando profusamente. Rodeó el edificio, llave en mano, todavía murmurando palabrotas. Desafortunadamente, eso fue cuando casi chocó de frente con un hombre alto que estaba de pie delante de la puerta de su oficina. —Qué lenguaje —dijo el hombre en forma de saludo. Oh mierda. Era su cliente. Probablemente había oído cada palabrota que ella había pronunciado. Eso en cuanto a profesionalidad. Mientras Dmitri miraba, tuvo que luchar contra el impulso de correr tan rápido como pudiera en la otra dirección. ¿Por qué tenía que hacer el ridículo delante de un tipo tan hermoso? Sus ojos grises plateados eran penetrantes y su mandíbula estaba tensa. Era obvio que no se sorprendió con ella, ¿y quién lo estaría con una casamentera que corría alrededor aullando como una loca con un vestido demasiado corto? Podía despedirse de sus cinco mil dólares de comisión. —Puedo explicarlo —dijo rápidamente—. El tráfico era horrible y mi amiga me hizo vestirme así. Le juro que normalmente no me veo como... como... Se dio cuenta de que solo estaba despotricando y cavando por sí misma un agujero más profundo. En lugar de tratar de poner excusas, extendió la mano, con la cara caliente, y se presentó. —Hola. Mi nombre es Chloe Molloy. —Su propio idiota personal.

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—Soy Dmitri Anderson. —Él le dio la mano. —Vamos, uf, vamos a mi oficina, ¿de acuerdo? —Se sorprendió de que el tipo no hubiera huido ya. —Está bien. —La mandíbula de Dmitri se crispó.

Cuando trató de dar un paso en torno a él para ir a la puerta, se tropezó y tuvo que agarrarse de su brazo para apoyo. Lo soltó entonces, pero él tenía una expresión de incredulidad. —Que el cielo me ayude, me dieron un caso perdido —murmuró Dmitri en voz baja. Escuchó todo lo que él había pronunciado y sintió un pinchazo, aunque no entendía la mitad de lo que había querido decir. ¿Por qué se metía con ella? Podía irse cuando quisiera. Dirigía un servicio de intermediación, no una prisión. Con el ceño fruncido, abrió la puerta, tratando de, al menos, no dejar la llave. Dejó a Dmitri entrar y se acercó a su escritorio. —Tome asiento. —Movió la mano a una silla. El hombre se hundió en la silla. Ella tomó su propio lugar y escrutó al cliente potencial. En la vida real, Dmitri era diez veces más hermoso que en su foto. Sus ojos eran lunas irisadas y su mandíbula estaba cincelada. Tenía los músculos perfectamente tonificados, haciéndola preguntarse cuánto tiempo invertiría en la construcción de su cuerpo cada día. Probablemente cualquier persona a la que le tendiera una trampa se estaría preguntando lo mismo. Sacudió la cabeza, decidiendo no contar sus pollos antes de que eclosionaran. Aún estaría sorprendida si este hombre se inscribía en sus servicios de búsqueda. —Entonces, ¿qué te trajo a mí de todos modos? —preguntó—. ¿Cansado de ir a los bares? ¿Harto de citas en línea? —Nunca he salido antes —dijo Dmitri. ¿Qué? De ninguna manera. Incluso ella había salido un par de veces y no se veía como si hubiera salido en la portada de una revista. —¿Nunca? —dijo—. Sin duda, debes haber tenido citas en la secundaria. —No fui a la secundaria —dijo Dmitri—. Supongo que se podría decir que todo lo que sé es por mi padre. —Escuela en casa. —Asintió, tratando de disimular su sorpresa—. Está bien. Está bien. Bueno, si firma conmigo, me aseguraré de conseguirle algunas citas.

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Decidió que probablemente no debería hacer salir a Dmitri con Linda, a pesar de que la había llamado un caso perdido. Si tenía una primera experiencia horrible, nunca podría querer salir con una mujer de nuevo. Sin embargo, no estaba segura de querer ponerlo con alguien agradable tampoco. Frunció el ceño, examinándolo. —¿Qué clase de mujer quieres? —preguntó. Dmitri frunció el ceño y cambió de tema.

—¿Me puedes conseguir algo de beber? —¿Perdón? —Ella se sacudió de su modo casamentero. —Algo para beber —dijo Dmitri lentamente como si estuviera hablando con alguien mentalmente incompetente. —Oh. —Frunció el ceño y asintió—. Tengo una máquina de café. ¿Quieres una taza? —Sí. —Dmitri asintió, mirándola. Cuando se dirigió a la máquina de café, fue consciente de su mirada de sondeo. Nunca había sido examinada tan intensamente por un cliente antes. No importaba que Dmitri tuviera el aspecto de un dios. Su penetrante mirada era suficiente para que el cabello en su nuca se le pusiera de punta. —Por lo menos tienes buen cuerpo —murmuró Dmitri—. El cabello largo de color rojo no es malo, tampoco. La distribución podría ser mejor, sin embargo. ¿Qué diablos significaba eso? Sonaba como si estuviera detrás de ella o algo así. Se dio la vuelta y se encaró con él. —Te agradecería si pudieras abstenerte de hacer cualquier comentario acerca de mi cuerpo —dijo—. Tú estarás saliendo con otras mujeres, no conmigo. No importa cómo me veo, así que espero que puedas mantener una actitud profesional. —¿Es por eso que viniste corriendo alrededor de la esquina, maldiciendo en mis oídos cuando casi caíste? —Dmitri levantó una ceja—. Ese es un nuevo tipo de profesionalismo si me preguntas. —Yo... yo... —Su ceja se crispó—. Eso es todo. No me importa lo bien que te veas. No puedo trabajar contigo durante todo un año. Que el cielo la ayudara, manejar a Linda era lo suficientemente duro. —¿Estás negándote a trabajar conmigo? —Dmitri pareció divertido por eso. —Sí. —Lo miró. —Duro. —Dmitri apoyó los pies sobre el escritorio y se inclinó hacia atrás—. Date prisa con ese café. ¿Qué diablos? Ella estaba furiosa. —Vete —dijo—. Esta es la última vez que te lo pediré amablemente.

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—¿Esto es pedírmelo amablemente? —Dmitri se quedó mirando el techo—. Vaya. Realmente me harás el trabajo difícil. —Esto es lo que me pasa por traer clientes de la web. —Gimió y agarró un puñado de su cabello.

—Hay algunas personas peligrosas en la web en todo el mundo —dijo Dmitri alegremente. —Tú eres el que es peligroso —le espetó. —¿Te lastimé? —preguntó Dmitri—. Pues no. No soy peligroso en absoluto. —No me hiciste daño, aún. —Frunció el ceño—. Y si no sales de mi oficina por tu cuenta, te obligaré a hacerlo. Era una mujer irlandesa con fuego en la sangre. Si Dmitri no salía después de que gritara, entonces solo tendría que tirar de él por la fuerza. ¿Y qué si pesaba solo cuarenta y cinco kilos? Podía manejar esto. Agarró su brazo, tratando de sacarlo de la silla. El tipo ni siquiera estaba luchando con ella, pero no pudo hacer que se moviera ni un centímetro. Se sentía como que el chico pesaba 500 kilos en lugar de ochenta. Gotas de sudor cubrieron su frente y las palmas de sus manos se volvieron resbaladizas por el sudor. —Realmente necesitas despedirte de las donas. —Se quedó sin aliento entre cada palabra y dejó de tirar—. ¿Cómo eres tan pesado? —Creo que eres tú quien debe despedir a las donas. —Dmitri se rió disimuladamente—. ¿Estás cansada ya? —Cállate. —Señaló con el dedo hacia él amenazadoramente—. Si no te vas, voy a derramar el café caliente en tu cabeza. —Yo no haría eso si estuviera en tu lugar. —Dmitri se veía a gusto a pesar de su amenaza. Este tipo era un pedazo de obra. Ella maldijo. No lo haría de nuevo ahora. No tenía la intención de trabajar con Dmitri incluso si le pagaba el doble de su comisión. —Tengo que hacer una llamada telefónica. —Tal vez Meg sabría cómo sacarlo de aquí—. No te atrevas a meterte con ninguna de mis cosas mientras estoy fuera. —Estaré en esta silla cuando regreses. —Con una sonrisa, él se estiró. Era tan engreído. Echando humo, salió de la oficina. Llamó a Meg y la mujer contestó al cuarto timbrazo. —Hola —dijo Meg alegremente. —¡Ayúdame! —gritó Chloe.

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—Oh-oh —Meg se quejó—. Supongo que las cosas no van bien con el cliente. Ese era el eufemismo del año. —¿No van bien? —preguntó—. El chico no se va.

—¿No se va? —dijo Meg lentamente, como si no entendiera. —Sí. —Se dejó caer contra la pared—. Le dije que no podía trabajar con él y me dijo que no saldría de mi oficina. No sé qué hacer. Lo he intentado todo. ¿Crees que debería llamar a la policía? —¿Hablas en serio? —preguntó Meg—. ¿Cómo te encontró este chico? —Por Internet. —¿Dónde más? —Maldito internet. Hay locos por todas partes —murmuró Meg—. Es una pena que un chico caliente tenga que llegar a ser un lunático. Bueno, quédate dónde estás. Voy para allá. Las dos juntas deberíamos poder hacer que se vaya. Llevaré mi spray de pimienta también, por si acaso trata de hacernos daño. —Gracias, Meg. —Tenía suerte de que fuera su mejor amiga. —Ten cuidado hasta que llegue allí —le advirtió Meg—. No quiero que seas raptada por el bicho raro. —Tendré cuidado. —Asintió, a pesar de que su amiga no podía verla—. Nos vemos en unos minutos. —Adiós. Después de que terminó la llamada, levantó los hombros, y se quedó mirando la puerta de la oficina. Mañana esta será otra historia hilarante que les diré a mis padres. Abrió la puerta de la oficina y se dirigió hacia el interior. El olor del café recién hecho flotaba en el aire. Dmitri estaba sentado en el escritorio donde lo había dejado con una taza de café en la mano. Qué piojo. Mientras caminaba hacia él, le guiñó un ojo. —Llamando a los refuerzos, ¿eh? —dijo Dmitri—. No te hará mucho bien, sabes. Estás atrapada conmigo, te guste o no. —No conoces a Meg —dijo. Meg podría asustar a la muerte cuando estaba enojada. —Te hice una taza de café, por cierto —dijo—. Aunque no creo que necesites más energía. Nunca he visto a una mujer rebotar de la forma en que tú lo haces. Frunciendo el ceño, ella miró un segundo fijamente la humeante taza de café en su escritorio.

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—¿Qué hay en ella? —preguntó—. ¿Veneno para ratas? ¿Una droga de violación? —Jesús. —Él negó—. Ves demasiada televisión. ¿Me veo como un asesino o un violador para ti? —No, pero no pareces el tipo de persona loca que se negaría a abandonar mi oficina tampoco —señaló.

—Touché. —Asintió—. Calma, la única cosa en la taza es café. —No te ofendas si no lo creo. —Le arrugó la nariz. —Calma, calma. —Dmitri negó—. Otra cosa en la que tenemos que trabajar. ¿Por qué me asignaron a ti? —¿Qué diablos se supone que significa eso? —preguntó—. paranoico esquizofrénico?

¿Eres un

Solo su suerte lo dejaría con ella. Dmitri simplemente rió. La puerta de la oficina se abrió de golpe y Meg irrumpió con el rosto sudoroso. Su amiga miró alrededor de la habitación con obvia confusión. —¿Dónde está? —preguntó Meg—. ¿Finalmente conseguiste que se fuera? —Muy divertido, Meg —dijo Chloe. —¿Qué es gracioso? —Meg ladeó la cabeza, con los ojos azules muy abiertos. —El tipo está ahí. —Le señaló a Dmitri, frustrada porque su amiga bromeara en un momento como este. —Sé que fui un poco demasiado lejos con la cosa del vestido, pero esto es una endiablada manera de vengarse de alguien. —Meg puso los ojos en blanco—. Estaba muy preocupada por ti. —¿Qué? Esto no es una broma. —Se puso rígida—. Él está ahí, Meg. ¿Estás ciega? Meg negó. —Puedes dejar de jugar ahora —dijo Meg. —Ella no puede verme porque no quiero que lo haga. —Dmitri se pasó una mano por sus cabellos rubios. —Calla, loco. —Ella señaló con el dedo al desquiciado hombre en la silla—. No me atrae tu mundo delirante. —Está bien, detente ahora. —Meg se balanceaba nerviosamente—. Chloe, me estás asustando. —Él acaba de hablar —dijo—. ¿No lo oíste? —La única que está hablando eres tú —dijo Meg.

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—Hasta donde ella sabe, de todos modos. —Dmitri se rió. No. Esto no estaba sucediendo. Meg tenía que estar bromeando. Había un hombre sentado en la silla frente al escritorio. —Él está ahí —dijo—. Juro por Dios que está allí. —Chloe, ¿tomaste drogas o algo así? —preguntó Meg—. Nunca te he visto así.

—¿Drogas? —La acusación le picó. Nunca había tomado drogas en su vida—. Por supuesto que no. Él es... él es... En lo que a las mujeres concernía, ella era bastante dura, pero no estaba preparada para manejar esto. Luchó contra las lágrimas de frustración. ¿Cómo podría su amiga no ver lo que estaba justo frente a ella? La rata, Dmitri, estaba sentado en una silla tan claro como el día, sonriendo. ¿Estaba en uno de esos extraños programas de televisión donde el equipo atrapa a una víctima inocente? Era lo único que tenía sentido. —Por favor, dime lo que está pasando. —Miró profundamente los ojos de Meg—. No voy a enojarme. Solo dime por qué estás fingiendo no verlo. —No estoy fingiendo nada —dijo Meg—. No hay nadie en esa silla. Para probar su punto, Meg puso su mano justo donde estaba la cabeza de Dmitri. La palma de la mujer pasó a través de su cráneo. Chloe se tambaleó hacia atrás directamente a su escritorio y gritó. Esto no podía estar pasando. Estaba en un sueño. Cerró los ojos y contó hasta diez. Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho, nueve, diez. Cuando abrió los ojos una vez más, Dmitri todavía estaba sentado en la silla, pero su amiga estaba avanzando hacia ella, con el rostro pálido. —Y… pasaste tu mano por la cabeza del hombre —dijo Chloe—. Esto no está sucediendo. ¿Tuve una conmoción cerebral de alguna manera? Llevó la mano a su frente, pero no sintió ningún golpe o contusión. Había algo malo con ella. Había llamado a Dmitri esquizofrénico, pero tal vez ella era la que tenía la enfermedad. Sin embargo, ¿la esquizofrenia ocurría tan de repente? Nunca había tenido alucinaciones antes. Sí, siempre había sido un poco rara, pero no una loca. Mientras hacía contacto visual con Dmitri, estaba atónita de lo real que parecía. Cuando trató de sacarlo de la silla antes, él se había sentido real también. Incluso le había enviado un correo electrónico con su información. Espera un segundo, ¡el formulario! Si quería probar la existencia de Dmitri, entonces la ubicación de su mensaje parecía un buen lugar para empezar. —Tengo su correo electrónico. Lo guardé —murmuró salvajemente—. Déjame buscarlo.

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Se puso detrás de su computadora y comprobó su correo electrónico. El mensaje de Dmitri que había guardado se había ido. No estaba en sus mensajes entrantes, o basura, tampoco. Le temblaba la mano en el mouse cuando miró los ojos brillantes de Dmitri nuevo. El chico parecía bastante relajado a pesar de que ella estaba tan mareada que estaba a cinco segundos de perder el conocimiento. —El formulario se fue —dijo él.

—Creo que tienes que ir a casa conmigo ahora —dijo Meg—. Puedes quedarte en mi casa y luego irás a programar una cita con el médico de inmediato. Haciendo caso omiso de su amiga, se quedó mirando a Dmitri. —¿Qué hiciste con el formulario? —preguntó. —Chloe, ¡ya basta! —gritó Meg. —El formulario fue solo mi manera de presentarme. —Dmitri sonrió—. Nunca iba a ser uno de tus clientes, así que me aseguré de que fuera borrado. —¿Qué eres? —le preguntó. —A partir de ahora, soy tu ángel de la guarda —dijo Dmitri—. Encantado de conocerte.

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Oh mierda.

Dos A

la mañana siguiente, Chloe despertó sobresaltada. Le tomó un momento

darse cuenta de que estaba confundida porque no estaba en su propio apartamento. Estaba en casa de Meg, en el sofá. Se rascó la cabeza mientras todos los recuerdos de ayer venían corriendo de regreso. Dmitri le había dicho que era su ángel de la guarda. Quería creer que todo era una pesadilla, pero no tuvo la suerte de que eso fuera verdad. Estoy loca, pensó, retorciéndose con horror. No se sentía loca, pero adivinó que los que lo estaban nunca se sentían así. Gimió, sintiéndose peor que cuando se había bebido dos botellas enteras de vino en Año Nuevo, y se dirigió a la cocina. El dolor de cabeza era una combinación de hambre y frustración. Debido que era el tipo de mujer que se comía sus sentimientos, agarró una caja de cereal azucarado del armario de su amiga y se sirvió un tazón. Justo cuando abrió la nevera para tomar la leche, alguien dijo: —Yo iría por una tostada, si fuera tú. Esa leche es de una semana después de su fecha de caducidad. —Gracias, yo... —Se quedó helada. Espera un segundo—. ¡Dmitri! Se dio la vuelta y se enfrentó al hombre. —Buenos días. —Dmitri la saludó con la mano. Ella soltó una sarta de maldiciones de un kilómetro de largo. —Cielos, basta con las maldiciones. —Dmitri puso las manos en sus orejas—. Soy un ángel. Mis oídos son demasiado delicados para tus blasfemias. —¡Podrías parar con esas cosas de ángel! —dijo—. Se supone que los ángeles son invisibles y serviciales. No eres invisible y también eres molesto.

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—Tal vez Dios sabía que era el único ángel que podría tolerarte —dijo Dmitri. Justo cuando abrió la boca para protestar, se quedó paralizada. Estaba peleando con su alucinación. Esto iba más allá de la comodidad de comer. Tenía que llamar a un psiquiatra. Espera. Hizo una pausa. ¿Van a encerrarme y a tirar la llave? Aun así no podía seguir dando vueltas parloteando con una persona

invisible. Era un peligro para la sociedad. Primero vería ángeles, después los demonios saldrían.

Mierda, mierda, mierda. Ella se retorció y le dijo: —¿Por qué está pasándome esto a mí? Su karma era peor de lo que pensaba. —Esto está sucediéndote, porque no estás en el camino correcto —dijo Dmitri—. Fui enviado del cielo para ayudarte a hacer las cosas bien. —No te necesito —dijo—. Vuelve de dónde viniste. —No puede ser, mejillas dulces —Él sonrió—. Por mucho que me gustaría hacer eso, no me puedo ir hasta que mi misión se haya completado. De lo contrario, me van a degradar... otra vez. Dmitri dio un suspiro de exasperación. —Voy a llamar al hospital ahora mismo. —Agarró su bolso que estaba sobre el mostrador y sacó su teléfono—. No me importa si me encierran y tiran la llave. Me estoy volviendo loca y necesito ayuda. —No vas a volverte loca —dijo él—. Estoy realmente aquí. —Si estuvieras realmente aquí, mi amiga te hubiera visto anoche —dijo, buscando hospitales psiquiátricos en la web. —¿Eso es lo que necesito para que creas en mí? —le preguntó—. ¿Quieres que me vea? Ella no le hizo caso. Hablar con su alucinación era una mala idea. Solo alimentaría su equivocada creencia de que era real. Encontró el número de la clínica más cercana y empezó a marcar. —Deja de hacer eso en este momento —dijo él. Sí, claro. Apretó otro botón. —Te lo advierto, Chloe —dijo él. Terminó de marcar y pulsó el botón de llamada. Su teléfono hizo un zumbido agudo y la pantalla blanca apareció muerta. El teléfono era nuevo. Maldiciendo y haciendo caso omiso del estremecimiento de Dmitri, apretó su dedo contra el botón de encendido y trató de reiniciarlo. No funcionó.

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—Te lo dije —dijo él con aire de suficiencia—. Deberías haberme escuchado. —Esta es una nueva marca de teléfono, idiota —exclamó—. Me tomó meses ahorrar lo suficiente para comprarlo. —Estoy seguro de que tiene una garantía fabulosa —dijo.

—¡Arréglalo! —Tiró el teléfono hacia él—. Si lo descompusiste, entonces puedes... puedes... Espera un segundo. ¿Su alucinación acababa de descomponer su teléfono? No, debía haber pensado que la alucinación había roto su teléfono. En cambio, lo debía haber roto ella misma. Sí, eso tenía mucho más sentido. Los celulares eran quisquillosos todo el tiempo. Soltó un suspiro de alivio, confortada por la lógica. Mientras Chloe se retorcía las manos, la puerta de la habitación de Meg se abrió y la mujer salió a trompicones a la sala y a la cocina. Cuando se levantó, hizo contacto visual con Dmitri. Pero eso era imposible. Dmitri era invisible. —¿Quién eres tú? —preguntó Meg. El mundo de Chloe se detuvo. Se quedó mirando a Dmitri quien le sonrió. —Dijiste que aparecerme a ella era lo que se necesitaría para que me creyeras —susurró él, y luego saltó del mostrador y se enfrentó a Meg. Mucho más fuerte, dijo—: Quería hablar con Chloe sobre asuntos de trabajo y ella me dijo que podía venir aquí para discutirlos con ella. Pido disculpas si me entrometí en tu vida privada. —No, no hay ningún problema en absoluto. —Meg se ruborizó, vuelta un desastre con esa sonrisa tonta. Chloe se estremeció. ¿Qué diablos estaba pasando? —¡No, no, no, no, no! —gritó ella—. ¿Por qué me haces esto? ¿Por qué? Crees que es divertido, ¿no? —Chloe —silbó Meg en señal de advertencia. —Tú. No. Eres. Real. —Chloe se acercó a Dmitri y empezó a tocar su brazo. El hombre era tan sólido como ella. Él giró la cabeza, aparentando una sonrisa en su rostro. La alucinación estaba jugando con ella. Sin embargo, ¿qué clase de alucinación se podía ver un segundo y volverse invisible al siguiente? No tenía ningún sentido. —¿Te sientes bien? —preguntó Dmitri. —Te encanta esto, ¿eh? —dijo ella en lugar de responder a su pregunta. —Realmente me siento, señor... señor... —Meg se puso delante de ella, tratando de mantenerla a raya. —Anderson —dijo Dmitri de una forma educada que no se parecía a él.

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—Sr. Anderson —aclaró Meg—. Mi amiga no suele actuar como una lunática. Ha tenido un par de días en carne viva. Ella no podía respirar. Todo lo que había conocido era una mentira. Tenía que escapar de la situación lo más rápido que pudiera.

—Voy a encerrarme en el baño durante las siguientes dos horas. —Miró amenazadoramente a Dmitri—. Será mejor que te hayas ido cuando salga o algo más. Sacudiendo la cabeza, se marchó al baño y cerró la puerta. Mientras se golpeaba la cabeza contra la pared, oyó a Dmitri decir: —Pobre mujer. Ser una casamentera debe ser un trabajo estresante. Parece bastante agotada.

¡Ese piojo maldito! Pateó el inodoro y maldijo cuando el dolor atravesó su dedo del pie. *** Cuando Chloe se tambaleó fuera del baño dos horas más tarde, miró en la sala de estar y no vio a ningún chico guapo, súper molesto, paseándose. Gracias a Dios por eso, pensó, arrastrándose hacia adelante. Todavía no se había dado cuenta de quién era Dmitri y necesitaba un poco más de tiempo a solas para contemplar eso. Después de todo, no quería creer que era un ángel. Eso sería una locura en sí mismo. El problema era que no estaba segura de qué hacer ahora. No sabía lo que estaba pasando, pero sabía que Dmitri no tenía intención de dejarla sola. Gimiendo, negó. Meg debe haberla oído porque salió de su dormitorio. —¿Cómo lo llevas? —preguntó Meg. —No muy bien. Creo que necesito ayuda psiquiátrica urgente —dijo. Meg frunció el ceño, pero no dijo nada. —¿No vas a decir nada? —preguntó ella. —Estoy tratando de averiguar qué decir —admitió Meg—. No todos los días tu mejor amiga se vuelve loca. Y todavía no puedo creer que desairaste totalmente a un buen tipo. —¿A un buen tipo? —No importaba si Dmitri era una alucinación o no, no era un buen tipo—. Él no es en absoluto agradable. No puedo pasar cinco segundos con él sin querer estrangularlo. No es que le asfixia le haría mucho bien. Con suerte, Dmitri probablemente sería indestructible.

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—Parecía bastante agradable para mí, pero lo que sea. —Meg se encogió de hombros—. ¿Qué te pasó anoche? Enloqueciste por completo al llegar a tu oficina. Pensé que iba a tener que llamar al 9-1-1. —No sé lo que pasó —dijo—. Todo lo que sé es que estoy en medio de una horrible pesadilla y me parece que no puede despertar de ella. Meg la miró fijamente.

—¿Sabes lo que necesitas? —preguntó Meg. —¿Una camisa de fuerza? —No, una visita al médico debe definitivamente estar en tu futuro inmediato. —Meg frunció el ceño—. Estaba pensando más en la línea de una manicura. —Estoy viendo alucinaciones ¿y estás sugiriendo que tenga una manicura? — Levantó una ceja—. Me estoy volviendo loca, no necesito manicura. —Al menos te pondrás loca con uñas fabulosas. —Meg sonrió, luego se puso seria—. Pero en serio, tal vez necesitas relajarte un poco. Puedo ayudarte con lo que sea que estés pasando. Cuanto más estresada estés, más difícil será. Sí, todavía estaba sin querer una manicura. —Gracias. —Asintió y suspiró. —Por cierto, aun quieres programar una cita con el médico, ¿verdad? —Meg parecía que mataría si no lo hacía. —Por supuesto. —Si Dmitri dejaba de descomponer su teléfono. —Avísame cuando sea —dijo Meg—. Me saldré del trabajo para ir contigo. Estoy muy preocupada y quiero saber lo que está pasando. Pase lo que pase, estaré contigo en cada paso del camino. Lo prometo. —¿Incluso si estoy total y completamente loca? —dijo. —Incluso si estás total y completamente loca —confirmó su amiga. Bueno, al menos tenía una cosa a su favor. Tenía una amiga increíble. —Gracias, Meg. —Asintió—. Te avisaré cuando pueda programar una cita. Por desgracia, no estaba segura de cuándo podría hacerlo porque su celular no estaba en el mostrador. El Sr. falso Ángel debió haberse llevado su teléfono con él. —Eso no es bueno, doble encrucijada. —Chloe, estás haciéndolo de nuevo. —Meg suspiró con exasperación. Correcto. Estaba maldiciendo a su no-tan-alucinatoria-alucinación. No debería hacer eso. —Lo siento. —Hizo una mueca. Meg negó.

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—Ten cuidado. —Lo tendré. —Tomó su bolso que estaba sobre el mostrador—. Probablemente debería irme a casa ahora. No se había cepillado los dientes hoy. Tal vez estaba loca, pero no iba a estar loca con los dientes verdes.

—¿Estás segura de que puedes llegar a casa? —dijo Meg. —Sí. —Recuerda que los autos, los autobuses y los trenes no hablan —dijo Meg—. Si ves algo raro, recuerda que todo está en tu cabeza. —Estoy agradecida por el apoyo moral —murmuró. —En cualquier momento. Meg le dio dos pulgares para arriba, pero sus ojos no brillaban como normalmente lo hacían. *** Cuando Chloe tropezó en su apartamento, llevaba una bolsa de comida rápida. Normalmente, hacía un esfuerzo para ser de la especie saludable. Eso significaba que se comía una porción de helado en lugar de todo el contenedor y trataba de tomar las escaleras en vez del ascensor. Ahora los tiempos llamaban a medidas desesperadas. Si se esperaba que le hiciera frente a una situación horrible como esta, entonces la atravesaría engullendo una hamburguesa con grasa suficiente para gotear debajo de su codo. Se dirigió a su mostrador y puso su almuerzo en la parte superior del mismo. Buscó dentro de la bolsa y sacó una deliciosa hamburguesa, que obstruiría sus arterias. Después de que la desenvolvió, se quedó mirando la gruesa hamburguesa y las capas de queso amarillo. Enfermedades del corazón, allá voy. Abrió la boca y le dio un enorme mordisco. —Por favor, dime que me trajiste algo —dijo Dmitri. El color desapareció de su rostro. Dmitri estaba en su apartamento. Mi puerta estaba cerrada con llave, pensó, horrorizada. Después de que luchó por tragarse el enorme bocado de hamburguesa, miró directamente los ojos grises de Dmitri. Mierda. ¿Él estaba realmente aquí? ¿Era esto real? No podía decirlo. Mientras trataba de orientarse, Dmitri jaló su bolsa de comida hacia él y le robó su caja de papas fritas extra grandes. Se comió una patata mientras observaba. De acuerdo, así que mi alucinación está comiendo mis patatas fritas. ¿Eso significa que estoy comiendo las patatas fritas? Miró su hamburguesa goteante, más grande que su propia cabeza y luego a la comida en la mano de Dmitri.

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—¿Qué te pasa? Te ves como si hubieras visto un fantasma —dijo Dmitri—. Deberías estar acostumbrada a verme aparecer ahora. —¿Cómo esperas que me acostumbre a esto? —preguntó—. Acabas de aparecer en mi apartamento como si fuera nada. Si eres una alucinación, estoy loca. Si no lo eres, eres el mejor acosador del mundo. Ni siquiera puedo decidir qué hacer en estos momentos.

—Te lo dije, no soy un acosador —dijo Dmitri—. Soy un ángel. —Perdóname si no te creo —murmuró—. Eres la persona menos angelical que he conocido. —Ouch. Estaba tratando de ser amable contigo y todo. —Dmitri hizo una mueca—. Incluso arreglé el teléfono y lo dejé cargando en tu habitación. —Descompusiste el teléfono en primer lugar. —Tuvo que luchar contra el impulso de tirar su hamburguesa en su cabeza—. Además, no te ves como un ángel. —¿Cómo se supone que se ven los ángeles de la guarda? —preguntó. —Vestidos de blanco, con grandes alas, con una larga cabellera —dijo. —¿Debo llevar un arpa también? —resopló Dmitri. —Eso es lo que quiero decir —dijo—. ¿Qué clase de ángel dice cosas así? —Solo porque soy un ángel no significa que no tenga sentido del humor — dijo Dmitri. —Algo de sentido del humor. —Tomó una mordida enojada de su hamburguesa. —Ten cuidado. —Le frunció el ceño—. También tengo un gran temperamento. —¿Cómo puede un ángel tener un gran temperamento? —preguntó. —¿Crees que no somos ángeles enojados con Satanás y sus demonios? —preguntó—. Nos enojamos. Admito que puedo ser un poco más cínico que un ángel promedio… —¡Já! —exclamó triunfalmente. —Pero eso no significa que no sea uno —terminó él, mordisqueando otra patata.

No creo una palabra de esto. —Está bien, vamos a suponer que en realidad creo que eres un ángel, que no lo hago —dijo—. ¿Qué es esta gran misión por la que estás aquí para ayudarme? —Se supone que debes reunirte con alguien, pero no vas a ganártelo a menos que Dios envíe a un experto. —Dmitri le dio una enorme sonrisa. —¿Dónde está mi experto? —preguntó secamente, mirando a su alrededor.

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Él arrugó la nariz. —Está bien, está bien. —Puso los ojos en blanco—. Así que mi supuesto experto eres tú. ¿Quién es este tipo con el que supone que tengo que terminar? Le dio un gran bocado a su hamburguesa.

—Su nombre es Trevor Malone. —Dmitri comió otra patata. Las palabras la hicieron jalar aire. Por desgracia, eso no era muy bueno cuando uno tenías un enorme bocado de hamburguesa. Tosió, escupiendo partículas de alimentos en Dmitri. —¿Qué diablos? —Dmitri limpió la comida de su camisa. De alguna manera ella se las arregló para tragarse el bocado restante de hamburguesa y maldijo varias veces. —¿Me estás diciendo que tengo que estar con Trevor Malone, el cantante pop? —preguntó. —Sé que es un músico de algún tipo. —Dmitri se rascó la parte posterior de la cabeza—. ¿Está bien? —¿Está bien? —Por supuesto que lo estaba. ¿Qué clase de pregunta era esa?— . Espera aquí. Colocó su media hamburguesa en el mostrador. —Será mejor que no me eches el spray pimienta o algo —advirtió Dmitri—. No va a funcionar conmigo. Sin hacerle caso, corrió a su dormitorio y se apoderó de la pila de CDs FA6L junto a su cama. La visión de Trevor en la portada le dio escalofríos. Era tan guapo. Ya que estaba tratando de hacer un punto para el Sr. Ángel, también tomó su póster autografiado que había pasado los últimos dos años mirando cada vez que se sentía sola. Salió corriendo de la habitación y salió justo a tiempo para ver a Dmitri terminar lo restante de su hamburguesa. Las patatas fritas ya se habían ido. —Echa un vistazo a esto. —Puso los CDs en el mostrador—. Trevor Malone es uno de los hombres más atractivos, más talentosos en la faz del planeta. ¿Cómo puedes estar en esta tierra por un segundo y no saberlo? Tienes que escuchar su música. Con el ceño fruncido, Dmitri miró la portada de un CD y se encogió de hombros. —Meh. Él no se ve tan grandioso para mí —dijo—. Parece que está tratando demasiado duro de ser genial. Su música probablemente proyecta eso. —¿Cómo te atreves? —Se sintió insultada—. Este hombre es increíble.

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—¿Ya lo conoces? —preguntó Dmitri mientras se acercaba a la nevera y abría la puerta. —Bueno, no. —Había comprado el póster autografiado en línea porque había perdido la firma. —Guao. Vamos, chica. —Dmitri rió mientras sacaba una jarra de leche—. Lo bueno es que hablarás con él en el concierto de este viernes.

—Estoy muy emocionada porque... Espera, ¿qué? —Se quedó helada—. ¿Cómo sabías que iría a su concierto de este viernes? Dmitri se encogió de hombros. —Claro, lo entiendo. —Ella se retorcía las manos—. Tú eres la razón por la que Meg consiguió los boletos. —Bueno, no fui yo directamente, pero cuando Dios tiene un plan, hace que las cosas funcionen de la manera que quiere también —dijo Dmitri—. Con mi ayuda, terminarás donde se supone que debes estar, incluso si eres difícil. —¿Crees que soy difícil...? —Ella puso los ojos en blanco. O Dmitri no escuchó o prefirió no responder. En su lugar, bebió leche directamente de la jarra. Mientras lo miraba devorarse todo el galón, el corazón le dio un vuelco. No creo que sea un ángel, se dijo. Sin embargo, nada más tenía sentido. Después de que él colocó la jarra de plástico vacía en el mostrador, se limpió la boca con el dorso de la mano. —¿No tienes una reunión con un cliente hoy? —preguntó Dmitri. Él estaba en lo cierto. Había programado una reunión con un cliente a las tres. Espera un segundo... —¿Cómo lo sabes? —preguntó, con los ojos entrecerrados. —Solo porque no puedes verme no hace que no esté ahí. Aquellas tenían que haber sido las palabras más espeluznantes jamás dichas. —Voy a tomar una ducha. —Señaló con el dedo amenazadoramente—. Si te atrapo espiándome cuando estoy desnuda, te aventaré por la ventana. —Soy un ángel, Chloe —dijo—. La lujuria es un pecado. —Sí, sí. —Lo miró—. Así como la gula, pero eso no te impidió comerte mi almuerzo.

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Se dirigió a la ducha. Tal vez si tenía suerte, se ahogaría.

Tres C

uatro horas después Chloe se quedó mirando la puerta de su

apartamento, con el cabello de la nuca erizado. Oyó el televisor a todo volumen en el interior. Dmitri tiene que estar en mi apartamento. Gimió y rodó los ojos. Si no fuera por Dmitri, hoy habría sido un buen día. Se las había arreglado para conseguir un nuevo cliente que era la pareja perfecta para Amy Witchkins, alguien con quien ya trabajaba. Uno de sus últimos clientes le había enviado una invitación a su boda, lo que significaba que había hecho un gran trabajo para ayudar a alguien a encontrar su alma gemela. Desafortunadamente, no consiguió la sensación de lo-hice-todo-bien-hoy.

¿Por qué? Porque había un aspirante a ángel en su apartamento. Gimiendo, abrió la puerta y entró. Efectivamente, Dmitri estaba allí. El chico estaba en la cocina, cocinando. Salsa de pasta roja a fuego lento en una sartén junto a una olla de fideos en agua hirviendo. Mientras abría, el temporizador sonó. Dmitri expertamente drenó el agua de los fideos. —No creo que las alucinaciones puedan cocinar —dijo secamente. —Como que estás siendo escéptica. —Dmitri miró mientras vaciaba los fideos en la cacerola—. ¿Cuánto va a tomar demostrarte que soy un ángel de verdad? —No puedes probarlo, porque no eres un ángel —dijo. Él suspiró, puso la pasta en dos platos y añadió el queso mozzarella. Puso un plato delante de ella y uno para sí mismo. La comida olía delicioso, pero ella todavía no confiaba. ¿Quién sabía lo que el psicópata ha echado en la comida? Podría haber sido mezclada con arsénico. Con un rugido en el estómago, Dmitri tomó un bocado de su propia pasta.

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—Si lo hubiera envenenado, ¿estaría comiendo? —preguntó, adivinando la razón de su falta de apetito. Él tenía un buen punto. Además, ella se moría de hambre. Alguien se había comido su almuerzo. Cogió un tenedor y le dio un mordisco a la pasta. Salsa de tomate, queso y fideos se balancearon en perfecta armonía en su lengua. ¡La comida estaba deliciosa! El cielo debe tener un infierno de clase de cocina.

—¿Dónde aprendiste a hacer esto? —preguntó—. Está verdaderamente bueno. Y espero que no esté mezclado con arsénico. —Los ángeles no tienen que comer, pero me gusta hacerlo de todos modos. —Se encogió de hombros—. Trato de disfrutar de la comida tanto como pueda cada vez que vengo a la tierra, así que tuve que aprender a cocinar con el fin de hacerlo. —¿Quieres decir que no se come en el cielo? —preguntó Chloe. No es que creyera que realmente había estado en el cielo, ni nada. —El cielo está lleno de almas —dijo—. ¿Por qué necesitarías comida? Comer es para el cuerpo. —Comer es divertido —dijo—. ¿No es eso suficiente? —Entonces come mientras todavía estás aquí. —Él le dio un gran mordisco— . Es por eso que lo hago. Mientras lo miraba con una ceja levantada, tuvo que admitir que una pequeña parte sentía curiosidad de este hombre extraño. Tal vez si se enterara de lo que hacía aquí, ayudaría a su situación. Dios sabía que no quería que el chico la siguiera por años. —¿Eso significa que vienes a la tierra a menudo? —lo escudriñó. —Sí. —Dejó escapar un suspiro—. Solía venir aquí durante años. Al menos, hasta que me degradaron. —¿Degradaron? —¿Cómo diablos un ángel consigue ser degradado? —Los ángeles tienen puestos de trabajo de acuerdo a su clase —dijo—. Ayudar a los humanos directamente siendo un guardián nunca ha sido lo mío. Eso requiere mucha más paciencia de la que tengo. —No lo sé —murmuró. —Originalmente era un guerrero —dijo él, ignorando su comentario—. Luché contra demonios para evitar que hicieran daño a la gente en la tierra. Por desgracia, no soy el ángel más discreto del cielo. Cada vez que uno de mi especie es visto por un ser humano sin permiso, somos reportados. Tres strikes y estás fuera. Así que me degradaron después de que fui descubierto por tres humanos. Eres mi primer trabajo como un ángel de la guarda.

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—¿Por qué exactamente te revelas a mí entonces? —Hubiera sido mejor si hubiera estado en silencio. Permanentemente. —Esto es realmente por qué me asignaron a ti —dijo—. Al parecer, el ángel de la guarda antes que yo era discreto como se supone que debe ser, pero nunca prestaste atención a sus mensajes.

Su rostro se enrojeció. —Lo que me estás diciendo es que Dios decidió que necesitaba más sentido común —dijo. —Exactamente. —Él le sonrió triunfalmente. —¿Y tú eres mi sentido común? —preguntó. —Sí. Gimiendo, se quedó mirando el techo, con la esperanza de ver más allá de los diseños de color crema a los cielos. Dios, por favor dime que no enviaste al

peor ángel que existió alguna vez para que me ayude. Desafortunadamente, no recibió una respuesta. ***

Paseándose, lanzaba miradas mordaces a Dmitri. Estaba tirado en el sofá, viendo un programa de televisión extraño sobre lo que fue ya sea un extranjero o el hombre más feo del mundo. Había esperado tanto tiempo como pudo para ir a la cama, pero era más de medianoche y tenía que trabajar a la mañana siguiente. De ninguna manera dejaría que su locura se interpusiera en el camino de su negocio de casamentera. —Tienes que irte ahora —dijo—. Shu. Dmitri la miró, con una ceja levantada. —No me voy, mejillas dulces —dijo Dmitri—. Hasta que Trevor Malone te haya envuelto alrededor de su dedo, me voy a quedar contigo como pegamento. Grandioso. Así que estaría en su apartamento para siempre. —No te vas a quedar —dijo. —¿Vas a hacer que me vaya? —Él le sonrió con aire de suficiencia y se cruzó de brazos, desafiándola a intentarlo. Bueno, eso fue todo. Ángel o no ángel, su chulería era irritante. No importa qué, le iba a obligar a irse de su apartamento. Agarró su brazo y tiró con todas sus fuerzas. Era como tratar de remolcar un tren de carga. O pesaba cuatro mil kilos o estaba usando algún tipo de poderes para mantenerse en el sofá. No, espera. Él era una alucinación. Él no tenía poderes. ¡Gah! Gotas de sudor cubrían su frente. —No pienses demasiado duro —dijo Dmitri, observando su expresión—. Si tienes un aneurisma y mueres, voy a ser degradado a ya sabes dónde.

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—¿El infierno? —Estaba horrorizada. —No soy un demonio. Los ángeles no van al infierno a menos que nos unamos con Satanás o cometamos un gran pecado contra Dios. Si cometemos un gran pecado, entonces perdemos nuestras alas y caemos al infierno. —Dmitri se

estremeció—. No, estoy hablando de ser degradado fuera de las puertas del cielo. Voy a tener que ser un ángel de cruce. —¿Un ángel de cruce? —¿Al igual que un guardia de cruce con alas? —Ángeles de cruce son chaperones que llevan a las personas que murieron al cielo. —Apretó la mandíbula—. Es un deprimente trabajo. Las personas siempre están llorando y gritando. La mitad del tiempo se tiene que luchar para sacar el muerto de su cuerpo. Se necesita un tipo especial de ángel para hacer ese trabajo. —¿Quieres decir que alguien con sentimientos de compasión? —preguntó. —Me refiero a alguien con un tipo especial de locura. —Él hizo una mueca.

Entonces se ajusta perfectamente bien. Mientras se quejaba, oyó el ring de su teléfono celular. Contestó. —Hola —dijo, irritada. —Vaya —dijo Meg—. ¿Alguien te robó el alijo de chocolate? —Lo siento, Meg. —Miró a Dmitri—. Estoy teniendo complicaciones en casa. —Oh, chico. —Meg dejó escapar un suspiro de exasperación—. ¿Qué pasa ahora? —Dmitri no se irá. —Lo miró—. Quiero ir a la cama, pero me da miedo que vaya a colarse en la noche y verme dormir. —Ja, ja, ja. —Dmitri le frunció el ceño—. Ya te he visto dormir. Créeme, no eres mucho para la vista. Babeas y roncas tan fuerte que me sorprende que las paredes no se caigan. —¡Oye! —De acuerdo, tal vez roncaba un poco, pero no estaba tan mal. —Vuelve a la realidad, Chloe —dijo Meg. —Este tipo es un idiota —murmuró. —Bueno, déjame preguntarte esto —gimió Meg—. ¿Es que en realidad existe o estás alucinando otra vez? Buena pregunta. Parecía lo suficientemente real para ella, pero eso no significa nada. Bajó el teléfono de su oreja. —Oye, chico ángel —dijo—. ¿Se te puede ver o escuchar en este momento? —No. —La miró con aire satisfecho.

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Justo lo que necesitaba. —Él no es visible en este momento —dijo—. A pesar de que su condición de invisible no lo detuvo de comer todo en mi refrigerador. Dmitri ignoró el comentario. —¿Has llamado a un médico ya? —preguntó Meg.

—No. —Debería haberlo hecho en el trabajo de su teléfono de la oficina, pero se mantuvo preocupada de que el ángel del infierno fuera a aparecer en cualquier momento—. Mi amigo especial no quiere que vaya al hospital. —Llama mañana —dijo Meg—. Si no lo haces, voy a llamar por ti. —Voy a hacerme una cita. —Si Dmitri me deja. —Bueno. —Meg suspiró—. ¿Vas a estar bien esta noche? ¿Quieres que duerma contigo de nuevo? —Creo que voy a estar bien a menos que me moleste a muerte —dijo—. Hay que trabajar mañana. Permanece en tu apartamento. Nos vemos en el almuerzo. —No, no lo harás —dijo Dmitri—. No tienes tiempo para el almuerzo y la cháchara de mañana. ¿Podía escuchar a ambas partes de la conversación? —¿Y por qué no? —preguntó—. No puedes decirme qué hacer. —Claro que puedo —dijo—. A la una, vas a cortar tu cabello. A las tres, tienes uñas. A las cinco, estarás recibiendo un facial y depilación de ceja. —No voy a hacer nada de eso —dijo. —Lo harás definitivamente. —La miró a los ojos—. Las citas están hechas y pagadas. Piénsalo como servicios de belleza gratis. —¿Cuál es el punto de todo eso? —No tenía tiempo para ir a todas esas citas. Muy bien, así que no era tan hermosa como Scarlet Johansson, pero no necesitaba serlo. —Te estoy dejando lista para el concierto del viernes —dijo—. Te voy a llevar de compras también. Solo tienes opciones de ropa aburridas. Jeans, sudaderas y trajes de pantalón son todo lo que tienes. Ella agarró un cojín del sofá y se la arrojó. El hombre se agachó y la almohada le rozó la parte superior de la cabeza. —Tierra a cadete del espacio —gritó Meg—. Has estado teniendo una conversación contigo misma durante los últimos dos minutos. Todavía estoy aquí, ¿recuerdas? Ups.

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—Lo siento de nuevo —dijo ella—. Este tipo es particularmente fuerte y exigente. —Lo puedo decir. —Meg gimió—. Antes de empezar a volverme loca también, voy a decirte por qué llamé. Mi jefe dijo hoy que voy a tener la oportunidad de ir a los camerinos y conocer a Trevor Malone. Puedes venir conmigo. ¿No es genial?

Dmitri sonrió. Normalmente, ella habría estado gritando de emoción, pero no hoy. Ella pronunció las palabras: ¡Hiciste eso! mientras señalaba hacia él amenazadoramente. —¿Dónde están los saltos y gritos de alegría? —preguntó Meg—. Esta es la celebridad de la que has estado enamorado durante los últimos cinco años, ¿verdad? —Sí. —Dejó escapar una risa nerviosa. —No me digas que te estás retractando —dijo Meg—. Solo estaba bromeando acerca de tener una cita para llevar. No me hagas ir sola. —No me voy a retractar. Todavía estoy emocionada. —Eso no era una mentira—. Además, no creo que me permitirías cancelar incluso si fuera degollada. —Asqueroso —gimió Meg—. En este caso, loca, voy a colgar ahora. Llama al médico. Lo digo en serio. Llámalo. —Bien. —Suspiró—. Perdona que te arrastre en todo esto. —No hay nada mejor —dijo Meg—. Te quiero. —Yo también te quiero —dijo—. Adiós. Después de que terminó la llamada, deslizó su teléfono en el bolsillo. —Eres la razón por la que voy detrás del escenario. —Lo miró fijamente. —Bingo. —Le guiñó un ojo. —¿Cómo hiciste eso? —preguntó. —Herramientas del oficio. —Se estiró—. Será mejor que te vayas a la cama ahora mismo si quieres conocer a Lucy Hamilton a las ocho. Por cierto, creo que Hank sería un mejor partido para ella que Linda Miller. Esa enredadera. —Voy a bloquear mi puerta mientras duerma. —Frunció el ceño—. Si usas tus mañas y te cuelas en mi habitación, te voy a patear tan duro que vas a olvidar quién eres. ¿Me entiendes? —Como he dicho, no tengo ninguna intención de ver si baboseas tu pijama de abuelita. —Él soltó una risita. Lo quería matar. Con el ceño fruncido, pisoteó hasta su dormitorio, cerrando la puerta detrás de ella.

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***

Chloe miró a los ojos oscuros de Trevor Malone y los dos se quedaron solos en medio de una lámpara encendida. Ella pasó la mano a lo largo de su mandíbula y su piel se estremeció al tacto. Puso sus manos sobre sus hombros, podía oler el aroma sensual de su colonia Moonlight Seducción. Era un olor dulce y romántico.

Le gustaba tanto que tenía una botella en su cuarto de baño, a pesar de que fue diseñada para hombres. Con una sonrisa, apoyó la cabeza en su hombro y dejó escapar un profundo suspiro. —Estoy muy contento de haber llego a pasar la noche contigo —dijo Trevor, su voz grave retumbaba. Ella se echó hacia atrás y miró profundamente sus ojos. —Quiero besarte tanto en estos momentos. —Su voz era ronca. —¿Qué te detiene? —Ella batió sus pestañas. Honestamente, nunca había sido besada antes, pero estaba ansiosa por sentir sus labios contra los suyos. El hombre dejó escapar un gemido ronco y apartó el cabello de su cara. Se inclinó y sus labios se encontraron con los de ella. Su boca era todo consumir y hambrienta, tomándola por todo lo que valía la pena. La abrazó contra él con tanta fuerza que el aliento se escapó de sus pulmones y se mareó de la explosión de emociones que la superaron. Sí, pensó mientras él la abrazó. Esto se siente tan bien. El beso era duro, casi era una explosión del calor volcánico que se sobrepuso a sus entrañas. Por lo menos hasta que algo le hizo cosquillas en la garganta y comenzó a toser. Ella se apartó del hombre de sus sueños, aún quieto. Trevor la miró sorprendido, y con un poco de repulsión. —Yo... lo siento... —Tosió. Cuando tosía de nuevo —sonaba como una anciana asmática— sus ojos se abrieron de golpe. No estaba con el hombre de sus sueños, después de todo. Estaba tumbada en la cama agarrando una almohada. La necesidad de toser no fue solo en el sueño. Tosió de nuevo y una pluma mojada salió volando de su boca y cayó en su mano. ¿Pluma? ¿Por qué diablos hay una pluma en mi boca? Miró a su almohada y vio que estaba manchada con saliva. De repente, la realidad golpeó.

Acabo de tener una íntima sesión de besuqueo con mi almohada.

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Disgustada consigo misma, lanzó la almohada a la pared y tiró de las mantas sobre su cabeza. Si Dmitri se las había ingeniado para ver lo que acababa de hacer, nunca oiría el final de ello.

Cuatro C

hloe despertó a la mañana siguiente, observada por dos lunas brillantes

flotando sobre ella. ¿Dos lunas? ¿Desde cuándo la Tierra tenía dos lunas? Por último, se dio cuenta de que un hombre estaba de pie encima de ella. —¡Despierta, idiota! —gritó el hombre hermoso. La confusión de la mañana se evaporó en un instante. Era Dmitri, el peor ángel del mundo. ¿Cómo pudo haber pensado que era atractivo siquiera por un momento? Se sentó de golpe y lo miró. —¿Qué estás haciendo en mi habitación? —Había cerrado la puerta la noche anterior. —Ayudándote —dijo—. Alguien se olvidó de activar el despertador anoche. Solo falta media hora para que tengas que reunirte con Lucy y te ves como si hubieras estado en una pelea con un oso grizzly. —No de nuevo —dijo. —¿No de nuevo? ¿Olvidas poner la alarma todo el tiempo? —gruñó Dmitri—. Realmente me quedé atascado con una idiota. Si tuviera más tiempo, habría argumentado. Por desgracia, a ella le agradaba la clienta con quien iba a reunirse hoy y no quería hacerla esperar. Se dirigió a su armario, pero se detuvo cuando algo le fue arrojado a la cara. —¿Qué diablos es esto? —Le tendió una pieza extraña de ropa. —Un vestido —dijo. —Y me pondría eso, ¿por qué? —preguntó—. Me pongo trajes de negocios para reuniones con clientes. —Los trajes de pantalón que te pones esconden esas buenas piernas tuyas — dijo—. Estoy tratando de meterte en el hábito de vestirte como una dama.

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—¿Eres un ángel y me estás diciendo que muestre mis piernas? —preguntó. —No te estoy diciendo que te vistas como Miley Cyrus. —Él rechinó los dientes—. Solo quiero que te veas un poco más femenina. —Soy muy femenina —le espetó.

Dmitri miró fijamente a su pijama a cuadros holgada. —Me visto cómodamente, ¿de acuerdo? —dijo. —Solo usa ese vestido —dijo. —Tú y Meg deberían formar un club —dijo—. Ella me hace esto todo el tiempo. —He visto los vestidos que Meg quiere que uses —dijo—. Ni yo te obligaría a esos. Ceñuda, miró el material de encaje. El vestido era bonito, pero no era ella. No podía creer que tenía que llevarlo puesto. —¿Vas a cambiarte o qué? —preguntó con impaciencia. —No contigo en la habitación. —Señaló hacia la puerta. —Oh. —Incluso él se sobresaltó—. Sí. Probablemente debería irme. Aunque no es como si no te hu… —¡Sucio acosador! —… biera visto cambiarte antes. Después de cerrar la puerta, se le quedó mirando, respirando pesadamente. ¿Dmitri la había visto cambiarse? Él no parecía perturbado por ella, pero... pero... oh hombre. Su cara quemaba. Se sentía lo suficiente asqueada como para vomitar hasta sus propios intestinos. —No escucho el sonido de la ropa. —Dmitri dio unos golpecitos en la puerta. Ella se llevó la mano al pecho, como si pudiera ver a través de la pared. ¡No podía creer que la había visto desnuda! —Debo matarlo —murmuró en voz baja, y luego dijo más fuerte—: Voy a cambiarme. Deja de gritarme. ¿Era un pecado matar a un ángel? No decía nada al respecto en la Biblia. Si Dios había trabajado con Dmitri antes, seguramente él entendería su deseo de envolver los dedos alrededor de su cuello.

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Espera un segundo. Estaba siendo ridícula. Él no era un ángel. Era un hombre. Y matar a un hombre era un pecado definido. Dejando escapar una cadena de maldiciones de un kilómetro de largo, se quitó la pijama y se puso el vestido negro. La tela se aferraba a cada curva y detestaba eso. No tenía una figura horrible, pero prefería la ropa holgada que le permitía un poco de espacio para respirar. Por desgracia, cuando se miró en el espejo, se dio cuenta de algo. Lucía fantástica en el vestido. Estúpido Dmitri. ¿Por qué tenía que tener un gusto impecable en la ropa también? Pisoteó hasta la puerta y la abrió. Dmitri estaba esperando en el umbral.

Cuando el chico silbó en apreciación, no pudo mirarlo a los ojos. —Te ves bien —dijo—. Mi gusto es perfecto, como siempre. Tuvo que luchar contra el impulso de gruñir. —Vamos —dijo. —¿No vas a cepillarte los dientes o algo? —preguntó. —Encontraré tiempo más adelante —dijo, dirigiéndose por el pasillo—. No dejaré a Lucy esperando. Dmitri siguió a su lado. Desafortunadamente, ella podía sentir su mirada ardiente. El hecho de que la había visto desnuda y vulnerable mientras se cambiaba de ropa era repugnante. Lo peor fue que hubo un montón de veces cuando hacía cosas raras cuando pensaba que nadie estaba mirando. Apenas la semana pasada había corrido por el apartamento cantando desnuda Love Feels Good de FA6L a todo pulmón. ¿Había visto eso? El color desapareció de su rostro. —¿Qué pasa? —Dmitri le tocó el brazo. —No me toques. —Le dio un golpe con su bolso. —¿Qué es lo que te pasa? —preguntó Dmitri. —Eres un cerdo. Una bola de baba. —Lo miró—. Déjame en paz. Antes de que pudiera decir algo más, salió corriendo de su apartamento. *** Chloe se sentó detrás de su escritorio mientras miraba a su cliente, Lucy. La mujer era todo curvas y feminidad. Por no hablar de que era una profesora de química en la universidad de Chicago. Era hermosa, inteligente, y más dulce que la miel. En serio, ¿cómo es que Lucy seguía soltera? Chloe puso sus papeles sobre su escritorio y trató de no pensar de Dmitri. —¿Cómo te sientes acerca de ir a una cita con un chico que es un poco diferente? —preguntó, pensando en Hank. No estaba haciendo esto porque Dmitri dijera algo. No lo estaba—. Él es muy dulce y tiene un trabajo estable. —¿De cuán diferente estamos hablando aquí? —preguntó Lucy—. ¿Estamos hablando de diferente tipo “me tomo una cerveza en la mañana” o de diferente tipo “me creo perro y me gusta perseguir autos”?

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—No trabajo con cualquiera persona diferente que persiga autos. —Bueno, excepto por Dmitri, pero no estaba técnicamente trabajando con él. Él la estaba acechando—. El tipo del que te estoy hablando es más como diferente tipo “me tomo una cerveza en la mañana”. —Bueno, he intentado todo los demás. —Lucy gimió en derrota—. En serio, ¿qué hay de malo en mí? Todas mis amigas están casadas y con niños.

¿Piensa que algo está mal con ella? Si supiera mis problemas... Con el ceño fruncido, Chloe se acercó y agarró las manos de Lucy. —Escúchame —le dijo—. No hay nada, y lo digo en serio, nada mal contigo. Eres una de las mujeres más hermosas e inteligentes con la que jamás he trabajado. Tu Sr. Indicado está ahí fuera. Eres tan espectacular que tu pareja perfecta no es alguien promedio u ordinario. Es espectacular, igual que tú. Cuando finalmente te reúnas con él, pensarás que valió la pena la espera. —¿Eso crees? —Lucy la miró un poco avergonzada. —Lo hago. —Asintió. —Mírame, lloriqueando como una niña. —Lucy se echó a reír—. Es solo que quiero tener un bebé y todavía estoy soltera. —Me tienes ahora. —Sonrió—. Voy a encontrar a tu alma gemela. Para estas fechas, el año que viene vas a enviarme una invitación de boda. —Espero que sí. —Lucy sonrió—. Me alegro de inscribirme para tus servicios. Deberías cobrar más, porque eres como una psiquiatra, así como una casamentera. —Se trata de una parte de mi trabajo. —Le sonrió. —Bueno, gracias por todo. —Lucy se puso de pie y le sonrió. Cuando la otra mujer se dirigió a la puerta, Chloe agarró su bolso y siguió detrás de ella. Tenía la intención de tomar sus cosas e irse ahora que su reunión había terminado. Cuando ella y Lucy se dirigieron fuera, alguien estaba junto a la pared. Ella miró directamente a un par de ojos grises brillantes y fue cegada. Era Dmitri. Él debe haber sido visible en este momento porque Lucy se quedó helada. —Hola. —Dmitri le sonrió a la mujer, mostrando su sonrisa más seductora—. Espero que tu sesión con Chloe saliera bien. —Yo, ugh... —Lucy abrió y cerró la boca varias veces, probablemente conmocionada por la hermosura de Dmitri—. Sí, todo salió bien. No eres uno de sus clientes también, ¿verdad? Oh chico. Ella sabía lo que Lucy quería decir. La mujer quería una cita con Dmitri. —No es uno de mis clientes —dijo Chloe.

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—Estoy aquí para llevar a Chloe a comer algo rápido —dijo Dmitri. —Oh. —La sonrisa de Lucy titubeó por un momento, pero luego volvió a crecer—. Pido disculpas. Ni siquiera sabía que Chloe estaba saliendo con alguien. Vaya. ¿Lucy pensó que estaba saliendo con el ángel desquiciado? De ninguna maldita manera. Incluso Dmitri parecía estar sorprendido por la insinuación

porque su boca se abrió con horror. Eso la hizo enojar. ¿Qué derecho tenía para lucir infeliz? Comparado con él, ¡ella era todo un partido! Lo fulminó con la mirada. Desafortunadamente, antes de que pudiera aclarar el malentendido, Lucy la saludó alegremente y se alejó.

Mierda. No quiero que nadie piense que estoy saliendo con este hombre... o ángel... —Qué manera de causar un malentendido, Dmitri. —Le hizo una mueca—. Lucy cree que estamos saliendo ahora. ¿Has visto su expresión? —Espera a que se entere que estás con Trevor Malone. —Se metió las manos en los bolsillos. —Sí, sí. —Puso los ojos en blanco—. Te apuesto un millón de dólares que no sucederá. Trevor Malone es una estrella del pop y yo soy una mujer promedio. —Te diría que muchas cosas, pero promedio no es una de ellas —murmuró. Ella lo miró. —Por cierto, ¿por qué diablos me golpeaste con tu bolso esta mañana? — preguntó—. Deberías estar feliz conmigo. Te estás haciendo todo esto gratis hoy. —Déjame pensar. —Cerró la puerta de su oficina, agitando la mano—. Puede tener algo que ver con el hecho de que me espiaste mientras me estaba cambiando. Algunas mujeres pueden sentirse halagadas por ser espiadas mientras están desnudas, pero no soy una de ellas. No sabes cuán incómoda me hace sentir que hayas visto, bueno, todo. Lo peor era que él fuera el primer hombre que la viera desnuda. Creía en compartir su yo físico solo cuando amaba a alguien. Ya que nunca había estado enamorada, nadie había puesto los ojos en ella... bueno, excepto por la criatura torpe de pie a su lado. —¿Eso es todo? —Dmitri dejó escapar una carcajada. —¡Idiota! —Estiró su bolso en un gran arco y lo golpeó en la cabeza con él. —¿Dejarías de hacer eso? —farfulló Dmitri. —Pensé que eras un ángel guerrero. —Entrecerró los ojos y caminó junto a él—. Deberías ser capaz de esquivar eso. Pisoteó por las escaleras. Dmitri le siguió detrás y la agarró del brazo. —Bien, bien —dijo Dmitri—. No debería haberme reído.

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—No, no deberías haberlo hecho. —Sorbió indignada. —Voy a explicarte algo acerca de ser un ángel para ti —dijo—. No tengo ningún deseo sexual en absoluto porque los ángeles no se reproducen. Cuando te miraba, no era diferente de cuando tenías la ropa puesta. No me excité en

absoluto. Podrías ir desnuda delante de mí todo el día y estaría más entretenido contando baldosas. Antes de que pudiera detenerse, lo golpeó en la cabeza con su bolso de nuevo. Sabía que no debería haberlo hecho, pero ahora estaba molesta por otra razón. Si él no sentía nada, entonces eso significaba que era tan atractiva como una babosa. —Realmente eres un idiota —le dijo. —¿Qué he dicho ahora? —Dmitri se frotó la parte posterior de su cuello. —Es solo que... tú... —Estaba tan frustrada que le era difícil ver, incluso a él—. Me has hecho sentir que no soy atractiva. Los ojos de Dmitri ensancharon. —Simplemente no puedo ganar contigo, ¿cierto? —gimió y sacudió la cabeza—. No quise decir eso y lo sabes. Solo estaba tratando de explicarte por qué no importa que te viera cambiarte. Dios no enviaría un grupo de depravados sexuales para cuidar de sus seres humanos. Hizo ángeles específicamente que no sienten nada sexual, no por los humanos y no por su misma especia. No quise decir que no eras atractiva. —Mi cerebro sabe lo que querías decir. Diablos, debería estar feliz de que no estuvieras haciendo nada raro mientras me mirabas. —Apretó sus puños a los lados—. Son mis sentimientos estúpidos que no están escuchando a mi cerebro. Dmitri dejó escapar un suspiro. —Los seres humanos. —Eso es todo. —Entrecerró los ojos hacia él—. Simplemente me estás pidiendo que te golpee en la cabeza con el bolso de nuevo. No me obligues a hacerlo. —Está bien. —Dmitri puso los ojos en blanco y envolvió su brazo alrededor de sus hombros—. Eres una mujer muy atractiva. Es por eso que te compré el vestido. —Hmph. —Arrugó la nariz. —Y si yo fuera un ser humano, lo que no soy, estoy seguro de que sentiría algo por ti —dijo.

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Ahora su rostro estaba aún más caliente. No podía pensar en nada que decir. —La cosa es que ambos deberíamos estar contentos de que no soy un hombre. —Le apretó el brazo—. Estoy aquí para ayudarte. Estoy seguro que después de casarse, Trevor Malone estará muy agradecido por tu cuerpo. Hasta entonces, voy a estar seguro de no verte cuando te cambies más porque sé que te hace sentir incómoda.

Al fin, palabras con las que ella podría vivir. No desharía todo el daño, pero aun así... asintió. —Bueno, está bien. —Tiró de un mechón de su cabello carmesí—. Vamos a mi apartamento ahora, ¿de acuerdo? Mi aliento huele a calcetines sucios. —Suena como un plan. —Dmitri asintió, sonriendo. —¿Por qué sonríes así? —Por alguna razón, tuvo el impulso de golpearlo en la cabeza con su bolso de nuevo. —Estás empezando a aceptarme por lo que soy —dijo—. Ya ni siquiera estás tratando de impedirme ir contigo. Ese piojo. —Solo estoy poniéndome al día contigo porque no tengo otra opción. — Abrió la puerta del auto—. No creo que seas un ángel y jamás creeré que lo seas. O eso es lo que dijo. Las cosas que no podía explicar estaban empezando a sumarse y se estaba quedando sin explicaciones lógicas. *** Después de tener sus uñas pintadas, su cabello recortado, y su piel rejuvenecida, Chloe tuvo que admitir que se sentía sexy… y agotada. No sabía que era un trabajo tan duro ser bonita. Diablos, ni siquiera estaba segura de que valiera la pena. Cuando Dmitri la arrastró por la acera, lo único que quería hacer era correr a la cafetería más cercana para rellenar su cara con pasteles de chocolate. Nunca pensó que vería el día en que estuviera demasiado cansada para ir de compras. —Estoy agotada —dijo—. ¿No podemos ir otro día? —No. —Dmitri se paró justo fuera de una tienda de ropa—. Tenemos que encontrar la ropa para el concierto. —¿Cómo me encontraste ese vestido? —Después de todo, él sabía su talla—. Lo que sea. Eso sí, no escojas cualquier cosa que muestre demasiada piel. Giró la cabeza en la dirección opuesta, pero Dmitri tomó su brazo. —Un momento. —Dmitri gruñó—. Estoy haciendo todo esto por ti. ¿Crees que me gusta ir de compras a tienda de ropa de mujer? Si estoy sufriendo con los dependientes y jeans caros, sufrirás junto a mí. —Oh hombre...

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—Un vestido. —Dmitri levantó su dedo—. Eso es todo. Y un par de zapatos para ir a juego. Encontrar un par de zapatos y un vestido sonaba tan desalentador como un viaje hacia el Monte del Destino. —Está bien. —Caminó hacia la puerta.

—Bien. —Dmitri siguió detrás de ella—. Si te hace sentir mejor, prefiero matar una legión de demonios que enfrentarme a una de estas tiendas. Bueno, al menos no sería miserable sola. Con un suspiro, se dirigió dentro de la tienda. Fue golpeada con un chorro de aire que olía a ambientador y perfume. Una mujer solitaria de pie en la esquina mirando a una camiseta. Una dependienta estaba detrás de la caja registradora, recogiendo el esmalte moteado de sus uñas. Cuando la dependienta vio a Dmitri, sus ojos se agrandaron y se dirigieron directamente hacia él. Hasta la mujer en la esquina lo miró. No era broma para un chico que pasaba la mitad del tiempo invisible. Las mujeres se sentían atraídas por él como abejas a la miel. Si conocieran su personalidad, pensó con amargura, en dirección a un estante de vestidos. La dependienta batió sus pestañas a Dmitri. —¿Le puedo ayudar en algo hoy, señor? —preguntó la dependienta. —No —dijo. —Tenemos un gran colonia —persistió la mujer. Por alguna razón los ojos de la otra mujer cubriendo a Dmitri le asqueaba. ¿Por qué estoy tan irritada? Dmitri era un ángel o tenía disfunción eréctil. La vendedora podría parecerse a Angelina Jolie y no pasaría nada. No es que sea asunto suyo si lo hiciera. Arrugó la nariz. —No estoy interesado en colonia, gracias. —Él esbozó una sonrisa afable—. Huelo bastante bien ya. Creo que la mujer en la esquina podría querer tu ayuda con algo. ¿Por qué no vas a asistirla? —Oh, está bien. —La dependienta dio un paso atrás, luciendo decepcionada. Dmitri se dirigió a Chloe y le pasó un brazo por los hombros de nuevo. —¿Ves algo bueno? —preguntó. —Creo que me vería muy bien en esto —dijo con sarcasmo, sacando un vestido flamenco rosado con una enorme cantidad de lentejuelas. Incluso Dmitri resopló. —Si compraras ese vestido, me aseguraría de hacer que tuvieras un fatal accidente de camino a casa —dijo.

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—¿Puedes hacer eso? —Sintió que el color se le drenó de la cara. —Soy un ángel, mejillas dulces. —Puso los ojos en blanco—. No puedo lastimar a los seres humanos, pero puedo hacer lo que quiera a las horribles piezas de ropa. Dejó escapar un suspiro de alivio, luego se dio cuenta que en realidad había creído por un momento que él era un ángel capaz de hacerle daño, para empezar.

Absorta en sus pensamientos, miró a través del resto de los vestidos, apenas viendo las opciones. —¿Qué tal este? —Le entregó un vestido verde—. Puede parecer agradable con el cabello rojo. —No. —Ella negó, y luego comenzó a caminar distraídamente alrededor de la tienda. Con el ceño fruncido, Dmitri la siguió, haciendo caso omiso de las miradas continuas tanto de la dependiente y la otra compradora. —¿Crees que deberíamos pasar a otro lugar? —preguntó Dmitri—. Creo que la dependienta me va a atacar. Ella abrió la boca para responder, pero ahí fue cuando un vestido rojo en un maniquí le llamó la atención. La parte superior estaba cortada lo suficiente baja como para revelar una franja de tormento de hombros pálidos, pero nada más. La parte inferior del vestido llegaba hasta las rodillas. No era muy fashionista, pero cuando vio aquel vestido, se enamoró. —¿Estás bien? —Dmitri hizo un gesto con la mano delante de la cara para llamar su atención. —Si quieres que me ponga un vestido, entonces está bien. —Señaló el vestido rojo en el maniquí—. Pero tiene que ser ese. Con un destello en su ojo curioso, Dmitri miró en la dirección que ella señaló. Cuando vio el vestido rojo, silbó apreciativamente y asintió. —Puedo verte en eso —dijo. —¿Puedo probármelo? —preguntó. —Naturalmente. —Dmitri revolvió su cabello rubio—. Es bueno que estés mostrando tu lado femenino, por una vez. Estaba empezando a preguntarme si tenías uno. —Idiota. —Lo golpeó en la cabeza con su bolso de nuevo. Las dos mujeres en la tienda miraron. —Deja de golpearme con tu bolso. —Dmitri se frotó la parte superior de la cabeza. —¿O qué? —preguntó—. Me dijiste que no podías herir a los seres humanos. Podría pasar todo el día golpeándote si quiero y no podrías hacer nada al respecto.

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—Eres la mujer más difícil que jamás he conocido. —Dmitri negó. —No eres mucho más fácil de manejar. —Le lanzó una mirada crujiente. —Pruébate el vestido —gruñó Dmitri—. Si me paso más tiempo discutiendo contigo, voy a tener un ataque al corazón.

—¿Pueden los ángeles tener ataques al corazón? —Eso era intrigante. —No. ¿Ves cuan molesta eres? —dijo—. Haces posible lo imposible. Quejándose, lo miró por última vez antes de marcharse hacia el maniquí. Varios vestidos idénticos colgaban en un estante junto a la pantalla. Su discusión con Dmitri había matado algo de su alegría por encontrar el traje perfecto, pero todavía sentía una oleada de emoción mientras recogía un vestido y sentía el material sedoso. Era como tener agua en su mano. La dependienta se acercó a ella por detrás. —¿Necesitas un vestidor? —preguntó la mujer. —Sí, por favor —dijo. —Nuestros vestidores están en la esquina —dijo la mujer, luego vaciló—. Por cierto, tu novio es muy atractivo. —No es mi novio —exclamó en voz alta. La dependienta pareció desconcertada por su protesta. —Ya veo —dijo la mujer—. Lo siento. —Está bien. —Dio un paso en dirección a los vestidores—. Voy, ugh, voy a cambiarme ahora. Después de que la dependienta asintiera descontenta, ella corrió hacia el vestidor. Un espejo de cuerpo entero colgaba en la pared. Cuando alcanzó a verse, se quedó mirándose a sí misma. Con un estilo profesional, sus mechones de color carmesí salvajes eran más lisos y brillantes. Como si eso fuera a durar. Dame una

semana sin Dmitri y estaré de vuelta a las colas de caballo y pantalones de chándal. Soltó un bufido y se desnudó, dándole la espalda al espejo. Odiaba verse a sí misma desnuda.

Se puso el vestido. Con el ceño fruncido, tiró de la cremallera hasta la mitad hasta que se enganchó. ¿Era esto una maldición? Pensaba que Dios iba a estar de su lado con todo el asunto de lucir-sexy-y-ganar-a-un-hombre. Ahora la cremallera estaba atorada y no podía tirarla hacia arriba o hacia abajo. Soltó una sarta de maldiciones de un kilómetro de largo. Esto no sería un problema si estuviera con Meg. La mujer podría colarse en el interior del vestidor y ayudarla.

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—Oigo muchas maldiciones pero no te oigo cambiarte —dijo Dmitri desde fuera de la puerta. Debe de haberle seguido y no se había dado cuenta. Tenía una decisión difícil de tomar, quedarse en el vestidor durante el resto de la eternidad o dejar que el tipo la ayudara con la cremallera. La eternidad no era tanto tiempo, ¿verdad? —Chloe, ¿qué estás haciendo ahí? —preguntó.

