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El Leviathan y la bomba de vacío Hobbes, Boyle y la vida experimental UNrvERSIDAD NACIONAl DE QUILMES

Rector Daniel Gomez Vicerrector Jorge Flores

Steven Shapin Simon Schaffer -1 !

Universidad Nacional • ) de QUílmes (; Editorial

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Steven Shapln y Simon Schaffer

laprice (por el sabio consejo editorial), y Dorinda Outram (pÓr decirnos lo que no debíamos hacer). Durante 1979-1980 Shapin recibió una beca de investigación de la John Simon Guggenheim Memorial Foundation. Este libro se originó parcialmente en el trabajo realizado durante este tiempo. Shapin. quiere expresar su gratitud por todo el apoyo y la hospitalidad ofreci~ da en el transcurso de ese año por los estudiantes y el pers'onal del Departamento de Histori~ y Sociología de la Ciencia de la Universidad de Pensilvania. La investigación para el capítulo 7 fue financiada por una beca de la Royal Society de Londres, cuya ayuda reconocemos con gratitud. Una versión de una parte del capitulo 2 fue publicado como "Pump and Circumstance: Robert Boyle's Literary Tec!mology", en'Social Studies of Science, NQ 14, 1984. pp. 481-520. Agradecemos a Sage PubliC'ations Ud., por el penniso otorgado para usar este material. Por el permiso otorgado para citar manuscritos que se encueptran a su cuidado, agradecemos. a los síndicos de la Cambridge University Líbrary y a los curadores de la British Library. 'Por el penniso para reproducir material gráfico que se encuentra a su cuidado. agradecemos a la National Portrait Galle¡y, de Londres (figur~ 5); la Sutherland Collection del Ashmolean Museum de Oxfórd (figura 16); la Cambridge University Library (figuras 17,20,21 Y 22); la British Library (figums 2 y 4); Yla Edinburgh Universi ty Library (figuras 1, 3, 6, 7, 8, 9, 11, 12, l3, l4, 15, 18 Y 19). Por el permiso para usar el epígrafe del capitulo 1, agradecemos a los tenedores del copyright origínal de El nombre de la rosa de Umberto E<.:o, Gruppo Editoriale Fabbri, Bompiani, Sonzogno, Etas S,p.A, Milán. Endo ·de 1985.' A ul thucknall, Derbyshi re.

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Capítulo 1 cJ1tendiendo el exp.erimento

Adso: -¿"Pero cómo ocurrió", dije con admiración, "que pudo Us ted resolver el misterio de la biblioteca mirandola desde el exterior cuando no pudo resolverlo desde el in tenor"? WjlJiam of Baskerville: -"Si Dios conoce el mundo, es porqiJe lo concibió en su mente, como si fuera desde el extenor, antes de que fuera creado, y no conocemos sus leyes. porque vivimos dentro de él, encontrandolo ya hecho". UMBERTO ECO, El nombre de la rosa

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El tema de nuestro estudio es eI6~erimen~;Gueremos comprender la natural~za y el estatuto de las prattieas-áperimentales y sus pro.ductos iñt.electuales. Ésta~ son las preguntas que buscamos responder: ¿qué es ~n experimento? ¿Cómo se realiza un experimento? ¿Cuáles son los recursos por medio de los cuales se puede decir que producen hechos, y cuál. es la relación entre los hechos experimentales y las construcciones explicativas? ¿Cómo es identificado un experi~enJ-o exitoso, y cómo se distingue el éxito del fracaso experimental? Detrás de esta serie de preguntas particulares reposan pregunta.s más generales: ¿por qué s~ hacen experimentos con el fin de arribar a la verdad de.ntifica? ¿E~ el experimento un medio privilegiado para arribar a un conocimien.to consensu,alm-:nte acordado sobre la naturaleza, o hay \ otros medíos posi\)Jes7 ¿Cuáles son las recomendaciones propias de la via experimental la ciencia frente a otras alternativas posíbles? Queremos que nuestras respuestas sean de car.á":ter hístóricQ_Pa- ( ra este fin, trararemos con las circunstancias hístó7¡c~~';~-i;;cuales el experimen'to surgió como un medio sistemático para generar conoci~ \

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Steven Snapin y Simon Schaffer

El Leviat!rall y la bomba de vacío'

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miento sobre la naturaleza, las prácticas científicas se institucionali\ zaran y Jos hechos prcducidas experimentalmente devinieron en fun\ dame:ltos de lo que cuenta como conocimiento cientiflco apropiado. Por consiguiente, comenzamos con un gran paradiglna del procedímientú experimental: las investigaciones neumáticas de Robert Bayle y su empleo de la bomba de vacío. La bomba de vacio de Boyle posee un carácter canónico en Jos textos científicos, en la pedagogía de la ciencia y en la disciplina aca· démica de la historia de la ciencia. Es posible pensar que de todos los temas de la historia de la ciencia éste es un tópico acerca del cual debelÍan poder decirse pocas cosas nuevas. Es un relato habitual y, esencialmente, un relato ejemplar. En verdad hay muchos aspectos 'del trabajo experimental de Boyle y la institucionalización de la experimentación acerca de los cuales tendremos muy pocas cosas nuevas para decir: nuestra deuda con el trabajo historiográfico prevía es demasiado amplia como para reconocerla adecuadamente. Es necesario se~alar que' una excelente historia de los experimentos neumáticos de los anos 1660 es ' la primera de las celebradas series de los Harvard Case Histories in Ex~ perimental Science. 1 Este estudio, realizado hace treinta y cinco años, establece de forma ad:r.irable nuestro punto de partida: muestra que los experimentos de Boyle con la bomba de vacio fueron diseñados para proveer un modelo heurístico sobre cómo podia asegurarse conocimiento científico autentico (y en verdad lo han provisto desde entonces), De modo interesante, la historia de Harvard en sí misma ha adquirido un estatuto canónico: a través de su justificado lugar en la enseñanza de la historia de la ciencia ha provisto un ejemplo concreto del modo en que debe realizarse la investigación en la disciplina, qué tipo de preguntas es pertinente hacer, que tipo de materiales son rel~vante's para la investigación, cuáles son pertinentes o no, y cuál d~biera ser la fama general de la narración y la explicación histórica. No obstante, es hora de cambiar el método, las suposiciones y el programa' histórico I Conant. "Boyle's Experimctlts in Pncumatics", y pp. 29·64.

