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MONUMENT 14 2

LIBRO 1 DE LA TRILOGÍA MONUMENT 14 EMMY LAYBOURNE

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Sinopsis

T

u madre grita que vas a perder el autobús.

Lo puede ver venir por la calle. No paras, la abrazas y le dices que la amas. No le agradeces por ser una buena madre, amable y paciente. Por supuesto que no; te lanzas por las escaleras y corres hasta la esquina. Solo que, si es la última vez que vas a ver a tu madre, empiezas a desear haberte detenido y hecho esas cosas. Tal vez incluso perderte el autobús. Pero el autobús se disparaba por nuestra calle, así que corrí. Catorce niños. Un supermercado. Un millón de cosas que salen mal.

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DÍA UNO CAPÍTULO UNO TINKS Traducido por sol_tb Tu madre grita que vas a perder el autobús. Lo puedes ver venir por la calle. No paras, la abrazas y le dices que la amas. No le agradeces por ser una buena madre, amable y paciente. Por supuesto que no—te lanzas por las escalera y corres hasta la esquina. Sólo que, si es la última vez que verás a tu madre, empiezas a desear haberte detenido y hecho esas cosas. Tal vez incluso perderte el autobús. Pero el autobús se disparaba por nuestra calle, así que corrí.

*** A medida que corría por el camino de entrada escuché a mi madre gritarle a mí hermano, Alex. Su autobús se acercaba por Park Trail Drive, justo detrás del mío. Su autobús llegó a las 7:09 en punto. El mío se suponía que vendría a las 6:57, pero casi siempre llegaba tarde, como si el conductor estuviera de acuerdo en que no era justo recogerme antes de las 7:00. Alex corrió detrás de mí y nuestros pies golpearon la acera a un ritmo doble de zapatillas de deporte. —No te olvides —gritó—. Vamos al ejército de salvación después de la escuela. —Sí, claro —le dije. Mi conductor de autobús se colgó de la bocina. A veces íbamos en busca de aparatos electrónicos viejos después de la escuela. Yo solía llevarlo en auto antes de la escasez de gas. Pero ahora íbamos en nuestras bicicletas. Solía llevarlo a la escuela, también. Pero debido a la escasez, todos en nuestra escuela, todos, incluso los del último año, tomaban el autobús. Era la ley, en realidad.

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Salté por la escalera del autobús. Detrás de mí oí a la señora Wooly, que ha estado conduciendo el autobús escolar de primaria desde siempre, agradecer a Alex sarcásticamente por haberlos honrado con su presencia. La señora Wooly era una institución en nuestra ciudad. Una institución canosa, de pelo apelmazado, con aroma a cenicero, y chillona. Famosa y totalmente dedicada a la conducción de autobuses, cosa que no se puede decir acerca de todo el mundo. Por otro lado, el conductor de mi autobús, el autobús de secundaria, era un obeso mórbido y completamente olvidable. El señor Reed. Lo único que se sabía era que él bebía su café por la mañana en un viejo tarro de mermelada. A pesar de que era temprano en la ruta, Jake Simonsen, héroe del fútbol y todo un campeón de los populares, estaba en plena sesión en el fondo. Jake se había trasladado a la escuela desde Texas hacía un año. Era un verdadero pez gordo allá en Texas, donde el fútbol es el rey, y la transferencia a nuestra escuela mantenía e incluso aumentaba su estatus. —Escúchenme todos, ¡concesiones! —dijo Jake—. En mi vieja escuela, un grupo de chicas vendió palomitas de maíz, galletas y patatas cocidas a la parrilla. En todos los juegos. Ellas hicieron, como, un millón de dólares. —¿Un millón de dólares? —preguntó Astrid. Astrid Heyman, campeona del equipo de natación, diosa del desprecio, la chica de mis sueños. —Incluso si pudiera hacer un millón de dólares, no renunciaría a jugar mi propio deporte para ser un apoyo del equipo de fútbol —dijo. Jake mostró una de sus sonrisas de oro. —No un apoyo, bebé, ¡una empresaria! Astrid golpeó a Jake en el brazo. —¡Ay! —Se quejó, con una sonrisa—. Dios, eres fuerte. Deberías boxear. —Tengo cuatro hermanos menores —respondió ella—. Yo boxeo. Me hundí en el asiento y traté de recobrar el aliento. Los respaldos de los asientos de cuerina verde bosque eran suficientemente altos como para que si te encorvabas, podías de alguna manera desaparecer por un momento.

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Me agaché. Tenía la esperanza de que nadie hiciera comentarios sobre mi carrera para alcanzar el autobús. Astrid ni siquiera se había dado cuenta de que había subido, que era a la vez bueno y malo. Detrás de mí, Josie Miller y Trish Greenstein iban haciendo planes para algún tipo de manifestación por los derechos de los animales. Ellas eran una especie de activistas hippies. Realmente no las conocía del todo, excepto una vez en sexto grado que me ofrecí de voluntario para ir de puerta en puerta con ellas haciendo campaña por Cory Booker. Habíamos pasado un rato muy divertido, en realidad, pero ahora ni siquiera nos decíamos hola. No sé por qué. La escuela secundaria parece hacerles eso a las personas. La única persona que notó mi llegada fue Niko Mills. Se inclinó y señaló mi zapatilla—como, “soy demasiado genial para hablar”—sólo lo señaló. Y miré hacia abajo, y por supuesto, estaba desatado. Lo até. Dije gracias. Luego inmediatamente me puse los auriculares y me concentré en mi minitab. No tenía nada que decirle a Niko, y a juzgar por su seña hacia mi zapatilla, él no tenía nada que decirme tampoco. Por lo que yo había oído, Niko vivía en una cabaña con su abuelo, en las estribaciones cerca del monte Herman, cazaban su propia comida, no había electricidad y utilizaba setas salvajes como papel higiénico. Ese tipo de cosas. La gente lo llamaba Niko “el valiente cazador,” un apodo que le quedaba con su perfecta postura, su cuerpo delgado y fibroso, y su combo de ojos marrones y cabello castaño. Él se comportaba con cierto orgullo que se obtiene cuando nadie va a hablar contigo. Así que ignoré al valiente cazador y traté de encender mi minitab. Estaba muerta, lo que era muy raro porque acababa de desconectarla de la placa de carga antes de salir de la casa. Luego vinieron estos pequeños sonidos, tink, tink, tink. Me saqué mis auriculares para oír mejor. Los tinks eran como lluvia, sólo que metálico. Y los tinks se convirtieron en TINKS, y los TINKS se convirtieron en el señor Reed gritando —¡Santo Cristo! —Y de repente el techo del autobús comenzó a abollarse. BAM, BAM, BAM. Y se dibujó una tela araña en el parabrisas. Con cada BAM el parabrisas cambiaba como una presentación de diapositivas, cada vez más y más blanco mientras las grietas se disparaban a través de la superficie. Miré por la ventana lateral junto a mí.

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Granizo, de todos los tamaños, desde pequeños hasta “eso no puede ser granizo” era arrojado a la calle. Coches virados sobre todo el camino. El señor Reed, siempre un pie por delante, pisó el acelerador en lugar del freno, que es lo que los otros coches parecían estar haciendo. Nuestro autobús brincó a través de una intersección, a lo largo de la mediana, y entró al estacionamiento del supermercado Greenway. Estaba bastante desierto porque eran quizás las 7:15 a este punto. Me di la vuelta para mirar hacia atrás en el autobús hacia Astrid, y todo fue en cámara lenta y cámara rápida, todo al mismo tiempo en que nuestro autobús se deslizaba en el hielo y viraba bruscamente en una vuelta. Íbamos más y más rápido, tenía el estómago en la boca. Estaba de espaldas, pegado a la ventana, como en alguna atracción de feria, tal vez por tres segundos y luego golpeamos un poste de luz y hubo un enfermizo chillido metálico. Me agarré de la parte posterior del asiento que estaba delante de mí, pero luego me sacudí en el aire. Otros chicos salieron volando, también. No había gritos, sólo gruñidos y sonidos de impacto. Volé hacia los lados, pero golpeé, de alguna manera, el techo del autobús. Entonces comprendí que nuestro autobús se había vuelto de costado. Chillaba a lo largo del asfalto en su costado. Se estremeció hasta que paró. El granizo, que había estado abollando como el infierno nuestro techo, comenzó a abollarnos como el infierno a nosotros. Ahora que el autobús estaba de costado, el granizo golpeaba a través de la hilera de ventanas por encima de nosotros. Algunos de mí compañeros de clase estaban siendo apaleado por el granizo y el vidrio de las ventanas que llovía sobre nosotros. Tuve suerte. Un asiento que estaba cerca se había soltado, y lo puse encima de mí. Tenía un pequeño techo. Las rocas de hielo eran de diferentes tamaños. Algunos redondeados mármoles y algunas nudosas con grandes piezas de color gris y grava atrapados en su interior. Hubo gritos y alaridos mientras todo el mundo se apresuraba a meterse debajo de los asientos sueltos o ponerse de pie, apoyados en el techo, que ahora era la pared.

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Sonaba como si estuviéramos atrapados en aguas revueltas de piedras y rocas, chocando una y otra vez. Se sentía como si alguien estuviera golpeando con un bate de beisbol el asiento con el que me cubría. Eché la cabeza hacia abajo y contemplé lo que quedaba del parabrisas. A través de la espuma blanca vi que el otro autobús escolar, el autobús de Alex, estaba de alguna manera todavía en marcha. La señora Wooly no había patinado o perdido el control como el señor Reed. Su autobús estaba cortando a través del estacionamiento, se dirigía derecho a la entrada principal de Greenway. La señora Wooly estaba conduciendo directo al edificio, pensé. Y supe que iba salvar a esos niños del granizo. Y así lo hizo. Ella estrelló el autobús a través de las puertas de cristal de Greenway. Alex estaba a salvo, pensé. Bien. Entonces oí este gemido triste. Miré hacia adelante, hacia el asiento del conductor. La parte delantera del autobús había cedido donde había golpeado el poste. El señor Reed era quien hacía ese sonido. Quedó atrapado detrás del volante y la sangre se derramaba de su cabeza como leche de un cartón. Pronto dejó de hacer ese sonido. Pero yo no podía pensar acerca de eso. En su lugar, estaba mirando la puerta del autobús, que estaba ahora contra la acera. ¿Cómo íbamos a salir? estaba pensando. No podíamos salir. El parabrisas estaba cubierto con el capó del motor. Estaba todo atascado. Estábamos atrapados de costado en el demolido autobús. Josie Miller gritó. El resto de los chicos, por instinto, se habían apresurado a salir del granizo, pero Josie estaba sentada, llorando, siendo golpeada por las bolas de hielo. Estaba cubierta de sangre, pero no era suya, me di cuenta, porque estaba tratando de sacar el brazo de una persona de entre dos asientos destrozados y me acordé que Trish se había sentado al lado de ella. El brazo estaba muy débil, como un fideo, y se deslizaba del agarre de Josie. Trish estaba definitivamente muerta, pero Josie no parecía darse cuenta. Desde un lugar seguro en un asiento volcado, el idiota de Brayden, que siempre está alardeando que su padre trabaja en NORAD, sacó su minitab y

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empezó a tratar de grabar un video de Josie gritando y agarrando el resbaladizo brazo. Una monstruosa piedra de granizo golpeó a Josie en la frente y una gran herida rosa se abrió en su oscura su frente. La sangre comenzó el deslizarse hacia abajo sobre su cara. Sabía que el granizo iba a matar a Josie si seguía sentada a la intemperie. —Cristo. —Brayden maldijo a su minitab—. ¡Vamos! Sabía que tenía que moverme. Ayudarla. Moverme. Ayudar. Pero mi cuerpo no le estaba respondiendo a mi conciencia. Luego Niko extendió la mano, agarró a Josie por las piernas y tiró de ella debajo de un asiento retorcido. Así de simple. Extendió la mano, tiró de sus dos piernas y la llevó hacia su cuerpo. Él la abrazó y ella sollozó. Parecían una pareja de una película de terror. De alguna manera, la acción de Niko había roto el hechizo. Los chicos fueron tratando de salir y Astrid se arrastró hasta la parte delantera. Ella trató de tirar a patadas el parabrisas. Me vio en el suelo, bajo mi asiento, y me gritó: —¡Ayúdame! Yo miré su boca. Su aro en la nariz. Y sus labios moviéndose y formando palabras. Yo quería decir: —No. No podemos ir ahí afuera. Tenemos que estar donde haya refugio. —Pero no podía juntar las palabras. Se puso de pie y le gritó a Jake y su gente: —¡Tenemos que entrar en la tienda! Finalmente gruñí: —¡No podemos salir! El granizo va a matarnos. —Pero Astrid estaba en la parte trasera del autobús para ese entonces. —¡Prueba la salida de emergencia! —gritó alguien. En la parte trasera del autobús, Jake ya estaba tirando y tirando de la puerta, pero no podía abrirla. Hubo caos durante unos minutos, no sé por cuánto tiempo. Me empecé a sentir muy extraño. Como si mi cabeza fuera un globo atado a una larga cadena, flotando por encima de todo. Y entonces oí un sonido muy extraño. Era el beep-beep-beep de la alarma de un autobús escolar retrocediendo. Era una locura escucharlo a través del martilleo del granizo y los gritos.

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Bep-bep-bep, como si estuviéramos en el estacionamiento en un viaje de campo a Mesa Verde y el autobús estuviera retrocediendo. Bep-bep-bep, como si todo fuera normal. Entrecerré los ojos, y estaba bastante seguro de que la señora Wooly venía marcha atrás en el otro autobús escolar hacia nosotros. Tenía una abolladura en la derecha, en muy mal estado, y pude ver la abolladura de adelante donde chocó contra la tienda. Pero estaba viniendo. Humo negro comenzó a llegar a través del agujero por el que estaba mirando. Tosí. El aire era denso. Grasoso. Mis pulmones se sentían como si estuvieran prendidos fuego. Debería dormir ahora, era el pensamiento que me vino a la cabeza. Era un pensamiento poderoso y parecía perfectamente lógico: Ahora debería ir a dormir. Los gritos de los otros chicos se hizo más fuerte: —¡El autobús está en llamas! ¡Va a explotar! —y— ¡Vamos a morir! Yo pensé: Tienen razón. Sí, vamos a morir. Pero está bien. Está bien. Es como debe ser. Vamos a morir. Escuché este ruido metálico. El sonido de metal contra metal. Y —¡Ella está tratando de abrir la puerta! Y —¡Ayúdenos! Cerré los ojos. Me sentí como si estuviera flotando, bajo el agua. Entrando en un cálido sueño. Tan cómodo. Y luego esta luz brillante se abrió sobre mí. Y vi cómo la señora Wooly había abierto la puerta de emergencia. En sus manos había un hacha. Y oí su grito: —¡Entren en el maldito autobús!

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CAPÍTULO DOS MANTAS ESPACIALES Traducido por maka.mayi La cosa era que tenía sueño. Vi a los chicos apresurarse hacia la señora Wooly. Los ayudó a agacharse y arrastrarse por la puerta de emergencia, que estaba de costado. Hubo un montón de gritos y gente ayudándose unos a otros en los asientos maltratados y resbalándose con el granizo en el suelo, deslizándose porque todo estaba pegajoso, con la sangre de los chicos que habían sido aplastados, del señor Reed y quizás también aceite de motor o gasolina, tal vez... pero, verán, yo estaba tan cálido y adormilado. Estaba todo el camino hasta la parte delantera del autobús, al nivel del suelo, y el humo negro rodeaba mi cabeza en estos copiosos, zarcillos de ceniza. Como los brazos de un pulpo. Niko vino luchando por el pasillo, comprobando si quedaba alguien. Como estaba en su mayoría debajo del asiento, no me vio hasta que estuvo a punto de dar marcha atrás. Quería decirle que estaría bien. Estaba feliz, cómodo y que era hora de que me fuera a dormir. Pero era demasiado, conseguir esas palabras, después pasarlas por mi garganta y que salieran por mis labios, y luego formarlas. Yo estaba demasiado ido. Niko agarró mis brazos y empezó a tirar. —¡Ayúdame! —gritó—. ¡Haz fuerza con tus piernas! Traté de mover las piernas. Estaban tan densas y pesadas. Era como si tuviera las piernas de un elefante. Como si alguien hubiera reemplazado mi mitad inferior con un gran saco de plomo. Niko jadeaba ahora, el humo se hacía cada vez más grueso. Me agarró del pelo con una mano y golpeó mi cara con la otra. —Empuja con las piernas o vas a morir —gritó. ¡Me dio una bofetada! No lo podía creer. Lo ves en la ficha, pero tener a alguien haciéndotelo era sólo impactante.

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Por lo que funcionó, esa bofetada. Salí de la somnolencia. Subí desde fondo. Estaba despierto. Me empujé de debajo del asiento y tropezando me puse de pie. Niko medio me arrastró a través del granizo, por el “pasillo” que no era un pasillo sino que era en realidad el espacio por encima de los asientos (porque, recuerden, el autobús estaba de lado). El granizo seguía chocando y golpeando a través de las ventanas. Parecía tener un ritmo ahora. Granizo pequeño, granizo pequeño, luego, un par de grandes. Pequeño, pequeño, brutal. Vi a Niko recibir uno grande en el hombro, pero no reaccionó. La señora Wooly tenía la puerta de su autobús justo en la parte de atrás del nuestro. Niko me empujó a través de la puerta de emergencia. La señora Wooly me arrastró y me empujó por las escaleras de su autobús. Entonces, Jake Simonsen me agarró del brazo, tiró de mí por el pasillo y me puso en un asiento. Luego, me mareé y mi visión se puso toda chispeante, y antes de darme cuenta, vomité en Jake Simonsen. La estrella de fútbol. El rey de la belleza. Y el vómito era, no estoy bromeando, negro como el alquitrán. Harina de avena y alquitrán. —Lo siento —digo, limpiándome la boca. —No importa —dijo—. Siéntate. El autobús de la señora Wooly estaba en mucha mejor forma que el nuestro. Había abolladuras gigantes en el techo. Su parabrisas parecía casi opaco, estaba cuadriculado con grietas, y la mayoría de las ventanas traseras estaban rotas por el granizo que caía, pero era el Air Force One comparado con nuestro autobús. Josie se dejó caer junto a una ventana. Astrid estaba tratando de detener el flujo de sangre de la cabeza de Josie. Brayden tenía su tablet fuera de la mochila y estaba tratando de encenderla. Niko comenzó a toser mugre en el primer asiento. Y esos éramos. Ha habido por lo menos quince chicos en el autobús. Ahora éramos Jake, Brayden, Niko, Astrid, Josie, y yo.

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La señora Wooly puso el autobús en marcha y éste se tambaleó hacia Greenway. El granizo estaba cambiando ahora. Cambiando a una congelada y pesada lluvia. La tranquilidad de la lluvia era tan fuerte que la sentía en los huesos. Un zumbido constante y pesado. Dicen que tus oídos suenan después de escuchar algo fuerte, como un concierto de rock. Éste era un continuo GONGONGONGONGONG. El silencio duele tanto como el granizo. Empecé a toser fuerte. Una especie de mezcla entre tos y vómito. Mugre negra, gris, marrón. Mi nariz estaba explotando. Mis ojos derramaban lágrimas. Podría decir que mi cuerpo estaba tratando de sacar el humo. De repente todo se volvió naranja y brillante. Las ventanas y sus delgados marcos destacaron en contra de una silueta de fuego y... BOOM, nuestro viejo autobús explotó. En cuestión de segundos el gigante entero estaba envuelto en llamas. —Bueno —dijo Jake—. Eso estuvo cerca. Me eché a reír. Eso fue divertido, para mí. Niko sólo me miró como si estuviera loco. Brayden se puso de pie y señaló por la ventana a los restos en llamas que habían sido nuestro autobús. —Es es una maldita demanda de Clase A, mis amigos —dijo—. Justo allí. —Siéntate, Brayden —dijo Jake. Brayden lo ignoró, y se quedó de pie, contándonos. —Somos seis, —continuó—. ¡Demandaremos a la Junta de Educación! Donde mi papá trabaja, tienen planes para este tipo de cosas. Planes de emergencia. Debería haber habido un plan. ¡Un ejercicio! Aparté la vista de él. Claramente, Brayden estaba un poco loco en este momento pero no podía culparlo. Tenía todo el derecho a estar desquiciado. El autobús llegó a la tienda. Pensé que ella lo dejaría afuera y entraríamos, pero no, como lo había hecho antes, la señora Wooly lo llevó a través del agujero en la puerta que había sido de cristal y después estábamos dentro de Greenway, en un autobús.

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Surrealista sobre surrealista sobre surrealista. No había empleados en Greenway por lo que me imaginé que no habían llegado a trabajar todavía. Los niños de escuela media y primaria se agruparon en el pequeño restaurante del Pizza Shack dentro de la zona de tiendas. Vi a Alex a través de la ventana del autobús y dio un paso hacia adelante, entrecerrando los ojos para tratar de verme. El autobús se detuvo chisporroteando en el linóleo brillante. La señora Wooly se bajó, luego Niko, luego yo. Tropecé hacía Alex, mis piernas todavía no estaban funcionando completamente bien, entonces le di un abrazo fuerte. Lo manché de negro y vómito, pero no me importó. Él había estado bastante limpio antes de que lo abrazara. Todos ellos lo estaban. Los más pequeños tenían miedo, por supuesto, pero la señora Wooly los había sacado de peligro a toda prisa. Una de las cosas que lo explica es que la escuela media y la escuela primaria en Monument estaba una al lado de la otra, por lo que para algunos de los pequeños vecindarios, como el nuestro, tenían un autobús recogiendo a los niños de las dos escuelas. Es por eso que había alumnos de octavo grado y jardín de infantes mezclados en el autobús de la señora Wooly. Desde los de cinco años hasta los de octavo grado, los niños de su autobús se veían bien. Nosotros no. Parecía que habíamos estado en una guerra. La señora Wooly empezó a ladrar instrucciones. Envió a una estudiante de octavo grado llamada Sahalia y a una parejita de niños a la sección de Farmacia de la tienda a conseguir vendajes, crema de primeros auxilios, ese tipo de cosas. Envió a dos niños de jardín a conseguir un carro lleno de agua, Gatorade, y galletas. Niko dijo que iba a buscar unas mantas térmicas para ayudar a prevenir el shock. Estaba mirando a Josie cuando lo dijo y podía ver por qué. Josie lucía definitivamente peor por el desgaste. Estaba sentada, desplomada sobre los escalones del autobús, lamentándose y moviéndose hacia adelante y hacia atrás. El sangrado en su frente había disminuido, pero la sangre estaba espesa y grumosa en su cabello, y seca en parches en su cara. Se veía completamente aterrada.

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Los más pequeños que quedaban estaban de pie, mirando a Josie, por lo que la señora Wooly los envió a ayudar a Sahalia. Luego miró a Astrid. —Ayúdame a llevarla al Pizza Shack —dijo. Juntas pusieron de pie a Josie y la llevaron a una cabina. Alex y yo nos sentamos juntos en una cabina. Brayden, Jake y el resto como que sólo se hundieron en sus propias mesas. Todos comenzamos a hablar. Fue a lo largo de las líneas de: no puedo creer lo que acaba de suceder. No puedo creer lo que acaba de suceder. No puedo creer lo que acaba de suceder. Mi hermano seguía preguntándome: —¿Dean, estás seguro de que estás bien? —Yo seguía diciendo que estaba bien. Pero mis oídos estaban raros. Escuchaba este sonido de traqueteo rítmico y el boom-boom-boom de la lluvia todavía estaba en mis huesos. Sahalia y los niños pequeños regresaron con un carro cargado con medicinas y otras cosas de primeros auxilios. La señora Wooly vino y nos revisó uno por uno y nos dio lo que pensó podría ayudar. Josie tomó la mayor parte de su atención. La señora Wooly chasqueó la lengua sobre el corte en la frente abierta de Josie. El color chocolate de la piel de Josie hizo que la herida luciera peor. El rojo de la sangre era más brillante, de alguna manera. —Va a necesitar puntos, cariño —le dijo a Josie. Josie se sentó allí mirando al frente, balanceándose hacia adelante y hacia atrás. La señora Wooly vertió peróxido de hidrógeno sobre el corte. Éste burbujeó rosa y bajó espuma sobre la sien de Josie, hasta su cuello. La señora Wooly secó el corte con una gasa y lo cubrió con el ungüento. Llevó un gran cuadro de gasa sobre la herida y luego envolvió la cabeza de Josie con otra gasa. Quizá la señora Wooly había sido enfermera en su juventud. No sé, pero lucía como un trabajo profesional. Niko volvió con algunas de esas mantas plateadas espaciales que los excursionistas utilizan. Envolvió una en torno a Josie y me ofreció otra.

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—No estoy en shock —le dije. Sólo me miró con calma, su mano extendida con la manta. Parecía que estaba temblando un poco. Entonces se me ocurrió que el sonido extraño que escuchaba podría ser el tiritar de mis propios dientes. Tomé la manta. La señora Wooly se acercó a mí. Tenía algunas toallitas húmedas para bebés y limpió mi cara y cuello, luego revisó por toda mi cabeza. ¿Imaginan dejar a la conductora del autobús de la escuela primaria limpiar sus caras con una toallita de bebé y revisarles el cabello? Era absurdo. Pero todo había cambiado y no había nadie tomándole el pelo a nadie. Gente había muerto—nosotros casi habíamos muerto. Nadie se estaba burlando de nadie. La señora Wooly me dio tres Advil y un poco de jarabe para la tos. También me dio una botella de agua y me dijo que empezara a beber y no parara hasta que la vaciara. —¿Cómo están tus piernas? —preguntó—. Se veía como si estuvieras caminando raro antes. Me puse de pie. Me dolía el tobillo, pero estaba básicamente bien. —Estoy bien. —Voy a conseguir algo de ropa —se ofreció Niko—. Podemos limpiarnos y cambiarnos. —Siéntate —le ordenó la señora Wooly. Se hundió lentamente en una de las cabinas, tosiendo mugre negra en su manga. Miró a Niko y limpió su cara y cuello, como había hecho con el resto de nosotros. —Voy a decirle a la escuela acerca de lo que hiciste allí —la señora Wooly le dijo en voz baja—. Realmente heroico, hijo. Niko se puso rojo. Empezó a levantarse. La señora Wooly puso una botella de Gatorade en sus manos con algo de Advil y otra botella de jarabe para la tos.

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—Te quedarás sentado —le dijo. Él asintió, tosiendo más suciedad. Jake estaba presionando la pantalla de su minitab repetidamente. —Oiga, señora Wooly, no recibo señal —le dijo Jake—. Es como si estuviera sin batería, pero sé que está cargada. Uno por uno, casi todo el mundo sacó una minitab y trató de encenderla. —Probablemente la red está caída —dijo la señora Wooly—. Pero sigan intentando. Va a volver. Alex sacó su minitab. Estaba muerta—en blanco. Comenzó a llorar. Parece gracioso ahora. No lloró durante la tormenta, no lloró al verme todo destrozado, no lloró por los chicos que había muerto en mi autobús—empezó a llorar cuando se dio cuenta de que la red estaba caída. La red nunca había estado caída. Todos habíamos visto cientos de anuncios publicitarios dirigidos a tranquilizar a la gente sobre que la Conectividad Nacional era infalible. Tuvimos que creer eso porque todos nuestros archivos—fotos, películas, emails, todo—estaban en grandes servidores “en el cielo.” Sin la red, no tienes ordenador. Sólo tienes una tablet en blanco. Tal vez quince dólares de plástico y chatarra metálica. No tenías nada. Y se supone que hay un millar de copias de seguridad en su lugar para hacer que la red sea inmune a los desastres naturales—la guerra nuclear—a cualquier cosa. —¡Oh, por el amor a Dios! —Brayden comenzó a resoplar—. Si la red está caída, ¿quién va a venir por nosotros? ¡Ni siquiera sabrán dónde estamos! Jake comenzó a hablar con su profunda y relajante voz, diciéndole a Brayden que se calmara. Que todo iba a estar bien. Pero Alex se deslizó fuera de la cabina y empezó como a gritar, —¡La red no puede estar caída! No puede ser. ¡No saben lo que esto significa! Alex era localmente famoso por ser bueno con las computadoras y las máquinas. Personas que apenas conocíamos pasaban por donde estaba con tablets que no funcionaban para ver si podía depurarlas. El primer día de escuela, mi profesor de inglés me llevó aparte para preguntarme si era el

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hermano de Alex Grieder y si pensaba si él podría darle una mirada al GPS de su coche. Así que si alguno de nosotros iba a entender las consecuencias de la red caída, ése era Alex. La señora Wooly agarró por los hombros a Alex. —Grieder Jr. —dijo—. Ve a buscar algo de ropa para Grieder Sr. Por Grieder Sr. se refería a mí, por supuesto. —Pero usted no entiende —se lamentó Alex. —Ve a buscar ropa para tu hermano. Y para estos otros chicos. Toma un carrito. Ve ahora mismo —ordenó—. Sahalia, ve con él y consigue cosas para las chicas. —No sé sus tallas —protestó Sahalia. —Voy con ustedes —dijo Astrid. La señora Wooly abrió la boca para decirle a Astrid que se sentara y luego la cerró de nuevo. La señora Wooly conocía a sus chicos, verán. Ella sabía que a Astrid no se le dice qué hacer. Así que Astrid, Alex y Sahalia se fueron. Me bebí el agua. Trabajé muy duro en no vomitar más. Un par de pequeños manoseaban sus minitabs. Se mantuvieron presionando sobre las pantallas de sus minitabs muertas y ladeando sus pequeñas cabezas a un lado. Esperando, esperando. No podían entender qué diablos estaba pasando.

*** Fue raro, cambiarse con Brayden y Jake en el baño. No había chicos que fueran mis amigos. Jake estaba en el último año. Brayden estaba en tercero, como yo. Pero ambos estaban en el equipo de fútbol y estaban trabajados. Yo no. Jake siempre me había ignorado de manera genial, pero Brayden había sido francamente malo conmigo.

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Por un momento pensé en ir a un cubículo para cambiarme. Brayden me vio vacilar. —No te preocupes, Geraldine, —dijo—. No vamos a mirar si eres tímido. Dean... Geraldine... ¿Entienden? Había comenzado con lo de Geraldine en la escuela primaria. Entonces, cuando estábamos en octavo grado, había tenido esta cosa con mi cabello. Que necesitaba “estilo.” Escupía en sus manos y las pasaba por mi cabello, como si la saliva fuera gel. Al final del año, sólo escupía justo en mi cabeza y lo machacaba un poco con su mano. Con estilo realmente. Entendí que Brayden era considerado apuesto por las chicas. Tenía ese color de piel oliva que siempre parecía bronceado, cabello marrón ondulado y las cejas muy gruesas. Algo como del tipo de cejas del hombre Cromañón 1 para mí, pero he deducido que las chicas piensan que se ve accidentado y peligroso. Deduzco esto porque cada vez que estaba alrededor se arreglaban y twitteaban de una forma que me hacía odiar a todos un poco. Lo que estoy diciendo es que—Brayden y yo—no éramos amigos. No fui a un cubículo, me quité la camisa sucia y pantalones vaqueros y comencé a lavarlos en el lavabo. —¿Puedes creer que cayera granizo? —dijo Jake. —Fue increíble —respondió Brayden. —Totalmente increíble —estuve de acuerdo. —¡Lo sé! Jake me preguntó acerca de una particular roncha en el brazo por una piedra de granizo. —Realmente duele —dije. —Estás bien, Dean —dijo Jake, y me dio una palmada en el hombro. Lo que también dolió.

Hombre de Cro-Magnon es el nombre con el cual se suele designar al tipo humano correspondiente a ciertos fósiles de Homo sapiens, en especial los asociados a las cuevas de Europa en las que se encontraron pinturas rupestres. Suele castellanizarse y abreviarse como cromañón, sobre todo para su uso en plural (cromañones). 1

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Tal vez se dejó llevar por la buena sensación. O tal vez estaba tratando de cuidar de mí y ser un líder. No me importa si me estaba vendiendo. Fue bueno sentirse normal por un momento. —Hey, Jake —le dije—. Lamento lo del vómito. —Viejo, no pienses nada más al respecto —dijo. Le tiré la camiseta que Alex había conseguido para mí desde los bastidores en el Greenway. —Aquí —dije—. La escogí sólo para ti. Va a ir bien con tus ojos. Jake se echó a reír con un sobresalto. Le había sorprendido. Brayden también se rió. Entonces reímos hasta que se salió por completo de nuestras manos, hasta que estuvimos tragando aire, con lágrimas en los ojos. Me dolía la garganta, que todavía estaba en carne viva por el humo, pero Jake, Brayden y yo, nos reímos mucho tiempo.

*** Después de habernos cambiado, la señora Wooly hizo una especie de asamblea improvisada. —Son tal vez las ocho o nueve —nos dijo—. La red aún está caída y estoy un poco preocupada por nuestra amiga Josie aquí presente. Creo que está en estado de shock, por lo que probablemente estará bien en un día o dos. Pero podría ser algo más serio. Todos miramos a Josie, quien devolvió la mirada hacia nosotros con un extraño interés individual, como si fuéramos personas cuyos rostros y nombres no pudiera recordar. —Esto es lo que vamos a hacer —continuó la señora Wooly—. Voy a caminar hasta la sala de emergencia y conseguir un poco de ayuda. Una niña llamada Chloe empezó a llorar. —Quiero ir a casa —dijo—. ¡Llévanos a casa! ¡Quiero a mi nana! —Tonterías —le dijo la señora Wooly—. El autobús tiene dos neumáticos pinchados. No puedo llevarte a ningún lado. Volveré con ayuda rápidamente.

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Chloe no parecía en absoluto satisfecha con esta respuesta, pero la señora Wooly continuó. —Y miren, niños, sus padres van a tener que pagar a la tienda por lo que ustedes usen, así que vayan con calma. Esto no es Navidad. He decidido poner a cargo a Jake Simonsen. Él es el jefe hasta que vuelva. Por el momento, Sahalia y Alex, quiero que vayan a ayudar a los más pequeños a elegir unos buenos juegos y rompecabezas del departamento de juguetes. Los pequeños aplaudieron, especialmente Chloe, quien hizo un gran show de saltos arriba y abajo, aplaudiendo sus gorditas manos. Parecía un poco voluble, en lo que a las emociones se refiere. Y un poco molesta. Sahalia suspiró con irritación y se puso de pie. —¿Por qué tengo que hacerlo todo? —se quejó. —Porque estos chicos estuvieron a punto de morir y tú no —espetó la señora Wooly. Los niños de escuela primaria se fueron a la sección de juguetes. —Miren —nos dijo la señora Wooly a los chicos más grandes después de que se fueron—. La sala de emergencias no está demasiado lejos. Es probable que pueda caminar hasta allá en media hora o una hora. Podría conseguir un aventón, lo que significaría que estaré de vuelta mucho más rápido. Mantengan a Josie hidratada y de vez en cuando pregúntenle qué año es. ¿Cómo se llama? ¿Qué tipo de, no sé, pop le gusta? Galletas. Ese tipo de cosas. Se pasó la mano por el áspero cabello gris. Su mirada derivó por nosotros, a la entrada de la tienda y la rota puerta de cristal corrediza. —Y si viene alguien, no salgan de aquí con nadie excepto con sus padres. Prométanmelo. En este momento, ustedes son mi responsabilidad. Y, no es que crea que va a pasar, pero si hay algún disturbio y saqueo o algo, ustedes van a juntar a todos los niños aquí en esta área de pizza, y permanezcan juntos. Los chicos grandes en el exterior y sólo quédense juntos. ¿Me entienden? Ahora entendía por qué había alejado a los niños. Ella no quería que escucharan hablar de un motín. —¿Ahora, señora Wooly? —dijo Jake—. ¿Qué hacemos si viene la gente de la tienda? —Él hizo un gesto hacia el autobús dañado que estaba en medio de los carritos de compra vacíos en el vestíbulo de entrada—. Van a estar enojados.

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—Vas a decirles que era una emergencia y que la directiva de la escuela se hará cargo de los daños y perjuicios. —Puedo hacer la comida si es necesario —dijo Astrid—. De hecho, sé cómo operar los hornos en el Pizza Shack, porque trabajé aquí el verano pasado. Sabía que había tenido un trabajo en Greenway. Había sido un verano que involucró una gran cantidad de idas al supermercado para mí. —¡Un almuerzo caliente! —dijo la señora Wooly—. Ahora estás hablando. Los niños regresaron con juegos de mesa. La señora Wooly se preparó para salir. Fui a la sección de papelería y escogí una pluma de ocho dólares y el bloc de notas ejecutivo, más agradable y más caro en el estante. Me senté allí y comencé a escribir. Tenía que sacar la tormenta de granizo mientras estaba fresca en mi memoria. Siempre he sido un escritor. De alguna manera, escribir algo hace que cualquier cosa que suceda parezca bien. Me siento a escribir, todo atascado y estresado, y para el momento en que me levanto, todo está en el lugar correcto de nuevo. Me gusta escribir a mano, en un cuaderno de espiral. No puedo explicarlo, pero puedo pensar en una página de una manera que no puedo en una tablet. Pero sé que escribir a mano para cualquier cosa más allá de una nota rápida es extraño, ya que a todos nos enseñaron el tipo de cosas del tipo touch desde el jardín de infantes. Brayden se detuvo y me miró por un momento. —¿Escribiendo a mano, Geraldine? —dijo con desprecio—. Realmente pintoresco. Todos nos pusimos en fila para decir adiós a la señora Wooly en la entrada de la tienda. El cielo había vuelto a su estado normal de reposo de un tono de azul nítido. Como mamá solía decir, “los cielos de Colorado no pueden ser vencidos.” Había como 30 centímetros de granizo en casi todas partes. En los lugares donde había una pendiente, la lluvia de granizo había escapado un poco, depositándose en corrientes enormes.

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Se podría pensar que habría sido divertido jugar—como si el aire libre fuera una piscina de bolas gigantes. Sin embargo, los grandes trozos de granizo, tenían protuberancias, bultos y cosas pegadas en su interior como rocas y ramitas. Estaban afiladas y sucias, y nadie quería salir y jugar. Nos quedamos en la tienda. Había un par de coches en el estacionamiento. Se veían absurdos, todos abollados, como si alguien los hubiera golpeado con un martillo gigante. El autobús de la señora Wooly había sufrido daños mucho menores. —Si todos los autos en la ciudad tienen ese aspecto —me dijo Alex—, vamos a terminar caminando a casa. Pensé en caminar a casa en ese momento. Podría haber esperado hasta que se fuera la señora Wooly y luego ir casa. Sin embargo, había dicho que nos quedáramos y seguí las instrucciones y además, Astrid Heyman estaba en Greenway, no en nuestra aburrida y monocorde casa en Wagon Trail Lane. Todos los nombres de las calles de nuestra urbanización eran así. Wagon Gap Trail, Coyote Valley Court, Blizzard Valley Lane... Tengo que decir que ni una sola vez que caminé por nuestra calle la confundí con un corte de camino rural a través de alguna frontera de pradera. ¿Quién hizo a los desarrolladores creer que nos tomaban el pelo, exactamente? Podía oír las sirenas distantes. Había algunos pilares de humo alzándose en otros lugares. Una columna de humo estaba todavía en aumento desde nuestro autobús quemado, así que tuve una muy buena idea de dónde venían las otras. Recuerdo que pensé que nuestra ciudad había sufrido realmente de una golpiza. Me pregunté si tendríamos algún tipo de asistencia de Crisis Nacional. Habíamos visto imágenes de la recepción de residentes de San Diego con cajas de ropa, juguetes y alimentos después del terremoto del '21. Tal vez ahora seríamos nosotros y nuestra ciudad estaría asediada por los medios de comunicación. La señora Wooly estaba tomando nada más un paquete de cigarrillos baratos y un par de botas de lluvia hasta las rodillas. Brayden dio un paso adelante. —Señora Wooly, mi papá trabaja en NORAD. Si puede darle un mensaje, estoy seguro de que puede enviar una camioneta o algo para buscarnos.

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Yo fui probablemente el único que rodó los ojos. Probablemente. —Bien pensado, Brayden —dijo la señora Wooly con voz grave—. Lo llevaré bajo consideración. Ella nos miró. —Ahora, niños escuchen a Jake. Él está a cargo. Astrid les va a hacer de comer una rica pizza. Ella dio un paso a través del marco de la puerta y salió al estacionamiento. Dio unos pasos hacia adelante, luego se volvió hacia su derecha, mirando algo en el suelo que no podíamos ver. Pareció retroceder, con un poco de náuseas. Luego se volvió y dijo con fuerza. —Ahora vayan adentro. ¡Adelante! No vengan aquí. No es seguro. Entren. Vayan. Almuercen. Ella nos espantó de nuevo con las manos. La señora Wooly tenía tal autoridad que todos hicimos lo que dijo. Pero por el rabillo de mi ojo, vi a Jake dar un paso para ver lo que había visto. —Tú también, Simonsen —dijo la señora Wooly—. Esto no es un programa. Vuelve allí. Jake se acercó a nosotros, rascándose la cabeza. Lucía un poco pálido. —¿Qué? —preguntó Brayden—. ¿Qué hay ahí? —Hay algunos cuerpos. Parecen un par de empleados de Greenway — nos dijo Jake en voz baja—. No sé por qué salieron con la tormenta de granizo, pero seguro están muertos ahora. Todos están hechos puré. Los huesos salen por todo el lugar. Nunca había visto nada igual. Excepto tal vez por ese desastre en el autobús. Respiró hondo y se estremeció. —Les diré una cosa —dijo Jake, mirándonos a Brayden y a mí—. Nos vamos a quedar en el interior hasta que ella regrese.

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CAPÍTULO TRES PUERTA METÁLICA Traducido por Carmen_Lima —¿A quién le gusta la pizza? —gritó Astrid. Los pequeños contestaron con un fuerte y enfático griterío de Yo, sus brazos se elevaron raudamente como si fuese un concurso para saber quién levantaba la mano más rápido. —¡Fiesta de Pizza! ¡Fiesta de pizza! —gritaban. Su excitación era contagiosa y Astrid se veía hermosa al hablar con ellos, escuchando acerca de sus pizzas favoritas, con el viento recogiendo mechones de su pelo y llevando calor a sus mejillas. Escuchen, la tragedia del día y la destrucción de nuestro pueblo no pasaron desapercibidos para mí—y estaba preocupado por mis padres, mis amigos y cómo les podría haber afectado—pero admitiré que aprecio mucho estar junto a Astrid. Mi mamá creía que cada uno hace su propia suerte. Sobre la estufa ella había colgado esas cartas viejas, de color marrón con letras que decían MANIFIESTO. La idea era que si uno pensaba y soñaba con la forma en que quería que sea su vida—si uno sólo lo visualizase el tiempo suficiente—se harían realidad. Pero tan duro como había manifestado a Astrid Heyman con su mano en la mía, sus ojos azules mirando los míos, sus labios susurrando algo descabellado, gracioso y escandaloso en mi oído, ella había permanecido completamente ignorante de mi existencia. Realmente, incluso hasta el sueño de soñar sobre Astrid, para un tipo como yo, en mi posición relativamente baja en la escala social de la Escuela Lewis Palmer, era idiota. ¿Ella siendo del último año y yo de tercero? Olvídenlo. Astrid se iluminaba sólo por su belleza: rizos rubios brillantes, ojos celestes como el cielo de verano, frente ligeramente fruncida, siempre refrenando una sonrisa, campeona de clavados del equipo de natación. Nivel olímpico. Diablos, Astrid era nivel olímpico en cada forma posible.

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Y yo no. Yo era uno de esos tipos que se habían quedado bajos de estatura demasiado tiempo. Todos los demás crecieron de un salto en séptimo y octavo grado pero yo me quedé del tamaño de un niño durante esos años—los años de gel de Brayden. Entonces, durante el último verano, crecí, como quince centímetros o algo por el estilo. Mi mamá se deleitó con mi hechizo de crecimiento absurdo, me compró ropas nuevas básicamente cada dos semanas. Mis huesos me dolieron por la noche y mis articulaciones a veces crujían, como un anciano. Había entrado en el año escolar con alguna esperanza, en verdad, como ahora era del tamaño promedio—incluso sobre la altura promedio—podría reincorporarme a la sociedad en un, um, nivel más alto. Sé que es grosero hablar de popularidad categóricamente, pero recuerden, he tenido esta cosa por Astrid desde hace mucho, mucho tiempo. Quise estar junto a ella y hacerme un lugar en su círculo de amigos parecía ser la única manera. Pensé que mi altura podría resolver el problema. Claro, era flaco como un riel, pero de todos modos, mi inventario de apariencia había mejorado: ojos verdes—una buena ventaja. Pelo rubio cenizo—bueno. Altura—ya no era un problema. Musculatura—necesita una mejora importante. Gafas—un obstáculo, pero los lentes de contactos me produjeron una conjuntivitis crónica, que se vio mucho peor que las gafas, y no podría someterse a una Lasik hasta que dejase de crecer, de modo que pasaría algún tiempo. Dientes y la piel—relucientes. Ropa—una especie de ruina, pero mejorando. Pensaba que tenía una posibilidad pero el total de la suma de nuestra comunicación hasta ahora fue la palabra que ella me había dicho en el autobús: Ayúdame. Y no lo hice.

*** Todos volvimos al interior y Astrid puso en funcionamiento el horno del Pizza Shack y encendió la máquina de hacer granizados. Josie todavía se sentaba en una cabina, envuelta en su manta espacial. Me encaminé hacia los dispensadores de soda para conseguirle una bebida, pero vi que ella ya tenía dos Gatorades y una botella de agua en la mesa frente a ella. La máquina de de granizados estaba demasiado alta para que los pequeño la alcanzaran, por lo que después de haberlos estado observando

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saltar para intentar alcanzar las manijas de un modo tierno pero completamente fútil, me acerqué y me ofrecí a prepararles cualquier clase de granizados que quisieran. Aclamaron. Nunca habían sabido que se podía combinar sabores, así que estaban impresionados con las capas de granizados que les hice. —¡Éste es el mejor granizado que he comido! —barbotó un alumno de primer grado llamado Max. Tenía un mechón absurdo en la parte trasera de su cabeza que hacía que su pelo se izara como un pequeño abanico rubio. —Yo he comido muchos granizados en mi vida porque mi papá es un camionero de grandes distancias y siempre me lleva a sus viajes —explicó Max—. Yo probablemente comí granizados en cada estado de América. ¡Una vez mi papá me sacó de escuela por una semana y casi me llevó a México pero entonces mi mamá lo llamó y dijo que mejor me arrastrara de vuelta hasta Monument antes que ella enviase a la policía tras él! Me gustaba Max. Me gusta que un niño no se guarde nada. Un niño era latino. Supongo que era de primer grado, tal vez en el jardín de infantes. Él era regordete y se veía jovial. —¿Cuál es tu nombre? —Le pregunté. Sólo me sonrió. Tenía dos huecos grandes donde sus dientes de conejo debieron haber estado. —¿Cómo se llama? 2 ¿Tu nombre? Él dijo algo que me sonó como, —Youlisease. —Te escucho —dije. —Youlisease —dijo, asintiendo. —Está bien, escucho. —No, no –dijo. —Su nombre es You-lis-ease —dijo Max, intentando ayudar—. Él está en primer grado conmigo. —¿You-lis-ease? —repetí.

2

En español en el original.

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El niño mexicano dijo su nombre otra vez. Y repentinamente lo entendí. —¡Ulises! ¡Su nombre es Ulises! La pronunciación en español, déjenme decirles, es muy diferente en inglés. Ulises ahora estaba sonriendo como si se hubiera ganado la lotería. —¡Ulises! ¡Ulises! Una pequeña victoria, duramente conseguida para ambos: Ahora sé su nombre. Chloe fue la estudiante de tercer grado que había estado gimoteando cuando la señora Wooly dijo que iba a buscar ayuda. Chloe era gordita, morena y muy enérgica. Le hice un granizado a rayas azules y rojas, como quiso. Sin embargo, no fue lo bastante bueno para ella. —¡Las franjas están demasiado gruesas! —se quejó—. Lo quiero como la cola del mapache. Pero resulta que es realmente difícil hacer un granizado con franjas delgadas, como descubrí después de cinco o seis intentos. Le di a Chloe mi mejor esfuerzo. —No es como la cola de un mapache —comentó ella. Negó tristemente con la cabeza, como si ella fuera una maestra y yo un estudiante desesperanzado. —Esto es lo más “cola de mapache” que puedo hacer —le dije. —Bien. —Ella suspiró—. Si es tu mejor esfuerzo. Chloe, ya me había decidido, era todo un caso. Los gemelos McKinley eran nuestros vecinos, en realidad. Alex y yo algunas veces sacamos la nieve de su camino de acceso para su mamá, quién adivino es una madre soltera. Ella nos paga veinte dólares, lo cual es un buen dinero. Los gemelos son un niño y una niña, ambos tienen pecas y el cabello rojizo. Tienen el tipo de pecas que se superponen unas detrás de otras por lo que casi no se ve otra clase de piel, sólo un poquito de blanco asomando a través de las gruesas pecas.

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Con cinco años de edad, eran los más jóvenes y los más pequeños sin duda. Su mamá era pequeña también, y los niños era diminutos. Perfectamente formados pero, tan altos como mi rodilla. Ninguno de ellos hablaba mucho, pero supongo que Caroline hablaba un poco más que Henry. Son completamente adorables, para usar una palabra que usan con frecuencia las chicas y las tías solteronas. Realmente no guardé lo mejor para el final porque Batista, el único estudiante de segundo grado, es un tipo realmente difícil. Se ve vagamente asiático y lleva el pelo brillante cortado al ras. Por un lado, Batista es de una familia muy religiosa, por lo tanto él se considera la autoridad sobre el pecado. Ya lo había escuchado por casualidad reprender a Brayden por maldecir (¡Decir el nombre del Señor en vano es un pecado!), retó a Chloe por empujar a Ulises (¡Empujar es un pecado!), Y les informó a los otros pequeños que no bendecir la mesa antes de comer era un pecado (¡Antes de que comamos, Dios quiere que nosotros pecadores demos gracias!). Él siempre estaba observando a todos, esperando que metieran la pata, para poder corregirlos. Una calidad realmente encantadora, les digo. Supongo que ser un sabelotodo un poco presumido no es considerado un pecado por su gente. Los otros dos niños del autobús de la escuela primaria eran mi hermano, Alex, y Sahalia. Sahalia estaba adelantada, para un estudiante de octavo grado. Ella tenía una idea muy vanguardista de la moda. Incluso yo, alguien que ha llevado puestos sudaderas y sólo sudaderas hasta séptimo grado, puedo identificar a alguien con estilo cuándo lo veo. En el día en que todo se desmoronó, ella vestía un par de jeans ceñidos que se sostenían a un lado por alfileres y un chaleco de cuero sobre algún tipo de top. También levaba una chaqueta de cuero—una grande, demasiado grande para ella, a cuadros color roja. Ella es tres años más joven pero mucho, mucho más genial que yo. Muchas personas eran más geniales que yo. No le guardo rencor. Se veía como si se hubiera metido en la sección de maquillaje. Juro que cuando llegamos por primera vez al centro comercial, ella no llevaba maquillaje. Pero ahora sus ojos estaban delineados en negro y tenía los labios muy rojos.

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Estaba de rodillas en el asiento de un apartado al lado de donde Brayden y Jake comían. Ella como que los observaba comer e intentaba ser parte del grupo al mismo tiempo. Fue una especie de acercamiento lateral para ser incluido en una pandilla. Te sientas cerca de ellos, y esperas a que te inviten a entrar. No funcionó para Sahalia. Brayden la contempló y dijo: —Estamos tratando de conversar. ¿Te importa? Sahalia se alejó y fue a andar cerca de Astrid. Ella caminó como si no le importase. Como si fuera su plan ir al mostrador desde el principio. Tuve que admirar su andar desgarbado. Niko comía solo. Debí haberlo invitado a sentarse con Alex y conmigo, pero para cuando conseguí terminar los granizados, y rehacer el de Chloe, la pizza estaba lista. Estaba demasiado hambriento y olvidé mis modales. Alex y yo devoramos nuestros primeros pedazos de pizza. La cuadrada y pesada pizza de Pizza Shack nunca había sabido tan buena. Lamí la salsa roja de mis dedos y Alex se levantó para traernos las segundas. Para cuando regresó, sin embargo, yo miraba a Josie. Ella estaba sentada de lado en su cabina, de espaldas a la pared. La señora Wooly había limpiado completamente su cara y manos, pero Josie tenía sangre seca en su cuerpo y brazos y la manta espacial se le pegaba en algunas partes. Todavía llevaba puestas sus ropas viejas. Me dio pena; aquí todos teníamos un bonito almuerzo con pizza, y ella claramente todavía estaba de vuelta en el autobús. Le llevé mi pizza y me senté frente de ella en su cabina. —Josie —le dije suavemente—. Tengo un pedazo de pizza para ti. Vamos, Josie. La comida te hará sentir mejor. Ella solamente me miró y negó con la cabeza. Parte de su peinado se había desenrollado y el pelo caía como una cinta hacia un lado, como una rama rota. —Dale un mordisco —pedí—. Un mordisco y yo te dejaré sola. Ella giró su cara hacia la pared.

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—Bueno, está aquí si la quieres —dije. Astrid deslizó una gran bandeja con algunos pepperoni sicilianos horneados. Estaba todavía algo hambriento, por lo que fui al mostrador. –¿Te gusta el pepperoni? —me preguntó ella. Mi corazón martilleaba. —Sí —respondí. Suave. —Aquí tienes —contestó, poniendo uno en un plato de cartón. —Gracias —dije. Realmente suave. Luego me di vuelta y me marché. Y esa fue mi segunda conversación con Astrid. Al menos esta vez respondí. Regresaba a mi cabina cuando todos oímos el estruendo de una máquina. El sonido pesado de enrollado y rechinado. —¿Qué es eso? —tartamudeó Max.

*** Tres pesados portones de metal caían sobre el agujero abierto en el frontis de la tienda. Uno, dos, tres, lado a lado descendieron. Las de los lados cubrieron las ventanas. La del centro era un poco más grande y cubrió todo el espacio de lo que habían sido las puertas corredizas. La puerta estaba llena de agujeros así que todavía podríamos respirar y podríamos ver hacia fuera, pero era espeluznante. Estábamos siendo encerrados. Los pequeños lo perdieron. —¿Qué ocurre? ¡Estamos atrapados! ¡Quiero ir a casa! —Ese tipo de cosas. Niko sólo se quedó de pie, mirando la puerta bajar. —Deberíamos poner algo debajo de eso. Para mantenerla abierta —gritó Jake. Él agarró un carrito de compras y lo hizo rodar hacia adelante, bajo la puerta central. Pero la puerta cayó apartando al carrito del camino.

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Las tres puertas se fijaron con un CLANK que resonó como si fuera definitivo. —Ahora estamos encerrados —dije. —Y todos los demás se quedaron afuera —añadió Niko en voz baja. —Muy bien —habló Jake, dando unas palmadas—. ¿Quién de ustedes pequeños patanes me van a enseñar a jugar Escaleras y Serpientes? Alex se me acercó y tiró de mi camisa. —Dean —dijo—, ¿quieres ir al Departamento de Multimedia conmigo?

*** Todas las grandes tablets en el Departamento de Multimedia estaban muertas, desde luego. Estaban desconectadas de la Red como nuestras minitabs. Pero Alex encontró el único televisor de pantalla plana pasado de moda. Estaba colocado muy abajo, muy cerca del piso, completamente dejado de lado. Nunca realmente había comprendido por qué alguien querría comprar un televisión tan simple, cuando las tablets grandes son apenas un poco más caras y uno puede ver televisión en una tablet grande y usarlo tanto para leer un libro, navegar y usar el Skype, jugar y un millón de otras cosas útiles. Pero cada gran tienda mantiene un par de televisores en exhibición y ahora supe por qué. Funcionaban sin Conectividad Nacional. Recogían alguna clase de señal única para televisión. Y aunque la pantalla era lluviosa y a veces con rayas, la observamos ansiosamente. Alex puso CNN. El resto de nuestro grupo apareció, atraído, supongo, por el sonido de la transmisión en vivo.