No va a dejar que me quede en el vestidor, ¿cierto? Dejó escapar un suspiro de exasperación. El universo definitivamente estaba en su contra en este momento. —La cremallera está atascada a mitad de camino —murmuró. —¿Qué? —preguntó Dmitri. —Mi cremallera está atascada —dijo con frustración—. Necesito tu ayuda. —¿Eso es todo? —preguntó Dmitri—. Abre. Dando un suspiro de frustración, abrió la puerta. Dmitri se metió en el vestidor. Solo cuando los dos estuvieron pecho contra pecho y cara a cara se dio cuenta de lo pequeña que era la habitación. Sus caderas rozaron las de ella y su duro pecho se encontró con el suave de ella. Mierda. Gotas de sudor se formaron en su frente. Bueno, tal vez Dmitri la irritaba, pero ella era una mujer adulta. Un hombre tan atractivo como él no podía estar presionándose contra ella así sin hacerla sentir algo. El calor se construyó en su estómago y su piel explotó con hormigueos. —Demasiado cerca —dijo ella, asustada por lo bien que sus labios parecían en ese momento. —¿Eh? —Dmitri tenía una expresión extraña en su rostro mientras la miraba fijamente. —Estás demasiado cerca de mí en este momento. —Lo empujó hacia la puerta—. Sube mi cremallera en el… ugh! Un segundo ella estaba empujando a Dmitri por la puerta del vestidor, el siguiente fue tropezar y caer. Antes de que cayera al suelo, él la tomó en sus brazos. Ángel guerrero o no, era rápido. Los dos terminaron medio cuerpo fuera del vestidor. Ella lo miró directamente a los ojos grises y se dio cuenta de cuánto fuego había en ellos. Nunca había notado en realidad cuán fuerte eran sus brazos hasta ese momento tampoco. Espera, ¿qué estoy pensando? Sus ojos se abrieron con horror. Despachó al chico de nuevo y se precipitó de vuelta en el vestidor.

Mierda. Presionó su mano contra su pecho, sintiendo su corazón latir. Tengo que tener más cuidado. No me di cuenta que él me afectaba de esa manera. Nunca había tenido una reacción tan intensa hacia un hombre antes.

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—Ya sabía que eras torpe —dijo Dmitri—. No tienes que esconderte por vergüenza. La atracción ardiente que sentía desapareció. Cogió su zapatilla y la lanzó sobre la puerta del vestidor. Oyó un ruido sordo y luego un “ouch”. Sí, se sentía mucho mejor ahora.

Cinco A

l día siguiente, Chloe refunfuñó mientras Dmitri estaba parado detrás de

ella en el baño. El concierto era en una hora. Estaba emocionada, pero podía haberlo estado más. Su estado de ánimo se vio afectado porque el Sr. Ángel se cernió sobre su hombro como la sombra más irritante del mundo. Si le decía cómo debía ponerse lápiz labial una vez más, iba a tomar su aplicador de rímel y empujarlo dentro de su fosa nasal. —Tú en verdad deberías haber subido la cremallera del vestido y probarlo por completo antes de comprarlo —dijo Dmitri—. Si esta noche es un fiasco, le voy a decir a Dios que todo fue tu culpa. —Deja de preocuparte tanto —dijo—. Trevor Malone nunca me va a reconocer de todas formas. —Él es con el que se supone que debes quedarte —dijo Dmitri—. Te va a reconocer. Confía en mí. —Sí, sí. —Puso los ojos en blanco y aplicó lápiz labial carmesí—. Por cierto, ¿Por qué Dios puso tanto esfuerzo en establecerme con una estrella pop? Aprecio su preocupación y todo, pero, ¿no debería preocuparse por los niños famélicos en África? Luce como mucho esfuerzo para hacer mi vida perfecta. —Déjame explicarte algo. Todo pasa por un motivo. Por ejemplo, si la madre y el padre de Martin Luther King nunca se hubieran conocido, entonces Martin Luther King nunca habría nacido. La historia se habría desarrollado de otro modo. Pero ellos se conocieron porque se suponía que lo harían. Así es Dios. —Dmitri frunció el ceño—-. Nunca me he preguntado por qué tengo que ayudar a que algunas cosas sucedan, pero tú tienes que quedarte con Trevor Malone. No sé si se supone que vas a dar a luz al próximo Gandhi o a hacer que Trevor ceda todo su dinero a la caridad, pero sé que cualquiera que sea el motivo, es importante.

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—¿En verdad así es como funciona? —Nunca lo pensó de esa manera. —Síp —asintió Dmitri—. Es brillante. Cada humano en este mundo está conectado. Hasta ahora, nunca me he preocupado demasiado acerca de los planes de Dios, y la mayoría solo están centradas en patear el trasero del demonio.

Frunciendo el ceño, ella colocó su lápiz labial en el mostrador. Cuando vio a Dmitri parecía un hombre de carne y hueso, pero ahora se escuchaba mucho más como un ángel. Le dio un codazo en el pecho y notó que su cuerpo era duro. —¿Qué estás haciendo? —Dmitri la miró fijamente. —Revisando para ver si tienes un cuerpo físico o lo que sea —dijo. —Lo tengo —dijo—. Ahora mismo, de todos modos. ¿Por qué? —Es solo que pareces muy ángel. —Se encogió de hombros y regresó su atención al espejo. —Creo que cierta mujer finalmente está empezando a ver la luz —se burló Dmitri—. Sabía que recobrarías la conciencia. —Sería más acertado de creer si no fueras lo opuesto a angelical. —Frunció el ceño y limpió el polvo de su cara con el cepillo del corrector cosmético. Empezó a apretar sus mejillas como si las hubiera empapado con ácido. —¿Por qué has hecho eso? —Sus ojos se estrecharon. Ella se rió. —Esto es exactamente el por qué necesitas mi ayuda. —Apunto su dedo hacia ella acusadoramente. —Sí, sí. —Se alejó del espejo—. Necesito cambiarme en mi vestido ahora. Por favor vete. Evitó cambiarse hasta el final porque Dmitri había estado dando vueltas toda la mañana, dándole consejos de cómo impresionar a un hombre. —Bien —olisqueó y dejó el baño.

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Sacudiendo la cabeza, ella tomó el vestido rojo que estaba colocado sobre el lado del compartimento de la ducha. Un par de zapatillas rojas yacían debajo de él. Tiró su pantalón de pijama y blusa, después sacó su vestido carmesí. Esta vez, la cremallera no se enganchó en la tela, así que lo cerró sin ningún problema. Se giró hacia el espejo, sin estar segura de qué esperar. Nada se había visto nunca tan bien en ella como en el maniquí. Cuando estudió su reflejo, sintió una oleada de sorpresa. Oye, no luzco tan mal, pensó con asombro. El vestido encajaba perfectamente, abrazando cada curva. Normalmente no era tan aficionada con su complexión, pero hoy amaba el modo en que su piel blanca como la nieve contrastaba con el color de su vestido. Eligió su ropa sabiamente, incluso después del infernal calvario del día anterior con la cremallera, que aún la hacía ruborizar de solo pensar en eso. Se puso las zapatillas y sonrió para sí misma. Tal vez no se veía demasiado bien para impresionar a Trevor Malone, pero se veía lo suficientemente bien para impresionarse a sí misma.

—¿Voy a tener que entrar y ayudarte de nuevo? —preguntó Dmitri. —No, está bien. —Se dirigió hacia la puerta—. Encaja. —¿Se ve raro? —preguntó Dmitri. En lugar de responder, decidió mostrárselo y dejarlo juzgar por sí mismo. Después de que abrió la puerta del baño, dio vueltas, presentándole el vestido. Esperaba que le diera un comentario mordaz, pero en lugar de eso la boca del chico cayó abierta. Su mirada se detenía en su cuerpo mientras dejaba salir un gruñido de sorpresa. —¿Bien? —preguntó—. ¿Tienes algo molesto que decir? —No. —Dmitri negó—. Eres hermosa, Chloe. No fueron sus palabras las que le hicieron ruborizar, sino la forma en que las dijo. Habló en un susurro silencioso y su mirada era de apreciación en lugar de desdeñosa. La expresión que tenía era nueva. Sus ojos grises estaban llenos de calor e intensidad. Repentinamente, se encontró rompiendo en un sudor nervioso, solo por la intensidad de su mirada. —Oye —dijo ella, notando su extraña expresión de ojos nublados—. ¿Estás bien? Él sacudió la cabeza para aclararla. —Sí, estoy bien. Wow. El calentador debe haberse encendido o algo así. — Dejó salir una risa nerviosa—. Me siento extraño. Algo caliente y nervioso. —Sí, yo también siento calor. —Se tambaleó torpemente—. ¿Pero entonces te gusta el vestido? —Sí. —Asintió, el destello intenso aún en sus hermosos ojos—. Me gusta. —Bien. —Se volteó hacia el espejo, frunciendo el ceño ante su reflejo. —Creo que necesito tener algo de aire. Está muy caliente. —Dmitri retrocedió—. No entiendo por qué estoy así. Nunca antes me había pasado. Dmitri corrió del apartamento como si le estuvieran amenazando con prenderle fuego. ***

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Meg condujo al concierto mientras Chloe estaba sentada en el asiento del pasajero. Dmitri estaba atrás. En el momento en que Meg no había mencionado su presencia, ella sabía que el chico estaba en modo oculto. La mujer se metió en el ya abarrotado estacionamiento para el evento en el estadio y encontró un lugar en el fondo. —¿Te estás sintiendo bien? —Meg robó una mirada hacia ella.

—Sana como un roble. —Bueno, tan sano como un roble que podía ver a alguien que nadie más podía. —Estoy contenta de escuchar eso. —Meg apagó el carro—. Todavía deberías ver a un médico. —Seguro. —Asintió. —Por cierto, tu ropa es impresionante —Meg la miró de arriba abajo—. Pensé que la única forma en que te pondrías un vestido era si fueras amenazada a punta de pistola. —Supongo que conocer a Trevor Malone me entusiasmó. —Trató de no ver a Dmitri quien reía disimuladamente en el asiento de atrás. —Deberías vestirte elegante más seguido. —Meg le sonrió. Su amiga salió del carro y ella también. Dmitri apareció a su lado antes de que pudiera siquiera parpadear. ¿El chico atraviesa las puertas? Lo miró fijamente, atónita. Dmitri le frunció el ceño y señaló a Meg. Cuando se dio la vuelta, se dio cuenta de que su amiga la miraba fijamente. —¿Qué fue eso? —preguntó Meg con desconfianza, sus ojos se estrecharon. —¿Qué fue qué? —Dio una risa nerviosa. —Estabas mirando a la nada —dijo Meg—. ¿Todavía estás viendo cosas, verdad? —Claro que no. —¿Por qué tenía que ser una mentirosa terrible? Ya podía sentir a sus mejillas ponerse rojas. —Lo estás —gimió Meg y enterró su cara en sus manos—. Oh, hombre. Creía que la mierda loca había terminado. Estuviste actuando normal por un tiempo. Ya las demás personas que se dirigían hacia el estadio las miraban. Después de que Chloe le frunció el ceño a Dmitri, pisó fuerte hacia su mejor amiga. Agarró el brazo de Meg y la arrastró hacia el edificio. —Está mejorando, ¿está bien? —Mordió su labio inferior. —¿Cómo está pasando esto? —preguntó Meg. —No lo sé. —No iba a compartir con su mejor amiga que había sido arrastrada en el mundo de ángeles y demonios de Dmitri—. Solo vamos a disfrutar del concierto. Estoy ansiosa por ver a Trevor Malone en acción. Nadie, ni siquiera el chico más molesto en el mundo…

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Dmitri la miró fijamente. —… va a detenerme de disfrutarlo. —El hecho de que estés viendo a un hombre invisible justo ahora es irrelevante. —Meg dejó salir una risita histérica.

—Exactamente. —Asintió. —Bien. —Meg dejó escapar un suspiro—. No hables de alucinaciones. Por ahora. Aliviada, asintió. Las dos, bueno, los tres, contando a Dmitri, se dirigieron hacia la puerta principal. Un hombre mayor con cabello canoso estaba recogiendo los boletos. Él le dio a Chloe un vistazo en apreciación que hizo a su estómago revolverse con asco. Dmitri caminó de costado y le susurró en la oreja. —¿Ves lo que sucede cuando no te vistes como un vagabundo de ochenta años? —Dmitri, ayúdame —pidió ella—. Porque voy a hacerte… Se congeló. Ahora mismo parecía que le estaba gritando a la nada. Sin mencionar que estaba a punto de soltar un torbellino de insultos del tipo que el mundo nunca antes había escuchado. —Te odio —murmuró por la comisura de su boca. —Lo sé. —Se escuchaba complacido—. Amo ese hecho. Estoy tan acostumbrado a que las mujeres humanas sean aduladoras conmigo. Tú eres algo más. Decidió que una patada no lo mataría. No importaba que las personas estuvieran viendo. De todas maneras, ya creían que estaba loca. Dirigió un golpe a su espinilla y su pie pasó justo a través de él. Otra sarta de maldiciones estalló de su boca mientras Meg dejaba salir un sonido como un perro herido y la arrastró lejos del hombre de los boletos. —Chloe, andas mal de la cabeza —dijo Meg. —Sí, es cierto, Chloe —dejó Dmitri salir una fuerte risa creciente. Desafortunadamente, ella era la única que podía escucharlo.

No le voy a gritar… no… le…. voy… a… gritar. Mientras echaba humo, su amiga la llevó a la puerta y a la parte principal del estadio. Meg la empujaba hasta el escenario, ella dejó escapar un suspiro. Si no fuera por Dmitri, se estaría estremeciendo por el entusiasmo. Estaba a punto de ver de cerca al hombre de sus sueños. Desafortunadamente, lo estaba viendo al lado del hombre de sus pesadillas. Mientras rechinaba los dientes, Meg señaló a una silla en la segunda fila.

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—Siéntate —dijo Meg. Ella se sentó. —Voy a comprarnos algo para beber —dijo Meg despacio, como si Chloe hubiera perdido su habilidad de hablar español—. Volveré enseguida. ¿Entiendes?

—Por supuesto. —Asintió. —No te muevas. —Meg la señaló—. Si regreso y te he has alejado a algún lugar, voy a tener un infarto. —No me voy a mover —dijo. —Tampoco grites blasfemias a tu amigo imaginario —dijo Meg—. Podrías ser sacada por seguridad y entonces ninguna de las dos habrá tenido diversión esta noche. —Dile eso a Dmitri —dijo—. Fue su culpa que perdiera el control. Meg la miraba lista para estrangularla. —Bien. —Asintió—. Sin palabrotas. Sin gritos. Entendido. Con un suspiro de exasperación, Meg se alejó, murmurando en voz baja. Ella estaba medio asustada de que su amiga fuera a llamar al loquero. Mientras se quejaba, Dmitri se sentó en la silla de Meg y se desparramó, sonriendo. —¿Tenías que provocarme? —preguntó—. Mi amiga piensa que estoy chiflada a cómo vamos. —No puedo evitarlo —dijo—. Creo que es gracioso cuando estás enojada. Tu nariz se arruga y la punta de tus orejas se vuelve roja. Ella pegó su mano en su nariz. —No arrugo mi nariz —dijo. —Lo haces. —Dmitri se carcajeó. Está bien, tal vez lo hacía. Echaba chispas. —¿Qué pasa si Trevor me vio gritándole a la nada? —preguntó. —No lo hizo —dijo Dmitri—. Trevor se está preparando entre bastidores. —¿Cómo sabes eso? —Sus ojos ampliándose con sorpresa. —Intuición de ángel, mejillas dulces. —Señaló a su sien—. Podría sentir a un perro lamiendo su culo a ocho kilómetros de distancia. Tu príncipe azul está agarrando energía mientras hablamos. —¿Energía? —Ella levantó una ceja. —En la farándula, incluso los hombres usan maquillaje —dijo Dmitri. Abrió la boca para responder, pero Dmitri levantó la mano.

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—Espera —dijo—. Tu amiga se está dirigiendo hacia nosotros. Meg apareció, sosteniendo un refresco en cada mano. Dmitri se movió un asiento y su amiga tomó su lugar, a su lado. La mujer le entregó una bebida. —Lo siento, solo compré dos —dijo Meg—. No proveo comida a chicos que no puedo ver.

—Ja, ja, ja —Puso los ojos en blanco. Con un fruncimiento de ceño, tomó un sorbo de su bebida, sabía dulce, refresco burbujeante. Ahora que Dmitri ya no se estaba burlando de ella y Meg estaba sumergida en silencio apagado, finalmente podía pensar. Iba a conocer a Trevor Malone. Incluso si no terminaran juntos como Dmitri quería, aún iba a poner sus ojos en el hombre con el que había estado soñando por años. Un escalofrío de anticipación pasó a través de ella. La mayoría de las personas nunca han tenido la oportunidad de conocer a las celebridades de las que se enamoran. Es más, ella iba a escuchar su música toda la noche. Se revolvió con ansiedad mientras Dmitri la veía. —Estoy sorprendido de lo emocionada que estás —dijo Dmitri—. Yo personalmente estoy temiendo la actuación de este chico. El único motivo de que sea famoso es por su cara linda. No puede cantar en absoluto. Dmitri estaba matando su entusiasmo de nuevo. El esfuerzo que le tomó no estallar formó gotas de sudor en su frente. Se encogió de hombros y le frunció el ceño, con mayor desacuerdo que pudo mostrar sin llamar la atención hacia ella… de nuevo. —Ahora, los artistas de los setentas son una historia diferente —dijo Dmitri, ignorando su brillo oscuro—. Aquellos eran músicos reales. En ese entonces, no tenían la tecnología para hacer que las personas que no pueden cantar sonaran como que pueden. —Eres como un anciano —siseó por la comisura de su boca. —Comparado contigo, soy un anciano. —Sonrió con suficiencia—. Puedo verme así, pero he estado alrededor desde que tus antepasados trepaban árboles y gruñían. —¿Qué? —chilló. ¿Él era tan viejo? Meg se giró alrededor en su asiento después de escucharla chillar. —Yo, puf, perdí la recepción de mi teléfono. —Dejó salir una risa nerviosa—. Sabes qué tan frustrante es eso. Estaba molesta debido a eso. —Uh-huh. —Meg no se lo creyó. —Por cierto, gracias por traerme aquí. —Sonrió. —Ni lo menciones. —Meg negó y suspiró.

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—No te ves feliz, a pesar de que estamos en el concierto. —Su amiga era adicta a los conciertos. —Mi mejor amiga está teniendo una crisis —dijo Meg—. ¿Cómo podría estar feliz? Punto válido.

—No es la más grande de las crisis. —Está bien, tal vez lo era. —¿Por qué es que soy la única que está preocupada ahora? —Meg se retorció las manos—. Hace algunos días te veías lista para arrancarte los cabellos. Esa era una buena pregunta. Se dio cuenta de que ya no estaba preocupada porque empezó a creer en la historia del ángel de Dmitri. Había demasiada evidencia para negarlo, su habilidad para cambiar entre ser invisible y visible, el hecho de que podía caminar a través de las paredes, la manera en que consiguió un boleto de un concierto agotado. Diablos, sus habilidades para comer solo insinuaban lo sobrenatural. Ningún humano podía comer de la manera en que él podía. —Tierra llamando a Chloe. —Su amiga la pellizcó—. Despierta. —Ouch. —Se frotó el brazo. —Te hice una pregunta —dijo Meg—. ¿Por qué ya no estas preocupada? —No lo sé. —Se encogió de hombros—. Estoy resignada a mi destino, supongo. Además, ¿no recuerdas que no íbamos a hablar de eso ahora? Meg suspiró. —Oye. —Chloe le dio un codazo—. Vamos. Vamos a estar felices. Con un suspiro, Meg consiguió un pequeño asentimiento pero no dijo nada. Ella rodeó con sus brazos los hombros de la mujer. —Vamos, Meg. —Batió sus pestañas—. Sonríe. —No. —Meg inhaló. —¿Vas a sonreír si hago esto? —Chloe sacó su lengua y cerró un ojo. Sabía que se veía ridícula, pero ése era el objetivo. Finalmente, Meg resopló. —Está bien, está bien. —Sonrió Meg—. Como quieras. Voy a dejar de preocuparme. —Bien. —Chloe le dio un golpecito en su hombro—. Ahora vamos a mover nuestros traseros. —Creo que mi trasero necesita más baile que el tuyo. —Meg miró su sustancial parte trasera.

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Ambas se echaron a reír cuando Dmitri dejó escapar un suspiro incómodo. El momento feliz fue interrumpido por las luces. Los gritos de los fans hicieron eco en todo el estadio. Millones de luces de teléfonos se podían ver en la multitud mientras las personas sacaban fotos y filmaban. Ella miró mal a Dmitri, deseando poder remarcar las muchas mujeres desesperadas por la atención de Trevor.

Mientras trataba de encontrar la mirada del ángel, y fallar, más gritos entusiasmados irrumpieron a través del aire cuando una espesa niebla cubrió el escenario. Una figura oscura se podía ver en el medio del mar blanco. ¡Es Trevor!, pensó, de repente olvidando todo acerca de Dmitri. Agarró a Meg y medio ahogó a la pobre mujer en su entusiasmo. Meg parecía demasiado fascinada para preocuparse de que estaba siendo asfixiada. La profunda y penetrante voz de Trevor hizo eco en todo el estadio cuando empezó a cantar su canción más famosa, Eyes on me. Su voz era sensual y sexy, provocando que Chloe se sintiera como si estuviera siendo seducida. —Obviamente hace playback —murmuró Dmitri con sarcasmo, sin importarle si ella lo escuchó. Quería golpear a Dmitri en las costillas pero recordó en el último momento que no podía. La niebla blanca finalmente se aclaró. Trevor Malone permanecía en medio del escenario con una sonrisa en su rostro. Wow, pensó Chloe, aturdida. Nunca había estado tan cerca de él antes y sentía como si estuviera siendo golpeada por su belleza. Su largo cabello oscuro colgaba en su rostro y sus ojos chocolate quemaban con fuego. Parecía poseído como si su alma contuviera todos los secretos del mundo. Otros en la multitud comenzaron a ponerse de pie y bailar en sus asientos. Incapaz de contenerse, ella saltó sobre sus pies también. Trevor escaneó la multitud con sus ojos oscuros. Su mirada se posó en ella y su corazón martilló en su pecho. ¡Oh mi Dios, él me está mirando! ¡A mí! Estaba poseída por un impulso horrible de fanatismo. No importaba que fuera una mujer adulta con un coeficiente intelectual moderado. Estaba cautivada por este hombre. —¡Te amo, Trevor! —gritó con la parte superior de sus pulmones, uniéndose a todas las chicas gritando palabras similares. Dmitri le pasó un brazo alrededor de su cintura. —¿Ya le dices que lo amas? —preguntó Dmitri—. Ni siquiera lo has conocido todavía. —Cállate —murmuró, deseando poder hundir el codo en sus costillas.

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*** Meg caminó por delante de Chloe con los pases del backstage en mano. Dmitri se arrastró detrás de ella. La mayoría de las personas se estaban dirigiendo hacia la salida, pero no ella. Voy a conocer a Trevor Malone en persona, pensó, tan emocionada que podría levitar. Mientras su mejor amiga se dirigía hacia un gran guardia de seguridad, se imaginó lo que iba a ser conocer a su ídolo. A juzgar por lo que había leído en los tabloides, Trevor rezumaba encanto. Demonios, una vez

había seducido a la actriz Naomi Watts con una sola sonrisa deslumbrante. Sus palmas se hicieron resbaladizas por el sudor con solo pensar en ello. —No sé por qué empiezas a actuar como una colegiala enamorada cada vez que estás cerca de este tipo Trevor, pero recuerda que no le va a gustar si lo besas como cualquier otra mujer del planeta —dijo Dmitri—. Sé amable pero genial. ¿Puedes? —Ugh... —Le gustaría decir que podía hacerlo, pero estar cerca de Trevor la volvía loca. —Dios, si fallo, sabes que no fue mi culpa. —Dmitri miró hacia el cielo mientras oraba en voz alta—. ¿Cómo puedes esperar que trabaje con esta mujer? —Deja de hablar de mí de esa manera —murmuró. Si Dios podía oír a Dmitri, no le gustaría que la difamara. Justo cuando un nuevo argumento se estaba elaborando, Meg le hizo señas. Ella siguió a su amiga al backstage. Al principio pensó, amable pero genial... amable pero genial... Por desgracia, todo su razonamiento se perdió en el momento en que se detuvo delante de una habitación que decía “Trevor Malone” en la puerta. Ella y Meg hicieron contacto visual de nuevo. —¡Dios mío! —chillaron ambas al unísono. —Chloe, ¿ya has olvidado lo que te dije? —preguntó Dmitri. Chloe no le hizo caso. —No puedo creer que vamos a conocer a Trevor Malone. —Meg bailó y puso su mano en el picaporte. —Lo sé —asintió Chloe. Después de que Meg abriera la puerta y entrara, ella la siguió. No estaba segura de lo que esperaba. Tal vez un momento privado con el chico. En cambio, Trevor estaba sentado en un gran sillón rojo rodeado por otras tres personas. A pesar de que no estaba sola con el hombre de sus sueños, se encontró siendo cautivada por él de nuevo. No podía moverse, no podía hablar. Trevor hizo contacto visual con ella otra vez por un breve momento antes de perder el interés y le frunció el ceño a una mujer con cabello castaño. Demasiado para mi sexy vestido rojo. No importaba. No podía creer que estuviera tan cerca de su ídolo. —Habla con él —dijo Dmitri. Negó. ¿Dmitri no podía ver que el chico ya estaba hablando con otra persona?

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Dmitri la empujó hacia delante, sorprendiéndola. Qué idiota. Él me puede

empujar cada vez que quiera, pero yo solamente puede tocarlo cuando él lo permita. Con el ceño fruncido, se unió al grupo de personas que rodeaban a

Trevor. La presencia del chico hizo que su enojo por Dmitri se desvaneciera. Trevor era glorioso. Deseaba tocar un cabello brillante de su cabeza perfecta. —Quiero que calles a esa chica, sin importa lo que se necesita. Si es dinero lo que quiere, que así sea —dijo Trevor—. ¿Quién se cree que es, hablando de mí de esa manera? —Está bien, Trevor —dijo la mujer de cabello castaño. —Dile al jefe de producción o a quien esté a cargo que me traiga una taza de café —dijo Trevor—. ¿Qué es este lugar, una prisión? No debería tener que pedir una bebida. Cuando he terminado con un espectáculo, una taza de café debe estar esperando por mí. —Voy a tener a alguien consiguiendo eso para ti —dijo la misma mujer de cabello castaño. —Y que alguien me compre algo de fruta —dijo—. Nada de esas manzanas baratas como la última vez. Algo que realmente pueda comer. Tal vez las granadas. —Puedo hacer eso. —La mujer asintió—. Por desgracia, puede tardar un poco más. —¿Te pregunté cuánto tiempo tomaría? —espetó Trevor—. No, no lo hice. Ahora, ¿dónde demonios está esa taza de café? Pedí una, ¿verdad? Trevor miró a cada una de las personas con sus ojos oscuros. Cuando su mirada se posó en ella otra vez, los entrecerró. —¿Quién demonios eres tú? —preguntó—. Se supone que los fans no deben estar aquí. Mierda. ¿Los pases de backstage eran una farsa? —Creo que es una nueva ayudante —dijo la mujer de cabello castaño. Chloe dijo —Espera un segundo… —Por el amor de Dios, tráele a Trevor una taza de café antes de que se vuelva loco —le susurró al oído la mujer de cabello castaño—. Te deberían haber advertido acerca de su temperamento antes del espectáculo. ¿Qué estaba pasando? ¿No sabían que ella era una fan, no una sirvienta? —Pero yo… —Ve. —La mujer la empujó hacia la puerta.

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Ella esperó que Dmitri la siguiera, pero por una vez, se quedó atrás. Se quedó otra vez en el pasillo, confundida y preguntándose cómo había sido amarrada al servicio. Por un momento contempló la posibilidad de entrar de nuevo para explicar por qué estaba allí, pero luego decidió que era mejor buscar la

estúpida taza de café primero. Trevor parecía a punto de explotar sin su cafeína. Mientras caminaba por el pasillo, sin siquiera estar segura de a dónde ir, su corazón se hundía con cada paso. Los tabloides alababan a Trevor por su caridad y encanto. Había leído su biografía, y había sido encantada por la historia de un pobre chico que había llegado a la cima a través del talento y tenacidad. Tal vez todo había sido inventado, una forma de vender CDs y nada más. Ahora estaba decepcionada. Incluso el comentario de Dmitri sobre Trevor haciendo playback había sido correcto. Durante el concierto, hubo momentos en que la boca de Trevor no encajaba con las palabras. ¡El chico ni siquiera podía recordar sus propias letras, por el amor de Dios! Deseó no haber perdido tanto tiempo teniendo cariño a una persona mentirosa. Se sentía como que había pasado años comiéndose con los ojos un guisado cuando todo este tiempo había sido un sándwich de pepinillo.

Todo no puede ser una mentira. Le frunció ceño a sus manos. Quizás Trevor solo está estresado. No, ella sabía más que eso. Había visto la expresión desagradable en su rostro cuando le ordenó. Eso no era estrés, era egoísmo. Mientras dejaba escapar una larga serie de palabrotas, un hombre mayor en camiseta negra se detuvo. El trabajador la examinó con los ojos entrecerrados. —¿Cómo llegaste aquí? —preguntó—. Los fans no deben estar aquí. —Mi amigo trabaja para una emisora de radio, así que se nos permitió el backstage —explicó—. Se supone que debo ir a buscar una taza de café para Trevor Malone. El hombre se encogió. —Entonces será mejor que te apures —dijo—. Trevor explota si no consigue lo que quiere en el momento que lo solicita. —¿Es siempre así? —Cualquier esperanza de que esto fuera solo de un día voló por la ventana. —Sí. —El hombre rió sin alegría—. La última vez que estuvo aquí, hizo renunciar a dos trabajadores. Es un desgraciado. —Pero todas las revistas dijeron que era bueno. —Bajó la cabeza.

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—Debes no haber trabajado con muchas celebridades —dijo el hombre—. Nada de lo que aparece en las revistas es cierto. Los paparazis van a decir lo que quieres de ellos siempre y cuando ganen la cantidad correcta de dinero. Las lágrimas le escocían los ojos. Sabía que era ridículo, pero Trevor Malone, o al menos, el hombre que pensaba que era, había sido un consuelo para ella. Cuando se mudó a EE.UU, su música la había calmado durante todo el viaje en avión. Cuando se había enterado de que su padre tenía una enfermedad del

corazón hace dos años atrás, había utilizado su música para ver la belleza de la vida. Cuando había sido despedida de su primer trabajo de oficina por ser demasiado torpe, su música le había dado el coraje para intentarlo de nuevo. Ahora no estaba segura de qué más hacer. —Será mejor que consigas el café —dijo el trabajador, interrumpiendo sus pensamientos—. Vamos. Te ayudaré a hacerlo, ya que sé lo que le gusta. —¿Recuerdas cómo le gusta el café? —Se quedó atónita. —Sí. —El tipo asintió—. Así de malo es. Lo recuerdo porque le gritó su pedido a una de las chicas cuando se equivocó. Pobrecita. Chloe siguió al trabajador a una pequeña habitación con una máquina de café. El hombre llenó una taza con café, vertió una cucharada de azúcar y un poco de crema, y luego le entregó el brebaje. No estaba caliente. Se preguntó si la máquina de café era ineficaz. No importaba. No iba a ir corriendo a una tienda de café para un chico que la había tratado esa forma. —Gracias. —Asintió. —No hay problema. —El hombre la miró—. Eres una mujer tan bonita que odio enviarte de vuelta sola a ese monstruo. —Creo que voy a estar bien. —Mientras no perdiera el control sobre sus emociones. —Solo ten cuidado. —Se estremeció—. Lanza cosas cuando está enojado. ¡Oh mierda! Estaba empezando a tener miedo ahora. Aun así se las arregló para hacer una pequeña inclinación de cabeza. Después de que el hombre se fue, le tomó un momento volver a la vida de nuevo. Tenía que concentrarse en una cosa a la vez. En este momento, su objetivo era entregar el café. Podía manejar eso. Además, Trevor era solo una celebridad de todos modos. No debería haber sentido que su corazón hubiera sido arrancado de su pecho. Tragando, caminó por el pasillo, mirando hacia abajo a la taza en su mano. Estaba tan sumergida en sus pensamientos que casi chocó contra Dmitri. No es que eso importara mucho. Probablemente lo habría traspasado. —Oye —dijo ella, deteniéndose—. ¿Por qué no me has seguido? Podría haber usado tu ayuda para encontrar la sala del personal.

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—Te iba a seguir, pero fui distraído por ese real dolor en... —Las fosas nasales de Dmitri se ensancharon—. Me estoy contagiando de ti, mejillas dulces. Casi llamo a Trevor algo malo. —No entiendo por qué es un idiota. —Se mordió el labio inferior—. Se suponía que iba a ser bueno.

Dmitri la miró fijamente. —Lo puedes decir —dijo. —¿Qué? —Te lo dije —gimió ella—. Porque tú lo hiciste. Él es como un niño malcriado que tiene que tener todo lo que quiere. —No voy a decirlo. —Dmitri le tocó la cabeza—. Además, me gustaría haberme equivocado. Me siento como si me hubieran decepcionado también. Para su sorpresa, pudo sentir el calor de la mano de Dmitri. Un poco de su dolor se desvaneció. ¿Fue porque estaba siendo tocada por un ángel? —¿Por qué estás decepcionado? —Lo miró con recelo—. Deberías estar contento de que tenías razón. —Este es el hombre con el que tengo que unirte. Tienes carácter y te gusta fastidiar, pero te mereces a alguien que te apoye y cuide de ti. —Dmitri frunció el ceño a la puerta de la habitación de Trevor—. Un tipo así nunca te dará el amor que necesitas. Pasarás toda tu vida tratando de vivir de acuerdo con sus ridículas expectativas. —¿Significa que estás renunciando a tu misión? —preguntó esperanzada. —No, es el plan de Dios. —Los hombros de Dmitri cayeron—. La fe es creer que Dios sabe lo que es para el bien común, incluso si no lo ves en ese momento. Hay una razón por la que necesitas terminar con él. —¿Tengo que, ugh, casarme con él? —Incluso la idea era dolorosa—. Dijiste estar juntos. Eso no significa necesariamente permanecer juntos. —Vamos a ver qué pasa. —Dmitri le dio una sonrisa dolida—. Será mejor que le des a ese tirano su café antes de que empiece a desmantelar la habitación. —Estoy un poco preocupada por eso. —No quería que le lanzara algo en la cabeza. —No lo estés. —Dmitri le apretó el hombro—. Te protegeré pase lo que pase.

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Sus palabras la consolaron. Aun así fuera el ángel más irritante del mundo, era un ángel irritante que se haría cargo de ella. Además, el chico solía combatir demonios. Él podía manejar una estrella pop engreída. Respiró hondo y entró en la habitación de Trevor con Dmitri. De repente, Trevor no se veía atractivo para ella más. Su cabello oscuro parecía grasiento. Su piel parecía demasiado dorada como si se hubiera quedado demasiado tiempo en un salón de bronceado. Lo peor eran sus ojos. No eran más misteriosos, eran mortíferos. Cuando lo miró, ya no estuvo en trance. En cambio, sentía como si estuviera cayendo en las profundidades del infierno. ¿Cómo podría Dios esperar que acabara con este hombre?

—¿Eres lenta o algo así, mujer? —Trevor negó—. Primero, te tomó un año para traerme mi café, ahora estás mirándome como si estuvieras con muerte cerebral. Katherine, habla con el gerente de producción. Quiero a esta mujer despedida. ¡Qué atrevido! Chico, esa mujer de cabello castaño se sorprendería al descubrir que ella ni siquiera trabajaba para el estadio. Su mandíbula se tensó cuando dio un paso adelante. Dmitri cayó con calma a su lado. Se encontró ganando fuerza. Dmitri la protegería. En ese momento, toda la incredulidad se desvaneció. Dmitri tuvo que haber sido un ángel. Ningún otro podría haberle dado la fuerza suficiente para caminar hacia adelante en ese momento. A medida que ganaba confianza, dio un último paso. Eso fue cuando su terrible mala suerte la golpeó de nuevo. Se deslizó en el piso encerado y perdió el equilibrio. La taza de café voló de sus dedos. Dmitri envolvió sus brazos alrededor de su cintura y le impidió que golpeara el azulejo. Lamentablemente, si bien se las arregló para evitar caer, no hizo nada sobre la taza de café que aterrizó justo sobre la cabeza de Trevor Malone. Trevor balbuceó, el café le goteaba de su bella nariz. Katherine soltó una carcajada que rápidamente disfrazó como una tos. Los otros dos hombres al lado de Trevor miraban con la boca abierta. Uno de ellos tomó una foto con su teléfono. —Tú. —Trevor la señaló, su dedo temblando de rabia—. Tú eres un problema. —No quería derramar el café —dijo—. Lo siento. —No importa cuánto lo sientas —dijo Trevor—. ¿Sabes cuánto vale esta camiseta? —No. —Negó—. Pero voy a pagar por su limpieza. Con el ceño fruncido, Trevor dijo la blasfemia de una manera que hizo que todos en la habitación se tensaran. Dmitri dejó escapar un siseo enfadado, pero fue Meg quien se puso delante de ella. —¿Qué le acabas de decir a mi amiga, creído? —preguntó Meg. —¿Qué dijiste? —Los ojos de Trevor se estrecharon.

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—Ya me has oído. No me importa si ella derramó el café sobre ti —dijo Meg—. Nadie le habla a mi mejor amiga de esa manera. —No le voy a pedir disculpas a nadie. —Trevor miró a su amiga de arriba hacia abajo—. Por cierto, realmente necesitas menos maquillaje. Parece como si un niño de cinco años pintó tu rostro.

Algo en Chloe estalló. Trevor podía insultarla todo lo que quisiera, pero no podía insultar a su mejor amiga. Dio un paso hacia delante y miró a Trevor. —Retira lo que le dijiste a Meg —dijo ella. —No. —Trevor la miró. —Dije, retíralo —gritó—. Si no lo haces, voy a romper tu cara bonita. Ni siquiera tu cirujano plástico será capaz de arreglarla. Trevor no dijo nada. —Me voy a asegurar de que esto duela —dijo. Hizo sonar sus nudillos peligrosamente y luego lanzó su puño directamente al rostro del chico. Un segundo antes de hacer impacto, se detuvo. Trevor parecía patético, acobardado ante sus nudillos. —Ni siquiera vales la pena para golpear. —Negó y se alejó—. Ven, Meg. Nos vamos. —Bien. —El rostro de Meg estaba pálido. Volteándose, salió de la habitación con Meg y Dmitri detrás de ella. Estaba tan enfadada que estaba temblando. —¿Estás bien? —susurró Meg—. Nunca te he visto tan enojada antes. —Él te insultó. —Arrugó la nariz con disgusto—. Por supuesto que estaba enojada.

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Meg negó, pero no dijo ni una palabra más.

Seis M

eg se estacionó fuera del apartamento de Chloe. Dmitri se sentó en el

asiento trasero con una expresión furiosa en su rostro. Era difícil decir si estaba enojado por ella o Trevor. Sus manos aún temblaban mientras miraba hacia al frente. Estúpidas celebridades mentirosas. No podía creer que Trevor hubiera logrado convencer a tantas personas de que era un buen chico. El dinero realmente podía comprar a cualquiera, ¿no? —¿Por qué no dejas que me quede esta noche? —preguntó Meg—. Así no estarás sola. —Ahora nunca estoy sola, ¿recuerdas? —Hizo contacto con la mirada de Dmitri por el espejo retrovisor. —Oh. —El rostro de Meg palideció. —Estoy bromeando —mintió—. Quiero darme una ducha caliente e ir a la cama, ¿de acuerdo? He tenido un montón de esperanzas rotas esta noche. —Llámame a primera hora en la mañana. —Meg la miró, dándole a entender lo que ocurriría si no lo hacía. —Lo haré. —Asintió—. Por cierto, gracias por defenderme hoy. —¿Me estás agradeciendo? —Meg soltó un bufido—. Debería darte las gracias a ti. Casi golpeas a tu ídolo por mí. —Ya no es mi ídolo. —De todos modos, había sido una idiota por admirarlo.

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—Sí, no lo admiraré nunca más —dijo Meg—. Quemaré todos sus CDs. No quiero volver escuchar esa melosa voz. Ella asintió, esperando hacer algo similar con toda su parafernalia de FA6L. Después de que se despidiera de su amiga, se bajó del auto y se dirigió a su apartamento. Dmitri como su sombra, sin decir una palabra. Luego de que entraran se puso de pie en la sala de estar y se quedó con la mirada al frente. Normalmente, su hogar era un lugar de soledad y seguridad. Podía llorar cuando quisiera o comer masa de galletas cruda hasta que le doliera el estómago. Ahora deseaba llorar, pero no quería desmoronarse frente a Dmitri. Siempre trataba de ser fuerte frente a los demás.

—Voy a tomar una ducha. —Por lo menos en la seguridad de la ducha nadie podía verla llorar. Dio un paso hacia adelante, pero Dmitri la detuvo agarrándola del brazo. Ahora no, Dmitri. No estoy de humor. Se quedó de espaldas a él, con la esperanza de ocultar su dolor. Después de todo, sabía que estaba siendo ridícula. No era como si hubiera perdido a un buen amigo, o hubiera sido apuñalada en la espalda por alguien a quien amaba. Trevor Malone siempre había sido un extraño para ella. Era solo el hecho de que él era un desconocido que le había dado mucha comodidad. Hasta ahora. —Mírame —susurró Dmitri, su voz llena de preocupación. —No. —Sacudió la cabeza, desesperada por ocultar sus emociones de él. —Incluso ahora, eres tan... —Dmitri no terminó la frase, y en su lugar le dio la vuelta para mirarla. Ella lo miró, tratando de ignorar la forma en que su labio inferior temblaba. —Estarás bien —dijo Dmitri. —¿Alguna vez dije que no lo estaría? —Odiaba lo débil que se sentía y no quería admitirlo. —No con la boca. —Los ojos de Dmitri parpadearon hacia sus labios—. Pero tus ojos me están diciendo todo lo que necesito saber. El estar frente a él causó que la lágrima que mantenía dentro de ella saliera. Si solo hubiese estado en la seguridad del baño. Una lágrima rodó por su mejilla al recordar la horrible manera en que Trevor la había llamado. —No llores. —Dmitri rozó su cálido pulgar por su mejilla. —No estoy llorando. —De acuerdo, lo estaba—. No lo hago. Dmitri rodó los ojos, pero la tomó en sus brazos.

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Al principio se quedó paralizada por la sorpresa. Había pasado mucho tiempo desde que alguien la había abrazado cuando lloraba. No es que sus padres no fueran reconfortantes, pero después de que se mudara cuando tenía dieciocho años, había luchado por su independencia. Sin embargo, ahora que estaba de pie en los musculosos brazos de Dmitri, se dio cuenta de lo estúpida que había sido al no buscar la comodidad más allá de la música de una estrella del pop desquiciado. Estar en brazos de alguien era mucho mejor que cualquier CD. Envolvió sus brazos alrededor de Dmitri. Más lágrimas se derramaron por sus mejillas, haciendo que su camiseta se humedeciera. El chico olía maravilloso, a dulzura y tierra. Nunca había conocido un aroma parecido y se dio cuenta que era porque no estaba abrazando a un hombre ordinario, estaba abrazando un ángel. Le apretó cuando él enredó sus dedos en su cabello.

—No le digas a nadie sobre esto. —Sollozó—. No puedo creer que esté llorando por un hombre que solo he visto una vez. —Por supuesto que no le diré a nadie —dijo Dmitri. De alguna manera le creyó. Se mordió el labio inferior, recordando la cara enojada de Trevor y la oscuridad en sus ojos. ¡La de un mocoso malcriado! —No puedo creer que me haya gustado Trevor durante tanto tiempo — murmuró. —A la mitad del mundo le gusta —dijo Dmitri—. No estés molesta contigo misma. Independientemente de las palabras de Dmitri, habría montones y montones de auto-reprimendas. Quería romper su corazón en pedazos a causa de su estupidez. —Es más fácil decirlo que hacerlo —murmuró. —Por primera vez, tienes que escucharme. —Dmitri la tomó de la barbilla y la obligó a mirarlo—. No fue tu culpa. Él es un mentiroso. Las personas buenas no tienen la culpa por confiar en alguien que se tergiversa a sí mismo. Miró a los ojos de Dmitri. Podía ver su reflejo en ellos. Sus ojos son como espejos, pensó. —Para ser un ángel guerrero, eres muy bueno en esto del consuelo —dijo. —¿Lo soy? —Él pareció sorprendido—. Pensé que era casi tan cálido como un carámbano. —No es que cuente. —Sollozó y otra lágrima se le escapó—. Al igual que ahora. —Estoy contento de estar aquí contigo así —dijo Dmitri—. La mayor parte del tiempo los ángeles tienen que mirar en silencio mientras sus seres humanos sufren. Es por eso que nunca fui muy bueno en el trabajo de la guarda. Abrazar es mucho mejor que merodear en las sombras y enviar mensajes subliminales. Una extraña sensación de calma se apoderó de ella. Las lágrimas dejaron de fluir, a pesar de que había un rastro de sal en sus mejillas. Sollozó una última vez, sorprendida por lo bien que se sentía. Ahora Dmitri era su roca en medio de la tormenta. Por primera vez en la historia, estaba agradecida que le hubieran traído a su vida.

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—Gracias —susurró. —No es necesario que me des las gracias. —Él dejó escapar un suspiro en su cabello—. Si no te hubiera traído a ese estúpido concierto, no estarías llorando, para empezar.

—No fue tu culpa. —Suspiró—. De alguna manera, lo que pasó es bueno. Ahora voy a dejar de idolatrar a un idiota egoísta. —Si eso significa que no vas a escuchar música de mierda nunca más, entonces eso es una buena noticia para los dos. —Dmitri limpió con sus manos las lágrimas restantes en su mejilla—.Te ves un poco mejor ahora. —Gracias a tus poderes —dijo. —¿Poderes? —Él levantó una ceja, confundido. —Tienes una capacidad de calmar, ¿no es así? —dijo—. Me di cuenta por primera vez cuando me diste unas palmaditas en la cabeza después del concierto. Cuando me tocas, me siento mejor. —No tengo ningún poder así —dijo—. Algunos de los otros ángeles lo hacen, pero no yo. Fui creado para la fuerza y la lucha, no la calma y la tranquilidad.

¿No tiene ningún poder para calmarme? Entonces, ¿por qué me siento mucho mejor solo porque me toca durante unos segundos? Cuando ella lo escrutó, Dmitri se rió entre dientes. —Veo algo de intensidad regresar a tus ojos —dijo—. ¿Por qué no te duchas como querías y hago algo poco saludable de comer? —En una noche como esta, lo que sea que hagas tendrá que rebosar en colesterol —le advirtió. —Oh, lo hará. —Dmitri la empujó suavemente hacia la dirección del baño—. Adelante.

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Mientras ella se alejaba, rápidamente le dio un vistazo a Dmitri. El hombre llevaba una expresión de dolor, como si estuviera sufriendo junto con ella. Se preguntó cuántas veces el ángel de la guarda que había cuidado de ella antes que él, había usado esa expresión. Cuando era adolescente, había sido desgarbada y molestada sin parar por tener las piernas de pollo y no tener pecho. Siempre había luchado contra los matones, pero después de que se fuera de casa, lloró muchas veces. Cuanto más cerca estaba de Dmitri, más se daba cuenta que nunca había estado sola. Lo que significaba que no había sufrido por ella misma... Con un suspiro, apartó los ojos de Dmitri y entró en el baño. Abrió la ducha, sumida en sus pensamientos. Antes de que se quitara la ropa, se enfrentó al espejo y casi gritó con horror. Su rímel dejaba líneas largas y negras en su cara y su lápiz labial estaba manchado. Moco brillaba en su labio superior. Los mechones de cabello rojo que escaparon de su moño estaban pegados en su cara a causa de sudor y lágrimas. Se veía horrible. Con Dmitri y su facilidad para estallar, fue sorprendente que hubiese logrado reprimir cualquier comentario.

Es porque él es mejor de lo que da a demostrar. En el exterior, Dmitri es músculo y sarcasmo, pero en el interior, es gentil y amable. Se quitó la ropa y se

metió en la ducha. Mientras estaba bajo la regadera se dio cuenta de que Dmitri había logrado lo imposible: la distrajo de lo que había pasado en el concierto. Desde que había ido a tomar una ducha, cada pensamiento que tenía era sobre él. Poderes mágicos o no, Dmitri se las había ingeniado para tomar la mayor parte de su dolor. *** Cuando Chloe salió de su habitación, llevaba su feo pijama a cuadros de nuevo. Su cabello era una cascada húmeda que le recorría la espalda. Si Dmitri podía manejarla con mocos corriendo por su cara, entonces podía manejarla en pijama de gran tamaño con el cabello mojado. Después de que entró en la cocina, vio a Dmitri de pie junto a un sartén con una expresión vacía en su rostro. Toda la habitación olía a chocolate. Dmitri me hizo brownies. ¿Cómo pude haber pensado que lo odiaba? Se apoyó en el mostrador y lo miró a los ojos. —¿Cómo te sientes? —preguntó Dmitri. —Mucho mejor. La ducha ayudó. Mañana va a ser más difícil. Voy a comenzar a quemar los CD. Dmitri sonrió por un segundo, pero luego la sonrisa desapareció. —Bien, ahora ¿qué pasa contigo? —preguntó ella—. ¿Harás un comentario sarcástico o algo? Cielos. No sé qué pensar de ti cuando estás así. —Eres consciente de que todavía tengo que seguir adelante con mi misión, ¿no? —dijo. —Realmente no se puede esperar que tenga algo que ver con Trevor Malone después de la pelea que tuvimos. —Su estómago se hundió. Incluso los brownies no podían curar su dolor—. El tipo me insultó y a mi mejor amiga. —Me gustaría no tener qué, pero es la voluntad de Dios. —Los puños de Dmitri se apretaron—. Él sabe qué es lo mejor. —No debería haber terminado con Trevor. —Incluso la idea de verlo de nuevo le dio una migraña—. Si te das por vencido, ¿qué es lo peor que podría pasar? —Otro ángel haría la misión en vez de mí —dijo Dmitri—. Tal vez hasta tengas más de un guardián.

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—Básicamente, ¿estás diciendo que si no lo haces, entonces alguien más lo hará? —La boca le sabía amargo. —Por desgracia, esa es la forma en que funciona —gruñó Dmitri y se pasó una mano por su cabello rubio—. Es mi trabajo. Lo siento. —Esto es cruel. —Estaba horrorizada—. ¿Por qué hace Dios esto?

—Dios no es cruel, Chloe. —Dmitri se inclinó sobre el mostrador y puso su mano sobre la de ella—. Te está empujando en la dirección de Trevor porque ahí es donde encontrarás la felicidad y la plenitud. —¿Por qué tienes tanta fe? —Dejó escapar un suspiro—. Ya viste como es Trevor, pero suenas tan seguro de que Dios está haciendo lo correcto con que estemos juntos. —Si vieras los milagros que he visto yo, entonces lo sabrías. —Dmitri le dirigió una sonrisa alentadora—. Confía en lo que Dios quiere. Sé que es duro, pero eso es lo que hay que hacer. —Es muy difícil. —Tan difícil que no estaba segura si podía hacerlo—. No lo sé, Dmitri... —Si no puedes confiar en Dios, confía en mí —dijo—. Puedes hacer eso, ¿verdad? —¿Poner mi confianza en el ángel más desquiciado del planeta? —Le levantó una ceja. Dmitri gruñó. —Está bien. Está bien. —Cruzó los brazos—. Voy a darle una oportunidad a esto de la confianza, pero tienes que hacer algo por mí a cambio. —¿Qué es? —Dame una enorme bola de helado en la parte superior de mi brownie — dijo—. Si tengo que manejar esta mierda, entonces, por lo menos merezco un helado. Por último, la sonrisa de Dmitri reapareció. —Creo que puedo hacer eso. —Dmitri le guiñó un ojo y abrió el congelador. ***

Chloe se puso de pie en el altar, un ramo de lirios blancos en sus brazos. El vestido de novia que llevaba era de seda y se aferraba a cada curva. Un velo blanco colgado en su cara, lo que le dificultaba la visión. Un sacerdote permanecía de pie delante de ella, leyendo una biblia. A su lado de pie, un hombre con un traje negro, pero no podía ver su rostro.

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—Ahora los declaro marido y mujer —dijo el sacerdote—. Puedes besar a la novia. El novio levantó el velo. Ella vio el rostro de su nuevo marido por primera vez. Era Trevor Malone. Su mirada era fría y tenía la mandíbula tensa. No era la expresión que quería ver en el hombre que era su marido. Ella siempre había jurado que nunca se conformaría, pero ahora había roto todas sus promesas a sí misma por casarse con alguien a quien no amaba.

Mientras se estremecía, Trevor se acercaba cada vez más. Cuando sus labios tocaron los de ella, la dureza de su boca era la misma que en todos sus sueños anteriores. El problema era que ahora sus sentimientos eran diferentes. Los estremecimientos que una vez que se había extendido por todo su cuerpo a causa de su contacto se habían ido. No sentía nada por él, solo frialdad. Antes de que pudiera empujarlo, ya estaba un paso atrás, con los ojos tan oscuros y tan insensibles como antes. Ella no quería esto. Sin duda, esto no podría haber sido lo que Dios había planeado para ella. Dmitri le había dicho que la llevaría por un camino de felicidad, pero esto no era la felicidad. Esta era miseria y soledad. Se apartó de su nuevo marido y buscó al ángel. Lo encontró en la primera fila. —Dmitri —dijo. Dmitri la miró, sus ojos plateados brillando. Ella podía ver su reflejo en sus iris de nuevo, pero la visión de sí misma de pie junto a Trevor estaba mal. Caminó hacia el ángel y él fue por ella. Antes de que sus manos pudieran tocarse, fue apartada de él por Trevor y se la llevó. No dejaba de mirar por encima del hombro, tratando de ver a Dmitri. Un segundo estaba allí, y al siguiente desapareció. Su ángel se fue. Chloe se despertó con un grito de asombro, su corazón tronando en su pecho. Había tenido otro sueño extraño sobre Trevor. Con un gemido, retiró las mantas y se quedó mirando el suelo. Estoy bien, se dijo. Pero si ese fuera realmente el caso, entonces, ¿por qué se sentía tan mal? Gimió y se dio cuenta de lo seca que estaba su boca. Agua ayudaría. Salió de la cama y se dirigió al pasillo. Cuando escuchó a Dmitri hablando, se quedó paralizada. ¿Qué diablos estaba haciendo? No tendría que haber estado hablando con alguien esta tarde, especialmente en su apartamento. —Entiendo —dijo Dmitri—. Es solo que estoy preocupado por ella. Es especial. No quiero que sea herida. Cuando entró en la sala, vio que Dmitri estaba de rodillas, con los ojos fuertemente cerrados. Está bien, ¿mi ángel está delirando? A pesar de que no podía ver con quién estaba hablando, se sentía como si estuviera escuchando una conversación telefónica a escondidas. —Lo entiendo —gruñó Dmitri—. Lo sé. Voy a lograr que se haga.

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Mientras ella se apoyaba contra la pared, los ojos de Dmitri se abrieron lentamente. ¿Sabe que estoy aquí?, se preguntó, levantando una ceja. —Sé por experiencia que hablar con la pared no es la cosa más sensata — dijo sabiamente. Se dirigió a la cocina, sin quitar los ojos de él.

—No le estaba hablando a la pared. —Dmitri se asentó en el sofá—. Estaba orando. —Sonaba como una conversación de dos vías para mí —dijo. —Orar es diferente cuando eres un ángel —dijo Dmitri—. Puedo oír a Dios en mi cabeza. —Eso es muy útil —dijo—. Es como si tuvieras un teléfono con línea directa al cielo. ¿Qué dijo Dios? —No mucho. —Se encogió de hombros—. Esto fue más o menos solo un informe de estado. —¿Un informe de estado? —Sonaba como si estuviera en el ejército —Sí. Tengo que dar uno cada par de días. —Se encogió de hombros de nuevo—. ¿Por qué estás despierta, de todos modos? Estamos en mitad de la noche. —Necesitaba agua. —No iba a hablar de la pesadilla—. ¿Vas a estar haciendo más informes esta noche? —No, todo está hecho. —Él sacudió la cabeza—. Probablemente vea la televisión ahora, ya que los ángeles no duermen. Ella lo estudió. —¿Qué? —Él levantó una ceja. —Nada. —Se encogió de hombros—. Es solo que normalmente cuando la gente oye voces en su cabeza, no es una buena cosa. Te ves un poco psicópata. —Ve a dormir. —Rodó los ojos. —Está bien, está bien.

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Con el ceño fruncido, tomó un vaso de agua y volvió a la cama.

Siete L

a mañana siguiente, Chloe despertó, su cabello despeinado colgaba sobre

su cara. Los eventos de la noche anterior volvieron en un instante a su cabeza. Había sido insultada por Trevor, el hombre en el que había confiado durante tantos años. El chico incluso había herido a su mejor amiga. Encima de esto, su comilona de brownies había sido buena para su corazón pero no tan buena para su figura. Cuando se levantó, se sintió tan hinchada como una ballena asesina. Hoy era la clase de día para usar un chaleco gigante y holgado pantalón de deporte. No le importaba si Dmitri la obligaba a usar un vestido de diseñador. Se negaría a usarlo y se quedaría en su pijama. Frunciendo el ceño, salió de su habitación y fue a la sala de estar. Vio que Dmitri estaba tumbado en el sillón con los ojos cerrados. Dado que dijo que los ángeles no necesitaban dormir, asumió que estaba descansando. Ahí fue cuando notó plumas llenando su alfombra de color crema. ¿Dmitri había luchado en contra de sus cojines decorativos? Si había rasgado uno, lo mataría. Caminó hacia las plumas y tomó una.

Extraño. Es una pluma realmente grande. No es el tipo de pluma con el que rellenas un cojín. Mientras fruncía el ceño, Dmitri abrió sus ojos y la miró. Se demoró en reaccionar. —¿Qué te pasó? —le preguntó Dmitri—. Pareciera como si un tejón salvaje se metió en tu habitación y atacó tu cabello. —Es solo un mal día para mi cabello. —Tocó sus trenzas rojizas e hizo una mueca. No debería haber dormido con el cabello húmedo—. La pregunta más importante es, ¿de dónde salieron todas estas plumas? Dmitri se incorporó y agarró una de las plumas. —Esto es extraño —dijo—. No sé, no estaban aquí temprano.

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—No pueden simplemente haber aparecido de la nada —dijo—. ¿Vino alguno de tus amigos ángeles anoche y mudo sus plumas sobre mi alfombra? —Soy un ángel, no un pájaro. No mudamos las plumas —dijo un poco enojado—. No estoy seguro de dónde vienen las plumas. Habría sabido si alguien vino.

Mientras una vena palpitaba en su mandíbula, Dmitri rascó la parte de atrás de su cuello. —Todo en mi vida ha sido extraña desde que tú entraste en ella. —Sus hombros cayeron y caminó hacia la cocina—. ¿Quieres una taza de café? —¿Realmente me estas ofreciendo algo de tomar? —preguntó Dmitri—. Ya no eres tan maleducada como solías ser. Miró al ángel. —Puedo retirar mi oferta en cualquier momento —le advirtió—. Vigila tus bromas. —Estaba haciendo una observación inofensiva. —Dmitri puso los ojos en blanco. —Tú observaciones inofensivas me hacen querer pegarte en la cara. —No recomendaría eso. —Apuntó a su nariz—. Soy un ángel guerrero. Esta cara es tan fuerte como el acero. Lo parecía. No podía siquiera tratar al chico apropiadamente. De todos modos tampoco lo golpearía. Tan molestoso como era, también era de ayuda. Encendió la cafetera y preparó el café. Mientras el olor de café recién hecho hizo que la habitación oliese como el cielo, escuchó el sonido de su celular en su habitación. ¡Diablos! Su ringtone era de Trevor Quick to Breathe. Iba a tener que cambiarlo lo más pronto posible. Incluso el sonido de la voz de Trevor la ponía con los nervios de punta. Caminó rápidamente a su habitación y contestó el teléfono. —Hola —dijo. —Hola, ¿es Chloe Molloy? —preguntó una mujer.

Conozco esta voz. ¿Quién es? No podía haber sido alguna de sus clientas porque hubiese recordado el nombre de la persona. —Sí, es Chloe. —Agarró el teléfono más apretado—. ¿Con quién hablo? —Mi nombre es Katherine Henshaw —dijo la mujer—. Nos reunimos brevemente anoche en el concierto. Soy la manager de Trevor Malone. Santa mierda. Era la mujer de cabello café quien le había hecho una asombrosa taza de café. Solo la curiosidad le impidió terminar la llamada.

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—Sí, te recuerdo. —Frunció el ceño—. ¿Cómo conseguiste este número de teléfono? —Tu amiga le dio tu número a seguridad antes de que fueras detrás del escenario —le explicó Katherine—, también podía encontrar tu número online a través de tu negocio de hacer parejas.

Estúpido internet. —¿Qué es lo que quieres? —preguntó Chloe—. No me demandarás, ¿cierto? Si Trevor lo iba a intentar, entonces sería un chiste. Era tan pobre que lo máximo que él podía recibir eran 500 dólares y un sillón que había comprado en una tienda de segunda mano. —No, esto no es acerca de un asunto legal —dijo Katherine—. Es sobre algo diferente, ¿podemos tomar un café juntas? —Mmm… —¿Qué hago? —Por favor. —Katherine sonaba frustrada—. Es importante. —¿Irá el idiota? —preguntó. —¿Te refieres a Trevor? —preguntó Katherine. —¿A quién más me referiría como idiota? —No era como si estuviese acostumbrada a ser insultada o a que insultaran a su mejor amiga. —No, no estará allí —suspiró Katherine—. Seremos solo nosotras. —No me envenenarás, ¿cierto? —preguntó. —Por supuesto que no. —Katherine resopló—. ¿Te parece a las dos en punto? —Está bien. —No era como si tuviese alguna reunión con un cliente hoy. —Bien —dijo Katherine—. Nos encontramos en la compañía de Café J&J que está en la calle Main. ¿Puedes encontrarla? —Sí. —Gracias súper teléfono que tienes la capacidad de GPS—. Estaré allí. ¿Debería estar preocupada por lo que dirás? —No. En el fondo, Chloe escuchó a un hombre gritando. Le tomó un momento darse cuenta de que era Trevor. —Trevor suena realmente dulce, como siempre —murmuró sarcásticamente. —No es una persona mañanera —suspiró Katherine. —Y aparentemente tampoco una persona nocturna. —Sacudió su cabeza disgustada.

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—No es tan malo como piensas —dijo Katherine—. Solo tiene sus momentos. Por segunda vez, Trevor gritó. Pareciese que Katherine estaba a solo cinco segundos de ser atacada por la estrella pop. Puesto que la mujer había elegido su destino, no sentía mucha lástima. —Te dejaré ir. —No quería que el asesinato de Katherine fuese su culpa—. Hasta luego.

—Hasta luego. —La otra mujer cortó la llamada.

¿Qué es lo que quiere de mí?, pensó, mirando al teléfono. Dmitri entró en la habitación y se desplomó en la cama. —Bueno, esa fue una llamada interesante —dijo—. La manager de Trevor Malone quiere reunirse contigo. Que día. —¿Escuchaste todo? —No había manera. Había estado en la sala de estar. —Los sentidos de ángel nuevamente, pequeña. —Tocó sus oídos—. Puedo oír tan bien que sé que tus vecinos están teniendo una conversación acerca de cómo financiaran la educación de su hija. Incluso cuando había aceptado que Dmitri era un ángel, no pensaba que algún día se fuera a acostumbrar a sus habilidades especiales. Se recostó en la cama junto a él y miró al techo, sintiendo como una oleada de energía aparecía entre ellos. Se recostó de lado y puso su mano en el fuerte brazo de Dmitri. Sus ojos se encontraron. Su cuerpo comenzó a hormiguear, pero pensó que era por el encuentro que tendría con Katherine. —¿Qué crees que Katherine quiere de mí? —preguntó—. ¿Crees que puedo estar en problemas? No me puedo permitir pagarle a un abogado. —La escuchaste. —Dmitri se encogió de hombros—. No es acerca de temas legales. De todos modos no creo que Trevor quiera arruinar su reputación llevándote a la corte. —Entonces, ¿qué más puede ser? —Se movió. —Supongo que tendremos que esperar y ver. —Dmitri le quitó importancia. —¿Irás conmigo a la reunión? —le preguntó. —Siempre estoy contigo, incluso cuando no me ves —le aseguró Dmitri. La declaración que una vez le había parecido tan horripilante ahora la reconfortaba y reforzaba su fuerza. Nunca se había dado cuenta lo bueno que era saber que no estaba realmente sola. —Esto todavía es malo —murmuró. —¿Por qué? —Esto significa que me tendré que poner mis bragas de niña grande hoy — dijo.

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Dmitri dejó salir una fuerte risa y revolvió su ya despeinado cabello. Cuando ella encontró su mirada, vio un destello que no había visto antes en sus hermosos ojos grises. ***

Al cuarto para las dos, Chloe abrió la puerta de la cafetería y entró. Dmitri la siguió. La habitación era pequeña y acogedora. Las personas se sentaban alrededor de las mesas con grandes tazas de café mientras jugaban en sus computadoras. El aroma de café y de los rollitos de canela llenaban el cálido aire. Miró alrededor, preguntándose si es que Katherine ya había llegado. Estaba aliviada cuando vio a la mujer cerca de la ventana jugando con su teléfono.

Aquí Vamos, pensó, caminado hacia la otra chica. Se sentó al frente de Katherine, y Dmitri permaneció a su lado. La mujer dejó de mirar a su celular, y se encontró con sus ojos. —Estoy feliz de que hayas venido. —Katherine puso su teléfono en su bolso. —Para ser honesta, solo vine por curiosidad. —Cruzó sus piernas—. Me preguntaba qué es lo que querías. —Y sé por qué es eso. —Katherine suspiró. Chloe miró a Dmitri pero rápidamente miró hacia otro lugar. El chico estaba en su modo cauteloso. No debería estar mirando a un hombre invisible. —Entonces si no me demandarás, ¿qué pasa? —preguntó—. No puedo pensar en alguna otra razón de por qué me querías ver nuevamente. —Tú presenciaste el mal comportamiento de Trevor anoche —dijo Katherine. —No lo sabía —dijo un poco enojada. —Si le dices al público lo que pasó, la reputación de Trevor será perjudicada —dijo Katherine—. No quiero que eso pase. ¿Entiendes lo que estoy tratando de decir? La comprensión cayó en la cabeza de Chloe. Esta reunión era acerca de mantener su boca cerrada para que Trevor Malone pudiera mantener su falsa reputación. El chico tenía la desfachatez de pensar que ella caería tan bajo como para vender su historia a los paparazzi. —No quieres que hable con los periódicos —dijo—. Esa es la razón de esto. —Si —asintió Katherine—. Trevor Malone está dispuesto a pagarte el doble de lo que cualquier revista te ofrecería si no dices nada de lo que pasó a la prensa.

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Las palabras la volvieron furiosa. Para comenzar nunca tuvo la intención de hablar con la prensa. No era la clase de persona que vendería a alguien por dinero. Sí, estaba enojada por lo cruel que Trevor había sido con su mejor amiga, pero todo lo que quería hacer era olvidarse de eso. Se puso de pie y Katherine la miró, en sus ojos el símbolo de dinero. —Eso no será necesario. —Agarró su bolso—. Dile a Trevor Malone que no soy la clase de mujer por la cual puede pagar.

¿Trevor pensó alguna vez en solo disculparse? Pensaba que el dinero podría solucionar todo. Bueno había ladrado al árbol equivocado esta vez. No había manera de que ella recibiese su dinero. —Espera. —Katherine se puso de pie también. —Estoy segura que tienes a otras personas a las cuales sobornar y nuevas historias que ocultar, así que me iré. —Sacudió su cabeza y se alejó—. Por favor no me contactes de nuevo. —Pero Trevor está… —Muerto para mí —la cortó. Dmitri se contrajo con sus palabras. Después de todo, era su misión lograr que ella estuviese junto al ídolo. —Adiós —dijo amenazadoramente, sin poder contener su frustración. Todavía enojada, dejó la cafetería. Se subió a su auto detrás del manubrio, echando humo. Dmitri caminó fuera y se sentó junto a ella. —Wow. —Dmitri la miró—. Eso fue mucha rabia, pequeña. —Bueno, esta experiencia fue humillante. —Sacudió su cabeza—. El estúpido de Trevor. En lugar de disculparse, trató de pagarme. —Sabes, la mayoría de la gente hubiese tomado el dinero. —Dmitri arrugó la nariz—. Su manager probablemente pensó que te estaba haciendo un favor. —No quiero dinero por algo tan horrible como esto. Además, nunca tuve la intención de vender la historia —dijo—. El hecho de que Trevor crea que soy la clase de persona que solo busca dinero me enfurece. No tomaré su dinero y no lo necesito. Lo haré por mí misma. Dmitri la miró mientras cambiaba de expresión. —¿Qué? —Levantó una ceja. —Unos pocos habrían pensado de esa manera —dijo Dmitri—. Tú escogiste a tu moral por sobre las riquezas. No sentía nada de orgullo por rechazar el dinero. Todo lo que sentía era enojo. Momento de lamentarse. —Vamos —dijo—, ¿tienes hambre? —Siempre tengo hambre —dijo Dmitri. —Bien. —Al menos tenía alguien con quien comer.

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*** Mientras Chloe entraba en su departamento con Dmitri detrás de ella, gruñó porque estaba llena de pollo frito. Se dirigió al sillón y se recostó en este. Otra pluma estaba pegada entre los cojines del sillón. ¿Qué diablos? ¿De dónde venían

todas estas plumas? Era como si mágicamente aparecieran por todas partes. Rodó los ojos y se tendió en el sillón, ignorando a su teléfono el cual vibraba en su bolsillo. Había estado haciendo eso todo el día. —¿No contestarás? —le preguntó Dmitri, sentándose en los brazos del sillón. —No. —Pasó sus dedos por su cabello. —¿Qué tal si es alguien importante? —preguntó Dmitri. —¿Cómo quién? —Levantó una ceja. —Podría ser cualquiera. Eres una intermediadora de parejas. —Dmitri se encogió de hombros—. Probablemente no deberías ignorar tu teléfono. No es bueno para tu negocio. El chico estaba en lo correcto. Sacó su teléfono y estaba sorprendida de que la llamada no era de Katherine. La llamada era de un número desconocido. Tal vez era un cliente potencial que quería juntarse con ella. Contestó el teléfono. —Hola —dijo. —¿Cuál es la gran idea? —dijo Trevor como una forma de saludo. —¿Perdón? —Oh mierda. Estaba completamente fuera de guardia. —No actúes como si no supieras de lo que hablo —dijo. Se paró, su sangre hirviendo. —No estoy jugando —dijo—. ¿Por qué diablos me estás llamando? —Tú sabes por qué —dijo Trevor—. ¿No te ofrecí suficiente? —No te estoy entendiendo —dijo—. ¿No me ofreciste suficiente, qué? Trevor dejó salir un suspiro de impaciencia —Katherine dijo que te habías negado a recibir el dinero —dijo—, ¿qué es lo que no te hará hablar con la prensa? —¡No quiero nada de tu dinero, idiota! —gritó—. Nunca tuve la intención de hablar con la prensa en primer lugar. Si tu manager hubiese hablado conmigo acerca del asunto en lugar de insultarme al hablar de dinero antes que todo, tal vez se habría dado cuenta. Un largo silencio siguió. Miró a Dmitri quien miraba lejos. No me digas que

sabía que era Trevor el que llamaba…

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—¿No quieres mi dinero? —preguntó Trevor. —No, no quiero tu dinero. —Bueno, lo quería, pero quería más dinero ganado por hacer algo bueno. —Yo… Yo… —Trevor calló—. Está bien, entonces. —Está bien. —Apretó los dientes.

—¿Realmente no le dirás nada a la prensa? —preguntó Trevor. —Como dije, nunca pensé en hacerlo —resopló. —Oh. —Trevor sonaba en shock. —¿Es eso todo? —dijo rápidamente—. ¿Terminamos? Esta conversación era como sacarse los dientes. —Bueno, sí. —Trevor dejó salir un suspiro—. Supongo que sí. —Está bien. —Cortó la llamada. Enojada, miró a Dmitri. Hoy no era su día. Todo el mundo seguía haciéndola enojar. —Sabías que me iba a llamar —dijo—. Puedo verlo en tus ojos. —Dijiste que ibas a confiar en mí. —Se encogió de hombros—. Bueno, necesitabas contestar esa llamada, así que te hice contestarla. —Confío en ti, pero podrías haberme advertido. —Estaba furiosa. ¿Cuán estúpida era que pensó que Dmitri era su aliado? —Probablemente no habrías contestado si te decía. —Dmitri se puso de pie. Bueno, tal vez no lo habría hecho, pero seguía enojada con él. Agarró uno de sus preciados cojines del sillón y lo golpeó en la cabeza. No era un bolso, pero funcionaba tan bien como cualquier cosa. Dmitri la trató de agarrar, pero se movió fuera de su alcance. —Deja de golpearme —dijo Dmitri. —¿Qué harás al respecto? —Levantó una ceja— Creo que mereces unos golpes, traidor. —Golpéame otra vez —dijo Dmitri—, Te re… Lo golpeó en la cabeza con el cojín, haciendo que su cabello rubio se revolviera. —Tú. La sonrisa desapareció de su cara y fue reemplazada por una peligrosa mirada. Retrocedió.

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—Eso es, pequeña —dijo—, jugaste con un ángel guerrero. Estás en graves problemas ahora. Pero antes de que reaccionara, Dmitri se puso de pie y agarró su brazo. Trató de escapar, pero él la arrojó de vuelta en el sillón y le agarró los brazos por sobre su cabeza. Se sentó a horcadas sobre sus piernas y estaba dolorosamente consiente de su fuerte cuerpo presionado contra el suyo. La hermosa cabeza del chico se acercó a la suya. Incluso después de haber comido pollo frito con papas y salsa, su aliento seguía oliendo como rosas. La vida no era justa.

Miró lejos de él, demasiado furiosa para incluso mirarlo con otros ojos. —¿Sabes que me preocupo por ti, verdad? —dijo Dmitri—. Esa es la única razón por la cual te hice contestar esa llamada. —¡Bah! —Se negaba a mirarlo. —Pensé que estabas usando tus bragas de niña grande hoy. —Rodó sus ojos y dejó sus brazos libres. —Ser un adulto está sobreestimado —dijo—. Me saqué las bragas de niña grande y las quemé. —Mira tú. —Dmitri agarró su mentón y la hizo mirarlo. Su cabeza estaba justo arriba de la suya—. Pequeña, necesito que dejes de ser tan terca. Dijiste que confiarías en mí, así que no puedes estar tan enojada cuando te di un pequeño empujón. Lo miró a los ojos. —De todos modos deberías haberme dicho lo que pasaría. Se sintió como una traición. —No te traicioné. Dije que te iba a ayudar y lo estoy haciendo —dijo—. Además, ¿quién está en contra de quién aquí? Tú eres la que comenzó a atacar con almohadas. —Eres un llorón. —Le frunció el ceño—. Podría hacerlo mucho peor y no tendría que usar mis brazos. —Me gustaría verte tratar. —Le agarró los brazos de nuevo. Tenía un plan, pero no estaba segura si lo debería hacer. Por un lado, quería vengarse del ángel, pero por otro lado, se suponía que era una adulta y su idea era un poco inmadura. ¿Debería o no? —No tienes un plan, ¿o sí? —le preguntó Dmitri con la misma sonrisa molestosa en su cara.

