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Staff Moderadora Traducción Jazmín

Traductoras IzarGrim

Julieta9768

Perpi27

Serenity953

MaarLopez

Lina Loops♥

Cande Cooper

Joss

Jessi16

Rihano

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Dracanea

Moderadora Corrección Jazmín

Correctoras MaryJane♥

Viqijb

Jazmín

Joss

GrizeldaDC

Recopilación y Revisión final Jazmín & katiliz94

Diseñadora Gaz

Índice Sinopsis Capítulo 1 Capítulo 2 Capítulo 3 Capítulo 4 Capítulo 5 Capítulo 6 Capítulo 7 Capítulo 8 Capítulo 9 Capítulo 10 Sobre la Autora

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Sinopsis

E

lla necesita un escape... y él es exactamente lo que tenía en mente.

La estudiante de último año Ellen Price pasa todo su tiempo libre estudiando para entrar a la escuela de medicina. Hasta que las aburridas vacaciones de primavera se presentan ante ella, tan vacías como su cartera. Sin dinero para ir a la playa, llena su vacía lista de tareas con un plan: por una semana, se convertirá en la clase de mujer de no-tomarprisioneros que secretamente desea ser, comenzando por el chico caliente en el bar. Es una situación sin riesgo: al final de las vacaciones, él volverá a su escuela, y ella a la suya. Sin alboroto, ni desorden. Al principio, Josh Markley no está seguro de qué pensar cuando la callada, intensa belleza de sus clases de pre-medicina se acerca a él para una noche de sexo casual. Aún más desconcertante, no parece reconocerlo. Pero si quiere jugar "extraños en un bar", jugaría. Su noche de pasión es un bienvenido respiro del estrés de la vida, pero luego, Josh se da cuenta de que quiere más—de sí mismo, de la vida, de Ellen. Excepto que ella todavía piensa que es un hecho aislado y que nunca se volverán a ver de nuevo. Confesar la verdad ahora — antes de que ella lo descubra por su cuenta— podría romper los frágiles inicios de justo lo que le recetó el doctor. Un amor para siempre.

Advertencia: Contiene confusión de identidades, un bombón que a veces usa gafas, preguntas profundas acerca de averiguar lo que quieres de la vida, y el romance universitario al rojo vivo.

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1 Sábado Traducido por IzarGrim Corregido por MaryJane♥

É

l se veía bien, pensó Ellen. Quizás demasiado bien. Alto y delgado, con el pelo oscuro y corto y altos pómulos. El tipo de barba no intencional que apenas ensombrecía su mandíbula.

Ella había estado observándolo durante media hora ahora, midiendo la forma en que sus largos dedos recorrieron el borde de su vaso de cerveza, la postura de sus hombros mientras se apoyaba en la barra. No hablaba con nadie excepto con el camarero, y nadie le habló. Normalmente, nunca se hubiera acercado a él. Pero no era una noche normal. Ella se inclinó hacia atrás y se bebió el resto de su bebida, se puso de pie y dio los primeros pasos vacilantes por la habitación. Sus zapatos eran nuevos, zapatos crueles de tacón, y aunque no había caminado mucho, sus pies ya estaban doloridos. Su falda y top eran todas nuevas, también. Ella era nueva. Después de todo, si no podía permitirse un viaje de vacaciones de primavera, al menos podría darse el lujo de hacer su semana sola interesante. Cuando ella se dirigió hacia él, empujó su pecho hacia fuera y se esforzó por mantener el equilibrio mientras balanceaba sus caderas. Había estado en este bar un par de veces antes, pero todo el lugar tenía un aspecto diferente, drenado de la aglomeración habitual de estudiantes. La mitad de los asientos estaban vacíos, y los que estaban llenos fueron tomados por personas que sólo parecían... fuera de lugar.

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Personas de la localidad que no solían molestarse por los estudiantes. Las personas que se habían criado aquí, el hogar de la universidad de vacaciones de primavera. Y ella. Y él. Él no levantó la mirada mientras se acercaba, y por un segundo sus nervios casi la dominaron. Los dominó, sin embargo, puso la mano en el bar junto a él y se aclaró la garganta. —Hey. Su cabeza se levantó, pero en el camino encontró su mirada, centrándose primero en la parte superior de sus muslos, y luego en las curvas de sus caderas, su ceñida cintura. En alguna parte de sus pechos, sus mejillas se sonrojaron y sus ojos se abrieron como platos. Ella sonrió. Tal vez esto no sería tan difícil. Más confiada ahora, habló de nuevo. —¿Hola? —Hola. —Él rompió su mirada para encontrarse con sus ojos, y si era posible se hicieron más grandes, el verde claro de ellos brillaba con algo que Ellen no pudo identificar. Sobre todo cuando estaba ocupado mirándola. De cerca, se veía mejor que bien. Esos ojos... De alguna manera, encontró el ánimo de extender la mano. —Soy Ellen. Él arqueó una ceja, pero después de un segundo respondió—: Josh. —Tomó su mano entre las suyas mientras se medio levantaba de su asiento. Su apretón era firme, su piel era suave pero no demasiado suave. Las manos de un hombre pensador. Lo cual, teniendo en cuenta su edad, era un estudiante, ¿también? Tal vez uno de los que volvían a casa para las vacaciones, aquí sentado solo en un bar para alejarse de sus padres. Dios sabía que, cuando ella solía ir a casa, las cosas eran así para Ellen después de un día o dos. Curvó su mano alrededor de la suya, persistente, piel contra piel. —Encantado de conocerte. —Señalando el asiento de al lado, le preguntó—: ¿Puedo? —Seguro. Por supuesto. —Su manzana de adán se balanceó cuando tragó. Se veía bien. Sexy.

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Sacó su mano de la de él lentamente, sacó la silla y se sentó en ella, teniendo cuidado de cruzar las piernas. Su falda levantándose, probablemente dándole un infierno de vista. Se sentó, también, y se volvió hacia él, sonriendo con su sonrisa de flirteo. Cumpliendo con su plan, le preguntó—: Entonces, ¿puedo invitarte una copa? Él sonrió, pero de una manera que era más divertida que ofendida. —¿No es mi línea? —No esta noche. Nada iba por las reglas típicas esta noche. Él la miró desapasionadamente durante un largo rato, con los ojos examinado. Con la mandíbula apretada, parecía que tenía una pregunta en la lengua, algo que quería decir. Pero al final, lo único que dijo fue—: Claro. Ellen. A ella le gustó la forma en que dijo su nombre. Como si la conociera. Sonriendo, ella se volvió hacia la barra y le indicó al barman. —Vodka de arándano. Y una... —Miró a Josh. —Sam Adams. Cuando el barman volvió con sus bebidas, pagó. Josh sacudió un poco la cabeza, pero aceptó la bebida, se la llevó a los labios y bebió lentamente. Ellen deslizó la pajilla en su boca y le dio un sorbo rápido. Mientras lo hacía, movió su pierna de atrás y a adelante. Era un hábito nervioso. Uno notable. Era uno fortuito, también, mientras su pie conectaba con la sólida calidez de su pantorrilla. Su corazón martilleó mientras un destello de placer ante su tacto se precipitó a través de ella. Por un segundo, apretó la espalda contra ella, y se dejó permanecer así, conectado a él debajo de la barra. Se sentía como una oferta. Y una aceptación. —Así que. —Su voz era más baja de lo habitual, con la garganta un poco áspera—. ¿Eres estudiante? Él frunció el ceño, y cuando contestó, lo hizo lentamente. —Sí. ¿Tú?

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La verdad casi salió, pero la detuvo. No era ella misma esta noche, no la típica tímida de medicina que se escondía detrás de su pelo. Con un destello de una sonrisa, le dio una verdad a medias en su lugar. —Mesera. —Oh, de verdad. —Así es. —¿Dónde? Había algo en su tono de incredulidad, pero lo ignoró cuando le dijo sinceramente. —Park Diner. —Mirando su expresión, tomó otro sorbo de su bebida—. ¿Has estado allí? —Una o dos veces, creo. —Lástima. Es un basurero. —Pero he oído que el personal es agradable. Ella se rió y se inclinó hacia él. —Depende del día. —Pretendía influir, extendió la mano y se contuvo, plantó la mano en su muslo. El olía bien. Se sentía mejor. —Cuidado, allí. —Su voz estaba totalmente demasiado cerca y no lo suficientemente cerca, su aliento una carrera caliente contra su oído. Él la sostuvo con una mano sobre su brazo desnudo. —Gracias. Se estremeció cuando sus dedos se perdieron a lo largo de su piel antes de desaparecer. Ella tomó la mano de su pierna y se enderezó, sus entrañas revoloteando al sentir su calor contra su espalda mientras él pasaba el brazo sobre el respaldo de su silla. Había algo posesivo con eso. Algo reclamante. ¿Por qué había tenido tanto miedo de esto antes? Giró la cabeza para mirarlo a la cara y lo encontró allí, mirándola. Sus ojos eran tan verdes. Tan claros. —Entonces —dijo ella. —Entonces.

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Ella no retrocedió en absoluto mientras se acercaba el vaso a la boca, apretando intencionalmente sus labios antes de envolverlos alrededor de la pajita. Frío y crudo, el licor quemaba en la manera correcta. Lanzó su mirada del líquido rojo a sus ojos y debajo de nuevo. —¿Disfrutas de la vista? —preguntó ella con voz entrecortada. Sus cejas se levantaron de nuevo antes de volver a su lugar. — Siempre lo hago. Había más que una pequeña charla por hacer. Más conseguir — conocerte por hacer. Pero no quería hacerlo. Realmente, ¿qué sentido tenía? Puso su mano sobre su muslo de nuevo, sus dedos en el ribete superior esta vez. —¿Quieres disfrutar aún más? Había algo casi demasiado intenso en su expresión. Su mano pasó a establecerse en su nuca mientras se inclinaba a murmurar en su oído—: Te prometo, no sería el único disfrutando de mí mismo. Todo su cuerpo temblaba, y ella cerró los ojos ante la oleada de calor. —Mi lugar está a la vuelta de la esquina. Él estuvo fuera de su asiento en un instante, sus dedos entrelazándose con los de ella mientras la levantaba para unirse a él. —Muéstrame el camino. Lo haría. Por primera vez en la historia, lo haría. Agarrando su mano, se dirigió hacia la puerta. El primer paso de su plan estaba completo.

Había dejado la luz de su cocina encendida, pero por lo demás, su apartamento estaba a oscuras. Después de cerrar la puerta tras de sí, ella lo arrastró hacia su dormitorio, saltándose las filas de estantes y adornos en la sala de estar, las preguntas podrían esperar. Había

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escondido sus libros, por si acaso, pero no confiaba en sí misma para pegarse a su historia. No quería que se enfrentara con demasiado de sí misma. En la seguridad de su habitación, conectó la cadena de luces de Navidad que corrían a lo largo de los bordes de su espejo, y luego respiró hondo y se volvió hacia él. El lucia incluso mejor que en el bar. Esbelto y fuerte, con un alto cuello y un rostro parejo. Era más alto de lo que esperaba, que estaba bien. Todo estaba bien. Alzándose, puso su mano sobre el pecho de él, sintiendo la sensación de la solidez de la misma. Su garganta estaba seca con el contacto y con el espesor del aire, el débil zumbido de estática mientras cerraba la distancia. Él estaba allí, en su apartamento, con sólo el mínimo de palabras intercambiadas. Le levantó la cara para mirarlo y le rozó los labios por la mandíbula. Con toda la confianza que nunca había tenido antes, le preguntó, en voz baja—: ¿Me deseas? Su respiración se aceleró, con las manos doblándose a sus costados una vez antes de que él las pusiera en sus caderas. —Sí. Todo su centro se volvió líquido, el calor fundido corriendo con el toque de sus dedos en la mejilla, instándolo hacia abajo. Cuando sus bocas se encontraron, fue suave y vacilante, como una pregunta. Ella se abrió a él y extendió la lengua por su labio y gimió, finalmente, agarrando con fuerza donde ella era suave, tirándola hacia su cuerpo. Su boca era cálida, con sabor a carne y sexo, todo teñido de cerveza mientras le devolvía el beso. Deslizó su mano por la piel áspera y suave de su mejilla a la suavidad de su garganta. En la V de su cuello, soltó un botón tras otro, cada vez rozando sus nudillos sobre la piel recién descubierta. Una vez que llegó al final, ella le apretó la palma de la mano una sola vez contra la hinchazón de él a través de sus vaqueros. Incluso a través de la mezclilla, lo sintió duro, largo y grueso. El sonido crudo en el fondo de su garganta la aguijoneaba, pero entonces él estaba agarrando su muñeca, tirando de su mano de la de él. —Todavía no. —Se detuvo a agarrar su mano y la frotó con el pulgar antes de colocarlo contra su abdomen. Los músculos allí eran firmes.

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Después de otro beso húmedo, ahuecó su pecho a través de su camisa, masajeando suavemente, acariciando con el pulgar sobre el pico. —¿Puedo? Ella asintió y le ayudó a tirar de la tela sobre su cabeza. Cuando llegó al broche de su sujetador, siguió su ejemplo y negó con la cabeza, reorientando sus manos sobre sus pechos y empujando las copas a un lado. Se agachó frente a ella, y se derritió, jadeando un gemido bajo cuando tomó el pezón entre los labios. —Eso se siente… —¿Bien? —le preguntó. Le pasó la mano por el pelo para mantenerlo allí. Sus labios se apretaron alrededor de ella, caliente y suave, su barba justo contra su piel, pero no se quedó. Se dejó caer de rodillas y deslizó las manos por sus costados, sus dedos se encresparon justo debajo de la cintura de la falda y frotando de un lado a otro mientras besaba al lado de su ombligo. Y entonces él la miró. Ella había pensado que sus ojos estaban muy bien antes. Mirándola con la boca separada, sus labios pegados a su piel... —Sí —susurró. No había preguntado. Pero la respuesta fue sí. Él puso sus manos alrededor de sus caderas, abarcándola de alguna forma. Encontró la cremallera en la parte posterior de la falda y tiró de ella hacia abajo. Con su ayuda, él empujó la mezclilla de sus rodillas hasta que cayó por su propia voluntad, y luego puso sus dedos en sus bragas, sus dedos presionándose al húmedo encaje. Se estremeció y cerró los ojos, entonces dejó que se las sacara, también. Hubo un suave, deslizamiento húmedo a lo largo de la hendidura de su sexo, algo tan sorprendente. —Qué… Él estaba mirándola entre sus piernas, sus labios húmedos. Nadie jamás... Normalmente, lo habría alejado, se habría sonrojado y se negaría. Nadie había hecho eso por ella, pero nadie la había mirado así, tampoco. Al igual como si se perdiera en ella. Y no estaba haciendo nada normal.

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Tragó saliva y tocó su cabello. —¿Tengo buen sabor? —Perfecto. Le pasó la lengua sobre su clítoris de nuevo, con la misma suavidad exuberante. La misma electricidad. Una chispa destelló en sus ojos. Con un beso más contra el hueco de su cadera, se puso de pie, sacando su camisa mientras se levantaba. Observó la flexión de sus delgados músculos, llegó a trazar la piel suave. Esta vez, cuando le cogió la mano, fue a colocarlo con firmeza sobre su erección. Cualquier incertidumbre que había sentido en él antes se había ido. Como si hubiera decidido algo, de rodillas con el rostro contra su sexo. Su voz era ronca mientras empujaba el pelo de su hombro. —¿Sientes lo duro que me pones? Hundió la cara en su pecho, enterró sus ruidos y su necesidad. Dejando la mano enroscada en torno a él, abrió los vaqueros. Tuvo que dejarlo ir cuando los empujó hacia debajo de los muslos. Sus boxers siguieron al pantalón, y entonces él estaba allí delante de ella, desnudo. Largo y duro y hermoso. Cuando lo tocó, su pene se balanceó, y él suspiró y se pasó los dedos por su cabello. —Acuéstate, hermosa. Hubo un suave empujón al nivel de sus caderas, impulsándola hacia atrás. Ella se alejó de él y se dirigió a su mesa de noche para sacar un condón. No lo miró mientras se deslizaba en la cama y se acostaba boca abajo, apoyándose sobre los codos, con las piernas abiertas. Detrás de ella, hubo un crujido, el ruido sordo de un zapato pesado y luego otro. La cama se hundió mientras él se subía detrás de ella, con las rodillas entre ella, una gran palma en la parte posterior de su muslo. Besó una línea suave por su espalda. Le chupó el lóbulo de la oreja, enmarcando su cuerpo con sus brazos, una mano en cada lado de las costillas, y sintió que sus huesos se volvían líquidos cuando se apretó contra ella, desnudo tan caliente contra su trasero. —¿Te gusta? ¿Yo detrás de ti? —Sí.

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Se negó a tener vergüenza de pedir lo que quería. Era la única manera que nunca había funcionado para ella, la última vez que había tenido un novio. Sólo así, con la cara pegada al colchón, sus propios dedos sobre su clítoris, y un cuerpo caliente junto a ella. El peso. La plenitud. Por un momento dudó, pero luego le besó la parte de atrás de su cuello. —Muy bien. Está bien. Oyó el arrugamiento del papel y luego el leve sonido de inhalación de aliento. Cuando se puso en contra de su apertura, todavía alcanzaba entre sus piernas, sin embargo. Aún sentía la textura reveladora de látex. —Yo me ocuparé de ti —susurró. En la siguiente exhalación, siguió adelante, y ella gimió en voz alta con el estiramiento. Había pasado tanto tiempo, y se sentía tan bien. —Sí —suspiró ella—. Dios mío, sí. Juró y empujó el resto del camino hacia su interior, gruñendo con fuerza cuando estuvo completamente enterrado. ¿Cómo había esperado tanto tiempo? Colapsando, cerró los ojos y apretó la cara contra las sábanas. Tenía la boca abierta, todo su cuerpo se arqueó para sentir eso. Él bajó mientras tomaba su primer empuje duro. Con el pecho presionado en su columna vertebral, rodeándola, penetrándola. Follándola. —Dios, necesitaba esto —dijo, jadeando por el balanceo de sus caderas. Con su único brazo todavía escondido debajo de ella, deslizó sus dedos por su humedad, pero en lugar de frotar su clítoris, ella las deslizó más abajo, acariciando a su alrededor, tocando la base gruesa de él. Pero su mano estaba debajo de ella, también, sus dedos tirando de ella. —No lo creo. Antes de que supiera lo que estaba haciendo, antes de que pudiera protestar, él la empujó fuera del camino, y reemplazó su contacto con

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el suyo. Sus dedos eran grandes y cálidos, y juro cuando rodearon su clítoris. —Vente para mí, cariño. Lo hizo, desenroscó sus brazos por debajo de su cuerpo para prepararse a sí misma. Levantó sus caderas lo suficiente para que él consiguiera el ángulo que quería. —Jesucristo. —Giro su cuello, ocultó su rostro con más detalle en la ropa de cama. Era demasiado intenso, demasiado impactante. Este hombre sabía el camino alrededor de una mujer. Él lo sabía bien, y lo demostró, enviándola a las nubes, jadeando ruidos extraños de placer. Sonidos que nunca había oído a sí misma hacer antes. Él se rió y chupó su hombro. —Te dije que te divertirías. Dio una respiración áspera, se retorció contra él, forzó su boca hacia un lado. —¿Dónde aprendiste a hacer eso? Todo lo que hizo fue reír mientras se enterraba de nuevo. Probablemente debería haber hecho sentirla incómoda o barata, su obvia experiencia. Pero no fue así. Él estaba aquí con ella. Sólo por una noche, pero había cosechado los beneficios de lo que había hecho delante de ella. Tomaría lo que quería. Por una vez en su vida, ella lo haría. Y él también lo haría. Sus embestidas crecieron más rápidas y erráticas, y sus dientes rozaron la columna de su garganta. —¿Vas a venirte para mí, dulce chica? Sus palabras fueron fuego para su sexo. Siseó un centenar de maldiciones y se tensó. Inclinó sus caderas y luego contuvo el aliento. Se frotó más fuerte, más rápido a través del calor. Y luego la mordió. —Oh, Dios. —Todo explotó a la vez, su visión se volvió negra y la oleada de calor, la difusión hacia el exterior desde donde la tocó, por la espalda y los pies. —Eso es todo. Eso es todo. —Él seguía, sólo aligerando su toque cuando ella comenzó a gemir.

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Manos calientes en sus caderas la levantaron hasta que estuvo de rodillas y él estaba detrás de ella, muslos contra muslos. Agarrando con fuerza guió su cintura, él tiró de ella hacia él, y lo sintió en la garganta. —Oh, Dios. Su voz era un gruñido, algo tan fuerte. Algo que coincidía con la forma en que él empujaba dentro de ella, que hacía juego con el choque de piel sobre la piel. —Voy a… Su propio sexo se apretó, y luego hubo sólo su largo gemido, su cuerpo colapsó hacia adelante y su aliento en su oreja. Y su nombre. —Cristo, Ellen. De alguna manera, a través de todo ello, recordaba su nombre. Sus muslos temblando, se sentó a descansar plana contra el colchón mientras trataba de recuperar el aliento. El deslizamiento húmedo entre sus piernas fue su cuerpo saliendo de ella, y sintió el vacío en el interior. Ya, quería más. No más sexo, todavía no, pero más cercanía. Más toque. Y él se lo dio. Sin una palabra, entrelazó sus manos al lado de la cabeza y apoyó la cara contra su cuello, inhalando cuando ella exhalaba y exhalando cuando ella inhalaba. Por un momento, todo fue perfecto. Cuando por fin se apartó, lo hizo con un beso en la mejilla y un gemido cuando separó la carne de la carne. Se puso en pie, tiró su basura y se trasladó a limpiarse a sí mismo. Después de agarrar la sabana para cubrirse, se giró sobre su costado, su cuerpo acurrucado alrededor de una almohada y lo observó. Se suponía que iba a ser sólo una noche. Y sin embargo... Antes de que pudiera resolver la maraña en su cabeza, él sonrió y se inclinó para agarrar sus pantalones. Él los puso antes de sentarse en el borde de su cama. Pero había una distancia entre ellos ahora. Como si el peso del pantalón y algodón se pudiera medir en millas. Cuando la tocó, puso la mano en la curvatura cubierta de su pantorrilla, se sintió tan tentativo como sus primeros toques, y se

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estremeció, sabiendo lo que venía. Era lo que había planeado. Esperaba algo siquiera. Así que proyectó la misma falsa seguridad que había sido su seña de identidad durante toda la noche. —¿Mañana por la mañana temprano? —No. —Él frunció el ceño, y algo en su corazón cayó. Se frotó la pierna con una mano y los ojos con la otra—. Solo no traje el estuche de mis contactos. —Oh. Bien. El recuerdo de una jodida perfecta se agrió. Seguramente alguien que pudiera tocar a una chica así tendría un poco más de creatividad a la hora de escapar de ella. Si veía su decepción, la ignoró. Apenas levantado una esquina de su boca y deslizó su palma hacia arriba superior para su rodilla. —Gracias —dijo en voz baja. Inclinándose, él apretó los labios con los suyos, los separó y chupó con suavidad. —En cualquier momento. Él se levantó y terminó de vestirse, entonces se dio la vuelta. Dudó por un segundo en su puerta, mirando por encima del hombro, mirándola a los ojos con una mirada que era demasiado intensa de sostener. Parpadeó una vez. Y cuando volvió a mirar, ya no estaba.

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2 Domingo Traducido por Perpi27 Corregido por MaryJane♥

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ientras yacía en la cama a la mañana siguiente, habían precisamente dos cosas que Josh Markley no podía entender: uno, ¿qué clase de juego, Ellen Price pensaba que estaba jugando con él? Y dos, ¿por qué diablos él la dejaría jugar? Con él. Se rió entre dientes y dio la vuelta sobre su espalda. En realidad, la segunda parte no era tan difícil de entender. Todavía la podía oler en su piel, todavía podía sentir el recuerdo de su carne contra sus dedos y pulsando a su alrededor. Después de tres años de verla por el rabillo del ojo, admirándola distraídamente, pero nunca capturar su atención, nunca acercándose, hubiera sido un tonto al dejar pasar su oportunidad. Así que cuando se presentó, actuando como si nunca lo hubiera visto antes en su vida, demonios sí que le seguiría el juego. Incluso cuando ella hizo como si fuera una estudiante de otra parte, sólo en casa para un descanso. Cuando mintió y dijo que era una camarera. Y sobre todo cuando lo invitó a su cama. Había estado a punto de invitarlo a pasar la noche allí, también. Estaba seguro. Mientras se sentaba y buscaba a tientas sus gafas, se maldijo a sí mismo de nuevo. ¿Qué clase de idiota dejaba a una mujer desnuda sobre todo porque no quería dormir con sus lentes de contacto? —Un idiota que nunca antes ha usado lentes de contacto, ese tipo.

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Deslizó los gruesos marcos a su rostro y parpadeó cuando el mundo entró en foco. El desorden habitual de su sótano "apartamento" le devolvió la mirada, gimió y se frotó los ojos. Podría haber despertado en su apartamento. En este mismo momento, podría estar entre sus muslos otra vez, besando su camino por su cuello mientras se empujaba dentro. Con ese pensamiento, salió a trompicones de la cama y al baño contiguo para ducharse. Dando vuelta se encontró con su propio reflejo, y por un minuto, mientras esperaba a que el agua se calentara, se estudió a sí mismo. No se veía diferente. Se quitó las gafas y entornó los ojos. ¿De verdad hacían tan grande diferencia? Supongo que lo hacía para Clark Kent. Se encogió de hombros, se desnudó y abrió la cortina de la ducha a un lado, luego dio un paso bajo el agua. El calor del agua se sentía bien en sus músculos, pero incluso una fuerte fregada no podía lavar las partes de la noche en que se había sentido sórdido. Casual y anónimo. Todavía no podía entenderlo. La primera vez que había visto a Ellen, había estado sentado en el borde de la fuente fuera de la sala de conferencias. Hacía finales de la primavera, su primer año. Y ella había estado tan hermosa. Tan sexy y tan alejada de lo que estaba pasando a su alrededor. Apenas le había pronunciado una docena de palabras en los siguientes años, pero su primera impresión se había mantenido. Era seria y tranquila, estudiosa y crítica. Anoche, sin embargo... anoche había sido un súcubo1 en una falda corta y con su descaro, que había sacado una parte de él que apenas reconocía en sí mismo. Sólo de pensar en levantarla sobre sus rodillas y tomarla por detrás de esa manera... El recuerdo le hacía doler, hizo que su polla se llenara e hinchara. Con una maldición, extendió la mano y giró el pomo de la ducha a toda fría, luego siseo mientras el agua congelada se vertía sobre él. Aclaró su mente y lo calmó. Castañeteo los dientes, contó hasta treinta antes de cerrar el agua por completo. Aun temblando, salió y se secó.