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en el cual estaba incluido el caso histórico de Harvard y otros estudios como ese. Queremos ver de nuevo los experimentos con la bomba de vacío, formular nuevas preguntas a esos materiales y reformular los intemogantes tradicionales. No inidamos nuestro proyecto con una mirada que apunte a cuestionar los relatos existentes acerca del trabajo experimental de Boyle. De hecho, desde el principio tuvimos profundas dudas de que pu~ieramos añadir mucho al trabajo realizado por los distinguidos estudiosos de Boyle dd pasado. Sin embargo, en la medida en que p.uestro análisis avanzaba, nos convencimos crecientemente que las preguntas que queríamos responder no habían sido planteadas de manera sistemática por escritores prevías. ¿Por qué no? " La .respues~a pued~, resjdj~, en la diferencia que existe entre Jos relatos. de los miembros y los relatos de los extranjeros". Ser miem~ ,aro de la cultura' que uno busca comprender posee enonnes ventajas. En verdad es difícil pensar en cómo uno pacida comprender una cultura de la cual se es completamente extraño. Sín embargo, la pertenencia irreflexiva trae serias desventajas para la búsqueda de una comprensión, y la principal de ellas puede ser llamado "el método de ~' la auto-evidencia".2 Una razón por la cual los historiadores no han 1: planteado las preguntas: que queremo~ realizar de modo °sistemático y profundo es que han pro'ducido, en buena medida, reJ¿tos sesgados por el método de la a'utoevídencia que es propIo de los míembros de una cultura. En este método l¡l.s presuposiciones de nuestras prácticas cul~ turales rutinarias no son vistas como problemáticas y necesitadas de 1 explicación.' C¡rdinariamente, nuestras creencias y prácticas culturales .1 son referidas a los hechos no ambiguos de la naturaleza o a los ctiterios universales impersonales de cómo la gente hace las cosas (o có~ ,mo las hacen c.uando se comportan "racionalmente"). Si se le pregun~ ta a.u n niiembro lego a 'nuestra cultura por qué llama pájaro a un avestruz, contestará probablemente a su inquisidor que los avestruces son pájaros, o apuntará a los criterios no probJematicos del sistema de

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Véase. por ejemplo. Douglils, "Self.Evidcnce".

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Steven Shapin y Simon Sehaffer

El Lellia/han y la bomba de vacio

Linneo de clasificación por d cual los avestruces son catégorizados de ese modo. Por contraste, este lego pensara un conjunto de razones pa-

acerca de la l1aturaleza de los experimentos y su estatuto en nuestro I1 mapa Intelectual global-o ' I El relato de los miembros, y su método asociado de la autoevj. dencia, tiené una gran auacción instintiva; las fuerzas socjales que lo protegen y sostienen son poderosas. Los miembros que plantean preguntas embarazosas sobre lo que ~todos saben" en la cultura compartida corren un serio riesgo de ser tratados como creadores de problemas o como idiotas. En verdad, para ser expulsado de una cultura, hay pocas foonas más seguras que poner en cuestión nuestros esquemas de trabajo intelectuales sedimentados. s Jugar a ser un extraño es por ello \ un asunto dificil; sin embargo, es precisamente eso lo que necesitamos \ hacer respecto a la cultura del experimento. Necesitamos jugar a que somos extraños, no ser extraños. Un extraño genuino es un simple ig~ norante.' Lo que intentamos es suspender calculada e infonnadamente \ las percepcíones que damos por sentadas acerca de la práctica experi- , mental y de sus productos. Jugando a que somos ex-traños esperamos distanciamos de: la autoevidencia. Queremos aproximamos a "nuestra" I cultura del experimento, tal como sugíere Alfred Schutz que se aproxi. ma un éxtraño a una cultura ajena. "no (como] un refugio, sino [como] un campo de aventura; no como algo que va de suyo sino corno un te~ ma: cuestionable de investigaejón; no como un instrumento que pendte desenfrafiar situacíones problemáticas sino, en si misma, como una situació'~ problémática. y dificil de dominar".6 Si pretendemos ser extranos a la cult:.lra experimental, podemos buscar apropiarnos de una gran ventaja que éste posee frente a los miembros de esa cultura, explicando las creencias y prácticas de la cultura específica de la que se trata: el extraño' está en una posición adecuada para saber que hay alternativas él esas creencias y practicas.7 La conciencia de las alternativas y la pertinencia del plano: exp!ícativo van juntas.

BIBLIOTECA

ra cuestionar una cultura que excluya a Jos avestruces de la clase de los pájaros.) En el caso de la c~ltura experim~ntal, el mé:rpdo ~e 1a,s autoevidencias es partículanneme notable en los relatos de los .hlst~nado­ res; y es fácil apreciar por qué este 'deberia ser el caso: los !llSlonadores i están ampliamente de acuerdo en identificar a Borle co~o el, fundador del mundo experiment~l en el 'cual, los cientifitos,'viven y operan \, ' hoy. De tal modo los histonadores comienzan con el supuesto de que , , ellos (y los científicos modernos) comparten una cultura con Robert : Boyle, y de acuerdo con ello tratan su tema: el historiador y el expei rimentador del siglo XVII son ambos miembros de esa cultura. Para ! sostener este supuesto se puede recurrir a la trayectoria histórica de la cultura experimental. El programa de Boyle triunfó sobre su,s altern~­ "tívas y objeciones; y en su propio país lo h~zo con tan.ta rapidez d~b~­ ~ do a la amplia ayuda y al apoyo que provmo de la Vigorosa pubhCldad partisana de la Royal Socíety de Londres. El del. experimental es habitualmente tratado como su propla expltcaClOn.. ~ pesar de ello. la via usual a través de la c,ual s~ prese~ta en, la practl, ca historiográfica el método de la autoeVidencia es mas sutll -no como ~n conjunto de afinnacíones explícitas sobre el surgimiento, la aceptación y la institucionalización del experimento, sino como una disposición a no encontrarle sentido al planteo de ciertas ,p~eguntas

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J Un lugar c1:1sico Ilara las discusiones sobre el carácter reJativls!a o re~list: de las " clasificaciones y el mundo natural es Bulmer. "Why ís the Cassowary not a Blrd? , El relato de Bulmer es crucia\mentc asimétrico: eSa curiosidad s610 su rge en las culturas ~ue o clasifican al casuario como Ilájaro, Para tratamientos simetrícos de esta cuestlon, Bloor. 'Duckheim and Mauss Revjsited", y Know{edge and cap. \: Bames y Blool. "Relativism, Ra tionalism and the Socio\ogy of Knowleage . espwalmente pp, 37-38. ,' ' , , Para una poderosa expresió Il decimonónica de esta vlSlón, véase Hmchel, ,Preliminary Discourse on/he Sludy of NalUra/ Ph¡{osophy, pp, 1\ 5-116. EOl~C muchos eJemplos del siglo xx, véase l. T. More, Lije of Boy/c, p, 239: "Las ~ondilslones (de Boylel y Hobbes. y fue rueron lee pladas un! vc"'almente " . desdel)ando las ,objecioncs dc, linus " inmediatamente proclamado como la mayor autondad en c(encta ,

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5 Wanse los ·cxperimentos" de Harold Garlinkei cuestIonando las reglas de la interacción social lomadas de suyo. Studies i/1 El hllome/)wdo!ogy. especial mente el cap. 2, 6 SChUlZ, Collecled Papm, vol. 11. p. 104. 1 Las v('n1ajas relativas de las perspectivas del miembro y del extranjero han sido debatidas po r los sociólogos a lravés de la observación pa rticlpativa de la ciencia