Oh, a la mierda con eso. Había quemado sus bragas de niña grande, ¿cierto? Su momento de duda había terminado. Con una siniestra sonrisa, ella lamió la mejilla de Dmitri. Lamer a alguien no era placentero, pero viendo el color desaparecer de la cara del chico lo valía. Mientras él se congelaba sorprendido, ella se escapó de debajo de él y trató de salir de la sala de estar. Dmitri agarró su brazo y la volvió a tirar al sillón. Ya no sonreía. —Me lamiste —dijo—. Nadie en toda mi vida me había lamido.

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—Era una broma. —Una bastante inmadura, pero una broma al mismo

tiempo.

—Tal vez debería lamerte. —Rió, acercándose.

Asco, Asco, Asco. Cerró sus ojos fuertemente con horror, preparada para lo peor. Pasaron unos segundos. Ninguna lamida. Abrió sus ojos y vio que Dmitri la miraba, en su cara había un brillo de triunfo. De pronto se olvidó de lo que habían estado discutiendo. Calor se esparció por su cuerpo y hormigueos viajaron por sus venas. Dmitri era atractivo, y estaba segura de que no era inmune a su belleza sobrenatural. —¿Cuál es el problema? —susurró Dmitri, con voz ronca—. Luces un poco pálida. ¿Estás asustada? —Mmm… —Su cara se calentó cuando Dmitri se movió contra ella. Mierda. Incluso cuando sus tácticas vengativas eran inmaduras, seguía siendo una mujer. No podía ignorar su perfecto pecho o sus delgadas caderas rozando con las suyas. El chico se movió y todo en lo que podía pensar era en deslizar sus dedos por su espalda. Cuando miró fijamente a los brillantes ojos de Dmitri, se estremeció mientras que el aumento de una extraña energía la agobiaba. Sus labios lucían tan fuertes y besables. Se retorció, pero solo lo empeoró por la caliente fricción de sus cuerpos. A pesar de su cambio de humor, Dmitri no se movió de su regazo. Sus fuertes dedos picaban en la piel de sus muñecas. Dejó salir un respiro tembloroso y peleó contra un gemido. Esto no estaría pasando si el ángel no fuese tan malditamente atractivo. Incluso la mujer más mojigata en el mundo tendría problemas en mantener su cabeza clara en una situación como esta. —Um, ¿puedo preguntarte algo? —Su cerebro se había convertido en papilla—. ¿Todos los ángeles tienen ojos como los tuyos? Dmitri no se inmutó con su pregunta. —¿Qué? —preguntó. —Tus iris son grises —dijo—. ¿Todos los ángeles los tienen así? —No, pequeña —dijo—. Solo yo tengo los ojos así.

Bueno, eran realmente algo diferente, pensó, después se dio cuenta que la creciente atracción aumentaba rápidamente. Si se quedaba dónde estaba, podría hacer algo de lo que se arrepentiría. Incluso cuando trató de moverse, Dmitri la seguía sosteniendo. —Dmitri, por favor déjame ir —dijo. —¿Por qué? —preguntó.

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—¿No ves en qué posición estamos? —Estaba desesperada. Dmitri miró a sus cuerpos entrelazados. Cuando se dio cuenta, la boca de Dmitri se tensó y rápidamente se movió de su regazo. —Disculpa —dijo.

—No, discúlpame a mí. —Estaba avergonzada ya que había sentido una explosión de atracción por él en primer lugar—. Yo fui la que comenzó el tonto juego. —No te culpes —dijo—. Incluso si no tengo sentimientos sexuales, sigo teniendo sentido común. Necesitaba darme cuenta de lo inapropiado que estaba siendo. —Pero debería tener algo de autocontrol —dijo—. Ser atrapada en contra del sillón no debería ponerme nerviosa. —No es tu culpa —dijo rápidamente—. Eres solo una humana. Como un ángel, yo era el que debería haberlo sabido. A pesar de las palabras de Dmitri, sintió la vergüenza mientras se paraba. Se miraron a los ojos y la misma atracción que notó cuando estaban en el sillón estaba de vuelta. Ninguno de los dos habló mientras la atmósfera se volvió tan gruesa como crema. Se dio cuenta que la única forma de superar la situación era saliendo de allí. —Debería tomar una ducha. —Una fría. —Sí —asintió Dmitri—. Has eso.

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Nerviosamente se escapó al baño.

Ocho A

la tarde siguiente, Chloe se reunió con Meg en una tienda de sándwiches

después de terminar una reunión con un cliente. Había hecho otra unión exitosa y la mujer estaba feliz con ella. Por desgracia, mientras que su trabajo iba bien, su vida personal no lo estaba. Suspiró, tomó asiento frente a Meg y se cruzó de piernas. Su amiga dejó de comer su sándwich de pavo con mucha mayonesa y la miró fijamente. —Pareces deprimida —dijo Meg. Deprimida no era la palabra adecuada. —Yo no lo llamaría así. —Más bien, confundida—. Me siento nerviosa. —Hmmm. —Meg frunció el ceño—. Eso no tiene nada que ver con Trevor Malone, ¿verdad? —No. —Suspiró y se estiró. —¿En serio? —Meg la miró atónita. —De verdad, de verdad. —Se mordió el labio inferior. —Entonces ¿qué es? —preguntó Meg—. Estabas prácticamente histérica cuando me dijiste lo que te dijo la gerente de Trevor ayer. ¿Debería decirle a Meg sobre sus sentimientos por Dmitri? Probablemente no, pero estaba a punto de estallar por el esfuerzo de retener información. Miró por encima de su hombro, para asegurarse de que el ángel no andaba por ahí. Probablemente estaba tratando de persuadir a Trevor de que no la odiara o algo así. Ahora que estaba segura de que estaba sola, jugueteó con sus pulgares mientras se preparaba para sacar todo.

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—¿Alguna vez te has sentido atraída por alguien que no deberías? — preguntó. —¿Te refieres a una estudiante que tiene un enamoramiento con un profesor o algo así? —Meg frunció el ceño, jugando con el popote de su bebida—. Creo que es natural soñar con lo prohibido.

—Creo que mi situación es un poco peor que la de una estudiante enamorada de un profesor. —Después de todo, tenía que ser un pecado bastante grande desear a un ángel guardián. —¿Es un cliente o algo así? —Meg elevó una ceja. Ella negó. —¿Quién es? —preguntó Meg. —Lo siento, Meg. —Arrugó la nariz—. No lo voy a decir. —Oh, tonterías —gruñó Meg con exasperación—. Bueno, quien quiera que sea, no dejaré que te moleste. Es humano sentirse atraído por personas que no deberías. Lo que importa es si se actúas sobre los sentimientos. —¿Eso crees? —¿Entonces no era la persona más horrible del mundo por sentirse atraída por Dmitri anoche? —Lo sé. —Meg se inclinó hacia delante y susurró—: Soy tan mala que he desvestido a cada hombre en esta sala con mis ojos. Yo lo consideraría lujuria prohibida. —Meg, demasiada información. —Se echó hacia atrás, sin querer escuchar más. —Solo te estoy diciendo la verdad. La mayoría de las mujeres no se asustarían con un poco de aumento repentino de sentimientos —dijo Meg—. Es solo que eres inocente. —No soy inocente. —Conocía cada palabrota en el idioma inglés, e incluso había inventado algunas. —Odio tener que decírtelo, pero lo eres. —Meg se encogió de hombros—. De hecho, creo que es bueno que estés saliendo un poco de tu caparazón.

No estoy segura de que Dmitri estaría de acuerdo. —En este caso, me voy a quedar en mi caparazón, muchas gracias. —Iba a mirar a su ángel de una manera puramente platónica de ahora en adelante. Su futuro dependía de ello. —Haz lo que quieras. —Meg le dio otro mordisco a su sándwich. Mientras le fruncía el ceño a su amiga, su teléfono vibró en su bolsillo. Suspiró y contestó. —Hola —dijo Chloe.

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—Hola. —Era Trevor. Mierda. No de nuevo. El teléfono casi se deslizó de sus dedos. —¿Por qué me llamas? —preguntó. —Quiero hablar contigo en persona —dijo Trevor—. ¿Tienes tiempo?

—¿Para ti? —Levantó una ceja—. Nunca. Meg le envió una mirada interrogativa que ignoró. —Eso no es agradable, pero me lo merezco —gruñó Trevor, sonando como un hombre diferente que en el concierto. No es que fuera a comprar su acto durante un minuto. —¿Por qué quieres reunirte conmigo de todos modos? —preguntó. —Solo tengo algo que decir, pero no por teléfono —dijo Trevor—. Katherine me dijo que esta conversación podría ser mejor en persona. Justo cuando abrió la boca para decirle a Trevor que se fuera a un lugar oscuro y horrible, el rostro de Dmitri apareció en su mente y se quedó inmóvil. “La

confianza es lo que Dios quiere. Sé que es difícil, pero eso es lo que hay que hacer”. Oh hombre. Bajó su cabeza. Le había prometido a Dmitri que al menos intentaría hacer que funcionara. Desafortunadamente, no estaba segura de poder manejar un encuentro con Trevor sin querer arrancarle los ojos con una cuchara de sopa.

Tienes que intentarlo, susurró su buena chica interior. —Bueno, está bien. —Ella negó—. Tienes suerte que haya alguien allá arriba a quien le gustas. —¿Qué? —preguntó Trevor. —Oh, nada. —Se retorció en su silla—. ¿Cuándo quieres que nos veamos? —¿Esta noche está bien? —preguntó. —¿Por qué no? —No era como si tuviera vida social. —Bien. —Trevor parecía contento—. Nos vemos en mi casa. ¿Puedo confiar en que no compartirás mi domicilio con la prensa? —¡Por última vez, no soy una caza fortunas! —gritó y luego se obligó a calmarse. —Al parecer, lo que todo el mundo dice sobre el carácter de las pelirrojas es cierto —murmuró Trevor.

Te voy a mostrar mi carácter, imbécil... Le dio un tic en la ceja mientras sacaba un bolígrafo de su bolso. —¿Vas a darme la dirección? —Quería terminar esta conversación antes de decir algo que lamentaría.

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—Está bien, está bien. —Le dio la dirección. Después de que garabateara la información en una servilleta, se dio cuenta de que reconocía el nombre de la calle. Trevor vivía en una rica comunidad cerrada por la cual pasaba cada vez que iba a comprar yogurt helado. Dejó escapar

un gemido de sorpresa y envidia. ¿Dónde creías que viviría? Un tipo que hace un montón de dinero no va a estar viviendo en los barrios bajos. Con el ceño fruncido, metió la servilleta en su bolso. —Te veré más tarde, Trevor. —Por más que odie ese hecho. —Gracias, Chloe —dijo Trevor—. Adiós. Ella colgó y luchó contra el impulso de comenzar a gemir como un bebé recién nacido. Demasiado para su maravillosa noche acostada en el sofá. —¿Quién era ese? —Los ojos de Meg ardían con curiosidad. —Trevor Malone. Chillando por la sorpresa, Meg se puso de pie tan rápido que tiró su sándwich de la mesa. La mujer ni siquiera se molestó en recogerlo. —Trevor Malone —repitió Meg—. ¿Te llamó otra vez? ¿Por qué? —Me invitó a su casa hoy —gimió—. ¿Cuáles son las probabilidades de que tenga una cámara de tortura en el sótano y planes para encerrarme allí? —Oh, Chloe, esto no es bueno. Probablemente quiere venganza o algo así. — Meg negó—. ¿Por qué diablos accediste a ir? Normalmente no tienes problemas para decirle a la gente que se tire frente a un autobús. —Mi ángel psicópata querría que me reuniera con él. —Ups. Las palabras

habían salido sin querer.

Los ojos de Meg se estrecharon. —¿Ángel psicópata? —Meg parecía confundida por un momento, luego sumó dos más dos—. ¿Quieres decir que estás escuchando a tu alucinación? —Ugh, no. —Técnicamente, estaba escuchando a un ser celestial. —Eso es todo. —Meg tomó su brazo—. Vamos al doctor ahora mismo. —Meg, ya basta —exclamó. Chloe fue puesta de pie por su voluptuosa mejor amiga. La mujer fue construida como un tanque y ella no tenía ninguna posibilidad de escapar. —Nos vamos al consultorio para hacerte una cita. —Meg la arrastró hacia la puerta—. No voy a aceptar un no por respuesta. Con un grito, Chloe fue llevada desde la tienda de sándwiches.

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*** Chloe entró en su apartamento y vio a Dmitri sentado en el sofá. Plumas cubrían la alfombra, pero no les hizo caso. Tan lejos como sus problemas estaban, las plumas misteriosas estaban en la parte inferior de la lista. Se dejó caer junto a Dmitri y gimió.

—Realmente podría haberte usado hoy, sabes —dijo ella—. ¿Dónde diablos estabas? —Con Trevor —dijo—. Necesitaba un pequeño empujón para darte una llamada, así que ayudé. —Lo sabía. —Chloe lo señaló—. Fue tu culpa que Trevor se acercara a mí. —No me vas a bombardear con almohadas de nuevo, ¿verdad? —preguntó Dmitri. El recuerdo de lo que había sucedido la noche anterior hizo que sus mejillas ardieran. —No. —Puso los ojos en blanco—. Solo deseo no tener que ir a ver a Trevor esta noche. Ya estoy agotada después de haber sido arrastrada un kilómetro y medio al consultorio. —Meg se preocupa mucho por ti —dijo Dmitri—. Si no lo hiciera, no te habría arrastrado. Si sabía que Meg la había arrastrado al doctor, entonces ¿qué más sabía? ¿Había oído lo que había dicho acerca de su atracción inapropiada? —¿Me estabas escuchando a escondidas? —Estaba horrorizada. —Siempre sé lo que está pasando contigo. —Dmitri le revolvió el cabello—. Cuando un ángel está cuidando de alguien, puede estar a un continente de distancia y aun así estar al tanto de lo que está pasando. De esa manera en el momento en que estás en peligro, voy a estar a tu lado en un segundo. Eso significaba que había oído hablar de su atracción prohibida con Meg. ¡Oh, no! ¿Qué pasa si se dio cuenta de que había estado hablando de él? Trató de ocultar el pánico que arañaba sus entrañas como un monstruo enojado. —Desearía haberlo sabido más temprano —murmuró.

¡Estoy condenada! ¡Condenada! —¿Quieres hablar mal a mis espaldas? —Dmitri le guiñó un ojo—. Mala suerte, mejillas dulces. Lo escucharé. El hecho de que él estaba bromeando la alivió un poco. Si él entendió lo que había querido decir cuando habló con Meg, estaba ignorándolo. Ella podía hacer lo mismo. —Nunca hablaría mal a tus espaldas. —Lo fulminó con la mirada.

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—Sí, no necesitas decir nada malo a mis espaldas —dijo Dmitri—. Me insultas en mi cara. —Oye. —¿Dónde estaba su bolso? Iba a golpearlo con eso.

—Por mucho que me encantaría seguir discutiendo, tienes que encontrarte con Trevor pronto. —Dmitri le frunció el ceño—. Será mejor que te prepares. Prefería discutir con él que ir a la casa de Trevor. Aun así, el ángel tenía razón. Gimiendo, se tambaleó sobre sus pies. Eran la cinco y cuarto. Era mejor que lavara su cara y dientes antes de encontrarse con Trevor. Por otra parte, podría ser bueno si le soplaba aliento tóxico. —Me voy a preparar para ir —dijo ella—. Gracias a ti, no puedo tirarme delante de la televisión. —Hablando de prepararse, compré algo de ropa para ti. —Dmitri le guiñó un ojo. Oh, no. —No tenías que hacer eso. —Dios sabía lo que había elegido para ella—. Odias comprar ropa. —Te hubiera hecho comprarla, pero estuviste ocupada todo el día —dijo Dmitri—. No puedes perder tu negocio por mi culpa. —Simplemente no necesito ropa nueva —dijo. —¿Es esta tu manera de decirme que dudas de mi sentido de la moda? — preguntó Dmitri. Ella escudriñó sus jeans azules y camiseta ajustada. —¿Qué sentido de la moda? —preguntó. Bueno, el chico se veía bien. ¿A quién quería engañar? —Ve a cambiarte antes de que termine siendo la persona que lance almohadas. —Dmitri señaló el pasillo. Arrugando la nariz, se dirigió a su dormitorio y entró. Se congeló cuando vio ropa interior negra con una nota en la parte superior de la misma que yacía junto a una pila de ropa. ¿Ropa interior? pensó, con su estómago agitándose. ¿Ahora me está comprando la ropa interior también? Pisoteó la ropa interior, decidiendo que iba a usar unas tijeras con ellas antes de hacer lo mismo con Dmitri. Cuando la rabia atravesó su cuerpo, leyó la nota y su ira se desinfló como un globo reventado.

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Desde que quemaste tu ropa interior de niña grande, pensé en comprarte nuevas. Cuídalas. Estoy seguro de que son inflamables. Tal vez todavía debería haber estado enojada, pero no lo estaba. ¡Dmitri, el canalla! La había hecho entrar en pánico. Una cosa era intentar vestirla; otra

completamente distinta era comprar su ropa interior. Negando, lanzó la ropa interior a un lado y tomó la ropa. El cuello alto de color verde esmeralda y un pantalón de color crema eran mucho más de su estilo que el vestido negro. No era aficionada a mostrar las rodillas nudosas que habían sido objeto de burlas en su adolescencia. Después del tiempo que habían pasado juntos, Dmitri estaba desarrollando una mejor comprensión de su gusto. Se quitó el traje y se puso el pantalón y suéter. Cuando miró su reflejo en el espejo, se esforzó por ignorar las bolsas debajo de sus ojos. Fue al baño y se lavó, luego recogió su cabello en un moño apretado. De ninguna manera se iba a maquillar. No quería que Trevor pensara que estaba tratando de impresionarlo. Era la tarea de la rata impresionarla. Caminó a la sala de estar. Dmitri estaba sentado en el sofá, pareciendo como si estuviera trabajando duro para ocultar una sonrisa. —Bonito detalle las bragas —dijo ella—. Te das cuenta de que estaba pensando en asesinarte hasta que vi la nota. —Me preocupaba que pudiera molestarte. —Dmitri se encogió de hombros y se puso de pie—. Solo que la oportunidad era demasiado buena para dejarla pasar. —Sí, sí. —Puso los ojos en blanco, pero seguía sonriendo. —¿Estás lista para ir? —preguntó Dmitri. —Creo que nunca voy a estar lista para ver a ese idiota de nuevo. —Sus hombros se hundieron en derrota—. Supongo que no tengo otra opción, ¿verdad? —No, no la tienes. —Dmitri le pasó un brazo por la cintura y le acarició la cadera—. Vamos a movernos, mejillas dulces. No es bueno llegar tarde. —No importa si llego tarde o no —murmuró—. Trevor debería agradecer su buena suerte si no aparezco. Dmitri le lanzó la mirada más desagradable en el mundo. —Está bien, está bien. —Ella gimió—. Deja de mirarme así. Por cierto, no vas a dejarme otra vez, ¿verdad? —No. —Dmitri tomó su mano y tiró de ella hacia la puerta—. Tengo que asegurarme de que ambos estén en su mejor comportamiento. —¿Qué, estás preocupado de que vaya a hacer un movimiento en mí? Fue llevada al pasillo.

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—No, me preocupa que termines estrangulándolo —dijo Dmitri. De hecho, eso era algo de qué preocuparse. Ella se quedó en silencio mientras se dirigían escaleras abajo. Fue entonces cuando se dio cuenta de que todavía estaban tomados de la mano. Había estado demasiado ocupada echando humo para notarlo. No debía sobre analizarlo, pensó, mirando hacia abajo a sus dedos entrelazados. A pesar de que trataba de ignorarlo, no podía dejar de notar lo

suave que era la palma de Dmitri a pesar de que era un ex-guerrero. Su mano hormigueaba.

¿Qué estás pensando? ¡Platónico, platónico, platónico! Luchó con sus sentimientos mientras seguía a Dmitri al exterior y al estacionamiento. Recordó lo que Meg había dicho en el almuerzo ese día. “Es

humano sentirse atraído por gente que no deberías. Lo importante es si se actúas sobre los sentimientos”. Soltó un suspiro tembloroso y negó. Bueno, estaba bien.

Era normal sentirse de esta manera. Aun así, cuando Dmitri se detuvo en su auto, sintió una oleada de alivio cuando el ángel le soltó la mano. —¿Estás bien? —Dmitri ladeó la cabeza y colocó su mano contra su frente—. Te ves un poco sonrojada. —Estoy bien. —Soltó una risa nerviosa y alejó su mano. —Te sientes caliente —dijo Dmitri—. Si tienes fiebre… —No tengo. —Forzó una sonrisa—. Mi cara está enrojecida porque estoy nerviosa. Abrió el auto y saltó al asiento del conductor. Dmitri se metió adentro también. Mientras metía la llave en el contacto, el ángel la miró con el ceño fruncido. —Voy a estar contigo todo el tiempo —dijo—. No tienes que estar nerviosa.

Es por ti que estoy nerviosa. —Lo sé. —Se puso en marcha. Estuvieron en silencio mientras Chloe se dirigía hacia Main Street y luchaba contra el tráfico. Su enfado de conductor era una gran salida para liberar toda su energía nerviosa. Dieciséis palabrotas y una seña con el dedo medio más tarde, llegaron a la calle fuera de la comunidad donde vivía Trevor Malone. Una gran puerta negra se interponía entre ella y el barrio de Trevor Malone. Oh mierda. Trevor no había mencionado nada acerca pasar más allá de un guardia de seguridad. Nerviosa, se detuvo en la puerta. Un guardia de seguridad con un traje azul la observaba desde una pequeña cabina. Intercambió miradas con Dmitri antes de volver su atención hacia la puerta. No estaba segura de lo que iba a hacer sí el guardia no la dejaba entrar. —Estoy aquí para encontrarme con Trevor Malone —dijo ella—. No estoy segura de si él le dio mi nombre o no.

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La ceja del guardia de seguridad se elevó. —¿Nombre? —preguntó. —Chloe Molloy —dijo.

—Él la tiene en la lista de visitantes. —El guardia de seguridad asintió—. Puede entrar. Ella dejó escapar un suspiro de alivio. —No deberías haber estado tan preocupada. —Dmitri resopló—. Si el tipo no nos hubiera dejado entrar, entonces lo habría conseguido de alguna manera. Ignoró a Dmitri mientras el guardia abría la puerta. De ninguna manera estaba discutiendo con un Dmitri invisible delante de una persona que podría bloquearla fácilmente. Después de saludar al guardia, condujo por una calle pequeña y quedó asombrada con las casas a su alrededor. Todas eran mansiones enormes con una arquitectura impresionante. No vio ni una sola casa que no fuera de tres pisos. Un grupo de niños andaban por la calle en scooters caros. Estas personas están nadando en dinero, pensó, con sus ojos muy abiertos. Lo más que había tenido cuando era niña era una bicicleta de segunda mano que chirriaba cada vez que iba demasiado rápido. —¿Te imaginas vivir en un lugar como este? —Se quedó mirando a una gran casa con una piscina gloriosa. Un BMW nuevo estaba estacionado en la calzada. —Eh. —Dmitri se encogió de hombros, sin impresionarse. —¿Simplemente eh? —Elevó una ceja. —Si piensas que esto es de lujo, deberías ver el cielo. —Dmitri se recostó—. Ahora, eso sí que es imponente. Nada se compara. Ella frunció el ceño y miró por la ventana de nuevo. Después de terminarse de comer con los ojos una línea de casas, decidió que era hora de encontrar el lugar de Trevor. Siguió las señales de las calles. Finalmente, llegó a una carretera que tenía una mansión enorme en el final de la misma. Los cimientos de la casa estaban llenos de rosales y una piscina azul brillante en el patio trasero. La mansión era de tres pisos y estaba hecha de ladrillo marrón. Parecía un lugar glorioso para vivir, por la cual una persona de clase media vendería su riñón para tenerla. Estacionó delante de la casa y negó. Trevor Malone tenía una carrera basada en mentiras y era bien pagado por ello. La hacía sentir enferma. Apretó su agarre en el volante. —¿Vas a ir o qué? —Dmitri la miró fijamente. —Sí. —Asintió.

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—Entonces, ¿qué estás esperando? —preguntó Dmitri. —Estoy haciendo un poco de auto-consuelo —dijo—. Incluso la idea de poner los ojos en esa bola de baba de nuevo es suficiente para hacer que me den ganas de matar a alguien. —Recuerda que este es el mismo tipo que idolatrabas antes —señaló.

—No me lo recuerdes. —Ya había sufrido lo suficiente a través de la humillación de hoy. Justo cuando abrió la boca para responder, la puerta principal de la mansión se abrió y Trevor Malone salió al porche delantero. Dmitri cerró la boca. Era una experiencia extraña ver a Trevor de nuevo. Llevaba jeans y una camiseta pegada al cuerpo. Sus ojos marrones se entrecerraron mientras protegía su rostro del sol. Su cabello oscuro era salvaje, dándole un aspecto primitivo. Todavía no se había recuperado por como había actuado en el concierto y no podía verlo atractivo. Salió del coche y se detuvo en la acera. Los dos se miraron. Ella se preparaba mentalmente para un ataque verbal y su cuerpo se tensó. La primera interacción de Trevor iba a establecer el tono para todo el encuentro. —Me alegro de que hayas venido —dijo Trevor—. Vi que llegabas, así que pensé en venir a darte la bienvenida.

Bueno, eso no era algo falso para decir. Estudió a la estrella del pop. Él era diferente ahora que cuando estaba en el escenario, se dio cuenta. Su cabello estaba despeinado y sexy. Su mandíbula estaba cubierta con la barba crecida durante el día. No solo era su físico diferente. Ya no parecía tenso y en guardia. Incluso sus ojos oscuros parecían más suaves. Aun así, ella no pensaba que era todo sol y rosas. —Vamos adentro. —Trevor mantuvo la puerta abierta para ella. Ella se quedó mirando a la casa. Si él la encerraba en algún lugar, ¿Dmitri sería capaz de liberarla? —No te traje aquí para asesinarte, si eso es lo que estás pensando —dijo Trevor, notando su ansiedad. Este era el Trevor que ella conocía y odiaba. Sorprendentemente, la molestia por su vacilación la calmó. Prefería ser empujada con palos afilados en su cara antes de ser empujada por un tramo de escaleras mientras estaba de espaldas. Entró en la casa y caminó a un vestíbulo. Los suelos eran de mármol. Las paredes estaban pintadas de rojo vino y una gran barandilla de caoba conducía al piso de arriba. —Bonito lugar. —Silbó, asombrada—. Tienes un gran gusto. Oh mierda. Acababa de alagar al idiota.

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—Un decorador de interiores lo hizo. —Trevor se pasó una mano por el cabello oscuro—. ¿Quieres saber la pura verdad? —¿Cuál es? —Lo miró a los ojos. —Mi gusto es una absoluta mierda —dijo.

El chico le dio su primera sonrisa. Su corazón latía con fuerza, a pesar de su resolución de permanecer enojada. Sus dientes eran blancos y derechos. Incluso tenía hoyuelos en sus mejillas, haciéndolo parecer más accesible, incluso cuando no lo era. —Por lo menos eres honesto al respecto —dijo—. ¿Por qué no decorar la casa de la manera en que quieres decorarla? Incluso si tu gusto es una mierda, es tu casa. Debes ser capaz de vivir como quieras. Los ojos de Trevor se abrieron con sorpresa. —Supongo que sí. —Se encogió de hombros—. Es solo que siempre dejo que otras personas tomen el control sobre ese tipo de cosas. —Tendría problemas viviendo de esa manera. Me gusta tener el control de todo. —Ella frunció el ceño—. Supongo que tienes cosas más difíciles en las que pensar que yo, sin embargo. La decisión más difícil que tuve que hacer hoy es si quería mayonesa en mi sándwich. —Me gustaría tener ese problema. Tengo mucho más en lo que pensar que en sándwiches —dijo Trevor—. Si no lo hiciera, entonces sé lo que diría cada vez. Con mayonesa extra. —Estoy de acuerdo con tu elección —dijo ella. —¿Qué puedo decir? —Se encogió de hombros—. Soy un devoto regular del sándwich. La conversación iba bien, pero ahora no sabía qué decir. Habían estado encaminados, ganando ritmo y casi poniéndose cómodos, luego chocaron de frente con una pared de ladrillos. Ella se aclaró la garganta, todavía incómoda por estar dentro de la casa. —Vamos. —Trevor la condujo por el pasillo—. Pensé en tomar un poco de café. Te gusta el café, ¿no? —¿A quién no? — preguntó. Trevor la guió a través de una serie interminable de habitaciones. Su casa era tan grande que habría sido fácil perderse. Finalmente, la llevó a una habitación con un sofá de cuero gigante y un sillón reclinable. Trevor se hundió sobre un cojín. Al principio, ella vaciló antes de sentarse a su lado. ¿Qué le dijo el chico? Él no estaba actuando como si estuviera enfadado, pero todavía no confiaba en él tampoco. Tenía que haber una razón por la que estaba aquí y no era hablar sobre los beneficios de la mayonesa en los sándwiches.

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Chloe comenzó: —¿De qué querías hablar…? —Espera. —Trevor levantó su mano delante de su cara.

¿Soy un perro o algo así? Hizo fuerza con sus dientes y tuvo que luchar contra el impulso de darle una palmada en la mano. Dmitri olió el peligro y se cernió sobre su hombro, recordando no tan sutilmente que estaba justo detrás de ella y dispuesto a intervenir. Estúpido ángel. Mientras se quejaba, una mujer con cabello largo y oscuro entró en la habitación. Llevaba una camiseta y jeans ajustados. ¿Tenía Trevor una novia secreta que aplastaría los corazones de sus fans de todo el mundo? —¿Qué te tomó tanto tiempo, Patrice? —preguntó Trevor con su voz áspera— . Sabías que tenía una invitada para tomar café a las seis. Bueno. No era una novia. De ninguna manera un hombre le hablaría a su amante así. Por lo menos, no lo esperaba. —Le pido disculpas, señor —dijo Patrice—. Estaba haciendo la lavandería y perdí la noción del tiempo. —No me gusta que me hagan esperar. Ya debes saberlo —espetó Trevor—. Consigue dos tazas de café antes de que realmente pierda la paciencia. La pobre mujer se alejó con sus hombros caídos. Era obvio que Trevor había arruinado todo su día. Chloe tenía momentos como ese en su antiguo trabajo. Su jefe, el Sr. Smithfield, siempre le había dicho que era un desastre caminando sobre dos piernas. La parte irónica es que había usado la música de Trevor para darse la fuerza suficiente para salir de esa situación horrible. Un día se fue de la oficina y nunca miró hacia atrás. Ahora Trevor estaba actuando del mismo modo vengativo que su antiguo jefe. Mientras la rabia aumentaba, Dmitri puso una mano en su brazo. No sirvió de nada. Ella se irritó y hasta su toque mágico estaba haciendo poco para calmarla. —Tú... —Echaba humo. —Yo, ¿qué? —Trevor la miró con curiosidad en sus ojos. Era obvio que el tipo no tenía ni idea de lo que había hecho mal. —Mantente tranquila, Chloe —murmuró Dmitri en su oído, su propio entrenador personal. —La mujer estaba lavando la ropa —dijo ella—. Debes ser más tolerante. No es que sabía que querías café.

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—Es incompetente —dijo Trevor. Las fosas nasales de Chloe se ensancharon mientras sus puños se apretaron en su regazo. No es una gran cosa, se dijo en su cabeza. Además, la mujer probablemente consigue un enorme pago. Sin embargo, eso no hacía más fácil mantener la calma. Se miró las manos. Si no hablaba de otra cosa, entonces podría bofetear a Trevor. —Todavía no me has dicho por qué me has traído aquí —dijo.

—Cierto. Estaba distraído. —Trevor asintió, y luego lanzó una mirada de disgusto a la puerta por la que Patrice había pasado—. Te he traído aquí para pedir disculpas.

Se quedó helada. ¿Qué? ¿Pedir disculpas? ¿Este mocoso egoísta? —Una disculpa es lo que querías, ¿no? —preguntó Trevor. Escuchar las palabras de su boca era tan sorprendente que ni siquiera podía pensar en una respuesta. En un segundo era frío con su ayudanta, al siguiente se disculpaba con ella. No sabía cómo sentirse sobre el hombre sentado en el sofá junto a ella. —Es lo que quería —dijo, obligándose a ser agradable a pesar de su furia ardiente—. Gracias. Y lamento que se me cayera café sobre ti. Siempre he sido torpe. —Fue un shock, pero no debería haber reaccionado como lo hice. —Trevor se rió entre dientes, y luego se puso serio—. Siempre me irrito un poco en los conciertos. Es por eso que perdí los estribos. —Oh, no eres igual que en los conciertos. —Dejó escapar un resoplido burlón. Ups. Nunca había sido buena en mantener sus opiniones para sí misma. Si solo hubiera mantenido su gran boca cerrada... —¿Qué quieres decir con eso? —Los ojos de Trevor se estrecharon. ¿Debería decirle? Vaciló. El chico se había disculpado con ella, pero pensaba que necesitaba una gran lección sobre cómo tratar a las personas que trabajaban para él. —No es solo en los conciertos. —Trató de mantener la voz serena y firme. —Chloe, no. —Dmitri le apretó el hombro—. Deja de hablar ahora. Lo estás arruinando. —Él debe saber la verdad —murmuró con la comisura de la boca. —¿La verdad sobre qué? —Trevor parecía molesto de nuevo—. ¿Qué sucede contigo? —Nada. —Se puso rígida—. Es solo que, ugh, es posible que quieras trabajar en tus habilidades con tu gente solo un poco.

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—¿Habilidades con mi gente? —Trevor se puso en pie—. Soy un hombre que tiene millones de fans alrededor del mundo. Las mujeres adoran el suelo que piso. ¡¿Cómo te atreves a decirme que no tengo habilidades con la gente?! El chico le estaba gritando en la cara. De ninguna manera iba a dar marcha atrás ahora. Saltó sobre sus pies también y lo miró, su corazón latía con rabia. Dmitri gruñó detrás de ella.

—Yo era una fan desde hace muchos años, pero eso es porque no me di cuenta de que eres un niño mimado que trata a los demás como si valieran menos que tú. —Lo empujó en el pecho—. Déjame decirte una cosa. Merecías tener esa taza de café en tu cabeza. —¿Qué? —farfulló Trevor—. Nadie me ha hablado así en toda mi vida. —Porque nadie ha tenido el descaro. Algunas personas están dispuestas a ser degradados por el dinero, pero yo no —exclamó—. Me niego a aceptar tus disculpas hasta que empieces a tratar a los demás con respeto. Se volvió para irse y casi tropezó con Patrice que sostenía una bandeja de plata con café humeante en él. Los ojos marrones de la mujer eran redondos y su rostro estaba pálido. —Tampoco puedo ser comprada con dinero —dijo Patrice—. Ya no. Al principio, Chloe, pensó que no escuchó bien a la mujer. —¿Eh? —dijo. Patrice tiró la bandeja al suelo. Las tazas se rompieron y el café se derramó. —Esta mujer tiene razón —dijo Patrice—. Merezco ser tratada mejor que esto.

Mierda, pensó, viendo como Patrice le fruncía el ceño a Trevor y se dirigía hacia la puerta. Vio el color drenándose del rostro de Trevor. —Parece que no soy la única que piensa que tienes un problema de actitud —dijo. Se dio la vuelta y se dirigió también hacia la puerta, sintiéndose más poderosa de lo que se había sentido en años. *** Cuando Chloe se sentó en el sofá, le lanzó una mirada nerviosa a Dmitri que permanecía a su lado. El chico no había dicho una palabra desde que había dejado a Trevor. —Realmente estás enojado conmigo, ¿verdad? —dijo. —Debería —gruñó Dmitri y se pasó una mano por el cabello—. Pero todo lo que puedo pensar es en lo genial que estuviste, defendiendo a esa mujer de la manera en que lo hiciste. Nunca he conocido a alguien como tú.

¿Alguien como yo? ¿Qué significa eso?

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—Es que si tengo algo que decir, por lo general, no puedo detenerme. —Se encogió de hombros—. Mi padre es así. —Sin embargo, no tienes rencor ni hablas a espaldas de otras personas — dijo Dmitri. —¿Me estás halagando en este momento? —Se sorprendió.

—Sí. —Dmitri asintió—. Por supuesto, ahora voy a tener que trabajar el doble para que tú y Trevor estén juntos. El tipo probablemente odia el suelo que pisas. —No hablemos de mí con Trevor. —Se agarró la cabeza. —Pero yo… —No. —Chloe le llevó la mano a su boca—. Shhh. Dmitri le apartó la mano. —¿Me acabas de callar? —Dmitri elevó una ceja. —Sí, lo hice. —Asintió—. No quiero oír una palabra más acerca de mí y Trevor esta noche. —Está bien. —Dmitri se cruzó de brazos—. Pero a causa de lo que acabas de hacer, estoy planeando mi venganza. —¿Qué venganza? —preguntó. En lugar de responder, Dmitri se dirigió a la cocina y abrió la nevera. Ella lo siguió, con los ojos entrecerrados. —¿Qué venganza, Dmitri? —repitió. El ángel sacó tocino, huevos y queso rallado de la nevera. Los colocó junto al horno. El chico está haciendo la cena, se dio cuenta. Desde que había pasado toda la noche hablando sobre Trevor, no había comido nada. Su estómago gruñó como un león enfurecido cuando el ángel encendió el horno y roció la sartén con aceite en aerosol. El chico bajó un plato del gabinete superior. No dos. Uno. Entendió lo que quería decir con la venganza ahora. —Estás haciendo comida para ti, pero no para mí —dijo—. ¿Necesitas que te recuerde de quién es esta cocina? Dmitri silbó con indiferencia. —¿Está fingiendo que no estoy aquí? —preguntó. El ángel añadió tocino a la sartén. —Lo estás, ¿no? —dijo. No hubo respuesta. Qué idiota. —Está bien. No me alimentes. Me voy a ir a la cama. —Se dio la vuelta—. Me estás haciendo un favor de todos modos. Ese tocino iría directamente a mis caderas.

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O eso es lo que ella dijo. Después de que se sentó en la cama, el olor de tocino y huevos se coló por debajo de su puerta. Estaba tan hambrienta. Puedes manejar esto, se dijo, luchando contra el hambre. Su cerebro era más fuerte que su estómago.

Sí, claro. Salió de la cama. Con un suspiro de derrota, se dirigió a la cocina justo cuando Dmitri levantaba una montaña de huevos de un plato ya lleno de tocino. El chico estaba comiendo un pedazo de grasa de cerdo engominado cuando hizo contacto visual con ella. Su ceja se levantó. —No voy a callarte otra vez —dijo—. ¿Me darás algo ahora? Dmitri sonrió, pero no dijo una palabra. Bien, ahora se lo buscó. Ella saltó a través de la cocina para tomar un trozo de tocino del plato. El ángel levantó la comida fuera de su alcance. Ella saltó en el aire otra vez, tratando de agarrar un poco. Desafortunadamente, su plan perfecto no fue demasiado bien. Cuando aterrizó, sus pies resbalaron de debajo de ella. En un santiamén, Dmitri tiró el plato de tocino y huevos a un lado y la atrapó. Sus manos se envolvieron alrededor de su cintura justo cuando ella se desplomaba. Ambos golpearon el suelo, pero los brazos de Dmitri la mantenían a salvo. El tocino y huevos cayeron. La mayoría de los huevos aterrizaron en su cabello. —Esto es tú culpa —murmuró, mirando a los ojos de Dmitri—. No privas de tocino a una mujer con hambre. Los dos se miraron el uno al otro. Dmitri tenía un trozo de tocino pegado en la parte superior de la cabeza. De repente, no pudo evitar reírse. Dmitri extendió la mano y sacó un trozo de huevo de su cabello. —¿De verdad no ibas a compartir? —preguntó, sacudiéndose el tocino de su camisa. —Por supuesto que iba a compartir. —Dmitri se levantó y le ofreció su mano—. Estaba jugando contigo. Le tomó la mano y se levantó. —Ahora ninguno va a comer. —Se quedó mirando el tocino en el suelo y suspiró—. Bueno, al menos puedo estar halagada. —¿Halagada? —Dmitri levantó una ceja. —Elegiste salvarme en vez de a un plato de tocino. —Le dio un golpecito en el hombro—. Eso es algo. —¿Qué puedo decir? —Dmitri se encogió de hombros—. Soy uno en un millón.

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Cuando Dmitri se agachó para recoger los trozos de tocino, ella no pudo evitar pensar: Sí, lo eres.

Nueve A

l día siguiente, Chloe se sentó en su oficina a revisar sus correos

electrónicos. Tenía dos nuevos clientes potenciales. Ambos estaban en sus treinta y tantos años y tenían credenciales dignas. Cuando agarró el teléfono para marcar un número, oyó a alguien girar la perilla de la puerta. Voló a sus pies, preguntándose si era Dmitri. No, no podía ser. El ángel prácticamente no utilizaba puertas. Prefería aparecer de la nada y asustarla como la mierda. Para su sorpresa y horror, Trevor entró en su oficina. Oh, no, no, no. Cuando el chico la miró a los ojos, medio esperaba que sacara una pistola. —¿Por qué estás aquí? —Ella se tambaleó hacia atrás, sorprendida. —Necesitaba hablar contigo y tuve la sensación de que no contestarías el teléfono —dijo Trevor. Miró por la ventana, preguntándose si podría escapar a través de ella. No, ni siquiera cabría. —Eso sería cierto. —Se encogió de hombros—. Probablemente no lo hubiera hecho. —Así que... lo de ayer... —Los puños de Trevor se apretaron a sus costados—. Tenías razón acerca de mí... Había esperado que le quitara un pedazo de su cabeza, no esto. —¿En serio? —Se quedó boquiabierta. —Al principio estaba enojado contigo. —La mandíbula de Trevor se apretó— . Pero luego tuve una larga conversación con Katherine. Me dijo que tenía una tendencia a hacer que ella se sintiera irrespetada también. Katherine ha estado conmigo desde que empecé en el negocio. Si alguien conoce la verdad, es ella.

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—No puedo ser posiblemente la primera persona que se plantó delante de ti. —Ella sacudió la cabeza con incredulidad. —Lo eres. Es así cuando eres famoso. Todo el mundo te frota el ego porque quieren tu dinero. —Trevor se encogió de hombros—. La verdad es que tengo un montón de fans, pero no tengo verdaderos amigos. Los amigos son los que están dispuestos a decirte que estás siendo un dolor en el culo, ¿verdad?

¿Él no tiene amigos? Por un momento se acordó de lo que se sentía ser una adolescente flacucha con un muy mal acné. No había sido la señorita popularidad entonces y podía recordar con facilidad el dolor del rechazo. No te sientas mal por

él... No te sientas mal por él... Mierda, me siento mal por él.

—¿Por qué no te sientas? —Hizo un gesto hacia el asiento frente a su escritorio. —¿Me estás ofreciendo un asiento? —Los ojos de Trevor se agrandaron—. Cuando entré, me daba miedo que empezaras a tirar platos o algo. —Por desgracia, me he quedado sin platos —dijo—. La única cosa pesada que podría tirarte es mi computadora y no puedo permitirme el lujo de sustituirla. El chico negó y se sentó. Después de que ella se sentó también, se quedó mirando al hombre frente a ella. No podía creer que Trevor estaba en su oficina. Se sentía poco natural. Nunca había esperado que esto sucediera, ni en un millón de años. Por otra parte, no había esperado pelear verbalmente con el hombre tampoco. —Así que... —No estaba segura de qué decir. —Sándwiches —espetó de repente. —¿Eh? —¿Quieres conseguir sándwiches conmigo mañana ―preguntó—. Soy un conocedor de sándwich, ¿recuerdas?

en

la

noche?

—¿Por qué habría de hacerlo? —Cada vez que había visto a Trevor, terminaban en una pelea.

Se supone que debes estar con él, dijo una pequeña voz. ¿Recuerdas lo que Dmitri está tratando de hacer? Sus ojos se estrecharon. Dmitri. Él tenía que haber sido la causa de esto. Una vez más. —Sé que esto va a sonar extraño, pero el hecho de que me gritaste ayer fue una llamada de atención. Me di cuenta de que no tengo a nadie en mi vida en quien pueda confiar —dijo Trevor—. La mitad del tiempo actúas como un tigre que está siendo pinchado con un palo… —Cuidado —murmuró con los dientes apretados.

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—… pero no estás pasando el rato alrededor de mí por las razones equivocadas ―dijo Trevor—. Me intrigas por eso. He viajado por el mundo, pero nunca he conocido a una mujer como tú. Ella apoyó la cabeza sobre el escritorio. —¿Eso es un no o un sí? —le preguntó él.

—No lo sé —dijo—. Es obvio que solo me quieres cerca porque no ando colgada de cada palabra tuya. —Yo no diría eso —dijo Trevor. Bueno, ella definitivamente lo haría. Tal vez tenía la vida social de una ameba, pero sabía que si una mujer mostraba desinterés en un hombre, lo convertiría en un ataque de toro lujurioso. No estaba segura de si Trevor era un toro lujurioso, pero sabía que estaba intrigado por el hecho de que ella no lo podía soportar. Si no fuera por Dmitri, le habría dicho a Trevor que no valía la pena. Pero el problema era que Dmitri estaba en la foto. Confiaba en el ángel. Fue él quien había abandonado un plato de tocino por ella, después de todo. En una situación como ésta, él querría que dijera que sí. Dmitri, me debes una grande. Se retorció en su asiento. —Está bien —gimió y se sentó—. Sándwiches será. Trevor la miró directamente a los ojos, por lo que su ritmo cardíaco se aceleró. Fue difícil decir si el aumento de la frecuencia cardíaca era causado por la ira o el hecho de que él era… bueno, Trevor Malone. —¿En serio? —dijo. —Sí. —Ella nunca renegaba de sus promesas. —Genial. —Trevor se puso de pie—. Te llamaré más tarde. Vas a contestar, ¿verdad? —Sí. —Asintió, apretando los dientes. —Adiós —dijo Trevor. —Hasta luego —dijo—. Saluda a Katherine de mi parte. —Lo haré. Desafortunadamente, eso fue cuando Lucy entró por la puerta, con las mejillas rosadas de la emoción. El momento en que vio a Trevor, todo el color adicional se drenó de su rostro. Trevor ni siquiera le dio una mirada y salió por la puerta. Una vez que la otra mujer tuvo tiempo para recuperarse, se dirigió a la silla y se hundió en ella. —¿Ese era Trevor Malone la estrella del pop? —Lucy se abanicó con la mano—. ¿Es un cliente aquí también? —No. —Dios no quiera que él lo fuera—. Él es un...

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¿Enemigo mortal? ¿Conocido? ¿Amigo? —¿Un qué? —Lucy se estremeció de la emoción. —Bueno, él me invitó a salir a cenar…

—¿Estás saliendo con él? —Lucy la interrumpió—. Pero pensé que salías con ese otro tipo. —Lo hacía, pero… —¿Estás con los dos? —Lucy se quedó boquiabierta—. Tu vida social es tan glamorosa. —Realmente no lo es —gimió. Lucy se le quedó mirando, asombrada. *** Con un suspiro, Chloe entró tambaleándose en la tienda de sándwiches y se dejó caer en el asiento frente a Meg. La mujer la miró boquiabierta, con sus ojos azules de bebé abiertos con preocupación. Su bocadillo de jamón fue olvidado en su mano. —¿Qué pasó? —preguntó Meg. Ella negó. —¡Chloe! —exclamó. —Trevor pasó por mi oficina hoy —dijo finalmente. —¿Qué? —Un pedazo arrugado de lechuga cayó del sándwich de Meg—. Pero… ¿por qué? —Él quiere llegar a conocerme o algo. —Se rascó la parte posterior de la cabeza. —¿No le gritaste ayer? —Meg se quedó boquiabierta. —Sí. —Enterró el rostro entre sus manos—. Por alguna razón, lo tomó como un símbolo de “ven aquí”. Dijo que le gusta el hecho de que soy honesta. —Bueno, lo eres —señaló Meg. —No intencionalmente. —No lo consideraba un gran rasgo—. Simplemente no pienso antes de hablar. —Eso es verdad también. —Meg soltó una risita, y luego se puso seria—. Wow. Trevor Malone, ¿eh? No puedo creerlo. —Yo tampoco. —Se golpeó la cabeza con los puños.

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—Y ni siquiera se desalentó por lo que llevas puesto. —Meg la miró de arriba a abajo—. Realmente debes gustarle. —¿Qué pasa con lo que tengo puesto? —Miró sus ropas y se dio cuenta de que llevaba pantalón de chándal gastado y un suéter desteñido. No era exactamente la ropa que gritaba atractivo sexual—. Oh.

—Sí, oh. —Meg sonrió—. El hecho de que no lo pensó dos veces ante tu ropa es otra cosa. Por supuesto, sigue siendo un idiota. No estoy segura de que lo apruebe. —Bueno, tal vez dejará de ser un idiota con el tiempo. —Suspiró—. Parece que está dispuesto a cambiar o de lo contrario no habría venido a verme. Meg se encogió de hombros, dando un mordisco a su sándwich. Cuando Chloe se sentó en silencio, alguien apareció a su derecha. Jadeó, apretando su pecho. Era Dmitri. Casi la había hecho orinarse. —No hagas eso —exclamó—. Me asustaste. —¿Que no haga qué? —preguntó Meg, a continuación entrecerró los ojos—. Oh, oh. Tu alucinación está de vuelta, ¿no es así? Chloe dejó escapar una risa nerviosa y se puso de pie. —Mira la hora. Me tengo que ir. —Intentó agarrar el brazo de Dmitri, pero su mano pasó a través de él—. Te veré más tarde, Meg. Antes de que Meg pudiera abrir la boca para decir algo, Chloe salió corriendo por la puerta con Dmitri siguiéndola de cerca detrás. De ninguna manera quería ser arrastrada al médico de nuevo. El hombre le entregaría un puñado de píldoras que serían completamente inútiles. No era como si alguien pudiera curar ángelitis. Mientras se dirigía por la acera, dejó escapar un suspiro de alivio. —Eso estuvo cerca —dijo—. Uno de estos días Meg me va a atar a una camilla. —Primero tendría que atraparte —dijo Dmitri—. Eres rápida en escapar. —¿Qué puedo decir? —Le guiñó un ojo—. Soy la mejor. Dmitri se rió entre dientes y pasó un brazo alrededor de su cintura. Había estado haciendo eso mucho últimamente. Era difícil ignorar lo natural que su mano se sentía metida en la curva de su cadera. No pienses en ello, se dijo, mientras gotas de sudor se formaban en su frente. —¿Ya comiste? —preguntó él. —No he tenido la oportunidad. —dijo.

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Su estómago retumbó con hambre. El hecho de que no había comido la cena anoche estaba haciendo mella en ella hoy. Estaba tan hambrienta que podría haber devorado su propio brazo. —Bien. —Dmitri dejó escapar un suspiro—. Estaba deseando pasta y no me gusta comer solo. Pasta sonaba bien. Por supuesto, en este momento, hubiera comido cualquier cosa… tacos, sándwiches, rata asada.

—Eso está bien. —Asintió, permitiendo que Dmitri la condujera—. Entonces, ¿qué tipo de magia trabajaste sobre Trevor esta vez? —¿Magia? —Dmitri levantó una ceja. —Sí. —Frunció el ceño—. ¿No estuviste con Trevor esta mañana? —No estuve con él. —Los labios de Dmitri se juntaron en una fina línea—. Honestamente, no recuerdo cómo pasé mi mañana. Eso no sonaba bien. Ella fue más despacio. —¿Qué? —Un mechón de cabello cayó en su rostro, pero lo ignoró—. ¿Eso es normal? —No, en absoluto —negó Dmitri. —¿Hay alguna posibilidad de que haya un médico de ángeles en el cielo? ―Lo último que quería era un ángel enfermo en sus manos—. Puedo vivir unos días sin ti aquí abajo. Tendré cuidado de no caminar delante de un autobús o algo así. —Los ángeles no se enferman —dijo Dmitri—. Es parte de los beneficios de ser inmortal. —¿No consigues virus estomacales? —Tipo con suerte. Hace unos meses ella había pasado tres días en cama, vomitando incluso al pensar en la comida. —No. —Negó. —¿No hay resfriados? —No. Una persona que pasaba la miró fijamente, pero no le hizo caso. —Wow. Eso es increíble —dijo—. Todavía no tiene ningún sentido por qué no te acuerdas de lo que hiciste esta mañana. No me estás tomando el pelo, ¿verdad? —No esta vez. —Dmitri suspiró. Cuando miró la cara del ángel, vio que sus ojos grises estaban oscuros. Está mucho más preocupado de lo que está dejando ver. Ella estaría preocupada también si tuviera apagones. —¿Quieres ir a casa? —Le tocó el brazo—. Tal vez deberías descansar.

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—No empieces a enloquecer. —Dmitri se rió entre dientes—. Ya que no me puedo enfermar, esto no es una gran cosa. —Simplemente no me gusta cuando las cosas son inexplicables. —¿Nada más? —Dmitri se rió entre dientes—. Vamos a comprar algo de comer y no hablemos de ello.

—Supongo. —Todavía estaba preocupada, pero Dmitri obviamente no quería hablar de su falta de memoria. —¿Por qué me preguntas acerca de Trevor, de todos modos? —preguntó. —Él vino esta mañana. —Trató de ser indiferente. Era el turno de Dmitri de ir más despacio. —¿Qué? —preguntó Dmitri—. ¿Después de lo que pasó ayer, el tipo en realidad vino? —Sí. —Se pasó una mano por el cabello—. Pensé que ayudaste, pero supongo que no. —No trataste de meter un lápiz en su ojo o algo así, ¿verdad? —preguntó Dmitri nerviosamente—. No me gusta la idea de ustedes dos estando juntos y solos. —Bueno, hubo un incidente en el que lo noqueé con un diccionario, pero recuperó la conciencia después de unos minutos. —Luchó para mantenerla la cara seria—. Espero que llegara bien a su casa. Su rostro estaba un poco sangriento cuando se fue. —¿Qué? —Dmitri parecía que iba a estrangularla. —Es broma, es broma. —Le guiñó un ojo—. Hoy ha sido sorprendentemente libre de incidentes. Ni siquiera nos gritamos el uno al otro. —¿Me perdí eso? —Dmitri silbó—. Que me condenen. ¿Qué quería? —Quería llevarme a cenar mañana. —No es gran cosa. Sus ojos se estrecharon. —Oye, ¿estás bien? —Lo golpeó con la cadera. —Sí. —Dmitri asintió, su expresión seguía siendo dura—. Me siento extraño de repente, eso es todo. Algo estaba definitivamente mal con él hoy. —¿Cuáles son los síntomas? —preguntó. Dmitri la soltó y se puso la mano en el pecho.

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—Me duele el corazón como si un demonio me hubiese dado un puñetazo en el pecho. —Sus ojos se abrieron—. Mi estómago no se siente tan genial. Está revuelto. —¿Tu estómago? —En una ocasión había visto a Dmitri consumir una pizza enorme y sin pestañear. Su estómago debería haber sido capaz de manejar cualquier cosa—. Oh, hombre. Colocó su mano en el pecho de él también. Esperaba sentir el latido del corazón, pero en cambio no había nada. ¿Qué diablos?

—Creo que sé cuál es tu problema —dijo—. ¿Te diste cuenta que tu corazón se cayó en algún momento de esta mañana? —No tengo un corazón humano, mejillas dulces —dijo—. Esa es la razón por la que no puedes sentir nada. No tener latido del corazón era la cosa más rara jamás vista. Posiblemente era aún más extraño que él no recordara lo que había hecho esa mañana. Retiró la mano y miró hacia abajo a su mano extendida. —No estés tan preocupada. —Dmitri tomó su mano—. Voy a estar bien. Lo prometo. —No lo sé. —Se encogió de hombros. —Yo lo hago. —Dmitri sonrió—. Vámonos. Antes de que pudiera decir otra cosa, Dmitri tiró de ella hacia adelante, casi sacando su brazo fuera de su cuenca. ***

Chloe estaba en la cocina, con una taza de café. Pasos llegaron desde el pasillo. Dmitri entró en la habitación, vistiendo vaqueros y una camisa gris ajustada que resaltaba el color de sus ojos. Su expresión era oscura, pero por mucho que su nuevo comportamiento era aterrador, era tentador también. Un escalofrío le recorrió la espalda cuando lo miró. —Hice un poco de café —dijo, colocando su taza sobre el mostrador―. ¿Quieres que te sirva una taza? Por alguna razón, su voz tembló cuando dijo las palabras. Dmitri dio un paso hacia ella, sus ojos grises sin dejar nunca su cara. Ella dio un paso atrás hasta que su trasero golpeó la pared, con la cara caliente. El ángel le acarició la mejilla y luego le pasó sus dedos desde la mandíbula hasta la barbilla. Le encantaba la forma en que un solo toque de él hacía que todo su cuerpo hormigueara. A pesar de que Dmitri afirmó no tener magia, su toque la hacía sentir de otra manera. Si no la tenía, entonces, ¿cómo podría hacerla sentir este mareo? Ansiaba rogarle por más.

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Pero es un ángel, pensó. Se supone que es inocente.

Sin embargo, la manera en que la mano de Dmitri continúo su camino hasta enrollarse en su cabello, en ese momento, le hizo cuestionar su supuesta inocencia. No había nada inocente sobre la forma en que sus ojos hambrientos bailaban en su cara. Él inclinó la cabeza y ella cerró los ojos, deseando su toque de una manera que nunca había imaginado. Cuando sus labios se encontraron, fue superada con una oleada de emoción tan fuerte que sus rodillas se volvieron débiles. El ángel se apretó contra ella, su cuerpo duro contra el suyo suave.

Pasó sus dedos por su espalda, disfrutando del calor. Era casi demasiado para manejar. Se estaba quemando por dentro. No era de extrañar que todo el mundo hablara de cómo se sentía bien besar. No había ninguna sensación en el mundo como eso. Dmitri levantó la cabeza y apretó la frente contra la suya sudorosa. —No deberíamos —susurró. —Lo sé —dijo, enredando sus dedos en su cabello rubio. —Soy un ángel —dijo—. Dios me castigará por esto. —Sé eso también —dijo ella. Aun así Dmitri bajó la cabeza y apretó sus labios en los de ella otra vez. La pasión entre ellos estaba prohibida, pero ardía más caliente que el sol mismo. Chloe despertó sobresaltada, jadeando en busca de aire. ¿Qué diablos fue eso? Miró alrededor de la habitación, en busca de Dmitri, pero no lo encontró. De acuerdo, había sido solo un sueño. No, no un sueño. Una fantasía. —Oh, no. —Chloe agarró puñados de su cabello—. ¿Por qué, por qué, por qué? Rodó sobre el colchón, con la cara enrojecida. Una cosa era sentir una oleada de calor cuando Dmitri se apretaba contra ella. Era otra cosa enteramente diferente soñar con él. Eso significaba que tenía sentimientos por él. Se repitió las palabras dichas entre ellos en el sueño:

—No deberíamos —susurró. —Lo sé —dijo, enredando sus dedos en su cabello rubio. —Soy un ángel —dijo—. Dios me castigará por esto.

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—Sé eso también —dijo. ¿Qué clase de monstruo enfermo de amor era? Debía tener algún fetiche extraño por lo inalcanzable. En primer lugar se había imaginado con Trevor Malone, la estrella del pop. Ahora estaba soñando despierta acerca de hacerlo con un ángel. ¿Por qué no podía tener un fetiche con los chicos normales? Gimió y presionó sus dedos contra sus labios. A pesar de que solo había soñado sobre el beso, la idea de ello hacía hormiguear su boca. Se apoderó de la novela romántica que había estado leyendo antes de ir a la cama y comenzó a golpearse en la cabeza.

—No. Puedo. Fantasear. Acerca. De. Cosas. Malas. —Se golpeó con cada palabra. La puerta de su habitación se abrió de golpe. Dmitri se quedó en el umbral, con sus ojos muy abiertos. —¿Qué demonios estás haciendo, Chloe? —preguntó Dmitri—. Es mitad de la noche. Debes estar durmiendo. Si él supiera lo que había soñado, tendría un ataque de nervios. Nunca podría hacerle saber acerca de sus sentimientos. Nunca. —Nada. —Chloe se apoderó de las sábanas y se cubrió la cabeza con ellas. —¿Por qué te cubres la cabeza? —preguntó Dmitri. —No hay ninguna razón. —Porque no puedo mirar tu cara ahora mismo. Dmitri gruñó. —Mejillas dulces, seguro que eres extraña a veces —dijo Dmitri—. ¿Puedo dejarte sola y asumir que no vas a hacerte daño? —No hay garantías. Dmitri gruñó de nuevo, pero cerró la puerta con un clic. Con un suspiro, se quitó las mantas de la cabeza y rechinó sus dientes.

Mañana voy a mirar a Dmitri de una manera inocente, se dijo. Estoy en control de mis emociones.

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O al menos eso se dijo. La verdad, era casi tan buena en mantener sus sentimientos bajo control, como lo era en mantener la boca cerrada.

Diez C

hloe se extendió en la cama y miró fijamente el techo. Por primera vez en

años, se había levantado antes de que sonara la alarma. Normalmente tomaba una caja de dinamita para despertarla del sueño temprano en la mañana. Ahora no. Se sentó y dejó salir un gemido. No voy a dejar que el ensueño me afecte, se dijo. Su reacción a Dmitri era normal de todos modos. Un tipo fuerte con ojos hermosos era su compañero constante. Cualquier mujer empezaría a sentir algo. Siempre que pudiera mantener sus manos apartadas de él, iba a estar bien. Pero sabía que se estaba mintiendo. Ya podía ver el dolor en su futuro, incluso si intentaba distanciarse de su guardián. La verdad era que estaba atada a Dmitri. Podría carecer de algún sentido común básico, pero sabía que ese ángel no iba a quedarse por el resto de su vida. Cuando él terminara con su objetivo, iba a seguir adelante. Para su horror, sintió resquebrajarse su corazón. Uh-oh.

¿Qué estás pensando? Golpeó su frente con sus puños. Dmitri solo va a estar en tu vida por un par de semanas y al principio lo odiabas. No deberías estar así de sensible.

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Su yo interior tenía razón. Podía manejar cualquier cosa que la vida le lanzara. Había logrado mucho por su cuenta. Era fuerte, una mujer autosuficiente. Eso no había cambiado porque llegara Dmitri. Probablemente solo se había acostumbrado a tener un ángel a su alrededor. No había nada más qué reflexionar y nada más qué cuestionar. Estaba bien al cien por ciento. Con el ceño fruncido, saltó de la cama y se dirigió hacia la sala. Para su inmensa sorpresa, escuchó el sonido de un ronquido gutural. Vio a Dmitri acostado en el sofá, su mano cubriendo su frente. Algo no estaba bien. Hace algunos días, Dmitri le dijo que los ángeles no podían dormir, pero seguro como el infierno que parecía que Dmitri estaba ahora durmiendo. Un ronquido tan repulsivo no podía ser fingido. No me digas que es por esto que Dmitri no tenía idea de qué paso ayer por la mañana. Confundida, avanzó hacia él y le dio una sacudida. El ángel siguió roncando. —¡Despierta! —gritó a un centímetro de su cara.

Los ojos del ángel se abrieron mientras la baba goteaba bajo su mentón. Lo miró boquiabierta cuando se dio cuenta que había bolsas debajo de sus ojos. —¿Qué sucedió? —Dmitri pasó una mano a través de su cabello—. ¿Por qué estas gritando? —Estabas dormido —dijo. —Eso es imposible —dijo Dmitri—. Los ángeles no duermen. Se supone que debemos estar despiertos todo el tiempo así podemos vigilar a los humanos. —Dmitri, estabas dormido. —Ninguna pelea al respecto—. Te habías ido tan lejos que estabas babeando el almohadón de mi sofá. —¿Eh? —Se sentó, sus ojos abiertos con confusión—. Eso no puede ser. He estado vivo por años y nunca he dormido. Ni una sola vez. —Bueno, estabas durmiendo. —Negó—. ¿Qué puedo decir? Dmitri miró fijamente a la pared, frunciendo el ceño. ¿Es algo importante que se haya quedado dormido? Cuando lo estudió con detenimiento, se dio cuenta de que su piel no era tan inmaculada como lo había estado antes. Todavía era precioso, sabía que eso nunca podría cambiar, pero no era perfecto. Incluso su cabello se veía, bueno, desordenado. Se preguntó si ella era tal prueba que estaba haciendo a Dmitri resquebrajarse. Mientras sostenía la mirada al ángel en silencio, escuchó el timbre del teléfono en su dormitorio. Pero no se movió. —Deberías contestar eso —dijo Dmitri. —Está bien. —Si era importante, la persona hablaría de nuevo. —Esto no es la gran cosa —dijo Dmitri—. Deberías contestar tu teléfono. Ella titubeó antes de asentir. Después de lanzarle una mirada preocupada a Dmitri, trotó hacia su dormitorio y contestó el teléfono. Era su padre. —Hola, Tarro —dijo su papá. Su papá la había llamado Tarro desde que era una niña pequeña. Cuando era más joven, su mamá la llevaba a su trabajo porque no podían permitirse una guardería. Chloe se sentaba en la habitación trasera por horas, amontonando los tarros de plástico de cervezas que su mamá le daba. Sus padres empezaron a llamarla Tarro y el nombre se quedó.

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—Hola. —Sonrió ante el sonido de la voz profunda de su papá—. ¿Qué estás haciendo? —No mucho —dijo su padre—. Comer algún bizcocho con mantequilla. Es delicioso… Algo tintineó. Se dio cuenta de que estaba en altavoz.

—Él estaba comiendo bizcocho con mantequilla —dijo su mamá—. No lo está más. —Dame eso —dijo rebanada.

su papá—. Iba solo a la mitad del camino con mi

—No deberías haber tenido nada para empezar —dijo su mamá—. El Dr. Higgs dice que tu colesterol está hasta el cielo. Tus arterias están obstruidas con mantequilla. —Ah, Margie —dijo su padre—. Dale al hombre algo de descanso. —Te di algo de descanso —dijo su mamá—. Te dejé comer media rebanada. —Déjame terminar —dijo su papá. —No. —Su mamá sonaba decidida. Chloe escuchó el sonido de más tintineos. Su papá gimió. —Margie, es mejor que no te comas el resto de ese bizcocho —dijo su padre—. Así que evítalo. Ese era el sonido de un forcejeo de fondo. Escuchó refunfuñar a su papá y a su mamá susurrarle algo. —Tarro, tu mamá está loca —dijo su papá—. Se terminó el bizcocho. Chloe rió, pero con poco entusiasmo. La verdad era que estaba preocupada por él. —Papá, tal vez deberías escucharla —dijo—. Estoy segura de que no habría tomado tu biscocho a menos que esté realmente preocupada. —Sí, sí —refunfuñó su padre—. Se me fue la vida como esclavo y cuando finalmente consigo el retiro, más tarde el doctor me da la noticia de que tengo que cuidar mi dieta. Por más que su papá lloriquee, sus días habían sido llenados con comidas sustanciosas y postres que engordaban. Probablemente todos esos años de tres pedazos de pastel y porciones extras lo estaban alcanzando. Como una mujer que le gustaba comer, se sintió mal por él. Si alguien trataba de quitarle su bizcocho de mantequilla, le mordería la mano. —Lo siento. —Se avergonzó. —Ah, no sientas pena por mí. —Su papá sofocó la risa—. Luego voy a sacar más bizcocho a hurtadillas cuando tu mamá no esté alrededor.

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—Es mejor que no lo hagas —protestó su mamá. Pero Chloe no tenía duda de que lo haría. —Papá. —Puso los ojos en blanco, exasperada. —Es suficiente de mí —dijo—. ¿Cómo está ese negocio tuyo?

—Está yendo bien. —Lo suficiente como para que no estuviera viviendo en la calle, de todas formas. —Bien —gruñó su papá—. Pero si estás nostálgica, no tengas miedo de regresar. Siempre hay un lugar aquí para ti. —Él solo dice eso porque quiere que vengas a casa —dijo su mamá—. El día que te mudaste, lloró más fuerte que yo. —¡Margie! —Su papá sonó frustrado. Chloe podía imaginar sus ojos arrugándose en las esquinas. Eso era lo que pasaba siempre que su mamá le daba un momento difícil. —Es la verdad —dijo su mamá—. Estuvo llorando como un bebé. Casi golpeé sus dientes con la sartén. Su mamá había estado amenazando con golpear los dientes de su papá con una sartén desde que ella podía recordar. Hasta ahora, su papá no había perdido ningún diente. —Margie, no lloré y lo sabes —dijo. —¿Entonces por qué estaban tus mejillas todas mojadas? —preguntó su madre. —Humedad —gruñó su papá de nuevo—. Sabes cómo de húmedo está aquí. —Imagino que la humedad también hizo que tu cara estuviera toda enrojecida con manchas —dijo su mamá. —Tengo una condición en la piel. Sabes eso. —Algo golpeó—. ¿Por qué me fastidias todo el tiempo? Oh no. Ella tenía un presentimiento de que ésta discusión iba a durar por un rato. Con el ceño fruncido, bajó el teléfono de su oreja y revisó el reloj de la cabecera. Era el final de la mañana. Ya que necesitaba estar lista, tenía que colgar ahora. Desafortunadamente, una vez que sus padres empezaban a discutir, era difícil detenerlos. Ella empezó: —Chicos…

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—… cómo te atreves a llamarme bocazas —dijo su mamá—. Puedo guardar un secreto como el mejor de ellos. —Te llamé bocazas porque eres una bocazas —dijo su papá—. Recuerdo cuando Sylvia estaba embarazada y le dijiste a todo el pueblo acerca de eso, aun cuando se suponía que era un secreto. —Ese fue un malentendido —dijo su mamá—. Alguien debió escucharnos a Sylvia y a mí hablando.

—¿Alguien te escuchó hablando con Sylvia? —Su papá levantó una ceja—. Según recuerdo, la mujer te dijo que estaba embarazada cuando estaban por tomar el té. ¿Dices qué, alguien tenía la oreja presionada en la puerta principal? ¿Quién posiblemente podría oír de casualidad? —¡Chicos! —gritó. Por fin, la discusión se detuvo. —No necesitas gritar, Tarro —dijo su papá. —Sí, eso casi rompió mis oídos —dijo su madre—. Ella tiene tu temperamento, Frank. Esa es la razón por la cual teníamos muchas llamadas de la directora cuando estaba en la escuela. Su ceja se crispó. Por eso era que se había mudado cuando cumplió los dieciocho. Amaba a sus padres, pero tenían una manera de irritarla. —Por mucho que me gustaría discutir, tengo que ir a un sitio —les dijo. —Tarro es una mujer de negocios —dijo su padre—. Te amo. Hablo pronto contigo. —Te amo —dijo mamá. —También los amo —dijo—. Adiós. Después de que terminó la llamada, dejó salir un suspiro. Se cambió a su traje de negocios y se dirigió a la cocina. Dmitri se apoyó contra el lavavajillas, cuidando una taza de café. Cuando hizo contacto visual con él, recordó el sueño donde Dmitri la había presionado contra la pared, sus caderas moliéndose contra la suya. Ups. Hizo muecas y pasó una mano a través de su cabello. ¡Tengo que distraerme! Trató de pensar en algo que decir al ángel, algo que no involucre besos o cuerpos tocándose. Por fin, surgió un tema. —¿Cómo te sientes ahora? —preguntó. Su salud era un gran tema. —No como yo mismo, pero voy a vivir —dijo—. No te preocupes mucho por eso. Estoy seguro de que hay un motivo del por qué me quedé dormido. Ella asintió y escudriñó la taza de café de él con apreciación. Rodando sus ojos, él agarró una taza por encima de la mesada y la llenó de café.

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—Eres un héroe —dijo mientras le entregaba su taza—. Necesito esto más que nunca después de esa llamada. —Tenía la impresión de que te gustaban tus padres, Tarro. —Usó su sobrenombre, mostrando que había escuchado la conversación completa. —Los amo más que a nadie —dijo. —¿Pero todavía te ponen los nervios de punta? —Levantó una ceja.

—Sí. —Asintió—. Supongo que es difícil de explicar a alguien que nunca ha tenido padres, pero es posible amar a alguien y querer estrangularlos al mismo tiempo. —Creo que puedo entender eso —dijo—. Quiero estrangularte algunas veces y quiero que estés bien. —Podría ser parecido. Cuidas de mí como lo hacen los padres. —Mordió su labio inferior—. Probablemente voy a volver locos a mis hijos también, si es que alguna vez tengo. —Vas a tener hijos —dijo Dmitri sin titubear—. Y sí, probablemente los vas a volver locos. —¿Es una cosa de intuición de ángel? —Estaba asustada y un poco intrigada—. ¿Conoces mi futuro? —No. —Se encogió de hombros—. Supongo que es más que te puedo imaginar con un cargamento de bebés pelirrojos. Si eso sucede, deseo poder estar alrededor para verlo. —Eso dices ahora, pero no me conociste cuando era niña —dijo—. Era horrible y apuesto a que mis hijos van a ser igual de malos. —¿Horrible? —Dio una sonrisita. —Solo vamos a decir que tuve un tiempo de piromaníaca. —Se encogió de hombros. —Oh no. —Sí. —Asintió—. Así que cuenta con tu buena suerte para que no tengas que estar a cargo de mis hijos, si alguna vez tengo algunos. Dmitri asintió, aunque no sonrió. No se había sentido satisfecho. —Ahora es mejor que me apresure para el trabajo —dijo—. Ya voy tarde. Mientras se dirigía hacia el corredor, Dmitri gritó detrás de ella: —No vas a usar ese traje antiguo en tu cita con Trevor, ¿o sí? Sus cejas se crisparon de nuevo. Hablando de gente que quiero estrangular…

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*** Esa tarde, la cabeza de Chloe palpitaba después de dos entrevistas con clientes potenciales. Un hombre había aparecido en un uniforme de karate y le dijo que quería casarse con una mujer policía feroz. Después de eso, había conocido a una mujer que quería a un hombre con tales características específicas que podría ser casi imposible de encontrar. Gimió. No siempre era fácil ser una casamentera, a pesar de lo que asumían las personas algunas veces.

Agradecida por el descanso entre clientes, inició sesión en su computadora y revisó sus correos electrónicos. Estaba sorprendida de que tenía treinta y tres mensajes nuevos. Era sorprendente porque su cuenta de correo electrónico estaba instalada solo para recibir mensajes por el formulario de su sitio web. Se desplazó hacia abajo de la página, sus ojos se ensancharon y vio un cliente potencial tras otro. Su corazón tronando duro. Estas eran excelentes y malas noticias al mismo tiempo. Por un lado, tenía más personas para emparejar. Por el otro, llevaría semanas de entrevistas para descartar a todas estas personas. Piensa en el dinero, se dijo. Podrías ser capaz de permitirte un sofá que no sea de segunda mano. Dejó salir una sonrisa histérica y tecleó el primer mensaje. Justo cuando empezaba a leerlo, sonó el teléfono. —Hola —dijo. —Oye. —Era Trevor Malone—. Has contestado. —Dije que lo haría. —Además no había revisado para ver quién estaba llamando. —Sí, lo hiciste —dijo—. ¿Aún vamos a salir esta noche? Sabía cómo podría reaccionar Dmitri si decía que no. —Sí, todavía lo haremos —dijo—. ¿Dónde quieres que nos encontremos? —Voy a recogerte en tu oficina, si eso está bien —dijo. —Está bien, pero no me vestí elegante. —Se miró hacia abajo—. Espero que eso esté bien. Dmitri había conseguido forzarla con pantalón de vestir y un suéter con clase, pero se había negado a usar una falda. —Está bien. —Trevor se rió—. No soy un chico de traje. Probablemente voy a pasar la noche usando una capucha y lentes de sol. —¿Por qué? —Eso era extraño. —Tengo que esconder mi rostro. Manadas de búfalos de carga me asustan menos de lo que lo hacen mis propias fanáticas —dijo—. Cosas malas pasan cuando las fanáticas se reúnen. Cosas malas. Sonó tan serio que ella no pudo evitar reír.

