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Staff Moderadora Traducción Jazmín Traductoras Daniela_DB

Gerde

Jazmín

MaarLopez

Melusanti

dkct21

Julieta9768

HannaMarl

kristel98

Mary Jane♥

Leonor_92

Nicole Vulturi

Jessi16

Jackiejt

dkct21

Lovingtobias

Ale Rose Moderadora Corrección Lovingtobias Correctoras Jodidamentesexynefilim

liss-rose

Pily

Karool Shaw

GrizeldaDC

JesMN Revision Final Pily Diseñadora PaulaMayfair

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Índice Sinopsis Capítulo 1 Capítulo 2 Capítulo 3 Capítulo 4 Capítulo 5 Capítulo 6 Capítulo 7 Capítulo 8 Capítulo 9 Capítulo 10 Capítulo 11 Capítulo 12 Capítulo 13 Capítulo 14 Capítulo 15 Capítulo 16 Capítulo 17 Epilogo Sobre el Autor

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Sinopsis

A

sí que como me metí en esta situación, preguntarás? Fácil: Desesperación. Cuando te enfrentas a estar sin hogar y hambrienta o quitarte la ropa por dinero, la elección es más fácil de lo que te imaginas. Eso no significa que sea fácil, sin embargo. Oh no. Lo odio, de hecho. No hay nada que quiera hacer más que abandonarlo y nunca ir a otro bar de nuevo, nunca escuchar el ritmo techno palpitar en mis oídos de nuevo, nunca sentir las miradas lascivas de hombres calientes de nuevo.

¿

Entonces, un día, conocí un hombre. Él estaba en mi club, al frente y al centro. Me observó hacer mi rutina, y su mirada estaba llena de hambre. No es el tipo de deseo al que estoy acostumbrada, sin embargo. Es algo diferente. Algo más caliente, más profundo, y más posesivo. Sé quién es él; por supuesto que sí. Todo el mundo sabe quién es Dawson Kellor. Es el más sexy hombre vivo de la revista People. Es el actor más caliente en Hollywood. Es el hombre seleccionado a mano para el papel de Rhett Butler en la nueva versión tan esperada de Lo Que El Viento Se Llevó. Es el tipo de hombre que puede tener a cualquier mujer en el mundo entero con un simple chasquido de sus dedos. Así que ¿Qué está haciendo viéndome como que tiene que tenerme? Y ¿Cómo puedo resistirme a él cuando me mira con esos embriagadores, cambiantes, brillantes ojos? Soy virgen, y él es un icono Americano de sexualidad masculina. Soy Stripper, y él es un hombre acostumbrado a conseguir cualquier cosa y todo lo que quiera. Sé que debería decir no, sé que es el peor tipo de jugador... pero lo que mi mente sabe, mi cuerpo y mi corazón no pueden. Y entonces las cosas se ponen complicadas.

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Capítulo 1 Traducido por Daniela_DB & Jazmín Corregido por Jodidamentesexynefilim

N

inguna hija mía intentará cualquier comportamiento lascivo y pecaminoso como el baile —Papá me dice, con los ojos azules ardiendo—. Es asqueroso e impúdico y enteramente sexual… He visto la clase de baile de esas... esas prostitutas que entablan en esa supuesta Academia. No asistirás.



Mantengo los ojos cerrados y freno las ganas de gritar y salir corriendo. Tengo dieciséis años y soy una Dama. Salir corriendo no me convertirá en una dama. Al menos, eso es lo que mamá me dice. —Papá, por favor. Por favor. No voy a hacer nada de eso. Voy a ser modesta, lo prometo. Estarás bien con cada baile, cada atuendo. Sólo... por favor. Por favor, por favor, déjame bailar. —Ceñí las manos delante de mí y me sumergí en mis rodillas, dándole mis mejores ojos de cachorrito. Él está vacilando. Puedo sentirlo. —Grey, no apruebo el baile. Dios no aprueba la danza. Mamá al rescate—: Ahora, Erik, sabes que eso no es lo que dicen las Escrituras. Estás siendo un dinosaurio viejo y cascarrabias. David bailó ante el Señor. Los Salmos lo mencionan bailando en honor al Señor en muchos pasajes —Ella se desliza a lado y presiona a papá contra su brazo y apoya la mano en el hombro—. Nuestra hija sabe el bien del mal, y tú lo sabes. Ella sólo quiere dar gloria a Dios usando los talentos que Él le ha dado. —Por favor, papá. No voy a permitir que cualquier coreografía sea obscena o sexual. —Apenas puedo respirar por el caliente peso de esperanza en mi pecho.

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Él nos mira a mí y a mamá y se vuelve. Puedo verlo reflexionar en su cabeza. —Lo permitiré... por ahora. Pero a la primera señal de algo pecaminoso o malo, voy a sacarte de allí tan rápido que ni siquiera tendrás tiempo para girar tu cabeza. ¿Me oyes, hija? Lo abrazo, chillando de alegría. —¡Gracias, gracias, gracias! —No me decepciones, Grey. Eres la hija de un pastor. Tienes que dar el ejemplo apropiado para toda la comunidad. —Lo haré, papá. Voy a ser el mejor ejemplo. Lo prometo, lo prometo. Me giro lejos de él y bailo unos pasos sueltos a la distancia, entonces tomo un adorno, que sostengo por un momento. Me vuelvo hacia él. —¿Ves? No hay nada malo con eso, ¿verdad? Él entrecierra los ojos hacia mí. —Tengo que terminar de preparar el sermón del domingo. Papá es el fundador y pastor ejecutivo de la Iglesia Bautista Contemporánea de Macon, una de las iglesias más grandes de todo el estado de Georgia. Mi abuelito Amundsen fue el fuego del infierno y azufre, pastor de una pequeña iglesia Bautista Reformada en los bosques de Georgia, por lo que papá creció siendo el hijo de un pastor. Fue preparado para el púlpito1 durante toda su vida. El abuelo era aún más estricto que papá, aunque parezca imposible. Ni siquiera me aprobaba con pantalones o shorts, cuando era una niña pequeña, pero papá me dejó salirme con la mía, siempre y cuando los pantalones cortos no fueran demasiado cortos o los pantalones muy apretados. Para el abuelo, las mujeres se quedaban en la cocina, llevaban vestidos, y eran vistas pero no oídas. Era un poco anticuado, mi abuelito. Él nunca aprobó el hecho de que papá enseñó la teología Bautista más moderna y contemporánea. He estado bailando en secreto desde que tenía quince años, viendo videos de Internet, enseñándome a mí misma, viendo So You Think You Can Dance en mi laptop y tratando de imitar las coreografías. Mamá 1Púlpito:

Es la plataforma elevada en las iglesias desde la que se predica. Cuando se usan para proclamar las Lecturas se llaman también ambones.

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me ayudó un poco el año pasado, llevándome a clases de baile los sábados por la mañana, diciendo a papá que eran citas de manicura—pedicura. Él aprobaba muy poco la manicura y pedicura como lo hacía con todo lo demás, pero tendría un momento difícil diciéndonos que no a mi mamá y a mí, así que nos dejó ir. No necesitaba saber acerca de las clases de baile secretas, siempre y cuando mi madre me acompañara. Por supuesto, mamá y yo realmente conseguíamos la manicura y pedicura después de la danza, pero eso no viene al caso. Sonrío a papá cuando paso bailando fuera de su estudio. Mamá me está esperando en la cocina. —Hay que ir, Grey. Ahora puedes bailar todo lo que quieras sin preocuparte porque ninguna de las das podamos meternos en problemas. Abrazo a mamá y le doy un beso en la frente. —Gracias, mamá. Sé que no te gusta mentirle a papá. Me mira, y me hace callar con un dedo sobre los labios. —Nunca le he mentido. Ni una sola vez. Nos preguntó si nos íbamos a nuestras uñas, y eso es lo que hicimos. Si él no preguntó dónde más íbamos, eso no es mentira. Si alguna vez me hubiese preguntado directamente si estabas tomando clases de baile, le habría dicho. Tú sabes que sí. No discuto con ella. Me dirijo a mi habitación para enviar un correo electrónico a la señora LeRoux diciéndole que puedo unirme oficialmente a la compañía, me pregunto por las evasiones de mi madre. ¿No estamos mintiendo por omisión si no le dijimos a papá lo que estábamos haciendo? Él no querría que fuéramos en absoluto si hubiera sabido. Si se entera ahora, nunca me permitiría salir de mi habitación. No sé en qué tipo de problemas una esposa se podría meter, pero sé que papá estaría enojado con mamá por su complicidad. Echo un vistazo a través de los vídeos de la Sra. LeRoux que ha subido a la página web desde la semana pasada. Ella se ha comprometido a llevar una cámara de vídeo en cada lección, y luego, al final del día, sube el contenido a su sitio web. O más bien, su hija Catherine lo hace. Si no hemos estado allí para esa clase, Catherine y la señora LeRoux pasan por el vídeo del día y cortan la

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mayor parte, dejando en claro que se supone que nos enseñan algo. Nadie lo sabe, pero la señora LeRoux comenzó esta práctica, principalmente por mi causa. Vio algún tipo de potencial en mí aquella primera clase en que asistí a principios de este año. Le encantó la forma en la que bailé y aplaudió el hecho de que yo era autodidacta. Me dio una beca para que pudiera asistir de forma gratuita. Ya que no podía asistir a tantas clases como todos los demás lo hacían, comenzó a grabarme las clases, ensayos y prácticas de grupo para poder mantener el ritmo. Otros estudiantes comenzaron a verlos y los encontraron útiles también, por lo que se pegaron. Cuando la primera lección de grupo entre semana rodó alrededor de ese miércoles, yo había practicado la coreografía de grupo, así como la pieza en solitario en la que estaba trabajando. Papá me había visto practicar en el sótano, sentado en las escaleras con sus dedos presionados juntos en un campanario, con sus ojos siguiendo cada movimiento. Era desesperante, honestamente. Me estaba mirando a ver si iba mal, para ver si este plié2 era obsceno, o que la extensión de la pierna era inadecuada y poco femenina. El grupo del miércoles después de la escuela se divide en dos partes, cuarenta y cinco minutos cada uno. La primera sección es un grupo de coreografía, repasando la pieza the eleven-girl diseñada por la Sra. L, asegurándose de que cada uno de nosotras conozcamos nuestras piezas individuales y que toda la pieza fluya correctamente. La segunda parte es la instrucción, donde la señora L, nos enseña un nuevo movimiento o técnica, demostrando lo que tiene cada uno de nosotros probándolo en frente de la clase. Se corrige según sea necesario. Estoy luchando un poco con el trabajo en grupo, ya que nunca he bailado en un grupo antes de hoy. Sigo perdiendo el paso en el medio, pierdo el paso golpeando a Devin, la chica de al lado. Por último, la Sra. L detiene la práctica y me lleva hacia adelante, mientras todos los demás se alinean en la barra junto a una pared. —Grey, lo estás haciendo muy bien, querida, pero es necesario para obtener esta parte estar abajo. Puedes hacer el paso de chat perfectamente por tu cuenta, pero por alguna razón, cuando lo pruebas con las otras chicas, metes la pata. ¿Por qué crees que es esto? 2Plié:

Posición de ballet.

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La Sra. LeRoux es una mujer diminuta, de apenas más de un metro y medio de altura, con pelo gris y ojos grises pálidos colocados a poca profundidad en su hermoso rostro. Es francesa, después de haberse trasladado a Georgia hace veinte años con su marido, que murió repentinamente, dejándola en deuda. Abrió un estudio de baile con lo último de su dinero en efectivo y se abrió paso hacia la prosperidad, una lección a la vez. He visto su baile antes, y no es uno de esos profesores que no pueden hacer lo que enseñan. La Sra. LeRoux puede hacer llorar con una rutina de dos minutos. Como maestra, es ardiente y feroz, exigente pero es justa y compasiva en todas las cosas. Nunca es mala en sus críticas, pero espera que hagas todo lo posible y se niega a dejarte ir con menos. La amo cariñosamente. Me paro en frente de la clase y considero la pregunta de la señora LeRoux. —Nunca he bailado en un grupo antes. —Es lo mismo que bailar sola, querida. Debes simplemente ser más consciente de tus alrededores. Este paso de chat es simple. Un juego de niños. Tú eres lo suficientemente talentosa como para no tener problemas. Inténtelo de nuevo sola, por favor. —Hace un gesto con la mano para que haga el movimiento. Tomo una respiración profunda, me pongo de cuclillas que es el que lleva el paso de chat. Es un movimiento de ballet, ya que la formación de la señora L. es principalmente ballet, aunque el estudio también se centra en la danza contemporánea, moderna y jazz. Cada pieza de coreografía tiende a tener una inclinación de ballet, he descubierto, que está bien conmigo. Me encanta la naturaleza fluida del ballet, aunque no me gusta la rigidez de la misma. Bailo para ser libre, para expresarme. Voy por la serie de pasos y saltos, y sé que las aplico. Hacerlas sola nunca fue el problema. —Muy bien, Grey perfecto. Ahora, Lisa, Anna, Devin, tomen sus posiciones alrededor de ella. Y... comiencen. —La Sra. L asiente cuando las cuatro llevamos a cabo la sección de la rutina, juntas. Me salen los dos primeros pasos sin problemas y esta vez, concentro toda mi atención en Lisa a mi izquierda y Anna a mi derecha al hacer la pirueta juntas y comienzo la segunda serie de saltos. Devin está detrás de mí para el comienzo de la serie, pero termina en frente de mí después de una pausa, vuelvo a ajustar nuestras líneas, pirueta y salto

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de nuevo. Este interruptor, la pirueta, es en lo que estoy teniendo problemas. Siempre estoy demasiado cerca de Devin, y mis brazos se pegan sobre ella, mientras que ella y yo giramos en direcciones opuestas, con Lisa y Anna giramos a ambos lados de nosotros en direcciones opuestas. Es una secuencia hermosa, o al menos lo será si puedo aplicarla en este momento. No es técnicamente una pirueta, de acuerdo con la definición de ballet, ya que nuestras armas no son cúpulas por encima de nuestras cabezas, sino que se separan para crear una especie de efecto de remolino en el centro de nuestros cuatro cuerpos. Si se tratara de una simple pirueta de ballet no tendría ningún problema, ya que mis brazos se encuentran dentro de la esfera de los codos y las rodillas, pero con mis brazos extendidos como este... Siento que el filo de navaja de mi antebrazo izquierdo golpea la mano de Devin, y aunque termine la maniobra, sé que he metido la pata otra vez. —Mejor, señorita Amundsen, mejor. Pero ahora de nuevo. Esta vez... enfócate en ver a Devin. Tus manos deben pasar por encima de ella en cada rotación. Una vez más, la Sra. LeRoux hace un gesto imperioso y da un paso atrás. Volvemos a la posición inicial, salto, salto, salto... pausa, serie, vuelta... Me fijo a la perfección, con una sonrisa de júbilo. La siguiente serie de pasos es de flujo natural, y en alguna señal de la señora L. que no veo, las otras chicas se unen a nosotros sin ni siquiera un susurro de interrupción. El resto de la pieza es sin esfuerzo. Lo hacemos alrededor de tres veces más, y ahora es suave como la seda, como debe ser. El período de instrucción es fácil. Nos enteramos de algunas secuencias básicas de tumble/floor jazz. Después de que todo el mundo demuestra los movimientos a satisfacción de la señora LeRoux, ella nos despide. Me llama a un lado mientras recojo mis cosas. —Grey, ¿un momento? Dejo mi bolso, mientras me paro en frente de ella. —¿Si, Señora LeRoux?

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Ella me sonríe. —Lo hiciste bien hoy, estoy orgullosa de ti. —Gracias. —¿Qué tal viene tu solo? Muevo mi cabeza de un lado a otro, un movimiento inseguro. —Bastante bien, creo —digo —. Estoy un poco atascada cerca del final, sin embargo. No puedo hacer que la transición salga fluidamente de una parte a otra. —Muéstrame. —¿Desde el principio, o...? Agita su mano. —Sí, sí. Desde el principio. Déjame verlo. Deslizo mi bolsa de equipo hasta el borde de la habitación con mi pie, y tomo mi posición en el centro de la estancia. Lo haría mejor con mi canción sonando, pero no es así como trabaja la Señora LeRoux. Ella espera que tú sepas los pasos y los movimientos fríos, con o sin la música. Dice que la música debe sumar el alma y la expresión de la pieza, pero no debe ser un soporte. Me detengo durante unos pocos latidos, hundiéndome en el sitio mental donde puedo llamar al ritmo y dejar que se mueva a través de mí. Doblo mis rodillas, extendiendo mis brazos a ambos lados, después muevo mis manos alrededor en un círculo, deslizando un pie fuera y poniendo el equilibrio en el otro pie. Mi pierna extendida se eleva, mis brazos estirados hacia delante hasta ponerme en un arabesque3 de pie plano. Lo mantengo, elevo sobre los dedos, y luego doblo en la cintura y apunto los dedos hacia el cielo, dejando que el impulso me tire en un giro diagonal cabeza-dedo-cabeza-dedo. Al final de tres rotaciones, planto mis palmas en el suelo y dejo que la energía del giro me lleve encima hasta pararme de manos. Mis pies caen lentamente, mientras arqueo mi espalda hasta hacer la conexión, pies plantados, manos plantadas, columna vertebral arqueada, cabeza entre mis brazos. Bajo mi cuerpo al piso y giro sobre mi estómago, arrastrándome hacia delante, tratando de expresar desesperación. Se trata de una pieza Arabesque: Es una de las posiciones básicas en ballet clásico. El cuerpo de perfil, apoyado en una pierna extendida hacia atrás y las manos colocadas en varias armónicas posiciones. 3

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que pretende hablar de mi desesperada necesidad de libertad, mi sensación de encierro. Las partes de la pieza son salvajes y enérgicas, giro los brazos estirados, flotando a través del suelo. Otras partes están contenidas, extremidades cerca del cuerpo, deslizándose a través del suelo en ligeros pasos. Cerca del final de la pieza, llego al lugar donde mi coreografía se atasca. Estoy en el centro de la habitación, erguida, preparando una pirueta, brazos aferrándose contra mi pecho. Mis palmas giradas fuera y empujo en contra de una pared, una barrera invisible en frente de mí. La barrera da un paso repentinamente y me derrumbo hacia delante, tropezándome como si me hubiera tomado por sorpresa. —Aquí es donde me atasco —digo, jadeando por aire en medio de la pista de baile—. Inicialmente, tenía previsto caer hacia delante, pero simplemente no se siente bien. —Muéstrame el movimiento original, por favor. Hago de nuevo la pirueta, empujando otra vez la pared, el deliberado tropiezo hacia delante, y me dejo caer. Me paro y limpio el sudor de mi labio superior— ¿Ve? Es sólo que... no funciona. La Señora LeRoux niega con la cabeza, rascándose la parte posterior de su cuello. —No, tus instintos son correctos. No está del todo bien. —Me mira como si me viera moviéndome, aunque estaba quieta. Podía decir que ella estaba mirando la coreografía en su cabeza. —Ah, ya lo tengo. En lugar de caer hacia adelante, tropieza, balancéate, y gira en el lugar, pero fuera de balance, de esta manera, ¿sí? —Ella demuestra lo que quiere que haga—. A través del resto de la pieza, tu estas batallando contra las fuerzas que te contienen, luchando para encontrar tu equilibrio y tu libertad. Aquí que aquí, en el final, debes ser victoriosa. Ese es el propósito de esta pieza, ¿sí? Es la expresión de tu sentimiento de estar atrapada. Veo eso. Así que ahora, debes derrumbarlo. La pared cederá a tu paso. Por lo tanto cuando finalices la pirueta, que está muy bien hecha por cierto, en lugar de sólo empujar en contra, actúa como si estuvieras batiendo hacia abajo. Rompe y sacude contra ella. Deja a tu ira sangrar a través de ella. Tienes de vuelta el final, Grey. Estas terminando débil. Esto tiene que terminar enérgicamente. Debes sentir la fuerza en ti misma, ¿sí? Esto podría ser un avance. No solo en tu danza, sino en tu cabeza. En tu alma. En ti misma. Golpea en contra de la pared. Creo que entiendo

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algunas de las luchas en tu vida. Luché contra ellas, también. Mi padre era muy exigente. Me puso en ballet cuando tenía sólo cuatro años. Bailé todos los días durante toda mi vida. Tenía pocos amigos y menos actividades sociales. Sólo había ballet. Sólo ballet. Entonces conocí a Luc. Él me arrastró. Era un bailarín, también. Era tan fluido, tan fuerte. Todo lo que hizo fue hermoso. Nos conocimos en un viñedo en Le Midi. No recuerdo exactamente dónde. Cerca de Toulouse, probablemente. —Mira fijamente a media distancia, recordando. Niega a sí misma—. No importa. Entiendo. Debes liberarte a ti misma. En la danza. Agita su mano en el gesto que significa otra vez, otra vez. Corro a través de la pieza desde el principio, y esta vez recuerdo cada una de las reglas que tengo que seguir, cada fiesta de mis amigos de la escuela que no pude ir, cada vez que me dijeron que ese par de jeans era demasiado apretado, un top demasiado escotado, que estoy usando mucho maquillaje. Creo que las expectativas sobre mí, eran ser una pequeña perfecta belleza sureña, la pequeña hija perfecta del pastor, la expectativa de casarme con un hombre religioso cabeza del seminario, algún joven aburrido sin aspiraciones más allá de la vocación religiosa y la parroquia. Puse todo eso en el baile. Cuando salté, arrojé todo de mí en él. Cuando giré en el lugar, dejé a todos mis músculos tirar de mí en el giro con toda mi energía. Cuando gateé a través del piso, arañé los pulidos tablones de madera como si estuviera suplicando por mi vida. Cuando comienzo a golpear las paredes que me envuelven, veo el rostro de mi padre, escucho su voz y sus fuertes críticas, y estrictas formas exigiendo perfección, golpeo y golpeo y golpeo en él. Finalmente, siento las paredes ceder y tropiezo hacia delante, girando en el lugar, agitándome, intencionalmente fuera de balance, tambaleándome, girando alrededor del piso como si descubriera la alegría en el espontáneo baile de pasos libres. Termino de pie con mi cabeza colgando, manos flojas a los lados, pecho jadeando, sin aliento. Elevo la mirada para evaluar la reacción de la Señora LeRoux. Apoyándose contra la pared, una mano cubriendo su boca, ojos húmedos. —Perfecto, Grey. Sólo... perfecto. Sentí todo. Perfecto. Su mirada se mueve rápidamente sobre mi hombro, y giro en el lugar para ver a mi madre observándonos desde la entrada del área del

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vestíbulo. Sus ojos reflejan sus emociones, y sé que lo ha visto todo. Sé que ella vio lo que sentí en ese baile. Las esquinas de sus ojos están ceñidas, su frente arrugada. Aparto la vista de ella, de vuelta a la Señora LeRoux. —¿Crees que estuve bien? —pregunté. Asiente con la cabeza. —Creo que fue un ejemplo de tu potencial. Puedes ser una magnífica bailarina, Grey. Debes seguir poniendo todas tus emociones en tu baile. No dejes de contenerte. Me inclino para agarrar mi bolso, rebuscando por una toalla. Me uno a mi madre en la puerta, limpiando mi rostro con el algodón blanco áspero. Nos marchamos y ninguna de nosotras habla mientras mamá nos conduce a través de Macon y fuera de nuestra casa en los suburbios. Me vuelvo a mirarla, confusa por su no característico silencio. Generalmente habla demasiado después de la clase de baile. Ella era una bailarina, también, hasta que conoció a papá y me tuvo. A ella le gusta hablar de lo que estoy aprendiendo, las diferentes técnicas y todo lo relacionado con mis clases. Hablando de compras, reviviendo sus días como bailarina. Ahora, sin embargo, se desplomó hacia la ventana y condujo con una mano. Su otra mano se presiona con su frente. Sus ojos estrechos, sus rasgos ceñidos, arruinados. —¿Estás bien, Mamá? —pregunto. Me lanza un débil intento de una sonrisa tranquilizadora. —Estoy bien, cariño. Sólo tengo dolor de cabeza. Me encojo y dejo al silencio quedarse. —Tu baile era hermoso, Grey. —Su voz es tranquila, como si hablar demasiado alto pudiera causarle dolor extra. —Gracias, Mamá. —¿Qué significa? No respondo de inmediato. No estaba segura de cómo hacerlo. Me encojo. —Sólo... a veces me siento... atrapada. Es mamá la que vacila esta vez. —Lo sé, cariño. Él sólo quiere lo mejor para ti. —Su mejor. No es necesariamente mi mejor.

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—Es tu padre. —Eso no significa que lo que él piense este bien para mi, si siempre es la única opción. Mamá frota la frente de nuevo con los nudillos. Luego tiende su mano, sacudiéndola como si estuviera dormida. —No quiero comenzar esto ahora, Grey. Es tu padre. Te ama, y sólo está haciendo lo que cree que es correcto. Necesitas ser respetuosa. —Él no es respetuoso conmigo. Me lanza una afilada, mirada de advertencia. —No, Grey —Hace una mueca, y luego gira sus ojos de vuelta a la carretera, parpadeando duro—. Dios mío, esto es aún peor —murmura, más a si misma que en voz alta. —¿Aún peor? —Me quedo mirándola preocupada—. ¿Has estado teniendo muchos de estos dolores de cabeza? —Aquí y allá. Nada demasiado malo. Me golpean en la mañana, y por lo general desaparecen por sí solos. —Aprieta su mano en un puño y lo libera, la sacude de nuevo. No estoy segura de qué decir. Mamá es difícil. Nunca se enferma, y las pocas veces que lo hizo, rara vez se quejó y nunca se tomó el tiempo para descansar. Que su dolor sea visible no es una buena señal. Debe estar realmente sufriendo. —¿Si ves a un médico? —pregunto. Agita su mano en rechazo. —Es sólo un dolor de cabeza. —¿Qué está mal con tu mano, entonces? —No lo sé, Es sólo... se siente adormecida. Está bien ahora. Estamos en casa en este momento, y tira al BMW dentro del garaje y está fuera de su puerta y dentro de la casa antes de que yo incluso tire de mi bolso fuera del asiento trasero. Saludo con la mano a papá cuando paso por su estudio en mi camino por las escaleras. Después de haberme duchado, me dirijo a la cocina, esperando encontrar a mamá haciendo la cena, pero la cocina está vacía. Papá todavía está en su estudio, tecleando en su ordenador, preparándose para el sermón del domingo.

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—¿Dónde está Mamá? —pregunto. Levanta la vista sobre el borde de sus angostas gafas de lectura. —Esta acostada. Tiene migraña, supongo. —¿Está bien? Dijo que estaba teniendo dolores de cabeza. Se recuesta en su silla. —Lo sé. Si no se detienen pronto, voy a llevarla a ver a un médico tanto si quiere o como si no. —Voy a hacer la cena entonces. —Gracias, Grey. Cuando hayas terminado, ve a ver si mamá quiere algo. Ella no puede. —Se vuelve de nuevo a la computadora—. Voy a comer aquí. Me retiro a la cocina y comienzo a hacer la cena. No soy tan sofisticada en la cocina como Mamá, pero puedo hacer unos buenos platos. Rebusco en la nevera y veo reunidos los ingredientes para hacer pollo cordonbleu4, así que hago eso, le llevo el plato y una lata de Coca Cola Light a papá. Me dirijo escaleras arriba para ver a mamá pero está dormida con las cortinas cerradas contra la luz del atardecer. Incluso dormida, su frente esta arrugada y ceñida con dolor. Preocupación se dispara a través de mí, pero la descarto. Dejo un plato de comida en caso de que mamá quiera más tarde, tomando mi plato con Coca Cola entro en mi habitación para comer mientras termino mi tarea. A excepción de los dolores de cabeza de mamá, la vida es buena. ¿Entonces porque siento una insistente sensación de inquietud?

CordonBleu: Es un plato originario de Francia. Su receta original es a base de pollo y pescado pero ha ido variando. Lo que nunca ha cambiado es su agradable sabor. 4

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Capítulo 2 Traducido por Melusanti & Jazmín Corregido por Pily

E

l último año escolar pasa sin incidentes. Los dolores de cabeza de mamá han desaparecido o los oculta. He bailado en varios recitales, con mamá y papá asistiendo. Papá todavía no termina de aprobarlo, y sin duda mira los solos abiertamente sensuales de las otras chicas. Sin embargo, sabe que soy talentosa y esto le agrada. Bailo durante el verano, y conozco a Devin y a Lisa y a algunas de las otras chicas del estudio. Papá me deja salir con ellas mientras me reporte con regularidad. En su mayor parte, no hacemos nada más que pasar el rato en el centro comercial y ver televisión femenina en la casa de Devin. Los chicos vienen unas cuantas veces, pero ninguna de nosotras le dice nada a los adultos. Devin es una duendecilla, apenas cinco-uno y ni siquiera cien libras. Tiene el pelo castaño y ojos marrones y es una fiera, enérgica y ardiente y abierta. Casi tiene que correr a su casa ya que sus padres trabajan todo el tiempo. Por lo que sabe papá, somos solo yo y Devin y Lisa y las cursis películas de los 80 como Flash dance y Footloose y Las Chicas solo quieren divertirse. Él no sabe nada de las fiestas que, de vez en cuando, Devin hace los fines de semana, mientras que sus padres están en Atlanta o en otro lugar por negocios. En comparación con las historias que escucho en el Central High School, estas fiestas suelen ser bastantes tranquilas, en su mayoría las mismas veinte personas, algunas chicas del estudio de la señora LeRoux, algunos chicos del equipo de fútbol y algunas chicas del programa de baile del Central. Los demás toman cerveza y hacen shots de Whisky que alguien trae, pero yo no. Papá olería alcohol en mí antes de que llegara a casa. Probé cerveza una vez, pero era desagradable. Tomé un sorbo de whisky y casi me ahogo. Me atengo a la Coca cola y divertirme viendo a los otros actuar como idiotas. En una de estas fiestas, al final del verano, me encuentro sentada en la terraza detrás de la casa de Devin, viendo como seis o siete chicos borrachos juegan un ruidoso partido de fútbol callejero, las chicas

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animando emborrachándose. Una de las chicas de baile del Central se sacó su camiseta, el sostén es rosa brillante en la oscuridad de la noche. Estoy avergonzada por ella ¿Cómo podría estar bien así, medio desnuda, sabiendo que cada individuo en la fiesta la miraba? Quiero cubrirla. Varios chicos dieron con ella, tratando de conseguir que vaya adentro con ellos, pero parece defenderse sin esfuerzo retirándose sin herir sus sentimientos. Ella está claramente borracha, bailando con la música que suena en los altavoces portátiles del iPod de Devin. Tiene sus manos en su pelo, amontonándolo hacia arriba en la parte superior de su cabeza. Retorciendo sus caderas al ritmo de la música, girando en su lugar poco a poco, girando sus caderas, su piel bronceada intermitente bajo la luz de la luna y la luz amarilla pálida de la casa. Todo el mundo está mirando. Todo el mundo. Ella es una bailarina, sabe lo que está haciendo. Sabe que tiene su atención Desliza sus manos sobre su vientre, sobre sus caderas, empujando la cintura de sus pantalones vaqueros ajustados. Su baile ha adquirido vida propia, girando, arroja el pelo alrededor empujando y moviendo sus caderas. Cada movimiento es provocativo. Los chicos están congelados y miro como un chico afectado se acaricia a sí mismo. A pesar de que estoy en la oscuridad de la cubierta, me sonrojo. Una voz baja y ronca viene de la izquierda: —¿Puedes bailar así? Salto, sorprendida. Me asomo en las sombras y veo a un chico que frecuenta las fiestas de Devin, un jugador de fútbol llamado Craig. —No —digo, sacudiendo mi cabeza—. Definitivamente no. Se ríe, apoyándose en la barandilla de la cubierta. —Claro que puedes. —Sus dedos acarician mi hombro y me estremezco—. Deberías tratar. Serías caliente. Ella está bien de aspecto, ¿Pero tú? Estás bien como el infierno, chica. Me sonrojo tanto que mi cara está caliente. Me río nerviosa. —Estás loco. —No, no lo estoy. Solo sé lo que me gusta. —Su tono indica que se está refiriendo a mí. Todavía no puedo verlo. Está en las sombras, en la hierba más allá de la cubierta. Lo he visto antes. Es alto y rubio, el tipo de persona por

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la cual la mayoría de las chicas babean. Lleva una camiseta roja que muestras sus brazos fornidos y un par de shorts a la cadera. Es guapo, eso es seguro. Mi estómago hace flip-flops. Le gusto. Se inclina hacia delante para verme mejor, sus ojos claros y amplios en la oscuridad. Abruptamente, planta sus manos en la barandilla de la cubierta y me atrapa por lo que está justo frente a mí. Doy un grito silencioso por la sorpresa y me alejo de él. Se pavonea hacia mí. Es tan alto y tengo miedo de lo que veo en sus ojos. Deseo. Hambre. No sé cómo lidiar con ello, con él. Este es un nuevo territorio. Sé que soy bonita por lo que los chicos siempre están interesados. Soy alta para una chica, de pie mido cinco nueve. Tengo el cabello color rubio miel y es largo y fino y recto. Mis ojos son grises, el color del hierro oscuro de una tormenta, o eso dice Devin. Tengo el cuerpo de una bailarina: gruesos y poderosos muslos, caderas más anchas de lo que quisiera, una cintura muy delgada, y un busto generoso. Por “generoso” quiero decir, que tengo tetas enormes, incluso para mi estatura y figura, lo que es una especie de desafío cuando estoy bailando. Por lo general llevo sujetadores deportivos sólo porque rebotan demasiado sin ellos, incluso cuando no estoy bailando. Es allí donde los ojos de Craig están pegados en estos momentos. Estoy usando una suelta camiseta azul y una falda hasta los pies. Completamente conservadora. Sin mostrar piel, pero si mis brazos y un borde delgado por arriba de mi camisa. Aún así, Craig no puede apartar los ojos de mí pecho. De repente, estoy irritada por eso. Pero luego se acerca otro paso, y está tan cerca que puedo oler la cerveza en su aliento y ver la lujuria en sus ojos. —Vamos, Grey, muéstrame como bailas. —Pone sus manos en mis caderas, baja y las mueve. Estoy congelada, porque nunca nadie me ha tocado así. ¿Debo reaccionar? A una parte de mí le gusta, pero ésta parte es pecaminosa. A la pecadora lujuriosa en mí le gusta. Con una inhalación brusca, me aparto de su agarre. —No lo creo, Craig. Se ríe, como si estuviera jugando un juego. Siguiéndome por lo que su cuerpo esta apretado contra el mío, sin dejar un centímetro entre nosotros, antes de saber lo que está pasando, su boca está en la mía, el aliento a cerveza agria y su olor corporal leve. Es una fracción de

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segundo de contacto, pero estoy indignada. Lo empujo lejos y tropieza y luego le doy una bofetada, con fuerza. No me molesto en hablar, pero entro en la casa como una tormenta, cerrando la puerta corrediza de cristal del patio trasero detrás de mí. A través de la ventana abierta, oigo la voz de Devin gritando desde el patio. —Ella no es así, Craig. No puedes sacar esa mierda con Grey Amundsen ¿No sabes quién es su padre? —¿Quién?¿Debería saberlo? —Escucho responder. —Eriz Amundsen. Pastor de la Iglesia Bautista Contemporánea de Macon. —¿Esa no es la gran Iglesia de setenta y cinco años? —Sí. Ese es su padre. Ella es la hija de un pastor, C. No es el tipo de chica que va a hacerlo contigo en una fiesta. Así que olvídate de ello. Olvídate de ella. —Es una mierda —murmura Craig—. Ella es caliente como el infierno. —Bueno, ella está fuera del límite. Ve por Amanda. Craig se ríe. —Sí, claro. Cada chico en Macon menor de veinticinco años ha estado con Amanda. No quiero ese tren. Devin se ríe con él. —Lo que significa que ella es una apuesta segura ¿no? —Apuesta segura para el herpes, quieres decir. —Oigo un cambio en la voz de Craig—. ¿Y tú Dev? ¿Qué tipo de chica eres? Devin no respondió de inmediato. No puedo creer que ella caiga en una táctica así, pero su voz es baja y entrecortada. —Dame otro trago y seguramente podrías averiguarlo. Me retiro a la casa porque no quiero escuchar más. Me salto la próxima fiesta de Devin, y creo que ella lo consigue. El cambio pasa por mi cabeza durante el resto del verano, sin embargo. Soy la chica que está fuera de los límites. Soy la hija del pastor. No estoy fuera de los límites porque respetan mis creencias sobre el matrimonio, o por quien soy, sino por mi papá. Devin era justo esa clase de chica que yo no, pero eso no quiere decir que me importaran totalmente los avances de Craig. Al menos, hasta que él agredió mi boca. Me gustaba sentirme deseada.

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He tomado muchas AP en mis primeros tres años de la escuela secundaria, por lo que mi horario de último año tiene algunos grandes bloques abiertos donde puedo tomar cursos electivos. Estoy tratando de elegir algunas clases que me interesan, pero no hay nada. Ya he tomado fotografía, teatro, periodismo y danza electiva. No quiero repetir ninguna de ellas, excepto, tal vez la clase de teatro. Era divertido subirse al escenario, fingiendo, y actuando. Y era aún más divertido ver a los demás. Incluso nos dieron a cada uno directamente nuestra propia escena, y eso era en lo que yo brillaba. Me acomodo en una introducción en la clase de cine, impartida por el Sr. Rowoski, que había trabajado en Hollywood como camarógrafo la mayor parte de su vida antes de retirarse a Macon con su esposa. Es un hombre de baja estatura con un vientre redondo y largo cabello gris atado en una coleta. El semestre vuela. La mayoría de mis clases son aburridas, difíciles, pero aburridas. Todas excepto Cine. Vemos películas, las diseccionamos, hablamos de cinematografía, los ángulos de cámara, la razón por la docena de tomas de cada escena. Algo sobre el proceso me engancha. Al oír al Sr. Rowoski hablar del detrás de cámara para las películas como Dirty Dancing y Ghost, ser parte de hacer algo tan duradero, tan icónico….me encanta cada historia que cuenta. Bebo de las películas. Me encanta ver las cosas diferentes que una película puede hacerte sentir, sólo por la música de fondo o el ángulo de un primer plano, o como un shot barre de un lado a otro. Es la manipulación de la luz y el sonido y la emoción. Cada película es un pedazo de magia. Es como la danza para mí. Cuando bailo, me pierdo. Puedo ser cualquier persona, hacer cualquier cosa. Puedo decir lo que pienso, lo que siento. Con las películas, puedo perderme en otro mundo, en la vida de otras personas con problemas diferentes a los míos. Al final del último día del semestre, el Sr. Rokowski me lleva a un lado. —Grey, sólo quería decir que placer fue tenerte en clase este semestre. De vez en cuando, esta clase enciende algo en un estudiante, y esos son los momentos que vivimos. Enseño cine porque es lo que sé y lo que me gusta, pero cuando soy capaz de mostrar a un estudiante la

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magia del cine, esa es la mejor parte. —Saca un folleto de su maletín —. Enseño La conexión del cine. Es un Instituto de cine con una sucursal aquí en Macon. Es un programa increíble que realmente te enseña los pormenores de la industria. Vas a través del proceso de producción de tu propia película, e incluso se conecta con ejecutivos de Hollywood. Creo que podrías ser una buena candidata para el programa. Es algo en que pensar. Incluso podrías conseguir una beca. Podría hacer una recomendación para ti. Siento como una flor de esperanza dentro de mí. —¿Se trata de un instituto de cine real? —Totalmente. Es una buena manera de conseguir experiencia y hacer algunos contactos en la industria. —¿Aprendería realmente cómo hacer una película? Como, ¿de verdad? —Lo quería tanto que podía probarlo, hasta que recuerdo a Papá—. Mi Padre no me dejaría. —Me oigo decirle al Señor Rokowski. —¿Por qué no? Me encojo de hombros, no quería tener que explicar. —Es... muy estricto. No aprueba a Hollywood. —¿Pero es lo que quieres? Quiero decir, ¿qué pasa si consigues una beca? Es completamente posible. Conozco a personas. Realmente mostraste una pasión por el cine este semestre, Grey. Creo que podrías realmente hacer una carrera. Niego con la cabeza. —Voy a pensar sobre ello. Me gustaría, realmente quiero. Pero... Simplemente conozco a Papá. El Señor Rokowski limpia su rostro con su mano, sus ojos marrones mirándome de lado y luego se aleja. —Tu relación con tu padre es tu asunto. Solo piensa en ello, ¿bien? Odiaría ver que tu talento se vaya a desperdiciar. Pienso en ello... oh, pienso en ello. Estoy sentada en el bar en la cocina, haciendo girar un lápiz entre mis dedos. Trabajando en una idea para una película, escribiendo el guion y pensando sobre el guion, trato de hablar con mamá acerca de él, pero no cree que sea una buena idea. —Ya sabes cómo es Papá, Grey. Hollywood es inmoral y toda la industria del cine está llena de tiburones. Te expondrías a tantas cosas

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sucias. Es una exaltación de todo lo que es pecaminoso en nuestra sociedad. Ella se apropia directamente del léxico de Papá. —No creo que realmente hayas pensado en lo que te estarías metiendo, cariño. Continúa bailando. Encuentra un hombre bueno y piadoso. —¿Te refieres a un pastor, así puedo ser como tú? —¿Hay algo de malo con eso? —pregunta Mamá, su voz aguda. —No, pero no es lo que quiero. Amo las películas. Amo bailar, pero lo amo para mí. No quiero bailar profesionalmente, porque ya no sería divertido. Quiero una carrera en el cine. —No quiero ser la esposa de un pastor. Pienso, pero no lo digo. —No creo que eso sea una posibilidad, cariño. —Empuja su cabello rubio cuidadosamente rizado lejos de su rostro. Con dos dedos pellizca el puente de su nariz, y respira lentamente—. Solo piensa sobre ello de nuevo, Grey, cariño. ¿Vale la pena distanciarte más de tu Padre? Estaría muy decepcionado. Tropieza, luego, como si estuviera mareada o desorientada. Me lanzo fuera del taburete y la atrapo contra mí. —¿Mamá? ¿Estás bien? —Estoy bien, cariño. Solo me mareé por un momento. No he tenido mucho apetito últimamente, por lo que sólo podría tener hambre. Eso no tenía ningún sentido para mí. —Mamá, en serio. ¿Volvieron tus dolores de cabeza? —Nunca se fueron en realidad. Francamente. —Se apoya contra el mostrador de la isla de la cocina—. Estaré bien. Voy a tomar un poco de Tylenol5, y estaré bien. Lo dejo ir, pero la preocupación está de vuelta. A la semana siguiente, me acerco a Papá en su estudio. Es martes, lo que significa que acaba de comenzar su sermón para la semana, que es el mejor momento para hablar con él. Después el miércoles se pone de mal

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Tylenol: Es un analgésico y antipirético el cual actúa en este caso contra el dolor

de cabeza.

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humor si es interrumpido. Me dejo caer en la silla de cuero en el lado opuesto de su enorme escritorio de roble. —Hola, Papá ¿Cómo está saliendo el sermón? Se sienta hacia atrás, quitándose las gafas. Cepilla con su mano a través de su fino cabello rubio. —Hola, ahí, Grey. Está yendo bastante bien. Es un discurso sobre la realidad de practicar la Gracia en un mundo descortés. —Me observa—. Tengo esa sensación de que viene el ''Papa-puedo''. Sonrío lo más encantadora posible. —Quizás. Me sonríe y toma un sorbo del vaso de té dulce. El hielo tintinea, una gota de sudor corre por el lado del cristal y él se sienta. —¿Bueno? Suéltalo. —Así que, tomé una clase de cine este último semestre. Realmente, me gustó mucho, Papá. Fue muy divertido. Hemos aprendido mucho sobre las películas. El profesor solía ser un camarógrafo, y trabajó en Ghost, ya sabes, ¿la película con Patrick Swayze y Demi Moore? —¿Te refieres una sobre el hombre que persigue a su esposa? Los fantasmas son secuaces del diablo, Grey. Herramientas del Mal. —Es romántica, Papa. Él la amaba. No quería dejarla sola. —No podía aceptar el plan de Dios para su vida. Suspiro. —Bueno, independientemente, me gustó la película, y me encantó la clase. El Señor Rokowski pensó que podría ser una buena candidata para The Film Connection. Le muestro el folleto y lo hojea lentamente, leyendo las explicaciones y los testimonios. —Me encantaría, encantaría, encantaría hacer esto. Sería una oportunidad de aprender realmente la industria. El Señor Rokowski piensa que incluso me podría ayudar a obtener una beca por lo que no tendría que pagar mucho, en todo caso, para ello. Papá desliza sus gafas de vuelta y lee el folleto de adelante hacia atrás, luego presta atención a su computadora y escribe la dirección de la página web. Me siento en silencio, esperando contra toda

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esperanza. Después de mucho tiempo, silenciosos minutos, se quita las gafas de nuevo y se inclina hacia atrás. —¿Hablas en serio acerca de esto? Asiento con la cabeza enérgicamente. Había pensado largo y tendido sobre las mejores tácticas para esta presentación. Tenía que hacerle creer que era sobre la iglesia. Tenía que enseñarle cómo podría ser diferente de Hollywood. —Por supuesto. Es lo que quiero hacer con mi vida. No quiero ser actriz ni nada de eso. Quiero contar historias. Hay muchas maneras de contar una buena historia, a mover a la gente, y el cine es una de esas formas. Podría ser mi ministerio. Al igual que Kirk Cameron y Prueba de fuego. Respira profundamente. —Esperaba más de ti, Grey. —Su voz es repentinamente dura, como un látigo afilado, y me encojo—. Realmente lo esperaba. ¿Escuela de cine? Eso es peor que cualquier baile lascivo. Estarías trabajando con la escoria de la tierra. Personas que piensan que está bien glorificar el asesinato y la deshonestidad y la perversión sexual. —Pero Papa, no tiene por qué ser así… —Sería, sin embargo. Ellos se aprovecharan de ti. ¿Una inocente y hermosa chica como tú en Hollywood? Te comerán viva. —Pero eso es lo que hay de bueno en este programa. Es aquí en Macon. No tendría que trasladarme a Los Ángeles para hacerlo. Él no responde durante un largo momento. Cuando lo hace, sus ojos son duros como el sílex. —Esta conversación ha terminado. No vas a ser parte de esa industria. —Gira su silla lejos de mí, hacia la pantalla de la computadora, un claro despido. Retengo una respiración. —No lo entiendes. —Lo hago. Demasiado Bien. —No me está mirando, ahora. Despidiéndome—. Tú eres la que no entiende lo que es. Lo que las personas quieren, lo que van a hacer. Ellos te pervertirán. Es mi trabajo como tu Padre protegerte, te protegeré de eso.

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Mis puños se aprietan y tiemblan, mi garganta cerrándose con calor, rabia impotente. —¡Pero eso es todo lo que haces! ¡Protegerme! ¡Tú no me entiendes! Para nada. Nunca. Esto es lo que quiero. Solo porque seas un pastor no significa que no pueda vivir mi propia vida y me guste tener cosas. No todo es pecado, y es así como te comportas, como si cada cosa que no esté en el estudio de la biblia o los grupos de oración es pecaminosa. Me pongo de pie. Llorando y gritando. —Dios, eres tan... ¡tan malditamente estrecho de mente para todo! Enrojecido con ira, Papá se pone de pie y golpea sobre una taza de lápices. —No te atrevas a tomar el nombre del Señor en vano de esa manera, Grey Leanne Amundsen. —Me señala con el dedo, y ahora está fuera por completo el modo predicador—. Soy tu padre, y Dios me ha dado la responsabilidad de cuidar de ti. Soy responsable de tu alma. —¡NO! ¡No lo eres! Tendré dieciocho pronto. Puedo tomar mis propias decisiones. Estoy dividida entre el miedo y el orgullo. Nunca, nunca le había respondido de vuelta a Papá antes. Este momento en el tiempo lo cambiaba todo, de alguna manera. —Durante el tiempo que vivas en mi casa, seguirás mis reglas y harás lo que diga. Y digo que no harás ese programa. —Se sienta y endereza la taza de lápices—. Por tu actitud rebelde y mal hablar, todos tus privilegios de baile son revocados. Me hundo en la silla. —No, Papá. Lo siento. No... Estoy en una presentación el lunes. Si no bailo, van a tener que rehacer toda la pieza. —Entonces tendrán que rehacerla. —No me mira de nuevo después de eso. Me marcho de su estudio con lágrimas, retirándome a mi habitación. Al final mamá viene y se sienta en la cama. Ruedo hacia ella, y me siento inmediatamente. Se ve pálida y delgada, su rostro esquelético.

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—¿Mamá? ¿Estás bien? Se encoge de hombros. —Estoy bien, cariño. —Palmea mi mano—. Te dije que no lo presionaras, encanto. Hablaré con tu padre y veré si puedo convencerlo para que puedas estar en la presentación del lunes. Pero... realmente deberías dejar ir esa tonta cosa del cine. Lo sé... sé que puedes no querer ser la esposa de un pastor, y entiendo eso. ¿Pero el cine? No es para ti. No contesto. Sé que ellos no lo entenderían, ni siquiera mi mamá. Cuando está claro que he terminado de hablar con ella sobre eso, se pone de pie, palmeando mi mano de nuevo. —Hablaré con él. Solo... piensa sobre tus opciones, ¿de acuerdo? Piensa en el plan de Dios para tu vida. ¿Esta repentina obsesión por películas pecaminosas lo honraría? Sólo suspiro, dándome cuenta de la inutilidad de discutir con ella sobre la diferencia entre las ideas del plan de Dios para mi vida y mi plan para mi vida. Se va, y estoy sola otra vez. Me acuesto en mi cama y miro fijamente el techo, honestamente tratando de pensar a través de esto. Podía entender su reacción si dijera que quería mudarme a Los Ángeles y ser actriz, o a Nashville para ser músico. Pero estoy proponiendo quedarme cerca de casa y en su círculo de influencia después de la secundaria. De todo lo que Papá se preocupa es de su propia idea de lo que es correcto e incorrecto. Todo está en negro y blanco para él, y la mayoría de las cosas son negras. Hay más pecado y mal en las cosas que están bien. Me encuentro a mí misma preguntándome como él sabe lo que Dios desaprueba de todas las cosas que Papá asegura están mal. Sé que tendría versículos de la Biblia para apoyar todo lo que él cree. Yo solo... no puedo dejar de preguntarme si está manipulando las Sagradas Escrituras para adecuar lo que no le gusta o no está dispuesto a entender. Y honestamente, nunca ha dejado Georgia. Se crió aquí en Macon, obtuvo su título en teología en Trinity Baptist Seminary en Jackson, una hora al norte. No puede saberlo todo. Cuando más pienso sobre eso, más enojada me pongo. Comienzo a imaginar todos los inteligentes e ingeniosos y reflexivos argumentos que podría haber usado con Papá. Nunca voy a decirle

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ninguno de ellos, pero esa es la manera en que soy. Masticaré sobre los argumentos varios días, pensaré en lo que podría haber dicho, lo que debería haber dicho, lo que podría haber hecho para aparecer de manera diferente. Me sorprendo cuando mi puerta se abre y Papá está de pie en ella. Esperaba que fuera Mamá, pero en su lugar está el de pie allí mirándome asustado. —¿Papá? ¿Qué sucede? —Tu madre... ella… se desmayó. Una ambulancia está en camino. Son esos dolores de cabeza que ha estado teniendo. Ella solo cayó, Grey. Golpeó el borde de la estufa y se rompió la muñeca. Ora por ella, Grey. Ora para que el Señor la proteja. Tiemblo, lágrimas no derramadas cierran mi garganta. Esto es malo. Muy malo.

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Capítulo 3 Traducido por Julieta9768 Corregido por Pily

E

stoy sentada con las manos cruzadas sobre mi regazo, los ojos abatidos. No puedo mirarla. Un equipo emite un sonido constante, monstruoso. Mis ojos arden, pero están secos. He llorado todas mis lágrimas durante los últimos meses. Ella iba de mal en peor, y ahora es un esqueleto forrado en piel en una cama de hospital. Su pelo se ha ido. Sus mejillas son unas crestas de hueso afilado. Sus dedos son blandos, frágiles y diminutos. Apenas respira. He llorado y llorado, y ahora no puedo llorar más. Le rogué a Dios para evitarlo. Me quedé despierta noche tras noche, suplicando de rodillas. Y todavía Mamá está muriendo. Mamá. No la he llamado o pensado en ella como mi "Mamá" desde que tenía diez años y Ally Henderson se burló de mí delante de toda la clase por ello. Ella había sido la "mamá" desde entonces. Pero ahora... ella es mi "Mamá" de nuevo. Sin desanimarse, papá sigue firme en su fe de que Dios tiene un plan. Dios tiene un plan. Esas cuatro palabras poderosas lo resuelven todo por él. No creo que él tenga un plan. Creo que a veces la gente muere. Mamá se está muriendo. Sólo le quedan días. Dos días antes, me quedé afuera de la habitación del hospital mientras que el Doctor Pathak le dijo a mi padre que se preparara para lo peor. Papá sólo repitió su mantra. —La voluntad del Señor no puede ser trastornada. El Doctor Pathak gruñó con irritación.

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—Respeto su fe, señor Amundsen. Realmente lo hago. También soy un hombre de profunda fe, aunque sé que no estaría de acuerdo con lo que creo. Así que entiendo su fe. A veces tenemos que estar preparados para que el plan de nuestro Dios no sea lo que nos gustaría que fuera. Tal vez su Dios no obre un milagro. O tal vez lo haga. Espero por su bien y por el bien de su hija, que haga un gran milagro y sane a su esposa como lo he visto hacer tales milagros. También rezo, a mi manera, porque los milagros sucedan. Pero a veces no lo hacen. Es simplemente un hecho de la vida. Ahora tengo la mano de mamá con su cubierta de pergamino de papel en la mía, y la miro respirar. Cada respiración es un proceso lento. Ella lucha para aspirar el aire durante largos segundos y por fin lo deja salir de nuevo tan lentamente como lo tomó, algo suena en su pecho. Su cuerpo se está rindiendo. Ella no, pero su cuerpo sí. Mamá luchó. Dios, tenía que luchar. La quimioterapia, la radioterapia, la cirugía. Hay cicatrices y las líneas de puntos de sutura en el cuero cabelludo donde le perforaron y le cortaron. Querían sacar el tumor. Ella quería vivir. Para papá. Para mí. Me hizo vivir mi vida. Me hizo seguir yendo a la escuela secundaria, seguir estudiando. Me hizo aplicar a las universidades. Incluso me permitió enviar una solicitud a la USC, la Universidad del Sur de California. Una de las escuelas de cine más importantes del mundo. Me ayudó a conseguir becas. Le habló a papá de mi deseo y lo convenció de dejarme ir a donde quisiera. No quería que nosotros discutiéramos, así que no lo hicimos. Papá nunca estuvo de acuerdo, nunca lo aprobó. Pero cuando recibí la carta de aceptación de la USC, se detuvo de fingir mirar otras universidades, se dio cuenta de que era de verdad. Estaba sucediendo. Tal vez pensó que Mamá al estar enferma iba a cambiar de opinión. Tal vez pensó que él podría poner su pie en el suelo y hacerse con la suya, a pesar de lo que yo quería. No sé. Pero ahora... que está perdiendo la lucha. Y todo lo que sé es que voy a USC. Mamá comprendió mi pasión, antes de que el cáncer se llevara su alma. Usé mi dinero para comprar una cámara Filmadora y empecé a hacer mis propias películas, piezas artísticas mías, de la vida. Me hice amiga de un hombre sin hogar que vive en Macon e hice un artículo sobre él. El Sr. Rokowski me ayudó a editarlo y a poner una banda sonora con algunos programas profesionales.

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Le mostré esa pieza a papá. Dijo que era una pieza buena, pero que si iba a la escuela en Los Ángeles, mis intenciones no importarían. Que me dejaría atrapar por ese estilo de vida pecaminoso de Los Ángeles. Dejé que despotricara y luego se alejó. El cine es mi arte, tanto como la danza. No necesito su aprobación. He filmado la lucha de Mamá con el cáncer. Me dejó filmar cada momento de su vida. Incluso me salté las clases para ir a filmar la quimioterapia con ella. Dijo que era su legado, que iba a vencerlo, y mi película iba a grabar su victoria. Mi filmadora está en un trípode en la esquina viéndola morir ahora. Grabando su lucha por respirar, Registró sus últimas palabras, de hace dos días: "Te amo, Grey." Está grabando cada pitido de la máquina que controla los latidos de su corazón. Ellos han dicho que va a morir en cualquier momento. No entienden por qué aún no lo ha hecho. Yo lo sé, sin embargo. Creo que todavía está luchando. Por nosotros. Papá se ha ido a buscar un café y algo de comer. Echo un vistazo a la puerta cerrada, pero de una grieta entra un chorro fino de luz fluorescente del pasillo y el chirrido ocasional de las zapatillas de deporte. Ahí está el graznido distorsionado de la PA por encima: "Dr. Harris a la siete... Dr. Harris a la siete, por favor...." Aprieto suavemente la mano de mamá. Ella me aprieta la mano de nuevo, un soplo de presión. Sus ojos revolotean pero no los abre. Está escuchando. —¿Mamá? —Ella aspira y lucha por respirar—. Está bien, mamá. Voy a estar bien. Te echaré de menos todos los días. Pero... has luchado tanto. Sé que tienes que irte. Sé lo mucho que me amas y a papá. Yo me encargo de él, ¿de acuerdo? Tú...puedes irte ahora. Está bien. No tienes que luchar más. Eso es una mentira: no voy a cuidar de papá. Ella necesita la mentira, sin embargo, así que la digo. Un sollozo se escapa de mis labios. Descanso mi cara en su frágil pecho, escuchando el tenue thumpthump... thumpthump… latido... de su corazón. —Te quiero, mamá. Te quiero. Papá te ama. —He oído el débil latido hacerse más débil, más lento. Pocos segundos entre latidos, entonces casi un minuto—. Te quiero. Adiós, mamá. Ve estar con Jesús.

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Esas palabras son la peor mentira. No lo creo. No creo en Dios. Ya no más. Alguien está llorando en voz alta, y me doy cuenta que soy yo. Me ahogo. Tengo que ser fuerte por mamá. Un leve golpeteo de su corazón, su pecho se eleva... cayendo. Un soplo de presión sobre mi mano, una vez, dos veces, tres veces, con fuerza. Entonces nada. El silencio debajo de mi oreja. Quietud. Se ha apagado el monitor. Ahora lo oigo plano. Un equipo de enfermeras llega en ráfaga, empieza la lucha de la reanimación. —¡Alto! —Grito desde el fondo de mis pulmones. Ni siquiera me levanto de mi silla—. Sólo... paren. Se ha ido. Por favor... sólo déjenla en paz. Se ha ido. Papá está en la puerta, un pequeño vaso blanco de plástico de café en la mano. Ve la conmoción, oye la línea plana, ve las lágrimas en mi cara, y oye mis palabras. El vaso se desliza entre sus dedos y golpea el suelo. Café hirviendo, el olor es fuerte y se salpica de café arriba sobre las piernas de sus caros pantalones vaqueros y zapatos de cuero brillantes. —¿Leanne? —Su voz se quiebra en la última sílaba. Estoy enojada con él todavía. Pero es mi padre y ésta es su esposa y la ha perdido ahora. —Se ha ido, papá —digo. —No. —Niega con la cabeza, empuja a través de la multitud de enfermeras en batas rojas—. No, ella no es... ¿Leanne? ¿Bebé? No. No. No. —Le acaricia la frente, besa sus labios en un alegato roto, en una súplica silenciosa. Ella no le devolvió el beso, y él se encoge. Se desliza por el piso, agarrando los barrotes de metal de la barandilla de la cama. Sus gruesos hombros temblando, pero permanece en silencio mientras llora. Su dolor es horrible de ver. Como si se hubiera roto algo dentro de él. Destrozado. Cortado por el cuchillo de un Dios indiferente. —¿Por qué Él la dejó morir, papá? —No puedo evitar que las palabras escapen de mis labios.

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Son palabras crueles, porque sé que él no tiene las respuestas. Siempre he sabido la realidad: su Dios es una farsa. Está de rodillas al lado de su cama. Las enfermeras le miran en silencio y con respeto. Esta es la sala de oncología, que ha visto esta escena una y otra vez. —Dios... Dios mío, ¿por qué me has abandonado? ¿Eli Eli lama sabactani? —Él se aleja de mí, se cubre la cara con las manos. ¿En serio? ¿Está escupiendo en arameo ahora? ¿Está haciendo este piadoso espectáculo para las enfermeras? Está muy afligido, me doy cuenta de eso. Pero, ¿por qué tiene que actuar tan condenadamente santo todo el tiempo? Me aparto de él. Me inclino sobre mamá y beso su mejilla que esta enfriándose. —Adiós, mamá. Te amo —susurro las palabras lo suficientemente bajo, como para que nadie pueda oírme. Dejo la habitación. Es la número 1176. La ruta de los ascensores es una que podía caminar dormida ahora: giro a la derecha desde la habitación 1176, por el largo pasillo hacia el callejón sin salida. Giré a la izquierda. Otro pasillo largo. Justo en la estación de enfermería, a través de las puertas que se abren en direcciones opuestas, uno hacia ti, y la otra contra ti. Los ascensores se encuentran al final de este corto pasillo, un doble banco de puertas de plata. El botón se ilumina de color amarillo pálido, las flechas hacia arriba y hacia abajo borrosas de mil pulgares presionados contra ellas. No tengo memoria visual del ascensor yendo hacia abajo o de salir del hospital, sólo de ir tropezando hacia la luz del sol. Es un día hermoso, un otoño precioso. No hay nubes, justo ahora, el cielo azul sin fin y un sol amarillo brillante más el aire fresco de Octubre. ¿Cómo puede ser un hermoso día aquel en que mi madre acaba de morir? Debe ser un día negro, y terrible. En cambio, es la clase de día en la que debía estar paseando por el centro de Sebring en el convertible de Devin, escuchando a Guster. Me encuentro a mí misma sobre mis manos y mis rodillas en la hierba, rodeada de coches aparcados. Estoy llorando. Pensé que había llorado todas las lágrimas, pero aun tengo. Aunque no muchas. Siento la presencia de papá en la hierba junto a mí. Por primera vez en toda mi vida, es algo real. Se sienta en la hierba junto a mí, sin hacer caso de la humedad de los aspersores de hace una hora. Es temprano

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en la mañana, justo después del amanecer. Había estado junto a su cama durante cuarenta y ocho horas de espera. No me había movido ni una sola vez. Ni para comer, ni beber, ni para hacer pis. Mamá... Mamá está muerta. No hago caso a mi padre y lloro. Con el tiempo, me levanta de la hierba, me acompaña al coche, y me instala en el asiento trasero de su BMW donde me acuesto. El olor a cuero llena mi nariz, fuerte y picante y húmedo de la ropa. Conduce despacio, y le oigo estornudar. Oigo el pasar suave de su mano sobre su barba de una semana cuando se limpia la cara, limpiándose las lágrimas, dejando espacio para la próxima ola de dolor. No puedo respirar por los sollozos, por el peso en bruto de la pena. Mamá está muerta. Ella era la única que me entendía. Era el intermediario entre papá y yo. Cuando no me hacía caso, ella hablaba con él por mí. A veces me pregunto si papá incluso me gusta. Quiero decir, él es mi padre, así que sé que siente la emoción patriarcal del amor protector, ¿pero me quiere? ¿Por quién soy yo? ¿Me entiende? ¿Alguna vez lo ha intentado? Y ahora la única persona que me haya entendido se ha ido. Ido. —Detente, por favor. —Estoy luchando por sentarme, escarbando en el botón de la ventana, en la puerta con llave—. Voy a vomitar. El frena y se orilla al arcén de grava, desacelerando lo suficiente para que pueda lanzarme del coche aún en movimiento a la hierba alta y áspera de la carretera. El vomito se derrama de mí como una inundación caliente, quemando mi garganta, y con convulsiones en mi estómago. Mis ojos llenos de lágrimas mientras una ola tras otra brota a través de mí, y gotea de mi nariz. Papá no me ayuda, no me sostiene el pelo hacia atrás. Me mira desde el asiento del conductor, el motor encendido. Una canción de Smith Michael toca suavemente por los altavoces, flotando hacia mí desde la puerta abierta. "La Entrega". No me gusta esa canción. Siempre he odiado esa canción. Sabe que yo odio esa canción. Me arrodillo en la grava y el césped, agitada, jadeando. Miro por encima de mi hombro. El dolor en sus ojos es como cuchillos. Pero en angustiosa soledad. Está en su propio mundo. Yo también. Escupo bilis, me limpio la cara con la manga, y con una patada en la puerta le cierro de nuevo. Me deslizo en el asiento delantero del

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pasajero, hago clic en el cinturón de seguridad colocándolo en su lugar, y luego cambio con enojo la música. —Grey, estaba escuchando eso. —No me gusta esa canción. Sabes que odio esa canción. Con calma golpea el reproductor de CD de nuevo y toca un botón para saltar la canción. —Es mi coche. Voy a escuchar lo que quiera. No ha saltado la canción, resulta. La mandó a empezar de nuevo. Incluso en medio de la pena, todavía tiene que estar completamente en control. El coche todavía está parado, así que destrabo el cinturón de seguridad y empujo la puerta para abrirla. —Está bien. Entonces caminaré. —Son cinco millas Grey. Entra. Algo estalla dentro de mí. Me dirijo a él y gruño, es un sonido animal, un gruñido gutural sin palabras. —Vete a la mierda —digo. Él en realidad jadea. —Grey Leanne Amundsen. No le hago caso y empiezo a caminar. Un coche pasa con un zumbido fuerte enviando una racha tardía de viento fresco. Sale tratando de intimidarme, presiona y ordena. Luego trata de meterme en el coche. Pasa su brazo alrededor de mi cintura y me arrastra a la puerta del pasajero. Le piso fuerte en el empeine, idiota, libre de su agarre, y luego, antes de que sepa lo que voy a hacer, le doy un puñetazo en la mandíbula. Aprieto mi puño y extiendo el brazo y golpeo, cuando se conecta con su mejilla, se tambalea hacia atrás, más sorprendido que lastimado. Mi mano me duele pero no me importa. —¿Cuál es el plan de Dios ahora, papá? ¿Por qué? ¿Por qué dejar que esto sucediera? ¡Dime, papá! ¡Dime! —Estoy golpeando mis puños en su espalda. Coge mis manos entre las suyas. —Detente, Grey. Detente. ¡ALTO! ¡No lo sé! Yo no lo sé. Sólo vayamos al coche y vamos a hablar de ello. Levanto mis manos libres.