Súcubo: [Espíritu o demonio] con apariencia de mujer que tiene relaciones sexuales con un hombre. 1

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Encontró su estuche de los contactos exactamente donde los había dejado la noche anterior, y con el mismo esmero que había usado la primera vez, se puso los círculos transparentes en los ojos. Se quedó mirándose a sí mismo de nuevo. Su visión era más aguda de lo que nunca había sido con gafas, pero todavía sentía que realmente no veía, o la situación, claramente. Él todavía no sabía lo que estaba haciendo Ellen. Todo lo que sabía era que quería era hacerlo de nuevo. Y otra vez. Y otra vez.

—¿Por lo tanto, planes para esta noche? Josh se tragó un gran bocado de pastel de carne que había estado masticando antes de contestar. —Sí. Nada grande. Sólo con unos amigos. Bueno, una amiga. Esperaba. Su madre tarareaba y le dio a su padre una mirada de soslayo. —¿En serio? Pensé que la mayoría de ellos habían ido a casa para las vacaciones. Había hecho la misma insinuación la noche anterior. —La mayoría —admitió, mirando hacia abajo mientras recogía un bocado de patatas. Esta era la cosa de hablar con su madre: siempre respondía a sus preguntas tan simple y tan vagamente como fuera posible, especialmente cuando se trataba de su vida social. Sus padres eran los que habían dicho que querían que tuviera la experiencia universitaria completa, aunque insistieron en que él viviera en su casa. Pero eso no significaba que querían todos los detalles. Y seguro que no quería dar ninguno de ellos. Su padre se aclaró la garganta.

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—¿Algo interesante en el correo de hoy? Josh tuvo que ahogar un gemido. Fue un cambio sustancial torpe, y uno que acaba de llevar de un tema incómodo a otro. Su madre le dio una sonrisa tensa y miró a Josh por el rabillo del ojo. —Yo no vi nada. —Simplemente basura. —Estuvo de acuerdo Josh. Eso era bastante cierto—acerca del correo de hoy de todos modos. Las cartas que a su padre realmente le interesaban habían sido interceptadas hace semanas, y fueron escondidas con seguridad en el primer cajón de su cómoda. Tendría que hacer frente a aquello pronto. Antes del quince de abril, seguro. Pero podrían esperar un poco más. Definitivamente hasta después del viaje de este fin de semana. Dio otro mordisco y preguntó menos que sutilmente. —Entonces, ¿cómo van las cosas en la oficina? A su padre siempre le gustaba cuando mostraba interés en su consultorio. Efectivamente, él se tragó el anzuelo, a partir de una explicación acerca de un paciente Josh dejo vagar su mente. Aquellas malditas cartas y lo que iba a hacer con ellas. Ir a la escuela. Clases. Ellen. La cena no podía ser lo suficientemente rápida. Finalmente, su padre se levantó y se disculpó para ir a su estudio. Josh se quedó para ayudar a limpiar, todo el tiempo pensando en Ellen. Cómo se había sentido y había sabido. Y cómo lograría sentirla otra vez, tan pronto y tan a menudo como fuera posible. Como un idiota, no había conseguido su número de teléfono. Media docena de posibles planes para encontrarse con ella otra vez flotaban en su mente, pero la mayoría de ellos eran ridículos. Apareciendo en su apartamento, pero el exigirle saber qué pensaba que estaba haciendo sería demasiado torpe, y no había manera en el infierno que iba a terminar con él en su cama otra vez. Sacar una Say Anything y poner música cursi en un equipo de sonido fuera de su ventana sería demasiado raro.

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Esto lo dejó con sólo una verdadera opción: dirigirse de vuelta al bar y esperar que ella estuviera pensando en él tanto como él pensaba en ella. Tarareando con anticipación, terminó limpiando los mostradores, besó a su madre en la mejilla, luego se retiró a su habitación. Se vistió con más cuidado del que tuvo anoche, cuando fue al bar había sido sólo una vía de escape, una forma de alejarse de sus padres y todas sus expectativas por una noche. Ahora era mucho más. Finalmente, a las ocho, se puso una chaqueta, dándole un rápido adiós sus padres y se fue. Durante todo el recorrido, jugaba en su cabeza lo que esperaba que todo esto fuera. En algunos escenarios, admitió, le dijo que lo había reconocido inmediatamente, pero había tenido demasiado miedo de ser ella misma. En otros, ella era tan descarada como anoche. Así como sensual. En todos ellos, terminaba encima de ella, desnudo y enterrado profundamente. No fue hasta que había aparcado y abrió la puerta que la primera semilla de la duda se deslizo sigilosamente. ¿Y si no estaba allí? ¿Y si no había pensado en él? ¿Y si todavía se comportaba como si nunca antes lo hubiera visto? Con un nudo en su estómago, se dirigió al bar y exploro las mesas para un familiar largo y oscuro cabello, para la cara que reconocería independientemente de la versión que ella decidiera mostrar. Su mirada recorrió el espacio de nuevo, su corazón cayendo todo el tiempo, hasta que de repente se congeló. Dios, ella se veía bien. No había duda de que la Ellen de anoche estaba de vuelta, y en vigor. Su cabello estaba recogido, dejando su largo cuello y la línea desnuda de sus hombros al descubierto. Su top empujaba sus pechos juntos, haciendo que se vieran aún más suaves y llenos de los que se veían noche, recordándole que él realmente no había llegado a ver esa parte de ella. Él iba a hacerlo, sin embargo. Esta noche, iba a hacerlo. Canalizando el hombre que la había hecho gritar, se dirigió hacia ella, nunca moviendo su mirada. Incluso cuando se hizo evidente que se estaba riendo, hablando con el barman, Ryan. Acariciando su cabello mientras le sonreía.

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Josh desaceleró. Tal vez estaba allí para buscar a alguien nuevo. Él flexionó su mano en un puño y se obligó a seguir adelante. Tres años de observarla no le habían hecho ningún bien, y malditasea si podía retroceder ahora. Todavía no había mirado cuando estuvo a su lado, por lo que intencionalmente chirrió el taburete a través del azulejo mientras lo movió hacia atrás. Con el sonido, ella levantó su mirada para encontrarse con él, y con el corazón en la garganta, vio una docena de reacciones pasar por su cara. Su sonrisa vaciló y sus ojos se abrieron como platos. Con su voz ronca, le preguntó—: ¿Puedo? Miró abajo y sus mejillas enrojecieron. Pero en sus labios apareció una nueva sonrisa, que era más suave pero más real. Cuando finalmente asintió con la cabeza, sintió que su pecho se expandía. Se quitó la chaqueta y la puso sobre la silla, agarró su cartera y sacó un billete de veinte. Dando una palmada al mostrador, miró a Ryan, sólo para verlo fruncir el ceño. Josh le lanzó una mirada de simpatía, no cedió. Sin duda, Ryan los había visto salir juntos anoche. Tuvo que darse cuenta que se trataba de Josh de ganar o perder. Con el ceño fruncido, Ryan se apartó y agarro un vaso. —¿Una cerveza Sam Adams? Josh estaba a punto de responder con su habitual: Lo sabes, pero se contuvo. Si Ellen estaba allí para jugar, entonces él seguiría el juego. —Sí, gracias —respondió. En cuanto a Ellen, le preguntó—: ¿Puedo invitarte una copa? Ellen sonrió y negó con la cabeza, levanto una ceja—. ¿No es esa mi línea? Está bien. Así que al menos no iba a fingir que la noche anterior no había sucedido. —No esta noche. —Con eso, se sentó, puso su pie en la barandilla y apoyó el codo sobre la barra para que su cuerpo se girara hacia ella. Sin apartar la vista, añadió: —Y un vodka de arándano para la señorita. Ryan tomó su dinero con un resoplido. Mientras preparaba sus bebidas, Josh mantuvo su mirada fija en Ellen. Si pudiera mirar lo

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suficientemente profundo, tal vez podría ver en ella. Podría entender toda esta farsa suya. Sólo que cuanto más la miraba, menos le importaba. Había el mismo calor saliendo de ella, el mismo olor suave de algo floreado y ligero. La misma necesidad. Él sólo deseaba saber para qué era esto. Finalmente apartó la mirada, deliberadamente dirigiendo su mirada hacia delante, pero su sonrisa pícara no vaciló. —Imaginé verte aquí. —Podría decir lo mismo. —¿Cómo lo sabes? —¿Que estarías aquí? No lo sabía. —Mientras fingía no reaccionar, la comisura de su boca vacilo. Extendió la mano para meter un mechón de cabello detrás de su oreja y dejar que sus dedos permanecieran en su mejilla—. Pero esperaba. Ryan dejo las dos bebidas en frente de ellos. Cuando empezó a contar billetes, Josh le despidió, diciéndole en silencio que se quedara con el cambio, considerándolo era lo menos que podía hacer. Obligándose a retirar la mano de su cara, agarro su cerveza y la alzó. —¿Salud? Ella se rió y levantó su copa, la llevo adelante para tintinear contra la suya. Mientras lo hacía, se encontró con su mirada. —Salud. Cada uno tomó un largo trago. Josh bajo su copa y se giró aún más hacia ella. Fue en este momento de la noche anterior cuando ella frotó su pie contra su pantorrilla, puso su mano sobre su muslo. Había sido la que compró, la que condujo la conversación. O la falta de ella. Estaba tomando las riendas esta noche, y había un montón de cosas que quería hablar. —Así que Ellen. Ella tomó un pequeño respiro con el uso de su nombre, recordándole que ella nunca lo había llamado por el suyo. No anoche. Ni siquiera cuando había llegado. ¿Ella incluso lo sabía?

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Se mordió el interior de la mejilla y sereno su expresión. —No tuvimos la oportunidad de hablar mucho ayer. —No —respondió ella lentamente—. No la tuvimos. Esta vez, era el que deslizaría sus dedos a lo largo de la línea desnuda de su muslo. El único que se movería más cerca. —Bien, entonces. —Mirándola con absorta fascinación, imploro—: Dime todo acerca de ti. Dime por qué estás aquí. Y lo que quieres. No se suponía que fuera una trampa, pero en el segundo que preguntó, todas las líneas suaves de su cuerpo se pusieron tensas, en torno con su boca una risa que parecía forzada. Puso su bebida de nuevo a sus labios, aspiro con fuerza el sorbete. —No hay mucho que contar. Escondió su incredulidad lo mejor que pudo. Sigue el juego. —Oh, no lo creo. Dijiste que eras... una camarera, ¿verdad? —Sí. Pero es sólo un trabajo. —Muy bien. —Esperando calmarla, frotó su rodilla con el pulgar—. Entonces, ¿qué haces aparte de eso? Ella lo miró con la más extraña expresión, miedo, incredulidad y resolución. —¿Me estás preguntando si tengo pasatiempos? —Por supuesto. —¿Era tan extraño esto? Una risa burbujeo en su garganta, y bebió el resto de su bebida. —Está bien, Josh. Estoy dentro. Y entonces empezó a hablar, pasando por los libros y programas de televisión. Acerca de hacer tarjetas de felicitación y tejer. Justo hasta que su ceja se arqueo y el tono de su voz cambió. —Ah, también —dijo, marcando los elementos de su lista con los dedos— paracaidismo, montañismo y montar en moto. Um. No eran exactamente aficiones que iban con tejer.

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—¿En serio? —Claro, ¿por qué no? Él la miró con escepticismo. —Ninguna razón. Sólo curiosidad. Todos parecen muy aventureros. —¿Qué puedo decir? Soy una especie de chica aventurera. —Su voz era entrecortada mientras hablaba, sin embargo, y su mirada seguía moviéndose alrededor. Aventurera, su culo. Ella era tanto una paracaidista como era una camarera. De repente, deseó haber tomado su Harley en vez de su coche. —Bueno, entonces, chica aventura. —Él se acercó más y le habló con voz ronca en su oído—. Algún día tendrás que dejar que te lleve a dar una vuelta. Su calor lo encendió. Como si ella le permitiera llevarla de aquí a allá. Se sentía poderoso. Raro. Bueno. Dio un pequeño mordisco al lóbulo de su oreja antes de alejarse, poniéndose más cómodamente en su silla y levantó la copa a su boca. Podría pedirle salir de aquí ahora mismo, podría tenerla sobre su espalda en el centro de la cama... —¿Y qué hay de ti? Sus palabras interrumpieron su ensueño como hielo en su nuca. Se las arregló para no ahogarse con su cerveza mientras tragaba y balbuceó: —¿Qué hay de mí? —¿Qué cuentas? —Su voz todavía era tensa por la excitación, pero sus ojos eran más centrados, incisivos en su intensidad. Debería haberse retirado mientras todavía podía. Comprendió de pronto todo su temor cuando le había preguntado por ella. Mientras aún decidía sobre decir algo falso, él todavía la dejaba actuar sobre un malentendido, y uno grande en eso. —Bueno... —Dos opciones se cernieron delante de sus ojos, dos futuros. Uno en el que él le decía que estaba en la mitad de sus clases con ella y la había reconocido desde el principio. Tal vez ella lo

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entendería. Se podría reír de ello, contenta de escuchar que tenían todo el tiempo del mundo para llegar a conocerse el uno al otro. Tal vez lanzaría su bebida en la cara. Eligió la segunda opción. En la que empujaba a ver hasta qué punto esto iría. Cuando se trataba de censurar sus pensamientos acerca de su vida, él tenía mucha experiencia, después de todo. —Bueno. Crecí aquí. Fui a la escuela secundaria calle abajo. —Eso era cierto—. Y ahora estoy en la facultad. El último año. —Escondió su mueca, aplastó el tono agrio que quería levantarse cada vez que lo mencionaba—. Pre-medicina. Sus ojos se iluminaron, y por una fracción de segundo, pensó que lo podría reconocerlo, o que ella podría sincerarse. Parecía que podría saltar con el entusiasmo ¡Yo también! Lo que había estado a punto de decir quedó atrapada en su garganta, sin embargo, y se sentó en su silla, su máscara se puso sobre sus rasgos de nuevo. —¿En serio? ¿Dónde? Dudó. Extendió la mano y le acarició la mano que estaba en la barra. —¿Importa? —Supongo que no. Pero lo hacía. Se dio cuenta de la rigidez de sus rasgos y su postura, le importaba. A pesar de que lo tocaba, se retiró de forma gradual. Puso distancia entre ellos tan seguramente como él lo había hecho. Y de pronto su decisión sobre qué futuro elegir no parecía tan inteligente. —De todos modos, soy un tipo muy simple —dijo, siguiendo. Tenía que ganar tiempo. Si pudiera hacer que ella lo viera. Tal vez cuando le dijera la verdad, ella lo perdonaría. O tal vez ella todavía le lanzaría su bebida. Murmuró algo acerca de gustarle los partidos de fútbol y videojuegos, pero ella no lo estaba siguiendo. Inclinó la cabeza y se movió para que su mirada estuviera al nivel de la de ella.

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—¿Sabes qué más me gusta? —¿Qué cosa? Él le levantó la barbilla con la punta del dedo, pidiéndole mirarlo. — Tú. —¿Eso es cierto? —Lo es. Una esquina de su boca se inclinó hacia arriba, y un poco de inexpresividad se quitó de sus ojos. —Esa puede ser la peor frase que he escuchado. —Pero, ¿funciona? —¿Sabes qué? —Su sonrisa se hizo aún más brillante, y por primera vez en toda la noche, ella se apoyó en él. Tocó su pecho, enviando chispas a través de sus costillas. En el tono más seductor de la voz, dijo—: De hecho, creo que lo hizo.

28 —¿Me deseas? —preguntó él. Ellos estaban en su habitación, parados a los pies de la cama. Tanto sus camisas estaban fuera, se desabrochó el cinturón, con la piel en llamas. Al igual que anoche, la habitación estaba opaca, iluminada sólo por una sola cadena de pequeñas luces. Pero era toda la luz que necesitaba. Eran las mismas palabras que había arrojado en él, también. Dios, lo habían hecho con tanta fuerza, pero era aún más difícil esta noche. Ella tragó saliva y lo miró a los ojos. Asintió. Algo demasiado caliente para nombrar se elevó en él, y apenas reconoció su gruñido. —Dime. Él estaba pidiendo más de lo que podía decir con palabras. Él lo sabía.

—Sí. —Dime que me deseas. Buscó su rostro, estremeciéndose, sus dedos apretados alrededor de sus bíceps. Su voz temblaba al espirar las palabras. —Te deseo. Tenía la garganta seca, su necesidad demasiada intensa. —Yo. Ningún destello de reconocimiento iluminó sus ojos. Ninguna comprensión repentina de quién era en realidad. Pero aún así, lo miró directamente mientras deslizaba sus manos hacia abajo para su agarre, luego al botón de sus pantalones vaqueros. —Tú. Era suficiente. Al siguiente instante, él la había empujado hacia atrás en el colchón, con las piernas abiertas y su falda se subía a sus pálidos muslos blancos. Sin darle tiempo de discutir, desabrochó el broche de su sujetador y quito la tela. Sus pechos eran perfectos, pesados y maduros. Apetitosos. Complaciendo cada impulso que había suprimido anoche, los atacó con los labios, manos y dientes. Adhiriéndose a su pezón, chupó la suave carne en su boca, con ganas de marcarla. Dejar algo de sí allí. Arqueó la espalda y gritó, preparándose con los brazos detrás de ella, presentándose como una ofrenda que él estaba más que dispuestos a tomar. La mordisqueó y besó y lamió su pico de color de rosa, llegando entre ellos para presionar sus dedos por el encaje empapado. —Estas tan jodidamente mojada. —Eso le hizo doler. Jadeando, se rio. —Te dije que te deseaba. —No te preocupes, dulce chica. —Deslizó su boca sobre su pecho al otro pecho y corrió sus dedos por debajo del elástico, encontrándola resbaladiza y caliente—. Te daré lo que quieras. Con el tiempo. Bromeó hasta que ella tembló, hasta que se movía en el borde de algo que casi podía saborear en sus gemidos. Y luego frenó, disminuyo y la llevó de vuelta arriba.

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—A la mierda —exclamó—. Por favor. —Por favor, ¿qué? —Sólo... Por favor. —Su voz era un chillido, necesitado y tan jodidamente sexy—. Méteme el dedo. Jódeme. Haz que me venga. Apartó la mano, apartó la boca de su pecho. De pie sobre ella, sintiendo que saldría de su piel si no se pusiera en su interior, quitó su suelto cinturón y abrió la bragueta. —Desnúdate. Hizo exactamente eso, se quitó la falda y las bragas y luego se deslizó a sí misma todo el camino hasta la cabecera de la cama. Cuando comenzó a girar sobre su estómago, él la detuvo. —No lo hagas. —Pero… —Dije no. Él iba a mirarla a los ojos cuando la jodiera esta noche. Su mandíbula se flexionó, sus dedos retorciéndose. —No, si quieres que te haga venir esta noche —advirtió. Un destello de vulnerabilidad cruzó sus ojos. —¿Y si no puedo? —Entonces voy a morir en el intento. Sacó un condón de su cartera antes de dejar caer sus pantalones hasta las rodillas. Bajando sus boxers, también, dio dos golpes a lo largo de su polla, propagando la pre-eyaculación alrededor, y gimió. Se sentía tan bien. Pero no era tan bueno como ella lo haría sentir. Puso la esquina de la envoltura del condón entre los dientes y lo abrió, luego se subió a la cama y le entregó el círculo de látex. —Ponlo en mí. Con su mirada todavía fija en él, llego a él, y palpitaba. Después de rodar el condón hacia abajo, se echó hacia atrás. Pero su cuerpo estaba tenso. Incierto.

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Josh tomó una respiración lenta y profunda. Se retiró el tiempo suficiente para quitarse los zapatos y los calcetines y bajar los pantalones el resto del camino. Tan desnudo como estaba, se inclinó y le dio un beso en la cadera. En cada uno de sus pechos. Entonces, finalmente, suavemente, en su boca. —Voy a ser tan bueno para ti —prometió. La tocó suavemente, abriéndola y deslizando su dedo justo dentro—. Voy a hacer que te sientes tan bien, Ellen. Confía en mí. Ella puso una mano en un lado de su cara y lo miró profundamente a los ojos. Algo dentro de ella pareció relajarse. —Está bien. Encajando su boca a la de ella otra vez, saboreando su lengua y su aliento, y no se detuvo. Por una eternidad, al parecer, la besó y la tocó, hasta que ella era toda blandura en sus manos. Sólo entonces retiro los dedos de su carne y se puso en su lugar. Con sus labios todavía presionados a los suyos, se empujó dentro, exhalando duro en el apasionante calor. ¿Cómo podía sentirse tan bien? Totalmente enterrado dentro de ella, tirando de su boca la abrió contra su garganta, sus ojos cerrados. Era demasiado intenso para mirarla ahora, demasiado agradable y caliente. Se movió dentro de ella, en lentos movimientos cortos, moviendo eróticamente la pelvis contra su clítoris con cada pase hasta que empezó a envolverse alrededor de él, gimiendo y animándolo. —Eso es todo —le instó—. Toma lo que quieras. —Josh… —Toma todo esto, bebé. Sus piernas se apretaron alrededor de él y sus manos se clavaron en su culo, sosteniéndolo donde ella lo quería. —Tan jodidamente sexy —susurró mientras empujaba sus caderas hacia él. Aprendió su ritmo, descubrió que la inclinación de la pelvis era una invitación a empujar y una súplica para quedarse quieto y enterrado profundamente. —Dios, Josh, estoy...

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—Eso es todo. Justo ahí. Le dijo que era hermosa y sexy y tan jodidamente apretada. Tan jodidamente apretada. Cuando estaba justo en el borde, finalmente clavó las uñas en su culo. Echó la cabeza hacia atrás. —Mierda, mierda, mierda —cantó. Y entonces gritó. Enterró su rostro más duro contra su hombro mientras la sentía agarrándose fuertemente, rogándole joderla y susurrando su nombre. Diciéndole que ella nunca se había sentido así, no de esa manera. Y eso fue todo lo que necesitó. Con unos profundos golpes y el milagro de la pulsación de su cuerpo, llegó a su máximo punto. Viendo todo negro detrás de sus párpados mientras evacuaba y se soltaba. Se quedaron allí juntos, sus brazos debajo de ella y se envolvió a su alrededor hasta que pudo respirar de nuevo. Aun así, fue la primera en moverse, flexionando sus piernas antes de dejar a cada uno separarse. Le dio un suave beso en la comisura de la mandíbula, y luego a los labios. Tocando su mejilla, sonrió. —Te lo dije. Sus ojos se encontraron con los suyos. —¿Me dijiste qué? —Que podías. Deslizando un beso más en los labios, se apartó, gimiendo por la pérdida cuando dejó su calor. Como la última vez, él limpió mientras ella miraba. Pero esta vez, no se vistió. En su lugar, se sentó a su lado, mirándola con toda la admiración que había sostenido durante tres largos años. No importaba lo que Ellen viera en él. Ambos eran hermosos. Ambos increíbles e inteligente, y en todo caso, la dualidad entre su estudio y su sensualidad solo la hacía aún más atractiva para él. Se aclaró la garganta. Y luego, sonriendo, le dijo: —Así que. Recordé el estuche de mis contactos. Cuando la almohada golpeó su cara, le sorprendió.

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Se incorporó y apretó la sábana a sus pechos, escondiéndose de él. Pero seguía sonriendo. Ampliamente. —Buen intento, señor. —Señaló hacia la puerta—. Pero creo que sabes el camino. Lo sabía. Y ahora más que nunca, estaba decidido a encontrar la manera de entrar.

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3 Lunes Traducido SOS por MaarLopez & SOS por Cande Cooper Corregido por Jazmín

¿N

ada nunca, nunca sería simple? El plan debía haber sido simple.

Meses atrás, cuando las amigas de Ellen habían anunciado por primera vez su idea de ir a las Bahamas durante las vacaciones de primavera, ella había cubierto su consternación con una sonrisa y labios apretados, los abrazó a todos y les dijo que sería increíble. Tenía que tener cuidado con su presupuesto sólo para hacer alquiler cada mes; la idea de gastar esa cantidad de dinero en pasajes aéreos y una habitación de hotel había hecho a su respiración agitarse y comezón en la piel. Lo había estado haciendo bien en general. Entre la ayuda financiera, su trabajo en el restaurante y los controles ocasionales que sus padres envían siempre que fuera posible, había sido ajustado, pero factible. Incluso se las había arreglado para tener un poco de dinero durante el verano. Pero el fresco recuerdo de que no podía siempre hacer las cosas y sus amigas más afortunadas podían, había encendido una chispa de resentimiento. Estaba cansada de ser la única que no podía salir porque tenía que trabajar o estudiar. De ser la tranquila en la esquina que deja a la vida pasar por ella. Por ser tan condenadamente cuidadosa todo el tiempo... Era su último año en la Facultad, maldita sea, y no era como si las cosas se iban a poner más fácil cuando se fuera a la escuela de medicina en el otoño.

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Luego, el día en que había dejado a las chicas en el aeropuerto, tuvo un flash. Un momento de intuición. Y el plan había nacido. Había parecido simple, en el momento. No, no podía ir a las Bahamas, o a cualquier lugar en realidad. Pero todavía podía tomar unas vacaciones de tipo “unas vacaciones para sí misma”. Ella había saqueado su tarro de ahorros y se fue de compras en algún lugar que no sea objetivo de una vez. De pie frente al espejo del vestidor, cubierta en ropa que nunca habría sido capturada muerta normalmente, había visto un destello de fuego en sus propios ojos. Todo el resentimiento y el estrés habían decantado, y con ello, su resolución se había puesto en marcha. Durante una semana —una bendita semana— ella sería otra persona... Sin nadie alrededor para verla caer o señalar su comportamiento extraño, no podía hacer nada, sea lo que le venía en gana. La mujer segura que tomaba lo que quería. Comenzando con el chico caliente en el bar. Y de hecho lo aceptaría. Había sido el mejor sexo que jamás había tenido en… bueno, nunca. Que era el único sexo que había tenido en más de un año, no había daño alguno. Josh se había ido, y ella había caído en el sueño más profundo del semestre. Y fue entonces cuando las cosas habían dejado de ser simples. Ella había despertado sola, aún saciada, pero vacía, con las imágenes y las sensaciones de la noche anterior bailando a través de su visión, deslizándose sobre su piel caliente. Había sido exasperante en su intensidad, los destellos de calor y el deseo. Simplemente no había sido el sexo que ella quería, tampoco. Todos los recuerdos se enredan con esa voz, ese murmullo de una niña dulce cuando él la había tocado y su gruñido cuando él había venido. El tipo de ojos en los que podría ahogarse. Ella había ido adelante y hecho todo lo que había planeado, con almuerzo en una cafetería de moda y probar su primera clase de ejercicio en grupo en un nuevo gimnasio antes de ir a trabajar. Había tratado de quitar su rostro de su mente, para mantenerse ocupada, pero al momento de que ella salió del restaurante, se había perdido en un tipo diferente de hambre. La curiosidad.

