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Créditos Moderadoras de Traducción Kensha y Babe

Traductoras Kensha

Redshoes

Elizzen

Gabbii

Paulii~

Kirara7

Jess16

QueenDelC

ElyGreen

Nat.M

Kathy92

Princesa De La Luna

Jhosel

RebecaRocio

Helen1

Rogue93

CrissViz

AntoD

katyandrea

Jeyd

Correctoras Eli25

Maniarbl

Anjhely

ruth m.

ElyGreen

Marce Doyle

Recopilación y Revisión Eli25 Diseño KatieGee y Aria

Índice Sinopsis.............................................................................................................................. 6 Capítulo 1 ........................................................................................................................... 7 Capítulo 2 ......................................................................................................................... 21 Capítulo 3 ......................................................................................................................... 33 Capítulo 4 ......................................................................................................................... 44 Capítulo 5 ......................................................................................................................... 62 Capítulo 6 ......................................................................................................................... 71 Capítulo 7 ......................................................................................................................... 83 Capítulo 8 ......................................................................................................................... 95 Capítulo 9 ....................................................................................................................... 108 Capítulo 10 ..................................................................................................................... 118 Capítulo 11 ..................................................................................................................... 130 Capítulo 12 ..................................................................................................................... 142 Capítulo 13 ..................................................................................................................... 156 Capítulo 14 ..................................................................................................................... 168 Capítulo 15 ..................................................................................................................... 184 Capítulo 16 ..................................................................................................................... 197 Capítulo 17 ..................................................................................................................... 208 Capítulo 18 ..................................................................................................................... 223 Capítulo 19 ..................................................................................................................... 236 Capítulo 20 ..................................................................................................................... 252 Capítulo 21 ..................................................................................................................... 263 Capítulo 22 ..................................................................................................................... 279 Capítulo 23 ..................................................................................................................... 290 Capítulo 24 ..................................................................................................................... 303 Capítulo 25 ..................................................................................................................... 318 Capítulo 26 ..................................................................................................................... 325 Próximo Libro .................................................................................................................. 330 Sobre la Autora ................................................................................................................ 331

Sinopsis L

a Dra. Charlotte “Charlie” Stone ha dedicado su carrera como psiquiatra a explorar el territorio oscuro de todos: los corazones y mentes de asesinos en serie. Es un trabajo para el que es especialmente adecuada, gracias al talento secreto que le da una ventaja extraordinaria —Charlie puede ver gente muerta, cuyos espíritus atormentados claman por justicia que solo ella puede proporcionarles. Esta bendición —o maldición— le da a Charlie el poder para perseguir y atrapar a locos y asesinos. También ha puesto su vida amorosa del revés al lanzarse a una irremediablemente apasionada relación con el persistente fantasma del carismático chico malo Michael Garland. Pero hay poco tiempo para el romance con su pretendiente sobrenatural cuando un asesinato golpea la puerta de Charlie en forma de una mujer joven aterrorizada huyendo de un maniaco homicida. Salvarle la vida coloca a Charlie de lleno en el punto de mira de un depredador sádico apodado “El Hombre de Jengibre”, infame para manipular a sus víctimas como peones de un juego de ajedrez mortal. Y ahora la Reina a la que este psicópata está empeñado en capturar es Charlie. La negativa a jugar solo pondrá a más vidas inocentes en peligro. Equilibrar sus habilidades con este astutamente retorcido rival requerirá de la formación de Charlie y de sus conocimientos expertos. Pero incluso con su diabólico “ángel guardián” —sin mencionar a su Federal favorito de carne y hueso, Tony Bartoli— vigilando su hermosa espalda, la horrible sonrisa del Hombre de Jengibre podría ser lo último que Charlie jamás vea.

Capítulo 1 Traducido por kensha y Elizzen Corregido por Eli25

L

a vista del hombre muerto acostado en su sofá detuvo a la Dra. Charlotte Stone en su recorrido.

Excepto por la luz parpadeante de la TV, la casa estaba a oscuras, pero su gran cuerpo tirado a través de la tapicería de lino natural era imposible no verlo. Congelada en el lugar justo en el umbral de su sala, Charlie luchó desesperadamente para conseguir un agarre. Acostado sobre su espalda con la cabeza apoyada en uno de los gruesos brazos acolchados del sofá, con los ojos cerrados y los brazos cruzados sobre su ancho pecho, casi podría haber estado dormido. Pero ella lo sabía mejor: él ahora estaba más allá del sueño. La repentina tirantez en su pecho cuando lo miró hacía más difícil respirar. Su corazón latía con fuerza. Su pulso se aceleró. Tragó fuerte, trabajando en acorralar sus emociones fuera de control y azotándolas en una especie de forma aceptable, cuando él abrió sus ojos y la miró. Aún vistos por la luz de la televisión, esos ojos azul cielo eran suficiente para hacer que a una mujer desprevenida le temblaran las piernas. Afortunadamente, había experimentado su poder antes. Además, sabía lo que era, de lo que era capaz. Pero la triste realidad era, que tenía debilidad por él de todos modos. Sonrió hacia ella. No era una sonrisa particularmente bonita. No importaba: su estómago todavía revoloteaba. Idiota. —¿Así que cómo continua toda esa cosa del ejercicio, Doc? —dijo con voz cansina. El toque de acidez en la voz sumergida en miel de Michael Garland no detuvo la corriente cálida de —llamémoslo alivio— que había comenzado a inundar

sus venas al segundo que puso sus ojos en él. Definitivamente no debería haber estado tan feliz de verlo. De hecho, no debería haber estado contenta de verle en absoluto. Pero en cuando a él y ella concernían, “debería” había volado por la ventana hacía rato. —Bien. —La respuesta de Charlie tan fresca y despreocupada como no se sentía. Recuperando su poder de movimiento, chocó con el interruptor de la pared que encendía las lámparas a ambos lados del sofá. Luego caminó a través del suelo de madera pulido hacia la mesa de café de roble blanqueado, recogió el control remoto, y apagó la televisión, terminando la explosión ensordecedora que había estado viendo en el canal de deportes. Maniobrándolo a un volumen casi doloroso, el sonido era lo que había traído a Charlie corriendo desde el porche un par de momentos antes —y había roto el más que amable buenas noches que había estado intercambiando en su puerta delantera con Tony Bartoli, el agente del FBI que Garland pensó que se estaba acercando a ella. Garland la había visto claramente besando a Tony, y con la misma claridad no le había gustado. Lo que su burlona mente pretendía decir era que pensaba que ella pasaba de Tony por él. No es que ella y Garland tuvieran el tipo de relación que ella pudiera pasar, exactamente, pero —bueno, era complicado. La versión corta era, ella era psiquiatra que estudiaba asesinos en serie. Garland era un convicto asesino en serie, y, como preso en la Prisión del Estado Wallens Ridge, dónde ella estaba llevando a cabo su estudio más reciente patrocinado por el gobierno, su antiguo sujeto de investigación. Esta asociación había terminado con su muerte. Esta era la parte que se aburría de repetir: Michael Garland era absolutamente, positivamente, no-ir-detrás-de-los muertos. De igual manera, lo que estaba viendo y hablando era su fantasma. A ver, tenía la desafortunada habilidad de ver fantasmas. Oh, no todos los fantasmas. Solo los recientemente, violentamente desaparecidos, quienes, confundidos sobre lo que había sucedido con ellos, a veces perduraban durante un corto periodo en la tierra después de su muerte. Garland había sido asesinado once días antes, apuñalado por uno de sus compañeros presidiarios. Charlie había intentado salvar su vida, en vano. En el estilo clásico no-buenaacción-queda-impune, su fantasma se había adherido a ella en el momento de su fallecimiento, para atormentar y acosar (entre otras cosas) hasta que finalmente debiera pasar al Más Allá. Lo cual, como de costumbre en una manera irritante, él se resistía.

Normalmente los fantasmas que podía ver no perduraban más de una semana. Por ese criterio, Garland ya estaba superando su fecha de caducidad. Lo cual era una de las razones por las que había estado tan contenta —le golpeó eso— muy sorprendida al verlo. Había puesto sus ojos en él unos cuatro días antes, cuando salvó su vida. Desde entonces, había tenido miedo —la golpeó eso, también— cada vez más convencida de que nunca lo volvería a ver. Tanto como odiaba admitírselo aún a sí misma, el pensamiento había hecho sangrar a su corazón. Pero ahí estaba, todos sus seis pies y tres pulgadas fornidos de él. Treinta y seis años en el momento de su muerte. Valioso Chippendales1 merecedor de un cuerpo en una ajustada camisa blanca y descoloridos pantalones vaqueros. Una espesa melena de pelo rojizo que absolutamente no alcanzaba sus anchos hombros. Quijada cuadrada, amplios pómulos y frente, nariz recta y boca bien cortada. Tan absurdamente y de aspecto saludable para un fantasma —o un hombre que había pasado los últimos cuatro años de su vida en una prisión federal, por lo que había hecho. Escandalosamente guapo. Certificadamente peligroso. El conocido latoso. Quien podía hacer a su corazón palpitar y su sangre calentar y su buen sentido volar por la ventana. Era la última gran cosa que necesitaba —o deseaba— en su vida. Vivo o muerto. No tenía ninguna opción en el material. No podía controlar su presencia en su vida de lo que podía controlar el sol, la luna y las estrellas. Él solo se había presentado, y un día —probablemente más temprano que tarde— desaparecería. El universo estaba a cargo aquí, no ella. La idea la tranquilizó. —¿Dónde has estado? —Si hubo un chasquido en su tono, él lo había ganado, simplemente porque de alguna manera había logrado dirigir su atención sobre la respuesta. Aun así, con miedo de que su pregunta pudiera revelar cuan

1

Chippendales es un grupo de danza más conocido por sus chicos (de striptease) en

actuaciones con baile erótico y su distintivo traje de cuerpo superior de sus bailarines de una pajarita y puños de camisa.

estúpidamente involucrada había llegado a estar con él, lo habría hecho de nuevo si pudiera hacerlo. —¿Me extrañaste mucho, hmm? —Garland balanceó sus largas piernas en el sofá y se sentó. En otras circunstancias, Charlie habría dado una mirada sucia a las botas de vaquero que no parecía tener ningún reparo en plantar en su prístino sofá. Pero botas fantasmas —estaba segura de que no dejarían marcas. De todos modos, la sonrisa de superioridad en la amplia sonrisa que le dirigió fue más molesta que las botas en el lino, así que le dirigió una sucia mirada a sus brillantes ojos azules antes de girar sobre sus talones y alejarse. —No. —No le había extrañado ni un poco, se dijo ella misma. Lanzó la respuesta por encima de su hombro al llegar a la sala y se dirigió hacia la cocina, pasando por la antigua escalera que conducía al segundo piso. Poniéndose de pie, la siguió. Llevaba nada más excitante que una blusa blanca sedosa sin mangas y un par de pantalones negros bien adaptados con tacones, un poco más elegante que su atuendo habitual porque Tony la había llevado a cenar, pero nada especial. Aun así, podía sentir los ojos de Garland en ella, y sospechaba fuertemente que él estaba mirando el ajuste de su trasero con reconocimiento mientras caminaba. Echando un vistazo rápido, sospechoso sobre su hombro, intentó atraparlo, pero era a) demasiado rápido, b) demasiado astuto, o c) malditamente afortunado para que lo atraparan. Mientras sus miradas se cruzaron, sonrió hacia ella. —Mentirosa —dijo. Aspiró, sacudiendo su cabeza en firme negación. Era aterrador pensar que tener a un fantasma siguiéndola la hacía sentir más plenamente viva de lo que estuvo en días. Aún más terrorífico darse cuenta que lo que realmente quería hacer era darse la vuelta y entrar en sus brazos. Lo que ella no podía hacer, porque él no tenía más sustancia que el aire. Y no lo haría aunque pudiera. Porque realmente no era tan autodestructiva. No lo creía. La luz de la luna se vertía a través de las ventanas de la cocina —una alta y ancha que tomaba casi toda la pared detrás de la zona del comedor y una más pequeña situada en la pared superior de la puerta de la cocina— iluminando los armarios blancos y los electrodomésticos de acero inoxidable y el suelo de madera. Había dejado las cortinas de la parte delantera de la casa cerradas, así que no podía ver la calle. Las persianas de la cocina estaban levantadas hasta la parte superior de las ventanas, porque no había nadie viviendo con ella para

mirar dentro, y porque le gustaba la vista. Mientras caminaba desde la penumbra de la sala a la luz plateada, Charlie vio su reflejo en el cristal de la ventana grande. Su cabello castaño colgaba en ondas sueltas alrededor de sus hombros. Su piel estaba, como de costumbre, pálida, pero sus ojos azul jeans parecían algo sensuales porque deliberadamente había jugado con el delineador y la sombra, que casi nunca usaba, y una capa extra o dos de rimel. Su amplia boca parecía llena y suave, pero más vulnerable de lo que debería, teniendo en cuenta que después de la cena recién había aplicado labial rojo intenso (vampiro). Esa mancha suavemente parecía ser porque, se dio cuenta tardíamente, Tony la había besado posteriormente quitando todo su lápiz de labios, por lo que sus labios estaban ahora ligeramente hinchados y desnudos. Medía cinco con seis, delgada y en forma a los treinta y dos, y en los años mucha gente le había dicho que era hermosa. Si seguía siendo escéptica, era porque la mayoría del tiempo esos mismos chicos habían estado intentando hablar con ella en la cama. Esta noche, el maquillaje y los tacones la hacían parecer, umm, más sexy. Normalmente usaba zapatos de tacón bajo, porque lo último que quería hacer era exhalar cualquier tipo de vibración de mírame-soycaliente. Este casi a diario ejercicio de discreción se debía mucho al hecho de que su trabajo habitual se llevaba a cabo en una prisión llena de hombres encarcelados. Lo que era también por lo que usaba habitualmente su pelo y maquillaje al mínimo. Pero esta noche, por Tony, había hecho un esfuerzo. Como, si el pensamiento de que pudiera permitirse que su relación con él progresara al siguiente nivel, como en, dormir con él. Debido a que Tony era ciertamente guapo y porque realmente le gustaba y necesitaba desesperadamente una relación normal de hombre-mujer, sin complicaciones en su vida. Y porque ella había temido —pensó— que Garland habría desaparecido para siempre y estaba decidida a erradicar cualquier persistente recuerdo de él. De ellos. Al final, ella no había sido capaz de decidirse a invitar a pasar a Tony. Ya le había enviado en su camino cuando el volumen de su debería-haberestado-en-silencio TV había llegado a sus oídos y causó que su corazón se llenara de esperanza y se apresuró a alargar las cosas. Sexo con Tony, que lo había decido en algún lugar entre la cena y la puerta principal, era algo que no iba a suceder. Por lo menos, no todavía. Pero Garland no tenía que saberlo. En efecto, no iba a permitir que Garland lo supiera.

Estaba demasiado lleno de sí mismo ya. Charlie de repente se dio cuenta de que era el único reflejo que veía en la ventana, pero Garland estaba justo detrás de ella. Una mirada por encima de su hombro lo confirmó: él estaba todavía allí. Pero a juzgar por lo que podía ver en la ventana, ella estaba sola. Su reflejo no se mostraba. Y eso era porque, en el mundo físico en el cual ella y todas las otras criaturas vivientes existían, no lo hacía él. Solo ella podía verlo. —Admítelo, Doc: estabas preocupada por mí. Charlie cerró sus ojos. Preocupada por él. Eso subestimaba enormemente el caso. La verdad era que, cuando no había mostrado retroceder después de materializarse el tiempo suficiente para tomar el golpe mortal por ella, había estado enferma de miedo por él. Miedo de que él hubiera sido absorbido en la Eternidad, y de no volver a verlo nunca. El dolor que había acompañado a ese temor le había mostrado lo muy vulnerable que se había convertido en donde él concernía. Ahora que regresó, estaba decidida a proteger mejor su claramente corazón-demasiado-susceptible. Enamorarse de él no era una opción. En la vida había sido el peor de los hombres malos, el asesino convicto de siete mujeres, condenado a muerte por crímenes horribles, brutales. Y tan atractivo y encantador como podría ser, era la misma persona exacta en la muerte. Eso era lo que tenía que seguir recordándose ella misma, incluso si alguna parte de ella también-estúpida-para-vivir se negaba a aceptarlo. Afirmó que era inocente. Todas las evidencias dijeron lo contrario. Aunque, en aras de la discusión, se permitió creer en su inocencia, creer que la investigación exhaustiva y todas las pruebas y los tribunales y el sistema de justicia penal estaban simplemente equivocados en su caso, aún no estaba por dejarse ir dónde temía a dónde se dirigía su asociación. No iba a cometer la locura final de enamorarse de él. De ninguna manera, no había como.

En el fondo era, que él estaba muerto, ella estaba viva. Lo que su relación era o no, la dura verdad era, que no había absolutamente ningún futuro. Si se olvidaba de eso, merecía cada pedacito de desamor que estuviera recibiendo a su manera. Así como por estar tan ridículamente contenta de verlo ya. Charlie abrió sus ojos. Allí todavía estaba ella, mirando su propio reflejo en la ventana de la cocina, con nada más que un rayo de luz indicando que un magnifico hombre (muerto) estada de pie justo detrás de ella. —Estaba realmente muy cómoda con la idea de que la naturaleza había finalmente tomado su curso contigo. —Habló sobre su hombro, admirablemente fría, mientras cruzó hacia el interruptor de la luz al lado de la puerta de atrás y a la luz de la cocina. Una mesa redonda de roble con cuatro sillas de respaldo de listón estaban situadas en la zona del comedor frente a la ventana. Porque había estado ausente, en la mesa se apilaba alta el correo. Más allá de él, por la ventana, podía ver las sombras de los girasoles creciendo en el porche a lo largo de la alta cerca trasera. Iluminados por la luz de la luna, eran bandas de hierba con líneas de color negro. Más allá de eso, una ladera boscosa gruesa formaba un muro impenetrable de oscuridad mientras el cielo nocturno se levantaba para encontrarse con el cielo nocturno. Esta casa de campo pasada de moda, de dos pisos de madera blanca con su recorte amplio de pan de jengibre y su gran porche era la primera casa real que había tenido y le encantó. Situada en una calle tranquila en el borde de Big Stone Gap, Virginia, un pueblo minero de carbón en el corazón de los Apalaches que todavía estaban aturdidos por la recesión, le proporcionaba un descanso muy necesario de la severidad de cada día de su trabajo en la prisión, que se alzaba como un buitre en la parte superior de la montaña, con vistas a la ciudad. Decorar y amueblar había sido un proyecto que había disfrutado. Hasta este instante, cuando la presencia de Garland repentinamente parecía llenarla hasta reventar, nunca había reconocido que, con solo ella en la casa, esta se había sentido a veces vacía. No, le golpeó eso: solitaria. —Tonterías —dijo sin calor y el ineludible hecho de que había golpeado allí la cabeza del clavo hizo que sus labios se tensaran. Ignorándole, ella se acercó a la mesa con la intención de revisar su correo. Se detuvo en la puerta de la cocina y cruzando los brazos sobre su pecho, apoyó un amplio hombro en la jamba—. Gracias por salvarme la vida, Michael.

Su falsete burlón le consiguió una mirada con los ojos entrecerrados. Pero la verdad era que él la había salvado la vida y que estaba agradecida. —Gracias. —Volvió su atención al correo. No había nada como una pila de facturas para proporcionar una distracción. —Michael —provocó él. Podía sentir sus ojos sobre ella. Ostensiblemente ocupada hojeando el montón de sobres no dijo nada. La última vez que lo había llamado Michael —bueno no iba ir allí. Iba a olvidar todo ese alucinante y sexy episodio. Sí, claro. Jamás pasará mientras viva. Bueno, lo iba a intentar. —Así que, ¿te has ido a vivir con el tipo del FBI mientras estaba fuera? La pregunta la irritó. En realidad, él la molestaba. Enormemente. En el proceso de abrir un sobre, le echó un vistazo. Y mintió. —Sí. —Tu nariz acaba de crecer, Pinocho. —Si no me vas a creer, ¿por qué preguntas? —Buena pregunta. —Se encogió de hombros—. ¿Entonces por qué no estás viviendo con el tipo del FBI? —Porque, aunque no lo creas, no me acuesto con todo el que lleva pantalones —le espetó antes de pensarlo. Mientras una lenta sonrisa se extendía por su cara, ella se sintió como mordiéndose la lengua. Porque, por supuesto, se había acostado con Garland. Más o menos. Como en, sexo fantasma. De nuevo, era complicado. Pero tanto si había sido real como si no, en el sentido más estricto, sin duda había sido el sexo más ardiente de su vida. Y no iba a ir allí. No otra vez. Ni siquiera en sus pensamientos. —Yo sí lo creo. —Cruzó la cocina y se quedó al otro lado de la mesa, frente a ella. Sus grandes manos se cerraron alrededor del respaldo de una silla. Su mirada firme la hacía sentirse incómoda. Se concentró en el correo—. La cosa es que creo que estoy empezando a conocerte muy bien. Creo que eres una mujer de un solo hombre, Doc.

Sus ojos se movieron de golpe para encontrarse con los suyos. Por lo que vio allí, sintió una ola de calor. Dios, no dejes que lo vea. —Puede que tengas razón —dijo con una falsa cordialidad de la que estaba justificadamente orgullosa—. Y si alguna vez me encuentro con ese hombre, me aseguraré de hacérselo saber. Su mirada de respuesta hizo que su tonto e imprudente corazón recuperase su ritmo. Atemorizada por lo que pudiera leer en sus ojos, los dejó caer hacia la caja de embalaje de color marrón que había sido el siguiente elemento de correo al alcance de sus manos. Condenada cinta, la caja estaba envuelta en ella. Transparente y brillante, era obstinadamente resistente a todos sus intentos de romperla. Extendiendo el brazo hacia el pequeño par de tijeras que guardaba junto con objetos como chinchetas y clips de papel en una cesta en el aparador detrás suyo, le echó otra mirada. Llegó justo a tiempo para verlo volverse translucido. Los ojos muy abiertos, apretando convulsivamente las tijeras, con un cosquilleo de choque registró que podía ver el resto de la cocina a través de él. Incluso mientras miraba fijamente, él titubeó, luego comenzó a solidificarse una vez más. Todavía estaba luchando para envolver su mente alrededor de lo que estaba viendo cuando lo hizo de nuevo. —Puede que quieras cerrar su boca, Doc. Que me aspen si no te ves como si hubieras visto un fantasma. Eso al menos tuvo la virtud de sacarla de su inmovilidad total. Sus labios se encontraron y se afirmaron. Sus ojos chocaron con los suyos. —Muy divertido. Él parecía mirarla más de cerca. Por supuesto, era difícil decir cuando una vez más era tan diáfano como el humo. —Así que, ¿qué pasa? —Estás… estás parpadeando. —Tenía la boca seca. Intentó tragar mojando sus labios. Volvía a estar casi —casi— sólido. Oh, Dios.

—¿Parpadeando? —Bajó la mirada hacia sí mismo. Pareciendo no notar nada mal, bueno, se veía sólido otra vez, ¿así que por qué iba a hacerlo? Levantó las cejas. —Desvaneciéndote y volviendo a aparecer. Como… como Campanilla al final de Peter Pan. Ya sabes, la película de Disney. Cuando Campanilla se estaba muriendo y los niños tenían que aplaudir para traerla de vuelta. —La comparación hizo que Charlie sintiera frío por todas partes. Estaba tan agitada que apenas tenía sentido, lo sabía. Sus ojos se quedaron pegados a él: había empezado a desvanecerse otra vez mientras hablaba y ahora era tan insustancial como una capa de gasa, y también ondulante como una, si decir gasa habría estado atrapado en una brisa. No era la primera vez que había visto un destello de aparición, pero fue sin duda la primera vez que la vista le había hecho que su corazón se sacudiera y su sangre se fugara hacia sus pies. Las otras veces —había estado aliviada. Y había estado aliviada porque el parpadeo era una señal de que el fantasma que estaba viendo pronto dejaría de ser un problema para los vivos. Y eso sería porque ese parpadeo significaba que la aparición estaba a minutos de desvanecerse en la nada y estaba cómoda al saber que se iba de este plano terrenal y no volvería nunca. Pero ahora, con él, sintió su compostura rompiéndose en mil fragmentos lacerantes mientras enfrentaba lo que probablemente significaba el parpadeo: o estaba llegando a la etapa en la que no iba a ser capaz de volver a verlo nunca más, o estaba siendo arrastrado de forma permanente al Más Allá. De un modo u otro, no importaba. Si lo que había visto suceder en el pasado era la introducción al presente, él se iba. No pasaría mucho tiempo antes de que estuviera libre de él. Para siempre. Lo que había sabido que iba a pasar desde el principio. Él era un fantasma y los fantasmas no podían quedarse. ¿Así que por qué eso la hacía sentirse tan absolutamente devastada? —Debo haberme perdido eso —respondió él secamente. Sus ojos se quedaron fijos en él con una especie de desesperación horrorizada. Los brillantes números verdes del reloj digital del microondas eran perfectamente visibles a través de su ancho y musculoso pecho, podía leer la hora: 11:22. —¿Cómo… cómo te sientes?

—A decir la verdad, como si hubiera muerto la semana pasada. —¿Podrías parar de bromear? —Su tono era feroz—. Lo digo en serio. Él se encogió de hombros. —La cosa es que tuve una gran pelea para volver aquí esta vez. Mucho más dura de la que he tenido antes. Los muros de Spookville no querían dejarme salir. Si no hubiera estado tan cocido, preocupado por ti, no creo que pudiera haberlo hecho. Desde que lo hice, he estado sintiendo que el maldito sitio tiraba de mí, como si estuviera haciendo todo lo posible para llamar mi atención. En este momento, está tirando muy fuerte. —Sus ojos se estrecharon mirándola—. ¿Tienes alguna razón en especial para preguntar? —Oh, Dios. —Su pecho se sintió apretado. El respirar requería de un trabajo real—. Creo… que podría ser el momento. Creo… que podrías estar a punto de irte. Sus cejas se fruncieron. —¿Qué? Diablos, no. No voy a ir a ninguna parte. —No creo que tengas una opción. —Pues haz algo. Algo de tu yu-yu. —Su tono relativamente no asustado le dijo que no percibía la inmediatez del peligro. Charlie negó con la cabeza, muda porque ahora estaba latiendo como una bombilla preparándose para quemarse y claramente no era consciente de ello. Algo que se sentía como un puño gigante se cerró alrededor de su corazón. Agarró las tijeras con tanta fuerza que el metal le hacía daño en los dedos. Ya sabía cómo tenía que terminar esta historia. Pero no estaba preparada. Aún había tantas cosas sin resolver entre ellos, tanto que decir... —Por favor, no te lo lleves todavía. —Las palabras eran apenas más fuertes que un susurro. Emergiendo por voluntad propia, no estaban dirigidas a él, estaba hablando con el universo, con las vastas y desconocidas fuerzas de la Eternidad, con el Dios mismo. Luego, dándose cuenta de lo que había dicho, y lo que esto reveló, cambió su agarre en las tijeras y miró hacia abajo y empezó a cortar la cinta de la caja. Violentamente. Cualquier cosa para no verlo desaparecer. Porque ahí no había nada que pudiera hacer para detenerlo. Porque esta era la manera que tenía que ser.

—Vaya, espera ahí. ¿Qué fue eso? —Incluso en este momento que para Charlie se sentía como in extremis, había humor en su voz—. Me pareció que eso era como si admitieras que no estás lista para dejar de verme. —Oh, no te hagas ilusiones. —Sus dedos se detuvieron cuando le devolvió la mirada. Había estado a punto de decirle que se fuera al infierno, antes de que la hubiera golpeado como un bate de béisbol entre los ojos que eso era, con toda probabilidad, exactamente a dónde iba. —Deja de luchar contra ello. —Él era casi transparente ahora, como mirar a través de un celofán delicadamente coloreado, enfocándose y desenfocándose más rápido de lo que pudiera parpadear. Pena y pavor se combinaron para convertir su sangre en hielo—. ¿Te mataría rendirte y admitir que estás loca por mí? Sus ojos se burlaban de ella. Su corazón se sentía como si se hubiera roto por la mitad. Bueno, había sabido que este momento se estaba acercando. Lo sabía desde el principio, desde su primera horrorizada comprensión de que este espantoso fantasma se había unido a ella, el sufrimiento era temporal. Al principio, se había recordado que eso era como una fuente de consuelo. Después simplemente había intentado no pensar en ello. Pero ahora, descubrió que no podía soportar la idea de que él en realidad estaba a punto de estar lejos de su mundo. Que no volvería a verlo otra vez. Que estaría atrapado en la horrible niebla púrpura del sitio que él llamaba Spookville, para siempre. O al menos hasta que fuera arrastrado a un lugar aún peor. Abandonando la caja, puso las tijeras sobre la mesa. Sus movimientos eran cuidadosos. Precisos. Temía que sus manos temblaran de lo contrario. Entonces, porque sus ojos estaban pegados a él, accidentalmente derribó la caja. Todo tipo de cacahuetes de embalaje blancos salieron a borbotones, derramándose sobre la mesa, en el suelo, en todas partes. Apenas se dio cuenta. No le importaba.

Ya apenas estaba allí, sin más sustancia que un centelleo de calor. Apretó los puños con tanta fuerza que sus uñas se clavaron en sus palmas. Era todo lo que podía hacer para respirar. Su corazón lloró. En consecuencia, su tono era enfadado. —¿Crees que esto es una broma? Mírate a tí mismo ahora. Se miró. Fue inmediatamente claro que vio lo que estaba pasando. Charlie pudo sentir la repentina tensión que emanaba de él, una nueva y eléctrica sensación de urgencia en el aire. Su mandíbula estaba tensa mientras la miraba otra vez. —Es posible que desees ponerte manos a la obra con ese yu-yu, Doc. —No hay nada que pueda hacer. —A su petición y en contra de su mejor juicio, ya había utilizado todos los fragmentos de la sabiduría popular espiritual que había aprendido, que podrían mantenerlo en la tierra. Ya no quedaba nada, o al menos, nada que supiera. Si correr hacia él y echar sus brazos a su alrededor hubiera hecho algún bien, estaría corriendo alrededor de la mesa a su lado, pero ya sabía que sería más fácil intentar aferrarse a la niebla. Así es como tiene que ser. Lo sabía, lo aceptaba. Y todavía sus siguientes palabras no eran nada que se hubiera imaginado que diría—, Concéntrate. Trata de agarrarte. —No está funcionando. —Se estaba desvaneciendo muy rápido ahora, tenía miedo de que se hubiera ido en el siguiente instante—. Es mejor que empieces a aplaudir, Doc. Ella contuvo el aire. —Garland… Se había ido. Solo así. Su estómago se le cayó a los pies. Sus rodillas se debilitaron. —Mierda. —Todavía podía oírlo—. No conseguiré volver, no te preocupes por mí. Charlie... El resto de lo que dijo era borroso. —¡Michael! —Olvidó mantener la distancia, mantener la calma. A pesar de que sabía que era completamente inútil intentarlo, de todas formas corrió alrededor de la mesa a donde había estado de pie, para llegar a él, lanzando sus manos al aire que quedó vacío. Nada. Ni siquiera el más mínimo indicio de un eléctrico cosquilleo, ni un signo indicador del contacto con un espíritu invisible,

marcando el lugar donde había estado. Derrotada, se aferró con fuerza al respaldo de una silla. Dios, ¿qué había esperado? El universo siempre reclamaba lo suyo. Sabía eso, sabía que tenía que pasar, sabía que esto no era más que el orden natural de las cosas, pero aun así se sentía como si su corazón estuviera siendo arrancado de su pecho. Quería llorar. Quería gritar. —Tiene que haber una luz blanca —gritó con urgencia a pesar del dolor, porque ayudarle a navegar por la Eternidad era lo único que podía hacer por él ahora— . Michael, ¿me oyes? Tienes que buscar la luz. Pensó que dijo algo típico como, —A la mierda con eso— y luego—, Charlie— con algo más después, pero no podía estar segura, su voz era demasiado débil. —¡Michael! Esta vez no hubo nada. Ninguna respuesta. Ninguna voz. Ninguna señal de él. Tomó una respiración profunda y temblorosa. Su garganta se cerró. El dolor que estaba experimentando era agudo. Así es como se siente el dolor. Entonces se dio cuenta, No, así es como se siente un corazón roto. Sus ojos picaban, era por derramar las lágrimas. La segunda vez en los últimos once días, ella que nunca lloraba, se había encontrado a sí misma haciendo precisamente eso. Las dos veces habían sido por él. Maldiciéndose por su idiotez, llevó sus nudillos a sus ojos. ¡Bam! ¡Bam! ¡Bam! Un frenético golpeteo en la puerta de la cocina apartó los ojos de Charlie del lugar donde había estado la última vez, la hizo saltar, jadear y disparar una sorprendida mirada hacia el sonido. Pálida, con ojos grandes y una mirada aterrada en la oscuridad, el rostro de una mujer se asomó hacia ella a través de la ventana con paneles en forma de rombos, en la parte superior de la puerta. —Ayúdeme —gritó la mujer, golpeando de nuevo la puerta—. Por favor, ¡tiene que dejarme entrar!

Capítulo 2 Traducido por Kathy92 y Jhosel Corregido por Eli25

E

n un instante Charlie vio que la mujer era joven, con largo y oscuro cabello, piel pálida —y un río escarlata de sangre corriendo por el lado de su rostro.

—¡Apresúrese! —Lloró la extraña, traqueteando el pomo ahora incluso mientras continuaba golpeando la puerta—. ¡Por favor déjeme entrar! ¡Por favor! Sus ojos se trabaron con los de Charlie. Ellos suplicaban. Charlie conocía esa mirada —era miedo mortal. Lo reconoció instantáneamente porque lo había experimentado más de una vez ella misma. Sabía cómo se sentía, lo procesó visceralmente, y su pulso se aceleró, y sus entrañas se tensaron en respuesta. Empujando su propio dolor a un lado, reaccionando automáticamente a esta nueva emergencia, a este tipo de criatura en evidente aflicción, apretó los nudillos a través de sus ardientes ojos una vez más y dejó la puerta abierta. —¡Maldita sea Charlie, no! —Esto no era un grito, sin embargo pudo decir que eso era lo que quería decir. Tenía más la calidad de un eco, débil en volumen pero furioso en el tono: Michael. Buscándole frenéticamente alrededor al mismo tiempo que abría la puerta ampliamente, no vio nada de él. —¿Michael? —Su nombre estaba torcido alrededor de ella. Un viento cálido, con profunda humedad, agitó su cabello. La esencia de las montañas a finales de Agosto, musgoso y húmedo, unido con la madreselva, llenó sus fosas nasales. No había respuesta de él. Ninguna señal. La mujer se desbordó apresuradamente a través de la puerta. —¡Gracias, oh, gracias! —reclamando instantáneamente la atención de Charlie. Abriéndose paso dentro de su casa, moviéndose tan rápido que sus zapatos

húmedos, y llenos de barro se deslizaron y patinaron en la dura madera, estaba respirando con grandes sollozos. Afuera, gruesas gotas de lluvia estaban comenzando a caer. El constante plaf mientras salpicaban en las escaleras de la entrada y el camino de hormigón llevaron a Charlie a pensar lo rápido que se acercaban unos pasos, y los delgados vellos en su nuca se erizaron. —¡Él tiene un arma! ¡Se acerca! ¡Va a matarme! —Ahogando la advertencia sobre su hombro, la mujer se detuvo y se dobló, luego cayó agachada como si sus rodillas hubieran cedido repentinamente. Tosiendo y dando arcadas, se puso en cuclillas cerca de la mesa mientras Charlie estaba de pie estúpidamente boquiabierta mientras incluso más estúpidamente mantenía la puerta abierta. —¿Quién? —Con la mano tensándose convulsivamente en el picaporte, Charlie dio una aterrada mirada afuera, buscando en la oscuridad por un signo de quién podría estar dándole caza. Aunque no podía ver nada fuera de lugar, la cálida noche de verano con su cielo estrellado había cambiado dramáticamente en un corto tiempo desde que había estado afuera en el porche frontal diciéndole buenas noches a Tony. Una tormenta que se avecinaba había soplado dentro, transformándola en algo oscuro y amenazante. La luz de la cocina se deslizaba sobre el pequeño porche trasero, volviendo las rápidas gotas de lluvia de un plateado mercurio, pero más allá de eso Charlie no podía ver nada. —¡Cierre la puerta! ¡Bloquéela! ¡Oh, Dios mío, él está justo detrás de mí! El corazón de Charlie saltó. Su pulso se aceleró a toda marcha. Ya golpeándola mientras los nervios de la chica tintineaban en un chirrido alcanzando su cima, Charlie disparó una nerviosa mirada a la temblorosa figura agachada en su suelo. La mujer —una chica, realmente, no más de veinte, adivinó Charlie— estaba completamente mojada, tal vez más mojada de lo que la reciente lluvia podría explicar. También estaba llena de barro, con una pantanosa esencia que hablaba de agua estancada en lugar de agua fresca. Delgada y bonita, vestía pantalones cortos que una vez habían sido blancos, una camiseta roja con algún tipo de logo en ella, y sandalias. Temblando visiblemente, respirando como si hubiera corrido millas, chorreaba agua y sangre. Charlie registró todo en un parpadeo. Luego, con una última mirada aprensiva por la ventana en la noche, no vio nada que no tuviera que estar ahí, pero el sentimiento de que alguien estaba ahí era fuerte —disparó la cerradura cerrada.

—¿Quién está justo detrás de ti? —La piel hormigueó cuando la probable ineficiencia de la puerta como medio de protección de un determinado intruso se le ocurrió, Charlie se apresuró a agacharse y envolver un brazo tranquilizador alrededor de la agitada chica. El delgado cuerpo se sentía húmedo, frío, frágil. Un charco de agua lodosa con sangre se estaba formando bajo sus pies. Con el toque de Charlie, la chica levantó la cabeza y la observó. Frías gotas de agua lanzadas de las largas hebras de su pelo salpicaron la mejilla de Charlie. Incluso mientras automáticamente secaba las gotas, Charlie se dio cuenta que la sangre venía de un feo, gran corte en la frente de la chica. —Estás herida. —No importa. ¿No lo entiende? Él va a matarme. —El agudo, inestable llanto envió un escalofrió por la espina dorsal de Charlie. Cada terminación nerviosa que poseía se estremeció en solidaria reacción al terror puro que era imposible confundir. El miedo era repentinamente tan tangible en el aire como el olor del agua fangosa. Bajo su brazo protector, Charlie podía sentir los temores de la chica. Sus ojos —eran de un café dorado— estaban enormes y oscuros con miedo. —Él estaba… ¡No puedo creer que haya escapado! Él nos hizo… él me hizo… —Su histérica voz se deterioró en una serie de espasmos temblorosos. Ojos salvajes, miró alrededor de la cocina—. Tenemos que llamar a la policía. ¡Rápido, rápido, rápido! ¡Antes que llegue aquí! ¡Me matara! ¡Tiene un arma! —Maldita seas mujer, ¿tienes un maldito deseo de morir? ¿Piensas que quien sea que está tras ella, no te matará también? —Ese era Michael de nuevo, más cerca, más fuerte, aún sonando como si su voz debería haber sido un furioso gruñido aunque no lo era: tenía un sonido amortiguado como si estuviera llegando a ella a través de algún tipo de interferencia. El corazón de Charlie dio tumbos. Luego pudo verlo: un brillo a pocos pasos de distancia. Se tensó, instantáneamente cautivada por ese brillo. Michael —incluso pensó que cada célula de su cuerpo deseaba ir hacia él, retuvo solo la suficiente conciencia para no llamarlo en voz alta. —¿Dónde está su teléfono? —Lloró la chica. —En la pared. —Charlie hizo un gesto hacia allí mientras Michael comenzaba a solidificarse, y luego por un segundo se olvidó de todo menos de él. Sobre la chica, y cualquier posibilidad de una inminente amenaza, y su propio creciente sentimiento de peligro.

—¿En la cocina? —La chica siguió el gesto de Charlie con la mirada, luego se alejó de ella, hacia delante, lanzándose hacia arriba, los zapatos mojados bulliciosamente deslizándose en el suelo mientras se lanzaba a través de la forma brumosa que era Michael hacia el fondo de la cocina, donde el delgado y beige teléfono fijo colgaba cerca del microondas. Charlie se dio cuenta de su progreso distraídamente. No podía evitarlo: en ese palpitar de tiempo, su concentración estaba casi exclusivamente en Michael. Podía ver su rostro. Sus rasgos. Sus ojos. Él estaba gruñendo hacia ella. —Jesucristo, ¿Qué parte de hombre con arma te perdiste? ¡Corre! ¡Sal de aquí! ¡Aléjate de ella! El alivio de su reaparición fue temporizado por el punzante miedo de que pudiera ser muy breve. En todas las probabilidades, este era otro parpadeo. Su garganta se tensó. Sus ojos trabados con los de él. —Puedo verte. ¿Puedes aguantar? —Su voz era lenta y ronca, las palabras dichas solo para él. —¿Quién diablos lo sabe? —Él estaba casi completamente sólido ahora. Caminando hacia ella, hizo un gesto urgente hacia el pasillo—. ¡Ve! ¡Por ese camino! ¡Corre! Si tiene algún chico tras ella tratando de matarla, la última cosa que quieres es quedar atrapada en medio de ello. —No puedo. —La urgencia de lo presente se reafirmó como un trueno. Incluso por su propia seguridad, sabía que abandonar a su huésped traumatizada y en peligro estaba más allá de ella, y sabía también, que la dura verdad era demasiado agonizante sobre él —sobre algo que no podía controlar— era inútil. A pesar de que su corazón estaba siendo puesto a través de lo que se sentía como una picadora de carne, tenía que dejarlo a la misericordia (o no) del universo y lidiar con la realidad de la emergencia en su cocina. —¿Qué quieres decir con que… —Esta vez su respuesta en realidad comenzó como un gruñido, solo para caer mientras él se volvía borroso de nuevo —…no puedes? Un nudo se formó en su pecho. Él apenas estaba de nuevo ahí. —Michael. Si quedas atrapado de nuevo, tienes que pedir perdón. Necesitas rezar. —Las palabras fueron arrancadas de ella incluso mientras apartaba sus ojos de él, obtuvo comprensión, y se lanzó a sí misma tras la chica. Quizás no fuera capaz de detener lo que le estaba pasando a él, pero quizás podía hacer la diferencia aquí, esta noche, en este minuto, en el mundo real, para esta chica en

peligro. Y tal vez, si él seguía su consejo, ella podría ayudarlo a evitar el último horror, después de todo. Esta podría ser la única cosa que fuera capaz de hacer por él. Porque la triste verdad era que aunque él mereciera la eterna condenación, ella no podría soportar pensar en él sufriendo. Tonta. Él resoplo. —Algo tarde para eso. Demonios, ¿Qué demonios estás haciendo? Mientras ella corrió pasando por él, vio que era poco más que un brillo ahora, y su corazón se hundió. —Lo que puedo. —En lugar de correr por el pasillo como él claramente esperaba, corrió a toda velocidad alrededor de la barra del desayuno hacia el área de preparación de la comida, la cual era básicamente una angosta cocina que se veía a través del mostrador abierto de la barra del desayuno hacia la mesa y más allá de la puerta trasera. La chica estaba allí, en el proceso de alcanzar el teléfono de la pared de la cocina. Dio una mirada salvaje sobre su hombro hacia Charlie. —¿Con quién está hablando? Oh, no, ¿está loca? —La chica se apretó más cerca contra la pared mientras ponía tanta distancia como podía entre ellas. Por supuesto, la chica no podía ver o escuchar a Michael. Viendo las cosas desde su punto de vista, teniendo a la persona con la cual contaba por ayuda comportándose frenéticamente, teniendo una conversación unilateral con una entidad no visible debía ser perturbador. Charlie la compadeció, pero había asuntos más urgentes con los que lidiar. Como dónde estaba el atacante de la chica ahora. —¿Qué tan cerca detrás de ti esta él? —Dando otra rápida mirada fuera de las ventanas, nada que ver excepto un montón de oscuridad, además de plateados rayitos mientras la lluvia descendía por el vidrio, Charlie sintió un calambre en el estómago. —Cerca. No lo sé. Estaba oscuro. —Mientras ella jadeaba las palabras, la chica miró a Charlie como si tuviera miedo de ella, también. —Soy médico, ¿de acuerdo? Puedes confiar en mí. —Normalmente, cuando estaba dónde alguien podía escuchar, Charlie era bastante cuidadosa de no hablar de vuelta con los espíritus que la afligían, pero en ese momento, Michael, era la excepción del estrés inducido. ¡Dios, él se había ido de nuevo! Mirando desesperadamente alrededor, quería gritar su nombre, pero no lo hizo.

No solo para evitar asustar a la chica, o salvarse a sí misma de verse, um, loca, sino también porque sabía que esto no haría ningún bien. Tomando una profunda respiración, hizo su mejor esfuerzo para concentrarse en la chica. —¿Quién te está persiguiendo? Es tu novio, o… —No. No lo entiende, ¿verdad? Él es un asesino. —La chica seguía lanzando rápidas, aterrorizadas miradas hacia la puerta—. Oh, Dios mío, ¿está el 911 aquí? —Sacudiéndose visiblemente, respirando como si pudiera hiperventilar en cualquier segundo, estaba casi frenéticamente apuñalando con un dedo inestable el teclado numérico. Con su cabello negro como la tinta chorreando agua y sangre cayendo por el cuarto derecho de su rostro, se veía como algo de una pesadilla, o una película de terror. La simple visión de ella era suficiente para ponerle a Charlie la piel de gallina, y convencerla de que fueran cuales fueran los detalles que podrían probar ser, la chica definitivamente había sido víctima de algo horrible. —Sí. —Lanzando cada vez más asustadas miradas primero por la ventana de la puerta y luego a la gran ventana detrás de la mesa, tan oscuro como estaba afuera, con la luz de la cocina encendida cualquiera a fuera podría ver todo lo que estaba pasando dentro, dándose cuenta de eso con una puñalada de terror, Charlie tuvo una epifanía: había una mejor forma de obtener ayuda rápido. Pero primero lo primero. Trabajando duro para mantener la apariencia exterior en calma, tomó un puñado de toallas de papel del dispensador y las empujó hacia la chica. —Presiona esto contra el corte en tu frente —le ordenó—. Sostenlo firmemente. Hazlo. Eso último fue en respuesta a la duda de la muchacha, la cual se manifestó en sí misma en una mirada sospechosa hacia las toallas de papel de Charlie. Mientras la chica hacía lo que ella le dijo, Charlie la dejó para correr hacia el móvil en su bolso, el cual había tirado en la consola del vestíbulo cuando se apresuró a entrar anteriormente. Sabía por experiencia que aquí la respuesta del 911 algunas veces podía ser lenta y cada instinto que poseía le gritaba que necesitaban ayuda ahora. —Esta chica no es tu problema —gruñó Michael detrás de ella. Mirando alrededor, Charlie vio el brillo que era él en la otra punta del pasillo, y dio una respiración entrecortada. —¿Lo hiciste? ¿Rezaste? —le demandó ferozmente. —Demonios, no.