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—No quiero hablar de eso. Déjame en paz. —Lo digo con calma. Con demasiada calma—. Sólo... déjame en paz. Y... él lo hace. Se aleja, dejándome a un lado de la carretera, a kilómetros de cualquier sitio. En ese momento, lo odio. No creía que él me dejaría aquí, aunque yo consiguiera salir del coche. Otro sollozo se desliza a través de mí, y luego otro, y luego estoy chillando de nuevo. Kilómetros pasan por debajo de mis pies lentamente, muy lentamente. Con el paso del tiempo llamo a Devin, mi mejor amiga, y ella viene a recogerme. Es mi mejor amiga, después de mamá. Quien está muerta. La noticia me golpea de nuevo. Me meto en el coche de Devin y me desplomo hacia delante contra el salpicadero. —Ella, ella se ha ido, Devin. Ella murió. Mamá murió. —Lo siento, cariño. Lo siento mucho, Grey. —Ella apaga la radio y me acerca a su hombro, de nuevo nos dirigimos lejos del Centro Médico de Georgia, y a donde vivimos. Devin me deja llorar durante mucho tiempo antes de hablar. —¿Por qué estabas caminando por la carretera? —Devin tiene el acento de la perfecta belleza sureña al dedillo. Lo cultiva, creo. Siempre está tratando de sonar menos como un campesino de a mediados de Georgia, pero el acento se arrastra en ocasiones. —Me metí en una pelea con papá. Él... él siempre tiene que estar a cargo. ¿Sabes? Todo, todo el tiempo. No puedo soportarlo más. No puedo. Todo tiene que ser como él dice. Incluso cuando estábamos luchando, tenía que controlar lo que hacía, lo que decía y lo que sentía. —Sollocé—. Yo... creo que lo odio, Dev. Que hago. Sé que es mi papá y que debería amarlo, pero es que...es un idiota. —No sé qué decirte, Grey; de todo lo que me has dicho, que es una especie de idiota. —Ella mira por encima del hombro mientras se cambia de carril, y me lanza una sonrisa simpática—. ¿Quieres quedarte conmigo un tiempo? A mamá y papá no le importa. —¿Puedo? —Vamos a tomar tus cosas —dice Devin, tratando de ser alegre.

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Papá está en su despacho con la puerta cerrada. Eso me dice mucho, papá nunca, nunca cierra la puerta de su estudio a menos que esté realmente molesto o "en la profundidad de la oración." Pongo un montón de ropa y artículos de tocador en mi bolso, agarro mi bolsa de lona de las artes de danza, un alijo de dinero en efectivo de mi asignación del cajón de mi escritorio. Miro alrededor de mi cuarto, y me siento como si fuera la última vez. En un impulso, cojo mi iPod y el cargador de la mesa, junto con el cargador de mi teléfono. Vuelvo a mi armario y meto toda la ropa en la maleta, sujetadores, bragas, vestidos, faldas, blusas, zapatos de tacón, sandalias, todo ello dentro de mi maleta Samsonite hasta que se desborda y tengo que sentarme en ella para conseguir cerrarla. Yo había planeado hacer las maletas después, pero por alguna razón las estoy haciendo ahora. Esto es todo. El fin. Tomo los carteles de varios bailarines en mis paredes, los carteles de cine de Broadway del viaje a Nueva York al que mamá y yo fuimos por mis dulces dieciséis...todo parece juvenil. La habitación de un niño. De una niña. Incluso hay un estante en una esquina llena de muñecas American Girl de mi infancia, todas vestidas de forma minuciosa y sentadas en fila. Una última mirada. Una foto enmarcada de mamá y yo en el Times Square va en mi bolso. Se veía tan feliz allí, y yo también. Ese viaje fue lo que inspiró mi amor por la danza. Mi bolso de danza echado encima de mi hombro mientras saco la maleta por las escaleras. El golpe rodando paso a paso hasta que estoy en el rellano. La puerta principal está delante de las puertas francesas cerradas del estudio de papá a mi izquierda. Una de ellas se abre y papá llena el espacio, con los ojos enrojecidos, y el rostro demacrado. —¿A dónde vas, Grey? —Su voz es ronca. —A casa de Devin. —Tengo la carta de aceptación de la USC, el sobre con mi asignación de habitación, la información de mi nuevo compañero de cuarto, y las instrucciones de registro—. Y me voy a la universidad la semana que viene. —No, no lo harás. Somos una familia. Tenemos que permanecer juntos durante este difícil momento. —Trata de dar un paso más cerca

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de mí, y retrocedo—. Tu madre acaba de morir, Grey. No te puedes ir ahora. Me enfado con una risa incrédula. —Sé que ella murió. ¡Yo estaba allí! La vi… La vi morir. Me tengo que ir, tengo que salir de aquí. No puedo quedarme aquí. No pertenezco a este lugar. —Grey, vamos. Eres mi hija. Te quiero. Por favor...no te vayas. Sus ojos están húmedos. El verlo llorar duele, pero no cambia el hecho de que yo lo odio. —Si me amas tanto, ¿Por qué me dejaste a un lado de la carretera? —Sé que no es justo, pero me da igual. —¡Te negaste a entrar en el coche! ¿Qué se supone que debía hacer? ¡Me golpeaste! —Se desploma hacia el lado, contra la puerta cerrada, con la cabeza apoyada en la madera. Una lágrima resbala por su mejilla—. Ella era mi esposa, Grey. He estado con ella desde que tenía diecisiete años. Perdí a mi mujer. Tiro la cabeza hacia atrás, tratando de no llorar. —Lo sé, papá. Lo sé —Quédate. Por favor, quédate. —No, yo...no puedo. Simplemente no puedo. —Sujeto la correa de mi bolso morado con estampado de Vera Bradley en las manos y la tuerzo. —¿Por qué no? Niego con la cabeza. —Simplemente no puedo. Tú no me entiendes. No sabes nada de mí. Sé que ella era tu esposa, y sé que estás sufriendo tanto como yo. Pero... sin ella, no sé qué hacer. Hizo este trabajo con la familia. Sin ella... sólo somos dos personas que no se entienden la una a la otra. Parece tan confuso. —Pero...Grey...eres mi hija. Por supuesto que te entiendo. —Entonces, ¿por qué me gusta bailar?

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Parece estar desconcertado por la pregunta. —Porque eres una chica. A las chicas les gusta bailar. Es sólo una fase. Tengo que reír en voz alta. —Dios, Papi. Eres un idiota. ¿Porque soy una niña? ¿En serio? —Me quejo de disgusto y alzo la bolsa de baile de vuelta en mi hombro—. Eso es exactamente lo que quiero decir. No entiendes la primera cosa sobre mí. Soy igual que mamá solía ser antes de que ella se casara contigo. Ya lo sabes. Y eso es lo que te molesta de mí. Era una bailarina libre y salvaje, y se casó contigo y cambió por ti. No voy a hacer eso. Esa fue su elección, y eso está bien. Para ella. Pero no es mi elección. No quiero ser la esposa de un pastor, papá. No quiero ir a las reuniones de oración todos los miércoles, dos servicios en domingos y pequeños grupos, los lunes y los jueves al estudio bíblico de las mujeres. Esa no es mi vida. A mí ni siquiera me gusta la iglesia. Nunca lo ha hecho. Dejé que asimilara todo, y luego deje caer la verdadera bomba: —No creo en Dios. El labio de papá se rizo con horror. —Grey, no sabes lo que estás diciendo. Estás molesta. Es comprensible, pero no puedes decir esas cosas. Me dan ganas de gritar de frustración. —Papá, sí, estoy molesta, pero sé exactamente lo que estoy diciendo. Esto es algo que he querido decir por años. No lo había hecho porque no quería molestar a mamá. No quiero pelear. Básicamente soy un adulto, y... ya no tengo nada que perder. —Grey, tienes dieciocho años. Crees que eres un adulto, pero no lo eres. Nunca has trabajado un día de tu vida. Tu ropa, tu manicura, tus clases de baile, todo, todo lo ha pagado la generosidad de la congregación de la iglesia...que yo construí por mi cuenta. Empecé con seis personas en la parte de atrás de un restaurante en 1975. No durarías ni un día por tu cuenta. Algo malo que decir. —Mírame. Recojo mi maleta y extiendo el mango, levantándola sobre sus ruedas, gruñendo cuando el peso casi me vuelca.

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Papá se mueve delante de la puerta. —No te vayas, Grey. —¡Fuera del camino, papá! —No. —Cruza los brazos sobre el pecho. Dejo la maleta en posición vertical y me froto la frente con el dorso de la muñeca. —Deja que me vaya. —No. —Parece hincharse, para tomar fuerzas para desafiarme—. No te vas a ir a Babilonia. Los Ángeles es el hogar de... de..., las prostitutas y los homosexuales. No vas a ir allí. No te irás. —Papá, sé razonable. —Trato con el método de los halagos—. Por favor. Has sabido que esto es lo que he querido desde antes de que Mamá se enfermara. —No te irás. Eso es el final. Grito a continuación, un aullido furioso. —Dios, eres tan jodidamente testarudo. Quiero que le sorprenda mi vulgaridad, no me gusta jurar, pero quiero hacerlo enojar. —¡Sólo tienes que moverte fuera del camino! Me empujó hacia él, y se mueve. Soy una chica alta, fuerte por la danza. Se tambalea hacia un lado y abro la puerta con tanta fuerza que se estrella contra la pared, agrietando el yeso y golpeando un cuadro con la imagen de mamá y papá cuando eran jóvenes, antes de que yo naciera. Agarra el marco de la puerta abierta, la tristeza en su rostro. —Grey... por favor. No me dejes. Quiero amarlo. Quiero que sea el padre que necesito, el tipo que me abraza y me tiene cerca. Del tipo que me conforta. Mi madre, su esposa, está muerta. Los dos hemos perdido. Pero en vez de unirnos, eso nos está dividiendo. Devin está allí horrorizada, a las afueras de la puerta. Coge la maleta y corre hacia el coche, hace abrir el baúl, y guarda la negra y pesada maleta. Sigo tras ella, deteniéndome al llegar a la puerta abierta del coche, a punto de entrar, miro hacia atrás a mi padre sobre la tela azul del techo del convertible descapotable. Está de pie en la puerta, con una mirada perdida. Casi me vuelvo. Casi.

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—Adiós, papá. —Es el último intento. Me mira y da un paso hacia mí, con endurecimiento en sus ojos. —Grey, por favor. No nos rompas de esta manera. No nos hagas esto. —¿Cómo puedes decirme eso? No me voy para siempre. Sólo voy a la universidad, papá. Yo... sólo estoy haciendo lo que es correcto para mí. Por favor trata de entender. —Si dejas esta casa, haz hecho tu deliberadamente estas eligiendo el pecado.

elección.

Si

te

vas,

—¡No es pecado! Es mi vida. ¿Por qué no puedes ser razonable? Aprieta los puños, enderezando la espalda. —Estoy razonable. Entra y vamos a discutir de nuevo tus opciones.

siendo

—Tengo que irme, papá. Tengo que hacerlo. Voy a volver —digo de pie delante de él—. Te quiero. Lo sé...Sé que hemos tenido nuestras diferencias, pero...Te amo. —¿Quédate, entonces? —Toma mi mano, el hierro de su mirada, ablandándose ligeramente. Retiro mi mano. —No, Me tengo que ir. —Entonces has hecho tu elección. Adiós, Grey. —Se aleja de mí y cierra la puerta sin mirar atrás. Y así, estoy aquí, sola en el mundo.

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Capítulo 4 Traducido por kristel98 Corregido por Pily

V

oy al funeral. Por supuesto que lo hago. Devin me lleva. Ella sostiene mi mano, envuelve su pequeño brazo alrededor de mi cintura y me sostiene cuando bajan el ataúd dentro del suelo. Durante la visualización me siento con Devin, lejos de mi padre. Él no mira hacia mí. Ni siquiera una vez. Él actuó tan fuerte durante la visualización y el servicio, como si fuera un perfecto pilar de la Santa fe. Lo odio. Lloro otra vez. Pensé que había derramado todas mis lágrimas, pero más se deslizan con libertad. Saco mi cámara de mi bolso y filmo la primera palada de tierra golpear la parte superior de madera de roble del ataúd de mamá. Las personas están boquiabiertas de mi osadía, mi puro descaro. No me importa. Es la última escena de su película, la grabación final de la vida de Leanne Bet Amundsen. Cuando todo ha terminado, me aferro al brazo de Devin e intento respirar mientras tomamos nuestro camino cuidadosamente a través de la hierba y entre las lápidas. Mis tacones se pegan en el suelo, mojado por una lluvia reciente. —¡Grey, espera! —Escucho la voz de mi padre. Me detengo y giro. Asiento con la cabeza hacia Dev por lo que continúa a su coche. Espero a papá que corre hacia mí. Él está luchando contra las lágrimas mientras jadea parándose frente a mí. Se limpia el rostro con su palma. —Odio como están las cosas. Tú eres todo lo que tengo. Sus padres murieron cuando yo tenía nueve años, y los padres de mamá murieron antes de que yo naciera. Él es todo lo que tengo, también. —Tampoco me gusta la forma en que las cosas están, papá.

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—Entonces ¿te quedarás? —Él suena muy esperanzado. Me río… Sollozo. —No, no me voy a quedar. Podría quedarme si pudieras aceptarme por quién soy. Apoyar mis decisiones, incluso si no estás de acuerdo con ellas. —Realmente vas a mudarte a Los Ángeles, ¿ya sea si quiero o no? —Sí, papá. Me voy a Los Ángeles, no importa qué. Tú eres mi padre, y yo quiero amarte. Quiero tener una relación contigo. Pero si no puedes entender que voy a vivir mi vida a mi manera, ¿por qué molestarse? Nunca me has entendido y nunca quisiste intentarlo. Nunca has aprobado nada de lo que hago, todo lo que me gusta. No entiendes por qué bailo. No entiendes por qué quiero hacer películas. Y lo peor es, que ni siquiera vas a intentar de entender. Cambio de sitio mi bolso más alto sobre mi hombro y encuentro sus ojos, suplicándole por última vez. Él sólo me mira fijamente. —Grey, ¿no podemos llegar a algún acuerdo? —Mutuo acuerdo ¿cómo? ¿Quieres decir qué renuncie a la escuela de cine para hacerte feliz? Él sube sus hombros. —Bueno... no renunciar a lo que quieras, simplemente llegar a un punto medio. —No hay ningún medio en esto, papá. Me voy, de una manera u otra. Sea o no que tengamos una relación cuando deje de depender de ti. Nuestra relación está en ti. Sus ojos se endurecen, y él mete sus manos en su bolsillo. —Bien, entonces. Sé un hijo pródigo. Me río. —Dios, eres tan dramático. No soy un hijo pródigo, estoy haciendo lo que es correcto para mí. Simplemente no puedes aceptar eso. — Enderezo mi espalda y endurezco mi corazón—. Adiós, papá. —Adiós, Grey.

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Ninguno de los dos dice: "Te amo." No hay abrazos. Espero a que él cambie de opinión. Él no lo hace. Me alejo entonces, camino hacia el auto de Devin y me deslizo en el asiento del pasajero. Devin pregunta: —¿Estás… —Estoy bien. —Aprieto mi mandíbula para no llorar de nuevo. —Bueno, eso es un montón de puta mentira, pero cualquier cosa te ayuda atravesarlo —Devin echa un vistazo hacia mí, sus ojos preocupados. —No... Él simplemente no lo dejará ir. Él no tiene nada que le importe. Froto mis ojos con las palmas de mis manos, tratando de alejar la quemazón. —No va a aceptar lo que quiero hacer, y no voy… No voy a dejarlo quedarse con mi vida. Las lágrimas surgen a continuación. No puedo evitarlo. Sólo algunas caen, y no me molesto en limpiarlas. No me importa si mi maquillaje se está corriendo. —¿Y ahora qué? —pregunta Devin. Me encojo de hombros. —¿Ahora? Me mudo a Los Ángeles. —¿Sola? Asiento con la cabeza. —Supongo que sí. El resto del camino a casa de Devin es silencioso. Ella no sabe qué decir, y yo tampoco. Devin camina conmigo hacia la puerta de seguridad en el aeropuerto. Todos mis bienes caben en una maleta y una bolsa de lona, que han sido verificados. Sólo he volado una vez, hace dos años por mis dulces dieciséis, viajé a Nueva York con mamá. Ella me había ayudado en el proceso. Abrazo a Devin, le digo adiós. Ahora estoy sola.

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Me doy vuelta y agito la mano una última vez hacia Devin, y luego me enfoco en el control de seguridad. Un hombre mayor con anteojos gruesos se sienta en un escritorio, su camisa del uniforme azul brillante. En mi mano tengo el documento de embarque de papá que Devin imprimió para mí. —Licencia de conducir —dice sin mirarme. Cavo en mi bolso, encuentro mi licencia, y se la muestro. Me da un vistazo, en la ID, garabatea algo sobre mi tarjeta de embarque, y luego me hace señas. Alrededor mío, la gente parece saber lo que están haciendo. No. Veo a la mujer delante de mí abandonar sus tacones, saca un grueso portátil negro de su equipaje de mano y coloca eso en un recipiente blanco. En uno separado va su bolso, licencia, tarjeta de embarque, y los zapatos. Sigo su ejemplo, saliendo de mis balerinas y poniéndolas en un recipiente con mis otras pertenencias. Espero mi turno para entrar en una cosa que se ve como algo de Star Trek, una pared espiral en un recinto de vidrio circular. Me dijeron que levante mis brazos sobre mi cabeza, y la máquina gira a mí alrededor. ¿Qué pasa si me quieren revisar? No tengo nada que esconder, pero estoy ansiosa de todos modos. Ellos me pasan sin un segundo vistazo, y recupero mis cosas. El proceso completo parece... vergonzoso, extrañamente íntimo. Empresarios en trajes andando penosamente en calcetines de vestir, las mujeres en pies descalzos, compatibilizando sus pertenencias y tratando de mantenerse fuera del camino del otro, y al mismo tiempo los hombres y mujeres del TSA de camisa azul miran apáticamente, gritando las instrucciones y mirando serio. Encuentro mi puerta después de pasar las librerías, tiendas libres de impuestos, restaurantes, y grupos de viajeros con mochilas y audífonos, rodando el equipaje de mano con manijas largas. Todo el mundo está con otra persona. Veo otro viajero solitario en mi puerta, un hombre de unos treinta años con una barba de chivo cuidadosamente cortada y un maletín de aspecto caro. Él tiene tres teléfonos celulares en su cinturón y una chaqueta cubierta sobre su brazo, y está leyendo con precisión un papel doblado del New York Times. Me echa un vistazo, mira por encima de mí y me descarta. Nadie más parece verme.

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Nunca en mi vida me he sentido tan sola. Tengo mi iPod y un libro en rústica de Breath, Eyes, Memoyese que Devin me dio. No estoy segura de por qué pensaba que necesitaba este libro, pero es algo para pasar el tiempo. En la hora que espero, dejo de lado mi propia vida y me pierdo en las luchas de otras personas El vuelo es largo y aburrido. Termino el libro a medio camino y luego estoy atascada sin nada que hacer más que escuchar mi iPod en "repetición". Hojeo un catálogo de Skymall. El aterrizaje es brusco y rebotador, y el aeropuerto de Los Ángeles es enorme y confuso. Todavía se siente como que esto podría ser un sueño, como si pudiera despertar en mi cama en casa, y mamá estará allí, viva, y me hará el almuerzo. Finalmente, encuentro la recuperación de equipaje y espero por mis maletas. Hay un nuevo rasgón en el lado de mi bolsa de lona. Sigo las indicaciones hacia la salida, y cuando las puertas de cristal se deslizan abiertas, soy asaltada por una ola de calor seco. De pronto, todo parece más real. Tengo cuatrocientos dólares en el bolso, la mitad de eso es mío, guardado de mi asignación. El resto es un regalo de los padres de Devin. Es todo lo que tengo. Cuatrocientos dólares. Un viaje en taxi desde LAX a USC cuesta $40, y me quedo con $360 dólares a mi nombre. No he comido desde que salí de la casa de Devin, por lo que me retumba el estómago. Estoy muy nerviosa y asustada para comer. El taxista es un gran hombre, corpulento, silencioso, negro con rastas finas colgando de sus hombros. No dice una palabra. Cuando llegamos a la USC, simplemente apunta a la tarifa de metro y espera con expectación. Pago, partiendo el dinero de mala gana. USC es enorme. Sigo a otros jóvenes de aspecto de mi edad, algunos iguales de asustados. La mayoría de ellos tienen sus mamás o papás con ellos, algunos los dos. Nadie me habló. Sigo a la multitud a una oficina de un enjambre de personas. Hay una orientación, un recorrido por el campus. Los mapas son entregados junto con agendas baratas. Mi dormitorio es una caja con literas en un lado, un estrecho, poco profundo armario, y un pequeño escritorio para computadora, que supongo que pertenece a mi compañera de cuarto. Es de color

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blanquecino, y hay una ventana delgada en una esquina con sucias persianas blancas inclinadas a un lado, dejando un resplandor opaco desde el exterior. Mi compañera de cuarto ya está ahí, sentada en el pie de la cama, hojeando una edición de la revista Vanity Fair. Ella es unos centímetros más baja que yo, diversas tallas más pequeñas y preciosa como una modelo. Su maquillaje es perfecto. Su cabello rubio platino es liso y brillante y está perfectamente peinado en un moño francés. Sus ropas son caras, y perfectas. Sus uñas están arregladas al estilo francés, y hay un monedero Dooney&Burke ubicado en la cama junto a ella, un iPhone asomándose de la parte superior. Me sonríe, asimila mi atuendo, ropa sin marca, pero no barata, una falda hasta la rodilla, una ajustada pero modesta camiseta cuello V, balerinas muy desgastadas, y su sonrisa se atenúa un poco. Claramente está poco impresionada. —Así que, ¿eres una actriz? —Pregunta. Ella parece una versión cinematográfica de alguien de "El Valle". —No. Voy a entrar en producción. —Oh, ¿cómo, aquellas personas detrás de las cámaras? —Ella reboza desprecio mientras dice esto. —Sí, supongo. —Eres del Sur —señala. —Sí. Soy de Macon. —Eso está, ¿cómo, en Alabama? La miro y me pregunto si ella está bromeando. —No, en Georgia. —Oh. Soy Lizzie Davis. —Ella no se ofrece para sacudir mi mano. —Grey Amundsen. —Grey. ¿Cómo el color? —Sí, bueno... excepto que se deletrea con una 'e'. GREY.

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—Oh. Como Fifty Shades. Me encojo de hombros, no queriendo admitir que no sé de qué está hablando. Ella sonríe hipócritamente y se vuelve a rasguear su guitarra. Su teléfono suena, y coloca la guitarra a un lado, cruzando sus piernas y pulsando en el teléfono. Esto continúa durante todo el tiempo que estoy desempacando. No tengo ningún posters, ni decoraciones excepto la foto con Mamá en Nueva York. No tengo un ordenador portátil, o un teléfono. Veo un ordenador portátil en el escritorio de Lizzie, una gran MacBook plateada. Cuando desempaco, suelto los extremos. Lizzie sigue enviando mensajes de texto o lo que sea que está haciendo. Son las cuatro de la tarde del Miércoles, y las clases no empiezan hasta el viernes, y entonces tendremos el fin de semana antes de que el semestre se ponga realmente en marcha. Subo la escalera y luego me tumbo de lado y miro hacia la pared, extrañando a mi mamá. Ella me diría que deje de estar abatida y encuentre algo que hacer. Explorar la ciudad, baila. Hacer una película. En cambio, me acuesto en la litera de arriba y me pregunto si he cometido una equivocación al venir aquí.

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Capítulo 5 Traducido por Leonor_92 Corregido por GrizeldaDC

E

l ruido de mi estómago se convierte en una constante durante el próximo año. El estipendio que mi beca me da para vivir es pequeño, apenas suficiente para las comidas en la cafetería, que generalmente son horribles y muy espaciados. Mis clases ocupan la mayor parte de mi día, desde la mañana hasta la noche, y a menudo sólo tengo tiempo para un bagel en la mañana y algo rápido y desagradable en las noches. Tengo buenas notas, un 4,0 en el primer semestre, un 3,9 para el segundo. Estudio cine, y baile. Mi refugio, mi santuario lejos de todo, es una habitación tranquila en la planta superior de una de mis salas de conferencias. Nunca he visto a nadie más allí, ya que el suelo es principalmente oficinas de la facultad. La habitación es lo suficientemente grande para mis propósitos, y vacía a excepción de un archivador solitario en una esquina, así que puedo bailar libremente. Hay una ventana para dejar entrar la luz del día, y una toma de corriente cerca del piso en el que puedo conectar mi portátil de altavoces para iPod. Voy allí entre clases, manteniendo la música a bajo volumen y la puerta cerrada con llave. Encuentro una canción que me golpea en el lugar en donde vive el movimiento, y me dejo llevar. Me muevo, solo dejando que mi cuerpo fluya. No hay coreografía, sin reglas, sin expectativas, sin hambre ni notas o tareas escolares o la soledad. Sólo la extensión, el salto y movimiento y la pirueta y la potencia de mis piernas, la tensión en mi núcleo. Puedo ser totalmente yo allí. Mi primer año va bien. He conseguido sacar una gran cantidad de los cursos pre-requisito fuera del camino, inglés y química y los dos semestres de un idioma extranjero. Mi segundo año comienza con mis primeros cursos de nivel medio y algunas clases de producción cinematográfica introductorias. La falta de fondos significa que rara vez dejo el campus. Me paso los días en clase, tomando notas, o en mi dormitorio haciendo la tarea. Lizzie se ha ido la mayor parte del

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tiempo, a menudo vuelve a todas horas, apestando a alcohol. Ella me invitó a una fiesta una vez, pero me negué. No estoy interesada. Mi padre nunca me contacta. Mi vigésimo cumpleaños pasa desapercibido. Lo gasto en escribir un ensayo de Metrópolis en el uso de los ángulos de cámara y la longitud de tiro. No estoy haciendo ningún amigo. No sé cómo hacer el esfuerzo. La única cosa que me mantiene cuerda a través de todo este proceso es la escuela. Para la mayoría de la gente, la universidad es trabajo. Es algo que tienen que pasar para seguir adelante con sus vidas, para mí, esta es mi vida. Para mí, no sólo se trata de sentarse a través de conferencias y escribir ensayos, se trata de aprender un trabajo, un oficio. Estoy tomando todo lo que pueda acerca del cine, sobre el proceso de tomar una idea de algunas notas garabateadas en un bloc de notas para una película en una pantalla grande. Miro películas en cada momento libre, y los analizo minuciosamente. Tengo mi cámara flip donde quiera que vaya, hago películas cortas sobre nada y todo. La mayoría de las piezas son viñetas, rodajas sólo momentáneas de la vida a la música. Ellas son tan expresivas para mí como la danza. Estoy a mitad de mi segundo año cuando me convocan a la oficina de ayuda financiera. Llega a través de una carta escrita en un lenguaje vago diciendo que hay un problema con mi estado. O algo. Apenas leí. Encuentro mi camino a la oficina con su suelo de baldosas grises y columnas grises y otomanas de cuero rojo y oficinas de cubículos parciales. Después de una espera de media hora, soy convocada por una mujer de unos treinta y tantos años de piel marrón y el cabello negro corto y rizado. —Hola, Grey. Soy Anya Miller. —Hola, señora Miller. Recibí un aviso de esta oficina sobre mi asistencia económica. —Llámame Anya, por favor. — Ella toma mi tarjeta de identificación de estudiante y pone mi documento, leyéndolo con una expresión cada vez más en blanco, el tipo de mirada que dice que tiene noticias que no me van a gustar—. Bueno, Grey. Tu beca ha estado cubriendo casi la totalidad de la matrícula y los costos de libros, además de alojamiento y comida. Lamentablemente, haz utilizado la mayor parte

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de los fondos de la beca. Tienes suficiente para terminar este año, totalmente cubierto. O puedes estirarlo y va a cubrir parte de tu matrícula, pero no toda. Estás en la lista como independiente, lo que significa que eres capaz de sostenerte por ti misma. Si fuiste listado como una dependiente de tus padres y tus ingresos eran lo suficientemente bajos, calificarías para recibir ayuda financiera. Pero ya que eres un independiente, puedes trabajar para mantenerte tú misma. —¿Cómo pudo simplemente haberse acabado? ¿Pensé que era un préstamo? que seguiría amontonándose. Quiero decir... ¿qué se supone que debo hacer? Anya me da una mirada compasiva que dice que no tiene mucho en el camino de las respuestas. —Fue una donación, y era una cantidad limitada de dinero. Esto debería haber sido explicado. Tú podrías calificar para un programa de trabajo y estudio, pero la feria de trabajo se llevó a cabo hace una semana, y me temo que las posiciones están todas llenas. ¿En cuanto a tu estancia en el campus? La mayoría de los estudiantes en tu posición termina por encontrar un empleo de algún tipo para pagar su camino. —Ella dice esto como si en gran parte debería ser obvio. Supongo que esto me fue explicado, o a mi mamá, pero yo estaba tan absorta en la lucha de Mamá con el cáncer que no le presté mucha atención. Y supongo que debería haber sido obvio, pero nunca he tenido un trabajo antes. No tengo ni idea de cómo hacer para encontrar uno. Distraídamente agradezco a Anya Miller y salgo de la oficina de ayuda financiera aturdida. Paso el resto de mi tiempo entre clases esa semana preguntando por el campus sobre algún trabajo, pero no hay. Incluso las instalaciones de lavandería están con el personal completo. Recibo una carta oficial de la universidad delineando cuánto dinero de la beca me queda, por la matrícula exacta, y cuánto tendré que pagar cada semestre si uso mi beca para pagar la mitad. Es una cantidad extraordinaria de dinero. Tengo treinta dólares a mi nombre. Empiezo llenando solicitudes después de aplicar para restaurantes y bares cercanos, tiendas y comercios y boutiques, nadie está contratando. Una semana pasa, y luego dos. Tengo un mapa de las rutas de autobuses de Los Ángeles y empiezo a llenar solicitudes cada vez más lejos de la universidad. Tal vez no estoy haciendo las preguntas correctas, o tal vez todos los puestos de trabajo realmente están llenos,

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pero tengo cero suerte. Creo que llevo la delantera en un trabajo en un bar, pero el gerente a cargo de la entrevista se entera de que no tengo experiencia y se esfuma. El final del semestre se cierra. Si no vengo con un trabajo pronto, no voy a tener ningún lugar donde vivir, y mi razón de estar en Los Ángeles—mi título en cine—no sucederá. Viajo en el autobús cada vez más lejos, preguntando en cualquier lugar y en todas partes, si están contratando. Nadie lo está. Y entonces veo un signo “!CONTRATANDO AHORA!". Mi estómago se hunde cuando veo el nombre del establecimiento: Club de Noches Exóticas para Caballeros. El aviso de contratación dice: "Contratando bailarinas exóticas. Pregunta para más detalles". Puede que sea una ingenua hija de un pastor y una pueblerina de Macon, Georgia, pero sé lo que es un club de caballeros, y lo que significa danza exótica. Sigo en el autobús. Me detengo en una unidad a través de Tacos para llevar y pregunto por algún trabajo, sin suerte. Incluso encuentro un estudio de danza, hago una prueba y pregunto para trabajar allí, pero el dueño se ríe. Semanas pasan. El final del semestre se acerca. El aviso de trabajo me persigue. Sueño con ello. Es un trabajo. Es un sueldo. Es la capacidad de permanecer en el campus. Pero... es un club de caballeros. Un bar de striptease. Esto significa quitarme la ropa a cambio de dinero. Me enfermo del estómago sólo de pensarlo. Nunca me he puesto un bikini antes. Nadie ha visto mi cuerpo desnudo desde que comencé a bañarme sola a la edad de nueve años. No puedo. Simplemente no puedo. ¿Puedo? No puedo pedirle dinero a papá. No puedo volver a Georgia. No duermo, no puedo comer. Pierdo una clase, y fallo en un examen. Recibo un comunicado que mis fondos de residencia se han ido. Una semana después de eso, recibo una carta reiterando cuánto tendré que pagar la matrícula para el próximo semestre, suponiendo una carga de clases a tiempo completo de al menos doce horas de crédito. Los libros son adicionales. Lloro al dormir por la noche.

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Pongo monedas a un maltrecho teléfono público cubierto de graffiti y el número de marcación de papá, lo escucho sonar una vez, dos veces. Cuelgo antes de que suene por tercera vez. Entonces, un descanso. Consigo un trabajo como anfitriona de un restaurante italiano. Es un oficio, es un trabajo. Me quedo el tiempo suficiente para sacar dos sueldos completos, y eso es suficiente para darme cuenta de que de anfitriona ni siquiera se acerca a pagar la matrícula. Le ruego que me den más horas, atender mesas, cualquier cosa, pero el gerente se rehúsa, señalando mi falta de experiencia. En unos pocos meses yo podría ser capaz de empezar a tomar algunas mesas, pero todavía no. No es suficiente. No tengo meses y necesito ingresos ahora. Sigo de anfitriona y sigo buscando algo mejor remunerado. El club de caballeros cultiva una y otra vez en mis pensamientos. Conozco lo suficiente como para saber qué haría un buen dinero. Por último, el semestre ha terminado y tengo dos semanas para llegar a la matrícula, alojamiento y comida. Es una cantidad asombrosa de dinero. Miles y miles de dólares. Tiempo de tomar una decisión. Me pongo el bolso en el hombro, empujo las náuseas hacia abajo, y subo al autobús. Es uno de los nuevos de color rojo y de aspecto futurista. Tengo mis auriculares, y estoy escuchando a Macklemore, “Ten ThousandHours", una canción que encontré por accidente en Internet. Muevo la cabeza al ritmo y me centro en las palabras, la fluidez, apasionado de su ritmo y la belleza de las letras. Trato de no pensar en lo que voy a hacer. Casi logró fingir que estoy solicitando cualquier otro trabajo. Pero luego el autobús retumba en una parada y bajo, adentrándome en el calor abrasador. Los tacos de mis zapatos de Mary Jane suenan en la acera agrietada, y siguen las plazas rotas las tres cuadras de la puerta del club. Es un edificio bajo de ladrillo rojo con un toldo blanco desvanecido. El nombre está escrito a través de las ventanas oscurasen tubos de neón de color amarillo: Club de noches exóticas para hombres, y al lado está el anuncio de la contratación. No hay ningún número de teléfono en la lista, ninguna dirección, sin anuncio de las horas de funcionamiento. Sólo una puerta, a través del

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cual es visible un corto pasillo/vestíbulo. Es plena luz del día, y la pequeña playa de estacionamiento a la izquierda está vacía a excepción de un solo coche, uno blanco de principios de los años noventa Trans Am, la parte superior abierta. Mis manos tiemblan mientras agarro el metal calentado por el sol de la manija de la puerta. Saboreo la bilis, pero me obligo a bajarla. No hay ruido cuando se abre la puerta. El pasillo, que es apenas de diez pasos de largo, termina en otra puerta, esta vez una tabla de madera negro básico con un pomo de latón redondo, que chirría cuando la doy vuelta. Apenas puedo respirar cuando doy mi primer paso en el club, en el primer y único bar que he estado. Las luces están encendidas, iluminando cincuenta mesas negras tan pequeñas, redondas agrupadas en torno a un escenario semicircular. Un poste de metal de plata se extiende desde el escenario hasta el techo, y un banco de luces, actualmente desactivado, en el centro del escenario de punto. Una barra corre a lo largo del club, por un lado, y hay cabinas a lo largo de la otra pared, cuero rojo agrietado y formica pegajosa con dispensadores maltratados metálicos de servilletas, sal y pimenteros. Un hombre se sienta en el bar, en frente de él un corto vaso lleno de líquido de color ámbar y hielo a pesar del hecho de que eran casi las tres. Es bajito, incluso sentado, y tiene el pelo negro peinado hacia atrás, el estilo mafioso de película. Lleva una camisa hawaiana de patrones sorprendentemente brillantes abotonada y pantalones negros ajustados. Me oye entrar y se vuelve hacia mí, lanzando una mirada superficial. —Hemos cerrado —Pero luego me ve y se interrumpe a sí mismo, se pone de pie. Mis ojos se sienten atraídos por los zapatos de piel de serpiente puntiagudos, y luego el vientre abultado visible debajo de la camisa, y luego los anillos de oro en seis de sus diez dedos. Tiene una desaliñada, barba de chivo rala, de cara redonda y rápidos ojos marrones. —Bueno, hola, querida. ¿Qué puedo hacer por ti? —Su voz es aguda pero suave y sugerente. Su mirada me recorre descaradamente de mi cara hasta mis pechos, deteniéndose allí por un largo tiempo, y luego pasa a las caderas y se detiene. Estoy vestida como normalmente estoy, en un par de jeans ajustados, pero no muy ceñidos y una blusa sin mangas verde abotonada. Mi voz no funciona. No puedo hacer que las palabras salgan. Tomo una respiración profunda y la fuerza de ella.

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—Vi la señal... y y-yo necesito un trabajo. —El acento sureño en mi voz nunca ha sido más pronunciado. El hombre se adelanta y me estrecha la mano. Su palma es pegajosa, dedos gruesos y su agarre débil. —Soy Timothy van Dutton. Soy el gerente. ¿Por qué no vienes a sentarte aquí? —Da palmaditas en la espalda de la silla giratoria junto a la suya. —¿Puedo ofrecerte algo de beber? —Sólo un poco de agua con hielo, por favor. —Intento suavizar el acento, pero no funciona. Estoy muy nerviosa. Él se apresura alrededor de la barra, recoge algún hielo en un cristal y lanza un chorro de agua de una pistola, luego me lo desliza a través de la barra antes de dar la vuelta alrededor y sentarse en su silla una vez más—. Así que. ¿Cuál es tu nombre? —Grey. Grey Amundsen. —Grey. Es un nombre bonito. —Gracias. —Así que, Grey Amundsen. ¿Estás aquí por la oferta de trabajo? Asiento con la cabeza. —Sí. Yo... estoy en la USC, y yo... necesito un trabajo. Se frota el bigote en el labio superior y la barbilla, hojeando mi cuerpo una vez más. —¿Alguna vez has bailado antes? —¿Bailado? Pensé-pensé que esto era una... ya sabes. Un club de striptease —Le susurro las dos últimas palabras, apenas capaz de sacarlas. Timothy se ríe. —La mayoría de las chicas prefieren el término 'bailarina exótica'. Por lo tanto, es probable que pueda asumir con seguridad que nunca has bailado antes. Realmente necesito este trabajo, así que será mejor poner un poco de esfuerzo en conseguirlo. Hacerle creer que puedo hacerlo, aunque no estoy del todo segura de que pueda. —Soy una bailarina. He sido entrenada en ballet, jazz y contemporánea. Así que... soy bailarina. Sólo... que nunca he bailado co-como eso antes. —Hago un gesto al escenario, el tubo.

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—Ya veo. Entonces, ¿por qué quieres hacer esto? No es para todo el mundo. Se necesita... un cierto tipo de habilidad. No se puede llegar hasta aquí y quitarte la ropa. No funciona así. Tienes que hacer que te quieran. —Los ojos de Tim realmente no han dejado mis pechos en todo el tiempo que me habla. Lo ignoro. —Sé cómo hacerlo. He hecho varios recitales antes. Así que... sé cómo hacerlo. Se ríe. —Este es un tipo totalmente diferente de espectáculo, cariño. Ahora, no te lo tomes a mal, pero parece que vas a mearte encima. Entonces, ¿por qué no eres sincera conmigo? —Realmente necesito este trabajo. —Miro la barra superior pegajosa, negándome a mirar a los ojos de Timothy van Dutton. —Esta no ha sido mi primera opción de trabajo, pero... voy a aprender. Timothy no responde de inmediato. Levanta el vaso a los labios y toma un sorbo, silbante después se traga todo lo que está en el cristal. Su mirada barre de nuevo. —Ponte de pie. Yo obedezco, y hace girar su dedo en un círculo. Es el mismo gesto que la señora LeRoux usaba para que hiciéramos una pirueta, por lo que hice una. —Eso fue muy parecido, pero lo hacen más lentamente. —Me vuelvo lentamente, arqueando la espalda, empujando el pecho. Siento sus ojos en mí, y mi carne se arrastra. —Desabotónate un par de botones para mí. Me paro frente a él y lo miro. —¿Qué? —Sale como un susurro horrorizado. —Tu camisa. Desabotónate algunos de los botones. Tengo que ver un poco de piel. —No me atrevo, y se inclina hacia delante, entrecerrando los ojos. —Escucha, cariño. Estás solicitando un trabajo como bailarina exótica. Esto significa que tienes que quitarte la ropa. Nos sirven alcohol

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aquí, por lo que este es un club semi-desnudo, lo que significa que no será completamente desnudo, pero tienes que sentirte cómoda en tu propia piel. ¿De acuerdo? Así que, o te desabrochas la camisa o te vas. Está bien, así que trago duro, aunque prefiero dar una patada con fuerza entre sus piernas. Cierro los ojos por un instante y luego levanto mi mano derecha a mi camisa, aprieto el botón de plástico transparente, dudo de nuevo, y luego presiono el botón a través del agujero. Siento que las capas de inocencia están siendo arrancadas cuando cada botón resbala por el agujero de la tela de mi camisa. Lo hago de nuevo, y luego una tercera vez. Esto no es como me imaginaba que se sentiría desnudarse para un hombre por primera vez. Estoy enferma, asustada, y disgustada. Mi escote se extiende a lo largo de la parte superior de la camisa ahora, y se ve mi espectacular sujetador negro. Estoy respirando con dificultad, y cada respiración hace que mis pechos se hinchen. Los ojos de Timothy están pegados a mi pecho. Levanta una ceja y hace un gesto con el dedo a mí, que yo tomo en el sentido de un botón más. Lo hago y siento las lágrimas pinchar en los ojos. Parpadeo lejos y mantengo la mirada hacia abajo. Una lágrima gotea de la punta de la nariz y golpea mi dedo gordo del pie, rápidamente unidas por un tercio. Parpadeo duro y respiro profundo y me concentro en mantener la ola de sollozos bloqueados en la garganta. Su rostro se retuerce en clara lujuria. Robo una mirada de debajo de mis pestañas, y lo veo empujando su mano en el bolsillo. Se ajusta a sí mismo, y mi garganta se eleva. Puede que sea una virgen, pero sé lo básico. Yo sé por qué tenía que acomodarse. Trago de nuevo, amargo, ácido y ardor. —Bien. Muy bien. Tienes un gran cuerpo, y el aire de inocencia que tienes hará que tengas a los chicos volviéndose locos —dice Timothy finalmente. Él me habla a mí, sobre mí. Es extraño y desconcertante. Quiero desesperadamente abrochar hasta arriba mi camisa, pero no lo hago. Timothy tiene razón en que tengo que aprender a estar cómoda con que me miren. Y esto es lo menos que voy a tener que hacer si me dan este trabajo. No tengo ni idea de cuánto paga, pero pienso que a las strippers se les paga mucho. Todo lo que sé es que necesito desesperadamente un trabajo, y si voy a desnudarme delante de los hombres en toda la noche, más vale que valga la pena.

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—Además —Tim continúa —tienes ese sexy acento sureño. Atraerás una gran multitud. —¿Así que me das el trabajo? —No hay alegría, no hay emoción. Sólo disgusto mezclado con horror y alivio. —Tienes el trabajo. —Cómo... ¿cuánto paga? Timothy se encoge de hombros. —Depende. Tengo la sensación de que serás muy deseada, esto trabaja en tu favor. Si lo haces en habitaciones privadas, será mortal. He aquí la forma en que esto funciona, básicamente. El club en sí no te paga directamente. Te pagan en propinas, y le das al club un porcentaje de eso. No mucho, sólo el quince por ciento, que es el promedio del sector. Tú haces dos o tres conjuntos de canciones en el escenario. La mayoría de las chicas hacen de cualquier forma entre cincuenta y cien por baile. Las chicas como tú, pueden hacer tres, cuatro, o cinco sets en una noche. Entre los sets en el escenario trabajaras en las mesas, que son diez dólares cada mesa, y los chicos se inclinarán a darte más que eso. Luego están las salas VIP en la parte posterior, cuatro de ellas. La mayoría de las chicas obtienen, como, doscientos o trescientos por habitación VIP visitada. Será trabajo de tres noches mínimo, pero está abierto siete días a la semana. Obviamente, los fines de semana se obtiene mayor ganancia. Levanta una ceja. —Puesto que nunca has hecho esto antes, voy a decirte lo siguiente: La mayoría de las chicas completan lo que hacen aquí en el club haciendo fiestas privadas, cumpleaños y despedidas de soltero, cosas así. Ellas no tienen que darnos propinas de esto, por lo que lo guardan todo. —Qué —Mi voz se quiebra, y tengo que intentarlo de nuevo—. ¿A qué te refieres con hacer fiestas privadas? Timothy se ríe. —Sólo significa que haces lo que haces aquí, pero para una fiesta privada. Mira, se establecen las normas para las entidades privadas.

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Mínimo, haces bailes y esas cosas, tal vez un striptease para el grupo. —Él me guiña el ojo—. Sé lo que estás pensando, y no es así. A menos que quieras, por supuesto. Pero eso depende de ti. Eso no tiene nada que ver con el club. Los chicos preguntarán si haces fiestas privadas, y tiene que decidir si lo haces o no. Tengo que tomar unas cuantas respiraciones profundas. —Está bien. Está bien. Puedo hacer esto. Timothy vuelve a reír, una divertida risa baja. —¿Me convences a mi o a ti misma? —Ambos, supongo —lo reconozco. —¿Por qué no vienes mañana por la noche, tal vez a las siete u ocho, y vamos a trabajar un baile para ti? Mi mejor bailarina, Candy, estará aquí, y ella te ayudará. Te dará algunos consejos y toda esa mierda. Él se levanta, se sacude de nuevo el whisky o lo que sea, y luego extiende su mano hacia mí, y las sacude. —Bienvenida a Noches exóticas, Grey. Ah, y es posible que desees un nombre artístico. Él sale, y en el acto de llegar junto a mí para abrir la puerta, su mano roza mi trasero. No es accidental, porque siento su mano apretar en el camino. Me deslizo hacia adelante fuera de su alcance, y vuelvo a mirarlo. Él solo me saluda. Oficialmente tengo un trabajo. El alivio es moderado por mi horror nauseabundo de lo que es el trabajo. No he hecho nada todavía, lo que significa que no es demasiado tarde para echarse atrás. Simplemente puedo no aparecer y esperar algo más surja. Abotono mi camisa de nuevo tan pronto como estoy fuera del club y camino de regreso a la parada de autobús. Una vez que llegué a la escuela, soy más consciente que nunca de tipos que me observan cuando me dirijo de nuevo al dormitorio. No soy una chica que no admitirá que es bonita. Estoy acostumbrada a recibir miradas y miradas donde quiera que vaya, es sólo que no pienso en ello. Pero ahora... después de soportar el examen lujurioso de Timothy y el ajuste de su entrepierna, no quiero los ojos de los hombres sobre mí, sin embargo cada par que paso parece mirarme. Mis pantalones se sienten más

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apretado que cuando me los puse esta mañana, y de repente mi blusa es más reveladora de lo que había imaginado. Me gustaría tener un par de pantalones de chándal y una sudadera con capucha ahora. Llego a mi habitación y voy a mi cama en la litera de arriba antes de que llore. Las lágrimas vienen como una inundación caliente junto con la vergüenza, la culpa, horror, náusea, y la duda. Papá tenía razón. Me dijo que me caería en una vida de pecado, y lo hice. Acabo de recibir un trabajo como una stripper. No voy a glorificarlo llamándolo "bailarina exótica". No quiero ni saber lo que diría mamá. Voy a hacerlo, sin embargo. No voy a entrar arrastrándome a Macon, Georgia. Simplemente no lo haré. Voy a terminar mi carrera. He perdido mi culo trabajando para conseguir un pase en Fourth Dimension Films, así que he editado la pieza de mi mamá y se lo mostré a la señora Adams, mi asesor de programa de cine. Ella vio el real potencial en mi trabajo, y Fourth Dimension Films es uno de los más grandes estudios de producción privados en LA. Conseguir un puesto de interno me haría poner un gran pie en la puerta. Pero para eso, no puedo estar sin hogar. Tengo que estar en la escuela y tener un lugar donde vivir. Necesito un vestuario profesional. En resumen, necesito un trabajo, y esta es la única oportunidad que he encontrado en meses de búsqueda. Aun así, lloro hasta quedarme dormida. Lizzie no vuelve hasta después de las tres, y tiene un chico con ella. Ruedan en su litera, y oigo los ruidos que me mantienen despierta por horas-gemidos, gruñidos y risas.

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Capítulo 6 Traducido por kristel98 Corregido por GrizeldaDC

C

ierro mis ojos con fuerza y rezo, pero luego me siento culpable por ello, Dios no aprobaría lo que estoy a punto de hacer, eso es malditamente seguro. Aprieto mis puños para que dejen de temblar, pero tiemblan como hojas en una tempestad de truenos de Georgia. —Gracie, sales en 5. —Timothy asoma su cabeza por la puerta del vestidor, y ciertamente no pierdo de vista la manera en que sus pequeños ojos brillantes rastrillan sobre mí. Me asusto y quiero regañarlo, pero no puedo. Después de todo, estoy a punto de conseguir todo un lote examinándome en unos cinco minutos. Estoy casi vestida, al menos hasta donde estoy acostumbrada. Crecí usando vestidos hasta los tobillos y faldas con camisetas sueltas. Nada escotado, nada por encima de la rodilla. Nada revelador o exagerado. Nada sexy o sensual. Nada vergonzoso o irreverente. Ahora mismo, tengo un par de cortes en los shorts vaqueros, los dobladillos deshilachados en hilos blancos. De vuelta en Macon, ellos habrían llamado a estos shorts Daisy Dukes6, ya en que la parte inferior son tan cortos que mis nalgas están fuera. Quiero decir, casi literalmente. Mi culo está en realidad colgando por la parte inferior de los pantalones cortos. Son ajustados, también, apretando mis gruesos muslos de bailarina como la Lycra. Estoy usando una camisa de franela, pero no son—quiero decir, no es—mucho mejor en cuanto al pudor. Está desabrochada hasta mi escote, que no está contenido por ninguna cosa en absoluto. Hay solamente cuatro botones abrochados, y mis pechos se tensan en esos cuatro botones ajustándose al punto de estallar. Ese es el punto, después de todo. Los botones se suponen que deben estallar. Hay una fila entera de camisas similares a esta en la 6Shorts

Daisy Dukes: Shorts de mezclillas realmente cortos y ajustados, casi a las nalgas, usado por mujeres jóvenes.

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esquina del vestuario, ya que parte del acto es hacer estallar los botones cuando arranque la camisa abierta. —Se supone que es sexy —dice Timothy—. Los conducirá a lo salvaje. Él es el experto, supongo. El resto de la camisa de franela está atado en la parte frontal justo debajo de mis pechos, por lo que la mayor parte de mi estómago está desnudo. El último pedazo del atuendo—el traje—es un grueso cinturón de cuero con una gran hebilla brillante, y un par de botas hasta la rodilla. Botas de Putas, he oído que las llamaban. Parecen apropiadas, supongo, ya que papá llamaría prostituirse a lo que estoy por hacer. Son botas de gamuza, de material suelto y arrugado, con un tacón de aguja delgado de tres pulgadas que me hace quedar en un total de seis pies de altura, puesto que mido cinco nueve sin zapatos. Mi cabello rubio está bien cepillado hasta estar tan brillante que Candy me preguntó si estaba usando una peluca. Mi cara está cubierta con una cantidad llamativa de maquillaje. Maquillaje de Prostituta, el abuelo lo llamaría así. Yo nunca usaba más que un poco de brillo labial y un poco de sombra de ojos que te hace mayor, así que toda la base y el lápiz labial y la máscara de pestañas y todo eso se siente como una máscara. Lo que ayuda, en cierto modo, como si la máscara de maquillaje pudiera ocultarme. Tomo una respiración profunda y me obligo a pararme, balanceándome sobre los desconocidos talones. Timothy empuja la puerta abierta y la sostiene para mí, pero no es por ser un caballero. Él se pone de pie en la puerta, así que tengo que pasar con dificultad pegada a él al salir. Ahogo el impulso de derribarlo cuando palmea "accidentalmente" mi trasero. —No hagas eso, Tim —digo, orgullosa de lo estable y calmada que está mi voz. No es la primera vez que le he pedido que no me toque. —¿Hacer qué? Lo repongo con el fulgor que aprendí de papá, el que hace que la mayoría de los hombres se estremezcan en sus botas. O, en el caso de Tim, puntiagudas piel de serpiente. —Sólo porque estoy haciendo esto no quiere decir que puedes ir a tocarme cuando quieras, Timothy Van Dutton. Mantén tus patitas pegajosas fue de mí.

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No me gusta el sonido vibrante, pero estoy nerviosa y molesta, y forma parte de mi 'Gracie' personal. Tim soslaya hacia mí. —Escucha, Gracie. Suenas como una belleza sureña. Me encanta. Mantén esa actitud, que es buen material. Ahora sal de allí y haz lo que te estoy pagando para que hagas. —Tú no me pagas, los clientes lo hacen —replico. Sus ojos se endurecen y su voz se debilita. —No vuelvas a hablarme de esa manera otra vez o te despediré. — Él me golpea en el trasero con tanta fuerza que mis ojos lagrimean, pero no le doy la satisfacción de una respuesta. Puede que sea acoso sexual, pero necesito el trabajo demasiado como para discutir. Él se pasea por delante de mí, dejándome reunir mi ingenio y mi coraje. Cuando está fuera de vista, froto mi trasero donde él golpeó, dándome cuenta con espanto que él bien puede despedirme si quiere. Entonces yo sería un arroyo sin remos. Camino a través de la zona de bastidores, subo los tres pequeños pasos hacia el escenario, y me coloco detrás de la cortina. Mi corazón está golpeando como un martillo, mi garganta se cerró tan fuerte que apenas puedo respirar, y estoy al borde de las lágrimas. No quiero hacer esto. Mi "sesión de entrenamiento" con Candy fue incómoda y horrible. Girar alrededor en el poste es mucho más difícil de lo que parece. Me caí varias ocasiones antes de que llegara el truco de envolver mi rodilla alrededor del frío metal y girar a su alrededor. No había nadie mirando, sino Candy, pero aun así lloré cuando me quité la camisa, por primera vez. Candy vio mis lágrimas, pero no dijo nada. Ella sólo criticó la forma en que pavoneaba desde el poste hasta el final de la etapa. No tengo elección, sin embargo. No si quiero terminar mi carrera y conseguir mi trabajo de ensueño como productora cinematográfica. Tengo la pasantía, y comienzo la próxima semana, pero necesito ropa adecuada. Los genéricos de la música pop se desvanece de los altavoces de la casa, y el zumbido de la conversación se calma. Seguramente parte

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de la multitud de hombres del otro lado de la cortina puedan escuchar mi corazón, ya que está latiendo tan fuerte. —Señores, ¿están listos? —La voz de Tim resuena sobre el sistema PA7, chillona y entrecortada e insinuante—. Tengo un muy, muy especial regalo para ustedes esta noche. Un flamante acto nuevo. Ella es fresca procedente de Macon, Georgia, una auténtica chica sureña alimentada con maíz, y chicos... ella... es... caliente. Abucheos y silbidos aumentan a un ensordecedor estruendo, hasta que Tim los tranquiliza. —Permítanme presentarle a... ¡Gracie! Por lo menos Tim me hizo un nombre artístico. La chica de pie con su espalda en un tubo de striptease, su cadera apareció en un lado, las manos envueltas alrededor del frío metal muy por encima de su cabeza... esa chica es Gracie, una artista. Una stripper. Ella no es yo. Mi nombre es Grey Amundsen. Excepto que Grey, no existe aquí, en este agujero fangoso, lleno de humo, nublado de sexo. Aquí, soy Gracie. La cortina se arrastra abierta, cegándome con el resplandor de las luces del escenario, blanco y rojo y púrpura, y tanto calor que empiezo a sudar inmediatamente. No me muevo en un principio. Los dejo ver. Es por eso que ellos están aquí, después de todo. Para verme. Para que me miren fijamente... para que me quieran. Me han asegurado que ellos no me pueden tocar, pero eso es poco consuelo. Nunca he sido deseada, no por cualquier persona. Papá siempre quiso que fuera un hijo, por lo que podría jugar al fútbol e ir al seminario que papá hizo. Si yo fuera un hijo, podría haber tomado el púlpito de la Iglesia Bautista Contemporánea de Macon. Pero yo nací niña, así que no podía hacer nada de eso—sólo los chicos hacen eso. Me enseñaron a ser vista y no escuchada, sentarme adecuadamente y ser recatada. Ser una dama, ser adecuada. Sentarme con la espalda recta, cuidar mis modales, y obedecer a mis mayores. Ninguna música Sistema PA: Es un sistema de refuerzo de sonido o megafonía empleado para dirigir el sonido principal de una actuación o concierto al público asistente en la sala. 7

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rock, ni maquillaje, ni chicos. Esto último fue en lo que él se centró más estrictamente. Nunca he tenido una cita, nunca he sido besada (excepto por Craig, y él-no-cuenta). Pero, por alguna razón, Timothy van Dutton pensaba que tenía algún tipo de "sensualidad innata" que haría a los hombres perder la cabeza, y me contrató. Quizás sólo olió la desesperación en mí. Los hombres del público superan su sorpresa y comienzan a silbar y aplaudir y gritar. —Quítatelo —grita un hombre en una mesa junto al escenario. Rodeo el poste, aferrándome a ello con una mano, hago tiempo, haciendo pasos traviesos, los pasos de baile de Broadway, y camino en la pista de pasarela. Les muestro mis piernas, dejándoles ver que tengo estilo. No simplemente voy a ir quitándome la ropa y balancearme alrededor del poste. No, si voy a hacer esto, voy a hacerlo con una cierta clase de estilo. Candy me ayudó a coreografiar mi rutina. Candy es una esbelta, chica de pelo negro, un par de años mayor que yo, pero con una dureza de calle que nunca tendré. Ella no es exactamente hermosa, no de cerca, pero con suficiente maquillaje y el cuerpo que tiene, pensarías que lo era. Además, puede hacer trucos en el poste que enloquece a los chicos. Lo he visto. No me atrevo a probar las cosas que ella hace, giros complicados y vueltas al revés. Candy era brusca y del tipo empresarial cuando me mostró cómo moverse, cómo balancearse y menear los hombros, cómo girar alrededor del poste y deslizarse hacia abajo. Ella y Tim me observaron practicar la rutina antes de que las puertas se abrieran esta noche. Vi la evidencia de mi éxito en su cremallera abultada. Salto en el aire y giro mi cuerpo alrededor del poste, enganchando mi rodilla derecha alrededor de él, inclinando mi cabeza hacia atrás para que mi abundante cabello rubio cuelgue detrás de mí. Mi corazón martillea como un tambor cuando doy vueltas alrededor del poste varias veces, y luego aterrizo en un pie, el otro todavía envuelto alrededor del polo. Siento que me meneo y el revelador traje rebota. Estoy luchando contra las lágrimas de culpa, el remordimiento y la vergüenza, pero tengo que no solamente mantenerlos a raya, sino

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cubrirlos en una falsa sonrisa. Me acerco más y más cercana a los vómitos con cada movimiento. He coreografiado esta danza para mantenerme vestida el mayor tiempo posible, pero el momento viene muy pronto. Me he girado y colgado hacia arriba y hacia abajo, he deslizado mi espina dorsal por la barra, así que estaba agachada con mis rodillas extendidas, dándoles una visión tentadora de mi entrepierna. Ahora... Ahora tengo que empezar realmente el estriptis. Trago saliva, disfrazando mis nervios con una media vuelta de coreografía alrededor del poste, y luego aterrizo de pie como estaba cuando se abrió el telón: mi espalda al poste, las piernas al ancho de hombros, las manos sobre mi cabeza. Luego, con dedos temblorosos, deslizo el botón superior por el orificio, paso adelante hacia el centro del escenario, desato el nudo de la parte inferior. Ahora la camiseta está suelta, y el interior de mi escote está expuesto. Entonces, sólo para burlarme de ellos, abrocho el botón inferior. Los hombres gimen y me inclino hacia delante, y puedo ver el hambre y la lujuria en la mirada lasciva de sus ojos. Entonces, cuando la música de club se eleva a un crescendo, agarro las solapas de la camisa y lo desgarro abierto, dispersando los botones con un gesto dramático. Mis pechos rebotan libres, y me coloco en topless en frente de ciento cincuenta hombres. Una sola lágrima se escurre libre para mezclarse con el sudor de mi labio superior. Soy oficialmente una stripper.

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Capítulo 7 Traducido por dkct21 Corregido por liss-rose

M

e vestí con una ajustada falda tubo color azul marino, una blusa abotonada de un simple color marfil, y un par de tacones para combinar con la blusa. Mi cabello está atado en un moño, y tengo el maquillaje al mínimo. Nunca he usado mucho maquillaje, pero ahora he estado usando inclusive menos desde que empecé a bailar en el club. Bailar. Sí, he comenzado a pensarlo de esa manera. He estado allí por tres meses, y soy la bailarina más popular por mucho. Todos los espacios VIP me solicitan. Hago cinco shows cada noche, y siempre embolso al menos cientos de dólares por show. Cobro veinte dólares por bailar sobre las mesas, cinco por bailar sobre los regazos, y cincuenta por cada habitación VIP. Todavía me siento mal antes de cada función, y algunas noches todavía lloro hasta dormirme. Odio ser una stripper. Una “bailarina exótica”. No es bailar, es una provocación obscena. Es actuar para hacer que los hombres me deseen. He sido manoseada más veces de las que quiero contar, e inclusive me han hecho más proposiciones que eso. Me han ofrecido miles de dólares para “entretener” a una celebridad por una hora en privado. Las he rechazado. Ahora estoy yendo a mi primera asignación real como interna en Fourth Dimension. He estado aprendiendo el manejo hasta ahora, presentando documentos, trabajando en la oficina, obedeciendo órdenes, siguiendo a los verdaderos productores por todo el lugar. Trabajé muy duro para conseguir el internado, y trabajé inclusive más duro en Fourth Dimensión como asistente de oficina, esperando ser notada y ser asignada en un proyecto de verdad. Aparentemente funcionó.

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John Kazantzidis es un productor importante, conocido por tener buen ojo para guiones sólidos y convincentes. Ha trabajado en algunas de las películas más vendidas en los últimos diez años. Incluyendo la reciente adaptación cinematográfica taquillera de The Sun Also Rises. Él siempre ha sido amable conmigo, y parece tomarme en serio como estudiante de producción. Es socio del estudio, por lo que trabajar directamente con él es una gran oportunidad. Mis compañeros están locos de envidia. Espero fuera de su oficina hasta que Leslie, su secretaria, contesta el intercomunicador y me deja entrar. El señor Kazantzidis, o Kaz, como le gusta ser llamado, es alto y ancho con espeso cabello negro y oscuros ojos marrones. Exuda autoridad, poder y riqueza, a pesar de todo no es ostentoso. Para un hombre mayor, es atractivo y encantador. Se mueve en la gran silla de cuero en frente de su escritorio, el teléfono presionado en su oído. Escucha por unos momentos, luego interrumpe en griego antes de colgar. —Mis disculpas, Grey. Era mi madre. —–Me sonríe, mostrando sus dientes blancos. —No hay problema señor. Creo que es lindo que hable con su madre. Él asiente. —Las madres son importantes. ¿Estás en contacto con tu familia? Me encojo de hombros. He tratado de evitar hablar sobre mi misma o mi familia. —En realidad no. Mi mama murió, y mi padre y yo… bueno, desafortunadamente, no nos llevamos bien. El frunce el ceño. —Siento oír lo de tu madre. ¿Cómo murió? —Tumor cerebral. —Saco mi nuevo iPad, pagado por la compañía, de mi bolso y abro Pages, lista para tomar notas—. ¿Cuál es mi asignación, señor? Kaz se inclina hacia atrás y juega con una pluma.