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Así que ella misma se había vestido de nuevo, se puso su maquillaje y máscara. Durante la mayor parte de una hora, esperó, sentada en su silla y la asistencia de una bebida con sabor a sexo con ella ahora. El camarero había pagado más que su parte justa de la atención, y sólo había empezado a resignarse a seguir adelante, para ver si podía rascar esa picazón con otra persona, cuando sintió calor a su lado y escuchó su aliento. Ella había llevado a Josh de nuevo a casa, y había sido incluso mejor que la primera vez. Había sabido exactamente dónde poner las manos, cómo empujar en ella para hacerla gritar, y cuando él la había hecho venir sólo con la presión de sus caderas... ¿Por qué no dejó que se quedara? ¿Por qué? Todavía no lo sabía. ¿Venganza, tal vez? ¿Algunos pequeños temores nacieron en su corazón de cómo se había alejado tan fácilmente la noche anterior? Tal vez quería demostrar que podía marcharse, también. O tal vez sólo porque nada podría, alguna vez ser simple. Ellen golpeo ambas manos en la mesa y bajó la cabeza. ¿Por qué era que nunca podría dejar que las cosas fueran simples? Haciendo caso omiso de las miradas divertidas del cocinero, se apartó del mostrador con un suspiro y cogió el delantal. Acababa de atarlo cuando su gerente irrumpió en la cocina. Cuando él la vio, enganchó el pulgar hacia las puertas que daban a la zona de comedor. —Tu primera mesa esta lista. —La tengo. Se tomó un segundo para comprobar su imagen en el pequeño espejo colgado cerca de la entrada de reloj. Se mantuvo sutil, pero había traído un poco de la nueva Ellen con ella, incluso de la cena. El cabello le caía en rizos sueltos, y se había puesto un poco de suave maquillaje. Su top era un poco más bajo de corte, sus jeans apretados, también. Tomo su cuaderno de pedidos y lápiz y puso su cara de actriz antes de empujar a través de las puertas. Lo que vio la hizo detenerse. Sentado allí, en una cabina contra la ventana, enmarcada en la luz, estaba Josh.

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Por un momento, lo único que podía hacer era estar allí y mirar boquiabierta. No tenía que estar aquí, no se supone que se cruce con su vida real. No estaba preparada para él... Ella no era la persona que había sido cuando había estado con él. ¿Podría ser la chica valiente de la barra? ¿Aquí? ¿Ahora? Cuando estuvo a punto de dar vuelta atrás, el levanto la vista, mirando a la puerta y al mostrador antes de que su mirada conectara con la de ella. Dios, se veía bien. Lo había follado dos veces, haber verlo como encima-cerca-y-personal como sea humanamente posible, y aún así nunca en la luz del día. Nunca se había dado cuenta en la sugerencia de rojo a su cabello castaño oscuro o el color rosado de su boca. Y esos ojos… —¿Vas a estar allí todo el día? —Otro servidor estaba de pie en el registro, mascando chicle. —Perdón, sólo… —Ellen no se molestó en terminar su frase. Miró a través de la habitación a Josh antes de comprobar la tabla de ubicaciones. Efectivamente, él era de ella. Un estremecimiento le recorrió la espina dorsal. Le gustaba el sonido de eso. Con una sonrisa más a la chica en el registro, Ellen se dirigió a su mesa. Él la miraba todo el tiempo, y con cada paso que daba, su sonrisa se ensanchaba. La suya se sentía igual de amplia. —Bien, hola otra vez. —Se puso una mano en la cadera y ladeó la cabeza. —Buen día. —Agarró su menú y movió los ojos hacia sus páginas, sonriendo todo el tiempo. —Estoy seguro que no lo haces fácil para que un chico desayune contigo. —Estoy segura de que no tengo ni idea de lo que estás insinuando. Lanzó su mirada hasta ella. Bajo y sexy, con una voz que se sintió en el fondo, le susurró—: Yo creo que sí. El sonido de su bloc de órdenes golpeando el piso era su primer signo, lo había dejado caer. Con sus mejillas sonrojadas, se inclinó para

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recogerlo, luego se levantó, nerviosa. —¿Puedo conseguirle una taza de café o un poco de jugo? —Sólo café. Crema, sin azúcar. —Está bien. Ya había empezado a girarse cuando habló de nuevo. —Ah, ¿y Ellen? Miraba directamente hacia ella. A la luz, sus ojos eran aún más hermosos. —Para que lo sepas, para la próxima vez… Hago tostadas francesas. La siguiente cosa que supo, es que estaba de vuelta en la cocina con la cabeza en el congelador. El hombre no podía ser real. Una vez que la temperatura interna se había vuelto a algo que se podría considerar remotamente sano, dio un paso atrás y cerró la puerta del congelador. Desde la mesa de preparación, el cocinero estaba mirándola otra vez. Ella lo miró desapasionadamente y mintió. — Bochorno. Caminó de vuelta, sosteniendo la cafetera y un par de cremas. De pie frente a la mesa de Josh otra vez, luchó para no hacer contacto visual o dejar que sus rodillas temblaran mientras le servía su tasa. Antes de que pudiera tirar de la parte posterior de la jarra, él levantó la mano y pasó un dedo a lo largo de su muñeca. —¿Ellen? Se estremeció y sacudió su brazo. —¿Si? —Mírame. —Su expresión era tan seria cuando ella finalmente lo miro—. ¿Te molesto? —No. No, yo sólo…—forzó una sonrisa. —¿Sabes lo que quieres comer? —No lo sé… —Continuó mirándola con cierto recelo, como si realmente no estuviera seguro de si había ido demasiado lejos. Como si se retirara a un lugar más seguro. —¿Tienes alguna sugerencia? Lo consideró por un momento. Por el rabillo del ojo, vio a una pareja de ancianos sentados en otra parte de su sección. Aunque por lo

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general estaba contenta de tener clientes de más, era extrañamente decepcionante. Eso significaba menos tiempo que podía pasar en esa mesa. Toda su actitud se suavizó. Había venido aquí por ella. Si, se acercó un poco rápido. Y no, no sabía cómo ser ella misma y estar con él. Pero podría intentarlo. Tomando un tono conciliador, ofreció, con el rostro renovado de nuevo—: Bien, la tostada francesa es popular, pero teniendo en cuenta que es una de tus especialidades, tal vez esa no sería la mejor idea. ¿Tal vez las tortillas de arándanos? O si quieres algo salado, los huevos Benedict son unos de mis favoritos. —Huevos Benedict suenan perfectos. Necesito un poco de proteína, ¿sabes? Seguro lo hacía. Había estado ansiándolo ella misma antes esta mañana. —Se lo tendré enseguida. Estaba dándose la vuelta cuando él la cogió con un murmullo bajo, provisional. —¿Alguna posibilidad para mi haciendo aquella tostada francesa para ti un día? Lo miró de nuevo, incluso mientras caminaba hacia atrás, hacia la mesa de al lado. —No lo sé, Josh. Pero solo si puedes.

Durante la siguiente hora, se movió alrededor del restaurante, llevándole la comida y comprobándolo entre visitas a sus otras mesas. Sus coqueteos la mantuvieron sin aliento, y respondió más y más generosa, asumiendo todos los gestos de una chica que estaba abierta a más. Tocó su pelo y su garganta y rió, dándole una sonrisa genuina que raramente adornaba su rostro cuando estaba trabajando. Cuando quitaba su plato, él rozaba sus nudillos contra los suyos. — ¿Cuándo sales? ¿Cuándo la estaba tocando? En cualquier momento que quisiera, aparentemente.

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Todo su cuerpo se llenó con calor mientras se reenfocaba en lo que estaba realmente. —No por un par de horas. —¿Cuándo? Las palabras salieron de sus labios sin su permiso. —A las cuatro. —¿Puedo recogerte? Miró alrededor de la habitación sin estar segura de qué estaba buscando. Tal vez solo un escape de la intensidad en sus ojos. —No lo sé. Mi auto está aquí, y… —Te traeré de vuelta. Cuando quieras —enganchó sus dedos con los suyos, su sonrisa se profundizó a algo diabólico y oh-tan tentador—. Más tarde esta noche. O mañana. Después de hacerte un pan francés. Su corazón martilleó. Otra noche con él sería… asombrosa. Peligrosa y asombrosa. —Está bien —respondió. —¿De verdad? Asintió y se alejó. —Está bien.

Por segunda vez en un día, Ellen empujó a través de una serie de puertas y tuvo que reprimir el instinto de dar la vuelta y volver por donde había venido. La vieja Ellen habría hecho exactamente eso. Habría tomado una mirada a Josh y su chaqueta de cuero, sus botas de montar negras y el casco en sus manos, la larga línea de su cuerpo apoyada contra esa motocicleta brillante, y se habría retirado. Se habría preguntado si estaba loco. La Ellen de las vacaciones de primavera se mantuvo firme. Forzó una sonrisa y dejó que su mirada fuera a la deriva hacia arriba y abajo en su forma, demorándose en las partes que sabía que se sentían mejor bajo sus palmas. Arqueando una ceja, lo miró a los ojos. —Linda moto.

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Él extendió un brazo, sosteniendo el casco como una ofrenda. — ¿Quieres hacerlo? Maldición. Maldición maldición maldición. Había tenido que mencionar andar en motocicleta entre su lista de aficiones ridículas cuando él había actuado tan aburrido con los reales. —Siempre —mintió sin problema. Se dirigió hacia él con tanta arrogancia como pudo y tocó el plástico brillante del revestimiento del casco. —Aquí. Déjame. Le entregó el casco y dio un paso para quedar detrás de ella. Un escalofrío corrió por su espina cuando empujó su cabello fuera de su rostro, rozando su cuello mientras lo hacía. Solo por un segundo, se inclinó y presionó un beso en la piel debajo de su oreja, suspirando. —No estés nerviosa. —No lo estoy —su voz sonó tensa. No estaba nerviosa. No cuando la estaba tocando así. Con un cuidado que la derritió, le puso el casco y fijó la correa de la barbilla. —¿Encaja bien? No tenía idea, pero cuando asintió no parecía moverse. Él sonrió y alcanzó a acariciar su labio inferior antes de bajar la visera. Se giró hacia la motocicleta y alzó otro, gran, casco que se veía más complicado del asiento y se lo puso antes de arrojar una pierna sobre el cuerpo de la moto. Se veía muy bien ahí arriba, muy cómodo, como si fuera una parte de la máquina con sus manos envueltas alrededor de los controles. —¿Y bien? —giró la cabeza para mirarla y asintió hacia el espacio detrás de él. Todo su pecho revoloteaba, y no en una buena manera, mientras sus nervios resurgían. Se suponía que sabía cómo hacer esto. Maldiciendo silenciosamente todo el tiempo, copió sus movimientos, una mano en su hombro para mantener el equilibrio mientras subía. Encontró el lugar donde iban sus pies y entonces con el espacio más fino de aire entre sus piernas abiertas y el cuerpo de él, colocó sus manos a cada lado de su cintura, sintiéndose de repente demasiado caliente, tan íntimos aquí en plena luz del día.

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—Vas a querer agarrarte mucho más apretado que eso —su voz era apagada a través de sus cascos, así que le tomó un segundo registrar qué estaba diciendo. No es que él le diera tiempo para procesarlo. Metió la mano detrás de su cuerpo y se apoderó de la parte de atrás de sus muslos, deslizándola hacia adelante hasta que estaban nivelados, la presión entre sus piernas enloqueciendo mientras se extendían alrededor de él. Todo el aire abandonó a sus pulmones de prisa, y, cuando respiró otra vez, su aroma la envolvió. Con otro ajuste rápido, tomó sus manos y tiró de ellas para que sus brazos se envolvieran a su alrededor estrechamente. Podía sentir la firmeza de sus abdominales a través del hueco de su chaqueta, sintiendo su anchura mientras se moldeaba a él. Después de apretar sus dedos una vez, puso sus manos de vuelta en los mangos de la moto. —¿Estás lista? —¿Sí? Su risa resonó en el aire, solo para ser ahogada por la repentina aceleración del motor. Giró su cuello una última vez. —Solo no te sueltes. Para el momento en que habían hecho cinco cuadras, no solo no se soltó, había perdido la sensibilidad en sus manos por apretar tan fuerte. Era algo que jamás había experimentado antes, el viento, la velocidad y las vibraciones del motor, la sensación de volar, con nada entre su cuerpo y suelo. Nada excepto Josh. Cuando se detuvo en una intersección, puso sus pies abajo en el pavimento y descansó una de sus manos sobre las de ella. —Relájate, Ellen. No voy a dejar que te lastimes. Aflojó su agarre infinitésimamente. —Estoy relajada. Si tan solo no se hubiera dirigido a ella, habría amado el profundo sonido de su risa. Debería haber sido imposible susurrar de manera sexy a través de dos capas de plástico protector. Pero mientras él deslizaba su palma a lo largo de su muslo, seguro lo intentó. —Confía en mí. Las palabras resonaron como lo habían hecho la noche pasada. Ella había confiado en él, dejó que la tome como la quería, enseñándole placer que no habría sabido cómo tomar por sí misma. A través de todo

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aquello, la había mantenido a salvo. Todo lo que había tenido que hacer era aguantar. Cuando arrancó otra vez y dio velocidad a la moto, se dejó fundir en él, todavía agarrándose estrechamente, pero con una suavidad, también, de sus brazos y piernas. —Eso es todo, nena. Mientras navegaban por las calles, le enseñó cómo apoyarse con él cuando giraba. Con cada vuelta, tomó sus indicaciones más fácilmente y se hundió en él más profundamente. De repente, todo el miedo pareció escurrirse, dejándola en movimiento, con el cuerpo envuelto alrededor de un hombre que había tomado en su interior dos veces. Un hombre que la sujetó y la hizo venir, quien la besó y la buscó. Y no tenía que intentar ser la mujer sexy desde las últimas dos noches. Ella era esa mujer. Quería arrancarse el casco y presionar sus labios en su piel salada, deslizar sus manos por su torso hasta el centro de él. Mientras lo sujetaba más sensualmente, oyó su gemido mezclarse con el rugido del motor. Si empujaba sus manos un poco más abajo, sabía que lo encontraría tan duro como tan húmeda. Así como el deseo. Su moto desaceleró, y por la primera vez en más de una milla, Ellen tomó una buena mirada del mundo más allá de los hombros de él. —¿Qué… Llegaron a una parada justo en frente de las puertas de la cafetería. Él apagó el motor, ahogando el mundo en silencio y en sus respiraciones jadeantes. —Ellen, bájate. Su pecho se hundió. —¿Por qué… Se arrancó el casco y arrastró su mano a exactamente donde la había querido. Debajo de su palma, su longitud se hinchó y latió. — Porque. Si no te bajas de esta moto ahora mismo, voy a follarte inclinada sobre el lado de esta. Sí, por favor.

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Antes de que pudiera reunir la suficiente presencia de mente para decirle eso, él tenía su cintura en sus manos, levantándola y depositándola en tierra firme. Moviéndose hábilmente, aflojó su casco y lo levantó, dejando a su pelo salvaje y desordenado. La siguiente cosa que supo fue que su boca estaba en la de ella, su lengua caliente y explorando cuando se rindió a él. Él gruñó y la empujó hacia atrás, mirándola con ojos hambrientos. —No voy a follarte hoy. —¿Por qué no? Sus labios se levantaron en un lado. —Créeme, vine con toda la intención de hacerlo. Pero quiero más que eso. ¿Más? Cogió su mano y la miró con la misma intensidad que había vuelto a sus entrañas papilla. —Sal conmigo mañana por la noche. —¿Salir? —su cerebro no entendía. —¿Cómo en una cita? Ahuecó el lado de su rostro y acarició su mejilla con el pulgar. — Exactamente. Exacta, exactamente como una cita. Ya martilleando, el corazón de Ellen rompió en una carrera a toda velocidad. No puedes mantenerlo, se recordó a sí misma. Lo había recogido por una noche de simple diversión. Pero el giro de carreras en el interior de su pecho sonó con advertencia. Ya nada sobre esto era simple. Sus ojos todavía estaban implorando, su mano alrededor de la suya tan grande y cálida mientras acariciaba su palma. Abrió la boca. Y fuera de ésta cayó un tembloroso, aterrorizado—: Sí.

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4 Martes Traducido SOS por Jessi16, Cande Cooper & Dracanea Corregido por Jazmín

J

osh golpeó con los nudillos en la puerta que conduce a la sala de estar. —Hola, mamá.

Su madre levantó la vista del crucigrama y lo miró durante unos segundos antes de sonreír. —¿Qué pasa? —Nada. Sólo quería hacerte saber que no voy a estar en casa para cenar esta noche. Dejó el periódico a un lado y se levantó, tomando su taza vacía cuando lo hizo. —Ah. Planes con tus amigos... ¿otra vez? —Así es. —¿Y estos amigos pasarían a incluir a una chica? Lo dijo con tanta indiferencia, pero con las mismas invectivas sutilezas que había coloreado su pregunta acerca de sus amigos. Arruinado. —Posiblemente. —Sonrió y lanzó sus ojos hacia el cielo—. ¿Qué me delato? —Hmm. Vamos a ver. —Cruzó la habitación para estar delante de él mientras ella pegaba el inventario. —Camisa de cuello. —Sus ojos viajaron hacia arriba. —Esfuerzo realizado en el peinado. —Se acercó más—. Colonia. —Sonriendo, preguntó—: ¿Necesito continuar? —No, ya has demostrado tus habilidades.

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Lo miró por un segundo. —¿No vas a dejar de lado cualquier trabajo escolar? —Mamá. Son vacaciones de primavera. —Sabes lo que tu padre va a hacer antes de que los dos salgan este fin de semana. Cierto. El campamento anual de padre e hijo. Ojala fuera tan fácil como dejar de lado tus tareas escolares para salir de marcha. Ya podía sentir el peso de todas las preguntas incómodas, todas las expectativas. Las hizo a un lado y forzó una sonrisa. —Te lo prometo, mamá. Estoy bien. —Muy bien, entonces, si tú lo dices. —Apretó su mejilla para darle un beso. —Pasa un buen rato. Después de un rápido beso, estuvo de acuerdo. —Lo haré. No me esperes levantada. —Nunca lo hacemos. Riéndose, se dirigió a la planta baja justo el tiempo suficiente para tomar su chaqueta y llaves antes de salir. Mientras que él ya había decidido tomar el coche esta noche, no pudo resistirse a caminar por el garaje en su camino al mismo y pasando sus manos sobre el borde de su Harley de cromo y cuero. Conocía cada centímetro de su cuerpo, cada tubo y cada fijación, que la había fijado a partir de cero, sólo se la llevaba en ocasiones especiales. Ayer había sido especialmente, bien. Le había pedido a Ellen ir a dar un paseo como una broma, sólo para ver cómo reaccionaría. Para saber si su fachada se rompería. Su incertidumbre había sido clara, pero había subido de todos modos, poniendo una cara valiente que había sido incluso más atractiva que la que había usado en el bar. Amaba a una chica que no tenía miedo de una aventura, de ensuciarse las manos o hacer algo arriesgado. Él había sido el que arriesgo la vida y el miembro, tratando de conducir mientras estaba bajo la influencia de su olor, su aliento, su toque. Dios, pero casi lo había matado, aferrándose a él como lo había hecho. Un centenar de veces en el camino a casa, se había maldecido a sí mismo por no llevarlos a su apartamento y llevarla al piso de arriba, tomarla dentro de la misma entrada. Ella se había apegado a él con tanta

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fuerza, apretando sus manos calientes en su abdomen de una manera que hizo a su piel gritar por mas, mas, más. Sin embargo, tres veces fue un patrón, y había visto un futuro que no le gustaba extendiéndose ante él. Si le daba y acaba de tomar de nuevo, sin ceremonias ni debates, les habría condenado. Y con ganas de más no es sólo sobre el deseo de su cuerpo. Quería a la seductora en los zapatos de tacón alto y faldas cortas, de acuerdo, la que rezumaba sexo y confianza. Pero él quería a la niña en los suéteres de fricción con las ondas sueltas que caían sobre su cara, también. La que se escondía en la última fila de la sala de conferencias, pero que siempre sabía las respuestas. La que diseca un cerdo por sí misma, mirándose besable incluso en un delantal de goma y gafas de protección y guantes. Quería que quisiera algo más que una mierda de él. Quería que lo "recordara" a él. Para conocerlo. Y esta era su oportunidad —su oportunidad de demostrarle que él valía más. Le palmeó el asiento de su motocicleta dos veces por suerte, entonces se alejó. Su coche estaba aparcado en el camino, como de costumbre, y le dio un rápido vistazo para comprobar que estaba limpio por dentro antes de subir. Considero tomar la moto de nuevo, pero pensó que la había empujado a ella —y a su autocontrol— suficiente el día anterior. Además, el aire de primavera aún podía hacer frío en la noche, y estaba esperando que una de sus faldas pudiera hacer otra aparición. A este acontecimiento, no estaba decepcionado. Cuando finalmente se detuvo frente a su edificio, estaba esperando fuera, mirándose como una fantasía, las largas y desnudas piernas y el pelo azotado por el viento, sus labios carnosos y brillantes. Él aparcó en doble fila y salió, caminando hacia ella con una sonrisa de estiramiento de los bordes de su boca. Encontrándose en la acera, tragó saliva antes de descansar su mano sobre su cintura y se inclinó para rozar sus labios contra su mejilla. Se sentía presuntuoso e íntimo de ponerse tan cerca de ella, pero no se apartó. Su garganta estaba picando, y su corazón se elevó. —Te ves hermosa —murmuró, besando su camino hacia la oreja.

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Ella tartamudeo y le tocó el pecho, inclinando su cuello, y le da más de sí para besarla. —Te ves muy bien, también. —Gracias. —Apretó los labios una vez más sobre su pulso, y luego se enderezó y deslizó la mano a la parte baja de su espalda—. Después de ti. Contuvo la respiración mientras se abrían camino hacia su coche. Le dejó sostener la puerta para ella y lo miró mientras se dobla a sí misma en el asiento. Su falda se alzó sobre sus muslos, y desde ese ángulo, pudo ver bajo su blusa. Cerró la puerta y tomó el camino más largo a su lado del coche, obligando a unas cuantas respiraciones largas y duras antes de subir a su lado. En el instante en que se encerraron dentro de ese espacio juntos, todos sus esfuerzos a calmarse no sirvieron de nada. Había estado dentro de ella dos veces, pero allí sentado así, salir como la gente normal, se sentía como otra cosa diferente. La miró, sólo para encontrarla mirándolo con expresión fácil y segura. Y se veía tan hermosa. De la nada, dijo—: Gracias. Su risa sonó como campanas. —¿Por qué? —Por aceptar salir conmigo. Ella se acercó y puso su mano en mi rodilla. —Gracias por pedirlo. —De acuerdo. —No podía dejar de sonreír. Le había pedido, y ella dijo que sí—. De acuerdo. Con eso, giró la llave en el encendido y coloco ambas manos firmemente en el volante. Fue un paseo tranquilo hacia el restaurante. En algún momento, le preguntó a dónde iban, y él sonrió, mantuvo sus ojos en el camino y le dijo que lo iba a saber muy pronto. No era como si estuviera realmente manteniendo adivinanzas. En una pequeña ciudad universitaria, no había muchas opciones, y cuando se detuvieron frente a su restaurante italiano favorito, había una inclinación presumida en su boca. —¿Estás bien con lo italiano? —Me encanta. Se levantó y dio la vuelta hacia su lado del coche. Él no estaba a tiempo para llegar a la puerta para ella, pero al menos podía tomar su mano cuando salió. Todo el paseo por el estacionamiento, no dejo que

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se fuera. En el interior, el generalmente bullicioso restaurante era inusualmente lento, al igual que todo lo demás era cuando las clases no estaban en sesión, y después de poco tiempo, se sentaron uno frente al otro en una cabina tranquila en la parte de atrás. Cuando examino el menú, Josh seguía lanzando su mirada a Ellen viendo su rostro. Leyó con toda su atención, y a pesar de la vestimenta y su cabello con estilo, se parecía tanto a la chica del otro lado de la sala de conferencias que hizo a su pecho apretarse. Finalmente, ella bajo su menú y le sonrió. —¿Averiguaste lo que quieres? Asintió con la cabeza, lamiendo sus labios y mirándolo fijamente. — Creo que sí. —Genial. —Le devolvió la mirada, atrapado como siempre en ella. El sonido de un carraspeo rompió el momento. Josh miró hacia arriba para encontrar un camarero asomándose, su expresión interrogante claramente si debía quedarse o irse. Josh dobló el menú y asintió. Una vez que habían pedido sus órdenes, el camarero se retiró tan rápidamente como había venido, y Josh se quedó solo con Ellen. Por un momento, lo único que podía hacer era mirarla fijamente. Ella fue la primera en apartar la mirada. —Así que... —le dijo. —Así. —Se trata de nosotros. En una cita. —Exacto. —Sólo la idea le hizo sonreír. Se inclinó sobre la mesa y extendió las manos, en silencio pidiendo. Vaciló, mirando hacia abajo, pero luego puso sus manos entre las suyas. —Me alegro de que estés aquí. —Yo también. —Sólo sus ojos seguían sin mirarlo. —Hey. —Apretó sus dedos—. Mírame a mí. Su mirada se levantó, enderezando sus hombros. Él respiró hondo y se frotó los nudillos. —Te invité a salir, porque quiero llegar a conocerte. Este fin de semana... —Su voz se desvaneció mientras destellos de calor se deslizaron sobre su piel. Afortunadamente, ella terminó la frase por él. —Fue increíble.

