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México D.F., 2012

Copyright ® 2012 Todos los derechos reservados. Ni la totalidad ni parte de este libro puede reproducirse o transmitirse por ningún procedimiento electrónico o mecánico, incluyendo fotocopia, grabación magné­ tica, o cualquier almacenamiento de información y sistema de recuperación sin permiso escrito de los autores y del editor. En caso de erratas y actualizaciones, la Editorial Tirant lo Blanch México publicará la pertinente corrección en la página web www. tirant.com (http://www.tirant.com).

Director de la Colección: J a v ie r d e L u c a s

Catedrático de Filosofía del Derecho

© ROBERT ALEXY ALFONSO GARCÍA FIGUEROA

© TIRANT LO BLANCH MÉXICO EDITA: TIRANT LO BLANCH MÉXICO C/ Artes Gráficas, 14 - 46010 - Valencia TELFS.: 96/361 00 48 - 50 FAX: 96/369 41 51 Email:[email protected] http://www.tirant.com Librería virtual: http://www.tirant.es DEPÓSITO LEGAL: VI.S.B.N.: 978-84-9004-468-1 IMPRIME Y MAQUETA: PMc Media Si tiene alguna queja o sugerencia envíenos un mail a: [email protected]. En caso de no ser atendida su sugerencia por favor lea en www.tirant.net/index.php/ empresa/politícas-áe-empresa nuestro Procedimiento de quejas.

Nota p relim in ar................................................................................

1. Estos son los viajes de la nave interestelar Enterprise 1.1. De senderos y guerras estelares..................................... 1.2. Sci-Fi y Sci-Phi(losophy of Law )................................... 1.3. Rosquillas cinematofágicas y dudas paraxiales........... 1.4. Algunas transacciones entre fantasía y filosofía: ¿Por el bienestar de quién?...................................................... 1.5. Una misión dedicada a la exploración de mundos des­ conocidos. En los confines de la ciencia y la razón.... 1.6. ¿Inhumanos o demasiado inhumanos?: Data y Spock 1.7. El lenguaje, la última frontera: Cómo hacer cosas con el klingon (que es un idiom a)........................................ 1.8. Hasta lugares adonde nadie ha podido llegar... Distanciamiento práctico..................................................... 2. La filosofía jurídica de Robert Alexy................................. 3. Data y los derechos humanos. Mente positrónica y concepto dobletriádico de persona (Robert Alexy)....... 3.1. El Episodio 035 de la Next Generation: ¿A quién per­ tenece Data?...................................................................... 3.2. Los titulares de derechos................................................ 3.3. Data y el concepto de persona........................................ 4. Ficha técn ica..................................... ............... ..................... 5. Películas de Star Trek y capítulos de televisión cita­ dos .............................................................................................. Referencias bibliográficas.........................................................

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urante la primavera 1 resultado lo tiene el lector en sus del año 2004 tuve la i manos: A mi prim er capítulo ge­ neral sobre el género fantástico, su virtualidad para la reflexión fortuna de disfrutar 1 ética y jurídica y una presenta­ de una estancia de , ción de la teoría de Robert Alexy investigación en el seminario ! en el segundo capítulo, le sigue jurídico que el profesor Robert ¡ en el tercero (y principal) la tra­ Alexy dirige en la Universidad i ducción del trabajo del profesor Christian Albrecht de Kiel. Allí ! de Kiel. Precisamente en relación encontré el texto (Alexy 2000) de ^ una conferencia del m aestro ale- ! con la aportación de Alexy, segu­ mán sobre el androide de Star ■ ramente no esté de más consig­ nar dos apreciaciones que quizá Trek, Data. A prim era vista, se trataba de i puedan ser de interés para el lec­ un trabajo excéntrico en el con- : tor. La prim era proviene del pro­ junto de la obra de Alexy, segu- i pio autor alemán. En un correo electrónico de hace un año me ramente el representante de la contaba que había visto recien­ filosofía del Derecho en lengua alemana más importante desde ; temente por televisión la última Kelsen. Pero más allá de las apa- ¡ entrega de la serie de películas de Star Trek, Nemesis (2003), riendas o los prejuicios, el lector podrá com probar que en reali- ; donde Data sacrifica su propia dad nos encontramos ante una ; vida para salvar la flota estelar. proyección am ena y original de : En su mensaje Alexy considera­ muchas de sus ideas sobre una ' ba este hecho como ilustrativo manifestación influyente de la = de las tesis que él pretende mos­ cultura popular de nuestro tiem- ' trar con su trabajo. Quede aquí, pues, constancia de ello. po. La segunda tiene que ver con A mi vuelta a España pro- 1 la traducción al castellano de puse a Robert Alexy traducirle i "Data y los derechos humanos”. al castellano esta conferencia ; Dado que este texto se refiere y unirla a otros materiales que i a un capítulo de la serie de Star escribí con el propósito de ser- ; vir de marco a la aportación del ¡ filósofo del Derecho alemán. El

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Alfonso García Figueroa i j ] j j j

Trek. The Next Generation, me he basado en la versión doblada al castellano (y a veces en los subtítulos en nuestra lengua) siempre que he podido. Sin embargo, los numerosos matices específicos j¡ que había adquirido el episodio i en su doblaje al alemán me han | obligado en numerosas ocasio] nes a tom ar como referencia no j la versión en castellano, sino la | traducción directa al castellano | de la versión alemana (el lector | podrá advertir estos casos porque | serán distinguidos en cursiva). | Espero que el lector no considere ] inoportuno que haga mención de i un ejemplo bien significativo para | justificar esta decisión. Guando | Picard se refiere a la forma de 1 aplicar el Derecho por parte de la \ capitana Louvois dice: i a) En la versión original: | “She may be overly attached to f the letter of the law, but I sus1 pect that she still understands | its spirit”. j b) En la versión en castellano ] (bastante apegada a la letra del i original, por cierto): "Puede que i tenga demasiado apego a la letra j de la ley, pero sospecho que to| davía entiende su espíritu”. | c) En la versión alemana: | “Sie klebt wahrscheinlich sehr j an dem Buchstaben des Gesetj zes, aber ich vermute, dass bei ¡ ihr noch eine Spur von Men| schlichkeit zu finden ist”, i.e., i "parece muy apegada a la letra

de la ley, pero supongo que to­ davía habrá en ella un rastro de humanidad". En la versión original y la española se contrapone la letra de la ley al espíritu de la ley de acuerdo con una tradicional di­ cotomía no siempre compartida (Beccaria nos decía que nada ha­ bía peor que recurrir al espíritu de la ley a la hora de aplicarla). Por el contrario, la versión ale­ m ana opone a la letra de la ley> nada menos que un rastro de hum anidad. Esto le lleva a Alexy a form ular una serie de reflexio­ nes en tom o al Derecho y su hu­ m anidad (derechos humanos) que no pueden ser inducidas a ; partir de las otras dos versiones. ! En suma, en casos como éste, ! sólo m anteniendo la versión ; alemana, el conjunto adquiere ! sentido. Dejando a un lado que ! haya sido fruto del puro azar, | supongo que el hecho de que los ; traductores alemanes de la serie contemplen la aplicación mecá­ nica del Derecho como lo opues­ to a una m ínima hum anidad es algo que se explica por la pro­ funda huella que ha dejado en la cultura jurídica y no jurídica de ese país la trágica experiencia = del periodo nacionalsocialista. ; Desde entonces, la máxima Gesetz ist Gesetz se ha cargado de cautelas incluso para el anóni­ mo traductor radbruchiano de 1 una serie de televisión.

Nota preliminar Por otro lado, debo adm itir que no le faltará razón al trekky que a continuación eche de me­ nos la referencia a enteras áreas del universo de Star Trek, Sin duda, esas lagunas requieren alguna explicación. He limitado mis referencias a las diez pelí­ culas para la gran pantalla y a sendas series de televisión: Star Trek. La serie original y Star Trek. l a Nueva Generación (vid. infra 5.)- Con esa selección he procu­ rado por un lado prestar aten­ ción suficiente a los comienzos de la saga en los sesenta, luego a su lanzamiento a la gran pan­ talla desde finales de los seten­ ta y finalmente a la parte de la serie televisiva de finales de los ochenta y principios de los no­ venta que sirve a Alexy de punto de apoyo para sus reflexiones. Se atiende así a lo que podría­ mos denominar el "núcleo duro del universo de Star Trek”, pues si las seis primeras entregas de Star Trek en la gran pantalla se nutren de los personajes de la serie original, en las cuatro últi­ mas los protagonistas provienen de la Nueva Generación. En cualquier caso, la falta de exhaustividad (casi inevitable ante ese inmenso repertorio de tribulaciones de la Flota estelar más allá de nuestra atmósfera) queda compensada por un rasgo muy relevante de Star Trek: su coherencia interna. Star Trek es

un ejemplo de novela en cadena (chain novel). Se trata de una obra colectiva en que han par­ ticipado infinidad de personas que añaden una nueva aventura, un nuevo personaje o una nue­ va reflexión a todo un cuerpo narrativo, pero que han sabido m antener su coherencia hasta extremos insospechables. Un célebre filósofo del De­ recho norteamericano, Ronald Dworkin, cree que el Derecho funcionaría de m anera pare­ cida a como aparentemente lo hace Star Trek: cada juez añade un episodio al escrito por el an ­ terior, quien a su vez desarrolla coherentemente las decisiones y los materiales jurídicos previos. Tanto en Star Trek como en el Derecho esta coherencia garan­ tiza que podamos atender a esos materiales fragmentariamente sin perder por ello una aproxi­ mación acertada a, por así decir, su espíritu: el espíritu de la ley y el espíritu de Star Trek. Han leído borradores de par­ te o la totalidad del libro suce­ sivamente y en diversos estadios de su elaboración los profesores Leonor Moral, Mario Ruiz, Jeró­ nimo Betegón, Santiago Sastre, Pablo de Lora, Betzabé Marciani, Javier de Lucas y Miguel Án­ gel Pacheco. A Almudena y Gogó García Figueroa también les debo, como a Guillermo Corral van Damme, atentas lecturas del

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borrador. A todos les estoy muy agradecido por su ayuda. Por otra parte, creo que ésta es una buena oportunidad para agradecerle al profesor Alexy el amable j recibimiento que en su día me j dispensó en Kiel. Mi deuda con \ él debe extenderse tanto a los 1 investigadores invitados Stanley ] Paulson, Rodolfo Arango, Ana I María Cherry Gaitán, Mitsuhi] ro Matsubara, Sang Kyung Lee i y Hidehiko Adachi, como a los j profesores y al personal del se| minario jurídico de su dirección

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Alfonso García Figueroa

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[ entre quienes debo recordar con : particular afecto a los profesoi es Martin Borowski y Carsten Bác: ker, así como a la secretaria del ' departamento Andrea Neisius. A : todos ellos debo una estancia en ; Kief inolvidable por feliz y fruc* tífera. Es de justicia desearles a ; los hasta aquí citados, siguiendo : los muy venerables usos de los ; longevos vulcanianos: ¡Larga y i próspera vida! A lfonso G arcía F igueroa

Aranjuez, enero de 2007

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ualquier trekky que se tenido que vencer las reticencias precie (y se calcula que de los directivos que desconfiahaya unos diez millo­ ban de la rentabilidad del prones repartidos al menos yecto debido a sus pretensiones por este planeta) podrá recitar de filosóficas, a su inteiectualismo. memoria las siguientes palabras Sin embargo, a los 29 episopronunciadas por una voz en off dios de la primera temporada sobre un firmamento estrellado: de la serie original le siguieron muchos otros durante un total El espacio, la última frontera. Estos son los de tres años en respuesta a u n viajes de la nave interestelar Enterprise en enorme éxito, que se propagaría una misión que durará cinco años, dedicada a la exploración de mundos desconocidos, ; luego por todo el m undo y que al descubrimiento de nuevas vidas, nuevas ¡ se prolongaría durante décadas civilizaciones, hasta alcanzar lugares adon­ ; con la emisión de nuevas series de nadie ha podido llegar... i de televisión como Star Trek. La Se trata de la fórmula que nueva generación (emitida en los servía de prólogo a cada episodio : EE.UU. entre 1987-1994) o Espade la serie original de Star Trek. ció Profundo 9 (1993-2000). Todo Después la Enterprise cruzaba ! ello sin olvidar las dos temporaveloz la pantalla y aparecían los ; das de la serie de animación, las títulos de crédito al son de la : siete de Star Trek. Voyager (1995evocadora sintonía de Alexander ; 2001), las cuatro de Star Trek EnCourage, que Jerry Goldsmith ’ terprise (2001-2005) o la reciente actualizaría para la Nueva Gene­ ; Star Trek. New Voyages realiza­ ración muchos años después. A da con el concurso de los fans. las 20.30 horas del jueves, 8 de Paralelamente, Star Trek ha ido septiembre de 1966 (se acaban acumulando diez títulos para la de cum plir cuarenta años del gran pantalla desde Star Trek. La acontecimiento), la cadena de película (1979) hasta Star Trek: televisión estadounidense NBC Némesis (2003) (vid. infra 5.). emitía por vez prim era Star Trek. Este conjunto de obras, que in­ Su creador, un expiloto y expo­ cluye cómics y libros, conforma licía, Gene Roddenberry, había todo un universo de personajes

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Robert Alexy - Alfonso García Figueroa TJ) j y escenarios (a lo largo de más O I mé i de 400 horas de calidad, justo es «3! I decirlo, no invariable), que en ’W ¡ conjunto aquí resulta imposible I i siquiera esbozar. Quien desee «*5 í *4 | ubicarse en él con algo más de *X» I i detenimiento puede encontrar ^ í una introducción actualizada en un reciente trabajo de Adolfo Pérez (Pérez 2005) y en la abun­ dante información que ofrece la edición especial de coleccionista i w ¡ de las 10 películas lanzada por ^ i la Paramount. Naturalmente la o 1 web proporciona también va­ liosa información. Por ejemplo, ?S 1 en lengua española resulta muy útil la biblioteca de www.mundostartrek.com o la información l que ofrecen www.zonatrek.es o www.trekminal.com así como m las asociaciones de aficionados: w w w .co c h ran e m ad rid .e sp .st, www.cste.es o www.club.telepolis.com/bcntrek. Los protagonistas de aque­ llas prim eras aventuras de la se­ rie original son bien conocidos por el gran público: el Capitán James T. Kirk (William Shatner), el Sr. Spock (Leonard Nimoy), el Capitán Montgomery Scott (más conocido cariñosamente como Scotty, interpretado por James Doohan), el comandante Pavel Chekov (Walter Koenig), la comandante Uhura (Nichelle Nichols), el capitán Sulu (George Takei) y el Dr. Leonard H. MacCoy. Con toda probabilidad

! tenga razón en su análisis el * guionista y productor de algu­ nas de las cintas para la gran : pantalla, Harve Bennet, cuando ' concluye que todo giraba en el ¡ fondo en tom o a un triángulo ' formado por el capitán Kirk, el = vulcaniano Spock y el médico, ' Dr. MacCoy. Spock representa la i lógica, la razón; MacCoy repre1 senta con su carácter vehemente i la pasión, y finalmente Kirk debe : tom ar decisiones mediando ení tre esos dos vectores. Razón y ! pasión definen así la relación r entre estos personajes, de forma s que los problemas son en buena | medida los de siempre. Pero por ■ otro lado, hoy puede decirse que ¡ aquellos personajes forman par; te de la cultura popular de toda ! una generación y ello significa : que encam aron e impulsaron : algunos de sus valores propios. ; Basten para dar cuenta de esta | dimensión contextual e ideológi: ca dos hechos muy concretos. El primero tuvo lugar en f tiempos de la serie original de ; televisión, aunque sus consei cuencias nos alcanzan décadas ; después. Cuando la actriz afroi americana Nichelle Nichols pen1 só en abandonar su papel en la , serie de comandante Uhura (pa1 labra que significa libertad en i swahili), nada menos que el Dr. 1 Martin Luther King la disuadió ¡ recordándole su influencia so■ cial como m ujer y afroamerica­

}. Estos son los viajes de la nave interestelar Enterprise... na (Pérez 2005, 68 ). En ese momentó el célebre activista estaba dando en el clavo, pues por aquel entonces una niña negra seguía con pasión desde un barrio margínal de Nueva York aquellas aventuras en que una m ujer de su propia raza se movía con pienas igualdad y consideración entre blancos. Aquella niña era la años más tarde oscarizada Whoopi Goldberg, quien, movida por su afición a la serie, solicitó trabajar en la nueva generación de Star Trek donde interpreterá a la El’A teurian Guinan que regenta la cantina de la nave. Quizá no esté de más avanzar ahora que en el episodio del que se ocupa Alexy, 'Xa Medida de un Hombre" (infra 3.1), es precisamente Guinan quien pone en guardia al Capitán Picard frente a los riesgos de reinvención del esclavismo a que puede conducir ha­ cer clones en masa del androide Comandante Data. El segundo, más reciente, tiene lugar hacia los primeros noventa ya en la gran pantalla. El guión de Star Trek VI es toda una metáfora de la política intemacional de la era Gorbachov. En ese filme los temibles klingon, cuya amenaza recuerda a la de Jos rusos durante la guerra fría, abren negociaciones con la Federación. Un desastre como el de Chemóbil precipita la necesidad de una apertura, de una

; Glasnost. Significativamente los : dos negociadores son, por parte de la legación klingon, Gorkon (seguramente la versión klingon ; de Gorbi, caracterizado con una ¡ amplia frente gorbachoviana ; y una barba lincolniana) y por = • parte de la Federación, el ya al; m irante Kirie. En este punto el actor Leonard Nimoy (que tuvo la idea de convertir la película en : una alegoría del clima político 1 de la perestroika) establece una ' ecuación interesante. Del mis! mo modo que "sólo Nixon (con : su rotundo anticomunismo) 1 podría ir a China”, así sólo Kirk (cuyo hijo pereció en manos de los klingon) podría negociar con y ‘ estos. : Quizá sean sólo dos anécdo¡ tas entre tantas, pero bastan para demostrar que tras los relatos de ficción se oculta invariablemente la realidad y que tras las normas j y valores implícitos en el relato cabe reconocer normas y valo; res a los que los telespectadores i resultan sensibles. En suma, ; parece claro que un fenómeno ; de masas como Star Trek difícil­ j m ente puede quedar al margen i de los problemas sociales que [ nos preocupan y que se destilan i de uno u otro modo en historias ; que se sitúan lejos en el tiempo ; y en el espacio, pero cerca de : los afectos y preocupaciones de ¡ la gente. Naturalmente, el nivel ‘ de compromiso con la realidad y

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con ciertos ideales puede varían ' ram ente escapista o por el con- I De ello dependerá que el relato ; trario una función normativa de ; pueda cum plir una función meguía ética o política.

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Trek y los derechos

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La tripulación de la Enterprise en la serie original

En respuesta a las apasio­ nadas peticiones de sus fans, aparece en 1979, bajo la direc­ ción de Robert Wise, Star Trek. La película. Este salto a la gran pantalla coincide prácticamente en el tiempo con la aparición de la otra gran saga espacial, Star Wars (La guerra de las galaxias, 1977), con la que las compara­ ciones resultan inevitables. Ello condicionó necesariamente el perfil de Star Trek, que debía re­ 16

afirmar su propia personalidad! en los cines. Esta necesidad se J manifestaba en cuestiones foivf males, de diseño, pero también § en su filosofía más profunda. 1 Por una parte, según nos cuenta el diseñador Bill Georgc, cuando se proyectaron las | naves espaciales de Star Trek se 1 optó por un diseño extremada- ¡ mente pulcro precisamente para f contrastar con las naves de Star | Wars en las que eran visibles las f \

Estos son los viajes de la nave interestelar Enterprise...

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erosiones y desperfectos causa­ : y de coherencia. Como veremos | dos en las batallas espaciales. i algo más adelante, la ubicación En un plano más profundo, ; de la historia en el futuro o bien j conviene advertir que el plantea­ ; en el pasado presenta alguna 1 miento de los guionistas de Star ; connotación ideológica. J Wars es, si se piensa bien, com­ b) Objeto: razón/mito. Volva­ pletamente distinto y quizá sirva mos a la fórmula de Star Trek. aquí de oportuno contrapunto : Conviene recordar que la misión i para caracterizar con algo más ; de la Enterprise está dedicada a j de detenimiento Star Trek. En ; “la exploración de mundos descorealidad, existen al menos cuatro [ nocidos, al descubrimiento de nueaspectos relevantes y conexos de i vas vidas, nuevas civilmciones’’. I cada una de las sagas en que se 1 Es decir, la Enterprise desarrolla manifiestan diferencias funda­ s una misión científica de "explo­ mentales: el tiempo, el objeto, ración” y "descubrimiento" al esla sociedad ideal que les sirve de : tilo de las grandes expediciones marco, y la función ideológica. 1 científicas del XIX. Esta ideolo- 1i a) Tiempo: futuro determina! gía ilustrada o positivista parece j do/pasado indeterminado. Por 1 ausente en los personajes de Star j recurrir T IjrT ^ ü iT to lIe p artid a ¡ Wars inmersos en contiendas bébien conocido, comparemos la 1 licas que presentan (y esto es lo i recién citada., fórmula que sirve ¡ más importante) un considera- i de prólogo a cada capítulo de Star ble trasfondo místico-religioso, j Trek con aquellas no menos céleEn otras palabras, en Star Trek el j bries^palabras con que comienza i puesto central de la ciencia y la 'StarWarst “Hace mucho tiempo, ; racionalidad es reemplazado en en una galaxia muy muy leja­ ; Star Wars por la fe y el misticis- | na..." Por lo pronto, en Sfárffiek ; mo. Es de justicia reconocer que j el cuaderno de bitácora del capi­ i en Star Trek también hallamos j tán nos mantiene perfectamente ! este aspecto, pero se trata de un j informados de la ^precisa fecha i misticismo por lo general filtra- j estelar en que todo sucede {vid. ; do por la ciencia, en el sentido de e.g. infra 5.) m ientras que Star ; que es la dimensión mística de. la . Wars se proyecta, como vemos, ; propia ciencia la que interes,a,en hacia un pasado ambiguamente : Jpxual.Eedunda.ea^ei:definido. El resultado es que Star ¡ La prioridad de lo racional. j Wars 'suelta amarras con la reali­ Por otra parte, resulta signifidad nada más comenzar el viaje ; cativo que la U.S.S. Enterprise se \ mientras que Star Trek encierra : traslade por el universo a grandes una pretensión de verosimilitud ; velocidades gracias a la tecnolo-

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j gía Warp, al m otor de curvatura. \ La energía fundamental de Star I Wars es “la fuerza”, un concepto | (o pseudoconcepto) místico in. aprensible por la razó:ñT'ba.fuerg j za que mueve a la ^ nterprvk se 1 basa en la ciencia. La fuerza que ^ | guía a Luke Skywalker cuando ? pilota su caza por los angostos g | túneles y canales de la Estrella § 1 de la Muerte se basa en la fe y ^ ) reside en su conciencia. \ Como veremos, mientras que ^ ! Star Trek se inscribe en el género 0 J de la ciencia ficción, Star Wars f forma parte más bien de la tra*¡ dición de la fantasía épica y en ^ j este sentido está más próxima ^ í a los cuentos de hadas y los re^ j latos maravillosos (por recurrir I*. ¡ a la taxoiiojnía de Todorov, a la ! que me referiré más tarde). De ¡ hecho, George Lucas, de forma¡ ción antropólogo, reconoce su | especial deuda con la obra de ¡ Joseph Campbell, El héroe de las | mil caras, una aplicación de la | teoría de Jung al mito del héroe ¡ (Campbell 1959). 1 c) Sociedad ideal: utopía/miI lenarismo. Las sociedades que I describe cada una de las sagas ! resultan asimismo muy diversas. I Por decirlo de forma efectista, j la sociedad ideal de Star,..Trek i recuerda al modelo de la Utopía I de Tomás Moro, mientras que i Star Wars presenta en su caso un 1 aire milenarista. En Star Trek la I Tierra ha alcanzado un grado de I ÍS

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' desarrollo que hace posible una i mejor convivencia, que no exclu­ ! ye la necesidad de algún tipo .de . ; regulación. Los miembros de la ; Enterprise guardan una estructu- : = ra militar y observan una cadena ; ; de mandos en cuya designación i ¡ la competencia y el mérito, son ; una y otra vez considerados, ¡ En suma, la sociedad ideal a 1 la que se refiere Star Trek busca la ; verosimilitud que supone renun- : ! ciar a una sociedad de ángeles o ■ [ elfos (o ewoks) y en esa m edida, : se Hallan presentes el Derecho y = ¡ cierto orden. La de Star Trek es 5 una sociedad nómíca que puede , ! haber conseguido una cierta paz ■ 5 perpetua planetaria, pero no una ’ paz perpetua universal. Los be-' | : licosos klingon, los gélidos borg, í : los pérfidos pakledianos, los te- | 5 nebrosos remanos y los romuh! nos descendientes de los vulca- \ ¡ nianos, los crueles cardasianos, \ ; los ictiomorfos antedíanos o los ; * agresivos ferengí son pueblos (en- | * tre muchos otros caracterizados ■ ; por el diseñador de maquillaje ■ : Michael Westmore, como los tar~ ; lac, bajorianos, talaran, elloran, : ; son’a, cuzar, bolian, zakdomes, í ; ocampa, etc.) con los que a ve- i. ; ces se plantean graves conflictos ' =interestelares a los que se busca \ soluciones diplomáticas, pero ; .• que pueden exigir eventualmen- i te el recurso al uso de la fuerza. ' = En Star Wars los persona- ■ : jes suelen exhibir a menudo un . -

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/. Estos son los viajes de la nave interestelar Enterprise. aire mesiánico y las estructuras jerárquicas presentan connota­ ciones feudalistas indicativas de un grado inferior de racionali­ zación en el ejercicio del poder. ]Vlás adelante veremos la impor­ tancia que tiene el tipo de socie­ dad ideal con el que se compro­ mete un relato para comprender mejor su trasfondo axiológico. d) Función ideológica: pro­ gresismo/conservadurismo. El tiempo en que se sitúa la acción define en buena m edida la fun­ ción y la ideología del relato. Como hemos visto, Star Trek no suelta am arras con la realidad de forma tan resuelta como Star Wars. El pasado del que nos ha­ bla Star Wars es algo acabado que no puede ya ser alterado, pero que al mismo tiempo se pre­ senta como una especie de edad de oro a la que retomar. Con ello Star Wars adquiere ese aire nos­ tálgico propio de las historias de hadas cuya lectura ideológica suele ser conservadora, pues el anhelo del pasado suele com­ portar u na insatisfacción con el presente al que se incorpora una desconfianza ante el futuro. Parece ser que éstos suelen ser

; (aunque no siempre) buenos j mimbres psicológicos para un conservadurismo paralizante. ; Por el contrario, Star Trek se ; proyecta hacia el futuro con opi timismo y con una disposición L favorable a la transformación : que se manifiesta claramente en : su actitud hacia la ciencia. Como ; veremos más adelante, en Star 1 Trek el progreso científico y el i progreso moral corren paralelos 1 frente a la relación de oposición : que se establece en Star Wars 1 (Falzon 2005, 164 ss., 178). Así pues, al contraste con la 1 otra gran saga espacial se mani: fiestan ya algunas de las virtudes 1 que atesora Star Trek para el que i desee ensayar alguna reflexión j jurídica o moral. Después de i todo, apasionarse por un sen; dero en las estrellas y no tanto ' por sus guerras parece un buen comienzo. Antes de estudiar ; propiamente en qué pueda ser­ nos útil concretamente Star Trek \ para aproximarnos a problemas i jurídicos y morales, desearía for; m ular algunas consideraciones i generales sobre la virtualidad de | la Ciencia ficción para el estudio i de cuestiones prácticas.