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—Puedes guardar eso. —Señala hacia el iPad—. Es muy simple. Estarás trabajando como enlace directo entre Fourth Dimensión y el actor principal de nuestra película más reciente. Somos socios en la nueva producción de Lo Que el Viento se Llevó. Y no sé cómo decirte cuán importante es este proyecto. La versión original es una parte icónica de la cultura Americana. —Sí, señor. —Guardo mi tableta en mi bolso y cruzo mi pierna sobre mi rodilla, escuchando cuidadosamente. —Te he enviado vía e-mail todos los archivos pertinentes a la película, incluyendo la biografía de su asignación. Antes de que vengas mañana, estudia todos los aspectos del proyecto. Las filmaciones comienzan el próximo mes, así que no habrá mucho que hacer hasta entonces, pero tu asignación comienza ahora —Kaz se inclina hacia adelante y coloca el bolígrafo a un lado—. Grey, te has probado a ti misma hasta ahora, me agradas, si haces bien esta asignación, te contrataré a tiempo completo cuando te gradúes. Hasta entonces, recibirás el salario mínimo. Trato de no chillar. Hasta ahora este ha sido un internado sin salario. Si me pagan, puedo dejar de hacer striptease. —¡Gracias, señor! No lo defraudaré, lo prometo. —No pude evitar sonreír. —Sé que no lo harás Grey. —Se recuesta de nuevo y desliza su teléfono fuera del bolsillo de su chaqueta, tecleando un mensaje—. Creo que Leslie tiene algún papeleo para que llenes, y luego podrás irte. El papeleo para la asignación solo tomó unos pocos minutos, lo cual es bueno, ya que tengo que volver a mi dormitorio, terminar un trabajo para mi clase de literatura, y luego cambiarme para trabajar esta noche. Este internado es un regalo de Dios, pero me mantiene más ocupada que nunca. Trabajo cuatro noches a la semana con cinco clases cada semestre y treinta horas por semana en el internado. Apenas como, apenas duermo, y no he tenido tiempo para bailar para mi propio disfrute en semanas. Todo valdrá la pena si puedo ser contratada a tiempo completo por el estudio.

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Regreso al dormitorio y termino el trabajo tan rápido como me es posible. Comienzo a revisar los archivos que Kaz me envió. Fourth Dimensión es el estudio de producción primaria para el proyecto, junto con Orbit Sky Films y Long Acre Productions. Jeremy Allan Erskine está dirigiendo, y gasté el tiempo restante de mi estudio en las notas de Kaz sobre el equipo de trabajo del señor Erskine y todas sus ideas para el proyecto. Él es mejor conocido por Red Sky, un drama postapocalíptico que ganó seis Oscars, incluyendo Mejor Fotografía. Trabajó con Fourth Dimensión y mi jefe Kaz en The Sun Also Rises, así que una adaptación cinematográfica no es algo nuevo para él. La intención con esta nueva versión, según las notas del señor Erskine en mi archivo, es mantenerse fiel a la novela y rendir homenaje a la película del año 1939, mientras se rejuvenece con una estética más moderna. Kaz no está tratándome como a una asistente, porque sé que no es normal que una humilde asistente de internado tenga este tipo de archivo de proyecto de un actor principal. Él en realidad entiende mi pasión por el cine, y espero me esté entrenando para trabajar con él en proyectos futuros. De todas maneras, tiene que responder al espíritu del internado, lo que significa una asignación de bajo nivel para completar la nota. No tengo tiempo para llegar a la lista del reparto antes de tener que irme. Me deshago de mi falda y blusa, me pongo unos pantalones de yoga y una camisa, y me dirijo a atrapar el autobús que llega al club. Una vez allí me cambio a mi traje, los shorts y camisa de franela. Me aplico maquillaje, alboroto mi cabello en ondas de color miel brillante y luego me compruebo en el espejo. Como siempre, apenas me reconozco a mí misma. Mi cabello es enorme, colgando hacia abajo más allá de la mitad de mi espalda y cepillado para tener el máximo volumen. El maquillaje convierte mis ojos grises en algo tempestuoso, y si lo admito, hipnotizantes. Lápiz labial rojo brillante, colorete, base espesa, mascara… Había esperado perder peso, dado lo infrecuente que me alimento y como me la paso correteando, pero todavía sigo siendo yo. Todavía soy gruesa alrededor de las caderas y pecho. Veo mi cuerpo de otra manera ahora. No soy solo una mujer con ropa puesta. Veo el cuerpo debajo de la ropa, que nunca miré antes. No realmente. No soy solo una persona, como todo el mundo lo es. Soy un objeto, una cosa para

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ser deseada. Estoy consciente de mis senos y de mi trasero y del hecho que los hombres disfrutan de esas partes de mí. Suspiro mientras desato un poco el lazo de la camisa, ajusto mis senos y rehago el nudo para que mi escote esté más acentuado. Aplico un poco de base sobre mi cadera donde me golpeé con el escritorio en mi dormitorio. Los hombres no quieren ver moretones. Estoy demorándome. Siempre me demoro. Nunca quiero ir allá afuera. Creí que me acostumbraría pero no lo he hecho. Mi corazón todavía martillea y aún me siento avergonzada. Todavía me siento con nauseas. Cuando llega el momento en que tengo que quitarme la camisa y mostrar mis senos desnudos, siempre quiero meterme dentro de un agujero y arrojar tierra sobre mí. Odio las miradas lascivas, las manos sobando, los silbidos y las sugestiones. Estoy a punto de abrir la puesta del vestidor cuando Timothy entra. —Grey. Que bien que estés aquí temprano. —Sus ojos brillan con emoción, lo que me preocupa—. Hoy es tu noche de suerte, Grey. ¡Un pez gordo de actor rentó todo el club! ¿Y adivina qué? Quiere un baile privado en la habitación VIP, solo tú y él. Le dije que tú no haces nada más, así que no tienes que preocuparte acerca de eso. Pero esto es bastante Grey, bastante, bastante dinero. Asiento y trato de calmar mis nervios, es solo otra noche. He bailado para celebridades en las habitaciones VIP antes. Somos un pequeño club fuera de lo común, y la mayoría de nuestra clientela son hombres trabajadores de clase media a baja, y algunas veces unos pocos sujetos de segunda de Hollywood. Pero una que otra vez, se aparece algún actor o estrella deportiva, esperando tener una noche libre de paparazzi. Una cosa sobre la cual Timothy es firme es que no se aceptan ni fotógrafos ni periodistas. Nunca. Retoco un poco mi maquillaje, compruebo el nudo en mi camisa, asegurándome que mi escote se vea bien y luego salgo afuera. Lydia está en el escenario ahora, bailando al son de una canción de Ludacris. Ella es una pequeña chica Iraquí de grandes senos, haciendo su camino a través de la escuela de enfermería. Lydia es dulce, y una buena bailarina, y me agrada que se niegue a hacer fiestas privadas fuera del club, y nunca hace ningún extra de ningún tipo. Camino por el club, evaluando a los hombres. Todos son atractivos, elegantes, y tienen el carisma pulido de Hollywood. Ya la mayoría están ebrios, y

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hago media docena de bailes de regazo antes de siquiera llegar a un extremo del club al otro. Aún no he visto al actor que rentó el lugar, pero él está en una habitación VIP. Estos solo son los parásitos, los aduladores y los asistentes. Hago algunos bailes de mesa, y luego mi turno en el escenario. Parte de mi atractivo es que la única vez en la que estoy mostrando mis senos es durante los bailes. En las mesas y en el suelo estoy en mi traje. A los chicos les gusta supongo. Les gusta el misterio. Por supuesto, la camisa de franela está lo suficientemente abierta, así que prácticamente los estoy mostrando, lo que los vuelve locos. Hago mi rutina básica, girando y contorsionándome alrededor del poste, jugando mientras desabotono mi camisa pero no dejándoles ver nada, y luego reabotonando y sacando los botones. Casi he conseguido desensibilizarme cuando tengo que mostrar mis senos. Casi. Lo que significa que en realidad no comienzo a llorar hasta que me toca quitarme los shorts, lo que viene ahora. Como son ajustados, es todo un reto quitármelos con soltura. Entonces estoy bailando con nada más que una minúscula tanga. Todo el tiempo estoy cerca de las lágrimas. Ellos pueden ver todo mi trasero. Todo. La tanga es solo un poco más que un minúsculo triangulo sobre mis partes privadas, y apenas me cubre lo suficiente. Cuando bailo y me deslizo por el escenario, ellos pueden ver todo. Termino mi show y me retiro tras bastidores para calmar mis emociones. Los chicos en el club están emocionados, y dando propinas como locos. Guardo ciento cincuenta del primer show en el escenario, y tengo otros ochenta de los bailes de mesa y de regazo. Y ni siquiera he estado en las habitaciones VIP aún. Pero el show en el escenario… oh, Dios. Los silbidos y las sugestiones fueron peores de lo que nunca han sido. Las manos estirándose, lo cual técnicamente es en contra de las reglas del club, pero realmente depende de cada bailarina rechazarlos… me agarran y me tocan, tratando de bajar la tanga. Me piden que vaya a casa con ellos. Vociferan todo lo que me harán con crudos detalles. Me sonrojo cuando gritan esas cosas. No puedo evitarlo. No creo que vean el sonrojo debajo de mi maquillaje, pero está allí. Me sonrojo y me encojo apartando las manos juguetonamente pero de manera firme, y evito sus ojos. Cuando estoy tras bastidores e Inez está en su show, siento mi estómago revolverse. Me apresuro al vestidor y apenas llego al pequeño baño donde mi estómago vacío sufre arcadas. Lágrimas se

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mezclan con el sudor de mi rostro. Cuando termino de dar arcadas, me desplomo en el piso frío y descanso mi rostro en la fría porcelana, me permito sollozar un momento. Me permito a mí misma desear estar de vuelta en mi hogar en Macon. No puedo evitar imaginar el rostro de mamá si supiera lo que estoy haciendo para sobrevivir. Un puño golpea la puerta, entonces se abre. —¡Grey, rayos, no tienes tiempo para esto! —Timothy me aleja del baño y da toquecitos a mi boca con una toalla de papel—. Te quieren en la habitación VIP, ahora. Habitación tres. ¡Cepilla tus dientes y ve! — Él no muestra sentimientos esta vez, solo me empuja al baño y una vez que estoy lista, fuera del vestidor y a través de la puerta que lleva a las habitaciones VIP. Recupero mi equilibrio y mi respiración, y envío a Timothy lejos. Mi corazón martillea y mi piel hormiguea. Me paro fuera de la habitación tres con mi mano en la perilla, pero titubeo. Algo dentro de mí se está rebelando, diciéndome que corra, que vuelva atrás, que me vaya. Pero no puedo. Perdería el trabajo, y no tengo garantizado el puesto de tiempo completo en Fourth Dimensión, no aún. Giro la perilla y abro la puerta. Un sofá de cuero rojo de forma semicircular está en la habitación, iluminada por un par de lámparas a tono con el sofá. Las paredes son negro mate, y unas mesas laterales cubren los extremos del sofá. Una botella de Jhonny Walker Blue Label reposa en una de las mesas, rodeadas por botellas de Coors y Bud Light, algunas vacías, algunas llenas. La habitación es brumosa con humo de cigarrillos, y debajo de eso está la acre esencia de marihuana. Una de las mesas tiene una pila de polvo blanco, con algo de eso dividido en gruesas líneas. Hay cuatro hombres en la habitación. asombrosamente hermosos. ¿El cuarto?

Tres

de

ellos

son

Es un dios de la pantalla grande. Tres de los hombres están en un lado, cerca de la pila de cocaína. Reconocí a los tres. Uno es Armand Larochelle, quien ganó el premio de Mejor Actor por su papel en Name of Heaven. Armand es alto y delgado, con cabello rubio a la altura de los hombros y rasgos esculpidos. El segundo es Adam Trenton, un actor de calidad y actor secundario en películas de acción. Recientemente hizo un papel en

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una película de ciencia ficción y aventura que lo llevo a su primer papel principal. El tercero es Nate Breckner, mejor conocido como el actor principal de comedias románticas, pero ha estado trabajando en papeles para salir de ese encasillamiento. El cuarto hombre es Dawson Kellor. Mi corazón se detiene y mi respiración queda atrapada. He visto fotos de él, lo he visto en sus últimas películas. Pero ninguna le hace justicia. Ni un poco. En la pantalla es asombroso. Rasgos fuertes, penetrantes ojos avellana, cabello oscuro entre marrón y negro. Alto y ridículamente sexy, con brazos esculpidos y un pecho duro y amplio. Él es Brad Pitt y Henry Cavill, y Josh Duhamel y mucho más. Así es como él se ve en la pantalla. En persona… está más allá de la perfección. No puedo mirar a otro lado, pero su belleza me quema, es como mirar al sol. Y ahora está en mi club, y me está mirando expectante, y no me puedo mover. Sus ojos son mercurio, un avellana cambiante. Él es muy hermoso para ponerlo en palabras, y no estoy segura de que hacer. Mi cuerpo no funciona. Retumba música desde los altavoces, una canción de Jay-Z. Armand me está observando, con un pequeño tubo entre sus dedos, cabeceando con la música. Los otros dos hombres tienen cervezas en sus manos y están mirando sus teléfonos. Se ven borrachos. Me dan una mirada y me descartan mirando a otro lado. —¿Vas a bailar o qué? —Pregunta Dawson. Su voz es oscuridad, profunda y envolvente. La canción termina, y comienza un ritmo de baile techno. No puedo apartar mis ojos de Dawson, pero obligo a mis caderas moverse. Dejo que la música se apodere y fluya a través de mí. Me pierdo a mí misma en sus ojos, los cuales parecen oscurecerse a medida que me balanceo más cerca de él. Sé que hay otros hombres en la habitación, pero solamente puedo enfocarme en Dawson Kellor y esperar llegar al final de esta noche. Estoy en frente de él ahora, cerca. Él separa sus rodillas y sus manos vienen a mis caderas, sus palmas acariciando la piel desnuda sobre mis shorts. Jamás he permitido que un cliente me toque antes, pero no puedo encontrar la fuerza para apartar sus manos. Mi piel quema

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donde me toca. Sus ojos están en los míos, a pesar de mi escote en su rostro. Estoy oscilando con la música, con ligeros y pequeños temblores de mis caderas, lo suficiente para que mis pechos reboten. Mis brazos están sobre mi cabeza en esa incómoda posición que los hombres parecen amar. Su mirada parpadea a mis pechos saltando y luego retorna a mis ojos. No puedo leer su expresión. Los hombres siempre tienen el deseo en su rostro, en sus ojos. No Dawson. Pero sus manos están enroscadas en mi cintura, posesivamente. Debería hacer que me suelte. Pero no lo hago. Nunca he sido tocada de esta manera, nunca he tenido en mi cuerpo las manos de un hombre, en ningún lugar. No como esto. Siempre ha habido toques robados, roces en mi trasero, o dedos como garras en mis senos mientras bailo en el escenario. Esto… es una conexión. Soy absorbida por sus manos tocándome, y por un momento, no soy una stripper. Estoy vestida, y él me está viendo. A mí. Casi como si estuviera viendo a Grey en vez de a Gracie, aunque él no podría ver la diferencia. La canción cambia a “Just Give Me a Reason” de Pink y Nate Ruess. No estoy segura de porque la canción se filtra a través de mi conciencia. Me obligo a mí misma a soltarme de su agarre y a ir al centro de la habitación. Bailo. Y me encuentro bailando más como una bailarina que como una stripper. Sé que tengo que quitarme la ropa. No puedo irme solo bailando para ellos. Ese no es mi trabajo. Pero ahora más que nunca. No quiero hacer eso. Quiero hablar con este hombre. No porque sea una celebridad. No porque el año pasado fue The Sexiest Men Alive8 de la revista People. No porque es un actor fenomenal, aunque ciertamente lo es. Hay algo en sus ojos que me atrae hacia él. Hago que mis dedos desabotonen el botón superior de mi camisa, y veo a Armand y a los otros cambiar de posición en el sofá. Los ignoro, giro en su lugar, doblo la cintura de espaldas a ellos, me enderezo, giro de nuevo, deshago el nudo y desabotono mis shorts. Dawson no deja de mirar en mis ojos. Me pregunto que ve en mi mirada.

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The Sexiest Men Alive: El Hombre Más Sexi del Mundo

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Siento las náuseas explotar dentro de mí a medida que desabotono otro botón de mi camisa. Odio esta parte. Mi corazón golpea con la familiar sensación de vergüenza. Ahora la camisa está abierta, y mis movimientos son sinuosos, suaves como de serpiente. Ruedo mi hombro y la franela se resbala, bajándose en un lado. Otra suave oscilación y movimiento de mis hombros y la franela cae alrededor de mi espalda. Mis brazos mantienen la camisa en su lugar, pero la cima de mis senos está expuesta, mis brazos cruzados cubriendo mis pezones. Mis caderas se mueven y balancean al ritmo de la música. Estoy atrapada por su mirada otra vez. Y todo se desvanece excepto sus ojos. Y luego me obligo a apartar mis brazos, dejando caer la franela al suelo. Armand aspira una profunda bocanada de aire, y escucho a alguno de los otros hombres gruñir en apreciación. Dawson no se mueve, su expresión no cambia a excepción del agrandamiento de sus ojos. Su mirada rastrilla sobre mí, desde la cabeza hasta los pies y otra vez. Vuelvo a bailar, acentuando el rebote de mis pechos, pasando mis manos sobre ellos, levantándolos y posando, todas las cosas que he aprendido para obtener propinas. Esto es más difícil que los shows, que los bailes de regazo u otros trabajos en las habitaciones VIP. Esto es personal. Otros hombres me observan y claramente me desean, pero algo en la mirada de Dawson habla de algo más que deseo. Hay posesividad en sus ojos. Jugueteo con el cierre de mis shorts, mirando de mí misma a Dawson, con la calculada mirada tímida que no siento. Bajo el cierre y empujo los bordes mostrando el triángulo de tela roja y la pálida piel debajo. Soy golpeada entonces, sin saber cómo, por el recuerdo de Candy, en mi primer día, diciéndome que debo tener mis partes privadas depiladas. Dolió, y casi muero de vergüenza. La canción cambia de nuevo, a otro ritmo sin nombre, y comienzo el balanceo oscilante que hace que mis shorts se deslicen hacia abajo. Sin embargo, antes de que pueda retirar la tela de mi trasero, la voz de Dawson llena la habitación. —Está bien, chicos. Fuera.

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—Aw. Vamos Dawson. Se está poniendo bueno. —dice Nate. Dawson no responde, solo le da una larga y dura mirada a Nate, quien suspira con frustración. —Está bien. Joder. —Se levanta y los otros dos hombres lo imitan. Cuando la puerta se cierra detrás de ellos, Dawson se levanta lentamente. Es como observar a un león alzarse de la hierba, con energía envolvente y gracia sedosa. Se mueve hacia mí, sus ojos ardientes y oscuros, de alguna manera casi del mismo color tormentoso de los míos. Toma mi muñeca en manos grandes y poderosas. —Déjalos puestos. No lucho contra su agarre, y no estoy bailando. Todo el tiempo en el trabajo, estoy bailando. Cada movimiento es un baile. De mesa a mesa, cabina a cabina, dentro y fuera del escenario, es un baile. Inclusive si es solo el balanceo exagerado de mis caderas y el rebotar de mí andar, es un baile. Nunca estoy quieta. Pero ahora estoy congelada por el calor en los ojos de Dawson mientras me mira. Tengo las botas de tacón alto que me hacen de seis pies de alto, pero Dawson fácilmente está a cuatro pulgadas sobre mí. —¿Por qué? —pregunto. Los hombres siempre quieren que me los quite. Soy una stripper, así que lo hago. Pero este hombre está deteniéndome, y no lo entiendo. No me atrevo a pensar en el crudo poder de sus ojos, la fácil fuerza de sus manos, la posesividad de su toque. Dawson no responde. Solo coloca sus manos en mi caderas comienza a moverme al ritmo de la música. Él se mueve conmigo. Esta bailando conmigo, balanceándose al ritmo. Le permito hacerlo. No debería, pero lo hago. Algo en la vitalidad de su presencia liquida mi capacidad para resistirlo. Luego sus manos empujan la tela, y el miedo me golpea como una tonelada de ladrillos. —No, no puedes —Balbuceo. Con mis nervios, el acento de Georgia es espeso. —Sí, sí puedo. Quieres que lo haga. —Su voz se envuelve y se desliza sobre mí como agua tibia.

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Sacudo la cabeza. Todavía estamos bailando juntos, moviéndonos con la música. Lo miro, perdida. —Yo… yo no hago extras. No puedes tocarme. —Sin embargo estoy aquí. Tocándote. —Sus manos suben por mi cintura, abarcando el espacio entre mis senos y la tela. Sus manos son enormes, poderosas y aun así increíblemente gentiles. Su toque es fuego. Estoy temblando, titiritando. Jadeo cuando sus manos se deslizan hacia abajo de nuevo, y sus dedos se enganchan en las trabillas y tira hacia abajo. El tira de la tela, y la estira otra vez, entonces se deslizan y colapsan alrededor de mis tobillos. Camino fuera de ellos y trato de respirar. Sus palmas son como lava sobre mi cintura y caderas desnudas y estoy temblando, asustada, aterrorizada. Consumida. Él está tocándome. Nadie jamás me ha tocado así. Ver el deseo en los ojos de un hombre es una cosa. Sentir su deseo en la cruda fuerza de su agarre en mi piel, eso es otra cosa. El toque de Dawson es la hipnosis hecha carne. No puedo resistirlo. No sé lo que me está pasando, pero me aterroriza. No quiero querer esto, pero él tiene razón. Quiero que lo haga. Soy devorada por sus manos en mis caderas. No ha tocado mi trasero, no ha tocado mis senos. Solo mi cintura y mis caderas. Y que el señor me ayude, es como algo consumiéndome desde adentro, empujando alguna necesidad desesperada a través de mí. No sé qué es lo que necesito, excepto que tiene que ver con este hombre en frente de mí, que me ha quitado mi ropa, mi fuerza y mi confianza en un movimiento suave. Estoy desnuda frente a él. La tanga no es cobertura. No por la manera en que sus ojos ven a través de mí. —No estés asustada. —Su voz es cálida, casi tierna. Me encojo. —Yo no… quiero decir, no lo estoy. El ríe, una sola exhalación. —Mientes, Gracie. —¿De qué es lo que estoy asustada entonces? —De alguna manera encuentro mi voz, y pretendo la indiferencia que casi no siento. —De mí —Él acaricia mis caderas. —De esto.

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Inhalo en un largo, y profundo aliento. —No me toques. Por favor. Déjame bailar. Él se retira, dejando caer sus manos, y colapsando en el sofá, agarra la botella de whiskey tirando de ella. —Entonces baila. Así que bailo. Desnuda, asustada y humillada de alguna manera, tensa por algún tipo de deseo que no entiendo, bailo. No como una stripper. No para provocar lujuria. Bailo. Bailo, como Grey. Bailo, con todo el movimiento, poder y confianza. Me pierdo a mí misma en el movimiento y la música, sin pensar en mi cuerpo desnudo. Cuando paro, Dawson sigue en el sofá, la botella olvidada. Sus ojos están oscuros y en conflicto, pero el bulto en el cierre de su entrepierna, en sus costosos pantalones me muestra el efecto de mi baile. Él baja la botella y se incorpora. Resisto la urgencia de retroceder lejos de él, pero no me toca de nuevo, aunque está cerca de mí. —Tú no perteneces aquí. —Cautelosamente extiende su mano y aparta un mechón de cabello lejos de mi boca. Es un gesto tierno, y me confunde, me asusta. Me golpea en algún lugar dentro de mí. Su boca desciende a la mía, sus labios rozan los míos, cálidos, húmedos y suaves. No estoy respirando. ¿Cómo podría? Él me está besando. ¿Por qué? Mi corazón está detenido. Mi sangre es un río abrasador de fuego en mis venas, y estoy temblando. La seda negra de su camisa de vestir esta tensa sobre su pecho, y mientras me está besando me atrae hacia él. La seda es fría contra mi piel, pecaminosamente suave, acariciando mi pezones desnudos, volviéndolos duros. Su lengua se desliza sobre el borde de mis labios y sus dedos se enroscan en los músculos de mi espalda, enviando estremecimientos de calor a través de mí. Dura un mero momento, y luego se acaba. Se separa de mí abruptamente, se marcha dando un portazo, y quedo blanda. Vaciada del todo, jadeando para respirar y temblando. ¿Qué acaba de pasar? Colapso en el sofá y lucho por respirar. Cuando regreso a la planta principal del club, él no está.

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Y yo he cambiado, totalmente.

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Capítulo 8 Traducido por Ale Rose, SOS Gerde & MaarLopez Corregido por GrizeldaDC

Ll

egué a casa después de las tres de la mañana, así que no tengo tiempo en hacer los archivos del proyecto antes de mis clases el día siguiente. Mi primera clase es a las ocho, y ya que tengo que estar en la oficina de Fourth Dimension inmediatamente después de clases, me visto en mi atuendo de trabajo después de dejar la residencia de estudiantes. No hay tiempo entre clases para otra cosa sino para apurarse para la siguiente clase. Ni siquiera tengo tiempo para almorzar, como la mayoría de días. Cuando salgo de mi clase —Historia Europea de 1700—, mi estómago ha estado gruñendo por horas. Llevo mi mochila a mis hombros, llena de libros de texto y cuadernos, deslizo mi bolso sobre mi cuerpo y mis tacones de tres pulgadas hacen clic hacia la parada del autobús. Mi estómago es un desastre, gruñendo y revuelto, vacilando entre estar hambriento y con náuseas. Hoy es el primer día que el equipo de Fourth Dimension reúne al elenco de la película. El proyecto ha pasado por el desarrollo y preproducción, y ahora estamos listos para comenzar. No sé qué esperar. Debería, pero no lo hago. Debería tener todos los aspectos del proyecto memorizados por ahora, pero ni siquiera sé quién es el líder. Estoy nerviosa, emocionada y asustada. En mis clases de cine he pasado por todo el proceso en realizar películas en miniatura, desde el desarrollo de sonido y eléctrico, cámara de audiciones para la postproducción. Pero todo eso ha sido un modelo de prueba. Esto es de verdad. Voy a estar trabajando con un actor de verdad, lidiar con montaje y otros requisitos. El estacionamiento del Fourth Dimension está lleno de coches caros. Hay un Ferrari, un Bentley, una limusina y un surtido de Mercedes y BMW. Y luego, en la parte de atrás del mismo, hay un automóvil deportivo de baja altura pintado con una especie de plata-cromada que es casi un espejo. El coche parece que vale más que todos los

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otros coches combinados, aunque no podría decir qué marca es. Y aquí estoy yo, llegando a pie desde la parada de autobús. Entro en la habitación de damas antes de ir a la sala de conferencias. He traído una blusa fresca para cambiarme, a sabiendas de que había sudado sobre la que estoy usando. Me puse desodorante, mi nueva blusa, retoco mi maquillaje y arreglo mi cabello. Me vestí con mi ropa más conservadora. Es una falda de lino gris claro que cae sobre, un par de zapatos de tacón negros y una blusa blanca sin revelar. Luzco profesional, como una mujer de negocios. No hay ni un ápice de sexy en mi aspecto en absoluto, y eso es exactamente lo que quiero. Subo en el elevador y sigo el sonido de las voces de la sala de conferencias. La reunión está en pleno apogeo, pero Kaz sabe que vengo de clase. Me detengo en la puerta, fuera de la vista, y aspiro una respiración profunda, manteniéndola durante un conteo de diez. Cruzando esa puerta se sientan algunos de los hombres y las mujeres más poderosas e influyentes de Hollywood. Y luego estoy yo, la hija de un pastor conservador de Georgia, una estudiante de cine, stripper para pagar la universidad. No sé por qué este pensamiento me golpea ahora. Nadie sabe lo que hago. Lizzie apenas reconoce mi presencia, Kaz piensa que trabajo en un bar (que es una especie de verdad), y no hay nadie más a quién le importe. No soy amiga de ninguno de mis compañeros de clase. Devin está ocupada con su propia vida en Auburn, y mi padre no quiere saber que estoy viva. Es mejor así. No estoy sola, estoy demasiado ocupada para los amigos. Entonces ¿por qué parpadeo por la vista borrosa a la sal mojada en mis ojos? La alfombra de color beige claro bajo mis pies se ondea. Respiro hondo, largo y lento y estabilizante. Puedo hacer esto. Puedo hacer esto. Parpadeo fuerte, buscando un Kleenex9 del bolso y secándome mis ojos, luego, compruebo mi maquillaje en un espejo. Empujo la puerta, con una tensa sonrisa en mi cara. Una docena de cabezas giran. Kaz me sonríe desde su lugar a la cabeza de la larga mesa ovalada, y con un gesto me señala la mesa. Hace un gesto para 9

Kleenex: Marca de Pañuelo Desechable.

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que tome una silla vacía. Estoy demasiado nerviosa para registrar quiénes están en la habitación. Tomo asiento y me concentro en respirar. Oigo a Kaz hablando a mi oído, y me doy cuenta que me está presentando. Olvido varios de los nombres, pero sé la mayoría de ellos. Reconozco a Bill Henderson, el asistente del directo; Francine James, el director del casting, Ollie Muñiz, director de la unidad. Algunos otros nombres que se pierden, pero que se mostrarán en los archivos. Fuerzo mi atención en Kaz. —...Erskine, nuestro director. Frente a ti, Grey, está Rose Garret, que actuará de Scarlett. Junto a Rose está Dawes Carrie, actuando de Melanie. Armand Larochelle a tu izquierda, que actuará de Ashley Wilkes... —Mi aliento se atrapa dolorosamente en mi pecho cuando escucho el nombre de Armand. Él me miraba fijamente, con una pequeña sonrisa en sus labios. Pero Kaz no termina con las presentaciones todavía—. Y, por último pero no menos importante, a la cabeza de la mesa está Kellor Dawson, quien tiene el papel de Rhett. Estoy mareada, el mundo está girando, mi corazón choca en mi pecho. No. No puede ser. Me obligo a subir mis ojos hasta Dawson. Su rostro está en blanco y cuidadosamente inexpresivo, pero su boca se volvió ligeramente hacia abajo, firme en las esquinas. Kaz es claramente ajeno a la tensión repentina. —Estoy seguro de que estás familiarizada con el trabajo de Dawson, Grey. Serás su asistente durante la duración de la película. Cualquier cosa que necesite, lo conseguirás. Lo que sea. —Los ojos de Kaz se quedaron mirando en los míos, y me obligo a respirar antes de desmayarme. Kaz se dirige hacia Dawson—. Grey es la mejor practicante que he tenido, señor Kellor. Tengo fe en sus habilidades. Dawson roza el labio superior con el dedo. —Grey, ¿eh? ¿Tiene un apellido, señorita Grey? Trago saliva. —Soy... Amundsen. Grey Amundsen. Estoy a dos asientos de distancia de Dawson, pero podríamos ser las dos únicas personas en la sala. Me miraba fijamente, como si pudiera ver mis secretos a través de mis ojos. Sólo que él ya conoce mi secreto.

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Retrocedo a la noche anterior, con su ardiente mirada en la mía, sus manos sobre mi piel, sus ojos barriendo sobre mi cuerpo desnudo. Siento sus labios contra los míos. Me pongo de pie y me tambaleo hacia la puerta. —Lo siento —murmuro a Kaz—. No me estoy sintiendo bien. Fue algo... que comí. —Puse mi mano sobre mi boca y corro hacia el baño de chicas, donde me inclino sobre el retrete y vómito, el ácido quemándome. Esto no puede estar pasando. No es real. Sé que es un hecho de que Kaz me va a despedir en un latido del corazón si él sabe que soy una stripper. Lo vi despedir una subsecretaria cuando descubrió que había sido stripper en la universidad. La despidió, no por haber sido una bailarina de striptease, sino por haber mentido al respecto. He mentido al respecto. No directamente, pero por omisión. Es suficiente. No puedo trabajar con Dawson. Ahora no. Él sabe mi oscuro secreto. Tiene poder sobre mí. No importa todo eso. Dawson en sí mismo es el problema. La forma en que me mira, la forma en que me toca. Incluso en el ambiente empresarial público de la sala de conferencias, sus ojos ardían en los míos, grises e hipnóticos. Su sola presencia pone mi sangre a correr y a mi cuerpo temblar. Oigo que la puerta del baño se abre y un par de tacones hace clic en el azulejo. Carrie Dawes empuja la puerta del baño abierta y toca mi espalda, y luego sujeta mi pelo. —¿Grey? ¿Estás bien? —Carrie es joven y hermosa, con el pelo natural de color rojo y la piel clara, y ha tenido un montón de propuestas recientemente por sus papeles protagónicos en algunas de las películas dramáticas más crítica de los últimos tres años. Asiento con la cabeza y me obligo a enderezarme. —Sí, estoy bien. —Me limpio la boca y paso a Carrie dirigiéndome al fregadero—. Gracias. Algo que comí no me cayó bien. Carrie se apoya contra el mostrador, y veo su duda. —Ah. Me pareció como si hubieras visto un fantasma.

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—Tuve una larga noche y un poco de mala comida. Estoy bien. — Tengo una botella pequeña de enjuague bucal en el bolso, y me enjuago la boca con ella. Carrie pone lo ojos en blanco. —Si tú lo dices. —Se aleja entonces, y estoy sola otra vez. Enciendo el grifo y sumerjo mis manos bajo el agua fría, enjuago mi boca y escupo varias veces para sacar el sabor de la bilis de mi boca. Estoy retocando mi labio cuando se abre la puerta del baño. Dawson pasea por la puerta, y no puedo respirar de nuevo. Está vestido con pantalones vaqueros de color azul oscuro y una ceñida camiseta gris claro que luce más suave que las nubes. Su pelo oscuro está artísticamente despeinado, y una sombra de barba le cubre la mandíbula robusta. Sus ojos concuerdan con su camisa, el color de un cielo nublado. Él no se detuvo, sino que atraviesa el cuarto de baño deteniéndose apenas una pulgada de distancia. No puedo mirarlo a los ojos. Mis mejillas se sienten como si hubieran sido incendiadas. —Señor Kellor. ¿Qué puedo hacer por usted? —Puedes explicar. —Su voz es como un terremoto que se sintió a kilómetros de distancia, un ruido sordo. Me alejo de él, pero todavía puedo sentir el calor emanando de su enorme cuerpo fuerte como si fuera un horno. Me encojo de hombros, girando un hombro. —No hay nada que explicar, señor. —Deja eso. Incluso si fueras simplemente una asistente interna no me llamarías señor. ¿Cómo llegaste aquí? —Tomé un autobús. Dawson gruñe de irritación y se frota las manos por la cara. —No te hagas la tonta. Trato de respirar, pero no puedo. Tengo su reflejo en el espejo, y la realidad cegadora de su presencia frente a mí. Es demasiado hermoso para describirlo con palabras. Demasiado hombre para ser real. Sus mejillas son altas y afiladas, su mandíbula como una escultura de

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mármol. Sus brazos son gruesos y largos y ondulantes con músculos. La camiseta es una segunda piel sobre los músculos. Sus vaqueros ahuecan sus muslos y su trasero, y simplemente no puedo apartar la mirada de él. Cierro los ojos y trato de respirar. Estoy mareada de nuevo. —Voy a hacer esto fácil —dice Dawson—. Estabas en el club anoche. Eras Gracie. Ahora que estás aquí y eres Grey. Siento una oleada de pánico y sale como ira. —¡No hay nada que explicar! Lo tienes todo planeado, ¿no? Ya viste lo que hago. ¿Qué más quieres que te diga? Me alejo de la encimera, pero mis tacones se resbalan y me tropiezo. Unos brazos fuertes me atrapan y me detienen, levantándome. —No me toques —espeto, empujándolo. —Grey, está bien. No me importa. —No está bien. A mí sí me importa. —Estoy frente a la puerta, con Dawson detrás de mí. Sus dedos tocan mi hombro y sin esfuerzo me giran. Agacho la cabeza para evitar su mirada, porque su mirada es con demasiada intención, demasiado conocimiento. Sólo el roce de sus dedos en mi hombro es suficiente para poner mi corazón desbocado. Me estaba alejando, estaba caminando, pero no me puedo mover. No puedo alejarme. Él me atraía a la órbita de su intensidad. Su toque es una corriente de aguas turbulentas. Tragándome. Es un catalizador, encendiendo el fuego de la necesidad. Lo que necesito. Él, su toque, algo. Cualquier cosa. Ni siquiera lo sé. Sólo a él. Entro en pánico y lucho contra él. —Me tengo que ir. —¿Dónde? —Lejos. No lo sé. —Abro de un tirón la puerta, pero su mano toma mi muñeca y me detiene. Tiro para liberarme—. ¡Dije que no me toques! Esto no funcionará, señor Kellor. Tengo a Kaz. Quiero decir, el señor Kazantzidis asignará otro interno para usted.

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—No lo creo. No contesto. La discusión es inútil. No puedo hacer esto. Es demasiado. Él lo sabe. Trabajar con él profesionalmente, cuando sabe lo que soy... no. No puedo. Vuelvo a la sala de conferencias y todo el mundo me pregunta si estoy bien. —Estoy bien —digo—. Kaz, ¿puedo hablarle un momento en privado? Frunce el ceño, pero me acompaña a su oficina. Me siento en el sillón grande de cuero frente a su escritorio y espero a que se siente. —¿Está todo bien, Grey? Niego con la cabeza en una negativa. —No, señor. Yo... no puedo aceptar este trabajo. —Grey, no entiendo. Esto es de vital importancia. Esta es posiblemente la película más grande que éste estudio nunca ha trabajado. Se podrían recaudar miles de millones. ¿Cuál es el problema? No sé qué decir, cómo explicar sin explicar todo. —Yo... no puedo trabajar con Dawson Kellor. Kaz se inclina hacia atrás en su silla. —Dios. Me preguntaba si esto sería un problema. —Suspira y juguetea con su pluma, girándola alrededor de sus dedos—. Sé que Dawson tiene una... reputación. Pero me ha asegurado que su tiempo lejos de Hollywood lo ha madurado. No tengo ni idea de lo que está hablando al principio, pero luego recuerdo haber leído una serie de artículos en diversas revistas sobre Dawson. Tenía fama de ser un playboy fiestero, mujeriego. Hubo un escándalo que involucraba a una asistente casada, y luego otro con una famosa actriz, también ya casada. Y ni siquiera toqué sobre el interminable desfile de novias con las que había sido fotografiado. Tenía una mujer diferente en su brazo en cada fotografía, varias de los cuales vendieron historias a los medios de comunicación sobre sus predilecciones en el dormitorio. Le gustaba el sexo sucio, de acuerdo a

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las historias. Y mucho de ello. Los escándalos se acumulaban y se arremolinaban a su alrededor como un huracán, pero a pesar de todo se mantenía actuando, y cada función era mejor que la anterior, por lo que él conseguía cada vez más roles. Luego hubo una denuncia de violación, y fue entonces cuando Dawson desapareció de la vista del público durante los últimos años. Este papel como Rhett Butler sería su gran regreso, el reinicio de su carrera y su imagen. —¿Él te hizo algo? —pregunta Kaz Quiero decir que él lo hizo. Quiero ponerlo todo en Dawson, dejar su reputación ganar la pelea para mí. Pero no puedo. Niego con la cabeza. —No, no es eso. —Bueno, entonces, confieso que no entiendo. ¿Cuál es el problema? Estoy a punto de llorar. Respiro y trato de concentrarme. —Es... simplemente que no puedo, Kaz. Lo siento. Es que... no puedo. Kaz se pellizca el puente de la nariz. —Grey, me gustas. Eres muy trabajadora, eres inteligente, y realmente parece que te encanta el negocio. Quiero contratarte a tiempo completo. De verdad. Creo que podrías llegar lejos. Pero... si te niegas a esto, tengo las manos atadas. A menos que tengas acusaciones contra Dawson, necesitas hacer esto. Esta es la oportunidad más grande de tu vida. Podría ayudar tu carrera, pero si no lo haces, acabarás con ella. Estoy siendo honesto contigo. Lloro entonces, unas cuantas lágrimas se escapan. —Lo entiendo. —¿Por qué no te vas a casa y piensas en ello? Asiento con la cabeza. —Lo haré, señor. Gracias. La inestabilidad de mis pies aumenta, dejo su oficina, tomo el ascensor y camino las dos cuadras y media hacia la parada de autobús. No lo escucho detrás de mí hasta que es demasiado tarde.

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—¿A dónde vas? —Su voz está justo detrás de mí, zumbando íntimamente en mi oído. Salto, y luego me encorvo hacia adelante, lejos de él, lejos de su intensa presencia. —A casa. —¿De qué tienes miedo... Gracie? Giro y tengo que frenar el impulso de darle una bofetada. —Ese no es mi nombre. No me que llames así y no me toques. Doy un paso hacia atrás. Si me toca, estoy perdida. Algo malo va a pasar. Sé lo que va a pasar. Cierra el espacio entre nosotros, y a pesar del calor abrasador de la noche, está perfectamente sereno. Su pelo es perfecto, su ropa está seca. Mis axilas están sudorosas y mi frente está salpicada de humedad y me tiemblan las manos. Son más de las siete de la noche, y no he comido nada desde las seis de la mañana y estoy mareada. Pero todo esto es irrelevante a su proximidad. Ni siquiera está un centímetro lejos. Mis pechos chocan contra su pecho. Recuerdo cómo sus ojos me miraban, cómo me devoraba con los ojos. Él me quería. Pero él me vio. Me vio, vio dentro de mí. No perteneces aquí, dijo. Y luego me besó. Está tan cerca otra vez, y me estoy ahogando. Si presiona su boca con la mía, no voy a ser capaz de detenerlo. Mi estómago gruñe a continuación, y una ola de mareo me aplasta. Me balanceo sobre mis pies, y me caería si no fuera por un brazo de hierro alrededor de mi cintura sosteniéndome. —¿Cuándo fue la última vez que comiste? Me sacudo para liberarme. —Estoy bien. Sólo tengo que regresar a mi dormitorio. —Tropiezo de nuevo mientras trato de alejarme de él. Me apoyo en la señal de parada, y lucho por estar firme y por respirar. —No estás bien. Deja que te lleve a casa —dice.

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Me gustaría que fuera a casa. Es sólo una habitación de la residencia, no es casa. No tengo un hogar. Niego con la cabeza y me aferro a la señal. Me mira, aparentemente ofendido por mi terquedad. —Vas a perder el conocimiento. —Voy a estar bien. Sacude la cabeza y gira sobre sus talones. Lo oigo murmurar en voz baja: —Culo estúpido. —Oí eso —murmuro. No responde, sólo camina. No puedo dejar de mirarlo, se mueve como un depredador, como una pantera al acecho a través de la hierba. Aprieto mis ojos al cerrarse. Algo en él me habla, me llama. No es sólo porque es tan hermoso. Es algo en él. Algo de la atracción magnética en sus ojos y su presencia me arrastra hacia él. Neumáticos chillan, y un coche de plata elegante, el que yo había visto en el estacionamiento, ruge hacia mí. No. No. Tengo que resistir. Patina hasta pararse en el medio de la pista, Abre la puerta y sale, sin prestar atención al tráfico acumulado detrás de él, sin pensar en las bocinas y los gritos. A medida que se mueve hacia mí, sus ojos son diferentes. Un azul-gris ahora, y enojados. Abre de un tirón la puerta del pasajero, envuelve un brazo alrededor de mi cintura y me empuja con facilidad y sin cuidado hacia el coche. La puerta se cierra y luego entra al lado del conductor, y estoy abrumada por su olor, perfume y sudor. El coche está frío, chorreado por el aire acondicionado. El rock resuena de los altavoces, algo duro y pesado. Estoy mareada, tan mareada. El mundo gira, y todo lo que veo es a Dawson junto a mí, una gota de sudor corría por su cuello moreno y bajo el cuello de la camisa. Todo lo que sé es el movimiento de balanceo de Dawson y el golpeteo de los tambores del heavy metal. Soy consciente de la potencia de este vehículo, la velocidad sin esfuerzo. Miro en el marcador, y está a ciento sesenta, zigzagueando entre el tráfico con habilidad loca y temeraria. Recuerdo que hizo una película en la que interpretó un conductor especialista, y los rumores eran que casi todos

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los trucos de conducción lo hizo él mismo. Cierro los ojos mientras pasamos a través de una intersección, soplando una luz roja y casi provoca un accidente detrás de nosotros. Me apreté contra el asiento, luchando por respirar. Este coche vale más de lo que voy a ver en mi vida, y está manejando con un desprecio absoluto por él y nuestra seguridad. Me lancé hacia adelante mientras derrapamos en una parada. Mi puerta está abierta, y el cinturón no recuerdo haberlo abierto. Me levanté del coche por los poderosos brazos de Dawon. Lo huelo, una especie de colonia débil pero embriagadora de sudor y hombre. Reconozco la forma en que mi cuerpo reacciona a su presencia. Empujo contra él. —Déjame en el suelo. —No. Miro a mi alrededor. Estamos en el campus de la USC, y se siente que todo el cuerpo estudiantil está mirando. Oigo susurros. Veo a la gente que sostienen los teléfonos celulares y toma fotos. —¿Qué edificio? —Su voz es suave e íntima, casi amable. Casi. Señalo, y hace una línea recta hacia él. No soy nada en sus brazos. Se mueve como si no pesara. —Por favor. Déjame en el suelo. Puedo caminar. —No. —Él empuja abriendo la puerta y se detiene. —Segundo piso. Doscientos dieciséis. Ha corrido la voz, y las puertas se abren a medida que ascendemos. Oigo susurros, escucho el click electrónico de las cámaras de teléfonos celulares. Oigo el grito de una voz femenina. —¡Ese es Dawson Kellor! ¡Oh mi Dios, es Dawson! ¿Puedo tener su autógrafo? ¿Por favor? ¿Quieres entrar? Él la ignora, rozándola bruscamente al pasar. —No ahora, señoritas. Voy a firmar algunos autógrafos cuando me vaya. —Algo en su voz no admite argumentos.

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Está en mi puerta, de alguna manera gira la perilla sin soltarme. Oigo los gemidos reveladores de Lizzie y su último novio. —Boy-toys10 — como ella los llama. Son juguetes para ella, también, ella pasa a través de los chicos más rápido de lo que hace con los trajes. La puerta se abre de golpe, golpeando contra la pared y estremeciéndose ruidosamente ya que se balancea hacia el marco. —Oh mi Dios, qué demonios. —Oigo el principio de Lizzie, y luego ella reconoce por quién esto se mueve—. ¿Dawson Kellor? ¡Oh mi Dios, eres aún más magnífico en persona, Sr. Kellor! Grey, ¿qué está pasando? ¿Qué está haciendo aquí? Siento que Dawson se tensa alrededor de mí, con las manos girando como acero alrededor de mis hombros y en las rodillas. —Ahora no, Lizzie. No me siento bien. ¿Me puede dar un minuto? —Déjanos. Ahora. —Dawson gruñe, y el sonido es pura amenaza. Estoy girando en los brazos de Dawson para ver a Lizzie hurgar debajo de la sábana para tomar sus bragas al lado de la cama. Su actual chico-juguete hace lo mismo, pero accidentalmente patea la sábana, y se quedan desnudos. Lizzie chilla, lo golpea en el brazo, y se apresura en sus bragas, cubriendo sus pechos con un brazo. Dawson no me ha echado, a pesar de que soy un sólido ciento cuarenta, me sostiene completamente con poco esfuerzo. Sólo espera impasible mientras Lizzie tira de su ropa. El niño ─que en realidad es un niño, un estudiante de primer año rubio guapo con una gran constitución, que no ha crecido por completo─ atascados sus pies en sus vaqueros y saltando con la camisa en una mano y las sandalias deportivas ADIDAS en la otra. Es una danza torpe la que hace con la suficiente familiaridad que me hace pensar que ha hecho muchas veces. Cuando se van, Dawson mira alrededor de la habitación por un lugar donde meterme. Pateo mis pies, y de mala gana me deja en pie, pero sus manos no abandonan mis brazos. Me retuerzo en su agarre y me alejo a sentarme en mi silla de escritorio. —Estoy bien, Dawson. En serio. Mi estómago gruñe de nuevo, y frunce su ceño. —¿Cuándo fue la última vez que comiste? —Exige de nuevo. 10

Boy-toys: Chicos para jugar. Chicos de juguete.

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Me encojo de hombros. —No lo sé. ¿Esta mañana? No miento bien, o con facilidad, y Dawson levanta una ceja. Suspiro, y murmuro—: ¿Antes de la clase? ¿A las seis? La cara de Dawson se contorsiona. —¿No has comido en doce horas? ¿Y caminabas cuántas cuadras a la oficina? Busco una barra de energía de mi escritorio y la desenvuelvo, sosteniéndola por la envoltura. —Estoy bien. ¿Ves? Cena. Está bien. Estoy bien. Estoy acostumbrada a ella. —¿Es lo que usas para ello? ¿Lo que significa que vas habitualmente doce horas entre las comidas? —Cuando me encojo de hombres otra vez, él gruñe—. Eso no es saludable. Y una barra energética no es la cena. Él hurga en la mini-nevera, pero lo detengo. —Eso es de Lizzie. Nada allí es mío. Abro el cajón de mi aperitivo en mi escritorio, donde guardo barras energéticas, barras de granola, una bolsa de rosquillas, y algunos Stacy’s Simply Naked Pita Chips. Dawson se me queda mirando. —¿Dónde está el resto? —El resto de qué —pregunto entre bocado y bocado. —Tu comida. ¿Qué comes? Me encojo de hombros otra vez, y determino no hacerlo de nuevo. Me parece que me encojo demasiado a menudo en torno a Dawson, y sólo lo he conocido durante dos horas, como mucho. —Yo como. Pero no aquí. Tengo un bagel en la mañana, y a veces tomo un refrigerio de una máquina expendedora de clases. Ceno en el trabajo. —¿Y el almuerzo?

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Me estoy irritando. Arrugo la envoltura y la echo en el pequeño zafacón redondo blanco debajo de mi escritorio, que está lleno de envolturas. —¿Por qué estás tan interesado en mis hábitos alimenticios? Dawson se me queda mirando. Sus ojos era de un tono claro de azul cuando estaba enojado, en la calle. Ahora están de nuevo en un silencioso avellana. No puedo mirar hacia otro lado, no puedo apartar los ojos de él. Fuera de él. Su mandíbula se desplaza, y me doy cuenta de que está apretando los dientes, pensando. Busca un teléfono celular de su bolsillo, y estoy un poco desconcertada al darme cuenta de que es un iPhone. Después del coche deportivo caro, yo esperaba que tuviera algún tipo de aparato de la era espacial de una película de ciencia-ficción, no un iPhone 5 negro. Golpea en el un par de veces y luego lo sujeta a la oreja. —Oye, Greg. Sí, veo que estoy en el campus de la USC, y necesito que me entreguen un poco de alimento. —Se vuelve a mirarme—. ¿Eres vegetariana o algo raro? Niego con la cabeza. —No, pero… Él mira lejos de mí y habla en el teléfono una vez más. —Sólo una variedad de comida, supongo. Sándwiches, hamburguesas, lo que sea. Sí, en los alojamientos en el campus — Él da instrucciones básicas para mi dormitorio—. Ah, y Greg, lleva el Rover y el juego de llaves de repuesto. Te llevaré de vuelta en el Bugatti. Genial, adiós. Bugatti. Ese debe ser el coche plateado. Mete la parte posterior del teléfono en el bolsillo y se desploma en la silla del escritorio de Lizzie. Antes de que yo sepa lo que está pasando, me ha quitado los zapatos y pone mis piernas en sus rodillas. Sus manos y dedos están amasando en mi pie derecho. Es sorprendentemente íntimo, sensual, y da un poco de miedo. Quiero llevar mi pie hacia atrás, pero no lo deja ir. Tiene mi pie por el tobillo y clava en el arco de mi pie con el pulgar. Se siente tan bien que no puedo detener que un gemido se escape. Es un sonido vergonzoso, fuerte, y pongo mi mano sobre mi boca. Dawson sólo sonríe, y la pequeña, sonrisa de satisfacción en los labios le hace tan hermoso que mi aliento se atrapa en mis pulmones.

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Su contacto en el pie es como... es pecaminoso. Me hace sentir cosas que no entiendo, hace que se enturbie mi estómago, hace que las cosas giren. Algo sucede abajo, cerca de mi núcleo. No sé si esto es una reacción inusual a un masaje en los pies o no. Tal vez tengo los pies sensibles. Tal vez es simplemente increíble frotando los pies. Todo lo que sé es que se siente increíble y no puedo ayudar pero puedo relajarme en la silla mientras él masajea mi pie. Y entonces me doy cuenta de que he estado de pie todo el día, y probablemente apesto. Tiro mis pies y los meto debajo de mi pierna, manteniendo la tela de mi falda ligeramente cubierta sobre mis rodillas. —¿No te gustan los masajes de pies? —Luce divertido —No, Yo sólo… apestan. Eso es asqueroso. —Tus pies no apestan. —Se inclina hacia delante y agarra el pie. Su mano está en mi muslo, cerca de mi trasero, mientras él tira de mis pies hacia fuera—. Ahora, déjalos aquí. No había terminado. —¿Por qué? —¿Por qué que? —Él vuelve a su lento masaje profundo de mi pie derecho. Empiezo a encogerme de hombros otra vez y luego se detiene, terminando en un rollo raro de mi hombro. —¿Por qué estás aquí ? ¿Por qué... por qué estás haciendo esto? Sus ojos son intensos, volviéndose oscuros y tormentosos cuando él me mira y considera su respuesta. —Porque quiero. —Pero ¿por qué? Él no responde, sino que vuelve a su propia pregunta. —¿Por qué estás preguntando eso? —Porque no debes. No debes estar aquí. No debes estar frotando mi pie. Debes ir a casa y dejarme en paz. —Pero eso no es lo que quieres. Y no es lo que quiero. Maldita sea, tiene razón. Lo quiero aquí. Quiero este masaje de pies. Su presencia es... embriagadora. Estoy borracha en su proximidad.

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Todo esto es un sueño del que voy a despertar, estoy segura. Pero no quiero. —Tú no sabes lo que quiero —digo. Es una mentira, y soy una pésima mentirosa. Él no responde de nuevo, sólo me pone el pie derecho sobre el muslo y recoge mi pie izquierdo, y sus dedos se deslizan por mi pantorrilla, el pulgar se enrolla en mi arco, provocando otro gemido de mí. Y luego sus dedos se deslizan un poco más arriba, hacia la parte inferior de la rodilla, y es demasiado, demasiado íntimo. Demasiado sexual. Tiro mi pie, y no lo deja ir, pero el movimiento trae la pierna lejos de su toque. —No, Dawson. —¿Por qué? —Porque... por favor, simplemente no lo hagas. Sólo me mira, y ahora el único contacto es su mano alrededor de mi tendón de Aquiles, el pulgar en mi arco y los dedos justo por encima de los pies. El silencio reina entonces, mientras lucho conmigo misma. Quiero llevar mi pie hacia atrás y pedirle que se vaya. Él ve demasiado, sus ojos perforan mi alma y ven lo que quiero cuando no lo sé ni yo misma. Pero también quiero deslizarme de la silla y en su regazo, y quiero volver a besarlo. La idea me aterra. No debería desearlo. Él es... malo. Quererlo está mal. El sexo es malo. Eso ha sido perforado en mí desde que era una niña pequeña. El matrimonio pasa de casto, amor divino, y los niños nacen fuera de algún tipo de acto puro y santo. Pero esto es lo que quiero y es pecaminoso y sexual. Es una guerra dentro de mí, y me congelo en la quietud. Lo miro, miro sus brazos flexionándose en la camisa gris ajustada, miro que sus ojos se mueven y deambulan. Mi falda se ha elevado hasta las rodillas y las piernas se presionan entre sí para presentar un ligero atisbo de la pantorrilla y nada más, pero siento que sus ojos ven a través de mi ropa. Me mira como si me viera como estaba en la sala VIP de Noches Exóticas. —Dawson, escucha… —Comienzo.

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—No. Ahora no. Hablaremos de eso más tarde. Greg estará aquí con la comida en un minuto. —Eso no es necesario. No estoy hambrienta —digo, justo cuando gruñe mi estómago, mostrando mi mentira. Sólo mueve la cabeza, perplejo. Cierro los ojos e inclino mi cabeza hacia atrás para descansar en mi escritorio, con las piernas estiradas en la silla y en el regazo de Dawson. Estoy tan cansada de repente. La prensa y el rodar y el frote de sus manos sobre mis pies es calmante, increíble, relajante. Me siento a la deriva y no puedo detenerlo. El teléfono de Dawson suena, y luego la puerta se abre. Me esfuerzo hacia la vigilia, me obligo a sentarme y parpadear el sueño lejos. Un hombre de mediana edad, que supongo que es Greg, está en mi dormitorio, con la cabeza rapada tan suave como un huevo. Es grueso y corpulento, con patas de gallo alrededor de sus ojos marrón oscuro y fuertemente inteligentes. Sus brazos se extienden en las mangas de su camisa con cuello marca Lacoste, y tiene un teléfono celular recortado a un cinturón de cuero negro delgado. Trae una pila de contenedores Carry-Out, que pone en el escritorio delante de mí. El olor de las hamburguesas a la parrilla y papas fritas rompe mi decisión y rasgo abriendo el recipiente superior. Doy tres mordeduras en la hamburguesa con tocino y queso gigante antes de darme cuenta de que Greg y Dawson ni se ha movido. Sólo están viéndome comer. —¿Qué? Dawson sólo tapa su sonrisa con una palma, entonces coge el contenedor por debajo del que estoy comiendo. —Nada. Simplemente... es que en Los Ángeles, no se ve a menudo chicas que se entierren en una hamburguesa así por aquí. Trago, de pronto superada por la vergüenza. Pegué un atracón como que me estaba muriendo de hambre, me doy cuenta. —Oh. Yo. Tengo hambre. Sólo... Lo siento. Frunce el ceño. —No te disculpes. Da gusto. Me obligo a tomar bocados más pequeños. No he comido una hamburguesa tan buena desde que me mudé a Los Ángeles, y es deliciosa. Quiero devorarla, pero reduzco la velocidad en su lugar. No quiero que Dawson me vea como una pueblerina.

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Miro hacia el hombre que trajo la comida. —Gracias... Greg, ¿correcto? —Greg asiente—. Gracias. —No lo menciones. —Su voz es ronca, rasposa de fumar. Tiene un tatuaje en el cuello, –No Me Pises– una serpiente en el lado de la garganta. Veo los bordes de más tatuajes asomando por debajo de la camisa, y luego registro la gran cantidad de cicatrices en los brazos, la cara y los nudillos. De repente, me doy cuenta de la realidad de Greg, y me doy cuenta de que es un hombre enorme, duro y amenazante, más del tipo motorista Ángel del Infierno metido en la ropa informal de negocios. Es un guardaespaldas, se evidencia en la forma en que se traslada a pie, de espaldas a la puerta, con las manos cruzadas delante de él en la forma que sólo los guardias de seguridad pueden hacer y no se ven estúpidos. Dawson está devorando una carne en lata reuben, y me siento mejor acerca de mi propio apetito. Echa un vistazo a Greg y le dice—: ¿Por qué no esperas fuera? Nos iremos en un minuto. —Tiene una cena con Uri Ivanovich en media hora —dice Greg. Dawson frunce el ceño. —¿La tengo? ¿Sobre qué? —Quiere lanzar un script para usted. Es un thriller, creo. —No me acuerdo de estar de acuerdo con esto. Los labios de Greg se aprietan en una sombra de una sonrisa. —No estoy sorprendido. Se encontró con él la otra noche. Estaba bastante saturado en ese punto. —Cancélala —dice. Greg levanta una ceja. —¿Seguro? Uri es un jugador de mucho dinero. Él no va con mandar las cosas a la mierda. —Sólo le enviare mis disculpas y hágalo enviarme por correo expreso la escritura. Las leeré rápidamente más tarde. No voy a ir a la cena, sin embargo. —Dawson mastica, traga, y continúa —no estoy seguro de querer hacer una película de suspenso, para ser honesto contigo. Mi mente de negocios da patadas. —No creo que un thriller sea un buen paso para ti —digo, antes de que pueda reconsiderar mis intenciones—. Quieres reinventar tu imagen, entonces es necesario atenerse a los papeles dramáticos más

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serios. Uri Ivanovich hace guiones de mucho dinero, pero son éxitos de taquilla de verano, no serios proyectos para el Oscar. Frunce el ceño. —De veras. —No es una pregunta, pero sus ojos me invitan a seguir. —Antes de que dejaras Hollywood, la mayoría de tus papeles eran suspenso y acción, algunos rom-com aquí y allá. Lo Que El Viento se Llevó es un gran papel de retorno para ti. Envía el mensaje de que eres serio. —¿Serio acerca de qué? —pregunta. —Rejuvenecer tu imagen. Tu reputación. —¿Qué sabes acerca de mi imagen y reputación? —Es un reto. Me encojo de hombros. —Sólo lo que se ha escrito acerca de ti. —Sólo porque lo escribieron… —Dawson corta, pero hablo sobre él. —Si es cierto o no es irrelevante. Los escándalos por sí solos, merecidos o no, te daban una imagen negativa. Y sí, sé que dicen que la publicidad negativa es mejor que nada, pero no estoy segura cómo de exacto es. Para volver, tienes que presentarte como más maduro. Necesito una distracción para mantenerme lejos de caer en lo sexy que es. Pensando cosas que no debería. Incluso comiendo, es hermoso. Robusto y divino. Sus cambios de la mandíbula y los destellos de la luz de la tarde cuando come. Se lame aderezo de su labio, y recuerdo la forma en que sus labios tocaron los míos, la forma en que su lengua trazó mi labio inferior. Me sacudo, y me concentro en mi hamburguesa, medio ida, me centro en la veta de la madera falsa de mi mesa de trabajo, concentrándome en nada más que él. Greg sale, y oigo las voces charlando fuera, veo algunos flashes de las cámaras, y su bajo gruñido mientras empuja a la multitud. Dawson lanza una mirada tensa en la puerta. Una multitud espera a Dawson para salir. Él está aquí conmigo, comiendo carne en conserva, y fuera hay decenas de personas esperando, que claman por una simple visión de él. Mi cabeza gira un poco. Termino la hamburguesa, ahogo un eructo embarazoso, que trae una sonrisa de Dawson, y me limpio la boca con una servilleta. Las

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voces en el exterior crecen en volumen, y la expresión de Dawson se torna sería una vez más. —Lo siento —digo, haciendo un gesto hacia la puerta, y por ende, a la multitud más allá de ella—. Ahora tienes que lidiar con eso. —Tomé la decisión. Es parte del trato. —Se encoge de hombros, actuando indiferente—. No es tu problema. Frunzo el ceño. —¿Van a escribir sobre mí? —Probablemente. Ellos crean mentiras. Simplemente ignóralos. Van a desaparecer. Las posibilidades y opciones potenciales revolotean por mi cabeza, y el pánico comienza a avecinarse. —Pero... ¿y si me siguen? Dawson se encoge de hombros. —No respondas. Haz lo que tengas que hacer e ignóralos. Él no lo entiende. —No soy una actriz famosa, Dawson. Soy una estudiante. Una interna. —Mantengo mi mirada hacía el suelo—. Sabes dónde trabajo. Lo que hago. ¿Y si me siguen ahí? Las personas se enteraran. Dawson cierra la tapa de espuma de poliestireno y se limpia las manos y la boca, y luego coloca mis pies en el suelo, se inclina hacia adelante y toma mis manos entre las suyas. —¿Y eso es un problema? —¡Sí! —¿Te avergüenzas de lo que haces? No respondo, no lo miro. Halo mis manos para liberarme y levanto.

me

—Tienes que irte. Se pone de pie también, pero sólo por encima de mí, su cuerpo cerca del mío. Su dedo índice toca mi barbilla y me obliga a mirar hacia él. Lo hago, y estoy sin aliento. Sus ojos son gris azulado, como su malestar actual, intenso y conflictivo. —Grey.

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—¿Qué? —Es un soplo, un susurro silencioso. —¿Por qué lo haces, si te avergüenzas? —Su mirada quema dentro de mí, y sé que él puede ver mis secretos, ver mi vergüenza, ver a mi necesidad y mi miedo. Su dedo y el pulgar sujetan suavemente mi barbilla, así que no puedo darle la espalda. Me niego a contestar. —Por favor, sólo tienes que irte. —Está bien. —Deja mi barbilla y se vuelve hacia la puerta. Mi piel quema en el lugar que ha tocado—. Te veré en la oficina mañana. —No. Se detiene y se da vuelta. —¿Qué? No, ¿qué? —No lo puedo hacer. —Grey, ¿de qué estás hablando? —Frunce el ceño. —No puedo trabajar contigo. No puedo hacerlo. —Tenía la impresión de que tenías qué, si querías terminar tu pasantía. —Se rasca la mandíbula—. No sé a qué le tienes tanto miedo. A pesar de mi reputación, no soy tan malo. Niego con la cabeza. —No es eso. —¿Entonces qué? Explícalo. —No lo entenderías. No puedes. —Te sorprenderías de lo que yo puedo entender —dice Dawson. Sus ojos tienen la intención de los míos, no vacilan, quiero atreverme a mirar hacia otro lado, por supuesto no puedo hacerlo. —Tú sabes —le susurro—. Me viste. Viste a Gracie. Nunca verás nada más ahora. —¿Te estoy tratando como a una stripper? —dice la palabra casualmente, como si la verdad no hiciera un agujero en mí. —No. —Apenas puedo susurrar la respuesta.