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—Ahora crees que estoy bromeando, pero soy completamente serio —dijo— . Una vez una fanática trató de robar mi pantalón, Chloe. Mi pantalón. —¿Cuándo estabas en ellos? —A pesar de que había sido una fanática, estaba sorprendida de que alguien pudiera llegar tan lejos. —Sí —se quejó—. Podría haber tenido éxito en bajarlos si no fuera por mis guardaespaldas.

—Tal vez la próxima vez deberías usar un cinturón —dijo—. Eso haría un poquito más difícil el robar tu ropa para las fanáticas. —Tal vez debería —admitió Trevor. Algo colisionó con la puerta de su oficina con un fuerte golpe seco. —¡Ouch! —gritó Dmitri. Se puso de pie. ¿Qué diablos estaba haciendo el ángel? —¿Qué fue eso? —preguntó Trevor. —Uhg, debería irme. Creo que mi amigo necesita ayuda —dijo—. Te veo aquí a las seis. —Adiós —dijo Trevor, sonando decepcionado de que la conversación había llegado a su fin. —Adiós. —Apagó su teléfono y lo metió en el bolsillo. Dmitri abrió la puerta de la oficina y entró, frotándose la parte superior de la cabeza. Estaba rojo e inflamado. ¡Se lastimó! Corrió hacia él. —¿Estás bien? —preguntó. —Sí. —Dmitri se veía perturbado. —¿Qué hiciste, corriste contra la puerta? —Miró fijamente sus ojos grises llorosos. —Sí. —Asintió—. Se suponía que iba a pasar a través de ella. No estoy seguro de qué fue lo que pasó. —Eso es nuevo —dijo—. Normalmente no tienes problemas al pasar por las puertas y asustarme. Con un fruncimiento de ceño, tocó su frente de nuevo e hizo una mueca de dolor. Estuvo empujando el moretón una y otra vez, aunque era obvio que le estaba causando dolor cada vez que lo hacía. —Un niño de dos años tendría más sentido —murmuró debajo de su aliento. —Escuché eso —dijo, todavía tocando su herida. Ella agarró su muñeca.

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—Deja de tocarlo. —Le frunció el ceño—. Estás empezando a darme dolor de cabeza y aún no chocó con ninguna puerta. —No puedo evitarlo. —Dmitri arrugó su nariz—. Una vez derribé una pared de ladrillo cuando luchaba con un demonio y no tuve un rasguño. ¿Ahora paso por una puerta de madera y tengo un chichón en mi frente? Eso no tiene sentido. —¿Estás diciéndome que nunca antes habías estado herido? —preguntó.

—He tenido heridas. —Apretó los labios—. Es solo que ésta duele más por alguna razón. Ese era un chichón bastante grande. Suponía que eso era lo que pasaba cuando alguien atravesaba una puerta sin detenerse. Aunque era desagradable para ella, no podía contener una sonrisita. Frunció el ceño de nuevo tan pronto como pudo, pero era demasiado tarde. Dmitri la había visto. —Te estás riendo de mí, ¿no es así? —Dmitri estrechó sus ojos. —Es solo… —sus hombros temblaron por la risa contenida—… que sigo imaginándote atravesando la puerta. —Ustedes los humanos tienen un ridículo sentido del humor. —Dmitri cruzó sus brazos, frunciendo el ceño.

No te rías. Alguien que se ha lastimado no es gracioso. Aún lo imaginaba golpeando la puerta una y otra vez. Se sofocó con la risa. —¿Terminaste? —Dmitri levantó una ceja. A pesar de que era difícil, luchó con sus risitas y asintió. —Lo siento —dijo—. No debí reír. Soy una persona terrible. —Fue un poquito divertido —admitió a regañadientes—. Aunque me gustaría saber por qué pasó. No debería haber golpeado la puerta. —Sí. —Inmediatamente se puso seria—. Tal vez solo era cosa de una ocasión. Intenta pasar la puerta ahora. Dmitri se balanceó nerviosamente. —No estás asustado, ¿o sí? —preguntó. —Claro que no. —Dmitri inhaló. Con sus cejas fruncidas en determinación, Dmitri se movió con lentitud hacia la puerta. El ángel actuaba como si el umbral pudiera explotar en llamas si iba demasiado cerca. Afortunadamente, había conseguido deslizarse. Un momento después entró de regreso otra vez, con una gran sonrisa en su cara. —Lo hice. —Sonrió Dmitri. —Lo hiciste, eh, ¿se necesita mucha concentración para pasar por las puertas? —Las palabras eran incluso extrañas de decir. Tuvo que pellizcarse para saber que estaba despierta.

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—Generalmente no —admitió—. Abrir puertas es más extraño para mí que pasar a través de ellas. —¿En qué estabas pensando cuando atravesabas la puerta? —No te rías, no te

rías, no te rías.

—Bueno, sabía que estabas hablando con Trevor, así que estaba concentrando en eso. —Frotó la parte posterior del cuello torpemente—. Supongo que me estaba concentrando demasiado en ti y golpeé la puerta en lugar de pasar a través de ella. Una vez más, lo imaginó corriendo hacia la puerta. Y se carcajeó. Con su confianza recuperada, Dmitri tomó su brazo y la tiró más cerca. —Ven aquí, mejillas dulces —dijo—. Piensas que es divertido que sea lastimado, ¿verdad? —No. Ahora déjame ir. —Peleó contra él—. Para, para, para. Cuando Dmitri la arrastró hacia atrás, la puerta se abrió de golpe y Meg entró. Era imposible imaginar lo que la otra mujer creía que estaba viendo. Chloe sabía que estaba gritando y retorciéndose incontrolablemente. Dmitri la liberó de inmediato. —Uhm, ¿mal momento? —preguntó Meg. Con un gemido, dejó caer la cabeza. En su vida, ¿alguna vez hubo un buen momento? *** Faltando diez para las seis, Chloe caminaba enfrente de su escritorio mientras Dmitri observaba. Trevor llegaría en cualquier momento y ella no sabía de qué iba a hablar con él en la cena. A pesar de que había soñado en ir a una cita con él antes, los sueños y la realidad eran diferentes. ¿Qué podía tener posiblemente en común con una estrella del pop? No era rica o sofisticada. La única vez que cantó fue cuando estaba sola en su apartamento. Ni siquiera tenía un talento especial para compensar todas sus deficiencias. Mientras sacudía su cabeza en frustración, accidentalmente golpeó su pie con fuerza en la pata de la mesa. Una serie de maldiciones irrumpieron de sus labios mientras saltaba alrededor, agarrando su pie. —¿Un poquito nerviosa, mejillas dulces? —preguntó Dmitri. —Estoy más que un poquito nerviosa —murmuró, frotándose la parte superior del pie—. ¿De qué voy a hablar esta noche? —Cualquier cosa. —Dmitri se encogió de hombros—. Él es un ser humano, sabes. Se pone pantalones igual que tú.

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—Solo que sucede, que los pantalones que él se pone son de diseñador y los míos no lo son. —Se cruzó de brazos y suspiró. —Voy a estar contigo todo el tiempo. —Dmitri tocó su hombro—. Voy a ayudarte si lo necesitas.

—No vas a estar parloteando en mi oído, ¿verdad? —preguntó—. Cuando estás ahí, no puedo concentrarme en nadie más que en ti. —Voy a ser invisible para ti, pero voy a estar ahí —dijo Dmitri. —¿Te puedes hacer invisible incluso para mí? —Fabuloso. Sus capacidades de espionaje serían infinitas. —Naturalmente —resopló Dmitri—. Te dije que te estaba viendo antes de que supieras que existía, ¿o no? Te habrías dado cuenta de que estaba caminando alrededor de tu apartamento si pudieras verme. —Nunca me di cuenta de que los ángeles guardianes son como acosadores —dijo. —Un ángel guardián quiere protegerte —señaló Dmitri. —Algunos acosadores quieren proteger a la mujer que observan. —Sonrió con suficiencia, observando sus ojos estrechos. —Pero los acosadores te observan por malos motivos. Los ángeles guardianes no. —Suspiró y pasó su mano a través de sus cabellos dorados—. Eso hace diferentes a los ángeles. —No. —Sabía que estaba presionando sus botones—. No eres más que un acosador glorificado con alas. Era evidente que estaba volviendo loco a Dmitri porque sus cejas se crisparon… y a ella le gustaba. ¿Por qué las conversaciones con Trevor no podían ser así de fáciles? Cuando hablaba con Dmitri, era como si estuviera fastidiando a su mejor amiga que conocía de toda su vida. —Eres incorregible, ¿sabías eso? —Dmitri erizó su cabello. —Lo que digas, acosador. —Le guiñó un ojo. —Deja de llamarme así —dijo Dmitri. La puerta de su oficina se abrió y Trevor entró. Usaba una camiseta verde muy ajustada que promocionaba una bebida deportiva y una chaqueta negra con una capucha grande. A pesar de que estaba adentro, usaba lentes de sol. —¿Quién es el acosador? —Trevor probablemente había escuchado su provocación a Dmitri a través de la puerta. Ups.

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—Solo un amigo. —Oh no—. Si un tipo sigue a una mujer, eso lo hace un acosador, ¿correcto? Incluso si él quiere protegerla. —Por supuesto —asintió Trevor, perturbado. Ella le disparó una sonrisita triunfante a Dmitri. El ángel se veía a cinco segundos de estrangularla. Sacudió su cabeza, pronunció la palabra ¡Tú! y después

se desvaneció en el aire. Al principio su desaparición repentina era inquietante, pero empujó su malestar a un lado y regresó su atención a Trevor. ―Espera un segundo ―dijo Trevor. Uh-oh. ¿Se habría dado cuenta de algo extraño cuando pasó por la puerta? Desde su perspectiva, ella no estaba hablando con nadie. —¿Sí? —Tragó saliva. —¿Alguien te está acosando? —preguntó Trevor—. Puedo ayudarte a cuidarte de eso.

¿Él está preocupado por mí? Para su asombro, se dio cuenta de que lo estaba. —No te preocupes por eso —dijo—. Él tipo no es del todo sigiloso. Hoy corrió imprudentemente hacia una puerta cuando intentó seguirme.

¡Esto es la venganza por meterte conmigo en el concierto, Dmitri!, pensó de modo triunfal. —No parece muy listo —dijo Trevor. —Nop. —Está bien, ella sabía que era listo, pero quería molestarlo de cualquier manera. Un libro cayó de su escritorio con un estruendo. Tenía la sensación de que era afortunada de que el libro no hubiera sido lanzado a su cabeza. —¿Qué fue eso? —Trevor miró fijamente el libro en el piso. —Nada. —Forzó una sonrisa en su cara—. Puse el libro en el borde del escritorio. Fue mi culpa que se cayera. —Eso tiene sentido —dijo Trevor. —¿Estás listo para salir? —Probablemente no debería burlarse más de Dmitri. —Sí. —Asintió Trevor. Tomó su bolsa y se dirigió hacia la puerta. Trevor la siguió afuera. Desde que era primavera, el aire era fresco y frío. Cuando miró hacia el cielo, se dio cuenta de que una nube de tormenta amenazadora colgaba encima de sus cabezas. Parecía que iba a llover pronto. Qué bien. Trevor no parecía darse cuenta de nada de eso. Ya se estaba dirigiendo al coche que estaba estacionado enfrente de su oficina. Era un Audi negro brillante. Aunque sabía tanto de carros como un gato sabía acerca de surfear, tenía la sensación de que era costoso. Incluso mirarlo la ponía nerviosa.

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—Bonito, ¿no es así? —preguntó Trevor, mirando el Audi de arriba abajo con cariño como una madre lo haría con un bebé recién nacido. —Sí. Después de guiñarle, Trevor saltó detrás del volante. Ella también subió y se deslizó en el asiento de cuero. Todo estaba impecable. Odiaba incluso poner sus

pies. ¿Alguien limpia el coche cada día? Mientras ella retorcía sus manos, Trevor encendió el coche. Se puso en camino, silbando. A menudo pasaba los dedos sobre el salpicadero embelesado por su vehículo. Podría ser peor, consideró.

Podría estar enamorado de su propia cara.

—¿Sabes dónde quieres tomar esos sándwiches? —Ella lo miró, frunciendo el ceño. —Sí. —Asintió—. Conozco un buen lugar. No es demasiado fantástico, pero sirven bien. Y con mis lentes de sol, no creo que nadie pueda reconocerme. Ella se rió. —¿Qué? —Levantó una ceja. —La mayoría de la gente no tiene coches como este —dijo—. No sé si te has dado cuenta, pero cada persona se va a acercar para mirarnos. Van a pasar cerca de cinco segundos antes de que te reconozcan. —Solo es un Audi. —Parecía sorprendido.

¿Solo un Audi? Solo un tipo rico podría pensar de esa manera. —Un Audi es un coche que solo una persona rica podría tener —dijo—. Confía en mí. Conduzco un vehículo que no ha sido nuevo desde 1990. —¿Aún funciona? —La miró fijamente, estupefacto. —Por supuesto. —Aunque algunas veces tenía que pegarle primero al tablero de mandos. —Wow. —Trevor frunció las cejas—. En realidad eres pobre, ¿eh? Ella le dio un golpe en su hombro. Era una reacción visceral al disgusto que causaron sus palabras. —¿Qué? —La miró fijamente, confundido. —No soy pobre. —Bueno, está bien, tal vez estaba un poquito empobrecida. —¿Entonces por qué no compras un vehículo nuevo? —preguntó.

Touché. —Está bien, está bien. —Puso los ojos en blanco—. Soy pobre. —¿Entonces por qué me pegaste? —preguntó—. Solo estaba diciendo lo obvio.

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—No lo sé. —Se encogió de hombros—. Eso es lo que hacemos en mi familia cuando nos preguntan algo que no nos gusta. —Oh. —Trevor la miró intrigado.

Ella estudió al hombre a su lado, asombrada por su expresión atenta. ¿Era su vida familiar tan digna de contemplación? No era como que tuvieran luchas cuerpo a cuerpo en su sala de estar. —Así que además de golpear a otras personas, ¿qué hacen para entretenerse? —preguntó. —Para ser honesta, no hacemos mucho —dijo seriamente—. La mayoría de los días solo miro fijamente hacia el pasillo, preguntándome cuando puedo permitirme comer de nuevo. Con sus ojos abiertos en alarma, Trevor se le quedó mirando. —Estoy bromeando —dijo antes de que él perdiera el control y condujera al Audi hacia una pared—. Caramba. No soy tan pobre. Hago lo que las personas normales hacen. Veo televisión o busco videos de animales graciosos. Algunas veces hago preguntas extrañas en internet que probablemente hace que el gobierno se pregunte si soy una terrorista o no. Ya sabes, las cosas de personas normales. —Me asustaste ahí por un segundo. —Se rió. —Tu biografía dice que creciste en una familia pobre —dijo ella—. Pensé que sabrías lo que es no tener dinero. Sus puños se apretaron en el volante hasta que se volvieron de color blanco lechoso. —Tú nunca fuiste pobre, ¿o sí? —preguntó. —Vas a empezar a gritarme otra vez. —Trevor bajó la cabeza con vergüenza—. Sí, nunca fui pobre o nada. Katherine solo pensó que si tenía una historia de origen de miseria a riqueza conseguiría a más fanáticas. —¿Qué hay de tus padres? —preguntó—. ¿No estuvieron molestos porque mentiste? —Mis padres están muertos —dijo Trevor—. Fui criado por mi tía y tío en Toronto. No les importa lo que hago mientras permanezca lejos de sus asuntos. —Oh. —No estaba segura de qué decir. Nunca había perdido a alguien cercano a ella. —¿Podemos hablar acerca de algo más? —preguntó Trevor tranquilamente.

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Por primera vez, se dio cuenta que tenía una vena latiendo en su mandíbula. Tenía la sensación de que la vida de Trevor no había sido fácil, incluso con sus coches elegantes y sus grandes cantidades de riqueza. —Bien. —Asintió. Podía entender sin duda. Había cosas que ella no quería hablar tampoco. Por ejemplo, si él le preguntaba acerca de su historial de citas, estaría en un gran

problema. Probablemente era la única virgen de veinticinco años en el estado de Illinois. Empezó a hiperventilar, preguntándose qué haría si el tema surgiera alguna vez. Afortunadamente, Trevor la distrajo frenando en el estacionamiento del lugar de los bocadillos. Las paredes eran de ladrillo y una enorme señal indicaba que ese restaurante era italiano. Cuando Trevor apagó el motor, ella salió del vehículo. Trevor lo hizo también. Eso fue cuando se dio cuenta de que una mujer indigente se agachó detrás de una maceta con flores, temblando. Pobre mujer, pensó Chloe. Me pregunto si tengo algo de cambio. Justo cuando estaba buscando en su bolso, un grupo de cuatro personas dejaron el restaurante y miraron dos veces el Audi. Trevor subió su capucha. Aun así una mujer tomó su teléfono y sacó una fotografía de los dos. Se olvidó de su búsqueda de cambio y se congeló.

Debería haber escuchado a Dmitri y vestirme elegante. Voy a estar en los titulares de mañana. Nerviosamente, se enderezó el suéter y se encaminó hacia Trevor, esforzándose por ignorar la forma en que el cabello detrás de su cuello se erizó. No le gustaba ser observada. —Te dije que un Audi podría atraer la atención —murmuró por la comisura de su boca. —Supongo que tenías razón —dijo—. La próxima vez, voy a traer mi Fiat. Para su inmensa sorpresa, el chico envolvió un brazo alrededor de su cintura y la apresuró hacia la puerta principal del restaurante. La llevó adentro y la siguió. Justo cuando Trevor se dirigió hacia la anfitriona, una hermosa rubia en un vestido negro, algo colisionó contra la pared con un gran golpe seco. —¡Dulce cielo! —gritó Dmitri, aunque todavía estaba fuera de la vista. —¿Dmitri? —Mierda. Debió chocar con la pared. —¿Qué fue eso? —Trevor giró alrededor—. ¿Quién es Dmitri? —Nadie. —Sonrió de forma nerviosa. Trevor le envió una mirada graciosa, pero después miró de nuevo a la anfitriona. La mujer batió sus pestañas e hizo un mohín con sus labios, acercándose en el modo completo de seducción. —Tus discos son tan geniales —habló la anfitriona con entusiasmo—. Eres mi cantante favorito.

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—Gracias —gruñó Trevor, haciendo conocida su impaciencia—. Me gustaría una mesa para dos. —Oh, está bien. —La anfitriona parecía ofendida—. Por aquí. A pesar de que Chloe normalmente podría estar molesta por el intento descarado de la anfitriona por coquetear, estaba demasiado preocupada por Dmitri. ¿Había controlado lo de pasar a través de la pared?

—Vamos, Chloe. —Trevor tomó su mano y empezó a jalarla. —Está bien. —Lanzó una mirada sobre su hombro, sacudió la cabeza. ¿Por

qué le está pasando esto a Dmitri? Primero se quedó dormido esta mañana, ahora está chocando con las puertas y paredes. Creo que las plumas también. Frunció los labios mientras era guiada a una mesa frente a una ventana. Fue solo cuando se sentó que se dio cuenta de que se estaba sosteniendo las manos con la estrella del pop. Sobresaltada, se dio cuenta de que todos en el restaurante los estaban viendo. Todos. Ella nunca antes había sentido pena por las estrellas pop, pero ahora lo hacía. No había nada nada más terrible como ser observado. Tuvo que luchar con el deseo de huir tan rápido como podía. —¿Cómo manejas esto? —susurró. —¿Eh? —Trevor estaba hojeando el menú con su mano libre. —Todas estas personas nos están mirando fijamente —dijo ella—. Me está volviendo loca. Trevor miró hacia arriba y tocó su cabello perfectamente peinado. —Esto no es nada. —Se encogió de hombros—. Es solo cuando alguien me pide mi autógrafo que quiero empezar a tirar sillas. Una vez que una persona encuentra el valor para acercarse a mí, todos creen que es una libre competencia y vienen corriendo. —Y entonces roban tu pantalón —dijo. —Entonces roban mi pantalón. —Se rió entre dientes. Chloe rompió en una sonrisa, pero rápidamente se puso seria debido al hecho de que la estaban mirando con asombro. Además, todavía estaba preocupada por Dmitri. El ángel siempre estaba cotorreando en su oreja, irritando los diablos fuera de ella. Ahora quería asegurarse de que él estaba bien y no sabía dónde estaba. Se retorcía, mirando sobre su hombro para ver si tal vez podía detectar humo en el aire. Nada. Cuando Dmitri se volvía invisible, se volvía invisible todo el tiempo. —¿En verdad estás tan incómoda? —Trevor la observó con una ceja levantada.

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Se dio cuenta que él pensó que se estaba retorciendo debido a los espectadores. Ellos eran una parte de su incomodidad pero no eran la causa de su agitación. —No, yo… yo… tengo que ir al baño —dijo triunfalmente, asombrada por su repentina idea.

¿Por qué no pensé en esto antes? Si voy al baño, entonces puedo hablar con Dmitri en privado. Por lo menos, suponiendo que él la siguiera. —No había visto a nadie retorcerse así cuando tenían que usar el baño desde que estaba en primer grado. —Trevor inclinó la cabeza. Sus mejillas se encendieron. ¡Qué humillante! Él pensaba que ella era una mujer adulta haciendo el baile del urinario. Oh, bueno. Iría al baño cueste lo que cueste. —¿No se supone que sabes dónde están los baños? —Se cruzó de brazos. —Detrás de mí. —Apuntó sobre su hombro—. Es en esa esquina. Después de levantarse, hizo un movimiento de aquí a allá en el aire, esperando que Dmitri pudiera verla. —¿Te duele el brazo? —Trevor la miró agitando sus extremidades como si estuviera cuestionando su sensatez. —Sí. —Giró su muñeca—. Jugué tenis ayer y me lastimé. Mentirosa. No había jugado tenis desde que estaba en la escuela. Incluso entonces, pasaba más tiempo ahuyentando a los matones con la raqueta de lo que golpeaba las pelotas. —No sabía que jugabas tenis. —Sonrió Trevor—. Yo también. Deberíamos jugar alguna vez. Chico, solo espera hasta que vea lo horroroso que jugaba. Aun así le dio un ligero asentimiento y se dirigió hacia el baño, un movimiento para que Dmitri la siguiera mientras se iba. Para el momento en que llegó al baño y cerró la puerta detrás de sí, se dio cuenta que medio restaurante había visto su humillante exhibición… y lo grabaron en cámaras. Todavía tenía algo por lo que estar agradecida. El baño era un cuarto. Después de que se aseguró que la puerta estaba bloqueada, dio un paso atrás. —Dmitri, aparece —dijo. —¿Qué crees que estás haciendo? —Dmitri apareció sobre su hombro derecho. Después de recuperarse de la sorpresa, fulminó al ángel con la mirada.

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—¿Qué quieres decir con qué estoy haciendo? —Le dio un empujón en el pecho. —Estabas agitando tu brazo como una lunática —balbuceó Dmitri—. Parecía que estabas teniendo un ataque o algo. Mierda. No tenía la intención de verse ridícula.

—Bueno, solo lo hice porque estaba preocupada por ti —dijo—. ¿Por qué chocaste con la pared? Estaba preocupada. Las orejas de Dmitri se volvieron del color de un rábano recién cosechado. —Tú, uhm, me escuchaste, ¿verdad? —preguntó. —La pregunta es, ¿quién no te escuchó? —preguntó—. Incluso Trevor lo hizo. —Eso significa que perdí mi poder por un momento —susurró Dmitri, sus ojos oscuros. —¿Qué significa eso? —Estaba entrando en pánico. —Nada de lo que preocuparte —dijo. —¿Esperas que no me preocupe por ti? —preguntó ella. —Sí. —Asintió. —¿Y por qué no? —preguntó. —Porqué yo soy tú guardián, tú no eres la mía—dijo. —Bueno, déjame decirte algo. —Nuevamente le dio un empujón en el pecho—. No puedes pasar tanto tiempo conmigo como lo has hecho y no esperar que me preocupe por ti, idiota. La miró, sus ojos grises muy abiertos. —¿En verdad estás así de preocupada? —Por supuesto. —Puso sus manos en sus caderas—. Si tú chocas con una pared de nuevo cuando no pueda verte, entonces como mínimo indica que estás bien o… o… no lo sé. ¡Algo! Ella estaba temblando. —Está bien. —Dmitri asintió y puso las manos en los hombros de ella—. La próxima vez lo haré. —Bien. —Se dio la vuelta y miró la puerta, pero no se atrevía a pasar por ella. —¿Qué sucede, mejillas dulces? —preguntó—. Te aseguraste de que estoy bien. ¿Ahora qué? —¿Qué tan mal me veía, agitando mi brazo alrededor como lo hice? — preguntó.

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—Muy mal —gimió Dmitri—. No tienes el sentido de autoconciencia. —Es toda tu culpa —murmuró por la comisura de su boca antes de dar un paso hacia afuera.

Once E

l resto de la cena siguió sin incidentes. Chloe se recostó, atiborrada de

pan y prosciutto1. Trevor parecía mucho más relajado con una copa de vino tinto en la mano. A pesar de que hizo el ridículo agitando su mano alrededor como una lunática, él no había dicho una palabra. En verdad estaba en su mejor comportamiento esta noche. Si solo pudiera decir lo mismo sobre ella… se seguía preguntando dónde se encontraba Dmitri, aun cuando sabía que se estaba escondiendo a propósito. Dejó escapar un suspiro y agitó su refresco con su popote flexible. —¿Quieres postre? —preguntó Trevor. —¿Que si quiero postre? —preguntó—. ¡Diablos, sí quiero! Los ojos de Trevor se ampliaron en sorpresa, entonces le dio una risa profunda. —¿Dije algo gracioso? —Por favor dime que no estaba haciendo de idiota sin

darme cuenta.

—En realidad no. Siempre te las arreglas para sorprenderme —dijo Trevor—. Estoy acostumbrado a que las mujeres con las que salgo ordenen una ensalada y rechacen el postre, pero comiste tu emparedado y la mitad del mío. Sí, probablemente no debería haber hecho eso. Era solo que ese prosciutto de Trevor se veía tan delicioso que no pudo resistirse a probarlo… y luego robar unos pocos bocados más. —Todos en mi familia tienen un gran apetito. —Bajó la mirada hacia sus manos.

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Dmitri nunca se había quejado de su necesidad de comer, aunque no tenía ninguna duda de que intentaría apuñalarla con su tenedor si ella le robaba un bocado de su emparedado. —No fue un insulto —dijo Trevor—. En realidad, fue un cumplido. 1

Es el término italiano para “jamón”, aludiéndose con mayor frecuencia al curado, que se sirve sin cocinar, cortado fino. A este estilo se llama en Italia prosciutto crudo, distinguiéndose del cocinado (cotto, “cocido”).

—Encuentro eso difícil de creer. —Se encogió de hombros. —Te estoy diciendo la verdad. Es agradable encontrar a una mujer que va a comer conmigo —dijo Trevor—. Y me gusta el hecho de que eres apasionada por el postre. —Soy amante de la comida. ¿Qué puedo decir? —Se encogió de hombros. Trevor le sonrió, una verdadera sonrisa, y ella se sintió como si se estuviera derritiendo bajo su hermosa mirada. Tal vez el chico no era tan malo después de todo. —Eso es bueno. —Trevor asintió—. Espero que no sea malo decir que he pasado un buen rato. —¿En verdad? —¿A pesar de que estoy completamente loca? —Sí. —Trevor sonrió con suficiencia—. ¿Por qué estás sorprendida? —No nos llevamos bien antes. —Se encogió de hombros—. Vine a la cena preocupada de que podría perder los estribos y tratar de ahogarte en tu vaso de agua. —Tengo una teoría en cuanto a nuestras discusiones —dijo Trevor. —¿La tienes? —Levantó una ceja. —Café. —Mm, ¿qué? ¿Qué tiene que ver el café con algo de esto? —Las dos veces que discutimos, el café estaba involucrado —dijo Trevor—. La primera vez, lo derramaste sobre mí. La segunda vez, te ofrecí un poco. Supongo que si evitamos el café, estaremos bien. Había una conexión que no se había dado cuenta, aunque dudaba que una taza de café tuviera algo que ver con el hecho de que una vez sintió el deseo de empujar a Trevor por un tramo de escaleras. Todavía estaba dispuesta a seguir su juego. —Eso es genial. —Asintió—. Sin café. Eso va a ser difícil. Amo el café casi tanto como el postre. Una sonrisa se formó en la cara de Trevor, pero desapareció tan rápido como vino.

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—Va a comenzar. —Trevor parecía incómodo—. Alguien quiere un autógrafo. Chloe dio un vistazo a su lado izquierdo y vio a una mujer dirigiéndose hacia su mesa con una pluma y papel en mano. La mujer era una belleza perfecta con largo cabello rubio que fluía hasta más allá de su espalda baja. En el departamento de apariencia, la mujer estaba por encima de ella, pero Trevor parecía molesto en lugar de fascinado. Chloe recordó lo que dijo más temprano esa noche. “Es solo

cuando alguien me pide mi autógrafo que quiero empezar a tirar sillas. Una vez que una persona encuentra el valor para acercarse a mí, todos creen que es una libre competencia y vienen corriendo”. Efectivamente, todos los demás en la habitación miraban, probablemente preguntándose si debían o no aprovechar un autógrafo también. Esto no está bien. Incluso las celebridades tienen derecho a algo de privacidad. No sabía lo que la llevó a hacerlo, tal vez fue la estupidez o la locura total, pero un segundo estaba sentada tranquilamente en su asiento y al siguiente estaba extendiendo su refresco en la mesa con el movimiento de una mano. El vaso golpeó el piso y se rompió. El refresco se derramó por todos lados, haciendo un océano de café en el azulejo. La mujer acercándose gritó mientras sus zapatos negros eran recubiertos en hielo y refresco pegajoso. La mesera salió corriendo de la cocina con toallas en mano. Debió estarlos viendo. —Qué torpe soy —dijo Chloe, sin quitar la mirada de la mujer. La mujer bajó la mirada al mar de refresco y vidrio. Después de un momento de vacilación, finalmente se retiró a su mesa. Ahora que la fanática se había ido, Chloe respiró aliviada y agarró una servilleta. Se sintió mal por provocar un desastre para la mesera, incluso por el bien de un interés mayor. Cuando se puso sobre sus manos y rodillas para ayudar a limpiar, la mesera se encontró con su mirada. —Lo siento —dijo Chloe. —Está bien. —La mesera sacudió su cabeza—. Por favor, tome asiento. —Te voy a dar una gran propina por esto. —Tan grande como pudiera permitirse, de todos modos. Después de un rápido asentimiento, la mujer corrió a la cocina con las toallas manchadas. Liberando un suspiro tembloroso, Chloe tomó su asiento de nuevo y pasó una mano por su cabello. Después levantó la vista, se dio cuenta de que Trevor la miraba fijamente con la boca abierta. Cuánto tiempo había estado haciendo eso, no lo sabía. —Me salvaste —dijo Trevor como si la hermosa rubia hubiera sido un asesino blandiendo una motosierra.

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—No es gran cosa. —Se encogió de hombros. —Es una cosa más grande de lo que piensas —dijo Trevor—. El resto de las personas aquí estaban a punto de ser un enjambre.

—Solo es una prorroga temporal, sabes. —Observó a la rubia en la esquina, todavía mirándolos—. Ella es como una leona hambrienta detrás de su presa. Va a regresar. —También lo creo. —Trevor se estremeció con horror. —Sabes, la mayoría de los hombres disfrutarían la atención de una mujer como esa —dije. —Solía disfrutarla. —Trevor se encogió de hombros—. Hace algunos años, tenía una mujer diferente en mi cama cada noche. Entonces empezó a hacerse viejo. Esas mujeres no me conocían. Solo querían decirles a sus amigos que habían dormido con una estrella del pop. La verdad es que me estaban usando. Esa rubia quiere hacer lo mismo. Ahora ya no me acuesto con cualquiera. He crecido mucho desde que empecé a cantar. Ese fue un pensamiento aterrador, considerando cuán consentido actuaba después de un concierto. —Vaya —dijo. Trevor frunció el ceño, probablemente tratando de decidir si sus comentarios eran un insulto o no. Debió decidir que no lo era porque continuó: —De cualquier forma, ahora trato de ser un buen chico. —Sacudió la cabeza—. No quiero tener nada que ver con mujeres como esa. —Entonces, ¿qué es lo que estás buscando? —Se preguntaba lo que quería una estrella del pop como él—. Si terminaste de acostarte con cualquiera, entonces eso generalmente significa que quieres algo más. —En realidad no sé qué es lo que quiero ahora —admitió—. Todo lo que sé es que tu honestidad y tu humor son agradables. Si hice algo para molestarte, no tengo dudas de que deberías darme un puñetazo en la cara. Es extraño, pero me gusta eso. Así que ahora mismo, solo quiero llegar a conocerte mejor. Si algo sucede, genial. Si no pasa nada, también está bien. —Estoy feliz de escuchar eso. —Sonrió, un poquito aliviada. Por alguna razón, la cara de Dmitri destelló en su mente. ¡Sal de aquí!, pensó, no estaba segura del por qué estaba pensando en él de nuevo. —¿Lo estás? —Trevor ladeó la cabeza. —Sí. —Asintió—. ¿Qué, pensaste que estaba esperando una propuesta matrimonial?

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—Tal vez. —Se encogió de hombros. —Bueno, necesito que alguien me guste mucho antes de comprometerme a algo serio. —Arrugó su nariz—. Sobrevivo bastante bien por mi cuenta, así que no necesito a alguien para hacerme feliz. Además, hace algunos días contemplaba la

idea de lanzar una bola de boliche en tu cabeza. Debo ser realmente tonta al esperar algo serio de ti ahora. Trevor echó la cabeza hacia atrás y rió. Hacía eso más y más. —Ahí estás otra vez, sorprendiéndome —dijo—. Eres complicada, glotona, y honesta. Es sorprendente. —Pienso que tu problema es que no has conocido a ninguna mujer independiente antes —dijo—. Hay muchas de nosotras ahí afuera. Es solo que estamos eclipsadas por mujeres como la de la esquina. —¿Te refieres a la que parece que está a punto de venir otra vez? —preguntó Trevor, con la mandíbula apretada. Cuando levantó la mirada, vio que la rubia estaba mirando a Trevor como si fuera a coger la pluma y la libreta una vez más. —Creo que es del tipo roba pantalones —gimió Chloe—. No se rinde. —Tiene una mirada loca en sus ojos. —Asintió Trevor, pasando sus dedos por su cabello para asegurarse de que cada mecha estaba en su lugar. —¿Quieres tomar el postre en algún otro lugar? —preguntó ella—. Ahora, en cualquier segundo ella se va a abalanzar a nuestra mesa. —Hay una tienda de helados grandiosa a pocas cuadras. —La sonrisa regresó a la cara de Trevor—. Podemos ir ahí para el postre. —¿Podemos caminar? Así tendremos menos atención. —El Audi podría causar el mismo problema de nuevo. —Por mucho que me duele no tomar mi auto, podemos caminar si eso es lo que quieres. —Trevor mostró rápidamente una sonrisa. La mesera, como si fuera convocada por algún tipo de poder sobrenatural, apareció a su lado de nuevo en segundos. O bien estaba prestando atención a su conversación o era un ángel así como Dmitri. Desde que Chloe no pensaba en el ángel podía mirar a Trevor y la expresión apasionada, decidió que la empleada no era un mensajero de Dios. —¿Está listo para la cuenta, Sr. Malone? —preguntó la mesera.

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Chloe rápidamente buscó por toda su bolsa, preparada para pagar su parte y darle algo adicional a la mesera debido al vaso roto. Antes de que pudiera sacar algo de efectivo, Trevor le entregó a la mesera un billete de cien dólares y mostró rápidamente su sonrisa más cortes. Su sonrisa era tan abrumadora que incluso Chloe fue tomada por ella y terminó mirando su precioso rostro por un segundo antes de recobrar el sentido. Aspiró profundo y presionó su mano en su pecho. Todo estaba bajo control. —Voy a traer su cambio —susurró la mesera, su cara rosa y sudorosa.

—Quédate con todo. —Trevor despachó a la mesera—. Vamos, Chloe. En un abrir y cerrar de ojos, Trevor tomó su mano y la empujó hacia la salida. Ella vio a pocas personas tomando su fotografía. Sí, definitivamente voy a terminar en el periódico de mañana. Solo podía rezar para que el titular no dijera, “Trevor Malone sale con un alce”. Temblando, sacudió la cabeza. Cuando salieron, respiró en el aire frío y miró el cielo nublado. ¡Libertad! Puso mucha atención por un momento, asegurándose de que Dmitri no colisionara otra vez con la pared. Como no escuchó un golpe, supuso que estaba bien. Trevor acarició el capo de su Audi con cariño. —Te echaré de menos, chica —dijo—. Estaremos de vuelta pronto. Ella puso los ojos en blanco. Los hombres y sus autos. Nunca los iba a entender. —¿Estás listo para ir caminando? —preguntó, preparada para separarlo de su reluciente auto. —Sí. —Trevor dio unos pocos pasos, entonces lanzó una mirada triste sobre su hombro y contempló al Audi—. Duda que el sol se mueva, duda que la verdad sea mentira, pero no dudes jamás de que te amo.

¿En serio? ¿Shakespeare? —Si quieres tomar en serio el auto, podemos. —Resopló y sacudió la cabeza—. No me gustaría estar entre tu amada y tú. —No, estoy bien. —Trevor le guiñó el ojo y tomó su mano. —Odio tener que decirte esto, pero ningún hombre que cita a Shakespeare a su auto está bien —se burló, pinchándolo en las costillas. —Ay. —Trevor se llevó la mano al corazón, simulando una herida. Finalmente, ella estaba empezando a ver a Trevor como un hombre atractivo de nuevo. Él era una persona diferente de la que ella imaginaba. Afortunadamente, pensaba que era más guapo en este momento de lo que había sido en alguna revista. Había algo agradable acerca de una persona que estaba completamente a gusto. Sonrió y miró a otro lado, dándose cuenta de que estaba teniendo un muy buen momento.

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Un inesperado buen momento. Dmitri estaría tan orgulloso. Hablando de eso, ¿dónde estaba el ángel? Dio un vistazo detrás de ella, preguntándose si la estaba siguiendo o no. Por supuesto, él era como un acosador, pero una buena clase de acosador. Esbozó una sonrisa ante el recuerdo de burlarse de él esa tarde, entonces se dio cuenta que necesitaba prestarle atención a Trevor.

Estaba a punto de preguntarle al hombre acerca de su sabor de helado favorito cuando un auto se detuvo a un lado de la carretera y se estacionó a su lado. Un hombre apuntó con una cámara fuera de la ventana abierta y tomó una fotografía. Ella se sobresaltó, pero Trevor lo ignoró. Muchas de las personas no reconocían al chico sin su Audi. —¿Vas a tener que pagar mucho dinero para conservar todas las fotografías que las personas están tomando para que no se hagan públicas? —preguntó Chloe. Un trueno retumbó de modo inquietante en el cielo. —¿Por qué lo haría? —Trevor le dio un vistazo. —Bueno, no soy una actriz principiante exactamente. —Aunque era delgada, también era bajita. Para colmo, la humedad hacía a su cabello antes elegante, un desigual desastre tupido. —Te ves bien. —Trevor apretó su mano—. Diablos, estoy orgulloso de estar contigo. —¿En verdad? —Esa era la primera vez que algún chico le decía eso. —En verdad. —Trevor asintió. Algo embistió con fuerza en el contenedor de basura detrás de ellos con un estallido. Ambos dieron la vuelta. No había nada ahí. Al menos, nada que ella pudiera ver. —Dmi… Puf. —Se detuvo de decir el nombre de Dmitri justo a tiempo. —¿Qué diablos fue eso? —preguntó Trevor. —Probablemente era un gato callejero. —O un ángel quien está teniendo

problemas para controlar sus poderes hoy.

—Sí. Probablemente sea eso. —Trevor se volvió y agarró de nuevo su mano. Incluso cuando caminaban, echó un vistazo sobre su hombro, preocupada.

Dmitri me va a hacer que agite la mano alrededor como una lunática de nuevo, ¿no es así? Justo cuando estaba empezando a enojarse, Dmitri destelló en su vista por

un segundo. Le dio el pulgar hacia arriba, entonces desapareció en el aire una vez más. Por lo menos ahora sabía que él estaba bien.

Me pregunto por qué le está pasando esto. En un momento está bien, al siguiente está chocando con contenedores de basura. —¿Estás bien? —preguntó Trevor—. De repente estás callada.

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—Solo estoy preocupada —dijo. —¿Por el gato callejero? —preguntó él. —Mmm, seguro. —Si ese gato callejero era Dmitri. —Tal vez lo veamos en la vuelta. —Trevor le dio una sonrisa alentadora.

—Tal vez. Una pequeña e íntima heladería apareció a la vista. El lugar era un reminiscente de los restaurantes para comer en auto de los años setenta. Incluso un auto antiguo estaba estacionado enfrente del edificio, dándole una sensación a la vieja usanza. —¿Este es el lugar? —preguntó. —Sí. —Trevor sonrió—. Tienen la mejor malteada de cerveza de raíz en Chicago. —Me encantan las malteadas de cerveza de raíz. —La probó por primera vez hace solo unos meses. —Tenía la sensación de que lo haría. —Trevor la arrastró por la puerta. *** Cuando Chloe salió de la heladería, estaba tan llena que le sorprendía que su estómago no se partiera en dos. Desafortunadamente, además también estaba fría. Lanzó una mirada de anhelo al abrigo de Trevor mientras estaba parada a su lado, pero pareció que él no se dio cuenta de que se estaba congelando. Dejó escapar un suspiro y cruzó sus brazos, intentando mantenerse caliente. Un trueno retumbó de nuevo, después una gota grande de agua le pegó justo en medio de su frente. —Uh, oh —dijo. Un relámpago iluminó el cielo, entonces cayó una gota de lluvia tras otra. ¿Por qué ahora?, pensó, agachando la cabeza. Todo el tiempo que estuvieron en la heladería, no cayó ni una gota. Ahora estaba lloviendo a cántaros. —Vamos —dijo ella, notando el agua que resbaló por el cabello de Trevor. —¿Sabes cuánto tiempo pasé con mi cabello hoy? —se quejó Trevor mientras la seguía. Miró a Trevor, esperando que estuviera bromeando. Desafortunadamente, no lo estaba. El chico pasó sus dedos por sus mechones humedecidos una y otra vez. El cabello de ella también estaba mojado, pero no le importaba. Todo lo que importaba era que tenía frío y sus dientes estaban castañeando. —Debimos haber tomado mi auto —dijo. —Es solo un poco de lluvia. —Está bien, era mucha lluvia. Su pantalón estaba empezando a deslizarse bajo sus caderas porque estaba tan empapada.

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Trevor sacudió la cabeza. Después de que caminaron cinco minutos, la lluvia cayó tan fuertemente que las alcantarillas se volvieron ríos gigantescos. Estaban cerca de una tienda de herramientas, pero ella la ignoró y siguió zapateando hacia adelante con

determinación. ¡Un poco de lluvia no iba a desanimarla! Desafortunadamente, Trevor la empujó hacia la tienda, interrumpiendo sus pensamientos. —Casi estamos en el auto. —Le frunció el ceño—. Solo vamos a seguir. —Creo que debemos esperar aquí hasta que pase —dijo Trevor. Por un momento, consideró igualarse arrastrándolo, pero entonces cedió. Después de todo, él era quien tenía las llaves. Suspiró cuando la llevó adentro. Trevor la dejó en la entrada y se dirigió a la recepción donde un anciano ojeroso con barba estaba parado. —¿De casualidad tiene algún paraguas en venta? —preguntó Trevor. —No, no tengo —dijo el hombre—. Dígame, ¿lo conozco de algún lugar? Trevor hizo un sonido como si estuviera siendo estrangulado. —Probablemente no —mintió Trevor—. ¿Tiene baño? —Atrás. —El hombre señaló una habitación a su derecha. Frunciendo el ceño, Trevor se dirigió a ella. —Voy a correr al baño —dijo Trevor—. Volveré enseguida. —Está bien. —Aunque ella en verdad quería correr hacia el Audi. Con un asentimiento, Trevor se dirigió al baño mientras ella estaba parada en la entrada. Hombre, estaba helada. Mientras se retorcía, Dmitri apareció, mirándola tan mal que casi saltó fuera de sus zapatos. —No hagas eso. —Se agarró el corazón—. Casi me provocas un infarto. —Lo siento. ¿Estás bien? —preguntó Dmitri. Le tomó un momento darse cuenta de que Dmitri estaba completamente seco. —Sí, aunque estoy congelada hasta los huesos —dijo. Dmitri la miró por un momento, después robó una mirada preocupada al hombre en la esquina. El anciano volteó su cabeza hacia ellos cuando dejó salir un carraspeo. Dmitri se sacó su abrigo y entonces lo envolvió en sus hombros. —Esto debería ayudar —dijo. Conmocionada, deslizó sus brazos por las mangas.

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—Me sorprende que el abrigo sea real —dijo. —¿Se supone que la ropa de un ángel es falsa? —Los ojos de Dmitri se arrugaron mientras sonreía. —No, supongo que no. —Se encogió de hombros—. ¿Cómo es que tu ropa desaparece contigo?

—Solo es algo que pasa. —Se encogió de hombros—. En todo caso, alégrate de que la chaqueta sea real. Todavía tienes dos cuadras hasta que llegues al auto de Trevor. —¿Puedes usar tus poderes de ángel para convocar un taxi o algo? — preguntó. —Lo siento, mejillas dulces. Quiero hacerlo, pero tienes que solucionar esto con Trevor. —Los ojos de Dmitri se suavizaron—. Él casi termina con su cabello, así que saldrá en cualquier momento.

Pero quiero irme contigo. Se quedó mirando a Dmitri, conmocionada por el pensamiento que entró en su mente. Su cita estaba yendo bien, ¿o no? ¿Y qué si Trevor estaba un poco obsesionado con su cabello? No debería abandonarlo por un poco de lluvia. Era solo que ella estaba bien con Trevor cuando era bueno, pero cuando la situación era mala, era a Dmitri a quien quería. Mierda. —Está viniendo —susurró Dmitri, entonces desapareció tan rápido como llegó. La puerta del baño se abrió con un chirrido. Trevor se dirigió hacia ella, agua goteando de la punta de su nariz. —Esto en verdad apesta. —Trevor miró tristemente fuera de la ventana. —Se va a despejar —dijo. A pesar de que trató de ser optimista, la tormenta no daba señales de ceder. Trevor gimió y trató de arreglar de nuevo su cabello, usando el cristal como espejo. Tensar sus dientes era todo lo que podía hacer para contenerse de hacer un comentario. Desafortunadamente, el chico se dio cuenta. —¿Qué? —Trevor se la quedó mirando. —Nada —dijo rápidamente. —Tienes la misma mirada que tenías después de que tiraste el refresco en el piso del restaurante —dijo. —Tu cabello… —balbuceó.

Estúpida inhabilidad de mantener cerrada mi boca.

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—¿Qué hay con eso? —La miró fijamente. ¿Quería o no hacer un comentario? Si decía algo, entonces estaría segura de empezar una pelea. —Puf. —Sus cejas se crisparon. —¿Puf? —Trevor se la quedó mirando—. Ésa no es una respuesta.

—Tu cabello está bien. —Trató de ser diplomática—. No hay necesidad de que sigas arreglándolo. —¿Estás bromeando? —Trevor todavía suavizó otra hebra fuera de su cara—. Me veo como una rata ahogada cuando estoy así. Ella dejó salir un suspiro exasperado y estiró su chaqueta. —¿De dónde sacaste ese abrigo, de todas formas? —preguntó Trevor—. No recuerdo que lo llevaras antes. —Un amigo —dijo simplemente.

Gracias, Dmitri. Trevor frunció el entrecejo, sospechando de su respuesta. Justo cuando abría su boca para interrogarla, el hombre en la recepción aclaró su garganta. —Oye, conseguí encontrar un paraguas después de todo —dijo el hombre—. Supongo que es tu día de suerte. Ni siquiera sabía que tenía uno. La suerte no tenía nada que ver con eso. Los paraguas no caen aleatoriamente del cielo, no a menos de que un ángel pasara a ser quien los deje caer. Ella siguió a Trevor arriba en el mostrador donde el paraguas rojo estaba apoyado contra la pared. Trevor lo agarró, pero el anciano le frunció el ceño. —Espera, muchacho —dijo el hombre—. Tienes que pagar ese paraguas antes de que lo tomes. —¿Cuánto quiere por él? —Trevor sacó su billetera mojada. —Cien dólares —dijo el hombre. —Eso es ridículo —chilló Chloe. Para empezar, ni siquiera era el paraguas del viejo. Era de Dmitri. —Oferta y demanda. —Sonrió el hombre astuto, mostrando sus dientes amarillentos—. Está lloviendo fuerte ahí afuera y no va a amainar pronto. Puedes o quedarte aquí o comprar el paraguas. Frunciendo el ceño, Chloe agarró el brazo de Trevor. —Solo vámonos —dijo—. Este tipo está tratando de estafarnos. Podemos correr hacia el auto. Trevor pasó su mano por el cabello de nuevo, frunciendo el ceño.

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—Trevor —dijo. —Ochenta dólares —dijo el hombre. —Veinte. —Trevor lo miró fijamente. —Cuarenta. —El tipo cruzó los brazos—. Oferta final.

—Vendido. —Trevor sonrió y sacó dos de veinte—. Vamos, Chloe.

Cuarenta dólares por un paraguas que podía haber comprado en una tienda departamental por cinco. Sus cejas se crisparon cuando Trevor le entregó el dinero al hombre y recobró su compra. Los dos se dirigieron afuera. Trevor abrió el paraguas, pero solo se protegía a sí mismo. Ella tiró la capucha del abrigo sobre su cabeza, temblando mientras caminaba. Si no fuera por Dmitri, podría estar hipotérmica. —Esto es mejor, ¿no es así? —dijo Trevor. Hizo una mueca y no dijo nada. Para el momento en que regresaron al Audi, estaba tiritando tan fuertemente que estaba teniendo problemas para caminar. Debajo del limpiaparabrisas había varios pedacitos de papel destrozado con nombres y números telefónicos escritos en ellos. —Incluso en este clima… —gruñó Trevor, agarrando los papeles y aplastándolos en sus puños. Trevor desbloqueó el auto y se subió. Ella estaba a punto de saltar también cuando vio a la misma mujer indigente de antes, agachándose debajo de la marquesina del restaurante. Aun cuando Chloe no quería nada más que buscar refugio en el auto seco, no podía apartar la mirada de la mujer. Trevor abrió la puerta de su auto tres centímetros y gritó: —¿Qué estás haciendo, Chloe? Súbete. Frunciendo el ceño, ella abrió la puerta y vio el empapado paraguas rojo en la mano de Trevor. —¿Vas a usar de nuevo ese paraguas? —preguntó. —¿Esta cosa? —Trevor le frunció el entrecejo—. No, es horrible. Lo voy a tirar cuando llegue a casa. —¿Puedo tenerlo? —preguntó. —¿Por qué? Ya no lo necesitamos. —Trevor levantó una ceja—. Si quieres tanto un paraguas, más tarde te voy a comprar uno más adecuado. —Por favor. —Ella le tendió la mano—. Necesito este.

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—Bien. —Trevor le entregó el paraguas—. Ahora entra en el auto. Ella tomó el paraguas, pero en lugar de saltar dentro del auto, cerró la puerta. Se apresuró por el aguacero a donde estaba agachada la persona indigente. Cuando sus ojos se encontraron, la boca de la anciana se abrió en conmoción. —Toma esto. —Le entregó el paraguas. La indigente lo aceptó con manos temblorosas.

—Gracias —dijo la anciana, su voz cansada. —¡Chloe, vamos! —gritó Trevor. Aunque Chloe se dio la vuelta, no podía ignorar el jadeo de la anciana detrás de ella. Dio dos pasos, después se detuvo. Era imposible alejarse. Agarró su bolso y abrió su cartera. Con un suspiro, sacó un fajo de billetes, ni siquiera se molestó en contarlo, y empujó el dinero en las manos de la indigente. —Ve a algún lugar caliente —dijo Chloe. Los ojos de la anciana se ensancharon. —Chloe —gritó Trevor. —Ya voy. —Corrió hacia el Audi. Cuando subió al auto con sus dientes castañeando, Trevor se sentó detrás del volante, chirriando sus dientes. —¿Cuánto dinero le diste? —preguntó Trevor. —No lo sé. —No era mucho, pero probablemente lo suficiente para una taza de café—. Solo le entregué lo que tenía. —Dijiste que desperdicié el dinero en el paraguas… —balbuceó. Su temperamento estalló. —¿Qué? —Se quedó mirando a Trevor—. Esa mujer era indigente. Necesitaba el dinero. —Probablemente va a usar lo que le diste para comprar alcohol —dijo. —Tal vez sí o tal vez no. —Cruzó los brazos—. ¿Qué si es solo una mujer que no tiene un lugar a donde ir? Solo porque alguien es indigente no significa que sea alcohólico. —Supongo. —Trevor frunció el ceño. —¿Sabes lo que se siente ser tan pobre que no tienes un lugar a donde ir? — Sus ojos se estrecharon—. ¿Lo sabes? Con un suspiro tembloroso, Trevor bajó la mirada a sus manos. —No, no lo sé —dijo. —No lo creo. —Estaba mosqueada—. Solo llévame de regreso a mi oficina, ¿está bien?

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—Bien, bien. —Trevor salió a la carretera. En silencio, Chloe miraba fuera de la ventana, sus dientes castañeando. Para el momento en que Trevor llegó a su oficina, el calefactor estaba funcionando y estaba un poco más cálida. Él se detuvo junto a su sucio auto viejo. —Ese es tuyo, ¿correcto? —preguntó Trevor.

—Sí. —Tomó su bolso y se volvió para irse, pero Trevor agarró su mano. —Lo siento por lo que dije acerca de darle dinero a la anciana, ¿está bien? — dijo Trevor—. No siempre pienso antes de hablar. Ella suspiró y se aferró a su bolsa. —Yo tampoco —admitió. —¿Me perdonas? —preguntó Trevor. Rodando sus ojos, asintió. Trevor le sonrió, sus ojos oscuros centelleando. Contempló su cabello el cual finalmente consiguió arreglar. —Pero por venganza, necesito hacer una cosa antes de irme. —Le sonrió con malicia. —¿Qué es eso? —preguntó. Ella se inclinó más cerca. Trevor inclinó su cabeza y cerró los ojos. Demasiado fácil. Con una risa, estiró el brazo y desordenó su cabello. Se veía como que un puerco espín había hecho su casa en su cabeza. —¿Qué diablos? —Los ojos de Trevor se abrieron. —Te dije que tenía algo que hacer antes de irme. —Se rió disimuladamente y abrió la puerta del auto—. Adiós, Trevor. —Estás loca, ¿sabías eso? —balbuceó Trevor antes de que ella cerrara la puerta. *** Cuando Chloe tropezó en el apartamento, se encontró con Dmitri. Él le dio una humeante taza de café y una sonrisa preocupada. Verlo le trajo tanta calidez a sus miembros como el apartamento caliente lo hizo. ¿Cómo había podido vivir sin este chico en su vida? Mientras agarraba su bebida, gimió en éxtasis cuando la taza caliente le llevó sensaciones a sus dedos. —Dmitri, te amo —gimió Chloe. Ella se congeló con horror. Había sido una declaración inocente, pero por alguna razón le asustó su estupidez cuando dijo eso. Por fortuna, Dmitri sonrió, mostrándole sus hoyuelos.

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—Vas a amarme incluso más —dijo Dmitri—. Subí la calefacción en el apartamento diez grados así estaría caliente cuando llegaras. También saqué esa desagradable pijama de la secadora por lo que puedes usarla cuando termines de ducharte. El chico en realidad era un ángel. —Jamás voy a amenazar con matarte de nuevo —dijo.

—No hagas promesas que no puedas cumplir. —Dmitri le guiñó, después la sonrisa se deslizó de su cara. —¿Qué pasa? —A ella no le gustaba esa expresión. —Nada. —Dmitri pasó sus dedos sobre su pecho. —Nada mi trasero. —Le apuntó con un dedo amenazador hacia él—. Sabes que mentiste, ¿verdad? Eso es un pecado. El color se drenó de su rostro. —Solo estaba bromeando —dijo rápidamente. —Sí, sí. —Sacudió su cabeza—. Ve a tomar una ducha antes de que me hagas preguntarme por qué decidí ser amable contigo. Ella asintió. Mientras se alejaba, lanzó una mirada preocupada sobre su hombro. En el piso por los pies de Dmitri, yacía una sola pluma. No había estado ahí un momento antes. —Dmitri —susurró. El ángel levantó la vista, sus ojos grises amplios. —¿Sí? Ella no había querido decir su nombre en alto. —Vas a estar despierto cuando termine de ducharme, ¿verdad? —preguntó. —Ja, ja, ja —dijo, pensado que estaba siendo sarcástica.

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Después de que arrugara su nariz, se dirigió al baño y puso su taza de café en la barra. Se desprendió de la ropa empapada. Cuando estaba desnuda, abrió la regadera y esperó unos momentos hasta que el agua estuvo caliente. Una vez que el vapor llenó el baño, brincó en la regadera y dejó salir un suspiro de alivio. Sí, pensó. La. Mejor. Sensación. Fue solo cuando empezó a descongelarse que el alivio de estar caliente le dio paso a la preocupación y confusión. No podía sacar esa pluma de su mente. ¿Por qué estaba él perdiendo plumas? ¿Y por qué estaba teniendo problemas controlando sus poderes? A pesar de que Dmitri le había dicho que no tenía que estar preocupada por lo que le pasara, no pudo evitarlo. Luego estaba Trevor. Le gustaba, pero al mismo tiempo, estaba decepcionada por la falta de feromonas apresurándose por su sistema cuando estaba con él. Había pasado años obsesionada por el tipo, pero ahora se daba cuenta de que había sido infantil. La persona que había querido era un simple producto de su imaginación. ¿En verdad se suponía que iba a terminar con Trevor? No se sentía correcto. Se dio cuenta que quería a alguien más. Alguien que hiciera hormiguear sus dedos y precipitar su sangre como… como… Dmitri. —¡No, no, no! —Tomó su botella de champú y se golpeó la cabeza con ella.

Dmitri tocó en la puerta. —¿Estás bien? —preguntó. —Sí. —Sus mejillas ardían—. Yo, um, resbalé. La puerta sonó. —¿Necesitas que entre? —preguntó. Ella golpeó las manos sobre su pecho desnudo. —¡Si entras aquí, te mataré! —gritó. —Es por esto que te dije que no hicieras promesas que no puedes cumplir. —Dmitri soltó una risita—. Ha pasado menos de diez minutos desde que llegaste a casa y ya me estás amenazando, mejillas dulces.

Ups. Tenía razón. Soltó un suspiro y pasó los dedos sobre su piel resbaladiza por el agua. —Voy a salir en un momento —dijo—. Solo no entres. —No lo haré —dijo Dmitri. Después de que escuchó que se alejaba, gimió. ¿Por qué tenía que ser tan torpe? Cuando era joven, creía que como adulta sería capaz de manejarse mejor. La verdad era que todavía seguía siendo la misma niña que se metía macarrón en las fosas nasales en la mesa, solo que en un cuerpo de adulto. Cerró el agua y salió de la regadera. Cuando se había secado con la toalla, se puso su grande y cómoda pijama. Al menos ahora estaba caliente. Debería por lo menos estar agradecida por eso. Dejó el baño y vio que Dmitri estaba sentado en el sofá, bebiendo una taza de café. Fue entonces que se dio cuenta de que había dejado la taza en el baño. Maldita sea. Justo cuando estaba a punto de ir a recuperarla, otra pluma cayó al suelo. ¿Qué diablos? La cara de Dmitri estaba pálida y estaba agarrándose de nuevo su pecho. Tal vez el café podía esperar, incluso si se ponía frio. Caminó hacia el sofá y se tumbó al lado del ángel. Una segunda pluma grande pero delicada estaba en su muslo. Colocó la mano en el hombro de Dmitri, preocupada. —Si estás enfermo, no hay nada de qué avergonzarse —dijo. —Los ángeles no pueden enfermarse —dijo. —Tampoco se supone que duerman —señaló.

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—Lo sé. —Una vena latió en su mandíbula—. Pero estoy bien. —Entonces, ¿qué pasa con todas las plumas y tú chocando con cosas? —Ella elevó una ceja—. Incluso yo sé que eso no es normal y no soy una experta en ángeles.

—Tampoco lo entiendo. —Dmitri se encogió de hombros—. Una vez me encargué de veinte demonios sin ayuda y gané. Nunca he flaqueado, no hasta… —¿No hasta? —Lo miró fijamente. —No hasta que te conocí. —Dmitri le sostuvo la mirada, sus oscuros ojos grises. Su corazón latió fuerte. Sus palabras podían ser tomadas como un cumplido o un insulto. Desde que ella no tenía la autoestima lo bastante alto para tomar las palabras como un cumplido, en su lugar las tomó como un insulto. Tal vez era un dolor demasiado grande para que lo maneje un ángel. Su estómago se desplomó. —¿Vas a dejarme? —Estaba sorprendida de lo mucho que dolía. —Por supuesto que no. —Sacudió su cabeza—. Al menos no hasta… —No hasta que tu trabajo termine, ¿verdad? —El trabajo que ella no quería que terminara. —Exactamente. —Asintió.

Desearía que no dijeras eso. —Eso podría tomarte un tiempo —dijo. —No después de lo que vi hoy —dijo Dmitri—. Le gustas a Trevor. Evidentemente estaba tratando de tener su mejor comportamiento. Por supuesto que perdió un poco el control al final, pero no puedes esperar que se convierta en un santo justo después de un par de días. —La cita fue bien. —Se encogió de hombros—. Es solo que no creo que Trevor estuviera así de fascinado por mí. Hice el ridículo en el restaurante y después le grité. —Créeme, le gustas —dijo Dmitri—. Hasta intentó besarte. O al menos, él quería que tú lo besaras. La idea de los labios de Trevor en los suyos, una vez la idea de millones de sus fantasías, hizo que sus palmas gotearan con sudor nervioso. —Sin duda no lo hizo. —Estaba indignada—. ¿En qué planeta estás? —En el tuyo, mejillas dulces, tú eres la que está en un planeta diferente. — Dmitri parecía enfadado, no como hacerse el enojado, sino de verdad—. Te estuve mirando todo el tiempo. Cuando desordenaste su cabello, él se inclinó para besarte.

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No, eso no era verdad. No podía ser. Trevor no había querido besarla. Repitió el recuerdo en su mente. Fue solo entonces que se dio cuenta de que Dmitri estaba diciendo la verdad. Trevor se había inclinado hacia adelante con los ojos cerrados, algo que normalmente no habría hecho. Su sangre se congeló. ¿Por qué no se había preguntado el por qué había cerrado sus ojos? Porque estabas

demasiado concentrada en ser inmadura, pensó, su boca cayó abierta. El tipo estuvo a punto de besarla. Ella solo se negó a reconocerlo. Su falta de experiencia en relaciones estaba volviendo para atormentarla. O tal vez, solo tal vez, subconscientemente no había querido que Trevor la besara y había esquivado la bala a propósito.

No, solo eres despistada, una voz le susurró en la cabeza. Miró a Dmitri, pasmada. —Oh. —Mordiendo su labio inferior, asintió—. Supongo que tienes razón. —¿Cómo podías no haberte dado cuenta de que quería besarte? —Dmitri se le quedó mirando—. Pensé que también estabas loca, tirando esa artimaña con su cabello cuando él se estaba inclinando. —Sé un poco más tolerante, ¿está bien? —balbuceó—. Jamás he sido besada en toda mi vida. No es como que sé estar alerta. —Espera un momento —escupió Dmitri—. ¿Jamás has sido besada? ¿Nunca? —¿Por qué pareces tan sorprendido? —Levantó una ceja—. Besar a alguien fue algo que nunca llegué a hacer. —Eres una mujer atractiva, Chloe —dijo Dmitri—. Es por eso que estoy tan conmocionado. Entiendo por qué nunca te acostaste con nadie, ¿pero jamás has sido besada? ¿En verdad? ¿Era una gran cosa? —Una vez empujé a Tommy Harrison contra el casillero cuando me estaba acosando y nuestros labios se rozaron cuando me incliné para amenazarlo — dijo—. ¿Eso cuenta? Dmitri golpeó la palma de la mano en su frente. —No, eso no cuenta. —Besé a mi papá en la mejilla todo el tiempo —dijo esperanzada. —Eso tampoco cuenta. —Dmitri negó—. No puedo creer que seas así de inocente. —¿Por qué todos siguen diciendo eso? —dijo—. No soy tan inocente. Mira lo que hice hoy. Me le atravesé a un tipo en el tráfico y le di el dedo medio.

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El ángel todavía estaba mirándola, ignorando completamente el comentario acerca de su cólera de carretera. Su reacción era irritante. Tampoco era como si él tuviera un historial de citas. —No has sido besado por nadie. —Lo fulminó con la mirada—. No deberías estar haciendo una gran cosa de esto. —Pero lo hice —dijo Dmitri tranquilamente.

Está bien, tal vez no haber besado a alguien a su edad era gran cosa. Incluso un ángel tenía más experiencia que ella. —¿Cómo? —preguntó—. Eso debe ser contra las reglas. —No es lo que piensas —dijo Dmitri—. Yo no inicié los besos ni los quería. Una vez fui besado por un súcubo2 que estaba tratando de seducirme. Quería hacerme caer tentándome a aparearme con ella. Naturalmente, pateé su trasero. Después estaba una mujer humana quien me dio uno cuando estaba en un cuerpo físico. Ni siquiera estoy seguro de por qué hizo eso. Así que básicamente, sí, incluso yo he sido besado. —Genial —musitó—. Espero que los besos fueran de mierda. —Contrólate. —Dmitri suspiró y masajeó su pecho—. Supongo que vas a tener tu primer beso con Trevor. Deberías decirle acerca de esto. Puede que encuentre tu falta de experiencia adorable en lugar de… —¿En lugar de qué? —Levantó una ceja—. ¿Patético? —No. —Parecía frustrado—. No eres patética. —Bueno, no me importa si Trevor piensa que soy adorable o lo que sea que ibas a decir. No quiero que él tenga mi primer beso. —Al menos, no como las cosas estaban ahora mismo—. Lo estoy guardando para alguien especial. —Si Trevor es el hombre con el que se supone que vas a pasar el resto de tu vida, entonces él es especial —dijo Dmitri, apretando la mandíbula—. La mayoría de las personas no pueden decir que solo han sido besados por una persona. —Es solo… —Frustrada, bajó la mirada hacia sus manos. —Es solo, ¿qué? —Dmitri le frunció el ceño. —Dices que Trevor se preocupa por mí, pero fuiste tú quien me dio su chaqueta hoy, no él. Él estaba más preocupado por su cabello que por mí —dijo— . Quiero que mi primer beso sea con alguien que me ayudaría cuando esté en un problema. Alguien con quien me sienta segura. Como tú. Tú harías cualquier cosa por mí. Sé que probablemente pienses que estoy siendo estúpida, pero el primer beso no es algo que se olvide. Es por eso que no quiero ser besada por cualquiera. —¿Estás diciendo que quieres que tu primer beso sea conmigo? —Dmitri echó la cabeza hacia atrás y se rió—. Eso es casi lo que parecía. Atrapada. ¿Por qué tenía que arrojar demasiada información? Si Dmitri sabía acerca de sus sentimientos, entonces probablemente saltaría por la ventana.

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—Sí, es muy divertido. —Dejó salir una risa nerviosa—. Tú y yo. ¡Ja! 2

Súcubo: Es un demonio que toma la forma de una mujer atractiva para seducir a los varones, sobre todo a los adolescente y monjes, introduciéndose en sus sueños y fantasías.

—Dios estaría tan enojado conmigo por besarte que en verdad sería degradado. —La sonrisa de Dmitri se extendió—. Una cosa es tener un beso forzado; otra es estar poniéndolos en las personas que se supone que estás protegiendo. Eso es ponerte en camino para caer en el infierno. Ella se rió más fuerte, pero se preguntaba si Dmitri se dio cuenta de cuán aguda sonaba su voz. Cuando le dio un vistazo al ángel para ver si lo notó, vio que su sonrisa tampoco parecía autentica. Incluso había sudor en su ceja. Creo que por algún motivo tiene dolor. Estiró el brazo para tocar su cara, pero él alejó su mano. Esta era la primera vez que se negaba a que lo tocara y tenía que admitir que su acción la lastimó. Cruzó los brazos. Si el ángel no quería que lo tocara, entonces estaba bien. —En verdad necesitas que te revisen, sabes —dijo—. No es normal que sudes así. —Los ángeles no sudan —dijo. —¿Qué es eso en tu frente, entonces? —preguntó. Dmitri pasó los dedos sobre su frente. —Estoy condenado —dijo—. Es sudor. —Te lo dije. —Frunció los labios. Cayó el silencio. Dejó salir un suspiro. —¿Por qué no intentas dormir? —dijo—. Te ves terrible. —No necesito dormir. —Se le quedó mirando desafiantemente—. Soy un… —Ángel, lo sé. —Puso los ojos en blanco—. Está bien, está bien. Bueno, ya he tenido mi burla diaria, entonces me voy a dormir. ¿Vas a estar bien? —Voy a estar bien. —Dmitri ondeó su mano, frunciendo el ceño—. Buenas noches. —Buenas noches —dijo.

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Cuando iba a la cama, su estómago se revolvió. Tantos pensamientos llenaron su mente que pensó que su cerebro podría explotar.

Doce E

sa noche, Chloe daba vueltas en la cama. Sabía que debería haber

dormido bien después del agotador día que había tenido, pero estaba nerviosa. Seguía pensando en Dmitri y Trevor, tratando de dar sentido a sus emociones. Tal vez debería dejar de luchar contra el hecho de que se suponía que tenía que estar con Trevor. Después de todo, le había gustado. No, eso no estaba bien. En una ocasión, le había gustado mucho la idea de él. Gustarle la idea de él y gustarle él eran dos cosas diferentes. Sin embargo, no creía poder evadir a Trevor por siempre. Después de todo, Dmitri iba a seguir empujándola hacia él. Con un gemido, agarró una almohada, la sostuvo contra su pecho y cerró los ojos de frustración. La puerta de su habitación se abrió. ¿Dmitri? Abrió un ojo y vio que era Dmitri quien se colaba a escondidas en su habitación en el medio de la noche. ¿Qué hacía allí? Pensó que tenía que haber una razón importante por la cual había venido como, tal vez, había dejado algo que tenía que tomar. Ya que no quería discutir acerca de por qué estaba todavía despierta, fingió dormir. Él se iría pronto. Excepto que no se fue. En su lugar, se acercó a la cama y se sentó a su lado. Él puso una mano grande y cálida en su hombro. ¿Qué debo que hacer? ¿Abrir mis ojos? El corazón le latía con fuerza. El ángel pasó los dedos lentamente por su brazo, poniéndole la piel de gallina. Él nunca la había tocado así antes. Al menos, no cuando estaba despierta. Tragó saliva. Tal vez debería haber estado asustada por el hecho de que el ángel la estaba tocando cuando dormía, pero lo único que sentía era un arrebato de placer prohibido que se dirigía directamente a su centro. No quería que esto terminara. De hecho, si Dmitri sabía que estaba despierta, entonces podría cometer el error fatal de rogarle para que nunca se detuviera.

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¿Qué hay de malo en mí? No debería sentirme así. Ni siquiera es humano. Sin embargo, cuando Dmitri dejó de acariciar su brazo y se movió a su barbilla, no le importaba mucho acerca de lo que era. El más mínimo roce de sus dedos la hizo temblar. Ansiaba abrir los ojos, aunque sea solo para mirar las lunas de Dmitri. Desafortunadamente, si lo miraba, sabía que el ángel podría poner fin a su aventura. O peor aún, podría desaparecer en el aire como si nunca hubiera

estado en su dormitorio. Mientras se quedaba inmóvil, se preguntó si él había hecho esto antes. Sus toques eran tan ligeros, tan suaves, que no se habría despertado por ellos. Dmitri parecía tener un don especial para toques suaves e íntimos. No pudo evitar dejar escapar un suspiro. Dmitri se congeló. Tal vez le preocupaba que la hubiera despertado. Mientras yacía quieta, la falta de toques dejó que sus pensamientos fluyeran. ¿Significa que Dmitri se siente de la misma manera que yo por él? La idea le hizo crecer un globo feliz en su corazón. Tan rápido como ese globo feliz creció, se desinfló de nuevo en un instante. Si el ángel se preocupara por ella, entonces no la habría empujado hacia Trevor. Sin embargo, tal vez si él pensaba que lo estaba haciendo por el bien común... Tragó saliva, medio tentada a abrir los ojos una vez más. Ahí fue cuando Dmitri se inclinó sobre ella. Oyó su movimiento y lo podía sentir cada vez más cerca. Su aliento era cálido como una suave brisa de mar que acariciaba su piel con la más gentil de las caricias. Sus labios se encontraron con los de ella por primera vez. A diferencia de su sueño, no la besó con pasión apresurada. En su lugar, la besó con tanta suavidad que apenas podía sentirlo. Incluso, a pesar de besarla tan suavemente, lo podía saborear. Él sabía a dulce, como si hubiera comido un caramelo segundos antes de llegar a ella. De alguna manera, sin embargo, sabía que ningún dulce lo hacía saber delicioso. Era solo Dmitri.

Espera. Este es mi primer beso. Un suspiro se escapó de sus labios. El colchón se movió cuando Dmitri desapareció en un instante. Se sentó y miró a su alrededor. La habitación estaba vacía. La televisión estaba aún encendida en la otra habitación, lo que le hacía preguntarse si, para empezar, no había soñado nada. Sin embargo, cuando se lamió sus labios, pudo saborear la dulzura de Dmitri. Incluso aún podía sentir el calor de sus labios sobre los de ella. El beso había sido real. Salió de la cama y se dirigió a la puerta. Tengo que hablar con él. Pero, cuando entró en la sala, se quedó inmóvil, con la cabeza confusa. Tal vez solo había tenido pena de ella. Los ángeles eran astutos. Él se debió haber dado cuenta de que los sentimientos de ella habían crecido más de lo que deberían. Prácticamente se los había anunciado antes, cuando había dicho: “Quiero que mi

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primer beso sea con alguien que me ayudaría cuando esté en un problema. Alguien con el que me sienta segura. Como tú. Tú harías cualquier cosa por mí”.