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Steven Shapi n y Simon

S~haffeT

Por supuesto, no somos antropólogos sino historiadores. ¿Cómo puede un historiador jugar a ser un extraño respecto ~e la cultura experimental, una cultura con la cual se nos dice que com,partimos un pasado y que uno de nosotros es el fundador? Uno de lo~ modos que podemos utilizar es identificar y examinar episodios de controversias en el pasado. Desde nuestro punto de vista, las instancias históricas de controversias sobre los fenómenos naturales o práctiqs intelectuales tienen dos ventajas. Una es que muy habitualmente envuelven desacuerdos acerca de la realidad de entidades o propiedades cuya existencia o valor son subsecuentemente tomadas como no problemáticas o establecidas. En la metafora de H. M. Cal1im, las creencias institucionalizadas sobre el mundo natural son como el barco en la botella, mientld.s que las controversias científicas nos ofrecen la' oportunidad de ver que el barco fue una vez una pila de varillas y cuerdas, y que estuvo fuera de la botella alguna vez.a Otra ventaja asociada al estu~ dio de controversias es que los actores históricos frecuentemente jue~ gan un papel análogo a nuestro pretendido extraño: 'en el transcurso de la controversla intentan deconstruir las creencias y prácticas preferidas de sus antagonistas que se han sedimentado, y hacen esto tra· tanda de desplegar el caracter artificial y convencional' de esas I \ creencias y prácticas. A partir del momento en que éste es el caso, los participantes de una controversia ofrecen al historiador recursos para I jugar a ser un extraño. Por supuesto, seria un gran error para el his\ tonador simplemente apropiarse y validar el análisis de una de las partes de la controversia científica, y no es esto lo que nos proponemoS hacer. Hemos hallado valioso notar las estrategias constructivas y deconstructivas empleadas por ambos lados de la controversia, pero mientras utilizamos los relatos de los participantes no debemos con-

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moderna. Latour y Woolgar, en Laboraiory Lije, cap. l. están alertas a los peligros metodológicos de Identificarse con tos científicos que estudian, en cambio Collins. en "Understanding Sciencc", especialmente pp, 373-374, argumenta que sólo deviniendo un miembro competente de la comunidad bajo estudio puede uno comprobar con confianza su propia comprensión. 8 Collins, "Seven Scxes" y "Son of Seven Sexes".

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y la bomba de vacio

fundirlos con nuestro propio trabajo interpretativo: el historiador habla por sí mismo. , La controversia de la que nos ocupamos tomó lugar en Inglaterra entre la década de 1660 y principios de la de 1670. Los protagonistas fueron Robert Boyle (1627-1691) y Thomas Hobbes (l588-1679). Boyle aparece coroo d mayor practicante de la experimentación sistemática y uno de los más importantes propagandistas del valor de las prácticas 'experimentales en la filosofia natural. Hobbes toma el papel del oponente local más vigoroso a Boyle, buscando socavar las alega- i ciones particulares y las interpretaciones producidas por las investiga- \ ciones de Boyle y, crucialroente, movilizando poderosos argumentos para explicar por qué el programa experimental no podia producir el 1 tipo de cónocimíento quc'Boyie recomendaba. Hay un gran número de : razones por las cuales la disputa entre Hobbes y Boyle es particularmente difídl de analizar para el historiador. Una razón es el grado en el cual la figura de Hobbes como filósofo natural ha desaparecido de la Iit~ratura. Karglon dice correctamente que "Hobbes fue uno de los tres filósofos mecanicistas más importantes de mediados del siglo diecisiete, junto con Descartes y Gassendi".9 No faltan evidencias acerca de la seriedad con la cual eran tratadas las visiones de Hobbes sobre la filosofía natural en el siglo XVII, especialmente pero no' exclusivamente, por aquellos que las consideraban seriamente defectuosas. Sa~ bemos que tan tardíamente como a comienzos del siglo XVHI los tra~ tados de fílosofia natural· de Hobbes fonnaban un importam:e componente de la, currleula de la universidad escocesa. 10 S'In emb argo, hacia fil)ales del siglo XVI!! Hobbes había sido ampliamente excluido de la historia de la ciencia. La entrada de Hobbes en la lercera edición de' 1797 de la Encyclopaedia Britannica menciona muy brevemente sus 'consideraciones científicas' e ignora totalmente sus tratados contra Boyie. L~: mismo vale para la entrada Dissertatioll o» the History... 01

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Kargon, Aromism in E/lg/alld, p. 54. Shepherd, "Newtonianism in Scottish Universíties", especialmente p. 70, Y Philasophy at1d Science ill the Scollish Ulliversiry. pp, 8. \16, 153, 167 Y2\5·2\7. 10

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Steven Shapin y Simon SchatTer

Matltematical and Physical Sc/ence de la edición de ·1842 de la Eltcy~' clopaedia: Hobbes es recordado como un mósl'f(l en etka, política, psicología y metafísica; la ur:idad de eses intereses con la filcsoi'"h de la naturaleza, tan enfatizados por Hobbes, ha sido desunida y la cien~ cia carece de toda consideración. Incluso el articulo de Mintz sobre Hobbes en el Dictionary of Sdentific Biography está fuertemente sesgado hacia sus escritos morales, pollticos y psicológicos,lI Afortunadamente para nosotros, desde la monografía sobre' la fiiosofía mecánica de Hobbes de Brandt en 1928. la' situación ha comenzado a mejorar. En lo que sigue se hará evidente nuestra deuda hacia trabajos sobre la ciencia de Hobbes realizados más re\ientem~nte por parte de especialistas como R. H. Kargon, J. W. N. Watkins, iAlan Shapiro, Miriam Reik y Thomas Splangens. Sin embargo, ~stamos muy lejos de conocer el verdadero lugar de Hobbes en la filosofía natural del siglo XVII, y, si este libro estimula investigaciones posteriores, una de sus funciones habrá sido satisfecha. Kargon sugiere que una de las razones que explican el olyido de Hobbes realizado por parte de los historiadores de la ciencia descansa en el hecho de que estaba en desacuerdo con el héroe Boyle, y por ello sufrió el ostracismo de la Royal Society de Londres. 12 No hay dudas de que las controversias cientificas de Hobbes en Inglaterra, todas las cuales fueron consideradas perdidas por sus contemporáneos, tienen mucho que ver con este olvido de los historiadores. Den~o de la tradición histórica "Whig", las partes perdedoras tienen pocofínterés, y en ningún tipo de historia ha sido esta tendencia más evidente que en la historia de la dencia clásica. 13 Este libro se ocupa de las controversias de Hobbes en filosofía natural, aunque sus disputas matemáticas con John Wallis y Seth Ward, que no podemos tratar con ninglin detalle, 11 Anan. "Hobbcs"; Mackintosh. "Disertalion Second", pp. 316-323 (sobre ftlosofia de la étical; piayfair, "Disertation Third" (sobre matematica y ciencia Física, donde Hobbes es escasamente mencionado); Minll. "Hobbes'~ 12 Kargan. Alomism in England, p. 54. l) La tendencia whlggish en el tratamiento de las disputas entre Boylc, Hobbes y Linus es brevemente sefiaIada en Brush, Slalislical Physies, p. ¡6.