*** Yo esperaba que las noticias de nuestra tormenta de granizo estén en todas las noticias. No fue así. Nuestra pequeña granizada no fue nada. Había dos presentadores juntos y lo explicaban muy serenamente, pero la mujer se estremecía. Uno podía ver que ella había estado llorando. Su

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maquillaje estaba todo corrido alrededor de sus ojos y yo me pregunté por qué nadie arregló su maquillaje. Era CNN, por el amor de Dios. El hombre en el traje azul dijo que repetía la cadena de acontecimientos para quienes recién se unían a la transmisión. Esos fuimos nosotros. Informó que un volcán había entrado en erupción en una isla llamada La Palma, en las Islas Canarias. Las inestables imágenes de una cámara portátil mostraron cenizas y una montaña de fuego apareció en la pantalla detrás de los presentadores. La mujer con el maquillaje corrido anunció que toda la cara occidental de la isla había explotado con la erupción del volcán. Quinientos mil millones de rocas y lava, cayeron en avalancha en el océano. No tenían imágenes de eso. El del traje azul dijo que la explosión había creado un “mega tsunami.” Una ola de casi un kilómetro de altura. Moviéndose a más de novecientos kilómetros por hora. La del maquillaje corrido añadió que el mega tsunami se había ensanchado mientras se acercaba a las costas de EE.UU. Y luego dejó de hablar. Se le quebró la voz en su garganta, y el del traje azul se hizo cargo. El mega tsunami había golpeado la Costa Este de los Estados Unidos a las 4:43 a.m., tiempo de la montaña. Boston, Nueva York, Charlestón, Miami. Todos habían sido golpeados. No podían estimar el número de muertos. Me quedé allí sentado. Me sentía completamente entumecido. Fue el peor desastre natural registrado en la historia. La erupción volcánica más violenta jamás filmada. El tsunami más grande registrado en la historia. Pasaron algo filmado. Pasó tan rápido que tuvieron que ralentizarlo para que uno pudiera ver lo que sucedía.

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Desde la calle, una imagen del edificio del Empire State y una nube alta aproximándose más y más cerca, cuadro por cuadro, pero no era una nube—era una pared de agua—y luego la imagen se quedó en blanco. Una playa, enfocaban hacia el agua, sólo que no había agua, únicamente un bote varado a poco más de un kilometro y medio en el lecho marino y se oía una voz orando a Jesús y luego la imagen agitándose, temblando, y una ola tan alta que la minitab no pudo ver la parte superior. Después oscuridad. Chloe dijo que ella quería ver el canal infantil. La ignoramos. La del maquillaje corrido informó que la Red estaba caída porque tres de los cinco centros satelitales estaban localizados en la Costa Este. El del traje azul dijo que el presidente había declarado estado de emergencia y estaba a salvo en una localización sin revelar. Observábamos, principalmente en silencio. —Cámbialo a Tabi-Teens —lloriqueó Chloe—. ¡Eso es aburrrridooo! La miré. Estaba totalmente desorientada. Estaba recogiendo con indiferencia una etiqueta en el mostrador de minitabs. Ninguno de los pequeños pareció comprender lo que estábamos aprendiendo. Era como si todo estuviera completamente en cámara lenta, colgando. Tuve que continuar observando la TV. No podía pensar en los niños. Me sentí gris. Decaído. Como una piedra. La del maquillaje corrido dijo que el mega tsunami había provocado extremas condiciones atmosféricas en el resto de país. Su voz ganó fuerza en “el resto

del

país.”

Mencionó

tormentas

llamadas

superceldas,

pasando

rápidamente a través de las Rocallosas (esos éramos nosotros). Miré a Josie. Ella observaba la pantalla. Caroline había gateado hasta el regazo de Josie, y Josie acariciaba el pelo de Caroline distraídamente. CNN mostró más imágenes de la Costa Este. Mostraron una casa que fue llevada arriba a un lado de una montaña. Mostraron un lago llenos de autos, gente vagando medio desnudas en calles y lugares que debieron verse familiares, pero ahora se parecían a las locaciones de las películas de guerra.

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Gente en botes, gente llorando, gente navegando en ríos como si tuvieran leños flotantes, gente lavándose junto a sus autos, sus garajes, sus árboles, sus cubos de la basura, sus bicicletas y Dios sabe qué más. Gente como escombros. Cerré mis ojos. Cerca de mí, alguien comenzó a llorar. —¡Pon Tabi-Teens! —exigió Chloe—. ¡O Traindawgs o algo como eso! Tomé la mano de mi hermano. Estaba frío como el hielo.

*** Miramos por horas. En algún momento, alguien apagó la televisión. En algún momento, alguien sacó las bolsas de dormir para todos. Hubo muchos gemidos de los niños pequeños y no mucha respuesta consoladoras de nuestra parte. Realmente nos molestaban. Especialmente Chloe y Batista. Batista siguió hablando del “fin de los días.” Dijo que fue así como el Reverendo Grand dijo que ocurriría. El día del Juicio estaba sobre nosotros. Quise darle puñetazos en su pequeña cara grasienta. Sólo quería pensar. No podía pensar y todos ellos continúan llorando, pidiendo cosas tontas, aferrándose a nosotros y sólo quería que ellos se callasen. Finalmente Astrid se inclinó y agarró Batista por los hombros. Ella le dijo, muy claro y amablemente: —Ustedes niños vayan a buscar caramelos. Tantos como quieran. Vayan a hacer eso. Y lo hicieron. Regresaron con bolsas del pasillo de los dulces. Eso era lo mejor que podríamos hacer por ellos esta noche: Caramelos. Tomamos las bolsas, las abrimos de un tirón e hicimos un montón grande en medio del suelo, y todos se atiborraron glotonamente con formas divertidas de todas las marcas y tipos.

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Los comimos como si fuese medicina. Como si fuesen caramelos mágicos que de algún modo nos podrían devolver a una vida normal otra vez. Los comimos hasta que quedamos entumecidos, nos metimos en nuestras bolsas y nos fuimos a dormir. Hubo mucho llanto por parte de los pequeños y ocasionalmente uno de nosotros gritaba: —¡Silencio! Así es como pasamos esa primera noche.

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DÍA DOS CAPÍTULO CUATRO OCHO PUNTO DOS Traducido por klevi Despertamos alrededor de las ocho al ser sacudidos. No fue como lo que sucede cuando estás soñando que estás corriendo a través de un bosque persiguiendo a un zorro o algo y de repente un árbol te atrapa y empiezas a temblar y comienzas a despertar y te das cuenta de que es realmente tu mamá la que te está sacudiendo y la alarma está sonando, y llegas tarde a la escuela. Para nada. Esto fue así: Estás en un saco de dormir en el piso de un supermercado gigantesco y de repente el suelo empieza a lanzarte y agitarte y te vas rebotando como si fueras una palomita de maíz en una sartén caliente y las cosas empezaran a caerse de los estantes y está todo el mundo gritando y asustados fuera de sí, y tú eres uno de todo el mundo. Fue más bien como eso.

*** Y aquí viene la parte divertida, era un PREMONITOR 3. Al parecer, eso es lo que pasa cuando estás a punto de experimentar uno de 8.2. Es un terremoto tan grande que envía mensajeros por delante. —¡Hay que llegar al Pizza Shack! —gritó Niko—. ¡Debajo de las mesas! Agarré a Alex con una mano y levanté a Ulises, el estudiante de primer grado con la otra y eché a correr. Las cosas se caían de los estantes o se habían caído. De la sección de Alimentos y en otros lugares se podían oír las botellas de vidrio de los estantes estrellándose sobre el piso. El resto de los niños estaban justo detrás de mí. Vi que todos los más grandes habían agarrado a uno o dos más pequeños. Astrid estaba escoltando a 3

Un premonitor es un terremoto que ocurre antes de un evento sísmico más grande.

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Josie. Tropezando, cayendo, y corriendo lo mejor que pudimos, llegamos hasta el Pizza Shack y conseguimos llegar abajo de las mesas. Estaban atornilladas, razón por la cual Niko nos quería allí. —Vamos a estar más seguros aquí —le dije a Alex y a Ulises, de cuya nariz colaba moco húmedo. —Agárrense fuerte a las patas de la mesa —gritó Niko. —Esto es tonto —gruñó Brayden—. El terremoto ha terminado. Por qué nos escondemos aquí… Y su voz comenzó a temblar. Porque la tierra había comenzado a temblar. Y él seguro que se agarró a una pata de la mesa. El terremoto fue menos terrible que el premonitor, en mi opinión. Estábamos listos para el terremoto. Ya estábamos despiertos. Empezamos a temblar y temblar, se podían oír las cosas cayendo y estrellándose por todas partes.

*** Es un milagro que la tienda no cediera, pero, como descubrimos, la tienda fue construida como una caja fuerte. Se mantuvo. Sólida como una roca. Prácticamente todo lo que estaba tirado en el suelo era un montón de estantes que se vinieron abajo, pero el daño a la tienda no era tan malo como podría haber sido. —¿Están todos bien? —preguntó Jake. —Um, yo diría, que no —respondió Astrid—. El mundo como lo conocemos se ha ido. ¡Estamos encerrados en un Greenway y un TERREMOTO simplemente destrozó la tienda en pedazos! Ella estaba furiosa y se veía preciosa. —¡Yo sé eso, Astrid! —replicó Jake—. ¡Obviamente todo se ha ido al infierno, pero se supone que debo estar a cargo, así que sólo pensé en preguntar!

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Los mellizos de jardín de infantes estallaron en llanto nuevamente. Vi que ellos, igual que Ulises, tenían un montón de suciedad y mucosidad en sus caritas cansadas. Todos los niños pequeños se veían bastante apagados. —Jake está haciendo lo mejor que puede así que, ¿por qué no das marcha atrás, Astrid? —dijo Brayden. —¡Vete al diablo, Brayden! ¡Tú eres la última persona con la que quiero estar atrapada aquí! —respondió. Josie tenía las manos sobre sus oídos. Los niños pequeños lloraban y Chloe estaba comenzando a gritar. —Muy bien, todo el mundo simplemente tranquilícense —dijo Jake—. Astrid, estás fuera de control. ¡Contrólate! —Perdón —Henry le a Jake—. Caroline y yo nos hemos decidido. Queremos volver a casa. Henry y Caroline querían regresar a casa. Como si fuera una fiesta de pijamas que había salido mal y ahora a él le gustaría que Jake llamara a sus padres para que pudieran recogerlos. —¡Sí! ¡Yo quiero a mi nana! —gritó Chloe. —Chicos, tenemos que espera por la señora Wooly —dijo Jake con calma. Sin embargo, los pequeños se encontraban en un colapso en toda su regla ahora. Llorando, nariz escurriendo, suspirando por los sollozos. Ulises estaba cerca de mí y él asintió con la cabeza, coincidiendo con los gritos, las demandas y lamentos de los otros niños. Estas lágrimas eran gruesas como granos de jalea, cayendo de sus ojos y rodando por su rostro, eran tan abundantes que estaban realmente lavando su rostro porque no dejaba de limpiarlas con la manga de su sudadera. —Todo va a estar bien —le dije. Él sólo sacudió la cabeza y lloró aún más fuerte. Me levanté. Decidido a ir a buscar un maldito diccionario Español-Inglés. —No te vayas todavía —me dijo Niko—. Más réplicas del terremoto. Estaba en lo cierto. El suelo comenzó a oscilar y caí, escondiéndome debajo de la mesa más cercana. Dio la casualidad de que era bajo la mesa donde Astrid se había escondido, también.

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Esto era sin duda lo más cerca que nunca había estado de ella. Me sostuve del poste central debajo de la mesa. Sus manos estaban justo por debajo de las mías. Su cabeza estaba inclinada y todo era un borrón de pelo rubio y suéter púrpura hasta que el temblor se detuvo. Ella levantó su mirada hacia mí y ahí estaba este momento de claridad entre nosotros. Como si ella me hubiera visto y yo a ella. Parecía asustada y joven como una niña pequeña, y había lágrimas en sus ojos. No sé lo que leyó en mi cara. Probablemente, que yo era totalmente de ella. Que la amaba con todo lo que es digno dentro de mí. Supongo que no le gustó lo que vio, porque se limpió las lágrimas con el dorso de la mano y se alejó de mí. Su mandíbula estaba apretada y parecía que quería darme un golpe en la garganta. Esa es la verdad. Salí de debajo de su mesa.

*** —Al diablo con esto —dijo Sahalia—. Me voy a casa. —No, no lo harás, Sahalia —dijo Jake—. La señora Wooly nos dijo a todos que permaneciéramos aquí y nos mantuviéramos juntos y eso es exactamente lo que vamos a hacer. —¿Estás bromeando? —dijo Sahalia—. La señora Wooly no regresará. Estamos por nuestra cuenta. Y, francamente, yo prefiero correr el riesgo allí fuera que estar aquí con ustedes, perdedores. Alex tomó la palabra. —¿Cómo vas a salir? El portón está cerrado. Sahalia señaló a la pared, más allá del Pizza Shack, cerca de la sección de comestibles. Duh. Había una puerta con una línea roja, iluminaba la señal de salida por encima de ella. ¿Cómo es que nosotros lo pasamos por alto hasta ahora? —Tienen que tener salidas de emergencia —dijo ella. Entonces se acercó y la empujó.

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—Permíteme —dijo Brayden. —¡Bray! —gritó Jake, pero Brayden ya había corrido a toda velocidad. Él asestó un golpe con todo su peso contra ella. —No es bueno —dijo—. Está cerrada. —Como he dicho —repitió Jake, mirando a su amigo—. Nos vamos a quedar aquí hasta que la señora Wooly regrese. —Voy a encontrar una salida —dijo Sahalia. Se fue pisando fuerte. —Disculpen, pero Sahalia es mi vecina —dijo Chloe—. Si ella se va a casa, me voy con ella. —Yo también —dijo Max—. Yo puedo pedir un aventón. Jake estaba perdiendo la paciencia. —¡Ya oyeron lo que dijo la señora Wooly! Nos quedamos aquí hasta que venga por nosotros. Es muy sencillo. —¿Pero por qué Sahalia tiene la oportunidad de irse? —se quejó Chloe. —Sahalia no va a ninguna parte —respondió Jake—. ¡Las puertas están cerradas! —¡Pero yo quiero a mi nana! Jake se agachó y se puso a su altura. —Deja de hablar de volver a casa. No hay vuelta a casa hasta que la señora Wooly regrese. —Pero yo quiero a— Él pinchó a Chloe en el pecho con la punta de su dedo. —Ya basta. —Mi nana— Él la pinchó de nuevo. —Detente. Ella se detuvo. Entonces se frotó el lugar en su pecho donde él la había pinchado y lo miró furiosa. Así que tuvimos la suerte de que Greenway fuera construido tan sólidamente, pero, viejo, el desorden era increíble. Casi todo había sido arrojado de los estantes. Las estanterías en sí no se habían caído, ya que fueron

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atornilladas. Eso estuvo bien. Pero todo era un desastre y la mayoría de las cosas hechas de vidrio eran historia. Todos escogimos nuestro propio camino a través de la mercancía, dirigiéndonos de vuelta a nuestra “casa” de bolsas de dormir en el Departamento de Multimedia. —Va a ser una gran limpieza —me dijo Alex. —Será bueno —le dije—. Algo para mantenernos ocupados hasta que vengan por nosotros. Alex se encogió de hombros.

*** Los plasmas que habían estado en las paredes del Departamento de Multimedia ahora estaban en el piso del Departamento de Multimedia. Casi todo en el Departamento de Multimedia estaba ahora en el piso del Departamento de Multimedia. El muro donde estaba la pantalla, colgaba parcialmente fuera de la pared de concreto detrás de ella. Los plasmas estaban tendidos hacia abajo en el suelo, superpuestos como tejas del techo. Pedazos de vidrio negro y marcos de plástico estaban esparcidos por todo el lugar. Todo el mundo estaba de pie, tristes y abatidos, mirando a los escombros mientras Alex y yo nos acercamos. —Nosotros sólo teníamos una maldita televisión —se quejó Brayden—. Y ahora está frita. ¡No tenemos forma de saber lo que está pasando afuera! —Creo que tenemos que empezar a pensar en una estrategia para salir — dijo Astrid. —¡Shhh! —Alex la interrumpió. —No, realmente lo creo —continuó ella, sorprendida de que Alex la interrumpiera. —Escucho la televisión —dijo Alex. Todos nos callamos. Si se escuchaba muy detenidamente, había un zumbido, un murmullo. Un pequeño, pequeño murmullo.

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Brayden y Jake se adelantaron y comenzaron a excavar a través de los plasmas. —Cuidado —dijo Alex—. ¡Podrían recibir una descarga! Jake encontró el televisor. Retrocedió sobre el montón de plasmas muertos, manteniendo cuidadosamente la televisión en su costado. La pantalla estaba rota. Es extraño, brillantes manchas de tinta de color surgieron sobre el monitor desordenadamente. Alex tomó el aparato y lo puso en el suelo. Él presionó a lo largo del borde inferior del armazón. Así era como cambiabas el canal, algo que no recordaba desde que nos habían cambiado nuestra TV por un plasma cuando yo tenía, como, siete. Alex realizó algunos ajustes y la estática se hizo más fuerte y más fuerte. Entonces salió una voz. —¡Sí!—dijo Jake. Los niños pequeños aplaudieron. —Silencio —dijo Niko. —¡Shhh, chicos! —agregó Astrid. Era la voz de un hombre. Parecía como una entrevista. —Totalmente inesperado ya que está zona no está en la línea de una falla. Esto es inimaginable, de verdad. Y un temblor de esta magnitud no tiene ningún precedente. No hay ninguna duda en mi cabeza que fue provocado por el mega tsunami de ayer. Alex se sentó delante del televisor. Todos nosotros simplemente tomamos aleatoriamente lugares cercanos, a excepción de Chloe, quien dijo que iba a conseguir un poco de comida. La voz en la televisión cambió. —Disculpe, profesor. Tenemos noticias de última hora. Nos han llegado informes de una fuga. Una fuga química. De compuestos químicos para la guerra. Existen informes de que varios agentes químicos para la guerra pueden estar escapando de las instalaciones de almacenamiento de NORAD.

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—¡Silencio! Todo el mundo tranquilo —la voz le gritaba a la gente en el estudio, es lo que parecía—. Esto es desde NORAD: Atención, a los residentes de Colorado y los estados vecinos. A las 8:36 a.m. de hoy, miércoles 18 de septiembre de 2024, las instalaciones de almacenaje de armas químicas en el Comando del Departamento de Defensa Aeroespacial de Norteamérica han sido violadas. A los residentes a 500 kilómetros a la redonda de NORAD se les insta a permanecer en el interior de sus casas y sellar todas las ventanas de inmediato. Niko se puso de pie. Se veía acelerado, enrojecido. Casi entrando en pánico. —Chicos, tenemos que cubrir las puertas delanteras. —dijo Niko. — Ahora mismo.

*** Buscamos de un lado a otro lado por la tienda, abriéndonos camino a través de las cajas caídas y por la mercancía caída. Niko empezó a dar órdenes a izquierda y derecha. —Jake, consigue lonas de plástico. Brayden y Dean, consigan rollos de cinta adhesiva. —¿Lonas de plástico, como qué? —preguntó Jake, con pánico en su voz. —Las cortinas para la ducha podrían funcionar —sugirió Alex—. O protectores plásticos, como los que usan los pintores. —Alex, ayuda a Jake. Resuélvanlo. Astrid, mantén a los niños pequeños fuera del camino. —No me quedaré con los niños —protestó ella—. ¡Yo soy tan fuerte como todos ustedes! —¡Sólo haz lo que digo! —gritó Niko. Ella lo hizo.

*** Brayden y yo encontramos la cinta adhesiva y maldijimos al no traer con nosotros nada para llevarlas, como un carrito o una cesta. Lo más que podríamos llevar en nuestras manos eran, como, diez rollos.

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—Tengo una idea —dije. Me quité la camiseta de rugby. —¿Qué estás haciendo, Geraldine? —preguntó Brayden. Su voz sonaba nerviosa—. Jódete, me voy. Se fue llevando sus diez rollos. Le hice nudos a las mangas y empecé a cargar la cinta dentro de ella. Tal vez me hubiera tomado el mismo tiempo que buscar una cesta o una bolsa o algo así pero conseguí meter por lo menos treinta rollos en mi camisa.

*** Cuando llegué a la puerta, Niko y Jake estaban tratando de empujar la parte de atrás del autobús por la puerta, para hacer más espacio para trabajar. No se movió. —Olvídalo —dijo Niko—. Vamos a trabajar alrededor de él. Brayden estaba abriendo los paquetes de lonas plásticas. —Yo lo haré —dijo Niko—. Ve por más cinta. Vamos a necesitar mucha más— Llegué y arrojé los rollos de cinta. —Excelente —dijo Niko—. Ábranlas. Empecé a tirar de las envolturas de plástico de los rollos cuando Brayden me dio un codazo en las costillas. —Bonitos abdominales, viejo —dijo Brayden—. ¿Te ejercitas? Él se echó a reír. Jake dejó de desplegar la lona y estuvo sobre Brayden en dos pasos. Lo sacudió. Fuertemente. —Vamos a morir a causa del puto NORAD y, ¿estás burlándote sobre el puto físico de librero? ¿Qué pasa contigo? ¡Vamos, hombre! —Jake lo soltó y Brayden retrocedió tambaleándose. Me esforcé para desatar los estúpidos nudos de mi camiseta. Ahora sabía lo que Jake pensaba de mí. El librero. Muy bien. Lo que sea que eso significara. Mientras tanto, teníamos lonas que poner.

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—Así va a ser mucho más rápido —se oyó la voz de mi hermano. Él se deslizó hacia nosotros sobre el linóleo, sosteniendo dos pistolas de grapas y una caja de grapas de tamaño industrial. Jake y Niko manejaron las pistolas de grapas. Brayden, Alex y yo sosteníamos las lonas tensas. Dos capas de cortinas de ducha. Una capa de mantas de lana (Idea de Alex). Luego tres capas de lonas de plástico. Todo el conjunto sellado a lo largo del borde con múltiples capas de cinta adhesiva. Astrid llegó caminando rápidamente, los niños detrás de ella. Pasaron el autobús, mirando nuestra pared improvisada. —No está mal —dijo Astrid. —Va a servir —dijo Jake. Agarró a Astrid y puso su cabeza bajo el brazo. —Hey, chicos —dijo—. ¡Cosquillas gratis! Los niños sonrieron y cantaron, tratando de hacerle cosquillas. —¡Déjame ir, idiota! —dijo, pero con una sonrisa. Ella se apartó de Jake, alejando a los niños. —¡Suéltenme, ¡pequeños monstruos! —gritó con buen humor. Su camiseta rodó hacia arriba durante el forcejeo, y alcancé a ver su espalda baja. Bronceada, tonificada, hermosa. Ella estaba en mejor forma que yo. Por mucho. —Vamos a conseguir más cobijas —dijo Niko—. Y hacer otra capa. Después quiero ver si hay algo de madera y hacerla más resistente. Me sequé el sudor de la cabeza y el aire se sentía fresco y agradable en mi frente. Me hizo darme cuenta de algo y ese algo me golpeó como un puño en el estómago. —El aire acondicionado —susurré. Después lo grité: —¡El aire acondicionado! El aire acondicionado estaba encendido. La gran unidad industrial de aire acondicionado estaba succionado el aire del exterior. Fue por eso que todos nos sentíamos tan bien y frescos después de trabajar tan duro.

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—Hijo de puta —dijo Niko.

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CAPÍTULO CINCO TINTA Traducido por verittooo —¿Dónde están los controles principales? —Niko le preguntó a Astrid—. ¿Lo sabes de cuando trabajaste aquí? —Hay una especie de oficina de seguridad en el fondo —tartamudeó ella—. En el depósito. Los pequeños se pegaron a Astrid para que se quede atrás mientras el resto de nosotros corría con Niko hacia la parte de atrás de la tienda. Nos dirigimos a través de dos gigantes puertas dobles de metal hacia el depósito. Estaba oscuro ahí atrás. La mayor parte de la tienda estaba llena de cajas volcadas y estanterías derribadas. Muchos olores se mezclaban: jugo de fruta, amoníaco, electricidad, comida para perros. Colocadas en la pared del fondo había dos gigantes plataformas de carga, cada una con dos grandes puertas metálicas. Ni siquiera había considerado que habría plataformas de carga pero por supuesto que habría. Portones de seguridad habían bajado sobre las grandes puertas, justo como en el frente. A un lado del gran espacio cavernoso había una cabina con las palabras Centro de Operaciones en la puerta. Había tenido paredes de vidrio antes del terremoto, pero sólo eran restos de vidrio esparcido por todos lados —Bingo —dijo Brayden, el rey de afirmar lo obvio. La puerta de la Oficina de Operaciones estaba cerrada con llave pero como el vidrio en la puerta se había hecho pedazos, Niko simplemente se metió por la puerta con bordes afilados. Había una fila de cámaras de seguridad, apuntando cada esquina de la tienda, aunque la mayoría parecía enfocarse en el Departamento de Multimedia. —Esto es increíble —murmuró Brayden. Apuntó—. ¡Miren, puedes ver en los cambiadores de mujeres!

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—Concéntrate, Brayden —dijo Jake—. Necesitamos los controles para el aire acondicionado. Alex apuntó. Había cuatro paneles construidos en la pared. Uno controlaba la cosecha del sistema de energía solar en el techo. Las luces de funcionamiento eran de un verde constante, que confirmaban lo que ya sabíamos: Teníamos energía. Uno era para los portones. Se leía un mensaje de anulación intermitente, “Control a Distancia—Puertas Antidisturbios.” Y otra tenía que ver con la presión del agua. Ésa parecía bien. Y ahí estaba la que necesitábamos: Aire Acondicionado. Todos escaneamos el panel. Era todo números y zonas. Porcentajes y muchos iconos que eran imposibles de descifrar. Uno parecía un rayo. Otro parecía una carita sonriente al revés. Un perno. Uno parecía que te estaba mostrando el trasero, no estoy bromeando. Era totalmente indescifrable. —Oh, viejo —dijo Alex ansiosamente. Brayden comenzó a presionar elementos aleatoriamente en la pantalla plana.

49 —No —comenzó Alex, pero Brayden lo interrumpió. —¡Uno de estos botones tiene que apagarlo! —Pero no puedes simplemente presionarlos todos así nada más —objetó

Niko—. Podrías sólo— Como si fuera una señal, el aire acondicionado aumentó la intensidad, lanzándonos aire frío. —Empeorarlo. Brayden alzó las manos. —Vamos a tener que encontrar la unidad y cerrarla manualmente —dijo Niko—. Ésa es la forma más rápida. —Probablemente esté en el techo —dijo Alex. Todos lo miramos en blanco por un momento. —Yo iré —dijo Niko.

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—Yo también —añadió Alex. No podía dejar que fuera mi hermanito y yo no. —Yo también —dije. —Enseguida vuelvo —dijo Jake—. ¡Esperen! —Corrió hacia la tienda por algo. —¿Cómo nos subimos al techo? —preguntó Alex. —Ahí arriba —dijo Niko, apuntando. Una perforada escalera de metal subía por una pared y llevaba a una escotilla en el techo. La escotilla estaba abierta y el cielo amarillento brillaba a través de ésta. —¿Qué de— tartamudeé. —Sahalia —respondió Niko—. Ella debe haber encontrado la escotilla. Estaba por la mitad de la escalera cuando Jake llegó corriendo hacia mí. —Aquí tienes —dijo, entregándome tres mascaras de aire de resistencia industrial. Las consiguió en el Departamento de Mejoras para el Hogar. —Gracias —dije y enrollé sus correas sobre mi hombro—. Supongo que será mejor que consigas algunas para ustedes —sugerí—. Sólo por si acaso. Jake levantó una ceja por estar dándole una orden, sin importar cuán gentil lo haya hecho. —Ya estoy en eso, viejo —dijo.

*** Salí de la escotilla hacia el techo. ¿Cómo puedo describir lo que vi? Primero que nada, el techo estaba cubierto de granizo y la superficie tenía enormes pozos en algunos lugares. Más importante, ahí estaba Sahalia. Estaba sentada en la orilla del techo, observando el cielo. Tenía una caja al lado. Una escalera de incendios para el hogar. Todavía estaba sin abrir. Sahalia estaba mirando fijamente hacia delante.

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Niko y Alex estaban de pie detrás de ella, mirando en la misma dirección. Me detuve en seco y las máscaras se deslizaron de mis dedos cuando vi lo que ellos estaban mirando. A lo lejos, cerca de las montañas, una gruesa raya de tono negro se levantaba, retorciéndose como una cinta en el aire. Subía en una línea hasta alcanzar el nivel de las nubes, y después se expandía gradualmente, en forma de embudo. Parecía un chorro de tinta que se vertía hacia arriba, agrupándose en el cielo. El agua fría del granizo se filtraba en mis zapatillas y mojaba la parte de debajo de mis pantalones. No me importó. La nube negra fue creciendo y creciendo, esta bola nocturna extendiéndose sobre el horizonte. —¿Qué es eso? —murmuró Alex. —Pregúntale a Brayden —respondió Niko. Sahalia murmuró: —Hacen algo diabólico en NORAD. Ahora, la nube de tinta negra era tan grande en el cielo como la cordillera detrás de ésta. Se veía como una montaña invertida, atada al suelo con su larga cola negra. —Las unidades de aire acondicionado —dijo Niko—. Ahora. El Valiente Cazador había hablado. Nosotros nos apresuramos a obedecer.

*** Las unidades fueron fáciles de encontrar. Estaban justo en el medio del techo. Cuatro cajas gigantes del tamaño de una camioneta. Tenían aberturas en los costados para dejar entrar el aire limpio y conductos de metal se ramificaban hacia fuera de cada máquina y se conectaban con un conducto gigante. El gigante entraba a través del techo de Greenway. —Diablos —dijo Niko—. Los conductos.

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Los conductos eran un problema. Habían recibido una gran golpiza por el granizo. Estaban abollados y perforados. Tenían grandes agujeros y estaban succionando el aire regular junto con el aire procesado por las unidades. —Incluso si apagamos la unidad, el aire malo entrará por el conducto roto —dijo Alex. Había pánico subiendo por su voz. Él se estaba asustando. —Tenemos que sellar la ventilación —dijo Niko. Se giró hacia Sahalia—. Ve a buscar una maza. Si es muy pesada, pídele a Jake que la suba. —Yo puedo cargar una estúpida maza —dijo ella insolentemente. —Bueno, ¡ve a buscarla, entonces! —gritó Niko. Ella se apresuró hacia la escotilla. Niko se acercó al conducto gigante, a más de un metro de distancia de donde entraba en el techo. Se subió a la parte superior y comenzó a saltar. BOOM. Hacía eco el metal. BOOM. Y cedió, sólo un poco. —Ayúdenme —nos dijo a mí y a Alex. Mi hermano y yo nos subimos allí y comenzamos a saltar juntos en el conducto. Podría haber sido divertido, si no hubiéramos estado viendo una nube negra extenderse como un derrame de petróleo en el cielo. Saltamos y los tres juntos comenzamos a hacerle una abolladura. Sahalia llegó arrastrando la maza y nosotros nos bajamos del conducto. Niko la tomó y WHAM. Él comenzó a golpear el metal. La maza fue mucho más efectiva que nuestros saltos. Los músculos de su espalda estaban tirantes, y yo de verdad tuve que respetar al tipo. Niko era fuerte y resistente. La luz se volvió muy, muy verde. Todo se veía extraño y bajo el agua. BAM. BAM. BAM, la maza siguió abollando la ventilación. La nube química estaba barriendo el aire a su alrededor como una tormenta de verano. Sólo que este aire era amargo y mis ojos empezaron a arder. —Chico, vayan —gritó Niko—. Yo voy enseguida. —¡No! —dije—. Necesitas nuestra ayuda— De repente me di cuenta que había dejado las máscaras en la escotilla. Corrí a buscarlas.

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Supongo que Alex y Sahalia pensaron que me estaba yendo. Ellos me siguieron. Tomé las máscaras, y Alex y Sahalia se deslizaron a mi lado dentro de la escotilla. Comenzaron a bajar las escaleras, tosiendo y maldiciendo. —Enseguida voy —grité. Me giré para correr hacia Niko de nuevo… Cuando me sentí enfermo. Enfermo en mi garganta, mi cuerpo y mi mente. Sentí como si mi sangre estuviera en llamas. Yo estaba tan áspero e irritado que quería matar a alguien. Lo quería de verdad. Quería matar a alguien y ese alguien que quería matar era Niko. Lo vi allí, golpeando la ventilación con esa maza y quise estrangularlo. Poner fin a toda su cosa noble y heroica sin sentido del humor. Me tambaleé hacia él con la máscara. Le gruñí. Después me caí, boca abajo en el granizo. Me habían hecho tropezar. Alguien me tenía agarrado del pie y yo estaba furioso. Era mi hermano. Él tenía una máscara de aire puesta y me estaba tirando hacia la escotilla. Lo golpeé. Lo mataría. Hacerme tropezar de esa forma. Le arrancaría la cabeza. Agarré puñados de granizo y se los arrojé. Él me arrastró hacia la escotilla y me jaló dentro. Comencé a golpearlo con la máscara que todavía estaba sosteniendo. Él no soltaba mi pierna y me estaba arrastrando por las escaleras. Lo golpeé, queriendo que perdiera el equilibrio. Intenté quitarle la máscara. Tomé su pelo y tiré. Mordí a mi hermano en el brazo y lo hice sangrar. Veía rojo, como dice la gente. Una sabana de rojo sangre estaba sobre mis ojos y no podía pensar. Sólo aporrear. Golpear, romper, destruir. Alcanzamos la base de las escaleras y Alex intentó alejarse de mí. Me lancé hacia él. Jake me tacleó. Golpeé el frío cemento, lo maldije y arañé su cara.

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—¡Jesucristo! —maldijo Jake—. ¿Qué pasó allí arriba? Le rugí. No tenía palabras. —¿Qué pasó con tu hermano? —Jake le demandó a Alex. Alex estaba llorando. Lo hice llorar. —¡Es un animal! —dijo Jake, sujetándome al suelo con su rodilla en mi estómago. Mis brazos estaban detrás de mi espalda, de algún modo. Aparte de fútbol, Jake también había estado en el equipo de lucha. Y él tenía tal vez 22 kilos sobre mí—estaba fijado al piso. No escuchamos a Niko hasta que estaba de pie justo al lado de nosotros. —Lo sellé —dijo—. Está hecho. Pero vamos a tener que cubrir la escotilla con sabanas de plástico y a las puertas de la bodega de carga aquí atrás también. Yo iré a buscar la engrampadora si ustedes van a buscar las… Debo haber ruñido o ladrado o algo. Él me señaló. —¿Qué sucede con Dean? Lo juro por Dios, quería arrancarle la garganta.

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CAPÍTULO SEIS LA PUERTA AGITADA Traducido por maka.mayi Jake se tensó para mantenerme sujeto. La ira martillaba en mi corazón. ¡Quería levantarme! Escuché este gemido extraño. Un gemido de pánico. Venía de Brayden. —¿Qué es él? —dijo. Su labio superior estaba doblado hacia arriba con una expresión de disgusto—. ¿Qué es? ¿De qué está hecho? —¿De qué estás hablando? —preguntó Jake, todavía luchando para mantenerme aprisionado. Jake debía de pesar noventa kilos. Yo estaba aplastado contra el frío piso de cemento. —¡Míralo! —exclamó Brayden—. Hay humo saliendo de él. ¡Salió directamente del infierno! —¿De qué estás hablando? —dijo Alex. Sonaba asustado. Sonaba como si estuviera llorando, pero no podía verlo desde donde me encontraba inmovilizado. Brayden tiraba de su cabello, mirando a todas partes. —¡Está por todas partes! —gritó—. Humo del infierno. Él se apartó de nosotros y se acurrucó contra una pila de cajas gigantes. —Brayden, no hay humo —dijo Niko—. Todo está bien. —¡Hay mal en todas partes! —se lamentó Brayden. —Amigo, te estás volviendo loco —dijo Jake. Niko se acercó a Brayden. —¡No me toques! —gritó Brayden. —Mira —Niko le dijo a Jake—. Sus pupilas están completamente dilatadas. —Aléjate de mí —dijo Brayden.

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—Debe ser el aire. —Niko vino a verme—. El aire se puso todo verde. Debimos de haber estado inhalando las sustancias químicas. Una especie de agente psicótico en el aire. Niko lucía gracioso, también, aunque yo no iba a decirlo. Tenía ampollas alrededor de los ojos, como una máscara de mapache. Y sus manos, cuando me tocó, estaban cubiertas de minúsculas ampollas de sangre, como si estuviera llevando guantes de encaje rojo. Empezó a toser. Sonaba mojado. Tosió en su mano y se acercó con una mancha de flema color rojo. Entonces vio sus manos y las miró con esta expresión de perplejidad tan exagerada que empecé a reír. No una risa fresca e irónica, sino una especie de risa loca. Lo estoy diciendo como sucedió, ¿de acuerdo? Brayden estaba sentado en el suelo, hecho un pequeño ovillo, llorando con sollozos fuertes e irregulares. Bueno. Cerré los ojos y escuché el latido de mi corazón. Sonaba alto, como si tuviera el corazón de un gorila. Lo único que podía decir era: —Agghrr... Estaba tratando de decir Alex. Pero no salió. —Tenemos que limpiarnos —dijo Niko. Estaba sin camisa y estaba examinando su piel. Un tapiz de ampollas estaba expandiéndose por encima de su piel. Le seguían las venas subyacentes. Él estaba empezando a parecerse a una ilustración de la clase de biología del sistema circulatorio. Lo intenté de nuevo. —Agghhrr... —Quería decir que lo sentía. —Necesitamos agua y jabón —dijo Niko—. Y creo que debemos tomar algo de Benadryl. —Voy a buscarlo —ofreció Alex. —Sahalia, deberías cambiarte también —dijo Niko. Sahalia parecía asustada. Su maquillaje estaba corrido por sus mejillas. Se dirigió hacia las puertas de nuevo a la tienda, dando a Brayden un gran rodeo. —Hey, ¿te importaría traernos algo de ropa, también? —preguntó Niko.

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Ella nos miró a todos. —Claro —dijo—. Lo que sea. Traté de decir: Déjame, estoy bien. Pero lo que salió fue grrrrag. Me esforcé contra la masa que era Jake. —¡Cálmate, Dean! —Jake gritó en mi cara. Alex rodeó el lugar donde estaba. Me miró, luego miró hacia otro lado. Tenía moretones en su rostro donde lo había agarrado y había sangre seca cerca de su nariz. Sus ojos estaban rojos. —Hey, hombrecito, hazme un favor —le dijo Jake a mi hermano—. Tráeme una cuerda para poder atar al Hulk aquí.

*** Hay algo muy malo en ser atado con cuerda que tu propio hermano trajo desde la sección de Artículos Deportivos.

*** Después de que me ataron, Jake llevó a Brayden de nuevo a la tienda. Él y Niko pensaron que tal vez el aire de la bodega todavía estaba contaminado. Niko se quitó la ropa y la tiró en un bote de basura. Le dijo a Alex que hiciera lo mismo. Tomaron el jabón antibacterial y el agua de manantial que Alex había traído, se desnudaron y lavaron. Simplemente se pararon allí en el piso de cemento y se restregaron. —¿Estás bien? —Niko le preguntó a Alex. —Yo creo que sí —respondió Alex. —Fue bastante aterrador. —Sí.

*** Odiaba escuchar eso. Odiaba escuchar a Niko reconfortándolo. Él era mi hermano. Yo debería ser el que lo consolara. Sólo que lo había atacado, verán.

***

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—¡Aquí! —dijo la voz de Sahalia, y algunas prendas llegaron volando desde la puerta. Ella había escogido prendas de color rosa para nosotros, completado con mullidas zapatillas de color rosa. Estaba empezando a sentirme otra vez yo. —Chicos —grazné, mi voz gruesa y áspera—. Chicos... Niko dejó de vestirse para toser en el bote de basura. —¿Estás bien? —Alex le preguntó a Niko. Pregúntame a mí, quería decir. Niko asintió, secándose la saliva de su barbilla. —La formación de ampollas está disminuyendo. Lavarnos fue una buena idea. Creo que si hubiera estado allí por más tiempo podría haber sido realmente malo. Alex asintió con simpatía. —¡Muchachos! —dije desde el suelo. —¡Está bien, Dean! —espetó Alex—. ¡Espera! Niko examinó su pecho. Las ampollas se estaban desvaneciendo. Casi desapareciendo. Después de que estuvieran vestidos, vinieron a verme. Vi que Alex tenía mis gafas saliendo del bolsillo de la camisa. Debió agarrarlas durante nuestra pelea. Bastante considerado, después de que había tratado de quitarle el cuero cabelludo. —¿Te sientes mejor? —me preguntó Niko. —Sí —grazné—. Bueno, me siento muy pesado. Pero me siento yo mismo. —¿Quién es el presidente? ¿Qué día es? ¿Cuál es el sabor de helado favorito de mamá? —me preguntó Alex. —Cory Booker. Miércoles. Ella es intolerante a la lactosa. Me levantaron.

***

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Cuando salimos de la bodega y nos dirigimos de nuevo a donde los otros estaban esperando, debíamos lucir muy graciosos en nuestras sudaderas rosas. Astrid empezó a preguntar si todo estaba bien, entonces se echó a reír. —¡Hey, chicos, miren, es el equipo femenino de atletismo! —Astrid anunció con broche de oro, y todos se echaron a reír. Jake y Brayden se sumaron a reír. Alex también. Pero todavía tenía algo raro pasando en mi cuerpo. Lo que quería era a Astrid. Se veía tan bien, quería tomarla, de una manera oscura y terrible. Perdonen mi sed de sangre. Es sólo un poco de algo que provocaron en NORAD. Tragué saliva. Intenté recuperar el aliento. —Les hemos hecho un poco de pizza —dijo Max. —Después la comimos toda por lo que Astrid les está haciendo un poco más —añadió Chloe.

*** Mientras Jake, Niko y Brayden informaban a Astrid de lo que había sucedido, le eché un vistazo a mi hermano, al que realmente había decepcionado. La cesta de compra de suministros médicos todavía estaba en el área del Pizza Shack, por lo que me asomé por ahí, pero no vi lo que quería. —Alex, por favor, ven conmigo —dije—. Así podré curarte. Sabía lo que necesitaba para hacer bien el trabajo: Bactine. Nuestra madre juraba por ella. Nunca usaba nada más para limpiar rasguños, cortes o lo que sea. Ella incluso lo llevaba en su bolso en una pequeña botella de viaje. Así que le hice señas a Alex para que me siguiera y nos dirigimos de nuevo hacia la sección de Farmacia. Me sentía horrible. Lo había arañado en la cara. Tan fraternal de mi parte. Y tenía un enorme moretón en desarrollo a lo largo de su mandíbula. Tanta ternura familiar. Tenía los ojos enrojecidos de tanto llorar. Por mi culpa.

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Busqué a través de la mercancía caída hasta que encontré las cosas buenas. También agarré una bolsa de bolitas de algodón. —No fui yo —dije, limpiando la primera de sus muchas raspaduras—. Algo en el aire me hizo enloquecer. Sabes que nunca te atacaría de esa forma. Alex asintió mirando al suelo. —Por favor —supliqué—. Di que me perdonas. Me siento tan horrible. No podría sentirme peor. Las lágrimas brotaron de los ojos claros de mi pequeño hermano. —Es sólo que... —dijo, su voz más baja—. Es sólo que no estaba asustado antes... Y ahora lo estaba. Gracias a mí. —No entiendo lo que está pasando —dijo—. Por qué actuaste de esa forma. Por qué Niko tenía esas ampollas y Brayden comenzó a ver cosas. —Vamos a averiguarlo —dije—. Y no voy... no voy a exponerme a las sustancias químicas en el aire otra vez. Te lo prometo. —Pero, Dean, si no puedes salir a la calle, ¿cómo vamos a encontrar a mamá y papá? ¿Cómo vamos a ir a casa? Podría haber mentido. Pero Alex era más inteligente que yo. —No sé —dije.

*** Después de que lo dejé limpio, caminamos juntos de vuelta donde los otros. Me había perdonado, pero seguía estando un poco rígido conmigo. Cauteloso, supongo. O tal vez sólo estaba físicamente dolorido por la paliza que le había dado. Cuando nos acercamos al Pizza Shack escuchamos: —¡También fui a Emerald! —de Max. Había una gran desconexión entre lo que los chicos grandes trataban y lo que los chicos pequeños estaban pensando. Por ejemplo, mientras yo estaba remendando a mi hermano después de haber tratado de destrozarlo debido a un compuesto químico que inducía locura, Max, Batista, Ulises, y Chloe estaban

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discutiendo sobre Emerald, un club de striptease situado cerca de una rampa de salida en las afueras de la ciudad. —Estás mintiendo. Nunca fuiste a Esmerald. No dejan entrar a niños pequeños —protestó Chloe. —¡Lo hacen si tu tío es el portero! —respondió Max. —¿Qué hacen allí, de todos modos? —Batista quería saber—. Nuestra iglesia siempre está tratando de conseguir que esos pecadores se arrepientan. Pero ni siquiera sé qué clase de pecados cometen. —Probablemente maldicen —ofreció Chloe. —¡Toneladas de eso! —dijo Max. —Eso es un pecado. —suspiró Batista. —¿Y beber licor? —preguntó Chloe. —Totalmente —dijo Max—. Tienen estos pequeños vasos de todo tipo de sabores, como sandia, melocotón y manzana. Pero saben horrible. Dulce y horrible. Yo tomé tres una vez y luego vomité todo, justo en la barra, y mamá dijo que si mi tío alguna vez me vuelve a llevar allí, va a llamar a la policía. —Beber es un pecado —dijo Batista. —Wow —murmuró Chloe. —No quiero volver, de todos modos —continuó Max—. Aburrido. Sólo son un montón de mamás bailando en su ropa interior ensartada. Gran cosa. Ahogué una carcajada. —¿Qué? —dijo Chloe—. ¿Qué es tan gracioso? —Oh... Alex me estaba contando un chiste —le dije. —¡Cuéntanos! —exigió—. Amamos los chistes. Alex se encogió de hombros, perdido. —Se me olvidó. —¡Vamos! —imploraron. —Está bien, está bien —dije—. ¿En qué se parece una bailarina y un ladrón? —¿En qué? —dijo Max. —¡En que los dos van de puntillas! Nada. Ni siquiera un gemido.

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—Ése es el peor chiste que he oído en mi vida —dijo Chloe. —Yo ni siquiera lo entiendo —dijo Max. Alex y yo dejamos a los estudiantes de primaria discutir los más finos puntos del entretenimiento para adultos y nos acercamos donde los chicos grandes estaban reunidos. Pasamos donde estaba Josie, que estaba como desplomada en una cabina. Sin decir mucho aún. Bueno, nada. —¿Cómo estás, Josie? —pregunté. Alex me dio un codazo para dirigirme hacia los chicos grandes. Quería escuchar lo que estaban pensando de los productos químicos. Yo también... —No entiendo —dijo Astrid—. Hizo que Niko se llenara de ampollas, Dean se convirtió en una especie de monstruo, y Brayden comenzó a tener alucinaciones. ¿Pero Sahalia, Alex y Jake estaban bien? —No tiene ningún sentido, pero, sí —dijo Jake, rascándose la cabeza. —Tal vez atacan basados en la edad o algo así... —dijo Brayden. —Noté que los efectos parecen desaparecer muy rápidamente —Alex elevó la voz—. Me hace pensar que atacan el sistema nervioso central. —El que alguien pudiera hacer este tipo de veneno es simplemente horrible —dijo Astrid—. La gente de NORAD debería ser eliminada. —¡Hey! Es de mi papá del que estás hablando —dijo Brayden. —¿Pero por qué harían cosas tan terribles? —nos preguntó Astrid—. Quiero decir, ¿una sustancia química que hace que las personas se conviertan en salvajes? ¿O las hace ampollarse y morir? Es malvado. —Las hacen para protegernos. —¿Protégenos de qué? ¿De quién? —exigió Astrid. —¡De nuestros enemigos! —respondió Brayden. —Es inhumano —tomé la palabra—. Sólo hacer esos compuestos viola la Convención de Ginebra 4. Es ilegal. —Nada es ilegal si el propio gobierno lo está haciendo —afirmó Brayden, como un idiota. —Eso está increíblemente errado —le dije. Convención de Ginebra: Se firmó en 1949, tras la Segunda Guerra Mundial. Regula la protección de los prisioneros de guerra y las poblaciones civiles durante los conflictos bélicos. 4

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—Hey, Brayden —dijo Astrid—. ¿Qué hace exactamente tu papá para NORAD, de todos modos? Me he preguntado exactamente eso. Yo había fantaseado con algo como que el padre de Brayden era como un conserje. —Esa es información clasificada, Ass-trid 5 —respondió Brayden. Entonces oímos un traqueteo. Chinka-chinka-chink. —¿Hola? —llegó una voz lejana. Nos levantamos de un salto. ¡Alguien estaba en la puerta! Más allá de las láminas de plástico y las mantas, alguien estaba tocando la puerta. —Vinieron —gritó uno de los niños—. ¡Están aquí por nosotros! —¿Hay alguien en casa? —dijo la voz desde el exterior—. ¡Hola! Corrimos a la puerta. Todo el mundo comenzó a gritar a la vez: —¡Hola! ¡Hola! ¡Estamos aquí! ¿Quién eres? ¡Hola! ¡Hola! —¡Abran el portón! —gritó la voz—. Los escucho allí dentro. —¡Sí, sí! ¡Estamos atrapados, queremos salir! Nosotros queremos ir a casa —gritaron todos los pequeños en un revoltijo grande. Chloe se volvió hacía Niko y le ordenó. —Derriba el plástico. ¡Él está aquí por nosotros! —¡No lo toques! —gruñó Niko. Nunca le había oído hablar de manera tan intensa. —¿Y bien? ¡Abran! ¡Vamos! ¡Tengo hambre! —dijo la voz desde el exterior. Los niños pequeños todavía estaban saltando de emoción, pero vi que los demás se ponían rígidos. Escuchando con verdadera atención. Algo en su tono. —No podemos abrir la puerta —gritó Jake—. Se ha atascado.

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NdT: la llama Ass-trid tomando en cuenta que ass, es trasero.

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—¡Sí pueden! ¡Pueden abrirla si lo intentas! ¡Vamos! Chinka-chinka-chink. —Estamos encerrados. —Jake trató de explicar. —¿Quién está ahí? —gritó la voz. —¡Somos chicos de Lewis Palmer! —continuó Jake—. Nos refugiamos aquí desde el granizo y… —¡Abran el portón, niñatos! —gritó la voz. —¡No podemos abrirla, amigo! —gritó Jake—. Es una especie de puerta de seguridad. Pero queremos hacer llegar un mensaje a nuestros padres… —¿Darles un mensaje? —La voz se echó a reír—. Por supuesto. Esa es una gran idea. Voy a llevarles un mensaje. ¡Abran la puerta, para que podemos hacer un mensaje! Había algo muy fuera de lugar en esta voz. Yo intercambié una mirada con Alex. Él también lo sabía. —¡Como te dije, no podemos! —gritó Jake otra vez. —¡Ábranla, pequeños pendejos! ¡Vamos, tengo hambre! Sólo ábranla. Ábranla. —Nos podemos… —¡ABRE LA MALDITA PUERTA! ¡ÁBRELA! ¡ABRE, ABRE, ABRE! Y el hombre afuera comenzó a sacudir la puerta de nuevo. Chinka-chinkaChink. Pude ver el miedo moverse sobre los niños pequeños. Sus rostros, hace un momento brillantes con esperanza, estaban fríos y pálidos. Caroline y Henry, parados detrás de mí, cada uno agarró una de mis piernas al mismo tiempo. Los quité y me puse en cuclillas, abrazándolos a mí. Cuando el hombre sacudió la puerta, nuestra pared de plástico y mantas se balanceó con la presión del aire. —Nuestra pared —le dije a Niko—. ¿Dejará entrar el aire? —No lo sé. No lo creo —respondió. —Vete —gritó Jake, su voz ronca.

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—¡DÉJENME ENTRAR! —gritó el hombre—. ¡POR LOS PELOS DE MI JODITA BARBILLA, DÉJENME ENTRAR O VOY A SOPLAR Y A DERRIBAR SU MALDITO GREENWAY! Estaba sacudiendo la puerta ahora. Chinka-chinka-Chink.

CHINKACHINKA-CHINK.

CHINKACHINKA-

CHINK. Bamboleo-bamboleo-bamboleo, hacía la sabana. Astrid se puso delante de los pequeños. —Vamos, muchachos —dijo—. ¿A quiénes les gustan los espectáculos de marionetas? Voy a hacer un espectáculo de títeres para ustedes. Nadie se movió. Obviamente, su incapacidad para moverse no tenía nada que ver con sus sentimientos acerca de los espectáculos de marionetas. Sacaron raíces en el lugar, presas del pánico y en shock. —¡ABRAN LA PUERTA, PEQUEÑOS HIJOS DE PUTA! —¡Vete! —gritó Jake—. ¡Vete y déjanos en paz! Chinka-chinka-chinka-chinka-Chink. —¡Chicos! —gritó Astrid—. ¡Caramelos gratis! Vamos. ¡Los juguetes que quieran! ¡Vamos a celebrar! Vamos. Ella estaba trabajando tan duro. —ABRAN EL PORTÓN O LOS MATARÉ. ARRANCARÉ SUS PEQUEÑAS CABEZAS Y HARÉ UNA SOPA DE SUS PEQUEÑOS TRASEROS, CEREBROS SABELOTODO Y— Empecé a cantar. Sí, cantar. —I’m a Yankee Doodle Dandy. Yankee Doodle Do or die. Me desprendí de Henry y Caroline y comencé a marchar, como si fuera el líder de un desfile. —An old old something something la la la, born on the Fourth of July. —Tal vez no sabía las palabras, exactamente. Alex se unió, Astrid también. Los tres marchando como idiotas. —You’re my Yankee Doodle sweetheart, Yankee Doodle do or die.

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Lideré la marcha, inventando las palabras un poco y caminamos delante de la puerta, metiéndonos entre los ojos de los niños y la madera contrachapada, tratando de romper el hechizo de terror del monstruo en el exterior. Que ahora comenzó a gritar: —¿ESTÁN CANTANDO YANKEE DOODLE? ¿YANKEE DOODLE DANDY? ¡JODER, VOY A MATARLOS! Niko se unió y ese tipo, estoy aquí para decirles, tiene cero oído musical. Pero los pequeños se distrajeron un poco. Llamamos su atención. —Yankee Doodle went to town a riding on a pony. I am a Yankee Doodle guy. Y los niños comenzaron a marchar y yo encabecé el desfile, el desfile más triste en la historia del mundo, lejos del frente de la tienda, lejos del monstruo en el exterior, y derecho al estúpido pasillo de galletas y bizcochos. Comimos galletas cubiertas de chocolate por un buen rato.