Jadeando, dio un paso atrás. Quizás Dmitri había decidido darle lo que quería porque se preocupaba por ella como un guardián designado. Después de todo, él era un ángel. Dijo que no se sentía nada indecente. Y aun así... y aun así... Se agarró puñados de cabello y comenzó a tirar, a pesar de que le dolía.

Temblando, se hundió en el suelo. ¿Por qué lo hizo? Si le preguntaba a Dmitri lo que estaba pasando y le decía que la había besado por piedad, su confianza se haría añicos. Envolvió sus brazos alrededor de ella, deseando poder llamar a Meg. Desafortunadamente, no podía porque entonces Dmitri escucharía cada palabra que decía. *** Mientras Chloe colgaba el bolso sobre su hombro y se ponía de pie, Dmitri se apoyó contra la pared. Ella estaba en su oficina y acababa de terminar una larga pero fructífera mañana. —¿Estás segura de que estás bien? —preguntó Dmitri por milésima vez. —¿Por qué no iba a estarlo? —Soltó una risa nerviosa y se negó a mirarlo. Cada vez que hacía contacto visual con el ángel, se imaginaba sus dulces labios sobre los de ella. Tenía miedo de ser rechazada si decía lo de anoche. Peor aún, temía que podría rogarle la tocara de nuevo. —No me has mirado en toda la mañana —dijo Dmitri. —Tengo sueño. —O algo. —Mentira. Estabas bien alrededor de los nuevos clientes. —Dmitri frunció el ceño—. Mejillas dulces, ¿hice algo para hacerte enojar?

No es eso en absoluto. Hiciste algo que me hizo muy feliz. —No seas ridículo. —Se dirigió hacia la puerta, pero Dmitri se puso delante de ella. —Siempre eres tan difícil —dijo. —Ten cuidado. —Indignada, agarró su bolso, preparada para utilizarlo como un arma si era necesario—. Sal del camino. —No me voy a mover hasta que me digas lo que está mal —dijo Dmitri. Soltó una sarta de maldiciones que hicieron estremecer al ángel. —Nada está mal. —Nada de lo que quería hablar con él.

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—Soy tu ángel. —Se enfureció Dmitri—. Te conozco mejor que eso. Hay algo y quiero que me digas lo que es. Desafortunadamente, no podía decirle sus pensamientos, a pesar de su interrogatorio. Había cosas que tenía que averiguar primero. Se consideraba una mujer fuerte, pero una situación como esta la superaba. ¿Por qué los hombres eran tan complicados? Era un milagro que lograra ganarse la vida como casamentera cuando ni siquiera podía manejar su propia vida personal. Por otra parte, dudaba que alguno de sus clientes tuviera un problema con sentirse atraído por su ángel guardián. Gimió y se pasó una mano por el cabello.

Estúpida, estúpida, estúpida. Se imaginaba lo que deseaba que pasara si le contaba la verdad:

—Dmitri, ¿por qué me besaste anoche? —Porque te quiero. ¡Gah! Eso nunca sucederá. No, el escenario sería algo como esto:

—Dmitri, ¿por qué me besaste anoche? —Porque me sentía tan mal que nunca hubieras sido besada que me compadecí de ti. No podía manejar esa respuesta. La mataría. Sudor nervioso se formaba en su frente y tuvo que luchar contra el impulso de correr en círculos alrededor de su escritorio. —Llamando a Tierra. —Dmitri hizo un gesto con la mano delante de su cara—. He estado tratando de llegar a ti en los últimos treinta segundos. ¿Por qué estabas murmurando así? Ella volvió a la realidad. Estúpida imaginación hiperactiva. Por un segundo, había perdido toda noción de la realidad. Tenía la costumbre de andar por las nubes con frecuencia, pero nunca cuando estaba en frente de alguien. —Solo estaba pensando. —Se rascó la parte posterior de la cabeza con nerviosismo. —Eso estuvo claro, mejillas dulces —dijo—. Pero, ¿en qué estabas pensando? —No te voy a decir. —Se cruzó de brazos. —¿Por qué siempre eres tan terca? —farfulló Dmitri. —Puedes ser mi ángel guardián, pero tengo derecho a tener mis propios pensamientos y sentimientos —dijo. —Eso puede ser cierto, pero no te puedo proteger adecuadamente si estoy preocupado acerca de por qué estás actuando extraño. —Dejó escapar un suspiro.

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—Bueno, no te voy a decir nada. Ahora muévete —dijo—. Necesito almorzar con Meg. —No me voy a mover hasta que me digas lo que está pasando en esa cabeza retorcida tuya. —No dio un paso al costado. Si él no se iba a mover, ella iba a hacer que lo hiciera.

Lo agarró del brazo y trató de empujarlo hacia la derecha, sintiéndose como un personaje de videojuego moviendo bloques pesados. Por desgracia, no pudo empujarlo. Él la miró a los ojos y levantó una perfecta ceja. Su hermoso rostro la aturdió al principio, pero no por mucho tiempo. Estaba decidida a hacerlo mover, e igualmente decidida a borrar esa sonrisa ridícula de su cara. ¿Y qué si ella era pequeña? Aun así era fuerte. Su fuerza de voluntad era una llama ardiente, gruñó y empujó a Dmitri con tanta fuerza como pudo. No pasó nada excepto por el hecho de que los hombros de Dmitri temblaban al reírse. ¡El chico se estaba burlando de ella! Bien. Había mirado fútbol americano. Tal vez podría taclearlo. Dio dos pasos hacia atrás y lo miró mal. —Muévete ahora —dijo—. Te lo advierto. —Por favor, dime que no vas a hacer lo que creo que vas a hacer. —Resopló Dmitri—. Te vas a hacer daño. —El único que va a ser herido que eres tú. Entrecerrando los ojos, se apresuró hacia Dmitri. Golpeó su hombro y rebotó como una pelota golpeando el suelo. Justo cuando caía, Dmitri la agarró del brazo y tiró de ella en su agarre protector. Estaba tan sorprendida que lo miró a sus hermosos ojos grises. ¿Eso realmente ocurrió? Un segundo estaba volando hacia la alfombra, al siguiente estaba en los fuertes brazos protectores del ángel. —Te dije que ibas a hacerte daño, mejillas dulces —dijo—. Tienes mucha suerte que te cuide. —No hubiera corrido si te hubieras movido —dijo. Dmitri se rió, pero no se movió.

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Ahora que la conmoción inicial había desaparecido, se dio cuenta de que estaba presionada contra el musculoso pecho del ángel. Su corazón latía cada vez más rápido, más duro y más fuerte. Un hormigueo corrió por todo su cuerpo mientras calor se construía en su estómago. Santo Toledo. Estaba ardiendo por dentro. Se sentía como si alguien hubiera subido el calentador a veinte grados. Ahora mismo creía que la combustión simultánea era posible. Podía verse a sí misma incendiándose, ardiendo desde dentro hacia fuera. Incluso con el infierno dentro, no se alejó. Dmitri tampoco. No me digas que siente algo por mí después de todo, pensó, mirando a los ojos grises. Recordó la noche anterior y la forma en que se había sentido al tener su boca contra la de ella. Bésame otra vez, rogó en su mente. Tal vez se estaba volviendo loca, pero podía jurar que Dmitri escuchó el grito de su corazón. Él bajó la mirada hacia sus labios, su mirada hambrienta. —Dmitri, yo... yo... —Dmitri, quiero estar contigo, no con Trevor.

Pero no pudo decir las palabras. Tal vez si supiera lo mucho que lo quería, se iría y sería reemplazado por otro guardián. Perderlo le haría más daño que no ser capaz de decir lo que necesitaba. La cercanía se perdió cuando Dmitri la empujó con tal fuerza que casi perdió el equilibrio de nuevo. Sus brazos palpitaban por su repentino impulso, pero lo que más le dolía era su corazón. Los iris grises de Dmitri estaban nublados de nuevo. No le gustaba la forma en que la miraba, como si la adorara y odiara al mismo tiempo. —Eso me dolió. —Entrecerró los ojos. —Está viniendo —dijo Dmitri, mirando a la puerta. —Él, ¿quién? —En su paranoia, pensó que se refería a Dios. Seguramente él sabría acerca de sus pensamientos no tan puros. —Trevor —dijo Dmitri—. ¿Quién más?

Trevor. Ella fue asaltada una vez más con la incertidumbre. —Si me dices que no esté con Trevor, voy a pedirle que se vaya —dijo. —¿Por qué habría de hacerlo? —preguntó airadamente Dmitri. Se desilusionó. Entonces, el beso de anoche había sido de lástima. ¿De qué otra manera podría tratarla ahora? Intentó ignorar el dolor que le hacía sentir, como si el corazón estuviera siendo mordido por un millar de arañas enojadas, pero no podía. —Prepárate. —Dmitri asintió. —¿Prepararme para qué? —preguntó. En un santiamén, Dmitri desapareció. Se quedó mirando el lugar donde había estado, tratando de ignorar la rabia que le hacía temblar los brazos. ¿No sería genial si pudiera darle una paliza al ángel con un libro o algo? Robar su primer beso porque sentía pena por ella era degradante. Mientras gemía, la puerta de su despacho se abrió y Trevor entró. El chico llevaba un ramo de rosas de varios colores. Por mucho que debería haber estado feliz de verlo, especialmente cuando estaba sosteniendo un regalo para ella, seguía enojada con Dmitri y tenía dificultades para disminuir su furia ardiente. Sus emociones explosivas debían haberse mostrado en su cara porque Trevor se detuvo en seco, su sonrisa se desvaneció. Ella trató de forzar una sonrisa, pero era difícil.

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—¿Estás bien? —preguntó Trevor—. Te ves un poco enojada. —¿Sí? Ella miró el cristal de la ventana y vio su propio reflejo. Efectivamente, parecía que estaba a punto de perseguir a la gente por la calle con un machete. Su

sonrisa desquiciada solo hacía que su rostro se viera más aterrador. No era de extrañar que Trevor pareciera tan alarmado. Cálmate, se dijo. Es posible que quieras matar a Dmitri, pero no puedo dejar que Trevor sea víctima de mi rabia. Suspiró y se dirigió a Trevor. —Lo siento —dijo—. Estoy enojada, pero no por ti. —Nunca he sorprendido a una mujer con flores antes. —Los hombros de Trevor se desplomaron —. Por un segundo pensé que mi repentina llegada te enojó. —No. —Estudió las flores, su mano todavía temblaba por su encuentro con el ángel—. Esto es muy bueno. Nunca me han dado flores antes. —¿En serio? —Trevor parecía asombrado—. ¿A una mujer tan bonita como tú nunca le han dado flores? Estoy sorprendido.

Díselo a los chicos que me intimidaron en la escuela. —Qué ligón. —Esta vez, se las arregló para hacer una pequeña sonrisa auténtica, aunque su corazón todavía le dolía—. Por cierto, ¿por qué las rosas son de colores diferentes? —Esperaba que lo preguntaras. —Los ojos oscuros de Trevor brillaron. Su misterio fue reemplazado con entusiasmo juvenil—. Las rosas blancas en el medio indican pureza. Las rosas amarillas significan amistad. Los rosas de color durazno significan deseo y entusiasmo. Rodeando todas estas flores, las rosas rojas simbolizan amor romántico y pasión. Este ramo representa todas las cosas que espero tener contigo, amor, amistad, unidad y pasión. Su boca se abrió. Incluso después de todos sus meses como casamentera, nunca había visto a una persona poner tanto esfuerzo por alguien. Se conmovió. —Eso es hermoso, Trevor. —Su corazón estaba lleno cuando tomó el ramo. La única manera que esto podría haber sido mejor era si ella hubiera conseguido las flores de Dmitri. La idea la enfureció tanto que le dio un tic en la ceja. Tenía que parar este enamoramiento ridículo. Dmitri quería que terminara con Trevor. Se obligó a concentrarse en el enorme gesto de Trevor y agarró las rosas cerca de su pecho.

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—Gracias —dijo, y luego se detuvo—. Una mujer te ayudó con esta idea, ¿verdad? —Estoy arruinado. Katherine me ayudó —resopló Trevor—. Iba a traerte rosas rojas, pero ella dijo que debería intentar algo más sincero. ¿Pierdo puntos por no ingeniar esto por mi cuenta? —Los puntos que perdiste los recuperaste debido a la honestidad. — Examinó las hermosas flores—. Todavía estoy conmovida.

—¿Estás lo suficiente conmovida como para acompañarme a comer? — preguntó Trevor. —Lo estoy. —Ayudaba que había estado en su camino hacia el almuerzo de todos modos, antes de que un cierto ángel la hubiera comenzado a irritar—. Voy a tener que hacer una parada en un restaurante primero para que una amiga sepa que no nos vamos a juntar hoy. —¿Es tu amiga Meg? —Trevor levantó una ceja. —Sí. —Ups. Se había olvidado que estaban enojados entre ellos. —Bueno. —Trevor asintió—. Le debo una disculpa. Ella lo miró, sorprendida. —¿Qué? —Trevor levantó una ceja. —Estoy sorprendida, eso es todo. —Se encogió de hombros. —Oye, puedo ser un idiota a veces, pero sé cómo disculparme como los mejores. —Le guiñó un ojo—. Si quiero ganar a una mujer independiente como tú, entonces necesito todos los lados tirando para mí, y eso incluye a tus amigos. Bueno, Dmitri tenía razón. A Trevor le gustaba. ¿Era malo que lo encontrara intimidante? —Aprecio eso —dijo—. Vamos. Trevor asintió y se dirigió a la puerta. A pesar de todo, no podía evitar mirar detrás de ella, buscando a Dmitri, aunque sabía que no sería capaz de verlo. No fue hasta ese momento que se dio cuenta de que lo había estado haciendo cada vez más últimamente. Eso no era bueno. ***

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Treinta minutos más tarde, Chloe bajó sus papas en un mar de kétchup y miró distraídamente a las flores a su lado. Trevor estaba comiendo su hamburguesa con su capucha sobre su cabeza. Unas pocas personas le echaban miradas curiosas, pero ella creía que Trevor estaba a salvo de los paparazzi, aunque sea solo por el momento. Mientras fruncía el ceño, extendió la mano y acarició uno de los pétalos delicados de una rosa roja. Dmitri nunca le daría flores como éstas. Si él estaba dispuesto a empujarla a otro hombre, entonces no sentía pasión por ella en absoluto. —Realmente te deben gustar las flores —dijo Trevor—. Me alegro de que las trajera si te hacen tan feliz. —No puedo dejar de mirarlas. —Se echó a reír—. Siempre me he preguntado si un hombre me traería rosas.

—¿Está mal por mi parte decir que me alegro de haber sido el primero? — Trevor trazó el borde de su plato con su dedo. —No. —Con el ceño fruncido, agitó su refresco con el popote—. Y curiosamente, he tenido un montón de primeras veces últimamente. Tan pronto como las palabras salieron, llevó la mano a los labios. Algo golpeó a su derecha. El ruido podría haber sido causado por un compañero de comedor o podría haber sido causado por un Dmitri sorprendido. ¿El ángel sabía que lo había visto besándola anoche debido a lo que había dicho? —¿Estás bien? —Los ojos de Trevor se agrandaron—. Te ves como si hubieras visto un fantasma. El reconocimiento de Trevor de su horror solo lo hizo peor. —Estoy bien. —Dejó escapar una risa nerviosa—. Tengo un calambre en mi pierna. Tengo que comer más bananas o algo así.

¿Bananas? ¿De eso es lo que quieres hablar ahora? —Ouch —dijo Trevor—. Odio los calambres. —Sí. —Lanzó una mirada nerviosa por encima de su hombro. —El magnesio debe ayudar con eso —dijo Trevor. —¿Ayudar con qué? —¿Con los problemas con mi ángel guardián? —Tu calambre. —Trevor levantó una ceja. Ups. —Cierto. —Sus cejas se fruncieron y apretó su agarre en su soda. —¿Estás segura de que estás bien? —preguntó Trevor. —Claro. —Para probar su punto, sumergió una patata en el kétchup y le dio un mordisco—. El dolor ya está disminuyendo. —Eso es bueno. —Trevor se limpió los dedos grasientos en una servilleta azul—. Así que hablando de primeras veces... ¿Iba a interrogarla sobre las otras primeras veces que había tenido recientemente? Dudaba que decirle al otro chico que había recibido su primer beso de Dmitri lo haría feliz.

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—¿Uh-huh? —Se quedó mirando a Trevor, preguntándose si iba a tener que correr hacia la puerta. —Me preguntaba si te gustaría venir a mi estudio de grabación la noche del viernes —dijo Trevor—. Esa va a ser la primera vez para nosotros. Pensé que sería una cita más original que cenar y ver una película. Sus hombros cayeron con alivio.

—¿Estás grabando un nuevo álbum? —preguntó. A pesar de todo, un hormigueo de excitación se apresuró a través de su cuerpo. Claro, estaba más atraída por Dmitri que por Trevor, pero eso no significaba que no estaba entusiasmada con ver su estudio de grabación. Algunos de los fans de Trevor podrían vender todas sus pertenencias para tener una experiencia como la que el hombre le ofrecía. —Bueno, estoy trabajando en una canción —dijo Trevor—. Te gusta mi música, ¿no? —Sí. —Decidió que sería prudente no decirle que disfrutaba tanto de su música que una vez había tenido un santuario en su armario dedicado a él. —Eso es genial. —Trevor sonrió—. Pensé en mostrarte el estudio y tocar lo que estoy haciendo. Es un poco diferente a lo que he hecho antes, así que será bueno tener a alguien honesto oyéndolo. Ya he tocado para Katherine y mi manager, pero les pago para escuchar. Podría tocar una canción de cuna para niños sobre la disección de animales atropellados y todavía me dirían lo bueno que es. —Estaría feliz de escuchar. —Parte de su enojo por Dmitri desapareció ante la interesante oferta de Trevor—. Es muy bueno que estés escribiendo música nueva. ¿Qué te hizo decidir a probar algo diferente? Por mucho que le gustaba el trabajo previo de Trevor, un montón de sus canciones sonaban igual. —Lo sabrás cuando la escuches —dijo Trevor—. La letra te dirá todo lo que necesitas saber. Se dio cuenta de que las orejas de Trevor eran del color de las cerezas. El chico estaba avergonzado. Era interesante ver a la estrella pop, que había tocado en frente de miles de personas, así frente a ella. —Estás sonrojado. —Le sonrió—. ¿Por qué? —No lo estoy. —Se llevó la mano a sus mejillas—. Nunca me sonrojo. —Lo estás. —Era bastante obvio—. No creo que jamás te haya visto hacer eso antes. —Bromeas, ¿verdad? —farfulló Trevor, también por primera vez.

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—Sí. —Tomó una patata y la mojó en kétchup—. Si quieres salir conmigo, vas a tener que acostumbrarte. —Creo que eso es algo con lo que puedo vivir. —Trevor tomó un sorbo de su refresco, tratando de ocultar su rostro. Mientras Chloe lo miraba beber, trató de imaginar los labios de Trevor presionando los de ella. Su boca era más llena que la de Dmitri y más suave

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también. Aunque estaba emocionada de ir al estudio de grabación, la idea de él tocándola, la hizo sentir culpable. ¿Cómo se suponía que iba a salir con una persona si tenía sentimientos fuertes por alguien más? Por un momento, deseó tener todas las respuestas en el mundo. Haría su vida mucho más fácil.

Trece C

hloe se dirigió por el pasillo hacia su apartamento mientras sostenía su

teléfono. Por primera vez en la historia, tenía un texto de su mamá. Esta era una hazaña sorprendente teniendo en cuenta el hecho de que sus padres tenían dificultades para encontrar la manera de siquiera llamar a alguien. Con el ceño fruncido, comprobó el mensaje.

¿Puedes llamarme cuando estés disponible? Necesito ayuda con tu padre. Él sigue comiendo comida chatarra a escondidas. El médico dice que está a tres pasos de distancia de tener un ataque al corazón. Tal vez si las dos conspiramos contra él, nos escuchará. Se detuvo fuera de su puerta. Si su mamá le pedía ayuda, entonces el problema con la salud de su padre debía de ser grave. Bajó la cabeza, derrotada. Entre sus problemas con las relaciones y ahora esto, su vida era un grave desastre. Aún tendría que cumplir con su deber de hija, sin importar cuántos problemas surgieran. Gimiendo, metió la llave en la cerradura de su apartamento, pero antes de que pudiera abrir la puerta, esta se abrió. Cayó directamente en un pecho duro. Cuando miró a un par de brillantes ojos grises, su adrenalina se precipitó y su cuerpo se puso caliente por todas partes. Era Dmitri. Todavía estoy enojada, pensó, aunque este hecho se hacía más difícil de recordar cuando estaba aturdida por su hermoso rostro. —Oye —dijo Dmitri.

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—Oye. —Ella lo miró como un búho. El olor de las galletas con trocitos de chocolate flotaba desde el interior de su apartamento. ¿Podría su nariz estar equivocada? No, cuando se trataba de dulces, nunca cometía errores. Galletas de chocolate recién horneadas estaban en su apartamento ahora mismo. Se apresuró a entrar. Efectivamente, las galletas se estaban enfriando en un estante en el mostrador de la cocina. Las flores en su

mano fueron opacadas en comparación con el chocolate. Claro, podía comerse las rosas, pero no tendría un sabor tan bueno. —Me horneaste galletas. —Con su boca hecha agua, se dirigió a la cocina. Dmitri siguió detrás de ella. Ella olfateó por segunda vez. El olor del café se mezclaba con el aroma tentador del chocolate. Dmitri había preparado café fresco también. Con un gemido, se volvió hacia el ángel con el fin de darle las gracias y se congeló cuando recordó el beso. Sus labios eran más que deliciosos, incluso comparados con las galletas recién horneadas. De repente, se dio cuenta que no se suponía que lo deseara y su corazón latía de dolor. Se llevó la mano a su pecho mientras la agonía se propagaba. —Esto es bueno —se las arregló para decir. —Horneé galletas como una disculpa. —Dmitri tomó una taza del armario y sirvió una taza de café—. Lo siento, te empujé en la oficina. Nunca había hecho algo así antes. —Está bien. —Los moretones se curan. Fueron peores las palabras que él le había dicho.

—Si me dices que no esté con Trevor, voy a pedirle que se vaya —dijo ella. —¿Por qué habría de hacerlo? —preguntó airadamente Dmitri. Bajó la mirada a sus pies, incapaz de mirar a Dmitri de nuevo. El ángel la tomó de la barbilla e inclinó la cabeza hacia atrás, obligándola a mirarlo. Cuando lo miró a los ojos grises, se sorprendió por la intensidad en ellos. Sus ojos brillaban de deseo. No, ella debió haberlo percibido mal. No estaba segura de las emociones que estaba viendo en sus ojos, pero no podría ser lujuria de ninguna forma. Un ángel no podía tener tales sentimientos inapropiados. —Odio cuando no me miras —dijo Dmitri. —No puedo evitarlo. —Nerviosa, tragó—. Cuando te miro, yo...

Te quiero demasiado. —Sé por qué no puedes mirarme. —Dmitri bajó la cabeza, su cabello rubio cayendo en sus ojos.

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¡No, no puedo hablar sobre el beso todavía! A juzgar por la forma en que había reaccionado esa mañana, iba a tener su corazón roto. Quería evitar el dolor tanto como fuera posible. —No sabes nada. —Bueno, probablemente lo hacía, pero ella quería escapar de esta conversación lo más rápido posible—. Tengo que ir al baño.

Se dio la vuelta para escapar, pero Dmitri la tomó del brazo y la arrastró de nuevo como si no pesara nada. Cuando se puso de pie frente a él, se sentía pequeña y vulnerable. Era como la escuela de nuevo. Esperó a que el yunque cayera y rompiera su corazón en pedazos. —Anoche yo... yo... —dijo Dmitri. De repente, Dmitri parecía un gato ahogado en el medio del océano.

hizo.

—Ayer por la noche, ¿qué? —¿Por qué estoy haciendo que lo diga? Sé lo que

—Ayer por la noche me comí toda la comida del refrigerador —dijo Dmitri estúpidamente. Las mejillas del chico se inundaron de color. Ese fue el momento en que debería haberlo dicho todo, pero no lo hizo. En cambio, se quedó mirando a su rostro ceniciento e hizo lo que cualquier mujer cobarde haría en tal situación, agarró una galleta y se la metió en la boca. ***

Chloe estaba en la cama, mirando por la ventana. La puerta se abrió con un chirrido. Dmitri se situó en el umbral de su dormitorio, sus ojos grises ardiendo de deseo incontenible. El ángel se dirigió a ella y se metió en la cama. Suavemente, él rozó su mejilla. —¿Esto está bien? —preguntó Dmitri. Con un suspiro, ella asintió. Si no estaba bien, entonces habría liberado el santo infierno sobre el ángel tan grande como lo que él nunca había visto antes.

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El ángel apretó sus labios contra los de ella, su boca hambrienta. Carecía de toda la dulzura de la noche anterior. En su lugar, repartió toques apasionados, duros, y gimió en éxtasis en su contra. Ella hizo eco de sus gemidos y le devolvió el beso, sus dedos se enredaron en su cabello rubio dorado. Ella se apartó el tiempo suficiente para mirar sus ojos como lunas. El hambre en ellos hizo que la punta de calor atravesara cada centímetro de su cuerpo. Quiero hacer el amor con este hombre, pensó, sintiendo la adrenalina en su pulso. Su pasión era un fuego ardiente que nunca se apagaría y que consumía todo a su paso. Dmitri, con los ojos en llamas, se puso encima de ella y la besó en el cuello. Sus labios eran ásperos y su barba de un día rozó la sensible carne de su mandíbula. Ella arqueó la espalda, con ganas de sentir cada centímetro de su duro cuerpo contra sí. Anhelaba que sus almas se mezclaran y se convirtieran en una. ¿Era realmente un pecado impuro querer ser uno con Dmitri? No, no podría serlo. Esto se sentía demasiado bien. Ella volvió la cabeza y le ofreció la boca para que la besara de nuevo. Respondió con la intensidad de fuego de mil soles.

Fue entonces que Dmitri se detuvo y la miró. Ella le tocó la mejilla. El calor ardiente se había convertido en un frígido frío, era como el hielo. —¿Qué está mal? —preguntó—. ¿Qué está sucediendo? Dmitri se agarró el corazón cuando una lluvia de plumas hiladas los rodeó. —Me estoy enamorando —dijo Dmitri—. Esto está prohibido. Nunca podré tenerte. Esto no estaba sucediendo. Lo abrazó, creyendo que si lo mantenía lo suficientemente apretado, nunca tendría que dejarlo ir. Con un gemido, enterró el rostro en su cuello otra vez. Se abrazaron con tanta fuerza que las costillas le dolían, pero no le importaba. No quería liberarse de él, ni ahora, ni nunca. Incluso si él rompía todos los huesos de su cuerpo, ella nunca querría que se fuera. Desafortunadamente, su cuerpo se derrumbó en sus brazos. El olor a azufre contaminó sus fosas nasales. Gritó con horror cuando el cuerpo de Dmitri se volvió negro y se deshizo en pequeños granos de hollín oscuro. Una ráfaga de viento sopló a través de su dormitorio, robando el cuerpo ennegrecido de Dmitri. Ella saltó sobre sus pies, llorando, pero el ángel había desaparecido Todo por culpa de ella. Chloe se despertó sobresaltada, con la frente chorreando sudor. ¿Dónde estaba Dmitri? Miró a su alrededor, en busca de cualquier indicio de ceniza. No había ninguno. Un suspiro de alivio se aferró a su pecho sudoroso y luego salió de la cama. Tenía que ver que Dmitri estaba bien. Nada más importaba. Caminó por el pasillo y se dirigió a la sala de estar. Para su sorpresa, oyó profundos ronquidos guturales. El sonido de los ronquidos era más glorioso que un coro de primer nivel. Sonriendo, corrió hacia el sofá, pero se detuvo cuando vio la cama de plumas que yacía en la alfombra. Hay más plumas de las que he visto antes. Estaba horrorizada. ¿Qué significaban? Cayó de rodillas al lado del ángel, y lo miró a la cara. No se veía como si estuviera sufriendo. Al menos, no lo suficiente como para perder plumas.

¿De alguna manera es mi culpa?

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Tuvo que extender la mano y tocarlo, aunque solo fuera para saber que estaba bien. Cuando presionó sus dedos contra su mandíbula, inclinó la cabeza en su dirección. —Estoy tan contenta de que estés aquí —susurró. —Chloe —gruñó Dmitri, formándose una pequeña sonrisa en su rostro.

Me escuchó, pensó, presa del pánico. Por suerte, el chico dejó escapar un ronquido profundo. No se había despertado. Con un suspiro de alivio, apoyó la

frente contra su pecho. Su cuerpo estaba caliente. No creía que pudiera vivir consigo misma si hiciera que su calor se convirtiera en frío gélido. Mientras se aferraba a él, Dmitri puso su mano sobre la de ella y la apretó. Al principio pensó que fue un accidente, estaba dormido después de todo, pero cuando ella se incorporó, se dio cuenta de que no era un error. Dmitri estaba sosteniendo su mano a propósito. Mientras luchaba por recuperar el aliento, pensó: No hagas gran cosa de esto.

Por supuesto que le importas lo suficiente como para tomar tu mano. Es tu ángel de la guarda. A pesar de que se sentía como si estuviera robando afecto porque él estaba dormido, no quería dejar a Dmitri, no cuando él sostenía su mano. Todo era mucho menos complicado que esto. Deseó que Dmitri pudiera alcanzar su mano y siempre pudiera aceptarlo sin falta. Por desgracia, la vida no funcionaba de esa manera. Las relaciones eran un laberinto sin una respuesta correcta. Gimió, tratando de ignorar el dolor punzante que llenaba su corazón. Dmitri rodó hacia un lado, dejando suficiente espacio en el sofá para que se acostara fácilmente a su lado. Ya estaba sosteniendo su mano. Tal vez podría ir un paso más allá. Comprobó para asegurarse de que sus ojos estaban cerrados y luego se puso a su lado. Era a la vez relajante y tonificante estar al lado del hombre de sus sueños. Se preguntó si esto era lo que Dmitri había sentido la noche anterior cuando le había robado un beso. No, él no comparte mis sentimientos. El pensamiento picó un poco. Empujó el dolor y se centró solo en el presente. Con un gemido, apoyó la cabeza en su pecho y disfrutó de la calidez que se elevaba desde él. El ángel siempre olía dulce, pero hoy su aroma natural estaba mezclado con el aroma tentador de las galletas de chocolate.

¿Qué estoy haciendo? Voy a estar en un gran problema si se despierta y me encuentra así. Se dijo que tenía que ir a la cama. Por desgracia, sus piernas no obedecieron. Frunciendo el ceño, miró el reloj en su reproductor de DVD y frunció los labios. Era las tres y cuarto. Se daría quince minutos antes de levantarse. Ese era un compromiso que tenía que cumplir. Cerró los ojos. Quince minutos.

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Solo quince minutos... Sus párpados se volvieron pesados al estar envuelta en el calor. Y se quedó dormida. ***

A la mañana siguiente, Chloe despertó siendo observada por dos lunas brillantes. Hermosas, pensó, sonriendo adormilada. ¿Por qué había dos lunas en frente de ella? Gimió y se retorció, descubriendo que estaba presionada contra algo caliente. ¿Se había cubierto con la manta de calentar anoche? Un segundo pasó.

Espera un minuto. Ayer por la noche, yo... yo...

—¡Oh, no! —Se cayó del sofá y chocó su pierna contra la mesa de café. Maldiciendo, se levantó de un salto. Dmitri saltó del sofá y la estabilizó. —¿Estás bien? —preguntó. Silbando, se inclinó para dar masajes a su pierna palpitante. Infiernos, le dolía como el demonio. Cuando levantó la vista, vio que Dmitri la miraba con preocupación. Apartó la mirada, su rostro ardiendo. ¿Cómo se suponía que iba a explicar cómo terminó en sus brazos la noche anterior? Era como si los dos estuvieran jugando a tener relación de gallinas. Uno de estos días, ella iba a hacerlo con él y luego culparía a todo el calvario sonambulismo. No, espera. Para eso sería necesario que ella le gustara a Dmitri de la manera en que ella lo quería, y él no lo hacía. —¿Por qué tengo que ser una perdedora, incluso siendo adulta? —gimió, apretando su cara.

Espera, ¿dije eso en voz alta? Dmitri presionó su mano contra su frente, comprobando si tenía fiebre. —Estás particularmente delirante esta mañana —dijo Dmitri—. ¿Debo llevarte al médico? —Um... yo... ugh... —Parpadeó, mirando al ángel. ¿Por qué no le pregunta cómo terminó junto a él? —Um... yo... ugh... —repitió Dmitri—. Mejillas dulces, no estás ayudando exactamente con mi confianza aquí. Dio un par de respiraciones profundas, estabilizándose. Parecía que Dmitri no quería hablar de cómo había terminado en sus brazos la noche anterior. Bueno, eso estaba bien. Ella era demasiado inmadura para traerlo a colación. —Creo que necesito una ducha —dijo. —¿Te acuerdas de cómo abrir la ducha? —preguntó Dmitri—. Acabas de caerte.

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—Sé cómo abrir la ducha. —Su ceja se crispó. Esta no era la manera de empezar la mañana. —Voy a hacer el desayuno mientras te duchas —dijo Dmitri—. ¿Panqueques está bien?

Panqueques sería genial. Asintió y se obligó a sonreír. Normalmente, los panqueques eran su comida para levantarle el ánimo. Era lamentable que no creyera que ni siquiera ellos podían ayudarla esta mañana. —Nos vemos en unos minutos —dijo. Con un suspiro, caminó hacia el baño. Después de que saltara en la ducha, el agua se volvió tan caliente que la hizo sentir que estaba siendo apuñalada por pequeñas agujas. Se enjabonó el cabello, maldiciéndose a sí misma por lo que había hecho la noche anterior. ¿Iba Dmitri a preguntarle cómo había terminado en sus brazos? Por desgracia, no podía decir que había permanecido junto a él por accidente.

Pero tal vez por eso Dmitri eligió no reconocer lo que hice, pensó, horrorizada. Tal vez está tratando de fingir que no se dio cuenta porque está avergonzado por mí. Sin embargo, no era como si él la hubiera empujado fuera del sofá tampoco. Cuando se despertó, Dmitri había estado despierto. Tal vez incluso lo había estado por un tiempo. Sus brazos habían estado alrededor de ella, abrazándola. Todavía podía recordar la calidez de su cuerpo mientras la abrazaba. Si un chico no estaba interesado, sería más propio para él saltar del sofá y escabullirse. Él no había hecho eso. Se había quedado. Gimió y cerró el grifo. Esto es ridículo, decidió. Estaba harta de bailar alrededor de Dmitri. Era la hija de un marinero irlandés y una camarera. Sus padres estarían francamente avergonzados de ella por no hablar con Dmitri, a pesar de que sus sentimientos estaban fuera de línea. Se secó. Después se vistió con pantalón y un suéter, Dmitri había desechado su antiguo traje de negocios cuando ella no había estado prestando atención, se dirigió a la cocina, lista para hablar con Dmitri sobre lo que había sucedido la noche anterior. Sin importar lo que eso significaba para su futuro. Cuando Dmitri la oyó acercarse, se dio la vuelta con una espátula en la mano. La masa de los panqueques yacía en el fondo de una sartén. Sus ojos grises eran graves e intensos. —Acerca de anoche —dijo—. Creo que tenemos que hablar de eso. Ella estaba teniendo palpitaciones ya.

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—Cierto —le respondió él—. Creo que el hecho de que Trevor te trajera flores y quiera llevarte a su estudio de grabación es una buena señal. —¿De qué estás hablando? —En este momento, ella no se preocupaba por Trevor. —No, ¿de qué estás hablando tú? —replicó Dmitri.

Ambas miradas se encontraron. Su corazón se agitó y su pulso se aceleró. Una mirada y la pasión estaba de vuelta, haciéndola querer correr sus dedos sobre los duros músculos de sus brazos. Estos pensamientos le hacían sentirse entusiasmada y sucia. Sabía que no tenía que pensar así alrededor de Dmitri. El olor a quemado llenó la cocina. Ella olfateó, sus ojos llorosos. —¿Qué es ese olor? —preguntó. El panqueque que se estaba cocinando estalló en llamas. Dmitri tiró el sartén en el fregadero y luego abrió el grifo. En el momento que el torrente golpeó el fondo ennegrecido del sartén, la sala fue inundada por el humo oscuro. La alarma de incendio dejó escapar un grito agudo de advertencia. —Mierda —dijo Dmitri. —Bien hecho, Gran Chef. —¡Justo cuando había invocado el valor suficiente para hablarle! —Cállate —dijo Dmitri. —Me debes un nuevo sartén porque no voy a limpiar eso. —Giró los ojos al ver la corteza negra en la parte inferior de la sartén. —Está bien. —Dmitri cerró el grifo—. ¿Quieres ir a desayunar?

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Estudió al ángel, mordiéndose el labio inferior. Tanto por su importante charla. Aun así, moría de hambre y el apartamento olía asqueroso. Su conversación tendría que esperar.

Catorce E

l viernes llegó demasiado rápido. Chloe se sentó frente a Meg,

sosteniendo un sándwich de pollo mientras miraba fijamente a la pared. Todavía no había tenido la oportunidad de hablar con Dmitri. Por ahora, estaba exhausta por sus pensamientos tortuosos. Nunca antes se había dado cuenta de lo maravilloso que era estar soltera. Al menos cuando estaba sola podía controlarse un poco más. En este momento, estaba a cinco centímetros de arrojarse a Dmitri como si estuviera desesperada y muerta de hambre.

Estás desesperada y muerta de hambre, dijo una voz desagradable en su cabeza. ¡Cállate!, gritó de vuelta, frunciendo las cejas. —¿Estás bien? —Meg le sacó de sus pensamientos—. Tu tic de las cejas está de vuelta. —Mi vida es muy complicada. —Apretó el sándwich con tanta fuerza que un tomate embarrado de mostaza cayó del pan. —Creo que tu vida es bastante impresionante. —Meg tomó un sorbo de refresco de dieta—. Estás saliendo con una estrella del pop que está, obviamente, loco por ti. Chloe estaba muriendo. Tenía que decirle a alguien sobre sus problemas con Dmitri, pero probablemente estaba a su alrededor como un compañero invisible. Con un gemido, se miró las manos crispadas. —Está bien, ¿qué pasa contigo? —preguntó Meg.

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Chloe abrió la boca para derramar todos los detalles, pero eso fue cuando un hombre alto pasó con un tazón lleno de sopa en su bandeja. El hombre perdió el equilibrio y la bandeja se inclinó a un lado. Un río de minestrone se dirigió directamente a su cara. Con un grito, se protegió a sí misma con sus brazos. Algo grande la tomó desde la derecha, lanzándola contra la pared. Pensó que la colisión le haría daño, pero dos fuertes, brazos invisibles la protegieron del golpe.

¡Dmitri! pensó, con sus ojos abriéndose al instante. Sopa caliente cayó sobre su pierna. Gritó, pero el incendio se calmó con la suficiente rapidez. —Lo siento mucho —farfulló el hombre que había dejado caer la sopa.

—Está bien. —Se sentó, mirando hacia abajo a la mancha de sopa en su pantalón.

Genial. Tenía juntas contiguas con los clientes hoy. No era como si tuviera todo el tiempo del mundo para cambiarse de ropa. —Cielos. —Meg gruñó frente a ella—. Tienes toda la suerte, ¿no? —Estoy acostumbrada a ello. —Lo que decía un montón acerca de su vida. El hombre que había dejado caer la sopa la miró como disculpándose, con el rostro ceniciento. Un trabajador cansado salió corriendo de la cocina, sosteniendo algunos trapos. —Será mejor que vaya al baño. —Saltó sobre sus pies y forzó una sonrisa en su rostro. Una vez dentro del cuarto de baño privado y fuera del alcance del oído de todos los demás, maldijo hasta que su voz se volvió ronca. —Tómalo con calma, mejillas dulces. —Dmitri apareció a su lado, con los ojos en llamas. —¿Fuiste el que me salvó de una cara llena de sopa? —preguntó. —¿Quién más? —Dmitri se encogió de hombros, frotando la parte posterior de su cuello—. ¿Tu pierna está bien? —Además del hecho de que parece que me vomité encima, estoy bien. — Con un suspiro, se quedó mirando su pantalón sucio—. Tengo tan mala suerte. ¿Cuáles son las posibilidades de que un hombre vuelque su sopa en mí en ese preciso momento? Dmitri se encogió de hombros. —Todo sucede por una razón. —¿De verdad lo crees? —Esforzó su mente, tratando de pensar en la razón para recibir una cascada de minestrone. —Sí. —Dmitri apretó un poco de papel higiénico en su mano y luego se arrodilló ante ella—. Déjame ver si puedo sacar algo de esta suciedad.

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Al principio, todavía estaba frustrada, pero cuando Dmitri puso su mano en la parte externa de su muslo, la adrenalina regresó de nuevo. Por amor de Dios, ¡solo está limpiando tu pantalón!, gritó en su cabeza. Aun así, no podía dejar de ser consciente de cómo sus dedos calientes se sentían enterrándose en sus muslos exteriores. Se estremeció y miró a la mancha de color rojo oscuro. —No creo que la mancha vaya a salir. —No era que el papel higiénico pudiera ayudar mucho. —Sí, el lío está bastante malo. —Dmitri tiró la servilleta sucia a la basura.

—¿No puedes hacer una especie de vudú? —Agitó su dedo alrededor como si fuera una varita mágica. —Mejillas dulces, soy un ángel. —Dmitri rodó los ojos y se puso de pie—. Dios no me creó para ser una doncella mágica. Era una maldita pena. —Está bien. —Bajó la cabeza—. Supongo que tendré que irme en este momento para cambiar de pantalón. No habrá charla ociosa con Meg para mí hoy. Y no habrá largas conversaciones acerca de ser atraída por ángeles tampoco. —Sí. —Dmitri le dio su hombro un apretón reconfortante—. Te voy llevar una malteada entre clientes. Eso debería hacer que tu día sea un poco menos sombrío. —Eres un regalo del cielo. —Y lo dijo tanto figurativa como literalmente. —Es solo un helado. —Dmitri sonrió. No sabía por qué lo hizo, llámalo pasión o pura estupidez, pero en un segundo estaba parada, al siguiente lo estaba abrazando. Mientras lo abrazó, se quedó mirando la pared, aturdida por sus propias acciones. ¿Cómo me puse así?, pensó, dándose cuenta de que sus dedos se cerraron en su cabello dorado. Peor aún, Dmitri estaba tan rígido que era obvio que no quería que se aferrara a él. Justo cuando estaba a punto de dejarlo ir, sin embargo, la envolvió con sus brazos alrededor de su cintura. Ya no estaba rígido. Colocó su mejilla contra su pecho, su corazón latiendo aceleradamente. Cuando cerró los ojos, recordó la forma en que sus labios se sentían en contra de los suyos. Después de levantar la cabeza, miró profundamente a los ojos grises. El ángel le devolvió la mirada. Su mirada se detuvo en sus labios mientras sus irises se convirtieron en un gris oscuro lujurioso. Quería que la besara de nuevo, al igual que lo había hecho en su dormitorio. Con un gemido, se inclinó más cerca. Es lamentable que las palabras de su sueño hicieran eco en su cabeza, lo que la hizo congelarse.

—Me estoy enamorando —dijo Dmitri—. Esto está prohibido. No puedo tenerte.

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¿Qué debía hacer? Dmitri no se movía y ella estaba segura de que no iba a alejarse a menos que él lo hiciera primero. —Tienes una cita con Trevor esta tarde —dijo Dmitri tranquilamente. Era como si le hubieran apuñalado un cuchillo directamente a su corazón.

—Idiota. —Un segundo estaba en sus brazos, al siguiente estaba golpeando su bolso sobre su cabeza. —Oye —jadeó Dmitri, masajeando su cráneo. —¿Cómo puedes decir que eres un ángel? —le apuntó amenazadoramente. —¿Qué quieres decir? —Las cejas de Dmitri se levantaron en obvia confusión. —¡Averígualo tú mismo! —gritó, tan molesta que sus mejillas quemaban. Fue solo cuando salió del cuarto de baño que se dio cuenta de lo idiota que estaba siendo. Dmitri solo estaba tratando de hacer su trabajo. Por otro lado, estaba arruinando sus planes. Y no sabía cómo detenerse a sí misma de hacer eso. *** Chloe estaba vestida con pantalón negro y un suéter verde. Su cabello cobrizo recogido en un moño desordenado en la parte superior de su cabeza. Llevaba un par de aretes de oro y un collar que su madre le había dado para su primera comunión. No está mal. Me pregunto qué pensará Dmitri de mí... ¡No, no, no! Estaba tan enojada consigo misma por pensar en Dmitri y no en Trevor que casi se picó el ojo con el rímel. Después de terminar de aplicar el maquillaje, mientras trataba de no herirse a sí misma en el proceso, se dirigió a la sala. El ángel hizo una toma doble cuando la vio y se puso en pie. —¿Me veo bien? —preguntó. Dmitri no dijo nada. Su autoestima sufrió un golpe brutal. —¿Qué? —Bajó la mirada hacia ella—. ¿No me veo bien? —No, creo que te ves muy bien. —Dmitri esbozó una sonrisa—. Solo estaba tratando de pensar en una respuesta que no llevaría a mí siendo golpeado por tu bolso. —Muy divertido. —Puso los ojos en blanco, y luego se puso seria. —Por cierto, ¿por qué me golpeaste? —preguntó Dmitri—. Me disculparía, pero quiero al menos ser sincero y saber por lo que me estoy disculpando. —Vamos a olvidarnos de ello, ¿de acuerdo? —La última cosa que quería hacer era hablar de esto ahora—. Dejé que mis emociones se interpusieran en el camino de tu plan.

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—¿Tus emociones? —La sonrisa de Dmitri se desvaneció. —Sí. —Frunció el ceño—. Se supone que debo estar con Trevor. Dios no dijo nada acerca de mí disfrutándolo. —¿Odias salir con él tanto? —preguntó Dmitri.

—No es que lo odie. —Es que siempre estoy obsesionada por ti—. Es lo que siempre pensé que quería. Es solo ahora no estoy tan segura Dmitri la miró fijamente, sus hermosos ojos grises brillando. No estaba segura de cuánto tiempo había pasado, mientras se miraban el uno al otro, pero antes de que ella se diera cuenta, el timbre sonó. A pesar de que estaba emocionada de ver el estudio de grabación, la interrupción fue discordante. —Ese es Trevor. —Agarró su bolso apretadamente. —Lo es. —Sus ojos se estrecharon—. Debes responderle. Se preguntó por qué Dmitri lucía tan frustrado. ¿Estaba enfadado con ella o con él mismo? A pesar de que su corazón latía, ella dio un paso atrás y abrió la puerta. Trevor estaba de pie en el umbral, una vez más luciendo magníficamente casual en vaqueros, una camiseta azul claro y una chaqueta de cuero negro. Sus ropas estaban lo suficientemente apretadas para lucir su cuerpo bien esculpido. Hace tiempo, jadeaba de pensar en él en un traje de baño. Ya no más. —Hola. —Forzó una sonrisa en su rostro. —Hola. —Trevor saludó con la mano—. Espero que estés emocionada. —Claro. —Un poco. Después de que miró hacia atrás, vio que Dmitri había desaparecido. Siempre era molesto, buscarlo y no encontrar a nadie. —¿Tienes una compañera de cuarto? —Trevor debe haber sentido curiosidad por su mirada. —No. —Que el cielo ayude a la persona si lo tuviera—. Soy solo yo. —Bien —dijo Trevor. Mientras le lanzó una mirada curiosa, no debería haber importado si tenía un compañero de piso o no, salió al pasillo. —Por cierto, espero que todavía tengas hambre. —Trevor le guiñó un ojo—. Pedí que nos llevaran comida china al estudio. Comida china sonaba muy bien, a pesar de que todas las cenas que había estado teniendo la estaban haciendo inflarse. Echó la culpa a Dmitri. Era casi imposible mantenerse al día con el apetito del ángel.

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—Siempre tengo hambre. —Más aún cuando estaba molesta, confundida y enojada. En este momento, estaba las tres cosas. —Bien. —Trevor le dirigió una sonrisa perfecta, sus dientes blancos relucientes. Mientras caminaba con Trevor por el pasillo, lo estudió. Era un buen partido. El tipo era un poco arrogante a ciencia cierta, pero ella tenía defectos peores que eso. Debería estarse enamorado, no sentirse repelida. Después de un suspiro, negó

con confusión. El hombre se dio cuenta de su mirada persistente y debe haber malinterpretado lo que estaba pensando. Le tomó la mano y entrelazó sus dedos. En lugar de pensar en lo bien que se sentía, lo único en lo que podía concentrarse era en lo resbaladiza que estaba su palma por el sudor. Estos pensamientos la acompañaron hasta que bajó las escaleras y salió por la puerta. Una vez que salió a la luz del sol, escaneó el estacionamiento por el Audi. No estaba allí. Trevor la llevó hasta un amarillo brillante Fiat con un techo solar. —¿Qué tal esto? —preguntó—. Pensé que odiarías que trajera el Audi de nuevo. El hombre acertó. El Audi llamaba más la atención que un caballo de color rosa. —Mucho mejor. —Pasó la mano por encima del acabado elegante—. Es alegre. —Lo llamo mi coche sol. —Trevor abrió el auto y abrió la puerta para ella—. Súbete. Cuando se sentó, el olor a coche nuevo impregnó sus fosas nasales. Dejó escapar un gemido de la envidia. En este momento, vendería su riñón para comprar un coche nuevo. Ayer, cuando iba conduciendo por la carretera, a su vehículo le había sonado tan alto el escape que los peatones habían pensado que un arma había sido disparada y se agacharon. Trevor subió al asiento delantero y arrancó el coche. El motor ronroneó. Salió a la calle principal y se unió al tráfico. Notó que él no dejaba de mirar a su mano. Desde que sus brazos estaban cruzados, no podía agarrarla de nuevo. Pensó que lo había dejado ir, pero en cambio puso la mano en lo alto de su rodilla. Una descarga eléctrica recorrió su cuerpo. Ser tocada de tal manera era íntima. —Así que pensaras que esto es interesante —dijo Trevor como si tener su mano en la rodilla no fuera gran cosa—. Esta mañana me iba a mi estudio y descubrí que una mujer dejó su ropa interior en mi parabrisas con su número de teléfono escrito en el frente. ¿No es una locura?

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El hombre echó atrás la cabeza y rió. Se unió a él, pero estaba fingiendo. Su mano en la rodilla no debería haber sido una distracción, pero no podía dejar de centrarse en ella. Sabes que te encantaría que Dmitri tuviera la mano en tu rod… ¡Maldita sea, mujer! Regresa a tus sentidos. No. Pienses. En. Dmitri. Gruñó y sacudió la cabeza. Todo era culpa del ángel. No sabía cómo lo podía culpar por sus pensamientos sobre él, pero la hacía sentir un poco mejor que tomar toda la responsabilidad por sí misma. —¿Qué pasa? Tu rostro se retorcía. —Trevor le sacó de sus pensamientos.

Vaya. No se había dado cuenta de que estaba teniendo una conversación en su cabeza y haciendo los movimientos faciales para que coincidieran. Dmitri tenía probablemente el ceño fruncido hacia ella desde el asiento trasero en este momento, preguntándose por qué estaba fracasando tan mal. —Hoy un chico derramó la sopa en mí. Estaba pensando en eso —mintió. A veces su cerebro la sorprendía incluso a ella. Por supuesto, era su no tan brillante cerebro el que causaba problemas, para empezar. —¿En serio? —Trevor sonrió—. ¿Quieres que le demande? —¿Qué? —De ninguna manera. Tenía que estar bromeando—. ¿Por qué haría eso? Fue un accidente. —Estaba bromeando. —Trevor pasó los dedos de su rodilla a la parte superior del muslo—. Relájate. De repente, Trevor gritó y casi los condujo directamente hacia el tráfico. El hombre hizo un gesto con la mano como si estuviera tratando de recuperar sensaciones en sus dedos. —¡Cuidado! —gritó. —Lo siento. —Trevor dejó escapar un suspiro tembloroso. —¿Qué pasó? —Observó a Trevor mirar hacia abajo a su mano temblorosa. —Fue extraño —gruñó Trevor—. Al igual que una descarga eléctrica pasando por mis dedos o algo así —¿Crees que fue la estática de mi pantalón? —Eso tenía que haber sido. —Probablemente. —Trevor asintió—. Fue la más fuerte estática que he sentido, sin embargo. Debe haber sido muy fuerte. El chico se comportaba como si sus dedos se hubieran encendido en llamas. La mano lesionada de Trevor permaneció apretada hasta el final, hasta que se detuvo en el estacionamiento de un estudio de grabación de gran tamaño. Después de que estacionó, lo apagó. Estoy tan contenta de que todavía estoy viva. Un poco de estática casi me mata. Dejó escapar un suspiro de alivio.

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—Vamos. —Trevor le hizo señas. Con el ceño fruncido, siguió a Trevor dentro del estudio de grabación y por un estrecho pasillo. Las paredes estaban cubiertas con fotografías enmarcadas de portadas de discos. La cubierta colgando de la puerta era del álbum de Trevor llamado Pure. En la imagen, la estrella del pop estaba vestida con un traje pálido y llevaba una peluca platino sobre su cabeza de cabello oscuro. Desde que su encanto provenía de parecer oscuro y misterioso, el cambio no debería haber funcionado para él, pero se las arregló para lograrlo. La canción principal del CD,

Hot Love, había sido una de sus favoritos porque se trataba de una mujer esperando a un hombre que podría encender su corazón en llamas. Ahora que sentía tanta pasión ardiente por Dmitri, podía entender la letra mucho mejor. —Mi equipo tuvo que trabajar duro para hacerme quedar decente con ese color de cabello. —Se quedó mirando la imagen de la portada también, malinterpretando lo que estaba pensando—. Valió la pena, pero todo el proceso fue un dolor. —No es tanto en tu aspecto en lo que estaba pensando. —Hizo contacto visual con él—. Este CD salió justo antes de que me mudara aquí desde Irlanda. Recuerdo escuchar tu música todo el camino a Chicago. Me dio fuerzas. —¿Lo hizo? —Se pasó la mano por el cabello oscuro. —Suenas sorprendido. —Se refirió a la forma en que sus ojos se abrieron—. Pienso que la música te eleva y te hace sentir como si pudieras conquistar el mundo. Tus canciones siempre hicieron eso por mí. Era difícil de leer la intensa expresión de Trevor. —Como artista, ese es el mayor elogio que alguien me podría dar —dijo Trevor—. Para ser honesto, no tenía intención de ser cantante pop. Es solo que medio sucedió de esa manera. Como tenía dinero para pagar cualquier agente que quisiera, terminé en Dickson Entertainment porque oí que eran los mejores. Me convirtieron en una estrella del pop. Dado que la mayoría de mis canciones hablan, así, del baile y del atractivo sexual, nunca pensé que yo fuera mucha inspiración para alguien. Demonios, mi voz se edita fuera de mi propia música la mitad del tiempo. Todo es electrónico.

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—Eso puede ser cierto, pero todavía hay algo sorprendente acerca de tu trabajo. —Aunque muchas de sus canciones no eran profundas y significativas—. Escuché tu primer álbum cuando tenía dieciséis años. Si piensas que soy torpe ahora, deberías haberme conocido entonces. Me molestaban porque era desgarbada, y bueno, neurótica. Cuando llegaba a casa de la escuela, me sentía como la persona más fea del mundo. Luego escuché una de tus canciones. Después de un rato, ya no me sentía fea. Me sentí sexy y sofisticada. Creo que ese fue el momento en que por primera vez me inspiraste. Estoy segura que no soy la única que se siente así. Al principio Chloe se preguntó si había admitido demasiado. Después de todo, confesar que no era la señorita Popular era otro defecto importante. En lugar de ser rechazada, sin embargo, Trevor extendió la mano y le tocó la mejilla. Sus dedos eran cálidos y sus ojos eran de color café oscuro. Le sacudió el cabello de cobre de la cara. —Gracias por decirme eso —dijo Trevor—. En serio.

Menos mal que no está disgustado.

—No hay problema. —Dejó escapar una risa nerviosa—. Hagas lo que hagas, no dejes de presentarte. Tu trabajo importa. —No estoy pensando en ello. —Trevor le guiñó un ojo—. Creo que mis fans me matarían si renuncio. —Ja. —puso los ojos en blanco. Trevor le dio una rápida sonrisa, sus ojos ardiendo. —Estás muy hermosa, ya sabes. —Su mirada estaba quemando un agujero en su rostro. —¿Quieres mostaza con esa mortadela? —No era ningún secreto que sus dientes estaban torcidos, su nariz era un poco demasiado grande, y su rostro era demasiado redondo. —Estoy diciendo la verdad. —Trevor pasó la mano a lo largo de su mandíbula. ¿Cómo se suponía que tenía que responder a eso? Cuando era insultada, podía golpear a alguien en la cara y llamarlo bueno. Con los elogios, era mucho más difícil. ¿Se suponía que tenía que decir algo bueno de vuelta? Se llevó la mano a la frente en señal de frustración, lo que alteró la intensidad de la atmósfera. —Le pedí al restaurante chino que tuvieran nuestra comida servida a las seis y media —dijo Trevor, para que no tuviera que decir nada—. Quiero tener el recorrido terminado para entonces. Sus hombros cayeron con alivio. *** Mientras estaba sentada en un sofá junto a Trevor, Chloe levantó sus palillos y se comió el último trozo de pollo a la naranja. La carne era picante y deliciosa. Podía ver un ataque al corazón en su futuro, pero no le importaba. De tal padre, tal hija. La comida era una tentación demasiado grande para ella. Mientras exhalaba un suspiro, coloco la caja de cartón vacía en la mesa de caoba. Trevor se extendió después de comer una gran cantidad de camarones. Al parecer, no era la única que tenía un metabolismo rápido. Dio las gracias a Dios por una buena genética. —Eso fue muy bueno. —Se retorcía de placer. —Me impresionó lo bien que utilizaste los palillos. —Trevor miró a los palillos que se encontraban en la caja de cartón vacía de pollo.

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—Como un montón de comida china. —Probablemente demasiado. —¿Tienen comida china en Irlanda? —Trevor la miró con curiosidad. —No, me pasaba los días comiendo solo conservas de carne y repollo — bromeó, sonriendo. Estaba en un subidón de comida china—. Por supuesto que tenemos comida china en Irlanda. Es solo que sabe un poco diferente.

—Siempre experimento un choque cuando voy a Hong Kong y pruebo la comida china real. —Trevor asintió—. No es nada de lo que tienen por aquí. —La versión americanizada es buena, sin embargo. —Nada decía deliciosa como el pollo a la naranja. —Eso es cierto. —Trevor hurgó en la bolsa de plástico y sacó dos galletas de la fortuna—. También tenemos éstos. Con una sonrisa, Trevor le dio una galleta. La quebró y sacó un pequeño trozo de papel.

La persona que amas está más a tu alcance de lo que piensas. No estaba segura de por qué la fortuna la golpeó como una piedra en el pecho, pero lo hizo. El rostro de Dmitri apareció en su mente, persiguiéndola. “La persona que amas está más a tu alcance de lo que piensas”. ¿Por qué pienso en Dmitri? No estoy enamorada de él... ¿o lo estoy? Su mano se quedó inmóvil en el pedazo de papel. Siempre había sabido que le gustaba, pero nunca pensó que estaba enamorada de él. No, no podía ser amor. Sin embargo, no podía evitar que una avalancha de pensamientos la aplastara. Pensaba en el ángel todo el tiempo, incluso cuando estaba en una cita con Trevor. Su corazón la traicionaba cuando estaban cerca revoloteando locamente como las alas de un colibrí. En ese momento, se dio cuenta de la verdad. Realmente estaba enamorada de Dmitri. —No. —Lanzó la galleta de la fortuna a la pared—. Me niego a reconocerlo. La galleta se derrumbó en pedazos y se tendió en la alfombra. Trevor se volvió en su asiento, mirándola con ojos oscuros. Su galleta de la fortuna intacta todavía en su mano. —¿Qué pasa? —preguntó Trevor.

¿Cómo debía lucir para él? Acababa de lanzar una galleta contra una pared,

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¡por amor de Dios! Era un milagro que el chico no se levantara y saliera. ¿Por qué tenía que ser tan idiota? ¿No podía guardar sus ataques de nervios cuando estuviera en el cuarto de baño como una persona normal? Arrugó el trozo de papel en la mano y dejó escapar una risa nerviosa. —Nada —dijo—. Lo siento. Estoy un poco espástica. —Nunca me lo hubiera imaginado. —Trevor la miró, sus labios delgados—. ¿Qué dijo tu fortuna? Quiero ver lo que te hizo reaccionar de esa manera.

Por un momento horrible, consideró tragarse el trozo de papel para que Trevor no pudiera verlo. Ya que pensaba que comer un trozo de papel no la haría lucir mucho menos psicótica, y probablemente no le haría bien a su estómago, decidió solo mostrárselo. No era como si él alguna vez fuera a averiguar por qué tuvo un ataque de pánico de todos modos. Le entregó la hoja desmenuzada. —“La persona que amas está más a tu alcance de lo que piensas” —leyó Trevor—. Wow. Con tu reacción, pensé que tu fortuna decía que ibas a morir o algo así. —No. —Forzó una sonrisa y negó—. Vamos a abrir la tuya. Trevor no se movió. —¿Qué? —Levantó una ceja. —No te vas a volver loca de nuevo, ¿verdad? —preguntó. Su cara se ruborizó. —Hmph. —Se cruzó de brazos—. Por supuesto que no. —Solo estoy bromeando. —Trevor le golpeó con el codo—. Está bien, vamos a ver lo que dice. El hombre entreabrió la galleta de la fortuna, con el ceño fruncido. Sacó un pequeño trozo de papel. Leyó su fortuna por encima del hombro.

Acepta la derrota. Solo te hará más fuerte. A diferencia de ella, Trevor tuvo una reacción normal a su fortuna. Se rió y se metió un bocado de la galleta en la boca, luego arrugó el papel y lo arrojó a un cartón de comida vacía. —Las fortunas son tan ridículas. —Trevor sonrió. —Sí, lo son. —Lo cual era la razón por la que no debería haber lanzado su galleta contra la pared. Aun así, no podía dejar de pensar en Dmitri. No podía creer que... lo amaba. —Debería limpiar el desastre que hice. —La limpieza ayudaría a rescatar a su mente fuera de su repentina realización.

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Justo cuando ella saltó sobre sus pies, Trevor agarró su mano. Se veía tan intenso que la ponía nerviosa. —Espera. —Trevor la atrajo de nuevo al sofá—. Podemos limpiar después. Vaciló antes de hundirse de nuevo hacia abajo. —Bueno.

—Quiero tocar mi nueva canción para ti. Quédate aquí y relájate mientras agarro mi guitarra. —Trevor parecía que estaba preocupado de que podría tratar de saltar por la ventana mientras él estaba fuera. —¿Tocas la guitarra? —Incluso después de todos sus años en el escenario, nunca lo había visto tocar un instrumento. —Lo hago. —Trevor le guiñó un ojo—. Te advertí que esta canción iba a ser un poco diferente, ¿no? No hay electrónica, no hay sonidos de fondo. Solo yo. Incluso con sus pensamientos yendo a mil millones de kilómetros por hora, se sintió intrigada. Se sentó en silencio mientras Trevor salió de la habitación y fue en busca de su instrumento. Sus pensamientos se hicieron la guerra. Estás en una cita con Trevor, un lado de sí misma, dijo. Concéntrate en lo que va a tocar para ti. Luego hubo una segunda voz que clamaba: Estás enamorada de Dmitri. No deberías estar aquí con alguien más. Sin embargo, ¿que se suponía que debía hacer? Se sentía muy mal por lo que estaba pasando con Trevor, no era como si no le gustara, pero su mente estaba en Dmitri. Además de eso, ni siquiera sabía cómo Dmitri se sentía por ella. Ya que el ángel seguía empujándola a Trevor, no era como si pudiera asumir que se preocupaba por ella de la misma forma en que ella lo hacía por él. Con un gemido, enterró el rostro entre sus manos. Lamentablemente, tuvo que fingir la felicidad otra vez porque Trevor se dirigió a la habitación un momento después llevando una funda de guitarra. Lo miró a los ojos y forzó una sonrisa, aunque era difícil. Tenía que centrarse solo en su cita ahora. Nada más importaba. Ni siquiera su amor prohibido. Trevor se hundió en el asiento a su lado. Cuando abrió la caja de la guitarra, se sorprendió de que su instrumento no fuera nuevo. En cambio, la madera estaba descolorida y llena de pegatinas. Parecía el tipo de guitarra que un estudiante de secundaria tendría. —Tu guitarra se ve... —¿Cómo podía decir su comentario de una manera que no sonara como una idiota? —Sé que parece un poco vieja —dijo Trevor—. Era de mi papá. Debo comprarme una nueva, pero tocar con cualquier otra cosa no se siente natural.

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Esta fue una visión inusual de la mente del hombre. Nunca lo había imaginado como el tipo de persona que tocaría con la guitarra de su difunto padre. Su garganta se sintió de pronto cerrándose. —Ya veo —dijo—. Si no te importa que pregunte, ¿cómo murió? —¿Cómo? —La cara de Trevor estaba mezclada con amargura—. Murió por su propia estupidez.

—Oh. —La agudeza de su tono la hizo estremecerse. —Lo siento. —Trevor suspiró—. Es que el día que murieron mis padres, conducía borracho. Mi mamá le decía que parara el coche, pero no escuchó. Sonaba como si Trevor hubiera estado en el coche con sus padres en el momento. Sus ojos se abrieron de horror. —¿Estabas con ellos? —preguntó. —Sí, pero eso solo lo hace peor. —Trevor aumentó la presión sobre el instrumento—. Tenía dos años en el momento. Apenas recuerdo el accidente. Mi padre vino por mí y mi mamá para recogernos de clases. No se dio cuenta de que él acababa de regresar de beber con sus amigos hasta que ya estaba en la carretera. Recuerdo gritar y un gran crujido. Ambos murieron. Y yo… Trevor se levantó la camisa, revelando una fina cicatriz rosada sobre su estómago. —Conseguí esto para recordarlos —dijo Trevor. —Lo siento —dijo, horrorizada. —No lo estés. —Trevor levantó la mano—. Mi papá es el que debe disculparse. Trevor estaba abriéndole su corazón y a ella no se le ocurrió nada que decir. La culpa iba a peor. ¿Qué haría Trevor si supiera de sus verdaderos sentimientos por Dmitri? —Trevor, yo... —Yo, ¿qué? Había estado tan desesperada por hablar que no podía encontrar la manera de terminar la frase. Sacudiendo la cabeza, Trevor tomó la guitarra y tocó algunos acordes. —¿Es esta canción acerca de ellos? —preguntó, agradecida de que se las había arreglado para decir algo coherente.

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—Solo escucha. —Trevor actuó como si quisiera cambiar de tema. Trevor tocó algunos acordes y empezó a cantar. Fue una experiencia extraña escucharlo tocar sin la ayuda de la tecnología moderna. El hombre podía cantar bien, aunque no tan bien como algunos de los artistas de la calle que había oído en Irlanda. Solo cuando prestó atención a las letras fue que se dio cuenta de algo, esta canción era sobre ella. Hablaba de una mujer salvaje que le hizo ver la belleza en la vida. Era un poco triste, un poco divertida, y sobre todo, una gran cantidad de adulación. En el momento en que había terminado, sus mejillas estaban en llamas. La canción había sido un enorme cumplido. Ya que incluso pequeños elogios la hacían querer huir como si sus pantalones estuvieran en llamas, no estaba segura de cómo manejar la situación.

—Wow, Trevor —dijo, aturdida—. ¿Estoy asumiendo que la canción era sobre mí? —¿De qué estás hablando? —Trevor levantó una ceja—. No, no lo era. Le ardían las mejillas, si es posible, aún más. Se sorprendió de que toda su cabeza no se hubiera encendido en fuego. —Por supuesto que se trataba de ti. —Trevor se rió y rodó los ojos—. ¿Por qué si no iba a cantar acerca de una mujer llamada Srta. Torpe? —Idiota. —Casi lo golpeo con su bolso. Casi—. Tu nueva canción es algo. —¿De verdad te gusta? —preguntó Trevor—. Se honesta conmigo ahora. —¿A quién no le gustaría? —La canción había sido romántica, divertida y honesta—. Creo que hay un nuevo éxito en tus manos. —Eso está muy bien, pero mi objetivo no son las listas de ventas. —Hizo una pausa—. Por lo menos, no esta vez. —Entonces ¿cuál es tu objetivo? —preguntó. Trevor la miró con fuego en los ojos. A pesar de que no estaba segura de por qué la miró como lo hizo, se encontró no pudiendo mantener el contacto visual. Miró hacia abajo a su pantalón, recogiendo pelusas invisibles de la tela. Desafortunadamente, eso fue cuando Trevor puso las manos sobre sus hombros. No era como si pudiera mirar a su ropa cuando estaba tratando de captar su atención. A pesar de que su estómago cayó, se encontró con su mirada. Lentamente se inclinó hasta que ella tomó una bocanada de su aliento con olor a gambas y cerveza. Comparó el aroma de Trevor al de Dmitri. Cuando el ángel estaba cerca, su aliento era siempre dulce. —Quería hacerte feliz —dijo Trevor—. Esa es mi meta. De repente, el pollo a la naranja que había comido era como una roca gigante en su estómago. —Estoy muy feliz ya —dijo rápidamente.

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—Me alegro. —Trevor asintió, se acercó todavía más—. Sabes, esa fortuna tuya... ¿pensaste en mí cuando lo leíste? Si no se estaba ahogando en ansiedad antes, seguro que como el infierno que lo estaba ahora. Dejó escapar un gemido que ni estaba destinado a ser afirmación o negación. Trevor lo tomó de la manera que quería, como si hubiera dicho que sí. Desafortunadamente, no había hecho tal cosa. El hombre se inclinó para besarla. Cerró los ojos, al igual que lo hacía cuando estaba a punto de ser abofeteada. Estaba a punto de alejarse cuando algo hizo un fuerte sonido de crujido a un centímetro de su rostro. Trevor dejó escapar un gruñido de dolor y se precipitó desde el sofá.

Sus ojos se abrieron. Trevor fue arrastrado lejos de ella por una fuerza invisible. El hombre dejó escapar un grito de miedo y se puso de pie, con la cara del color de una ciruela. Su ojo derecho se estaba hinchando rápido. Había estado en demasiadas peleas para saber lo que eran las primeras etapas de un ojo negro. De repente, se dio cuenta de lo que pasó. Dmitri le había golpeado. —¡Dmitri! —gritó, sus ojos muy abiertos. Trevor la miró fijamente, apretando el lado derecho de su cara. La sala se quedó inmóvil. No podía ver al ángel, pero sabía que había hecho esto. Además de eso, tenía la fuerte sensación de que Dmitri era el responsable del percance con la mano de Trevor en el coche. ¿Por qué el ángel dañaría a alguien? A medida que su respiración se hizo entrecortada, el entendimiento la golpeó por primera vez. El ángel estaba celoso. —Chloe —gimió Trevor. Por un segundo, había estado demasiado ocupada pensando en Dmitri para preocuparse de Trevor. —¿Estás bien? —preguntó. —Juro que alguien me golpeó y me arrastró hacia atrás. —La cara de Trevor pasó de púrpura a gris avena—. El golpe vino de la nada. Sé que suena loco, pero... pero... El hombre estaba más sorprendido por el ataque invisible de lo que se vio afectado por la lesión. No podía culparlo. Recordó la primera vez que Dmitri había hecho acto de presencia en su oficina y Meg no podía verlo. Casi la había matado del susto. ¡Y ni siquiera había sido víctima de un golpe! Encontró su sangre hirviendo, sin embargo, fue superada con una extraña oleada de placer también. Las emociones eran confusas. Se obligó a prestar atención solo a Trevor, a pesar de que deseaba ir al lugar privado más cercano para una acalorada conversación con Dmitri. —Ven, siéntate. —Chloe tomó el brazo de Trevor y lo arrastró hasta el sofá. Trevor se hundió en un cojín, sus ojos muy abiertos. —Alguien me golpeó. —Trevor sacudió la cabeza y se tocó el ojo hinchado.

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—Va a estar bien. —Bueno, tal vez no lo estaría, pero parecía que era lo que había que decir. Trevor se quedó en silencio por un momento, y luego se encontró con su mirada. —¿Quién es Dmitri? —preguntó Trevor. La sangre se le heló.

—¿Eh? —Dejó escapar una risa nerviosa. —Gritaste Dmitri cuando estaba herido —dijo Trevor—. ¿Por qué? Uh-oh. Por un segundo, se apresuró a pensar en algo, cualquier cosa, para sacarse a sí misma fuera de problemas. Por último, se le ocurrió una idea. —Es un juramento irlandés —dijo—. Dmitri es un ángel. Se supone que debe protegerte. Es algo así como clamar a Dios, supongo. —Oh. —Trevor asintió y miró hacia otro lado. Debe haberle creído. Exhaló un suspiro de alivio. —¿Chloe? —susurró Trevor. —Uh-huh. —Se retorcía las manos. —¿Viste lo que pasó? —preguntó Trevor. —No lo hice. —Eso no era una mentira. Había tenido cerrado los ojos—. Un segundo, estabas en el sofá, al siguiente estabas en el suelo. Tal vez te desmayaste y golpeaste tu ojo en la mesa. —Sí. —Trevor se aferró al razonamiento lógico—. Eso es correcto. Quiero decir, no es como si una persona invisible me hubiera golpeado. ―Dejó escapar una risa asustada, que se hizo eco. —Creo que trabajas muy duro. Necesitas descansar. —Le palmeó el hombro—. ¿Por qué no nos dirigimos a casa? Voy a conducir el Fiat si sigues sintiéndote inestable. Asintiendo, Trevor sacó las llaves del bolsillo. —Crees que estoy loco, ¿no? —susurró Trevor. —Por supuesto que no. —Me siento loco. —Trevor suspiró y sacudió la cabeza. —Tal vez si tienes una buena noche de sueño, te sentirás mejor. —Al menos, esperaba eso. —Sí. —Trevor suspiró—. Bueno, vámonos.

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Lo ayudó a ponerse en pie.

Quince A

unque el teléfono de Chloe sonó en su bolsillo, lo ignoró y corrió en el

pasillo de su apartamento. Cuando llegó a la puerta, estaba temblando tan fuerte que no podía meter la llave en la cerradura. Afortunadamente, Dmitri abrió la puerta para ella y se tropezó en el cuarto. Se quedó cara a cara con el ángel, sus ojos estrechos. Incluso antes de que comenzara a avanzar hacia él, Dmitri estaba pálido. Una almohada de plumas cubría sus pies, a pesar de que había estado de pie en el umbral por unos segundos, como máximo. Ella estaba dividida entre estar enojada y preocupada al mismo tiempo. Decidió que debería estar enojada. Después de todo, los celos no eran una razón para herir a alguien.