—¿Adonde va? ¡No me deje! —gritó la chica tras ella. El eco agudo de eso prácticamente erizó el cabello de Charlie. —No voy a dejarte. —Charlie recogió su bolso—. Regresaré en un momento. — Luego, a Michael, espetó—. Reza, maldita sea. —Y salió disparada pasándole. —Déjala —dijo Michael furiosamente—. Corre escaleras arriba y enciérrate en tu dormitorio. ¿Me escuchas? Todo este complejo de salvador que tienes va a hacer que seas asesinada. —¿Complejo de salvador? —Charlie estaba indignada. —Oh, sí. —El brillo apareció en frente de ella, bloqueando su camino. —Aléjate —espetó Charlie antes de pensar. Buscando a tientas en su bolso en un esfuerzo por encontrar su teléfono, un proceso que fue ligeramente obstaculizado por el hecho que estaba corriendo y mirándolo al mismo tiempo, esquivó alrededor suyo porque eso pareció más apropiado que correr justo a través de él, que fácilmente podría haber hecho, e inmediatamente tomarlo de regreso—. Quiero decir, quédate. Solo fuera del camino. —Maldita sea, Charlie… —¿Con quién está hablando? —Sonando aterrorizada, la chica abrazó el teléfono a su oído. Sosteniendo el grupo de toallas de papel que rápidamente enrojeciendo sujetadas a su frente, saltando de un pie al otro en una agitación nerviosa mientas observaba a Charlie lanzarse hacia ella mientras dirigía una discusión con algo que no podía ver. —No te preocupes por eso —espetó Charlie, su fachada de compostura a punto de llegar peligrosamente a histérica. Deslizándose a medio pie de la chica, Charlie encontró su teléfono al fin y lo sacó de su bolso. —¿Un móvil? Diablos, pensé que estabas buscando ahí dentro un arma. — Michael estaba justo detrás de ella—. Tienes un arma en alguna parte aquí, ¿verdad? Ahora sería el momento para agarrarla. Incapaz de responder, ambos porque no quería ser atrapada supuestamente hablando consigo misma de nuevo y porque, un hecho real, no poseía un arma en absoluto y no quería escucharlo maldecir sobre ello, Charlie ignoró eso. Disparando miradas cada vez más paranoicas por las ventanas incluso mientras buscaba para llamar en su lista de contactos, escuchó cuando la chica jadeó en la línea de teléfono.

—¡Necesito a la policía! ¡Ahora! ¡Un hombre esta persiguiéndome! ¡Tiene un arma y quiere matarme! —Luego, a Charlie, quien acababa de golpear el botón para llamar a su vecino al otro lado de la calle Ken Ewell el (armado) comisario suplente, gritó—, ¡Necesitan la dirección! ¿Cuál es la dirección? —Un deseo de muerte y un complejo de salvador. —A pesar de la ferocidad en su tono, la voz de Michael en su oído habría sido bienvenido si lo que estuviera diciendo no hubiera sido tan exasperante—. Parece que la verdadera pregunta es, ¿en cuantas manera puedes levantarte para conseguir ser asesinada antes de que alguien actualmente gane el premio? Cállate. Charlie casi gruñó, pero se las arregló para tragarse las palabras a tiempo para que la chica no fuera totalmente patosa. Con el corazón corriendo, trabajando duro para concentrarse en el aquí y ahora y al mismo tiempo hacer caso omiso de las furiosas vibraciones que Michael estaba enviando en su camino, escuchó que el teléfono de Ewell comenzaba a sonar en su oído mientras le respondía a la chica en una voz cuidadosamente controlada: —23 Laurel Way. —Te lo digo yo, nena, estar muerto no es divertido. En una rápida mirada sobre su hombro en la dirección de ese aterciopelado arrastre de palabras, encontró a Michael en modo de cálido vapor justo detrás de ella. Sus entrañas se retorcieron cuando se dio cuenta una vez más cuan tenue era su agarre en este mundo. La chica repitió la dirección en el teléfono luego gimió al receptor: —¡De prisa! ¡Oh, por favor, por favor, de prisa! —Al tiempo que le daba a Charlie otra mirada desconfiada. Tomando una respiración estremecedora, agregó al receptor en una temblorosa, y apenas voz—. ¡Hay otras dos chicas, están allí, están muertas! —¿Qué? —Charlie y Michael exclamaron en un repentino remachado unísono. Instintivamente disparándole a Michael una mirada de escuché-eso-también, Charlie no encontró nada excepto el apenas brillo. ¿Estaba más tenue que antes? Oh, Dios, definitivamente lo estaba. El pánico la hizo sentir fría por todas partes. Recordando algo que él una vez le había dicho —sobre que el agua corriente lo arrastraba hacia atrás donde quiera que había estado en ese momento— se apresuró a inclinarse sobre el lavabo y giró el grifo a tope. El agua fría chorreó, salpicando el lavabo, el silbido de ésta agregaba sola una más

discordante nota a la discordante sinfonía de fondo de la lluvia tamborileando, a pies moviéndose y a respiraciones jadeantes, más el zumbido rítmico de un teléfono distante sonando lejos en su oído. —Bien pensado —dijo Michael, y Charlie sintió una oleada de alivio cuando el resplandor pareció crecer en intensidad y densidad. —Éramos tres. —Los ojos de la chica estaban abiertos y asustados. Estaba hablando al teléfono pero mirando a Charlie, y además la desconfianza descontrolada que Charlie sabía estaba absolutamente dirigida a ella, había tanto miedo en la expresión de la chica que Charlie sintió el sudor comenzar a humedecer sus palmas. En respuesta a algo que el receptor debió haberle preguntado, la chica repitió sus palabras, luego añadió inestablemente—. Soy la única que se fue. Él me hizo... nos hizo... Las lágrimas llenaron sus ojos, y se rompió con una respiración contenida y temblorosa que se convirtió en sollozo. Temblaba tan violentamente que Charlie pudo escuchar sus dientas castañetear. Debajo de la veta de sangre, su piel había ido más allá del papel blanco a casi gris. Si la chica no hubiera estado encajada en el rincón formado por la pared y el mostrador, Charlie hubiera pensado que allí había una buena oportunidad de que se hubiera caído. —Estás a salvo ahora. —Charlie sintió una fresca fuente de simpatía: este tipo de terror lo conocía. A salvo podría no ser exactamente preciso, pero era lo suficientemente cerca: tanto como hubiera un aliento en el cuerpo de Charlie, nadie iba a conseguir a esa chica de nuevo. Habría puesto un brazo consolador alrededor de su invitada, pero la chica se encogió lejos de ella, claramente, doctora o no, no iba a encontrarse toda esa tranquilidad, por lo que ella supo tenía que agradecérselo a Michael, y con algo de mortificación Charlie dejó caer su brazo. Estaba haciendo su mejor esfuerzo para proyectar fuerza constante, por ignorar la adrenalina corriendo que causaba que sus nervios saltaran y su corazón martilleara. Pero la situación, Michael, la chica, la posibilidad de que algún tipo de asesino lunático estuviera justo afuera, estaba haciéndolo difícil. Forma difícil. Cuando procesó la posibilidad que quien estuviera fuera de allí había matado a otras dos chicas, sintió que una ola de temor amenazaba. Lo que había pensado al principio como un caso de violencia doméstica estaba comenzando a sonar como algo incluso peor. Algo horrorosamente familiar. —Al menos aléjate de las condenadas ventanas. —La voz de Michael sostenía una nota de apenas controlada ferocidad que la hizo contener el aliento. Él,

también, estaba claramente asustado, por ella—. A menos que te guste la idea de darle a algún loco la oportunidad de poner una bala en tu cerebro, claro. Oh, Dios, tenía un punto. Lanzando otra mirada llena de miedo al vacío negro de las ventanas, Charlie tocó el brazo de la chica diciendo: —Probablemente deberías intentar meterte debajo del mostrador. El chica apartó su brazo, y se movió tan lejos de Charlie como pudo, que no era muy lejos. —No lo sé. —Sollozó en el teléfono mientras fijaba sus ojos cautelosos, llenos de lágrimas en Charlie—. Él estaba persiguiéndome. Oh, necesito que se den prisa. —Ves, ese el instinto del superviviente. La Reina adolescente aquí localiza los problemas, al menos tiene el sentido de intentar conseguir alejarse de ellos — dijo Michael. La respuesta de Charlie fue un agravado apretón de sus labios y una rápida mirada lanzada en su camino. Así fue cuando Charlie se dio cuenta que podía verlo de nuevo. Aunque todavía estaba un poco brumoso alrededor de los bordes, estaba consiguiendo el suficiente detalle para saber que él estaba mirando a la chica como si pensara que él podría parecer una bomba viviente. —Necesitamos agacharnos. —Cuando Charlie gesticuló a las ventanas y luego se agachó, los ojos de la chica fueron incluso más grandes que antes—. Puede dispararnos a través del cristal. Con una mirada más aterrorizada a las ventanas, la chica hizo lo mismo, dejando que su espalda se deslizara por la pared, hundiéndose hasta que estuvo doblada en un montón empapado con su mandíbula casi tocando sus rodillas. Un charco ya se estaba formando alrededor de ella mientras sus ojos se clavaron en los de Charlie. Estaban vidriosos con el miedo. —No lo sé —respondió al operador—. Solo necesitan llegar aquí. Por favor. —Mira, yo… —comenzó Charlie, queriendo concluir con, estoy a tu lado, solo para ser interrumpida por el sonido del teléfono de Ewell al ser recogido al final. —Hola —dijo la esposa de Ken, Debbie, en su oído. —Soy Charlie Stone al otro lado de la calle. —En el espíritu de no querer asustar más a la chica, Charlie intentó difícilmente no sonar tan en pánico como estaba comenzando a sentirse—. Necesito que Ken venga aquí justo ahora. Hay una chica en mi cocina, y dice… —Explicar todo sería demasiado complicado y consumiría tiempo, y de alguna forma Charlie aún no tenía ni idea de

precisamente cuál era el asunto, así que cortó la carrera—, que hay un hombre con una arma tras ella. Necesitamos a Ken ahora. —¿Los policías llegarán más rápido porque estás pasando el rato con La Dalia Negra aquí en la cocina tratando de conseguir que la maten? Corre escaleras arriba y enciérrate en tu dormitorio y quédate hasta que los policías se presenten. —Como una presencia de aspecto sólido ahora, Michael se plantó a sí mismo entre ella y la chica. Eso fue deliberado, Charlie sabía, cuando su postura era agresiva. Lo que él fuera o no, donde ella al menos estaba preocupada era que él parecía tener una marcada vena protectora. Por supuesto, desde que ella era su anclaje al mundo de los vivos eso no debería ser una gran sorpresa—. Maldita sea, Charlie, no vas hacer ni un poco de bien al sentarte aquí mirando a sus ojos. Has hecho tu cosa Madre Teresa: dejándola entrar. Los policías están viniendo. Así que déjala y vete. Disparándole una mirada cállate-o-muere, Charlie le dio una rápida, negación de su cabeza. —¿Cuan lejos están? —gimió la chica al operador. —Él está en la cama dormido —objetó Debbie. Por supuesto, era casi media noche. En Big Stone Gap, eso era tarde para las personas decentes. —¿Puede despertarlo? —Charlie hizo su mejor esfuerzo para no gritar la última parte, con éxito indiferente. Al mismo tiempo observó con disgusto mientras Michael hizo un mimo de una bala en la cabeza con el pulgar y el índice y frunció el ceño desesperadamente. El ceño fruncido iba dirigido a Michael, por supuesto, pero la chica, cuyos ojos había estado sosteniendo hasta que había girado esa penetrante mirada de déjalo a Michael, se apartó—. Realmente, realmente lo necesitamos. Como dije, hay una chica en mi cocina siendo perseguida por un hombre con un arma. —Bien, supongo. —Hubo un sonido que Charlie interpretó como Debbie dejando el receptor. Sobre la todavía línea abierta, escuchó a su vecina llamando a su esposo. Quien tan lejos como ella podía decir no estaba respondiendo. Maldita sea. —Soy Jenna McDaniels —dijo la chica al teléfono en una temblorosa ingesta de aliento, en obvia respuesta a la pregunta formulada por el receptor—. Fui secuestrada hace tres días. Las otras chicas son... eh, e... eran Laura Peters y Raylene Witt. Tiene que haber alguien buscándonos. ¿Está la policía siquiera cerca?

¿Jenna McDaniels? Incluso atrapada en la secuela de una pesadilla como había estado, Charlie había oído hablar sobre la chica de la hermandad de la Universidad de Richmond que había desaparecido de un evento patrocinado por una universidad justo cuando las preparaciones para el baile de otoño se estaban llevando a cabo: informes de la desaparición habían sido cubiertos en la televisión. Pero Charlie no tuvo la oportunidad de hacer nada más que mirar hacia ella con los ojos abiertos, porque un sonido —un débil traqueteo en la dirección de la puerta de la cocina— las congeló a ambas, ella y Jenna en el lugar. De repente lo más quietas como conejos con un perro acechando, unidas por el miedo, dispararon simultáneas miradas de pánico en la dirección del sonido, pero sin éxito: la sólida base de la barra de desayuno estaba en el camino, previniéndolas de ver cualquier cosa más allá de esta. Pero para Charlie al menos, no había duda de lo que había escuchado: la perilla traqueteando. Su corazón dio un vuelco en su pecho. La piel de gallina corrió sobre su piel. Mientras forzaba todos los sentidos que poseía en un esfuerzo por adivinar lo que estaba sucediendo más allá de esa puerta, trató de tragar, solo para descubrir que su boca estaba como un desierto seco. Esto no puede estar sucediendo. —Él esta aquí —jadeó Jenna con una nota del más puro horror, su mano alrededor del auricular apretándose hasta que sus nudillos se pusieron blancos. El fajo de toallas de papel que había estado sosteniendo en su frente se cayó, olvidado, cuando su mano cayó. Ajena a la sangre que aún brotaba del corte, le disparó a Charlie una mirada petrificada. Charlie sabía exactamente como se sentía. —Eso es todo —le gritó Michael a Charlie cuando su gran cuerpo de apariencia semi sólido surgió justo a través de la barra del desayuno en una preferente carrera hacia la puerta trasera y hacia quien fuera el que estuviera al otro lado de ella—. Mueve tu trasero. Arriba. Ahora.

Capítulo 3 Traducido por Helen1 y CrissViz



Corregido por Eli25

No vayas afuera. Puede ser que consigas ser succionado. Tienes que estar cerca del agua corriente —llamó Charlie con urgencia tras él cuando, impulsada por el miedo, se disparó a sí misma en movimiento. Si la oyó, ella no podía decirlo: él había desaparecido de su vista. Físicamente formidable en la vida, en la muerte Michael podría proporcionarle tanta protección real como un susurro de aire, aunque él no parecía recordarlo la mayoría de las veces y habían, de hecho, momentos ocasionales cuando se solidificaba y era una vez más el rudo que había sido antes. No es que esos momentos fueran algo que él pudiera controlar, o con los que ella podía contar, por lo que no lo hacía. Empujando su teléfono móvil en el bolsillo de sus pantalones, con cuidado en permanecer agachada para que no pudiera ser vista a través de las ventanas, Charlie se lanzó a través de la cocina hacia la única fuente posible de un arma en la casa: el cajón de los cubiertos. ¿Patético? Oh, sí. Pero no tenía ningún arma, ninguna alarma, ningún sistema de defensa real en la casa, porque después de lo que parecía toda una vida, había estado harta de vivir su vida con miedo. —¿A quién le habla? No hay nadie ahí —protestó Jenna. Luego, en el teléfono cuando Charlie le lanzó una mirada tímida sorprendida porque no se había dado cuenta de que había estado hablando con Michael en voz alta, Jenna añadió con una voz que sacudió—: Él está aquí. Está intentando llegar a la puerta. Dígale a la policía que se de prisa. Por favor, por favor, dígales que se den prisa. Decirle su línea estándar de que estaba hablando consigo misma parecía inútil dadas las circunstancias, por lo que Charlie no se molestó. Con el pulso acelerado, los ojos fijos en lo que podía ver de la ventana, no podía distinguir nada más allá de la oscuridad y la lluvia, que caía pesadamente ahora, pero sabía, sabía que alguien maligno estaba allí —Charlie agarró un cuchillo de carne del cajón de los cubiertos. Entonces con cautela levantando la cabeza por encima del nivel de la encimera, hizo una ligera exploración de la cocina. A pesar del hecho de que se centró en el paradero del hombre de la pistola, el

pensamiento que al instante la golpeó era: No hay rastro de Michael. El pánico se acurrucó en su mente, abriéndose camino hacia el asunto más inmediato de llegar a un lugar seguro, como un gusano a través de la madera blanda. ¿Estaba Michael afuera, o había sido succionado de vuelta a Spookville? No es que hiciera una diferencia real: en cualquier caso, no había nada que pudiera hacer. Y justo entonces, vivir a través de los siguientes minutos era de suma importancia. Gesticulándole a Jenna para que se dirigiera a la sala, muy consciente de que el chico malo podría estar justo afuera e incluso, posiblemente, ser capaz de oírlas, Charlie susurró: —Nuestra mejor apuesta es encerrarnos en mi habitación hasta que la ayuda llegue. Arriba, segunda puerta a la derecha. Jenna asintió bruscamente. Respirando un —Apúrense— una vez más en el teléfono, Jenna dejó caer el receptor. Permaneciendo agachada, corrió hacia el pasillo con Charlie justo detrás de ella. Sin la barra de desayuno como refugio para ocultarlas, tenían que ser perfectamente visibles para cualquiera que se encontrara afuera mientras volaban a través de esos últimos metros. Charlie imaginaba que podía sentir ojos —ojos malignos— fijos en ellas durante todo el camino, y un escalofrío se deslizó por su espina dorsal. —Tengo miedo. —Junto con ese susurro cargado, Jenna lanzó una mirada hacia Charlie, mientas ganaban la dudosa seguridad del sombrío salón y fueron corriendo hacia las escaleras. Sangre y lágrimas se mezclaban en el rostro de Jenna, se veía horrible en la penumbra. Gotas de agua salpicaban el suelo a su paso, haciendo el suelo peligrosamente resbaladizo bajo los tacones altos de Charlie. Ella los habría pateado quitándoselos si hubiera sido posible, pero no fue así, las elegantes sandalias tenían correas de tobillo. No te caigas—. Él va a matarme, lo sé. Oh, por favor, no deje que me atrape de nuevo. Al terror en la expresión de Jenna, Charlie sintió un sudor frío en su propia frente. —No lo haré. Te lo prometo. Sube por las escaleras. Un fuerte golpe repentino vino desde la cocina. Oh, Dios, ¿era el ruido de la puerta siendo pateada? Esto envió el corazón de Charlie a saltar a su garganta. Esto tiene que ser una pesadilla. Solo que no lo era. Jenna lanzó una mirada llena de terror atrás suyo.

—¿Qué fue eso? ¿Acaba de entrar? —Sus ojos eran salvajes. Sacudiendo la cabeza en un silencioso —un silencioso no lo sé— mientras la sangre se le helaba, Charlie vocalizaba —Sigue. El policía —Ken Ewall, la ayuda— estaría allí en cualquier momento. Así esperaba Charlie. No, rezaba. ¿Pero iban a llegar a tiempo? Si él ya estaba en la casa... no podía terminar el pensamiento. Afinó el oído, aunque no podía oír nada más desde la cocina sobre el ruido de sus propios pasos apresurados y los de Jenna y el duro jadeo de sus respiraciones combinadas. Esa misma quietud hizo que su estómago se tensara. No podía dejar de mirar por encima del hombro. ¿Dónde está? Jenna estaba en las escaleras, trepando por ellas como si esperase ser agarrada por detrás en cualquier segundo. Era una marcha torpe y ruidosa que nadie que estuviera dentro de la casa podría dejar de oír. Apretando los dientes en un esfuerzo por controlar su propio miedo. Charlie se agarró al poste de la escalera, queriendo volar por los escalones tras Jenna. El fuerte zumbido repentino del timbre la cogió por sorpresa antes de que pudiera siquiera plantar un pie en los escalones. Tanto ella como Jenna chillaron y saltaron como ratones aterrados. —¡Oh, no, oh, no! —Jenna se quedó sin aliento, lanzando una mirada a la puerta cuando, a mitad de las escaleras, casi perdió el equilibrio. El asesino no tocaría el timbre. Esa fue la casi certeza que golpeó a Charlie como un salvavidas por un instante, el terror explotó a lo largo de sus terminaciones nerviosas y, con el corazón en la garganta, se dio la vuelta hacia la puerta. —¿Me estás tomando el pelo? ¿Es eso un maldito cuchillo de carne en tu mano? —exigió Michael furiosamente. Charlie estaba tan contenta de saber que aún no había sido atrapado para siempre en el más allá, que ni siquiera le importaba la actitud. Junto con una oleada de profunda gratitud, se sintió más segura al instante, simplemente porque él estaba allí, no importaba lo estúpido que eso pudiera ser—. Bueno, eso seguro me asustaría mucho. No me importa lo aliviada que estés de verlo: no respondas. La adrenalina que había estado corriendo por ella la hizo temblar. Michael debió haberlo visto, porque juró. —Tiene que ser la policía. —Sus palpitaciones del corazón y nervios saltaron, ese timbre tenía que ser buenas noticias, estaba casi segura. Charlie le lanzó a

Jenna un gesto de alivio mientras la chica llegaba a la segunda planta y trepó fuera de la vista. Convencida de que tenía razón, rezando para que tuviera razón, incluso mientras sus oídos buscaban intensamente los sonidos de un intruso corriendo hacia ella desde la cocina y sus ojos estaban ocupados tratando de detectar algún atisbo de Michael, Charlie saltó hacia la puerta. Dudando acerca de quién podría estar en el otro lado de la misma se contuvo para tomarse unos nerviosos segundos para mirar por la mirilla. —¿Ella se está ocultando y tú estás abriendo la puerta? ¿No ves nada malo en eso? Era Michael indignado al respecto, en respuesta a lo cual fue incitada a sisear: —Cierra la boca, es mi vecino —dijo antes de hurgar en la cerradura y tirar de la puerta, abriéndola bien. —Oh, Ken, ¡gracias a Dios! —El olor de la tierra mojada corrió junto a ella y entró en la casa. En el exterior, estaba tan oscuro como una mazmorra ahora, con una lluvia torrencial que sonaba como una cascada y caía en hojas plateadas. Al otro lado de la calle, podía ver, pálidas y temblorosas luces encendidas en la casa de los Ewell. A toda velocidad hacia ella, ¡gracias a Dios! Podía oír las sirenas, aunque por el sonido estaban todavía un poco alejadas. Justo en frente de ella estaba Ken, cuadrado y sólido, entrecerrando los ojos inquisitivamente hacia ella. No era alto, tal vez 1,75m o así, y no era particularmente impresionante, tampoco, pero como oficial de la ley era exactamente lo que necesitaba. Bañado por la luz amarilla de la luz del porche, completamente vestido con un poncho de plástico transparente con capucha que se había puesto sobre unos vaqueros y una camisa de color oscuro, era lo más bienvenido en lo que había puesto los ojos desde que encontró a Michael en su sofá anteriormente. Un sólido hombre de familia, padre de dos niños, estaba cerca de su misma edad, al igual que Debbie, pero su complexión robusta, junto con la escasez del cabello castaño le hacía parecer más viejo. No es que Charlie particularmente lo notara, o le importara, más allá de lo que más le interesaba de él justo en ese momento: su arma. El arma estaba en su mano, cubierta protectoramente por un pliegue del poncho. —¿Puedes ver eso? Es Paul Blart, policía del centro comercial. —Michael se maravilló, y los labios de Charlie se apretaron—. Sé que me siento más seguro ahora. Está bien, quizás la comparación física era acertada. Pero Ken seguía siendo un oficial armado, maldita sea, que era mejor en esta situación que un fantasma sarcástico.

—Entonces qué —comenzó Ken, sus rasgos contundentes, no poco atractivos frunciéndose en un ceño, pero Charlie no le dejó terminar. Agarrando su brazo a través de la capa húmeda de plástico, tiró de él hacia el pasillo. Ella ni siquiera necesitaba una mirada de reojo para detectar a Michael: estaba justo a su lado, después de haber pasado de un brillo a ser semi transparente. Lo suficientemente sólido para que pudiera ver el ceño fruncido en su rostro. —Un hombre con una pistola. Él estaba en la cocina. —Hablando rápido, señaló el camino a Ken—. Por lo menos, creo que lo estaba. Sonaba como si hubiera pateado la puerta. No sé si realmente entró, sin embargo. Una chica, Jenna McDaniels, que desapareció hace tres días en la Universidad de Richmond, probablemente ha oído hablar de ella en las noticias, golpeó en la puerta de mi cocina hace unos cinco minutos. Yo la dejé entrar, estaba herida y asustada y dijo que un hombre con un arma de fuego la perseguía y que iba a matarla. Y entonces el pomo de la puerta se sacudió y hubo un enorme golpe que pensé que podría haber sido él pateando la puerta y él puede o no estar en la casa ahora. En su prisa por llegar a los hechos más relevantes lo más rápidamente posible, Charlie se dio cuenta de que estaba siendo probablemente menos clara. Ken no parecía estar dando un montón de atención a lo que estaba diciendo de todos modos. Él frunció el ceño en dirección a la cocina. Luego, sus ojos recorrieron el pasillo, sin perderse nada excepto, por supuesto, a Michael. Finalmente miró a Charlie. —¿Dónde está la chica? Charlie estaba a punto de decírselo cuando dos coches de la policía pararon a la vista en el otro extremo de la calle, las luces brillantes de la burbuja pulsante a través de la oscuridad y la lluvia. —Gracias a Dios. —Ella le tocó el brazo y señaló. Se volvió y los vio, también—. Ahora va a tener apoyo —añadió Charlie con una nota de alivio, porque a ella realmente no le había gustado la idea de enviar a su afable vecino al peligro solo. —Puedes dejar de preocuparte. El tipo hace rato que se ha ido. —Michael estaba mirando a través de la lluvia a los policías—. No podía salir a la calle, cuando lo intenté tiró de mí hacia Spookville y tuve que trabajar como el infierno para salir de nuevo, pero después de que finalmente se rompió, acabé de vuelta en tu cocina. La puerta está abierta, pero no hay nadie allí.

Mientras Charlie absorbía la información, sintió parte de la desesperada energía abandonar sus músculos tensos. Pensando en lo que él debía haber pasado por volver a ella, sintió su corazón temblar. Lo que quería decirle era: estoy muy contenta de que volvieras. Pero no lo hizo, y no simplemente porque tuvieran una audiencia. —¿Dice que tiene a Jenna McDaniels? —Mientras hablaba, Ken trataba de encontrar algo en sus bolsillos, su móvil, vio como se las arreglaba para liberarlo tanto de su bolsa como del plástico protector en el cual estaba envuelto. Miró hacia la cocina de nuevo, pero no movió su cabeza en esa dirección. Probablemente, pensó Charlie, estaba más que feliz por esperar a los refuerzos. Presionando un botón, Ken levantó el teléfono hacia su oreja. —Quiere tomar crédito por encontrar a la chica antes de que los oficiales de policía lleguen —dijo Michael—. Por cierto, es posible que quieras deshacerte de ese cuchillo para carne. A menos que tengas planes para una cena más tarde, que yo no conozca. —Ella está arriba —le contestó Charlie a Ken, ignorando a Michael, estaría condenada si lo reconocía delante de alguien más, nuevamente, ni siquiera por la mirada furiosa que le dio. Al mismo tiempo, ella de manera discreta se acercó hacia su izquierda poniendo el cuchillo sobre la repisa. No es que lo hiciera solo porque Michael lo hubiera sugerido. Era solo que ahora que el peligro había pasado, aferrarlo en su mano se sentía... está bien, enfrentémoslo, tonto—. Ella dijo que había sido raptada hace tres días. Que estaba con otras dos chicas y que ambas ahora están muertas. —Temblando de nuevo, levantó la mirada hacia las escaleras y vio a Jenna acechando entre las sombras en el piso superior. —Estás a salvo ahora — le dijo Charlie—. La policía está aquí. Ken miró a Jenna, que se hizo hacia atrás fuera de su vista. —¿Esa es la chica? —Sí. —Hola, Sheriff, ¿ha oído hablar de la chica que ha estado perdida durante los últimos tres días? ¿La que ha estado saliendo en la televisión? ¿Jenna McDaniels? La encontré —dijo Ken al teléfono con una nota de emoción—. Sí, está viva. —Hizo su día —dijo Michael—. Apuesto que tendrá una felicitación por esto.

—Dijo que había otras dos chicas además de ella, pero están muertas — continuó su relato Ken—. En casa de la Dra. Stone. Justo cruzando la calle. ¿Ya sabe, Charlotte Stone, la que trabaja en el Ridge? Sí, es ella. Las patrullas de los policías aparcaron delante de la casa de Charlie. Mientras las sirenas y las luces se apagaban, Charlie respiró profundo y le dijo a Ken: —Volveré en un minuto. —Y luego subió las escaleras para encontrar a Jenna, y, no casualmente, para hacer algo que pudiera ayudar a Michael. Pensar en él yéndose al infierno durante toda la eternidad era más de lo que podía soportar. Tanto si lo merecía como si no. Ella podría estar saliendo recientemente del yu-yu, pero acababa de recordar a alguien a quien podría acudir en busca de consejo. La súbita oleada de emoción que la pequeña luz de esperanza trajo le hizo abrir los ojos. Te estás involucrando demasiado. —¿Alguna vez has tenido una pistola en casa? —gruñó Michael. Estaba justo detrás de ella otra vez, como una sombra semi sólida cuya presencia la hubiera vuelta loca en este momento si tan solo el pensamiento de que se desvaneciera para siempre no fuera tan demoledor. Como estaba a mitad de la escalera e igualmente lejos de Jenna y Ken, presumiblemente fuera del oído de ambos, Charlie murmuró bajito: —No. —¿Alarma contra robo? —No. Calla. Michael contestó con un resoplido y un gesto de disgusto: —¿Por qué no me sorprende? Fue cuando alcanzó lo alto de las escaleras que Charlie se dio cuenta que sus rodillas se sentían inestables. Probablemente por el subidón de adrenalina que había tenido y en parte también por todo el estrés por el que había pasado y que apenas empezaba a disminuir. —¿Jenna? —El segundo piso estaba oscuro excepto por la grisácea luz de la luna entrando por la puerta del cuarto abierto, pero como Jenna estaba llorando Charlie no tuvo ningún problema en encontrar a la chica, que estaba acurrucada en una bola en un rincón oscuro ligeramente a la derecha en lo alto de las escaleras. Detrás de Charlie, Michael ahora se veía tan transparente que un rayo

de luz de luna lo atravesaba haciéndolo brillar junto con las motas de polvo que se levantaban donde estaba parado, y con un escalofrío de miedo Charlie, una vez más, recordó el poco tiempo que tenía para trabajar antes de que se hubiera ido para siempre. Pero Jenna hizo un sonido inarticulado a modo de respuesta y Charlie se forzó a concentrarse en ella. La vida tiene prioridad sobre la muerte. Con esa frase firmemente en la mente, Charlie encendió la luz de la sala. No era particularmente brillante pero la iluminación instantánea aún se sentía impactante bajo las circunstancias por lo que Jenna contuvo la respiración entrecortada. —Está bien —dijo Charlie de nuevo. Húmeda y desaliñada, temblando visiblemente, la chica estaba acurrucada en un bola con su pelo chorreando y extendido a su alrededor como una cortina, sus brazos abrazaban sus rodillas. Aunque más lentamente que antes, la sangre seguía chorreando por el lado izquierdo de su cara, la cual estaba blanca y ojerosa y repentinamente parecía muy joven. Sus ojos eran enormes mientras levantaba la mirada hacia Charlie. —¿Se ha ido? —Su voz quebrada. —Sí. —Mientras hablaba, Charlie dio dos pasos para alcanzar el armario de la ropa y sacó ropa limpia y una larga toalla de playa verde con blanco—. El hombre en el recibidor es comisario y las dos patrullas de policía aparcaron delante de la casa mientras venía hacia aquí arriba. No debes tener más miedo. Estás totalmente a salvo, te lo prometo. Se terminó. —Oh, Dios. —Jenna dejó caer su cabeza entre las rodillas y empezó a llorar de nuevo, con grandes sollozos desgarradores, provocando que Michael hiciera muecas, se viera incómodo y diera marcha atrás. Fusilándolo con la mirada para que dejara de hacer eso, Charlie sacó la toalla, la puso sobre los hombros de la chica, luego se agachó junto a ella. Ella conocía ese tipo de dolor. —Jenna. Está bien. Aquí, déjame sostener esto en tu corte. —Aferrándose a la toalla que la rodeaba, Jenna levantó la mirada. Charlie acarició suavemente, los fríos y húmedos mechones de su pelo, acomodándolos detrás de su oreja antes de presionar el paño doblado sobre la herida aún sangrante. El corte era irregular y estaba abierto de las orillas, se veía la capa de grasa blanca que estaba debajo entre la sangre que emanaba. Iba a necesitar puntos, probablemente una docena. Por un segundo Charlie se encontró especulando sobre el tipo de arma que pudo haberle causado tal herida.

—¿Puede lla... llamar a mi madre? —preguntó entre sollozos. —Sí, por supuesto. Aquí, sigue presionando esto sobre tu cabeza y dame tu número. —Mientras la mano de Jenna sustituía la suya sobre el paño, Charlie rebuscó en sus bolsillos para sacar el teléfono. Jenna le dio su número de teléfono con la voz entrecortada y lo marcó. —¿Hola? —Una mujer contestó al primer timbrazo. Por el tono desesperado de su voz adivinó que de alguna manera sabía que esta llamada era sobre su hija. Quizás tenían un número especial de teléfono que solo ciertas personas conocían, entre ellas Jenna. No lo sabía con certeza, pero la esperanza y el terror sonaban por partes iguales en la voz de la mujer. Su corazón se compadeció de ella, mientras luchaba por mantener su voz firme y tranquila. —Soy la doctora Charlie Stone. Tengo buenas noticias: Jenna está a salvo. Esta aquí conmigo. La mujer dejó salir un grito quebrado que aparentemente había escuchado Jenna porque sacó su mano temblorosa para alcanzar el teléfono. —¿Mamá? Charlie se lo pasó, sin decir otra palabra. —Mamá, estoy bien —dijo por el teléfono, luego como respuesta a algo que su madre le dijo una vez más rompió a llorar ruidosamente. —Aquí vienen los policías —dijo Michael. Charlie se dio cuenta del sonido de las fuertes pisadas en los escalones antes de que Ken y dos oficiales de policía uniformados estuvieran en el pasillo. —¿Jenna McDaniels? —preguntó uno de los policías. Jenna estaba llorando en el teléfono como si nunca fuera a parar, como si estuviera totalmente inconsciente, asintió en silencio. —Necesitamos una ambulancia —dijo Charlie y uno de los policías respondió: —Ya viene en camino. —Mi madre viene para acá —le dijo Jenna a Charlie, con lágrimas corriendo por sus mejillas mientras le pasaba el teléfono de vuelta—. ¿Puede decirle en dónde estamos? Tomó el teléfono y le dio las señas.

Los paramédicos llegaron justo cuando estaba terminando la llamada después de prometerle a la señora McDaniels llamarla si Jenna era enviada a un hospital diferente al Lonesome Pine, lo cual Charlie estaba casi segura de que sería así. Mientras ellos se reunían con Jenna, Charlie dejó a su paciente con los paramédicos. Por un momento, por un sentido del deber hacia Jenna, los miró críticamente. Parecían ser muy competentes. Satisfecha, se levantó y se hizo a un lado para dejarlos trabajar. Una ola de profundo alivio se extendió sobre ella mientras se daba cuenta que su parte en esto estaba concluida, que los policías y médicos profesionales apropiados para la situación se harían cargo en adelante. Había hecho su parte al rescatar a Jenna McDaniels del infierno en que había sido atrapada y ahora ese papel estaba terminado. Para entonces su casa estaba llena de policías, en la planta alta y baja y por lo que podía deducir de varias conversaciones venían más en camino. Sabía como eran las investigaciones: llevarían a Jenna al hospital, le tomarían declaración a Charlie, tomarían muchísimas fotos de toda la casa, quizás verificarían la puerta trasera, la cual había sido forzada por el intruso, buscarían huellas dactilares y en el jardín huellas de zapatos. Luego se irían, para centrar su investigación donde debían, que era averiguar lo que le había pasado a Jenna y a las otras chicas. Charlie se quedaría sola para volver a su vida. La cual justo en este momento incluía a un enloquecedor fantasma —no por mucho tiempo más en este plano terrenal— quien estaba peligrosamente convirtiéndose en alguien demasiado importante para ella. Con lo que tenía que lidiar inmediatamente, si además estaba planeando no inmiscuirse con él para nada. El camino fácil era no hacer nada, simplemente dejarlo ir. Permitirle desvanecerse de su vida, podría ser la cosa más inteligente por hacer. Pero Charlie sabía que no era capaz de hacerlo. —Y hay que verlo de nuevo, chicos: tenemos una víctima rescatada de las garras de la muerte por nuestra médica heroica, Charlie Stone. —Michael acompañó el indignante comentario haciendo un espectáculo de ironía aplaudiendo fuertemente. Olvidando lo agotada y débil que se sentía: el comentario sardónico de Michael había tenido el efecto de enderezar su columna y encender su temperamento. Mirándolo con los ojos entrecerrados, continuaba en su estado translúcido como el humo, estaba parado cerca de la puerta de su cuarto, fuera del camino de toda la actividad que rodeaba a Jenna —Charlie apenas se las arregló para no

decir en respuesta ¿Sabes que puedes hacerlo, cierto? En lugar de eso murmuró al policía más cercano: —Voy a lavarme las manos. —Las cuales de hecho estaban manchadas con sangre y necesitaban ser lavadas. El policía asintió, claramente sin interés. Charlie caminó pasando a Michael hacia su cuarto. Mientras sabía que él podría seguirla a dentro. Encendiendo la luz, y cerrando, la puerta. Se giró hacia él.

Capítulo 4



Traducido por Paulii~, Jess16 y ElyGreen Corregido por Eli25

¿Cuál es tu problema? —demandó Charlie en un susurro furioso.

Michael había parado cerca de los pies de su cama. Su gran cama de latón estaba vestida con capas de impecables sábanas blancas que, afortunadamente, habían sido cambiadas y acomodadas ayer en anticipación a su regreso por la sirvienta que limpiaba su casa una vez a la semana. La cama en la que había estado anteriormente, hacía menos de una semana, con él. Teniendo el sexo más caliente y alucinante de su vida. Después de un solo golpe de vista completa, Charlie sacudió su mirada de la cama a Michael. Por suerte, ella no era propensa a ruborizarse. Por suerte, también, él no parecía haber sido golpeado por el mismo recuerdo que todavía tenía el poder de crispar los dedos de sus pies. Encogiendo sus anchos hombros, cruzando sus brazos sobre su pecho, viéndose tan grande y malo en la muerte como nunca lo había sido en la vida excepto por el hecho de que ella podía ver a través de él, la miró de arriba abajo. —No es mi problema por el que deberías estar preocupada —dijo Michael—. Es el tuyo. —Yo no tengo ningún problema. —Mientras hablaba, caminó a través de la habitación a la primera de las dos largas ventanas que daban a su patio trasero y a la montaña de atrás. Mirando a su derecha, era capaz de ver parte de la calle. Al menos media docena de coches policiales estaban estacionados donde podía verlos, lo que significaba que había más que ella no podía ver estacionados justo delante de la casa. Una ambulancia, la sirena gritando, estaba justo a la vuelta de la esquina, encabezando su camino. Aunque los coches de la policía eran todos oscuros y solo las luces estroboscopias de la ambulancia seguían brillando, podía ver los vehículos incluso a través de la oscuridad y la lluvia, cortesía de la casa y las luces al aire libre de cada una de las viviendas a la vista: las sirenas claramente habían despertado a los vecinos. Sabiendo la manera en que la comunidad funcionaba, tenía pequeñas dudas de que los

vecinos que no estaban reuniéndose activamente en su casa estaban mirando por sus ventanas. Dado todo lo que había pasado, odiaba la idea de que alguien, chico bueno o malo, pudiera ver, que con la luz del techo encendida era un hecho. Sacudiendo las cortinas cerradas, luego caminó a la otra ventana para cerrar esas, también, ella dijo: —Mi único problema eres tú. —Ja. —Él se había girado para mirarla. Parando frente a la chimenea, la cual estaba entre las ventanas, era una habitación preciosa, grande y de techo alto, con paredes blancas y suelos de madera oscura y una chimenea adornada debajo de una pintura de una cascada salpicando en un valle arbolado en Blue Ridge Mountain, su propio oasis de serenidad, lo miró. Él continuó—: En realidad no lo ves, ¿verdad? ¿Crees que estaba bromeando, allí abajo? No lo estaba. Tienes un maldito deseo de muerte. Necesitas un psiquiatra, psiquiatra. —Lo que necesito —dijo ella, pinchada—. Es un exorcista. Quien se especialice en remover fantasmas indeseados. —Bebé, si fuera indeseado no habrías abierto el grifo en tu cocina. Los labios de Charlie se fruncieron: él la tenía ahí. Y el hecho de que todavía estuviera tontamente asustada por su estado-de-transparencia —de acuerdo, la verdad era la verdad. Asesino en serie muerto o no, él se había vuelto (estúpidamente, peligrosamente) importante para ella. No es que ella pretendiera admitirlo. Y él tenía razón acerca del psiquiatra. Estaba presentando síntomas clásicos de lo que incluso reconoció como una verdadera veta autodestructiva. Pero cuando consideró tratar de describir su dilema actual a alguien de su estima, colegas que no veían fantasmas, se volvía fría en todo. Nadie le creería. Creerían que estaba delirante, posiblemente esquizofrénica o víctima de algo orgánico, tal como convulsiones del lóbulo temporal2. Lo que fuera, el mundo difundiría que era un par de bujías cortas de un motor. En el mejor de los casos, perdería su credibilidad. En el peor de los casos, su trabajo y su licencia médica. Él agregó: 2

Epilepsia del lóbulo temporal (ELT). Este tipo de convulsión implica una alteración temporal

del movimiento que a menudo consiste en un cambio en el comportamiento de una persona, sensaciones anormales u otros síntomas diversos. Esta convulsión se origina a raíz de la actividad eléctrica anormal en el lóbulo temporal en uno o en ambos lados del cerebro.

