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Indice Staff

Capítulo 15

Sinopsis

Capítulo 16

Prólogo

Capítulo 17

Capítulo 1

Capítulo 18

Capítulo 2

Capítulo 19

Capítulo 3

Capítulo 20

Capítulo 4

Capítulo 21

Capítulo 5

Capítulo 22

Capítulo 6

Capítulo 23

Capítulo 7

Capítulo 24

Capítulo 8

Capítulo 25

Capítulo 9

Capítulo 26

Capítulo 10

Capítulo 27

Capítulo 11

Capítulo 28

Capítulo 12

Epílogo

Capítulo 13

Otros Libros de La Autora

Capítulo 14

Sobre La Autora

staff Moderadora de Traduccion Meghan Fray

Traduccion Meghan Fray Katiliz94 Pily Katzen Noire AriannysG

Apolineah17 VicHerondale Shellan Allison* Dulales

Moderadora de correccion Pily

Correccion xx.MaJo.xx AriannysG

Pily Meghan Fray

Revision Final Meghan Fray

Pily

Diseño Nanami27

Sinopsis Advertencia: Esto no es tu típico romance. La historia de Abby & Jake contiene situaciones violentas, violencia gráfica, sexo, fuerte lenguaje, uso de drogas y todos los tipos de abuso. Abby ha pasado por mucho y sobrevivió una de las más brutales imaginables infancias... apenas. Para el mundo exterior, ella es solo una solitaria con actitud. Cuando su abuela muere en una trágica explosión, Abby es dejada con preguntas, y nada más. Sin hogar, duerme en un depósito de chatarra, y al huir del sistema que la ha fallado una y otra vez, se encuentra con Jake, un motociclista tatuado de ojos azules, con secretos que rivalizarán los suyos propios. Dos almas rotas que no pueden ser sanadas. Ellos no pueden ser sanados. Abby y Jake deben revelar sus más profundos secretos y descubrir si pueden abrazar la oscuridad que esos secretos contienen, y la oscuridad de ellos mismos. Si pueden aceptarse el uno al otro por ser quienes son, podrán ser capaces de aprender que el amor no siempre se encuentra en la luz.

Prologo jake Traducido por Meghan Fray Corregido por xx.MaJo.xx

El dolor en mi cabeza se intensificó, palpitando al mismo tiempo con el latido lento de mi corazón. Mi borrosa visión cambió de ver doble a normal con cada parpadeo de mis ojos. Sentí en la parte trasera de mi cabeza, donde el dolor irradiaba, sangre cálida y espesa impregnando mis dedos. El frío del azulejo se podía sentir en mi delgada camiseta. Levanté la mirada de donde me encontraba acostado en el piso, hacia los ojos rojos y enloquecidos del hombre que conocí toda la vida, o al menos pensé conocerlo. Instantáneamente estuve lúcido, la neblina se aclaró y mi corazón palpitó desbocadamente. Él estaba listo para golpear, listo para matar. Gruesas venas se abultaron en su cuello, podía verlas pulsando con cada fuerte respiración que tomaba. Miré detrás de él, al hacha elevada sobre su cabeza. Sin ninguna vacilación, la bajó para partir mi cráneo a la mitad. Justo antes que la hoja fuera capaz de penetrar mi frente, me liberé de su fuerte agarre y rodé a un lado, evadiendo el hacha —y la infinita oscuridad— por solo unos centímetros. Me puse de pie con mis piernas temblando, tratando de meter aire en mis pulmones mientras me volví para defenderme del siguiente ataque. Me sorprendí de ver al hombre que fue un monstruo hace unos segundos caer al suelo, su cara impactó primero en el azulejo mexicano.

Abrió su mano y el hacha se deslizó de su agarre. Sus hombros temblaron. Sollozaba. —¿Papá? —pregunté. He tratado de todo para poder quitar su dolor, y a cambio me maldijo para asegurarse de que sintiera su odio en cada momento. —¡Vete a la mierda! —gruñó en el piso entre sollozos. —Papá, déjame ayudarte —rogué, alejando con una patada el hacha de su alcance. —¡Vete de esta casa, y nunca regreses de una puta vez! — Gateó y se sentó en sus rodillas, lentamente levantado su cabeza para enfrentarme. Saliva goteaba de los costados de su boca. Sus ojos brillaron con humedad. El hedor del alcohol golpeó mi nariz en el momento en que habló. Vi a mi padre ponerse de malas antes, pero esto era algo muy diferente—. No quiero verte en esta casa otra vez. —Papá, solo déjame ayudarte —insistí. Podía hacerlo: llevarlo a rehabilitación, a consejería, lo que sea para detenerlo de pensar que su vida se acabó. Me incliné y lo agarré del brazo para ayudarlo a levantarse. —¡No me toques! —De un tirón se soltó de mi agarre—. Fuiste tú… debiste haber sido tú. Por ti ellos se fueron. —Sus palabras dolían, pero no es la primera vez que las escuchaba decirlas. Habían soportado dos semanas, limpiando su vómito y tratando de mantenerme alejado de su furia—. Deseo que hubieras sido tú —dice, en voz baja esta vez. —Papá, estás borracho. No sabes lo que dices. —Sí lo sé. Estoy tratando de matarte Jake, y con toda honestidad, deseo hacerlo. —Me miró directo a los ojos, y en ese momento, parecía completamente sobrio—. Debiste haber sido tú. Debiste haber muerto. No ellos. Solo quiero arreglarlo, intercambiarte a ti por ellos. Hacerlo de la forma que debió ser. —Su voz se volvió en un susurro—. Estás muerto para mí ahora, chico. Algo dentro de mí colapsó.

Si tuviera que escoger un momento cuando supiera que mi vida sería diferente, cuando yo supiera que sería diferente, este lo sería. Fue en ese preciso momento que sabía en mi alma, que era capaz de matar. Levanté el hacha, me enderecé y me dirigí hacia él, sorteando los muebles volcados de la sala de estar. Alcé el hacha sobre mi cabeza y la tomé con ambas manos. La mirada de terror y sorpresa en los ojos de mi padre fue bienvenida. La saboreé. Quería recordar aquél miedo, para repetirlo una y otra vez en mi cabeza. Ni siquiera trató de moverse. Bajé el hacha con fuerza, pero la detuve a menos de un centímetro de golpear su pecho. La mirada de absoluto horror en su rostro no hizo nada para debilitarme. Me cansé de ayudarlo. —Nunca olvides que me detuve esta vez. Porque si alguna vez te vuelvo a ver, te destrozaré el puto corazón, viejo. —Lancé el hacha y escupí sobre él, haciéndole saber que no era nada para mí, como yo lo soy para él. Lo dejé temblando en el piso e hice una pausa para mirarlo antes de abrir la puerta y salir hacia la noche. Encendí un cigarro en el porche delantero, antes de caminar hacia las sombras del camino de entrada para montar mi motocicleta. No me molesté en empacar una maleta. No había nada que necesitaba o quería de esa casa, ya no más. Mientras encendí la moto y la dejé rugir, juré escuchar gritar a mi padre más fuerte que el ruido de mi motor. Pero, ya era demasiado tarde. Me encontraba en un punto más allá del retorno. En más de un sentido. *** Eso sucedió hace cuatro años. Seis días pasaron desde que tomé una vida, y ahora, mi moto y yo nos dirigíamos al lugar que más odiaba. Ni siquiera era por el dinero que alimentaba mi trabajo. Si yo no fuera el que hacía el trabajo, hubiera sido otra persona más. Tal vez

pensaba que, a mi manera, le ahorraba a un pobre idiota, una vida a la que yo me adaptaba mejor. No tenía delirios de grandeza. Donde otros chicos trabajaban duro por carros costosos y rápidos, yo prefería la libertad de mi motocicleta. Comprar una casa significaba echar raíces, lo cual era lo último que quería, así que nunca vivía por mucho tiempo en un lugar que solo fuera para completar el trabajo. Y odiaba estar desocupado, así que cuando necesitaba pasar desapercibido después de matar a alguien de alto perfil, vendía un poco de hierba o algo más potente, solo lo suficiente para alejarme de estar holgazaneando. Manos ociosas hacen el trabajo del diablo, Jake, solía decir mamá. Poco sabía ella. Mis manos nunca estaban ociosas. Si los últimos años me han enseñado algo, es que para el trabajo del diablo estaban hechas. No tenía planes de volver al lugar que una vez llamé hogar, ni siquiera cuando Reggie, el jefe mecánico del taller de mi padre y la única persona de mi ciudad natal con quien mantuve contacto de manera ocasional, me llamó para decirme que el siguiente trago de papá con la botella podría ser el último. Papá hizo su cama en el infierno, y estoy bastante seguro de que en esa cama se encontraban cenizas, vómito y botellas vacías de whisky. Pero cuando Reggie me dijo que la casa en la que crecí, la casa que mi madre amó hasta el día que murió, estaba en peligro de perderse por el recaudador de impuestos, algo dentro de mí me dijo que fuera a salvarla. No por él. Por ella. Tenía que ayudar a la única mujer que alguna vez me amó. Lo único que he hecho por ella hasta este momento fue ayudarla en su muerte prematura. En mi ciudad natal de Coral Pines, una pequeña isla frente a la costa suroeste de Florida, donde grúas y grandes neumáticos eran adorados, y las estanterías de armas cromadas brillaban más que la luz del sol en las mañanas del domingo a través de vidrieras. Si las ciudades como Nueva York y Chicago son llamadas selvas de concreto, entonces Coral Pines podría llamarse fácilmente una prisión playa, o un asilo tropical. O mi favorito: un infierno de rancio hedor a pescado.

Nada más que turistas, pueblerinos y fantasmas. No estaba seguro cuál odiaba más. El estilo de vida errante del que me adapté después de haber dejado este agujero de mierda, me vino muy bien. Manejaba de pueblo en pueblo, nunca he estado más que lo que un tanque de gas permitiría, e hice los trabajos que llegaron a mí, en apartados de correos temporales y en teléfonos celulares no rastreables. Nunca me instalé en un lugar el tiempo suficiente para hacer que las relaciones me importaran. Así era exactamente como yo lo quería. Rara vez le dije a alguien mi verdadero nombre, el cual no significaba nada como mi hogar. Todo el mundo en Coral Pines sabía quién era yo, porque todo el mundo se conocía: las historias de sus vidas, el nombre de soltera de tu madre, todos los desagradables detalles familiares que la mayoría de las personas se esfuerzaban por mantener escondidos profundamente en sus armarios. Los secretos no se quedaban guardados en Coral Pines. Aunque ahora tenía algo que valía la pena esconder. Es posible que ellos hayan conocido al Jake Dunn, quien metía la pata cuando era un niño, pero ellos ya no tenían ni una puta idea de quién era yo. Por no hablar, lo que era capaz de hacer. El paso de Matlacha era el puente de dos carriles donde ibas o venías de Coral Pines. Era la única manera de entrar o salir de la isla, y por los enteros veintidós años que había ocupado la Tierra, este puente ha estado en construcción. Este era el caso, el día que yo, bajo protesta, lo crucé por primera vez en años. El denso calor se apoderó de mí mientras manejaba como si estuviera empujando la motocicleta por una pared de agua. Cada pedazo de inquietud que había sentido que salía de mí el día que me fui de este lugar olvidado de Dios, se apresuró a regresar con el viento salado familiar. Los recuerdos del funeral de mi hermano hace cuatro años, también me aguardaban. No esperaba encontrar a mi madre más tarde, todavía con el vestido negro de manga corta que llevó a la iglesia, boca abajo en la bañera con una escopeta recortada a su lado y lo que había sido una buena parte de su cabeza salpicando los azulejos en color rosa. Ella no había querido dejar un lío. Lo dijo en la nota que dejó,

pero mamá no sabía lo suficiente acerca de las armas para darse cuenta de que eligió la más desastrosa de todas ellas de la armería de mi padre. Papá fue un desastre en el funeral de mi hermano. Se encontraba en el hospital psiquiátrico. Siempre me culpó a mí, no solo por la muerte de Mason, sino de la de mamá también. Me dijo más de una vez que yo debería haber estado con Mason en el barco esa mañana, y que fue mi culpa que él haya terminado flotando en el río Coral Pines. La verdadera razón del por qué mi padre me odiaba, es porque pensó que nunca debería haber muerto ese día su hijo perfecto, buen estudiante becado, capitán del equipo de béisbol y experto pescador. Debería haber sido su degenerado, fumador, don juan, agresivo y mediocre hijo. Debería haber sido yo. En cierto modo, estaba de acuerdo con él. Si hubiera sido yo en lugar de Mason, mamá todavía estaría viva. Papá no estaría tratando de ahogarse en whisky barato, y sería alguien más caminando en la tierra de los vivos. No contribuí a nada y lo tomé todo. Pero para ser justos en ello, no esperaba nada del mundo cruel que me destrozó a cada instante. No esperaba nada, hasta la noche que me encontré con cierta pelirroja con una actitud. La noche en que conocí a Abby Ford, mi vida cambió para siempre.

Capitulo 1 Abby Traducido por katiliz94 Corregido por AriannysG

Sabía que algo iba mal cuando caminé por el escenario el día de la graduación y me encontré con solos unos lentos aplausos poco entusiastas de la dispersa multitud. No era como si esperase una permanente ovación. Exactamente no fui agradable con mis compañeros de clase. Podía contar el número de verdaderos amigos que tenía con una mano. O con ninguna, en realidad. Los habituales gritos y chillidos de Nan que esperaba escuchar no se hicieron presentes. ¿Dónde se encontraba ella? Una alarma se encendió en mi cabeza en el momento en que la voz de nuestra vicedirectora, la señorita Morgan, irrumpió en el auditorio, dejando que las pesadas puertas de metal golpeasen detrás de ella. Sus tacones sonaban en rápida sucesión contra brillante suelo amarillo. Con un dedo curvado en mi dirección, me sacó de mi asiento. Su mirada estaba enfocada en el suelo mientras me llevaba a la oficina del director en silencio. Cuando entré en la oficina, el Sheriff Fletcher estaba sentado detrás del desordenado escritorio en lugar del mismo director. Oh, mierda.

Hice un rápido inventario mental de cualquier cosa que haya hecho recientemente que justificaría el honor de su visita. Había un porro de marihuana en el bolsillo trasero de mis pantalones cortos bajo la dorada toga de graduación, pero desde que la política del Sheriff sobre la marihuana era básicamente si lo tienes, pásalo, no estaba muy preocupada. A pesar que llevar una droga al instituto podrían resultar en la aplicación de las tergivesadas leyes. No había habido un solo arresto por marihuana en Coral Pines en todo el tiempo que he vivido aquí. Sería mi suerte en ser la primera puesta detrás de las rejas por eso. También tuve un desafortunado incidente involucrando la verja del campo de beisbol y un vehículo de cuatro ruedas que tomé prestado — sin el permiso del dueño— pero estaba muy segura de que no había forma de que el Sheriff supiera que fui yo quien causó el daño. —¿Sheriff? —Intenté actuar normal, pero la palabra de saludo sonó como una pregunta. Incluso con la tolerante actitud de él y sus tergivesadas interpretaciones de la ley, no podía soportar a ese hombre. Su familia prácticamente poseía Coral Pines, por lo que estaba segurísima de que el Sheriff Fletcher había hecho trampa en su entrenamiento policial. El único miembro algo decente de la familia Fletcher era Owen, un chico bastante agradable, si los guapos chicos mujeriegos eran lo tuyo. La camiseta del sheriff estaba abierta en tres botones, como para asegurarse de que no sería confundido por un profesional de la ley. Una masa de rizado pelo negro en el pecho salía de su cuello y rozaba la base de su garganta. —Tome asiento, señorita Ford. —Gesticuló con un grueso y peludo dedo hacia la silla enfrente del escritorio. La señorita Morgan se encontraba de pie a su lado con las manos cruzadas frente a sí, casi como una monja. Su alto y delgado cuerpo, y la horrible falda de tubo la hacían verse como una jirafa al lado del redondeado físico del sheriff. Su agitado y desigualado flequillo le colgaba sobre las pestañas y rozaba su lechosa piel. Al ser pelirroja, era endemoniadamente pálida, ni siquiera los mortales rayos de sol del sureste de Florida pudieron haberlo cambiado. De alguna manera, se las arreglaba para ser incluso más pálida que yo. Tomé asiento y tenía la esperanza de que fuera lo que fuera lo que esto era acabaría pronto. Solo habían pasado cuatro años atrás, en otro instituto de otro estado, en lo que parecía otra vida, cuando el director me sacó de clase

y me llevó al vestíbulo para darme la noticia de que mi padre tuvo una sobredosis. Por entonces yo había estado en una casa de acogida durante dos años, y no le había visto en cuatro años. El director pensó que su muerte era bastante importante para sacarme de clase, así que sentí que debía fingir estar triste, era lo que esperaban de mí. Lo que realmente quería hacer era reír de satisfacción, ante la justicia de todo. Ni siquiera podía describir cómo me había sentido cuando me informaron de su muerte. Nan siempre dijo que Dios creó al hombre a su imagen. Cuando de mi padre se trataba, Dios también era un enfermo, sádico o una de muchas personas mentirosas que estaban convencidas que decían la verdad. Mantenía ese pensamiento para mí cuando estaba con Nan. Papá había estado en el trabajo cuando le encontraron en uno de los puestos de baño, sentado en el váter con los pantalones hasta los tobillos y una jeringuilla aún colgando del bolsillo de su brazo. Estuve más sorprendida al escuchar que él había estado en el trabajo que oír de su muerte. Al menos cuando murió lo hizo con la única cosa que realmente había amado en su vida: su aguja. Papá era un auténtico ganador. El sheriff no me miró a los ojos. Su mirada se centró en algún lugar sobre mi cabeza, prolongando cualquier noticia que haya venido a dar. Mientras el tiempo pasaba, cada respiro suyo sonaba más como forzados ronquidos. Mi impaciencia aumentó. —Tal vez puede decirme por qué estoy aquí —espeté. —¿Cariño? —La palabra salió de su boca como si nunca antes la hubiese usado—. ¿Quién es tu familiar cercano? —La sangre se drenó de mi rostro. No le respondí al principio. No podía encontrar las palabras. Mi visión se emborronó como si estuviera mirándole a través de un caleidoscopio. ¿Familiar cercano? Pensé. Mi único familiar es Nan… —¡Abby! —La señorita Morgan chasqueó los dedos ante mi cara. Ni siquiera la vi arrodillarse frente a mí, pero ahí estaba. Detrás de

ella, el sheriff sudaba abundante de los nerviosos—. Abby —repitió ella, más despacio ahora—. Nan tuvo un accidente. —Enunció cada palabra como si estuviese enseñando en una clase de inglés. —¿Cómo sucedió? —pregunté—. Su furgoneta ni siquiera funciona. Ha estado en un depósito de chatarra y ha estado así desde hace mucho tiempo —dije, como si de alguna manera ese hecho podría cambiar la verdad. —No en un accidente de auto, querida. —La señorita Morgan parecía sufrir de dolor físico—. Fue en… una explosión. Apretó mi mano, pero me inmediatamente me aparté de su agarre.

encogí

ante

su

toque

e

—¿Qué diablos? —susurré. Mi corazón martilleaba en mis orejas. Sentí la sangre en mis venas volverse en ácido. Mi piel estaba a punto de quemarme los huesos. —Cuide ese lenguaje, joven. —El Sheriff Fletcher tuvo la audacia de regañarme. Se aclaró la garganta—. Estoy consciente de que esta es una situación difícil para ti, y lo lamento mucho. —Sí, claro. Seguro que lo sentía—. Tengo que preguntarle algo: ¿Tu Nan te dijo que necesitaba dinero o algo, por casualidad? ¿Sabes si tenía algún tipo de problema financiero? Sacudí la cabeza. No vivíamos como la realeza ni nada por el estilo, pero con el cheque del seguro social y el dinero que hacía de vender mermeladas en los mercadillos los domingos era suficiente para pagar la hipoteca, mantenerme alimentada y vestida. —No —respondí—. No que yo sepa. El Sheriff Fletcher gruñó. —Tenemos motivos por los que creer que tu Nan estaba involucrada en actividades de naturaleza cuestionable. —Rascó su barba recién afeitada—. Estaba en una casa rodante en medio de la Reserva cuando explotó. No había forma que esto está sucediendo. Tenían que estar equivocados.

El sheriff comenzó a hablar de nuevo mientras la señorita Morgan se sentaba a mi lado. Alargó el brazo en otro intento de poner las manos sobre las mías. Me aparté antes de que pudiera. —El Sheriff Fletcher piensa que la casa rodante era usada para la fabricación de drogas. —Sus palabras eran tan extrañas como ella. —No, tiene que ser un error. —Comencé a despotricar como si mis palabras estuviesen siendo expulsadas como en un tornado—. Nan no tiene nada que ver con las drogas. La llamaré ahora… pueden verlo por ustedes mismos. Posiblemente no había forma, especialmente debido a las malditas adicciones de mis padres, de que Nan jamás estaría involucrada en algo así. Ni siquiera tomaba jarabe para la tos cuando tenía un resfriado. Alargué la mano hasta el teléfono en la mesa, pero antes de que pudiese cogerlo el sheriff puso su sudorosa mano en el auricular. —Lamentablemente no es un error. Tu abuela murió esta mañana en una explosión en un conocido laboratorio de metanfetamina. —Mi boca se secó mientras le miraba. No agregó nada más. Sin embargo, me volvió a preguntar—: ¿Quién es su familiar más cercano, señorita Ford? No está registrado en su archivo. Sé que no cuenta con sus padres, pero ¿hay un tío o tía al que podamos llamar? —No —dije en voz baja. No había nadie. —¿Entonces una hermana mayor, o quizás un primo? Sacudí la cabeza, mareándome al hacerlo. ¿Por qué diablos estaría Nan en un laboratorio de metanfetamina? No había razón, excepto… Me golpeó como un yunque el por qué Nana necesitaba el dinero: para pagar la universidad. Hablaba sobre enviarme a una todo el tiempo. La ignoraba cada vez que sacaba el tema. Mis planes para el futuro nunca duraban más que el fin de semana. Mayormente sonreía y asentía. La mayor parte del tiempo, solo cambiaba de tema. No iba a ir a la Universidad. Fin de la historia. Al parecer, Nan pensó diferente.

Pero involucrarse en la metanfetamina simplemente no tenía sentido. —Solo estoy yo… y ella. —Mi voz se quebró. Por dentro, estaba llorando, gritando, enfadándome contra cualquier más alto poder que podría ser tan cruel por darme un bocado de normalidad para después quitármelo. Por fuera, era un robot. —¿Cuántos años tiene, señorita Ford? —preguntó el Sheriff Fletcher. Se resquebrajó los nudillos con impaciencia, como si no pudiese esperar a terminar esto y dirigirse a una cafetería, donde todo lo que puedes comer el domingo es pescado frito. —Diecisiete —dijo el robot. —¿Cuándo cumplirás los dieciocho, querida? —Hizo eco la señorita Morgan, intentando ofrecerme algún tipo de tranquilidad. —No durante un tiempo. —En realidad, diez meses. Me gradrué un año antes de lo normal. Cuando le dije a Nan que quería dejar el instituto, solo me dio la única opción con la que ella estaría de acuerdo. «Si deseas tanto salir del instituto, Abby» me dijo, «solo apresúrate y gradúate pronto.» Como si fuese tan fácil como recoger el correo de la tarde. Fue un trabajo duro, pero lo hice. Nan me hizo sentir como si estuviese graduándome de algún prestigioso instituto en lugar de un instituto en Coral Pines. Capté mi reflejo en la ventana detrás del sheriff. Aún llevaba el birrete y la toga. Era como si mi reflejo se estuviera burlando en lo que me convertí, en la que su mundo acababa de ponerse patas arribas en una corta conversación. El Sheriff Fletcher se volvió a aclarar la garganta. —Señorita Ford, a mi oficina le es requerido situar a los menores no emancipados en un servicio de protección de menores. En el momento en que el papeleo se llene y el caso sea asignado un trabajador social, solo tendría que estar en el sistema durante unos meses antes de ser legalmente adulta y no requeriría más cuidados. — Se removió en el asiento, obviamente ajustando sus partes privadas bajo el escritorio, continuó—: Esta es una ciudad pequeña. No

disponemos de ese tipo de recursos, así que llevara un tiempo. Por ahora, la señorita Morgan ha accedido a encargarse de usted de por un tiempo. Si usted quiere podemos enviarla al norte al Centro de Protección Infantil, pero tengo la sensación de que no es lo que quiere, ¿verdad? —Era una afirmación, no una pregunta. Parecía irritado de que tuviese que hacer este trabajo y menos consternado de que acababa de perder a la única persona que daba una mierda por mí. Sonrió con impaciencia y ladeó la cabeza, como si estuviese esperando que se lo agradeciera. Sí, gracias por apenas reparar en el hecho de que Nan estaba muerta. Muchísimas gracias, señor, por amablemente ofrecerme la opción de no ser enviada lejos con el correo de la tarde y regresar a un maldito cuidado de acogida. Huiría antes de que viniesen a por mí. Nunca volvería a ese jodido sistema. El sheriff Fletcher permaneció de pie y me tendió una carta con el número de teléfono del Reverendo Thomas en ella. —El Reverendo puede ayudarte con todos tus arreglos. —Lo decía con naturalidad, como si me acabase de dar un cupón para una compra de un lavado de coche gratis—. Siento su pérdida, señorita Ford —dijo sobre el hombro mientras se dirigía hacia la puerta. El eco de sus pesadas pisadas de botas se arrastraba detrás de él mientras desaparecía por el pasillo, silbando mientras se alejaba. La señorita Morgan intentó darme un abrazo. Salté cuando me tocó y di un rápido retroceso, de un golpe dejando caer el birrete de graduación de mi cabeza. Sin lágrimas y sin sollozos. Sin rezar a un Dios imaginario que se olvidó de mí hace tiempo. Llamé a la insensibilidad familiar para que se hiciera a cargo. Había pasado situaciones como esta antes. No necesitaba nada más que mis barreras. Nan estaba muerta, y probablemente era mi culpa. Lo sabía. Caso cerrado. No había necesidad en persistir en algo que no podía cambiar. ¿Verdad? La señorita Morgan se inclinó, cogió el ribete de mi graduación de debajo de la mesa, y lo limpió con la palma de la mano. Era cuidadosa al no hacer contacto visual conmigo mientras lo ponía en mi cabeza. No hizo otro intento de un extraño abrazo para tranquilizar a

adolescentes con problemas. Sin embargo, me estudió con intensidad, como si estuviese buscando respuestas a preguntas que no se atrevería a decir en alto. Imaginé que incluía algo además de las preguntas: ¿Qué te paso, pequeña? ¿A dónde irás? No necesitaba su compasión. No necesitaba nada de ella o de alguien más. Me giré para marcharme. —¡Abby! —gritó la señorita Morgan. Me detuvo antes de que pudiese salir de su alcance. Con cuidado, alcanzó la borla de mi birrete y lo movió de izquierda a derecha.

Capitulo 2 Traducido por Pily Corregido por AriannysG

Los días siguientes se mezclaron. El día con la noche. Un atardecer permanente. Una mezcla de sueños y pesadillas. Llaman a la figura que se lleva a nuestros seres queridos de este mundo, el Ángel de la Muerte, cuando en realidad es sólo un chico de los recados que se esconde en lo profundo de una capucha que lleva las almas al otro lado. No es un mal trabajo en verdad. Es probable que él no sienta y no llore. Era más parecido a mí de lo que creía. Lo envidiaba. Por no tener sentimientos. Por liberar a la gente de un mundo a otro sin la sorpresa o la conmoción que siempre parece venir con la muerte inesperada. ¿Por qué llamamos a los que hemos perdido, decimos que han partido? No han partido. La palabra partir significa "irse". Ellos no se fueron. Han sido secuestrados en esta vida por algún esqueleto sin alma vestido con capucha que los encaminó a su final. Nan tuvo que haber dejado este mundo pateando y gritando. Sé que ella me debió haber llamado mientras él echaba su alma en el bolsillo. Ella me necesitaba para salvarla, y en su lugar, quizás fui la razón de su muerte. Así fue como las pesadillas llegaban noche tras noche: Nan, ahogándose en un purgatorio de agua oscura, tratando de abrirse paso

de regreso hacia mí, y nunca llegaba a acercarse, no importaba lo mucho que lo intentara. Me despertaba en medio de la noche, con el rostro pálido y bañado en sudor, un grito rasgando en gran medida en mi garganta mientras lloraba por la única persona en mi vida que siempre quiso salvarme de mí misma. Los recuerdos de los días después del funeral de Nan se reprodujeron en mi cabeza, repitiéndose de manera borrosa y en cámara lenta. No comí. No dormí. Vecinos al azar vendrían a poner la habitual cazuela de "alguien murió”. Ni siquiera tocaban, probablemente porque sabían que no iba a responder. Por último, Irma, la de al lado comenzó a tomar mis cazuelas y dejarlas en la iglesia. El alimento no consumido era demasiado para el viejo congelador color aguacate de Nan. Empecé a pasar el cerrojo de la puerta principal, lo que era algo inaudito en nuestra pequeña ciudad. No estaba necesariamente tratando de bloquear a la gente. Me encontraba tratando de mantenerme encerrada, cuanto más alejada estaba de la civilización, más cerca me sentía de Nan. Sentía la necesidad de castigarme, rodeándome de todo lo que era de Nan. Rocié su perfume en el aire. Llevaba el abrigo de piel de zorro viejo, que nunca había usado y no había razón para tener que llevarlo en un lugar tropical. Dormí la siesta en su edredón de pana roja, y bebí su whisky favorito de todas las noches y a veces todos los días, hasta que el calor en la garganta se extendía a mi sangre y me dejaba llevar al olvido que buscaba. La casa de Nan, mi casa, era la casa más rural. Las paredes de color rosa descolorido necesitaban de una nueva capa de pintura y las tejas de color gris claro evidenciaban el paso de las fuertes tormentas de verano. Con dos dormitorios y un solo baño, era pequeña para los estándares de cualquiera. Los suelos de linóleo de imitación de madera y armarios de color blanquecino no habían sido actualizados desde que Nan construyó la casa de campo treinta años atrás. El corto camino de grava daba paso a un camino adoquinado, y la propia casa se asentaba en nada más que un mísero octavo de acre que alcanzaba de un lado la cocina oriental de Lee y el salón de belleza de Irma por el otro. A Nan nunca le importó que el espacio verde fuera tan pequeño, porque tenía las aguas del río Coral Pines en su patio trasero. Con un vaso de whisky en la mano, miré alrededor de la casa que Nan tanto amaba. ¿Había sido solo tres años antes cuando había

estado tan reacia a llamarla mi casa? ¿Solo unos pocos años desde que llegué a la vida de Nan con profundo rencor y una lengua más cortante que un cajón lleno de cuchillos? Sus palabras, no las mías. Nan me había recibido en su vida. Ella fue muy paciente conmigo en cada paso del insoportable camino, y me amó, sin preguntas, sin excepciones. Cuando un trabajador social un traje tres tallas más grandes llevó a una niña de trece años al camino de entrada para reunirse con la abuela que nunca había conocido, estaba más que aterrorizada. Ella era la madre de mi padre. ¿Y si era igual que él? ¿Y si me decía que nunca prometió mantenerme, como él decía? No me refiero a mantenerme con juguetes y fiestas de cumpleaños. Me refiero a mantenerme con comida y con la electricidad encendida. Mantenerme a salvo. Los fiesteros amigos de mi padre llegaban a mí cada vez que entraba a mi habitación, los mismos amigos que me preguntaban si sabía lo que era una polla, y si sabía qué hacer con una. A los seis años, les dije que se jodieran a sí mismos. Se rieron muy fuerte y papá se enojó. Fue dos días antes de que me pusiera en la silla de la cocina y me lanzara un trozo de pizza fría en el suelo a mis pies. Papá pudo haber pensado que su forma de disciplina me había enseñado una especie de lección. La única cosa que realmente hizo fue hacerme fría e insensible. Él y mi madre estaban constantemente drogados y de la misma manera se turnaban para entrar y salir de las puertas de la prisión estatal. Resultó que Nan no era en absoluto como mi padre. Estaba realmente emocionada de tenerme, pero me di cuenta que estaba tan nerviosa como yo. Se mostró cauta pero cariñosa. Cuando Nan había venido a saludarnos en el porche ese primer día, no corrió y me abrazó. Se aseguró de no abrumarme con el amor que tenía escrito en toda su cara. Me enseñó mi habitación, que era completamente blanca, o mejor aún, me dijo, estaba en blanco. Seguro que sí. Paredes blancas, edredón y la almohada blanca, y un escritorio y una silla blanca. —No sabía lo que te gustaría, así que pensé en dejar que me digas cómo quieres decorar tu habitación y lo que te gustaría en ella.

—¿Puedo tener cualquier cosa? —había preguntado. —Claro, cariño, absolutamente. Nan siempre tuvo cuidado de retirar su mano antes de tocarme la cabeza o el hombro... o el brazo. Mi aversión al contacto físico debe haber estado en mi archivo. Lo único que le pedí a Nan ese primer día fue un cerrojo en la puerta de mi dormitorio. No hubo preguntas ni vacilaciones. Un personal de mantenimiento estaba en la casa y había instalado mi cerrojo en una hora. Ella me hizo un collar para la llave y me dijo que lo pusiera en mi cuello. Dejé de usar el cerrojo un par de semanas después de irme a vivir con ella, pero nunca me había quitado la llave. Luego, Nan me alimentó con pollo frito casero con puré de patatas. Teníamos tarta de melocotón de postre. Sólo habló para preguntarme si me gustaba la comida. Asentí. En realidad, era la mejor comida que había comido. Después de esa primera comida, la noche del martes se convirtió en la noche de pollo frito. Nan no quería respuestas de mí. Solo quería una nieta, con mal genio, una lengua afilada y algunas veces violenta. Durante toda mi vida, nadie me quiso, ni en mi mejor día, ni cuando me comportaba mejor. Nan me quería en mi peor momento, y, a veces, eso fue exactamente lo que hacía. Recorrí un largo camino en mis cuatro años con Nan. Después de solo unas pocas semanas sin ella, era como si nunca hubiera estado en mi vida.

Capitulo 3 Traducido por Meghan Fray Corregido por AriannysG

Cuando el persistente sonido del maldito timbre se mantuvo sonando en la puerta una y otra vez, estaba inclinada a tomar la pistola del armario del corredor, disparar primero y preguntar después. —¡Lárguense! —grité en mi almohada mientras tiré del edredón sobre mi cabeza. No sabía qué hora era y no me importaba. Todo lo que sabía es que era temprano y no estaba lista para terminar mi hibernación todavía. El timbre de mierda cambió su estilo de sonar dos veces en intervalos de treinta segundos a presionarse continuamente como alguien esperando impacientemente por un elevador. Eso es todo, pensé. Tomaré el arma. Dejé mi cama, abrí de golpe la puerta frontal, y casi me sentí mal por la pobre alma al otro lado que habría de enfrentar mi ira. Una mujer vistiendo un traje azul marino ocupaba la mayor parte de la entrada. Tenía que levantar la mirada para ver su rostro. Lucía como Dan Aykroyd vestido de mujer. Su cabello era escaso y estaba coloreado de negro y gris, colocado en un apretado moño en su nuca. Sostenía una carpeta y un sujetapapeles en su mano. —¿Abby Ford? —preguntó sin mirarme, su atención centrándose en su sujetapapeles. Su voz era profunda y vibraba de su pecho cuando hablaba.

—¿Eh? —pregunté. El sueño se escabulló de mis ojos, mi rabia remplazada con un cansado sentido de confusión. La mujer-hombre suspiró. —Eres Abby Ford… ¿estoy en lo correcto? —Dio golpecitos con la punta de su lápiz en el sujetapapeles. —¿Sí? —Salió como una pregunta. Ella bufó, y si pudiera ver sus ojos cuando los subió hacia el cielo, estoy segura que la vería rodarlos. —Lo repetiré de nuevo. ¿Eres o no Abby Ford, la menor de edad que estaba al cuidado de Georgianne Ford antes de su muerte tres semanas atrás? —Casi tengo dieciocho —dije impulsivamente—, entonces puedes irte ahora. Me moví para cerrar de golpe la puerta, pero ella la bloqueó con su pie sin perder un segundo. —Sí, bueno, no tienes dieciocho todavía, y tener diecisiete te hace una menor. Además, estás bajo tutela del estado de Florida, y te llevaré a custodia protectora hoy. Estarás en una casa de acogida hasta el día que tengas dieciocho. —Tiró de una página del sujetapapeles—. Por lo que puedo ver, será dentro de nueve meses. Sabía que la casa de acogida era una posibilidad. Solo que no había esperado que el sheriff Fletcher rellenara el papeleo, y que ellos apareciera tan malditamente rápido. También tenía la esperanza de que casi tener dieciocho, a nadie le importaría un carajo. —¿Puedo entrar, señorita Ford? —preguntó la mujer-hombre. —¡No! —Me moví al frente para bloquear la puerta. Estaba segura que había dejado evidencias para arrestarme en la mesa de café que ella no necesitaba ver. —¿Perdón? —preguntó, obviamente no acostumbrada a ser desafiada.

—A mi tía no le gustan los extraños en la casa, y ni siquiera me ha dicho su nombre. —Oí la mentira salir de mi boca antes que siquiera registrara qué decía. —Señorita Thornton —replicó—. Mi nombre es señorita Thornton. —Quería tomar su lápiz y apuñalar su pie con él, el que no dejaba cerrar la puerta. Era la primera vez que ella apartaba sus ojos de su sujetapapeles y me echaba una mirada. Todavía llevaba puesta la pijama, la cual consistía en una camiseta manga larga de cuello alto y pantalones cortos. Estoy segura de que tenía el cabello revuelto y círculos oscuros bajo los ojos. Con todas las pesadillas, era difícil descansar. La señorita Thornton estaba probablemente preguntándose por qué dormía hasta tarde en un lunes. —No tenemos registro de esa tía que hablas, ¿cómo se llama? Eché un vistazo alrededor de la sala de estar con nerviosismo. Mis ojos se posaron en la vieja colcha que mantenía cubierto el sofá. El parche llamativo en el medio representaba el día en que Elvis se casó con Priscilla. Ellos estaban cortando su pastel de bodas, su bouffant negro era casi más alto que el pastel. —Priscilla —dije cuando me di la vuelta hacia la señorita Thornton—. Priscilla... Perkins. —El sonido de la P doble haría más fácil para mí recordar la mentira. —¿Dónde está la tía Priscilla? —Bajó las gruesas gafas negras a la punta de su nariz mientras me miraba. —Eh... está en camino de regreso a Atlanta. Tenía que ir a buscar el resto de sus cosas para que pudiera vivir aquí conmigo. — Miré más allá de ella, así no haría contacto visual. Sus ojos eran como pequeños detectores de mentiras, mientras latidos de mi corazón se aceleraban y se ralentizaban—. Ella es la hermana de mi madre. Solo le conocí hace poco en realidad. En realidad necesitaba dejar de decir impulsivamente mierdas. —Está bien. Entonces, ¿cuándo llega la hermana de tu madre? —La señorita Thornton casi resoplaba. También sudaba y no solo un poco. Las cuentas que se habían iniciado en la frente corrían por su rostro y se agruparon en la parte superior del cuello de la blusa

demasiado apretado. Me llamó la atención la pequeña mancha amarilla a lo largo de la tela blanca que se hizo más grande en el momento en que se puso de pie en el porche. —Mañana por la tarde —dije con tanta confianza como pude. Fingí un bostezo a aparentar más indiferencia. —¿Alguien más sabe sobre esta tía tuya? ¿Alguien con quien podría hablar? —Se metió el dedo en el cuello y tiró de él. Juro que vi salir vapor. Estaba segura de que tenía un montón de niños, además de mí para secuestrar. No sabía por qué estaba tan preocupada por mí. —Claro. Todo el mundo sabe sobre la tía Priscilla. Puede ir a preguntar en la tienda de la esquina o en el motel de la carretera. Todos la conocen. —Muy bien, señorita Ford —dijo la señorita Thornton—. Esto es lo que va a ocurrir: estoy obligada en asegurarme de que usted no está viviendo sola, así que tengo que estar segura de que esta “tía Priscilla” —y citó en el aire con los dedos—, existe y es capaz de cuidarla. Tengo la intención de hablar con la gente que usted reclama que la conocen, en algún momento de esta tarde. Si en realidad alegan conocer a “tía Priscilla” y pueden dar fe de su existencia, estaré de vuelta mañana por la tarde para entrevistarla sobre el proceso de convertirse en su tutor legal. Mientras tanto, aquí está mi tarjeta. —Me entregó una tarjeta en blanco genérico con el sello del estado de Florida en la esquina—. Si por casualidad llega antes, por favor, dígale que me llame. Extendí la mano y le tomé la tarjeta mientras se dio la vuelta y empezó a bajar las escaleras. Se volvió hacia mí de nuevo. —¿Y señorita Ford? Si por alguna razón la “tía Priscilla” no es capaz de cuidarle, tendrá que venir conmigo. —Por primera vez desde que abrió la boca, había algo parecido a la preocupación en su voz, como si tal vez una vez ella se preocupaba por su trabajo, pero con el tiempo olvidó cómo hacerlo. La preocupación se fue tan rápido como llegó. —¿Está segura de no querer ahorrar un poco de tiempo y problemas, y empacar una bolsa ahora?

Negué. —Está bien, entonces. Estaré de vuelta, señorita Ford —me aseguró. Abrió la puerta del auto y se maniobró detrás del volante de su —muy demasiado pequeño para su peso— Prius antes de dirigirlo en la dirección de la tienda de la esquina y el motel. Volví corriendo a la casa antes de que el polvo levantado por sus neumáticos se asentara. Abrí mi armario y saqué la ropa de sus perchas, abriendo cajones, y empujando tantas cosas como pude en mi mochila. No tomaría mucho tiempo verificar que nadie sabía de esta irreal tía Priscilla. Tenía que largarme de aquí antes de que ella regresase y me arrastrase a otro hogar de acogida. Pago por cuidar chicos, sin el cuidado. Para mí, eso era lo que realmente las casas de acogida eran. Contribuía al hábito de drogas y alquileres pagados. No había manera en el infierno que iba a volver. Mis experiencias en el sistema variaban entre compartir una habitación con un chico que despellejaba gatos, que estaba convencida de que me habría sofocado al dormir, a escuchar a Greg, el chico mayor que dormía en la litera de abajo de nuestra habitación, masturbándose con rabia todas las noches y maldiciendo a sus padres cuando se corría. Luego estaba Sophie, la única amiga que hice en la casa de acogida. Era pequeña y tranquila, con cabello oscuro y grandes ojos marrones. Su piel siempre se veía de bronceado natural. Parecía una muñeca, o lo que había escuchado de ellas, de todos modos. Nunca fui dueña de una. Sophie compartía la misma mirada vacía y sin esperanza, que yo tenía. Sus antecedentes familiares y su educación no eran tan diferentes de las míos. Reconocí un alma gemela en ella. Una mañana me la encontré desnuda en el sofá, con sus ojos sin vida y desenfocados. Moretones cubrían cada centímetro de su cuerpo pequeño de doce años de edad. Su piel una vez de color olivo era transparente. Podía ver todas sus venas azules bajo la superficie. Sus muñecas se encontraban atadas detrás de su espalda con un largo calcetín sucio y una aguja estaba en un cenicero junto a ella. Sangre goteaba de la punta y se agrupaba en el fondo del cenicero claro. Dick y Denise, nuestros padres de crianza, la usaron como su entretenimiento la noche anterior. Le habían drogado con drogas compradas con el

dinero que el estado da por su cuidado antes de utilizarla como un juguete para sus juegos sádicos sexuales. Probablemente ni siquiera sabían que estaba muerta hasta más tarde ese día. En ese momento, me había largado. Esa fue la primera vez que me escapé de un hogar de acogida. Ciertamente no fue la última. Después de calzarme en mis viejas botas de vaquero y comprobando por la navaja que mantenía dentro de una de ellas, puse tirantes de la mochila sobre mis hombros y corrí a la habitación de Nan para agarrar la bonita pulsera de su mesita de noche. Tomé mi marihuana de la mesa de café y salí por las puertas correderas de cristal. Hice una carrera hacia la playa. *** Probablemente pasaría un rato antes que la señorita Thornton me olvidara y trasladara su atención a otros más dignos degenerados. Hasta entonces, pensé que sería mejor si me quedaba lejos de casa por lo menos durante unos días. Mi plan era sencillo: mantener un perfil bajo y llegar a ser invisible. Tenía un poco de dinero, pero sabía que no duraría mucho. Había planeado vender algunos de los artículos menos amados de Nan, pero tendría que esperar hasta que la costa estuviera despejada. Decidí pasar por el Bar Bubba justo antes del cierre para ver si considerarían contratarme para barrer los pisos o servir mesas. Dudaba de que la señorita Thornton me buscara en un bar un lunes por la noche. Después de Bubba mi enfoque estaría en tratar de encontrar un lugar donde dormir por un par de noches. Un hotel estaba fuera de la cuestión. Era el pico del verano, y de seguro todas las habitaciones de la ciudad estaban reservadas por los turistas. Una noche en cualquiera de ellos me habría costado más de diez veces los veinte dólares que tengo en mi bolsillo. La playa no era segura tampoco. Las mareas eran impredecibles y podrían acercarse sigilosamente cuando uno menos se lo espera. Más de una vez, un turista que tomaba una siesta por su borrachera había sido arrastrado al Golfo. Me dejé caer en la arena caliente entre las mantas de turistas y usé mi mochila como almohada. Estaba escondida a plena vista.

Durante un tiempo, vi a la gente correr sus motos acuáticas de alquiler y tratando de esquivar a surfistas sin caer de culo. Las mamás y los papás gritaban a sus hijos adolescentes, viendo como finalmente maniobraba la ola y cogieron un poco de viento, lo que les llevó sólo un par de metros antes de que perdieran el control y terminaran de nuevo en el agua. Las mamás y los papás se mantuvieron animando, incluso cuando los niños se dieron por vencidos de su nuevo deporte y arrastraron sus cansados, derrotados y gastados cuerpos a la orilla. Solo era surfeo. ¿Por qué estaban tan orgullosos? ¿Por qué todos los vítores? Además de graduarme de la escuela secundaria y ver la expresión del rostro de Nan esa mañana mientras me vestía en mi toga y birrete, nunca había tenido a nadie que estuviera orgulloso de mí. Si quería aprender algo, me enseñaba a mí misma. No había nadie allí en animarme por las cosas importantes, por no hablar de las pequeñas. Me alojé en la playa hasta la puesta del sol, viendo el cambio de piel de los turistas desde el blanco pastoso hasta el intenso rojo en el momento en que el sol y la luna intercambiaron lugares. Tomé las carreteras secundarias a Bubba y encendí un porro en el camino. Faros resplandecieron en el camino oscuro detrás de mí. Me hice a un lado para permitir que el vehículo pasara por lo que no terminaría como la zarigüeya que acababa de tener que pasar por encima. En vez de rebasarme, el camión aminoró la marcha y se detuvo junto a mí. Era tan alto que mi cabeza estaba alineada con la parte superior de los neumáticos. —¿Sola en un camino oscuro? —No podía ver a Owen Fletcher, pero lo reconocí por su voz—. O quieres ser atacada por los coyotes, o estás drogada. Él sacó la cabeza por la ventanilla de la camioneta. Su gorra de béisbol negra estaba al revés, su rebelde cabello oscuro se asomaba por los bordes, las mangas de su camiseta blanca estaban enrolladas con un paquete de Marlboro Reds, el logotipo visible a través de la delgada tela doblada, plegado en un bolsillo. Owen siempre había sido amable, y siempre su misión era entablar una pequeña charla conmigo cuando nos encontrábamos en el mismo lugar al mismo tiempo. Pero entonces, lo hacía con todo el mundo. Sospechaba que era en parte debido por quién era su familia. Tal vez, lo preparaban para una carrera en la política. Cuando tienes

familiares en puestos de poder en un condado, no es común que fracases y te conviertas en el portero de la escuela. Levanté mi porro al aire para que pudiera ver que estaba drogada y no queriendo ser atacada por los coyotes. Exhalé el humo que estaba sosteniendo en el interior de los pulmones. Quemó, pero no tosí. Owen rio. —Tenía la esperanza de que era eso. —Aparcó el camión y abrió la puerta del pasajero—. Entra, chica, y pásame esa mierda. No llamaría a Owen exactamente mi amigo, pero podría ponerlo en la lista corta de las personas que no me hacían temblar de miedo o enojo cuando hablaban. Por lo menos no demasiado. Me hice a la idea de entrar en su camioneta cuando el centésimo mosquito de la noche comenzó a hacer una comida de mis brazos sobre las mangas. Al ritmo que picaban, no pasaría mucho tiempo antes de que me dejaran sin sangre. Owen se agachó y tendió la mano para ayudarme a levantarme. Negué, rechazando su ayuda, y me impulsé de un salto en el camión como si estuviera montando un caballo. Puse un pie en el borde inferior de la cubierta, y giré mi otro pie sobre la parte superior de la misma antes de cambiar de lado y deslizar mi culo en el asiento. —Impresionante —dijo Owen, reconociendo mi habilidad inútil. Estaba más impresionada por mi capacidad de evitar una vez más el contacto humano—. Incluso Billy Rae todavía necesita mi ayuda para subir. Por otra parte, ese culo gordo tiene setenta y cinco libras de más lo cual lo la gravedad no se rinde fácilmente. Le pasé el porro y él inhaló hondo, soplando el humo por la nariz y boca. Owen echó a andar el camión por el camino oscuro. El zumbido de las enormes llantas sobre el pavimento hacía eco dentro en la cabina del camión. El salpicadero vibraba y la luz azul del reloj se hizo más borrosa cuando Owen aumentó la velocidad. —Tío Cole me dijo lo que le pasó a tu abuela. Lo siento —dijo Owen, al pasarme de nuevo el porro. El cambio repentino en la conversación me tomó por sorpresa. La disculpa de Owen parecía genuina, pero la mención de Nan trajo una sensación de hundimiento en la boca del estómago. Lo ignoré y me encogí de hombros.

—Gracias —le dije antes de cambiar de tema—. ¿Qué estás haciendo aquí? ¿No tienes chicas a las que perseguir? Owen rio. —Abby, Abby. —Puso su mano sobre su corazón y fingió estar herido—. Sabes que las damas se acercan a mí, y no al revés. La única falda que he perseguido es la tuya, el segundo año, y recuerdo que me decías, y cito ahora: “¡No eres mi tipo, Owen, y nunca lo serás!” —Habló mi parte en una voz femenina aguda, pero su intento de imitarme sonaban más como la voz de Julia Child. —¿Yo dije eso? —pregunté, aunque sabía muy bien que lo hice. También me acordé de mandarlo a la mierda, y todo lo que él hizo fue estar de pie y reírse como si nunca se lo habían dicho antes, como si mi negativa fuera divertida para él. —Oh, sí, lo hiciste. Rompiste mi pobre corazoncito ese día. — Sacó su labio inferior en una mueca falsa. —Está bien. Puede que haya dicho eso, pero te aseguro que no sueno así. —Es verdad. Tu voz es más ronca y mucho, mucho más enojada. —Esta vez usó una voz más cerca del Come Galletas cuando recitó mi rechazo. —Ya vemos, eso fue para lo mejor, porque aquí estamos, ¿todavía siendo... amigos? —Usé el término amigos por falta de una palabra que describe “una persona que no me repugna tanto como los demás.” —Por supuesto, somos amigos, Abby. —Owen mostró su gran y brillante sonrisa blanca recta de dientes. Pude ver por qué caían las chicas a sus pies. Las chicas que estaban interesados en los chicos, de todos modos. Desde luego, no era una de ellas, no es que me gustaban las mujeres o algo así. A veces, creo que no fui elaborada como todo el mundo lo fue. Otras veces creo que juntaron mis piezas de la misma manera que ellos, sólo que la de ellos se mantuvieron juntas mientras las mías se derrumbaron y se juntaron todas de nuevo una y otra vez. La mayoría de los chicos de mi escuela secundaria eran porristas y futbolistas, camioneros y pescadores. Por encima de todo, ellos eran buenos en algo.

La única cosa en lo que era buena es el instinto de conservación. Pero si eres una adolescente normal, sin duda pensarías que Owen era un tipo bien parecido. Sus ojos verde esmeralda eran tan brillantes que parecían lentes de contacto. Su piel estaba bronceada por pasar la mayor parte de sus días en su barco de pesca. Pescar peces durante todo el día fue, sin duda, la razón de que sus bíceps y antebrazos estuvieran bien flexionados mientras giraba el volante. Los caminos eran tan oscuros que incluso los faros parecían hacer mucho para iluminar la noche. Owen había crecido Coral Pines y probablemente conocía estos caminos como la palma su mano. Probablemente podría haber manejarlos sin ningún tipo luces en absoluto.

no en de de

Cada uno de nosotros inhalamos más sorbos. Apagué la punta con el pulgar y el dedo índice y luego puse el porro de nuevo en el bolsillo delantero con cremallera de mi mochila. —Entonces, ¿adónde te diriges? —preguntó Owen. —A Bubba. Voy a conseguir un trabajo. —Además, Bubba era el único lugar abierto hasta tarde, y no quería decirle que no tenía a dónde ir por el momento. —¿Vas a dormir allí, también? —Se rio y señaló la mochila a mis pies. —Estaba en la playa por un tiempo... ya sabes necesitas toallas, protector solar y cosas por el estilos —mentí. Owen me miró con escepticismo, pero aceptó mi respuesta y no insistió más. —¿Quieres que te lleve allí? —preguntó—. No está lejos. —Por supuesto. —Todavía era temprano, pero supuse que podría conseguir algo de comer antes de encontrar un lugar para dormir por la noche. Miré a Owen mientras observaba el camino, con el rostro iluminado por las luces del tablero azul. Supongo que él podía sentir mi mirada. —¿Qué? —preguntó con una sonrisa.

—Nada —respondí, todavía incapaz de apartar mi mirada de él. Había algo en él que era intrigante, diferente a los otros chicos que conocía. No podía poner mi dedo en la llaga, pero parecía casi familiar para mí. —No. Tienes que decirme por qué me miras de esa manera. — Hizo un giro hacia el letrero roto del estacionamiento de Bubba y aparcó el camión. —No es nada —le dije. Owen hizo otra cara, y me encontré ahogando una risa. —¡Dime, Abby! —Bloqueó el camión desde el botón de bloqueo automático de la puerta—. No te voy a dejar hasta que no me lo digas ahora mismo lo que estabas pensando. —Está bien —le dije, rindiéndome—. Abre las puertas, y luego te lo diré. Me miró pensativamente por un momento. —Bien. —Hizo clic en el botón—. Ahora, dímelo. Antes de que las palabras salieran de su boca, me lancé a la puerta y salí corriendo de la camioneta. Cuando estaba casi a la entrada, miré hacia atrás y vi la brillante sonrisa de Owen. Él puso el camión en reversa, sacudió la cabeza y se echó a reír mientras retrocedía hacia la carretera y se alejó en la noche. Tal vez, tenía un amigo después de todo. Quizás.

Capitulo 4 Traducido por Katzen Noire Corregido por Pily

Bubba siempre estaba ocupado, pero durante los meses en que los turistas ocupaban todos los cuartos de motel y las rentas vacacionales en la isla, era una casa de locos. Por lo general pasaba en invierno, cuando los pájaros migraban al sur, o durante algunas semanas en verano cuando las familias iban de vacaciones juntos. No sabía nada sobre esas cosas. Vacaciones o familias. Tomé un lugar al fondo del bar y ordené una hamburguesa con papas fritas. Tomé mi tiempo para comer, observando todos los coloridos personajes que salieron por la noche, locales y turistas por igual. Una mujer mayor con el cabello rizado de color marrón se sentó en el regazo de un hombre vestido con pantalones de chándal, su uso de sombra de ojo azul era épico, llegando hasta sus cejas. Un grupo de universitarios hicieron de la mesa de billar una estación de beer pong1. La pequeña pista de baile estaba llena de gente quienes eran desafiados rítmicamente o estaban pasados de copas. De todos modos todos parecían estarse divirtiendo. Por un momento, me encontré peleando con sentimientos de celos. Hasta que vi a dos chicos de mi edad besándose en una esquina. Los celos se fueron tan pronto como vinieron.

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El Beer pong: Juego de beber de origen norteamericano en el que los jugadores tratan de encestar desde el extremo de una mesa, con pelotas de ping-pong en vasos llenos de cerveza.

Cuando terminé de comer, pedí una coca-cola para extender mi estancia. Me sentía exhausta y segura de que mi cuerpo olía como si hubiera sido bañada en cerveza, frita en aceite y rodado en un cenicero. Aun así, me quedé hasta que la última persona saliera dando tumbos del bar. —¿Todo bien, Abby? —preguntó Bubba—. Siento mucho lo de Georgie, era una gran mujer. Bubba era mayor, a finales de sus sesenta, con pelo canoso. Él y Nan siempre hablaban cuando me traía para el almuerzo de los domingos. Una vez le pregunté si es que alguna vez había pensado tener una cita con él, pero ella simplemente se encogió de hombros, como si la idea fuera tan ridícula como un perro con alas. Siempre sospeché que podría haber habido algo más entre ellos que una simple charla dominguera. —Oh, sí, estoy bien —mentí—. Aun no estoy cansada. Supuse que podría salir. Bubba asintió y tomó las llaves para cerrar. —Sí, noches ocupadas como estas antes me mataban. No podía ir a la cama hasta que el sol se levantara. —Volvió a bostezar—. Obviamente esos días quedaron atrás. —Oye, Bubba, ¿hay alguna posibilidad de que pueda molestarte por un trabajo? —Me estremecí internamente al tener que preguntar. Sabía que no estaba exactamente calificada. Podría fácilmente contarle mi triste historia sobre estar sola y no tener dinero en un intento de persuadirlo, pero no quería su lástima. Además, no podía permitirme sollozar por mi propia historia, así que definitivamente no quería que otros lo hicieran. Budda me miró. —¿Qué edad tienes ahora, Abby? —Casi dieciocho. —Era una especie de mentira, pero también de verdad. Dependía de la definición que uno tenía de “casi.” —¿Alguna vez has atendido clientes? Negué.

—No, pero creo que lo haría bien. Nan siempre habló sobre como atendía su café en sus tiempos, y siempre escuchaba como manejaba a los clientes. Puedo hacerlo. Lo prometo. —No sabía si eso también era mentira. No tenía idea de si podría ser una buena camarera o no. Ahora no era el tiempo de ser honesta. —Abby, no puedo arriesgar mi licencia de alcohol al ponerte detrás de la barra. Y tampoco puedo dejarte ser camarera porque estamos en temporada alta y desbordados de gente, y tampoco tengo tiempo para entrenar a alguien nuevo. Pero te diré algo, regresa y ven a verme cuando tengas dieciocho y estemos menos ocupados, prometo encontrar algo para ti. —Sí, no hay problema —dije tratando de mantener el tono positivo. Bubba me encaminó hacia la puerta delantera. —Georgie hizo bien contigo. Ella era una buena mujer. Ven a verme si necesitas algo. La gente de Dios necesita mantenerse unida. No sabía si se refería a mí o a Nan cuando menciono “la gente de Dios necesita mantenerse unida.” ¿Y no le acababa de pedir ayuda? Asentí y sonreí. Dejé el bar sintiéndome derrotada. Seguía necesitando desesperadamente dinero. Una vez que todo estuviera claro con la Señorita Thornton, y estuviera de vuelta viviendo en la casa de Nan, necesitaría poder solventarme sola, y realmente espero poder mantenerme. Si no podía conseguir un trabajo, tendría que recurrir a los robos. Las palabras de Bubba se pegaron a mí mientras caminaba por la carretera principal entre las sombras de los pocos postes de luz que tenía nuestro pueblo. La gente de Dios debe mantenerse junta. De hecho empezó a tomar sentido para mí mientras seguía pensando en eso. Si la gente Dios se mantenía unida, y yo estaba sola, entonces ciertamente no eres parte de su gente. Por mucho que Nan me llevara a la iglesia y rezara por mí, nunca sentí que estuviera siendo vigilada o cuidada por algún poder supremo. Supe entonces que eso era porque no era parte de la gente de Dios. Probablemente nunca lo fui.

Caminé sin destino en mi mente, con el nuevo conocimiento de que si había un Dios, se habría olvidado de mí desde el principio. No fue ni siquiera un segundo después de que ese pensamiento cruzó por mi mente cuando el suelo debajo de mi pies empezó a temblar, y la bombilla del poste de luz que estaba arriba de mí se sacudió en advertencia. La noche se volvió oscura. ¿Qué demonios? Una sola luz redonda, la más brillante que había visto en un auto apareció ante mí, rompiendo a través de la oscuridad y cazando las sombras que estaban a mi alrededor. Aceleró directamente hacia mí. El estruendo de la tierra creció violentamente conforme se acercaba. La luz de la bombilla zumbó mientras luchaba para regresar a la vida. Justo cuando pensaba que Dios mismo estaba dando a conocer su presencia ante mí, para castigar mis pensamientos blasfemos, la atronadora máquina del infierno portadora de la luz cegadora pasó delante mío en un borrón de cromo, negro y rubio. La fuerza de su velocidad me envió cerca de un matorral de arbustos espinosos. No era Dios, solo era un maldito motociclista. Uno grande, pero aun así, solo un maldito motociclista, manejado a una velocidad por lo menos tres veces superior al límite de velocidad. Solo mi suerte. Pensé. Logré levantarme y me incliné para quitar la arena y fragmentos de concha de mis pantorrillas. Solo mi maldita suerte. *** El sonido de mi propio estornudo me despertó. No estaba sorprendida. Parecía que al moverme, pateaba un tazón de polvo y el resultado eran estruendos producidos por mis estornudos. Odiaba el polvo. Odiaba las alergias. Y definitivamente odiaba meterme a escondidas en el depósito de chatarras detrás de Frank Dunn’s Auto Body para dormir en la vieja camioneta de Nan. Lo había llevado ahí en un intento de ponerlo en marcha de nuevo, pero desde que se enteró que eso tomaría como dos

mil dólares, ha estado en el depósito de Frank sin tocar por más de un año. La experiencia me ha enseñado que los trabajadores sociales encargados del bienestar infantil no perseguían por mucho tiempo a los niños. Una vez que pasaban veinticuatro horas buscándote sin ninguna suerte, ellos te metían en la lista de los fugitivos y pasaban a otro caso inoportuno. Así que solo necesitaba una noche lejos de la casa de Nan, tal vez dos, para estar segura de que la perra entrometida de la señorita Thornton estaría muy lejos antes de que regresara a casa. Miré la hora de mi reloj. Eran casi las cuatro de la mañana. Supuse que podía tener unas cuantas horas más de sueño, así que bajé aún más mi capucha y cerré los ojos. Traté de ignorar el polvo e imaginé estar en mi cama en casa de Nan. Me acurruqué y casi había regresado a mi sueño cuando volví a escuchar el mismo atronador sonido que me había hecho acabar de culo hacia unas horas. Con cuidado de no ser vista, me senté y espié asomándome sobre el salpicadero. Las luces de sensor de movimiento se prendieron y vi dos figuras caminando. Estaba demasiado lejos como para poder verlos claramente, pero escuché una risa femenina y el click-clack de tacones, así que uno de ellos probablemente era mujer. Me senté silenciosamente en el piso debajo del volante y traté de hacerme lo más pequeña posible. Lo último que necesitaba era un cargo por allanamiento de morada. De todos modos creo que ya tenía uno de esos, y sabía que Frank Dunn no estaría feliz cuando viera el agujero del tamaño de un bote de basura que había cortado de la valla para poder entrar en su patio. Unos sólidos cinco minutos pasaron antes de que sintiera que la camioneta en la que me encontraba se estaba inclinando por un peso, y el inconfundible sonido de gemidos llenaron el silencio de la noche. Sí, definitivamente eran gemidos y estaban cerca. La ventana del pasajero se volvió una pared de cuero negro. Arandelas de metal rayaban el cristal cada vez que la figura se movía. Los géminos empezaron a escucharse desde… más abajo. Me hice lo más pequeña que pude, tratando de hacerme invisible. Seguía estando oscuro afuera y mi sudadera con capucha

negra me cubría casi totalmente, así que aun si quien quiera que sea podría ver a través de la sucia ventana, con suerte pensarán que soy un montón de basura apilada en el piso. La mujer empezó a hacer gemidos exageradamente pornográficos. Los destellos de recuerdos no deseados llegaron a mi mente antes de que pudiera tratar de empujarlos fuera, las imágenes de desfiles interminables de moretones y cuerpos desnudos retorciéndose contra cualquier persona o cosa que pudieran encontrar. Montones de hombres y mujeres sobre los sillones de colores y el suelo untando su sangre fresca producida por heridas de aguja y arrancando costras de heridas viejas para hacer nuevas, mientras gemían y gruñían como animales. Los inconscientes por el sueño no eran tratados de forma distinta que los conscientes. Sus bocas abiertas y sus ojos sin vida mirando más allá del techo no era razón suficiente para dejar de follarlos. Ellos tomaban turnos, hasta que alguien notaba que no tenían pulso. Presencié más de un cuerpo muerto y desechado como una caja de pizza en el remolque de mis padres. La bilis subió por mi garganta. Un último recuerdo estalló en mi cabeza, la noche en que obtuve las cicatrices que mantengo cubiertas. Un ardor se hizo cargo de mi cuerpo al pensar en el filo de la navaja y la mirada enloquecida de los ojos inyectados de sangre de mi madre. Mi pecho se tensó, y quise que los recuerdos se fueran, pero era demasiado tarde. Traté de respirar profundamente para calmarme. En cambio inhalé una nube de polvo. Traté de ahogar la tos, pero terminó en asfixia. La mujer de afuera chilló al mismo tiempo, y me preparé para ser descubierta. Sin embargo la mujer tosió e hizo un ruido de asfixia por su cuenta. Se aclaró la garganta y escupió sobre el pavimento. —¡Se supone que me ibas a avisar cuando estuvieras cerca, idiota! —gritó. Mi pulso empezó a acelerarse. Mis manos estaban sudando. —Uups —dijo una profunda voz sin rastro de arrepentimiento. De hecho parecía estar divertido. Escuché el ruido de una cremallera cerrarse. Iba a vomitar. Lo sentí subir y casi no podía pararlo. Aguanté

la respiración y puse las manos sobre mi boca. Escuché los pasos alejarse, seguido por el chirrido de la valla al ser abierta. El segundo en que escuché la puerta cerrarse, abrí la puerta del conductor de la camioneta, inclinándome afuera desde abajo del volante, y vomitando violentamente sobre el pavimento. Mi cuerpo se convulsionó y siguió convulsionándose aunque ya no quedara nada en mi estómago que expulsar. Me limpié la boca con el dorso de mi mano. Que se jodan mis padres, y quien soy por culpa de ellos, pensé. —No te muevas hijo de puta —me gruñó una profunda voz, seguido del inconfundible sonido del amartillar de una pistola. Sentí un escalofrió bajar por mi columna y los pelos de mi nuca se erizaron. Mi corazón se detuvo. No me atreví a respirar. Con la cabeza aún viendo el pavimento, solo pude ver unas botas negras de cuero y vaqueros oscuros. No miré hacia arriba. No quería que el tipo pensara que lo pudiera identificar. Estos eran momentos en el que la mierda solía salir muy mal en este tipo de escenario, me dije a mi misma. Presionó su arma en la parte trasera de mi cabeza. Pude sentir el frio metal aún a través de mi capucha. Cerré los ojos y me preparé para el final. Por un momento, no hubo más que silencio. Finalmente, él hablo de nuevo. —¿Quién mierda eres? —Su voz era amenazante. No sabía cómo responderle. Nada de los que pudiera pensar sonaba como algo apropiado para decirlo a un loco con un arma. —¿Quién te mandó, hijo de puta? —Empujó con fuerza mi cabeza con la pistola hasta que mi frente casi toco el suelo. No creo que estuviera acostumbrado a ser ignorado. Tal vez, este era el modo en que tenía que terminar. Mi vida siempre fue una lucha, obstáculo tras obstáculo. Tal vez, estaba destinada a encontrar mi fin en un depósito de chatarra sin nadie más a quien le importara donde estaba. Tal vez, estaba peleando contra lo inevitable al tratar de seguir con vida. Permanecí en silencio y dejé mi destino a la suerte.