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CAPÍTULO SIETE TIPOS DE SANGRE Traducido por milyepes Los pequeños se quedaron dormidos después de un rato. Eran tal vez las tres de la tarde—difícil de decir ya que en el interior, la iluminación era la misma durante todo el día. No sé qué hora era, pero Astrid les había dicho que era hora de una siesta y los niños se dejaron caer en sus sacos de dormir como muertos vivientes. Los gemelos dormían juntos, y Max y Ulises trasladaron sus bolsas una junto a la otra. Chloe y Batista eran una especie de hombres en discordia. Batista trató de acurrucarse junto a Chloe, pero no debería haberlo hecho. —Lárgate, Batista —dijo ella—. Hueles. Ella lo empujó. —Es un pecado empujar —murmuró Batista. —Sí, bueno. ¡También es un pecado tratar de abrazar a alguien que no quiere ser abrazado! —¡No, no lo es! —protestó Batista. —¡Sí, lo es! —¡No! —¡Sí! —No. —¡Sí! —Vamos, chicos —les dije, tratando de ser razonable. —¡Abrazar no es un pecado! —gritó Batista. —¡Lo es también, si la chica abrazada no lo quiere! —replicó Chloe. —¡Hey! —gritó Astrid—. ¡Cállense! Luego Chloe golpeó a Batista en el estómago, lo que admito no fue del todo de mi desagrado, ya que Batista era un chico ofensivo. Luego Batista dijo que era un pecado golpear a alguien en el estómago.

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Lloró durante un rato, y poco a poco sus llantos dieron paso al ritmo de la respiración poco profunda del sueño. Fue un alivio que durmieran. Astrid y yo nos miramos y sonreímos. El momento tenía una sensación extraña de vida familiar de la mediana edad, con ambos en el papel que yo quería, como en veinte años, por supuesto, con cerca de cinco niños de más. —Eres bueno con los niños —me dijo. —No realmente —le dije—. Tú eres buena con ellos. Buena conversación, ¿verdad? Yo estaba realmente conectando con ella. —Consejera del año, Campamento Indian Brook Day. Tres años consecutivos —dijo, rozando un zarcillo suelto de pelo rubio detrás de su oreja. —Eso es realmente algo —le dije. Una vez más, con las habilidades desplegadas. Ella se encogió de hombros y se alejó rumbo a la televisión rota, donde el resto de los chicos más grandes estaban sentados y escuchando. Todo el mundo levantó la vista cuando nos acercamos, con excepción de Josie. Ella estaba sentada con todos, pero sólo miraba al frente. Estaba presente, pero no del todo “allí.” —Él está hablando acerca de los compuestos —me dijo Alex en un susurro. Fuera quien fuera el locutor, tenía una voz muy profunda y tranquilizadora. Sin embargo, lo que nos dijo fue aterrador. —Residentes de la región suroeste de los Estados Unidos —dijo—. Por favor, tengan en cuenta: Se ha producido una violación de las unidades de almacenamiento de armas químicas situadas en NORAD en Colorado Springs, Colorado. Los compuestos atacan basándose en el tipo de sangre. Las personas con sangre tipo A desarrollan ampollas graves en toda la piel expuesta. Después de una exposición prolongada, los órganos internos empezaran a sangrar, llevando a una falla de órganos y a la muerte. Miré a Niko. Era tipo A. Personalidad y tipo de sangre, al parecer. —Las personas que tienen sangre del tipo AB sufren de delirios paranoides y posibles alucinaciones. Brayden enterró su cabeza entre las manos.

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—Hay confusión en cuanto a los efectos sobre las personas con sangre tipo B. Es posible que sufran a largo plazo dificultades para reproducirse y esterilidad. Pero existe la esperanza de que las personas con sangre tipo B no sufran ninguna consecuencia ante la exposición. Alex y Sahalia habían estado en el techo y no mostraban ningún síntoma. Eran de tipo B. Jake, también, había sido expuesto en el almacén y no mostraba síntomas. Mi hermano iba a estar bien. Eso fue un poco de consuelo para mí. —Las personas con sangre tipo O, que es el tipo de sangre más común, se convertirán en desquiciadas y violentas. Evite estas personas a toda costa. Si es posible, se recomienda contenerlas dentro de un armario o sótano. Sentí que todos me miraban. Mi cara se puso caliente. Era tipo O. Yo y el agitador de puertas. Impresionante. —Afortunadamente, los compuestos desaparecen muy rápidamente. Si usted está expuesto, vaya a un lugar seguro y lave su piel y membranas mucosas con agua limpia. Los efectos desaparecen en diez o veinte minutos. La exposición prolongada dará lugar a un daño irreparable a todos los tipos de sangre, excepto para el tipo B. La voz continuó recomendándonos que nos quedáramos puertas adentro y esperáramos ayuda. —Como si tuviéramos una opción —se burló Brayden. Hurra por las buenas noticias. Ja. El presentador dijo que se pensaba que las sustancias químicas se disiparían dentro de tres a seis meses. —¡Seis meses! —exclamó Astrid. A continuación, nos aseguró que los agentes del gobierno estaban trabajando duro para desactivar la nube oscura que ahora envolvía el área dentro de un radio de mil doscientos kilómetros alrededor de Colorado Springs. Era una nube magnética y se situaba por encima del sitio de la detonación, no siendo afectada por la lluvia o el viento.

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Y entonces el presentador dijo esto: —Buenos ciudadanos de los Estados Unidos de América, estamos en medio de la mayor crisis que nuestro país haya conocido jamás. Pero si tenemos coraje y paciencia, si hay perseverancia a pesar de los grandes obstáculos en contra nuestra, atravesaremos esta calamidad. Buenas noches, manténganse a salvo, y que Dios los bendiga. Después el informe completo empezó de nuevo en un bucle.

*** Alguien (probablemente Niko) había arrastrado sillas puf dentro del Departamento de Multimedia, así que sobre ellas estábamos sentados. Éramos Jake, Brayden, Astrid, Niko, Alex, Sahalia y yo. Niko, quien, acababa de darme cuenta, había tenido un rato difícil para permanecer sentado, estaba empezando a limpiar un poco el lío del terremoto, pero sólo en nuestra área. Todos estábamos sentados, asimilando todo lo que habíamos oído. Todo lo que había sucedido. Me preguntaba qué tipo de sangre tenían mis padres. Oraba por B. Dificultades para reproducirse y esterilidad. Sí, dejemos que ambos sean de tipo B. —Hey, Niko —dijo Jake arrastrando las palabras—. ¿Qué piensas sobre el aire aquí? ¿Crees que es lo suficientemente seguro? —Sí, ni siquiera sabemos qué tipo tienen los niños pequeños. Apestaría despertar a mitad de la noche rodeados de niños de jardín de infantes sedientos de sangre —dijo Brayden. —Definitivamente necesitamos mantener nuestro suministro de aire aislado del exterior —dijo Niko. —Hey —dijo Sahalia—, ¿vamos a asfixiarnos si estamos aislados del exterior? —No con esta cantidad de aire —dijo Alex—. El volumen de aire en un espacio de este tamaño es sustancial. —Tal vez podríamos como establecer algunos filtros de aire —dijo Jake— . En el caso de que algo del aire exterior esté entrando...

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—Me pregunto si hay plantas en el interior —dije—. O tal vez algunas semillas. Si tuviéramos plantas, estás filtrarían el aire y nos darían oxígeno. —Estoy más preocupado por la energía —dijo Niko—. Me preocupa que la nube oscura vaya a afectar el sistema de absorción de energía solar en el techo. —Genial —se quejó Brayden—. Eso es lo que nos faltaba. ¡Estar encerrados en la oscuridad! —He estado pensando en ello —dijo Alex, de pie—. La nube oscura es la que va a determinar cómo va la energía. Justo antes de que mi hermano me atacara arriba en el techo, ¿vieron cómo la luz se volvió verde? Qué jodido es eso; yo tratando de matar a Alex se había convertido en un punto de referencia común en todas nuestras vidas. —Si la luz realmente se tornó verde —continuó Alex—, o incluso amarillenta, entonces la nube oscura está diseñada para bloquear los espectros azules y rojos, que son las que permiten la vida de las plantas. Los paneles solares tomaran cualquier espectro. Así que si sólo atraviesa el color amarillo, eso estará bien. Todavía puede funcionar. Él se paseaba ahora. Algo que hacía cuando se emocionaba mucho. —Dios, eres un nerd —gimió Sahalia. Se veía mucho más vieja que mi hermano. Era difícil de creer que ambos tuvieran trece. —He estado pensando acerca de la comida —dije, interrumpiéndola—. Hay un montón de cosas frescas que debemos consumir antes de que se arruinen. —Lo que realmente necesitamos hacer es limpiar —agregó Niko—. Tenemos que poner todo de vuelta a los estantes y tirar las cosas rotas, para así poder hacer un inventario y preparar nuestro— —¿Nadie piensa salir de aquí? —interrumpió Astrid—. ¿Sólo vamos a vivir aquí ahora? ¿Toda una gran familia feliz, como por el resto de nuestras vidas? Dejamos de hablar. Astrid sentada en un puf, un pie golpeteaba rítmicamente una vitrina volcada.

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—No es para el resto de nuestras vidas. Sólo hasta que las cosas se pongan algo normales allá afuera —respondió Jake. —¿Qué pasa con nuestros padres? —preguntó Astrid. Hubo un silencio largo. Yo estudié mis manos. La piel estaba reseca y tenía algunos cortes que ni siquiera había notado. Mis manos se veían ásperas. —¿Están muertos? ¿Simplemente ahora asumimos que están muertos? — Había un filo en la voz de Astrid. Un sentimiento desquiciado. —Vamos a escondernos aquí y comer dulces cuando podrían estar muriendo afuera. Mi mamá podría sufrir el ataque de un monstruo como el tipo de enfrente. O mi papá podría estar paranoico y ocultándose confortablemente bajo el fregadero de nuestra cocina. O tal vez mi padre tiene a mi madre encerrada en el sótano, porque a lo mejor ella es tipo O y fue tras él con su cuchillo de chef favorito. O tal vez fue ella quien lo encerró en el sótano. No, espera. No tenemos un sótano. Supongo que están muertos. Supongo que para ahora ya deben haberse desgarrado el uno al otro hasta morir. Y mis hermanos… Su voz se quebró en un sollozo. —Eric sólo tiene dos años y medio. Probablemente no es necesario preocuparse por él. Es probable que ya esté muerto... Jake se puso de pie y se acercó a ella. Puso una mano sobre su hombro. —Está bien, Astrid —dijo. Ella se derritió en sus brazos. —¿No te importa? —se atragantó—. ¿No te está volviendo loco pensar lo que está pasando ahí fuera? Él la tomó en sus grandes brazos de jugador de fútbol y ella lloró. Yo estaba sobre mis pies. Me había impulsado a mis pies y empecé a caminar hacia el pasillo Mejoras para el Hogar, sin siquiera saber a dónde iba. Alex me siguió. Estallé en el pasillo de mascotas, pateando fuera de mi camino algunas cajas caídas de comida para perros. —¿Dean? —preguntó Alex—. ¿Sabes qué tipo tienen mamá y papá, por casualidad?

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Negué con la cabeza. —Siento que tenga B y tú O —dijo. —Eso es estúpido —dije—. Me alegro de que seas de tipo B. Es el menos temible de todos ellos. —La esterilidad es sin duda lo mejor —respondió—. Debido a que es muy poco probable que yo llegue a ser padre, de todos modos. Es muy poco probable que alguna vez lo desee, incluso si pudiera, después de todo esto. Lo miré. A veces la forma en que su cerebro funcionaba me sorprendía. Podía hacer frente a cualquier cosa, siempre y cuando pudiera mirarlo científicamente. —En fin, sólo quería decirte que lamento que tengas el peor tipo. Y satisfecho con nuestra discusión, se alejó.

*** Alex, era como nuestro padre. Se parecía a él, pensaba como él, se subía los pantalones de la misma manera. Nuestro padre era un ingeniero y un agrimensor, empleado casi exclusivamente por Casas Hearth Richardson. Le encantaba su trabajo, pero odiaba las urbanizaciones que ayudaba a construir. Todas las casas con sus elementos personalizados—encimeras, electrodomésticos, fachada de colores— decía que eran para la gente con mente-mol. Era una frase suya. Similar a mente-pequeña, pero mente-mol. Mente-mol eran las personas que habían crecido trabajando en una cadena nacional de tiendas para ganar un sueldo, que luego gastarían en productos de mierda y mala comida de otras cadenas nacionales de tiendas. Era una especie de revelación sobre mi papá. Él despreciaba a sus vecinos, pero construía los hogares donde vivían. Una paradoja extraña. Y nosotros vivimos, siempre, en una de sus urbanizaciones. Al parecer, no pudimos permitirnos el lujo de no hacerlo—le dieron a mis padres un gran descuento. Lo que mi papá amaba era el aspecto técnico de su trabajo. Topografía, medición, trabajar con máquinas y equipos, todas esas cosas en las cuales él era bueno.

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Alex también era así. Pensaba en términos de números, cifras y tendencias. Cuando era un niño pequeño tenía miedo de todo. Perros, camiones, oscuridad, Halloween; lo que sea, él le tenía miedo. Nuestro padre le había enseñado a analizar las cosas que temía. Así que ir de trato o truco con él, cuando era pequeño, era como escuchar una reunión de información técnica: —Eso no es una bruja de verdad, es una figura de plástico con luces LED para los ojos y una pista pregrabada de chirridos. Esas no son tumbas reales, sino que son de PVC moldeadas en forma de lápidas, con frases espeluznantes escritas por un escritor de bromas. Esos no son verdaderos demonios que vienen por la calle, esos son los chicos de la escuela secundaria vestidos con trajes que consiguieron en Walgreens o tal vez por medio de un pedido en línea... Y todo el tiempo Alex había apretado mi mano, como si le ofreciera el último vínculo con la cordura. Me había gustado ser su protector, el que le hiciera sentirse seguro. Razón por la cual me sentía aún peor por haberlo atacado. Antes, siempre habíamos hecho un buen equipo—él era súper-listo, yo era súper-estable. Algo así como nuestros padres, en realidad. Mientras nuestro padre era brillante y angustioso, nuestra madre tenía los pies en la tierra y era optimista. Ella amaba los libros. Eso era algo que ella y yo realmente compartíamos. Nuestra casa estaba llena de libros antiguos. Los había comprado por cajas, sobre todo cuando la gente comenzó a usar sus tablets más y más para leer libros. Nuestra mamá había empezado a comprar libros con una compulsión, como si temiera que la gente dejara de imprimirlos del todo. Ella tenía varias copias de sus libros favoritos. Creo que tenía ocho ejemplares de Una habitación propia (lo que era indescifrable para mí) y cinco de Guía del viajero intergaláctico (una gran lectura). Mamá siempre me decía sobre sus ideas para escribir novelas, pero nunca comenzó a escribir cualquiera de ellas.

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Una vez le pregunté por qué nunca escribió los libros de los que me habló. —Oh, cariño —me había dicho—. Lo intento. Pero, de alguna manera, después de contarte la idea, es como si el aire saliera del globo y ya no es necesario escribirla. Así que en lugar de ser escritora, ella se encargó de nosotros. Y trabajaba de vendedora durante las vacaciones.

*** Alex y yo nos alimentamos de algunos bocadillos y, finalmente, regresamos al Departamento de Multimedia. La pequeña Caroline se despertó llorando y Astrid se acercó a ella. La alzó y la abrazó. —Tuve una pesadilla —sollozó Caroline—. Quiero a mi mami. —Lo sé, lo sé —dijo Astrid, apretándola. —Hey, gracias por despertarme, Cryoline 6 —bromeó Chloe—. Ahora tengo que hacer pis. ¿Quién me va a llevar? —Decir Cryoline es poner nombres, Chloe —señaló Batista—. Eso es un ya-sabes-qué. —¡No, no lo es! —replicó Chloe. —¡Sí, sí lo es! —dijo Batista. —Sabes, Batista, estás siendo muy crítico —señaló Astrid—. Creo que ser crítico es un pecado. —¡Eso no es un pecado! —dijo Batista ofendido—. Yo sé todo acerca de pecar y ser crítico no es un pecado. —Supongo —dijo Astrid—. Pero, ¿de verdad quieres correr el riesgo? Eso le hizo hacer una pausa para pensar. Ahogué una carcajada ante su expresión de perplejidad.

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Es un juego de palabras en inglés cry significa llorar, por ello la llama Cryoline.

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Luego, Astrid dijo: —Bueno, chicos, yo los llevaré al cuarto de baño. Todo el mundo utilice el baño y todo el mundo se lava las manos. Después vamos a buscar algo del pasillo de congelados para la cena. El pequeño Henry preguntó: —¿Vamos al baño de damas? No quiero usar el baño de mujeres. Quiero ir al baño de hombres. —Mi mamá una vez me llevó al baño de mujeres —soltó Max—. Y había una señora allí llorando y tenía un cubo de hielo y se lo estaba frotando en el ojo y dijo: “Si Harry me golpea una vez más, no sé lo que haré” y luego esta otra señora salió de un compartimento y dijo: “¡Si Harry te golpea una vez más, le pones fin a esto!” y ella puso una pistola real sobre el fregadero. Hecha de metal, y no estoy bromeando. Y entonces mi mamá me mira y dice: “Dile a tu papá que te lleve al baño de hombres.” Yo estaba teniendo la sensación de que Max había vivido una vida muy, muy interesante. Saqué mi diario para anotar lo que había dicho. Astrid tuvo a los niños organizados. Ella le dijo a Henry que todos íbamos a permanecer juntos y entrar en el lavabo de señoras, lo que fue una buena psicología, aunque suscitó una ronda de gemidos de los chicos.

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CAPÍTULO OCHO AGUA Traducido por milyepes Estaba pensando en mis asuntos, escribiendo algunas cosas en papel, cuando un ambulante Brayden pateó la silla puf sobre la cual estaba sentado. —Jesús, Dean, ¿eres un total perdedor? ¿Eres de la Edad Media? —Brayden... —dijo Jake desde su propio puf, había un implícito “lárgate” en su tono de voz. —No, es sólo que, yo sabía que Geraldine era raro, pero no entendía la total gravedad de la situación. —Escribo cosas en papel —dije—. A mí me gusta escribir. —Apuesto a que hay cosas de mí allí —dijo, y me arrancó mi diario. —Vamos —dije, saltando sobre mis pies. Lo ocultó detrás de su espalda, a un brazo de distancia. Cuando traté de agarrarlo, lo cambio al otro brazo. Fue una escena sacada directamente de primer grado. —Apuesto a que hay cosas sobre todos nosotros —se burló Brayden—. Especialmente de Astrid. Lo hubiera matado si ella hubiera escuchado eso, pero estaba afuera con los niños. Uno podría pensar que estar encerrado en Greenway durante el fin del mundo sacaría lo mejor de cada uno, pero—¡sorpresa!—Brayden todavía era un idiota y bravucón. Brayden arrancó una página y la leyó con los ojos entrecerrados, manteniendo el resto por encima de su cabeza y fuera de mi alcance. —Vaya, hombre, esto es oscuro —dijo, leyendo para sí mismo. —¡Eres un imbécil, Brayden! —grité—. ¿Cómo puedes seguir siendo tan inmaduro? —Brayden, déjalo —ordenó Jake.

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—¿No quieres saber lo que dice sobre ti, Simonsen? —¡DIJE QUE LO DEJARAS! —gritó Jake. Brayden se sobresaltó. Todos lo hicimos. Jake estaba de pie, enfrentándose a Brayden, con las manos en puños. Su buen carácter había desaparecido. Él estaba enojado. —Como quieras —dijo Brayden y arrojó el cuaderno al final del pasillo. —Tienes que aprender cuando dejarlo, viejo —dijo Jake con un ladrido. —Amigo, me disculpo —Brayden le dijo a Jake, las palmas hacia arriba en una apelación. Se encogió de hombros—. En serio. Lo siento. ¿Había llamado pendejo a Brayden bajo mi aliento mientras buscaba entre los libros caídos para recuperar mi diario? Por supuesto que sí.

*** Y entonces se produjo ese sonido delgado y metálico. Como una alarma de incendio o una sirena. Pero venía del interior y se hacía más fuerte. Era Ulises. Él gritaba y corría hacia nosotros. Corrimos hacia él y entonces oímos la pelea cuerpo a cuerpo en el baño. Gritos, sonidos y ruidos inhumanos. Niko abrió la puerta de un empujón. Los niños pequeños se habían vuelto locos. Los gemelos McKinley estaban escondidos debajo de los lavatorios. Chloe estaba sentada sobre Max y tenía los dientes hundidos en su cuero cabelludo. Había sangre en el suelo. Estaban gritando y llorando, atacándose unos a otros. Excepto Astrid. Tenía a Batista sujeto por la garganta, contra la pared. Su cara estaba roja. Las venas en su garganta latían, enormes. Parecía un toro.

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Y Batista estaba muriendo. Estaba siendo estrangulado a muerte y espero que nunca vean algo así, porque era una cosa horrible de mirar. Su rostro estaba azul y sus ojos eran grandes y tenía las piernas flojas. Niko y Jake estuvieron sobre ella en un instante y la apartaron de él. Ella luchó, golpeó, mordió y lanzó puñetazos. Quería ver y quería participar y podía sentir mi sangre circulando fuerte, cuando fui arrancado de allí por un par de manos. Sahalia, si lo pueden creer. —Mantente fuera de ahí, chico rabioso —me dijo. Y le hubiera arrancado la cabeza, pero yo sólo había tenido un poco del tufillo del asunto y me obligué a ponerme de pie. Me alejé por el pasillo y me las arreglé para respirar. Niko salió, sosteniendo a una Chloe que se retorcía y gritaba. —Es el agua —dijo Niko—. Los productos químicos están llegando a través del agua. Él estaba empezando a cubrirse de ampollas. —Estoy bien —le dije a través de mis dientes—. Yo puedo ayudar. — Tomé las manos de Chloe. Ella estaba tratando de arañarme. Luchó, gritó y trató de morderme. Pero yo era mucho más fuerte, más fuerte de lo que normalmente era. Las bocanadas de compuesto que emanaban de ella eran dulces para mí. Y la furia en ella se reunió con mi propia furia. Chloe era una niña muy desagradable de todos modos, fue un placer sujetarla. Me da vergüenza escribir esto, pero es la verdad. Sostuve sus muñecas regordetas con una gran sonrisa mezquina en mi rostro. Niko estaba empezando a desarrollar ampollas de nuevo. —Ve a buscar Benadryl —le dije. Corrió, tropezando por el pasillo. —Vuelvo enseguida —gritó. Sahalia salió con los mellizos McKinley, que evidentemente estaban alucinando y enloqueciendo. No podía entender sus palabras, sólo estaban abrazándose y gritando.

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Max salió después, sollozando y presionando sus manos sobre su sangrante cuero cabelludo. —El agua está cortada —resopló Sahalia. Jake irrumpió a través de las puertas con Batista en sus brazos. La cabeza de Batista colgaba sobre sus hombros. —Despejen un poco de espacio —dijo Jake—. Él no está respirando. Brayden apareció. No me había dado cuenta de que no estaba en el baño. Él había estado en algún lugar detrás de nosotros en los pasillos. Un cobarde. —Sé RCP —dijo Brayden y se arrodilló junto a Batista. Pero entonces miró hacia arriba, de repente sudoroso y miedoso. Tal vez los compuestos estaban surtiendo efecto. Creo que puedo darle el beneficio de la duda. —Yo también —dijo Niko, trasladándose al espacio de Brayden, mientras que éste aliviado se deslizaba a un lado. Niko puso su boca sobre los labios azules Batista y sopló en él, como si este fuera una fogata moribunda. No tomó mucho tiempo, gracias a Dios. No creo que Niko hubiera podido hacerlo por mucho tiempo. Mientras lo hacía, Niko empezó a toser y el sonido era congestionado. Un par de respiraciones largas, luego un par de presiones suaves pero seguras sobre las flacas costillas de Batista, y éste agitó sus ojos. Tomó una respiración irregular. Luego otra. Vi a Brayden, mirando a Niko. Había celos en su cara, mezclados con arrepentimiento. Quizá también miedo. Pero mayormente celos. Mientras tanto, Jake sacó a Astrid del cuarto de baño. Su camisa estaba rota y sangraba de una oreja. —¡Necesito una cuerda o algo así! —gritó Jake. Astrid se resistía y gritaba. Ella dio un codazo a Jake en un lado de su cabeza y éste perdió su agarre. Ella se separó y se alejó de él. Se tropezó, pero recuperó el equilibrio y echó a correr a uno de los pasillos oscuros.

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Astrid echó una última mirada sobre nosotros y leí el horror en sus ojos.

*** Teníamos a cinco sollozantes alumnos de escuela primaria, contaminados hasta cierto grado con compuestos químicos de guerra. Ahora, de algún modo, sabíamos qué tipo de sangre tenían Además de la paliza recibida de Chloe, Max estaba empezando a ampollarse (tipo A). Los gemelos McKinley se estaban escondiendo de nosotros, claramente tenían paranoia (tipo AB). Ulises estaba charlando consigo mismo en español, un monólogo rápido que me hizo estar bastante seguro de que tenía el tipo paranoico—tipo AB—al igual que los gemelos. Batista tenía tipo B, el tipo de sangre que no mostraba síntomas, al igual que Alex, Jake, y Sahalia (esterilidad y fallas reproductivas—¡Hurra!). —Tenemos que lavarlos —dijo Brayden. —¿Tú crees? —de algún modo le grité (tipo O). —Púdrete —me respondió Brayden. Ah, yo quería masacrarlo. Realmente lo quería. Quería romperle miembro por miembro. Niko me miró. —Dean, vete —dijo—. Esta cosa es demasiado fuerte. Te está afectando. —Sí, ve a buscar a Astrid —se burló Brayden—. Ustedes dos son perfectos el uno para el otro.

*** Al parecer, lo mordí. No tengo ningún recuerdo de ello. Me desperté un poco más tarde, atado y tumbado boca abajo sobre un puf. Luché para sentarme, pero no pude. De algún modo rodé para ponerme de costado.

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Allí vi a Chloe, recién bañada, envuelto en una toalla, comiendo barras de caramelo de gran tamaño, una tras otra, como un fumador empedernido y mirándome como si yo fuera su telenovela.

*** Para el registro, lavaron a los niños con agua embotellada de manantial en una piscina para niños grandes. Luego pusieron la ropa contaminada en la piscina y cubrieron la cosa con láminas de plástico. Agua viciosa, psicodélicamente destructiva, inducidora de ampollas, toda sellada en una piscina para niños. Muy brillante, en realidad. Idea de mi hermano. Ellos empujaron la piscina al pasillo de coches de bebé. Ese pasillo iba a ser conocido por nosotros más adelante como el Basurero.

*** —Chloe —le dije con tanta calma como pude—. Por favor, ve a decirle a Alex que ya estoy bien y me gustaría que me desatara. Ella se encogió de hombros. —Chloe, ve a buscar a Alex. —¿Por qué habría de hacerlo? —me preguntó con voz altanera. —Porque yo te lo pido —le contesté. Ella no me hizo caso, siguió comiendo la cobertura de chocolate de una barra poco a poco —¡Chloe! —dije. —¿Qué vas a darme? —¡¿Estás bromeando?! Ella bostezó. —Ve a buscar a Alex. —Yo no tengo que hacer lo que tú dices. Tú no eres mi jefe. —Te lo estoy pidiendo. Por favor.

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—No lo estás pidiendo, lo estás ordenando. A nadie le gusta un oso mandón, ya sabes. Si mis muñecas no hubieran estado tan apretadas por las cuerdas de nylon que cortaban mi circulación, probablemente habría encontrado esta conversación divertida. —Chloe, justa Chloe, princesa de todo lo que es bueno y amable en este mundo, ¿podrías darle un mensaje a mi hermano? Ella se rió. —Di por favor —dijo cebándose. —¡Oh, el más bonito de los por favores para las más bonita de las justas jóvenes doncellas… —Oh-kay... —dijo y se arrastró en dirección a los otros muchachos. Fue entonces que me di cuenta de que Batista se encontraba en su saco de dormir, un poco más allá de donde Chloe había estado sentada. Él estaba acostado, mirando hacia el techo. —Hey, Batista —le dije—. ¿Estás bien? Él no respondió.

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Alex se apresuró y desarmó los apretados nudos. —Mordiste a Brayden en el cuero cabelludo —me dijo con los ojos brillantes. Me susurró: —¡Fue increíble! —¿Dónde están todos? —le pregunté, frotando a la vida de nuevo a mis muñecas. —Todavía estamos lavando a los gemelos —respondió. Se dio la vuelta para regresar. No lo seguí. —¿Nos vemos cuando hayamos terminado? —preguntó. —Yo no voy a ninguna parte —le dije. Escuché leves ronquidos en un saco de dormir más atrás en el pasillo. Supongo que habían dosificado a Max hasta los topes con Benadryl, porque él

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estaba inconsciente. Sus ampollas se veían tres tonos menos enojados, por lo que parecía estar funcionando. Me acerqué a Batista. Estaba desnudo, apenas envuelto en una toalla dentro de su saco de dormir. Parecía tenue y frío. —¿Estás bien, pequeño? —le pregunté. Sus manos estaban como hielo. —Voy a conseguirte algo de ropa —le dije. Fui a la sección de ropa de chicos y tomé algo de ropa abrigada para él. Incluso cogí un par de esos tontos calcetines de felpa con suela antideslizante. Pensé que se merecía algo absurdamente suave y cálido. —Hey, Batista —dije, levantando la ropa—. Échale un vistazo a tu nuevo look. Pero Batista no movió un músculo. Así que yo sólo lo vestí, no sé, como si fuera un bebé. Una vez que tenía todas sus ropas, y las tontas medias, le froté la espalda. Sí, lo hice. Ten por seguro de que me sentía tan incómodo de hacerlo como lo estoy ahora escribiendo sobre ello. Sin embargo, pude sentir sus flacas costillas relajarse un poco, así que continué. Lo tomé como una buena señal cuando, unos minutos más tarde, él dijo con voz ronca, —Me duele la garganta. Fui y le conseguí un poco de Advil para niños, así como una paleta para él. A mi regreso, me encontré con Brayden. Llevaba a Henry envuelto en una toalla. Brayden me señaló y me dijo, —Eres un idiota. Por qué eso me hizo sentir tan feliz, no lo puedo decir.

*** Nadie parecía estar pensando en la cena y los niños estaban hambrientos así que cogí algunos alimentos congelados: nuggets de pollo en forma de dinosaurios, judías verdes congeladas, y dos bolsas de Tater Tots 7. 7

Tater Tots: Famosa marca de papas fritas congeladas en forma cilíndrica.

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Luego tuve que encontrar la manera de cocinar la comida. En el Pizza Shack, sólo había esos hornos tostadores industriales y un microondas. No había ninguna cocinilla, así que no sabía qué hacer con las judías verdes en absoluto. Acabé poniéndolas en una de las bandejas de pizza y las puse en un horno. Salieron como pajitas hechas de carbón. Ése es mi mejor intento de describirlas. Secas, negros popotes de carbono. Las Tots Tater salieron perfectas. Los nuggets de pollo, por otro lado, estaban fríos en el interior. A los niños pequeños no pareció importarles. Pero Jake puso algunos de vuelta al horno para los chicos más grandes. Y esos nuggets de dinosaurio se unieron a mis judías verdes en el cielo del carbón vegetal. Teníamos más que nada Tater Tots para la cena. Después de que todos hubieran comido, traje la cena para Josie y me senté con ella mientras comía. Yo había caído en el hábito de conversar con ella. “A ella” podría ser más exacto. Nuestras conversaciones eran algo así: Yo: ¿Cómo estás, Josie? Josie: Yo: ¡Oh!, estoy bien, gracias por preguntar. Quiero decir, me siento un poco deprimido, con el fin de la vida tal como la conocemos. Pero me estoy sosteniendo. ¿Qué tal tú? Josie: Yo: Sí, eso es lo que pensaba. Pareces estar teniendo un momento bastante duro. Hey, sabes, he estado pensando. Tenemos un montón de ropa limpia. Y no podemos usar más el agua, pero hemos estado utilizando toallitas húmedas para limpiarnos cuando nos ensuciamos. Ellas funcionan bastante bien. ¿Quieres que te traiga algunas? Podrías necesitar un poco de limpieza, si no te importa que te lo diga. Y el vendaje sobre tu cabeza, sin duda necesita ser cambiado. Josie: Yo: Claro, podría traer uno nuevo. No hay problema. También voy a traer las toallitas húmedas para bebés. Estaría mintiendo si dijera que no

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estamos preocupados por ti. Sabes que no has dicho una sola palabra desde el autobús… Josie: Yo: Bueno, yo estoy aquí, si necesitas algo. Sólo di la palabra. Cualquier palabra, en realidad… Cosas así.

*** El postre era imposible de arruinar: paletas de hielo. —Niko —dijo Alex, con su boca teñida de púrpura—. Voy a hacer un inventario de la tienda mañana. Dean y yo creemos que deberíamos limpiar la sección de comestibles inmediatamente. Deberíamos comer los productos frescos— —¡Espera, espera, espera! —interrumpió Brayden—. Jake está en ello. Él tiene un plan para todo eso. —Sí —dijo Jake—, mañana vamos a trabajar en equipos y a empezar a poner este lugar en orden. Niko asintió hacia Alex. —Suena como un buen plan —dijo Niko. —Podemos ayudar a limpiar —dijo el pequeño Henry—. Caroline y yo somos buenos ayudantes. —Soy un buen limpiador, también —se ofreció Max—. Soy bueno para fregar. ¡He fregado cosas que no creerías si te cuento! Sólo podía imaginarlo. —Claro —asintió Jake—. Mañana vamos a limpiar. El problema de los baños surgió justo después de que todos nos establecimos en nuestros sacos de dormir para pasar la noche. —Ulises tiene que hacer pis —dijo Max. —¿Cómo lo sabes? —preguntó Jake. —Él es mi amigo. Yo lo entiendo —respondió Max. —Dile que haga pis en la esquina —murmuró Jake—. Eso es lo que yo hice.

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No podía juzgar. Yo había hecho lo mismo. —Eso es insalubre —dijo Alex. —Tiene miedo. No va a ir por ahí solo. Y yo tampoco. —Y yo tengo que hacer —agregó Chloe. —Increíble —se quejó de Jake. Éste era un momento el cual Astrid probablemente habría sabido manejar, pero como ella se había ausentado, tuvimos que manejarlo nosotros. Henry y Caroline comenzaron a susurrarse el uno al otro furiosamente. Tras un momento de debate, Henry levantó la mano. Jake no lo vio. Pero yo sí, así que le dije, —¿Qué pasa, Henry? —Bueno, a veces Caroline y yo, como que, si vamos a una fiesta de pijamas, nos ponemos pañales pull-ups. Así que, como esto era como una fiesta de pijamas, trajimos algunos pull-ups. Y sacó un paquete abierto de tamaño 6 de pull-ups. —¿Así que piensas que deberíamos cagar en un pañal? —preguntó Brayden. Henry se encogió un poco. Niko habló. —No es una mala idea. Podríamos dejar pull-ups o pañales en el suelo y hacer lo que necesitamos hacer. Luego simplemente lo cerramos y lo ponemos en una bolsa de basura. Podría funcionar. Así que eso fue lo que hicimos. Los pequeños se los pusieron inmediatamente. Ellos no querían levantarse en la noche solos. Estoy seguro que ni siquiera querían pensar en los cuartos de baño, teniendo en cuenta lo que había sucedido la última vez que fueron allí. Sólo comenzaron a usar pull-ups. ¿Alguien quiere un poco de regresión? (Al día siguiente, Niko creó letrinas para nosotros en el pasillo de cochecitos de bebé. Eran cosas extrañas hechas del asiento de un inodoro sobre la parte superior de un recipiente de plástico de alta resistencia, de ésos que usan en las obras de construcción, el cual estaba forrado con una bolsa plástica.

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Cada cierto tiempo, la bolsa se anudaba y se arrojaba a una tina de plástico. Sólo para que lo sepan).

*** Alrededor de las diez, las luces de la tienda se atenuaban de forma automática. Esto lo hacía parecer como si fuera de noche. El saco de dormir no hacía mucho para ablandar el duro suelo. Me hice a la idea de arrastrar una silla de jardín o cualquier otra cosa por la mañana. Me dolió y dolió hasta que me quedé dormido. Me desperté por una vocecita. Era un niño hablando en sueños. No podía identificar qué niño. Era una conversación de una sola palabra. Una palabra que se repetía una y otra vez, con diferentes entonaciones, con diferentes significados. La palabra era mami. Suplicando, rogando. Llamando, exigiendo. Implorando, pidiendo. Pensé que quizás estaba soñando hasta que Brayden dijo: —Cállense. ¡CÁLLENSE! Y las llamadas a mami se detuvieron.

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DÍA TRES CAPÍTULO NUEVE BOCINA Traducido por verittooo A la mañana siguiente, los pequeños se despertaron primero. Entonces intentaron despertar a Jake, pero él estaba profundamente dormido, así que me despertaron a mí. Niko ya estaba levantado y probablemente haciendo algo laborioso. Alex estaba dormido, también. Yo no quería despertarlo. Así que era mi responsabilidad hacer el desayuno. De verdad pero de verdad no quería convertirme en el cocinero de esta operación, pero eso es lo que parecía estar pasando. Estaba batiendo huevos a mano cuando apareció Batista. —¿Por qué no lo haces en una batidora? —preguntó. —No tenemos una —respondí—. Ésa es parte de la razón por la que es tan difícil cocinar aquí. Sólo tengo estos dos hornos industriales y este microondas grande. —¿Por qué simplemente no consigues una? —dijo Batista, mirándome con su cabeza ladeada como un pequeño caniche. Supongo que me veía tan lento como me sentía porque añadió: —De los estantes. Comencé a reírme. Hemos estado en la tienda por tres días y no se me había ocurrido que teníamos cada aparato justo aquí. Sólo a dos pasillos de distancia. —Por supuesto —dije—. ¿Quieres ayudarme? —¡Seguro! —dijo. —Vamos. Batista y yo equipamos la cocina con la antes mencionada batidora, una plancha eléctrica, una parrilla George Foreman tamaño familiar, y una

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tostadora para seis rodajas, un horno tostador, una tetera eléctrica, una máquina de arroz, un mezclador, y todo tipo de sartenes, tazones, batidores, espátulas, ralladores de queso. Básicamente uno de todo lo que había en el pasillo de Cocina. Mientras “comprábamos,” Batista me contó sobre sus padres, su grupo de iglesia, su pastor, el Reverendo Grand, y su perro, Blackie. Me hizo sentir que se estaba recuperando de su experiencia con Astrid. Cuando regresamos con todos los suministros, los niños nos ayudaron a desempaquetar todo y estuvieron bastante contentos por un rato mientras yo hacía los huevos y el tocino (en una sartén, ¡gracias!), pero pronto comenzaron a molestarse entre ellos y a volverme loco en general. Tenía esta desordenada cocina y sentí que debía manejarla. —Vayan a buscar a Jake —les dije—. Pregúntenle cuál es el plan. Se fueron, pateando cajas, quejándose y hablando. Envolví un plato de huevos y tocino en papel aluminio, escribí una nota con papel de mi cuaderno, y lo dejé sobre el plato. Decía algo así:

Astrid, Aquí te dejo un poco de huevos. Salieron bastante horribles, pero son para ti si los quieres. Sé que te debes estar sintiendo pésimo. De verdad entiendo cómo te sientes, así que ven a buscarme si quieres hablar. Dean

Alex llegó eventualmente. Le ofrecí huevos, pero tomó una Pop-Tart en su lugar. —Dean —dijo—. ¿Qué crees que está pasando allí afuera? De verdad. Me sentí tan cansando. Mis ojos ardían. Me dolía la cabeza. En realidad no quería hablar sobre esto, pero estaba verdaderamente aliviado de que Alex me estuviera hablar en absoluto. Me quité mis anteojos y me froté los ojos.

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—Creo que los tipo O están matando y merodeando por nuestra ciudad. Mucha gente se está escondiendo. Algunos se están ampollando y muriendo debido a eso. Alex asintió la cabeza. Sacó varias hojas de papel rayado. —He estado haciendo cuentas —dijo. Miré la hoja. Arriba de todo se leía, POBLACIÓN DE MONUMENT ANTES DE LA CRISIS: 7.000. Después, un montón de números y figuras. Y al final: POBLACIÓN ESTIMADA ACTUAL: 2.200. Miré el papel. A los horrores sobre los que especulaba. Yo sabía cómo operaba mi hermano. Los números y las figuras eran terapéuticos para él. El miedo a cosas desconocidas e incuantificables era lo que daba vuelta a mi hermanito. —¿Quieres que te lo explique? —me preguntó brillantemente. —No —dije—. No. Quiero que escondas eso. No se lo muestres a nadie. —Son sólo matemáticas —dijo. Parecía ofendido. —No son sólo matemáticas —le dije—. Son personas.

*** Conseguimos limpiar la cocina. Al no tener agua corriente, tuvimos que pensar un poco. La respuesta fue toallitas Clorox. Montones y montones de toallitas Clorox. Volvimos al Departamento de Multimedia para encontrar a todos allí. Jake y Brayden estaban jugando al hockey de aire. Habían arrastrado una mesa de hockey aéreo de lujo y estaban en eso. Pude ver que ya habían jugado al ping-pong y tenían un tablero de dardos empaquetado a mano. —¿Qué está pasando, Jake? —pregunté. —¡BAM! ¡VICTORIA! —gritó Jake. Sahalia aplaudió. Ella los estaba viendo jugar.

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—¡En el próximo juego eres mío, Simonsen! —respondió Brayden. Sahalia se había cambiado de ropa y estaba usando una falda realmente corta. No lo sé, tal vez sólo era una bufanda atada alrededor de sus caderas. Tenía medias de red rotas y botas absurdamente altas. Una especie de musculosa sobre una camiseta delgada como el papel. Se veía como una modelo de veinte años. Obviamente había decidido servirse con lo que sea que quisiera de la tienda. Y también lo habían hecho los otros. Max y Ulises estaban bebiendo de botellas de dos litros y se habían terminado una de esas cajas de dos kilos de chocolate caro. Estaban bromeando y riéndose, aunque yo todavía no entendía cómo se entendían entre sí en absoluto. Batista tenía un enorme juego de marcadores mágicos y estaba coloreando un libro de “Historias de la Biblia” para colorear. Chloe, mientras tanto, estaba en el paraíso Barbie. Tenía una o dos de todas las Barbie disponibles. También tenía una casa Barbie, un auto deportivo Barbie, una piscina Barbie, un Jeep Barbie y, no sé, un parque eólico Barbie, una tienda de zapatos Barbie y un NORAD Barbie. Había algunas Bratz en la mezcla, pero en general, era una orgía Barbie. Todos se estaban aprovechando de estar encerrados en un Greenway. Un poco excesivo. —¿Dónde están los gemelos? —pregunté. Jake y Brayden parecieron no escuchar. —¿Han visto a los gemelos? —levanté la voz. —No —dijo Jake. Eso fue todo. Sólo, no. —Aquí estamos —llegó la vocecita de Henry.

*** En el pasillo siguiente habían construido una pequeña casa con cajas de juguetes. Era sólo lo necesariamente grande para que ellos entraran. Eché un

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vistazo adentro. Estaban acurrucados allí en una manta, chupando sus pulgares y hablando entre ellos. —Me gusta cómo es su cara cuando sonríe —dijo Caroline. —Sí, y me gustan sus pantalones marrones. Los suaves —respondió Henry. —Y su pelo. —Es marrón —dijo Henry. Caroline asintió, soñadoramente. Estaban hablando sobre su madre.

*** —¿Así que no hay plan? —le pregunté a Jake. —En un tiempo —respondió—. Estamos empezando con un tiempo muerto poco estructurado. ¡BAM! ¡EN EL BLANCO!

*** Me alejé y Alex me siguió. Pateé una caja de pañales. —Esto está jodido —dije—. Hay tanto trabajo que hacer. Cada uno de los pasillos es una maldita zona de desastre. ¿Se supone que tenemos que hacerlo todo nosotros solos? Alex puso su mano en mi brazo. —Va a estar bien —dijo. —No lo hará —dije. De repente, quería llorar. Sentí que mi cara se ponía roja y me faltó el aliento como si estuviera atorado en mi garganta. —Nunca volverá a estar bien —dije. Me alejé por un pasillo, pateando las cosas rotas a mi paso. Miré hacia atrás. Alex sólo estaba de pie allí, sus hombros decaídos. Su delgado cuerpo inclinado por el peso del mundo. Tenía que recomponerme. Tenía que hacerme cargo de mi hermano. Me limpié los ojos con el dorso de mi mano.

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Después caminé devuelta hacia él. —Tengo una idea —dije. —¿Qué? —Maratón de Monopoly. —Sí —dijo simplemente.

*** Para cada verano, nuestra familia conseguía una casa en Cabo May, Nueva Jersey (no pienso en que Cabo May ya no está), por una semana. Mi mamá creció allí así que comíamos como reyes en todos los restaurantes locales (no pienso en que la Parada de Waffle de Jaime ya no está) ya que ella conocía a todos los locales (no pienso sobre Jaime). Pero como mi hermano y yo no éramos del tipo de playa en realidad, la mayoría del tiempo jugamos al Monopoly (Monopoly, era seguro pensar sobre eso). Tal vez pasamos una hora armando nuestra pequeña área de juegos. Hicimos a un lado las cajas caídas para despejar un espacio. Luego trajimos una mesa de cartas del Departamento del Hogar. Tomamos un mini-refrigerador y lo llenamos con sodas. Buscamos un montón de papas y bocadillos. Incluso tiramos algunas toallas de playa sobre los divisores del pasillo para darle a nuestra sala de juegos una apariencia playera.

*** En algún momento cerca de la tarde, llegó Niko y nos encontró. Él no dijo nada, sólo le echó un vistazo a lo que estábamos haciendo. Nos detuvimos y lo miramos. Sus ojos no revelaron nada, cosa que no era una sorpresa. Después de un momento, se giró y se fue.

*** Es difícil creer que puedes pasar un día entero jugando Monopoly, pero por supuesto, puedes. Mi hermano y yo teníamos estrategias muy diferentes. Yo compraba todo lo que podía. Mi hermano siempre compraba los ferrocarriles, los servicios

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públicos, y las propiedades de color azul claro (Vermont, Connecticut, las Avenidas Orientales). Los problemas con su estrategia, en mi opinión, eran muchos. Primero que nada, era increíblemente molesto jugar contra él. Segundo, parecía que tenía que ser enfermizamente aburrido para él. Tercero, se sentía como que su estrategia de sólo comprar las propiedades azul claro era realmente de mente cerrada y estúpida de alguna manera, pero él siempre aterrizaba en ellas. Quiero decir, de los probables cincuenta partidos que jugábamos cada verano, yo sólo tuve la oportunidad de comprar un azul claro tal vez tres veces. Pero el mayor problema sobre su estúpida estrategia era que él gana muy a menudo. Por ejemplo, ganó el primer partido. Le gané en el segundo, de alguna forma, cuando cayó en mi hotel de Nueva York. El juego tres, nuestro gran desempate, se terminó prematuramente por el aroma a pizza. Olía deliciosa y como que me levanté de un salto. Se me había ocurrido que tal vez Astrid se estaba sintiendo mejor y nos había hecho el almuerzo a todos. —Cuando regresemos, voy a destruirte —dijo Alex. —Sí, señor Obras Hidráulicas.

*** Sólo era Niko, sin embargo. Había descubierto como controlar los hornos del Pizza Shack. Había cocinado un montón de pizzas y las había alienado todas en el mostrador. El olor no nos había arrastrado a nosotros solos—todos los pequeños estaban allí, y también Jake, Brayden, y Sahalia. Jake, Brayden, y Sahalia estaban despatarrados en una de las cabinas más grandes. Había algo en la forma en la que ellos estaban sentados, y la forma en que los niños pequeños los miraban me hizo saber inmediatamente qué estaba mal. Estaban borrachos.

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Tenían tres grandes raspados enfrente y, mientras observaba, Jake sacó una petaca de algún tipo de alcohol y sirvió una medida en su vaso. Sahalia se reía tontamente y se inclinaba sobre Brayden, poniendo su sorbete en el vaso de Jake. —¡Hey, chica, mantén tu sorbete para ti! —medio gritó Jake, sonriendo. —Es sólo un sorbo —canturreó ella. —No, no —dijo Jake—. ¡Es el último sorbete! Ellos creían que eso era graciosísimo. Max y Ulises también rieron, en esa forma tonta en la que se ríen los niños cuando lo hacen los adultos, sólo para estar incluidos. Niko nos miró a Alex y a mí con intención. —La cena está lista —dijo Niko—. Todos vengan y sírvanse. —¡Ya lo escucharon! —dijo Jake con una sonrisa—. ¡Vamos! ¡Vayan todos! —El Valiente Cazador ha hablado —dijo Brayden. —Tú no eres el jefe, sabes —Sahalia le dijo a Niko rodando los ojos. —Puede, Sasha —dijo Jake. Un sobrenombre. Maravilloso. El de último año le había dado a la sexy chica de trece años un apodo. —Vamos, chicos. —Traté de romper el momento—. La pizza está caliente. Vamos a comer. Todos comenzaron a encaminarse en una línea por la comida. —No voy a comer salchichas —protestó Max—. Mi mamá dice que las salchichas están hechas del interior de los cerdos. —Tu mamá, tu mamá, tu mamá —se burló Sahalia—. ¡Ustedes niñitos siempre están hablando de sus mamis! Basta de una vez con sus mamis. ¡Ellas no están aquí y no van a venir en ningún momento! Esa fue una cosa tonta para decir y ella no pareció notarlo siquiera. Los gemelos empezaron a llorar y Ulises estaba justo detrás de ellos con sus grandes lágrimas.

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Niko se paró enfrente del mostrador y se dirigió al grupo, intentando volver a poner las cosas en línea. —He estado pensando —dijo—. Con el permiso de Jake, tengo un plan para que conseguir un poco de estructura en este lugar. —“Con el permiso de Jake,” eso es mentira —dijo Brayden, su voz demasiado fuerte—. Tú quieres tomar el control. —No quiero tomar el control. Pero sí creo que necesitamos algunos planes claros— —¿Sabes qué, Niko? —dijo Jake—. Sé que tienes buenas intenciones, pero nosotros sólo, como que, pasamos una cosa terrible, ¿sabes? El mundo afuera es un total desastre y no sabemos qué va a suceder. Creo que nos merecemos un pequeño descanso. Una pequeña oportunidad para sólo relajarnos y, no sé, tranquilizarnos e incluso disfrutar de lo que tenemos aquí. Pasemos el rato por un tiempo. Quiero decir, de verdad, honestamente, ¿qué tiene de malo? —Vamos a desmoronarnos —dijo Niko calmadamente. Jake alzó sus manos y dio un inestable paso hacia atrás mientras Brayden empujó un poco más. —¡Púdrete, Niko! —dijo Brayden—. ¡No queremos que una paria anormal nos diga qué hacer! Brayden empujó a Niko y Niko retrocedió. —No quiero pelear —dijo Niko. —No, sólo quieres que tomemos tus órdenes. ¡Como si siquiera supieras lo que estás haciendo! Brayden volvió a empujar a Niko. Ahora Niko estaba arrinconado contra el mostrador. Él intentó alejarse pero se resbaló con un plato de papel que alguien había dejado en el suelo y cayó. Niko intentó ponerse de pie pero Brayden lo empujó otra vez. —¡Detente! —gritó Alex. Los niños comenzaron a perderlo por completo, gritando y chillando alarmados, como una manda de monos. —Basta, Brayden —dijo Jake. Brayden estaba parado sobre Niko.

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—¿Qué? ¿No peleas? ¿Eres demasiado “maestro Zen”? ¿Eres demasiado “Valiente Cazador”? ¿Qué pasa contigo? —Sólo quiero estar preparado —dijo Niko—. Así— —¡Oh, Dios mío! —gritó Brayden—. Oh, Dios mío, lo tengo. —Se veía triunfante. Amenazante y victorioso—. ¡Eres un Boy Scout! ¡Un Boy Scout! ¿No es así? Niko se encogió de hombros. Se alejó el pelo de los ojos. —Sí. Soy Boy Scout —dijo Niko. Brayden se dobló en una violenta risa. Jake se rió entre dientes, también, y los niños empezaron a reírse, mayormente, creo yo, para aliviar la tensión que se estaba construyendo. —“Estar preparados,” ése es tu lema. Un maldito Boy Scout. Él quiere que tomemos direcciones de un maldito Boy Scout. —No sé qué es tan gracioso —dijo Niko. Los pequeños se siguieron riendo, ignorante, mientras Niko se puso colorado alrededor de las orejas. —Me alegra que Niko tenga entrenamiento Scout —dije fuertemente—. Si no lo tuviera, yo hubiera muerto en el autobús. Él me ayudó a salir de allí. Me alegra que sea Scout. —A nadie le importa lo que piensas, Geraldine —resopló Brayden. —A mí también me alegra que Niko sea un Scout —ofreció Alex—. Él sabe cómo hacer las cosas. —Okay, chicos, cállense —Brayden nos escupió a Alex y a mí. —Brayden, cálmate —dijo Jake. —A menos que tal vez… Oh, ya veo. Ya entendí. —Él nos apuntó—. Tú y tu hermano quieren entrar en esas cosa gay Scout de Niko. Ustedes desearían poder estar en el bosque, soplando las fogatas del otro… Brayden comenzó a hacer un movimiento de follar. Él me estaba enfrentando así que no vio a Niko lanzarse contra él. Niko dirigió su cabeza al costado de Brayden.

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Jake estaba sobre ellos en un instante, intentando separarlos, pero Niko se hizo hacia atrás, golpeando la cabeza de Jake con el armario de metal, por accidente estoy seguro, pero eso mandó a Jake sobre el borde. Jake comenzó a golpear a Niko. Brayden lo estaba golpeando también. Los niños se volvieron completamente locos. Batista se alejó corriendo. Max estaba chillando. Los gemelos, llorando y agarrándose el uno del otro. Chloe, gritando y golpeando su cabeza. Era una locura. Niko estaba haciendo todo lo posible para defenderse, pero era superado en números. Estúpidamente me acerqué e intenté alejar a Jake y a Brayden de Niko. Brayden se giró y sonrió, como si estuviera feliz de verme, entonces me golpeó en el costado de la cabeza. Sólo quería sacarlo de encima de Niko pero en su lugar, comencé a golpearlo. Él tenía mi cabeza en un agarre de un solo brazo pero eso no me detuvo de golpearlo en sus costados y entonces— BWRAAAAAAAAAAAAAAAAAM! Una bocina. Tan fuerte. BWRAAAAAAAAAAAAAAAAAM! Todos dejamos de pelear. Miramos hacia arriba. Josie tenía la bocina fuertemente agarrada. Estaba parada sobre el mostrador. Ella estaba en sus ropas sucias, manchadas. Todavía tenía sangre seca detrás de las orejas, donde la señora Wooly se la había perdido. La gasa repulsiva pegada en su frente sólo por la sangre. Se veía como si hubiera resucitado de entre los muertos. Y estaba totalmente al mando. —Esta pelea se terminó —dijo Josie. Su voz era baja, pero podías oírla a dos kilómetros de distancia. —Mañana vamos a tener una ceremonia para honrar a los muertos.

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Absorbimos eso. —Y después, vamos a tener una elección para elegir a alguien, sólo hasta que la señora Wooly vuelva, para que sea nuestro líder. Y eso fue todo. Teníamos un plan.

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CAPÍTULO DIEZ MAMÁ PATO Traducido por Anaid Ivashkov Al terminar de cenar, que, la verdad, comimos sin mucho inconveniente o conversación, Josie se levantó y tiró su plato a la basura. Entonces Chloe, Max, Ulises, Batista, Henry, y Caroline se pararon y tiraron sus platos a la basura. Después Josie se fue del área del Pizza Shack. Y Chloe, Max, Ulises, Batista, Henry, y Caroline se fueron del área del Pizza Shack. Josie caminó a la sección de la ropa infantil. Chloe, Max, Ulises, Batista, Henry, y Caroline la siguieron. Ella les preguntó su talla y eligió pijamas para ellos. Le dio a cada chico un nuevo par de pijamas y ellos los abrazaron como si fuesen un tesoro preciado. Como si los pijamas fuesen un sueño hecho realidad. Después, Josie volvió al Departamento de Multimedia y ellos la siguieron. En una fila de a uno. Fue asombroso. —Creo que voy a vomitar —dijo Sahalia, rompiendo con la calma que Josie dejó tras ella.