Los expertos en las relaciofundamentales de estudio: el nes entre Derecho y literatura U e r e c h a .m J ^ I L te han establecido dos ámbitos ; teratura en el Derecho (García

| Robert Alexy - Alfonso García Figueroa l | :i ^ j Amado 2006). El Derecho está ; dé ciencia ficción ni de filoso© | presente en la literatura a través * 'fía del Derecho. La experiencia ■ | de recreaciones de procesos ju- ' nos enseña que muy a menudo ; jS | diciales, historias de abogados o ¡ hacemos uso de cosas sin co- í S ^ la descripción de injusticias en- ; nocer algunos de sus aspectos | tre otras cosas. La literatura está = esenciales y cualquiera puede , ^ 1 presente en el Derecho en la me- ' comprender que si tuviéramos ■ ^ I dida en que la argumentación ; que tener absolutamente claros «S ! jurídica sea o incorpore un reía- l todos los conceptos para poder • q | to, una narración, un discurso, : operar con lo que efectivamen- ; ^ 1 un ejercicio retórico, etc. (Calvo : te refieren, estaríamos perdidos, t i l 1996; Roermund 1997). Las re- = Pensemos, por acudir a un símil, ; laciones entre Filosofía del De- ; cuán difícil se tornaría algo lan j recho y cine pueden trazarse en ¡ simple como comer una manza■términos semejantes. En este s na, si para digerirla tuviéramos = | libro se ponen en contacto la ¡ que conocer detalladamente el 11 ciencia ficción de Star Trek con 5 proceso químico de su métaboli | la filosofía del Derecho y singu- i zación. Es una suerte, pues, que j*, ! larmente con la filosofía de los ; no debamos compromete! ti os ^ 1 derechos humanos. Por tanto, se ! aquí con un concepto preciso k i m ostrará cómo la filosofía de los ; de filosofía jurídica ni de done ia H I derechos hum anos se refleja en ¡ ficción porque, como vamos a ífj \ Star Trek y cómo Star Trek nos da 5 ver en breve, se trata de dos noj algunas pistas para comprender ‘ ciones controvertidas. Por eso, | los derechos humanos. i admitido que para hablar de i No cabe duda de que no se ¡ algo no es necesario precisar una I trata de una aproximación al uso ? y otra vez más el sentido exacto ¡ í por más que seguramente tam- ; en que hablamos de ello, quizá I bién sea más divertida que de ¡ no esté de más aquí una referen- i 1 costumbre. Ello no implica que ; cia general a lo que significan | el ejercicio que aquí se m uestra = ciencia ficción y filosofía del De­ l sea fútil o frívolo y en este punto ; recho, pues es de imaginar que | quizá sea necesario detenerse y ¡ el lector que se acerque a estas | formular alguna aclaración. ; páginas quizá tenga nociones de i Para examinar la oportu- ¡ la una o la otra, pero raramente . I nidad de esta perspectiva, la ; será un experto en ambas. | utilidad que la ciencia ficción = Por lo que a la filosofía jurídi- : j pueda brindar a la filosofía del 1 ca se refiere, en uno de sus trabaj Derecho, no es imprescindible i jos Norberto Bobbio nos adver- , i contar con un concepto preciso 1 tía rotundam ente hace años (el

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Estos son tos viajes de la nave interestelar Enterprise... tender por teoría del Derecho, teoría de la justicia y teoría de la ciencia jurídica, ni qué deba comprender cada una de estas áreas del saber. De hecho, una parte importante de la reflexión 1 jusfilosófica consiste en última i instancia en preguntarse qué sea | la jusfilosofía, lo cual no deja de : resultar inquietante. Entretanto, al menos en Esi paña, el papel de la filosofía del Derecho sigue siendo m arginal : y mal comprendido entre los ! juristas. Probablemente algui nos filósofos del Derecho hayan 1 devaluado la disciplina con ex! centricidades poco justificables; i puede que muchos se hayan ale| jado de las preocupaciones de los ! juristas y otros sencillamente no ! han sabido compaginar su rigor : con cierta vocación interdisci! plinaria marcada por el signo de i los tiempos, por no hablar de los | que son sencillamente antipáti• eos o gustan revestir su rigor de ; antipatía (se cuenta, segurameni te con fines difamatorios, que un ; conocido filósofo del Derecho i invitado a un jurado que debía ; juzgar los castillos de arena de unos niños no se le ocurrió otra cosa que declarar el concurso : desierto). El resultado, sea cual ; hiere su causa, es que, en el me: jo r de los casos (cuando, a pesar de todo, los juristas tienen una i buena opinión de los filósofos del Derecho), estos vienen a ser

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artículo es de los sesenta) de que "buscar una definición de filoso­ fía del Derecho es una inútil pér­ dida de tiempo” (Bobbio 1991, 91). El propio autor italiano su­ brayaba entonces que muchos estudios de filosofía jurídica se habían, definido negativamente, en el sentido de que se habían referido a Investigaciones sobre el Derecho que los juristas (di­ gamos "prácticos”, i.e. civilistas, penalistas, adminisirativistas, mercantilistas, etc.) no habían podido o no habían querido abordar. Desde luego decirle al cultivador de una disciplina que no se sabe muy bien qué está haciendo y que, sea lo que fuere, se trata de algo residual, no es lo m ás halagüeño que cabe imagi­ nar. Quizá ante lo desolador del panorama, Bobbio ofrecía un programa de trabajo para la filo­ sofía del Derecho en tom o a tres disciplinas: teoría del Derecho, teoría de la justicia y teoría de la ciencia jurídica. Por sintetizarlo en pocas palabras, a la filosofía del Derecho le correspondería resolver tres grandes cuestiones: qué es el Derecho, cómo debe ser el Derecho y cómo conoce­ mos el Derecho. Hoy en día puede decirse que el programa de trabajo de Bob­ bio es ampliamente compartido, pero ello no significa que las cosas estén del todo claras. No está muy claro qué debamos en-

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considerados una especie maldi­ ' siado con una posición definida í ta aquejada de esa dolencia de : en tom o a todas estas enjundio- ? sas disquisiciones, pues aquí se ;i los poetas que cabría llamar, a la ] Baudelaire, el síndrome del alba- : trata tan sólo de formular algutros: su gracilidad en las alturas ; ñas reflexiones en torno a las se tom a cómica torpeza en el i posibilidades que las películas, ; í suelo, donde "(5jes ailes de géant ; que normalmente reconocemos f Vempechent de marcher” (Baude- í como películas de ciencia fic; ción, nos brindan a la hora de I laire 2003, 46-7). Por su parte, los juicios de los i plantear problemas prácticos ■? especialistas sobre el concepto • (morales, políticos y jurídicos) } | de ciencia ficción no suelen ser i que han preocupado en alguna mucho más alentadores si lo que ' medida a juristas y filósofos del buscamos son certezas. A pesar • Derecho singularmente. Parece l de que mucho se ha discutido ! que, bajo cualquier definición .¡, sobre ello (lo cual ha sido consi­ i razonable de ciencia ficción, derado un indicio de la vitalidad ; Star Trek lo es; del mismo modo ? del género), no existe consenso \ que, bajo cualquier definición j en torno a los rasgos propios de ¡ razonable de filosofía del Dere- ¡ | la ciencia ficción como género í cho, los problemas a los que se j literario y cinematográfico y al- • aludirá más adelante tomando / 1 gunos han llegado a cuestionar : Star Trek como pretexto son pro- : 3 que podamos hablar de la cien­ 5 blemas iusfilosóficos. Pero vayamos a la cuestión ; cia ficción como género autó­ de la justificación de un estudio ■ nomo. Otros se han limitado a como éste que sigue una meto- ; ■ j asimilar las películas de ciencia ficción a las del Oeste (Sontag 1 dología atípica. Me pregunto si f 1996, 274 ss.) (en tal caso no; a estas alturas todavía hará de ■ sería casualidad que el creador ^ las suyas por el mundo ese tipo : de personaje gris y a su manera de Star Trek, Gene Roddenbeny, fuera en su momento guionis­ = bienpensante que se escandaliza ta de westerns). Y todo ello sin | por ejercicios como éste en que ? 1 entrar en la cuestión, también 1 se ponen en contacto las histo- ? muy polémica, de si es posible ; rías de la literatura, del cine o : hablar con propiedad de géne­ de cualquier otra manifestación ; ros cinematográficos en general ; m ás o menos popular de la cul(Altman 2000). En todo caso, i tura con una disciplina abstrae- ; insisto, afortunadameiité no es : ta, sesuda y universitaria como necesario para los fines de este ■ la filosofía del Derecho. Mi imtrabajo comprometerse dema- 1 presión es que deben de ser más

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¡ Estos son los viajes de la nave interestelar Enterprise... ; Russell y Strawson discutieron

; sobre las enigmáticas calvicie ; y sabiduría del actual rey de la ; Francia republicana (Russell 2000; Strawson 2000) y enigmá; tico resulta el color groe (verdal) ; al que se refiere Nelson Good¡ m an (2004) o el anticash (el an; tidinero) del que nos habla Den< net en su prólogo al Concepto de - lo mental de Ryle (Dennet 2005). , En realidad, podríamos multipli1 car aquí los ejemplos que he to\ mado prácticamente al azar y al 1 que se añadirán otros a lo largo : de este libro. Por otra parte, a la popu­ : ’ larización de ciertas ideas y de j cierto estilo de pensamiento ! ha contribuido una lista nada ! desdeñable de títulos que han ' gozado de amplísima difusión ¡ y que buscan hacemos cercano ' y ameno lo que algunos a veces •: se empeñan en m ostrar arcano ’ y grave porque sí. Dejemos a un lado casos tan evidentes y clási­ : cos como Alicia en el país de las ■ maravillas de Lewis Carroll y piénsese en obras actuales tan ; divertidas como la historia de la ; filosofía que nos ofrece Matthew i Stewart en La verdad sobre todo. Una historia irreverente de la filo­ ; sofía con ilustraciones (Stewart j 1998) o el bello recorrido a tra­ i vés de pinturas y fotografías que nos propone Otfried Hoffe en su ¡ Breve historia ilustrada de la filo­ sofía (2003); piénsese en el éxito

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bien pocos, pero en atención al debido respeto que a todos nos han de inspirar las minorías, desearía formular alguna consideración antes de continuar. Como todos sabemos, la filosofía ha apelado desde antiguo a nuestra imaginación con el fin de despertar nuestra perplejidad y aclarar o ilustrar ciertas teorías. Las parábolas bíblicas, la caverna de Platón o las aporías de Zenón son útiles experimentos mentales que sirvieron a sus autores para expresar pensamientos complejos. En el Medievo, el lógico Jean Buridan nos contó la trágica historia de un pobre asno que falleció de inanición en un punto equidistante entre dos cercanas balas de suculenta paja por haberse comprometido seriamente con un principio al que no quiso renunciar: comer primero la paja más cercana. Seguramente el burrito de Buridan no aprobaría desde el cielo de los asnos el rigorismo de Kant con los principios, una severidad moral tantas veces ilustrada con narraciones moralizantes. Así, en uno de sus opúsculos más conocidos (Kant 1999), Kant nos quiso demostrar que no debemos mentir nunca, ni siquiera a unos asesinos que llaman a nuestra puerta preguntándonos por el paradero de la que quieren hacer su próxima víctima y resulta que se encuentra en nuestra casa.

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Robert Alexy - Alfonso García Figueroa de ventas de El mundo de Sofía (Gaarder 1994), en los proble­ mas lógicos a los que nos enfren­ ta Raymond Smullyan (2001) en ¿Cómo se llama este libro?; en las fascinantes 101 experiencias de filosofía cotidiana, que nos sugiere Roger-Pol Droit (Droit 2003); en los dilemas teóricos y morales que nos plantea Cohén (2003), o en la autoayuda que quiere procurarnos con la filoso­ fía Lou Marinoff en Más Platón y menos Prozac (Marinoff 2000). Todo ello sin olvidar las estupen­ das aportaciones en nuestro país que desde hace tiempo debemos a Fem ando Savater (e.g. Sava­ ter 1998) y más recientemente a Juan Antonio Rivera (Rivera 2003 y 2006) o a la propia colec­ ción de Cine y Derecho que di­ rige Javier de Lucas y de la que forma parte este volumen.

Pero además la realidad es que la historia de la filosolía ju­ rídica no sería la misma sin al­ gunas de sus más imaginatnos relatos y metáforas. Por ejemplo, ¿Qué sería la filosofía jurídica sin la imagen de la pirámide (la estructura en gradas) kelseniana (Kelsen 1991, 232), sin las histo­ rias de Ross sobre el polinesio tabú de Tü-Tü (Ross 1976), sin los espeleólogos de Fuller? Si íodas estas referencias no son M i l i cientes para nuestro gris amigo, le ruego nos permita a los dun,is subim os a la Enterprise para ha­ blar de ciencia ficción y filosofía del Derecho. Avisemos pues a Scotty (“Beam us upl”) y mien­ tras nos desvanecemos al teletransportam os, digámosle algo apenados a nuestro aguafiestas: "Usted se lo pierde”.

1.3. Rosquillas cinematofágicas y dudas

paraxiales ¿De qué m ateria está hecha la fantasía (en sentido, p o r así decir, técnico)? Esta cuestión es im portante porque en la me­ dida en que nuestra realidad y nuestros valores formen parte de los componentes de la fanta­ sía, ésta se revelará útil para una reflexión sobre nuestra realidad y nuestros valores. Me gustaría ilustrar la imbricación de im a­

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ginación y realidad con una historia. Es decir, me gustaría referirme a lo que es la fantasía a través de la propia fantasía al tiempo que propongo un posible eslabón a la novela en cadena que es Star Trek, así que la am­ bientaré en uno de los innume­ rables mundos que aparecen en la saga, concretamente en el

Estos son los viajes de la nave interestelar Enterprise,..

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hecho pos/We entre otras cosas prever el exacto tiempo de vida de cada moabiano, de tal manera que esta consciencia exacta (y francamente incómoda como imaginará) del tiempo de vida restante había conducido a nuestra gente a la obsesión por maximizar cada momento. Los moabianos tenían una serie de tareas que cumplir para consevar nuestro paraíso en pie y esto las mantenía ocupados todo el día, pero al mismo tiempo

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; no más. Sólo con la ayuda tecnológica de la Enterprise es posible ; evitar la catástrofe de esa socie= dad hermética. Aaron Conor se ; encuentra ante un dilema: salvar ¡ la sociedad al precio de dejar de ; ser hermética o bien preservar i su aislacionismo al precio de rej nunciar a los principios bajo los ; que se han desarrollado durante 1 ocho generaciones. Sabiamente i Conor se inclina por la prim era 1 opción y acepta recibir una de¡ legación de la Enterprise. Esta 1 circunstancia hizo posible nu­ merosas conversaciones infor­ * males entre ambas partes. Dado ' su carácter estrictamente priva­ 1 do, no ha quedado constancia de ! ellas en el cuaderno de bitácora del capitán Picard,’ pero uno de los miembros de la tripulación reprodujo años después para un ' conocido especialista en literai tura del siglo XXIV el diálogo ' mantenido con Conor en una ¡ cena que discurrió así: ; Líder Conor: Hace un siglo, Moab IV vivió ;■ una cierta fiebre por el cinematógrafo. Natu; raímente no había mucho suelo urbanizable para las salas de cine. Por otro lado, nues­ = tras reñnadas técnicas genéticas habían ;

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episodio de la nueva generación “La obra de arte social”. Nos encontramos en el sector Moab, explorado por la nave estelar Enterprise con el fin de vigilar los transtom os que pudiera ocasionar en los plañetas de esa zona el rastro de un fragmento del núcleo de una estrella. En Moab IV se descubre entonces una colonia hum ana de la que no se tenía noticia hasta ese momento (fecha estelar 45470.1). Dos siglos atrás, sus fundadores habían creado una sociedad configurada m edian­ te ingeniería genética y la habían aislado deliberadamente del resto del universo. Además, como las duras condiciones del planeta hacían imposible la vida hum ana sobre su inhóspita superficie, edificaron cúpulas selladas herméticamente para alojar esa comunidad. En ella, cada miembro tiene asignada su función en la vida incluso antes de nacer, pues cada miembro es diseñado genéticamente para un específico fin. Por ejemplo, su actual líder, Aaron Conor, posee las capacidades idóneas de un buen gobernante. Cuando la Enterprise llega a ese mundo, está al borde de un colapso geológico provocado por el errante núcleo estelar. Sus estructuras están preparadas para resistir movimientos sísmicos de 8.7 en la escala de Richter, pero

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m/s compatriotas deseaban disfrutar de las películas en el estricto período de vida que les correspondía. Fue entonces cuando for­ mulé una propuesta a nuestros científicos: Quizá si para ver una película bastara con comer una rosquilla cuya metabolización proporcionara e/ mismo conjunto de infor­ mación, sensaciones y emociones que una película al uso, entonces se habría resuelto el problema. Al invento por descubrir se lo denominaría “rosquilla cinematofágíca Las rosquillas cinematofágicas se podrían comer de camino al trabajo, hablando por teléfono, de compras o en pleno picnic vir­ tual en la sala de hologramas comunitaria. Miembro Flota Estelar. ¿Y tuvieron éxito? LC: Al cabo de un par de años de inves­ tigación, las rosquillas se comenzaron a comercializar con éxito. Sus formas eran muy diferentes según la historia que con­ taran (más o menos dulces o amargas, duras o blandas, lisas o rugosas) y constaban, como cualquier otra rosquilla, de dos paites: una parte material, sólida, basada en la realidad, y una parte inmaterial, ga­ seosa, es decir, el agujero en el centro de la rosquilla, basada en la fantasía. Habla películas que apenas dejaban un orificio en su centro, pues se ceñían a la realidad cotidiana, mientras que otras películas te­ nían un agujero mucho más considerable porque se referían a lugares imagínanos, /e/os en el tiempo y el espacio, fruto de la imaginación de los guionistas. Las películas fantásticas y de ciencia ficción presentaban este aspecto. Tenían poca masa de harina realista alrededor de un gran agujero de imaginación. MFE: Debió ser toda una revolución... LC: S/, s/raó para refíexionar sobre perple­ jidades que no habíamos advertido antes. Por ejemplo, ciertos pensadores (nuestros fundadores decidieron, a pesar de algunos

inconvenientes, que existiera una cuofe de individuos genéticamente inclinados a la filosofía) se plantearon dos cuestiones: primera, si sería posible elaborar rosquillas sin agujeros fantásticos y, segunda, si sería posible crear agujeros de fantasía sin masa realista. Sin necesidad de verificarlo empíri­ camente, todos llegaron a la conclusión efe que sendos tipos de rosquillas, puramente realistas las unas y puramente fantásticas las otras, no eran posibles por razones conceptuales. MFE: ¿Y cómo llegaron a esa conclusión? LC: Sí lo piensa un minuto, resulta hasta obvio. Las rosquillas cinematofágicas de pura fantasía (los relatos puramente ma­ ravillosos), esto es, las formadas tan sólo por un agujero, no serían posibles porque no es posible que el agujero de una ros­ quilla exista sin la masa de rosquilla que lo rodea. El agujero de una rosquilla común tiene la misma composición química que el aire común, pero no por ello identificamos cualquier muestra de aire con el agujero de una rosquilla, ¿no? MFE: Nunca lo había pensado... LC: Por ejemplo, a nadie se le ocurre decir cosas como “uno de mis neumáticos pierde algunos agujeros de rosquilla’', “el viento: es una serie de agujeros de rosquilla en movÍmiento"o “/os agujeros de rosquilla a partir de cierta altura se enrarecen". En realidad, el agujero de una rosquilla es una pequeña masa de aire que sólo existe por oposición a la masa de rosquilla que lo delimita. Es obvio: sin rosquilla no existe agujero de rosquilla. Sin realidad no hay irrealidad A esto fo denominó Rosemafy Jackson, una conocida especialista del siglo XX, la “reladonalidad negativa’ de la literatura fantástica respecto de la realidad. Lo fantástico se refiere a lo imposible, lo irreal, /o inefable, lo informe, lo amorfo, lo

¡ Estos son los viajes de la nave interestelar Enterprise. desconocido, lo invisible (Jackson 1981, 26). MFE: Así que lo verdaderamente funda­ menta! de una rosquilla es su masa y sería posible hacer rosquillas dnematolagicas puramente realistas. Al fin y al cabo, lo que más nos interesa de una rosquilla suele ser lo que podemos comer... LC: Muchos pensaron como usted al prin­ cipio. Sin embargo, el propio concepto de rosquilla depende esencialmente de la propiedad de tener un agujero. Es verdad que sin rosquilla no existe agujero de ros­ quilla, pero conviene no olvidar tampoco que sin su correspondiente agujero, una rosquilla no es una rosquilla sino oíra cosa (quizá un buñuelo aplastado, como resultó parecer algún documental algo indigesto). Las rosquillas puramente realistas, exen­ tas de toda fantasía (de toda intervención subjetiva sería más conveniente decir en este caso) tampoco eran viables. No es posible un releto absolutamente realista ni absolutamente imaginario porque lo real y lo imaginario se necesitan mutuamente en cualquier relato. Esto explica el interés que presenta el cine en general y el cine fantás­ tico y de ciencia fícción en particular para los moabianos. Esta imbricación compleja (y rosquiforme) de realidad e imaginación es la que probablemente permitió afirmar en su día al terrícola Edgar Morín que “el cine nos invita a reflexionar sobre lo imagnario de la realidad y la realidad de lo imaginario"...

Pero regresemos a la Tierra y a nuestro tiempo tras nuestro paso por Moab. Rosemary Jac­ kson, cuya autoridad ha sido precisamente invocada por el líder moabiano, nos ofrece una explicación interesante de cómo lo real y lo imaginario confluyen

: en el relato fantástico. Propongo ■ reformular su explicación a partir de otra historia a bordo de . una nave menos sofisticada que 1 la Enterprise. Imagine el lector que al atardecer de una jom ada invernal un tren se detiene en una estación. Desde uno de sus vagones, Ticio observa distraído el trasiego de personas en los andenes. La luz del vagón se enciende y entonces el cristal a través del que Ticio continúa ob• servando el exterior, que ahora se percibe más tenuemente, refleja al mismo tiempo el interior del vagón. El cristal del tren fun; ciona a un tiempo como cristal 1 y espejo. La imagen resultante es irreal: sobre el mismo plano contempla el exterior y el interior del tren e incluso Ticio se ve a sí mismo. Si el lector lo piensa con detenimiento, la imagen resultante desafía todos nuestros presupuestos sobre la realidad. Ese área indefinida, donde se confunden los dos planos (el ¡ del exterior y el del interior) y ¡ donde se suceden las escenas que Ticio contempla, constituye el lugar donde se generan las fantasías, el lugar donde las imágenes irreales y los objetos físicos parecen convivir a pe­ sar de no ser realmente el caso, donde el mundo de lo real y el mundo de lo imaginario entran en contacto. Rosemary Jackson recurre en este mismo sentido

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Robert Alexy - Alfonso García Figueroat a una noción de la óptica para indicarnos por analogía dónde se sitúan las imágenes de la fan­ tasía: la paraxis. El área paraxial es aquella zona que se encuentra entre el punto donde se produce

la imagen y la lente o espejo. E| diagrama de Jackson (1981, 19} nos explica dónde se sitúa el área paraxial, el lugar donde se gene­ ran, por así decir, las imágenes fantásticas (vid. diagrama A):

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Lo paraxial

Diagrama A

En nuestra historia del tren, Ticio contempla, como digo, he­ chos chocantes: Algunas perso­ nas de tam año reducido agitan sus pañuelos en señal de despe­ dida dentro del equipaje que se encuentra a espaldas de Ticio, en una estantería; los niños de afue­ ra corretean como si volaran por el pasillo del interior del tren y el acompañante que acaba de abandonar el vagón, ahora cami­ na por el exterior atravesado por un haz de luz enorme a la altura del corazón sin daño aparente (pues se trata en realidad del re­ flejo del fluorescente del pasillo del tren). Examinadas fuera del contexto, estos acontecimientos resultan extraordinarios, insóli-

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tos, asombrosos e inquietan les. Sin embargo, esta sensación de sorpresa no es suficiente para que el relato de esos sucesos sea propiamente fantástico. Usted, amable lector, y yo sabemos que estamos viendo algo explicable por la física, que poco o nada tiene de fantástico. Según Todorov, autor de un : estudio absolutamente clásico sobre la cuestión, para que las escenas referidas constituyan un relato fantástico deben sa­ tisfacer un requisito subjetivo adicional: se requiere que Ticio (y a través de él, el lector) experi­ mente además una duda. Como nos dice Todorov:

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...io fantástico no dura más que el tiempo de una vacilación: vacilación común al lec­ tor y al personaje, que deben decidir si lo que perdben proviene o no de la '‘realidad”, tal como existe para la opinión comente. Ai finalizar la historia, el lector, si el personaje no lo ha hecho, toma sin embargo una deci­ sión: opta por una u otra solución, saliendo así de lo fantástico. Si dedde que las leyes de la realidad quedan intactas y permiten explicar los fenómenos descritos, decimos que la obra pertenece a otro género: lo extraño. Si, por el contrario, decide que es necesario admitir nuevas leyes de la na­

Extraño puro

Fantásticoextraño

Existen pues, dos variables en juego a la hora de calificar el relato paraxial que puede re­ sultar más o menos asombroso, inquietante o extraordinario: explicación racional/explicación

Nuestro autor (Todorov 1982, 57) representa mediante el si­ guiente esquema la ubicación de lo fantástico como duda entre dos posibles explicaciones: una explicación natural o racional y una explicación sobrenatural o irracional, de modo que la línea que separa lo fantástico-extraño de lo fantástico-maravilloso de­ termina ese instante donde se ha­ llaría lo fantástico puro, la pura vacilación entre dos' mundos: Fantásticomaravilloso

irracional (i.e. natural/sobrena­ tural) de los sucesos narrados y duda/ausencia de duda sobre la plausibilidad de la explicación adoptada, de modo que podría­ mos representar esta clasifica­ ción de este modo:

Dudas Explicación racional Explicación no racional

Maravillo­ so puro

Fantástico-extraño

Ausencia de dudas Extraño puro

Fantástico-maravilloso

Maravilloso puro

Como vemos, en el esquema de Todorov la magnitud de la duda determina en qué medida

un relato se inscribe dentro del género fantástico y el grado de pureza de lo fantástico se mide

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De hecho, según Tzvetan To­ dorov, es este elemento subjeti­ vo, la duda, lo que caracteriza esencialmente a lo fantástico:

turaleza mediante las cuales el fenómeno puede ser explicado, entramos en el género de lo maravilloso. Lo fantástico tiene pues una vida lle­ na de peligros, y puede desvanecerse en cualquier momento. Más que un género autónomo, parece situarse en el límite de dos géneros: lo maravilloso y lo extraño (Todorov 1982,53).

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'Llegué a pensarlo': he aquí la fórmula que resume el espíritu de lo fantástico. Tanto la incredulidad total como la fe absoluta nos llevarían fuera de ¡o fantástico: lo que le da vida es la vacilación (Todorov 1982,41).

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por el grado de duda que provo­ ca entre dos extremos: la ausen­ cia total de duda sobre la vigen­ cia de las leyes de la naturaleza (relato puram ente misterioso) o la ausencia total de duda sobre la derogación de las leyes de la naturaleza (relato puramente maravilloso), así que puede ser útil describir brevemente ambos extremos. Encontraríamos numerosos ejemplos de relatos extraños pu­ ros en la literatura de terror. En esas obras con frecuencia se nos cuenta algo insólito pero expli­ cable de acuerdo con las leyes de la naturaleza (imaginemos la historia truculenta de un asesi­ no en serie que se sirve de ritos perversos). En tales casos esta­ ! mos ante lo misterioso o extraño i en estado puro (con sus matices en cada lengua: uncanny, éfran­ ge, unheimlich). Por el otro extremo, serían ejemplos de relatos maravillosos puros muchos cuentos de hadas del estilo deNamia de C.S. Lewis. En ellos ni los protagonistas ni el lector cuestionan la explicación sobrenatural de lo que se narra. Esta total ausencia de duda y au­ sencia de vigencia de las leyes de la realidad determinan un relato maravilloso puro. La influyente taxonomía de Todorov no está exenta de crí­ ticas, pero en todo caso es muy útil para nuestros fines. ¿Cuál



es el lugar de la ciencia ficción i en este esquema? ¿Qué compo. nente de realidad y qué grado de racionalidad permite expli. caria? Todorov se refiere a la ; ciencia ficción para distinguir lo maravilloso puro (en el que no 1 hay duda de la vigencia de leyes sobrenaturales) de algunos tipos de relatos próximos que sin embargo expresan un maravilloso "imperfecto", “justificado", "ex- * cusado” (Todorov 1982, 69 ss.). ; Así lo "maravilloso hiper­ bólico" se refiere al relato de fenómenos sobrenaturales que :i en realidad sólo lo son por sus * magnitudes descomunales, pero sin forzar demasiado la realidad (en ejemplo del autor, la descripción de peces de cien y ; doscientos codos de longitud l por parte de Simbad el marino) o “lo maravilloso exótico" cuando se hace referencia a en -■ ■ tidades probables que se sitúan en lejanos lugares, de nuevo sin forzar demasiado la realidad, o i lo “maravilloso instrumental” en : que aparecen instrumentos que : pudieron parecer irrealizables en tiempos pero no lo son hoy en día (en ejemplo de nuevo de Todorov, una alfombra mágica que hoy existe bajo la forma de helicóptero). Finalmente, lo m a­ ravilloso científico (nombre que adquiere en la Francia del XIX lo que después se conocería como i ciencia ficción) hace referencia

Estos son los viajes de la nave interestelar Enterprise...

a relatos en que lo sobrenatural queda explicado racionalmente a través de leyes que la ciencia todavía no ha podido descubrir, pero que resulta verosímil pueda descubrir en el futuro. Cabría concluir entonces que los de ciencia ficción son relatos maravillosos imperfectos en que se narran sucesos que hoy carecen de una explicación racional, pero que pueden tenerla en un futuro previsible gracias al desarrollo científico y tecnológico. La imperfección de la condición fantástica de la ciencia ficción tiene así su origen en la imperfección de la duda que genera en el lector. Esto nos da una pista importante sobre el carácter contextúa! o histórico de la duda sobre la que teoriza Todorov. La duda presupone una alternativa entre una explicación natural o sobrenatural, entre lo real y lo imaginario, entre lo objetivo y lo subjetivo, entre lo humano y lo divino. Sin embargo, no todos tienen por qué asum ir estas dicotomías. Algunas culturas no lo han hecho nunca y dentro de la nuestra tampoco las han suscrito todas las doctrinas filosóficas, particularm ente en el siglo XX. Parece razonable pensar que quien no asum a estas dicotomías no puede dudar entre las alternativas que cada una de ellas ofrece. Si una cultura no distingue entre lo natural y

; lo sobrenatural, no puede dudar entre las causas de uno y otro ; tipo. Si una doctrina filosófica no distingue nítidamente entre | las percepciones del observador , y lo observado, tampoco podrá ; dudar entre lo que de objetivo y ; de subjetivo puedan mostrarle j sus sentidos. Esto debería signi; ficar que bajo ciertas culturas y ; bajo ciertas visiones del mundo, : el relato fantástico, en su versión todoroviana, resulta inviable. Veamos un ejemplo de cultura 1 (la japonesa) que disuelve en ■ buena medida la distinción entre ' lo natural y lo sobrenatural y un . ejemplo de concepción filosófica : (la constructivista) que disuelve ! la distinción entre el observador " = y lo observado. Si una cultura no establece ¡ : una frontera nítida entre lo na¡ tural y lo sobrenatural, no existe i propiamente una alternativa en; tre dos explicaciones y no puede i haber dudas entre cuál de ellas ; rige un acontecimiento. Por eso i la esencialidad de la duda como ; elemento distintivo de un relato ; fantástico quizá no sirva para ; describir, por ejemplo, el cine = fantástico japonés. Como escri­ ; ben Carlos y Daniel Aguilar con i Toshiyuki Shigeta (2003, 22-3): ; ... (E)] cine fantástico japonés revela una ¡ plena implicación psicdógico-emotiva en ; lo narrado, en lo visualizado, en lo evoca­ do...; desde los artífices hasta el público, i se estima y respeta lo sobrenatural propio, • 31

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La sensibilidad religiosa está tan arraigada, supone un valor tan grave en ¡a mentalidad nacional, que poca gente, incluso con un elevado nivel cultural duda de !a coexistencia entre unas fuerzas inmateriales y las comúnmente admitidas (...) En Japón, la fantasía es real. Los espectros acechan en cualquier esquina y sus apariciones son tema de frecuente conversación entre compañeros de oficina. En el templo más próximo o en el altar de su propio hogar, el japonés se halla en contacto continuo con los espíritus de sus antepasados. Los moradores de cuaiquier zona montañosa del país se saben en las proximidades de los yokai (grotescas deformidades vagamente humanas, de muy distintos talantes e intenciones). El empleo de robots está a la orden del día y la ciencia no es ficción.