—Por cierto, tienes sangre en la cara. Sin otra palabra, Charlie se giró y se dirigió hacia el cuarto de baño, sacando su teléfono del bolsillo con indignada resignación en el camino. Si había alguna oportunidad de salvarlo de lo que fuera que la Eternidad tenía reservado para él, que a partir de todos los indicios se perfilaba más en la línea de fuego y azufre que Pearly Gates3, iría a por ello. Michael la siguió dentro del cuarto de baño con azulejos blancos con su grande bañera con patas, ducha separada, lavabo con pedestal y retrete de ahorro de agua: en estilo pasado de moda pero completamente moderno, ya que ella lo había rehecho. —Esa es la segunda vez que he estado lo suficientemente asustado sobre lo que estaba pasando contigo para luchar mi camino fuera de Spookville cuando no pensaba que hubiera ninguna oportunidad ni que fuera capaz de salir nunca más. La segunda vez desde que morí, que no ha sido hace tanto. ¿Me sigues aquí? Dos veces en menos de una semana que me has acojonado porque has estado así de cerca... —Sostuvo el pulgar y el dedo índice aproximadamente a una cuarta parte de una pulgada de distancia—, ...de conseguir que te maten. Que yo sepa. Como dije, tienes un deseo de muerte. —No lo tengo. —La espalda de Charlie se tensó con indignación incluso cuando se adelantó y pulsó el botón de su lista de contactos que realizaría la llamada que sabía que nunca se perdonaría si no la hacía—. ¿Qué diferencia hace en ti de todas formas si me matan? Viéndolo desde tu punto de vista, creo que estaría pensando que seríamos dos pequeños ángeles, o lo que sea, juntos. Él resopló. Torciendo la boca, encontró sus ojos cuando ella miró alrededor. La expresión en su cara era imposible de leer. Después de un segundo él dijo: —Tú no eres yo, y no sabes una mierda acerca de mi punto de vista. Lo que he aprendido de estar muerto es, que tu vida tiene más valor de lo que crees. Hiciste todo lo que pudiste para salvar la mía, estoy haciendo mi mejor esfuerzo para salvar la tuya. —¿Quid pro quo4, hmm? Viola Billups (Alabama, Estados Unidos; 4 de julio de 1946), mejor conocida como Pearly Gates, es una cantante de soul estadounidense y ex-integrante del grupo musical The Flirtations. 3

Quid pro quo, en latín en el original. Una cosa por otra. Expresión en latín usada para indicar que una cosa se substituye con otra equivalente. 4

—Lo que sea que esas palabras de lujo en latín signifiquen, Doc. —Si sabes que es latín, supongo que sabes lo que significan. —Ella acababa de descubrir que su tranquilo sureño exterior ocultaba una inteligencia aguda. —Sí, bueno, tomando las palabras de lujo que acabas de lanzarme y añadiendo el hecho de que mordiste al grande, estoy tostado. ¿Estás lista para sentenciarme a una eternidad en donde infiernos sea, y el infierno suena bastante bien, después de lo que estoy viendo de Spookville? No, no lo estaba. Y él lo sabía tan bien como ella, así que ni siquiera tenía que decírselo. En su lugar, suspiró. —No tengo un deseo de muerte, ¿de acuerdo? Eso es ridículo. ¿Nunca tuviste simplemente una mala semana? —¿Una mala semana? ¿Así es como lo estás llamando? —Mientras habían estado hablando, Charlie había puesto el teléfono en altavoz, colocado sobre la estrecha repisa de vidrio sobre el lavabo, y comenzó a lavar sus manos y su cara. Él continuó—: Eres científica. Mira los hechos: pasas tus días de trabajo encerrada en un pequeño cuarto con asesinos en serie. Oh, sé que te gusta pensar que estás protegida porque estás en prisión, y hay guardias armados alrededor, y los prisioneros están encerrados y encadenados de seis maneras hasta el domingo, pero no lo estás. ¿Crees que no podría haberte agarrado si hubiera querido? Todo lo que hubiera tenido que hacer era fingir que me estaba ahogando o algo, y sabes tan bien como sabes tu nombre que hubieras ido alrededor de ese escritorio que se interponía entre nosotros para tratar de salvarme, y yo te hubiera tenido. ¿Crees que no pensé en eso cinco minutos después de que empezáramos nuestra primera sesión? ¿Crees que soy el único que está pensando intentar algo así? Despierta, botón de oro. Los hombres con los que has estado trabajado han sido condenados a muerte. No tienen nada que perder. Todos y cada uno de los que no están lo suficientemente locos como para querer morir están pensando en cómo salir de allí. ¿Cuál es la mejor manera? No puedo hablar por todos, pero puedo decirte una de las posibilidades que estaba considerando: tomar de rehén a la linda doctora, y usarla como un boleto de salida. —¿Estabas pensando en tomarme de rehén? —Charlie miró alrededor, parpadeando, de lavar su cara a preguntar indignada. Un hombro apoyado en el marco de la puerta, estaba parado en la puerta abierta del baño, su alto, musculoso cuerpo lo suficientemente grande para ocupar la mayoría del

espacio disponible. Él incluso podría haberse visto aterrador si ella no hubiera progresado más allá de tenerle miedo —y si él no hubiera sido como ver a través de un cristal delicadamente teñido. ¿Más trasparente que cuando la había seguido al baño? Ni siquiera iba a dejar responderse eso. Solo hacerse esa pregunta era suficiente para hacer dar vueltas a su estómago. Maldita sea. —Diablos, sí, estaba pensando en tomarte como rehén. Estaba pensando en intentar cualquier cosa que pudiera haber salvado mi condenada vida. —El suave sonido del teléfono sonando en el otro extremo cuando la llamada finalmente pasó, llamó su atención y él miró de soslayo a la distracción. Cuando alcanzó una toalla, él agregó en una nota de incredibilidad—, ¿Estás llamando a alguien? ¿Ahora mismo? ¿En serio? —Sí. —Pasó un cepillo por su pelo. Los cosméticos estaban guardados en una pequeña cajita de plástico en la repisa de cristal. Su rostro desnudo estaba demasiado pálido y se veía cansado, así que, después de darle una rápida mirada simplemente porque él estaba en una posición de observar, tomó su colorete, lo abrió, y frotó un poco del polvo rosado en sus mejillas. Él estaba mirando, críticamente. —¿A quién? —¿Qué eres, mi vigilante? —preguntó mientras progresaba a resbalar un brillo de labios rosa sobre su boca. Él se veía impaciente. —Maldita sea, Charlie, probablemente no me queda mucho tiempo, y hay un punto que estoy tratando de... Fue interrumpido por el sonido de la llamada telefónica siendo atendida. —¿Eres tú, chérie? La alegre voz resonando a través del teléfono estimuló a Charlie a responder: —Hey, Tam. Sí, soy yo. Escucha, tengo un problema y eres en la única en quien puedo pensar que puede ser capaz de ayudarme con él. —Soy toda oídos —dijo Tam.

Consciente de que el tiempo de Michael muy bien podría ser medido en minutos más que en horas, Charlie tenía hasta eso. —Tengo un fantasma que está a punto de dejar este plano. Él no quiere irse, y yo necesito que se quede, y permanezca visible para mí. He probado todo lo que sé para fijarlo a la Tierra, pero no sé mucho más de eso y nada de lo que sé parece estar funcionando. Si sabes algo que pueda ayudarme, te debo una grande. —¿Quieres mantener a un fantasma? ¿Por qué? —Charlie ya había estado repensando el uso del altavoz del teléfono cuando la voz incrédula de Tam vino fuerte y clara, pero porque el tiempo era un premio y porque había necesitado lavar su cara y sus manos y porque realmente no había querido aparecer entre toda la gente convergiendo en su casa viéndose completamente despeinada, había hecho la elección de multitarea y aquí estaba el resultado: un intento de mirada inicialmente de dicha en la cara del fantasma que estaba mutando en un brillo irritante dirigido directamente dentro de sus ojos. —Sí, lo hago. Y no importa porqué. —Dándole a Michael una mirada amarga, Charlie recogió su teléfono y apagó la función de altavoz. Sintiendo la esperanza extendiéndose dentro de ella como kudzu5 mientras su amiga hablaba, Charlie escuchaba atentamente, tenía toda una multitud de segundos, terceros, y cuartos pensamientos, luego dijo—: Gracias, Tam. —Cuando finalmente aceptó lo inevitable y desconectó. —¿Escuché bien? ¿Estás poniendo ese complejo de salvador tuyo para tratar de salvarme ahora? —La lenta, sonrisa burlona que él le dio cuando ella puso el teléfono en su bolsillo, al girarse, y marchar hacia él la hubiera enfurecido si no hubiera estado acompañada de un brillo casi tierno en sus ojos. Agitándose, ella le frunció el ceño. —Cállate y muévete —dijo, odiando encontrarse a sí misma en la posición de tener que hacer algo a lo que le temía, a) era un terrible error y b) revelaba demasiado acerca el estado confuso de su corazón en el que él estaba involucrado. Desafortunadamente, el pensamiento de las consecuencias en caso de que fallara era suficiente para mantenerla con el programa—. Así que hice

Kudzu (Pueraria lobata), es una especie de plantas con flores perteneciente a la familia Fabaceae. Es una de las 50 hierbas fundamentales usadas en la medicina tradicional china. Su nombre común en numerosos países es el de kudzu. A partir de sus raíces, desecadas y molidas, se obtiene un polvo blanco, del que se dice tiene importantes virtudes nutricionales. 5

una llamada a una amiga psíquica y le pregunté cómo retenerte aquí. No vayas a leer dentro de eso. —No lo haré —prometió él mientras atentamente se movió fuera de la puerta del baño para dejarla pasar, y ella supuso que él quería lo que esperaba que ella pudiera hacer por él más de lo que quería burlarse, al menos por el momento. Sin embargo, esa inteligente boca suya iba a hacer que lo mataran algún día, pensó salvajemente antes de que recordara que, ups, ese caballo ya había dejado el establo—. ¿Así que tu amiga sabe cómo retenerme aquí? —Su nombre es Tamsyn Green. Y tal vez sabe cómo mantenerte aquí. — Teniendo cuidado de mantener la voz baja cuando unos sonidos amortiguados desde más allá de la puerta de la habitación le recordaron la actividad en la sala, Charlie se dirigió a su largo y bajo aparador de caoba, donde guardaba una provisión de velas de jazmín en un cajón. Las velas eran un elemento básico de su equipo de Miracle-Go, que se llamaba así porque los elementos eran útiles para tratar con algún fantasma ocasional con malas intenciones que de vez en cuando la afligía. Ella ya había utilizado una vela de jazmín, una vez en un intento por desterrar a Michael, con, como su continua presencia atestiguada, menos que el éxito estelar. Ahora utilizaría una para hacer exactamente lo contrario de lo que le había hecho la última vez: en lugar de forzarle al Más Allá, trataría de mantenerlo en el Aquí en la Tierra. —¿Esa palabra tal vez? No soy fan. —Tenía el ceño fruncido, ella le miró con una rápida mirada. —Resistente. Tal vez es lo mejor que puedo hacer. Un fuerte golpe en la puerta de la habitación hizo que Charlie se sobresaltara. —¿Dra. Stone? —Era la voz de un hombre, que la llamaba desde el pasillo. Ella no lo reconoció. —Mierda —dijo Michael—. Toma un número, amigo. —Estaré con ustedes en un minuto. —Charlie levantó la voz en respuesta. Michael hizo un sonido de impaciencia. —Olvídate de Blancanieves y los siete enanos de ahí fuera. Haz que esto termine. Charlie asintió con la cabeza: tenía que ser su primera prioridad. Obviamente tenso ahora, Michael vio un poco de cautela mientras agarraba una de las velas más pequeñas, pescando el encendedor de cigarrillos que tenía a mano específicamente para encenderlas, si surgía la necesidad, de una cápsula de

delicada porcelana en el centro de la cómoda, y se dirigió de nuevo hacia el cuarto de baño. —¿Y quién es esa Tamsyn Green? —Él la estaba siguiendo. —Tu mejor esperanza para permanecer aquí —susurró Charlie bruscamente. No es que pensara que alguien en el pasillo en realidad pudiera oírla desde el baño, que era donde estaba para entonces, pero aun así. Su reputación profesional no sobreviviría a tantos rumores que corrían a lo largo de las líneas si hablaba con alguien que no estaba allí. Solo podía esperar que Jenna tuviera suficientes recuerdos traumáticos para compartir con los investigadores para olvidar las charlas aparentemente unilaterales de Charlie con el aire—. Es de Nueva Orleans. Su madre era una especie de sacerdotisa vudú, al parecer. La conocí en mi primer año de universidad, cuando todavía estaba teniendo problemas para procesar toda la cosa sobre veo-gente-muerta. Fui a esa feria psíquica, pensando que tal vez encontraría a otras personas que pasaban por lo mismo, y ella era una de las videntes destacadas. Desde que nadie era capaz de ver a los dos o tres espíritus que podía ver que estaban realmente en la habitación, ya más o menos me había rendido en conseguir alguna idea de lo que estaba experimentando en el momento en que caminé al lado de la mesa de Tam y ella me preguntó por qué no abrazaba a lo que ella llamó mi don y lo superaba. Cuando fue capaz de describir los mismos espíritus que podía ver, supe que era de fiar. Es más de fiar, en realidad: es una medio psíquica de espectro completo y clarividente que vive en California ahora y se gana la vida dando charlas a estrellas de cine. Sabe mucho más acerca de estas cosas de lo que yo nunca querré o haré. —Teniendo en cuenta las instrucciones que Tam le había dado, Charlie había estado fijando cosas mientras hablaba. Entonces vaciló, mirando a Michael. —¿Qué? —dijo. —Si hago esto, tienes que prometer acatar cualquier norma que se me ocurra — dijo ella—. La principal es, no ser un dolor en el culo. —Lo prometo —dijo, demasiado rápidamente para su paz mental. Ella le lanzó una mirada escéptica. La sonrisa que le dedicó deslumbró. —Cruzo mi corazón y esperanza de morir. Dijo la araña a la mosca.

Pero ella se conocía a sí misma: psicópata carismático o no, no había nada más que pudiera hacer. —Lo digo en serio —advirtió, y puso su mano sobre su corazón piadosamente. Bien. Adelante con ello. Posicionando la corta, gorda vela blanca en el borde del lavabo, dejó su cepillo y pasta de dientes para usar el pesado vaso de cristal que los sujetaban. Con un par de golpes de su pulgar encendió el encendedor, tomando una profunda respiración, sujetó la llama hacia la vela. E intentó alejar el aleteo nervioso en su estómago. Por favor deja que esto funcione. —Guau. Espera un minuto. —La expresión de Michael era un estudio de alarma cuando la mecha prendió. Enderezado en toda su estatura, él negó con la cabeza hacia ella—. Hemos pasado por esto antes. Enciendes esa vela y seré aspirado por esa gran ola de viento que me arrastra al centro de Spookville. Yo no lo creo. Eso dolió y... —¿Confía en mí, quieres por favor? —interrumpió Charlie. La vela ardía con fuerza ahora, y el aroma de jazmín estaba aumentando. Aunque no podía sentirlo, podía ver el efecto del canal que se abría sobre Michael: su pelo estaba empezando a levantarse, como si una brisa le golpeara. Consciente de su corazón acelerado, Charlie se humedeció los labios repentinamente secos. Luego cogió el vaso y esperó. Tam le había advertido que el tiempo lo era todo. Si esto no funciona… Ella aún no se rendiría allí. Michael estaba mirando la vela con inquietud. —Lo creas o no, confío en ti. ¿En toda esta cosa del vudú que estás haciendo aquí? No tanto. Charlie... —¿Tienes alguna idea mejor? —Maldita sea. Ella tomó eso como un no. Su pelo estaba realmente volando ahora, y parecía estar preparándose contra una fuerza que sabía que tenía que ser considerable si tenía que ejercer tanto esfuerzo para resistirlo. La brisa al parecer se había convertido en un fuerte viento, mientras que en el otro extremo sabía que se

estaba creando una succión constante, aunque no podía sentir nada. No es que supuestamente debía: solamente los espíritus eran susceptibles. El propósito de la vela encendida era abrir un portal hacia el Otro Lado y al mismo tiempo llamar a la Luz, esa luz blanca legendaria que consideraba el camino al cielo, más cerca, y todo parecía indicarlo, al menos, la primera parte de lo que estaba ocurriendo. Se está formando un vórtice y se hacía más fuerte, hasta que, pronto, sería lo suficientemente fuerte como para aspirarle y llevarle lejos de donde se suponía que debía estar. Incluso mientras miraba, la aspiración al parecer aumentó. Michael instintivamente trató de agarrarse al marco de la puerta para resistir su fuerza, pero por supuesto era inútil: sus manos fueron derechas a través de la madera. Sus ojos abiertos se clavaron en los de ella mientras era tirado, lentamente y con mucha resistencia, hacia la vela. —Charlie... —Su voz era ronca, con una nota inequívoca de miedo. Oír la voz de Michael con miedo, bueno, no le gustó—. ¿Puedes oírlo? ¿El grito? Oh, Dios. No, no podía oír nada. Pero lo que él estaba oyendo —en el crepúsculo púrpura y parte de la otra vida que llamaba Spookville había, según él, cosas llamadas Cazadores. Eran llamados así porque cazaban los gritos, almas aterrorizadas de seres humanos recientemente difuntos que terminaban allí. De los cuales, si esto no funcionaba, él sería uno. —Está bien. Esto solamente quiere decir que funciona. —Creo. Ella no agregó esto último en voz alta. Su garganta se había tensado. Su corazón golpeaba en su pecho. Si no tenía tiempo esto ciertamente... —¡Ahh! — Su cara se retorció por el dolor cuando él fue levantado de sus pies y tirado hacia ella. —¡Michael! —Con el corazón en la garganta, Charlie rompió el vaso sobre la vela. Tan rápido como eso, el vórtice lo dejó caer como si él estuviera caliente, cuando la aspiración que tiraba de él al instante cesó. Aterrizando en sus pies, pasmado, luego se dejó caer a unas pulgadas de distancia de ella. —Oh, Dios mío —dijo Charlie, cuando, en el interior del vaso, la llama parpadeó y se apagó. —Jesucristo. —Michael flexionó sus hombros mientras miró la aún humeante vela—. Para que conste, duele como una madre. Él ya se había solidificado. Al igual que: no más que un hombre de celofán. ¿Significaba eso que había funcionado? Creía que lo hizo. Gracias a Dios. Su

corazón acelerado comenzó a disminuir. La marea de temor que había estado aumentando en su interior comenzó a disminuir. Agazapado a sus pies, ahora parecía tan vívidamente vivo como ella. Probablemente más, reflejó Charlie con un toque de sarcasmo, porque nunca había poseído su grado de magnetismo — o buena apariencia. Vale. Respira profundamente. —No seas bebé. —Su tono fue brusco porque se dio cuenta de lo mucho que la idea de él sufriendo le molestaba. La crisis actual al parecer se evitó, no tenía intención de permitirse a sí misma obsesionarse sobre cuan asustada por él había estado —o probárselo a él. El trasfondo se mantenía: él podría estar aquí, por el momento, pero aun así estaba muerto —y aún sujeto a las leyes del universo, que podían decidir llevárselo en cualquier momento. Cualquiera que fuera la relación entre ellos, todavía no había absolutamente ningún futuro. No es que quisiera un futuro que lo incluyera de todos modos. Pero aun así, ahí estaban. ¿Qué he hecho? Era el pensamiento angustioso que se le ocurrió. Fue seguido casi de inmediato por su consecuencia: Ahora es demasiado tarde. —¿Bebé? ¿Yo? — Sonando ligeramente ofendido, levantó la vista hacia ella entonces. La sombra del dolor seguía grabada en sus ojos, y Charlie encontró que su estómago se tensó en respuesta más que un poco alarmante. De nuevo se refugió en la frivolidad. —Sin dolor no hay ganancia. La buena noticia es que creo que funcionó. —Eso espero, porque no lo haré de nuevo. ¿La próxima vez que empieces con tu yu-yu, creo que podría ir con algo que no se sienta como si me estuviera desgarrando miembro a miembro? Ella sonrió. —¿Dra. Stone? —A paso ligero el golpeteo en la puerta de la habitación la hizo cambiar el enfoque a toda prisa. Sonaba como la misma voz masculina que antes—. ¿Podría por favor hablar con usted un momento? Es importante. Ella levantó la voz. —Ahora voy.

Sus ojos ya estaban de vuelta en Michael antes de haber terminado de hablar. Odiaba demasiado considerar la posibilidad, pero descubrió que tenía miedo de que empezara a desvanecerse, o a parpadear, o algo similar de nuevo. Si lo hacía, no tenía ni idea de lo que haría. Esa llamada a Tam había sido la última carta que tenía para jugar. —Vete a la mierda. —Michael se levantó lentamente, enderezándose en toda su estatura, estirándose y flexionando y haciendo muecas como si en realidad tuviera los músculos y los tendones que de hecho pudieran doler—. Me siento como si me hubiera atropellado un semi. —Estás muerto —le recordó ella en un susurro astringente—. No debes ser capaz de sentir nada. —Como creo que puedo haber dicho antes: no sabes una mierda de ello. Por un momento se miraron el uno al otro midiéndose. Estaba tan cerca que tuvo que inclinar la cabeza hacia atrás para mirarlo a los ojos. Podía ver la oscuridad en las profundidades azules del cielo, la tirantez en las esquinas de su boca de bonito corte, la tensión en su mandíbula cuadrada. Su pelo, rubio oscuro bañado por el sol que le hacía pensar en playas y olas y días soleados de verano, estaba alborotado por las consecuencias del vórtice. La textura fina de su piel, la ligera barba en su barbilla y mandíbula, el bronceado dorado, todo parecía tan real como su propia ligeramente carne pecosa suave como un bebé. Sus hombros y pecho ancho llenaban la sencilla camiseta de algodón blanco de una manera que hacía que sus ojos quisieran quedarse. Los músculos fornidos de los brazos, el abdomen plano y estrechas caderas y piernas largas y poderosas, toda la juventud proclamada, fuerza y una virilidad sana. Sus pechos estaban a milímetros de la pared de su pecho musculoso. Si hubiera estado vivo, habría sido capaz de sentir su calor corporal, sentir el calor de su aliento en su cara. Ella habría sido capaz de ponerse de puntillas y besarlo. Durante un segundo allí, mirando a la dura torcedura de su boca, quería hacerlo tanto que la hizo marearse. Pero, se recordó salvajemente, él no está vivo. Y si lo estuviera, aún estaría encerrado en aquella celda de seis por ocho en Wallens Ridge. Y todo lo que sabía de él era lo que sabría acerca de cualquier otro prisionero condenado a muerte que fuera su sujeto de búsqueda. Retrocedió un paso de él.

—Gracias Charlie, por salvar mi vida. —Hizo una mímica de su anterior falso comentario, luego titubeó mientras recordaba que no era exactamente su vida la que había salvado—. O lo que sea. —Gracias, por salvar mi lo que sea. Aunque tengo que decir, no te ves muy feliz por haberme arrebatado del camino al infierno—. La cosa es que, sigo preguntándome a mí misma cuán malo tuviste que ser para encontrarte a ti mismo en el camino al infierno. La mirada que él le dio era imposible de interpretar. —Tengo una pregunta para ti, botón de oro, si realmente piensas que soy tan malo, ¿entonces qué demonios estás haciendo conmigo? Sus ojos taladraron los de ella: ella no pudo sostener su mirada. Con una sonrisa pequeña, se alejó de él, localizó el vaso sobre la vela, y, complacida por algo qué hacer, lo despegó. —Vayamos directos al punto: No estoy contigo. Al menos, no a propósito. — Volvió a poner su cepillo y pasta de dientes en el vaso y cuidadosamente lo puso en la repisa encima del lavamanos. Luego puso la vela a su lado. Por si acaso, se dijo a sí misma, de que necesitara usarla de nuevo. Aunque no tenía ni idea si tal cosa funcionaría dos veces—. Solo porque resulta que tienes que estar entrometido en mi vida no significa que esté contigo. —Creo que te refieres al sexo. —Su voz era seca. Le lanzó una rápida y cargada mirada. —Y... yo —tartamudeó como si fuera idiota. Ella no era el tipo de mujer que cuando se enfrentaba a una situación extraña, tartamudeaba. Su barbilla se elevó y se giró para encararlo—. No estoy contigo, ¿de acuerdo? No hay una maldita manera de que esté con el fantasma de un asesino en serie. —Te aceptaré lo del fantasma, pero no soy un asesino en serie. Vamos, Charlie, sabes que no maté a aquellas mujeres. Sorprendida de encontrarse repentinamente furiosa, lo miró. —No lo sé. —Sí, lo sabes, no hay ninguna otra razón por la que esté aquí parado diciéndotelo. Una momentánea luminosidad la cual identificaba como esperanza, revoloteó en su interior.

—¿Así que se supone que tengo que creerte en la cara de toda evidencia? — Luego recordó decir evidencia y sintió que la esperanza se desmoronaba. El caso contra él era abrumador. Siete hermosas mujeres jóvenes, brutalmente reducidas a muerte. Su ADN había sido encontrado en cada víctima y en cada escena del crimen. Testigos lo habían identificado. Cámaras de seguridad lo habían grabado. No tenía excusa por ninguno de los crímenes. La lista continuaba y continuaba. Incluso el hecho de que ella estaba considerando la posibilidad de que él podría estar diciendo la verdad la afectaba. Los recursos de un carismático psicópata, el cual había sido su diagnóstico, era la habilidad de convencer a todos a su alrededor de que era encantador, simpático y digno de confianza. Era camuflaje, similar a la habilidad del camaleón de cambiar su color para igualarse con sus alrededores. Sabía eso. A menos que estuviera equivocada. A menos que los policías y el FBI, y el juzgado, y el jurado, y la evidencia y todo el maldito sistema legal estuviera equivocado. Escuchando a esa diminuta voz de disensión dentro de su cabeza, Charlie rechinó los dientes. Si sus emociones empezaban a triunfar sobre su intelecto, no habría lugar para ella en el que estuviera sana y salva—. En sus sueños. Su mirada se endureció mientras se deslizaba sobre su cara. —No me creerías aunque lo jurase sobre un montón de Biblias, ¿verdad? Te conozco. Cuando viene de cualquier cosa excepto de sus malditos fantasmas, crees en la inefabilidad de la autoridad, de la evidencia, del hombre. Si alguna maldita corte lo dice, entonces debe ser. Pero aquí está la mejor parte: no me importa lo que creas creer, en algún lugar muy dentro de ti sabes que yo no maté a esas mujeres. No me estarías dando tiempo de días de otra manera, mucho menos dormir contigo. —Yo no... —comenzó Charlie acaloradamente a punto de negar que estaba durmiendo con él. La palabra era durmió, en tiempo pasado. Singular. —Lo hiciste —interrumpió él despiadadamente—. ten un poco de fe en tus instintos para variar. Un agudo toque en la puerta hizo jurar a Michael. —¿Dra. Stone? —El mismo hombre. El mismo llamado. Todo lo que Charlie podía hacer era no rechinar sus dientes. —Ya voy —respondió Charlie y, con una mirada estrecha de ojos hacia Michael, comenzó a combinar la acción con sus palabras. Él no se movió.

—¿Te importa? —Si sonaba un poco malhumorada, bueno, tenía una razón: Lío no comenzaba a describir la situación en la que se había metido con él. Y recordarse a sí misma de que nada de ello, ni una diminuta pequeña parte, (bueno, bien, excepto tal vez por la parte del sexo), era culpa suya no ayudaba en nada. Cuando él aún no se movió en respuesta a esa indirecta muy apuntada, ella caminó a su alrededor, porque caminar justo a través de él estaba más allá por el momento. —Tengo mejores cosas qué hacer que quedarme aquí y discutir contigo. Como el ir a hablar con el hombre que no para de golpear la maldita puerta. —Estás determinada a no creerme, ¿no? Bien. Si te anima imaginar que soy un maldito psicópata asesino, adelante. Parece un poco enfermo, pero probablemente soy solo yo. Lo cual era digno de furia en tantos niveles, que Charlie ni siquiera sabía por donde empezar. —¿Sabes qué? Ya no voy a hablar contigo. Tengo otro montón de problemas con qué lidiar. —Antes que me des el tratamiento de silencio, ¿crees que podrías explicarme qué hiciste con todo eso del vaso y la vela? Así sé qué esperar si algo debería pasar. —Él la estaba siguiendo a través de la habitación. Por supuesto que la estaba siguiendo a través de la habitación. Después de lo que ella había hecho, por todo lo que sabía, él la estaría siguiendo a donde fuera el resto de su vida. La única cosa más horripilante que ese pensamiento era que él no lo hiciera. ¿Quién sabía por cuánto tiempo la acción que había tomado lo ataría a él? ¿Días, semanas, años? De todo lo que podía estar segura era de que él estaba aquí ahora. El futuro estaba en el aire. En un esfuerzo de sacudir la imposible combinación de furia y duda y arrepentimiento y alivio que estaba experimentando, su respuesta fue fríamente energética. —Cuando mueres, se supone que te vas, ya lo sabes. Así es como funciona. A veces los espíritus se quedan durante unos días, hasta que pueden aceptar que están muertos, pero luego se mueven a donde se supone que deben estar. Desde que no te vas voluntariamente, un portal se estaba abriendo para transportarte a... en tu caso, ni siquiera quería intentar ponerle nombre a tu probable destino final, el siguiente lugar. Es por lo que estabas revoloteando. La luz de la vela hizo avanzar y abrir el portal por completo, y luego cuando el resultante vórtice

se hiciera lo suficientemente fuerte para tirar de ti, yo cerraría el portal de nuevo, dejando caer el vaso sobre la vela antes de que ésta realmente pudiera tomarte. Cerrar el portal así hizo colapsar al vórtice. No se puede abrir de nuevo, al menos no en la misma área general. En teoría. —¿En teoría? —Tam dijo que así es como funciona. Jamás lo he hecho, así que estoy tomando su palabra para ello. —Deteniéndose en su armario, manteniendo su voz baja porque si podía escuchar el alboroto en el pasillo, el cual podía, era completamente obvio que la podrían escuchar a ella también, empujó las puertas estilo plegables. —Cierra tus ojos —ordenó. —¿Qué? —Cierra tus ojos. —Sus manos ya estaban en sus botones mientras se giraba para mirarle—. Necesito cambiar mi blusa. No necesito que mires. —Oh, por el amor de Dios. —Pero cuando ella lo miró, él obedientemente cerró sus ojos. Quitándose su húmeda y ensangrentada camiseta mientras le lanzaba una mirada sospechosa —tan lejos como podía decir que sus ojos estaban permaneciendo cerrados— dejó caer la sucia prenda dentro de la canasta en el suelo de su armario. —Bonito sujetador — dijo él—. Sexy. Era rosado pálido. Y de encaje, y de corte bajo. Escogido cuidadosamente junto con un par de bragas que combinaban porque cuando se había vestido tenía el pensamiento de que Tony podría estar viéndola en su ropa interior más tarde. Eso no había pasado, en gran parte gracias a la exasperante criatura detrás de ella. Mientras arrebataba una blusa verde de reemplazo de su percha, la mirada que le lanzó podría haber frito sus globos oculares. Si sus ojos hubieran estado abiertos para encontrarla, eso es. Pero no lo estaban, y —no podía estar segura de que incluso lo hubieran estado. De hecho, sospechaba que habían estado cerrados, que él estaba solamente bromeando. Por todas sus culpas, las cuales eran muchas y variadas, realmente nunca habría continuado la espeluznante ruta del Espía Tom con ella. Lo cual, dado lo que él era, habría sido ridículamente fácil. —No es divertido —dijo ella con enfado, encogiéndose de hombros dentro de su camiseta. A eso, él abrió los ojos y le sonrió. Y consiguió un vistazo de su

sujetador después de todo, entre las orillas partidas de su camiseta—. Hey, no dije que pudieras abrir los ojos ya. Toc. Toc. —¿Dra. Stone? —Era el mismo hombre de nuevo, sonando como si supiera que ella estaba parada justo allí al otro lado de la puerta, a unos simples pasos más allá de él. Maldición, ¿había olvidado bajar su voz en el último intercambio con Michael? —Ya voy —respondió. Terminando con sus botones, recordó algo y le dio a Michael un rápido y reprendedor ceño fruncido mientras susurraba—, A propósito, necesitas quedarte cerca. Cerrar un portal solo funciona durante una cierta cantidad de espacio alrededor, aparentemente. Tam dijo que, para estar seguros, deberíamos considerar ese espacio alrededor de cincuenta pies. —Déjame ir directo al punto: ¿Ahora tengo que permanecer a cincuenta pies de ti? —Su lenta sonrisa hizo que ella quisiera tirarle algo. Sabía como trabajaba su mente: llena de pensamientos sucios—. Funciona para mí. —Sí, bueno, no estoy segura de que funcione para mí. Esto es solo temporal. Solo hasta que pueda acudir a algo más —advirtió en un susurro impaciente, y abrió la puerta antes de que él pudiera responder. —Dra. Stone. —Un chico calvo con cabeza de bala en un uniforme de policía la saludó. Quizá de cinco pies con once, cuarentón, relativamente en forma estaba parado justo fuera de la puerta con su puño elevado, obviamente habiendo estado a punto de tocar de nuevo. Si estaba sorprendido de que la puerta se hubiera abierto tan oportunamente, se recuperó rápido—. Soy el Detective Todd Sager. —Elevó su mano. Caminando hacia el pasillo, Charlie la sacudió en un murmullo amable. Sager continuó—, Si pudiera bajar conmigo, hay algo a lo que me gustaría que le echara un vistazo. —Sexys zapatos, también —dijo la maldición de la cual sufría—. Oh, cierto, tenías una cita caliente con el chico del FBI esta noche. Lo capto. Guau, Doc, estabas quitando todos los estorbos. Las cosas han terminado diferente, justo ahora podrías haber estado envolviendo tu noche justo allí en tu cama. Ya que empujarlo no era una opción, no lo hizo. —Por supuesto —le respondió a Sager. Habiéndose deslizado de vuelta a su persona profesional con la facilidad de un largo hábito, Charlie manejó un asentimiento fuerte, y en respuesta al gesto de Sager lo siguió hacia las escaleras. Sus rodillas se sentían un poco inestables, y tenía los comienzos de un

asesino dolor de cabeza: una reacción, sin duda, de la crisis de la última media hora. Un policía fotógrafo estaba ocupado tomando fotos de la esquina por las escaleras, donde había visto a Jenna. Una grabación estaba siendo hecha de una mancha húmeda donde Jenna había estado de cuclillas, más gotitas de sangre rodeándola. Charlie estaba ocupada procesando la elevación y caída de voces, los clic de la cámara y el traqueteo del metal y los pasos arrastrando los pies, el remolino de actividad alrededor suyo y en las escaleras y en el pasillo de abajo, justo cuando llegó al borde de las escaleras, un penetrante grito de una mujer la detuvo en su camino. Una asustada mirada a Sager fue todo lo que le tomó para decir que el grito que causó que su vello se elevara en la parte trasera de su cuello, no lo podía escuchar. Nadie más parecía oírlo, tampoco. Mirando hacia abajo, pudo ver que Jenna, con los ojos cerrados, envuelta en mantas, estaba acostada en una camilla en el pasillo de abajo. Rodeada por paramédicos en el pasillo lleno hasta rebosar por oficiales de policía, se veía como si estuviera dormida o inconsciente. Un cuadro de gasa blanca cubría la herida en su frente. Una intravenosa había sido insertada en su brazo. El grito provenía de una segunda joven mujer de cabello oscuro, mojada y ensangrentada. Volando por todo el pasillo hacia la inconsciente Jenna, la mujer sostenía una piedra dentada en su mano alzada. Incluso cuando el corazón de Charlie saltó, incluso cuando empezaba a llamar y alertar a Jenna, alertar a la gente a su alrededor, detuvo la terrible cosa que obviamente estaba preparándose para empezar. Se dio cuenta que lo que estaba viendo no era un ataque en vida después de todo, sino un fantasma. Una fantasma quien, incluso mientras Charlie miraba, fue entre los movimientos de golpear la cabeza de Jenna con la roca, chocando el borde dentado contra la pálida frente una y otra y otra vez. Sin hacer una marca o molestar mucho más que un pelo en la cabeza de Jenna. Desde que no había existencia corporal, la roca de la fantasma pasaba justo a través de lo que sería la carne de la víctima viviente. Incluso mientras la chica la usaba gritaba una y otra vez: —¡Me asesinaste, perra! ¡Tú me asesinaste!

Capítulo 5 Traducido por katyandrea y Redshoes Corregido por Eli25

L

a mente de Charlie daba vueltas. Lo que el fantasma estaba diciendo — acusando a Jenna de asesinarla— estaba tan fuera de la pared que no podía ser cierto. ¿Podría?

Un silbido detrás de ella le dijo a Charlie que Michael estaba presenciando la misma cosa. Casi se volvió para decirle algo antes de contenerse. En lo que se refería a todos los demás en todo el mundo y él —el fantasma ensangrentado gritando en el vestíbulo de abajo— no se encontraba allí. Si quería conservar alguna credibilidad, no podía permitirse olvidarlo. —Ahora eso es lo que llamas toda otra lata de gusanos. —Michael parecía más entretenido que sorprendido. Desconcertado sería cómo se sentía, se dio cuenta Charlie. —¿Dra. Stone? ¿Está algo mal? —preguntó Sager. Desde que se había congelado en la parte superior de las escaleras, se había visto obligado a parar, también. —No. —Bueno, ella había tenido mucha práctica en mantener la calma en la presencia de fantasmas. Sonaba perfectamente normal, y fue capaz de continuar por las escaleras como si nada fuera de lo común hubiera ocurrido. La niña fantasma había desaparecido, lo que ayudó—. Excepto por el hecho de que tengo una chica que al parecer apenas escapó de ser asesinada en mi casa, por supuesto. —La escucho. No es el tipo de cosa que suele pasar por aquí. —Sager hizo un sonido que casi podría haber sido una risa sombría. Charlie no podía estar segura, porque justo cuando terminó de hablar el grito escalofriante se repitió. Era todo lo que Charlie pudo hacer para controlar su impulso de volar en ayuda de Jenna mientras la chica fantasma volvió a aparecer. En cambio, no podía hacer nada más que ver como el fantasma corría por el pasillo hacia Jenna, que aún yacía con los ojos cerrados e inmóvil, en la camilla mientras los paramédicos improvisaban una especie de escudo a prueba de agua por encima

de ella para protegerla de la lluvia que seguía cayendo fuera, en aparente preparación para moverla a la ambulancia en espera. —¿Cómo está? —preguntó Charlie al paramédico más cercano con un control cuidadoso cuando dio un paso por el pasillo. El paramédico, una joven mujer asiática en un uniforme azul, miró a su alrededor justo cuando el fantasma llegó al lado de la camilla y llevó la roca abajo. Charlie sintió que le saltó el pulso. No puede hacerle daño, se recordó. Buscando el rostro descolorido de Jenna, Charlie intentó girar el escenario que había estado imaginando en su cabeza e imaginó a Jenna infligir las heridas horribles que la niña fantasma exhibía. Su mente aturdida. —Sus signos vitales son estables. La hemos sedado por el grado de malestar emocional que estaba experimentando. Sabremos más una vez que la recibamos en el hospital. ¿Jenna había matado a esa chica? ¿Cuál era la alternativa, una mentirosa —o equivocada— fantasma? ¿Cómo hacer frente a la necesidad de advertirle de mantener a Jenna en custodia hasta que la investigación pudiera determinar los hechos? —¿Y cómo podía hacer eso, sin revelar lo que había visto?— Charlie miró Sager. —¿Dijo algo? ¿Recibió su declaración? Sager negó con la cabeza. —Estamos esperando al FBI para eso. Ya hemos sido informados de que están en camino. Por supuesto, el FBI estaría involucrado en tan alto perfil de desaparición. —Van a mantenerla en una especie de custodia de protección, ¿verdad? Porque quien hizo esto aún está por ahí. —Pedir mantener un guardia sobre Jenna era lo mejor que Charlie podía hacer dadas las circunstancias. —Ella no saldrá fuera de la vista de nuestros chicos —prometió Sager. —¡Tú me mataste, perra! ¡Tú me mataste! —El grito resonó en las paredes. Charlie no pudo evitarlo: lo que se sentía como un dedo frío se deslizó por su espina dorsal, y apretó su estómago notoriamente sensible. Nunca me acostumbraré a esto.

Viendo la roca a través de la frente de Jenna de nuevo, Charlie sintió que las náuseas aumentaban. Oh, no. —¿Fuego del Infierno, has estado viendo este tipo de cosas toda la vida? —La pregunta de Michael le recordó, por lo que era prácticamente la primera vez en su existencia, que alguien más estaba viendo lo mismo que ella. Era inquietante, pero una especie de consuelo, también. No estoy sola en esto. Desde que el pensamiento era casi más desconcertante que el fantasma gritando, Charlie todavía estaba tratando de llegar a un acuerdo con él, cuando la niña fantasma de repente miró en su dirección. Sus ojos se encontraron. Charlie sintió la sacudida de la conexión, y supo al instante que la chica podía verla, que, con fantasmas, no era siempre el caso. Al igual que la mayoría de la gente no puede ver a los fantasmas, la mayoría de los fantasmas no pueden ver la vida, pero este espíritu traumatizado era claramente una de las excepciones —y obviamente sabía que Charlie podía verla también. —¡Míreme... estoy sangrando! ¡Hay tanta sangre! Duele... ¡oh, me duele! Ella me apuñaló! ¡Esa perra me apuñaló! Tiene que ayudarme... ¡por favor! —La chica corrió hacia Charlie, la roca seguía aferrada en su mano. Sus pies no tocaban el suelo, su empapado, cabello negro volaba detrás de ella. De una herida abierta en el cuello brotaba una cascada de brillante sangre carmesí que se derramaba en la parte delantera de su cuerpo, manchando su ropa, sus piernas, sus pies chapoteando. Más sangre le corría por la cara de un corte en la mejilla, y había otra herida sangrante en gran medida en la parte superior del brazo. Al igual que Jenna, estaba vestida con pantalones cortos y una camiseta, vaqueros y rosa respectivamente, ahora saturados de sangre, y estaba mojada y fangosa y mirando salvajemente. Después de haber aprendido que (en todos los casos que sabía, a pesar de que era posible había excepciones) los espíritus no podían hacer daño a los vivos, Charlie estaba horrorizada y llena de piedad, pero no tenía miedo cuando una ola de aire helado frío la envolvió con antelación de la llegada del espíritu. Michael, sin embargo, no había estado muerto el tiempo suficiente para conocer las reglas que cubrían a los fantasmas en el suelo, como ella los llamaba. Charlie se dio cuenta de eso cuando saltó delante de ella, interponiendo su cuerpo grande entre ella y el fantasma antes de que la niña pudiera alcanzarla. Su intervención fue efectiva: el fantasma se detuvo en seco, cambiando su atención de Charlie a Michael.

—¡La perra me apuñaló! —gimió de nuevo, levantando la mano que no sujetaba la roca para agarrarse la garganta sangrante. La sangre al instante recubrió la mano, salió a borbotones a través de los dedos extendidos, y retiró su mano y la miró con horror. Sus ojos se dispararon hacia el rostro de Michael—. ¡Oh, oh, estoy sangrando! ¿Qué hago? —Se acabó. Estás muerta. No hay nada que hacer —dijo Michael brutalmente, utilizando mucho menos que el grado de tacto que Charlie habría utilizado, si hubiera optado por transmitir el mismo mensaje. Paralizada como estaba por estar rodeado de vivos, sin embargo, Charlie no podía decir ni una palabra. La chica gritó como si estuviese siendo apuñalada de nuevo. Entonces se desvaneció. Charlie no podía evitarlo. Reuniéndose a sí misma, moviéndose en dirección a la cocina, disparó a Michael una mirada de condena. —¿Qué? Ella necesitaba saberlo —dijo. —Si no le importa, me gustaría conseguir solucionar esto antes de que el FBI llegue. —Sager tomó su brazo, discretamente instándola hacia la cocina en una indicación obvia de que él pensaba que su progreso era demasiado lento. Charlie asintió y cogió el ritmo, moviéndose más allá del grupo de personas en su entrada con solo unos pocos guiños ciegos de aquellos de entre ellos a los que pensó que podría conocer: vecinos, estaba bastante segura debido a sus ropas de civil, pero estaba tan distraída por esta sorprendente revelación súbita sobre Jenna que no podía concentrarse lo suficiente para empezar siquiera a poner nombres y caras juntas. Además, tenía otra preocupación apremiante. Había dado solo unos pasos por el pasillo cuando la náusea que se había estado construyendo en su interior golpeó por completo. Tragando, ella liberó su brazo. —Disculpe —se las arregló, antes de vomitar el intestino en medio del baño debajo de las escaleras. Ella apenas tuvo tiempo para golpear el interruptor de la luz, cerrar la puerta, y tropezar al baño antes de vomitar. —Jesús. Cristo —dijo Michael. Él estaba en el baño con ella, apoyado en la puerta cerrada con llave, vio Charlie mientras se enderezaba. —Vete. —Sintiéndose débil, pero sin duda mejor, Charlie lo miró mientras tiraba de la cadena y fue al lavabo. Al girar el agua fría al máximo, se lavó las

manos y se enjuagó la boca. El rubor y el brillo habían sido una pérdida de tiempo, se veía tan blanca como el papel, vio con disgusto—. ¿Es que no tienes comprensión alguna del concepto de privacidad? —Estaba preocupado por ti. —Era un pequeño cuarto de baño, y él ocupaba demasiado espacio en el mismo. Durante un segundo o dos, la idea de que él hubiera estado preocupado por ella la hizo sentir todo cálida y difusa por dentro. Y eso la molestó. —Ver fantasmas me pone enferma, ¿recuerdas? —le recordó ásperamente. Aunque, aparentemente ahora era inmune a él; la constante exposición a la misma sensación de estómago revuelto obviamente mitigó el efecto—. No quiero que te preocupes por mí, tampoco quiero que intentes protegerme. No necesito que te interpongas entre otros fantasmas y yo. Él encogió los hombros. —Acostúmbrate, es parte del trato. —¿Qué trato? —Ella se estaba secando las manos—. No tenemos trato, no hay ningún trato. Él resopló y la miró. —Necesitas encontrar una nueva línea de trabajo. —No ayudaría, hay fantasmas en todos lados. —Respiró hondo y se giró hacia la puerta pero él estaba bloqueando su camino. —Gritos y personas asesinadas sangrando no son fantasmas, son algo así como asesinos: no te entrometes en sus asuntos, probablemente nunca encontrarás a uno. —¿Te puedes mover? —Alcanzó la perilla, lista para meter su mano derecha a través de él, de ser necesario. No tuvo que hacerlo: él se hizo a un lado. —No es saludable lo que haces, ni física ni mentalmente. —Deja de hablarme, no nos hablamos, ¿recuerdas? —Abrió la puerta y salió al pasillo. El detective Sager la estaba esperando. —Tú fuiste la que dijo que no me hablaba, yo jamás dije algo sobre no hablarte. Charlie tragó un gruñido.

—¿Está bien Doctora Stone? —le preguntó Sager con severa preocupación mientras se reunía con él—. Sé que ha pasado por una fuerte experiencia. Los paramédicos… Charlie sacudió su cabeza. —Estoy bien. Detrás de ella, Michael hizo un sonido grosero. —Tienes un estándar muy bajo para “bien.” Solo digo eso. No pudo lanzarle una mirada asesina a Michael porque Sager la estaba mirando. Tomó un profundo respiro y mejor se concentró en sus alrededores. Un vistazo le dijo que Jenna ya no estaba en el salón de entrada, aparentemente los paramédicos se la habían llevado, el grupo de policías también había disminuido, dos estaban parados a ambos lados de la puerta de entrada, como si se hubieran estacionado allí pero el resto se había ido. Los vecinos… ¿había visto algunos vecinos entre los policías? Si fue así, también se habían ido. Mientras Charlie continuaba por el pasillo hacia la cocina, se le ocurrió preguntar cómo fue que el espíritu de la chica asesinada había encontrado a Jenna. Si alguien sufría una muerte violenta, era común que el espíritu se quedara, unido a algo o a alguien (tal y como Michael se había unido a ella), eso había sido lo más cercano al alma saliendo del cuerpo, pero si el fantasma hubiera estado unido a Jenna, tal vez había estado con ella desde el principio. Entonces, ¿de dónde venía el espíritu? Charlie no tenía una respuesta para eso. Su cocina estaba llena de policías. La puerta trasera que estaba entreabierta estaba siendo empolvada para ver las huellas digitales. Una cinta bloqueaba el camino que daba de la puerta a la mesa de la cocina. Un policía tomaba fotos mientras que dentro de ese camino rociaban algo en el suelo de madera: Luminol, ¿para ver la sangre? Charlie no podía estar segura. El sentimiento de violación, que sintió debido a que su pacífico santuario que antes era su casa ahora había sido invadido por el horror, se intensificó. —¿Él realmente entró? —le preguntó a Sager por encima de su hombro. Michael estaba también de regreso, viéndose serio pero esta vez no tuvo problema al ignorarlo.