—Bien. ¿Quieres jugar de esa manera? —Le dio un tirón a mi capucha tirándome hacia adelante y estrellando mis rodillas contra el pavimento. Por poco esquivé el charco de mi vomito. Él se quedó detrás de mí y me arrancó la capucha, tomando un puñado de mi cabello con él. El arranque de mi cuero cabelludo me hizo gritar. Se quedó quieto por un momento antes de acercarse y arrodillarse en frente mío. Su arma seguía apuntado mi cabeza, pero no me estaba viendo, estaba viendo la mata de pelo rojo que había arrancado con su otra mano. Cuando alejó su vista de la mata de pelo en su mano, su mandíbula cayó. Nuestros ojos se encontraron, y aun con la mala iluminación, sus ojos eran del más brillante tono azul que había visto jamás. Algo profundo dentro de mí, algo que creí inexistente se agitó. No era mucho mayor que yo, tal vez algunos años. Estaba vestido con una apretada camisa negra y vaqueros oscuros. La chaqueta de cuero que llevaba durante sus actividades anteriores contra la camioneta ya no estaba. Su cabello rubio arena contrastaba con la oscuridad, con el largo suficiente para poder recogerlo detrás de la oreja. Su rubia barba y cejas combinaban. Tatuajes negros y grises con diseños que no podía distinguir, empezaban desde su mano derecha subiendo por todo su brazo, desapareciendo debajo de la camiseta y apareciendo de nuevo por su cuello y terminando ahí en la base de su cuello. Cuando habló, la agresión de unos segundos antes había desaparecido. —¿Tú? —preguntó en un susurro, que pronto se volvió en un grito desesperado—. ¿Qué mierda? Pude haberte matado! —El arma ya no me estaba apuntando. En cambio estaba descansando en sus manos, como si fuera un accesorio, tan inofensivo como si estuviera sosteniendo llaves. —Lo sé —dije. Una parte de mi deseaba que me hubiera matado. Me levanté y alejé mi cabello de mis ojos. El rubio desconocido se veía confundido. Se rascó su barba. —¿Qué mierda estás haciendo aquí? —preguntó mientras guardaba su arma en la parte trasera de sus vaqueros. —Nada. No estoy haciendo nada —dije.

Metí la mano dentro de la camioneta y tomé mi mochila del asiento, y empecé a caminar hacia la cerca. El rubio desconocido seguía el ritmo a mi lado, mirando el camión y después mi mochila. —¿Estás… estás viviendo ahí? —preguntó. Ahora, él me estaba irritando. No conocía a ese tipo. No tenía derecho a preguntar por mis asuntos, con o sin arma. —Contéstame. ¿Qué estás haciendo aquí? —Agarró mi hombro y me volteó hacia él. Aun con las capas de ropa entre nosotros, mi piel empezó a arder inmediatamente. Me deshice de su agarre —¡Déjame ir! —grité. Cuando reconoció el pánico en mis ojos, hizo precisamente eso. —Simplemente dime por qué estás aquí —dijo, en un tono mucho más suave y menos demandante. Olía a cuero y viento, y no dejaba de frotar su vello facial. Me preguntaba si siempre lo hacía cada vez que no pudiera entender algo. —¿Por qué estás aquí? —pregunté, volteando el asunto hacia él. La mejor manera de no contestar una pregunta era haciendo una. —Este es el patio de mi padre, y estoy en la cuidad manejando el negocio por un tiempo. Me estoy quedando en el apartamento adjunto, así que técnicamente, vivo aquí. Metió las manos en sus bolsillos como haría cualquier chico de mi escuela. No podía tener más de veintitrés años, pero en su rostro se marcó una expresión dura, con su ceño fruncido y la línea recta de sus labios, se veía mucho mayor. —Mierda —dije. Tenía la esperanza de que él también hubiera invadido la propiedad al igual que yo. En cambio fui atrapada, ¡y no menos que por el maldito hijo del dueño! Necesitaba largarme de aquí. Lo esquivé, primero por la izquierda y luego por la derecha y finalmente pude pasarlo. Corrí hacia la puerta y traté de abrirla lo más rápido posible, pero medía cuatro metros de alto y era extremadamente

alta. Esa había sido la razón por la que había abierto un agujero en la valla. Tiré y tiré lo más que pude hasta que finalmente cedió. Luego me volteé para encontrar que el extraño quien, solo momentos antes, me había apuntado con un arma, ahora estaba ayudándome a abrir la puerta. —No creías que eras tan fuerte, ¿verdad? —Una sonrisa se dibujó en sus labios. —Gracias —dije, mientras pasaba a través de la puerta y apreté el paso para llegar a la calle. —Hey, espera —llamó. Me congelé. Pensé que me iba a decir que llamaría a la policía o su padre, o a cualquiera que terminaría mandándome a la guarida del diablo de los hogares de crianza temporal. En cambio el pregunto: —¿Cuál es tu nombre? —¿Cuál es el tuyo? Él titubeó. —Jake —dijo finalmente. Se apoyó contra la puerta con uno de sus brazos, cruzando las piernas a la altura de los tobillos. Apenas me había percatado de estar mordiendo mi labio inferior. Paré cuando me di cuenta que estaba abiertamente mirándolo embobada. Él podría ser tremendamente atractivo… para cualquiera a quien le pueda gustar el tipo de chico espeluznante, enojado y violento. No sé realmente que me impulsó a decirle mi nombre. Por lo que sabía, podría usarlo para reportarme con la policía. —Abby —dije mientas me volteaba para seguir caminando. —Hey, ¿Abby? —Me llamó—. La próxima vez solo entra por la puerta. O mejor aún, toca la puerta. —Movió la cabeza hacia el edifico principal, y luego hizo un gesto hacia un pequeño bote de basura que escondía el agujero que había hecho en la valla para entrar—. Nada de hacer agujeros, ¿está bien?

¡Mierda! Justo cuando pensaba que podía irme, tuvo que añadir algo más. —Si hubiera sabido que te estabas escabullendo para ver el show, me habría asegurado de que tuvieras un mejor asiento. Levantó sus cejas sugestivamente y sonrió. Sentí el sonrojo subir por mi cuello hasta mis cachetes. Empezó a deslizar la puerta para cerrarla. Me volteé y corrí antes de que la tuviera cerrada, escondiendo la evidencia de mi vergüenza. Nunca he estado más irritada, disgustada e intrigada sobre alguien en toda mi vida, y he conocido a un montón de hijos de putas. Fue mi parte intrigada por lo que más me preocupé. Las cosas hubieran sido mucho más fáciles si simplemente me hubiera disparado.

Capitulo 5 Traducido por Katzen Noire Corregido por AriannysG

La primera cosa que noté cuando llegué a casa fue la basura, una enorme pila de basura reunida en el centro del pequeño camino de grava. Mi corazón cayó al piso cuando me percate que eso no era basura. Era nuestra vida. De Nan y mía. Nuestra ropa, nuestros muebles, todas nuestras fotos y recuerdos habían sido apilados como un montón de basura. Escalé la pila y me arrodillé en el centro, pasando mis manos sobre el enredado cabello rojo de la muñeca favorita de Nan, la llamaba Daphne. Nan solía decirme que la muñeca le recordaba a mí. Pensaba que era solo por el cabello rojo, hasta que un día me dijo lo contrario. —Es porque ella es resistente —me dijo—. Esta muñeca ha pasado por dos incendios, un entierro brutal en el patio delantero por un perro rebelde, y un accidente de ahogamiento en el inodoro. —Ella se inclinó sobre el mostrador y me susurró—: Se salvó. Todo lo que Daphne necesitaba era un poco de arreglo y una dosis de amor. Todas las veces, se recuperaba, algunas veces resultaba salir mucho mejor que antes. —Puede que en ese momento solo tuviera trece años, pero sabía que ya no hablaba sobre la muñeca. A su manera Nan, trataba de explicarle a una niña de trece años que a pesar de que la vida te diera una pila de mierda, no necesitabas rodar sobre ella y hacer ángeles de mierda. Esa era mi versión de su lógica.

Bajé de la pila, sin soltar a Daphne. Mientras me acercaba al porche, vi un papel brillante de color verde con pinta de verse muy oficial, clavado en la puerta. No pude distinguir las palabras hasta que estuve frente a él. El papel decía:

ESTA PROPIEDAD HA SIDO DESALOJADA POR LA OFICINA DEL SHERIFF DEL CONDADO DE CALOOSA BAJO LA AUTORIDAD DE LA CORTE. ORDEN EN RELACION A LA EJECUCION HIPOTECARIA DE 4339 PINEPASS ROAD. Caso # 4320951212102013 Primer Banco de Coral Pines vs. Georgianne Margaret Ford. LA ENTRADA POR CUALQUER PERSONA SIN PERMISO DIRECTO DE EL SHERIFF DEL CONDADO DE CALOOSA O LOS PROPIETARIOS: PRIMER BANCO DE CORAL PINES. SERA REMOVIDO Y PROCESARO POR LA AUTORIDAD COMPETENTE. Nota Especial: LAS CERRADURAS HAN SIDO CAMBIADAS.

Arranqué el aviso de desalojo de la puerta y me senté sobre los escalones del porche. Gimieron y crujieron con cada movimiento, haciéndome sentir tan incómoda como lo hacía el papel que tenía entre manos. Lo estudié una y otra vez, esperando ver un “es una broma”, u otra línea parecida. No había ninguna. El pequeño pedazo de papel verde brillante determinaba todo, y ese todo no era nada. ¿Por qué no me dijo Nan que estaba perdiendo su casa? Hubiera podido ayudar. Habría dejado la escuela y conseguido un trabajo. Contesté sola a mi maldita pregunta. Claro que no me diría nada. Ella quería que me graduara. Lo decía todo el tiempo, todos los días si es que podía mencionarlo. Era como un disco rayado. —Quieres pastel… gradúate de la escuela.

—El sol esta fuerte hoy… gradúate de la escuela. Seguramente Nan pensaba que al tener mi certificado secundario mi vida de alguna manera terminaría bien. Con la carta de desalojo en una mano y Daphne en la otra, la obsesión de Nan para que me graduara era para reírse, en un modo triste y retorcido. El deseo de Nan se cumplió. Me gradué y recibí con un diploma. Sé que nunca se habría imaginado que no tendría un lugar para colgarlo. *** Di la vuelta por atrás, tomé una lona azul de la caja de herramientas del muelle y cubrí las cosas apiladas en caso de que lloviera. Al terminar de cubrir el contenido de mi vida y la de Nan, el Sheriff Fletcher se detuvo junto a la carretera en su patrulla de policía. Ni siquiera se molestó en salir. Juraría que si alguien fuera asesinado, él probablemente solo tomaría una foto de la escena del crimen con su celular sin parar el auto mientras va de camino a bar de Bubba. El Sheriff Fletcher bajó su ventanilla. —Gracias por el aviso —escupí. Después de todo, era su firma la que aparecía en la parte baja del aviso. —Cariño, no nos dan un previo aviso sobre esas cosas. Solo nos envían desde el estado la orden de desalojo que tiene que ser hecha el mismo día. No supe hasta ayer en la mañana que era la casa de Nan la que teníamos que desalojar. —Hizo una pausa—. No es como si hubiera podido encontrarte de todos modos. Parece que habías desaparecido. —Brusco y sin arrepentimiento. Igual que todos los días. —¿Por ese comentario tengo que suponer que Dan fue a verte? —pregunté mientras empujaba los bordes de la lona debajo de la pila, en caso de que la lluvia decidiera filtrarse por los lados. —¿Quién? —La señorita Thornton —le aclaré.

—Ah, sí. Le dije la verdad, que no sabía dónde estabas. Sin embargo, regresará pronto, así que sería bueno que averiguaras cuál será tu plan. El Sheriff Fletcher no me ofreció ayuda, pero tampoco me entregó a la Señorita Thornton. Por eso, estaba agradecida. —Le pediré a Owen que te ayude a mover esta mierda —gritó, haciendo señas a la pila de porquerías en el camino. Tomó su celular y murmuró algo al micrófono antes de cerrarlo. Puso la patrulla en marcha, pero antes de que se moviera más de un metro se paró de nuevo y se asomó por la ventana—. ¿Tienes algo de verde contigo? — preguntó, sin molestarse en mirar alrededor si es que las personas pudieran oírlo. —Lo siento, todo eso de mantenerme alimentada y abrigada ha sido realmente duro estas últimas semanas. —Podría estar agradecida, pero estaba segura como el diablo que no iba a compartir lo último que me quedaba de hierba con él. Él puso los ojos en blanco y movió la mano con desdén. —Nos veremos por ahí, mocosa —murmuró. Luego se fue. Media hora más tarde, estaba acostada en la pequeña parcela de hierba que difícilmente podría ser llamada jardín delantero, con mis piernas cruzadas al nivel de mis tobillos, soñando sobre un tiempo no muy lejano en que Nan me acogió por primera vez. Estábamos sentadas en la sala de estar y ella trabajaba en su bordado. —¿Cuáles son tus sueños, Abby? —preguntó Nan. Cuando vio lo confundida que estaba, aclaró su pregunta—. ¿Qué quieres ser cuando seas grande? —Nunca me lo habían preguntado antes, así que naturalmente nunca pensé en la respuesta. Pensaba mucho en huir, pero mis sueños de vida nunca fueron más allá de poder alejarme de mis padres, luego del reformatorio, y por último los recuerdos que me atormentaban. Nunca pensé sobre lo que haría después de eso. Alejarse se convirtió en mi todo. Mis sueños eran que me dejaran tranquila. Cuando no contesté Nan dijo:

—Cualquier respuesta está bien, Abby. Le dije lo primero que me vino a la mente. —Papá siempre dijo que era una buena para nada, supongo que eso será lo que haré: nada. —La esperanza me fue arrancada a cada minuto de cada hora de todos los días de mi vida. Nan trató de devolvérmela. Ella negó. —No cariño, tu padre era un hombre enfermo. No sabía lo que decía. Eres una joven y hermosa señorita, y podrás hacer lo que quieras cuando crezcas. Puedes ser una cantante, una bailarina, doctora, abogada, hasta presidente. —Pensé que me mentía. Me enojé. ¿Por qué me diría que puedo hacer lo que quiera cuando ambas sabemos que no era verdad? Estaba tan llena de rabia. Recuerdo haber barrido la mesa de la cocina con mi brazo, enviando el florero de cristal al suelo. Los vidrios cayeron alrededor de mis piernas y me cortaron los pies. —¡No tienes que mentirme! —le grité, y seguí gritando hasta que mi garganta estuvo a carne viva. Nan trató de envolverme en sus brazos, y me volví más ruidosa. Su toque me quemaba la piel. Pero, Nan no sabía que me lastimaba. Luché contra Nan, pero yo era mucho más pequeña que ella. Me llevó al suelo susurrándome palabras de amor al oído. Lo mucho que me amaba. Lo mucho que creía en mí. —Puedes hacer lo que quieras, mi niña. Lo prometo, nunca te mentiré. Eres brillante, hermosa y resistente. Puedes hacer lo que quieras —repitió esas palabras hasta que mis músculos se relajaron y me quedé dormida en el piso de la cocina entre sus brazos. El fuego en mí no murió. Me entregué a las llamas. Fue mi primer y último abrazo. Alguna vez.

Fue la primera vez en que me sentí amada, o incluso digna de amor. Me sentía eufórica y asustada por la intensidad de todo. Me preguntaba cómo la gente que amaba a más de una persona podía caminar todo el día sin caerse por el peso de sus emociones. Ese mismo día me enamoré de mi abuela. —¿Abby? ¿Estás muerta? —preguntó una voz, proyectando una sombra sobre mí, sacándome de mis recuerdos y trayéndome al presente. Mantuve mis ojos cerrados. —Sí —dije—. Estoy muerta. —Bien podría haberlo estado. —Bueno, te ves terriblemente linda para ser una chica muerta. —Gracias, Owen. —Tapé el sol de mi cara con mi mano. El sol de la tarde se encontraba detrás de Owen, formando un halo de cuerpo completo alrededor suyo. —¿Qué estás haciendo aquí? —preguntó Owen. —Nada que importe —contesté—. ¿Qué estás tú haciendo aquí? Owen me miró fijamente con esa misma sonrisa que siempre tenía pegada a los labios. Juro que deben de dolerle las mejillas al final del día. —El tío Cole me llamó preguntándome si es que te podía dar una mano con tu… —Miró hacia la pila tapada con la lona—. ¿Basura? —Owen, me encantaría que me ayudaras. Sin embargo, hay un gran problema, que tu querido tío no pensó mucho antes desalojar mis cosas. —Estaba empezando a gritar. Owen no se merecía este trato, pero no pude controlarme. —¿Y cuál es el problema? —No tengo ningún lugar a donde llevar mi basura. —Arrojé mis brazos en forma de derrota antes de dejar colgar mi cabeza entre mis rodillas. Owen se sentó a mi lado.

—Bueno —dijo, encendiendo un cigarro—, por como lo veo tienes dos opciones. —Dio una calada y volteó la cabeza para soltar el humor lejos de mí. —¿Y cuáles podrían ser? —pregunté, aun con mi cabeza entre las rodillas. —Puedes quedarte sentada aquí y tener una fiesta de primera clase sobre la lastima o puedes venir y tomar unos tragos esta noche conmigo en la fiesta y pensar sobre todo esto... —Señaló la pila y las tablas en las ventanas—. Mañana. Parece que ya lo tienes todo impermeabilizado, así que, ¿que será una noche? Aparte, parece que te vendría bien algo de tiempo para olvidar. —Probablemente no sea la mejor idea, Owen. —De hecho, era una pésima idea. No he estado evitando ser social durante toda mi vida solo por la diversión de hacerlo, o porque pensaba que no encajaba. Lo evité porque sabía que no pertenecía. No solo en el pueblo, no solo con los chicos de mi escuela. No pertenecía en ningún lugar. —¿Bueno, qué otra cosa vas a hacer? ¿Quedarte viendo esta mierda hasta que mágicamente se vuelva otra cosa que una pila de mierda? —¿Sería tan malo pretender por una noche que yo no era alguna broma universal con la que alguien se divertía? —Está bien —dije. Podía pensar sobre eso después. O sea, ¿cuáles eran mis otras opciones de todos modos? ¿Las tuve alguna vez? —Bueno, ¡vamos entonces! —Owen parecía un niño en la víspera de navidad mientras caminaba hacia su camioneta y abría la puerta del pasajero para mí. Me levanté y sacudí la hierba de mis piernas. Esta vez, Owen no se ofreció en ayudar a levantarme. Él sabía que podía hacerlo por mi cuenta. Y no buscaba una excusa para tocarme, lo que me hizo sentir mejor en cuanto a pasar el tiempo con él. Usaría esta noche por la misma razón que he usado el whisky de Nan, como un modo para olvidar, un modo para deslizarme a un estado entumecido, aunque sea solo por un rato. Tal vez, no sería tan malo después de todo. ***

El humo se elevaba del fuego desde el centro del claro, silbando como una serpiente siendo encantada. Crujió y saltó, haciéndose más grande y mezclándose con la oscuridad de la noche. Un chico que llevaba unos vaqueros blancos se encontraba parado al lado de las llamas, alimentándolas con ramas y hojas secas. Camionetas de todas las marcas y modelos formaron un vagón de ruedas, estacionadas con sus partes traseras orientadas hacia el fuego. Una de las camionetas más grandes tenía un barril de cerveza y una enorme bolsa de vasos de plásticos rojos, mientras que otra tenía todas las ventanas bajadas dejando salir a todo volumen la música country de la estación de radio local. Las partes traseras de las camionetas estaban ocupadas por grupos de chicas o parejas abrazadas. Un grupo de chicos reunidos alrededor del barril hablaban en voz alta sobre los neumáticos de las camionetas y se desafiaban en uno al otro en un juego de “quién bebe más”. ¿Por qué diablos acepté venir aquí? Pensé. Tiré de las largas mangas de mi sudadera con capucha, cubriendo mis muñecas. Era un hábito nervioso. Owen debió de leerme la mente, porque se apartó del grupo cerca del barril y se acercó adonde me encontraba sentada, en la parte trasera de su camioneta. —Te ves como si no te vendría mal una cerveza —dijo, ofreciéndome un vaso. La acepté y casi la vacié en un solo trago. Iba a necesitar más, mucho más —Gracias —dije. Le di mi mejor sonrisa falsa. Con cuidado de no derramar su propia cerveza, Owen se sentó a mi lado con un fluido salto —No necesitas temerles a estas personas, sabes. Has ido a la escuela con la mayoría de ellos. —Trató de darme un codazo juguetón, pero esquivé el contacto. Miré alrededor de la fogata a las personas que conocía hacia años, pero realmente no los conocía en absoluto. Cada vez que hacía contacto visual con alguien era recibido con una burla o un susurro. Le tendí mi vaso vacío a Owen —Tal vez, solo no soy una persona que ande en grupo. — Ofrecí. O tal vez no tenía nada en común con esa gente, aparte del

código postal, pensándolo mejor, acababa de quedarme sin hogar así que, había perdido el código postal también. Técnicamente, ya no compartíamos ni una mierda. Necesitaba más cerveza. Estando ebria iba a ser la única manera en que no me arrancara la piel de la cara por la condenada incomodidad de estar rodeada por ellos. Owen felizmente mantuvo mi vaso de cerveza lleno toda la noche. Unas horas después y demasiada cerveza como para contarla, empezaron a formarse parejas y desaparecían en el bosque. Las camionetas, que horas antes habían traído chicos frescos y listos para festejar, ahora se iban con los demacrados restos de esos chicos. Cuerpos desmayados y enredados juntos estaban esparcidos en las camionetas y camas. Solo habían unos cuantos fiesteros aun de pie. Me senté sobre un tronco que se movía al compás de la música de una guitarra siendo tocada por un joven llamado Will. Me pasé las últimas horas escuchándolo tocar, mientras trataba de que tocara mis pedidos. Ya sea que le pedía que tocara algo de Garth Brooks u Offspring, solo se reía y empezaba a tocarlo. Creo que se divertía tanto como yo. Owen venía a verme con frecuencia, manteniendo mi vaso de cerveza lleno. Pero paso más tiempo hablando con sus amigos al otro lado de la fogata. Ninguno de ellos se molestó en dirigirme la palabra, pero en más de una ocasión atrapé a Owen mirándome a través de las llamas. Cuando sentí un peso extra en el tronco donde estaba sentada, asumí que Owen regresó para traerme la ronda número… perdí la cuenta. —Gracias —dije, alcanzando mi vaso entre sus manos sin quitar la mirada de Will. Estaba en el segundo coro de “Criminal” de Fiona Apple. El tipo debería de haber entrado en uno de esos programas de TV sobre talentos. —De nada. —Esa voz no era de Owen. Un escalofrío de reconocimiento subió por mi espalda. Cuando me volteé, estaba cara a cara con esos hermosos ojos de psicópata del patio de chatarra.

¿Acabo de pensar en él como alguien hermoso? Sip. Jake seguía vestido de pies a cabeza de negro, con una apretada camiseta y vaqueros. No llevaba su chaqueta de cuero. Sus tatuajes parecían brillar a la luz de la luna. A diferencia del momento en que amenazó mi vida, parecía mucho más relajado esta vez. Tal vez, solo era una ilusión creada por las sombras de la fogata en su cara. No, no lo era. Él realmente era hermoso. Se echó el cabello detrás de su oreja y llevó una mano a su barba. —Hola, Abby —dijo, como si fuéramos viejos amigos. ¿Qué se supone que debía decirle a este tipo? Me atrapó durmiendo en el depósito de chatarra de su padre. Me apuntó con un arma en la cabeza. Hola, qué tal está la familia, tampoco sonaba como un modo para empezar una conversación. Mi estómago dio un vuelco como si estuviera cayendo. Enderecé mis hombros y alejé cualquier pensamiento que estuviera teniendo sobre su apariencia y las circunstancias por las que nos habíamos conocidos. —¿Llevas arma esta noche? —le pregunté. Me volteé y pretendí tener toda mi atención sobre Will, quien empezaba a tocar una canción de Colt Ford, “Riding Through the Country”. Luego, hipé. Sentí el sonrojo de mi vergüenza arrastrándose hasta mis mejillas. No pude mirarlo. Escuchaba su risa, y no solo una risita, sino una completa y profunda carcajada. Se deslizó más cerca, sus labios a solo un respiro de mi oreja. —Siempre llevo arma, Bee —susurró. Su tono se volvió muy serio. El modo en que pronunció mi nombre provocó que se levantaran el vello de mí nunca. ¿Me acababa de decir Bee?

—¡Jake! ¡Pudiste venir! —Una chica vestida con vaqueros ajustados y un trozo de camiseta corrió hacia Jake y se tiró sobre su regazo. —Alissa —dijo con severidad—. Estoy hablando con Abby. Ve a esperar con Jessica hasta que haya terminado. —No estaba enojado, pero su tono era firme. Dejó su punto claro, estaba teniendo una conversación y la rubia tonta no estaba invitada. Alissa me miró de arriba abajo con desaprobación. Arrugó su nariz. —¿Por qué estás perdiendo el tiempo con ella, Jake? No es más que un fenómeno por aquí. ¿Sabías que nadie la ha visto vestir otra cosa que no fueran sudaderas y camisetas de mangas largas, aun en los peores días de calor? —Ella me fulminó y la fulminé de vuelta—. Sí, está escondiendo algo ahí abajo. Podría ser una joroba o algo. Stacey dice que esconde embarazos y que vende los niños por eBay. Personalmente creo que tiene escamas o algo ahí abajo. O algo mucho más horrible. Ella se estaba acercando a la verdad. Alissa se acercó y puntualizó su comentario levantando el borde de mi sudadera, exagerando el movimiento para mirar debajo de ella. Tiré de la manga antes de que ella o cualquiera pudiera ver algo. Agarré su muñeca y la apreté hasta que soltó mi sudadera, ignorando el fuego que empezaba a nacer en mis palmas, la estaba aplastando en mi agarre. Ella abrió la boca y me miró con los ojos redondos en estado de shock. —¿Qué acabas de hacer, Alissa? —le pregunté. Ella trató de zafarse de mi agarre, pero algo que aprendí en la vida es que el odio y la adrenalina vuelven a la gente mucho más fuerte de lo que parecen. Ella podrá ser más alta que yo y tener unos 10 kilos más que yo, pero en plena ebullición, podría acabar con ella en solo unos pocos golpes. Suerte para ella, yo solo estaba a fuego lento.

—¿Dijiste algo sobre la ropa que uso, perra? Porque sinceramente prefiero ser conocida como la chica que usa sudaderas que la vagina más reconocida del pueblo. —La gente se reunió para mirar. No me importaba—. ¿Alguna vez te has parado a pensar que son las putas como tú, quienes ponen toda su asquerosa mierda a plena vista y para que el mundo vea el asco que necesito cubrirme para no terminar sola, con siete hijos e ir de bar en bar todas las noche cuando este en mis sesentas? —Le di una tierna y falsa sonrisa—. Oh espera, olvidé preguntarte: ¿cómo están tu abuela y tu madre últimamente? — Su mirada fulminante se volvió aún más oscura. Tiré su muñeca, y cuando ella tiró de vuelta la solté, enviando su trasero al suelo sucio. La multitud se rio mientras ella saltaba sobre sus pies y se veía mortificada. —¡Eres un maldito fenómeno! ¡Jake! —Extendió su mano hacia él—. ¡Vámonos de una puta vez! Jake no se movió. Ni siquiera la miró. Su mirada estaba fija en mí. —Te dije que iría a buscarte cuando terminara de hablar con Abby —dijo calmadamente. Alissa salió corriendo rabiosa, murmurando en voz baja, pero no le presté atención. Estaba concentrada en Jake y su reacción hacia lo que acababa de suceder. Él permaneció calmado y relajado durante mi pelea con Alissa, en comparación con la multitud, la cual se tensó en el momento en que comenzó. Cuando no quieres ser tocado, aprendes a leer el lenguaje corporal. Era bastante buena al juzgar si es que una mirada de piedad iba a terminar en un intento de abrazo o si una discusión iba a terminar en una pelea de puños. —Impresionante. —Jake sacó un porro de su bolsillo y lo prendió—. ¿Quieres? —me preguntó, después de dar una calada y pasármelo. Di dos profundas y lentas caladas antes de regresárselo. Alissa me había puesto sobria de nuevo y estaba lejos de corregir eso inmediatamente. Los movimientos por el rabillo de mi ojo me hicieron prestar atención hacia donde Owen se encontraba. Su amigo Andy, hablaba de forma entusiasta, haciendo ademanes con las manos, obviamente contándole a Owen algún tipo de historia, pero Owen no parecía

prestarle atención. En cambio, estaba viendo justo encima del hombro de Andy, en mi dirección. No era a mí a quien miraba ahora. Era a Jake. Y no solamente lo estaba mirando. Lo estaba fulminando. Owen se encogió de hombros como si me preguntara si estaba bien. Supuse que no se enteró de lo que pasó entre Alissa y yo. Asentí hacia él, y regresó su atención hacia Andy. —¿Estás con él? —preguntó Jake. —Él me invitó. ¿Conoces a Owen? —Algo así. —Tomó otra calada del porro y lo soltó lentamente en forma de pequeños aros. —Impresionante. Él se rio. —Así que Abby, ¿la verdadera razón por la que usas sudaderas durante el verano es para no ser una prostituta? —No era asunto suyo, pero no lo estaba preguntando en un modo burlón. Parecía curioso. —En realidad no. Tengo un miedo mortal del herpes y gonorrea. Párate muy cerca de ese tipo de chicas, y sus mierdas saltarán en ti. —Bromeé. Jake me dedicó una sonrisa que le llegó a los ojos. —Tendré eso en mente. —¿Así que estás con esa perra que acaba de intentar desnudarme en público? —pregunté. ¿Por qué preguntaba? ¿Por qué me importaba? —Alissa —dijo—, no. Fui a la escuela con ella, eso es todo. —Entonces, ¿son amigos? —Algo así. —Jake sonrió. ¡Bingo! Y asqueroso.

Alissa probablemente era la chica arrodillada en el patio de chatarra. Traté de no pensar en ello: la asfixia, los escupitajos. Era jodidamente repulsivo. Me estremecí. —Estás en mi asiento, Dunn. —Owen habló mientras se acercaba a nosotros. Su frente estaba arrugada, con el ceño fruncido. —Es un país libre, Fletcher —dijo Jake, tomando otra calada de su porro—. Encuentra tu puto asiento. —¿Lo conoces, Abby? —me preguntó Owen. —No realmente —contesté—. Estábamos teniendo una especie de conversación. —Tú no quieres hablar con alguien como él —dijo Owen—. Puede que sea de aquí, pero no es como nosotros. —Ya somos dos —dije en voz baja, mientras tomé el último trago de mi cerveza. —¿Qué quieres decir? —preguntó Owen. —Nada. —Me levanté—. Nada en absoluto. —Me tambaleé. Me tomó un par de segundos encontrar mi equilibrio. De nuevo, hipé. Oh, genial. Jake se levantó y se dirigió hacia mí como si me fuera a ayudar a no perder mi equilibrio. Me aseguré de poner distancia entre nosotros. Owen me tendió otro vaso rojo. —Creo que ya tuvo suficiente, hombre —dijo Jake. Sus miradas se encontraron. Juro que pude ver una caliente ola de ira levantarse entre ellos. A pesar de la advertencia de Jake, Owen puso el vaso en mi mano. Los dos hombres se miraban como luchadores en jaulas preparándose para la pelea. Los dos tenían aproximadamente la misma altura, pero Jake era rubio y vestido como un miembro de la banda Ángeles del Infiernos, mientras que Owen con su cabello oscuro y ojos verdes contrastaba con su estilo americano de vaqueros azules y camiseta blanca.

Justo cuando pensaba que se iban a golpear, otro hipo rebelde escapó de mi boca. De repente me sentí realmente enferma. Me incliné sobre el tronco y casi me caigo, pero me tranquilicé antes de que alguien intentara ayudarme. —Ya veo que esas bebidas están funcionando —dijo Owen. —No. No están funcionando. —¿Por qué no están funcionando —preguntó Owen. Jake no me estaba tocando, pero casi podía sentir su presencia a mi lado. —Sigo recordando lo mucho que apesta mi vida. —Fue una respuesta honesta, pero una que no hubiera dado con nueve cervezas menos. —Entonces vamos a conseguirte un poco más —ofreció Owen, señalando su camioneta. La ligereza de su voz estaba de vuelta. La tensión de hace segundos se había ido. —¿No crees que has tenido suficiente, Abby? —intervino Jake. Alissa apareció detrás de él y envolvió sus brazos alrededor de su cintura. Ella miró por encima de su hombro. Parecía asustada, como se supone que debería estar. Ya casi había decidido que la tiraría al fuego. Jake desenvolvió sus brazos, separándose de ella. Ella parecía ofendida, pero a él no pareció importarle. Dio un paso hacia mí. Owen empezó a decir algo, pero lo interrumpí. No necesitaba que el contestara por mí. —No. No es suficiente —contesté. Intenté no coquetear, pero estaba segura de que lo hice. La mirada de Jake parecía estar preocupada. ¿Por mí? Lo atribuí al alcohol. No había manera de que el mismo hombre, el desconocido, quien me apuntó con un arma hacia menos de 24 horas estuviera preocupado por mi bienestar. —Tú y Alissa diviértanse, ¿de acuerdo? —Puede que haya hecho mucho énfasis en el nombre de ella, como si dejara un gusto

amargo en mi boca. Él hizo una pausa para mirarme a los ojos y después miró a Owen. Finalmente, se encogió de hombros y se alejó. Alissa se arrastró detrás de él como un cachorro perdido—. ¡¿Y Jake?! —grité. Se detuvo en seco y miró sobre su hombro—. Avísale a la chica la próxima vez, ¿sí? —No esperé para ver su reacción, pero me reí tontamente durante todo el camino hacia la camioneta de Owen. —¿Qué fue todo eso? —preguntó Owen. Fingí no escucharlo. Decidí que en realidad ya había tenido suficientes tragos, en cambio saqué el último porro de mi mochila y le pedí a Owen que me prestara su encendedor. Tan pronto como el humo empezó a llenar mis pulmones, me sentí mucho mejor. Sostuve el humo un buen y largo momento antes de ofrecerle a Owen una calada. Nos sentamos en la camioneta con las ventanas cerradas, dejando que la droga tomara el control y estando cada vez más hipnotizados con la letra de la canción Tyler Farr. Cuando el porro se terminó y la multitud se redujo a solo unas personas, Owen encendió el motor y se dirigió hacia el camino que conducía fuera de los bosques. Estaba ebria, drogada, y bastante segura de no poder recordar mi nombre. Misión cumplida.

Capitulo 6 Traducido por katiliz94 Corregido por AriannysG

Debo de haberme quedado dormida en la camioneta porque lo siguiente que supe es que estábamos estacionando en la entrada de la casa de Owen. Al principio, estuve aturdida. Había tenido como regla que nunca dormiría a menos que estuviese sola. Era un poco después de las tres de la mañana. Estaba volviéndome un poco noctambula. —Gracias por esta noche, Owen. Fue… interesante. —¿Conoces a Jake? —preguntó Owen, apagando el motor, su boca aún permanecía en una línea dura y con fríos ojos acusadores. Bajó la ventana y encendió un cigarrillo. —No mucho. —Era la verdad. No tenía ni idea de quien era realmente Jake. —Entonces, ¿cómo sabía tu nombre, Abby? —Su voz estaba volviéndose más alta. Sus ojos estaban rojos e inyectados en sangre. Una botella abierta de whisky sentaba en el portavasos del centro de la consola; su puño estaba envuelto al cuello. Tomó un sorbo y la colocó de regreso, limpiándose la boca con el dorso de la mano. —No me gusta tu tono, Owen. Jodidamente no lo conozco. Lo vi conducir a la ciudad y casi me sacó de la carretera. Eso es todo. Alissa debe haberle dicho mi nombre o me llamó así frente a él. —No mencioné el dormir en su camioneta. No sé porque estaba mintiendo, pero el actual estado y actitud de Owen no justificarían la verdad—. ¿Tanto importa?

—¡Sí, importa! ¡No quiero que hables con él! No necesitaba su mierda. Alcancé el manillar y abrí la puerta. Bajé de la camioneta y miré la calle. —¡Abby! ¡Abby! —gritó Owen. Saltó de la camioneta, también, alcanzándome en solo unas pocas zancadas. Hizo un movimiento como si fuera a abrazarme o sujetarme de alguna manera, pero retrocedí antes de que pudiera. —No me toques, Owen. Estoy hablando en serio. Estamos de pie debajo de la única calle iluminada en el lado del puente, posicionados justo en frente de la casa de los Fletcher, la cual muestra cuanto poder tiene la familia de Owen en Coral Pines. —Lo siento mucho, Abby. Soy un idiota. Sé que no debería haberte dicho que hacer. ¿Me perdonarás, por favor perdóname? —Su voz sonaba distorsionada, como si le fuera difícil disculparse—. Solo veo la forma en te mira, y no quiero a los otros chicos mirándote de esa forma. —¿De qué estás hablando, Owen? Ni siquiera conozco a Jake, y tú y yo somos solo amigos. Eso es todo. —Si es que lo éramos, pensé—. Así que no debería importarte quien me mira, porque no soy ese tipo de puta, no contigo, ni con nadie. —Está bien, está bien. Lo entiendo. Lo siento. Es solo que… no es una buena persona, y la forma en la que te mira me está volviendo loco. ¿Cómo me miraba? —Estás perdonado, Owen. —Me giré para irme de nuevo—. Pero, me tengo que ir. —¿A dónde vas, Abby? Abrí la boca para dar una respuesta, pero nada salió. —Quédate aquí esta noche. Tengo mi propia parte de la casa con mi propia entrada y todo eso. Ni siquiera nadie notará que estás aquí. Incluso dormiré en el sofá y te daré la cama. ¿Por favor? —Owen puso ojos tristes y puso un mohín en el labio inferior.

Reí. ¿De cualquier forma, qué quería conmigo? No era su tipo de chica. Era una chica que ni siquiera podría decir qué tipo de chica era. El garaje de los Fletchers era más grande que cualquier casa en la que jamás hubiese vivido. No deseaba dormir en la habitación de Owen, a solo a unos pocos metros de su familia. Pero no tenía ningún otro sitio al que ir. Jake me había atrapado en la chatarrería, así que dormir en el viejo camión de Nan no era más una opción. Suspiré, derrotada. —Está bien, pero solo esta noche —dije. Él sonrió como un gato Cheshire. En verdad Owen tenía su propia entrada separada. Su habitación era más como un apartamento de estudio, completo con su propia mini cocina y área de salón. Su casa era amplia y ni siquiera era el único en la propiedad. Toda su familia vivía en cuatro casas separadas, en diez acres. La suya era la casa principal, la más grande. Tenía tres plantas con revestimientos blancos y persianas rojas. Era como La Pequeña Casa de Las Praderas, pero más plantas que casa. Era curioso cómo se sentía estar tan cerca de la familia todo el tiempo, especialmente desde que yo no tenía una. Cogí un par de pantalones de correr de la mochila, una ligera camiseta de mangas largas y me cambié en el cuarto de baño de Owen. Cuando salí, Owen estaba yaciendo en la cama, llevando solo boxers, cambiando los canales de la televisión, con una botella de cerveza en sus labios. —¿Quieres una? —Alzó la botella hacia mí. Ignoré su oferta. —¿Pensé que tendría la cama? —Creí que primero podríamos ver algo de tele. En realidad todavía no estoy cansado y la vista desde el sofá es terrible. —La ridícula sonrisa en su cara me hizo dudar por un segundo antes de rendirme. No había un rastro de la ira que expuso en la camioneta, solo un Owen feliz. El Owen que me había comenzado a gustar. Y puede que

necesitaba tener un tiempo para sentarme y ver un poco de televisión sin motivo. —Bien, pero nada de cariños —dije duramente—, y yo elijo el programa. —Sí, señora. —Me saludó Owen—. Honor de scout. Salté en su gran cama cómoda y me metí bajo las mantas. Justo cuando estaba a punto de poner la cabeza en la almohada, Owen levantó el codo e hizo un gesto a la curva de su brazo. —Acurrucarse siempre es agradable mientras se mira la televisión —dijo. Le miré con una ceja levantada y él encontró mi mirada con la suya. —Realmente eres ridículo, ¿lo sabes? —dije—. Paso en lo de acurrucarme. —Éramos algún tipo de amigos, después de todo, y los amigos veían la televisión en la cama, imaginaba. En realidad no sé qué reglas había cuando eras amiga de un chico, pero antes de que pudiese terminar mis pensamientos, y antes de que Owen tuviese oportunidad de hablar conmigo sobre qué programa ver, ya había caído dormida. *** Tengo nueve años y es media noche. Estoy yaciendo en el colchón en el suelo de mi antiguo dormitorio. La ventana suena como si estuviese a punto de romperse gracias al pesado golpeteo del viento y la lluvia. Mi almohada amortigua los sonidos así que no puedo escuchar el estruendo de los truenos o ver los rayos que iluminan la habitación cada pocos segundos. Debe ser el porqué de que no pueda escuchar el chirrido de la puerta de mi habitación cuando él entra. Estoy sujetando con fuerza el único juguete que jamás he tenido, mi ardilla de peluche Ziggy. Ziggy es un juguete de mascar para perros que quedó en nuestra casa de uno de mis muchos “tíos.” —¿Eres virgen? —pregunta una voz sobre mí, su respiración caliente en mi oreja—. Si lo eres, intentaré ir despacio al principio. Pero, si no lo eres, no voy a mentir: no quiero ser suave contigo para nada. —El colchón se hunde mientras el peso de alguien se posa detrás de mí en la diminuta cama gemela. Siento su intenso pecho peludo empujar la piel de

mi cuello y su enorme vientre protuberante frotarse con violencia contra mi espalda. Cierro los ojos tan fuerte como puedo, teniendo la esperanza de que se marchara si cree que estoy dormida. Sé que no lo hará. Aprieto el muñeco en un brazo. Busco debajo de la almohada el vidrio roto del espejo que hace horas fue usado por mi madre para picar polvos blancos antes de que los esnifara con la nariz a través de un billete de dólar doblado. Este hombre, el único con el pecho peludo y el protuberante vientre, me ha sido presentado como “el tío Sal” hoy temprano. Es el que ha traído a mamá la bolsa de polvo blanco. Mamá no tenía dinero. Lo gritaba todo el tiempo, y mi padre estaba en la cárcel. Tengo nueve años, no soy estúpida. Yo soy el pago. El hombre se acerca y desliza los hinchados nudillos por mi brazo desde mi hombro desnudo hasta el codo y hacia atrás de nuevo. Mi estómago está a punto de volcarse. Resisto la urgencia de deshacer lo poco que cené que había logrado encontrar. Tengo que contenerlo solo unos pocos minutos más. Tengo que esperar el momento. Él mueve la mano por mi cintura y sobre mi estómago, empujándome alrededor para yacer con simpleza sobre mi espalda. Ahora es el momento. Saco el espejo de debajo de la almohada, y mientras me empuja con sencillez sobre el colchón, y mientras sus atenciones están una vez más en mi cuerpo desnudo, le apunto al ojo izquierdo, rápido y con fuerza, y no paro de empujarlo hasta que mi mano encuentra la resistencia. Los truenos ahogan el sonido de sus gritos. Tose y produce una mancha roja en la pared blanca, ahogándose con la sangre derramándosele por la boca. Coge lo que queda de su ojo mientras cae de rodillas sobre el suelo. Huyo de la habitación, con la ardilla en la mano, y después me dirijo a la puerta del frente y hacia la tormenta aguardando. ¿Por qué estaba asustada de la tormenta? Aquí fuera solo hay viento y lluvia, la

auténtica tormenta está dentro de esa casa, una casa a la que juro ahora y entonces que nunca veré desde dentro nunca de nuevo. Corro hasta que llego al campo vacío en el extremo de la calle. Ya no me importa estar desnuda. Ya no me importa nada. Me quedo en medio de ese campo y levanto las manos hacia la tormenta, entregándome a ella. La fría lluvia enjuaga la sangre de mi cuerpo, y ruego porque el viento soplando me llevasen lejos. Ahora, ya no soy una niña de nueve años, sino mi yo de diecisiete. Aun desnuda en medio del campo, aun pidiendo ser alejada de esta vida. El viento responde al llevarme en su abrazo, y en un instante floto fuera de esta vida y fuera de este mundo. —¿Aun eres virgen? —pregunta una voz—. Porque no quiero ser suave contigo. Al principio me asalta el miedo, el corazón palpita en mi pecho con tanta fuera que se vuelve doloroso, pero entonces me doy cuenta de que a pesar de que las palabras son similares, la voz no lo es. Esta es una mucho más joven, menos envejecida, a pesar de que suena forzada. El viento disminuye rápidamente, de repente dejándome caer de su abrazo. Comienzo a caer, lento al principio y después más y más rápido cuando caigo en picado de regreso a la tierra. Justo antes de que choque en el campo donde fui rescatada por la tormenta, veo aparecer una cara. Jake. ¿Qué está haciendo aquí? Justo tan rápido como aparece su cara, desparece. Una espeluznante calma me inunda. El dolor se va, y me siento… bien. Demasiado bien. ***

No desperté de inmediato. Permití que la desconocida buena sensación tomase el control durante un minuto o dos. Pero cuando la tirante sensación se intensifico en la parte baja de mi estómago, una familiar quemazón comenzó a reemplazarla. Mientras el calor aumentaba, me convencí de que estaba más allá fuera de mi sueño… y desperté de golpe en una vergonzosa situación. Estuve sorprendida al ver a Owen, o sentirle, en realidad. Estaba sobre mí, apoyando la mayor parte de su peso sobre los codos, los cuales estaban enjaulándome, deteniéndose en el colchón en ambos lados de mi cabeza. Mis rodillas fueron apartadas. Las caderas de Owen se mecían contra las mías. La ira destelló detrás de mis ojos. Un rápido inventario mental me dijo que aún estaba vestida por completo, mi camisa todavía firmemente en su lugar, y afortunadamente Owen aún tenía los boxers puestos. Deslizó la boca de arriba debajo por mi cuello desde mi oreja hasta mi clavícula, mordiendo y chupando mi piel. El verdadero motivo de las nuevas sensaciones provocadas en mi vientre había sido el resultado del frotamiento de la dureza de Owen entre sus piernas contra la parte más sensible de mi cuerpo, justo bajo la fina tela de mis pantalones. Owen me susurró en la oreja: —No tienes ni idea de cuánto te quiero Abby. Voy hacerte sentir realmente bien, bebé. Voy hacerte gritar mi nombre muy en alto cuando te vengas. —La fricción entre mis piernas causó que la tensión en mi estómago creciera. En la batalla entre el dolor y el placer no bienvenido, el dolor siempre ganaría. Incluso en sueños, mi cuerpo había estado respondiendo a su toque, mientras que mi mente… bueno, mi mente estaba cabreada. Y mi piel estaba que ardía. Usé ambas manos para empujar con fuerza el pecho de Owen. Él cayó a un lado de la cama. —¡¿Qué diablos pasa, Owen?! —grité. Salté de la cama y encontré mis botas. Metí los pies en ellas, después encontré mi mochila y me la arrojé sobre los hombros. Corrí hacia la puerta. Owen estaba detrás de mí en un instante. Envolvió los brazos entorno a mi cintura, empujándome contra él. Luché por liberarme de su agarre, pero me

sostuvo con más fuerza, enterrando los dedos en mis hombros. Cuando se inclinó para besarme el cuello, aproveché la oportunidad para golpearle con el codo en las costillas. —¡Joder! —chilló, liberándome y agarrándose el costado—. Lo deseabas, perra. ¡Estabas gimiendo como una maldita puta! —Owen se irguió y me miró a los ojos. Con cuidado me alejé, hacia la puerta. La mirada de antes estaba de regreso. Sus pupilas estaban pequeñas y lo blanco de sus ojos estaba teñido de rojo, como si estuviese esforzándose por algún tipo de control. Este era el Owen de la camioneta, el enfadado y celoso. Todos los rastros del amable amigo, en el que fui lo bastante estúpida para pensar que tenía, se esfumaron. Esta persona era algún tipo de monstruo. No había disculpa en su tono, ni remordimiento por lo que casi había hecho. —¡Estaba durmiendo! ¡Pensaste que era una buena idea intentar follarte a una chica muy borracha y dormida! —¡No! Pensé que era una buena idea follarte a TI y darte lo que sabía que quieres, lo que ambos queremos. —Escupió entre los dientes y se lanzó hacia mí cuando abrí la puerta, me cogió por las piernas y caí hacia adelante, golpeándome la barbilla con el umbral. Pateé con mis pies para soltarme de su agarre y me las arreglé para enderezarme mientras corría por la puerta. Owen me alcanzó desde detrás, pero me volteé y cerré la puerta con tanta fuerza como pude, destrozando su mano en el proceso. Las luces con sensores de movimiento se encendieron, iluminando la casa y los suelos a su alrededor. Corrí tan tapido como mis piernas me lo permitieron hasta la seguridad de la oscuridad. —¡Abby, puta! —sollozó Owen en la distancia. Palpé mis botas y agarré el cuchillo, después seguí corriendo por la carretera. Si decidía perseguirme, iba a estar lista. Nunca debería haber estado de acuerdo con estar con él. Intente decirme que lo había ofrecido porque quería genuinamente ayudarme a salir y ser mi amigo. Debería haber escuchado a mis instintos alejarme cuanto podía cuando gritó solo porque algún otro rabioso sociópata sabía mi nombre. Era raro que mis pensamientos siempre fueran a Jake, porque algo me ocurrió en el momento después de que hui de casa de Owen. Me sentí más segura al mirar al cañón del arma de Jake que cuando miré a los ojos de Owen.

Es increíble lo que el pobre juicio puede hacerte cuando tus opciones son limitadas a prácticamente nada.

Capitulo 7 Traducido SOS por katiliz94 Corregido por Pily

Bajé por un camino hacia algún lugar entre las dos millas y media del compendio de la familia Fletcher y el resto de la ciudad. Las nubes excluían la luz natural de la luna y las estrellas. Los grillos grillaban y el esporádico aullido de un coyote se escuchaba. La carretera de asfalto crujía bajo mis botas. Mi gran plan era dirigirme a la casa de Nan, cortar la tela metálica de la puerta del porche trasero y dormir ahí durante el resto de la noche. La mañana no estaba demasiado lejos. Para entonces habría dado con otro plan. Regresar a una casa de acogida no era una opción. Haría algo que me enviaría a prisión, antes de permitir volver en el sistema. Estaba muy segura de que eran alrededor de las cuatro de la mañana, y estimaba que llevaría al menos una hora llegar hasta la casa de Nan. Me quedaría mucho tiempo para reprenderme una y otra vez por tomar una mala decisión tras otra. La brisa ayudaba a enfriar mi piel, el calor disminuía con cada paso que daba. Odiaba que Owen me hubiera tocado. Odiaba que mi cuerpo respondiese sin mi consentimiento. Odiaba que no hubiese sido capaz de alcanzar el jodido cuchillo. De cualquier manera, ¿por qué Owen estaba interesado en mí? Me vestía con sudaderas holgadas de capuchas o camisetas de manga larga. Nunca me maquillaba. No me abría de piernas como las otras chicas en esta ciudad. Hasta hace poco, era dichosamente invisible.

Ya no gracias a Owen. Ni siquiera tuve elección en el asunto, y lo que era peor era que a mi cuerpo le gustó, incluso lo quiso. —Maldito traidor —susurré. Lo que realmente me molestaba era que hubiese estado acompañando a Owen. Era dulce y amable cuando quería serlo, y tampoco lucía tan mal. Si tan solo me hubiera dado tiempo, entonces tal vez… No. Ni siquiera con tiempo. No estaba construida de esa manera. Ni la cantidad de tiempo me haría querer algo que detestaba tanto. Fuera como fuese, parecía que mis deseos aparentemente eran muy limitados a “casi ser violada” porque antes de eso, apenas sentí un hilo de deseo… excepto quizás por cierto rubio con inclinación al cuero. Genial. Me preguntaba si había en internet alguna prueba de control para la neurosis. No lo sabría, no es que tuviera un ordenador. Mierda, tal vez si Owen lo hubiese sabido, habría tenido el momento de mi vida. En mi cabeza, me estaba gritando a mí misma. Si algo aprendí fue que el incidente solo probaba que no solo estaba una jodida, sino que necesitaba construir una muralla más grande de defesa. Una con cañones y guardias con grandes armas. Por supuesto, fue en el momento que estaba pensando en armas que el suelo bajo mis pies comenzó a temblar, el asfalto suelto repiqueteó entorno a mis pies. Una sola luz brillante iluminó la noche, con el tiempo cegándome mientras la motocicleta que estaba dirigiéndose hacia mí redujo la velocidad hasta parar a mi lado en la carretera. Jake apagó el motor y se quitó las gafas para moto, pero seguí caminando. —¿Un poco tarde para un paseo de la vergüenza, no crees? —No tienes ni idea —dije.

Quería estar ofendida por lo que insinuaba, pero no estaba ciega por cómo esto se veía, una adolescente desaliñada caminando a casa antes del amanecer después de asistir a una fiesta. Yo habría pensado lo mismo. En un instante, él estaba fuera de la moto y caminando a mi lado. Sacó una caja de cigarrillos y encendió uno al tomar una profunda calada. —¿Por qué estás fuera? ¿Estás haciendo la caminata de lástima, o tuviste una pelea con alguien? —Me tendió el paquete de cigarrillos. —No, gracias. No fumo. —Él levantó una ceja hacia mí—. Cigarros —añadí. Abrió su chaqueta y en su lugar sacó un porro. Luego, lo encendió y me lo dio. ¿Qué quería este chico? —¿Por qué eres amable conmigo? —Tomé el porro, con cuidado de no tocar sus dedos—. Si te sientes mal por lo del arma, no lo hagas. Yo habría hecho lo mismo si alguien interrumpiera en mi casa. —No soy amable. —Jake dio otra calada a su cigarrillo y me lo dio una pequeña sonrisa. Era la misma sonrisa que vi en mi sueño. —Pero, estás siendo amable conmigo —lo corregí. Me ignoró. —¿Necesitas un aventón? —preguntó. Paré de caminar y di otra calada al porro. Jake se detuvo a mi lado. Contuve el humo tanto como era posible—. ¿Te interesa? Simplemente me encogí de hombros y dejé que la droga opacara el dolor que había experimentado esta tarde. —La ciudad está lejos, y ante la posibilidad de no conseguir un coche probablemente también serás comida por jabalíes salvajes, coyotes, o al menos por esos jodidos mosquitos detestables. —Bueno, no eres muy optimista. —¿Siempre eres así de sarcástica? —preguntó.

—Sí, pero normalmente en mi cabeza. Contigo, las palabras parecen salir sin problema y son más… —estaba intentando pensar en la palabra—… ridículamente sabias. Di otra calada y le pasé el porro. —Buena palabra —dijo Jake. Sacudió el cigarro y dio una calada al porro—. Imagino entonces saco lo mejor de ti. —¿Por qué llevas un arma? —Hay gente peligrosa por ahí. —Miró a sus pies. —¿Cómo quién? —Sabía quién era peligroso para mí. La pregunta era quién un peligro para él. —¿Te importaría ahorrar las veinte preguntas para la próxima vez y me dejas llevarte a tu casa para así no ser responsable de tu inoportuna muerte por un furibundo mapache? —Pensé que eran los mosquitos los que serían mi ruina. —Eso también. —Su rigidez lentamente desapareció con el cambio de la conversación. —Bien —dije—. Sácame de aquí, por favor. —Me agaché y me rasqué los muslos. Los mosquitos ya habían hecho algo de daño. —Por este camino, entonces. —Gesticuló con un barrido del brazo, hacia donde había aparcado la moto. La luna y las estrellas acaban de comenzar a asomarse desde detrás de las nubes, finalmente enviando algo de la mucha necesitada luz sobre la oscurecida noche mientras dábamos la vuelta y nos dirigíamos hasta la moto. —¿Vas a llevarme a casa, verdad? —pregunté. Después de los eventos de esta tarde, sentía como si tuviera que preguntar. De cualquier manera, no es que este chico intentaría algo conmigo. Era la chica a la que él había atrapado durmiendo en su vertedero, después de todo. Cuando llegamos a la moto, tomó el casco del asiento y me lo tendió.

—Si solo quieres ir a casa, eso arruinaría mis planes para desmembrarte y alimentar de ti a las personas de la ciudad en la feria del condado —bromeó. —Solo pensé aclararlo —murmuré. Jake llegó a la correa debajo de mi casco y me encogí—. Lo haré yo. Sus ojos se ampliaron. —Bee —dijo con lentitud—, ¿dónde diablos te hiciste todo eso? —Señaló el moretón y los rasguños que tenía en la barbilla cuando Owen me embistió en la puerta. —Jugando. No era nada de sus malditos asuntos. Debía de haber estado realmente cansada hasta este punto, ya que había olvidado lo más importante para montar una moto. Tendría que sostenerme de él. —Abby —dijo Jake, esta vez suavemente. Se movió frente a mí y me miró a los ojos—. ¿Quién hizo esto? —No es nada. Estoy bien —respondí. Intenté sonar casual—. No diré nada más y si ya no quieres darme un aventón, está bien. —Me saqué el casco de la cabeza y lo situé en el asiento trasero—. Aceptaré el destino con los mosquitos. —Comencé a caminar. De cualquier manera, las cosas habían estado volviéndose más complicadas para mí. —¡Hey! —gritó—. Pon ese "ridículamente sabio" culo en la moto y vámonos. —Era un tipo de broma y un tipo de exigencia, pero entendía el punto. Él ya no iba a curiosear, pero eso no resolvía mi otra situación. Bajé las mangas para cubrirme las muñecas y miré a Jake sentado en la moto. Parecía tenso ante mi duda. —¿Has montado antes en una moto? —preguntó. Sacudí la cabeza. —Ponte detrás de mí, una pierna a la vez, ten cuidado que tus piernas no toquen las tuberías de metal del fondo porque te pueden quemar.

Poco sabía él que preferiría la quemadura de las tuberías que las quemaduras de su toque. —¿Dónde pongo los brazos y las piernas? —pregunté. —Envuélvelos alrededor de mí —respondió, como si fuera la cosa más simple de hacer en el mundo. Supongo que para la mayoría de personas lo era. Pero, yo no era la mayoría de personas, y no era para nada simple para mí. —¿Hay una alternativa? —pregunté. —¿Para qué? Tenía la esperanza de que él no fuera a tener que hacerme explicarlo. No me importaba si pensaba que era extraña. Era ya tarde. Estaba cansada. Y si Jake pensaba que era una loca, realmente no me importaba una mierda. —Para poner los brazos y piernas alrededor tuyo —respondí. Jake parecía que estaba contemplando mi pregunta. No me preguntó el motivo. No se rió de mí por preguntar. Solo parecía que estaba pensando, y eso fue todo. —Cuando subas, aléjate de esa pieza cromada como sea posible. —Señaló un semicírculo cromado unido a la parte trasera del asiento—. Pon los pies en el respaldo de estos estribos de aquí y mantén las manos detrás de ti, y agárrate al fondo del asiento. Podría no ser cómodo, pero funcionará. —Jake se apeó de la moto—. Si subes primero será más fácil. Hice como indicó y noté que cuando volvió a subir a la moto él se situó cerca de los manillares. Había unas pocas solidas pulgadas de espacio separándonos. Suspiré de alivio. —Gracias —dije. Puede que él esté juzgándome interiormente, pero estaba agradecida de que no me dijese nada sobre ello. No necesitaba nada tocándome las narices. La noche estaba tan acabada como lo deseaba.

Después de todo, algo bueno salió hoy. Resultaba que montar en moto era mi nueva cosa favorita. La emoción de sentir la rugiente moto debajo de mí era algo que no estaba esperando. El viento se extendía por mi sudadera con capucha como si no fuera rival para su poder. Había pasado mucho tiempo desde que me había encontrado disfrutando de algo por lo que estaba conmocionada cuando escuché mi propia voz gritando en el aire. Todos mis sentidos estaban martilleando cuando la moto paró unos pocos minutos después. —¡Eso fue increíble! —grité, sacándome el casco de la cabeza, olvidando ser cuidadosa de la herida de mi mandíbula—. Auch. —Froté el lugar con la mano y situé el casco de regreso al asiento. Jake rió ante mi torpeza, pero aún estaba mirándome la mandíbula como si le hubiera ofendido en alguna forma. —¿De verdad nunca has estado en una moto antes? Sacudí la cabeza. Fue entonces que noté que nunca me preguntó dónde vivía, y sin duda no estábamos en casa de Nan. Estábamos en la playa. —Está bien, sé que dije que te llevaría a casa, pero este es mi momento favorito del día, y pensé que tal vez querrías dar una caminata conmigo. ¿Estás enfadada? Estaba a punto de decirle que estaba demasiado cansada para algo así cuando me di cuenta de que ya no estaba cansada para nada. La adrenalina del aventón me había dado un segundo aire. Eché un vistazo al mar. Con bastante seguridad, el sol había comenzado a hacer su entrada. Había visto la puesta de sol muchas veces en el rompeolas de Nan, y siempre era preciosa. Pero, nunca lo había visto desde la playa. —No, no estoy enfadada —dije dubitativamente—. Podemos caminar. Jake parecía complacido consigo mismo y se quitó con un encogimiento de hombros la chaqueta de cuero. La puso sobre el asiento y bajó el camino hasta la playa. Caminamos en silencio, lado a lado. La oscura luz del día flirteando con el horizonte, asomándose poco

a poco. Cuando Jake se sentó en la arena, me desplomé a su lado, y observamos al sol cambiar de una mancha en el horizonte a una fuerza de tamaño considerable. Los rayos de la temprana mañana ya eran lo bastante fuertes como para quemar la frágil piel no preparada de los turistas. —Me gusta esto —dije, insegura de lo que estaba diciéndole que me gustaba, la puesta de sol o la compañía. Suponía que me gustaban ambas. Suspiró. —A mí también. ¿Pero no somos los mejores conversadores, verdad? —Tomó un puñado de arena y la dejó traspasar por sus dedos—. Me aseguraré de dar un cómodo silencio sobre una incómoda conversación cualquier día. —Eso es un eufemismo —dije—. De cualquier manera nunca he sido una gran admiradora de las conversaciones sobre mí. —Igualmente —dijo Jake—. Entonces, ¿sobre qué hablan dos personas que no quieren hablar de sí mismos y que obviamente quieren mantener sus secretos guardados en el armario? —Nunca dije que tenía secretos. —Pero sí los tienes —dijo Jake—. Es obvio. —¿No los tienen todos? ¿Ni tú? —Más que cualquiera. —Igualmente —lo imité. Se rió y tumbó en la arena, mirando al reciente cielo azul. Se cruzó de brazos sobre el pecho. —Tal vez algún día puedas contarme los tuyos. —Probablemente no —le dije—. ¿Vas a contarme los tuyos? —Probablemente no. —Me sonrió—. Aunque aún quiero saber porque estabas en el patio la otra noche. —No es gran cosa, solo necesitaba algún lugar donde pasar la noche.