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—Muy increíble. —Levantó sus manos unidas y se inclinó para presionar un suave beso en la parte posterior de cada una. —Y yo sólo... quiero conocerte. Se estremeció, pero no se cerró. —Ya te lo dije. No hay mucho que contar. —Y ya te lo dije, no te creo. Su mirada siguió sus manos mientras las bajaba a la mesa. Su voz grave y un poco distante, le preguntó—: ¿Cuándo comienzan las clases de nuevo para ti? Cierto. Debido a que todavía pensaba que se iría pronto. —Lunes —respondió con sinceridad. —Pero mi padre y yo nos vamos el sábado para esta... cosa de campamento. —Así que te vas en cuatro días. No era exactamente una mentira. —Sí. —Nos conocimos el sábado y te estás yendo el sábado. Una semana y un día. ¿Y quieres conocerme? —su voz era desafectada, pero había algo de vacilación ahí, también—. ¿Siquiera vale la pena? —Sí —él no vaciló, no cedió ni un poco. Con sus ojos, intentó decirle lo que no tenía palabras para decir todavía—. Para mí, lo vale. La pregunta es, ¿me dejarás? No respondió, solo retiró las manos y miró lejos a la TV en la esquina. Todo sobre su postura tenía afectada indiferencia, pero había tensión ahí, también. El tirón hacia abajo en la esquina de su boca y el golpeteo de la uña contra su labio. Y era… horrible. Incómodo y horrible y… Maldiciéndose en silencio, hizo una bola con la servilleta en su puño. Había tenido que presionar. Solo había tenido que hacerlo. ¿Pero de qué otra manera iba a conseguir lo que quería de ella? Solo entonces, ella comenzó, girándose hacia él, sus dedos yendo a su cabello y labios separándose cuando estaba a punto de hablar. El corazón se le subió a la garganta, pero en el instante en que su mirada se conectó con la suya, lo lanzó a la basura otra vez. Giró todo su cuerpo lejos.

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Pero había querido hablar con él. Lo había hecho. Y él podría esperar tanto tiempo como necesitara. No tomó tanto tiempo, después de todo. Otros tres intentos fallidos para hablar, cada uno más resuelto que el anterior, y ella finalmente se enfrentó a directamente a él. Los movimientos inciertos habían desaparecido ahora, su codo anclado a la orilla de la mesa, la mano flojamente enroscada en el aire frente a ella. —¿Realmente quieres hacer esto? ¿Siquiera sabía lo que estaba preguntando? Tanto su voz como su mirada uniformes, dijo, simplemente—: Sí. Antes de que pudiera decir algo más, el mesero reapareció y colocó dos platos frente a ellos. Josh no bajo la mirada a la comida, no levanto la mirada cuando el hombre preguntó si tenían todo lo que necesitaban. Todavía mirando fijamente a Ellen, respondió—: Creo que sí. Por el momento más largo, sus platos permanecieron así, sin ser tocados frente a ellos. Ellen bajó su brazo pero mantuvo su mirada firme, con su barbilla levantada. —Bien —dijo desplegando su servilleta y poniéndola sobre su regazo—. Adelante. Pregúntame todo lo que quieras. Con eso, se metió en su comida, acabando con una sana porción de paste en su tenedor antes de limpiar su boca. Josh se sentó ahí, su pecho zumbando y calentándose mientras las preguntas bailaban en su cabeza. Ella se detuvo con la mordida justo frente a ella, sin embargo. —Un límite. —¿Cuál es? La esquina de su boca se torció. —Cualquier cosa que me preguntes, la tienes que responder también. ¿Ella sabía? ¿Sabía que su farsa era la farsa de él? La mitad de las preguntas se esfumaron de su mente mientras su mandíbula se flexionaba. —Suena lo suficientemente justo —los dos comieron en silencio por unos minutos mientras él reunía sus

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pensamientos. Cuando descifró las cosas, puso su cuchillo y tenedor abajo y se recostó contra el asiento—. Está bien. Rápidamente, disparó una docena de preguntas sobre absolutamente nada. Canciones favoritas, programas de televisión y libros. Juguetes de la infancia y modelos a seguir. Ella respondió cada pregunta con una respuesta cortante, y él le dio su propia respuesta antes de pasar a la siguiente pregunta. Entonces tomó una respiración profunda. —¿Qué quieres ser cuando seas grande? Eso la hizo temblar. Hizo una pausa, luego masticó lentamente y se limpió la boca. Su mirada era un reto, y se sentó más erguida antes de responder. —Una doctora. El calor en su pecho desde que ella había sugerido este juego se hizo más brillante. Dime quién eres. —¿Por qué? —Uh, uh, uh —ella agitó su dedo frente a él—. Tu turno primero. La parte posterior de su garganta se agrió. —Te dije, estoy en premedicina. —¿Entonces quieres ser un doctor? —Luce como la implicación lógica. Ella levantó su barbilla y lo miró, estrechando un ojo. —Estoy percibiendo evasión. ¿Por cuánto tiempo había él evitado esta pregunta? Con un suspiro, extendió su brazo para tocar su tenedor. —Mi padre es doctor. Su padre era doctor. —Y… —Y ellos esperan que sea uno, también. —Pero no quieres eso. Se encogió de hombros. —Es un poco tarde para cambiar de parecer.

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—Mierda —su mirada se alzó, pero sólo se encogió de hombros—. Lo llamo mierda —señalándolo con su tenedor, insistió—. La pregunta fue qué quieres ser cuando seas grande. No la has contestado. Había algo en su mirada, algo que despegaba las capas de apatía que había intentado cultivar alrededor de esta parte de su vida, algo que lo hacía querer confesarle todos sus planes secretos. Tomó su cuchillo y lo osciló de ida y vuelta a través de sus nudillos. — Me especialicé en química. Es una buena opción para pre-medicina de todas maneras, y a mí solo… me gusta. Uno de los profesores como que me tomó bajo su ala y esas cosas, y he estado trabajando en su laboratorio. Es… agradable. Menos memorización, más matemática. Ningún paciente o preocupación acerca de a quién vas a matar ese día. Más mi velocidad, ¿sabes? —¿Entonces por qué no haces eso? Y en ese momento, honestamente no lo sabía. Se obligó a bajar las persianas, sin embargo, y le dio una sonrisa con los labios apretados. —Es complicado. De todas maneras —Josh volteó el cuchillo para tomarlo en su palma—. Ese es mi qué y mí por qué. ¿Por qué quieres ser una doctora? —No lo sé. Supongo que siempre he querido ayudar a la gente, y la ciencia siempre me ha parecido fácil. El dinero sería bueno, también. Por la manera en la que su frente se arrugó, supuso que el dinero no era una parte pequeña en la ecuación. Pegándose a su historia, preguntó—: ¿Es por eso que estás en el restaurante? ¿Para ahorrar para la escuela? —Más o menos. —Y, ¿a dónde irás cuando tengas el dinero? Su mandíbula se tensó, una expresión que estaba empezando a reconocer, una que le mostraba cada vez que tenía que dar una mitad a medias. —¿Qué tiene de malo aquí mismo? Entendió esa expresión. Su garganta se apretó, y, por un momento, estuvo a punto de tirar todo el juego lejos. En vez de eso, solo dejó que una sonrisa real y

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torcida hacerse cargo de su rostro. —Nada. Absolutamente nada en absoluto. Comieron en silencio por unos minutos. Todo el tiempo, Josh mantuvo su mirada en ella. Era tan rompecabezas como lo había sido la primera noche. Impulsivamente preguntó—: ¿Qué estabas haciendo la noche que nos conocimos? ¿Cuándo entraste en ese bar? Palideció, masticó y tragó pero no se saltó un latido. —Tratando de echar un polvo. Bien. Porque una rápida, fácil follada había sido la forma como habían empezado, está bien. —¿Por qué yo? —Buen intento. Responde tu propia pregunta. —¿Yo? ¿Qué estaba haciendo ahí? —Sip. ¿Qué estaba haciendo ahí? —Solo… saliendo. Tomando una copa. Apartándome de mis padres —eso era cierto. —¿Entonces como es esa situación, de todas formas? Arqueó sus cejas. —Creí que yo estaba haciendo las preguntas. —¿Tal vez también quiero saber? Eso lo hizo hacer una pausa. En un viejo manierismo nervioso, levantó la mano para ajustar sus gafas, quedándose corto y rascándose la sien cuando los marcos gruesos no estuvieron allí. —Supongo… ellos son mis padres. Son buena gente, tal vez un poco arrogantes —dudó antes de continuar—. Mi papá ha estado siendo realmente… intenso los últimos años. Solía trabajar en una ER2, pero hubo un gran casi y algo salió mal. Iban a haber cosas del tribunal y todo eso. Al final, lo dejó y se unió a una clínica privada. Pero ha estado como picando desde entonces. Y había estado manejando a Josh mucho más duro, también. Josh recogió otro bocado de patatas y sonrió. —¿Qué hay de ti?

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ER: Emergency room // Sala de emergencias.

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—¿Mis padres? Más o menos lo mismo. Buena gente. Mi padre fue transferido hace un par de años y tuvieron que mudarse. Así que ahora soy solo yo. Eso era interesante. Especialmente considerando que ella estaba aquí, por las vacaciones de primavera, sola. —¿No quisiste mudarte con ellos? Su hombro se arqueó. —Tengo una vida aquí. —¿Los extrañas? —Sí. Un montón. El mesero volvió, y Josh le pidió la cuenta. Una vez que se fue, Ellen bajó su cuchillo y tenedor y tomó una respiración profunda. Con voz tranquila, dijo—: Porque pensé que te veías demasiado bien como para estar sentado solo. —¿Qué? Lo miró bajo sus pestañas. —Preguntaste por qué te elegí. El sábado. —Oh. El peso de las palabras pareció ralentizar su boca cuando las liberó, con la mirada hacia un lado. En la nada. —Te veías tan bien, pensé que eras el tipo de persona que nunca tendría las agallas para flirtear, normalmente —inclinando la cabeza, miró directamente hacia él—. Así que lo hice. Josh casi limpió la mesa, casi saltó sobre esta para presionarla en esa cabina. Nunca había querido besarla tan mal. —¿Entonces? —preguntó ella, aclarando su niebla. —¿Entonces? —Entonces, ¿por qué yo? Cuando habló, lo hizo con una honestidad que hace daño a sus costillas. —Porque desde el primer momento que te vi, pensé que eras la mujer más bella, más fascinante del mundo. Había sido, sentado allí hace tres años, estudiando por esa fuente en el medio del patio.

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Y en los últimos cuatro días, su opinión no había cambiado. No ni un poco.

—Así que. —Fuera, en el aparcamiento, ella danza saltando hacia adelante antes de darse la vuelta para mirarlo. —¿Y ahora qué? Josh tragó por reflejo y apretó la mano alrededor de sus llaves. Estaba nervioso incluso de mencionar sus planes, pero había algo dentro de él que dijo que iba a estar bien. Que ella, más que nadie, lo entendería. Él quería que entendiera. —Ahora, te muestro mi lugar favorito en la ciudad. —¿En serio? ¿Qué es eso? —Eso es para mí saber y conocer. Puso mala cara mientras caminaba hacia atrás. Sólo que, en esos tacones, se tambaleó después de un par de pasos. Josh se acercó y la agarró, le dio la vuelta y la atrajo a su lado. —Gracias. —Su voz era entrecortada y sin aliento. —No hay problema. Él abrió la puerta para ella como lo había hecho antes y le tomó la mano mientras se deslizaba dentro. En el momento en que se metió en su lado, ella ya estaba abrochada dentro, retorciéndose en el asiento para mirarlo. —En serio, sin embargo. ¿Hacia dónde vamos? —A algún sitio. Se puso en marcha el coche y se retiró del espacio y en la carretera. La ciudad y las luces se desvanecieron, hasta que fue sólo ellos y la inmensa y oscura noche. No era un largo paseo, pero con cada milla, Ellen se removía al lado. Finalmente, se detuvieron frente a un edificio abandonado al final de un camino largo y estrecho.

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Ellen se movió, su lenguaje corporal nervioso. —¿Es aquí donde llevas a todas tus citas para asesinarlas? —Nop. Sólo a ti. Ella se quedó dónde estaba mientras él venía a su lado del coche. Después al lado de la puerta abierta, le tendió la mano. Su expresión era cautelosa mientras miraba fijamente. —Vamos —dijo. Por un segundo, él realmente pensaba que podría rechazarlo. Por último, deslizó sus dedos en la palma abierta. Cerró la mano alrededor de la de ella y tiró suavemente hasta que salió y se levantó. —Gracias. —Se inclinó y le robó un beso de sus labios. Después de cerrar la puerta, él la soltó y dio la vuelta a la parte trasera del coche mientras miraba el viejo laboratorio de astronomía especulativa. —¿Por lo menos tienes una llave para este lugar? —No. —Abrió el maletero y tomo las mantas que había escondido allí antes. Cerrando la tapa cerrada, la miró, y luego echo la mirada hacia la escalera en la pared lateral. —No la necesito. Su boca se abrió y balbuceó, mirando entre él y la construcción y de vuelta. —Tienes que estar bromeando. —Tú eres la que dijo que estaba en la escalada de rocas. —Pero… que… Le tomó la mano y la arrastró hasta la escalera. —Las damas primero. —Sólo quieres ver bajo mi falda. —Eso será una ventaja —admitió—. Pero sobre todo, quiero estar aquí para cogerte, si caes. Le lanzó una mirada asesina antes de ver los peldaños metálicos con apenas tanta repugnancia. De todos modos, puso su mano en frente a ella y se encontró con el pie en el riel inferior. Le tomó un segundo para conseguir el equilibrio en esos ridículos e inútiles, zapatos increíblemente sexys, pero al poco tiempo, estaba subiendo como una campeona. Y, por supuesto, la vista desde abajo era ideal. Josh miró las piernas y el espacio oscuro debajo de la tela de su falda hasta que estuvo casi

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en la cima. Recordándose a sí mismo, metió las mantas bajo el brazo y tiró de él con la otra. En el momento en que se subió al tejado, Ellen estaba de pie en medio de ella, con las manos en las caderas, la boca inclinada hacia abajo en una mueca. —¿Ahora vas a decirme qué demonios estamos haciendo aquí? En lugar de responder, inspeccionó la plataforma, la búsqueda resulta relativamente limpia. Extendió la manta superior, luego se movió para colocarse detrás de Ellen. La envolvió dentro de lana suave y deslizó sus brazos alrededor de ella, atrayéndola hacia sí. Con sus labios junto a su oído, le preguntó en voz baja—: ¿Has tenido tiempo siquiera de mira hacia arriba? Su rostro inclinado hacia el cielo, y él sabía que ella lo consiguió cuando dejó escapar un grito ahogado bajo. Él le besó el cuello, suave y lento, y luego su mandíbula. Con una mano en la mejilla, inclinó su rostro aún más para que pudiera tocar su boca a la de ella. —¿Te gusta? —Se preguntó. —Es hermoso. Nunca había visto tantas estrellas antes. —Es asombroso lo que pasa cuando te alejas un poco de la ciudad. La llevó a la manta que había extendido y la atrajo a su lado. Ella dio un pequeño escalofrío y reorganizó la manta para cubrir sus piernas desnudas, acariciando la piel suave como lo hizo. Ella seguía mirando hacia arriba. —¿Qué es este lugar? Acostado, deslizó un brazo bajo la cabeza y colocó la otra detrás de su propia mientras se extendía sobre su espalda. Acariciando su brazo, dejó que su mirada vagara por el cielo. —Esto en realidad le pertenece a la universidad. El departamento de astronomía es el dueño. Tienen telescopios y esas cosas. Organizar fiestas observando las estrellas. Creo que hacen un poco de investigación, también. —No puedo creer que no todo el mundo sabe. Se rió y apretó con más fuerza. —Si así fuera, estaríamos luchando por el espacio aquí.

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—Apuesto a que los estudiantes vienen aquí para hacerlo todo el tiempo. Un escalofrío recorrió su espina dorsal. Esperaba que ella no creyera que eso era lo único por lo que le había traído aquí. La quería si, su cuerpo estaba preparado para tan cerca. Pero eso no era para lo que esa noche fuera. Se aclaró la garganta y se centró en la Y invertida de Cancer. — Vengo aquí a veces. A pensar. —Cuando la miró, seguía mirando hacia arriba, pero estaba orientado hacia él. Atenta. —Especialmente después de que mi padre cambió de trabajo y se puso tan intenso sobre yo entrando en medicina. Me hizo pensar. Acerca de quién era. Quién quería ser. —¿Y quién quieres ser? —Su voz era pequeña, con la mano caliente contra su pecho. —Sólo... yo. Y estar cómodo con ello, ¿sabes? No importa lo que piensen los demás. —Hizo una pausa y se humedeció los labios—. Si sólo fuera tan fácil como parece. Ella se quedó en silencio durante un buen rato mientras miraba al cielo. Giró su cuello, estudio las suaves curvas de su rostro, el arco de los labios y la forma de su nariz. Su mano se deslizó de su pecho, y se movió, dejando una pulgada de espacio entre sus cuerpos que no le gustaba. El aire pareció oscurecerse entre ellos, vacilando con algo brillante y... honesto. —¿Alguna vez... —Se mordió el labio y comenzó de nuevo, hablando como si de algún lugar lejano. —¿Alguna vez miras lo que eres y te das cuenta que no te gusta nada al respecto? —Por primera vez desde que habían llegado, ella lo miró, con los ojos muy abiertos y muy, muy profundo. —¿Alguna vez has querido empezar de nuevo? ¿Cambiarlo todo? Y de repente, el espacio entre ellos era tan claro como los puntos de luz que hay en el cielo. Ella acababa de responder a todas sus preguntas. Incluso las que no se habían atrevido a preguntar. Acerca de quién era. Y lo que estaba haciendo. Lentamente, se puso a mirarla. Puso su mano en el lado de su cara y se mudó tan cerca que sus narices rozaron.

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—Me gustas —susurró—. Me gusta lo que eres. —Ni siquiera me conoces. —Te conozco mejor de lo que crees que hago. Su mirada se lanzó entre las esquinas de su rostro, se centra en un ojo y luego el otro. Por último, se acercó a él. —Ven aquí. Siguió donde ella empujó y que se ponía. A pesar de que había jurado que no era por lo que le había traído hasta aquí, cuando centró su cuerpo sobre el de ella, gimió y se dejó mover. Su boca era exuberante y suave, con los ojos húmedos mientras sus manos se movían sobre él. Ella fue la de impulsar la falda y llegar a él. Lo tocó de una manera que dejó su sangre en el fuego, pero fue con mucho más que la lujuria en esta ocasión. Todavía medio vestido, deslizó los dedos por su humedad y apretó los dientes mientras le bajó la cremallera y le puso protección. La besó larga y profundo, y luego sostuvo la mirada con la suya, nunca mirando a otro lado. Allí bajo las estrellas, entro en ella, tratando de contar con su cuerpo que él la conocía. Para decirle quién era. Que él era de ella. No sólo por una semana y un día. Pero durante el tiempo que iba a contar con él. Y cuando ellos clamaron su finalización a la noche, se sentía como si hubiera oído. Como ella lo conocía.

El viaje de regreso a su apartamento estuvo silencioso. Se dejó sin resolver, lo incierto que ver con cómo se sentía y con la distancia sigue siendo enorme entre ellos, incluso cuando parecían tan cerca. Aparcó y apagó el motor. Estaba mirando a través del parabrisas, como en algo lejano.

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No se sentía como una invitación, y después de que ella le había pedido salir la última vez, él no iba a suponer nada. Quiso, sin embargo. Quería que la cercanía de la azotea se desbordase, quería tenerla en sus brazos toda la noche y darle un beso en la mañana. Con un suspiro, sacó la llave del encendido y salió. Él la acompañó hasta la puerta y apretó los labios contra su sien, deteniéndose allí por sólo un minuto. Por si acaso. Cuando empezó a darse la vuelta, lo tomo de la mano. La miró, palpitaciones en su pecho. —Ven —dijo en voz baja. No dejando lugar a error. —Quédate.

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5 Miércoles Traducido SOS por Julieta9768 Corregido por GrizeldaDC

A

la mañana siguiente, Ellen se despertó sintiéndose como una persona diferente, no la tímida y responsable ratón de biblioteca del que había estado tan desesperada por escapar y no la seductora descarada que había estado fingiendo ser, sino algo intermedio. La persona que Josh quería. Un calor cálido empujó a través de ella al recordar cómo le había dicho lo que quería, y de la forma en que él se lo había dado. Su cuerpo, empujando más profundo bajo ese techo. Su confort, acurrucado alrededor de ella en su cama. Se estiró y movió su mano, buscando su calor. Con una sensación de hundimiento, se detuvo. El dulce resplandor de despertar con un amante se disipo, dejando sólo las hojas frías y una sensación de frío en el interior. Ella abrió los ojos y tuvo a la vista su habitación. Vacía. Se incorporó y se apartó el pelo de la cara, trayendo sus rodillas delante de ella para descansar su frente contra ellas. No podía mantenerlo de todos modos. ¿Cómo hubiera querido, sin embargo? Hubiera querido retenerlo durante la noche y para el resto de la semana y para… tanto como pudiera. Le gustaba estar con él. Y le gustaba. Tal vez más de lo que le debería. Con un suspiro agitado, se empujó fuera de la cama y se puso una bata antes de ir a la sala de estar, dando gracias a Dios, de que no

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tenía que estar en el restaurante hasta la tarde. Había demasiadas cosas agitándose alrededor de su corazón y en su cabeza. ¿Y en su cocina? Algo estaba pasando en su cocina. Se detuvo en seco en el umbral, parpadeando varias veces. En un apuro, le preguntó—: ¿Qué estás haciendo aquí? Josh levantó la vista del cuenco que estaba batiendo y sonrió, con su sonrisa más brillante hacia ella. Parecía alborotado y los ojos brillantes, vestido con pantalones vaqueros y la camiseta de la noche anterior. Se veía feliz. Justo hasta que su mirada conecto con la de ella, y su expresión se desvaneció. Dejó el cuenco y se sacudió las manos en los vaqueros. —Lo siento. ¿Debería haber...? —Sus ojos se dirigieron a la puerta, y toco con la punta de los pies descalzos el suelo. Hasta sus pies parecían sexys. Se aclaró la garganta, trayendo de nuevo su atención sobre sí mismo y su atención a su cara, a la máscara que ponía para ocultar su decepción. —No —dijo ella, demasiado rápido—. No, por supuesto que no. Negándose a sentirse incómoda, cerró la distancia entre ellos y cerró los dedos en la pretina de su cinturón. Dios, olía bien. Se levantó de puntillas para besarle la garganta y la comisura de la boca. Allí, demasiado cerca para que él la viera, admitió—: Pensé que te habías ido. Se rió, pareciendo incómodo y sin embargo aliviado mientras envolvía sus brazos alrededor de ella. —Te prometí tostadas francesas. —Realmente lo hiciste. Sintió una brillante burbuja de ligereza levantarse dentro de ella y le tocó la cara, tirando de él hacia abajo para que pudiera besar su boca. El beso fue suave y dulce, y habló de toda la alegría que tenía, de encontrarlo aquí, sonriente y a medio vestir, haciendo el desayuno. Sólo cuando estuvo satisfecha lo dejó ir y dio un paso atrás, su sonrisa tan amplia como la suya. Le encantaba verlo sonreír así de nuevo. —Entonces. —Se frotó las manos. —¿Qué puedo hacer para ayudar? Él le dio un beso suave en los labios, con la mirada demasiado intensa y demasiado sensible. —Nada.

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Veinte minutos más tarde, estaban sentados en los extremos opuestos de su sofá, platos equilibrados en sus regazos, sus pies se enredaban en el cojín del medio. Ellen mantuvo su mirada en la forma en que sus piernas se tocaron, en la colocación ocasional de sus cuerpos, y se desataron más chispas de calor dentro de su pecho. Sonriendo, tarareaba y lamia el jarabe de sus labios. —Haces unas deliciosas tostadas francesas. —Es incluso mejor con la jalea, pero hice lo que pude con lo que encontré. —Es así, como, ¿un ingrediente secreto o algo así? —Un buen cocinero nunca revela sus secretos. —Sonrió y se metió otro bocado a la boca, masticó y tragó, antes de hablar de nuevo—. Si quieres más, vas a tener que seguir invitándome hasta que te canses. Ella no se opondría a eso. Pero mientras pensaba en ello, la tostada en su boca perdió su sabor y su estómago cayó. Había tan poco tiempo. Demonios, tenía suerte de estar recibiendo la mayor cantidad de su atención esta semana, teniendo en cuenta que tenía que ir a su casa a visitar a sus padres. No veía ninguna manera de que pudiera durar. —Hola. —Su pie golpeó contra el de ella, e inclinó la cabeza hacia un lado. —¿A dónde fuiste? ¿Había sido tan obvia? —A ninguna parte. —Se encogió de hombros y cortó otro trozo y se lo comió—. Sólo estaba pensando. —¿Acerca de...? Se mordió pensativa durante unos segundos para ganar algo de tiempo. —Sólo... en tus padres. —¿Mis padres? —Están siendo terriblemente comprensivos, ¿sabes? —En realidad no. —El espacio entre sus cejas se arrugó por la confusión. No estaba segura de cómo decir lo que quería, se enderezó y sacó los pies para sentarse con las piernas cruzadas delante de él. Era más

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fácil y más difícil concentrarse sin su toque. —Quiero decir, que has estado pasando mucho tiempo fuera de casa esta semana. —Lo sé. —Sonrió—. Gracias por eso, por cierto. Pensé que iba a ser aburrido y estúpido. —¿Pero a tus padres no les importa? —Nah. Ellos están acostumbrados a ello. —Una mirada divertida pasó por su rostro, y sus ojos se clavaron en los suyos y luego se distanciaron. —Quiero decir, a excepción de la cosa de estar tratando de dictar— mi—carrera, aceptan que soy un adulto. Que tengo mi propia vida y todo. —Eso está bien. Suena muy bien. Ya sabes, a excepción de la cosa de que traten de dictar—tú—carrera. Se rió y comenzó a comer de nuevo, al parecer más a gusto, pero todavía había una tensión a su postura. —Ellos están bien. No sabía qué se apoderó de ella en ese momento. De repente, quería otro pedazo de él, otra confirmación de que era real y de ella. Quería ser la chica que tomaba lo que quería. Antes de que pudiera dudar de sí misma, espetó—: ¿Puedo conocerlos? Él tosió, golpeando su mano sobre su boca y sus ojos se agrandaron. Murmurando, tomó su taza de café y bebió un par de grandes tragos. —¿Quieres conocer a mis padres? —Por supuesto. —Su estómago se retorció ante su incredulidad. —¿Es eso raro? —Es un poco extraño. —Oh. En fin. Sólo lo había conocido hace unos días. La versión de sí misma que había presentado no era exactamente un material de novia. Y se iría pronto. Un incómodo silencio cayó sobre ellos a medida que clavaba una tostada en almíbar con el tenedor.