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El Uvialha'l y la bomba de vacío

fueron perdidas aun más espectaculannente, desapareciendo del regls~ tro histórico ;lUn más acabadamente que su pelea con Boyle. Según Leslie Step:¡ens, en su éntrada en el Dictionary oJ National Biograpky, los oponenres de Hobbes mostraron sus "múltiples absurdos"; el relato más extenso de Croom Robertson en la onceava edición de la Encyclopaedia Britanníca se hace eco de este juicio y ningún historiador disiente. r4 En los relatos hi.stóricos de las controversias de Hobbes con Boy- \ le la situación es similar. No hay muchas cosas escritas sobre estas disputas, y lo poco que hay posee algunos errores fundamentales. Por ejelJlplo, un escritor ha afinnado que las objeciones de Hobbes a la filoso'fia natural de Boyle provenían de la creencia de Hobbes en el ho- ) , rror·. vacúi aristotélico (lo que es completamente erróneo).15 Otro escritor más sensible ha argumentado que Hobbes daba un lugar central a la experimentación en la fil?sofía natural (lo que dolorosamente mostraremos que es erróneol. 16 Es posible que parte de las razones para esos errores, y para el olvido general de las controversias entre Hobbes y Boyle, sea documental. Hasta donde hemos podido determinar, solamente dos historiadores dan indicacione.s sólidas de que han abierto el texto crucial de esta controversia y que han digerido todos s.us contenidos; el Dialogus physicus de natura aeris de Hobbes, de 1661. t7 En verdad, el Dialogus de Hobbes no ha sido nunca traducido l. Stephen. "Hobbes", espe6almente p. 935 (ef. Stephen, Hobbes, pp. SJ -54); RoberlSon. "Hobbes", especialmente pp. 549-SS0 (cr. Robertson. Hobbes, pp. 160-185); A, E. TayJor. Thomas Hobbes. especialmente pp. 18-21 Y 40-41. Vease tamblen Scatt, -John Wal1Js", p. 65. Para el. trabajo sobre la geometr[a de: Hobbes y las controvers ' ¡S con los profesores de Oxford, veanse Saeksteder, "Hobbes: Geometrícal Objec\S ", y "Hobbes: The Art of the Geometrkians"; Breidert. "Les mathcmatiques et la méthode mathcmallque chcz Habbes"; Scoll, rile Malhemalical Work oJ Wo/Us, cap. 10. 15 Sobre la afirmación acerca del liorror vacuí, véaso Greene, "More and Boyle on the Spirit of Nature", p, 463; para una nota que señala el mor, véase Apptebaum, "Boyle and Hobbes". t,6 Watkins, Hobbes's Syslem, p. 70n. Esa afirmación es tratada con detalle en el capitulo 4, más adel3]1te. 17 las excepciones son Gargani. Hobbcs e la scienza; pp. 278,,285, YLupoli, "la polemica lra Hobbes e Boyk: Gargarü señala que el Dialogus "pertenece a una etapa

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El Levialnan y la bomba de vado

Sleven Shapin y Slmon Schaffer

No examinaremos los trabajos subsecuentes a De Corpore [de 1655, seis años a~tes Dialogus plJysicusl [,..} No menos de tres veces Hobbes se dedi~ó durante eso~ años a su tisiea para elaboraciones ulteriores (".J, pero retienen exactamente el mismo earacter que la fisica de De Corpore. Este cari:ter deviene especiaimtnte conspicuo en el ataque de Hobbes al famoso "New Experiments touching the Spring of the Aire" de Boyle, Aquí c.f. nuevo Hobbes muestra lo poco que comprende el significado de la experimentación. A pesar de los continuos experimentos sobre el vacio, a pesar de la invención de la bomba de vado, Hobbes aun adhería a su mirada del mundo pleno. Los últimos años de Hobbes fueron bastante trágims. No comprendió bien el gran desarrollo de la ciencia empírica inglesa que tuvo lugar justamente en ese tiempo [.. ,] Y cuando los miembros de la Royal Sodety adoptaron el método experimental de investigación (".] H:obbes no pudo más estar al tanto de ellos. le

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del latín original, lo que puede ser una fonna de explicar, este descuido. Con estas dos excepciones, los historiadores han estado satisfechos alineándose ellos mismos c:,:,n él victorioso BoylE y sus asociados; repitiendo Jos juicios de Boy)~ sobre el texto de Hobbe:~. y manteniendo el silencio acerca de lo que Hobbes en verdad tenía para decir. Incluso Brandt, quien ha escrito el estudio más detaliado acerca de la dencia de Hobbes, declinó comprometerse con el Dialogus physicus y otros textos posteriores de su filosofía natural. También Brandt aceptó la evaluación de Boyle acerca de las posiciones de Hobbes: bastante avanzada de la carrera filosófica y dentltlca de Hobbes': Gargan! no ve nada original desarrollado en el Dialog~s; por el contrano, ve en el una continuación de la fisica plenísta y la clÍtica al experimentalismo ingenuo de (escritos mas tempranos {especialmente el D~ corpore y el Shorr Tracl on Firsr Principies: vcanse pp. 134-138 Y 271-278). Pero Gargani s610 clla las dos dedicatorias iniciales del Dialogus de Hobbes y no presta nInguna atenr'ón al texto o a los ataques al programa de la bomba de vacio de Boyle. Lupali da una exposición completa y valiosa de 1a respuesta de &lyle a Hobbes en el Eramell. Ubica b controvmJa en el contexto de los rtimeros. ensayos sobre neumática en halia y ha ncia en la década de 1640, espe~ialmente el debate entre Pascal y NOel. Lupoll sugiere que el ataque de Hobbes a Boyle se debió a su :'desagrado 'a ser excluIdo de la nueva asociacIón cientHica, pero sobre todo por la desilUsión y preocupación por ver Ignorado su funda mento para la ciencia fisica" (p. 324). Lupoli interpreta la prolUidad de la respuesta de Boyk como una respuesta a 14 crílica realizada por Hobbes a la "retórica de la ingenuidad"; y la táctica de Boyle de responder punto por punto a las criticas empirkas realizadas por Hobbes como un medio de evitar una confrontaclón directa con su programa flsico global (p. 329). Pero Lupoli está mucho más interesado en las declaraciones sobre el m~lodo y en la ,filosofía experimental de Boyte, y no da ningún infome delallado de las fuentes de Hobbes que ullliza. Agradecemos a Agostlno Lupoll por darnos una copia de su articulo (recibido despues de que fuero escrito nuestro manuscrito): es la única fuenl<: que hemos encontrado que ella el Dialogus en detalle, Otras Importantes fucntes recientes sobre la filosofía nacural de Hob bes no abordan con detalle las controversIas que lo opusieron a Boyle y no examInan el detalle del contenido de su Dialog~s Phys ¡eus; véase, por ejemplo, Sprangens, The Polirie5 of Motion, especialmente el cap. 3; Relk, The Go/den Lands of Hobbes, cap. 7; Go'ldsmith, Hobbes's Stiellce o/ Polities, cap. 2: cada una de estas obras presenta, sin embargo, ¡nteres en otras direc~(ones. Por otra parte, la mayana de los especialistas de Hobbes hacen frecuentes alusiones a su trabajo clentlfko. Han lendldo a exp,lotar su filosofía nalural ddl\do a \a alta estima existente que los historiadores de las ldeás han dado a sus' leorlas polltlcas y psicológicas, y debido a su convicción de que debe existir. un patrón común en su pensamiento, Los historiadores de la ciencia, dada su' baja evaluación de la ftlosofia nalural y matemática de Hobbcs. no han intentado buscar ese patrón. '

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Vemos aqui el germen de una estrategia historiográfica estandarizada para tratar la controversia entre Hobbes y Boyle, y, se puede argumentar, para manejar el ~onodmíento rechazado en generaL Tenemos un residuo, los rudimentos de una explicación causal del conocimiento rechazado (que de manera implícita actúa para justificar el residuol, y un .manejo asimétrico del conocimiento rechazado y aceptado, Primero se establece que el conocimiento rechazado no es conocimiento si~ no e'rror. El historiador realiza esto tomando el lado del conocimiento aceptado y usando la explicación causal de la parte victoriosa como propia. Desde el momento e~ que los vencedores han dispuesto de este modo el error, el descarte del historiador está justificado. 19 De este modo L T. More señala que las "mofas" de Hobbes hacia Boyle eran "un fárrago de sin sentidos" y cita la respuesta decisiva de Boyle sin detallar cuál era la posición de Hobbes,20 McKie trata la disputa di18

Brandt, Hobbes' Mechimiedl COllceptioll, pp. 377-378.