—Así que, ¿elegiste una camioneta en un vertedero? —Es la camioneta de mi Nan. Nunca podía permitirse conseguir arreglarla. Así que solo ha permanecido allí desde entonces. —¿No tenías algún otro lugar más al que ir? Pensé en no responderle. Sería más fácil no hacerlo. Pero él me había dado una aventón y estaba cansada de huir de todos los que me preguntaban algo sobre mí. —En realidad no. El hogar de acogida estaba detrás de mí. Solo me estaba escondiendo hasta que se aburrieran y marchasen. —¿Hogar de acogida? —preguntó Jake—. ¿Cuántos años tienes? —Diecisiete —respondí. Él pareció un poco aliviado—. Probablemente se hayan ido. —De cualquier manera, tenía la esperanza de que lo hubieran hecho. Le hablé sobre el desalojo y el estar sin hogar—. Vivo con mi Nan… o, al menos, vivía con mi Nan. Murió hace tres semanas, y ya que no tengo dieciocho años quieren meterme en un hogar de acogida. —Ofrecí voluntariamente todo eso. Ni siquiera era remotamente el mayor secreto que estaba escondiendo. —¿Y estás huyendo de ellos debido a que no quieres ir a un hogar de acogida? —No iré a un hogar de acogida. —Era la mejor respuesta que podía dar. Era más que de no querer ir. No iba a ir, eso era todo. —¿Qué pasa si te obligan? —preguntó Jake. —No iré, sin importar el qué —dije—. Si me llevan a la fuerza… —No quería finalizar la frase. Sabía lo que haría. No le haría daño a nadie y optaría por la prisión sobre un orfanato o herirme a mí misma y simplemente optaría por no vivir. No me consideraba suicida. Solo cansada. —¿No puedes emanciparte? Era una pregunta para la que en realidad no tenía que buscar una respuesta.

—No. Debes tener permiso paterno, y tienes probar que puedes mantenerte a ti mismo. No puedo hacer ninguna de las dos. Y lleva mucho tiempo. De cualquier manera, tendría dieciocho años y sería una adulta antes de que me fuese concedido. —Suena como que has investigado sobre ello. —No lo había necesitado. Había estado en el sistema de acogida. No lo investigué. Simplemente lo sabía. Cambié de tema. —Entonces, ¿trabajas en el vertedero? —Sí —dijo Jake—. No estaré por mucho tiempo. El gerente de papá, Reggie, me llamó y dijo que necesitaba algo de ayuda con el trabajo. Su secretaria renunció, compraron muchas órdenes equivocadas y sus antiguos sistemas informáticos colisionaron y se llevaron la información con ellos. Es un caos. —¿Por qué tu padre no lo arregla? —Él está… enfermo —dijo Jake. Todos en la ciudad sabían que Frank Dunn era un ermitaño. Raramente salía de casa, y cuando lo hacía, era solo para comprar tragos. —Oh. Lo siento. —Sabía lo que era tener un padre o padres… “enfermos.” Los míos eran los más enfermos de todos. El cómodo silencio volvió y nos sentamos lado a lado, observando a los pelícanos bucear en el agua por peces. Me sorprendía como podían ver desde el extremo del cielo. Nunca parecían perderse y siempre emergían chapoteando con sus presas, las aletas asomándose entre sus picos. El sol se había levantado en el cielo durante un tiempo más largo para que pudiese ser llamado puesta de sol, así que caminamos en silencio de regreso a la moto. Le dije dónde estaba la casa de Nan. Él dijo que no necesitaba direcciones. Por supuesto, él no lo necesitaba. Seguía olvidado que él era de aquí. Pensé, una vez que llegamos hasta la casa de Nan, que si no prestaba atención al gigante toldo azul en la entrada entonces él tampoco lo haría.

—Gracias por el aventón —dije. Le tendí el casco. —¿Qué es todo esto? —preguntó, gesticulando hacia la gran cosa que había esperado que ignoraría. —Las cosas del garaje en venta. Tenía que marcharse, y marcharse ahora. Necesitaba dar con un plan. Hasta ahora mi plan consistía en ocupar de forma ilegal la casa de Nan hasta conseguir un trabajo. Había olvidado los tablones en las ventanas. Mierda. Mi situación era más obvia de lo que pensé que sería. Subí los antiguos escalones del porche, esperando escuchar la moto de Jake marcharse. En su lugar, no escuché nada más que el inactivo motor. Me puse de pie enfrentando la puerta y fingí rebuscar en la mochila por las llaves. Incluso si las hubiera tenido, no hubieran funcionado. Había demasiados dorados candados grandes sobre la madera en la puerta. Esperaba que él no pudiera verlos desde la carretera. —¿Olvidaste las llaves? —Sí —mentí—. Iré a donde están las de repuesto. Me despedí de nuevo y esperé que cuando rodease el lado de la casa y llegase a la veranda él captara la indirecta y se fuera. La puerta de tela metálica estaba cerrada. Golpeé muy ligeramente el pestillo con la muñeca y dio una vuelta al instante. Supongo que no iba a tener que cortar la tela después de todo. La puerta deslizante de cristal tenía otra nota de desalojo pegada, un duplicado de la puerta delantera. Lo saqué y arrugué en mis manos. Entonces me senté, con la espalda contra la puerta y descansé la cabeza entre las piernas. Estaba jodida. No tenía ningún lugar al que ir, e incluso si lo tuviera no tenía dinero para vivir. Tendría que intentar encontrar algunas herramientas para entrar, pero eso solo me compraría un poco de tiempo. La casa de Nan probablemente sería vendida pronto y ocupada por arrendatarios temporales o por campesinos al instante.

Tiré de la capucha sobre mi cabeza. Hacían diecinueve grados, pero no me importaba una mierda. Solo quería acurrucarme y morir. —¿Abby? —preguntó una voz. Sabía exactamente de quien era sin tener que levantar la cabeza. Era la malvada del hogar de acogida viniendo a llevarme al infierno. También llegaba justo a tiempo. El patrón de mi vida parecía dirigirse por un listado. Algo malo ocurre. Algo peor ocurre. Algo realmente malo ocurre. —Dan —respondí. —¿Dan? —Cuestionó mi uso de su apodo, del cual solo yo sabía el significado. La miré. Ella me miraba como si tuviera tres cabezas y las tres mirasen la pena en sus ojos—. ¿Qué estás haciendo aquí detrás de la veranda? —Esperando mi fin. —Vine aquí buscándote y estuve alarmada cuando vi las cosas en la entrada y a ese joven fuera sosteniendo esto en las manos. —Me tendió la arrugada nota que había rasgado de la puerta delantera. —¿Qué joven? —pregunté, levantándome y sacándome la capucha de la cara. Se agachó a mi lado, todavía sudando del cuello y aún sosteniendo el mismo portapapeles que había usado el otro día. —Tu primo, Jake, por supuesto —dijo cada palabra lentamente como si estuviera intentando decirme más de lo que realmente estaba diciendo. —¿Mi primo? ¿Jake? ¿Mi primo? —Debo haber sonado enferma. No tenía ningún primo, ¿cómo diablos tuvo la impresión de que Jake era mí…? Oh, mierda. —¿Qué le dijo? —pregunté. De repente, asustada por lo que él pensaría de mí, aunque no sabía porque importaba. —Solo me dijo que los dos pasaron por aquí para recoger algunas de las cosas de tu abuela y que habían regresado para asegurarte que no te faltó algo —dijo la señorita Thronton.

—¿Él dijo qué? Se enfadó, como si no debiera estar perdiendo el tiempo en una idiota como yo, como si hubiera algo que yo no estaba entendiendo en todo esto. No estaba entendiendo nada de esto. —Le pregunté sobre tu tía Priscilla, y siento mucho pesar al escuchar que había tenido que dejar la ciudad tan de repente. —Yo también… —Tal vez, debería estar de acuerdo con todo lo que ella decía. Al final, de cualquier manera no importaría. Estaba aquí para llevarme. Estaba a punto de decirle que guardara el papeleo, que iba a optar por escapar a la primera oportunidad que tuviera—. Escuche, puede llevarme si es necesario, pero será inútil, porque si lo hace simplemente voy a… —Ella estaba ignorándome. Me estaba comenzando a desesperarme. Contemplaba la posibilidad de sacar el cuchillo de mi bota y los siguientes diez segundos me convertiría en una criminal. La señorita Thornton dijo algo que me detuvo a punto de cometer el crimen. —Le expliqué a tu primo que estaba aquí para llevarte a tu nuevo hogar de acogida… —Aquí vamos—... pero me dijo que no sería necesario, porque te quedarías con él. ¿Qué diablos? —¿Voy a hacer qué? —Verifiqué que el Señor Dunn que tiene una residencia, empleo, los medios para ocuparse de ti y que tiene la edad calificada de mayor de veintiún años. Es una pena que no supiera que tenías un primo. Este papeleo podría haber terminado hace días, solo hubiera tenido que removerte bajo circunstancias de emergencia. Y ahora que tienes un pariente aquí para ocuparse de ti, no hay necesidad de eso. ¿Residencia? Pensé. ¿Empleo? Él estaba temporalmente en la ciudad, ¿verdad? ¿Jake le dijo que podía vivir con él?

Ella pasó una página del papeleo, lo situó en mi regazo y me tendió un bolígrafo. —Aquí, firma esto. —¿Qué es esto? —Ya que eres mayor de dieciséis años, se requiere que firmes un acuerdo para tu acuerdo de acogida temporal. Firmé la línea donde ella estaba apuntando con su gordo y sudado dedo, pero antes de que le devolviese el papeleo, noté que la línea sobre donde acababa de firmar había otra firma de reciente tinta. Jacob Francis Dunn estaba firmado en cursivas letras azules sobre una línea en la que se leía «Firma del Tutor Legal del Menor.» No había mucho en esta vida que me confundiese. Entendía que, además de mí, que había personas buena y mala en muchas partes. Pero este papel definitivamente era la cosa más confusa con la que jamás me había encontrado. Estaba muy segura de que el hombre con los hermosos ojos azules, el temperamento y la gran moto sexy, el hombre al que había escuchado tener una mamada en un vertedero hacia poco más de veinticuatro horas, meros momentos antes de que me pusiese una pistola en la cabeza, acababa de adoptarme.

Capitulo 8 Traducido por katiliz94 Corregido por Pily

Cuando caminé hasta el patio delantero con la señorita Thorton, Jake estaba apoyándose contra la moto, fumando un cigarrillo. Sus ojos me siguieron y su rostro estaba completamente ilegible. Asintió hacia la señorita Thornton mientras ella se metía en su pequeño coche plateado y encendía el motor. Entonces me pasó el casco y se bajó de la moto para que yo pudiera montar primero, como si lo hicimos antes. Estaba de pie, comenzando a quedarme boquiabierta ante él por lo que pareció una eternidad, antes de que él me diera una mirada de «¿vas a venir?» Me situé el casco en la cabeza y me senté a horcajadas en la moto, agarrándome de la barra detrás del asiento. Jake me siguió después, y empezamos a recorrer el camino. Después de unos pocos minutos entramos al parqueo de Reparación Automotriz Dunn. Jake aparcó la moto al final de la pequeña entrada sucia al otro lado del edificio. Cuando me quité el casco descubrí que la señorita Thornton nos había seguido y ahora estaba aparcada detrás de la moto de Jake. ¿Qué diablos está pasando? Jake no me dijo nada mientras esperaba a que la señorita Thornton saliera del coche. Cuando llegó a nosotros, con papeleo en mano, Jake nos condujo al lado del edificio en una pequeña entrada de hormigón y a una oscura puerta de madera, casi escondida entre dos descuidadas palmeras en tiestos. Desenganchó un conjunto de llaves de su cinturón abrochado y desbloqueó la puerta, poniéndose a un lado para que ambas entráramos.

Una vez entré me di cuenta de que este debía ser el apartamento de Jake. No era para nada como una tienda. Era pequeño, limpio y acogedor. Los suelos eran de un simple azulejo beige y las paredes pintadas de un amarillo cremoso. A la derecha había una pequeña cocina al estilo galera con simples gabinetes blancos con pequeños delfines de plástico como pomos. Los electrodomésticos eran pequeños y blancos pero parecían bastante nuevos. Los mostradores superiores estaban cubiertos de pequeños azulejos de azul oscuro con finas líneas blancas insertadas. Había un saliente al otro lado donde dos taburetes de bar estaban insertados. Detrás de éstos había una pequeña área que parecía ser diseñada para una mesa de comedor pero en su lugar se asentaban un pequeño escritorio de metal y un portátil. Jake encendió todos los interruptores de las luces mientras pasaba cuando condujo a la señorita Thornton por el apartamento, pero esto iluminó un poco el oscuro espacio. Había otra puerta para pasar a la cocina, y Jake la abrió para la señorita Thornton. Ella desapareció dentro y rápidamente salió, garabateando furiosamente en su portapapeles. Me encontraba de pie en el centro del salón con la mochila aún sobre los hombros. Jake se apoyó contra el mostrador mientras la señorita Thornton desprestigiaba una lista de preguntas. —¿Dueño o alquilado? —Ninguno. Mi padre posee una compañía de reparaciones y uso el apartamento mientras estoy en la ciudad. —¿Cuánto tiempo se quedará en la ciudad? —Me quedaré hasta que Abby cumpla los dieciocho, pero viajo por trabajo, así que habrá veces en las que me vaya durante un tiempo por aquí y por allá. —Sus repuestas eran simples y directas. La señorita Thornton asintió mientras continuaban. —Espero que tome esto con seriedad, señor Dunn. La señorita Ford ahora está bajo su cuidado. —Me lo tomo muy en serio, señora. Ella puso su atención en mí.

—Su hogar parece solo tener un dormitorio. ¿Dónde dormirá la señorita Ford? —En mi habitación —respondió Jake. Se dio cuenta de cómo sonaba eso cuando la señorita Thornton lo miró sospechosamente, y se corrigió con rapidez—. Eh, no… no así. El sofá del salón se abre así que ahí es donde yo estaré. Ella asintió. —Imagino que con ustedes siendo primos y todo eso, compartir una habitación está fuera de cuestión. —Por supuesto, señora —Jake le brindó una sonrisa brillante. Realmente podía desplegar el encanto cuando quería. La señorita Thornton pareció satisfecha con sus respuestas. Metió el portapapeles bajo su brazo y se giró para marcharse, informándonos de las visitas continuas en las siguientes semanas. Sonrió, abrió la puerta y desapareció en la brillante luz del día, dejándonos solos en el oscuro apartamento. Jake miró demasiado tiempo a la pequeña cocina mientras se apoyaba contra el mostrador y jugueteaba con las llaves en la mano. —¿Qué diablos acaba de ocurrir? —pregunté—. ¿Le dijiste a la señorita Thornton que eras mi primo y que podía quedarme contigo? —Sí. —Sonrió y se movió hasta el sofá donde se desplomó y puso los pies sobre la mesa de café. Sus pesadas botas hicieron un ruido sordo en la madera. —¿Por qué? Se puso un mechón de pelo detrás de la oreja, se encogió de hombros, me miró intensamente a los ojos y dijo: —No lo sé. En ese momento, realmente no importaba porqué me había ayudado. Todo lo que importaba es que me había salvado del hogar de acogida, o, más como que, me había salvado de la prisión. —Gracias. —Las palabras fueron difíciles para mí decirlas. No las decía a menudo en mi vida—. No sé porque lo hiciste, pero estoy

contenta de que lo hicieras. —Puse las dos correas de la mochila sobre mis hombros y me dirigí hacia la puerta. —¿A dónde estás yendo? —preguntó Jake. Se levantó del sofá y bloqueó la puerta. Se inclinó hacia mí, su presencia tan intimidante como la moto que montaba. —Me estoy marchando. —No deseaba mucho tener que recordarle que su mentira me había ayudado a escapar de la casa de acogida, pero aún me dejaba sin hogar. Tenía que regresar y ver si podía rescatar algunas de las cosas de Nan, ver si había algo que valiese la pena vender. —¿Por qué te estás yendo? Jugueteé inquietamente con las manos y miré al suelo. —Imagino que tengo algunas cosas que averiguar. —¿Cómo qué? —Bueno, lo que le dijiste a la señorita Thornton me dará un respiro durante un tiempo, pero aún tengo que averiguar dónde voy a vivir. Imagino que puedo vender algunas de la cosas de Nan para un billete de autobús para viajar al interior del estado, dónde los hoteles son menos caros. Odiaba decir que no tenía ningún lugar al que ir. Lo hacía parecer todo incluso más real. Jake ya sabía todo eso, entre dormir en el vertedero y ver la casa de Nan, pero eso no lo hacía menos vergonzoso. —Abby. —Jake extendió el brazo para encontrar mi mano, pero se detuvo. En su lugar puso la mano en los bolsillos delanteros de su pantalón—. Quiero que te quedes aquí. Lo dije en serio cuando se lo dije a ella. —¿Por qué? Ni siquiera me conoces. —Necesitas un lugar en el que quedarte y yo tengo uno. Problema resuelto. —¿Qué… quieres de mí? —Me preparé por algún tipo de respuesta pervertida que me haría alcanzar el cuchillo de nuevo.

—¿Qué es lo que está pasándosete por la cabeza? —Extendió el brazo y suavemente me quitó la capucha de la cabeza, dejando que el pelo me cayese por los hombros. Mi cara enrojeció por estar a plena vista. —Ya no lo sé. Es solo que en un minuto estoy preparada para ir a prisión, y al siguiente, estoy aquí en tu apartamento, contigo diciéndome que me puedo quedar contigo. —Sacudí la cabeza—. Es un poco abrumador. —¿Prisión? —preguntó Jake—. ¿Creí que querían llevarte al hogar de acogida? —Y te dije que no iba a ir, sin importar el qué. Jake me miró con una comprensión que nunca había visto en nadie antes. —¿Seguro que quieres que me quede? —pregunté—. ¿Sabiendo que soy el tipo de persona que estaba a punto de hacer daño a alguien más solo para salvarse? Jake tomó un profundo respiro. —Ahora más que nunca. —Sonrió—. Y yo solo… —dudó—. Me gusta la forma en que haces el silencio soportable. Al instante supe de lo que estaba hablando. Me sentía de la misma forma. —Bien —dije—. Me quedaré. Pero voy a dormir en el sofá. No puedo quitarte tu habitación. —No, vas a dormir en mi habitación. —Señaló la puerta de la cocina. Se inclinó hacia mí y mi corazón se aceleró. Me preparé para sentir su toque. En su lugar, se inclinó para pasarme y tocó el interruptor debajo de mi cabeza, encendiendo la lámpara cerca del sofá—. Voy a dormir allí. —No puedes dormir en el sofá mientras me quedo tu cama. No es justo. —Y no lo era. Él ya estaba haciendo mucho por una chica a la que no conocía.

—El sofá se saca, Abby, y de cualquier manera en realidad es donde paso muchas de las noches. Haré algunos viajes durante los siguientes meses, así que tendrás el lugar para ti misma por algún tiempo. De cualquier manera, acostúmbrate a él como para ser tu dormitorio. Además, no te voy a dar una opción en el asunto. —¿Qué hay del alquiler? —pregunté—, puedo pagarte… no demasiado, pero algo, tan pronto como pueda encontrar un trabajo. —La renta es pagadera con sexo y con hierba solamente, nena —respondió Jake. Sus ojos se iluminaron mientras me miraba de arriba abajo, mordiéndose el labio inferior entre los dientes. Mi mente me decía que corriese, pero mi cuerpo no se movería. Después de lo que pareció una eternidad, rió. —Estoy provocándote, Bee. Sin embargo, la mirada en tu rostro es jodidamente graciosa. ¿Estaba así de perdida que no conocía una broma cuando la escuchaba? Realmente necesitaba salir más. O tal vez no. —Vamos. Saquemos tu mierda de la entrada, y hablaremos de los detalles después. —Jake me pasó y atravesó la puerta del frente. Me quedé de pie en medio de la sala de estar, demasiado avergonzada para moverme. Jake había estado bromeando conmigo, y yo solo era una gran tonta que seguía avergonzándose una y otra vez. Me hacía cuestionarme más el por qué me había aceptado. Por primera vez en mucho tiempo una porción de algo con lo que no estaba familiarizada creció dentro de mí. Si lo hubiese sabido mejor, habría pensado que era esperanza. Quería que este acuerdo funcionase. Realmente lo quería. Lo que no quería era comenzar a reconocer a la pequeña voz en mi cabeza diciéndome que quería llegar a conocer mejor a Jake. No creía posible que valiese la pena el riesgo. Ya sabía que tendría que trabajar con más fuerza construyendo mis barreras en torno a él.

¿Qué haría si, por algún motivo, vivir aquí terminase por no funcionar? Bueno, me dije a mi misma. Siempre está la prisión.

Capitulo 9 Traducido por Meghan Fray Corregido por Pily

No regresamos en la motocicleta de Jake. En cambio, volvimos en una vieja camioneta naranja de Nan. Le tomó menos de una hora de clasificar y cargar todo en el patio. Eso es lo poco que tenía. Jake y yo trabajamos en un silencio cómodo al que estaba empezando a acostumbrarme cuando él estaba cerca. Ni siquiera le pregunté dónde esperaba dejarlo todo. No me habría sorprendido si nos hubiéramos detenido en un contenedor de basura para descargarlo. Jake me sorprendió una vez que estuvimos en el taller, al descargar mis cosas en una caseta blanca detrás de bancos de trabajo. Cuando terminamos, cerró el cobertizo y me entregó una llave. —Todo tuyo —dijo. Me protegí los ojos con mis manos gracias a los brutales rayos de sol. —¿Y ahora qué ? —pregunté, metiendo la llave en el bolsillo. —Ahora, me haces la cena, masajeas mis pies, te conviertes en mi esclava sexual y limpias las canaletas. —Me guiñó un ojo. —¿En serio? —Me gustaba bromear un poco con él. —No. Pero la recepcionista aquí acaba de renunciar, así que si quieres un trabajo, puedes ayudar a responder a los teléfonos por Reggie. Él no tiene exactamente habilidades para tratar a la gente. —No sé si mis habilidades para tratar a la gente serían mucho mejores. —No estaba segura de que incluso tuviera una habilidad.

—Ayer, Reggie le dijo a una mujer que si no sabía cómo cuidar su coche, entonces no tenía derecho a poseerlo. —Bien, creo que puedo hacerlo mejor que eso —le dije—. Pero solo porque él es peor que yo en eso. —A menos que prefieras tratar de encontrar trabajo en otro lugar. Eso está bien, también. Hay un restaurante a pocos kilómetros. Te verías muy bien en el uniforme. —Se echó a reír. Sabía exactamente lo que estaba haciendo. Parecía conocer el único detalle que le haría meterse debajo de mi piel. —¿No le importará a tu papá que trabaje aquí? —No quiero ser molestia de nadie. —No. Se encierra en su casa, no sale mucho. Nadie lo ha visto en mucho tiempo, y no voy a hacerle una visita a domicilio. —Eso es una mierda. —Es mejor si no nos vemos, de todos modos. Las cosas no terminaron bien la primera vez que salí de la ciudad. No debería tomar mucho tiempo para arreglar el lío que ha estado ignorando en este negocio. Entonces, me iré de nuevo. —Miró hacia el cielo, con la mente, obviamente, en cosas que lugares como Coral Pines no podían proporcionar. De vuelta en el apartamento, Jake nos hizo dos sándwiches mientras estaba sentada en el mostrador. No me di cuenta de cuánto tiempo había pasado desde que había comido por última vez. Pude oír gruñir mi estómago cuando él me entregó mi pavo y queso en un plato de papel. Cortésmente lo ignoró, aunque era lo suficientemente alto para que los vecinos lo oyeran. —¿Qué haces? —pregunté—. ¿Eres un mecánico cuando no estás aquí? —No exactamente. —¿Cómo puedes no ser exactamente un mecánico? —Tengo habilidades mecánicas, pero solo trabajo como mecánico cuando estoy aquí. —Entonces, preguntó—: ¿De dónde eres? —Tomó un gran bocado de su sándwich por lo que su boca estaba

llena. Tanto la pregunta y el rellenarse la boca eran tácticas de evasión que había usado yo misma. Tal vez, se sentía avergonzado de su trabajo regular. No presioné. —Del área de Atlanta, creo —le respondí. Estaba bastante segura de que era casi correcto, porque mis padres habían estado dentro y fuera del sistema de la prisión estatal de Georgia. Cuando alguien preguntaba, por lo general decía Atlanta porque es la única ciudad que recuerdo que está en Georgia. —¿Eso crees? —Era joven cuando nos fuimos, y nos mudábamos mucho. —¿Y por qué has venido a Coral Pines? —Esto se dirigía a terreno peligroso. —A vivir con mi Nan. —Mi capacidad de dar solo respuestas vagas me impresionó. —¿Y eso por qué? —Paso. —¿Paso? —preguntó Jake. —Sí. Siempre que no deseas responder a una pregunta, pasas. Estoy eligiendo pasar esa pregunta. —¿Quién creó esas reglas? —Mi Nan. —¿Entonces pasas porque tu Nan inventó un juego para que puedas eludir de no tener que decirle nada a nadie? —Él era un ser perceptivo. —Más o menos. —Tomé un gran bocado de mi sándwich. El reconocimiento de lo que estaba haciendo brillaba en los ojos de Jake. Me lanzó una sonrisa. Una vez que me ahogué con más pavo de lo que debería haber empujado por mi garganta, en primer lugar, hice algunas preguntas. —¿Entonces eres de aquí?

—Sí. —¿Pero te fuiste? —Sí. —Esa sola palabra hija de puta. —¿Por qué te fuiste? —Mi madre y mi hermano murieron. —Pensé que había oído que la esposa y el hijo de Frank habían muerto, pero no me imaginé que habrían sido la madre y el hermano de Jake. Evité pedir disculpas por ello. No lo sentía. No hice nada. Nunca he entendido esa costumbre de todos modos. —¿Cómo? —pregunté, curiosa. —Mi hermano se ahogó en un accidente con el bote, y poco después mi mamá no pudo procesar su muerte, por lo que optó por rendirse. —¿Optó por rendirse? —pregunté. —Tomó el asunto en sus propias manos —dijo. —No… sé lo que significa. En realidad uso esa frase. Nunca escuché a alguien decirla, eso es todo. —Bebí un sorbo de Coca-Cola—. Puedo ver por qué te fuiste, entonces. —Sí, bueno... esa no es toda la razón. —Entonces, ¿cuál fue? —Nunca he sentido el deseo de saber algo más acerca de alguien antes, pero Jake me intrigaba en un nivel que estaba muy familiarizada. Si hubiera tenido un diario, lo habría robado sin pedir disculpas y leerlo. —Paso —dijo sonriendo, usando mi propio juego contra mí. —No puedes pasar —le regañé—. ¡No es tu juego! —Lo es ahora. —Dio la vuelta al mostrador para sentarse en el taburete a mi lado. Levantó su sándwich y de un solo bocado había acabado con la mitad, riendo con la boca llena. —Te vas a ahogar —le dije.

Jake se rió más fuerte y trató de tragar la comida en la boca. Tenía los ojos llorosos para el momento en que terminó. Cuando apartó su plato vacío, su antebrazo rozó el mío. Salté. No fue un pequeño salto, tampoco. Salté lo suficientemente alto como para golpearme sobre el taburete sobre el que estaba sentada sobre y caer contra el escritorio de la computadora. —Cuidado. ¿Estás bien? Me tomó un segundo en hacer un inventario. Estaba bien. Fue solo un roce en el brazo. Nada inapropiado. No ha pasado nada. Ni siquiera se sintió. Asentí hacia él y traté de recuperar el aliento. Jake se inclinó y enderezó mi taburete. Palmeó el colchón, invitándome a tomar asiento de nuevo. De mala gana, lo hice. Ingenuamente pensé que iba pasar por alto lo que acababa de suceder. Por supuesto que no. —¿Qué fue eso? —No es nada —contesté. —Eso no parecía como si nada. ¿Fue porque te he tocado? —Paso. —No quería pasar más tiempo en este tema, y hacer una excusa de mi comportamiento significa persistir. El pase parecía mi mejor opción. —Este pequeño almuerzo sobre saber-más-del-otro está funcionando bien. —Jake se rió. De hecho, me reí también—. Qué te parece esto en su lugar: ya que vamos a estar viviendo juntos por un tiempo, y apenas somos tan condenadamente explícitos sobre nuestra vida personal, ¿qué pasaría si todos los días respondemos una pregunta y revelamos una cosa importante acerca de nosotros mismos? Podemos evadir todas las preguntas que nos gustarían, pero en algún momento tenemos que responderlas. Y no se puede repetir la pregunta dos veces en un día. —Jake parecía orgulloso de estas reglas. Yo estaba aterrorizada—. Se admiten todo tipo de preguntas. —¿Entonces puedo preguntarte cuál es tu color favorito? — pregunté. —Podemos preguntar ese tipo de pequeñas cosas también, pero al final del día tienes que contestar algo importante.

—¿Como lo que haces para ganarte la vida? —ofrecí. Levanté mi ceja. —Ahora, estás entendiendo, Bee —dijo Jake—. Y voy a pasar en esa. ¿Cómo murió tu Nan? —En una explosión del laboratorio de metanfetamina. —Sonó francamente tonto decirlo en voz alta, como si fuera un show de TV sobre delincuencia en vez de mi vida. No me gustaba hablar de ello, pero era de dominio público, y en la bóveda de mis secretos era relativamente poco importante. —¡Mierda! Lo estás inventando. —Hablo en serio —le dije—. Nan no se drogaba... bueno, no después de los años sesenta, de todos modos. Y aun así, de alguna manera terminó en un laboratorio de metanfetamina en el centro de la Reserva a plena la luz del día cuando debería haber estado en camino a mi graduación. Jake tiró los platos y fue a sentarse en el sofá. En lugar de tomar el asiento a su lado, solo giré para mirarlo desde mi lugar en la barra. —Lo siento —dijo. —Bueno, vamos a dejar una cosa clara, no vamos a decir la palabra “lo siento” otra vez. Odio esa expresión. ¿Qué es lo que sientes? Tú no has hecho nada. No lo siento por que hayas perdido tu madre y tu hermano. Yo no lo hice. —Las palabras salieron un poco más duras de lo que pensaba. —Está bien. —Jake estuvo de acuerdo—. siento” ¿Qué tal si decimos las cosas como son?

No

más “lo

—Ahora nos entendemos. —Bee, no lo siento porque tu Nan murió porque no hice nada para contribuir a su muerte prematura, pero aún así es una mierda. —Mejor. —Me reí. —¿Cómo era tu mamá? —preguntó Jake. Dejé de reír de inmediato.

—Paso definitivamente en eso. —Señalé a su brazo—. El tatuaje en tu antebrazo, ¿qué significan esas iniciales? —Bajó la mirada hacia el diseño de color gris y negro intrincado en su antebrazo izquierdo, que comenzaba en algún lugar dentro de la camisa de manga corta y corría hasta la parte superior de su mano, creando un intrincado patrón. —Paso —respondió—. ¿Cuánto tiempo viviste con tu abuela? —Un poco menos de cuatro años. ¿Cuántos años tienes? —Veintidós —respondió. Jake puedo tener el aspecto de tipo duro que había pasado por muchas cosas, y la gente no podría reconocer que ese aspecto le daba unos años mayor que veintidós. Sabía lo que esa experiencia de la vida parecía. Veintidós habría sido mi conjetura. Jake se inclinó hacia delante, con los codos en las rodillas. Parecía como si estuviera absorto en sus pensamientos, hasta que sacudió la cabeza y me sonrió. —¿Quién es tu mejor amigo...? —Me di cuenta de que estaba tratando de hacer una simple pregunta para aclarar la pesadez de algunas de nuestras preguntas anteriores. —¿Ahora? —Sí, ¿quién es tu mejor amigo en este momento? — Probablemente pensó que esta pregunta sería una que pudiera responder con facilidad y, posiblemente, incluso despotricar un poco sobre su repuesta. La mayoría de las chicas de mi edad tenía un montón de amigos. Probablemente esperaba una respuesta de mi amiga, su coche, su novio, las películas que habíamos visto y toda esa mierda. —Paso. —No quería tener que decirle que justo en ese mismo momento, mi mejor amigo, mi único amigo en el mundo entero era él. ***

Jake me llevó a la puerta siguiente al garaje y me presentó a Reggie, el mecánico jefe. Reggie era alto y delgado, con enormes orejas y un diente torcido. Felizmente me mostró los alrededores del edificio. Había dos oficinas en la parte delantera. Jake estaba usando la oficina de su padre ya que él no estaba allí mucho, y la otra era la oficina principal, que es donde yo iba a estar trabajando. Era pequeña con suficiente espacio para dos archivadores y una pequeña mesa de madera con un teléfono amarillo. Tenía una gran ventana con persianas horizontales de plástico que daba a las tres grandes bahías de garaje que componían Dunns’ Auto Repair. Automóviles y motocicletas estaban en todo tipo de etapas de reparación dentro de las bahías. Piezas de automóviles regadas en el suelo del garaje junto con tornillos, pernos, neumáticos y llantas en fila, mientras que otros coches se encontraban en los levantadores con hombres en batas se encontraban debajo, llegando hasta las entrañas mecánicas de los vehículos. Reggie me mostró cómo responder al teléfono y programar las citas. Parecía bastante fácil. Pensé que iba a trabajar allí a cambio de que Jake me dejara quedarme con él, pero insistió en pagarme al igual que con la última recepcionista antes que renunciara. Después del paseo, Jake y yo volvimos al apartamento. Hizo un poco de espacio en el armario para mis pocas prendas de vestir. Fue bastante fácil, ya que ninguno de nosotros tenía mucho. Básicamente, solo deslizó algunas de sus cosas de la barra de la ropa y colgó mis pocas cosas en perchas de plástico rojo. Me dijo que podía usar cualquiera de los cajones de la cómoda, ya que estaban todos vacíos de todos modos. —¿Por qué haces todo esto por mí? —pregunté—. Ni siquiera me conoces. —Jake estaba en la puerta de su habitación y me observó doblar unas cuantas camisetas en uno de los cajones. —No lo sé —respondió. Me sorprendió que no pasara en esa. No sé si apreciar su honestidad o tener miedo de que tan pronto como descubra el por qué, cambie de opinión, y me quede sin un lugar donde ir. Una vez más. Mi plan ahora era simple. Volvería a ahorrar dinero en los próximos meses trabajando en la tienda, así que para cuando cumpla los dieciocho años, o para el tiempo que Jake abandonara la ciudad, lo que ocurriera primero, sería capaz de pagar mi propio lugar.

—Puedo dormir en el sofá —le dije—, no es necesario que me des tu cama. Cualquier cosa es mejor que el asiento de un camión polvoriento. Estaré perfectamente cómoda en el sofá, lo juro. —No —dijo, sin decir nada más. Era una de las cosas que me estaba empezando a gustar de él. No sentía la necesidad de explicarlo todo. No se limitaba a hablar para llenar el silencio entre nosotros con palabras inútiles. Jake fue al supermercado mientras yo terminaba de desempacar. Me ofrecí a hacer la cena para nosotros como agradecimiento, a pesar de que mis habilidades eran más sobre quemarla, pero me había dicho que le encantaba cocinar y nunca tuvo una oportunidad o un lugar para hacerlo, mientras estaba en la carretera. Me senté en la barra y lo vi cortar y picar verduras. Finalmente se compadeció de mi inutilidad y me permitió pelar patatas, pero no sin un tutorial completo primero. Había muslos de pollo marinado en especias diferentes y los puso en la parrilla. —Tú sí que sabes lo que estás haciendo, ¿verdad? —Me quedé sorprendida por sus habilidades en la cocina—. ¿Quién te enseñó a cocinar? —Mi mamá. Fue a la escuela culinaria, pero regresó aquí después de graduarse. Quería abrir su propio restaurante, pero luego se casó con mi padre y nos tuvo a Mason y a mí, así que siguió postergándolo. —Dejó caer un poco de cebolla picada en una cacerola. Crepitaron y saltaron cuando golpearon en el aceite—. ¿Tu madre nunca te enseñó a cocinar? —preguntó. —No soy una buena cocinera —le dije. —Eso no responde la pregunta —respondió. —¿Por qué quieres saber de mi madre? —Solo quiero conocerte —dijo. Sé que él hablaba en serio sobre conocerme, pero mi frustración estaba creciendo como hacía cada vez que permitía a esa mujer en mis pensamientos durante más de un minuto sin extrañarla.

—¿Qué quieres que te diga? Porque, sinceramente, no puedo pensar en una sola cosa que mi madre realmente me enseñó. Oh, espera. Me enseñó cómo atar bien los tubos de goma amarillos alrededor de su brazo para que pudiera encontrar parte de una vena que no había tratado como un tablero de dardos. Eso fue, por supuesto, hasta que había agotado todas esas venas y murieron en sus brazos como me hubiera gustado cada vez que ella tomaba la maldita aguja o inhalaba alguna mierda en su maldita nariz. Me levanté y entré en el baño, cerrando la puerta detrás de mí. Estaba enojada pero no con Jake. Estaba enojada por haber dejado que me molestara. La mujer que me dio a luz ni siquiera merecía mi ira. Lo había manejado desde el último día que la había visto, aunque no sé si podría realmente evitar tener un manejo en ello. Al cabo de varios minutos, alguien llamó a la puerta. —¿Bee? —¿Sí? —Me gustaba su apodo para mí. Nunca había tenido uno antes. —Siento haber presionado. Dije que no iba a hacerlo, pero tenía curiosidad, y no pude evitarlo. No voy a hacerlo de nuevo. — Estaba pidiendo disculpas cuando fui yo la que actuó como una imbécil. Abrí la puerta. —No debes pedir disculpas. Estoy molesta y seguro piensas que he soportado mucha cosas, y entiendo, solo voy a irme y… —Estamos todos un poco dañados, Bee. Algunos de nosotros más que otros. —Era mejor que él supiera más temprano que tarde cómo de dañada estaba. Sonrió e hizo un gesto hacia el mostrador donde había más comida de la que dos personas podrían consumir en una sola vida—. Además, no puedes irte a ninguna parte. ¿Quién se va a comer todo esto? Me dejé llevar un poco. —No me digas —estuve de acuerdo—. ¿Estás alimentando un ejército? —Como mucho —dijo, acariciando su estómago. Pude ver las líneas de sus abdominales debajo de la camisa.

—Sí, debes comer mucho. Te hace ver asqueroso. —Soy lo suficientemente vanidoso como para saber que no es cierto, por lo que voy a ignorar ese pequeño insulto. Nos sentamos a la barra y comimos nuestra comida. Jake había hecho una especie de patatas en rodajas fritas en mantequilla con muslos de pollo al horno. La piel crujiente fue mi parte favorita. También preparó maíz asado y una ensalada simple con el aderezo que había hecho él mismo… Iba a ser muy mimada por el tiempo que cumpliera dieciocho años. Y a engordar mucho. —¿Qué te gusta hacer? —preguntó—. ¿Como un hobby? Tuve que pensar acerca de si fumar marihuana podría ser considerado un pasatiempo. —No mucho. Tomar fotografías, o, por lo menos, creo que puedo tomar fotos. En el instituto tenían cámaras en préstamo para la clase de fotografía y me fue bastante bien. Incluso aprendí a usar el cuarto oscuro para revelarlas. Tenía un don, pero al final del semestre tuvimos que dejar las cámaras, por lo que nunca llegué a saber si era buena. —Mi padre podría tener una cámara para que puedas usar — ofreció—. Veré si está en su oficina en alguna parte. —Se metió una rodaja de patata en la boca con los dedos. —¿En serio? Quiero decir, no quiero quitarle la cámara. —No es nada. Sé que él nunca la ha utilizado. Creo que la vi el otro día en su oficina. La buscaré para ti mañana. No es gran cosa. ¿No es gran cosa? Sí lo era. No estaba acostumbrada a que la gente entregara sus posesiones costosas para que yo las usara. Cuando terminamos y hube consumido más alimentos de lo que nadie de mi tamaño nunca debía tratar de comer, me ofrecí voluntaria en lavar los platos ya que no había aportado nada útil a la deliciosa comida que acababa de devorar.

Jake no discutió conmigo. Acababa de empezar la carga del lavavajillas cuando sonó el teléfono. Sacó un teléfono pequeño negro de su bolsillo y, cuando miró la pantalla, su estado de ánimo cambió y su rostro se endureció. El suave Jake de la cena se había ido y en su lugar estaba una versión mucho más seria del aspecto de sí mismo. —Tengo que tomar esto. Ya vuelvo. —Salió por la puerta de atrás que conducía a un pequeño patio cubierto. Desde donde yo estaba en la cocina, le oí hablar con alguien en voz baja. Él no era el único que tenía curiosidad. Fui de puntillas hacia la puerta y presioné mi oído contra ella. —¿Cuándo? —Oí preguntar en un susurro—. No puedo hacerlo por un par de semanas. ¿Por qué? Porque estoy en medio de algo ahora mismo y porque significa rastrearlo a mitad de camino de la maldita Europa, por eso. Y como sabes, tomará una gran cantidad de tiempo y dinero. —Hubo una pausa—. Los gastos, más de trescientos o estoy fuera. Sí, de trescientos mil. —Otra pausa—. Vete a la mierda, entonces. No puedo hacer esto para siempre, y necesito una salida. Mis precios han subido. —Otra pausa—. Entonces, él puede conseguir que alguien más lo haga. Me importa un carajo. Tú me necesitas más de lo que yo te necesito. —Una pausa más larga—, te voy a enviar un texto por el paquete mañana. No me pondré en contacto contigo cuando esté hecho. Lo mismo de siempre. El teléfono se cerró de golpe. Volví corriendo a la cocina y estaba poniendo otro plato en el lavavajillas cuando él volvió a entrar. —¿Todo bien? —pregunté. —Sí. Solo un poco de mierda de trabajo. —Se pasó la mano por los ojos y metió el teléfono en el bolsillo. —¿Qué clase de mierda de trabajo? —pregunté. —Paso —dijo, sin siquiera voltear a verme antes de dejarse caer en el sofá y poner los pies sobre la mesa de café. Agarró el control remoto y encendió el televisor, elevando el volumen a un nivel en el que cualquier tipo de conversación hubiera sido imposible. Era como si él estuviera usando mis trucos sobre cómo evadir.

Terminé los platos, y para el tiempo en que terminé de limpiar los mostradores, Jake ya estaba dormido en el sillón. Tomé la colcha del respaldo del sofá y se la puse encima. Localicé el armario de ropa y encontré lo que necesitaba para el sofá. No tenía ni idea de cómo saqué lo que necesitaba, así que decidí dejarlo como estaba. Puse el cubre cama alrededor de los cojines y utilicé una sábana y una manta delgada para ponerla encima. Tomé una de las dos almohadas de la cama y me aseguré que se quedaran allí en el sofá para él cuando se despertara en el sillón y se diera cuenta del ángulo doloroso en que estaba su cuello. Todo fue revuelto por él, esperando que estuviera cómodo. Me metí a la cama y estaba cepillándome los dientes cuando mis pensamientos se desviaron hacia la conversación que tuvo en el teléfono. ¿Por qué había estado susurrando? ¿Qué escondía? ¿Era un detective privado o un cazador de recompensas? Un millón de escenarios pasaban por mi cabeza, pero ninguno parecía correcto. La primera noche que conocí a Jake, hace apenas unos días, había sostenido una pistola en la cabeza. El bulto de la pistola siempre era evidente para mí ahora que sabía que la mantenía escondida en la parte trasera de sus pantalones vaqueros. Había una razón por la que no me dijo lo que hacía para ganarse la vida. No estaba avergonzado por lo que hacía. Simplemente lo estaba escondiendo. Después de escuchar su conversación, todas las señales apuntan a la razón de que el secreto puede ser mucho más oscuro de lo que pensé inicialmente.

Capitulo 10 Traducido por Apolineah17 Corregido por Pily

Al día siguiente era mi primer día trabajando en el taller. Cuando me desperté, encontré una nota que Jake me había dejado, diciéndome que ya estaba trabajando y que debería encontrarme con él allá cuando estuviera lista. Me duché. Peiné mi cabello negro en una trenza simple y me puse un par de vaqueros y una camiseta de manga larga. Empujé mis pies dentro de las botas, pero me decidí por no usar mi sudadera con capucha en un intento de lucir algo profesional. Fue lo mejor que pude conseguir con lo que tenía. Agarré mi sudadera con capucha y me la llevé conmigo de todos modos, por si acaso sentía la necesidad de ocultarme en ella. Me presenté en la oficina que Reggie había dicho que era mía el día anterior. Dado que el taller no abría oficialmente hasta dentro de otra media hora, aproveché la oportunidad para organizar el desorden y quitar el polvo de los muebles. Sentí como si alguien me estuviera mirando mientras trabaja, y cuando me di la vuelta, efectivamente, vi a Jake a través de las persianas, limpiando la grasa de una llave inglesa con un trapo y sonriéndome a través de la ventana. No le quité la mirada de encima hasta que sonó el teléfono y me sacó de mis cavilaciones. —Buenos días. Garaje de Dunn —respondí de la manera en que Reggie me había instruido. *** El día entero pasó muy rápido, apenas tuve tiempo de terminarme el café y las donas que Jake me había traído mientras

estaba al teléfono haciendo una cita de afinación2 para el Chevy del señor Grabel. Jake me había chequeado un par de veces, y cada vez que lo veía tenía más grasa en el rostro y en el mono. Programé todas las citas, contesté los teléfonos, realicé los pedidos que los chicos me habían traído garabateados en unos boletos, y a mediodía, crucé corriendo la calle para conseguir el almuerzo de los cuatro mecánicos. Estaban agradecidos pero comieron mientras trabajaban. Tuve la sensación de que estaban acostumbrados a la locura y de que podían haber comido un poco de grasa con sus sándwiches. Jake se había ido en la camioneta después de comer y no iba a volver durante un par de horas. Me imaginé que salió para conseguir algunas piezas o para hacer recados relacionados con el taller. Me recordé decirle que estaría más que feliz de hacer sus recados así él no tendría que hacerlos. Al final del día, Reggie se acercó y prácticamente me gritó para que me fuera. El archivador en el que estaba trabajando podía esperar hasta mañana. Estaba segura de que podía esperar, pero estaba disfrutando mi trabajo. Me dio un pequeño sentido de propósito y mantuvo mi mente ocupada. Era como otra forma para mantenerme adormecida. Trabajo equivale a adormecimiento. Tendría que recordar eso. No había visto a Jake por la tienda, así que me dirigí de regreso al apartamento. Escuché abrirse la regadera y supuse que él había llegado antes que yo a casa. Mi atención fue capturada por lo que estaba en el mostrador. Una cámara, una moderna Canon, con tres lentes de largo alcance alineados junto a ella. Al lado de eso había lo que parecía ser un nuevo bolso de marca para la cámara. No había manera de que ésta fuera la vieja cámara de su padre. Jake salió del baño, envuelto en nada más que una toalla. El vapor salía detrás de él. Se detuvo cuando me vio de pie en la cocina. Sus esculpidos abdominales estaban en completa exhibición, los tatuajes de los que solo había visto porciones antes ahora estaban a 2

Cita de Afinación: Consiste en mejorar el funcionamiento y rendimiento del motor de un vehículo mediante la limpieza y regulación de sus partes, en especial las bujías y el carburador

plena vista, subiendo por su hombro en hermosas líneas tipo enredadera conectadas con pequeñas imágenes y letras que no pude descifrar. Las seguí con la mirada hasta donde terminaban en su cuello. La emoción en mí volvió. —Oye, lo siento. No sabía que ya estabas en casa —dijo Jake. Casa. Alejé mi mirada de su pecho desnudo y en su lugar me concentré en el suelo. —Oh, no te preocupes por mí, yo solo… estaba viendo la cámara. —Sí, échale un vistazo mientras me pongo algo de maldita ropa. No quiero que pienses que esta es una de esas casas de desnudos. —Sonrió—. A menos que te gusten ese tipo de cosas. —Ni siquiera sé lo que eso significa —dije. Pero tenía una idea. Algo me dijo que era él quien no sabía exactamente lo que realmente era una casa de desnudos. Me dio un guiño exagerado y desapareció dentro del dormitorio, saliendo solo unos segundos más tarde en un par de pantalones negros de chándal y una camiseta sin mangas de color gris. —¡Él tiene algo con color! —Me cubrí la boca abierta por una fingida sorpresa. —¿El gris es considerado un color? —Creo que sí. —¡Entonces, voy a quemarla mañana! —gritó—. No quisiera arruinar mi reputación. —No, no quieres arruinarla —estuve de acuerdo. Miré de nuevo hacia el mostrador e hice un gesto hacia la cámara y el equipo—. ¿Qué es todo esto? —Te lo dije. Es la vieja cámara de mi padre. Puedes tenerla. La dejó aquí hace años y nunca más ha sido utilizada. —¿En serio? —le pregunté—. ¿La vieja cámara de tu padre?

—Sí, ¿por qué? —preguntó con nerviosismo. —¿Qué quieres decir con por qué? —Tomé el bolso de la cámara y le mostré la etiqueta del precio todavía pegada debajo de ella. —Así que papá le dejó la etiqueta. Él hace cosas como ésas. — Agarró una botella de la nevera y giró la tapa—. ¿Cerveza? —Sí, pero no cambies de tema. —Agarró otra cerveza, la abrió y me la entregó—. ¿Tu papá también va a la tienda a las dos de la tarde y gasta dos mil cuatrocientos dólares en una nueva Canon, un bolso para cámara, accesorios y dos teléfonos de prepago? —Mierda —dijo. Sabía que había sido atrapado y su rostro me dijo que no le importaba. Estaba sonriendo de oreja a oreja. —¡Sí, mierda! Dejaste el recibo en la caja. —Levanté la pequeña hoja blanca de papel hacia él y la agité en el aire—. No tenías que haber comprado esto para mí, Jake. Es demasiado. No puedo aceptarlo. —Sí, si puedes. Tengo dinero. Nunca he comprado nada caro aparte de mi motocicleta. Quería conseguir esto para ti y no la devolveré. —Él bien podría haber dicho que el cielo es azul, era un hecho. —¡Sí, lo harás! —argumenté. Nunca había poseído nada tan valioso, y tampoco planeaba hacerlo. En mi experiencia, las cosas malas les sucedían a las personas que tenían cosas bonitas. Además, Jake ya había hecho mucho por mí, y no tenía manera de pagárselo. —No. Así es como yo lo veo. —Apoyó los codos sobre la encimera y jugó con la etiqueta de su cerveza—. Puedes aceptar la cámara y decir “gracias Jake por mi nueva y hermosa cámara” o… — Tomó un sorbo de su cerveza, la diversión iluminando sus ojos azules— …Voy a tirarla en el Paso Matlacha. —Tomó otro sorbo—. Tú decides, Bee. —¡No lo harías! —grité. Algo me dijo que él no mentía, y yo no estaba dispuesta a correr ese riesgo con un equipo tan caro. —Oh sí, lo haría. No tienes idea de lo que soy capaz. —Tuve la sensación de que estaba hablando de algo más que su disposición a tirar el equipo fotográfico desde lugares altos.

—Está bien. Pero así es como yo lo veo. —Me incliné sobre la encimera e imité su postura—. Voy a usar la nueva cámara lujosa de marca y… la voy a amar. —Ahora nos entendemos. Caso cerrado. —No, no, no, no tan rápido. Voy a usarla y me va a encantar, pero te voy a pagar un reembolso por ella. Cada centavo. Tan pronto como pueda ahorrar lo suficiente. —Joder, no —dijo—. Voy a quemar el dinero. —No me importa lo que hagas con él. Todavía pienso pagarte. —Entonces, simplemente voy a usarlo para comprarte algo más. —Entonces, también voy a pagarte por ello —dije. —Eres imposible, ¿lo sabías? —preguntó Jake. —Sí, lo sé. —Sonreí—. Ahora, haz algo de comer. Me muero de hambre. —Creo que tenemos algunos asuntos que debemos de resolver en primer lugar. —¿Qué asuntos? Él sonrió de nuevo. —Secretos primero, cena después. —Oh sí… secretos. —Me estaba volviendo más audaz a su alrededor, y eso me gustó. —¡Adelante! —¿Por qué no te gusta que te toquen? —Paso —respondí—. celulares desechables hoy?

¿Por

qué

compraste

dos

—Paso —respondió—. ¿Cuál es tu segundo nombre?

teléfonos

—Marie. —Yo ya sabía que el suyo era Francis. Lo había visto en los papeles que la señorita Thornton me había mostrado. Así que no me molesté en preguntar—. ¿Por qué llevas un arma? —Ya te he respondido ésa antes. Porque hay algunas personas peligrosas. —Sí. Pero nunca me has dicho si tú eras una de ellas o no. —¿Qué pasa si lo soy? —preguntó. Tuve la sensación de que estaba hablando completamente en serio—. ¿Importaría? ¿Importaría? No estaba segura. —Voy a tener que pensarlo. Jake agarró otra cerveza de la nevera. —¡Ahora podemos comer! ¿Qué será, carne o pasta? —Carne —dije—. La respuesta a esa pregunta siempre es carne. —Buena respuesta. Me encanta una chica con buen apetito. Se fue a preparar la cena, pero sus palabras se quedaron colgando pesadamente en mi mente. Me encanta una chica con buen apetito. ¿Cómo quién me veía? ¿Cómo una chica a la que estaba cuidando, o cómo una amiga que estaba ayudando? ¿Podría ser algo más para él? Por supuesto que no podría ser algo más. Apenas era capaz de pensar en ese tipo de relación, mucho menos estar en una. Además, Jake era el tipo de chico por el que las chicas se lanzaban a la primera oportunidad para ser tocadas por él. ¿Por qué iba a querer a alguien que solo era capaz de huir del toque? Mientras Jake cocinaba y preparaba la carne y asaba los espárragos más hermosos que jamás había visto, pensé en el juego de secretos que estábamos jugando. Por mucho que estuviera destinado

para aprender el uno del otro, parecía como si lo único que realmente hacía era exponer aquellos secretos que teníamos la intención de aniquilar.

Capitulo 11 Traducido por Apolineah17 Corregido por Pily

Un fuerte ruido me despertó. El pequeño reloj digital en la mesa de noche marcaba las 2:14 a.m. Me senté con la espalda recta, mi corazón estaba acelerado. ¿Qué fue eso? Mis ojos se esforzaban mientras trataba de ver a través de la oscuridad. La perilla de la puerta chirrió mientras alguien la giraba desde el lado de la cocina. Tiré de las mantas hasta mi barbilla. Quería preguntar quién era, pero cuando abrí la boca las palabras se quedaron atrapadas en mi garganta. Había algo muy familiar en la situación entera. Eso me detuvo en seco. El picaporte se comenzó a sacudir violentamente cuando quienquiera que estuviera allá afuera se dio cuenta de que estaba cerrado. No estaban muy contentos por ello. Por favor que sea Jake. Por favor que sea Jake. Me quedé inmóvil. Sentí como si estuviera viendo una película cuando la puerta del dormitorio se abrió de golpe, y los pedazos de madera de las bisagras volaron. La silueta oscura de un hombre apareció en las sombras. —¡Ahí estás, pedazo de mierda! —La voz profunda arrastraba las palabras y estaba llena de amargura—. Crees que puedes venir aquí y esconderte de mí, ¿verdad? ¿Piensas que no sabría dónde estabas? El olor del whisky golpeó mi nariz justo antes de que el hombre se lanzara hacia adelante y envolviera su enorme mano alrededor de mi brazo, apretando lo suficientemente fuerte para cortar

la circulación de mis dedos. Todo mi brazo quemaba ante la sensación de su tacto, como si su mano me hubiera bañado con gasolina y le hubiera prendido fuego. Traté de apartarme, pero él era demasiado fuerte. Su poderoso agarre me mantuvo inmóvil. Intenté gritar, pero no podía respirar. Estaba tan oscuro que ni siquiera vi su puño volando hacia mi cara. Un dolor devastador onduló a través de mi mejilla derecha, el hueso de mi mandíbula vibró por el golpe. Tan rápido como la paliza había comenzado, se terminó. El hombre salió volando lejos de mí como si estuviera unido a una cuerda que había sido jalada hacia atrás. Chocó contra el armario, golpeando ambas puertas en las bisagras. Éstas se rompieron por la mitad mientras él aterrizaba en el interior, en una maraña de ropa y perchas. La luz de la luna brillaba a través de la ventana, destacando la rabia pura en el rostro de Jake mientras permanecía parado cerca del hombre en el armario. Sus ojos generalmente azules estaban tan oscuros como la noche que nos rodeaba. Solo llevaba un par de pantalones de chándal negros. Su pecho y sus pies estaban descubiertos. Se arrodilló junto al hombre desplomado en el armario, poniendo la mano detrás de su cuello y obligándolo a mirar en mi dirección. —¡Mírala, viejo! —ordenó Jake. Sostuve las sábanas en mi pecho, con una mano agarrando mi mejilla. Ésta palpitaba al ritmo de mi acelerado pulso—. ¿Eso se parece a mí, Frank? ¿Ella se parece a alguien al que puedes presentarte borracho y golpear, viejo estúpido? Una expresión de horror cruzó el rostro del anciano. Sus hombros se hundieron mientras cerraba los ojos y sacudía la cabeza. —Pensé… —susurró—. Lo siento. —Dejó caer su rostro entre sus manos y comenzó a llorar. —¿Te arrepientes de darle una paliza o simplemente lamentas no haber sido yo? Porque de cualquier manera, tus disculpas no mejoran una mierda. Qué pedazo de mierda eres, viniendo aquí en medio de la noche, desplomando tu culo. ¿Qué parte de esto te pareció una buena idea, pedazo de cabrón? ¡Podrías haberla matado! —Jake sacó la pistola de la parte posterior de sus pantalones deportivos y sostuvo el cañón en la sien del anciano. Se inclinó cerca y miró al viejo

a los ojos—. Estoy aquí porque has jodido todo por lo que mamá trabajó durante toda su vida. ¿Mamá? —Estoy aquí, en la casa que ella amaba, la casa en la que pasabas el tiempo pudriéndote, no terminó con el recaudador de impuestos, y Reggie y Bo no acabaron en la maldita línea de desempleo. Porque estoy malditamente seguro de que no pareces dar una mierda por nada más que beber whisky y revolcarte en tu propia mierda. — Inclinó la pistola. Mi respiración se detuvo. Este hombre era el padre de Jake… El anciano mantuvo sus ojos continuaba con los dientes apretados.

cerrados

mientras

Jake

—Mientras esté en la ciudad, nunca vendrás aquí de nuevo, y si tan siquiera le pones un puto dedo encima a Abby, voy a volarte la maldita cabeza. —Mientras decía las últimas palabras, empujó la pistola contra la sien del anciano, empujando su cabeza contra la pared del armario—. Tienes suerte de que no acabe contigo ahora mismo, desgraciado hijo de puta. —¡Entonces, mátame! —gritó el anciano—. ¡Solo mátame de una puta vez, chico! —Su rostro enrojeció, líneas de saliva conectaban sus dientes superiores e inferiores. Jake levantó al viejo por la parte de atrás de su camisa. —Hoy no, viejo —dijo. Entonces lo empujó dando tropezones hacia el pasillo y salió de la habitación. La puerta principal se abrió con un chirrido, y luego se cerró de golpe. Una vez más, solo había silencio. Algunas personas amenazaban a otras por la intensidad del momento, o como una reacción ante la discusión. He oído de chicos que pelean con los puños en la escuela mientras amenazan con matarse entre sí entretanto intercambian golpes en el estacionamiento después de clases. Sé que eso así parecía. Pero había algo diferente en las amenazas de Jake a su padre, y era algo más que la obvia arma

apuntado a su cabeza. Esto no había sonado como una ira al azar por alguien atrapado en el calor del momento, o los desvaríos ociosos de alguien que no tenía intenciones de seguir adelante con ellos. Las palabras de Jake eran descripciones sólidas de lo que estaba por venir si el anciano no se mantenía alejado. No eran amenazas en absoluto. Eran promesas. *** Dormir fue imposible después de eso. No solo era el frenesí de mis ideas, sino mi mejilla que estallaba en dolor cada vez que me daba la vuelta. La almohada bien podría haber estado rellena de concreto. El silencio fue interrumpido cuando Jake volvió a entrar al apartamento. La puerta principal chirrió. Las llaves cayeron sobre la mesita de café. Me di cuenta de que estaba tratando de estar tranquilo, pero incluso el grillo fuera de la ventana sonaba como si estuviera tocando su canción en un trombón. Jake entró en la habitación. Tan pronto como me vio maldijo. —Mierda. Se dio la vuelta, desapareció por el pasillo, y lo escuché jugueteando alrededor de la cocina. Los cajones se cerraban de golpe, contenidos rodando y traqueteando mientras buscaba lo que necesitaba. Luego, apareció de nuevo sosteniendo una bolsa plástica para sándwich llena de hielo. Se sentó a mi lado y extendió la mano para colocar la bolsa de hielo sobre mi mejilla. La agarré antes de que él pudiera hacer contacto. —La tengo —le aseguré—. Gracias. —Puse la bolsa contra mi rostro, encogiéndome ante el pinchazo del hielo. —Bee, lo siento. Nunca pensé que él fuera a venir aquí, y mucho menos a mitad de la maldita noche. Nadie lo ha visto en casi un año. Ni siquiera sé cómo sabía que yo estaba aquí. —Se inclinó más cerca—. ¿Estás bien? —Había dolor y preocupación en su voz. —Estoy bien —dije. Y lo estaba. Estaba perfectamente bien, porque estaba adormecida. Las personas adormecidas no pueden estar de otra manera más que bien.

—Todo es mi culpa —me dijo—. No podía dormir, así que fui al patio a fumar. Ni siquiera lo oí entrar. —¿Dónde está él ahora? —pregunté. —Lo lancé en la cama de su camioneta y lo llevé a casa. Estaba inconsciente cuando llegamos allí, así que lo dejé en el patio delantero. Tuvo suerte de que no lo lanzara en el canal. Caminé de regreso. —¿Es por eso que tú y tu padre no se llevan bien? ¿Bebe y te da una paliza? —Entre otras cosas. —¿Cómo qué? Tomó una profunda respiración. —La noche en que decidí dejar la ciudad trató de matarme. Me dijo que se suponía que yo iba a morir en lugar de mi hermano y que él solo estaba corrigiendo el error. Estaba ebrio, pero quiso decir lo que dijo. Balanceó una hacha hacia mí, y cuando falló me acerqué lo bastante a él para matarlo con ella. Luego, me fui, y no lo he visto desde entonces, Hasta esta noche, eso es todo. —Extendió la mano para tocar mi mejilla. Había empezado a hincharse. Me estremecí, alejándome de él. Frunció el ceño y retiró la mano—. Bee, ¿cómo es que no te puedo tocar? —Porque no puedes. —Era la verdad. Mi verdad. No podía, porque no se lo permitiría. —¿Estás bien? —preguntó, con preocupación en sus ojos. —Estoy bien. —¡No tienes que ser así! ¡No hay manera de que puedas estar bien en este momento! —Jake pasó la mano sobre su barba—. Alguien irrumpe aquí en medio de la noche y te ataca, ¿y tú estás bien? Porque lo diré ya, ¡yo no estoy bien! —¡Cálmate! Estoy bien. Lo juro.