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Por último, suspirando, pregunto. —¿De verdad quieres conocer a mis padres? —Si no quieres que lo haga, está… Su mano estaba bajo su barbilla, y él estaba repentinamente cerca, muy cerca, sus claros ojos verdes mirándola directamente a los ojos. — ¿En serio? Tomó una respiración profunda y temblorosamente cuadró su mandíbula. —Si. Sí, claro. La estudió, su mirada como dardos entre los ojos, y luego su expresión se suavizó. —Está bien, cariño. —Se inclinó y la besó en la nariz antes de volver de nuevo a su lado del sofá. —¿En serio? Con una indiferencia forzada, dijo—: Por supuesto. ¿Por qué no? —La postura de sus hombros habló de un centenar de razones por las que no, pero ella optó por no leer demasiado en ellos. —Ven a cenar. Mañana por la noche. O estás trabajando, o… —Mañana por la noche suena perfecto. —Está bien, entonces. —Está bien. La miró directamente a los ojos, su sonrisa amplia. Y no pudo apartar la mirada, no pudo dejar de sonreír. Lo siguiente que supo, era que estaba poniendo su plato en la mesa y tomándola de la mano, su cuerpo cerniéndose sobre ella. Su beso era hambriento y cálido, con la boca dulce con miel. Tan sorprendida como estaba, se abrió a él y enredó sus dedos en el pelo de la parte posterior de su cuello, chupó su lengua mientras se presionaba en su interior. Hundió su pesado brazo en el cojín detrás de ella y se levantó lo suficiente para mirarla. —Esta semana, Ellen. Ha sido una sorpresa. Una maravillosa sorpresa. Deslizó su mano para descansarla en su pecho. —Sí, así es. Tarareando, capturó su boca de nuevo, hundiéndose bajo cada movimiento de labios y lengua, hasta que su calor estaba

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empapándola. Se movió para traer sus rodillas debajo de él, la mezclilla áspera contra su espinilla desnuda. Desplegó sus piernas y las abrió para él, y movió su mano bajo su cintura. Todo estaba caliente, su cuerpo respondiendo a él, el deseo desplegado, y luego… Chillo cuando algo fresco y pegajoso golpeó su pecho, donde la bata se abría. Riendo y empujando el pecho de Josh, separo sus labios para tratar de ver lo que era, sólo para ver como otra gota fina de miel, caía por el borde del plato que aún sostenía en el aire por encima de ellos. —Josh —Ella alcanzo el plato para tratar de bajarlo, pero sólo logró voltearlo aún más, torciéndolo y enviando más miel a volar. —Mierda. —Se levantó sobre sus rodillas y cogió el plato con la otra mano para colocarlo en el suelo junto a ellos. —Lo siento. — Chupándose el dedo en la boca, bajó la mirada a su pecho, sus ojos oscureciéndose. —Tienes un poco... Ellen rodo los ojos, riendo, mientras trataba de limpiar un pequeño charco de miel que se había reunido en el hueco de su clavícula. Solo término extendiéndola más alrededor. —Estas hecha un desastre. —Su voz retumbó con un gruñido, y la intensidad de su mirada se había ido al calor fundido. Se quedó sin aliento en la garganta. —¿Y de quién es la culpa? —Si dijera que es tuya por ser tan sexy, ¿me lastimarías? —¿Me deseas? —Mierda. Su boca se adhirió a su cuello, su caliente lengua lamiéndola, y su erección presionándose contra su muslo. Mantuvo su pegajosa mano en el aire, pero empujo su mano limpia por su pelo y abrió las piernas. El succiono despacio su pecho, separando los bordes de la bata por piezas, gimió. Ya sin aliento, con dolor entre sus muslos, inclinó la cabeza hacia atrás. —Tú fuiste el que sostenía el plato, ya sabes. —¿Eso es una queja?

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—No, —dijo ella con un suspiro de placer cuando el se aferró a la parte superior de su pecho, con los ojos cerrados a la deriva. —Una declaración de los hechos. —Apuesto que quieres admitir que esto es mi culpa, entonces. —No te detuve. —Había tantas cosas que no le impediría hacer en ese momento. De pronto, sus labios desaparecieron de su piel, y se sentó con la espalda recta. Abrió los ojos, sorprendida de encontrar su mano agarrando el aire, al verlo mirándola con picardía en su sonrisa. —Supongo que es mi trabajo llegar a limpiarte, ¿no? Antes de que pudiera protestar, la cogió en brazos, arrojándola sobre su hombro mientras se levantaba. Todo el aliento escapó de ella mientras gritaba, una risa, un jadeo lleno de emoción y sorpresa. —¿Qué crees que haces? Le dio una fuerte palmada en el trasero, luego deslizó su mano bajo el borde de su bata, para acariciar desde su espalda desnuda hasta su muslo, su antebrazo sujetando sus piernas contra su pecho. Con grandes zancadas, rápidamente, la llevó por el apartamento. Colgada boca abajo, lanzó una mirada a la mesa de la pared, con la puerta abierta a la que se acercaban ellos. Todavía riendo y chillando todo el tiempo, ella rebuscó en su camisa y le pegó un puñetazo en su costado. —¡Basta! ¡Suéltame! —Sólo un segundo. —Entró al cuarto de baño, y luego con un gruñido, empujó la cortina a un lado, dejándola sobre sus pies en la bañera. —Hijo de…—Un chorro de agua helada la golpeó en la cara, y sus palabras se disolvieron en otro grito. Su bata empapándose, y tomo la perilla para cerrar el agua, sólo para encontrarse con la mano de Josh, su gran palma envuelta alrededor de su muñeca y su caliente boca en la de ella. El frío del agua se desvaneció, dando paso a un roció caliente, y toda su resistencia se derritió. Cuando soltó su mano de su agarre, lo dejó pasar, y se aferró a sus hombros, besándolo duro y profundo. —Ven aquí. —Espera, cariño. —Luchó con sus vaqueros, dejándolos en una pila en el suelo del baño, junto con sus calzoncillos. Separando la boca por

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un breve segundo, sacó su camiseta por arriba, sobre la cabeza y luego la arrojó detrás de él cuando entró en la bañera y corrió la cortina, cerrándola detrás de él. —Carajo, te vez muy bien. La tela de su bata se aferraba a su piel desnuda. Se la quitó una pulgada a la vez, sus dedos acariciando sus curvas, durante todo el tiempo, dejando caer la bata a sus pies, lo que les dejo, piel a piel, su erección atrapada entre su cuerpo y su sexo adolorido y resbaladizo. Deslizó su mano por su rostro y espalda, llegando con su palma a la firme redondez de su trasero antes de deslizarse a través de su cadera para presionar sus dedos a su alrededor. Él gimió en su boca y se burló de su pezón entre el índice y el pulgar. Cuando ella lo acarició, besó su camino desde su garganta por la piel pegajosa hasta su clavícula, deslizando un dedo a través de los labios de su sexo. —Pensé que se suponía que debía ser limpiada. Una fuerte oleada de deseo la recorrió. No había sido virgen antes de que hubiera conocido a Josh, pero el sexo nunca había sido tan bueno antes, esta concesión o diversión. Nunca había dado chillidos de vapor, nunca había querido o deseado algo tanto y nunca había tenido tantas ganas de agradar. Quería darle las gracias. Decirle lo que esto significaba para ella, aunque sólo llegara a tenerlo por esta semana, había cambiado todo. Todo. Gimió ante su tacto y movió la mano en torno a sus pelotas, mirando hacia abajo para ocultar su rostro de él. Sería decirle demasiado. —Cada cosa a su tiempo —dijo. Con eso, se dejó caer de rodillas, al suelo acolchado por la masa húmeda de su bata. Tomó una respiración profunda. Era largo y grueso, duro y perfecto delante de ella. Todavía sin mirar hacia arriba, con el corazón acelerado, trazó un solo dedo hacia arriba y abajo de su longitud, vio cómo se balanceaba, buscando su contacto. —Sí —se quejó mientras se inclinaba y deslizaba su boca alrededor de su cabeza. Él tomó un lado de su cara, una suave caricia de los dedos contra su cuero cabelludo. Él no empujo o trato de guiarla hacia él, solo la agarro. Se sentía posesiva. Sexy.

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Llegando con los dedos alrededor de la base, deslizo lentamente los labios sobre la carne dura y bajos los ruidos de placer, un suave "bebé" suave y "Dios" se derramo de sus labios mientras lo chupaba más profundo. Cuando se deslizó aún más bajo sobre él, se estremeció. —Mierda, eso es bueno. Amo tu boca. —Flexionó sus caderas, un suave empujón al tiempo con sus propios movimientos, en el momento en que toco su garganta, se retiró antes de que pudiera vomitar. Quería que se sintiera bien. Mejor que nadie. Quería... —Bebe... —Sus dedos tocaron el empujándola hacia arriba. —Mírame.

borde

de

su

mandíbula,

Ella aspiro más fuerte y sintió su temblor de piernas. Con más insistencia, tiró. —Mírame. Obligó a sus ojos alzarse, todavía asustada de lo que ellos le mostrarían. Pero en ese instante, su mirada tenía el mismo fuego que sentía ardiendo dentro de ella. La misma necesidad y conexión. Su siguiente gruñido fue agonizante. —Bebé, voy a… —La soltó, sacó sus manos de su pelo y cerró un puño en la pared de la ducha, pero no la soltó. —Ellen... Con el pulso tembloroso, su liberación llenó su boca, caliente y amargo, y se lo tragó, todavía se movía con él, sólo aflojando en su presión cuando le tocó el hombro y tiró de sus caderas alejándose. Su mirada siguió ardiendo, le agarró la parte posterior de la cabeza y la levantó, uniendo su boca contra la de ella al segundo que estuvo de pie. —Tú eres... —murmuró entre besos—, la más sexy... la mujer más peligrosa... —¿Sí? —Dios mío, sí. Su espalda chocó contra la pared de la ducha, y luego se puso de rodillas, con las manos sosteniendo sus caderas al azulejo y los labios chupando la cara interna de su muslo. Los ojos en ella todo el tiempo, cogió su pierna derecha y la colgó al hombro, abriéndola. —Sostente de mí —rogo, y luego enterró su rostro entre sus piernas.

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Gritó su nombre y extendió su mano, por un lado conecto con el estante a su lado y la otra con piel caliente. Al igual que él lo había hecho, lo agarro de la cabeza, le tocó el cuello. Con los labios y las puntas de los dedos y la lengua, la abrió, chupando y lamiendo su clítoris mientras presionaba justo en el interior. Todo su cuerpo tenso mientras apretaba su mandíbula cerrada contra el ataque de placer. Se apartó para besar su muslo. —Déjame escucharte. Dime lo que quieres que te haga. —Jesús. —Tenía la boca abierta y los ojos desviados hacia el cielo antes de cerrarlos mientras apretaban sus dedos y traía su lengua de nuevo a su carne. —Yo nunca… He sentido algo como esto. Ni he estado tan cerca. Mantuvo la boca cerrada, temblaba mientras él la acariciaba. En cuestión de minutos, Josh le tenía al borde del precipicio, húmeda, abierta y en alza, empujando hasta que sólo quedó su boca y mano. —Di mi nombre, Ellen. Di mi nombre cuando te haga llegar. Su cabeza golpeó azulejo. —¡Josh! Una y otra vez, su nombre hizo eco en su lengua y en las paredes, fundiéndose en el agua ante su toque, mientras todo su cuerpo se estremecía y estallaba desde el centro hacia afuera. Desde el ápice caliente y maduro de su placer y su beso. ¿Alguna vez había llegado a venirse tan fuerte? ¿Sentido todo esto? —Dios, Josh. La niebla se desvanecía lentamente, y abrió los ojos para mirarlo, aún de rodillas, el pelo peinado hacia atrás con el agua en el rostro, los labios brillantes. Un sonido bajo y húmedo que se podía oír incluso en la ducha, puso la mano en la de ella y chupó sus dedos en su boca. Y fue entonces. En ese mismo momento, desnuda y temblando, con el agua corriendo por encima de ellos, que Ellen lo supo. Una semana y un día que nunca serían suficiente.

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6 Jueves Traducido por serenity953 Corregido por GrizeldaDC

A

l segundo en que la puerta principal estuvo cerrada, Josh estaba allí. —Hola, papá.

Su padre levantó la vista, la sospecha ya clara en su expresión. —Hola. —Necesito hablar contigo y mamá. Ahora. Con un suspiro fulminante, su padre tomó su abrigo y lo colgó. —¿Voy a necesitar dinero para la fianza? —No. —Josh retorció sus manos. —No, nada de eso. —¿Una escopeta? —No lo creo. —Eh. Después de una buena dosis de acorralar y engatusar, Josh logró meterlo en la sala de estar y sentarlo. Con una ceja levantada, su padre miró a su madre. —Al parecer, nuestro hijo tiene que hablar con nosotros. La madre de Josh tarareaba, y Josh tomó una respiración profunda, caminando unos pasos en una dirección y luego una media docena en la otra. Ya le había dicho a su madre que estaría teniendo compañía

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para la cena, pero la verdadera bomba que espero por dejar caer hasta ahora. Apretó los puños y enderezó sus brazos a los costados, luego giro hacia ellos. —Invité a una chica a cenar. El rostro de su madre se torció en una sonrisa de complicidad. —Lo sabía. —Cierto, cierto. Por lo tanto, su nombre es Ellen, y es realmente genial. Su padre estaba menos entusiasmado. —¿Has estado viendo a esta chica? —Sí. —Josh se tragó el nudo en la garganta. —No por mucho tiempo y todavía no es serio. —¿Te das cuenta que vas a la escuela de medicina en otoño? —Papá. Carrito. —Señaló un punto en el aire con una mano y luego en otro lugar de un pie por delante de él en el espacio con la otra. — Caballo. —Este no es el momento para distraerse con... —Papá. Su padre frunció el ceño, pero levantó las manos en la sumisión. —Continua. —De todos modos, ella es... especial. Y quería conocerlos a ustedes. Pero esto es complicado. Su padre se enderezó. —No está embarazada, ¿cierto? —Dios, no. —Josh negó con la cabeza. —Nada de eso. Sólo... Mira. —Forzó una larga inhalación y una exhalación. —Aquí está la cosa. Necesito un favor. —Aquí vamos... —No tengo tiempo para explicarlo. Ella sabe que estoy en la escuela, pero... —Josh se estremeció apenas y se zambulló derecho en él. —No sabe que voy a la escuela aquí. Cuando nos conocimos, asumió que estaría en casa solo durante las vacaciones de primavera, y yo no la corregí, y ahora...

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Su madre arqueó la ceja. —¿En serio? —En serio. Sé que es estúpido, y que es ridículo, y tengo que poner todo bien pronto, pero las cosas van muy bien, y sólo por esta noche, pueden ustedes por favor, sólo... —Miró desde el reloj hasta la puerta y luego de vuelta a sus padres. —¿Solo pueden actuar conmigo? Los dos estaban viéndolo Probablemente porque lo era.

a

él

como

si

fuera

un

idiota.

—¿Actuar contigo? —Le preguntó su padre. —Sí, sólo... como, no tienes que mentir. No he mentido. Simplemente no lo hagas, ya sabes... decir la verdad. —Les dirigió un gesto de sonrisa. —¿Por favor? Antes de que pudieran contestar, sonó el timbre, y un sudor frío corrió en la parte posterior de su cuello. ¿Por qué demonios había alguna vez acordado esto? Dirigiéndose hacia la puerta, se dirigió a ellos de nuevo. —¿Por favor? ¿Por mí? Su padre y su madre intercambiaron miradas exhaustas, haciendo esa cosa comunicación-muda rara que siempre asustó a Josh, sobre todo cuando estaba seguro de que estaba en problemas, básicamente en momentos como éste. Su madre se encogió de hombros y su padre se frotó la sien con una mano y agitó la otra hacia Josh. —Nos comportaremos. Por ahora. Ve y déjala entrar —Gracias. Voy a hacer esto por ti, te lo prometo. —Claro, claro. Josh acababa de salir de la habitación cuando los oyó reír a sus espaldas. Como si no hubiera estado lo suficientemente nervioso. Empujando su reacción fuera de su mente, se limpió sus manos en los vaqueros y cruzó la entrada a la puerta. Por un instante, se detuvo allí con su mano en el pomo, obligándose a volver a su papel. Cuando se sentía como él mismo había más o menos bajo control, volteó la cerradura y abrió la puerta. En algún nivel, cada vez que había visto a Ellen desde aquella primera noche en el bar, se preparó, a la espera de saber qué versión

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de sí misma que habría optar por revelar. La persona de pie en su puerta era una que estaba bastante seguro de que nunca había conocido antes, y sin embargo la conocía mejor a cualquiera de las Ellen que había conocido hasta ahora. A medio camino entre la chica tímida que había visto y la mujer descarada que había llevado a la cama, se puso delante de él en una modesta falda y tacones y una camiseta que mostró lo suficiente, pero no demasiado. Su postura y la sonrisa estaban seguras, pero había algo incierto en sus ojos. Cuando la tomó, su mirada se lanzó desde su rostro al espacio detrás de él y hacia atrás, inclinando la cabeza. —¿Estoy temprano? —No. —Tosió para borrar la aspereza de su garganta. —Justo a tiempo. —-Está bien. —Sus ojos se movieron de nuevo y la barbilla sobresalía. Con una risa nerviosa, le preguntó—: ¿Puedo pasar? Correcto. Idiota. Se hizo a un lado y sostuvo la puerta abierta para ella. Ella ladeó su rostro, sus ojos moviéndose por el espacio mientras entraba. Cerró la puerta detrás de ella, y luego se ofreció—: ¿Puedo tomar tu abrigo? —Oh. Claro. Parado detrás de ella, deslizó sus dedos en el cuello de su chaqueta, rozando los nudillos sobre la piel desnuda de su cuello y estremeciéndola. Cambió algo de una mano a la otra mientras se encogió de hombros con los brazos libres de las mangas de la chaqueta. Mientras colgaba la ropa, voltio hacia él, un paquete envuelto en papel de aluminio, tendido en frente de ella. —He traído algunos bollos. No son más que de la cena, pero... —Eso está muy bien. Gracias. Por último, cerró el espacio entre ellos y rozó sus labios sobre la piel suave y perfumada de su mejilla. —Te ves hermosa. —Gracias. Quería hacer algo más. Tomar su boca y saborear su lengua o empujarla contra la pared y deslizar de sus dedos hasta su muslo. En cambio, se apartó y puso su mano en la parte baja de la espalda. — Vamos. Mis padres no pueden esperar para conocerte. —Y para humillarme.

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—Sin presión. Se rio y puso sus labios cerca de su oído mientras se adelantaba a ellos. —Recuerda: tú lo pediste —No me lo recuerdes. Sus padres todavía estaban sentados juntos en el sofá mientras doblaban la esquina, pero se levantaron cuando se aclaró la garganta. —Mamá, papá, ella es Ellen. Ellen, estos son mis padres, el doctor y la señora Markley. Su padre se adelantó primero con la mano extendida. —Por favor. Tom y Nancy. —Es un placer conocerlo —dijo Ellen. Su madre tomó la mano de Ellen entre las suyas. —Estamos muy contentos de finalmente conocer a la chica con la que Josh ha estado pasando mucho tiempo esta semana. Era exactamente el tipo de inocente comentario de púas en el que su mamá sobresalía. Ellen sonrió con fuerza y lanzó una mirada a Josh, haciéndose eco de su comentario del día anterior acerca de lo que sus padres deben pensar sobre el habiendo desaparecido tanto. El incómodo silencio sólo duró unos pocos segundos antes de que su madre le soltara la mano a Ellen y señaló las dos sillas de ala con respaldo frente al sofá. —Por favor. Pónganse cómodos. —Cuando el resto de ellos se sentó, hizo un gesto hacia el paquete envuelto que Ellen seguía sosteniendo. —Eso es... —Sólo algunos bollos. Pensé... —Qué lindo de tu parte. Voy a calentarlos en el horno. —Después de preguntarle a Ellen si quería algo de beber, su madre desapareció en la otra habitación, dejando a Josh y Ellen marchitándose bajo la mirada de su solitario padre. Dios. ¿En qué estaba pensando? Ellen no era la primera chica a la que había llevado a casa a conocer a sus padres, pero había sido un largo, largo tiempo. Ciertamente nunca trajo a alguien después de un corto tiempo, y definitivamente nunca nadie había estado sentado a horcajadas sobre

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una fina línea de mentiras con tal. Un comentario improvisado de su padre y... —Entonces —dijo su padre, cambiando de vuelta en el sofá—. Lindo tiempo hemos estado teniendo. —Muy —coincidió Ellen. —Me han dicho que se supone que estará bonito mañana, también. —Josh quería golpearse la cabeza contra algo mientras luchaba por algo de qué hablar, además de las condiciones meteorológicas. O la verdad. —Lo suficientemente agradable para sacar la moto. Tanto Ellen y su padre se animaron con eso. —Has montado un par de veces este año ya, ¿no? —Le preguntó a su padre. —Sí. —Lanzó una mirada a Ellen. La expresión de culpabilidad en su rostro dijo que estaba pensando lo mismo que él, recordando cómo se había sentido al andar con ella en la parte de atrás, con los brazos y las piernas apretadas alrededor de él. Su padre se volvió hacia ella, también. —¿Tu montas? —No. —Se dio cuenta de su error inmediatamente y se mordió el labio, lanzando su mirada a Josh y de nuevo mientras sus manos apretadas en puños. —Um, eh... lo hago. Pero no mucho. Recientemente. —Terriblemente peligroso. Seguimos tratando de hablar con el sobre la venta de la suya, pero no quiere. —Como si yo nunca lo hiciera —se burló. Sus padres nunca lo habían aprobado, pero teniendo en cuenta la forma en que había trabajado en él y lo puso junto a sí mismo, nunca había oficialmente puesto su pie en el suelo. —De hecho, me llevé a Ellen a fuera en ella hace un par de días. Le encantó, ¿cierto? Ella relajó su postura y lo miró con una expresión de alivio. —Por supuesto. En ese momento, su madre apareció en la puerta, mirándose como un ángel misericordioso. —La cena está casi lista.

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—Muy bien. —Josh se frotó las manos mientras se levantaba, moviendo todo demasiado rápido en su carrera para terminar una conversación incómoda y pasar a la siguiente. Esperó a Ellen, enredando sus dedos y apretó su mano firmemente antes de ir al comedor. En esa gran mesa, se sentaron uno frente al otro, con sus padres en la cabeza y el pie. Sirvieron y pasaron platos con un mínimo absoluto de conversación, el silencio sólo roto por el sonido de metal chino y el murmullo ocasional del nombre de una persona para conseguir su atención. Cuando su padre finalmente asintió con visto bueno para comenzar a comer, Josh lo hizo con gusto, contento de tener algo en qué concentrarse. Además, cuanto más rápido comieran, más pronto él y Ellen podrían escapar. Todavía no era lo suficientemente pronto. —Entonces —dijo su madre. —Josh nos ha dicho muy poco acerca de ti, Ellen. —Le dio una mirada puntiaguda. Ellen miró como si quisiera esconderse debajo de la mesa, pero mantuvo su rostro valiente. —Oh, bueno... —Sí —su padre interrumpió—. Dinos a todos acerca de ti. Con todos los ojos de la habitación sobre ella, Ellen se limpió la boca con la servilleta antes de reubicarla en su regazo. Miró a Josh por un segundo, y él le dio una mirada de simpatía. Sonrió y miró entre sus padres. No quería, pero Josh se encontró conteniendo el aliento de todos modos mientras esperaba oír lo que iba a decir. Su corazón se hinchó de orgullo cuando ella se enderezó y mantuvo la barbilla alta. Dios, ¿cómo se había escondido en la parte trasera del salón de clases durante tanto tiempo? Cuando dispersaba sus nervios, era magnífico. Confiada y sexy y sorprendente. —Bueno, estoy un poco entre muchas cosas en este momento. Soy camarera en el Park Diner, pero estoy contemplando ir a la universidad. Para estudiar medicina. —Dio los mismos datos básicos que había dado a Josh, pero el escuchó más de cerca esta vez, escuchó la forma en que analizaba sus palabras.

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Se le ocurrió de pronto que estaba entre las cosas. Era senior como el. Probablemente tenía su propia pequeña pila de cartas de aceptación y rechazo en su apartamento en algún lugar. Tragó saliva. Incluso si lo lograban superar su falta de comunicación actual y conseguía todo lo que quería, podía estar planeando en mudarse al otro lado del país en otoño. Necesitaba saberlo. Oyó su propia voz antes de que plenamente decidiera hablar. —Ellen me dijo que estaba pensando en ir a la universidad aquí. —Se volvió hacia ella—. Pero, ¿tienes alguna otra universidad en mente? Al igual que él, ella no había mentido de plano todavía. Había bailado alrededor la verdad, pero no había mentido. Le suplicó con los ojos. Dime. —Tengo algunas en mi lista —respondió lentamente, y casi podía ver los engranajes girando en su cabeza. —¿Cómo cuál? —Sólo algunas universidades de la costa. Quería gemir de frustración. Necesitaba detalles. Por supuesto, en ese preciso momento, su padre interrumpió—: Josh ha estado aplicando a la escuela de medicina. Estamos esperando por respuestas. Sus ojos brillaron con los suyos por un instante antes de que ella se dirigiera a su padre. —Bueno, estoy segura de que va a terminar en algún lugar que sea adecuado para él. —No tengo ninguna duda. —Él se rio entre dientes. —Aunque todavía estoy aferrado por Harvard. —Papá... —Silencio, silencio. Johns Hopkins va a hacer igual de bien. El estómago de Josh cayó. No estaba preparado para esta conversación. No sabía si alguna vez lo iba a estar. —¿Y qué es lo que prefieres, Josh? —La voz de Ellen parecía inocente, pero sabía exactamente lo que estaba haciendo.