Pero el hecho de que Dmitri está celoso significa que le importas, susurró una voz en su cabeza. No deberías estar enojada con él. Se quedó quieta, ignorando la corriente de placer. ¡Cállate, cállate, cállate!, argumentó de vuelta. Trevor no se merecía que lo golpearan en la cara. Este no era el momento para estar feliz. Era el momento para arreglar todo antes de que alguien más saliera herido. —¿Por qué golpeaste a Trevor? —preguntó. —Cometí un error. —Dmitri la miró, con su corazón apretado. —¿Un error? —gritó—. Quemar un panqueque es un error. Agregar demasiada azúcar a tu café es un error. Esto fue más grande que un error. No atacaste a Trevor solo una vez esta noche tampoco, lo hiciste dos veces. Primero lastimaste su mano en el carro, luego casi lo noqueas. Una vez más, Dmitri estuvo en silencio. Eso la molestaba más que si hubiera lanzado con una lista completa de excusas. —En voz alta, di algo —dijo ella—. Sabes que lo que hiciste estuvo mal. —Lo sé. —La manzana de adán de Dmitri se movía mientras tragaba—. No sé por qué lo hice.

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Una pluma cayó al suelo, descansando en su pálida zapatilla de deporte. —Mentiroso. —Lo señaló, su ceja moviéndose maniáticamente—. Acabas de ser un cobarde. —¿Qué? —Dmitri se quedó quieto—. No soy un cobarde.

—Lo eres también. —Estaba tan histérica que estaba casi en lágrimas—. Si no lo fueras, habrías poseído el valor para besarme. ¿Qué, piensas que no me di cuenta de que entraste a mi cuarto para tocarme? También noté como hacías todo lo que podías para evitar hablar de cómo terminé en tus brazos en el sofá. Si la gente sale herida por tu idiotez, entonces algo tiene que cambiar. Necesitamos hablar. —¿Sabes lo que hice? —Los ojos de Dmitri se oscurecieron. —Por supuesto que lo sé. —¿Qué había con sus respuestas vagas?—. Es el por qué te estoy preguntando esto ahora. ¿Cómo te sientes acerca mí? Miró dentro de la cara de Dmitri y vio sus ojos llenarse con tristeza. Esa no era una buena señal. —No me hagas esto, Chloe. —Dmitri bajó la mirada a ella—. Por el amor de todas las cosas santas, no. —¿Te importo, no? —Lágrimas aparecieron en sus ojos—. Tú... tú me importas también. Más que Trevor. No necesitabas golpearlo porque iba a retroceder. Soy tuya, no de él. Tienes que saber eso. Dmitri gruñó. Al principio pensó que él iba a darle otra no-respuesta. En lugar de eso, su mirada se dirigió a sus labios de nuevo. No estaba segura de quién se movió primero. Todo lo que sabía era que un segundo estaba mirándolo y al siguiente se estaban besando. Esta vez, la boca del ángel no era gentil. Sus labios estaban hambrientos e implacables, haciéndola jadear por la intensidad. Su boca dolía por su dureza, pero el calor era bueno. Ella prácticamente suspiró en exaltación cuando sus dedos se curvaron en su cabello. En un movimiento fluido, Dmitri la levantó y la llevó al sillón. La depositó entre los cojines y se sentó a horcajadas, sus ojos grises quemando. Su boca encontró su cuello, causando que placer eléctrico corriera por su columna. Suavizó su cabello de su cara y sus labios viajaron de su cuello a su oreja. Mientras él mordía su carne sensible, ella dejó escapar un gemido de éxtasis. —Te quiero tanto —dijo ella—. Nunca he querido a alguien así antes.

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Dmitri murmuró algo que no pudo descifrar y luego capturó sus labios con los de él de nuevo. En ese momento, notó cuán emocionado estaba él. Las palabras que se sintieron como de siglos atrás, llenaron su mente: “No tengo

ningún sentimiento sexual porque los ángeles no se reproducen. Cuando te estaba viendo, no era diferente que cuando tenías puesta tu ropa. No me encendía ni nada. Podrías andar caminando desnuda enfrente de mí todo el día y estaría más entretenido contando las baldosas”. Aun así cuando Dmitri corrió sus dedos bajo su camisa, no había duda en su mente que el ángel ya no la veía inocentemente. El hecho de que le daba placer era un terrible pecado.

Mientras Dmitri acariciaba cada parte de su cuerpo, ella pensó, Dios, lo siento tanto. No puedo dejar de amarlo. Se estremeció cuando Dmitri se quitó su camisa, revelando su inhumanamente hermoso pecho. Sus brazos y bíceps estaban esculpidos a la perfección. Cabello de oro adornaba su carne dorada. Ella enredó sus dedos en su cabello, entretenida por los brillantes mechones. Mientras presionaba sus labios contra su hombro, se encontró deseando poder estar con este ángel para siempre. ¿Sería Dios lo suficientemente cruel para alejarlo de ella, incluso aunque su amor fuera un grave pecado? Saltando, ella miró a los ojos grises de Dmitri. Su mirada era fiera, pero podía ver una guerra interna pasando en el interior de su mente. —Esto está mal —susurró él—. Soy un ángel. Incluso si no lo fuera, no estamos casados. Esto es demasiado... demasiado...

¡No! —Dmitri. —Estiró la mano hacia él, pero se alejó. —Necesito algo de aire. —Tomó su camisa y se la puso—. Lo siento tanto, Chloe. Este desastre es mi culpa. No debería haberte tocado o lastimado a Trevor. Todo esto es un error.

No. No puede ser un error. Estar contigo se siente tan perfecto. —No te vayas. —Se levantó del sofá—. Por favor, Dmitri, no. —Estaré de vuelta en unas pocas horas. —Dmitri la miró fijamente, sus ojos grises ahora atormentados en lugar de tener lujuria. Ella se puso de pie, sacudida y miserable, y miró a Dmitri caminar fuera del apartamento. Una lágrima cayó y siguieron más. ¿Un error? ¿Es todo lo que soy para él? Por primera vez, verdaderamente entendió las agonías de un corazón roto. ***

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Chloe se paró en el baño, dejando que el agua golpeara sobre ella. De alguna manera se las había arreglado para que las lágrimas dejaran de caer, pero eso no hacía que su corazón doliera menos. Nunca olvidaría el dolor brutal de escuchar a Dmitri llamar “error” a lo que habían compartido. ¿Cómo algo tan bonito sería considerado malo? Ella lo quería porque se preocupaba por él, no porque le emocionara su cuerpo. Si pudiera revivir el momento en que sus labios chocaron con los de ella unas mil veces, lo haría. Balanceó su frente contra la baldosa y se estremeció. No era bonito que sus sentimientos fueran incontrolables. La vida sería mucho más fácil si pudiera cambiar sus emociones. Pero no podía. Otra ola de confusión la atacó, enviándola a chocar contra la pared. Dios lo sabía todo. Si envió a Dmitri, seguramente estaba consciente de que ella se enamoraría de él. ¿Por qué permitiría que pasara? Cualquier emoción que tuviera por alguien más,

Trevor incluido, palidecía en comparación. El ángel la molestaba, la confortaba, y la atraía, todo al mismo tiempo. Se preocupaba por él, lo cual era el por qué no era correcto que se rindiera con él. ¿Y cómo era de bonita esta situación con Trevor? Nadie merecía salir con alguien cuyo corazón perteneciera a alguien más. Estar con él era cruel y una cosa infantil para que ella hiciera. ¿No era ese un pecado también? Se preguntó si esto era karma de alguna manera. Quizá Dios estaba enojado con ella porque no iba a la iglesia. Nadie en su familia iba. Aun así, ella no era una persona horrible. No golpeaba a los animales o molestaba niños. Con un gruñido, cerró el agua y salió de la regadera. Se preguntó si Dmitri había o no regresado. Si era así, entonces no tenía idea de qué hacer. Por el momento no estaba segura si quería golpearlo hasta la muerte con sus tacones o suplicarle que la besara de nuevo. Con sus hombros caídos, entró a su cuarto. Su teléfono sonó por milésima vez, pero no estaba con ánimos de hablar con Meg o cualquier otra persona. Se puso su fea pijama y miró fijamente a su reflejo en el espejo. Para encajar con su usualmente desordenada apariencia, se veía como si tuviera carne en sus ojos. No era nada atractiva. Aun así dejó su cuarto y se fue a la sala. Ningún Dmitri estaba sentado en el sofá viendo televisión. No estaba en la cocina tampoco. Esa era una señal de que las cosas estaban realmente mal. Su corazón picaba con soledad mientras iba de vuelta a su cuarto y se hundía en la cama. Las lágrimas comenzaron a fluir de nuevo. Esta vez, ni siquiera se molestó en tratar de detenerlas. Quizá si tuviera un buen y exhaustivo llanto se sentiría mejor. A veces necesitaba tener un empuje emocional para tener una vista más clara de la situación. Justo cuando estaba realmente llegando a llorar, su celular sonó de nuevo. Era difícil sentir lástima por ella misma mientras alguien seguía llamando. Agarró el teléfono y vio en el identificador que era su mamá. No tenía ningún sentido que su madre la estuviera llamando ahora. Por una cosa, eran las seis y media de la mañana en Irlanda. Su madre nunca había sido una persona mañanera antes de retirarse, pero ahora estaba incluso peor. Si la mujer estaba levantada antes de mediodía, era un milagro. Golpeó el botón de responder, preparada para decirle a su mamá que llamara más tarde. Chloe comenzó:

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—Mamá, este no es un buen… —Tarro, ¿dónde has estado? —Su madre sonaba histérica—. He estado tratando de llamarte toda la noche. —¿Qué pasa? —Todas las preocupaciones por Dmitri volaron por la ventana.

—Es tu padre. —Su madre dejó salir un sollozo—. Ha tenido un ataque al corazón. Él... él... podría morir. El celular se deslizó de sus manos y cayó a su cama. No. Esto no puede estar pasando. No mi padre. Él era quien le había enseñado a ser fuerte incluso cuando era difícil. Los dos habían hecho todo juntos. Si perdía a su padre, entonces sería como perder una parte de sí misma. Mientras su cuerpo se tensaba, escuchó a su madre gritando en el teléfono. —¡TARRO! —gritó su madre con pánico. Sacudida y demasiado traumatizada incluso para llorar, levantó el celular. Sus palmas ya estaban mojadas con sudor. —Mamá estoy aquí —gimió—. ¿Qué pasó? Dímelo todo. —Encontré los fritos de tu padre. —Su madre sollozó—. Comencé a gritarle. Lo siguiente que supe, es que estaba arrodillado en el piso agarrando su brazo. Es mi culpa. Si lo hubiera cuidado mejor o si no hubiera comenzado a gritar… —¡No! —Incluso aunque estaba desorientada, no podía dejar que su madre se culpara a sí misma—. Esto no es tu culpa. No pienses eso ni por un segundo. —Me siento como si pudiera haber hecho algo más para ayudarlo. No sé qué voy a hacer si muere. —Su madre sorbió por la nariz—. Lo amo tanto. —Lo amo también. —Algunos sentimientos regresaron. Desafortunadamente, entendió eso porque su corazón empezó a doler—. Y no te preocupes. Papá no morirá. —No puedes saber eso —dijo su madre. —Sí puedo —dijo con determinación, incluso aunque no lo sabía del todo. Tenía que ser fuerte para su mamá, incluso si se estaba rompiendo en su interior— . No te puedes rendir con él. —No me rendiré —gruñó su madre—. Solo deseo que estés aquí. —Tomaré el primer vuelo para allá —dijo—. Estaré allí mañana. Lo prometo. —¿Puedes costearlo? —Su madre sabía cuán pobre estaba. —No me importa si tengo que vender todo lo que tengo. —Sus puños se tensaron—. Volaré a Irlanda de inmediato. Lo prometo. —Gracias —dijo su mamá—. Realmente podría usar tu ayuda. Estoy segura que tu padre estará feliz de verte también, si él... si él...

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—Él estará bien. —Su garganta dolía. —Seguro. —Su madre dejó escapar un suspiro—. El doctor ya viene. Debo irme. —Adiós. —No quería colgar, pero tenía que hacerlo—. Te amo.

—Te amo también —dijo su madre. Apagó el teléfono y fue directo a su laptop. Lo primero es lo primero, iba a comprar un boleto a Dublín. *** Cuando Chloe examinó su estado de cuenta, el pánico se clavó en su corazón como el ataque de un gato. Normalmente no le importaba que estuviera baja en dinero después de haber pagado sus facturas, pero esta era una emergencia y no tenía nada. Nada. Tenía cinco clientes nuevos quienes querían firmar con ella, pero no recibiría pagos hasta el siguiente mes. Si solo tuviera el dinero de ellos ahora... Incluso aunque quería enrollarse en una esquina y llorar, no lo hizo. Era una Molloy. Una Molloy no se rendía a la caída de algo. Batallaban y luchaban. ¡Tenía que encontrar una forma de llegar a Irlanda en las siguientes veinticuatro horas o algo así! Estremeciéndose, cayó a sus pies y corrió al baño. Sus aretes de oro podrían darle un poco de dinero. El collar de su primera comunión valdría algo también. Tomó los aretes de oro y los hundió en su bolsillo. Quizá podría vender su auto también, incluso aunque el pensamiento la hacía hacer muecas. Había comprado el vehículo por mil dólares a un chico de la universidad. El carro tenía un año desde entonces. Ahora valdría menos. No pensaba en alguien que pudiera pagar grandes precios por un vehículo que hacía tanto ruido que todos alrededor pensaban que eran víctimas de algunos disparos. Aun así quizá alguien lo querría. Si eso fallaba, correría a un banco a aplicar a tarjetas de crédito. Había evitado todo para aplicar a ellas antes de esto, tenía un problema al gastar, pero ahora no tenía muchas opciones. Podría comprar el boleto de avión y luego cancelar la tarjeta. Justo cuando salía del baño, escuchó que se abría la puerta de enfrente. Dmitri estaba de vuelta. No podía pensar siquiera en lo que había pasado entre ella y el ángel. El ataque al corazón de su papá nublaba todos sus pensamientos de besos de su mente. Fue a la sala y vio que el ángel estaba parado por la puerta, su cara pálida. Las bolsas bajo sus ojos eran más prominentes que nunca. Cuando Dmitri encontró su mirada, sus labios se adelgazaron. Debió haberla visto en dolor. —Chloe, siento tanto que me aprovechara de ti —dijo—. Acerca de lo que pasó... Ella trató de manejar un encogimiento de hombros, pero fracasó. —Mi padre tuvo un ataque al corazón —dijo.

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—¿Qué? —Dmitri se congeló. —¿No sabías ya? —Lo escudriñó, su ceja levantada—. Pensé que tenías sentidos de ángel.

—No capté nada. —Dmitri parecía físicamente enfermo—. No pude escucharte. —Eso no importa. Estás de vuelta ahora. —Sus puños se apretaron a sus lados—. Necesito encontrar una forma de ganar dinero para volar a Irlanda tan rápido como pueda. No tengo suficiente en mi cuenta bancaria para cubrir el vuelo. —Me encargaré de eso. —La mandíbula de Dmitri se tensó. —¿Qué? —Nunca pensó que Dmitri le compraría el boleto de avión. —Tengo dinero. ¿De qué otra manera podría sobrevivir en la tierra? —Dmitri la miró, frunciendo el ceño—. No se supone que use mis fondos por razones como esta, pero no me importa. Tú eres más importante que las reglas ahora. —¿Así que realmente puedo ir a ver a mi padre? —Sí. —Asintió Dmitri. Sus hombros se dejaron caer en alivio. No se había dado cuenta de cuán estresada estaba tratando de manejar la situación por sí misma hasta que Dmitri apareció, preparado para ayudarla. El dolor y el miedo de perder a su padre era tan intenso que apenas podía respirar. Después que dejó salir un bajo gemido, Dmitri cruzó el cuarto en tres pasos y la envolvió en sus fuertes brazos. Incluso ahora, con todo destrozándose a su alrededor, su abrazo la hacía sentir segura. Se aferró a él como si fuera una roca en el medio del océano. Antes de este momento, ir con otros a hablar de un problema era como tomar un cuchillo para sanar una herida abierta. No con Dmitri. Incluso cuando una tarea era demasiado grande y difícil de manejar, él la ayudaba a pasar la tormenta. Es por eso que estaba enamorada de él. —No sé qué voy a hacer si pierdo a mi padre. —Era una cosa ser fuerte frente a su madre quien la necesitaba. Era otra ser fuerte enfrente de Dmitri quien era su soporte. Dmitri endureció su agarre en ella pero no dijo nada. —¿Sabes si él va a estar bien? —Oró para que tuviera la respuesta. —Lo siento. —Dmitri enterró su cara en su cabello—. Dios no me dijo que esto iba a pasar. No sé nada de tu padre. Su corazón picó.

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—¿Dmitri? —dijo. —¿Sí? —habló Dmitri en un susurro fantasmal. —Incluso aunque no sabes si mi padre va a morir, gracias por estar aquí. — Su labio inferior temblaba—. Realmente te necesito. Dmitri suspiró y asintió, su expresión dolorosa.

Dieciséis E

l avión rodeó Dublín. Habían pasado siglos desde que Chloe había visto

la ciudad. Saggart, su ciudad natal, donde su papá fue hospitalizado, estaba a unos diez kilómetros de distancia. Desafortunadamente, no sentía alegría por su regreso a casa. En su lugar, solo había una nueva dosis de agonía mientras se agarraba del reposabrazos. Se sorprendió cuando Dmitri, que estaba sentado a su lado, puso su mano sobre la suya. Cuando lo miró, sus ojos grises brillaban con preocupación. —¿Estás bien, mejillas dulces? —preguntó. —No. —Estaba siendo honesta—. Siento que estoy cayéndome en pedazos por dentro. Todo va mal. Él puso la mano en su mejilla. El calor de su palma ahuyentó la inquietud que le hacía doler el corazón. —Todo va a estar bien —dijo. El avión comenzó su descenso. Apenas lo notó, a pesar de que otras veces se hubiera hiperventilado. —Eso espero —susurró. —Voy a estar contigo todo el tiempo. —Le acarició la mejilla con su pulgar—. Nunca estarás sola. —¿No vas a ir a ninguna parte? —Todavía temía que pudiera desaparecer a causa de su grave pecado de amarlo. —No. Incluso permaneceré visible. —Su dedo siguió hasta la esquina de su boca—. De esa manera, puedes abrazarme en cualquier momento que lo necesites. El avión aterrizó. Los neumáticos chirriaron sobre el pavimento cuando desaceleró. Incluso ella se quedó en silencio por un momento mientras contenía la respiración. Una vez que los ruidos cesaron, se dejó caer en su asiento.

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—Gracias —dijo. —Mmm-hmmm. —Dmitri pasó un brazo alrededor de sus hombros y puso su mejilla contra su cabeza. Mientras esperaba que el avión terminara de aterrizar, se dio cuenta de que todas las barreras físicas entre ella y Dmitri se habían ido ya. Dmitri la tocaba como

si le perteneciera, como si fuera suya para amar y sostener. Ya que no sabía cuánto tiempo iba a durar, se empapó en su comodidad como una esponja, permitiendo que su luz llenara las grietas heridas de su corazón. *** Chloe siguió a Dmitri por el pasillo del hospital. Una mujer formidable en un uniforme blanco estaba sentada detrás de un escritorio grande. Después de que intercambiara miradas con el ángel, se acercó a la mujer. —Estoy buscando a Frank Molloy —dijo—. Debe ser un paciente aquí. —Ah. —La mujer formidable asintió y miró su ordenador—. Está en la habitación 205. Eso es por el pasillo y a la izquierda.

¡Voy a ver a mi papá!, pensó Chloe, su corazón tronando en su pecho. Mientras caminaba por el pasillo, se preguntó cómo sería cuando lo viera. ¿Incluso se parecería al hombre duro y rudo que conocía y amaba? Se mordió el labio inferior y negó. Probablemente no. Dmitri, quien debía haber visto su dolor, le tomó la mano y la sostuvo. Fue abrumada por una gran calma debido a su toque. Para cuando llegó a la puerta de la habitación de su padre, se sentía un poco mejor. Por lo menos hasta que tocó la manija de la puerta. Una oleada de temor la consumió y no se atrevía a abrir la puerta. —¿Qué pasa si no puedo soportarlo? —preguntó—. ¿Qué pasa si solo veo a mi papá y me rompo? —No vas a romperte porque eres fuerte —dijo Dmitri—. Nunca lo he dudado ni por un segundo. Sus palabras le dieron fortaleza. Era fuerte, ¡demonios! A pesar de que su mano temblaba, abrió la puerta y entró.

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La habitación estaba bien iluminada. Su enorme padre yacía en la cama con una máscara respiratoria en su rostro. Una máquina sonaba, haciendo seguimiento a su ritmo cardíaco. Su rostro era del color de las mantas blancas que lo cubrían. Sus labios, que habían sido una vez de un tono rosa saludable, eran ahora de color azul. A su lado, su madre se sentaba en una silla, agarrando su mano regordeta. Su madre siempre había sido delgada, pero esta era la primera vez que Chloe podía recordar a la mujer luciendo demacrada. Su cabello grasiento color cobre colgaba alrededor de su cara. La visión era tan horrible como algo salido de una película de terror. —Mamá —dijo. —¡Tarro! —Su madre se puso de pie. —Mamá —gritó por segunda vez, luego se precipitó a los brazos de la mujer.

Cuando abrazó a su madre, sus huesos resonaron juntos. Era una sensación diferente de abrazar a su papá que siempre era suave y cálido. Notó que su madre olía agrio como si no se hubiera bañado en días, y que su rostro estaba tan grasiento como su cabello. Retrocediendo, le dio a los brazos de su mamá un apretón. —¿Cómo está papá? —preguntó. —No hay cambios desde ayer —dijo su mamá—. Supongo que el que no haya noticias es una buena noticia. Incluso mientras decía las palabras, su madre se agarró el pecho, como si su corazón pudiera caerse. Chloe tuvo que luchar contra el deseo de abrazar a la mujer otra vez. En cambio, se enfrentó a su padre y puso su mano sobre la de él. Tenía los dedos tan fríos como carámbanos. Normalmente, su padre era el tipo de hombre que podría salir en una camiseta en el medio del invierno. La visión de él en tal estado le daba ganas de vomitar. —¿Quién es ese? —preguntó su mamá. Chloe estaba tan concentrada en su padre que apenas registró la pregunta de su mamá. —¿Eh? —Se incorporó, parpadeando estúpidamente. Había sido una larga noche. Dmitri dio un paso adelante, con la mano extendida. —Soy Dmitri. —Asintió a su madre—. He venido porque su hija me necesitaba. —Oh. —Su madre estrechó la mano de Dmitri—. Ya veo. Encantada de conocerte. Después de que Dmitri acabara de saludar a su mamá, tocó el hombro de Chloe. —¿Quieres algo? —preguntó—. Pensé en tomar un café de la cafetería. Al principio no creía tener sed. No había pensado en otra cosa además de su dolor desde que se enteró que su padre estaba enfermo. Fue entonces cuando se dio cuenta de la lengua pegada a su paladar. —Me gustaría un poco también —dijo.

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—Bien. —Dmitri asintió, su mirada persistente en su rostro—. Vuelvo enseguida. —Date prisa. —Era ridículo que estuviera ansiosa porque se alejara. Después de que Dmitri saliera de la habitación, se quedó mirando el rostro de su padre.

—Nunca me dijiste que tenías novio —dijo su mamá—. Es un buen hombre. Si no lo fuera, no habría venido aquí para estar contigo. —No es... quiero decir, no sé si somos... —Le ardían las mejillas. Este no era el momento para esto. Su madre frunció el ceño, probablemente tratando de averiguar por qué estaba actuando tan nerviosa. —Mamá, vamos a hablar de papá, por ahora. —Sus pensamientos estaban suficientemente enredados sin agregar a Dmitri en la mezcla. —Bien. —Su madre asintió—. ¿Por qué no te sientas? Debes estar agotada. Con un suspiro, se hundió en la silla al lado de su padre. Cuando tomó su mano, fue una vez más sorprendida por cuán helados tenía los dedos. ¿Qué pasaba si el ataque al corazón de su padre fue su culpa? Su madre le había enviado mensajes de texto, rogándole que le diera a su papá una llamada. Tal vez si hubiera hecho su deber de hija, su padre estaría bien ahora. Si tan solo pudiera revertir el tiempo... A medida que se reprendía mentalmente a sí misma, su madre se quejó. —Es difícil, verlo así —dijo su mamá—. Siempre estaba tan lleno de vida. —Lo sé. —Verlo tan pálido era inquietante—. ¿Te acuerdas de ese momento en que estábamos en el barco por el río y un niño pequeño se cayó al agua? —Por supuesto. —Los ojos de su mamá se llenaron de lágrimas—. A pesar de que el río estaba helado, tu padre saltó al agua para salvarlo. Ni siquiera lo pensó dos veces. Su padre siempre había sido una persona heroica. —Nunca me voy a olvidar de eso. —Suspiró. —Recuerdo cuando nos conocimos. —Su madre alisó un cabello fuera de la cara de su padre—. Acababa de salir de la universidad y tenía un trabajo de oficina terrible en Dublín. Lo odiaba. Decidí renunciar y de alguna manera terminé trabajando a tiempo parcial en un bar, así no tendría que regresar a casa de mis padres.

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A pesar de que había oído la historia muchas veces, Chloe asintió, con ganas de pensar en su padre durante una época en que no estaba enfermo. —En mi segundo día de trabajo, tu padre entró pavoneándose en el bar. Era un hombre grande ya entonces, y tenía todos esos tatuajes de serpientes en los brazos de sus días en el ejército. Me miró directamente a los ojos y me dijo que era la indicada. —Echó la cabeza atrás y soltó una carcajada. Algo de calor se deslizó de nuevo en su voz—. Pensé que estaba loco. Naturalmente, lo rechacé. No tenía ni idea en ese momento de que él era un gran blandengue en el corazón.

—Yo lo hubiera rechazado. —Finalmente logró una pequeña sonrisa. Dmitri apareció en el umbral, dos humeantes tazas de café en la mano. Se quedó fuera de la habitación, probablemente no queriendo perturbar la historia. —Tu padre volvía al bar cada vez que su barco llegaba al puerto. Siempre me traía un regalo de algún tipo. Usualmente eran flores, joyas o botellas de vino de las ciudades que había visitado. —Los ojos de su madre se humedecieron—. Un día una mujer se fijó en él. Eso no me gustó ni un poco. Cuando le pidió que la llevara a casa, entré y dije: “Aléjate. Este hombre es mío”. Hemos estado juntos desde entonces. Por un momento, la luz regresó a los ojos de su madre. Por desgracia, esa luz desapareció de nuevo en cuestión de segundos. Su madre suspiró y guardó silencio. Dmitri entró en la habitación y le entregó a Chloe su taza de café. Cuando encontró la mirada del hombre, se preguntó si alguna vez llegaría el día en que se sentaría en una silla a contarles a sus hijos su historia de amor. No, no lo creo. El corazón le dolía de nuevo. —Hola —dijo Dmitri, al ver su dolor.

Nos estamos quedando sin tiempo, mi papá y yo, ambos. Antes de que pudiera detenerse, saltó sobre sus pies y abrazó a Dmitri tan fuerte como pudo. Café caliente empapó su mano, pero no le importó. Si la cantidad de tiempo que tenía con la gente que amaba era incierto, entonces iba a aferrarse a la gente que le importaba mientras aún estaban alrededor. ***

Chloe entró en la habitación de su padre. Se sorprendió al ver que su madre se había ido. En cambio, su padre estaba completamente solo en la cama, con el rostro demacrado. Cuando le tocó la frente, descubrió que estaba fría. El pitido del monitor de ritmo cardíaco se ralentizó, anunciando que su papá estaba en problemas. —¡Que alguien me ayude! —gritó—. ¡Algo está pasando con mi papá!

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Nadie vino. El corazón de su padre latía más lento y más lento hasta que se detuvo por completo. Gritó pidiendo ayuda de nuevo con todo lo que le daba sus pulmones. Una vez más, nadie se apresuró al rescate de su padre. Estaba completamente sola. ¿Qué le pasaba a este hospital? Estaban dejando a su padre morir. —Conseguiré ayuda, papá. —Le dio a su mano un apretón—. Aguanta. Con lágrimas en los ojos, tropezó en el pasillo. Ni un alma pasó por delante. Sacudió la cabeza con incredulidad. ¿Qué clase de hospital estaba vacío? —Doctor —exclamó.

Una vez más, nadie respondió. En su desesperación, necesitaba a Dmitri más que nadie en el mundo entero. —¡Dmitri! —exclamó—. ¡Dmitri, ayúdame! ¡Estoy sola! El ángel no apareció. Cuando corrió por el pasillo, vio un rastro de plumas salpicadas en el suelo. Dmitri estaba aquí. El ángel podía ayudarla con su papá. Siguió el rastro a una trastienda llena de artículos de limpieza. Cuando dobló una esquina, confundida acerca de por qué Dmitri se hubiera escondido en un lugar así, se quedó paralizada cuando vio al ángel derrumbado en el azulejo. Nunca había visto a Dmitri así. No puedo perderlo también, pensó, cayendo de rodillas delante de él. Cuando le tocó la cara, notó lo débil que estaba. —¿Qué está mal? —preguntó. De la nada, Dmitri la tomó por la parte posterior de la cabeza. Algo estaba mal. Sus una vez hermosos ojos grises eran ahora del color del carbón. —Esto es todo culpa tuya. —La voz de Dmitri era un gruñido profundo—. Tuve la inmortalidad, la fuerza y la libertad, pero gracias a ti, he perdido todo. Le brillaron los ojos y todo se volvió negro. Ella se despertó. Por un segundo no se dio cuenta de dónde estaba. Terrible dolor le hacía palpitar la espalda y las luces del techo estaban demasiado brillantes. Su almohada era cálida pero dura. Le tomó un momento descubrir que estaba en el hospital. Debía haberse dormido sobre Dmitri y tuvo una terrible pesadilla. Justo cuando estaba a punto de preguntar cuánto tiempo había estado fuera, escuchó a su madre hablar. —Debes ser algo especial —dijo su mamá. —En realidad, no —gruñó Dmitri. —No, debes serlo. —Su mamá sonaba firme—. Siempre me he preguntado si Chloe iba a encontrar a alguien. Cuando era más joven, solía tener dificultades para encajar. Recuerdo haber visto su lucha en la escuela. Ver su sufrimiento y no poder ayudar fue lo más difícil que he tenido que soportar como madre. Sé que nunca dice nada al respecto, pero pienso que cree que hay algo mal con ella. Lo que pasa es que no hay nada malo. Solo una persona especial que es un poco diferente que los demás. Puede no ser perfecta, pero es... es realmente algo.

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—Creo que es realmente algo también —susurró Dmitri.

No deben darse cuenta de que estoy despierta. Sobre todo porque estaba avergonzada, cerró los ojos.

—Me alegro de oírte decir eso —dijo su mamá—. No le dije esto, pero lloré durante dos semanas después de que se mudó a América. Estaba preocupada por ella. Pensé que iba a estar sola, sin mí y su padre con quien hablar. Pero te encontró. Sé que es mucho pedir a una persona que acaba de conocer, pero prométeme que vas a cuidar bien de ella. —No tiene que preocuparse de nada. —Dmitri respiró en el cabello de Chloe—. La protegeré. Se lo prometo. —Bien. —Su mamá gruñó—. Ahora si solo mi marido estuviera despierto para escuchar eso. ¿Entendiste todo eso, Frank? Tu hija ha encontrado un buen hombre. Me debes veinte pavos.

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Entonces su madre se echó a llorar. Cada sollozo fue una puñalada al corazón de Chloe. Si hubiera algo que pudiera hacer para ayudar a aliviar el sufrimiento de su madre...

Diecisiete E

sa noche, Chloe siguió a su madre al apartamento, su cerebro en una

niebla. Arrastró su pequeña maleta con ruedas detrás de ella. Se sentía como si pesara diez mil kilos. Cuando se tambaleó en el pasillo, estaba tan cansada que tropezó con sus propios pies. Dmitri la estabilizó. —Creo que tienes la desesperada necesidad de dormir un poco —dijo Dmitri. De repente se sintió como una niña de dos años, que estaba siendo mandada a dormir la siesta. Mordiéndose el labio inferior, hizo caso omiso de Dmitri y se dirigió a la sala de estar. Su madre entró en la cocina, mientras que Chloe se quedó. Un pequeño sofá se encontraba frente a un televisor de diez años. El gato multicolor de su padre, Caramel, estaba acurrucado sobre una almohada de color púrpura. Su padre había rescatado a Caramel de un callejón, hace ocho años. Cuando el animal hizo contacto visual con ella, tuvo que apartar la mirada. Estaba demasiado acostumbrada a ver al animal en el regazo de su padre, ronroneando ruidosamente. El animal era un recordatorio de que su padre estaba en el hospital. Tragando, se dirigió a la cocina desordenada. Su madre abrió el refrigerador y sacudió la cabeza. Chloe miró por encima del hombro y vio que el refrigerador estaba casi vacío. Normalmente, la cocina era el país de las maravillas de la comida. Su madre tenía la costumbre de cocinar comidas creativas cuando no estaba en el trabajo. Ver la cocina vacía era irreal. —Deben estar muertos de hambre, pero no tengo mucho —dijo mamá—. Tenía que ir a la tienda de comestibles el día que tu padre... ya sabes... La mujer tragó saliva y parecía como si estuviera a punto de llorar de nuevo.

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—Realmente, mamá, estoy cansada. Creo que Dmitri y yo estaremos bien sin comida. ―Intercambió unas miradas de preocupación con el ángel—. Vamos a dormir un poco y luego iremos a visitar a papá en la mañana. —Voy a poner sábanas limpias en la cama —dijo mamá—. Y si tienen hambre, pueden disfrutar de todo lo que está ahí. Creo que todavía hay algunas latas de sopa en el armario junto con esas galletas de té que tanto te gustan. —Puedo arreglar la cama —dijo Chloe—. Deberías descansar un poco.

—Pish posh3. —Mamá agitó su mano mientras se alejaba—. Por lo menos puedo hacer esto. Me temo que tu habitación se convirtió en un área de almacenamiento, sin embargo, está un poco desordenado. —¿Dónde va a dormir Dmitri? —preguntó Chloe. —Contigo, por supuesto. —Su madre la miraba sorprendida por la pregunta. —¿Qué? —dijeron ella y Dmitri a coro alarmados. —Sé cómo son los chicos en estos días. —Se pasó la mano por el cabello—. No estoy bajo ninguna ilusión de que no duermen juntos. Sus mejillas estaban calientes. —Mamá, eso no es... no estamos... —balbuceó Chloe. Lo miró en busca de ayuda, pero el ángel parecía demasiado asustado para hablar. —Oh, ¿dónde puse esas sábanas? —Su madre frunció el ceño y se marchó, sin darse cuenta del problema que había causado. Una vez que su madre estaba fuera del alcance del oído, Chloe se enfrentó al ángel. —¿Qué vamos a hacer? —retorcía las manos. —Creo que vamos a dormir juntos —dijo lentamente. La sangre se le heló. En sus sueños, ella siempre se había imaginado a sí misma a la espera de matrimonio. Caray, realmente soy inocente. Es el siglo XXI. Meg se rompería una costilla de la risa si le dijera esa aspiración. Aun así, no quería que su primera vez fuera así. ¡Su padre estaba enfermo, por amor de Dios! —Dmitri, no creo que pueda hacer eso contigo. —Se mordió el labio inferior—. No es que no te quiera. Lo hago. Es que este no es el momento adecuado. Sea lo que fuera que Dmitri estaba pensando, no era, bueno, hacer el amor. Parecía sorprendido por sus palabras, lo que solo la hizo retorcerse de vergüenza a causa del malentendido. —No. No quise decir lo que piensas que quise decir. —Levantó las manos como si le apuntaran con un arma cargada a la cabeza—. Quiero decir que deberíamos dormir juntos en la misma cama. No me aprovecharía de ti. —Oh. —Dejó escapar un suspiro tembloroso—. Bueno, ahora que tenemos eso claro...

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Dmitri asintió, pero rechinando sus dientes. —¿Estás bien? —preguntó ella. 3

Pish posh: Es una expresión que se utiliza cuando crees que alguien está siendo absurdo.

—Sí. —Frunció el ceño, y luego murmuró en voz baja—: Aunque esto puede tomar más autocontrol del que tengo —¿Eh? —Levantó una ceja—. ¿Autocontrol? Dmitri se balanceaba con aire de culpabilidad. —No importa. —Se encogió de hombros, rascándose la parte posterior del cuello—. Me vendría bien una ducha. ¿Dónde está el baño? —Te voy a enseñar. —Le hizo señas para que la siguiera y luego se dirigió por el pasillo—. Me disculpo de antemano, por cierto. —¿Por qué? —Dmitri levantó una ceja. —La ducha es un poco particular. —Se detuvo frente al baño y abrió la puerta para él—. Cada vez que nuestro vecino hace algo como abrir el grifo, el agua pasa ya sea a muy caliente o muy fría. Prepárate. —¿Te da alguna advertencia antes de cambiar? —Dmitri levantó una ceja. —No. —Incluso se las arregló para sonreír con malicia, a pesar de sus emociones confusas—. Mi mejor consejo es estar siempre listo. Me rompí el brazo cuando tenía trece años tratando de saltar fuera de la ducha cuando el agua se volvió helada. —Lo bueno es que soy un ángel —dijo—. Puedo sobrevivir unos pocos cambios de temperatura.

Sí, por suerte, pensó con amargura. La verdad era que deseaba más que nada que fuera solo un hombre común. Por lo menos entonces podría interesarse por él sin tener que soportar ningún dolor. Dejó escapar un suspiro y se pasó una mano por su cabello color cobre. Hombre, su cabeza le dolía. Le puso una mano en su hombro. —Tierra a mejillas dulces —dijo—. ¿Estás bien? Estabas en la luna. Forzó una sonrisa. —Estoy bien —le dijo—. Toma una ducha. Te veré en la... Había estado a punto de decir, “Te veré en la cama”, pero no logró terminar la frase. No quiere decir que sus mejillas no estuvieran quemando como locas, sin embargo. —Te veré en unos minutos —dijo, salvándola de su malestar.

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—Sí. —Asintió. Mordía su labio inferior, mientras observaba cuando se dirigía al cuarto de baño y cerraba la puerta. Abrió la ducha. Por un momento pensó en él bajo el agua, con sus músculos de oro reluciente. Después lavándose con esponja, la

espuma de jabón fluyendo por su pecho todo el camino hasta sus perfectos abdominales esculpidos. —¡No! —se lamentó—. ¡Me estoy convirtiendo en una pervertida! Empezó a golpear su cabeza con los puños, tratando de borrar las imágenes sucias de su cerebro. ¿Qué le estaba pasando? Siempre había sido una chica buena. La ducha se cerró. —¿Estás bien por ahí? —llamó Dmitri. ¡Oh, no! ¿Oyó lo que había dicho? Casi podía imaginar su sonrisa superior. Además, si él tuviera la más remota idea de lo que había estado pensando, ella nunca conseguiría olvidarlo. —S…sí. —De repente, comprendió por qué había hecho un comentario sobre el autocontrol. Necesitaba controlarse—. Continúa con tu ducha. Antes de que pudiera humillarse aún más, se dirigió a su dormitorio. Después de que entró al cuarto, tuvo que mirar dos veces. La visión de su habitación era suficiente para sacar, incluso los pensamientos más eróticos de su mente. Cuando era niña, no había tenido mucho, y la mayor parte de lo que tenía no era nuevo, pero siempre había mantenido su entorno ordenado. Ahora su habitación parecía como si una bomba hubiera explotado dentro. Cajas viejas y polvorientas apiladas en un rincón. Un arco y flechas, solo el cielo sabe por qué su padre los había comprado, estaban a los pies de la cama. Botellas de soda cubrían el suelo. Su madre le había advertido que su habitación era un desastre. No había esperado que se viera como... como... —Una catástrofe —murmuró. Su madre apareció a su lado con un montón de sábanas limpias. —Te advertí sobre el desorden, ¿no? —dijo su mamá. —Sí, pero esto es horrible —dijo.

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—¿Estás realmente sorprendida? —preguntó su mamá—. Siempre fuiste tú quién hizo todo el trabajo de la casa. Y tu padre era... Su madre de pronto dejó de hablar ante la mención de su padre. Los ojos se le humedecieron, pero pasó por encima del arco y las flechas y se dirigió a la cama. A medida que cambió las sábanas rosas de color mohoso, los ojos de su madre se pusieron rojos. Chloe la vio, con su corazón palpitando a toda velocidad. En el momento en que su madre cambió las sábanas sucias por las azules limpias, la mujer estaba lloriqueando, aunque diciendo la verdad, podría haber sido por el polvo. —Bueno, ahí lo tienes —dijo su mamá. —Gracias —dijo Chloe, sin saber qué más decir.

—Buenas noches, Tarro. —Su madre se acercó y luego le dio unas palmaditas en la mejilla con cariño—. Estoy tan contenta de que hayas venido. No sé qué haría sin ti. Le dio un abrazo de buenas noches a su mamá y luego la observó partir. La tristeza se apoderó de ella mientras subía a la cama. Mamá está tan triste. Estudió la pared mientras estaba acostada, enfocada en sus pensamientos. Cuando Dmitri llegó unos minutos más tarde, con el cabello rubio mojado pegado a su hermoso rostro, apenas se dio cuenta cuando se sentó a su lado. —¿Ha pasado algo? —Dmitri la leyó como un libro abierto. —Solo mi mamá —dijo—. Si mi padre muere, no sé cómo va a salir adelante. Su garganta estaba llena de lágrimas de nuevo. —Ella es fuerte, igual que tú. —Dmitri le dio una sonrisa alentadora—. Y nadie ha muerto todavía. Tu padre podría despertar mañana y estar bien. —¿De verdad lo crees? —Miró a su ángel de la guarda, animada. —Sí. —Le apartó un mechón de cabello de su cara—. Así que no pongas esa expresión tan triste. —Gracias. Su esperanza fue restaurada en un solo instante. Cuando sus ojos se encontraron. El ambiente en el cuarto cambió y su desesperanza fue arrastrada en un solo instante. Dmitri se humedeció los labios y su mirada cayó a su boca. Era consciente de que los dos estaban muy cerca. Para dormir uno junto al otro en la cama, tendrían que pasar toda la noche tocándose. Tan bueno como eso sonaba, estar cerca de él era doloroso porque siempre quería más. ¿Cómo podía tener la esperanza de dormir cuando mantenía tales sentimientos intensos?

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—Tal vez debería apagar la luz. —Dmitri miró el interruptor de la luz. ¿Ella y Dmitri solos en la oscuridad total? No estaba segura de cómo lograría mantener sus manos para sí misma. ¿Qué me está pasando?, gritó en su cabeza. Me he convertido en una pervertida rabiosa. Debo hacer que examinen mi cabeza. Cuando él se levantó para apagar la luz, se obligó a permanecer inmóvil en la cama. No importa lo que pasara, no sucumbiría a la tentación. Trató de recordar su razonamiento de antes, cuando juró que no era el momento adecuado para tener pensamientos sensuales. Por desgracia, cuando se metió en la cama junto a ella otra vez, era consciente de su respiración pesada y el susurro de la tela sobre su piel de oro perfecta. Dmitri rodó hacia su lado y la miró fijamente.

—¿Vas a hacer la imitación de una momia? —Miró sus brazos que estaban cruzados sobre su pecho. —No. —¡Estoy tratando de ser una buena chica, maldita sea! —¿Entonces por qué estás tan tiesa? —preguntó. —Uhm... —¡Caramba! ¿Qué debo decir? —En este momento pareces tener miedo de mí —dijo—. ¿Qué pasó con la mujer que era toda manos esa noche en el sofá? —¿Qué? —Avergonzada, voló a una posición sentada—. No era toda manos.

¡Oh!, ¿a quién quería engañar? Esa noche que se había acostado junto a él se le había tirado encima. Le ardían las mejillas. —Eso es todo. —Se levantó—. Estoy durmiendo en el sofá. Antes de que pudiera levantarse, la agarró por la muñeca. Poco a poco se volvió para mirar al ángel. —No quiero que te vayas —dijo Dmitri—. Quédate aquí conmigo. —¿Por qué quieres dormir con alguien que es toda manos? —Sorbió, indignada. —Lo dije como un cumplido. —Su voz sonaba ronca. Anhelante—. Me gustó. —Oh. —¿No era ella la reina de ocurrencias ingeniosas? De todas las cosas que podía haber dicho, lo único que logró decir fue, “Oh”. En un santiamén, la tiró sobre la cama. El ángel descendía sobre ella y ahuecó su mejilla. Su adrenalina corrió y todos los pensamientos salieron volando por la ventana. Era demasiado bueno controlándola. —Eres diferente ahora —susurró ella. —¿Diferente? —Su mirada estaba caliente. —Antes estabas preocupado por lo que estaba pasando entre nosotros, pero ya no —dijo—. Ahora estás...

Llegando como un toro. —¿Recuerdas cuando me fui de tu apartamento después de que peleamos por lo que le hice a Trevor? —preguntó. ¿Cómo iba a olvidarlo? Había estado más confundida en ese momento de lo que había estado en toda su vida.

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—Sí. —Asintió. —Lo que nunca llegué a decir fue que tomé una decisión esa noche —dijo—. No voy a huir de mis sentimientos. Te quiero.

Nada de lo que había experimentado antes podría compararse con el flujo de pura felicidad que llenó su corazón cuando le oyó decir esas palabras. Pensó que él la abandonaría. En su lugar, Dmitri había decidido que iba a permanecer a su lado. Ahora era su turno para ser honesta. El ángel tenía que saber lo mucho que se preocupaba por él, pero sentía que era el momento adecuado para decirle cómo se sentía en voz alta. Nerviosa, tragó saliva. Aquí va... —Te amo —dijo, con voz temblorosa por los nervios. —Yo también te amo —dijo, sus ojos brillaban—. Nunca le he dicho eso a nadie. La atracción entre ellos se volvió más feroz que antes. Encontró su mirada y lo siguiente que supo era que sus labios estaban sobre los suyos. Su boca era suave y también lo eran sus manos. Podía sentir su ternura y adoración por la forma en que pasó los dedos sobre sus hombros. Su boca, errante con cuidado, habló de lo mucho que la quería. Ella perdió el control primero. Enredó los dedos en su húmedo cabello dorado, forzando su boca con tanta fuerza que sus dientes chasquearon juntos. Su feroz beso hizo eco en el suyo, luego se puso encima de ella. Su boca encontró su cuello, mordiendo cuidadosamente la piel entre los dientes. La sensación de sus labios sobre su piel sensible la llevó a temblar. Mientras exploraba cada centímetro de ella, confiaba en él totalmente, cediendo a su toque. Por desgracia, fue él quien se retiró primero, a pesar de que era ella quien había dicho que no estaba dispuesta a precipitarse en nada físico. Mientras miraba a sus ojos grises, se dio cuenta de que quería ser uno solo con el ángel que la amaba. —No te detengas —dijo. —Quiero seguir adelante. Dios sabe que lo hago. —Dmitri se pasó una mano por su cabello, que ahora estaba húmedo de sudor, así como de agua—. Solo que con todas las reglas que estoy rompiendo, me quiero casar contigo antes de que vayamos más lejos. No quiero hacerte pecar conmigo. Reglas, normas. Todo lo que escuchó fue la palabra casarse. —¿Quieres casarte conmigo? —Se apoyó en un codo.

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A pesar de que lo había conocido por un corto tiempo, quería casarse con él. La idea era maravillosamente dulce. —¿Qué, crees que estamos teniendo una aventura? —Se quedó mirándola—. Mejillas dulces, si voy a tirar todo por una persona, entonces voy a hacer que valga la pena. Quiero estar contigo todo el tiempo que vivas. ¿Eso te asusta?

En lugar de responderle verbalmente, le dio un beso feroz. Él pasó sus manos bajo su camisa una vez más, pero se apartó de nuevo un segundo después, su respiración estaba entrecortada y su rostro sudoroso. —Esto es una locura —gimió y rodó fuera de ella—. ¿Cómo puedo pasar de no querer a nadie en absoluto a quererte tanto? Ella podía entenderlo. Antes de conocer a Dmitri, toda la atracción que había sentido por cualquier otro individuo, incluyendo su versión idealizada de Trevor Malone, era pequeña en comparación. Ahora estaba ardiendo en el interior. El aumento de las hormonas que tenía que soportar solo por estar en la misma cama casi la lleva a la locura. Incluso mientras el ángel salía de la cama, ella anhelaba desprender su camisa y revelar su vello dorado entre sus perfectos… —¡Por el amor de todas las cosas santas, basta! —se lamentó en voz alta, interrumpiendo sus pensamientos traviesos de su camino. Por desgracia, no solo sus pensamientos se detuvieron. Él también lo hizo. —Ugh, lo siento. —Ella parpadeó estúpidamente—. Estaba hablando conmigo misma.

Más bien, gritándome. —Solo tú. —Dmitri logró una sonrisa débil—. Voy a dar un paseo al aire libre. El aire frío debe ayudar a calmarme. Voy a caminar a través de la puerta cuando vuelva, por lo que no es necesario que me esperes para dejarme entrar. Nunca se acostumbraría a su capacidad de caminar a través de paredes y puertas. —Bueno. —Ella dudó—. ¿Vas a sobrevivir por ti mismo? Aunque su barrio era lo suficientemente seguro, estaba preocupada de que podría perderse. —Soy un ángel. —Señaló a su cabeza—. GPS instantáneo. Rodó los ojos. Se había olvidado que podía hacer casi cualquier cosa. ***

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Chloe se despertó en medio de la noche con la cabeza apoyada en el pecho sólido de Dmitri. No pudo evitar sonreír mientras pasaba sus dedos sobre sus músculos. Una oleada de deseo la atravesó, pero luchó contra ella. No estaba a punto de comenzar otro fiasco y hacer que Dmitri pasara dos horas fuera solo para calmarse. Apretó su agarre en el ángel y enterró su rostro en su camisa. Se dio cuenta de lo importante que era para ella. Como él estaba a su lado, podía manejar lo que estaba sucediendo con su papá mucho más fácil. Sin él, sería un completo desastre. Debido a la suave voz de Dmitri y su calor constante, creía que su padre iba a salir adelante. Fue increíble

cómo la aversión y rabia que había sentido por Dmitri al principio se había convertido en ardiente pasión. Fue solo cuando empezó a quedarse dormida otra vez que él se estremeció por debajo de ella. Se sentó, confundida de por qué el ángel se retorcía. Cuando se retiró, notó que tenía la frente cubierta de sudor y que su rostro estaba pálido.

Pálido enfermizo. —¡Dmitri! —Lo sacudió, tratando de despertarlo de su sueño. Tal vez estaba teniendo una pesadilla. El ángel no respondió a su voz o tacto. En lugar de ello, continuó gimiendo y girando de lado a lado. Estaba tan caliente que ella arrancó las mantas de su cuerpo. Cuando él estaba libre de las sábanas, vio que su camiseta azul estaba empapada de sudor y que estaba acostado en un montón de plumas blancas gruesas. Lo había visto perder plumas antes, pero nunca así. Además, era obvio por su arrugado rostro que tenía mucho dolor. Lo sacudió con más fuerza, tratando desesperadamente de despertarlo. —Dmitri, por favor —exclamó. —Chloe —gimió, pero no abrió los ojos.

¿Qué pasa con él? Miró hacia la puerta, preguntándose si debía llamar al 112, el número de emergencia en Irlanda. ¿Podía alguien ayudarlo? Probablemente no. En todo caso, la persona se alarmaría después de echarle una mirada al ángel. Tendría que ayudarlo por sí misma. ¿Qué podía hacer? Si supiera lo que lo estaba enfermando... —¿Qué pasa, Dmitri? —exclamó. Sus ojos parpadearon. —Mi espalda —se quejó—. Me duele la espalda.

¡Su espalda! Gritando por el esfuerzo, Chloe giró a Dmitri y levantó su camisa. Lo que vio le hizo llevar una palma sobre su boca para evitar un grito. Una V de rojo furioso cubría su piel. Cuando le toco la piel, Dmitri silbó como un animal enfurecido y retiró su mano enseguida. De repente, la realidad la golpeó. El ángel estaba perdiendo sus alas. Las palabras de hace semanas hicieron eco en su cabeza. “Una

cosa es que te roben un beso, y otra es ir por ahí dándoselos a la gente que se supone que debes proteger. Eso es solo ponerse en la ruta de la caída al infierno”.

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Cayendo... Cayendo al infierno... Sus pensamientos fueron en espiral fuera de control. No, no podía ser enviado al infierno por el delito de amarla. No podía. Sin embargo, ayer por la

noche había dicho algo más horrible de lo que ella se había dado cuenta. “Mejillas

dulces, si voy a tirar todo por una persona, entonces voy a hacer que valga la pena”. Cuando él había dicho tirar todo, ella había asumido que quería decir su inmortalidad. Nunca pensó que se estaba condenando a sí mismo al infierno solo para poder amarla. Su corazón se rompió. Cuando gruñó debajo de ella, fue traída de vuelta a la realidad. Dmitri la necesitaba ahora. Una vez que estuviera despierto, podría hablar de sus pensamientos con él. Ahora mismo, necesitaba que lo cuidara. ¡Debería tratar de enfriar su espalda! Se puso de pie y casi se desplomó como un saco de piedras porque estaba temblando. Cuando llegó a la cocina, agarró una toalla y la mojó. A medida que el agua pasó por encima de sus dedos temblorosos, pensó, Dmitri seguramente me habría dicho anoche que sería enviado al infierno por estar conmigo. Sin embargo, tal vez pensó que la estaba protegiendo con su silencio. Aun así, no quería ser protegida, no si eso significaba que él estaría atrapado en una prisión de fuego por toda la eternidad. Hace unas horas había sido arrastrada por la felicidad porque el ángel había pronunciado su amor, pero no ahora. Se estaba ahogando en sus propias emociones. Primero el ataque al corazón de su padre, ahora esto. Ahogándose, finalmente cerró el agua y escurrió el trapo. Se apresuró a regresar a su dormitorio y vio que el sudor empapaba a Dmitri que estaba acostado sobre su estómago de la forma en que lo había dejado. Se arrastró sobre la cama y colocó el trapo húmedo en su carne hinchada. El ángel protestó, pero no se retorció. Corrió el paño sobre la piel inflamada durante tanto tiempo que la tela se secó.

Trató de regresar a la cocina para humedecer el trapo de nuevo, pero él tomó su mano y la detuvo. Impresionada, miró a los ojos grises del ángel. Él rodó sobre su espalda y se bajó la camisa. ¡Está despierto! Suspiró de alivio. Por un segundo, pensó que él podría no despertar de nuevo. —¿Estás bien? —preguntó. —Sí. —Dmitri arrugó la nariz—. Esta no es la primera vez que me pasa. Estoy caliente y mareado por un tiempo, luego vuelvo a la normalidad.

¿Esto le había ocurrido antes? ¿Cómo no se lo había dicho? —¿Por qué no dijiste nada? —Traición era lo que sentía.

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—No quería preocuparte. —Se encogió de hombros. —Debería estar preocupada. —Hizo un gesto a su camisa empapada de sudor—. Mírate, Dmitri. Te ves terrible. —Eso no es agradable. —Forzó una sonrisa, a pesar de que una capa de sudor aún brillaba en su frente.

—Sabes lo que quiero decir —dijo—. Estás enfermo por mi causa, ¿verdad? Por un momento, no dijo nada. Su estómago se desplomó. Lo sabía. Él está perdiendo sus alas por mi culpa. Sus puños se cerraron en señal de frustración. —Debo ser una persona horrible. —Bajó su cabeza—. He lastimado a un ángel. —No. —Se incorporó lentamente, haciendo una mueca mientras lo hacía—. No te culpes. Esto es mi culpa. Yo soy el que está rompiendo las reglas, no tú. —Estás rompiendo las reglas por mí —exclamó. —Porque estoy enamorado de ti. —Le tocó el brazo. —¿Qué va a pasar ahora? —Tantas preguntas sin respuesta la quemaban en el interior. —¿De verdad quieres saber? —Los ojos grises de Dmitri estaban tristes. —Por supuesto. —Si no lo hiciera, entonces no habría preguntado. —Voy a perder mis alas para siempre —dijo—. Eso también significa... ya no seré más un ángel. —¿Qué te hace eso? —Estaba horrorizada—. ¿Un ser humano? Tragó saliva y negó. Esa no era la respuesta que ella esperaba. Por lo menos si él era un ser humano podían vivir y morir juntos. —Sabes lo que son los ángeles caídos, ¿verdad? —preguntó. —Por supuesto. —Retorcía las manos—. Son demonios. —Bueno... —Parecía avergonzado. —¿Te convertirás en un demonio? —Se aferró a las sábanas entre sus puños. —Sí —admitió—. Los demonios son simplemente ángeles caídos. No me van a salir cuernos ni nada raro como eso. Mi personalidad aún seguirá siendo la misma. Pero no podré entrar al cielo. —Entonces, ¿qué va a pasar con nosotros? —¡Esto era de lo que había tenido miedo!—. ¿Vas a ser echado al infierno, donde nunca podré verte? —No de inmediato. La mayoría de los demonios están en la tierra tratando de tentar a la gente. —Se abanicó con la mano—. Con respecto a nosotros, voy a estar a tu lado todo el tiempo que vivas. Pero cuando mueras...

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—¿Cuando yo me muera? —susurró ella. —Normalmente, cuando muere un ser humano, su alma va al cielo —dijo—. Las personas que se aman son capaces de estar juntos eternamente en la otra vida. Eso no va a suceder con nosotros. Voy a permanecer en la tierra o iré al infierno y tú seguirás adelante hacia el cielo.

Las palabras fueron como un golpe en su pecho. Sería la responsable de hacer al ángel que amaba miserable por toda la eternidad. —Esto es horrible. —Su corazón estaba atrapado en su garganta. —Es por eso que no te lo dije. —Retiró el cabello de su cara—. Sabía que te molestaría. —Sabes lo que estás abandonando por mí, ¿verdad? —Negó—. Incluso si no vas al infierno, estarás solo en la tierra. ¿Y si muero joven? ¿Qué pasa si tú…? Dmitri puso un dedo en sus labios. —Nada de eso me importa. —Sus ojos brillaban—. Una vida contigo, no importa cuán larga o corta sea, valdrá la pena el precio que tengo que pagar. Antes de que pudiera decir algo más, Dmitri la tomó en sus brazos. A pesar de que ella enterró la cara en su pecho humedecido de sudor, no estaba sumergida en la calma como normalmente habría estado. En cambio, la humedad de su camisa era un doloroso recordatorio de lo que le estaba pasando. Se ahogó en lágrimas mientras envolvía sus brazos alrededor de su cintura. No tenía ninguna intención de permitir que se sacrificara para estar con ella. Si lo hacía, entonces se pasaría toda su vida odiándose a sí misma por su egoísmo. El ángel se merecía algo mejor que el infierno o una eternidad de soledad. Incluso si tenía que vivir el resto de su vida en la miseria, sabía lo que tenía que hacer para solucionar este problema. Dios quería que ella terminara con Trevor Malone. Si ella lo alejaba y completaba la misión, incluso sin el consentimiento del ángel, entonces Dios no culparía a Dmitri.

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Y entonces él sería capaz de entrar en el cielo de nuevo.

Dieciocho A

la mañana siguiente, Chloe se despertó sobresaltada con el sonido de la

puerta abriéndose. Su madre se encontraba parada en el umbral, sus ojos desorbitados con entusiasmo. La mujer sostenía un teléfono en su mano. Le tomó un momento a Chloe orientarse mientras se incorporaba. En el momento recordó lo que había sucedido la noche anterior, se sintió mareada por el ataque de los recuerdos. —Mamá, ¿qué pasa? —Miró el reloj y vio que eran las 8 a.m. Dmitri gruñó y también se sentó. —Tu padre mejoró anoche bastante —anunció su mamá. —¿Mejoró? —A pesar de todo lo que había pasado, sintió una oleada de felicidad. —El doctor dijo que hay una buena posibilidad de que vaya a salir adelante —dijo su mamá. —¿En serio? —Sonrió. Gracias a Dios que algo iba bien. —Eso es genial, mejillas dulces —dijo Dmitri, su rostro aun pálido. —Es un milagro. —Su madre se giró en un círculo, transformando su rostro envejecido. La mujer parecía diez años más joven—. Oh, estoy tan mareada. —Démonos prisa y preparémonos para ir. —Chloe quería ver a su papá. —Sí, vamos. —Su madre sonrió. Su madre bailaba feliz mientras iba por el pasillo. Chloe la vio salir. Por un momento aún se sentía emocionada, pero su entusiasmo fue robado en el momento en que se acordó de la noche anterior y lo que había sucedido.

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—¿No estás feliz? —Dmitri la miró cuidadosamente. —Sí. —Pero su felicidad e infelicidad luchaban por el protagonismo, y la felicidad perdía—. ¿Cómo te sientes? —Bien. —Asintió Dmitri—. Solo céntrate en estar entusiasmada por lo de tu padre.

Sí, correcto. Se dirigió a su maleta. Después la puso en el suelo, abrió la cremallera y sacó unos jeans y una camisa arrugada. Cuando puso la ropa en la cama, dejó escapar un suspiro. ¿En realidad tengo que renunciar a Dmitri? Las lágrimas llenaron sus ojos al recordar la noche anterior. Por desgracia, sabía que no tenía más opción que dejar ir al ángel. Lo amaba demasiado como para dejar que soportara una eternidad de dolor por su culpa. Tal vez si él regresara al cielo, acabaría siendo un ángel feliz de nuevo y ella... Incluso con Trevor, sería miserable. Aunque no tenía otra opción. Tenía que hacer lo que Dios instruyó o ella sería la razón por la cual la persona que más le importaba sería condenada. —Dmitri —dijo. —Ajá. —El ángel se levantó de la cama. —Una vez mi papá comience a sentirse mejor, tenemos que hablar —dijo. Dmitri se congeló. —¿De qué? —preguntó. —Ya verás. —Todo lo que podía hacer, era encogerse de hombros. Se estaba sofocando de nuevo. Odiaba ser tan débil. Con el dolor punzante de su corazón, se enfrentó a Dmitri. El ángel la miró como si supiera lo que quería decir. Esto lo hacía más difícil. Cielos, incluso ahora que su padre estaba mejorando. Si su padre se estaba recuperando, entonces la conversación que rompería su corazón se vislumbraba cercana. No tenía mucho tiempo con Dmitri. Fue por eso que cruzó la sala en tres zancadas e hizo algo no-propio de Chloe. Agarró a Dmitri de la parte delantera de su camisa y lo besó. Realmente lo besó.

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Él jadeó por la sorpresa, pero a ella no le importaba. En lugar de detenerse, sin decir palabra, le informó de toda la pasión dentro de su corazón con un abrazo. Nunca sería capaz de hacer el amor con él o casarse, pero podía entregarse a él de esta manera. Tocarlo ahora era pura felicidad y se negaba a pensar en otra cosa. Dmitri enredó sus dedos en su cabello cobrizo. La besó con igual fervor y desesperación. En ese beso fogoso, Dmitri la hizo sentir como una joya preciosa y muy valiosa la cual no se podía encontrar en ninguna otra parte del mundo. Nunca se dio cuenta hasta ese momento, de lo mucho que quería besarlo. Cuando se fuera, perdería su ternura y la forma en que la abrazaba con todo su cuerpo. En un momento, él la empujó contra la pared. Su pecho duro presionando ferozmente contra el suave pecho de ella. Su cadera esbelta impulsando la de ella. Sus manos vagaron por todas partes, en un primer momento se enredaron en

su cabello, luego exploraron su cuello y pecho. Su calor la calentó, llenando todo su cuerpo, no, su alma entera. Pasó los dedos por su espalda mientras mordisqueaba su labio inferior, haciéndolo hincharse. —No quiero dejarte. —Él gimió contra su boca—. Quiero renunciar a todo por ti. —Lo sé. —Se dio cuenta que por eso el amor podía hacer tanto daño. Estaba dispuesta a renunciar a todo por él y viceversa. El amor era verdaderamente desinteresado. La boca de Dmitri cayó sobre la de ella otra vez. Furiosos incendios ardían en su corazón. Se sintió como si se estuviera derritiendo debido a la pasión de su codiciado beso. Si tan solo pudiera derretirme. Si pudiera, entonces sería líquido. Dmitri me podría tragar y los dos podríamos ser uno para siempre. Ese sería un mejor destino del que la esperaba. Gimió en el momento que Dmitri recorrió con sus dedos la carne de su cadera. Sus dedos se enterraron en su piel, produciéndole una punzada. Mientras él la tocaba y besaba a lo largo de su rostro, su mandíbula y su cuello. Tenía la piel cubierta de piel de gallina por el más mínimo toque. La devoró con avidez, como si estuviera muriendo de hambre. Lo único que quería era más, más, más. Chloe estaba tan desesperada que no se dio cuenta de que su mamá estaba en la puerta. Y luego lo hizo. —Oh, cielos —dijo su mamá. Ambos se separaron. Chloe miró a su madre, con el rostro rojo de vergüenza. Nunca imaginó que su madre entraría a la habitación. —Mamá, lo siento, yo... —Se pasó una mano por el cabello—. Me sentía feliz y nos dejamos llevar. Voy a prepararme ahora. Su madre asintió, luego se marchó a toda prisa. Probablemente, la mujer iba a quemar sus ojos con un soplete. Chloe no podía culparla. Ahora mismo tomaría su lugar con el soplete, pero en lugar de tratar de quemar sus ojos, trataría de quemar su corazón.

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*** Chloe se sentó con su padre en su habitación del hospital. Dmitri se encontraba a su lado, mientras su madre iba y venía. A pesar de que Chloe no era una experta en cualquier cosa médica, era obvio que su padre estaba mucho más saludable hoy. Su rostro había recuperado algo de color y sus labios estaban más rosados. En el momento que tocó su mano, sus dedos estaban calientes. No eran tan cálidos como los recordaba, pero había vida en ellos. Eso fue suficiente para

hacerla sonreír, incluso por un instante. Se dio cuenta que su padre iba a estar bien. Echó un vistazo a Dmitri y notó que no podía decir lo mismo de él. Mientras suspiraba, agarró su bolso fuertemente. De pronto, sus labios se sentían secos. Abrió la cremallera de su bolso y rebuscó. En lugar de encontrar el bálsamo labial, encontró todo lo demás. En el momento que puso su mano en su celular, se quedó mirándolo. Se dio cuenta de que había apagado el móvil cuando se embarcó en el avión y nunca se molestó en volver a encenderlo de nuevo. Olvidando el bálsamo labial, encendió el celular y vio que tenía veintitrés mensajes. Se dio cuenta de que no le dijo a Meg o a sus clientes, a dónde había escapado. Mucha gente probablemente estaban buscándola.

Me va a tomar un año contestar todos. Gimió. No quería desperdiciar un año respondiendo mensajes de texto, pero no quería que la gente se preocupara. —¿Todo bien? —Dmitri debe haber oído su gemido. —Todos en Chicago están buscándome. —Dejó escapar un suspiro exasperado—. Será mejor que haga unas pocas llamadas en el pasillo. —De acuerdo. —Asintió Dmitri―. ¿Necesitas compañía? —Voy a estar bien. —A menos que le gritaran. Odiaba cuando los clientes le gritaban. —Entonces voy a ir corriendo a la cafetería para tomar nuestro almuerzo. — Dmitri saltó a sus pies—. ¿Qué deseas? —Algo que no sea saludable y que este cubierto de chocolate —dijo—. Necesito un estimulante del humor. —¿Y para ti? ―Dmitri volvió su atención a su mamá. —Una ensalada, por favor —dijo su mamá. ¿Una ensalada? Su madre fue la mujer que una vez ganó un concurso de comer estofado irlandés en un bar de Dublín. No era la clase de mujer que comía ensaladas. Nunca. —Mamá, ¿debería llamar al doctor? —Chloe echó una mirada preocupada hacia la puerta—. Nunca pides ensalada. Lo llamas comida de conejos. —Me di cuenta de la importancia de una alimentación saludable. —Su madre frunció el ceño ante su padre—. Quiero estar aquí por mucho tiempo.

Vaya. Ha cambiado.

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—Ensalada entonces. —Dmitri asintió. Por un momento, Chloe contempló cambiar su pedido de chocolate porque se sentía culpable sobre la comida poco saludable. Nop. Necesitaba la comida de consuelo. De todos modos, a la velocidad que iba, caería muerta de estrés antes de comérselo.

—Vuelvo en un momento —dijo Dmitri asintiendo, luego se fue. Ella se dirigió hacia el pasillo. Mientras se apoyaba contra la pared, se desplazó por sus mensajes de texto. Tenía un montón de mensajes de Meg. Los textos variaban en intensidad de “¿Por qué no me dijiste que ibas a perderte el almuerzo?” a “¿Dónde diablos estás? ¿HAS SIDO SECUESTRADA?”. Puesto que a Chloe le preocupaba que su amiga llamara a la policía, llamó a la mujer. Sorprendentemente, su llamada fue directamente al correo de voz. Se dio cuenta de que si bien era las cinco en Irlanda, en casa eran las once. Su amiga estaría en el trabajo y su jefe era muy estricto en cuanto a tener los celulares apagados todo el tiempo. No ayudaba, pero respiró un suspiro de alivio. Su amiga probablemente estaría molesta porque no le había enviado un mensaje de texto, por lo que al menos ahora, podía apagar un poco el fuego con una disculpa de correo de voz sin interrupciones. Volvió a marcar el número de su amiga. Esta vez, dejando un mensaje. —Meg, soy yo. Lo siento mucho por no hacerte saber que me había ido. Mi padre tuvo un ataque al corazón y tuve que tomar el primer vuelo de regreso a Irlanda. Por favor, no te enfades. Te quiero hasta la muerte. Solamente estaba estresada y olvidé encender el celular al bajar del avión. Te voy a llamar más tarde, si puedo manejarlo. —Por un segundo, se estremeció. El ataque al corazón de su padre era solo la mitad del problema, pero no podía hablarle de su amor por Dmitri en un mensaje de voz, o nunca. Aun así no podía detener sus emociones. Las palabras salieron de su boca antes de que pudiera detenerlas—. Estoy teniendo un momento difícil, Meg. Creo que mi corazón se va a dividir en dos. Nunca he estado en este gran dolor antes. Solo... yo... Bueno, esto era demasiada histeria para un correo de voz. Luchó contra las lágrimas y trató de seguir siendo fuerte. No iba a dejarle a su amiga un mensaje de pánico, para que la mujer se preguntara si debería subir a un avión con destino a Irlanda.

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—A propósito, mi papá va a estar bien —concluyó—. Voy a hablar contigo más tarde, Meg. Lo siento. Adiós. Después de colgar, respiró profundo para calmarse. No iba a llorar de nuevo. Eso haría que Dmitri se pusiera triste y entonces su madre se preguntaría por qué se estaba volviendo más histérica cuando su padre se estaba recuperando. Se obligó a prestar atención a los otros mensajes. Algunos de ellos eran de los clientes, la mayoría eran de Trevor. Al igual que Meg, parecía estar a punto de llamar a la policía solo porque había desaparecido por unos días. No tenía ganas de contestar sus mensajes, pero si iba a cumplir con la misión de Dmitri, no tenía otra opción. Una lágrima se escapó por el rabillo de su ojo. Dispara. Le escribió una respuesta a Trevor, agitando su mano.

Trevor, lo siento. Espero que te sientas bien después de lo que pasó en el estudio. Debería haberte llamado, pero mi padre tuvo un ataque al corazón. Recibí la noticia apenas unas horas después de nuestra cita. Ahora estoy en Irlanda con mi mamá. Mi papá se pondrá bien, pero tenía miedo los últimos dos días y no he tenido la oportunidad de contestar el teléfono. Debería estar de vuelta en Chicago pronto. Gracias y lo siento de nuevo. Después de enviar el mensaje, exhaló un suspiro. Justo cuando estaba a punto de regresar a la habitación de su padre, su teléfono comenzó a sonar. Cuando miró el identificador de llamadas, vio que Trevor estaba llamando. Todo lo que quería hacer, era ir a la habitación de su padre, pero sabía que debería tomar la llamada. Trevor había intentado una y otra vez llegar hasta ella. Servil, contestó el teléfono. —Hola —dijo. —Chloe, ¿estás bien? —La voz de Trevor goteaba con preocupación, haciéndola sentir culpable por su reticencia a responder su llamada—. Acabo de recibir tu mensaje. Siento mucho lo de tu padre. —Está mejorando. —Dejó escapar un suspiro tembloroso—. Al principio me preguntaba si iba a perderlo. —Lo siento ―dijo Trevor otra vez, sonando como si lo dijera en serio. —¿Cómo te sientes? —preguntó—. Me siento mal por no haberte llamado después de lo ocurrido en el estudio. Probablemente él estaba bastante herido después de haber sido golpeado por un ángel celoso. —No debes preocuparte por mí. —Trevor se detuvo—. Aunque tengo un ojo negro. No le digas a nadie que me desmayé y me golpeé la cabeza contra la mesa. Katherine le dijo a la prensa que me metí en una pelea tratando de evitar que un hombre abusara de su novia. —Vaya. —No podía creer que Katherine inventara mentiras así—. Bueno, al menos estás haciendo que lo ocurrido sea bueno para ti. —Puede ser. —Trevor hizo una pausa, su voz aleccionadora—. ¿Estás realmente bien? No suenas bien.

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—Sí. Solo no he estado durmiendo bien. —He estado demasiado ocupada

cuidando de ángeles caídos.

—Me puedo imaginar. —Suspiró Trevor—. ¿Es necesario que vuele a verte?

Su oferta la lanzó fuera de balance. Nunca había esperado que fuera tan, bueno, agradable. Desafortunadamente, si Trevor volaba a verla, Dmitri tendría que desaparecer. No podía dejar que eso sucediera todavía. Quería algo de tiempo para despedirse del ángel. Seguramente Dios entendería eso. —Solo voy a estar aquí unos días más. —¡Por favor, no vengas!, pensó, tratando de no entrar en pánico—. En el momento en el que superes el jetlag, tendrías que volver a casa de nuevo. —Supongo. —Trevor se detuvo—. Hazme saber si me necesitas. —Lo haré. La bondad de Trevor en esta situación le recordó que de alguna manera, utilizaba al hombre. Claro, lo estaba haciendo para ayudar al ángel que amaba, pero eso no cambia el hecho de que estaba siendo una persona horrible. —Cuando regreses, ¿puedo verte? —preguntó Trevor—. Voy a tratar de levantarte el ánimo. Incluso con todo el esfuerzo del mundo, dudaba que pudiera hacer eso. —Puedes verme. —Ella vaciló—. Mm, ¿Trevor? —¿Sí? —Me tengo que ir ahora —dijo—. El doctor está en camino.

Mentirosa, mentirosa. —Bueno. —Trevor se detuvo—. ¿Me llamas mañana? —Por supuesto. —Adiós. —Trevor sonaba vacilante para colgar. —Adiós. Después de que terminó la llamada, tuvo que luchar contra la necesidad de caer de rodillas. ¿Qué estaba haciendo? Toda esta situación era un desastre.