—Estar bien es peor. ¡Joder, preferiría que gritaras, gritaras, lloraras y me culparas! —De repente se quedó en silencio—. Yo solo… solo quiero abrazarte y consolarte. —Se movió hacia mí, pero esta vez me abstuve de encogerme. Mientras él no me tocara, no podría romperme. —¿Por qué quieres esas cosas de mí? No cambian nada. Estoy bien porque elijo estar bien. Había estado diciendo esto toda mi vida. Era todo lo que sabía. —¡No! —gritó Jake. Saltó de la cama y empezó a pasearse por la habitación—. No, tú no estás bien porque elijes estarlo, solo crees estar bien porque eliges evitar la situación. No eres honesta acerca de tus sentimientos, ¡y eso no está bien en absoluto! Extendió la mano hacia mí, y me apresuré hacia el otro lado de la cama como si él estuviera empuñando un cuchillo en vez de ofrecerme consuelo. —¡No! —grité. Mi corazón latía rápido. No quería sentir el ardor. No quería ser tirada hacia un lugar del que no sabía si alguna vez podría salir. No quería sentir. —Solo déjame abrazarte, Bee. —No. Vete a la mierda. ¡Déjame en paz! —¿Por qué no quieres que te toque? —preguntó de nuevo, está vez más fuerte, su voz mezclada con ira. —¿Por qué quieres tocarme? No soy nada. No soy nadie. —Mi voz era temblorosa. Estaba a punto de derramar mis primeras lágrimas desde que era niña, y estaba malditamente decidida a no dejar que salieran. —¿Por qué quiero tocarte? ¿Me estás jodiendo en este momento? Quiero ayudarte. Quiero abrazarte. Quiero hacer todo bien para ti. Quiero malditamente tocarte porque eres la persona más hermosa que he visto, y no puedo imaginar nunca ser capaz de tomar

tu mano o besarte. —Pensé que eso era todo, pero luego añadió—: Y sí, también quiero follarte, como nunca he querido nada en toda mi vida. ¿Por qué él me querría? La sinceridad se asomaba detrás de sus ojos, los mismos ojos que habían tenido tanto odio hacia su padre hace no más de una hora. —Tú no eres nada. Nunca vuelvas a decir esa mierda de nuevo, porque tú lo eres todo. —Lo dijo de nuevo, esta vez en voz baja—: Eres malditamente todo, Bee. Era todo lo que siempre había querido y lo que no quería escuchar al mismo tiempo. Nosotros casi no nos conocíamos. No podíamos tener una relación de verdad. Nunca podría darle lo que necesitaba o quería, no había una maldita manera en que él alguna vez fuera capaz de hacer bien las cosas por mí. Ni siquiera sabía lo que estaría tratando de arreglar. ¿Quién mierda se creía que era? —¿Cómo? —dije de golpe—. ¿Cómo diablos vas a hacer las cosas bien para mí? ¿Eh? ¿Vas a viajar en el tiempo y hacer que mis padres me traten como si yo valiera más que el perro del vecindario? ¿Vas a decirles que me lleven a la escuela en lugar de mantenerme en casa para torturarme? ¿Vas a leer para mí y enseñarme a cocinar? ¿Vas a cerrar la puerta de mi habitación cuando ellos estén teniendo una jodida fiesta en medio de la maldita sala de estar? ¿Eso es lo que vas a hacer, Jake? Se quedó en silencio. —¿Crees que un abrazo me va a sanar? No puedes ayudarme. ¡Nadie puede ayudarme! Yo me ayudo a mí misma. Estoy bien, ¡porque jodidamente quiero estar bien! No quiero que me toquen, porque no quiero toda la mierda que viene con ello. —La siguiente parte salió de golpe antes de que pudiera reconsiderarlo—. Quema, ¿de acuerdo? ¿Eso es lo que quieres oír? Quema bajo mis huesos, ¡y físicamente me duele jodidamente ser tocada! Me bajé de la cama al suelo, así que no tuve que ver su reacción ante mi confesión.

—¿Vas a hacer que ellos me amen, Jake? —Tiré de mis rodillas hacia mi pecho—. Dices que me quieres ayudar, pero ¿cómo puedes hacerlo cuando me ocultas tantas cosas? Ni siquiera me dices por qué este «negocio» tuyo es tan secreto. —¿Quieres saber lo que hago? ¿De verdad quieres saberlo? Porque de una vez te lo digo, no puedo simplemente retractarme. —Jake rodeó la cama y se agachó en el suelo delante de mí—. Estoy malditamente asustado de lo que veré en tu perfecto rostro y que me verás por primera vez como el monstruo que soy. No te lo he dicho porque no puedo soportar la idea de que me mires así. No quiero que me juzgues por lo que he hecho… por lo que hago. Extendió el brazo y luego trató de apartar un mechón de cabello de mis ojos. Giré la cabeza hacia otro lado. —¡Maldita sea, no me toques! Me levanté de un salto y corrí hacia la puerta, pero la enorme complexión de Jake me bloqueó. Me agarró de los hombros y me atrajo hacia él, envolviendo sus brazos alrededor de mi espalda y entrelazando sus dedos. Mis brazos estaban clavados a mi costado. Mi mejilla hinchada estaba presionada contra su duro pecho. Traté de darle un rodillazo. Le di un golpe y forcejeé. Incluso mordí su pecho con la esperanza de obligarlo a soltarme. El calor de su toque se sentía como si estuviera apoyada contra la superficie del sol. —¡Suéltame! —grité—. ¡Quema, quema jodidamente! —Las lágrimas picaban en la esquina de mis ojos. No podía dejarlas salir, porque una vez que lo hicieran, no sabía si sería capaz de detenerlas. —No, no es así. No quema. Solo estamos tú y yo aquí. En realidad no duele, te lo prometo. Todo está en tu cabeza, nena. —Besó la parte superior de mi cabeza, pero bien podría haber encendido un puto cerillo y sostenerlo cerca de mi cuero cabelludo. —¡Maldita sea, suéltame! —gemí. El intenso dolor ardiente se propagó hacia abajo sobre mis pies hasta que ya no podía soportar la tortura. Mis piernas cedieron bajo mis pies, pero Jake me sostuvo firmemente contra él, evitando que cayera al suelo. Seguí luchando y me opuse a su agarre con todo lo que

me quedaba de fuerzas. Los sollozos que había conservado durante tanto tiempo estallaron desde lo más profundo. Lágrimas calientes corrían por mi rostro y se agruparon en la línea que separaba el labio superior del inferior. Probé la sal con cada respiro irregular. Jake ignoró mis lágrimas y me apretó con más fuerza. —Mato personas, Bee —susurró. Por un momento, me pregunté si realmente lo había dicho o si fue mi imaginación. Seguí luchando contra él hasta que la lucha solo estaba en mi cabeza, y mi cuerpo se agotó y me relajé contra él. Jake nos hizo retroceder hasta que sus piernas estuvieron contra los cajones del tocador. Se deslizó hasta el suelo, tirando de mí en su regazo mientras mi cabeza caía sobre su pecho. —Mato gente por dinero, en su mayoría gente mala. Pero, también trabajo para gente mala, tipos de la mafia, grandes corporaciones. —Estaba tranquilo—. Para ser honesto, no compruebo en qué dirección apuntan mis brújulas morales antes de eliminarlos. Ellos podrían ser cualquiera. Había demasiadas emociones que no quería sentir, todas ellas atacándome al mismo tiempo. No sabía cuál sentimiento era cuál. El ardor en mi cuerpo había comenzado a apagarse a fuego lento, pero mi llanto era tan feroz que no podía encontrar la fuerza para refrenarlo. Quería saber mucho más. Quería hacerle un millón de preguntas, pero no podía encontrar un lugar dentro de mí lo suficientemente tranquilo como para formar las palabras. —Lo disfruto —continuó—. Sé que suena enfermo, pero ¿sabes que es lo peor que ser un enfermo hijo de puta? —Ni siquiera traté de responder. Mi piel y mis huesos se habían fundido en su cuerpo, yo era un bulto silencioso de carne apilado en su regazo—. Saber que eres un enfermo hijo de puta. —Se rió suavemente en mi cabello, relajó su agarre y sin pensar comenzó a trazar círculos sobre mi espalda con sus dedos—. Sé que lo que siento por dentro no siempre está bien. Pero, para bien o para mal, no puedo cambiarlo. Tampoco voy a disculparme por eso. Me niego a pretender ser alguien que no soy. Me permito sentir todas las cosas que soy, las cosas que me hacen ser yo, incluso si no son lo que la gente común consideraría como bueno o correcto. He aprendido a alimentarme de esas emociones en vez de dejar que me restrinjan, condenándome por la forma en que soy.

Algo dentro de mí empezó a cambiar durante la confesión de Jake. Él me había abrazado con fuerza como Nan lo había hecho, conduciéndome dentro de una sumisión física y emocional. Sabía que no había hecho nada para hacerme daño. Lo había hecho para despertarme, para hacerme sentir, a pesar de que había sido en contra de mi voluntad. Ira, rabia, tristeza, desesperanza, demasiadas emociones que no había procesado en años, si es que alguna vez las tuve, estallaron juntas y de una sola vez dentro de mí, todas ocupando el mismo espacio en el interior. Después de la confesión de Jake, se sentía como si esos sentimientos comenzaran a moverse, en busca de sus lugares apropiados dentro de mi cuerpo, y en mi vida. Todavía podía sentir su presencia, pero ya no estaban tratando de jalarme bajo la superficie. Ya no me sentía asfixiada. Jake me habló en voz baja hasta que nuestro cansancio comenzó a manifestarse. Cuando pude ver sus párpados poniéndose pesados, se puso de pie y me levantó hacia la cama, poniéndome debajo de las sábanas. Cuando pensé que estaba a punto de irse y volver a su lugar habitual en el sofá, me sorprendió deslizándose debajo de las mantas detrás de mí, todavía con la ropa puesta. Me arrastró hacia su pecho y envolvió sus brazos alrededor de mí. —No quería decírtelo de esta manera, Bee. Tenía otra forma en mente. Juro que iba a tratar de hacerlo más fácil. Obviamente no funcionó de esa manera. —Jake suspiró—. Ya sabes demasiado, pero hay mucho más que necesitas saber. —Me atrajo hacia él, presionando sus labios en mi frente. El ardor se había ido, y por primera vez en mi vida sentí lo que era un beso, una suavidad caliente contra mi piel recién enfriada—. Hay un lugar al que quiero llevarte mañana. Quiero mostrarte algo —susurró. Fue lo último que me dijo antes de quedarse dormido. Poco después de que él se durmiera, cedí a mi propio agotamiento. Me dormí esa noche en los brazos de un asesino. Nunca había dormido mejor.

Capitulo 12 Traducido por Apolineah17 Corregido por Pily

Si montar la motocicleta de Jake sin tocarlo había sido la emoción de la vida, entonces montar su motocicleta con mis brazos envueltos alrededor de él, debajo de su chaqueta de cuero, era jodidamente extraordinario. La luz del día se desvanecía en un brumoso atardecer. La una vez agradable brisa se convirtió en fría mientras Jake serpenteaba su motocicleta por las desconocidas carreteras secundarias. Eras desiguales y la mayoría de las veces estaban sin pavimentar. Casi no había señales de alto o luces en la calle para guiar nuestro camino mientras viajábamos, aparentemente dirigiéndonos a ninguna parte. La última carretera que tomamos era más un camino que una carretera, solo hierba y maleza, apenas lo suficientemente ancho para un coche. Ambos lados del mismo estaban cubiertos de palmitos y malezas. Algunas de las ramas eran tan largas que parecían como si estuvieran tratando de conectar con el follaje del otro lado. Jake estaba tranquilo pero decidido. Yo no tenía idea de a dónde íbamos, pero en realidad no importaba. Todo lo que sabía era que él quería mostrarme algo, y si se encontraba en el fin del mundo, con mucho gusto lo seguiría. Jake llevó la motocicleta hacia una parada y bajó el soporte de la misma con el pie. —Tenemos que caminar desde aquí —dijo—. El suelo es demasiado blando para la moto.

Caminamos de la mano en silencio por alrededor de diez minutos, a lo largo del camino que seguía estrechándose hasta que ya no había espacio para que pudiéramos caminar uno al lado del otro. Jake me dejó pasar y apoyó su mano en la parte baja de mi espalda, guiándome hacia adelante. Olí las flores de azahar antes de que las viera. Llegamos a un pequeño claro rodeado de fragantes árboles cítricos dispuestos en círculo. Flores púrpuras cubrían la tierra. Los rayos del atardecer provenientes de la puesta del sol atravesaban las ramas e iluminaban el claro. El único sonido era el susurro de la brisa sobre las hojas, emitiendo un soplo de aroma dulce en el aire. —Es hermoso —dije, admirando cómo las copas de los árboles creaban una pequeña cubierta. Cuando me di la vuelta para quedar de frente a Jake, él no estaba allí conmigo. Estaba en el otro extremo del claro, de rodillas en la parte inferior del árbol más grande. Me acerqué lentamente a él y puse mi mano sobre su hombro. Sin girarse, él tomó mi mano y la apretó. —¿Por qué estos árboles están en círculo? —Parecía un poco antinatural para ellos, no estar en forma de un verdadero campo de naranjos. Cuando él comenzó a hablar, su voz se volvió tensa. —Creo que uno de los locales podría haber querido cultivar y vender las naranjas y probablemente no tenía un terreno para plantar los árboles, así que solo vino aquí y lo hizo cuando pensó que nadie los encontraría. Realmente no puedo pensar en ninguna otra razón. Los cruzaba cuando solía venir aquí en coche con Mason. —Jake se volvió hacia mí—. Quería elegir un lugar hermoso para ella. —¿Para quién? Con las manos en los bolsillos, Jake cayó de rodillas y me jaló para ponerme en la misma posición enfrente de él. Tomó mi rostro entre sus manos, tocó su frente con la mía y respiró hondo. —No sé lo que piensas de mí ahora, pero sé que después de lo que te dije ayer ni siquiera podrías querer mirarme. No te culparía si decidieras odiarme por lo que soy. Solo necesito que escuches todo, y si

quieres huir tan rápido y tan lejos como puedas una vez que lo sepas todo, entonces eso es algo con lo que simplemente tendré que lidiar. —Estoy aquí. —Puse mis manos sobre las suyas—. Estoy aquí. —No sabía lo que él estaba tratando de decir. No sabía si eso significaba que yo estaba allí para escuchar, o que lo que él iba a decirme no importaba. Honestamente, no sabía si lo haría o no. Me miró a los ojos y luego comenzó su historia. —Aquí es donde enterré mi primer cuerpo. Me miró fijamente, mientras esperaba a que reaccionara a lo que acaba de decir. Estaba esperando que la conmoción se disipara antes de decir algo. Las preguntas surgieron por todas partes. ¿Él mató a alguien aquí, en Coral Pines? ¿Quién podría haber sido? Es más, ¿me importaba? Ya sabía que a él le importaba. ¿Los detalles harían alguna diferencia? —No tienes que decirlo si no quieres. —Lo que no le dije fue que mi conocimiento de lo que él hacía me asustaba. ¿Qué estaba mal conmigo que estaba tan dispuesta a aceptar a alguien en mi vida que había admitido matar personas de manera regular? —Sí, quiero hacerlo. —Jake se sentó debajo del árbol y me atrajo hacia sus brazos como si fuera un niño pequeño—. Necesitas saberlo todo, Bee. —Apoyó su barbilla sobre mi cabeza—. Tenía quince años, y Sabrina tenía dieciséis. No estábamos enamorados. Ni siquiera éramos novios. Solamente nos divertíamos algunas veces después de las fiestas. Yo era un chico estúpido obsesionado con las chicas. Ella ni siquiera era la única chica con la que me divertía en ese tiempo. Tomó una profunda respiración y miró hacia el cielo. La luna ya estaba asomándose a través de los árboles, aunque el sol no se había puesto completamente. Ellos estaban compartiendo el cielo. —Quedó embarazada y me dijo que era mío. Le creí porque yo fui su primero, y la había conocido la mayor parte de mi vida. Ella no

era una mentirosa. No sabíamos qué hacer. Éramos solo unos niños. Dijo que quería conservarlo. Yo seguí diciéndole que eso iba a arruinar su vida, pero siendo un estúpido cretino, estaba más preocupado de que eso arruinaría mi vida. Sabrina finalmente tomó una decisión y me dijo que no se iba a deshacer de él. Entré en pánico. A pesar de que lo sabía, le dije que de todos modos probablemente no era mío y que no quería tener nada que ver con ella. »No hablé con ella durante meses después de eso. La veía en la escuela, usando camisetas holgadas para ocultar su estómago. Estoy bastante seguro de que se lo estaba ocultando a su padre porque sé que él habría estado tocando mi puerta y golpeado mi cabeza si lo hubiera sabido. Fui un idiota con ella y me arrepiento de eso todos los días de mi vida. Podía sentir las lágrimas acumulándose en la parte superior de mi cabeza, mientras lloraba en silencio sobre mi cabello. —Una noche, Sabrina tocó a mi ventana. Estaba enloquecida. El bebé estaba por nacer, y ella no sabía qué hacer. Solo tenía siete meses de embarazo. Le dije que iba a llamar a una ambulancia, y que necesitaba ir al hospital. Se negó. No quería que nadie lo supiera. Me hizo prometer que no la llevaría allí, sin importar qué. Su rostro estaba tan pálido y lo único que quería era mi ayuda. Así que la ayudé. »Fuimos hacia el cobertizo de mi padre, y puse una manta. Fueron horas escuchando sus gritos y lamentos. Sostuve su mano todo el tiempo. Casi había oscurecido para entonces, y todavía no había bebé. Le dije que no podía seguir así. Que la iba a llevar a un hospital. Ella me gritó, me dijo que lo menos que podría hacer por haberla metido en esto y haber sido un idiota todos estos meses era escuchar lo que ella quería. Jake se limpió los ojos con la manga. —Así que hice lo que ella me pidió y se quedó donde estaba. — Se estremeció, tantos sus palabras como su cuerpo—. Cuando el bebé finalmente nació era una niña. Era tan pequeña, y prácticamente podría ver a través de su piel. Estaba tan tranquila… tan quieta. Sabía que probablemente había muerto mucho antes de que naciera. Creo que fue el cuerpo de Sabrina quien finalmente renunció a ella. »Envolví a la bebé en una toalla y se la di. Sabrina estaba tan pálida, y había sangre por todas partes. Entré en pánico. Le dije que

necesitaba ayuda ahora, pero cuando me levanté, me agarró por la camisa. Dijo: «Jake, cuando muera, no dejes que me encuentren. No quiero que ellos lo sepan.» Entonces, sus ojos se pusieron en blanco y el cuerpo de la bebé cayó de su agarre al suelo. Estaba solo, tenía quince años, y era increíblemente estúpido. Lo había hecho mal con ella en todos los sentidos posibles. La usé, la ignoré, y cuando más me necesitaba, la dejé sufrir sola. Lo menos que podía hacer por ella era honrar sus deseos. —¿Enterraste aquí a Sabrina? Asintió. —Y a la bebé. Pensé que les gustaría aquí. No quería solo lanzarlas a un pantano, o ponerles algo pesado y abandonarlas en el Golfo, aunque consideré hacer las dos cosas. —¿Es por Sabrina la S en tu tatuaje? —pregunté. —Sí, lo es. —Jake me sostuvo fuertemente y me besó en la cabeza. —¿Por quién es la L, entonces? —Tracé las letras entrelazadas en su antebrazo con los dedos. —La mamá de Sabrina había muerto unos años antes, debido a algún tipo de cáncer. Su nombre era Laurelyn. Mientras estaba en trabajo de parto, Sabrina me dijo que si el bebé resultaba ser una niña, así es como se llamaría. —Guau —fue todo lo que pude decir. El misterio del tatuaje de SL había sido revelado y la verdad detrás de ello era lo más increíblemente triste de lo que podría haber imaginado. —Tendría que haber ido a buscar ayuda, y me arrepiento por eso todos los días, por lo que no hice —admitió. Su usualmente fuerte voz era débil y suave. —Era lo que ella quería, Jake —dije—. Tú eras joven. Hiciste lo que pudiste. —No, podría haber hecho más. Podría haber hecho mucho más.

—Creo que lo que hiciste fue muy valiente. Cualquiera podría simplemente haber llamado a una ambulancia y llevarla al hospital. Lo que te pidió no era lo que se esperaba. Pero eso era lo que ella quería. Creo que tomó mucho más fortaleza honrar eso. —No sé nada de fortaleza. Estaba muerto de miedo. —¿Qué piensa la gente que le sucedió? —pregunté. —Creen que huyó. Era bien sabido que su padre era un tipo muy estrictamente religioso, y por sus constantes moretones sospechaba que él la golpeaba de forma regular, pero era demasiado cobarde para incluso hacer algo al respecto. El hermano de Sabrina había huido cuando tenía quince años, así que su padre asumió que ella fue a buscarlo o que siguió su ejemplo. Honestamente, no creo que alguna vez en verdad hubiera buscado arduamente por ella. —Sé lo que se siente. —¿Por qué dices eso? —preguntó Jake. —Justo después de que Nan muriera, si hubiera desaparecido las personas podrían haberse preguntado qué me pasó, más que nada debido a los chismes. Pero, nadie me habría buscado. —Si alguna vez desaparecieras de mí, te buscaría hasta los confines de la Tierra y de regreso. Siempre te encontraría, Bee. Siempre. —Me abrazó con más fuerza. —No voy a ir a ninguna parte —le aseguré. Y fue en ese momento que lo decía en serio. No iba a ir a ninguna parte… aunque Jake lo haría. Tuve que recordarme, una y otra vez, que nuestro tiempo juntos tenía una fecha de caducidad. —Mataría por ti, Bee. Felizmente. —Pasó los dedos por mi mejilla—. Necesito que lo sepas. —Lo sé. —No solo lo sabía, pero por extraño que parezca, eso agitó algo dentro de mí. De repente tuve una profunda y poderosa necesidad de ser cuidada por alguien que haría cualquier cosa por mí, incluso si eso significaba quitar una vida. Pudo haber estado allí todo el tiempo, pero solo ahora que tenía a alguien quien en realidad se sentía de esa manera, podría permitirme sentirlo.

La enferma y retorcida Abby que estaba enamorada de un enfermo, retorcido y hermoso Jake. Jake pasó los dedos sobre la hierba a su lado y acarició el suelo. —La primera sangre en mis manos fue la de ellas. De alguna manera supe que no sería la última. —Tomó una profunda respiración—. Lo que me recuerda algo más que tengo que decirte. —¿Hay más? —Ya había sido tanto—. Si me dices más ahora, ¿de qué vamos a hablar maña? —Sonreí. Jake se rió. —Algo así. Tengo que irme la semana que viene. Sabía que él se iría, después de que lo había escuchado en el teléfono, pero no había sabido cuándo iba a suceder. —¿Irte? La palabra todavía hacía saltar a mi corazón. Era demasiado pronto. Todavía no podía irse. Fue por eso que no debería haberlo dejado romper mis barreras. Esta era la razón por la que debería haberme quedado adormecida en todo momento. Me sentí poniendo nuevamente las barreras en su lugar, ladrillo por ladrillo. Estúpida, estúpida Abby. —No irme-irme. Tengo que ir a hacer un trabajo, iba a echarme para atrás, pero ellos ya habían enviado el pago y habían cortado comunicación, así que decir que “no” a estas alturas realmente no es una opción, a menos que quiera personas buscándome. Aparentemente, exagerada. Estúpida Abby.

estaba

reaccionando

de

forma

—¿Cuánto tiempo estarás fuera? —Hay un poco de rastreo involucrado con éste. El tipo no está exactamente en el radar. Podrían ser un par de semanas. Tal vez un mes. ¿Un mes? —¿Entonces, qué? —pregunté.

—¿Qué quieres decir? —Quiero decir después de que regreses. ¿Cuánto tiempo pasará hasta que te vayas de nuevo? Me has dicho que Coral Pines no es un sitio permanente para ti. No puedo dejar de preguntarme cuándo realmente planeas irte irte. —Necesitaba prepararme para cuando ese momento llegara. Necesitaba adormecer a Abby para ello. De alguna manera, engañándome a mí misma.

sabía

que

estaba

jodidamente

—No mucho tiempo —dijo Jake—. Este lugar no tiene exactamente un atractivo a largo plazo para mí. —¿A dónde vas a ir? —Depende. —Se inclinó y apoyó su mejilla sobre la mía. Su aliento me hizo cosquillas en la oreja cuando habló. Él no iba a hacer esto fácil para mí. Los pequeños vellos de la parte de atrás de mi cuello se erizaron. —¿De qué? —De a dónde quieras ir. —Me besó en el cuello, volviéndose cada vez más audaz. Cada vez más cerca sus pequeños besos se deslizaban hacia mi boca y la excitación por mi primer beso de verdad crecía en la boca del estómago. Espera. ¿De a dónde quiera ir? —¿Yo? —pregunté. Él asintió. —He estado pensando esto desde mi último… trabajo temporal, por falta de una palabra mejor. Al menos por un tiempo. No es exactamente un trabajo permanente. Después de un tiempo, la gente se entera de quién eres y de lo que haces, y ellos vienen a buscarte. El monto de recuperación de la inversión y las represalias empiezan a sumarse después de unos años. Lo mismo ocurre con la cantidad de personas buscando asesinarte.

Una naranja cayó del árbol a un lado de nosotros. Un pequeño rebote, y ganó el impulso suficiente para rodar lejos de la pequeña plantación de naranjos. —Tengo dinero, de este trabajo, y el dinero que he ahorrado de los demás. Debería durar un largo tiempo. Generalmente no suelo permanecer en un mismo lugar por mucho tiempo, pero podríamos ir a algún sitio y quedarnos durante todo el tiempo que quieras. Podrías tomar clases de fotografía, o podríamos alquilar un lugar en una escuela y podrías hacer las cosas tradicionales como ir la universidad si quieres. Lo tengo cubierto. Solo te necesito conmigo. Mi corazón se había quedado atrapado en mi garganta hasta ahora y no sabía si iba a ser capaz de bajarlo hacia su posición de nuevo. —No necesito una respuesta ahora. Piensa en ello mientras estoy fuera. Usa mi computadora portátil para buscar algunos lugares a los que podrías querer ir. De todos modos no llevo cosas electrónicas o teléfonos conmigo cuando estoy trabajando. Así es como la gente te jode. La computadora es toda tuya. Jake bostezó y se estiró. Después de tan pesada conversación, su estado de ánimo era sorprendentemente relajado e informal. Habló de que nosotros dejáramos juntos la ciudad como si estuviera hablando de una tarde lluviosa. —Mi único requisito es que podamos viajar en motocicleta. Podemos ir a Canadá o también a México… eventualmente. Pero tomaría un tiempo conseguir el pasaporte. Puesto que estarías viajando conmigo, necesitarías uno falso. A pesar de que técnicamente estaré retirado, no me gusta correr riesgos. —¿Quieres que vaya contigo? —Mi atención todavía estaba en lo primero que había dicho. Todavía estaba asimilándolo. Jake alzó una ceja. —No eres una buena oyente. Eso no era cierto. Había escuchado todo lo que dijo. Era más bien que no era una buena creyente.

—Una vez que tenga dieciocho años, ya no serás legalmente responsable de mí. No estarás obligado a llevarme contigo. —Él ya había hecho demasiado. No me necesitaba en su camino por más tiempo del que había acordado. Jake se rió. —Me importa una mierda lo de mis obligaciones legales, Abby. ¿Crees que quería que te quedaras conmigo porque sentí que era mi deber cívico o algo así? Quería que te quedaras conmigo porque en el segundo en el que te conocí, te necesité, solo necesité un segundo, y no pude pensar en que tú te quedaras en algún otro sitio. Me quería con él. Hubiera sido más fácil decir que sí, tan fácil saltar a la parte trasera de su motocicleta y dejarlo todo atrás, Pero entonces, ¿qué? ¿Qué pasaría cuando se diera cuenta de yo era incapaz de tener una relación normal, incapaz de tener algo tan básico como el sexo? ¿Qué pasaría cuando se aburriera y se cansara de mi enfermedad, de mi tristeza y dolor? Todo lo que sabía es que no quería averiguarlo.

Capitulo 13 Traducido por Meghan Fray Corregido por Pily

La semana siguiente de la revelación de Jake pasó volando. Caímos en una relajante rutina. Jake hacía la cena y yo lavaba los platos. Luego, mirábamos una película en el sofá antes de ir a la cama y dormir profundamente en brazos del otro. Él nunca trató algo más. Me estaba dando tiempo, pero Jake no entendía que incluso una vida puede no ser suficiente. Nunca iba a ser una chica normal. Ninguna cantidad de tiempo me cambiaría. Desde el exterior, parecíamos un poco como todas las parejas regulares americanas. La mera verdad es que en realidad lo éramos. Después de un día largo de clasificar órdenes de compras y recibos de la tienda, Jake me llevó a la playa para así poder tomar fotografías del atardecer. Era la tercera vez que íbamos por esa razón. Mi cámara rápidamente se convirtió en una extensión de mi brazo y de mi visión. La llevaba a cualquier lugar. Juntos caminamos agarrados de las manos a lo largo de la costa. Estaba acostumbrándome a la manera en que siempre me tocaba, y me llenaba de pavor al pensar sobre el poco tiempo que nos quedaba, cuando no sería capaz de abrazarlo en medio de la noche. Solo eran por unos días, pero no sabía cómo dormiría sola de nuevo. ¿Nos llegaríamos a conocer en menos de dos semanas? Parecía que nunca había un momento en que no conocía a Jake. La brisa de la noche picaba en mi piel sobre mi camisa mientras saqué mi cámara de la bolsa y la arrojé al cuello. Me alegré de que Jake no me hubiera conseguido una cámara digital. No podía

esperar para revelar los negativos en un verdadero cuarto oscuro. Jake me había dicho que cuando estuviera de regreso de su trabajo, crearía un cuarto oscuro improvisado para mí donde quiera que estemos. Prácticamente solo lo conocí y él estaba haciendo arreglos para mí en su vida y en su casa. Nunca nadie había hecho eso por mí antes. Jake estaba sentado en la arena con el rostro hacia el cielo y los ojos cerrados. Aproveché la oportunidad para conseguir algunas simples fotos de él. —¿No tienes suficientes fotos de mí ya? —preguntó, sin abrir los ojos. Había tomado un montón de él esta semana. Mi favorita era una con un cigarrillo en su boca mientras se detenía en el apartamento con su motocicleta. No podía esperar para revelarla. La visión de él hace todo tipo de cosas locas dentro de mí, que me hacía sentir increíblemente feliz y asustada a la vez. —No —contesté. Necesitaría recordar cómo lucía cuando se alejara para siempre. Necesitaba cientos más. Tal vez miles. Me coloqué entre sus piernas, y él abrió los ojos. —Oye, nena —dijo, abriendo los brazos para mí. Me senté enfrentando a la puesta de sol de espaldas a él, envuelta en Jake y la comodidad de nuestro silencio. Su mejilla descansaba sobre la mía cuando vimos el último rayo de sol desaparecer en el horizonte. —Ah, se me olvidaba —dijo—. Hice esto para ti. —Metió la mano en el bolsillo de los pantalones vaqueros y sacó un amuleto de metal adornado unido a una simple cadena de acero inoxidable. —¿Tú lo hiciste? —El colgante era una colección de hilos de plata entretejidos. Si miraba de cerca a la mitad del colgante podía ver sus iniciales JFD donde se conectaban los cables—. Es hermoso —dije. Y realmente lo era. De hecho, era la más hermosa pieza de joyería que había visto nunca.

—Lo hice para ti hace un tiempo, pero tenía miedo de dártelo. —¿Cuánto tiempo? El rostro de Jake enrojeció un poco. —Poco después de que te conocí esa noche en el patio. No podía sacarte de mi cabeza. Pregunté por ahí sobre ti un poco, también, y antes de darme cuenta, estaba de pie allí con un soldador en la mano en el taller, haciendo esto. —¿Por qué querías hacer esto por mí en aquel entonces? Ni siquiera hablamos esa noche. —Pensé de nuevo en aquella noche, hace apenas dos semanas que implicó quedarme sin hogar y Jake amenazándome con su pistola—. Fue más como una pelea. —Fue la mejor pelea que he tenido. Jake abrió el broche y me indicó que me volteara. Levanté mi cabello para que pudiera poner la cadena en mi cuello y cerró la hebilla. Sus dedos rozaron la parte de atrás de mi cuello. Piel de gallina apareció en mis piernas por el contacto, y me estremecí ante la sensación. Sostuve mi nuevo regalo entre mis dedos y lo examiné. No habría creído que él fuera tan talentoso. Su trabajo era tan detallado y delicado. —Gracias —le dije—. Por todo. Lo digo en serio. Has hecho tanto por mí. Jake levantó mi barbilla hacia él y me miró a los ojos. Continué: —Te mereces mucho más de lo que jamás podría darte a cambio. —Lo decía en serio. Se merecía más de lo que puedo ofrecer, no tenía nada que ofrecerle. Nada de lo que le gustaría de todos modos. —¿Por qué esto suena como una especie de adiós? —No lo es... no todavía. —No me voy hasta mañana, Bee. Vamos a reservarlo para después.

Jake no entendía que yo no estaba hablando de este viaje. Estaba hablando de dejarlo para siempre. Sin mí. Sus hermosos ojos azules brillaron. Me miró con tanta intensidad, como el fuego. Quería saber lo que veía en mí para que luciera de esa manera, porque yo no lo veía. Tal vez, él estaba delirante. Me enfrentó a él, inclinó la barbilla, y poco a poco, muy lentamente, acercó sus labios a los míos. Mi primer beso real. No me aparté. En cambio, me sorprendí y me apoyé en él. Cerré los ojos, la sensación era como nada de lo que esperaba. El sentimiento no terminó cuando la carne se reunió. Era mucho más de que un boca a boca. Era como si nuestro beso había iniciado una conversación sin palabras entre nuestros cuerpos. Resultó que el deseo era una cosa divertida para mí. En todos mis diecisiete años, nunca pensé que sería capaz de sentirlo. Siempre pensé que era uno de los sentimientos que tenía muerto dentro de mí. No era que estaba esperando revivirlo. No quería tener nada que ver con ello. Pero estuvo dentro de mí todo el tiempo, supuse. Nunca conocí a nadie capaz de agitar lo suficientemente fuerte para romper mi determinación de no sentirse en absoluto. Hasta que conocí a Jake. Mantuvo el beso suave pero corto. Tuve la sensación de que estaba fuera de consideración por mí. Sabía que no quería empujarme, pero cuando se apartó, sentí el vacío entre nosotros. Era como si un cráter había quedado en el espacio en que él había estado, frío y oscuro y vacío. La adrenalina por mis venas era similar a la sensación que experimentaba después de montar su motocicleta, sujeta a la parte de atrás de él. Yo quería más. ¿Más qué? ¿Qué era capaz de darle? ¿Podría ir más lejos? No tenía ni idea. Solo sabía que quería más de él.

—Jake, ¿qué estamos haciendo? —pregunté, sin aliento por el más pequeño de los besos. —Estoy sentado en una playa, sosteniendo una chica muy hermosa —dijo. No creo que alguna vez iba a acostumbrarse a él llamándome hermosa. Tenía que recordarme que solo me estaba llamando hermosa porque no había visto todo de mí. —¿Y tú? —No, en serio —insistí—. ¿Qué estamos haciendo? Él todavía estaba confundido. —¿Besándonos? —Jake. Él sonrió. —Me gusta la forma en que dices mi nombre. Y yo pensé que era la mejor en evadir. —Sabes lo que quiero decir. Sobre nosotros. ¿Qué pasa con nosotros? Es importante. Necesito saberlo ahora, porque en algún momento no voy a ser capaz de darte lo que quieres. Y entonces, ¿qué sucederá? Él acarició su nariz en mi cuello. —¿Qué es lo que crees que quiero? —Cosa normales que hacen un chico y una chica —le dije lanzando mis manos en el aire. Me sentía derrotada, incluso antes que esta línea de conversación empezara. —Ahí es donde te equivocas. No quiero lo normal. Lo que quiero es a ti. Me sonrió.

—Y hacemos cosas normales. Nos besamos. —Para probar su punto, me dio un rápido beso en los labios y sonrió. —¿Qué sucede cuando un beso no es suficiente? —Abby, hace apenas unos días dabas un respingo cada vez que alguien te tocaba, y míranos ahora. Miré a nosotros. Estaba sentada en medio de sus piernas, su barbilla descansaba sobre mi hombro, con mis manos sobre sus muslos. —Todavía me estremezco cuando se trata de otras personas — le dije. Mi aversión a Jake tal vez nunca existió, pero todavía quería atacar a alguien que invadía mi espacio personal. —Pero ya no te alejas cuando te toco, y eso es lo que importa. —Me gusta cuando me tocas —susurré, las palabras eran difíciles de decir—. Pero ni siquiera puedo... —Tiré del dobladillo de las mangas. No pensaba en cómo decirle que no sabía si alguna vez sería capaz de permitirle mirar debajo de mi ropa. Desnuda. Alguna vez. —¿No puedes qué? —Mostrarte —le dije—. No puedo mostrarte... mostrarme. —¿Por qué no solo me lo dices? ¿Eso será más fácil? —Él era mucho más comprensivo de lo que pensé que sería—. En lugar de mostrarme lo que crees que es tan malo, puedes decírmelo. —No puedo —dije. Era una compuerta que estaba bloqueada tan fuerte en mi mente que no cedía a abrirse. No solo con Jake, sino conmigo también. Lo necesitaba para guardar lo que había vivido durante los últimos ocho años. —Lo harás cuando estés lista —dijo Jake con confianza.

—No estoy segura si alguna vez estaré lista —dije—. Hay una posibilidad de permanecer rota para siempre. No estoy escondiendo mi cuerpo, Jake. Estoy escondiendo mis recuerdos por no mostrar lo que mi pasado me ha hecho. Es mi manera de aferrarme. —Me estremecí—. No estoy segura si seré capaz de dejarlo ir alguna vez. Jake sonrió como si acabara aceptando un desafío. —Bee, si incluso sientes un poco de la atracción que yo siento cuando estoy cerca de ti, solo una pequeña cantidad de cuanto te quiero... —Besó el lugar detrás de mi oreja y con su lengua dio golpecitos en mi cuello. Un estremecimiento se esparció en mi piel, enviando mensajes a cada parte de mi desatendido cuerpo—. Entonces, el desvestirnos es inevitable. Es la naturaleza humana. Lo que somos. —Jake parecía tan seguro de sí mismo, pero lo que decía sonaba casi imposible para mí. —Creo que los dos sabemos que no encajamos exactamente en el molde de la naturaleza humana. —No, nosotros no encajamos en ningún molde. Pero lo que te preocupa es algo muy sencillo. —Me besó a lo largo de la mandíbula—-. Te deseo, Abby. No es mentira. Te quiero tal y como eres. Movió los labios en la esquina de mi boca, y los rozó en mi cara mientras hablaba. Cerré mis ojos y mis labios se abrieron de anticipación. —Me gustaría mucho ver ese cuerpo tuyo, pero no hay prisa. No vamos a hacer nada que no estés lista. —Movió sus manos para acunar mi trasero en mis pantalones cortos—. Pero, maldita sea, bebé, la espera será brutal. —Me besó de nuevo. —¿Y qué si no te gusta lo que ves? —No sé cómo explicar esto para que lo entiendas. Eres hermosa, nena. Por dentro y por fuera. Lo sé sin tener que verte sin ropa. —Eres hermoso. —Dios, decía tales estupideces a su alrededor a veces. —No en el interior. —Sus ojos se pusieron serios—. No soy estúpido. Sé que tengo un lado oscuro.

—Caminar con un amigo en la oscuridad es mejor que caminar solo en la luz —dije. —¿De quién es eso? —preguntó Jake. —Hellen Keller. Me hace pensar en nosotros. Sonrió. —Sí, me gusta. Funciona. —Me abrazó con más fuerza—. Estás bajo mi piel, Bee. Realmente no me importa lo que está debajo de la ropa. —Jake lo pensó por un momento—. Tacha eso. Estaría muy enojado si resulta que tienes un pene. Me eché a reír. —No, no hay pene —aseguré. Seguro que sabía cómo romper la tensión de una conversación seria. —Entonces para aclarar, ¿tienes una vagina? —Sí. —¿Y no tienes un pene? —Estaba tratando de no reírse mientras lo preguntaba. —No, en este caso. —¿Estás segura? ¿Ni siquiera uno pequeño? —No. Solo partes femeninas estándares, por lo que sé de todos modos. —Entonces nena, no veo cuál es el problema aquí. —Me agarró por la cintura y se puso de pie. Tomándome en un rápido movimiento, me levantó por encima de sus hombros y me hizo girar en el aire. Me bajó cerca de su cuerpo. Cuando nuestras bocas se encontraron, me mantuvo en mi lugar y me atrajo hacia él para otro beso. Con una mano en la parte posterior de mi cabeza, abrió su boca para mí, profundizando el beso. Su lengua bailó en la mía. Gemí en su boca mientras se alejaba y me puso sobre mis pies. —Serás mi muerte —dijo.

Podría haberme perdido en esos ojos azules. Estaba bastante segura que ya lo había hecho. Recogí mi bolsa de la cámara y nos dirigimos al estacionamiento tomados de la mano mientras un grupo de personas se acercaba a nosotros. Había alrededor de doce, algunos eran familiares. Owen estaba entre ellos. Lideraba el grupo con su brazo sobre una pequeña chica morena que llevaba unos pequeñísimos pantalones cortos de jean blanco y un bikini rojo que no hacía nada para cubrir sus enormes pechos. Big Willie Ray estuvo a su lado, arrastrando un refrigerador de ruedas en la arena. Varias chicas, incluyendo Alissa, estaban en el fondo de la multitud. Me tensé cuando nos vio. Alissa fue la primera en reconocernos... o la primera en reconocer a Jake, por lo menos. —Hola, bebé —dijo ella, mirando nuestras manos unidas con escepticismo—. ¿Dónde has estado? Alargó la mano para poner sus brazos en Jake, pero él dio un paso atrás y me llevó delante de él en su lugar. Envolvió sus brazos en mi cintura. Alissa lo miró con la mandíbula abierta y los ojos como platos. —En casa, mayormente, acabamos saliendo de ella. Verdad, ¿bebé? —preguntó. No tuve la oportunidad de responder antes de que Alissa interrumpiera. —¿Ella vive contigo? —Técnicamente, vivimos juntos —aclaró. Ella parecía que iba a vomitar. Owen se alejó de la morena y se dirigió hacia nosotros, tropezando en la arena floja, con una cerveza en la mano izquierda. Tenía su mano derecha y la muñeca enyesada. Me alegró ver que le había hecho algún daño duradero. Alissa retrocedió cuando Owen se acercó.

—¿Te cansaste de follar a todas las otras putas en esta ciudad, Dunn? ¿Tienes que hacer un movimiento en mis sobras? —Owen estaba en busca de una pelea o simplemente era muy, muy estúpido. Estaba pensando que era un poco de ambas. Jakes apretó los puños. Estaba dispuesto a luchar, pero yo había estado luchando contra mis propias batallas toda mi vida. —Lindo yeso, Owen. Parece como que podrías ser el que necesita una puta ahora, viendo como tu mano derecha parece estar fuera de servicio por un tiempo. ¿Cómo te has hecho daño? —pregunté. —Cállate, maldito bicho raro. ¿Por qué no te quitas esa camisa y nos muestras a todos lo que ocultas? Porque ya te digo, tuve una visión y no hay nada lindo allí. —Se volvió hacia Jake—. Buena suerte con esa mierda, hermano. Espero que no te importe perder tu erección. Cuando se quite esa fea sudadera con capucha, ella es aún más fea por debajo. Mi rostro se enrojeció. No creía que Owen me hubiera visto. Cuando me había despertado, toda mi ropa había estado intacta. Obviamente él había visto algo. Toda la sangre corrió a mi cara. Jake se tensó como un arco que se retrae. Sus ojos se oscurecieron y tocó la parte de atrás de sus pantalones vaqueros. Antes de que pudiera hacer un error muy grande y público, alargué la mano y sostuve mi mano sobre la suya y la pistola. —No vale la pena —susurré. Estaba tratando de mantener la calma cuando todo lo que realmente quería era dejar que Jake le diera una lección a Owen. Jake me miró como si estuviera loca. —Vale la pena para mí. Negué con la cabeza. —Hay demasiada gente. Demasiado impulsivo. —Razonaba con él en un nivel que pensé que lo entendería. ¿Qué iba a decirle, que no era correcto sacar su arma y matar Owen justo allí en la playa? ¿Cómo razonar con alguien que mata a personas para ganarse la vida?

Jake soltó el control del arma y cerró los ojos por unos segundos. Estaba luchando por el control. Cuando abrió los ojos de nuevo, bajó la mirada y me sonrió. Control en el tacto. —¿Por qué te ríes, hijo de puta? —Owen se burló de él—. No puedes estar demasiado feliz follando un bicho raro. Si no lo has reconsiderado, deberías hacerlo ahora. Ese horrible cuerpo suyo no excita. —Owen guiñó un ojo—. Pero de alguna manera eso no me impidió acostarme con ella. Jake cuadró los hombros y me agarró de la cintura. Me dirigió directo al grupo de amigos de Owen. Justo pasamos a Owen, Jake me empujó a un lado y lazó un golpe de lleno en toda la mandíbula de Owen. Él cayó con fuerza. Sus ojos aún estaban abiertos cuando se estrelló de espaldas en la arena. Jake no se inmutó. Siguió caminando, agarrando mi mano y alejándome de la multitud embobada. —¿Entonces terminamos? —Alissa corrió para alcanzarnos, caminando a nuestra par—. ¿Estás con ella ahora? —Me miró de arriba abajo como si oliera algo asqueroso en mí. —Sí, Alissa. Estoy con ella ahora. —Jake se detuvo en seco y se volvió para darle una mirada de puro enojo, fuerte y severa. Alissa parecía asustada, pude ver su agitación. Tenía la boca abierta como si estuviera tratando de hablar, pero no pudo hacerlo—. Debes saber que si me entero de que estás hablando mierdas sobre Abby, no dudaría en darte un golpe también. Todavía podía ver a Alissa en el mismo lugar que la habíamos dejado, sorprendida y con la boca abierta mientras nos alejábamos en la motocicleta de Jake. *** Al segundo que la puerta del apartamento fue cerrada, Jake se volvió hacia mí. Había fuego en sus ojos. —Tienes que decirme lo que pasó con Owen la noche en que te recogí de su casa. Necesito saber porque estoy a punto de volarle la puta cabeza, y no necesito que mi imaginación me provoque en este momento.

No dije nada. —¿Ese hijo de puta te tocó? —¿Le crees? Él solo estaba tratando de sacarte de quicio. —¿El maldito te tocó? —¿No confías en mí? —Tengo problemas de confianza como no creerías, nena. Pero esto va más allá de lo que creo o no. Así que, por el bien de ambos ahora mismo, me dices si ese hijo de puta te ha tocado. —Sí —le respondí en voz baja. Me senté en el suelo junto al sofá y apoyé la cabeza en mis rodillas. Jake se paseó delante de la TV. —¿Deseaste que él le tocara? ¿Me conocía en absoluto a estas alturas? —¿Por qué me preguntas eso? ¿Por qué te importa si me ha tocado? Permíteme recordarte que cuando te conocí, estabas teniendo una mamada en un depósito de chatarra —escupí—. De Alissa. —¡Solo tienes que responder a la maldita pregunta! —gritó tan fuerte que incluso la puerta corredera de cristal tembló. Me estremecí, como si sus palabras hubieran aterrizado en mi cara. —No —le susurré—. No lo deseé. —¡Demonios, lo sabía! —rugió, extrayendo la pistola de la cintura de sus pantalones vaqueros. Se dirigió hacia la puerta principal. Me tiré en frente de él, bloqueando su salida. —¿Quieres saber lo que pasó, o no? Puso sus brazos alrededor de mi cabeza contra la puerta y presionó su pecho contra el mío, enjaulándome. —Sé todo lo que necesito saber. —No puedes matar a Owen —le dije con firmeza—. Te atraparán y te encarcelarán.

—Nunca me han atrapado antes. —Siempre hay una primera vez. —Esto es lo que hago, Bee. —Matar a Owen no es como lo que sea que haces en tu... trabajo. —No sabía cómo decirlo. —No, tienes razón. No lo es. Esto más importante. Debido a que se trata de ti. Él todavía no lo entendía. —¡Escucha idiota! ¡No quiero que te vayas porque no quiero perderte! Era cierto. Quería que se preocupase por lo que pasó con Owen, pero la pura verdad era que habíamos pasado tan poco tiempo juntos, ya me había acostumbrado a la vida con Jake en ella. No podía permitirme el lujo de perderlo. No ahora. —Owen aparece muerto en la misma noche que tú lo golpeaste en frente de un grupo de sus amigos y todo el mundo sabrá que fuiste tú. No estaba segura si me estaba escuchando, hasta que él repitió mis palabras. —No quieres perderme. —Relajó su postura, con las manos descansando sobre mis hombros. —No —suspiré. —Bee... —Entrecerró los ojos juntos y presionó con los dedos el puente de su nariz—. ¿Te violó? —Su respiración era corta y poco profunda. —No. —¿Cómo sé que no estás diciendo eso solo para no ir en busca de él? —¿Viste su mano?

—Sí, está enyesada. —Fue por mí. Machaqué su mano contra la puerta de su casa cuando salí corriendo. —Sonaba orgullosa de mí misma. Lo estaba. —¿Tú se lo hiciste? —Jake parecía impresionado. —Sí —confirmé—. Owen no me violó. Se puso un poco juguetón mientras estaba durmiendo. Me opuse, sin embargo. —Bebé, odio que él te tocara, que pensase que era lo suficientemente bueno para llegar a poner las manos en ti. —Hizo una pausa y frotó los nudillos por un lado de mi cara—. No quiero que nadie te toque sino yo. —Jake olía a playa y cuero. Su aliento era fresco mientras venía en ráfagas rápidas—. No soy lo suficientemente bueno para tocarte tampoco, pero eso no es suficiente para detenerme. Mi respiración se aceleró. —Solo tú, Jake. —¿Por qué no me lo dijiste entonces? ¿Esa noche? —¿Qué se suponía que debía decir? Me daba vergüenza y estaba cansada. No sabía en quién confiar o qué hacer. —Sostuve su mirada. Jake me tiró de la puerta y me sentó en el sofá. Puso su arma en la mesa de café, asegurándose de mantenerla apuntando lejos de nosotros. —No te encontré por casualidad esa noche. —¿Qué quieres decir? —Te andaba buscando. Necesitaba verte. No me gustó la sensación que sentí cuando te vi con Owen. Apenas te conocía, pero tuve una sensación abrumadora de querer ayudarte. Quería que me necesitases. —Me volteó para enfrentarme a él, nuestros pechos presionados uno contra el otro—. Al principio solo me aseguraría de ver que estabas a salvo, aunque fuera con Owen. Luego, te vi caminando por el camino y me sentía tan feliz de verte. Cuando vi el hematoma en tu mandíbula, me dije que fue producto de un accidente. Quería

concentrarme en ti y no en matar a la persona que te hizo daño. — Suspiró profundamente—. Estoy tan contenta de que él no lo hizo. —No, pero me siento un poco culpable, de todos modos. —¿Por qué te sientes culpable? Te molestó cuando estaba durmiendo. —Porque me gustó —le susurré—. Mientras estaba soñando me gustó, antes de darme cuenta de que era él tocándome. La mandíbula de Jake se apretó, luego se relajó. Me di cuenta de que estaba pensado mucho en qué decir. —No me parece mal que te gustó. —Entrelazó sus dedos con los míos. —Para mí no fue así. Quiero decir, me gustó cómo me sentí cuando me desperté, pero sobre todo porque al final de mi sueño vi tu cara y... —Dudé antes de decirle al resto—…Me imaginé que eras tú haciéndome sentir de esa manera. Jake se quedó perplejo. —¿Estabas imaginando que era yo? Quería decírselo todo. Estaba cansada de encubrir mis sentimientos por él. —Jake, la única persona por la cual me he sentido atraída físicamente, la única persona de la que siempre he querido su toque alguna vez, y en especial la única persona que siempre he querido eres tú. Jake todavía no sabía todo sobre mí. Quería decirle todo y simplemente exponerme como al quitar un vendaje, pero querer y poder eran dos cosas distintas. Quería su ayuda para sanar, y para curarle yo a él. Quería cargar con su dolor porque él había cargado con el mío por completo. Le había dejado entrar en mi vida, en mis secretos y mis heridas, pero la idea de darle mi cuerpo todavía me daba pánico. Lo deseaba demasiado. Quería su boca sobre mí y sus manos en mi

cuerpo, y deseaba sentir cómo sería mi piel con su piel. Lo quería más de lo que quería respirar. No era una cuestión de lo que yo quería. Era una cuestión de lo que yo era capaz de hacer. Como si hubiera leído mi mente, Jake agarró la parte posterior de mi cuello y atrajo mis labios a los suyos. Sus labios eran suaves, pero su beso no lo fue. Era exigente. Apretó con más fuerza, pidiendo más. Sus labios eran una mezcla perfecta de duros y blandos a la vez. Me abrió la boca, profundizando el beso, su lengua encontrando su camino en mi boca mientras pasaba mis manos en su pelo. Quería esto con él. Lo necesitaba para olvidar mi pasado con un beso y llenarme de solo nuevos y sorprendentes recuerdos. Nuestra respiración se hizo fatigosa, y por un momento, pensé realmente que podía entregarme a él en todos los sentidos. Sobre todo cuando alcanzó mi cintura y me tiró en su regazo así a horcajas en él de una manera que hizo contraer mi pecho. Podía sentir la sangre corriendo por mi cara y mis manos empezaron a sudar. Mi respiración estaba todavía entrecortada, pero no pude llenar de aire mis pulmones. Un tipo de mareo empezó a tomar el relevo. Tenía que salir de allí. Así que hice lo que era más familiar para mí. Corrí. En un instante, había desenredado mis piernas de su alrededor y salté de su regazo, corriendo de la habitación y cerrando la puerta detrás de mí. Me tiré a la cama y enterré mi cara en las almohadas, tratando de recuperar el aliento. Jake no me siguió. En su lugar, escuché el portazo de la puerta principal. Él me dejó sola. ¿Por qué no puedo ser normal?

Jake era capaz de compartir conmigo su más profundo y oscuro pasado, y no podía olvidar que yo era un monstruo durante unos minutos y nos permitiría disfrutar uno del otro. Todo lo que quería era él, su toque, su beso, su todo. Pero no tenía ni idea de cómo sortear las barreras que había creado en mí. Tenía tanto miedo de que, justo cuando parecía como si nos habíamos recuperado, yo iba y destrozaba todo.

Capitulo 14 Traducido por Apolineah17 Corregido por Pily

El ventilador del techo hacía clic y se balanceaba mientras daba vueltas y vueltas. Con cada tambaleante rotación, la cadena bailaba y tintineaba. La pálida luz de la luna brillaba a través de la ventana abierta, proyectando la sombra de una palmera en una de las paredes vacías de la habitación de Jake. Sus hojas parecían paraguas con dientes largos, meciéndose al unísono del ventilador. El aire era denso, caliente y me rodeaba. Mi camisa de manga larga se aferraba a mi piel como una toalla húmeda. Humedad salpicada sobre mi frente. Me sentía casi febril. Caliente, fría, caliente, fría. Tratando de encontrar un poco de alivio, me quité las sábanas y los pantalones del pijama, tirándolos al suelo. Me acosté de nuevo sobre las sábanas húmedas en sólo mi camisa de manga larga y mis bragas. El aire del ventilador se sentía frío en mi piel húmeda, lamiendo la longitud de mis piernas desnudas. Mis pezones ya estaban adoloridos. Ahora, se pusieron dolorosamente duros. Habían pasado horas desde que Jake se fue. Iba a ser una larga, larga noche. ¿Mi locura lo había empujado lejos tan pronto? Se suponía que él se iba a ir por sólo unas horas. Tal vez, ya se había ido sin decir adiós. Había saltado del regazo de Jake como si me hubiera rechazado cuando la verdad era todo lo contrario. Mi cuerpo estaba más alerta y más vivo con él de lo que nunca había estado. Yo también podía sentirlo.

Estaba a punto de rasgar mi hormigueante piel fuera de mis huesos. Mi miedo, mi cuerpo y mi aversión al sexo tenían que unirse y malditamente resolverse. Por primera vez en mi vida, mi cuerpo ansiaba ser tocado. Pero, mi pasado no me permitiría bajar el muro entre nosotros, la pared que me mantenía a una distancia segura de todos, incluido el único que me hizo sentir más segura de todos. Traté de dormir, pero sabía que eso traería consigo los sueños del hermoso rostro de Jake, sus callosas manos, sus suaves labios, la forma en que las suaves líneas de su rostro se suavizaban cuando reía. Sabía que sobre todo soñaría con sus ojos. Esos estanques de zafiro me habían despertado y me habían recordado lo que era sentir, sólo sentir, algo, cualquier cosa. Todo. Jake había traspasado todo mi entumecimiento y me había recordado que estaba bien, tal como era, y que era humana después de todo. Dañada, pero humana. Al igual que él. Me di cuenta entonces, de que a pesar de que sólo lo había conocido por poco tiempo, lo amaba. Amaba todo de él, lo bueno y lo malo, la luz y la oscuridad. Me prometí que cuando —si— él regresaba, pondría todas mis cartas sobre la mesa. Le mostraría la Abby que había estado escondiendo. Era posible que él huyera. Podría estar disgustado conmigo después de ese momento, pero yo siempre iba a ser yo, con defectos y todo. Aferrándome a mis secretos en aras de unos poco días con alguien que sé que no merecía de todos modos de pronto se sintió abrumadoramente egoísta. Había llegado el momento. Estuviera lista o no. Definitivamente no… pero lo que sea. Estaba enamorada del ángel y deseaba al demonio. Si fuera honesta conmigo misma, tendría que decir que también estaba enamorada del demonio.

La puerta de la habitación crujió lentamente mientras se abría. La enorme sombra de Jake cubrió la pared mientras se acercaba a la cama. Llevaba sus chándales negros y su camisa negra sin mangas. Se detuvo y me miró desde la cabeza hasta los pies antes de arrastrarse sobre la cama junto a mí. Me tomó en sus brazos, jalando mi espalda contra su duro pecho. Besó suavemente la parte posterior de mi cabeza y suspiró en mi cabello. Yo también suspiré. De alivio. —Volviste. Usó sus dedos para hacer círculos a lo largo de mi muslo desnudo. Me tensé, ahora consciente de que sólo llevaba bragas, y que estábamos encima de los cobertores. Comprobé para asegurarme de que mi camisa estaba en su lugar. Por suerte, lo estaba. —No me fui. Sólo tomé un paseo para refrescarme. —Su voz sonaba cansada y franca—. Prometo que siempre regresaré a ti. Siempre. —Apartó el cabello de mi cuello y besó mi hombro desnudo—. Es tiempo de que compartas tu secreto final conmigo, Abby. —¿Ahora? —No sabía si podría. —Sí, ahora. —Fue una demanda, pero una amable—. Es lo único que queda entre nosotros. No te voy a presionar por nada más, excepto palabras. El resto depende de ti. Palabras. Se quedaron pesadamente sobre mi lengua por casi nueve años. Nunca había ido más allá que eso. Había llegado el momento. Lo sabía. Quería aligerarme de ello ahora y dejé que ese sentimiento guiara el camino. Se sentía bien tener a Jake sabiendo todo de mí. Estaba tan insegura de su reacción como lo estaba de mí misma. La oscuridad rápidamente me liberó de mi miedo. Las palabras me sorprendieron cuando empezaron a salir de mi boca y a entrar en las sombras. Cerré los ojos mientras le contaba sobre la última noche que pasé en la casa de mi madre antes de que fuera puesta en un hogat acogida temporal. Escuchó cuando le decía

como había comido la comida del perro del vecino, aunque sólo cuando había estado lo suficientemente hambrienta como para no pensar en sentirme mal por robársela al perro. Incluso le conté sobre lo de huir de las constantes orgías a puertas abiertas y del interminable desfile de las “tías” y los “tíos” que iban y venían con la misma frecuencia que sus drogas y sus sentencias en la cárcel. Describí con detalle cómo había utilizado el fragmento roto del espejo para apuñalar al hombre que había entrado a mi habitación en el ojo. —Podría haberlo matado… había mucha sangre. —Mis ojos se llenaron de lágrimas calientes, pero las limpié antes de que tuvieran la oportunidad de caer—. Le pegunté a la trabajadora social que me recogió si él había muerto. Sin embargo, no creo que le digan a una niña de nueve años si ha matado a alguien. Jake estaba en silencio mientras escuchaba, pero siguió acariciando la parte superior de mi muslo con sus dedos, encendiendo un camino de fuego sobre mi piel por todas las partes que tocaba. Pero, no era como el fuego de hace unas semanas. Este fuego era construido de deseo, no de miedo. —Eso no es todo. —Me preparé para comenzar a contarle el resto. De repente, tengo nueve años de nuevo. Estoy desnuda y agachada en el campo. Los vientos han cesado, y ahora, sólo está la fría lluvia golpeando mi piel. Soy libre. Soy libre de la prisión en la que nunca cometí ningún crimen para estar adentro. La casa que me mantuvo prisionera pronto será un recuerdo. Haré mi camino a través del hambre. Nunca comeré comida para perro de nuevo. Encontraré una familia que me ame. Todavía soy digna de ser amada. Una mano fuerte está sobre mi brazo, levantándome del suelo. Una amarga voz sonó en mi oído:

—Ahora realmente vas a saber lo que le pasa a las chicas malas, pequeña mierda. Con una mano envuelta en mi cabello, ella me está arrastrando por la alta yerba, las picaduras de arena aferrándose a mis piernas. —¿Crees que puedes desafiarme? ¿Crees que puedes decir que no? Yo soy tu dueña de ese escuálido y pequeño cuerpo. Si no quieres dárselo a quien yo jodidamente te digo que se lo des, voy a hacerlo, así nadie más te querrá de nuevo. De vuelta en la casa. Esposada al radiador. Cada quemadura de su cigarrillo. Cada puñalada de su cuchillo. Cada vez que arrastra lentamente la cuchilla oxidada por mi cuerpo, salto hacia atrás contra el humeante radiador que ella puso a propósito en la temperatura más alta. Estoy despertando. Estoy desmayándome. Estoy despertando. Estoy desmayándome. Me despierto, y mi madre ya no está sobre mí. Está al otro lado de la sala sobre el sofá, atando un tubo alrededor de su brazo y clavando una aguja en una vena cerca de su codo. —Abby ha sido una chica mala, Vinnie. Grita cuando la castigo. Mi madre asiente hacia el hombre sentado en el piso, mirándome de reojo. Él no está usando una camisa. Sonríe y le faltan los dientes delanteros, el resto de ellos son una mezcla de amarillo y negro. —Necesita aprender a cerrar esa boca suya. ¿Crees que puedes ayudar? El hombre se pone de pie y me arroja sobre mi espalda, mi mano todavía está esposada al quemante radiador, sangre gotea por mi brazo. —Ven aquí, cariño —dice. Huele como el fondo del bote de basura detrás del restaurante chino. En el que he estado buscando por comida.

Lentamente baja la cremallera de sus pantalones, y antes de que pueda preguntar qué está haciendo, se empuja a sí mismo dentro de mi boca, presionando sus manos contra la parte posterior de mi cabeza. Sostiene un chuchillo contra mi garganta. Mis gritos son amortiguados. Me atraganto una, dos, tres veces. Entonces, estoy vomitando, pero él no se retira de mi boca. Simplemente se ríe. El vómito se derrama por todos los lados de mi boca y salpica por sus piernas. De repente, no me importa lo que me pase. Un sentimiento de no estar destinada a este mundo me inunda. Muerdo. Muerdo con tanta fuerza que mis dientes se encuentran en el centro. El hombre salta hacia atrás y grita. Sangre y vómito cubriendo su regazo. Mi madre está desmayada, con la barbilla sobre su pecho. El hombre se abalanza hacia mí, con el cuchillo levantado y lo hunde en mi hombro tan profundamente que él cae en la alfombra antes de pararse y correr. Me toma unos minutos antes de ser capaz de calmarme del nauseabundo dolor lo suficiente para menear mi mano fuera las esposas y retirar la cuchilla de mi hombro. Pedazos de carne y gruesas fibras de alfombra se aferran a la cuchilla oxidada. Miro a mi madre, y por un momento, contemplo profundamente la parte posterior de su cuello mientras duerme. En cambio, corro. Tan rápido como puedo dentro de la noche, por la calle, casi cinco kilómetros hacia la estación de bomberos. Desnuda, cubierta de sangre y vómito, toco la puerta, y cuando se abre, caigo en los brazos de un hombre negro que lleva una camiseta azul y unos tirantes rojos. Fui en busca de ayuda. Estaba esperando la muerte. Jake necesitaba saberlo todo. Necesitaba verlo. Aspiré tanto aire dentro de mis pulmones como pude. —¿Puedes encender la lámpara, por favor? —pregunté. Mientras Jake se inclinaba detrás de él para hacer lo que le pedí, saqué mi camisa por encima de mi cabeza y la arrojé al piso. No llevaba un

sujetador, así que él podía ver claramente todo de mí. Me senté sobre mis rodillas en la cama y esperé a que él viera quien realmente era y como realmente lucía. No más esconderse. Cuando él se dio la vuelta desde la lámpara, sus ojos se abrieron como platos. Varias cuchilladas cubrían la parte superior de mis dos pechos. El enrojecimiento de las lesiones realmente nunca se había decolorado a blanco como esperaba que lo haría. Las marcas de quemadura, manchas desiguales y desparramadas en mi piel —de cigarrillos, de cigarros, de encendedores y del vapor del radiador al que una vez mi madre me había esposado— bajaban a lo largo de mi brazo derecho y de la parte superior de mi espalda. Por el contrario, mi brazo izquierdo estaba prácticamente libre de marcas. El peor daño era una cicatriz roja e irregular que iba desde debajo de mi pecho izquierdo hasta la parte superior de mi muslo derecho, viajando por el interior de mis piernas, sólo a un par de centímetros más o menos lejos de un daño real. Mis heridas no habían sido infligidas para hacerme disfuncional físicamente. Habían sido destinadas a cicatrizar mi cuerpo. Contuve la respiración. —Esto son mis castigos —dije. Una lágrima caliente corrió por el rabillo de mi ojo. Jake se inclinó hacia mí y lamió la línea que ésta había dejado sobre mi rostro. Él estaba tratando de tomar mi dolor, de consumirlo. Se sentó de rodillas y extendió la mano hacia mí. Lentamente, pasó la mano por cada una de las cicatrices de mi brazo derecho. Inclinó la cabeza y besó a lo largo las líneas que estropeaban la parte superior de mis pechos por encima de cada pezón. No eran besos destinados a excitar. Estaban destinados a sanar. —Mamá está en la cárcel. Obtuvo cadena perpetua por lo que me hizo y por las drogas que encontraron en ella. Tenía un montón de antecedentes, por lo que la ficharon, sin libertad condicional. —Exhalé y cerré los ojos. Estaba hecho. Estaba exhausta y cansada.