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—¿Crees que eres la primera chica que se desnuda para ir a la universidad? Eres jodidamente increíble, Grey. Debes saberlo. Y eso no te tiene que definir. —Pero lo hace. —Entonces, ése es tu problema. ¿Vas a dejar que se arruine tu carrera antes de que comience? ¿En serio? Si estás de acuerdo, no se lo diré a nadie. Y voy a hablar con Armand y me aseguré de que no sea así, tampoco. Adán y Nate dudo que sean capaces de salir de una rueda de prensa. Solo tienes que venir a trabajar mañana. —Sólo... vete. Por favor. —Estoy a punto de llorar, de nuevo desesperadamente. Dawson mueve la cabeza lentamente, como si estuviera confundido e irritado. —Maldita sea, Grey. Sólo déjame… —¿Dejarte qué? ¿Qué vas a hacer? ¿Cambiar la realidad? Suspira con exasperación. —Joder, está bien. —Se vuelve hacia la puerta y pone la mano en el pomo, se detiene como si recordara algo. Tirando de un juego de llaves del bolsillo, cruza la pequeña habitación en dos zancadas, toma mi mano en la suya, y coloca las llaves en la palma de mi mano—. Aquí. No debes estar caminando por todas partes sola. Miro hacia abajo y veo un emblema Land Rover, la llave doblada, un óvalo de plata en el plástico negro con las letras verdes. —¿Qué? Yo puedo… Quiero decir... ¿qué? —Es mi Rover. Está en el aparcamiento. Esas son las claves. Quiero que lo conduzcas. —Pero... no. Quiero decir, ni siquiera me conoces. Nos hemos reunido dos veces. No puedo conducir el coche. —Sí, puedes. Y lo harás. Eres mi ayudante para este proyecto, lo que significa que tienes que hacer lo que te diga. Tu trabajo es mantenerme feliz. Así que conduce mi coche. —Pero... ¿y si me estrello?

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Resopla. —Cariño, soy Dawson Kellor. Podría comprar una docena de ellos con mi tarjeta de débito. No me podría importar menos si te estrellas, excepto por que te lastimes, claro está. —¿Tienes una tarjeta de débito? —Le pregunto. Parece una cosa tan común para una celebridad de la talla de Dawson. Parece perplejo. —No, tengo una cuenta bancaria, por lo tanto, sí, tengo una tarjeta de débito. También tengo tarjetas de crédito. Y la licencia de conducir. —Su tono cambia a la burla—. ¿Sabes qué más? Soy un chico. Hago pis y popo en el inodoro. Tomo mierdas. Como hamburguesas con queso. Miro béisbol y bebo cerveza. Evito mirarlo. —Eso no es... quiero decir, yo… Se ríe, y pasa un dedo por las líneas de expresión en su frente. —Relájate. Te estoy tomando el pelo. Mi punto es, yo sólo soy un hombre. —No lo eres, sin embargo. Acabas de decirlo tú mismo. Eres Dawson Kellor. —¿Eso te intimida? —Él se está cerrando, y su boca está a centímetros de la mía, su aliento en mi mejilla y sus ojos en mí. Podría chasquear los dedos, y cualquier mujer en el mundo saltaría a hacer lo que quisiera. Sin embargo, aquí está, en mi pequeña habitación de la residencia, actuando como si le gustara, al igual que él ve algo especial en mí, más allá del hecho de que soy lo suficientemente bonita. Esto no es vanidad sino más bien lo que soy. No soy el tipo de chica a la que está acostumbrado. No soy una chica de Los Ángeles. No soy una actriz o alguien sexy y confiada y segura de sí mima. Soy un desastre. Ah, vergüenza, confusión vergonzosa, confusión. Y él es el dios de Hollywood. Es el rostro de Caín Riley, el héroe de la trilogía Mark of Hell, una serie de libros de acción-aventura-romance paranormales que vendió más que Harry Potter y Crepúsculo. Esas películas hicieron la carrera de Dawson. Su cara está en los libros ahora. Hay un espacio de Mark of Hell en Universal Studios, con la cara de Dawson pegada por todas

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partes. Hay juguetes con su imagen, clubs de fans y los trajes de cosplay y parodias y sketches de SNL que se ríen de él. Su interpretación de Caín era oscuramente sexual, James Bond encuentra a Batman. Las mujeres se desmayaban sobre Caín Riley, fantaseaban con él. Lo que hace a Dawson aún más famoso es el hecho de que parece emular en su propia vida el personaje que interpretó en la película. Las mujeres no sólo se desmayaban sobre Caín Riley, el personaje de ficción, sino también con Dawson Kellor, muy real y salvaje, sexy elegante- playboy con más dinero que Dios. Veo este oscuro y sensual Dawson Kellor en el modo en que sus ojos me devoran. Están quemando en este momento, y me doy cuenta que el color de su mirada es algo mutable, cambiante con sus emociones y sus ropas. Sus manos se depositan en la cintura, y no voy a respirar, incapaz de apartar la mirada de sus ojos. Siento su aliento en mis labios, siento el poder de sus manos sobre mi piel, y recuerdo el sabor de su beso, el hipnotismo de su boca en la mía. Mis pulmones se queman con el aliento contenido, mis ojos vacilan y se desenfocan y el calor de su cuerpo irradia sobre mi piel y lo quiero. Quiero volver a besarlo. Quiero perderme en sus caricias como lo hice en ese momento en el club. En ese instante brevísimo de tiempo, yo era una mujer besada, no una niña que experimenta su primer roce con la pasión, nada importaba, nada existía, solo Dawson y su boca y sus manos y sus ojos y su calor y su ancho y duro musculoso cuerpo. Lo quiero en este momento. Tengo que parar esto. Tengo que darle la espalda. Besarlo sería un error. Si tengo que trabajar con él, no puedo darle un beso. No puedo pensar en esa noche en el club, su camisa de seda contra mi piel desnuda y sus manos en mi espalda. Excepto que quiero que me posea. Quiero que haga lo que quiera. Quiero darle mi propia necesidad y tiemblo de deseo. Quiero que me muestre lo que nunca he conocido. Sus labios son suaves y húmedos contra los míos, y estoy respirando su aliento, agarrando su camisa y desesperadamente aferrándome para salvar nuestras vidas, dejando que él me bese de nuevo. El beso... Dios, el beso. Me reprendí por tomar el nombre del Señor en vano, y entonces recuerdo que no me preocupo por eso nunca más, y luego su lengua se desliza entre la ligera separación de mis labios y mis

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dientes, toca mi lengua. No puedo respirar, no puedo empezar a pensar, no puedo hacer otra cosa que agarrar su camiseta en mis puños y besarlo, mover mi boca contra la suya y tocar su lengua con la mía. Y ahora nunca voy a volver a este lugar, porque sé el sabor de la tentación. He pecado, he caído. Sus labios se alejan, y me quedo vacía. Me recargo hacía adelante y descanso mi frente contra su pecho, y luego sollozo, me envían espasmos temblorosos, tensas sacudidas, lanzando más sollozos. —¿Grey? Jesús, ¿qué tiene de malo? —Su voz está claramente confundida. —Vaya. Sólo... vete. Por favor, vete. —Apenas puedo hablar. —¿Por qué lloras? ¿Fue tan malo el beso? —Está tratando de bromear, pero cae al vacío. La mueca de dolor en su rostro muestra que lo sabe. Sólo puedo sacudir la cabeza. Me tropiezo lejos de su hipnótico calor, lejos de su toque, sus labios. —¡Vete! Dios... por favor, ¡déjame en paz! No puedo... no puedo hacer esto contigo. Tienes que irte. —Subo mi escalera a la litera de arriba, sintiéndome como un niño tratando de esconderse de su castigo. Me siento allí sé que está de pie, mirándome. Estoy de espaldas a él, así que lo único que puede ver es la curva de mi cintura y de la gran campana de mis caderas y mi trasero. Mi falda de lino gris se enreda debajo de mí, tensa a través de mis caderas, y siento su mirada sobre mi cuerpo. Quiero cambiar y ajustar la falda, pero soy muy consciente de sus ojos en mí. Escucho un tintineo de llaves y luego el sonido de metal contra la madera mientras las pone en mi escritorio. Lo oigo empujando los envases vacíos de comida para llevar en una bolsa de papel, y luego el sonido. Voces emocionadas crecen más fuertes cuando se abre la puerta. Greg gruñe un mandato de calmarse. —Grey, Yo… —Por primera vez desde que lo conocí, Dawson suena seguro. Casi me vuelvo a mirarlo, pero no lo hago. Entonces la voz arrogante está de vuelta. —Estarás allí mañana. Conduce el coche.

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Se va entonces, y el clamor que emerge desde mi habitación es ensordecedor. Hay gritos y chillidos. Oigo una voz femenina que le dice a Dawson que quiere tener sus bebés. Otra le pide casarse con ella. Un coro de voces que pide autógrafos y fotos, y oigo a Dawson que dice que él va a firmar autógrafos durante diez minutos, y luego se tiene que ir. Tranquiliza el ruido, y puedo escuchar el murmullo de la voz de Dawson mientras habla a las mujeres a las que les está firmando. Finalmente, el ruido se desvanece, y a lo lejos oigo el ronroneo gutural de su coche. Lizzie llega después de unos minutos. —Mierda, Grey —Se sube y se cuelga en la escalera—. ¿Sabes quién era? ¿Por qué estaba aquí? ¿Él te jode? Quiero hacer caso omiso de ella, pero no puedo, porque es demasiado fuerte, demasiado en mi espacio y odiosa. Ruedo, y no tengo que fingir la expresión atormentada en mi cara. —Él es mi jefe, Lizzie. Es mi misión para mi práctica. Así que sí, ya sé quién es. Y no, quiero decir, yo no. —Oh por Dios, ¿por qué no? —Ella me agarra del brazo y me sacude—. ¡Es el hombre más sexy en todo el jodido planeta! ¿Cómo no puedes? No sé qué decir. Me encojo de hombros. —Trabajo para él. No podía... Quiero decir, mi nota, mis prácticas, mi carrera, todo está montado en esto. Es la cruda verdad y por eso no puedo dejar que pase nada. ¿Por qué tengo que resistir la atracción hipnótica? —Jesús, Grey. Es Dawson puto Kellor. Es Caín Riley, ¡por el amor de dios! Es un crimen contra todas las mujeres rectas no conseguir un pedazo de eso. Y no me digas que no estás interesada. He visto la forma en que lo mirabas. Que se calle, sólo eso. —Dios, Lizzie, ¿te estás escuchando? No es un trozo de carne. Él no es un objeto para mí ' conseguir un pedazo de eso. 'Es un hombre. Una persona. Y yo... Él me trajo porque me desmayé. Eso es todo. No sé por qué estoy mintiendo. Pero sé que es lo mejor.

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Lizzie frunce el ceño ante mi arrebato. —Eres más tonta de lo que pensaba. Envíalo a mí, si no estás interesada. Ella se desvanece hacia la puerta entonces, y por fin estoy sola. Trato de dormir, y fallo durante más tiempo. Cuando me duermo, sueño con Dawson. Son sueños eróticos, sueños tortuosos, en los que me toca en lugares que me hacen sudar y retorcerme y jadear. Él me besa en los sueños, y lo dejo, y le devuelvo el beso, y se convierte en más que un beso. Se convierte en algo que me hace doler entre mis piernas. Me despierto en la maraña sudorosa y me quedo mirando el techo, incapaz de olvidar los sueños. Vuelvo a caer dormida, y de inmediato los sueños comienzan de nuevo. Las manos de Dawson en mi cintura, deslizándose por mis caderas. Acariciando la curva de mi trasero. Luego debajo de mis pechos. Profundizando abajo y abajo y abajo entre mis piernas para tocarme de la manera más pecaminosa. Veo sus ojos, azul-gris, como las nubes de tormenta, y oigo su voz susurrándome—: No te puedes resistir, Grey. Eres mía, Grey. Me levanto al amanecer, al oír sus palabras susurradas de ensueño, y me debato entre desear que sean verdaderas y estoy aterrorizada porque lo son.

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Capítulo 9 Traducido por dkct21 Corregido por Karool Shaw

H

ago muy buen dinero en el club, pero financieramente, apenas logro mantenerme. Mis propinas sólo cubren la matrícula, mi alojamiento, comida y libros. Apenas. Tengo que escatimar para comer y comprar ropa nueva para el internado. Si tengo que dejar el campus, iré caminando tanto como sea posible. Inclusive el pasaje de autobús es muy caro y necesito cada centavo. No me gusta, porque USC está en un mal vecindario, y una chica sola —incluso a pleno día— no es seguro. De pie en el estacionamiento fuera de mi dormitorio, observo una Range Rover nueva de paquete. Es blanca con ventanas tintadas negras. Las llaves están en mi mano, y estoy en guerra conmigo misma. Tengo mi licencia de conducir pero no he manejado desde que dejé Georgia. Busqué en internet las Range Rover y este modelo vale $137,000.00. No puedo ni imaginar tal cantidad de dinero. Y simplemente lo posicionó aquí en el estacionamiento de la universidad, para que yo lo maneje, por un capricho. Y luego dijo que podría comprar una docena si quisiera. Leer o escuchar sobre un acuerdo por veinte millones de dólares es una cosa, pero comprender que un hombre tenga esa cantidad de dinero, ver la evidencia de ello, es otra cosa. Esta Range Rover, esta SUV de $137,000.00, vale centavos para él. Hasta el Bugatti, que probablemente costó cerca de dos millones de dólares, es nada. Dawson hizo cuatro millones en la primera Mark of Hell y dieciséis más entre las dos secuelas restantes. Desde entonces ha hecho otras cuatro películas de alto presupuesto, ninguna de ellas pagadas a menos de diez millones de dólares cada una. Hoy se encontraba inusualmente cálido afuera, y aquí estoy sudando, debatiendo conmigo misma. Sería prudente conducir la Rover. Presiono el botón de desbloqueo y abro la puerta. Me deslizo en el asiento del conductor, jadeando ante el calor abrasador del cuero

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calentado debajo de mis piernas y contra mi espalda. Enciendo el motor, que zumba a la vida con un ronroneo bajo y poderoso. En segundos, el aire acondicionado ventila aire frio. Inhalo y exhalo, cuidadosamente. Estoy aterrorizada del auto. Aterrorizada de lo que significa. De que en realidad voy a hacer lo que él me dijo que hiciera. Voy a terminar el internado, y voy a pasar los próximos meses trabajando con Dawson profesionalmente. Me ha visto desnuda. Tocado mi piel desnuda. Me ha besado, dos veces. Mi cuerpo responde a él de una manera que no logro entender. Mientras retraso el momento de manejar el vehículo, juego con el tablero hasta que se enciende. Metal pesado explota tan alto de los altavoces que del auto se sacuden. Me muevo para apagarlo, y me las arreglo para encender la radio. Cambio de estaciones hasta encontrar la 102.7 FM, la estación de pop. “Can’t Hold Us” de Macklemore comienza a sonar, y le subo un poco el volumen. De ninguna forma tan cerca de ruidoso como Dawson lo tenía, pero suficiente para bailar en mí asiento, y darme confianza. Respiro profundamente y coloco la SUV en retroceso, saliendo del estacionamiento lentamente. El viaje a la oficina es horrible, soy una conductora terrible. O voy muy lento y me dan bocinazos, o se me olvida cuan potente es la Rover y sobrepaso por veinte el límite de velocidad. Cuando cambio de carril, les cortó el paso a varias personas y casi pierdo mi giro, forzándome a atravesar varias líneas de tráfico. Estuve cerca de causar dos accidentes. Para cuando estoy sentada en el estacionamiento fuera del edificio de oficinas, mis nervios están destrozados, dejándome temblando y a punto de llorar. Y ahora tengo que ir a enfrentar a Dawson. Su Bugatti está aparcado sobre tres líneas paralelas de puestos en la parte de atrás del estacionamiento. Dejo el motor a ralentí, en un intento de tranquilizarme a mí misma. Casi me siento calmada, cuando se abre la puerta del pasajero y Dawson entra. Lleva una camisa Billabong naranja descolorida y un pantalón caqui corto con unas chancletas negras de Old Navy. Unas RayBans cubren sus ojos, y su cabello tiene pinchos con gel, luciendo puntiagudos y rígidos. Su mandíbula está cubierta con rastrojo, espeso y oscuro, casi una barba. Quiero pasar mis manos sobre su mejilla, sentir las cosquillas en mi palma.

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Aprieto mis puños sobre el cuero del volante y trato de respirar a través de la necesidad de tocarlo. —Te ves tensa —se recuesta sobre la puerta del auto, sus piernas estiradas frente a él. Está calmado y completamente sereno. Una pequeña sonrisa agracia su hermosa, expresiva boca. Lamo mis labios y aprieto más mis manos sobre el volante. —Estoy bien. Resopla. —Nena, no me mientas. —No me llames así. No soy tu nena. No soy la nena de nadie. —¿Ves? Tensa. Es sólo una palabra —arrastra el cinturón de seguridad sobre su torso y lo coloca en su lugar. Apunta hacia el norte—. Tenemos que hacer diligencias. Conduce. —¿Conducir a dónde? —Miro a Dawson, quien tiene su nariz enterrada en su teléfono. —Primero, a mi casa. Tenemos que recoger mi libreto. Lo olvidé. Luego a una reunión con una de las firmas de producción secundarias… uh… Orbit algo. —OrbitSky. —Corregí. —Sí, ellos. Y después de regreso aquí. Jeremy quiere repasar algunas cosas conmigo y Rose. Y desde que eres mi asistente para el proyecto, vas conmigo. —¿Así que vamos a ir a las oficinas de OrbitSky? —pregunto. Sacude su cabeza. —No, es una reunión para almorzar. En Spago. Inclusive sé que es Spago. —¿Estoy vestida para eso? —Recorro a Dawson con la mirada—. ¿Tú lo estás? Se encoge de hombros. —¿Importa? Te ves genial. Vamos a parar en mi casa, así me pondré pantalones o algo. Tú sabes, no es como si me vayan a decir que no puedo entrar. —¿Así que donde vives? —Simplemente dirígete hacia Beverly Hills —me dice sin quitar los ojos del teléfono. Cuando vacilo, mira hacia mí. —¿Qué ocurre?

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—Nunca… Nunca he manejado por aquí. O en… ningún otro lugar, realmente, antes de hoy. —¿Tú qué? —Dawson me frunce el ceño—. ¿Cómo nunca has manejado antes? ¿Tienes licencia cierto? Asiento. —Sí, tengo mi licencia, pero no manejo, nunca tuve o quise hacerlo, depende de cómo lo veas. Mi Mamá o Papá solo me llevaban a donde tenía que ir. Aquí tomo el bus, o camino. Parece como si Dawson estuviera luchando contra la risa. —¿Y yo te di una Range Rover Autobiography? —¿Una qué? Entonces ríe. Sus dientes son blancos, la risa transforma su rostro, hace lo que ya es hermoso algo casi insoportable. —¿Esto? Esto es una Range Rover Autobiography 2013. Es… —suspira y sacude su cabeza—. ¿Sabes qué? No importa. Es sólo un auto. Ven. Se estira sobre mí y quita las llaves del encendido. Su antebrazo roza mi pecho, y electricidad corre a través de mí al contacto. No se da cuenta, únicamente sale del auto y va a su Bugatti. Busqué sobre su auto esta mañana durante la clase. Es un Bugatti Veyron 16.4 Grand Vitesse, y por todo lo que dicen es el auto más caro del mundo, particularmente porque el ordenó algunas características especiales que lo hacen único. Hay un artículo completo en una revista sobre el hecho de que Dawson compró uno, y también otro sobre sus demás autos, ya que aparentemente tiene varios carros deportivos súper lujosos, incluyendo un Aston Martin Vanquish, un Bentley y un Maserati. Tuve que buscar cada uno de ellos para ver cuáles eran. Tomo mi bolso y lo sigo a su auto. Espera por mí, sosteniendo la puerta. Me deslizo en el asiento de cuero, y cierra la puerta para mí. Es un gesto caballeresco que me confunde. Me coloco el cinturón y aseguro mi bolso en mi regazo, negándome a mirar a Dawson mientras dobla su cuerpo en el asiento y enciende el auto. Nos vamos con un chillido de neumáticos y una sacudida de mi estómago. Introduce el auto en el tráfico, sin tener en cuenta las normas a la derecha y a la izquierda. Se salta al menos una luz roja, girando los neumáticos a la derecha para evitar por poco a una camioneta. Estoy sin aliento, aterrorizada.

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Parece que un montón de tiempo me lo paso aterrorizada con este hombre. El aprieta el auto entre carriles, cabiendo dentro de espacios que no habría creído que podría caber un auto. Habiendo viajado por las calles de L.A. por mi cuenta, noto la habilidad que posee sobre su vehículo. Lo hace parecer fácil, como si precipitarse por el tráfico congestionado de Hollywood a sesenta millas por hora fuera totalmente normal. Su teléfono suena y lo saca, pasándomelo a mí. —¿Puedes ver quién es? Sostengo el extraño teléfono en mi mano y lo miro. No tengo teléfono, ya que no puedo permitirme uno y no tengo a quien llamar. Tengo un iPad que uso para el internado, y pienso, que es como eso. Deslizo el pequeño icono verde a través de la pantalla. —Es de… Ashley M. —comienzo a leer el texto en voz alta—. Ella dice—: “Deberías venir esta noche. Tengo una bola ocho y Blue Label” Su expresión se retuerce. —Mierda, creí que era de Jeremy. —¿Quién es Ashley M.? —un pensamiento me golpea—. ¿Y por qué sólo la primera letra de su apellido? ¿Conoces a tantas Ashleys que tienes que diferenciarlas entre sí? —Mierda —dice nuevamente—. Ella es… una amiga mía. —Una amiga —no es una pregunta. Él toma el teléfono sin mirarme y lo empuja entre sus muslos. —Sí. Una amiga. Y sí, conozco un montón de Ashleys. Y un montón de Jens. Los apellidos… usualmente no son necesarios. —¿Debería responderle por ti? —sé exactamente lo que significa el mensaje. Bueno, quizá no sé lo que signifique una bola ocho, pero Blue Label es un whiskey de calidad. Supongo que una bola ocho son drogas de algún tipo, lo que significa sexo. Probablemente Ashley M. es glamorosamente hermosa, sofisticada y sabe cómo complacerlo de formas que yo no. Mi corazón se aprieta. Me obligo a recordarme que él es mi jefe. Trabajo para él. Puede drogarse y tener sexo con quien desee. Esto no tiene nada que ver conmigo.

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El cambia de velocidad, y agarra el teléfono, girándolo ociosamente entre su pulgar e índice. Luego me lo entrega. —Sí, respóndele por mí. Tomo el teléfono y abro el mensaje de Ashley M. —¿Qué quieres que le diga? —Únicamente di que no, gracias, que ya tengo planes. Tecleo el mensaje en su teléfono y lo envío. Segundos después, aparece una respuesta en la burbuja gris. Ella dice—: “Awww, ¿Estás seguro?” —Me atraganto un poco y coloco el teléfono en su regazo—. No leeré el resto. Mi corazón se aprieta, y mi estómago salta. No es mi asunto. No me interesa. No me interesa. Pero… por más que digo que no me interesa, lo hace. No debería, y no hay razón de sentirme posesiva con respecto a Dawson, sin embargo lo hago. El resto del mensaje decía, si vienes, puedes meterlo en mi trasero otra vez. Mis ojos se empañan. Dawson detiene el auto en una luz roja, y en un impulso me quito el cinturón, abro la puerta y salgo. Uso tacones altos, así que no puedo correr, pero tiro la puerta detrás de mí y camino tan rápido como me permite mi precario sentido del balance. No visualizo a donde voy y en dónde estoy. No importa. Oigo la voz molesta de Dawson detrás de mí, llamando mi nombre. No sé lo que siento. Enojo, enferma mi estómago, celosa, confundida. Extraviada. Pérdida, como si algún tipo de posibilidad ha sido tomada. A él le gusta el sexo anal. Tiene mujeres al azar, cuyos apellidos ni siquiera saben o le importan, escribiéndole por una noche de sexo sin sentido, drogas y borracheras. Es una estrella. Una celebridad. Vive una vida de celebridad, y conozco nada sobre ello. Oigo bocinazos y gritos a mi espalda, los ignoro. Sigo caminando, luchando contra las estúpidas lágrimas y la perdida. Y ni siquiera sé porque estoy tan molesta acerca de esto. Soy levantada de la tierra, girada en el lugar, y fijada contra la ventana de vidrio de una tienda. Los brazos de Dawson están a mí alrededor, debajo de mi trasero. Una de sus manos en mi mejilla forzando mi cara hacia él. Esta respirando con dificultad, sudor brillando en su frente y labio superior. Sus ojos están gris azulado, su color cuando está enojado.

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—Maldición, Grey. No es lo que crees. Me retuerzo en su agarre. Esto es demasiado. Estoy envuelta por él, sostenida en el lugar por él. No puedo escapar, no puedo moverme, ni respirar nada excepto por su esencia y fortaleza. —Déjame ir. —No. —¿Por qué? —Porque no lo entiendes. —No hay nada que entender —susurro—. Puedes hacer lo que quieras, con quien desees. Y es exactamente lo que creo. —Ella es… —Ella quería que fueras por sexo. Es simple —aspiro un profundo aliento, cierro mis ojos para bloquearlo. Él me baja y lo empujo, fuerte—. Soy una interna. Eso es todo. No me debes explicaciones. —Pero que sí quiero… —¡No importa! —estoy gritando, y llorando igual, por alguna razón. Lucho por calmarme, especialmente porque se forma una multitud—. Sólo… Dios, sólo para, Dawson. Sólo detente. —No puedo. Lamento que hayas leído eso, pero… mira, tienes razón, no importa. He terminado con ella. Lo he hecho. Fue cosa de una sola vez. Eso es todo. Comienzo a caminar de nuevo, y se pone a mi altura. Estamos siendo seguidos por clics y flashes de cámaras. —No sé de lo que intentas convencerme. No importa. —Sigues diciendo eso, pero eres la que está llorando. —Su mano atrapa la mía y la otra mano va alrededor de mi cintura, acercándome a él. Una vez más, con un simple toque, siento como si le perteneciera. Está mal, y está bien, y es confuso—. Sólo deja de correr. —No estoy corriendo. Él ríe. —Eres una mala mentirosa, Grey.

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Lo empujo y trato de salir de su agarre. Lucho contra mí misma también, ya que se cómo se siente ser sostenida por él. Estoy perdida, desorientada. ¿Por qué estoy peleando con esto? Claramente me quiere de alguna manera. Pero no sé lo que espera, y no sé qué hacer con su deseo, o como sentirme, o que siento. Todo lo que sé es sobrevivir, trabajar y estudiar. No conozco a los hombres. Giro y regresamos por el camino que vinimos, pero me detengo por la multitud de paparazzi. Hay docenas de ellos, y me fotografían. —Señorita Amundsen, ¿Son Ud. y Dawson pareja? ¿Cuánto tiempo han estado juntos? ¿Lo atrapaste con otra mujer? —un hombre de mediana edad, con cabello marrón espeso y lentes cuadrados acerca una grabadora de voz y me dispara un tren de preguntas. ¿Cómo saben mi nombre? Eso me asusta más que nada. Una delgada mujer como un palillo con rasgos demacrados y cabello oscuro rizado habla sobre él. —Señorita Admunsen, ¿Por qué Dawson la cargó a su dormitorio ayer? ¿Eres estudiante de la USC? ¿Es verdad que Ud. y Dawson sorprendieron a su compañera de cuarto teniendo sexo? ¿Cómo es Dawson en la cama? Mi boca se abre y cierra. Me siento obligada a responder sus preguntas. Fui criada para ser amable, responder cuando me hablan. No sé qué decir. No quiero ser noticia. —Yo… yo… nosotros no, um… yo no… —¿Puedes hablar sobre tu relación con Dawson Kellor? —¿Qué edad tienes? ¿Tienes esposo? —¿Grey, has pensando en modelar? —¡Mira hacia acá, Grey! —¡Grey, por aquí! —Grey, ¿Alguna vez Dawson te ha pedido que hicieras algo que no quieres hacer en la cama? Miro de una voz a otra, abriendo y cerrando mi boca, parpadeando ante los flashes. Siento el brazo de Dawson rodear mi cintura, halarme hacia atrás, y luego se encuentra parado delante de mí, escudándome.

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—Grey no va a hablar esta vez, chicos —avanza un poco, y lo siento cambiar, volviéndose rígido y formal, como si estuviera colocándose una armadura—. ¿Qué tal si contesto unas pocas preguntas acerca de la película? El hombre que hizo la primera pregunta avanza, buscando espacio. —Dawson, hemos oído rumores de que estarás en la nueva versión de Lo Que El Viento se Llevó. ¿Puedes confirmar eso? Dawson dirige su atención al hombre. —Hey, Bill, ¿Cómo estás? Sí, puedo confirmarlo. Estoy interpretando a Rhett. Empezaremos a filmar el próximo mes. Casi estamos listos con la pre—producción y el desarrollo. —¿Grey es parte del proyecto? —no consigo ver quien pregunta eso. —Es una interna trabajando para John Kazantzidis en Fourth Dimension. —¿Acerca de qué estaban discutiendo? No me pareció una discusión sobre trabajo. ¿Están juntos? Los hombros de Dawson se flexionan y tensan. —No voy a hablar sobre eso, simplemente para decir, no, no estamos juntos, y jamás lo hemos estado. Es una interna del proyecto. Era una discusión de trabajo. La misma voz habla, una voz masculina joven. —No pareció así para mí, Dawson, y todos sabemos tu historia con las internas y asistentes. Vamos, danos algo. La voz de Dawson se endurece. —Te estoy dando algo. No seas imbécil, Tom. Deja fuera de esto a Grey. Hablaré sobre la película, pero eso es todo. Cualquier otra pregunta sobre Grey, y se acabó. Todo lo que puedo ver es la amplia espalda de Dawson, la camisa naranja estirándose sobre sus hombros, y la parte de atrás de su cabeza, el cabello curvándose en la base del cuello. Necesita un corte allí. Quiero pasar mis manos sobre la expansión de sus hombros, pero no lo hago.

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—¿Por qué la proteges, si no están juntos? —habla la misma voz, a quien Dawson llamó Tom. —Ella nunca ha lidiado con ustedes antes. Son unas jodidas barracudas. Tom nuevamente. —¿Seguro no hablarás de ella? Es atractiva, Dawson. Se ven bien juntos. Dawson envuelve su brazo sobre mis hombros, me atrae cerca a medida que atravesamos la multitud, ignorando los cegadores flashes de las cámaras y el bombardeo de preguntas. No habla, y todo lo que puedo hacer es trotar en mis tacones altos para mantenerme a su paso. Su brazo es un escudo alrededor de mis hombros, un show para los periodistas, paparazzi, lo que sea que son. Mi corazón martillea. Ya han captado que hay algo sucediendo. Saben quién soy. Averiguarán que soy una stripper. Kaz se enterará, y me despedirá. Todos sabrán que soy una stripper, y es lo que seré para todo el mundo. Una chica dispuesta a quitarse la ropa. Hemos caminado tres cuadras y todavía no hemos llegado a la intersección donde me bajé del auto de Dawson. No tenía idea de que había corrido tanto. Después de media cuadra, vemos una multitud reunida alrededor de un policía, y un camión de remolque preparándose para cargar el auto de Dawson. Dawson maldice por lo bajo. —Hey, no necesitas remolcarlo. El policía se vuelve, reconoce a Dawson y se ve intimidado. —Lo siento, señor Kellor. No puede dejar su auto estacionado así en medio de la calle. —No hay problema. Pero ahora estoy aquí, así que está bien. —Pero… —el policía parece nervioso. Dawson se acerca un paso más al policía, es un hombre mayor con un abdomen redondo y cabello salpicado de canas. —¿Ud. tiene una hija, Oficial… O’Hare? —Yo… sí, pero… Dawson toma del oficial la libreta de tickets, y saca un Sharpie negro y grueso del bolsillo de sus shorts.

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—¿Cuál es su nombre, Oficial O’Hare? —Jill, pero eso no… Dawson le da al hombre una gentil, sonrisa encantadora, y escribe horizontalmente sobre la libreta. Leo que escribe: Para Jill, porque tu Papá es un héroe. Tu amigo, Dawson Kellor. El nombre es escrito en un dramático garabato inclinado, la escritura impresa pulcramente. Devuelve la libreta al policía y guarda el marcador, luego palmea al hombre mayor en el hombro. —Escuche, Oficial O’Hare. Fue una pequeña emergencia. No pasará de nuevo. Estoy seguro que Ud. entiende. —Dawson camina en la calle, halándome de la mano. El oficial se desplaza también como si fuera un imán, escupiendo y fanfarroneando. —Señor Kellor, aprecio el autógrafo, porque mi hija es una gran fan suya, pero no puedo dejar que Ud. simplemente se vaya. Dawson abre la puerta del pasajero y me insta a entrar, luego va al lado del conductor, y entra, presionando el botón de encendido para que el motor brame a la vida. Pisa el acelerador y el motor ruge. —Entonces deme una multa. No tiene sentido intentar remolcarlo, ya que estoy aquí ahora. Escríbame una multa por lo que usted quiera. Sólo hágalo rápido, si puede. Tengo una reunión importante con mis productores en una hora. El Oficial O’Hare está claramente perplejo. Sus ojos parpadean a la gran multitud de Dawson, a mí, al auto —que vale más de lo que el hará en toda su vida. Vacila, y Dawson se impacienta. Saca una tarjeta de su billetera y se la entrega al oficial. —¿Qué tal esto? Realmente me tengo que ir. Aquí está la tarjeta de mi abogado. Puedes enviarle la multa o lo que quieras a él —estoy conmocionada por sus agallas. —Supongo que podría… quiero decir… —el Oficial O’Hare mira a la multitud, y de vuelta a mí por alguna razón. Me siento silenciosamente en el asiento de pasajeros, me abrocho, esperando, tratando de ser invisible. —Bien. Me alegra que lo hayamos resuelto —Dawson cierra su puerta, retrocede el Bugatti cerca de una pulgada del auto de policía estacionado diagonalmente detrás de él, y se mete en el tráfico

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rodeando el camión de remolque, cortando un convertible Bentley blanco. Se pasa una luz amarilla y lleva el auto a cincuenta y cinco en cuestión de segundos. Zigzagueando alrededor del tráfico lento, golpeando los frenos cuando no puede encontrar un espacio. En un punto hasta cruza los carriles dobles amarillos y se desvía bruscamente en sentido contrario. Estoy sin aliento, apretando el reposabrazos con nudillos blancos a medida que Dawson acelera a fondo, presionándome contra el asiento mientras que el potente auto viaja sobre cien millas por hora, y entonces soy arrojada a la izquierda mientras Dawson regresa al carril apropiado, frenando y haciendo algo con las velocidades para hacer que el auto desacelere drásticamente. La escena del incidente con el oficial de policía ya está varias millas detrás de nosotros, y sólo van minutos desde que dejamos la acera. Mi corazón tamborilea en mi pecho, y no por las dementes habilidades de manejo de Dawson. Mientras cambia velocidades, su mano reposa en mi pierna, su dedo trazando patrones en mi rodilla. Miro su mano. Es enorme, bronceada y fuerte, las yemas de sus dedos callosas y ásperas en mi piel. —¿Siempre manejas así? —me las arreglo para preguntar. —Sí —me mira con una sonrisa rápida—. ¿Por qué? —Es aterrador. ¿Y si chocamos? —No lo haremos. —¿Pero cómo lo sabes? —Porque se lo que hago. No soy solo un cabeza hueca rico con un carro rápido. —¿Entonces que eres? —pregunto. —Um. Un montón de cosas. Antes de que fuera en serio con la actuación, era un corredor callejero. ¿Has visto Rápido y Furioso? Excepto que no éramos pandillas ni chicos de la calle. Éramos mocosos ricos y privilegiados con mucho dinero y nadie que nos dijera que no fuésemos idiotas. Recorrimos Sunset de arriba a abajo a medianoche, o en las áreas pobres donde los policías no les gusta ir. Llevábamos los Ferraris y Lamborghinis de nuestros padres al desierto y competíamos. Íbamos y corríamos en las curvas de las montañas. Así que manejar era

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lo que hacía. Y luego tuve el papel de Anderson en Red light Gods, y ellos querían que tomara, como, clases de manejo de autos de carrera. Como, con instructores del gobierno de manejo ofensivo y defensivo, chicos de NASCAR y eso. Lo más gracioso fue cuando querían que tomara este curso de carreras callejeras con un corredor supuestamente reformado que decidió convertirse en un asesor de Hollywood o algo así. Y resulta que era un tipo con el que competí —y vencí— media docena de veces por años —habla mientras maneja, y noto que ha reducido la velocidad y maneja más calmadamente. ¿Por mi bien?—. Por lo tanto sí, se cómo manejar. No tienes que preocuparte. —¿Alguna vez has estado en un accidente? Dawson ríe. —Por supuesto. No puedes correr por las calles sin tener un accidente. Destruí totalmente este NSX que tuve. Ósea, completamente destruido. Era la clase de accidente en la cual no esperas que nadie salga vivo, pero salí caminando sin un rasguño. Estaba por las orillas de South Central compitiendo contra este tipo llamando Johnny Liu. Creo que su papa era Triad, pero, nunca estuve ciertamente seguro. Eran como, las tres de la mañana y el ganador tendría el auto de su competidor (PINK SLIPS). Era una cosa usual, un gran circuito de cuatro millas. Tenía la delantera, a punto de hacer este gran giro a la izquierda. La tenia justo derrapando, ¿Sabes? Neumáticos humeando, motor rugiendo. Johnny se hallaba detrás de mí y acercándose rápidamente. Tenía este jodido matador Charger negro y rojo del 68 con un enorme Hemi. Era tan loco. Ahí estaba manejando el Acura NSX, que es un auto japonés, y este chico asiático manejando este auto clásico americano de los 60. De todas maneras, aceleraba a la izquierda hacia Washington. Ni siquiera sé lo que paso, excepto que de repente mi carro está en el aire, girando. Como que, debo de haber girado treinta veces. Creo que fui golpeado desde el asiento de pasajeros. Dios, eso dolió tanto. Rodé, rodé y rodé, supongo que fui afortunado de no golpear un poste de luz, un edificio o algo. Fui afortunado de cualquier manera en que lo pongas, en serio. No tengo idea de cómo no salí herido. Quiero decir, el auto era una bola arrugada de basura, y sólo me retorcí fuera de el, golpeado pero sin heridas. —Dijiste, antes de que tomaras en serio la actuación. ¿A qué te refieres?

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El mira los espejos, y entonces, sin advertencia, sale del tráfico y entra en una calle lateral, pasando de derecha a izquierda, de vuelta a la conducción errática y locamente rápida. De nuevo aprieto el reposabrazos y contengo la respiración a medida que recorre calles secundarias a cincuenta millas por hora, y a continuación de regreso a la vía principal, apresurándose sobre todos los carriles y en la autopista. Ya vamos a noventa, apenas evitando desastre tras desastre, y luego saliendo con una velocidad más normal. —¿Qué fue eso? —respiro. Dawson me sonríe. —Tenía una pelusa detrás. Lo perdimos. —¿Pelusa? —¿Policía? ¿Policía del tráfico? Le hago una mueca. —¿Realmente quién dice pelusa? —Yo, al parecer. —Así que, ¿Acabas de evadir a un policía? —Sip —mira detrás de nosotros mientras maneja, pero parece confiado de que los perdimos. Sus ojos se hallan trabados en los míos mientras esperamos en una luz roja—. Entonces. ¿Qué opinas sobre tu primer encuentro con los pop? —¿Pop? —pregunto. —Paparazzi. —Oh —respondo—. Fue… espantoso. No tienen miedo de preguntar nada, ¿Verdad? Ríe. —No, y son implacables. Notaste que, aunque no respondimos ninguna de sus preguntas acerca de ti, y dijimos que no estamos juntos, ellos aún van a imprimir cualquier cosa que venderá copias. Este es probablemente uno de esos momentos “no te desanimes”, pero no te recomendaría que leyeras alguna revista de chismes. No te gustará. No me siento segura sobre qué pensar o decir. Probablemente iré a buscar mi nombre en internet ahora. Me quedo en silencio por largos minutos, evitando sus ojos, manteniendo mis rodillas a un lado así no

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me puede tocar. Su toque me hace perder la cordura. No puedo continuar siendo succionada en su órbita. Atravesamos una comunidad cercada de Beverly Hills, pasando haciendas gigantescas que valen millones de dólares, onduladas expansiones de césped verde, arbustos esculpidos y calzadas amplias y curvas. A medida que avanzamos a un paso sorprendentemente tranquilo en el vecindario, veo a una muy conocida actriz recogiendo su correo, y después a un famoso basquetbolista de L.A. lavando su auto deportivo. Dawson mira hacia mí como para medir mi reacción al vecindario. —Manejas como una persona normal —remarco. Se encoge de hombros. —Esta es mi comunidad. Conozco a esta gente. Tienen niños — señala a L.A. a lo lejos—. ¿Allá afuera? Es una zona de guerra. Fui nacido y criado en L.A., y conozco esta ciudad al derecho y al revés. Conozco el tráfico, se dónde están las trampas de velocidad, y donde los vecindarios son realmente peligrosos. ¿Aquí? Vivo aquí. No manejaré como un idiota. —Nunca respondiste a mi pregunta. Dijiste antes que te volviste serio con la actuación. ¿Cómo lo hiciste? No responde. Lleva el Bugatti a una larga entrada y debajo de un arco y entra a un patio. La casa es una mansión enorme tipo hacienda española, con balcones que dan al patio, que en el centro tiene una fuente arrojando agua. Un lado del patio es una enorme pared de puertas de garaje, unas cuantas abiertas, mostrando las colas de varios tipos de autos. El Bugatti es estacionado cerca de la puerta principal, detrás de un clásico convertible rojo cereza. Quisiera decir que es un Ford Mustang, pero no estoy segura. Dawson me ve observándolo. —Ese en un Ford Mustang Boss 429 de 1969 —debo verme desconcertada—. Son muy raros, en términos de ese estilo en particular y el año. —¿Tu lo construiste? Asiente.

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—Sí. Bueno, reconstruirlo es más preciso. Compré el chasís de un tipo en Mendocino, y luego encontré un motor Boss 429 y lo limpié. Tiene la radio original, asientos de cuero, todo el interior está en perfecto estado y casi completamente original. Su expresión se ilumina a medida que habla del auto, y salgo para seguirlo hasta el auto. Es un auto lindo, creo. Más varonil. Le queda a Dawson perfectamente. Si lo imaginara manejando, sería en este auto. Pienso que, el Bugatti es un símbolo de status. Él tiene el capo abierto, y apunta a varias partes del motor, recitando hechos, números, nombres, y no puedo seguirlo ni entender nada de lo que habla, pero Dios, es lindo verlo emocionado. Es un Dawson totalmente diferente, hablando sobre su carro. Sus ojos son más verdes, el tono luminoso del liquen sobre piedra. Y entonces me doy cuenta que aún no ha respondido mi pregunta. Parece que lo evade. Lo dejo pasar y lo observo hablar, escuchando y tratando de no ser absorbida en su órbita otra vez. Es una batalla constante. Su cara está animada e infantil y, Dios, tan hermoso. Las líneas y ángulos de su cara esculpidas como si fuesen hechas por un artista. Ya no creo en Dios, pero si lo hiciera, Dawson seria la prueba de su trabajo. Eventualmente Dawson nota que no sigo nada de lo que comenta y se detiene a mitad de frase, ruborizándose. Frota la parte de atrás de su cuello y me sonríe tímidamente. —Rayos, me puse en modo hombre, ¿Cierto? —cierra el capo, toma mi mano y me lleva a la puerta principal—. Lo siento. Los carros son mi cosa, y me pongo todo nerd cuando hablo de ellos. No puedo evitar sonreírle. —Fue tierno. —Genial. “Fue tierno”. Ese es el beso de la muerte para un hombre. —¿Qué se supone que signifique eso? Fue tierno. No es algo malo. — Lo sigo a través de la puerta y dentro de un vestíbulo espacioso con un elaborado candelabro de imitación de velas. —Grey, a ningún chico le gusta ser llamado “tierno”. Tierno es la oposición diametral de sexy. Me siento enrojecer furiosamente, y me da esa mirada de nuevo, esa que dice que no entiende como no puedo saber de lo que haba.

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—Te ruborizas fácilmente, ¿Sabes? —toca mi mejilla con sus dedos, y mi piel arde donde me toca. Quiero apartarme, pero no puedo. Mi clara incomodidad lo divierte aún más—. ¿Dónde creciste que eres tan inocente? Suspiro. —Crecí en Macon, Georgia —me da una mirada de… ¿yyy? Giro lejos de él y me ocupo en examinar un traje de armadura que descansa entre las dos alas de la escalera curva—. Fui sobreprotegida, ¿Okay? Sólo… déjalo así —de ninguna manera estoy lista para decirle sobre mi crianza. —Sobreprotegida, ¿Huh? —Se mueve para estar detrás de mí y aunque no puedo verlo ni sentirlo, y no me toca, puedo sentir su presencia como un infierno—. ¿Entonces cómo pasaste de una chica sobreprotegida en Macon a una stripper en L.A.? Casi me las arreglé para olvidar, por medio segundo, como me gano la vida. Es jueves, el ultimo de mis tres días libres; trabajo desde viernes a lunes. Los martes estoy aliviada de no tener que trabajar, que sólo puedo ser yo y no tener que bailar. Los miércoles, el horrible hecho de lo que hago se ha desvanecido un poco, yéndose a la parte de atrás de mi mente mientras me enfoco en la escuela y en el internado. Para el jueves casi puedo olvidar. Casi puedo pretender que sólo soy Grey, una estudiante universitaria normal. Y luego llega el viernes, y soy forzada de vuelta a la realidad: soy una stripper. Me quito la ropa por dinero, para la fantasía y deseo de los hombres. Los jueves son mis días de oro. Es mi único día para ser Grey, simplemente Grey. Y ahora Dawson viene y me lo recuerda. Estoy llena de una rabia irracional. Giro y grito: —Desesperación, ¿Bien? —empujándolo hacia atrás, no para hacerle daño, pero por pura rabia y frustración—. ¡No tuve opción! Era el único trabajo disponible que pude encontrar, y busque por meses. ¡Meses! No tenía experiencia laboral en nada. No tengo… No tengo a nadie a quien acudir. Yo… yo no tengo ningún sitio a donde ir. No puedo y no iré de vuelta a Georgia. Mi beca se agotó, y cubría desde clases a alojamiento, comida y libros. Lo odio. Lo odio. Lo odio… ¡Lo odio! —en mi arrebato se filtra el acento de Georgia. Estoy sollozando, y no puedo parar. Giro lejos de él, trastabillo, y me hundo en el frio piso de mármol. Todo sale afuera, las emociones que

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he mantenido embotelladas por meses. La soledad, nostalgia, vergüenza y culpa. No vienen como palabras, sino sollozos fuertes y rotos. Lo siento arrodillarse a mi lado, sus brazos van a mí alrededor. Lo empujo, pero no tengo fuerzas y es muy fuerte, cálido y reconfortante. —Ya no estás sola, Grey —es la peor cosa que podría haber dicho. Si antes estaba sollozando, se convierte en una tormenta de lágrimas, se convierte en lo que sea que viene después de sollozar. No dice nada más. Sólo me sostiene, allí en el piso de su recibidor, y me deja llorar. Desearía decir que la explosión es catártica, pero no lo es. Sólo es necesario. Una crisis de autocompasión. No ayuda. No cambia nada. —Déjame ir —digo, luchando contra él. —No —su voz es amable pero firme, y sus brazos inexorablemente firmes. —Por favor. Sólo déjame ir. Estoy bien. —Mientes. —¿Qué quieres de mí? —dejo de luchar y me ablando, pero estoy tensa. —¿La verdad acerca de ti misma? Es la única cosa que no puedo dar, no daré. No sé cuál es la verdad, y aunque la supiera, no es a Dawson a quien se la podría explicar. Él es Dawson Kellor, la estrella de Hollywood. Sólo soy Grey de Macon, Georgia. Su teléfono suena en su bolsillo, y aunque no se mueve para contestarlo, es un recordatorio de la realidad. Sus brazos están a mi alrededor, cálidos, cómodos, y quiero quedarme aquí por siempre, justo así, porque casi… casi olvido quien soy, quien es él y la realidad que aguarda por mí. Casi. Sus labios rozan el arco de mi oreja, tiemblo, sorprendida por la ternura y lo íntimo del momento.

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Pero no puedo dejarme creer que esto significa algo. Ese mensaje de Ashley M. me recordó un hecho importante; Dawson Kellor y yo venimos de mundos completamente diferentes. Fui absorbida e hipnotizada por la intensidad y belleza masculina que es Dawson. Pero entonces, no solamente soy yo, ¿Verdad? Le pagan millones de dólares para que sea así. Honra la pantalla grande y hace actuaciones dignas de un Oscar gracias a esa habilidad, esa seducción innata. Está en él, es parte de él. Seduce sin intentarlo siquiera. Es un incubo accidental. Sus ojos de mercurio te atraen a él, un momento son avellana, un verde gris azul turbio y sereno, y luego se emociona y son verdosos, o molesto y son azules. Su cuerpo seduce igualmente, el ángulo de sus hombros y la línea de su mandibular, el levantamiento exótico de sus mejillas, el poder de sus manos y la amplia expansión de sus hombros y la afilada dureza de su cintura. Su gracia ligera y letal es hipnótica, también, la manera en la que se mueve como un leopardo en la sabana africana, incluso cuando está caminando por una acera. Fui absorbida por todo esto, pero no puedo permitir que pase de nuevo. No me conoce, ni yo a él. No somos amigos. Ni amantes. Me besó, pero eso no significa nada. Para un hombre como Dawson, un beso no es más que un apretón de manos. Está acostumbrado a noches de sexo y luego una rápida despedida. Es un intercambio de placer para él. Nada más. Para mí, el sexo es un misterio. Una fantasía. Un sueño. El futuro. Siempre ha sido el futuro. Algún día conoceré al chico correcto; esa era mi filosofía como adolescente. Ahora, sólo quiero graduarme y encontrar un trabajo y ser capaz de dejar Noches Exóticas. Quiero dejar de ser stripper. No pienso en el futuro, excepto por una vaga idea esperanzadora de que todo mejorará. Dawson no es el futuro. Es mi presente, nada para mí. Ni yo para él. No soy un objeto de deseo, excepto que me ha visto desnuda y me quiere para una noche de placer. Y yo quiero más. Quiero un futuro. Me sacudo y respiro profundamente. Cuando he logrado un sentido de equilibrio, me levanto, y Dawson me lo permite. Siento sus ojos sobre mí mientras enderezo mi falda y aprieto mi cola de caballo. —Gracias.

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Él se levanta, y sus manos van a mi cintura. Ni siquiera pienso por varios segundos, porque se siente tan… correcto. Pero entonces recuerdo y me alejo. —¿Estás bien? —pregunta. Sus ojos son un avellana apagado, pero su expresión muestra preocupación. Asiento. —Sí. —Eres una mujer. “Bien” tiene muchos significados. En algún lugar el tañido de un reloj, marca la media hora. —Estoy bien. Perfectamente. Perdona que haya perdido la compostura así —digo con un profesionalismo forzado—. Tu reunión es en media hora. Deberías cambiarte. —Grey… —se acerca. Tiro del dobladillo de mi camisa. —¿Dónde está tu baño? Debería acomodarme si vamos a Spago. —No me interesa la reunión. Toma un trago conmigo. Háblame. —¿Hablar sobre qué? —me encuentro con sus ojos brevemente—. No es algo de lo que tengas que preocuparte. —Pero me preocupo —dice y puedo decir que está siendo sincero. —Bueno… no. No importa —me giro y voy más adentro de la casa suponiendo que encontraré un baño por mí misma. Tengo que alejarme de él. Es muy fácil creer que en verdad se preocupa. —Maldita sea, Grey. Detente. No soy estúpido; es obvio que no estás bien —todavía está de pie en el recibidor cerca del traje de armadura. Encuentro un medio baño y me detengo en la puerta, miro hacia él, y sonrió. Es falsa, y lo sabe. —Quizás no, pero no es tu problema. Sólo soy la interna. Mi vida privada no es parte de la asignación. —Tú no eres solo una asignación. No te conocí como Grey la interna. Te conocí como Gracie la stripper. Pero esa no eres tú, y no perteneces allí —se mueve hacia mí, grande e intimidante, sus ojos congelándome

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en el lugar—. Lo sabía entonces, y lo sé ahora. No puedo… no puedo ni imaginarte allí. Eres mucho más que ese club de porquería. —Pero esa es mi realidad. Esta toda allí. Tú… apenas nos conocemos. Sólo… deja de confundirme, ¿Sí? ¿Por favor? —Me estoy alejando de él, regresando al baño. Cuando esta así de cerca, a pulgadas con sus ojos en mí, oscuros e inescrutables, no puedo pensar y recordar porque se supone que tengo que mantenerme lejos de él. —¿Confundirte? ¿Cómo te confundo? —Sólo lo haces. Todo sobre ti. Me hablas y actúas como si me conocieras. Como… si fuéramos algo —mi espalda golpea el lavabo, y él está justo allí y no tengo a donde ir —¿Por qué eso te confunde? —¿Por qué no es verdad? —odio que salga en forma de pregunta, como si tuviera dudas. —¿Pero que sí lo es? ¿Qué sí te conozco? ¿Qué sí somos algo… o podríamos serlo? —su mano se alza para descansar en mi cadera, y me siento atraída de vuelta hacia él, cerca y más cerca. Su boca se aproxima, sus ojos a centímetros de los míos. No, esto no puede suceder otra vez. Pierdo más de mi misma cada vez que me besa. Pero eso no es verdad. Es lo que debería ser verdad. La realidad es que gano más de mi misma cuando me besa. Como si las capas de mentiras, confusión y vergüenza se caen, y solo somos él y yo, nuestras bocas y la sensación de su beso. Sucede. Sus labios tocan los míos, y todo lo demás se desvanece. Soy poseída por él. Me besa con la misma fácil destreza con la que maneja su auto. Saca un gemido de mí, atrae mi cuerpo hacia él, me moldea y me guía a un lugar de aquiescencia, con su boca y manos. No sólo dejo que me bese; lo estoy besando de vuelta. Mi boca se mueve, mis labios saborean los suyos, mis manos descansan en su pecho entre nosotros curvándose en su camisa, y me presiono contra él, aplastando mis curvas contra sus ángulos. Estoy participando, alentando. Su mano se desliza de la parte alta de mi cadera hacia abajo para rodear mi trasero, y una chispa se enciende dentro de mí. Es un toque

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prohibido, un familiar, posesivo, erótico, y provocativo gesto. Es un paso hacia algo más. Un beso es s un beso, pero su mano en mi trasero, sosteniéndome y adueñándose así… es más. Me gusta. El calor se construye en mi vientre por su agarre en mi trasero. Una mano, y entonces, cuando no lo detengo… dos. Ambas manos en mi trasero. Solo sosteniéndome al principio. Luego explorando y acariciando en lentos, y expansivos círculos. Sus dedos se clavan, empujando en el musculo, agarrando fuertemente, soltando, y agarrando otra vez. Acaricia suavemente, en círculos y me sostiene. Me acerca a él. Siento su deseo. Gimo en su beso. Me levanta más y me sienta en el borde del lavabo. Por su propia voluntad, mis traidoras piernas se curvan alrededor de su cintura. Me levanta en alto y su boca está consumiéndome. Me pone de vuelta en el mostrador y el borde del lavabo golpea mi coxis, despertándome de mi trance. Rompo el beso, empujándolo débilmente. —No, para. Para. No puedo… no podemos. No me deja ir, y no me muevo. —¿Por qué? —pregunta, su voz un susurro áspero y afilado. —No puedo. No podemos —no sé cómo formular una razón porque no logro recordar la razón. No sé qué espera después de los besos. Intelectualmente, sé que viene el sexo. Pero es una tierra desconocida. Un mito. Una idea irreal. Un concepto terrorífico de cuerpos desnudos e intrusión, vulnerabilidad y embarazo. Pecado. Y no estoy lista para eso, pero no le debo decir eso a Dawson. No sé cómo decir nada de esto en palabras. —No estamos… esto no es… —me aferro a cualquier cosa para decirle, inclusive baratas medias verdades que no son razones verdaderas—. Somos de mundos diferentes. No funcionará. Soy tu empleada. Retrocede, y veo el conocimiento de mis mentiras en su cara, en la dureza de sus ojos.

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—Sí, de acuerdo. No eres tú, soy yo. Somos muy diferentes —da vuelta sobre sí mismo—. Lo que sea. Y a continuación ya no está y estoy parcialmente dentro del lavabo, un pie entalonado colgando sobre el piso de mármol, la rodilla de mi otra pierna doblada sobre el mostrador. Giro y atrapo un vistazo de mi misma en el espejo; mi maquillaje está manchado y corrido, mi cabello despeinado, mis ropas arrugadas y fuera de lugar. Mis ojos se ven tristes, y mis labios hinchados. Me veo perdida. Exactamente como me siento. Me fuerzo a mí misma a moverme para acomodarme, y entonces Dawson se halla fuera del baño, vestido en un par de pantalones de algodón prensado y una camisa polo blanca. —Vamos, señorita Admunsen. Hora de trabajar. Vamos tarde. —Su tono es duro y formal. Lo sigo, obteniendo lo que pedí. No dice una palabra en todo el camino al restaurante.

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Capítulo 10 Traducido por HannaMarl, Mary Jane♥ & Nicole Vulturi Corregido por JesMN

N

o puedo respirar. Estoy detrás de la cortina en Noches Exóticas, esperando para salir a mi primer baile en el escenario de viernes por la noche. Mi corazón está palpitando, late tan fuerte que juro que veo los golpes debajo de mi piel. Mi estómago está agitándose con náuseas, tan fuerte que no estoy segura que pasaré a través de este número sin vomitar. Me obligo a respirar profundamente. Puedo hacer esto. Nada ha cambiado. Nada es diferente. Pero es una mentira. Tal mentira. Todo es diferente. Yo soy diferente. La respiración profunda se convierte en un quejumbroso gemido en la parte posterior de mi garganta. Candy está terminando su baile, y ahora Timothy me presenta. La multitud de hombres se vuelve loca. Incluso oigo algunas voces femeninas. Todavía me resulta extraño que mujeres visiten clubes de striptease como este. —… Por favor ayúdenme a darle la bienvenida a… ¡Gracie! — Timothy grita en el micrófono. Mi señal. Paso mis manos sobre mi estómago como si eso lo fuera a calmar, y luego por mis caderas. Tengo que obligar a mis pies a moverse, me esfuerzo por entrar al escenario. Los silbidos, aplausos y gritos obscenos aumentan a un crescendo. Las luces me ciegan. Tengo que parpadear varias veces, y miro detenidamente el mar de rostros. No veo a nadie conocido, gracias a Dios. Cierro los ojos, haciendo lo mejor para desagotar mis nervios y luego comenzar mi rutina. Los abro y miro la media distancia, sin mirar ninguna cara. Como de costumbre, al final, tengo más de cien dólares en billetes de uno, cinco, y algunos de diez. Las lágrimas se mezclan con el sudor en mi cara.

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Corro de nuevo a los vestuarios y al pequeño cuarto de baño, dejando caer el puñado de billetes en el tocador cuando paso. Cierro la tapa del inodoro y me siento en ella, dejando que las lagrimas fluyan. La cara de Dawson surge en mi mente. No perteneces aquí. Eres mucho más que este club de mierda. Todo lo que puedo ver, sin embargo, es la dureza bloqueada en sus ojos mientras nos sentamos en la cena de negocios. Tomé notas, intervine con algunas ideas, y fingí no ver el dolor persistente tras la expresión cerrada de Dawson. Hizo que Greg me llevara a casa y me acompañara hasta mi puerta. Antes de irse, Greg me entregó una tarjeta de negocios. —Si necesitas algo, llámame. —Se secó la frente con los nudillos—. Esto es de mi parte, no de él. Cuando me levanté a la mañana siguiente, el Rover estaba de vuelta en el estacionamiento, y las llaves estaban en mi buzón de correo con una nota. Tenía dos palabras: Mantente a salvo. Estaba firmada con una casualmente teatral letra “D” y nada más. Sigo caminando a clase, pero conduzco al trabajo, estoy agradecida por su consideración, incluso en nuestra situación incómoda. Un puño golpea la puerta del vestuario. —Vamos, Grey —Timothy grita—. Tiempo de trabajar en el suelo. Es un viernes animado y no tenemos tiempo para tus tonterías emocionales. Me salpico agua en la cara, retoco mi maquillaje, y trabajo. Odio esta parte tanto como bailar en el escenario. Estoy cara a cara con la lujuria cruda. Gano una fortuna, lo cual es bueno, porque la matricula debe de pagarse pronto. Hago dos números más en el escenario, y lloro después de cada uno. Dejo el escenario después de mi último baile, lloro, retoco mi maquillaje, y golpeo el suelo por algunas ultimas mesas y bailes. Son casi las tres de la mañana, y el club está casi vacío, a excepción de

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unos pocos tipos esparcidos por sí solos o en pequeños grupos. Estoy a punto de marcar mi salida cuando un hombre hace gestos hacia mí. Es joven y guapo, vestido con lo que era un traje de lujo, excepto que ahora la chaqueta está arrugada, su camisa desabrochada y la corbata sacada. Su torso está desnudo entre los bordes de su camisa cara, moreno y de aspecto duro y ondulante de músculos. Sus ojos están vidriosos y desenfocados, está sudando y la mano que sostiene la cerveza tiembla ligeramente. Me observa ávidamente, su mirada fija permanece en mis pechos y mis caderas. Inconscientemente ato de nuevo el nudo en mi camisa para asegurarme de que mis pechos permanezcan en su lugar, y su mirada se estrecha en el gesto. Me detengo a pocos metros de él. —Cinco dólares por un table dance11, diez por un baile. Él saca un billete de veinte, doblado en cuatro partes, y lo extiende entre el índice y el dedo medio. —Solo baila para mí. Ven para acá. —Sus palabras se arrastran, pero su mirada es aguda y de aspecto peligroso. Un escalofrío recorre mi columna mientras me obligo a acercarme a él. Tomo oxigeno y me muevo un poco. Observa, levantando la botella de cerveza a sus labios a intervalos frecuentes. Lo hago más sexy, balanceando mis caderas, doblando la cintura para dar un vistazo de mi escote. Me esfuerzo más, y él sonríe. —Da la vuelta —dice. Me doy la vuelta y agito el trasero hacia él al mismo tiempo, al ritmo de la canción pop de los altavoces internos. Arqueo mi espalda y me inclino hacia delante, empujando mi trasero hacia su cara. Siento sus manos tocarme, y me alejo de él. —Ah-ah. No toques. Él no responde, sólo sonríe con una mueca lasciva de sus labios. —Quítate la camisa, nena. Sonrío hacia él.

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dance: Es el nombre que recibe el tipo de espectáculo que se caracteriza por la presentación de danzas eróticas sobre una plataforma, normalmente una mesa.

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—Eso es solo para los bailes del escenario. Esto es lo que hay en el piso. ¿Quieres que traiga a Candy o Mónica para ti? Él busca en su bolsillo y saca un fajo de billetes de cien dólares y cuenta diez. Los enrolla, y los mete en el bolsillo trasero de mis pantalones cortos, empujando el otro fajo en el bolsillo de su pantalón. —Dije… quítatela —susurra la última parte con claridad y lucidez, y mi piel se eriza por la amenaza de la violencia en su voz, por el furor de su mirada. Retiro el dinero enrollado y se lo devuelvo. —Lo siento, señor, pero eso no es lo que hago. Él me mira con desprecio, luego saca el fajo de dinero nuevo. Lo empuja todo hacia mí. —Eres ambiciosa, ¿eh, perra? Son casi cuatro de los grandes allí. Ahora. Enséñame tus pechos. Retrocedo ante él. —No lo creo. Dejo mi voz endurecerse, y miro alrededor por Hank, el gorila. Él está mirando desde la silla junto a la entrada y se levanta cuando muevo mis dedos hacia él. El cliente mira a Hank de pies a cabeza, todo su metro ochenta, y luego de regreso hacia mí. —¿Qué clase de maldita stripper eres tú, perra? ¿Ni siquiera te quitas la camisa por un baile? Mierda. No es como si te hubiera pedido que me lo chuparas o alguna mierda. Vengo a un bar de striptease esperando ver algunos pechos. ¿Vas a rechazar cuatro mil dólares para hacer lo que haces de todos modos? Perra estúpida. Asciende tambaleándose a sus pies mientras apura su cerveza. Busca a tientas el fajo de dinero, entonces maldice en voz baja y lo tira sobre la mesa. —Joder, joder, y jódete. —Se tambalea hacia la puerta, con Hank detrás de él. Se detiene, vacilante, se da vuelta y mira hacia mí, y algo en su mirada me da miedo. Hank le da un pequeño empujón hacia la puerta, y luego se había ido.