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Tragó saliva y se obligó a sonreír. —Supongo que tendremos que ver. —Seguramente debes tener una preferencia. No podía dejarlo pasar. La miró a través de la mesa sin decir nada, y el silencio flotaba en el aire por un momento antes de que su padre se echara a reír. —Estoy bastante seguro de que Josh es un hombre de Harvard. Al igual que su viejo. Josh miró a su plato, para controlar el interior de su labio inferior entre los dientes. Podía sentir la mirada de Ellen, probablemente de su padre, también. Pero no pudo cumplir con uno de sus ojos. Infiernos, él no creía que pudiera haber incluso conoció a su propio. Después de un largo y tenso minuto, su madre tosió. —Estos son rollos increíbles, Ellen. —Gracias. En realidad, Josh, ¿te importaría pasarme uno? Sus ojos se clavaron en ella y luego a la canasta, y levantó una ceja. Podía llegar a ellos lo suficientemente bien ella. Sin embargo, dio la vuelta al paño que cubría un lado y sacó uno. —No, ese no. El más pequeño, junto a él. Su ceja se levantó más alto. Siguiéndole la corriente, dejó caer la que estaba sosteniendo a su propio plato y fue por la que había solicitado. —¿Este? —Sí, gracias. —Exigente, ¿no es así? —¿Qué puedo decir? —Lo miró desapasionadamente cuando lo depositó en su plato. —Cuando sé lo que quiero, no tengo miedo de ir por él.

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Lo que se sintió como horas más tarde, el padre de Josh finalmente se apartó de la mesa y dejó caer la servilleta al lado de su cubierto. — Maravilloso, como siempre, Nancy. —Sí —Ellen intervino—Todo estuvo genial. —Estoy tan contenta de que te haya gustado. —Si me disculpan. —El padre de Josh se levantó, asintió con la cabeza en cada uno de ellos y luego se alejó. Esa era su señal. Josh y su madre se levantaron como uno, seguidos inmediatamente por Ellen. Como siempre, Josh fue a recoger el plato de su padre y el suyo, pero su madre lo despidió con la mano. —Yo me encargo de esto esta noche, cariño. Ustedes dos pueden irse. —Hizo un gesto hacia la puerta. —¿Estoy segura de que a Ellen le gustaría un tour? Josh le sonrió agradecido, pero no se apartó de la mesa hasta que había desaparecido en la cocina. Él absolutamente no había logrado mirar a Ellen a los ojos desde que le había colgado en seco con esa pequeña metáfora sobre los bollitos, y no estaba del todo seguro de qué hacer con ella. El silencio entre ellos se sentía caliente y vergonzoso, y eso en sí mismo le había apretado la mandíbula. Ella era la que vivía una mentira en estos momentos. Y tuvo la osadía de tratar de retarlo. Ni siquiera sabía lo que estaba hablando. Oyó a su madre moverse en la cocina, y golpeó con los nudillos contra el respaldo de la silla, luego caminó hacia el otro lado de la mesa para estar al lado de Ellen. Tan incómodo como estaban las cosas, lo que sea la conversación que estaba a punto de tener, no estaba dispuesto a tenerlo frente a cualquier otra persona. —Vamos —dijo, todavía no del todo mirándola, asintiendo con la cabeza en dirección a la puerta. —Te voy a mostrar mi habitación. En cualquier otro momento, habría sido sugerente, y en algún nivel, aun así lo era. A pesar de como irritado e indignado estuviera ahora, el aire entre ellos estaba cargado. Cuando rozó la mano contra la de ella, aún lo sintió todo el camino hasta el brazo. En el segundo que tuvo la puerta de su habitación cerrada tras ellos, la había empujado en contra de ella, su boca sobre la de ella. No fue un beso lleno de la dulzura que habían compartido en la azotea bajo

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las estrellas, ni el calor bruto de las primeras dos noches. Fue la frustración y palabras todos los mordidos de devolución de las cosas que no le había dicho a ella y a sus padres. A sí mismo. Si no la besaba, iba a gritarle. Ella se apartó, jadeando en busca de aire, golpeando su cabeza contra la madera detrás de ella, pero sus manos se aferraron a él. Como si fuera a alguna parte. Con una intensidad que no sabía qué hacer con ella, todo su pecho un lío de emociones, girando y girando, mordisqueó y chupó el fondo de su garganta y deslizó sus manos por la piel de sus muslos. La levantó y se apretó contra ella. Y todas las palabras salieron derramándose. —No es tan fácil —dijo, jadeando en su oído. —No es tan fácil para algunos de nosotros que se olvide todo. Las expectativas de todos. —¿Qué…? Gruñó y mordió el tendón en su cuello, provocando un grito de ella que sonaba tan lleno de consternación como lo hizo de excitación. Preparándose, apretó la cara contra su pelo. —No todo el mundo puede decidir ser una persona distinta un día. Sus manos cayeron de sus caderas de inmediato, sólo para levantarse entre ellos, empujándolas en su pecho mientras se paraba sobre sus propios pies. Se apartó de la puerta, retrocediendo sólo un pie, pero todavía respiraba entrecortadamente, mirándola. Cada línea de su rostro era de pánico. Y no podía hacer esto. No podía. No podía ser tan cruel ni forzarla a confesar todo. No así. Puso un dedo sobre sus labios, pidiendo silencio mientras luchaba por calmar su pecho. Con la voz que más pudo reunir, regresó a la fuente de su ira y dejo salir—: Mis padres esperan ciertas cosas de mí. Su boca se ensanchó en una O de sorpresa, y no pudo evitar correr la punta de su dedo por el labio inferior. Esos labios que se habían visto tan jodidamente sexy apretados a su alrededor en la ducha el día anterior. Concéntrate. Dejó caer la mano y la puso en un puño a su lado. —Sí, tengo que tener una conversación con ellos. Pero no durante la cena cuando les

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estoy presentando a la chica con la que... —se detuvo. ¿Qué demonios había incluso estado a punto de decir? Negó con la cabeza. —La chica que estoy viendo. No cuando no estoy preparado. Su boca se abrió y cerró varias veces mientras recogía sus pensamientos. —Yo no estaba tratando de... —Estabas empujando. Y no estaba listo para ser empujado. En especial, no... —No por ti. No cuando empezaste esta estúpida, estúpida mentira. Respiró hondo y soltó el aire lentamente. Luego se acercó a la cómoda, el corazón en la garganta, y sacó las cartas que habían estado puestas allí, burlándose de él. Las tiró en la cama y se dejó caer sobre el borde de la cama al lado de ellas. Cuando ella no se movió, hizo un gesto hacia los papeles doblados. —Adelante. Se sentó al lado de él, instalándose allí con cautela, dos pies de espacio entre sus cuerpos mientras cogía las cartas. Mientras examinaba a través de ellas, la observaba desde debajo de sus párpados. Su expresión pasó de la confusión a sorpresa a la excitación velada. Su corazón volvió a subir, pero por una razón completamente diferente. ¿Vio escuelas allí que coincidían con las suyas? —Mierda, Josh. —Pasó de una hoja a otra—. No me dijiste que eras así de inteligente. —En la última página, sus ojos se abrieron para encontrarse con los suyos. —Medicina en Harvard. —Así es. Puso las cartas hacia abajo y se echó hacia atrás en sus brazos. Su voz era tensa cuando dijo—: Tu padre estará muy orgulloso. —¿Ves por qué esto es complicado? —Lo hago. Sin embargo, esta es tu vida. —Ella tragó saliva. —Créeme, lo sé. Es difícil tratar de ser lo que realmente quiere la gente, Como dijiste, esperan cosas de ti. Pero eres increíble. Para conseguir lo que quieres cuando finalmente vas por ello. La miró por un momento, entonces revolvió a través de la pila de por dos cartas que eran diferentes de las otras. Los empujó hacia ella. —Lee estas un poco más de cerca. Sus cejas se alzaron hacia la línea del cabello. —No son para escuelas de medicina. —Nop. No lo son.

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Su padre lo iba a matar cuando se enterara de las aplicaciones que había puesto secretamente en media docena de programas de química de posgrado. Había estado llevando a cabo el secreto durante meses, y se levantó una carga de su pecho al compartir esto con alguien. Con ella. Porque a pesar de que habían pasado todo este tiempo mintiendo... a pesar de que sólo habían estado un par de días... se sentía como si ella lo conocería mejor que nadie. Recorrió las páginas de nuevo, sus ojos se iluminaron, pero apretó los labios como si quisiera ocultar su sonrisa. Quiso saber... —Estas son las grandes escuelas, Josh. Caltech3, MIT4... —Hizo una pausa, y luego admitió—: Yo estaba pensando en Boston, también. ¿Eso quería decir...? Clavó los dedos en el edredón debajo de él. —Es una gran ciudad. Y podía verlos allí. Juntos. Si sólo se pudieran salir de toda esta mierda... Puso las cartas hacia abajo y le sonrió, su cálida mano colocada en la parte superior de la suya. —Tienes que decirle. —Lo sé. Lo haré. Y entonces te lo diré. Te contare todo. De repente, todo se cristalizó en su mente... lo más parecido que había tenido a un plan en años. Iría en este viaje con su padre, sólo que en lugar de hacer muecas y tener su camino a través de él, evitando hablar de lo único que tenían que hablar, conseguiría que todo fuera expuesto. Sería el hombre que Ellen parecía pensar que podía ser. Luego volvería a ella. Le diría que lo había sabido todo el tiempo, y que su mentira no le importaba, porque los había unido. Le pediría que lo perdonara. Le apretó la mano y le suplicó con los ojos. —Por favor. Sólo dame un poco más de tiempo.

3 4

Caltech: Instituto de Tecnología de California. MIT: Instituto Tecnologico de Massachusetts.

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7 Viernes Traducido por Lina Loops♥ Corregido por Viqijb

T

iempo. Había estado esperando por tanto tiempo, y ahora, de repente, Ellen no tenía suficiente.

Era su última noche. Y sin embargo, todo se sentía como si acabase de empezar. Josh yacía sobre la cama, desnudo y en posición supino, duro y hermoso. Pasó los dedos sobre las pendientes y rugosidades de su pecho y abdomen, por debajo del rastro de bello que apuntaba aún más abajo. Sus músculos se flexionaron ante el toque, una inhalación brusca, pero no pidió nada más. La dejó explorar. Y lo hizo. Tocar, probar, memorizar. A horcajadas sobre sus muslos, se inclinó para deslizar la lengua por un pezón y después por el otro. Su piel era salada y masculina, cada parte de él agridulce. Nunca se había sentido tan libre con el cuerpo de otra persona. Tan querida y tan llena. Las palabras se levantaron en ella de nuevo, pero las retiro. Sin embargo cada vez se estaba volviendo más difícil. Quería preguntarle lo qué iba a hacer la próxima semana, el próximo mes, el próximo otoño. La esperanza se levantó, aguda y retorcida. Dios, si él elegía tanto Harvard Med5 como MIT... Estaría justo al otro lado del río en la Universidad de Boston. Sólo unos meses; donde quiera que estuviera él en ese momento, podrían mantenerse en contacto o visitarse o... 5

Harvard Med: Escuela Médica de Harvard.

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Forzó a su corazón a cerrarse en sí mismo otra vez. Ni siquiera le había dicho todavía a qué universidad iría. Él todavía pensaba que era una camarera. O al menos ella pensaba que lo hacía. Ocultó su cara de él mientras le besaba en las costillas, deslizando una mano para enrollarse en su cadera, lo suficientemente cerca como para sentir su calor. La noche anterior habían sido destellos en la casa de sus padres. La conversación se había sentido muy restringida, y cuando la había clavado en la puerta, el fuego en sus ojos, diciéndole que no todo el mundo podía decidir ser una persona diferente... Por un segundo, se había sentido como si estuviera escondiéndole algo. Tal vez lo sabía. Tal vez, cuando se lo contase, no la odiaría. Tal vez querría exactamente lo que ella quería. Más. Se deslizó más abajo de su cuerpo, el deseo agrupándose en el sonido de su gemido. Lo deslizo en su boca, apretó los labios y chupó, dejó que su lengua se moviera sobre su rugosidad y hasta el lugar justo debajo de la cabeza, donde siempre estaba más sensible. Sus dedos se enredaron en el pelo, un toque suave lleno de agradecimiento y conexión. Después de unos pocos trazos, deslizó la mano hasta el hombro, amortiguando sus movimientos, y con un bajo tono ronco, él pronunció su nombre. —¿Vienes aquí? Besó su pene una última vez, luego lo liberó y subió de nuevo. Cuando su rostro se puso al nivel del de él, la miró con la misma expresión en los ojos con la que la había cautivado la primera noche. Le tocó la mejilla y enroscó una mano alrededor de su cadera. —Te deseo —dijo. Metió la mano en la mesilla de noche y saco protección. Una vez que estuvo en él, se frotó sobre la dura longitud, ciñendo su corazón antes de preguntar—: ¿Te gusta esto? Había tantas posiciones en las que nunca se había sentido cómoda, pero Josh hacia que todas se sintieran nuevas. Asintió e inclinó la cabeza hacia atrás mientras ella se sentaba, tomándolo en su interior. Dios. Se sentía tan completa.

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—Te ves muy bien así. —Su voz era tensa, las líneas de la garganta y la mandíbula se apretaban con placer mientras se mecía más profundo. Deslizó las manos hasta sus pechos, luego las bajo a sus caderas, instándola a moverse con él—. Podría verte montándome toda la noche. El poder de la misma la atravesó, y cayó hacia delante, con los brazos reforzados y las manos extendidas sobre su pecho. Quería eso — amarlo así toda la noche. Para que eso nunca acabase. El sexo y el compañerismo, la comodidad que había encontrado con él y dentro de ella misma. Pero nada duraba para siempre. Se apretó sobre él y sintió los primeros inicios de fuego, la altura del precipicio desapareciendo de ella. —Eso es, nena. —Mirándola con una intensidad que sólo la empujó más alto, deslizó un pulgar entre ellos, tocando exactamente donde lo necesitaba. —Quiero… —dijo ella, jadeando. Lo quería demasiado. —Vente, cariño. Vente sobre mí. Cerró los ojos y se tensó por todas partes, arqueándose hacia atrás cuando se vino encima. No sabía cuánto tiempo había pasado o el momento en que cayó, pero por un momento infinito, sólo eran él y su cuerpo latiendo alrededor, placer y calor, sus labios en su oído, la fuerza motriz de sus caderas y luego su nombre, su cuerpo rompiendo y liberándose dentro de ella. Sus brazos la rodearon, sosteniéndola contra su pecho. Con la cara pegada a su cuello, se permitió moverse. Aún unidos, se aferró a él. Por favor no dejes que esto acabe. Las palabras se hincharon de nuevo, y en las consecuencias de placer, con su cuerpo todavía dentro de ella, no podía encontrar la fuerza para empujarlo hacia abajo. No pudo encontrar la razón para hacerlo. Se iba de todos modos. ¿Qué era lo peor que podía hacer?

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Se levantó, dejándolo caer de su cuerpo con una sacudida de vacío que la hizo temblar. Se movió para sentarse a su lado, puso su mano en su pecho y miró justo al lado de sus ojos. —Josh... Puso su mano sobre la de ella y sonrió. Pero no había ninguna alegría allí. —Probablemente debería irme. Su estómago se hundió. Eran apenas las diez, y había estado esperando que se quedara con ella. Que iba a dormir en su cama. —¿Tan pronto? Su expresión le dijo todo. Esto era todo. —Papá quiere irse temprano y... —Se interrumpió, sentándose y sin mirarla a los ojos tampoco. —Pero… —Su solución vaciló, y ella retiró la mano. Se obligó a seguir hablando, sin embargo—. Tenía la esperanza de que tendríamos tiempo. Para hablar. El pánico se deslizó por su rostro, pero lo ocultó con una sonrisa. Se puso de pie y se acercó a la esquina de su habitación, alejándose de ella mientras se deshacía del condón y se limpiaba. —¿Sobre qué? Incluso mientras le daba miradas lascivas a su trasero, sacó la sábana para cubrir sus caderas. Se acurrucó sobre sí misma, temblando con un escalofrío. —Sólo... te vas mañana. —Lo hago. —Finalmente la miró de nuevo. Se sentó en el borde de la cama y extendió la mano, trazando los nudillos de su mano y sosteniéndola en la suya. —Yo no… —Bajó la mirada y respiró hondo—. Yo no esperaba más de un encuentro cuando te escogí en aquel bar. Pero esta semana… ha sido increíble. —Sí, así es. —Había algo buscando en sus ojos. Alguna pregunta no formulada. Alguna súplica. Pero la dejó hablar.

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Quería incorporarse sobre si misma más lejos, dejar a su voz ponerse pequeña o desvanecerse por completo. Pero se lo quitó de encima, recordándose a sí misma cuál era su edad. Se sentó más erguida, finalmente encontrando su mirada. —No me quiero perder esto. Extendió la mano y le tocó la cara. —Yo tampoco quiero. Tomó un respiro. —Pero hay cosas que no sabes sobre mí. —Y hay cosas que no sabes sobre mí. Sus palabras la sorprendieron y, sin embargo, al mismo tiempo, resonaron. Había habido esos extraños momentos incómodos cuando se había apartado o desviado. La incomodidad vista en la cena de la noche anterior. Sacó una respiración completa y se aferró a él por un segundo. —Josh, yo… —No esta noche. —Su dedo estaba en sus labios, sus ojos implorando. —Pero… —No estoy diciendo que nunca. Sólo... no esta noche. Apartó la mano y se enderezó, poniendo pulgadas de distancia entre ellos. —Entonces, ¿cuándo? Como acabamos de decir, te vas mañana. —Pero voy a estar de vuelta. —Alargó la mano hacia ella de nuevo, y de mala gana, ella lo dejó entrelazar sus dedos. —¿Cuándo? —No puedo decirlo con exactitud. Pero muy pronto. —Su voz era vacilante, ese tono que tomaba cada vez que parecía estar pensando demasiado cuidadosamente acerca de lo que estaba diciendo. No le gustó, pero teniendo en cuenta la frecuencia con la que ella le hizo lo mismo... Levantó la mano y besó cada uno de sus nudillos—. Tienes mi número de teléfono. —Hizo una pausa, abriendo la boca como si fuera a hablar, pero luego se tragó las palabras antes de reiniciar—. Y vamos a encontrar otras formas de mantener el contacto.

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—¿Lo prometes? —Te lo prometo. —Se inclinó hacia delante y la besó suavemente. Cuando se apartó, presionó sus dedos en sus labios de nuevo. Se sentía como si estuviera empujando su confesión devuelta. Su boca se convirtió en una sonrisa triste y tierna, pero en sus ojos había esperanza. Hablando en un susurro, dijo—: Hay un montón de tiempo. No tenía ningún sentido. Pero después de todo, después de la forma en que él la había tocado, y a pesar de todo lo que no había dicho y no sabía, ella confiaba en él. —Está bien. La besó una vez más suavemente en los labios, antes de levantarse y alcanzar su ropa. Lo observó mientras se cubría. Se levantó y se puso una bata, también. Y tal vez fue lo mejor. Su semana sería lo que fue, no contaminada por el recuerdo de todo lo que aún tenía que decir. Tal vez la distancia sería mejor para conseguir esas cosas de todos modos. Y si él no quería mantenerse en contacto... bueno, entonces la semana se conservaría para siempre perfecta en su memoria, sin la más remota sombra de arrepentimiento. Una vez vestido, sonrió y le tomó la mano mientras caminaba hacia la sala. En la puerta, tomó su cara entre las manos y la miró. —Eres la persona más increíble que he conocido, Ellen. Cuando estaba con él, se sentía como si lo fuera. Puso su mano sobre la suya y dejo que la comisura de su boca se levantara, parpadeando por mantener los ojos secos. —Eres bastante increíble, Josh. —Hablaremos pronto. —La promesa de todas las palabras no dichas estaban allí, en su declaración, y ella asintió con la cabeza. Y entonces, abrió la puerta mientras se dirigía fuera de su vida.

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Horas después, todavía podía oír el cierre de la puerta. Había estado de pie allí, su frente apoyada contra la madera hasta que los ecos de sus pisadas en la escalera se desvanecieron en la nada y la puerta exterior a la calle se cerró de golpe. Se dio la vuelta y miró lo que quedaba. Él apenas había pasado tiempo allí a lo largo de su aventura, y, sin embargo, en su ausencia, el espacio que había habitado sola por casi dos años, se sintió vacío. Ella se sentía vacía. Y fue esa idea la que finalmente la hizo despertar. Dejó el libro que había estado fallando al leer y se dirigió al cuarto de baño. Las manos apoyadas contra el fregadero, se quedó mirándose a sí misma bajo la dura mirada de las luces de la vanidad. El punto de esta semana había sido reinventarse a sí misma, para empujar su timidez, las tendencias de alejarlo. Y por Dios, que había sucedido. Incluso en el trabajo, había sido evidente. El cocinero y el resto de servidores le habían dado una litera amplia, respondiendo a sus peticiones en firme con una presteza que nunca habían mostrado antes. Sus consejos habían mejorado, también. Y Josh. Josh. Lo había conocido en sus propios términos, le pidió lo que quería y tomo todo lo que el ofreció. Y ahora no iba a volver. Enderezó los hombros y cuadró su mandíbula. La mujer en el espejo reflejaba toda la confianza que había estado tratando arduamente de proyectar. Podría haber desaparecido. Pero no ella. En su habitación, se dirigió al armario, sacó toda la ropa de "Nueva Ellen" y la puso en los bastidores delanteros. No podía caminar exactamente en el campus o ir al laboratorio de anatomía en tacones altos y faldas cortas, pero podía encontrar la manera de integrar la nueva imagen dentro del resto de la ropa. Podía encontrar una mezcla

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entre la muchacha simple y práctica y la mujer que iba a llamar la atención. La que conseguía lo que quería. Comenzando con el chico caliente en el bar. Dejó caer la percha que había estado sosteniendo y tomó un profundo y tembloroso suspiro. La nueva Ellen nunca hubiera dejado que él la silenciara, nunca lo habría dejado salir fuera de su vida sin un plan. Incluso si el plan era no volver a verse. No iba a sentarse durante semanas, preguntándose si había noticias de él y que era lo que él realmente quería. No iba a dejar lo que quería decir. Su mirada se lanzó al reloj en la esquina. Era tarde, mucho más tarde de lo que se había dado cuenta. Demasiado tarde para ir a casa de sus padres. Entró de nuevo en el armario y cogió el gancho que se había caído, guardándolo donde pertenecía. Paso la mano por las mangas de algunas de sus nuevos tops, se mordió el labio, y luego saco algo bastante familiar, pero que aún la hacía sentir guapa y segura. La colgó en la parte delantera y se dirigió a su habitación. Él había dicho que se iría pronto. Puso la alarma incluso antes, luego se sentó en el borde de su cama. La nueva Ellen no se iba a rendir sin luchar.

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8 Sábado Traducido por Joss Corregido por Viqijb

—¿

J

osh? ¿Ya estás listo? Josh asomó la cabeza fuera de su habitación y gritó por la escalera:

—Sí. Sólo un minuto. Empujó el montón de ropa esparcida sobre la cama en su bolso y subió la cremallera. Levantando la bolsa para arriba sobre su hombro, miró a su alrededor para ver si había olvidado algo. Por enésima vez esa mañana, su mirada se dirigió al cajón de la cómoda. Iba a hacer esto. Tenía que hacerlo. Asintió con la cabeza para sí mismo, cruzó la habitación y abrió el cajón. Cogió las cartas y les hecho una hojeada, sólo una vez más, antes de meterlas en el bolsillo lateral de su pantalón. La luz parecía duplicar el peso de la lona. —¡Tu padre te está esperando! —Lo sé, lo sé, me voy. Antes de que pudiera hablar, cerró el cajón y dio la espalda a la habitación. Acarició el costado de la bolsa y bajo corriendo las escaleras. Su madre estaba de pie en la parte superior de éstas, y se inclinó para darle un beso en la mejilla. —Pásala bien con tu padre este fin de semana.

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—No lo prometo. Ella entrecerró los ojos hacia él. —Al menos prométeme no empezar nada. Le revolvió el pelo. —Te quiero, mamá. Con un suspiro de exasperación, ella abrió la puerta y lo observo mientras salía. El sol todavía estaba bajo en el horizonte, y Josh negó con la cabeza. Realmente prefería no ver esta hora del día. Detuvo el tren de pensamientos en la pista correcta. Podía pedir unos tragos si quería. Esta era su vida. Su viaje. Su oportunidad de ser quien quería ser. Le diría a su padre todo. Se quedaría tranquilo mientras lo hacía, estaría firme y en control. Y luego volvería a casa. Encontraría a Ellen y le contaría todo. Y pediría aún más. Apretó el paso mientras rodeaba la parte trasera de la camioneta, donde su padre ya tenía la escotilla. Lanzó la bolsa. Después de tomar un segundo para comprobar si tenía el teléfono, cartera y cepillo de dientes, levantó la mano para cerrar la parte posterior. Sus dedos acababan de cerrarse alrededor del borde del metal de la escotilla cuando el silencio de la mañana temprana fue roto por el sonido de un motor. Estiró el cuello para mirar. Una vez que reconoció el coche de Ellen, su corazón salió de su pecho, un furioso golpe de sangre en sus oídos. Ella se detuvo en la vuelta, junto a su coche, y tuvo la puerta abierta antes de que el motor pudiera calmarse. Y fue como aquella primera noche. No estaba vestida provocativa, no, y lejos de mirarlo como a un extraño, su mirada se posó en él con una fiereza que le llegó al corazón, como si reconociera una parte de él de una manera en la que nadie lo había hecho antes. Había la misma determinación en ella, esa misma unidad. Ella sabía lo que quería y, maldita sea, lo iba a tomar. Nunca había visto algo más sexy en su vida. —¿Josh? ¿Esperabas…?