*** Alex ganó el último juego de Monopoly, con sus ferrocarriles, sus malditas empresas de servicios públicos y hoteles en Connecticut, Vermont, y Oriente. Y cuando volvimos al Departamento de Multimedia, esto es lo que vi: Seis pequeños en bolsas de dormir nuevas en colchones inflables nuevos con almohadas nuevas en fundas nuevas. Todos en un círculo alrededor de Josie que estaba sentada en el suelo. Josie tenía una vela en frente suyo, e irradiaba un círculo de luz cálida y dorada en sus limpias caras.

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¿Por qué no pensé en colchones inflables? Josie también se había (finalmente) aseado. Estaba usando pijamas blancos, una bata rosa y pantuflas. Y su cabello estaba nuevamente en su típica coleta alta. Su piel tostada parecía suave y brillaba a la luz de la vela. Lo único que rompía el hechizo era el gran cuadrado de gaza sobre el tajo de su frente. Pero, por lo menos, era una gaza limpia. Josie les estaba contando un extravagante, pretencioso y totalmente absurdo cuento de hadas. Iba de esta forma: —Cuando la señora Wooly venga, va a tener un gran y nuevo autobús escolar. Y abrirá la puerta y dirá, “¡Vamos chicos, es hora de volver a casa!” Henry y Caroline subirán primero, por supuesto, ya que son los más pequeños. —Soy mayor por 14 minutos —ofreció Henry. —Sí. Caroline irá primero y después irá Henry. Después Max, después Ulises, Batista, y luego Chloe, porque ella es la más grande de todos ustedes. Y, entonces, la señora Wooly conducirá calle abajo. El cielo será azul y el sol brillará. Seguirá conduciendo por la acera hacia sus casas. Sí. Y sus padres estarán esperando. ¡Oh! Imaginen lo preocupados que estarán. No importa. Ahora están a salvo. Ahora están en casa. Y la señora Wooly los tomará de la mano, los acompañará a la puerta y entrarán. —¿Y tú estarás en el autobús? —quiso saber Chloe. —¡Por supuesto! —dijo Josie—. También es mi trabajo el asegurarme de que lleguen a casa a salvo. —¿Y entrarás? —preguntó Chloe. —Sí. Si sus padres me invitan, entonces me quedaré a cenar. ¿No será lindo? Me pregunto qué comeremos. —¡Mi nana hace una lasaña que es de otro mundo! —proclamó Chloe—. Todo el mundo lo dice. —Si vamos a lo de mi mamá, ella nos dará Popeyes —aportó Max—. Si vamos a lo de mi papá, él nos dará Mickey D’s. Wendy’s es su favorito, pero ya no va porque una vez, mi papá, él fue por el ventanilla de entrega Wendy’s a medianoche y nunca adivinarán lo que pasó porque una señora estaba trabajando allí y él le dijo, “Eres demasiado linda como para trabajar en este cementerio” y ella le respondió “Puedes apostar tu dulce trasero a que sí,” y él acerca su brazo y ella se agarra y él la saca justo por la ventana abierta y la sube

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a su camioneta. Y ahora ella es mi tía Jean. Se queda a dormir. Y tiene un diente dorado. —Dios mío —dijo Josie. Entonces hubo una pausa. Imagino que Josie estaba tratando de recomponerse. —¿Es de oro de verdad? —quiso saber Chloe. —Síp —respondió Max—. Pero no se sale. De todas formas, me gustan más los Popeyes. —Ya sea Popeyes o McDonald’s, estoy segura de que será una gran comida —dijo Josie, acomodando el pelo lacio de Max—. Seremos tan felices, cuando la señora Wooley venga a buscarnos. Y ahora es tiempo de descanso y dulces sueños. Josie arropó la bolsa de dormir de Henry alrededor de sus hombros y besó a Caroline en la frente. Josie era una natural. Donde Astrid tenía esa genial cosa de consejeros del campamento, Josie era una mamá. Una mamá de 16 años y de mediana edad.

*** Su historia prácticamente me durmió a mí también. Alex roncaba. Habíamos seguido el ejemplo de Josie y nos conseguimos colchones auto-inflables. La diferencia era abismal. Abismalmente cómoda. Acomodándome en una, me di cuenta de lo tensos y cansados que estaban mis huesos. La adrenalina y el shock de, bueno, todo me había tenido volando alto. Ahora, empezaba a sentir mi cuerpo nuevamente. Y era un desastre. Además, tenía una jaqueca monstruosa por el golpe de Brayden. Josie se acercó y se agachó al borde de mi cama. —¿Puedes escribir algo para decir mañana? —me preguntó. —¿En la ceremonia?

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Asintió. —No lo sé. —Eres un buen escritor. —¿Cómo lo sabes? —dije. Rodó los ojos. —Es que… no soy un escritor público. Lo que escribo es simplemente una constancia. Para mí —le conté. Josie suspiró. La paciencia y gentileza sin límite que tenía para con los niños pareció desaparecer. Se frotó los ojos agitadamente. —Necesitamos una ceremonia, ¿de acuerdo? Ellos la necesitan. Y necesitan sentir que viene de todos. No sólo de mí. ¿Ves lo que digo? No puede ser simplemente una tontera que estoy haciendo que todos hagan. Si va a funcionar, para que realmente nos ayude, tiene que venir de todos. —Bueno, bueno —cedí—. Tienes razón, Josie. Escribiré algo. Lo haré. Para ser honestos, ya se me habían ocurrido algunas cosas. —Y gracias por organizarla —dije—. Necesitamos hacer algo. Para ellos. Se paró y alejó de mí, después se dio la vuelta. —No —dijo—. Soy yo la que debería agradecer. Así que… gracias. Por la compañía, supuse. —Hey, Dean, ¿puedo preguntarte algo? —Claro —respondí. Josie bajó la mirada, como si estuviese inspeccionando sus pantuflas. —¿Qué día es? —Se rió avergonzada—. Quiero decir… perdí algo de tiempo allí. Todo era borroso. Se siente como si hubiésemos estado aquí mucho tiempo, pero no lo creo. —Es jueves —dije—. Y llegamos aquí el martes. —¿Tres días? —dijo en shock. Empezó a reír—. ¡¿Tres días?! Eso es una locura. —¿Qué es una locura? —preguntó Niko, acercándose silenciosamente, como siempre. Su ojo izquierdo estaba cerrado por la hinchazón y, aunque estaba limpio, podía ver el rastro de su nariz sangrante en sus fosas nasales.

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—Wow. ¿Estás bien? —le preguntó Josie. —Estoy bien —dijo. El imperturbable Niko. El Valiente Cazador. —Pero, gracias por preguntar. —Educado, también. —¡Sabías que es jueves! —dijo Josie—. Sólo hemos estado aquí tres días. ¿No parece toda una vida? —De verdad que sí —dijo Niko. Estuve de acuerdo. Pensé en todo lo que había pasado—el choque del autobús, enterarse del mega tsunami, el terremoto, de los compuestos, yo atacando a Alex, el tipo de la puerta, Astrid atacando a Batista… Tres días. —Me alegra que te sientas mejor, Josie —dijo Niko. —Sí —coincidí. Me giré sobre mi espalda. Estaba somnoliento y listo para dormir. Niko se quedó mirando a Josie, quien estaba perdida en sus pensamientos. Algo estaba pasando con Niko que no había visto antes. Su típica mirada desligada e inteligente se había suavizado. Parecía más feliz. Como si de verdad estuviese contento de que Josie se sintiera mejor, no sólo porque era parte del grupo, sino porque se preocupaba por ella. —¡Tres días! —dijo Josie despacio, negando con la cabeza.

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DÍA CUATRO CAPÍTULO ONCE CEREMONIA Traducido por beccavancourt Un semana antes de la ceremonia, hubiera dicho que estaría tan dispuesto a leer un poema original en frente de mis compañeros como a pararme bajo la ventana de Astrid y hacerle una serenata con una banda de mariachis. Pero una semana puede cambiarlo todo y ahora iba a leer un poema. El poema se me ocurrió a mitad de la noche. Busqué a tientas mi diario. Escribí furiosamente, tratando de plasmar el poema sobre el papel. Los rasguños de mi lapicera sobre el papel eran los únicos sonidos en la oscura y silenciosa tienda además del distante zumbido de los refrigeradores. Volví a dormirme, convencido de que había escrito el más hermoso poema del mundo. En mi somnoliento estado, estaba seguro de que sanaría al mundo—este poema mío. Me desperté en la mañana para escuchar a Batista repetir todo lo que Chloe decía. Cuando abrí mi diario para deleitarme en mi esplendor, estaba, por supuesto, lleno de garabatos. Sólo se entendían un par de palabras. La lapicera recorrió por toda la página y lo gracioso es que subrayé muy enfáticamente, en varios lugares, pero no había palabras sobre el subrayado. Sólo líneas seguidas de signos de exclamación. Así que prácticamente tenía que empezar de cero.

*** Hey, adivinen, ¿quiénes cocinaron el desayuno? Alex y yo. Pensarían que se habrían cansado de mis exquisiteces medio quemadas-medio crudas, sin embargo comieron todos mis waffles fríos pero crocantemente congelados y mis croquetas de papa ennegrecidas. Durante el desayuno, Josie nos dijo que la ceremonia sería en el área de las camas y los baños en una hora. También nos

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pidió que no nos acercáramos para que ella pudiera terminar de organizar el lugar. —¿Tenemos que arreglarnos? —preguntó Caroline. Max se quejó y rodó los ojos. —¿Qué? Es una ceremonia, ¿no? ¿Como la iglesia? —preguntó. —Es una gran idea, Caroline. Todos vamos a arreglarnos —dijo Josie. —¿Puedo simplemente usar esto? —preguntó Brayden. Tenía puesto un par de jeans y una sudadera. Josie miró intencionadamente a Jake y esperó. Jake se aclaró la garganta. —Creo que todos deberíamos arreglarnos —le dijo a Brayden—. Ya sabes, para mostrar algo de respeto.

*** Me di una buena limpieza con toallitas de bebé y me puse ropas frescas. Luego recuperé mi diario de donde lo había dejado en mi bolsa de dormir. Estaba repasando mi poema, preocupándome por alguna palabra, o coma, o algo; cuando escuché las campanas de viento. —¿Qué es ese sonido? —se oyó la voz del pequeño Henry. Él escaló fuera de la casita de juguete que había hecho con su hermana. Caroline salió justo detrás. —Um, campanas de viento —dije—. Creo que Josie está haciendo ese sonido para avisarnos que es ya es hora de que vayamos a la ceremonia. —A nuestra mamá le encantan esas cosas —me dijo Henry, mientras tomaba mi mano—. Tiene como cinco y están colgadas en el patio de atrás. En el invierno se enredan todas pero ella siempre va y las endereza. Le encanta el sonido. —Lo sé —dije—. Podemos oírlas desde nuestro patio. Mi mamá le dice a su mamá hippie por todas sus campanas de viento, pero no iba a decir eso. —Nuestra mami dice que suenan como música de hadas —agregó Caroline.

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—¡Hey! —dijo Henry—. ¿Crees que podemos llevar alguna para ella? ¿Tomarlas cuando sea hora de irnos? —Ése es un buen regalo —agregó Caroline, asintiendo. —Seguro —dije—. Pueden llevarle dos campanas de viento, si quieren. Una de parte de cada uno. Los mellizos se sonrieron el uno al otro. Habían elegido usar conjuntos que combinaban. Henry tenía puesto pantalones negros, una camisa a cuadros, y un chaleco de jersey. Caroline, un pequeño vestido a cuadros que combinaba con la camisa de Henry, medias y brillantes zapatos negros. Habían lavado sus rostros pecosos y peinado su cabello. Pensé, ¿quiénes son estos niños? ¿Y qué piensan que está pasando aquí? Él definitivamente no pidió que lo recogieran, pero alcé a ese pequeño Henry de todos modos. Puso su brazo alrededor de mi cuello y me sentí bien. Caroline se aferró a mi mano. —Me alegra que estés aquí, Dean —me dijo ella—. Porque eres nuestro vecino y te conocemos desde antes. —Yo también —le dije.

*** Josie había empujado un pasillo para dejar libre un espacio más amplio. Esto habría implicado desatornillarlo del piso, así que sospeché que Niko le había echado una mano en las preparaciones. Ella clavó algunos pañuelos de seda dorado y naranja para cubrir las luces fluorescentes del techo, y eso marcó una gran diferencia. La iluminación era suave, aterciopelada y tranquilizante. Había un montón de tapetes superpuestos cubriendo el piso. Un amplio círculo de almohadones para que nos sentemos estaba situado alrededor del espacio. En frente de cada almohadón había un cirio apagado. En el centro estaba esta especie de lugar decorado con un gran espejo de pared tendido, algunas luces de navidad desparramadas alrededor y algunas bolas decorativas de cristal dispersas entre las luces.

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Lucía bien. Lindo. —Por favor, siéntense —Josie nos dijo a Henry, Caroline y a mí. Nos sentamos cada uno en un almohadón. Chloe estaba sentada junto a Josie y detrás de ellas colgaban las campanas de viento desde el borde de un separador de pasillo. Cada tanto Josie asentía hacia Chloe y ella les daba un ligero golpe con un mazo pequeño. Jake y Brayden se aproximaron sin prisa alguna. Ambos llevaban algunos signos de la pelea que habían tenido con Niko el día anterior. Algunos moretones por aquí, algunas marcas de rasguños por allá. Jake lucía un poco nauseabundo y noté que los dos evitaban que las luces de navidad les dieran en los ojos. Sabes que tienes resaca cuando las luces de navidad te hacen daño a la vista. Brayden observó los arreglos e hizo una mueca sarcástica. Para darle crédito, no resopló ni dijo ninguna broma. Estoy seguro que era todo un desafío no ser un imbécil. Niko entró al círculo. No lo había escuchado acercarse. Nunca lo oías acercarse. Debe ser alguna cosa de Boy Scout. Parecía estar ligeramente mejor que anoche. Pero tal vez sólo eran las luces de los cirios haciéndolo resplandecer. Se sentó en frente de Jake y Brayden. Lo vi trabar la mirada con ellos y mirar hacia otro lado. Una mirada intranquila, una mirada apreciativa. Sahalia llegó cargando nada más y nada menos que una guitarra. Estaba vistiendo un par de jeans blanco y varias camisas blancas, todas ondeando sobre las otras. Lucía hermosa y muy pura. Sin maquillaje. Respetuosa. Puedo decirles, que justo cuando crees que conoces a alguien, ella se aparece luciendo preciosa y cargando una guitarra. Se sentó con las piernas cruzadas y colocó la guitarra detrás de ella, y lanzó una mirada hacia Jake y Brayden para ver si iban a reírse de ella por la guitarra. Jake no la miró. Brayden le sonrió, medio burlándose, y medio (no sé) ¿flirteando? Chloe continuó golpeteando las campanas de viento hasta que todos llegaron y sólo quedaba un espacio vacío: el de Astrid.

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—¿Dónde está Astrid? —preguntó Max—. ¿No va a venir? Y los otros chicos comenzaron a unírsele, preguntando por ella. —Vamos a llamarla —sugirió Josie—. Quizás venga. Y los chicos comenzaron a gritar. —¡Astrid! ¡Astrid! Chloe se volteó y empezó a golpear las campanas de viento realmente fuerte. Astrid no vino. En serio esperaba que lo hiciera. Se había ido por 24 horas más o menos, a ese punto. Sabía que Astrid estaba bien. No había ningún lugar al que pudiera ir. Pero también sabía que debería estar castigándose por lo que pasó en el baño con Batista. Ella iba a tener que superarlo. Simplemente tendría que hacerlo. Batista estaba sentado ahí, quieto y pálido. Las marcas alrededor de su cuello eran de color azul y marrón. Parecía como si tuviera el cuello sucio. Lo que probablemente era cierto, de todos modos. Él no gritó el nombre de Astrid. Tampoco había superado lo que pasó. Pero podía. Asumí que podía, en todo caso. Después de todo, Alex me había perdonado. En su mayor parte, al menos. —Creo que debe estar tomando una siesta —dijo Josie finalmente—. Comencemos y tal vez ella se una después. Chloe se volteó una vez más e hizo sonar los carrillones. —Chloe, ya es suficiente —dijo Josie. —Perdón —murmuró Chloe. Josie cerró los ojos e inhaló profunda y lentamente. Luego abrió los ojos e inició. —Estamos reunidos para honrar a aquellos que han muerto. No sabemos cuántos han sido. Ni siquiera sabemos qué está pasando realmente afuera. Pero podemos rezar por los que fallecieron, guardarlos en nuestros corazones y ayudarlos a llegar al Cielo. En mi iglesia no se habla mucho sobre el Cielo. Es una iglesia UU, quiere decir Universalista Unitaria, y en cierto modo cree en las

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ideas de un montón de religiones, pero no se habla acerca del Cielo, ni del Infierno, ni de los pecados y ese tipo de cosas. —Pero yo creo en el Cielo. Y es allí donde me imagino que están yendo todas estas almas hermosas. La gente de otras religiones cree en cosas diferentes. Y eso es bueno. Lo que sea que crean que pasa después de la muerte, es lo que les está pasando. Cada uno crea su propio Cielo, eso es lo que creo. Los más pequeños comenzaron a moverse y a ponerse inquietos. Josie le asintió a Sahalia. Ella tomó la guitara y rasgueó un par de acordes. —Es una de mis canciones favoritas — dijo—. Es de Insect of Zero. No sé si la conocen, pero bueno, ésta es. No conocía la canción. Ni siquiera conocía la banda. Entonces comenzó a cantar y su voz era bastante grave y rasposa. Una voz agradable. Era como si te picara el oído y su voz pudiera rascarlo. Esto es lo que cantó: Pajaritos en el cielo, vuelen dejándome atrás. Gatitos en el sofá, gatos sólo déjenme en paz. Quiero morder, pelear, quemar un neumático. Necesito sentarme en silencio. Si sabes lo que es bueno, querrás alejarte, y dejarme en paz. Pececitos en el arroyo, no muerdan el anzuelo hoy. Perritos en la calle, no crucen por donde voy. Quiero morder, pelear, quemar un neumático. Necesito sentarme en silencio. Si sabes lo que es bueno, querrás alejarte, y dejarme en paz. Por Dios, tan sólo déjenme en paz.

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Teniendo en cuenta las palabras, parecía una canción bastante antisocial. Pero la melodía era hermosa y melancólica. Como una canción fúnebre. No sé. Era bastante perfecta. Cuando la canción acabó, Josie asintió en mi dirección. —Ahora, Dean va a leernos algo. Alex me miró sorprendido. Me encogí de hombros y abrí mi diario. Puedo decirles que no sólo no me sentí intimidado por Brayden y Jake, o nervioso de exponer mis sentimientos, sino que quería hacerlo. Y esperaba que Astrid estuviera escondiéndose en los alrededores. Estaba casi seguro que lo estaba. Quería que me oyera y que supiera mis pensamientos. Y esperaba que mi tonto poema la ayudara a sentirse mejor. Éste era mi poema: La noche vino y cayó sobre nosotros. No como si Dios nos hubiera cubierto con una manta Sino como alguien soplando una vela. Repentino y total. Apagado—sólo así. Ahora estamos esperando. Esperando en la oscuridad. Esperando por alguien Que nos devuelva la claridad. Podemos escondernos, Podemos temer, Podemos perdernos juntos O perdernos solos. Pero la verdad es: Yo soy la luz. Tú eres la luz. Iluminamos juntos. Somos siluetas del sol proyectadas en la noche.

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Brillando ahora, déjennos Brillando, sostengan la luz, Brillando, para que nuestras familias Puedan encontrarnos. Brillando. Lo sé. Un poema. Gay. ¿Qué puedo decir? Josie se levantó. No habíamos planeado nada, pero ella prendió un fósforo y lo sostuvo. Entonces tomó su cirio y lo encendió. Fue como si lo hubiéramos coreografiado—mi poema sería acerca de la luz y encenderíamos velas. Pero no lo habíamos hecho. Luego se giró hacia Ulises, que estaba sentado a su izquierda, y le acercó su vela. Él sabía que hacer; así que agarró su cirio y lo encendió con el de Josie. Después se volteó hacia Max, que se sentaba a su lado y encendió su vela. Cuando llegó hasta el espacio vacío de Astrid, Jake se acercó y lo encendió. Me alegró que haya hecho eso. Deseé haberlo hecho yo. Cuando la llama recorrió todo el círculo, Josie se inclinó hacia adelante y colocó su cirio sobre los espejos que había ubicado en el centro. Nos hizo una seña para que todos hiciéramos lo mismo. Catorce luces estaban allí, titilando juntas. Los cristales y los espejos reflejaban la luz, haciéndola brillar por todo el lugar. Los niños estaban hipnotizados. Josie se levantó. Tenía una cesta y en ella hojas de papel y cartón. Eran fotografías de personas. No famosos sino gente promedio. Ella las había cortado de revistas, envases de productos, portadas de libros. —Éstas son fotos de gente que no conocemos —dijo. Cada uno tomó un recorte de la canasta. —Quiero que agarren una fotografía y vean a esa persona y le envíen su amor. Véanlos en un círculo de luz y deséenle paz. Ulises sacudió la mano hacia Josie, y susurró algo en español mientras le pasaba su foto. Ésta era posiblemente la tercera vez que lo había escuchado hablar. Era en serio, lo que sea que le dijo, y comenzó a llorar. Le devolvió su foto a Josie.

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—¿Qué está diciendo? —le pregunté a Max. Pero Josie entendió. Rápidamente buscó entre las fotos y le dio a Ulises una de un hombre chino gordo comiendo una manzana. —¿Ésta está bien? —preguntó. Él asintió. Vi a Josie mirar la foto que Ulises había tenido. Era una de una sonriente abuela latina haciendo galletas. Probablemente lucía demasiado parecida a la abuela de Ulises. Él se limpió la nariz con la manga de su camiseta. Ese dulce niño que hablaba español, sólo entre un montón de yanquis. No se desanimaba, sino que seguía haciendo lo mejor que podía. En serio me gustaba ese niño. Bajé la mirada para ver el recorte de cartón que tenía en mi mano. Era un babé gateando sin nada más que un pañal. Me dolió pensar en el bebé. Lo más probable es que ya estuviera muerto. Un bebé. Empecé a pensar que no fue una buena idea. Toda la ceremonia. ¿Qué estábamos tratando de hacer, de todas formas? Comencé a quejarme, en mi mente. Era una pérdida de tiempo. Los más pequeños sólo iban a molestarse, o confundirse. Era una estúpida idea y, ¿quién se creía Josie, en todo caso? Ella no estaba en condiciones de mandarnos a hacer esta terrible ordalía donde pensábamos acerca de los bebés muertos y nos desmoronábamos. ¿Quién se creía que era, de todas formas? Ella acunó su estúpida foto contra su pecho y comenzó a cantar. Paz sobre ti, paz a tu alrededor Ve ahora en paz. Paz en tu interior, que la paz te rodee, Ve ahora en paz. Era una canción muy simple, y después de cantarla un par de veces, los otros se unieron de la mejor manera que pudieron. Sahalia tocaba los acordes en la guitarra. Yo no quería cantar esa estúpida canción.

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Volví a mirar al bebé en mi trozo de cartón. Me sentía tan mal por ese bebé. —Todos canten —ordenó Josie. La miré. —Canta, Dean —insistió. No podía hacerlo. —Canta. Alex estaba a mi izquierda y puso una mano en mi hombro. Me sentía tan bien por tenerlo. Tan afortunado de estar con mi hermano y culpable por tener una familia, cuando tanta gente no la tenía. Todo fue demasiado para mí. Así que miré mi trozo de cartón y centré mi concentración cada vez más, hasta que la única cosa que podía ver era el bebé. Y abrí la boca para cantarle en un susurro —Ve ahora en paz— al bebé. No pensé en todos los bebés. Toda la gente. Todos aquellos que ahora estaban perdidos. Sólo canté por ese bebé con cabello rizado, canté para que tuviera paz y descanso. Podía cantar para que el bebé se fuera al Cielo. Ese único bebé. Podía cantar por él, y sólo él. Finalmente Josie dijo, —Amén. Y me di cuenta de que tenía lágrimas corriendo por mis mejillas. Habían empapado el cuello de mi camisa y de alguna manera llegaron a mis orejas, lo cual nunca me había pasado antes. —Eso es todo —dijo Josie—. Nuestra ceremonia terminó. —Espera —dijo Batista—. ¿Puedo decir una oración? —Por supuesto —dijo Josie. Batista se puso de pie y recitó. —Padre Nuestro, que estás en el Cielo, Halloween sea tu nombre. Venga a nosotros tu reino, hágase tu voluntad, en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día, perdona los senos andantes, y perdona los senos

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andantes en contra nuestra y no nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal. Amén. —Amén —repetimos. Estaba casi seguro de que Halloween no era el nombre de Dios, y no sabía que podía llegar a ser un “seno andante,” aunque disfruté imaginarlo hasta cierto punto, sin embargo, fue agradable que Batista quisiera hacer una contribución. Tenía una mirada resplandeciente en su rostro. Orgullo y felicidad. Nos había dado algo. A pesar de toda su santurronería, estaba empezando a agradarme. Alex se apoyó contra mí y puse mi brazo a su alrededor para darle un medio abrazo. Caroline y Henry estaban abrazados pacíficamente. Ulises estaba sobre el regazo de Josie mientras que Max se acurrucaba a su lado. Ella estaba alisando el remolino de Max. El remolino más persistente del mundo. Sólo saltaba nuevamente después de cada caricia. Chloe se había deslizado hasta donde se encontraba Niko y estaba acercándosele tímidamente. A Niko no parecía importarle. Demasiado. Brayden estaba mirando el piso con una concentración estudiada que me hizo pensar que había estado alterado también, y que no quería que lo veamos. Jake levantó parte de su remera, revelando (por supuesto) sus perfectos abdominales. Luego se sonó la nariz con el dobladillo de la remera y se rio con un resoplido auto-despreciativo. Yo inhalé profundamente y dejé salir el aire. —Cielos —dijo Chloe—. Vamos a comer. Me estoy muriendo de hambre. Nos reímos. Esa fue la primera sonrisa fácil que había tenido en los últimos tres días.

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CAPÍTULO DOCE ELECCIONES Traducido por Pamee Almuerzo: Pizza. Cocinero: yo. Emocionado por eso: no.

*** ―Oh, no ―gimió Chloe mientras empujaba su bandeja por el mostrador―. Nunca pensé que me cansaría de comer pizza, pero, ¿sabes qué? Lo estoy. ―Todos estamos aburridos de la pizza ―le espeté―, pero estoy haciendo lo mejor que puedo y no me ayudan mucho. ―¡Nosotros podemos ayudar! ―exclamó Caroline―. Henry y yo somos unos ayudantes verdaderamente buenos. ―Sí ―confirmó Henry―. Ayudamos a nuestra mami todo el tiempo. ¡Podemos hacer las compras, cortar las compras Y limpiar las sobras! Él y Caroline se ríen de eso, por lo que tenía que ser una antigua broma familiar. ―Soy una cocinera genial, también ―añadió Chloe―. Deberías dejar que te ayude. Puedo hacer una muy buena pasta con mantequilla. ―Está bien ―accedí―. Te diré qué. Cada día elegiré un ayudante y ese ayudante elegirá lo que vamos a comer, y de alguna forma, averiguaremos cómo cocinarlo juntos. ―¡Súper! ¡Súper! ―aplaudieron los niños, saltando de arriba abajo. Luego hubo un coro de―: ¡Escógeme! ¡Escógeme! ―Está bien ―dije, pensándolo―. Hoy la ayudante será Chloe, y mañana será Ulises. Me imaginé que superaría primero al niño más molesto. Después de todo, ya había cocinado dos de las tres comidas para el día. Nos comimos la pizza y esperamos a que aparecieran Jake y Brayden.

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Era tiempo de elección. Niko estaba ahí, revisando sus notas; lucía nervioso, pero ansioso. Jake y Brayden se habían saltado el almuerzo y no se veían por ningún lado. Josie se paseaba cerca del mostrador. ―Está bien, hmm. Jake y Brayden deben haber olvidado lo que vamos a hacer ―afirmó, paseándose―. Ya sé, cantemos algunas canciones. ¿Quién se sabe “Ella Vendrá Dando Vuelta a la Montaña”?

*** “Ella” había llevado seis caballos blancos y “Ella” había comido pollo y masa dulce y “Ella” había tenido que dormir con la abuela cuando, por fin, aparecieron Jake y Brayden. Aparentemente, habían estado planeando una apertura impactante para su discurso de elección. Escuchamos retumbar la voz de Jake desde la distancia. ―Treinta y cuatro, veintisiete, hut, hut, ¡HIKE! 8 Y luego apareció Brayden corriendo hacia nosotros, mientras brincaba y saltaba sobre las mercancías caídas que había en su camino. Llevaba un casco de fútbol americano y una sudadera de talla grande rellenada con toallas o algo que parecían almohadillas. En el frente había escrito un 2 gigante con rotulador. Brayden venía corriendo hacia nosotros, luego giró y BUM, un balón voló hacia sus manos. ―¡Touchdown! ―gritó, tirando el balón. Los niños lucían mitad emocionados, mitad aterrorizados. Luego Jake entró trotando al Pizza Shack. Chocó los cinco con Brayden y éste le pasó el balón. Jake también llevaba un casco de fútbol americano y una sudadera hecha para parecer un uniforme. Se quitó el casco y lo lanzó sobre la mesa. Su jersey decía QB en el frente y #1 en la espalda. ―Chicos, soy el QB ―anunció―. ¡Eso quiere decir quarterback! El quarterback es el tipo en el equipo que grita los lanzamientos y se asegura de que todos jueguen lo mejor posible. Y yo voy a ser un QB genial para este equipo: nosotros. ¡Ése es el por qué deberían elegirme para ser el líder! 8 El Hike es la jugada en el fútbol americano, cuando los equipos se ponen uno frente a otro y se pasan la pelota. Los números corresponde a las jugadas que harán y el hut es uno de los sonidos característicos que forman parte de la jugada.

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Los niños comenzaron a aplaudir y a gritar como locos. Niko miró a Josie y luego volvió la vista a sus notas. La payasada de Jake era encantadora, tonta y también totalmente genial. No lucía bien para Niko. Josie intentó hablar, pero Jake continuó. ―¡Digo que no hay razón en el mundo para que no nos divirtamos aquí! Tenemos algo así como todos los juegos del mundo. Tenemos toda la comida que podamos comer. Creo que esto podría ser como el campamento de entrenamiento de verano… Estaba hablando tan rápido, parecía electrificado. Casi drogado. Y entonces me pregunté, ¿acaso estaba drogado? Estaba actuando muy extraño. ―Tengo que decir ―comenzó Brayden―, que Jake es un gran líder. Chicos, les va a encantar tenerlo de jefe. Se los garantizo. De alguna forma, ver a Brayden ahí con un gran número 2 en su pecho me puso muy, muy nervioso. ―Todos apreciamos tu entusiasmo, Brayden ―dijo Josie, metiéndose finalmente―. Pero realmente, esto sólo es para los dos candidatos. ―¡Totalmente! Lo siento. Mis disculpas para todos. ―Amigo ―le dijo Jake―. Ella tiene razón; siéntate hermano. Esto es un mano a mano. Sólo Niko y yo. Brayden fue a sentarse a una cabina a un costado. ―Ahora, sólo para ser claros ―divagó Jake―, no veo esto sólo como un campamento para entrenamiento de fútbol americano (aunque aquí tenemos los elementos necesarios para un gran equipo), sino que tenemos todo tipo de deportes. Incluso creo que podemos hacer cosas como limpiar, cocinar y toda esa mierda; ¡eso puede ser divertido, también! Podemos hacer equipos y concursos y tener premios, ¡cosas como esas! Nos sonrió a todos y luego nos levantó los pulgares. ―Está bien ―dijo Josie―. ¿Quisieras decir algo más? Jake lo pensó un momento. ―Voten por mí y celebraremos con una party! —dijo. Esperé que estuviera improvisando, porque como slogan, daba asco.

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Jake permaneció allí con el pulgar todavía en alto. Los niños le dieron un aplauso desinflado. Estaban siguiendo sus señales, pero no parecían creerle en un cien por ciento. Ciertamente, yo no le creía. ―Muy bien ―dijo Josie ―. Entonces vamos a escuchar a Niko. ―¡Genial! ―dijo Jake. Niko se puso de pie y caminó hasta estar junto a Josie, pero Jake no se sentó. Simplemente estaba ahí, algo inquieto, lanzando el balón al aire. ―Jake, ¿por qué no te sientas mientras habla Niko? ―le sugirió Josie, mostrándole a Jake dónde sentarse. Los pequeños se rieron. Jake actuaba de verdad colocado. Me pregunté si esto lo ayudaría o lo dañaría en “las elecciones.” ―Oigan, chicos ―comenzó Niko―. Fue una idea genial aparecer disfrazados. Ojalá yo hubiera pensado en eso. Aunque no sé si hubieran pensado que era genial si hubiera aparecido con mi uniforme de Scout… Alzó la vista y nos miró. Me di cuenta demasiado tarde de que Niko estaba intentando hacer una broma. Alguien tenía que trabajar con él en su presentación. ―Pero, ya saben, tal vez los Boy Scouts no sean geniales para algunas personas, pero el entrenamiento que obtuve como Scout de verdad me ha servido aquí. Y a todos nosotros. Ya saben, sé primeros auxilios y nos ayudé a salir del autobús y todo eso. Brayden le susurró “¡Hey!” a Jake y le estiró la mano. Jake le pasó el balón. ―Si me escogen, no todo va a ser juegos ―continuó Niko―. Creo que necesitamos orden y estructura. Todos vamos a tener que trabajar para lograrlo. Eso es sólo lo que creo. Los niños tenían la vista fija en sus regazos. Unos pocos estaban comenzando a inquietarse. Los ojos de Niko giraron hacia Josie y la vi hacer un pequeño movimiento con sus manos, como diciendo “Danos más.” Niko tomó una respiración profunda, luego pareció reordenarse. Se enderezó y nos miró a todos.

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―No soy bueno en dar discursos; no soy el chico más popular en la escuela. Brayden se rió disimuladamente, a la derecha. ―Pero sé lo que se necesita hacer aquí ―continuó Niko―. Sé organizar y delegar. Sé racionar comida, para que seamos capaces de permanecer bien alimentados lo más posible. Sé permanecer centrado en una crisis; creo que ya todos saben eso de mí. Sé cómo sobrevivir y les enseñaré a todos cómo sobrevivir. Eso es lo que necesitamos aprender ahora. Creo que somos más afortunados que casi todos en esta parte del país. Miró hacia arriba, y su mirada se posó en todos nosotros. Su postura, su rectitud, parecían atraernos de alguna forma y todos nos sentamos más derechos. ―Vamos a honrar a aquellos que han muerto al sobrevivir. Todos nosotros. Esa es la promesa que les hago. Si me eligen, todos vamos a salir de aquí sanos y salvos. Niko se dirigió a la parte de atrás de las mesas y se sentó, solo. Josie nos pasó lápices de una caja nueva de bolígrafos y unos pequeños trozos de papel. Todos estaban numerados. ―Muy bien ―nos dijo―. Escriban el nombre del chico que quieran que sea nuestro líder de grupo, hasta que venga la señora Wooly. Hubo un momento de garabateos mientras todos pasaban los bolígrafos. Luego hubo una pausa, mientras la gente pensaba, y finalmente, comenzaban a escribir. Observé a los pequeños escribiendo. Estos estúpidos niños. ¿Cómo podían saber lo suficiente para tomar una buena decisión? Si elegían a Jake, estábamos en serios problemas. Niko era la única opción racional, pero él no había jugado con los niños. No les había prometido diversión. ¿Qué escogerían los niños pequeños? ¿Diversión o habilidades de supervivencia? Escribí Niko, y lo subrayé varias veces. Luego me levanté y puse mi voto en la caja de pizza tamaño individual que Alex había armado como caja de votación. Alex se retiró a la cabina de la esquina, donde contó y recontó diligentemente. Se puso de pie y caminó al frente de la habitación. Intenté llamar su atención, pero él mantenía la vista en el suelo.

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Alex le susurró el resultado a Josie. Ella se tomó un momento y luego habló: ―Ésta fue una carrera de verdad cerrada, y eso dice que nuestros dos candidatos son muy buenos chicos. Que no haya rencores, chicos… Miró a Jake y a Niko. ―El ganador es Niko. Hubo algunos aplausos y un par de abucheos. Brayden dijo una estupidez de la elección (¡qué vocabulario!), pero Jake se levantó para darle la mano a Niko. ―Felicitaciones ―le dijo Jake―. Déjame saber qué puedo hacer para ayudar, ¿está bien, viejo? Jake estaba medio bailando en la punta de los dedos de los pies. Tenía mucha energía. ―Sí. Gracias ―le contestó Niko. El cabello recto de Niko le cayó sobre la frente y él se lo apartó. Todo sobre Niko era recto: su cabello, su postura, su completa forma de ser. El chico era absolutamente recto y totalmente digno de confianza. ―Vamos, viejo ―escuché que Jake le decía a Brayden, mientras se alejaban―, vamos a emborracharnos.

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DARK GUARDIANS DÍA CINCO CAPÍTULO TRECE GREENWAY 2.0 Traducido por Lucia A.

¿Qué estaba soñando? ¿Plumas de tinta mortal? ¿El salvaje y ondulado cabello de Astrid cubriendo mi cara? ¿Un asesino haciendo entrechocar una puerta? No sé. Cuando Niko me dio un codazo desperté, me senté tan rápido que lo sacudí todo fuera de mi cabeza. —¿Qué hora es? —murmuré, bizqueando ante la poca luz de la tienda. —Siete —dijo Niko—. Siete y ocho. Necesito tu ayuda en la cocina. —¿Estás bromeando? —le pregunté—. Regresa en dos horas. Cerré mis ojos y me di la vuelta en mi colchón de aire. Niko se situó justo encima de mí. Manos en las caderas. Sólo esperando. —Bueno, está bien —dije. —Nos vemos en la cocina —dijo.

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Tenía dos carteles gigantes y un par de Sharpies de colores. Él estaba dando los últimos toques a un mapa de la tienda y a un detallado programa de diario. Niko se había pasado ayer por la tarde caminando alrededor de la tienda con Alex, mientras que ayudé a Josie con los niños. La cena había estado bastante tranquila, con Jake y Brayden fuera, borrachos y haciendo Dios sabe qué; Sahalia merodeaba en nuestro perímetro, cabreando a todos; y Josie siendo la madre cariñosa de su gran camada. Bostezando, comencé una jarra de café recién hecho. —¿Por qué tengo que levantarme tan temprano? —le pregunté. —Eres el cocinero —dijo—. Te necesito para preparar el desayuno y luego vamos a despertar a todos y les daré sus asignaciones para el día. —Viejo, les va a encantar —dije.

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—Estructura —dijo Niko—. Los niños necesitan estructura. —No vas a intentar conseguir que Jake y Brayden sigan tu plan, ¿verdad? Niko peinó su cabello castaño fuera de sus ojos. Me miró. —No mucho —dijo. —Bien —contesté instantáneamente. Fue divertido y nos reímos. Creo que tal vez fue la primera vez que habíamos reído juntos. Escuché otra voz unirse a nuestra risa y me volví para ver a Ulises. Llevaba un pijama de Batman, mostrando su redonda barriguita bajo la parte superior. Ulises participó en la risa incluso cuando no sabía cuál era el chiste. —¡Soy tu 9 ayudante! —dijo. Señalando su pecho—. Ulises ayuda hoy. —Sí, así es —dije, alborotando su pelo—. ¿Qué debemos hacer? —¡Huevos rancheros! —Está bien —dije—. ¿Sabes cómo se hacen? —¡Sí, sí! —gorjeó. —Vamos a ir a buscar los huevos —le dije. Asentí a Niko cuando salimos. Él estaba ocupado con sus gráficos.

*** Si los huevos rancheros son huevos revueltos con salsa encima, entonces Ulises, en efecto, sabe cómo hacer huevos rancheros. —Está bien, equipo. —Niko se dirigió a nosotros después de que todos se habían reunido y comían el desayuno—. Vamos a hacer dos cosas hoy. Vamos a comenzar a restaurar y limpiar Greenway. Y vamos a evaluar nuestros recursos. Chloe gruñó —Awww —como si evaluar los recursos fuera una tarea que sus padres le hacían desarrollar cada domingo por la mañana.

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Lo que está en cursiva en este capítulo está en español en el libro original.

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—Alex, tú y yo llevaremos un inventario de nuestra alimentación y seguridad. El resto de ustedes iniciará la Operación Reabastecer. Niko tomó la cartulina de la parte superior y nos mostró todo el mapa de la tienda. El nombre de cada niño estaba en una nota adhesiva y ubicada en una zona. Sahalia——Departamento de Multimedia. Chloe——Farmacia. Max y Ulises—Automotriz. Batista——Juguetes. Los gemelos McKinley——Mejoras para el hogar. Yo——(sorpresa, sorpresa) Alimentos y Bebidas. —¿Por qué Josie no tiene un pasillo? —preguntó Chloe. —Tengo un proyecto secreto —nos dijo Josie. —¿Oooh, ¿Qué es? ¿Qué es? —exigieron los niños. —Ya verán —respondió ella con un guiño. Niko continuó con nuestras asignaciones—estábamos restaurando cada pasillo exactamente a cómo había sido antes del terremoto. Niko se puso de pie e hizo un gesto hacia el corral de carritos de la derecha al lado de nuestro muerto autobús escolar. Había seis abastecidos carritos de la compra alineados. Cada carro mantenía un trapeador, una escoba, un recogedor, un spray 40910. Pine-Sol 11, toallas de papel, trapos y bolsas de basura—un montón de bolsas de basura. Primero, Niko nos dijo que deberíamos cargar los carros con todo lo roto y dañado, luego trasportarlo hasta el pasillo de cochecitos de bebé—ahora apodado el Basurero. Entonces íbamos nuevamente a nuestros pasillos, sustituyendo los elementos restantes en los estantes y limpiando. Esto era desde las nueve a.m. hasta el mediodía. Entonces tendríamos el almuerzo. Luego el tiempo de descanso. 10 Spray 409: Es un producto de limpieza del hogar que sirve para el vidrio, las superficies, alfombras y demás. 11 Pine-Sol: Limpiadores Perfumados.

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Josie asintió. Estaba claro que ella había sido consultada en este plan de Niko. Y luego otro turno de tres horas de trabajo en la Operación Reabastecer. Entonces los niños tenían juego libre hasta la cena. Esperaba total rebelión de los niños. Pero tomaron sus carros voluntariamente. Bueno, todos excepto Sahalia. Tomó el de ella de mala gana y se alejó estrellándolo, escupiendo maldiciones bajo su aliento. Los pequeños parecían muy emocionados de tener un trabajo que hacer. —Voy a limpiar mis pasillos más rápido —alardeó Chloe. —Nuh-uh, —respondió Max—. ¡Ulises y yo somos el equipo a vencer!

*** Jake y Brayden, por supuesto, no participaron. Se habían hecho un pequeño bunker en el pasillo de deportes y estaban ocupados bebiendo cerveza y jugando con un láser. Era como si hubieran decidido no reconocer el liderazgo de Niko. Durante todo el día les escuchamos gritar y maldecir mientras pisoteaban alrededor. Sonaba como si estuvieran rompiendo cosas, en el transcurso de su juego. Lo cual era justo lo que necesitábamos—más para limpiar. También sonaba como si se divirtieran. Pero la repoblación de los pasillos era también una especie de diversión, a su manera. Niko enseñó a todos cómo leer las etiquetas de las estanterías, así cada juego de Polly Pocket 12 fue al espacio correcto; y cómo colocar los productos de frente, así podrías encontrar dicho juego de Polly Pocket con facilidad. Él era un perfeccionista y pidió nada menos que un compromiso total con el detalle por parte de cada uno de nosotros.

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Polly Pocket: Muñeca.

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—Caroline, veo que tienes estas cortinas transparentes organizadas, pero noté que las de color crema de un metro cincuenta están con las cortinas blancas de un metro doscientos —diría Niko. —¡Nos preguntamos acerca de eso! —diría alegremente Caroline encima de su banquillo. Y luego sacaría las de color cremas y buscaría a dónde iban y las pondría allí y estarían mejor. —Hey, Chloe, ¿ves cómo estos Advil tienen esta tapa de seguridad para niños? Van justo aquí. Estas otras, con la tapa fácil de quitar, van por aquí. —Lo que sea —gemiría Chloe. Pero ella pisotearía más y las llevaría y las pondría en el lugar correcto. Es muy tranquilizante tener este repetitivo trabajo que hacer. Podría haber seguido con el inventario por siempre.

*** Después de servir las enchiladas de queso que Ulises y yo hicimos para la cena y limpiar, estaba casi durmiendo en mis pies pero quería buscar a Astrid. Tomé un plato de enchiladas, cubierto en papel de aluminio. —¿Qué haces con eso? —me preguntó Niko. —Les estoy dejando fuera para Astrid —dije. —Buena idea —dijo Niko, bostezando—. Ella está en mi lista. Sí, pensé, ella también está en mi lista. No tenía ninguna duda de que ella todavía estaba en la tienda—no había manera de que se fuera, y, ¿por qué lo haría? Pero, ¿dónde estaba escondida? Incluso después de un día de limpieza, la tienda estaba bastante desordenada, no es como que yo pudiera buscar pistas. Instalé un taburete en el centro del pasillo principal de alimentos y tan sólo dejé el plato allí. Ninguna nota. Demasiado cansancio.

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DÍA SEIS CAPÍTULO CATORCE EL PODER DE LOS PANQUEQUES Traducido por Valen JV Me levanté por el beep-beep-beep de mi despertador de viaje marca Panasonic. Todos los demás podían dormir hasta las ocho, pero mi pequeño ayudante de cocina, quienquiera que resultara ser ese día, y yo, nos teníamos que levantar a las siete. Teníamos que preparar el desayuno para las tropas. —Batista —le susurré al chico durmiente. Con su rostro suavizado por el sueño, lucía menos arrogante y crítico. Lucía dulce, acurrucado en su costado, con sus dos manos debajo de su mejilla como si rezara. —Batista. —Le di un golpecito con mi zapatilla—. Tenemos que hacer el desayuno. Abrió los ojos y me miró directamente. —Panqueques rellenos con jarabe de bayas frescas. —¿Qué es eso? —pregunté. —El desayuno. Ya planeé el menú. —Bien —dije—. ¿Sabes cómo prepararlo? —Duh —respondió. Bien. Supongo que fue una pregunta estúpida. Aún así, no hay nada como el sarcasmo de un niño de ocho años para hacerte querer retorcerle el cuello. Especialmente a las siete de la mañana.

*** Pero en realidad, sí podía cocinar. Caminó por los pasillos como un profesional, seleccionando Bisquick 13, una docena de huevos no triturados, dos bolsas de bayas congeladas, una porción de queso crema, extracto de vainilla, y una caja de azúcar glas.

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Bisquick es un producto de cocción premezclado.

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Encontramos a Niko en la cocina. Ésta era la razón por la que no me quejaba de tener que levantarme a las siete. Niko se despertaba a las seis. Síp, seis. Seis. Seis a.m. —Buenos días —dijo alegremente—. Batista, ¿eres el ayudante de Dean por el día de hoy? —Sí, y tengo todo el día planeado. —Batista se volvió hacia mí—. Necesitamos la licuadora. En cuanto a Batista, me reprendió una vez por no lavarme las manos (“¡La limpieza está junto a la divinidad, Dean!”), pero aparte de eso, era un excelente ayudante. De hecho, en cierto modo yo me convertí en su ayudante mientras él batía el queso crema y el azúcar en la batidora y luego mezclaba la masa de panqueques en el KitchenAid, y entonces creaba estos deliciosos panqueques en la sartén de molde de hierro fundido. ¿Quién iba a saber que niños de ocho años podían cocinar? —¡Wow! —dijeron los niños mientras entraban, dirigidos por Josie. —Oh, Dios mío, huele asombroso —gimió Sahalia. Aún usaba sus pijamas, pero todos los demás estaban completamente vestidos y listos para trabajar. —Buenos días, Josie —dijo Niko, encontrándose con Josie agarrando una taza de café—. ¿Quieres un café? —No, gracias, yo bebo té —dijo ella. —Oh. Bien —dijo Niko. Luego se quedó ahí. —Chloe y Ulises, por favor mantengan sus lugares en línea. Saben dónde se tienen que quedar. Sí, lo saben. —Es muy inteligente que les hayas dado, como, un lugar fijo en línea — le dijo Niko a Josie. Sentía lástima por el chico. Era verdaderamente malo con la charla trivial. Josie no parecía notar los esfuerzos torpes de Niko. De hecho, no parecía notar a Niko en absoluto. —Max —dijo Josie, alejándose—. Todos van a tomar uno para empezar, entonces quizás coman un segundo si alcanzan para todos.

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—Hice suficiente para que todos ustedes coman tres —dijo Batista con orgullo. Y sí comimos tres. Lo único que disminuyó nuestro placer al comer los panqueques fue que cada vez que alguien decía, —¡Dios, están buenísimos! — Batista los reprendía por tomar el nombre del Señor en vano. Apenas había visto a Alex durante el último día por lo que intenté agarrarlo después del desayuno. —Hey, A —dije—. ¿Crees que podrías quedarte por aquí unos minutos después del desayuno? Tenía la esperanza de que pudieras echarles un vistazo a estos hornos. No puedo poner bien la temperatura… Una máquina que necesitaba ajuste podría atraer su interés. —Lo siento, Dean. Pero Niko me necesita —dijo, apartándose rápidamente. Me dejaron ahí, usando un delantal, sintiéndome como una madre de mediana edad cuyos hijos han descubierto el centro comercial.

*** Después de desayunar tomé un plato con tres panqueques ahogados en jarabe de bayas y deambulé buscando a Astrid. En su lugar, me tropecé con Jake y Brayden. Habían limpiado una sección del Departamento de Mujeres y arreglado una pista de bolos improvisada con botellas de baño de burbujas y una pesada pelota de yoga. —¡Amigo! ¡No debiste! —dijo Jake al verme con el plato. Se acercó lentamente. Tenía los ojos inyectados en sangre y olía a cerveza vieja. —No son para ti, Jake —dijo Brayden—. Son para Astrid. Sentí la sangre subir rápidamente a mi cara. —Aw, ¿es en serio? —dijo Jake, arrastrando las palabras. —Bueno, he estado dejándole comida. Quiero que sepa, ya saben, que es bienvenida a regresar.

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—Eso es tan dulce —dijo Brayden—. Y aquí creíamos que la comida era para nosotros. —Dios, eso huele bien —dijo Jake—. ¿Te importa si los comemos? De verdad no creo que a Astrid le importe. La vi ayer, comiendo un poco de coctel de frutos secos. Creo que le está yendo bien. Me encogí de hombros. No quería que se comieran sus panqueques, pero tampoco quería verme como un idiota. O como si me importara. Jake tomó el plato de mis manos, y él y Brayden se abalanzaron sobre los panqueques como si estuvieran muriéndose de hambre. —¡Están fantásticos! —dijo Brayden con la boca llena—. Estos son los mejores panqueques que he comido en mi vida. —Todo es obra de Batista —dije—. Resulta que puede cocinar. —Cielos —masculló Jake, limpiándose la boca con la manga de su camisa—. ¿Qué vamos a almorzar?

*** Y allí estaban a la hora del almuerzo, haciendo fila con los otros niños. Sahalia estaba justo detrás de Jake, intentando iniciar una conversación con él. La ignoraba, pero era bastante agradable con los otros niños, bromeando y agitando el cabello de Max. Niko entró caminando en la cocina y vio a Jake y Brayden ahí e hizo una pausa en su paso. Luego simplemente agarró una bandeja y se metió en la fila. El almuerzo fue nada menos que un éxito inmediato. Atún al curry en pan tostado. El atún al curry tenía almendras picaditas y grosellas en él (¿quién iba a saber que vendían grosellas en Greenway? Orgánicas, no menos). Batista les dijo a todos que les iba a gustar, y lo cierto es que, una vez que empezaron a comer, les encantó. —¿Dónde aprendiste a cocinar? —le preguntó Chloe. —Campamento de la iglesia —respondió. Mientras todos comían, vi a Niko acercarse a la mesa de Jake y Brayden. —Hola, chicos —dijo Niko. —Niko. —Jake asintió con la cabeza.

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Brayden sólo siguió comiendo. —Jake, esperaba que tomaras una tarea… Jefe de Seguridad —dijo Niko todo de prisa—. Quiero a alguien fuerte y capaz de controlar la tienda y asegurarse de que todo está a salvo. Los niños pequeños parloteaban, comiendo sus atunes en curry y sorbiendo sus cajas de jugo, pero Josie y yo compartimos una mirada: ¿Estaría de acuerdo Jake? ¿Nos ayudaría o él y Brayden serían un problema? —Lo consideraré —respondió Jake. Niko dejó escapar el aliento. —Bien. Niko llevó su bandeja hacia Josie y se sentó con ella. Mientras Batista caminaba alrededor y daba pastelitos de dulce de leche que pasamos toda la mañana haciendo, vi a Jake relajarse. Caminó hacia Chloe y le dio un cumplido por sus accesorios de cabello, los cuales eran numerosos. Y entusiasmó a Max y Ulises con la idea de iniciar un pequeño equipo de fútbol. Brayden iba junto a Jake, pero parecía distraído. Lo vi mirando a Niko. Niko estaba tratando, en su manera incómoda, de coquetear con Josie. Y, por el rabillo de su ojo, Brayden simplemente veía.

*** La asignación “secreta” que Niko le había dado a Josie para hacer, mientras los pequeños estaban ocupados limpiando sus pasillos, era mejorar nuestra vivienda. Ella había paseado por la tienda buscando el lugar más acogedor, que inspirara seguridad del supermercado. Resultaron ser los vestidores. Estaban en la esquina noreste de la tienda, contra la pared. Una de las cosas que los hacía sentir más hogareños era que el resto de la tienda tenía un frío, suelo de linóleo, pero los vestidores tenían suelo de bambú. Los vestuarios de hombres y mujeres compartían una pared común como también el diseño. Había un gran vestuario (que medía metro y medio por tres metros, accesible para discapacitados) cuando entrabas por primera vez, luego

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más allá de eso habían ocho vestidores, cuatro a cada lado de un pasillo bastante amplio. Cada pequeño vestidor era de un mísero metro por un metro. Sé esto porque esa tarde Josie me pidió que la ayudara a derribar unas de las paredes. Su idea era que los niños más pequeños durmieran juntos en los dos vestidores grandes. Para los chicos más grandes quería hacernos una litera de uno por dos derrumbando una pared separando dos de los vestidores más pequeños. Habría cuatro de estas literas en la habitación de las chicas y cuatro en el vestidor de los chicos. —No soy muy bueno con la carpintería —le dije mientras estudiábamos los espacios. —Bueno, eres mejor que yo —dijo Josie. —Apuesto a que Niko haría un trabajo realmente bueno en esto —dije. No lo sé. Sentía lástima por el chico. Estaba claro, para mí, de todos modos, que sentía algo por Josie. Creí que podría ayudarlo un poco. Josie puso los ojos en blanco. —Niko es… —¿Qué? —pregunté. —Es tan tenso y formal. Es agotador —respondió. —Sí, supongo que puedo verlo —dije. —Así que, ¿tal vez si cortamos este panel de aquí? —dijo Josie, golpeando ligeramente la pared—. Cada uno de nosotros queremos privacidad pero también ser capaces de estirarnos. —Chicos, ¿han visto a Jake? —llego la voz de Brayden. Salimos de los vestidores. Brayden estaba ahí de pie, con las manos metidas en sus bolsillos. Su cabello oscuro caía sobre sus ojos y se miraba los pies. —No lo hemos visto —respondió Josie. —Quizá decidió empezar a hacer su trabajo —dije, volviendo a los vestidores. —¿Qué están haciendo aquí? —oí a Brayden preguntarle a Josie.