—Eso parece —contestó Sager—. A menos que haya dejado la puerta trasera abierta, porque estaba abierta cuando llegamos. Charlie negó con la cabeza. Una brisa sopló por la entrada, trayendo consigo el olor a lluvia; pudo notar que el aguacero había cesado, escuchó el suave rocío de las gotas tocando el suelo. Más allá del haz de luz de la cocina, la noche era negra como el alquitrán. —Mantienes las cortinas cerradas durante la noche, no deberías preocuparte por un tarado asomándose —puntualizó Michael mordazmente. Tan irritante como era el comentario, una vez más sus pensamientos parecían estar en la misma página. Charlie ya estaba reprimiendo un escalofrío ante la idea de que un asesino pudiera estar en la ladera observándolos a través de las ventanas en ese preciso momento. A menos que no hubiera un asesino y Jenna fuera la asesina, tal vez la frenética llegada de Jenna a la cocina fuera parte de un elaborado plan y… No, de ninguna manera, el miedo de Jenna había sido real. Y alguien había abierto la puerta trasera. Sager continuó: —Quiero que vea algo en la mesa de la cocina por mí. Charlie asintió —… llamó a mi esposa… —Ken estaba parado justo en la entrada de la cocina hablándole seriamente a un policía, quien escribía todo lo que él decía. Buscó con la mirada a Charlie, hasta que ella se topó con su mirada justo cuando él la desvió. —Cuando llegué aquí la Dra. Stone me dejó entrar y … Charlie escuchó el fragmento por encima mientras pasaba caminando frente a él, para entonces tenía los brazos cruzados sobre el pecho, tenía la cabeza agachada y parecía que estaba intentando fuertemente no mirarla. —¿Puede decirme si hay algo en la mesa que antes no estaba? —preguntó Sager. Charlie vio la mesa, estaba la carta que había abierto, la caja volcada, la crema de cacahuete derramada… y un sobre blanco con un cuchillo encima de él.

El cuchillo media cerca de 5 pulgadas de largo, el mango era de madera y parecía viejo; el mango estaba húmedo y la hoja parecía limpia y la navaja afilada; tan solo verla, Charlie sintió frío por todo el cuerpo. —Eso lo resuelve. Parece que la Reina Adolescente estaba diciendo la verdad. —Un involuntario vistazo le dijo a Charlie que Michael estaba viendo la misma cosa. Aunque ella no lo podía decir, esa también fue la conclusión de Charlie porque Jenna nunca había escapado de su vista desde el momento que entró a la cocina y la puerta había sido forzada para abrirla; y el cuchillo y el sobre, los que definitivamente no estaban en la mesa cuando huyeron de la cocina, ahora estaban ahí; es decir, alguien más tuvo que haberlos puesto en la mesa… como el hombre con el arma que Jenna insistía que la había estado persiguiendo. Fue un alivio llegar a la conclusión de que él era real. Que lo que fuera que había apuntado a la acusación de la niña fantasma, el miedo de Jenna no había sido falso. —El cuchillo… y el sobre —le dijo Charlie a Sager—. No son míos y no estaban en la mesa. —Eso fue lo que pensé. —Sager asintió con satisfacción, le hizo una seña con la mano al fotógrafo quien estaba ocupado tomando fotografías de la puerta—. Oye, Torres, ¿le tomaste foto a la mesa? —Sí, a todo, además tomé primeros planos de todo lo que está ahí. —¿Al cuchillo y al sobre? —Sí, al menos una docena. —Vale. —Sager miró a Charlie, ahora ella estaba lo suficientemente cerca de la mesa y ahora podía ver la mancha húmeda que el cuchillo había dejado en el sobre, también pudo ver algo más que hizo que abriera más sus ojos, su nombre estaba escrito en el sobre: Dra. Charlotte Stone, con lo que parecía ser un marcador negro, sin manchas a pesar del punto húmedo justo a la mitad del sobre. La escritura era lo suficientemente larga para que su nombre se pudiera leer con facilidad. La letra era delicada, fluida. Un escalofrío pasó por su cuerpo mientras lo veía. —El sobre está dirigido a usted, ¿le importaría abrirlo? —Ya que Charlie asintió, Sager añadió—, primero necesito que se ponga unos guantes.

Michael estaba mirando la mesa con el ceño fruncido, lanzó una aguda mirada a Charlie. —¿Entiendes que tu nombre en el sobre significa que el bastardo enfermo piensa que tiene algún tipo de conexión contigo? Charlie lo entendió muy bien, su pulso se recuperó (brevemente) mientras le sostenía la mirada a Michael. Una vez más era violentamente consiente de que las cortinas estaban abiertas; el repentino sentimiento de vulnerabilidad que sintió ante el pensamiento de que quien quiera que hubiera dejado el sobre en la mesa podría estar viéndolos a través de la ventana fue ligeramente mitigado recordándose a sí misma que su casa estaba llena de policías. —Doctora Stone. —Un policía le dio un par de guantes de látex, mientras se los ponía otro policía enguantado levantaba el cuchillo y lo ponía en una bolsa de plástico. —Etiquételo para el FBI —dijo Sager y luego añadió para Charlie—. Tenga mucho cuidado con esto, por favor, mi trasero está en juego si la evidencia tiene algún daño. Charlie asintió y agarró el sobre, se dio cuenta de que no estaba cerrado mientras le daba la vuelta, claro que quien quiera que lo hubiera dejado había querido que ella lo abriera. Tomó aire profundamente, consiente del peso de muchas miradas sobre ella, levantó la pestaña del sobre y sacó la única hoja de papel que había dentro. En una hoja blanca, escrita con un marcador negro, con la misma letra fluida que estaba escrita en el sobre, escribían las palabras: No puedes atraparme. Al ver las palabras, Charlie sintió que su corazón golpeaba su pecho, su respiración se atascó, levantó la mirada con rapidez, girándose para mirar instintivamente a Michael, quien al igual que Sager la estaba mirando con atención con el ceño fruncido. —Sé quién lo hizo. —Tuvo una repentina opresión en el pecho, después recordó que para Sager y los demás que la estaban mirando parecía que estaba hablándole al aire, dirigió su mirada de Michael a Sager. —Sé quién lo hizo —repitió urgentemente.

Capítulo 6



Traducido por Gabbii, Kirara7, QueenDelC y Nat.M Corregido por Anjhely

¿Quién? —Michael y Sager exigieron casi al unísono, mientras todos los ojos en la cocina que aún no la había estado observando se giraron hacia ella.

Charlie respiró hondo para calmarse ya que todas las piezas de repente empezaron a encajar en su mente. La verdad era aterradora: se trataba de un caso que había consultado recientemente y reconoció la firma del asesino MO 6 a la derecha del bate. Sintió que la sangre le recorría los dedos del pie mientras ella lo enfrentaba. —Estoy casi segura de que estamos tratando con un asesino en serie. Él es conocido como el Hombre de Jengibre. —Sabes qué, necesitas volver a pensar todo este espectáculo de asesino en serie que estás consiguiendo —dijo Michael—. Y estoy siendo completamente serio. —¿El Hombre de Jengibre? —Sager frunció el ceño dubitativamente hacia ella. —Ha estado operando arriba y abajo de la Costa Este durante al menos los últimos dos años. —Hablando de repente alrededor de la tensión en su garganta, Charlie dirigió sus comentarios a Sager e ignoró la mirada sombría que Michael le estaba dando. Ella echó un último vistazo a la hoja de papel, las palabras No puedes atraparme saltando a ella como una burla, entonces la dobló con cuidado, la deslizó de nuevo en el interior del sobre, y comenzó a poner el sobre en la mesa. Tomó un poco del autocontrol para mantener sus manos quietas. —Puedes conseguir otro trabajo —le dijo Michael—. La mayoría de los psiquiatras recetan medicamentos para los niños con TDAH 7. Hablan con los peces gordos en la cornisa cuando se hunde la economía. Ellos escuchan a

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Modus Operandi. Trastorno por déficit de atención con hiperactividad.

mujeres de mediana edad llorar sobre sus nidos vacíos. No ponen en riesgo sus vidas todos los días. Eso es una locura. —Uh, ¿le importaría dejar caer eso aquí? —El mismo policía que había embolsado el cuchillo abrió otra bolsa de plástico para recibir la carta. Haciendo todo lo posible para mantener la cabeza clara, Charlie obedientemente la dejó caer dentro. La idea de que otro asesino en serie la tenía en su punto de mira estaba provocando recuerdos de pesadilla que había pensado-esperado-rezado para que se hubieran puesto a descansar. —Bueno, nunca había oído hablar de alguien llamado así —dijo Sager—. Un asesino en serie, dice. ¿Aquí en la ciudad? —Sí. Por lo menos, esta noche lo era. —Los asesinos en serie siempre habían existido. Ellos siempre lo harían. Que ella se hubiera enredado en su oscuridad era su mala suerte. Mientras aceptaba la dura verdad de eso, Charlie se olvidó de sus piernas temblorosas, los restos persistentes de náuseas, el cansancio que había estado arrastrándose sobre ella, sus emociones muy variadas sobre lo que había hecho con Michael. Había estado esperando para volver a su pacífica existencia, su pequeña casa segura, la distancia que había construido cuidadosamente entre ella y los asesinos en serie que había analizado con la esperanza de aprender lo que los hacía funcionar para que otros de su calaña pudieran ser identificados y detenidos antes de hacer daño a nadie, acababa de ser arruinado malditamente. Una vez más, estaba sumida en el horror que había pasado la mayor parte de su vida tratando de evitar. El Hombre de Jengibre había estado en su casa hacía menos de una hora. Quería hacer retroceder el reloj, borrar la última hora, seguir como si Jenna McDaniels nunca hubiera llegado a golpear a su puerta; era imposible. Siendo ese el caso, no tenía más remedio que hacerle frente. Y tratar significaba tomar el desafío del Hombre de Jengibre, haciendo todo lo posible para asegurarse de que lo atraparan. Si ella no tenía éxito, iba a matar de nuevo, y pronto. Incluso si le daba la espalda al desafío, dejaba la investigación a Sager y a los agentes del FBI que estaban supuestamente en camino, todavía no sería capaz de simplemente seguir adelante con su vida. Un asesino en serie vicioso, había entrado en su casa y le dejó un mensaje. Sabía quién era, dónde vivía, y lo que hizo. Él estaba interesado en ella. ¿Cuáles eran las probabilidades de que él acabara olvidándose de ella, se fuera y la dejara en paz si se negaba a jugar? Ninguno. Cero. Cremallera. Ella siempre había sido buena en captar la realidad de una situación, y al reconocer la realidad empujó el miedo y el temor de lo que fueron sus primeras reacciones a un lado. No le harían ningún bien en absoluto. Por alguna razón,

esta fue la parte que ella había tratado. Si no tenía más remedio que jugar, entonces estaba condenada también a jugar para ganar. Tienes que pensar más, se dijo, y enderezó los hombros en preparación. De acuerdo. Tenía que haber dejado rastros de evidencia detrás. Por un lado, se puso a llover: debía haber huellas en el patio embarrado. Jenna había corrido a su casa desde algún lugar presumiblemente cercano. Si los investigadores eran muy, muy afortunados, sería la escena del crimen, donde dos cuerpos aún podrían posiblemente ser encontrados. La escena del crimen intacta y fresca. Además, con Jenna, ellos tenían un testigo vivo. Un testigo vivo con el crimen fresco en su mente. Tal vez, en esta ocasión este monstruo en particular había cortado demasiado cerca, tal vez este era el error que haría que lo atraparan. Tal vez ella podía ayudar a encerrar a uno de los depredadores más peligrosos donde no podría lastimar a nadie otra vez. La idea la fortaleció, aclaró su cabeza, encendiendo su determinación. Puedo hacer esto. La policía local y la oficina del alguacil estuvieron geniales. Ella estaba segura de que los agentes del FBI que venían, los que habían encabezado la búsqueda de Jenna eran competentes. Pero ellos no tenían el conocimiento o la experiencia para siquiera empezar a manejar a un monstruo como ese. Afortunadamente, ella conocía personas que si podían, de hecho temprano esa noche tuvo un lamentable beso de despedida. Si ella tenía suerte, él aún estaría al alcance. ―Cabezas arriba, amigos. Apagaremos las luces durante unos minutos para ver si nuestro spray ilumina alguna huella en el suelo ―dijo un técnico. Así que aparentemente el químico que usaban no era luminol después de todo. Cuando las luces se fueron y la oscuridad descendió, Charlie sintió que un escalofrió recorría su espalda. Ignorándolo, resuelta a ignorarlo, sacó su teléfono del bolsillo, miró su lista de contactos y llamó al número que estaba buscando. ―¿Llama a alguien? ―Después de haberse acercado a ella en la oscuridad, Sager miró su teléfono brillar con recelo. Incapaz de retenerse, estar muy cerca de un extraño en la oscuridad no era muy cómodo ahora, Charlie se alejó un paso de

él mientras contestaba. ―Esto es algo que la policía local, sin importar qué tan buenos sean, no está lista para manejar ―le dijo Charlie mientras el móvil timbraba en su oreja―. Si tiene hombres afuera buscando evidencias o a esas otras dos chicas o la escena del crimen o lo que sea, necesitan detenerse. Yo… ―¿Charlie? ―La cálida voz masculina era música para sus oídos―. ¿Qué sucede? ―Tony ―lo saludó aliviada, y entonces se sintió más calmada cuando las luces se encendieron. ―Maldición ―dijo Michael―. ¿Ese tipo? ―Dra. Stone no creo que… ―Sager sonaba infeliz. ―Detengan todo ―interrumpió Charlie a Sager, inmovilizándolo con lo que esperaba fuera una mirada imponente―. Deténganse. Ahora. ―Lo haría. ―Al otro lado de la línea, Tony estaba sonando divertido―. Pero realmente no estoy haciendo mucho. Tomando una siesta en la silla, parece que voy a pasar la noche aquí en el aeropuerto de Lonesome Pine. El avión no puede volar por culpa de la tormenta. ―Con el debido respeto Dra. Stone ―dijo Sager―. Tenemos una investigación que hacer, detenernos no es una opción. ―¿Cuándo fue la última vez que su departamento manejó algún tipo de asesinato? ¿Hace cuantos años? Este es un asesino en serie. El caso necesita ser visto por expertos para atraparlos ―le contestó Charlie a Sager ferozmente mientras que al mismo tiempo, excepto por mirarlo mal, hacía lo mejor para ignorar a Michael, quien acababa de terminar de decirle―: Sabes que tienes un gran problema ¿verdad? ―a Tony quien era el único al que Charlie consideraba hablarle en el momento, Charlie respondió―: Gracias a Dios por la tormenta, ¿has oído hablar del Hombre de Jengibre? ―Sí, claro él está activo en la lista. ―Se refería a la lista del FBI de los asesinos en serie que estaban activos en el país de momento―. Pero… ―Él está aquí. ―Simplemente decirlo hacía que sus palmas se humedecieran―. Ha estado en mi casa esta noche. ―¿Qué? ―Por el sonido de su voz, Tony se sentó derecho en su silla. Él respondió, a un repentino estallido de charla al otro lado de la línea,

impacientemente―: Cállense ustedes dos, necesito escuchar esto. Como obviamente no le estaba hablando a ella, tenía que preguntar. ―¿Quién está ahí contigo? ―Kaminsky y Crane. Su avión tampoco salió de aquí. ―De trasfondo, Charlie podía escuchar a los miembros del equipo de los agentes especiales del FBI Lena Kaminsky y Buzz Crane, demandando saber que sucedía. Ellos fueron rápidamente silenciados, y Charlie imaginó a Tony, haciendo señas para que se callaran. Charlie le dio a Tony una versión rápida y condensada de los sucesos, terminando con: —El rastro aún está fresco. Tenemos una oportunidad de verdad de atrapar a este hombre si os podemos traer aquí rápido. Nosotros… —¿Nosotros? —interrumpió Michael. Él le estaba dirigiendo una mirada dura e intimidante, tipo harás lo que diga que ella deseó haberse girado a Sager. Alguna vez, viniendo del enorme y temible convicto en el traje naranja quien estaba bastante segura de que le había mentido sobre su prueba de Rorschach, podría haber encontrado esa mirada alarmante. Sin embargo ahora se encontró luchando contra el impulso de sacarle la lengua—. Si te refieres a ti y a él, no hay “nosotros” en esto, cariño. Tu novio es un agente federal a quien le pagan por poner su vida en peligro. Eres una loquera. Te pagan por escuchar hablar a las personas. Maldición, Charlie, voy a decir esto una vez más: meterse con asesinos en serie es estúpido. Es malditamente peligroso. ¿Nadie te enseñó que si molestas a un oso dormido suficientes veces, tarde o temprano va a despertar y a comerte? Charlie le dirigió a Michael una mirada con los ojos entrecerrados como diciendo métete en tus propios asuntos. Responderle era, desde luego, inútil. Así que ella siguió hablando con Tony en su lugar. —…tenemos un superviviente, tenemos un sobre con letra escrito a mano también, igual que otras posibles evidencias, tenemos un cuchillo que podría o no ser el arma asesina, tenemos… —Estamos saliendo por la puerta —la interrumpió Tony—. Treinta minutos, máximo. Esa era la respuesta exacta que esperaba Charlie. Tony y su equipo estaban tan metidos en la captura de asesinos en serie como ella en estudiarlos. Sabía lo

buenos que eran en su trabajo porque ella los había visto trabajar: en el mismo día que Michael había sido asesinado, Tony y su equipo habían ido a ella a pedir ayuda para encontrar al asesino del Boardwalk, el asesino en serie que había asesinado a su mejor amiga, Holly, y a la familia de Holly cuando ella y Holly tenían solo diecisiete años. Charlie se había quedado la noche con Holly, y se había escondido del asesino y sobrevivido. Cuando el asesino del Boardwalk volvió a aparecer después de quince años, había negado (bien, tenía miedo) en estar involucrado, pero lo había hecho de todas maneras. Como resultado, el asesino había sido capturado y, no accidentalmente, Charlie había sido liberada del terror secreto con el que había vivido desde que sobrevivió al atacante que había matado a Holly: que el Asesino del Broadwalk regresaría, tarde o temprano, y la mataría también. Y en el proceso, había quedado enormemente impresionada con Tony y su equipo. Ahora había otro loco, más víctimas, horror fresco. Otro asesino en serie que había puesto sus ojos en ella. Simplemente pensarlo hacía a Charlie imaginar que podía sentir la oscuridad cerrándose. Su oscuridad, su propia y privada oscuridad, la que venía de mirar a la maldad a la cara y apenas sobrevivir. La oscuridad de su propio miedo mortal. Podía sentir algo apretarse en su pecho. No sé si puedes hacer esto de nuevo. Tony estaba diciendo: —¿Dijiste que la policía local está allí ahora? ¿Me dejarías hablar con quién sea que esté a cargo? Quédate en el momento. —Ese sería el Detective Todd Sager. Pasándole su teléfono a Sager, Charlie le dijo: —Es el agente especial del FBI Tony Bartoli, de la División de Circunstancias Especiales de Quántico. Son un equipo de élite cuyo solo propósito es rastrear y atrapar asesinos en serie. Están en camino justo ahora. —Bueno, maldita sea, ahí va el vecindario —dijo Michael con desagrado, recostándose sobre la barra del desayuno y doblando sus brazos sobre el pecho. Charlie le dirigió una mirada enfadada. Los asesinos en serie eran malvados por definición, y sin importar lo mucho que proclamara su inocencia, Michael era un asesino en serie convicto. Ella debería odiarlo. Debería temerle. Definitivamente debería dejarlo ir cuando tuvo la oportunidad. Él era uno de

ellos. Sabes que soy inocente. Oh, Dios, ella no lo sabía. La triste verdad casi seguro era que había dicho las palabras que necesitaba escuchar, y ella solo quería creer. —Oh, así que ¿ahora estás enfadada conmigo? —dijo Michael—. Bien. —No creo…—Eran las primeras palabras que Sager dijo en el teléfono. Luego se quedó en silencio, escuchando, finalmente asintió—. Paso la palabra. —Miró a Charlie—. El agente especial Bartoli quiere hablar con usted —dijo, y le devolvió el teléfono. —No te muevas. Estaremos contigo en breve —le dijo Tony, mientras Sager le gritó a los otros policías en la sala—: Todo el mundo, cambio de planes. Vamos a esperar hasta que el equipo del agente especial Bartoli llegue para seguir adelante. —Señaló a dos policías cerca de la puerta de atrás—. Salgan ahí fuera y dígales a los chicos que se levanten. Si tenemos una escena del crimen, la última cosa que queremos hacer es contaminarla. —¿Quiere que termine con la puerta? —preguntó el técnico que estaba quitando el polvo para huellas dactilares. Arrodillado en el suelo, otro policía estaba midiendo la distancia desde el borde de la puerta a un área de daño inferior, donde no habían estado anteriormente y que Charlie supuso era el resultado de algo así como una fuerte patada. Mirándolo se dio cuenta de lo ridículamente fácil que hubiera sido que un asesino entrara en su casa, se le puso la piel de gallina. ¿Qué había estado pensando, para imaginar que podría vivir en un mundo en el que no había necesidad de tener un arma para su protección, o una alarma de robo o algo más que una ordinaria cerradura? ¿Cuándo las ilusiones se habían convertido en su modus operandi?—. En esta lluvia, no me gustaría esperar. Sager titubeó. Luego asintió. —Adelante. Cuando este hombre sea atrapado, voy a estar segura de nuevo. Y habrá un monstruo menos en el mundo. Ese fue el pensamiento que estabilizó los nervios de Charlie, la calmó, le ayudó a recobrar la compostura. Mentalmente, ella tomó una respiración profunda y se mantuvo de pie. Ya no soy una adolescente asustada. Soy una experta en asesinos en serie. Así que esta vez el Hombre de Jengibre se ha metido con la experta equivocada.

—¿Acaso Jenna le dijo de dónde había venido? —preguntó Charlie, al igual que Sager, Tony se había desconectado, deslizó su teléfono en el bolsillo de nuevo. No tenía sus emociones totalmente bajo control, sin embargo, bueno, estaba trabajando en ello. Dadas las circunstancias, no había vergüenza en tomar un momento para adaptarse. Sager negó con la cabeza. —Por lo menos, no fue específica. Ella estaba llorando, era demasiado difícil conseguir algo de mucho valor, pero dijo que corría por la montaña. Ya que terminó en la puerta de atrás, me imagino que bajó el camino de Roca Grande. Debe haber dejado algunas pistas. Me imagino que las podremos seguir de nuevo. Charlie asintió. El Camino de Roca Grande era el camino de tierra que era su favorito para sus carreras casi a diario. Empezaba solo unos pocos metros más allá de la valla de atrás, continuaba a través de los bosques de pinos gruesos de Smoke Mountain todo el camino hasta la cima de la cresta. Se habría preocupado porque el aguacero lavara cualquier pista que Jenna pudiera haber dejado, excepto por el hecho de que en esta época del año todo era tan denso que no se podía imaginar la cantidad de lluvia que conseguiría filtrarse. Aparentemente Sager fue consciente de eso. —La gritona dijo que la Reina Adolescente la mató —dijo Michael—, dices que el asesino es alguien llamado el Hombre de Jengibre. ¿Quieres explicarme qué pasa con eso? Charlie se contuvo justo cuando estaba a punto de responder, y casi tuvo que morderse la lengua para contener las palabras de nuevo. La mirada que le dio esta vez fue francamente amenazante. Afortunadamente Sager estaba hablando con el técnico de huellas dactilares que al parecer —el hecho de que él estaba cerrando la puerta de atrás— había terminado, al igual que el policía que había estado midiendo los daños en la puerta y ahora estaba de pie escribiendo algo en un portapapeles. El punto era que, Sager no la estaba mirando, de lo contrario, no sabía lo que habría hecho con su feroz ceño ante la nada. —Ooo —dijo Michael—. Esto realmente me está haciendo enfadar. Siempre me estabas dando la espalda en Ridge. Me atrajiste antes. Me atraes ahora. Muérdeme, dijeron sus ojos, pero con un argumento descubriendo, que en realidad solo funcionaba para el hablar. Podría estar hirviendo por dentro, pero Charlie propio auto-control: recurrió a la única arma que

unilateral, ella estaba lado con el que podía estaba orgullosa de su tenía que sabía por

experiencia realmente Intencionadamente.

que era algo

fastidioso, y

no

le hizo

caso.

—Entonces, ¿qué me puede decir sobre este Hombre de Jengibre? —le preguntó Sager mientras dos policías que habían estado hablando se dirigían de la cocina a la sala, señalando a otras personas detrás de ellos. En respuesta a su mirada inquisitiva por este mini-éxodo, Sager dijo—: Ellos van a armar un poco de equipo para que podamos ir a la montaña. —Se apresuró a añadir, en respuesta a lo que solo podía suponer un cambio en su expresión facial—: No vamos a ir hasta que el equipo del agente especial Bartoli llegue. —¿Le he oído decir que hay un asesino en serie en la ciudad? —Liberado del policía que lo había estado interrogando, Ken se acercó para unirse a Sager. Ambos miraron a Charlie expectante. En la barra de desayuno, Michael levantó las cejas. El mensaje silencioso que tomó de eso era: Así que, mira, no estoy hablando. Si quieres que siga así, habla. —Está bien... um, sí. —Después de esa primera desliz verbal, tuvo cuidado de moderar su tono y dirigiéndose para responder a Ken y Sager en lugar de a Michael—: El Hombre de Jengibre es bastante único en los anales de los asesinos en serie ya que en realidad no mata a la mayoría de sus víctimas él mismo. Lo que ha hecho históricamente es secuestrar a tres personas a la vez y obligarlos a matarse unos a otros. Él aparece intentar emparejarles en términos de género, con una menor correlación de la edad y el tamaño del cuerpo, aunque también parece que hay un grado de correlación con los factores. A veces las víctimas se conocen entre sí, a veces no lo hacen. En los dos últimos años, ha secuestrado a tres grupos diferentes de tres personas en un período de aproximadamente un mes. Luego está inactivo durante un año más. Por lo que yo sé, Jenna McDaniels fue parte del primer grupo, del tercer año. Ha habido cinco supervivientes si se incluye a Jenna McDaniels esta noche, lo cual hago, y mucho de lo que sabemos es lo que hemos aprendido de ellos. Los supervivientes constantemente nos dijeron que fueron puestos juntos en una especie de espacio cerrado, recibieron armas, y les dijeron que todos morirían a menos que se empezaran a matar unos a otros. Les prometieron que el último en pie sería liberado con vida con la condición de que todo el que sobrevivió debía haber participado en el asesinato de al menos una de las otras víctimas. El Hombre de Jengibre parece cumplir su promesa, a pesar de que es difícil de decir, porque solo dos de los supervivientes han dicho a los investigadores que en realidad mataron a alguien. Fueron puestos en libertad por el Hombre de Jengibre, lo cual indica que se cumplen las condiciones que les propuso. —Así que si la Reina Adolescente fue dejada en libertad porque fue la ganadora

en una jaula de lucha a muerte, ¿por qué estaba gritando a todo pulmón que un hombre con un arma la estaba persiguiendo? —preguntó Michael. Demasiado para él no hablar. Bueno, ella no esperaba que durara tanto. Charlie lo miró, puso su nariz en el aire, y transfirió deliberadamente su atención a Sager, quien dijo lentamente, como si sus palabras estuvieran empezando a cuadrar para él: —¿Está diciendo que Jenna McDaniels podría haber matado a las otras dos chicas de las que nos habló? Bingo, pensó Charlie, pero eso fue una respuesta más que no podía dar. —Si lo hizo, fue porque no tenía otra opción —terminó diciendo. Revelando lo que sabía a través de la niña fantasma no era posible, así que no podía decir definitivamente que sí—. En el entorno en el que las víctimas se encuentran, es estrictamente matar o morir. —Vamos, Charlie, habla conmigo —dijo Michael con impaciencia—. ¿De verdad crees que vas a ser capaz de tratarme como a una planta en una maceta? Como ella se contuvo de dispararle una mirada asesina en respuesta, la respuesta ineludible era, evidentemente, no. Se dio por vencida: porque él había hecho una pregunta legítima en lugar de simplemente ser molesto. Todo parecía indicar que esperaba, simplemente estaba proporcionando información adicional a Sager y Ken. —Los primeros dos supervivientes fueron soltados. Los dos últimos, sin contar a Jenna, al parecer fueron perseguidos por el Hombre de Jengibre después de que él los liberó. Los tres, e incluyo a Jenna, informaron de que estaba armado con una pistola. Los tres reportaron que cuando los dejó ir, les dijo que corrieran, luego fue tras ellos. Estaban seguros de que los iba a matar, también. Ken dijo: —Puesto que hay testigos oculares, ¿estoy asumiendo que la policía tiene una descripción de lo que has llamado, el Hombre de Jengibre? ¿Archivado en alguna parte? —Él lleva una máscara —respondió Charlie—. Tenemos descripciones de testigos sobre eso. Michael dijo: —¿Los asesinos en serie suelen tener nombres de macho como el Asesino del

Paseo Marítimo, El Amarrador, Tortura, El Exterminador? Quiero decir, cuando estaba en juicio, los canales de noticias me llamaban el Slasher del Sur, por el amor de dios. ¿Qué es este chico, un asesino en serie mariquita? ¿Cómo se le ocurre a alguien llamarse el Hombre de Jengibre? —Es la canción infantil —respondió Charlie, y de inmediato se dio una bofetada mental por lo que se ahorraría mirar a Michael durante un momento, simplemente serviría para subrayar el hecho de que a nadie le preocupaba ver que ella estaba conversando con el aire y miró a Sager y Ken—. La razón por la que él se llama el Hombre de Jengibre es por la poesía infantil. Ya saben: ‘¡Corran! ¡Corran! ¡Lo más rápido que puedan! No me alcanzarán, soy el hombre de jengibre.’ Por lo que le dijo a varias de sus víctimas supervivientes que corrieran, y lo repitió cuatro veces, soy consciente de que ha enviado o dejado una carta dirigida a alguien con autoridad o a un experto, diciendo: No puedes atraparme. —Terminó sin convicción—, yo solo pensé que les gustaría saberlo. —Debbie lee poesía infantil. —Ken sonaba horrorizado. Michael dijo: —Entonces, ¿me está diciendo que es el bastardo enfermo quiere enfrentarse a usted? Charlie asintió. Un pequeño cosquilleo helado serpenteó por su espalda cuando reconoció que la verdad era algo sobre lo que no podía hacer nada al respecto. Soldado a través del miedo. Ella lo había hecho antes. Podía hacerlo ahora. No, lo haría ahora. Sager estaba diciendo: —Sí, adelante, le garantizo que hará el trabajo sucio de todos modos —en voz baja para el técnico de huellas dactilares, que al parecer quería comenzar a trabajar con la mesa y las sillas. Mientras que el técnico asintió y se dio la vuelta para empezar a recoger los cacahuetes, que guardó en una bolsa de plástico Ziploc, Charlie dijo: —Es como un juego para él. Un desafío. Tan pronto como vi las palabras no puedes atraparme, sabía quién era. —Este tipo también sabe quién eres tú. —La voz de Michael era desafinada—. Y eso no es bueno. Una conmoción desde el vestíbulo de la entrada los distrajo a todos. Con la esperanza de que fuera Tony y su equipo, Charlie empezó a avanzar, solo para

decepcionarse de nuevo cuando tres desconocidos entraron en su cocina. El hombre alto y fornido, de pelo gris de uniforme que había visto antes: el Sheriff del Condado de Wise Hyram Peel. Los dos hombres en trajes oscuros eran, por supuesto, del FBI, aunque no los agentes que esperaba ansiosamente. Se presentaron a sí mismos como los agentes Greg Flynn y Dean Burger, que formaban parte del equipo que había estado involucrado en lo que al parecer fue la búsqueda masiva de Jenna McDaniels. Mientras que otros agentes habían ido al hospital para asegúrala, dijeron, habían sido minuciosos para hablar con Charlie. Ella acababa de empezar a contarles su parte de lo que había sucedido cuando Michael exclamó: —¡Maldita sea, ese es mi reloj! Distraída de su relato de sucesos, Charlie dejó de hablar para fruncir el ceño. Él había estado apoyado en la barra de desayuno con aspecto sombrío. Ahora estaba erguido y de pie, mirando fijamente a la mesa donde había algo que se está preparando para saltar hacia él. Automáticamente ella siguió su mirada para encontrar que, ahora que el técnico había terminado de recoger el último de los cacahuetes que estaba sacudiendo en una bolsa de plástico con polvo de huellas dactilares, era posible ver el reloj de plata mate de un hombre todavía reclinado en el interior del paquete volcado que había recibido. —Les dije a esos malditos payasos que no era mi reloj el que encontraron al lado de esa mujer muerta. —La mirada acusadora de Michael pasó a Charlie—. ¿Me creyeron? Diablos, no. Pero mira esto: ahí está. Ese es mi reloj.

Capítulo 7



Traducido por Nat.M y Princesa De La Luna Corregido SOS por ElyGreen

Tómalo. Míralo. —Porque Michael estaba hablándole, por la intensidad de su tono, por la emoción que podía sentir rodando fuera de él, Charlie se olvidó completamente de los Agentes Flynn y Burger—. Tiene Semper Fi grabado en la parte posterior de la caja. Adelante, échale un vistazo. Es mi maldito reloj. Semper fi, recordó Charlie, era el lema del Cuerpo de Marines. Ella estaba lo suficientemente familiarizada con su expediente para saber que Michael había pasado ocho años como marine. —Uh, Dra. Stone, ¿que decía? —solicitó Flynn. Dándose cuenta de que se había callado en la mitad de una frase, Charlie arrastró sus ojos lejos de Michael y trató desesperadamente de recordar dónde se había quedado. Flynn le estaba frunciendo el ceño. Era un hombre fornido y musculoso de unos cuarenta años, con el pelo castaño, corto y apariencia promedio. Había impaciencia en sus entrecerrados ojos marrones. —Jenna estaba, obviamente, traumatizada. —Charlie tomó el hilo, y con él puso en marcha de nuevo su historia. Incluso con Flynn y Burger mirándola, incluso a medida que hablaba, era imposible que Charlie no viera, por el rabillo del ojo, cómo Michael se acercaba a la mesa. Sus manos grandes se envolvían alrededor del respaldo de una silla, sus poderosos hombros apiñándose, sus músculos tensos contra su camisa, bajó la mirada al reloj. Por supuesto, le era imposible tocarlo, y más aún recogerlo. Sus manos lo atravesarían. —¿Cómo demonios esto aparece ahora? —Michael lo miraba, y sonaba enfadado, y más como si hablara consigo mismo que con ella—. Todo este maldito tiempo, y ¿aparece ahora? —Gracias —dijo Flynn, y Charlie se dio cuenta de que había dejado de hablar de nuevo. Afortunadamente fue en un lugar donde Flynn podía concluir que

había terminado con lo que tenía que decir. Él asintió hacia la parte de la cocina, donde Ken y el Sheriff Peel estaban conversando en voz baja. Charlie notó que el grifo de la cocina ya no estaba funcionando: alguien obviamente lo había apagado. Solo estaba alegre de que Michael ya no pareciera necesitar lo que fuera ese efecto de fuerza que tenía en él—. ¿Es ese el Teniente Ewell? ¿No dijo que era la primera persona en la escena aquí? —Sí. —Discúlpenos. Tenemos algunas preguntas para él. —Con un asentimiento hacia ella, Flynn y Burger se dirigieron hacia Ken. Un rápido vistazo alrededor le dijo a Charlie que todo el mundo estaba ocupado haciendo otra cosa. Se acercó a la mesa y frunció el ceño ante Michael de manera inquisitiva. —Míralo. —Asintió frente al reloj—. Dime si no dice Semper Fi en la parte posterior de la caja. Aunque por lo que podría decirse ninguno de los más o menos media docena de personas en la habitación le estaba prestando la más mínima atención, Charlie sabía que todo lo que le tomaría para empezar a hablar en voz alta, supuestamente para sí misma, cambiaría eso al instante. Recogiendo el reloj —era frío y pesado, con todo tipo de pequeñas esferas de lujo sobre la faz y una pulsera extensible— le dio la vuelta para poder ver la parte posterior de la cara del reloj. Grabado en la superficie metálica lisa estaba el lema del Cuerpo de Marines. —¿Semper Fi?—Había tensión en el rostro de Michael. Charlie asintió. Su mirada volvió al reloj. —Maldita sea. Por supuesto que la cosa aparecería ahora, cuando ya es jodidamente demasiado tarde. —Sonaba casi salvaje. Charlie tomó la caja del reloj. Afortunadamente, el corte a través de las capas de cinta se había envuelto alrededor de él y había dejado la dirección de retorno intacta. Decía Departamento de Policía de Mariposa. Sus dedos se apretaron en la caja. Les escribí a ellos. Por supuesto. Diminuta Mariposa, Carolina del Norte, fue donde Michael había sido arrestado por primera vez, por el último de los siete asesinatos los cuales

posteriormente le imputaron. Como parte de su investigación sobre los antecedentes de los hombres que estaba estudiando, Charlie había enviado al departamento una solicitud oficial de acceso a cualquier material /información/archivo que fuera referente. Ésta fue su respuesta. Además del reloj, en la parte inferior de la caja había un DVD, y enterrado al lado estaba un trifoliar de papel de tamaño carta. Charlie lo sacó. —¿Qué demonios es eso? —gruñó Michael mientras ella desdoblaba la única hoja, escrita a máquina. La carta era breve y la leyó rápidamente—. ¿Alguna especie de broma cósmica? —Señora, voy a tener que pedirle que no toque nada en la mesa hasta que termine aquí. —Esta interrupción por el técnico de huellas digitales, quien estaba de pie a cierta distancia mientras sus ocupadas manos enguantadas revolvían los ahora cacahuetes con un recubrimiento de polvo, casi hizo a Charlie saltar—. ¿Podría poner eso de vuelta, por favor? —Lo siento. —Consiguió esbozar una sonrisa. Luego, con Michael en mente, añadió: —Um, acabo de recibir este material, del Departamento de Policía de Mariposa y tenía que verlo. Les escribí, ya sabe, hace un mes, en relación con un tema de investigación que estaba estudiando. —Ella puso la carta sobre la mesa, abierta y posicionada para que Michael leyera. Él le lanzó una mirada. —No dejes ese maldito reloj. Apenas consiguió no asentir. Con la boca apretada, él se inclinó hacia delante para leer la carta. El técnico dijo en tono de disculpa: —Esa caja estaba sobre la mesa, ¿no? Es posible que el asesino la tocara. Tengo que probarla para las huellas dactilares. —Entiendo. Charlie dejó la caja de nuevo sobre la mesa. Deslizó el reloj en su muñeca. Ella era de huesos finos, con extremidades largas y delgadas, y el reloj, del tamaño de un antebrazo grueso de un hombre grande, era demasiado grande para ella. La banda de metal extensible no era ajustable, así que no había nada que hacer sino usarlo como estaba. Cuando se deslizó por su brazo, mientras sentía el peso del mismo y el deslizamiento del frío metal contra su piel, un cosquilleo la

recorrió a lo largo de sus terminaciones nerviosas. Se sentía raro tener algo real y sólido que perteneció a Michael tocándola. Era casi como que la tocara él mismo. —Lo siento —le dijo al técnico de nuevo. Él asintió. Estaba claro que la estaba esperando lejos de la mesa, pero ella no estaba lista para hacer eso hasta que vio la reacción de Michael a lo que estaba leyendo. Después de leer por sí misma, ya sabía lo que decía la carta: Querida Dra. Stone: En respuesta a su consulta sobre el preso del Condado #876091, Michael Alan Garland, le envío una copia de lo que hemos mantenido en nuestros archivos. Además, adjunto registros de video de nuestro departamento que le conciernen, así como el reloj de un hombre que fue etiquetado con su nombre y fue encontrado en el curso de nuestro reciente movimiento. Por lo que puedo decir, este es el único efecto personal todavía bajo nuestra custodia. Debido al mal archivo por parte de un trabajador de la oficina, se dejó inadvertidamente fuera de la bolsa que contenía sus efectos personales que se enviaron al FBI hace algunos años. Pedimos disculpas por cualquier inconveniente que esto pueda haber causado, y esperamos que sepa darlo a quien debería tener la posesión del mismo. Gracias. Si tiene alguna pregunta adicional, por favor no dude en contactarme. Sinceramente, Betty Culver Asistente Ejecutiva del Director Departamento de Policía del Condado de Mariposa —Hijo de perra —dijo Michael. Charlie no dijo nada, pero él debió haber sentido el peso de sus ojos, o ella debió haber hecho algún pequeño sonido. Porque levantó su cabeza, y luego la miró, con los ojos en llamas. —Ellos encontraron un maldito reloj exactamente como éste al lado del cuerpo de la última chica que se supone que rebané en tiras. Estaba quebrado, tenía su sangre en ella. Dijeron que era mío, que fue arrancado de mi muñeca durante la lucha. Les dije a los estúpidos bastardos que no. El corazón de Charlie dio un vuelco. Lo que le estaba diciendo era que este reloj era prueba de su inocencia. Pesaba contra toda evidencia de su culpa, era una cosa pequeña, pero aun así, era algo tangible. Si estaba diciendo la verdad. Si no estaba de alguna manera jugando con ella.

Los psicópatas carismáticos tenían un genio para jugar con la gente, ella lo sabía. Eran tan buenos en eso que ni siquiera era embarazoso para las personas que los estudiaban, cuando también, eran víctimas de sus mentiras. El Departamento de Policía de Mariposa había identificado el reloj como perteneciente a Michael allí mismo, en la carta. Además, sabían que Semper Fi estaba grabado en la parte trasera. ¿Cómo podía haber manipulado algo así? No creía que pudiera hacerlo. No veía cómo era posible. Cuán importante era una parte de un reloj como el que llevaba, había jugado en su caso, era algo que tendría que comprobar. Por ahora —no era suficiente para convencerla. Influyó un poco, tal vez, pero no la persuadió. Aun así, era algo. —Joder. —El resplandor en los ojos de Michael se había endurecido y enfriado—. ¿Qué diferencia hace eso ahora, verdad? Ya está hecho. Sacudida por ver debajo del exterior chico duro, Charlie se sintió como si la tierra estuviera cambiando bajo sus pies, como si ya no estuviera de pie en tierra firme. Antes de que pudiera formular una respuesta, el sonido de nuevas llegadas, acoplado un momento después con una voz familiar detrás de ella, la distrajo, lo que la hizo mirar a su alrededor. —Soy el Agente Especial Tony Bartoli. Ésta es la Agente Especial Lena Kaminsky. El Agente Especial Buzz Crane. Trayendo un olor a aire fresco con él en una habitación que estaba más cálida y olía ligeramente a metal, ya fuera del aerosol o del polvo de huellas dactilares, Tony estaba allí, en la cocina, al fin. Gracias a Dios. Las gotas de lluvia brillaban en su cabello y los hombros de la chaqueta, estaba dando la mano, primero a Sager y luego al Sheriff Peel, Ken y Agentes Flynn y Burger, mientras se presentaba a él, a Kaminsky y a Crane. Al parecer, todos los tipos que aplicaban la ley en casa se reunieron con los recién llegados, la habitación de repente se sintió pequeña y llena. El alivio brotó dentro de ella, Charlie lanzó una mirada más de preocupación a Michael. Aún tenso de ira y otras emociones negativas que claramente estaba experimentando, miró a los recién llegados, también, con una expresión poco acogedora. Pero al menos el crudo dolor que pensaba que había vislumbrado en el dorso de sus ojos había desaparecido, y parecían más o

menos sus propios problemas habituales. En cualquier caso, no había nada que pudiera hacer por él en este momento, concluyó Charlie. Siendo ese el caso, debía estar enfocada en lo más importante: la captura de un asesino en serie. Con eso firmemente reparado en la vanguardia de su mente, corrió hacia Tony Kaminsky, y Crane. —Hey —dijo Tony cuando la vio, tomando la mano que le tendió para saludarla, nada más íntimo, como, por ejemplo, un rápido abrazo o un beso en la mejilla, sería poco profesional, y de todos modos ella no era ese tipo de persona de abrazos y besos, y le dio una sonrisa lenta recordando el muy sexy beso de buenas noches que habían compartido recientemente. Sus ojos marrones se arrugaron alrededor de las esquinas cuando sonrió, ella lo notó al pasar, y su larga boca se estiró y se arqueó en las esquinas para revelar aún más sus dientes blancos. Tenía el pelo negro, corto y peinado hacia atrás y un rostro delgado y móvil que, aunque no tan guapo como la de Michael, era sin embargo lo suficientemente guapo como para merecer una segunda mirada. En ese momento estaba débilmente con los ojos enrojecidos, con más de un toque de sombra de cinco de la mañana oscureciendo su mandíbula, que no era sorprendente teniendo en cuenta que ahora era mucho después de la una de la mañana y que había estado fuera desde las siete a.m. Ella sabía con seguridad porque a las siete de la mañana era cuando los cuatro se habían subido a reunirse para el desayuno antes de ir sobre algunos archivos por lo que ella había pensado que sería la última vez; más tarde, habían conducido al aeropuerto para tomar el avión privado que la había traído de nuevo a Big Stone Gap. Tony medía seis pies con uno, unas ciento ochenta libras, delgado en comparación al cuerpo desgarrado pero todavía bien musculoso de Michael. De todos modos, toda esa delgadez parecía particularmente buena en los trajes oscuros bien cortados que eran el uniforme de hecho de la Oficina. Todavía estaba usando el que tenía cuando la había llevado a cenar, de hecho. Su camisa blanca todavía se veía fresca. Su corbata roja estaba perfectamente en su lugar. Michael tenía razón, Charlie decidió mientras le devolvía la sonrisa a Tony, ella tenía un tornillo suelto, en serio. Este era el tipo que debería estar haciendo que su corazón fuera como loco. Este era el hombre en cuyos brazos debería querer entrar, cuya boca debería querer besar, a quien debería querer en su cama. Este chico la gustaba, más de lo que le gustaba a ella, quería dormir con ella, quería tener una relación. Era decente, remunerado en su trabajo, respetuoso de la ley, honrado, amable, muy guapo y vivo, un hombre que llevaba felices para siempre escrito en él.