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*** Esa noche, Chloe se cepilló el cabello frente al espejo de la habitación mientras Dmitri observaba. Su rostro estaba pálido y había bolsas profundas bajo sus ojos. Chico, necesitaba dormir un poco. Parecía que ella podría hacer una audición para un papel de zombi. Todavía no podía ver que una buena noche de descanso sucediera pronto, no con todo lo que estaba pasando. Se sentía como si estuviera de pie en el borde de un acantilado a la espera de saltar a su muerte. Haciendo una mueca, pasó el cepillo por su cabello con tanta fuerza que las cerdas se engancharon y arrancó una maraña de cabello cobrizo. ―Oye, ten cuidado ―dijo Dmitri. ―Era un gran enredo. ―Bueno, no en realidad.

Puso el cepillo en su mesita de noche y se encaró con el ángel. El hombre llevaba un holgado pantalón de chándal y una camiseta azul. Incluso desaliñado, tenía que luchar contra el fuego crepitante que chamuscaba su cuerpo. Iba a extrañar esos ojos grises, su cabello dorado, y la manera torpe en que sonreía. Cielos, echaría de menos incluso la extraña manera en que se burlaba de ella acerca de su pijama de abuela. Se dirigió hacia él y lo rodeó con sus brazos alrededor de su cintura. Dmitri dejó escapar un grito de sorpresa y luego abrazó su espalda. Incluso mientras caía, el ángel todavía olía agradable. —Estás siendo cariñosa —dijo—. Primero el beso esta mañana, ahora esto. —¿Quieres decir que estoy siendo toda manos? —bromeó, tratando de guardar su estado de ánimo, para que no preguntara. —Sí. —Exhaló un suspiro. Por un momento se quedó en silencio, simplemente disfrutando de la sensación de su duro cuerpo presionando contra el suave de ella. Finalmente, levantó la mirada. —¿Me puedes hacer un favor? —Por favor, di que sí. Dmitri se apartó lo suficiente para poder mirarla a la cara. —Cualquier cosa —dijo Dmitri. —Vamos a un lugar solo nosotros mañana por la noche. —Lo quería para ella sola. Por lo menos, solo por un rato—. Quiero ir a cenar en la ciudad. Incluso comprar camisas a juego y ser una pareja cursi. Solo una vez. Por favor. Quería meter mil recuerdos en una sola noche. —¿Me estas pidiendo una cita, mejillas dulces? ―Su sonrisa se amplió, haciendo que sus ojos brillaran. —Sí. —Asintió—. Hemos hecho mucho, pero nunca hemos tenido una cita real ¿Podemos ir? —Por supuesto que podemos. —Dmitri asintió. ¡Gracias a Dios! Ella quería una noche extraordinaria para recordarlo, algo que pudiera recordar cuando fuera una mujer de noventa años de edad, con un trillón de gatos y poder decir: “Esa fue la noche de mi vida”. E iba a ser feliz, ¡rayos! Mañana no derramaría ni una sola lágrima. Sostendría la mano de Dmitri, besándolo hasta dejarlo sin sentido, y lo amaría sin cesar.

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—Gracias. —Le sonrió—. Quiero hacer todo contigo. Todo. —Yo también. —Los ojos de Dmitri se arrugaron en las esquinas. —Bien. Cuando Dmitri la miró con sus ojos llenos de deseo, no pudo evitar ser atraída por él. Él cerró los dedos en su cabello y se inclinó para darle un beso.

Cuando sus labios cubrieron los suyos, ella cerró los ojos, tratando de beber de él. La posibilidad de que podría despertar un día y olvidar cómo sus labios se sentían presionados contra los suyos, le daba miedo. No, no lo olvidaría. No importaba cuánto tiempo pasaría. No lo permitiría. Imprimiría la huella de Dmitri en su memoria para que fuera parte de su propia esencia. Desesperada, se acercó y forzó la boca de Dmitri en ella aún más fuerte. Sus labios adoloridos presionaron con fuerza sobre los suyos, pero no le importaba. Lo quería. Mientras se abrazaban, Dmitri deslizó sus dedos alrededor de su cuello y acarició su piel. Su cuerpo dolía de quererlo. Era como si tuviera una picazón en su interior que tenía que rascar y Dmitri era la única persona que podría ayudar a aliviar su sufrimiento. Pasó los dedos por la parte delantera de Dmitri, tomando cada centímetro de su duro torso. La respiración de Dmitri se convirtió en irregular y forzada. Por último, dejó escapar un gemido contra sus labios como si tuviera dolor físico. Él la empujó, lo cual le hizo sentir una punzada de rechazo una vez más. —Me vuelves loco —susurró—. Si seguimos adelante, no voy a poder parar. Eres demasiada tentación para mí. —¿Otro paseo ayudará? —pregunto tímidamente, sabiendo que se había dejado llevar. Una vez más. —Mejillas dulces, podría caminar por toda Irlanda y aún no estar tranquilo. —Dejó escapar un suspiro tembloroso—. Antes, nunca entendía por qué los seres humanos tenían tanta dificultad para controlarse. Ahora lo sé. Todo lo que quiero es tirarte en la cama. Las palabras la hicieron tragar, principalmente porque ella quería que él la lanzara hacia la cama. Pero no lo podía dejar hacer eso. Si lo hacía, entonces estaba segura de que sus alas caerían y todo estaría perdido. Tenía que dejarlo ir, tenía que detenerlo. No importaba que lo anhelara en sus huesos, en su misma esencia. Lentamente se sentó en el colchón. —Yo también lo quiero, lo sabes. —Ella gimió y sacudió la cabeza. —Lo sé. —Suspiró—. Eso lo hace el doble de duro. Todo lo que se necesita es que uno de nosotros ceda y estamos perdidos.

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Dice que estamos perdidos. No, él es quien lo estará. Va a caer si cedo a la tentación. Apretó los puños ante la idea. No, tenía auto-control. No iba a ser su perdición. Mientras se retorcía las manos, Dmitri se sentó a su lado. —¿Has pensado en fugarte? —preguntó. —¿Qué? —Ella levantó la vista, sorprendida.

—Escapar. —La miró, su expresión de esperanza—. Entonces podemos estar juntos. —Dmitri... —Su lengua se sentía espesa—. No podemos. —Lo sé. —Los hombros de Dmitri cayeron derrotados.

Gracias a Dios que me lo puso fácil. —Panqueques —dijo Dmitri de pronto. —¿Perdón? —¿El ángel estaba loco? ¿Por qué panqueques? —Panqueques. —Se enderezó—. Deberíamos tener panqueques. Me hacen sentir mejor.

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Por un segundo consideró golpearlo con fuerza, entonces se dio cuenta de que en ese momento, una fiesta de noche de panqueques, sonaba bastante bien.

Diecinueve C

hloe miró sobre su hombro, asegurándose de que estaba sola con su

padre. Cuando no vio a nadie, ni siquiera a su madre, se inclinó y besó la frente del hombre. Dio gracias a los cielos que estaba caliente. Él lo logrará. Sé que lo hará. A pesar de que había estado todo el día sentada con su padre, se sentía culpable por dejarlo para ir a su cita con Dmitri. —Papá, me tengo que ir por un rato —susurró—. Tengo una cita. Su padre no dijo nada. De repente, sintió que su corazón iba a estallar. Tenía que decirle a alguien algo. Su padre estaba inconsciente. ¿Qué daño podría hacer decir la verdad? —No sé qué hacer, papá —gimió—. Voy a perder a la persona que amo. No quiero dejarlo ir, pero tengo que hacerlo. Mi corazón se está rompiendo. No es justo que se me pida esto. Una solitaria lágrima cayó, pero la limpió desafiante. Se había aplicado maquillaje para la ocasión y no quería demostrar que había estado llorando. Después de todo, Dmitri la estaba esperando en el vestíbulo. —Lo siento —sollozó—. Me tengo que ir. Dio un paso atrás y abrazó su bolso contra su pecho. Por un momento fugaz, mientras miraba a su padre, una parte de ella quería quedarse. Solo estaré fuera durante un par de horas, se dijo. Además, el hombre parecía más saludable que antes. No creía tener razón para preocuparse por él. Aun así, no dejaba de mirar por encima del hombro mientras se dirigía hacia la puerta. Una vez en la sala, sin embargo, se obligó a tomar una respiración profunda para calmarse.

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Voy a tener el mejor momento de mi vida esta noche. Forzando una sonrisa en su rostro, se dirigió hacia el vestíbulo. Dmitri la estaba esperando junto a la puerta. Cuando el ángel se enfocó en ella, la miró a los ojos y le dedicó la sonrisa más deslumbrante del mundo. Fue increíble cómo una sola mirada podría hacer que sintiera como si estuviera flotando. Una vez que puso su mente en orden, corrió hacia él y lo besó en los labios. —¿Me extrañaste? —preguntó ella.

—Mejillas dulces, te fuiste por tres minutos —dijo mientras soltaba un bufido. Demasiado para su fantasía romántica. Se suponía que era el día de una mega cita. ¿Lo mataría ser un poco más dulce? Ella le clavó el codo en las costillas. —Matas la alegría —dijo. Dmitri se rió y negó. —Bien. Claro que te extrañé. —Se llevó la mano al pecho de forma dramática y se tambaleó alrededor como si sufriera de una herida abierta—. Te extrañé tanto que me estoy muriendo. Ahora se estaba burlando de ella. Se cruzó de brazos y le dio una mirada malvada. —Ven aquí. —Dmitri se apoderó de ella y repartió mojados y descuidados besos por toda su cara—. Este es el castigo por haberme dejado solo por tanto tiempo. —¡Basta! —dijo medio gritando, medio riendo. —No —dijo Dmitri continuando su embestida. Solo se detuvo cuando un niño se acercó y se quedó mirándolos. Ella arrastró al ángel por la puerta principal hacia la acera. —Estoy cubierta de tu baba. —Se secó la frente mientras caminaban—. Cielos. —La baba de ángel es buena para el cutis —dijo Dmitri—. Se ha probado que puede eliminar arrugas. —¿En serio? —Se pasó sus dedos por su piel. —No. —Se rió—. Olvidé lo inocente que eres. Te crees todo lo que te digo, ¿no es cierto? —¡No soy inocente! —farfulló Chloe—. Es solo que si los ángeles pueden atravesar paredes y puertas, no sería tan descabellado pensar que su saliva tiene cualidades mágicas. —Apuesto a que eres dueña de tierras pantanosas en la Florida. —Sonrió el ángel. —No, no lo soy. —Pero no pudo ocultar una sonrisa.

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—¿A dónde vamos de todos modos? —Dmitri se asomó por la acera desierta. —A la estación del tren. —Ella saltó—. Irlanda tiene un excelente sistema de transporte público. No necesitamos un coche para tener la mejor mega cita nunca vista. —¿Mega cita? —Él levantó una ceja—. ¿Qué es exactamente una mega cita?

Vaya. Su rostro se puso caliente. Una mega cita era un trillón de citas metidas en una sola. —No es nada. —Si le decía qué era una mega cita, se burlaría de ella—. Ahora pon tu mano en mi bolsillo trasero. —¿Qué? —Dmitri hizo una doble-toma. —Quiero que pongamos nuestras manos en los bolsillos traseros del otro como he visto otras parejas que hacen —dijo—. Siempre he querido probarlo. Dmitri le dirigió una mirada divertida. —Por favor —rogó. —Está bien, está bien. Dmitri se acercó furtivamente a su lado y deslizó su mano en su bolsillo trasero. Ella hizo lo mismo. Su mano se calentó, pero también hizo que caminaran incómodamente. —Supongo que esto solo funciona si no estás tratando de llegar a algún lugar rápidamente. —Otro sueño romántico muerto—. Se veía siempre tan bonito cuando otras personas lo hacían. Con el ceño fruncido, quitó su mano del bolsillo trasero de Dmitri y él hizo lo mismo. Ella suspiró mientras se acercaban a la estación de tren. —¿Estás bien? —preguntó Dmitri. —¿Por qué no iba a estarlo? —Ella estaba sonriendo, ¿no? —Estás actuando extraño —dijo Dmitri. —Extraño, ¿cómo? —No lo sé. —Dmitri se encogió de hombros—. Tal vez es cosa mía.

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No lo era. Ella sabía que estaba actuando raro, pero quería tener un montón de recuerdos cuando Dmitri desapareciera. Ella se abrió camino a la estación. Después que Dmitri pagara por sus boletos a Dublín, abordaron el tren y se sentaron en la parte posterior. Mientras el ángel estudiaba los alrededores con interés, una joven pareja entró y tomó los asientos frente a ellos. Ellos se robaron besos y susurraron entre sí como si estuvieran en su propio mundo secreto. Se preguntó si la pareja sabía la suerte que tenían de no tener una fecha de caducidad. Tal vez su relación no iba a durar para siempre, pero al menos tenían la oportunidad de hacer que funcione. No como ella y Dmitri. Ellos estaban siendo destrozados a pesar de lo mucho que se amaban. No, no, ¡no! No voy a caer en la tristeza. Se tragó su dolor y enfrentó a Dmitri. Quería ser como esa pareja mientras todavía pudiera.

Agarró el brazo de Dmitri y lo forzó a ponerlo sobre sus hombros. Ella puso su cabeza en su pecho y absorbió su calor. Otras personas miraron, pero eso solo la hizo ser más feliz. Por una vez, ella era un miembro del club vamos-a-hacersentir-incómodo-a-todo-el-mundo-con-nuestra-demostración-de-afecto. Esa cita podía ser cosa de una sola vez, pero iba a ordeñar la experiencia para que todo valiera la pena. Radiante, besó la mejilla de Dmitri. Él no se apartó, pero le dio una mirada extraña de nuevo. —¿Qué estás haciendo? —preguntó. —Abrazarse en el tren es parte del itinerario de una mega cita. —Se arrimó a él—. Nunca había tenido la oportunidad de hacer esto antes. Desde que he vivido una vida privada, ahora quiero hacer cada pequeña cosa contigo. —No puedo discutir con esa lógica. —Dmitri asintió, pero aun así la miró con recelo. Los dos se abrazaron todo el camino a Dublín. Ella no podría haber pedido un mejor viaje en tren. *** Dos horas más tarde, Chloe se detuvo en una tienda, buscando a través de las camisetas. Dmitri se apoyó contra la pared, luciendo agotado. Camisetas a juego... camisetas a juego... Ah, ¡aquí vamos! Encontró dos camisas verdes con un trébol, uno del tamaño pequeño de mujer y otra de tamaño grande de hombre. Con una sonrisa enorme, sacó las camisas del estante y arrojó la camisa de hombre al ángel. —Tenemos que vestir esto justo ahora —dijo—. Quiero ser una pareja a juego. —Está bien, está bien. —Dmitri asintió. El chico no se movió. ¿Por qué no se iba a los vestuarios? Tenían muchas más cosas que hacer esta noche. —Vamos. —Tiró de su brazo—. Póntela. Quiero verlo. Después de esto, tenemos que ir y… —Un momento. —Dmitri levantó la mano—. En las últimas dos horas, hemos estado en la rueda de la fortuna, en la montaña rusa más grande, corrimos en el barrio histórico y hemos ido de compras.

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—¿Y? —¡De prisa, de prisa! —No estás siendo tú misma —dijo Dmitri—. Estás actuando desesperada y apresurada. —No, no lo estoy —mintió.

—¿Desde cuándo dejamos de ser honesto el uno con el otro? —Dmitri le tocó la mejilla. No era que no quisiera ser honesta. Solo no quería arruinar esta noche. Sabía que si le decía a Dmitri que no podía dejar que se sacrificara a sí mismo por ella, sus pocos momentos que le quedaban juntos estarían empañados por la tristeza. ¿Pero no lo están ya?, susurró una voz en su cabeza. De repente le fue difícil respirar, pero forzó una sonrisa en su rostro. —Oye. —Los ojos de Dmitri se ensancharon—. ¿Por qué lloras? —¿Llorar? No estoy llorando —dijo. Realmente no creía que lo estuviera, pero entonces sintió una lágrima formándose en el rabillo del ojo. No podía detenerla, ni siquiera con toda la determinación del mundo. No, no voy a hacer esto ahora. Esta es una mega cita. Las personas no lloran en sus mega citas. No importaba si se trataba de una mega cita o no. Sus ojos se negaron a detener la fuga. —Me voy a poner la camiseta ahora. —Dejó escapar una risa que sabía que sonaba demente, pero era mejor que llorar en medio de una tienda llena de gente—. Tú... tú... ponte la camisa también, ¿de acuerdo? A pesar de que Dmitri abrió la boca, probablemente para decir algo para detenerla, ella se precipitó a un vestuario. Cerró la puerta detrás de ella con una explosión y echó la llave. Cuando se enfrentó al espejo, vio una atormentada, cansada cara. No era de extrañar que Dmitri le preguntara qué le pasaba. A pesar de que estaba tratando de hacer la mega cita un éxito, se veía nerviosa y desgastada hasta el hueso. Se limpió la lágrima de la mejilla y se quitó su camiseta. Después de que se puso la nueva, suspiró. —No vas a llorar de nuevo —se dijo—. Eres más fuerte que esto. Después de unas cuantas respiraciones profundas, sabía que estaba lo suficientemente tranquila para salir sin llorar. Salió del vestuario. Para su sorpresa, Dmitri la había escuchado y había cambiado su camisa. El hecho de que él estaba dispuesto a soportar sus caprichos fue un verdadero homenaje a lo mucho que la amaba. Nunca olvidaría eso. Aunque era más difícil que luchar contra un toro enorme en el suelo, se obligó a no arrojar otra lágrima mientras se dirigió hacia él.

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—La camisa se ve bien en ti —dijo ella—. Tengo un gusto excelente. —Oye. —Dmitri se negó a ser distraído de lo que pasó—. Háblame, mejillas dulces. Estoy muy preocupado por ti. Sus emociones estaban luchando salir a la superficie de nuevo, pero ella se negó a dejarlos ganar.

—Te voy a contar todo, Dmitri. Juro que lo haré. —Le dio una sonrisa acuosa—. Simplemente no ahora, ¿de acuerdo? Por favor, déjame tener este momento contigo. Necesito crear recuerdos, incluso si se ven obligados.

Rayos. Había admitido demasiado. Debido a la falta de sorpresa en el rostro de Dmitri, sabía que él debió haber descubierto que no tenía intención de hacerle renunciar a su derecho al cielo por ella. Tal vez había estado sufriendo justo al lado de ella y ni siquiera se había dado cuenta. Aun así, ella no quería hablar sobre el final, ni siquiera si los dos sabían que iba a llegar. Eso solo haría que el dolor fuera más real. Sabía que tenía mucho tiempo doloroso por delante, así que, ¿por qué empezar su sufrimiento antes de tiempo? —Está bien, mejillas dulces. —La nuez de Dmitri se movió mientras tragaba. Parecía que él también estaba luchando con enormes sentimientos—. Vamos a hacer todo lo que quieras. ¿Qué sigue en la agenda? Lo siguiente en la agenda se suponía que era la cena, pero eso podía esperar. —Dame un beso —dijo. Dmitri no dudó en cumplir su petición. El ángel la rodeó con sus brazos, tirándola con fuerza contra su pecho. Durante ese momento, podía sentir cada centímetro de él. Estaba envuelta en su ángel y no lo quería de ninguna otra manera. Su aliento se convirtió en el de ella, su piel se volvió la de ella. Sentía como si los dos se derritieran juntos y convirtiéndose en un solo cuerpo. Se fundió contra él, sus dedos se cerraron en su espeso cabello rubio. Este beso, se dio cuenta, tenía que ser algo más que un beso. Tenía que ser el entrelazamiento de las almas. De esa manera, se quedaría en su memoria para toda la eternidad. Cuando Dmitri se retiró, ella lo agarró de nuevo, incapaz de alejarse de la pasión. Él terminó con su resistencia a la vez que respondió a su súplica besando con más dureza sus labios. Le encantaba la forma en que su aliento olía a caramelo y cómo ella podía saborear la sal en su piel. Por un momento se sintió como si la hubieran hecho puramente con el propósito de estar en sus brazos. Sin embargo, eso no podía ser cierto. Si lo fuera, entonces no tendría que perder al ángel. Si pudiera estar con él para siempre.

No puedes, le susurró una voz.

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Ella gimió contra su boca y se obligó a dar un paso atrás. Todo el mundo los estaba mirando, pero a ella no le importaba. Ella apartó un mechón de cabello rubio de su hermoso rostro. —Vamos a pagar por estas camisas y vayamos a cenar —dijo—. Me estoy muriendo de hambre, ¿tú no? —Sí —graznó Dmitri, lamiéndose los labios.

*** Una hora más tarde, Chloe se estiró. Estaban en un restaurante en el centro de Dublín que servía el mejor estofado irlandés en los alrededores. Dmitri se sentó frente a ella, raspando los últimos trozos de zanahoria desde el fondo de su plato. Después de que él los tomó en su boca, exhaló un suspiro. —Estoy lleno —dijo Dmitri. —El estofado irlandés es para llenarte. —Nada dice llenar como la carne y las patatas en un caldo suculento. —Aun así siempre podría ir por algo de postre. —Una sonrisa cruzó su rostro—. Puesto que sabías del mejor lugar de la ciudad para conseguir guiso, asumo que también sabes el mejor lugar para tomar un poco de pastel. —Ya lo creo. —Ella sonrió. A pesar de que su estómago le dolía gracias a toda la comida que ya había ingerido, se trataba de una mega cita. No solo se tiene la cena en una mega cita. Tenía la cena, postre y aperitivos. —Voy a pagar, así podemos seguir adelante. —Dmitri sonrió. Mientras Dmitri hacía señas a la camarera, ella estudió al ángel, bebiendo de su expresión. Él sonreía mucho; a otros comensales, a la camarera, al barman. También notó que todo el mundo le sonreía de vuelta. Él le brinda un montón de felicidad a la gente debido a la forma en que se presenta, se dio cuenta. Tal vez había algo sexy y misterioso de un hombre que nunca se desprendía de una sonrisa, pero a ella le gustaba así. Dmitri era el tipo de persona que hace todo lo posible para que otras personas se sientan bien. Ella amaba su forma tan confiada en todo lo que hacía. Cuando le entregó a la camarera su propina, bromeó con ella antes de que siguiera su camino. Incluso cuando él miró a su alrededor, sus ojos brillaban como si no hubiera nada en el mundo que no pudiera manejar. Dmitri era todo lo que una mujer podría desear. Era amable y confiado, sin mencionar precioso. Incluso Trevor con su estatus de celebridad y riqueza nunca se podría comparar. —¿Tengo algo en la cara? —Dmitri debe haberse dado cuenta de su mirada fija. —Sí —mintió. El ángel tomó su servilleta y comenzó a frotar su boca.

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—¿Se ha ido? —preguntó Dmitri. —No del todo. —Señaló a su mejilla—. Solo un poco de salsa allí. Con el ceño fruncido, Dmitri frotó su piel hasta que era de color rojo. —¿Todavía? —preguntó.

—Sí. —Se preguntó por cuánto tiempo lo podía engañar. Entonces, cuando Dmitri colocó la servilleta en la mejilla de nuevo, se quedó paralizado. —Me estás tomando el pelo, ¿verdad? —La miró con recelo. Ella esbozó una sonrisa. —Eso es todo. —Él le tomó la mano—. Te voy a llevar afuera y tirar al río. —¡Espera un minuto! —exclamó. Antes de que pudiera poner una buena pelea, Dmitri la arrastró y tiró de ella fuera del restaurante, sin importarle cómo los miraba la gente. Fuera, el río Liffey fluía a través de la ciudad, una constante serpiente fría. Cuando el ángel le llevó hasta el borde del río, ella clavó los talones en el suelo y empezó a gritar. Dmitri la levantó mientras ella se agitaba y gritaba. Él fingió lanzarla en las heladas aguas marrones, pero nunca soltó su agarre sobre ella. —¡Basta! —Ella le clavó las uñas en el cuello, incluso mientras se reía. Dmitri la puso de pie, sonriendo. —Estás asustada. —Sus ojos brillaban juguetonamente—. ¿De verdad crees que te tiraría al agua, mejillas dulces? Ella negó. —Lo haces. —Él sonrió—. Eres tan fácil. Pero sabes que nunca te lanzaría, ¿no? —Ahora que estoy en el suelo, parece más fácil de creer. —Ella miró con cansancio el agua. Sacudiendo la cabeza, Dmitri se quitó la chaqueta y la puso sobre sus hombros. Ni siquiera había notado el frío, pero era lo suficiente para que el ángel le diera su chaqueta antes de que se congelara. Tal vez fue la intuición o tal vez siempre estaba pensando en la protección de ella. De cualquier manera, lo amaba aún más por ello. Sonriendo, metió los brazos por las mangas y tomó una gran bocanada del olor del material. Olía como él, a caramelo y algo sensual que no podía nombrar. Sabía que no había un olor en el mundo como el de él. —¿Qué estás haciendo? —preguntó Dmitri mientras ella dejó escapar un suspiro de satisfacción.

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Con una sonrisa, le agarró la mano. —Estoy oliendo tu chaqueta. —Se encogió de hombros—. Me encanta la forma en que hueles. —¿Te gusta? —Dmitri frunció el ceño—. ¿A qué huele?

Tratar de explicar el aroma del ángel era como tratar de describir el color a una persona que no podía ver. Aún Dmitri estaba esperando una respuesta por lo que tenía que decir algo. —Felicidad —declaró finalmente—. Hueles a la felicidad. Dmitri dejó escapar una risa, pero no dijo nada más. Poco sabía que estaba hablando muy en serio. Al caer en cómodo silencio, dirigió a Dmitri hacia el Puente O'Connell. Era una estructura de piedra maciza que daba al río. Normalmente, se llenaba de gente, pero no hoy. Era una semana de trabajo y era tarde. Solo unos pocos rezagados nocturnos aún vagaban. Se alegró de estar más tranquila ahora. Su mega cita, la que quería recordar toda la vida, casi había terminado. Lo único que quería era estar a solas con Dmitri. Con un suspiro, se quedó mirando el agua. Incluso bajo las farolas tenues, podría verlos reflejados, a ella y a Dmitri, uno al lado del otro en el agua del río marrón. Sonrió a su imagen, tomando una fotografía mental de ellos dos. A pesar de que no tenía una cámara, sabía que nunca olvidaría este momento. —Este lugar es tan hermoso —dijo Dmitri. —Lo es, ¿no es así? —Incluso con la línea de contacto en el aire, una noche en Dublín era una cosa maravillosa—. Cuando estoy en Chicago, a veces me olvido de Irlanda. —Siempre puedes volver —dijo. —Supongo. —Se encogió de hombros. Ambos se quedaron en silencio de nuevo. Necesitaba en su corazón que el ángel supiera lo mucho que significaba para ella. Tal vez entonces, incluso miles de años a partir de ahora, él seguiría pensando otra vez en esta noche con una sonrisa en su rostro. —Dmitri —dijo ella. —Sí. —Dmitri la miró, la luz de la lámpara haciendo que sus ojos grises brillarán como lunas radiantes. —Quiero que sepas que siempre estaré preocupada por ti, no importa lo que pase. —Extendió la mano y le tocó la cara—. Tú eres el amor de mi vida. Por favor, no olvides eso nunca.

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—No lo haré. —Dmitri puso su mano sobre la suya—. Siempre te amaré también. Solo deseo que nadie tenga que hacer un sacrificio para… —No esta noche. —Puso su mano sobre sus labios—. Vamos a hablar, pero no ahora. Quiero que esta noche sea buena.

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Dmitri la tomó en sus brazos. En silencio, mientras observaba su reflejo en el agua otra vez, bebiendo de la imagen.

Veinte A

la mañana siguiente, Chloe se sentó junto a su madre en la habitación

del hospital. Dmitri estaba en algún lugar, buscando alimentos. Ella tocó la mano de su padre, sorprendida por lo caliente que estaba. Fue entonces cuando sus párpados se movieron. Estaba segura de eso. —Mamá, ¿has visto eso? —preguntó. —¿Ver qué? —Su madre frunció el ceño, saliendo de su estupor silencioso. —Papá —dijo Chloe—. Juro que vi sus ojos moverse. —Es probable que solo fuera un truco de la luz. —Su madre frunció sus finos labios. Frunciendo el ceño, Chloe volvió su atención de nuevo a su padre. Esta vez, los ojos del hombre se agitaron de nuevo. Luego se abrieron. Ella se levantó de un salto y gritó: —¡Mamá, mira! Su padre se quedó mirando al techo, sus oscuros ojos inyectados en sangre. Él movió los labios, pero no emitió ningún sonido. Estaba tan emocionada de verlo despierto que tuvo que luchar para no caer encima de él y llorar como una niña de dos años. Su madre debía haber tenido la misma tentación y no pudo resistirla porque cubrió consigo misma la parte superior del hombre. —Voy a matarte. —Entre cada palabra, su mamá besaba su cara regordeta—. Me asustaste muchísimo, Frank Molloy. Muchísimo. Su padre hizo un ruido de gorgoteo débil, luego gimió:

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—Ma... r... gie... Mientras lágrimas de alegría inundaron sus ojos, Chloe trató de hacerse ver detrás de su mamá. Los ojos de su papá encontraron los suyos. —Ta... rro… —dijo su padre. —Hola, papá. —Una lágrima rodó por su mejilla—. Estoy tan contenta de que estés despierto. Pensé que ibas a morir.

La puerta se abrió con un chirrido y Dmitri entró. El ángel se congeló cuando vio a su padre despierto. Su padre volvió la cabeza una fracción y puso sus ojos en él. —¿Quin… s? —Su papá se relamió los labios. —¿Eh? —No entendía lo que estaba diciendo. —¿Quién... s? —Le tomó un momento darse cuenta de lo que estaba diciendo—. ¿Quién es él? —Se refería a Dmitri. Su madre debió darse cuenta de eso al mismo tiempo, porque la mujer dijo: —Es el novio de Tarro... ¡Frank! Los ojos de su papá se pusieron en blanco mientras quedaba inconsciente. La boca de Chloe se abrió con horror. —Papá, ¡despierta! —exclamó. —Voy a ir a buscar al médico. —Dmitri salió corriendo de la habitación. Ella se aferró a la mano de su padre hasta que llegó el médico. El médico se inclinó sobre su papá, comprobando sus signos vitales. Dmitri se situó por encima de su hombro, con los ojos entrecerrados. —¿Qué pasó? —Su madre parecía a un paso de estrangular al médico porque estaba muy silencioso—. ¿Está bien? —Él está bien. —El doctor asintió—. Es bastante normal deslizarse dentro y fuera de la conciencia en esta etapa. Probablemente vaya a despertar de nuevo en poco tiempo. —¿Así que no pasó por mi culpa? —Los hombros de Chloe se desplomaron con alivio. —¿Por qué iba a pasar por tu culpa? —El médico la examinó como si se preocupara de que hubiera golpeado a su padre en la cabeza con un objeto contundente. —Él oyó que nuestra hija tiene novio. —Su madre negó—. Tal vez se desmayó de la impresión. Dmitri resopló y el doctor parecía que estaba luchando contra una sonrisa también. Entonces ella, con el ceño fruncido, tomó la mano de su padre y fingió que los dos eran los únicos en la habitación.

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*** Esa tarde, Chloe seguía sentada en la silla junto a la cama de su padre. Dmitri estaba hojeando una revista y su madre hacía girar sus pulgares y tarareaba en voz baja. El culo de Chloe estaba tan insensible que tenía la seguridad de que estaba a punto de caérsele, pero lo ignoró. Un poco de rigidez no iba a matarla.

Mientras suspiraba, comprobó los mensajes en su teléfono. Tenía un mensaje de voz de Meg diciéndole que volviera a llamarla, pero decidió ser una amiga horrible y esperar. También tenía un texto de Trevor. Con el ceño fruncido, leyó el mensaje.

¿Cómo está tu padre? Robó un vistazo a su cara regordeta. El hombre estaba sin duda mucho mejor. Lo está haciendo bien. Debería estar en casa en un par de días. Las palabras picaron al escribirlas, pero sabía que era la verdad. Se quedaría el tiempo suficiente como para asegurarse de que su padre estaba sano y entonces volvería a casa. A Trevor. A un mundo sin Dmitri. A su propio infierno en la tierra. Gimió y puso su teléfono en el bolsillo. Con el ceño fruncido, Dmitri le dio un codazo, pero ella ignoró su mirada preocupada *** Chloe se quedó sin aliento cuando los ojos de su papá se movían una y otra vez. El médico, estaba de pie en la esquina de la habitación, apuntando notas en su libreta mientras su padre gruñía y finalmente abría sus ojos marrones. Un grito ahogado salió de la garganta del hombre mientras miraba alrededor. —Margie —dijo su padre. —Estoy aquí. —Su madre dio un paso adelante. Esta vez, la mujer se resistió a la tentación de cubrirlo consigo misma. —Me duele el pecho. —Su padre sonaba un poco más coherente ahora.

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—Le daré algo para eso, Sr. Molloy —dijo el doctor. Su padre dirigió una mirada confusa al médico, pero no dijo nada. ¿Ni siquiera sabe por qué está en el hospital? Chloe se estremeció cuando su padre miró a su alrededor y se relamió los labios de nuevo. —¿Dónde estoy? —preguntó su padre débilmente, con la voz pastosa, como si estuviera borracho—. ¿Qué pasó?

Su pobre padre. Intercambió miradas con Dmitri. —Tuviste un ataque al corazón, así que ahora estás en el hospital. —Su mamá alisó el cabello sudoroso fuera de su rostro—. ¿No te acuerdas? —No. —Su padre miró a su alrededor salvajemente de nuevo. —¿Algo le pasa a su cerebro? —Su madre le dio al médico una mirada de pánico. —No, no. —El médico negó—. No está más que confundido por haber estado inconsciente durante un largo rato, eso es todo. Le aseguro que él está bien. Dele un poco de tiempo para adaptarse. La mirada de su padre finalmente aterrizó en ella. —Hola, papá —dijo. Miró de ella a Dmitri. Su rostro se puso blanco. —Tú. —Su padre señaló al ángel. Todo el mundo se volvió para mirar a Dmitri. —¿Yo, señor? —dijo Dmitri. —Has hecho llorar a mi hija. —La mano de su padre se estrechó. El color desapareció del rostro del ángel. De repente, se acordó de que había llorado delante de su padre. Había sido solo una vez justo antes de su cita con Dmitri. Las palabras que había dicho llenaron su mente: “No sé qué hacer, papá. Voy a perder a la persona que amo. No

quiero dejarlo ir, pero tengo que hacerlo. Mi corazón se está rompiendo. No es justo que se me pida esto”. Su padre había estado despierto y oyendo. De toda la mala suerte... —Papá, está bien —mintió. No quería que él pensara que sus lágrimas eran culpa de Dmitri. El ángel no tenía la culpa de la situación en la que se encontraba. —No está bien. —Su padre gruñó—. No sé qué está pasando, pero sigues siendo mi niña. Nadie te hace llorar. Dmitri ya no estaba mirando a su padre. La miraba a ella. —¿Te hice llorar? —le preguntó. —Bueno, yo, uf... —No podía averiguar qué decir.

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—¿Lo hice? —repitió. ¿Qué se suponía que debía hacer, mentir? Se encogió de hombros, pero esa fue toda la respuesta que necesitaba Dmitri. Y era toda la respuesta que su padre

necesitaba. Su padre soltó una sarta de maldiciones salvajes que ponían a sus propias habilidades de maldecir en vergüenza. —Tenemos que hablar —dijo Dmitri. —Lo sé. —Ella asintió—. No aquí. No delante de mi familia. —Está bien. —Dmitri suspiró—. Cuando regresemos a la casa, entonces. Ella asintió, temblando. Ahora ya no podía estar feliz sobre el despertar de su padre. Incluso cuando miró a su padre que estaba despierto, lo único en lo que podía pensar era en la conversación que tenía por delante.

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En la que tenía que decirle a Dmitri que tenía que dejarlo ir.

Veintiuno C

uando Chloe entró por la puerta del apartamento, podría jurar que sus

rodillas se habían convertido en agua. ¿Estaría Dmitri enfadado cuando le dijera que tenía que dejarlo ir? ¿Y si no le permitía cumplir su misión? Si le decía que no fuera con Trevor, entonces no estaba segura de lo que iba a hacer. Negando, se dirigió a su dormitorio y Dmitri la siguió. Afortunadamente, su madre había decidido quedarse en el hospital. Estaba agradecida de eso, en caso de que uno de ellos comenzara a gritar. Lo único que podía hacer era rezar porque ambas partes se mantuvieran en calma. No estaba lista para gritar, especialmente si era a Dmitri. Retorciéndose las manos, se quedó mirando el suelo. —Por amor de Dios, puedes mirarme —dijo Dmitri. —Tengo miedo de hacerlo. —Tragó saliva. —¿Por qué? —le preguntó.

Porque podrías enojarte o empezaría a llorar. —Por favor, mírame —dijo—. Por favor. Lo que está pasando, no puedo aguantarlo. Simplemente no me gusta tener secretos entre nosotros. Después de que dejara escapar un suspiro tembloroso, se enfrentó al ángel. Cuando encontró los ojos de Dmitri, hizo lo que había estado tratando de no hacer, lloró. Primero cayó una lágrima, luego otra la siguió. Pronto una cascada corría por sus mejillas. Estaba avergonzada de sí misma por no mantener la calma incluso antes de que empezara la conversación. —¿Te acuerdas de que te dije que tenía algo que decirte una vez que mi papá se pusiera mejor? —Se retorció las manos temblorosas. —Lo recuerdo. —Dmitri asintió.

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—Supongo que después de nuestra cita ya te imaginaste lo que quiero decir, pero yo... —Más lágrimas cayeron. ¡Estúpidas lágrimas! —Creo que sí —dijo Dmitri en voz baja—. Pero dímelo de todos modos. —Te amo. —Dio un paso hacia él, hipando—. Sabes que lo hago. Agarró sus manos. Para su sorpresa, estaba temblando casi tanto como ella. No lloraba, pero podía ver el dolor en sus ojos. Verlo en él era agobiante.

—Lo sé. —Inclinó la cabeza. —Porque te amo, no puedo dejar que vayas al infierno por mí. —Su corazón quemaba—. No puedo hacer eso. No puedo. Al principio Dmitri no dijo nada. En su lugar, se tambaleó hacia atrás y se sentó en la cama. Ella por un momento dudó antes de sentarse a su lado. Deseó poder leer su expresión, pero no pudo. —No creo que entiendas lo mucho que significas para mí. —Dmitri la miró a los ojos, su boca presionada—. Donde quiera que vaya será el infierno a menos que estés allí. Quiero estar contigo, no importa lo que eso signifique. Las lágrimas ardían en sus ojos. Oh, ¡cómo quería decirle que se quedaría con él todos los días de su vida! Sin embargo, sabía que Dmitri sufriría a causa de ella y la cantidad de dolor aumentaría a medida que pasaran los años. Si Dmitri iba al cielo, tal vez no estaría con ella por un tiempo, pero seguramente Dios y los otros ángeles podrían ayudar a curar sus heridas. Sufriría en la tierra, pero preferiría hacer eso a condenar Dmitri al infierno. —No puedo, Dmitri. —Ella negó—. Te amo demasiado. Dolerá estar sin ti, pero no puedo permitir que te sacrifiques por mí. Quiero que vayas al cielo. —Sabía que ibas a decir eso. —Por primera vez, su voz se quebró—. Sabía desde el principio que dirías eso. —No quiero renunciar a ti. —Sus ojos estaban borrosos a causa de sus lágrimas—. Ojalá pudiéramos estar juntos para siempre. Solo que no tengo otra opción. Todo dolía, su alma, su cuerpo, su corazón. Deseó poder apagar sus sentimientos. —No quiero renunciar a ti tampoco. —Dmitri se apoderó de ella y la abrazó—. Siento haberte hecho llorar. Lamento que nosotros… —No vuelvas a pedir disculpas. —Se apartó y lo miró a los ojos—. A pesar de que no hayamos estado juntos mucho tiempo, los días que pasé contigo fueron los mejores de mi vida. Nunca me arrepentiré de amarte.

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—Tampoco me arrepentiré de amarte tanto. —Dmitri le tocó la mejilla y le temblaba la mano—. No importa a dónde vaya, siempre voy a estar pensando en ti. Enredando sus dedos en su cabello, Dmitri se inclinó para besarla. Su boca estaba caliente contra sus lágrimas, humedeciendo sus labios. A pesar de que su caricia estaba goteando sentimiento, su boca era más suave que en el pasado. Su beso fue la extensión de un abrazo, la intención de dar su amor y calidez en lugar de intensidad caliente. Sus lágrimas dejaron de fluir, pero eso solo se debía a que el toque de Dmitri siempre se las arreglaba para acabar su dolor. El ángel se retiró.

Si pudiera besarlo por horas... con un suspiro, apoyó la frente contra la suya y puso las palmas de sus manos sobre su pecho. Por un momento, podría jurar que sentía un latido del corazón, pero eso era imposible. Los ángeles no tienen latido del corazón. —Voy a extrañar esos ojos tuyos. —No volvería a ver esos lirios hermosos de nuevo. —Voy a extrañar todo de ti —dijo—. Incluso tus pijamas de abuela. ¿Alguna vez mencioné lo sexy que te ves en ellas? Se sorprendió. —¿Me veo sexy en mi pijama de abuela? —Le tomó toda la fuerza que tenía sonreír, incluso mientras las lágrimas corrían por sus mejillas. —Sentí algo cuando te vi en un vestido, pero cuando te vi en esos estúpidos pijamas... zaz. Algo me pasó. —Dejó escapar una risa a medias. —Gracias por decírmelo. —Era otro recuerdo que ella podría contener cerca de su corazón. Ambos se quedaron en silencio por un momento. —No me queda mucho tiempo como un ángel —dijo Dmitri finalmente—. Cada día mis sentimientos por ti se vuelven más intensos. Cuanto más pasa, más plumas caen. —El cumplimiento de tu misión va a arreglar todo, ¿no? —Se mordió el labio inferior—. ¿Vas a volver a ser como eras antes? —Creo que sí. —Las cejas de Dmitri se fruncieron. —Entonces eso es todo. —Dejó escapar un suspiro enorme—. Lo primero que voy a hacer cuando volvamos a Chicago será encontrarme con Trevor. Le pediré estar en una relación conmigo. Dmitri hizo un sonido ahogado desde la parte posterior de su garganta. Podía entender su dolor. —No quiero estar con Trevor —dijo—. Solo te quiero a ti, pero si esta es la forma en que puedo ayudar a arreglar lo que está roto... —Lo sé. —Dmitri se miró las manos—. Es que es tan difícil de escuchar. Creo que no puedo verte ir con él. Voy a tener que quedarme atrás.

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—No quiero que veas de todos modos. —No creía que pudiera soportarlo—. Voy a tener que pedirle que esté conmigo, lo que te haría daño. —¿Por qué tienes que pedírselo? —preguntó Dmitri. —Si dice que no, entonces voy a tener que hacer lo que se necesite para hacerle decir que sí, rogar u otra cosa. —Incluso se postraría delante de él si tenía que hacerlo. Su orgullo no significaba nada si eso salvaba a Dmitri.

—No va a decir que no. —La mandíbula de Dmitri se apretó. —¿Cómo sabes eso? —Negó—. No he sido más que problemas para él. —He oído a Trevor hablar de ti con Katherine. Dijo que nunca le había gustado alguien tanto como tú le gustas. —Con un gemido, Dmitri se pasó la mano por el cabello—. A decir verdad, podría haber terminado hace semanas mi misión si le hubiera empujado un poco. Simplemente no quería. Las palabras dolían, a pesar de que debería haber estado feliz de que Trevor lo haría fácil para ella. Se dio cuenta de que iba a terminar con el hombre que Dios quería. ¿Tendría que darle un beso? ¿Tal vez sostener su mano? La idea de sostener la mano o besar a alguien más aparte de Dmitri le daba dolor de estómago. Quería a alguien que supiera a caramelo y fingiera echarla a los ríos. Quería a alguien que la hiciera sentir como si todo su cuerpo estuviera en llamas después de un solo toque. Quería a Dmitri. —Creo que va a ser fácil, conseguir que diga que sí. —Le dolía decir las palabras. —Sin lugar a dudas. —Una pluma cayó sobre la cama. —No puedo creer que realmente te vayas —susurró. —Hay una razón por la que los ángeles no deben enamorarse de los humanos —dijo Dmitri—. Los ángeles siempre tienen que decir adiós. Temblando, se quedó mirando el techo. —Tengo una pregunta acerca de eso. ¿Alguna vez te preguntaste por qué se nos permitió enamorarnos? —Se sentía como si algo grande y desagradable nadara en su estómago—. ¿Crees que Dios se equivocó? —Dios no comete errores. —Incluso ahora, Dmitri no dudada de confiar en Dios. —Entonces, ¿por qué nos sentimos de esta manera el uno por el otro? —No podía entenderlo. —No lo sé. —Dmitri tragó—. Simplemente no lo sé. Desearía saberlo. No se sentía justo. El amor no correspondido era una cosa. Perder a alguien que amaba, era otra. Le dolía tanto que no podía moverse.

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Dmitri le tocó la mano. —Tengo que ir a dar un paseo. —Los ojos de Dmitri estaban tormentosos una vez más—. ¿Vas a estar bien? —Creo que sí. —Consiguió asentir. —Bien. —El ángel se puso de pie y se dirigió a la puerta.

Una vez que salió de la habitación, más lágrimas rodaron por sus mejillas antes de que pudiera detenerlas. Estúpidas emociones. Estúpida vida. Estúpido

todo.

*** Chloe se puso bajo el chorro de agua caliente y se enjabonó el cabello. Ya que estaba tan distraída, no podía recordar si se trataba de la primera o segunda vez que se había lavado. Antes de que se quedara sin champú, gimió y cerró el grifo. Cuando salió de la ducha, se envolvió en una toalla mullida y se quedó mirando su reflejo. Cielos, se veía horrible. Por supuesto, había estado diciéndose eso a sí misma desde hacía días. No creía que eso fuera a cambiar. Sollozando, agarró el cepillo de su bolsa de aseo. Mientras se cepillaba el cabello como vengándose, oyó algo deslizarse. Luego varios vidrios romperse.

¿Qué diablos es eso? El cepillo se deslizó fuera de sus dedos y cayó al suelo. Se precipitó desde el cuarto de baño, agarrando la toalla contra su cuerpo. Cuando llegó al final del pasillo, vio a Dmitri de pie en la cocina, con la respiración entrecortada. Siguió su mirada al suelo, horrorizada. Fragmentos de vidrio cubrían el azulejo.

¿Ha arrojado platos? Se irguió, preguntándose qué diablos estaba pasando. —¿Qué pasó? —Los platos no se rompen solos. —Nos traje comida china para la cena, pero olvidaron agregar la salsa de soja. —Dmitri negó, con la mandíbula tensa—. ¿Quién puede comer comida china sin salsa de soja, eh? ¿Por qué siquiera lo preguntan? ¿Por qué no solo lo ponen en la estúpida bolsa? Dmitri pateó uno de los fragmentos y ella se estremeció. Su reacción le llamó la atención y él luchó por mantener sus sentimientos bajo control. —Lo siento —dijo—. No deberías haber visto eso. Por un momento, no dijo nada. Sabía que su reacción no era por la salsa de soja en absoluto. El ángel estaba enojado con su situación y tal vez incluso con Dios. Nunca se había dado cuenta, pero Dmitri era siempre el que la consolaba. Solo lo había visto romperse una vez, cuando había golpeado a Trevor en la nariz. Debería haberse dado cuenta de que tenía grandes emociones dentro de él, incluso aunque tratara de ocultarlas.

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—Lo siento mucho —repitió Dmitri, su voz sonaba más débil de lo que nunca la había oído—. Como te puedes imaginar, rompí los platos de tu madre. —Oh, Dmitri... —Suspiró. Tragando, entró en la cocina, ni siquiera preocupándose por los fragmentos de vidrio en el piso. Dmitri la necesitaba ahora, al igual que ella lo había

necesitado antes. No iba a decepcionarlo, aunque estuviera empapada y vestida solo con una toalla blanca y esponjosa. —No vengas por aquí. —Trató de mantenerla lejos—. Vas a cortar tus pies. No quiero que te hagas daño por mi culpa. Demasiado tarde. Ya estaba haciéndose daño. Al menos, su corazón estaba dañándose. —Estoy bien —dijo, dando un paso justo sobre el vidrio. Llegó a su lado. Sin dudarlo, envolvió sus brazos alrededor de la cintura de Dmitri. El ángel se tensó por un momento, luego se relajó en sus brazos. A pesar de que ni lloró ni negó, sabía lo enojado y triste que estaba. Eso la mataba. —No debería haber roto los platos —dijo Dmitri—. Solo lo hice porque todo va mal. —Está bien. —Le acarició la espalda—. Esos platos eran feos de todas formas. —Le compraré unos nuevos a tu mamá —dijo Dmitri. —No se dará cuenta que se han ido. —Su madre tenía un montón de platos. Gimiendo, la apretó con fuerza. Deseó poder ayudar a aliviar su sufrimiento, pero por desgracia, ni siquiera podía aliviar el suyo propio. ***

Chloe estaba parada en medio de un bosque. Los árboles verdes se alzaban por encima de ella, envolviéndola en las sombras. Una extraña melancolía atacó su corazón. Se sentía como si le faltara algo. Algo importante. Le tomó solo un momento darse cuenta de qué era ese algo. Extrañaba a Dmitri. El ángel se suponía que era su guardián y lo quería a su lado. Entonces recordó que había desaparecido de su vida para siempre. Con su corazón ardiendo, dio un paso adelante. Una bestia gruñó en la distancia, poniéndola al borde. No solo estaba sola, sino que también estaba en peligro. Oyó al follaje moverse detrás de ella. Entonces se dio la vuelta, miró a través de la oscuridad, desesperada por ver lo que había hecho el ruido. No vio nada.

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Pero eso no significaba que nada estuviera allí. No corrió, a pesar de que anhelaba tomar vuelo. En vez de eso siguió caminando, echando miradas de preocupación sobre su hombro mientras lo hacía. Fue solo cuando se volvió hacia la esquina que vio un par de ojos enormes y bestiales. Dejó escapar un grito de miedo y se tambaleó hacia atrás. Un oso del tamaño de una camioneta saltó en frente de ella, gruñendo.

Por un momento horrible, no podía moverse. Fue entonces cuando el oso gruñó por primera vez. El sonido era tan fuerte que penetró en su núcleo. En ese momento, finalmente recordó que tenía piernas. Si se quedaba dónde estaba, entonces el oso iba a comerla viva. así.

Tenía que hacer lo que cualquier otra mujer cobarde haría en una situación Gritó y corrió por su vida.

El oso corrió tras ella, gruñendo con cada paso. A pesar de que estaba corriendo tan fuerte como podía, la alcanzó en tres zancadas y se estrelló contra su espalda. El dolor recorrió su espalda mientras volaba al suelo. Sus colmillos fueron lo último que vio antes de que todo se volviera negro. Chloe despertó, confundida acerca de por qué estaba tirada en el suelo. Dolores punzantes pasaron por su espalda media. ¿Cómo había acabado en el piso? En su dolor y confusión, se tambaleó sobre sus pies y vio al ángel que estaba en su cama. Tenía las piernas muy abiertas, dando a entender que la razón por la que había caído al suelo era porque él la había echado de ahí. —Dmitri. —Se arrastró sobre la cama y agarró las mantas—. Despierta. Dmitri gruñó. Mientras sacaba las mantas de su cara, toda la irritación por el hecho de que había sido expulsada de la cama había desaparecido. El ángel estaba enfermo de nuevo. Su rostro estaba cubierto de sudor y le castañeteaban los dientes, a pesar de que estaba caliente la habitación. Extrañas venas azules cubrían su piel, haciendo un intrincado mapa sobre su carne. ¡Oh, no! Esto no está sucediendo. Oró porque este no fuera el día en que Dmitri caería. Mientras pasaba los dedos por el cabello rubio húmedo en un intento por calmar al ángel, gimió. Entonces empezó a removerse. Su espalda se arqueó mientras se sacudía y terribles gemidos escaparon de sus labios pálidos. Plumas cayeron de la nada, como una ducha sobre la cama. Antes de que Dmitri se enfermara, esperaba que el ángel cayera sin dolor y rápidamente. Nunca había esperado el lento arrastrar de las manos de la agonía robando sus poderes, uno por uno. Esto era mucho peor que cualquier cosa que hubiera podido imaginar.

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Por favor, que esté bien. Agarró su mano. No dejes que caiga aún. No. Lo amo demasiado. El ángel se movió una última vez. Una gota de sudor le corría por la frente mientras yacía en el colchón, sin vida. Se acostó a su lado y le tocó el pecho agitado, demasiado sorprendida como para incluso llorar. Lo único que podía

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hacer era mirarlo fijamente, sintiéndose como la persona más débil en el mundo por no ser capaz de ayudar a quien le importaba.

Veintidós D

mitri se despertó a las seis y media de la mañana. Cuando sus ojos se

abrieron, ella dejó escapar un grito de alegría. Ayer por la noche, había estado más asustada de lo que había estado en toda su vida. Estaba tan contenta de verlo despierto. —Chloe... —Dmitri giró su cabeza hacia ella, con sus ojos grises oscuros. —Buen día. —Ella forzó una sonrisa—. Tuviste una noche movida. —Me duele el cuerpo. —El ángel pasó los dedos sobre su pecho—. Se siente como que me metí en una pelea con el propio Leviathan. ¿Qué pasó? —¿No lo recuerdas? —La situación era peor de lo que ella pensó—. Estuviste convulsionando la mitad de la noche. —¿Te quedaste conmigo? —preguntó Dmitri. —Por supuesto. —¿Qué, creía que lo dejaría medio convulsionando para ir a tomar una cerveza en un pub? —Gracias. —Dmitri hizo una mueca y se sentó, agarrando su brazo—. Cielos. No pensé que caer doliera tanto. —¿Todavía eres un ángel? —Barrió sus manos a lo largo de su brazo como si ella pudiera decirlo por el tacto. —Sí. —Dmitri asintió—. Pero apenas.

Apenas. Eso no era bueno. —Tenemos que ir a casa. —Ella bajó la cabeza—. No voy a arriesgarme a que caigas. Tengo que terminar la misión. —Pero tu papá…

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—Mi padre está en camino de recuperarse. —Aunque se sentía muy mal por dejarlo ahora, Dmitri la necesitaba para sanar—. Voy a reservar un vuelo de regreso a Chicago para mañana. Asegúrate de que tienes todo empacado. Por un momento ella se quedó en silencio. Esto realmente significa que su tiempo juntos estaba llegando a su fin. Ambos suspiraron al unísono. Cuando él se

extendió hacia ella, ella cayó en sus brazos, sin importarle que él apestara a sudor y enfermedad. *** Esa tarde, Chloe se quedó fuera de la habitación de hospital de su padre. Estaba nerviosa acerca de decirles a sus padres que iba a casa mañana, aunque sabía que lo entenderían. Los amaba tanto que no quería que pensaran que era una mala hija. Con un suspiro tembloroso, abrió la puerta. Ruidos se derramaron desde el interior. Se alegró de oír a su padre despierto, y lo suficientemente bien como para pelearse con su mamá. Por un momento se quedó fuera, solo escuchando. —Vas a comer esta comida y eso es todo —dijo su mamá—. No tuviste un ataque al corazón porque comiste demasiadas verduras. Tuviste un ataque al corazón debido a que comiste demasiada basura. —No, tuve un ataque al corazón porque tú me das lata todo el tiempo — gruñó su padre. —Qué horrible —dijo su mamá—. Di algo como eso una vez más y te mataré. —Esto es lo que quiero decir. —Su padre suspiró—. Siempre estás amenazando con matarme. Por supuesto, mi corazón se está quedando sin jugo… Con el ceño fruncido, Chloe finalmente entró en la habitación. Sus padres estaban muy ocupados discutiendo que no parecieron darse cuenta que estaba allí. —Tu corazón se está quedando sin jugo porque consumes la mitad de un bizcocho de un bocado —interrumpió su mamá—. Ahora come tus guisantes antes de que llame a la enfermera Natalie. —No a la enfermera Natalie —gruñó su padre, con el tenedor en la mano—. Ella hace que Atila el Huno parezca femenino. Su madre le golpeó encima de su cabeza. —Auch. —Su padre frunció el ceño—. Estoy en el hospital. ¿Cómo puedes pegarme? —Cuenta tus bendiciones. —Su madre se tronó los nudillos—. Si te lastimo, entonces el médico vendrá en un momento a repararte.

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Su mamá en realidad nunca le había hecho daño a su padre. Sin embargo su padre parecía que iba a discutir más y Chloe necesitaba tener una conversación seria con ellos. Ella se aclaró la garganta. —Tarro. —Su madre se llevó la mano al pecho—. No te había visto. —Anúnciate la próxima vez. —Su padre se movió en la cama, haciendo una mueca. —Lo siento. —Ella jugueteó con sus pulgares—. ¿Cómo te sientes, papá?

—Me siento como me sentí después de la pelea de bar de 1992, como el infierno. —Su padre encogió sus hombros carnosos—. Y no es que vaya a mejorar rápidamente con este tipo de comida. Mírala. Su padre apuñaló un pequeño trozo de pollo que estaba en su plato. Al parecer, el hospital ya lo había iniciado en una dieta especial. Su padre comenzó: —Tarro, alguna posibilidad de que vayas a la cafetería a buscarle a tu papá un pedazo de pastel. Con el ceño fruncido, su mamá le dio un manotazo en la parte posterior de la cabeza de nuevo. —No uses a tu hija así —dijo. —¿Por qué eres tan mala? —Él le hizo pucheros a su esposa. —No soy mala. —Ella le pinchó en el hombro—. Esto es amor duro. De ahora en adelante, no más pastel, no más patatas fritas, y no hay más albóndigas grasosas en salsa cremosa. Vas a tener frutas y verduras. No voy a pasar por esto otra vez. —Oh, Margie —se quejó su papá, incluso mientras sus ojos brillaban con afecto.

Dmitri y yo nunca tendremos la oportunidad de ser así. A pesar de que sus padres discutían, el amor entre ellos era evidente, incluso después de tantos años de matrimonio. Podía imaginarlos a Dmitri y a ella así dentro de muchos años, discutiendo acerca de la comida y todo lo demás. Pero no lo harían. El pensamiento atravesó su corazón como un cuchillo. Sin embargo, tenía que hacer lo que tenía que hacer. —Necesito hablar con ustedes —dijo. Sus padres todavía se miraban el uno al otro y no le hicieron caso. —¡Chicos! —gritó. Ambos padres levantaron la vista. —Baja la voz, Tarro —la regañó su mamá—. Este es un hospital. —Sí, casi me dio un ataque al corazón otra vez. —Con el ceño fruncido, su padre se llevó la mano al pecho.

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Al menos tenía su atención ahora. Ella respiró de manera profunda y estremecedora. —Tengo que ir a casa mañana —dejó escapar ella. La sonrisa se deslizó fuera de la cara de su padre.

—¿Mañana? —Su padre amasó su pecho ahora como si su corazón realmente le doliera—. Pero apenas he llegado a verte. Pensé que tendríamos al menos un poco de tiempo juntos antes de que tengas que ir a casa. —Sí, Tarro. —Su madre asintió—. Pensé que habías planeado quedarte hasta que tu padre fuese dado de alta del hospital. Quería quedarse. Desafortunadamente, no podía. —Lo siento. —Ella dejó escapar un suspiro—. Es una emergencia. Incluso por sus padres, no podía dejar a Dmitri caer. Sabía que estaba haciendo lo correcto al irse ahora, incluso si a sus padres no les gustaba. —¿Qué pasa, Tarro? —Su madre dio un paso hacia ella—. Nunca te he visto tan triste antes. Nunca había estado tan triste antes. Incapaz de responderle a su madre, se volvió hacia su padre. —Por favor entiende. —Ella se encogió de hombros—. Te amo. Me gustaría poder quedarme. —Está bien. —La decepción de su padre era evidente, pero asintió de todos modos. —Lo siento mucho. —Ella inclinó la cabeza. —Te dije que está bien y lo digo en serio. —Su papá se relamió los labios de nuevo—. Sé que no te irías sin una buena razón. Con el ceño fruncido, el hombre colocó su tenedor en la bandeja delante de él, su comida olvidada. —Margie, ¿irías a buscar a la enfermera después de todo? —preguntó. —¿Por qué? —Su madre parecía inquieta—. ¿Estás bien? No vas a tener otro ataque al corazón, ¿verdad? En pánico, ella se apresuró al lado de su padre. Afortunadamente, el hombre negó. —No voy a tener otro ataque al corazón —gruñó su padre—. Solo dile a la mujer que tengo un ligero dolor de cabeza. —Bien. —Su mamá lo escrutó, pero salió de la habitación.

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En el momento en que la puerta se cerró detrás de su mamá, su papá dio un suspiro de alivio. —Eso debería comprarnos un poco de tiempo a solas. —Su padre frunció la nariz—. Sé que es un hecho que la enfermera está en su hora de almuerzo, así que tu mamá va a estar buscándola durante mucho tiempo. ─¿Por qué hiciste eso? —Se sorprendió de que él la engañara.

—Amo a tu mamá, pero ya sabes cómo es. Si le pidiera que me dejara hablar contigo a solas, ella o haría un agujero en mis oídos o escucharía en la puerta — dijo su padre—. Además, esa mujer no podría guardar un secreto incluso si sus labios estuvieran sellados. Aun mientras decía las palabras, su padre sonrió con cariño como adorando la intromisión de su mamá. El dolor se apresuró de vuelta otra vez al recordar al ángel que pronto estaría extrañando. Él era entrometido también. Aun así, ella tenía que ser fuerte. No quería que su papá notara lo mucho que estaba sufriendo. —¿Por qué necesitas hablar conmigo a solas? —Ella levantó una ceja. —Tienes que irte debido a ese hombre, ¿no? —Su padre la miró fijamente—. No he olvidado la forma en que lloraste. La sangre se le heló. ¿Qué demonios se suponía que debía decir? Por un momento fugaz, contempló meterse debajo de la cama, como solía hacer cuando tenía ocho años y estaba en problemas. Por desgracia, era una adulta ahora. Por mucho que quisiera esconderse debajo de la cama, no podía. Decidió que tenía que ser honesta. Por lo menos, hasta cierto punto. Después de todo, nunca podría admitir que Dmitri era un ángel o de lo contrario estaría encerrada en un hospital psiquiátrico. —Sí, se trata de Dmitri. —Se mordió el labio inferior. —¿Cuál es el problema? —Su papá la observó fijamente—. Si él está lastimándote, voy a golpearlo hasta que no pueda recordar el nombre de sus propios padres. —No. —Cargar la culpa de toda esta situación a Dmitri era exactamente lo que no quería—. Él no me ha hecho nada. Dmitri es... es... Ella se quedó en silencio. —¿Es, qué? —Su padre la miró, con los ojos entrecerrados. —Él es la persona más increíble que he conocido —susurró—. Me hace reír, me reta y me protege. Nunca he conocido a nadie como él antes.

Y nunca lo haré de nuevo. Al principio su padre no dijo nada. En su lugar, solo la estudió, observando su reacción. Ella nunca lo había visto hacer eso antes.

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—Estás realmente enamorada de ese hombre, ¿no es así? —dijo su papá. Las palabras la hicieron quedarse sin aliento, pero asintió. Era extraño, hablar de la situación con su padre. Él normalmente no era de los que hablaban de romance. No es que ella alguna vez haya tenido algo romántico para hablar con él antes. —Casi desearía que fuera un fiasco, así podría matarlo. —Su padre negó.

—Papá... —Ella rodó los ojos. —Lo siento. —Él hizo una mueca y se pasó la mano por la cabeza—. Eso es simplemente difícil. Aún te veo como una niña de cinco años. —Me gustaría poder tener cinco de nuevo. —Se hundió en la silla junto a su cama—. Todo era mucho más simple entonces. No tendría que lidiar con un problema como este. Cuando tenía cinco años, el único hombre al que amaba era su papá. Su vida había sido inocente y despreocupada. —¿Cuál es el problema con este tipo, entonces? —Su padre la miró fijamente—. Si él no está siendo un completo idio… —¡Papá! —lo interrumpió. —Bien. Si el tipo no está causando problemas, entonces ¿qué pasa? — preguntó—. Tú lo amas y él te ama. ¿Por qué tienes que dejarlo ir? —Estar juntos va a lastimarlo a largo plazo. —Trató de expresarlo correctamente—. Nos amamos, pero no estamos destinados a estar juntos. —¿Quién lo dice? —preguntó.

Solo lo dice el ser más poderoso en la existencia. —Supongo que se podría decir que su padre tiene una muy fuerte decisión contra nosotros. —¿Eso fue una mentira? Dios era su padre, ¿no? —¿Es eso todo? —Su padre levantó una ceja—. Eres una Molloy. ¡Tienes que ser más fuerte que esto! Puedes enfrentar el problema y hacerte cargo. Tan fuertes de voluntad como los Molloy eran, dudaba que Dios fuera a estar impresionado por su terquedad. —Papá, no es así de simple. —Suspiró. —Pero es así de simple. —Su padre rodó los ojos—. Es como con tu madre. Ella pensó que era un fiasco y me rechazó cada vez que la invité a salir. Todos los chicos me molestaban por ser rechazado. Esos mismos hombres se estaban ahogando cuando les entregué las invitaciones a mi boda. Si hubiera dejado que algo se interpusiera en el camino de amar a tu madre, no estarías aquí en este momento. Pero no me rendí y tu mamá se enamoró de mí. —Eso es diferente —exclamó ella.

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—No lo es —dijo su papá—. Quieres a este hombre, ¿verdad? Pero su padre es un dolor en el… —¡Papá, no! —Ella no quería que sin saberlo, insultara a Dios. —¿Desde cuándo has estado en contra de maldecir? Casi eres tan mala como yo. —Su padre levantó una ceja—. De todos modos, como iba diciendo, ¿te has

tomado la molestia de hablar con el padre de este hombre todavía? ¿Has tenido una conversación con él? —Bueno, no. —Se mordió el labio inferior. —No es de extrañar que estés teniendo problemas. —Su padre se frotó el pecho, como si tuviera dolor—. Ni siquiera has tenido una conversación adecuada. Quiero que vayas con el padre de este tipo y le digas: “Mire. Estoy enamorada de su hijo”. Si él dice que no quiere que estén juntos, entonces habla con él día tras día hasta que esté tan impresionado que ceda. En el mundo de su padre, todo era blanco y negro. —¿Y bien? —Su padre la miró fijamente—. ¿Vas a intentarlo? —Lo pensaré. —Si solo pudiera hacer lo que sugirió su padre. —No, no sea vagas. —Su padre negó—. Lo harás. Luego, cuando soluciones el problema que este hombre y tú tienen, vas a volver a Irlanda a visitarme con una sonrisa en tu cara. Ninguna hija mía se va a ver tan deprimida mientras estoy cerca, ¿entendido? —Entendido, papá. —Asintió. Su padre la miró con tanto amor en sus ojos que no se atrevió a decirle que estar con Dmitri era imposible—. Gracias por el consejo. —Ni lo menciones. —Alargó la mano hacia ella—. Ahora dale a tu papá un abrazo. Casi me muero, ya sabes. —Lo sé. —Ella tenía lágrimas en sus ojos mientras se inclinó para darle un abrazo. Mientras él la abrazó con fuerza, dijo: —Ya que te di tan un buen consejo, ¿por qué no te escabulles a la cafetería y le traes a tu viejo una rebanada de pastel… —No, papá. —Se las arregló para darle una mirada severa, incluso en sus brazos. —Demonios. —Él dejó escapar un suspiro exasperado—. Estás del lado de tu madre.

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*** Esa noche, Chloe observó a Dmitri mientras permanecía de pie sin camisa frente al espejo. Furiosas líneas rojas se entrecruzaban en su espalda, estropeando su perfecta carne. Seguía siendo inhumanamente hermoso con su piel dorada perfecta y músculos tonificados, pero la carne hinchada estaba arrugada. Mientras lo estudiaba, tuvo que reprimir el impulso de hacer una mueca de dolor. Esto no era porque amara al ángel solo por su apariencia. Habría amado a Dmitri si de repente le brotara cabello de sus orejas y su rostro se convirtiera en una masa

arrugada. No, la razón por la que estaba molesta era porque eran sus acciones las que había empañado su hermosa belleza. Suspiró y se levantó de la cama. Cuando se puso de pie detrás de Dmitri, el ángel se dio la vuelta y la miró a los ojos. —Deberías ir a la cama —susurró él—. Tenemos que salir mañana muy temprano. —Lo sé. —Aun así, no quería dormir esta noche. Cada segundo era precioso para ella ahora—. Pero no quiero. —Te ves enferma —dijo Dmitri.

Mira quién habla. —Tú eres el que está enfermo. —Ella se cruzó de brazos—. No yo. —Estoy cayendo. —Él gimió—. No enfermo. —Eso es aún peor. —Al menos ella no estaba perdiendo su derecho al cielo—. ¿Es tan malo que quiera permanecer despierta contigo? El ángel tragó. —No. —Dmitri negó—. No es malo en absoluto. —Entonces vamos a permanecer despiertos toda la noche —dijo—. Vamos a hablar, a comer, lo que sea. No me importa. Puedo dormir más tarde, pero no puedo no...

… estar contigo. —Eso suena como una buena idea —dijo Dmitri. Ella agarró su mano y lo llevó hasta la cama. Cuando se acostó, Dmitri se estiró a su lado. Él extendió la mano y le acarició el cabello de la cara. —Me encantan tus pecas. Quiero contarlas todas. —Dmitri tenía una expresión desconcertante—. No sé por qué. Había infinidad de pecas en su nariz. —¿En serio? —Ella frunció el ceño—. Vas a tener que hacer eso cuando esté dormida. Si te me quedas mirando, enloquecería. —¿En serio? —Dmitri se acercó más, sus ojos como si quisieran salir de su cabeza. De alguna manera, él todavía se veía magnifico—. ¿Esto te hace sentir incómoda?

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Ella cerró los ojos, sintiendo como si su piel estuviera a punto de derretirse. —Basta. —Ella podía sentir el aliento de Dmitri en sus mejillas. El ángel tomó ambas muñecas y alejó sus manos de su cara. Ella levantó la vista y miró directamente a sus ojos sondeando.

—Oye —dijo él con voz entrecortada, haciendo la mejor imitación de un acosador. —Dmitri, bájate de mí. —Ella se retorcía debajo de él—. Eres espeluznante. —¿Lo soy? —La más extraña y horrible sonrisa cruzó su cara—. ¿Y ahora, mejillas dulces? —En serio, Dmitri. —Se retorció y pateó—. No más. En lugar de escuchar, Dmitri se inclinó más cerca, la siniestra sonrisa todavía en su rostro. —¿Qué tal un beso? —preguntó con la misma voz entrecortada. —De ninguna manera. —Ella arrugó la nariz. Dmitri cubrió su cara de besos. En algún punto, liberó sus brazos y ella se las arregló para golpearlo en la cabeza con una almohada. Mientras él fingió dolor, lo empujó y se sentó a horcajadas. Ella sabía que Dmitri la había dejado dominarlo, pero sentía una sensación ridícula de triunfo de todos modos. —¡Ja! —gritó ella, retorciendo la nariz—. Gané. —¡Ah, cielos. —Dmitri sonrió, con las manos en las caderas—. Supongo que sí. Esto debería haber sido el momento perfecto. Estaba con Dmitri, riendo y pasando un buen rato. Desafortunadamente, recordó entonces que todo iba a terminar mañana. Otra lágrima se deslizó fuera de su ojo. Apartó la cara y rodó hacia un lado de la cama, rezando que el ángel no la haya visto. —Por favor, no llores —dijo Dmitri. La había visto. Demonios. —No sé de lo que estás hablando. —Ella miró desafiante a la pared—. ¿Quién está llorando? —Tú. —Dmitri la obligó a mirarlo a la cara. Los dos se miraron el uno al otro. Ella suspiró, sabiendo que había sido atrapada. —Lo siento —susurró—. Sé que no debería estar así. —No lo sientas. —Él colocó un mechón de cabello detrás de su oreja. —Es que duele tanto. —Iba a llorar a gritos de nuevo. Maldita sea.

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—Lo sé —dijo. —Mi corazón se está rompiendo —dijo. —Sé eso también. —No quiero a Trevor. —Oh Dios, iba a hacer el ridículo.

Los labios de Dmitri se estrellaron en los de ella. Ella sabía que lo hizo porque él también estaba abrumado por el dolor. No estaba segura de cómo lo sabía, solo que lo sabía. A través de su beso, ella sintió su desesperación, su necesidad, su agonía. Era igual que con la cubierta de su madre. Cuando se estaba viniendo abajo en el exterior, Dmitri mantenía todo dentro hasta que liberaba su emoción en un alarde de fuerza. Y ella iba a dejarlo liberarla. No importaba que él la besara con tanta fuerza que sus labios le dolieran. Ella le permitió enredar sus dedos en su cabello y abrazarla con más desesperación de la que ella jamás había conocido. —Oh, Chloe. —La besó en la oreja, su mandíbula, su cuello—. Te voy a echar de menos más de lo que he extrañado a alguien en toda mi vida.

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Temblando, ella volvió la cara hacia la suya. Estaba abrumada por el gris salvaje de sus ojos. Extendiendo la mano, ahuecó su mejilla. En ese momento, tomó otra imagen mental, igual que en el puente. Ella guardó la imagen en su corazón. De esa manera, nunca lo olvidaría.

Veintitrés A

l día siguiente, Chloe abrazó a su mamá diciendo adiós en la sala de

estar. A pesar de que la piel de su madre había recuperado algo de su brillo anterior, observó qué delgada estaba. Deseó poder quedarse alrededor de sus padres para ayudarlos a regresar a su antigua salud, pero no podía. —Cuídate. —Suspirando, dio a su madre un último apretón. —Yo debería decírtelo —dijo su mamá—. No te ves muy bien, Tarro. A pesar de que había estado tratando de ocultarlo, su melancolía debió de reflejarse en su rostro. —Lo intentaré. —Se encogió de hombros—. Vigila a papá. Creo que comería la mitad de un bizcocho si tuviera oportunidad. —Puede bromear acerca de robar comida, pero creo que el ataque al corazón lo asustó más de lo que deja ver. —Su madre bajó la voz a un susurro secreto—: Ayer lo encontré comiendo brócoli para la cena por su propia y libre voluntad. —¿Papá comió algo verde? —Estaba impresionada—. Tal vez ha cambiado. —Espero que sí. —La ceja de su mamá se alzó—. Si lo atrapo con su mano en un pedazo de tocino, le voy a sacar los dientes. Se las arregló para esbozar una sonrisa, aunque era difícil. —Estoy segura de que puedes manejar a papá —dijo—. Dile lo mucho que lo amo. Ayer le había dado un abrazo cuando salió del hospital, pero no se había sentido como un adiós adecuado. Por desgracia, eran las cinco en punto de la mañana y las horas de visita comenzaban hasta las ocho.