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—Estamos derrumbando algunas paredes para hacer dormitorios para todos. —¿Quieren ayuda? —dijo Brayden—. Solía construir casas en el verano, así que sé cómo manejar un martillo. Resultaba tan extraño para mí, el concepto de que Brayden quisiera ayudar—estar ofreciendo su ayuda—que en realidad tuve que mirar atrás para ver si hablaba en serio. Sí lo hacía. Estaba ahí de pie, con la cabeza gacha, como un cachorro triste. —Me encantaría tu ayuda, Brayden —respondió Josie—. Sabes, tengo que decirlo, sería muy bueno para todos nosotros si tú y Jake volvieran y participaran. —Sí —dijo Brayden—. Creo que tienes razón. Entonces, ponme a trabajar… Y sonrió. Tenía una sonrisa de estrella de cine. No sé si lo había visto sonreír antes. Lo había visto reír. De manera maliciosa. Pero esto era algo nuevo. Ésta, me di cuenta, era la sonrisa que le dedicaba a las chicas. —Entonces ustedes ya no me necesitan —dije. —Supongo que no —dijo Josie. Se apartó de Brayden, rompiendo su mirada. Sin embargo, sus ojos brillaban. Y parecía ruborizada. —Déjame mostrarte lo que estaba planeando hacer, Brayden —dijo, entrando al vestidor. Me largué de ahí.

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CAPÍTULO QUINCE MI PASILLO DE COMIDA EN LA NOCHE Traducido por Pamee Josie y Brayden trabajaron mucho toda la tarde, y para el periodo libre de la noche, tenían nuevos dormitorios para todos nosotros. Josie llevó a los niños, que entraron corriendo a los vestidores. Se escuchaban gritos y risotadas desde el interior, pero Niko y yo nos detuvimos para mirar el área justo fuera de los vestidores: Josie y Brayden lo habían convertido en una sala de estar. El suelo estaba alfombrado y habían dispuesto un puñado de tapetes sobre éste. Habían traído sillas tipo pufs del Departamento de Multimedia y habían añadido más muebles. Había dos futones, una silla tipo mariposa de piel falsa, dos mesitas de café y un escritorio. Una lámpara de lava rebosaba suavemente en una de las mesitas de café. Había un mini refrigerador y una caja de botellas de agua junto a éste. Habían adornado a un punto absurdo. Junto a los muebles, había un pequeño claro, con tres mesas de cartas y siete sillas plegables distribuidas entre las mesas. Había una lámpara de escritorio sobre cada mesa y dos estanterías llenas con lo que a mí me parecía un tipo de cada libro del Departamento de Libros. Era una especie de espacio de trabajo, como una biblioteca. ―Completamente hogareño ―me dijo Niko. ¿Era una broma? Lo miré y no supe decirlo, así que sólo repetí. ―Completamente hogareño. Los niños habían enloquecido, así que entré para ver porqué era todo ese estrépito. Brayden había quitado pulcramente la pared entre los vestidores de hombres y mujeres, por lo que ahora era un solo búnker grande, con un pasillo que pasaba por el medio y las literas de cada lado. Josie y Brayden habían escrito con plumones los nombres de los niños en las puertas.

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Chloe me tomó la mano. ―Encontré tu habitación ―dijo―. Te la mostraré. Chloe me arrastró por el pasillo hasta uno de los vestidores del que había sido el lado de los hombres. Efectivamente, decía “Dean” en la puerta. El interior era más bien pequeño, de uno por dos metros y medio. Había una hamaca colgada de lado a lado y un casillero en el suelo. Sobre el casillero, había una lámpara pequeña. Por sobre la hamaca, a lo largo de la pared, había una repisa, y en la repisa había libros. Un surtido de libros de bolsillo del Departamento de Libros. Algunos de misterio, otros de ficción ciborg, cinco libros de cocina. Me reí por esos. ―¿Te gusta tu habitación? ―Josie apareció detrás de mí. ―Sí, de verdad. ―Puedes, eh, personalizarla de la forma que quieras. Sólo puse algunas cosas aquí porque pensé que te gustarían. ―Me gustan ―dije. ―Si no te gusta la hamaca, puedes poner tu colchón inflable, aunque no estoy segura de si entrará aquí.

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―Me gusta tal cual está ―afirmé. Desde el pasillo fuera de mi habitación, escuché a Max y a Ulises hablando. Ulises dijo algo y Max se rió. ―¿Qué dijo? ―demandó Chloe. ―¡Ulises dijo que parece un tren! ―anunció Max. ―¡Parece un tren! ―declaró Chloe. Nuestras habitaciones, los vestidores en el Greenway, acababan de recibir su nuevo nombre: el Tren.

*** El Tren y sus arquitectos, Josie y Brayden, fueron todo de lo que hablamos en la cena. Josie se sentó con Jake y Brayden, lo que fue un arreglo totalmente nuevo, y los tres se rieron y bromearon durante toda la cena. En cierto

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momento, Brayden estiró el brazo y lo puso sobre el respaldo del puesto. El movimiento más antiguo del libro. Y Josie se inclinó hacia atrás contra él. Niko tomó su bandeja y se sentó en la mesa junto a ellos. Intentó una y otra vez meterse en la conversación. ―Ya saben, una vez, en los Scouts, hicimos un viaje a Yosemite. Hacía tanto frío de noche que tuvimos que hacer cobertizos improvisados. Estábamos ahí afuera, a las tres de la mañana, amontonando agujas de pinos y hojas para aislamiento. ―Vaya ―dijo Brayden secamente―. Genial historia. Y todos se rieron. ―Pero lo gracioso fue que cuando hicimos la fogata, ¡esas agujas de pino seguían cayéndose al fuego y estallando! ―Oh, viejo ―interrumpió Jake, girándose a Brayden―, ¡¿recuerdas cuando el gordo Marty encendió esa bomba de grasa?! ―Fue tan gracioso, Josie ―dijo Brayden―. Guardó grasa de tocino como por un mes, porque quería enseñarnos a hacer una bomba de grasa. ―Y luego la encendió, y en vez de explotar, sólo dejó salir este humo horrible. ―Y su mamá entró gritando y tomó el extintor de incendios y nos mojó a todos. ―Fue una locura ―dijo Brayden―. Nos tomó como cinco horas limpiarlo. Y Josie se rió. Se lo estaba creyendo, el encanto de chico duro y relajado de Brayden. Niko estaba ahí, tratando con tantas ganas ser genial. Sonreía, reía en los momentos adecuados, pero yo podía ver que cada vez que Brayden tocaba a Josie o le daba un codazo suave o decía su nombre, era como un cuchillo a las tripas. Había otra persona que no parecía emocionada con el romance en ciernes entre Josie y Brayden: Sahalia. Estaba actuando extra insolente y holgazana. Casi había arrojado su bandeja con comida y ahora sólo estaba sentada ahí, con los brazos cruzados y mirando fríamente a Josie.

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*** Después de que todos nos instalamos en nuestros nuevos y lujosos alojamientos, me di cuenta de que había dejado mi diario en la cocina. Las luces ya se habían oscurecido automáticamente, lo que quería decir que eran después de las diez, pero podía ver un poco, así que fui a buscar mi diario. Cuando me aproximaba al pasillo de comida, escuché una voz. Más específicamente, escuché una risa acallada: la de Astrid. Caminé lenta y silenciosamente; no quería asustarla, pero ella no me escuchó, estaba con Jake. Ella y Jake estaban sentados cerca del té helado. Astrid estaba comiendo el plato de comida que le había dejado. Pollo a la barbacoa con ensalada de maíz, aderezada con mazada—gracias, Chef Batista. Jake le robaba pequeñas trozos de comida del plato. ―Ya para ―dijo Astrid―. Tú ya comiste. Jake le puso la mano en la rodilla. Ella la dejó ahí y siguió comiendo. ―Lo sé, pero está bueno. ―Está delicioso ―coincidió Astrid. Me sentí orgulloso, lo que era algo estúpido ya que, de todas formas, era Batista el que había cocinado mayormente. ―Deberías volver ―dijo Jake―. Los niños siempre preguntan por ti. De hecho, eso no era verdad. Ahora que la Josie maternal había entrado como la nueva mamá pato, parecían haberse olvidado de la frenética Astrid. No creo que esto tenga algo que ver con la personalidad de Astrid, simplemente creo que les fue de utilidad tener una memoria muy corta en esta etapa de su trauma. ―No quiero ―medio gruñó ella―. Te lo dije. ―Te extrañamos ―dijo Jake―. Bueno, Brayden no te extraña, pero Dean sí. Sentí que me ardía el rostro en la oscuridad. Él sabía que estaba enamorado de Astrid, y Astrid también lo sabía.

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―Por favor ―dijo ella―. Él es inofensivo. Inofensivo. Está bien. Intenté tranquilizar mi respiración. Ahora de verdad, de verdad no quería que supieran que estaba ahí. Astrid terminó su comida y metió un dedo en la salsa del plato, luego lo limpió a lamidas. Metió el dedo en la salsa otra vez, pero esta vez, antes de que pudiera llevárselo a la boca, Jake lo lamió. Se arrodilló frente a ella y le quitó el plato. Ella lo dejó. Él le puso las manos detrás del cuello y la atrajo hacia él. Ella lo dejó. Él la besó. Ella comenzó a llorar. ―Extraño a mi mamá ―dijo―. Extraño a mis hermanos. Y a Alicia, y a Jaden, y a Rini. ―Lo sé ―murmuró Jake, frotando su cuello. ―Estoy asustada. Estoy enferma de asustada. ―Nena, todos estamos asustados ―dijo Jake―. Brayden y Josie hicieron una cama de verdad linda para ti. Tienes tu propia habitación. Deberías venir y verla. ―¡Te dije que no puedo! Tiemblo todo el tiempo. Estoy demasiado asustada. ¡Estoy tan asustada que empiezo a ahogarme y vomito! ¡No quiero tener que estar cerca de ellos! Él la tomó entre sus brazos y ella se aferró a él, como si él fuera una balsa y ella se estuviera ahogando. ―Todo va a estar bien ―dijo Jake. ―¿No estás asustado? ―le preguntó ella. ―Estaremos bien, Astrid. ―¿No estás asustado? Jake respondió besándola más fuerte. De repente, estaban uno encima del otro.

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Sabía que debía retroceder, pero no lo hice. Astrid lo sacó de encima de ella por un momento y se sentó. Lentamente, con Jake observando, y conmigo observando también, se desabotonó la blusa. Estaba tan mal que observara, pero no podía, no podía parar. Ella se limpió las lágrimas con el antebrazo, mientras se desabotonaba, se deslizó la blusa por los hombros y se desabrochó el sujetador a su espalda. Dejó caer el sujetador y entonces estuvo desnuda de cintura para arriba. El cuerpo de Astrid era tan hermoso que se me cerró la garganta. Tan suave y maravilloso y blando. Ella parecía tan suave. Una escultura de alguna diosa griega a la que despertaron de la fría piedra, a la vida cálida y palpitante. Jake levantó la mano y tocó sus pechos, luego los tomó. ―¿Cuál era Cenicienta? ―le preguntó. ―Ninguno de mis pechos se llama Cenicienta. ―Ella se rió, medio a regañadientes. Obviamente, esta era una especie de broma antigua entre ellos. ―Hola, Cenicienta ―le dijo Jake a uno de sus pechos hermosos y perfectos. Lo besó, luego acarició el otro con la boca―. Hey, no te pongas celosa, Blanca Nieves. Hay suficiente de mí para las dos. De alguna forma, escucharlo decir eso, observar esta broma rara y privada, era incluso peor que verlos besarse. Astrid sólo se inclinó y lo besó fuerte. ―Hazme sentir mejor ―le dijo―. Hazme sentir algo. Él la empujó debajo de él y no pude ver más, lo que era bueno porque ya sabía que me iba a sentir absolutamente terrible sobre lo que presencié. Retrocedí y estaba casi fuera del alcance de oído cuando escuché que Jake decía: ―Sólo olvídalo. Y me detuve para escuchar. ―Ven ―dijo Astrid. ―Olvídalo ―murmuró Jake―. No sirve. ―Espera Jake, vamos.

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―Déjame tranquilo. ―Es sólo el estrés ―dijo Astrid―. No es como si hubiera pasado antes. ―Dije, déjame tranquilo ―gruñó él. Escuché el sonido de que se estaba poniendo los pantalones. ―Jake… por favor ―dijo Astrid―. No te vayas. ―Hay una cama agradable para ti en el Tren. Todos te estamos esperando. Si estás tan asustada, vuelve con nosotros. ―Ya te dije, no puedo. ―Nos vemos, Astrid ―dijo él. Me agaché cuando Jake pasó junto a mí y contuve la respiración. Después de un momento, me acerqué más a Astrid. Ella se estaba incorporando, mirando en la dirección en que Jake se había ido. Giró distraídamente su cabello en sus dedos, intentado quitarle un nudo, luego se olió la axila e hizo una cara. Mientras observaba, Astrid se deslizó los tirantes de su sujetador por los hombros y se ajustó las copas de encaje alrededor de los pechos. Mi cuerpo entero estaba ardiendo por Astrid. Debí haberme movido porque repentinamente, ella se detuvo. ―¿Jake? ―susurró, luego escuchó. Miró justo en mi dirección y a pesar de que estaba seguro de que no podía verme, me congelé. Cada latido de mi corazón retumbaba como un tambor. Finalmente, decidió que no había nadie ahí. Se vistió rápidamente y luego, para mi sorpresa, trepó por los estantes de té helado, usándolos como escalera. A mitad de camino hacia arriba, estiró la mano y movió a un lado uno de los paneles del techo. Tuve un vistazo de un saco de dormir y algunos libros de bolsillo ahí arriba. Astrid se balanceó en el soporte superior de la estantería y luego se arrastró en su escondiste. Las baldosas del techo se hundieron lo más mínimo. Astrid se estaba escondiendo en uno de mis pasillos de comida. Y la había visto en topless. Me odiaba a mí mismo por eso, pero la había visto.

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DARK GUARDIANS DÍA SIETE CAPÍTULO DIECISÉIS LA SEÑORA Traducido por Pamee

La mañana siguiente, apenas podía mirar a Jake a los ojos. Caroline y Henry eran mis ayudantes para el día, y su charla alegre era una excelente distracción. Huevos revueltos entre wafles de chips de chocolate. Wow.

*** Niko había hecho un cambio en nuestros planes. Golpeó su bandeja para llamar nuestra atención. ―Todos hicieron un trabajo excelente en reaprovisionar los estantes y hacer inventario de nuestras recursos y quiero agradecerles ―dijo Niko―. Sé que no han terminado sus asignaciones, pero ahora vamos a cambiar un poco la rutina: los chicos grandes trabajarán juntos en proyectos que necesitan atención, y los niños pequeños irán a la escuela. Se elevó un coro de “ooooh” y “¡de ninguna forma!” que ahogaron la voz de Niko por un momento. Escuela. Para eso eran las mesas y sillas plegables en nuestra nueva “sala de estar.” ―Josie, cuéntales todo. ―Niko le hizo un gesto a Josie para que se levantara y tomara la palabra. ―Está bien, escuchen chicos ―empezó―. No va a ser una lata, como la escuela de verdad. Vamos a aprender cosas divertidas y a hacer muchos proyectos de arte. Tal vez Jake incluso nos enseñe algo de fútbol. ¿Cierto, Jake? ―Es lo más probable, puede ser ―contestó, señalándola con un wafle comido a la mitad. Josie se sentó y Brayden le pasó un brazo alrededor de los hombros. Intentó acariciarle el cuello, pero ella sacudió la cabeza ligeramente; una sacudida del tipo no-en-frente-de-los-niños. Niko tomó de nuevo la palabra. Parecía acerado, ahora; frío y eficiente. ―Otra cosa que va a cambiar es la forma en que usamos la electricidad. Alex ha estado trabajando duro para hacer un plan de energía que conserve los

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necesitamos ponerlo en acción

inmediatamente. Alex se puso de pie. ―Sí, eh, así que durante el día, tendremos las luces encendidas aquí en la cocina y también la sala de estar… ―La escuela ―lo corrigió Josie. ―Pero aparte de eso ―continuó Alex―, las otras partes de la tienda estarán oscuras. ―¿Oscuras? ―preguntó Caroline. ―¿Cómo oscuras? ―preguntó Henry. ―Creo que estarán muy oscuras. Pero no se asusten, porque recuerden que la tienda está completamente sellada al exterior, así que no puede entrar nada. Todo en la tienda es una cantidad conocida ―los tranquilizó Alex. Se hablaba a sí mismo, yo lo sabía. Se decía a sí mismo que no tuviera miedo. ―Además, cada uno puede tener una linterna ―agregó Josie. Batista, Ulises y Max parecían emocionados por tener linternas, pero Henry y Caroline parecían asustados. Chloe sólo se rascaba la cabeza. Se rascaba fuerte y con propósito. Niko presentó el plan del día. Los chicos grandes ayudarían a concentrar la comida congelada en los congeladores de la cocina, para ahorrar energía. Podía ver el plan tras el gran cambio en la rutina. No podíamos gastar la energía para tener a todos los niños dispersos alrededor de la tienda; Niko quería que estuvieran en un lugar para que sólo tuviéramos que iluminar una cierta sección de la tienda. Tenía sentido, pero todo eso me irritaba y me di cuenta de que lo que me molestaba, era que Alex no me había contado de ello. Él sabía que la energía se estaba agotando y no me dijo. En cambio, le dijo a Niko. Niko lo tenía ahí afuera manejando la tienda, mientras yo estaba atascado en la cocina. Él y Niko se estaban volviendo los mejores amigos, mientras yo estaba atascado con los niños de jardín de infantes.

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No me gustaba que Niko pasara más tiempo con Alex que yo. No me parecía correcto. Éramos hermanos, yo debía saber todo lo que él sabía y viceversa.

*** Ahora que era consciente de que no pasaba tiempo con mi hermano, era todo en lo que podía pensar. En el periodo libre de la tarde, intenté que jugara Monopoly conmigo, pero él estaba jugando con Niko a Stratego. Y en la cena, Alex le pidió a Niko que fuera con él para mirar un juego de video walkietalkies que había encontrado y con el que estaba trabajando en nuestra sala de estar; así que limpié la cocina.

*** Fui a mi hamaca con una rabieta, determinado a hablar con Alex al día siguiente. Parecía que sólo hubiera dormido un momento, cuando me sacudieron y me despertaron. Era Jake. ―¡Levántate! ―susurró―. Hay una mujer fuera de los muelles de carga. Quiere que la dejemos entrar.

*** Niko, Josie, Brayden, Jake y yo trastrabillamos hacia el pasillo común del Tren. Jake nos hizo señas para que estuviéramos en silencio y lo siguiéramos. Una vez que estuvimos fuera del alcance del oído de los niños, Niko se giró hacia Josie. ―Josie, por favor quédate aquí y asegúrate de que los niños permanecen a salvo. ―Quiero ir ―susurró ella―. Están dormidos, estarán bien. ―Te necesitamos aquí ―le dijo Niko. ―Vamos, amigo. Ella quiere venir ―discutió Brayden, intentando ganar puntos con su nueva novia. ―La respuesta es no. Necesito saber que los niños están a salvo, y aquí ―contestó Niko―. El resto de ustedes, venga.

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Niko se dirigió hacia la despensa. Lo seguí, junto con los otros chicos. Josie se quedó atrás con los brazos cruzados. Niko tenía autoridad, no había duda. ―Eres tan sexista ―le siseó Josie. Supongo que era verdad.

*** En la despensa, escuchamos una voz transmitida electrónicamente. Una mujer. ―¿Hola? ¿Volvieron? ¡Por favor! Tienen que apresurarse. Jake señaló y vimos algo que no habíamos visto antes… había un intercomunicador con video. ―Estaba haciendo mis rondas y la vi ―dijo―. Ni siquiera sabía que había un intercomunicador. ―Por favor, déjenme entrar ―rogó la mujer. Niko presionó el botón del intercomunicador. ―Hola, la vemos. ¿Cuántos hay ahí afuera? ―¡Sólo yo! ¡Sólo yo! ―susurró ella. Podíamos ver que estaba estirando el cuello para mirar tras de sí. Niko quitó el dedo del botón. Se giró hacia nosotros. ―Escuchen ―dijo―. Quiero dejarla entrar, pero no podemos. Físicamente, no podemos. No sabemos cómo retraer la puerta de seguridad y no tenemos las llaves de la puerta. ―De todas formas, no confío en ella ―dijo Brayden―. ¿Ven cómo mira tras ella todo el tiempo? Trajo gente, no hay duda. Podría ser una trampa. ―Creo que está sola ―ofreció Jake―. Pero Niko tiene razón. No podríamos abrir la puerta si quisiéramos. ―¡Por favor! ―dijo ella, rogando―. ¡Por favor, apresúrense! Se quitó el material de alrededor del rostro, tal vez para que pudiéramos ver que estaba siendo honesta. Había círculos rojos bajo sus ojos y estaban bordeados de rojo. Parecía la mamá de alguien. ―¡Por favor! ¡Se los ruego!

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Niko se cogió el cabello y tiró. Estaba sufriendo. ―¿Qué hay sobre la escotilla? ―sugerí―. ¡Abrimos la escotilla y lanzamos una escalera! ―¡Sí! ―contestó Niko―. ¡Sí! Pero la mujer gritó, y su rostro desapareció del monitor. Y entonces, escuchamos una voz baja y amenazadora. Una voz familiar. ―Tú. Aléjate. De. Mi. Tienda. Le estaba hablando a la mujer, y sus palabras se interrumpían con sonidos fuertes. Los sonidos, pensé, eran de él golpeándola. ―Esta. Es. MI. TIENDA. Era el monstruo de la puerta. Estaba “protegiendo” nuestra tienda, lo que explicaba por qué no habían llegado más personas que intentaran entrar para conseguir comida y agua. Miré la pantalla conmocionado, esperando ver en cualquier momento la cara del monstruo, pero no apareció. Supongo que estaba demasiado trastornado para notar la cámara. Podíamos oír lo que estaba pasando afuera, los últimos sonidos de una palea, y entonces hubo silencio. Luego oímos lo que nos imaginamos era el sonido del hombre al arrastrar el cuerpo de la mujer. Después de unos momentos de inactividad, el intercomunicador se apagó automáticamente. Estuvimos congelados en un momento de horror, creo que es la mejor forma de describirlo. Había habido una mujer ahí, justo fuera de la puerta. Y ahora estaba muerta.

*** Y entonces Niko rugió. Apretó las manos en puños y comenzó a golpear su propia cabeza. ¡Bam, bam, bam! ―¡Niko, detente! ―le grité.

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Él se giró a la estantería más cercana y comenzó a aporrear las cajas. Di un paso adelante para intentar ayudarlo, para contenerlo de alguna forma, para que no se hiriera. ―Déjalo ―dijo Jake―. Sólo se está agotando. Niko destruyó el pasillo, rasgó, golpeó, despedazó, lanzó, maldijo, escupió, gritó. Lloró. Lentamente, comenzó a relajarse. ―Está bien, viejo ―dijo Jake, arrastrando las palabras―. Va a estar bien. ―No está bien ―gritó Niko―. ¡Ella está muerta y si sólo hubiera pensado más rápido, la podría haber salvado! Golpeó fuerte con la cabeza una caja de madera. ―¡Estás molesto! ―grité―. ¡Estás tan furioso que quieres explotar! Mi volumen e intensidad lo sorprendieron (y a mí), y él detuvo lo que estaba haciendo. ―¡Pudimos haberla salvado y fallamos! ¡Pudiste haberla salvado y fallaste! ―grité. Parecía que necesitaba que lo hiciera retroceder con el mismo peso de su propia rabia y desesperación. ―¡Está muerta! ¡Todos están muertos y no podemos hacer nada para salvarlos! Niko cayó de rodillas y apoyó la frente en el linóleo. Ahora podía dejar de gritar, me oiría. ―No es tu culpa, Niko ―dije. ―Pero pude haberla ayudado. ―No es tu culpa ―repetí. ―Tú no provocaste el tsunami, viejo ―dijo Jake, tranquilamente―. No es tu culpa. ―No es la culpa de nadie ―dijo Brayden. El cuerpo de Niko se relajó. Jake, Brayden y yo simplemente lo observamos por un rato, mientras su pecho subía y bajaba y él recuperaba su compostura usual. Niko se pasó la manga por el rostro. Se enderezó y miró alrededor.

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―Rayos ―dijo―. Miren todo este desastre. Nos reímos un poco cuando dijo eso. ―Vamos, viejo ―dijo Jake―. Vamos a tomar un trago. Jake arrastró a Niko para ponerlo de pie y dejamos la despensa, pero le dirigí una última mirada al monitor: estaba en blanco y en silencio. Una señora más estaba muerta. Añadida a los millones de muertos afuera parecía muy pequeña; pero para nosotros, era grande.

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CAPÍTULO DIECISIETE RON Traducido por Valen JV Nos reunimos en la cocina. Jake tenía una botella de ron y estaba vertiendo chupitos generosos en Dixie Cups, una marca de vasos de papel. Jake sostuvo su vaso en el aire. —Por Niko, un chico muy bueno, incluso si es un Boy Scout. —Salud —dije, chocando mi vaso con ellos. Tomé un sorbo. Ron solo. Quemaba. Pero se sentía bien sentir algo fuerte además de fracaso. Brayden remató el suyo sin hacer una mueca. —Saben —dijo Jake, después de vaciar su vaso—. Me encantan los Boy Scouts. ¿Saben por qué? —¿Por qué? —preguntó Niko. —Dan un buen trabajo a mano. Nos reímos a carcajadas. —No, en serio. Todo ese tiempo en las montañas sin nada que hacer. Siempre van preparados, también, con pequeñas botellas de loción. —Ja, ja —dijo Niko. Pero no lucía para nada enojado—. Nos cuentan un montón de esos chistes. Pero de vuelta en Búfalo… —¿Eres de Búfalo? ¿Nueva York? —lo interrumpió Brayden—. Tengo una tía de allá. Todo este tiempo hemos estado sobreviviendo juntos al fin del mundo y nunca le había preguntado a Niko de dónde era. —Sí. En Búfalo había noventa y ocho chicos en mi tropa. ¿Y saben por qué me uní? Porque era divertido. Quiero decir, aprendí mucho. Pero sobre todo sólo lo hice porque nos reíamos todo el tiempo. —Los debiste extrañar mucho, cuando te mudaste acá —dije. Él se encogió de hombros.

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—Les diré algo, chicos, que probablemente no van a creer, pero allá en Búfalo, tenía muchos amigos. De verdad los tenía —continuó Niko. Se apartó el cabello de los ojos—. Sé que va a forzar sus imaginaciones, pero incluso tenía una novia. —¿Cómo se llama? —pregunté. —¿Es sexy? —dijo Jake al mismo tiempo. —Lina y… Sí —dijo Niko. Todos reímos otra vez. —Es muy bonita. Estaba en último año el año pasado. Ahora está en Sarah Lawrence. 14 —Espera un minuto, ¿me estás diciendo que el año pasado, cuando estabas en segundo año, salías con una chica de último? Niko se encogió de hombros. —Sí. Después de un instante, Jake dijo —Genial. Brayden miró a Niko. Me daba cuenta de que estaba pensando lo que yo estaba pensando (y probablemente Jake también): Ni. Hablar. Niko estaba inventando una novia. Pero después de lo que le había pasado, ninguno de nosotros, ni siquiera Brayden, se lo reclamó. —Muy bien, tengo que hacerles una pregunta, chicos —dijo Brayden—. ¿Cuál es el lugar más loco en el que lo han hecho? —Oh, Dios. —Jake puso los ojos en blanco—. No esto de nuevo. —¿Qué? —protestó Brayden. —Ésta es su pregunta favorita —dijo Jake con un bufido—. Y de todas maneras, amigo, no toda la compañía presente puede responder ésta. —Asintió en mi dirección. No creo que estuviera intentando ser malo. —Oh, sí —dijo Brayden—. ¿No has probado el polvo, eh, Dean? Sentí mi estúpido rostro ponerse rojo.

Sarah Lawrence College es una prestigiosa Facultad de Bellas Artes y Humanidades ubicada en la ciudad de Bronxville, Estado de Nueva York, Estados Unidos. 14

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—¿Por qué todos asumen eso de mí? —dije. Intentando lucir relajado y fallando, estoy seguro. Jake se inclinó sobre la mesa y nos sirvió a todos otros enormes chupitos. —Amigo —dijo Jake—. Sólo lo asumimos de ti porque es verdad. Se rieron de buena gana. —Son unos idiotas —dije, fingiendo que no pasa nada. —Hey, Brayden —dijo Jake—. Hablando de la acción, ¿cómo te trata Josie? Le envié una mirada a Niko. ¿En qué estaba pensando Jake? Quizás no sabía que a Niko le gustaba Josie. ¿Era eso posible? Brayden tomó un trago de su bebida. Evitó mirar a Niko, pero sonrió. —Todo está bien —dijo—. Es una chica agradable. —¡Ja! —se rió Jake—. Eso significa que no te la está poniendo fácil. Niko estudiaba el vaso en sus manos. —Nos acurrucamos mucho —dijo Brayden. Niko lució tan aliviado que tuve que reír. Jake me dio una palmada en el hombro. De verdad estaba sintiendo el ron. —Oh, amigo, echarse un polvo es impresionante —dijo Jake, rascándose la cabeza—. Es absolutamente lo mejor del mundo. Una vez que lo haces, en lo único que puedes pensar es hacerlo otra vez. ¡Algunas veces estoy teniendo sexo y estoy preocupado por la próxima vez que lo vaya a tener! Me tomé de un trago el resto del ron. De verdad esperaba que se callara pronto. —Ya llegarás allí, a tiempo, Dean. Descubrirás por ti mismo el hermoso, hermoso mundo de la pequeña y caliente vagina. Era tan básico. Tan vulgar. Estaba hablando de Astrid. Él no la amaba. Sólo la quería por su cuerpo. No era justo. —Debe ser muy fácil para ti —dije. Mi rostro estaba caliente.

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—¿Cómo así? —Vienes a nuestra escuela, eres inmediatamente popular. Eres el mejor jugador del equipo de fútbol. Obtienes a la chica más sexy de la escuela. La mejor chica, sin levantar un dedo. Estaba desatado. Me sentía grande, como si pudiera decir lo que de verdad sentía. Estaba borracho. —¿Y quién eres tú, en realidad? —le dije a Jake, sirviéndome otra bebida—. Quiero decir, ¿qué tienes, además de encanto y unos músculos? —Muy bien, cálmate, Geraldine —dijo Brayden. Vacié mi vaso de papel. —Eso es mucho ron para un peso ligero como tú —dijo Jake. —Tú no te la mereces. —Me puse de pie—. Ella es tan inteligente, tan hermosa. Es salvaje, graciosa y amable, y tú sólo eres un estúpido deportista. Ni siquiera la amas. Sólo la quieres para poder echarte un polvo. Jake se levantó, enviando su silla derrumbándose detrás de él. —Te estás sobrepasando, Dean. Mi sangre estaba palpitando y reí. —¡Me estoy sobrepasando! Sí, lo sé. Si alguna vez hablo. Si alguna vez me defiendo o llamo la atención, me estoy sobrepasando, ¿verdad? ¿Porque no soy tan bueno como tú? ¿Es eso? Niko vino hacia mí, manos alzadas, como si fuera a calmarme. Señalé a Jake. —NO SE LA MERECE. ¡Ella es una diosa y él ha nombrado las partes de su cuerpo por las princesas de Disney! Jake gritó al oír esto, por supuesto. Y se lanzó sobre mí, por supuesto. Y empezó a darme una paliza, por supuesto. Después de que me dio unos buenos golpes, lo apartaron de mí. Yo estaba en el suelo, jadeando. Había sangre en mi cara y en el linóleo. Jake jadeaba, tratando de recuperar el aliento, mientras lo retenían. —Es un chivato —dijo Jake, señalándome—. Es un pervertido. —¿Qué está sucediendo aquí? —Vino la voz de Josie.

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Corrió a mi lado. —¿Qué pasó? Niko y Brayden lucían culpables. Jake se fue. —¿Brayden? —dijo Josie. —Josie, simplemente se salió de control —dijo él. Josie les dio a Brayden y a Niko una mirada de enojo. —¿Bueno? —dijo—. ¿Alguien va a ayudarlo a levantarse? Me acurruqué de mi costado y vomité.

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DÍA OCHO CAPÍTULO DIECIOCHO CONOZCO LOS ANALGÉSICOS Traducido por Pamee Madre Josie me limpió y me llevó a la cama. Le pedí que tomara el turno del desayuno por mí y ella aceptó. ―Duérmete ―dijo―. Hueles como un borrachín. Luego me quedé ahí el resto de la noche y tuve unos sueños febriles donde el puño de Jake encontraba mi rostro en diferentes lugares. Me golpeaba en la biblioteca. Me golpeaba en la fila de entradas en los Cines Royal. Me golpeaba en mi cama en casa. Durante todos, mi cabeza palpitó como si se fuera a partir por la mitad.

*** En la mañana, me sentía como si hubiera caído de un telesquí, y luego hubiera caído por una pista con montículos y luego me hubiera golpeado un tractor de nieve. Además, tenía dolor de cabeza. Pero sabía lo que tenía que hacer: tenía que ofrecerle disculpas a Jake. No podía tenerlo como enemigo. Iba a tener que mentirle.

*** Después de que los niños despertaron y los llevaron al Basurero para sus limpiezas matutinas, me puse de pie. Mi nariz palpitaba rítmicamente de dolor. Estaba llena de costras de sangre, así que tenía que respirar por la boca, la que sabía como el fondo de un contenedor de basura. Me tropecé por el pasillo y golpeé la puerta de Jake. ―Jake ―jadeé.

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Me estaba permitiendo sonar tan lamentable como me sentía. Golpeé otra vez. ―Jake ―dije―. Me quiero disculpar. La puerta a la litera se abrió una rendija. ―¿Qué? ―llegó su voz. ―Astrid me dijo esas cosas en secreto ―le dije, medio jadeando mientras hablaba―. No tenía derecho a decirles a los otros chicos. Lo siento. Tenía su atención. La puerta se abrió del ancho de una mano. Pude verlo en su hamaca, mirándome a través del espacio. ―¿De qué estás hablando? ―me preguntó. ―Astrid habla conmigo a veces ―le expliqué―. Cuando le dejo comida, a veces baja y habla conmigo. Me dijo algunas cosas sobre ustedes dos… Jake me observó a través de la puerta. Latido. Latido. Latido. ¿Se lo creería? ―Cosas muy privadas ―gruñó―. ¿Qué más dijo? ―Nada ―contesté―. Sólo sobre cómo se conocieron y… Piensa. Piensa. Piensa. ―De verdad te quiere ―dije―. Dijo que se siente asustada y que tú eras el único que la hacía sentir segura. Él cruzó los brazos. ―Yo sí la quiero ―dijo―. Estuvo mal que dijeras esas cosas. Se lo estaba creyendo. Sentí que me desmayaba, de alivio o dolor, no podría decirlo. ―Lo sé ―dije―. Lo siento. Ya sabes, de verdad nunca antes había bebido tanto. BAM, BAM, BAM hacía el latido como puntas de dagas en el puente de mi nariz. ―Sí ―contestó arrastrando las palabras―. Te dije que fueras más lento. Demonios, creí que nos habías estado espiando. No sabía que ustedes dos eran amistosos.

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―Creo que se siente sola ―dije―, y supongo que probablemente sabes que tengo este estúpido enamoramiento por ella. Le estaba dando lo que ya sabía que él sabía. Así es como se hace. Ganas confianza al decir tus secretos. Parecía que él se lo estaba creyendo. De verdad necesitaba que se lo creyera. ―Bueno, demonios, librero ―dijo―. Entonces de verdad siento haberte golpeado tanto. ―Me lo merecía ―dije. Mi nariz estaba palpitando y enviaba una constante puñalada de dolor desde la mitad de mi frente. ―Hey, de todas formas, ¿qué significa “librero”? ―pregunté. ―Alguien que lee mucho. Algo así como un nerd ―dijo, con una sonrisa vergonzosa. Bien. Podría haber acabado conmigo. Lo que sea. Mientras no me masacre por espiarlo. Me di la vuelta para irme y tuve que estirar la mano para estabilizarme. Todo se estaba volviendo eléctrico en los bordes de mi campo de visión. Unos pececitos pasaron nadando y casi me llevan a lo hondo con ellos. Luego Jake estaba de pie dándome apoyo, con su hombro bajo mi brazo. Me incliné pesadamente contra él, intentando no perder el conocimiento. ―Creo que pude haberte roto la nariz ―dijo, excusándose―. ¿Por qué no me dejas arreglártela? Jake me bajó sin problemas en el futón de la sala de estar y luego se fue a buscar los materiales que necesitaba para taponearme la nariz. Volvió con una cinta quirúrgica, bolas de algodón, un par de tijeras y una botella de agua oxigenada. ―Esto me pasó una vez cuando jugamos con Abilene Cooper. Tenían un apoyador que debía pesar unos ciento treinta kilos. El tipo me golpeó como un toro a un payaso de rodeo. ―Miró alrededor―. Oh, demonios, olvidé traer algún paño. ―Tomó una manta de chenilla del sillón―. Josie estará cabreada, pero a quién le importa. Mojó una esquina con agua oxigenada y comenzó a limpiar mi cara. Intenté no echarme atrás, pero dolía como el infierno.

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―Oh, espera ―dijo Jake―. Olvidé la mejor parte. ―De su bolsillo trasero sacó dos paquetes de pastillas en papel de aluminio―. Te conseguí unas medicinas para el dolor. Son fuertes. Verdadera diversión. Sacó una y me la dio. Se derritió en mi boca. Mentolada. ―Buenas, ¿eh? Funcionan realmente rápido. ―Y me tendió la otra―. Y estas son semi-roides. Van a ayudar a tu cuerpo a sanar y, ¿sabes qué, amigo?, deberías seguir tomándolas por un tiempo. Te ayudarán a rellenar tu físico un poco, si sabes lo que quiero decir… Me metí los esteroides al bolsillo para tomármelos después, cuando tuviera agua a mano. Ya estaba empezando a sentirme mejor, más cálido y relajado. Me acosté en el futón. ―Así se hace ―dijo Jake―. Ahora cierra los ojos y abre la boca para mí ―ordenó, y entonces derramó el agua oxigenada dentro de mi nariz. Me senté, farfullando y echando espuma. Jake presionó la manta sobre mi cara. ―Bien, bien. Luego, me palpó la nariz y me metió algodón en cada ventana de la nariz.

158 ―Tienes suerte ―dijo―. Una fractura limpia. Te hará ver más viril.

―Puso dos trozos de cinta alrededor del puente de mi nariz―. Deberías agradecerme por quebrártela. Las chicas aman una nariz quebrada. Apenas podía hablar, entre la resaca, los analgésicos y las dos bolas de algodón atascadas en mi nariz. ―Gacias, Janke ―me las arreglé para decir. Él se rió. ―Estás bien, librero. ―Extendió la mano―. Siento haber saltado a las conclusiones. Le sacudí la mano, lentamente. Él me estaba sonriendo, de verdad pedía mi perdón. Me sentí como un imbécil. Sí me había merecido una paliza por lo que había hecho, y ahora había engañado a un chico que, a pesar de sus defectos, era bastante decente. Sacudí su mano y dije―. Gue mi culpa.

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―Oh, Dios mío, ¿qué te pasó? ―llegó la voz muy chillona de Chloe. Los niños volvían del desayuno, a prepararse para su escuela. Me vieron y jadearon, reuniéndose a mí alrededor. ―Le dieron una paliza ―dijo Max, confiado. ―¿Te dieron una paliza, Dean? ―preguntó la pequeña Caroline, rascándose la cabeza. ―Me caí ―mentí―. De un estante. ―No, no se cayó ―dijo Max―. Le dieron una paliza. ―Nop, Dean se cayó de un estante, niños ―dijo Jake―. Yo mismo lo vi caer. ―Tal vez ―concedió Max. Me miró y luego miró a Jake y volvió a mirarme a mí. Cada vez que movía la cabeza, su remolino rubio se balanceaba como una pluma en el sombrero de una anciana―; pero todo lo que puedo decir es que la hermana de mi mamá, Raylene, que es mi tía, pero no le gusta que le digan tía porque dice que la hace sentir vieja así que la llamo Sissy Raylene. De todas formas, ella solía venir para jugar póker y parecía toda destrozada y mi mamá decía, “¿Qué pasó?” y Sissy Raylene miraba a su marido, Mack, y decía “Me caí de una escalera.” Y mi mamá decía “Pareciera que te hubieran dado una paliza,” y el marido de Sissy Raylene, Mack, decía “No, se cayó de una escalera.” Y después Mack iba a jugar póker y Sissy Raylene le lloraba a mamá y decía “De hecho, Mack me dio una paliza.” ―Max nos miró a Jake y a mí intencionadamente―. Eso es todo lo que digo. Justo entonces, apareció Josie. ―Hm. Qué agradable verlos levantados ―dijo. Tomó la manta horripilantemente sangrienta―. Lindo, gracias por esto ―dijo, observando la manta―. Y tengo buenas noticias. ¿Han notado que todos se están rascando mucho la cabeza? Medio lo había notado, y de hecho, en ese mismo momento, varios de los niños lo estaban haciendo. ―Tenemos piojos. ―Se giró a los niños―. Niños, vayan a ponerse sus trajes de baño. Los niños vitorearon y saltaron de alegría. Sahalia se desplomó tras ellos, pareciendo enojada, como siempre.

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Josie se giró hacia nosotros. ―Ustedes también.

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CAPÍTULO DIECINUEVE PIOJOS Y OTRAS PLAGAS Traducido por katiliz94 Josie nos dijo que nos cambiáramos y se dirigió al Basurero. Quería que todos nosotros lavásemos nuestro pelo inmediatamente. De hecho, para ser especifica, ella nos quería lavar el pelo. Jake y yo encontramos trajes, nos cambiamos y fuimos. Todos los niños pequeños llevaban bañadores. Era muy tierno. Estaban temblando en el frio aire de la tienda, así que Niko repartió las toallas de la gran pila que Josie había traído. Josie también había instalado dos grandes tubos de plástico, junto con bastantes botellas de shampoo piojicida y jarras de cuatro litros de agua destilada. Brayden llegó saltando. Tenía un par de pantalones de baño, también. La parte superior de su cuerpo estaba además esculpida y musculosa, como la de Jake. Pero Jake tenía aquella pálida piel y el pelo rubio. El tono de piel de Brayden era aceitunado, de forma que incluso a pensar de que era otoño y ninguno de nosotros había visto el sol en aproximadamente una semana, Brayden parecía bronceado y merecedor de la playa. Sahalia apareció justo a tiempo para ver que Brayden le deba a Josie un gran beso. Imagino que Josie había logrado sobreponerse a sus remordimientos sobre las demostraciones públicas. Tal vez simplemente no podía resistirse a su cuerpo. Sahalia no llevaba puesto un bañador, noté. No lo esperaba de ella. En realidad no esperaba que ella hiciera cualquier cosa que cualquiera le dijera que hiciera. En lugar de eso estaba vistiendo una camiseta blanca y pantalones cortos, con largos calentadores de lana hasta sus rodillas. En ese momento, sólo supuse que había querido montar un estupendo conjunto de desinfección.

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Josie nos dijo que nos sentaríamos a horcajadas en la papelera. Después derramaría agua sobre nuestras cabezas, limpiaría nuestro pelo, lo enjuagaría. Lo repetiría y estaríamos listos. Así que estábamos todos reunidos allí. Y había una atmosfera un tanto festiva manteniéndose, porque era, en cierto modo, una cosa boba para estar haciendo, teniendo un grupo de fiesta de shampoo en nuestros bañadores. Josie estaba trabajando en Ulises y él estaba gritando y haciéndose el payaso sobre como de fría estaba el agua. —¡Me estoy congelando! —dijo, en su quebradizo inglés—. ¡Un gélido frío! Todos estábamos riendo. Y Josie tenía las manos llenas porque él se seguía alejando, pero con una cabeza llena de espumosa espuma. Se estaba yendo por todas partes. Mientras tanto, Sahalia, quien les recordare tiene trece, se sienta a horcajadas en la otra papelera, enfrentando al pasillo lejos de nosotros. Estoy de pie con Niko, Jake y Brayden, todos con toallas sobre los hombros, esperando nuestro turno. Y Sahalia coge una botella de agua y se inclina sobre la papelera. Ahora su espalda está enfrentándonos, y son cortos shorts los que está llevando. Así que podemos ver… mucho. Podemos ver la piel bajo la pierna de sus pantalones. La cremosa piel de su muslo interior, interior. Era como la propaganda de bikinis de Deportes Ilustrados. Aparté la mirada, como era lo único correcto. Pero Jake y Brayden, no tanto. —Jesús, Sahalia —ironizó Josie—. Estás gastando agua. Era verdad. Sahalia había vaciado más de dos litros sobre su cabeza mientras todos habíamos permanecido de pie, paralizados por su escandalosa posición. Pero se puso peor (o mejor, dependiendo del punto de vista). Se puso de pie y se giró para enfrentarnos. Y su camiseta estaba toda mojada.

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Ahora podíamos ver completamente sus pechos, a través del material de su camiseta. Podíamos ver los pezones. Todo sobre ellos, podíamos ver. Era sexy. Era una locura. No creo que sepa lo que estaba haciendo. Sólo era una niña. —Ha-ha —cantó Max—. Puedo ver tus boobies, Sahalia. Josie se acercó corriendo con una toalla. —Sahalia, tu camiseta es totalmente transparente —cacareó Josie. Ella nos lanzo una mirada y vio lo que todos ahora estábamos tratando de esconder, que habíamos notado lo que Sahalia quiso que notáramos. Mientras Josie se ocupaba de envolver a Sahalia en una toalla, vi a Sahalia mirar a Jake y a Brayden. Una pequeña sonrisa juguetona en sus labios. Era posible que Sahalia no se hubiera dado cuenta de que estaba prácticamente pegando su culo en nuestras caras. Y tal vez no había sabido cuán fina se pondría la camiseta. Pero me pareció que quería que viéramos su cuerpo. Quería ser deseada. Cuando mi turno llegó, estaba orgulloso por tener agua fría derramada sobre mi pelo. Necesitaba mucho limpiar mi cabeza. Cuando llegó el momento de limpiar el pelo de Brayden, vi a Josie ser extra-amorosa, extra-dulce. La vi tiernamente masajear su grueso pelo marrón; la vi alejar toda la espuma que amenazaba por toparse con sus ojos; la escuché murmurar, —¿Está bien? —y— ¿Cómo se siente? Brayden tenía los ojos cerrados. Todas sus pequeñas atenciones fueron desapercibidas por él. Estaba ocupado pensando en el camino de subida por los shorts de Sahalia.

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DARK GUARDIANS DÍA NUEVE CAPÍTULO VEINTE NOS DROGAMOS Traducido por Azhreik

Cuando la alarma de mi reloj sonó a las siete, de alguna forma me sentí doblemente peor de lo que me había sentido el día anterior, un vistazo en el espejo rosa de princesas que Caroline había colgado en el vestíbulo me dijo que tenía dos ojos espectacularmente negros. Atraje el espejo muy, muy cerca de mi rostro para poder ver si mis pupilas estaban demasiado dilatadas, tal vez tenía una conmoción cerebral. Max llegó bailoteando, era su turno de ayudar en la cocina. —Amigo —dijo—. ¡Luces como un monstruo! Consideré rugir o actuar como un monstruo de alguna manera, pero la cabeza me dolía demasiado. En nuestro camino a la cocina, me tragué cuatro Advil.

*** Me quedé dormido durante el desayuno. ¿Qué puedo decir? Fue muy bien sin mí, con Max sirviendo tazones de cereal y leche de caja. Tenía la cabeza apoyada en la barra cuando Alex me despertó con un coscorrón. Vi que el desayuno había terminado y todos se habían ido. —¿Qué sucedió en realidad? —dijo—. No te caíste de una estantería. —¿A quién le importa? —dije e intenté volver a dormir. —¡A mí me importa! —dijo—. Dime qué sucedió. —Ve a jugar con Niko —le contesté. —¿Qué quieres decir? —Siempre andas con él, arreglando todo, organizando todo. —Dean, ¿qué le pasó a tu cara?

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—Jake me golpeó, ¿de acuerdo? —¿Por qué? ¿Qué hiciste? —preguntó. Sólo me le quedé viendo y él me regresó la mirada; tenía esta mirada de exasperación en el rostro: irritación y decepción. —¿Qué hiciste? —repitió. Hirió mucho mis sentimientos que asumiera que yo había hecho algo estúpido, que yo era el que la había jodido. Sin contar que de hecho sí había hecho algo estúpido. Quería que él se pusiera de mi lado primero e hiciera las preguntas después. Las lágrimas asomaron a mis ojos. —Sal de aquí —dije. —Dean— —¡Déjame en paz! —grité, le di la espalda y me metí en la despensa. Después de un rato, se fue.

*** Fue tal vez una hora después, había terminado de limpiar lo del desayuno y simplemente estaba recostado en la barra para una pequeña siesta, cuando vino Jake. —Hey, libros —dijo—. ¿Cómo te sientes? —Me siento como el infierno —contesté. —Sí, supuse que podrías sentirte así. Sacó de su bolsillo un par de paquetes de láminas. —Vamos a colocarnos —dijo. —Sí —respondí. Una de las pastillas extra fuertes para el dolor que se disolvían del día anterior y una misteriosa píldora triangular naranja después, y estaba volando. Me sentí relajado pero vigorizado, suelto y feliz. Decidimos comer galletas.

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Decidimos comer una de cada tipo en el repletísimo pasillo de galletas. —Malditas Chips Ahoy —dije—. Clásicas. —¿Suaves o duras? —preguntó Jake. —No se llaman suaves, se llaman blandas —lo corregí. —¡Blandas! —Se río—. Me matas. Sacó algunas bolsas del estante. —Aquí es dónde vamos a meternos en problemas: milanos de menta, milanos de naranja, milanos planas, milanos de doble chocolate oscuro. ¿Por qué necesitan tantas milano? —Sí —coincidí—. Hay como una milano por cada ser humano en el mundo. —Caramba —Jake arrastró las palabras—. Probablemente ahora sí, ¡Sólo quedamos veinte o algo así! Y nos reímos a carcajadas. —¡Oh, dios mío, me siento GENIAL! —dije. —Lo sé, es una locura —comentó Jake. —¿Esto es lo que estabas tomando el día de las elecciones? —Completamente. —Wow, la fastidiaste por completo. —Lo sé. Eso nos pareció hilarante. —¿Qué están haciendo chicos? —preguntó Max, mientras recorría el pasillo. Me giré y le RUGÍ. Como un monstruo. Gritó y se alejó corriendo. Jake y yo pensamos que era la cosa más graciosa del mundo. —Hey, ¿quieres saber algo jodido? —Claro —dije. —¿Ya sabes que dijeron que los efectos en los compuestos de mi tipo de sangre eran, como, fallas reproductivas?

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—Sí. —Ya no puedo levantarlo —dijo Jake—. A eso es a lo que se referían, ya no puedo levantarlo por nadie. —¡Cielos! —dije—. ¿Para ti? Eso es como una tragedia. Empezamos a reírnos y reírnos y reírnos. —Oh, dios mío, tengo que mear —dijo Jake—. Vamos. Vayamos al Basurero.

*** Cuando pasábamos por el Departamento de Deportes, escuchamos a Sahalia riendo. —¿Qué tenemos aquí? —dijo Jake. Encontramos a Sahalia y Brayden jugando hockey de mesa. Sahalia vestía lo que puedo describir mejor como un disfraz, un disfraz de carpintero sexy, o tal vez un granjero sexy. Tenía puesto un overol gigante de hombre, cortado en las rodillas y debajo vestía muy poco: un sostén de encaje y unas bragas de encaje a juego. Podías ver el sostén porque los lados del overol eran completamente abiertos y también podías ver el encaje pasando sobre su cadera, también casi podías ver su unión con la parte de la tanga en la espalda, pero, hey, no estaba mirando fijamente… demasiado… no creo. —¡Hey, camaradas! —dijo Brayden—. ¿Quieren jugar? —¿No se supone que ustedes dos debían estar trabajando? —bromeó Jake. —Estoy a cargo de reaprovisionar la sección Automotriz —dijo Sahalia sarcásticamente, mientras preparaba un disparo—. Pero pensé que me tomaría un descanso por una o tres horas… —Jodido Niko con su horario —dijo Brayden—. Piensa que le puede decir a todos qué hacer cada momento del día. —¿Qué podemos hacer, Bray? Fue la elección de la gente —dijo Jake. Empezaba a sentirme grogui. —¿Qué tiene Geraldine? —preguntó Brayden.

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—Estoy bien —dije. —Está drogado —contestó Jake. Sahalia y Brayden se rieron. —Vaya cara que tienes, Dean —comentó Brayden. —Luces como si te hubiera golpeado un camión —dijo Sahalia. —Nop, yo lo golpeé —dijo Jake, sonriéndole. Luego flexionó sus bíceps—. ¿Sientes eso? ¡Son las armas que causaron ese desastre! Sahalia tocó el brazo de Jake y lanzó oohs y aahs. —Jake tiene el tamaño, pero yo tengo definición —dijo Brayden, empujando a Jake y adelantándose hacia Sahalia. Sacó músculos y ella lo tocó, además presionó su cuerpo contra el de él y deslizó sus manos por su bíceps. —Admirable —murmuró. —Disculpen —sonó la voz de Josie—. ¿Qué está sucediendo aquí? Brayden se apartó de Sahalia. —Nada —dijo. —¿Y qué traes puesto, Sahalia? —Ropa, Josie —contestó. La cara de Josie se sonrojó, sujetó el brazo de Sahalia y la hizo girar. —¡Suficiente! —dijo Josie—. Comprendemos, ¿okay? Eres sexy y quieres tener sexo con estos chicos, lo comprendemos. Pero, cariño, eso no va a suceder porque tienes trece años, tre-ce. ¿Entiendes lo que estoy diciendo? —Cumpliré catorce en menos de un mes —respondió Sahalia. —Ve y ponte algo de ropa encima —le ordenó Josie, empujándola fuera del pasillo. —Oigan, chicas… —dijo Brayden. —La gente se viste así, sabes —comentó Sahalia. —Es un estilo. —Sí, ¡Las prostitutas se visten así! —replicó Josie. Esto como que me recordó a la discusión que un padre controlador podría tener con su hija adolescente, excepto que la hija adolescente tenía trece y el padre estaba siendo interpretado por una estudiante de segundo año de preparatoria.