Jake acunó mi rostro en sus manos. Me miró directamente a los ojos cuando finalmente habló. —Eres malditamente hermosa —susurró. No era lo que esperaba que dijera. Esperaba que se alejara. —Sólo por tu forma de ser, Bee. Estas cicatrices no te hacen fea. No necesitas ocultárselas a nadie. A la mierda todos lo que piensen que alguien como tú podría ser cualquier cosa, excepto bonita. Deberías estar orgullosa de ellas, nena. —¿Orgullosa? —¿Cómo podría estar orgullosa de la fealdad de mi cuerpo, que permanecía en mí debido a la fealdad de las personas? —Sí, orgullosa. Ellas te hacen poderosa. Cada línea es un camino recorrido, una experiencia que tuviste, ya fuera buena o mala. Cada marca es la prueba de un dolor del pasado, no del presente. Eres una sobreviviente, una guerrera. Estas son las victorias de tus luchas. Soportaste las palizas y estás aquí, delante de mí. —Me besó suavemente en los labios y mi boca se abrió a él antes de que se alejara de nuevo—. Eres jodidamente increíble. ¿Qué? —¿Cómo no puedes ver lo malditamente hermosa que eres? — Llevó mi brazo derecho hacia su boca y trazó besos y caricias desde mi hombro hasta mi mano, como si necesitara experimentar con sus labios todas y cada una de las marcas, golpes, líneas, y enmendaduras mal curadas sobre la piel de mi cuerpo. Mi mente se tambaleó por traer a la superficie los recuerdos que había empujado muy dentro desde la noche en que eso ocurrió. Jake no dudó. Me atrajo en un abrazo desenfrenado. —Ella debería morir por lo que te hizo —dijo. Asiento. Debería hacerlo. Ojalá la hubiera matado en ese entonces. Lo deseaba cada día. Jake me abrazó con más fuerza, pero no estábamos lo suficientemente cerca. Se incorporó, sólo lo suficiente para quitarse la camisa antes de atraerme hacia él de nuevo, con mi espalda contra su pecho. Se inclinó hacia mí y metió la punta de mi oreja en su boca.

Chupó y lamió suavemente, trabajando su boca y su lengua hasta el punto sensible detrás de mi oreja. Cerré los ojos, deleitándome con la sensación de su boca. —¿Sabes lo orgulloso que estoy de ti? —susurró—. ¿De qué lograste huir? ¿De qué te defendiste contra esos malditos enfermos? — Su lengua estaba en mi oído, su fresco aliento danzó sobre los cabellos de mi nuca—. Mi fuerte chica. —Su mano se movió desde mi estómago, moviéndose más arriba, sus dedos rozaron la parte inferior de mi pecho. No pude contener el largo gemido que salió incluso si lo hubiera intentado. Jake respondió con un gemido desde lo más profundo de su garganta. —Si supiera quienes fueron esos tipos. —Trató de acercarme incluso más—, al que apuñalaste en el ojo. —Sentía su dureza contra mi pierna a través de la fina tela de sus pantalones de chándal mientras se apretaba contra mí—, me gustaría saber si realmente acabaste con ese gordo de mierda. Su mano se movió más hasta que estaba ahuecando y masajeando mi pecho con su palma. —Si no lo hubieras hecho y él siguiera con vida. —Pasó su pulgar sobre mi pezón una y otra vez. Me retorcí contra él, arqueándome ante su toque—, me gustaría destrozar a ese tuerto bastardo miembro por miembro para ti. —En un rápido movimiento había arrancado mis bragas, tirando el trozo de tela al piso—. Entonces, lo acabaría con una bala en su jodido cráneo. ¿Te gustaría eso, nena? —Mmmmmmmm… —Mi cuerpo liberó una descarga de humedad entre mis piernas. —Respóndeme, Bee. —Amasó mis pechos en sus manos y luego rodó mis pezones entre sus dedos—. Necesito saber si te gustaría que lo pusiera bajo tierra para ti. Sin secretos. Sin mentiras. —Sí —respondí honestamente. Arqueé mi espalda hacia él. Jake gimió en mi cuello. Tiró de mi hombro y me colocó sobre mi espalda. Descendió sobre mí, sosteniendo mi rostro en sus manos. Estábamos mirando directamente el uno en el otro.

De alma rota a alma rota. El pecho desnudo de Jake se presionó contra el mío, su dureza y mi suavidad finalmente juntos. —Ahora que sabemos todos los secretos del otro…. —Bajó los dedos más allá de mi ombligo, incitando mi piel hasta que se abrió camino entre mis piernas, ahuecando mi montículo. Todo lo que podía hacer era gemir. Había terminado con las palabras de todos modos. Todas mis dudas se habían ido. La voz que siempre me había dicho que huyera era un recuerdo lejano. Había perdido mi capacidad para tener una conversación en algún momento después de que pasó su pulgar sobre mi pezón. Una sensación de tironeo en la parte baja de mi estómago ya había comenzado. Jake empujó su mano más abajo, hasta que sus dedos encontraron mi humedad y la extendió sobre mi sensible protuberancia. Al mismo tiempo, chupó mi pezón derecho en su boca, prodigando su lengua una y otra vez sobre el duro pico mientras sus dedos acariciaban mi tierna carne. Mi cuerpo nunca había estado tan alerta. Era como si su boca estuviera justo en mi centro. Cada lamida, cada giro, cada sonido que él hacía me enviaba más y más lejos hacia un lugar con el que no estaba familiarizada. —Eres tan jodidamente hermosa —dijo de nuevo. Cubrió mi boca con la suya, acariciando mis labios con su lengua, instándome a abrirla para él. Cuando lo hice, saboreó mi lengua en largos movimientos lentos antes de romper nuestro beso para prodigar sus atenciones sobre el pezón que aún no había probado. —Sabes que nunca antes he hecho esto —susurré. Ya que nunca lo había dejado salir ni lo había dicho, se sintió un poco extraño para mí. Supongo que técnicamente era una virgen, aunque en realidad nunca me sentí como una. Puede que nunca haya tenido relaciones sexuales, pero había perdido mi inocencia hacía mucho tiempo.

Jake me miró a los ojos mientras presionaba dos dedos dentro de mí, empujándolos dentro tan lejos como su mano le permitía ir. Di un grito ahogado ante la nueva sensación mientras él observaba mi reacción, con una sonrisa pícara sobre su rostro. Bombeó lenta y expertamente sus dedos dentro y fuera. Su pulgar rodeó mi clítoris en un ritmo tortuoso que iba de rápido a lento, de duro a suave. Sacudí mis caderas ante la sensación de él tocando la parte más sensible de mi cuerpo. El estiramiento dentro se hacía más fuerte y una presión había comenzado a construirse en la parte baja de mi estómago. —Lo sé —susurró Jake. Sus hermosos labios se curvaron en una sonrisa torcida. —Podría no ser buena en nada de esto —dije. —No es malditamente posible —dijo Jake. —¿Y aun así quieres? A pesar de que nunca he… —Me callé. El tirón se estaba construyendo más rápido, y había olvidado lo que estaba a punto de decir. —Jodidamente sí. —Rodeó mi clítoris más rápido, aplicando más presión. Me encorvé debajo de él, retorciéndome alrededor por algún tipo de liberación. Él continuó follándome con sus dedos. —Verás, Abby, un hombre respetable probablemente no querría tomar tu virginidad. Algunos chicos, del tipo de chicos que tienen modales o moral, podrían incluso matar su deseo ante el pensamiento de ser tu primera vez, pero como he tratado de decirte —se inclinó más cerca, y sus labios rozaron mi cuello cuando susurró en mi oído—. No soy como ese tipo de hombres. —Presionó firmemente sobre mi clítoris. La presión que se había estado construyendo explotó en una liberación cegadora blanca y caliente, enviando olas de temblores desde los dedos de mis pies hasta mi cuello, mi interior latía y se apretaba entretanto montaba las nuevas ondas de sensaciones que seguían viniendo. No sabía cuánto tiempo había pasado cuando pude abrir los ojos de nuevo. —Eso fue… —Nada todavía —terminó Jake por mí. Se veía absolutamente malvado, pecaminoso, increíble, podría quererlo así por siempre—.

Nunca he querido estar dentro de alguien tanto como quiero estar dentro de ti ahora, nena. Quiero sentirte mientras te vienes alrededor de mi pene. Me estremecí de anticipación. Oh. Mierda. Jake se acercó a la mesita de noche y sacó un paquete de aluminio del cajón. Lo observé con atención mientras se sentaba sobre sus rodillas a mi lado y abría el paquete. Nunca quitó sus ojos de los míos mientras rodaba el condón sobre su gruesa longitud. Estaba puramente asombrada. Podía sentir el poder irradiando de él. La luz de la luna resaltaba las sombras de sus duros bíceps y abdominales. Sus hermosos tatuajes negros y grises brillaban por el sudor. Se posicionó entre mis muslos, presionando sus manos en el interior de mis rodillas, abriendo mis piernas. Mientras miraba la fuerza bruta y la belleza de su cuerpo desnudo, me di cuenta de algo. —Mierda. Esto va a doler, ¿no? —pregunté, jadeando de necesidad y por un poco de miedo. Jake me dedicó su sonrisa más malvada. Pasó su mano por su cabello y me sonrió. —Sólo en el mejor de los sentidos, nena. Con la base de su pene en la mano, frotó la punta encima de mi clítoris, creando toda una nueva presión dentro de mí. Se arrastró sobre mi cuerpo y me besó. No un beso “voy a ser amable contigo”. Fue un beso todo-lo-consumo. Lo correspondí con la pasión que se había estado cociendo a fuego lento en la superficie desde el día en que lo conocí. Mis manos se unieron en la parte posterior de su cabeza mientras lo atraía hacia mí. La vibración de sus gemidos en mi boca envió un impulso eléctrico directamente a mi centro. Jake no rompió nuestro beso mientras se presionaba a sí mismo dentro de mí. Mi cuerpo se expandió para él, pero no lo suficiente. —Mierda, nena. Estás tan apretada —gimió en mi boca, separando más mis rodillas—. Abre las piernas para mí, nena. Déjame entrar.

Cuando obedecí y había abierto mis piernas tanto como podía, abriéndome completamente para él, se precipitó dentro de mí como si hubiera estado esperando hacer eso toda su vida, llevándose los últimos restos de mi virginidad con él. Empujó directamente a través del rápido pinchazo de dolor, sin detener sus movimientos incluso cuando me encogí de dolor. Fue el mejor dolor que jamás había sentido. Éramos sólo nosotros. Rotos y heridos. Jodidos y conflictivos. Y juntos éramos todo lo que nunca pensamos que podríamos ser. No necesitábamos dulzura y gentileza. No necesitaba ser mimada. Necesitaba a Jake, y él se entregó a mí tal como yo misma me entregué a él. —Necesito más —dijo, con la voz tensa. Levanté mis caderas para darle aún más acceso, y en un instante, él estuvo enterrado dentro de mí hasta el fondo. La inesperada plenitud y el dulce estiramiento de mi cuerpo mientras éste acogía a Jake no era para nada como lo que había pensado que se sentiría. Empujó dentro de mí como si estuviera tratando de llegar a mi alma. Cada vez que se retiraba y empujaba de nuevo, sentía crecer su urgencia. Levanté mis caderas para encontrarme con las suyas en sus embestidas. La fricción sobre mi clítoris, junto con el pene de Jake masajeando un lugar tan profundo dentro de mí, era abrumadora. Mis piernas se tensaron. —Relájate, nena. Sólo deja que suceda —declaró—. Por favor… necesito sentirte. Relajé mis piernas mientras Jake ponía sus brazos alrededor de mi cuello y presionaba mis hombros hacia abajo, conduciéndose dentro de mí una y otra vez. Sus embestidas eran duras y furiosas. Me llenaba tan profundamente como podía y cuando no pudo llegar más profundo, movió en círculo sus caderas como si necesitara incluso más de mí. Teníamos todo el uno del otro, y aun así todavía queríamos más. Así que, pedí por ello.

—Más —le supliqué. Apretándolo con todos mis músculos internos. Había estado esperando tanto tiempo para sentir de nuevo, lo necesitaba todo. —Me encanta que supliques. —Sus palabras fueron como otro par de dedos masajeando todos los lugares correctos. —Más —dije de nuevo. Más fuerte esta vez. —Siempre. —Jake me dio todo lo que tenía, cogiendo su ritmo y estrellándose dentro de mí, encendiendo la llama entre nosotros con cada embestida salvaje hasta que ambos estuvimos gritando dentro de la noche—. Vamos, nena. Déjame sentir que te corres alrededor de mi pene —gruñó. Mis piernas se dispararon hacia afuera desde debajo de mí mientras sentía la presión empezar a llevarme. Jake sostuvo mi mirada cuando el blanco calor regresó, esta vez aún más grande que antes, rodando sobre las olas que nunca parecían terminar hasta que las llamas se incendiaron en una poderosa explosión. Pulsé alrededor de Jake hasta que él se empujó profundamente dentro de mí una última vez. Sentí su culo apretarse debajo de mis manos. Él se endureció incluso más, si es que esto era posible, y se retorció dentro de mí. Entonces, sostuvo mi mirada y gritó mi nombre mientras se derramaba en mi interior. Antes de ese momento, había pensado que la mirada de Jake sobre su motocicleta era la cosa más sexy que había visto nunca. Eso ya no era cierto. Desde ese día, nada podría compararse con la mirada de Jake viniéndose. Y nada lo haría jamás. Sentí su corazón latiendo a pensar de la pulsación de su pene. —Te amo, Bee. Tanto que malditamente duele. —Esa fue la última cosa que dijo antes de cerrar los ojos y ceder a su agotamiento. Nuestros cuerpos vibraron y zumbaron juntos mientras descendíamos desde lo alto de nuestros orgasmos. Jake todavía estaba dentro de mí cuando me quedé dormida.

Capitulo 15 Traducido por Apolineah17 Corregido por Pily

El miedo me impedía levantar la vista. Tenía miedo de que si lo miraba a los ojos me arrojaría a su merced, le rogaría que se quedara aquí conmigo y me perdería por completo. En su lugar miré la sombra del camino de la entrada y arrastré los pies nerviosamente, metiendo mi cabello suelto detrás de la oreja. Jake pasó sus nudillos por mi mejilla. Me incliné hacia tu toque que hace apenas unas semanas me habría enviado corriendo a toda velocidad. Todavía estaba oscuro afuera, solo era la una de la mañana de acuerdo al reloj cuando nos despertamos. Estaba de pie en el exterior con mis pantalones de pijama naranjas y mi camiseta blanca. Sin sudadera de capucha. Sin mangas largas. Estaba cansada de esconderme, por lo menos delante de Jake. Cómo me sentiría en público estaba por verse. —Me gusta esta apariencia —dijo Jake, sonriendo hacia mí. —Sí, estaba pensando que mañana podría llevar una tanga y nada más. Jake alzó las cejas. —Jodidamente vas a guardar esa mierda para cuando regrese. —Me guiñó un ojo y entró nuevamente para agarrar lo último de sus

cosas de la mesa. Cuando salió otra vez la vieja tela mosquitera crujió la protesta que yo sentía—. ¿Sabes lo que estaba pensando? —¿Qué? —Sobre lo mucho que te gustan mis tatuajes —¿A dónde iba él con esto? —Sí. —¿Por qué no solo aceptas tu cicatrices y las conviertes en algunos tatuajes? —Jake, es la mayor parte de mi cuerpo. Sería uno de esos monstruos de los espectáculos de difícil-de-creer. Se rió y negó con la cabeza. —No estoy diciendo que consigas una pieza para todo tu cuerpo, sabelotodo. Y no estoy diciendo que tengas algo que ocultar ni algo de lo que avergonzarte. Solo estaba pensando que un lugar de que uses mangas, podrías conseguir un tatuaje completo para tu brazo… hacer las cicatrices parte de la historia, en tus propios términos. —¿En serio? —Nunca había pensado en ponerme tinta sobre ellas. —Solo es algo en lo que pensar. Además, sería un poco caliente. —Sabía que tenías otra razón. —Pretendí darle un puñetazo en el brazo. Jake puso sus manos en el aire como si se estuviera rindiendo. —No hay otra razón. Solo quiero que mi chica esté tan cómoda en su propia piel como sea posible. Quiero que seas feliz. —¿Sabes qué? Creo que realmente estoy llegando allí. Sonreí y lo sentí en todo mi cuerpo, hasta los dedos de mis pies. Era lo más cerca que había estado de ser feliz en toda mi vida. Tenía un poco de trabajo que hacer, pero iba a llegar allí poco a poco,

con la ayuda de Jake. Veía una luz al final del túnel que nunca había visto antes. Cerré los ojos. Quería apegarme a la imagen mental de él dejando de trabajar una y otra vez en mi cerebro hasta que regresara. Se acercó a mí y levantó mi barbilla hacia él. —Oye —dijo—. Abre los ojos. De mala gana, obedecí. Jake me miró con una sonrisa que llegaba hasta el final de sus oídos. No había ningún monstruo acechando en sus ojos ahora, no había ningún rastro del asesino dentro. No tenía el aspecto de un hombre que me estaba dejando para completar el contrato de una matanza. Pero lo era. —Preferiría que mantuvieras los ojos abiertos —bromeó—. Los muros tienden a moverse en tu camino cuando no estás mirando. —Oh, están abiertos completamente. —No pude evitar inclinarme a besar la hermosa mirada azul del hombre que amaba. Jake se apartó con un suspiro y continuó empacando las alforjas de su motocicleta. Cuando terminó, se echó hacia atrás en el asiento e incluso en la única luz que zumbaba del foco del porche pude ver lo hermoso que era. Amaba todo acerca de él, desde la forma en que enganchaba los pulgares en el broche del cinturón de sus vaqueros que colgaban bajo en sus caderas, hasta la manera en que pasaba la mano por su corta barba de candado cuando estaba pensando en algo. No había una visión que deseara más en la tierra que la que estaba justo frente a mí. Pero él tenía que irse. Vida o muerte. Matar o morir. En todos los sentidos, la carga de esas palabras estaba sobre él. Jake pasó la mano por su barba de candado, sonreí y mi corazón latió como un tambor de acero dentro de mi pecho. Que era casi ahogado por la sensación de dolor y de necesidad en mi cuerpo

adolorido, un recordatorio de lo que habíamos pasado las últimas horas. Me pregunté si era así para todo el mundo. Tal vez, Jake se sentía así con cada chica con la que había follado. Quizás para él, lo nuestro era una cosa común y corriente. Jake me tomó en sus brazos hasta que me puse de pie entre sus piernas. Besó la parte superior de mi cabeza y respiró en mi cabello. —¿Siempre es así? —pregunté vacilante, mi voz era un susurro roto. Tenía que saber. —¿Qué es siempre así? —Ya sabes. —Incliné mi cabeza hacia la casa, con la esperanza de que la tenue luz escondiera el enrojecimiento que sentía subiendo por mi cuello hasta mi rostro. La comprensión y la diversión se mezclaron en su rostro. —No, Bee —se rió—. No lo es. Por una fracción de segundo, pensé que quería decir que yo había sido una decepción, que estaba acostumbrado a algo mejor que lo que habíamos compartido. Él debió haber leído mis pensamientos. —Bee —comenzó—, esto nunca, jamás ha sido así para mí. No soy exactamente una persona de palabras, pero déjame ponerlo de esta manera: No creo que la mayoría de las personas lleguen alguna vez a experimentar algo tan malditamente increíble —su mirada se profundizó—, a alguien tan increíble. Se inclinó hacia mí. Podía sentir el roce de su barba de candado raspar ligeramente mi barbilla antes de que sus labios cubrieran los míos. Lentamente, el calor que nunca había tenido tiempo suficiente para extinguirse, se volvió a construir de nuevo. Su lengua abrió suavemente mis labios. Cuando se encontró con la mía, nuestra respiración se volvió entrecortada y mis manos se movieron a su cabello.

Jake separó sus labios, pero se quedó lo suficientemente cerca, así que no tuve que soltar mi agarre sobre él. —Si no me voy ahora, jovencita, te voy a arrastrar de regreso a mi cama y nunca, nunca me voy a ir. Sus manos se posaron en la nuca de mi cuello mientras presionaba su frente con la mía. —Eso no suena tan mal. Él gruñó en frustración. —¡Vete! —me ordenó, señalando hacia el apartamento y colocando un último beso inocente en mi frente. Yo aun así no me moví. No podía. —Abbbbyyyy —dijo, gustaba ese lado de él.

advirtiéndome

juguetonamente.

Me

Casi me hizo olvidar lo que se dirigía a hacer. No es que ese trabajo en sí mismo me molestara. Estaba preocupada por su seguridad, no por su trabajo. Por una vez, no iba a cuestionar mis sentimientos, o el blanco y negro de lo que deberían ser. —Me voy. Me voy —dije, mientras me retorcía lejos de él y poco a poco me giraba hacia la puerta. —¡Oye, Bee! —gritó cuando casi había llegado a la puerta principal. —¿Sí? —pregunté y me di la vuelta para verlo ya montando su motocicleta. Sus gafas estaban en su lugar, y había ajustado la correa de su casco. Jodidamente sexy. —Volveré lo más pronto posible. Lo prometo. —Su rostro era una mezcla de felicidad y temor. —Es mejor que lo hagas —dije, tratando de mantener un tono ligero en las palabras que se sentían pesadas en mi lengua. Tomé una profunda respiración y reuní el control que nunca supe que tenía. Entonces, me giré y caminé de regreso a la puerta principal.

Me senté en el suelo con la espalda apoyada en la puerta hasta que escuché el rugido de su moto volviendo a la vida y el repiqueteo de la grava por debajo de los anchos neumáticos mientras salía por la calle principal. Me senté allí mucho después de que el sonido se desvaneció en la distancia, y Jake junto con él. —Te amo —le susurré a nadie. No era solo que hubiera perdido mi virginidad. Era que, aparte de Nan, nunca me había sentido tan necesitada, tan querida, tan segura de algo en toda mi vida. ¿Qué le pasó a la enojada Abby Ford, con las defensas más fuertes que Fort Knox3? ¿Quién era esta chica que se las había arreglado para dejar que alguien entrara en su vida además de su abuela? Por primera vez desde que murió Nan, no me sentí sola. No tenía nada de malo estar con Jake. No tenía que erigir un frente y mostrarle a él cuán difícil podía ser yo. Era más suave alrededor de los bordes. Él me retaba en el mejor de los sentidos. Incluso me encantaba que fuera tan terco como yo. Preferiría pelear con él que tener una conversación normal con alguien más. Faltaba por lo menos una hora para levantarme. Necesitaba algo que me distrajera, así que encendí la computadora portátil de Jake y tecleé tatuajes y cicatrices en el motor de búsqueda. Me quedé muy sorprendida por las imágenes que salieron. Miles de imágenes, en su mayoría de mujeres, con tatuajes de flores de colores y entintados sobre cicatrices de cesáreas, o en los lugares en donde sus extremidades habían sido amputadas. Pasé horas mirando todas ellas. Las sobrevivientes de cáncer de mama fueron las que realmente llamaron mi atención. Así que muchas habían optado por abrazar sus cicatrices, algunas de ellas con diseños que llenaban por completo su pecho. No cubrían sus cicatrices. Las decoraban. Eso no era solo lo que quería en este momento. Era lo que necesitaba. Si el teléfono del apartamento no hubiera sonado justo entonces, ya habría estado revisado detenidamente las imágenes de lo que quería pintarme sobre mis cicatrices. Me la habría pasado despierta 3

Fort Knox: Es una base militar del Ejército de los Estados Unidos ubicada en el estado de Kentucky.

el resto de la noche contemplado a la nueva Abby, alguien que en realidad estaba empezando a gustarme. Crucé la habitación de mala gana y cogí el teléfono. Ni siquiera tuve la oportunidad de decir hola. —Abby. Malditamente gracias a Dios que respondiste —dijo Reggie—. Escucha, sé que Jake está fuera de la ciudad, pero el motor en el Morgan se nos descompuso otra vez, y estamos jodidamente varados en Cabbage Key a mitad de la maldita noche. Justo ahora tuve suficiente recepción en el celular para llamarte. ¡Bo perdió sus llaves por tricentésima puta vez, y el idiota esperó hasta este preciso momento para hacerme saber que dejó todo abierto en el almacén! Él es tan útil como una trampilla en una canoa. Antes de que Reggie pudiera pedirme que me dirigiera al almacén para cerrarlo, me ofrecí a hacerlo. No era como que pudiera haber dormido, incluso si hubiera querido. La corta caminata me ayudaría a gastar algo de la energía que aún estaba zumbando en mí. —No hay problema, Reggie. Iré allí ahora y conseguiré cerrar todo por ti. —Eres mi salvadora, Abby. El remolque del mar va a tardar una eternidad y costará una fortuna, así que no regresaremos hasta mañana. Gracias a Dios que apenas es domingo. Te veo en la oficina el lunes. Gracias de nuevo. —La comunicación se cortó. Cogí las llaves de repuesto del gancho de la nevera, metiéndolas en los bolsillos de mi pantalón corto antes de salir del apartamento y comenzar a caminar por la calle a pie. El almacén estaba a solo ochocientos metros de la carretera, así que no me molesté en ponerme una camisa para cubrir mis cicatrices. Me estaba poniendo a prueba. La luna llena parecía aún más brillante de lo que había estado la noche anterior, y por una vez, el húmedo espesor del aire no se sentía como si me fuera a asfixiar. Incluso el olor a pescado descuartizado, un hedor que por lo general se quedaba pegado en la parte interior de mis fosas nasales, no me molestaba tanto como solía hacerlo.

Las luces de la construcción en el puente zumbaban a la distancia, el generador que las encendía sonaba como si estuviera encendiéndose para despegar, ahogando el sonido del río chocando suavemente contra el malecón. A lo lejos oí las olas de música y risa mientras la gente entraba y salía de la puerta giratoria del Bar de Bubba. Pensé en Nan mientras caminaba, arriba en cualquier cielo que podría haber existido o no para ella. Esperaba que fuera en el que ella de todo corazón creía, y me convencí de que de alguna manera era la que me había enviado a Jake. Le habría gustado mucho él, independientemente de sus defectos, y tal vez incluso debido a ellos. Me imaginé que si todavía estuviera viva exigiría que lo llevara a casa para que la conociera debidamente. Probablemente le haría la cena, insistiendo en que tomara una segunda ración de su famosa ensalada de hojas de mostaza y patatas, forzándolo a llevarse todas las sobras a casa. Parecía creer que nadie en el pueblo comía a menos que ella los alimentara. Me reí en voz alta pensando en Jake tratando de responder al bombardeo de preguntas que Nan seguramente habría tendido para él. Dejaríamos fuera la parte de él siendo un asesino a sueldo. No creo que eso fuera un éxito. Podía probar la sal en el aire con mi lengua mientras cruzaba el puente, balanceando los brazos y silbando. ¿Silbando? ¿Quién era esta chica? Sabía una cosa, la nueva yo era casi feliz… y eso estaba bien para ella. Por una vez, no iba a interponerme en mi propio camino. Una vez que estuve alejada de las cegadoras luces colgando de las grúas de construcción, me relajé bajo la comodidad de las miles de estrellas ocupando el cielo, recordándome un millar de ojos parpadeantes. La luna se cernía como un viejo amigo queriendo saber las novedades del día. Sabía a ciencia cierta que Nan estaba allí arriba mirándome, haciendo que tuviera la vida que jamás creí que podría tener. Estaba tan cerca. En menos de un mes, Jake estaría de regreso y un nuevo capítulo empezaría oficialmente para nosotros dos. Juntos, me iba a ir con él. Podría ser normal con él. Podría tener una vida con él. Tan

pronto como regresara, empezaríamos a planear a dónde iríamos primero. Estaba pensando en Nueva Orleans, pero Nueva York también estaba en la lista. Nunca había estado en ningún lugar aparte de Georgia y Florida. Mi vida finalmente tenía una posibilidad. Estaba agradecida por primera vez desde que Nan me acogió. —Gracias, Nan —susurré, esperando que mi mensaje pudiera llegar a ella de alguna manera. La primera lágrima de felicidad que alguna vez había llorado en mis casi dieciocho años en esta tierra se deslizó por mi mejilla. —Nan no necesita ningún agradecimiento de una maldita puta. —Una profunda, lenta y mal articulada voz gruñó desde algún lugar en la oscuridad, sobresaltándome. —¿Dónde estás? —pregunté—. ¿Quién eres? —Mi corazón latía en un tipo de advertencia desigual como el código Morse. —Ay, nena. —Owen salió de las sombras bajo la saliente de la choza y se adentró en la luz de la luna—. ¿Cuál es el problema? ¿Ya no reconoces mi voz? Ahora, eso hiere mis sentimientos. —Tomó un trago de una botella de vidrio medio vacía, limpiándose la saliva de color marrón oscuro de su barbilla con la parte posterior de su mano manchada de grasa. —¿Qué demonios quieres, Owen? —Crucé los brazos sobre mi pecho y traté de empujar la pequeña voz en la parte posterior de mi cabeza diciéndome que debería estar asustada hasta la mierda. Señaló con su botella mis brazos expuestos. —Mira aquí. Alguien decidió salir de su escondite. Ya era hora que mostraras esas gordas tetas. —Me quedé en silencio. No quería crear más problemas con él. Solo necesitaba lograr alejarme. —¿Qué crees que diría tu Nan si supiera que te involucraste con un perro callejero como Jake Dunn? ¿De verdad crees que ella estaría orgullosa de que follaras con ese perdedor? —Owen dio otro lento paso amenazante hacia mí—. Me mentiste. —Había un filo en su voz que nunca había escuchado antes. Su camiseta blanca sin mangas estaba manchada de marrón y rojo y solo podría suponer que era una

mezcla de cebo y tripas de pescado. Incluso a un par de metros de distancia, podría oler el licor flotando sobre él. —¿Cómo diablos te mentí, Owen? —pregunté, tratando de no mostrar mi creciente inquietud. Empecé a caminar casualmente hacia la puerta del almacén a lado de la tienda de carnadas. Mi plan era correr y cerrarla detrás de mí tan rápido como fuera posible. Podía oír los pasos de Owen apresurándose sobre la grava mientras trataba de alejarme. Él cerró la distancia entre nosotros. —¡Sí, MENTISTE! ¡Levanta la mirada! —gritó, furioso—. Me dijiste que no ibas a follar con nadie, que no querías a nadie. ¡La verdad era que no querías joder conmigo! Nunca lo había escuchado hablar con tanto odio y con tanto dolor. Vació la botella y la estrelló contra las rocas del malecón que bordeaban el camino. El vidrio explotó como fuegos artificiales. Dejó escapar una risa parecida a una ametralladora. —Pensé que eras diferente, pero no eres diferente de las demás putas de esta jodida ciudad, ¿verdad? —Una cruel sonrisa colgó de sus labios. Sus párpados estaban hinchados, finas venas rojas atravesaban la parte blanca de sus ojos. —Owen, no sabes de lo que estás hablando. Lleva tu borracho culo a casa. —Traté de hacerle frente a la situación, caminando rápido hacia la puerta de la unidad de almacenaje. El mango estaba a pocos metros de mi alcance. —Ahora Abby, ¿por qué iría a casa a mi cama vacía cuando te tengo justo aquí? —Me alcanzó y me agarró por la parte de atrás de mi camiseta, girándome para mirarlo a la cara, mi tobillo torciéndose sobre el desnivel del camino, enviando un golpe de dolor a mi pierna. Recuperé el equilibrio y di un paso hacia atrás, pero Owen mantuvo su agarre—. Sobre todo porque estás en disponible ahora —añadió. El veneno en su voz era más potente que cualquier serpiente de cascabel. —¡Owen, détente! Me tengo que ir. ¡Esto no es divertido! — Traté de darme la vuelta, pero sus manos se dispararon y me agarraron por los hombros. El ardor que no había sentido en más de una semana

regresó al instante. Todo mi brazo estaba envuelto en llamas. Su agarre era firme, sus uñas sin cortar se clavaron en mi carne. El hedor a pescado podrido y whisky hizo que mi estómago se revolviera. Owen me miró a los ojos, hablando con los dientes apretados y rociándome saliva mientras hablaba. —Así que déjame ver si esto es correcto, que tienes tiempo para follar con Jake Dunn, a quien no conoces por más de un minuto, pero ¿no tienes tiempo para tu querido amigo, Owen? —Un involuntario grito ahogado salió de mi boca como la explosión de una pistola de aire. Él respiró en mi oído, su agarre se hizo más fuerte, estaba segura de que estaba constriñendo mi sangre. Me atrajo hacia sí, pasando la parte posterior de su sucio dedo índice por un lado de mi cara, dejado un escalofrío en mi mejilla. Retrocedí a su tacto—. Sabes, los vi a los dos esta noche. —Owen, détente. Me estás asustando. —Luché para liberarme. —Oh, no, no, señorita Abby —echó humo—. No esta vez. La saliva que había quedado en su labio inferior salió fuera de su boca por el énfasis de cada una de sus palabras, trozos de ella deslizándose por su labio hasta su barbilla. Owen aplastó sus fríos y húmedos labios cubiertos de escupitajo de tabaco sobre mi boca. Mi cara se incendió por la sensación. Me las arreglé para liberar uno de mis brazos, y tan pronto como lo hice, me incliné hacia atrás y golpeé mi puño directamente contra su mandíbula. La cabeza de Owen colapsó hacia un lado. Me soltó y se frotó la cara, que ya estaba roja por el golpe. Me di la vuelta y eché a correr, pero en no más de tres pasos, me atrapó de nuevo, tirándome hacia él con uno de sus musculosos brazos y aplastándonos juntos, pecho contra pecho. Sentí su erección a través de sus pantalones, empujando contra mi estómago. Él bien podría haberme empapado de gasolina y prenderme fuego. Pero, no iba a dejar que el calor no deseado debilitara mi resolución de luchar contra él. Traté de patearlo, apuntando hacia el área de mi preocupación. Se rio del intento. —¡Malditamente, ¡Suéltame, pendejo!

detén

esto,

Owen!

—grité—.

Esto no era Owen simplemente burlándose. Esto era Owen tomando lo que quería. Yo era una simple salida para su ira. El objeto de su venganza. Tenía que salir de allí. —Bien, Abby. Sabes que me gusta cuando luchas un poco. No es justo que la pequeña perra de Jake consiga tener toda la diversión, ¿verdad? Owen arrastró su lengua sobre el lóbulo de mi oreja, su aliento caliente casi haciéndome desdichada. Estiré el cuello hacia un lado, alejándome lo más que podía. Grité hasta que él me tapó la boca con una de sus manos grandes y empezó a jalarme hacia atrás, hacia la oscuridad. Presioné mis pies en la tierra, tratando de mantenerme en mi posición. ¿A dónde estaba tratando de llevarme? Con la mano aún sobre mi boca, me levantó con su antebrazo debajo de mis pechos, arrastrándome sobre las escarpadas rocas del malecón. Perdí una bota, luego la otra. Mi cuchillo estaba escondido de forma segura en ésta última. Aun así me negué a dejar de luchar. Las rocas hacían doloroso cortes en las plantas de mis pies. Con mis brazos atrapados a mis costados, intenté usar mis codos para golpear sus costillas. No hizo nada más que molestarlo. Él era demasiado grande, demasiado poderoso. Simplemente se dio la vuelta y me cargó, llevándome como una maleta debajo del brazo. Su otra mano nunca dejó mi boca. Mi corazón se aceleró. Cada vena en mi interior palpitaba con pánico. ¡Jake! ¡Te necesito! Era mi pensamiento principal. Hice la única cosa que se me ocurrió, mordí tan fuerte como pude, clavando mis dientes en la carne de la mano de Owen. Su sangre inmediatamente inundó mi boca, sabiendo a licor y a cobre. —¡Hija de puta! —gritó. Pero nunca aflojó su agarre, y nunca dejó de avanzar. Lágrimas calientes caían por mi rostro.

—¿Crees que eso va a cambiar algo? —Habló con un tono juguetón apilado sobre su amenazante risa. Ahora sabía que esto era solo un juego para él, con reglas que no tenía ninguna esperanza de comprender. Grité en su mano, sorbiendo su sangre por mi nariz, respirándola dentro de mis pulmones. Tosí y me atraganté, pero eso no detuvo la arremetida de dientes en la piel. Lo mordí de nuevo, solo que esta vez me soltó. Me di la vuelta, tratando de ganar un poco de equilibrio sobre la desigual arena para encontrarme solamente con la bola de demolición de su puño estrellándose contra mi mejilla derecha. Crujió bajo la presión del puñetazo, rociando la sangre de su mano sobre mi rostro. No era como nada que hubiera sentido antes, era como si mi cabeza hubiera explotado. Todo mi cuerpo vibraba mientras mis piernas colapsaban debajo de mí y caía en la playa. —Mierda, Abby. ¡Mira lo que me hiciste hacer! —Me regañó Owen como si fuera una niña que hubiera derribado mi plato de comida sobre la mesa—. Si solo te comportaras bien, esto no tendría que ser así. Palabras que había escuchado antes y que tenía la esperanza de no volver a escuchar nunca. Owen hizo una pausa y dejó salir un profundo respiro. —De cualquier manera, nena, va a ser muy especial. Estuve a la deriva, perdiendo y recobrando el conocimiento después de ese golpe. A decir verdad, deseé que me hubiera noqueado. Owen me tomó ambos pies en sus manos y me arrastró debajo de una palmera inclinada sobre el agua. No podría abrir el ojo derecho, la visión de mi ojo izquierdo había empezado a hacerse borrosa. Pateé mis piernas sin rumbo fijo tan fuerte como pude, con la esperanza de golpear algo o cualquier cosa de Owen que pudiera hacer que se detuviera. Ya fuera de mis patadas eran tan débiles que no tuvieron ningún efecto sobre él o que la percepción de mis patadas era meramente un producto de mi subconsciente que todavía seguía dispuesto a luchar.

Él se dejó caer de rodillas, cerniéndose sobre mí. Su sudor goteaba sobre mi frente como una tortura de agua. Su picante olor corporal se mezclaba con el olor de sal en el aire. Gasté la última pizca de lucha que me quedaba tratando de mantener mis rodillas juntas cuando bajó mis pantalones cortos por mis rodillas, metiendo sus manos entre ellas y manteniendo mis piernas abiertas con sus codos. Metió sus dedos por la entrepierna de mi ropa interior, rasgándola en un golpe fuerte, gimiendo cuando sus dedos rozaron mi sexo. Llevó mis bragas hacia su nariz y las olió. Apretó la mandíbula. La gruesa vena de su cuello palpitaba. Su furia se desató. —¡Puedo jodidamente olerlo a él en ti, maldita puta! —gruñó. Las lanzó a ciegas en el canal. Utilizó sus rodillas para mantener mis piernas abiertas y luego se posicionó entre ellas. Esto estaba pasando realmente… Intenté gritar, pero todo lo que salió fue un débil gemido. Una ola de náusea se apoderó de mí. Giré la cabeza hacia un lado, y vomité en la arena, ahogándome con los trozos de pollo frito mientras estos volvían a subir. ¿Había pasado solo una hora desde que estuve con Jake? ¿Esto era posible? Porque ahora estaba en el infierno. Con el mismo diablo. Owen no pareció notar el vómito, y si lo hizo, no pareció importarle. Con un solo movimiento, se bajó los vaqueros y se liberó de sus calzoncillos. Forzó una mano debajo de mi espalda, tirándome más cerca de él, y con la otra mano se empujó dentro de mí. Podía sentir los granos de la arena de la playa desgarrando mi interior, como fragmentos de vidrio. El ardor no era nada como lo que había experimentado por un toque externo. Esto no era como mi piel siendo incendiada. Grité. Esta vez, yo era la llama. El dolor era cegador. Todo lo que veía era blanco. No podría creerme lo que estaba sucediendo. Como un producto del hogar más jodido en alguna aberrante creación de Dios,

estaba siendo enfrentada con la única cosa que había logrado evitar. Esto no puede estar pasando. Seguía diciéndome una y otra vez. Esto no puede estar pasando. Solo que estaba pasando. No había nada que pudiera hacer para detenerlo. El dolor era peor que cuando mi madre me talló como un maldito pavo de Acción de Gracias. Era peor que ser apuñalada. Peor que ser golpeada. Peor que cualquier cosa. Grité una y otra vez mientras él me penetraba. Cada sonido de mi boca era respondido con un golpe de su puño cerrado. —¡Jodidamente, no llores, perra! —escupió, empujando más fuerte, castigándome—. Sé que te gusta. Cerró los ojos y gimió. Cuando abrió la boca, pude ver filamentos de saliva conectando sus dientes superiores e inferiores. Traté de gritar de nuevo, quería que alguien me escuchara, pero esta vez, no salió ninguna palabra. —Te escuché gemir como la puta que eres cuando te follaste a Jake esta noche. Sé que esta mierda excita a las chicas como tú. ¡Así que, gime, maldita perra! —Con un giro de sus caderas, cortó dentro de mí como un cuchillo de sierra. Cuanto más intentaba resistir, más enérgicas se hacían sus embestidas. Ya no podía sentir mis extremidades. Owen de repente se salió de mí, raspando mis entrañas como una lija, volteándome de un tirón encima de mi estómago como si fuera una muñeca de trapo. Con una mano en la parte posterior de mi cabeza, empujó mi cara en la arena mojada. —Esto es lo que jodidamente consigues por tratar de gritar. — Su siguiente embestida envió ondas de dolor por mi cuerpo, estoy bastante segura de que perdí la consciencia por un minuto o dos. Estaba siendo desgarrada por dentro.

No sabía cuánto más podría resistir. Mi cuerpo se estaba cerrando. Ya no me faltaba el aliento. Solo los pequeños tirones de aire mantenían mi corazón latiendo lenta y profundamente dentro de mi pecho. —Esto malditamente duele, ¿no? —dijo con los dientes apretados—. ¡Apuesto a que Jake no te folló por el culo! —Tomando puños de mi cabello, tiró y tiró para hacer palanca hasta que tiró con más fuerza, lo suficiente para arrancar mechones de cabello y cuero cabelludo. Eso hizo el mismo sonido que una cremallera atorada—. Lo ves ahora, ¿verdad? Una parte de ti ahora es mía. —Casi se rio cuando susurró esas palabras. Podía olerlo, incluso a través de la arena. Podía oler y probar mi propia sangre y vómito. De hecho, sentía que mi interior se destrozaba con cada grano de arena en su contra. Mi mente deambuló sobre las noticias que había visto donde la gente describía las secuelas de un tornado: Fue una sorpresa… sonaba como un tren de la muerte… dejó todo roto y torcido después… casi muerto… muerto de miedo… todo perdido… nunca sería lo mismo… No voy a sobrevivir a esto. Abrí la boca para gritar contra el suelo. En lugar de eso, le di la bienvenida a la arena mojada dentro de mis pulmones, sentí náuseas hasta que respiré seco y forcé aún más de la arena dentro de mi garganta. Voy a morir. Nunca iba a ver a Jake de nuevo. Justo cuando pensé que finalmente tenía algo en lo que podría confiar, algo real, todo me es arrebatado. Por la fuerza. Cuán estúpida fui al pensar que alguna vez podría ser feliz. Estaba siendo castigada por querer más de lo que lo que me había sido dado. Iba a morir aquí. Levanté mi cabeza de la arena en un último intento por mantenerme con vida. Owen me dio la vuelta de nuevo y presionó sus manos contra mi pecho con fuerza para no perder el equilibrio. Sentí el chasquido de mis costillas y escuché a mis huesos romperse. Él siguió hablando, pero ahora, su voz apenas era un sonido amortiguado en la distancia.

Los pequeños sonidos de fondo parecían haberse amplificado. Un cercano trinar de un grillo. El susurro de las hojas de la palma en el viento. El chapoteo de un saltamontes saltando en el canal. Ayuda, por favor alguien… ayuda. En lugar de recibir ayuda, recibí únicamente más fuerza contundente, más agonía cegadora en mi rostro maltrecho. Y luego, morí.

Capitulo 16 Traducido SOS por Apolineah17 Corregido por Pily

La muerte no me atrae en su abrazo esa noche, aunque yo realmente creía que lo haría. Preferiría haber estado muerta que tener que ser una maldita víctima de nuevo. Preferiría haber estado muerta que soportar el conocimiento de lo que sucedió, para tener el poder de ver esas imágenes cada vez que mis pensamientos se sentían perplejos más allá de los muros que había construido. Todos los recuerdos de los golpes en el rostro y el cuerpo vendrían con ellos, revisitando la horrible intrusión dentro de mí. Era demasiado pensar que alguna vez podría ser feliz. No era del tipo de final feliz, después de todo. Era del tipo de jodido con esa jodida mierda que sucedía. ¿Por qué alguna vez pensé que merecía más? No sabía cuánto tiempo había yacido allí, no sabía si era de noche o de día. No abrí los ojos en horas. Los mantuve cerrados y deseé una muerte rápida. Pensé que si me concentraba lo suficiente podría lanzarme en el olvido. Las personas como yo solo estaban destinadas a sentir dolor y sufrimiento, abrí los ojos, o, debería decir, abrí mi ojo. Y sentí dolor. Estaba en mi habitación. La habitación de Jake. Nuestra habitación. Eso fue todo lo que pude hacer antes de tener que esconderme de los fuertes rayos de la luz del día. Mi boca estaba seca y agrietada, y parecía estar pegada. Una de mis fosas nasales estaba obstruida. No podía respirar. Usé mis púrpuras dedos hinchados para limpiar la sangre seca y quitar las costras de mis labios para que

pudiera abrir la boca y tomar una profunda respiración. Sentía como cristales rotos dentro de mí. ¿Cómo llegué aquí? ¿Alguien me salvó? No, nadie me hubiera salvado. Alguien me movió. Él me movió. Una ola de náusea se apoderó de mí. Incapaz de ponerme de pie y correr al baño, intenté miserablemente rodar sobre el piso al lado de la cama, en el proceso de destapar uno de los orificios nasales llenos de sangre seca, envié trozos negros y chorros rojos frescos, saqué la bilis al lado del colchón. Tanto para vomitar en el piso. Agotada por lo que no podrían haber sido más de unos pocos minutos de conciencia, me dejé llevar de nuevo por el sueño, acostándome sobre el desastre que acaba de crear. La próxima vez que me desperté, era de noche, y necesitaba usar el baño. Mis piernas no cooperarían. La segunda vez traté de levantarme, descendí de nuevo. Intenté sostenerme en la mesita de noche, pero mis brazos no eran lo suficientemente fuertes. Me caí de pecho sobre el piso. Una sensación de hormigueo en mi columna vertebral estalló en una sensación de desgarro desde mi cuello hasta mi trasero. No había manera de que fuera capaz de caminar nueve metros o algo así hasta el baño. Así que me arrastré. Con solo el soporte de mis antebrazos, poco a poco arrastré mi propio saco de carne de cuerpo inerte por el piso frío de las baldosas de cerámica, cada centímetro agonizante por centímetro agonizante. Dejé un rastro sangriento de suciedad desde mi cama hasta el baño. No sé cuánto tiempo tomó eso. Parecieron días, años, una eternidad. En otro giro universal de crueldad, una vez que llegué allí, descubrí que la puerta del baño estaba cerrada. Reuní cada centímetro de determinación que todavía tenía para extender un tembloroso y casi inútil brazo hacia el pomo de la puerta. Me incliné sobre él, forzando la

puerta a abrirse y cayendo sobre el piso del baño como una muñeca de trapo rota. Necesitaba ver lo que él había hecho, saber con lo que estaba lidiando. Reuní mi fuerza y lentamente me levanté sobre mis rodillas. En un arrebato, me lancé hacia arriba sobre mis pies, agarrándome de la encimera para recuperar el equilibrio y mantenerme de pie. Tuve que inclinarme hacia la encimera tan rápido que mi pecho casi estaba en el lavabo. Usé mi codo para encender la luz. Lo que vi en el espejo, la chica devolviéndome la mirada, no era yo en absoluto. Mis ojos eran tan negros como la noche, con manchas de color púrpura y amarillo. Mi piel normalmente pálida estaba irreconocible debajo de las manchas rojas de sangre. Moretones azules y amarillos se extendían por todas mis mejillas y a lo largo de mi mandíbula. Mi melena cobriza estaba peinada hacia atrás y apelmazada con trozos de color carmesí oscuro. Pasé los dedos sobre mis labios, estremeciéndome con mi propio toque. La camiseta sin mangas que llevaba estaba manchada de suciedad y vómito. Estaba desnuda de la cintura para abajo. Chorros rojos corrían por el interior de mis piernas, como venas gruesas que se derramaban sobre mis pies. Abrí la boca lo más que pude para así poder presionar un dedo dentro para sentir mis dientes. Por lo que podía decir, todos estaban allí. Necesitaba a Jake. Cuando tenía ocho años de edad, el vendedor de drogas de mi madre le pegó a cada centímetro de su vida. Ella se veía mucho como yo lucía ahora, excepto que estuvo inconsciente y en una cama de hospital durante más de dos semanas. Cuando fue dada de alta, estaba tan feliz de tenerla por fin en casa. Tenerla toda para mí, sobria por una vez. Ese había sido su momento de tocar fondo. El casi morir había sido la razón para que dejara de fumar e incluso una razón más para empezar a ser una verdadera mamá para mí. Me convencí de que iba a ser un nuevo comienzo para nosotros. Me senté en la parte delantera de su camioneta amarilla en el asiento, entre mi papá, que estaba conduciendo, y mi mamá, que estaba en el asiento del pasajero, en el camino a casa desde el hospital.

Estaba rebosante de alegría. Después de todo lo que habíamos pasado, tenía razones para creer que íbamos a ser una familia de verdad. Estábamos a tres cuadras de la calle del hospital cuando mamá me pidió que sostuviera un extremo de un cordón elástico mientras se movía directamente hacia el asiento delantero. Esa fue la primera vez que me permití la esperanza de tener una verdadera familia… hasta que conocí a Nan. Nan… Dejé escapar un grito que podría haber despertado a los muertos, encendiendo el fuego del dolor dentro de cada célula de mi cuerpo. No me importaba. El dolor era a lo que estaba acostumbrada. Dolor, decepción y jodidez eran normales para mí. Grité más fuerte. Algo en mi garganta se sintió como si explotara, y la sangre se elevó por mi garganta y dentro de mi boca. Me hundí en el suelo del baño y me acurruqué en posición fetal. La sangre, demasiada para tragar, salió de mi boca sobre el azulejo, creando ríos de color rojo. No estaba vomitando. La estaba liberando. Arrastrarme sobre el inodoro no era una opción. Ya no tenía fuerzas. La orina salió de mí en ardientes olas de agonía, haciendo que viera lo que parecía como nieve de televisión detrás de mis párpados. Mi vida era mi dolor, y había mucho más por venir. Fue entonces cuando tomé la decisión. Una decisión que siempre supe que tomaría en algún momento de mi vida, pero de alguna manera había dudado que alguna vez tuviera realmente la fuerza para llevarla a cabo. Owen iba a morir. Cuando Jake regresara, iba a decirle lo que pasó. Todos los sangrientos detalles explícitos. Iba a despertar al monstruo en su interior. No era como si pudiera llamar a las autoridades. En Coral Pines, la familia de Owen era la autoridad. El alcalde, el fiscal de distrito, el modesto alguacil, todos eran Fletchers, nacidos y criados. Ellos no me ayudarían.

Jake lo haría. Mi respiración se aceleró, ya no por el dolor, sino por la oscura satisfacción de mi decisión. Una pequeña risa maníaca escapó de mis labios y agarré mis costillas que se sentían como si estuvieran siendo rotas una y otra vez con cada sonido que hacía. Lo dejé salir todo. Jake iba a matar a Owen. En medio de la agonía insoportable y de los ataques de risa loca, la idea era reconfortante. Eso hizo el dolor casi soportable. Casi.

Capitulo 17 Traducido SOS por Andremeaner Corregido por Pily

Eran las diez en punto de la noche y todas las luces en la secundaria de Coral Pines estaban apagadas. No quise prender ninguna de ellas por miedo a llamar la atención. De todas formas, para lo que iba a hacer allí no necesitaba luz. El rojo de las señales de salida brillaba en cada entrada, y mi pequeña linterna de llavero me permitía ver apenas lo suficiente para saber hacia dónde caminar. Incluso con la ausencia de los estudiantes, la escuela conservaba el mismo olor de siempre, como a los químicos de los marcadores borrables, combinado con aire ácido y un tenue olor corporal ventilado desde el gimnasio. Faltaban otro par de meses antes de que los estudiantes regresaran a la escuela. Sentía que en cualquier momento escucharía la campana sonar, los sonidos de los estudiantes riendo resonando entre los corredores mientras ellos salían de sus salones, golpeando los casilleros y gritándose unos con otros. Hice mi camino bajo un pasillo oscuro y luego otro. La mayoría de mi dolor fue reemplazado por un constante estado de "incomodidad" que sentí en cada uno de mis pasos. La hilera de casilleros lucía mucho más como hileras de soldados silenciosos limitando cada sección abierta entre las paredes del piso al techo. Cuando llegué al armario, convertido en cuarto oscuro, que el señor Johnson había construido para su clase de fotografía, saqué el cuchillo que había escondido en mi bota para voltear el débil cerrojo. Cuando me aseguré de que el cuarto era a prueba de luz, prendí la luz y empecé a trabajar sacando los negativos de mi cámara y

llenando las bandejas con químicos procesados. Me tomó más tiempo del que pensé, pero cuando terminé, doce fotos a blanco y negro, colgaban sostenidas por ganchos de ropa, en la cuerda de secado a través del cuarto, cada una, mostrando un ángulo diferente del mismo sujeto. Yo. Mirarlas, me hizo sentir que ni siquiera un segundo había pasado, mucho menos unas pocas semanas. Estaba allí otra vez. Cerré mis ojos para rechazar los recuerdos intrusos, pero no cedieron. De nuevo, sentí cada golpe, cada esfuerzo que él hacía para empujarse dentro de mí. Sentí un repentino pánico elevándose en mi pecho que irradiaba bajo mi cuerpo hasta los dedos de mis pies. Tenía miedo de dejar el apartamento en el primer par de semanas, no solo porque Owen estaba ahí afuera en algún lugar, sino porque no quería que nadie me viera. Había llamado a Reggie y le había dicho que estaba demasiado enferma y que no quería hacer que los demás chicos se enfermaran, entonces él deslizó facturas y recibos bajo la puerta del apartamento para que yo las pudiera organizar en casa hasta que los moretones de mi cara desaparecieran. Cuando al fin pude regresar a trabajar, había oído que todos los Fletchers estaban pasando el resto del verano en su cabaña en Jackson Hole. Owen estaría lejos hasta que Jake regresara. Pude respirar por primera vez en semanas. El olor de los químicos en el pequeño lugar, mezclado con el calor del cuarto que no tenía aire acondicionado, debió haber sido mucho para mí, en mi frágil estado. Agarré una cubeta vacía de la esquina y vomité los contenidos de mi estómago hasta que no quedo nada, simplemente estaba seca. Había venido a revelar las fotos sabiendo por anticipado como me iba a sentir. Sabía cómo iba a reaccionar. No quería recordar lo que había pasado. No quería reconocer lo que había ocurrido del todo. Pero esto no era por mí. Esto era por él. Sería fuerte por él. Tenía que mostrarle todo. Él necesitaba saberlo.

Apenas tuve la fuerza para sostener mi cámara cuando las tomé. Mis muñecas habían temblado bajo su aparentemente enorme peso. Esos temblores casi se podían ver en las fotografías pues se veían líneas en zigzag en los bordes en vez de líneas continuas. Vi mucho más en ellas de lo que había esperado. En la primera, yo estaba mirando hacia el frente, como si estuviera viendo el reflejo de alguien más. Sostuve la cámara a un lado, entonces pude capturar todo mi cuerpo desnudo. Cada contusión, cada mancha de sangre seca, cada rasguño fue tomado por la lente de la cámara y ampliado en la verdad a la luz y la sombra de la imagen a blanco y negro. La siguiente era similar. En esta, mi cuerpo estaba volteado como si yo estuviera mirando sobre mi propio hombro, a las manchas de sangre que se extendían sobre la piel de mis costillas. La siguiente era similar, solo un poco diferente. Y la siguiente. Y la siguiente. Y la siguiente. Cada una era una golpeada y maltratada versión de mí. Tomada desde diferentes ángulos. En la última, estaba sobre el piso con mis piernas extendidas al frente. Mis rodillas estaban abiertas hacia afuera tanto como pude lograr que lo hicieran. Estaba haciendo una mueca por el dolor que me causaba esa posición, pero la cámara, la cual había sostenido con ambas manos sobre mi cabeza había capturado mi determinación al tomar la foto. Esta foto no fue tomada para documentar lo que Owen había hecho. Esta la había tomado para mí. Frescas heridas combinadas con viejas cicatrices. Un retrato de mi vida en el dolor. Pruebas de que había sido golpeada, pero no estaba rota. Ellos no pudieron romperme, maldita sea. Mis fotos, me recordaron mi pintura favorita hecha por un artista desconocido. La pintura representaba a una mujer desnuda con una enorme cicatriz roja atravesando la longitud de su cuerpo. Su boca estaba abierta, como si ella estuviera gritando. Justo como ella, mis

fotos representaban el intento frustrado de mis abusadores de cortarme para abrirme y sacar mis secretos. Ella había sido cortada, pero no abierta. Justo como yo. Miré la línea de colgado, con las imágenes cuadradas de mí maltratado cuerpo, mis ojos ennegrecidos, y mi boca hinchada en una mueca de dolor, y me di cuenta: todo esto era una consecuencia. Yo era una consecuencia. Estas fotos solo eran una parte de mi historia. Había una causa detrás de la consecuencia. Me imaginé el momento en que un día, habría fotos similares de esa causa, del hombre que me hizo esta miseria. Eso se convirtió en mi esperanza. Tomé una carpeta para fotos, detrás del cuchitril que estaba detrás de la luz de seguridad y guardé mis fotos secas dentro. Tomé un tiempo extra para limpiar el cuarto oscuro y deseché los químicos para que no quedara ningún rastro de mi presencia allí. Mientras caminaba lejos de los terrenos de la escuela, una idea se me vino a la cabeza. Tal vez, la mujer de la pintura con la cicatriz no estaba gritando de dolor. Quizás, ella estaba riéndose. Quizás ella también, estaba tramando su venganza.

Capitulo 18 Traducido por Pily Corregido por Meghan Fray

Me paré en la parte superior del paso de Matlacha en un día sin nubes. El único recordatorio visible de la pesadilla de cinco semanas antes, cuando mi vida cambió para siempre una vez más era una pequeña cicatriz, de color rojo brillante en el labio inferior. Me encontré con ganas de pasar más tiempo en el sol de lo que tenía en el pasado. Disfruté la sensación de una quemadura de sol. Era justo la molestia suficiente para recordarme que todavía estaba viva y matar al adormecimiento que amenazaba con apoderarse de todos los días en que Jake no estaba. Me dejé sentarme en el calor abrasador, con los ojos cerrados y la cara vuelta hacia el cielo. Vi los colores moverse y bailar detrás de mis párpados mientras me imaginaba lo que sería como cuando él regresara. Había pasado las últimas semanas planeando mi tatuaje y fijando ciudades en el mapa en la computadora portátil de Jake a donde quería que me llevara. El día antes, incluso compré un vestido. Era verde y, palabra de honor, se detenía a medio muslo. No tuve el coraje de llevarlo en público. Además de mis cicatrices, los moretones en mis muslos internos no habían sanado completamente. Vestir el traje se había convertido en mi objetivo. Tal vez, me gustaría llevarlo en un día en Coral Pines, desapareciendo en el espejo retrovisor de la moto de Jake. Vi a un turista tratar de pescar un gran pez que él no estaba preparado ni tenía la habilidad suficiente para hacerlo. El muchacho era un adolescente y uno muy pequeño. Supuse que no podría haber

tenido más de catorce años. Después de más de veinte minutos de lucha por su captura, finalmente el enorme pescado se tambaleó lo suficiente para salir de la superficie del agua, exponiendo la figura completa de lo que parecía pesar unas cuarentas libras. No tuvo tiempo para celebrar. Al segundo que la cola de la criatura levantó la parte superior del agua, la punta de la varilla del chico se separó de su caña, y su línea se rompió, enviándolo hacia atrás con en el culo a la acera y el pez regresó a casa con la corriente del río con una comida gratis de la carnada en su vientre. Me imaginaba que era ese muchacho. Tuve algo tan masivo y maravilloso justo al alcance. Estaba empezando a creer que mi línea estaba a punto de romperse al igual que lo hizo la suya. Echaba de menos a Jake. Habían pasado semanas desde que se fue. Estaba empezando a perder la fe de que iba a volver a mí. Traté de ser fuerte, creer en él de la misma forma en que él parecía creer en mí. Sabía cómo se sentía acerca de Owen, incluso antes de que me hubiera hecho lo que me hizo. Sabía que iba a reaccionar fuertemente cuando escuchara lo que había pasado, pero no estaba segura de cómo se sentiría acerca de mí una vez que supiera. Tan difícil como lo era para mí, tenía que creer que podíamos salir adelante. Después de todo, él era quien me había enseñado a confiar en él con mi dolor. Solo esperaba que fuera a confiar en mí con el suyo. No sabía cómo iba a encontrar las palabras, así que decidí que en su lugar hablaría a través de mis fotografías. En el momento en que las nubes de tormenta por la tarde decidieron bloquear el sol antes de entregar su torrente habitual, lo sentí. Incluso antes de que lo viera. Todavía estaba en mi banco, pero solo había cambiado mi enfoque de los turistas a la intemperie cuando el conocimiento de que él regresó se apoderó de mí. Mi piel se erizó con anticipación, y mi corazón se agitó como si no pudiera utilizarlo para nada. Alisé mi cabello con mis manos mientras me levantaba y caminaba por el puente, con la esperanza de que cuando regresara al apartamento, él estaría allí, y que el sentimiento no era solo una intuición equivocada. Solo había dado un paso cuando lo vi. Se quedó de pie en la parte inferior del puente en toda su gloria de cuero negro.

Jake. Traté de caminar y no correr hacia él, pero a medida que me acercaba, no pude dejar de aumentar mi ritmo. En el momento en que me encontraba a medio camino de donde estaba, había avanzado en una total carrera de velocidad. Me lancé a sus brazos y envolví mis piernas alrededor de su cintura. Su olor era embriagador, su piel y el sudor y la testosterona pura. No pude dejar de correr mis manos por su cabello y tomar una respiración profunda, así podía tomar todo de él. Lo toqué de esta manera durante un tiempo antes de darme cuenta de lo quieto que estaba. Sus brazos no me habían rodeado. Sus labios nunca me tocaron la cara. Cuando por fin me aparté, me di cuenta de que su mirada era dura como una piedra y se concentraba con severidad en sus pies. No sabía que sería así después de haber terminado una matanza. Honestamente, me había distraído por todo lo que había pasado y no me había puesto a pensar sobre lo que sucedería cuando Jake regresara. Ahora, me di cuenta de que él había pasado por algo muy oscuro mientras no estaba. Tal vez, solo necesitaba regresar a la realidad de su otra vida. Le toqué la barbilla con los dedos y levantó la cara. Sus hermosos ojos azules se encontraron con los míos, pero eran fríos y distantes. Suavemente acaricié sus labios con los míos, dándole tiempo para reaccionar a mi cercanía. Pero cuando se quedó tieso aún incluso después de todo eso, sabía que sucedía algo más. —¿Jake? Dio un paso atrás y mis pies se clavaron en el suelo. —¿Qué pasa? —pregunté. Ahora, estaba confundida. ¿Qué pudo haber sucedido para tratarme fríamente cuando había estado tan caliente y cariñoso antes de irse? Él movió los pies y se pellizcó el puente de su nariz antes de hablar. Sus palabras fueron horripilantes. —Solo voy a preguntarlo de una vez, Abby. —Su voz sonaba débil y grave, y noté que no se dirigió a mí con mi apodo.