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Recojo el dinero de la mesa, lo cuento y hay tres mil novecientos en billetes de cien y de cincuenta. Echo un vistazo a Candy, Mónica, e Iris, que cuentan sus propias ganancias en el bar, mientras que beben margaritas. Candy está todavía desnuda excepto por su tanga, sus enormes pechos rebosan con brillo de algún tipo. Mónica e Iris están en batas abiertas hasta sus ombligos. Yo soy la única de las chicas que trabaja en el club que se queda vestida... excepto cuando estoy bailando en el escenario. No es que la camisa cuente como vestida, necesariamente, ya que mis pechos están al descubierto, básicamente. Las tres mujeres fingen no verme. Candy está trabajando para mantener un techo sobre su cabeza y de su hijo adolescente, Mónica tiene un hijo autista con necesidades médicas especiales, e Iris es como yo, trabajando su camino a través de la escuela. Todas ellas están tan desesperadas por dinero en efectivo como yo. Cuento el dinero, añadiendo cientos de mis propinas, dividiéndolas uniformemente en cuatro partes, luego, deposito las pilas de miles de dólares frente a cada una de las otras chicas. —Realmente no hice nada para ganar esto —digo—. Es justo que lo reparta. Candy me lanza una mirada de agradecimiento. —No tenías que hacer eso, cariño. Era tu mesa. Me encojo de hombros. —Está bien. En realidad él no quería dejarlo, estaba demasiado ido para regresarlo en su bolsillo. Las chicas se ríen, aunque hemos visto a todos los hombres irse demasiado borrachos como para siquiera saber su nombre. Generalmente, sin embargo, no dejan miles de dólares por ahí. Todas las chicas me abrazan como agradecimiento, terminan sus bebidas, y cuentan sus propinas. Me siento en la barra, pero Brad me trae una Sprite, él sabe que no bebo. Con el gran extra, he sacado más de mil quinientos esta noche, lo que significa que tendré lo suficiente para pagar la universidad y todavía comprar el nuevo par de zapatos de tacón que he estado necesitando para la pasantía. Tim se había ido alrededor de la medianoche, dejando a Brad y Hank cerrar. Las chicas

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salen antes que yo, así que el Explorer de Brad, el F-350 de Hank, y mi Rover prestado son los únicos autos en el aparcamiento. Me vestí con pantalones de yoga, sandalias, y una camiseta de color rosa suelta que se desliza alrededor de un hombro. Estoy agradecida de tener un sostén de nuevo, pasar tantas horas sin uno se siente incómodo, dado el tamaño y el peso de mis pechos. Hank sale conmigo porque me estacioné cerca de la parte posterior del lote. Se dio cuenta al otro lado que había olvidado las llaves y regresó. El estacionamiento está vacío y estoy a sólo veinte metros de donde he aparcado, así que no espero. Una farola ilumina con un naranja enfermizo el borde del lote, echando sombras largas y profundas. He hecho esto docenas de veces, pero por alguna razón, mi piel se eriza. Me detengo en el centro, pensando en regresar y esperar a Hank a acompañarme hasta mi auto, pero está justo ahí. Hago clic en el botón, desbloqueo, en la tecla del mando del Rover y las luces parpadean y se encienden. Mientras me acerco, el pelo en la parte de atrás de mi cuello se levanta. Mi corazón está pronto martilleando. Entro en las sombras, apretando las llaves hasta que mis nudillos se vuelven blancos. Me digo que no hay nada que temer. Entonces, cuando llego a la manija de la puerta del auto, me doy cuenta de que hay algo que temer. Una mano fría y húmeda se cierra en mi muñeca y me sacude hacia atrás en un pecho masculino duro. Aliento caliente en mi oído huele a cerveza. Crueles dedos se clavan en mis costillas, moviéndose hacia arriba, agarran mi pecho izquierdo lo suficiente para robarme el aliento. —Ahora... ahora los mostraras. —Su voz es un murmullo de maldad en mi oído. Él agarra el cuello de mi camisa donde se cierne sobre mi hombro y tira de ella hacia abajo, casi con suavidad al principio, luego con una fuerza cada vez mayor hasta que comienza a bajarla y tirar de mi cuello. Deja ir mi muñeca para poner una mano sobre mi boca. Su otra mano vaga por el frente de mi camisa. Sus dedos se clavan en mi pecho, pellizcando y amasando. Lloriqueo, y luego encuentro mi voluntad. Levanto el pie y golpeo su empeine. No me suelta, pero salta en un pie, maldiciendo. No tengo tiempo para darle una patada de nuevo antes de que su mano salga de mi boca y se enrede alrededor de mi garganta con una fuerza brutal.

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Mi suministro de aire se corta, y no puedo gritar. Él me empuja hacia adelante contra la puerta fría del auto, su mano alrededor de mi garganta. Su otra mano tira de mis pantalones de yoga, empujando hacia abajo de un lado y luego del otro. Mi ropa interior se va con ellos. Pataleo y me revuelco, pero estoy de espaldas y no puedo respirar. Su apretón en mi garganta se intensifica. Oigo el zzzzzrrrhhriiip de la cremallera bajando, y luego algo duro pero suave y cálido empuja contra mi muslo. No puedo tomar aire. Mi visión es borrosa. Lo siento tocar mi pierna. Trato de gritar, y me revuelco, aún más fuerte, el pánico brota de mí. Su apretón en mi garganta implacable. Estoy viendo manchas oscuras, bailando ante mis ojos. —Quieres esto —susurra en mi nauseabundo—. Sé que lo quieres.

oído,

su

aliento

caliente

y

Un pensamiento lúcido me golpea: Estoy siendo violada. Otro pensamiento: Voy a morir. Sus manos rasgan mi camisa, y se ha ido. Arranca mi sujetador, liberando mis pechos. Está agarrando mis pechos, aplastándolos y la cosa dura y gruesa en mi piel punza y empuja, y estoy tratando de gritar, tratando de luchar, pero estoy mareada y no puedo respirar. Mis pantalones están alrededor de mis rodillas, y un par de muslos entre los míos, forzando mis rodillas a separarse. No. No. No. No puedo evitar que suceda. Y luego se ha ido, simplemente desapareció de repente, y estoy fuera de balance, aspirando el dulce aire fresco, dando tras pies. Me caigo, tropezando con mis pantalones enredados. Me golpeo la cabeza contra la puerta del coche con tanta fuerza que veo estrellas. Oigo sonidos detrás de mí. Latidos. Golpes, gemidos. Gruñidos de dolor. Carne contra carne. No puedo más que retorcerme en agonía y tratar de respirar, viendo estrellas, mi cabeza palpita.

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Una voz por encima de mí—: Mierda. ¡Mierda! ¿Grey? —Es Dawson. Ni siquiera puedo gemir. Estoy sin aliento, mi garganta en carne viva y palpitante. Toso, succiono oxígeno. Siento las suaves manos de Dawson tocándome. Él tira de mis pantalones, subiéndolos. A pesar de que es él, me encojo lejos de su toque. —Ssshh. Está bien. Soy yo. Soy Dawson. Estoy aquí. Estás bien. —Pone una mano debajo de la parte baja de mi espalda y me levanta un poco del suelo, tirando de mis pantalones en su lugar—. Te tengo. Voy a ponerte mi camisa, ¿de acuerdo? Hace algo, y los restos de mi sostén, que me doy cuenta se rompió de alguna manera, se apartan. Sollozo más, una temblorosa respiración contenida, y la palma de Dawson recorre mi mejilla, limpiando las lágrimas que me doy cuenta estoy derramando. —Está bien, Grey. Estás bien. Mi cabeza palpita, y hay algo húmedo y pegajoso en la parte posterior. —Mi cabeza... —me quejo—. Creo que estoy... sangrado. Dawson maldice, oigo crujir tela, y luego algo suave que huele a Dawson se posa encima de mi cabeza. Toma mi mano y guía suavemente mi brazo por el agujero, como si fuera un niño, hace lo mismo con el otro lado. Estoy vestida, ahora, cubierta, y alivia el terror golpeando en mis entrañas. Dawson me salvó. Sollozo entonces, y la mano de Dawson toca mi frente, quitando mis lágrimas. Dedos se curvan tiernamente debajo de mi cuello y me ayudan a sentarme, y oigo un “mierda” susurrado por Dawson cuando ve la sangre. Lo veo agarrar el trozo rasgado de mi camiseta rosa y presionarla a la parte posterior de mi cabeza, y luego el brazo va por debajo de mis piernas y me levanta fácilmente. La puerta de su Mustang está abierta, el motor en marcha con un rugido animal ruidoso. Me pone en el asiento del copiloto, se inclina sobre mí para apagar la radio, que está tocando heavy metal que he llegado a asociar con Dawson. Estoy mareada, veo doble, y estoy cansada. Miro hacia el estacionamiento, y veo un bulto en el asfalto, pantalones oscuros y una camisa blanca manchada de rojo. Un grupo

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de líquidos oscuros alrededor de un extremo de la forma. Es él, el violador. No se mueve. Dawson tiene su teléfono en su oreja y está murmurando en él. —...Pedazo de mierda... sí, está bastante jodido.... No sé, ¿tal vez? Sólo encárgate, ¿de acuerdo? Lo tengo. Adiós. Mete el teléfono en su bolsillo y vuelve al Mustang, doblando su cuerpo alto en el asiento del conductor. La mirada en su rostro me asusta. Se ha perdido en una furia asesina, tiene las pupilas dilatadas, la mandíbula apretada y sus dientes rechinan, todo ángulos e ira. Sus ojos capturan los míos y se suavizan. Mira por la ventana, alcanza a ver a mi agresor, y mueve la palanca de cambios en reversa, las armas del motor, y gira en círculos hacia atrás. Otra sacudida violenta de la palanca de cambios, y estamos dirigiéndonos de la playa de estacionamiento a la calle desierta. Me pregunto si soy la razón de su enojo. Tenía que salvarme a las tres de la mañana, cuando lo rechacé. Está conduciendo con loca precisión, llegando a más de noventa y cien kilómetros por hora en los tramos rectos de carretera, pasando las luces rojas y tomando grandes giros, desviándose, chillando haciendo arcos. Las luces rojas y azules destellan detrás de nosotros, pero Dawson las ignora. Se mueve a través de una serie vertiginosa de izquierdas y derechas en una subdivisión al azar, rechina al detenerse, y retrocede repentinamente en un estrecho callejón, apagando sus luces delanteras. El auto de policía pasa volando, la sirena aullando. Sólo puedo apretar el reposabrazos con los nudillos blancos y tratar de respirar. Dawson sigue hirviendo, inhalando largos suspiros profundos, como si estuviera tratando de contenerse y apenas tuviera éxito. —Dawson, lo siento. —No puedo mirarlo—. Me puedes llevar a casa ahora. Estoy bien. —Presiono la camisa en la parte posterior de mi cabeza, y la presión duele, pero cuando retiro el algodón, está ligeramente manchado con sangre. Pulso de nuevo, y sale limpio. Me mira en una total confusión. —¿Cómo? ¿Qué? —Él me mira fijamente durante un largo momento antes comprender—. Oh, Jesús. ¿Crees que estoy enojado contigo?

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Me encojo de hombros. —Supongo. Quiero decir... no lo sé. Me estás asustando, sin embargo. Se acerca y coloca su mano sobre mi rodilla. —Cariño, estoy enojado por ti, no contigo. —Yo no... No lo entiendo. Frunce el ceño, y luego suspira. —Te voy a llevar a casa. Mi casa. Hablaremos allí. —Pero... estoy bien. Prefiero ir a mi dormitorio. —Es una lástima. Saca el Mustang por el callejón hacia la calle principal, y de ahí a la carretera. Una vez que estamos en la autopista, pone el auto en movimiento, acelerando constante, pero uniformemente hasta que la aguja está al tope. Ir a un centenar o más en un Bugatti es como estar en un jet, la sensación de velocidad es contenida y humedecida por los choques de autos y cualquier otra cosa. Ir a ciento veinte en un clásico de 1960 es aterrador. Sientes cada pedacito de la velocidad. Te sientes más cerca de la carretera, como si estuvieras atado a un cohete que podría tambalearse fuera de curso en cualquier momento. —¿Puedes desacelerar un poco, por favor? —pregunto. Me lanza un segundo vistazo, tal vez al ver que mis manos se aferran desesperadamente a los apoyabrazos y el salpicadero, lo siento desacelerar inmediatamente. —Lo siento. Puedo sentir las preguntas en él. Tengo muchas propias. Quiero mi cama. Quiero el entorno familiar de mi dormitorio. No es mucho, pero es todo lo que tengo. Sin embargo, no me está llevando allí. Estamos acercándonos a la verja y Dawson le hace señas al guardia uniformado de mediana edad en la caseta de vigilancia, y después estamos debajo del arco y frenando suavemente hasta detenernos en frente de la puerta. Apenas tengo tiempo para registrar que nos hemos parado antes de que el coche se apague y Dawson esté a mi lado desabrochando el cinturón y sacándome del coche. Debería protestar, pero estoy mareada, y mi

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cuello no soporta mi cabeza. Estoy muy cansada. Apoyo la cabeza en su hombro y dejo que mis ojos se cierren. Dawson me mira, y su voz me despierta. —Grey, no. Tienes que estar despierta para mí, ¿de acuerdo? Es posible que tengas una conmoción. No puedes dormir aún, ¿de acuerdo? —me deja brevemente en el suelo, me balanceo en su contra mientras abre la puerta principal y la empuja para abrirla, entonces me levanta de nuevo a través de la entrada y le da una patada a la puerta para cerrarla. Nunca llegué más allá del pasillo con el aseo la última vez que estuve aquí. Sus pasos resuenan en el mármol del vestíbulo, y veo a través de mis parpados entreabiertos que estamos pasando por una cocina americana y por una enorme, pero confortable, sala de estar. Él me deja suavemente en un sofá de cuero oscuro. No puedo dejar de mirarlo mientras se cierne sobre mí. Su mandíbula está cubierta por un poco de barba oscura, haciéndolo lucir un poco más viejo y un poco más duro. Me doy cuenta de que tiene puntos de costra carmesí en la frente y los pómulos, y en su camisa. Sin pensar rasco la sangre de su mejilla con mi pulgar. Dawson se aparta, frotando su cara y mirándose la mano, a las motas de sangre seca. —Mierda. Tengo su sangre sobre mí. —Está él… Dawson me interrumpe. —Él no es de tu incumbencia. Va a la cocina y vuelve con una botella de peróxido, un rollo de papel de cocina, y una bolsa de hielo. Examina mi cabeza con algo parecido a la ternura profesional, limpiando el corte con un poco de papel humedecido con peróxido. Me estremezco por el dolor, pero sólo dura un momento. —¿Qué va a hacer Greg con él? Dawson se encoge de hombros.

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—Esa no es una pregunta de la que quieras saber la respuesta. Contraté a Greg porque él me asusta como la mierda. Solía ser el presidente de una banda de motociclistas que hace que Los Ángeles del Infierno12 parezcan un montón de coños bebiendo té. Excepto que Greg también tiene un título en negocios de la universidad de Brown. Así que es mejor no molestarlo. Tengo que preguntar. —¿Crees que está muerto? ¿El hombre que intentó… que me atacó? —¿Te importa? Me encojo de hombros. —No lo sé. Yo sólo… —Escucha, nena. Trató de violarte. Te habría matado. Casi lo hizo, y tienes moretones en el cuello para demostrarlo. No pienses en ese pedazo de mierda, ¿de acuerdo? Se ha ido, y nunca te hará daño a ti o a alguien nunca más. Eso es todo lo que importa. Su sangre está en mí, y en Greg. No en ti. —Pero no puedes simplemente… —Grey. —Dawson se sienta a mi lado, y quiero acurrucarme contra él. Dejar que me abrace. Me quedo quieta y trato de mantener mis sentimientos turbulentos bajo control—. Deja de preocuparte por ese maldito montón de escoria. ¿De acuerdo? ¿Por favor? No merece tu lastima. Sí está muerto es demasiado bueno para él. Merece sufrir. —La vehemencia en su voz y en sus ojos me hace temblar. Aparto la mirada y me concentro en respirar, dentro y fuera. Dawson es una enorme, caliente, y confusa presencia a mi lado, y estoy llena de recuerdos sensoriales de sus brazos a mi alrededor y sus labios sobre mi…y entonces la memoria cambia abruptamente, y siento otra vez la mano tapándome la boca y oigo el sonido de su voz, y me dan arcadas. Dawson me tira en su regazo mientras me pongo a temblar y llorar, sus brazos me rodean. Me tenso al principio, segura de que el 12Los

Ángeles del Infierno: Es un club de motociclistas, en el que sus miembros suelen conducir motos Harley-Davidson. Son considerados un sindicato de crímenes organizados por el Departamento Defensa de los Estados Unidos.

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sentimiento de brazos masculinos sujetándome activará el horror de nuevo, pero no lo hace. Me siento segura con Dawson. Él me protegió. —Está bien, Grey. Ahora estás a salvo. —Su boca está al lado de mi oído, susurrando. Entonces, algo extraño sucede: Dawson presiona un suave beso en mi sien. Es... tierno. Es un beso diseñado para calmar, consolar. No es para encender el deseo o la pasión. Eso me confunde, y eso me hace sentir… amada. Cuidada. Y eso es algo que no puedo manejar. Mi instinto es huir, pero no puedo moverme. Simplemente no puedo abandonar el capullo protector del abrazo de Dawson, y no quiero hacerlo. Mi confusión y miedo no son lo suficientemente fuertes como para empujarme fuera de sus brazos. Es un mal sueño, una pesadilla, y se está desvaneciendo rápidamente. Dejo de llorar después de un tiempo, y me permito estar segura en los brazos de Dawson. Su boca roza mi sien de nuevo, y luego la curva de mi oreja. Él pone una manta sobre mí, y sus manos suben y bajan por mis brazos y a través de mi espalda y hombros, manteniéndome tranquila y calmada. Bostezo, y Dawson se coloca debajo de mí, sus brazos por debajo de mis rodillas y hombros y se levanta conmigo. Estoy medio dormida y emocionalmente, mentalmente, y físicamente agotada. La suave camisa de algodón de Dawson huele a él. Es cálido, y sus músculos se mueven bajo mis manos mientras me aferro a él, como piedras cubiertas por seda. Dejo que mi cabeza se apoye en su pecho y absorbo la sensación de comodidad, de ser atendida. Es muy poco familiar. Desde que mamá murió, me he sentido sola. Sin amor, inadvertida. Me lleva por las escaleras, por un largo pasillo y tres escaleras más, a través de un par de puertas francesas abiertas y dentro de un cavernoso dormitorio principal. La cama es el único mueble, además de un televisor enorme de pantalla plana en la pared de enfrente y un par de mesillas a ambos lados de la cama. Me lleva allí, se inclina, y me deja. Mi corazón se detiene, y mi respiración se atasca en mi garganta. Me tenso completamente.

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Y ahora aquí está Dawson, este dios, este icono del cine, este hombre “todo demasiado real”, y me está prestando atención. Como si significara algo para él. Como si quisiera algo de mí que no se cómo darle. Honestamente, no sé ni qué es lo que quiere. Bueno, eso no es cierto. Lo sé. Él quiere sexo. Se eso. Lo veo y lo siento. Está en la forma en que me toca, en la forma en la que me besa. Lo sé, porque eso es lo que los hombres quieren de mí. Es lo que él quiere de mí. Y no sé cómo dárselo. Pero tengo la sensación de que también puede ser que desee algo más de mí. Algo más. Pero ese no es su estilo. Nada de lo que he oído de él dice que quiera algo más con las mujeres con las que se involucra aparte de sexo. Todo esto pasa por mi mente mientras quita la montaña de cojines bien colocados de la cama y los tira de dos en dos al suelo. Después coge las sabanas y las desliza hacia abajo hasta que chocan contra mi cuerpo. —Deslízate debajo —dice. Meto mis piernas debajo de las sabanas y me tumbo contra las almohadas, mirando como un halcón a Dawson. ¿Es aquí donde ocurre? ¿Ahora? ¿En su habitación? Mi corazón late con fuerza, pero todavía estoy apenas respirando. Mis dedos se agarran al borde de la sabana. Dawson se mueve por la habitación hacia un par de puertas francesas cerradas, las cuales abre para revelar un armario más grande que dos de las habitaciones de la USC juntas. Hay una isla en el centro con una encimera de mármol, y un área para sentarse con una silla de cuero oscuro. Dawson se quita la camisa y la lanza a una cesta cercana, y después sus pantalones cortos. Está únicamente en un par de ajustados calzoncillos negros. Mi garganta se cierra, y mis dedos se contraen en puños al verlo. Él es…nada menos que glorioso. Los músculos de su espalda están claramente definidos, ondulándose cuando se mueve. Sus hombros son como losas de granito, y sus brazos gruesos y protuberantes por el músculo. Simplemente no puedo quitar mis ojos de él cuando abre un cajón, saca un par de pantalones cortos de gimnasia, y se vuelve hacia mí mientras mete un pie y luego el otro. Tira de los pantalones hacia arriba, pero no antes de que vea su parte delantera. O el bulto en su ropa interior. Mis ojos se dirigen allí, casi instintivamente.

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Me sonrojo y miro hacia otro lado rápidamente, pero él me vio mirando. La esquina de su boca se inclina y surge el principio de una sonrisa, aunque se va rápidamente. Se mueve hacia mí, y me tenso una vez más, mirando el campo elevado de sus abdominales y su estrecha cintura, el corte hacia el interior del músculo donde sus caderas guían hacia el interior de su ingle. Tengo la boca seca mientras se acerca. No estoy respirando, no me muevo, no pienso. Estoy totalmente en pánico. Él lo ve en mi cara, y levanta las manos. —Relájate, Grey. —Su voz es un murmullo suave y bajo—. Tienes que dormir. Sólo voy a abrazarte. Sí prefieres que no lo haga, puedo dormir en una de las habitaciones vacías. Solo va a abrazarme. Nunca he dormido en una cama con un hombre. Nunca, en toda mi vida. Mi padre solía hacerlo cuando era pequeña, pero eso paró cuando tenía alrededor de nueve o diez. No sé qué decir, qué pensar, ni siquiera lo que quiero. Estoy asustada, cansada, y nerviosa. —No quiero estar sola —murmuro. Es lo único cierto que sé ahora. Se desliza con cuidado en la cama junto a mí, entonces maldice cuando se da cuenta de que la luz está encendida. Se levanta y la apaga, y la habitación está repentinamente envuelta en sombras. Una pequeña rendija de luz entra desde la puerta, pero todo lo demás es completamente negro. No le tengo miedo a la oscuridad. Tengo miedo de mi confuso lio de emociones hacia este hombre. La cama se hunde y siento el calor de su cercanía. Lo oigo respirar. Su mano toca la mía, y nuestros dedos se enredan. —¿Estás bien? —pregunta—. ¿De verdad? No respondo de inmediato. Es una pregunta seria. —No lo sé. No sé cómo sentirme. Fue… aterrador, y repentino. Él estaba en el club. Fue el último cliente allí, y preguntó por mí. Estaba… demasiado borracho. Quizás drogado. No lo sé. Fue espeluznante. Quería un baile, y se puso como loco cuando no me quite la camisa. Yo… no suelo hacer eso, lo sabes. Si estoy en el suelo, llevo la camisa. Solo me la quito cuando hago bailes en el escenario. Es básicamente

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nada, esa camisa, así que eso hace que los clientes actúen locamente. De cualquier modo, ellos pueden ver, pero no totalmente, y eso es diferente. No estoy segura de por qué le estoy diciendo esto, pero las palabras están saliendo, y no puedo detenerlas. —No puedo hacerlo, estando totalmente en topless durante toda la noche. Lo odio suficientemente como es, pero… ¿el turno entero? Ugh. No puedo. Simplemente no puedo. A los clientes les gusta el misterio, así que Timothy me deja llevarla. Es mi cosa, y yo cumplo. Sólo me quito la ropa en el escenario o en las salas VIP. No es que eso haga que me sienta mejor siendo una stripper, pero… ayuda, supongo. No poder verle hace las cosas más fáciles, que no pueda ver lo difícil que es para mí hablar de ello, aunque estoy segura de que puede oírlo en mi voz. —¿Así que lo odias? ¿Ser una stripper? —Dios, si. Demasiado. Cada… cada vez que lo hago, lo odio. —Me estremezco, y sus dedos aprietan los míos—. Yo... yo vomito, después de cada baile en el escenario. —¿Vomitaste después de me marchara, esa primera vez que nos conocimos? Niego, después me doy cuenta de que no puede ver el gesto. —No. Tú… eso fue diferente de alguna manera. No sé por qué. Él no dice nada durante un largo tiempo. —¿Así que se volvió loco porque no te quitaste la ropa para él, y después se fue y te esperó afuera? —Supongo que sí. Hank le obligó a marcharse cuando se enfadó demasiado. Pensé que se había ido. Fui a mi coche… tu coche, quiero decir. —Me estremezco de nuevo, recordando—. Debí… debí haber escuchado a mi instinto. Tuve un mal presentimiento, pero lo ignoré. No quería parecer tonta. —Escucha a tu instinto —dice Dawson—. Escucha siempre esos sentimientos.

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Un incomodo silencio lo sigue. No quiero seguir hablando de lo sucedido, simplemente quiero olvidarlo. —¿Por qué estabas allí? —pregunto—. Quiero decir, ¿cómo hiciste para estar allí, justo en ese momento? Una vez más, Dawson hace una pausa antes de responder. —Quería hablar contigo. Pensé que podía encontrarte después de tu turno. —¿De qué querías hablar? Me doy cuenta, quizás tardíamente, que la pausa antes de contestar es algo que Dawson hace. Piensa antes de responder, pone juntos sus pensamientos y la forma en los que los va a decir. —Me confundes. Esto no es lo que esperaba que dijera. —¿Yo… qué? ¿Qué quieres decir con que te confundo? —Eres una contradicción, Grey. No puedo entenderte. Rueda hacia mí, y mis ojos se han adaptado suficientemente a la oscuridad por lo que puedo distinguir sus características y las sugerencias brillantes en sus ojos. Sus dedos trazan mi mano, mi muñeca, sus caricias son gentiles y de exploración lenta. Apenas noto como su tacto se desliza con cuidado por mi brazo, o cuando se desplaza más cerca con cada aliento. —No soy tan difícil de entender —susurro. Él se ríe. —Para ti, tal vez. Tú eres tú. Tú sabes todo acerca de ti. Pero para mí, eres una contradicción. Me haces un lio. Está rozando mi bíceps superior, y ahora mi hombro sobre la camiseta, frotando mi espalda. Me gusta esto. Demasiado. No podría detenerlo si lo intentara. —Pareces... inocente de alguna manera. Mencionaste crecer protegida, pero te cerraste cuando te pregunté al respecto. Desprendes sensualidad sin esfuerzo, pero es… no sé, no es sexual, de alguna manera. De algún modo, debería serlo, teniendo en cuenta lo

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que haces, pero no lo es. Es sensual, esta extraña mezcla de inocencia y belleza natural. Es que… no lo estoy explicando bien. Pero luego, eres una stripper, y lo odias. Puedo verlo. Ese sucio club no es tu lugar. Y… tu y yo. Esa es la parte más confusa. No sé cómo manejarte. Te deseo, eso no es un secreto a estas alturas, o eso pienso. Te deseo tanto que puedo saborearlo. Puedo probar tu piel. Te he visto, y he tenido esas pequeñas oportunidades para tocarte. Pero… lo quiero todo de ti. Sin embargo, cada vez que nos acercamos a que pase algo, te cierras. Su mano está masajeando los músculos de mi espalda, alrededor de mi columna vertebral, hasta mi cintura. Mi corazón empieza a latir con fuerza mientras su toque va bajando por la parte baja. —Eres un misterio —dice, acercando su cuerpo al mío. Puedo olerlo. Puedo sentir su aliento en mí, íntimo—. Creo que me deseas, pero no puedo decirlo con seguridad. Y si me deseas, tengo la sensación de que no quieres desearme. Y, no es por sonar arrogante o algo de eso, pero probablemente hay millones de mujeres a las que les encantaría tener incluso cinco minutos conmigo, y tú siempre te apartas. No sé lo que quieres, y no sé cómo averiguar qué es lo que quieres, porque estas cerrada, sensible y no contestas a mis preguntas. —Dice todo esto con cuidado, como si yo pudiese ofenderme. Y honestamente, es difícil no hacerlo. —No intento ser difícil, es solo… —Dime una cosa que sea verdad. —Te deseo, y tienes razón en que no quiero desearte. Me asustas. —¿Por qué? —Porque tú eres… demasiado. Eres Dawson Kellor. Eres… eres Cain Riley. Eres el hombre al que desean todas las mujeres de América. Eres el hombre que desean ser todos los hombres de este país. —Estoy demasiado agradecida por la oscuridad. Puedo decir la verdad en la oscuridad—. Te deseo, y eso me asusta, porque no sé qué hacer con eso. Cómo manejarlo. No sé cómo estar a tu alrededor. —Simplemente se tu misma. —No es tan fácil. No se… no sé quién soy. No sé lo que soy. —Mi voz se atrapa, y me cuesta tragar. He llorado demasiado, y no lo haré de nuevo. Me niego.

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Dawson no contesta, pero esto no es una pausa, esto es el silencio de un hombre que sabe que nada de lo que diga lo hará mejor, por lo que no dice nada. Es perfecto. Después de un largo momento, se pega a mí y murmura—: Déjame abrazarte. Sigo totalmente tensa. —¿Abrazarme? —Sí. Sólo abrazarte. Sin presión. Eso no va a ninguna parte. Sólo pasa este momento conmigo. —Está bien… —No sé lo que quiere decir. Nunca he sido abrazada, excepto cuando él me consolaba por llorar. Lo cual, al parecer, es la mayor parte de nuestra relación hasta el momento. Lo siento sonreír, de alguna manera siento como mi indecisión le divierte. Desliza su brazo debajo de mí, me acerca, y ahora estoy acunada contra su desnudo y cálido pecho. Mi cabeza está apoyada en el hueco donde el brazo se convierte en pecho, y puedo escuchar vagamente los latidos de su corazón, y su mano está pasando por mis hombros y hacia abajo, donde su enorme camiseta se ha arrugado y deja al descubierto piel en mi espalda. Estoy presionada contra toda la longitud de su cuerpo. Me encuentro trazando los surcos entre sus abdominales con el dedo, y solo estoy respirando. No pienso, no intento no llorar, no me preocupo por las facturas, no hago deberes, no me quito la ropa. Yo sólo estoy… aquí. Esto es el cielo. Mis ojos pican y mi pecho se contrae, pero puedo respirar. —Esto está bien, ¿no? —murmura en mi pelo. Asiento. No puedo hacer que salgan las palabras, por lo que no lo intento. Estoy abrumada por la paz que siento. Él me abraza, y no trata de besarme o tocarme. El sueño me lleva, y es el mejor he tenido desde que mi madre murió.

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Capítulo 11 Traducido por Gerde Corregido por liss-rose

E

l olor del café me despierta. La luz del sol es brillante en mis párpados cerrados, y estoy caliente. En paz. Adoro dormitar en la comodidad. No hay que preocuparse. No soy nadie, sólo una mancha conteniendo calor, flotando en la nada. Suspendida en el tiempo donde nada importa. Y luego más ráfagas de café llegan a mí, y derivo para despertar. Por fin abro los ojos y veo el espacio en blanco de la habitación de Dawson, la pantalla negra de un billón de pulgadas, una puerta corrediza de vidrio larga con las persianas abiertas que dejan entrar un día gloriosamente brillante y una impresionante vista de Los Ángeles. Y luego la vista más gloriosa de todas: Dawson en nada más que un par de pantalones cortos. Sus piernas se curten con una cicatriz en diagonal a través de la pantorrilla izquierda, una línea arrugada de piel más clara. La cicatriz le humaniza de alguna manera. No está pulido, como una piedra perfecta. Dios, tengo una visión de su cuerpo la noche anterior, pero ahora se está moviendo con gracia felina a través de su dormitorio con una gran taza de café en la mano, y ondulando su cuerpo con cada movimiento. Hay una ligera capa de vello negro en el pecho, y una parte más gruesa que va desde el ombligo hasta debajo de sus pantalones cortos. La visión de su cuerpo casi desnudo, envía escalofríos corriendo a través de mí, envía temblorosas lanzas de fuego en mi vientre. Me hace sentir... caliente, en el interior. Hace que me sienta totalmente femenina. Dawson se sienta en la cama cerca de mi rodilla y sonríe. Él tiene una charola en la otra mano, un bagel tostado con una generosa

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cantidad de queso crema. Me incorporo, y mi estómago ruge cuando huelo el bagel. Me trajo el desayuno. En la cama. Y lo ha hecho sin camisa. Todas las mujeres de América debían estar celosas de mí. Arranco la mitad del panecillo e inhalo, doy tragos de café. Me quemo la lengua, pero no se siente. Quemo mi lengua en mi café cada día. Dawson está mirando con una expresión un poco aturdida y desconcertada. —¿Estás apresurada? Dejo el panecillo abajo lentamente, limpio la esquina de mi labio con el pulgar, y luego lamo el queso crema de este. Me encuentro con Dawson mirando mi boca, y me sonrojo. —No —le digo, luchando contra la vergüenza—. Yo sólo... siempre he comido así, supongo. Especialmente en la mañana. —Es lindo. Actúas como si el bagel fuera a huir de ti —Se ríe de mí aumentando mi vergüenza—. No reduzcas la velocidad por mí. Sólo relájate. —¿Relajarme? —Es un concepto extraño. —Sí —Me quita la taza y bebe un poco de café, luego me lo devuelve—. Sólo... tranquila. Tomate el día y pásalo conmigo. Hagamos lo que sea. Simplemente pasar el rato Estoy desorientada. —¿Qué día es hoy? —Es sábado. Es un poco más de las once. Nos dormimos de más. Normalmente me levanto a las seis. Suspiro. —¿Las once? —No he dormido así en los últimos siete años—. No pueden ser las once. Tengo un trabajo que terminar antes de trabajar esta noche.

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Sus ojos se oscurecen y se endurecen. Habían sido como una suave avellana silenciada por su buen estado de ánimo y al instante se desplazan hacia la tormenta casi azul a la construcción de la ira. —¿Cuándo es la fecha límite? —Martes. Pero tengo otro para el miércoles, y una prueba el lunes, y trabajo todo el fin de semana, así que tengo que lograr que funcione. Él me empuja la otra mitad del panecillo. —Claro, no. ¡Ya no estás trabajando ahí! —Su voz tiene una nota de mandato que me eriza la piel. —¿Qué? ¿Qué quieres decir, con que he terminado de trabajar ahí? —Estoy hablando con la boca llena de panecillos, trago y dejo de lado el resto—. No me gusta, pero no tengo otra opción. Ese es mi trabajo. Es cómo voy a sobrevivir. Si esto se resuelve, Kaz me va a contratar a tiempo completo, pero no puedo dejarlo hasta entonces. Tengo clases... miércoles, en realidad, además de alojamiento y comida en mi dormitorio y un plan de alimentación. No puedo... no puedo dejarlo. —Sí, se puede. ¿Qué tal si hacemos una condición de las prácticas? Que sea ¿más fácil? —No. Me apresuro fuera de la cama, lejos de él, poniendo la enorme cama King-Size entre nosotros. Soy un lío de emociones, no puedo empezar a resolverlo, no con él allí mismo, viéndome, tranquila, decidida, hermosa, todo lo que un hombre quiere ver. Él me distrae de mi propia ira. —No puedes exigir que renuncié a mi trabajo. No funciona de esa manera. ¿Qué, tendrás que pagar mis cuentas hasta el final de las prácticas, y luego qué?, ¿Qué pasa si las cosas en Fourth Dimensión no funcionan?, ¿Se supone que sea justo que dependa de ti? No lo creo, Dawson. No. —¿No quieres salir de ahí? —Él está totalmente en calma. —Sí. Más de lo que podrías posiblemente comprender. Pero no puedo. Salir. No puedo. —Claro que puedes. Puedes tomar la decisión de confiar en mí. Que alguien te ayude.

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—No soy un caso de caridad. Puedo cuidar de mí misma. Se pone de pie y camina lejos. Incluso su espalda es sexy, seductora e hipnótica. —Ya lo sé, Grey. Maldita sea. Sólo estoy tratando de… —¿Para qué?, ¿Atarme a ti? Hazme entonces solo una de tus calientes llamadas. Se gira, y antes de que yo pueda parpadear, él está al otro lado de la habitación, alrededor de la cama, clavándome en la pared con su cuerpo. Sus ojos son de color azul, enojado, caliente. Su cuerpo es duro y enorme y está respirando pesadamente, y sus manos están en mis brazos y su boca está a pulgadas de distancia. —Estoy tratando de ser amable —Él susurra las palabras. —Se llama generosidad. Odias lo que haces, y odio que tengas que hacerlo. Puedo llevarme tus problemas, Grey. Sólo tienes que dejarme. —No puedo. Tengo que apartar la mirada de él. No puedo soportar la idea de mirarlo a los ojos, no puede tener tanta intensidad. Miro su boca, sus labios, la punta rosada de su lengua recorriendo su labio inferior, y sé cómo se sienten esos labios, su sabor, y yo... yo quiero eso de nuevo. Estoy revolcándome en medio de un lio de emociones, no puedo evitar el deseo confuso que siento por él. —Puedes. Simplemente no lo harás. Hay una gran diferencia, nena. —No... No me llames… nena —digo—. No soy tu chica. —Podrías serlo. —Deja caer esta bomba con calma. —Yo... ¿qué? —Mis ojos van directo a los suyos, estoy aturdida. —Dije: “podrías serlo”. —¿Qué significa eso? —Me gustaría tener la fortaleza para alejarme de él, de su abrazo, lejos de su toque. No lo hago. Mira hacia mí, en mí. —¿Tengo que explicarlo?

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—Sí. —Se mía. Quédate conmigo. —Está susurrando. Sus manos, firmes como una roca, pero sus ojos van de ida y vuelta, la única señal de nervios. —Tener relaciones sexuales contigo, quieres decir, un rollo de una noche. Él gruñe. —No. Diablos. No, Grey. Quiero decir, sí, quiero estar contigo. Pero... en todos los sentidos. Contigo. Él pasa las manos por mis brazos, la cintura, a mis caderas, y me levanta. Mis piernas instintivamente van alrededor de su cintura y sus manos en mi espalda, y se abrazan a mí alrededor, así, tan cerca. —Quiero darte un beso cada vez que me dé la gana. Quiero decirte cuando estás haciendo el ridículo. Quiero hacer el amor contigo. Quiero joder contigo. Quiero abrazarte. Quiero ser tuyo. No sé tú, en absoluto, pero quiero todo esto. Es la locura total. Siento como si tuviera que pedir permiso por decir esto. Joder, yo debería tener mi tarjeta de macho revocada por ser todo emocional y femenino y contarte mis sentimientos. Pero... no soy nada si no soy honesto. Así que ahí está. No puedo respirar. No estoy hiperventilando, siento todo lo contrario a ello. Mis pulmones se queman porque estoy literalmente sin respiración. Estoy mirándolo a los ojos y escucho sus palabras, estoy completamente perdida. No puedo creerlo. —Di algo, Grey. Jesús. Acabo de poner mi maldito corazón sobre una cuerda floja por ti, y tú no estás diciendo nada. —Su voz es un susurro ronco. —¿Quieres eso? —Trago—. ¿Conmigo? Pero... No sabes nada sobre mí. No hagas esto, no haces esto. No tienes novias Frunce el ceño. —No, no tengo, he tenido muchas. Son una moneda de diez centavos por docena. Puedo chasquear los dedos y tener seis, una para cada día de la semana y el domingo libre. No quiero eso. He tenido eso. Es aburrido. Te quiero —Sus ojos van a nubarrón gris, oscuro,

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amenazante—. No sé nada de ti. Pero ese es el punto: que quiero saber. Todo lo que puedo hacer es darle un beso. Es necesario, más que respirar. Me besa de nuevo tentativamente, como si no estuviera del todo seguro de qué estoy realmente haciendo. Pero lo hago. Lo estoy besando, porque es la única respuesta que tengo. Mis piernas se contraen alrededor de su cintura, y mi mano traza la parte posterior de su cabeza y tiro de él hacia mí, y estoy más que desesperada. Éste hombre me quiere. Gira en el lugar, y de repente estoy en la cama con Dawson encima de mí. Es tan justo como esto. Es delicioso. Él sabe como café y bagel, y el leve rastro de pasta de dientes. Su lengua se desliza entre mis labios y mis dientes y toca mi lengua. Me estoy aferrando a él para salvar mi vida y lo besó con todo lo que tengo, dejándolo capturar mi boca con la suya, dejando que posea mi lengua. Se aparta con suavidad, y estoy perdida brevemente, en una espiral con la necesidad de tener su beso, y luego con los dientes muerdo su labio inferior. Su mano roza mi pelo, y sus ojos son mil tonos de gris, azul, verde y marrón, indefinible, indescriptible y me miraba como si yo tuviera la respuesta a cada pregunta en su mente. Sus palmas rozan mi nuca, y sus pulgares van sobre mi mandíbula, y luego hacia abajo. Enreda mi camisa hasta bajo mis pechos, dejando al descubierto la mayor parte de mi vientre, me toca la cadera, su mano caliente y fuerte y callosa contra mi piel suave y blanca. Me quita el aliento mientras toca mis costillas. Sus nudillos rozan la parte inferior de mi pecho derecho, y dejo que mis ojos se cierren, pero no toma mi pecho con su mano. Él sólo empuja la camisa un poco, y mira hacia mí. Mis ojos están cerrados, pero siento su mirada. Dejo que me vea. No es como en el escenario, sin embargo, su mirada es tierna. Es demasiado, y tengo que besarlo otra vez, antes de que me pierda completamente en él. Me besa, y luego se aleja y baja la boca para plantar un beso entre mis pechos. Estoy aterrorizada, mi corazón latiendo. Su boca es cálida y húmeda en mi piel, y ahora su lento beso se está moviendo por la pendiente de un seno y mi corazón late violentamente contra mis costillas.

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Seguramente puede sentirlo golpeando, Pero no muestra signos de notar mi terror, él sólo lentamente y con cuidado continúa con sus pequeños besos por todo mi pecho derecho, hasta que mi pezón está latiendo por sus besos. Mi pezón está erecto, duro, casi como si le rogara plantar un beso ahí. Y luego lo hace, y el gemido que estalla de mí es fuerte, entrecortado, y erótico. Siento que me sonrojo al gemir, pero no tengo ni tiempo, ni pensamiento, ni espacio para cualquier otra cosa mientras chupa el pezón duro, aplastándolo. Me quejo de nuevo, jadeando, retorciéndome debajo de él. Nunca, nunca he sentido nada como esto. Es inmenso, como si temblara la tierra. Me agarra la parte posterior de la cabeza mientras libera el pezón con un pop, rozándolo con los dientes. El calor y la acumulación de presión dentro de mí, se centran en mi bajo vientre, en mi interior. Es una presión desesperada, una necesidad volcánica, y no sabía qué hacer. Mientras que su boca está ocupada con mi pezón derecho, la mano izquierda está haciendo cosas similares en mi seno izquierdo, y estoy jadeando y sin aliento, haciendo todo tipo de ruidos embarazosos. Sé, muy dentro de mí, que no debería estar haciendo esto. La mojigata dentro de mí, está lanzando culpa, diciéndome que estoy pecando con este hombre. Hago lo que puedo para hacer caso omiso de esa pequeña voz, esa semilla sobrante de vergüenza. Él mueve su boca a mi pezón izquierdo, y su mano derecha se mueve a mis costillas, por encima de mi vientre, a la cadera, y siento sus dedos deslizarse bajo la cintura de mis pantalones de yoga, y luego se detiene, sus ojos en los míos. Estoy indefensa. No tengo derecho, ni capacidad de resistir sus caricias, sin posibilidad de detener esto. Sé que debería, pero no puedo. Soy tan débil. Tan débil. Él está por encima de mí, besando mi boca, besando mi cuello, ajustando mis pezones entre sus dedos, manteniéndome sin aliento y me inquieto y me retuerzo, y la presión está creciendo dentro de mí, en mi interior. Estoy húmeda allí, lista. Aprieto mis muslos juntos en un vano intento de aliviar la presión, pero no hace nada. Mis pantalones de yoga negros ajustados ruedan hacia abajo lo suficiente para que la parte superior de mi ropa interior se esté

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mostrando, una tira de algodón rojo. Mis ojos se están cerrando y abriendo, fijándome en el rostro de Dawson, sus ojos cuando me mira, su boca mientras succiona el pezón y lo estira, haciéndome gemir y retorcerme y jadear ya que el calor y la presión aumentan a un nivel insoportable. Y luego sus dedos rozan la línea elástica de la ropa interior y se detiene. Estoy completamente a su merced. Sé que no debo dejar que esto suceda, que estoy cruzando alguna línea que no debería pasar, pero no voy a parar. Me está tocando, es mi dueño. Él sabe exactamente lo que necesito, lo que quiero, incluso si no lo hago. Y ahora, oh, Dios. Sus dedos, sólo su medio y anular están cayendo bajo el elástico por el tacto hacia la piel rasurada, suave, y estoy temblando. Quiero esto. Quiero que me toque. Nunca me he tocado a mí misma ahí. Nunca. Era un pecado tácito, vergonzoso y repugnante. Y entonces, como adulta, no tenía motivos ni tiempo. Nunca he conocido el deseo, nunca conocí la necesidad de tocarme a mí misma como él me está tocando. Sus ojos son de color verdoso ahora, un color que nunca había visto en él antes. Me mira cuando mueve sus dedos, oh, tan gradualmente, cuidadoso hacia abajo. Mis muslos están apretados juntos, pero se aflojan para dar la bienvenida a su tacto, como si mi cuerpo quisiera esto, aunque mi mente, corazón y alma están en guerra. Mi cuerpo responde. Su dedo medio está a punto de llegar a la parte superior de la apertura, y luego la punta de su dedo se desliza dentro de mí. Dejo escapar un gemido, un sonido de necesidad y miedo. —Dime que pare —murmura. Sus ojos están sobre mí, y sé que él está leyendo mis emociones. Abro la boca, pero las palabras no salen. Acabo de mirarlo a los ojos, y otra vez mi cuerpo toma mi decisión por mí. Su dedo se hunde más profundo dentro de mí, y ahora una palabra finalmente escapa de mis labios. Su nombre. —Dawson... —Es una súplica susurrada, pero no sé si estoy pidiendo más o pidiendo que se detuviera.

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Estoy temblando. Mis rodillas tiemblan, mis manos tiemblan. Mis labios tiemblan y mis ojos no se pueden enfocar. Siento su dedo entre mis labios, un sentimiento extraño, una sensación de saciedad y entonces él está profundizando. Su mano y el dedo se mueven más profundos aún. Y luego su dedo me toca de una manera determinada, y golpea rápido. Un gemido se arranca de mi garganta como una bala de placer a través de mí. Él me mira, y yo lo veo mirarme. Estoy acostada parcialmente de su lado, y mi camisa arrugada sobre mis pechos, pesados y cayendo a ambos lados de mi cuerpo, mis huesos de la cadera son visibles mientras me arqueo bajo su tacto. No puedo evitar los gemidos, mientras me toca de nuevo, y el calor y la presión dentro de mí se construyen y construyen y construyen en algo insostenible, algo violento y en el filo de la navaja de la detonación. Algo tiene que romperse. —¡Oh, dios, Dawson! —He oído las palabras salir de mi boca, y nunca, nunca soné tan necesitada, tan eróticamente entrecortada y femenina. —Grey... dios, Grey. Eres tan hermosa. Eres perfecta. — Su voz es un murmullo en mi oído. Y entonces su toque se convierte en movimiento, uno suave dando vueltas alrededor de ese punto, y estoy levantando mis caderas al ritmo de sus caricias, me sonrojo, estoy caliente de la misma forma que mi cuerpo, pero no puedo evitarlo. Nunca me he sentido de esta manera, no puedo evitarlo y no quiero, aunque esté mal. Su boca desciende a chupar mi pezón izquierdo y las ráfagas de placer van con ello, se convierte en una serie de pulsaciones de dispersión de las explosiones en mi pecho y mi centro, mi corazón es un tambor tribal salvaje en mi pecho, y mi respiración es todo gemidos y jadeos, y su nombre en voz baja. Sus dedos se mueven rápidamente ahora, y las detonaciones dentro de mí se están construyendo, no sé qué hacer. Voy a perderme en esto, voy a estar perdida en un huracán de sensaciones, pero él no se arrepiente. Muerde mi pezón y me oigo a mí misma hacer un ruido que es casi un grito, y luego sus dedos dentro de mí encuentran ese lugar perfecto y su boca chupa mi otro pezón entre sus labios y se preocupa por ello y ahora me he ido...

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Todo dentro de mí se deshace. Estoy gritando, chillando en realidad. Estoy destrozada, convulsionando, totalmente incapaz de detener la forma en que mis caderas se levantan de la cama, buscando su contacto, necesitando más, y él me da más, mucho más. Me besa en la boca mientras me hago añicos bajo su tacto, y su lengua se encuentra dentro de mi boca y sus labios poseen los míos. Estoy tomando todo de él, arañándolo, mis músculos se aprietan y sueltan. Mi cabeza gira y mi respiración se va errática. Escucho mis propios gemidos de pura sensualidad y desesperación. Retira su mano, su boca se presiona contra mi mejilla, y me sostiene contra él, tiemblo sin control. Cuando soy capaz de hablar, levanto la cabeza para mirarlo a los ojos. —¿Qué... qué me has hecho? Él no se da cuenta que lo digo en serio. —Te di una probada, nena. No protesto por el término. —¿Una probada de qué? —Me pregunto si debería decirle que nunca he hecho nada ni remotamente parecido. Si sus dedos habían ido hasta lo más profundo dentro de mí, si habría sentido la prueba de mi inocencia. —Una probada de nosotros. No sé qué decir. Una parte de mí espera que me pida que haga algo por él, ya que una inexperta como yo, sé un poco cómo funcionan las cosas. Pero no lo hace. Sólo me sostiene hasta que desaparecen los temblores. Es entonces cuando el sentido de la vergüenza y la culpa me superan. Técnicamente, todavía soy virgen, pero le di más de mí de lo que nadie ha tenido jamás. Y todavía no sé lo que es esto o dónde va. Sé lo que dijo, que él me quiere, pero... ¿No ha dicho lo mismo a las demás? Ha habido decenas delante de mí. Decenas de mujeres, y que sabían lo que le dan, la forma de tocarlo, de cómo agradarle, y sabían a qué atenerse. ¿Le susurró las mismas palabras que dijo para mí?

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Sólo sé que una cosa es segura: Quiero más. Lo que acaba de hacer para mí... necesito más. Veo lo que es el gran problema ahora, y eso fue sólo una muestra. Nunca voy a ser capaz de obtener lo suficiente, pero no puedo tener más. No puedo. Porque necesito más de él. Sé que mis sentimientos hacia él se van fuera de control. Sé a dónde están conduciendo. Y no puedo darme el lujo de enamorarme. ¿Cómo puedo dejar que eso suceda? ¿Cómo puedo confiar en él? Cómo puedo entregarme a él cuando sólo lo conozco desde hace unos días, y si me enamoro, ¿entonces qué?, ¿Me mudo con él?, ¿Querrá casarse conmigo? ¿Me quiero casar?, ¿Es cierto?, ¿Es ahí donde va esto? No por él, sin duda. ¿Y qué acerca de sus películas? Tienen sexo en ellas. Lo que significa que tiene relaciones sexuales, con las actrices, en la pantalla que millones de personas ven. Y sin embargo, llegaría a mi casa y yo le daría un beso y ¿lo tocaría sabiendo que otra mujer acaba de hacer todo eso, incluso si se trataba de una película y no la emoción real? Incluso sin emoción, sería besos reales, sexo real. Estoy hiperventilando ya que estos pensamientos van a través de mí a mil por hora. Dejé que me tocara. Dejé que me diera un orgasmo. Tenía los dedos dentro de mí. Su boca estaba en mis pezones. Básicamente tuve relaciones sexuales con él, y apenas lo conozco. Él puede hacer que me despidan y asegurarse que no trabaje en Hollywood de nuevo. Él puede hacer lo que quiera y salirse con la suya. Me tocó. Me besó. Me hizo sentir mucho, mucho. Las lágrimas se filtran bajo mis ojos, lágrimas de confusión, la desesperación y el miedo. Él las ve. —¿Grey? Qué... ¿qué pasa? —Yo... lo siento. Yo no... No puedo... —Huyo de él, de la cama y entro en el baño. Mi estómago se levanta entonces, la confusión de emociones que dan vuelta a la náusea, como siempre lo hace. No voy vomitar, sin embargo. Dawson está en el otro lado de la puerta cerrada, lo siento

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ahí. Sé que tengo que mirarlo. Abro la puerta y ahí está, enorme y precioso y claramente molesto. —Grey, ¿qué pasa? Pensé, nosotros… Niego con la cabeza. —Dawson, yo... Dios, me equivoqué —Quiero sus brazos alrededor de mí, porque incluso cuando él es quien me molesta, también me consuela. No puedo dejar que eso suceda porque voy a perderme en su toque de nuevo—. Estoy tan confundida, y no sé lo que es, lo que somos... no sé nada. —No… ¿no quieres estar conmigo? —¡No lo sé! ¡Haces que me sea tan difícil pensar! Si me tocas, no puedo dar sentido a nada. Podrías tener a cualquiera, varias personas, y no puedo competir con eso. Y eres una estrella de cine. Vas a estar en Lo Que El Viento se Llevó. O bien, sé cómo dirige Jeremy, tendrás una escena de amor con ella. Y entonces ¿qué pasa con nosotros?, ¿Se supone que debo estar de acuerdo con eso?, ¿A dónde va esto? Y lo que hicimos... fue... increíble, pero no pude evitarlo. Fue muy, muy rápido, no sabía que podía… —¿Estás diciendo que se sentía como si te estuviera forzando? —Hay un borde afilado en su voz. —¡No! Estoy diciendo que era yo... quería, pero no debía... No fue... —No quiero admitir que soy virgen. No sé cómo va a reaccionar o lo que va a decir o hacer. ¿Qué significaría para nosotros?, o sea lo que pasa entre Dawson y yo. Paso por su lado—. Sólo... tengo que ir a casa. Tengo que pensar. Todo esto sucede tan rápido, y estoy muy confundida… —Estás huyendo otra vez. —En partes iguales está enojado, resignado y triste. —¡No! —Entonces, ¿Cómo lo llamarías? —Sus ojos son de color azul grisáceo, y está paseando lejos de mí. —No lo sé. Sólo digo que necesito un poco de tiempo. —¿Tiempo para qué? O me quieres o no lo haces.

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—No es tan simple, Dawson… —Entonces explícalo —Él se vuelve hacia mí encontrándose por encima de mí y mira hacia abajo, dentro de mi alma—. Dime una cosa verdadera. —Te quiero tanto que me asusta. —No puedo mirarlo. —¿Por qué te asusta tanto? —Debido a que es mucho, y no sé cómo manejarlo. No sé lo que es esto entre nosotros. —Es una relación romántica, Grey. No es tan complicado. Me gustas, te gusto, pasamos tiempo juntos. Hacemos el amor. Nos decimos cosas verdaderas sobre nosotros mismos. —Entonces dime una cosa verdadera sobre ti. Se frota la mano por el rostro, y luego por el cabello. —Está bien, está bien. Todavía no me has dicho nada real, nada profundo. Sé que tienes miedo, no es ningún secreto. Pero te voy a mostrar lo que quiero decir cuando digo algo verdadero. Soy el hijo de Jimmy Kellor. Mi madre es Amy Lipmann. Estas en la película, por lo que debes saber estos nombres. Sabía esto. Por supuesto que sí. Que Dawson era el hijo de Jimmy era de conocimiento público. Pero de alguna manera nunca pensé en el efecto que tendría sobre Dawson. Jimmy Kellor era, y sigue siendo, uno de los directores más queridos de todos los tiempos. Era muy difícil de trabajar, exigente y peculiar, pero era brillante. Está mayormente retirado ahora, y es famoso y solitario. Nadie sabe dónde vive, pero que a veces va a consultar sobre una película de su casa, por correo electrónico y teléfono. Amy Lipmann era una actriz del romanticismo de los años setenta y ochenta. Tenía fama de ser una chica salvaje, y su relación con Jimmy Kellor fue un gran escándalo en la época, ya que él tenía más de cuarenta años y se casó con una niña. Amy tenía apenas veintiún años. Jimmy dejó a su esposa e hijos por Amy, y los dos permanecieron juntos durante casi veinte años tumultuosos. Los tabloides registran todas las acusaciones de fraude por parte de Jimmy y cada visita que llevó a Amy a rehabilitación.

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Finalmente Amy murió de una sobredosis de cocaína a mediados de los años noventa. La última película de Jimmy salió el año en que Amy murió, y él no ha dirigido desde entonces. Dawson suspira. —Así que sí. Crecí en Hollywood. Era un extra en películas de mi padre a partir de la edad de cuatro años. Él me consiguió mi primer papel real cuando tenía seis años. Montaña de la Luna. Después de eso, tuve mis propios papeles. Mamá y papá me manejaban —Sus ojos marrones se oscurecen, con dolor, recordando—. ¿Quieres otra cosa verdadera? Encontré a mamá. Cuando tuvo la sobredosis, quiero decir. Estaba en su cuarto de baño. Estaba desnuda en su bañera. La bañera estaba vacía, no la llenó de agua. Estaba tumbada en ella, cubierta de vómito. Yo era sólo un niño. Fue en el noventa y seis, así que tenía como... ocho, supongo. El vómito estaba todo ensangrentado. No hablé seis meses después de eso. Estaba en el medio de la filmación de mi segunda película y cuando terminó, tuvieron que reformular y volver a disparar. Puse mi mano sobre mi boca, tratando de imaginar lo que debe haber sido eso para un niño pequeño. No puedo. —Mi mamá murió de cáncer. Cuando estaba en mi último año de la escuela secundaria —Estoy apenas susurrando—. Ella era mi mejor amiga. Mi todo. Era la única que me entendía o me apoyó. Mi padre... nunca me he llevado bien con él. Vamos a dejar las cosas así. Luego de su muerte, y vi cómo sucedía. Día tras día la veía pelear y pelear, pero perdió, y murió y... ella, ¡ella me dejó! Murió, y me dejó sola, y Dios no la detuvo. Dawson envuelve sus brazos alrededor de mí, y me hundo en él, absorbo su olor, la sensación de su piel contra mi mejilla. Me estoy perdiendo a mí misma en él, poco a poco. Me alejo. —Tengo que ir a casa —le digo, secándome las lágrimas de mis ojos—. No puedo hacer frente a todo esto. —Grey… —No estoy huyendo de ti, Dawson. Es que... estoy abrumada. — Estoy corriendo, sin embargo, y él lo sabe.

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—Está bien. Bien. Lo que sea —Dawson se frota en la mandíbula con los nudillos—. Greg trajo el Rover de nuevo para ti. Está en el camino de entrada. De hecho, espera. Desaparece, y me siento en la cama y disfruto del café ahora tibio. Regresa al cabo de unos minutos con un trozo de papel, un lápiz, y mi bolso. —¿Qué es eso? —Le pregunto. —¿Tienes dinero en efectivo? —pregunta, andando sin rodeos. —Um, sí. ¿Por qué? —Busco mi bolso y saco un fajo de billetes. —Dame un cinco. —Le doy un billete de cinco dólares, y vuelve el papel hacia mí. Es el título de la RangeRover—. Firma aquí, y quédatelo. —Él señala a una línea. —Dawson… —Solo hazlo. Por favor. —Él no me está mirando. Suspiro. —No voy a quedarme tu coche. Vale como, 140.000 dólares. —Grey, el dinero no significa nada para mí. Nunca lo ha hecho. ¿Quieres el Bugatti? Te voy a dar el Bugatti. A la mierda. Puedo comprar otro. —No quiero ninguno de tus coches. No quiero tu caridad. Lanza la pluma y el título en la cama junto a mí. —Maldita sea, Grey. No estés jodiendo con eso de la caridad. —No tienes que jurarme. Se desploma, frotándose la parte posterior de su cuello. —Lo siento, es que... Dios, Grey. Basta con acceder al título. Coge el coche. Hazlo por mí —Lo miro, y luego, firmo el título en el que señaló, la fecha—. Gracias. Llévalo al DMV el Lunes. Te agrego a mi póliza de seguro. —Dawson, no vas a añadir…

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—¿Nunca has ganado ninguno de estos argumentos todavía? —Me mira con una ceja arqueada. Niego con la cabeza y suspiro, luego dobla el título y lo pone en mi bolso y empieza a salir de la habitación—. No quiero que te vayas. —Sólo voy a casa para un rato. Necesito una ducha. Necesito ropa. Tengo que hacer los deberes. —Pero no vas a trabajar. —Esto no es una solicitud, a juzgar por el tono de su voz. —Tengo que hacerlo. —No. No lo hagas. —Tengo la matrícula. Tengo… —¿Cuánto has hecho el fin de semana?, ¿Esta noche y el domingo por la noche? En promedio. —No vas a tratar… Él me mira, hablando sobre mí. —¿Cómo... cuánto? —Mil, ¿tal vez? Dawson se gira en el lugar, busca en su armario y abre una caja de seguridad incorporada en la pared. Saca un sobre y cuenta algunos billetes, devuelve el sobre, y cierra la caja fuerte. Su expresión es sombría y dura. —Aquí. Cinco mil dólares. Toma la semana de descanso. —No puedes comprarme, Dawson. —Estoy conmovida y ofendida. —Joder, eres terca —Gruñe—. No voy a comprarte. Te estoy dando la oportunidad de tener algo de tiempo libre. —Si tomo tiempo libre, nunca voy a volver. —Genial. —¡No! ¡No es Genial! No puedes ser mi hombre rico, Dawson. Soy una bailarina de striptease, no una puta.

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—¡Y yo quiero que estés bien! No te estoy pidiendo que hagas nada por el dinero, ¡maldita sea! —Está gritando, y me estremezco a la distancia. Él hace una mueca a mi miedo obvio e inmediatamente se calma—. Lo siento. Dios, lo siento. No haces más que volverme loco. Yo no... no entiendo cómo podrías pensar eso. Que hago. Pero... es un regalo. El Rover es un regalo. No vas a estar conmigo, y eso está bien. O no, no lo es. Es jodidamente horrible. Pero al menos deja que te ayude. No es mucho, pero va a hacer que me sienta mejor. —¿Te sientes mejor? ¿Acerca de qué? —¿No lo entiendes?, ¿En serio?, ¿No ves cómo me siento?, ¿Lo que me estás haciendo?, ¿Qué tan difícil es esto para mí? —No respondo, y él tira el fajo de billetes de 100 dólares en la cama junto a mí. Él está por encima de mí, mirando en la distancia—. Sólo tienes que irte, entonces. Toma, no lo tomes. Qué carajo —Él se mueve más allá de mí, alrededor de la cama, y empuja la puerta de su balcón. Lo veo de pie con las manos en la baranda de piedra ornamentada, mirando por encima de Los Ángeles. Su postura refleja el conflicto, la derrota, la ira. Sus hombros se desploman, con la cabeza gacha, su respiración lenta y regular. Parece que está tratando de aplastar a la barandilla en polvo de piedra por la fuerza bruta. Se ve capaz de hacerlo. Quiero decir algo, para consolarlo, pero no puedo. No tengo respuestas para mí misma, por no hablar de él. Me paro lentamente, y luego se detiene y me quedo mirando el espeso montón de dinero, y lo considero. Al final, no puedo soportarlo. Quiero. Quiero no tener que trabajar, para no tener que quitarme la ropa. Pero no puedo tomar nada más de Dawson. Me hace aún más suya, y ya estoy perdiéndome en él, perdí la noción de quién era y quién soy y a dónde voy. Llego a casa y me baño y me pongo ropa limpia. Busco a tientas mi camino a través de un ensayo sobre el uso de la iluminación en La lista de Schindler. Es un mal ensayo, como mis pensamientos se dispersan. Por último, me rindo y cierro el barato portátil restaurado. Debería haber tomado el dinero. Honestamente estoy aterrada de volver al club ahora. Voy a saltar en cada sombra, ver un violador en cada cliente. El horror de lo que experimenté fue ahogado y enterrado por la cruda intensidad de Dawson, pero ahora que estoy sola, está volviendo.

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Puse una película y trato de verla, trato de distraerme, pero incluso una estúpida comedia brillante no puede mantener mis pensamientos lejos del silbido de esa horrible voz, el acero cruel de las manos me pelan, aplastando el aire de mis pulmones. Pánico se convierte en histeria, que a su vez se convierte en la hiperventilación. Agacho la cabeza entre las rodillas y trato de centrarme en respiraciones largas y profundas. Estoy en el suelo, sudando, temblando y sollozando. Lizzie me encuentra así. —¿Estás bien, Grey? Como van las preguntas, es un poco estúpido. Quiero decir, claro que no estoy bien. Pero es Lizzie, y no es el cuchillo más afilado del cajón. Sin embargo, su presencia me obliga a crear una capa de calma sobre mi pánico, y soy capaz de trabajar mi camino de vuelta en el sofá, limpiándome el rostro y sollozando. — Sí. Estoy bien. Ella frunce el ceño brevemente, y luego se da cuenta de la reproducción de películas en la TV, la pantalla plana que Lizzie consiguió para la Navidad del año pasado. —Oh, genial. Me encanta esta película. Chris Farley es caliente. — Ella se deja caer a mi lado, ajena.

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Capítulo 12 Traducido por Jackiejt Corregido por GrizeldaDC

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ué? —Mi voz es algo más que histérica. Varios de los estudiantes que se encontraban en la Oficina de Servicios Financieros, levantaron sus cabezas de los teléfonos y cuadernos para mirarme con curiosidad. —¿Qué quieres decir con qué ya fue pagado?