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—¿Dónde está Dmitri? —preguntó su mamá. —Aquí —contestó Dmitri desde el dormitorio—. Estaba empacando algunas cosas. No lo creía ni por un segundo. El ángel solo le había estado dando a ella y a su mamá espacio para decir adiós.

—Sal. —Su madre golpeó el pie con impaciencia—. Quiero decirte adiós también. Dmitri entró en la habitación. Para su sorpresa, su madre lo abrazó. —Espero que vuelvas de nuevo —dijo su mamá—. Puedo decirte que a mi hija realmente le gustas. Asintiendo, Dmitri dio un paso atrás. Su madre le dio una palmadita en el hombro. Justo cuando Chloe estaba a punto de anunciar que era hora de irse, su teléfono sonó. Cuando miro el identificador de llamada, vio que la llamada era de Trevor. Le envió un mensaje hace diez minutos haciéndole saber que estaba volando a casa y quería volver a verlo en cuanto regresara. ¿Por qué estaba levantado a esta hora? Levantó una ceja, frunciendo el ceño. Fue entonces cuando recordó que era una hora diferente en Chicago. Miró vacilante al ángel y luego contestó el teléfono. —Hola. —Se coló en su dormitorio y cerró la puerta detrás de ella. —Hola. —Trevor sonaba exultante—. Acabo de recibir tu texto. Espero que no te importe que llame. —Está bien. —Lo necesitaba con el fin de ayudar a Dmitri. —Me alegro de que vuelvas a casa —dijo—. ¿Necesitas que alguien te recoja en el aeropuerto? —Mi coche está en el estacionamiento. —Solo podía rezar para que todavía estuviera allí. El garaje de estacionamiento del aeropuerto no era el lugar más libre de crimen—. Debería estar bien conduciendo a casa. —¿Segura? —preguntó Trevor—. Podría tomar mi Audi. Sé que amas la atención. Le tomó un momento darse cuenta que se estaba burlando de ella acerca de lo del Audi. Hoy no era el día para bromas, pero fingió una risa de todos modos. Necesitaba al otro hombre de buen humor. —Creo que estaré feliz en mi viejo coche, muchas gracias. —Vaciló—. Debo estar en Chicago a principios de la tarde. ¿Quieres que nos veamos esta noche?

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A pesar de que sabía que era importante que él dijera que sí, gritó en su mente, ¡Di que no! ¡Solo di que no! Si Trevor no tenía tiempo para ella, entonces tendría una excusa para aferrarse a Dmitri un poco más de tiempo. Por supuesto, aquel par de horas podrían ser perjudiciales para el ángel. —Me encantaría hacer algo cuando regreses —dijo Trevor—. ¿Segura que no estarás demasiado cansada? No tenía duda de que estaría cansada. Dios, ya estaba agotada. Dmitri y ella habían pasado toda la noche besándose hasta que sus labios se agrietaron.

—Estoy cansada, pero quiero verte. —Odiaba mentir así. —Genial. —Trevor se detuvo—. ¿Qué tal si nos vemos a las seis? Puedo recogerte en tu casa. No quiero que te esfuerces conduciendo cuando estás muy cansada. —Te veré enfrente del edificio. —Ahora estaba terminando oficialmente la misión de Dmitri y dolió como un puñetazo en el corazón. —Me alegro de que quieras verme —dijo Trevor—. He echado de menos tener a alguien con quien comer. —Me conoces. —Se apoyó contra la pared—. Como todo a la vista. Ahora que necesitaba urgentemente un atracón de comida, estaría aún más voraz. Probablemente terminaría su propia comida y la mitad de la de Trevor. —Sí, me encanta eso de ti. —Trevor se rió entre dientes—. Por cierto, ¿tu papá está bien? —Lo está haciendo bien. —Ayer había sido lo suficientemente locuaz—. Es por eso que he decidido volver a casa. —Me alegro de que lo esté haciendo mejor. —Trevor se detuvo. Un incómodo silencio cayó. —¿Estás ahí? —Ella frunció el ceño ante sus manos temblorosas. —Me preguntaba si estás bien —dijo Trevor finalmente—. Parece haber algo mal con tu voz.

¿Quieres decir que suena como si estuviera conteniendo las lágrimas? —No pude dormir mucho, eso es todo. —Se encogió de hombros—. El día antes de un vuelo nunca puedo dormir. —Solía ser de esa manera antes de volar, pero ahora viajo en un avión privado. —Trevor se rió entre dientes—. Es tan cómodo que nunca estoy nervioso. —Olvidé que eres rico. —¿Un avión privado? ¿En serio? —Síp. —Trevor sonaba divertido. —Tarro, vas a perder tu vuelo —llamó su mamá—. Sabes lo pesado que es el tráfico en Dublín. —Será mejor que me vaya. —Ya había hablado más de lo previsto—. Nos vemos más tarde.

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—Adiós —dijo Trevor—. Que tengas un buen vuelo. —Lo haré. —No era el vuelo lo que más temía—. Adiós.

Cuando regresó a la sala, se encontró con los ojos de Dmitri. El ángel se le quedó mirando con una expresión afligida y supo que con sus sentidos de ángel, había oído cada palabra de lo que había hablado con Trevor. *** Chloe apoyó la cabeza en el hombro de Dmitri mientras el avión sobrevolaba el océano. No podía dejar de mirarlo, aunque sabía que era espeluznante. Cada vez que casi se quedó dormida, se obligó a salir del estupor, solo para poder estudiar el rostro del hermoso ángel. Tomó su mano y pasó los dedos por su piel suave. —¿Alguna vez has notado que nuestras manos encajan perfectamente juntas? —preguntó. —No son solo nuestras manos las que encajan perfectamente juntas. — Apoyó la mejilla contra su cabeza—. Encajamos perfectamente juntos en casi todos los sentidos. Estaba en lo cierto. Una triste sonrisa se dibujó en su rostro. —Cuando volvamos a casa, vamos a tener que decir adiós para siempre ―dijo. —Lo sé. —La voz de Dmitri se rompió. Sonaba como si estuviera ahogándose—. No es demasiado tarde, ya sabes. Puedo dejarlo todo. Perder mis poderes no es nada comparado a perderte. —Nunca podría vivir conmigo misma si lo haces. —Aunque estaba teniendo sus dudas de si podría vivir con ella misma, incluso ahora. —Lo sé. —Dmitri dejó escapar un suspiro de dolor. —¿Crees que alguna vez nos veremos otra vez? —Se aferró a él con más fuerza. —No lo sé. —Dmitri miró sus manos entrelazadas—. Después de que me vaya, habrá consecuencias. —¿Consecuencias? —Se enderezó, horrorizada. Nunca había pensado que él estaría en problemas—. ¿Vas a ser castigado?

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—Por supuesto. —La mandíbula de Dmitri se apretó—. En el momento en que mi misión sea completada, voy a llamar al cielo para una audiencia con Dios. Él me dará mi castigo por meter la pata. Probablemente voy a ser degradado y no seré capaz de visitar la tierra por los próximos cien años. Y... lo más probable es que se me prohíba verte para siempre. —No. —¡Qué cruel!—. Él no haría eso. Dios se supone que es compasivo y misericordioso. —Dios es bondadoso, misericordioso y justo —resumió Dmitri—. Desde el punto de vista de un tutor, cometí un gran error. Hace un par de años, hubo otro

ángel tonteando con un humano. Cuando regresó al cielo, Dios estaba tan enojado que no se le permitió ser un guardián nunca más. —Oh no —susurró—. Lo siento mucho. —No lo hagas —Dmitri negó—. Tengo fe en que Dios va a ver el amor por ti en mi corazón. Dios no es cruel. Él no me dará nada que no pueda manejar. Lo único que tengo miedo de que no pueda manejar es... —¿Qué? —Ella nunca le había oído decir que tenía miedo de algo antes. —Perderte. —Suspiró y miró hacia otro lado. *** A las dos de la tarde, Chloe se dirigió a su apartamento remolcando a Dmitri. Cuando se detuvo en la sala de estar, lo único que podía pensar era en todas las veces que había estado con el ángel en este lugar. Se preguntó si los recuerdos serían una bendición o una maldición después de que el ángel se fuera. —¿Quieres desempacar? —preguntó. —No —dijo ella sin dudarlo. —¿No? —Él levantó una ceja. —Desempacar puede esperar hasta más tarde. —Sacudió la cabeza—. En este momento, quiero pasar cada segundo contigo. —Eso no suena como una mala idea. —Con una pequeña sonrisa, le puso las manos en las caderas—. ¿Qué crees que podemos hacer? Su estómago rugió con avidez, respondiendo a la pregunta por ella. —Vamos a hacer el almuerzo —dijo, después de haber escuchado el rugido de su estómago—. Creo que puedo manejar eso. ¿Qué quieres que haga? —Vamos a cocinar juntos. —Tomó su mano—. Y podemos tener lo que quieras.

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Los dos se dirigieron a la cocina, haciendo un último y hermoso recuerdo.

Veinticuatro C

hloe sentía una nueva simpatía por Cenicienta. Cuando el reloj dio las seis

y anunció que su tiempo con Dmitri había terminado, sintió como si su corazón saliera de su pecho. Trevor llegaría en cualquier momento, poniendo fin a su cuento de hadas. El corazón se le trabó mientras ella y el ángel se quedaron mirándose el uno al otro. La tristeza que llenaba la habitación era tan poderosa que podía saborearla. Este era el final. Tendrían que decir adiós. Sayonara. Ciao. Y no podría tener más roto su corazón. Oyó sonar su teléfono celular y sabía que era Trevor. Con los ojos todavía sobre Dmitri, respondió la llamada. —Hola. —Si se trataba de un vendedor por teléfono, destrozaría a la persona en pedazos. —Hola, estoy aquí —dijo Trevor. —Estaré abajo en unos minutos —dijo. —Puedo subir por ti. —Parecía ansioso. —No —habló con firmeza, no dando lugar a discusión—. Bajo yo. Antes de que el otro hombre pudiera decir incluso adiós, cortó la llamada. Dmitri dio un paso hacia ella y puso sus manos sobre sus hombros. Contener las lágrimas cuando miró la cara del ángel por última vez fue lo más difícil que había tenido que hacer. —Eres la persona más terca que he conocido... —Dmitri hizo una pausa—. Y te amo.

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—Eres el ángel más irritante que existe. —Estudió su rostro—. Pero también te amo. En un segundo, Dmitri tiró de ella contra él y capturó sus labios una última vez. Ella no se guardó nada. En cambio, derramó todo su corazón y alma en el ángel. La intensidad de sus labios sobre los de ella hizo sus piernas débiles, pero él la sostuvo con sus fuertes brazos. Todo lo que quería era sentir cada centímetro de él contra ella. Por eso se aferró como si fuera una mujer muriendo de hambre y él su comida.

Dmitri respondió del mismo modo, gimiendo contra su boca y agarrándola con tanta fuerza que dolía. Ninguno de los dos rompió el beso, a pesar de que sus pulmones ardían. Romperlo significaba dejarlo ir y no volver a verse el uno al otro de nuevo. Este beso era sobre aferrarse, sobre estar juntos hasta el último segundo. Por eso no se sorprendió cuando el ángel la sostuvo por la parte posterior del cuello, manteniendo sus bocas durante el mayor tiempo posible. No es que él tuviera que hacer eso. Lo único que anhelaba era empaparse del ángel. Quería sentir su aliento, que estallara en su nariz. Quería disfrutar de la rugosidad de sus dedos al tocar su piel con implacable urgencia. Sus manos se movían por todas partes… por su espalda, por sus brazos, sobre sus muslos. Ella no quería liberarse de su toque, que era tan abrasador como una ola de fuego y sin embargo tan dulce como una brisa de primavera. Entonces sonó su teléfono en el bolsillo. Era Trevor, sin duda. El beso, su último adiós, había terminado. No estaba segura de quién dio retrocedió primero, si él o ella. Lo único que importaba era hacerlo. Miró al ángel y sabía que nunca volvería a verlo. —Adiós, Dmitri —susurró—. Nunca te olvidaré. A esto, no dijo absolutamente nada. Pero, realmente no era necesario. *** Chloe no tenía idea de cómo terminó en un restaurante sentada frente a Trevor. No recordaba salir de su apartamento o subir a su auto. Su mente era un mar de enorme confusión, pero fue sorprendentemente fácil no llorar. Eso no era porque no quisiera llorar la pérdida de Dmitri. Fue porque estaba entumecida hasta la médula, nunca pensó que fuera posible hasta ese momento. Mientras ella luchaba para mantener la respiración, Trevor hablaba y hablaba, pero no podía entender lo que estaba diciendo. Entonces él no estaba hablando más y se dio cuenta de que él esperaba que dijera algo. Trató de recordar de lo que había estado despotricando. Por más que lo intentaba, no podía recordar. Había estado en otro lugar cuando estaba divagando. Un lugar donde solo ella y Dmitri existían. Por eso, con todo su ingenio, ella respondió a su pregunta misteriosa con su mundo destrozado: —Sí.

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La respuesta funcionó y Trevor comenzó diciendo tonterías de nuevo. A pesar de que no quería nada más que meterse en una esquina y acurrucarse como un niño pequeño, se obligó a escuchar a Trevor, sabiendo que aún tenía que hacer la tarea más importante asignada a ella, tenía que pedirle que sea de ella… con fin de enviar a Dmitri de regreso al cielo donde pertenecía.

—Le dije a Katherine, ¿por qué diablos iba yo a querer hacer eso? —Trevor parloteaba—. Me gusta Roma, pero no quiero comprar una mansión cara para poder estar en la portada de una revista. Es ridículo lo que esa mujer está dispuesta a hacer por publicidad. —Ridículo —repitió ella. ¿Acaso Trevor siquiera sabía cómo sonaba, hablando de una revista cuando su corazón estaba hecho pedazos? ¿A quién le importaban las casas o cualquier otra cosa para el caso? —La semana pasada, Katherine quería que apareciera en alguna fiesta de premios sin ninguna razón también —suspiró—. Solo voy con sus ideas locas a veces, pero eso es porque ella es muy buena. Esto es solo un rumor, pero he oído que ella estaba enamorada mí. —Enamorada —repitió ella de nuevo. —Sí. Menos mal que lo superó. No podría tener una manager interesada en mí. —Trevor dejó de hablar el tiempo suficiente para notar la expresión de su cara—. ¿Estás bien? —Sí. —Se quedó rígida en su asiento. —¿Estás segura? —Trevor dudó—. Te ves... verde.

¿Verde? Se llevó la mano a la mejilla, como si pudiera sentir un color. Descubrió que su piel estaba húmeda y fría. Mientras se mordió el labio inferior, Trevor extendió la mano y la apretó contra su frente. Su palma se sentía mal contra su rostro, pero ella lo soportó. Tenía que hacer lo que se suponía antes de acobardarse y salir corriendo a Dmitri como una bruja sin corazón que solo se preocupa por sí misma. —Trevor, creo que tenemos que hablar. —Le tomó la mano. El hombre se quedó inmóvil, con los ojos oscuros estrechados. —¿Sí? —Trevor se quedó mirándola. —Estoy nerviosa. —Eso, al menos, era verdad. —¿Por qué? —Sus ojos se abrieron. —Porque tengo algo que quiero preguntarte. —Y porque tengo un ángel a

quién salvar.

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—Bien. —De repente, Trevor parecía nervioso también—. ¿Qué es? —Quiero pedirte que salgas conmigo exclusivamente. —Apretó su mano, tratando de ignorar el sabor amargo que le llenó la boca—. Me gustaría que pasáramos a algo serio. En un primer momento, Trevor no habló. Oh no, ¡he dicho algo equivocado! Tuvo que luchar contra el impulso de golpear su cabeza contra la mesa. Por el

momento, no le importaba ser humillada, tenía que salvar a Dmitri. No tuvo tiempo de reparar el daño que había hecho al hacer un intento fallido, un rápido intento para formar una relación. —Wow —dijo Trevor—. De acuerdo. —¿De acuerdo? —Ella exhaló un suspiro. —Sí, vamos a hacerlo. —Asintió—. Ya estaba pensando en ti haciendo la misma cosa, pero estaba tomando las cosas con calma porque tenía la sensación de que eras, bueno, inocente. Incluso el comentario sobre su inocencia no la sacó de quicio como para levantarse. —Estoy tan... tan... alegre. —Se mordió el labio inferior.

Misión cumplida. Adiós, Dmitri. El adormecimiento la arrasó. Fue golpeada por un tsunami de agonía, un tornado de dolor. Se sorprendió de cómo logró mantenerse en pie cuando la angustia la agredió. Una lágrima se deslizó de su ojo y cayó sobre su mano. Dmitri estaba probablemente siendo convocado al cielo ahora mismo. Nunca volvería a verlo. Con ese pensamiento, otra lágrima salpicó sobre la mesa. Oh, no, ahora no. Por favor, no ahora. Se limpió la cara con la mano. —B… bien. —Trevor parecía sorprendido, y honestamente, aterrorizado por su reacción. —Lo siento mucho. —Agarró una servilleta y la apretó contra su cara. —No lo sientas —dijo Trevor, se apartó de ella como si le hubieran brotado cuernos. —Vuelvo enseguida. —Saltó sobre sus pies, empujando la mesa y haciendo que todos en la habitación la miraran.

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Aunque Trevor se levantó también, no la siguió cuando corrió por el pasillo hasta el cuarto de baño. Corrió hacia el interior y cerró la puerta. Un gemido escapó de sus labios mientras se desplomó contra la pared, con la respiración entrecortada. Estaba hecho ahora. Todo hecho. Soy una idiota, pensó. Sabía que iba a perder a Dmitri. Debería haber estado preparada para ello. Desafortunadamente, se dio cuenta de que nadie podía prepararse para tener el corazón roto. La tristeza atacó como un ejército de miles, masacrando su corazón asegurándose de que ninguna pieza se mantuviese ilesa. Cada vez que respiraba le dolían los pulmones como si el aire mismo fuera fuego que se veía obligada a inhalar. Luchó para mantener las lágrimas… no podía permanecer encerrada en el baño de esta pizzería para siempre… sin embargo, quería. Cualquier cosa sería mejor que enfrentar su solitario apartamento sin Dmitri en él. Cualquier cosa.

*** Le tomó treinta minutos dejar de llorar. Cuando se paró frente al espejo, vio que sus ojos parecían dos pedazos de carne y que su nariz era rojo encendido. No era una estrella de Hollywood cuando lloraba. Sus ojos se hincharon, también su nariz, y su rostro se cubrió de manchas. Bajó la cabeza. Trevor va a estar tan confundido acerca de por qué me puse a llorar. Se preguntó si el hombre estaría irritado o disgustado con ella. Tuvo que admitir que estaba irritada y disgustada consigo misma. Había momentos para llorar y momentos para no hacerlo. Este era un momento para no hacerlo. Debería haber encontrado una manera de contener las lágrimas hasta que estuviera en su apartamento completamente sola. Con un suspiro, se inclinó sobre el lavabo para limpiar su cara. Cuando terminó de lavar sus lágrimas, no se veía mucho mejor. Sus ojos aún estaban hinchados y su nariz todavía estaba carmesí. Deseaba quedarse en el cuarto de baño, pero sabía que había hecho a Trevor esperar el tiempo suficiente. Pobre tipo. No se habría sorprendido si él había decidido cambiar de opinión sobre ser exclusivos. Con los hombros caídos, se dirigió hacia la puerta. Para su sorpresa, Trevor estaba de pie delante de la puerta del baño, con un montón de servilletas. Se las ofreció y las aceptó, incapaz de mirarlo a los ojos. —Lo siento mucho. —Tenía que tener una excusa y encontró una rápidamente—. Entre mi papá, la falta de sueño de la noche anterior, y el jetlag, lo perdí. Tú sabes que no soy normalmente así. —Pensé que salir esta noche sería demasiado para ti. —Agarró su hombro—. ¿Te sientes mejor? De ningún modo. Se sentía peor. No tenía ni idea de cómo se las había arreglado para hacerse deja de llorar. Aun así, sabía que no era la respuesta que Trevor quería, por lo que asintió y dijo: —Sí. —Bueno, creo que estás lista para una buena noche de sueño —dijo Trevor—. ¿Por qué no te llevo a casa? —En cierto modo maté a nuestra cita, ¿eh? —Se pasó una mano por el cabello húmedo.

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—No diría eso. —Se encogió de hombros. —Trevor... —Le dio una mirada de complicidad. —Está bien, no acabas de matar la cita —admitió—. La cortaste en trozos pequeños, rociaste con gasolina y la encendiste en llamas. ¿Feliz ahora? —Sí. —Asintió.

Trevor consiguió una pequeña sonrisa y la agarró del brazo, y la condujo hacia la puerta. —Ya puse tu bolso en el coche y pagué por nuestras bebidas. —Trevor la acompañó hacia la salida—. De esa manera, no tendrías que caminar frente a todo el mundo. Estaba agradecida de que hubiera movido sus cosas al coche. Una vez más, Trevor logró ser reflexivo. La hizo sentir culpable. Muy culpable. Exhaló un suspiro mientras se dirigía al Fiat. Abrió la puerta y entró. Trevor tomó su lugar detrás del volante. —Estoy muy contento de que me pidieras ser serio contigo —dijo. —¿Todavía me quieres? —Retorció sus manos, preguntándose lo que una relación fallida con Trevor significaría para Dmitri—. Me preocupaba destruir todo después que empecé a llorar. —¿Crees que me molesta? —Encendió el auto—. Nah. Odio verte llorar, pero no fue como si estuvieras llorando por una razón tonta, insignificante. Tu padre tuvo un ataque al corazón. Puedo imaginar la forma en que te sientes, casi perder a alguien importante para ti. No había casi perdido a alguien importante para ella. Había perdido a alguien importante para ella. Después de todo, no volvería a ver de nuevo a Dmitri. Aun así, no dijo eso. En cambio, miró por la ventana, preguntándose lo que el ángel estaba haciendo en este momento. ¿Estaba bien? ¿Quería Dios gritarle porque estaba muy enojado por lo que había hecho? Dejó escapar un suspiro. Mientras lloraba, Trevor salió del estacionamiento y tomó la carretera. Apenas se dio cuenta que las calles pasaban volando porque estaba absorta en sus pensamientos. Antes de darse cuenta, Trevor estacionó frente a su edificio de apartamentos. A pesar de que Trevor bajó del coche, se quedó mirando la ventana de su apartamento. La luz en el interior estaba apagada, mostrando que no había nadie. No había ningún ángel para saludarla en la puerta con brownies y café. Por un momento, temió tener un ataque al corazón. No, eso no pasaría. No tenía tanta suerte. Dejó escapar un suspiro y abrió la puerta. Trevor la examinó cuando subió a la vereda. —¿Te importa si te acompaño? —preguntó.

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—Puedes. —El ángel no estaría en su apartamento de todos modos. Subieron por las escaleras uno al lado del otro. Cuando llegó a su puerta, metió la llave en la cerradura. Antes de que pudiera abrirla, la agarró del brazo. Levantó la vista, horrorizada. Temía que él quisiera besarla. Un beso probablemente iba a suceder en algún momento, pero todavía tenía el sabor del

ángel en los labios. No quería que se borrara tan rápidamente. Le dolía el corazón de nuevo. —Chloe, me alegro de que estés en casa —dijo Trevor. —Gracias. —Asintió. Medio contempló precipitarse en su apartamento tan rápido como sus piernas pudieran, para evadir el choque de labios. Antes de que tuviera la oportunidad, él la tomó en sus brazos y la abrazó. Ella dejó escapar un suspiro de alivio. Un abrazo inocente que podía manejar. Diablos, lo necesitaba desesperadamente, a pesar de que Trevor nunca entendería por qué. Echaba de menos la comodidad después de lo que había soportado. Desesperada, sostuvo a Trevor tan fuerte que sus brazos dolían. —Debo haberme perdido —susurró en su oído—. Me estas sosteniendo como para salvar tu vida. —Lo siento. —Se aflojó, pero siguió sosteniéndolo. —No te disculpes —dijo Trevor—. Puede que tenga trabajadores, agentes, directivos y aficionados, pero no soy cercano a ninguno de ellos. Siento que me extrañaste. Mi verdadero yo, no la versión idealizada. Eso me gusta. Durante ese momento, se dio cuenta de lo mucho que Trevor se merecía una disculpa. Era un buen hombre. Un hombre que no se merecía. Lo siento mucho, Trevor. El consuelo que buscaba en sus brazos pronto la quemó. Dio un paso atrás, con dolor en el corazón. No importa lo bueno que fuera, Trevor nunca se compararía a Dmitri. Nunca. —Debería entrar —dijo—. Me voy a dormir contigo aquí. —Vamos a dejar eso para más adelante. —Le guiñó un ojo. Le ardían las mejillas cuando se dio cuenta que estaba insinuando que dormirían juntos. —¿Demasiado? —Trevor debió haber notado su vergüenza. —Sí. —Definitivamente. Tal vez era inocente después de todo—. Bueno, antes de que me avergüence a mí misma con otro comentario inoportuno, voy a decir buenas noches. Trevor le tocó la mejilla.

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—Te llamaré mañana. —Adiós. —Trató de sonreír, pero no podía sentir sus mejillas—. Conduce con cuidado. Luego de observar a Trevor alejarse, entró en su apartamento. Después de encender la luz, miró a su alrededor. No vio ni oyó a nadie. —¿Dmitri? —llamó, aunque sabía que nadie iba a contestar.

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Y nadie lo hizo.

Veinticinco A

l día siguiente, Chloe recostada sobre su lado se quedó mirando la pared.

A pesar que eran las dos de la tarde, no salió de la cama. Se sentía como si alguien hubiera cortado su pecho abriéndolo y arrancó su corazón cuando ella aún estaba despierta. Mientras gemía, alguien llamó frenéticamente a su puerta. —¡Chloe Molloy, abre en este momento! —gritó Meg—. Sé que estás ahí. Oh, que deleite. Meg estaba aquí y estaba enojada. Aun así Chloe estaba tan dolida que los gritos de la mujer no la alterarían más de lo que ya estaba. Además, no quería perder a una amiga. Suspirando, caminó fuera de su recamara y abrió la puerta principal. Meg se le quedó mirando con los brazos cruzados. En un instante, la frustración de su amiga dio paso a la preocupación. —¿Qué pasó? —habló Meg como si Chloe estuviera en su lecho de muerte. —Mi padre tuvo un ataque al corazón —dijo Chloe con aspereza. Con demasiada aspereza. Solo porque tenía el corazón roto no significaba que debía arrastrar a nadie más con ella. —Bueno, sí. —Meg se balanceó torpemente. —¿Cómo sabías que estaba en casa? —preguntó. —No contestabas tus mensajes, así que encontré el número de tu madre en línea y le di una llamada. —Meg se encogió de hombros—. Me dijo que viniste a casa. Meg siempre había sido ingeniosa. —Ya veo. —Ella asintió y se pasó una mano por el cabello.

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—He oído que tu padre está haciéndolo bien, pero no te ves muy feliz. — Meg la miró fijamente. Si iba a hablar de esto, entonces iba a hacerlo en el interior, donde sus vecinos no pudieran oír. —¿Por qué no entras? —dijo en voz baja.

Meg le dio una mirada extraña, pero asintió y entró. Cuando Chloe se sentó en el sofá, su mejor amiga se sentó a su lado. —¿No conseguiste dormir? —Meg la miró fijamente. —No, no lo hice. —Más que nada había caído en la cama sintiendo lástima de sí misma—. Fue una noche dura. Al principio Meg no dijo nada. En cambio, se concentró en su esmalte de uñas. —Somos amigas, ¿no? —preguntó Meg. —Por supuesto. —Entonces, ¿por qué no me dices qué está pasando? —Meg la miró con una expresión seria. —Lo hice —dijo—. Mi papá tuvo un infart… —Me dijiste eso. —Meg apretó la mandíbula—. Lo que no me dijiste fue que volaste a Irlanda con un novio. Hasta donde sabía, Trevor era el único hombre con quien estabas saliendo y él estuvo aquí todo el tiempo. Lo sé porque él me acosaba día tras día, preguntando si había hablado contigo. No entendió lo que quiso decir al principio, pero luego lo hizo. Mi mamá le dijo. Sus puños se apretaron en bolas. Su mamá era increíble, pero no podía guardar un secreto ni para salvar su vida. —Además de eso, tu mamá también mencionó que tú y este misterioso novio estaban teniendo problemas. —Meg siguió cuando ella no dijo nada—: Esa es la razón por la que te fuiste antes. —Yo... yo... puedo explicarlo. —¿O no? —Por favor hazlo. —Meg frunció el ceño—. ¿Sabes lo preocupada que he estado? ¿Lo sabes? Te quiero hasta la muerte. Sé que tengo un temperamento fuerte a veces, pero te ayudaré si lo necesitas. ¿No te entendí, incluso cuando comenzaste a tener alucinaciones? —Sé que estás aquí para mí si te necesito —le dijo—. Siempre has sido una gran amiga. —Entonces, ¿por qué no me lo dijiste? —preguntó Meg. —No podía —dijo ella—. No se supone que este hombre y yo estemos juntos. Fue una relación secreta y todo sucedió tan rápido.

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—¿Por qué era un secreto? —Los ojos de Meg se agrandaron—. ¿Está casado o… —¡No! —Ella negó—. Su padre está en contra de nosotros.

—¿Eso es todo? —Al igual que su padre, Meg no entendía—. Puedes superar eso.

No, no puedo. Su padre es Dios. —Es demasiado tarde, Meg. Él ya se fue —susurró—. Me dejó ayer por la noche. Se hizo el silencio. —Chloe, lo siento mucho. —Meg le tomó la mano.

Sí, yo también lo siento mucho. Suspiró pesadamente. *** Esa noche, Chloe se arrodilló junto al sofá, recogiendo las plumas del ángel. Las colocó en una pequeña caja en la mesa que ya contenía la camiseta que había usado en su cita con Dmitri. Mientras dejaba escapar un suspiro, la puerta del apartamento se abrió. Levantó la vista, con la esperanza de ver al ángel. No era él. Era Meg. Debería haberlo sabido. Después de todo, la mujer solo había ido a comprar golosinas. No más ilusiones. Se golpeó la cabeza con su puño. —¿Qué pasa con la caja? —Meg colocó la bolsa de comida en el mostrador. —Estoy poniendo todo lo que me recuerda a Dmitri dentro de ella. —Buscó más plumas como un niño hambriento buscaría unas monedas. —¿Vas a quemarla? —preguntó Meg maliciosamente. Ella se enderezó tan rápido que casi se golpeó la cabeza con la mesa de café. Si Meg siquiera encendía un fósforo, tendría que matarla. Su corazón estaba en esa caja. —Por supuesto que no. —Sostuvo la caja cerca de ella—. Estos son mis recuerdos. —El tipo te dejó. —Meg se veía asombrada—. ¿Eso no te da ganas de quemar todo?

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—Todavía me preocupo por él. —Sostuvo una pluma—. Quiero recordar todo. La forma en que se veía, la forma en que olía, la forma en que él... él... De repente, su lengua se sentía tan gruesa como una babosa. Se puso de pie y se sacudió. La caza de plumas podía esperar. En este momento, había un enorme agujero en su corazón. Tenía que llenar ese hueco o al menos distraerse de él. En el pasado, la comida siempre había sido muy buena para hacer precisamente eso. Esa fue la razón por la que Meg había traído bocadillos. Caminó hacia la bolsa que Meg había traído y sacó un galón de helado de vainilla. En vez de agarrar cuencos, se dirigió hacia el cajón de los cubiertos y sacó una cuchara grande. Con el ceño fruncido, devoró un montón del maravilloso

postre. Mientras cerraba los ojos, pensó, a Dmitri le encantaría esto. El pensamiento hizo que el helado supiera amargo. Sus ojos se abrieron de golpe y miró fijamente la cuchara, estupefacta. Diablos... Si incluso el helado era ineficaz contra su dolor, supo que estaba en verdaderos problemas. Maldijo en un estallido y empujó el galón de helado. —¿No tienes hambre? —Meg levantó una ceja. —No. —Ella suspiró y se cruzó de brazos. —¿Tú no tienes hambre? —Meg actuó como si Chloe hubiera anunciado que quería tomar un baño en porquería de cerdo. —No. —Se quedó mirando el helado—. No quiero esto. —¿Qué tal pizza? —preguntó Meg. La idea la hizo enfermar. —No —dijo con voz ronca. —¿Comida china? —No. —Sacudió la cabeza. —¿Tailandesa? —preguntó Meg esperanzada. —Nop. —¿Qué le hizo este hombre a mi Chloe? —Meg gimió horrorizada—. Te encanta la comida. A veces comes mucho, lo que es repugnante. —Voy a volver pronto a la normalidad. —Era una mentira, por supuesto—. Solo... dame tiempo. Meg tragó. —Estoy seriamente preocupada por ti —dijo Meg—. ¿Vas a sobrevivir? —¿Tengo alguna opción? —En este momento, no quería sobrevivir, pero tenía que. —Esa no era la respuesta que quería oír. Ninguna de las dos habló durante un momento. Pasaron los minutos, pero Chloe no estaba segura de cuántos. Después de todo, el tiempo parecía moverse más lentamente sin Dmitri. Era una broma cruel del destino.

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Por último, Meg dijo: —¿Qué vas a hacer de ahora en adelante? Pareces tan deprimida que me preocupa que vayas a encerrarte en tu habitación y no salir. —No lo sé. —Era difícil incluso pensar en el futuro—. Trabajar, supongo. Salir con Trevor.

—Esa es una buena idea. —Meg no parecía convencida, incluso cuando dijo las palabras—. Una estrella del pop tan atractivo como Trevor sacará tu mente del imbécil que rompió tu corazón. Dmitri era incluso más atractivo que Trevor... y más inteligente... y más amable... Dios mío, estaba acabada. —¿Chloe? —susurró Meg. —¿Sí? —Ella levantó la vista. De alguna manera Meg había levantado una cuchara sin que ella se diera cuenta y recogió un poco de helado. La mujer empujó la comida en su cara. —¿Quieres un poco de helado? —dijo Meg—. Sé que lo quieres. —¡Basta! —Ella puso los ojos en blanco y empujó la cuchara. *** Chloe no podía dormir de nuevo. La noche estaba demasiado quieta, demasiado tranquila, sin Dmitri. Mientras miraba al techo, se preguntó si el tiempo realmente sanaría todas las heridas. Ahora mismo, lo dudaba. Claro, podría aprender a sobrevivir, ¿pero era eso sanar? No, razonó. Mientras suspiraba, se dio la vuelta y miró su almohada. Por el momento, no estaba segura de que siquiera sería capaz de recuperarse del insomnio. Frustrada, golpeó el colchón con los puños. Cuando se agotó, se puso boca abajo, respirando el olor a jabón. —Esto no es justo —gimió Chloe contra su almohada. Mientras suspiraba de nuevo, un recuerdo se apoderó de ella como una ola suave. Recordó sentarse con su padre en su habitación del hospital mientras hablaban acerca de Dmitri. El hombre había dicho:

—Quiero que vayas con el padre de este tipo y le digas: “Mire. Estoy enamorada de su hijo”. Si él dice que no quiere que estén juntos, entonces habla con él día tras día hasta que esté tan impresionado que ceda. Abrió y cerró la boca varias veces, luchando por respirar. ¿Debería pedirle a Dios que trajera a Dmitri de vuelta?

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No, ni siquiera valía la pena un intento. Dios se oponía a que estuvieran juntos. La ilusión solo la lastimaría a largo plazo. Aun así, era difícil librarse de toda esperanza. Si hacía eso, entonces podría perder su voluntad de vivir. Y la necesitaba. Sabía que Dmitri no querría que se desvaneciera debido a él más de lo que ella quería que él perdiera sus derechos al cielo por su culpa. Tenía que ser fuerte. No por ella, sino por Dmitri.

Veintiséis A

medida que los días pasaban, Chloe aprendió a sobrevivir. El método

más eficaz para evitar llorar era trabajar hasta que se sintiera con ganas de colapsar. Eso fue sorprendentemente fácil ahora que tenía una lista de clientes tan llena que se esforzaba por recordar quién era quién. Todo, porque Lucy había extendido el rumor de que ella estaba saliendo con dos hombres magníficos, uno de los cuales era Trevor Malone. Naturalmente, todo el mundo quería ser el cliente de una casamentera que tenía una vida amorosa tan maravillosa.

Sí, claro. Si sus clientes tan solo supieran como era su vida amorosa realmente... Hizo sonar sus nudillos y leyó a través de su papeleo. Después de haber tomado notas, la puerta de su despacho se abrió y Trevor entró. —¿Trabajando hasta tarde otra vez? —Trevor frunció el ceño—. Pasé por tu apartamento, pero nadie respondió. Estoy a favor del trabajo duro, ¿pero quedarse en la oficina desde el amanecer hasta el anochecer no es un poco excesivo? Al principio no podía recordar por qué Trevor siquiera había ido a verla, y luego cayó en la cuenta. Se suponía que tenía que ir a una cita con Trevor hoy. Saltó sobre sus pies. —Lo siento mucho. Perdí la noción del tiempo. —Agarró su bolso—. Tengo un montón de nuevos clientes. —Sí, me di cuenta de que siempre estás ocupada. —Trevor la miró con cansancio—. ¿Segura que no estás exagerando? Te ves cansada. Sin importar cómo se sentía, siempre decía que estaba bien. Se negaba a decirle a cualquiera lo triste que estaba. —Me conoces. —Se encogió de hombros y fingió una carcajada—. Soy tan fuerte como un caballo.

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Si el caballo estaba enfermo y moribundo. —Bueno, si estás segura. —Trevor aún parecía inseguro—. ¿Quieres ir a cenar? En el teléfono, no dijiste que querías hacer.

—Cenar suena bien. —Asintió, aunque solo sea para mantener las apariencias. —¿Qué deseas? —preguntó. El rostro de Dmitri flotaba en su mente. ¡Maldición! Por supuesto que quería a Dmitri, pero no tenía que pensarlo. —Chloe, ¿sigues conmigo? —dijo Trevor cuándo no respondió—. Has estado desconectándote de la realidad mucho en el último par de semanas. —Sí. —Tenía que dejar de hacer eso—. Um, ¿por qué no probamos el restaurante francés que está por la calle? Acaba de abrir y algunos de mis clientes realmente disfrutaron de la comida. Está cerca, así que podemos incluso ir a pie. —Simplemente no quieres subirte en mi Audi. —Trevor le sonrió. Tardó un momento en darse cuenta de que estaba bromeando. Fingió otra carcajada y se dirigió a la puerta. Después de que salieran de la oficina y la cerrara con llave, metió las llaves en su bolsillo. Los dos caminaron juntos por la acera.

Pierre, el pequeño restaurante francés, estaba a solo unos pocos edificios de distancia. Ya podía verlo. Las paredes eran de adoquines. Las ventanas eran de vidrio color azul. Una pequeña fuente de cemento se situaba en la entrada. Mientras examinaba el lugar, Trevor agarró su mano. Le dejó hacerlo porque no tenía otra opción. Aun así, no podía dejar de notar cómo su palma se sintió mal en la suya. A diferencia de Dmitri, Trevor era propenso a ser frío. El ángel había estado siempre caliente. Maldita sea, ¡estaba pensando en Dmitri otra vez! Tuvo que luchar contra el impulso de abofetearse a sí misma. —Te ves un poco delgada —dijo Trevor de la nada, desviándola de sus pensamientos. Siempre había sido delgada. Había una razón por la que había sido apodada piernas de pollo en la escuela. —Sabes que tengo un metabolismo rápido. —Se preguntó a dónde quería llegar. —No, quiero decir... —Trevor tragó—. No lo tomes a mal, pero te ves enferma. Meg dice que has dejado de comer. ¿Es eso cierto?

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Sintió una punzada de traición. ¿Él y Meg habían estado hablando de ella cuando no estaba cerca? —Como muy bien. —Le guiñó un ojo, pero probablemente se parecía más a un tic nervioso—. ¿Debería estar celosa de que tú y mi amiga se reúnen sin mí?

Estaba tratando de llevar la conversación en una dirección no tan aterradora, pero Trevor no mordió el anzuelo. —Meg está preocupada por ti también —dijo Trevor. Llegaron a la entrada del restaurante. —Sé que lo está. —Hizo una pausa, con la mano en la puerta. —¿Sigues preocupada por tu padre? —preguntó Trevor—. ¿Es por eso que no estás comiendo?

Pobre, desilusionado Trevor. Suspiró. —No es eso —dijo—. Mi papá está muy bien. —Entonces, ¿qué es…? —¡Oh, mira eso! —Se asomó por la puerta de vidrio y saltó de falsa alegría—. Mira qué lindas son sus pequeñas mesas. Agarró el brazo de Trevor y lo arrastró dentro, distrayéndolo de su conversación. *** Chloe se sentó en la mesa, asintiendo mientras Trevor hablaba. El problema era que estaba teniendo problemas para escucharlo de nuevo. Afortunadamente, Trevor no pareció importarle que no hablara mientras lo miraba y meneaba la cabeza. No era más que suerte que no notara sus ojos vidriosos. Mientras Trevor parloteaba sobre algo que tenía que ver con Katherine, — chico, nunca dejaba de hablar de esa mujer—vio a un hombre con el cabello rubio por la esquina de su ojo. No era tan tonta como para pensar que era Dmitri, pero dejó escapar un gemido al contemplar lo mucho que al ángel le gustaría un lugar como este. Si estuviera aquí con él, probablemente habrían pedido aperitivos, sopa, un plato principal y postre. De repente se sentía tan sola que podría haberse derretido, a pesar de que Trevor seguía hablando hasta por los codos en su oído. La camarera, una rubia flaca que había estado encima de Trevor desde que habían llegado, bajó sus comidas en frente de ellos. Ambos habían ordenado la misma cosa porque Trevor lo sugirió. Era un pollo asado en salsa de ajo. —Déjenme saber si necesitan cualquier otra cosa —dijo la camarera.

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—Lo haré. —Trevor despidió a la mujer. En el momento en que la trabajadora desapareció, Trevor atacó su pollo con venganza. Fue solo cuando no estaba rellenándose de alimentos a sí misma que se dio cuenta de cuán feos eran los seres humanos cuando comían. ¿Comer era

siempre un procedimiento tan desagradable? Sí, decidió. Simplemente nunca lo notó antes, porque era la que tragaba. Peor aun cuando Trevor levantó la mirada, sus labios húmedos con salsa de ajo, y dijo: —¿No estás comiendo? Sabía que tenía que comer algo. De lo contrario, le confirmaría que se estaba matando de hambre a sí misma. —Sí. —Asintió—. Estaba viéndote. —Soy algo bastante sexy, ¿eh? —Le guiñó un ojo. A pesar de que sonrió y asintió, lo único que podía pensar era que había un trozo de carne de pollo atrapado entre sus dos dientes delanteros. Aun así, desprendió la piel del pollo y arrancó un trozo de carne jugosa. Cuando colocó la pieza de pollo en la boca, le supo a ceniza. Le tomó cada pedazo de autocontrol que tenía, tragar la comida sin ahogarse. *** Chloe estacionó en el estacionamiento del apartamento y ocupó un sitio. Trevor, que había llegado antes que ella, ya estaba de pie en la acera. Saltó de su coche y miró esperanzada a la ventana de su unidad. Las luces estaban todavía apagadas, lo que significaba que su lugar estaba vacío. Sin Dmitri esperando. Tenía que dejar de desear que lo estuviera. Si alguna vez llegaba a casa y encontraba su luz encendida, debería estar alarmada, no emocionada. Con el corazón encogido, se centró en Trevor. —Gracias por permitirme seguirte hasta tu casa —dijo Trevor. —Yo debería agradecerte. —Forzó una sonrisa—. Mi lugar está fuera de tu camino. —Lo que sea por mi chica. —Se encogió de hombros con indiferencia—. Además, quiero verte tanto como sea posible antes de irme de gira la próxima semana. Asintió y le hizo señas para que la siguiera a su apartamento. Cuando ella abrió el camino, dejó escapar un suspiro. —Ese fue un muy profundo suspiro —dijo.

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—No tengo ganas de ir a mi apartamento. —No estaba mintiendo—. Está muy callado. Al principio Trevor no dijo nada. Solo cuando llegaron a la puerta, dio un paso hacia ella, por lo que se le revolvió el estómago. Estaba tan cerca que podía ver las manchas oscuras en los ojos marrones.

—Sabes, no tienes que ir a casa —dijo Trevor—. Puedes pasar la noche conmigo. Casi todas las demás mujeres en el planeta habrían gritado de alegría después de recibir una oferta como esa, pero ella estaba asustada de ir a su casa. No podía imaginar entregarse a él. No ahora, no cuando su corazón estaba tan lleno de otra persona. Aun así, la miró con tanto anhelo y adoración que no podía decir nada. —¿Chloe? —Trevor extendió la mano y le tocó la mejilla—. ¿Qué dices? ¿Quieres venir?

No. Diablos, no. —Ni siquiera me has besado. —Negó. —Supongo que es verdad. —Trevor sonrió—. Pero cada vez que lo intento, me esquivas. —No, no es cierto —mintió. —Entonces vamos a intentarlo de nuevo. —Trevor la miró ansioso—. Justo aquí, justo ahora. El hombre bien podría haber dicho: “¡Déjame sacarte los ojos!” por la forma en que el pánico fluyó por sus venas. Cuando Trevor se inclinó para besarla, lo único que podía pensar era en cómo sus labios eran demasiado delgados, sus ojos eran demasiado oscuros y su cabello era demasiado marrón. No era Dmitri. Aunque sabía que era estúpido, Dios quería que estuvieran juntos, se dio cuenta durante ese segundo que no quería la boca de Trevor sobre la suya. Se sentía como que estaba engañando al ángel, a pesar de que ya se había ido. Por puro instinto o tal vez solo locura, gritó: —¡No! —Y empujó al hombre lejos con tal fuerza que golpeó la pared. Ambos se miraron el uno al otro. ¿Realmente acabo de hacer eso? Se retorcía las manos, presa del pánico. —¿Por qué me empujaste así? —preguntó Trevor—. ¿Qué sucede contigo? Deseaba correr a su apartamento, pero no era tan infantil. —Chloe, respóndeme. —Trevor se cernía sobre ella—. ¿Qué te pasa? No trates de culpar de esto a tu padre tampoco.

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Dios, ¿qué se supone que debo hacer? Levantó la mirada hacia el cielo, emitiendo una oración silenciosa. Traté de hacer lo que querías. Lo intenté. Sin embargo, tenía que ser honesta también y no podía eludir esta conversación para siempre.

La verdad. Tragó. Tengo que decir la verdad. —Estoy enamorada de alguien más —susurró—. Lo siento.

Las palabras hicieron que la cara de Trevor fuera del rosa al blanco. Tomó una profunda y temblorosa respiración. —No puedo creer esto. —Trevor la fulminó con la mirada—. ¿Quién es? Chloe no dijo nada. El chico estaba tan enojado que se apoderó de sus brazos y la sacudió. Desde que le había asestado un golpe terrible, no trató de detenerlo, a pesar de que le dolían los brazos por su férreo control. —¿Por qué no dices nada? —Trevor la sacudió por última vez y la soltó. —Lo siento —dijo de nuevo. —Deja de decir eso. —Las fosas nasales de Trevor se encendieron—. ¿Es mejor que yo? ¿Es eso? —-Esto no es un concurso —dijo—. No es mejor que tú. Es solo que él es la persona que amo. Trevor dejó escapar un grito de frustración que la hizo estremecerse. —¿Cuándo pensabas decirme esto? —preguntó. Simplemente lo miró fijamente, sin hablar. Parecía que Trevor se había quedado sin preguntas porque él la señaló y dijo: —Soy Trevor Malone. Trevor jodidamente Malone. —Lo sé —dijo en voz baja. —¡Cómo te atreves a hacerle esto a alguien como yo! —gritó—. ¡Cómo te atreves! —No era mi intención hacerte daño —dijo. —¿Yo? ¿Dañado? —Levantó las manos—. ¡Ja! No podrías herir a alguien como yo. Rechinando los dientes, Trevor se dio la vuelta y pisoteó lejos de ella, pero no antes de que viera que sus ojos oscuros brillaban con lágrimas. Sus propios ojos ardían mientras se dirigía a su apartamento. Pero no estaba llorando por ella misma. Lloraba por Dmitri. ¿Y si era castigado porque ella había cometido un error?

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Apenas había dado tres pasos por la puerta antes de que cayera de rodillas y sollozara.

Veintisiete A

la mañana siguiente, Chloe miró hacia el techo, con su cabeza nublada.

Se sentó y miró el reloj. Eran las cinco de la mañana. Antes de Dmitri, siempre empezaba el día a las siete. Por supuesto, ahora tenía problemas para permanecer dormida. Algo mareada, se bajó de la cama y se dirigió al cuarto de baño. Se detuvo frente al espejo y miró su reflejo. Todos los días su aspecto empeoraba, su rostro estaba demacrado y ojeroso, su piel un poco más pálida. Incluso su cabello parecía más tosco, aunque sabía que eso no podía tener nada que ver con Dmitri. Con un gemido, abrió el agua caliente y entró en la ducha. Mientras el agua recorría su cuerpo, pensó en lo que pasó ayer con Trevor. Sabía que nunca volvería de nuevo después de lo que le había hecho, y honestamente, tampoco lo quería. Él era mejor que ella y lo sabía. No porque fuera una estrella del pop o porque tuviera millones de fans. Era mejor que ella porque nunca le había mentido o utilizado como ella lo había hecho con él. Con un suspiro, salió de la ducha y se vistió. Dejó su apartamento y fue al único lugar donde podría encontrar consuelo, su oficina. Desgraciadamente, incluso mientras trabajaba en su computadora, apenas podía pensar. Su cerebro estaba confundido hoy. Cuando apretó los dientes, su teléfono sonó en su bolsillo. Sacó el celular y vio que tenía un mensaje de texto de Meg.

¿Ya estás en el trabajo?

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Con el ceño fruncido, sacó el teléfono y respondió un rápido: Sí. Esperó que la mujer respondiera enseguida el mensaje, pero los minutos pasaban y no respondía. Era casi mejor. Esta era el tipo de mañana donde podría distraerse a sí misma sin la ayuda de sus amigos. Cuando enérgicamente trataba de acabar su trabajo, oyó a alguien mover el picaporte de puerta. Por un horrible momento, pensó que Trevor podría haber llegado en busca de venganza, pero

luego escuchó un suspiro familiar en el momento que logró abrir la puerta. Meg irrumpió con una bolsa de comida rápida empapada con grasa. —¡Buenos días! —Meg la saludó indecisa con una señal. Frunciendo el ceño, Chloe se levantó disparada. —¿Qué estás haciendo aquí tan temprano? —preguntó. Meg vació la bolsa sobre el escritorio. —Asegurándome de que no te mueras de hambre. —Meg abrió la bolsa y sacó un sándwich—. Puedes agradecérmelo luego, cuando hayas acabado con ese asunto de la depresión. En el momento que Meg le dio el sándwich, lo aceptó, con su labio inferior temblando. —Eres una buena amiga, Meg —susurró. —No me diga eso. —Meg sacó su propia comida—. Podría subírseme a la cabeza. Chloe se quedó callada, mirando fijamente su sándwich pero sin desenvolverlo. Hoy ni siquiera el olor a tocino y un bizcocho de huevos la tentaba. —Se supone que tienes que comer —le recordó Meg. Ignorando el comentario de su amiga, puso la comida sobre la mesa. Ya que Meg se encontraba aquí, bien podría contarle el desastre de anoche. —Yo… yo… hablé con Trevor sobre Dmitri —susurró. Meg estaba a punto de tomar un bocado de su sándwich de desayuno pero se paralizó. —¿Qué pasó? —preguntó Meg. —Estoy segura de que me dejó. —Frunció el ceño—. O quizá fui yo quien lo dejó a él. No lo sé. —Eso depende de lo que hayas dicho. —Meg se mordió su labio inferior—. ¿Qué le dijiste exactamente? —Le dije que estaba enamorada de otra persona. —Era la verdad, ¿no? —¡Ay! —Meg palmeó su mano sobre su pecho—. Odio tener que decírtelo, pero definitivamente estabas dejándolo.

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Pobre Trevor. Como si ella no hubiera hecho suficiente por él. Suspiró. —Es mejor así. —Meg frunció el ceño—. No has terminado con el otro tipo todavía. —No creo que pueda volver a estar más con él. —Agitó su cabeza derrotada.

—¿Has oído hablar de él? —Meg enredó una hebra de su cabello oscuro alrededor de su dedo. —No. —Agitó su cabeza. —¡Ese idiota! —escupió Meg. A pesar de que Meg no entendía, Chloe sintió una oleada de ira cuando la mujer insultó al ángel. —No es culpa suya —chilló—. No podemos estar juntos debido a su padre y todo... Era tan difícil expresarlo bien. —¿Sabes dónde vive su padre? —preguntó Meg. —En teoría. —Miró hacia el cielo. —¿En teoría? —murmuró Meg—. ¿Qué significa eso? —Es decir, sí. —Se encogió de hombros. Sus ojos estrecharon, Meg golpeó su mano sobre el escritorio. —Esto me enfurece. —Meg aplastó su sándwich de desayuno con su puño—. ¿Por qué no vas a hablar con él? El padre de ese hombre tiene corazón, ¿no? —Claro que sí. —Asintió. —Entonces tienes que tener una conversación. —Meg arrugó su nariz—. Ya sabes, razonar con él. Dos personas no deberían estar separadas por estúpidas razones hoy en día. Esta conversación era similar a la que había compartido con su padre. Sonrió tristemente. —¿Qué? —Meg notó su expresión. —Mi padre y tú se parecen mucho. —Finalmente desenvolvió su bocadillo—. Me dijo algo similar. —Tu padre es un hombre inteligente, ¿no? —Meg metió una fritura de su desayuno en su boca. —Sin lugar a dudas. —¿Y yo también soy inteligente? —Meg la miró, para ver si se atrevía a decir lo contrario.

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—Claro. —Chloe asintió, sabiendo cuándo era apropiado decir que sí. —Entonces, ¿por qué no nos escuchas? —dijo Meg. Se quedó callada, sin saber qué decir. Naturalmente, Meg aprovechó la oportunidad para hablar más porque ella era, bueno, Meg.

—¿Has pensado por un segundo que el padre de este hombre puede estar esperando que hables con él? —Meg buscó en la bolsa y sacó otra fritura del desayuno. —Bueno, no. —Su corazón latía más rápido—. Nunca pensé en eso. —Entonces déjame contarte una historia sobre mi prima, Susan —dijo Meg—. A ella le gustaba realmente un hombre. Él le envió unas notas pidiéndole una cita, pero ella lo rechazó. Incluso envió a su amigo para que le preguntara. Lo rechazó de nuevo. Un día, él se encontró con ella en la tienda.

—¿Por qué me rechazaste cuándo te invité a salir? —le dijo él —Nunca me lo preguntaste personalmente —dijo ella. —Por lo que él se lo preguntó personalmente y ella dijo sí. Ambos están ahora casados con tres niños. —¿Es eso cierto? —Sus ojos se ensancharon. —¿Alguna vez he sido mentirosa? —Meg le guiñó el ojo. Justo la semana pasada su amiga le había pedido prestado dinero y le había prometido que pagaría su deuda. Ambas sabían que eso era mentira. —Quiero decir, cuando es importante. —Meg rodó sus ojos ya que no respondió. —Supongo que no. —Mordió su labio inferior. Su amiga la sorprendió agarrando sus manos. —Amas a este tipo, ¿no? —preguntó Meg. —Más que mi propia vida. —Asintió. —Entonces hazte un favor a ti misma e inténtalo. —Meg apretó sus manos—. Lo peor que puede pasar es que la situación se quedará igual. Pero ¿qué pasa si el padre del hombre te escucha? ¿Qué pasa si todo puede arreglarse? Quizá no debería descartar el consejo de su amiga tan fácilmente. A veces la mejor respuesta era la más simple. Pero tenía miedo de perder sus esperanzas. —Pregúntaselo. —Meg la soltó y asió otra fritura del desayuno. —De acuerdo, le pregunt… Cuando estaba a media palabra, su amiga le metió la fritura de desayuno en su boca. Se ahogó y escupió a los trozos de patatas fritas por su escritorio.

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—¡Meg! —medio gritó, medio jadeó. —¡Bueno, no estabas comiendo! —Meg frotó tímidamente su nuca. No estaba segura si Meg era una sabia idiota o simplemente una idiota. ***

Esa noche, Chloe entró en su apartamento, agotada. Se dirigió a su sofá y se sentó. La caja llena con las plumas de Dmitri todavía se encontraba sobre la mesita de café. Sacó una pluma. Era muy fácil recordar cómo se aterrorizó después de ver esas plumas caer. Dmitri, no puedo creer lo mucho que te extraño. Pensaba que sabía cuánto dolería en el momento que se fue, pero no tenía ni idea. Aunque no habían estado juntos durante mucho tiempo, se sentía como si le faltara una parte de sí misma. Se dio cuenta que cuando Dmitri partió hacia el cielo, debió de haberle arrancado y llevado con él un pedazo de su corazón. Cuando tomó la pluma acercándola a su pecho, miró hacia el techo. Las palabras de antes de Meg hicieron eco en su mente. ¿Has pensado por un segundo que el padre de este chico puede estar esperando que hables con él? Bajó la mirada hacia la pluma y tragó. Si había un momento para tener una conversación con el padre de Dmitri, también conocido como Dios, era ahora. Apretó sus ojos e ignoró la lágrima que bajaba por su mejilla. —Dios, por favor devuélveme a Dmitri —gimió—. No te he pedido mucho en mi vida, pero te estoy pidiendo esto. Lo amo tanto. Sé que está prohibido, pero siento como si estuviera muriendo cuando él no está aquí. No estaba muy segura de qué esperar, quizás el destello de un rayo o un choque de truenos, pero no llegó nada. En cambio cuando abrió los ojos, la habitación no había cambiado. Y peor aún, no había ningún Dmitri. Sus temores se habían hecho realidad. Dios tenía sus razones para no permitirles estar juntos. Nunca podría recuperarlo. El corazón le dolía, se acostó en el sofá y trató de luchar por reprimir el dolor. ***

El viento azotaba en los árboles bajo la helada fría lluvia que caía a cántaros. Chloe permanecía inmóvil en un campo abierto, no estaba segura de dónde se encontraba o cómo había llegado allí. A pesar de no saber el paradero de este misterioso lugar, sabía exactamente por qué estaba aquí. Debía encontrar a Dmitri. No importaba que estuviera temblando y congelada hasta la médula. No importaba que sus dientes castañearan y estuviera a un tiro de piedra de la hipotermia. Todo lo que importaba era que tenía que encontrarlo. Ahora.

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—Dmitri, ¿dónde estás? —gritó. Su cabello le azotó en el rostro, disminuyendo su visión. El viento corría más fuerte en los árboles, haciendo que su piel se levantara con piel de gallina. Corrió, resbalando y deslizándose con la lluvia humedeciendo el césped. ¿Cómo se suponía que iba a encontrar al ángel que amaba? ¿Cómo? Gritó de nuevo su nombre desesperadamente, pero el sonido del viento era más fuerte, sofocando sus propios gritos.

Mientras caminaba hacia adelante, la lluvia helada cambió a granizo. El granizo golpeó su piel, causándole un dolor agudo con cada golpe. Una ráfaga de viento la atacó, haciéndola caer de rodillas. Se quedó inmóvil, mirando el cielo oscuro. Las nubes grises le recordaron los ojos de Dmitri cuando estaban alegres o enojados. Dmitri. Incluso pensar su nombre la llenaba de determinación. Tenía que levantarse y encontrarlo. A pesar del dolor, se tambaleó sobre sus pies por última vez. Una ráfaga de viento la empujó hacia atrás. Su visión parpadeó en blanco, luego todo se volvió negro. Chloe se despertó con un grito de asombro. Cuando apretó su mano en su pecho, descubrió que no estaba fuera bajo la lluvia helada. En cambio estaba tumbada en el sofá, acurrucada a un lado. La pluma todavía estaba entre sus manos. Se debía de haber quedado dormida con ella. Sacudiéndose se sentó y comprobó la hora. Eran las tres de la madrugada. Estaba demasiado llena de adrenalina después su pesadilla como para siquiera intentar volver a dormir.

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En cambio encendió la televisión, levantó sus rodillas hacia su barbilla y suprimió un suspiro, intentando ahogar sus propios pensamientos con el sonido de la televisión.

Veintiocho M

ás tarde esa mañana, Chloe revisaba los correos electrónicos de su

trabajo. Los clientes más potenciales habían rellenado los formularios y se los habían enviado. Algunas de las personas eran un fiasco, aunque la mayoría no. Por lo menos, hasta donde ella podía decir. Frunció el entrecejo y tomó un sorbo de su café. Tenía un sabor amargo, más amargo que el café sin azúcar o crema sabía. Apartó la taza y miró curiosamente el más reciente de los mensajes. Fue recibido a las tres de la mañana. No estaba segura qué había de extraño en eso, muchas personas eran noctámbulas, pero quedó intrigada por la persona que rellenó su formulario web de madrugada. Hizo clic en el mensaje y leyó a través del formulario. Nombre: Dmitri Anderson. Altura: 1.80. Peso: 82 kilos. Color de ojos: Gris. Color de cabello: Rubio. Ocupación: Guardián. Salario: Más de lo que necesito. La información venía con una fotografía del hombre más hermoso que hubiese visto alguna vez. Un hombre con unos bonitos ojos grises y cabello rubio. Era una fotografía de Dmitri. Su Dmitri. No era posible. No sabía si reír o llorar. Si era una broma, nunca se recuperaría. Y si no fuera…

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—Dmitri —susurró, todavía en estado shock. Con mano temblorosa, marcó el número del formulario. En el primer timbre, alguien respondió. —Hola, mejillas dulces —dijo Dmitri. —Dmitri. —Tembló—. ¿Dónde estás? ¿Qué está pasando?

Oyó pasos fuera de la puerta de su oficina. Con un suspiro, se sobresaltó. Si era Meg que le llevaba el desayuno por la mañana temprano, iba a matarla. La puerta se abrió y una figura alta se detuvo en el umbral. Era Dmitri. Un hormigueo se precipitó a través de su cuerpo. Dmitri estaba realmente aquí. No sabía por qué, ni cómo, pero eso no le importaba. Soltó un suspiro de alegría y corrió hacia él. Dmitri abrió sus brazos y la tomó entre ellos. Un segundo después estaba abrazándola, al siguiente su boca bajó, presionándose contra la de ella. Sus labios eran ásperos y calientes contra los suyos. Ese único beso disipó su dolor y lo reemplazó con pura alegría. Ella se empapó del ángel, desesperada por su toque. En ese momento, se dio cuenta de algo, que el beso de Dmitri le devolvía la vida. El pedazo de su corazón que él se había lleva estaba de vuelta. Él había rejuvenecido y arreglado las partes que se habían roto de ella. No podía vivir sin Dmitri. Puede que no haya estado mucho en su vida, pero eso no importaba. Desde el momento en que él llegó, la había cambiado para siempre. Mientras lloraba de felicidad, Dmitri la echó hacia atrás y limpió sus lágrimas con su pulgar. Llevaba una sonrisa dolorosamente dulce. Temblando de placer, ella trazó sus cejas y frente alta. Sus dedos se deslizaron hacia abajo hasta que llegó a su nariz y su cincelada mandíbula. Finalmente, tocó su boca que aún estaba hinchada por su desesperado beso. —¿Estás aquí? —susurró, aun no creyendo que esto no era un maravilloso sueño. —Estoy aquí. —Dmitri puso su mano encima de la suya—. Para siempre. Ella se rió y saboreó la sal de sus lágrimas de felicidad en su lengua. El ángel inclinó su cabeza y cubrió su cara con besos. La besó, tan desesperadamente, tan urgentemente que su piel ardía. Finalmente, ella le ofreció su boca de nuevo y él la tomó. Él se separó el tiempo suficiente para empujarla contra la pared. Después ahuecó su mejilla, capturando su boca de nuevo, desesperado por recuperar el tiempo perdido. Y ella estaba igualmente de desesperada como él.

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*** Después de que Chloe perdiera cuenta del tiempo que pasó besando a Dmitri, ambos se sentaron en el suelo de su oficina. Estaba en el regazo de Dmitri con sus brazos alrededor se su cintura. Aunque los dos se habían besado mutuamente durante mucho tiempo, parecían incapaces de detenerse. Incluso ahora, puso un beso suave y dulce sobre su oreja que le hacía estremecerse de placer. Sus labios se arrastraron de la oreja hasta su cuello. —¿Cómo pudiste regresar? —Suspiró extasiada—. Pensé que nuestra relación era prohibida.

—No pasó nada que no debía suceder. —Dmitri se rió entre dientes y depositó un beso en su cuello—. Por eso pude volver. —¿Eh? —Parpadeó ella—. ¿Quieres decir… que esto… se suponía que pasaría? Pero pensé que debía quedarme con Trevor. —Como te dije, a los ángeles no siempre se les dice la razón de sus misiones. Supuse que tenías que estar permanentemente junto a Trevor. —Dmitri puso otro beso en su cuello—. Resulta que tenías que romper con él. No lo sabía. —¿Qué? —¡Ella había estado agonizando por herir a Trevor!—. ¿Por qué? —Resulta que después de todo no eres el alma gemela de Trevor Malone. — Dmitri acarició su cabello—. Dios necesitaba que le dieras un empujón en la dirección correcta. Se supone que él acabará con Katherine, su manager. Cuando rompiste con Trevor, ella lo consoló. Él estará loco por ella pronto. —¿La manager? —Ella recordó todas las veces que Trevor había hablado sobre ella.

Ahora todo tiene sentido. Katherine lo ama. ¿Por qué sino se habría quedado cuando la trataba como a una esclava? —¿Trevor será feliz? —preguntó. —Me estás poniendo celoso. —Dmitri sonrió ampliamente para demostrarle que no lo decía en serio—. Pero sí, será sumamente feliz. Cuando dejó escapar un suspiro asombrado, Dmitri presionó otro beso en su oreja, haciéndola reír y estremecerse de placer al mismo tiempo. —Creo que todos nosotros seremos sumamente felices —susurró Dmitri en su oído. La carne de gallina cubrió toda su piel. —Tú y yo estábamos destinados a estar juntos, ¿eh? —dijo ella—. ¿Todavía tienes que ascender? —No puedo ascender. —Dmitri mordisqueó su oreja—. Ahora soy humano, como tú. Ella giró tan rápido que Dmitri parpadeó del susto. Con manos temblorosas, agarró la parte delantera de su camisa.

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—¿Eres humano? —suspiró—. ¿Cómo sucedió eso? —Bueno, resulta que en realidad nunca caí. Estaba convirtiéndome en un humano. Fue todo parte del plan de Dios, pero no lo sabía. Se suponía que tú y yo íbamos a amarnos mutuamente. Trevor te necesitaba, pero tú también necesitabas a Trevor. Sin él, nunca nos habríamos unido como lo hicimos. Por eso tuvimos que sufrir una temporada. —Dmitri le acarició el lateral de su cara—. Después de que me obligaran a dejarte, fui al cielo y me explicaron todo. Me quitaron las alas y

Dios dijo que me enviaba a la tierra para estar contigo. De aquí en adelante, soy igual que tú. Todo tenía sentido ahora. Además, el hecho de que Dmitri fuera un humano le hacía tener mariposas revoleteando en su estómago. ¡Esto era mejor de lo que ella podría haber esperado! —¡Oh, gracias! —Abrazó a Dmitri pero miró al cielo, dirigiendo una oración al cielo—. Muchas gracias. Ella sollozó y le plantó un fuerte beso en los labios de Dmitri. —Meg va a sorprenderse mucho cuando se dé cuenta que eres tú de quien me enamoré. Ella piensa que te odio a causa de todo el asunto de las alucinaciones —dijo Chloe—. Es una maravilla que ella no reconociera tu nombre cuando se lo dije. —Estoy seguro que ella puede manejarlo. —Dmitri tiraba de un mechón de su cabello—. Creo que simplemente estará contenta de que seas tú otra vez después de lo deprimida que has estado el último par de semanas. Ella asintió, pero luego se congeló. ¿El último par de semanas? —Espera un segundo —dijo—. ¿Cuánto tiempo llevas en la tierra? —Algún tiempo. —Dmitri se movió culpablemente—. Solo te vi un par de veces antes de esto. Puesto que ya no puedo volverme invisible, no podía arriesgarme a echar demasiadas miradas. Tal vez me hayas visto. —¿Algo de tiempo? —Ella bajó la mirada—. Estaba sufriendo. ¿Cómo pudiste esperar tanto para volver conmigo? —Quería estar contigo, mejillas dulces. —Dmitri parecía arrepentido—. Simplemente que las últimas instrucciones de Dios fueron que no debía acercarme a ti hasta que me diera la señal para hacerlo. No iba a desobedecerlo después de todo lo que él ha hecho por mí. He venido contigo en cuanto he podido.

¿Darle una señal? De repente, ató cabos. Anoche, le pidió a Dios que le devolviera a Dmitri. Él simplemente lo había hecho tan pronto se lo había pedido. De repente, lo entendió. Dios tenía un plan. Él había esperado que ella le pidiera recuperar a Dmitri. Cada momento de dolor que había experimentado simplemente era para que Dios la guiara hacia su final feliz. El que tenía ahora. —Estás enfadada conmigo, ¿verdad? —Dmitri frunció el ceño.

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—Por supuesto que lo estoy —mintió. No, ni siquiera un poco. —Ah, no te enfades. —Dmitri besó su mejilla—. Todavía tengo algo que preguntarte y no puedo si estás enfadada.

—De acuerdo, no estoy muy enfadada. —Se apoyó atrás y sonrió—. Pregúntame. —Bueno, ya que no podemos vivir el uno sin el otro, creo que lo más prudente es que te lo pida enseguida. —Dmitri sonrió—. ¿Quieres casarte conmigo? —¡Oh, Dios mío! —Estaba tan sorprendida que no podía moverse. —¿Mejillas dulces, estás bien? —Dmitri le dio un golpecito en su frente. Su toque la despertó. —¡Sí! —Se levantó. —¿Sí, estás bien o sí, quieres a casarte conmigo? —Dmitri también se puso de pie, con sus ojos muy abiertos. —Sí a ambas cosas.

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Luego voló a sus brazos y lo besó.

Epílogo Tres meses después C

hloe Anderson, sí, Anderson, no Molloy, estaba sentada junto a Dmitri en

la noche de su boda. Llevaba un vestido blanco con mangas largas de encaje y un florido velo. Su esposo, Dmitri al que nunca se cansaba de llamar su marido, lucía tan guapo como siempre con su traje de color carbón. Cuando ella le sonrió, él recogió su mano y le besó la parte posterior. Un escalofrío recorrió su columna vertebral y dejó salir un suspiro de felicidad. —¿Señora Anderson, te he dicho cómo de exquisita te ves hoy? —preguntó Dmitri. Él le había dicho que lucía exquisita por lo menos veinte veces, pero una mujer siempre podía soportar escuchar más elogios —Creo que ya lo has hecho. —Le guiñó el ojo—. Pero me alegro de que estés empezando este matrimonio con el pie derecho. —Es la única manera de empezar un matrimonio, ¿no estás de acuerdo? — Dmitri besó su mano otra vez. ¡Dios! no podría creer cómo con un solo roce de sus labios contra su piel pudiera hacerla derretir. Por otra parte, tal vez no debería haber estado tan sorprendida. Era Dmitri el que la besaba. Él era el amor de su vida. Nunca quiso vivir sin él y ahora no tendría que hacerlo.

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Después de que ella apretara su mano, finalmente dejó de coquetear durante el tiempo suficiente para mirar alrededor de la sala de recepción. Sus padres estaban situados junto a la mesa de aperitivos. Su padre, se veía tan ruborizado como siempre pero con casi siete kilos menos, tenía sus brazos cruzados cuando arrugó su nariz. Su mamá lo estaba mirando ceñuda. —¡Por el amor de Dios, mujer, es la boda de mi única hija! —dijo su papá—. Estoy deprimido. Deberían permitirme tener un trozo de pastel. —No. —Su mamá frunció el ceño—. Nada de pastel. Es malo para ti.

—Pero es una boda. —Su padre se retorció en su silla. —Cómete tu brócoli. —Frunciendo el ceño, su madre lanzó un ramito de brócoli hacía él. Que rebotó en su frente y cayó al suelo. Su papá palmeó su frente con su mano como si su madre lo hubiera apuñalado con un tenedor. Chloe sonrió, agradecida de que su padre estuviera lo suficientemente bien como para volar a Chicago para su boda. Y seguro que ella estaba contenta de que su madre pareciera feliz otra vez. Mientras suspiraba feliz, miró más allá de sus padres y vio a Meg. La mujer estaba de pie en medio de la pista de baile con un sedoso vestido azul, hablando con un apuesto hombre con el cabello negro y ojos marrones. Bien. Mi plan funcionó. Ella intentó reprimir una siniestra carcajada y falló. —¿Qué era esa risa? —Dmitri le dio un codazo juguetonamente. —¿Ves a ese hombre que está hablando con Meg? —susurró. —¡Uh, uh! —Dmitri miró, sus ojos le brillaban. —Es uno de mis clientes. —Ella cruzó sus piernas, lo cual era difícil de hacer en un vestido tan vaporoso—. Lo traje aquí para Meg. Parece que están haciendo buenas migas. —Mejillas dulces, eres astuta. —Él trazó el interior de su muñeca, haciendo revolotear su corazón. —Basta con los elogios. —Ella se sonrojó. —¿Por qué? me gusta hacerte ruborizar. —Sonrió, pasando sus dedos por el borde de su vestido—. Me hace ansiar esta noche. Si ella se no hubiera ruborizado antes, seguro lo haría ahora. Ella estaba deseando esta noche también, pero no lo dijo en voz alta. Todavía nerviosa, saltó levantándose. —Baila conmigo. —Ella le ofreció su mano. —No me pises los dedos del pie —dijo él. —No lo haré. —Ella lo miró mal. —¡Cielos! —gimió Dmitri—. No llevamos casados nada más que un par de horas y ya estás mirándome así.

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Puesto que no tenía disponible darle con un bolso, lo golpeó en la cabeza con la palma de su mano en cambio. —Sigue así y estarás en la caseta del perro en tu primera noche. —Ella fingió un ceño fruncido. —¡Vaya, hombre! —Dmitri se levantó—. Será mejor que baile.

—Sí, mejor para ti. —Asintió ella. Dmitri agarró su mano y la llevó hacia la pista de baile. Cuando él envolvió sus brazos alrededor de su cintura, ella respiró su dulce aroma. —Bromas aparte, creo que todo ha salido bien. —Dmitri la abrazó más cerca—. ¿No crees? Sonriendo, miró a la cara de su marido, más feliz de lo que había estado alguna vez en toda su vida. —Sí, creo que todo ha resultado divino.

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Fin

Sobre la autora A

my Malone Evanston creció en una granja en Afton, Wyoming. Una ávida

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amante de los animales, tiene una casa llena de gatos y perros. Su objetivo, además de expresarse a través de la escritura, es abrir un rescate de animales. Junto con la lectura y jugar con sus mascotas, Amy ama las tortas, buenos amigos, y té dulce. Puedes buscar a Amy en [email protected].

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