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Por otro lado, si una doctrina filosófica no admite las dicotomías indicadas, si rechaza en términos muy generales lo que se ha denominado divisionismo, entonces es difícil que ulteriormente se puedan generar dudas. La fantasía se define por lo que no es real y ello presupone un concepto asentado de lo real que pueda eventualmente ponerse en duda. Desde este punto de vista, la literatura fantástica del XIX parece deudora de una filosofía racionalista y positivista que presupone una severa distinción entre lo real y lo irreal, lo objetivo y lo subjetivo, lo físico y lo metafísico; entre lo que existe “ahí fuera" y lo que nuestra mente crea. Sin embargo, en el siglo XX el empirismo ingenuo ha quedado desplazado por teo-

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[ rías constructivistas, que han ; reafirmado el papel del sujeto ' en la descripción de la realidad = y por la interacción entre lo que ; conocemos y nuestros esquemas i conceptuales. "Si yo fuera un ; objeto, sería objetivo; como soy i un sujeto, soy subjetivo”, escri; bió José Bergamín. Consecuen¡ temente, como nos dice Jesús ; Ignacio Martínez García (1992,

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¡ 21): Toda definición de realidad es una construcción. Hay múltiples definiciones de realidad y, por tanto, múltiples realidades, ninguna de las cuales puede obtener el privilegio de ser la realidad. Frente a un universum sólido y estereotipado se descubre ahora un muISversum policéntrico y polivalente. Toda realidad es una realidad construida y por ello mismo es frágil y precaria. El stefus de la realidad se ha vuelto problemático y se ha diversificado.

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Estas transformaciones fi- ^ i losóficas de fondo se adivinan , 1 tras la evolución de la literatura j. : fantástica del siglo XDÍ al XX. ¡ ; La nariz de Gogol o La metamor- : i fosis de Kafka expresan clara; mente esta transformación. Por ¡ ; brevedad y dado que la obra de i i Kafka es mucho más conocida, I me referiré de manera sucinta al ; ; cuento de Gogol. La nariz es uno de los pocos ; relatos urbanos de Nikolai G o -; ¡ gol (un cuento petersburgués ; 1 por oposición al grueso de sus ^ ¡ obras que transcurren más allá j de los confines de la ciudad) en i í el que un barbero, Iván Yakovle- í

/ Estos son los viajes de la nave interestelar Enterprise... vich, encuentra una nariz en el panecillo con que s e dispone a desayunarse la m añana del 25 d e

marzo en Petersburgo. La nariz pertenece al mayor Kovaliov que a esas horas comprueba alarma­ do cómo en lugar de su nariz el espejo d e su baño refleja tan sólo una superficie d e piel lisa. Ya en la calle, el mayor, embozado en su capa, reconoce su nariz, que desciende de una carroza y en­ tra a toda prisa en un zaguán: Llevaba un uniforme, bordado en oro, y cuello alto; vestía pantalón de gamuza y la espada se le balanceaba al costado. Por el sombrero, con plumas, se podía deducir que su rango era de consejero estatal (Gogol 1981,53).

Probablemente lo más sor­ prendente de La nariz (y de La metamorfosis) es que estos su­ cesos al lector no le resultan del todo sorprendentes. El lector los asume con naturalidad una vez que se ha sumergido en el universo del relato, que por lo demás tampoco parece encon­ trar asiento en la literatura de lo maravilloso. Si la literatura fantástica del XIX era, como bien dice Rosemary Jackson, una literatura de subversión que reforzaba por contraste nuestro sentido de la realidad, que pue­ de así ser blanco de crítica; lo fantástico del siglo XX parece más bien m ostrarnos la propia irrealidad de la realidad, esto es, la ausencia de realidad (al mar­

gen de nuestros esquemas conceptuales). La realidad resulta por sí misma enigmática y fantástica vista bajo una luz diversa de la que en su día iluminó a los ilustrados. En otras palabras, no es necesario abandonar el mundo en que vivimos para quedarnos perplejos. Esta enseñanza confiere al relato fantástico un cierto tono alegórico. Todorov ilustra esta impresión general con un pequeño cuento de Sartre que merece la pena reproducir junto con el comentario del propio Sartre y el comentario al comentario de Todorov (1982, 206):

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“Me siento, pido un café con leche, el mozo me hace repetir tres veces el pedido y lo repite él también para evitar todo riesgo de error. Se va, trasmite mi pedido a un segúndo mozo, quien lo anota en un cuaderno y lo trasmite a un tercero. Por fin vuelve un cuarto y dice: 'Aquí está', mientras deja en mi mesa un tintero. Pero — digo yo— , yo había pedido un café con leche. 'Y bien, eso es’, replica él y se va. Si el lector puede pensar al leer cuentos de esta clase que se trata de una broma de los mozos o de alguna psicosis colectiva, hemos perdido la partida. Pero si hemos sabido darle la impresión de que le hablamos de un mun­ do en que esas manifestaciones absurdas figuran a titulo de conducta normales, entonces se encontrará sumergido de un golpe en el seno de lo fantástico.° He aquí, en una palabra, la diferencia entre el cuento fantástico clásico y los relatos de Kafka; lo que a i el primer mundo era una excepción se convierte aquí en la regla.

Según Todorov los mejores relatos de ciencia ficción fundo3?

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nan así. Comienzan mostrándo­ nos hechos maravillosos (robots, extraterrestres, etc.) que poco a poco se convierten en naturales para el lector (Todorov 1982, 204). La transformación de la literatura fantástica consiste en el tránsito desde una literatura que refuerza nuestro sentido de la realidad por su contraste con lo imaginario, para pasar a poner de manifiesto lo enigmá­ tico de la realidad en que nos hallamos inmersos. Esta duda transform ada del relato fantásti­ co actual está em parentada con



problemas filosóficos de gran ca­ lado. No por casualidad, la duda ha sido considerada una actitud típicamente filosófica. Se trata de una razón más para lamentar "el desprecio español de la Fan­ tasía (...) visceral e impermeable a posturas políticas, (...) común a Derecha e Izquierda, a épocas pretéritas y tiempos modernos” (Aguilar 2005,13). Cabe incluso plantearse si el tradicional défi­ cit de pensamiento filosófico en España está ligado de alguna forma a su tradicional déficit de fantasía. Vayamos, pues, a la co­ nexión entre fantasía y filosofía.

Algunas transacciones entre fantasía y filosofía: ¿Por el bienestar de quién?

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Trek y los tler&chos

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Robert Alexy - Alfonso García Figueroa

El genio maligno cartesia­ no es un ejemplo de recurso a lo fantástico por parte de la fi­ losofía del mismo modo que la película M atñx ilustra el recur­ so a la filosofía por parte de lo fantástico. El genio maligno que inspiró a Descartes es rescatado por Hillary Putnam (1988, cap. 1 ) para explicar un clásico pro­ blema filosófico con la historia de los cerebros en cubetas: ¿Y si todo fuera una ilusión? ¿Y si lo que vemos, oímos, olemos, tocamos a nuestro alrededor sólo fuera el conjunto de sensa­ ciones inducidas por un genio

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maligno que m anejara a su an­ tojo nuestro cerebro sumergido en formol? ¿Cómo podríamos saber de nuestra trágica y real i condición? [ En el fascinante capítulo de ; Star Trek, La Nueva Generalción, :■ "una nave en una botella”, se nos coloca ante esta inquietante i pregunta. La Entreprise dispo-; ne de una sala de hologramas cuyos programas trasladan a los miembros de la tripulación que así lo deseen a lugares im a-! ginarios o históricos en los que ? interaccionan con diversos per­ sonajes para su recreo. Se trata, ¡

¡ Estos son los viajes de la nave interestelar Enterprise..

pues, de un mundo virtual. Sin embargo, un día un personaje

maligno (Ia reconstrucción hojográfica del profesor Moriarti de Conan Doyle) puede salir de la sala de hologramas y mover­ se libremente por la Enterprise. Esto es empíricamente imposi­ ble: un holograma generado por un programa se ha hecho carne y hueso. Al final descubrimos que lo sucedido tiene explica­ ción: el maligno genio virtual había generado dentro de la sala de hologramas una realidad vir­ tual consistete en la propia nave Entreprise. Había creado un holograma de la realidad den­ tro de la sala de hologramas. La inquietante duda que el capítulo provoca es cómo podemos real­ mente llegar a saber si nos ha­ llamos dentro de la sala de holo­ gramas o en el m undo real. ¿Y si la vida es un holograma? La película Matrix nos ofrece una versión sofisticada de cómo podríamos llegar a ese punto, pero a ello añade una reflexión ética. En Matrix las máquinas que se han hecho con el domi­ nio de la tierra se comportan como el genio maligno median­ te la inducción en la mente de millones de seres hum anos de toda una vida en la Matrix, un mundo virtual. Mientras sus mentes se hallan sumidas en un mundo irreal (en que trabajan en oficinas, salen a cenar, etc.),

sus cuerpos, privados de sensa­ ciones y estabulados en peceras de formol, son explotados como fuentes de energía eléctrica. Hay algunos seres humanos que han escapado de las máquinas y sa­ botean la Matrix. Uno de sus lí­ deres, Morfeo, se introduce en la Matrix para proponerle a Neo, el protagonista del filme, que salga de ese estado inducido. Morfeo ofrece a Neo dos píldoras: una roja y otra azul. Si toma la una, seguirá en su sueño irreal para siempre olvidando completa­ mente la intervención de Morfeo. Si toma la otra, entonces desper­ tará a la verdadera realidad con la advertencia de Morfeo de que esa realidad no es nada atracti­ va: "Sólo puedo ofrecerte la ver­ dad", insiste Morfeo. Aquí la fantasía plantea una cuestión práctica de interés que Juan Antonio Rivera pone oportunamente de relieve en su divertido libro Lo que Sócrates diría a Woody Alien (Rivera 2003, cap. 16). En realidad, la alterna­ tiva que Morfeo plantea a Neo es la misma a la que nos somete el filósofo Robert Nozick con su célebre máquina de experien­ cias (Nozick 1988, 53 ss.; Nozick 1997, cap. 10). Imaginemos, nos dice Nozick, que tenemos una m áquina (como Matrix) que nos permite diseñar la propia vida tal y como nosotros queramos (en esto supera en atractivo a

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Trek y los derechos

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i la de Matrix). En ella alcanza¡ remos la sensación de bienestar I que nosotros deseemos. Podej mos proyectar una vida llena de 1 éxitos y placeres (ruego al lector 1 se recree en este ejercicio todo 1 cuanto pueda antes de volver a i la lectura), pero no será real ni j podremos ser conscientes de 1 que no es real (lo cual es si cabe | más importante). La cuestión es i entonces: ¿se conectaría usted ] esa máquina? Creo que es difí| cil responder que sí (salvo que i uno sea como el malo de Matrix, j que por eso mismo es el malo). ; Para nosotros la verdad y la auí tenticidad tienen importancia. | A veces decimos "sí" a quienes ] nos ofrecen “sangre, sudor y lá| grimas”. Nuestro fin absoluto no 1 puede ser m eramente la felici| dad derivada de nuestro propio | bienestar, sino que existen otros 1 valores y esto tiene importantes | consecuencias para nuestro dis| curso moral. 1 Concretamente, este experi1 mentó fantástico de lo que haría| mos con la m áquina de Nozick/ | Matrix, nos permite comprender i algunos de los límites de una i filosofía moral utilitarista que I afirme que lo correcto es aquello j que incremente el bienestar ge* neralizado de los seres humanos. | Aunque la Matrix garantizara un | bienestar agregado superior al ! que nos pueda proporcionar la ! realidad, no estamos dispuestos

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; a renunciar a ésta y ello demos* traría que el bienestar no puede ' ser el valor ultimo y absoluto i a la hora de tom ar decisiones. ; A continuación voy a situar la ; cuestión en un marco algo más amplio, pero antes quizá no esté de más recordar que Star Trek nos ofrece alguna oportunidad : para reflexionar sobre las má­ quinas de experiencias. En el episodio “La luz inte* rior", el capitán Picard pierde la consciencia durante veinticinco minutos a causa de una miste¡ riosa señal enviada desde una ; sonda en el sistema Parvenium. I Durante esos minutos Picard 5 vive la entera y longeva historia í virtual dé Kamin, un hombre : que vivió en un planeta extingui¡ do miles de años atrás y desde 5 el que en su día partió la sonda ! culpable del desvanecimiento : de Picard. Pues bien, parece irn¡ probable que Picard se aviniera i a renunciar a su auténtica iden¡ tidad y a la realidad de su vida, s por muy vividas que fueran esas ; experiencias inducidas y por i muy plena que fuera esa vida sintética. La disciplina que se ocupa de estudiar lo que se debe haccr se denomina ética normativa y las teorías de ética normativa suelen dividirse en dos grandes com entes: consecuencialismo y deontologismo. En términos demasiado superficiales, el co n -!

/ Estos son los viajes de la nave interestelar Enterprise. secu encialism o afirma que cada un0 de nosotros debe compor­ tarse de modo que la s consencuencias d e sus actos procuren

el mayor bienestar a la mayoría, gl deontologismo afirma por su parte que uno debe comportarse cum pliendo con su deber moral con independencia de las con­ secuencias que d e ello puedan derivarse. El utilitarismo es la doctrina consecuencialista fun­ damental, mientras que Kant y sus seguidores representan la doctrina deontologista funda­ mental. Para el consecuencialismo la moral es una cuestión de resultados, para el deontologista es una cuestión de principios. Permítaseme recordar, en nueva infracción de la máxima académica de nobis ipsis silemus, un amargo episodio de mi propia vida para ilustrar esta di­ cotomía. Como cualquier otro, cuando yo era muy niño recibía con gran alegría una serie de re­ galos el día de reyes. Al principio mis padres me decían que los juguetes eran cosa de los reyes magos. Quizá por lo poco atrac­ tivo que resulta lo acostum bra­ do, a los niños pequeñitos les resulta mucho más fascinante que sean unos extraños venidos de lejos y no los propios padres quienes exhiban esa liberalidad. A pesar de todo, un día papá de­ cidió que debía decirme la ver­ dad. Papá estaba cumpliendo

con su deber (como habría hecho el severo de Kant que nunca tuvo hijos), pero, bien pensado, las consecuencias que cabía es­ perar (y que tuvieron lugar) eran más bien nefastas, pues si bien mi padre cumplía con su deber de no mentir, la única consecuencia relevante de aquel acto de sinceridad fue increm entar hasta el infinito mi infelicidad en aquel momento. Dejemos al margen la objeción de que con su conducta mi padre conservaría para el futuro al menos cierta credibilidad que todo adolescente suele negar a sus progenitores (hagan lo que hagan, por cierto): ¿Hasta qué punto son tan importantes los principios en este tipo de casos? Esto podría lanzarnos en brazos del consecuencialismo, pero tampoco parece que sea a simple vista del todo satisfac­ torio (recordemos la m áquina de HozicklMatrix). Si de lo que se trata es de procurar más fe­ licidad a la mayoría, ¿acaso no quedaría justificado sacrificar la vida de cualquiera de nosotros si ello form ara parte de un ex­ perimento tendente a mejorar el bienestar de cientos de millones de personas? ¿Acaso no valdrían más esas miríadas de vidas que unos cuantos años de la vida de un solo hombre que ni siquiera sabemos si se vivirán efectivamente y que apenas represen-

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Robert Alexy - Alfonso García Figueroa 1 tan un punto en la historia del ; riesgos para recuperarlo (en esa

¡ universo? El consecuencialismo Íj nos ofrece un cálculo de costes 1 y beneficios y el deontologismo j nos ofrece sobre todo límites a I esos cálculos, así que en cierta *| m anera estas teorías * se complei j¡ mentan. | En Star Trek estas dos coI m entes aparecen de algún modo i reflejadas respectivamente en j Star Trek II y en su continuación ¡ Star Trek III. En Star Trek II La | ira de Khan el Sr. Spock sacrifica j su vida por la del resto de la tri| pulación invocando un cálculo i de costes y beneficios. Mientras j agoniza heroicamente al otro j lado de un cristal que preserva ¡ al resto de la tripulación de una | m uerte segura, Spock entabla el | siguiente diálogo con Kirk: í ¡ J ! |

Spock: No se enoje, almirante. Es lo lógico. El bienestar de la mayoría... Kirk: ...Supera el de la minoría. Spock: 0 el de uno solo.

I A pesar del patetismo de la i secuencia, los guionistas se haj bían guardado un as en la mani ga, pues en ese momento Spock | deposita su katra (algo así como j su espíritu) en el Dr. MacCoy. | Ello hará posible en Star Trek 1 III En busca de Spock revivir al j vulcaniano implantando en un jj cuerpo genéticamente idéntico ; al de Spock el katra mantenido j por McCoy. Cuando el nuevo | Sr. Spock pregunta al almirante 1 Kirk porqué ha asumido tantos

i empresa Kirk ha perdido a su ; propio hijo y su nave) la respuesi ta de Kirk es significativamente: -Porque el bienestar de uno supera el bien­ estar de la mayoría (En la versión origina.

The needs of the one outweight the neeck ofthemany.

Traduzco libremente a partir ' del inglés y buscando la sime; tría con el diálogo precedente 1 porque en este momento crucial : de la película la versión esparto1 la de Star Trek III incurre en un ! clamoroso error; cuando hace * decir a Kirk: "El bienestar de ¡ la mayoría supera el bienestar 1 de la minoría", precisamente lo í contrario de lo que se dice en el 1 original. En el Derecho y la política la 1 tensión entre consecuencialismo ’ y deontologismo se ha manilesi tado a través de otra dicotomía: ; voluntad del Parlamento/dei ei chos fundamentales. En princi; pió los gobernantes, el Estado y * particularm ente el Parlamento,: pueden tom ar decisiones con i el fin de incrementar el bienes ; tar de la mayoría (pensemos en i ciertas medidas sociales), pero 1 por otra parte hay que respetar : ciertos derechos fundamenta; les de las personas que actúan i como límites infranqueables 1 frente a la mayoría. Por eso seí ¡ ha dicho que los derechos l'un; damentales de los individuos i i funcionan como "triunfos fren-

¡ Estos son los viajes de la nave interestelar Enterprise...

íe a la mayoría” (Dworkin 1984, 37 ) o “cortafuegos” (Habermas 1 998, 332) o como un “coto ve­ dado" (Garzón 1989, 645) a la discreción estatal. Esto es im portante porque los Estados de corte totalitario suelen manifestar su nacionalis­ mo precisamente de esa forma: negando valor al individuo para reservarlo a la comunidad. Para ilustrarlo, volvamos nuestra mi­ rada a Alemania, adonde nos lleva una y otra vez la reflexión sobre la experiencia del nacio­ nalsocialismo. “Du bist nichts, Bein Volk ist alies” (i.e. "Tú no eres nada, tu pueblo lo es todo”) decía el Nacionalsocialismo ale­ mán. Con muy buen criterio el profesor alemán Halstein, se preguntaba en la Süddeutsche Juristenzeitung: “¿Cómo puede un conjunto de nadas ser otra cosa que una nada?” (apud Radbruch 1993, 3110). Desde lue­ go suena mucho más razonable lo que a este propósito pensaba Goethe: “Deutschland ist nichts, ein Deutscher ist viel” ("Alemania no es nada, un alemán es mu­ cho”) (apud Haffner 2003,1). El lector habrá supuesto que cuando hablo de individuos,

me estoy refiriendo a seres hu­ manos. Sin embargo, el futuro nos depara muchas preguntas y riesgos: ¿Qué será de los seres humanos clonados? ¿Tendrán asegurados sus derechos como se nos plantea en el film La isla (2004) (García Manrique 2005)? ¿Qué hay de los derechos de los animales (De Lora 2002)? ¿Pen­ saríamos distinto en un contex­ to como el que encontramos en El planeta de los simios? ¿Existi­ rán en el futuro entidades, como los androides, que puedan ser titulares de esos derechos como nos interroga, por ejemplo, la película de Chris Columbus El hombre bicentenario (1999)? En esta misma serie de libros sobre Cine y Derecho, Javier de Lucas se ocupa de estudiar el proble­ m a en relación con los replican­ tes de Blade Runner (de Lucas 2003, 31 ss.) y Víctor Gómez Pin analiza también esta cuestión en su reciente obra Entre lobos y autómatas (Gómez Pin 2006). Por su parte, el trabajo de Ro­ bert Alexy aborda más adelan­ te (infra 3.) precisamente esta cuestión volviendo la m irada a Kant. A esos trabajos me remito aquí.

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La Enterprise-E en reparación

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La nave espacial Enterprise, capaz de desplazarse a velocidades inimaginables gracias a su m otor de curvatura, responde a un diseño de Matt Jefferíes encargado en los sesenta por el creador de la serie. Gene Roddenberry le había dicho a Jefferies “nada de alas y nada de fuego" y así lo hizo. En realidad, ] ha habido m uchas Enterprise (la 1 última que vimos en los cines | fue la Enterprise-E que aparece ] en Star Trek. Némesis). Desde | este punto de vista, la Flota es1 telar sigue la tradición naval an| gloamericana que dicta bautizar | con el mismo nombre a sucesi­ vos navios. Entre las primeras | fragatas de la Armada estadoI unidense hubo una Enterprise a I la que siguieron otros barcos de

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vela e incluso un portaaviones (el U.S.S. Enterprise de los años 80 que aparece en Star Trek IV). En 1976 la prim era lanzadera s espacial de la NASA recibió tam­ bién el nombre de “Enterprise" en respuesta al clamor de miles áefans d é la serie. Ese aire naval a veces se ha hecho muy explícito. Por acu­ dir a un episodio concreto: los miembros de la nave se sirven de la sala de hologramas para el nombramiento de Worf como segundo comandante celebrán­ dolo sobre un velero Enterprise en alta m ar en Star Trek. Gene- \ rations (VII). También se p e r a - ; be en los términos marinos tan i frecuentes en la saga para desig- ■ nar los cargos de la tripulación, i así como en el instrumental o :

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/, Estos son los viajes de la nave interestelar Enterprise. }os elementos integrantes de la nave. Por ejemplo, desde la se­ rie original se hace referencia al yate del capitán, una lanzadera especial que finalmente aparece en la novena entrega, Star Trek. Insurrección. También son claramente na­ vales usos como los que rodea­ ron el sepelio de Spock en Star Trek II, al que me acabo de refe­ rir, el deseo del capitán Picard, "siguiendo la tradición m aríti­ ma” de "horizontes despejados” expresado al nuevo matrimonio Ryker-Troi (Star Trek. Némesis),o la espectacular botadura de la nueva Enterprise en Star Trek VII, en la que una botella de Dom Perignon, cosecha de 2265, se estrella contra el fuselaje de la majestuosa Enterprise nueva. Esta secuencia, que sirve los tí­ tulos de crédito de la película, fue diseñada por Dan Curry y es una de las más bellas presenta­ ciones de la serie. La Enterprise surca, pues, el espacio como sus antecesoras surcaban los mares y en esas singladuras ambas ex­ ploran lugares desconocidos. El corazón de la nave, su motor de curvatura, se debe a la tecnología Warp. En la Nueva Generación es Geordi La Forge el encargado de supervisar su buen funcionamiento en la sala de máquinas de la Enterprise y sabemos que lo hace de forma competente y creativa. Por la

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visita de la Dra. Leah Brahms a la Enterprise en su travesía al sistema Guemica, sabemos que La Forge ha introducido nume; rosas modificaciones en los moi tores ("El hijo de la Galaxia”). La | tecnología Warp fue inventada i por Zefram Cochrane en el siglo ; xxn. Este excéntrico ingeniero ; aparece por vez primera en la 1 serie original ("Metamorfosis”) ¡ interpretado por Glenn Corbett. 1 Posteriormente Cochrane reapai rece en Star Trek VIII interpreta1 do por el actor James Cromweli ; como un genio alcohólico y mu: jeriego que en una época turi bulenta crea la tecnología que 1 permitirá salvar las enormes dis' tancias interestelares. Por esta razón, el acceso a ese nivel de s tecnología sirve de criterio a la 1 Federación para establecer nue' vas relaciones de colaboración con otras civilizaciones. Cuando ! la Federación detecta que en un : planeta se alcanza la tecnología ; capaz de alcanzar la velocidad s Warp 10 (es el caso de los malco; ríanos en "Primer contacto"), en; tonces se inician conversaciones * con los gobernantes de ese planei ta. La razón es sencilla: con esa ; tecnología la posibilidad de un encuentro casual en el espacio es ; muy elevada y conviene adelan; tar el encuentro de forma pacífica 1 investigando las costumbres y la i disposición al diálogo del pueblo con el que se pretende entablar

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lazos de amistad. Con el imperio klingon ese encuentro primero fue defectuoso y ello acarreó in­ numerables problemas. Es muy im portante destacar el fin al que se orienta todo este despliegue tecnológico de la Fe­ deración. En “Gesta suprema” el capitán Picard se resiste a la participación en simulacros y m aniobras de carácter m ilitar y le recuerda al maestro estratega zakdom Sim a Kolrami que el fin de la flota estelar no es militar, sino que consiste en la explora­ ción del universo. Es el conoci­ miento y no la lucha lo que sigue moviendo al hombre en el siglo XXIV. Algunos autores han subraya­ do el "rol mítico” que la ciencia y la tecnología (aquí no es necesa­ rio ser muy cuidadoso con la dis­ tinción entre ambos conceptos) desempeñan en el cine de ciencia ficción como elemento esencial del género (e.g. Bassa/Freixas 1993, 31). Sin embargo convie­ ne distinguir en las películas de ciencia ficción dos aspectos dis­ tintos de la ciencia o la tecnolo­ gía: por un lado las películas de ciencia ficción se hacen con tec­ nología (aspecto instrumental y real), pero por otro lado (y esto es más importante) nos hablan de la futura tecnología (aspecto sustancial y potencial). De este modo, la tecnología actual es un instrumento para, en definitiva,

hablar sustancialmente de lo que i puede llegar a ser. I Es casi obvio indicar que aquí | nos interesa la vertiente sustan- ¿ cial y no la instrum ental por más i que la tecnología de los efectos ! especiales constituya hoy en día una herram ienta imprescindible : para poder realizar este tipo de ' cine y garantizar su verosimi- ] litud. Con todo no está de más 5 insistir en que entre los aspectos ¡ sustancial e instrum ental ha de f existir una cierta armonía que j se alcanza cuando la dimensión ji instrum ental sirve de soporte & \ la sustancial y no a la inversa. 1 Conviene no olvidar esto ahora f que el extraordinario desarro- | lio de los efectos especiales ha [ dado lugar a un cine inmersivo j (Stam 2001, 362) que se reduce j; fácilmente a poco más que un espectáculo de luz y sonido cuya i superficialidad recuerda a la ca-f beza de Fedro, hermosa pero ca-1 rente de seso. En estos casos es j de lam entar que el espectacular i envoltorio no haga sino agravar [ la decepción que nos provoca la í falta de ideas que nos encontra- f mos al abrirlo. Esto demuestra ; que la m era exhibición de los l posibles avances científicos y | tecnológicos no es satisfactoria, i Es obvio: la presencia de la !; ciencia o la tecnología constitu - 1 ye una condición necesaria pero ; no suficiente de una buena película de ciencia ficción. De n u e -;

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realidad.