—¿

La mujer al otro lado de la ventanilla me miraba como si yo fuera lenta para entender. —Quiero decir… su deuda ha sido pagada. —Ella escribió algo en su teclado y nuevamente me miró. —De hecho, la matrícula, así como el alojamiento y la comida ya están pagos. Usted tiene un saldo de cero. También veo que se ha establecido una cuenta de depósito. —Es una mujer pequeña de unos treinta y tantos años, bonita con un estilo de cabello muy rizado. —¿Una qué? Me frunce el ceño. —Una cuenta de depósito. Esto significa que es una cuenta con dinero disponible, lista y ajustada para débito automático, por el resto de su carrera. Para los gastos de alojamiento y su plan de alimentos, así, como ve. La verdad, yo no sabía que se podía hacer una cosa así. —Me da una pequeña sonrisa apretada. —Alguien la quiere, señorita Amundsen. —Yo no... No lo entiendo. —Es muy simple, de verdad. Alguien ha pagado por el resto de su educación. —Lo siento si sueno muy estúpida, pero no entiendo quien… quien podría haber hecho algo así….

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Me frené, porque entendí. Cerré los ojos lentamente y traté de no llorar ni explotar. —Gracias. —Le digo en un susurro y me vuelvo sobre mis talones para salir de la oficina. Una vez fuera, simplemente me siento en el Rover. El cuero es fresco bajo mis piernas, y explosiones de aire frío dan en mi cara. Afuera hace un calor impresionante, pero el Rover se siente en momentos helado. El Rover cuenta con radio satelital y ya soy adicta a él. Musicalmente, me ha llegado a gustar de todo, incluso el hip-hop y el pop, pero mis raíces sureñas hacen que mi amor sea por la música country. "More than Miles" de Brantley Gilbert empieza a sonar. Dios, esta canción, son tonos de casa, mi casa, como la que alguna vez fue. Tengo el recuerdo de ir en el asiento delantero del BMW de mamá, ventanas abiertas y el viento enredando nuestro cabello mientras a través de los parlantes suena Tim McGraw . Mamá amaba a Tim. Papá no estaba de acuerdo, ya que no era, como Steve Green, Michael W. Smith o Steven Curtis Chapman, pero ese era siempre nuestro secreto, en el camino a casa después de las clases de baile o durante los mandados por la ciudad. La canción termina, y una locutora mujer empieza a hablar, parloteando momentáneamente, y luego me rompe el corazón. — Recordando viejos tiempos. Esta es la siempre deliciosa “Don’t Take the Girl” de Tim McGraw. La canción favorita de mamá. Grité sin control y me permití extrañarla por primera vez en meses. Cuando terminé de llorar, tenía que hacer algo, o me iba a derrumbar en pedazos. Si todavía tenía un trabajo después de no llamar ni aparecerme el sábado ni ayer, mi turno empezaría en unos veinte minutos. Si no voy, Dawson habrá ganado. Había pagado mi matrícula, alojamiento y plan de alimentación, básicamente dejándome sin ninguna razón para trabajar. Nunca dije que no fuera terca. Ni siquiera me detuve para pensarlo. Simplemente conduje en la cara camioneta hacia Noches Exóticas, y me impresionó lo rápido que había llegado a sentirme cómoda en este vehículo. Cuando llegué al

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estacionamiento, sin embargo, no podía creer lo que veía. No había coches en el aparcamiento. Claro que en un lunes por la tarde no hay mucha gente, simplemente Timothy y algunos de los clientes habituales, pero por lo general hay alguien. El lote estaba vacío. Estacione el Rover y me dirigí a la puerta principal, donde mi corazón se detuvo. Había un trozo de papel de impresora pegado a la parte interior de la puerta, con un mensaje corto y simple impreso en una fuente enorme: CERRADO PERMANENTEMENTE. PROXIMAMENTE TIENDA DE LICORES “LA CUEVA DE BOB” —¿Es una broma ? Muevo el pomo de la puerta, pero simplemente no gira, está con llave. Voy hacia un costado, a la puerta que conduce a la zona de detrás del escenario y los vestuarios. También está cerrada, pero eso no es de extrañar ya que siempre está cerrada con llave desde el exterior. ¿El club se ha vendido? ¿Qué pasó? Me paro en el estacionamiento cocinándome en el calor del final de la tarde, sudor corriendo entre mis omóplatos, mi cabeza dando vueltas. ¿Cómo podía haber sido vendido a una tienda de licores? Tal vez el club no era una próspera franquicia como Deja Vu13, o un lugar exclusivo, como Skin14 o SpearmintRhino15, pero aun así dejaba una buena ganancia. Servíamos un alcohol de mierda a hombres de estrato medio bajo y bajo que hacían parte de la clase trabajadora. Pero... ¿una tienda de licores? ¿La Cueva de Bob? ¿En serio? Mi cabeza está a punto de explotar. Entonces... lo entendí. No. No. Por Dios, no.

Deja Vu: Cadena americana de Clubs de Striptease Skin: Club privado de striptease en Los Ángeles - California 15 SpearmintRino: Destacado Cabaret de Las Vegas- Nevada y cadena de Clubs de Striptease con presencia en varios países 13 14

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No pudo hacerlo. Giro sobre mis talones y me dirijo de prisa de nuevo al coche. Me hundo en el asiento de cuero del Rover... el que realmente había empezado a pensar en como mi Rover... y trato de decidir si voy a gritar, llorar, reír, o las tres cosas. Él lo hizo. Sé que está detrás de todo esto. Tiene dinero como para tirar a lo alto, y el dinero para él no significa nada. Pero habría gastado – No se siquiera cuanto… ¿unos cuantos millones de dólares?- ¿Sólo para asegurarse de que yo no volviera a desnudarme? Él podía haberlo hecho. En verdad… sé que él podía hacerlo. Conduje rápidamente el Rover a través de las calles de L.A. hacia Beverly Hills, con una pericia que pondría orgulloso a Dawson. En treinta minutos estuve a la puerta de su vecindario y el vigilante simplemente me dejó pasar. ¿Cómo podía conocerme? ¿Acaso era que conocía este carro? O ¿era que Dawson le había dicho a todos los vigilantes sobre mí? Tuve que resistir las ganas de rechinar las llantas sobre el pavimento del camino hacia su casa. No podía olvidar que estaba en un vecindario. Entro en su camino a un ritmo tranquilo y parqueo bajo el arco. Su Bugatti está recostado en el único garaje abierto. Una camioneta roja maltratada se encontraba en el camino de entrada, una enorme bestia de máquina con grasa, grandes llantas de neumáticos negros que hacían que el gigantesco camión fuera aún más alto. Capas de mugre cubren el camión y escucho el motor rugir al pasar. No parece el estilo de Dawson, es un camión absurdamente masculino, pero de nuevo, lo hace. Toco a la puerta con mi puño, agarrando la correa de mi bolso en el hombro con la otra mano. Estoy temblando por todas partes, incluso después de manejar durante media hora para calmarme. Dawson abre la puerta envuelto en una toalla blanca demasiado pequeña, el cabello mojado y pegado a la cabeza, gotas de agua corriendo por su esculpido pecho. Él tiene un cepillo de dientes en su boca y un poco de pasta de dientes espumosa en la barbilla. Empuja

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la puerta abriéndola y la sostiene, y entro pasándole. Huele delicioso, como algo cítrico mezcla del champú y del desodorante. Mi mano se mueve por sí misma, limpiando la pasta de dientes de su barbilla con mi pulgar. Estoy de pie junto a él, y siento el calor que sale de él. Olvido momentáneamente por qué estoy enojada con él. Tiene el cepillo de dientes sujeto entre sus molares del lado derecho de su boca, y se reclina contra la puerta. Su toalla parece peligrosamente cerca de caer, pero la agarra con una mano, sacando el cepillo de dientes de su boca con la otra. —Me preguntaba si tendría una visita tuya. —Su voz es fresca y divertida, pero sus ojos son de un tormentoso y nublado gris, el color de pensamientos profundos y de emociones en ebullición. —Tú... tú... — No puedo articular las palabras. Estaba tan desnudo como un hombre puede estar sin en realidad estar desnudo, y es increíblemente inquietante, porque tengo visiones corriendo por mi cabeza, lamiendo las gotas de agua de su pecho. Tuve que contenerme de hacerlo agarrando firmemente el marco de la puerta. —Estaba en la ducha —termina por mí—. Y te ves bastante sudorosa, como que puedes necesitar también una ducha ahora mismo. —Se inclina sobre mí y me huele—. Pero hueles bien. Olerías incluso mejor si ese fuera mi sudor corriendo en tu piel. —Su voz vibra en mi oído, íntimo y sugerente. ¿Qué nuevo juego diabólico es este? ¿Qué me estaba haciendo? Estoy atrapada en mi lugar. Está dejando que la toalla se deslice un poco. Puedo ver la V de sus músculos de la ingle, y una sombra de vello negro recortado. Va a dejar caer la toalla, aquí en su vestíbulo. Está tratando de distraerme del enojo que siento hacia él. Y definitivamente, está funcionando. Me doy la vuelta y pongo mi cara hacia la puerta. —Maldita sea, Dawson. —¿Acabas de maldecir? Pensé que nunca maldecías. —Su voz está en mi oído, muy cerca.

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¿Por qué no puede simplemente dejarme en paz? ¿Y por qué realmente no quiero que lo haga? —Pagaste mis estudios. —Y tu alojamiento y comida. No te olvides de eso. —¿Y el club? —Digo en un susurro. Otra tendencia mía cuando estoy tratando con Dawson. —Oh, ¿eso? — Suena satisfecho de sí mismo. No me atrevo a mirar su expresión petulante. Puedo imaginármela lo suficientemente bien. —Mi amigo Avi estaba buscando una nueva propiedad, así que le hice una oferta que no podía rechazar, al maldito gusano baboso de Tim —dice esta última parte en una pasable imitación de Marlon Brando, pero estoy tan sorprendida y enojada que incluso su cita de El Padrino no me impresiona. —¿Tim? ¿Timothy van Dutton? —Sí, ese pequeño cabrón. Él no quería vender, pero todo el mundo tiene un precio. Resulta que el precio de tu amigo Tim era de dos millones de dólares. —Lo dice casualmente. No puedo dejar de preguntarme lo que Candy y las demás van a hacer, ahora que el Club se ha ido. —Pagaste dos millones de dólares para cerrar el club, ¿para que yo no trabajara más ahí? —Doy un vistazo a Dawson, lo cual es un error, porque él sostiene vagamente la toalla a la cintura, y me hace bromas con destellos de lo que hay debajo. Él se encoge de hombros. —Sip. Era una mierda asquerosa de todos modos, y Tim era una cucaracha grasienta. No puedes decir honestamente que estás molesta por esto, ¿o sí? Me alejo de él, luchando por respirar y por palabras. —Tú... pero mi matrícula y todo lo demás. Eso tuvo que costar… —Ni siquiera cincuenta de los grandes. —Él hace un gesto desdeñoso—. Nada relevante. Pero no se trata del dinero. Se trata de ti. Cincuenta de los grandes. Irrelevante. Mi cabeza gira. —No lo entiendo…

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Me detiene con una mano en mi brazo y tira suavemente mi espalda contra su pecho. Esta húmedo todavía y mi camisa se pega a su pecho. —Es muy sencillo, Grey. Soy un niño mimado. Siempre he conseguido lo que quiero. Siempre. Y te quiero toda para mí. No quiero que trabajes allí nunca más y sabía que me pelearías por eso, así que tomé la decisión lejos de ti. No me importa lo que cueste, tengo que tenerte toda para mí. —Eso es hacer trampa. —¿Dónde está el libro de reglas para esto? ¿Cómo es el dicho? "¿En la guerra y en el amor, todo se vale?" —¿Y aquí cual es el caso? ¿Amor? O ¿guerra? —Ambas. Ninguna. Es como quieras que sea, nena. —Su voz retumba en su pecho, vibrando contra mi columna vertebral. Su mano está alrededor de mi brazo, el otro metido entre nosotros, manteniendo la toalla en su lugar. Oh, Dios. Oh, Señor, ayúdame. Puedo sentirlo, todo de él, pegado a mi espalda. —Dawson, ¿por qué haces esto? —¿Por qué sigues luchando? —Porque… todo es demasiado. Tú eres... tú me abrumas. —Sólo soy un hombre. Niego con la cabeza. Mi cabello se aferra a las gotas de agua sobre su pecho. Estoy totalmente consciente de cómo se agitan mis pechos. Él me hace consciente de mí misma, de mi cuerpo. —No, tú eres más. Eres mucho más. Eres esto…esta experiencia. Me estoy... me dejo llevar por ti, cuando estoy cerca tuyo. Pierdo el control cuando estoy contigo. Esto lo conmueve. Siento como se tensa con mis palabras. —¿Tienes idea del efecto que tienes sobre mí? —Se ríe suavemente. —Haces que gire al revés. Yo nunca... nunca antes algo me importo. No así. Nadie. Después de que mamá murió, simplemente apagué el sistema, y nunca se recuperó. Papá siempre fue raro, peculiar y

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solitario, pero cuando ella murió, simplemente desapareció. Básicamente me crie yo... bueno, Vickers16 el mayordomo estaba allí para mí en todo. Y Betty, el ama de llaves. No puedo dejar de reír. —¿Tenías un mayordomo llamado Vickers? —Cállate. —Él se ríe. —Yo no le puse el nombre al tipo. Y “mayordomo” es genérico para un montón de oficios. Piensa en Alfred de Batman. Él hizo todo por Bruce, ¿sabes? Así es como Vickers era. Administraba la casa, llevando la cuenta de todo. Se aseguró de que fuera a la escuela y eso. No era del tipo “abrazos y cobijarte en la noche”, pero en el transcurso de los años me rescató de algunas situaciones difíciles. Hace una pausa, respira, su pecho hinchándose contra mi espalda, y exhala profundamente. Está alejando recuerdos. Sé algo de eso. —De todos modos. Tú y yo. Lo que me haces. No puedes distraerme de esto. Necesitas saber. Se inclina más cerca y su cercanía hace que mi piel se erice y que mis pezones se endurezcan. Traidores. Siento el ya familiar calor, palpitar muy profundo. —Me haces sentir cosas. Y debes saber lo importante que es eso para mí. Empecé a actuar, realmente a actuar, ¿sabes? Tomándolo en serio y haciendo los papeles que elegía, porque quería sentir. Tenía que representarlo en la pantalla, porque no podía sentir nada cuando era Dawson. Nada, excepto esa vaga sensación de soledad. Estaba acostumbrado a ella, porque crecí solo. Vickers era estoico y británico, y Betty era una señora desaliñada con sus propios hijos que preocuparse. Así que dejé de sentir las cosas porque era más fácil. Estando en Hollywood, creces en torno a la vida, creces como lo hice yo. Las drogas y el alcohol son simplemente normales. Hice mi primera raya de coca cuando tenía… ¿doce años? Aprendí temprano a festear. Llenaba los vacíos o algo así. Luego, cuando llegué a la pubertad, las chicas eran parte de ello. Siempre anotaba, ¿sabes? Siempre. Fue fácil. ¿Y las chicas? Llenaron los vacíos en mí. Pero... todo fue fugaz. Era mi vida. Mujeres, drogas, alcohol, fiestas, actuando en películas alrededor de todo el mundo. Ser una estrella. Vickers: Fonéticamente Vickers suena parecido a Bickers que significa Peleas o disputas. 16

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—Era genial, era la vida con la que todo el mundo sueña. Pero siempre era simplemente yo. Solo, después de que la fiesta terminaba y que las chicas se fueran a sus casas. Sin sentido. Ninguna de esas chicas significaba nada. Todo un tren sucio de putas estiradas que utilicé para la distracción. No podían hacer una mierda por mí cuando más importaba. Trato de dar vuelta en sus brazos, pero él no me deja. Está hablando en mi cabello, en la parte superior de mi cabeza y siento su aliento caliente sobre mi cuero cabelludo. Me quedo quieta y lo dejo hablar, procesando estas revelaciones. Cada palabra hace a Dawson más y más real, y mucho más que todo lo define, comprende e intensifica. —Estaba trabajando en la última película de Caín Riley. Estábamos filmando en… ¿Praga? Sí, Praga. Últimas dos semanas de rodaje. Había estado celebrando como una estrella de rock de mierda por días, desperdiciando el tiempo. Pero hacia bien las escenas. Caín era este personaje de tipo oscuro y melancólico, un tipo duro. Así que el tipo medio ausente e insolente y el "me importa todo un carajo" en los ojos, durante toda la película, era real. No me importaba una mierda, nada, lo que funcionó para el personaje. Estaba tan llevado. Y entonces un día me desperté en la parte trasera de un club en la zona más repugnante de Praga. Me desmayé y cerraron el lugar sólo para mí, para que pudiera perderme. Como si hubiera sabido o me hubiera importado como iba la fiesta en el club mientras estaba inconsciente. Bueno lo que fuera. Me desperté y tenía sangre en la cara, debajo de mi nariz y barbilla. Había vomito por todas partes. Me habían dejado sólo... me dejaron allí. Dejándome vomitar. Se había convertido en algo tan común para mí quedar inconsciente que no se molestaron en comprobar como estaba, porque siempre estaba bien. Tomaba algunos tragos, aspiraba una línea, bebía un poco de café. Grababa la siguiente escena. Dawson inclino su cabeza hacia atrás, dejándose llevar por sus recuerdos. —Y me di cuenta, ya sabes, que no les importaba. Mientras grabara buenas escenas, lo demás no les importaba. Y yo iba a terminar como mi mamá. Fue pura suerte que no hubiera muerto esa noche en el club, que no hubiera bronco aspirado y muerto ahogado como mi madre. Así que traté de recuperar la sobriedad por mi cuenta y acabar con el resto de las escenas, sin terminar como ella. Entonces... finalizado el rodaje de Amenazas Veladas, fui a rehabilitación. Fue

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entonces cuando desaparecí. ¿Sabes? Rehabilitación fue más un tiempo para apartarme. Quiero decir, mierda, es cierto que tuve un problema, pero no fue la adicción a las drogas. Fue la adicción a los sentimientos. Sentía cosas cuando actuaba y cuando estaba totalmente pasado. Sensaciones buenas pero vacías. ¿Entiendes? Tal vez no entiendes. Tal vez tú sientes demasiado, sientes tanto que ya todo lo demás no tiene ningún sentido. Creo que ese es tu problema. Sientes demasiado. Descansa su barbilla en mi cabeza y sigue hablando, soy su audiencia cautiva, con un brazo alrededor de mí, que me sostiene en su lugar. —No siento lo suficiente. Nunca lo hice. Entonces, te conocí. En ese estúpido club de tetas. Y tú eras esa... esa gloriosa criatura. Eras como un ángel atrapado en el infierno. No podías estar más fuera de lugar si te lo hubieras propuesto. Te observé caminando por las mesas y danzando en el escenario. Los… cautivaste. A todos esos pobres, sudorosos, grasientos, cabrones miserables. Eras tan diferente a las otras strippers de ojos apáticos en blanco, que se ven en clubes como ese. Donde las sonrisas no llegan a sus ojos. Donde la aparente sensualidad es... superficial. Falsa. Impuesta. ¿Entiendes? Tú… exudas sensualidad y ni siquiera lo sabes; y eres como una droga para los chicos como yo. Puede que tenga más dinero y sofisticación que los otros chicos, pero soy como ellos. Buscando una emoción barata, un escape rápido. ¿Y tú? Tú eres un punto alto que nunca pudimos conseguir. ¿Verte bailar? ¿La forma en que te mueves? ¿La forma en que esperas hasta el último segundo de mierda para quitarte la ropa? Es enloquecedor. Ni siquiera lo sabes. No puedes. Hay algo dentro de ti, más allá de esa inocencia. Lo veo. Es... mierda. Es brillante como el sol de mierda, pero está oculto, porque eres infeliz. Estoy inquieta, desgarrada, sudando por su calor y por la forma en que él habla de mí, pero no puedo escapar a su agarre, y tengo que escuchar sus palabras. Tengo que seguir escuchando. Está arrancando esto directo de su alma y dándomelo a mí. Es un regalo que no tiene precio y lo voy a guardar en mi corazón. —Y te conocí —continúa—. Y me hiciste sentir algo. No estaba borracho. Puedo beber, entiendes. No soy y nunca fui un alcohólico. Era... una bandita sobre la herida. De todos modos, te vi, y entonces entré a la sala VIP y tú... eras tan brillante. Pero estabas tan asustada. E hiciste que algo en mí... impresionara. Como si hubiera tenido una

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revelación, ¿entiendes? Como ya sabía, tenía que conocerte, tenía que sostenerte y tocarte y decirte todo. Pero seguías huyendo. Y me besaste y me haces poner putamente duro, pero entonces huyes y me dejas adolorido, solo y excitado. ¿Sabes que desde que te conocí, he ganado como quince libras de músculo? Me excitas y después no puedo sacarlo por mi cuenta porque se siente mal y debo dejarlo salir, así que ejercito. Me excitas sólo con respirar. Me haces sentir como si fuera alguien, y no porque yo sea Dawson jodido Kellor. Se aleja de mí y envuelvo mis brazos alrededor de sus hombros con las palmas pegadas a su caliente y húmeda piel. Se queda quieto y me mira mientras continúa. —Pero eso no te importa. Igual huyes de todos modos, tal vez por eso. Y no puedo entenderte. Me confundes y ese es un sentimiento. Conozco a las mujeres ¿sí? En verdad. Pensé que sabía cómo pensaban las mujeres, pero ¿a ti? No puedo entenderte. Nunca reaccionas como me creo que lo harás. En un segundo, no puedes tener suficiente de mí y voy a hacer que explotes y al siguiente estás a punto de hiperventilar y tener un ataque de nervios porque no me puedes manejar, o a nosotros, o algo así. Va a mil por hora y nunca lo había oído hablar tanto, de hecho nunca había escuchado a alguien hablar tanto. Simplemente brota de él. —Haces que te desee. No sólo... que quiera follarte. Eso se siente barato, incluso con sólo decirlo. Tú no eres el tipo de mujer para follar. Es más que eso. Pero follar es todo lo que sé y tú te mereces más. Y ese es un sentimiento extraño para mí. Siempre he sido privilegiado, ¿entiendes? Soy esa clase de persona horriblemente desagradable que siempre tuvo todo y posee el maldito mundo, ¿sí? Pero no tengo privilegios sobre ti. Tengo que ganarte. Y ni siquiera pude ganarme la verdad de dónde vienes o por qué eres como eres, ni nada. Tú no me das una maldita cosa y eso es desesperante. Pero ese es un sentimiento, también. Desearte, necesitarte, sentirme confundido, estar enojado, sentirme frustrado, necesitar un consuelo que no puedo encontrar, querer incluso tomar tu mano como un puto cursi adolescente... son todos sentimientos. Y eso... eso me hace sentir vivo de una manera que nunca he conocido antes. Finalmente, detuvo el flujo de palabras. Me dio la vuelta en sus brazos y pone sus manos en mi cara. Sostengo con mis manos, su toalla

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en su lugar mientras me retira el cabello de la cara, limpia un mechón de pelo rubio de mi boca con su dedo índice. Sus ojos son de todos los colores, de ningún color, ese perfecto color avellana que es tan característico de Dawson. Y luego vuelve a hablar, con una voz que es magia pura. Y sus palabras... me derrumban. —Me haces sentir vivo, Grey. Y... me encanta esa sensación. —¿Sientes todo eso? ¿Por mí? —Sólo asiente con la cabeza. —Yo no...Yo no... Quiero decir… simplemente soy Grey. La hija de un pastor de Georgia. Mi madre murió, te conté eso. Ella era todo lo que tenía, en verdad, y mi sueño era estar aquí, así que vine aquí. Tenía que ganar dinero cuando mi beca se acabó, y no podía encontrar un trabajo, así que tomé el único trabajo que pude encontrar. —Hay mucho más para ti que eso, Grey. —¿Cómo qué? —Sinceramente, no lo sé. Siento que eso es todo lo que hay. —Gracia. Fluidez. Belleza. Inteligencia. Talento. Potencial. Ternura. Sensualidad innata. Me toca debajo de la barbilla, y no puedo apartar la mirada de él. —Dime una cosa verdadera. —Soy bailarina —digo sin dudarlo—. No... No como en el escenario, no así. Si no realmente baile. Jazz y moderno y ballet. —¿Bailas para mí? —¿Qué, cómo ahora? Él asiente con la cabeza, besa mi mejilla y se aparta de mí, dejando la toalla en mi mano. Me siento aturdida y es imposible apartar la mirada de su trasero mientras corre por las escaleras desnudo como un pájaro. Quiero que se de vuelta, pero también estoy contenta de que no lo haga. Regresa en un par de pantalones cortos y toma mi mano. Me lleva a través de su cavernosa casa palaciega en la que vive solo, hasta un gran gimnasio. Hay todo tipo de máquinas de pesas en una esquina, un saco de boxeo colgando del techo, uno de los grandes y pesados para patear y golpear, y luego un área de espacio abierto.

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Hace un gesto hacia el espacio abierto. —Yo practico taichí. Es rudo y me relaja. Me da un centro, un lugar donde pueda estar solo... nada más que el movimiento. Entro en el centro del espacio abierto, pisando un suelo ligeramente acolchado. Me deslicé suavemente y me doy cuenta cuánto tiempo ha pasado desde que yo bailara para mí. —¿Puedes poner algo de música? Coloco mi bolso a un lado y desabrocho mi camisa, arrojándola al lado de mi bolso. Estaba usando una blusa abotonada sobre una camiseta sin mangas y un par de capris. Bastante bien para el baile. Estoy entusiasmada con la idea, pero nerviosa. Dawson saca su teléfono celular y juguetea con él, después lo conecta en algún puerto construido en una de las paredes. La música resuena a través del espacio y es una música perfecta para bailar. Nunca la había oído antes, pero es muy Dawson. Es una sinfonía, orquestada, pero con fuertes connotaciones góticas; con guitarras y tambores que le dan un rasgo duro. La letra es reflexiva y oscura y vagamente religiosa. No puedo dejar de moverme. No hay técnica en esto, es sólo puro movimiento. Mi cuerpo fluye, se estira, gira y se convierte en una extensión de la música. Salto, curva, jeté17 y rodar en piruetas; y no hay nada más que la música y mi cuerpo que se mueve. Tal pureza de expresión obliga a dejar salir cosas dentro de mí. Había olvidado el baile. Lo había dejado en aras del trabajo y la escuela. Lo había perdido. Perdí esa parte de mí y ahora... Dawson me la había devuelto. Bailo y bailo. Otra canción de la misma banda empieza a sonar y no dejo de bailar. Siento que él me mira pero no me importa. No, eso no es cierto. Me importa. Mucho. Siento su mirada, y bailo con más energía para él. Quiero que me vea como soy. Me ha pedido varias veces que le diga una verdad sobre mí y ahora lo hago. Le digo una cosa verdadera, no con palabras, sino con algo más tangible, algo que viene de lo más profundo de mí. Las palabras pueden mentir. Las palabras pueden engañar y confundir y ocultar y evitar. Pero las Jeté: Paso de ballet que incluye un salto con un paso amplio en el aire.

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cosas que haces, cómo te mueves, cómo tocas, esas cosas no pueden mentir. Cuando la música termina, me quedo sin aliento, jadeante, sudando. Dawson está de pie con los brazos cruzados y una expresión en su cara que no puedo descifrar. Recupero el aliento y espero. Viene hacia mí, sus ojos están encendidos de color verde-gris, el color del deseo. Llega a mí, sudor corre por mis brazos, separa suavemente el cabello de mi cara, infinitamente suave, tocándome con deseo reprimido. Duda por un segundo y a continuación, me besa. Y ahora estoy perdida de nuevo. Dios, su beso me devora. Me succiona con la fuerza de su calor, su electricidad, su sexualidad y su dominación. Incluso el ligero sabor de pasta de dientes en los labios es sensual. Aspiro el olor del champú en su cabello y su loción de afeitar de cítricos o su colonia o lo que sea. Sus manos me acarician y me tocan y me sostienen e incitan el deseo dentro de mí. Me besa, me besa, me besa. Y le devuelvo los besos. Soy libre. Me voy por completo.

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Capítulo 13 Traducido por Julieta9768 Corregido por Jodidamentesexynefilim

É

l es todo lo que hay. Todo lo que alguna vez habrá. Estoy cayendo a través de la eternidad, y su tacto es la estructura que la construye. Su beso es la sustancia de lo infinito. Estos pensamientos no tienen sentido, incluso en mi propia mente, pero éstos siguen siendo veraces, de alguna manera extraña. Sus brazos son como las rejas de una prisión, pero es una celda de la que no tengo ningún deseo de escapar. Tienen todas las contradicciones, duros y suaves, dulces y salados, perfecto e imperfecto. Mis manos se cierran sobre su pecho desnudo, mis uñas raspando su piel mientras nuestras bocas se funden. Mis pezones son grava contra su pecho, rígidos a través del material de mi sujetador y la camiseta de algodón fino. Sus pantalones cortos son un casi una resbaladiza capa de rayón, y siento la gruesa y rígida, intrusión, de su caliente virilidad contra mi vientre, la evidencia física de cómo hago que se sienta. Esa presencia, gruesa contra mi estómago, me asusta. Es enorme y dura como una roca, y... quiero verlo. Quiero tocarlo. Quiero sentirlo...y probarlo. Me siento pecadora y mala de sólo pensar en ello, pero lo juro, es verdad. Quiero probar todo de él. Quiero sentir todo de él. Quiero darle todo de mí. Pero él tiene que saber que sería el primero, el único. Trato de hacer que las palabras salgan, pero lo beso en su lugar. Me levanta, acunada en sus brazos, y el beso no se rompe mientras me lleva a través de su casa. Mis manos se aferran a sus hombros y a su cuello, y tomo aire en la boca, jadeando, con los ojos cerrados, luchando por la claridad y lucidez e incapaz de ser otra cosa que arrastrada por la necesidad.

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Estamos en su habitación. Estoy de vuelta en su cama. Pone los labios en mi boca golosa. Dedos fuertes e insistentes tiran lejos la camisa y la echan a un lado. Mi sujetador es negro y básico, agarrado por la espalda por tres ganchos y ojales. Me arqueo en mi espalda, y él hace un corto y eficiente trabajo de desbloqueo, sacándolo de mí y haciéndolo a un lado. Cruzo los brazos sobre el pecho, y él me lo permite. Se sienta en su lado junto a mí y me mira fijamente a los ojos. —Déjame verte, nena. Cierro los ojos con fuerza y niego con la cabeza. Se ríe, y traza un patrón inactivo en mi vientre con el dedo índice, perezosos círculos vagando que conducen hacia abajo a mis capris de color caqui. Sus ojos están sobre mí, y me obligo a tener mis párpados abiertos, forzando la mirada hacia él, como una piedra inmóvil mientras aprieta los bordes de mi cintura juntos y libera el cierre. No me muevo mientras baja la cremallera lentamente, dejando al descubierto un trozo de encaje negro que coincide con el sujetador. Sigo observándolo mientras se separa de mí cuando toma de la cintura de mis pantalones en sus manos y les lleva abajo sobre mis caderas generosas. No ayudo, pero tampoco se lo impido, y pronto estoy desnuda pero con mi ropa interior. Un familiar estado de desnudes, pero nunca me he sentido más vulnerable. Sus ojos arden entre el verde-marrón-gris, con toques de azul en los bordes. El deseo y el fuego sin paliativos me abrasan desde su mirada. Con una mano en el vientre, y luego un dedo inmerso bajo el elástico negro, por debajo del impreso de Victoria Secret en escritura rosada. Parpadeo, dos veces, y me trago el nudo palpitante de miedo. Ese dedo, el dedo índice derecho, se desliza alrededor de la circunferencia del elástico, de cadera a cadera, y luego otra vez, tirando suavemente hacia abajo. No levanto mis caderas, mantengo mis ojos en él y dejo que me los quite. Él ya me ha desnudado. Ahora solo está terminando la tarea. Ha visto todo lo demás, y ahora quiere verme completamente desnuda. Pero para cuando la ropa está apenas cubriendo la parte superior de mi hendidura dice—: Te las quitas. Si quieres esto, sácalas.

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Ésta es mi última oportunidad, ya lo veo. Si me niego a esto, sabrá que soy demasiado miedosa. ¿Y lo soy? No estoy mareada, no hiperventilando, no hago ninguna de las cosas que suelen acompañar a mis emociones más fuertes. Me aterra, porque siento las tres palabras de verdad burbujeando en los labios. Bueno, hay dos verdades que compiten por la palabra, y ambos vienen en frases de tres palabras. Voy por la más fácil. —Soy virgen. Él no responde en absoluto. Sólo se queda mirándome por un largo y silencioso momento. Ninguno de los dos aún respira. Entonces levanta una ceja. —Eso explica muchas cosas. —Se lame los labios, y en ese pequeño movimiento, sus nervios se revelan. —¿Pero cómo? Quiero decir, ¿cómo puedes ser una virgen y una stripper? Eso no... no tiene ningún maldito sentido. Trago saliva y trato de no sentir la distancia creciente entre nosotros. —Simplemente sucedió. Te dije que mi padre era un pastor. Crecí en un hogar muy estricto y conservador. Hasta que, sólo, fui besada por un chico, pero eso fue porque me besó cuando yo no estaba lista y no lo quería, y no duró ni medio segundo, por lo que ni siquiera realmente debe contar. Nadie... nadie jamás me ha tocado como tú, me mira como tú, ni me abrazó, ni me besó ni nada. Nunca nadie me ha querido, y... y, sobre todo, nunca he querido a nadie antes. Yo no...No sé lo que estoy haciendo. Tengo miedo. De esto, de ti. De todo. Mis brazos cruzados están cubriendo mi pecho, y aprieto mi dominio sobre mí misma. Me he desnudado del todo, dije la verdad y temo dejarme sumergir en él. —Quiero esto. Que hago. Te quiero. Pero... es todo lo que me queda de mi familia, de mi padre, en lo que yo creía, es que esto tiene que significar algo. Tiene que ser real. Tiene que ser... tal vez no para siempre, pero... tiene que ser algo más que ahora. He esperado demasiado tiempo. He estado sola, asustada y desesperada

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demasiado tiempo para que esto sea una cosa que acaba de una vez. Dawson abre la boca para hablar, para protestar, pero le beso para calmarlo, pero luego me alejo, casi con violencia, antes de que me pierda en él. Y luego continúo. —Quiero esto contigo, Dawson. Necesito esto. Te necesito. Estás...quitando todas las ideas de quien solía ser y de lo que soy, y soy... soy tuya. No sé cómo sucedió, pero lo hizo. Pero... si esto no es…si no lo es todo para ti, entonces voy a estar totalmente perdida. ¿Tiene esto algún sentido? Si te doy esta última pieza de lo que soy, no me queda nada, y si dejas de quererme, si no... Trato de calmarme, poco dispuesta a utilizar la palabra de cuatro letras que cuelga tan densamente entre nosotros. Él toca mi boca con sus dedos, pero yo ya estaba terminando de hablar. —Nena. Nena. Grey. No te voy a dejar. Quiero decir lo que esto significa para mí, pero me temo que si lo hago, vas a pensar que estoy diciéndolo para conseguir lo que quiero. Cierra los ojos por un instante, y luego los abre. —No puedo creer que seas virgen. Pero, de nuevo lo pienso, y si puedo. La habitación es fría, y estoy en su mayoría desnuda. Me estremezco y Dawson lo ve. Se agacha y desenvuelve la colcha doblada longitudinalmente a lo largo del borde de la cama y las cortinas y la extiende hacia mí. —Dime cómo te estoy quitando todas las ideas de quién crees que eres. Explícame que quieres decir. —Pensé que ibas a decirme… —Es mi oportunidad. Y tengo que entender esto. Porque quiero que seas tú. No quiero despojarte de quién eres. —No es así. O tal vez lo es. Es difícil de explicar. —Agarro la manta y la subo hasta debajo de la barbilla y ruedo hacia él. Él engancha una

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almohada y la mete debajo de su cabeza, me arrincona en su brazo, y lo dejo—. Era la hija de un pastor. Durante mucho tiempo, durante toda mi vida. Esa era mi identidad. Era una niña de mamá. Esa era otra parte. Pero entonces mamá murió, y me escapé a la USC para entrar en la escuela de cine, y mi padre me repudió por ello. No he hablado con él, ni por teléfono, texto, carta, correo electrónico, nada, desde que dejé Macon hace más de dos años. Nunca lo haré, o al menos no lo creo. Elegí mi camino. Elegí el pecado. Así lo hice. Así que esa elección me dejó sin ser la hija de un pastor, sin madre, sola en la USC. Nunca hice ningún amigo. Estaba... demasiado ocupada con la escuela, y después de que la beca se acabo tuve que buscar trabajo para poder estar aquí, porque no tengo a donde ir, nada que hacer con mi vida, por lo que el fracaso no es una opción. Y entonces estaba demasiado avergonzada de lo que hice. —Hicimos. —Interviene Dawson, con fuerza. —Lo que hicimos. —Estoy de acuerdo—. Y yo...yo nunca hice amigos con facilidad. Tuve una amiga real en Macon, Devin, una bailarina en el estudio donde tomé clases. Pero vine aquí y se fue a Auburn y perdimos contacto. Seguimos por correo electrónico de vez en cuando, pero... no es lo mismo. No puedo... No puedo decirle cosas. Así que... nunca hice ningún amigo. Todo lo que tenía, todo lo que soy, es la escuela. Y desnudarme. Pero ahora eso se ha ido, y la escuela no es... no es suficiente. Y es lo que hay. Sólo iba de día en día, sobreviviendo, básicamente. Estaba bailando, y eso era lo más cercano a una identidad que tenía. Eso es lo que me diste en este momento. Cuando estoy contigo, me siento como soy, como si fuera una persona, no solo en este punto de la sensibilidad flotando de clase en clase, de ensayo a ensayo, de prueba a prueba, de la sala de danza a la danza para la habitación VIP. Y esto, estar aquí contigo, esto se siente como... como... casa. —Susurro la última palabra, y es una sola sílaba rota. Dawson está respirando con dificultad, como si acabara de levantar mil libras. Está temblando. Estiro el cuello, en el hombro para mirarlo, y sus ojos están cerrados, como si tratara de controlar algo más profundo. O luchar con una emoción. —Casa. —Él pronuncia la palabra como yo lo hice, casi una maldición, la configuración de una sílaba que no tiene significado por sí misma.

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Sus ojos se abren y se encuentran con mi mirada. Una lágrima brilla en la esquina de mi ojo, y él se inclina, y la besa. —Así que, así que... Yo lucho por la valentía para decir la siguiente parte. —Así que si esto, si tú y yo, si esto no es real, entonces no juegues conmigo, Dawson. Si no es real para ti, entonces dímelo y me iré. —Te amo, Grey. —Él habla sobre mí, me corta con tres palabras afiladas. Pensé que iba a llorar cuando finalmente escuché esas palabras dirigidas a mí otra vez, pero no lo hago. Entierro mi nariz en el hueco de su garganta y respiro su aroma, y siento la tensión en mí sangre alejarse. Me tiene de la nuca y apenas puedo respirar. Y él me deja. No pide nada de mí. Sólo me sostiene, toma respiraciones profundas de mi pelo y acaricia mi espalda sobre la colcha. —Mi mamá hizo esta colcha —dice de la nada—. En rehabilitación. Es realmente todo lo que tengo de ella. Sabes, nunca me dijo que me amaba. Tampoco lo hizo papá. Lo más cerca que llegué a estar de oír esas palabras fue de Vickers, una vez. Sólo me había rescatado de la cárcel por exceso de velocidad e imprudencia temeraria en las carreras y arrastrándome al Ferrari de papá, sólo me miró, Vickers, quiero decir, y dice, en su perfecto, acento británico—: Señor le amo, querido muchacho. Pero este comportamiento salvaje suyo, logrará matarlo. —¿Nadie? ¿Ni una vez? Niega con la cabeza, luego se encoge de hombros en un movimiento de giro extraño. —Bueno, quiero decir, lo he oído antes. Pero no de cualquier persona que lo dijera en serio. En el calor del momento, las cosas de una aventura de una noche no cuenta. Crecí sabiendo que era amada. Mamá me amaba. Completamente. Papá lo hizo, también, a su manera, pero no sin condiciones. No es suficiente. Pero yo sabía, hasta mis átomos que mamá me quería por dentro y por fuera. Si estuviera viva, ella todavía me amaría, a pesar de todo. Y Dawson... nunca tuvo eso. No siempre.

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Convoco todo mi valor y me doy la vuelta, así que estoy sobre toda la parte superior de él. Mis pechos aplastándose contra su pecho, y la colcha, que entiendo es el único recuerdo que Dawson tiene de su madre, de su cariño, se desliza hacia abajo alrededor de mis caderas. Me retuerzo y retuerzo en su contra, cambiando hasta que me presiono por completo en él, cada centímetro mío contra cada centímetro de él. Mi pierna se lanza sobre sus caderas, y ciento algo engrosándose y creciente contra mi muslo. Sé que esto es cierto, por lo que lo digo, porque lo necesita, con más desesperación que yo, creo, para escucharlo—: Te amo. No lo adorno con su nombre, o con cualquier otra cosa. Acabo de dejar que flote hacia fuera, dejando que lo escuche. Y retengo mi aliento por su reacción. Cierra los ojos con fuerza. Sus manos se cierran como prensas en mis caderas, sosteniéndome contra él. —Repítelo. Por favor. Nunca he escuchado esa vulnerabilidad en un hombre. En cualquier persona. Esta más que completamente abierto, desnudo para mí. Veo las terminaciones nerviosas de su corazón, el color rosado de su necesidad interior, la piel gruesa y dura peleando para mostrar la ternura no destinada a ser vista. Me retuerzo más cerca, presionándome contra él, sosteniéndome ante él. Le paso los labios por la mandíbula, luego le beso el lóbulo de su oreja mientras pronuncio las palabras de nuevo, un susurro tan tranquilo que apenas cuenta como discurso, pero sé que lo escucha como un grito de megáfono. Él se estremece ante cada fonema, ante cada aliento. —Te amo. Dawson se estremece debajo de mí, temblando, y sé que está traspasado y perforado como estoy yo por el momento. El mundo está en silencio e inmóvil. El sol se ha movido en su arco a través del cielo. Motas de polvo cuelgan en la luz del sol, congelado como cuentas de ámbar. No sólo a él, su corazón latiendo contra el mío, el lento enredo de él en mí, y yo en él. Sus ojos se abren, y son todo de color y de fusión en caliente. No tiene que pedirme hacerlo. Llego por mi propia voluntad y aparto la

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manta, ruedo sobre mi espalda, y me despojo de mi ropa interior. Estoy desnuda, pero ya no vulnerable. Me acurruco en el capullo de Dawson, de su amor, de su necesidad. Sus ojos me observan, me toma. Me cubre. La cara, los pómulos, los labios, los ojos, la nariz, la delicada curva y hueco de mi garganta. Toma el fuerte oleaje de mis pechos, los pezones erectos, mis costillas y el vientre tenso, las caderas amplias y generosas; mis muslos fuertes, la astilla de un espacio entre ellos, las rodillas, las pantorrillas y los pies, y luego regresa, a mi núcleo brillante y suave, tocándolo firmemente sólo con su mano. Y la mía, una vez, brevemente. Mi cabello es una maraña extendido por todo el edredón blanco puro. Mi piel un bronceado natural en contraste con las sábanas blancas. Y luego esta él. Perfección masculina. La evidencia de la obra de Dios. Creo en él cuando estoy mirándolo. Pelo oscuro que no es marrón, ni negro, ni rubio. Es un color al igual que sus ojos, casi negro cuando está mojado, pero ahora se ha secado y aligera el color, cambiando a una especie de castaño. Pelo oscuro, despeinado, sin gel, sin estilo y perfectamente imperfecto. Recortado cerca del cuero cabelludo en la parte posterior y en las orejas, pero el tiempo suficiente en la parte superior de estilo artísticamente despeinado o barrido a un lado en una zona clásica sofisticada. La belleza cambiante de sus ojos, técnicamente avellana con marrón cuando se siente amable y suave, casi azul cuando se enfada, se desvanece al musgo verde cuando está en cruda lujuria, siempre entre colores, nunca oscuros del todo. Pómulos altos, una mandíbula de granito astillado, los labios que pueden enroscar una sonrisa o una mirada lasciva y aún así las mujeres se desmayan. Su pecho es músculo masivo con abdominales profundamente cortados dominando una esbelta cintura. Musculosos brazos fuertes me rodean. Su piel casi morena oscura, una fina capa de pelo en el centro de su pecho, un sendero más grueso de pelo en su vientre. Tengo que verlo. Lamo mis labios y corro mis manos sobre su pecho, y él al tiempo, lo flexiona. Mis palmas se aplanan contra su estómago, y luego mis dedos se vuelven a enfrentarse a sus pies. Deslizo mis manos hasta sus caderas. No me atrevo a llevar mi mirada hacia él, mientras me trago mis nervios y el miedo, y convoco el océano hirviente de deseo. Los pantalones cortos están sueltos en la cintura, no hay ningún cordón colgando sobre la cintura elástica. Poco a poco y con cuidado llevo también los calzoncillos abajo. Su respiración se agita, y mis ojos

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están ahora inexorablemente atraídos por su virilidad erguida mientras lo desnudo, centímetro a centímetro. Una amplia cabeza de color rosa, una ranura corriendo por debajo de donde fue circuncidado. Las venas y la piel bien dibujadas, moreno y delgado, estirándose sobre tanta hombría. No estoy respirando. Mi labio duele y me doy cuenta de que estoy mordiéndome, y lo libero. Pero no detengo mis manos, ya que llevan sus pantalones cortos fuera, sino que libero una pierna, luego la otra, y ahora los dos estamos desnudos. Estoy en la cama, desnuda, con un hombre. Pero lo amo y él me ama. Así que esto está bien. ¿Cierto? No puedo y no voy a parar, incluso si no está bien. El se arrodilla conmigo, coloca sus manos a cada lado de mi cara, de rodillas junto a mí, pero no me mueve. Sus labios en los míos, y ahora no sólo me pierdo en su beso, me tiro activamente en él. Me zambullo profundo, ahogándome. Me chupa los labios entre mis dientes y me lame con la lengua, tengo su cara con ambas manos, y luego acaricio su cuello y hombros con una mano, mientras busco la cumbre dura de su mandíbula con la otra. Entonces mis manos exploran más. Oh, Dios, oh, Dios. Hay mucho por explorar, tanto del hombre por conocer. Me besa sin prisa y deja que aprenda. Mis manos siguen el pecho, las costillas debajo de sus brazos, sobre su espalda y su columna vertebral. Dudo, pero luego mis manos se acercan, agarrando el trasero con ambas manos. Frío, duro y firme. Exploro la plenitud de su trasero y luego por sus muslos. Curvo mis manos sobre sus cuádriceps y las caderas, y luego él se derrumba a un lado y de espaldas. Ahora es mi turno para pasar sobre él, mi peso plantado en una mano cerca de su hombro. Mis pechos son péndulos pesados batiendo libremente, y después son atrapados en sus manos, y yo grito ahogada ante el calor y la fuerza de su contacto. Sus pulgares pasan sobre mis pezones sensibles, y se vuelven duros como diamantes. Es el momento.

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Miro mi mano a medida que viaja cerca de su erección. Dawson está conteniendo el aliento, con los ojos entrecerrados, mirando mi mano también. Mis dedos se enroscan en un puño alrededor de él, agarrándolo con cautela. Expulsa el aliento en un largo y lento suspiro estabilizándose. Sólo le sostengo al principio, maravillada por la forma en que mi pequeña mano se ve envuelta alrededor de su virilidad. Me encanta la sensación de tenerlo en la mano. No es nada como pensé que sería. Es duro y caliente, pero también es suave y elástico, acolchado sobre el hierro. Trato de respirar, con éxito parcial, y a continuación deslizo mi mano hacia abajo, sintiendo los nervios y las venas contra la palma de mi mano, y estoy acunándolo... Estoy confusa, no sé qué palabras utilizar para describir o pensar en esa parte de él... pero son incluso más suaves que su erección, se tensa, siento picor en el pelo recortado. Le ahueco allí, le sostengo, le toco, y después mi mano vuelve a su alrededor encrespándose en su eje y se desliza hacia arriba. La punta me fascina. Hay un pequeño agujero en la parte superior, e inmediatamente debajo de él se extiende ancho como un hongo. Se ve suave y elástico, y lo es, cuando froto esa área con el pulgar. Dawson tensó todo el cuerpo, los hombros se convirtieron en piedras, y sus manos están sueltas en mis pechos. Lo miro, sus ojos entrecerrados de concentración. No puedo leer sus pensamientos. —¿Estoy...? ¿Está esto bien? —digo—. Yo sólo... quiero verte, sentirte. Me sonríe, y su expresión es tierna. —Por supuesto, cariño. Cualquier cosa, todo. Tan lento como quieras. Pero él está luchando, o eso me parece. En contra de lo que puedo no saber. Le cojo con mi mano y luego la muevo, así que estoy de rodillas junto a él, fuera de su alcance. Cruza las manos debajo de la cabeza y me mira mientras lo toco. No sólo su erección, en el pecho, el estómago y los muslos también. Todavía quiero saborearlo. Sé que esto es algo que las mujeres hacen a los hombres, porque los hombres en el club me han preguntado si se lo voy a hacer, a veces ofreciendo cantidades exorbitantes de dinero porque lo haga. Nunca pensé que iba a hacerlo realidad.

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Hoy estoy pensando hacerlo. Lo tengo en una mano y luego en las dos, mano sobre mano, lo que abarca la mayor parte de su longitud. Su punta se eleva del eje por encima de mi mano, y me inclino sobre él, bajando la boca. Le beso la punta primero. Un beso real, pero eso no parece del todo bien. Así que extiendo mi lengua saboreando la ranura. Es salado y suave. Pongo mis labios a su alrededor, y saboreo algo ahumado y salado en mi lengua, y luego muevo mi mano superior lejos y bajo mi boca ligeramente. Dawson emite gemidos y su espalda se tensa, arqueándose. Tomo más de él, pensando que esto es lo que tengo que hacer. Y, a decir verdad, me gusta la forma en que se siente, como él sabe. Mis labios se estiran y mi mandíbula se esfuerza por tomar su ancho, y ahora la punta de él acaricia el techo de mi boca, empujándose a la parte posterior de mi garganta, así que pongo mis labios y lo trago, lentamente. —...Jesús Grey, Grey. —Toma mi cara entre sus manos—.Tienes que parar ahora. No estoy listo para esto, y realmente no creo que tú lo estés. —¿Listo para qué? —Pero entonces, entiendo, sé la mecánica de cómo funciona el sexo, por supuesto, y me doy cuenta de lo que sucederá si sigo tocándolo, manteniendo la boca sobre él. Y no, no estoy lista para eso. Algún día voy a experimentarlo, pero él tiene razón. Ahora no. —Sí, tienes razón —digo, y me acuesto sobre él, asentando mis senos en su pecho y mi boca en su boca, y su erección es dura entre nosotros, en contra de mi cadera. Debe ver la pregunta en mí, porque me contesta antes de que pueda formar las palabras. —Las cosas que me haces, Grey. Dios. Es todo lo que puedo hacer para detener estos momentos. Eres tan perfecta. La forma en que me tocas... Entierra sus dedos en mi pelo, apretándolos contra el cuero cabelludo, y me interrumpe con un beso ardiente. —Tú me haces sentir... tan bien. Nunca me había sentido así antes.

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Y entonces estoy en mi espalda repentinamente, y él está encima de mí, y está en su terreno, ya que nunca he experimentado antes nada de esto. Envuelvo mis brazos alrededor de su cuello y lo tiro hacia abajo para un beso, y nos hemos perdido en un momento atemporal. Pero no dura, porque él se está alejando. Enredo mis dedos en su cabello mientras me besa el cuello, el hueco de mi cuello. Aumenta el agarre de mi seno derecho, alrededor de la areola, la piel arrugada, y luego mi pezón está en su boca y hay un fuerte tirón entre mis muslos, una presión de combustión. Su mano se alisa sobre mi vientre, sobre mis muslos. Voluntariamente aparto las piernas por su toque, pecaminosamente y arbitrariamente extiendo mis muslos, ya sus dedos profundizan. A continuación, su toque se centra en mi hendidura y el tirón es una sacudida caliente en mi interior, las cuerdas de mis nervios se retuercen, tirando y trenzado en un barrido rítmico, en busca de sus dedos dentro de mí. Mis caderas se levantan alto de la cama mientras llego a la cúspide de la explosión y luego reduce su toque y me deja dolorosamente agonizando, pero la presión no cede, sólo se incorpora en un peso que no puedo soportar. No me ofrece ayuda y no sé el idioma para pedírselo, porque toda palabra ha sido borrada. Tengo una identidad en este momento, en este tiempo: su toque. Mi erupción culminante es lo que soy. Su boca sobre mis pechos y sus dedos dentro de mí son lo que soy. Y entonces, y entonces... sus besos se mueven por mi esternón y hacia más abajo, sobre mi vientre, y luego una lengua sobre mi montículo, hábil y suave. Estoy moviendo la cabeza no, no, pero por supuesto no me refiero a que realmente no, sólo quiero preguntarle si realmente va a hacer eso... y lo hace. Sus labios tocan mi hendidura, y me estremezco. Es un beso de pregunta vacilante. Levanto mis caderas como un estímulo en silencio. Estoy perdida en esta experiencia, y quiero todo lo que me puede dar. Me mira, la pregunta en sus ojos. No quiere que me sienta agobiada. No tengo ninguna vergüenza. —Por favor... por favor sí. Mis palabras son inaudibles y me quedo sin aliento, pero él las oye. Toma mis tobillos y coloca mis rodillas sobre sus hombros, me levanta por la parte inferior y, sin advertencia alguna, hunde su lengua en mí.

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Me agarro a la ropa de cama con un ruido en algún lugar entre un gemido y un grito. O entre un grito y un gemido. En lugar de la cama, me decido por agarrarme a él. Mis manos se enredan en su pelo y tiran, se enroscan en sus cabellos oscuros y se aferran mientras que utiliza los pulgares para mantener mis labios separados y me besa profundamente en mi interior. Se trata de un beso, también. Sus labios se mueven sobre mis partes interiores lisas, y su lengua me explora, al igual que cuando besa mi boca. Nunca en la vida había sentido un placer tan intenso antes. No siempre. Sólo yo conozco el significado de la verdadera bienaventuranza celestial. No trato de ocultar o silenciar los sonidos embarazosos que vienen de mí. De hecho, mientras sus labios me succionan, empiezo a encontrar mis propios ruidos excitantes. Estoy totalmente abandonada a esto. No tengo ninguna razón para controlarme por más tiempo, y estoy completamente a su merced. No doy un grito fuerte porque mi voz se irá, y por ello me quejo, Dawson redobla la intensidad de la atención oral. El más erótico de mis gemidos sale, y más salvajemente su lengua se lanza sobre mí, me permito gritar su nombre, mientras más rápidamente me succiona y da círculos con la lengua, y ahora soy todo ruido y movimiento de caderas. Cierro mis piernas alrededor de su cabeza y lo mantengo enrollado en mi contra, y ahora sus dedos se deslizan dentro de mí, también, dos dedos en mi hendidura, cavando y deslizándose hacia fuera, y creando sensaciones de vacío a lleno, el vacío hace que me queje alto en la garganta, por lo que lo hace de nuevo, pero con más detalle, y tiro la cabeza hacia atrás, arqueando la espalda y rompiéndome debajo de él, gritando y jadeando en busca de aire y gritando otra vez mientras ola tras ola de un orgasmo me golpea. No tengo ninguna posibilidad de detener el modo en el que me muevo contra su boca y mantengo mis caderas contra su lengua, y de hecho sus manos me animan adelante y hacia arriba, no ablandándose cuando llega el orgasmo, pero me empuja más allá de él, en éxtasis, indefensa con el aliento congelado por el fuego en libertad. Y luego vuelvo a bajar mareada, y me lamento de desesperación mientras se aleja de mí, fuera de mí, y escucho algo que se arruga. Abro mis ojos para verlo rodar, fino y claro en su erección. Sé qué será lo próximo, tengo un momento de miedo, pero no tengo tiempo para pensar en ello porque Dawson está de vuelta conmigo, besándome.

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Me saboreo a mí misma en su boca y en su lengua, vagamente salada, almizcle picante y decididamente femenina, huele y sabe a mí. Su beso es desesperado, y sé que se está preparando a sí mismo para no asustarme. Está ahí dentro de mí, el pánico, pero lo niego. Lo beso y me deleito con el peso de su cuerpo contra el mío, y la fuerza de sus brazos alrededor mí, y sé que quiero esto. Lo beso con todo lo que tengo, y hundo una mano alrededor de la parte posterior de su cuello. —Grey, no...No tenemos que…, si no estás lista. —Nunca voy a estar lista. Pero nunca he querido nada más. Pero le debo toda la verdad dentro de mí. —Voy a enloquecer en algún momento. Sé que lo haré. Estoy perdida en ti, perdida en esto, en nosotros, pero voy a enloquecer. Debes saberlo. Pero también tienes que saber que quiero esto. Tanto. Por favor, haz esto conmigo. Su barriga es dura y caliente contra mi estómago, y siento la punta de él en el interior de mi muslo, enorme y duro. Sus brazos son barras sólidas y ahora familiares a cada lado de mi cara. Sus ojos me registran. Pongo mis labios en los suyos, y lo dejo degustar las palabras cuando le digo—: Te amo, Dawson. —Siento que se hincha, veo que sus ojos se llenan de emoción, siento su pecho expandirse, e incluso su erección hacerse más grande y más gruesa en mí contra. —Grey... te amo. Dios, Te amo. Tengo que preguntarle. Tengo que decir las palabras. —Haz el amor conmigo, Dawson. Por favor, hazme el amor. —Con todo mi corazón, sí. —Pero no se empuja contra mí. En cambio, se agacha entre nosotros y encuentra mi punto dulce con los dedos, encuentra mi pecho con la boca y con paciencia, me lleva lentamente a retorcerme, la excitación dejándome sin aliento. Cuando llego a la cúspide del orgasmo, me besa, y abro los ojos para mirar a esos ojos de todos los colores. No ralentiza sus dedos en el centro de mi placer, sino que da un codazo en mi vagina con la punta de su erección. Es sólo una ligera presión al principio, sólo una parte muy pequeña de él dentro de mí, y dejo que mis piernas se desmoronen porque de lo contrario voy a sujetarlo con fuerza. Estoy

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entrando un poco en pánico. Mi corazón late con fuerza, con tanto miedo como placer, y él lo sabe, porque me deja caer lejos del borde del orgasmo, y se desliza un poco más adentro, dejándome sentir el estiramiento de él llenándome, jadeo y las lágrimas comienzan en las esquinas de mis ojos, porque es tan grande dentro de mí, llenándome más allá de mi capacidad de tomar. Pero lo tomo y él profundiza un poco más, y empiezo a sentir la plenitud, empiezo a entender lo mucho que voy amar esto, pero hay dolor en el camino, así que aún no me encanta, pero lo hará. Y luego acelera sus dedos dentro de mí y pellizca fuertemente en mi pecho con los dientes y me lleva al borde de un orgasmo furioso, y esta vez él sigue adelante, deslizando un poco más con cada círculo de sus dedos, y luego estallo jadeando y gimiendo, y los ojos de Dawson me bloquean, en silencio rogándome que mire sus ojos, mantengo su mirada, por lo que hace, y se mete de una vez, con fuerza, y hay un instante de dolor cegador, pero está enterrado bajo un tsunami de destellos, el placer mezclado con el dolor. Se queda enterrado profundamente, sus dedos y su boca me dan placer, el dolor disminuye palpitante. Y luego estoy completamente llena por él. Está en mí. Caderas contra caderas, boca contra boca. Nuestros dedos se enredan, y el resto de la cara. Nuestras lenguas, nuestro sabor, los labios y los dientes, y es enorme dentro de mí, extendiéndome hasta el dolor, pellizcos que sangran en el placer. Y entonces... se mueve. Poco a poco se desliza hacia afuera de mí, y estoy vacía y perdida sin esa plenitud. Entierro mi cara en la columna de su cuello, sintiendo su pulso en mis pestañas. Se desliza de nuevo dentro de mí en un movimiento infinitamente lento, y lo agarro y empujo por el trasero, porque la felicidad que me baña es el cielo, más allá de los cielos, es pura maravilla, todo lo que es bueno en el universo explota dentro de mí. Es la presencia del amor que brota. Estoy llorando, pero estoy sonriendo, y él ve eso, y me besa las lágrimas, besa mis mejillas, mis párpados, mi barbilla, la boca y el cuello, todo el tiempo está saliendo y entrando de mí. Pero poco a poco. Así lentamente. Así con cuidado. Con amor. Un sinuoso y suave deslizamiento, rompiendo todas las nociones de plenitud de todos los de tiempos. Y luego, estoy lloriqueando esa pérdida, pero hace que el ingreso de su erección de nuevo en mi, sea mucho mejor. Me arqueé, inclinando la columna vertebral, y luego levanto mi trasero y mis caderas al encuentro con él, y desenredo una mano y

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entierro mis uñas en su espalda y lo agarro del trasero mientras se desliza, y estoy haciendo un sonido que no es ni una sola palabra. Es un grito jadeante, un erótico gemido de su nombre. —Dawson... Repito con cada oleada de su pene dentro de mí. Quiero tener las palabras para decirle cómo se siente, cuánto quiero esto, lo perfecto que es, pero no las tengo. Todo lo que puedo hacer es tratar de comunicarme con mis quejidos y gemidos, con mis expresiones susurradas de su nombre. Él continúa su ritmo sumamente lento, pero se levanta sobre un codo y saca las marañas de pelo de los ojos. —Móntame —dice. —¿Qué? —Apenas puedo hablar, ni siquiera esa palabra con claridad. —Te quiero arriba. Móntame. Toma tu placer. Déjate ir. Abro la boca para hablar, porque me gustaría un momento para pensar en ello. Me gusta lo de tomar el control. Me gusta ser capaz de profundizarme en él y no pensar o hacer nada más que sentir. Pero se mueve conmigo, enterrado profundamente dentro de mí, y ahora estoy montada sobre él, aferrada a su pecho, la cara contra su cuello, apretando con temor como si tuviera miedo de caer desde una gran altura. Se mueve, y estoy llena de él, pero necesito el movimiento, la moción. Me encuentro con su mirada. —Encuentra dónde estás en esto —dice—. Yo te llevé más allá de la parte que te da miedo, ¿verdad? Y ahora quiero que tomes, en lugar de dar. Me sacude el pelo alejándolo, entierra sus dedos en las raíces de mi pelo justo detrás de la oreja izquierda, la otra mano apoyada en la cadera. Me siento poco a poco, hasta que mis piernas están dobladas en la rodilla, lo que acomoda sus pantorrillas casi paralelas a mis muslos. Encuentro mi equilibrio, me balanceo constante con mis manos en su pecho. Nuestros ojos se cierran, y sus manos acarician la línea de las costillas, con el pulgar debajo de mi seno y luego a través de mis pezones, hacia abajo para agarrar mis caderas, luego comienza un circuito de nuevo.

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Al principio inicio un movimiento de balanceo sencillo con mis caderas. Suspiro y cierro los ojos, y luego lo hago de nuevo. Y de nuevo, y mi gemido se convierte en un grito con la boca abierta. Dawson no se mueve, sólo me mantiene de las caderas y me mira. Me inclino hacia delante y levanto mis caderas y mi corazón, llevándolo casi todo el camino, haciendo una pausa cuando acomodo sus pliegues con mi hendidura, y luego lo entierro profundamente en un largo recorrido rápido. Me quejo en voz alta, apretando los ojos cerrados y la boca abierta, sin aliento, y luego lo saco otra vez, casi fuera, me detengo y me empalmo a mí misma en él. Y luego intento otra cosa. Quiero sentirlo todo. Levanto mi núcleo y caderas por lo que se desliza hasta la mitad, y luego me dejo caer un poco, y doy empujes bajos por lo que nunca está plenamente dentro o totalmente afuera. Este tipo de accidente cerebro vascular me vuelve loca. Cada vez que gime y gime, me niego a dejar que se hunda más profundo, y comienza a quejarse conmigo. No estoy buscando el orgasmo, sólo estoy encontrándolo, encontrándome, encontrándonos. Estoy explorando esta cosa, este acto llamado sexo. Hasta ahora es más increíble de lo que puedo comprender. Presiono mi abierta y temblorosa boca en el pecho sudoroso y sigo golpeando superficialmente por unos momentos, y luego siento que Dawson se tensa debajo de mí. Sus pectorales duros como una roca, como tallado en piedra, y su rostro se congela, la mandíbula apretada. —¿Dawson? ¿Qué está mal?—pregunto. —Yo estoy… —Contesta agarrándome de la espalda. Me doy cuenta de que está en el borde, a punto de alcanzar el orgasmo. —Déjate ir, entonces. —No, quiero ir contigo. —Se inclina y me besa, con la intención que sea un beso rápido antes de volver a caer, pero le sigo hacia abajo y devoro su boca con la mía. —Entonces ven conmigo —digo. Gime mientras lo deslizo hasta el fondo, y me encanta, casi más que cualquier otra cosa, al oírle hacer ruidos involuntarios. Lo atraigo, y luego lo empujo a mí rápidamente. Nuestros gemidos se fusionan cuando nuestros cuerpos se unen. Me pongo en un ritmo de golpes

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profundos, aferrándome a su cuello, moviendo sólo mis caderas. Él me levanta y toma un pezón en la boca, y yo gimo más fuerte que nunca, y siento que la cima del orgasmo se acerca. Es rock duro por todas partes, cada músculo tenso, y luego cuando mis movimientos se vuelven más erráticos y mis gemidos de placer se convierten en su nombre una y otra vez, él comienza a moverse conmigo, y no tengo ningún control en absoluto, sin ritmo. Sólo estoy hundiéndome desesperadamente en él, llenándome con él. —Oh, oh, Dios —digo mientras siento perder el control también. —Mierda —gruñe. Ve la momentánea confusión en mi cara, y me dice—: Vamos, nena. Quiero oírte jurar. Vente para mí, Grey. Vamos duro, y no te detengas. Me estoy conteniendo. Mis brazos alrededor de su cuello y me acuesto, todo mi peso sobre él, y muelo mis caderas contra las suyas y me dejo llevar. Mis gritos están amortiguados por su carne, y ahora entro en erupción, y su nombre es el único sonido de mis labios, cantándolo una y otra vez como el cielo tronando abierto dentro de mí. Estoy estrellándome, las caderas y las manos locamente hundiéndose arañando su piel. —Dawson —suspiro, y luego recuerdo lo que dijo, y rompo la última capa de control, y lo único que puedo hacer es aferrarme a él cuando las palabras salen libremente. —Oh, mierda, ¡Dawson! Dios, oh, Dios, oh, mierda... ven conmigo, ven ahora... El mundo se acaba en ese momento. Luces en flash y toda mi existencia por turnos, y luego me muevo. Él está por encima de mí, gracias a Dios, y es salvaje, descontrolado, sumergiéndose en mí, y me encanta cada toque, cada golpe, y le oigo gemir, y espero oírlo jurar como lo hice, pero me sorprende. —Grey. —Es un susurro, un contraste con su loco y salvaje empuje— Oh, Grey, dulce Grey... mí... Y se viene al fin. Siento que esto sucede, un tensor seguido por el calor y se ha ido, sin palabras, sólo su aliento en mi piel y el cuerpo lo más cerca que puede estar, y siento su alma junto a la mía, en la mía, en torno mío, entretejida.