Le había apretado la mano un par de latidos de más. Sin dejar de sonreírle, se desenganchó con suavidad. —Me alegro de que esté aquí —dijo y su sonrisa se ensanchó. Charlie era repentinamente ardientemente consciente del peso de la mirada de Michael. Deslizando una mirada de reojo hacia él, se encontró con los ojos azules, gris piedra, una boca dura, una línea de mandíbula de granito. Su expresión —no, su cuerpo entero— radiaba frustración, apenas controlando la tensión. La hizo pensar en un animal salvaje, uno grande, un depredador, que de pronto se había vuelto consciente de su situación, consciente de que estaba atrapado sin remedio y para siempre en una jaula imposible de escapar. El corazón de Charlie se tambaleó inesperadamente. Su boca se secó. Se sentía como si estuviera cayendo, la sensación tan inconfundible como si hubiera entrado en un ascensor y caído tres pisos. La sensación no era buena y sin duda no era bienvenida, pero ahí estaba. Cómo se sentía Michael le importaba. Cuando las epifanías se fueron, con algún tipo de soplido. Hablando sobre mujeres inteligentes, decisiones insensatas, pensó, apuntando mentalmente una patada a su propio trasero. Últimamente era prácticamente su niño de cartel. —Cuánto tiempo sin verte, Dra. Stone —la saludó Kaminsky. Con veintinueve años de edad, Kaminsky era pequeña y con curvas, con brillante pelo negro a la altura de la barbilla que se retorcía bajo los extremos y una tez aceitunada. Era bonita en una forma exótica, le favorecía lo ajustado, los trajes de falda por encima de la rodilla como el gris pálido que estaba usando actualmente y, porque ella solo medía cinco pies con dos, siendo sensible al respecto, usaba tacones de aguja. Desde que Charlie había visto por última vez a Kaminsky hacía solo unas pocas horas, cuando su avión había aterrizado en el solitario Aeropuerto Pine para dejar a Charlie en Big Stone Gap, y Kaminsky y Crane se habían quedado atrás para tomar un vuelo comercial a su base de Quántico mientras que Tony había ido con Charlie a llevarla a lo que él les había descrito como una cena de “agradecimiento”, el sarcasmo de Kaminsky no era realmente una sorpresa. —Bartoli dice que ha conseguido atraer a otro asesino en serie. ¿Cómo es eso posible?

—El Hombre de Jengibre, nada menos —añadió Crane en una nota que casi sonaba como regocijo. En la clásica combinación conocida para cualquier mujer que frecuentaba bares u otros lugares donde los hombres tienden a pasar el rato, él era, a los treinta y dos, el friki de Tony. Cinco pies con diez y de complexión delgada, con gafas de montura negra dominando un rostro delgado, de rasgos definidos, coronado por un halo de rizos castaños cortos, era más un torpe muñeco lindo que guapo. Sus brillantes ojos azules estaban vivos con interés mientras miraba a Charlie—. Él es alguien a quien seguramente nos gustaría atrapar. En un poco más de dos años ha matado a catorce personas. —Creo que a partir de esta noche, el número es probablemente dieciséis —dijo Charlie—. Jenna McDaniels dijo que había otras dos chicas con ella y que están muertas. Me dijo que sus nombres eran Raylene... —Se detuvo, con el ceño fruncido—. Oh, Dios, estoy en blanco aquí. No puedo recordar el apellido de la chica. —Raylene Witt y Laura Peters —terminó por ella el Agente Flynn—. Acabo de recibir una llamada de nuestros agentes en el hospital, quienes han estado hablando con la Srita. McDaniels. Ella nos dio los nombres. Es a quienes estamos buscando ahora. —¿Está la madre de Jenna todavía con ella? —Lo que sea que Jenna había o no había hecho, Charlie odiaba pensar en que ella estuviese sola. Ella sabía lo que la chica estaba pasando: la sensación de estar atrapada en una pesadilla, el miedo siempre presente, el dolor. Ella lo sabía, porque lo había vivido ella misma—. ¿Lo sabe? —No lo sé. —Flynn sacudió su cabeza—. La próxima vez que hable con nuestros chicos preguntaré. Charlie asintió dando las gracias. —La chica McDaniels ha salido en todas las noticias en los últimos días, pero no he visto nada sobre las otras dos —dijo Sager—. Ni siquiera sabía que había dos mujeres jóvenes más desaparecidas. —No estoy seguro de que las otras dos han sido reportadas —dijo Flynn—. No hemos encontrado nada de ellas. A este punto, ni siquiera estamos cien por cien seguros de que existan, para decirle la verdad, o si es cierto que son víctimas. Pueden ser alucinaciones de la Srita. McDaniels, por ejemplo. O sus mentiras. No necesariamente creo que ese sea el caso, pero he aprendido a mantener una mente abierta.

—¿Entonces la Srita. McDaniels ha dado una declaración? —preguntó Tony, y Flynn negó con la cabeza. —Tenemos chicos en el hospital esperando para tomarla tan pronto como se pueda hablar con ella. A partir de ahora, sin embargo, no ha sucedido. —Kaminsky, cuando haya una declaración la Srita. McDaniels, quiero que consiga una copia. Flynn, si se asegura de que Kaminsky consiga una copia tan pronto como esté disponible, se lo agradecería. Cualquier cosa que pueda ayudarnos a localizar a esas dos chicas, tenemos que saberlo lo más pronto posible. El resto puede esperar hasta mañana. —Tony miró al grupo reunido—. En este momento, nuestra prioridad tiene que ser la de encontrar a las otras chicas. Hasta que no tengamos una prueba que están muertas o no existen, no podemos simplemente asumirlo. Por lo que sabemos, una o ambas todavía podrían estar a merced de este tipo, o acostadas bajo la lluvia en algún lugar muriéndose. Hubo asentimientos de acuerdo en todo. Charlie no mencionó que ella ya había sido informada con una prueba positiva de que al menos una de las chicas era real, sino que también estaba muerta. A partir de la revisión de antecedentes que había hecho en ella cuando él primero había querido venir a trabajar con su equipo en su carrera para encontrar el Asesino de Boardwalk, Tony sabía que ella tenía lo que se llamaba "una cierta capacidad psíquica.” Incluso había admitido que a veces veía a los espíritus de los muertos y había utilizado la información que había recogido de sus encuentros fantasmales para ayudar a resolver el caso anterior. No es que él supiera algo como la magnitud de lo que ella experimentaba de forma rutinaria. Y ciertamente no le hizo saber nada acerca de Michael. Nadie lo hacía y a pesar de todo el lío resuelto, a nadie se lo iba a decir. Tenía su carrera en que pensar. Su vida personal, también. Aunque, sin preocupaciones reales allí: incluso si pudiera haberles mencionado a todos lo que había presentado acerca de Michael, acerca de las cosas que vio, nadie iba a creerla. Oh, podrían pretender, podrían incluso un poco, tal vez, medio creerla como Tony a veces parecía hacerlo, pero al final no podrían saber, no a ciencia cierta y lo que llevarían con ellos cuando pensaban en ella era algo en el orden de “loca.” Que ella sabía por experiencia dolorosa. —Incluso si están en la montaña, buscarlas en la oscuridad y la lluvia no va a ser fácil. Ese camino de allí tiene docenas de ramales y las chicas ni siquiera

podrían estar en cualquier tipo de camino. —Sager miró al Sheriff Peel—. ¿Se puso en contacto con Jerry Ferrell? —Lo hice —dijo el Sheriff Peel—. Está de camino, él y los perros. —Si están allí arriba, Jerry y sus perros las encontrarán. —Sager abordó ese comentario a Tony—. Ferrell tiene los mejores malditos perros de rastreo del estado. Tenemos equipo para venir a ayudarnos a recuperar los cuerpos que pudiéramos encontrar, también. —Esperemos no necesitarlo, pero lo mejor es estar preparado en caso de que lo hagamos. —Tony miró a Charlie—. Entonces, mientras esperamos, ¿por qué no nos cuenta lo que pasó, desde el principio? Una vez más, Charlie contó toda la historia (editado con criterio para no mencionar a la chica fantasma y por supuesto a Michael) desde el momento en que Jenna había golpeado la puerta de la cocina. Tony y los otros recién llegados examinaron la abolladura en la puerta de atrás, así como el cuchillo y en mensaje de No puedes atraparme que el Hombre de Jengibre había dejado, y Tony tuvo a Crane haciendo arreglos para tener a estos dos últimos con destino al laboratorio del FBI para el análisis en una base acelerada. Después de eso, todo el mundo en el cuarto hablaba de logística mientras que discutían sobre (argumentaban acerca de) la mejor manera de comenzar una búsqueda y rescatar o levantar la operación de recuperación en una fangosa y traicionera montaña en medio de la noche, bajo la lluvia. Dejándolos en ello, Charlie subió corriendo a ponerse una camiseta, pantalones vaqueros y zapatillas de deporte para la caminata por la montaña. Allí es donde estaba cuando llegaron los perros. Aunque su llegada fue casi con toda seguridad anunciada por algún otro método de abajo, Charlie fue puesta al tanto de la aparición repentina de unos dolorosos aullidos justo fuera de su casa. —Si tu novio tuviera una pizca de sentido común, no te dejaría ir con ellos — dijo Michael con amargura. Ya que ella le había prohibido entrar al baño, donde se estaba cambiando, su voz llegó a ella a través de la puerta cerrada del baño. —Tengo que ir con ellos. —Charlie descubrió que casi dio la bienvenida a la hasta ahora molesta referencia de novio porque significaba que Michael estaba comenzando a volver a la normalidad. El silencio y presencia inquietante que la habían seguido al piso de arriba había sido un poco desconcertante. Todavía estaba tirando de su pelo en una cola de caballo baja mientras salía del baño para encontrarlo extendido sobre su cama. Su cabeza estaba plantada en una de

las almohadas de encaje, sus brazos cruzados debajo de ella y sus pies con botas estaban cruzados en el tobillo y descansando en su colcha blanca como la nieve. Botas de fantasma, se recordó Charlie a sí misma, y limitó su respuesta a una mirada de desaprobación a lo largo del tamaño de su poderoso cuerpo. La cuestión era, que ella había decorado su casa para satisfacer las necesidades de una mujer soltera, sin hijos, cuya vida cotidiana generalmente se gastaba entre las paredes grises apagadas de una prisión. Era amplio, luminoso y, sí, femenino, con telas delicadas y costosas y un montón de colores pálidos y blanco. Él era totalmente demasiado masculino para ello. Sus ojos la siguieron mientras caminaba a través de la habitación, hacia la puerta. —Eso es simplemente estúpido. ¿Lo sabías? No eres policía. No eres rastreadora. No eres parte de un equipo de búsqueda y rescate. Está todo negro allá afuera y está lloviendo y hay lodo y es una maldita montaña y hay un asesino psicópata suelto que se ha hecho tu nuevo amigo por correspondencia. ¿Qué parte de eso hace inteligente para que vayas con ellos? —Si dices algo acerca de que tengo un deseo de muerte de nuevo te asesinaré. —Lo dijo a la ligera, deliberadamente, con la esperanza de provocar una sonrisa a cambio. Él no había sonreído, ni una sola vez, estableciendo los ojos en el reloj. Aún no sonrió, exactamente, pero la peculiaridad rápida hacia arriba de una de las comisuras de sus labios era un comienzo. —Demasiado tarde. Finalizando con su cola de caballo, Charlie se detuvo al pie de la cama para mirarlo. Era una cama de matrimonio, y siempre había pensado que era enorme. Ahora, con su gran cuerpo ocupando todo un lado, parecía sorprendentemente pequeña. Sus manos se cerraron alrededor del suave bronce fresco del estribo, mientras trataba de hacerle entender. —Lo único que puedo traer a esta investigación que nadie más puede, es que a veces soy capaz de ver a los muertos. Si la segunda chica está muerta y su espíritu aún está dando vueltas allí arriba en alguna parte, podría ser capaz de hablar con ella. Y ella podría ser capaz de decirme algo que no podamos conseguir de otra manera. Algo que nos ayudará a atrapar a este monstruo. —Atrapar a este monstruo no es tu trabajo.

—Tengo que ayudar si puedo. —No, no lo haces. No si ayudarlos te pone en peligro. Y lo hace. Demasiado para tratar de conseguir que Michael viera las cosas desde su punto de vista. Aunque por qué le importaba si lo hacía, no lo sabía. Él era la intrusión en su vida. Las intrusiones no llegaban a tener la última palabra. Ni siquiera tenían un voto. Ya es suficiente. —Voy a ir. Fin de la discusión. —Se dirigió hacia la puerta. —¿Crees que no sé eso? —Había disgusto en su voz cuando bajó los pies al suelo, se puso de pie y fue tras ella. Ella había abierto la puerta y estaba saliendo al pasillo cuando él agregó—: Lindo trasero en esos pantalones vaqueros, por cierto.

Capítulo 8 Traducido por kensha y Elizzen

G

Corregido SOS por ElyGreen

racias a los sabuesos de Jerry Ferrell, le llevó al equipo de búsqueda no más de una hora localizar los cuerpos. Había dos de ellos, flotando en una mina llena de agua, abandonada, a unas tres cuadras del camino en la montaña, cerca de una milla fuera del camino donde Charlie corría todos los días. Afortunadamente, cuando llegaron allí la lluvia había disminuido a más que espolvoreados intermitentes. Pero la cubierta de nubes se mantuvo, oscureciendo la luna, haciendo la noche casi tan negra cuando caminaban hacia la zona abierta alrededor del pozo de la mina como lo había sido en el espeso follaje de los árboles. Tan negro que, sin linternas, no habrían sido capaces de ver el suelo bajo sus pies. —Eso es algo que odias ver —dijo el Sheriff Peel mientras media docena de reflectores que habían sido conectados a un generador eran encendidos a la vez, iluminando el sitio para que ya no hubiera ninguna esperanza de error. Los pálidos objetivos que podían ser vislumbrados justo por debajo de la brillante superficie negra del agua no eran el blanco del abdomen de los peces muertos, o rocas de cuarzos mezcladas, o cualquiera de las docenas de otras cosas débilmente luminiscentes que pudieran haber sido. Eran los desnudos e hinchados brazos y piernas de los cadáveres que flotaban boca abajo en una rotación perezosa de muerte. Los cadáveres de dos chicas en pantalones cortos y camisetas, con cabello largo negro flotando alrededor de ellas, luciendo como grotescos nenúfares en un estanque de horrible tinta. La visión de los cuerpos hizo que Charlie se sintiera enferma del corazón. Le dieron ganas de llorar. Pobres chicas, era el estribillo que corría alrededor de su mente. Se preguntaba si, cuando el sol se había levantado esa mañana, ellas habían pensado que ese sería su último día vivas.

—La vida es una perra —dijo Michael detrás de ella—. No tiene sentido en conseguir todos esos ojos llorosos sobre eso. Un poco molesta porque estaba absolutamente segura de que ella no estaba recibiendo (por fuera de todos modos) todos los ojos llorosos al respecto, estaba sorprendida por su aparente capacidad para leer su mente. Charlie le lanzó una mirada asesina. Una esquina de su boca se levantó en respuesta. Aparentemente, habiéndose recuperado de su episodio lúgubre anterior —por lo menos, si estaba todavía molesto no lo dijo— estaba parado justo a su lado, su gran cuerpo protectoramente cerca. Aunque nada menos que la tortura conseguiría que lo admitiera, Charlie estaba contenta de que él estuviera allí. El silbido del viento moviéndose a través de los imponentes árboles que abarrotaban cerca alrededor del claro, la calidad intemporal de la absoluta oscuridad más allá del alcance de los reflectores, el olor pantanoso del lugar, que había olido antes en Jenna, se combinaban para ligeramente crisparle los nervios. Dado lo que era, Michael era un antídoto poco probable para un caso de desarrollo de pelos de punta, pero lo era para ella. —Todo el mundo manténgase en el borde del claro. Personal no técnico, permanezcan fuera del camino. Vamos a intentar preservar la escena del crimen tanto como sea posible para que podamos verla bien cuando salga el sol. — Tony dictó instrucciones desde el lugar de la fosa. Como el resto de los agentes, él había cambiado su chaqueta deportiva por una cazadora del FBI, y las grandes letras blancas le hacían más fácil seguir la pista en la confusión de lo que de otro modo habría sido. Charlie miró mientras se daba la vuelta para hablar con un equipo de recuperación de cuerpos en overoles azules que estaban cerca, presumiblemente hasta que los fotógrafos terminaran lo que estaban fotografiando. En la orilla, una dibujante del Departamento de Policía estaba mirando el pozo mientras dibujaba. Charlie asumía que estaba haciendo un primer plano de los cuerpos y su posición en la escena del crimen. Dos policías estaban poniendo estacas de carpas altas y encadenaban la cinta amarilla de escena del crimen alrededor del borde del claro, dejando solamente un estrecho camino entre éste y los árboles. —Jefe, creo que he encontrado nuestro punto de salida —gritó Crane, y Tony se alejó de la fosa con la cabeza hacia él. Crane estaba en una pendiente ascendente en el lado derecho del claro; ya que estaba más allá del alcance de los reflectores, Charlie solo pudo localizarlo por su voz y el resplandor redondo de la linterna. Un momento después todo lo que pudo ver de Tony, también, era su linterna. Varias otras linternas convergieron en el lugar, pero estaba

demasiado oscuro para que Charlie identificara a cualquiera de las personas que las sostenía. —Estar muerto no tiene un montón de buenos puntos, pero uno de ellos es no tener que preocuparse por los mosquitos —dijo Michael—. Así que ya sabes, hay uno en tu brazo. Yo lo abofetearía por ti, pero eso no va a pasar. Charlie ya había abofeteado a media docena. Después de una apresurada mirada hacia abajo, se pegó otra vez. —Malditos mosquitos —dijo el Sheriff Peel—. Perfectas condiciones para ellos, sin embargo. Toda esta agua estancada, y luego ha hecho un calor como Hades. La lluvia debería haber enfriado las cosas. No fue así. El día —típico para finales de Agosto— había estado abrasadoramente caliente, e incluso en éstas, las primeras horas de la mañana, la humedad hacia sentir el aire casi demasiado sofocante para respirar. Había dos fosas llenas de agua en el sitio, aunque por lo que cualquiera podría decir solo una tenía cuerpos. El vapor se levantaba desde la superficie del agua en ambas fosas, de la pila de esquisto8 y rocas cubiertas de musgo alrededor del borde del claro, desde el acolchado grueso bajo los enormes pinos y robles y hayas, desde el área plana cubierta de hierba donde Charlie (y Michael) estaban parados con el Sheriff Peel y Ken, que estaban en la parte inferior de la cadena de la ley de esta investigación y por lo tanto no tenían nada que hacer en este punto, y Jerry Ferrell y sus perros, cuya contribución los agotó. Los perros, grandes, ágiles, sabuesos de suaves y grandes orejas, extendidos jadeando en el suelo a los pies de Ferrell. Echaban ocasionales miradas sospechosas a Michael, a quien Charlie estaba casi segura de que veían, pero al haber sido ordenados descansar por su entrenador y a estar tranquilos eso es lo que hicieron. —No crees que debería estar dirigiéndome a casa con Debbie y los niños, ¿verdad? —preguntó Ken al sheriff inquieto mientras él, también, palmeaba a un mosquito—. La mitad del tiempo, incluso no cierra las puertas. —Si yo fuera tú, esperaría al resto de nosotros —dijo el Sheriff Peel—. No se sabe si el tipo que hizo esto está todavía en la montaña. Y a partir de mañana, asegúrate de que Debbie cierra las puertas. —Si han acabado con sus fotos, me gustaría empezar a sacar los cuerpos fuera del agua ahora —le dijo Frank Cramer, el médico forense, a los fotógrafos de la

Los esquistos constituyen un grupo de rocas caracterizados por la preponderancia de minerales laminares que favorecen su fragmentación en capas delgadas. 8

policía. Era un viejo, hombre calvo a quien Charlie había sido presentada poco después de que hubiera llegado a la escena. Tony y Crane estaban nuevamente dentro del resplandor de los reflectores, vio Charlie. Tony estaba parado junto al Médico Forense mirando hacia la fosa con los cadáveres, mientras que Crane estaba grabando todo, con el propósito, Charlie lo sabía, de permitir al equipo reproducir una y otra vez las imágenes en una búsqueda exhaustiva de pistas. Incluso cuando lo miró, Crane enfocó la cámara hacia ella y los hombres que estaban de pie con ella, luego se trasladó a la policía y los bomberos y asistentes forenses y el resto de lo que parecía un elenco de miles en la actualidad dando vueltas en las líneas laterales. Charlie sabía lo que estaba haciendo: ver a los observadores era una de las prioridades de Tony. Algunas veces rendía resultados sorprendentemente fructíferos. Porque muchas veces un asesino se mostraba en la escena del crimen para mirar los esfuerzos de la aplicación de la ley por encontrarlo. Éste asesino en particular probablemente todavía estaba en algún lugar en las proximidades, Charlie lo sabía. Él tomaría placer en observar todo lo que ocurría en consecuencia de lo que había hecho. Era parte de la fuerza que estaba en marcha. Uno de los sabuesos —Mabel, Charlie creía que ese era su nombre; el otro era Max— levantó su cabeza y miró atentamente al otro lado de la fosa. Charlie curiosamente siguió su mirada. Lo que vio la hizo respirar bruscamente. —¿Está bien? —preguntó Ken. —Malditos mosquitos —reiteró Charlie al Sherrif Peel, y dio otra palmeada a su brazo. Pero los mosquitos no fueron los que causaron su reacción. Al otro lado de la fosa, justo más allá del círculo brillante emitido por los reflectores, una chica estaba sentada con las rodillas en la barbilla, sus brazos envueltos alrededor de sus piernas y su cabeza inclinada y descansando sobre sus rodillas. Una chica con largo y oscuro cabello rizado que se derramaba alrededor de su cuerpo, casi rozando la plataforma de rocas en la que estaba sentada. Una chica con los pies descalzos, y piernas desnudas debajo de pantalones cortos hasta la mitad del muslo y los brazos desnudos y delgados emergiendo de una camiseta sin mangas de color oscuro. Una chica quien parecía estar empapada, con una corriente de agua desde su cuerpo. Una chica que no había estado allí la última vez que Charlie había mirado en esa dirección.

Una chica muerta. El espíritu de una de las dos chicas cuyos cuerpos aún flotaban en la fosa. Charlie sintió su corazón acelerarse. Miró fijamente a la chica, vio sus hombros oscilar y supuso que el espíritu estaba llorando. Cada músculo del cuerpo de Charlie se tensó. Odio esto. Pero descubrir lo que podría de las víctimas recién fallecidas era la principal razón por lo que había venido. Si solo hubiera querido mirar por encima de la escena, podría haber esperado hasta el amanecer. O podría haber mirado las fotos. No habría habido ninguna garantía de que el espíritu de la chica restante estuviera aquí, por supuesto, pero si estaba en algún lugar en toda la tierra, el lugar donde había sido asesinada era el más probable en que se encontraría. Y aquí estaba. Por un momento, la pequeña victoria casi hizo sentir bien a Charlie. Luego la tragedia de lo que estaba viendo se reafirmó por sí misma, y su garganta se apretó. Todo lo que puedo hacer por ella es ayudarla a encontrar a quien hizo esto. —Disculpen, voy a ir a hablar con la Agente Kaminsky. —Charlie eligió esa excusa porque Kaminsky, con tacones y traje de falda que fueron abandonados en favor de una cazadora del FBI junto con pantalones negros y zapatillas de deporte que había recuperado de su equipaje cuando se había cambiado en la casa de Charlie antes de afrontar la montaña, acababa de pasar enérgicamente. Pequeña como Kaminsky era en zapatos bajos, todavía parecía formidable con una pala en sus manos y no tanto mientras miraba de reojo hacia los lados buscando a alguien. Especular sobre lo que podría ir a hacer Kaminsky con esa pala era un esfuerzo innecesario, así que Charlie se rindió en eso casi a la primera. En cambio siguió la estela de Kaminsky sin la menor intención de ponerse al día, bordeando a los perros, esquivando a los grupos fluidos de tipos de la ley que estaban presuntamente involucrados en una actividad de recolección de pruebas u otras, manteniéndose en los bordes oscuros del claro mientras se dirigía hacia la chica llorando. —La ves también, ¿eh? —Michael estaba justo detrás de ella. Su voz tenía una calidad resignada—. Me lo imaginé.

Donde estaban, la oscuridad era suficiente para que un rápido gesto en respuesta no fuera a funcionar. Policías, tenientes, agentes del FBI, los trabajadores de rescate, asistentes del forense, técnicos —el claro estaba plagado de todo tipo de oficiales. Un flujo constante de tráfico movido continuamente alrededor de la periferia mientras las personas iban a donde necesitaban ir al tratar de seguir la directiva de Tony para permanecer fuera de la escena del crimen lo más posible. Pero la mayoría estaban ocupados, haciendo su trabajo, meneándose de un lugar a otro. Por lo que podía decir, nadie le prestaba una atención particular. Entonces tomó una oportunidad. —La veo —admitió Charlie, manteniendo su voz baja—. Voy a intentar hablar con ella. —Sabes, supuse eso cuando avanzaste rumbo a este camino. ¿Tienes tu bolsa de vomitar contigo? Ese poco de sarcasmo le valió una mirada furiosa. —Cállate, ¿sí? Voy a hablar con ella, y ese es el fin de la discusión. —Adelante. Haz lo que quieras. —Permanece fuera de esto —advirtió Charlie, su cortante tratamiento del espíritu de la otra chica aún fresco en su mente. Luego tuvo un pensamiento como resultado—: A menos que te necesite. —Intenta no necesitarme. Las mujeres llorando no es exactamente mi cosa. —Entonces acéptalo ya. ¿No eres tú el que acaba de decir que la vida es una perra? —Entonces supongo que es algo bueno que no tenga que preocuparme más por ello, ¿cierto? En eso, Charlie hizo un ruido exasperado bajo su aliento y abandonó la conversación. Fresco y pesado, su reloj demasiado grande se había deslizado por su brazo para alojarse contra su mano, y con exasperación lo empujó de regreso casi hasta su codo, reflejando que por supuesto cualquier posesión de él sería tan molesta como él. Entonces la golpeó: Quizá realmente no es un asesino en serie. Quizá en realidad es inocente, y este reloj es la prueba. Antes de que pudiera incluso arrancar con todo entusiasmo, una pizca de agua fresca le distrajo mientras pasaba demasiado cerca por debajo de las ramas de hoja perenne y desalojó una lluvia de gotitas que corrió por su cuello, haciéndola estremecer.

Frente a ella, las largas sombras de árboles parecieron torcerse en sí mismas como torcidos dedos artríticos. El olor del bosque —pino, musgo y tierra húmeda— era lo suficientemente fuerte para suplantar lo que ahora era la nota de fondo del olor del agua en la fosa pantanosa. Retazos de conversación se levantaron y cayeron alrededor de ella, sus hilos individuales más perceptibles que antes. El zumbido constante del generador, el ruido metálico en la roca mientras un gancho unido a una cadena se preparaba para el levantamiento de los cadáveres, el murmullo de las bolsas azul brillante para cadáveres siendo establecidas por el lado del pozo, llenó sus oídos. La chica muerta ahora parecía casi más viva que la gente viva en la escena. Los sentidos de Charlie se habían agudizado. A veces pasaba cuando estaba en las inmediaciones de los recién muertos. Lanzó una mirada rápida, consumiendo todo que lo veía alrededor para tratar de asegurarse de que no estaba siendo observada. Por lo que podía decir, nadie le prestaba la menor atención. Aun así, la sensación que tenía de que la vigilaban podría haber venido de cualquier parte, o ninguna, como su imaginación. Podría ser el Hombre de Jengibre, que podría estar en algún lugar manteniendo un ojo en el sitio de la matanza. Pero no vio a nadie mirando en su dirección, y en ese momento es todo lo que tenía que pasar. Concentrándose en el espíritu, que ya estaba solo a unos metros de distancia ahora, Charlie hizo todo lo posible para bloquear todo lo demás. Mientras se acercaba pudo escuchar llorar a la chica. El sonido desgarró el corazón de Charlie. —Estoy aquí para ayudarte —le dijo Charlie, colocándose de manera que estaba de espaldas a la mayoría de la gente en el claro mientras se detenía a pocos pasos del borde de la plataforma de roca donde estaba sentada la chica. Ignoró las repentinas náuseas que atacaron su estómago como un reloj. No tenía ninguna intención de dejar que nadie —léase Michael— supiera de ello a menos y hasta que llegara al punto en el que no pudiera ocultarlo más. Hasta entonces, se mantendría firme y esperaría lo mejor. Gracias a los reflectores, no estaba del todo oscuro donde estaba, pero las enredadas sombras eran lo suficientemente espesas como para ocultar una gran cantidad de detalles. Otra mirada inquieta alrededor encontró un diminuto par de esferas brillantes que destellaban entre los árboles: ojos de animales, Charlie los identificó incluso cuando se estremeció. Al menos ellos explicaban la extraña sensación que tenía de que estaba siendo observada atentamente. Sin levantar la mirada, la chica continuó llorando lastimosamente. El sonido hacía que Charlie se sintiera enferma del corazón—. ¿Eres Laura? ¿O Raylene? La chica siguió llorando, como si no la hubiera oído.

Michael hizo un sonido áspero en voz baja. Él ya no estaba detrás de Charlie. En su lugar, se había movido a su izquierda y ligeramente delante de ella, sin bloquear su vista de la chica, pero claramente colocándose para intervenir entre ellas si fuera necesario. Notando eso con impaciencia, Charlie hizo una nota mental para darle, en cuanto pudiera, una visión general de las normas que regulan los fantasmas en la tierra. —Demonios, alguien la ha golpeado hasta la muerte —dijo Michael. Su rostro se había endurecido. Su posición le permitía ver a la chica desde un ángulo diferente y era aparente que lo que estaba viendo era malo. Aún cuando Charlie estiró instintivamente el cuello para mirar, Michael negó con la cabeza hacia ella—. No quieres ver esto. Charlie le disparó una mirada. Toda esa cosa de Protector que estaba desarrollando en realidad era algo lindo, pero también era molesto y, dado quién y qué era ella, ridículo. —Créeme, he visto cosas peores. —Su respuesta fue cortante. Después Charlie consiguió un vistazo de lo que él estaba intentando impedir que viera e inmediatamente deseó no haberlo hecho. La parte trasera de la cabeza de la chica estaba abierta a golpes. Machacada como un huevo. Oscuros coágulos de sangre enmarañaban su pelo hasta la herida. Más sangre hizo que los hilos alrededor de la herida se amontonaran juntos. Los restos rotos de su cráneo estaban embebidos en masa cerebral gelatinosa. Una parte del mismo cerebro colgaba fuera del agujero, viéndose como un bulto viscoso de avena coagulada, chorreando sangre mezclada con un líquido lechoso que Charlie solo podía suponer que era fluido cerebral. En una palabra, era espantoso. El estómago de Charlie, que había estado luchando una buena batalla contra las náuseas para que ella hubiera registrado solo molestias gástricas leves, comenzó a agitarse. —Te dije que no miraras —dijo Michael y Charlie supuso que debía haber palidecido. —¿Hola? —La chica levantó la vista de repente, esperanzada, sus ojos yendo directamente a Michael. Parpadeando, lo miró como si estuviera tratando de centrarse en él. La luz golpeó las lágrimas rodando por su rostro de manera que se hicieron relucientes rastros a lo largo de sus mejillas. Era una chica bonita, de veinte y tantos, pequeña y delgada, con grandes ojos oscuros llenos de lágrimas en este momento y delicados rasgos enmarcados por masas de húmedos rizos

negros. Mientras parpadeaba ante Michael, su aliento se atrapó en un estremecedor gemido. Por su expresión, estaba claro que si no había sido capaz de verlo antes, podía verlo ahora. Su voz adquirió una nota urgente—. ¿Quién es? ¿Sabe lo que ha pasado? Se puso rápidamente de pie mientras hablaba, quizás tenía un metro cincuenta y ocho. Más lágrimas se derramaban de sus ojos. Dando primero un paso vacilante y luego otro hacia Michael, como si no estuviera del todo segura de que en realidad lo estaba viendo, entonces susurró: —¡Oh, gracias a Dios! —Y echó a correr. Un instante después se arrojó contra él, envolviendo sus brazos alrededor de su cintura mientras comenzaba a llorar de nuevo en serio. Michael la miró con tanta alarma como si acabara de ser agarrado por un fantasma —y como si él no fuera uno. Bueno, los detalles de encontrarse entre los muertos eran nuevos para él. Todavía se estaba adaptando. —Yo —dijo, sus ojos deslizándose en dirección a Charlie. Sollozando en voz alta, la chica hundió la cara en la parte delantera de su camiseta blanca y se aferró. Su rostro duro y guapo se ensombreció mientras miraba hacia abajo a su cabeza hecha añicos. Al ver lo pequeña que era la chica en comparación a él —la parte superior de su cabeza ni siquiera empezaba a llegar a sus amplios hombros, y una gran cantidad de ancho pecho era visible a cada lado de ella— Charlie de nuevo se dio cuenta cuán realmente alto y musculoso era. Añadiendo a la mezcla su buena apariencia de dios surfista y, en vida, debió haber tenido a las mujeres colgando de él como los adornos de un árbol de Navidad. Excepto la parte de valorar sus cualidades como depredador, no era algo que realmente hubiera pensado antes, pero... ahora lo hacía. También registró algo más, un pequeño detalle fastidioso de —¿qué? Conciencia, era eso. Ver a Michael con una mujer era nuevo, y lo que estaba sintiendo era simplemente ella misma tomando conciencia de la novedad de eso. Era diferente, eso era todo. Y es por eso que estaba sintiendo la molestia. —Así que haz algo ya —dijo mirando a Charlie de nuevo. —No me hables. Ella no sabe que estoy aquí —instruyó Charlie—. Quiero que hables con ella. Dile que estás aquí para ayudar. Con sus labios apretándose, trasladó su atención a la chica llorando y en la espalda le dio un par de palmaditas que parecían torpes. —No te preocupes, estoy aquí para ayudar —dijo.

—Buen trabajo —le animó Charlie, y a cambio recibió una mirada a la que más o menos interpretó el sentido, algo como come mierda. La molestia que fue por su conocimiento de él con una mujer en sus brazos se calmó —no podría haberse visto más incómodo si una pitón se estuviera enrollando a su alrededor— y Charlie se alegró de desestimarlo por la nada que había sido. Habría encontrado su evidente malestar con esta situación casi divertido si la angustia de la chica no hubiera sido tan desgarradora—. Lo estás haciendo genial. —Por favor. —La voz de la chica temblaba mientras le miró hacia arriba—. No sé dónde estoy. Creo... Creo que estoy perdida. ¿Me puede ayudar? Para Charlie estaba claro que, como era el caso de muchos nuevos espíritus, no tenía ni idea de que estaba muerta. Tampoco era capaz de experimentar el mundo de los vivos otra vez. La chica solo podía ver a Michael. La gente a su alrededor —Charlie, el cuerpo de seguridad, los trabajadores de rescate, todo el mundo en la escena— eran invisibles para ella, así como los detalles de su entorno. ¿Por qué? Porque estaba muerta y ellos no: cada uno existía en un plano diferente. Aquí en este momento, en este lugar, para esta chica muerta, solo existía Michael. —No vayas a decirle directamente que está muerta —dijo rápidamente Charlie a Michael cuando parecía que estaba preparado para decirle justo eso. Tenía un vivo miedo de que estaba a punto de ser lo más franco con esta chica como lo había sido con la de su casa—. Pregúntale su nombre. Michael envió a Charlie otro de esos parpadeos con los ojos entrecerrados de esto apesta antes de mirar de nuevo a la chica. —Todo está bien —le dijo, en lugar de poner con cuidado un brazo alrededor de sus hombros mientras, con ambos brazos todavía envueltos alrededor de su cintura, ella miró suplicante su cara. Charlie tuvo que admitir que estaba impresionada por lo tranquilizador que estaba siendo en realidad—. Mi nombre es Michael. ¿Cuál es el tuyo? —L-Laura. Laura Peters. —La chica miró salvajemente a su alrededor—. ¿Dónde estamos? ¿Qué ha pasado? —Pregúntale qué recuerda —instruyó Charlie, y Michael lo hizo. —Oh. Oh, oh. —La expresión de Laura cambió dramáticamente. Apartándose de él, mirando a su alrededor, de repente empezó a jadear—. Me estoy ahogando. El agua… el agua se está vertiendo. No puedo… dijeron que moviera los pies y los brazos así. —Imitó un intento de mover los brazos al

nadar—. Están intentando ayudarme. Pero me estoy hundiendo. —Comenzó a toser violentamente—. ¡No puedo nadar! ¡No puedo nadar! —No tiene que tener miedo. Ahora estás a salvo —le dijo Michael. Sacudiendo su cabeza, Laura lo miró con terror ciego, después se dejó caer sobre su cadera y se cubrió la cara con las manos mientras se echaba a llorar de nuevo. Con una mirada centelleante a Charlie, Michael se agachó junto a ella. —Pregúntale quien intentó ayudarla a nadar —dirigió Charlie. —Laura. ¿Puedes decirme quien intentó ayudarte a nadar? —En contraste con su cara, que podría haber estado tallada en piedra, la voz de Michael era suave y firme. Sus manos cayeron de su rostro. Su expresión se agitó mientras le miraba. —Las otras chicas. Ellas pueden nadar. Intentaron ayudarme, pero yo no puedo. ¡No puedo nadar! Mi cabeza sigue yéndose abajo y… —Se apagó, jadeando y atragantándose como si se estuviera ahogando—. Hay un hombre. Le tengo miedo. Nos está ahogando. Él quiere que nosotras… quiere que nosotras… El agua se está vertiendo. ¡Oh, no! ¡Oh! ¡Oh! —Está bien —le dijo suavemente Michael, y cuando dejó caer su cabeza y se echó a llorar de nuevo su brazo la rodeó una vez más. —Pregúntale por el hombre. ¿Puede describirlo? Encontrándose con su mirada, Charlie se sorprendió por la ira en sus ojos. —¿Viste al hombre, Laura? ¿Qué aspecto tenía? —El tono de Michael mientras cambiaba su atención de nuevo a la chica era, por el contrario, muy suave. Laura se estremeció violentamente. —Muerte. Se parece a la muerte. Todo de negro… su rostro, es blanco. Un Blanco horrible. Oh, no, por favor. Él va a matarme, ¿por qué? Yo estaba en el bar y luego... —Cerrando los ojos, dio un quejido lastimero. —¿Qué bar? —apuntó Charlie. Michael, con el rostro tenso, repitió la pregunta. Los ojos de Laura seguían cerrados. —Omar’s. No gané. Me… me fui, y entonces… había una furgoneta. —Ella gimió y el brazo de Michael se apretó a su alrededor.

Charlie conocía los signos. El espíritu se estaba volviendo cada vez más angustiado. Tenían que conseguir tanta información de ella como podían lo más rápido posible. Charlie apuró a Michael. —¿Cómo era la furgoneta? ¿Color, marca, modelo? Él dijo: —¿Cómo era la furgoneta, Laura? ¿De qué color era? ¿Recuerdas la marca o el modelo? —No lo sé. ¡No lo sé! Era azul, creo. O tal vez gris. Vieja. O… olía mal. Como a pescado. Charlie dijo: —¿Recuerdas algo más de la furgoneta? ¿O del conductor? Michael preguntó. —Escuché… una llamada de teléfono. Ben. No puedo hablar ahora, Ben, es lo que dijo. Traté de gritar, pero no podía. Eso es todo lo que recuerdo. Oh, ¿me ayudará por favor? ¡Por favor! ¡Solo quiero irme a casa! ¿Por favor, puede llevarme a casa? —Laura empezó a sollozar de nuevo, mientras Michael le disparaba una mirada furiosa a Charlie y frotó el hombro de la chica para reconfortarla. —Pregúntale: ¿dónde está Omar’s? —dijo Charlie, pero antes de poder hacerlo, Laura se liberó del brazo de Michael y saltó a sus pies, mirando detrás de ella en estado de shock mientras apretaba los costados de la cabeza con ambas manos. —¡No! ¡Eso duele! ¡Oh! Jen… Raylene… ¡algo me golpeó en la cabeza! ¡Alto! ¡Eso duele! ¡Eso duele! —Al final, se había dado la vuelta para batear a un asaltante invisible incluso cuando Michael, habiéndose enderezado a su altura totalmente a su lado, puso sus manos sobre sus hombros para tratar de calmarla. —Laura... —¡No, no, no! —Lo miró con temor adjunto en sus ojos—. Me están matando. Su voz se convirtió en un grito con eso último. Entonces, de repente, su rostro se volvió hacia el cielo sin luz de la noche como si oyera o viera algo allí que al menos Charlie no podía. Los ojos de Laura se abrieron. Se sacudió de pies a cabeza.

—Laura. Está bien. —La voz de Michael sonaba tensa. —Ahí esta Kylie —gimió Laura—. Y Sara. Oh, Dios mío, ¿dónde estoy?

Capítulo 9 Traducido por Kathy92 y Jhosel

E

Corregido SOS por ElyGreen

n el siguiente instante Laura se disolvió en la nada en las manos de Michael. —Santa jodida mierda —dijo Michael.

—¿Qué? —demandó Charlie. Era obvio que Michael estaba viendo... había visto, algo que ella no. —Dos niñas pequeñas bajaron del maldito cielo. Dos niñas pequeñas que estaban cubiertas de sangre. —Laura debe haberlas conocido. Algo malo debe haberles pasado. —Sí, me di cuenta de eso. —La mirada que le devolvió Charlie era sombría—. Jesucristo, ¿nunca ves a gente muerta feliz? Ya sabes, ¿viejos tontos que estaban listos para irse o alguien que estaba tan enfermo que la muerte fue un alivio? ¿Alguien así? —No. —La respuesta de Charlie fue plana. Su estómago continuaba revuelto, pero sus sentidos estaban volviendo a la normalidad. La hipersensibilidad se estaba yendo, y eso quería decir que el o los espíritus se habían ido también. Bueno, exceptuando la presente compañía. Peleó para mantener las náuseas bajo control. No vomitaré. —No es de extrañar que seas retorcida —dijo Michael. —¿Retorcida? —comenzó Charlie indignadamente, solo para saltar por las nubes mientras alguien detrás suyo preguntaba—: ¿Qué es retorcido? Tony. Charlie reconoció su voz incluso antes de que Michael hubiera terminado con su sarcasmo: ‘Oh, sí, es Dudley Hazlo-Bien’ incluso antes de que ella hubiera terminado de girarse para confrontar al recién llegado. La señal de Tony era instantáneamente firme: él se veía tan normal, tan real. Así totalmente

agradable y sin complicaciones: un genuino chico bueno. Exactamente lo que necesitaba en su vida, de hecho. Instantáneamente se juró intentarlo más duro en cuanto a él se refería. —Uh… lo que les pasó a estas pobres víctimas —dijo. Afortunadamente, pensar rápidamente sobre la marcha era algo en lo que se estaba volviendo realmente buena—. Es retorcido, después de todo. —Así es. —Tony estuvo de acuerdo, mientras Michael dijo—: Solo para que lo sepas, cada vez que dices una mentira sacas esa hermosa lengua rosada tuya. Solo un poco, como si estuvieras a punto de humedecerte los labios. Te atrapé en eso mientras aún estabas haciendo la cosa de noquear al psiquiatra de vuelta en Ridge. Es sexy para el colmo, pero eso te delata. La reacción de Charlie a eso fue reprimir fruncir los labios. Dándose cuenta de lo que había hecho, apenas controló no disparar el aguijón a su lado con una oscura mirada. En su lugar, con lo que ella consideró un control admirable, lo ignoro a él diciéndole a Tony: —¿Así que como está yendo? Está bien, la pregunta era estúpida. Esto era lo mejor que podía hacer con Michael sexymente imitando cómo ella se humedecía los labios. Tony aparentemente no notó nada raro. —Tenemos los cuerpos, que deberían de darnos la hora y causa de la muerte. Incluyendo el cuchillo que fue dejado en tu cocina, tenemos una variedad de posibles armas homicidas. La lluvia ha hecho todo más problemático. Va a ser difícil decir qué tenemos que sea utilizable hasta que salga el sol y todo se seque. —Intenta hablarle de Laura —dijo Michael—. Adelante, quiero escuchar esto. Eso tomaba un esfuerzo, pero Charlie logró controlar su expresión neutral. Envolviendo la mano alrededor del brazo de Tony, el cual se sentía fuerte y firme a través de la suave cazadora, tiró, remolcándolo con ella mientras caminaba determinadamente lejos de la fuente de perpetua molestia. Consciente de la posibilidad de que su estómago podría deshonrarla en cualquier segundo, se dirigió a la relativamente apartada sección del lugar, lejos de los reflectores. Pero la creciente oscuridad le puso la piel de gallina, y estaba de repente agradecida de la sólida presencia de Tony. A diferencia de Michael —quien estaba, por supuesto, siguiéndola a cada paso— Tony podía realmente ofrecer algo en la forma de protección física. Además, él tenía un arma.