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La propia historia de Star Trek nos ofrece razones para fundar esta conclusión. Es indu­ dable que Star Trek ha sido una saga pionera en el desarrollo de efectos especiales. Star Trek II (1983) incorporó las primeras secuencias generadas por or­ denador para el cine comercial (Stam 2001, 366). Sin embargo, Star Trek ha debido enfrentarse a menudo con limitaciones técni­ cas y sobre todo presupuestarias a la hora de dar verosimilitud a sus historias y es entonces cuan­ do comprobamos que afortuna­ damente lo mejor de Star Trek no son sus efectos especiales, sino otra cosa. Prueba de ello es que segui­ mos disfrutando de antiguos epi­ sodios de la serie original como aquel (“Galileo Vil”, emitido en los EE.UU. el 5.1.1967) en que el

Sr. Spock aterriza a bordo de una nave de cartón sobre Murusaki, un mundo habitado por gigantes cuyos ataques colocarán a Spock ante una serie de dilemas o ese otro emitido en dos semanas su­ cesivas ("La colección de fieras” I y II) en que Spock va a ser juz­ gado por llevar a la Enterprise al planeta prohibido Thalos IV donde una civilización dotada de poderes mentales habita las profundidades de la tierra tras unas puertas deslizantes de car­ tón piedra mal encajadas o aquel ("El propio enemigo”) en que el capitán Kirk es juzgado por una serie de faltas cometidas por un doble que se le ha escindido du­ rante un defectuoso traslado en el teletransportador de vuelta a la nave cuya puesta en escena resultaba por esa época poco sofisticada (emisión en EE.UU: 6.10.1966) o incluso aquel otro emitido tres días (terrestres) an­ tes ("Las chicas de Mudd") en que unas señoritas con poderes hipnóticos son recibidas a bor­ do de la Enterprise para luego embelesar a la tripulación mas­ culina con un maquillaje y unos atuendos pasados de m oda a pe­ sar de lo lejos que nos queda aún la fecha estelar 1329.1 (aunque, ya se sabe, las modas siempre acaban volviendo). Es obvio decirlo: en nada afecta al encanto de estas obras y la fascinación que ejercen la

Star Trek y las derechos

q una buena película de cien­ cia ficción es aquella que por encim a de la m era exhibición de tecnología nos habla en última instancia de nosotros mismos, de nuestra realidad, de nuestros anhelos y de nuestros problemas como seres humanos. Desde este punto de vista, nos interesan fundamentalmente dos cosas de ]a ciencia ficción: la visión de la realidad que ofrece (implícita en el film bien por conformidad o por contraste) y la valoración moral, política y jurídica de esa

Siétr Trek y tas derrochas h u m a n os

Robert Alexy - Alfonso García Figueroa falta de los medios técnicos ac­ tuales. Quizá suceda incluso lo contrario. Hace poco los perió­ dicos (El País, 17.9.2006) daban cuenta de la m ala acogida por parté de numerosos trekkies de los retoques por ordenador (en naves espaciales, imágenes del espacio exterior y de los plane­ tas y banda sonora) aplicados a la serie original para que los efectos especiales fueran más m odernos en la nueva edición de la serie original que reciente­ mente ha lanzado Paramount. Pero si las limitaciones técni­ cas parecen contar con la com­ prensión y la simpatía de los fans, las limitaciones presupues­ tarias suelen traer aires de trage­ dia. Por ejemplo, en el rodaje de Star Trek V (1989) (por cierto, se­ guramente la cinta menos afor­ tunada de la serie), el director de la película, William Shatner (el propio capitán Kirk), se encon­ tró con un inesperado recorte presupuestario: era imposible financiar los tres millones y me­ dio de dólares que costaban los diez hombres-roca que deberían emerger entre las profundidades magmáticas en una lucha con el capitán Kirk al final de la pelícu­ la. El productor Harve Bennet (que no oculta su simpatía por las "soluciones de 29 céntimos” como la m aqueta de un turboascensor construida para esta misma película por Hermán Zi-

mm erm ann a partir de un expo­ sitor de gafas) tuvo que recortar así un proyecto que seguramente era débil en su planteamiento y demasiado pretencioso en su as­ piraciones filosóficas (ni siquiera un ateo muy militante podría to­ marse en serio la imagen de Dios que aparece allí). En cualquier caso y por en­ cima de todo, en todos esos episodios y en los posteriores lo interesante de Star Trek consiste en que nos lleva a plantearnos cuestiones prácticas y no sólo a recream os en la contemplación de efectos especiales. Pasemos pues a hablar de lo que la ciencia ficción nos diec acerca de la ciencia y no con ella o a través de ella. En el plano sustancial es interesante consta­ tar que muy a menudo se con­ fiere protagonismo en el relato de ciencia ficción a la ciencia y la tecnología precisamente para desvelar sus límites. De hecho, uno de los temas fundamenta­ les de la ciencia ficción consiste precisamente en lo que Telolte (2002, 33) condensa en el lema "Deja de racionalizar". Es fre­ cuente que la ciencia ficción plantee precisamente los límites a los que nos enfrentan la cien­ cia y la tecnología, como una manifestación de la racionali­ dad, para concluir que lo mejor del ser humano consiste precisa­ mente en esa parte que se resiste

Estos son los viajes de la nave interestelar Enterprise... al imperialismo de la tecnociencja y la racionalidad. Que la ciencia presenta una doble faz es cuestión debatida de antiguo. Dédalo es el constructor del terrible laberinto en que habita el Minotauro, pero al mismo tiempo es quien ofrece a Ariadna el ovillo de hilo de lino para poder salir de ese infierno (cfr. Campbell 1959, 30). No es de extrañar pues que la ciencia ficción haya puesto de manifiesto también algunas consecuencias nefastas de la ciencia. Este aspecto de la ciencia ficción presenta seguramente un lado amable y otro oscuro, La parte amable conduce a la reflexión. La oscura a la genuflexión de las conciencias y del espíritu crítico. Comencemos por esta segunda. La parte negativa del énfasis sobre los efectos indeseables del desarrollo tecnológico en las películas de ciencia ficción lo constituye el excesivo conservadurismo moral que subyace a esos planteamientos. En ellos la racionalidad y el cónocimiento no constituyen una oportunidad para ser felices, sino un fatal instrumento para la autodestrucción del ser humano. El mensaje fundamental, seguramente trufado de prejuicios religiosos, consiste en alertam os continuamente de los peligros a los que nos abocan los avances

; de la ciencia y la tecnología, que nos conducen invariablemente ; a la deshumanización y el de: sastre. Este miedo, fuertemente ; emparentado con el frommiano ¡ “miedo a la libertad", promueve, : de forma más o menos conscien¡ te, un efecto paralizante. Como ; bien señala Kolakowski (1970, : 123 ss.), un cierto pesimismo 1 constituye un rasgo distintivo i del conservadurismo. Ello es - muy fácil de comprender si lie¡ vamos al extremo un planteamiento conservador. El conser¡ vador puro (algo tan impensable * como un progresista puro) es j alguien que cree que todo cam: bio sólo puede empeorar las coj sas y que por tanto es necesario : m antener todo tal como está. '! Por otro lado, dado que todo cambio sólo puede dar lugar a ! un empeoramiento, esto presu­ i pone que el actual constituye el mejor de los mundos posibles, con lo que se sustrae de crítica. ; Por tanto, llevada a sus últimas consecuencias, esta ideología ; tiene un efecto legitimador del : orden existente y un efecto pa­ ; ralizante en los planos teórico y : práctico (i.e., abstengámonos de conocer y de hacer). Dado que la : ciencia y la tecnología transfor­ ; m an nuestro m undo ofreciendo : al ser hum ano nuevas formas de ser y de obrar (pensemos en los ¡ desafíos que se le plantean hoy a la bioética), un planteamiento 45

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Trek y tas derechas

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Robert Alexy - Alfonso García Figueroa | I i |

puram ente conservador se opone prima facie a estas transformaciones y acaba viendo en la razón, la ciencia y la tecnología 1 una am enaza cuando no un enei migo. !| De hecho, la denuncia del \ hybris científico, de la arroganI cia del científico que juega a ser í Dios y halla justo castigo en trá| gicos fracasos, cuenta con una | amplia tradición literaria. In| cluso en Star Trek encontramos i algo de eso. El físico David Brin j pone de relieve cómo Star Trek | III y IV articulan conjuntamente : este tipo de relato: en la primera i película se crea de la nada vida | en un planeta y en la siguiente i entrega esto se vuelve en contra | de sus creadores que hallan el j viejo castigo del que quiso jui gar a ser Dios. Desde el punto j de vista de sus consecuencias j ideológicas, el esbozo de futuros 1 oscuros e inciertos que dibujan ! muchos filmes de ciencia ficción ! tiene al menos una disposición a ¡ una lectura excesivamente conj servadora. 1 En los guiones de Star Trek i cabe detectar predominantemen¡ te actitudes optimistas claramen| te promovidas por su creador, ¡ Gene Roddenberry, pero también j existen advertencias envueltas en 1 pesimismo y no es extraño que 1 sea así. Si cada uno de nosotros j tiene mejores y peores momentos | en su vida, una historia que se ha

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f ido contando durante cuarenta t años no puede mantener siempre f el mismo tono y más si es sensi» ! ble a lo que sucede alrededor. P0¡-1 otro lado, advertir sobre los pro. ! blemas que puedan originarse si í todo sigue igual puede resultar ! también fructífero. Tomemos como ejemplo la i ¡ m irada de Star Trek a la ecología. í 5 Si en Star Trek IV se presupone ; ¡ que las ballenas se extinguieron j ? (lo cual motiva nada menos que f i un accidentado viaje al pasado \ ; de Kirk y los suyos en busca de l i una), Star Trek V comienza con | ; unas espléndidas tomas (dema- 1 ¡ siado prometedoras quizá para f * un film decepcionante) rodadas | ‘ en el espectacular parque nació- f 1, nal de Yosemite. Con esas esce-1 | í nas Star Trek nos está diciendo | i (quizá implorando) que Yosemi* í ; te ha de seguir allí dentro de 400 : años. Cuando el pesimismo sirve f ; de advertencia y el optimismo de | i acicate, probablemente ambos | ; hayan de ser bienvenidos. ; Existe además una parte í : buena del énfasis sobre los lími- f i tes de la ciencia, la tecnología, j ; el conocimiento, la racionali- i i dad en general, que nos puede ] 1 procurar aportaciones aún más | : constructivas. Me refiero a esos j ; episodios en que la ciencia fie- \ i ción se convierte en una "protes- 1 1 ta contra la racionalización” (Te-1 : lotte 2002, 33) que Telotte (ibid., \ 1 202-3) ilustra con los siguientes j

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I fetos son los viajes de la nave interestelar Enterprise... ejemplos E.T. en E.T. El extra- ; terrestre (1982) se despide de su ¡

arnigo humano diciéndole que lo conservará "en su corazón"; el terminator de Terminator 2. £l juicio final (1991) afirma en un momento dado “Ahora comprendo por qué lloráis"; Robocop (Robocop -1987) experimen­ ta la tensión que le provoca su doble naturaleza de m áquina y humano. Él puede sentir, pero no recordar su familia (como el atormentado Leonard Cohén en una de sus canciones, hay algo que no puede olvidar, pero no sabe qué). También Bassa y Freixas (1993, 58) destacan las siguientes palabras del replicante de Blade Runner, que revela una dimensión intensamente humana cuando dice:

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Yo lie visto cosas que vosotros no cree­ 1 ríais. He visto atacar naves en llamas más allá de Orion. He visto rayos C brillar en la oscuridad cerca de la puerta de Tanhauser.

Todos esos momentos se perderán en el GO tiempo cano lágrimas en la lluvia (vid. Bas^ sa/Freixas 1993,58). i ^

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¿Quién tendría las agallas para tratar a la entidad que pronuncie conscientemente estas palabras como se trata a una simpie tostadora? Un artefacto tal se nos está manifestando como un humano. El llamado "test de Turing” alude precisamente a esta posibilidad. De acuerdo con este test debido al lógico británico A.M. Turing, una m áquina tendría consciencia si un hum ano no fuera capaz de distinguir en conversación con esa máquina y con un tercero humano, cuál es el ser hum ano (Putnam 1988, 22). Llegado este punto parece oportuno presentar a Data y recordar a Spock, pues estos dos personajes de Star Trek nos sitúan (cada uno a su manera) ante estos límites. Veámoslo con más detenimiento.

1.6. ¿Inhumanos o demasiado inhumanos?:

\f^.y-Batay Spock' Telotte estructura su intere­ sante estudio sobre la ciencia ficción en tom o a dos grandes te­ mas: el tema del yo y el tema del otro (la división es todoroviana, más si cabe cuando recordamos el célebre título Nosotros y los otros). Cuando la ciencia ficción

se ocupa de lo extraño, de lo mis­ terioso, es decir, de aquello que nos causa asombro o inquietud bajo las leyes de la naturaleza reales, entonces se está interro­ gando normalmente acerca de aquello que de enigmático tene­ mos los propios seres humanos.

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Robert Alexy - Alfonso García Figueroü

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Con ese propósito se recurre al clásico tem a del doble (del ser humano) que goza de una larga tradición en el Doppelganger, en el m onstruo de Frankenstein o en el Dr. Jekill (Je-kill) y Mr. Hyde (que, claro, se esconde). Este m ito reverdece en la ciencia ficción por medio del robot, 1 del replicante, del androide, del ) cyborg en filmes como el funda■ m ental Blade Runner (1982), An| droide (1982), Terminador I y II j (1984; 1991), D.A.R.Y.L. (1985) o ! la serie de Robocop (1987; 1990; ! 1993). Estos seres funcionan | como espejos que hacen posible j una introspección en nuestra I propia condición humana:

’ Telotte asocia así los temas ! : del yo al misterio de nuestro ’ subconsciente, a los misterios j : de la mente, en tanto que los te* í ; mas del otro apelan más bien a ¡ i lo maravilloso de lo sobrenatu- [ ; ral, en su caso a lo espiritual y j, = a su posible incidencia sobre la ' ; realidad. Spock evoca muy ma- . : tizadamente lo maravilloso de ; una civilización lejana, mientras ] que Data expresa claramente lo misterioso del ser humano al ser ¡ un producto cuasi-humano de ■ ; los humanos. De todas formas, i si lo pensamos con detenimicn! to, la oposición entre el tema del i yo y el tema del otro no es tan : acusada. Del mismo modo cinc,

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Todas esas historias de yoes creados, de robots y androides prácticamente indistin-

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guibies de los humanos, induso de seres

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mo, al hacer de ti un extranjero", . así cabría decir que el alienígena permite ser tú mismo, al h a - '

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humanos muy concretos,

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«sámente, a indagar en nuestra misma: humanidad y en el lugar que ocupa en la „ . r ll o „ construcción de un mundo humano (Telotte , , ,,

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nos llevan, pre-

2002 26)

’ La 0^ a vía de reflexión que j nos abre la ciencia ficción con| siste en el tem a del otró. El tem a | del otro queda vinculado en la j ciencia ficción más bien a la exisj tencia de seres alienígenas, de > otras civilizaciones y otros mun| dos. Aquí sí quedan desbordadas i nuestras leyes de la naturaleza j (al menos en el actual estado de ¡ conocimiento). Bajo esta pers| pectiva, el tem a del otro queda í vinculado a lo maravilloso. I

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í androide te permite ser tu misr mo al hacer de ti un androide [ = (no podemos renunciar al hecho j ; que somos entidades mate; nales). En todos estos casos, el | : 0fr0 sirve para mejorar el cono- í i cimiento de mí mismo. ] : En efecto: si existen dos per- j ; sonajes en Star Trek que resultan l : verdaderamente fundamentales' ■ y qUe concentran sobre sí bue, na paj-te del potencial para la j ; reflexión que encierra la saga en ; ; t 0m o a esos dos temas, esos son j = el vulcaniano Spock en la serie j 1 t

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j Estos son los viajes de la nave interestelar Enterprise... un punto de partida interesante para plantearnos qué somos. El vulcaniano Spock (Leonard Nimoy) es bastante seme­ jante a los humanos. No debe­ mos olvidar que, a diferencia de vulcanianos puros como Xon, que se postuló como su sustituto en Star Trek Phase II (finalmen­ te cancelada), Spock no es un vulcaniano por los cuatro cos­ tados, pues su madre, Amanda Grayson, es humana. De hecho, no se trata de un caso aislado de mestizaje. Star Trek acoge nume­ rosos personajes semihumanos. Por ejemplo, en el episodio "El emisario” la consejera betazoide Deanna Troi, hija de un humano y de la embajadora Lwxana Troi (una simpática betazoide aboca­ da a una menopausia ninfómana, interpretada por la esposa de Roddenberry, Majel), conversa sobre los problemas de su natu­ raleza mestiza con la emisaria K’ehleyr, de padre klingon y m a­ dre humana. A simple vista, los vulcania­ nos apenas se distinguen de los hum anos salvo por sus caracte­ rísticas orejas en punta y por sus cejas, que en sus extremos exte­ riores rem ontan hacia arriba los arcos supraciliares. Eso no sig­ nifica que no existan diferencias de relieve. Algunas son natura­ les: una frecuencia cardiaca de 200 pulsaciones por minuto, una considerable longevidad (llegan

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Star Trek y los derechos h u m a m o s

orig¡nal y el androide Data en Mueva Generación. Resulta Interesante subrayar que, pese a sU común capacidad para tener creencias y conocimientos co­ rrectos, ambos adolecen de un déficit emocional. Hacer visible por qué resulta problemática esa situación equivale a expresar por qué tienen valor nuestros sentimientos. Por eso, Robert Nozick se refiere precisamente al "problema de Spock” (Nozick 1997, 71) para examinar el valor de las emociones. En síntesis, a juicio de Nozick las emociones proporcionan una "representa­ ción analógica” de los valores y en tal medida las emociones son importantes para la compren­ sión de nuestros valores. Sin embargo, esta común carencia no impide que en realidad cada uno de estos personajes cumpla misiones distintas en el relato. Brevemente, Spock es una per­ sona (mitad humana, m itad vulcaniana) en buena medida deshumanizada, mientras que Data es una entidad no hum ana que lucha por humanizarse. Spock y Data recorren, pues, el mismo camino en sentidos opuestos sin que podamos saber muy bien en qué punto del camino se en­ cuentra el óptimo. Ello de por sí ya resulta ventajoso, pues hacer gradual una distinción (entre lo humano y lo no humano) que tradicionalmente no lo ha sido es

Robert Alexy - Alfonso García Figueroa a vivir 300 años) y capacidades telepáticas al tacto. Otras son culturales: al parecer los vulcas 1 nianos eran en sus orígenes muy belicosos y apasionados. Sin 3 i embargo, el filósofo vulcaniano ^ 1 Surak introdujo con éxito una ] filosofía hiperracionalista que o 1 establecía un orden basado en ; Q 1 la lógica y en cierta im perturba­ $ ] bilidad del ánimo. Seguramente 11 algo parecido al quadripharma^ j co que antaño prescribieron epi­ ^ i cúreos y estoicos como Séneca en la Tierra (e.g. Seneca 1986). t§ I Naturalmente este autocontrol N tiene un precio, una tensión que ^ I se libera cada siete años en un p i proceso fisiológico, el Pon Far, n ) mediante el que los individuos fc*I de género masculino buscan dar S 1rienda suelta a su sexualidad. Si usted se encuentra alguna wj vez con un vulcaniano, conviene que recuerde que los de esa raza saludan con el Emeth (verdad en yiddish). Orientan su mano abierta con la palm a hacia el destinatario, formando una uve con los dedos anular y corazón que se unen respectivamente al meñique y al índice. Parece que mientras se saluda así no se puede m entir y esto recuerda va­ gamente nuestras costumbres: mientras estrechamos la mano derecha, no podemos desenvai­ nar la espada desde nuestra iz­ quierda. Si consigue m antener sus dedos en esa posición, ahora O

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sólo le queda desearle a su in„ terlocutor vulcaniano “Larga y próspera vida” y probablemente * se hagan buenos amigos. f En muchos aspectos, Spock ! es muy humano. A Spock le l gustan las artes, la literatura y ! el ajedrez. En Star Trek. La peli* I cula, Spock no consigue recibir r el Kohlimar, el símbolo de la Ió- f gica total, la privación de toda í emoción. Su destino es otro en I la Flota Estelar, donde su com-; portam iento oscila entre su ata- J raxia y su lógica vulcanianas por i un lado y su intuición y pasión f hum anas por el otro. En Star Trek II su sentido de la amistad y su elevación moral llevan a Kirk a afirmar solemnemente ame cí féretro que contiene el cuerpo sin vida de Spock: “De todas las almas que he encontrado en mis; viajes, la suya fue la más huma­ na". Sin embargo, la realidad es que Spock se sitúa en los límites entre lo humano y lo extral erres-' tre y pertenece parcialmente a una raza apasionada que luchó i por perder esa parte de la n a Iu ra-; leza por la que, en cambio, lucha nuestro otro gran protagonista de la saga: el androide Data, una m áquina que se esfuerza por humanizarse. Es aquí donde se cruzan los caminos de estos dos secundarios fundamentales. En el capítulo “Unificación' II" encontramos un valiosísimo i diálogo entre Spock y Data, en- ■

I Estos son los viajes de la nave interestelar Enterprise...

tre la serie original y La Nueva g en era ció n , que confirma lo que acabo de decir y que bien mere­ ce le dediquemos siquiera unas líneas. En ese episodio la Fede­ ración comprueba que el vetera­ no em bajador vulcaniano Spock ha ab an d on ad o su puesto y se halla en la enemiga Rómulus. Esta posible deserción causa un gran revuelo pues existe el ries­ go de que Spock proporcione in ­ form ación vital de la Federación a los enemigos romulanos. La visita de Spock a Rómulus debe entonces ser investigada por el capitán Picard que se acom­ paña del androide Data en una delicada incursión en el imperio enemigo en misión de espionaje. Finalmente se comprueba que Spock m antiene contactos con romulanos partidarios de reunificar amistosamente a vulcanianos y romulianos (recordemos que los romulianos son origi­ nariamente de Vulcano) pero también que ha sido víctima de una trampa, pues su contacto, el senador Pardek, le ha engañado. Hay un momento en que Spock y Data conversan mientras tra­ bajan codo con codo para salir de allí. La charla deriva hacia el terreno de lo personal. Data se muestra sorprendido de que Spock pretenda acabar con su lado humano cuando lo que el androide persigue es precisa­ mente alcanzar mayores cotas

de humanidad: "Es curioso — dice Data: usted ha abandonado todo lo que yo he buscado toda mi vida”. La conversación con­ cluye así: Data: Cuando examina su vida, ¿echa de menos su humanidad? Spock: No me arrepiento Data: Arrepentirse es una expresión hu­ mana Spock: Sí... Fascinante.

Data, el androide de La Nue­ va Generación interpretado por el actor Brent Spiner, encarna ese mito del doble capaz de de­ sarrollar toda una serie de habi­ lidades y capacidades hum anas a pesar de no ser propiamente humano. Data forma parte de un plantel de personajes y ac­ tores completamente renovado en Star Trek. En la serie Star Trek. La Nueva Generación en­ cabeza el reparto el capitán de origen francés, Jean-Luc Picard (Patrick Stewart), el coman­ dante Riker (Jonathan Frakes), la consejera betazoide Deanna Troi (Martina Sirtis), el klingon Worf Rozhenko (Michael Dorn), la El-Aleurian Guinan (Whoopi Goldberg), el comandante ciego Geordi La Forge (Levar Burton), la Doctora Beverly Crusher (Ga­ tes McFadden) y su joven hijo Wesley (Will Wheaton). Del nacimiento de Data nos habla el episodio “Datalore” en que con fecha estelar 4212.4 (año 2364 terrestre) la Enterpri-

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Star Trek y los €Íen^chos httmemos

Robert Alexy - Alfonso García Fü’Uerou | se llega a Ómicron Zeta, el lu\ gar donde veintiséis años antes ] (2338) había nacido Data (en el j sentido de que fue activado por J la tripulación de la nave USS j Trípoli que allí lo encontró). El \ creador de Data había sido un ! excéntrico científico, el Dr. Noj onien Soong, quien construyó ] dos prototipos: Data y su díscolo ¡ hermano gemelo, Lore. A pesar j de ser físicamente iguales, sus ! personalidades difieren como ] el día y la noche. Baste para dar | cuenta de ello que Lore contrij buyó en su momento a una ma| sacre de colonos en Ómicron í Zeta a manos de un ser enigmá| tico (“La entidad cristalina”) y se i confabuló con los Borg contra la j Federación implicando a Data I en esa conspiración con malas j artes (“Descenso I y II”). | En el episodio “Hermanos” ] y pese a que todos les creíamos | huérfanos, Lore y Data se reen| cuentran inesperadamente con j su padre, el Dr. Soong (interprej tado por el propio Spiner, garan1 tizando el parecido de familia | bajo capas y capas de maquilla| je). Esta reunión familiar, tan fa| tal como tantas otras de nuestro | tiempo, se saldó trágicamente I con la muerte de Soong. j Pero en realidad no acaba 1 aquí la familia (en sentido lato) | de Data. En el capítulo "Heren: cia” aparece su presunta madre, ¡ la Dra. Juliana Soong; descu-

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brrmos que Data tuvo una hijo una androide creada por él de nombre Lal, quien tuvo urJ?t j brevísima vida, y en Star Trek. Némesis, Data conoce a otro hermano hallado en el planeta Kolaris, que recibe el nombre cíe B-4 (pronúnciese en inglés partl conseguir el efecto sugerido por los guionistas). B-4 es muy in. 5 ferior a su hermano por la falta ¡ de conexiones neuronales y por; que carece de la personalidad i de Data y de su firme voluntad ! de mejorar. Por otra parte, en | “El hombre esquizoide”, Data 5 llega a conocer a un moribundo í Dr. Ira Graves, una eminencia ^ que formó en su día a Soong y i que, consecuentemente pero ; con cierta socarronería, ruega i. ; Data le llame “Grandpa” (abueli5 to), a lo que el androide se avie! ne sin darle mayor importancia i al asunto. Data, con sus 800 mil milloi nes de bytes en la cabeza y una ; capacidad de cálculo estimada : en 60 millones de operaciones J por segundo (hay alguna discrc! pancia sobre estas cifras según ; las diversas versiones) es capaz r de grandes cálculos y prodigios ■ como, por ejemplo, escuchar i ciento cincuenta melodías dis; tintas simultáneamente (“Cues i tión de tiempo”) o aprender en 1 unos minutos cinco distintos ; lenguajes de signos para sordos ; (en "Fuerte como un susurro"

¡ Estos son los viajes de la nave interestelar Enterprise...

desempeña la labor de intérpre­ te con Riva, un pacificador entre facciones enfrentadas, cuya sor­ domudez vuelve a ser invalidan­ te cuando pierde a su fiel coro ¿e tres personas que hacían las veces de sus oídos y boca gracias a poderes telepáticos). En su día, Data consiguió ser el primer androide en convertir­ se en oficial de la Flota Estelar (como Worf fue el prim er kling0n en adquirir esa condición) y dedica esfuerzos considerables a mejorar y a asimilarse a un ser humano, lo cual consigue con particular éxito cuando activa un chip emocional ideado también por el Dr. Soong y que no es siempre ventajoso, por cierto (pueden verse algunos efectos perniciosos en "Descenso II”). Data formula algunas interesan­ tes consideraciones sobre sí mis­ mo en un capítulo imprescin­ dible para conocer su mundo: "Un día en la vida de Data”. En él cuenta que se siente próximo a los vulcanianos (carentes de sentimientos) y muy diferente de una semibetazoide como la consejera Troi, pues los betazoides destacan sobre todo por sus capacidades empáticas y telepáticas indisolublemente unidas al mundo de los sentimientos. Como el klingon Worf, Data se ve a si mismo, como un adop­ tado por humanos, pero en últi­ ma instancia un outsider entre

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ellos. Por lo demás, Data tiene espíritu artístico aunque limitado. En el episodio "Números binanos” lo encontramos diciendo inmóvil frente a un lienzo: “Estoy esperando la inspiración” y en sendas fiestas nupciales, se manifiesta como un inesperado party animal. En la del prim er oficial Riker y la consejera Troi (Star Trek. Némesis), canta “Blue Sky” como un cantante melódico más bien corriente (por cierto, el aficionado al diseño puede reconocer en las sillas modelo "Toledo” de Jorge Pensi que aparecen en esa escena la pervivencia secular y futura de un diseño que ya se nos anticipa, en consecuencia, como un clásico). En la boda de Keiko Ishikawa con el jefe O'Brien, Data danza elegantemente gracias a las lecciones de la Dra. Beverley Crusher ("Un día en la vida de Data”). En "Encuentro en Far Point”, Data reconoce algunos problemas para comprender el significado de ciertos térm inos como "husmear" a pesar de que es capaz de contar chistes (en “Código de honor” se dice que el pobre Geordi La Forge, su amigo íntimo, ha debido soportar 562 chistes del androide) y de hacer frases hechas del estilo: “Es algo que contar a los nietos” (“El último baluarte”). En “Sole­ dad en compañía" este androi­ de fuma una aparatosa pipa en

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una parodia a Sherlock Holmes que recuerda el episodio ("Ele­ m ental querido Data") en que llega incluso a suplantarle en la resolución de un crimen en la sala de hologramas. Además Data puede ser coqueto (prueba dejarse la barba en el citado ca­ pítulo "El hom bre esquizoide") y aunque ha sido víctima fácil de faroles jugando al póquer {infra "A la medida del Hombre"), en “El legado" ya es capaz de bene­

ficiarse de ellos, haciéndose ei amo de la timba. Con todo, es de suponer que la partida más interesante de todas fue segu­ ram ente la que Data jugó en lg sala de hologramas nada me­ nos que con los físicos Newton, Einstein y Stephen Hawking. En ella Hawking ({interpretado por sí mismo!) vence con un póquer de siete a Einstein mientras su voz metálica afirma: "¡Albm, te equivocas de nuevo!”.