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Para aproximaciones sodológlcas e históricas altemativas al conodmícr.to rechazado, véase la contribución de Wallls (ed.), 011 lIle Marg;ns 01 Se/mee, y eotlins y Pinch, Frames 01 Meaníng. _1ll L. T. More, Life of BOY/f, p. 97. El más redente libro de Maddlson, Life 01 Boyle (pp. 106-109) tiene aún menos que decir acerca de la controversia.

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Slev~n

Shapin y Simon Scha ITer El Lcviathan y la bomba de vacío

cienda sendUamente que "Boyle dispuso muy I:ompetentemente los argumentos de Hobbes y con mucha gracia sus exabruptos.contendo. sos y bi1iosos~. 21 John bIte: ~onduy~' que "l2 j'..!s-:lcl3. esencial de las criticas ¿~ Boyle (a Hobbi:s} Ir:uestra [oo.] que no h':.lticI
12

dem Science, p, 26. 26 1)

B, Sha piro. Probabllity Q1ld Cerio in 1)', p. 73; d. p. 68. Conan t, "8oylc's Experi ments In Pneumatics", p. 49.

vado a "Hobbes en una mal advertida controversia sobre temas que {\ no·entendí~".29 Leslie Ste?hen y Croom Robertson intentan explicar la

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incomprt;,;;:ém de Hob':J<:s refiribcJs<: a factores que distorsionaron su juicio o ú) hicieron ínadtcuado para apreciar la validez del programa boyleano: estaba mal calificado en matematica y fisica; era demasiado viejo y rígido en el momento de su controversia con Boyle; era de un temperamento obstinado y dogmático; tenia convicciones ideológicas muy firmes. 29 (Hasta donde sabemos ningún historiador ha sugerido jamás que Boyle pudo "no entender" a Hobbes.) . . Desde el.momento en que nuestro procedimiento no va a utilizar la categoría de "ent.ender mal" y las asimetrías asociadas a ella, son necesarias algunas p.alabras ac"erca del método que utilizaremos. No hace fal ta casi decir que ·nuestro· propósito no es evaluativo: es descripti v~ explicativo. Sin embargo, figuran centralmente en este libro preguntas relacionad;¡.s con la evaluación, y lo hacen de muchos modos. Hemos dicho que pretenderemos adoptar una "perspectiva del extraño" respec~ to del programa expenmencal: haremos esto porque nos hemos propuesto la tarea histórica de inquirir por qué las prácticas experimentales fueron consideradas apropiadas y cómo estas prácticas fueron tomadas e~ cuenta para la producción de conocimiento confiable. Como parte del' mismo ejercicio estaremos adoptando algo parecido a la "perspectiva del miemhrb" en lo que hace al antiexperimentalismo hobbesiano. Es decir, queremos ponemos a nosotros mismos en una posición en la que las objeciones al programa experimental parezcan plausibles, sensibles y racionales. Siguiendo a Gellner estaremos ofreciendo una "interpretación caritativa" del punto de vista de Hobbes. 30 Nuestro propósito no es ponemos del lado de Hobbes, tampoco resucí~ tar su rr:putación científica (aunque ésta, en nuestra opinión, ha sido

28 Slewart, "/nlroduction", p. xvi. La hipótesis de la "incomprensión" de Hobbes afecta Incluso los ~scritos de person~s jóv~nes; véase Kuslan y Stone, Bo)'le: The Orcar

Expcrimen ter, p. 26. 29 10

Stephen, "Hob bes", p. 937:: Robertso n, "Hobbes" p. 552. Gell ner, ·Conccpls and Sociery"; er. Collins. "Son of Seven Sexes". pp, 52- 54.

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El Úviathan y la bomba de vado Steven Shapin y Slmon Schaffer

seriamente subvalorada). Nuestra meta es romper el aura de autoevi· dencia que rodea a la via experimental de producir conocimiento, y una "interpretación caritativa" de la oposición al experiment~lísn;o es J un medio valioso para cumplir con este objetivo.'Pcr supuesto, r~uéstra ambicio;. ".0 es reescribir el juicio de la historia, que es daro: );;s 'terspectivas d~ Hobbes encontraron muy poco apoyo en la comunJdad filosófica natural inglesa. Sin embargo, queremos mostrar que en ese contexto no había nada evidente o in~vitable que condujera a un consenso filosófico nalural en favor del programa experimental. Si hu.bieran existido otras circ~nstancias histó~cas sos~eniendo esa :omullldad 1 filosófica, las perspectivas de Hobbes.blen podnan haber temdo otra rei cepción. Éstas no fueron ampliamente aceptadas o creídas -mas eran ; creíbles: no fueron consideradas correctas-, pero no había nada inhe\ rente a ellas que imposibilitara una evaluación diferente'. (En verdad, había puntos en los cuales las criticas de Hobbes estaban menos que bien informadas, del mismo modo que había aspectos de la posición de Boyle que debieran ser vistas como mal infonnadas e incluso chapuceras. Si el historiador quisiera evaluar a los actores por los estándares actuales del procedimiento científico, encontraria que ambos eran vulnerables.) Por ·(¡(ra parte. nuestro tratamiento del experimentalismo de Boyle enfatizara los papeles fundamentales de la convención, el acuerdo práctico y el trabajo en la creación y evaluación positiva del conocimiento experimental. Intentaremos identificar aquellos rasgos de. la situación histórica por los cuales las decisiones intelectuales que' se toI maron se consideraron apropiadas y por los que se afinnó que esas ) convenciones eran apropiadas, que ese acuerdo era necesario, y que el I trabajo involucrado en la producción de conocimiento experimental era valioso y preferible al de otras alternativas, Lejos de evitar preguntas sobre la "verdad", la "objetividad" y el "método apropiado", estaremos confrontando estos temas centralmente_ Pero los trataremos de un modo ligeramente diferente a lo que caracteriza a alguna historia y a mucha filosofía de la ciencia. La "verdad", la "adecuación" y la "objetividad" serán ~rata~as como resultados, como productos históricos, como juicios y categorias de actores.