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Los dos nos hemos quedado en silencio, respirando, y su peso está sobre mí. Él se va a bajar, pero lo detengo. —Para. Me gusta tu peso sobre mí. Me gusta sentir esto. —¿Grey? —¿Hmm? —Te amo. —Su voz es tan suave como la seda, una caricia verbal. Nada puede ser tan dulce como su voz en este momento. Me muevo un poco, y se mueve conmigo, y ahora su rostro se acuna en mi pecho, entre mis senos, mis manos en su cabello y le beso debajo de la oreja, en el pequeño lugar donde la mandíbula se encuentra con su oreja, diciéndole—: Te amo, también. Respiro, y él sonríe contra mi piel. Nos quedamos dormidos así, en ese momento en que la tarde se convierte en la noche.

201 Me despierto con su boca en mi pecho y los dedos en el vértice de mis muslos, y antes de que mis ojos estén abiertos Estoy abriendo mis piernas por su toque y respirando fuertemente por la felicidad y el éxtasis, y he llegado de nuevo en unos minutos. Pero quiero algo, quiero sentir algo. Tengo el gusto de él cuando hacíamos el amor, pero lo quiero más plenamente. Lo empujo sobre la espalda y lo tomo en mis manos y acaricio la longitud y el grosor de él. Muevo mi cara por su pecho y vientre, presionando un beso en su punta. —¿Grey? —Es una pregunta vacilante. —Quiero esto. Quiero probarlo. Me sacude el pelo alejándolo en un gesto familiar, y lo llevo a mi boca. Sólo un poco al principio. Se queja de inmediato, y sé que a él le gusta esto. Ese lamento es lo que quiero. Parte de ello, por lo menos.

Muevo mi puño alrededor de él y tomo sus caderas moliéndolas a ese ritmo, y se queja, así que lo acompaño con la boca. Y luego recuerdo que un cliente en el club me pidió que le chupara, y creo que en eso consiste. Así que soy muy mala, tomándolo más profundamente y chupando lo más que puedo, y levanta las caderas de la cama y da gemidos en voz alta, con las manos enredándose en mi pelo como si luchara por no tirar de mí en contra de él, y sus caderas revolotean como si tratara de no empujar. Me lo llevo a mi boca, y entre gemidos desesperados. —Suelta —digo. Se levanta y me mira, y me inclino más hacia él, le acaricio con mis pechos, y lo empujo de nuevo sobre su espalda, pero luego levanta la cabeza para mirarme de nuevo ya que envuelvo mis labios a su alrededor y le chupo más profundo en mi boca, cerca de mi garganta. Y ahora lo chupo al ritmo de mi puño en su longitud, y sus caderas participan en ese ritmo, empujando sin restricciones. Juego con su movimiento de modo que no me controle, y chupo más fuerte, retrocediendo y tomándolo más profundo con cada embestida y cada succión, y ahora él está gimiendo sin parar. —Grey, Grey, oh, Dios... Sus dedos se contraen en mi pelo, y me está tirando hacia abajo suavemente. No me importa, y sigo tomándolo, yendo más profundo. No voy tan profunda como para sentirme forzada, pero casi, y ahora él está arqueando la espalda y levantando sus caderas, pero no me doy prisa, no me apresuro. —Oh, mierda, Grey...me voy... Es una advertencia, pero no tengo tiempo para pensar en lo que voy a hacer, porque está eyaculando en mi boca. Me gustó, espeso, caliente, salado y nada de lo que esperaba. Trago y sigo adelante, porque todavía esta gimiendo y empujando, así que igualo su ritmo frenético con mi puño y mi boca, y tomo chorros de nuevo, una y otra vez, y estoy abrumada. Su gemido es descontrolado y espasmódico, y sus ojos están revoloteando en su cabeza y él está

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loco de placer, y eso es lo que yo quería, darle tanto placer que perdiera el control, así como me hizo hacerlo a mí. Cuando estoy segura de que ha terminado, quito la boca de él, y me encanta la sensación de su erección en mi mano, así que me aferro a él y sigo acariciándolo suavemente. Se estremece con cada toque, como si estuviera hipersensible. Mi mejilla está en su vientre, y me da una mirada cerca de él, a su hombría. Es una cosa hermosa. He escuchado niñas, incluyendo a mi compañera de cuarto Lizzie, hablar de cómo, a pesar de lo bien que se sienten los hombres, sus soldados son feos. A pesar de que utilizaron la palabra "gallo", lo que me hace temblar sólo de pensar en ello, pero no estoy seguro de qué otra palabra usar. No estoy de acuerdo con esas chicas. Dawson es hermoso por todas partes, cada parte de él. Con el tiempo me atrae hasta el pecho, en el rincón de su hombro, y dormimos de nuevo. La próxima vez que me despierto, es lenta y gradualmente. Es tarde o temprano, algún lugar de las horas oscuras de la noche o por la mañana. Hay un toque de gris en el horizonte, me hace pensar que es temprano. Nunca he dormido desnuda con un hombre, obviamente. Su brazo se monta sobre mi cadera, con la cara enterrada en la espalda, con la respiración profunda y regular. Los dos estamos todavía desnudos, cubiertos ahora por la manta y la sábana. Me encanta esta sensación. Estoy protegida y segura. Él me ama, me sostiene cerca, incluso dormido. Y entonces me doy cuenta de algo: su hombría...su polla... está junto a mí. Está dura, está completamente erecto y gruesa. Se puso de pie en algún momento después de que hicimos el amor por primera vez después de descartar el condón, y ahora, en la tenue luz del amanecer, veo otro empaque en la mesita de noche junto a mí. Siento su... Creo que la palabra más fácil, pero todavía me encojo culpable por decirlo... su polla entre las nalgas de mi trasero, y estoy ávida de ella. Quiero ser llenada por él. Lo necesito. Estoy... tan desesperada por ello que no puedo pensar en otra cosa. Cojo el condón, y suena ruidosamente en la sala en silencio. Lo examino, un cuadrado de plástico gris, la palabra troyano escrita en letras blancas. Lo abro y saco lo que hay dentro. Es un círculo de goma resbaladiza, o látex, en realidad, una cresta más gruesa rodea el látex

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transparente tan delgado como para ser casi invisible. ¿Cuál es el punto, me pregunto? Lo desenvuelvo un poco, y entonces me doy cuenta de que la respiración de Dawson ha cambiado. Está despierto. Me acerco a su lugar, y me encuentro con su mirada soñolienta. Él sólo me sonríe, levanta la mano pesada, y pasa el pulgar por mi mejilla. Miro hacia abajo entre nosotros y encajo el condón sobre la punta de él, entonces lo empujo hasta cerca de la base y lo mantengo quieto, desenrollo el látex sobre él lentamente con una mano al principio, luego con las dos, mano sobre mano hasta que el borde acanalado queda a ras en contra de su pelvis. Dawson se inclina y aprieta la punta un poco, dejando un hueco cerca de la punta. Llega a mí, empieza a moverse, pero niego con la cabeza. Me dirijo de nuevo a mi lugar, y presiono su espalda a mi frente. Me acomodo a él, y retuerzo las caderas hasta que su grosor está enterrado donde estaba originalmente. Dawson toma mi cadera en su mano y presiona un tierno beso en mi hombro. Espero hasta que no se puede negar la desesperación en mi interior, y luego me agacho entre nosotros para guiar la cabeza gruesa de él dentro de mí. Estoy mojada ahí abajo, húmeda, caliente y resbaladiza. Se desliza profundamente en mi interior. Él está en mí. Enterrado en casa. Ninguno de los dos se mueve por un largo momento, y luego mueve sus caderas y me lamento, y él se queja a la par conmigo. Y entonces, oh, Dios, sus dedos profundizan hasta el vértice de mi hendidura y se deslizan, y presionan mis caderas hacia afuera para permitirle el acceso, y está presionando con su dedo medio largo, y nos estamos moviendo juntos. Muevo mis caderas, y él tira de su erección, y luego nos presionamos juntos. Es torpe al principio, pero luego nos encontramos con un ritmo, y sus dedos... oh, dios, la forma en que me toca me deshace antes incluso de que me acaricié una docena de veces contra él, y estoy temblando y jadeando con mi boca bien abierta en un grito silencioso, y unos momentos después de que suceda de nuevo, estoy sin aliento y está desesperado contra mí, moviéndose como si no pudiera encontrar suficiente para dejarme ir. Dawson Oh...Waho. orgasmo, y trabajamos

se voltea, y estoy acostada boca arriba encima de él. Una mano está en mi hendidura, dándome orgasmo tras la otra está en mi pecho. Toma mi mano en la suya, y mis pezones juntos, y él está aplastándome a mí, y está,

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tan, tan profundo que casi no puedo soportarlo, pero lo tomo ya que me encanta y lo necesito. Y entonces él me desafía de nuevo. Mueve mi mano, enredada en la suya, a mi clítoris, y nos estimulamos juntos, y esa es la cosa más erótica que puedo imaginar, hasta que quita su mano y me mira. Ambas manos están acariciando y pellizcando mis pezones, y estoy gimiendo, y ahora -oh - oh... me toco a mí misma con él enterrado profundamente, puedo tocarme a mí misma de una manera que ni siquiera él puede. Siento un ritmo en mi interior, adaptado un patrón nebuloso, un ritmo de lento a rápido muy particular que me tiene lista para gritar, con voz ronca gimiendo y arqueando hacia adelante, y siento a Dawson mirándome mientras me toco, y sé que le vuelve loco, así que me toco más vigorosamente. No me reconozco. Estoy en la cima de un hombre al que sólo conozco desde hace unas semanas, y estoy enamorada de él, y él está enamorado de mí, y su pene está enterrado hasta la empuñadura dentro de mí, y estoy tocándome mis gruesos pezones rosados entre el pulgar y el índice. Estoy cantando su nombre y él murmurando el mío, y nos hemos perdido el uno en el otro. Esto es el paraíso... Pero no me reconozco. Explota. Dawson dice mi nombre, grita mi nombre, y yo grito el suyo, y él viene. Y me vengo de nuevo. Sus manos agarran mis pechos, y luego una mano está en mi cadera, me aplasta contra él con cada embestida desesperada, y nuestras voces son una canción, nuestros cuerpos se mueven en una danza, bellamente sincronizada, movimientos perfectamente sincronizados. ¿Quién es esta mujer que hace esto? ¿Qué hace el amor con tanta sensualidad salvaje y desesperada? Casi puedo vernos, me veo a mí misma como si estuviera arriba. Mis pechos rebotan y se agitan con cada embestida del hombre debajo de mí. Sus manos en mí, y muevo mi pecho ante su toque, porque me encanta. Y yo... mi mano está entre mis muslos, tocando mis partes íntimas. Mi otra mano está detrás de mí, agarrando la cara y el cuello de Dawson. Sus ojos me miran, observando la mano en movimiento, viendo mis pechos rebotar.

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—Dios, te amo —susurra suavemente. ¿Quién soy yo? ¿Quién soy, para que este hombre me ame? No soy una estudiante de cine, no soy una bailarina de striptease, no soy una bailarina, no soy nadie. Soy Grey Amundsen. Pero este hombre glorioso, ésta casi divinidad...dice que me ama. ¿Por qué? ¿Qué soy yo, que se siente tan fuerte en mí? ¿Qué ofrezco? No sé la respuesta a eso, pero sé que él lo hace. Así que, ¿por qué no preguntar? Debido a que mi garganta se cierra y se pega. Puedo ver el pánico en mi cara, pero está detrás de mí, rodando hacia un lado, todavía enterrado profundamente, sigue al rojo vivo, todavía palpitando con las réplicas. Todavía estoy temblando, también, todavía estremeciéndome y temblando incontrolablemente en ola tras ola de sismos post-orgasmo. Algunos de los temblores son de pánico, sin embargo. Él no lo ve. Se desliza fuera de mí, de la cama y sale al baño. Lo oigo lavar sus manos, y luego vuelve furtivamente por detrás y se aprieta contra mí. Su hombría esta todavía un poco hinchada, y lo entierra entre los globos de mi trasero. Incluso en mi pánico, me encanta esa sensación. Y el amor pone en marcha más pánico. Acabo de pecar. Tuve relaciones sexuales con un hombre. Tres veces. Bueno, dos veces. No estoy segura de si el orgasmo con mi boca cuenta como sexo, pero sin duda se cuenta como pecado. Y dejé que él me hiciera lo mismo, más veces de las que puedo contar. Me produjo orgasmos tantas veces. Ni siquiera me he molestado en contar. ¿Eso multiplica mi pecado? No estoy casada con él. Ni siquiera comprometida. Ni siquiera me sé su segundo nombre. No sé donde fue a la escuela secundaria. En la oscuridad de la madrugada, es fácil sentir la condena. No he pensado en mi padre, en realidad no he pensado en él, en meses. Pero ahora recuerdo que me dijo que caería en una vida de pecado. Y lo he hecho. Mira la vida que he vivido. Estaba en lo cierto. Oh. Oh, Dios. Dios me perdone. Estaba en lo cierto. Oigo y siento a Dawson

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caer dormido, y por eso no alcanza a escuchar el único sollozo que se me escapa. Me estremezco, y su brazo me aprieta, justo debajo de mis pechos. No puedo respirar. No puedo... respirar. ¿Qué he hecho? ¿Qué he permitido que pasara? Exactamente lo que yo sabía que iba a suceder, desde el primer momento en que lo vi. Sabía que podía caer y perderme en él, y lo he hecho. Me enamoré, caí en pecado. Trato de racionalizar mi forma de salir de esto: no es pecado. Yo lo amo. Él me ama. Y ni siquiera creo en nada de eso, ¿verdad? No, no lo creo. No acabo de tener relaciones sexuales, sin duda no follo. Hice el amor, el amor mutuo, a un buen hombre. Un hombre maravilloso que nunca ha hecho otra cosa que tratar de cuidar de mí, de protegerme y ayudarme. Ya no soy la hija de un pastor. No voy a la iglesia. No creo en Dios. Así que no he pecado. ¿De veras? ¿O es que no importa en lo que creo? Una vez escuché a papá, a mi padre, decir que un hombre de su congregación fue sorprendido en adulterio, que no importaba si creías en Dios o en el pecado, que Él creía en ti, y que te juzgaría independientemente de si decides creer o no. Mi cabeza da vueltas como loca, y palpita. Otras partes de mi laten, también. Camino saliendo del agarre de Dawson, dejándolo en la cama, agarrando un espacio vacío ahora. Está tan tranquilo, tan hermoso. No puedo dejar de mirarlo, y por un breve momento, mis preocupaciones desaparecen bajo el peso de la belleza masculina del hombre y de la tumultuosa tormenta de emociones que despierta en mí. Entonces las preocupaciones están de vuelta como una venganza. Camino hacia el baño, aunque cojear es una palabra más apropiada. Mis partes privadas laten con dolor y remordimiento. Mis piernas tiemblan y duelen. Todo allí duele, pero el recuerdo de como sucedió este dolor es dulce. Incluso a través de mi culpa, no puedo arrepentirme de haberlo hecho. Me arrepiento de mi culpa, me arrepiento de mi educación porque no puedo disfrutar del amor de Dawson.

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Dios, estoy tan confundida. Estoy abrumada hasta el punto que el dolor me deja sin aliento por la culpa y la vergüenza de lo que acabo de hacer, pero al mismo tiempo, una parte de mí está contenta y satisfecha de sí misma y engreída en felicidad total. La culpa, la vergüenza, me dice que la presumida satisfacción es la semilla del pecado. Después de ir al baño, lavarme las manos, y encontrar mi ropa en la oscuridad. Me visto en silencio, de espaldas a Dawson. Incluso cuando mi sujetador roza mis pezones ahora se siente sensual, excitante, porque me recuerda los dedos y los labios de Dawson allí. Y mi ropa interior, también trae a Dawson a mi mente, la forma en que su lengua se clavó en mis pliegues... casi me caigo y me ahogo en ese recuerdo entusiasta, pero Dawson se agita y se sacude en movimiento. Estoy asustada, viendo regresar a Dawson dormir, y luego bajo por las escaleras, por la puerta principal con el bolso al hombro y las llaves del Rover en la mano. No sé a dónde voy, excepto lejos. Estoy muy confundida, y no puedo pensar en torno a Dawson porque lo voy a querer todo de nuevo, y ya lo quiero. Aún adolorida e irritada, cada paso hace palpitar mi núcleo, lo quiero. Quiero más. Dejo el barrio, cuidadosamente navegando fuera de la grandeza exagerada de Beverly Hills. Me encuentro en el estacionamiento del aeropuerto, en el mostrador de Delta. Ni siquiera sé adónde me lleva el billete que acabo de comprar, y no me importa. Nada se pega en mi conciencia. Estoy en el piloto automático, luchando contra la corriente de la culpa, en contra de la tormenta de ideas en conflicto, necesidades, miedos, culpas, y deseos. No debo amarlo. Pero lo hago. ¿Y por qué no? Porque es pecado. Es el mayor placer que he conocido, y voy a pasar cada momento del resto de mi vida queriendo y necesitando más. Él me ama. Pero casi no me conoce, ¿Y si se encuentra con otra persona? ¿Alguien más bonita? ¿Alguien con más experiencia? ¿Y si tiene que hacer una escena de amor y no puedo manejarlo? No podría aceptar eso. Me arruinaría.

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Pero ya estoy arruinada. Ya no soy virgen. Eso no es la ruina, eso es belleza. El dolor entre mis muslos es un recordatorio del amor. Por el fervor de su deseo. Mi lucha interna se ejecuta en un bucle continuo y me hace marear. Me dirijo desorientada a una puerta en algún lugar en las profundidades del aeropuerto. No estoy escuchando nada, ni viendo nada. Oigo anuncios, avisos de embarque, avisos. Y entonces la gente en la sala de espera alrededor de mi puerta se levanta y comienzan a reunirse alrededor de la barra que canaliza el tubo de embarque. Creo que veo el pelo oscuro de Dawson y sus anchos hombros, pero no es él. Está en su casa, en su casa durmiendo. Ni siquiera sabe que lo he dejado. Encuentro mi camino ausente a un asiento junto a la ventana en la parte trasera del avión. No me gusta volar, y debería estar aterrada, pero no tengo espacio para otra cosa que la culpa, la vergüenza y el amor. Me escapé de Dawson de nuevo. Probablemente no venga detrás de mí esta vez. Lo he perdido. Nunca debería haberlo tenido. Después de un tiempo, el comunicador del jet, y la voz del piloto se encienden en el PA. Algo que está diciendo rompe a través de la niebla—: ... el tercero en la línea de despegar, así que las cosas deben moverse en poco tiempo. Hemos conseguido un buen viento de cola, por lo que deberíamos tener que aterrizar en Atlanta en pocas horas a partir de ahora. Gracias. ¿Atlanta? ¿Compré un billete de vuelta a Georgia? Oh, Dios. Oh, Dios. Que Dios me ayude ¿Qué estoy haciendo? ¿Por qué voy a volver a Georgia? Una posible respuesta parece levantarse: Voy a volver a Macon a encontrarme. Perdí lo que soy en Los Ángeles, o tal vez no sabía quién era yo, y sólo allí me confundí más. Es demasiado tarde para bajar ahora.

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Capítulo 14 Traducido por Lovingtobias Corregido por liss-rose

A

terrizo en Atlanta a las 10:40 de la mañana después de una escala en Houston. Mi estomago descansa cuando las ruedas tocan tierra con un suave rebote. Y después de un camino, nos detenemos en el jetway18. La gente a mi alrededor recoge su equipaje de mano, carteras y portátiles; yo no tengo nada más que mi cartera. Apesto a sexo y sudor. Mi cabello esta en un moño desastroso, el cual hice en el baño del avión una hora antes de aterrizar, luciendo exactamente como si hubiera estado corriendo de alguien, con el cabello revuelto y sin peinar. Apesto a Dawson, huelo a su almizcle, su esencia, su toque. Lo siento en todo mi alrededor, en mí. Lo cual es absurdo, pero no puedo quitarme el sentimiento. Arrastro los pies desde el pasillo hasta la jetway junto con los otros pasajeros, y me odio a mi misma con cada paso. Dawson me ama, y huyo de él. Lo dejé a horas grises del amanecer, y volví al lugar que juré nunca volver. Me puedo imaginar su expresión desconsolada cuando despierte, y ahora, tal vez, buscándome, en esa monstruosidad de mansión, y no encontrándome. Ni siquiera dejé una nota. Seguí a la multitud en el aeropuerto, y el ruido de la charla y el bullicio se apodera de mí. Me tomo unos cuantos pasos de la puerta, con el corazón dolido por la culpa, un alma enferma de amor rota en mil pedazos. Tuve sexo fuera del matrimonio con un hombre que apenas conozco y no dejé ni siquiera una nota de despedida. No tengo un celular. No traje mi laptop o mi ipad de Fourth Dimensión. Él no tiene forma de saber donde estoy, incluso si piensa en perseguirme. 18Jetway:

Pasillo que se extiende desde la terminal del aeropuerto hasta el avión, para el embarque y desembarqué de pasajeros.

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Me tropiezo fuera de la puerta, escuchando el timbre familiar de los acentos de Georgia. Siento a mi propio acento volver sin siquiera decir una palabra. Tengo cuatro horas y media para pensar, y no estoy cerca de saber que está bien o porque volví a Georgia. Todo lo que sé es que quiero ir a casa, ir a la casa de mi padre, dormir y dormir para siempre. Y después… siento un cosquilleo demasiado familiar en mi piel, en mis sentidos y una estocada en mi vientre. Caliente, fuerte, unas manos implacables me envuelven alrededor de mis caderas y me dan vuelta hacia tras. Siento su pecho en mi espalda. No me doy cuenta y lo reconozco; me desplomo contra él y amortiguo mis sollozos con mis manos. —No puedes huir de mí, Grey. —Su voz es suave, poderosa e intimidante. —¿Cómo… cómo lo supiste? El sonríe. —Sentí cuando te levantaste. Te escuché llorando. Supe que estabas empacando. Y sabía que lo ibas que hacer. Te dejé ir, y te seguí. Estaba detrás de ti en cada paso que dabas. Me senté en primera clase, y tú nunca me viste. Pero te vi llorar, sola, te vi agonizar. —Dawson, yo… lo siento —Mi acento, el cual he trabajado duro para erradicar, está de vuelta con toda su fuerza, tan fuerte como cuando era despistada, principalmente a los quince años. Hice una ruidosa risa de desaprobación—. Dios, escúchame. Sueno como una campesina de nuevo, y solo he estado de vuelta por unos minutos. —Amo tu acento. Déjalo salir. Solo se tú. Se Grey Amundsen. No nos hemos movido, y la gente se acumula a nuestro alrededor como el agua de un río fangoso en torno de una roca. —No sé quién es —digo, dejando mi cabeza descansar en su pecho. El mete un mechón de mi cabello rubio detrás de mi oreja. —Sí, lo sabes. Eres tú. Eres tu Grey. Una estudiante de cine. Hija de un pastor de Macon, Georgia. Eres la mujer más hermosa que he conocido en mi vida. Eres completamente inocente, un poco ingenua, muy obstinada, y absurdamente hermosa cuando te enojas. Haces

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que mi polla se ponga dura con solo una mirada, y no tienes idea que lo haces. Me distes el mejor día de toda mi vida, y después escapaste de ello, lo cual sabía qué harías —Él esta susurrando esto en mi oído; no estoy respirando mientras habla—. Me amas. Y te amo. No es un pecado. O si lo es, no me importa. Y extrañas a tu padre. Es por eso que volviste. —¿Yo... qué? El toma mi mano y me conduce lejos. —Vamos a ir a ver a tu padre, lo extrañas, y lo quieres de vuelta en tu vida. Y me vas a presentar como tu novio, la famosa estrella de cine. —¿Lo hago?, ¿Lo soy? —Troto al lado de él mientras da pasos largos y decididos. —Sip. —Oh. —Considero todo lo que ha dicho mientras va a alquilar un coche. Está ignorando las miradas y susurros de las personas que lo reconocen, y estoy tratando de hacer lo mismo. Encontramos nuestro choche de alquiler, un convertible rojo de un año. Él se desliza en el asiento del conductor y se voltea hacia mí. —¿Dirección? Escupí sin pensar. —16543 avenida Maple Grove —Parpadeo por mi confusión—. Espera. ¿En realidad estamos regresando a la casa de mi padre? Él se echa hacia atrás y sale del aparcamiento antes de contestar, insertando la dirección que le di en su teléfono, en una aplicación de GPS, probablemente. Cuando nos dirigimos hacia casa de mis padres, al vecindario de mi padre, solo sonríe hacia mí. —Grey, solo respira. Te amo. A menos que me digas, sin mentirme, que también me amas. Entonces todo va a estar bien. —Te amo. Lo hago —Susurro, y las palabras se pierden en el viento rugiente, como Dawson está inclinado. El escucha de todas maneras, o lee mis labios, o sólo sabe la verdad.

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—Bien, entonces todo va estar bien. Tú me amas. Yo te amo. Vamos a trabajar el resto —Me dio una mirada aguda—. ¿Te arrepientes de lo que hicimos?, ¿O de lo que tenemos? Sacudo mi cabeza con vehemencia. —¡No! No... No me arrepiento. Fue… fue estremecedor. Sólo estoy confundida. No sé qué creer. —Cree en mi, cree en el hecho de que te amo. —Sonríe hacia mí— y cree en el hecho, de que una vez que consigamos tener las cosas un poco más estables, te voy hacer venir tantas veces que no serás capas de caminar durante varios días. —Apenas puedo caminar ahora. —Admito. —Estoy adolorida. Él solo sonríe. —Eso fue solo un calentamiento, nena. Todavía no he empezado a destruir tu mundo. Puedes estar segura de eso. Me estremezco por el calor, el brillo de hambre en sus ojos, y le creo. Todavía estoy confundida, pero Dawson esta aquí, a mi lado, amándome aunque huyo. Trato de respirar, y de imaginar que le diría a mi papá. Ni siquiera sé por dónde empezar. Después de una hora de nervios y media en el coche desde Atlanta hasta Macon, nos detenemos en la casa colonial de ladrillos rojos y de dos pisos en la cual crecí. Hay un letrero de “en venta” firmado en el jardín del frente, con un “vendido” marcado en rojo en la barra superior. Mi estomago se encoge. La puerta del garaje está cerrada, no hay coches en la calzada. Papá siempre estacionaba en la calzada para que los miembros de su congregación siempre supieran que estaba disponible y accesible. Salí del convertible. Con Dawson detrás de mí, y tiro de la puerta principal, está cerrada. Busco mi llavero en la cartera, tanto tiempo sin uso, y pruebo con la llave de la casa que nunca tiré. No funciona; las cerraduras fueron cambiadas. —Él… se mudo. —Estoy sorprendida. —Mierda, ¿y ahora qué?, ¿Sabes su número?, ¿O algún lugar donde lo puedas encontrar? —Dawson está a mi lado, y mi mano está en la

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suya. No recuerdo entrelazar mis dedos en los suyos, pero me tranquiliza lo suficiente para poder respirar. Me alejo de la puerta, tropezando tres veces con la acera, y soy detenida de caer por Dawson, quien me ayuda a entrar en el coche. Me siento en el asiento de cuero de color marfil y aspiro el aire caliente de Georgia dentro en mis pulmones. —La iglesia. Él estará en la iglesia. Regresa a la carretera principal y gira a la derecha. Veinte minutos después, estamos en el estacionamiento casi vacío de la Iglesia Bautista Contemporánea de Macon. Es un gran, y extenso edificio, con una impotente, torre sobre el santuario principal, todos los bloques de piedra blanca y pilares de madera oscura a los lados. Hay un modelo antiguo Ford Taurus de color rojo en el estacionamiento cerca de la entrada de la oficina. El coche le pertenece a Louise, la secretaria de mi padre. Al lado del Taurus hay un antiguo F-150 que solía ser verde, pero ahora está todo oxidado, lleno de barro rojo y salpicaduras de tierra, que pertenece a Jim, el conserje. Hay otro coche el cual pertenece a Doug, el asistente del pastor, y otros pocos cuales no consigo reconocer. A unos puestos de estos coches esta el coche de mi padre un BMW gris. Está aquí. Por supuesto que él está aquí. No puedo respirar. De repente vuelvo a tener 12 y espero a mi padre salir. Un domingo por la noche, después de un segundo servicio y una reunión de oración personal. Me sentaba en el estacionamiento, en el asiento blanco del coche, leyendo un libro, esperando que mis padres me llevaran a casa. —Todo está bien, Grey. Estoy aquí. —La voz de Dawson es un ruido sordo, rompiendo mi memoria distorsionada. Muevo mi cabeza, respiró profundo, y me traigo a mi misma al presente. Dawson esta aquí. Es mi… novio. Él es mío. Yo soy suya. Me ayudara a enfrentar a mi padre. No debería de necesitar ayuda, pero lo hago. Me limpio mi sudor, las manos húmedas en mis muslos y luego salgo del coche, poniendo mi cartera en mi hombro. Dawson cierra de un golpe la puerta del coche detrás de él y luego va a mi lado, tomando mi mano. Vacilo afuera del vidrio de la ventana de la oficina de la iglesia.

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El mango negro de metal está caliente entre mis manos, y a través del espejo puedo ver a Louise caminar lejos de la puerta, hacia el pasillo principal, con una caja entre sus brazos regordetes. Abro la puerta, y ella la escucha abrirse, se voltea, y me ve. Su rostro se pone momentáneamente blanco. Y luego su hospitalidad sureña se activa, y se ilumina. Louise deja la caja en el suelo y se apresura hacia mí, extiende sus brazos para abrazarme. Dawson me deja ir y se detiene con sus brazos en los bolsillos mientras abrazo a Louise. Ella es la misma de siempre, tamaño medio, llevando la mayor parte de su peso extra en las caderas, con su canoso pelo negro peinado a la perfección. De repente estoy consciente de cómo debo lucir, como debo oler. Estoy segura de que Louise puede oler el sexo en mí, ver el nido de ratas que tengo en mi cabello. Desearía haber podido tener tiempo para tomar una ducha, pero no hay nada que pueda hacer ahora. —Grey, ¿Cómo estás cariño? ¡Porque, no te he visto estos años! ¡Pensé que nunca volverías a vernos! Luces tan hermosa, y yo, oh yo, que es este alto vaso de agua —Louise parloteaba sin parar, con su acento grueso como lodo y teñido como una cuerda de guitarra. Entonces realmente ve a Dawson, y lo reconoce—. Oh. Oh. Oh mi dios pero tú eres… oh. Ella golpea su rostro con una mano, y su pecho se agita, con los ojos muy abiertos. Me mira, y luego sus ojos se abren mucho más, como palillos, cuando Dawson hace un espectáculo al envolver sus brazos alrededor de mi cintura, llegando casi a mi trasero. Me apoyo en él, dejando descansar mi cabeza en su pecho, y no es un espectáculo. Necesito su proximidad. Necesito sacar fuerza de él. Louise ha recuperado un poco su equilibrio. —¿Esto es realmente lo qué creo que es? Asiento. —Louise Eldritch, este es Dawson Kellor. Mi novio. —Nunca he presentado a alguien usando esas palabras. Estoy un poco mareada. Louise sonríe nerviosamente mientras sacude la mano extendida de Dawson.

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—¡Mi dios, Grey! ¿Dónde lo conociste? Es incluso más atractivo en persona que en sus películas. Frunzo el ceño. —¿Porque, Louise, quieres decir que has visto sus películas? No sabía que te gustaban ese tipo de películas. Louise se sonroja y agita su mano con desdén. —Bueno, veras, mi… mi Iris quería ir a ver esas películas que eran tan populares, tu sabes cuales, de magia y que es lo que tienes. Así que tenía que verlas para asegurarme que son adecuadas para mi hija. No dejé que fuera a verlas, que conste. Estaban llenas de violencia innecesaria y sexualidad, y sin ánimo de ofenderlo señor Kellor, pero no tenemos esa clase de comportamientos. Dawson sonríe uniformemente. —No lo tomé como un ánimo de ofender señora Eldritch. Sé que algunas de mis películas no son para cualquiera. Si tuviera una hija, sin duda, no la dejaría ver gran parte de mi trabajo hasta que tuviera la edad suficiente para comprender y ser perspicaz. Louise asiente seriamente, y luego se voltea hacia mí. —Así que, Grey. ¿Qué te trae de vuelta a la ciudad? Estabas bajo presión cuando te fuiste a Los Ángeles más o menos permanente. Esta era la forma de decir de Louise que sabía de mi pelea con papá, y que quería todos los detalles. —¿Esta papá en su oficina? Me gustaría verlo. —Sí, sabes que sí. Él solo está… bueno, dejare que él te lo diga. Es afable, desvanece exteriores gentiles, y me ofrece una vista aguda de la inteligencia, perspectiva, y una mujer más crítica —Las cosas no han sido las mismas desde que te fuiste, Grey. Debo decirte. Y tu padre… bueno… el cambió. La muerte de tu pobre madre lo cambió, y no para mejor. Y cuando te fuiste… no ha estado bien, sabes. Pero he dicho demasiado. Es su historia para contar. Vamos. Cariño. Te llevaré a él. Nos lleva a mí y a Dawson por un laberinto de pasillos y oficinas interconectadas con la oficina expansiva de mi padre. Su puerta está

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cerrada, y Louise toca una vez, superficialmente, y luego se abre. Ella entra, y la sigo detrás. Lo que veo me conmociona. Papá está sentado en el suelo de su oficina, con montones de libros de referencia apilados a su alrededor entre las cajas vacías. Los estantes están vacíos, y una pila de cajas están cuidadosamente organizadas en la esquina, grabadas con “Cerrado” y etiquetadas con la escritura ordenada de papá. Tiene cuatro o cinco libros gruesos en su regazo y está hojeando otro, que luego deja a un lado en una pila más pequeña, toma uno de su regazo, comprueba el lomo, lo voltea, y lo pone en una pila diferente, no nos escuchó tocar ni entrar. La música suena fuerte desde la pequeña base del ipod: “Hibernia” de Michael W. Smith. El distintivo y hermoso coro del piano y la orquesta se hunden en mí, esta era una de las pocas canciones de él, que en realidad me gustaba, sobre todo porque no había ninguna palabra. Veo a papá voltear a través de otro gran libro de referencia. Ha cambiado. Está más delgado, mucho más delgado. Su cabello está más plateado que rubio, y está adelgazando, y el círculo calvo en la parte superior de su cabeza se ha expandido significativamente. El luce… viejo. Y frágil. Louise se agacha junto a él y le susurra en el oído. Su cabeza se mueve bruscamente hacia arriba, y sus ojos se fijan sobre mí. Trago saliva al cúmulo de emociones que veo en su mirada. Debería haber llamado. Debería haber visto de él. Hay tantas cosas entre los dos, y no tengo idea que demonios decir, como va a reaccionar a mi regreso inesperado. Se pone de rodillas, y luego de pie. Louise lo toma del codo y lo ayuda, y veo algo en la forma que en que se miran, en la forma en que ella lo ayuda a ponerse de pie. Louise es viuda también, su esposo murió de un ataque al corazón tres años antes que mamá muriera. Estoy congelada en el lugar cuando puse dos más dos juntos. Papá pone sus manos en la parte delantera de sus apretados Dockers, alisando sus arrugas, y luego toma tres pasos vacilantes hacia mí. Se mueve lentamente, como si estuviera rígido. —¿Grey? —Su voz no ha cambiado, sigue siendo profunda y potente—. ¿Volviste?

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Echo un vistazo a Dawson. Quien sonríe alentadoramente hacia mí. Miro de vuelta a papá, y doy un paso a su dirección. Todavía estamos separados por unos pocos pasos, pero puedo ver sus características trabajando, sus ojos me buscan. —Yo… solo, quería. Quiero decir… —No tengo idea que decir. No tenía ninguna intención de volver. Papá arruga la frente, y se apresura a mí, envolviendo sus brazos a mí alrededor, y me sostiene. Está llorando en voz alta. —Lo siento mucho, Grey, lo siento mucho. Estaba tan obstinado. Debería haberte…. Debería haberte amado. Nunca pensé que te volvería a ver. Lo siento tanto, Grey. —Da un paso atrás y se limpia el rostro con una mano—. Perdóname, Grey. Nunca, esperé esto de él. —Claro que te perdono, papá. Cierra sus ojos y se inclina, tropezándose con el costado de Louise, ella lo sostiene y acaricia su hombro. —Yo nunca… pensé que te había perdido para siempre. Te he extrañado tanto. Miro detrás de él a las pilas de libros. Las cajas, el escritorio despejado de papeles, bolígrafos y la computadora. —¿Qué está pasando?, ¿Por qué estás empacando la oficina? Y la casa. ¿La vendiste? Papá se endereza, y luego se mueve detrás del escritorio visiblemente fortalecido y reasumiendo un poco de su antigua autoridad. Le da un clic al radio, cortando “Hibernia” en el comienzo de su segunda reproducción, creo, y luego abre un cajón, encuentra un llavero con una etiqueta circular y una llave. —Sí, lo hice. Estoy retirado. Doug está tomando el cargo de pastor a tiempo completo. Todavía voy a dar algunos sermones aquí y allá, pero… si. Y por la casa… me mudé hace algunos meses, a un condominio a algunos minutos de aquí. La casa era… tan difícil de vivir ahí. Era tan grande y vacía —mira hacia abajo y frota la superficie de la mesa con su pulgar—. Había tantos recuerdos allí. Guardé todas tus cosas, tus pertenencias, junto con lo que no me llevé al departamento,

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están en una unidad de almacenamiento a unos kilómetros del departamento. Esta es la llave. —Me entrega la llave, y la tomo. Louise todavía estaba en la habitación, revoloteando en la puerta. —¿Estás bien, Erik? El asiente, y sonríe tiernamente a Louise. —Sí, estoy bien. No te preocupes. Sonaba como si estuviera a punto de decir “querida”. Él debe de ver mi mirada interrogante cuando veo de frente a mi papá y a Louise de espalda, preguntándome. Hace una mueca. —Louise y yo… estábamos… lo que quiero decir es que nosotros... Interrumpo. —Papá ese es tu problema. —Solo no quiero que pienses que yo.... —No estoy lista para esa conversación. Solo no lo estoy. El asiente. —Sí, ya veo quizás tengas razón. —Mira más allá de mí hacia Dawson, quien está apoyado en la puerta con su teléfono, revisando su correo o algo. —¿Quién es este joven? Dawson se adelanta de inmediato, guardando su teléfono en el bolsillo y extendiendo su mano. Veo a papá examinando a Dawson, y veo cuando lo golpea el reconocimiento, segundos antes de que se presente. —Dawson Kellor, señor. —Erik Amundsen —Papá toma la mano de Dawson, y los dos hombres se saludan—. ¿Cómo conoces a mi hija? —Estamos trabajando juntos en una película —Mi corazón salta cuando Dawson aparentemente rechaza nuestra relación, pero después continua—. Así es como nos conocimos. Al menos. Amo a su hija, señor. Grey es la persona más increíble que he conocido en mi vida.

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Papá aclara su garganta. —Gusto en conocerte. —Tiene un millón de preguntas, y no le gusta la situación, y mi viejo papá probablemente todavía este allí, pero lo mantiene para sí mismo. Es una mejora, un comienzo, y lo tomo.

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Capítulo 15 Traducido por Julieta9768 Corregido por Pily

¡



...Y el Oscar para el mejor actor es para...Dawson Kellor!

Channing Tatum aplaude con sus manos, el sonido muy fuerte en el micrófono, sus manos golpeando. A su lado, aplaude Emma Stone, así, sosteniendo una sonrisa cuando Dawson se pone en pie y camina por el pasillo. Cuando me pasa, se inclina y susurra, te quiero, en mi oído, besándome rápidamente. Trota hacia el escenario, Emma le da un suave abrazo, y luego lo hace el hombre, con el abrazo le da unas palmadas en la espalda con Channing. Mi corazón late con fuerza, y estoy de pie, gritando y aplaudiendo mientras Dawson acepta la estatua de oro. Estoy abrumada, pero eso no es nada nuevo. Tom Hanks unas filas más atrás, Ted Danson se encuentra al final de mi fila, y Jay -Z, Beyonce, y varios de sus amigos se sientan directamente en frente de mí. Veo caras conocidas donde quiera que mire. Y luego estoy yo. Lo Que El Viento Se Llevó, fue un éxito de taquilla, empatando con Avatar la película más taquillera de todos los tiempos. Ni siquiera estaba en los créditos, pero no podía importarme menos. He trabajado en esto, le ayudé a hacerlo. Me senté junto a Jeremy Allen Erskine durante la mayor parte del rodaje y ví, escuché y aprendí. Corrí recados para Dawson, Kaz y Jeremy, y tomé muchas notas. A pesar de todo, Dawson y yo trabajamos las cosas. Aún no me ha hecho la proposición. Trato de decirme a mí misma que no tengo prisa. Lo amo, y eso es todo lo que importa, pero en el fondo tengo dudas de por qué me eligió a mí. ¿Y si no lo hace? ¿Y si ha cambiado de opinión acerca de casarse conmigo? Se había modificado su contrato cuando regresamos a Los Ángeles de nuestro viaje a Macon. Él besaba a Rose, pero no quiso hacer

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ninguna escena de amor explícita, y que también incluyera montura. Así, a pesar de que la nueva versión era mucho más oscura, más valiente y más gráfica, incluyendo una escena de sexo que casi nos llevó a una calificación NC- 17, era casi en su totalidad el cuerpo del doble y efectos de ordenador, después del beso inicial. ¿Y ese beso entre Dawson y Rose? Los mantuve juntos a pesar de que mi estómago pensara lo contrario. Tuve que ver, una y otra vez, toma tras toma, hasta que Jeremy estuvo finalmente satisfecho. Dawson estaba tan molesto como yo, esto era lo único que realmente me llegó de él. Si no tiene ninguna otra función que demande un beso, voy a tener que tomar unas largas vacaciones y no ver la película. Excepto que probablemente trabajaré en todas sus películas. Todo esto pasó por mi cabeza mientras Dawson desplazaba su peso frente al podio, ajustando el micrófono y aclarándose la garganta. —Dios mío, esto es increíble. Muchas gracias, a todo el mundo. A la Academia, obviamente a Jeremy, eres el mejor. A Rose, Armand, Carrie: Ustedes son los mejores compañeros de reparto que podía pedir. Papá, por meterme en las películas cuando tenía cuatro años. Levantó la estatua, y mi corazón está en mi garganta. ¿Me mencionará? —Um, así que... sé que no tengo mucho tiempo, pero tengo algo más que decir, y van a tener que ajustar su horario, porque tengo el micrófono. Las personas se ríen de esto, y él se lame los labios, un signo de que está nervioso. ¿Qué está haciendo? Me encuentra, con sus ojos mirando los míos. —¿Grey? Ven aquí, nena. Niego con la cabeza, pero no me puedo negar. Me levanto, me sacudo la falda de mi vestido suelto, y me acerco. Llego a las escaleras y con sus manos me ayuda a subir, y luego toma su lugar en el micrófono, mi mano todavía en la suya. El busca con su mano libre en el bolsillo, y sus ojos queman en los míos.

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—Grey, bebé. Es probable que te enojes conmigo por esto, pero... lo haré de todos modos. Te quiero. Tanto. Tú me has devuelto mi vida. El público está charlando, susurrando, riendo, awww-endo. Escucho, pero no soy consciente de ellos, salvo el ruido de fondo. Me doy cuenta de lo que viene. No puedo moverme, no puedo hablar, no puedo respirar. Sólo puedo ver como Dawson saca un cuadro negro del bolsillo del pantalón, lo abre, y me muestra un enorme anillo de brillantes diamantes. Tiene que ser por lo menos de cuatro quilates, pero incluso el brillo del anillo no puede mantener mi mirada alejada de Dawson. —¿Grey? ¿Quieres casarte conmigo? —dice las palabras, y luego se inclina en una rodilla, con la caja extendida hacia mí. Me quedo mirando el anillo, y luego a Dawson. Sólo hay una respuesta, por supuesto. —Sí. Lo digo en voz baja, y mi voz se quiebra al final. Lo intento de nuevo, más fuerte, inclinándose hacia el micrófono. —¡Sí, sí! Dawson, bebe... estás loco, pero sí, me casaré contigo. Gritos y aplausos del público, y por primera vez miro hacia ellos. Es un error. Hay miles de personas, gente famosa, gente importante, todos mirándome. Nunca he estado al frente de una multitud así, y mis rodillas se doblan. Dawson me coge cuando me tropiezo, y se ríe mientras miro hacia él en estado de shock, perpleja. La realidad de lo que acaba de hacer, lo que acaba de suceder, se hunde en mí. Él me propuso matrimonio durante su discurso de aceptación en los premios de la Academia. Me propuso matrimonio. En los Oscar. La mayor parte del mundo está observando. Es real. Empiezo a hiperventilar. Y luego unos calientes y fuertes labios tocan mis labios húmedos, y me entrego al beso, a la boca de Dawson tomando la mía, me da el aliento. Me aferro a él, a sus anchos hombros que son difíciles debajo de su chaqueta de seda. Él rompe el beso, y desliza el anillo en mi dedo. Morgan Freeman está a nuestro lado, alto e imponente, hablando a Dawson en esa increíble voz.

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—Bueno, John Travolta y Rachel McAdams se supone que son los siguientes presentadores, pero usted y su nueva novia aquí pueden también hacer los honores. El brazo de Dawson me sujeta a su lado, y me apoyo en él, tratando de no mirar a la multitud o a las cámaras. Dawson lee el apuntador, al presentar el próximo premio a la Mejor Actriz. Mi cabeza está girando y girando, por lo que dudó cuando Dawson me empuja con la mano. Entonces me doy cuenta de que él quiere que le lea la lista de nombres. Me aclaro la garganta y leo las palabras en el apuntador, los nombres de las actrices y las películas que se encuentran ahí, que incluyen a Rose por su papel de Scarlett. Estoy orgullosa de mí por conseguir pasar a través de la presentación sin tropezar con mis palabras, y luego Dawson está tomando un sobre de una mano del escenario vestida de negro con un auricular. Él lo rasga abriéndolo, voltea la solapa hacia arriba, y lee. —¡El Oscar a la mejor actriz es para... Rose Garret! Sonríe y señala con su Oscar a Rose mientras se levanta de su asiento. —Rose, eres increíble. Te lo mereces. Y ahora, por fin voy a dejar el escenario. Todos pueden volver a su programa ahora. Todo el mundo se ríe de él, y entonces me lleva fuera del escenario hacia la oscuridad de la zona de detrás del escenario. Estamos en una esquina lejana debajo de una señal de salida de rojo encendido, y sus características son bañadas en el resplandor. Es delirantemente feliz. Y yo también. —¿Estás loca? —Susurra hacia mí, su voz en mi oído, baja e íntima. Dejo que me presione contra la puerta, y me planta un beso en la mandíbula. —No, no estoy loca —susurro—. Sorprendida. Estaba empezando a preguntarme si alguna vez… —Quería que fuera algo que nunca olvidaras. —No creo que haya habido una propuesta semejante. Me río cuando su boca desciende hasta mi cuello, hasta el hueco de mi garganta, y luego a mi escote. Le detengo allí, sin embargo.

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—No aquí. —¿No? Él mira a nuestro alrededor, con el bullicio en las entradas de la etapa, los tramoyistas vestidos de negro corriendo hacia atrás y hacia adelante, susurros en auriculares. Nosotros estamos aislados aquí, pero aún somos visibles. Niego con la cabeza. —No. Demasiado público. —Su boca no sale de mi piel, y tengo que controlarme, riendo—. Vamos, Dawson. Aquí no. Llévame a un lugar más privado, y puedes hacer lo que quieras. —¿Todo lo que quiera? —Hay un borde oscuro en su voz. Contesto con atrevimiento. —Lo que tú quieras. Besa la pendiente de mi escote una vez más y luego se endereza, tirando de la chaqueta en su lugar y fijando su corbata. Ajusto mi vestido, acomodando mis pechos y empujando los mechones de mi pelo. Cuando los dos estamos presentables, me conduce hacia fuera, de nuevo a la zona del vestíbulo, que es un hervidero de periodistas, hombres y mujeres con cámaras y micrófonos. Nos asaltan inmediatamente con una avalancha de flashes y preguntas. Me aferro a Dawson y sonrió, vuelvo a mirar mi anillo, y trato de no entrar en pánico. Estas situaciones siempre me enloquecen un poco, y por lo general todo lo que puedo hacer para mantener la calma es dejar que Dawson hable. Si fuera sólo yo, me asustaría y trataría de correr, pero Dawson siempre está en calma y en control. Y entonces alguien me hace una pregunta directa. —Grey, aquí, Grey. ¿Te sorprendió la propuesta de Dawson? ¿Te sentiste presionada a decir que sí, porque fue en público? Dawson comienza a responder, pero se detiene cuando ve que estoy respondiendo. —¿Qué si estaba sorprendida? Sí, claro. Quiero decir, no vio mi reacción. ¿Qué si me siento presionada? No, en absoluto. Yo sabía que iba a pedírmelo. Lo que no me esperaba era que fuera en medio de los premios de la Academia.

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Me río de eso, y la multitud de reporteros se ríe conmigo. —Le dije que sí porque lo amo y quiero casarme con él. No había ninguna presión en absoluto. Excepto, quiero decir, que ver millones de personas en una situación como esa siempre es aterrador. Y luego Dawson está cerrando las preguntas y tirando de mí en un paseo a nuestra limusina que está esperando. Greg está detrás de la dirección, y ni siquiera sé cómo Greg sabía donde recogernos, pero él está aquí, y estoy deslizándome en el asiento con tanta gracia cómo es posible, al entrar en una limusina de baja altura en un vestido de noche. Es un paseo tranquilo por Los Ángeles, la mano de Dawson está en mi pierna, nuestros dedos enredados juntos. Esperaba que a la mitad del camino, hiciera su movimiento en la limusina, pero no lo hace. Estoy tensa, preguntándome qué va a hacerme, pero es una tensión de excitación. Lo quiero. Quería que él me tomara tras los bastidores, pero no soy lo suficientemente valiente para ese tipo de exposición pública. La propuesta fue suficientemente pública. Dawson hurga en una consola, encuentra un cordón de algún tipo, y lo conecta a su teléfono y luego empuja un par de botones en la consola. Después de un momento, la música llega a través de los altavoces. Me río cuando oigo la canción: Cásate conmigo por Train. —¿En serio? Lindo, Dawson. —Al principio, sólo iba a tocar esta conduciendo, e iba a tirarme y te lo luego me di cuenta de que no era ni todo. El mundo entero. Sin duda espectacular.

canción mientras estuviéramos propondría en el coche. Pero de lejos suficiente. Te mereces te mereces una propuesta

Levanto la mano izquierda y examino el anillo. —Era un riesgo hacerlo de esa manera. No estaba seguro de cómo reaccionarías. Quiero decir, yo estaba al 99.9 por ciento seguro de que dirías que sí, pero… —Eres una persona pública —digo—. Así que si no estuviera dispuesto a ser visto por todo el mundo, no estaría contigo. Da miedo, pero...creo que una propuesta cliché en un restaurante de lujo no habría sido lo tuyo.

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—¿Quieres decir, el anillo en el fondo de una copa de champán? Me río, y se encoge de hombros, parecía casi avergonzado. —Casi hice eso, también, en realidad. He pasado tantos meses tratando de averiguar la mejor manera de pedírtelo, que se convirtió en toda una bola de nieve. Me estaba volviendo loco. No es mentira. Luego, cuando me propusieron para el mejor actor, sabía que era allí. No estaba seguro de cómo, pero lo haría allí. Me río, recordando muy claramente lo cerca que estuve de desmayarme. —¡Casi me caigo! Su mirada se dirigió a la mía. —Nunca te dejaré caer. —Lo sé. Me besa, y luego, como siempre, me pierdo en él, caigo voluntariamente en la dicha de su boca en la mía. Y entonces estamos bajo el arco y Greg está abriendo la puerta para nosotros. Dawson me levanta, cargándome en sus brazos, y Greg trota antes de abrir la puerta y entrar en el apartamento, pero él no nos sigue. Oigo la puerta cerrarse y la limusina alejarse. Mi corazón late con fuerza otra vez, porque está mirándome con los ojos verdes oscuros, hambrientos, calientes. Me lleva a través de la casa, a la puerta que conduce a su ─nuestro─ garaje. Sosteniéndome todavía, me pregunto, espero... Se lame los labios a medida que pasamos de coche en coche. Viejos, nuevos, brillantes, maltratados, en diversas fases de ejecución. Llegamos al final, el Bugatti. El acabado de espejo refleja el suave resplandor blanco de las luces del techo, y nuestras formas cuando nos acercamos. Me deja en pie al final del capó del coche. Miro hacia él, esperando y expectante. He aprendido algo de él, a lo largo del año pasado. Nunca está satisfecho, nunca está saciado. Siempre me quiere. Me quiere segundos después de que termina dentro de mí. Me quiere en su cama, en la ducha, en su estudio, en el set. Y me ha tenido en la mayoría de esos lugares. Incluyendo la casa de Tara, durante el rodaje de Lo Que El Viento Se Llevó. Me llevó allí a altas horas de la noche,

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hasta el porche de la casa de la plantación del mismo tamaño construida en el campo, cerca de Atlanta. Me llevó allí mismo, en el porche, acostado sobre una manta que había traído con él, las estrellas brillantes y las ranas cantando en la cálida noche de otoño. Fui al control de la natalidad mientras estábamos en Macon, y he llegado a amar la sensación de él desnudo dentro de mí, cuando no hay nada entre nosotros. —¿Cualquier cosa? —pregunta de nuevo. No dudo. —Lo que sea. Sólo hay una cosa que no hemos hecho. Todavía no estoy cómoda con cualquiera de los términos normales de las cosas, y Dawson piensa que mi voz limpia y adecuada es linda. Estoy dispuesta a dejar que lo haga, pero no estoy segura de que me trajera al garaje para ello. Él sonríe, un depredador, un brillo erótico en sus ojos. Se sacude un mechón de pelo de los ojos, y luego sus manos se deslizan sobre mis hombros, alrededor de mi espalda. Llevo un vestido de alta costura de Givenchy, con el que Dawson me ha sorprendido para la aparición de esta noche. Es a la vez modesto y sensual, haciendo gala de mis curvas, sin revelar demasiada piel. Desde que dejé de mostrarme, he encontrado mi propio estilo, una reunión de sensualidad y buen gusto. Estoy poco a poco descubriendo quién soy. Soy Grey Amundsen, y soy deseaba. Sus manos van a la cremallera entre los omóplatos y tira hacia abajo muy lentamente, me estremezco cuando sus nudillos rozan mi piel entre la brecha cada vez mayor. Se deslizan las correas delgadas de mis hombros con un movimiento de sus manos, y las olas del vestido con un silbido suave caen al suelo, a mis pies en una pila de sedimentación lenta de encaje y gasa. Mi sorpresa para Dawson se revela: no llevo nada debajo del vestido. Su respiración se vuelve un suspiro lento, y se muerde el labio superior cuando bebe en mi cuerpo. En vez de tocar, se aleja, girando en el último segundo para hacer frente a la pared donde se encuentra incorporado el iPhone. Los muelles del altavoz están en todas las habitaciones de la casa, incluyendo el baño. Él pone su teléfono en la base, y se desplaza a través de sus canciones hasta encontrar la que desea. Un latido

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electrónico rápido llena el garaje, y reconozco de inmediato la canción. Se trata de Palladiode Silent Nick, una de las canciones favoritas de Dawson para trabajar, y una de mis canciones favoritas para bailar. Se acerca a mí, dominando mis caderas, un rebote en su paso. Por supuesto, puede bailar. Él puede hacer casi cualquier cosa. Toma mis caderas desnudas en sus manos y mueve mi cuerpo con el suyo, contorsiones sensuales de nuestro cuerpo a la música. Al ritmo de la música, lo alcanzo y libero la corbata negra delgada, poniéndola alrededor de mi cuello, y luego le deslizo el abrigo. Deslizo sus botones libres, uno por uno, haciéndolos estallar sueltos al ritmo mientras bailamos juntos, y luego echamos la camisa al suelo sobre su chaqueta. A medida que avanzamos, sus manos se deslizan por mis costados, acariciando las costillas justo debajo de mis pechos oscilantes. Sus ojos se cierran allí, así que acentúan el movimiento de la parte superior de mi cuerpo, por lo que se agitan y se sacuden aún más, y curva los labios en una sonrisa. Le desabrocho el cinturón, aflojándolo de sus pantalones, tirándolo a un lado, lejos de los coches, y luego poco a poco, trabajo en los pantalones abriéndolos. Su cuerpo se mueve al ritmo de la música, su escultural abdomen moviéndose y tensándose mientras baila conmigo, ahuecando mi espalda, enredando sus dedos en mi cabello, trazando la curva de mi vientre por las caderas. Dejo que sus pantalones de vestir caigan al suelo, y él sale de ellos. Está solo en sus boxers, de algodón marrón oscuro moldeando su espalda, el tenso abultamiento donde su cepa de virilidad aprieta el algodón. Hay un punto de humedad en su punta tocando la tela. Paso los dedos alrededor de la cintura elástica gris, poco a poco trabajo por sus caderas al ritmo de la música, meciendo las caderas, moviendo terminando en él, que se inclina para robarme un beso, y luego me impaciento y bajo su ropa interior y da un paso libre, pateándola lejos. Y ahora los dos estamos desnudos en el garaje, bailando, el cuerpo se refleja en el acabado de espejo de su Bugatti, mezclando su piel más oscura con la mía. La canción ha cambiado por otra cautivadora, una canción de ritmo rápido. Nos mantenemos balanceándonos, seguimos bailando, nuestros cuerpos más juntos. Mis pechos rozan su

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pecho, y se sumerge en las rodillas para tomar un pezón en la boca. Suspiro, y me succiona hasta que mis rodillas se aflojan, y luego me da vuelta en posición vertical, bailando pecho a pecho contra mí. Su mano está entre nuestros cuerpos y me acaricia entre mis piernas para dejarlo entrar, al final de la canción, su mejilla se presiona a la mía y estoy jadeando mientras nos balanceamos juntos, perdiendo el ritmo mientras me separo bajo su tacto. Dawson me aprieta en sus brazos cuando yo me vengo. Él todavía está moviéndose al ritmo de la música y todo lo que puedo hacer es dejar que me mantenga, mientras las ondas de choque corren a través de mí. Me inclina hacia delante sobre el capó del coche, su erección contra mi trasero. Lo estoy anticipando dentro de mí, pero todavía no estoy segura de cuál es su plan. —He querido hacer esto desde el primer día que te conocí — gruñe en mi oído. —¿Hacer qué? —Hacer el amor contigo en el capó de este coche. Mi cuerpo es presionado a la superficie fría de la campana. —Abre los ojos —me ordena—. Mira. Míranos. Está cerca, nuestras facciones no se deforman. Mi respiración ha empañado la superficie espejada donde mi mejilla está pegada al metal, pero lo puedo ver detrás de mí, todo bulto musculoso, arrancando desde su estomago, enormes hombros y brazos gruesos, y mi respiración se pierde, como siempre, por lo perfecto que es. Me veo, mi cara, mis mejillas rojas, el pelo suelto del recogido Luisa, mi estilista, lo puso con hebras gruesas revoloteando alrededor de las mejillas y la boca. Mis ojos están muy abiertos y el cuello curvado para mirarnos, y el reflejo de mis pechos fusionándose con la carne, ya que estoy inclinada sobre el capó. Tiene las manos en mis hombros, y sus ojos se encuentran con los míos en reflexión. Acaricia mi espalda, los hombros, las costillas, las caderas. Instala su control sobre mis caderas y me tira con fuerza contra él, y no puedo dejar de moldearme a él, lo necesito dentro de mí ahora. Lo necesito. Estoy tan insaciable como él. Nunca tomo la iniciativa, sin embargo, no hasta que estemos en el momento junto. Cuando siento que se acerca la liberación, es cuando me animo a

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llevarlo al clímax. De lo contrario, dejo que me lleve como él quiera, dejo que él decida cómo me quiere. Me encanta el misterio de ello, porque siempre es inventivo y creativo y piensa siempre en mí placer antes que el suyo. Nunca se ha venido antes que yo, a menos que utilice la boca en él. Así que ahora estoy quieta y esperando. Pero lo necesito, tanto, que muevo un poco mis caderas, es mi forma de decirle que se dé prisa. Deja de lado mis caderas y toma la generosa burbuja de mi trasero con ambas manos, y luego su dedo, el dedo medio de su mano derecha, se desliza en el pliegue y encuentra mi entrada trasera. Me estremezco y jadeo, temblando, segura de lo que va a hacer ahora, y no del todo segura de que esté preparada para ello. Lo quiero, lo quiero, pero no estoy segura de que este lista. Su dedo se desliza por encima de mí, allá atrás, y me estremezco. —Te quiero, por aquí. —¿Ahora? —Jadeo. —No, cariño. Todavía no. No estás lista. Mientras dice esto, su dedo presiona, sólo un poco, aplicando la más suave de las presiones. —¿No lo estoy? —No. —Se ríe, pero luego rápidamente se pone serio, y entrecierra sus ojos—. Suenas... casi decepcionada. ¿Quieres eso? Un poco más de presión, y estoy tratando de no retorcerme, pero la presión es suave e implacable, y ahora que hay una leve intrusión, estoy sin aliento. —Yo... oh... Dios... Tengo curiosidad. —Te va a encantar. Sé que lo hará. Eres tan perfecta, tan sensual. Así que contesta. —Soy fuerte. Un poco más, y esas dos palabras son todo lo que puedo manejar. No puedo creer que vaya a dejar que haga esto, pero, sí, yo puedo, porque me encanta cualquier cosa y todo lo que tiene que ver con él, y confío en él. Y se siente...tan bueno.

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—Me encanta eso de ti. Me encanta que puedo hacerte gritar. Es un juego que jugaba conmigo mismo. Para ver lo fuerte que puedo hacerte gritar. Cuando te coja por el culo, voy a tener que hacerlo en algún lugar lejos de la gente, porque bebé, vas a gritar. Gimo cuando la intrusión se convierte en presencia, y mis caderas empujan hacia atrás, sólo un poco, por propia voluntad. Mis ojos están cerrados, y siento cuando su otra mano encuentra mi labio leporino y mi clítoris, y yo soy incapaz de evitar el pequeño grito de éxtasis mientras él me lleva al clímax otra vez. Estoy perdiendo la paciencia ahora. Me levanto en mis dedos y froto mis pliegues contra su dureza, rogándole en silencio. Poco a poco y con cuidado retira su dedo. —¿Estás lista, nena? —Su voz es de seda deslizándose sobre mí, su boca contra mi oído, su pecho contra mi espalda. —Sí... —Respiro—. Ahora. —¿Es una orden? —Su voz suena divertida. Asiento con la cabeza, la mejilla contra el capó frío del Bugatti. Endurezco mi voz y pongo tanta autoridad en mi voz como puedo, estirando el cuello para mirarlo a los ojos avellanas caliente sobre mi hombro. —Ahora, Dawson. Literalmente, gruñe, y sus pupilas se dilatan. Su sacudida virilidad se engruesa. —Así ordenándome, te ves muy caliente. Deberías darme órdenes más a menudo. Me gustaría, pero tiene su erección en la mano y se burla de mi clítoris con ella. Sus nudillos rozan mis muslos mientras se mueve a sí mismo, y me esfuerzo por estar silencio, esperando a que se deslice en mis pliegues. Lo hace, pero es glacialmente leeeeeeeentoooo, una fusión tan gradual de cuerpos. —No puedo esperar a llamarte esposa — murmura, inclinándose sobre mí para susurrarme al oído. Un lamento, tanto en sus palabras, como en su entrada en mí. —Yo tampoco. Pero...ya eres mi marido, solo que no hemos dicho las palabras todavía.