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Trek y los derechos

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Robert Alexy - Alfonso García Figueroa

Newton, Einstein y el profesor Stephen Hawking, compañeros de la timba holográfica de data

En asuntos más serios Data se m uestra asimismo muy ca­ paz. En ausencia del capitán y del oficial Riker, puede tom ar el mando de la nave. De hecho, su condición de androide inmune a las enfermedades hum anas hace de él el oficial idóneo para asumir el mando en el puente de la Enterprise en casos de disfun­ ciones orgánicas de sus compa­ ñeros. En “Terrores nocturnos”,

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una interferencia en la fase REM del sueño de la tripulación impide dormir a los mandos incapaces de tom ar decisiones bajo esos efectos, de modo que sólo Data puede encargarse de la situación y algo semejante su­ cede ante la peligrosa situación provocada por la hipnosis de la entera tripulación inducida por un juego traído con cierta im­ prudencia a la nave por Riker \

j fistos son los viajes de la nave interestelar Enterprise... je sus vacaciones en Risa (“El juego”) Eso no impide que más tarde Data llegue a activar un programa interno que le permite soñar, tener pesadillas e incluso sentir la necesidad de recurrir a un psicoanalista (“Derechos de nacimiento I” y "Fantasmas"). Con todo, parece más interesante y significativo que Data pueda llegar a m ostrarse negligente. En realidad, puede llegar incluso a ser desobediente, si bien por una buena razón. Veamos tres ejemplos, (i) En "Amigo por correspondencia” Data infringe la prim era directiva de la Flota Estelar, que prohíbe las injerencias en el desarrollo na­ tural de otras civilizaciones, con el fin de salvar a una niña, Sarjenka, y el resto de la población de la muerte segura a la que iba a conducir una catástrofe geológica en el planeta Drema IV. (ií) Por el bien de la tripulación miente al capitán Picard para salvar la vida de sus compañeros ante la amenaza de muerte de los xenófobos Paxanos, tan misántropos (o misónticos, por buscar un neologismo adecúado) que aniquilan a todo el que pudiera recordar y transmitir su localización ("Pistas”), (ni) En fin, al mando de la nave Sutherland, en la que sirve nada menos que como capitán, desobedece a sus superiores para, con una brillante decisión, poner al des-

: cubierto una peligrosa manió; bra de los romulanos contra los intereses de la Federación ("Re= dención II”). Por otra parte Data es vulne; i rabie y puede sentirse inseguro, ; como cuando en "Gesta suprema" es vencido en un juego de ; estrategia por Kolrami, el maes; tro estratega de la raza de los ! zakdomes. En el capítulo titula¡ do "El niño" Data reconforta a la 1 consejera betazoide Troi durante i su atípico parto al igual que en ; su día sirvió de consejero matriI monial a Keiko. En la práctica, Data puede hacerlo todo como ' un humano. Y “todo" es todo. Enam ora a la comandante Jenna D'Sora en el episodio "En teoría” (aunque tiene algunos problemas para corresponder a sus sentimientos) y en “El presente ’ inexorable" Data participa del arrobo de sensualidad provoca: do en toda la tripulación por un ¡ cuerpo extraño que se introduce ; en la nave. Es más, en ese capítu­ lo Data llega incluso a disfrutar : de una relación sexual con Tas; ha Yar, quien, una vez pasados ; los efectos y enfurecida de in­ ; dignación, se encarga de dejarle ; muy claro al pobre androide que = eso no volverá a suceder. En el ; mismo capítulo Data le espeta al ¡ capitán con una m irada picara: ' “Nos parecemos más de lo que ¡ piensa, mi querido capitán: yo 5 tengo poros y los humanos tam-

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bién; yo tengo huellas dactilares y los hum anos también; mis nutrientes químicos son como su sangre; si me pincha, ¿no goteo 1 como usted?” j Todos estos ejemplos mues¡ tran que Data es un personaje ! tam bién límite. Data hace cosas i de hum ano a pesar de no ser J humano, pero tiene la voluntad ] de serlo. En esto funciona como ; el personaje converso de Spock. ¡ De hecho Spock y Data guardan ! una simetría que se manifiesta j claramente en sus respectivas 1 muertes. Como vimos, Spock 1 m uere en Star Trek II, pero antes j de fenecer su katra transm igra al i Dr. McCoy, quien será su deposi] tario hasta el momento en que k | en una ceremonia vulcaniana | se incorporará su espíritu a un (/) cuerpo genéticamente idéntico 1 al de Spock (lo cual, por cierto, | plantea algún problema en tor­ il no a lo que entendemos por su ! identidad). Pues bien, igual que 1 Spock, Data también sacrifica su \ vida para salvar la tripulación de I la Enterprise en Star Trek, Nérnej sis, pero (también como Spock) j poco antes de m orir transfiere \ toda su m emoria (en este caso a ] su hemiario B-4). i i Aparentemente nadie cuesj tiona que Spock y que otros j alienígenas puedan disfrutar de I derechos (en Star Trek VI a una { indignada klingon no le falta ra1 zón al tachar de racista la exprei

*ek y las derechas

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; sión “derechos humanos"). g?l

i el fondo, pertenecen a formas de i ; vida muy similares a la humana ! í y comparten en lo esencial la l ; comprensión de nuestros juegos * i de lenguaje. Pero Data plantea | ; en el fondo el problema de los i I límites de la ciencia. ¿Es posible i ; que un ser no humano y crea- ? = do por humanos participe de la § 5 condición de los humanos? Si la í í respuesta fuera afirmativa, en- \ [ tonces quedaría abierto el cami- \ \ no para que Data y otros como j * él pudieran ser titulares de de-j ¡ rechos humanos. Puede que a | nosotros estas cuestiones nosf ; parezcan demasiado alejadas dé f * nuestros problemas reales, pero [ i resulta significativo que cuan- J : do el ajedrecista Gari Kaspárov | ; fue vencido por la computadora i ¡ Deep Blue, Kaspárov se mostra* ¡ i ra sorprendido por “su capad- 1 ; dad para jugar como si tuviera j ; un plan y por la manera en que | i comprendía la esencia de la po- 1 ; sición” (Brooks 2003,220). Si ya j i estamos comenzando a percibir : rasgos humanos en las máqui: nas ahora, el problema se irá ha- 1 ; ciendo más acuciante al ritmó 1 i marcado por la aun vigente ley! ; de Moore de duplicación cadas i 18 meses de la capacidad de los ; ordenadores y tendremos que = plantearnos el estatus de estas ¡i 1 entidades. Esta es la cuestión so-; i bre la que se va a ocupar Robert f 1 Alexy más adelante. Yo desearía \ f i| \ i í:

I Estos son los viajes de la nave interestelar Enterprise.

plantear aquí alguna cuestión ; juegos de lenguaje que escapan previa con el fin de contribuir = a un análisis puramente ma­

a ]a discusión y para comenzar me gustaría referir la historia qUe nos cuenta Stephen Touljnin sobre un neurofisiólogo, el pr. Townes:

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ludios neurofisiólogos creen que estamos, como mínímo, cerca de poder explicar, en términos neurofisiológicos, todas las interconexiones e influencias causales básicas implicadas en las operaciones deí cerebro y del sistema nervioso central. Y cuando llegue el día en que podamos hacerlo —como le gusta recordarnos a Charles Townes—, los científicos implicados desearán atribuirse el honor de su hazaña intelectual. '¿Atribuirse el honor de qué hazaña intelectual?', se podría preguntar. ‘Del descubrimiento científico de que los mecanismos cerebrales estrictamente causales subyacen a todos los procesos de pensamiento radonal —incluyendo el descubrimiento científico de que mecanismos cerebrales estrictamente causales subyacen a todos los procesos de pensamiento radonaf {Toulmin 1982,22).

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Con la paradoja de Townes, Toulmin nos sitúa dramáticamente ante el problema de los límites del conocimiento y la racionalidad en una relación problemática con la propia naturaleza humana. ¿Existe un abismo infranqueable entre los mecanismos físicos y nuestra condición humana? Es muy probable que sí y que la marque centralmente el carácter comunicativo del lenguaje. Nuestra hum ani­ dad se forja en una comunidad de hablantes y éstos desarrollan

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terialista. Anclar la condición hum ana a nuestro lenguaje nos permitiría singularizar al ser hu­ mano respecto de las máquinas al tiempo que evitamos caer en explicaciones teológicas, esencialistas o espiritualistas. Nues­ tra particular condición' hum ana tiene mucho que ver con nuestra especial capacidad para usar el lenguaje (lo cual es algo distin­ to de decir cosas con él) aunque luego veremos qué significa esto al hablar del aspecto pragmático del lenguaje. La cuestión sería si esa capacidad de usar el lengua­ je es privativa del ser hum ano en realidad. En esta línea, una forma de abordar el asunto (sin ser posi­ ble entrar en mayores hondu­ ras) consistiría en subrayar que el propio concepto de hombre es un concepto moral y que la moral es un juego del lenguaje. Sin embargo, esta estrategia no es sencilla. Que el concepto de hombre es moral significaría que cuando definimos lo que es un hombre estamos describiendo, por encima de nuestras propie­ dades genéticas, físicas, qué de­ rechos morales tiene esa entidad. G.E. Moore nos diría que las propiedades físicas y las mora­ les son completamente distintas, pues decir que algo es bueno no puede equivaler nunca a afirmar

Sia.r Trelc y tos der&chos hum em os

\ Robert Alexy - Alfonso García Figueraa i l que presenta ciertas propiedades ; cho humano' incurriría necesa! físicas o naturales salvo que incu- i riamente en la falacia naturalista 1 rram os en la llamada “falacia na- ; al vincular intrínsecamente j turalista”. Se trata de otra réplica i propiedad moral (la de merecer ¡ al utilitarismo, del estilo de la ya ; derechos) a una propiedad nai examinada de la máquina de No- i tural (la pertenencia al genero \J zick/Matrix. Si un utilitarista di- ; homo sapiens sapiens). ¿Cómo \ jera que el significado último de i romper la circularidad? Según 1 “x es bueno” (propiedad moral) ' algunos autores, lo que en todo 1 es “x es placentero” (propiedad : caso debemos aceptar es que a ! natural), es decir si se definiera ; idénticas propiedades físicas coj '"bueno” como placentero, sería S rresponden idénticas propiedaI legítimo preguntarse ¿Mas es lo ; des morales, lo cual es distinto ! placentero bueno? En tal caso ¡ de afirmar que las propiedades 1 sustituyendo en esta pregunta 1 morales equivalgan a propiccia| "bueno" por su definición la pre- ; des físicas. Si A es bueno, enton| gunta quedaría así: “¿es placente- : ces B (idéntico a A) es bueno. Las | ro lo placentero?" o, a la inversa, ; propiedades morales sobrevienen J “¿Es bueno lo bueno?” En reali- i a las propiedades físicas. Por eso | dad la pregunta sobre qué sea lo í se habla de superveniencia. Si | bueno siempre quedaría abierta F conseguimos construir androides j porque nos conduciría a una cir- ; idénticos a seres humanos, ¿no i cularidad. Se trata de un proble- 1 tendrían entonces los mismos | ma que ya hallamos en el utilita- ! derechos que un humano? ¿Qué | rismo clásico de John Stuart Mili i diferencia existiría entre uno de i cuando intentaba establecer una ^ esos androides que superaran 1 gradación entre placeres de pri- r ampliamente el test de Tu ring j mera clase y otros más bajos. Si ^ y, por ejemplo, el clon de un ser ¡ lo placentero es bueno, entonces * humano? Una posible respuesta | no podemos discriminar entre ; pasaría por admitir que la moral i placeres buenos y malos, entre ? consiste en un juego del lcnguai placeres placenteros y placeres | je (vinculado intrínsecamente a i no placenteros (!). De forma pa- t nuestras prácticas lingüísticas) 1 recida, cuando afirmamos que el ; e investigar entonces qué reglas i jj concepto de hombre es un con- i rigen ese juego. Hasta hoy una | cepto moral, el razonamiento se : de las reglas ha sido que sólo los ] * torna circular: tiene derechos i miembros de la especie homo 'i humanos el que es hombre y es 1 sapiens sapiens podemos acoger*, i i hombre quien tenga derechos • nos a las normas morales. Sin 1 humanos. El concepto de “dere- ; embargo, esta regla nacida bajo ;

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La tripulación de la Enterprise en la Nueva Generación

Se ha dicho que la literatura fantástica es una literatura de los límites, pero eso presupone precisamente que se recono­ cen ciertos límites. Como las rosquillas cinematofágicas de­ muestran, parece indiscutible

Trek y los

hacer cosas con el klingon (que es un

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parecen considerarlo imposible (e.g. Gómez Pin 2006), pero no creo que podamos hablar de una absoluta imposibilidad y esta es, en efecto, la vía que Robert Alexy explora más adelante.

que una fantasía ex nihilo resul­ ta sencillamente imposible. El agujero de la rosquilla necesita de la rosquilla para poder existir (por cierto, tomo la imagen de la rosquilla de Ronald Dworkin, quien nos dice que la discreción

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Robert Alexy - Alfonso García Figuenjq

:r Trek y los derechos h u m a n os

j judicial es como el agujero de | una rosquilla, que sólo existe | por oposición a un sistema jurí| dico). Necesitamos un punto de j partida en la realidad humana ! que inspire nuestra imaginación ¡ y sobre todo el propósito del re| lato y aunque esto es hasta rier| to punto trivial, no está de más ] referirse al lenguaje como la exI presión más clara de esta neceI sidad del relato de anclarse en la í realidad humana, i Para contar una historia ne| cesitamos que sea formidable en 1 un lenguaje. De lo contrario, no | podríamos saber de qué se habla. 1 En Star Trek no son ajenos a los i problemas lingüísticos y ello no i es de extrañar. El androide Data i ha conocido hasta 1745 razas H | alienígenas no hum anas y es de V) | imaginar que no todas conoce¡ rán el inglés o lo que se hable en | el siglo XXIV. En el capítulo 25 j de la serie original, “Esa cara del ] paraíso”, Spock le cuenta a Lei| la que tiene un nombre (Spock j es su apellido), pero que ella | no podría pronunciarlo (Pérez | 2005, 51). En el episodio "Dar| mok”, de La Nueva Generación, I los llamados “hijos de Tama” haI blan de forma incomprensible. | A pesar del traductor universal i del que disponen en la Enter| prise es imposible entender lo | que dicen. Ello es así porque los ] tamarianos hablan a través de ¡ metáforas, de imágenes asocia-

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; das a sus mitos milenarios. Para ^ poder comprender sus palabras i es necesario conocer esos mitos : y tener una especial habilidad ; hermenéutica. Este tipo de, dii gamos, incomunicaciones, debe ; resultar excepcional, pues de lo i contrario sería muy difícil desa; rrollar el relato. Hasta el lengua; je klingon, puede ser traducido ; de algún modo. Merece la pena ¡ ocuparse de su lengua y conocer ' algo más de esa raza alienígena ; fundamental en la saga. La relación de la Federación i con el Imperio Idingon comenzó ! siendo muy difícil, pero desemí bocó en una paz que pasa a mc5 nudo por momentos delicados. : El inventor de los klingon, (iene ! Coon, los concibió como unos í caucásicos con cejas pobladas * que aparecen en la serie origi nal ‘ y más tarde expresarían una me■táfora del totalitarismo de Sta| lin. Sin embargo, con el correr i de los años acabarían colabo; rando con la Federación. El klm\ gon Worf de la Next Generation ¡ forma ya parte de la tripulación i de la Enterprise y su fisonomía j exhibe un porte aristocrático, i isabelino (en el sentido ingles i de la palabra), en el que se m: crusta una columna de san rio ; que arranca de su frente. Su íi i siología (brakíul) sirve adecúa-, 1 damente al carácter de esa ra/ü i los klingon tienen órganos du : plicados (dos hígados, ocho ca-

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vidades en el corazón, veintitrés ; parecido aconteció cuando Worf costillas) para sobrevivir en la recibió en la Enterprise la visita lucha a la pérdida de alguno de ; de K'Ehleyr y el hijo, Alexander, ellos, lo cual salvaría a Worf de = fruto de su relación no formala muerte en el episodio "Ética”. 1 lizada con ella (“Reunión”). por lo demás, su ethos es salvaje Bien significativo es que, en su y brutal, pero también román- ; extremo celo por preservar su tico y heroico. No hay más que i virilidad y ocultar toda flaqueechar un vistazo a su ceremonia ; za, Worf se sienta aliviado en el del té, que consiste en beber una i episodio “Que entren los clones” sustancia venenosa para los hucuando la Dra. Pulaski le asegu­ manos y bajo cuyos efectos se ra que no revelará a nadie que leen poemas épicos; o a la wagpadece " rop’ngor” (sarampión neriana emoción que embarga en klingon), una enfermedad ina Worf cuando en una cantina 1 fantil impropia de un guerrero. se atreve con una rom anza de j Así pues, los klingon son algo así la ópera klingon "Aktuh y Me- i como una estirpe de nobles gue­ Iota" (“Reunificación II”). Bas- ! rreros entregados a los ideales ta con volver la m irada al rito 1 del honor y la gloria. Probable­ iniciático Kutíuch, en el que el ‘ mente nada mejor que atender joven klingon derram a la sangre j a las propias palabras de Worf de su prim er enemigo con una ‘ para comprender su ideario. En daga; al Hegh’bat, suicidio del “Nuevo territorio” Worf le expli­ guerrero cuando se siente ya ‘ ca así a su pequeño hijo, Alexan­ incapaz de defender su honor y i der, lo que significa el honor el de su familia, o el A k’voh, la ; para un klingon: respetuosa escolta que brindan El honor de un klingon es más importan­ los klingon al cuerpo sin vida del te para él que su propia vida. Un kfingon compañero muerto en el campo afrontaría con alegría el castigo más ho­ rrible antes que avergonzar o mancillar el de batalla para protegerlo de las nombre de su familia. Su palabra es ley. Sin alimañas. honor no hay nada No es de extrañar; pues, que la desazón de Worf fuera maY para acabar de ilustrar­ yúscula durante la visita a la lo, Worf refiere la lucha duran­ Enterprise de sus padres adopte doce días con sus noches de tivos humanos, Sergei y HeleKahless contra su hermano Mona Rozhenko, obligados por su rath, que había roto su palabra. hijo a reprim ir toda expresión Ante este panorama, no es de pública de afecto por él (“Geextrañar que la falsa im putación neración familiar”). Algo muy de traición en la masacre de Ko-

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Jrek y tas derechas hum em os

Robert Alexy - Alfonso García Figue.^ thim ar al padre de Worf, Mogh, (imputación no desmentida por el propio Worf para preservar la paz entre los klingon) constitu­ ya una insoportable carga de la que al fin se verá justam ente li­ berado por Gowron, la máxima autoridad del Consejo Supremo klingon (ChaDIch) (“Redención

Iyir). Pues bien, la lengua klinglon que sirve de soporte a toda esta cultura fantástica es la fasci­ nante creación del lingüista es­ pecialista en fonética y lenguas amerindias, Mark Okrand. Por si fuera de su interés, sepa usted que puede inscribirse en cam­ pamentos de verano de klingonparlantes, que existe una Fun­ dación para el lenguaje klingon presidida por el Dr. Lawrence Schoen y que incluso puede leer (si se familiariza previamen­ te con su alfabeto) la Biblia o Hamlet en klingon siempre con las naturales limitaciones que imponen su traducción a las lenguas no indoeuropeas. Por ejemplo, dado que la lengua no dispone del verbo "ser”, la cita shakespeariana a la que acude el General klingon Chang (Christopher Plummer) en Star Trek VI es "Continuar o no continuar. Ésa es la cuestión". Es interesante constatar que Okrand siguió dos principios a la hora de configurar el in­ ventario fonético de la lengua

klingon para Star Trek III y q^ serviría de base a las sucesivas--I cintas. Podríamos llamarlos res. * pectivamente el principio de ]a | guturalidad y el principio de fe í inhum anidad. El principio -¿fe I la guturahdad no necesita más í aclaración. El guión indicaba ¡ que el klingon es una lengu3 t gutural (con abundantes son{. dos como la jota española). £( principio de la inhumanidad afirmaría que la lengua klingon debería infringir ciertas regula- 1 ridades fonéticas o al menos ser 1 excéntrica en términos estadísti- | eos. Si los klingon son perversos t y asociamos lo menos humano a 1 lo más perverso, entonces la I nética klingon (pero también su gramática) debería ser lo menos hum ana posible. En esa búsque­ da de lo atípico Okrand recurre por ejemplo a algún dialecto de! Himalaya para la configuración ■ de los pronombres. Se trataba ■ de que la lengua klingon infrin- i giera algunas de las reglas co-; muñes en la fonética humana. I Por ejemplo, es normal que las j lenguas con el fonema fricati-' vo V tam bién dispongan de Y. Pues bien, no en klingon, que se contenta con el sonido V. Por! otro lado, las lenguas pueden. obedecer a seis combinaciones posibles de sujeto (el que ejecu­ ta la acción), verbo (la acción) y objeto (el que recibe la acción). En español funciona en esc or-:

Estos son los viajes de la nave interestelar Enterprise... , y p 0r eso "el perro muerde al ¿ño" no significa lo mismo que «el niño muerde al perro". Como nos cuenta el propio Okrand, ]as combinaciones matemáticapíente posibles son las siguien£eS y todas ellas se encuentran ^presentadas en alguna lengua ¿je la Tierra: • • • • • •

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Sin embargo, no todas son igual de frecuentes. Las dos últimas son las más raras y la última es la tomada como base de la lengua klingon. La lengua klingon se nutre de modelos humanos e incluso cuando se opone a ellos los está en el fondo tomando como referencia. Lo fantástico asume aquí plenamente esa función negativa mediante la cual nos hacemos más conscientes de nosotros mismos (en este caso de nuestra propia lengua). Si algún día se cruza en su camino con un klingon, no olvide por cierto saludarle rudamente con un “nuqneh” o, mejor, con un “¡QaplaT (triunfos) mientras se da un golpe en el pecho sosteniendo una mirada desafiante. Conviene llevarse bien con ellos, dado su carácter agresivo y belicoso.

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Como digo, hay en los klin­ gon y en su lengua mucho de hu­ mano, a pesar de todo y no sólo por coincidencia. También por oposición. En realidad este tipo de personajes respetan algunos límites sin los que el relato no sería operativo. Seguramente el gran límite infranqueable de la literatura y el cine fantástico se halla en el lenguaje. El lengua­ je es el instrum ento para contar una historia, así que sólo so­ metiéndonos a sus reglas, será posible contarla y no debemos olvidar que un relato de ciencia ficción es ante todo un relato, una historia para ser contada. Desde este punto de vista, las re­ glas que rigen el lenguaje cons­ tituyen un serio límite al que todo relato debe someterse. Re­ cordemos la célebre cita a este respecto de Wittgenstein en su Tractatus: “Los límites de mi len­ guaje significan los límites de mi m undo” (Wittgenstein, 5.6). Los límites del lenguaje a los que aquí desearía referirme pueden establecerse en los tres planos en que tradicionalmente podemos ocupamos del lengua­ je: el plano semántico, el plano sintáctico y el plano pragmático. El plano semántico se refiere al significado de las palabras y el sintáctico a las relaciones en­ tre las palabras. El pragmático, que se refiere al uso de las pa­ labras, fue descuidado por mu­

’ek y los derechas httntattos

Robert Alexy - Alfonso García Figueroa cho tiempo hasta que algunos autores entre los que destaca el filósofo John L. Austin, destacó la im portancia de lo que hace­ mos con las palabras además de lo que decimos con las palabras en su célebre recopilación Cómo hacer cosas con palabras (Austin 1981). Veamos qué tiene que ver todo esto con la literatura fan­ tástica. La literatura y el cine, por fantásticos que sean, se someten claramente a reglas semánticas y sintácticas. Como nos dice Sear­ le: “es esencial pensar que inclu­ so en Caperucita roja, roja signi­ fica 'roja'. Las convenciones de ficción no cambian el significado de las palabras u otros elementos hngüísticos" (Searle 1980, 87; ci­ tado por Escandell 1996, 205). Sin embargo, este sometimiento en los planos semántico y sintác­ tico quizá no sea tan evidente o presente alguna particularidad en el plano pragmático, aquél en el que un relato es un acto de ha­ bla, un juego de lenguaje. Explo­ rando esta dimensión pragmáti­ ca, adelantamos algo del trabajo que nos espera cuando presente en su momento la teoría de Ro­ bert Alexy. Como ya he señalado, en el plano pragmático, la cuestión no es qué se dice (en el plano semántico), sino qué hacemos al decir algo. Con las palabras no sólo decimos cosas, sino que

hacemos cosas. Por ejemplo en Star Trek. Némesis, el oficial Ryker ha contraído matrimonio con Deanna Troi. Es de imagj. nar que cuando el oficiante dirigiéndose a la pareja profiere las siguientes palabras u otras semejantes: "Yo os declaro ma­ rido y mujer" no sólo dice algo. Además está transformando la realidad institucional, en el sen­ tido de que, entre otras cosas, se están generando derechos v obligaciones de diversa índole entre los contrayentes. Para que esta transformación institucio­ nal (jurídica, al menos) lenga lugar, es necesario seguir cier­ tas reglas. Si no se cumplen las reglas, no hay transformación institucional. Desde un punto de vista pragmático, un relato fantásti­ co comporta una limitación in­ eludible: un relato fantástico es ante todo un relato y sólo hay relato si puede ser comprendido por seres humanos. SÍ un relato no es inteligible para los seres humanos, entonces no es un re­ lato. En tal caso se infringe una regla constitutiva del juego de lenguaje que conocemos como contar una historia: quien relata debe observar una pretensión de inteligibilidad. Por tanto, serían reglas de este juego que la histo­ ria debe poder ser comprendida (en un sentido muy amplio) por un interlocutor humano (por-

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I Estos son tos viajes de la nave interestelar Enterprise.