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Josh cortó a su padre. —No. —Entonces cerró la escotilla y se volvió hacia la mujer caminando por el césped hacia él. Incluso desde la mitad de la longitud de la vía de acceso de distancia, el aire crepitaba, y él no quería nada más que para cerrar el espacio entre ellos. Sus pies se negaron a moverse, sin embargo, y aunque quisieran... Había palabras que había que decir, pero no aquí. No desde de que él estaba a cargo de su propia vida, y definitivamente no en un lugar donde su padre podría escuchar. Tosió y luchó para encontrar su voz. —Ellen, ¿qué…? Se detuvo a medio metro con las manos en las caderas. —Quiero más. —Ellen… —Echó una mirada por encima del hombro hacia el interior del coche. Ella exigió su atención con una mano en la barbilla, un agarre firme tirando de él hacia ella. Hablaba en voz baja, claramente consciente de que estaban siendo observados, pero con una intensidad que desmentía su tono silenciado. —Siento cosas por ti que nunca he sentido. Me siento viva… por una vez. Contigo puedo ser exactamente lo que quiero ser. —Dejó caer la mano para presionar su mano contra su pecho—. Y quiero más. — Bajando aún más la voz, con ardor en sus ojos, insistió—. Te quiero en mi cama, en mi vida y… en todo. No importa dónde vayas, podemos hacer que esto funcione. Las llamadas telefónicas o visitas o… —Ellen. Lo sé. —Puso su mano sobre la de ella, con la garganta ardiendo cuando confesó—. Quiero eso, también. Pero hay cosas que tengo que decirte. Tienes que prometerme que me escucharás, pero te lo juro, nunca quise mentirte. Pero tienes que saberlo. Tenía los ojos como dardos entre los suyas, alzando la voz con cada palabra, y su respiración era rápida. Josh sintió pánico creciendo en él. Ella se había dado cuenta en ese momento, pero debería haber sabido que su espíritu no se tumbaba por mucho tiempo.

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Antes de que pudiera decir otra palabra, el motor de la camioneta dio un vuelco. Josh lanzó la mirada por encima del hombro para ver la cabeza de su padre colgando de la ventana, con la mano agitándose para terminar con esto. —Por favor. —Ellen apretó su mano—. Dame unos pocos minutos. Tengo que decirte… Fue una decisión instantánea. Tenía que irse. Quería irse. Y quería dejarla fuera de esto. —Lo sé —dijo, con voz fuerte. Un peso encima de los hombros, le soltó la mano para acariciar su rostro—. Lo sé. —¿Qué…? —Lo sé todo. Sé quién eres y lo que has estado haciendo. Te he conocido hace tiempo. Su rostro se puso pálido, y su mano se apartó de su pecho. —Mientes. Agarró la cara de ella con más fuerza, forzando la mirada hacia él. —Y eso no cambia nada de lo que siento por ti. —Detrás de él, su padre aceleró el motor, y se inclinó para presionar su frente con la suya—. Todavía creo que eres increíble. Y quiero más, también. Pero hay cosas que tengo que decirte. Tenía los ojos vidriosos, su sonrisa agrietada, frunció el ceño. —No entiendo. —Escucha —prometió—. Cuando regrese, voy a contarte todo. Dame… —Miró por encima del hombro, luego cerró los ojos y se volvió hacia ella—. Dame un par de días. Y volveré a ti, y te lo contaré todo. Sólo sé... —Las palabras hicieron eco—. Sólo sé que nunca quise mentir. La voz de su padre resonó a través del silencio. —¡Josh! Vamos. Vamos. —Un minuto —gruñó Josh. Abrió los ojos y movió las manos para descansar en la parte superior de los hombros de Ellen. Al hablar en un susurro, le preguntó—. ¿Puedes ser paciente? ¿Por un poco más?

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—Sí. —Asintió con la cabeza. Su voluntad todavía firme en su lugar mientras lo miraba a los ojos—. Y todo lo que tengas que decir... —tocó su mejilla—. No va a cambiar lo que siento por ti tampoco. Incapaz de resistir un segundo más, apretó sus labios con los de ella y la besó con todo lo que había estado conteniendo. Todas las cosas que todavía estaba conteniendo. Con la lengua, los dientes y el calor de su boca, le contó todo. Y también le contó sus miedos. —Espero que eso sea cierto —murmuró contra su boca, las astillas más pequeñas de duda se abrían en su interior. Con el beso, ella los cerró. Tiro de los labios de él, se apartó, todo su ser irradiaba una fuerza que tomaría con él. Una fuerza que nunca había dejado de lado. Tocó con los dedos sus labios y los extendió hacia él. —Vuelve a mí pronto. —Lo haré. Retrocedió unos pasos más allá, dejando caer el brazo mientras ponía los brazos hacia atrás. Josh se dirigió hacia el lado del pasajero del coche de su padre sin quitarle los ojos de encima. Abrió la puerta y se deslizó dentro. —Ya era hora —dijo su padre bruscamente, poniendo el coche en marcha. —Sí —aceptó Josh, viendo a Ellen a través de la ventana mientras se alejaban—. Sí, lo era.

Por segunda vez en veinticuatro horas, observó a Josh alejarse. Mantuvo la cara valiente, pero por dentro estaba destrozada. Él lo sabía. Lo sabía todo, lo había dicho, y lo había sabido todo el tiempo.

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Sonrió y se despidió distraídamente, mantuvo los ojos en las luces traseras en retirada del coche de su padre, tratando de convencerse. Cada momento que habían pasado juntos pasaron por su mente, los recuerdos de miradas extrañas y dudosas, todos infundían un nuevo significado. Los recuerdos de él diciéndole que sí. Había venido por su propia voluntad a su cama, sabiendo que estaba mintiéndole en la cara. La persiguió en el trabajo y le presentó a su familia. Y él había tenido sus propias mentiras. Se estremeció y cruzó los brazos sobre su pecho. Había sido tan fácil decir que todo lo que tenía que decirle no le importaría, pero las dudas ahora venían rápidas y furiosas. El calor profundo en su pecho le dijo que no pasaría de nuevo, sin embargo. Todavía confiaba en él. La forma en que se sentía por él... Era demasiado nuevo para nombrar, demasiado tierno y demasiado provisional. Pero era real. No podía negarlo ahora. El coche dobló en la esquina, y Ellen soltó una exhalación áspera, su postura cayó. Sola en el césped con el sol apenas levantado en el cielo, miró hacia el espacio en un futuro que no era tan confuso como lo había sido la noche anterior. Quería más. Él estaría de vuelta pronto. Y ella lo sabía. Detrás de sí, la puerta chirrió sobre su bisagra, y Ellen comenzó a ver alrededor. La madre de Josh salió al porche, viéndose tan elegante como la última vez. Le dio a Ellen una suave sonrisa antes de ir por el camino hacia ella. Ellen se irguió en toda su estatura y enderezó los hombros, preparándose. Se detuvo a su lado, una presencia tranquila allí en la madrugada. Después de un largo momento, habló. —No vas a romper el corazón de mi hijo, ¿cierto? Ellen tragó saliva y volvió la cabeza para mirar a la mujer mayor a su lado. Había un brillo en sus ojos. —¿Qué? —dijo, empujando el hombro de Ellen con el suyo—. Suena mejor que preguntar cuáles son tus intenciones, ¿verdad?

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—Sí. Supongo que sí. —Apretó los dedos alrededor de los brazos—. Y no. No, no lo creo. —Bueno. —Se quedó en silencio por un momento antes de bajar la voz y continuar—. Sabes, realmente le gustas. —¿En serio? —No fue una sorpresa, pero aun así nada cambiaba, aunque de forma inesperada, y de su madre, nada menos... —Mucho. La otra noche, estaba tan nervioso, que nos pidió a mí y a su padre que nos comportáramos. —Chasqueó la lengua, la comisura de sus labios tembló antes de hablar—. Mi hijo... Es el tipo de chico que sabe lo que quiere, en el fondo. Pero en realidad… decirle a la gente, eso es algo completamente distinto. Tiene mucho miedo de defraudarlos. Ellen pensó en su continua reticencia a la universidad de medicina. Y entonces pensó en su reticencia a su alrededor. Algo en su pecho se apretó. —Suena como Josh, está bien. —Lo que no sabe es que las personas que lo aman nunca podrían estar decepcionados de él, porque simplemente él es él mismo. Las palabras quedaron flotando entre ellas durante un largo minuto. El sol se elevaba en el cielo y un rayo se rompió por encima de la línea de árboles, la luz brillante bajó sobre los dos. Ellen rompió el silencio, dando un paso atrás y girando. —Tengo que irme. Tengo que, um, ir a trabajar y... La madre de Josh la despidió con la mano. —Haz lo que tengas que hacer. Espero que nos veamos pronto. Fue una decisión instantánea. Antes de que pudiera detenerse, Ellen abrió la boca y le confesó. —No soy más que una camarera, ya sabe. La mujer sonrió y extendió la mano para pasar la mano por el brazo de Ellen. —Oh, cariño. No me decepciona que seas exactamente quién eres, tampoco. Con eso, se dio la vuelta y se dirigió hacia la casa. Le tomo unos segundos salir de allí. La madre de Josh se despidió desde el porche,

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Ellen levantó la mano, también, luego se retiró a su coche. Una vez dentro, puso en marcha el motor e inició la marcha atrás. Se dirigió a su casa, y hacia un mundo que estaba a punto de volver a la normalidad. Pero se sentía todo lo contrario.

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9 Domingo Traducido por IzarGrim Corregido por Joss

E

l sol ya se había levantado en el momento que Josh empujó la puerta de la tienda y salió fuera al aire fresco de la mañana. Bostezó y se revolvió el pelo, se pasó la mano por la barba del mentón. Cuando se puso de pie, tronó la espalda e hizo una mueca. —Buenos días —dijo su padre. Estaba sentado en una de las sillas plegables ubicada alrededor de la fogata con un libro en la mano. No se veía nada mal por pasar la noche en el suelo. —Buenos días. —Hay café. Gracias a Dios. Josh murmuró su agradecimiento y se dirigió a él. Se sirvió una taza y tomó una barra de granola del escondite antes de hundirse en la otra silla. Comió y bebió en paz durante unos minutos, con la mirada perdida en el espacio. Incómodo, ya que estos viajes de campamento podían ser, tanto física como conversacional, silenciosos. Se sentía como si realmente pudiera respirar. Entonces, su padre tuvo que abrir la boca. Cerrando el libro, lo golpeó en el muslo. —Estuve pensando que vamos a empacar, y luego iremos un par de horas al lago antes de tener que regresar. Josh asintió.

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—Me parece bien. Sentarse allí leyendo durante una hora sonaba mejor, pero lo más probable era que su padre ya hubiese estado funcionando durante al menos ese tiempo. Terminó el desayuno, mientras que su padre comenzó a desmontar la tienda de campaña. Cuando terminó, Josh se reunió con él, rodando los sacos de dormir y reuniendo el resto de las cosas. Cuando lanzó su lona en la parte trasera del coche, dudó, sin embargo. Mirando a su alrededor para asegurarse de que su padre estuviera distraído, sacó los papeles del compartimiento lateral y los metió en el bolsillo interior de su chaqueta. Tendría que haber traído las malditas cosas con él ayer cuando habían ido a pescar, pero había perdido los nervios y los dejó en el coche. Después de un tenso trayecto hasta el campamento, en el que Josh había logrado asiduamente evitar hablar de cómo Ellen se había presentado en su camino de entrada al romper el alba, se habían dirigido al lago. Durante horas, se había sentado allí, evitando hablar de sus planes para la universidad. Pero no había sido capaz de evitar sus pensamientos. Pensamientos sobre Ellen, sobre ese aspecto espantoso en su cara cuando él le había dicho que conocía su secreto. Acerca de cómo se había sentido al besarla por última vez con al menos un poco menos de mentiras de omisión entre ellos. Pensamientos acerca de la universidad y su vida. Acerca de su futuro. Desde el momento en que Ellen había dicho que quería más, todo se habían entrelazado, de todos modos. Se tocó el bolsillo y se alejó del coche. El campamento estaba bastante roto. Ayudó a su padre a recoger las últimas cosas y a apagar el fuego, luego se dirigió hacia el coche para tomar sus polos. Sacaron lo que necesitarían para el camino si su bote quedaba atracado, y en poco tiempo, estaban allí en medio del agua suave y azul. Sentía hostigamiento, fundición y aspereza. Y espero. Y espero. Su padre estaba extrañamente silencioso. Antes de que fuera incluso el almuerzo, abrió la nevera y pasó a Josh una cerveza. Josh la tomó sin vacilación, abrió la lata y dio un largo sorbo. No era tan fría como las que habían tenido el día anterior, pero estaba bien.

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Finalmente, su padre se aclaró la garganta. Cuando habló, lo hizo con una ventaja emocional en la voz que Josh apenas reconoció. Se volvió hacia Josh, puso la cerveza en el suelo, y luego desvió la mirada. —No puedo dejar de pensar que este podría ser el último año que lo hacemos. Dios, Josh era un hijo de mierda. Ni siquiera se le había ocurrido. Todos los silencios inusuales que habían compartido el fin de semana de repente entraron en el enfoque y la garganta se le estrechó, el pecho se le lleno con algo pesado. No importaba lo que pasara, la vida iba a cambiar, y pronto. Daba miedo. Y era emocionante. Y quería tanto a su padre por ser feliz con su decisión. —Tenía la intención de hablar contigo acerca de eso —gruñó Josh—. Sobre los años siguientes. El tono de su padre se igualó, la calma regreso cuando llegaron alrededor de lo que probablemente pensó que era territorio familiar. Extendió la mano y acarició la rodilla de Josh. —No te preocupes, hijo. Sé que estarás pronto de nuevo aquí. —En realidad… —Josh se limpió un sudor repentino de la frente y miró por encima del agua—. De hecho, tengo las respuestas. —¿Qué? —Su padre comenzó, volviéndose tan bruscamente que el movimiento hizo eco en el balanceo del barco—. Tu… ¿Cuándo? —Hace un tiempo. Oye, papá, ¿podrías calmarte? El rostro de su padre cayó, pero sus ojos se iluminaron con fuego. —Si ellos no... Lucharemos contra ellos. Todavía tengo algunas conexiones, ya sabes. Tu viejo no es completamente inútil. Las últimas palabras resonaron, y Josh parpadeó. Cuando volvió a mirar, vio algo completamente diferente de lo que había visto hace un minuto. Su padre lucia... viejo. Y decepcionado. Pero no por Josh. Puede que nada fuera lo que parecía. —Papá. —Con más confianza de la que alguna vez reunió en estas situaciones, forzó una sonrisa y golpeó con los dedos contra el costado

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de la embarcación, la tranquilidad ardió en su pecho. —Por supuesto que no eres un inútil. Sólo escucha por un momento, ¿de acuerdo? Su padre se frotó la cara y plantó los codos en las rodillas. Josh estaba trabajando en el valor de decir las palabras que había ensayado muchas veces, pero su padre se enderezó y levantó la mano. —Sólo sé... lo que pasó. —Tragó saliva y puso la mano en el volante del bote—. Tu madre y yo estamos muy orgullosos de ti. Ya se nos ocurrirá algo. El corazón de Josh saltó, pero trató de obligarlo a bajar en su lugar. —Sólo recuerda que tú dijiste eso —murmuró en voz baja. Sentado en su silla, metió la mano en el hueco de su chaqueta y pasó los dedos por los bordes de los papeles allí para la suerte. En el último momento, decidió no tirarlos, sin embargo. En su lugar, se enfrentó a su padre. Oyó la voz de Ellen en su oído, recordándole que era su vida, y que tenía que hacer lo que pensaba que era lo correcto. Sin dudarlo ni un segundo, espetó—: No quiero ir a la universidad de medicina, papá. Un centenar de emociones pasaron por los rasgos de su padre, y por un breve instante, Josh se maldijo a sí mismo por hacer esto aquí, en el medio de la nada. ¿No podía haber esperado hasta que estuvieran cerca de los servicios de emergencia? ¿Cuál era el colesterol de su padre otra vez? —Tu… que… —Respira, papá. Respira. Y escúchame. La voz de su padre aumentó en volumen y tono, y su rostro se volvió cada vez más rojo. —¿Escucharte? —Sólo escucha —Josh cerró los ojos y respiró hondo—. He estado teniendo un montón de ideas sobre ello el último año. Y la medicina no es dónde está mi corazón. No quiero estar con la sangre y las tripas por el resto de mi vida o decirle a la gente que van a morir. —No es todo eso.

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Josh retomo. —Incluso la parte curativa de la misma. No quiero estar en deuda con las compañías de seguros y abogados. —Miró a su padre de manera significativa. —O ser forzado a salir sólo porque hice lo que pensé era lo correcto. Probablemente también el rostro de su padre se había puesto rojo. De esa manera, cuando la sangre se drenó de sus mejillas, lucia normal en lugar de ceniza. —Josh, no. No es sobre eso. —Lo sé. —Suspiró—. Pero es suficiente. Mi corazón no está en ello. No sé si alguna vez lo estará. Por un momento, su padre no respondió, solo se inclinó hacia atrás en el asiento, la mano sobre sus ojos. —¿Así que eso es todo? ¿Has tomado una decisión? —Sí. Movió la mano y miró a Josh con unos ojos que parecían aún más viejos y más cansados. —¿Y tienes un plan para lo que vas a hacer en su lugar? El pulso de Josh volvió a subir. —De hecho, sí. Su padre se pellizcó el puente de su nariz. —Por favor, dime que no implica ir por Europa o alguna cosa por el estilo. Por muy tentador que fuera, Josh negó con la cabeza. —No. —Metió la mano en el bolsillo y sacó el fajo de cartas. Abrió el sobre y contuvo la respiración mientras se lo entregaba. Su padre no habló mientras leía. Josh se sentó allí, listo para salir de su piel, mientras esperaba, hasta que finalmente su padre levantó la vista. —¿Química? —Sí. Sus cejas se fruncieron levemente, pero por lo demás, su expresión era enloquecedoramente neutral.

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—Vas a utilizar tu título. —Ese es el plan. —Y este es... —miró el papel y luego a Josh—, un programa de doctorado. Así que todavía serás un médico al final. —Bueno, profesor, si las cosas salen bien. Durante un largo rato, su padre lo estudió. Por último, uno de los lados de su boca se torció en una sonrisa. —¿Y cuánto tiempo, exactamente, has estado cagándote en tus pantalones, preocupándote por decirme esto? Todo el cuerpo de Josh se desinflo cuando el alivio se filtró. —Un tiempo. Meses. Su padre rió y palmeó su espalda. —¿Y qué es, exactamente, lo qué crees que haría? —No lo sé. Si me dejaras vivir, ¿desheredación, tal vez? Una expresión más grave se deslizó por el rostro de su padre. —Por supuesto que no tienes que ser un médico, Josh. —Pero… —Vivo mi propia vida. Y vi tus dones. Es una carrera maravillosa. Creo que habría sido excelente. Pero mis sueños... —Sus ojos se oscurecieron, pero se sacudió, sonriendo más débilmente, pero sin dejar de sonreír—. Mis sueños son míos. Y los tuyos son tuyos. Josh soltó una exhalación fuerte y dejó caer la cabeza. —Eso es lo que Ellen me dijo que ibas a decir. —¿Tiene ella algo que ver con esto? —Sí. Me ayudó a reunir el valor para decírtelo, y no arrastrar los pies sobre eso. —Ah. Así que eso es todo lo que había en la cena. —Sí. Tuvimos una larga conversación sobre eso después. Su padre se quedó mirando a través del agua.

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—Una mujer que te empuja a seguir tus propios sueños es toda una mujer. —Eso es Ellen y más. —Josh se detuvo, dejando que su mirada fuera a la deriva—. No es realmente una camarera, ya sabes. Su padre levantó una ceja escéptica. —Bueno, lo es —admitió Josh—. Pero también es una estudiante. Está en la mitad de mis clases. Su ceja se elevó más. —Pero no necesitas fingir que te vas. Josh agitó su mano con desdén. —Es una larga historia. De todos modos, ella está en pre-medicina, también. —Hizo una pausa—. No puedo decir eso nunca más, ¿verdad? ¿Qué estoy en pre-medicina? — Sacudió la cabeza—. De todos modos, es pre-medicina. Y creo que va a ir a la universidad de medicina en Boston. Su padre tocó la carta replegada contra su rodilla. —Eso hace a MIT muy conveniente. —Mucho. —¿Hablas en serio acerca de ella, entonces? Josh asintió. Era demasiado complicado para entrar en todos los detalles o para expresar sus aún persistentes temores. Después de decirle a su padre la verdad, se moría de ganas de decirle, también. Y estaba empezando a pensar que su promesa de que no importaría sólo podría ser real, después de todo. Su padre se echó a reír. —Tu madre pensó que sí. —Es perceptiva. Después de vacilar un segundo, su padre añadió—: Pensó que podrías no estar tan interesado en Harvard, tampoco. —¿En serio? —Así es. Me lo ha estado diciendo desde hace meses. —Sonrió—. Le dije que si no te gustaba, me lo dirías. Tomó un poco más de tiempo de lo que pensé que sería. —Pasó la carta de vuelta otra vez—. Tienes que

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ser tú mismo, Josh. Defender lo que quieres. Vive tu propia vida. Da a la gente la oportunidad de sorprenderte. El rostro de Josh entró en calor. —Lo sé. —Te queremos, no importa qué. Y estamos muy orgullosos de ti. Lo sabes, ¿no? —Sí. —Josh miró a los ojos de su padre y vio la verdad allí, el fuego de su mirada—. Sí, lo sé. En el fondo, sabía que los sentimientos de sus padres no iban a cambiar. Sólo tenía que confiar en él. Ahora sólo tenía que confiar en Ellen, también.

Ellen se puso un poco más allá de la línea de seguridad en el aeropuerto, una señal en la mano y una sonrisa en su rostro. Estrictamente hablando, no era necesario. El aeropuerto de esta ciudad tenía una gran franja de asfalto con siete "puertas," por lo cual todo se llevaba a cabo en la misma pista, y había tal vez una docena de personas esperando. Sus amigas tendrían un tiempo difícil para no encontrarla. Pero había sido demasiado divertido hacer la señal con todos sus apellidos y la distracción había ayudado. En cuanto a la sonrisa, sus amigas probablemente esperaran a que estuviera desanimada y resentida. Teniendo en cuenta que la habían abandonado por el Caribe por la semana, no envidiaba su ceño fruncido. Estaba contenta de tenerlos de vuelta, sin embargo. Su regreso no era lo único para hacerla feliz. Había tratado de no pensar demasiado en Josh y su semana juntos. Había tratado de no tener esperanzas. Pero fue imposible. Con el aire un poco más claro entre ellos, con la promesa de volver a ella pronto siendo brillante en su corazón, no había podido dejar de pensar en él toda la noche —sobre la forma en que la miraba y la tocaba, y le enseñaba cómo dejarse tocar. Y más, pensó en lo que la había hecho sentir. Hermosa, capaz y fuerte. Como si no pudiera decir nada. Como si pudiera ser ella misma.

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Como a ella se gustaba. Un movimiento detrás de la línea de seguridad la sacó sus pensamientos de vuelta al presente. Se levantó en puntillas, estirando el cuello. Por último, tres oh—tan—bienvenidas caras aparecieron, y la sonrisa de Ellen se hizo aún más amplia. Levantó la cabeza y podría decir el instante que sus amigas la vieron. Una de ellos la señaló, y luego como una unidad gritaron y cogieron su ritmo. Ellen rebotó mientras esperaba a que fueran más allá de los agentes de la TSA. Tan pronto como se fueron, se lanzó a Nicole y Maria. —¡Se ven tan bien! ¿Han tenido un tiempo increíble? —El mejor. —Su amiga Carly le dio una bolsa antes de abrazarla también—. Te trajimos cosas. La vieja Ellen habría puesto reparos y diría que no tenían que hacerlo. La nueva Ellen se frotó las manos. —Increíble. Como una unidad, se dirigieron al lugar de los equipajes. Mientras esperaban que el carro chirriante se moviese, hablaron sobre las playas, las margaritas y los chicos de la cabaña. Más de una vez, cuando una de ellos se acercaba demasiado a la emoción, otra le daría una mirada regañosa y, a continuación, las tres mirarían a Ellen con simpatía. Ellen los despidió con la mano. —Por favor. Quiero todos los detalles. Lo hacía, también. Y se moría de ganas de contarle a cada una los suyos.

Tres horas más tarde, Ellen se sentó en el suelo de su apartamento, con su segunda copa de vino en la mano y los ojos en el televisor. Una de las chicas había enganchado su cámara a la altura, y había estado mostrando las fotos de las vacaciones. Por fin, la imagen de una hermosa playa y caras sonrientes se desvaneció a lo negro. —¿Eso es todo? —preguntó Ellen. Maria frunció el ceño.

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—Supongo que sí. —Ya era hora. —Carly abrió las piernas hacia fuera delante de ella—. No puedo creer que tomaras setecientas imágenes. La otra chica se encogió de hombros. —Son digitales. —Aun así. Ellen negó con la cabeza hacia las dos. —Bueno, todo fue hermoso. Estoy tan contenta de que hayan tenido un tiempo increíble. —Comienza a ahorrar ahora —dijo Nicole—. El año que viene vas a venir con nosotras. Resoplando, Ellen tomó un largo trago de su vino. —Ya veremos. ¿Ni siquiera tienen vacaciones de primavera en la universidad de medicina? —Mejor que sí, o no voy. —Por supuesto. —Ellen rodo los ojos y cogió el mando a distancia para apagar la televisión. Carly le dio un codazo. —De todos modos, es suficiente sobre nuestra semana. ¿Cómo estás? Una sonrisa furtiva se deslizó por el rostro de Ellen. —Bien. Muy bien. Inclinando una ceja, Carly la estudió por un instante demasiado largo. —Sí, lo estás. Pareces... diferente. Ellen se sentía diferente. Se había vestido como una persona que no tenía miedo a la atención, y podía decir que estaba sentada más derecha y hablaba más. Todavía llevaba un esfuerzo elegir destacar, pero se estaba haciendo más fácil con el tiempo. Esperar la calentó. Si pudiera llevar a esta parte de sí misma en sus interacciones con sus amigas, tal vez podría llevarla a todas partes.