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Seran tópicos de nuestra inquisición, no recursos irreflexivos utilizados en esa investigación. ¿C~mo y por qué ciertas prácticas y ~reencías fueron consideradas como apropiadas y verdaderas? Al valorar temas relativos al método cientifico estaremos siguiendo el mismo camino. La metodología ha será tratada exclusivamente como un conjunto de afi-maciones fannales acerca de cómo producir conocimiento y ep.. ningún caso como un detenninante de la práctica intelectual. Estaremos inter- " mitentemente ocupados en afinnacione.s verba.les explicitas acerca de . cómo debieran conducirse los filósofos, pero estas afinnaciones acerca \ del método Sl;nl.n invariablemente analizadas en relación con el esta-,I .blecimiento p'ré~iso en el.c.ual son producidas, en relación a los propó~ \ sitos' de a,quellos que las hacen, y en referencia a la naturaleza actual l. de la prácticu científica contemporánea.)l Más importante para nuestro J11 proyecto es U{l examen del método entendido como una act¡vídad I práctica real. Por ejemplo. dedicaremos mucha atención a preguntas \ como: ¿cómo es en verdad producido un hecho experimental? ¿Cuáles son los criterios pnkticos para juzgar el éxito y el fracaso experimen~al? ¿Cómo, y en qué extensión, son verdaderamente reproducidos los experimentos. y qué es lo que permite que tenga lugar la reproducción? -¿Cómo es en verqad manejada la frontera experimental entre los hechos y la teorla? :¿Hay experimentos cruciales? Y, en ese caso, ¿sobre qué fundamento son tomados como cruciales? Mas adelante nos esfor~ I zaremos en ampliar nuestras apreciaciones usuales de aquello en lo que consiste el método cientifJco y cómo el método en la filosofía natural ~e relacio~a con procedimie~tos intelectuales en otras areas de la cultura y en la sociedad en general. Uno de los modos en que trataremos de hacer esto .es situando el método científico y las controversias acerca del mismo en un contexto social. Usualmente se entiende que el concepto de "contexto social" refiere a la ~ociedad en general y, en gran medida, estaremos interesa-

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)1 Para ejemplos de cnudios emp'rlcos que valoran las afirmaclones metodológicas en estos terminas. vc!ase B. Wood, "Melhodology and Apologelics"; MllJer, "Metho,~ and the 'Micropolllics' of Science"; Yeo, "Sclenllfic Method and the ¡mage of SC!ence.

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St(wn Shapin y Simon Schaff(r

El Levia¡j¡a n y la bomba de vacio

dos en mostrar las conexiones entre la conducta de la comunidad de los filósofos naturales y la sociedad de la Restauración en general. Sin embargo, queremos decir algo más cuando utíllzamos el ténnino "contexto social': Intentamos exhibir el método científico como fonna cristalizada de organización social y como medio de regular la interacción social dentro de la comunidad científica. Para este fin haremos un uso liberal e infonnal de las nociones de "juego de leng~aje': y ,"fonnas .de vida" de Wittgenstein. Nuestra intención es considerar el método cien-, tífico como una parte integrante de ciertos patrones de actividad. Del mismo modo que para Wittgenstein "la expresión 'juego de lenguaje' debe poner en relieve aquí que hablar el lenguaje' fonna parte de una actividad o una fonna de vida", trataremos las controversias .so~re el método clentifico como disputas sobre distintos patrones de hacer las cosas y de organizar a los hombres para fines prácticos. Ji Sugeriremos que las soluciones al problema del conocimiento están incorporadas en las soluciones prácticas dadas al problema del orden social, y que diferentes soluciones prácticas al problema del orden social involucran soluciones practicas distintas al problema del conocimiento. Esto era aquello sobre lo cual versaba la controversia entre Hobbes.y Boyle. No escapará a nuestros lectores que este libro es un ejercicio de sociología del conocimiento científico: Se puede tanto discutirla posibilidad de la sociologIa del conocimiento como practica:rla,J3 Hemos optado por la segunda opción. Se deriva de nuestra decisión que haremos relativamente pocas referencias a la literatura teórica de la sociología de la ciencia, la que ha sido una fuente de inspiración fundamental y permanente para nuestro proyecto. Sin embargo, confiamos en que nuestros procedimientos históncos prácticos ofrecerán suficiente testi-

monio de nuestras deudas en ese terreno. Nuestras deudas metodológicas también se extienden en rriuchas otras direcciones, y son demasia do ext~nsas y profundas para''Ser reconocidas adecuadamente. Entre los especialistas en, Hobbes, estamos particulannente en deuda con 1. W. N. , 1A'atkins (por su insísténcia so'bre las relaciones entre la filosofia natural y Jamora!), aun cuando disentimos en Jo que hace a las actitudes de Hobbes hacia el expenmento; y con Quentin Skinner (por aspectos de su historiografía), aun cuando disentimos respecto a las relaciones de Hobbes con la Royal Society. Entre los historiadores de la ciencia hemos encontrado inspiración substancial en los estudios ~ecientes sobre la verdadera naturaleza: de la práctica experimental: tenemos especialmente en mente el trabajo de Robert Frank y John Helibron. La orien~ tación particular a la comprensión del experimento científico que hemos encontrado más valiosa deriva del trabajo de los microsociólogos britanicos y franceses: !-l. M. Collins, T. J. Pinch, Bruno Latour y An~ drew Pickerng, y del trabajo pionero de Ludwik Fleck. Si bien esas deudas son obvias y evidentes, es interesante reC(JJlOcer dos trabajosde historia e!npirica cuyas conexiones con nuestro pro. _pio proyecto -pueden ser luenos evidentes, pero que ejemplifican orientad~nes simiiares a '¡;¡s ~qUí empleadas. John Keegan abre su magnifico estudio sobre la historia de las batallas con la siguiente confesión:

Wittgenstein, P!lilosop!licQ! ]¡wcs tigQfio liS, 1, 23, YBlu(' and' Browl1 Boob, pp, 17. 61; Bloor. WilfgClIslein, c~p. J. El concepto de "discurso" tk Foueault posee imeresantes y numerosas similitudes con el conceplo de "jucg'o d( lenguaje" de Wittg(nstein, pero prd(rimos este ¡JI ti mo debido a su i:nfasis en la pri macia de la actividad práctica, Para los usos foucaultianos, véase, (specialmeme, T!le ArclweoJogy 01 KIlO wiedg c. caps. 1-,2. n El estado actual de la sociologia del conocimiento c!(ntíflco como una praclica empírica es examinada en Shapin, "History of Science and'\ts Sociological ReconSlrtlc\ions': II

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No he visto ninguna batalla; ni de cerca ni de lejos, ni he visto"sus,resultados (".J He leído .sobre batallas, por supuesto, he hablado sobre bata11as, he dad o ¡eedones sobre bata Ilas [".] Pero no he estado jamás en llUa. Yme he cpnvencido crecientemente que tengo muy poca nocion de 'lo :que puede srr lIlla verdadera batalla. J4 Viniendo de algúien que ha enseñado en Sandhurst, y que ha dado cursos a los mas' grandes especialistas de historia militar, es una elegante fama de reconocer su ignorancia. Sin est~ reconocimiento KeeH K~egan, Th e Face of Ba rtie, p. 15: vease ta mbien el rel ato más delall "do de las sNies de batallas d( la Segunda Guerra Mundial en Keegan, Su Amdes in Normc!ldy.