¿e algún interés para alguien (en principio humano) (porque fe ]o contrario nadie querrá e s ­ cucharla), etc. Cuando no cum ­ plimos con estas reglas constitu­ tivas dejamos de jugar al juego del relato del mismo modo que el ajedrecista que aprovecha­ ra su tum o para mover el peón cuatro casillas en diagonal no estaría incumpliendo ninguna obligación, sino que simplemen­ te estaría dejando de jugar al ajedrez. Si el relato fantástico no respeta estas reglas constitutivas que vinculan el relato a un cierto mínimo d e vinculación a la reali­ dad de un elemento tan esencial de la condición hum ana como son ciertas reglas del lenguaje, el relato fantástico es inviable porque no puede ser un relato. Sin embargo, la literatura fantástica, el cine fantástico y los actos de habla consistentes en narrar una ficción en general parecen apartarse de algunas re­ glas de los actos de habla constatativos. Por ejemplo, cuando alguien cuenta un relato fan­ tástico no pretende que se tome por cierto lo que cuenta, aunque tampoco necesita que le digan que lo narrado no es verdad. Supongamos que usted se halla cómodamente sentado en una butaca frente a la televisión y escucha la fórmula de presenta­

ción clásica de Star Trek alterada en los siguientes términos: El espacio, la última frontera. Estos son los viajes de la nave interestelar Enterprise en una misión que duraré cinco años, dedicada a la exploración de mundos desconocidos, al descubrimiento de nuevas vidas, nue­ vas m kaciones, hasta alcanzar lugares adonde nadie ha podido llegar... ¡PERO A10 SE LO CREA, ES TODO UNA BURDA FICCIÓN!

Seguramente usted no pen­ saría que el locutor se ha vuelto loco por pensar eso (por muy trekky que sea, usted tampoco cree que la Enterprise esté dan­ do vueltas por ahí ni considera que lo hará en el futuro como en la serie), pero en cierta forma podría tom ar al locutor por un aguafiestas que estaría rom pien­ do la magia del relato que con­ siste en fingir relatar unos he­ chos. Por eso nos dice Richard Ohmann que la fuerza ilocutiva (que reside en lo que se hace cuando se dice algo) de la obra literaria es mimética (Ohmann 1987, 28). Se imita un acto de habla como contar lo que ocu­ rre, aunque tanto el emisor como el receptor sepan que ello no ha ocurrido jamás. Todo relato de fantasía requie­ re así pues una mínima confor­ midad con la realidad de nuestras prácticas comunicativas, pero una vez satisfecha esta conformi­ dad mínima que asegure la inteli­ gibilidad del relato, constatamos que la fantasía es un discurso mi-

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Si car Trek y los derechos h u m m w s

qUe de lo contrario no podrá ser contada a nadie), que debe ser

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Robert Alexy - Alfonso García Figueroa

^ j mético que se nutre de la realidad J» i pero al mismo tiempo se opone a ^ ! w ¡

j la realidad (lo cual es otra forma ; de ajustarse a ella como veremos ¡ a continuación). -

4: 1.8. Hasta lugares adonde nadie ha podido | j llegar... Disíanciamiento práctico Q ] Como he venido anticipangado a la conclusión de que en ^ í do, sólo con una mirada ingenua muchos casos la ciencia ficción %¡¡ | o superficial a la ciencia ficción obedece a una ideología pura­ 1 cabría interpretar el distanciamente legitimadora del orden y ^ j miento en el tiempo y el espacio los valores establecidos. La críti­ ca feminista ha puesto de relieve ^ 0 | inherente a este género cinemaeste extremo con particular on ^ j tográfico como un alejamiento * | despreocupado y hedonista (por Casis. El papel de las mujeres efj ^ | otra parte legítimo) orientado a las películas de ciencia ficción ] un entretenimiento sin mayores 1 ha presentado tradicionalnu-'n te un carácter subordinado y ^ j aspiraciones. El cine de ciencia puramente adjetivo. Si bien e¡¡ k j ficción con todo su potencial cierto que películas como Alien, | de evasión también presenta de Ridley Scott, sitúan en É¡ (f) j un fuerte potencial para la re| flexión. Una reflexión orientada centro del relato a mujeres muy lejos de esas frágiles damiselas 1 a la comprensión de nuestra que asumen una posición mera­ i realidad (cómo es el mundo) y - al replanteamiento de nuestros mente ornamental, seguramente j ideales (cómo debe ser el mun- ! persiste en muchas películas de ciencia ficción una tendencia | do). Cuando la ciencia ficción (o que puede ser significativa. En I su interpretación) elude el pri? m er tipo de reflexión completael peor de los casos, el cine al menos hace visible esa parte de | mente se convierte en un mero la realidad social susceptible de 1 instrum ento de evasión. Cuando crítica. En suma, las altematíj renuncia al segundo, la reflexión sobre nuestros ideales y la po- ; vas espurias que la ciencia fiej sibilidad de replantearlos, en- ; ción plantea a la reflexión son, ] tonces el cine de ciencia ficción i por así decir; la pura evasión y ! corre el riesgo de contribuir a la ; la pura genuflexión del espíritu: | legitimación de lo existente. Por i crítico. Ninguna de estas dos ací esta vía algunos autores han lie- • tividades habrá de interesamos t í

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¡ Estos son los viajes de la nave interestelar Enterprise.. aquí salvo para denunciar sus riesgos. Como ya se ha indicado, Star frek discurre lejos en el tiempo y el espacio. Algunos autores consideran precisamente esta sensación de distancia como uno de los elementos esenciales del relato de ciencia ficción. Sin embargo, esta tom a de distan­ cia puede practicarse con fines diversos. Ciertamente podemos alejarnos de algo para huir de ello o simplemente para diver­ tirnos, pero también podemos tomar distancia precisamente con el propósito contrario: para verlo mejor y tomárnoslo más en serio. La distancia puede servir­ nos, pues, para ver mejor lo que la proximidad paradójicamente distorsiona. La frase de Ortega con que Ceram abre su obra más popular, Dioses, tumbas y sabios (Ceram 1985), expresa esta idea: Quien quiera ver correctamente la época en que vive debe contemplarla desde lejos. ¿A qué distancia? Es muy sencillo: a la distan­ cia que no permite ya distinguir la nariz de Cleopatra.

Si el historiador busca una cierta distancia para estudiar en sus justos términos el pasa­ do, parece razonable pensar que el mejor modo de comprender nuestro presente consista en situarnos en algún futuro más o menos verosímil. Este futu­ ro puede adoptar diversas for­

mas, entre otras cosas porque el futuro lo es siempre respecto de un presente que hace conjeturas sobre él. Por otra parte podemos construir a partir de ese presente futuros de diverso signo: se puede tratar del fu turo que a nosotros nos gustaría (utopías), el que nos disgustaría (distopías), el que prevemos si todo sigue igual... Lo im portan­ te aquí es que, sea cual fuere ese futuro (que, subrayo, anticipa­ mos primero y construimos lue­ go nosotros), parece claro que imaginarlo nos puede ayudar a comprender mejor nuestro pre­ sente y a formular criterios para evaluar su viabilidad y sobre todo su valor moral. Parece un contrasentido, pero la fantasía se revela así como un instrumentó al servicio de la objetividad: objetividad teórica (la que nos debe guiar para decir cómo es el mundo ahora) y objetiyidad práctica (la que nos debe guiar para decir cómo debería ser el mundo del porvenir). Sin embargo, antes de avan­ zar quizá conviniera introducir alguna precisión acerca de nuestra concepción del presen­ te y el futuro. Presente y futuro son nociones a todos familiares. Sin embargo, presente y futuro son "distensiones del alma” (por usar la poética imagen de San Agustín) y en tal medida sujetas a nuestra percepción del paso 67

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Robert Alexy - Alfonso García Figuerot j del tíempo. Y digo esto porque i seguramente la velocidad de las | transformaciones tecnológicas y \ sociales de nuestro mundo está ] aproximando de algún modo í presente y futuro, o nuestra peri cepción de ellos. Las sociedades I ideales a las que voy a referirme ] ya no son meras hipótesis imposi\ bles con aspiraciones regulativas, I sino que poco a poco se intentan j sentar las bases para que algunas | de ellas se hagan efectivas. Esta ! (por así decir) inminencia del 1 futuro se advierte de forma parti| cularmente llamativa en un con| junto de científicos y pensadores j norteamericanos que se han dado j en autodenominar "extraplanos”, j Este movimiento nacido a princij pios de los 90 pretende optimizar 1 la vida de los seres humanos. Para | ello sus miembros investigan las j posibilidades de prolongar la vida 1 humana a través de instrumentos 1 como la crionización ("congela j tu cabeza para salvar tu culo" es | uno de sus lemas más rotundos) o j la transferencia a soportes infor1 máticos de toda la información | contenida en nuestros cerebros. 1 Los extropianos también fundan ¡ sus esperanzas en el desarrollo \ de una nanotecnología que perj mita reconstruir los daños que I podamos sufrir a nivel celular y, j coherentes con su optimismo, | desarrollan estudios de econoi mía bajo sociedades de seres j humanos virtualmente eternos.

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Max More, presidente del Extropy Institute y uno de sus teóricos fundamentales, condensa en los siguientes principios su ideario “transhumanista” (More 2006): 1. Progreso Constante - En ; busca de más inteligencia, sabii duría y eficacia, una duración ; indefinida de la vida, y la supre; sión de límites políticos, cultura; les, biológicos y psicológicos a la i propia renovación y realización. ? En constante superación de r<*s : tricciones en nuestro progreso v ; posibilidades. Expandirse por l*1 i universo y avanzar sin fin. 2. Auto-Transformación ■ - A través de la afirmación de 5 una constante mejora moral, í intelectual y física, a través del ! pensamiento crítico y creativo, í la responsabilidad personal y la 5 experimentación. En busca del ’ crecimiento biológico y neuro- ; i lógico junto a un refinamiento ¡ emocional y psicológico. 3. Optimismo Práctico -- Ac: tuando con expectativas posii tivas. Adoptando una actitud ; racional basada en el optimismo i en lugar de la fe ciega y el pesi-; ¡ mismo paraHzante. 4. Tecnología Inteligente | Aplicando la ciencia y la tecnolo: gía de forma creativa para tras; cender los límites “naturales” ; impuestos por nuestra herencia 1 biológica, nuestra cultura y en¡ tomo. Pretendiendo la tecnolo: gía no como un fin en sí mismo,

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6 . Auto-Dirección - Bus­ cando el pensamiento indepen­ diente, la libertad individual, la responsabilidad personal, la autogestión, la autoestima y el respeto a los demás. 7. Pensamiento Racional Apoyando la razón en lugar de la fe ciega y cuestionando por encima de los dogmas. Perma­ neciendo abiertos a los desafíos a nuestras creencias y prácticas en pos de una mejora constante. Aceptando la crítica de nuestras creencias actuales y estando abiertos a nuevas ideas. La sensación que provo­ ca este tipo de escritos es que presente y futuro se están di­ solviendo de forma análoga a como realidad e imaginación lo hicieron en el paso del siglo XDÍ al XX en la literatura fantástica según vimos anteriormente. El volumen de ciencia ficción que

En cierta ocasión, en la Edad de Piedra, usted y yo estamos discutiendo sobre el futuro y yo predigo que dentro de los próximos diez años alguien inventará la rueda. “¿Rueda?", pregunta usted. “¿Qué es eso?” Entonces yo le describo la rueda, enoontrando palabras, sin duda con dificul­ tad, puesto que es la primerísima vez que se dice lo que serán un aro, los radios, un cubo y quizá un eje. Entonces hago una pausa, pasmado: “Nadie inventará la rueda, porque acabo de inventarla yo". En otras palabras, la invención de la rueda no puede ser predicha. Una parte necesaria para pre­ decir esa invención es decir lo que es una rueda (Maclntyre 2001,122).

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Trek y tas derechos h u m a m o s

estática.

se está haciendo real, que se está materializando en nuestra tec­ nología y en nuestras teorías, es tal que en cierto modo la propia ciencia ficción está perdiendo parte de su status tradicional. La dialéctica entre presente y futu­ ro ha quedado distorsionada en alguna medida. Eso no significa que el futuro sea más previsible. En realidad la imprevisibilidad es un factor ineludible cuando hacemos conjeturar acerca de cómo será el mundo, la tecno­ logía y la sociedad del porvenir. Existen muy diversas fuentes de imprevisibilidad, pero un ejem­ plo divertido e ilustrativo debido a Popper es el de la "innovación conceptual radical” invocado en su argumentación sobre la imprevisibilidad en las ciencias sociales por Alasdair Maclntyre, quien lo relata así:

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sino como medio efectivo para la mejora de la vida. 5. Sociedad Abierta -- Apo­ yando órdenes sociales que po­ tencien la libertad de discurso, de acción y experimentación. Oponiéndose al control social autoritario y apoyando el impe­ rio de la ley y la descentraliza­ c ió n del poder. Optando por la negociación en lugar de la ba­ talla, y el intercambio en lugar de la coacción. Honestidad para mejorar, en lugar de una utopía

h u m a n os Star Trek y l os derechos

j Robert Alexy - Alfonso García Figueroa i I Por tanto, existen (creo que ; mana. Dado que hasta la fecha \ afortunadam ent) innovaciones i la discusión sobre cuestiones de f conceptuales radicales que es- ; género se suscitan entre perso¡ capan intrínsecamente de toda i ñas que lo tienen, incorporar al j previsión sobre el futuro. Con ; debate un interlocutor carente j estas cautelas, el mecanismo i de él seguramente nos abra una nueva perspectiva. En otras pa| psicológico que asiste a nuestra | reflexión ante las películas de i labras, se trata de replantear los | ciencia ficción consiste en ale- ; entimemas de nuestro discurso | jarnos del presente y la realidad : teórico y moral. Los entimemas | cotidiana para alcanzar mayor ‘ son aquellos enunciados que j objetividad, que es en el fondo a i no hacemos explícitos en nuesi lo que también aspira el velo de * tros razonamientos por resultar j ignorancia rawlsiano y la idea- ¡ obvios en la comunidad de ha| lización de la situación ideal de ; blantes. Los ejemplos de esto \ diálogo haberm asiana que esta- ; utilidad que nos ofrece Star Trek 1 mos a punto de ver. La mimesis ! son numerosos: en el episodido j es un rodeo para hablar mejor ; "Ángel Uno” de la serie original i de lo real y de lo que debería ser * se nos m uestra una soc ledad | real. De esta forma la ciencia fic- ; m atriarcal que discrimina a los | ción es profundamente evasiva a ! hombres en términos parecidos ¡ prim era vista, pero una vez in- í a los que padecían las mujeres ] mersos en ese mundo fantástico, * en nuestro siglo XIX; en "Sole| adquirimos una nueva perspec- í dad en compañía" (de la Nuevo. j tiva para estudiar el presente. i Generación) se nos cuenta que 1 Como afirma Telotte, la ciencia ; los miembros de la Enterpn se va i ficción constituye "una forma ¡ no comen carne, sino un corn1 de desfamiliarizar la realidad ; puesto y el capítulo "Justicia" | por medio de distintas estrate- : de la misma serie transcurre en ] gias genéricas y así reflexionar : un planeta, Rubicun III, donde j sobre ellas de un modo efecti- ¡ reina una alegre promiscuidad | vo” (Telotte 2002, 13 y 195). De 1 sexual, pero al mismo tiempo j esta forma lo obvio deja de serlo ¡ una férrea normativa penal que | y puede ser objeto de revisión. ; impone la pena de muerte a quie­ nes cometan actos tan inocentes | Por ejemplo, en "El paria”, el i comandante Ryker le explica a ; como invadir una zona que esta ] la comandante Soren, de la raza ; prohibido pisar o romper por ac! asexuada de los J’naii, las dife- : cidente un invernadero (lo cual ¡ rencias entre hombres y mujeres ¡ sirve al capitán Picard para re1 y lo que implican para la vida hu- 1 cordar que la pena de muerte fue

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I Estos son los viajes de la nave interestelar Enterprise... abolida en la Tierra hace mucho

tiempo y que han concentrado suS esfuerzos en investigar las causas de la delincuencia para actuar sobre ellas). La ciencia ficción pone así al descubierto nuestros entimemas, particularmente los entijnemas prácticos, lo que equi­ vale a decir que pone en tela de juicio nuestros prejuicios. Así es como nuestros afectos se ven tamizados por una adecuada deseontextualización y el pen­ samiento se aligera. De ahí que Darko Suvin se refiera a la cien­ cia ficción como una "literatura de distanciamiento cognitivo” (Suvin 1979, 104, citado Telotte 2002, 13). Como vengo di­ ciendo, existen dos ámbitos del pensamiento a los que este dis­ tanciamiento puede contribuir: el pensamiento teórico (que nos dice cómo es el mundo) y el pensamiento práctico (que nos dice cómo debe ser el mundo, es decir, el pensamiento que busca establecer normas). Es aquí don­ de la fantasía también puede ser no sólo una descripción más fiel de la realidad, sino una subver­ sión de la realidad. Como vimos, según Rosemary Jackson lo fan­ tástico se define negativamente por oposición a la realidad. Esto presenta unas consecuencias ideológicas importantes. Dado que la literatura decimonónica realista presentaba unas raíces

burguesas, la literatura fantás­ tica se erigió en un género sub­ versivo que hundía sus raíces en el género literario tradicional de menippea, en el que se inclui­ rían obras como El Satiricón de Petronio, que buscan sobre ! todo una provocación mediante I la subversión de ciertas pautas Ii W sociales al estilo de las prácti­ cas del carnaval (Jackson 1981, 14 ss.). La tesis de Jackson es, en fin, que el fantástico es un 2(b género intrínsecamente subver­ ñ **** sivo. Veamos dos ejemplos que O W ilustran cómo el alejamiento 0) en el tiempo y espacio ha sido considerado un medio idóneo para conseguir mayor objetivi­ \ dad práctica: la literatura sobre sociedades ideales y un famoso í & test de justicia de la filosofía de John Rawls. Un precedente fundamental para comprender cómo la im a­ ginación se pone al servicio de la crítica social es la literatura sobre sociedades ideales. En nuestro país Miguel Angel Ra­ miro ha escrito un cuidadoso es­ tudio (Ramiro 2002) sobre la re­ levancia jurídica de la literatura utópica. En él se nos ofrece una útil taxonomía de la sociedades ideales en tom o a cinco mode­ los fundamentales: Abundantia, Naturalia, Moralia, Millennium y Utopía. • Abundantia es el nombre con que Ramiro se refiere a cier­

Robert Alexy - Alfonso García Figuero ^ 1 tas sociedades ideales (Cucaña O 1 o Jauja, por ejemplo) en que ha S i i desaparecido la escasez m ate­ S i rial. La naturaleza feraz sacia £ s « \ más allá de lo imaginable las m 1 necesidades básicas de sus habi­ *S£ I tantes. Desde este punto de vis­ ^ ¡ ta, se trata de algo así como del O sueño de los menos favorecidos «£ U I de la sociedad cuyo ideal radica *> i en tener cubiertas hasta la sacie­ ^ i dad necesidades elementales. • Moralia. A diferencia de ^ | Abundantia cuyo carácter ideal ^ i se basa en la generosidad de la O I naturaleza, Moralia designa el tipo de sociedad ideal basado en la elevación moral operada en sus miembros a través de una regeneración moral, una eupsik i quía. « 1 • Naturalia. A medio camino *4 i entre estos dos modelos ideales, O o! basados respectivamente en la idealización de la naturaleza o en la de los hombres, se halla Natu­ ralia. En esta Arcadia, la dulzu­ ra de la naturaleza es armónica con la bondad de sus hombres. Naturalia designa, pues, la edad de oro a la que volver desde la edad de hierro. • Millennium. Por su par­ te, semejante a Moralia se nos presenta Millennium. En Millen­ nium los hombres se sustraen de los defectos morales merced a la transformación espiritual que provoca la venida de Dios a la tierra.

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• Utopia. Estos cuatro rri0. : délos precedentes excluyen cada : uno a su modo dos de los presa. ; puestos que explican la existen; cia del Derecho (ese tipo de con. i diciones que llevan nada menos ; que al positivista H.L.A. Hart : (1992, 239-47) a hablar de un ; “contenido mínimo de Derecho : natural”). Fundamentalmente: ; la escasez de recursos y la defeci tuosa catadura moral del ser hu; mano; así que no es de extrañar i que los cuatro modelos antcrio; res no contemplen la necesidad ¡ de normas; no es de extrañar que 1 sean aném icos. La existencia de ¡ norm as jurídicas pierde sentido 1 donde no son necesarias. Utopia ; es en cambio una sociedad idea; 5 nómica (donde hay normas por ! necesarias) y esto la distingue : del resto de sociedades ideales | decantadas por Ramiro en su ini teresante trabajo. Lo ideal de la : Utopia de Tomás Moró radica cu i las sabias normas que rigen esa ¡ sociedad. Utopia es la sociedad i ideal nómica por excelencia. Al principio subrayé algunas i diferencias entre Star Trek y Star [ Wars a este respecto. La sociei dad ideal que presupone Star 1 Wars a través de su mesianismo y su misticismo jedi parece | más bien milenarista. El fin de ; los conflictos está vinculado al 1 triunfo de una determinada fe a i la que los caballeros jedi contri1 buirán como una militia armata,

; Estos son los viajes de la nave interestelar Enterprise... (recordemos la férrea prohibi­ ción de interferir en la vida de otros mundos) y procedimien­ tos judiciales (particularmente interesante es el del capítulo titulado "El juicio del tam bor”, el mejor de la cuarta temporada de la Next Generation, donde se nos llama la atención sobre la importancia de la presunción de inocencia). Algunos autores, como Habermas han destacado el papel civilizador del Derecho como instrum ento necesario para la garantía de ciertos de­ rechos humanos, mientras que otros han puesto énfasis en el carácter intrínsecamente per­ verso de un orden normativo respaldado en última instancia por el uso de la violencia. Con toda probabilidad, Star Trek se sitúa más próximo a la primera alternativa. El Derecho persiste en una sociedad relativamente ideal a cuya consecución ade­ más la propia existencia de un orden normativo contribuye. El segundo ejemplo de distanciamiento cognitivo al servi­ cio de la objetividad en el ám­ bito de la razón práctica, nos lo proporciona un conocido expe­ rimento m ental que nos propo­ ne la célebre teoría de la justicia de Rawls (1978). La pregunta ¿cómo debería ser la sociedad? es una pregunta que correspon­ de resolver a la filosofía política y una de las teorías de filosofía

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Stnr Trek y tos derechos hum em os

, 3 su manera litterata, que lu­ cha P°r derrocar el lado oscuro de la fuerza. Bien distinta es la situación en Star Trek. La socie­ dad de Star Trek parece relativa­ mente igualitaria y el multiculturalismo de las tripulaciones de la Enterprise indica la supe­ ración de cualquier forma de racismo. Además en Star Trek se han resuelto algunas tensiones fundamentales de los sistemas de producción capitalistas que han permitido una conviven­ cia razonable. Para llegar a ese punto han pasado m uchas co­ sas. Como nos recuerda Data en "Que entren los clones”, a prin­ cipios del siglo XXII acabó la III Guerra Mundial con el triunfo de una ideología utópica, el trascendentalismo, fundado por Liam Dipham que proponía una especie de vuelta a la naturale­ za (una Naturalia en la que se mantiene la caótica y bucólica colonia Bringloidi) y que da lu­ gar al prim er Gobierno mundial, llamado "Hegemonía Europea”. Es por aquel entonces cuando Cochrane inventa el m otor de curvatura y se entra en contacto con los vulcanianos por vez pri­ mera. Sin embargo la sociedad de Star Trek no está exenta de una organización por medio de nor­ mas. En Star Trek con frecuen­ cia se hace referencia a grados jerárquicos, norm as jurídicas

*e/c y los derechos

humamos

Robert Alexy - Alfonso García Figuerot

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] m oral y política más importan1 tes del siglo XX, la teoría de J John Rawls, se basa en una his[ toría fantástica, la historia de los j POLs y los POPs en la termino1 logia de R.M. Haré (vid. Atienza | 1985, 158 ss.). Los POLs {people | in ordinary life) son individuos i que viven en nuestro mundo, j Son tipos como usted (supongo) :jj y como yo. Son conscientes de su I condición sexual, racial, física, s nacional, lingüística, política, ! económica, religiosa etc. Cuan! do preguntamos a un POL cómo | debería ser la sociedad, normal| mente observamos que los POLs i no responden igual cuando son j hombres blancos, sanos, estadoi unidenses, angloparlantes, con | pleno ejercicio de sus derechos j civiles y políticos, protestantes | y ricos, que cuando se trata de 1 mujeres negras, enfermas de | SIDA, africanas, kiswajilipar| lantes, exiliadas, animistas y po| bres. Quizá si pudiéramos llevar a los distintos POLs a un punto | de partida común y convertirlos ¡ en POPs (people in original posi¡ tion) cubriéndolos con un velo | de ignorancia que tornara invií sibles todos esos rasgos a los que 1 acabo de aludir, entonces habría i más imparcialidad en sus juicios y, por tanto, más objetividad. Es | de imaginar que se trataría de | hacer una encuesta a los fetos durante su periodo de gestación i cuando no saben aún nada de

; sus ventajas y desventajas al ver i la luz de un m undo exterior en ; que es m uy posible que les espe1 re la miseria y muy raramente ' una riqueza sin límites. Según i Rawis si los POPs pudieran dis' cutir entre ellos para establecer : unos principios de justicia lie; garían a una serie de directrices : para diseñar una sociedad bien ; ordenada. Concretamente acor; darían que cada uno tuviera ía 8 mayor libertad posible compatiÉ ble con la de los demás (mi li; bertad term ina donde empieza í la del otro, suele decirse) y que ; las desigualdades sólo ex is l iera n í en la medida en que ello se tra* dujera en la m ejor situación po; sible para el más desfavorecido. ; Este segundo principio se basa ! en que el velo de ignorancia ha5 bría de inclinarnos por cierto ! igualitarismo, pero no por un i igualitarismo tan ciego, que se ; limite a repartir miseria. Imagii nemos, pues, que los sextillizos ; de Bollullos del Condado (ese i tótem a la fecundidad del anec; dbtario patrio) pudieran discutir s durante su gestación sobre estos ; asuntos. Según Rawls esos sex; tillizos arribarían, siempre que ; fueran razonables, a esos prini cipios de justicia. El poder ob| jetivizante de la distancia de los i POPs y del propio experimento 1 es una m uestra de que la fani tasía puede ser un instrumento

Estos son los viajes de la nave interestelar Enterprise...

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Trek y tos derechos hum em os

: pandir el solipsismo kantiano que presuponía que el ser humano podría llegar con el mero ; recurso a la razón a conocer qué : está bien o mal, para sostener = que debemos reconvertir el dis; curso moral en algo menos so: lipsista y más abierto al debate. 1 Actualmente, como nos dice R. : M. Haré, “el Reino de los fines 1 no es un reino, en realidad, sino ; una democracia con igualdad 1 ante la ley” (Haré 1999, 29). La : teoría moral de Alexy descansa 1 en buena parte sobre las apor­ ■ taciones de Habermas y ahora veremos de qué manera.