Asentí. Respondería lo que necesitara. Por supuesto, lo haría. —Está bien. —¿Te follaste o no a Owen Fletcher mientras yo no estaba? Mi estómago se enfermó, mis brazos se sintieron tan pesados que no estaba segura de que mi cuerpo los sostendría. Colgaban uno al lado del otro mientras trataba de formar un pensamiento coherente. —¿Qué? —Fue todo lo que pude articular. —Te pregunté si te cogiste a Owen Fletcher. —Lo dijo con los dientes apretados, con los puños apretados a su lado, con el rostro de acero ruborizándose ligeramente. Pude ver su mandíbula apretarse y su pulso latir rápidamente en su sien. —Sé lo que me preguntaste. —Traté de sonar enojada, pero no funcionó. Mi propia voz sonaba extraña para mí. Escuché una versión más aguda, más aterrorizada de mí misma—. Quiero saber por qué se te ocurre preguntarme eso. —Debido a que una fuente confiable me dijo que te vio pasar por debajo del maldito puente con Owen justo después de que me fui, y cuando él fue a buscar a Owen, este tenía tu maldita ropa interior en el bolsillo y se jactaba de cómo finalmente te entregaste a él. Tan pronto como lo dijo, perdí toda esperanza. La mirada acusadora en sus ojos. La fría y dura mirada haciendo un agujero a través de mí. La forma en que me sentía como una puta bajo su mirada, a pesar de que no había hecho nada para merecer esa mirada. Lo que creía que Jake y yo teníamos en realidad no existía después de todo. Su mirada me dijo eso. Había oído un maldito rumor de algún amigo idiota ignorante de Owen, al igual que los rumores que escuchaba todos los días, y asumió que era verdad. Creía que yo era capaz de traicionarlo con tanta facilidad. Sentí mis paredes subiendo. Estaba construyendo, maldito ladrillo a ladrillo. La vieja Abby estaba volviendo. Una parte de mí tenía el corazón roto al respecto, pero una parte de mí, no podía dejar de sentirse aliviada. En el fondo, no importa cuánta fe puse en Jake, de alguna manera sabía que este momento llegaría eventualmente. Simplemente no creía que llegaría tan pronto.

—¿Eso es lo que realmente piensas de mí? —dije casi en un susurro, hundiéndome hasta el bordillo de la acera. Pelícanos se zambulleron detrás de nosotros en busca del cebo vivo en cubos de los pescadores. Los niños se echaron a reír histéricamente cuando se atrapaban los peces en sus líneas de pescar. Gente viajaba en pequeñas motos, los conductores sin experiencia nos pasaron, sin ni siquiera una mirada en nuestra dirección. Era como si ni siquiera estuviéramos allí, como si nada de eso sucediera realmente. Alrededor nuestro, la vida todavía estaba en marcha. Pero en el interior, se sentía como si mi corazón se hubiera detenido. Se paró tan quieto como Jake lo estaba. —Solo tienes que responder la maldita pregunta. —Su voz estaba enojada, pero había algo de súplica en ella, también. Quería la verdad, pero solo en sus términos. Quería que le dijera que no había hecho nada y que no tenía nada de qué preocuparse. Quería que le dijera que todo iba a estar bien. Pero, debajo de eso, él me puso en duda. Nos puso en duda. Lo puso en duda a pesar de que le había dado libremente todo de mí. Cada pieza rota de mí era suya. De alguna manera él pensaba que después de lo que habíamos tenido juntos la noche en que se fue, yo podía correr a la cama, a la cama de Owen Fletcher, y meterme en ella. Me di cuenta entonces por qué esto era tan importante. El por qué no podía decirle que no había sucedido y seguir adelante. Había sido cuestionada por las personas durante toda mi vida. Nadie nunca había creído mi palabra como verdadera. No importaba lo que me pasara a mí, incluso las cosas más impensables. Cuando le decía a alguien acerca de ellas, nadie había confiado en que lo que estaba diciendo no era una mentira. Había pensado que Jake era diferente a todos los demás. Pensé que lo que teníamos era confianza real. Estaba equivocada.

Las nubes lanzaron la primera lluvia de la tarde, suave al principio, luego más fuerte, hasta que la misma se vertió entre nosotros. Los turistas chillaban y se dispersaron en busca de refugio. Jake y yo nos quedamos allí y nos miramos el uno al otro, el agua goteando sobre nosotros. —¡Abby, solo dime! —Él se sentía frustrado ahora. Su frente se arrugó, y sus ojos parecían dolidos y preocupados, pero su voz sonaba como con ira. —Yo nunca haría eso. —¿En serio? —No podía creer que me cuestionara, después de todo lo que había compartido con él. La lluvia ocultó mis lágrimas. Miré a mis botas para serenarme. —Puedes creer lo que quieras —le dije. —Quiero creer en la verdad —dijo Jake. Pero, era la verdad. Ya quisiera creerla o no. —No me crees. Ya has oído un rumor, e inmediatamente creíste que me cogí a Owen. —Negué enfáticamente con la cabeza—. Dudas de mí. Bajé mis paredes contigo. Te mostré lo mucho que significabas para mí. Te dije cosas que nunca he dicho a nadie. —Mi voz se quebró—. Te mostré mis cicatrices. Él sería la última persona que las vería. —Sin embargo, todo eso no importa. Unos minutos después de que estas de nuevo en la ciudad, me acusas de tener sexo con otra persona. No me conoces como pensé que lo hacías. No eres quien creía que eras. —No esperé a que respondiera. Empecé a caminar más allá de él, hacia el apartamento. —Bee. Me agarró del codo. Levanté la vista hacia él, así que pude ver sus hermosos ojos azules de zafiro, lo que me imaginaba que iba a ser la última vez. Tenía los labios apretados y su agarre en mi brazo era aún más fuerte.

Lo sacudí y seguí caminando. Me alegré por la lluvia ahora, para cubrir mis lágrimas para que Jake no pudiera verlas. No se merecía mis lágrimas. No se merecía mi dolor, o la fe que había depositado en él. Escuché sus botas sobre la grava siguiéndome. —¡Bee! —gritó. Cada vez que lo decía, se sentía como si me estuviera apuñalando una vez más, haciéndome sangrar y sufrir una muerte lenta y agonizante. Cuando ya no pude aguantar más, cuando necesitaba que la tortura se acabara, me detuve y me volví hacia él. Tranquilicé mi mirada y le miré a los ojos. En ese momento, no era del color rojo que vi. Era azul. Azul radiante, como el color de sus ojos. No recuerdo la expresión de su cara. Solo recuerdo el hermoso color azul nublando mi visión. Antes de que pudiera decir algo, él intervino: —Tú eras mi única razón para volver aquí. —Bueno, no hay nada que te retenga ahora. Me di la vuelta y empecé a correr. No tenía ningún destino en mente. Solo tenía que alejarme del dolor. Pero el dolor viajó conmigo. Corrí más rápido. No había ruido de las botas sobre la grava detrás de mí, no había olor del cuero o del hombre sudoroso. No ojos azules hermosos para que todo se detenga. Era solo yo, sola de nuevo con todo el dolor del que simplemente no era capaz de soportar. Me habría herido menos si él me hubiera disparado.

Capitulo 19 Traducido por VicHerondale. Corregido por Pily

Nuestra ciudad puede parecer hermosa en los destinos turísticos, pero si fueras a quedarte un rato, no te tomaría mucho tiempo para aprender que la suciedad, la decadencia y la oscuridad eran el pegamento que mantenían todo junto. Había llegado el momento para salir de aquí de una puta vez. No tenía razones para quedarme en este pueblo. Metí las pocas cosas que poseía en mi mochila. Tenía que salir de allí, y tenía que hacerlo lo más pronto posible. A pesar de que no tenía a donde ir, todavía tenía prisa por salir. No es como si Jake fuera a entrar por la puerta en cualquier momento... sabía eso. Había escuchado el sonido de su moto desvaneciéndose en la distancia del puente por unos minutos. Sabía que iba a ser la última vez que el reconfortante sonido tocara mis oídos. Dejé mis llaves en la percha y abrí la puerta para salir. Quería darme la vuelta, a echar un último vistazo a las habitaciones donde habíamos compartido tanta felicidad en tan poco tiempo, pero no podía hacerlo. El aire en el apartamento se pegaba a mí, sofocándome. Tenía que salir de allí.

Agarré mi sudadera y la metí en mi bolso antes de salir por la puerta. Tenía tanta prisa por salir que me encontré con el pecho pastoso del sheriff Fletcher. Estaba de pie en el porche, con puño en alto en el aire, a punto de tocar. No reaccionó ante mí estrellándome contra él, tampoco me preguntó qué me pasaba cuando vio mi cara llena de lágrimas. En sus sospechosos ojos color carbón, vi un destello de conocimiento, de reconocimiento, y sabía que él lo sabía todo. Owen. Jake. Todo. Él sabía lo que su monstruo de sobrino había hecho. El sheriff me entregó un sobre amarillo espeso y se alejó sin decir palabra. Cerré la puerta y volví a sentarme en el sofá, perdiendo la voluntad de huir. Dejé mi mochila en el suelo, junto a mis pies y examiné el sobre en mis manos. Era demasiado grueso y pesado para ser una carta. Mi nombre estaba escrito por una escritura femenina, con gran marcador negro en la solapa superior. Abrí el sello y vertí el contenido sobre la mesa de café. Lo poco que quedaba de mi corazón casi se detuvo. Era dinero... pilas que tenían bandas en torno a ellas, etiquetando cuánto había en cada uno. Nunca había visto tanto dinero en toda mi vida. Miré el interior del sobre. No había ninguna nota, solo una tarjeta de visita. Decía Bethany Annabelle Fletcher, ESQ, Licenciado en Derecho. La madre de Owen. Y por otro lado, con la misma letra con la que mi nombre había sido escrito en el sobre decía: Para aliviar tus penas... Los Fletchers estaban tratando de limpiar el lío de Owen. Esto los hacía tan enfermos y retorcidos como Owen. Al menos sabía de dónde él lo sacó. Los diez mil dólares... eran dinero por mi silencio, su intención de mantenerme tranquila. Los Fletchers obviamente no querían que la gente supiera que su chico de oro era realmente un sádico violador. El pensamiento me hizo vomitar. Me pregunté cuántas veces habían hecho esto antes, cuántas veces funcionó esto en el pasado.

Es seguro como la mierda no iba a funcionar conmigo. Bethany Fletcher estaba tratando de darme dinero para aliviar mis penas. Como si el dinero podría deshacer el daño que Owen me había hecho, una y otra vez. No había realmente solo una cosa que podría aliviar mis penas completamente. Dado que Jake se había ido, él ya no era una opción. Pero si Jake estuviera aquí... Sin embargo no lo estaba, y él nunca lo estaría otra vez. Nunca experimentaría su toque tranquilizador. Nunca volvería a ver su cara de piedra transformarse en suave cuando me viera. Este tipo de dolor, que viene de un corazón que yo pensaba que había cerrado con éxito del mundo exterior años atrás, era peor que cualquier dolor físico que nadie pudiera hacerme. Era peor de lo que había experimentado la mañana después de que Owen me atacó. Me gustaría pasar por lo que Owen me hizo más de mil veces para tener al Jake que yo creía que era. Jake podía poner a Owen bajo tierra si se enteraba, y yo quería eso. Francamente, no me importaba si ese pensamiento me hacía una mala persona. Malo, bueno. Bien, mal. Las líneas eran tan borrosas últimamente. Estaba enamorada de un asesino, y quería a Owen muerto. Cuando lo pensaba de manera más sencilla, tal vez no era tan borroso después de todo. El dinero en la mesa de café se burlaba de mí, y podía sentir como toda la ira reprimida que había sido alterada por la tristeza de la pérdida de Jake subía a la superficie. No me importa lo que trataran de pagarme, no iba a decirle nada a nadie, excepto a Jake, de todos modos. ¿Pensaban que estaría buscando justicia en un sistema fracasado? ¿Que le diría a la gente lo que su precioso hijo me hizo? Lo que no sabían era que Jake le había comprado a Owen un aplazamiento de su sentencia de muerte casi garantizada. Algo hizo clic dentro de mí. No estaba triste por haber perdido a Jake, o mal porque Bethany Fletcher pensó que yo era una pobre, estúpida, basura blanca que podía ser comprada. Estaba jodidamente enfurecida.

No podía recordar un momento en mi vida en que hubiera estado tan enojada. El calor de debajo de la superficie de mi piel se sentía como si hubiera sido calentada en aceite. Quería salir y dañar a alguien, tirar algo. Destruir solo por destruir. El pelo en la parte de atrás de mi cuello se puso de pie. Mi ritmo cardíaco pasó el límite normal para un paro cardiaco en cuestión de segundos. Joder. Con. Esta. Mierda. ¿Esta perra pensaba que podía comprar mi silencio? Bueno, estaba jodidamente equivocada. Todos los Fletcher lo estaban. Y estaba a punto de mostrarles lo jodidamente equivocados que estaban. El argumento que Jake y yo tuvimos en la cocina sobre mí pagándole por la cámara que había comprado se reprodujo en mi cabeza. «Quemaré el dinero», me había dicho cuando insistí en pagarle. Metí todo en el sobre antes de agarrar las llaves del carro de Jake del bastidor. Mi traslado a la nada tendría que esperar un rato. Cogí una botella medio vacía de gasolina de la plataforma sobre la barbacoa y una caja de cerillas del cajón inferior. Me metí en su camioneta y conduje. Traté de ignorar la parte de mí que estaba pensando en lo mucho que el camión olía a él, o que su vieja gorra de béisbol negro todavía estaba en el salpicadero, y cuánto lo único que quería hacer era acurrucarme en el asiento trasero y dormir rodeada en su olor. La miseria no va a ninguna parte, tampoco. Me sentía más y más acalorada mientras conducía. Vi rojo otra vez. La ira envenenó mi sangre, y estaba borracha en ella. Drogada de mi odio. Mi corazón latía con fuerza en mis oídos mientras más me acercaba a mi destino. No respeté ni una sola ley de tránsito. El pedal del acelerador se apretó entre mi pie y el tablero del piso todo el camino. ¿Qué había en mí que hacía que la gente pensara que estaba a la venta? Mi madre pensó que yo podía ser utilizada como pago por sus malditos hábitos. Owen y su familia parecían estar pensando que diez mil dólares podían comprar una noche de violación e intento de

asesinato. Owen pudo haber conocido la tímida Abby en el pasado... la que tenía la piel siempre cubierta, que se auto protegía. No tenía ni puta idea de con quién estaba tratando con el ahora. No iba a enroscarme en una esquina. No iba a sentir lástima por mí misma. Esta mierda no fue mi culpa. No era algo que había pedido. No era una puta víctima y me negaba a ser comprada. ¡Joder. Con. Esta. Mierda! Bajé por el camino que conducía a la casa de los Fletcher. La patrulla del sheriff estaba aparcada en el camino de la entrada de la casa principal. El chevy azul de Owen estaba al lado de la casa con su entrada privada. Un escalofrío recorrió mi espalda al pensar presenciarme ante ellos, dejando en claro que no iba a ser comprada, por ellos o por cualquier otra persona. Diez mil dólares pueden haberle comprado a los Fletchers un montón de cosas, pero no a mí. Sabía una cosa segura a este punto: Owen estaba decidido a tratarme como la prostituta que él pensaba que era, pensaba que tenía derecho y luego solo debía de asegurarse de que pagó por ella. No quité el pie del acelerador cuando arranqué en el patio delantero de los Fletcher. Empecé con un giro de 360, asegurándome de usar todos los neumáticos pesados y gruesos, de la camioneta para destruir las premiadas rosas de Bethany Fletcher, plantas, muros de contención y el césped bien cuidado. Golpeé un par de aspersores y mini géiseres de agua salieron de la tierra al cielo, descargando una fuente lodosa sobre el parabrisas. Encendí los limpiaparabrisas, extendiendo el barro a las ventanas antes de despejar lo suficiente como para ver por la capa borrosa de lodo marrón. Seguí manejando la camioneta incluso después de que la hierba se hubiera dañado. En cada vuelta las ruedas levantaban más barro, hasta que el coche del sheriff parecía un pastel y el revestimiento blanco inmaculado de la casa se manchó. Para el momento en que volví de nuevo a la carretera, el patio delantero parecía un buen pastel roto pasado de moda. Estacioné la camioneta y cogí el sobre, los fósforos y la botella de líquido para encendedores del asiento del pasajero. El sobre se sentía caliente, como si sus malas intenciones estuvieran quemando un agujero en mi mano. Me eché a reír.

Estaba a punto de ponerse mucho más jodidamente caliente. Mi corazón latía con una velocidad que nunca he conocido, como si me hubiera inyectado adrenalina pura. No me importaba si venían fuera y me veían. De hecho, esperaba por Dios que lo hicieran. Quería que supieran que era yo quien les estaba diciendo que se fueran al infierno. Agarré un porro recién armado de mi bolsillo trasero y lo sostuve en mi boca. Cogí una piedra de lo que había sido el jardín y la dejé caer en el sobre de los billetes. La rocié con el líquido para encendedores, lanzando la botella al suelo cuando se vació. Doblé el sobre, agarré varios fósforos y encendí el paquete completo de una sola vez. Entonces encendí el porro, y luego prendí fuego al sobre. Dejé que se quemara, y cuando no podía aferrarme a él por más tiempo, Incliné mi brazo y lancé su jodido dinero a través de la ventana del frente de la casa de la familia Fletcher. Jódanse, hijos de puta. La ventana se hizo añicos. Trozos de cristal colgaban del marco de la ventana de aluminio rota. Retrocedí y observé como las cortinas de la sala se incendiaban, enmarcando la ventana en llamas y de humo negro. Esta casa de ensueño, la casa de todo el poder en la ciudad, ahora estaba en llamas. Llamas que yo causé. Llamas que esos bastardos eventualmente iban a volver a ver si creían en algún tipo de infierno. Apagué mi cerebro por mucho tiempo, y entonces oí el primer grito agudo. Me trajo una satisfacción que diez mil dólares no podían. No corrí y no miré atrás. Eso habría sugerido que me importaba lo que pasaría después, y realmente, no me importaba si su tanque de propano explotaba y todos fueran llevados al Jodido Reino. Estos eran los pensamientos de una persona sin nada que perder. El sheriff Fletcher ya estaba de pie junto a la puerta del lado del conductor de la camioneta de Jake esperándome. Dio un paso adelante mientras me acercaba. No vi su mano derecha venir directamente a mi mejilla. Su mano de mierda hizo contacto con el lado

de mi cara, luego se las arregló para agarrarme por la camisa y empujarme contra el capó para que pudiera esposar mis manos atrás de mi espalda. Apagó mi porro. No vi a dónde fue, pero era una apuesta bastante segura que lo había guardado en su bolsillo. Utilizó su peso corporal apretándome contra mi espalda para someterme. Gruñó. —Tienes unas pelotas, Abby. Lo reconozco. Lo que no entiendes es que ese dinero era tu última oferta. De aquí en adelante, no habrá más dinero. No habrá más oportunidades. No más nada — entonces empezó a murmurar para sí mismo—. Si yo tuviera la oportunidad de nuevo... entre llevarte a casa o cavar un agujero... digamos que habría hecho las cosas un poco diferentes. Sabía que Owen había sido ayudado a moverme. Incluso para alguien tan pequeña como yo, mi peso muerto debía de haber sido difícil de levantar y maniobrar. No me sorprendió saber que había sido el sheriff. Me sorprendió más que no me hubiera dejado morir. Hubiera sido menos trabajo de su parte. No había nada que el sheriff pudiera decirme, ni siquiera la confesión de su decisión de mantenerme viva en lugar de dejarme morir, que pudiera haber matado mi adrenalina, mi locura. Los Fletcher habían traído mi locura sobre sí mismos. No deberían haber cubierto a Owen. No debieron haberlo protegido cuando era yo quien necesitaba protección. Desde luego, no deberían haber pensado que diez mil dólares podrían comprar mi silencio o de cualquier manera, podrían silenciarme de nuevo. Ellos no sabían que estaban tratando con alguien que nunca había estado tan ansiosa por empezar. El sheriff estaba en lo cierto. Tendría que haber cavado el hoyo y enterrarme profundo. Nada bueno puede venir de en lo que me estaba convirtiendo. Jake me había dicho una vez que las personas más peligrosas son las que no tienen nada que perder. Ya había perdido todo. *** —Señorita Ford, el protocolo requiere que le pregunte si usted quiere un abogado.

Bethany Fletcher se puso de pie y golpeó una uña larga y roja sobre la mesa de madera rayada. Estábamos sentadas en una pequeña habitación sin ventanas y paredes verdes, manchadas con solo Dios sabe qué. Mis manos estaban esposadas a la silla detrás de mí. —¿Protocolo? —le pregunté—. Qué gracioso. Tendré que recordarlo. —La mujer estaba molesta. Frunció el ceño en señal de advertencia. Owen tenía la misma mirada. Con sus ojos verdes y cabello oscuro, casi podrían ser confundidos como hermanos en lugar de madre e hijo. Bethany parecía más amenazante, sin embargo, como un cuchillo con una hoja nueva. Vestía un costoso traje negro. Sus tacones eran de cuatro pulgadas, de charol rojo. —Abby, estás siendo acusada de un delito grave de clase A de incendio, así como conducción sin permiso, destrucción de propiedad de más de veinte mil dólares, y posesión de marihuana. Tienes antecedentes por allanamiento de morada, hurto, posesión de marihuana, resistencia al arresto, conducta desordenada y agresiva. Realmente debes tomar tu situación con más seriedad, cariño, porque estás buscando diez años sin la luz del sol, sin intimidad para ti misma —Bethany se estaba burlando. La forma en que la palabra cariño se derritió en sus labios, podría haber sido confundida con amor. Las mujeres del Sur lo usaban cuando no podían decirte directamente imbécil. —Entonces, ¿qué, sucede? ¿La violación y el intento de homicidio son solo delitos menores? Porque tengo la sensación de que ese tipo de cosas quedan impunes por aquí. —La miré a los ojos. Ella separó sus brillantes labios rojos y se rió entre dientes. Bethany caminó en círculos alrededor de la mesa, se desabrochó la chaqueta de su traje, y se arrodilló a mi lado. —Me alegra que hayas decidido tener tu pequeño episodio de hoy, porque ahora necesitas mi ayuda, y soy la única que puede hacer todas estas acusaciones desafortunadas desaparecer. Me sentí mal por ti, Abby. Realmente lo siento. Es por eso que te envié el dinero. Lástima que jodiste algo bueno. Ahora, jugamos a mi manera —Bethany me dedicó una sonrisa falsa.

—¿Me estás chantajeando? —le pregunté. Bethany se levantó y se sentó frente a mí, apoyando su maletín sobre la mesa. —No es un chantaje. Es un acuerdo. —Sacó los papeles de su maletín y las puso delante de mí—. Este es tu relato de lo sucedido aquella noche: fuiste asaltada. No sabes quién lo hizo. No conseguiste un buen vistazo de tu atacante. El informe de la policía hace que parezca como si buscaran en el cielo y el infierno por el agresor, pero en última instancia, estarán con las manos vacías, y el caso se archivará. —Estás malditamente loca. —Cariño, no maldigas. No es una actitud cristiana. Esta es una negociación de lo que sucedió a cambio de liberar los cargos por incendiar mi casa. Tú eres la que arruinó esto, Abby. Podrías haber tomado el dinero y salido de la ciudad, pero en lugar de eso optaste por ir todo ángel vengador a mí. —Vete a la mierda. —Iré a la cárcel, pensé. Después de lo que he pasado, la cárcel sería como un campamento de verano. Vamos perra. —No me importa, cariño. No es que puedas probar algo, no es como si Owen obtuviera cargos, no con su padre siendo el juez del condado y todo. Es una decisión simple en realidad. —Se inclinó sobre la mesa y apoyó su barbilla en sus codos—. Cárcel, o firmas. Tú decides. Ella tenía razón, pero no me importaba. No se trataba de asegurarme de que Owen fuera procesado por lo que había hecho. Esto era sobre no dejar que esta gente me posea. No era un pedazo de tierra o ganado. Podían tomar su poder y meterlo dentro de sus culos. Bethany tenía una sonrisa de victoria ya plasmada en su rostro excesivamente lleno de botox. Ya era hora de quitarla de su cara. —No creo que entienda algo, señora Fletcher. —Imité su postura, inclinándome y presionándome tan cerca de ella como mis manos esposadas me permitieron—, la última cosa que quiere hacer es joderla con alguien que no tiene nada que perder. Quiero que toda su familia me deje en paz, y quiero que Owen permanezca por lo menos a cien metros de mí en todo momento. Lo digo en serio. Si me ve en un lado de la calle, tendrá que cruzar al otro.

—Esto no es una negociación. Te he presentado tus opciones para que elijas. Cárcel o firma. Fin de la historia. —Puso los papeles en su maletín y lo cerró. Se puso de pie—. ¿Qué será, señorita Ford? —Vete a la mierda. Ella se encogió de hombros y se volvió para irse, pero antes de que pudiera girar la perilla de la puerta, se volvió y me miró. —Disfruta de la cárcel, Abby. Siempre es agradable cuando una hija sigue los pasos de sus padres. Perra. Tuve que sacar la única carta que había dejado para jugar. —Oye, Bethany. —Me miró por encima del hombro—. ¿Sabes que la fotografía era una de mis aficiones? Ella se congeló y se volvió completamente hacia atrás. Su cara se había puesto pálida. Sentí un cosquilleo en la nariz y me incliné para rascarla sobre la mesa. —Soy más del tipo de documentales fotográficos, de verdad. Me gusta contar una historia con mis fotos, ¿sabes? Es increíble lo que la cámara capta cuando estás desnuda en el espejo. Incluso en las fotos en blanco y negro, puedes ver que el color morado de cada moretón se ve gris, la sangre seca se ve casi negra. Casi se puede ver el tono amarillo en la inflamación de un ojo negro... o dos. Cruzó la pequeña habitación en dos zancadas se inclinó sobre la mesa, apoyando los brazos en ella para apoyarse. —Lo único que demuestra es que alguien te hizo daño. Esto no prueba que él lo hizo. —Tengo copias de las fotos y mi estado de lo que pasó aquella noche en tres lugares diferentes. Si algo me llegara a suceder, si Owen le hace esto a otra persona, o si no sigues adelante con mis exigencias, hay un plan en marcha para enviarlos a todos los periódicos y medios de comunicación a menos de cien millas. No seré la que va a pudrirá en

una celda en la cárcel. Owen sí. Supongo que poco después, no seré la única víctima de violación en toda esta situación, tampoco. La estaba engañando menos sobre las fotos. Trató de ahogar su grito de asombro. Cambió su agarre en la mesa antes de tomar su decisión. —Owen te deja tranquila, y los cargos en tu contra se eliminarán. ¿Es eso lo que quieres? —Sí. Y yo no voy a firmar nada —añadí. Cogió su maletín y se dirigió hacia la puerta. El sheriff Fletcher se reunió con ella en el otro lado. Una sonrisa maliciosa cruzó sus labios de ella. —Lo pensaré. Mientras tanto, Carl —dijo mientras le puso la mano en el hombro del sheriff Fletcher—, por favor lleva a Abby a la enfermería. Parece que necesita atención médica. Solo era un tonto golpe a medias en mi mejilla. Ardía, pero no dolía. Fue una picadura de mosquito en comparación con lo que había experimentado en manos de Owen. —No es necesario. Estoy bien. —¿Lo estás? —Bethany me guiñó un ojo sobre su hombro cuando el sheriff Fletcher entró en la habitación y cerró la puerta tras de sí. Él sacó una porra de policía de su cinturón. Oh. Mierda.

Capitulo 20 Traducido por katiliz94 Corregido por Meghan Fray

Desperté repentinamente, se sentía como si hubiese sido lanzada en la consciencia. Me senté, lanzando algún tipo de paquete de hielo sobre mi frente y crucé la habitación. Mis costillas protestaban. Las agarré en disculpas. Estaba en una pequeña habitación azul marina de gomaespuma, asumí en la enfermería de la estación de policía. Coral Pines ni siquiera tenía un auténtico hospital, y la habitación de emergencias más cercana estaba a treinta minutos de distancia en la siguiente ciudad. Así que cuando las personas no tenían heridas que amenazaran su vida —o eran golpeadas por la porra de policía del sheriff— acudían aquí, como un puñado de niños de primaria a la oficina de la jodida enfermera. El papel de la mesa de exámenes se arrugó bajo mi movimiento mientras lentamente me ponía de pie sobre el suelo. Había una bola de algodón con una pequeña venda sobre ella en mi brazo interno. Me sentía dolorida y atontada, y mucho como si acabasen de patearme el culo por un hombre gordo balanceando un pesado bate de plástico. Hice un inventario físico. Miré los dedos de mis pies, enroscándose unos con los otros antes de que curvase las rodillas y levantase los brazos. Me las arreglé para levantarlos, hasta que estuve presionando los dedos contra mi cara para asegurarme de que el cráneo aún estaba intacto. Estaba hinchada y adolorida, y podría haber tenido una costilla rota o dos, pero esta vez sabía que iba a vivir. Maldición.

Una anciana en bata rosa entró por la habitación, mirando un archivo de papel de manila en sus manos mientras se movía. La reconocí como Glinda Mallory, una de las mujeres del grupo de iglesia de Nana. Me ofreció lo que sería una sonrisa profesional. Había un poco de calidez en ella —¿Cómo se siente, señorita Ford? ¿Sabe dónde está? —Hizo la segunda pregunta rápidamente como si no le importara la respuesta a la primera. Sacó un par de guantes de látex e intentó acostarme en la mesa de exámenes, pero la esquivé. Ella extendió el brazo hasta mi rostro con una de sus manos enguantadas, y me precipité al otro lado de la habitación, con la cabeza palpitando—. No puedo cuidar de usted si no me deja tocarla. —¿Me examinó mientras estaba inconsciente, verdad? ¿Me levantó la camisa y vio lo que tenía debajo de allí? ¿Le parece que me gusta ser tocada? Cerró la boca y sacudió la cabeza. —Estaré bien, de verdad. Gracias por querer ayudar. — Extrañamente, estaba intentando calmar a la enfermera que debería haber estado calmándome a mí—. ¿Tienes algo para el dolor? Me sostuve la cabeza con ambas manos en un intento de recuperar algo de equilibrio. No sabía si ella sabía lo que acababa de ocurrir aquí, pero sospechaba que, como la enfermera de la estación del Sheriff, sabría lo suficiente como para no preguntar. Se sacó los guantes y los arrojó a una papelera roja. —No es recomendable tomar analgésicos durante el embarazo. Me hablaba de cosas que yo no necesitaba o me importaba saber. —Me aseguraré de tener eso en mente cuando tenga un bebé. Por ahora, ¿puedo conseguir algún tipo de medicamento para disminuir el dolor? Las costillas están matándome. Ella agarró un archivo y se sentó en una pequeña silla giratoria, usando sus pies para llegar a mí.

—Había sospechado que no lo sabía, pero se hacen exámenes para condiciones tales como el embarazo antes de administrar algún tipo de narcótico a una persona inconsciente. —Ni siquiera me dio tiempo para procesar esa información antes de añadir—: ¿Sabe quién es el padre? —Disculpe, ¿qué me está preguntando? —Estaba intentando procesar la información, pero entre su actitud indiferente y el dolor en cabeza y las costillas, era difícil entender su mensaje codificado. —Podría querer avisar al padre antes de tomar decisiones apresuradas —añadió al garabatear en el portapapeles—. Siempre puede venir a visitar el grupo de señoras en la iglesia. Son buenas al atender casos como el suyo. ¿Casos? ¿Cómo el mío? —¿Al padre? —Sí. Al padre de su hijo por nacer. Está embarazada, señorita Ford. Mi pecho se tensó, el dolor incrementó con cada respiro mientras mis respiraciones se volvían más y más superficiales. No podía contener el aire en los pulmones. La habitación comenzó a girar. La enfermera venía y venía en mi línea de visión. Segundos antes, estaba sosteniéndome la cabeza como consecuencia del dolor. Ahora, estaba intentando mantener mi mierda junta. Tenía que pensar. Jake y yo fuimos cuidadosos. Usamos condones. La única cosa que Owen había usado era a mí. Mi vida era más que un simple desastre. Era desastres, todo ocurriendo al mismo tiempo. Era un tsunami de un huracán tras un terremoto ocurriendo en medio de un mientras un fuego incontrolado me arrastraba en un círculo. un desastre para entrar a otro.

muchos después tornado, Salía de

Estaba embarazada, y Owen era el padre. *** Dos minutos podían ser más largos de lo que muchas personas se darían cuenta.

Dos minutos era todo lo que me llevó de gustarme Jake a amarle. Después de librarme de firmar algún papel, pendiente de la decisión de Bethany por enviarme o no a prisión, dos minutos sentándome en frente de ese puto palo de plástico fue una tortura. Había decidido llevar a casa un test para ver si la enfermera había perdido su maldito juicio, o si yo había perdido el mío. Lo tomé de la tienda Sally's Conner de camino de regreso al apartamento de Jake. Pero dejé la cantidad exacta de dinero para el test en la estantería donde lo encontré, justo después de meterlo en el bolsillo delantero de mi sudadera con capucha. No estaba lista para que la ciudad supiese algo de lo que yo no estaba segura. Después de la cuenta atrás de los tictacs de la segunda manecilla del antiguo reloj de pared colgado sobre el escritorio, tomé un profundo respiro. Probablemente estaba sobrereaccionando. Estaba segura de que iba a reír sobre lo estúpida que estaba siendo en solo unos pocos segundos más. Sabía que el universo era cruel, pero no pensaba que sería así de malvado. No lo creía, después de todo con lo que ya había lidiado, en realidad podría estar llevando también a un hijo producto de una violación. Solo tenía diecisiete años. Recé a Dios que no estaba segura que existiera. Por favor, no… por favor, no… por favor, no. Cuando la segunda manecilla marcó los dos minutos, levanté la barra blanca y miré al pequeño panel en él. Nunca había visto más amenazante un par de líneas paralelas. *** Solo un poco más y todo terminará con… —¿Abby Ford? Era otra enfermera en bata rosa llamándome por mi nombre, midiéndome, haciéndome orinar en un vaso y dándomelo después. Solo que esta vez, no estaba en la estación de policía de Coral Pines. Un

doctor con con pocas canas en su pelo se presentó como el doctor Hodges y rápidamente me pidió que me tumbase y pusiese los pies en los estribos. Parecía estar a sus mediados cincuenta. Era tranquilo y amable, pero no iba a hacer el procedimiento aun. Explicó que solo era un examen inicial antes del gran espectáculo. Mis palabras, no las suyas. Cerré los ojos y di profundos respiros mientras él miraba y procedía con los fríos instrumentos e introduciendo los dedos. Era demasiado incómodo. El ardor dentro de mí se inició en épicas proporciones. Mis ojos se aguaron y las lágrimas se deslizaron por mi mejilla. Tenía suficiente poder. Intenté cantar en mi cabeza para distraerme de lo que el doctor estaba haciendo. Cuando eso no funcionó pensé en Jake. Me preguntaba si Jake se habría ido conmigo si supiese la verdad. Si sabía que lo amaba y que no había permitido voluntariamente a Owen hacer lo que me hizo. No podía pensar esas ideas. Estaba embarazada del bebé de otro hombre, y necesitaba no estarlo más. —Señorita Ford, sé que ya habló con el consejero así que disculpe la repetición de la pregunta, pero ¿podría preguntar, que la trajo hoy aquí? —Me hizo señas a sentarme. El alivio me inundó al instante. —No quiero estar embarazada más. —Me preguntaba si ese no era el motivo de que cada chica de diecisiete años viniese aquí. —¿Cómo se quedó embarazada, señorita Ford? —Su voz era firme y profesional, pero sentí que lo preguntaba por una razón. —¿Hay más de una forma? —Fingí una falsa risa para distraerlo. Me miró escépticamente. —Señorita Ford, voy a ser sincero con usted. Veo tejido cicatrizado en usted que sugiere que recientemente ha pasado por una situación traumática. —Tomó un profundo respiro y tiró los guantes en el cubo de basura—. Francamente, estoy sorprendido de que resultase un embarazado o que sobreviviese a tal trauma.

Era una declaración, pero parecía como si quisiese que yo confirmase sus sospechas. —Resultó un embarozo —espeté. Al instante me arrepentí de decirle a este extraño algo que no era asunto suyo. —¿Ha llenado un reporte policial? —No. —Pero, estoy enfrentando algunos considerables cargos por mí misma. El doctor no me presionó sobre por qué no lo hice. Simplemente asintió mientras situaba un archivo de manila sobre su rodilla y comenzó a escribir con una pluma del bolsillo de su bata de laboratorio. Sacudió la cabeza de lado a lado, como si algo que estuviese escribiendo fuese casi no creíble para él. —Tienes un feto grande. —Levantó la mirada del archivo, la vergüenza escrita por todo su rostro—. Lo siento. Eso fue completamente insensato por mi parte. Mis disculpas. —Está bien. —Quería silenciar su deambular. Odiaba el ser disculpada. Después, él tenía razón. Esta cosa dentro de mí tenía tal voluntad por estar en este mundo, había encontrado una forma de existir durante la peor de las peores condiciones. Era un superviviente, al igual que yo. E iba a matarlo. *** Pasé los siguientes tres día buscando un nuevo trabajo sin suerte. Bubba aún no iba a contratar chicas de diecisiete años. La tienda de Sally no iba a contratar. La tienda de cebos no iba a contratar. La casa de Jake ya no era más mi hogar así que volví a dormir en el antiguo Chevy de Nan, el mismo en el que Jake me había atrapado hacía todas aquellas semanas. Había puesto las llaves en la ventanilla, bloqueé la puerta y la cerré detrás de mí. De cualquier manera, no quería vivir más ahí. El solo estar ahí durante el tiempo suficiente para coger algo de mi cosas y cerrar la

puerta fue demasiado doloroso. Unas pocas veces podría haber jurado que había escuchado su moto estacionada en la carretera de doble vía. Tenía que recordarme que no era él. Él se había ido. El Chevy no podía ser un hogar para siempre, pero por ahora era todo lo que tenía. Había hecho un poco de dinero trabajando en la tienda de Jake, pero los hoteles en la isla eran trampas para turistas, y la estancia de una sola noche era más de la mitad de lo que tenía. Intenté alquilar una habitación, pero el tener diecisiete años y sin trabajo no era exactamente una mezcla atractiva para potenciales propietarios. Me tumbé en el Chevy, revolviéndome y girándome. Simplemente no era el pesado calor del aire nocturno lo que me ponía inquieta. ¿De verdad solo había pasado días desde la última vez que le vi, desde que se marchó? ¿Dónde está? ¿Qué está haciendo? Jake había asumido lo peor de mí, y con ese presunción reveló que no teníamos lo que pensé que teníamos. No me amaba de la forma que yo le amaba. Tanto como a él le concernía, era todo o nada. Me prometí que apartaría de mi mente todas pensamientos sobre Jake, esperando sacarlo de mi corazón.

esos

Sí, claro. Ni siquiera creo que eso fuera a ocurrir. En ese momento, tenía la esperanza de que se convertiría en un recuerdo distante. Ahora, sin embargo, su recuerdo era tan fuerte que si le permitía por un momento ocupar mi mente, me consumiría. Cerraba los ojos y aún podía sentir su respiración en mi mejilla, su piel sobre mi piel. Nunca de nuevo sería capaz de permitirme ser tan libre como lo fui con él. Esa chica se fue. La Abby superviviente había regresado, con las cadenas y muros de regreso en su lugar. Eligiendo la comodidad de ser insensible sobre el dolor de un corazón roto.

En lo que tenía que ser mi tercera noche de dormir en el Chevy, subí por el lado de la puerta del conductor y me desplomé en el asiento para conseguir algo del muy necesitado sueño. Había pasado todo el día caminando de arriba a abajo de la isla buscando trabajo y estaba agotada cuando escuché algo tintinear. Ahí frente a mí, reflejando la luz de la luna llena, había un llavero con dos pequeñas llaves doradas y un gran emblema plateado de llavero de Ford colgando de él. Las llaves estaban unidas al volante por un gran gancho estilo conserje. Una nota adhesiva de Reparaciones Automotriz Dunn estaba adjunta en el centro del volante. La nota parecía estar escrita por un niño. abby, el apartamento es tuo durant tato tienpo como nesesites. Pueds usar la kamioneta tanbien si nececitas marcharte y eztar en el aparcamiento no ase nada bueno. No ce lo que ocurrio kon Jake y no me inporta pero no te qiero durmiendo en la jodida kamioneta como una maldita bagabunda. reggie esta molesto d qe no apareses por trabajo así qe estate ahí en la mañana. Lo ciento por golpear tu cara. soy un borracho idiota la malloria del tiempo. lo siento de nuebo. frank dunn. Lagrimas escocieron en la parte posterior de mis ojos. A pesar del hecho de que me había llamado vagabunda, era la nota mejor que jamás había recibido. Sostuve entre los dedos el colgante que Jake me dio, ya que se había convertido en un hábito para mí hacerlo cuando estaba pensando. Sería mi constante recordatorio de que simplemente él no fue un sueño. Sin embargo, sin duda se había sentido como uno. Ni siquiera había estado segura de que Frank recordaba quien era yo, especialmente bajo de las circunstancias de nuestro primer encuentro. Pero ahí estaba yo, leyendo su oferta de salvación. Los hombres Dunn podrían haberse visto como seres monstruosos, pero a decir verdad, ambos hombres estaban profundamente traumados por los pasados que habían preferido olvidar, y ambos se habían ofrecido cuando necesitaba ayuda. Desinteresadamente. Fácilmente. Era en estos actos de amabilidad que veía las similitudes en ellos por primera vez.

Me reí de mi misma porque Jake cagaría un ladrillo si alguna vez le decía que él y el hombre que odiaba eran mayormente similares en cualquier forma. El señor Dunn acababa de ofrecerme la oportunidad de ahorrar dinero y tener un lugar donde quedarme cuando el bebé viniese. El bebé… No sabía si sería una buena madre, o si incluso sería capaz de ser una bajo todas las circunstancias. Pero a pesar de todo, no podría matar a alguien que ni siquiera sabía que era el producto de un acto odioso, especialmente después de que él o ella había sido creado a pesar de la horrible condición en la que estaba mi cuerpo. Este bebé era un luchador, un superviviente como yo. Ya éramos espíritus gemelos. Era debido a eso, no por el pesar, que la vida creciendo en mí; fui capaz de avanzar un poco a la vez. Tenía la oportunidad de tener una autentica familia, por primera vez en mi vida. Iba a intentar hacer todo lo posible por protegerla.

Capitulo 21 Cuatro años mas tarde Traducido por VicHerondale Corregido por Meghan Fray

Fue en septiembre cuando el cuerpo ya débil del señor Dunn cedió y fue aplastado bajo el peso de sus adicciones. Dejé a la gente de Coral Pines convertir lo que debería haber sido un pequeño y sencillo servicio en un evento que podía rivalizar con el festival anual. Cada vez una dama y su aburrido marido entraban en la iglesia para ofrecer sus «respetos» a un hombre que en realidad no conocían y desde luego no respetaban. Un grupo de mujeres sonrieron y rieron en el escalón más alto de la iglesia antes de que comenzara el servicio. Todas ellas se aferraban a sus pañuelos como si necesitáramos saber que eran capaces de llorar en cualquier momento. Aunque mucha gente se había querido mi Nan, más personas habían ido a su servicio como excusa para finalmente desempolvar sus mejores trajes de luto y participar en una competencia de «Quién es el más triste». Esto se sentía igual. La señora Garrith, una mujer con las uñas en un rosa brillante y un cabello rubio, estaba a punto de saltar a la palestra cuando me acerqué a la escalera.

—Y cuando él perdió a su dulce Marlena, me aseguré de llevarle cazuela todos los días durante un mes. Me di cuenta de que realmente apreciaba mi gesto de bondad... me lo dijo él mismo. Esas cazuelas eran un salvavidas para ese hombre. —Ajustó sus dedos en sus guantes cortos negros. —Bueno, que Dios te bendiga, Mary —añadió la señora Morrison. Todo el mundo sabía que era el término sureño para vete a la mierda—. ¿Sabías que Franklin me pidió estar con él en el instituto? Prácticamente me suplicó, en realidad, antes de que Marlena y él fueran pareja, claro. Ese chico era dulce para mí, ya te digo. —Se abanicó con uno de los programas del funeral entregados por niños del coro. Tomé un programa de uno de los chicos e hice mi pasó por la multitud en la iglesia. Los ruidosos susurros siempre me seguían a donde quiera que fuera y hoy no era diferente. La señora Morrison podría haber estado hablando en un micrófono. Después de que ella me vio, los comentarios sobre mi vestimenta inapropiada en el funeral comenzaron. Ella se inclinó hacia sus compañeras y susurró: —Creo que Abigail Ford y Franklin tenían una relación «especial». —Tuvo las pelotas para citar en el aire cuando dijo la palabra especial—. Resulta que la chica ayudó a planear todo este servicio. ¿No crees que es extraño? Esa declaración fue recibida con exclamaciones y suspiros exagerados de las clones que la rodeaban. El grupo añadió sus propias especulaciones, lo que alimentó el rumor. Era como volver a escuchar el principio, donde todo comenzó, con estas tontas perras envenenando el agua. No sé cómo Nan se llevó bien con las damas. Nunca me pareció que ella alguna vez realmente encajara con ellas. Nan era alguien que aparecería en un funeral llevando su vestido de verano floral brillante en lugar de un vestido negro de funeral. No sé cómo lo hizo sin llamar toda la atención negativa que parecía atraer, o tal vez ella no llamaba la atención de forma negativa y no lo había sabido. Tal vez, estaba demasiada envuelta en mi propia autocompasión y mierda para notar que estas damas la lastimaron también. Había pensado mucho en ella cuando me vestí esta mañana. Su funeral fue el último al que asistí, hace más de cuatro años. Fue en

su honor que llevaba un vestido de verano de color coral que se cruzaba por mi espalda con una chaqueta de punto blanco de manga larga y sandalias de cuña en lugar del uniforme negro de luto de la mafia chismes. No porque me daba vergüenza o miedo. Sólo pensé que era más apropiado para la iglesia. Eran estas personas, estas desagradables mujeres de dos caras que predicaban su moral sobre la ciudad para todo el que quiera escuchar, que me molestaba más. Estas mujeres no vivían la vida que predicaban más que las personas que rechazaba sus ideas. Ellas sólo sabían cómo ocultar sus pecados mejor. Cuanto más las oía hablar, más me daba cuenta de que no estaban hablando de la vida de Frank. Todas sus historias o revelaciones eran acerca de sus intentos de asociarse con él. Querían hacerse a sí mismas las salvadoras de la vida de Frank sólo para llamar la atención. La verdad era que, aún con todos sus problemas, Frank Dunn era alguien que se extrañaría, aunque fuera sólo por mí. Las señoras «lo sé todo» de la iglesia en las escaleras eran sólo perras egoístas. Esas siempre eran la peor clase de perras. Entonces iba a tener un poco de diversión con estas mujeres. Encorve mis hombros y salí de la parte trasera de la iglesia, caminé derecho hacia el centro, donde la reunión del infierno estaba teniendo lugar. Antes de que pudieran recoger sus mandíbulas del piso o graznar un saludo falso, hablé primero, dejando que mi acento sureño fuese mucho más notable de lo habitual. —Buenas, hola a todas —empecé. Les sonreí a las dos mujeres que parecían ser las líderes del grupo. Mi voz goteaba tanta dulzura falsa, probablemente les hizo doler los dientes—. Muchas gracias por venir, sé que el señor Dunn habría apreciado que su amiga más querida. —Hice un gesto hacia la señora Garrith. —Y su novia de la escuela secundaria. —Hice un gesto hacia la señora Morrison—. Hicieran todo lo posible para presentar sus últimos respetos.

La señora Garrith me miró de arriba abajo como si yo llevara medias de red y borlas de pezón en lugar de un vestido simple y un suéter. Ella abrió la boca para hablar, pero intervení. —Honestamente, en el final, él no sabía si vendrían. Sobre todo ya que las tres que tienen historia con él. Las sonrisas de sus rostros se fundieron en ceño fruncido. Una de las otras damas de la muchedumbre cuestionaron esta nueva pieza de información dicha en voz alta. —¿Historia? —Ah, por supuesto. Ustedes saben la histori que estas damas y el señor Dunn tuvieron hace muuucho tiempo —le guiñe un ojo. —En realidad no pasó nada —protestó la señora Morrison mientras suavizaba el cuello de su vestido antes de mirar hacia abajo a sus pies. Ella sabía lo que venía después. Yo sabía todos sus secretos, y ahora ella sabía que yo era la persona equivocada para joder. —Oh, por supuesto, dijeron que en la escuela secundaria las tres han tenido bastante conexión con él. —Sus rostros palidecieron y la señora Garrith parecía cambiar de color—. Oh, no sean modestas, señoras. Es perfectamente natural querer experimentar a esa edad con sentimientos alternativos. Sentimientos alternativos era una frase que las señoras de la iglesia hicieron famosa cuando se hablaba de la inmoralidad de la homosexualidad. Frank había dejado salir esa poca información a Reggie un día, cuando la señora Garrith había ido para un cambio de aceite. Yo sólo lo escuché. —¡Abigail! —Alguien habló con falsa voz sorprendida y de vergüenza, aunque su voz dijo muy claramente que estaba muy entretenida por este pedacito de información. Mantuve mi sonrisa. Molestar a estos parásitos era más divertido de lo que había pensado. Estaba a punto de acabar con ellas con un poco de información privilegiada acerca de la señora Garrith usando orquídeas compradas en una tienda para entrar al festival de la flores, que, lo creas o no, probablemente habría sido considerado el mayor secreto de

todos cuando el reverendo abrió las puertas de la iglesia y nos dijo que era hora de encontrar un asiento. El servicio comenzó. Fui a la primera fila, pero no antes de mirar por encima de mi hombro a las mujeres visiblemente conmovidas. Volví a caminar, satisfecha de que Nan me hubiera regañado por castigar a las señoras de la iglesia en público, pero también sabía que hubiera estado conteniendo la risa. Me senté en la primera fila marcada «Reservado para la familia», pero ya que el señor Dunn no tenía ninguna que asistiera, imaginé que era un espacio que debía ser llenado. Había unos pocos murmullos por mi valiente decisión. El reverendo intentó hablar sobre el señor Dunn, pero me di cuenta que estaba luchando por encontrar algo positivo que decir acerca de un hombre que apenas conocía. Frank rara vez salía de su casa, y cuando lo hacía era sólo para trabajar en la tienda. Incluso entonces, pasaba el tiempo en la oficina, manteniendo las persianas cerradas. No era como si él incluso hubiera necesitado estar en la tienda, pero él tenía costumbre de ir de vez en cuando. Pagué sus cuentas, tanto de negocios como personales, y entre Reggie y yo, tuvimos a Taller Automotriz Dunn funcionando como una... bueno, como una máquina eficiente. El reverendo comenzó a hablar acerca de la vida, la muerte y las recompensas que se esperan en el cielo para los que vivieron sus vidas a la luz de Dios y el Buen Libro. Eso me hizo preguntarme: incluso si yo creía en Dios o la religión o el poder del «Buen Libro» si conocía a alguien que fuera calificado para entrar. No en Coral Pines. El reverendo pidió un momento de oración en silencio, inclinando la cabeza y cruzando las manos delante de él cuando parte del público hizo lo mismo. Yo también, pero mi mente no estaba en la oración sino en lo que iba a tener que hacer a continuación. Me sequé las manos sudorosas en mis muslos. Cuando el reverendo dijo «Amén», y la multitud lo imitó, él me hizo un gesto. Saqué la hoja de papel del bloc de notas amarillo arrugado en mi bolsillo y lo estiré en mi rodilla antes de subir por las empinadas escaleras hasta el púlpito. Era un salón lleno, y todos los ojos estaban puestos en mí. Probablemente estaban preguntando por qué demonios estaba allí.

Me aclaré la garganta y me quedé mirando el papel delante de mí. Mi párrafo inicial era acerca de por qué yo era la que estaba allí, explicando la naturaleza de mi relación con Frank. De repente, ya no sentí la necesidad de explicar nada a esta gente. No se trataba de ellos. Se trataba de Frank, un hombre que, en los últimos años, me ha ayudado más de lo que jamás alguien hubiera hecho. Había escrito las palabras de mi discurso, e incluso había practicado leyendo en voz alta en casa, pero por alguna razón, estaba teniendo un problema para leer ahora. En lugar de ello, decidí contarles lo que sabía del señor Dunn. Directamente desde mi corazón maltrecho y roto. Me aclaré la garganta de nuevo y tomé un minuto para recoger mis pensamientos. Cada pequeño movimiento de la audiencia en silencio hacía que los viejos bancos de madera gemir. Respiré hondo y comencé a hablar, el micrófono desafinado causado algunos ruidos sorprendidos de la congregación. Esperé un momento antes de continuar. Esta vez, el sistema de sonido cooperó. —No voy a pararme aquí y decir que Frank era un santo, porque no es verdad —empecé—. Era un hombre atormentado. Empezó con sus adicciones para adormecer su dolor cuando pensó que ya no tenía nada. Había un montón de veces en que, después de no haberlo visto durante días, iría a su casa y lo encontraría desmayado en el suelo. Lo limpiaba, sacaba sus cigarrillos, vaciaba los ceniceros y tiraba las botellas vacías. No le gritaba. No le decía lo mal que estaba. En su lugar, le decía lo mucho que su ayuda significaba para mí, la diferencia que hizo en mi vida. Entonces, le rogaba encontrar un camino para salir de su estado. Y él lo hacía, por varios días, a veces incluso un par de semanas. —Hice una pausa y sonrió. —Esas fueron unas maravillosas semanas. Hubo un montón de otras veces, en realidad, cuando me gritó y me maldijo por tratar de ayudarlo. Reí nerviosamente y el público se rió conmigo. Las puertas dobles en la parte posterior de la iglesia se abrieron. Una pequeña mujer rubia entró, y algunos se apartaron para dejarla pasar. Sostenía la mano de una niña pelirroja con largas colas trenzadas. Todo mi nerviosismo se disipó.

—Pero él tenía un lado bueno. Uno bueno de verdad. —Me alisé el pelo detrás de las orejas y me agarré a ambos lados de la tribuna para no perder el equilibrio—. El señor Dunn... —Mi corazón se retorció en mi pecho— Frank era una persona que cometió grandes errores, demasiados errores, y él lo sabía. También era un hombre que se derrumbaba bajo el peso de una tremenda tristeza. Tomé una respiración profunda —Pero sólo porque él había experimentado un gran amor. Cuando experimentas un amor tan grande como él lo hizo, es fácil dejar que la tristeza y la ira te consuman. Es más fácil dar la espalda a los que aún quedan y entregarte al entumecimiento. Invitó al dolor porque le ayudaba a recordar, solía adormecerse con whisky cuando todo se volvía demasiado. Una vez me dijo que él tenía miedo de olvidar a Marlena y Mason si alguna vez trataba de seguir adelante. A veces, él hablaba de ellos como si estuvieran en la misma habitación. Todo el mundo sabía de lo que estaba hablando. —Bien, todos ustedes han tenido sus propias experiencias con Frank. Algunas buenas, otras malas... Dios, unas horribles. Más risas de la congregación. La mujer rubia caminó por el pasillo y se sentó junto a la niña en el primer banco. La brillante sonrisa de la niña me instó a continuar. Yo le devolví la sonrisa. —Sólo puedo hablar sobre el Frank que conocía. Él fue el hombre que puso un techo sobre mi cabeza cuando yo no tenía uno. Él era la única persona aparte de mi abuela, que nunca me juzgó y nunca asumió lo peor de mí. Nunca me pidió explicaciones, incluso cuando yo le debía una. A su manera tranquila, él me aceptó en su vida sin dudarlo. En cierto modo, creo que estaba tratando de hacer las paces. Me salvó porque no pudo salvar a su esposa y a su hijo de la muerte, y no pudo salvar la relación con su hijo vivo. Frank nunca me hizo preguntas que sabía que yo no quería responder. Tomé una respiración profunda, mis ojos se llenaron de lágrimas mientras los recuerdos comenzaron a inundar mi mente de los últimos cuatro años. —Pero su gran amor no se había ido. Esto no murió con su esposa e hijo. Sobrevivió, en la forma en que sentía por el hijo que apartó, y en la forma en que se preocupaba por mí... por nosotras.

Hubo un murmullo en la parte posterior de la iglesia, cuando las puertas se abrieron brevemente, pero seguí adelante. —Su mayor arrepentimiento no fue la pérdida por la muerte, sino la pérdida de la vida. Frank amaba a su hijo, Jake, pero lo rechazó porque le recordaba a sus pérdidas y no sabía cómo ni por dónde canalizar todo el dolor. Contuve las lágrimas. Estas personas necesitan saber acerca de Frank, necesitaban saber quién era la persona por la que deberían estar de luto, no por ser reconocido como un ser raro. Mi voz era ronca, pero seguí adelante. —No voy a poner excusas por él, y ciertamente no estoy diciendo que bebía para olvidar cual era el camino correcto. Pero, es lo que pasó. Es su verdad. Frank murió lleno de arrepentimiento, pero ciertamente no estaba solo. Era un hombre que podían haberlo conocido como viejo Dunn, el señor Dunn o Frank... o incluso “Bubba,” para aquellos que jugaban al fútbol americano con él en la escuela secundaria. —Más risas—. Al final, sin embargo, no lo conocían en absoluto. Me di cuenta de que algunas de las señoras de la iglesia estaban presionando sus pañuelos en las esquinas de sus ojos, sus lágrimas parecían reales. Me alegró ver que había conseguido mi punto de vista. —Franklin Dunn era un hombre atormentado que vivió una vida turbulenta. Para mí, él era un amigo, una figura paterna en sus mejores momentos y alguien que quería ayudar cuando estaba en medio de su agonía. —Hice una pausa para tomar aliento. —No pude salvarlo —dije. Estaba conteniendo los sollozos que amenazaban con salir después de cada frase—. Pero me gusta pensar que le ofrecí una especie de consuelo en estos últimos años porque estoy segura como el infierno que él me lo dio. —Hubo algunos gritos de asombro por mi uso de la palabra «infierno» en la iglesia. Pero la mayoría de la gente parecía entender el punto al que estaba tratando de llegar. Miré de nuevo hacia la niña que estaba radiante en el primer banco, su pelo rojo cobrizo balanceándose sobre sus hombros con el movimiento de su cabecita llena de pecas. Su vestido era del mismo

color coral como del mío. Después de haber visto mi vestido, ella insistió en que coincidieran. —En realidad, me gusta pensar que le ofrecimos un poco de consuelo. —Ella me miró a los ojos. Esa mención, hizo que se arrastrara del regazo de la rubia y se saliera al pasillo. Corrió hasta el púlpito, dio un salto corriendo y se arrojó a mis brazos. Le di un apretón y le puse en mi cadera. La miré y le pregunté —Porque ¿cómo llamábamos a Frank, bebé? —¡Abuelo Fank! —exclamó. Toda la iglesia se rió de mi niña emocionada. —Así es, bebé. Lo llamábamos abuelo Frank. ¿Amas a tu abuelo Frank? —Sí, mami —dijo ella tímidamente, ganándose oohs y aahs de la multitud. Ella había derretido mi corazón todos los días de mi vida. Estas personas tuvieron suerte de captar una pequeña idea de lo que ella era capaz. Volví mi atención a la congregación. —Creo que deberíamos recordar a Frank por quién fue, no por lo que no fue. Él fue un abuelo para mi niña, uno que ella nunca va a tener. Él fue un amigo para mí cuando más lo necesitaba, y él fue un padre que amaba a su familia lo suficiente para que su pérdida lo destruyera. Amaba a su hijo Jake, más que nada. —Mi corazón dio un vuelco cuando dije su nombre, incluso después de todo este tiempo—. Y vivió con pesar cada segundo de cada día, hasta el mismo día de su muerte, por no arreglar lo que una vez tuvieron. Frank no pudo pasarse por alto por todos los presentes. Miré a mi niña y le di un beso en la frente. —Pero mi hija y yo seguro lo echaremos de menos. ¿No es así, Georgia? —¡Sip! —gritó y aplaudió con sus manos juntas.

Antes de que pudiera poner a Georgia abajo y caminar de regreso a nuestro banco, hubo otra conmoción en la parte posterior de la iglesia. Ambas puertas se abrieron de par en par y la luz cegadora del mediodía invadió el pequeño espacio de la iglesia con poca luz. Me tapé los ojos con mi mano libre para bloquear la luz. Mi hija hundió la cabeza en el hueco de mi cuello. Alcancé a ver a la persona que hizo la salida dramática. Un conocimiento se apoderó de mí. Sólo podía verle la espalda porque ya estaba a mitad de la escalera principal. Lo que vi detuvo el aliento en mi pecho. El familiar cabello rubio y el cuero negro fue todo lo que necesité. Las puertas se cerraron con un golpe fuerte. Hizo eco por toda la iglesia y sacudió las vidrieras. Una vez más, Jake se había ido.

Capitulo 22 Traducido por Shellan Corregido por Meghan Fray

Cuando el servicio había terminado, Jake se había ido hacía mucho tiempo. La triste realidad de todo era que, si no hubiera sido por Georgia, habría corrido tras él y salido directamente de la iglesia. Me alegré de no haberlo hecho. No necesitaba otra imagen de su bello rostro acechando todos mis movimientos. Tenía suficiente para durar toda la vida, tal como estaba todo. Incluso si hubiera tenido la oportunidad de hablar con él, ¿qué habría dicho? Él me odiaba porque dejé que me odiara. Porque era más fácil dejarle odiarme que lidiar con permitir que alguien que no confiaba en mí entrara en mi vida, o lo que pensé que hubiéramos tenido. El espacio vacío en mi vida que Jake una vez ocupó sólo se hubiera agrandado si él se hubiera quedado. Me salté el pastel habitual y el café que estaban sirviendo en la sala de reuniones después del funeral. Tess, la niñera de Georgia y mi ayudante en el taller, tenía que volver a la tienda para controlar un nuevo envío de las piezas, y no iba a exponer a Georgia a las habladurías del resto de la tarde. Le había dicho que si se portaba bien en la iglesia la llevaría a la nueva zona de juegos en la escuela primaria. Eso es exactamente lo que hicimos. Tess había sido un regalo del cielo desde que se mudó a la ciudad de Gainesville. 6elizmente se encargaba de Georgia en cada oportunidad que tuviera para pasar tiempo con ella, lo que me permitía más tiempo para trabajar en mis fotos.

Era bueno tener un amigo cerca de nuevo. Alguien al que podía confiar mi hija, de todos modos. Levanté a mi niña retorciente de su asiento del coche y la dejé en la hierba, sus pequeñas piernas moviéndose a máxima velocidad antes de que tuviera la oportunidad de ponerla en el suelo. —¡Ten cuidado, Georgia! —grité mientras ella se dirigía a los columpios y se levantaba en el que colgaba más bajo. Se aferró a las cadenas y pateó y pateó con sus piernas, pero el columpio no se movió. No iría a ninguna parte con esa velocidad. El patio estaba lleno de niños y sus familias. Me abrí camino a través de un mar de pequeña gente corriendo y gritando. Me agaché bajo un balón de fútbol perdido, zumbando al lado de mi cabeza. Me tomó el doble de tiempo para llegar a los columpios que a Georgia. Cuando llegué a ella, me detuve en seco. Bethany Fletcher, la madre de Owen, estaba empujando a Georgia en el columpio. Georgia estaba chillando de alegría. —¡Más alto... más alto! —gritaba. —No presencia.

demasiado

alto

—dije,

haciendo

que

notaran

mi

Bethany me hizo un asentimiento cortés. —Hola, Abby. —Sonrió un poco. Bethany llevaba una chaqueta de color beige claro con una blusa blanca y una falda a juego que fluía hasta la rodilla. Sus distintivos brillantes labios rojos ya no estaban. Ahora, solo eran brillantes y de colores neutrales. Su alguna-vez-severo moño había sido reemplazado por suaves y oscuras ondas que caían alrededor de su cara y hombros. Ella casi parecía humana. —¿Qué puedo hacer por ti, Bethany? —pregunté. Mantuve mi tono tranquilo. No necesitaba que utilizara la ira o la ansiedad que sentía en su presencia en mi contra. Antes de que pudiera responderme, Georgia interrumpió.