Charlie dijo: —Yo... uh… en realidad tengo algo de información que podría ayudar a la investigación. Tony levantó las cejas hacia ella. —¿Oh, sí? —Laura Peters estaba en un bar llamado Omar’s justo antes del que el Hombre de Jengibre la atrapara. Fue puesta en una vieja furgoneta azul o gris que olía como a pescado. El hombre que la tomó habló con alguien llamado Ben al teléfono. —Incluso mientras Charlie recitaba los detalles que Laura le había pasado a Michael, su estómago se agitó. Tomando una respiración profunda, tragó profundamente en un esfuerzo para que se fuera la repentina amenaza de náusea. Michael dijo: —Te dejaste fuera la parte donde él se veía como Skeletor9. Ya sabes, todo de negro con la cara blanca. Tragando fuerte, Charlie dejó de caminar mientras le rogaba a su estómago que se quedara quieto. Tony se detuvo también, para mirarla con el ceño fruncido. Ella dijo: —El hombre que tomó a Laura Peters, el Hombre de Jengibre, a menos que tenga un cómplice, lo que no creo, iba vestido todo de negro. Su rostro parecía muy blanco. Como la muerte. —Ahí va —dijo Michael—. Eso es lo que ella dijo. —¿Cómo sabes todo eso? —Los ojos de Tony miraban intensamente su rostro. Luego parpadeó, y frunció el ceño—. ¿Tienes una de tus experiencias psíquicas detrás de esto? —¿Una experiencia psíquica? ¿Es así como las llama? —Michael se detuvo a su otro lado. —Sí —le dijo Charlie a ambos. Desafiantemente. Michael hizo una mueca. Skeletor es un personaje de ficción de la serie de caricaturas He-Man and the Masters of the Universe. Perdió su rostro luchando contra el padre de Adam (He-Man), el Rey Randor de Eternia, exponiendo su cráneo descarnado, busca la manera de hacerse del poder y los secretos del Castillo Grayskull. 9

—De lo que he visto, por lo que pasa es mucho más como American Horror Story10. Si estás planeando mantener a Dudley cerca, probablemente deberías decirle lo mal que se va a poner. —Bien —dijo Tony al mismo tiempo. Había sacado su móvil, y estaba ocupado tecleando en su teclado virtual. Ella asumió que estaba haciendo una nota de lo que le había dicho, o quizás mandando un mensaje o un correo, aunque si había o no servicio para el móvil ahí arriba en la montaña era cuestionable. Finalmente, la miró—. ¿Estás segura de tu información? Charlie asintió, sonriéndole a Tony agradecidamente porque lidiar con él era tan malditamente fácil. Entonces, dado que en verdad se estaba sintiendo enferma como un perro, giró dándole la espalda a ambos para dirigirse a una roca cercana, donde se sentó abruptamente. —Aquí vamos de nuevo —dijo Michael con severidad—. Por el amor de Dios, pon tu cabeza entre tus rodillas. Parece que estás a punto de desmayarte. Tony habiéndola seguido también, se detuvo a su otro lado para decir: —Te has puesto un poco pálida. ¿Estás bien? Michael resopló. —¿Un poco pálida? Está blanca como un maldito fantasma… no, más blanca, si los que he visto sirven para juzgar. Si necesitas vomitar, hazlo. Quizá tu novio comience a tener una pista. Tomó un momento de profundas respiraciones antes de que Charlie pudiera decir algo en absoluto. Cuando lo hizo, ignoró la furiosa mirada del fantasma acechando sobre ella a favor de sonreír a Tony, quien estaba de pie a unos pocos pasos mirándola con preocupación. —No es nada. Yo… bueno, me da un poco de náusea algunas veces cuando tengo estas experiencias psíquicas. Si me siento aquí durante un minuto, se me pasará. Michael dijo: —Eso es correcto, bebé. Endúlzalo. Mientras Tony dijo: —Tómate todo el tiempo que necesites. American Horror Story es una serie televisiva dramática y de terror creada y producida por Ryan Murphy y Brad Falchuk. 10

Charlie luchó por control, en su estómago y su temperamento. Estaba comenzando a sentirse como una bola de Ping-Pong rebotando entre ellos dos, lo cual, dado el estado de su estómago, no era bueno. La mirada que quería dirigirle a Michael probablemente sería una pérdida de una buena mirada — mirarlo fijamente no parecía avergonzarlo para nada— y podría ser malinterpretada por Tony. Asimismo, rompiendo algo en el orden de ponerlo donde el sol no pegue era tema de malinterpretación por el otro ser humano viviente con alcance auditivo, quien no era su objetivo planeado. Mirando alrededor con la esperanza de distraerse, su mirada cayó en el cuerpo que en ese momento estaba siendo sacado de la fosa por el gancho de un bote y luego, cuando estuvo lo suficientemente cerca, por otros dos asistentes del forense, quienes lo tomaron bajo las axilas con sus guantes y lo arrastraron, salpicando agua, en las rocas. Habiendo visto a Laura Peters tan recientemente, era capaz de identificar ese cuerpo como el perteneciente a Raylene Witt: la chica fantasma con la roca de su casa. Curiosamente, la visión de un cadáver real no la hacía sentirse enferma. Era solo la proximidad cercana a los espíritus lo que lo hacía. Lo que le hizo ver ese pobre y blando cuerpo fue llenarla de tristeza. Y pena. Un profundo y corrosivo miedo. ¿Qué pasaba con ella y las muertes violentas de todos modos? ¿Era atraída a ella, en algún tipo de horroroso karma? Secretamente, casi vergonzosamente, Charlie se dio cuenta que lo que más le molestaba acerca de los espíritus que veía era su cercana convicción de que un día, ella, también, tendría un final tan horrible y violento. La posibilidad la hizo temblar. —¿Estás bien? —Michael frunció el ceño hacia ella. —¿Mejor? —preguntó Tony casi al mismo tiempo. Claramente Michael al menos había visto ese inconfundible signo de su aflicción. Mantente unida. —Sí —dijo firmemente. Por el rabillo del ojo, vio el cadáver de Raylene Witt siendo metido en una bolsa para cadáveres. Esta vez no se estremeció.

En cambio, se centró en permanecer fuerte. Respira profundo. —Lo que no puedo entender es cómo el Hombre de Jengibre se las arregló para traer a las víctimas hasta aquí —dijo, y estaba orgullosa de cuán fríamente profesional sonaba. Su estómago aún revuelto, pero estaba decidida a no ceder a ello, o al constante temor que había descubierto encrespándose como un parásito en lo profundo de su psique—. Incluso si las trajo de una en una, es un largo camino hasta la montaña. No creo que pudiera haberlas llevado, y si las hizo caminar... —Consideró el fracaso de Laura para relacionar algo sobre lo que estaba segura de que fue un angustioso viaje—. Bueno, no creo que haya hecho eso. —Él no las hizo caminar. Muy difícil de controlarlas sobre ese tipo de distancia —dijo Michael, que se ganó una mirada penetrante cuando Charlie al instante se preguntó cómo iba a saber algo así. Claramente (y correctamente) interpretando esa mirada quería decir que una vez más estaba imaginándolo como el asesino en serie del cual ella había realmente comenzado a albergar dudas, su boca se torció. —Yo era marine —dijo Michael—. A veces tomamos prisioneros. Considerando eso, decidió que tenía sentido. De todos modos, si recordaba los detalles correctamente, al menos, la última mujer a la que se suponía que había asesinado había sido asesinada en su cama. No se requería marcha de muerte. Bien, entonces. —De hecho, acabamos de localizar un viejo camino minero que pasa dentro de aproximadamente un cuarto de milla al sur de aquí —dijo Tony—. Estoy apostando a que es lo que utilizó para poner a las víctimas en el lugar. El Médico Forense tiene un camión viniendo ahora mismo para transportar a los cuerpos de vuelta, lo cual es por lo que vine a buscarte: Creo que debes bajar con su equipo, luego duerme un poco. Dependo de tu experiencia para ayudarnos mañana. Enviaré a Kaminsky contigo, por supuesto. Aunque no podía discutir sobre el valor del sueño, Charlie lo miró con un ceño fruncido. —No necesito a Kaminsky para cuidarme. —Oh, claro que sí —dijo Michael—. Sugar Buns patea traseros y toma nombres. También lleva un arma.

Ese apodo para Kaminsky le valió una mirada centelleante. Sugar Buns era degradante e irrespetuoso, y a ella no le gustaba. Él sabía cómo se sentía sobre eso, lo probablemente era exactamente por lo que lo había utilizado. De hecho, la rápida torcedura de sus labios con que respondió a su mirada lo confirmó: Michael estaba siendo deliberadamente molesto de nuevo. —Teniendo en cuenta que el asesino sabe quién eres y está contactando contigo específicamente, creo que es mejor que tengas protección. —Claramente reconociendo la resistencia en su rostro, Tony le sonrió de forma zalamera mientras hablaba. Realmente le gustaba la forma en que sus ojos se arrugaban cuando sonreía así. A diferencia del brillo burlón en los ojos azul cielo actualmente deslizándose sobre su rostro, la expresión en los ojos de Tony era en realidad un poco dulce—. Vamos, Charlie, no me des un mal rato con esto. Sabes tan bien como yo que necesitas protección. Y necesito ser capaz de hacer mi trabajo sin preocuparme por ti. —Entonces trae a Kaminsky —capituló Charlie con un suspiro. Físicamente, estaba empezando a sentirse agotada así como enferma del estómago, y la idea de ir a casa contuvo la creciente apelación—. Aunque ella no estará feliz por eso. ¿Y qué hay de ti? ¿Y Crane? ¿No vienen? Necesitan dormir para funcionar, también. Ella ya había ofrecido, y ya habían acordado que él, Kaminsky, y Crane pasarían lo que quedaba de noche en su casa. —Crane y yo estaremos tan pronto como esté seguro que todo lo que se puede procesar o preservar aquí esté siendo procesado o preservado —dijo Tony—. Me meteré en la cama en algún momento antes del amanecer, espero. Michael cruzó los brazos sobre su pecho. —Captas que está sopesando sus posibilidades de rematar su noche al meterse en tu cama, ¿no? Y para que conste, no sucederá. No mientras yo tenga que quedarme a menos de cincuenta metros de ti. No soy genial observando. Los labios de Charlie se apretaron, y luchó la urgencia de lanzar el pájaro del Sr. Exasperante. —También lo espero —le respondió a Tony, y le sonrió de la forma más coqueta que tendría si el condenado fantasma no hubiera estado observándola con ojos de halcón. Que rápidamente estrechó. Tony, por otra parte, le devolvió la sonrisa.

—Tengo llave de tu casa. —Tony tocó el bolsillo donde presumiblemente se encontraba la llave—. Así que no te preocupes. ¿Te siente bien para moverte ya? La respuesta verdadera era no, pero Charlie asintió animosamente. Tony se acercó para ayudarla a levantarse. Solo cuando sintió la calidez de su mano cerrándose sobre la de ella se dio cuenta de que, a pesar del calor pegajoso de la noche, tenía frío en los huesos. Tony dijo: —Vamos a darle a Kaminsky las buenas noticias. —Mientras tiraba de ella en posición vertical, luego le soltó la mano, solo para deslizar sus dedos como soporte alrededor de su brazo. Consciente de la mirada de Michael en su brazo donde Tony estaba sosteniéndola, Charlie enderezó la espalda y alzó la barbilla. Mensaje silencioso: sus verdaderas y vivas relaciones no eran incumbencia de Casper. —Sabes que no va a gustarle —le dijo Charlie a Tony. Mientras se dirigían hacia Kaminsky, quien estaba dirigiendo a un técnico para almacenar algo en lo que parecía una bolsa negra de basura de plástico, lo que Charlie vio por el rabillo del ojo hizo que su pecho se apretara: Laura estaba de vuelta, de pie al lado de la fosa, viendo cómo su cadáver era arrastrado desde el agua. Llorando como si su corazón se rompiera. —Oh, diablos —dijo Michael, y Charlie supo que también vio a Laura. Solo había una cosa por hacer. El problema era conseguir la oportunidad de hacerlo. Fue mientras Tony estaba informando a Kaminsky que Charlie tuvo la oportunidad de dar un paso un poco lejos y susurrarle a Michael: —Tienes que ir a decirle que busque la luz y, cuando la vea, que camine hacia ella. Él sabía que ella estaba hablando de Laura: los dos habían estado observando —Charlie encubierta— mientras el espíritu se había asomado por encima de su cadáver mientras era examinado, fotografiado, y luego puesto en la bolsa de cuerpos. Ahora Laura estaba sentada con las piernas cruzadas junto a la cremallera cubierta de plástico azul, meciéndose hacia adelante y hacia atrás mientras observaba la otra bolsa para cadáveres, la que contenía los restos de Raylene Witt, siendo cargada en una camilla para ser llevada a la corta distancia hasta el camión.

—¿Qué? No —dijo Michael. —Yo lo haría, pero ella no puede escucharme. Sería cruel dejarla así. —Sería cruel decirle que busque una luz blanca cuando malditamente bien no hay una. —Solo porque no la hayas visto no significa que no haya una. —¿Qué tal si dejamos que la naturaleza siga su curso aquí? —¿Estás realmente dispuesto a simplemente abandonarla? —Diablos, sí. Charlie hizo un sonido exasperado. —Michael... Tony se puso detrás de ella. —Todo está listo. Vamos, te acompaño a la camioneta. Intentando no parecer tan agitada como estaba sintiéndose, tragando el resto de lo que había estado a punto de decirle a Michael con un esfuerzo, Charlie se las arregló para enderezarse ligeramente. —No tienes que hacer esto —le dijo a Tony. Él le sonrió, una rápida, sonrisa íntima que probablemente la hubiera hecho sentir toda caliente en su interior si no hubiera estado tan agravada por los demoníacos ojos azules junto a ella. Tony dijo: —Quiero hacerlo. —Y deslizó su mano alrededor de su codo, donde descansó, cálida y fuerte e inconfundiblemente posesiva. Viendo eso, Michael le disparó a Charlie una dura mirada. Un instante más tarde, sobre el hombro de Tony, Charlie encontró la gélida mirada de Kaminsky. De acuerdo, bien, claramente no hay fans de Tony y yo como pareja en el vecindario. —Realmente contenta de estar trabajando con usted de nuevo, Dra. Stone — dijo Kaminsky cuando comenzaron a caminar hacia el lado lejano del claro. No teniendo problemas para reconocer el sarcasmo cuando lo escuchaba, Charlie hizo una cara. —El placer es todo mío —respondió ella con falsa cordialidad. Luego, debido a que Kaminsky se veía tan molesta, la sonrisa de Charlie se volvió genuina. Duró hasta que miró hacia donde el espíritu de Laura había estado, solo para

descubrir que la chica estaba de pie y en movimiento ahora, tristemente siguiendo la bolsa de cadáveres que sostenía su cuerpo cuando fue llevado a la camilla que esperaba. La mirada de Charlie voló a Michael. Con el rostro apretado, él estaba viendo lo mismo. Debió haber sentido el peso de la mirada de Charlie sobre él, porque la miró otra vez. Por favor, le rogó Charlie silenciosamente. Él sabía lo que le estaba pidiendo: el conocimiento estaba allí en el endurecimiento de sus labios y el estrechamiento de sus ojos. Solo había una pequeña ventana de tiempo en la que podría actuar. Desde que tenía que permanecer en las proximidades de Charlie, él solo tenía hasta que ella —ellos— alcanzaran el borde del claro. Por supuesto, ella podría retrasar las cosas —por, digamos, vomitar, lo que se sentía capaz de hacer— pero no por mucho tiempo. Una vez que hubieran ido, podrían pasar días antes de que pudiera volver al claro. Y odiaba la idea de dejar solo al pobre espíritu confuso de Laura aquí arriba. —No es como si algo fuera a pasarle. Ya está muerta —se quejó Michael. Luego, en respuesta a lo que fuera que pudiera leer en el rostro de Charlie, torció su boca—. ¿Quieres que lo intente tan desesperadamente? Bien. Lo intentaré.

Capítulo 10



Traducido por Helen1 y SOS por RebecaRocio Corregido SOS por ElyGreen

Entonces, ¿por qué es este asesino en serie una amenaza tan grande para ti? —le preguntó Kaminsky a Charlie. Habiendo estado ocupada en mirar a Michael mientras se acercaba a Laura, Charlie apartó la mirada hacia Kaminsky. Tomándose un segundo para procesar lo que le acababa de preguntar, frunció el ceño a la otra mujer, incluso mientras Tony ordenaba—: Juega bien, Kaminsky. —Si Charlie no hubiera sabido cuánto odiaba Kaminsky ser sacada de una investigación activa para cuidar niños, como ella lo llamaba, así como lo mucho que desaprobaba la relación en desarrollo de Charlie y Tony, podría haber estado sorprendida por la actitud de la otra mujer. Pero sabía ambas cosas, y por eso se lo atribuyó a Kaminsky siendo Kaminsky. —Él no es una amenaza para mí —respondió Charlie, ralentizando su paso mientras su mirada se deslizaba de nuevo hacia Michael. Donde él estaba de pie, la noche era oscura y sombría, pero podía ver que Laura, cuya conciencia de su situación estaba, obviamente, expandiéndose porque ella había sido capaz de ver lo suficiente de lo que estaba pasando en el mundo real para identificar y seguir a su cadáver, tenía la cara hundida en su pecho de nuevo. Él acariciaba su espalda un poco torpemente, y su cabeza leonada estaba inclinada mientras hablaba con ella. Charlie solo podía suponer que tan pronto como el espíritu lo había visto, ella se había arrojado a sus brazos. Charlie estaba demasiado lejos para escuchar algo de su conversación, pero podía oír los sonidos del llanto constante de Laura. Ver a Michael con la chica envuelta a su alrededor la molestó de nuevo, se dio cuenta Charlie. Y se dio cuenta de algo más también —el problemita desagradable que estaba experimentando no tenía nada que ver con el hecho de ver a Michael con una mujer joven en sus brazos de nuevo. Tenía todo que ver con ver a Michael con una mujer en sus brazos, punto. No es bueno.

—Yo diría que tener al Hombre de Jengibre entrando en tu casa y enviándote un mensaje personal significa que él es una amenaza para ti —dijo Tony secamente, tirando de la atención de Charlie de nuevo a la conversación. Obligándose a concentrarse, Charlie respondió: —La última persona a la que él envió su mensaje de No puedes atraparme sigue viva, lo sé a ciencia cierta, y también lo están los otros tres, estoy bastante segura. Ahora que he tenido la oportunidad de pensar en ello, no me siento que esté en peligro físico de él. —No estoy preparado para tomar el riesgo. —La voz de Tony tenía una nota de finalidad. Kaminsky hizo una mueca, pero no discutió. Charlie no lo hizo, tampoco. Sin dejar de mirar a Michael y a Laura por el rabillo del ojo, Charlie vio a Laura levantar la cabeza bruscamente y mirar en la oscuridad en el lado opuesto del claro, como si oyera o viera algo allí. Cuando Michael parecía seguir su mirada, Charlie estaba segura de que los dos estaban viendo algo que ella no podía. ¿La luz blanca? Entonces se le vino el pensamiento: si Michael estaba con Laura cuando Laura viera la luz blanca, ¿sería él capaz de verla también? Si es así, ¿no podría entrar en ella con Laura? ¿Entraría en ella junto con Laura? El corazón de Charlie latía más rápido. Quería llamarlo —sugerirle que, si veía la luz, ¿debía aprovechar la oportunidad de entrar en ella, también? ¿O rogarle que no entrara en ella, incluso si tuviera la oportunidad? No estaba segura, y realmente no quería saberlo— pero no podía decir una palabra, por supuesto. Lo único que podía hacer era mirar, y esperar. Kaminsky le dijo: —¿Qué, tienes, como, esa memoria fotográfica de cómo todos los asesinos en serie en este momento operan? Porque sabiendo a cuántos más le fueron enviados el mismo mensaje que obtuviste esta noche, y si los destinatarios están todavía vivos o no, parece bastante específico. Los brazos de Michael cayeron lejos de Laura. El espíritu lo miró una vez, luego comenzó a alejarse caminando lentamente. ¿Hacia qué? Con la preocupación ahora, Charlie no tenía forma de saberlo.

—¿Dra. Stone? —La voz de Kaminsky llevó a Charlie de nuevo a la conversación. Le llevó un latido recordar lo que le había preguntado. —No, por supuesto que no. —Ella respiró. Lo que fuera que estaba sucediendo con Laura, Michael estaba simplemente parado allí mirando. Él no iba con ella, y Charlie estaba un poco avergonzada de encontrarse a sí misma fieramente contenta por eso—. Sé mucho acerca de este particular asesino en serie, porque el año pasado se me pidió consultar sobre una investigación que lo involucra a él. Lo rechacé. El paso de Charlie vaciló mientras Laura desaparecía: el espíritu estaba allí un minuto y al siguiente desapareció. La mano de Tony se tensó sobre su brazo como para sostenerla, y ella inmediatamente tomó el control y siguió caminando. Michael todavía está aquí. —¿Quién te pidió la consulta? —Quiso saber Tony. Michael se dirigía de nuevo hacia ellos, su larga zancada devorando la distancia. —El Dr. David Myers. Después de que el Hombre de Jengibre atacara a un grupo anterior de víctimas, le enviaron una de las notas No me puedes atrapar — respondió Charlie. Michael llegó a su lado, le dijo: —¿Feliz ahora? —Se lo dijo de una manera que le decía que él no lo estaba. Dado que la respuesta verdadera era sí —tanto porque Laura se había ido y, con toda honestidad, igualmente porque él todavía estaba allí— era, reflexionó, justamente tan bueno que simplemente no podía contestar. Sin responderle a Michael con algo más que un parpadeo rápido de pestañas en su dirección, Charlie continuó: —Él es profesor en la Universidad de Carolina del Sur. Escribió el libro de texto definitivo sobre la psicología criminal. Es uno de los expertos más respetados en el campo. Una mirada encubierta de Tony —¿porque estaba llena de conocimiento culpable?— le recordó que él, sin duda, sabía el resto de la historia. Y conocía el resto de la historia por haber hecho una minuciosa revisión de antecedentes sobre ella antes de que se hubiera acercado a ella en busca de ayuda al principio. A ella no le había gustado eso entonces, no le gustaba ahora, pero allí estaba.

—Y, sí, el Dr. Myers y yo estuvimos una vez en una relación —añadió Charlie con aspereza. La mirada que le dio a Tony era fría con reproche—. Es por eso que se puso en contacto conmigo para consultarme cuando fue empujado al caso del Hombre de Jengibre. Repasó los hechos conmigo, pidió mi entrada. Le di la visión que pude, pero más allá de eso me negué a participar. —¿No querías trabajar con un antiguo novio, eh? —Kaminsky lanzó una mirada sarcástica hacia ella. —No quería trabajar en una investigación con un asesino en serie activo sacrificando víctimas en tiempo real —replicó Charlie—. Lo que hago es estrictamente investigación fundada. O al menos, lo era hasta que su equipo llegó. —Apreciamos tu ayuda —interrumpió Tony suavemente antes de que Kaminsky pudiera responder—. Tenemos al Asesino de Boardwalk fuera de las calles, y pillaremos a este tipo también, créeme. El sonido de fuerte tintineo de metal delante de ellos causó que Charlie saltara un poco: a pesar de sus valientes palabras, y el hecho indiscutible de que los demás destinatarios del mensaje del Hombre de Jengibre no habían sido heridos, todavía estaba asustada. Era, pensó, algo visceral dentro suyo que se había despertado en los años del Asesino de Boardwalk y probablemente seguiría con ella durante el tiempo que viviera. No es que alguien alguna vez fuera a saberlo. Echando un vistazo a través del bosque, vio el camión, que parecía una ambulancia modificada. Señalando la dirección opuesta, con los faros cortando a través de la oscuridad, dejando al descubierto una empalizada de troncos robustos y un camino de tierra lleno de baches que desaparecía en la noche. Dos asistentes vestidos de azul acababan de cargar el último de los cuerpos dentro y parecían estar a punto de cerrar las puertas de atrás. —Esperen —los llamó Tony, instando a Charlie a un ritmo más rápido—. Tienen pasajeros. —No nos íbamos sin sus agentes —respondió una voz alegre, y el Médico Forense apareció a la vista desde detrás del otro lado del camión. Al parecer, haber visto tanta muerte no había afectado su disposición natural alegre, porque Frank Cramer, bajo, corpulento, de pelo blanco, ex pediatra que había sido juez de instrucción durante los últimos veinte años, estaba positivamente alegre mientras ayudaba a Charlie y a Kaminsky a acomodarse en el asiento delantero, junto al conductor, mientras que él y uno de sus ayudantes se metían en la parte trasera con los cadáveres. Dando sacudidas por la carretera fangosa de la montaña con el acompañamiento de la serie de bromas con las que el Dr.

Cramer eligió entretener a la compañía, Charlie obligó a sus labios en una sonrisa cuando era apropiado y mantuvo un ojo vigilante sobre la parte trasera, en caso de que Laura, quién parecía tener una fuerte afinidad por su cuerpo físico, reapareciera. Pero no lo hizo, y con excepción de Michael, que estaba sentado en silencio en la parte posterior con el Dr. Cramer, el viaje estaba por suerte, libre de espíritus. —¿Así que ella fue hacia la luz? —siseó Charlie con impaciencia a Michael a la primera oportunidad que tuvo. Junto a Kaminsky, entraron por la puerta principal de su casa, después de haber sido dejados en la acera por la camioneta del Médico Forense. Ya que todo lo que necesitaba para ser procesado en su casa había sido procesado y no fue designado oficialmente una escena del crimen, todos los agentes de la ley se habían ido. Del mismo modo, no había ninguna señal de Raylene Witt. Pero había un montón de recuerdos de lo que había sucedido. Empezando con el que solo Charlie podía ver, los suelos estaban manchados de barro seco y había huellas sucias en las escaleras. Mientras había estado saliendo con el equipo de Tony para ir a la montaña, había oído al Sheriff Peel pedir a un par de sus adjuntos que arreglaran la puerta de atrás para que se cerrara y se bloqueara. Esperando a que se hubiera hecho, aunque por el momento Charlie no tenía forma de saberlo con seguridad, se limitó a la sala principal. Con una perentoria: —Espera aquí — Kaminsky se había ido, pistola en mano, para hacer una búsqueda rápida de los alrededores. Dado que Michael se había quedado con Charlie, eso significaba que los dos estaban brevemente solos en el salón. Michael dijo: —No. —¿Qué? —Charlie estaba horrorizada—. ¿Qué pasó? —¿Recuerdas a esas dos niñas pequeñas de las que te hablé? Volvieron, solo que esta vez parecía que llevaban sus ropas de domingo. Sin sangre sobre ellas. Llamaron a Laura, le dijeron que fuera con ellas. Ella se fue. Eso fue tan inesperado que Charlie se quedó perpleja. —Pero ¿qué hay acerca de la luz blanca? —Como sigo diciéndote, mariposa: no hay luz blanca. —¡Sí hay! —Un reflejo inmediato que nunca había visto, atemperó la indignación de Charlie—. Tiene que haberla. Oh, Dios mío, ¿a dónde se supone que se fue Laura?

Él se encogió de hombros. Ella lo miró. —Hiciste que hiciera lo que querías, resultó mal, y ahora me estás culpando — dijo Michael con disgusto—. Mujeres. —No hay señales del hombre del saco, Dra. Stone. —La voz de Kaminsky goteaba sarcasmo, enfundando su arma, se unió a ellos. Sin sus tacones altos habituales, era sorprendentemente pequeña: la parte superior de su cabeza llegaba a la mitad de la nariz de Charlie. Complejo de Napoleón, Charlie sabía, era un verdadero problema para algunos hombres bajos. Kaminsky, decidió, debía sufrir la versión femenina. Lo que sea, Charlie no estaba de humor. —¿Puedes darle al sarcasmo sabiondo un descanso, por favor? Estás atrapada conmigo, estoy atrapada contigo, y lo único que hay que hacer es hacerlo lo mejor posible. —Pasó junto a Kaminsky hacia las escaleras. —Estoy bien con eso —dijo Kaminsky—. Con tal que quede claro que yo soy una agente federal altamente capacitada y no tu guardia personal. Con una mano en el poste de la escalera, Charlie se detuvo para ensartar a Kaminsky con una mirada. —Y yo soy experta altamente educada que ya ayudó a tu equipo a capturar un asesino en serie, y puede muy bien ayudarte a atrapar un segundo. Es por eso que soy digna de ser protegida. —Por un momento, se miraron la una a la otra midiéndose, mientras que Michael, claramente habiendo encontrado una nueva fuente de entretenimiento, aportó su granito de arena con: —¡Pelea de gatas! Ya sabes que te cubro la espalda, nena, pero tengo que advertirte que hoy en día eso no cuenta mucho. Ignorándolo excepto por un leve encogimiento de cejas, Charlie dijo a Kaminsky: —Me voy a la cama. —A quien ya le había dado el cuarto en frente del de Charlie y, registrado completamente, era libre de irse a la cama en cualquier momento—. Si necesitas toallas o cualquier cosa, sabes dónde está el armario de la ropa. Luego se dio la vuelta y se desplazó por las escaleras hacia arriba.

Para cuando Charlie llegó a su dormitorio eran las cinco menos cuarto de la madrugada. El cansancio disminuía los horrores de la noche e incluso atenuaba el agravante de lo que estaba sintiendo hacia otro ser (tanto muerto como vivo) en su casa. El hecho de que estaba débil con la fatiga no era su problema más apremiante. Tan pronto ella (y su sombra) estuvieron dentro con la puerta cerrada, fue directa al baño. —Tú. El baño está fuera de los límites —le dijo a Michael por encima del hombro. Luego cerrando firmemente la puerta detrás de ella, bloquearla era una pérdida de tiempo, teniendo en cuenta que la criatura que más quería mantener alejada podía caminar a través de ella si quisiera, se apresuró hacia el botiquín, agitó dos tabletas de Pepto-Bismol en su mano, y masticó desesperadamente, esperando poder sofocar las náuseas que el paseo por las montañas había hecho poco por aliviar. Mientras esperaba a que el medicamento hiciera (con suerte) su trabajo, consiguió cepillares los dientes y, después de una sola mirada con pesar a la bañera que esperaba, tomó una ducha rápida que estaba lo suficientemente llena de vapor caliente como para ahuyentar el frío terrible que la afligía. Después de eso, estaba tan cansada que se sentía sin huesos, pero estaba más cálida y las náuseas mejoraban. Michael no había hecho acto de presencia, en realidad, había confiado en que no lo hiciera, y se sintió lo suficientemente cómoda como para dejar caer su toalla y frotarse loción en su piel antes de ponerse el camisón. Luego se cubrió ligeramente, a medio muslo con su azul albornoz de felpa, el cual ató firmemente a su cintura, se sacudió el pelo del nudo que había trenzado en la ducha e incluso pasó un cepillo por él (vanidad, su nombre es mujer) antes de regresar al dormitorio. Donde sabía que Michael estaría esperando. Habiéndose quitado cuidadosamente.

su

reloj

antes

de

darse

la

ducha,

lo

llevaba

—Así que, ¿regresaste allí? —fue como la saludó. —No, no lo hice —respondió ella, irritada porque él sabía mucho sobre ella, antes de que se reorganizara lo suficiente para recordar el reloj y sostenerlo para que lo viera—. ¿Hay alguien allí a quien pueda enviar esto por ti? ¿Alguien a quien te gustaría dárselo? Porque después de todo el reloj no era bueno para él ahora: no podía llevarlo, nunca lo usaría otra vez, y podría haber alguien a quien le gustaría dejar un recuerdo. El asunto podría haber esperado a la mañana, pero lo estaba abordando ahora como una forma de escape más allá de cualquier rareza que

pudiera originarse de él estando en su dormitorio mientras ella se iba (sola) a la cama. Sabía que tenerlo atado a ella tendría su cuota de desventajas, pero la realidad es que estaba resultando rotundamente desconcertante: si no encontraba alguna manera de cambiar los términos de su continua existencia terrenal, él podría perseguir muy bien cada paso que diera mientras viviera. Entonces se dio cuenta de que estaba sin camisa, y que la suave luz de la lámpara de la mesita estaba destacando un magnífico despliegue de músculos ondulantes y piel bronceada, y se olvidó de lo que estaba pensando. A pesar de estar tan cansada que sus piernas se sentían inestables, mientras sus ojos se deslizaban por sus amplios y poderosos hombros, su pecho esculpido y como gran parte de su abdomen musculoso sobresalía por encima de la cintura de sus vaqueros, su corazón se aceleró y sintió un hormigueo eléctrico que comenzó de muy dentro y tembló a través de cada terminación nerviosa que poseía. Él estaba de pie a su lado, al otro lado de la cama, ofreciendo su camiseta con el brazo extendido delante de él como si la hubiera estado examinando. El tatuaje en sus bíceps abultados llamó su atención: al igual que el resto de él, parecía totalmente genial y se sintió avergonzada al darse cuenta que la vista la emocionaba. Con una rápida y amplia mirada, que tomó de los suaves planos de sus omóplatos y su larga y fuerte espalda, sus brazos musculosos y su mano cuadrada, manos de largos dedos, sintió una oleada de calor. La aceleración instantánea de su cuerpo fue seguida inmediatamente por una profunda sensación de impotencia. Al igual que casi todo lo demás en lo que a él se refería, no tenía control sobre la reacción instintiva de su cuerpo ante él. La gracia salvadora frente a lo que podía considerar su debilidad muy estúpida por él era que no había ninguna manera en la que pudiera actuar en consecuencia. Podía tener un aspecto tan sólido y sustancial como cualquier ser vivo, que respirara, pero no lo era. Podía fantasear pasando sus manos sobre todo el esplendor de su cuerpo duro, sobre besos que esculpían su boca, de caer en la cama y de tener sexo alucinante con él, todo lo que quería y aun así no iba a suceder. Lo cual se dijo con severidad, era algo bueno. Sus ojos se encontraron con los de ella a través de la no tan amplia como podía haber deseado que era la extensión de su cama blanca impecable. Charlie sintió como si la temperatura en su cuarto de repente se hubiera calentado a unos cien grados. —¿Llevas algo bonito bajo esa bata? Él conocía su afinidad por la lencería hermosa, femenina. Eso era resultado, Charlie estaba segura, desde el absurdo sin sentido, de la ropa prácticamente

ambigua que elegía para vestir profesionalmente. La respuesta era sí: su sencillo camisón de verano era de seda color crema con encaje, y era de hecho muy bonito. No es que tuviera ninguna intención en absoluto de decírselo. —No es asunto tuyo —respondió ella—. ¿Qué pasa con tu camisa? Él le sonrió lentamente. Sus ojos eran párpados pesados y calientes. —Pensé que podría excitarte. Sus ojos se estrecharon. Sus labios un poco firmes. Su sonrisa la pateó a un nivel superior. —Está húmeda ¿de acuerdo? —dijo—. A menos que tenga acceso a una Lavandería Fantasma, solo voy a tener que esperar y ver si se seca. El chisporroteo que fue de repente en el aire entre ellos le hizo palpitar el cuerpo. Eso la hizo arder. Al instante empezó a hacer todo lo posible para acabar con eso. No había razón en tomar ni quiera el primer paso en el camino en que se dirigía esta cosa con él. Caliente, el sexo sin sentido no iba a suceder. Lo que sí iba a pasar era que tendrían la conversación sobre el reloj, y luego lograría dormir lo necesario. —Te pregunté si te gustaría que enviara tu reloj a alguien —insistió ella, ignorando resueltamente los pequeños zarcillos estremecidos de deseo que sentía palpitar en su interior. Él torció su boca. —No pierdas tu tiempo. —Sus ojos se deslizaron nuevamente sobre ella, deteniéndose en la V profunda del albornoz que se había ceñido a la cintura, evaluando abiertamente el trozo de encaje color crema visible en la abertura—. Para referencia futura, me gusta el encaje. Hubo una ronquera en su voz que hizo que las mariposas tomaran vuelo en su estómago. Sus dedos se cerraron contra el suelo de madera. No le hagas ver tu reacción. —Para futuras referencias, no me importa. —Ahí estás con esa lengua tuya bastante rosada otra vez. Ella no estaba humedeciendo sus labios. No lo creía. Era todo lo que podía hacer para no mirarlo, pero eso sería decirle a un muerto —regalo— que estaba recibiendo bajo su piel.

—¿Así que vas a darme el nombre de tu pariente más cercano o no? —espetó Charlie, tratando de luchar la respuesta descarada de su cuerpo al tratar de traer a la memoria sobre lo que sabía de él. Por un lado, en el momento de su arresto, había tenido novia. Charlie incluso recordaba su nombre: Jasmine. Le gustaba la idea de recordar el nombre de su novia solo un poco menos de lo que le gustaba la idea de enviarle su reloj. —No tengo familiares. —Él la estaba mirando nuevamente a los ojos ahora, en vez de mirar a su pecho. Lo triste fue que no ayudó en lo que la aquejaba un poco. El destello humeante en la parte de atrás de esos ojos azul cielo tenía el desafortunado efecto de hacer que todo el interior fuera pegajoso—.Tú lo eres bebé: eres lo más cercano que tengo a alguien a quien le importé. Quédatelo. No había autocompasión en su cara, ni disgusto que pudiera ver, ni tristeza ni dolor. Él se veía perfectamente bien, su caída habitual, sexy muerto en realidad, pero Charlie sintió una punzada en su corazón. Era un error que no tuviera a nadie. Algo de lo que estaba sintiendo debió reflejarse en su rostro, porque su mirada se agudizó. —¿Estás de pie ahí sintiendo lástima por mí? —demandó —No —respondió ella con culpabilidad. —Sí, lo haces. Puedo decirlo. —Tomando la camiseta, la tiró en el sillón elegantemente tapizado de la esquina—. Ahí va ese suave corazón tuyo otra vez. Charlie levantó la barbilla. —Lo dices como si tener corazón blando fuera algo malo. —Créeme, la mayoría de las veces lo es. Pero es por eso que consigues el reloj, Doc: porque tienes un corazón tan suave y blando como un gran malvavisco gigante. Y porque tú, ¿cómo es que dijiste eso una vez?, oh, sí: te preocupas por mí. A punto de negarlo, Charlie se dio cuenta de que no podía. Y el hecho de no poder la asustaba lo suficiente como para hacer su cruz. Lo suficiente como para hacer que sus cejas se encajaran y sus brazos se plegaran sobre el pecho. —Vete al infierno —dijo ella, sin preocuparse demasiado por el momento si él realmente lo hizo. Él se echó a reír.

—¿Me vas a mostrar la belleza que llevas puesta? —No. —Ella seguía con el ceño fruncido. Un bostezo la tomó por sorpresa, y se llevó una mano a la boca una fracción de segundo más tarde. Su expresión cambió a algo que no podía interpretar. —Estás en pie —dijo en un tono totalmente diferente al de antes—. Sube a la cama. Ella no dijo casi nada solo para llevar la contraria. Pero estaba realmente agotada, y la idea de meterse en la cama y cerrar los ojos era casi irresistible. Por supuesto, antes de que hiciera eso, debía quitarse la bata. Darle un espectáculo no estaba en la agenda de la tarde. Podía decir por la forma enmascarada en que la estaba mirando que estaba esperando. Sus labios se curvaron en un triunfo secreto, ella puso su reloj en la mesa de noche, sacó de nuevo los cobertores, colocando sus almohadas —y apagó la lámpara, que estaba a su lado de la cama. Cuando él dijo: —Mierda. — Sonrió. Con el dormitorio sumido en una oscuridad casi completa, se quitó la bata, se metió en la cama, y se acurrucó de espaldas a él. Luego se quedó allí sin ver, escuchando el demasiado rápido latir de su corazón, tan consciente de él al otro lado de la cama mirándola que ni siquiera podía cerrar los ojos, tuvo que recordarse a sí misma respirar. Él no se movió ni hizo sonido, y ella sabía que posiblemente lo máximo que podía ver era una forma de sombra envuelta bajo las sábanas. Pero simplemente saber que él estaba allí la hacía sumamente consciente de la diapositiva fresca de su camisón de seda contra su piel, de la tensión de sus pezones contra el ligero desgaste de los encajes que los representaban, de la humedad entre sus piernas. La loción para el cuerpo que usaba estaba perfumada con lavanda: podía olerlo en su propia piel. —Solo para que conste. —Su voz era grave y lo suficientemente gruesa como para enviar un escalofrío por la espalda—. Quiero follarte. Duro. Ella se quedó sin aliento. Sus manos apretaron las sábanas. Sus huesos se convirtieron en agua. Su cuerpo se encendió. Oh Dios quiero que lo hagas. Pero no lo dijo. Ni caballos salvajes podían sacar esas palabras de su boca. Lo que sí dijo, con mucha firmeza, fue:

—Buenas noches. Luego cerró sus ojos. Tan excitada estaba que sentía como las llamas lamían cada centímetro de su piel, prácticamente rezó para dormir.

Capítulo 11 Traducido por Paulii~, SOS por Gabbii Rellez y SOS por RebecaRocio

P

Corregido por Maniarbl

or supuesto que tenía malos sueños. ¿Quién no los tendría, bajo las circunstancias? Pero cuando Charlie se despertó por la mañana, no podía recordarlos. Todo lo que recordaba es haber llorado una vez, y oír a Michael decir: ‘No te preocupes, cariño, estoy justo aquí.’ Lo que la había hecho sentir absurdamente a salvo y protegida, y entonces había vuelto a dormir hasta que la luz del sol se filtró a través de las cortinas, y su estridente alarma, anunciaron la llegada de otro día. Michael no estaba en ninguna parte para ser encontrado. Eso la preocupaba. Al menos, hasta que bajó las escaleras, siguió el olor a café de la cocina, y lo descubrió de espaldas a la habitación, mirando afuera por la gran ventana de la cocina mientras Crane revoloteaba sobre la cafetera y Tony y Kaminsky se sentaban en su barra de desayuno discutiendo algo que Charlie conjeturó tenía que ver con el portátil que estaba abierto enfrente de Kaminsky. Una mirada general le dijo que la puerta trasera estaba ciertamente, por todas las apariencias externas de todas formas, reparada, y el correo todavía estaba apilado como lo había dejado en el centro de la mesa, lo que era probablemente por lo que nadie la había usado. La cuadrilla estaba vestida en sus habituales trajes de agentes del FBI, y Michael estaba usando una vez más su camiseta. Charlie supuso que se había secado. Aunque como la había bajado de la cocina y al mismo tiempo mantenerse dentro del límite de quince metros prescripto la dejaba perpleja, hasta que se dio cuenta que Michael podía ir a través del suelo. Para como el fantasma viajaba, calculó rápido, su cuarto estaba solo a diez metros de distancia. —Buenos días —la saludó Tony cuando ella caminó dentro de la cocina—. Espero que no te moleste que nos estemos sintiendo como en casa. —Para nada —dijo ella, mientras Crane agitaba una cuchara hacia ella, Kaminsky le dedicó una mirada agria, y Michael se giró para enfrentarla. Él no estaba sonriendo, y la luz del sol vertiéndose dentro por la ventana se derramaba sobre su alto, poderosamente construido cuerpo como si él fuera tan

sólido como la casa misma. Recogiendo los hilos dorados de su cabello rubio oscuro y acentuando los planos duros y ángulos esculpidos de su rostro. Si ella no hubiera sabido con seguridad que eso que estaba mirando era su fantasma, no lo hubiera creído: eso era cuán vivo se veía. Incluso a través de la distancia que los separaba podía ver el hermoso azul cielo de sus ojos. Dios, es magnífico, fue el pensamiento que rebotó por su idiota cerebro, solo para ser aplastado como un pequeño bicho molesto con la realidad abofeteándolo, Y muerto. Apartó sus ojos de él para concentrarse en la sala de estar, en el buen tipo respirando al que le estaba hablando—. Solo que no creía que tuviera algo de café en la casa. —No lo tenías. —Tony le sonrió. Obviamente no hacía mucho que salió de la ducha, estaba viéndose muy guapo con su bien arreglado pelo negro cepillado fuera de su cara y sus ojos marrones arrugándose hacia ella—. Crane corrió a la tienda. Consiguió algunas roquillas, también. Para ser personas que sabía que estaban operando con solo unas horas de sueño, todos se veían bien, pensó Charlie. Los ojos brillantes y listos para irse. Los hombres bien afeitados. Kaminsky en una de sus ajustadas faldas de traje, esta era a rayas, y, Dios la ayudará, en sus usuales tacos altísimos. Sabiendo que estarían yendo detrás de Hombre de Jengibre totalmente cansados, Charlie, también, se había puesto a trabajar en un atuendo apropiado, que consistía en zapatos planos negros, pantalones negros delgados, y una blusa de seda sin mangas color durazno. Había retorcido su pelo en un moño suelto en deferencia al calor, y cuando ellos se fueran se llevaría su americana negra consigo, para cargarla hasta que necesitara ponérsela. Usaba joyería, también pequeños aros de plata de buen gusto en sus orejas, y el gran reloj de Michael puesto hacia arriba a mitad de camino de su brazo. Dejándolo atrás en su mesita de noche solo no se sentía correcto. Si lo que él le había dicho era verdad, era muy importante como evidencia, y claramente muy importante para él personalmente también. Ahora, cuando los ojos de Michael tocaron el reloj luego subieron para encontrarse con los de ella, ella le devolvió la mirada un poco a la defensiva: No leas nada dentro de esto. Él le sonrió. Ella se negó siquiera a permitirse especular sobre el significado detrás de esa sonrisa. Pero un temblor pasó a través suyo por el verdadero encanto seductor de eso, y se dio cuenta con un estremecimiento de alarma que estaba incluso en un problema mayor donde él estaba más involucrado de lo que ella había pensado. No te enamores de él.