Star

para conseguir objetividad, imparcialidad. También Habermas ha acu­ bado una figura próxima con la noción de ‘situación ideal de diálogo”. Si los sujetos afectados en una controversia pudieran discutir bajo una situación ideal en que no hubiera violencia y se respetaran ciertas reglas procedirnentales, entonces podríamos {legar a conclusiones justas. Habermas, el últim o gran representarite de la escuela de Frankfurt de Adorno, Marcuse o Horkheimer, lo que hace con ello es ex-

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nteriormente vimos determinar si la _propjedad. de que a la filosofía del la justicia o la corrección moral Derecho le preocupan es unajgrogiedaa necesaria del al menos tres cuestioc«fí^M ^e1S© rk:hoT ^3^‘''eñ nes: 4júé_sea)el Derecho (teoría otras palabras, si todo sistema del Derecho), gu l deha sei\el De­ jurídico es justo en alguna me­ dida y, por tanto, deja de ser un recho (filosofíaj n o n d x p o l í t o ) sistema jurídico si no es en algu­ y cómo cM o c m o l -el Derecho (teoría de la ciencia jurídica). na medida justo. Puede que a usted le parez­ Robert Alexy ha dado respuestas niuy influyentes y originales al ca que ello no tiene mucho in­ menos a las dos primeras cues­ terés. Si es así le propongo a continuación que reconsidere su tiones. Veamos en qué sentido. A la pregunta qué sea el postura. Trasladémonos con la Derecho, esto es, cuáles sean imaginación a Nuremberg tras la segunda guerra mundial. Allí las propiedades necesarias del concepto de Derecho, se ha fueron procesados una serie de respondido que el Derecho es dirigentes del Tercer Reich por un tribunal internacional. Entre un conjunto de normas, entre otras cosas, estaban acusados las que rigen relaciones lógicas (esto es, se trata de un sistema de haber dado muerte a seis de normas) respaldadas por san­ millones de judíos en campos ciones, aceptadas con mayor o de exterminio. El problema fun­ menor unanim idad entre fun­ damental que se plantea aquí es si es posible condenar jurídica­ cionarios o ciudadanos, más o menos eficaces en cuanto a su mente a los procesados cuando aplicación, con un elevado gra­ ellos en realidad estaban cum­ do de institucionalización que pliendo con su deber de seguir requiere normas que atribuyan normas jurídicas (las de la Ale­ competencias y definan procedi­ m ania nazi). Por tanto, aquí es mientos, etc. Sin embargo existe importante saber cuándo una una propiedad que ha preocupa­ norm a es jurídica; cuándo deci­ mos que un sistema de normas do más que ninguna otra a los teóricos del Derecho. Se trata de

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’ek y los derechos

h u m a n os

Robert Alexy - Alfonso García Figueroa

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es Derecho. Las opciones son en principio dos. • Primera: si la corrección moral .cs. una propiedad necesaría de todo sistema jurídico conj céptualmente (ño existen Dere] cHos injustos, como no existen ] triángulos de cuatro ángulos), I entonces el Derecho nazi no era | Derecho porque era injusto y j los dirigentes nazis pueden ser 1 condenados (de acuerdo con el | Derecho genuino que universal! mente nos vincula) sin que puef dan excusarse en un comportaj miento conforme a Derecho (un | (Derecho espuria, la contingente ¡ y'capn'cKosa voluntad de un lei gislador nazi). | . Segunda: si, por el con| trario, la corrección m oral no | es una propiedad necesaria de todo sistema jurídico (existen | sistemas jurídicos justos, injusj tos, injustísimos e indiferentes), | entonces el Derecho nazi era ; injusto, pero era Derecho. Los i dirigentes nazis actuaron con1 forme a Derecho y la condena de | éstos tiene lugar a partir de nor1 mas vigentes con posterioridad | a la comisión de esas acciones. I En tal caso es necesario justifi| car la aplicación retroactiva de ] normas, puesto que en principio - aplicar nuevas normas retroactij vamente no suele ser buena idea: i por muy probo que yo sea en el | cumplimiento de las normas, J ¿cómo voy a cum plir conscien-

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temente con normas que todavía no sé qué dicen?¿Con qué dere­ cho se me puede castigar por la infracción de normas que no po­ dían motivar mi conducta en el r momento de llevarlas a cabo? La ; respuesta podría ser que por la i misma razón porque la ignoran cia de las normas no exime de su cumplimiento (este argumea- ■ 5 to fue utilizado alguna vez por i Kelsen). Sin embargo, ignorar 1 que una norm a existe presupone ! que al menos es posible cono ; cerla en ese momento y yo (que: ¡ no soy un oráculo) no puedo en 5 cambio ni siquiera conocer (jul* í norm as serán dictadas en el fu-; ; turo. Ahondar en esta cuestión i nos llevaría muy lejos y no es i : necesario hacerlo aquí, así que: ! volvamos a nuestro argumento • central. En Alemania se ha seguido : la prim era estrategia fundamen¡ talm ente a partir de la llamada fórmula de Radbruch que afir­ m a que cuando una norma legal es extremadamente" injusta-, na es Derecho. De acuerdo con este i planteamiento, las normas que:; 1 hicieron posible la muerte de ¡ seis millones de judíos eran ex1 trem adam ente injustas y en tal i medida n_o eran genuinamente [ jurídicas.Alexy es unclefensor de ; esta tesis, pero la ha actualizado : y la ha apuntalado con una justi¡ ficación más sofisticada basada en algunos instrumentos con los

2, la filosofía jurídica de Robert Alexy que venimos familiarizándonos

sistema jurídico, en principio vemos un conjunto de enuncia­ en las secciones precedentes. Alexy defiende que todo De­ dos recopilados en grandes códi­ gos y repertorios de legislación. recho presenta una dimensión Pero algunos autores han desta­ moral. Todo Derecho es en algucado que el Derecho no sólo está na medida justo o, en palabras compuesto por esas normas, de Alexy, "Todo Derecho erige una pretensión de corrección”, sino también por otras más o gn última instancia esto signifi­ menos implícitas que tam bién obligan a los jueces en los casos ca que la cuestión "¿Cómo debo comportarme jurídicam ente?” difíciles, cuando los códigos no no puede responderse aislada­ nos dan una respuesta definitiva a la controversia planteada. El mente de la cuestión "¿Cómo debo comportarme moralmen­ Derecho no es tanto un sistema o de normas estático, como un te?” Como diría el propio Alexy: conjunt a r e .argumentos de los el razonamiento jurídico es un que se sirve el.juéz^ Álexy pone caso especial de razonamiento énfasis en esta concepción ar­ práctico general. Si esto es así, entonces dos de las tres gran­ gumentativa del Derecho. Más des preguntas que intenta res­ im portante que la lógica de los sistemas jurídicos resulta así la ponder la filosofía jurídica (qué interpretación y justificación es el Derecho y cómo deba ser V de los materiales jurídicos que el Derecho) quedan imbricadas se integran en el discurso del porque no podemos responder a la primera sin atender también a jurista, i n t eresa más el razona­ miento jurídico que el sistema la segunda. Dicho de otra forma, toda teoría del Derecho debe jurídico. De hecho, la prim era gran obra de Alexy, Teoría de la comportar una ética (la ética del argumentación jurídica, se cen­ discurso en el caso de Alexy). En tra en la argumentación jurídica estos términos así de amplios, la de Alexy es una teoría del Dere­ y no propiamente en el sistema cho que se inscribe en la tradi­ jurídico (Alexy 1989). ción jusnaturalista e incorpora 2. Mm&mión.-mamLdel Dere­ cho. Como hemos visto, ese con­ una ética kantiana actualizada, la ética discursiva. Veamos con junto de argumentos jurídicos presentan necesariamente una algo más de detenimiento qué dimensión moral. Para fundar­ pasos sigue Alexy para alcanzar la, Alexy recurre a un argumento estas conclusiones. 1. Vtsiói^dmá>nica~del-Dere- que se sitúa en el nivel pragmáti­ co del lenguaje. En el nivel pragcho. Cuando contemplamos un

Star Trek y los derechas htim atíos

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Robert Alexy - Alfonso García Figueroa

\ m ático del lenguaje lo importaji- ; En tal caso se produciría lo qUe

j te.no es lo que decimos con las ; se ha dado en llamar una' £nf¡:-.

¡ palabras, sino lo que hacemos 1 c£rádícaón"wp ra rg tt^ o per. 1 con las palabras y ya hemos visto = fqrmativa. No se trata de un?, | lo que eso significa (supra 1.7). ; contradicción semántica como ¡ Desde este punto de vista, el len- = en "Spot está sobre e f feJpu¿ 0 ! guaje es una cuestión de actos de Spot no^stáT s obre ^el felpu_ | habla, de juegos de lenguaje que ¡ do". El acto dejiabla incurre en ! presuponen unas reglas y que se ; contradicción perforaiatrva n0 ] orientan a la comunicación. Si ; pofqücTdescriba de-forma incon! no hay comunicación, entonces ; sistente un estado de cosas, sitio j el acto de habla ha fracasado en i porque,estáJntón^gfl42 uraude | esa dimensión pragmática. Esto ; las reglas (la'^Sejobseivar una 1 significa que es r^cesarÍQ».cum- ¡ pretensión de verdad) que hacen j jplir con ciertas co'ndiciones para ; posible ejecutar el acto de habla ] :qüe un acto de había sea válido.. ¡ constatativo. De nuevo, quien no | Tomemos como ejemplo dos ac- 1 respeta la pretensión de verdad | tos de habla distintos que bien ] reiteradam ente acabará anto] podrían haber sido ejecutados 1 destruyéndose, como el pastor i por Data. Por un lado, un acto ! de la fábula al que nadie creyó i de habla constativo (mediante ; cuando pidió socorro para sal| el que se describe un estado de ¡ var a sus ovejas del ataque del | cosas que resulta ser verdadero 5 lobo. Su credibilidad había queo falso): "Spot está sobre el fel- ‘ dado aniquilada tras reiteradas j pudo” (Spot es el gato de Data) ■ solicitudes vanas de ayuda. Ha| y, por otro, un acto de habla ; bía perdido su capacidad de eje1 regulativo (i.e. m ediante el que : cutar el acto de habla de pedir i se dicta una norm a que guía la ; ayuda. ] conducta de otro): "¡Ponga la ¡ b) ¡Ponga la nave al servicio i nave al servicio de los Borg!" ¡ de los Borgl El acto de habla re] a) Spot está sobre el felpudo. ¡ gulativo (dictar normas) presen\ El acto de habla constatativo ; ta una pretensión de corrección, i (mediante el cual se describe un ¡ Imaginemos que Data ordenara | estado de cosas) presenta una ; desde el puesto de mando de la ] pretensión de verdad. Si yo no ■ Enterprise más concretamente: | creo que es verdad lo que estoy ; "¡Ponga la nave al servicio de los | describiendo, entonces mi acto = Borg, aunque ello será tremeda| no será válido. Imaginemos que 1 mente injusto porque morire| Data afirmara: "Sp¡ot está sobre i mos todos sin que haya razón ¡ el felpudo, pero yo no lo creo”. ; alguna para tal sacrificio”. Aquí

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La filosofía jurídica de Robert Alexy

se produce una contradicción | alguna teoría moral. La filosofía performativa, porque d ic ta r.; moral de Alexy es la teoría del

una norma consiste en em itir púíaT otro con eí fin He que ggiTs^ u n d o T a considere una razón para actuar. ¿Pero cómo podemos pretender que alguien considere una razón para actuar algo que no puede ser una razón para actuar porque carece de toda razón (corrección)? Dado que el Derecho está formado predominantemente por ñormas, las normas jurídicas presentan también una pretensión de corrección que debe observarse para garantizar su validez. Si una norm a no lo hace, entonces incurre en una contradicción performativa. Esta es la razón porque, según Alexy, una Constitución que contuviera el siguiente artículo estaría incurriendo en una contradicción performativa: "X es una república federal e injusta”. Dado que toda norma jurídica erige una pretensión de corrección, la corrección es una propiedad del concepto de Derecho (cfr. Alexy 1994). Por tanto, las normas extremadamente injustas del III Reich no son Derecho. No todas las leyes escritas son Derecho. El contenido del Derecho excede el de las leyes propiamente positivas (i.e. puestas por el legislador). 3. Ética discursiva. De esta forma toda teoría del Derecho se remite en últim a instancia a

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discurso (vid. Alexy 1995). La ética discursiva pretende ser una actualización de la ética kantia­ na, esto es, de la ética deontologista por excelencia y ya sabe­ mos lo que esto significa (supra 1.4 in fine). ¿En qué consiste la actualización? En lo fundamen­ 1 tal, la de Kant era una teoría : solipsista en el sentido de que 1 presuponía que cada individuo ■ podía acceder a verdades mora­ : les mediante la razón de forma j aislada. La gran transformación : que se opera en la tradición kan­ ! tiana gracias a Habermas, Apel y ; también Alexy consiste en que la ' ética deja de ser solipsista para ■ hacerse comunicativa, discur­ i siva. Para saber qué debemos ! hacer no basta con apelar a la ! razón, debemos tener en cuenta * que para resolver los problemas ; es necesario contar con la opi­ ; nión de individuos, ya sean seres ; racionales más o menos ideales i como los POPs, ya sean los afec­ * tados en el problema. El caso es ¡ que si dete n n inam os un proce­ ; dimiento racional (i.e. en que í todos puedan h a b la r .sm-jcoac; ciones y en libertadresp.eJ;ando ¡ ciertas normas) el re^ultado-de [ ese discurso habrá descr coprecto. Se trata de una forma de con­ ; jugar objetividad y subjetividad. I La objetividad nos la proporcio­ : na el procedimiento de discu-

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Star Trek y las derechas httmartas

Robert Alexy - Alfonso García Figneroa

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\ sión; la subjetividad nos la pro­ derechos fundamentales no fnn ís porcionan los participantes en cionan como reglas, sino corno i el discurso. Al menos a prim era principios. Lamentablemente j vista parece una propuesta muy los principios ( no nós~ ofreceií \ equilibrada y acorde con las ne- (tanta seguridad com olas reglas"^ ¡ cesidades prácticas de nuestras Sefíán'“ ej'emplüs"l3é^^incipios j sociedades crecientemente plulas normas de la Constitución 1 ralistas y multiculturales... española contenidas en el art | 4. fferechós fundamentalesT) 18.1 ("Se garantiza el derecho al | Una cuarta área de reflexión imhonor; a la intimidad personal y | portante para Robert Alexy es la familiar y a la propia imagen") j de los derechos fundamentales y en el art. 20.1.d. (“Se recono­ | (cfr. Alexy 1993). Según Alexy, cen y protegen los derechos (...) | los derechos fundamentales (el d) A com unicar o recibir libre­ | derecho a la vida, a la integridad mente información vera/, por i física, a la intimidad, al honor y a cualquier medio de difusión”). I la propia imagen, etc.) |o n j 3ra 5 El problema de estos principios i ’cipio^y no reglas. Es un ejemplo reside en que no pueden apli­ \lXe regla la norm a "prohibido carse de forma tan fácil como !a Ii vender alcohol a menores de 18 regla del alcohol. El prob] erna es i años”. Si Juanito se presenta en que precisamente los arts. 18.1 y ¡ mi bodega con 17 años, 364 días 2 0 .1 .d. pueden entrar en conflic­ | y 23 horas, entonces no puedo to. Si alguien toma fotos a otro i venderle alcohol, pero al cabo de m anera que su publicación j de una hora sí puedo vendérsepueda vulnerar su intimidad 1 lo. En principio (seguramente (art. 18.1) y el fotógrafo goza | sólo en principio), toda venta de al mismo tiempo del derecho a alcohol que se pueda imaginar comunicar libremente esa infor­ | queda claramente regulada en lo mación veraz (2 0 . 1 .d), entonces j relativo a la edad del comprador, el problema jurídico está servido j Los 18 años de Juanito dibujan y, ciertamente, lo está a diario. J una línea nítida del ámbito de Según Alexy cada una de estas | aplicación de la norma que didos normas son "mandatos de optimización” y no propiamen­ I vide la historia del universo en j dos: antes de los 18 años de Jua- t e reglas; son normas que d^ben J nito y después de los 18 años de aplicarse en laTlnavor medida posiBle ~de acuerdocon.,las_uri Juanito. La regla funciona como 1 un bit de información: prohibi- l c u n i^ c ia jrT u ñm cas v fácticas | ción sí/prohibición no. Según i del caso. Esto significa que de] Alexy las norm as que regulan %beremos ponderar-caso por caso

I La filosofía jurídica de Robert Alexy el c o n f l i c t o y dar una solución ad fioc- Algunos autores se oponen a esta configuración de los derejj0s fundamentales y afirman que en realidad los conflictos s e r ía n aparentes pues cada derecko fundamental tiene sus con­ tornos delimitados previamente 2! surgimiento del conflicto. Un representante distinguido de la crítica a Alexy seda nada menos que Jürgen Habermas. Segu­ ramente el capitán de la Enter­ prise Picard invocaría la con­ c e p c i ó n de la Primera directiva de la Flota Estelar que prohíbe interferir en el desarrollo nor­ mal de otros mundos como un principio alexyano y no como una regla. Sólo así cabria jus­ tificar que Picard haya omitido el cumplimiento de la directiva

en varias ocasiones cuando ha entrado en conflicto con otros bienes importantes corno la vida o la seguridad de las personas. La Primera directiva, como m u­ chas otras norm as importantes de nuestras vidas, no puede apli­ carse mecánicamente, sino que requiere de una cierta pondera­ ción por parte de sus destinata­ rios y aplicadores. Desde luego, sería deseable profundizar algo más en la teo­ ría de nuestro autor para hacer­ le justicia. Sin embargo, para nuestros propósitos habrá de bastar con este esbozo. Ahora que hemos aprendido algunas cosas sobre Alexy y también so­ bre Data ha llegado el momento de conocer qué posición adopta el primero a propósito de los de­ rechos del segundo.

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Star Trek y los derechos hMmmtios

asi todo el m undo tiene una concepción de lo que son los derechos hum anos y son muchos quienes conocen Star Trek, la gran epopeya televisiva iniciada en 1966 p o r Gene Roddenbeny con una formidable proyección sobre el futuro de la hum anidad tras el descubrimiento en el año 2061 del sistema de propulsión Warp, que permite moverse más allá de todos los límites de la velocidad de la luz. ¿Pero por qué debe interesarnos Star Trek desde el punto de vista de los derechos humanos? La respuesta es simple: hay en Star Trek problemas sobre los derechos humanos todavía por resolver.

El mero hecho de que estos pro- \ blemas todavía no se estén plan- \ teando o no se hayan planteado, j no justifica que la teoría de los derechos humanos no se ocupe de ellos. Sucede todo lo contra­ rio. Pues vale decir siempre en relación con las ciencias normativas que la atención a casos hipotéticos, pacíficos e incluso ex- j tremos puede conducirlas a una comprensión que apenas progre- j sa con la praxis cotidiana. Es lo que hoy desearía intentar confirm ar mediante una respuesta a la pregunta de si le corresponden a Data derechos humanos, si es, pues, un titular de derechos hu- j manos o fundamentales. j

Conferencia dictada por Robert Alexy el 8 de febrero de 2000 en el Auditorium j Máximum de la Universidad Chiistian Albrecht de Kiel en el marco del ciclo "Cul- j tura popular en el ejemplo de Star Trek” f* j

Star Trek

y las derechos h u m a n os

Robert Alexy - Alfonso García Fi^uer0Q

El Episodio 035 de la Next Generatiorúgj¡j¡ ¿A quién pertenece Data? í||¡ ¡ j

El capitán Picard defiende a Data en “La medida de un hombre”

El Teniente Comandante Data, segundo oficial de la U.S.S. Enterprise, es un androide. Un androide es una máquina con forma humana. Data fue creado el 2 de febrero de 2336 por el Dr. Noonien Soong. Dos años más tarde Data será hallado por la U.S.S. Trípoli entre los ruinas de la Colonia Ómicron Zeta. Tras su paso por la academia de la flota estelar, Data sirvió primero en la U.S.S. Triest antes de prestar sus servicios en la Enterprise. Hay múltiples episodios en que Data desempeña un papel protagonis­ ta. Me limitaré sin embargo tan sólo a un episodio, concretamen­ te el Episodio 035 de "Star Trek:

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La nueva generación (Next Generation)", que bajo el título “The Measure of a Man" [“La Medi­ da de un Hombre”] fue emitido por vez prim era en los EE.UU. el 11 de febrero de 1989 y por vez prim era en Alemania como "Wem gehórt Data?" el 14 de fe­ brero de 1992. La dirección fue de Robert Scheerer y el guión se debió a Melinda M. Snodgrass. Este episodio es especialmente idóneo para elucidar nuestro problema, pues en él se discute y se resuelve judicialmente preci­ samente esta cuestión. Echemos pues un vistazo a continuación al contenido de "La Medida de un Hombre”.

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Data y los derechos humanos. Mente positrónica y concepto.

El episodio comienza apaci- ; Dr. Noonien Soong, el creador de Data. Por esta razón desea Geordi, la Dra. Pulaski y Data ; desm ontar a Data. Ante las injuegan al póquer de camino a la = sistentes preguntas al respecto, base estelar 173. Data es víctima ; tiene que confesar que no hay je un farol de Riker. A la pregun- ; certeza de que el experimento ta formulada por Data de cómo 1 salga bien y que existe el riesgo gjker sabía que ganaría con una i de que Data quede destruido. Pi­ carta con la que de por sí no se ; card se niega entonces a poner a podía, la Dra. Pulaski responde: : Data a su disposición. Maddox, "Instinto". S e introduce de este 1 que ya había contado con ello, modo u n Leitmotiv: ¿cálculo o s se procura una orden de la flota estelar para que Data sirva a sus sentimiento? En la base estelar el Capitán : órdenes. En una dramática conpicard encuentra una vieja co- 1 versación a solas, Picard insiste nocida, la Capitán Philippa Lou- ■ frente a Data en el cumplimien­ vois, con quien hacía diez años 1 to de la orden, en tanto que Data había tenido algunas malas ex- ! explica que se niega a participar periencias a raíz de cuestiones : en el experimento. Ante la dura réplica de que el experimento es jurídicas relacionadas con la pérdida del Stargazer. La Capi­ posible porque él no es un ser humano —se trata aquí de la ré­ tán Louvois dirige los servicios jurídicos en el sector 23. Louvois 1 plica clásica del especieismo—, será la juez en el proceso de Data. ' Picard despacha a Data fríamenInmediatamente después de que ; te con un "Eso es todo, Sr. Data", se indique el problema: cálculo o : Después Picard queda sumido sentimiento y de que se presente i en la reflexión. Ésta dará como a la juez, entra en juego el factor ; resultado una decisión. Picard desencadenante de la disputa. ¡ ordena a su computador que re­ cabe todas las órdenes de traslaAparece un amable almirante y le presenta a Picard el desde ¡ dos de oficiales de la flota este­ luego nada amable com andante ■ lar. De este modo, la lucha por Bruce Maddox. Maddox tiene : Data ha comenzado. Como Pi­ una cátedra de Cibernética y ; card no entiende, como él dice, está obsesionado con la idea de : la "jerga administrativa" de las producir en m asa androides de ; órdenes de traslado, pide ayuda la calidad de Data, con el fin de : a su vieja adversaria Louvois. La Capitán Louvois sólo ve una sa­ que puedan ser de utilidad a la Federación. Es claro que él no = lida: Data debe dejar de prestar ha alcanzado todavía el nivel del ■ sus servicios en la flota estelar. Y blemente. El Jefe O'Brien, Riker,

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Robert Alexy - Alfonso García Figueroa ^ i así sucede. Data recoge sus co¡'g sas. Los tres objetos que coloca | | en su maleta habrán de ser de m I la mayor relevancia en el ulte= rior proceso. El primero de ellos ^ I es un holograma de la fallecida ^ | amiga de Data, Natasha “Tasha” í i Yar, que perdió la vida en el epiJj£ I sodio 023, “El alma negra”. Data qj ? se sienta sobre su mesa, encienj de el aparato y contempla el ho^ I lograma antes de introducirlo | en la maleta. Sobre él coloca sus ^ ] condecoraciones. Finalmente, 0 i en tercer lugar, tom a un libro ^ | con los sonetos de Shakespeare ^ | que le había regalado el Capitán ^1* | Picard. Tras hojearlo, Maddox i aparece en el cuarto de Data sin ^ j haber llamado. Data le reprocha ík | que está vulnerando su esfera i privada. Maddox intenta persuadir a Data para tom ar parte ] en el experimento. Argumenta 1 que Data tiene poco que temer, j puesto que sus "recuerdos y j sus conocimientos permaneí cerán intactos" y sólo se trans; ferirán. Data replica que de ese | modo sólo pueden conservarse ] las informaciones de su cere1 bro positrónico. “La sustancia | y la cualidad del momento” se 1 perderían. La discusión sube I de tono. Maddox argumenta la j ineficacia de su renuncia al serj vicio. Data sería una m áquina y, 1 en cuanto tal, propiedad de la I flota estelar. De admitirse, ello I tendría serias consecuencias: la

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propiedad puede excluir su uso por voluntad del propietario y no por causa del desistimiento del servicio. Picard solicita a Louvois que resuelva la cuestión: jurídica. La Capitán Louvois topa en su investigación con las leyes de Cumberland del siglo XXI, según la cual Data es propiedad de la flota estelar. Como representante de Justicia en el sector 23 de la Galaxia decide en consecuencia que Data no puede renunciar a su puesto y queda subordinado a Maddox. Comienza ahora la parte ju­ rídica en sentido estricto del epi­ sodio. Picard impugna la deci­ sión. Dado que Louvois todavía no dispone de personal suficien­ te en la nueva base estelar, asig­ na a Picard la defensa y a Riker la acusación del caso. Riker se resiste con uñas y dientes a acusar a su amigo en contra de sus propias convicciones. Louvois fuerza finalmente a Riker a jugar ese papel señalando que sin un proceso Data sería entregado a Maddox. Riker tiene por tanto que incorporarse al proceso para defender que Data es propiedad de la flota estelar. Lo hace bien, tan bien que Picard y con él Data casi pierden el proceso. La estra­ tegia principal de la acusación parte de la idea de que Data no es una persona, sino una cosa, concretamente una m áquina y

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los derechos humanos. Mente positrónica y concepto...

que, por tanto, puede seguir en propiedad de otro. Riker se esfuerza en poner de relieve las diferencias entre Data y los seres humanos destacando su condición de máquina. Ofrece a Data una barra de acero de un factor de resistencia a la tensión de 40 kilobares para que la doble. Esto, unido a una aptitud mental con una capacidad de almacenamiento de 800 mil millones de bytes y una velocidad total de cálculo lineal de 60 billones de operaciones por segundo, su­ peran de largo las capacidades humanas. Esta diferencia con el ser hum ano es puesta de relieve con la reiterada indicación de que Data es la creación de un ser humano, el Dr. Noonien Soong. Lo más im presionante es la demostración de su condición de máquina. Riker se acerca a Data y separa de un tirón el antebrazo de su junta de unión con el resto del cuerpo dejando visible parte de su sistema de redes. Riker une hábilmente esto con las palabras: “Es una acumulación de redes nerviosas y dé algoritmos heurísticos. Sus respuestas vienen dictadas por una elaborada programación escrita por un hombre. Su soporte físico lo construyó un hombre” aleanzando el punto culminante al apuntar: "Y ahora un hombre lo desconectará”. Presiona a Data en la espalda y lo desconecta.

; Data se desploma como muerto. i Maddox sonríe maliciosamente. ' Picard m ira estupefacto. Solicita = una interrupción. Todo parece 1 perdido. ¿Puede tener derechos ¡ algo que puede ser desconecta¡ d°? ¡ Picard pasa la pausa del pro; ceso en el bar. Guinan, la encar: gada del bar, lo anima. Desde ; luego, Riker había conseguido i una buena exposición, pero Picard tenía los mejores argu¡ mentos. Aquí entra en juego un nuevo aspecto. La producción i en serie o en m asa de Datas, que habrían de ejecutar los trabajos ‘ más sucios, difíciles y peligrosos, conduciría a la introducción de ' la esclavitud. Picard abandona ; el bar con la observación de que ! en realidad la cuestión no es la * propiedad, sino la esclavitud. ’ Picard entra al segundo ■ round reforzado. Hábilmente : acepta la tesis de Riker de que i Data es una máquina. Sin em; bargo, esto no sería relevante. ; También los seres humanos son ; máquinas, aun cuando sean m á­ : quinas de otro tipo completa­ ; mente distinto. Tampoco sería ¡ relevante el hecho de que Data ; fuera construido por un ser hu= mano. Picard acepta así todos ; los argumentos de Riker en fa­ ? vor de la condición de m áquina de Data. Su estrategia se basa en que Data por encima de todo tiene rasgos que lo cualifican como

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Robert Alexy - Alfonso García Pi^ucroa persona. Con este fin, abre la m aleta de Data. Comienza con las medallas y le pregunta a Data porqué las ha guardado. Data no puede expresar ninguna razón ni propósito y afirma: “Sólo las quería. ¿Es eso vanidad?” So­ bre el libro que Picard le había regalado, dice que era valioso para él porque le recordaba la Enterprise y la amistad. Pero lo más im presionante resulta ser el contraargumento de Riker al juego de la barra de acero, de la extirpación del antebrazo y de la desconexión que se halla en el tercer objeto guardado por Data, el holograma de Natasha “Tasha” Yar. Picard pregunta por qué quiere llevar precisamente el holograma de Tasha consigo. En un principio Data no quiere contestar porque le había dado su palabra a Tasha. Picard se dirige a él haciéndole notar que bajo estas circunstancias nada habría tenido que objetar Tasha a que respondiera, desde luego a que respondiera a eso. Data dice titubeando: “Ella era especial para mí. Éramos íntimos". La reacción en la Sala de Justicia es al menos tan intensa como en el caso de la desconexión de Riker. Tras las dos exposiciones, co­ mienza la discusión. Picard lla­ m a a Maddox al estrado. Sin em­ bargo no le interroga sobre los hechos como a un testigo, sino que se embarca con él en una dis-

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; cusión sobre los derechos. De jn i mediato, se pondrá de manifiesto ; la tesis de Maddox. Ésta viene a i decir que Data no puede tener ; ningún derecho porque no es un i “ser sensible". Ante la presión de ; Picard, Maddox define el con¡ cepto de sensibilidad [Fühlen) o 1 sentimiento [Empfinden] a través ; de tres rasgos: inteligencia, auto: consciencia y consciencia. Esto i suena digno de destacarse. ¿En 5 qué tiene que consistir la dileren! cia entre autoconsciencia y cons; ciencia? ¿Puede alguien tener ani toconsciencia sin consciencia? La : pregunta podría rechazarse. Sin ¡ embargo, si la autoconsciencia : incluye la consciencia, ¿por qué í introducir la conciencia corno : tercera condición tras la auioconi ciencia? Un vistazo a la versión ; original en inglés ayuda a aclarar ; el problema. En ella en lugar de i autoconsciencia [Selbstbewusst; sein] se habla de "self awai cnesb i y por consciencia [Bewusstsein] ; se entiende “consciousness”. Por i ello, el trío maddoxiano debe en ¡ adelante ser designado como: ¡ "inteligencia", "autopercepción" ; ["Selbstwahmehmung”]) y "cons; ciencia” [“Bewusstsein’']. [La ; versión doblada al español em= plea los términos: inteligencia, ; conocimiento de uno mismo y ; conciencia.]. Poco trabajo le cuesta a Pi: card m ostrar que Data cumple ■con los dos primeros requisi-

j Data y l°s derechos humanos.