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—¡No eres mi jefa! —gritó Sahalia. —¿Oh, sí? —rebatió Josie—. Estoy a cargo de los niños pequeños y tú eres una de ellos. —Sé mucho más de sexo que tú, ¡perra creída! En vez de gritar, Josie se acercó muchísimo a la cara de Sahalia. —¡Eres una niña! —dijo. Niko llegó trotando, estaba sucio y sudoroso. —¿Qué sucedió? — preguntó. —Escuché gritos. —Sahalia se les está lanzando a los chicos mayores —dijo Josie—. Y por la manera en que están respondiendo, no sé qué podría pasar. —Josie, no estábamos haciendo nada —protestó Brayden. Josie se volteó hacia mí, ¡A mí! —¡Y él está drogado! ¡Dean, tú de entre toda la gente! Eras con quien contábamos para ser digno de confianza. —De acuerdo, vamos a calmarnos —Jake arrastró las palabras. —Tiene trece —dijo Josie, girándose hacia Niko. Podía ver las lágrimas que estaban a punto de derramarse de sus ojos—. Una niña de trece años. —No me gusta cuando la gente habla de mí como si no estuviera presente —dijo Sahalia—. Soy tan madura como cualquiera de ustedes, Jake y Bray lo saben. Sólo estás molesta porque les gusto más que tú. Sahalia arrojó los brazos alrededor del cuello de Brayden. A él la cara se le puso roja y se soltó de su abrazo. —Sahalia —dijo—. Eres una niña, pasamos el tiempo contigo, pero como que nunca haríamos algo contigo. Lo siento. El rostro de ella se arrugó. Por un momento realmente lució como la niña que era. Se dio la vuelta y corrió por el pasillo. —Eres un imbécil, Brayden —dijo Josie—. Creí que tal vez podrías cambiar… Josie se fue furiosa en la otra dirección.

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Brayden levantó las manos. —¡Jesús! ¡Hago lo correcto y todos se molestan conmigo! Niko nos echó un vistazo a los tres y luego se dio la vuelta y fue tras Josie. Brayden se volteó hacia Jake y yo. —Necesito algo de lo que sea que traigan.

*** Los dejé después de que Brayden se tomara las pastillas. Ya no quería más. En realidad no quería tener nada más que ver con ellos. Y tenía que recostarme. Tan pronto como fuera posible.

*** Necesitaba un favor y no tenía a nadie más a quien pedírselo. Él estaba trabajando en un escritorio cerca de los niños, tenía tres o cuatro dispositivos electrónicos diferentes esparcidos sobre el escritorio y estaba juntando partes de ellos. —Alex —dije—. ¿Podrías por favor hacer el almuerzo por mí? Levantó la mirada, fría e hiriente. —Supongo. —¿Y tal vez la cena? —No lo sé —dijo, mirándome—. Niko necesita mi ayuda. Verdadera, ayuda real. Para organizar este lugar. Me encogí de hombros. —Sólo necesito un favor, Alex —suspiré—. Lo siento. Y lo sentía.

*** Fui a mi cubículo, trepé a mi hamaca y dormí y dormí y dormí. Durante el almuerzo y durante la cena.

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A mitad de la noche, creí que estaba soñando que Astrid estaba en mi habitación. Estaba soñando que Astrid estaba en mi pequeño cubículo, parada a mi lado, mirándome. Entonces capté un olorcillo a ella y de un tirón me desperté a la realidad. Astrid estaba en mi cubículo y olía fétido. Lucía hermosa en el brillo iridiscente de mi despertador de porquería, pero en verdad apestaba. Estúpidamente, mi primer pensamiento fue que me alegraba que Jake me hubiera ayudado a sacarme la última bolita de algodón de la nariz antes de haberme acostado. Ahí tienes vanidad. Sujetó mi cabello y me jaló la cabeza hacia arriba, así que la estaba mirando a la cara. —¡Nunca más vuelvas a espiarme! —me espetó. —Lo siento —dije. —Cabrón. Soltó mi cabello y se dio la vuelta para irse, el espacio era tan pequeño que básicamente su cuerpo estaba apretujado contra el mío. —Y no más píldoras para el dolor, te arruinarán, te convertirán en idiota. —Astrid, por favor —dije. —¿Qué? —De verdad, de verdad lo siento. Me senté, incomodo, columpiando una pierna sobre el borde de mi hamaca. Mi pierna rozó su muslo y ella no se apartó. —Iba por mi diario y los vi a ustedes dos y… estuvo mal, estuvo muy mal, en especial porque… —Porque, ¿qué? —dijo. Mi boca estaba seca y mi corazón palpitaba. —Porque yo… me preocupo por ti. —Dije y luego di marcha atrás, un poco—. Quiero que te sientas mejor, quiero que regreses y estés con nosotros.

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En el resplandor de mi reloj no podía verla tan bien, pero creí alcanzar a ver un rastro de lágrimas en su rostro. —Ahórratelo —dijo—. Espiarme, colocarte, asustar a Max. Eso no está bien. Me sentí tan bajo, como un gusano. —Necesito que sigas siendo uno de los chicos buenos —dijo suavemente. Y luego se fue.

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DÍA DIEZ CAPÍTULO VEINTIUNO LA ESCOTILLA Traducido por Azhreik No desperté a Chloe a las siete de la mañana, se suponía que era mi ayudante del día, pero me la salté y en su lugar desperté a Max. —Max —susurré en el nido donde estaba acurrucado con Ulises y Batista. Los niños pequeños no tenían hamacas, dormían en colchones para cunas colocados uno junto al otro. Los tres niños lucían salvajes y adorables al mismo tiempo, como lobeznos en una madriguera. Su cabello estaba enmarañado y las sabanas y cobijas estaban todas revueltas. Parecían como los niños perdidos de Peter Pan. —Max —dije, sacudiéndolo suavemente. —¿Sí?

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—¿Podrías ser mi ayudante hoy? —¿Otra vez? —Sí —dije—. Te lo debo. —¿Quieres decir, dos días seguidos? —Sí. —¡Caray, sí, lo haré! —dijo mientras se ponía tambaleante de pie, aún medio dormido.

*** Mientras caminábamos a la cocina, se puso una chaqueta de lana. Parecía hacer más frio con cada día que pasaba, tal vez eso es lo que sucede cuando los rayos del sol están bloqueados por una gigantesca nube metálica. —¿Y qué hay de desayunar? —le pregunté. —Sundaes. —¿Como el helado sundae? —le pregunté.

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—Exactamente. —Max, no creo que sea buena idea. Necesitamos comida, comida real para empezar el día. —Sí —dijo—. Pero aún así, tal como dijiste, me lo debes. —Bueno, Max… —Fuiste espantosamente malo conmigo ayer y me hiciste llorar… Debí decir que no, pero me encogí de hombros. —De acuerdo. ¿Por qué no? Podríamos echarles nueces encima, o algo… Cargamos el carrito de supermercado con los suministros para el sundae. —¿Sabes quién tiene los mejores sundaes? El Village Inn —dijo Max. —¿En serio? —murmuré, la cabeza me estaba doliendo de nuevo. Por lo que había visto, los moretones estaban más brutales que el día anterior; incluso tenía algo de sangre en el ojo izquierdo. Para ser sincero, pensé que lucía un poco rudo. Pero mi cabeza… necesitaba café y un Advil. —Una vez estábamos comiendo en el Village Inn y mi mamá fue al baño —dijo Max mientras lanzaba una botella de sirope de fresa al carrito—. Mi mamá se estaba tardando una eternidad y entonces mi papá salió para ver qué le estaba tomando tanto tiempo y no regresaron durante un montón de tiempo, y yo me quedé allí sentado y esperé y esperé y la mesera me preguntó si quería postre y dije que claro. Entonces me trajo un banaba split, como le había pedido y me lo comí. Iba a compartirlo con mi mamá y mi papá, pero se tardaron tantísimo que decidí comérmelo todo y entonces no me sentí tan acalorado y fui al baño a buscar a mi papá y ni siquiera estaba allí, así que simplemente regrese al cubículo y entonces la mesera me despertó y me hizo decirle mi número telefónico y ella llamó a mi mamá y resultó que simplemente me habían olvidado allí y se habían ido a casa sin mí. —Cielos, Max —dije—. Eso es terrible. —¿Te sucedió alguna vez? —me preguntó. —En realidad no —dije. —Sí —dijo Max—. Es porque tus viejos seguro no beben como los míos. —No, no tanto —coincidí.

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—Pero sabes cuál fue el lado positivo —dijo Max—. ¡Se les olvido cobrarnos el banana split! Tenía que reconocérselo, ese niño realmente podía contar una historia.

*** Así que distribuimos la barra de sundaes y fue muy impresionante. Teníamos nueve sabores de helado, desde vainilla a Moose tracks15 de chocolate, chocolate caliente, caramelo, jarabe de caramelo, piña, fresa. Y todos los tipos de cubierta: Oreos desmenuzadas, osos de gomitas, gusanos de gomitas, todas las nueces, chispas de chocolate, trocitos de caramelo, chispas de chocolate blanco. —¡Van a enloquecer! —dijo Max. —Estoy de acuerdo, oye, Max… —¡No se lo van a creer! —Lo sé —dije—. Max, sobre ayer, lamento haberte gritado, no fue algo agradable. —¡Bah! ayer ya se terminó, nunca pienso en el ayer, si lo hiciera sería hombre muerto. Sacó una cereza marrachino del frasco abierto y se la echó en la boca. En realidad me pareció una muy buena filosofía de vida. Especialmente con el estado arruinado en el que estaba el mundo. —¿Puedes anudar el tallo? —me preguntó—. Está esa stripper llamada Bingo que conocí en Esmeralda y, ¡puede hacerle un nudo al tallo alrededor de la empuñadora de una jeringa de plástico! ¡Y todo con la lengua! Sacudí la cabeza. —Pero tiene unos dientes de conejo, así que tal vez esa sea su arma secreta. El helado se estaba ablandando, así que miré el reloj. —¿Cuándo van a venir? ¿Puedo ir por ellos? —preguntó Max. Eran las ocho treinta. ¿Dónde estaban? Moose Tracks: Es una marca de helado de chocolate, que contiene mantequilla de maní y cubierta de chocolate.

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Repentinamente me di cuenta que la tienda estaba completamente silenciosa. No podíamos oír voces a lo lejos. No había peleas matutinas entre los pequeños. No había risas roncas de Jake o Brayden. No había movimiento. Empecé a correr. —¿Qué pasa? ¿Dónde están? —gritó Max mientras me seguía. El Tren estaba completamente vacío. Me giré. Max corrió hasta mí. —¿Dónde están todos? —chilló. —¡Shhhhh! —dije. Y escuché, débilmente, sonidos viniendo del almacén. —Están en la parte trasera —le dije a Max—. Vamos.

*** Justo cuando llegamos a las puertas, Alex salió. —Dean —dijo—. Estaba yendo por ti, ¡Hay gente en la puerta! Me abrí camino a empujones entre los niños pequeños hasta el frente del grupo, cerca del intercomunicador. La pantalla estaba de un gris apagado, con dos figuras un poco apartadas. Niko: —¡Podrían ser peligrosos! Josie: —¡Necesitan nuestra ayuda! Jake: —¡No podemos confiar en ellos! Brayden: —¡Pero conocen a la señora Wooly! Fue la última frase la que captó mi atención. —¿Qué? —grité—. ¿Conocen a la señora Wooly?

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—Vamos a votar —declaró Niko. —¡ESPEREN! —grité—. ¡Alguien dígame qué está sucediendo! —Estábamos sacando la basura al Vertedero cuando Henry escuchó una voz —me dijo Josie—. Regresé aquí y un hombre nos estaba pidiendo que lo dejáramos entrar, su nombre es Craig Appleton. —Y tiene un amigo —interrumpió Niko—. Hay dos. —El amigo conocía a la Señora Wooly —añadió Brayden—. Es el tipo de mantenimiento de la primaria. —Sí —dijo Chloe—. Arregla los autobuses, las barredoras de nieve y eso. —¿Cómo pasaron al tipo? —le pregunté a Niko y él me miró inexpresivo—. El tipo que vigila la tienda. Ahora los niños pequeños empezaron a preguntar qué tipo vigila la tienda y Niko se encogió de hombros. —No pregunté. —Bueno, dispara —dijo Jake—. Vamos a preguntarles ahora. Así que Niko se acercó al intercomunicador. —Disculpe, señor, tenemos una pregunta para usted. Una de las figuras se aproximó al intercomunicador. Su rostro estaba envuelto en capas de alguna clase de material a cuadros. ¿Tal vez una alfombra tejida de lana? —Sí, Niko, ¿cuál es la pregunta? —Bueno… había un hombre, que estaba desquiciado por los componentes. Por lo que entendimos, como que había decidido que la tienda era suya y no dejaba que nadie entra— —Sí —dijo Craig Appleton—. Tuvimos que dispararle.

*** Niko le dijo a Josie que se llevara a los niños pequeños, incluyendo a Sahalia y Alex, de regreso a la sala y Josie se rehusó. —No me van a dejar fuera de esta decisión —discutió. —Ni a mí —comentó Sahalia.

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Niko respiró hondo. —Te diré qué, Sahalia —dijo Niko—. Si te llevas a los niños a la sala y juegas con ellos, te dejaré de considerar una niña pequeña. Tendrás estatus completo de niña grande y todos los privilegios de una niña grande. —Oh, ¿ahora soy una niña grande? Ustedes me ningunean, pero cuando necesitan algo— —¡Sahalia! —gritó Niko. —¡Necesito. Tu. Ayuda! —Bien —espetó—. Pero quiero que mi voto cuente. —¿Y cuál es tu voto? —preguntó Niko. —Dejarlos entrar; tal vez puedan decirnos qué demonios está sucediendo allá afuera. Vamos chicos —dijo, reuniendo a los niños pequeños. —¡Déjenlos entrar! ¡Déjenlos entrar! —gritó Chloe entre el jaleo de las voces de los pequeños. —Hey, Sahalia —la llamé mientras arreaba a los niños—. Pusimos una barra de sundae… —¿Para el desayuno? —dijo, desaprobándolo. —Señor Appleton, necesitan esperar un momento —dijo Niko en el intercomunicador—. Necesitamos discutirlo y votar. La cara tapada del hombre se acercó al monitor. —Entendemos que necesitan tiempo para decidir —dijo—. Hay un montón de gente espeluznante aquí fuera, pero pueden confiar en Robbie y en mí, es por eso que la señora Wooly le dijo a Robbie dónde estaban, ella y Robbie son buenos amigos. —Pero ahora estoy herido y nos faltan provisiones, la comida y el agua son muy escasos aquí fuera. Si sólo pudieran ayudarnos reabasteciéndonos, podemos darles la única cosa que realmente tenemos para negociar. —¿Qué es? —preguntó Niko. —Información —respondió.

*** Fue un debate tan acalorado como nunca lo habíamos tenido, Niko y Jake hicieron un buen argumento para no dejarlos entrar.

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Niko estaba realmente preocupado de que le hubieran disparado al monstruo tipo O. Podrían usar su arma (o armas) contra nosotros, podríamos convertirnos en sus prisioneros, podrían apoderarse e intentar controlar el Greenway. —Mi trabajo es mantenerlos a salvo —dijo Niko, con los brazos cruzados—. Tienen armas y son adultos, pueden cuidar de sí mismos. —Si intentan apoderarse del sitio, sería completamente deprimente — Jake arrastró las palabras. Sus ojos estaban vidriosos y extraños—. Sólo deberían seguir su camino, no queremos extraños aquí dentro, diciéndonos qué hacer. Brayden sacudió el brazo de Jake. —Amigo, ¿estás loco? —dijo Brayden—. ¡Pueden decirnos qué está pasando allá afuera! ¡Necesitamos saber! Y tenemos toneladas de cosas, intercambiamos cosas por información. —Coincido con Brayden, deberíamos ser generosos y compartir lo que tenemos; necesitamos saber qué está pasando afuera. Vale la pena el riesgo — dijo Josie. Alex se oponía a añadir cualquier variable al que era un ambiente estable. Lo que lo decidió fueron las reglas que propuso Brayden. Y mi voto.

*** Niko se volteó a vernos. —Sólo quiero que quede en el registro que estoy en contra de esto, sólo lo estoy haciendo porque he sido vencido en la votación. Creo que es una mala idea. —Sí, sí —dijo Brayden—. ¿Quieres decirles o debería hacerlo yo? Niko se giró, suspiró y presionó el dedo en el botón de hablar. —Los dejaremos entrar —dijo Niko en el intercomunicador—. Con las siguientes condiciones: Uno, nos entregaran sus armas durante su estancia. Dos, aceptan irse mañana temprano, sin importar qué. Tres, prometen no tomar más de lo que les damos, y cuatro, juran acatar nuestras reglas.

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—De acuerdo —dijo el señor Appleton, sin consultar a Robbie—. ¿Ahora, cómo podemos ayudarlos a abrir esta puerta? —preguntó. —No podemos abrirla —contestó Niko—. Les arrojaremos una escalera desde el techo.

*** Fui desterrado del almacén, igual que Niko y Brayden. —Tú también, Josie —dijo Niko. —¡Pero ni siquiera sabemos de qué tipo soy! —protestó. —Exactamente —dijo Niko. Alex y Jake serían los que dejaran entrar a los hombres. Jake y Alex se envolvieron en capas de ropa como medida preventiva; Niko condujo a Jake a la escalera de seguridad y entonces Jake y Alex treparon por la escalera metálica y trabajaron en abrir la escotilla. Después del ataque a la mujer, Niko había querido que la escotilla fuera muy fácil de abrir (aunque aún hermética) en caso de que tuviéramos otra emergencia. Supongo que había hecho la escotilla condenadamente fácil de abrir porque para cuando regresamos con toallitas húmedas, ocho litros de agua de manantial y ropas frescas para los dos hombres, pudimos escuchar voces adultas a través de las puertas del almacén. Sonaban amigables…

*** Josie, Niko, Brayden y yo esperamos impacientes fuera de las puertas del almacén. Finalmente, Alex salió sosteniendo dos armas, las agarraba por la empuñadura, con el cañón hacia abajo, alejadas de su cuerpo; las agarraba de la misma forma en que podrías agarrar un par de ratas muertas. También tenía una riñonera llena de munición colgada del hombro. —¿Adivinen qué? —dijo después de sacaba una bufanda de la cara—. ¡Tienen un perro! Uno bonito.

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—Me llevaré las armas —dijo Niko, sostuvo una bolsa Ziploc de ocho litros y Alex puso las armas y la munición dentro; Niko la envolvió hábilmente y se dirigió al Departamento de Accesorios, supongo que para ocultarla. Le di a Alex las ropas y suministros de limpieza para que los llevara al almacén. —¿Cómo son? —le pregunté a Alex. Se encogió de hombros. —Actúan amables —dijo, luego me miró—. ¿Tú no lo harías? Sahalia trajo a los niños. —No pude mantenerlos alejados más tiempo —comentó—. Andan brincando por las cantidades idiotas de azúcar que dispusiste para ellos. Estaban bastante espabilados, estaban zumbando alrededor, riendo, gritando y empujándose entre ellos y saltando de arriba abajo. Entonces el timbre de voz del señor Appleton llegó a través de las puertas y ellos dejaron de hablar. La voz de un adulto, había adultos entre nosotros. Caroline y Henry se agarraban de la mano, y vi a Max y a Ulises sujetarse entre ellos. La puerta se abrió pero de nuevo sólo era Alex. —Se están cambiando la ropa y arreglándose —nos dijo—. ¿Y adivinen qué, chicos? ¡Tienen una sorpresa! —¿Cuál es? ¿Cuál es? ¿Cuál es la sorpresa? ¿Se van a quedar para siempre? ¿Están aquí para rescatarnos? ¿Es alguien que conozcamos? — vinieron las preguntas. Josie se movió para que todos los niños la siguieran y los llevó un poco más lejos de la puerta. —Los dos hombres están aquí para comerciar —dijo—. Vamos a darles comida, agua, y les dejaremos pasar la noche aquí, y a cambio van a decirnos cómo están yendo las cosas afuera. —Pero…pero… —tartamudeó Henry y luego empezó a vociferar—. ¡Quiero ir a casa! ¡Quiero a mi mami! ¡Estoy cansado de esperar y esperar! Josie lo abrazó y lo cargó.

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—Lo sé, Henry —dijo—. Tú y Caroline han sido tan pacientes, pero tal vez esos sujetos puedan decirnos cuánto más tendremos que esperar, vamos, chicos —les dijo a los niños—. Cada uno puede elegir un regalo de bienvenida para los forasteros. Y se fueron, conversando y gorjeando como una pequeña parvada de aves. Detrás de las puertas todo era principalmente risas. Mientras tanto, para aquellos que estábamos del otro lado, se sentía como si el tiempo estuviera detenido. —Aaaaaargh —dijo Niko entre dientes—. Espero que esto no sea un gran error. —Saldrá bien —dije—. La señora Wooly no les hubiera dicho sobre nosotros si no confiara en ellos. Niko suspiró y pasó las manos entre su cabello oscuro y lacio. —Nunca me perdonaré si le pasa algo a alguno de nosotros —dijo—. Nunca. —Alégrate, chico Scout —dijo Brayden—. Saldrá bien. Chloe regreso con dos barras de Snickers, Max y Ulises traían a cuestas una gran botella de Gatorade cada uno, Caroline y Henry habían escogido algunas tarjetas de felicitaciones y Batista tenía dos biblias nuevas. —Bueno, el vagón de bienvenida está listo —dijo Josie. Y finalmente las puertas se abrieron. El señor Appleton era alto, tal vez de uno ochenta y ahora vestía un par de caquis, una camisa de franela a cuadros y un suéter tejido gris, del tipo que tiene parches en los codos. Sus ojos tenían los bordes rojos y su nariz también estaba roja en las fosas nasales, además que lucía pálido y tembloroso. Tenía cabello entrecano corto y parado muy rígido. Estaba sucio—no había mucho que pudieras hacer con cuatro litros de agua y toallitas húmedas, pero seguramente lucía mucho mejor que antes. Rengueaba y ya se le filtraba sangre nueva a través de los caquis. Debimos haber traído suministros médicos, pensé para mí mismo. Robbie era como treinta centímetros más bajo, era latino y tenía una cara muy bronceada con arrugas alrededor de los ojos, líneas por sonreír. Sus ojos y

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nariz también estaban rojos, pero nos estaba sonriendo. Y en sus brazos cargaba un perro viejo. Estaba mojado, y aunque Robbie lo agarraba de forma torpe, el perro parecía paciente y resignado a la indignidad de ser cargado. El perro no era de una raza particular, un chucho color grisáceo-café con una cara arrugada y blanco alrededor del hocico. Tenía una de esas caras aplastadas que a veces los perros tienen, con un diente inferior que sobresalía de su labio superior. Feo, pero definitivamente adorable. Los niños vitorearon y lanzaron ooohs y aahs al perro. El perro ladró y agitó educadamente su corta cola. —Todos —dijo Jake—. Ellos son el señor Appleton y Robbie. Robbie levantó al perro. —Y ésta de aquí es Luna —dijo alegremente. Robbie bajó a la perra y ésta se adelantó a olernos los pies. Luna tenía un lienzo largo como correa. Pronto arreglaríamos eso, Luna tendría cualquier lujo para mascotas que el Greenway pudiera proveer. Los niños se apretujaron hacia el frente, todos juntos, ofreciendo sus regalos. El señor Appleton dio debidamente apretones de manos y despeinó cabellos y aceptó los ofrecimientos, luego pareció tambalearse y Robbie le agarró del brazo para sostenerlo. —Vamos a llevarlo a la farmacia —dijo Niko. —O tal vez podrían traer aquí algunos vendajes —dijo el señor Appleton mientras se desplomaba en el suelo.

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CAPÍTULO VEINTIDÓS DESAYUNO CON FORASTEROS Traducido por DarkVishous Mi primera impresión fue que el señor Appleton era un ex hombre de la armada. Hemos tenido un montón de ellos por la zona. Él tenía esa muy buena postura de los hombres del ejército, y también el corte de cabello. Su corte era a la manera en que los soldados se lo dejaban crecer. No querían exactamente el corte a rape—quizás sentían que no merecían usarlo más, pero tampoco querían llevar el pelo largo. El señor Appleton parecía tolerar a los niños pequeños, pero yo no tenía la sensación de que les gustaran ni un poco. Robbie, por el contrario, era un hombre de familia, podías verlo enseguida. Parecía estar en el cielo rodeado por los niños. Pero fue la forma en la que manejó a Ulises la que me ganó. Después de que Niko fuera por los suministros médicos, los niños se reunieron alrededor de Robbie y Luna en el suelo. Robbie estaba aprendiendo los nombres de los niños y presentándoselos a Luna. Lo vi mirando a Ulises, esperando que fuera el turno de Ulises para presentarse a sí mismo. Y Ulises dijo—: Soy Ulises 16 —y Robbie sólo se acercó, lo agarró y lo abrazó. Palabras en español salieron de ellos dos y pronto Ulises estuvo llorando y Robbie también, y sólo lo sostenía abrazándolo con un solo brazo mientras que con el otro se aferraba a Luna, quien decidió comenzar a bañar sus rostros con su lengua. Ulises, aparentemente, había tenido mucho que decir en todo este tiempo. Y simplemente no había dicho mucho porque ninguno de nosotros podía entenderlo. Por qué había elegido estudiar francés en la secundaria era algo que nunca iba a entender. Niko volvió con los suministros. Se arrodilló frente al señor Appleton y cortó una ranura en sus pantalones nuevos. Niko comenzó a separarlos por su pierna. 16

Lo que esté en cursiva en los diálogos de este capítulo está en español en el original.

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Había dos heridas en la pierna del señor Appleton. Cerca del tobillo tenía una herida horrible. Nunca había visto nada igual. —Josie, ¿tal vez debamos alejar a los niños? —sugerí débilmente. La herida lucía como la tripa de un pez, si eso tiene algún sentido. Una gran barra con trozos de carne colgando fuera de ella—una carne verde amarillenta y supurante. No sangraba, pero podía ver las líneas de color rojo corriendo bajo la piel, subiendo por la pierna, siguiendo el curso de sus venas. Las líneas eran rojas y también había unas especies de magulladuras verdes en algunos lugares. La sangre salía de una herida distinta. Ésta era una encima de la rodilla. Parecía un mordisco, más o menos. Había un pedazo de carne faltante. —¿Qué te pasó? —exigió Chloe. —Alambre de púas —dijo el señor Appleton. Niko vertió un poco de agua oxigenada en la herida del tobillo y silbó. En voz alta. —Vamos, muchachos —dije, sintiéndome un poco mareado—. Démosle a Niko algo de espacio para trabajar. Todo el mundo venga a ayudarme en la cocina. Hubo protestas y ‘aaawwws’, pero el hedor que salía de esa herida del tobillo era bastante avanzado y finalmente Josie, Sahalia, Alex y yo tomamos a los niños y los llevamos a la cocina. Ellos eran como un montón de grillos, saltando y brincando por todos lados, ¡muy emocionados por la llegada de los ADULTOS y un PERRO!

*** —Batista —dije, llamándolo para que se me acercara—. Necesitamos armar algo especial. —¿Dos desayunos? —preguntó. —Bueno, el primero fue helado, por el amor de Dios. —No-digas-el-nombre-de-Dios-en-vano —dijo rápidamente. Luego—, ¡Sí! Haremos un festín de acción de gracias, pero para el desayuno.

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Batista se adelantó a los pasillos de alimentos. Chloe se fue con él para ayudarlo. Supongo que estaban empezando a llevarse un poco mejor. Le dije a Alex y Sahalia que tiraran todas las cosas de helado. Mantuve ocupados a los otros niños haciendo magdalenas de banana y nueces bajo la supervisión de Josie, mientras que Batista y yo nos pusimos manos a la obra en la cocina. En un poco menos de cuarenta y cinco minutos, Batista y yo preparamos tartas de verduras asadas, croquetas de papa, una especie de ensalada de frutas que Batista me dijo que se llamaba ambrosia, y los últimos cuatro paquetes de tocino. Niko llevó a los hombres a la cocina, justo cuando el café estuvo colado. El señor Appleton estaba equipado ahora con muletas, que no sabía que teníamos. —¡Ay, Dios! —exclamó Robbie—. ¡Mira toda esta comida! —¡E hicimos magdalenas para ustedes! —gritó Max. —¡La mía es más grande! —gritó Chloe. Los pequeños estaban brincando de nuevo, todos gritando al mismo tiempo. Y luego, Luna comenzó a ladrar. —Shhh, ¡chicos! —dijo Josie. Pero ellos no escucharon. —¡Silencio! ¡SILENCIO! —gritó el señor Appleton. Los niños se callaron de inmediato. El silencio era tenso. —Lo siento —dijo el señor Appleton—. Es sólo que… estamos… estoy un poco en shock. Es muy caótico. Afuera. Y no estoy acostumbrado a tanto… ruido. —Entendemos —dijo Josie—. Han pasado por muchas cosas. —Por favor, siéntese y les daré a ambos un poco de comida —le dije. —¿Tú eres el chef? —me preguntó Robbie.

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—Ah, sí —dijo el señor Appleton. Pude ver que se esforzaba por ser jovial. Tratando de recuperarse—. ¿A quién debemos agradecer por este alimento? —Soy Dean. Hago la mayoría de las comidas —dije—. Pero Batista aquí fue el único que puso todo junto. Robbie sacudió nuestras manos cordialmente. Luego el señor Appleton lo hizo también. Su mano era delgada pero fuerte. —Encantado de conocerte —nos dijo el señor Appleton. —Sí, señor —dijo Batista. —Estoy a cargo de la comida —dije—. Así que supongo que seré el encargado de ser quien los provisione. Me voy a asegurar de darles un montón de cosas buenas para cuando se vayan. De alguna manera me sentí obligado a recordarles que ellos se irían más temprano que tarde. Tal vez fue porque miraban la comida como animales.

*** Todo el mundo comía, pero esos dos hombres realmente comieron. A mitad de su comida, Robbie dejó de comer y dijo una improvisada oración en español. Hizo un guiño a Ulises y luego nos explicó a nosotros—: Estaba tan hambriento, que se me olvidó dar las gracias a El Señor por habernos enviado aquí, a este pequeño paraíso de Greenway, lleno de angelitos. —¡Amén! —dijo Batista—. Siempre estoy diciéndoles a estos pecadores que deberíamos rezar antes de cada comida. Robbie le dio una palmadita en la barbilla a Ulises. El niño relucía como una moneda recién estampada. —Bueno, ahora que ya agradecimos, ¡voy a comer más! Hubo risas a eso y le serví por tercera vez.

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CAPÍTULO VEINTITRÉS LA HISTORIA DEL SEÑOR APPLETON Traducido por Azhreik Niko y Josie discutieron qué hacer con los niños mientras todos los demás nos reuníamos con los adultos. —No quiero perderme la reunión —dijo ella con firmeza. —Lo entiendo, pero no creo que tampoco Sahalia los vaya a supervisar. Sahalia estaba intentando pasar desapercibida contra el muro, viendo a Brayden con malevolencia. Niko me miró. —De ninguna forma —dije. —Bueno, ¡alguien tiene que mantenerlos apartados! —Tengo una idea —dije. Caminé hacia los niños. —Okay, chicos, tengo un problema y necesito su ayuda: yo, los chicos grandes y los hombres necesitamos tener una reunión, pero Luna de verdad, de verdad necesita un baño. ¿Alguno de ustedes sabe cómo bañar a un perro? Las manos de Caroline y Henry se dispararon como flechas. —¡Oh, oh, oh! —corearon. —¡Yo también! —gritó Chloe—. ¡Mi nana tiene un perro Bernés de la montaña y lo baño yo solita! —¡Grandioso! —dije—. Tenemos tres expertos. Deben conseguir todo lo necesario y traerlo aquí, luego bañan al perro, lo secan y le cepillan el pelo. —¡Y luego le haremos una cama y le daremos algo de comida! —gritó Max. —¡Luego le cantamos para que se duerma! —añadió Caroline. Josie me miró y asintió.

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—Qué bien, Dean —comentó—. Estoy impresionada. —Vamos a empezar la reunión ahora —les dijo Niko a los hombres.

*** Así que el señor Appleton y Robbie llamaron a sesión en la sala. Robbie gimió mientras se sentaba en uno de los sillones futón y se palmeó la barriga. —Ahora me siento muy feliz —dijo, sonriéndonos—. Le agradezco a Dios habernos traído a este lugar. El señor Appleton escogió una silla de escritorio de respaldo recto y puso su pie malo en una mesa esquinera. Intenté ignorar el olor. —¿Qué les gustaría saber? —nos preguntó. —Tal vez pueda simplemente empezar por el principio y partir de allí — dijo Niko—. Hemos estado aquí desde la granizada, así que cualquier información que pueda proporcionarnos sobre lo que ha sucedido afuera estaría bien. —Bien. Se tomó un momento y comenzó: —Como se pueden imaginar, la granizada ocasionó un trastorno significativo en todos; hubo pánico cuando la red se cayó y nadie pudo contactar al 911. Sin embargo, fueron las noticias del desastre en la Costa Este las que crearon lo que consideraría como un ambiente caótico. Muchas personas se reunieron en el VFW para ver la cobertura de las noticias, tal como fue, en un viejo equipo de televisión, ése fue un momento de duelo y hubo una sensación de camaradería admirable. —Me enorgullece decir que no hubo disturbios ni saqueos en ninguna de las tiendas de la ciudad; en las tiendas donde no se habían implementado puertas para evitar el saqueo, la gente se formó tranquilamente y cogió sólo lo necesario. Por lo que tengo entendido, la gente en Colorado Springs no es tan bien portada. —Lo primero que hice a la mañana siguiente fue encaminarme a la ferretería. Mi Land Cruiser estaba en el garaje, así que no lo afectó el granizo, lo que es más de lo que puedo decir de la mayoría de coches en la ciudad. —Me sorprendí al descubrir que la tienda estaba cerrada y había algunos empleados reunidos enfrente que no estaban seguros de si la tienda abriría o

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no. Había un espíritu de confusión y desaliento entre los empleados y los pocos clientes que habían llegado. —Y entonces impactó el terremoto, la gente cayó y fueron golpeados por algunos escombros. Una parte del techo de la tienda se derrumbó y las ventanas temblaron, hubo algunas heridas menores entre los que estábamos reunidos alrededor de la tienda. —Hubo una discusión entre los que no estábamos heridos, sobre cuál era el mejor cuidado para esos que habían sido lastimados. Estoy completamente entrenado en primeros auxilios, así que por más o menos una hora, di instrucciones e intenté supervisar el cuidado de los pacientes. Entré a la tienda y encontré un kit básico de primeros auxilios, luego decidí que deberíamos mover a los heridos lejos de la tienda, en caso que futuros temblores derrumbarán más el edificio. —Fue en ese momento que detecté el cambio en el color del aire, vi una columna negra elevándose en el cielo y se dirigía hacia Colorado Springs. —En cuestión de minutos, la gente a mi alrededor empezó a actuar en formas que estaban más allá de mi comprensión. El señor Appleton hizo una pausa para limpiarse el sudor de la frente. Estaba viendo directamente al frente, como si observara una película de los eventos que nos estaba describiendo. —Le estaba ayudando a un empleado joven de la tienda a cargar a una empleada que tenía una pierna rota, era bastante pesada y de ascendencia áfrico-americana; le estimaría de noventa a ciento trece kilos. —Mientras la cargábamos a través del estacionamiento, el aire nos envolvió, todo se volvió completamente verde. En la piel de la mujer aparecieron ampollas, pequeñas al principio pero mientras la seguíamos cargando crecieron y estallaron, entonces ella empezó a gritar y retorcerse. Nos vimos forzados a bajarla, no sólo porque se estaba moviendo, sino porque le brotaba sangre de las muchas lesiones y se hizo demasiado resbalosa. Justo cuando me di cuenta que estaba muerta, el joven al que había estado ayudando lanzó un grito furioso y me atacó.

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El señor Appleton ahora se estaba meciendo ligeramente adelante y atrás mientras hablaba, ese pequeño movimiento era un metrónomo 17 y la historia continuó saliendo a un ritmo regular y acompasado. —Luché con el joven durante un momento, pero podría haberme herido seriamente si no hubiera sido atacado a su vez por otra persona, un hombre mayor que me había dicho más temprano que estaba allí por malla de alambre. Observé al anciano y al joven luchar a muerte y el joven fue el ganador. De repente, el señor Appleton pareció regresar al presente. —¿Estás seguro que quieres que los más jóvenes oigan esto? —le preguntó a Niko, apuntando a Sahalia y Alex. Sahalia resopló. —Está bien —dijo Niko—. Son niños grandes, tienen todos los derechos y privilegios de nosotros los chicos de secundaria. El señor Appleton continuó. —La luz se hizo más y más opaca y pronto fue como si hubiera caído la noche, además los sonidos a mi alrededor eran espantosos, escuché gritos de furia mezclados con gritos de los asesinados y los sonidos gorgoteantes de lo que asumí era gente asfixiándose en su propia sangre. —Me puse el suéter sobre la cara y empecé a caminar hacia mi auto, me metí en él y tuve cuidado de no encender las luces; encendí el radio y escuché la transmisión de emergencia que explicaba lo que sucedía a mi alrededor. Intenté conducir de regreso a casa pero las carreteras se habían saturado de coches y nadie se movía. A mi alrededor, en los coches, pude ver a algunas personas a las que les brotaban ampollas y morían, en otros autos vi gente empezando a atacarse entre ellos, y en unos cuantos casos crucé miradas con otras personas que parecían igual de cuerdas y asustadas que yo. —Estaba seguro de que si intentaba ir a casa a pie sería atacado, así que conduje mi coche sobre el camellón y avancé sobre la tierra. Fue difícil debido al granizo, pero mi Land Cruiser tiene tracción a cuatro ruedas. —Sin embargo, cuando me acerqué a casa, pude ver que el fraccionamiento estaba incendiándose, todo en Woodmoor estaba en llamas, el fuego se había extendido rápidamente de casa en casa. Entre las casas que se Metrónomo: Instrumento para medir o marcar el tempo de una composición musical. Un mecanismo de cuerda lo hace oscilar de un lado a otro.

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incendiaban pude ver a mucha gente corriendo y gritando, así que decidí no intentar llegar a mi casa, sino intentar refugiarme en una de mis escuelas. —¿A qué se refiere con una de sus escuelas? —preguntó Niko. Todos miramos al señor Appleton. —Bueno —dijo el señor Appleton—. Soy el rector de las escuelas del condado El Paso. Sahalia gimió en voz alta, lo que fue tan sorpresivamente gracioso que rompí a reír. Todos se rieron, incluso el señor Appleton. —Lo siento —dijo—. Pero es la verdad. El señor Appleton continuó con su forma moderada y eficiente para contarnos que se había topado con Robbie en Lewis Palmer y Robbie le había dicho que la señora Wooly había ido a conseguir un autobús que llevara a casa a un grupo de niños que estaban varados en ese momento en el Greenway (esos éramos nosotros). —Sí, yo estaba en la escuela durante la granizada —nos dijo Robbie—. Estábamos algunos maestros y yo, que se fueron después de la tormenta, pero yo me quedé y ahí fue cuando la señora Wooly apareció y nos dijo que ustedes estaban aquí a salvo. —¿Ella está bien? —preguntó Niko—. ¿Dónde está? —No estoy seguro. —¿Qué quiere decir? —preguntó Josie, y Robbie se puso nervioso. —Intentábamos calmar a la gente porque algunos padres llegaron buscando a sus hijos. —¿Qué padres? —lo interrumpió Alex—. ¿La señora Wooly les dijo que estábamos aquí? ¿Conoce el nombre de los padres? —Bueno, no. En realidad no, porque, bueno… —Ahí estaba un grupo de nosotros —intervino el señor Appleton—. Nos reunimos y compartimos recursos e información; intentábamos crear un área segura y descontaminada a la que todos pudieran llevar a sus familias, pero nos atacaron. —¿Quiénes? —preguntó Jake.

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—Gente con sangre tipo O —dijo Niko suavemente. El señor Appleton asintió. —Todos fueron asesinados. Eso cayó como un golpe en el estomago. —¿Y la señora Wooly? —preguntó Niko. —No estoy seguro —contestó el señor Appleton—. Todo estaba muy caótico. —Creo que ella se salvó —dijo Robbie. —Pero si se hubiera salvado habría venido por nosotros —dijo Alex. —¿Y entonces ahora cómo es allá afuera? —interrumpió Niko. Todos guardamos silencio para escuchar. El señor Appleton le dio un sorbo a su botella de agua. Lucía verdoso y no del todo bien. —Es peligroso —dijo el señor Appleton—. La mayoría de la gente se queda adentro y a los que se les acabó el agua están fuera intentando encontrarla. Los afectados-O están afuera y locos de atar, se quedan aguardando y atacan a los recolectores. —Hay algunos cadetes de la Academia que han formado algo así como una pandilla —añadió Robbie—. Han estado atacando las casas de la gente, si creen que hay personas dentro con comida y agua. —En términos generales —dijo el señor Appleton—, son los niños más afortunados en Monument, Colorado. Muy afortunados de estar encerrados aquí con suficiente comida y agua que durará… ¿meses? —Años —dijo Alex—. Hemos estado revisando el inventario y considerando los suministros que tenemos, creo que podríamos estar aquí aproximadamente de veinte a veinticuatro meses. Para nosotros el oxígeno fresco y la energía son problemas mayores que la comida y el agua. El señor Appleton se frotó la frente con la mano, estaba sudando. —Niko —dijo—. ¿Podrías mostrarme las letrinas? Creo que comí demasiado rápido. Niko se levantó y le ofreció el brazo al señor Appleton.

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Lo condujo al Basurero. —Ustedes chicos, arreglen unas camas —ordenó Niko. —Sí, señor, Niko, señor —espetó Brayden. Robbie le sonrió a Brayden. —¿Es bastante serio, eh? —preguntó Robbie tranquilamente. —Es nuestro propio dictador —contestó Brayden. —Eso no es justo —protestó Josie. —Vamos —le dije a Alex—. Vamos a arreglar las camas.

*** Alex y yo hicimos un espacio en la parte posterior del pasillo Automotriz, con colchones de aire, sabanas, cobijas y una pequeña lámpara de pie con baterías y linternas para ayudarlos a desplazarse en la tienda oscura. Niko y Brayden vinieron con los hombres un par de minutos después de que hubiéramos terminado. El señor Appleton lucía un poco mejor, tenía unos sobrecitos de antibióticos en la mano. —Gracias —dijo el señor Appleton—. Creo que ahora dormiré unas cuantas horas, y tienen mi palabra de que nos iremos mañana por la mañana. —Sí —dijo Niko—. Ése es el trato. Robbie ayudó al señor Appleton a tumbarse en el tembloroso colchón de aire. —Tengo que reconocerlo, chicos —dijo el señor Appleton, mirándonos— . La forma en que han arreglado las cosas aquí es inteligente. Ingeniosa, de hecho. Hmmm, ¿cómo nos hizo sentir eso? Estaba oscuro y la única luz provenía de la lámpara de mesa, así que no pude ver las reacciones de los otros chicos, pero creo que vi a Niko cruzar los brazos. Realmente no le gustaban estos hombres. Sentí que Alex, parado junto a mí, se enderezaba un poco. Podía decir que estaba complacido por el halago.

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Y Alex se merecía los elogios. Él había trabajado realmente duro para ayudar a nuestra pequeña tribu colonial. Y estoy seguro que Brayden estaba rodando los ojos. Yo sentí un profundo malestar. Los cumplidos parecían del tipo de halagos que surgían cuando estabas haciendo algo y llegaban los adultos y te sustituían. Robbie se dio la vuelta para seguirnos. —¿No vas a descansar? —le preguntó el señor Appleton. —¿Yo? Nah, quiero echarle un vistazo a ese autobús —respondió Robbie.

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CAPÍTULO VEINTICUATRO LOS AUTOBUSES TAMBIÉN TIENEN TIPOS Traducido por AlDaRa Conforme nos acercamos a la cocina y al autobús, los niños pululaban, recibiéndonos con una Luna feliz y esponjosa. ¡Ella era blanca debajo de toda esa suciedad! Robbie se echó a reír. Tenía una amplia y bonachona sonrisa. —¡No tenía idea de que eras blanca, mi angelito 18! —dijo Robbie, inclinándose para poder tomarla entre sus brazos. Todos los pequeños hablaban a la vez, divirtiéndolo con las aventuras de darle un baño a Luna. Miré hacia la cocina. Había una piscina para niños repleta de agua sucia, estaba en el centro de la zona del comedor del Pizza Shack. El agua estaba en todas partes, junto a las toallas y botellas de schampoo vacías. Era un desastre. Lo que sea—había sido una actividad que nos dio el tiempo suficiente para escuchar la historia de los forasteros. Josie se acercó y se paró junto a mí. —Voy a ayudar a limpiar eso —se ofreció. —Bien —dije.

*** Robbie se acercó al autobús, por lo que todos los chicos, grandes y pequeños, lo siguieron. Él camino a su alrededor con una mirada apreciativa, Luna seguía en sus brazos. Entonces la dejó en el suelo, se acostó sobre su espalda y se deslizó bajo la parte delantera del autobús. —Oye, ¿alguien me puede traer una linterna?

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Lo que esté en cursiva en los diálogos de este capítulo está en español en el original.

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Muchos pares de pequeños pies se escucharon yendo hacia fuera, a cumplir con su petición.

*** Al parecer, hay varios tipos de autobuses escolares—el que nos había entregado a salvo en Greenway era un tipo D. Ahora, el autobús de la escuela secundaria era un tipo C, ese tipo tiene un motor en la parte delantera. La parte de enfrente tiene un capó y un motor. Se puede abrir el capó y arreglar el motor de la misma manera que se haría con cualquier coche. Pero un autobús tipo D tiene una cara plana. El motor está bajo el cuerpo del autobús. Es por eso que el autobús de la señora Wooly soportó la tormenta perfectamente. Y es por eso que todavía podía correr—el granizo no había dañado el motor ni un poco. Los neumáticos eran otra historia. Había seis neumáticos en total en el autobús. Dos en la parte delantera y cuatro en la parte trasera—dos por cada eje trasero. Uno de los neumáticos delanteros estaba pinchado. —Eso no es un problema —dijo Robbie, mostrándole a Niko—. Se le puede poner un parche. Los tienen en el sector Automotriz. Luego lo inflamos. Después caminó alrededor y alumbró con la linterna debajo del autobús, en uno de los conjuntos traseros de los neumáticos. —Pero el interior de aquí, ¿ven que está fundido? Eso no es bueno. El neumático interior colapsó, tenía un enorme y derretido agujero. —¿El autobús puede correr únicamente con el neumático exterior? — preguntó Alex. —Tal vez una distancia corta —respondió Robbie. —Bueno, gracias por echarle un vistazo —dijo Niko. —Voy a tratar de arreglarla —dijo Robbie—. Voy a intentar esa cosa loca que vi en la televisión, llenaron un neumático con pelotas de tenis y luego usaron fibra de encaje. —¡Genial! —dijo Brayden.

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—Deberíamos arreglar el autobús —dijo Robbie—. Cambiar el aceite, afinar el motor. Podrían tenerlo funcionando en caso de una emergencia. —Esa es una muy buena idea —dijo Alex. —Probablemente tomará más de un día, sin embargo —dijo, Niko—. Gracias de todos modos. —Los chicos podrían ayudarme. —Niko, deberíamos hacerlo, totalmente —instó Brayden—. En caso de una emergencia. —Por supuesto que pueden trabajar en ello —espetó Niko—. Yo sólo dudo que sean capaces de arreglarlo en un día. Y estos hombres se van mañana. Eso es todo. —Aw —se quejó Chloe—. No quiero que él se vaya. Nunca. —¡Yo tampoco! —dijo Max. Los demás chicos estuvieron de acuerdo. Niko se alejó. Miré a Robbie, sonriendo y moviendo el pelo de los niños pequeños que se reunieron alrededor de él. No me parecía que fuera la peor cosa en el mundo si Robbie se quedara más de un día, tampoco. Agarró a Chloe y Max y los levantó del suelo. Ellos chillaron, contentos. Robbie nombró a Chloe como la encargada de tomar notas. Ella hizo un registro de las reparaciones necesarias mientras Robbie inspeccionaba el autobús: Martillar para retirar las abolladuras en el techo; reemplazar el parabrisas roto; sustituir las ventanas; reparar los asientos; afinar el motor; arreglar los neumáticos. Henry sugirió que se pintaran rayas de carreras en el autobús y Robbie le dijo a Chloe que lo pusiera en la lista. Robbie tenía un buen sentido con los niños y sabía cómo manejarlos en una multitud. Envió a Brayden y Alex a conseguir algunos suministros del pasillo Automotriz y luego les dijo a los pequeños que lo primero que tenían que hacer era despejar un espacio de trabajo alrededor del autobús. Los niños se pusieron a trabajar empujando los carritos, alejándolos y limpiando todos los trozos de vidrio o escombros que habían pasado antes por alto.

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—Soy bueno con los motores. Tengo experiencia. ¿Quiere saber por qué, señor Robbie? —dijo Max de manera alegre—. Porque a veces mi papá trabaja en un chop shop. —¿Qué es un chop shop? —exigió Chloe. —Es un club secreto dónde vas y desarmas los autos. Es muy divertido. —¿Qué tiene de divertido eso? —¡Porque es un secreto y no le puedes decir a nadie! En especial a la policía, porque no se les permite dentro del club. Siempre están tan celosos. Los policías darían cualquier cosa por entrar en un chop shop. Robbie capto mi atención y sonrió. Tuve que devolverle el gesto. —Y a veces los coches son realmente lujosos, también —continuó Max—. BMW, Lexus, Subarus... —Wow —dijo Batista. —¡Nuestra mamá conduce un Subaru! —dijo Caroline, su pequeña y dulce voz, emocionada y orgullosa. —¡Es un Forester! —agregó Henry. —Genial —dijo Max. Eran bastante tiernos, nuestros niños. Pude ver por qué a Robbie le gustaba abrazarlos. Eran definitivamente abrazables. A veces. Decidí que sería mejor que me pusiera a trabajar en el almuerzo. Al darme la vuelta y dirigirme a la cocina, vi que Sahalia estaba sentada en la parte superior de la pared divisoria entre el Pizza Shack y el muro en donde el autobús se encontraba estacionado. Ella se mordía las cutículas con determinación. Se veía excluida y sumamente abatida. Me sentí mal por ella, pero no tan mal, ya que había sido un dolor en el culo de todos nosotros en el último par de días. Vi a Robbie notando a Sahalia y caminando hacia ella. —Necesitamos que todos ayuden si vamos a conseguir que este autobús esté en forma —dijo en voz baja. —A mí me parece que tienes suficientes ayudantes —dijo. —Sí, pero son pequeños —dijo Robbie—. Necesito gente que en realidad pueda ayudar. —Él le sonrió y le dio unas palmaditas en la rodilla. —Adultos.

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¿Sahalia era un adulto? En realidad no. Pero él sabía exactamente qué decir. Sahalia sonrió. Se recogió el pelo y se lo retorció en un nudo. —Está bien —dijo—. Muéstrame lo que tengo que hacer. —Ésa es mi chica —dijo él, dándole un apretón en la rodilla.

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CAPÍTULO VEINTICINCO MANOS Traducido por Azhreik Dejé que Max ayudara a arreglar el autobús en vez de hacerlo venir conmigo a hacer los deberes de cocina. Se la estaban pasando muy bien. Mientras Robbie, Brayden y Sahalia trabajaban en los neumáticos y luego en el motor, los niños pequeños lavaron el autobús con toallitas húmedas, lo que era absurdo pero muy tierno. Robbie le encomendó a Alex la tarea de averiguar cómo reemplazar el parabrisas y las ventanas rotas y Alex se encaminó a la tienda para buscar plexiglás; era exactamente su tipo de desafío. Hice sándwiches de atún para el almuerzo, con algunos chicharos y zanahorias al lado. Me imaginé que Robbie y el señor Appleton podrían necesitar las proteínas del atún, y las verduras frescas (congeladas) son algo que los adultos parecen disfrutar. El señor Appleton aún estaba durmiendo, así que no vino a almorzar, lo que, para ser honestos, probablemente hizo mucho más divertido el almuerzo porque ese tipo era un gruñón. Y Niko había venido, tomado un plato de comida y se había ido, así que tampoco lo tuvimos ahí preocupándose enfrente de nuestras caras y deprimiéndonos. Robbie tuvo a todos los niños pequeños jugando un juego de adivinanzas llamado Estoy Pensando en un Animal. —Estoy pensando en un animal —dijo Chloe—. Es negro y blanco, ¡y viste un esmoquin! —¡Un pingüino! —gritó Max—. Ahora yo estoy pensando en un animal, es marrón y vive en el bosque. —¿Un oso? —preguntó Caroline. —¿Una ardilla? —sugirió Batista.

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—¡Ruge y come gente! —añadió Max. —¡Un oso! —insistió Caroline. —No, ¡un león! —anunció Max. —¡No viven en el bosque! —dijo Batista. —¡Sí, viven ahí! —No son marrones —objetó Chloe—. Son amarillos. —Pienso en un animal —ofreció Ulises, interrumpiendo la discusión. Ahora tenía mayor confianza, con Robbie alrededor—. Pienso en un animal… ¡Es un perro! —dijo. Todos nos reímos. Todos estaban en excelente forma. Josie vino y se sentó conmigo y Alex. —¿Qué piensan de los forasteros? —nos preguntó rápidamente. —De verdad me agrada Robbie —dijo Alex con entusiasmo—. Sabe muchísimo sobre motores. Voy a enseñarle mis video walkie-talkies después. Josie se volteó a mí. —¿Dean? —No lo sé —dije—. Me agrada Robbie. Quiero decir, a todos les agrada Robbie. Pero el señor Appleton es bastante pesado. Josie asintió, masticando su sándwich. —¿Sabes qué me inquieta? Que a Niko no le agradan. Me alegraba, por el bien de Niko, que Josie hubiera notado siquiera sus sentimientos, porque ella parecía bastante ajena a él la mayor parte del tiempo. —Me preocupa el efecto que tendrá en los niños si todos queremos que se queden y Niko aún quiere que se vayan… Yo me había estado preguntando lo mismo. —Dios —dijo Josie con un bostezo—. ¿En serio apenas es hora del almuerzo? Este día ya se siente como si hubiera durado un millón de años. —Es porque han sucedido muchas cosas —dijo Alex con un bocado de atún en la boca—. Nuestro universo entero ha cambiado en sólo unas cuantas horas.

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Alex tenía razón. Como siempre.

*** Todos trabajaron en el autobús durante la tarde excepto Jake (drogado), Niko (enojado), el señor Appleton (durmiendo) y Astrid (en deserción). Robbie, Brayden y Sahalia consiguieron que el motor ronroneara encantadoramente. Robbie y Sahalia se llevaron muy bien. Resultó que si la tratabas como una adulta, actuaba como una. Josie ayudó a Alex con las ventanas. Para el parabrisas utilizaron plexiglás que Alex había quitado de las vitrinas del Departamento de Multimedia. Decidieron cubrir las ventanas laterales solamente con estanterías de madera de la sección Mejoras para el Hogar y Robbie los ayudó a atornillarlos en su lugar. A los niños pequeños se les dio la encantadora tarea de poner resina epoxi 19 en cada abolladura, muesca, recoveco o ranura que pudiera dejar entrar aire al autobús. Josie y Alex usaron la misma resina para sellar el derredor de las ventanas. —Luce bien —escuché que dijo Robbie, inspeccionando su trabajo al final del día—. Luce muy bien. Abordó el autobús y recorrió el pasillo. No pude resistirme, bajé mi espátula y fui a ver qué tal lo habían hecho. —Mira, Dean —dijo Alex, mostrándome el interior. Ahora el interior del autobús estaba oscuro, la mayor parte de las ventanas habían sido remplazadas por madera. Allí adentro olía un poco a humedad. En general, no me gustaba estar de nuevo en un autobús. —Aún tenemos un poco más de trabajo por hacer —dijo Robbie. Apuntó hacia arriba. Resina epoxi: Entre sus muchas funciones se encuentra la adhesiva, para pegar gran cantidad de materiales.