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Steven Shapin y Simon Sehaffer

gan habría sido incapaz de escribir la vívida y movida historia que en verdad ha producido. Cuar.dD iniciamos la investigación para este libro, nos senTimos en una sir:::ación simiiar a la de l,:eegzn. Hemo$ ieido mucho acerca de e.xperimentos, ambos hemos incluso realizado algunos como estudiantes, per0 no sentimos que tengamos una idea satisfactuia de lo que es U!l experimento y cómo produce éste conocimiento científico. El paralelo con el estudio de Keegan acerca de las batallas se extiende incluso más allá. Keegan distingue una forma dominante de histoda ml1itar, modelada por el Conde van MoJtke, que llama "Historia del Estado Mayor': En la Historia del Estado Mayor lo más significativo es el papel de los generales, sus planeamientos es~ trategicos, sus decisiones racionales y su influencia en el resultado final de la batalla. Lo que es sistemáticamente dejado de Ia.do es la contingencia y la confusión del combate real, el papel. de los p~queños grupos de soldados, la relación entre el combate en el. terreno y el pla- , neamíento de los generales. No es excesivo reconocer un parecido de, familia entre la Historia del Estado Mayor y las tendencias hacia las "reconst/1.lcciones racionales~ en la historia y la mosofía de la ciencia. Los "von Moltke" de la historia de la ciencia han mostrado el mismo rechazo para involucrarse con la práctica científica real, preflriendo las idealizaciones y simplificaciones a las contingencias desordenadas, los di~cursos sobre esenci¡¡s a la identificación de convenciones, las referencias a los hechos no problemáticos de la naturaleza y los criterios trascendentes del método científico a( trabajo histórico hecho por los actores científicos rt:'ales. 35 Es demasi~do pensar que hemos añadido a la historia de la ciencia una fracción de lo que Keegar. ha contribuido

El Levialhan y la bomba de vacio

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)5 El profundo s~sgo en contra del estudio de la pr.áctica experimental manifestado por los historiadores de la ciencia ha. sido notado por mucn(ls escritores; vease, por ejemplo, Eklund, The InC'Q/IIplear (hrmisl, p. 1. Incluso Jos filósofos están comenzando ahora a admitir los prejuicios de su disciplina ~n pro de las tcorias y en contra de las prácticas; vease Hacking, Rcprrsellling and lnlervening, cap, 9, especialmente 149-150; "La histona de las ciencias naturaks es sIempre escrita como una historia de la teoria, La filosofía de la ciencia ha devenIdo tanto filosofía de la tcoria que ha sido negada la verdadera existencia de observaciclnes o experimentos pre-teóricos."

a la historia militar, pero estamos contentos de estar implicados en la misma empresa historiográfica. El 0~~0 modelo inesperado esta más cerca en su foco empírico a nuestros objetos de estudio: The Art 01 Describing de Svetlana Alpers. De mar!cY~ desafortunada el libro de Alpers fue publicado cuando el nuestro estaba ~ustandalmente terminado, y no hemos podido involucramos con él' tanto como hubiéramos querido. Sin embargo, los paralelos 'con nuestro proyecto son altamente importantes, y queremos señalarlos brevemente. Alpe~ está interesada en el arte descriptivo hoianMs del siglo xvn. En particular, quiere entender los presupuestos que 'se encontraban detrás de las preferencias holandesas pOI la , pintura' descripti:va y l,as con~enciones empleadas al realizar estas pinturas. 'Escribe: "Presuponer que encontrar y hacer, que nuestro descubrimlento' del mundo y nuestros modos de modelarlo, era una sola <;osa, era un presupuesto particular del siglo diecisiete': 36 Muestra que estos presupuestos se expandieron a través de distintadreas de la cultura: proyectos en tomo a lenguajes universales, el programa experimental en ciencia, y la pintura, y que eran p¡rticularmente pronunciados en los Pa:ises Bajos 'J en Inglaterra, Tanto la pintura descriptiva holandesa como la ciencia empirica inglesa involucraban una metafora perceptiva del conocimiento: "Entiendo por ello una cultura que asume que conocemos lo que conocemos a través de una mente que refleja la naturaleza".)? La base para cierto conocimiento era ser testigo de la naturaleza. EI.arte del pintor, yel arte de los experimentalístas, era, por lo tanto, hacer representaciones que imitaran confiablemente.e1 ~c~o del ver ~¡n mediaciones, ). Npers, rile Art of Dmribillg, p. 27. Ejerddos similares en la hIstoria del arte que ofrecen valiosos recursos a los historiadores de la ciencia Inclinados hada la sociologia incluyen el trabajo de Baxandall, Paintillg I/nd ExpaienCI:, su LJmewoo~ Scu/pors oJ RCrlGissance GmnallY, yel Tlle RenaisSllllce Discol!ery 01 Lil/ear Persp~crlve de Edg~rlon, . )7 Alpers, The Arr of Describil/g, p, 45-46. Alpers alude al Importante trabajO de Rorty acerca dd desurollo de las teorias especulares acerca del conocimiento: Piulo' sophy and the Mirro( oJ Na 1Il re, especi1.:mente el cap. 3.

El Levialhan y la bomba de vacío

Sleven Shapin y SimQn Schaffer '.

Hay dos puntos de especial Interés para nosotros en el trabajo de Alpers, Uno es el contraste que plantea entre las concep,dones septentrionales de la pintura (y p2ffic:;lam~!::e la holandts~1 y las características de }2 pintura italiana. En la ú1tirna, la pint'.:!!~ era CO'f).Cé0ida primariamente como la glosa de un texto; en la primera, ~l significado textual de la pintura era dispensado en favor de una ,dire:cta aprehen~ sión visual de la realidad natural. A pesar de que los detalles del con~ traste no pueden ocupamos aquí, Alpers concluye que las diferentes teorías acerca de la pintura expresaban distintas concepcíol1,es del conocimiento: el texto versus el ojo, El paralelo con las controversias entre Hobbes y Boyle, y el conflicto subyacente entre sus respectivas teorías acerca del conocimiento, está lejos de ser exacto; sin embargo, en el caso de los conflictos sobre lo apropiado del método experimental vemos una similitud notable en la disputa a propósito de la fIabilidad del ojo, y del testimonio, como bailes para la generación de conocimiento. En segundo lugar, Alpers adopta lo que hemos denominado la "perspecti'I:) del extraño" hacia la naturaleza realista de las imágenes, Su capaCidad para' reflejar la reali~ad es iratada como un producto de la convención y del arte: "Para parecer viva, una pintura debe ser pintada con minuciosidad': El arte de la representación realista es predicada conforme a la aceptación de las convenciones para la realización de afirmaciones realistas en la ciencia: la "mano sincera" y el "ojo fiel".38 Con la aceptación de estas convencion~s relativas al conocimiento, y con la adquisición de las habilidades' apropiadas para ejecutar las representaciones, el carácter artificial de hacer representaciones desaparece, y adquieren la cualidad de ser espejos de la realidad. Nuestro proyecto es, entonces, el mismo que el de AJpers: poner en re~ lieve aquello que responde a las convenciones y al saber hacer" , En el próximo capitulo examinamos la forma de '¡ida que Boyle propuso para la filosofía experimental. Identificamos las prácticas tecnic:as, literarias y sociales por medio de las cuales los hechos experi-

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Jn Alpers, The Arr DJ Demibing {citando la Mlcrographia de Robert Hooke (1665\, sig a2'j.