Estaba horriblemente asustada de que eso fuera como advertirse no respirar. —¿Café? —le preguntó Crane, y ella asintió. Mirando al reloj sobre el microondas, Charlie vio que eran un par de minutos después de las nueve de la mañana. Era sábado, lo que era algo bueno porque significaba que no tenía que preocuparse por tener que ir a trabajar, y ya tan brillante con la luz del sol que simplemente con mirar fuera de la ventana hizo que Charlie quisiera hacer una mueca. Era difícil conciliar un mundo que se veía como si perteneciera a una feliz película de Disney con las terribles cosas que había visto anoche. Michael dijo: —Tienes pollos en tu jardín. Y un gran gato naranja atigrado que se ve como si pensara sobre tener McNuggets para el desayuno. —Oh, no. —Charlie ya estaba atacando la puerta trasera en lo que se sintió como una pared de calor tórrido antes de que se diera cuenta de que había hablado en voz alta. Bueno, solo tendría que esperar que todos hubieran pensado que había visto la inminente carnicería a través de la ventana. La Sra. Norman, la anciana viuda que vivía al lado, levantaba un premio ganador de gallinas Leghorn11 de lo cual estaba ferozmente orgullosa; los Powells, un maestro de escuela secundaria, su esposa subgerente de K-Mart12, y su hija de doce años, Glory, vivían al otro lado de Charlie, adoraban a Pumpkin, su gato. Desafortunadamente el gato y las gallinas eran el equivalente en el mundo animal de los Hatfields y McCoys13. Ambas partes en conflicto violaban frecuentemente la cerca de Charlie, las gallinas a causa de una parcialidad por sus girasoles y el gato a causa de una parcialidad por las gallinas. Su jardín se había convertido en el campo de batalla en donde las dos especies libraban sus batallas a muerte. Hasta aquí, el número de pérdidas era una gallina gravemente magullada y un frecuente ensangrentado gato picoteado. —¡Shoo! —Haciendo los apropiados movimientos para espantar con las manos, pisoteó hacia las gallinas. Las grandes aves blancas eran en realidad

Es una gallina de tipo mediterráneo, de origen italiano. Ocasionalmente estilizado como "K-Mart", es una cadena de tiendas de descuento con sede en Estados Unidos. 13 El conflicto entre los Hatfield y los McCoy (1863–1891) involucró a dos familias residentes en la región fronteriza entre Virginia Occidental y Kentucky. Esta enemistad forma parte del lexicón del folclore estadounidense como metónimo para cualquier rivalidad sangrienta entre familias y se ha convertido en símbolo de los peligros de la justicia por mano propia y de la defensa del honor familiar. 11 12

sorprendentemente agresivas, particularmente hacia Pumpkin, así que los lados no estaban tan desiguales como había creído, al mudarse a la casa y descubrir la guerra en curso, como supuso al principio. En ese momento las gallinas estaban escarbando en la hierba bajo los girasoles, inconscientes de Pumpkin, que estaba agazapado, crispando la cola y los ojos fijos en su supuesta presa, detrás de una roca cercana—. ¡Vete a casa, Pumpkin! Graznando, las gallinas se dispersaron por su aproximación, saliendo por la cerca y lanzándose dentro de su propio corral con toda la elegancia de los cantos rodados tratando de volar. Charlie se giró para ver a Pumpkin, la diversión arruinada, sentado y viéndola con una mirada dorada sin pestañar. Como si tuviera que mitigar las supersticiones sobre sus intenciones, levantó una pata y procedió a lavarse la cara. —Sí, seguro. Sé lo que estabas haciendo —le dijo Charlie. Alzándolo en sus brazos, se giró para devolverlo a su cerca y se encontró a sí misma mirando hacia la montaña detrás suyo. Desconcertante como lo fue pensar, que anoche un asesino que había cometido crímenes indecibles había estado en esa ladera de la montaña, mirando dentro de sus ventanas a través del follaje. La ladera de espeso arbolado se extendía hacia arriba contra el fondo del cielo cerúleo hasta que se perdía en una espuma de brumosas nubes blancas que colgaban bajo. A pesar de la luz brillante del sol, el verde jaspeado de las copas de los árboles le parecían oscuras y amenazadoras, y la entrada al camino donde siempre comenzaba corriendo a la cresta se veía llena de siniestras sombras. Apretándose en un estremecimiento, Charlie reflexionó que pasaría un largo tiempo antes de que volviera a correr por ese particular camino de nuevo. Siempre antes, había pensado en la montaña como un lugar de renovación, de paz y tranquilidad. Ahora solo mirándola le hacía sentir como si una mano fría y pegajosa se hubiera agarrado de su nuca. —¿Charlie? —Al sonido de su nombre, pronunciado con una nota de incertidumbre, Charlie se giró para ver a Melissa Powell saludándola desde su propio jardín al otro lado de la cerca. Desde que Charlie había vivido ahí desde hacía unos meses, todavía estaba llegando a conocer a sus vecinos, la mayoría de ellos habían vivido en la zona toda su vida. Eran un grupo muy unido, amigable y acogedor pero un poco lento para aceptar por completo a un extraño. Nunca había tenido una existencia estable, mucho menos una ciudad natal llena de familiares, amigos y vecinos. Charlie encontró su fácil relación unos con otros envidiable. Era algo, había decidido cuando se había mudado, le

gustaría intentar ser parte de eso. Un año más o menos antes, se le había ocurrido que realmente no sabía cómo hacer amigos. Después de su inestable infancia, y especialmente después del trauma de lo que le había pasado a Holly, simplemente no había querido o quizás no había podido formar muchas uniones duraderas. Cautelosamente, como una nadadora poniendo un pie dentro de una piscina que temía que estuviera helada, estaba trabajando en remendar eso ahora. Aquí en Big Stone Gap, estaba intentando una vida en la pequeña ciudad de gran tamaño. Esa clase de feliz normalidad era algo que quería mucho para sí misma, incluso a pesar de que no estaba muy segura de que fuera a encajar. —Hola, Melissa. —Pumpkin estaba escurriéndose en sus brazos ahora que había visto a su dueña, y Charlie lo llevó hacia la cerca y se lo entregó. Probablemente no más grande que la propia edad de Charlie, atractiva más que bonita, Melissa tenía el pelo castaño corto y una delgada figura varonil. Aparentemente habiendo visto a Charlie con Pumpkin desde la cocina, había caminado afuera en una bata rosa por las rodillas cerrada hasta arriba. Excepto por el largo del pelo, que alcanzaba la mitad de su espalda, Glory, que estaba parada en el porche trasero mirando a Charlie, también, se veía exactamente como su madre, mientras Brett, el esposo y padre, a quien podía solo vislumbrar dentro de la puerta trasera abierta, era un tipo grande, con una risa sincera y una barriga cervecera. Charlie sonrió un poco disculpándose a Melissa. —Él iba a por las gallinas de la Sra. Norman. —Oh, cielos. —Melissa se veía consternada. Mirando hacia el gato en sus brazos, dijo—: No, Pumpkin. Gatito malo. —Sacudiendo su cabeza hacia Charlie, agregó—: Tratamos de mantenerlo adentro, pero... —Ella se encogió de hombros, luego le dio a Charlie una casi avergonzada mirada—. Escuché... todos están diciendo... no me entrometería, pero con Glory, ya sabes, tengo que ser muy cuidadosa. ¿Un asesino en serie mató a dos chicas arriba de la montaña anoche, y una tercera escapó corriendo a tu casa? Así que Melissa no había sido uno de los vecinos que habían acudido en masa a su casa en el resultado, pero igual sabía lo que había pasado. Bueno, por supuesto que lo sabía. Eso era parte de la realidad de la vida de la pequeña cuidad. Era parte, pensó Charlie, de lo que quería para su propia vida. Charlie le dio los huesos desnudos de la historia en unas cuantas oraciones rápidas. Con los ojos redondos de horror, Melissa escuchó, exclamando: “Oh, Dios. Nunca voy a dejar a Glory fuera de mi vista de nuevo,” y “¡El departamento de policía necesita lanzar una alerta por toda la cuidad!”

—¿Ha oído o visto algo inusual aquí afuera anoche? Digamos, ¿entre las 11:30 y la medianoche? —preguntó Charlie. Melissa sacudió la cabeza. —Estábamos en cama a las once. Todos nosotros. —Hizo una cara—. Todos dicen que había coches de la policía y ambulancias y toda clase de alborotos sucediendo, pero no escuchamos eso, tampoco. No sabíamos que algo estaba mal hasta que Sally Bennett me llamó esta mañana. —¿Si puedes pensar en algo, me llamarías y me lo harías saber? Melissa asintió. Luego, con un rápido “Adiós” y Pumpkin todavía encerrado en sus brazos, se reunió con Glory y se apresuró dentro de la casa, donde Charlie tenía la pequeña duda de que estaría pronto explotando el teléfono y el Internet. De repente era consciente de la humedad envolviéndose alrededor suyo como un abrazo, seguro que ya estaba sonrosada con el calor, Charlie se giró hacia la casa, para encontrar a Michael parado a menos de tres metros de distancia. Sus ojos parpadearon hacia ella. —¿Alguien te alguna vez que te ves linda persiguiendo gallinas? Sus ojos lo recorrieron. —Es agradable verte con toda tu ropa puesta. —Él sonrió. —La chaqueta se secó. ¿Ese sedoso camisón que estabas usando anoche? Es realmente lindo. Ella estuvo a punto de preguntar ¿Cómo lo sabes? Pero su cara debió haberlo dicho por ella, porque después de una sola mirada comprensiva su sonrisa se ensanchó y él continuó: —Pateaste todas las sábanas fuera. Al mismo tiempo que empezaste a dejar salir pequeños gritos de pánico como si algo fuera a por ti. Recodando cuán cómoda había encontrado su presencia en medio de la noche, ella le frunció el ceño. —¿Qué hiciste, pasar toda la noche cerniéndote sobre mí? —No, me pasé la mayor parte en la habitación de Bollito Dulce. Solo te comprobaba ocasionalmente.

Ahora, eso habría sido exasperante si le hubiera creído. La cosa era, que no lo hizo. Él podría, o no, ser un psicópata carismático asesino en serie, pero ella ya había descubierto que no era un canalla. Le dio una mirada que decía No es divertido, caminó más allá de él a través de la puerta hacia el aire acondicionado benditamente bueno. Estaba esperando con impaciencia que Michael la siguiera para que pudiera cerrar la puerta por el calor que ondeaba detrás suyo —aún no había aceptado por completo el hecho de que podía caminar a través de una puerta cerrada en cualquier momento que quisiera— cuando Kaminsky, se dio media vuelta en el taburete del bar para mirarla, y dijo: —¿Y qué tiene que decir tu vecina chismosa? —Quería saber qué había pasado —contestó Charlie, cerrando la puerta después de que Michael, de hecho, caminara a través de ella y mientras todavía la tenía abierta, también—. Había oído cosas, y quería comprobarlo. —Necesitamos ver a los vecinos, a ver si vieron o escucharon algo —dijo Tony. Bordeando la mesa, Charlie se dirigió a la barra de desayuno. —Ya le pregunté a Melissa. Dijo que toda la familia se fue a la cama a las once y no sabían nada al respecto hasta esta mañana, cuando un amigo llamó y se lo dijo. —Apuesto que todo el pueblo está asustado —dijo Crane. Miró a Charlie—. ¿Quieres una taza de café? —Gracias. —Charlie se deslizó en el taburete del bar junto a Tony, quien le sonrió—. Lo más horrible es, que esto no habría sucedido aquí si yo no viviera aquí. —Dime que no te estás empezando a sentir culpable por ello. —Michael se apoyó en la barra a su otro lado. Con su gran cuerpo lo suficientemente cerca de donde ella podría haberse movido un par de centímetros de lado y rozarlo con su brazo si hubiera querido, era vagamente inquietante. La cuestión era que cada parte de él desde la sugerencia más débil de barba en su mandíbula cuadrada a las pulgadas de su codo se veía tan real y sólido como Tony a su otro lado. Era difícil mantener los ojos en él, difícil evitar dejar de patear su cercanía y que su pulso se acelerase—. El mundo entero no es tu problema, cariño. —Hubiera sucedido en cualquier parte —le dijo Tony—. Este tipo es un asesino, y si estás involucrada o está tirando de algún otro experto al que sienta como un reto, va a matar hasta que lo atrapemos. Tan simple como eso.

—De todos modos, la gente no debería estar en peligro. He trazado la ubicación de las zonas de asesinato, que en este caso son siempre las mismas zonas de eliminación, y nunca vuelve al mismo lugar —dijo Kaminsky—. En este momento, en lo que se refiere a este sujeto, esta ciudad es probablemente el lugar más seguro del planeta. —Oh, sí, se lo diré a mis vecinos. —La respuesta de Charlie era irónica—. Estoy segura de que eso arreglará todo. Los ojos de Tony tocaron los de ella, cayeron. —Solo para que lo sepas, desde donde estoy parado, justo por encima de ese primer botón que tienes arriba en tu blusa, puedo ver ese pedacito realmente apetitoso de escote. ¿Qué te apuestas a que Dudley puede verlo también? — Michael arrastró las palabras. Charlie no pudo evitarlo. A pesar de que le lanzó una feroz mirada Deja de hablarme, puso una mano protectora en la parte inferior de la V formada por el cuello abierto de su blusa. Era lo único que podía hacer para no hacer otro botón, simplemente para asegurarse de que no había ninguna escisión por verse. Pero eso, lo sabía, proporcionaría a Michael demasiado entretenimiento. Y sería un claro indicativo de la facilidad con que podía meterse debajo de su piel, también. —Después, de que detallemos algunas cosas, me gustaría que vinieras conmigo al hospital para hablar con Jenna McDaniels —le dijo Tony a Charlie, que, un poco sacudida, asintió. Muy sutilmente, esperaba, ajustó su posición para estar sentada recta para que presumiblemente ninguno de los hombres a cada lado de ella pudiera ver a lo largo de su camisa. No es que tuviera ninguna prueba, excepto la sugerencia de Michael de que Tony había estado mirando. —Crane, cuando hayamos terminado aquí, Kaminsky podría conseguir estar ocupada hablando con los vecinos. Además, tenemos que tirar de todo el video de vigilancia de todos los cajeros automáticos, todas las tiendas de servicio, cada cámara de tráfico en la zona. Si los coches de policía tienen video, también esos. Todo. Sabemos que este tipo estaba aquí en la ciudad ayer y anoche. Es posible que él, o su vehículo, fueran capturados por la cinta. —Claro que sí, jefe —dijo Crane mientras le entregaba a Charlie una taza de café. Charlie lo dosificó liberalmente con Sweet'N Light desde el azucarero en el mostrador, señaló a Crane un armario cuando él lamentó la falta de azúcar de verdad, declinó un donut (pese a que Michael le estaba diciendo: ‘Tómalo.

Necesitas comer’) discretamente abrochó otro botón de la blusa cuando juzgó que todo el mundo, léase Michael, estaba mirando a otra parte, y permitió que su atención se dirigiera a la pantalla del ordenador mientras Tony hizo un gesto hacia ella y le dijo: —Kaminsky, nos pones al día rápido, ¿por favor? Kaminsky dejó su taza de café. —En primer lugar, hay siete grupos separados de tres víctimas cada uno, para las veintiuna víctimas conocidas en total por el Hombre de Jengibre. — Kaminsky tocó la pantalla, que mostraba lo que parecía un tablón de anuncios con fotos pequeñas agrupadas de tres en tres—. De ese número, ha habido dieciséis víctimas mortales. Cinco sobrevivieron a los ataques, incluyendo a Jenna McDaniels. —Ella señaló una línea de cinco fotos al otro lado de la pantalla: el de arriba era de Jenna—. Tres ataques se produjeron en cada uno de los dos últimos años y uno de los ataques, que sería el grupo de Jenna McDaniels, ha ocurrido en lo que va de año. El marco de tiempo para todos es agosto y septiembre. Si el Hombre de Jengibre se mantiene fiel al patrón, el ataque contra el grupo de McDaniels es solo la primera de este año. Podemos esperar tres víctimas secuestradas más aproximadamente de diez a catorce días a partir de ahora. La próxima fecha de matanza debe ser de dos fines de semana de distancia, en el viernes o el sábado. Ese es el patrón. —Por lo tanto tenemos diez días para encontrar a este tipo antes de que empiece de nuevo —dijo Crane, y Kaminsky asintió—. Siempre suponiendo que él siga fiel al patrón. —¿Alguna idea de cómo elige a sus víctimas? —Tony dio un mordisco a un donut. Por el rabillo del ojo, Charlie vio que Michael estaba observando a Tony casi melancólico, y frunció el ceño. Seguramente a él no le gustaba que le observara así porque pensó que el otro hombre había estado mirando lujuriosamente su escote. Después de todo, él había estado haciendo lo mismo. Luego tuvo otro pensamiento: ahora pensaba en su molesto fantasma estrictamente como Michael. Llamarlo Garland ya no entraba en su cabeza. Y sobre lo que dijo acerca del cambiante estado de la relación que ella no quería contemplar. Kaminsky negó con la cabeza. —He catalogado los nombres de las víctimas, edades, sexos, razas, estado civil, ocupaciones y lugares de origen, y cualquier otra característica de identificación

conocida. No puedo encontrar un patrón en los criterios que usa para seleccionarlos, todavía. Charlie dijo: —Si mal no recuerdo... —Ella analizó la información de identificación que confirmaba cada grupo— ... cada grupo es más o menos similar en composición. Por ejemplo, el primer grupo estaba formado por niños de doce, trece, catorce años de edad. Kaminsky asintió. —Es correcto. El Grupo Dos fue de tres chicas de quince años de edad. El Grupo Tres fue de muchachos adolescentes nuevamente, dos de catorce años y uno de dieciséis años de edad. El Grupo Cuatro fue en una salida en que dos de las víctimas eran adultos y uno fue notablemente diferente a los otros dos; dos mujeres en sus cuarenta años y un chico de quince años de edad. El Grupo Cinco fue de una chica de dieciséis años de edad, y el chico de diecisiete años de edad. El Grupo Seis fue un chico de catorce años, un chico de quince años, y una chica de dieciocho años de edad. El Grupo Siete, bueno, este fue el grupo de la noche anterior. Raylene Witt y Laura Peters; ambas tenían veintiuno. Jenna McDaniels tenía veinte. —¿Quiénes son los supervivientes? —preguntó Tony, despachando su donut con un último bocado, de gran tamaño luego limpiándose los dedos con una servilleta. Charlie vio que Michael seguía observándolo mientras masticaba y tragaba. Pero cuando ella tomó otro sorbo de café, los ojos de Michael, destellaban con una emoción que no podía precisar, se posaron en la taza que acababa de dejar, en lo que se detuvieron. Le tomó un segundo, pero luego Charlie tuvo una revelación: se dio cuenta de que Michael no estaba molesto con Tony en absoluto. Él les envidiaba por su desayuno. Por supuesto, se perdió la comida. Ella odiaba esa idea. Michael debió sentir su mirada sobre él, porque la miró entonces, vio su expresión y frunció el ceño. —Entonces, ¿qué pasa con esos ojos grandes tristes que me dedicas? —preguntó con suspicacia. Charlie en un apuro alteró su expresión. Ni idea de lo que está hablando, fue la primera parte de lo que esperaba que su expresión trasmitiera. La segunda, que sabía que la probabilidad de estar a punto de prestar atención a lo que iba a

brotar repentinamente una aureola angelical, era guardar silencio. Entonces Kaminsky comenzó a hablar, Charlie tiró su mirada hacia otra parte. —Ariane Spencer, quince en el momento, del Grupo Dos. —Sin tocar la pantalla, Kaminsky señaló para que miraran a lo que parecía una foto del anuario de una hermosa rubia adolescente—. Mateo Hayes, dieciséis, del Grupo Tres. —El chico era delgado, con el pelo negro en punta y un pequeño anillo de plata perforando la nariz—. Andrew Rusell, diecisiete, del Grupo Cinco. —Este chico tenía el pelo castaño muy corto y gafas gruesas negras—. Saúl Tunney, quince, del Grupo Seis. —Tenía la cara redonda de aspecto serio y ondas rubias—. Y por último pero no menos importante, Jenna McDaniels del Grupo Siete. —Por lo tanto lo que tenemos son diecisiete adolescentes de edades comprendidas entre catorce a dieciocho y cinco mujeres adultas, si contamos a Jenna McDaniels de veinte años en la edad adulta —dijo Tony. —¿Algunas de las víctimas se conocen entre sí? —Después de haber despachado su comida, Crane había dado la vuelta a la barra del desayuno para también poder ver la pantalla. Inclinándose hacia ella, comenzó a descansar su mano sobre el mostrador. Pasó a través de Michael, quien hizo una mueca. Arrancando su mano atrás, Crane se puso derecho con un agudo ‘¡Ah!’ y comenzó a frotar sus dedos. —El mostrador me dio una descarga —dijo en defensa ante las miradas sorprendidas que recibió de los demás—. Maldita estática. —Boo —gruñó Michael detrás de él mientras Crane se movía poniéndose de pie al lado de Kaminsky. Involuntariamente Charlie sonrió. Michael sonreía también cuando se encontró con su mirada. Después de un segundo sus ojos se oscurecieron. Luego se trasladaron hasta sus labios. —Cuando sonríes de esa manera lo único que quiero hacer es besarte —le dijo a ella—. Maldita humillación, no puedo. Pero estoy trabajando en ello. Él estaba intentando obtener una reacción de ella, se dijo ella misma. Sabía que obtenía un gran placer burlándose de ella, sacudiendo su compostura, provocándola, volviéndola a encender. La única defensa que tenía contra él era no responder. Así que no lo hizo. Al menos, exteriormente. Pero no había cosa en el mundo que pudiera hacer con la imagen mental instantánea que tenía de su boca cubriendo la suya. Al igual que no había cosa

en el mundo que pudiera hacer sobre la manera en que su cuerpo se cubría con calor. —Creo que algunos de ellos conocían a los otros en su grupo. —Apartando la mirada de Michael, quien después de haber visto claramente algo que le interesaba en su rostro, ahora la miraba como un gato en un agujero de ratón, Charlie se concentró más en Crane mientras recogía el hilo de la (importante, mundo real) conversación—. Cuáles y qué relaciones fueron exactamente no lo recuerdo muy bien ahora mismo. —Necesitamos salir para descubrirlo. —Mientras Tony hablaba miraba a Kaminsky, quien asentía. —Lo que más me llama la atención es que todos los hombres son chicos. Apuesto a que ese chico de diecisiete años de edad, era demasiado pequeño. Este chico tiene miedo de meterse con un hombre adulto. Lo que me hace pensar que no es realmente un tipo grande él mismo, y probablemente no es militar o policía. Sin entrenamiento de combate o cualquier cosa como eso — dijo Crane. Tony hizo una mueca. —No creo que podamos descartar una formación militar o policial sobre esa base. Un hombre adulto es más difícil de hacerle frente que hacerlo una mujer o un niño. Y puede ser que los hombres adultos no son cosa de este tipo. Crane se encogió de hombros. —Buen punto. —Olvidaos de las malditas víctimas. Tú eres la clave —le dijo Michael a Charlie. Su rostro se había endurecido, y la mirada que le dio repentinamente fue sombría—. Quieres averiguar quién es este tipo, averigua como te conoce.

Capítulo 12 Traducido por Rogue93 y ElyGreen

C

Corregido por ruth m.

harlie posó una mirada sorprendida en Michael: ella no había esperado que él se hubiera acoplado en la conversación, no conociéndolo realmente, eso habría sido esperar demasiado, pero igualmente no se había dado cuenta que él había estado siguiendo la conversación en semejante grado. Ciertamente no había esperado que él hiciera una observación tan astuta. Tan pronto como las palabras salieron de su boca, se dio cuenta que tenía razón. ―Cuanto antes atrapemos a este tipo, antes dejaré de preocuparme de que hagas que te maten. Y también, más rápido regresará Dudley de donde vino ―replicó Michael a la mirada que ella le dio. Recordando justo a tiempo que tenía una audiencia, Charlie no respondió a eso más que con un parpadeo. En su lugar, miró a Tony mientras repetía la sugerencia de Michael en voz alta. Solo que la amplió para incluir el averiguar cómo el Hombre de Jengibre conocía a todos los expertos a quienes había mandado su mensaje. ―Esa es una muy buena idea, en realidad. Cuatro es un número mucho más manejable para iniciar una investigación que con veintiuno ―dijo Tony pensativamente―. ¿Quiénes son los expertos? ―El Dr. Davis Myers, quien, como ya te dije anoche, escribió el texto definitivo en psicología criminal. El Dr. Jeffrey Underwood, genetista y profesor en la Escuela de Medicina Wake Forest, y Eric Riva, un reportero que escribió una serie de artículos acerca del caso para el Charlotte Observer. Ese sería el principal periódico en Charlotte, Carolina del Norte ―dijo Charlie. ―Y tú ―agregó Kaminsky dándole a Charlie una mirada inescrutable―. Dra. Charlotte Stone, titulada en psiquiatría forense, una de las mejores expertas del país en asesinos en serie.

―Quien necesita encontrar una nueva especialidad ―dijo Michael, mientras Charlie, le ignoraba, le dijo ella a Tony: ―Creo que lo que necesitamos preguntarnos es cómo el Hombre de Jengibre llegó a saber acerca de cada uno de los expertos. Por ejemplo, no creo que nadie que fuera de la academia o de la comunidad de psiquiatría forense haya oído hablar alguna vez de mí. Así que justo eso debería acortar la lista de posibles sospechosos. ―¿Estás bromeando? Has aparecido en TV. ―Kaminsky le dio a Charlie una mirada incrédula―. Durante unos cuantos días, prácticamente cada uno de los canales de noticias y programas de espectáculo del país estaban cubriendo el caso del Asesino de Boardwalk, a todas horas. Incluida tú. ―La niña que vivió ―le dijo Michael con una nota satírica―. Piénsalo: como tema, es un clásico. Considerando la fuente, estaba claro, la referencia a Harry Potter vino de golpe. Michael le había comentado antes que no había mucho que hacer en prisión además de leer y ejercitarse, pero en esa oportunidad habían estado hablando acerca de Shakespeare. Charlie decidió que su mente había sido oficialmente fundida por el eclecticismo de sus elecciones literarias. ―La biblioteca de la prisión ―explicó Michael, claramente capaz de interpretar de forma correcta la mirada en su cara―. Si ellos lo tenían, yo lo leía. ―Estabas por toda la televisión ―le estaba diciendo cuando ella forzó su atención a retornar con los vivos―. Incluyendo la CNN. Prácticamente cualquiera en todo el mundo podría saber quién eres y qué haces. Charlie no se había dado cuenta de eso. O, más bien, ella misma no se había dejado notarlo. Probablemente, decidió, porque no quería saberlo. ―Me había olvidado de eso. Bien, eso sonaba patético. ―Has estado ocupada ―dijo Tony condescendientemente. ―Así que hay que considerar a los otros tres ―dijo Tony―. ¿Cómo pudo este tipo conocerlos? ―Miró a Charlie―. ¿Cómo sabía quiénes eran? Ella respondió:

―Conocí sus identidades después de haber revisado el caso del Dr. Meyers. Por supuesto, lo conocía, y había oído hablar del Dr. Underwood, pero nunca de Eric Riva antes de que el Dr. Myers me enviara los documentos del caso. ―Eric Rivera fue la primera persona en recibir el mensaje "No puedes atraparme" del Hombre de Jengibre, ¿verdad? ―preguntó Tony. Cuando Charlie asintió, él dijo―: Empecemos con él. ―Miró a Kaminsky―. Descubran qué tan leídas fueron esas columnas que él escribió. Y cómo llegó a escribirlas en primer lugar. Kaminsky asintió. ―Estoy en ello. ―También diría que el primer grupo de victimas es el más importante ―dijo Charlie lentamente―. Algo causó que el Hombre de Jengibre empezara con ese grupo. Apostaría que, o él, de alguna manera, conocía a una de las víctimas, o se veía a sí mismo en una de ellas. Algo traumático podría haberle pasado a esa edad. ―Revísenlos a ellos también ―ordenó Tony, y Kaminsky asintió. Entonces, recordando la aparición de Raylene Witt en su vestíbulo principal ― ahí parada― el espíritu prácticamente tendría que haber estado conectado a alguien o algo cercano, Charlie agregó: ―Una cosa más. Sabemos que el Hombre de Jengibre persiguió a Jenna por la montaña. Él o un cómplice, aunque estoy casi cien por cien segura que descubriremos que él trabaja solo, rompió a patadas mi puerta trasera y entró en mi cocina para dejar la nota y el cuchillo para que los encontrara. Él podría muy bien haber caminado alrededor de la parte delantera de la casa después de eso, e incluso podría haber entrado con los rescatadores. Deberíamos revisar si hay videos o fotos de la parte delantera de mi casa; por ejemplo, tal vez uno de los vecinos de repente sacó su teléfono y tomó fotografías del personal de la ambulancia o de Jenna en la camilla. Deberíamos comparar las huellas dactilares de la puerta delantera y del pasillo con las de la puerta trasera. Probablemente también deberíamos obtener una lista tan completa como podamos de quien estaba en la escena. Tony miró a Kaminsky y a Crane. ―Lo tengo cubierto jefe ―dijo Crane. ―¿Alguien quiere detalles espeluznantes? ―Kaminsky posó una mirada inquisitiva alrededor.

―No ―dijo Michael. Mientras Charlie lo miraba con un poco de sorpresa se le ocurrió que, para un supuesto asesino en serie, él no parecía tener una alta tolerancia a la sangre. En su experiencia sobre él, cada vez que había sido expuesto a la sangre, por ejemplo el golpe en la cabeza de Laura Peter, se veía más fastidiado de lo que habría esperado del típico asesino en serie, porque los asesinos en serie no tienen la habilidad de empatizar con nadie. ¿Habría estado fingiendo una respuesta empática? Tal vez, pero no creía eso: las reacciones eran demasiado consistentes, entonces recordó sus descripciones de sus manchas de tinta; éstas habían sido lo suficientemente sangrientas. Por supuesto, había sospechado por aquel entonces que él estaba jugando con ella, y que incluso si no lo hubiera estado haciendo, eso había sido antes de que fuera asesinado. Tal vez la muerte había cambiado esa parte suya, tal vez la muerte, cambió todo acerca de él. Tal vez, en la muerte, él no era la mima persona mala-hasta-la-médula que había sido antes. ―Un aviso, corazón. Estás mirándome con tus ojos muy abiertos y tus lindos labios separados. Ahora, creo que es porque estás fantaseando con saltar a mis huesos. Pero tus amigos podrían extrañarse. La pequeña media sonrisa que Michael le dio en ese momento bien podría haber enviado a volar los pensamientos de Charlie junto con las líneas de saltar a sus huesos si sus palabras no hubieran sido tan enervantes. Él lo estaba haciendo a propósito, por supuesto, justo como había estado molestándola a propósito desde el inicio como convicto esposado, el primer día que había aparecido en su oficina. Cerrando su boca y apartando sus ojos de él mientras hacía un recuento mental rápido de cada interacción que alguna vez había tenido con él, vivo o muerto, llegó a la ineludible conclusión: en cada forma que importase, él no había cambiado ni un poco. Para él al menos, la muerte no era ningún elixir mágico que lavase sus pecados. Él aún era lo que sea que fue antes. Cómo de malo era eso, Charlie aún no podía decidirlo. Pero molesto estaba definitivamente en la mezcla. También era, desafortunadamente, sexy como el infierno. ―Serpientes ―oyó decir a Kaminsky, y la palabra atrajo su atención de vuelta a la conversación del mundo real como ninguna otra palabra lo hubiera hecho. ―El bastardo encerró a esas tres chicas del Grupo Dos en un cuarto lleno de serpientes venenosas.

Charlie no era una fan de las serpientes. Tan solo de pensar en ello la hacía temblar. Al haber leído los documentos, tenía una imagen clara acerca de lo que Kaminsky estaba hablando, como el Hombre de Jengibre, coaccionó a las chicas de ese grupo a matarse unas a las otras dejando caer las serpientes encima de ellas desde una rejilla, pero necesitó un segundo para refrescar su memoria en lo que respectaba a lo hecho al grupo anterior, la descripción de lo que obviamente se había perdido: oh, sí, Grupo Uno, los jóvenes chicos habían muerto primero. Nadie sabía si el Hombre de Jengibre, había ofrecido dejar vivir a uno o no si los otros eran asesinados, porque nadie en ese grupo había sobrevivido. ―El Grupo Tres había sido forzado a escoger quién sería disparado por una flecha. El Grupo Cuatro fue amenazado con una hélice; El Grupo Cinco fue encerrado en un compactador de basura; el Grupo Seis enfrentó la sofocación, y el Grupo Siete, como sabemos, fue amenazado con el ahogamiento. ―¿Dónde están ahora los supervivientes? ―preguntó Tony. Kaminsky presionó un botón, y una nueva pantalla apareció. ―Prácticamente por todas partes: tengo sus direcciones. Kaminsky indicó un mapa de los Estados Unidos en el cual cinco puntos azules brillaban. Dos de ellos, miró Charlie, estaban claramente a través del país. Bueno, no podía culpar a las víctimas por querer estar tan lejos como fuera posible de lo que pasó. Tras el asesinato de Holly, ella había experimentado ese mismo impulso. Solo que había tenido miedo de que no importaba qué tan lejos huyera, no sería lo suficientemente lejos, lo que al final significó que no había huido lo suficientemente lejos. En su lugar, había tratado de esconderse a plena vista. Y mira qué tan bien le había funcionado: casi se había matado a sí misma, y había terminado por toda la CNN. Tony estaba mirando al mapa con su ceño fruncido. ―Así que, ¿dónde están los expertos? Kaminsky presionó un botón, y cuatro puntos verdes aparecieron en el mismo mapa. Éstos estaban todos en el área de Carolina del Sur y del Norte, y de Virginia, lo que los dejaba al alcance de la mano. ―¿Lugar de los asesinatos? ―preguntó Tony después.

Kaminsky presionó otro botón, y siete puntos rojos aparecieron. Esos también, estaban dentro de la misma área triestatal. Cuatro de los puntos rojos casi cubrían los puntos verdes que representaban a los expertos. ―Está claro que los lugares de los asesinatos fueron escogidos teniendo en mente la proximidad de los expertos ―señaló Charlie. ―¿Dónde están los mensajes enviados a mano de "No puedes atraparme" al destinatario escogido? ―Tony miró a Charlie, quien negó con la cabeza, para indicar que no lo sabía. ―El primero, a Eric Riva, fue enviado por postal en el Observer ―respondió Kaminsky―. Los otros tres fueron enviados a mano. ―Bien ―asintió Tony―. Tal vez alguien vio algo. Tal vez hay una descripción. ¿Sabemos las localizaciones de dónde las víctimas fueron vistas con vida por última vez? ―No todas ―respondió Kaminsky excusándose―. Crane y yo estamos trabajando en ello. ―Encontré dónde está Omar’s ―ofreció Crane―. El bar donde dijiste que Laura Peters fue vista por última vez, ¿recuerdas? Está en Hampton, Virginia. ―Eso está a casi setenta millas de Richmond ―respondió Tony con una mueca. ―Tenemos información de que Laura Peters fue secuestrada justo fuera del bar. ¿Qué hay acerca de Raylene Witt y Jenna McDanies? ¿Sabemos cómo las secuestró? ―Aún no ―dijo Kaminsky―. Pero lo sabremos. ―¿Sabemos por qué no había más que un rumor sobre la desaparición de Laura Peters y Raylene Witt? ―preguntó Charlie―. ¿O siquiera ellas fueron reportadas como desaparecidas? ―Laura lo fue por su madre ayer por la mañana ―dijo Michael, sorprendiendo a Charlie al mirarlo de nuevo―. Busca en Google y aparecerá una página de Facebook de su nombre anunciándola como desaparecida. Al parecer la madre pensó que Laura estaba quedándose con su novio. El novio pensó que Laura se había ido a casa con su madre. En lo que respecta a la otra chica, no llegué tan lejos. ¿Tú estabas buscando en Google? Fue la pregunta que llegó corriendo a la punta de la lengua de Charlie, pero se las arregló para tragarla justo a tiempo.

Los labios de Michael se arquearon. ―Supuse que si podía aprender cómo funcionaba el control remoto, podía aprender a utilizar un ordenador. Pasé parte de la noche pasada jugando con la que estaba en el cuarto frente al pasillo de tu habitación. Me estoy volviendo bastante bueno en ello. El cuarto frente al pasillo de su habitación era el más pequeño de las tres habitaciones del piso superior, y Charlie lo había transformado en una oficina. Tenía un escritorio ahí, junto con un armario para documentos y estantes con libros. Su ordenador Mac Pro estaba en su escritorio, usualmente en modo de suspensión. También en el cuarto, había un sillón, que al abrirlo se transformaba en una cama doble. Anoche, Crane durmió allí. ―Atraparás moscas ―advirtió Michael con una sonrisa naciente. Recordándose a sí misma, Charlie apretó sus labios y bajó su mirada, que aterrizó en su taza de café, alcanzándola automáticamente, recordó que Michael no podía tomar café, y se detuvo. Si haces tan solo lo que él puede hacer, no harías mucho, se dijo así misma severamente. Pero entonces pensó. En este momento el café estará probablemente frío. No quería beberlo de todas formas, y eso no tenía nada que ver con Michael, nada. Llegando a esa conclusión, dio una pequeña mirada furtiva alrededor. Si alguien más había respondido a su pregunta, se había perdido la respuesta. Con un esfuerzo, sintonizó de nuevo en la conversación. ―Los métodos para matar requieren planificación, y un montaje bastante elaborado ―estaba diciendo Tony―. Él tendría que poner algo de tiempo en ellos. Y algo de trabajo, y de dinero. Lo que significa que o está empleado en algo que paga bastante bien, o tiene acceso a dinero a través de su familia o algún otro medio. ―Las matanzas ocurren los fines de semana ―señaló Kaminsky―. Eso argumenta para alguien que trabaja, y lo hace en un horario bastante normal, también. Crane dijo: ―Pero graba a sus víctimas varios días antes. Y, mientras hay solo una tierra de matanza para cada grupo, los grupos están bastante apartados en términos de ubicación. Así que sabemos que él es capaz de viajar, posiblemente a través de

su trabajo, y de que tiene algún lugar para mantener a sus víctimas hasta que está listo para poner su escenario de muerte en marcha. —La descripción física provista por los supervivientes es en todo término de altura y peso ―dijo Kaminsky―, pero sabemos que es hombre, y que usa ropa negra y lo que probablemente es una máscara sobre su cara lo que hace que parezca sobrenaturalmente blanco y esquelético. Y conduce, posee, o tiene acceso a una vieja camioneta azul o gris. ―¿Así que a quién estamos buscando? ―preguntó Tony. ―No tengo ni idea ―dijo Kaminsky mientras Crane se encogía de hombros. Kaminsky miró a Charlie—. Afortunadamente, nuestro equipo ahora incluye una gran educada experta para ayudarnos a descubrir esto. ¿Alguna perspicacia que quisiera compartir, Dra. Stone? La mirada que Charlie le dio a Kaminsky debería haberla marchitado. No lo hizo. Transfiriendo su mirada hacia Tony, Charlie dijo: ―Como dije, el primer grupo de víctimas necesita ser revisado: algo acerca de ellos como grupo, o uno de ellos como individuo, tiene un significado para él. Me siento bastante segura que en el momento de los asesinatos de ese primer grupo él estaba viviendo o trabajando entre veinte millas o menos del sitio de matanza. También, el método de coacción, cómo aterrorizaba a sus víctimas matando a otra, es importante. ¿Por qué escogió esos métodos? ¿Eran miedos particulares de la gente, y también cómo sabía de ellos? ¿Son sus propios miedos, y también, cómo llegó a ellos? ¿Tal vez, tuvo una experiencia reflejando uno de los escenarios? ¿O lo hizo un miembro familiar cercano? Por ejemplo, ¿su padre se ahogó? ¿O fue el propio Hombre de Jengibre, a una edad tierna, la víctima de algo involucrando con una hélice, tal como un accidente de cortadora de césped? O... —O tal vez es un simple malvado ―interrumpió Michael―. Sin causa y efecto, sin experiencia de infancia traumática: solo maldad. Ahí es donde la guía de tu suave corazón se equivoca, botón de oro: quieres pensar que la gente hace cosas malas porque les han hecho cosas malas, y como resultado están quebrados, lo cual significa que pueden ser reparados. Que tú puedas repararlos. Estoy aquí para decirte que no es necesariamente así, y que es el tipo de pensamiento en el que quieres ser cuidadosa porque puede conseguir que te mate. Charlie vio que por una vez él estaba siendo absolutamente serio, y sus cejas se contrajeron. Un rápido susurro de una pregunta revoloteó por su mente. ¿Me

está advirtiendo acerca de sí mismo?― antes notó la reunión de ceños fruncidos en las caras de los tres seres vivos con quienes había estado hablando antes de que Michael hubiera interrumpido. ―¿Charlie? ―apuntó Tony. La mirada que él le estaba dando era de un tipo extraño, como preguntando, y ella se dio cuenta de que tanto Tony como Kaminsky y Crane estaban preocupados. Se había distraído totalmente frente a ellos. Maldición. ―Perdón, tuve que parar un momento para reunir mis pensamientos ―dijo, con su visión periférica porque estaba absolutamente sin mirar en su dirección de nuevo. Miró la sonrisa de Michael con la que no tenía problema identificando como un sardónico placer de su aprieto. Pero no iba a ser distraída de nuevo, siendo esa sonrisa más exasperante. En lugar de ello, se concentró en Tony y en desechar el resto de los hechos acerca del asesino que había estado uniéndose en su cabeza. ―Con lo que estamos lidiando aquí es con un gran asesino organizado. Es casi ciertamente un hombre blanco, de edad de veinticinco a cuarenta, inteligente, planea todo por adelantado, es un perfeccionista sin tolerancia a los errores ―continuó―. Se ve a sí mismo como dominante, controlador y poderoso, así que esperaría encontrarlo en un trabajo donde tiene completamente un poco de autoridad. Es un sádico con complejo de Dios. Disfruta tener el poder de la vida y la muerte sobre sus víctimas. ―Si lo que eso significa es que consigue todo en su lugar a tiempo, antes de que arrebate a las víctimas, entonces es probablemente, incluso prometedor, que por ahora ya tenga los terrenos de matanza para el siguiente grupo de víctimas preparado, ¿es correcto? ―Tony frunció el ceño pensativamente, su breve lapso olvidado, pensó. ―Sí ―respondió Charlie―. Casi ciertamente ya ha preparado el terreno de matanza para ambos grupos de víctimas que quedan para permitirle completar su ritual anual. Tony golpeó la palma de su mano contra el mostrador con satisfacción. —Ahí va. Eso nos da otra posible manera de encontrarlo: encontrar esos terrenos de matanza. Charlie asintió.

—Deberían estar entre unas pocas millas de los siguientes dos expertos a quienes está planeando enviarles un mensaje. —Solo que no sabemos quiénes son esos expertos —objetó Kaminsky. —No. —Charlie sacudió su cabeza—. No lo sabemos... Pero puede hacer algunas suposiciones, ¿cierto? ¿Identificar algunas posibilidades? Tony la estaba mirando atentamente. —Eso debería ayudarnos a limitar los lugares en los que buscar. —Sí, puedo —dijo Charlie—. Pero no hay manera de saber si será preciso. Con los primeros tres grupos, no le envió un desafío a nadie después todo, que sepamos. Después de eso, escogió un reportero, un genetista, un profesor de universidad y un investigador. Lo que los últimos tres tienen en común es un interés en una cierta competencia en trabajos de la mente de un criminal violento. Pero podría cambiar sus parámetros de selección con el siguiente individuo que quiere involucrar en este caso a cualquier tiempo. —Entendido. ―La mirada de Tony se encontró con la suya con un toque de humor. Charlie se dio cuenta de que probablemente estaba sonando un poco pedante. —La cosa es que este es un caso anómalo —explicó—. No estoy segura de cuantas de las reglas se aplican. —Entendido —dijo Tony de nuevo, y se deslizó del taburete de bar—. Si estás lista, me gustaría irme para una entrevista con Jenna McDaniels. Charlie se levantó también y, automáticamente, comenzó a reunir tazones. —Dame un minuto y estaré contigo. —Tenemos cubierto esto. —Crane tomó los tazones de ella. —Entonces, déjame conseguir mi bolso —le dijo a Tony. Mientras dejaba la cocina, lo escuchó dando un breve resumen a los otros, dando prioridad en lo que necesitaban hacer. Con Michael persiguiéndola. —Me siento como una maldita mascota con una correa —murmuró él, lo que la hizo sonreír —estaba de vuelta con su bolso y chaqueta sin tiempo. Todo rastro del desayuno había desaparecido. Kaminsky se paró en la barra del desayuno metiendo su portátil en su estuche, y Charlie vio como volvía a entrar a la cocina. Crane estaba sentado en un taburete al lado de Kaminsky jugueteando

con los controles de una cámara de video. Tony estaba cerca del fregadero hablando en su móvil, y mientras la miraba levantó un dedo para indicar que sería solo un minuto más. Charlie asintió a Tony, luego se dirigió a la mesa de la cocina. Había algo que necesitaba hacer. —Así que, ¿vas a estar trabajando con nosotros en esto del todo? —le preguntó Kaminsky, su tono haciendo claro de que estaba esperando que la respuesta fuera no. Kaminsky estaba manteniendo su voz baja, conjeturó Charlie, para no interferir con la conversación de Tony. Le sonaba a Charlie como si estuviera dándole a un superior un breve resumen como dónde estaba el equipo y lo que estaba haciendo, pero Charlie no escuchó realmente mientras empaquetaba el DVD y la carta que había venido con el reloj de Michael sin incidentes dentro de un compartimento con cremallera de su bolso, luego movió el resto del correo a la mesa de la consola. Aparte de esos artículos, nada era urgente; incluso las facturas podrían esperar unos pocos días. —Eso parece —respondió Charlie, mientras Michael, habiendo observado lo que había metido en su bolso dijo: —No hay punto en desperdiciar tu tiempo con eso. Lo que está hecho, hecho está. La angustia de la noche pasada estaba totalmente ausente de su tono. Era frío, casual. Igualmente, no había indicio de emoción que pudiera percibir en su cara. Incluso si él realmente estaba así de indiferente a lo que hubiera en el DVD, ella no lo estaba. Y de repente estaba muy sensible al frío peso del reloj en su brazo. Sus miradas se encontraron. Te debo el revisarlo. Pero, por supuesto, no lo pudo decir en voz alta. —Estamos honrados de tenerla, Dra. Stone —le dijo Crane, con una mirada reprobadora a Kaminsky—. Es un recurso real para el equipo. Charlie le sonrió. —Gracias. Y llámeme Charlie, por favor.