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Mente positrónica y concepto...

El propio Maddox coincide en que Data es inte^gente Pues tiene la capacidad de aprender, ¿e comprender y de adaptarse a nuevas situaciones. Ante el segundo criterio Maddox se muestra reticente. Preguntado por Picard, Data m uestra que es plenamente consciente de su situación actual. Explica que se está tratando sobre su estatus, su derecho, su libertad y quizá incluso sobre su vida. Esto es autopercepción [Selbstwahmehmung]. Maddox intenta salir airoso señalando que todo es ex­ traordinariamente complicado e insiste m achaconamente en la condición de m áquina de Data y en su deseo de reproducirlo. En una dramática conclusión a su defensa, Picard le recrimi­ na querer crear una nueva raza para después someter a la escla­ vitud a sus miembros. Con ello se sumergen en el tercer criterio, el de la consciencia. Picard pre­ gunta simplemente qué pasaría si Data tam bién cumpliera “con el tercero, conciencia, incluso en el menor grado”. Con una clási­ ca m aniobra retórica dice que él

no lo sabe y fulmina con un “¿Y usted?" a Riker y a Louvois con el fin de poner en claro precisamente con esta cuestión la futura cuestión decisiva. La juez Louvois reacciona oportunamente. Reconoce con acierto que el caso presenta una dimensión metafísica. En últim a instancia de lo que se trata es de si Data tiene alma. Louvois confiesa que no sabe si él la tiene. Pero tampoco sabe si ella misma la tiene. De ahí concluye que debe darle a Data la libertad y la oportunidad para hallar una respuesta. El fallo reza que Data tiene el derecho irrevocable de tom ar decisiones en relación con su propia persona. Con ello se le declara una persona que es titular de derechos. Data queda en libertad. Lo que sigue es todo feliz, Maddox pretende anular la orden de traslado, Data encuentra palabras de reconciliación y per­ dón para Maddox, Picard invita a cenar a Louvois y Data libera a Riker del sentimiento de culpa causado por su papel de acusador.

3.2, Los titulares de derechos ¿Decidió correctamente la ; año de nuestra controversia, capitán Louvois? La situación i no es del todo clara. El Derejurídica en el año 2365, en el ; cho legal a tenor de las leyes de 91

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Robert Alexy - Alfonso García Figueroa | Cumberland del siglo XXI pare| cen clasificar a Data de forma { bastante indiscutible como una i propiedad, por tanto como una i cosa. Cabría pensar ahora que | Louvois se hubiera inspirado 1 en las directivas generales de ! la flota estelar que representan I algo así como su Constitución u | orden fundamental. Ello no será | tomado aquí en cuenta. Debe 1 quedar abierto si tal referencia | habría sido posible. El itinerario i de la argumentación del TribuI nal se comprende mejor si se 1 echa un vistazo a unas palabras ] de Picard a Data poco antes del j proceso. Picard le dice sobre su 1 amada y odiada Louvois: “Apa\ rentemente se apega a la letra de ! la Ley, pero supongo que todavía ] tiene que haber en ella un rastro \ de humanidad”. Se contrapone ¡ así la hum anidad a la letra de | la Ley. La hum anidad en cuanto ] tal es entonces una idea general | y muy vaga y no es aún ningún ] fundamento jurídico. Lo que | Picard cree, queda claro en la 1 penúltima frase de su defensa: 1 “ahora tiene usted la oportunidad \ de luchar por el Derecho” [en la I versión española: “Usted quej ría imponer la ley, pues ahora | puede. Imponga una buena]. Se ’ trata precisamente de la contraj posición de Ley y Derecho que \ nosotros conocemos por el artíI culo 20 inciso 3 de la Ley FunI damental [de la R.F.A.: "El poder

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legislativo está sometido al orden constitucional; los poderes ejecutivo y judicial, a la ley y al Derecho"]. Lo que se quiera decir ahí con “Derecho” se puede aglutinar casi mecánicamente a partir de los conceptos centrales de ambas citas, los conceptos de hum anidad y de Derecho: derechos humanos. Los derechos humanos son i derechos válidos con indepen; dencia de que alguna asamblea i constituyente los haya acordado ; o de que cualesquiera Estados i los hayan consignado en un Tra5 tado. Son válidos tan sólo porque ¡ es correcto que sean válidos (cfi: ; Alexy 1998, 249). Son objeto de ; los derechos humanos intereses ; fundamentales. Aquí se trata de ; la existencia de Data. Con ella en^ tran en juego los derechos huma¡ nos. Una pregunta singularmen§ te abierta es si Data puede apelar ; a los derechos humanos, si es por ; i tanto titular de derechos hurna¡ nos o, en caso de que se hallen ¡ recogidos en una Constitución, : de derechos fundamentales. En el debate sobre la cues; tión de quién tiene derechos hui manos, cabe distinguir dos posi; ciones principales. Según una de ; ellas, tienen derechos humanos ; todos los seres humanos, pero . exclusivamente los seres huma1 nos. De este modo, el concepto ¡ de ser hum ano viene a definirse ; biológicamente. A prim era vista

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. Data y los derechos humanos. Mente positrónica y concepto...

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esta posición parece ser la única posible. ¿Acaso no dice la expresión derechos hum anos que los derechos de los que aquí se trata son derechos de los humanos y sólo de los humanos? Esta primera impresión tiene algo de correcto. El quid de los derechos humanos consiste en que corresponden a todos los seres humanos con independencia de nacimiento, raza, sexo, religión y capacidad. Basta con ser hu­ mano para tener estos derechos. Ahí se manifiesta el carácter universal de los derechos humanos. Hasta el día de hoy en la histo­ ria de los derechos humanos han existido pocas oportunida­ des para hacer posible que su universalismo no acabe en la frontera de la especie homo sa­ piens sapiens. Data muestra que puede haber razones para la ampliación del universalismo de los derechos humanos. Que hayan de designarse como "de­ rechos hum anos” los surgidos a raíz de esa ampliación es un problema m eramente terminológico. Aquí queremos usar la expresión de modo que permita no sólo la interpretación de que se refieren exclusivamente a los seres humanos, sino también la de que incluye derechos de otros seres. La posición que atribuye los derechos humanos sólo a humanos, pero a todos ellos, habrá de denominarse la “tesis

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de los humanos". La posición contraria es la “tesis de las personas". La tesis de las personas no se basa en el concepto de ser humano, sino en el de persona. El titular de derechos hum anos es aquel que es una persona, siempre que la personalidad no esté vinculada al concepto de ser humano. La tesis de los hum anos no parece buena para Data. No cabe duda de que no es un ser humano. Para él la única vía hacia los derechos es la tesis de las personas. De este modo para Data todo depende de si se debe seguir la tesis de los hum anos o la tesis de las personas. Contra la tesis de las persoñas se aducirá que^entraña ríesgos para los derechos humanos. La conciencia forma parte de la condición de persona. Actualmente existen enfermedades que a la larga privan a los seres humanos de conciencia. ¿De­ ben estos seres humanos perder también sus derechos humanos a causa de su enfermedad? La solución consiste en que la tesis dé los hum anos sea formulada en un prim er paso de modo que sea compatible con la tesis de las personas, para después en un segundo paso quedar vinculada a la tesis de las personas. Esto aquí sólo puedo esbozarlo. La compatibilidad de la tesis de los hum anos con la tesis de las per-

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Robert Alexy - Alfonso García Figueroc ! sonas se elabora m anteniendo la ¡ parte de la tesis de los humanos { que dice que todos los humanos | son titulares de derechos y su| primiendo la parte que dice que \ sólo los hum anos son titulares || de estos derechos. La tesis de los j humanos, así debilitada, se pue| de vincular sin problemas con la | tesis de las personas. Esta vin| culación significa que, primero, 1 todos los seres humanos tienen | los derechos que tradicionalj mente se han llamado derechos i humanos y que, por encima de j este límite, tienen estos dere­

chos todos los seres que, sin ser biológicamente seres humanos son personas. Esta construc­ ción se sustrae de la acusación de especieismo (Niño 1991, 35 ) y al tiem po insiste en la protec­ ción en m ateria de derechos hu­ manos de todo aquel que tiene aspecto hum ano. Su fundamentación se halla en que la razón m ás profunda e im portante para los derechos hum anos es la cua­ lidad de persona. De este modo se plantea claram ente ante no­ sotros la cuestión: ¿Es Data una persona?

3.3. Data y et concepto de persona El concepto de persona es uno de los conceptos más com­ plicados. Con su esclarecimiento se trata de elucidar nada menos que qué es lo que somos. Todos nosotros tenemos un concepto de persona más o menos claro. En los casos normales carece de importancia que lo utilicemos sin análisis. Muy distintas son las cosas en los casos dudosos. Los casos dudosos nos obligan a precisar nuestro concepto de persona. Desearía hacerlo divi­ diéndolo en tres elementos. Para que algo sea una persona, debe primero ser inteligente, segundo tener sentimientos y tercero te­ ner conciencia. El concepto de

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conciencia se divide a su vez en tres partes. Pero antes de hacer­ lo, a continuación querría con­ siderar prim ero los dos compo­ nentes de nuestro concepto de persona triádico. Que Data es inteligente, queda fuera de toda duda. Maddox está conforme con ello, bien es cierto que no completamente, pero sí coinci­ de en la capacidad de Data para aprender, comprender y estar preparado para afrontar nuevas situaciones. Mucho más difícil se ponen las cosas en el segundo rasgo, el sentimiento. El sentimiento no se halla entre los tres criterios de Maddox, la inteligencia, la

Data y los derechos humanos. Mente positrónica y concepto...

(Hitopercepción y la conciencia. gn su lugar, los tres criterios jnaddoxianos han de ser un presupuesto para que alguien sea un "ser sensible” y tenga “afectos” [Empfindungen]. Esto resulta confundente. Afortunadamente para responder a la pregunta de si Data tiene derechos, no estamos sometidos al aparato conceptual maddoxiano que es asumido por Picard sin más prueba. Pretendemos hablar de “seres sensibles”, de “personas", y tratar el sentimiento como segundo rasgo del concepto de persona. Nosotros incluimos la autopercepción [Selbstwahmehmung] de Maddox (self-awareness) y la consciencia (consciousness) dentro del concepto de consciencia todavía por especificar, que es el tercer criterio de la personalidad. De vuelta ahora a nuestra cuestión: ¿Tiene Data sentimientos? En la respuesta a esta pregunta desearíamos concentram os en nuestro episodio del año 2365. Fuera de consideración habrá que dejar el chip para las emociones fundamentales que se im planta en Data en 2371 así como las múltiples reacciones que Data m uestra en otros episodios. Las emociones son objetos etéreos. No se las puede ver, ni oír, ni oler, ni tocar, ni saborear. A pesar de todo, no se duda de su existencia. En

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el examen de los sentimientos hay que distinguir entre los sentimientos propios y los ajenos. Conocemos los sentimientos de los demás indirectamente, por acciones y reacciones entre las que la risa y el llanto se cuentan como las expresiones más cla­ ras. Data no llora cuando debe ir al patíbulo y no ríe cuando la decisión de Louvois le salva. Sin embargo, esto no significa que no tenga sentimientos. Los sentimientos no tienen por qué ser indomables. Pueden refrenarse y manifestarse en pequeñas reacciones. Si entonces nos fijamos bien, pronto seremos hábiles. ¡Fijémonos de nuevo en las tres piezas del equipaje de Data! A la pregunta de Picard de porqué guardó en la m aleta su condecoración, Data responde que no lo sabe. Supone que con ello no perseguía ningún fin. En esta situación alguien que se lle­ va consigo sus condecoraciones al abandonar su puesto, podría perseguir fines absolutamente materiales. Podría tener la in­ tención de impresionar con ello a la gente en cualquier nueva situación. SÍ no persigue un fin de ese tipo, entonces, dado que al guardar sus galones en la maleta seguramente no actúa por deber, únicamente viene a ser el motivo una cuestión de sentimiento. En Data podría ser el sentimiento de orgullo y de satisfacción con

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Robert Alexy - Alfonso García Figueroa | su labor. Lo mismo vale para el 1 libro. Picard pregunta a Data si j el libro es “valioso” para él, lo que Data confirma. Ahora puede \ haber motivos racionales para | considerar algo valioso. Pero | que alguien considere algo va¡ lioso significa a partir de estos j motivos objetivables que tiene 1 una actitud positiva hacia el | objeto apreciado. Considerar \ valioso algo de por sí implica i una emoción. El libro es valio] so para Data porque Picard se lo | regaló y le recuerda la amistad. ! La amistad sin sentimientos no i es posible. Data tiene muchas ¡ amistades. Particularmente 1 impresionante es la despedida j anticipada y afortunadamente j superflua de Geordi La Forge. | Ambos dicen que se echarán mu] cho de menos. Alguien sólo puej de echarse de menos cuando se | le quiere. Pero querer a alguien * significa sentir algo. Entonces j cabría pensar que Data sólo si¡ gue un program a y efectúa una | representación puram ente con| vencional. Se comporta exacta! mente como un amigo, pero sin j serlo. Sin embargo, ello entra en j contradicción con la naturaleza ] de la amistad. No es que prime| ro exista, que como un botón 1 oculto se halla en algún lugar del ¡ cuerpo del amigo, y luego haya j actos y expresiones de amistad. ¡ La amistad existe en y a través | de los actos y expresiones y late

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en la disposición a ellos. Así es que podemos decir que Data siente como amigo. Con la mayor claridad se m uestran los sentimientos de Data en el tercero de los obje­ tos guardados en su maleta, el i holograma de Natasha “Tasha" ; Yar. Data se refiere a lo sucedido : con Tasha como un “affaire’ [en ’■ la versión española Data dice j “Fuimos íntimos"]. Ahora bien, con "affaire” se pueden querer decir muchas cosas. Aquí no se trata de un affaire en el sentido de una aventura, sino de amor. Tasha era para Data como él mismo expresó con delicadeza II "algo muy especial". Es un vie­ jo signo de am or que el aman­ te lleve consigo la imagen de la amada. Es también el caso de Data. Y si existe algo que sea un sentimiento, eso es desde lue­ go el amor. De este modo Data cumple también con el segundo criterio de nuestro concepto de ¡ persona triádico. El tercer criterio, la cons­ ciencia, es el más difícil. El con­ cepto de consciencia se emplea con dos significados, uno simi pie y más bien cotidiano y otro | más complicado con fuertes ; implicaciones filosóficas. En su ; significado simple y más bien ; cotidiano usamos la expresión “consciencia" cuando decimos: “¡Por Dios, Ludwig recobra la consciencia!”. Aquí usamos la

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expresión “consciencia" como la descripción de un estado. “Ludwig está consciente" [“Ludwig ist bei Bewusstsein"] es así la negación de “Ludwig está in­ consciente" ["Ludwig ist bewusstlos"]. Bajo su significado com­ plejo, “consciencia" no se refiere a un estado, sino a una habilidad o capacidad y a su ejercicio. El rasgo decisivo de esta capacidad y de su ejercicio es la reflexividad. Quien tiene consciencia, se refiere a sí mismo. Por eso el espejo es la metáfora funda­ mental de la consciencia. Quien observa, el sujeto, es al mismo tiempo el objeto [Gegenstand] de observación, el objeto [Objekt]. Sin el concepto de reflexividad no se puede aprehender adecuadamente el concepto de consciencia. Cabe hablar por ello también de "autoconsciencia” en lugar de “consciencia”. Este concepto tiene sin embar­ go connotaciones que quedan fuera de lo que se entiende por “consciencia”. Aquí por cons­ ciencia se entiende una facultad espiritual. El concepto de autoconsciencia es más extenso. Así cabe decir: "Mónica se ha vuelto más consciente [ha ganado en autoconciencia] en el transcurso de este año". “Autoconsciencia" significa bajo esta manifestación cosas como confianza en sí, per­ sonalidad [.Durchsetzungsvermógen] o am or propio [Stolz a u f

sich selbst]. Estas son cosas pro­ pias del campo de los sentimien­ tos reflexivos. Ello demuestra que el concepto de reflexividad no basta para la plena conside­ ración de la consciencia como una capacidad espiritual. Por ello hay que determ inar el tipo de reflexividad. Cabe distinguir tres tipos de reflexividad: la cognitiva, la volitiva y la normativa. Estos tres tipos de reflexividad definen la consciencia como fa­ cultad espiritual. De este modo el concepto de persona no sólo consta de tres elementos. El ter­ cer elemento tiene a su vez una estructura triádica. El concepto de persona puede por ello ca­ lificarse como “dobletriádico" [triádico por partida doble (doppeltñadisch)]. La reflexividad cognitiva existe cuando alguien hace de sí mismo objeto de su conocimien­ to. Se trata en tal caso de lo que Maddox denomina “self-awareness”. Cabría también hablar de "autoco nocimiento” [Selbstwissen\. Son cosas elementales del autoconocimiento de los seres hum anos que nacimos y que moriremos. Pero también cada observación de nuestro propio yo en las diversas situaciones en que nos hallamos pertenecen a esa categoría. Data dispone sin duda de tal reflexividad cogni­ tiva. En el interrogatorio de Pi­ card Data es capaz de describir

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Trek y las derechas h u m a m o s

Robert Alexy - Alfonso García Figuero,

\ su situación de m anera precisa | y acertada. Data conoce sobra| damente los hechos fundamenj tales de su existencia. Sabe que j el Dr. Noonien Soong lo creó y f sabe que su estado no cambiará | con el paso del tiempo, como lo I muestra, en su respuesta al saluj do algo provocador de Maddox, ! la indicación de que él no había j cambiado. f Hasta este punto la discusión j presenta un rum bo claro. El res| to se pierde, como hemos visto, ¡ en la retórica. Es entonces cuanf do comienzan los mayores proI blemas. Para ser una persona, no j basta con la reflexividad cogniti] va. Debemos añadir la volitiva i y la normativa. La reflexividad ¡ volitiva consiste en la capacidad j de regir uno su comportamiento | y con ello a sí mismo medianI te actos de voluntad. En tanto ! se trate de actos individuales, | se comporta bajo autodominio i (Selbststeurung). En relación \ con la vida completa, se trata | de autonom ía (Selbstgestaltung). ¡ Precisamente esta autonomía es I para el gran filósofo renacentis1 ta Pico de la Mirándola el funI damento decisivo de la dignidad 1 del ser humano y con ella de su 1 personalidad. Pico habla del ser I humano como su propio “m o­ lí delador y diseñador” (“ipsius ... | plastes et fictor”) (Pico Della Mi¡ randola 1990, 6 s.).

¿Dispone Data de la facultad ; de autodominio y autonomía? ' Si se quiere una respuesta breve i cabe decir que nuestro entero ' episodio también es una lucha i de Data por su futuro y con él ; por la autonom ía en su vida. ; Data no se somete servilmen' te al destino reservado a él por = Maddox y la flota estelar. Inme; diatam ente después de la prime ; ra entrevista con Maddox, en la ; que ya había planteado objecio¡ nes de m anera todavía discreta, 1 exphcó a Picard: “No me some¡ teré a ese procedimiento, se! ñor". El comandante Maddox le i echa en cara que había abando; nado su servicio y él habla en el ! proceso de su derecho a decidir ! libremente. Todo esto son eleí mentos de la autonomía. Exis* ten además claros indicios de ! resistencia. El tem or de Picard : de que un ejército de Datas fuera ; un ejército de esclavos, permite ; plantear la cuestión. Si todas las ; réplicas tuvieran la voluntad de i autodeterminación de Data, y ; desde luego deberían poder tei nerla para ser réplicas de Data, ; ese ejército no sería un ejército i fácil de m antener bajo control ^ como esclavos. La fuente de i problemas es otra: la réplica de 1 individuos exactamente iguales. : Pero este problema también lo ; tenemos con los seres humanos, ¡ si se trata de clones. En cual1 quier caso, queda claro que Data

3

. Data y los derechos h um an os. Mente positrónica y con cepto . .

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también cumple con la segunda ; y tiene consciencia en las tres condición de la consciencia, la : dimensiones de la refiexividad: i ^

refiexividad volitiva. En cuanto a la tercera condición, la de la refiexividad normativa, se trata del autoenjuiciamiento bajo el aspecto de la corrección. Aquí lo que se plantea es si la acción que se ha querido también fue correcta y si la vida que se ha llevado fue una buena vida. El individuo es así su propio tribunal. También la im pronta de la reflexividad normativa se halla en Data. Cuando Picard le pregunta por las razones porque guardó en su maleta la condecoración y Data tiene que responder que no tiene ninguna, term ina preguntando: “¿Es eso vanidad?” Esta es una pregunta en que se trata de un autoenjuiciamiento. En el caso de las medallas o condecoraciones se trata de acciones individuales. Pero también la entera existencia queda de manifiesto. Así Riker cahfica a Data justo al final como un hombre sabio. Con jocosa gravedad Data replica a ello: "Aún no [lo soy], señor, pero con su ayuda estoy aprendiendo”. Con el predicado "sabio” entra en juego un juicio sobre la entera existencia. Data dispone así de refiexividad ñormativa. De este modo se cumplen todos los criterios de la personalidad. Data es inteligente, siente

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la cognitiva, la volitiva y la ñor- j mativa. Puesto que es una per- j ^ sona, tiene derechos. La capitán | Louvois ha decidido correcta- j 2^

mente-

Al tiempo se indica una respuesta a la pregunta de Louvois de si Data tiene un alma. Ella caracteriza esta pregunta como metafísica y también lo es. La cuestión sobre qué sea un alma debe separarse de la cuestión sobre si el alma sea inmortal aunque entre ambas cuestiones existen conocidas relaciones. Aquí sólo se trata la prim era cuestión. Se puede definir el alma como la unidad de inteligencia, sentimiento y consciencia. Esta unidad no es idéntica a nuestra existencia física o la de Data. Ciertamente depende de ella, pero la excede. Es superve­ niente (cfr. sobre este concepto Haré 1963, 19). La tesis de Pi­ card de que los seres hum anos también son máquinas, si bien máquinas de otro tipo, es plausi­ ble bajo el aspecto de la superve­ niencia. A esta no-identidad en­ tre mente y m ateria o cuerpo y alma se incorpora una segunda no-identidad: la de información y persona. No hay persona sin información, pero una persona es más que las clases de infor­ maciones de que ella disponga. Es un procedimiento o proceso

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Robert Alexy - Alfonso García Figueroa

j que se dirige a sí mismo de for| m a en todo caso parcial. Esta | autodirección es parte de lo que j hemos llamado ‘reflexividad". | Si se concibe desde el aspecto j™ que no habrá de discutirse aquí ^ 1 de la eternidad, no existe per| sónalidad sin tiempo, pues un i¡K ¡ procedimiento o proceso sólo \ puede discurrir en el tiempo. De P | ahí que Data tenga toda la ra­ il j zón de rechazar la pobre oferta | de Maddox de transferir todas ^ las informaciones de su cerebro ^ I positrónico con la justificación de que con ello perdería “la süs^ f tanda, la cualidad, él sabor del ^ | momento”. La persona de Data i o, como acabamos de decir, 5*4 alma quedaría destruida. La k de Data como nuestra alma no |j | I es un objeto ni un estado. Con] siste en el procedimiento de I actuación de lás tres cap acida| des que integran la persona: la inteligencia, el sentimiento y la j consciencia. Se pueden registrar j todas las informaciones que una | persona ha acumulado, pero las | informaciones registradas nun| ^

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ca son lo mismo que la viva actuación de las tres capacidades fundamentales, la existencia de la persona. Hemos mirado tanto al fu. i turo que no querría concluir sin ■ un vistazo al pasado. Debemos adm itir que Immanuel Kant, que m urió en el año 1804,110 vió ni un sólo episodio de Star Trek. Sin embargo, deberíamos supo­ ner que él habría resuelto el caso de Data cómo nosotros, Kant ¡ refirió su imperativo categórico ; no sólo a los seres humanos sino É tam bién a todos los seres vacio! nales. De forma particularmente bella esto se expresa en su fór­ sumula del fin en sí mismo: “Ahora yo digo que el hombre, y, en gene­ ral, lodo ser racional, existe como fin er. sí mismo y no sólo como medio para cua­ lesquiera usos de esta o aquella voluntad' (Kant 1911,428; trad. esp. 102}.

Habríamos podido resolver nuestro caso también por medio de una subsunción bajo esta fór­ mula. Ello significa que Kant vis­ lumbró que alguien como Data! suscitaría la pregunta: ¿Quién 1 puede ser titular de derechos?

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y los derechos. hmmMm&s

101

Irek

_ "La Medida de un Hombre “(44 minutos) (cap. 035 de la serie para televisión Star Trek. The Next Generation; cap. 9 de su segunda temporada; título original: “The Measure of a Man”; titulo en alemán: “Wem gehórt Data?" -“¿A quién pertenece Data?") - Compañía productora: Paramount (EE.UU.) - Creador: Gene Roddenberry - Director: Robert Scheerer - Guión: Melinda M. Snodgrass - Productor ejecutivo: Gene Roddenberry - Productor coejecutivo: Maurice Hurley y Rick Berman - Fotografía: Edgard R. Brown - Música: Dennis McCarthy (del título principal Jerry Goldsmith y Alexander Courage) - Efectos especiales: Dick Brownfield - Efectos visuales especiales: Industrial Light & Magic - Efectos video-ópticos; The Post Group - Video composición especial: Composite Image Systems - Ayudantes de Dirección: Robert J. Metoyer y Adele G. Simmons - Vestuario: Durinda Rice Word (diseño uniformes William Ware Theiss), Janet Stout, Charmaine Nash Simmons - Decorados: Jim Mees - Escenografía: Michael Okuda - Sonido: Alan Bernard, Bill Wistrom, James Wolvington, Mace Mationsian, Wilson Dyer, Modern Sound. - Productores: David Livingston, Burton Armus, Mike Gray, John Masón - Productor Asociado: Péter Lauritson - Editores de la historia: Leonard Mlodinow y Scott Rubenstein - Consultor creativo: Tracy Tormé - Diseño de Producción: Richard D. James - Editor: Bob Lederman - Diseño studio original: Hermán Zimmerman y Richard MacKenzie

Slítr Trek y tos derechos h tttn cm os

Robert Alexy - Alfonso García Figueroa

!j \ j I ! j

Intérpretes: Patrick Stewart (capitán Jean-Luc Picard), Jonathan Frakes (comandante Riker), Martina Sirtis (consejera Deanna Troi), Michael Dorn (Teniente Worf Rozhenko), Whoopi Goldberg (Guinan), Levar Burton {comandante Geordi La Forge), Gates McFadden {Dra. Beverly Crusher), Will Wheaton (Wesley), Colm Meaney (Jefe O’B iien), Diana M uldaur {Dra. Pulaski), Amanda Broom, Clyde Kusatsu y Brian Brophy.

102

películas: Star Trek La película (1979)... ,.................. .... Dir. Robert Wise Star Trek II: La ira de Khan (1982).............. .... Dir. Nicholas Meyer Star Trek III: En busca de Spock (1984)............ Dir. Leonard Nimoy Star Trek IV, misión: salvar la tierra (1986)... .... Dir. Leonard Nimoy Star Trek V: La última frontera (1989)............... Dir. William Shatner Star Trek VI: Aquel país desconocido (1991).... Dir. Nicholas Meyer Star Trek: Generación (1995)...................... .... Dir. David Carson Star Trek: primer contacto (1998)..................... Dir. Jonathan Frakes Star Trek. Insurrección (1999)......................... Dir. Jonathan Frakes Star Trek: Némesis (2003)............................... Dir. Stuart Baird

Capítulos de las series de televisión citados (La primera cifra indica la fecha estelar, luego figura el título y en la tercera columna la fecha de su primera emisión):

Serie Original. Primera temporada 1329.1 1672.1 3013.2 3013.2 3417.3

Las chicas de Mudd El propio enemigo La colección de fieras I La colección de fieras II Esa cara del paraíso

13.10.1966 06.10.1966 17.11.1966 08.12.1966 02.03.1967

Serie Original. Segunda temporada 2821 Desconocida

Galileo VII Metamorfosis

05.01.1967 11.01.1967

Star Trek, The Next Generation. Primera Temporada 41153.7 41209.2 41212.4 41255.6 41365.9 41386.4 41636.9

Encuentro en Far Point El presente inexorable Datalore Justicia Números binarios El último baluarte Ángel uno

28.09.1987 05.10.1987 18.01.1988 09.11.1987 01.02.1988 19.10.1987 25.01.1988

Star Trek The Next Generation. Segunda Temporada 42073.1 42286.3

El niño Elemental, querido Data

21.11.1988 05.12.1988

103

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... por favor lea en www.tirant.net/index.php/. empresa/politícas-áe-empresa nuestro Procedimiento de quejas. Page 4 of 101. Star trek pdf.pdf. Star trek pdf.pdf.

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