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Pudimos ver ranuras y fragmentos de luz atravesando el techo abollado. —Supongo que ustedes lo pueden hacer mañana —dijo Robbie—. Después de que nos hayamos ido… —No —dijo Alex—. Niko dejará que se queden más tiempo. Sé que lo hará. Ahora que ve lo útiles que son. ¿No crees, Dean? Me encogí de hombros. —Un trato es un trato —suspiró Robbie.

*** La atmosfera en la cena era completamente diferente a la que había en el almuerzo. El señor Appleton llegó, luciendo mucho mejor después de su día de sueño. —Mire lo que hicimos, señor Appleton —dijo Max, acercándose a él—. ¡Arreglamos el autobús! —¡Dios mío! —dijo el señor Appleton—. Qué excelente trabajo. Robbie se le acercó. —Luces mejor —le comentó Robbie. Chloe llegó y se le arrimó a Robbie; él le despeinó el cabello. Vi un aleteo de sorpresa en la cara del señor Appleton ante el gesto de cercanía de Chloe. —Gracias, Robbie —dijo el señor Appleton—. Debo estarme sintiendo mejor, ¡porque siento que podría comerme un caballo!

*** Anticipándolo, había preparado ocho bolsas de pasta congelada Alfredo de pollo. El señor Appleton palmeó a Niko en el hombro. —Niko, creo que le atinamos a los antibióticos correctos, me estoy sintiendo mucho mejor. —Bien —dijo Niko—. Entonces los dos estarán listos para irse en la mañana.

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—Por supuesto que lo estaremos. Tal vez puedas prestarme un reloj despertador para que podamos levantarnos a una hora razonable, entonces estaremos en camino. Toda la charla amistosa en la cena se detuvo repentinamente. —¿Qué? —dijo Chloe—. ¿Quién murió? ¿Por qué todos dejaron de hablar? —Niko va a hacer que Robbie y el señor Appleton se vayan mañana — dijo Sahalia. —¡Nooo! —gritaron la mitad de los niños y los otros gritaron—: ¡Tienes que dejarlos quedarse! —¡Tenemos un trato! —gritó Niko, pero el jaleo era demasiado alto. Ulises estaba gritando en español y Robbie lo acercó a su regazo. Unas lágrimas gordas se derramaron de los ojos de Ulises y recargó la cabeza en el hombro de Robbie. —Tenemos un trato con estos hombres y sólo pueden quedarse por un día —repitió Niko. —Ahora, niños —intentó el señor Appleton—. Sean razonables ahora… —¡Te odio! —le gritó Chloe a Niko—. ¡Ojalá hubiéramos elegido a Jake como presidente! A él no le importaría si se quedan. Niko se volteó hacia Josie y a mí. —¿Qué tal un poco de respaldo aquí? —nos pidió. Pero era básicamente inútil intentar hablar a los niños cuando estaban tan alterados. —Esto no tiene ningún sentido —gritó Alex—. Deberían quedarse al menos hasta que terminemos de arreglar el autobús y el señor Appleton se sienta mejor. Parte de mí estaba feliz de que Alex estuviera ahora enojado con Niko, su héroe. Pero, verdaderamente, Alex tenía razón. ¿Qué diferencia harían un par de días más? Los hombres eran seguros, se podía confiar en ellos. ¿Por qué no podían quedarse un poco más? —Hicimos un trato —insistió Niko.

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—Si los haces irse, me iré con ellos —gritó Brayden. —Woah, esperen —dijo el señor Appleton, levantando las manos. —¡Yo también! —anunció Sahalia—. ¡Preferiría probar allá fuera que quedarme aquí con ustedes, perdedores! Eso causo más gritos y llantos de los niños pequeños, quienes, creo, se sentían menos insultados por ser llamados perdedores que asustados porque su nueva “familia” se estaba haciendo pedazos. —Todos, por favor tranquilícense —dijo el señor Appleton—. ¡Cállense! Los niños intentaron refrenar su aflicción, sollozando e hipando para retener sus lágrimas. —Claro. Bien —dijo Niko sarcásticamente—. Escúchenlo a él pero no a mí. El señor Appleton volteó hacia Niko. —Niko —dijo—. Te di mi palabra de que nos iríamos, pero la verdad es que… mi pierna está peor de lo que pensé. Robbie podría terminar de arreglar el autobús y yo podría descansar… si tal vez pudiéramos quedarnos uno o dos días más. Los niños entonaron un coro de ruegos de “por favor” y Niko se fue echando chispas. Josie se levantó. —Quiero que todos se tranquilicen —les dijo a los pequeños—. Voy a ir a hablar con Niko y ver si no podemos arreglar algo. ¿Dean? —dijo, volteándose a mí. —Sí. —Me levanté y la seguí. —Yo voy también —dijo Alex. —No, Alex —le dije—. Estás demasiado molesto, no serás imparcial. Asintió, bajando la vista a la mesa. Él se enorgullecía de permanecer imparcial. —¿Crees que sólo está inseguro de perder su poder? —me preguntó Josie mientras buscábamos a Niko. —Supongo. No lo sé. Es tan disciplinado. Tal vez sólo quiere en realidad que se ajusten al trato, aunque tiene sentido que se queden.

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Niko no estaba en el almacén ni en la sala. Pasamos el pasillo de toallas. Jake estaba tendido en una hamaca, amarrada entre los pasillos. —Hey, Jake, ¿viste a Niko? —pregunté. —Nop —arrastró las palabras. Había sombras bajo los ojos de Jake, su cabello rubio soleado lucía gris y sucio, parecía su gemelo malvado. —¿Qué es todo ese jaleo? —nos preguntó. —Todos quieren que los forasteros se queden pero Niko dice que tienen que irse. —Oh. ¿Eso era todo? ¿No tenía una opinión? Estiró el pie hasta la estantería y se empujó en un suave balanceo. —¿No crees que deberían quedarse? —le preguntó Josie. —¿A quién le importa? —dijo—. De todas formas todos vamos a morir. Levantó la vista para mirarnos. Sus ojos azules eran oscuros como un cielo nocturno tormentoso. —Tal vez Niko esté en el Tren —dije, apartando a Josie. Nos alejamos apresuradamente. Josie entró en el tren. —Tocaré en su puerta —dijo. Un momento después escuche: —Dean, ¿puedes venir aquí? Abrí la puerta del cubículo de Niko. Josie estaba allí parada, mirando alrededor, totalmente paralizada. El cubículo de Niko tenía una hamaca, como el mío. Era lo único en el cubículo, además de dibujos. Dibujos que cubrían las tres paredes.

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Cada dibujo o bosquejo estaba fijado meticulosamente con tachuelas en la pared blanda, todos los dibujos estaban en pedazos de papel de diferentes tamaños. Algunos de once por catorce, otros no más grandes que un post-it. Había una pequeña orilla de la pared velluda y naranja del cambiador del Greenway que estaba a la vista entre los dibujos. El cubículo lucía ordenado y pulcro, y al mismo tiempo era maravilloso y salvaje. Me dejó pasmado. En primer lugar, ¿a quién le quedaban secretos? Estábamos juntos todo el tiempo. Este chico, el líder de nuestro grupo, había mantenido sus dibujos en secreto. ¿Cómo lo hizo? Supongo que a veces lo había visto bosquejando en su sujetapapeles y creo que simplemente asumí que estaba haciendo listas o algo. Miré más de cerca los dibujos. En una pared completa había manos, montones de manos. Estaban representadas con carboncillo o marcador, algunas con simples bolígrafos. En las otras paredes los dibujos eran variados, había un dibujo de Henry y Caroline mirando un libro. Uno de mí cocinando algo y por la mueca en mi rostro, supuse que lo había quemado; lucía más alto de lo que me recordaba a mí mismo. Había un dibujo del autobús, roto e inclinado sobre sus dos neumáticos pinchados cerca de la entrada principal. Había uno hermoso en color pastel de Josie, lucía radiante y resplandeciente, su piel morena capturada en un espectro de tonos chocolate y moca. —¿Viste éste? —le pregunté, apuntándolo. Ella asintió. —Es hermoso —dije. Había un bosquejo de una nube de tinta diluviando en el cielo. Un dibujo de nuestro círculo conmemorativo; el que habíamos tenido después que Josie despertó. Un dibujo realmente bueno de Luna, que tuvo que haber hecho en las últimas doce horas… Josie me estaba dando la espalda, mirando el muro de las manos. Vi que todas eran manos diferentes, manos de personas diferentes, estaban etiquetadas en la esquina inferior derecha con la ordenada letra de imprenta de Niko: Papá, abuelo, Tim, señora Miccio. Vi la manito regordeta de Chloe y una de las grandes manazas de Jake.

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Josie estaba mirando una dibujada en el centro de la pared y las lágrimas le caían por la cara. Supe de quién eran esas manos antes de leer la etiqueta, las manos estaban abiertas, como dando la bienvenida o llamando a alguien; las palmas parecían suaves, dibujadas con líneas leves y un efecto sonrosado del carboncillo. Los dedos eran largos y delgados y afilados en las puntas, en el dedo anular había una alianza de matrimonio y un anillo de compromiso, pero sólo veías el reverso de los anillos por cómo estaban las manos abiertas. Eran las manos de la madre de Niko.

*** A veces, cuando menos lo esperas, la aflicción te barrerá las piernas del suelo. Y así fue conmigo cuando vi ese dibujo allí.

*** —¿Qué están haciendo aquí, chicos? —dijo Niko desde la entrada. —Oh, Niko —dijo Josie, volteando hacia él—. Tus dibujos son tan hermosos. —Y privados —comentó y se movió para que saliéramos. —Lo siento —dije—. Te estábamos buscando. —¡Por favor salgan de mi habitación! —dijo levantando la voz. Entramos a la sala y él nos siguió. —Por cierto, gracias por hacerme el enemigo con los niños —dijo burlonamente—. Intento mantenerlos a todos a salvo y ahora todos me odian. Realmente lo aprecio. Su mandíbula estaba apretada. Podía ver que éste era Niko en su peor momento—tenso, siendo un rigorista con las reglas, optando por el sarcasmo para intentar defenderse. —Simplemente queremos entender tu lógica —dije. —Hicimos un trato. Un. Día. Ésa es mi lógica. —Pero, Niko, Robbie es realmente útil y los niños lo aman.

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—Lo sé —contestó Niko—. ¿Pero no piensan que simplemente podría estar intentando ganarse a todos para que los dejemos quedarse? —Pero el señor Appleton necesita más tiempo para recuperarse — protesté. —¡Lo sé! Miren —Niko volteó a vernos—. Robbie es sólo… —¿Sólo qué? —preguntó Josie. —No me agrada. —¿Qué quieres decir? —pregunté—. ¿Por qué? —La forma en que… no lo sé, la forma en que está sobre todos. No se siente correcta. —Vamos, Niko —protesté. —Lo vi poner el brazo alrededor de Sahalia, estaban yendo a conseguir aceite de motor y tenía el brazo a su alrededor. Eso simplemente no se siente bien. —Niko, ella tiene catorce —dijo Josie—. No puedes pensar que… —¡No sé qué pienso! —exclamó—. Excepto que todos me presionan para hacer algo que se siente incorrecto. Miró alternativamente de mi rostro al de Josie. —¿No lo sienten? —Lo siento —dije—. Quiero decir, el señor Appleton es un poco imbécil, pero todos aman a Robbie, es amigable, es agradable y nos está ayudando a reparar el autobús. Ulises lo ama. —¿Podemos hacer un acuerdo, Niko? —dijo Josie y por primera vez vi calidez en ella dirigida a él—. ¿Qué tal si sólo los dejamos quedarse por dos días más? Lo suficiente para que Robbie termine de arreglar el autobús y para que el señor Appleton descanse. Niko se alejó de ella. —¿No pueden respaldarme en esto? —nos preguntó. —Sólo dos días, Niko. Creo que los niños realmente necesitan algo de tiempo con adulto, y eso también les dará a Brayden y a Sahalia algo de tiempo para acostumbrarse a la idea de que no pueden irse con ellos. Puedo hacer que todos se acostumbren a la idea, si simplemente tengo algo más de tiempo…

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Niko suspiró y se encogió de hombros. —De acuerdo, Josie. Si es lo que quieres hacer, bien.

*** Josie les dijo a todos que Robbie y el señor Appleton se podían quedar dos días más. Robbie y Ulises se abrazaron. El señor Appleton asintió y creo que incluso sonrió. Es lo más optimista que lo había visto.

*** Robbie relevó a Josie como cuentacuentos esa noche. En el piso de la sala, los niños se reunieron a su alrededor como si fuera una fogata. Les contó fábulas de México sobre tortugas y liebres y ranas y coronas. Nunca vieron a un montón de niños ni a un hombre más felices. Yo estaba tan contento de que Niko hubiera cambiado de opinión.

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DÍA ONCE CAPÍTULO VEINTISÉIS “EVACULACIÓN” Traducido por Azhreik Después del desayuno al día siguiente (Chloe fue mi ayudante y dijo: —Sólo haz cualquier cosa, Dean. ¡Quiero ir con Robbie!), Josie y Alex le dieron un tour por la tienda a Robbie. Todos los pequeños los siguieron, alumbrando con sus linternas por todo el lugar. Estaba poniendo el almuerzo en la mesa cuando Jake entró en la cocina y se dejo caer en una cabina. Se veía peor que el día anterior, si eso era posible. —¿Estás bien? —le pregunté. —Dean, viejo. ¿Hay algo de café? —Claro, Jake —dije—. Con crema y azúcar, ¿no? Él asintió y su colgante cabeza comenzó a sacudirse. Me di cuenta que estaba llorando. Puse mi mano en su hombro mientras bajaba el café. —Va a estar bien —dije. —No lo hará. Nunca volverá a estar bien. Simplemente me quedé parado donde estaba, presentí que si me sentaba, él dejaría de hablar. —Sigo tomando estas píldoras, pero cada vez funcionan menos. Es como si hubiera exprimido todos los buenos sentimientos de mi cerebro y ahora no me queda ninguno. Los drené todos y estoy acabado. —Jake, tienes que dejar las pastillas. —Lo sé, lo sé —murmuró—. Pararé hoy. Se volteó para irse, justo cuando Sahalia llegaba. Vestía unos leggings, una camiseta sin mangas y una especie de chaqueta.

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—Chicos, ¿han visto a Robbie? —preguntó. —Está con Josie, Alex y los pequeños —dije—. Están haciendo un tour por la tienda. —Genial —dijo—. Nos vemos. Robbie definitivamente era el gran hombre en el campus.

*** Mientras ponía la comida en los platos, entró el señor Appleton. Definitivamente lucía mejor. —Mmmmm —dijo, viendo el humeante pollo a la naranja que estaba vaciando en un recipiente—. ¿China? —Síp —respondí—. También voy a servir arroz frito. —¿Has visto a Niko? —me preguntó el señor Appleton—. Quiero empezar a empacar. Me resultó interesante. Como que había asumido que el señor Appleton quería quedarse, como claramente Robbie quería. —¡ALMUERZO! —grité. El señor Appleton brincó. —Lo siento —dije. Y luego voceé de nuevo—. ¡ALMUERZO! ¡Vengan por él! Escuché el sonido de las hordas hambrientas moviéndose hacia la cocina. —¿Cree que ya pueda viajar? —le pregunté al señor Appleton mientras acomodaba los platos, tenedores y servilletas. —Quiero honrar nuestro acuerdo —dijo—. Y sí, supongo que estoy ansioso por volver al camino. —¿Por qué? —Bueno, necesitamos tener otra reunión —dijo el señor Appleton—. Así puedo decirles sobre Denver. Los niños entraron como un enjambre. —¡Mmmm! ¡Comida china! —dijo Max. —¡Amo la comida china! —gorjeó Caroline.

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—Espere, —le dije al señor A. —¿Qué pasa con Denver? Niko entró, tenía los brazos cruzados sobre el pecho. Se formó detrás de Batista. —Oh, Niko —dijo el señor Appleton—. Quería hablarte sobre nuestro plan de partida. —¿En serio? —dijo Niko—. Okay. Bien. —Y me di cuenta que aún no les hemos dicho sobre Denver. —¿Qué pasa con Denver? —dije, ahuyentando a Ulises y Max hacia una mesa. —¿Qué es ahora? —dijo Robbie, llegando tranquilamente. —Están evacuando gente —nos dijo el señor Appleton a Niko y a mí—. Si pueden llegar al Aeropuerto Internacional de Denver, pueden ser evacuados. —¿Qué quieres decir con “evaculados”? —demandó Chloe, metiéndose en la fila. Para este momento, la mayoría de los niños tenían sus platos y estaban sentados. El señor Appleton se volteó hacia ellos. Parecía una clase sentada en un Pizza Shack. Raro. —Bueno, niños —dijo el señor Appleton—. Cuando hay una crisis en un área, el gobierno viene y evacua a la gente que vive en esa área. La evacuación es el traslado de grupos grandes de gente a un lugar más seguro. —¿Qué quiere decir? —interrumpió Batista. —Mucha gente en esta área se está dirigiendo al aeropuerto de Denver — explicó el señor Appleton—. Se rumorea que el gobierno está transportando a la gente por helicóptero y llevándolos a Alaska. Caroline levantó la mano. —¿Quiere decir como a nuestra mami? —preguntó—. ¿Como que nuestra mami podría estar yendo a Denver para alejarse en un helicóptero? —Posiblemente —dijo el señor Appleton. De golpe todos estaban hablando, gritando, chillando: Denver, Denver, Denver. Tenemos que ir a Denver. Podríamos conducir el autobús a Denver. Tenemos que irnos hoy a Denver.

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Niko estaba sacudiendo la cabeza, ya imaginando el caos que esas noticias iban a crear. —¡Wow, wow, wow! —dijo el señor Appleton, con las manos en el aire. Los niños gradualmente guardaron silencio, aunque Henry tenía hipo—. No es para nada viable que ustedes, niños, vayan a Denver. Absolutamente no, ahí fuera es demasiado peligroso para ustedes. —¡Pero queremos encontrar a nuestra mami! —dijo Caroline. Su rostro pecoso estaba muy triste, era difícil no arrastrarla a un abrazo. —Entiendo eso, Caroline —respondió el señor Appleton—. Y es por eso que Robbie y yo vamos a ir a Denver, nos transportarán a Alaska y entonces encontraremos a sus padres y les diremos dónde están para que puedan venir por ustedes. Los pequeños empezaron a sonreír. Comenzaron a aplaudir y sonreír, limpiándose las lágrimas. Niko estaba sonriendo. Eso es lo más feliz que había visto nunca a Niko y entendí por qué: Los hombres se estaban yendo; él no tenía que hacer que se fueran, así que ya no luciría como el chico malo; y encima de todo, había una plegaria de que podríamos ser rescatados. Esperanza. Era un verdadero destello de esperanza el que el señor Appleton acababa de darnos. Todos hablaban con entusiasmo. Niko, Alex y el señor Appleton empezaron a hablar sobre cuáles suministros necesitarían los hombres. Sólo una persona lucía infeliz: Robbie. Podía decir que realmente había deseado quedarse con nosotros. Se fue intempestivamente. Sahalia lo vio irse y fue tras él. Pensé que seguramente iba a rogarle que la llevara con él. No pensé en ello por mucho, porque el señor Appleton dijo: —Ahora, si ustedes, niños, pudieran ir al área escolar, podrían escribir una carta a sus padres para que Robbie y yo la entreguemos.

***

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Estaba tirando los restos de nuestra comida cuando Alex regresó, cargaba un pequeño contenedor con algunos elementos electrónicos dentro. —¿Puedo mostrarte algo? —me preguntó. —Por supuesto. Estaba feliz de que se molestara siquiera en mostrarme algo, no nos estábamos llevando tan bien como deberíamos. Alex sacó del contenedor dos video walkie-talkies, uno de ellos tenía pegada una antena extra larga y algún cableado extra y se mantenía todo junto por un poco de cinta aislante azul. —Es un video walkie-talkie pero amplié el transmisor con esta antena — explicó—. Lo he estado probando y hasta ahora, funciona bastante bien en los límites de la tienda. —Eso es genial —dije—. ¿Piensas que podríamos usarlo como, más o menos un intercomunicador? —No —dijo—. Pensé que tal vez el señor Appleton se lo llevaría con él, de esa forma podríamos ver qué está sucediendo afuera. Una y otra y otra vez, como siempre, fui sobrepasado por la brillantez de mi hermano. —Eso es increíble, Alex —dije—. Ésa es una grandiosa idea, les va a encantar. Se fue para mostrárselo a Niko y al señor Appleton. Me senté a escribir mi carta a nuestros padres. Intenté decirles qué nos había sucedido, escribí que Alex y yo nos estábamos cuidando el uno al otro y que me aseguraría de mantenerlo a salvo, cueste lo que cueste. Tenía que esforzarme más que hasta el momento. Pero es difícil cuidar de alguien que no desea o que ni siquiera necesita tu ayuda realmente.

*** El señor Appleton y Robbie vinieron a la cocina con Niko y Alex un poco después.

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Los había visto a los cuatro en el pasillo de bicicletas, habían escogido dos sólidas bicicletas de montaña de calidad superior. Ahora que su éxito estaba ligado a nuestros sueños de encontrar a nuestros padres, queríamos que tuvieran todo lo que desearan, podrían llevarse la tienda entera si deseaban; sólo para tener de vuelta a nuestros padres. —Dean —dijo Niko—. ¿Has pensado en la comida que podemos enviar con estos hombres? Lo había pensado. Tenía un contenedor de plástico lleno de cosas: 2 cajas de barras de granola 1 caja de barras proteínicas 2 bolsas de frutos secos surtidos. 4 latas de RavioliOs 20 4 latas de frijoles 1 bolsa de frijoles deshidratados 1 bolsa de arroz 1 caja de avena instantánea 2 frascos de café instantáneo 1 caja de leche en polvo También había apartado cuatro botellas de agua de cuatro litros y seis botellas de Gatorade de a litro. No sé, eso parecía lo máximo que podrían cargar. —Chicos, pueden tomar toda la comida de perro que deseen —ofrecí. Robbie se encogió de hombros. —Luna lo hace bien por su cuenta —dijo. Parecía decaído, estaba mirando el piso. Él no quería irse, eso estaba claro. El señor Appleton empezó a hurgar a través de la caja de plástico. Me acerqué a Alex. —¿Van a llevarse los video walkie-talkies? —le pregunté.

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RavioliOs: Es una marca de una mezcla entre Raviolis y Espaguetis.

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—¡Sí! Creen que es una gran idea. El señor Appleton dijo que soy muy ingenioso. Su rostro serio lucía orgulloso. Puse mi brazo alrededor de su hombro y como que le di un abrazo. Se zafó y fue a pararse cerca de Niko. Supongo que de nuevo eran mejores camaradas. Intenté que no me importara. El señor Appleton levantó el envase y pareció de acuerdo con el peso. Aunque registrándolos, descartó los RavioliOs. —¿Tienes algo de carne de cecina? —me preguntó. —Claro —dije y me di la vuelta para ir por ella. —Iré con él —dijo Robbie. Robbie y yo nos encaminamos hacia el pasillo de refrigerios. —Siento que puedo confiar en ti —me dijo Robbie, poniendo su mano en mi hombro—. Estoy en un aprieto y no sé qué hacer. —¿Qué pasa? —dije. —Craig quiere irse de inmediato, pero no creo que esté lo suficientemente bien para irse. —Sé que Niko les había dicho que podrían quedarse al menos otro día — dije. —¡Sí! Y ahora Craig quiere irse hoy, quiere irse justo ahora y simplemente no estoy seguro que él esté listo para eso. Habíamos alcanzado la cecina y su mano pasó rozando sobre algunos paquetes. —Creo que tiene miedo de morir y quiere intentar llegar a Denver antes de eso. Robbie se volteó hacia mí. —Creo que mientras más nos quedemos, mejor. Quiero decir, quiero llevarles las cartas a sus viejos, en serio, pero no sé qué oportunidades tenemos con él como está. Tenía que estar de acuerdo.

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—Me siento realmente mal, Robbie —dije—. Pero no sé qué hacer. Sinceramente creo que antes de que todos supiéramos sobre Denver, la mayoría de nosotros habría deseado que simplemente te quedaras, como para siempre. Tal vez era demasiado decir eso, tal vez había cruzado una línea, pero me sentí mal. Tener que regresar allí afuera después de todo lo que habían pasado, cuando estar en la tienda era seguro y todos deseábamos que él se quedara. Era duro. —Pero también tengo que decir —y era la verdad en cualquier forma—, si puedes ir a Alaska y encontrar a nuestros padres, serías nuestro héroe eternamente. Robbie suspiró. —Es cierto —dijo—. Me gustaría ayudarlos.

*** Cuando regresamos, Niko estaba ayudando al señor Appleton a empacar dos grandes mochilas y dos alforjas de bicicleta. Vi en el piso dos pequeñas estufas para acampar—de la clase que sólo son una lata de combustible y una cosa metálica que va encima; además de dos bolsas de dormir térmicas—del tipo de manta térmica muy delgada. Y un montón de cerillos y algunas bolsas Ziploc, ponchos, linternas y cosas de acampar del Departamento de Deportes. El equipo de video de Alex estaba en una pila cerca a la ropa. Y lo principal: una bolsa Ziploc que contenía una lista de nuestros nombres y nuestras cartas. Niko y el señor Appleton estaban empacando metódicamente las cosas. —Señor Appleton, simplemente me estaba preguntando. —Tenía que intentarlo, en nombre de Robbie—. Quiero decir, para nosotros está bien que pasen un poco más de tiempo aquí. Todos queremos que vayan a Denver con nuestros mensajes, ¿por qué no simplemente esperan hasta que se sienta un poco mejor? —Ya lo he discutido con Niko —dijo rígidamente. —No sabemos cuándo empieza la evacuación —dijo Niko—. Así que si esperan demasiado, podrían perdérsela. —Además, le atinamos a los antibióticos correctos y ya me estoy empezando a sentir mejor —añadió el señor Appleton.

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De acuerdo. Esos eran argumentos sólidos, ¿pero por qué no me miraba a los ojos? —Cenaremos con ustedes y entonces nos iremos —dijo. Robbie estaba mirando al señor Appleton con irritación y tal vez enojo en el rostro. Cuando Robbie me vio observándolo, me dirigió una débil sonrisa.

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CAPÍTULO VEINTISIETE LA GRAN DESPEDIDA Traducido por verittooo Batista y yo realmente nos destacamos con la cena de despedida. Después de que los hombres se fueran, le iba a preguntar a Niko si Batista podía ser mi ayudante permanente. Él realmente sabía manejarse con la comida y creo que todos se estaban cansando de las comidas ridículas que mis otros ayudantes elegían (para un almuerzo, Ulises había elegido comidas solamente con cerezas—Pop-Tarts de cereza, tarta de cereza, helado de cereza negra, etc.) Batista y yo asamos al horno lo último que quedaba de pollo congelado. Hizo un suflé de maíz usando Egg Beaters21 y maíz congelado, con otras cosas. Hicimos tres tortas para el postre: amarilla con cubierta de chocolate, la tarta del Diablo con glaseado de malvaviscos, y un pastel rosa con cubierta de vainilla y granas de colores para un efecto novedoso. Fue una comida muy buena. Todos lo dijeron, excepto por Jake, que tomó un plato y se escabulló para comer solo, y Astrid que estaba desaparecida en acción. El señor Appleton y Niko habían unido fuerzas, claramente. Se sentaron juntos, discutiendo el viaje. Alex se sentó con ellos, escuchando, y feliz, me imaginé, de que tuviera permitido participar en esa conversación importante. Después de la cena, el señor Appleton dio un discurso. Se puso de pie y secó su frente con una servilleta. —Quiero agradecerles a todos por aceptarnos y cuidarnos tanto —dijo—. Ustedes son los chicos más brillantes y determinados que tuve el placer de conocer. Estoy orgulloso de que estén en mi distrito escolar. Volvió a frotar su cabeza. ¿Por qué estaba sudando tanto? No hacía calor en la cocina. Estaba fresca, como el resto de la tienda. —Robbie y yo haremos nuestra misión encontrar a sus padres y decirles que están aquí. 21

Egg Beaters: sustituto de huevos naturales. Se utiliza para evitar ciertas enfermedades.

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Los niños aplaudieron. —Puede decirle a mi mamá que le diga al señor Mittens que lo extraño, ¿por favor? —la pequeña Caroline le preguntó al señor Appleton. —Por supuesto —respondió. Después cerró los ojos estirando una mano para poder apoyarse en la mesa. Niko se paró. A su señal, Alex entregó copas de plástico llenas con jugo de manzana espumante. —Y, señor Appleton y Robbie, estamos muy contentos de que hayan venido. Ha sido nuestro placer prepararlos para el viaje que tienen por delante y les agradecemos mucho que le lleven las cartas a nuestros padres. ¡Por el señor Appleton y Robbie! Brindamos con nuestro champagne falso. —De acuerdo —dijo el señor Appleton—. Creo es hora de irnos. Los niños gimieron. —No me gusta —dijo Chloe con un puchero—. Al menos esperan hasta la mañana. Nadie viaja de noche. —En realidad no importa —respondió el señor Appleton—. Es de noche todo el tiempo allí afuera. —Y hay menos gente de noche. Así que hay menos posibilidades de que nos encontremos con gente peligrosa —añadió Robbie. Chloe tembló. Ulises estaba sentado en el regazo de Robbie. Le besó la cima de la cabeza y Ulises se acurrucó en él y envolvió sus brazos alrededor del cuello de Robbie. Su partida iba a apestar para Ulises. —Vamos, Robbie —dijo el señor Appleton—. Es hora. El señor Appleton se paró. —Gracias de nuevo —dijo Niko. —Es nuestro deber y nuestro placer —dijo el señor Appleton. Su color no era bueno.

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Parecía mirar a Niko con los ojos entrecerrados, estirando la mano para estrechar la de él. Pero no pudo encontrarla. El señor Appleton estiró una mano para estabilizarse con la superficie de la mesa, pero la mano falló. Lentamente, de costado, el señor Appleton se desplomó en el suelo.

*** Niko, Robbie, Brayden y yo lo cargamos devuelta al área para dormir. —Sabía que no se estaba sintiendo del todo bien —dijo Robbie—. Él tiene este sentimiento de deber hacia ustedes. Le quería llevar esas cartas a sus padres. Acomodaron al señor Appleton. Su cabeza cayó de lado. Estaba desmayado. —¿Crees que está bien? —pregunté. —Que alguien vaya a buscar sales aromáticas —ordenó Niko. —Yo voy —se ofreció Brayden y se alejó al área de Farmacia. —Necesitamos llevarlo al hospital —dijo Niko. Se giró hacia el señor Appleton—. ¿Crees que puedas llevarlo allí, si les hacemos algún tipo de trineo? No es demasiado lejos… —No, no, no —protestó Robbie—. El hospital está cerrado. Era uno de los primeros lugar al que dirigirse. Había como cientos de personas intentando entrar. Fue atacado. Niko pensó sobre eso. Lo vi mirar a Robbie. No confiaba en él. —Créeme, lo juro por Dios, éste es el mejor lugar para Craig. Éste es en el único lugar en el que tiene una oportunidad. —Genial —dijo Niko. Sus manos estaban en puños. Brayden volvió después de un rato con las sales aromáticas, una pequeña botella de la Farmacia. Nunca la había visto antes. Niko abrió la botella expertamente y la sostuvo a una mano de distancia de la nariz del señor Appleton. Frotó los gases hacia él. El señor Appleton retrocedió. Estaba súper atontado.

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—Mi arma —dijo, y agarró la camiseta de Niko, después gimió, un sonido largo parecido al de un toro, y volvió a dormir.

*** —Se debe de haber sobre exigido —dijo Niko de camino a la cocina. —Está enfermo —dije. —Viejo, su pierna se está pudriendo —dijo Brayden, siempre uno con las palabras. —No lo sé —dije—. Casi parecía drogado para mí. Tal vez se excedió con los analgésicos. —Es posible —dijo Niko—. Yo le di un montón para que fuera tomando. Niko exhaló. —Ahora estamos atascados con ellos —murmuró oscuramente. —No te preocupes, Niko —dije—. Robbie no es tan malo.

*** Asignamos vigilancias para cuidar del señor Appleton. Niko lo vigilaría desde la hora de dormir hasta la medianoche. Robbie insistió en tomar el segundo turno. Y yo me ofrecí de tres a seis de la madrugada. Cuando Niko les dijo a los pequeños que los adultos se quedarían por un par de días más, estuvieron encantados. Ulises se puso a bailar, que fue lo suficientemente gracioso como para romper la severidad del momento. Incluso Niko tenía una sonrisa mientras Ulises se sacudía y hacía el baile del robot. El niño regordete realmente sabía cómo moverse.

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CAPÍTULO VEINTIOCHO LA GRAN DESPEDIDA: SEGUNDA PARTE Traducido por Yuki_252 Todo estaba tranquilo y oscuro en la tienda cuando nos despertamos con el sonido de los ladridos de Luna y Astrid gritando a todo volumen: —¡JAKENIKODEANBRAYDENVENGANAQUÍ! Arrancamos a través de la tienda, luchando uno en cima del otro en nuestro estado medio dormido, pero despiertos tan pronto como nuestros pies pisaron el linóleo. Corrimos hacia su voz y la tenue luz de una linterna. Doblé la cabecera del pasillo y vi un colchón de aire, medio cubierto por una sábana retorcida. Y a Robbie, acostado sobre él en su ropa interior. Y a Astrid. Astrid estaba encima de Robbie, sosteniendo un arma, apuntando a su pecho. Luna estaba parada como una sirena de incendios y ladrando fuertemente. Y entonces vi a Sahalia. Estaba llorando y básicamente desnuda, sólo llevaba una tanga. Ella se sentó en el suelo, apretando el camisón contra su pecho. Sahalia y Robbie habían estado... Sahalia y Robbie habían estado... Sahalia y Robbie habían estado... ¿qué? —¿Qué demonios? —dijo Jake. —Toma la pistola —dijo Astrid. Jake tomó el arma de ella, apuntando hacia la sección media de Robbie. —Esto es intenso. Esto es demasiado intenso —dijo Jake, y vi que su mano estaba temblando.

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—¿Qué pasó? —preguntó Niko. —¡Nada! —protestó Robbie. Sahalia estaba llorando, aferrándose a Astrid como si fuera una balsa salvavidas. Astrid estaba haciendo sonidos calmantes, y tratando de cubrirla y levantarla del suelo, al mismo tiempo. —Está bien —dijo Astrid—. Estás bien, estás bien, sólo levántate. — Sahalia aferró el camisón contra su pecho y Astrid la movió hacia el Tren. —Muchachos —dijo Robbie—. No es lo que ustedes piensan. Yo sólo estaba tendido aquí durmiendo, y me desperté, y ella estaba encima de mí. Dijo que quería que la llevara conmigo y que podía ser mi novia. ¡Le dije que no! — Mantuvo sus manos levantadas. —¡Eres un mentiroso! —dijo Niko. —Te estoy diciendo la verdad —continuó Robbie—. Yo sé que tan mal luce esto, de verdad, le dije que no. En serio. ¡Te lo juro! Luna aún seguía ladrando y gruñendo. —Ven aquí, Luna. —Robbie llamó a la perra hacia él. Le rascó las orejas y la acaricio, calmándola. Tratando de calmarnos a todos. —Es sólo un malentendido —le dijo al perro—. Estos chicos nunca le harían daño a nadie, es sólo un gran malentendido. Yo miré a los demás, ¿le creyeron eso? ¿Yo le creía? —Esa chica está loca —dijo Robbie—. Ella seguía hablando acerca de cómo ninguno de ustedes piensa que es una adulta, pero que lo es, y que quería demostrárselos a ustedes, y honestamente, yo estaba tratando de conseguir que volviera a ponerse su camisón cuando la otra chica loca vino con la pistola. —¡Muy bien! —gritó Niko—. ¡Es suficiente! Sólo no hables, déjame pensar. Robbie le murmuró sonidos relajantes a Luna. —Ustedes quédense aquí y mantengan el arma sobre él —nos dijo Niko, haciendo un gesto hacia mí, Brayden, y Jake, que todavía sostenía el arma—. Mantengan la pistola sobre él, no importa lo que diga, voy a ir a hablar con Sahalia, averiguaré lo qué ha ocurrido aquí y entonces sabremos qué hacer.

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Niko corrió por el pasillo. —Oh, Dios —dijo Jake, la mano que sostenía el arma estaba temblando violentamente—. Creo que voy a vomitar. Él se dobló. —Dame el arma —dijo Brayden, moviéndose hacia Jake. Pero entonces Robbie la estaba alcanzando, tambaleándose hacia arriba. Yo fui demasiado lento, estaba un paso por detrás. Robbie agarró la pistola de Jake, justo cuando Brayden intentó alcanzarla. —¡No! —gritó Brayden. Cogió la pistola y en el forcejeo el arma se disparó con un BANG ensordecedor. Brayden se deslizó hasta el suelo, viéndose confundido. —¡Brayden! —grité. Jake se abalanzó hacia Robbie y trató de conseguir el arma. Niko llegó corriendo por el pasillo y se lanzó hacia Robbie y lo agarró alrededor del cuello, y los tres se fueron derribando hacia atrás sobre el suelo. Robbie golpeó a Jake y le dio un codazo en la cabeza a Niko, cogiendo la pistola de las manos de Jake. Corrí hacia Brayden, él me miró con sorpresa en sus ojos. Cuando levanté la vista, Robbie tenía el arma justo en la cabeza de Niko. —¡Aléjate! —gritó Robbie—. ¡Dispararé! ¡Le voy a disparar! ¡Lo haré! Jake se deslizó lejos, con las manos en alto. Robbie maldijo en español, poniéndose de pie, se limpió sangre de la comisura de su boca. —¡Maldita sea! ¡Te dije que no era yo! Ella quería ser mi novia. ¿Por qué no pudiste creerme? Tú —dijo, enfrentado a Niko— ¡la tenías contra mí desde el principio! Robbie atacó y golpeó a Niko en la cara con el cañón de la pistola, éste cayó. —A ti no te toca decidir quién se va y quién se queda —Robbie le gritó a la forma caída de Niko—. ¡Quién vive y muere! —Él levantó su arma.

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Y, ¡BWAM! El disparó asesinó a mis oídos. Robbie se echó hacia atrás, guiado por su cabeza. Golpeó la estantería detrás de él y se dejó caer a la suelo. Le habían disparado.

*** Ahí estaba Josie, sosteniendo la otra pistola, saliendo de entre las sombras por el pasillo. En el suelo, justo detrás de ella estaba la bolsa Ziploc en la que Niko había guardado las armas. ¿La otra pistola había estado en el suelo todo el tiempo? Josie dejó caer el arma, agitando su brazo. Ella se hundió de rodillas, cubrió su rostro, y aulló.

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CAPÍTULO VEINTINUEVE SANGRE, LEJÍA, Y MENTIRAS Traducido por Nim Los pequeños llegaron gritando para ver lo que había ocurrido, y agarré a Max y a Ulises y los empujé a todos de vuelta hacia el Tren. —¡Vuelvan al Tren! —grité—. ¡Esto es una emergencia! ¡Vamos! ¡Vamos! ¡Vamos! Ellos no podían ver lo que había ocurrido. Les grité todo el camino de vuelta al Tren. Les empujé dentro y tiré de uno de los sofás futón delante de la puerta. —¡Quédense allí adentro hasta que sea seguro! —grité—. Vendremos a buscarlos cuando sea seguro. Ellos lloraban y sollozaban en el interior, golpeando la puerta. Astrid y Sahalia estaban acurrucados juntas en el otro sofá futón en la

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sala. Astrid le estaba cantado a Sahalia. Robbie estaba muerto. Brayden había recibido un disparo, y ahora Astrid estaba cantándole a Sahalia. Tenía que mantener los hechos en orden o podría volverme loco. Esos eran los hechos. Corrí de vuelta con mis amigos.

*** —Esto es malo, esto es malo —Jake seguía repitiendo. Todo debe haberse sentido como un viaje muy malo para él. Josie estaba llorando en el piso, el arma tendida junto a ella sobre el linóleo. Niko había tendido a Brayden en el suelo y estaba presionando sus manos sobre el hombro de Brayden. Había sangre por todas partes en los brazos y la camisa de Niko. Brayden estaba empapado en ella.

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—Estoy intentando detener la hemorragia pero no sé qué hacer —dijo Niko, mirándome con puro pánico en los ojos. Corrí a la Farmacia. Alex estaba allí, luchando por reunir en sus brazos tantas vendas como podía. Estaba oscuro. Era difícil encontrar algo porque la tienda estaba demasiado oscura. —Lleva esos a Niko y luego enciende las luces, ¿de acuerdo? —dije. —¡Pero la energía! —protestó. —¡Necesitamos luz! —respondí—. Necesitamos ver lo que estamos haciendo. —Está bien. —Tragó saliva y fue corriendo a obedecer. Necesitaba algo para detener el sangrado. Sabía que esas cosas existían porque una vez nuestro vecino se cayó por las escaleras y se abrió un enorme tajo en la nuca. Los paramédicos habían rociado un polvo sobre él. Algún tipo de polvo que detiene el sangrado. Salté sobre el mostrador de la Farmacia. El lugar era un lio. ¿Qué demonios había estado haciendo Jake aquí? Pensé. Las luces parpadeando y se encendieron. Al principio, entrecerré los ojos. Luego empecé a escanear los estantes. Agarré las pastillas para el dolor que Jake me había dado. Esas deberían ayudar a Brayden. No podía encontrar eso del sangrado. No sabía como se llamaba ni nada. Agarré algunos antibióticos que Niko le había dado al señor Appleton y volví corriendo.

*** La escena del crimen parecía mucho, mucho peor con las luces encendidas. —¡Tenemos que sacar este cuerpo fuera de aquí! —Jake estaba a punto de llorar.

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—Lo haremos, Jake. Lo haremos —dijo Niko lacónicamente—. Deja de hablar de ello. Robbie había sido empujado hacia atrás por la fuerza de la bala y yacía desplomado contra los estantes. Sangre y masas de tejido (cerebro) estaban esparcidas sobre los decorativos volantes detrás de él. Y debajo de sus piernas una marea negra de sangre estaba extendiéndose lentamente. Niko había hecho una almohadilla cuadrada de vendas de los suministros que Alex había traído y la estaba presionando sobre el hombro de Brayden con todas sus fuerzas. —No pude encontrar esa cosa de la sangre —jadeé, sin aliento. —Está disminuyendo —dijo Niko—. Creo que el sangrado está disminuyendo. Pero está perdiendo demasiada sangre. Tomé el brazo ileso de Brayden e intenté encontrar el pulso. —Está frio —le dije a Niko. —Lo sé. —¿Dónde está Josie? —pregunté. —Astrid vino y se la llevó. —¡Tenemos que hacer algo con el cuerpo, chicos! —se lamentó Jake—. Me está volviendo loco. Niko me miró. —¿Puedes librarte de él? —preguntó. —¿No necesitas mi ayuda? —Alex volverá enseguida —dijo Niko. Me volví hacia Jake. —Muy bien, me libraré del cuerpo —dije—. Pero me tienes que ayudar. Jake estaba llorando ahora, lágrimas fluían por su cara. —Es mi culpa, esto es mi culpa —se lamentó. —Para, Jake. Necesito tu ayuda. —No puedo hacer esto —dijo.

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—Sí, puedes. Sólo… sólo no lo mires —le dije a Jake. Agarré la mano de Robbie. Estaba fría y pesada. Como arcilla. Un cuerpo de arcilla. Tomé una mano y Jake tomó la otra. —Oh, Dios —lloriqueó Jake. Dejamos caer a Robbie sobre el colchón de aire. Su cuerpo aterrizó con un enfermizo y húmedo sonido. Recogí el edredón, que había sido tirado sobre el piso, y cubrí el cuerpo con él. —Vamos —le dije a Jake—. Tira. Tiramos del colchón de aire de vuelta a la despensa, dejando un espeluznante camino detrás—sangre corriendo en líneas paralelas—como si el colchón de aire fuera una brocha plana dejando un rastro de color rojo fuerte. Jake tenía sangre por todo el centro de su cuerpo y sus brazos. Parecía que habíamos masacrado una vaca. —Tengo miedo —dijo Jake.

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—Lo sé, Jake —le dije. —No quiero que Brayden muera —dijo, rompiendo a llorar—. ¡Cristo! Me tengo que tranquilizar. Se limpió las lágrimas con el antebrazo, que estaba salpicado con sangre.

*** Jake y Alex fueron asignados a limpiar la sangre, mientras yo ayudaba a Niko a vendar a Brayden. Cortamos la camisa de Brayden. Niko lo limpió con esas cosas naranjas y luego me pidió que sostuviera la venda con fuerza mientras envolvía todo el hombro con gasa. Era húmedo y desagradable hacer esto. La bala había tomado un pedazo de su hombro. La carne estaba cruda, horrible y sucia. Podía ver el hueso blanco debajo de la desgarrada carne. Intenté no desmayarme.

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—¡Mantén la presión! —ordenó Niko. Cerré los ojos y presioné con fuerza. Niko no creía que debiéramos moverlo demasiado, así que fui y conseguí un nuevo colchón inflable. Niko, Jake, Alex y yo lo levantamos, tan cuidadosamente como pudimos, sobre el colchón de aire. Niko envió a Alex por mantas espaciales y Gatorade. Niko siguió atendiendo a Brayden mientras yo ayudaba a Alex y a Jake a terminar de limpiar. Para cuando terminamos, había ocho bolsas de basura llenas con toallas de papel empapadas en sangre, toallitas húmedas sucias, botellas vacías de lejía, etc. Después de lo que sentí como horas y horas de duro y horrible trabajo, el tipo de trabajo que nadie nunca, nunca quería tener que hacer, Niko dijo finalmente: —Creo que se ha estabilizado lo suficiente. —¿Lo suficiente estabilizado para qué? —dije. Tal vez estaba lo suficientemente bien como para que pudiéramos lavarnos y cambiarnos la ropa. Nos veíamos increíblemente espantosos. —Lo suficientemente estabilizado para que podamos ir a hablar con Sahalia.

*** Sahalia permanecía tendida con Astrid en uno de los sofás futón. Estaban tendidas juntas, en cucharita, sus cuerpos enroscados en una doble S. Ninguna de las chicas estaba dormida. Sus ojos estaban completamente despiertos, mirando hacia adelante. Josie estaba acurrucada en la silla mariposa, mirando al frente. Alguien (probablemente Astrid) había lanzado una manta sobre ella.

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No había sonidos desde el interior del Tren, pero el futón que había colocado enfrente de la puerta había sido removido, así que asumí que todo estaba bien adentro. —Sahalia —dijo Niko suavemente, arrodillándose al lado del futón—. Necesitamos saber lo que ocurrió. Sahalia simplemente cerró los ojos. —Vamos, Sasha —intentó Jake—. Tenemos que saber. —Nadie te culpa de todo lo que ha ocurrido —dije. —Robbie estaba mintiéndonos y necesitamos saber la verdad —dijo Niko. —Dijo que me llevaría con él —dijo Sahalia en voz baja—. Dijo que éramos iguales y que podríamos lograrlo juntos. Pensé que seríamos, como, como un equipo. Pero entonces… él… Lágrimas se deslizaban por su cara. No hizo ademán de limpiárselas. —Dijo que debía ser, como, su novia. Y creo que pensé que podría, ya sabes, hacer todo lo que quisiera que hiciera. Pero entonces no quise y… —Estaba manteniendo un ojo sobre él —dijo Astrid—. No confiaba en él. Ella dijo que no. Y él no iba a parar— Josie agarró mi manga, abriéndose paso a través del centro del grupo. —Así que yo tenía razón. ¿Verdad? Él era malo. ¿Él era malo? Ella estaba respirando agitadamente, lágrimas agrupadas en sus ojos. —Era un tipo malo y no tenía más remedio que hacer lo que hice. ¿Verdad? —Sí. —Por supuesto. —Absolutamente. Contestamos, pero no parecía oírnos. Niko la cogió por los brazos y la miró justo a los ojos. —Josie —dijo él—. Robbie era malo. Salvaste mi vida disparándole. Hiciste lo correcto.

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Josie se desvaneció, sus rodillas colapsando bajo ella. Niko la condujo hacia abajo sobre el futón, cerca de Astrid y Sahalia. Astrid puso su otro brazo alrededor de Josie y ahora tenía a Sahalia a un lado y a Josie en el otro. —Oí el disparo y fui corriendo —dijo Josie. Entendí que necesitaba contarnos toda la historia. —Allí, en medio del pasillo, estaba la bolsa en el piso y la segunda pistola tirada allí. La tomé. No iba a dispararle a nadie. Sólo pensé… una pistola no debería estar tirada en el suelo. Ella se limpió los ojos. —Ni siquiera quería cogerla. Pero lo hice. Y entonces vi a Robbie haciéndole daño a Niko. Ni siquiera pensé —susurró—. Sólo le disparé. Lo sentí tan natural. Como si disparar gente fuera algo que hiciera todo el tiempo. —Hiciste lo correcto —dije. —Porque iba a dañar a Niko, ¿verdad? Él iba a dispararle a Niko. —Él ya me había golpeado con el arma —dijo Niko—. Y creo que iba a dispararme. —Sí —dijo ella—. Hice lo correcto. Lo hice. Josie tiró la cabeza hacia atrás y nos miró a todos de repente. Niko, Jake, Alex, y yo. Mi camisa y mis brazos. —¿Chicos, están cubiertos de sangre? —preguntó—. Tienen que limpiarse —dijo, tambaleándose sobre sus pies—. ¿Qué pensarán los niños?

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CAPÍTULO TREINTA UN BESO Traducido por Nikky* Aun cuando todos teníamos los huesos cansados, solo Sahalia, Jake y Alex pudieron dormir. Sahalia se acurrucó en el sofá futón. Alex en la silla mariposa. Jake se había recostado en frente del futón sobre el piso. —Sólo descansaré mis ojos por un segundo. —Y pronto estuvo roncando. —Estoy lista para trabajar —dijo Josie—. Tomaré la primera guardia con Brayden y el señor Appleton mientras ustedes duermen un poco. Astrid se puso en pie. Ella caminó a la puerta hasta el Tren y miró dentro, rascando su cabeza. —¿Quieres que te muestre donde está tu cubículo? —le pregunté. —Supongo que estás bastante cansado —dijo, mirándome. —¿Por qué? —Tal vez tenga piojos. —Sí —dije—. Probablemente sí. —Le expliqué que todos podríamos tener piojos y que Josie lavaba nuestro cabello. —Puedo lavar el tuyo —dije. —¿No estás muy cansado? —me preguntó Astrid. Estaba totalmente aniquilado hace un momento, pero hablando con Astrid. Sólo la idea de… bueno, la idea de lavar su cabello, me hizo sentir realmente, muy despierto. —No —dije—. Siempre puedo dedicar un momento para despiojar a una amiga. Ella sonrió. Caminamos hasta el Basurero. Astrid salió corriendo cerca de los Suministros de Oficina.

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—¿Qué estás haciendo? —le pregunté. Volvió sosteniendo un par de tijeras. —Tengo cuatro hermanos —dijo—. He tenido piojos tres veces. Y no hay forma de sacarlos de un cabello largo como éste. Tendrás que hacerme un corte de pelo. —¿Sabes que apestaré haciéndolo? —Estaría sorprendida si no —contestó. Y allí, ella me sonrió. La misma sonrisa que había estado viendo en mis sueños desde que era un estudiante de primer año.

*** Las cosas para lavar el cabello todavía estaban en el Basurero, completo con toallas extras y todo. —Córtalo —dijo ella mientras se sentaba en un taburete. —Dios, ayúdame —dije. Tomé una toalla y la envolví con ella. Empecé a cortar. Las doradas trenzas que me habían paralizado completamente, ahora estaban grises y sucias. Eran casi como rastas. Un gran grupo estaba todo enredado y sólo las fragmenté con las tijeras hasta que había cortado todo. Astrid se estremeció. —¿Se siente raro? —le pregunté. —Liviano —dijo—. Mi cabeza se siente libre. Corté hasta que la mayoría se había ido. Se veía espantoso. Hasta el cuero cabelludo en algunos lugares, ralo en otros. Enmarañado en algunos lugares y chifladamente largo en otros. —Creo que necesito lavarlo así puedo hacerlo ver… uniforme… de alguna forma… o mejor… quizá… —dije. Ella se rió.

***

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Josie había descubierto hacia el fin del episodio de despiojamiento que la mejor manera de lavar la cabeza de alguien en un cueco era tener dos taburetes juntos. El que iba a ser lavado se sentaba de espaldas al cuenco y el que lavaba más cerca a éste, de lado. Luego el que iba ser lavado se inclinaba hacia abajo, con el torso descansando en tus rodillas. Ponías el cuenco bajo sus cabezas y mantienes una botella de agua y shampoo al alcance de la mano. Se lo expliqué a Astrid, así se sentó de espaldas a mí y luego se inclinó hacia atrás en mi regazo. Y allí estaba. Tan hermosa, descansando en mis rodillas. Tenía sus ojos cerrados, y por un momento, sólo la miré. Cara sucia. Labios cerrados, agrietados y sonrosados. Ojos enrojecidos. La curva de sus mejillas. Cejas y pestañas de color dorado-miel. Algunas pecas café, que podrían ser sangre seca en su mandíbula. Astrid Heyman. Traté de memorizar lo hermosa que era. —De acuerdo —dijo—. Estoy lista. —Lo siento —le dije—, va a estar frío. Vertí el agua sobre su cabeza. —¡Está helada! Puse un poco de oloroso shampoo en mis manos y comencé a frotar. Moví mis dedos en círculos pequeños sobre la superficie de su mugriento cuero cabelludo. —Mmmmm —dijo y fue todo lo que pude hacer para no atraerla y besarla. Un chorrito de agua había corrido de su frente hasta su ojo. Tomé la punta de la toalla y la sequé suavemente. En el ardid de barrer el agua, corrí mi pulgar sobre su ceja. Fue una maravilla de Dios, cómo de perfecto se sintió bajo me dedo. Brayden herido y el señor Appleton muriendo y todo en lo que pude pensar fue en cómo de perfecta era su ceja. Enjuagué el shampoo. Ella se estremeció y vi su piel ponerse de gallina en sus antebrazos.

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Después de haber terminado, puse mis manos bajo sus hombros y la ayudé a sentarse. Ella se secó el cabello y levantó las manos para sentir su cabeza. —Oh, Dios mío —dijo—. ¡Estoy calva! Se giró y me miró, sus ojos azules brillando. Su cabello estaba mullido y levantado en todas direcciones. —Luces como un polluelo —dije. Ella me dejó recortar algo. Corté los largos mechones desordenados de cabello rizado. Al final, no se parecía tanto a un polluelo, pero tal vez sí a un chico de algún orfanato de los libros de Charles Dickens. —Hace frío —dijo, estremeciéndose. Y me di cuenta que yo tenía un gorro. Se ponía helado a veces en la mañana temprano en la cocina así que había llegado a mantener uno en mi bolsillo trasero. Era un gorro tejido de ski de color naranja con una banda azul alrededor del borde. —Gracias —dijo y se lo puso. —Hay como una docena diferentes en el Departamento de Hombres, si quieres uno diferente —dije. No quería que ella sintiera alguna clase de presión por llevarlo. Y si lo reemplazaba, me haría sentir mejor saber que le había dado la idea. —Me gusta el tuyo —dijo. No supe qué decir a eso. —Iré a ver cómo están todos —le dije. —Iré a cambiarme —Contestó—. Apesto, ¿no? —Sí, lo haces —respondí—. Y además, tienes un horrible corte de pelo. Me sonrió. Una brillante y dorada sonrisa, resplandeciendo en el centro de nuestro oscuro y perdido mundo.