—¡Mami, la amable señora me empujó en el columpio! —¡Eso es fabuloso, bebé!— Esa niña podría hacerme sonreír por un accidente de avión—. ¿Por qué no pruebas el nuevo tobogán, bien? Mami te va a observar. —¡Sí! —gritó. Bethany mantuvo quietas las cadenas en del columpio para que Georgia podría saltar. Ella se echó a correr hacia su próxima aventura en el tobogán de color rojo brillante. —¿Podemos hablar? —preguntó Bethany. Sonaba esperanzada e incluso un poco amable, nada como la Bethany que había ordenado mi paliza cuatro años antes. Su voz era tranquila. No había odio que irradiara de ella. Sólo la había visto de pasada desde el día que retiró todos los principales cargos en mi contra. Sólo el cargo de posesión de marihuana se había mantenido. Pagué una multa de trescientos dólares y cumplí seis meses de libertad condicional. Fácilmente pudo haber retirado todos los cargos, pero manteniendo uno fue su manera de hacerme saber quién manejaba los hilos en Coral Pines. Lo sabía mejor que nadie. Suspiré y me senté en el banco frente a los columpios. Si Bethany quería hablar, Bethany iba a hablar. Diciéndole sí o no, nunca había hecho una diferencia con ella antes. Ella se sentó a mi lado. —He estado queriendo decírtelo desde hace años y nunca he tenido la oportunidad, la verdad es que no sabía cómo decirlo. No quería ir a buscarte porque no quería asustarte. —Se retorció las manos en su regazo y continuó con nerviosismo, cambiando su enfoque de sus pies a dónde Georgia estaba jugando—. Es sólo que... estoy tan cansada. Tomó un profundo suspiro y finalmente se volvió para mirarme a los ojos. —Estoy tan cansada, Abby... de todo. —Sus brillantes ojos verdes que solían lanzarme dagas, estaban ahora más suaves y llorosos. —¿Perdón? —He estado limpiando líos toda mi vida. Barriendo cosas bajo la alfombra, justificando un comportamiento horrible regularmente. No

sólo en mi trabajo, también en mi vida, en mi propia familia. Si hubiera sabido que estabas embarazada, habría tratado de detenerlo, también. Había pensado en eso y era la razón por la que escondí mi embarazo durante tanto tiempo como me fue posible. Nadie lo sabía hasta que Georgia ya estaba aquí. Ni siguiera había registrado el nombre del padre de Georgia en el certificado de nacimiento. —He terminado ahora. No voy a hacerlo más y no lo he hecho por mucho tiempo —anunció, como si fuera algo que había estado pensando un rato—. Sé que nunca podrías perdonar a Owen, y no te culpo. No puedo perdonarlo, tampoco. Nuestra relación no ha sido la misma desde que esto sucedió, si eso mejora las cosas. —Levantó la vista de sus manos hasta mis cejas levantadas, dándose cuenta de lo débil que sonaba—. Por supuesto que no. —¿Qué es lo que realmente quieres, Bethany? —Evitando la una a la otra durante cuatro años había sido totalmente tranquilo. —Sé que no lo merezco. No merezco nada después de la forma en que te traté, y deberías saber que estoy tan, tan apenada por eso, también. Ni siquiera reconozco la persona que soy ahora, y me enferma pensar en todas las cosas hirientes que hice a las personas en ese entonces, lo que hice para hacerte daño. Sacudió su cabeza como si estuviera sacudiendo los malos recuerdos de su cerebro. —Quiero llegar a conocer a Georgia —dijo. »Estoy dispuesta a trabajar por ello, para ganar tu confianza. Sé que nunca has salido a relucir quién es su padre, pero yo la vi con su niñera en el supermercado la semana pasada y conseguí verla detenidamente. Ella tiene esos ojos verdes de los Fletcher, aunque son un poco más brillantes que de todos los demás. —Se aclaró la garganta—. Me gustaría mucho tener la oportunidad para llegar a conocerla. Me quedé estupefacta al escuchar que ella quería tener algo que ver con Georgia y mi instinto de deshacerse ella de hace cuatro años bulló a la superficie.

Sin embargo, Bethany sí se veía cansada… herida incluso. La amargura de hace cuatro años había desaparecido y en su lugar estaba una mujer cuyos bordes afilados se habían suavizado y redondeado con el tiempo. Poco después de que el secreto de que yo había dado a luz salió a la luz, Owen había llegado al apartamento exigiendo ver a su hija. Cerré la puerta en su cara y llamé a la oficina de Frank en la tienda de al lado. Afortunadamente, lo encontré sobrio, y él me prestó su ayuda. En cuestión de segundos, había oído una pelea fuera y luego un coche saliendo del estacionamiento de grava. Frank no se acercó a verme después, esperó hasta que estaba de vuelta en su oficina antes de llamarme por teléfono para avisarme que el problema había sido solucionado. A la mañana siguiente, había una nota de Frank en mi escritorio sobre un nuevo sistema de alarma que se estaba instalando en el apartamento aquella misma tarde, y una arma cargada de calibre .22 en mi teclado. Owen nunca me molestó de nuevo, pero con mi arma de calibre .22 lista, deseé un poco que lo hiciera. —¿Quieres llevar a mi hija con Owen? —pregunté a Bethany. Traté de frenar el pánico en mi voz, pero sé que lo había oído. —No, no. Sólo estaré yo —me aseguró Bethany—. No le he dicho a nadie sobre esto, ni siquiera a mi marido. No te estoy pidiendo que la lleves a alguna parte, tampoco. Tal vez, podríamos encontrarnos en el parque, justo así, y yo podría jugar con ella para conocerla… un poco. Parecía como una mujer que estaba desesperada por formar una relación con alguien, una que no tomaría todo lo que tenía para evitar que cayera a pedazos. Bethany dejó escapar un suspiro largamente sostenido. —Sabes, traté de enviarlo al manicomio, pero el padre de Owen no estaba de acuerdo con la idea. En cambio, hice que Cole lo encerrara en una celda durante unos días para calmarlo después de que había tenido un ataque. Así es como llamamos su comportamiento,

de todos modos. Empecé a reconocer las similitudes entre mi hijo y mi marido. Jamie nunca ha sido un hombre amable. —Los ojos de Bethany se pusieron vidriosos—. Él es muy parecido a mi hijo. Creo que solamente es mejor cubriendo sus huellas. —Cruzó y descruzó sus piernas. No podía entender por qué ella me decía todo esto. —Si tuviera que precisar el momento cuando todo empezó a ir mal, diría que fue cuando Mason murió. —¿Mason? ¿Mason Dunn? —pregunté. ¿Qué tenía que ver el hermano de Jake con los Fletcher? —Sí. Crecieron juntos, prácticamente compartieron la cuna. Marlena era mi más vieja y más querida amiga. Creo que cuando murieron tanto Mason como Marlena, Owen comenzó a insolentarse. Culpó a todos y cada uno por la muerte de Mason, especialmente a su hermano, Jake. —¿Por qué? —le pregunté—. Fue un accidente. —Sí, bueno. Se suponía que Jake estaría con Mason esa mañana, pero era un adolescente y, probablemente, no quería estar en un barco en el medio del río, a las cinco de la mañana del domingo. Tan en manera típica de la adolescencia, que no se presentó en los muelles. Mason salió solo. Nadie sabe lo que ocurrió para que el barco se volcara. Las aguas debieron ser agitadas, pero nada más que de costumbre. Owen sólo asume que si Jake hubiera estado allí con él, entonces tal vez Mason seguiría vivo. —O ambos podrían haber muerto —dije. Por lo menos ahora sabía por qué Owen y Jake se habían odiado desde el principio. Ese odio no había empezado conmigo. Solo lo incrementé. —Ya lo sé. Pero Owen no podía verlo de esa manera. Me sentí tan impotente, él se hacía tanto daño. En vez de conseguirle ayuda para superarlo, justifiqué su comportamiento. Yo lo permití. En lugar de hacerle ver que estaba equivocado, hice excusas. —Me regaló una sonrisa triste—. Ayudé a convertirlo en lo que es. —¿Ha hecho daño a alguien después de mí? —Era algo que me preguntaba casi todos los días.

Cuando ella asintió con la cabeza, casi me caí de la banca. Me agarré el estómago. —La chica Preston. Stacy, creo que era su nombre. Owen le puso un ojo negro y la maltrató un poco. También pensamos que podría haber hundido al barco camaronero de los Preston, pero él lo niega, y no tienen ninguna prueba. —Se limpió las manos en su falda—. Nada comparado con lo que te hizo, sin embargo. No. Nada se comparaba. Se aclaró la garganta. —Sé que esto no significa nada para ti, Abby, pero creo que estás haciendo un gran trabajo como mamá, un trabajo mucho mejor del que yo he hecho. —Los ojos de Bethany habían comenzado a ponerse vidriosos. ¿Se estaba congelando el infierno, o Bethany Fletcher, ex mano derecha de Satanás, realmente estaba a punto de llorar? Y delante de mí, por increíble que parezca—. ¿Es Owen su padre, Abby? Quiero decir, sé que estabas viviendo con Jake por un tiempo... Era el momento de decírselo a alguien. Ni en un millón de años habría soñado que sería Bethany Fletcher. Pero pasaba que era ella la que estaba preguntando. —Cuando me enteré de que estaba embarazada, estaba segura de que era de Owen, pero entonces ella había nacido con los brillantes ojos azules, y pensé por un segundo que había una posibilidad... — Sacudí la cabeza y me reí—. No tenía conocimiento. No sabía que la mayoría de los bebés que nacen con ojos azules cambian de color con el tiempo. Un día estaba mirando a mi bebé de seis meses de edad y sus ojos eran tan verdes como la maldita Ciudad Esmeralda. Fue entonces cuando abandoné toda la esperanza de que fuera de Jake. —Era difícil de admitirlo en voz alta. —Oh, Abby —dijo Bethany—. Debió haber sido difícil para ti. Asentí con la cabeza. —Todavía lo es. —¿Pensarás por lo menos en dejarme a llegar a conocer a mi nieta, en darme una oportunidad?

—No puedo prometerte un sí o un no, pero puedo prometerte que lo pensaré —le dije. Bethany pudo haber estado dispuesta a dejar ir a la persona que era, pero yo no podía olvidarlo tan fácilmente. Esa persona me causó demasiado dolor como para darle otra oportunidad y un pase libre para formar una relación con mi hija. —Eso es todo lo que pido. —Se levantó de la banca para irse—. Gracias. —Fue dicho tan suavemente que apenas podía oírla encima de los padres llamando a sus hijos de los bancos al lado de nosotras—. Gracias —repitió y se alejó. ¿Acabo de acceder a pensar en dejar que la mujer más malvada que he conocido tenga una relación con mi hija, simplemente porque ya no parecía el diablo y había lanzado algunas palabras que sonaban sinceras? Al parecer, lo hice. Suspiré y miré a Georgia, que estaba mostrando a un pequeño niño de pelo castaño cómo posicionar sus pies por delante de él antes de que se deslizara por el nuevo tobogán brillante. —¿Hey, Bethany? —¿Sí? —Se dio la vuelta, sus mejillas se sonrojaron. —Sabes lo que Owen me hizo. Sabes lo mucho que me hirió. Pero lo que no has dicho es cómo lo sabes. Su rostro palideció. —Abby... —Comenzó a decir, su voz estaba temblorosa e insegura—. Owen estaba en muy mal estado después. —Él no era el único. —Condujo por dos pueblos y llamó a Cole. Cole me llamó. Lo siento tanto. —Negó con la cabeza—. Ayudé a Cole a traerte a casa esa noche. —Las lágrimas corrían por su rostro. Y entonces ella se había ido.

Capitulo 23 Traducido por Alisson* Corregido por Meghan Fray

Traté de no pensar en Bethany y su petición esa noche, o la revelación de que ella tenía mucho más que ver con el encubrimiento de la conducta enferma de Owen de lo que había pensado inicialmente. Pero, le dije que pensaría lo de dejarla conocer a Georgia y lo dije en serio. No lo haría de inmediato. Tenía otros asuntos en mi mente. Alto, rubio y con vestimenta de cuero, específicamente. La situación con la casa también había cambiado. Tenía eso en mi mente más que cualquier otra cosa. Después de que la casa de Nan hubiera sido embargada, estuvo vacía durante años ya que la economía continuó cayendo. Con el tiempo, en algún momento el banco se vendió a inversores que la compraron y la convirtieron en una empresa de administración de propiedades para encontrar un inquilino. Cuando pasé por la ventana de la oficina de bienes raíces de Matlacha y vi el revestimiento rosa familiar y las persianas blancas en su ventana, me encontré en el interior firmando el contrato en ese mismo momento. Después de un par de llamadas telefónicas a su dueño, aceptaron mi cheque y me entregaron las llaves. Ni siquiera tuve la oportunidad de decirle a Frank de la casa antes de morir. Sabía que él hubiera estado muy feliz por nosotras. Georgia y yo nos habíamos oficialmente trasladado en unos pocos días. Todavía había cajas apiladas en la esquina de su habitación de las que no había tenido oportunidad de desempacar. En realidad, había cajas que no había desempacado en cada habitación.

Me di una ducha en el baño de Georgia antes de probar la cama en la misma habitación donde antes Nan amablemente me había dado el cerrojo que solicité la primera noche para quedarme con ella. Me había sentido segura allí, como si mi corazón finalmente pudiera estar calmado y silencioso. Ahora, la foto enmarcada encima de la cama de mi niña hizo que mi corazón dejara de latir y mi estómago se retorciera. Me gustaría que no me hubiera pedido que lo colgara por ella. Unos meses antes, había estado sentada en el sofá del apartamento ordenando algunas fotos antiguas de mi caja de desperdicios cuando Georgia apartó los dibujos animados que estaba viendo y preguntó si ella tenía un papá. No tenía idea de cómo responder a eso. Decirle a ella acerca de Owen estaba fuera de cuestión. Estaba tratando de averiguar la forma correcta de decirle que en realidad no tenía un papá cuando ella sacó una foto de la parte inferior de la caja que estaba ordenando. —Mami, ¿es mi papi? —había preguntado, sosteniendo mi foto favorita de Jake. Él estaba en su moto, con un cigarrillo colgando de su boca. Se había estacionado en el aparcamiento y empujado sus gafas de sol a la parte superior de su cabeza. No estaba sonriendo, pero no había infelicidad allí. Capturó exactamente quién era. Mi corazón se agitó con solo mirarlo. Casi había olvidado el efecto que tenía en mí. Casi, pero no del todo. Mi infancia había sido construida sobre mentiras y desconfianzas. En ese momento decidí que no iba a continuar ese ciclo con mi hija. —No, hija, no lo es —respondí—. Sin embargo, desearía que así fuera. —Mis ojos se humedecieron. —No llores, mami. Podemos fingir que sí lo es. ¿De acuerdo? —¿Fingir? —pregunté. Georgia tenía una gran imaginación. —Sí. Sólo fingiremos que es mi papi. No podía decir que no a esos brillantes ojos verdes.

—De acuerdo, pero ¿quieres fingir, hija? Él no es tu padre. En realidad no lo es. Ella miró la foto y luego a mí, sonriendo como si acabara de saquear un camión de helados. También perdió todo interés en saber algo más sobre quién era su padre. Estaba satisfecha con su nueva fotografía y la promesa de un juego que podríamos jugar juntas. —Sí, mami. Sólo fingiremos. —Entonces, se fue corriendo a su habitación con la fotografía en su mano. No fue hasta que cambié las sábanas de su cama un par de días más tarde, que me di cuenta de que la había mantenido bajo su almohada. El día que nos mudamos a la casa de Nan solicitó un marco para su foto y anunció que quería que la colgara sobre su cama. No quería hacerlo. Tomó el fingir un poco demasiado enserio para mi gusto. Pero, la imagen se quedó y cada noche, cuando ponía a Georgia a dormir me encontraba cara a cara con lo que casi había sido. Antes de empezar a hacerle frente a las cajas de la cocina, me puse los pantalones cortos y una camiseta sin mangas. Estaba en necesidad de un poco de consuelo, así que me puse mi vieja sudadera con capucha negra encima. Me pregunté qué habría dicho Nan si hubiera visto todos los cambios que su pequeña casa había sufrido. Estaba triste de ver que los viejos aparatos de color aguacate y armarios blancos se hubieran ido, pero no iba a quejarme de los estantes de acero inoxidable y de la resistente madera que había tomado su lugar. Los suelos de linóleo manchados y rasgados también habían sido reemplazados por una dura madera oscura en distintas tonalidades. La casa de Nan, incluso nueva y mejorada con su reacondicionamiento paisajístico y una nueva capa de pintura, todavía se veía como la casa de Nan... simplemente mezclada como un anuncio de una revista de decoración. Salí de la casa por las puertas trasera de vidrio corredizos. El inversionista había arrancado la malla que lo protegía y construyó un espacio para la nueva cocina al aire libre con una terraza de ladrillo pavimentado, con una artística parrilla, mini-nevera, zona de lavabo y encimeras de granito. Pero la vista era tan espectacular como siempre, con los manglares flotando sobre las oscuras aguas del río Pines Coral. Parecía ser la única cosa que quedaba completamente sin cambios.

Abrí la parrilla y busque a tientas la llave que había pegado en el interior de la campana. La usé para abrir la cerradura de la gaveta debajo de la parrilla con la intención de sacar las herramientas de la cocina. No encontré ninguna herramienta. Saqué la vieja caja de estaño que escondí el día que nos mudamos. La caja por encima había sido garabateada y pegada con cinta adhesiva más veces de las que podía recordar. Contenía una pequeña pipa de vidrio de color amarillo, un encendedor y una bolsa de marihuana. Había tratado de ser una de esas mujeres que tenían un vaso de vino al final del día. Nunca había desarrollado un gusto por eso. Había comprado un par de sillas reclinables de plástico en una venta de garaje para ponerlas en el patio. Las sillas, además de dos camas y un colchón para Georgia y un colchón con un soporte para mi habitación, estaban todos los muebles que teníamos. Había planeado la semana anterior comprarme una verdadera cama, junto con un sofá y una mesa para el salón en el marcadillo y en gangas. Mis planes para más muebles se arruinaron cuando Frank murió. Lo había estado llamando a lo largo de todo ese día para contarle que había alquilado la casa de Nan, y para decirle que tardaría en llegar a su tienda de comestibles un poco más de tiempo que lo normal. Después de dos horas sin ninguna respuesta, tenía una sensación de que algo estaba mal. Llegué a su casa y golpeé la puerta principal. Cuando no respondió, forcé la puerta... que ya estaba sin seguro. Tan pronto como entré en la casa, ya sabía que estaba muerto. Parecía irradiar un escalofrío por toda la casa. Y el olor reforzaba eso. Encontré el cuerpo de Frank arriba, en el cuarto de baño de invitados. Estado sentado, completamente vestido, en una bañera sin agua de azulejos color rosa, sosteniendo en una mano el marco de una fotografía y una botella vacía de whisky barato en la otra. Tenía los ojos

cerrados y si no tuviera la sensación de muerte a mi alrededor, sólo hubiera pensado que estaba durmiendo. Bajé las escaleras para usar el teléfono y llamé a la oficina del sheriff. Esperé arriba, sentada al lado de Frank en la alfombra de baño en el piso. Él había estado solo durante mucho tiempo. No quería que él se fuera solo. Se sentía mal que vinieran a recogerlo con la botella en la mano así que la saqué de su mano y la puse sobre el mostrador. Durante unos minutos, me preocupé sobre lo que debía hacer con el marco de la fotografía descansando sobre su pecho, que tenía en la otra mano. Finalmente decidí no arriesgarme a que se perdiera cuando lo movieran. Le prometí entonces que me aseguraría que el marco fuera enterrado con él. Levanté el codo ligeramente y moví el marco. Me senté de nuevo en la alfombra y encendí la luz para ver el marco. Era uno de esos marcos divididos que portaba tres imágenes. La primera era de Jake, parecía ser tomada después de la secundaria. Se veía un poco más joven de lo que lo recordaba y su pelo estaba muy corto. Con una sonrisa despreocupada en su rostro y con una caña de pescar en una mano y en la otra sostenía el extremo de su línea de pesca con una enorme carnada colgando del gancho. La fotografía me emocionó y sonreí para mí. Me encantó ver que él había sido feliz alguna vez con su familia. Su vida no siempre había girado en torno a la maldad, algunas veces no parecía que hubiera habido muchas cosas buenas en esa casa. La imagen central era de Marlena y Mason, había visto la misma imagen en un escritorio en la oficina de Frank. La última foto me tomó por sorpresa. Era yo. Estaba sentada en el sofá de cuero gastado de la casa, con Georgia recién nacida. Estaba sonriendo, pero se podía ver miedo en mis ojos. Frank había tomado la foto con mi cámara en el día en que saqué a Georgia del hospital para llevarla a casa. La tenía impresa y colgada en la nevera del apartamento. No tenía idea de que Frank tuviera una copia, o cómo la había conseguido. Esto me dijo todo lo que necesitaba saber acerca de lo importante que habíamos sido para él.

Tenía la esperanza de que hubiera muerto sabiendo lo importante que era para nosotras. Frank tenía las tres imágenes metidas en la chaqueta del traje, cuando fue enterrado, junto con una foto de Georgia que tomé para él. Me aseguré de ello. Encendí la pequeña radio y seguí en el patio con mi estación favorita del país, manteniendo el volumen bajo para no despertar a Georgia. Me desplomé en una de mis usadas sillas y llené un tazón. Me senté e inhalé el humo, saboreando el calor familiar en mis pulmones. Lo sostuve todo el tiempo que pude antes de exhalar tanto por la nariz y como por la boca. Disfruté del momento y permití que mi mente fuera a la deriva a la persona por la que me esforzaba en no pensar. Seguí el diseño del colgante de metal alrededor de mi cuello. Nunca había sido capaz de decidirme a quitarme la maldita cosa. No podía dejar de pensar en lo buen padre que Jake hubiera sido para Georgia. Si se hubiera quedado ese día, no creo que me hubiera decidido quedarme con ella ese día. El pensamiento hizo que mi corazón se apretara en mi pecho. Definitivamente no iba a quejarme por eso. Georgia era lo mejor que me había pasado y me negaba a pensar en un mundo sin ella. Me levanté de la comodidad de mi silla por el sonido de pasos pesados en la hierba junto a la casa. El pequeño patio sólo estaba iluminado en el espacio en el que estaba, pero se proyectaban sombras sobre todo lo demás. —¿Quién está ahí? —Tan pronto como las palabras salieron de mi boca, supe la respuesta. Se quedó tan quieto como una piedra, a pocos pasos del patio. Oí el sonido familiar de su encendedor Zippo y vi el resplandor rojo del final de su cigarrillo. Estaba congelada en mi silla. Abrí la boca para hablar y no salió nada. —Hola —dijo. Su voz familiar era como un consuelo que no había sentido desde que se fue. Respiré profundamente y reuní el suficiente valor para hablarle.

—Hola —respondí, haciendo mi mejor esfuerzo para mantener mi voz estable—. No tienes que esconderte de mí en la oscuridad, ya sabes. Podrías salir herido. —Reuní tanta falsa confianza como pude, pero por dentro estaba temblando como un mezclador de pintura. Jake salió de las sombras oscuras a la luz. Y la fotografía de la pared de arriba de Georgia era nada comparada con lo real. Todavía estaba vestido todo de negro, pero los músculos debajo de su camiseta que se apretaban eran más grandes de lo que recordaba. Se tensaban contra la fina tela. —¿Ah, sí? —preguntó—. ¿Cómo vas a hacerme daño? Él se estremeció al darse cuenta de lo que había dicho. Fingí no darme cuenta. —Con esto —dije mientras sacaba mi .22 de mi bolsa de playa. —Vaya. ¿Estás armada ahora? —Parecía divertido—. Déjame ver esa cosa. —Se la entregue y la examinó cuidadosamente, dándole vueltas en su mano—. Bonita. Sabes que no debes entregar tu pistola a alguien sólo porque te la piden, ¿verdad? Podrías resultar ser herida. —¿Ah, sí? —pregunté, usando sus palabras—. ¿Cómo vas a hacerme daño? Él se echó a reír. Tenía el pelo más largo de lo que estaba cuando se fue. Su rostro era rudo y parecía más viejo de los cuatro años que habían pasado. Pero sus ojos eran tan azules e increíbles como siempre. Tuve que apretar las piernas para librarme del cosquilleo que estaba pasando por todo mi cuerpo. —Tal vez , entregarte mi arma es parte de mi plan de defensa. Se las doy a la gente y les pido que la sostengan por mí. Esto los distrae mientras me escapo. Por primera vez en más de cuatro años, la sonrisa que había estado viendo en mis sueños estaba ahora justo en frente de mí. Casi me caí. Tenía diecisiete años de nuevo.

—Probablemente debería tener un plan B, si fuera tú —dijo, empujándose el pelo detrás de su oreja. Me gustaba su pelo más largo. Hacía calor... y me estaba poniendo caliente. Demasiado caliente. Me quité la sudadera y la tiré en la silla junto a mí. La brisa de la noche me besó la piel, y suspire de alivio. —Eso está mejor —murmuré. —¡Bee! —exclamó Jake. Sus ojos se abrieron como platos. Mi corazón se agitó cuando le oí decir de nuevo mi apodo. —¿Qué? —pregunté, con la esperanza de que no hubiera notado mi pipa. —Tu brazo. Mierda, te lo hiciste. —Se acercó y justo antes de que estuviera a punto de tocarme se retiró—. Es jodidamente increíble —dijo en voz baja. Mis tatuajes. Estaba sorprendido por mis tatuajes. Después del nacimiento de Georgia, me decidí a hacerme la manga que Jake y yo habíamos hablado. Empezaba en mi hombro y bajaba por el brazo derecho, terminando en mi muñeca. Había pasado horas y horas en la silla de tatuajes para hacer una recreación de una de mis fotos favoritas del atardecer que me había tatuado en mi hombro, seguido por el ángel de la muerte en una motocicleta por mi bíceps. Debajo de eso estaba la pintura de miedo que tanto amaba, y en mi antebrazo estaba la cita de Hellen Keller que había usado para describir lo que sentía por Jake. La serpenteante letra se detenía justo antes de mi muñeca. Cada línea y marca de mis cicatrices se había utilizado como parte del diseño. Cuando la gente me miraba, encontraba las marcas que había elegido para mí, no las marcas de otros habían forzado sobre mí. Me había liberado. Deseé que Jake hubiera estado allí para ver lo que había hecho. —¿Por qué no tocaste el timbre? —pregunté mientras me entregaba mi arma. Comprobé para asegurarme de que el seguro estuviera puesto antes de colocarlo de nuevo en el bolsillo de mi bolso. Aún estaba sorprendido por mi tatuaje.

—No eres más que... joder. —Se pasó la mano sobre la boca y la barba , mirando hacia la casa se puso serio—. Ah, no quería despertar a... —Georgia. —Terminé por él. —Georgia —repitió—. Como tu Nan. —Asentí con la cabeza, feliz de que recordara el nombre de Nan—. Ella es linda. —No parecía enfadado o molesto cuando lo dijo. Él sólo parecía cansado. —Sí, lo es —dije con orgullo. Estaba agradecida que él no tocara el timbre y la despertara. Me sorprendió que su moto no lo haya hecho, aunque no la había oído, tampoco—. ¿Manejaste hasta aquí? —No —dijo—. La dejé en el apartamento. Caminé. —¿Desde tan lejos? Jake se encogió de hombros y dio una larga calada a su cigarrillo. Movió su pie de un lado al otro, soplando el humo por la nariz. —Siéntate. —Le di unas palmaditas al asiento vacío a mi lado—. ¿Quieres fumar? —Le entregué la pipa mientras se sentaba. Dudó al principio, buscando algo en mi cara. No tenía ninguna duda de que él se preguntaba cómo podíamos estar haciendo esto. Después de todo, el hombre acababa de perder a su padre. Era lo menos que podíamos hacer el uno por el otro. Jake se dejó caer en la silla, encendió la pipa e inhaló. Me acerqué a la nevera y saqué dos Coronas y le entregue una. Y al igual que antes. El silencio. No puedo decir que fuera tan cómodo como siempre había sido. Pero era lo más cercano a como era antes, dadas las circunstancias. Su rostro se suavizó después de unos minutos y sabía que él podía sentirlo también. —Siento mucho lo de tu papá —dije, tomando la pipa y encendiéndola para volver a fumar. Me temblaban las manos. Estaba

casi tan nerviosa como la primera vez que nos quedamos solos. Tenía que estar drogada para estar tan cerca de él. Jake negó con la cabeza. —Parece que decírtelo a ti. Tus palabras me dieron un cierre que no pensé que encontraría. Alguna vez. Supongo que había oído mi elogio. —Sí, bueno... me ayudó cuando nadie más lo hizo, y, sinceramente, no sé dónde estaría ahora sin él. —Me escuché y esperé que no lo tomara como un insulto. Desde luego, no había querido que fuera así. —¿Cuánto tiempo has estado aquí? —Hizo un gesto hacia la casa. —Pocos días. —Y antes de eso, ¿estabas...? —Sus preguntas cautelosas, como si estuviera tratando de averiguar algo.

eran

—En el apartamento de la tienda. Tu padre me dejó quedarme allí cuando se enteró de que había estado durmiendo en el camión. — Las palabras se deslizaron fuera y al instante lo lamenté. Jake se inclinó y puso su cara sobre sus rodillas, sus manos ahuecaron la parte posterior de su cabeza. —¿Por qué diablos estabas de nuevo en el camión? — preguntó. Cuando alzó la cara, estaba enfurecido. —No tenía otro lugar a donde ir —dije con firmeza. Pero, Jake parecía torturado de una manera que no veía desde hace años. —Cuando yo... —Se detuvo, como si estuviera pensando en estas cosa por primera vez mientras las decía ahora. Su tono se suavizó—. Cuando me fui, no quise decir que tenías que dejar el apartamento. Podrías haberte quedado allí para siempre. —Sí, bueno, fueron sólo unos pocos días. Y nadie más recibió una mamada en capó en ese tiempo. —Eso rompió la tensión un poco y los dos nos reímos—. Entonces, tu padre me dejó una nota en la

camioneta. Me llamó vagabunda y me dejó un enorme juego de llaves del conserje para usar la casa y su camioneta . Jake se veía más tranquilo por esto último. Se relajó y dejó caer la cabeza hacia atrás en la silla. —Vi tus postales. Durante los últimos dos años, había estado vendiendo mis cuadros de paisajes como postales en las tiendas de regalos de la ciudad. Estaban vendiendo bien y hace poco una de mis tarjetas que más se vendió fue elegida para un calendario estatal. No iba a hacerme rica. Pero con eso, además de mi trabajo en la tienda, podía cuidar de mi bebé y de mí. Eso era todo lo que importaba. —¿Dónde lo viste? —Reggie. —Se volvió hacia mí—. Me envió un enchufe que necesitaba para arreglar mi moto. Cuando abrí la caja, estaban tus tarjetas. Metió diez o doce de ellas ahí. Ni siquiera tuve que ver la firma en la esquina para saber que eran tuyas. —Oh. —Son jodidamente hermosas, Bee. No sabía qué pensar de eso. —Gracias. —Casi podía sentir mi corazón reviviendo con cada palabra que decía. Al poco tiempo, deseé volver a donde estábamos hace cuatro años, deshaciéndome en sus manos. No podía escuchar lo bueno que era para mí. Quería que me gritara, que fuera cruel conmigo gritándome si tenía que hacerlo. Hubiera sido mucho más fácil que dejarlo ir de nuevo si él me hubiera odiado, si él me odiara. En cambio, sus amables palabras causaban tantos conflictos en mi interior. Estaba tan distraída con Jake que no escuché que se abría la puerta corrediza de cristal. Cuando la mirada de Jake se amplió y se centró más allá de mi silla, sabía que alguien estaba detrás de mí. Me volví para ver a Georgia, de pie en el patio, frotándose los ojos con los puños. Su camisón estaba escondido en su ropa interior y su muñeca favorita Raggedy Ann, estaba siendo estrangulada en el hueco de su brazo.

—Georgia, nena, ¿qué haces despierta? Se acercó y se sentó en mi regazo, casi me derribó con ella. Me alegré de que hubiera puesto la pipa en su escondite. Puede que no haya sido una persona perfecta, pero hacia mi mejor esfuerzo para mantener las apariencias. —No podía dormir. —Se movió en mi regazo hasta que estuvo de espaldas a mí. Ella ni se dio cuenta de nuestro invitado hasta que dejó de retorcerse—. ¿Mami? —Tiró de mi camisa y se refirió a Jake. —Georgia, él es un viejo amigo de mami. Se trata de Jake. — Para mi sorpresa, Jake le tendió la mano y ella inmediatamente la tomó. —Encantado de conocerte, Georgia. —Él la miró con cautela. Ninguno de ellos alejó sus manos del otro. Los dos estaban sonriéndose, como si estuvieran compartiendo un secreto del que no sabía. El saber sobre el fingimiento que habíamos hecho con su fotografía, me puso nerviosa sobre lo que sucedería después. Dejó mi regazo y se arrastró directamente hacia Jake, como si lo hubiera hecho cientos de veces antes. No parecía importarle. La estudió como si fuera un rompecabezas que estaba tratando de resolver, mientras subía por su cuerpo . Georgia se acurrucó cómodamente sobre el pecho de Jake con su cabeza situada en el hueco de su brazo antes de que pudiera detenerla. —Nena, ¿por qué no dejas que nuestro huésped se relaje en su silla, y dejas que te lleve de nuevo a la cama? —dije con cuidado—. Hay que volver a dormir. —Pero, mami —dijo mientras sus ojos se iluminaron—. No puedo ir a dormir ahora. ¡Papi está aquí! A la mierda mi vida.

Capitulo 24 Traducido por Apolineah17 Corregido por Meghan Fray

Metí a Georgia de nuevo en su cama y le canté para dormir. ¿Canciones de cuna? No para mi hija. La canción de la noche, por petición suya, había sido “Bennie and the Jets” de Elton John. Esa fue definitivamente culpa de Frank. Le había dado un iPod en Navidad el año pasado, lleno con sus canciones favoritas de su colección de discos. Hice mi mejor esfuerzo, pero no era Elton. Dondequiera que Frank estuviera ahora, sabía que se estaba riendo de mí. Jódete, Frank. Jake estaba apoyado en la encimera cuando regrese a él. Tenía las piernas cruzadas en los tobillos, los brazos cruzados frente a él y una enorme sonrisa de satisfacción en su rostro. —¿Qué? —pregunté. —Buena canción —bromeó. Sentí enrojecerse mis mejillas. —Es culpa de Frank. Él y su maldita colección de discos. — Reí—. He intentado sólo ponerle música en la noche, pero insiste en que cante para ella. —Chica lista.

—Chica mimada. —Miré alrededor de mi vacía sala de estar, de repente avergonzada por mi falta de muebles—. Te ofrecería un asiento, pero no hay ninguno. —Sí, me di cuenta —dijo, mirando alrededor del espacio vacío. —Las sillas del patio son bastante por ahora, en lo que a muebles se refiere —dije. Jake asintió. Me di cuenta de que mientras estaba interactuando conmigo, su mirada nunca se desplazó más allá de la puerta de la habitación de Georgia. —¿Cuántos años tiene? —Tres —respondí. Pasé a su lado por las puertas corredizas de cristal. Él me siguió de nuevo afuera hacia el patio y regresamos a nuestras sillas. —Tres, ¿eh? —Jake me miró escépticamente y tomó un trago de su cerveza. Sus codos descansaban en sus rodillas—. ¿La estás criando sin su padre? Ni siquiera vacilé. —Ella no tiene uno. —Era la verdad. Por mucho que odiara decirlo, nunca habría un padre en la vida de mi pequeña niña. —Puede que no lo haya puesto atención en la escuela —dijo Jake—, pero recuerdo educación sexual bastante bien, y se requiere tanto de un hombre como una mujer para hacer uno de esos. —Hizo un gesto hacia la casa con su cerveza. —Hacer un niño no hace a alguien un padre —le dije. Deseé que mi cerveza fuera whisky. Esta era una conversación que la cerveza no podía manejar. Se removió para meter una mano en su bolsillo y sacar su encendedor, encendió un cigarrillo y asintió. —¿No es esa la maldita verdad? —Soltó el humo y se rascó el puente de la nariz—. Sabes, ni siquiera sabía que tenías una hija hasta que la vi correr hacia ti durante tu discurso hoy. Negó con la cabeza.

—Fue la sorpresa de mi jodida vida. —Pasó nuevamente una mano sobre su barba de candado. El gesto era tan familiar. Me trajo un poco de consuelo estar en su presencia después de todos estos años. Me recordó al Jake del que me había enamorado—. Ojalá lo hubiera sabido, Bee. Quiero decir, ella se parece un poco a mi mamá cuando tenía su edad. A excepción del cabello rojo. Esa parte es toda tuya. Malditamente increíble. Jake siguió hablando, pero yo había dejado de escuchar. Entre lo que Georgia había dicho acerca de papi estando en casa y mis comentarios sobre los padres siendo más que una persona que hacía a los niños, Jake de alguna manera pensaba que Georgia era su hija. —Eh, espera. No, Jake. —Traté de no ser insensible al respecto. —No, Jake, ¿qué? —No, Jake, ella no es tuya. Se sentó inmóvil por un momento, dejando asimilarlo un poco. Luego se puso de pie, como si se estuviera preparando para la guerra. Todo en sus hombros cuadrados decía que estaba listo para una pelea. Gritó una serie de malas palabras en el aire y lanzó su cerveza al río. Después, se dio la vuelta y con un golpe de su brazo volcó la pequeña mesa de metal entre nosotros, enviándola a rodar sobre la hierba. —Explícame cómo ella no es mía, Abby. —Simplemente no lo es, ¿de acuerdo? —Me puse de pie y empecé a alejarme, pero en unas pocas zancadas largas él había cerrado la distancia entre nosotros. La casa me impidió ir más lejos. Me di la vuelta y lo encontré elevándose sobre mí. Él levantó los brazos y presionó las manos contra la pared a cada lado de mi cabeza, su enorme figura acorralándome. Presionó su pecho contra el mío. Me sorprendió cuando se inclinó hacia mí y hundió su rostro en mi cabello mientras inhalaba profundamente. Se quedó allí, respirándome, hasta que recordó su enojo. —¡Mierda, Bee! —Su mirada se encontró con la mía. Su embriagador olor llenó mis fosas nasales. Estaba excitada por ello. No había forma de negarlo. Nunca me había sentido atraída por nadie más que por Jake. Años, décadas, incluso siglos podrían pasar y él seguiría

siendo así para mí. Lo tomaría enojado o triste, y había algo definitivamente loco y ardiente en el Jake enojado en ese momento—. Explícame cómo tu hija, quien luce como mi mamá, quién tiene tres jodidos años, no es mía. —¿Por qué siguiera te importa? —espeté. Traté de salir de la jaula que él había creado, pero presionó sus caderas contra las mías para atraparme. Mantuve mi expresión dura, pero el contacto envió rastros de calor por mi espalda. Mi rostro se sonrojó. —Sólo responde la maldita pregunta —gruñó en mi oído. Su boca estaba a sólo un respiro de distancia. Una parte de mí quería pasar las manos por su cabello y otra parte de mí quería darle un rodillazo en la entrepierna sólo para mostrarle quien era yo ahora, lo fuerte que me había convertido mientras él se había ido. Hablé lentamente y evité que mi voz temblara. —Tienes ojos azules, ¿verdad? —Asintió—. Y yo tengo ojos azules, ¿no? —La confusión comenzó a reemplazar la persistente ira escrita en las líneas de su frente—. ¿Viste a Georgia, Jake? ¿Viste el color de sus ojos? —Verdes —susurró. Sus hombros cayeron de su posición imponente y se alejó de mí. Se dejó caer en una silla y su cara cayó en sus manos—. Y nosotros usamos protección, así que por qué diablos ella sería mía. —Sonó derrotado. Me di cuenta de lo doloroso que esto era para él en ese momento. —Lo investigué. Dos personas con ojos azules sólo tienen hijos de ojos azules —dije en voz baja. Recordé como, incluso un par de meses después de que naciera, todavía mantenía la esperanza de que Georgia pudiera haber sido de Jake. Cuando busqué en línea y encontré una tabla de colores genéticos que decía lo contrario, esa esperanza murió. Fue un horrible día de mierda. Me apoyé contra la casa y continué:

—Ella encontró una fotografía tuya. Cuando le dije que no tenía un papá, me preguntó si podría fingir que eras tú. Ama esa maldita foto demasiado. —Retorcí mis manos nerviosamente mientras hablaba—. Pensé que nunca volvería a verte de nuevo, así que la dejé fingir. Tiene la fotografía colgando sobre su cama. Te dice «buenas noches, papi» todas las noches y besa la imagen antes de irse a dormir. Me rompe el corazón cada jodida vez. —Limpié las lágrimas que no me había dado cuenta de que brotaron de mis ojos—. Lo siento mucho. Nunca pensé… —Me deslicé a un costado de la casa hasta que mi culo alcanzó el concreto. Tiré de mis rodillas hasta mi pecho. Cuando levantó el rostro de sus manos y me miró, la ira estaba de regreso con toda fuerza. —Entonces, ¿por qué ese cabrón no ha sido un padre para ella? ¿Por qué no están juntos criándola? ¿Dónde mierda está ese chico bonito hijo de puta? —Una gruesa vena palpitaba en su cuello. Sus ojos eran oscuros y enormes, brillaban con cada palabra de enojo. —¡Jake! Vas a despertarla. —A la mierda con esto. —Se puso de pie y comenzó a caminar de nuevo hacia la oscuridad de dónde había aparecido poco antes. —¡Espera! —grité. Me paré, pero no lo seguí. Él se detuvo, pero no se dio la vuelta—. Nunca respondiste mi pregunta. ¿Por qué te importa quién es el padre? Tú fuiste quien no me creyó ni creyó en nosotros. Tú fuiste el que se marchó. Así que, ¿por qué siquiera te importa ahora? Estaba segura de que lo sabía. Sólo necesitaba escucharlo decirlo. —Porque… —Se interrumpió y comenzó a caminar de nuevo. Justo cuando pensé que seguiría siendo un misterio para siempre, él se detuvo otra vez y se volvió hacia mí—. Porque quería que fuera yo, Bee. Con eso, desapareció detrás de un costado de la casa. Caí. Mi culo se estrelló en el pavimento. Dejé que mi cabeza cayera nuevamente en uno de los costados de la casa. —Yo también —le susurré a nadie en particular. Una lágrima cayó, y luego otra, hasta que no pude controlar el flujo—. Yo también.

Estuve tranquila un tiempo después, me levanté del patio y me dirigí otra vez al interior de la casa. Comprobé a Georgia y encontré que aún dormía, su pecho subiendo y bajando de manera uniforme, su muñeca todavía estaba sofocada a su lado. Nuestra discusión no la había despertado. ¿Había sido una discusión, una pelea? «Fue la mejor pelea que he tenido.» Las palabras de Jake desde hace unos años sonaron en mi cerebro. Me aseguré de que todas las puertas estuvieran cerradas con llave, fui a la habitación y apagué las luces. Había sido el día más largo de mi vida. Todo lo que quería hacer era lograr dormir un poco, aunque dudaba que fuera incluso una posibilidad. Mi mente aún estaba conmocionada por lo que él había dicho. Él había estado esperando que fuera el papá de Georgia. El pensamiento hizo que mi estómago se revolviera y mi corazón se agitara, todo al mismo tiempo. Varias veces durante la noche, me imaginé diciéndole a Jake cómo Owen llegó a ser el padre de Georgia. Pero entonces, me pregunté si él supiera la verdad cambiaría algo. No tenía idea y no sólo era yo, tenía que pensar en más. Tenía una hija con otro hombre. Jake no había confiado en mí o me había amado lo suficiente para ignorar los rumores hace cuatro años y de acuerdo a los acontecimientos de la noche, eso no había cambiado. Busqué el interruptor debajo del gabinete de la cocina para apagar las luces cuando mis ojos se posaron en un recorte de periódico pegado en la parte superior del refrigerador. No había estado allí antes en el día. Los imanes de letras con los que a Georgia le gustaba jugar estaban puestos en la parte delantera de la nevera. Alguien había escrito la palabra AMOR con ella. Ni siquiera tuve que leer el artículo. El titular fue suficiente para mí, para saber quién fue y por qué: HOMBRE TUERTO ENCONTRADO MUERTO A DISPAROS Y DESMEMBRADO EN EL PANTANO Recordé sus palabras de la primera y única noche en que habíamos tenido sexo, cuando le dije del hombre que había apuñalado en el ojo con un pedazo de vidrio en la casa de mi madre: «Necesito saber si te gustaría que lo pusiera bajo tierra por ti.» En ese entonces le había dicho que sí.

Leí el resto del artículo y lo apreté contra mi pecho. Después de la conmoción inicial de todo esto, una especia de calidez se propagó por mi cuerpo y lo supe sin lugar a dudas. Habría dicho que sí de nuevo.

Capitulo 25 Traducción SOS por Dulales Corregido por Pily

No había visto ni oído hablar de Jake desde la noche en que discutimos. Pasaron unas semanas, pero sabía que todavía estaba en la ciudad. Había visto su moto aparcada en el apartamento de vez en cuando. Él nunca vino a trabajar en la tienda. Me pregunté por qué todavía estaba allí. Frank estaba muerto y enterrado. Reggie y yo manteníamos el taller funcionando sin problemas, pero en última instancia, esperábamos a Jake para decidir cuáles eran sus planes para Reparación Automotriz Dunn. Dejé a Georgia con Tess una mañana temprano cuando todavía estaba oscuro, así podría fotografiar el amanecer en la playa. Los amaneceres eran mis mejores ventas, y a la manera en que Georgia había estado creciendo iba a tener que vender un montón de postales solo para mantenerla abrigada. Era una mañana muy clara, sin ni una nube en el cielo. Las olas eran pequeñas. Las gaviotas volaban por encima de mi cabeza, en su camino a los restaurantes para robar bagels y huevos a los turistas comiendo fuera. Las condiciones eran perfectas. Tomé algunas fotos de pie antes de acostarme boca abajo en la arena para emparejarme con el horizonte y tomar una docena más. Aquellas siempre resultaban ser mis favoritas y no dolía que fueran también por las que los turistas querían pagar tres dólares. Cuando estaba satisfecha de haber conseguido lo que quería, metí la cámara de nuevo en su bolsa, sacudí la arena de mi falda larga y abaniqué hacia afuera el interior de mi camiseta. Una sombra cayó sobre mí y una extraña sensación de malestar puso los pelos de punta en mi brazo. Un helado pánico corrió por mis venas. Alcé la vista justo a

tiempo para ver a Owen de pie junto a mí, mirando mi top. Sus ojos se veían claros y su cabello estaba metido en una gorra de béisbol hacia atrás. Llevaba una camiseta amarilla limpia y pantalones cortos. Si no lo hubiera conocido mejor, habría pensado que él era solo un chico local lindo. Pero lo conocía mejor. Y conocía peor, también. No le dije ni mierda. Acababa de empezar a caminar lejos. Vi el Chicken or The Egg Diner a la distancia. Sus mesas junto a la playa ya estaban llenas de clientes, pero estaban demasiado lejos para que ellos me escucharan si gritaba, así que aceleré mi ritmo. Owen me siguió a través de la arena. —Solo quiero hablar contigo, Abby —dijo. —¡No se supone que estés cerca de mí! —grité sin mirar atrás. Estaba en mis talones. —Solo quiero hablar de nuestra hija. Oí esas palabras salir de su boca y de repente no me importaba una mierda lo que me hizo. Me detuve y giré sobre mis talones, presionando mi mano en su pecho mientras corría hacia mí. Lo cogí por sorpresa y casi se cayó de espaldas. —¿Qué demonios me dijiste? Con la adrenalina corriendo por mis venas ya no tenía miedo. Sin embargo, él debería haber tenido miedo de mí. —Quiero conocer nuestra... —MI hija, Owen, MI hija. No tienes ningún derecho, ningún reclamo, ni nada. Eres un monstruo que nunca necesita conocer. Olvida que ella existe. Owen agarró mi muñeca y me atrajó hacia él. Una ola de náusea se apoderó de mí. Palpé el interior de mi bolsa de playa con mi mano libre.

—No iba a ser duro contigo —espetó—, pero pareces sacar siempre lo peor de mí. Quiero saber de ella, Abby. ¡Es mi carne y sangre, maldita sea, y he esperado bastante! —Puede esperar en el infierno, hijo de puta. —Tiré mi muñeca de su agarre, y justo cuando iba a agarrarme otra vez, el cañón de mi .22 encontró su frente. —Tienes que estar bromeando —dijo, enderezándose hasta su altura máxima. Levantó sus dos manos como si le estuviera robando en lugar de protegerme a mí misma. —Esto no es una jodida broma. —Mantuve la pistola apuntando a su cabeza. No quería tener que disparar dos veces. —Todo lo que quiero es llegar a conocerla —dijo Owen. —Y todo lo que yo quiero es ver partes de tu cabeza diseminadas en la playa. —¿De verdad me pegarías un tiro? Owen tuvo las pelotas para parecer sorprendido, e incluso un poco asustado. Me hizo visualizar la forma en que su cabeza se vería con una explosión a quemarropa. Puedo haber reído a carcajadas. Era malditamente gracioso. —Si alguna vez te acercas a mí o a mi hija, te juro por Dios que te mataré, y ni siquiera vas a verlo venir. Considera esto, mi advertencia agradable. No vas a conseguirla de nuevo. —Abby —suplicó. Su gemido me hizo querer matarlo aún más. No tenía ninguna simpatía por él en absoluto. De hecho, no había un solo lugar en mi corazón que sintiera el más mínimo remordimiento por Owen Fletcher. —Por favor. En un movimiento rápido, Owen agarró el cañón de mi pistola. Apreté el gatillo, disparando a la arena. La pistola cayó de mis manos y Owen puso su mano sobre mi boca.

—No la puedes esconder de mí —me susurró al oído—. Además, sé que nunca me disparas. —Pero, yo lo haré. El amartillar del percutor atrajo mi atención a donde Jake estaba parado. Incluso a la luz más ligera del día los ojos de zafiro normalmente eran tan oscuros como la noche. Su camiseta negra y jeans parecían el infierno contra el cielo de arena blanca. Owen me soltó al instante, y yo instintivamente corrí hacia Jake. Me tomó la mano y me llevó detrás de él. Protegida por una pared de Jake. Me gustó la idea de eso. Y el sentimiento. —Tú otra vez —dijo Owen. Se veía molesto, pero también muy, muy asustado. —Yo otra vez —dijo Jake. —Había oído que estabas de vuelta. Jake se volvió hacia mí, la pistola todavía dirigida a Owen. —Tu decisión, nena. Me estaba preguntando si Owen debería morir, en ese mismo momento. Por más tentada que estuviera a decir que sí, había demasiado en riesgo. Tenía una hija en quien pensar. —Hoy no. Fue mi respuesta más honesta. Había soñado con Jake derribando a Owen por tanto tiempo. Saboreaba la vista de Owen tembloroso mientras miraba el cañón de esa pistola. Owen mantuvo las manos en el aire. —Ustedes dos están enfermos —dijo, como si pudiera leer mi mente. Jake se rió en voz alta.

—¿Te tomó tanto tiempo darte cuenta de eso? Eres malditamente más tonto de lo que pensaba. —Jake se metió la pistola en la parte de atrás de sus pantalones y puso su brazo alrededor de mí—. Si te veo cerca de ella otra vez, estas jodidamente muerto, mi elección, no de ella. Tan simple como eso. —Nos dimos la vuelta hacia la carretera y empezamos a caminar. Jake se volvió hacia Owen de nuevo—. Y si se te ocurre acercate a Georgia, no voy solo a matarte. Voy a cortarte en pedazos y dispersar tus partes. Dejamos a Owen temblando en la arena. Puedo haber tenido una confrontación con mi pesadilla andante, pero lo único en que podía concentrarme era en la sensación del brazo de Jake en mí y sus labios en mi cabello cuando besó mi cabeza para tranquilizarme. Cuando llegamos a su moto, me entregó su casco como si hubiéramos hecho exactamente lo mismo todos los días durante los últimos cuatro años. Me subí detrás de él, abrazándolo con fuerza a medida que acelerábamos en el camino. Me sentí bien al tocarlo. Había pasado tanto tiempo. Las vibraciones de la moto tenían una manera de hacerme recordar que aún estaba viva. A través de lo bueno y lo malo, y entre todas las líneas muy borrosas en el medio, Jake siempre me había hecho sentir de esa manera. Sabía que nunca sería capaz de hacernos funcionar. Ese conocimiento no me impidió finalmente admitir que aún estaba locamente enamorada del asesino en mi abrazo.

Capitulo 26 Traducción SOS por Dulales Corregido por Pily

En lugar de llevarme a casa, Jake me llevó de vuelta al claro entre los naranjos, donde me había revelado su último secreto, el lugar donde había enterrado tanto el cuerpo de su amiga de la infancia como de su hija muerta. No hablamos cuando aparcó la moto o cuando me llevó a través de la estrecha senda al claro. Cuando llegamos al lugar bajo el mismo árbol donde me hizo sus confesiones más oscuras, me jaló sobre su regazo y enterró su cara en mi cuello. Su corazón latía con tanta rapidez. Su respiración era corta y salía a borbotones. Después de lo que pareció una eternidad, en silencio, por fin habló. —Bee, ¿qué pasó entre tú y Owen, y por qué carajo estabas tratando de pegarle un tiro en la playa? Esta pregunta necesitaba mucho más que las palabras. —Paso —le dije, usando las mismas reglas del juego que solíamos jugar. Tenía una hija a la que proteger ahora. Jake sabiendo que Owen me violó simplemente empeoraría las cosas. —¿Por qué sigues aquí? —pregunté. —¿Qué? —preguntó Jake. Confusión estropeando su hermoso rostro. Pensé que la pregunta era bastante obvia.

—¿Por qué estás aquí conmigo? ¿Por qué me ayudaste en la playa? ¿Por qué siquiera me hablas? Yo me odiaría si fuera tú. Me miró de la manera que solía, más allá de mis ojos y del alma rota debajo. Sacudió algunos pelos sueltos de mi cara y acarició mi mejilla en su palma. —Paso —dijo. —Bueno —Me reí—. Parece que estamos de vuelta al punto de partida. —Podemos solo volver a jugar de nuevo —dijo Jake—. Cuatro años añaden una gran cantidad de nuevos secretos, ¿no crees? —Eso era un eufemismo—. Vamos a empezar de poco a poco. —Cogió el colgante en mi cuello y pasó los dedos por el metal adornado que tenía sus iniciales ocultas dentro del diseño—. ¿Por qué todavía usas esto? Esa era una de las que podía responder fácilmente. —He intentado quitármelo. Muchas veces. Incluso fui todo un día sin él una sola vez, pero cuando llegué a casa me fui derecho a la cómoda y me lo puse de nuevo, ni siquiera me detuve a pensar en ello. No me lo he quitado desde entonces. Jake lo levantó y presionó sus labios en mi piel por debajo. Mi respiración se trabó al sentir sus cálidos labios suaves sobre mi pecho. —Mi turno. Él asintió con la cabeza y retiró sus labios de mí, creando una sensación de vacío. —¿Por qué estabas en la playa hoy? —Te estaba buscando. —Fue una declaración simple y no explicó más. Solo estaba buscándome, y parecía satisfecho con esa respuesta—. ¿Ves? Lo estamos haciendo bien ya. Le dio un codazo a mi hombro y me sonrió. Apoyé la cabeza en su hombro. Había destruido lo que yo creía entonces era lo más grande que me había pasado en tan solo unas breves palabras hace cuatro años. Debería haberme odiado aún por lo que él cree fue mi traición. No

podía solo traerlo a mi vida, incluso si él quería ser parte de ella. No quiero ser lastimada nunca más. Y no quería hacerle daño. Casi nos habíamos curado entre sí una vez, y el dolor de estar casi curado es peor que el dolor de estar roto, para empezar. Y Georgia necesitaba una madre que no fuera un desastre emocional. Tampoco necesita a alguien en su vida que eventualmente resentiría su propia esencia. Esa chica merecía el mundo y yo tenía toda la intención de dárselo. —¿Qué estamos haciendo, Jake? Me besó en la clavícula y dejó escapar un largo suspiro sobre mi piel. —Pasar. ***

Me quedé dormida en la mañana siguiente. Incluso después de la confrontación con Owen, mi tiempo con Jake había levantado algo del espesor que se había colgado alrededor desde que él se había ido. Solo su presencia parecía hacer las cosas más ligeras. Era curioso pensar que alguien que está tan fuerte emocionalmente en mi corazón en realidad podría hacer las cosas más ligeras. Georgia debía de haberse quedado dormida, también, debido a que ya eran las siete y media, y ella no había entrado en mi habitación para pedir sus habituales panqueques de sábado por la mañana. Cuando fui a despertar a la dormilona, no estaba en su cama. Empecé a sentir pánico, pero cuando llegué a la cocina había una olla de café recién hecho en el mostrador y una nota en la olla escrita por un adulto en creyón: Estamos en la parte de atrás. Con una cara sonriente dibujada debajo de ella. Tess tenía una llave de la casa. Tal vez, ella vino antes de su turno. Había llamado a Bethany la noche anterior para decirle que si quería una oportunidad de conocer de Georgia mejor mantenía a Owen con una correa. Él no me había molestado en años, y esperaba que ella ayudara a que se mantuviera así. Dejé de lado la parte de poner una pistola en la cabeza.

Me dijo que se ocuparía de ello. Eso es todo lo que necesitaba saber. Ya había servido mi café y casi me ahogo con el primer sorbo, cuando vi lo que estaba pasando fuera de mi ventana. Jake estaba sentado en el malecón con mi hija, riendo y ayudando a enganchar su cebo en una pequeña caña de pescar de color rosa. Todavía llevaba su característica ropa negra, pero estaba vestido con una camiseta sin mangas y pantalones cortos de pesca negros que se detenían justo debajo de sus rodillas. Había un tatuaje que nunca había visto antes que se asomaba por la parte inferior de su bíceps. Estaba demasiado lejos para descifrar el diseño. Su cabello rubio estaba recogido en un pequeño moño en la nuca. Incluso estaba usando sandalias negras en lugar de sus habituales botas. Iba a necesitar mucho más café. Jake me vio primero. Entonces, Georgia siguió su mirada. —¡Mami, mami! Puso su pequeña caña rosa en el suelo y corrió hacia mí. Jake se puso de pie y caminó detrás de ella. —Pa… digo, Jake, me hizo panqueques y me mostró cómo sacar el cangrejo azul del dique. ¡Nos va a llevar a pescar hoy! —Saltó en el aire y aplaudió. Si no la hubiera conocido mejor, habría jurado que estaba saltando por la cafeína. Jake se acercó a nosotros con cautela. —Georgia, ¿qué te dije que tenía que ocurrir primero? —le preguntó. Ella miró hacia sus pies. —Mami tiene que decir que sí. —Así es: Mami tiene que decir que sí. —Me guiñó un ojo, luego bajó la mirada hacia donde mi camiseta de tirantes se aferraba a mis pechos. No llevaba sujetador. Miró de nuevo a los tatuajes de mi brazo, y su sonrisa se convirtió en una sonrisa de superioridad—. Así que mami... —preguntó—. ¿Qué va a ser? Te apuntas por algo de pesca?

Sabía lo que estaba haciendo. No podía decir que no a Georgia, especialmente cuando ya había elevado sus esperanzas. —No lo sé. —Bromeé con Georgia mientras ella me miraba con un brillo de esperanza en sus ojos—. Supongo que podemos ir. —Ella saltó y chilló—. Pero primero, tengo que saber algo. —Ella contuvo la respiración—. ¿Quedaron algunos panqueques? —¡Mami, te hemos hecho algunos! —exclamó. Me agarró la mano y me arrastró de vuelta a la casa. ¿Cómo había dormido con el ruido de ellos haciendo panqueques en una cocina que compartía una pared con mi dormitorio? Después de que me mostró donde estaba el plato que habían hecho para mí, corrió hacia afuera con Jake. No sabía si estaba lista para pasar tiempo con él y mi hija juntos, y no sabía qué tipo de juego él estaba jugando. Pero, habría odiado ver la mirada de decepción en la cara de mi niña, así que seguí la corriente. Y los panqueques estaban tan condenadamente buenos. *** Para el momento en que había terminado de comer y me puse un traje de baño bajo mis pantalones cortos y camiseta sin mangas, Georgia y Jake estaban esperándome en un barco azul atado al malecón. —¡Date prisa, mami! Jake nos va a llevar a atrapar grandes pescados. Había bebido dos tazas de café para entonces y estaba completamente despierta. Vi ahora que mi hija estaba vestida de la cabeza a los pies con cosas de pesca color rosa. Llevaba una visera de color rosa que decía «Chica Pescadora». Su camisa parecía una versión en miniatura de las camisas con cuello usadas por guías de pesca. Y a pesar de que había trenzado su cabello la noche anterior, ahora usaba un moño en la base de su cuello... en el mismo estilo que el pelo de Jake. Le di una mirada malvada y él simplemente se encogió de hombros.

—Fui a recoger algunas cosas y tenían la mierda más linda para niñas. —Rápidamente se dio cuenta de su error—. Quiero decir cosas. —Mamá dice mierda todo el tiempo —dijo Georgia. —Gracias, cariño. —Mi hija de tres años había sacado mis trpos al sol y Jake no podría haber parecido más divertido por ello—. Me gusta tu moño —le dije mientras Jake me ofrecía su mano y me ayudaba a subir al barco. —Papi lo hizo por mí. Mi estómago cayó. Jake se acercó a ella y le susurró al oído. Ella sonrió aún más y se corrigió. —Quiero decir, Jake lo hizo por mí. —Oh, ¿en serio? —Me reí—. Creo que perdiste tu vocación en peluquería, Jake. —Oh, tengo muchos, muchos talentos, Bee. —Me guiñó un ojo, y me sonrojé como una niña de doce años. El resto del día pasó como una escena de una película. Jake nos llevó a un par de bancos de pesca donde él cambiaba el gancho de Georgia por el suyo así que ella atrapaba todos los peces. Ella había atrapado tres pargo, dos truchas, una caballa española y un impresionante pez rojo. Jake trajo sándwiches para el almuerzo y era un maestro muy atento. Le enseñó a mantener la punta de la varilla arriba hasta sacar los peces y se situó detrás de ella con sus brazos a su alrededor cuando tenía un pez con que luchar para que no arrastrara su pequeño cuerpo en el agua. Su entusiasmo en cada captura era claramente visible. Después que Jake desganchaba cada pez, le preguntaría cual era su nombre antes de tirarlo de regreso. Al final del día, había atrapado más que todos. Cuando finalmente regresamos a la casa, el sol ya se estaba poniendo y Georgia estaba durmiendo en mi regazo, su agarre todavía apretado alrededor de su caña rosa. Había perdido su siesta de la tarde, pero valió la pena. Estaría hablando de este día durante mucho tiempo.

Ni siquiera se despertó cuando la limpié, la cambié a su pijama y la acosté. En el momento en que regresé al exterior, Jake estaba apoyado en una silla del patio con un cigarrillo en la boca y una cerveza en la mano. —Hey —dije, tomando asiento. —Hey —respondió. Luciendo contentó, relajado, incluso. —¿Cómo has entrado esta mañana? —pregunté. Esa pregunta me había estado molestando todo el día. —Si te lo digo, eso cuenta como un secreto —dijo. —Muy bien, muy bien. Es un secreto —concordé. —Toqué el timbre. Georgia respondió y me dejó entrar, como tú seguías durmiendo, hicimos el desayuno. —Se rió. Era mucho más sencillo de lo que pensaba. Jake extendió una mano hacia mí, y la tomé instintivamente. Entonces, me sacó de la silla y me llevó hacia su regazo; envolvió sus brazos a mi alrededor. Mi cabeza cayó sobre su pecho. —¿Podemos decir todos nuestros secretos en este momento, Bee? —Me alisó el pelo—. Vamos a acabar con todo lo que hay a la vez. No vamos a pensar en las respuestas. Solo las diremos. —No sé si esa es la mejor idea. —En realidad, se trataba de una horrible maldita idea. —Tú primero —ofreció—. Pregunta lo que sea, y yo responderé. De acuerdo, eso me intrigó. Así que empecé. —¿Por qué estás aquí? —Paso, hasta que contestes tus preguntas. —Esto no ha comenzado bien. —Solo pregunta —insistió.

—¿Qué has estado haciendo desde que te fuiste? —Lo mismo que hice antes, excepto que tengo algunos contratos más grandes, de más alto perfil. Me considero oficialmente retirado ahora, sin embargo. —¿De qué trata tu nuevo tatuaje? Se movió y tiró de su camisa a un lado revelando un intrincado diseño en el interior de su bíceps. —En realidad no es nuevo —dijo. El diseño era el mismo que el collar, excepto que no había iniciales en el diseño. —Es hermoso. —Seguí el diseño con mis dedos—. ¿Significa algo? —Paso. —No vamos a llegar muy lejos de esta manera. —Me reí. —No, creo que no —admitió—. Pregunta una vez más. Prometo que voy a responder a esta. Así que le hice la pregunta que había estado en mi mente todos los días desde que se había ido. —¿Alguna vez pensaste en mí mientras no estabas? Jake tomó una profunda calada de su cigarrillo. —Cada segundo de cada maldito día, Bee. —Sopló el humo hacia la noche. Jake levantó mi barbilla con los dedos y presionó sus labios suaves en mi. Todo mi ser reaccionó a él. Escalofríos y fuego y el más dulce ardor. Sus labios eran cálidos y tranquilizadores. Labios en los que me podía perder, y en los que me había perdido a mí misma. No podía hacerlo de nuevo. Me aparté. —¿Qué pasa? —preguntó.