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Se desliza totalmente dentro de mí, contra mi cadera flexionada inferior. —Es cierto. Eso es todo lo que dice, porque las palabras están más allá de los dos entonces, por un momento. Se retira y se desliza hacia atrás. Mi gemido es una respiración tranquila en el capó. Y entonces está tomando las caderas con sus grandes manos y tirando de ellas, me levanta. Me empujo hasta mis manos y en mis dedos de los pies, la columna vertebral arqueada hacia abajo, inclinada totalmente. Empuja profundo, y yo estoy gritando en silencio, con la boca. —Míranos, nena. Me obligo a abrir los ojos y miro hacia abajo a nuestra reflexión. Mis pechos cuelgan bajos, balanceándose con el ritmo acelerado, y su forma está por encima de mí, tan enorme, y mi piel toda húmeda, y luego muevo mi mirada hacia abajo, y estoy hipnotizada por la visión de nuestra unión. Puedo ver todo lo que está sucediendo, su grueso eje deslizarse, mis pliegues tensos y estirándose hasta tomar todo de él, y entonces él se está moviendo y yo veo como entra, y bombea sangre salvajemente, la adrenalina lujuriosa que fluye a través de mí al ver lo erótico de movernos juntos. Aprieto los músculos de mi vagina, y gime cuando mis paredes drásticas se contraen alrededor de su erección, sintiéndolo hinchándose y progresando, y sé que él está cerca, sé que mi turno estará disponible en breve. Está perdiendo su ritmo, sus movimientos cada vez más erráticos. Agarra mi cadera con una mano y se masturba a mí alrededor en su contra. Me gusta la rugosidad. Me encanta. Es una cosa tierna, contraintuitiva. La aspereza de su ardor es lo que más amo de nuestro sexo al máximo, cuando está fuera de control. Su otra mano va hacia un pecho balanceándose, lo aprieta y amasa, con los pulgares en el pezón da pellizcos, y está perdiéndose, sus ojos se cierran y el sudor se amontona en la frente y se está moviendo más rápido y más rápido. Ahora. Ahora es mi turno. Me levanto de puntillas, aprieto hacia abajo con mis paredes, y me estrello contra él. Se queja, y lo hago de nuevo. Empiezo a moverse contra él, contra sus embestidas. Donde antes me movía con él, en sintonía con él, ahora me encuentro con sus embestidas con las mías, más y más rápido.

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—Tócate a ti misma —pide, sin aliento. Él está mirando. Coloco mi cabeza en mi antebrazo sobre el capó del Bugatti, y me alzo en mis dedos de los pies. Las manos de ambos van a las caderas, y me levanta, así que no voy a tocar el suelo con los pies en absoluto, la cabeza y el pecho en el capó, y él bombea en mí cuando deslizo mis dedos sobre mi carne resbaladiza. Empiezo a venirme, y se mueve más rápido, tirando de mí en sus golpes, y estoy gritando, ululando, fuera de control, y entonces siento que empiezo a temblar, y me encuentro con mi aliento, recordando lo que dijo antes cuando le estaba dando órdenes. —Di mi nombre cuando te vengas —digo. También sé que le gusta cuando juro, cosa que no suelo hacer, así que lo hago ahora también. —Di mi nombre cuando me jodas. El grita, un rugido de animalidad bruta, y empuja profundamente en mí. —Grey. Oh... Dios... Grey, mi amor. Se viene entonces, sin ritmo, sin un patrón, solo movimiento y desesperación. —Te quiero, joder, Te quiero tanto. Me llena. Siento la liberación, un espasmo de chorro de humedad y el calor en mi interior. Me jode entonces. Fuera de control y con fuerza, y me encuentro con él con un maldito ritmo propio, ordeñando su liberación, y luego me vengo otra vez, sintiendo otro espasmo de él mientras me desplomo en el coche y rodando mis caderas contra él, nuestros cuerpos desacelerándose y ablandándose una vez más. Estoy flácida contra el espejo de plata del Bugatti, afortunadamente frío contra mi carne por el sexo caliente. Su virilidad suavizándose dentro de mí, las réplicas meciéndonos a los dos como terremotos, temblores sobre mí, empujes revoloteando espasmódicos lo que hacen las réplicas en mí más fuertes. Está sin aliento, jadeante, pero sale de mí, me atrae contra su pecho y luego besa mi cabeza, mordisquea mi lóbulo de la oreja, luego a la mandíbula y el hombro. Nuestra piel esta resbaladiza, caliente y

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sudorosa, y los dos estamos respirando, y nunca en mi vida he sido más feliz que en este momento. Me siento arrebatada por la alegría verdadera, hasta los huesos. Él me da a mí, la alegría, con su amor. Apoyo la cabeza en su hombro, y giro para que nos besemos en los labios, lo que nos deja sin aliento otra vez más que nunca. Me levanta en sus brazos, sin esfuerzo, y me lleva a la casa, dejando su teléfono reproduciendo la música y la puerta del garaje abierta. En la sala de estar, me pone suavemente en el sofá, abre la tapa de una otomana, y saca una gruesa y suave manta. Se desliza sobre el sofá detrás de mí, su columna contra el respaldo del sofá. Estamos sudorosos y pegajosos, y me encanta. Su virilidad suavizada está en contra de mi trasero, y dormita allí, pensamientos de tenerlo llegan corriendo por mi cabeza. Lo quiero. Dejo que el pensamiento flote sucio en mi cabeza: Quiero su polla en mi culo. Casi me río en voz alta ante el sucio pensamiento sensual desagradable, pero es demasiado erótico para reírse, y estoy casi dormida, a la deriva y dormitando con la mano distraídamente ahuecando un pecho, y la otra metida entre nosotros y el cojín del sofá. Cuando nos despertemos, voy a tenerlo de esa manera. O tal vez, ya que su cumpleaños se acerca la próxima semana, voy a esperar hasta el día de su cumpleaños, y voy a hacer un evento especial del mismo. Se mueve en su sueño, moviéndose contra mi trasero, y me pregunto, aun cuando el sueño me lleva, que se sentirá. Como todo lo que hace, increíble, estoy segura. Voy a ser su esposa.

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Capítulo 16 Traducido por Nicole Vulturi Corregido por Pily

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on las cuatro de la tarde del martes. Dawson está leyendo una escena; ha llegado al nivel donde raramente tiene que hacer una audición, pero al parecer la gente del casting y el director tienen en mente a algunos actores bastante conocidos para el papel, y tienen que ver quién es el adecuado. Estoy en Rodeo Drive, comprando para la sorpresa de su cumpleaños mañana por la noche. Por supuesto, hay una gran fiesta esta noche, una cosa elegante y glamurosa organizada por su manager, Audrey. Es una gran cosa, ya que el quién es quién de la lista de invitados se lee como un artículo de la revista OK. Va a ser divertido, como un juego de rol de alguna manera. He hecho algunas apariciones con Dawson, ninguna tan grande o dramática como los Oscars, obviamente, y cada vez, siento como si tuviese que ser la glamurosa y segura de sí misma versión de mi, la dulce y entretenida yo. Tengo que llevar vestidos ridículamente caros y joyas y darle la mano a gente como Cameron Crowe y Adam Carolla y Jennifer Lawrence. Si, es emocionante, pero en una forma que me enferma los nervios. Especialmente desde que estoy en el negocio, un pequeño pececito en un grande y peligroso océano. ¿Y esos vestidos? Paso todo mi tiempo preocupándome por no romper o manchar un vestido que cuesta tanto o más que las casas de la mayoría de las personas. Me han hecho la manicura y la pedicura, y después de terminar de comprar, Luisa va a venir para maquillarme y peinarme. Eso, tener un estilista personal, es mi parte favorita de estar con alguien tan rico como Dawson. Es superficial y horrible, lo sé, pero es la pura verdad. La chica en mi ama tener a alguien arreglando y acicalando mi pelo hasta que está perfecto, y maquillarme de la manera que nunca pude. Luisa tiene una técnica para ahumar los ojos lo suficiente como para ser sexy, pero no tanto como parecer alguien de Jersey Shore, que es como terminaría si lo hiciese yo. Luisa ha intentado enseñarme, pero nunca lo hago bien.

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La mani-pedi todas las semanas está bien también. Ni si quiera voy a mencionar al masajista personal. Eso sería ser cruel. Entro en la tienda de lencería Agent Provocateur, con el corazón en la garganta. Siempre he comprado mi ropa interior en algún lugar como Kohl, o, si tenía algo más de dinero, en Victoria Secret. Y siempre era ropa interior y sujetadores básicos. Ni siquiera probé verdadera lencería. La prenda más atrevida que tengo es un sujetador sin tirantes y sin espalda que compré para mi primera gran noche fuera con Dawson donde sabia que nos iban a fotografiar. La mujer que me saluda es pulida y sofisticada, la imagen de la excelencia de Rodeo Drive. Es alta, esbelta, y rubia platino. Se presenta como Violet, que es la cosa más oportuna que puedo imaginar. —¿Puedo ayudarte a encontrar algo? —Su voz es como la seda. —Yo… bueno… —Tengo la garganta seca, y no tengo ni idea de qué pedir. Ni siquiera sé por dónde empezar. Decido ser honesta; de todas maneras me estoy avergonzando. Probablemente nunca seré capaz de visitar esta tienda de nuevo. —Nunca he comprado… lencería antes. Es el cumpleaños de mi novi-prometido mañana, y quiero llevar algo para sorprenderle. Ella asiente profesionalmente, y su expresión nunca cambia, aunque casi puedo oler el desprecio saliendo de ella. —Ya veo. ¿Comprándole algo extra para desenvolver, no? —Algo así. Él ya tiene casi de todo, así que todo lo que puedo conseguirle es… bueno, a mí. —Me sonrojo al decirlo, pero es verdad. Veo su expresión cambiar un poco, y me doy cuenta de que me reconoce pero no sabe de dónde. Es raro ser reconocida. —Ah, ya veo —dice, mirándome de arriba abajo, evaluándome—. Eres muy alta, incluso sin tacones. También una… generosa constitución. Probablemente una copa D, pero no más de treinta y dos o treinta y cuatro de contorno. Da un paso a mí alrededor y mira mi culo. Es raro ser examinada tan a fondo por una mujer. —Una talla 4 de bragas, seguramente. —Lo dice de manera un poco desaprobatoria.

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Me doy cuenta, con cierto retraso, que está acostumbrada a ver pequeñas mujeres con una talla y forma muy concretas venir aquí, y no soy así. No hay condescendencia evidente en su tono, es muy profesional para eso, pero claramente me juzga. Pretendo no darme cuenta. Ella me mide, y después me muestra varios tipos de lencería, algunos son trajes de cuerpo entero que dejan la mayor parte de mi desnuda, otros son complicados conjuntos de encaje de bragas y sujetador. Lo que me llama la atención, sin embargo, son los corsés. Hay todo tipo de interesantes y sexis artículos en esta sección, busiers, corsés y corpiños, algunos son transparentes, algunos opacos, todos prometiendo elevar y dar forma. No es que necesite elevar y dar forma, de todos modos. ¿Pero ese es el objetivo de la lencería, no? ¿Acentuar y acelerar lo que ya tienes? Me doy cuenta, mientras miro, que las tallas aquí son raras. Soy una talla cuatro para su ropa interior, cuando normalmente, en cualquier otra tienda en la que compre, soy más una ocho o diez. Me pruebo varias opciones, y me pongo un artículo al cual Violet llama “Leahcorset.” Es de color carne, pliegues de tela suave se envuelven y atan en la espalda, elevando y comprimiendo todo alrededor proporcionando tanto empuje que hasta puedo decir que me veo bien. Dawson va ha combustionar. Después de que Violet tiene todos los lazos apretados y sujetos, me examino en el espejo, e imagino su reacción. Él estará…oh, madre. Él va a tener esa mirada en sus ojos, la ultra caliente, y peligrosa, las pupilas dilatadas y el feroz brillo de lujuria que agita los huesos. —Me quedo con este —le digo a Violet. Me visto y espero junto a la caja mientras ella coloca la prenda de lencería y la cobra. No había mirado la etiqueta, así que mi garganta se cierra cuando veo la cifra en la pantalla: $1,709.25. Tengo que recordarme a mi misma el respirar, decirme que está bien. Puedo permitírmelo. Le entrego la tarjeta que Dawson abrió para mí. Está a mi nombre, sacando dinero de su cuenta. Eso es amor y confianza. ¿Darle a una chica acceso a una tarjeta de debito con millones de dólares? Lo bueno para él es que no soy una chica materialista. Nunca iría a gastar

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un montón de dinero en diamantes, ropa y zapatos. Tengo lo que necesito, y si hay algo que quiera, es más divertido decírselo a Dawson y dejarle que lo compre por mí. No me malinterpretes, me encanta comprar tanto como a la chica de al lado, pero me gusta más recibir cosas de mi amado que comprarlas por mí misma. Es más gratificante. Además, luego se lo agradezco de una forma en la que ambos disfrutamos. Es por eso que la lencería que estoy comprando realmente es para los dos. Nunca llevaría un corsé para mí. Es rígido, incomodo y apretado. Me siento sexy como el pecado con él, pero es para él. Es para hacerle necesitar mi cuerpo más de lo que ya lo hace, lo que no debe ser físicamente posible. Y es para mí, ya que después de que me haya mirado hasta saciarse, me lo quitará y me hará gritar hasta que los vecinos piensen que estoy siendo asesinada. Me estremezco solo de pensar en lo que voy a pedirle que me haga. Estoy perdida en pensamientos de su toque y sus besos al dejar la tienda, y no me fijo en los paparazis hasta que es demasiado tarde. —¡Grey, Grey, aquí, Grey! Provocateur, puedes enseñarlo?

¿Qué

has

comprado

en

Agent

—Grey, ¿Cómo te sientes por la proposición de Dawson? —¿Qué le has comprado a Dawson para su cumpleaños? ¿Es lo que hay en la bolsa? —¿Hay niños en tu futuro con Dawson? Parpadeo cuando saltan los flashes, tratando de respirar y mantener la calma e ignorar la lluvia de preguntas. Y luego una pregunta me hace entrar en pánico. La hace un hombre con unos treinta años, con una larga y sucia coleta rubia, una frente llena de granos, afilados y crueles ojos marrones, y barriga cervecera. —Grey, ¿es verdad que solías ser stripper? No puedo evitar reaccionar. Sé que no debería, que la reacción da credibilidad a la pregunta, pero no soy Dawson. Mis ojos se sienten atraídos por el periodista que hace la pregunta.

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—No… sin comentarios. Estoy enferma de pánico. Va a salir a la luz ahora, y va a arruinar la carrera de Dawson. Y la mía. —Vamos, Grey, ambos sabemos la verdad. Tenemos un amigo en común, ¿sabes? Un tal Mr. Timothy van Dutton. Me dijo que eras su mejor bailarina. —Sin comentarios. —Intento empujarles para pasar, pero no me lo permiten. Su sonrisa es lujuriosa, alegre. —Qué te parece esto, si es verdad, di “sin comentarios” otra vez. Quiero decir, no tiene sentido negarlo. Él me dijo todo sobre de ti. No te ponías en toples en un lugar que no fuese el escenario. Se lame los labios, y sus ojos bajan con evidente deseo hacia mi escote. —Me arrepiento de no haberte visto bailar nunca. No contesto. Salgo a la calle, casi siendo atropellada por un Mercedes plateado. Ellos me siguen, bombardeándome con preguntas. —¡Grey¡ ¿Es verdad? ¿Eras una stripper? —Grey, ¡vuelve! ¿Dónde bailabas? ¿Cómo conseguiste el trabajo? —¿Puedes hacernos una pequeña demostración? —¡Mírame, Grey! ¿Durante cuánto tiempo fuiste una stripper? ¿Alguna vez has realizado servicios sexuales? No estoy llorando aun, pero me falta poco. Estoy casi corriendo, y sé que eso es equivalente a confirmarlo, pero no puedo evitarlo. Finalmente llego a mi Rover, casi a una manzana de la tienda, y ellos me están rodeando, repitiendo sus preguntas, cámaras haciendo fotos, sujetándolas sobre sus cabezas para conseguir una imagen, micrófonos y grabadoras capturan mi cara enrojecida, ojos acuosos, y manos temblorosas. Sé que al menos una de las cámaras capta la única lágrima que cae de mis ojos al acercarme a mi Rover. Y la segunda mientras me subo, sin darme cuenta debo estar corriendo. Por una vez, entiendo la

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rabia con la que algunos famosos responden a situaciones como ésta. Estoy hiperventilando, cada respiración silbando rápidamente. Estoy mareada, pero no me atrevo a pararme. Honks me dice que estoy conduciendo de manera errática, y escucho pitidos y frenazos de ruedas, pero sigo conduciendo, dejando que el piloto automático me lleve a casa. Dawson no está en casa. Desearía que estuviese. Le necesito. Termino en el gimnasio, sentada en medio de la pista de baile, sollozando. En algún momento oigo abrirse la puerta, y la rigidez en mis músculos me dice que llevo bastante tiempo en el suelo, llorando. —¿Cariño? ¿Qué ha pasado? —Me levanta y se sienta conmigo en su regazo. Entierro mi cara en su pecho y trato de respirar. Me pongo a llorar de nuevo. —Ellos… Ellos se... Se enteraron. —¿Quiénes? ¿De qué? —Los reporteros. Los paparazis. Se enteraron… de que era una stripper. —Me ahogo con la palabra. —¿Quién se enteró? —Describo al reportero que hizo la pregunta, y lo que dijo. Dawson maldice. —Jodido Larry Tominski. Ese tipo es un jodido idiota. —Traté de quedarme en el ‘sin comentarios’ como me dijiste, pero… pero me enfadé demasiado. —¿Lo confirmaste verbalmente? —Su voz es dulce pero afilada. Negué con la cabeza. —No, por supuesto que no. Pero como estaba tan enfadada… corrí, y estaba llorando. Es tanto una confirmación como decir sí. Me aprieta. —Lo hiciste genial, cariño. Son buitres. No hay nada que pudieses haber hecho diferente. Está bien. —No, Dawson. No está bien. —Me levanté, y se movió para abrazarme, sus labios en mi mandíbula—. Todo el mundo lo sabrá. Lo

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creerán, y nadie me contratará. Van a decir cosas sobre mí, sobre ti. Sobre nosotros. Va a afectar tu carrera. Terminar la mía. Suspira. —Grey, por favor escúchame. Sabía desde el principio que se iban a enterar. Era inevitable. En este negocio, No hay secretos, Para nadie. —¿Sabías que se iban a enterar? Él asiente. —Por supuesto. ¿Pensabas que nadie se enteraría? ¿Piensas que Kaz no sabría lo que hiciste? —Sonaba casi divertido—. Kaz lo sabía, cariño. Nunca lo dijiste, así que él tampoco. Y yo tampoco. Y por lo de nuestras carreras… no importa. ¿Piensas que eres la única estudiante que se desnudó para pagar la universidad? No es nada. No en este negocio. No sería un problema incluso si la pagaste follando. Las chicas follan todo el rato durante su camino hacia lo más alto. En este negocio y en otros. Y los chicos igual. Nadie es inocente. No en la vida, y mucho menos en Hollywood. Vamos a ignorar los artículos y rumores, y con el tiempo morirán. No respondas preguntas, y estarás bien. Me pego a él. —No quiero que lo sepan. Me avergüenzo de ello. Yo no… Quiero fingir que nunca sucedió. Él me sostiene, sujetándome con sus brazos alrededor de mi cintura. —Pero ocurrió, cariño. —Toca mi barbilla y le miro—. No te avergüences de ti misma, Grey. Has sobrevivido. Has cuidado de ti. Estoy orgulloso de ti. —Me siento tan… asqueada. Cuando pienso en ello, me dan ganas de vomitar. Odio saber que hice eso. Que yo era… que dejaba a los hombres… —Ya se acabó. Nunca tendrás que hacerlo de nuevo. —Sus palabras son un aliento en mi oído—. Siempre voy a cuidar de ti. Y nunca voy a dejar a nadie hablar mal de ti, o hacerte sentir inferior. Eres mi señora, Grey. Mía. Y eso significa que nadie va a decir mierdas de ti, o hacerte sentir mal. Nadie, nunca. Incluida tú. —Lo siento, Dawson, es solo que…

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—No tienes nada que sentir. —Pero es tu cumpleaños, y soy un desastre. Se ríe, apartando el pelo de mi mejilla. —No me importa, cariño. La fiesta no empieza hasta dentro de unas horas, e incluso si tuviésemos la casa llena de gente, no me importaría. Eres mi prioridad. Si estas enfadad, que se joda todo lo demás, voy a hacerte feliz de nuevo. —Me haces feliz. —Pues sonríe y bésame. En ese orden. Intento sonreír, y casi lo consigo. Sin embargo, los recuerdos siguen circulando por mi mente. Los ojos en mí, las luces bañando cada centímetro de mi cuerpo, la música latiendo de fondo, las manos extendidas hacia mí. Dedos poniendo grasientos dólares en la cadena de mi tanga. Hey, cariño. Te daré cien dólares si me chupas la polla. Te daré cien dólares si vienes a casa conmigo esta noche. Los no tan sutiles comentarios de un amigo a otro. Hey, Mike, mira el culo de esa chica. Podría tocar esa mierda por horas, hermano. Y eso era totalmente normal, lo esperado. No tengo derecho a quejarme. Yo lo pedí, ya que exhibí mi cuerpo para ellos. —Ya no estás allí. —La voz de Dawson me lleva de vuelta al presente—. Ya no estás allí. Ahora eres mía. Sólo mía. —Solo tuya. Esta verdad es como una onda de luz borrando las sombras. No puedo sonreír aun, pero puedo mirarle, encontrarme con sus ojos avellana. —¿Me lo prometes? —¿Estas llevando mi anillo? —pregunta, a modo de respuesta. Pongo mi mano sobre su pecho y miro el anillo. Absorbe la luz y la refracta como un gran y reluciente sol blanco. —Ahí lo tienes, entonces. Pero sigo necesitando verte sonreír.

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Finjo una sonrisa, y Dawson pone los ojos en blanco. Doy un golpe en su pecho con la palma de la mano. —No es como si yo puedo… estar feliz. Es difícil. Es molesto. Son recuerdos que siempre voy a tener, que desearía no hacerlo. Él solamente parpadea hacia mí, después se inclina y da un pequeño beso en la comisura de mi boca. —Entonces voy a tener que encontrar una manera de alegrarte. Hacerte olvidar. —Estás muy lejos. Un poco más a la izquierda—respiro. Sonríe contra mi mejilla y me besa en el labio de arriba, metiéndolo en su boca. —Más cerca. Más abajo. Desliza su boca hasta el borde de piel sobre mi camiseta, besando y besando. —Eso está lejos. Pero… podría funcionar. Sigue. —¿Arriba? ¿O abajo? —Cualquiera… funcionará. Me quita la camiseta y me besa justo debajo del aro de mi sujetador. Está empujando el aro de mi sujetador hacia abajo cuando la puerta del gimnasio se abre y Luisa asoma la cabeza. —Oh, perdón, perdón. Yo… yo volveré mas tarde. Lo siento. Dawson descansa su cabeza en mi pecho. —Detenido por la estilista. —Se endereza y me coloca la camiseta. —Deberías ir a que te arreglen, ¿no? Agito la cabeza. —No, te… te necesito. Pego mi boca a la suya, agarro su mano, y guio su toque hacia abajo, abajo. Agarra la tela de mi falda suelta de algodón con sus manos y acuna mis partes íntimas.

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—¿Qué necesitas, cariño? Dímelo, para poder dártelo. No lo voy a decir, y él lo sabe. Siempre está tratando de hacerme hablar sucio, pero no lo hago a no ser que esté atrapada en el calor del momento. Sin embargo puedo enseñárselo. Enredo nuestros dedos y empujo nuestro toque unido debajo del elástico de mi ropa interior, y después sus dedos están dentro de mí, mi frente descansa en su pecho y estoy respirando con dificultad. Me quita la falda, empuja la ropa interior hacia abajo, y doy un paso para salir de ella. Mientras me sigue tocando, me lleva cada vez más cerca del orgasmo, estoy arrancando su cinturón y el botón vuela, liberando su erección y deslizando mis manos a su alrededor hasta que sus rodillas se tambalean y el está grande, duro y goteando. He aprendido cuando está cerca, y acaricio su longitud lenta y suavemente hasta que llega. Normalmente, él me habría levantado, empalado y hecho correrme ya, pero esta vez me está siguiendo. Cuando está en el borde, presiono mis labios a su oreja y hablo sobre mi mortificación. —Ahora. Tómame ahora. —Oh, gracias —gruñe. Desliza sus manos entre mis muslos y me levanta por el trasero. Envuelvo mis piernas alrededor de su cadera y le beso en la sien mientras da largas zancadas hacia la pared. Mi espalda choca contra la pared, y él está dentro de mí. Me ha tenido en el borde del orgasmo durante todo este tiempo, así que estoy desesperada. Me aferro a sus hombros y me levanta, entra, sale, entra, conduciéndome a su dureza, jadeando con cada embestida fuerte que nos acerca. Y entonces su dedo medio busca en el pliegue de mi parte trasera, encuentra el caliente centro apretado, y presiona, me muerde el hombro y gimo, raspándome con su longitud y luego hacia abajo. Su dedo se desliza en mí poco a poco, y estoy tan apretada que siento el bulto de su primer nudillo, que me entra, y estoy gruñendo ahora, ruidos bajos en la parte inferior de la garganta, ruidos vergonzosamente salvajes. —Te quiero aquí —susurra—. Algún día, pronto, nena. Doy una sonrisa secreta en su hombro. No tiene idea de qué tan pronto.

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Los pensamientos no son posibles entonces, ya que ambos llegamos al punto de no retorno, y caemos gritando sobre el borde. Está chorreando dentro de mí, desatando una ola húmeda gruesa en mi interior, y aprieto a su alrededor, con todos los músculos, moviéndome con él. Cuando ambos hemos recuperado el aliento, se inclina lejos y me mira. Estoy sonriendo de oreja a oreja, una sonrisa brillante de felicidad, saciada. —Ahí está la sonrisa que estoy buscando. Y qué manera de conseguirlo. Él besa cada esquina hacia arriba de mi boca y la sonrisa que me da es tan brillante y tan hermosa que estoy sin aliento, me recuerda lo afortunada que soy de tener a este hombre, el amor de este hombre. Me baja, y ambos gemimos mientras se desliza fuera de mí. Recojo mi ropa interior en mi mano y me inclino para un beso largo y lento. —Gracias —digo. —¿Por qué? —Amarme. Animarme. Por ser como eres. —Debes darte las gracias a ti por eso. Giro y dejo el gimnasio, moviendo mis caderas con una cadencia adicional para su beneficio. Siento su mirada pegada a mi espalda mientras me voy. Todos los pensamientos negativos son expulsados por la fuerza del amor de Dawson. Me doy una ducha rápida y luego escribo a Luisa que me encuentro en el cuarto de baño. Sí, tengo un teléfono celular ahora. Esto era no negociable para Dawson. Luisa no deja quietos mis ojos mientras me hace el maquillaje y arregla mi pelo. La fiesta es larga e intensa. Armand está ahí, encantador como siempre. —¿Lo sabías? —digo contundente, casi enojada. Me sonríe y bebe su whisky. —Por supuesto, Grey. Es mi trabajo saber acerca de mis pasantes y empleados potenciales.

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—Pero Nina, despidió a su… —La despedí por ser una prostituta y mentir al respecto. No era una stripper, Grey. Era una acompañante. Toma un sorbo de su whisky de nuevo, y saca un largo y grueso cigarro del bolsillo interior de su chaqueta, lo muerde, lo enciende en gruesas bocanadas de humo acre, y luego me mira a través de la niebla. —Tú estabas haciendo lo que necesitabas hacer para mantenerte a flote. Eras silenciosa al respecto, discreta. ¿Nina? Ella estaba básicamente haciendo alarde de lo que hizo. Me enteré de que estaba usando mi base de datos de clientes para ponerse en contacto con ellos. Me enteré, porque uno de ellos llamó a mi oficina para solicitar sus servicios de nuevo. Cuando me enfrenté a ella sobre él, lo negó. Podría pasarlo por alto, si era discreta, pero no puedo y no voy a tolerar a los mentirosos. Toma un vaso de vino blanco fuera de la bandeja de un camarero que pasaba y me lo entrega. Me lo tomo con cuidado, poco a poco, ya que todavía raramente bebo, y nunca lo suficiente como para emborracharme. —Me preocupaba que me despedirías si supieras. Nunca te lo dije, y tuve miedo, de que si lo sabías, me despidieras porque no te dije. Kaz se ríe, una risa amable, pero divertida. —Oh, Grey. Tan ingenua. —Envuelve su brazo alrededor de mi hombro, su cigarro humeante cerca de mi rostro, haciéndome llorar los ojos y cosquillear la garganta—. No te he despedido. Pero tengo que decir que me alegro de que ya no lo estés haciendo. No te conviene. Eres demasiado... buena... por ese estilo de vida. Kaz fue robado luego por un guionista joven de aspecto nervioso que trabajó en Lo Que El Viento Se Llevó, probablemente con la esperanza de lanzar una idea. Floto de un nudo de huéspedes a otro, charlando y sonriendo y tratando de actuar como si supiera cómo ser una anfitriona. Me siento como un impostora a veces. Como si alguien pudiera ver a través de mi disfraz y reír, y decir—: ¡Ella no es de aquí! ¡No es más que una pueblerina de Georgia! Nunca sucede, por supuesto, porque todo está en mi cabeza.

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Estoy en mi tercera copa de vino, lo más que he bebido... ¿bebido?... en toda mi vida. Estoy un poco mareada, un poco floja. He tenido conversaciones increíbles con algunas de las personas más famosas del mundo. Shaquille O'Neal está aquí, por alguna razón que no acabo de entender. Es simpático. Jack Nicholson es mucho mejor de lo que pensé que sería, a partir de la mayoría de los papeles en que le he visto actuar. Me encuentro en el patio, junto a la piscina, rodeada por una multitud de jóvenes productores y un par de tipos de sonido, y ellos están hablando de un proyecto en el cual todos trabajaban juntos, y soy capaz de averiguar qué película es basada en el contexto, lo que me hace sentir muy inteligente. Estoy escuchando y aprendiendo, y me he quedado sin vino. Me gusta esta sensación, estar lenta, fácil, zumbido sueltos en mi cabeza. La conversación viene fácilmente, y los chicos a mí alrededor me escuchan cuando hablo, y responden a mis preguntas sin condescendencia. Siento que soy parte de la empresa. Me encuentro, y me siento muy bien. Una mano toma la copa de vino vacía y me presiona un vaso redondo lleno de cubitos de hielo brillantes cuadrados y líquido ámbar en la mano. Me tomo la copa y sin mirar, sin comprender. ¿Por qué debería tomar esto? No bebo alcohol. Apenas bebo vino. Inclino mi cabeza para mirar a la persona que me lo dio. Es muy alto y delgado, de buen aspecto, en una especie de forma inconformista. Lleva unos vaqueros negros ajustados y una camisa blanca con botones fuera del pantalón y un chaleco debajo del suéter. Una corbata de lazo anudado completa el estilo. Tiene el pelo largo y despeinado, y sus ojos están vidriosos, pero con la intención en mí. Creo que puede ser un agente, o tal vez un encargado de efectos de la tecnología. Lo he visto antes en alguna parte, pero no sé dónde. Me molesta. Le entrego la copa de nuevo. —Prefiero el vino, gracias. Lo empuja de nuevo a mí. —Es Blue Label, nena. Uno de los mejores whisky que hay. Prueba.

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Esas dos palabras —Blue Label— traen de vuelta un recuerdo confuso, lo que me obliga a distanciarme. —No, en serio. No me gustan esas cosas. —Pero estoy tomando de todos modos, por alguna razón. Toso, por la forma en que quema después de que me lo he tragado no es desagradable. Tomo otro trago. El chico última moda sonríe feliz. —¿Ves? No es tan malo. Soy Pavel, por cierto. Sacudo la mano, y él no me deja ir de inmediato. —Hola, Pavel. Yo… —Oh, ya sé quién eres, Gracie. Se aferra a la mano, aparentemente ajeno a mis intentos para retirarla. Su sonrisa se desplaza. Se oscurece, de alguna manera. Mi susurro muere. Necesito salir de esta conversación, ahora. Pero él sigue sosteniendo mi mano. Tiré, pero él no la soltó. Miro a mí alrededor, pero el grupo con el que estaba hablando se dispersó, y Pavel y yo estamos solos en la piscina. Hay gente en el otro lado, cerca de la casa, pero estamos en el lado lejano, oculto a la vista de la casa por un enorme grupo de árboles de palma. —No sé lo que usted piensa que ha oído, pero mi nombre es Grey. Soy la novia de Dawson. Me soltó la mano, pero su mano se envuelve alrededor de mi espalda y me obliga a ponerme contra él. Lucho, y él sólo se ríe. —Oh, vamos. Los dos sabemos lo que realmente eres. Te vi, ya sabes. En Noches Exóticas. Yo era un cliente habitual. Me encantó verte bailar. Y luego desapareciste y el club cerró... pero ahora estás aquí. Baila para mí, Gracie. Levanto mi rodilla y lo golpeo tan duro como pueda en la ingle, y se tropieza hacia atrás, tosiendo. Deja caer el vaso que sostiene y que se rompe en el suelo, salpicando whisky en mis pies calzados con sandalias. Se tambalea, luego tropieza, mirando hacia mí con odio en sus ojos.

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—¡Perra! Eres una stripper. Eso es todo lo que eres. Vives follando y los vestidos no pueden ocultarlo. Da un paso hacia mí. Dejo caer el vaso para alejarme de él, y se rompe, también, y entonces pone las enormes manos alrededor de mis hombros, alejándome. Lucho, y sigo luchando aún cuando me doy cuenta de los enormes pies pertenecen a Greg. Hay un destello de movimiento y, a continuación, Pavel está volando. Él se estrella contra un árbol, y luego Dawson está ahí, sosteniéndolo fuera de la tierra con las manos alrededor de su garganta. Pavel patea, hace un ruido ahogado, jadea. Sus pies están a tres centímetros del suelo, y Dawson lo mantiene en alto con una mano. —Dawson —dice Kaz caminando tranquilamente hacia él con su whisky y el cigarro, en la misma mano. Pone su mano libre en el hombro de Dawson—. No lo hagas. Greg lo escoltará fuera, y le voy a poner en la lista negra. Lo he hecho. Pavel niega con la cabeza, más horrorizado por esta declaración que por la idea de ser brutalmente convertido en una hamburguesa con sangre por Dawson. Dawson le deja ir y se aparta. Pavel se hunde en la tierra, tose, inclinado, jadeando. Creo que se acabó, y lo mismo ocurre con Pavel, que abre la boca, probablemente para rogar por su carrera, pero luego gira hacia Dawson y el puño es un martillo, golpeando en la cara de Pavel. Le lanza a un lado, y Dawson está a punto de golpear de nuevo antes de capturarlo por el brazo. Puse mis manos en la cara de Dawson y sus brazos a mí alrededor. —No más. Está bien. Se ha acabado. —Tomo la mano y froto los nudillos con mis pulgares. Dawson está al borde, la rabia haciéndolo más grande y más fuerte, un destello violento en sus ojos mientras mira fijamente abajo, a Pavel. —Grey, que… —No es nada. Es tu cumpleaños. Sólo asegúrate de que se vaya. Me encuentro con ojos de Dawson, para que vea que estoy bien.

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Y de verdad, lo estoy. En un aspecto, Pavel tenía razón. Los vestidos de lujo y joyas caras no pueden ocultar lo que yo era, lo que yo solía hacer. Pero es el pasado. No soy esa persona, no más de lo que soy la hija del pastor inocente e ingenua, que se mudó a Los Ángeles, pero ambas son parte de lo que soy y que lo que solía ser, pero no son yo nunca más. También me sentí muy bien con mi rodilla dándole al bastardo en los huevos. Me río de forma inusitada, y la expresión de Dawson pasa de la ira a la confusión. —¿Qué es tan gracioso? —Sólo... Estaba pensando en lo bien que se sentía golpear a ese imbécil en las pelotas. Dawson escupe y hace mueca de dolor, y también lo hacen Kaz y Greg. —Simplemente no me lo hagas a mí. Me agacho y le agarro entre las piernas. —Nunca lo haría. Las amo demasiado. Kaz y Greg tosen y se apartan y me doy cuenta de como sonó, si yo realmente lo dije y lo hice delante de ellos. Dawson se queda sin habla por un momento. —Maldita sea, Grey. Debes beber más a menudo si eres así. Eres sexy cuando estás borracha. Nos sentamos en la sala de estar en el sofá. Pierdo la cuenta de las copas de vino que bebo cuando hablamos con nuestros amigos. Se desvanece la habitación hasta que somos sólo siete u ocho de nosotros agrupados en el sofá, el sofá de dos plazas y sillones de cuero, hablando toda la noche, y sigo mareada y mareada hasta que Dawson es un pilar que me sostiene y me está mirando, me observa y me deja hacer lo que quiero. Kaz enciende un cigarro y se lo da a Dawson, que sopla, y luego, con una sonrisa peculiar, lo pone en los labios. Tomo una pequeña bocanada y toso, me asfixio.

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Los hombres se ríen, por lo que lo tomo de Dawson e intento de nuevo, y tal vez es sólo el vino, pero me siento sexy sosteniendo y fumando, como una actriz de los años 40 que se sienta en un piano con un vestido ceñido. Dawson sacude la cabeza hacia mí, pero sus ojos brillan. Me pongo de pie vacilante, y luego tengo que volver a sentarme. Dawson se ríe. —¿Necesitas ayuda, cariño? Asiento con la cabeza. —Tengo que hacer pis. Sueno a Georgia más que nunca, y me doy cuenta de que he estado tomando poco a poco el acento en toda la noche, desde el incidente con Pavel, que fue hace muchas horas. La caja de cable dice que son las 3:26 am. No puedo creer que esté levantada. Siento que algo le sucede a mis pies, y miro hacia abajo para ver a Dawson quitándome las sandalias de tacón que llevo, deslizando una, y luego la otra. Lo miro, y dejo que lo haga, y entonces me lleva al baño. Bueno medio me lleva, estoy apoyada en él con su brazo alrededor de mi cintura. Definitivamente me caería otra vez si él no estuviera aquí, pero está, así que estoy bien. Me sigue al cuarto de baño, pero no me suelta. Él me abraza por los hombros mientras torpemente me concentro en mi caminata, mi vestido, bajar mi ropa interior, y me siento a hacer pis. Hay dos de él, por alguna razón. Más atractivo a la vista, así que está bien. Él tiene una sonrisa divertida en el rostro, los dos la tienen. —¿Qué? —pregunto. —Estás borracha. Asiento con la cabeza. —¿Es gracioso? Se ríe y me ayuda a mantenerme en posición vertical para volver a vestirme y lavarme las manos.

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—Sí, mi amor, lo es. Muy divertido. Un pensamiento se me ocurre, y frunzo el ceño, a él o al que creo que es el verdadero. Cierro un ojo, y sólo hay uno. Enuncio cuidadosamente mis palabras. —No te estoy avergonzando delante de tus amigos, ¿verdad? Bueno, eso fue dicho muy arrastrando las palabras. La expresión de Dawson no tiene precio, divertida y tierna a la vez. —No, nena. Ni siquiera un poco. Todos hemos estado un poco descuidados antes. Eres hermosa, y estás perfecta. Simplemente divertida y relajada. Yo me ocuparé de ti. —Pero... es tu cumpleaños. Deberías estar divirtiéndote emborrachándote, no yo.

y

Me sacude el pelo con el pulgar. —Esta es la mejor fiesta de cumpleaños que he tenido. Y estoy bastante borracho, nena. Son casi las cuatro de la mañana, y he estado bebiendo desde las siete. Lo miro, algo asombrada. — Pero... no pareces borracho en absoluto. Se ríe abiertamente ante esto. —He tenido mucha, mucha práctica. Asiento con la cabeza. Esto tiene mucho sentido. Pienso en algo más que tengo que decirle. —Lo sé... Sé que todo el mundo te dio los presentes hoy, y no lo hice. Pero yo tengo un regalo para ti. No puedo dártelo hasta mañana. U hoy. Lo que sea. Es una sorpresa. Dawson me da esa mirada amorosa, aún más divertido. —Tú eres el presente, nena. Eres todo lo que necesito de ti. Sonrío. —Oh, estoy bastante segura de que te gustará este. Pero es una sorpresa.

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Creo que ya lo dije, pero no me acuerdo. De repente, me siento más borracha que nunca, y muy cansada. Dawson lo ve, y me acapara todo de esa manera sin esfuerzo. —Ya está lista para la cama, ¿no es así? Asiento con la cabeza, y me besa suavemente. —Descansa, entonces. Siento que me encuentra en la cama, me cubre. Sacude mi hombro, y me despierto. Me pone un vaso de agua en la mano, y un par de pastillas en la otra. —Eso te va a ayudar a no tener resaca en la mañana. Sueña lindo nena. Te quiero. Después de que me tomo las aspirinas, lo miro con un ojo. —Eres lo mejor que me ha pasado, Dawson Kellor. Es el último pensamiento lúcido que puedo expresar. —Tienes que retroceder, amor. Me besa, y quiero devolverle el beso, pero me estoy hundiendo. —Creo que somos la mejor cosa que nos ha sucedido a cada uno. Eso es cierto, muy cierto. Pero estoy totalmente entumecida, gratamente perdida. La habitación da vueltas, la cama oscila y se inclina por debajo de mí. Abro los ojos, pero la habitación sigue así, y me doy cuenta que soy yo, en mi cabeza. Lo dejo ir, y me deslizo bajo las olas de sueño. Siento una mano que va alrededor de mi centro, y él está detrás de mí. El tiempo ha pasado, y los pájaros están cantando en el cielo gris, y luego estoy de nuevo debajo de él.

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Capítulo 17 Traducido por SOS HannaMarl & Jazmín Corregido por Pily

H

ago que Luisa venga para hacer mi pelo y maquillaje y me ayude a apretar el corsé. Ha sido mi estilista desde hace un tiempo, y se está convirtiendo en una amiga, y de todos modos es la única persona con la que me sentiría cómoda haciendo que apretara un corsé para mí. Ella ata el nudo y, a continuación, se mueve por delante de mí y me da una mirada de evaluación. —Maldita sea, Grey. Esto es... te ves muy bien, niña. —Me sonríe—. Eso debe ser una sorpresa de cumpleaños para Dawson, ¿eh? — Asiento con la cabeza, sonriendo nerviosamente. —Sí. No estaba segura de qué regalarle, ya que, ya sabes, tiene todo lo que puedas imaginar. ¿Te parece bien? Nunca he usado algo como esto antes. —No creo que “bien” es la palabra correcta, cariño. —Levanta las cejas sugestivamente—. Creo que tu hombre va a tener un tiempo difícil decidiendo si te quiere en ese traje o fuera de él. Va a ser un lío, ¿me entiendes? —Me río con ella, tranquila, pero aun un poco nerviosa. Me puse una bata que compré para esta ocasión, una cosa ligera, sedosa que apenas cubre mis muslos. Lo ato sueltamente alrededor de mí así él será capaz de conseguir una mirada buena a mi escote sin revelar lo que llevo puesto debajo. Luisa se va después de abrazarme, cuidando de no despeinar mi cabello. Ella lo fijó cuidadosamente encima de mi cuello, pero puso los pasadores para que Dawson sea capaz de sacarlos fácilmente. A él le gusta mi cabello suelto. Un hombre mayor que vagamente se parece a Michael Caine19 me encuentra en la parte superior de las escaleras. —Todo está listo abajo. Michael Caine: Sir Maurice Joseph Micklewhite, Jr., CBE (n. Londres, 14 de marzo de 1933), conocido como Michael Caine, es un actor británico, ganador de los premios Óscar, Globo de Oro y BAFTA. 19

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Le doy las gracias, y las hojas de la empresa de catering. Había pensado en tratar de hacer la cosa de la cena entera yo misma, pero no he tenido exactamente mucha experiencia en organizar cenas de lujo. Entro al comedor y me sorprendo. No sólo trajeron comida, transformaron el comedor en una cena romántica para dos, con velas y ramos de rosas. El efecto es elegante pero no demasiado femenino. Es su cumpleaños, después de todo. Está jugando golf con Armando y algunos otros de sus amigos, que fue mi sugerencia. Lo necesitaba fuera de la casa para poder conseguirlo todo y yo misma prepararme. Justo a tiempo, lo oigo venir desde el garaje. Me dispongo en la silla al lado de la mesa, dejando el lugar de la cabecera de la mesa para él. Estoy esperando, mi corazón en mi manga. Nunca he hecho algo como esto, y estoy esperando desesperadamente que lo haga feliz. —¿Grey? —Lo oigo dejando sus llaves y el pitido cuando conecta su teléfono. —En el comedor —lo llamo. Se detiene en la puerta, y sus ojos se abren por las flores y las velas, la lámpara con luz tenue, la difusión de todos sus platos favoritos, y yo. Sobre todo, me mira. —Jodida mierda, nena. ¿Qué es todo esto? —Me levanto y camino hacia él, siendo sensual. —Feliz cumpleaños, amor mío. —No uso muchas palabras cariñosas, no como él lo hace, así que cuando uso una, toma nota. —¿Qué hay debajo de la bata? —pregunta con una sonrisa, tratando de alcanzar el lazo. Detengo sus manos. —Tu regalo. Pero no lo puedes ver hasta después de comer. —Sus ojos se oscurecen con lujuria. —Dios, nena. Me estás matando. ... Te ves tan bien que antes te comería a ti. —Muy pronto —prometo—. Pero primero, siéntate. —Él empuja la silla y se sienta. Abro una costosa botella de su vino blanco favorito y la pongo a respirar en un cubo de hielo. Le sirvo una copa, situada en frente de él. Me mira con curiosidad. Usualmente, él hace todas estas cosas. Para mi cumpleaños hace unos meses, alquiló un restaurante completo,

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tenía la comida hecha, pero aun así me sirvió. Incluso en la vida diaria, hace cosas por mí. Me hace bocadillos, vierte el vino, cuida de mí. Así que ahora es mi turno de cuidar de él. Sorbe un poco de vino, y deslizo mi cuerpo entre sus rodillas y la mesa. Sostiene la copa de vino en la mano y mira hacia mí. —¿Qué estás haciendo, cariño? —No estoy nerviosa, no realmente. No hago esto súper a menudo, pero es algo que quiero darle. Estoy hundida hasta las rodillas, descansando las manos sobre sus muslos, y sonriéndole. —Esto. —Lleva la estúpida ropa de Golf para hombres, pero se ve caliente incluso en un par de pantalones blancos y una camisa de cuello naranja pastel. Deshago sus pantalones, y sus ojos se abren por la comprensión. —Grey, cariño… Le doy otra cosa que le gusta: mi actuación dominante. —Cállate y bebe tu vino. —Él sonríe con satisfacción y bebe a sorbos su vino, luego levanta sus caderas cuando tiro sus pantalones abajo lo bastante lejos para exponerlo para lo que voy a hacer después. Él ya está duro, y lo agarro con ambas manos, acaricio con mis puños de arriba hacia abajo por su considerable longitud, hago rodar mi palma sobre su cabeza, y luego froto la punta de él con mi pulgar. Cierra los ojos por un instante, y luego toma un sorbo de su vino de nuevo, y me mira a los ojos. Sostengo su mirada mientras bajo mi boca a su erección y envuelvo mis labios alrededor de su grosor. Él jadea en voz alta cuando lo llevo al fondo de mi garganta y luego retrocedo. Acaricia la curva de mi cuello con su mano libre mientras le chupo en un frenesí desbordado, y luego retrocedo nuevamente y dejo que se hunda un poco. Lamo la punta de él, corro mi boca por su lateral antes de envolver los labios alrededor de él otra vez. Acaricio sus testículos con una mano y con la otra bombeo la base hasta que él está gimiendo. Cuando siento que está por perder el control, deslizo mi mano de arriba hacia abajo más y más rápido, moviendo mi boca en él muy despacio, en contraste con la velocidad de mi mano. —Dios, yo… —Pero él no tiene tiempo para nada más que una advertencia antes de perderse en gemidos de felicidad. Sé que se va a venir, por lo que una advertencia no es necesaria. No me detengo

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cuando estalla en mi boca. Sigo adelante, moviéndome hacia adelante y succiono, y sus gemidos son tan desesperadamente llenos de placer que me quejo, también, y ya sea por mi tacto o el zumbido de mi voz, hace que se venga de nuevo, con más fuerza, y yo sigo hasta que está jadeando y tirando de mí para levantarme. Tira de sus pantalones de nuevo cuando me pongo de pie, y luego me tira contra él, y me inclino para besarlo. —La primera parte de tu regalo —digo. Sus ojos buscan los míos. —Nena, eso fue... Dios, se sentía tan jodidamente bien. Gracias. Me sirve una copa de vino, me siento y disfruto de ella. Él sirve comida para los dos antes de que yo pueda, y le dejé, porque pienso que está en su naturaleza el hacer cosas para mí. Hablamos cuando tenemos nuestra larga cena lujosa. Él consiguió el papel que estaba leyendo para un drama contemporáneo sobre un hombre que hacía frente a la lenta muerte de su padre, al mismo tiempo que descubre que su esposa le era infiel. Es un cambio de la acción, el sexo y el romance, y creo que va a ser un buen papel para él. Cuando acabamos con el postre, le llevo de la mano hasta el dormitorio. Él trae las copas de vino y una segunda botella fría, vierte vino en cada copa. Tomo un sorbo del mío, y luego lo dejo a un lado ya que me preparo mentalmente para la próxima parte de mi sorpresa para Dawson. —Siéntate en la cama —digo. Él se sienta en el borde de la cama, y estoy de pie delante de él, afrontándolo. Vacilo con mis manos en el lazo de mi traje. —Segunda parte —digo. —¿Cuántas partes hay en el regalo? —Tres. Suelto el nudo, dejo que el lazo caiga libre, y luego despacio separo el traje. Sus ojos se ensanchan cuando el traje se abre, y luego él cambia de lugar cuando lo dejo caer de mis hombros. Toma un trago ocasional de su vino, pero su mirada es cualquier cosa menos indiferente. No ha dicho nada, pero no ha alejado su mirada de mí,

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tampoco. Su respiración es profunda, y sus ojos lo delatan. Me quedo inmóvil mientras se pone de pie, coloca la copa sobre la mesilla de noche, y luego viene a pararse a un pie de distancia de mí. —Jesús, nena. —Sus manos trazan la curva de mi cintura, y se paran en mis caderas—. No sé si rasgar esa cosa lo más rápido que pueda o dejarlo para poder mirarte. Me río. —Esa es exactamente la reacción cuando me ayudó a atarlo.

que

dijo Luisa que tendrías

—Mujer inteligente. —¿De verdad te gusta? Sus manos recorren hasta la parte posterior de mis muslos, acunando mi trasero. Fuego calienta mi centro con su toque. —Dios... maldita sea, Grey. ¿Te gusta? Eres tan gloriosamente hermosa que literalmente no puedo soportarlo. Tengo que recordarme a mí mismo mantener la respiración, porque me dejas sin aliento. — Besa el lado de mi cuello, el hombro, la cima de mi pecho—. Jesús. Ni siquiera tengo palabras. Te mereces un poema épico o algo así. Un himno. O no, eso no es correcto. Joder no lo sé... tú eres mi diosa, Grey Amundsen, y yo voy a adorarte. —¿Quieres saber lo que es la tercera parte? —pregunto. Niega con la cabeza. —Todavía no, aun estoy apreciando la segunda parte. Me toca por todas partes, alabándome con sus manos. Dawson toca cada centímetro de mí, de la cabeza a los pies, y luego comienza de nuevo con la boca, rindiendo homenaje, con calientes besos húmedos. Nunca en mi vida me sentí tan poderosa, tan deseada, tan amada. Cuando me besó a su satisfacción, se pone de pie detrás de mí. Desata el nudo, a continuación, suelta oh-tan lentamente las cuerdas hasta que el corsé está listo para ser eliminado. Lo hace, y estoy usando nada más que el top de color marrón claro con el pequeño lazo en la parte superior, y ese es el próximo. Ahora, estoy en sus manos bajo su misericordia. En primer lugar, lo dejo que haga lo que quiera. Lo que implica tenerlo arrodillado frente a mí, extendiendo mi postura con suaves golpes de sus manos, y presionando besos

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delicados en el interior de mis muslos hacia arriba, lamiendo y succionando hasta que me deja gimiendo en climax. Cuando bajo de la cumbre temblando, lo traigo a sus pies y quito su camisa, acaricio su estómago, su pecho y sus hombros, besándolo como él lo hizo, entonces le ayudo a arrojar sus pantalones y ropa interior. Cuando los dos estamos desnudos, me subo a la cama, meto la mano en el cajón de mi mesita de noche, y saco la botella de lubricante. Los ojos de Dawson se finjan en ella, y luego se dirigen a los míos. —Parte tres —digo. Se mueve en la cama conmigo y coge el lubricante, mirándolo. Su expresión es vacilante y llena de esperanza. —¿Cuál es la tercera parte? Me subo sobre su regazo, frotando mis pliegues húmedos contra él, y susurro en su oído—: Quiero que me folles en el culo. Él toma una respiración profunda, descansando su cabeza en mi hombro. —Grey, bebé. No digas eso sólo porque piensas que es lo que quiero. —Es lo que quiero —digo, rectificado en su contra, lista para más de él, necesitando más de él—. Lo dije de esa manera para ti, porque te gusta cuando hablo de esa manera, pero... Quiero que hagas eso. Cuando pones tu dedo dentro de mí de esa manera, se siente bien, y quiero más. El me acaricia, sus palmas patinando en círculos sobre mis hombros y mi espalda, a mis caderas, mis muslos. —¿Estás segura? —Completamente. Confío en ti, y te quiero. —Entonces tendré que hacerte venir de nuevo. —Bien, maldita sea —digo, sonriéndole contra su boca. Se ríe, y luego estamos perdidos en un beso. Dawson alcanza y saca un broche de mi cabello, liberando algo de él, y luego otro broche, y otro, y luego todo mi cabello esta suelto alrededor de mis hombros en una ola de oro en cascada. Se inclina hacia delante y me acuesta en

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mi espalda, sin romper el beso, y su mano encuentra mi hendidura, me acaricia, penetra en mi centro y gira alrededor de mi clítoris. Sus besos se mueven de mi boca a mi pezón, y entonces baja otra vez, dos dedos están dentro de mis pliegues, y el dedo medio de su otra mano está buscando mi apretada entrada. Él es más lento para traerme al clímax, esta vez, y su dedo se desliza dentro y fuera de mí. Estoy jadeando y brincando, necesitando la liberación que él no me deja encontrar. Me lleva al borde y luego para, y estoy loca de necesidad. Estoy desprovista cuando su dedo me deja, y luego siento algo húmedo y fresco untado sobre mí, y luego otra vez. Y luego de nuevo, y está empujando con su dedo, empujando y extrayendo, y entonces me siento estirada, y me doy cuenta de que ha añadido dos dedos, y oh... dios... es demasiado intenso para las palabras, y me pregunto cómo voy a sobrevivir al resto de él, pero es tan intenso, tan bueno, tan increíble, ni siquiera puedo formar palabras. Dejo caer mis rodillas a un lado y silenciosamente lo animo, y luego sus dedos me dejan y empuja la cadera. Sé lo que eso significa, lo que él quiere. Me doy la vuelta por sobre mi estómago, y el levanta suavemente mis caderas, toma una almohada y la pone debajo de mí, y luego aplica más lubricante y oigo un envoltorio de condones; Vuelvo la cabeza sobre mi hombro para ver, y estoy encendida aún más por la visión de su mano alrededor de su eje grueso. Oh. Oh, dios. El toca la punta de su polla en mi culo, e incluso en medio de la excitación nerviosa estoy absurdamente orgullosa de mí misma por el uso de esas palabras en mi pensamiento. Está usando su otra mano, con la que ha tocado mis pliegues, para traerme al clímax, se inclinó sobre mí y llega entre mis piernas para acariciarme, encontrando mi clítoris con sus dedos y frotando hasta que estoy balanceando mis manos y rodillas ante su toque, y utiliza ese movimiento, para presionar la cabeza de su erección en mi trasero, y luego me siento estirada y demasiado, demasiado, demasiado llena, tan llena, y me duele un poco, pero él está esperando, permaneciendo quieto, y poco a poco me acostumbro a él. Y entonces se mueve, solo un poco. —Dawson, oh, Dios, Dawson...

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—¿Estás bien, bebe? —Hace la pregunta con preocupación extendida en su voz. Sólo puedo asentir y mover mis caderas un poco. Sus dedos están dentro de mí otra vez, tres dedos deslizándose en mi coño, como Dawson lo llama, y estoy en el clímax y viniéndome en piezas, y luego se desliza un poco más a fondo y estoy gimiendo en voz alta, mordiendo la almohada y gimiendo bajo en mi garganta, un ruido tan salvaje que no puedo creer que este viniendo de mí. Eso lo hace un Dawson salvaje, ese gruñido animal, y el lentamente se entierra el resto del camino. Por alguna razón, la sensación de su cuerpo viniendo a descansar contra mi culo, sabiendo que está enterrado profundamente en ese lugar, es erótico más allá de todos mis sueños más salvajes. Él me tenía por detrás, por supuesto, pero esto es diferente. No puedo creer que él tenga toda su sólida erección dentro de mí sin que duela. Hay un borde de dolor, pero no lo suficiente para incluso sombrear el éxtasis del resplandor solar. Y entonces él se saca, lentamente, dolorosamente lento, y gimo de nuevo, todos los músculos temblando en respuesta, y eso causa que algo muy dentro de mi duela, para pulsar y girar ardiente, una palpitación cegadora tan intensa que no puedo respirar a su alrededor. Se desliza un poco, y luego se retira, y mi boca-grita en amplio-silencio, convirtiéndose en un grito real, agudo y sin aliento, mientras se desliza dentro. Lo hace así, en retiros lentos y empujes cuidadosos, hasta que no puedo soportar la lentitud más y soy yo la que impulsa mi trasero en su siguiente empuje, y más fuerte, y luego con más fuerza otra vez. Con cada embestida, el dolor estremecedor en mi interior se construye y me doy cuenta de que es un orgasmo que se está construyendo, pero es diferente de cualquiera que había sentido antes. Va a ser tan intenso, casi tengo miedo de él. Sus manos acarician mi espalda, ambas deslizándose sobre mi piel suave, y entonces nuestros cuerpos se encuentran en un empuje, toma mis caderas con sus manos, sus dedos clavándose en la piel y tirando de mí. Oh, me gusta eso. Me encanta la sensación de sus manos sobre mí de esa manera, alentándome, tirando de mí desesperadamente.

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Está perdiéndose, gruñendo, su ritmo vacilante como sus golpes se vuelve más difícil y más errático, y estoy perdida justo al lado de él. Estamos gimiendo juntos, y no tengo control sobre los sonidos que hago; mis gritos son cada vez más fuertes y más susurrantes, más frenéticos. El zumbido en mi interior es un abismo, una presión aplastante. Tanto. Mucho. Y entonces se rompe, y estoy ciega, sorda, arrastrada por la punta de un cohete y el terremoto me sacude y la intensidad es caótica. No puedo contenerlo, y sé que mis gritos deben ser ensordecedores. Oigo el gemido de Dawson, y mi orgasmo es estremecedor y agonizante, pero nunca lo sentí venirse. Se retira con cuidado y lentamente cuando el clímax me deja con réplicas temblorosas, y cuando se sale completamente, en realidad gimo y siento la pérdida. Pero él no lo ha hecho conmigo. Me levanta y me saca de mi espalda, lo miro a través de los ojos borrosos mientras se despoja del condón. Esta duro y más grande de lo que jamás lo había visto, y cada músculo de su cuerpo esta tensó. Se arrodilla sobre mí, besa su camino hasta mi cuerpo, a mi boca, y entonces él está dentro de mí, desnudo dentro de mí, y estoy llorando de placer al sentirlo ahí, la dicha familiar de él deslizándose a donde pertenece. —Grey, oh, dios. Estoy allí de nuevo, en el borde del clímax con él, pero esto se siente más como un orgasmo emocional, un sentimiento más de estallido, abrumador, cortando mi alma de amor por Dawson por lo que todo mi ser se está sacudiendo con él. —Dawson... —Susurro, y entonces él me sostiene cerca, casi inerte encima de mí salvo un poco de su peso apoyado en sus antebrazos, el resto de su cuerpo piel a piel con el mío, envuelvo mis piernas alrededor de su espalda y mis brazos alrededor de su cuello y aplasto mis labios en su oreja y dejo que las palabras salgan disparadas. —Dawson, Te amo. Oh... mierda... Te amo. Quiero sentirte venir ahora. Vente por mí, bebe. El realmente gimió en la parte posterior de su garganta y se deja ir luego. Cuando digo la palabra "bebé", se viene descolocado,

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desmoronándose, se viene completamente espasmódico y frenético, cada embestida es una explosión estremecida de semillas dentro de mí, y él está susurrando mi nombre, jadeando te amo entrecortadamente en mi oído, y me vengo desmoronándome con él, respirando con él, cada respiración sincronizada con la suya, cada suspiro de aliento juntos, las únicas palabras pronunciadas eran los nombres de cada uno y te amo. Nunca ha habido nada más que esto. El mundo, el tiempo, la historia, el amor, la eternidad; todo se reduce a Dawson aquí, dentro de mí, encima de mí, conmigo, nosotros juntos. Presiono mis labios en su oído. —Feliz cumpleaños, Dawson. Él solo ríe y tira de mí, quedando en el hueco de su brazo. En algún momento después, hacemos el amor otra vez, lentamente, sin decir una palabra.

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Epílogo Traducido por Jazmín Corregido por Pily

L

a boda de una celebridad es una cosa ridícula. Gastamos tanto dinero, invitamos a tanta gente. Hay cobertura de los medios, semanas en los periódicos y revistas de especulación, artículo tras artículo. Hubo incluso un especial de televisión, por lo cual hicimos entrevistas y dejamos que las cámaras nos siguieran a todas partes durante la planificación de la boda. Ahora estoy tratando de no llorar mientras camino por el pasillo con mi mano en el brazo de Papá. Un velo cuelga por mi espalda hasta mezclarse con la cola de mi vestido, el cual costó alrededor de $100,00020. Algo ridículo, honestamente, considerando que lo voy a usar durante unas pocas horas como máximo. Pero Dawson insistió. Un vestido con ese precio se espera para una boda de esta escala. Hay cientos de flores, en todos los bancos y dispersos por el suelo. Es una boda tradicional, a pesar de que es un asunto de una celebridad. Por respeto a mi Padre. Dawson se aseguró de eso. Estoy mirando a Dawson, observando su rostro mientras él trabaja para contener sus emociones al verme. Nunca había sido más atractivo de lo que es en este momento, vestido con un esmoquin hecho a medida vintage, su cabello peinado en una pieza que le hace verse como si hubiera salido de una película de Clark Gable21. Su esmoquin está diseñado para acentuar ese aspecto, y también lo es mi vestido. Toda la boda, de hecho, es vintage, inspirada en los años 30, hasta el coche donde nos vamos a alejar: un RollsRoycePhantom1937. Papá me entrega a Dawson, pero antes él, se inclina para susurrarme—: Te amo, Grey. Estoy muy orgulloso de quien eres.

20$100,000:

En pesos el valor de vestido sería más o menos de $50.553.000. Gable: Fue un actor estadounidense. Ganador de un Óscar al mejor actor principal, es considerado uno de los mitos del cine clásico. 21Clark

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Mis ojos lloran mientras escucho las palabras que he deseado toda mi vida. Papá inhala y parpadea duro—: Ve a casarte con él. Es un buen hombre. Doy un paso hacia Dawson y tomo sus manos. Apenas escuché al pastor pero cuando llega el momento, repito los votos. —Acepto. Dos palabras, y tienen tanto significado. He sido suya, siempre he sido de él, y él mío. Desde el primer día en que lo vi en la sala VIP de ese horrible lugar, nos hemos pertenecido el uno al otro. Pero ahora, ahora estamos completamente y oficialmente unidos, atados y ligados de manera permanente. La recepción es un desenfoque feliz. Estoy en una nube, vencida y abrumada por la alegría. Y entonces llega el momento para el primer baile. Una luz brilla en el borde de la pista de baile, bañando a una sola figura: Lindsey Stirling22. Ella alza un violín en su hombro, se detiene, y luego se lanza a "Elementos". Dawson y yo estamos fuera con la música, bailando un tango coreografiado y ensayado. Un viejo aburrido baile lento no iba a ser parte de esta boda, después de todo. Nunca había bailado tan bien en toda mi vida; el baile viene desde dentro, y en el interior. Estoy encendida con felicidad pura. Tenía todo lo que alguna vez pude pedir, y hasta más.

Fin.

22Lindsey

Stirling: Es una violinista estadounidense, artista de performance y compositora.

266

Sobre la Autora

N

ew York Times & USA Today bestselling author Jasinda Wilder nació en Michigan con una afición por las historias excitantes sobre hombres sexys y mujeres fuertes. Cuando no está escribiendo, ella probablemente va de compras, hornea, o lee. Algunos de sus autores favoritos son Nora Roberts, JR Ward, Sherrilyn Kenyon, Liliana Hart y Bella Andre. Le encanta viajar y algunos de sus lugares favoritos para vacacionar son Las Vegas, New York City y Toledo, Ohio. A menudo puedes encontrar a Jasinda bebiendo vino tinto dulce con bayas congeladas y comiendo una magdalena. Jasinda es representada por Kristin Nelson de la Agencia Literaria Nelson.

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Traducido, Corregido & Diseñado en…

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