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*** Habíamos movido a Brayden cerca del señor Appleton para facilitar el cuidado de ambos. Josie y Niko estaban mirando a Brayden. —¿No puedes dormir? —preguntó Josie. —No mucho —respondí—. ¿Cómo está? Brayden se veía pálido y débil. —Si la herida no se infecta, creo que estará bien —dijo Niko. —¿Y si se infecta? —preguntó Josie. Supongo que esperaba que Niko dijera algo acerca de antibióticos. —Quizá pueda llevarlo en el autobús. —¿A dónde? —preguntó Josie. —Al hospital —contestó él. —Sabes lo que dijo Robbie. Está cerrado. No hay ninguno. —Pero,

piénsalo

—dijo

Niko—.

Robbie

quería

quedarse

aquí.

Probablemente estaba mintiendo. El hospital puede estar abierto. —No podemos arriesgarnos —dije. —Lo sé —espetó él. —Brayden estará bien —dijo Josie. Presionó una toallita húmeda en su frente—. Tienes que sobreponerte, Brayden. Necesitamos que te sobrepongas. La respiración de él era poco profunda pero constante. Quizás estaría bien… —Ahora, ustedes dos, vayan a dormir. Lo digo en serio —dijo Josie

*** Estaba siguiendo a Niko devuelta al Tren, sólo que él no estaba yendo al Tren. Iba al autobús. —¡Hey! ¿Qué estás haciendo? —pregunté. Él salió con algunos suministros; una pistola para calafatear, algo de masilla, algunos trapos.

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Los puso en el suelo y luego se dirigió a Artículos para el Hogar. —¿Qué estás haciendo? —le pregunté a su espalda.

*** Fue a la sección de Almacenamiento y tomó una pila de grandes contenedores de plástico. —¿Puedes tomar las tapas? —preguntó. —Seguro —contesté—. Pero, Niko, ¿no crees que deberíamos dormir? ¿Al menos por unas horas? —Tú deberías. Voy a provisionar el autobús. —No piensas que realmente vas a llegar al hospital. —¿No recuerdas mi lema? Siempre preparado. Él se rió. Una risa seca. —¿Lo entiendes? —dijo—. Una broma de Boy Scout. No tenía mucho de broma, pero lo entendí a la perfección. Íbamos a provisionar el autobús.

*** Nos conseguí unos carros, los cuales definitivamente necesitaríamos. Los llenamos con agua. Cajas y cajas de agua. Eso fue lo primero que cargamos. Luego pusimos los contenedores de plástico, los cuales habíamos llenado con comida. Frutos secos, carne seca, barras de proteínas, nueces, galletas… Todas las cosas que llevaríamos a una, digamos, acampada. Luego Niko, además, agregó sopa enlatada, avena, tarros de atún y carne de pollo, y entendí por la comida que estaba cargando, que estaba preparándonos para sobrevivir por un largo, largo tiempo. —En caso de que lleguemos al aeropuerto y tengamos que esperar — explicó. Y fue así como entendí para qué estábamos empacando el autobús.

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No era para llevar a Brayden al hospital. Era para llegar a Denver. —¿Qué pasa con el neumático? —dije—. ¿No había uno que estaba desinflado? Niko se encogió de hombros. —Robbie lo arregló lo mejor que pudo. Y está acoplado con un neumático que está bueno… Después de unos minutos de empacar en silencio, dije: —Apuesto que Brayden está bien. —Sí —contestó Niko—. Tiene que estarlo.

*** Teníamos toda la comida y bebidas que podríamos necesitar en dos semanas o algo en el autobús. Niko me dijo que trajera provisiones médicas. Él estaba yendo a terminar de calafatear el techo del autobús. Cuando volví con cuatro grandes botes de antibióticos, analgésicos, vendajes, Bactine, Benadryl, agua oxigenada, y similares, Astrid estaba allí, ayudando a Niko. —Hey —dijo ella, con un movimiento de su cabeza. —Hey. Tenía puesto un jean, zapatillas nuevas, y un polar rosa. Noté que aún llevaba puesto mi gorro. Niko la había, aparentemente, enviado a traer mantas y sacos de dormir y ahora tenía una gran pila de ellos. —Pon dos sacos de dormir y mantas bajo cada asiento, ¿de acuerdo? — pidió Niko. —Claro —dijo ella, y comenzó a subirlos. —¿Qué sigue? —pregunté. Me envió a Mejoras para el Hogar por: linternas, baterías y pilas para linterna, y una variedad de herramientas que él pensó debíamos tener.

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*** Volví y Astrid y Niko estaban sentados descansando contra un lado del autobús, discutiendo qué más necesitábamos. —Tenemos máscaras de gas para cada persona. Comida, agua, cosas de primeros auxilio. ¿Tenemos Benadryl? —De todo tipo en el almacén —dije. Él continuó su lista. —Cuerda, cerillas, mochilas, aceite, cuchillos… Tenemos dos pistolas y algunas balas… Él restregó sus ojos. —¿Qué les parece un poco de dinero? ¿O joyas? Cosas para trueques, quizás. —Yo los traigo —se ofreció Astrid. —¡Niko! —Josie vino tropezando hasta nosotros. Niko saltó. —¿Qué? Oh, Dios, ¿qué? —Es el señor Appleton. No Brayden. No Brayden. Brayden está bien — dijo Josie, lágrimas corrían por su rostro. Tropezó hacia Niko y cayó en sus brazos. —El señor Appleton está muerto —dijo. Niko la sostuvo contra él, rodeando sus oscuros hombros y empujándola contra su cuerpo. Ella alzó la vista hacia él y él la miró y luego ellos se estaban besando. Astrid y yo no nos miramos pero sabíamos que teníamos que alejarnos. Lo dejamos solos, juntos.

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CAPÍTULO TREINTA Y UNO RECONOCIMIENTO Traducido por Coral Black El cuerpo inmóvil del señor Appleton yacía en su colchón de aire en medio del pasillo Automotriz. Josie debe haber intentado arrastrarlo lejos de Brayden, cuando se dio cuenta de que el señor Appleton estaba muerto. Él lucía pálido y sintético en la muerte. Igual que un modelo de sí mismo. Jake estaba sentado junto a Brayden. Los ojos de Jake se nublaron y se quedó mirando inexpresivamente hacia delante, balanceándose hacia delante y hacia atrás. Luna estaba acostada junto a Jake. Ella levantó la cabeza y le dio a su pequeño trozo de cola cuatro cansados golpes. —Hey, Jake, ¿cómo estás? —le pregunté. —Mal —respondió, haciendo un gesto alejando la pregunta. Puse mi mano sobre la frente de Brayden. Estaba fría y húmeda. Sus párpados se agitaron, y pareció reconocerme por un momento. Astrid se arrodilló junto a Brayden e inclinó su cabeza un poco. Ella vertió un poco de agua en su boca. Él escupió, ahogándose. —Si tan sólo pudiéramos llevarlo al hospital —dijo Astrid. —Si tan sólo supiéramos si aún está abierto —dije—. Simplemente no tenemos suficiente información. De pronto tuve una idea. —¡Los video walkie-talkies de Alex! —dije levantándome. —¿Qué? —preguntó Jake. —Enseguida vuelvo —les dije. Y corrí a buscar a Niko.

*** —¡Niko! —grité mientras saltaba a través de la tienda.

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Entré en el claro donde Niko estaba con Josie. Saltaron apartándose. ¡Como si importase que los viera juntos! —¡Los video walkie-talkies de Alex! —dije sin aliento—. Escucha, Brayden tiene que ir al hospital. No sabemos si está abierto. Puedo llevar el walkie-talkie e ir al hospital. De esa manera ustedes podrán ver lo que está pasando ahí fuera. Pueden ver si es seguro. —¿Qué? —exclamó Niko. Se lo expliqué una vez más a medida que nos precipitábamos al Tren. Quería despertar a Alex y preguntarle si era posible. —Voy a llevar puesto el transmisor y ustedes serán capaces de ver lo que hay ahí fuera —dije mientras llegábamos a la sala de estar—. Incluso puedo llegar a la carretera y ver si está despejada. —¡Pero no es seguro salir! —protestó Josie. —¿Qué sabemos? —Estuve a punto de gritar—. ¿Podemos confiar en algo de lo que nos dijeron esos tipos? Robbie no quería que saliéramos. Él quería quedarse aquí. Él pudo haber dicho cualquier cosa para mantenernos aquí. ¡Tal vez el hospital está abierto! Estaba delirando un poco. Era posible que el agotamiento me hubiese empujado más allá de algún tipo de borde, pero la idea parecía tan inteligente. —¡Reconocimiento! —dije. Alex estaba despierto ahora. Y Sahalia estaba en movimiento. —¡Voy a hacer el reconocimiento! Así es como se llamaba. Me volví y me dirigí a Alex. —¿Funcionaría si yo tomo los walkie-talkies y voy al hospital y veo si es seguro? —No —llegó la voz de Jake—. No funcionaría. Me volví para mirar a Jake. —Pero funcionaría si voy yo —dijo él. Niko negó con su cabeza, pero Jake siguió hablando.

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—Lo sé, sé que he sido un desastre. Yo… acabé hecho mierda. Pero soy rápido. Estoy en buena forma y soy tipo B. Ni ampollas, ni alucinaciones, ni furia. —No creo que lo puedas manejar —dijo Niko—. Lo siento. Esto es demasiado peligroso. —Tienes que dejarme hacer algo por Brayden. Él es mi amigo. Él es mi mejor amigo, y si muere porque le permití a Robbie tomar la pistola… Él nos miró. —Por favor, déjenme ir. Astrid se había acercado durante su discurso. —No entiendo este plan —interrumpió—. ¿Jake va a salir? —Sí, y ustedes serán capaces de ver lo que yo esté viendo —respondió Jake. —¿Qué pasa si te atacan? —ella preguntó. —Él podría llevar una pistola —dijo Niko. Ella bajó la cabeza, retrocediendo. Jake se levantó y se acercó a ella. Ellos se fueron un poco lejos, pero nosotros todavía podíamos oírlos. Y podíamos verlos, también, ahora que la tienda estaba totalmente iluminada. Me pareció indecente, de alguna manera, tener toda la tienda iluminada de esa forma. —Tengo que hacerlo por Brayden —Jake le dijo a Astrid—. Es mi culpa que le dispararan. Si yo no hubiera estado tomando las pastillas, esto no hubiera ocurrido. —Vas a morir, sólo para tratar de salvarlo —dijo ella. —Por favor —dijo en voz baja—. Quiero hacer algo. Quiero hacer algo bien. Por una vez. Se abrazaron y desvié la mirada. Ella lo amaba y él la amaba a ella. Y así eran las cosas. Yo podría lavar su pelo desde aquí a Grand Junction—ella amaba a Jake. Levanté la mirada y vi a mi hermano mirándome con lástima en los ojos.

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Justo lo que necesitaba. Fue en este momento que Ulises apareció en la puerta, frotándose los ojos. —Quiero a Robbie —dijo. Los niños estaban despiertos. Ya era de mañana.

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DÍA DOCE CAPÍTULO TREINTA Y DOS JAKE TV Traducido por Carmen_lima Niko, Alex, y Jake se fueron a preparar a Jake para su viaje. Astrid se ofreció para cuidar de Brayden. Lo que nos dejaba a Josie y a mí para mentirles a los niños. —¿Qué sucedió? —preguntó Max, cuando apareció en la puerta. Los pequeños salieron enojados, malhumorados e implacables. Ellos parpadearon y se vieron aturdidos ante la intensa iluminación de la tienda. Y Josie y yo nos levantamos y mentimos, mentimos y mentimos. —Niños, algunas cosas malas ocurrieron anoche —anunció Josie—. El señor Appleton empeoró después de que todos ustedes se fueron a dormir, así que Robbie dijo que quería salir y conseguir ayuda, ¿verdad, Dean? —Así es. Y entonces Brayden fue a conseguir las armas de los hombres de donde las habíamos escondido y él se cayó... —Sí, ése fue el disparo que ustedes oyeron. —Intervino Josie—. Brayden se pegó un tiro en el hombro. Afortunadamente, él está bien. Va a estar muy bien. Los niños se vieron perplejos, uno casi podría ver los signos de interrogación dando vueltas en sus ojos. —Pero hubo dos disparos —interrumpió Max. Miré a Josie. —No —explicó ella—. Ése fue simplemente el rebote. —¿El qué? —preguntó Chloe. —Un rebote —repitió Josie—. Como un eco. —Yo creo que no —dijo Max, cruzándose de brazos. —¿Dónde está Robbie? —preguntó Ulises.

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—Bueno, ésa es la cosa —dije, agachándome—. Robbie se fue. Él quiso salir y encontrar a nuestros padres cuanto antes. —Y conseguir ayuda para el señor Appleton —añadí. Yo no sabía cómo decirles que él había muerto. Miré a Josie y traté de transmitirle: Déjales aceptar las malas noticias sobre Robbie primero, les diremos sobre el señor Appleton más tarde. Debí de haberle comunicado eso, porque ella dijo: —Sí, el señor Appleton está durmiendo ahora. Un sueño muy profundo. No debemos molestarle. Caroline y Henry comenzaron a llorar. Ulises ya se deshacía en lágrimas. —Pero hay buenas noticias —dije, luchando—. Robbie dejó a Luna. Dijo que quiso que Ulises tuviera a Luna, porque él es un niño muy bueno. Ulises enterró su cara en la camiseta de Josie. —Vamos a llamarla ahora —dijo Josie—. ¡Luna! ¡Luna! Los niños comenzaron a llamar a Luna con sus pequeñas voces. Josie me miró. —Desayuno —exclamó ella—. Algo con una buena cantidad de proteína.

*** Para cuando terminé de alimentar a los niños con su desayuno de Hot Pockets de huevo y queso, Niko y Alex tuvieron todo lo de Jake preparado. Les llevé una bandeja de comida adonde se alistaban, en el Departamento de Multimedia. Jake llevaba puestas capas y capas de pantalones de chándal y sudaderas—desde M hasta XXL. Parecía un maniquí acolchado. Ellos no habían envuelto su cabeza todavía por lo que se veía como una minúscula cabeza—este cuerpo muy redondo, hinchado con la cabeza de tamaño normal de Jake asomándose y sonriéndonos a todos. —¿Qué están haciendo? —preguntó Max. Todos los niños se rieron de Jake. Se veía tan cómico. Niko me disparó una mirada que decía, ¿No les dijiste?

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Suspiré y me encogí de hombros. Ya tendríamos tiempo de sobra para contarles. Jake tenía una mochila colgada a la espalda, la cual vi estaba aprovisionada de cecina, bolsitas de snacks de frutos secos, y agua, así como dos linternas adicionales. Yo también sabía que él portaba una de las armas. Dios, esperaba que fuera suficiente para mantenerlo a salvo. Alex terminaba la conexión de video con el walkie-talkie. El walkie-talkie estaba amarrado al torso de Jake por capas y capas de cinta aislante. Esto le daba a una sección del pecho de Jake un aspecto extraño, ceñido. La cámara lateral del walkie-talkie estaba a un lado. Un audífono estaba conectado al cuello de Jake, pegado con cinta adhesiva a su piel, como si él fuese un narco yendo a una redada de drogas, o tal vez un tipo del FBI. —¿Cómo me veo, librero? —me preguntó Jake. Parecía un súper obeso fanático de los ejercicios. —Te ves rudo, viejo —contesté. —Mentiroso. —Se rió. Fue bueno verlo con algún propósito otra vez. Todavía se veía pálido y desalineado, pero al menos sonreía. Todos los niños se reunieron a su alrededor, pero todavía nos dieron espacio para trabajar. Josie pacientemente les explicó lo que estaba a punto de suceder. Los niños estaban súper excitados. Chloe apretó fuerte a Luna. El perro iba a tener que acostumbrarse a mucho amor. Ella era una buena perra, sólo lamió la cara de Chloe hasta que ella la soltó. Alex conectó el walkie-talkie y entonces lo conectó a una tablet grande. Era una que había estado en una caja, por lo que no había sido dañada por el temblor. Ahora, estaba enchufada a la red eléctrica y tenía un cable conectado a su puerto AV, que se conectaba a otro walkie-talkie.

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Alex lo encendió, y repentinamente una imagen apareció—eran Caroline y Henry, quienes estaban de pie delante de Jake, acurrucados juntos y chupando sus pulgares. —¡Hey! —dijeron al unísono, viéndose en la tablet grande. Todos aplaudimos. Jake giró su cuerpo, y mientras lo hacía, la imagen en el monitor giró hacia nosotros. La luz era tenue. Era difícil distinguirnos totalmente, pero allí estábamos. Sucios, noté. Parecíamos más sucios y escuálidos ante la cámara que lo que veía en persona. Tal vez sólo me había acostumbrado a nuestro nivel de mugre. —Esto es genial —dijo Jake. Él saltó arriba y abajo y la imagen dio brincos en la pantalla. Hizo un acercamiento a la cara de Max y la imagen mostró a un Max muy contento, sacando la lengua y haciendo una cara absurda. —Okay —Alex dijo. —Di algo. —¿Qué tal, Qué tal? —exclamó Jake—. ¡Les transmito a ustedes en vivo desde Greenway en Old Denver Highway en Monument, Colorado! El volumen fue mucho más bajo, pero podíamos oír su débil y metálica voz saliendo del walkie-talkie. —A ver si puedes oírme —dijo Alex. Alex se sentó en el suelo junto al walkie-talkie. —¿Puedes oírme, Jake? —habló en eso. —Sí. Jesús, se escucha fuerte en mi oído —se quejó Jake con una gran sonrisa—. Viejo, esto es genial. ¡Me siento como un astronauta! Niko se adelantó. —¿Estás seguro que quieres hacer esto? —preguntó Niko—. Sabemos que es peligroso allí afuera, Jake. —Amigo —replicó Jake—. Todo está bajo control, Niko Knacko. —Niko Knacko —repitió Max con una sonrisa. Jake estaba de vuelta. Jake, el amante de la diversión.

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Esto era lo que él necesitaba, me dije a mí mismo. Jake necesitaba una oportunidad de ser un héroe otra vez. Astrid apareció. —La fiebre de Brayden aumenta —nos dijo—. No me gusta cómo se ve. Está agitado. —Entonces no hay tiempo que perder —exclamó Jake—. Pongamos en marcha esta cosa. Astrid apartó la mirada. —Voy a ir a sentarme con Brayden —dijo ella. —Te haré compañía —añadió Sahalia. Sahalia parecía poco animada y en calma ahora. Las dos chicas se marcharon juntas. Astrid no podía mirar a Jake a los ojos. —Te veo pronto, Astrid —dijo él. —Sí —respondió ella. —Envolvamos tu cabeza —le dijo Niko a Jake. Alex y Niko habían ideado un sistema de ventilación con una máscara, con varios de esos pasamontañas de lana con los ojos y la nariz recortada, por encima de todo eso. Niko colocó una pesada máscara de aire de caucho sobre la cara de Jake. Jake levantó su mano y recolocó el audífono y el micrófono, metiéndolos en un lugar cómodo bajo la máscara. —¿Jake, me puedes oír? —preguntó Alex mientras Niko comenzó a poner los pasamontañas sobre la cabeza de Jake. Era difícil ponerlos sobre la máscara de aire. —Estoy bien —respondió Jake, intentando apartar a Niko. —No —replicó Niko—. Sólo dame un segundo. Entonces Jake se quedó quieto mientras Niko acomodaba los pasamontañas en su lugar. —¿Puedes decir algo? —repitió Alex.

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EMMY LAYBOURNE —Probando,

probando,

DARK GUARDIANS uno-dos-tres —dijo

Jake.

Su voz llegó

amortiguada, tanto por la máscara como por los pequeños altavoces del walkietalkie. Alex nos miró a todos. —Funciona —anunció—. Esto va a funcionar. —De acuerdo, vamos —dijo Niko. Todos comenzaron a caminar hacia el almacén para despedir a Jake. —¡Esperen! —grité—. No pueden ir todos allí atrás. —¿Por qué no? —preguntó Niko. —Hay cosas allí atrás —dije, deseando que recordaran que Jake y yo habíamos guardado el cuerpo ensangrentado y destrozado de Robbie allí. —Oh, sí —dijo Jake, el sonido se amortiguó a través de la máscara. —Y los componentes. —Tienes razón —dijo Niko—. Alex puede ayudar a Jake a subir al techo. Esto significaba que Alex también debía equiparse con una máscara de gas y un par extra de ropa. —Chicos —anunció Chloe a los niños—. ¡Consigamos sillas y palomitas de maíz y golosinas para la función! Los otros niños corrieron, riendo nerviosamente y excitados, para traer mobiliario cómodo de la sala de estar. Ulises fue el único que todavía parecía triste sobre Robbie y el señor Appleton. Los demás estaban emocionados por ver televisión. —Buena suerte, Jake —le dije, mientras esperábamos a que Alex se preparase. Jake agitó mi mano, luego la de Niko. —Vuelve rápido —añadió Niko.

*** Los niños estaban todavía ausentes buscando los bocadillos, cuando, en la pantalla, Jake pasó por delante del cuerpo de Robbie en el colchón de aire. Me puse frente al monitor bloqueándolo, por si acaso uno de ellos regresaba.

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En la pantalla grande, vi como Jake y Alex se acercaban a la escalera metálica que llevaba a la escotilla. Alex sacó un gran alfiler metálico de un enchufe y la escotilla se bajó. Jake debe de haber ido primero. Entonces en el monitor, vi el rostro enmascarado de Alex. Alex le pasó a Jake un manojo de cadenas y peldaños. La escalera de seguridad, me percaté. Luego Jake le tendió su mano y ayudó a Alex a subir al techo. La sola idea de Alex en el techo me asustó. Jake sujetó la escalera de seguridad hacia un lado del edificio y entonces los peldaños cayeron fuera de la cámara, en la oscuridad. Jake se volvió hacia Alex y agitó su mano. —Hey, hombrecito, no te preocupes. —La voz de Jake vino a través del walkie-talkie—. Estaré bien. Alex dijo algo que no pudimos oír. —Lo conseguiste —le contestó Jake. Los niños volvieron corriendo con almohadas y puffs. Chloe llegó desde la dirección opuesta con una gran bolsa de palomitas de maíz, una bolsa de barritas de caramelos en miniatura y un paquete de seis de Mountain Dew. Qué asco. La imagen se movió cuando él descendió peldaño a peldaño en la escalera de mano, pero estaba demasiado oscuro. —¡No puedo ver nada! —se quejó Chloe. —Yo tampoco —hizo eco Max. —¡Aclárala! —demandó Chloe. Ella se movió para tocar el walkie-talkie. —¡Nadie toca eso excepto Alex! —gritó Niko. Chloe saltó. —¿Dónde está entonces? —Él está volviendo a poner la escalera de mano en el techo y después tiene que limpiarla. ¡Ahora cállense y miren!

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Yo nunca lo había oído tan severo. Pero me alegré. Solamente quería ver Jake TV. De verdad era tan difícil distinguir algo. Cada paso que Jake daba hacía que todo se sacudiera, y estaba tan oscuro. —¿Puedes quedarte quieto un momento para que podemos ver lo que ves? —le preguntó Niko suavemente en el walkie-talkie. —De acuerdo, lo que ven aquí es el cielo y el horizonte. Jake se detuvo y vimos, bueno, no mucho realmente. Un cielo oscuro, un suelo oscuro y una franja rojiza de luz entre ellos. Para mí, parecía un metraje en blanco y negro del firmamento antes del amanecer. Pero sabía que al menos eran las ocho de la mañana. Tal vez las diez. —No vemos mucho —dijo Niko—. ¿Tú puedes ver? —Está oscuro —respondió Jake—. Pero puedo ver. No quiero encender una linterna porque tengo la impresión que eso atraerá la atención. Pero les digo, está más oscuro de lo que esperaba aquí afuera. Así que ahora sabíamos algo. Era mucho más oscuro allí afuera de lo que esperábamos. La imagen brincó con sus pasos. Podíamos ver puntos débiles de color y diferentes áreas grisáceas, pero no podíamos distinguir nada. —Estoy en el estacionamiento. Los coches todavía están aquí desde la tormenta. Están todos destrozados. Vean esto. Él acercó su torso a un coche. En la luz reflejada del walkie-talkie, obtuvimos un primer plano de la superficie del coche. Se vio áspero y lleno de agujeros. Restos de pintura se mezclaban con la superficie oxidada, escamosa. —Creo que los compuestos desgastan el metal… Pudimos distinguir que comenzó a andar otra vez por lo saltos que daba la imagen. —Sólo acelerando un poco el paso —dijo Jake—. Mis ojos se han ajustado un poco aquí afuera. No quiero perder el tiempo. Según la ruta que todos habíamos calculado, Jake ahora cruzaba el estacionamiento y atravesaría la Autopista Old Denver. Él tenía que recorrer tal vez 400 metros para alcanzar la I-25.

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Justo después, al otro lado de Struthers Road, estaba el Hospital Regional Lewis Palmer. —Okay, ahora puedo ver la autopista —anunció Jake—. Hay luces, en realidad. —¡Oh, Dios mío! —dijo Josie, emocionada. Alex llegó corriendo. Su cara estaba roja, recién lavada, y llevaba puestas ropas nuevas. —¿Me perdí de algo? —nos preguntó. Él se dirigió a la derecha del walkie-talkie y se sentó enfrente. —Está caminando por el estacionamiento —dijo Niko—. Hay luces cerca de la autopista. En la pantalla podríamos ver círculos de luz, del tamaño de un Tic Tac, saltando en la distancia. —¡Allí están las luces! —gritó Henry. Los ruidos de los pasos de Jake se aceleraron por un momento, y entonces fueron más despacio. Repentinamente, la imagen se oscureció. —Alguien viene —susurró él. —¿Qué sucede? —dijo Chloe—. ¿Por qué no podemos ver? —Creo que se puso en cuclillas —expliqué. Esperamos. —Pregúntale si está bien —le dijo Alex a Niko. —No —respondió Niko—. Si está corriendo peligro, podrían oír el sonido de su auricular. Finalmente habló Jake. —Se han ido —anunció. —¿Quiénes eran? —preguntó Niko—. ¿Pudiste verlos? —Eran dos personas. Iban juntos. Llevaban maletas. De las que tienen rueditas. Dos nómadas post apocalípticos con maletas rodantes. Surrealista.

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—Estaban todos cubiertos así que no pude ver si eran mujeres u hombres ni nada. —Jesús —gimió Josie. Ella se veía afligida—. Ellos podrían ser alguien. Es verdad. Podrían ser personas que conocimos. Pero Jake no los podía detener y preguntarles. Le podrían robar o matar o Dios sabe qué. Pero ellos podrían haber sido gente que conocimos (y amamos). Como nuestros padres.

*** Miré detrás de mí y divisé a Astrid. Supongo que había dejado a Brayden al cuidado de Sahalia. Astrid estaba sentada con las piernas cruzadas en el piso detrás del grupo. Luna tenía la cabeza en su regazo y ella frotaba la cabeza del viejo perro distraídamente. En la pantalla, las luces fueron haciéndose más grandes. Cada pocos momentos disminuirían o parpadearían cada vez que el torso de Jake se movía, pero luego regresaban. —El terreno está realmente pantanoso —dijo Jake—. Todas las plantas están muertas y todo está, como, pudriéndose. Se detuvo. Podíamos oír su respiración, amplificadas por la mascarilla que llevaba puesta. Todos nos movimos nerviosamente en nuestros asientos. Caroline y Henry se agarraban el uno al otro como si fueran un salvavidas. —Esto es lo que estoy viendo —murmuró Jake—. La autopista está mayormente despejada. Hay algunos coches de vez en cuando, pero al menos una vía está libre. Hay una especie de luces de aspecto militar que se ven al borde del camino a intervalos de, no sé, 45 metros de distancia, tal vez. —Hay una gran cantidad de coches tirados a los lados de la autopista. Parece que se han averiado, pero no puedo saber cuánto tiempo han estado allí. Podría ser por el granizo, o más recientes. La carretera está en mal estado. El temblor la quebró en varios lugares. El temblor destrozó todo.

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La respiración de Jake era rítmica y estable. Parecía una cosa demasiado íntima, el escuchar su respiración de ese modo. Y entonces se aceleró. —Sólo estoy aumentando… el paso un poco… —dijo, jadeando ligeramente—. Es difícil respirar por esta cosa. Había algunas luces adelante, lo cual era en cierta forma sorprendente para mí. —De acuerdo —dijo Jake—. Simplemente un paseo agradable en una bonita calle tranquila. —Su voz sonaba nerviosa. —¿Las luces están encendidas? —preguntó Niko en el walkie-talkie. —Sí, y tengo el arma desenfundada. Por si acaso alguien me está viendo. Jake caminó en la oscuridad, por lo que pareció una eternidad. Los niños comieron sus palomitas de maíz y yo quise hacerlos callar, pero no podía malgastar mi aliento. Jake se acercó al hospital. —No se ve bien —habló en voz baja—. Está oscuro. No hay luces en ningún lugar. Vimos el fantasma de un edificio, las ventanas destrozadas. —El hospital está abandonado —informó Jake—. No hay nadie aquí. —Diablos. —Niko dejó caer su cabeza entre sus manos—. ¿Qué vamos a hacer? En la pantalla, las paredes del hospital parecieron revolotear, moverse. —¿Qué estamos viendo? —preguntó Alex en el walkie-talkie, asumiendo el control en lugar de Niko. —Hay volantes pegados. Cartas, notas, fotos —dijo Jake. Él se acercó para que nosotros pudiéramos verlos. Un volante con la foto de un hombre mayor: “Perdido, Bintner Mark. Visto por última vez en Mount Herman Road.” “¿Has visto a mi hija?” Una foto de una linda niña rubia. Una nota garabateada apresuradamente: “¡Abuela, todavía estoy vivo! Voy a Denver.”

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—Todos se han ido —dijo Jake mientras continuaba mirando los volantes. Había

muchos

SOBREVIVIENTES

volantes DEBEN

que IR

decían A

lo

mismo:

DENVER

TODOS

LOS

PARA

SER

AEROTRANSPORTADOS HACIA ALASKA. SALIDAS CADA CINCO DÍAS EN LOS CINCOS. —Cada cinco días en los cincos —dije. —¿Qué día es? —murmuró Josie. —Es veintiocho —respondió Niko sombríamente. Había una foto de una chica en un vestido de baile de graduación. Una fotocopia mostrando a la abuela de alguien. Una foto de una mujer pegada con cinta a un papel: “¡Anne Marie, encuéntrame en el aeropuerto! —Lou.” Y allí, nuestra tarjeta navideña. —¡Alto! —grité—. Dile que regrese. ¡Esa es nuestra tarjeta de navidad! ¡Esa es nuestra tarjeta de navidad! Niko le dijo a Jake que regrese y él encontró la tarjeta. Mi madre, mi padre, Alex, y yo. De pie frente a nuestra casa. Todos sonrientes. Agarré mi pelo con ambas manos. —¿Qué dice? Jake quitó la tarjeta de la pared. La sujetó en sus manos y la abrió. “¡Felices fiestas de los Grieders!” decía en unas bonitas letras rojas. Y debajo de eso: “DEAN Y ALEX,” en la letra de mi papá. “NO ESTAMOS MUERTOS. MANTENGANSE A SALVO O LLEGUEN A DENVER. LOS AMAMOS, SIEMPRE.” Alex y yo nos lanzamos el uno sobre el otro y nos abrazamos.

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Todo el mundo parecía estar llorando junto con nosotros y me sentí abrazado, abrazado por cuerpos a cada lado. Josie, Chloe, Batista, y Ulises nos abrazaban. Henry y Caroline, Niko, incluso Astrid. Estábamos en el centro del grupo y todos estaban colgando del otro. No sé si llorábamos porque ellos podrían estar vivos o podrían estar muertos o si era el hecho de que habíamos logrado un contacto. —Oh, Dios —dijo la voz de Jake. Su voz estaba gruesa con lágrimas—. Lo siento. Lo lamento, chicos. Se alejó del hospital. —Yo no… no voy a regresar. Ya no puedo hacerlo. —¡¿Qué?! —exclamó Astrid, liberándose del grupo. —¿Qué dijo Jake? Se escuchó el sonido de cinta rasgándose y el sonido de ropa siendo reacomodada. —¿Qué está haciendo? —preguntó Astrid. El ángulo de nuestra mira cambió repentinamente y me percaté que Jake se quitaba el aparato de video walkie-talkie de su pecho. —Dile a Astrid que lo siento —fue lo último que le oímos decir. Todos nosotros estábamos en frente del monitor y observamos. Jake colocó el video walkie-talkie en la calle. Sólo podíamos ver sus botas. El pavimento. La oscuridad más allá. Jake se alejó de nosotros. Fuera de la cámara. Y lo único que pudimos hacer fue observar cómo se alejaba, desapareciendo en el oscuro día-noche.

*** —¡No! —gimió Astrid. Los niños se aferraron los unos a los otros y a nosotros, sollozando. Niko se alejó a grandes zancada, sus manos hechas puños a sus lados.

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Astrid se deslizó en el piso. Caroline y Henry se amontonaron en su regazo, abrazándola y llorando. Astrid enterró su cara en el cabello de Caroline y lloró.

*** Tal vez dos minutos más tarde escuchamos un rugido mecánico. Un monstruoso motor cobrando vida. Luna comenzó a ladrar. El sonido provenía del lado contrario de la tienda. Era el autobús. Niko había echado a andar el motor.

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CAPÍTULO TREINTA Y TRES EL AUTOBÚS Traducido por verittooo El sonido del autobús retumbó por la tienda. Como si estuviéramos deslumbrados, caminamos hacia él. Como si el rugido del motor estuviera lanzando un hechizo sobre nosotros. El motor se apagó justo cuando nos acercamos. Estaba sentado allí, al lado de las puertas frontales, donde siempre esperó. Niko salió por la puerta del autobús. —Todos tienen diez minutos para empacar una mochila. Debería ser ropa en su mayoría. Pueden traer un juguete especial —nos dijo Niko. —¡Espera! —dijo Astrid—. ¿Qué estamos haciendo? —Brayden necesita un médico. Así que lo vamos a llevar a uno. —¿A dónde? —preguntó Max. —Vamos a ir a Denver. Los gritos de festejo y las risas tontas eran ensordecedores. Me sentí mal del estomago. —¿Estás seguro? —pregunté—. ¿No podemos hablar sobre esto? Niko caminó hacia mí mientras que los niños se alejaron para empacar. Alex se paró a su lado. —Brayden está peor. La herida está infectada. ¡Él se ve verde! —dijo Niko. —¡Pero las carreteras! —dije—. Podrían estar arruinadas o bloqueadas— —Él se va a morir si nos quedamos aquí. —Pero, Niko— —Tienes diez minutos para armar tu mochila. Ya sabes que el autobús está provisionado. Estaremos bien.

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—Dean —dijo Alex—. ¡Podría ser nuestra única manera de ver a mamá y a papá otra vez! —¿Quieres ver a tus padres? —preguntó Niko. —Por supuesto que sí —grité—. ¡Pero no me quiero convertir en un monstruo chupasangre y masticador de huesos en un autobús con un puñado de niños de ocho años! —Vamos a sedarte —dijo Niko—. Alex y yo lo discutimos. Él asintió hacia Alex. —¿Qué? —pregunté. —Vamos a sedar a los tres con sangre tipo O, y también los ataremos, por precaución —respondió Alex. Era lógico, pero se seguía sintiendo como una traición, especialmente con los dos tratando de convencerme juntos. —Además, tal vez los componentes se hayan disipado un poco a esta altura —dijo Alex—. Tu reacción puede ser menos severa. —No tengo tiempo para seguir discutiendo esto —dijo Niko—. Es mi decisión y si está mal, voy a vivir con eso. Pero no lo puedo dejar morir y no hacer nada al respecto. —Niko, se supone que eres el inteligente —dije—. Cauteloso e inteligente y el que piensa todo. —Este autobús es un tanque —me dijo—. Nos llevará allí, lo sé. —Tenemos que ir —dijo Alex—. Es nuestra única oportunidad de verlos. —Y si vamos, tenemos que irnos ahora. La próxima evacuación es en dos días. Me giré y me alejé. —¿A dónde vas? —llamó Alex. —A empacar mi mochila, por supuesto —escupí—. ¿Qué otra opción tengo? —Apúrate —dijo Niko detrás de mí—. Necesito tu ayuda para cargar a Brayden al autobús.

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Fui y agarré una mochila de Buenos Deportes y luego fui a Ropa para Hombres. Adentro, estuve despotricando. Era estúpido. Era un gran error. Ellos no entendían lo que los componentes me harían hacer. ¿Y qué pasaba con las carreteras? ¿Qué pasaba con los bandidos? —Es una mala idea —llegó una suave voz detrás de mí. Era Astrid. Se veía pequeña y lastimada debajo de las brillantes luces fluorescentes de la tienda. —Lo sé —dije. —No deberíamos ir —dijo ella. —Lo sé. Niko tiene tanto miedo de que Brayden muera que nos está poniendo en peligro a todos. Astrid se acercó a mí y me abrazó. Presionó su rostro en mi pecho y me sostuvo fuertemente. Se sintió tan bien. Como si fuéramos imanes, hechos para encajar juntos. Puse mis brazos a su alrededor y la sostuve contra mí. —Quédate —dijo—. Quédate conmigo, Dean. —¿Qué? —Yo no voy —dijo ella, alejándose para mirarme—. Y quiero que te quedes conmigo. Mi corazón estaba en mi garganta. Mi visión estaba nublada. ¿Ella se iba a quedar y quería que me quedara con ella? —¿Quieres que me quede contigo? —dijo—. ¿Yo? Salió de mis brazos y dio un paso atrás, poniendo las manos en los bolsillos de su chaleco. —Quiero decir… —Se sonrojó. Ella se estaba sonrojando. —Yo no voy —dijo, sin mirarme a los ojos—. No puedo. Y tú tampoco deberías. Los componentes nos convertirán en monstruos. Ellos no sabes lo que es. Nosotros sí. Tú, Chloe y yo, tenemos que quedarnos. Entonces… ¿qué? ¿Huh? Eso es lo que tenía ganas de decir: ¿huh?

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¿Ella me estaba pidiendo que me quedara porque yo tenía el mismo tipo de sangre? ¿Me estaba aconsejando que me quedara por los componentes? ¿Qué había significado el abrazo? Se sintió como si significara todo. Supongo que me abrazó porque… yo era un buen chico. Era su amigo. Guardé un par de sudaderas en mi mochila. —¿Y bueno? —No sé qué decir, Astrid. Tengo que ir con mi hermano. Tenemos que quedarnos juntos. —Entonces haz que se quede también. Él es lógico. Alex sabrá que lo correcto es quedarse. —No, él quiere ir. Cree que es nuestra única oportunidad de encontrar a nuestros padres. Él nunca se quedaría. —¡Nosotros no podemos ir! ¡Vamos a matar a alguien! Me giré hacia ella. Lágrimas caían por su rostro. Las limpió con el dorso de su mano. —Por favor, Dean. —Cada vez que decía mi nombre era como un cálido cuchillo cortando mi corazón a la mitad. —Astrid —dije—. Vamos a usar máscaras de gas todo el tiempo. Nos van a sedar y atar. No vamos a ser capaces de ayudar, pero tampoco vamos a matarlos. Metí algunos jeans en mi bolso. —¿Quién sabe? Tal vez Niko tiene razón. Tal vez lo logremos perfectamente bien. —No —dijo ella, cerca de la histeria—. No puedo ir. No puedo ir. ¡No puedo ir! —Vas a estar bien— —Voy a tener un bebé. —¿Qué? Cruzó los brazos sobre su pecho. —Estoy embarazada.

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—¿Estás segura? Ella asintió. —He estado segura por unos meses ya. Estoy de cuatro meses. Tal vez más. —¿Cuatro meses? Levantó su suéter y camiseta. Vi la cremosa piel de su hermoso cuerpo de nadadora. Y sí, había uno bulto allí. Una protuberancia. Un aumento justo debajo del ombligo. ¿Cómo no había notado esto antes? Ella dejó caer la camiseta y levantó las manos para cubrir su rostro. Estaba llorando suavemente. —Oh, Astrid —dije. Y caminé hacia ella. La tomé en mis brazos y la sostuve—. ¿Pero no crees que signifique que tenemos que ir? —dije en voz baja—. Deberíamos ir y encontrar a un doctor. ¿No crees? —Pensé sobre eso —dijo ella—. ¿Pero qué le pasará al, ya sabes, al feto, si es expuesto a los componentes? ¿Qué pasa si él es como nosotros, Dean? Y entonces bajó su voz. —¿O qué pasa si se ampolla? No voy a compartir las espeluznantes imágenes que se me vinieron a la mente. —¿Qué diablos, chicos? —dijo Chloe, cargando por el pasillo—. Estamos casi listos para salir.

*** Fue un caos, todo el mundo revolviendo y poniendo cosas en el autobús y luego Josie sacando algunas de las cosas (“No, Caroline, ¡no puedes llevarle campanas de viento a tu mamá!” “¡Pero Dean dijo que podíamos!” “¡De acuerdo, está bien!”), y Niko intentando mantener todo en algún tipo de orden. —¡Finalmente! —dijo cuando nos vio. Niko acababa de terminar de hacer tomar a Chloe una pastilla para dormir. La había molido en una cuchara de jalea. —Le di la dosis completa —dijo—. Si tenemos suerte, dormirá durante todo el camino. Voy a sedarlos a ustedes ahora, pero primero quiero que me ayudes a poner a Brayden a bordo.

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Josie y Sahalia estaban ayudando a los niños a meterse en sus capas de ropa. —De acuerdo —dijo Niko mientras caminábamos el pasillo Automotriz donde estaba Brayden. Él sacó un pedazo de papel de su bolsillo. Era una lista de control. —Tenemos comida, agua, primeros auxilios, ropa extra, objetos de valor para intercambiar— Escuchamos ladrar a Luna. —Diablos —dijo—. Necesitamos comida para perro. —Max —grité—. ¡Comida para Luna! Él asintió y corrió hacia el Departamento de Mascotas. Niko siguió leyendo: —Máscaras de aire, capas de ropa, cuerda, fósforos, lonas, mochilas, aceite, cuchillos, una pistola, balas. Me miró. —¿Qué más?

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Era una lista impresionante. —No puedo pensar en nada más —dije.

*** Sahalia estaba con Brayden. Ella se encargaba de cuidarlo y ahora parecía, de alguna forma, territorial sobre él. Estaba usando sus propias capas de ropa y luchando por poner a Brayden en las suyas. —Nosotros ayudaremos —le dije. Niko tenía razón, Brayden se veía verde. Tan cuidadosos como pudimos, le pusimos sudaderas con cierre delantero. Niko lidió con los pantalones. —Brayden —dijo Niko suavemente—. Vamos a moverte hacia el autobús. Brayden no reconoció hacer oído a Niko. Estaba flácido y sudoroso.

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—Deslicemos el colchón, luego lo levantaremos. Así que los tres deslizamos el colchón de aire hacia el autobús. Todo el tiempo estuve pensando qué diablos iba a hacer. Josie estiró mantas para Brayden en el segundo asiento del autobús. Niko, Josie, Sahalia, Alex y yo levantamos a Brayden incómodamente y lo colocamos en el autobús. Fue capaz de caminar, un poco, cuando lo pusimos de pie, pero después colapsó en el asiento. —Vamos a conseguirte ayuda, Brayden —dijo Sahalia—. Pronto vas a sentirte mejor. Cuando Niko y yo dejábamos el autobús ella le preguntó: —Tenemos analgésicos, ¿verdad? Y antibióticos. —Todo un bidón lleno —le aseguró Niko. Sahalia había madurado un montón en el último par de días.

*** Deseaba ser del tipo fuerte y silencioso, que nunca lloraba y nunca mostraba emociones. Pero vi a mi hermano parado allí, trabajando con Astrid para derribar la pared de madera sobre la puerta, y llegaron las lágrimas, haciendo todo borroso y brillante. Mi querido, serio e inteligente hermano. ¿Cómo podía hacerle esto a él? —¡No empiecen a quitar la madera hasta que todos estemos en nuestra vestimenta y tengamos nuestras máscaras puestas! —les ordenó Niko. —Cielos, ¿qué pasa con el portón? —pregunté, volteándome hacia Niko. —Descifré cómo retraerlo —dijo Alex. Asentí con la cabeza y alejé la mirada, girando mi cabeza para que no pudiera ver la angustia formándose dentro de mí. Todos los demás ya estaban es sus muchas capas de ropa. Todos tenían las máscaras en las manos. Sahalia salió del autobús para conseguir su máscara. Estaban listos.

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—¿Dónde está Chloe? —preguntó Niko. —Se puso muy, muy somnolienta, así que la puse en el autobús para que descanse —respondió Josie. Supongo que una pastilla para dormir funciona bastante rápido en una niña de ocho años. —Alex, ¿puedo hablar contigo? —dije. —Aquí están tus capas, Dean —dijo Josie, entregándome una pila de pantalones—. Y tengo sus “vitaminas” también. —¡Yo quiero vitaminas! —exclamó Caroline. —¡Yo también! —dijo Henry. Josie los calló. —Alex, necesito hablar contigo —dije. —Puedes hablar en el autobús —dijo Niko, poniéndose sus ropas—. Ponte tus capas. Miré a Astrid. Josie la estaba vistiendo, poniendo sudaderas sobre la cabeza de Astrid y ayudándola a meter los brazos por las mangas. —Vamos, Astrid —dijo Josie—. Ayúdame. Astrid estaba llorando. Ella captó mi atención, suplicándome sobre las cabezas de nuestros ocupados amigos. Nuestros mejores amigos. Nuestra familia. —No —dije—. No voy a ir. Cabezas giraron. —Astrid y yo vamos a quedarnos. Josie miró la cara de Astrid. —¿De qué está hablando? —preguntó. Astrid asintió, miserable. —No es gracioso, Dean —dijo Alex. Él tomó la sudadera que Josie seguía sosteniendo y la empujó hacia mis manos—. ¡Póntela! —Nos vamos a quedar —dije. —¡No, no lo harán! —gritó él.

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—Tenemos que quedarnos. —¡Tienen que venir! —chilló Alex. Había lágrimas en sus ojos. Sus labios estaban fruncidos en una línea recta. —¡Niko, diles que tienen que venir! ¡Haz que vengan! Niko continuó vistiéndose. —¡Niko! —gritó Alex—. ¡Diles! —No —dijo Niko—. Ellos tienen razón. Es más seguro para ellos y más seguro para nosotros si se quedan. Alex gritó y golpeó a Niko. Después se giró y me atacó. Lo agarré y lo abracé fuertemente. —Alex, escúchame —le rogué—. Vas a encontrar a nuestros padres. —No. —Y sabrás exactamente dónde estoy. Y todos vendrán a buscarme. —Por favor, Dean. ¡Por favor! —Es más seguro para nosotros y más seguro para ustedes si nos quedamos —repetí lo que había dicho Niko. —Te vas a quedar… —Luchó por respirar—. Te vas a quedar… Se alejó de mí y se limpió los mocos de la cara. —¡Te vas a quedar por una chica! —me escupió—. ¡La estás escogiendo a ella por encima de mí! ¡Por encima de mamá y papá! Caminó lejos de mí. —¡La amas tanto que no vas a volver a ver a tu familia nunca más! ¡Te odio! Y se giró y abordó el autobús. —Alex —dije, lágrimas corrían por mi cara. Niko puso su mano en mi brazo. Todos tenían sus capas puestas para este punto. —Si van a quedarse tenemos que repensar cómo vamos a lidiar con el portón —dijo—. También, creo que deberían quedarse con Chloe. Miré a Astrid y ella asintió.

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—A ella no le va a gustar que la dejemos atrás —dijo Josie. Estará furiosa cuando despierte. Pero, de verdad, ella estará segura con nosotros y los otros estarán seguros sin ella. Cargué su cálido y pesado cuerpo fuera del autobús y la acosté en el sucio colchón de aire de Brayden. —¿Hay alguien más que no quiera ir? —Niko le preguntó a los pequeños. Todos se quedaron en silencio. Se veían aterrados, apretando sus máscaras de gas. Pero ninguno se acercó.

*** Sólo derribamos los paneles centrales. Los paneles laterales podían quedarse de pie porque el autobús sólo necesitaba ir por las puertas centrales. Y después de negarnos a ponernos las capas tan dramáticamente, Astrid y yo sí terminamos poniéndonoslas, junto con las máscaras faciales, porque los componentes iban a entrar a nuestro espacio. Tendríamos que volver a poner la pared lo antes posible. —Vamos, chicos, apúrense. Despídanse, y suban ahora —dijo Niko—. Estamos perdiendo tiempo. Max, y Batista, Henry y Caroline, todos se nos acercaron y nosotros los abrazamos. Sentí un tirón en mi mano y Ulises tironeó de mi gordo brazo acolchonado. Él presionó la correa de Luna en mi mano. —Conserva a Luna —dijo—. Y recuérdame. Me abrazó fuertemente y se metió al autobús. Decirles adiós fue como si me apuñalaran el corazón. La pequeña Caroline y Henry estaban llorando. Se pegaron a mí hasta que Josie los soltó y los envió por los escalones. —Dean —llamó Caroline—. Tienes que venir. ¡Eres nuestro favorito!

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—Lo siento, Caroline. Tengo que quedarme aquí y mantener a Astrid y a Chloe a salvo. —Dile a Chloe que dijimos “adiós,” ¿de acuerdo? —dijo ella. Lágrimas rodaban por sus mejillas pecosas. Esto era una agonía. Alex estaba sentado cerca de Brayden al frente del autobús. No me miraba. Niko había ido e intentó hablar con él, pero Alex no vendría. Ni siquiera para levantar la puerta. Le había dado instrucciones para que Niko se las diera a Astrid. —Así que cuando escuches la bocina —le decía Niko ahora—. Eso significa que tienes que presionar la señal de retracción, pero sólo para la puerta central. Cuando la escuches una segunda vez, eso significa que la vuelvas a poner. Astrid asintió con la cabeza. —Lo siento, Niko —dijo ella—. Lamento que no podamos ir con ustedes. —Lo sé. —Fuiste un gran líder —le dijo ella. Odié escuchar esta conversación. Todo tenía esta terrible sensación de final. —Buena suerte —dijo él. —Igualmente. Y Astrid fue a esperar por la bocina.

*** El autobús estaba andando ahora. Josie y Sahalia estaban paradas cerca con sus máscaras de aire puestas. Todo lo que teníamos que hacer era derribar los últimos paneles y después hacer sonar la bocina para que Astrid retrajera el portón central. —¡Esperen! —dije. Tenía una idea. Le di la espalda a Niko y corrí. —¡Dean! ¡¡¡Tenemos que irnos!!! —gritó Niko. Corrí a través de la tienda.

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Buscando lo que necesitaba. Estaba sin aliento cuando regresé. Vi que Josie y Sahalia estaban en el autobús. Había perdido mi oportunidad de despedirme de ellas. No importaba. Tomé los escalones del autobús en dos pasos. Ahí estaba. En primera fila. —Alex —dije—. Toma esto. Sostuve un diario en blanco, justo como el mío, y una caja de plumas. —Toma esto y escribe todo lo que pase. Escríbelo todo y escríbelo para mí. Cuéntamelo a mí. Él estaba sollozando y estiró sus muy cubiertos brazos hacia mí y nos abrazamos. —De esa forma sabré lo que pase contigo —dije. —Lo haré —dijo—. Lo prometo.

*** Niko y yo desatornillamos los últimos tornillos. Luna estaba atada en la cocina. Chloe yacía en el colchón de aire. Todos los niños estaban asegurados en sus asientos. Me paré en una esquina de la sección final y Niko en la otra. Tiramos y las cuatro hojas maderas que quedaban cayeron. Yo arrastré dos fuera del camino. Niko las otras dos. Josie estaba en los escalones del autobús. Había estado esperando a que cayera la madera. Ésa era su señal. BWRAAAM! Ella golpeó la bocina y la tiró a un lado. Pero debajo de la madera, habíamos cubierto la puerta con gruesas mantas de lana y capas de plástico. Me había olvidado de eso. Me estiré, preguntándome si deberíamos tirar de las mantas. Pero entonces la puerta comenzó a subir con un ruidoso zumbido mecánico. Demasiado tarde.

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El portón se alzó, gimoteando con el acolchonado adicional de las mantas y el plástico, pero aún así se retraía. Y ahí estaba el oscuro estacionamiento. El asfalto roto. Los autos arruinados. Los puntos de luz, lejos en la distancia, que eran luces de emergencia en la autopista. Ahí estaba el mundo. Lo habíamos bloqueados por tanto tiempo. El motor del autobús rugió cuando Niko lo puso en reversa y salió hacia el estacionamiento. ¡Funcionó! ¡Anduvo! El autobús podía andar. Niko hizo sonar la bocina. Sabía que adentro se estaban despidiendo a los gritos, probablemente llorando, pero yo no podía escucharlos… Se estaban yendo. Sin nosotros. Golpeé la bocina: BWRAAAM! El autobús se adentró más en el estacionamiento. Pero entonces se detuvo. Las puertas se abrieron. ¡¿Qué estaba pasando?! Dos niños envueltos salieron del autobús y comenzaron a correr torpemente hacia mí. Mi corazón estaba en mi estómago. Mi estómago estaba en mi garganta. Mis nervios discordantes y me apuré hacia delante, hacia fuera, mis brazos extendidos hacia ellos, quienesquiera que fuesen.

*** Entonces, detrás de mí, la puerta empezó a bajar.

*** Corrí hacia ellos y me deslicé en el pavimento fangoso y pegajoso. Esquivé las secciones agrietadas, intentando no caerme.

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Levanté a los dos niños y corrí hacia la tienda. El portón estaba bajando, apagando las luces del Greenway. Se deslizaba hacia abajo, cortando la vista de la Cocina, la caja registradora, los carritos vacíos esperando en su corral.

*** Tiré a los niños al piso, empujando al primero y luego al otro debajo de la puerta. Me apreté por debajo. Mi abrigo—mis estúpidas capas—me lo hacía difícil. La puerta estaba aplastando mi pecho. Los dos niños tiraban de mí, tratando de meterme. Empujé hacia arriba y hacia el lado, y de alguna forma, logré entrar. Atrapó mi zapatilla pero tiré de mi pie. La zapatilla se quedó afuera, pero mi pie lo logró.

*** Estábamos adentro. De nuevo en nuestro bendito hogar. Nuestro brillante santuario comercial del mundo oscuro, espeluznante y verdadero. Nuestro Greenway.

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Los dos niños se sacaron sus pasamontañas y removieron sus máscaras. Eran Caroline y Henry. —Queremos quedarnos contigo —dijo Caroline. —Tú nos mantendrás a salvo —añadió Henry. —¿Podemos quedarnos? —preguntó Caroline. Ella mi miró, su rostro manchado con mugre y lágrimas. —Por supuesto —dije—. Por supuesto que pueden quedarse.

*** Astrid salió del depósito. —¡Oh! —gritó cuando los vio. Ellos corrieron hacia ella.

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Ella se hundió en sus rodillas y cubrió sus caras con besos. Simplemente tomó sus manchadas caritas en sus manos y las besó por todos lados. Después los abrazó. Y Astrid los tenía en sus brazos, ella me miró, dándome la bienvenida con sus ojos y me uní a ellos. Alex se había ido. Y Niko, Josie, Brayden y el resto. Jake se había ido también. Pero teníamos a Caroline, a Henry y a Chloe. Y nos teníamos el uno al otro. Éramos cinco.

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SKY ON FIRE Segundo libro de

MONUMENT 14

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Agradecimientos  Traductora a Cargo  Verittooo  Traductores  sol_tb

 Recopilación y Revisión  Verittooo

 maka.mayi  Carmen_Lima  Klevi

 Diseño  MewHiine

 Milyepes  Anaid Ivashkov  Beccavancourt  Pamee  Lucia A.  Valen JV  katiliz94  Azhreik  DarkVishous  AlDaRa  Yuki_252  Nim  Nikky*  Coral Black  verittooo

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