—No puedo hacer esto. —¿Por qué no? —Porque tengo que pensar en Georgia. —Me puse de pie—. No sé lo que quieres Jake. No sé por qué estás aquí, no quiero que conozcas Georgia y hagas que ella te ame y luego te vayas porque sé lo que se siente y prefiero ahorrarle la tortura. —No me quiero ir, Bee —dijo en voz baja. —Tal vez no ahora. Pero es posible que lo desees con el tiempo y no quiero hacerla pasar por eso. Jake se levantó y agarró mi muñeca. —No quiero herir a cualquiera de ustedes. Estaba cansada de darle vueltas al asunto. Estaba cansada de los secretos. —¿Pero qué sucederá cuando te canses de mirar esos hermosos ojos verdes? —le pregunté—. ¿Qué sucederá cuando comiences a resentirte con ella porque deseas que fueran azules en su lugar? —Abby, maldita sea, te amo. ¿Qué es lo que no entiendes de eso? La palabra amor me atrapó con la boca abierta y no podía cerrarla. —¿Me amas? —Sí, te amo. Nunca he dejado de amarte. Pero no se trata solo de ti. Es ella, también. Las amo a las dos. El segundo en que la vi correr a ti en la iglesia, sabía que era mi hija. —Pero ella no es tu hija. Jake gruñó. —No me estás entendiendo aquí. Sé que no contribuí con ella físicamente. —Se paseaba por la cubierta—. Eso está bien conmigo.

—Podrías cambiar de opinión, sin embargo. —La noche que llegué aquí y ella me llamó papi fue la mejor noche de mi vida, no importa cómo terminó. Cuando se arrastró hasta mi regazo, cuando no soltó mi mano... fue amor a primera vista. De repente, entendí. La noche que se arrastró sobre su regazo, la razón por la que no podían alejarse uno del otro. Fue amor a primera vista. Por eso se había puesto tan furioso cuando le dije que no era su padre. —¿Y realmente crees que puedes olvidar todo lo que pasó entre nosotros y volver a empezar desde cero? —pregunté. —No, no quiero volver a empezar desde cero. Quiero empezar a partir de ahora. —¿Cómo puedes querer eso, después de lo que pasó el día que te fuiste, después de lo que me dijiste? —Estás preguntando cómo puedo olvidar que te cogiste a ese hijo de puta? Me encogí. Pero todavía no podía decirle la verdad. —Sí. —No me importa. —Jake me cogió la cara y miró directamente a los ojos—. No me importa un carajo. Debí haberme quedado. Deberíamos haber hablado de ello. Te dejé por trabajo después de la mejor noche de mi vida sin fecha de retorno. No era justo, y tampoco lo eran mis acusaciones. Te niegas a hablar de lo que sucedido, y luego con él en la playa... me hizo darme cuenta que podría haber más en la historia. Pero, no tengo que saberlo todo en estos momentos. ¿Me enferma del estómago pensar en él tocándote? Sí. Pero la verdadera pregunta es, ¿podemos avanzar desde aquí? La respuesta es sí, también. Para mí, al menos. Durante cuatro años, lo único que pensaba era en volver a ti, pero mi estúpido orgullo me impidió hacerlo. Necesitaba la excusa de que mi padre muriera antes de siquiera intentarlo. Era un maldito cobarde. Y tú estabas aquí todo el tiempo, criando a Georgia por tu cuenta. Siendo tan valiente.

—Me dolió mucho cuando te fuiste, Jake. Si hay una posibilidad de que lo hagas de nuevo, bueno... no puedo tener a mi bebé herida de esa manera, también. No voy a hacerle eso a ella. Las lágrimas comenzaron a caer de nuevo. Pronto iba a quedarme sin ellas. —Ella no va a resultar herida, Bee. Ella será nuestra. Seremos una familia. Te prometo que no voy a resentirme de ella. Ni siquiera es posible. La amo tanto. —Pero, podrías resentirte de mí. Me miró con escepticismo. —Bee, es difícil de explicar lo que siento. Me siento conectado, a ti y a Georgia, de una manera que hace que nada de esa mierda importé nunca más. ¿Estaba herido? Será mejor que malditamente lo creas. ¿Todavía tengo ganas de matar a ese hijo de puta? Sí, y probablemente nunca desaparecerá. Pero, sé que puedo ser bueno aquí, contigo y con ella, y que podemos encontrar la felicidad... por lo menos, tanto como nosotros dos seamos capaces. ¿Podría realmente creerle esta vez? —Estaba sola, Jake. Estaba embarazada. No tenía a nadie, y tu padre me libró de vivir en la maldita calle. Porque te fuiste. ¿Qué te va a detener de volver a hacerlo de nuevo? Parecía enfadado y herido mientras se acercaba. Me inclinó la barbilla para mirarlo a los ojos. Me dio un beso en los labios y se quitó la camisa. En el lado izquierdo de su pecho, justo debajo de su clavícula, estaba otro tatuaje nuevo. Simplemente leí Bee, las letras envueltas en enredaderas. Me apretó la mano contra el otro tatuaje con el mismo diseño que mi collar. —¿Y qué carajo significa para ti esto? —preguntó él. —No lo sé —respondí con sinceridad. Él negó con la cabeza. —Es sinónimo de ti. —Presionó su frente contra la mía.

El miedo y el amor y el arrepentimiento corrieron a través de mí, todo al mismo tiempo. —Estoy muy asustada. —Lo amaba tanto que no podía respirar. No sabía dónde iríamos desde allí—. ¿Y si todo se va? —No te has quitado mi collar en cuatro años. No solo he tatuado tu nombre en mi cuerpo, he matado para ti con mucho gusto, y lo haría de nuevo, incluso si me dices ahora que nunca quieres volver a verme. La perra de tu madre está en mi lista, también, tengo conexiones en la Penitenciaría de Georgia, podría tenerla desangrándose para la próxima semana, si eso es lo que quieres. — Tomó una respiración profunda. —Pero, ¿sabes lo que hizo todo tan jodidamente claro para mí? El segundo en que vi a Georgia. —Se secó los ojos—. Sabía que mataría por ella también. No me importa quién mierda la hizo. ¡Ella es mi maldita hija! —Estaba gritando ahora—. Pensé que sabía lo que el amor a primera vista era, porque me enamoré de ti en el momento en que vi tu cara la noche en que nos conocimos. Pero lo que yo sentí cuando sostuviste a Georgia en tus brazos y ella habló de su abuelo Frank era... era mucho más que eso. Era todo. La fuerza que había construido a lo largo de los últimos cuatro años se desvaneció. —Todavía tengo miedo. Me atrajo contra su pecho. —Yo, también —admitió—. Pero, prometo trabajar duro cada maldito día para asegurarme de que nuestros temores no se hagan realidad. —Besó la parte superior de mi cabeza. Tomé una respiración profunda y sacudí todas las dudas que había estado ahogando en cuatro años—. Esa pequeña niña me rompió el corazón cuando me llamó papi. Y yo no lo habría querido de otra manera. Mi pecho se hinchó. Le creí cuando me dijo que me amaba a mí y a mi hija, porque sabía lo que el amor era. No sabía si me debía permitir esperar que Georgia pudiera realmente tener un padre después de todo. No estaba convencida de que el amor sería suficiente.

Me preguntaba cómo dos personas tan golpeadas por la oscura realidad de sus vidas podrían criar a otra alma viviente y no joderlo todo. ¿Cómo podría un roto más un roto hacer un todo?

Capitulo 27 Traducción SOS por Dulales Corregido por Pily

Ordenar lo que yo pensaba era la última de las cajas no era mi idea de un buen tiempo, pero había que hacerlo. Podría haber golpeado a Jake cuando tan cuidadosamente me recordó que todavía había algunas cajas en el apartamento. Él tenía que haber sabido que yo estaba a punto de lanzar el resto de ellas en el canal, así que se ofreció para ir a buscarlas por mí. Nos estábamos tomando las cosas con calma, pero estaría mintiendo si no dijera que Georgia estaba completa y perdidamente enamorada de él. Habíamos estado funcionando como una pequeña familia durante una semana. Era lo que había estado soñando desde que nació Georgia, aunque en realidad nunca pensé que podría hacerse realidad. Todavía le debía a Jake la verdad acerca de Owen. Era algo que no quería volver a revivir, incluso durante mis días más oscuros. Sin duda la última cosa que quería hacer durante los felices. La puerta principal se abrió y la puerta mosquitera se cerró de golpe. —Eso fue rápido. Solo tráelas aquí, y apílalas en la esquina. Voy a ordenar todo mañana. Hoy he hecho mucho, mis ojos se están empezando a cansar. —Doblé el cartón de la caja vacía en la que había estado trabajando. ¿Cuándo llegué a tener tantas cosas? Jake no había entrado en la sala de estar aún, y no me respondió—. ¿Jake? —llamé. No respondió—. ¿Bebé? En lugar de su bienvenida voz contestando, una mucho más amenazadora respondió.

—Nunca antes me has llamado bebé. Me gusta cómo suena. — Owen apareció en la habitación, escopeta en mano que dirigió a mi pecho. Hice un movimiento para correr—. No te muevas. Mi mente estaba corriendo. Mis primeros pensamientos fueron a Georgia, tomando la siesta en su dormitorio. Por favor, no despiertes... por favor. Tenía que centrarme en cómo sacarlo de la casa y lejos de mi niña dormida. —Está bien, Owen. Vamos a salir afuera, y podemos hablar de lo que quieras —le dije. Estaba dispuesta a ir donde quisiera, con tal de que significara él lejos de mi bebé. —No tan rápido, señorita Abby. —Miró a su alrededor—. Ha pasado un tiempo desde que he estado aquí. De hecho, la última vez que estuve aquí estaba teniendo una conversación encantadora sobre ti, con tu Nan. ¿Cuándo había estado alguna vez en esta casa con Nan? —¿Qué diablos hiciste con ella? —Nada. Solo hablé con ella. —Su rostro estaba preocupado, como si no pudiera entender por qué me preocuparía—. Vine a verte ese día, pero no estabas aquí. Tu Nan tuvo la amabilidad de hacerme un poco de té. Fue muy agradable conmigo. Solo hablaba y hablaba. Y en algún lugar en el medio, se le escapó que la casa estaba en ejecución hipotecaria. Ella sabía que no tendría ninguna parte para vivir, pero no quería disgustarte, con la graduación que venía tan pronto, así que te lo ocultó. No iba a ser capaz de cuidar de ti. No podía dejar que eso sucediera. Sonrió, como si pensara que yo estaría feliz de escuchar todo esto. —Te vigilé todos los días después de que tu Nan murió, cuidando de ti, protegiéndote. Incluso dejé que te quedaras en ese depósito de chatarra con lo que podrías hacerte una idea de cómo se sentía dormir entre la basura antes de que viniera a tu rescate. Me mató hacerlo, pero llamé a servicios sociales. Necesitaba que vieras lo desesperadas que las cosas serían para ti sin ayuda. De mí.

Owen dio un paso hacia mí, su torcida preocupación convirtiéndose en ira. —Entonces, Jake jodido Dunn apareció en la ciudad y jugó al héroe. ¿Y qué hiciste, Abby? Saltaste derecha a su apartamento y a su maldita cama. Owen apretó el cañón de la pistola contra mi pecho, me obligó a dar un paso atrás con cada golpe hasta que quedé oprimida contra la pared. —Debería haber sido yo, no él... no el maldito Depósito de Chatarra Jake. Tuvimos una noche... una increíble noche en la playa juntos. —Casi vomité cuando dijo eso. Mi estómago se retorció—. He hecho lo que se suponía, desde entonces, lo que le dijiste a mi madre que querías. He estado alejado, no, me he mantenido lejos de ti todos estos años contra mi puta voluntad. ¿Qué pasa después? Esa basura blanca, perro callejero regresa de nuevo en la ciudad, derecho de nuevo a tu vida después de años de no dar una mierda por ti. Ahora, ¿él va a criar a mi maldita hija? No lo creo, Abby. Mi cabeza daba vueltas. —¿Por qué, Owen? ¿Qué he hecho yo para hacer que me odies tanto? —¿Odiarte? —Owen rió. Parecía sorprendido y confuso y siniestramente encantado—. No te odio, Abby. ¿No lo entiendes todavía? ¡Joder, te amo! — Sentí el gruñido de su voz vibrar a través del cañón de la escopeta empujando en mi pecho—. Joder, te amo. Yo. No él. Él estaba tan enfermo, tan trastornado. Por favor, permanece dormida, Georgia. Por favor, solo quédate dormida, bebé. Envié mi súplica silenciosa por el pasillo hasta donde dormía. Owen tomó aire, ganando algo de compostura. Su voz se niveló. —Después de todos los problemas que pasé para llegar a ti, malditamente me lo debes. —¿Qué problemas? ¿Alguna vez hiciste algo por mí, Owen? — Hablé en voz baja, más con la esperanza de retener a Georgia de salir de su cuarto que por otra cosa—. ¿Qué de lo que hiciste por mí fue realmente para mí?

—Todo. Hice todo. —Se inclinó más cerca, y vi con más detalle los círculos negros debajo de sus ojos, la forma en que estaba sin afeitar. No solo estaba borracho esta vez. Un residuo de polvo blanco se aferraba a la parte inferior de su nariz. Owen aspiró, y su orificio nasal derecho manaba sangre. Se limpió con el dorso de la mano, untándolo con la sangre de su mejilla. No se inmutó cuando vio las líneas rojas de la sangre. Sus pupilas estaban dilatadas, y su cabeza se daba la vuelta con cada palabra sin descanso—. Hice todo, comenzando con tu Nan. Nan... —Los laboratorios de metanfetaminas explotan todo el tiempo, ya sabes. Ni siquiera fue tan difícil de convencer a tu Nan de decir que sí a hacer un viaje de último minuto al remolque en el bosque. Todo lo que tenía que hacer era decirle que la gente que vivía allí eran pobres y hambrientos y necesitaban desesperadamente de su ayuda. Se dirigió directo ahí con una cesta llena de mierda. La vi ir. Estaba tan decidida, como si realmente estuviera en camino a un rescate. —Se rio—. Fue jodidamente patético. Era tan malditamente crédula. Mi corazón se congeló oírle hablar tan fríamente sobre ella. —Ni siquiera fue tan difícil hacer explotar el maldito remolque. Esas cocinas de metanfetamina por lo general terminan haciéndolo por su cuenta de todos modos. Son como bombas de tiempo. La parte difícil era conseguir que el detonador cooperara, conseguir que explotara justo cuando ella llamó a la puerta. —Cambió su peso de un pie al otro—. Cuando explotó, no podías distinguir las partes del cuerpo de las piezas del remolque. —¿Mataste a mi abuela porque... porque jodidamente querías que viviera contigo? —Escupí. —Lo haces sonar tan simple. No, no solo quería que vivieras conmigo. Quería ser tu héroe. Quería que vieras lo mucho que te amaba, así me amarías de vuelta. Fue demasiado para procesarlo, sobre todo con Georgia dormida a solo unos metros de distancia de un Owen enloquecido con una escopeta cargada. Tranquilicé mi mirada y me insensibilicé a mí misma. Georgia era mi única prioridad. Tenía que pasar por esto por ella.

—Nunca nadie había querido eso conmigo antes. Ser mi héroe. —Esperaba que no alterarlo ni levantar sus sospechas—. Iré contigo ahora. Vámonos. No es demasiado tarde. —Podía oír mi voz temblando mientras hablaba. —Paciencia, bebé —susurró—. Tenemos que esperar a que Jake vuelva primero. Ese perro tiene un billete de ida al infierno, y su vuelo sale hoy. —Owen pasó la lengua por los labios—. Quiero ver su cara cuando dispare su corazón fuera de su pecho. La puerta principal se abrió y la puerta mosquitera golpeó al cerrar. Owen puso un brazo alrededor de mi cuello y una mano sucia sobre mi boca. La sensación de ardor que me solía abrumar regresó con toda su fuerza, y el dolor de ello nubló mi visión. Owen me arrastró unos pasos de lado hacia la sala de estar, de pie con la espalda contra la pared. Entonces me di cuenta de que realmente no me importaba lo que me pasara. Tenía que proteger a mi familia. Yo era poco importante en comparación con la gente que amaba, la gente que me amó. Moriría por ellos. Mi propósito había sido cumplido, tenía a mi Georgia. Ella fue la única contribución positiva que había hecho al mundo lleno de odio que yo ocupaba. Mi única esperanza era que ella no tuviera que sufrir en la vida de la manera que yo lo hice. Owen se puso de espaldas a la pared para hacerle frente a la sala de estar, y tomé mi oportunidad. Rompí su agarre y salté sobre su espalda. Traté de envolver mis brazos alrededor de su cuello, pero no era rival para el tamaño y la fuerza de Owen. Fácilmente me sacudió de su espalda. Me estrellé en el piso de madera dura y aterricé en mi coxis. Oí el crujido y sentí un dolor agudo correr por mi columna. Owen no me quitó los ojos de encima mientras disparaba a ciegas en la sala de estar. La explosión de la pistola hizo temblar las paredes. Se sentía más como una explosión que a un disparo de escopeta. Me tapé los oídos para bloquear el sonido agudo que se apoderó de mí. No podía oír nada. —¡Jake! —grité.

Cuando abrí los ojos de nuevo, vi a Owen mirando fijamente en la sala de estar. Dejó caer la escopeta a su lado. Se le escapó de las manos al suelo. Sus ojos estaban muy abiertos, sus manos temblando. —¡Jake! —grité de nuevo. Use todas las pizcas de adrenalina que tenía para apresurarme pasando a Owen y a la sala de estar. Él no trató de detenerme—. ¿Jake? Todavía no podía escucharlo. No sabía si había respondido. Y entonces, vi. De todas las cosas que había pasado por mi vida: el hambre, las palizas, abuso tras abuso, la pérdida de todos los que alguna vez habían significado para mí en una forma u otra, ninguna de estas cosas podría haberme preparado para la devastadora vista mi hija desplomada en el suelo contra la puerta principal, con su camiseta amarilla del Curioso George humedeciéndose de un rojo oscuro. Corrí hacia ella y deslicé su flácido cuerpo en mis brazos, apoyándola sobre mis rodillas. Le saqué el pelo de la cara. —¡Georgia! —grité tratando de despertarla. Tenía los ojos cerrados. Había tanta sangre. Palpé su cuello por latidos del corazón, pero no podía sentir nada más allá del mío. —Mami —dijo. Era débil. Estaba viva pero apenas. Ayuda. Necesitaba ayuda. No podía perderla. No podía dejar a mi Georgia morir. La puerta principal se abrió de nuevo, y esta vez Jake entró en la sala de estar con un sobre amarillo en sus manos. —¿Bee, dónde coño estás? ¡Tenemos que malditamente hablar, ahora! Apenas había terminado la frase cuando su mirada bajó a donde yo sostenía a Georgia en el suelo. Dejó caer el sobre, esparciendo fotos en blanco y negro por todas partes. En un solo paso, él estaba arrodillado junto a nosotros con Georgia jalándola en sus brazos. —Owen —le dije, mirando hacia el lugar donde Owen había estado apenas unos segundos antes. La escopeta en el suelo era la única prueba de que él había estado aquí.

Abrí la puerta y salimos corriendo de la casa. Antes de llegar a la camioneta, Bethany se estacionó en el patio en un blanco y brillante Mercedes SUV y saltó fuera del lado del conductor, corriendo hacia nosotros. Tenía el indicio de un ojo negro y sangre goteaba de la comisura de sus labios. Su boca se abrió cuando vio a Georgia en los brazos de Jake. —Yo... Yo vine a advertirte... Traté de detenerlo... —¡Abre la maldita puerta! —gritó Jake. Bethany abrió la puerta del lado del pasajero, y salté en su coche. Jake puso a Georgia sobre mi regazo con cuidado, con tanto cuidado. Saltó al volante mientras Bethany se metía al asiento trasero. En lugar de utilizar las carreteras principales, Jake condujo a través de un campo de fresas y el estacionamiento de Dairy Queen antes de girar hacia el camino de tierra que conducía a la parte posterior del hospital. —¡Jake, no creo que ella está respirando! —grité. No podía sentir el aire salir por su nariz, y no podía ver su pecho subiendo. Deseaba que el hospital estuviera más cerca. Jake aceleró el coche de Bethany a velocidades que su viejo camión no podría haber alcanzado nunca. Extendió la mano y agarró la mano de Georgia. —Ya casi llegamos bebé, espera, Gee. Ella no estaba respondiendo más. —¡Querido Dios...¡ ¿Qué ha hecho?! —gritó Bethany desde el asiento trasero. Jake logró convertir el viaje de treinta minutos al hospital en uno de poco más de diez minutos. Eran todavía los diez minutos más largos de mi vida. El SUV fue apenas aparcado en el frente del hospital cuando Jake saltó y corrió a mi lado abriendo mi puerta, removiendo a Georgia de mi regazo. —Papi te tiene, nena. Papá te tiene. Vas a estar bien, Gee.

Corrimos por las puertas corredizas a una sala de espera vacía y un área de recepción incluso más vacía. Jake entró por una puerta que decía Solo Personal del Hospital y lo seguí rápidamente. Corrimos hasta que vimos un grupo de enfermeras sentadas alrededor de una máquina expendedora. —¡Necesitamos ayuda! —Rugió—. ¡Traigan a un maldito médico ahora! Las enfermeras cobraron vida cuando pusieron los ojos en mi hija sin vida. Una sacó rodando una camilla, mientras que otra llamaba a un médico. Él llegó unos segundos más tarde y nos ayudó a recostarla en la camilla. —Le dispararon. Ese bastardo le disparó —les dije. De alguna manera, no creía que fuera a ser tan obvio para ellos como lo era para mí. Colocaron una máscara sobre su rostro con una bomba de bola azul pegada a ella. Entonces corrían, las enfermeras rodando por el pasillo y apretando la bomba mientras el médico les gritaba más instrucciones. Desaparecieron detrás de una serie de puertas dobles. Cuando tratamos de seguirlos, otra enfermera nos detuvo. —Déjenlos ayudarla —dijo, deteniéndonos con la mano. —¡Fuera de mi maldito camino! —gritó Jake. La enfermera sostuvo su posición, incluso bajo la intimidación de Jake. —Ellos no le pueden ayudar con usted cerniéndose sobre ella, señor —dijo con calma—. Por favor, tomen asiento en la sala de espera. En el segundo que sepamos algo, se los diré yo misma. Lo prometo. — Era una pelea que no podíamos ganar. Tenía que estar ahí. Tenía que decirle que todo iba a estar bien. ¿Y si no lo estaba? ¿Y si lo último que mi niña viera fuera el médico y las enfermeras que trabajan sobre ella? ¿Y si su última sensación en la vida era el miedo? Cedimos, pero solo porque no teníamos ninguna otra opción. La enfermera nos llevó a una pequeña habitación con un sofá de color rosa desgastado con bordes deshilachados y una mesa de centro de mimbre blanco descolorido. En lugar de revistas, había biblias esparcidas sobre la mesa, en tres versiones diferentes. Un teléfono

amarillento colgado en la pared con una cuerda larga enredada colgando debajo, y un dial giratorio que no tenía números. Bethany nos recibió en la sala de espera y empezó a marcar en su teléfono. —Voy a llamar a Cole. Necesita encontrar a Owen y encerrarlo antes de que haga cualquier otra cosa. Jake barrió las biblias en el suelo y sacudió la mesa. —Él tiene que hacer algo más que jodidamente encerrarlo. ¡Tiene que derribar a ese hijo de puta! —Bethany se estremeció, asintiendo con la cabeza y corriendo hacia la entrada mientras ladraba órdenes a su teléfono. Me senté en el sofá y sostuve mi cabeza en mis manos. No podía perder a mi bebé. Ella era mi razón de ser. La amaba más de lo que pensaba era posible a alguien amar, no solo a mí misma. —¿Qué mierda pasó? —preguntó Jake, caminando por la habitación. —Es mi culpa —le dije—. Debí haberla protegido. —No es tu culpa que él esté jodidamente loco. —Si tan solo te hubiera dicho la verdad, si hubieras sabido... —¿Qué verdad? —La verdad acerca de Georgia —le dije—. La verdad acerca de Owen. —Las fotos —dijo. Entonces, recordé las fotos en blanco y negro que había tirado antes. Eran las fotos que había tomado después de que Owen me violara. Las fotos que había tomado para Jake, para alimentar su odio a Owen. Estaba destinado que Jake fuera quien las encontrara. Debería haber sido lo suficientemente valiente como para mostrarlas hace tantos años. No habríamos estado esperando noticias sobre si mi hija estaba viva o muerta si hubiera podido simplemente apartar mi puta mierda de autocompasión y decirle todo.

—Sí. —No había más negación. No había más razones para callarme. —¿Cuándo? —La noche que te fuiste. —Jake contuvo el aliento. —Fui a cerrar la unidad de almacenamiento de Reggie. Quería caminar. Owen apareció cerca de la casa del barco. Me arrastró hasta la playa bajo el puente. —¿Por qué no me lo dijiste? —Traté. Quería. Iba a hacerlo. Pero cuando regresaste, estabas tan jodidamente enojado conmigo. Nadie había confiado en mí en toda mi vida, Jake, nadie me había tomado en serio, nunca creyeron en mí. Nadie más que Nan. — Yo tampoco confié en ti, ¿verdad? —Jake me tiró del sofá y en sus brazos. Sollozó en mi pelo y habló entre bocanadas de aliento—. Fui tan idiota. Willie Ray se acercó a hablar conmigo cuando me estaba llenando la motocicleta en la estación. Te compré flores. Él preguntó para quién era. Estaba prácticamente vertiginoso de verte de nuevo. Nunca me había sentido así en toda mi vida. Le dije que eran para ti. No había ninguna razón para negarnos. La mayoría de ellos ya sabían de nosotros de todos modos. Quería que todos supieran que eras mía. — Jake me apretó con más fuerza—. Fue entonces cuando me dijo que vio a Owen salir de debajo del puente con la cremallera hacia abajo, con el pelo hecho un desastre. Willie Rae le preguntó qué estaba haciendo. Owen le dijo que estaba allí contigo. —Lo estaba, simplemente no de la forma en que pensabas. — Traté de ser fuerte mientras le decía—. Le di una pelea. Te juro que lo hice. Él era tan fuerte, y yo estaba casi inconsciente... —Sé que luchaste, Bee. Sé que lo hiciste. Y yo no estaba allí para ti. Todo es mi maldita culpa. —No. Si no te hubieras ido, no habría tenido a Georgia. Habría sabido que era de Owen, y me habría librado de ella por ti. Estaba tan cerca de hacerlo de todos modos. Pero como no tenía nada y ella ya era una sobreviviente, la mantuve. La necesitaba porque no te tenía a ti. Era una jodida razón egoísta, pero era lo bueno que salió de tu partida. Por mucho que doliera, no la habría tenido de otra manera. Debería

haberte dicho todo después del funeral de Frank, en el primer día que regresaste. —Mis pensamientos estaban de vuelta con Georgia, preguntándose dónde se la habían llevado y cuánto tiempo pasaría antes de que alguien nos dejaran saber cómo estaba—. No puedo creer que esto esté sucediendo. No puedo creer que haya dejado que esto sucediera. —No podemos culparnos a nosotros mismos en estos momentos. Tenemos que ser fuertes para ella, para nuestra nena. — Jake metió un cabello suelto detrás de mi oreja y me besó en la frente. Ambos saltamos cuando la misma enfermera de antes entró en la sala de espera. No tenía ninguna noticia para nosotros. Solo necesitaba mi permiso para dar una transfusión de sangre a Georgia y preguntar cuáles eran nuestras preferencias religiosas. —¿Preferencias religiosas? ¿Para qué? —pregunté. —Solo en caso de defunción, señora —respondió la enfermera cortésmente. Me hundí en el suelo mientras Jake habló con la enfermera. Su conversación era en voz baja. Bethany había vuelto. Había estado ocupando un asiento en la esquina. Pude ver el horror en su cara sobre lo que hizo su hijo. Estaba mezclado con temor genuino por la condición de Georgia. Estaba torturada, al igual que nosotros. Se ponía de pie en cualquier ocasión en que oía el sonido de zapatos chirriar sobre el linóleo. No fue hasta que salió el sol por encima de las ventanas de la sala de espera que el médico finalmente entró y se dirigió a nosotros. Todos préstamos atención. Miró más allá de nosotros a medida que hablaba. —Está despierta ahora, pero no será por mucho tiempo. Su pequeño cuerpo ha pasado por mucho y va a necesitar una gran cantidad de descanso. —Pero, ¿cómo está? —exigí. —No fue un golpe directo, apenas unos perdigones dispersos. Milagrosamente, ninguno de ellos alcanzó ninguna arteria principal o los órganos vitales. Había unos pocos fragmentos que por poco alcanzan su columna, pero los sacamos. Perdió mucha sangre durante todo esto, así que le hicimos una transfusión. —No podía creer que

estábamos hablando de mi niña en términos como estos—. Salvo circunstancias imprevistas, y a pesar de que tomará un poco de tiempo, parece que ella va a tener una recuperación completa. —Jake me atrapó antes de que mis rodillas cedieran, y casi me caí al suelo—. La mantendremos por unas cuantas noches en la UCI en observación, solo para asegurarnos de que todo se quede como debería. Recuperación completa. Georgia iba a estar bien. Ella iba a vivir. —¿Puedo verla? —pregunté con impaciencia. —Sí, pero solo por unos minutos. Y solo una persona, por favor. Además, no quiero que ella se altere porque usted está alterada por lo que debe mantener la calma frente a ella. La necesitamos relajada y cómoda. Ella está un poco perturbada por la medicina para el dolor, pero usted puede entrar. Salí corriendo pasando el médico y lo dejé explicándole algo a Jake. Me di cuenta de que no le pregunté en qué habitación en la UCI se encontraba, así que encontré una enfermera que reconocí de antes, y me señaló el camino. Cuando llegué a la habitación, había una cortina blanca tirada alrededor de la cama; en la izquierda había un gotero intravenoso y una docena de parpadeantes y sonantes máquinas. Tiré de la cortina, allí en la cama, viéndose tan pequeña y frágil, estaba mi nena. Estaba pálida, con círculos azules oscuros alrededor de sus ojos, pero estaba viva e iba a estar bien. Tuve que recordarme eso o me iba a romper justo en frente de ella. Puse mi mano sobre la de ella y sentí el lugar donde su intravenosa conectaba con su mano. Sus ojos se abrieron. —Hola, mami. —Su voz era débil y áspera, pero era el mejor sonido que había oído nunca. —Hola, nena. —Sentí las lágrimas venir, pero las detuve y le mostré nada más que callada confianza. —¿Qué pasó?

—Tuviste un pequeño accidente, nena, pero estás bien ahora. Estarás en casa muy pronto. —¿Esta papi aquí? —De repente me di cuenta de lo mucho que la palabra significaba, y exactamente a quién se refería. Solo había un hombre que encajaba en esa descripción. —Sí, nena, está aquí. Lo puedes ver después de descansar un poco. —¿Quieres oír un secreto, mami? —preguntó, con los ojos cerrados ahora. —Por supuesto, cariño. —Me recosté a su lado en la cama, con cuidado de no aplastar cualquiera de los cables o tubos—. Cuéntame un secreto. —La acerqué a mi lado sin moverla. Necesitaba que me sintiera allí, saber que no estaba sola cuando ella se quedara dormida. —Jake me deja llamarle papi cuando tú no estás. —Incluso con los ojos cerrados ella estaba sonriendo. —Oh, ¿lo hace? —Sí. Él dice que le puedo llamar papi en frente de ti solo cuando tú digas que está bien. —Me agaché y besé a mi dulce niña en su mejilla—. ¿Está bien, mami? Lo dijo en un suspiro profundo. Ella estaba dormida antes de que pudiera responder. Le alisé el pelo y le susurré: —Duerme un poco ahora. Estaba finalmente llegando a aceptar que había algunas cosas en la vida que solo estaban destinadas a ser. No todas eran buenas. Pero Jake siendo el padre de Georgia estaba destinado a ser. Dos almas que se unen por amor, y el amor por sí solo. Mis padres no me eligieron. Terminaron conmigo después de que mi madre se quedó embarazada. Ellos nunca quisieron niños. Me recordaban todos los días la carga que era en su vida de drogados. Nunca sentí nada siquiera cercano al amor.

Entonces, Nan vino y me mostró que alguien podría realmente preocuparse por mí y amarme por quién era y lo que era. Ella me aceptó porque era su carne y sangre, pero me amaba porque ella quería, no porque tenía que hacerlo. Luego, estaban Jake y Georgia. Se habían elegido el uno al otro. No tomó mucho tiempo, pero ya sabían que querían ser una familia, y con independencia de lo que mis sentimientos eran inicialmente, sabían que estaba destinado a suceder. Una familia por elección, no por azar. Una elección de amar y de ser amado a cambio. Una opción de cuidar y disfrutar de unos a otros, no para aguantar o sufrir por otros. Era el mejor tipo de familia. Una familia en nuestros propios términos. Le susurré a mi nena, mi mundo entero, la pieza central de la familia que a todos nos eligió para ser parte. —Puedes llamarlo papi. *** Bethany era la única en la sala de espera cuando regresé. Estaba bebiendo de la pequeña pajilla de una caja de jugo de naranja. —¿Dónde está Jake? —pregunté. —La enfermera con actitud regresó y pidió donaciones de sangre. —Me mostró una pequeña curita redonda en la parte interior de su brazo—. Él está ahí ahora. ¿Cómo está ella? —Está cansada. La tienen con una gran cantidad de medicamentos, pero va a estar bien. —Me sentí bien al decirlo, y después de verla, realmente lo creía. Mis piernas de repente se sentían muy pesadas y débiles. Me dejé caer junto a Bethany. —Lo siento, Abby. Vi las lágrimas llenar sus ojos, el temblor de su labio. —Detente, Bethany.

Hice un movimiento para poner mi mano sobre la suya. Quemaba, pero lo ignoré. Necesitaba consolarla, y eso era mucho más importante que mi propio dolor. —Le diste a luz. No pusiste el arma en su mano, y no le dijiste que apretará el gatillo. Al igual que no lo hiciste violarme. Fue tan extraño decirlo así, sin rodeos, a la mujer que me ayudó a llegar de nuevo al apartamento de Jake después de que ocurriera. Probablemente era tan víctima de su hijo como lo había sido yo. —Cometiste un montón de errores, pero todos lo hemos hecho. No te culpo, por nada de eso. Así que deja de pedir disculpas. Jake nos interrumpió cuando entró de nuevo en la sala de espera, escoltado por una enfermera con ropa quirúrgica color púrpura. Su rostro estaba pálido. Estaba agarrando una caja de jugo en una mano y una galleta en la otra. Se sentó en el sofá y se tomó el jugo en un largo trago. —Bueno, eso apesta —dijo. Casi me reí. El hombre que baila con el diablo se mareó mientras donaba sangre. La enfermera me señaló. —Tú eres la siguiente, cariño. ¿Qué tipo de sangre tienes para mí? Tu niña tiene esa rara O que siempre necesitamos, así que eso es lo que estamos buscando hoy. Pero tomaré todo lo que tus venas me darán. Dios sabe que lo necesitamos. ¿Cómo iba a rechazar una petición como esa manera? No estaba del todo mareada después como me advirtieron que podría ser, similar a como resultó ser con Jake, pero me senté en mi silla reclinable y bebí mi jugo mientras la enfermera me daba instrucciones. La enfermera se acercó a mí con una tarjeta con cuatro gotas de sangre en ella. —No tienes O, cariño... no eres más que A estándar. —Agitó los brazos al hablar y lanzó una trenza larga y negra por encima del hombro—. Pero tu alto, rubio y sexy papá del bebé la tiene, así que nos aprovechamos de eso muy bien.

—Él no es su padre biológico. —¿Oh? Bueno, ya que tu niña tiene O y tú no, el papá del bebé biológico tiene que tenerlo. ¡Así que cuando hables con él lo mandas donde la señorita Karla para que yo pueda poner ese oro líquido en barril! —La señorita Karla amaba demasiado su trabajo. —¿Este padre biológico suyo tiene los ojos azules como él? —No, él tiene los ojos verdes como mi hija —le dije—. No es posible que dos padres de ojos azules puedan tener un hijo de ojos verdes. —Sonaba tan ensayado... probablemente porque era una conversación que había tenido en mi cabeza una y mil veces. —Oh, por supuesto que pueden. El esposo de mi amiga Marni, Brian, tiene ojos de color verde esmeralda, y sus dos padres tienen los ojos tan azules como las aguas del Caribe. —Entonces tu amiga Marni tiene que decirle a su marido que compruebe el color de los ojos del cartero porque sus padres están mintiéndole —le espeté. Creo que la señorita Karla notaba que nuestra conversación era mucho más grave que la ligera broma que inicialmente pensó que era. —No estoy inventando esta mierda, cariño. ¡Freeman! —gritó, sin darse la vuelta. Un técnico en bata de laboratorio, quien previamente había estado sentado en un rincón, absorto en un libro de historietas, giró en su silla—. Freeman estudió genética en alguna elegante universidad del norte. —¿Qué pasa? —preguntó, empujando el puente de la gruesa montura negra de sus gafas. —¿Pueden dos personas de ojos azules tener un bebé de ojos verdes? —Esto es tonto. Me tengo que ir. —Me puse de pie para irme, pero la respuesta de Freeman me detuve en seco. —Sí, es bastante raro, pero a veces ocurre. He visto varios casos. —Se dio la vuelta a su cómic. —Mmmmm... Eso es lo que pensaba —dijo Karla, declarando victoria sobre mi estupidez.

Le di las gracias y educadamente rechacé su ofrecimiento para que me asistiera hacia la sala de espera. —¿Señorita? —Karla me llamó. Ella simplemente no podía dejarlo caer. —¿Sí? —Su volumen se redujo, y de repente se puso discreta. —Sé que no es asunto mío, pero si usted no está segura acerca de quién es el papá del bebe, podemos hacer una prueba. Solo tiene que traer a ese hombre con lindo trasero de vuelta aquí, y lo haremos enseguida. —Me guiñó un ojo, y sabía que ella estaba tratando de ayudar. Luego, cogió un panfleto de una docena de papeles de diferentes colores colgando de la pared. —Esto trata de los tipos de sangre. La tuya es fácil de averiguar. Tu nena tiene O y tú tienes A, por lo que el papá tiene que tener O. Es así de simple. Le di las gracias y tomé el folleto, haciendo poco a poco mi camino de regreso a la sala de espera mientras lo miraba. Quería volver para ver a Georgia en cuanto se despertara, pero las palabras de la enfermera Karla me obsesionaron. ¿Había realmente una posibilidad de que Jake fueran el padre de Georgia? Más importante aún, ¿realmente importa ya? Me deslicé junto a Jake. Tenía la cabeza en el cojín, pero él puso su brazo alrededor de mí y me llevó cerca. —Lo hiciste mejor que yo, Bee. —Me dio una taza de café de la mesa. Era exactamente lo que necesitaba. Tenía una pregunta en mi cabeza, solo una pequeña pregunta, y podría olvidar todo esto. —¿Bethany? —pregunté. —¿Sí, cariño? —Dejó la revista y se quitó las gafas de lectura. Entonces le hice la pregunta de la que casi no quería saber la respuesta. Solo había una pequeña posibilidad... ¿realmente valía la pena romper mi corazón de nuevo?

—¿Sabes el tipo de sangre de Owen? —Miré a Jake mientras él se tensó a mi lado, aunque Bethany no parecía darse cuenta. Ella pensó por un segundo. Por favor, que sea otra cosa que O, por favor no O. —Es A o AB. Siempre me confunde. ¿Por qué? —¿No es O? —No que yo sepa. No hay tipos O en la familia en lo absoluto, en realidad —dijo—. ¿Por qué preguntas esto, Abby? —Volvió su atención hacia el pasillo de donde yo acababa de regresar—. ¿Qué pasó ahí? Jake estaba tan ansioso por escuchar mi respuesta como ella. —Porque, Bethany —sonreí y tomé las manos de Jake en la mías—, Owen no es el padre de Georgia, después de todo. —Una vez que lo dije, él sonrió, también, la verdadera felicidad en su rostro. Yo solo sonreí y miré a esas hermosas piscinas llorosas de color azul zafiro. Los ojos del padre de mi hija.

Capitulo 28 Traducido por Dulales Corregido por Pily

Georgia estaba durmiendo pacíficamente en su habitación después de una estancia de seis días en el hospital. La habíamos traído a casa unas pocas horas antes. Durante el día, vi los ojos de Jake oscurecer mientras el sol se desvanecía en el horizonte, y sabía que se preparaba para lo que necesitaba hacer. No tenía intenciones de detenerlo. Me senté en el dique, mis piernas colgando por el borde y mirando hacia la oscuridad. El sol se había puesto hacía horas. Un manto de estrellas iluminaba el cielo. Jake se sentó a mi lado con su brazo alrededor de mi cintura, sosteniéndome cerca. Podría vivir en la fuerza de sus brazos. —Ella está bien —susurró. Tuve la sensación de que era tranquilizador para él como para mí. —Todos vamos a estar bien —dije. Por primera vez en toda mi vida, me lo creí. »Sin embargo, tengo que mudarme. Recibí una carta por correo de la compañía de administración de propiedades. Decía algo sobre que el inversor decidió utilizar la casa para él. Tengo treinta días. Ni siquiera sabía que podían hacer eso. Supongo que debería haber leído el contrato de arrendamiento con más cuidado. ¿Quieres encargarte de él? —Depende —dijo, sonriéndome. —Oh, pensé que esto era una especie de petición «sin preguntas», pero lo entiendo. ¿De qué depende?

—En cuanto a si deseas o no que me mate a mí mismo. —Me entregó un sobre blanco con un cheque de caja de nueve mil seiscientos dólares dentro—. Es todo el dinero del alquiler que has pagado. —Todo hizo clic. —Eres el inversor. Compraste la casa de Nan. —No era una pregunta—. ¿Cuándo lo has hecho? —Sabía que el banco tenía que venderla en algún momento así que mantuve un ojo en ello. Hice mi oferta antes de siquiera salir de la ciudad. Supuse que te gustaría mantenerla sin importar dónde terminamos yendo. Tomó casi un año a esos ladrones aceptar mi oferta, y casi al mismo tiempo cerrar el trato. Cuando finalmente era mía, lo tenía todo arreglado para ti. Entonces, me di cuenta de que probablemente no lo habrías aceptado de mí como un regalo después de lo que había hecho. Estaba en lo cierto. —No. Desde luego, no lo habría hecho. —Ni siquiera sabía lo de Georgia entonces, o hubiera puesto cosas geniales para niños también. —Me dio un beso en la nariz y continuó—. Me aseguré de que tenía la aprobación de los nuevos inquilinos. Tenía solo dos volantes hechos uno que colocaron en la ventana de la oficina, y otra que Reggie te dio personalmente. Estabas tan apurada de firmar el contrato de arrendamiento que nunca tuve que ir al Plan B. —Incluso cuando se fue, me estaba protegiendo, cuidando de mí—. Tú eras todo en lo que pensaba, Bee, todo el tiempo que me había ido, estos cuatro años enteros. Cuando por fin reuní el coraje para llamar a Reggie hace unos años para preguntarle a cerca de ti, estaba muerto de miedo por que dijera que habías hecho las maletas o salías con otra persona... o que te habías casado. —Eso me rompió un poco el corazón. —Pensaste que estaba con Owen. —Me cruzó por la mente. Me puso enfermo del estómago el que siquiera lo consideré una posibilidad. —Pasó sus dedos por debajo de la mandíbula y acercó mi cara hacia él, presionando su frente contra la mía. Me encantó cuando lo hizo—. Pero cuando Reggie me dijo que no estabas con nadie, que aún vivías en el apartamento y que trabajabas en la tienda, me hice creer que era porque todavía me necesitabas. Pero no lo hacías. Lo tenías todo resuelto mucho antes de que yo tratara de

intervenir y ayudar. Reggie nunca me habló de Georgia, sin embargo, probablemente porque no sabía cómo iba a reaccionar. El hijo de puta. Le debo un puñetazo en la mandíbula de mierda por eso. —Se rió. No sabía qué decir de todo esto. Jake continuó—. Llegué a la conclusión de que si no podía estar contigo, que iba por lo menos a tratar de darte todo lo que pudiera para hacerte feliz, aunque fuera desde lejos, incluso si no iba a ser parte de ello. Solo lamento haber tardado tanto tiempo para hacerlo. —Rozó sus labios sobre los míos—. Resulta que estabas bien sin mí, después de todo. —No estaba bien, Jake —le aseguré—. No lo estaba en absoluto. —Eso es lo que me temía que dijeras. El "bien" de Abby, no es el mismo "bien" de todos los demás —dijo Jake—. Mira tu brazo. Mira a mi valiente chica y su tinta de guerra. —Pasó sus dedos por la obra de arte que cubría mi brazo derecho—. Sé que esto es una de tus imágenes, y obviamente este soy yo. —Tocó la imagen del ángel de la muerte en la motocicleta—. Y esta es nuestra cita, pero ¿qué es esto? — preguntó, aterrizando sus dedos en la versión en negro y gris de la pintura "La Cicatriz". —Es mi pintura favorita. La real es en color, pero lo quise en blanco y negro en su lugar. Es una mujer con una cicatriz en el medio de todo su cuerpo. —¿Pero él no tatuó la cicatriz? —No necesito hacerlo. —Hice que el artista utilizara una de las más rojas y más irregular de mis cicatrices como la línea roja en el centro de ella. —Guao —dijo Jake—. Es hermoso y malditamente increíble, al igual que tú. Sus ojos se oscurecían, pero eso no expulsó el azul cristal por completo. Tanto el diablo y el ángel en él estaban conmigo esa noche. —No sé cómo he sobrevivido sin ti, Bee. No había pensado en ello desde que estaba a su lado. Por lo menos yo tenía a Georgia. Jake no tenía a nadie. Pude ver cómo los últimos cuatro años fueron muy difíciles para él.

—Apagué mis sentimientos en el segundo que me alejé de ti en el puente —le dije—. Pero cuando nació Georgia, es como si ella hubiera traspasado todo aquello. Era difícil de hacerlo pero tenía a mi bebé, y cuando se tiene uno gritón de tres meses de edad, con cólicos, que no duerme en toda la noche, es difícil quedar atrapado en tu propia mierda. Las cosas que me habían ocurrido en el pasado, empezaron a no importar a su alrededor. Seguían doliendo y yo no las evadía. Simplemente no eran la cosas más importante en mi vida. Ella me salvó. —Ustedes dos me salvaron —dijo Jake—. Lo mucho que pueda ser salvado. —Su tono se tornó serio—. Necesito que hagas algo por mí, bebé. —Lo que sea. —Si él lo pedía, yo lo haría. Era así de simple. —Necesito que me digas por qué tomaste esas fotos, las tuyas después de… —Las tomé por ti —admití—. Quería que vieras lo que él me hizo. Quería que estuvieras loco porque quería que... —Me detuve justo antes de decirlo. —Dilo, Bee —insistió—. Tengo que escucharlo. —Quería que lo mataras. —Las palabras no dolían, y no estaba avergonzada. En realidad, fue liberador decirlo en voz alta, que quería a Owen muerto—. Hay algo más, también, además de lo que nos hizo a mí y a Georgia. Sus ojos estaban completamente oscuros ahora. —¿Qué es? —Él mató a Nan. —Necesito verlas, las imágenes, ahora, y te necesito para que me las muestres. —¿Por qué? —Porque, nena, voy a salir de aquí esta noche, y voy a seguirle la pista donde quiera que esté, y lo voy a sacar de este mundo. Voy a enterrar los pedazos de él, donde nadie los va a encontrar.

No había visto las fotos desde que las revelé esa noche en el cuarto oscuro de la escuela secundaria. No sabía si podría ver esa parte de mi vida de nuevo. —¿Qué diferencia podrían hacer las fotos? Sabes lo que pasó. —Tengo que ver exactamente lo que te hizo, porque cuanto más sepa, más detallada será la descripción de tu dolor... Y más satisfactorio será para mí cuando lo mate, y más voy a disfrutarlo. —¿Quieres disfrutarlo? —Supe de inmediato que lo estaba juzgando. ¿Quién era yo para juzgar a alguien? Debajo de esto, había una curiosidad dentro de mí acerca de lo que sentía al hacer algo como eso. Jake tenía tantas cosas en guerra en su interior. Quería saber todo lo que podía acerca que lo motivaba. —Sí, quiero disfrutar con él, tanto como sea posible. Sé que suena jodido. Pero con el fin de seguir adelante, para disfrutar de lo que tenemos con nuestra familia y el resto de nuestras vidas juntos, tengo que cerrar este capítulo primero. Pero no puedo solo matarlo, Bee. Necesito que entiendas... —Apretó sus puños—. Necesito sentirle morir bajo mis manos. Necesito tanto sentirlo. Presionó sus labios en mi cuello, y una oleada de calor se disparó directo a mi núcleo. Entonces, me susurró al oído: —Cuando todo esto termine, lo que tenemos estará completo. Nosotros tres bajo un mismo techo, para siempre, como debe ser, sin ningún rastro del hijo de puta que intentó arruinar todo para nosotros. Sus hermosas promesas mezcladas con su aliento cálido en mi oído me hizo gemir. —Y sin mencionar, tenemos un montón de tiempo que compensar y planeo pasar un montón de tiempo con la cabeza entre tus muslos. —Ahuecó la mano sobre mis jeans entre mis piernas y apretó. Salté por la sensación—. Nunca he llegado a probar ese dulce coño tuyo, bebé, y creo que cuatro putos años es suficiente tiempo para esperar. —Gemí. —¿Qué tal si empezamos ahora? —pregunté, presionando mi pecho al suyo.

Sacudió la cabeza y suspiró, colocando sus manos sobre mis hombros y distanciándose de mí. —En el segundo que vuelva, Bee... En el mismo segundo. Te lo prometo. Jake se inclinó y besó suavemente mis labios antes de profundizar el beso y abriendo su boca a la mía. Su lengua bailó a través de mis labios, y luego dentro de mi boca y sobre mi lengua. Había pasado tanto tiempo. No sabía si iba a ser capaz de esperar mucho más tiempo sin estallar en pedazos. Se apartó de nuevo como si estuviera leyendo mi mente. Cerró los ojos. —Te amo, Bee. —Yo también te amo Jake —dije—. Mucho. —Jamás había significado más. Pasamos la siguiente hora en el interior, sentados en el suelo del salón. Jake se sentó en silencio mientras yo le contaba los detalles de la noche que Owen me violó. No dejé ningún detalle fuera, como él había pedido. Utilicé las imágenes para explicar cada lesión tal como sucedió. Mientras hablaba, su estado de ánimo se ensombrecía en una versión mucho más siniestra de sí mismo. Mi Jake de ojos de zafiro compartía cuerpo con un monstruo. Podía sentirlo moverse a un lado mientras la bestia dentro de él con firmeza tomaba el control. En el momento en que había terminado de decirle, estaba temblando como si acabara de ocurrir ayer. Recordé la sensación cuando me desperté en dolor sin fin, deseando estar muerta. Y sin embargo, de alguna manera, lo había hecho a pesar de todo, y también por Georgia, mi pequeño milagro, había sobrevivido. Jake puso sus manos sobre mis hombros y me atrajo hacia él. Me besó con tanta ira cruda y pasión que no sabía si iba a ser capaz de sobrevivir a los sentimientos abrumadores que se construían dentro de mí. Jake podría tener un monstruo viviendo en su interior. Pero ninguno de nosotros había sido solo de una manera. Nada era negro o blanco, claro u oscuro. Coral Pines era un lugar que parecía como el cielo en el exterior y se sentía como el infierno en el interior. Owen, el chico de oro de nuestra ciudad, resultó ser el monstruo más grande de todos ellos. Y Jake, que se había acostumbrado a vivir en las sombras de su alma torturada, resultó ser una de las luces más brillantes de mi vida.

Yo había vivido mi vida, en ambos, la oscuridad y la luz. Tener una nueva familia significaba tener que caminar en una línea borrosa entre los dos. Nunca iba a ser una persona normal con pensamientos y sentimientos normales. Nunca había sabido lo que "normal" significaba, de todos modos. Tal vez lo que separaba a Jake y a mí, de otras personas era nuestra aceptación de nuestros sentimientos y emociones, la oscuridad, así como la luz. Todo lo que sabía es que no había oscuridad en el mundo que pudiera compararse con el amor que teníamos para nuestra hija. El amor de Jake para Georgia era una prueba de que incluso los corazones más negros eran capaces de amar. Él era la luz y la oscuridad, todo al mismo tiempo. Jake el ángel, que me consoló en el hospital. Jake el asesino, que estaba de pie para irse, metiéndose la pistola en la parte de atrás de sus pantalones y verificaba la pistola adicional en su bota. —Dime otra vez que estás bien con esto, que no me mirarás de forma diferente después. —Su tono estaba cargado de preocupación. —Sabía que la muerte de Owen vendría desde la misma noche en que él me violó, y quería que fueras quien lo matara. —No vacilé al decírselo—. Todavía lo hago. Levanté la última de las imágenes para él. Era la foto que había tomado último, arrodillada delante del espejo con mis piernas abiertas para la cámara. La lente captó las magulladuras y sangre seca aglutinadas en cada rincón de mi cuerpo, en cada centímetro de mí ya estropeada piel. Los orificios nasales de Jake se dilataron y sus ojos perdieron la luz. El asesino en él estaba siendo alimentado. Volteé la imagen. Con mi letra había una nota que escribí años atrás. Mándalo al infierno, Jake. Jake me sacó la foto y leyó y releyó la nota detrás antes de doblarla y meterla en su chaqueta de cuero. Me recogió del suelo y me dio un último beso furioso antes de bajarme y acechar la puerta principal en rápidas zancadas decididas.

—Gracias —susurró. —Asegúrate de volver a nosotras —le recordé. Esperaba que no necesitara recordárselo. —Dejarte fue el peor error de mi vida, Bee. No voy a hacerlo de nuevo. Entonces, se había ido, desapareciendo en la oscuridad de la noche. El rugido de su moto anunció su partida, pero en cuestión de minutos se quedó en silencio de nuevo, solo los ecos se mantuvieron. —Haz que sufra, bebé —le susurré a nadie. Una vez me pregunté si dos almas rotas podían sanarse entre sí. Tenía la esperanza de que la respuesta fuera sí. Puede que no hayamos sido perfectos, o incluso aceptables para los estándares de nadie más. Pero juntos, éramos perfectos. Juntos, éramos solo nosotros. Maltratados y rotos. Oscuros y difíciles. Impulsivos y asustados. Había aceptado a Jake por ser todas esas cosas, sin embargo, durante tanto tiempo, no podía aceptarlos dentro de mí misma. Finalmente me di cuenta de que es posible amar dentro de un espacio que a veces tiene nada más que vacío... o nada más que oscuridad. Después de todo, todos tenemos una oscuridad dentro de nosotros. Algunos de nosotros más que otros.

Epilogo jake Traducido por katiliz94 Corregido por Pily

Dos noches pasaron antes de que fuese capaz de hacer un hogar para Georgia y Bee, para mi familia. Mis ropas y piel estuvieron en remojo con sangre, barro, suciedad, y los otros restos de los oscuros lugares en los que había estado. Bee se arrojó a mis brazos sin dudar en el segundo que me vio, a pesar de mi desaliñada condición. Había llevado a Bee a su dormitorio esa noche, y ella ni siquiera me dejó ducharme antes de que me pidiese describirle lo que había hecho con Owen con detalles. Entonces, tuvimos un largo tiempo, cubiertos de sangre, un jodido festín prendidos de lujuria que duró toda la noche. Para una mujer que una vez había temido mi toque, ahora devoraba cada momento de perverso gozo carnal entre nosotros. Hacer el amor no era lo nuestro. Ya hacíamos el amor. Hacíamos eso cada día. En cada mirada, cada toque, cada palabra comprendida. ¿Nuestro sexo? Eso era poseernos el uno al otro. Finalmente ser capaces de sentir después de años de empujar esa mierda a un lado con el objetivo de vivir y sobrevivir era un increíble jodido sentimiento. Quería vivir dentro de Bee, y creo que lo hago. Esta chica había entrado por debajo de mi piel y dentro de mi oscura alma desde la primera noche que había puesto los ojos en ella. Caminaría por los alrededores llevándola sobre mi pene si pudiese.

Nunca pensaría que estaría llamando a la casa que solía contener tantos fantasmas, la antigua casa de mi padre, mi hogar de nuevo. Nuestro hogar. La verdad es que podría llamarlo una ahuecada casa de árbol tanto tiempo como Bee y Georgia estuvieran ahí conmigo. Mi esposa, mi hija, toda mi vida. Los motivos de mi existencia. Sí, nos casamos. No hicimos algo grande de ello. Solo algo que sentimos que necesitábamos hacer. Por no mencionar que realmente quería hacerlo. Mis chicas siempre tuvieron la intención de compartir mi apellido. Eso se convirtió en lo más importante de lo que pensé que lo sería. Nuestra boda fue solo los tres, un testigo, y un juez de paz. Tuvimos la ceremonia en el claro bosquecillo naranja durante la puesta de sol, donde muchos de mis secretos yacían en paz. Era perfecto, nuestro tipo de perfección. Me convertí en una mejor persona por ellas. El monstruo en mí había sido domesticado, engullido por el momento. Aún está ahí en lo profundo de mi interior, en un tipo de hibernación semipermanente. Era una comodidad saber que podía llamarle siempre que lo necesitase. Porque si mi familia fuese amenazada o dañada de nuevo, él sería jodidamente apelado. La verdad de eso era que las necesitaba más de lo que ellas me necesitaban a mí. Nunca me había mentido al creer que era incluso remotamente suficiente para ninguna de ellas. En su lugar, me hice la promesa de que les daría la vida que merecían, y el hombre que necesitaban que fuese, incluso si ser ese hombre tomaba más trabajo de mi parte del que imaginé que otros necesitaban. Ya no intercambiaba vidas por dinero. Puse eso detrás de mí y me centré en ayudar a Reggie a hacer funcionar la tienda. Conseguimos otra recepcionista para que Bee pueda centrarse en la fotografía. No he matado desde la noche que me fue dado permiso por mi mujer para asesinar al hombre que mató a su abuela, la violó y disparó a mi hija. Si hubiese sido posible, habría matado a ese jodido tres veces. Una sensación de euforia me inunda mezclada con pura ira cuando pienso en ese jodido enfermo poniendo las manos sobre Abby la noche en la que ella me permitió entrar en su corazón y en su cama. No puedo soportar pensar en mi pobre frágil Georgia en el hospital apegándose a la vida. Incluso cuando pienso en una anciana indefensa e inocente, caminando hasta su

propia muerte mientras piensa que no estaba haciendo nada más que ayudar a las personas, siento una ira que a veces encuentro difícil de dominar. Abby y yo paramos de hablar sobre Owen por completo después de eso. Las personas de Coral Pines asumieron que estaba borracho una noche, cayó por el rompeolas y se ahogó, como muchos de los alcohólicos de la ciudad antes que él. Estoy seguro de que pensaron por su cuerpo que de alguna forma yo podía ser el responsable. Después de todo, Owen siempre me había odiado, y nos habíamos peleado en público en una ocasión. Sabía lo poco que nos preocupábamos el uno por el otro. Pero, el triste hecho era que no muchas personas daban una mierda por donde Owen podría haber ido. Tenía a su propia madre de mi lado. Bethany sabía que maté a Owen. ¿Cómo? Se lo dije. No era un jodido cobarde. Le dije mientras estábamos en el hospital lo que iba a hacer al segundo que supe que mi niña estaba bien. Ella sabía que no podía detenerme y dijo que no iba a intentarlo. Sabía tan bien como yo que Owen era como un perro rabioso y tenía que ser derribado. Lo que no había esperado es que también me pidiese matarla a ella. Prácticamente me lo suplicó. Era triste, en realidad. Me dijo que no podía vivir con lo que le había hecho a nuestra familia, y que no sabía si podía sobrevivir a la muerte de su único hijo. Aún le quería, sin importar como de roto estuviese él. La historia de mi vida. Bethany se había llamado a sí misma «un martillo de demolición humano.» Aprobando, tal vez, pero no sancionable por la muerte. Sinceramente, lo había considerado. Pero, no era admirador de matar a mujeres, y a Georgia y Abby en realidad parecía gustarles la zorra. Así que, hice un trato con ella. En lugar de matarla, le prometí que a pesar de que yo era el padre biológico de Georgia y no Owen, ella podía ser parte de nuestras vidas y nuestra familia si eso era lo que quería. Solo necesitaba curarse. Sabíamos una cosa o dos sobre curar en nuestra casa. No fue fácil en las primeras semanas después de que Owen “desapareciese.” Bethany vino a ver a Georgia, pero no pudo mirarme a los ojos. Cuanto más pasaba el tiempo, llegó a aceptar más a nuestra nueva —e inusual— familia dinámica y se volvió regular en nuestra casa.

Como una consolidación de acuerdo por matar a su hijo y negarme a hacérselo a ella, también, cuando mencionó llenar los papeles de divorcio, ofrecí liquidar a su marido en su lugar. Abby me pateó por debajo de la mesa de comer. Bethany optó por el divorcio. Asesiné a su hijo, y ella venía cada domingo para la cena familiar. Mi hija la llama Abu. El mundo es un lugar retorcido, seguro. Podría haber sucedido que fuese un hombre cambiado por el exterior, pero no podía evitar más que sonreír cuando pensaba en la noche que hundí el cuerpo de Owen en su profunda tumba oscura al fondo del pantano. Una risa escapaba a veces involuntariamente de mis labios cuando miraba sobre el manto y veía mi colección de cuchillos en exhibición, colgando de uno de los pequeños ganchos que Bee me compró en el mercadillo. El cuchillo en el centro, el único con el mango rojo y el borde dentado, era el que usé para cortar la garganta de Owen. No estoy seguro de si lo veía como mi premio de posesión o una broma interna. Tal vez, era ambos. Deslizarlo por la garganta de alguien podría haber sonado como la forma cobarde de matar, y había estado de acuerdo con eso… Si se hubiese hecho desde detrás como muchos de los cobardes harían. Ese es el por qué miré a esa hijo de puta muerto a los ojos cuando le dije que él iba a morir. Ese es el por qué lo empujé contra la pared de la casa flotante y le cubrí la boca con la mano izquierda y usé el antebrazo para sujetarle mientras lentamente hacía un hueco en su garganta con la derecha. Miré en las profundidades de la inexistente alma de ese asustado hijo de puta e ignoré sus patéticas suplicas gorjeantes mientras observaba la vida dejarle con la sangre que se esparcía de su cuello, enviándole a las profundidades del infierno a donde pertenecía. Alguien podría habérmelo envuelto ese día y dejármelo en la mañana de navidad. Un asesinato por venganza es el mejor tipo de asesinato. Pero una venganza por tu familia, ¿con el permiso de tu mujer? Eso es el límite de lo erótico.

Ahora, solo soy un simple hombre de familia, recibiendo el amor que sé que no merezco, y durmiendo como un bebé después de unos cincuenta Jack Daniels. No soy estúpido. No tengo dudas de que cuando encuentre mi final, descenderé al infierno que ha estado guardándome un lugar en su tortuoso abrazo desde el día que nací. También sé que cuando llegue ahí, voy a pasar el tiempo buscando a Owen y matándolo una y otra vez.

king Sin hogar, hambrienta y lo suficientemente desesperada como para robar, Doe no tiene ningún recuerdo de quién es ni de dónde viene. Un notorio criminal acaba de salir de prisión, King es alguien con quien no quieres cruzarte a menos que estés dispuesto a pagarle con sangre, sudor, sexo, o una combinación de los tres. El futuro de King pende de un hilo. El de Doe está escrito en su pasado. Cuando ambos se encuentren, aprenderán que a veces para mantener el control, tienes que ser el primero en sacrificarte ADVERTENCIA: Este libro contiene violencia gráfica, sexo consensual y no consensual, uso de drogas, abuso y otros temas tabú y temática adulta.

Publicación en 2014. No está relacionado con the dark Light of Day

Sobre la autora T.M.Frazier reside en el soleado sureste de Florida con su marido y tres enérgicos hijos peludos. En su tercer grado escribió su primera historia sobre un hámster perdido. Se ganó críticas tanto de su profesora como de sus padres aunque su deletreo podría haber (y todavía podría) servido de algo de ayuda. Con solo veinte años comenzó el siguiente libro. The Dark Light of Day es su novela debut. King será publicado en 2014. Es una avida lectora que AMA hablar de libros y charlas con sus lectores.

Traducido, corregido y diseñado

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