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—¿Qué puedo decir? Una semana de descanso de clases me hizo bien. Carly entrecerró los ojos. —Eso no es todo, sin embargo. —No. —La cara de Ellen se sintió en condiciones de estallar con la fuerza de su sonrisa—. No lo es. Con eso, dejó el vaso sobre la mesa y se inclinó hacia delante. Les contó todo, desde la forma en que había decidido ser más asertiva esta semana a cómo había escogido un individuo al azar en un bar. —¡No lo hiciste! —Nicole golpeó su mano contra la mesa de café—. ¡Nunca te enganchas! —Lo sé. —La cara de Ellen estaba caliente, pero se negó a ser avergonzada—. Pero lo hice. Y fue increíble. —Maldita sea, chica. Carly mantuvo su expresión escéptica. —Esa no es toda la historia, sin embargo, ¿no? —No exactamente. Pasamos toda la semana juntos. —Entró en lo que normalmente habría considerado demasiados detalles, pero no era nada de lo que las otras chicas habrían dudado en contarle acerca de una de sus conquistas. Ninguna parpadeó, tampoco. Más bien, pidieron más. —¿En la cima de un edificio? —Preguntó Maria—. ¿No estaba frío? Ellen no pudo detener el calor de las mejillas, pero podía mantener el resto de su reacción templada, con un tono cargado de insinuaciones. —No me di cuenta. Él me mantuvo bastante caliente. Las únicas partes de la semana censuradas fueron acerca de su negativa a decirle que iba a la universidad. Su prolongado silencio sobre ese tema todavía la frotó por el camino equivocado, pero cuanto más pensaba en ello, más le daba razón a la esperanza. Él iba a volver "cuanto antes." En unos pocos días, había dicho, incluso. Pero tenía clases a partir del lunes, dijo él. Y aún había cosas que no acababa de asentar bien. ¿Quién mantiene su dormitorio de la infancia así... viviendo cuando son

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mayores en la universidad? ¿Quién iba a casa para las vacaciones de primavera y luego no pasaba ningún tiempo real con sus padres? Carly abordó el tema en la habitación. —Entonces, ¿cuándo vas a verlo? —No estoy segura exactamente. —La voz de Ellen se sacudió un poco, su incertidumbre en guerra con su creciente esperanza—. Está en algún viaje de campamento con su padre este fin de semana, pero se supone que debemos hablar cuando regrese. —¿Pero él sabe que quieres más? ¿Y dijo que también lo hace? Ellen asintió con la cabeza, su pecho se apretó. Quería mucho más. Tanto como hablar de ello como acaba de hacerlo aún más claro. Nicole interrumpió—: Así que vamos a ver a este caliente chico. Tienes una foto, ¿verdad? —Sí. —Alcanzando el teléfono, sintió burbujas nerviosas subiendo a través de su pecho. Abrió la pantalla y abrió la galería, desplazándose hasta que esos brillantes ojos verdes la miraron—. Aquí tienes. Nicole silbó y murmuró—: Wow. —Antes de pasar a lo largo. Carly hizo un ruido similar de aprobación. Maria, por otro lado, se detuvo en seco. Ellen miró su expresión con cautela. —¿Qué? Lanzando la mirada hacia arriba, Maria frunció el ceño. —Podrías habernos dicho que estabas saliendo con Josh Markley. Por un segundo, Ellen no pudo respirar. —¿Qué quieres decir? —Quiero decir, que se parece a él, ¿no? —Pasó el teléfono para las demás. Nicole miró. —Oh, sí. Aunque... hay algo diferente en él. —Chasqueó los dedos—. ¡Sus gafas! No lleva gafas. —Espera, espera, espera. —Ellen se frotó las sienes—. ¿Conocen a Josh? Carly solo parecía segura. —Me resulta familiar, ¿tal vez?

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—No estoy segura de que hayas tenido alguna clase con él. Pero está en nuestro año. Pre-medicina. Sale con los chicos. —Maria recitó algunos otros nombres—. Más o menos tranquilo, pero muy intensamente buscado. Estoy bastante seguro de que está en nuestra conferencia de anatomía, Ellen. —Su ceño se profundizó—. ¿Estás tratando de decir que no lo reconoces? Ellen aún no estaba del todo tirando en el aire que necesitaba. La cabeza le daba vueltas. Josh iba a la escuela con ella. Iba también a la misma clase. Oh, Dios. Josh probablemente la conocía. Así es como conocía su secreto. —¿Ellen? Tierra a Ellen. —Nicole estaba agitando la mano delante de la cara de Ellen. —¿Qué? ¿Eh? —Ellen sacudió la cabeza para despejarse. Miró las miradas confusas de cada una de sus amigas. A continuación, la del hombre de la foto. ''Nunca quise mentirte'' hizo eco de nuevo en ella. Y le dijo que no importaba. ¿Lo hacía? Con la mente todavía aturdida, Ellen forzó una sonrisa. —No, creo que no me di cuenta de que era él. —Oh, wow. —Nicole se hundió más en el sofá, riendo para sus adentros—. Déjalo, Ellen. Carly miró a Ellen con preocupación. —¿Estás bien? ¿Lo estaba? Ellen luchó con la calma mientras tomaba unas cuantas respiraciones profundas. Había estado tan bien al principio del día. Diablos, debía estar aún mejor. Josh iba a volver a ella. No se iba a alguna distante universidad en otro lugar. Esto era exactamente lo que había estado esperando antes.

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Pero lo había escondido de ella. ¿Debería sentirse traicionada? ¿Molesta? O simplemente... ¿aliviada? Ellen le dio a Carly una sonrisa tranquilizadora, tratando de decirle que estaba bien, aunque en ese momento no tenía ni idea de si lo estaba o no. A medida que la conversación fluía a su alrededor, se echó hacia atrás y miró hacia el espacio, tratando de pensar. Reaccionar. Pero todo era un caos. En ese momento, su teléfono vibró, deslizándose a través de la mesa. Ellen llegó a él y deslizó el pulgar por la pantalla. La imagen de Josh le devolvió la mirada. Debajo había un mensaje: Acabo de regresar. Sobrevivimos al bosque. :) ¿Te puedo ver mañana? El corazón de Ellen tartamudeó en su pecho. Se quedó mirando el mensaje, leyéndolo una y otra y otra vez. Aún no sabía muy bien cómo se sentía. Pero sabía que seguramente no iba a dejar que se fuera. No así. Con las manos temblorosas, respondió con un simple, Sí. Entonces pensó de nuevo. Poco a poco, escribió; Y lo sé, también.

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10 Lunes Traducido por Rihano Corregido por Joss

J

osh no sabía cuándo había estado tan nervioso.

En realidad, eso era una mentira. Lo estuvo. El día anterior, cuando le había dicho a su padre acerca de sus planes para después de la graduación, había tenido la misma sensación sudorosa, temblorosa, nacida de exponerse por ahí y no saber qué iba a pasar. Las apuestas habían sido diferentes entonces, sin embargo. Claro, su padre podría haber gritado o haberse sentido decepcionado. Podía haberle cortado el apoyo financieramente o incluso echarlo de casa. Pero eran familia. No iba a tener que renunciar a sus sueños o tener que perder a sus padres como parte de su vida. No de forma permanente. Ojalá pudiera estar tan seguro de Ellen. Aparcó la moto en el mismo lugar de siempre, en uno de los espacios solo para motocicletas al otro lado de las salas de conferencias. Mientras se bajaba, se reacomodó la mochila sobre los hombros y miró al otro lado de la carretera. Desde aquí, podía ver la pequeña plaza y la fuente. Su mirada se posó en la figura solitaria sentada allí, encaramada en lo alto de la cornisa de ladrillo que la rodeaba, esperándolo. Dios, ella se veía bien. Incluso desde la distancia, sin embargo, se veía diferente, más parecida a la Ellen de la semana anterior a la que había visto de lejos por tanto tiempo.

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Ella no era la única mezclando personajes hoy. Josh se acercó y subió más las gafas sobre su nariz, pasándose los dedos por el pelo. Sus ropas de salir habían desaparecido, cambiadas por los vaqueros típicos y un suéter. Bueno, tal vez un suéter un poco más agradable de lo habitual. Cuando ella respondió a su mensaje la noche anterior, diciéndole que lo sabía, había tenido frío por todas partes. Incapaz de leer su tono, había sido dejado a la deriva, sin saber lo que posiblemente podría estar pensando. No había tenido ninguna duda acerca de su significado, sin embargo. La farsa había terminado. Sinceramente, era un milagro que hubiera durado tanto como lo había hecho. Ella nunca le había dicho su apellido, pero él le había dado el suyo. Podía haberlo buscado en línea, o incluso sin darle importancia mencionarlo a un conocido mutuo de una de sus clases. Sin embargo, había bajado, el telón se había levantado. Con el corazón en la garganta, había escrito, simplemente, ¿Y...? Ella le había dado una hora y un lugar para encontrarse. Esta hora. Este lugar. Y entonces se sintió con inquieta ansiedad por el resto de la noche. Mientras cruzaba la calle hacia ella, reflexionó sobre la ironía de escoger esta fuente como su lugar de reunión. ¿Cuántas veces había fantaseado acerca de caminar hasta ella y sentarse? Presentarse a sí mismo. Tal vez incluso coquetear. Ahora iba allí a escuchar su sentencia, para averiguar si realmente había querido decir lo que había dicho acerca de que no importara la verdad. Si la forma en que se sentía por él era algo como lo que él sentía por ella. Por un instante, se preguntó cómo habría sido si hubieran empezado así. Si en lugar de juegos y verdades a medias, solo hubiera ido hacia ella, hace siglos, y buscado lo que quería. Se preguntó si era demasiado tarde. Su paso vaciló. Justo en ese momento, ella levantó la vista del libro en su regazo y se encontró con la suya completa, su expresión llena de determinación, iluminada desde dentro con algo que hizo que su pecho se llenara de esperanza. Él todavía estaba a unos diez metros de distancia de ella, pero estaba lo suficientemente cerca ahora que

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podía verla directamente de frente. Estaba aún más hermosa de lo habitual, tan serena como lo había estado toda la semana, pero más de alguna manera. Y se le ocurrió: ella nunca había dudado en tomar lo que quería de él. El discurso que había estado ensayando desde que habían acordado reunirse desapareció, y ahora caminando más deprisa, cerró la distancia entre ellos. Lleno de nervios, siendo energizado por la victoria ante su padre del día anterior e inspirado por la mujer esperándolo, se detuvo a menos de un metro de distancia. Su voz era áspera cuando dijo, simplemente—: Hola. Las comisuras de sus labios se torcieron en una sonrisa. Había palabras en sus labios, pero antes de que ella pudiera decir una sola de ellas, él le tendió la mano. Toma lo que quieras. —Hola —dijo él de nuevo. Y entonces todo estaba saliendo de prisa— . Mi nombre es Josh Markley. Soy un estudiante. Aquí. —Hizo un gesto hacia los edificios que los rodeaban—. Soy un estudiante de último año, con un GPA de 3.89. Hasta ayer por la tarde, era pre-medico. Voy al MIT en el otoño para estudiar química, con la bendición de mi padre. Vivo con mis padres. Conduzco una motocicleta y un Corolla usado. Mi bebida favorita es Sam Adams. No sé cómo cocinar cualquier cosa excepto el queso a la parrilla y tostadas francés, pero soy muy bueno en ambos. —Tragó fuerte, pero siguió hablando, hablando sobre sus aturdidos y poco entusiastas intentos de rechazo—. La primera vez que te vi fue en la primavera de mi primer año. Estabas sentada justo aquí. Llevabas un suéter negro, tenías el labio entre los dientes y un libro en tu regazo. Pensé que eras hermosa y fascinante, y habría venido a ti y hablado contigo e invitado a salir, pero estaba asustado. Después de eso, empecé a notarte en todas partes. Como siempre, te sentabas en la parte de atrás y sólo hablabas con un par de amigas. Siempre sabías las respuestas, y te veías tan malditamente guapa en delantal y máscara en el laboratorio de anatomía. Y debí haberte invitado a salir. Debí hacerlo. Pero te mantenías a distancia. Pensé que si estabas interesada, después de todo, tal vez me darías una señal. Diablos, que me mirarías, incluso. Y luego, el sábado pasado, hiciste más que eso. — Sus pulmones se sentían como si estuvieran apretándose, y había un

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dolor recorriendo sus costillas. Quería que esto funcionara. Mucho—. Fue una de las mejores noches de mi vida, con un pequeño problema. —Josh… —El problema es que no te dije quién era en verdad o lo que realmente quería. Hizo una pausa para tomar aliento, absorbiendo el aire como si hubiera estado corriendo una maratón en lugar de solo desnudar su alma. En el silencio que siguió, ella lo miró con los ojos muy abiertos que hablaban de una vulnerabilidad que le hizo desear nada más que abrazarla. —¿Qué querías? Sintió como su rostro se estaba resquebrajando sólo para mantenerse unido. —Estar contigo, llegar a conocerte. Salir en citas y llevarte a casa conmigo para conocer a mis padres. Besarte. Por todos lados. —Bajó la voz y la miró a los ojos, su mirada ardiendo—. Estar dentro de ti. A… — Las palabras quemaban en su garganta, mientras las obligaba a salir—. Amarte. Todavía quiero eso —juró—. Todo eso. Si tú me lo permites. Apenas respirando, mantuvo los ojos fijos en los de ella mientras lo estudiaba, midiéndolo. Sólo podía esperar que encontrara lo que estaba buscando. Todo lo que él tenía estaba sobre la mesa. No más mentiras. No más medias verdades. Después de un largo e intenso minuto, ella movió el libro de su regazo y se levantó. Instintivamente él dio un paso atrás, pero luego su mano estaba en la suya, su palma tan cálida y suave mientras le estrechaba la mano, como el saludo que nunca habían tenido. —Hola, Josh Markley —dijo ella, su voz temblorosa, pero fuerte—. Soy Ellen Price. Voy a la universidad. Aquí. Soy pre-medica, y en otoño, voy a ir a la escuela de medicina de la Universidad de Boston. Vivo sola, y mis padres me dejaron aquí, en este lado del país, cuando tuvieron que mudarse por el trabajo de mi padre. Conduzco un Chevy usado que es casi tan viejo como yo. Nunca había estado en una motocicleta o subido a algo más elevado que este muro hasta la semana pasada. Soy camarera en el Park Diner para tratar de ganarme la vida. No he salido en mucho tiempo, y nunca he tenido sexo fuera de una relación seria. Estoy tan ocupada con el trabajo y la escuela que tiendo a encerrarme

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en mi misma. Es más fácil de esa manera, también, porque puedo ser... a veces tímida. Pero estoy tratando de no serlo. Estoy tratando de no mezclar o tener miedo o simplemente ir con la corriente. Estoy tratando de ser firme, fuerte y notable. Estoy tratando de divertirme. Su confesión hizo que su corazón se apretara aún más duro. Dios, pero ella era todas esas cosas y mucho más. Un lado de su boca se inclinó hacia arriba en una frágil y esperanzada sonrisa. —El sábado pasado, todas mis mejores amigas me dejaron para irse de vacaciones de primavera. Me sentí molesta y furiosa, solitaria y resentida. Así que decidí tomar un descanso. Decidí descansar allí. Así que me fui a un bar. Y mientras estaba ahí, vi al tipo más guapo e increíble. Lo llevé a casa conmigo, pero yo… —Los bordes frágiles de su sonrisa se abrieron, y sus ojos brillaron—. Mentí. Le dije que era alguien que no era, porque quería estar libre de preocupaciones y para... ir por esto. Pero no esperaba… nunca pensé… A pesar de que su pecho estaba explotando de esperanza y necesidad y, sí, podía nombrarlo ahora, amor, se quedó en silencio, sosteniendo su mano como si fuera su última atadura al mundo. Una lágrima se derramó sobre los bordes de sus pestañas, y su voz bajó al más leve susurro. —Nunca esperé enamorarme de él. Y no pudo resistir un segundo más. Dejó caer su mano y antes de que pudiera parpadear o respirar, la tenía en sus brazos, murmurando. —Es un placer conocerte. —Antes de inclinarse, presionó labios con labios en un beso que rasgó a través de él, prendiendo cada nervio en fuego. Se echó a reír en su boca incluso mientras se aferraba a él, acercándolo más. —A ti, también. Sin siquiera importar quien estaba mirando, la besó, desatando cada gramo de restricción que había mantenido a todas esas palabras en el interior durante tanto tiempo. Cuando necesitó apartarse para respirar,

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mordió su camino hasta su oreja, donde preguntó, ardiendo con deseo y esperanza. —¿No importa? —No, en absoluto. Su sonrisa era tan grande que dolía, su boca se estiró demasiado tensa incluso para besar. —Me siento exactamente igual. Sonrió hacia él, y por un segundo, parecía que todo lo que podían hacer era mirarse fijamente el uno al otro. No había nada más que decir, sin barreras de medias verdades o medias mentiras. Las cosas estaban en movimiento en su interior, sin embargo, cosas a las que no podía dar rienda suelta. No aquí, delante de miradas indiscretas. Las mismas cosas estaban bailando en su mirada. Colocando sus manos sobre sus hombros, levantándose en puntas de pie, ella miró significativamente de regreso al otro lado de la carretera hacia su moto, luego se inclinó para poner los labios contra su oreja. Él tembló mientras ella murmuraba oscuramente. —¿Josh Markley? —¿Ellen Price? —Llévame a dar una vuelta. El calor dentro de él se desbordó con una violencia que le hizo tambalearse. Un gruñido se levantó en su garganta mientras la apretaba cerca, sus manos ahuecando su trasero. —Recoge tus cosas. Sus dedos rozaron la base de su columna vertebral cuando se volvió y metió los libros en su bolsa, necesitando mantenerse en contacto con ella. Apenas había conseguido cerrar el bolso antes de que él estuviera tirando de ella por el patio y hacia la carretera. Ambos tenían clase en una hora, y ninguno había perdido clase en todo el semestre. Un poco de emoción subversiva corrió a través de él. Iban a perderla hoy. Después de todo, habían ganado un poco de irresponsabilidad temeraria.

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En su moto, consiguió equipar a cada uno con los cascos, luego pasó la pierna por encima del asiento. Ella se deslizó justo detrás de él, y esta vez no dudó en presionarse más cerca, sus piernas extendidas al ras contra las suyas, sus brazos apretados contra su pecho. Encendió el motor. —Sostente. Deslizó una mano por su abdomen para cubrir donde estaba duro y luchando contra sus vaqueros, y lanzó la cabeza hacia atrás, gimiendo en voz alta sobre el ronroneo del motor. Con la palma todavía caliente sobre su erección, se apuró, rugiendo a través del campus y sintiéndose como un dios. No había excusa para lo que trataba este viaje. Era un escape y una emoción. Era seducción. No había ninguna duda acerca de a dónde iban, tampoco. Para el momento en que se deslizó en un lugar delante de su edificio, estaba preparado para estallar. Se arrancó el casco y se bajó de la moto, parándose junto a ésta y luchando con la correa de su casco antes de que ella pudiera incluso llegar a este. Sin molestarse en tomarse el tiempo para asegurarlos al costado de la motocicleta, los llevó con él mientras la seguía hasta su puerta. Se apretó contra su espalda mientras ella metía la llave en la cerradura, mordisqueando su oreja, y en las escaleras subiendo, mantuvo su mano en su culo, sus pies apenas un paso por detrás de ella todo el tiempo. Por último, se precipitaron por la puerta de su apartamento. Le dio una patada que la cerró al instante en que pasó a través de esta, girando la cerradura sin mirarla nada más que a ella. Dejó caer los cascos y su bolso al suelo. En un golpe simultáneo de libros cayeron sobre el suelo de madera, ella hizo lo mismo. Con el pecho agitado, su cuerpo quemando y doliendo, la miró. Sentía demasiado, quería demasiado desesperadamente. No sabía cómo acomodar sus manos, boca y caderas a las de ella sin romperla o abrirse de par en par a sí mismo. Todo lo que tenía que hacer era tocarla, y tendría todo lo que quería. Todo. Dio un paso hacia atrás, tomó su labio inferior entre los dientes, y de una vez todo el estancamiento se rompió. Él estaba sobre ella, la boca pegada a la suya, los dedos escarbando para encontrar su piel. Con

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una mano en su pecho y la otra en su cadera, la condujo hacia la pared y la apretó contra esta, empujando sus caderas contra las de ella. Mordió y besó el borde de su mandíbula y hasta su garganta, pasando a agarrar sus muslos abiertos y levantándola, intercalándola entre la pared y su cuerpo. —Quiero —murmuró él, saboreando la piel—. Debemos… cama… Ella inclinó la cabeza hacia atrás y pasó las manos por su pelo. —No. Aquí. Justo aquí. —Mierda. —No iba a discutir con eso. ¿Qué le había pasado a la mujer que sólo le permitía llevarla en una dirección, la que juró que nada más había funcionado para ella? La mujer frente a él hoy era audaz y confiada, aventurera y tan condenadamente sexy en su confianza que era como para volverlo loco. Gimió en voz alta. —Te quiero. Malditamente tanto. —Entonces tenme. La presa dentro de él se desató. Con manos desesperadas, arrancó su camisa, empujando el cuello hacia abajo para chupar la parte superior de su pecho, luego llevando hacia arriba el dobladillo. Ella llegó entre ellos para tirar de la tela hacia arriba y sobre su cabeza, coló una mano detrás de su cuerpo y se sacó el sujetador. La levantó más alto y chupó la punta desnuda de su pecho dentro de su boca, ahogándose en su gemido y en su carne. Besándola duro, buscó a tientas sus gafas para dejarlas a un lado, pero su mano estaba en la suya. —Déjalas puestas. Su boca estaba sobre la de ella de nuevo en un instante, el corazón estallando. Como si pudiera haberla amado más. Como si pudiera haberse sentido más aceptado, más seguro de que ella lo quería por sí mismo. Cuando ya no pudo respirar más, por fin se soltó, separando sus labios de los de ella y tirando de la parte posterior de su camisa hacia arriba y sobre su cabeza.

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La dejó bajar y con la punta de sus zapatos, empujó el resto de su ropa pescando en su cartera un condón. Verla sacarse sus propios pantalones vaqueros, le hizo darse un par de largas y lentas caricias en su polla, y luego desenrolló el látex sobre esta. Dios, ella era hermosa. Perfecta, real y suya. Sin embargo, necesitaba oírlo de su boca. Se puso de pie de nuevo y puso su espalda contra la pared, mirándolo fijamente. Ignorando el mundo suave y la desnuda piel debajo, mantuvo la mirada fija en su cara y apretó la palma abierta contra su corazón. Era el único punto de conexión, centímetros de aire separándolos mientras sentía su garganta apretada y seca. —Se mía —dijo él. La comisura de su labio tembló, sus ojos tan suaves. —Por supuesto. Cerró los ojos y la besó con fuerza. Poseído y demasiado necesitado, todavía seguro de que la fuerza de sus manos y de su deseo sería demasiado, se dejó caer de rodillas, levantó su pierna para descansarla sobre su hombro. —Oh Dios, Josh. Con las manos en su abdomen, la recorrió con su lengua, una larga lamida y luego otra antes de encajar toda su boca en su madurez. Estaba mojada, hinchada y deliciosa, sus pequeños sonidos eran un maldito relámpago directo a su polla. Perdido en ella, apenas registró la ligera presión de sus uñas contra su cuero cabelludo, el suave tirón en el pelo. —Josh. Chupando su clítoris, abrió los ojos y levantó la mirada hacia ella. Su cara estaba agonizante, los labios entreabiertos y las mejillas sonrojadas. Y en sus ojos, vio la misma necesidad espantosa que lo llevó y lo obligó a frenarse. Con voz ronca y manos insistentes, ella murmuró— : Te necesito. Le dio un beso en la parte superior de su sexo, su barbilla rozando suavemente su clítoris.

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—Tengo que hacerte venir primero. Me siento demasiado salvaje. Tiró de su pelo de nuevo. —Te quiero salvaje. Tuvo que cerrar los ojos contra el aumento de la necesidad, un placer tan intenso que se fundió en dolor. Nunca había sido así. Nunca. Nunca había sido tan impulsivo y tan completamente él mismo. Y era suya. Era toda suya. Se levantó, deslizando la longitud de sí mismo a través del resbaladizo calor de su sexo cuando la levantó contra él. Ella envolvió sus piernas alrededor de sus caderas, y estaba justo allí. Ahí mismo. —Dime que me quieres. Justo así. Sus palabras fueron interrumpidas con besos. —Exactamente. —Beso—. Me gusta. —Beso—. Así. Él se enterró en un solo golpe. —Mierda Jesucristo. —Su frente golpeó el yeso. Ella estaba tan apretada a su alrededor, tan caliente y tan dulce. Pero estaba necesitada, también. Líneas calientes se quemaban a sí mismas arriba y abajo por su espalda mientras le clavaba las uñas, sus dientes profundos en el músculo uniendo su hombro a su cuello. —Exactamente así —cantó ella, sus caderas encajando en las suyas. Y no hubo más dudas. Sólo dar. Sólo tomar. En los empujones más duros de su vida, se dirigió hacia ella. Con cada giro de sus caderas contra las suyas, ella gemía en su oído. Murmuraba su nombre y el de Dios y juraba mientras él jadeaba en su cuello. La sensación fue aumentando muy pronto, sus piernas ardiendo, las bolas apretadas, y ahí estaba la presión pulsante alrededor de su pene. Su aliento. —Te quiero. —Fue un grito ahogado, la dulzura de su voz, y entonces ella estaba gritando su clímax mientras se apretaba alrededor de él. —Oh Dios, Te amo. Te amo, Ellen, yo…

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El sentimiento lo agarró en un surgir tan poderoso, tan demandante. El mundo se volvió negro mientras sufría un espasmo y se derramaba en ella, su boca contra la suya, sus respiraciones una mientras sus cuerpos se fundían en yeso y hueso. Al parecer interminables segundos más tarde, se tiró una última vez dentro de ella y tomó su primera inhalación temblorosa como un hombre nuevo. Como su hombre. La razón y la claridad filtrándose de nuevo en él, convirtiendo los bordes de niebla en sólidos, una vez más, envolvió sus brazos alrededor de ella, empujándola tan fuerte contra él como pudo. Se deslizaron por la pared como uno hasta que fueron un charco de cuerpos flácidos y miembros enredados en el suelo. Y no sabía si alguna vez había sido tan feliz. Con el rostro en sus manos, se inclinó hacia atrás para poder ver sus hermosos ojos. Sus gafas estaban manchadas, manchadas con huellas digitales y la impresión de su piel, pero aún así la vio más claramente de lo que lo había hecho nadie. Vio su invitación. —Lo quiero todo —confesó él—. El resto de este semestre. Boston. Todo. —Tómalo, entonces —murmuró ella, inclinándose para besarlo suavemente. Tocando su mandíbula, sonrió—. Tómalo todo. La atrajo cerca. Él no dudó ni por un segundo de que lo haría.

Fin.

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Sobre la Autora Después de una breve, insatisfactoria carrera en publicidad, enseñanza, computadoras, y ama de casa, Jeanette Grey ha regresado a sus dos primeros amores: el romance y la escritura. Cuando no está escribiendo, Jeanette disfruta haciendo alfarería, jugar juegos de mesa, y pasar el tiempo con su esposo y su rana de mascota. Vive, ama, y escribe en el norte del estado de Nueva York. Ella es miembro de Autores Profecionales de la Cadena de Escritores de Romance de Estados Unidos, así como miembro de Capital Region Romance Writers.

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