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mentales debían ser generados, validados y formados como bases para el consenso. Ponemos es-pecial atención al man~o de la bomha de 'vacío y '<. ~(..$ ':,¡edios 'a "Ü'a1s de los cuales los experimentos que utilizaba!:. éste dispositivo po~ían ser realizados para producir aquello que se consideraba conocimiento irrefutable, Discutimos las prácticas sociales y lingüísticas que Boyle' recomendaba a los experimentadores, mostrando cómo éstas eran ímportantes elementos constitutivos en la producción de hechos y en la protección de estos hechos frente a los elementos del conocimiento que se pensaba que podían generar discordia y conflicto. Nuestra tarea aquí es idenÜficar las convenciones por medio de las cuales se debía producir conocimiento experimental. En el capítulo 3 discutimos el estado y 105 objetos de la filosofía natural de Hobbes an'tes de la publicación de los NelJJ Expen'ments de Boyle en 1660.: Nuestro objetivo principal aquí es leer el Levia(ll11 (1652) como un: texto' de filosofía natural y de epistemología. En tanto que tratado de filosofia política el Levíatl1an tenía por objeto mostrar las práctica> que habrían de garantizar el orden en el Estado. Este ordep. podía ser amenazado (y 4urante la Guerra Civil lo había sido) por intelectu,ales clericales que se arrogaban una autoridad civil para la cual no, poseía~ ~inguna prerrogativa. Sus principales recursos para es~ ' ros actos de usurpación eran; de acuerdo con Hobbes, una falsa ontología y un.: falsa epistemología. Hobbes trabajó para demostrar el absurdo de una ontología apoyada en substancias incorporales y esp¡~ ritus inmateriales, De tal modo, construyó una ontología plenísta y en el proceso erigió una teoría materialista del conocimiento en la cual los fundamentos del conocimiento eran nociones de causas, y dichas causas eran la materia y el movimiento. Una empresa desarrollada en el nombre de la filosofía debía ser causal en su naturaleza y modelada por las empresas demostrativas de la geometría y de la filosofía política. Lo que era crucial era que debia producir aceptación gradas a su carácter demostrativo. El asentimiento debía ser total y debía ser impuesto. La filosofia de Hobbes, tanto en el Levíathall como en el De corpore 11655) ,habia tomado ya cuerpo cuando se hizo público el programa experimental de Boyle en el año de la Restauración. Hobbes replicó

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Steven Shapin y 5imon Schaffer

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y la bomba de vacio

controversia podía ser utilizada para fundamentar los hechos del conqdmientc experimental-, Ey: los capítulos 2, 4 Y5 discutimos el papel central de la bomba de ,,1,': tn el programa experimental y el modo en que los criticos podían :.:tlizar las imperfeccione:s de su ,modo de trabajo para atacar el exptri:!.~!"!to en si mismo. En el capitulo 6 intentamos hacty ,:les cosas. Primero vemos cómo la bomba en si misma evolucionó como objeto material en los años 1660, argumentando que estos cambios involucraban respuestas a críticas tempranas, especialmente a las realizadas por Hobbes. Exhumamos información sobre el pequefio número de bombas que fueron construidas con éxito en esa década, y ,mostramos que, a pesar,de las, prácticas infonnadas por Boyle, nadie fue capaz de construir una bomba y hacerla operar sin ver la original. Esto plantea problemas de reproducción que poseen mayor interés que el que le han reconocido previamente los historiadores, La reproduccióri es también central para la segunda tarea de est.e capitulo. En el capítulo 2 argumentamos que la constitución de los hechos involucraba la multiplicación de los testigos. y que Boyle estimulaba él mi.o;no la reiteración de sus experimentos. Sin embargo. poco después de que fue publicado el New Experiments, otro filósofo en Holanda, Cristiaan Huygens, produjo un hallazgo (la así llamada suspensión anómala del agua) que parecía invalidar uno de los recursos explicativos mas importantes de Boyle, Examinamos cómo fue tratada esta importante anomalía y co~c1uín1os que el buen funcionamiento de la bomba de vacío ~e calibr~do por medio de compromisos previos acerca de si es,te fenómen 1 podía existir o no. Analizamos la respuesta a esta anomalia como una manifestación de la forma de vida experimental y de las convenciones empleadas',en la comunidad experimental para protegerse ~ sí misma respecto a desacuerdos internos que fueran fatales. Tanto el 'experimentalismo de Boyle como el modelo demostrativo para la obtención de conocimiento planteado por Hobbes fueron ofrecidos como fomlaS de solucionar el problema del orden. En el capitulo 7 i~tentamos situar las soluciones a este problema en el debate más amplio de la Restauración acerca de la naturaleza y las bases del 51

Sleven Shapín y Símon Seha ffer

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asentimiento y el orden en la sociedad. Este debate proveyó el contexto en el cual los diferentes programas para la prod,,\cción y la prótee~ ción del orden fueron evaluados. Buscamos mostr~~ aquí la naturaleza de la intersección entre pensamiento y acd9n. Una solución (la de Boyle) consistía en manten,:" el orden en el seno de la fl1osofía natural femedia!Jdo sus divisioneS Ji suprimiendo todo bzo conflictivo con la filosofía política. De tal modo regenerada" la comunidad de los filósofos naturales podía establecer su legitimidad en la' ql1tura de la Restauración y contribuir más efectivamente para [,arantizar el orden y la religión correcta en la sociedad. La otra solución (la de Hobbes) demandaba sólo que el orden se asegurase erigiendo una filosofía demostrativa que no permitiera ninguna frontera entre lo nlttural, lo humano y lo sodal, y ningún disenso dentro de ella. En el capítulo final sacamos algunas de las ímplicadones de este estudio para la historia de la ciencia y para la historia de la política. Argumentamos que el problema de generar y proteger el conocimiento es un problema en la politica, y, al revés, que el problema del orden político siempre involucra soluciones al problema del conocirriiento.

Capitulo 2 'Ver y creer: la producción experimental Je los hechos neumáticos

. [...] Los hechos son niilos testarudos, y no quieren que se los contradiga. ROBERT BURNS, A Dream

Ro.bert Boyle afmnaba que el conocimiento adecuado en la filosofia natural debía ser generado a través del experimento, y que el fundamento de ese conocimiento debía estar constituido por los hechos pro~ ducidos experimentalmente. Thomas Hobbes estaba en desacuerdo. Desde su punto de vista los procedimientos de Soyle no podian nunca llevar al grado de certeza que requeria cualquier empresa que pudiera ser llamada válidamente filosófica. Este libro trata acerca de esa disputa y acerca de las consecuencias que se derivaban de su resolución. La posición de Hobbes tiene el atractivo histórico de ser exótica. ¿Cómo era posible para un hombre racional negar el valor del exrerimento y el carácter fundacional de los hechos? Por contraste, el programa de Boyle parece exudar la banalidad de lo autoevidente. En este capítulo intentamos orientamos al problema de la autoevidencia disecando y desplegando los mecanismos por medio de los cuales los procedimientos experimentales de Boyle eran considerados capaces de producir conocimiento y, en particular, la variedad de conocimiento llamada "hechos': Mostraremos que la producción experimental de hechos involucraba un inmenso cúmulo de trabajo, que descansaba sobre la aceptación de ciertas convenciones sociales y discursivas, y que dependía de la producción y protección de una foma especial de organización social. El programa experimental era, en ténninos wittgenstenianas, un "juego de Jengu:lje" y una "forma de vida~ La aceptación •

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