—Charlie. —Crane estaba poniendo la cámara en un estuche lleno de equipo diverso—. ¿Y por qué no va y me llama Buzz? Sus ojos azul brillante le destellaron desde detrás de sus lentes. —Oh, por favor. —Kamisnky rodó sus ojos—. ¿Qué somos? ¿Los Waltons? Tratemos de mantenerlo profesional, gente. —Hey, Lena, ¿adivina qué? —La voz de Crane (no, la de Buzz) era tan baja como la de Kaminsky, pero eso no suavizó el filo en ella. Sabiendo cómo Kaminsky se sentía acerca de ser llamada por su primer nombre, Charlie casi hizo una mueca: nada bueno estaba a punto de pasar—. Nadie piensa que ser razonablemente amigable con sus compañeros de trabajo no es profesional excepto tú. Kaminsky lo miró. —No noto que esté siendo llamado Bartoly Tony. ¿O eso sería porque solo está interesado en ser razonablemente amigable con la Dra. Stone aquí? —Santa Madre de Dios, Lean Cuisine, necesitas conseguir una empuñadura — chasqueó Buzz. Él y Kaminsky estaban intercambiando miradas cuando Buzz soltó un bostezo enmascarado solo en partes. Por un momento Kaminsky se le quedó mirando con asombro. Luego, muy suavemente, comenzó a reír. —¿Las horas son demasiado largas para ti, Buzz Cut? —se burló. Buzz parecía avergonzado. —Estoy un poco privado de sueño, ¿bien? —Miró a Charlie—. Podrías querer que te revisen el ordenador. Se mantuvo encendido solo todo el tiempo que estuve intentando dormir. Michael rió entre dientes. Mientras Charlie hacía la conexión ―Michael había estado en su ordenador en el cuarto en el que Buzz había estado intentando dormir― sus ojos se ampliaron con culpable conocimiento. Lo que Buzz o Kaminsky podrían haber hecho de su expresión afortunadamente no tuvo que descubrirlo, porque Tony había terminado su llamada y venía hacia ellos. —Si ustedes dos no se calman, voy a tener que despedir a uno de ustedes. — Tony les dio a sus subalternos miradas de advertencia. Kaminsky, aún

pareciendo enfadada, no respondió, pero Buzz murmuró ‘perdón’ y Tony, con otra fuerte mirada a Kaminsky, asintió. —¿Lista? —le preguntó a Charlie. Charlie asintió, y se dirigieron al pasillo. Él agregó—: Me disculparía por ese pequeño juego, pero lo has visto antes. —Está bien. Creo que son algo lindos —respondió Charlie. Tony sonrió. —Por el amor de Dios, no dejes que Kaminsky te escuche decir eso. Realmente tendré que despedirla. Charlie se rió. —No te preocupes, no lo haré. —¿Te importa si tomamos tu coche? —preguntó Tony—. Me gustaría dejarles el de alquiler a Kaminsky y a Crane. —Está bien. —Estaba pescando sus llaves en su bolso mientras se acercaban a la parte de enfrente. Tony estiró la mano alrededor de ella para abrirla por ella. —¿Planeas conducir? —inquirió Michael mientras ella sacaba las llaves—. Porque puedo decirte justo ahora que a Dudley le gustaría tener las llaves, pero apuesto a que va a ser demasiado políticamente correcto para preguntar. Los dedos de Charlie se apretaron alrededor de su llavero. Si había estado a punto de dárselas o no, no tenía ni idea, pero ahora que él había puesto el asunto de igualdad de género en juego, definitivamente no lo haría. Con los labios comprimiéndose, caminó entre la caliente, brillante luz del sol, miró con los ojos entornados un poco, hizo sombra en sus ojos con su mano, y le lanzó a Michael una mirada afilada mientras aparecía a su lado. —Tú querrías conducir también, tú hombre —articuló con la boca, amontonando un alto grado de veneno en esa última palabra. Con Tony tan cerca de ellos, su voz no era incluso tan audible como un susurro. Pero cuando Michael sonrió, estaba perfectamente segura de que lo había entendido. —Es correcto, pero la diferencia es que yo no estoy preocupado acerca de ser políticamente correcto ―respondió—. Solo te diría que me dieras las llaves. Incapaz de responder por Tony, claramente asumiendo que había parado para esperarlo, estaba deslizando una mano propietaria alrededor de su brazo ahora

mientras él se le unía, Charlie le dio a Michael una mirada fulminante. Fue un desperdicio. Él no la estaba viendo a él o a Tony. Estaba mirando hacia la calle. —Maldición —dijo en un tono totalmente diferente, y luego mientras Charlie siguió su mirada, se encontró a sí misma mirando con horror a la corriente de reporteros abalanzándose hacia ellos.

Capítulo 13 Traducido por katyandrea y Redshoes Corregido por ruth m.

K

en Ewell y Howie Martin, otro ayudante del sheriff a quien Charlie conocía vagamente, habían estacionado en su crucero marcado fuera de su casa desde poco después del amanecer. Se les ordenó por el Sheriff Peel cuando los primeros tipos de los medios comenzaron a llegar a la ciudad. (Eso sería poco antes del amanecer). Su misión era mantener a la prensa en la vía pública y fuera de la propiedad privada (como el patio de Charlie y los patios de sus vecinos) y para mantener a uno de los residentes de Big Stone Gap (que sería Charlie) contra el hostigamiento cuando los ojos de la nación habían estado siguiendo en televisión el esfuerzo para encontrar a Jenna McDaniels ahora se volvían hacia dónde y cómo había sido encontrada. Aunque durante la última hora había camiones con satélites y automóviles llenos de periodistas estacionados en frente de la casa de Charlie, todo había estado completamente bajo control hasta que Charlie dio un paso a través de su propia puerta. Entonces se desató el infierno. Así Ken le explicó a Charlie en una carrera sin aliento cuando él y su compañero intentaron y fallaron en evitar que la prensa estuviera completamente cerca de ella y Tony cuando lucharon su camino hacia su garaje, una estructura como un cobertizo individual en la parte superior de su camino de entrada. En el momento en que llegaron a él, Tony había envuelto su brazo tensamente alrededor de la cintura de Charlie y ella tenía la cabeza inclinada sobre el hombro para evitar las cámaras intrusas. —Dra. Stone, ¿es verdad que rescató a Jenna McDaniels? —¿Qué nos puede decir acerca de su terrible experiencia, Dra. Stone? —¡Hey, Charlie, mire por aquí! —Espere, ¿no es el agente del FBI que trabajó con la Dra. Stone en el caso del asesino de Boardwalk?

—¡Sí, tiene razón, es el agente especial Anthony Bartoli! ¿Se trata de otro caso del asesino en serie, Agente Bartoli? La prensa les gritó eso y lo que parecía un centenar de otras preguntas hasta que Charlie y Tony (y Michael) llegaron a la relativa seguridad de la cochera. Con Ken y Howie intentando retener a los reporteros delante de la puerta del garaje —Tony y ella entraron por una entrada del tamaño de una persona en el lado del pequeño edificio— Charlie se olvidó de hacer valer su igualdad y ser políticamente correcta y de quién era el coche de todos modos y todas las demás cuestiones pertinentes a excepción posiblemente de conveniencia y le entregó a Tony las llaves de su Camry azul. En el fondo de la línea, él tenía más práctica conduciendo a través de una horda de periodistas que ella. Además, se conocía a sí misma lo suficientemente bien como para saber que si alguien saltaba delante de su parachoques, pisaría el freno. Y había visto a Tony conducir lo suficiente para saber, además, que él no iba a hacerlo, a ella le gustaba pensar que era porque confiaba en que él sacaría a quien fuera del camino. —Eso fue un grupo de mierda —murmuró Michael mientras el Camry logró salir del garaje, en torno al Lincoln azul oscuro que Tony había alquilado que estaba tapando el camino de entrada, y en la calle, donde aceleró alejándose de los medios de comunicación, todos los cuales habían acudido a regresar a sus vehículos para darles caza. Ken y Howie habían bloqueado con éxito la persecución colocando sus coches a cada lado de la calle, pero eso no sería suficiente para sostener a los reporteros por mucho, sabía Charlie. Aun así, podría darles tiempo suficiente para llegar al hospital sin obstáculos—. Buena idea dejar conducir a Dudley, por cierto. El coche era pequeño, con trazas persistentes de olor a coche nuevo (que había comprado justo antes de que se hubiera trasladado a Big Stone Gap, así que solo tenía un par de meses de edad). Era como un calor sofocante como un alto horno cuando el aire acondicionado se esforzó por hacer mella en el calor. Michael estaba en el asiento trasero. No dispuesto a hacer algo más que lanzar una rápida mirada alrededor suyo bajo el pretexto de mirar por la ventana de atrás para ver a los periodistas, Charlie giró hacia abajo la visera del lado del pasajero, que venía equipado con un pequeño espejo. Por supuesto, no podía ver en él: se había olvidado. Pero no importaba: la imagen que había conseguido en aquella mirada estaba grabada de forma indeleble en su mente. Él era demasiado grande para el estrecho espacio. Sus piernas estaban dobladas de una manera que habría sido incómodo si estuviera vivo, y sus antebrazos descansaban sobre sus rodillas. La expresión de disgusto en su rostro la habría

hecho querer sonreír si ella no hubiera estado luchando los pequeños temblores por el déjà vu. Este grado de interés de los medios en realidad no era tan malo como el frenesí que la había sumido por haber sido la superviviente adolescente del asesinato de Holly y su familia. No estaba tan mal como lo que había pasado como consecuencia del resurgimiento del asesino de Boardwalk. Pero los recuerdos que evocaron —el terror, la impotencia, la sensación de estar a la vez atrapada y en la bahía hizo preguntarse, de repente, si tal vez Michael no tenía razón. Tal vez simplemente debería alejarse de su trabajo de Wallen’s Ridge, abandonar su investigación, olvidarse de su determinación para averiguar los componentes básicos de un asesino en serie y cómo estos monstruos podrían ser identificados y detenidos, y hacer una nueva vida para sí misma en la que los asesinos en serie eran parte de su pasado, no su presente, y ni su futuro. La idea de que podría ser posible que hiciera eso brevemente la deslumbró. Pero entonces pensó: No. Si lo hago, si me alejo, todas esas cosas horribles que sucedieron habrán sido en vano. La muerte de Holly y su familia, de las otras víctimas, serán solo los asesinatos que muchos más asesinatos sin sentido. Si lo que estoy haciendo puede salvar aunque sea una vida más, entonces eso es lo que tengo que hacer. —¿Estás bien, cariño? —Michael parecía ser capaz de leer sus pensamientos con una precisión asombrosa. No estaba segura de que le gustara eso. No, estaba segura: no le gustaba. Entonces se dio cuenta de que, mientras que no podía verle a través del espejo, él podía verla. Estaba leyendo su rostro, no su mente. Frunció el ceño, ella le dio apenas un asentimiento como respuesta. Y subió la visera a la seguridad del techo de modo que ya no podía ver sus ojos. ¡Hah! —Si no puedes darme direcciones, voy a tener que parar y jugar con el GPS —le dijo Tony y, contenta por la distracción, Charlie lo hizo. Más allá de la iglesia donde Michael estaba enterrado ―hasta donde ella sabía, Michael ni siquiera podía darle una mirada― y el mercado de agricultores y el Parque del minero, a través del pequeño centro, con sus farolas de estilo antiguo en cada esquina y Little Stone Mountain levantándose como un descomunal centinela gris azulado por encima de ella, a la izquierda en el semáforo cinco (los semáforos estaban enumerados del uno al ocho) y finalmente en el estacionamiento del hospital. A diferencia de la ciudad en sí, cuyo tráfico era ligero en las mañanas del sábado, el aparcamiento estaba lleno de vehículos. El hospital era una larga y

baja estructura de ladrillo y estuco blanco con solo sesenta camas. Había por lo menos esa cantidad de coches en el estacionamiento. Los ojos de Charlie se agrandaron cuando vio a la multitud de periodistas que se reunieron frente a la entrada. Camiones de satélite de las estaciones tan diversos como su WAPK locales, CNN había puesto una tienda en el abrasador asfalto. —Oh, muchacho —dijo Tony, mirándola—. Me temo que no hay más remedio que enfrentarse al guante. —Entrar furtivamente por la parte de atrás no va a funcionar tampoco: parece que consiguieron rodear el lugar —añadió Michael. Charlie podía sentir sus ojos en ella—. Mira, sabes que no tienes que hacer esto. Dudley y su pandilla han hecho la captura de los asesinos en serie muy bien sin ti. Puedes esconderte en un hotel o algo así hasta que esto termine. Si quieres ayudar, puedes hacerlo a través del teléfono. Tuvo la tentación, por supuesto que la tuvo, pero solo durante un segundo. Ella dio una rápida sacudida, negativa de su cabeza, y Michael dijo―: Mierda. En el momento en que llegaron a la habitación de Jenna, Charlie deseó que hubiera otra elección que pudiera haber tomado. Incluso después de que se abrieron paso a través de los reporteros, el guardia de seguridad del hospital había sido completado por ayudantes y policías locales para mantener a los medios de comunicación fuera del edificio —aún estaba el propio hospital con el que tratar. El área alrededor de la sala de emergencias, en particular, estaba cargado de los fantasmas que habían sido recientemente, violentamente separados. Incluso con Michael jugando de guardaespaldas, dos de ellos corrieron hacia ella en el momento en que se dieron cuenta de que podía verlos. Nunca averiguó lo que querían, porque Michael los asustó antes de que la alcanzaran, y con Tony a su lado tenía que seguir adelante. Para empeorar las cosas, se encontró con que era el objeto de una gran cantidad de atención no deseada de los vivos, también. Al principio no podía entender todas las miradas de reojo y codazos y no del todo discretos, suficientes dedos señaladores. A pesar de que parecía que casi todo el mundo en el hospital la reconociera y estaban lo suficientemente interesados en ella para mirarla durante el tiempo que estaba a la vista, lo que era, sin duda, solo su propia paranoia en el trabajo. O al menos eso se dijo. Pero entonces, al pasar junto a una sala de espera medio llena y alcanzar a ver su propio rostro en la televisión, lo entendió. Estaba empezando todo de nuevo. Al igual que Michael había dicho, era la chica que había vivido: una historia de

nunca acabar, al parecer, sobre todo teniendo en cuenta cómo había crecido hasta llegar a ser. El conocimiento le hizo sentir frío por todas partes. El Detective Sager estaba de pie fuera de la puerta del cuarto de Jenna, junto con un segundo hombre —quien Charlie supuso era otro detective— y dos policías uniformados. —Desde la entrevista inicial de anoche, ella ha estado callada. Se nos ha ordenado mantener un guardia en la puerta, pero no para entrar o dejar que alguien más entre a la habitación, a menos que sea autorizado por los padres. Pero hace tan solo unos minutos recibimos una llamada diciéndonos que ustedes estaban de camino y que debemos dejarles pasar —informó Sager a Tony con ira apenas disimulada—. Así que supongo que eso los hace a usted y a la Dra. Stone especiales. —Sus ojos se deslizaron sobre Charlie, y no en una manera amistosa. Daba la impresión de no tomar ninguna ofensa, a Tony le frunció el ceño. —La familia tiene alguna influencia, ¿supongo? Sager hizo una mueca. —Su padre es juez federal. Él está ahí ahora, junto con su madre y alguien que creo que es el abogado de la familia. Lo que quiero saber es, ¿por qué no quieren que hable de nosotros? Charlie estaba bastante segura de que sabía la respuesta. —La reina adolescente se siente culpable —dijo Michael, haciéndose eco de sus propios pensamientos. Charlie sabía que estaba recordando la acusación de Raylene Witt simplemente como ella. Si Jenna había matado a Raylene, y, posiblemente, a Laura, también, podría muy bien no querer que nadie lo supiera. Decirle a Jenna por adelantado que hacer que sus víctimas se mataran entre sí era parte del Modus Operandi del Hombre de Jengibre por lo que podría o no, hacer que se sintiera mejor acerca de lo que había hecho, pero también sería manchar cualquier cuenta que ella diera de lo que había sucedido. Cuando llegara el momento para el juicio, los abogados defensores tendrían un día de campo pintando a los investigadores por haber guiado al testigo. Tony había explicado esto de camino, y Charlie sabía que era verdad. Solo esperaba que Jenna supiera que lo que había pasado fue de ninguna manera culpa suya. Tony se encogió de hombros.

—No se puede decir. —Entonces, con un movimiento de cabeza a Sager y un breve golpe, abrió la puerta para Charlie y la siguió, y Michael, a la habitación. Era una habitación de hospital típica, pequeña, fresca por el aire acondicionado, brillante por la luz del techo, y el olor a antiséptico. —¿Agente especial Bartoli? —Un hombre alto, de pelo plateado con un traje oscuro fue el primero en reaccionar ante su presencia. Se puso de pie en el lado opuesto de la cama del hospital junto a otro hombre, que era más bajo, corpulento, con escasez de cabello gris, en otro traje oscuro. Una mujer bien vestida, de unos cincuenta años estaba sentada en el lado cercano a la cama. Ella tenía el pelo corto de color rojo, con costoso estilo, y mientras miraba agudamente la llegada de Charlie, vio que sus rasgos eran notablemente similares a Jenna: delicado, bastante exclusivo. Jenna, estaba en la cama, en una posición semi-sentada lo que le permitía ver y ser vista sin obstrucción. Todavía estaba pálida, pero aparte de eso y el vendaje en su frente no había señales externas de su terrible experiencia que Charlie pudiera ver. Su largo pelo negro tinta, colgaba en una trenza gruesa sobre un hombro, y llevaba una bata de cama de color rosa satinado en la parte superior de su ropa de hospital. Una manta azul de hospital cubría desde la cintura hacia abajo. Una IV estaba en su brazo izquierdo, y su expresión mientras miraba a los recién llegados era a la vez nerviosa y cautelosa. —Hola, Jenna —dijo Charlie en voz baja mientras Tony y el hombre de pelo plateado, que se presentó como el padre de Jenna, el juez Alton McDaniels, se estrechaban la mano. Por un momento, los ojos de Jenna se clavaron en los de ella, y Charlie pudo ver el horror que acechaba en esa mirada. Jenna iba a ver un montón de gente queriendo hablar con ella sobre poner lo que había pasado a sus espaldas, y seguir adelante, olvidando lo que Charlie sabía que la chica nunca lo haría. Jenna simplemente la miró sin responder. —¿Quién es usted? —preguntó la madre de Jenna bruscamente. —Soy la Dra. Stone, hablamos por teléfono ayer por la noche, ¿recuerda? Su hija corrió a mi casa en busca de ayuda. —El rostro de la mujer no era exactamente hostil, pero no fue alentador, tampoco. Sin embargo, Jenna lo fue. Charlie estaba interesaba en que Jenna ayudara―. Soy psiquiatra. Estoy trabajando con el Agente Bartoli... —Ella asintió hacia Tony, que estaba hablando con el padre de Jenna y el otro hombre —... y su equipo para ayudar a atrapar al hombre que hizo esto.

—¿Por qué el monstruo me envío a su casa? —Había un filo de sospecha en la voz de Jenna. El monstruo, sabía Charlie, era la forma de referirse de Jenna al Hombre de Jengibre. ―¿Él te mandó expresamente a mi casa? ―A pesar de que Charlie había hecho la pregunta, sabía la respuesta: claro que lo había hecho―. ¿Por qué lo hizo? ―Dijo que el único lugar en el mundo donde no podría matarme era la enorme casa blanca al final del camino, dijo que si lograba llegar antes de que me atrapara, me dejaría vivir. ―La creciente emoción en la voz de Jenna llamó la atención de los hombres. ―Él quería involucrarme ―la dijo Charlie al mismo tiempo que el padre de Jenna decía: ―Jenna, ¿estás bien? Jenna asintió y su padre se giró para ver a Charlie con los ojos entrecerrados. ―Y usted es… Su esposa le dijo quién era por lo que Charlie se permitió distraerse con las presentaciones, saludó al Juez McDaniels; su esposa, Jill; y Clark Andrews, el abogado de la familia. ―Gracias por dejarnos hablar con Jenna ―dijo Tony cuando terminaron de presentarse. ―Siempre y cuando no se altere. ―Jill McDaniels sostenía la mano de su hija. Detrás de la tensión en su cara, también se veía cautelosa por lo que Charlie se preguntó qué fue lo que Jenna le había dicho. ―Haremos todo lo posible para atrapar a la persona que hizo esto ―prometió Tony. Se giró para ver a Jenna y con voz gentil dijo: ―Sería de gran ayuda si pudieras responder a unas cuantas preguntas, nos detendremos cuando quieras. Después de un momento de duda Jenna asintió. ―¿Te importa si lo grabo? Así no tendré que recordarlo todo ―preguntó Tony.

Jenna se giró para ver a su padre y ambos padres miraron a su abogado, él asintió. ―Siempre y cuando lo apague si se lo pido ―dijo Clark Andrews ―Por supuesto ―contestó Tony, sacó de su bolsillo una pequeña grabadora y la colocó en la pequeña mesa que estaba sobre la cama, junto al vaso de agua y otros objetos que ya estaban en la mesa; prendió la grabadora presionando un botón y se giró para ver a Jenna otra vez. ―Está bien, aquí vamos. ―Tony le dirigió una sonrisa a Jenna; Charlie estaba impresionada por el ambiente cómodo que él proyectaba―. ¿Dónde estabas y qué estabas haciendo cuando te secuestraron? Charlie sabía que él quería obtener información concreta en su haber tan rápido como fuera posible, en caso de que la sesión fuera interrumpida. Jenna respiró hondo. ―En Hampton, avenida Pembroke cerca de la intersección con la calle Mallory; nosotras, mi hermandad, estábamos en la carrera, ya sabe, la carrera de 5 km “no hay pretexto para el abuso de niños,” estaba entregando agua en la marca de los 3km, ya había entregado toda el agua y todos ya habían pasado, después un carrito de golf llegó y se llevó a Skyler, la chica con la estaba, a la meta ya que se sentía mal; ellos iban a regresar a por mí, pero ya estaba oscureciendo, por lo que empecé a caminar sola, había otras personas que también iban hacia allá, los estaba siguiendo así que no sentí que estaba sola ni nada por el estilo, recuerdo que el cordón de mi tenis se desató, me senté en el borde de la calzada para atarla, todos los demás seguían caminando y hablando, después… no sé… me desmayé. ―Sus labios comenzaron a temblar―. Cuando desperté estaba en esa… jaula. ―Cuando estabas caminando ¿viste a alguien sospechoso? ―preguntó Tony―. ¿alguien que ahora piensas que era el hombre que te tomó? Jenna movió su cabeza. ―No, nadie inusual, nadie que recuerde que se haya detenido, yo solo… yo escuché una voz, ¿vale? Entonces después, cuando... —Apretó los labios, suspiró. ―Uno de los doctores que la examinó anoche, dijo que tiene marcas en su cuerpo que coinciden con el uso de un arma paralizante ―le dijo el Juez McDaniels a Tony. Su cara estaba rígida y sus ojos irradiaban furia por lo que le habían hecho a su hija.

Tony asintió con sabiduría. ―Dijiste que escuchaste a alguien hablar, ¿recuerdas lo que dijo, Jenna? ―La voz de Tony era increíblemente suave. Jenna cerró los ojos brevemente. ―Recuerdo haber escuchado una voz anoche, justo antes de desmayarme había un hombre diciendo con voz rara: Hola, parecía que estaba detrás de mí. Nunca vi quién era, cuando desperté en la jaula, comencé a gritar, a gritar como loca. Él… nunca lo pude ver, estaba muy oscuro. Lo único que escuché fue otra vez una voz incorpórea. Él me dijo que si no me callaba me cortaría la garganta; le creí, así que me callé. Incluso desde donde estaba, Charlie pudo ver a la chica temblar. ―¿Recordarías la voz si la escuchas otra vez? ―preguntó Tony ―Yo… creo, como dije, que tenía una voz extraña. La mirada de Tony estaba puesta en la cara de la chica. ―¿Dónde estaba la jaula, Jenna? ―En una clase de vehículo, una furgoneta, creo, o tal vez una de esas camionetas pequeñas con caravana. La jaula ocupaba casi toda la parte de atrás, tenía bolsas para dormir y una clase de… baño. ―Jenna se detuvo y tomó aire profundamente. ―Había comida, bolsas de cacahuates y dos litros de agua, después del primer día nosotras… nosotras lo racionamos. ―¿Nosotras? ―preguntó Tony con precaución, Charlie sabía que ésta era un área sensible. ―Las otras chicas y… yo. ―¿Todas estaban en la misma jaula? ―preguntó Tony―. ¿Cuántas eran? ―Tres. ―¿Incluyéndote a ti? Jenna asintió ―¿Conocías con anterioridad a las otras chicas? Jenna negó con la cabeza.

―¿Pusieron a las otras chicas dentro de la jaula antes o después de ti? ―No lo sé, me la pasé durmiendo y despertando, pero recuerdo que en algún momento las vi y me di cuenta que no estaba sola; ellas estaban… ahí acostadas, incluso cuando estaba gritando; después me di cuenta que ellas también se habían desmayado. Finalmente, todas despertamos casi al mismo tiempo. ¿Drogas? Se preguntó Charlie. Probablemente habían bombeado gas en la parte trasera de la camioneta. La autopsia de las víctimas que murieron, la cual se estaba llevando a cabo justo en este momento si todo iba conforme al horario, les diría qué fue a lo que estuvieron expuestas las chicas; sin duda, le habían sacado sangre a Jenna para hacerle análisis, el que también les podría decir lo mismo, aunque lo que hubiera sido ahora estaba fuera de su sistema. ―¿Hablaste con las otras chicas? ―preguntó Tony. Jenna asintió. ―Ellas fueron… amables; hicimos un pacto, sin importar lo que pasara nos mantendríamos juntas. Cuando él llegó, sabíamos que llegaría, lo íbamos a atacar. Raylene… Raylene… ―La voz de Jenna tembló―. Ella era fuerte, hizo un arma con una peineta de metal que tenía en su cabello, uniendo los dientes de la peineta y sosteniéndola en su puño, era una especie de novillera de metal, dijo que iba a ir a por sus ojos, solo que… nunca tuvo la oportunidad. Jenna respiraba con dificultad, así que se detuvo. ―Mi niña ―susurró su madre, y Charlie se pudo dar cuenta de que tan fuerte estaba apretando sus manos. ―Jenna, ¿por qué Raylene no tuvo la oportunidad? ―La voz de Tony era suave. Jenna ahora estaba acostada sobre las almohadas, mirándolo fijamente y recordando con horror. ―Acordamos no dormir al mismo tiempo, que una de nosotras se quedaría despierta para que él no se nos acercara, pero… de todas maneras todas teníamos que dormir y… y cuando despertamos estábamos al final del pozo ―respiró y se giró para ver a su madre―. Estaba muy asustada. ―Jenna ―dijo la Sra. Daniels lastimeramente. ―¿Qué pasó entonces, Jenna? ―dijo rápidamente Tony. ―No quiero que se altere ―dijo repentinamente la Sra. McDaniels.

―Jill, déjala hablar ―le dijo el Juez McDaniels a su esposa. La señora McDaniels le dirigió una mirada enfadada a su esposo y después se concentró en su hija. ―Cariño, ¿quieres seguir? Jenna miró a su madre, tenían las manos sostenidas tan fuerte que los nudillos de la Sra. Daniels se estaban tornando blancos. Jenna se humedeció los labios, asintió y se giró para ver a Tony otra vez. ―Anoche… no puedo creer que fuera anoche, dios mío. ―Hizo una pausa, suspiró y luego continuó―. Como sea; estaba muy oscuro, apenas nos podíamos ver la una a la otra. Al principio no sabíamos lo que estaba pasando, no sabíamos en donde estábamos, no sabíamos nada, solo que estábamos en ese lugar enmohecido y oloroso que además estaba húmedo. Nos despertamos y empezamos a tocar las cosas, tocar la pared y ver si podíamos encontrar una manera de salir. Raylene fue la que dijo que pensaba que era un pozo y creo que tenía razón, era muy profundo, con paredes de pierda curvadas y babosas, eran desagradables y era imposible agarrarse. En la parte de arriba pudimos ver un pequeño círculo del cielo nocturno. No había nada que pudiéramos hacer, no había manera de escalar y escapar. Estábamos gritando pero no servía de nada, solo regresaba el eco de nuestras voces y nadie venía. Se oía ajetreo y nos giramos para mirar, el agua comenzó a caer, repugnante agua fría, salía a borbotones desde una manguera gigante, intentamos alejarnos y lo hicimos abrazando los bordes del pozo; pero el agua seguía cayendo y cada vez estaba más profundo y Laura empezó a llorar y a decir que no sabía nadar. Jenna se desmoronó y cerró los ojos. ―Todo está bien ahora, estás a salvo ―le dijo la Sra. Daniels a su hija. Jenna respiró profundamente y asintió, después abrió los ojos y se giró para ver a Tony. ―Fue cuando lo vimos, cuando el agua comenzó a llegar hasta nuestro pecho; Laura perdió el control, estaba llorando e intentábamos decirle cómo nadar. Él se inclinó sobre el pozo y nos iluminó con una lámpara. Al principio pensé que era alguien que venía a ayudarnos por lo que le rogué que nos sacara de allí; después, debió resbalarse con la luz y lo vi, llevaba puesta una sudadera negra o algo así junto con una de esas máscaras de Guido Fawkes, ya sabe toda blanca con una sonrisa escalofriante, y dijo… él dijo… Cuando se desmoronó otra vez, Tony esperó unos segundos y preguntó:

―¿Qué dijo? Charlie casi pudo ver el escalofrío pasar por la piel de Jenna. La chica dio un suspiro estremecedor, después se paró derecha y miró fijamente a Tony. ―Él dijo: dos de ustedes morirán hoy, tal vez las tres lo harán. Dejaré que una viva… si mata a las otras. Mata a las otras y dejaré que la última se vaya a casa. ―De repente, la voz de Jenna era clara y fría, como si estuviera repitiendo palabras que habían ardido dentro de su cerebro; Charlie sabía que lo habían hecho, también sabía que esas palabras perseguirían a Jenna el resto de su vida. El corazón de Charlie sufrió por la chica. ―¿Qué pasó después? ―apuró Tony. ―Después tiró un cuchillo al agua y dijo que una de nosotras tenía que agarrarlo e ir tras las demás, pero ninguna lo haría. Él seguía llenando el pozo, lo había llenado y nos había dejado nadando durante un rato y después lo había drenado, y cada vez que lo llenaba era peor que la última porque dejaba el agua más tiempo, y ya sabíamos lo que pasaría. Raylene y yo sabíamos nadar pero era horrible y escalofriante y el agua estaba demasiado fría y como que se arremolinaba, lo que lo hacía peor porque había una corriente y sentíamos como si nos fuera a tragar. Nos dimos cuenta que no podíamos hacerlo para siempre; Laura lo intentaba pero de verdad no podía nadar y comenzaba a cansarse y nosotras también nos estábamos cansando por ayudarla. Después de lo que parecía que era la cuarta vez, cuando la mayor parte del agua había sido otra vez drenada y Laura se colapsó en el fondo, Raylene dijo: “No lo va a lograr” y cuando me giré para mirarla, ella había agarrado una roca y estaba pasando a hurtadillas por el fondo del pozo hacia Laura, la miré y dijo: “Se va a ahogar de todas maneras,” después golpeó a Laura en la cabeza con la roca, Laura empezó a gritar pero Raylene seguía golpeándola y golpeándola en la cabeza con esa roca, había sangre por todas partes y su cerebro comenzaba a salir y después Laura… ella solo se encogió en el lodo y murió. Jenna acercó sus piernas hacia sí rápidamente y cubrió su cara con ambas manos. Charlie pudo ver cómo la atacaban los escalofríos. ―Cariño. ―Con ojos llorosos la Sra. Daniels se levantó de su silla. Jenna dejó caer las manos, tenía lágrimas cayendo de sus ojos. ―Mamá, ahí fue cuando yo… ―Jenna ―interrumpió el abogado―, es suficiente, Agente Bartoli, por favor, apague la grabadora.

Capítulo 14 Traducido por Princesa de la Luna y Gabbii Rellez

J

Corregido por ruth m.

enna comenzó a sollozar. La Sra. McDaniels envolvió a su hija en un abrazo. La visión de madre e hija tan amorosamente entrelazadas, hizo que la garganta de Charlie se apretara, su reacción excesivamente emocional era, lo sabía, el resultado de sus propios problemas con su madre y nada que ver con el caso.

Tony apagó la grabadora como había sido solicitado, aunque cuando apretó el botón dijo, mirando primero al abogado y luego al Juez McDaniels: ―Realmente nos ayudaría escuchar el resto de su historia. Todos estamos en el mismo equipo aquí. Cuando el abogado negó con la cabeza y el juez respondió con: ―Eso es todo lo que mi hija tiene que decir. Tony dijo: ―¿Puedo hablar con ustedes dos durante un minuto en privado? Y ellos estuvieron de acuerdo en que los tres hombres fueran a una sala. Por el rabillo del ojo, Charlie estaba al tanto de Michael en un movimiento de manera protectora más cerca de ella y puesto que Tony se había ido él sintió que tenía su juego, guardaespaldas de la vulnerable mujer. Pero no dijo nada. Solo se apoyó en la pared, cerca de ella, con los brazos cruzados sobre el pecho, un incondicional centinela, sabía que podía contar para tenerla de vuelta. A medida que su mirada lo encontró y sus ojos se mantuvieron durante un brevísimo instante, ella inmediatamente se sintió más tranquila, más centrada. Reconoció la ridiculez del hecho, ¿cómo demonios era su mundo cuando el fantasma de Michael Garland servía como una presencia terrenal? Fue entonces cuando Charlie recordó que él era, probablemente, el mismo tipo exacto de monstruo como el que cazaba.

Un escalofrío se deslizó por su columna vertebral. Tengo que saber la verdad. No importa qué, tenía que determinar para su propia satisfacción, si Michael era inocente o culpable. El no saber terminaría por desgarrarla. La puerta se abrió. El Juez McDaniels asomó la cabeza en la habitación. ―Jill, ¿puedes venir aquí un minuto? ―No la voy a dejar. La Sra. McDaniels estaba sacudiendo la cabeza mientras miraba a su alrededor con la mirada. Con su cabeza en el hombro de su madre ahora, Jenna estaba llorando en jadeos profundos y estremecedores. Al escucharla, Charlie recordó el miedo y el dolor, la culpa hecha añicos, la desesperación, se había sentido así hacía muchos años y su corazón se rompió por la chica. ―¿Sra. McDaniels? Charlie se acercó. ―Si tiene que ir a hablar con ellos, me quedaré aquí con Jenna. No estará sola. ―Es importante, Jill ―insistió el Juez McDaniels. Jenna soltó a su madre y se secó los ojos. ―Mamá, estaré bien. ―¿Estás segura? Jenna asintió y con una mirada escrutadora a Charlie, la Sra. McDaniels se unió a los demás en la sala. ―¿Así que esto es una especie de truco para conseguir que me abra a usted ahora que estamos solas? ―Los ojos de Jenna se llenaron de lágrimas. Su voz era temblorosa como consecuencia de sus sollozos. También era débilmente hostil. Charlie negó con la cabeza. ―No, te lo prometo. De todos modos, soy médico. Todo lo que tienes que hacer es reclamar el privilegio médico/paciente y no podré repetir todo lo que me digas. Observó a Jenna absorbiendo eso.

―Anoche no paraba de hablar de... alguna persona invisible. ¿Qué estaba pasando con eso? Por suerte, Charlie ya había anticipado que Jenna podría hacerle esa pregunta en particular. ―No me gusta hablar de mis creencias, pero te diré que cuando estoy bajo una gran cantidad de estrés, como lo estaba la noche pasada, tiendo a rezar en voz alta ―dijo ella con dignidad. ―Oh. Charlie, por el rabillo del ojo vio la sonrisa irónica de Michael. Vio a Jenna digerir sus palabras, vio cómo la última de su hostilidades se desvaneció. Los ojos de Jenna estaban enrojecidos y todavía húmedos por las lágrimas y el sollozo ocasional todavía la sacudió. Charlie recordaba demasiado claramente cómo se había sentido al estar en los zapatos de Jenna, terrorífico, desorientador, alma desgarrada, solitario. Como si toda su vida hubiera sido destruida y hubiera sido dejada en un lugar que no conocía, en un lugar que ni siquiera se sentía como si fuera real, sin nadie que la conociera, o que ella lo conociera. Y tomó una decisión. ―Jenna ―dijo―. Sé lo que estás pasando. Hace quince años, sobreviví al ataque de un asesino en serie, también. La niña limpió una lágrima que había comenzado a deslizarse por su mejilla y miró a Charlie con suspicacia. ―¿De qué está hablando? ―Cuando tenía diecisiete años, mi mejor amiga y toda su familia fueron asesinados por un asesino en serie. Yo estaba en la casa. Tuve la oportunidad de salvar a mi amiga, pero tenía demasiado miedo de que me fuera a coger y matarme, también. Yo… ―Se escapó y se escondió. No esperaba que Charlie la golpease en el corazón de la confesión. Tenía que dejar de hablar y respirar. ―¿Es esa la verdad? ―exigió Jenna. Contrólate, se ordenó Charlie a sí misma con fiereza y asintió. Entonces ella habló a Jenna sobre Holly.

En el momento en que terminó, estaba sentada en el borde de la cama y ella y Jenna estaban sosteniéndose las manos. ―Vas a experimentar la culpa del superviviente ―le dijo Charlie―. Habrá días en que te preguntes por qué vives y los otros murieron. Te vas a sentir deprimida y vas a tener miedo y vas a sentirte enfadada. Es posible que tengas pesadillas. Puedes notar que tienes escenas retrospectivas, o volver a examinar cada pequeño detalle de lo que sucedió de forma obsesiva. Puedes atacar a las personas que están intentando ayudarte. Todas esas cosas son las reacciones normales al trauma que has pasado. Nunca vas a olvidar lo que pasó y nunca vas a ser la misma persona que eras antes de que sucediera. Siempre habrá un antes y un después. Pero estoy aquí para decirte que puedes salir de esto, puedes continuar con tu vida, puedes seguir y tener éxito y ser feliz y enamorarte y… Charlie se interrumpió cuando la puerta se abrió y la Sra. McDaniels, el Sr. Andrews, y Tony se presentaron de nuevo en la habitación. Mientras se reunían alrededor de la cama, Charlie apretó la mano de Jenna y cedió su lugar a la madre de Jenna. ―¿Así que van a decirme de qué iba la reunión? ―Jenna miró a uno de sus padres a los otros. Su padre se aclaró la garganta. ―Después de hablar con el agente Bartoli, pensamos que es mejor si le dices a él exactamente lo que sucedió, exactamente de la manera que nos lo contaste a nosotros. Jenna aspiró aire. Pareció encogerse, como un niño atrapado haciendo algo mal. ―Papá… ―Puedes decírselo, cariño ―dijo la señora McDaniels. ―Quiero que empieces donde lo dejaste ―dijo Tony―. ¿Qué pasó después de que murió Laura, Jenna? Jenna se encontró con los ojos de Charlie. ―Está bien, Jenna ―dijo Charlie―. Puedes confiar en nosotros. Jenna asintió y cerró los ojos. Cuando empezó a hablar, con una inclinación de cabeza al juez McDaniels, Tony en un susurro encendió la grabadora de nuevo.

―Después de que muriera Laura, Raylene estaba arrodillada junto a ella, sujetando esa roca. El monstruo en la parte superior del pozo gritó: “Sólo una más, y podrás irte a casa,” en esa voz presumida y supe que estaba hablando con Raylene. Sabía que quería decir que ella me matara a continuación. Jenna se interrumpió entonces y se humedeció los labios. Abrió los ojos y miró a su madre, cuyo rostro estaba lleno de amor y angustia. Mientras continuaba, su voz era apenas un susurro. ―Así que cuando se puso de pie, agarré el cuchillo del barro y la apuñalé con él. Le apuñalé y le apuñalé hasta que estuvo muerta. Entonces, acabado el trabajo, el monstruo gritó: “¡Felicidades, tenemos una ganadora!” Y bajó una escalera en el pozo y salí y me dijo que corriera. Y lo hice. En ese momento estaba completamente blanca y las lágrimas se deslizaban por sus mejillas. ―Solo hiciste lo que tenías que hacer. ―La señora McDaniels sonaba como si las palabras fueran arrancadas de ella. ―Está bien, tiene suficiente ―dijo el juez McDaniels abruptamente a Tony, cuando su esposa echó los brazos en torno a su hija y Jenna estallaba en sollozos ruidosos. Observando a la madre y a la hija aferrándose juntas, Charlie tuvo que darle la espalda. El momento se sentía demasiado privado para presenciarlo. ―Gracias por su cooperación ―habló Tony con el juez McDaniels en voz baja mientras recogía su grabadora y la dejó caer en el bolsillo―. Estaremos en contacto. Charlie, por su parte, sacó una tarjeta de visita de su cartera y escribió su número de teléfono móvil en la parte posterior de la misma. En el momento en que ella y Tony habían dicho adiós al juez McDaniels y el Sr. Andrews, Jenna una vez más se inclinó hacia atrás sobre las almohadas, mientras que su madre se sentaba a su lado sosteniendo su mano. La respiración de Jenna seguía siendo desigual, con los ojos todavía brillando con las lágrimas, pero había determinación en la inclinación de su mentón y una nueva fuerza en la línea firme de su boca. Jenna, Charlie estaba segura, iba a estar bien. Tenía la tarjeta de modo que Jenna podía verla, Charlie la puso sobre la mesa junto a la cama, a su alcance. ―Llámame si quieres hablar ―le dijo a Jenna.

―Gracias. ―La voz de Jenna se tambaleó, pero consiguió la más pequeña de las sonrisas. ―Sí, gracias, Dra. Stone. ―La señora McDaniels se hizo eco por encima del hombro y Charlie asintió con la cabeza a modo de respuesta. ―¿Sabes qué? Realmente eres una buena persona, Charlie Stone ―dijo Michael en su oído cuando salieron de la habitación―. Y viniendo de mí, eso es raro. Charlie no podía responder, porque justo en ese momento, Tony intercambiaba unas palabras rápidas con Sager y los hombres que estaban con él y con los agentes especiales Flynn y Burger, quienes se habían presentado para relevar a Sager y al equipo de vigilancia de la puerta y estaba rodeada de vivos. Entonces, Tony la tomó del brazo y la condujo hacia el ascensor. Había hecho arreglos para que Kaminsky y Buzz cambiaran su coche con ellos, dejando el Lincoln alquilado cerca de la zona de carga y alejándose en su coche. Eso funcionó a las mil maravillas ―la mitad de los tipos de los medios de comunicación presentes estaban ocupados persiguiendo a Kaminsky y Buzz y la otra mitad, mantenía sus posiciones, sin prestar atención al Lincoln cuando Tony sacó el morro fuera del estacionamiento. Cuando conducían, ella y Tony hablaron ― de algo, ella preguntó: ―¿Cuál fue la confabulación en la sala? ―Y él le dijo que había decidido hablarles a los McDaniels y al abogado sobre el M.O. del Hombre de Jengibre para que no tuvieran miedo de que Jenna se enfrentara a problemas legales si confesaba haber matado a Raylene. Todo mientras Charlie era consciente de un pequeño y caliente brillo pulsando profundo en su interior. Sirvió como un pequeño pero constante contrapunto a la ola de frío horror que la visita a Jenna había evocado y llegó, lo sabía, de las palabras de Michael. No era mucho lo que él había dicho, tanto como la forma en que lo había dicho, no había sido, pensó, con genuina admiración en su voz. Aprobación y, sí, el afecto se había mezclado en alguna parte, también. Su opinión sobre ella significaba algo para ella. En realidad, significaba mucho. La comprensión no exactamente la hacía feliz. En pocas palabras, sin embargo, se trataba de un hecho nuevo de su vida con la que solo iba a tener que lidiar. Ella y Tony tomaron un almuerzo rápido en la Mutua Farmacia y Cafetería, la cual estaba llena de gente, con los miembros del equipo de fútbol de Powell Valley High School que estaban teniendo una comida después del entrenamiento, que eran capaces de comer sin molestias a excepción de unas

cuantas olas de amistad. Hablaron en la tienda de todo, aunque Tony no la lanzó ningún comentario aspirantes a coqueteo. Teniendo en cuenta que Michael estaba recostado al lado además de escuchar cada palabra que decía, coquetear con Tony era imposible, así que no siguió a través de eso y esa parte de la conversación llegó a ninguna parte. Lo cual no fue de su agrado exactamente ―una relación con Tony era algo que realmente quería explorar― pero dadas las circunstancias, ¿qué podía hacer? Se las arregló para consumir su almuerzo sin tener que preocuparse demasiado sobre Michael, quien estaba viéndose cada vez más disgustado al escuchar su conversación. Pero él no hizo nada más perjudicial que hacer el comentario molesto, extraño, del que ella, por supuesto, hizo caso omiso y los observó comer. Tony estaba pagando la cuenta ―departamento cara cuenta, bromeó― cuando el móvil de Charlie sonó. Habiendo establecido su teléfono en vibración, había estado dejando que sus llamadas fueran al correo de voz, pero vio que era de Tam. Tam era diferente. Tam era importante. Tam llamaba ―y Charlie odió pensar en lo que dijo sobre que sus prioridades estaban ahora ordenadas― podría ser muy bien sobre Michael. Esta llamada tenía que tomarla. Disculpándose ante Tony, se dirigió al aseo de las damas. ―Puedes esperar aquí ―le dijo a Michael en la puerta. Un par de mujeres de edad salieron del baño en ese momento. Michael las miró y luego la miró de vuelta a ella. ―¿Me ve discutiendo? ―Él colocó su ancha espalda contra la pared junto a la puerta. Charlie entró y llamó a Tam. ―¡Oh, querida, estoy en ese estado! ―exclamó Tam sin preliminares cuando se conectó―. ¿Dónde estás? Charlie se lo dijo. ―¿Estás a salvo? ¿No estás en ningún tipo de peligro? Charlie miró alrededor del pequeño baño de azulejos azules. El último puesto estaba ocupado por una mujer y su hija. Charlie lo sabía, porque las oía hablar ―pero aparte de eso, estaba sola. ―No, estoy bien.

―Bueno, escuché que hay peligro a tu alrededor. Pésimo peligro. Desde que hablé contigo, he recibido visiones de que estás siendo absorbida en esa nube gris gigante. Hace que se me hiele la sangre. ―¿Qué clase de peligro? ―Charlie trataba de no dejar que su voz cambiara. Conocía a Tam: Tam era el verdadero trato. Si Tam decía que estaba en peligro, entonces Charlie se preparaba para tomar su palabra. ―No lo sé. No está claro. Solo sé que está cerca, más cerca de lo que piensas. Por alguna razón no puedes verlo. Es como si estuvieras ciega, o una venda estuviera siendo puesta sobre tus ojos o algo así. ―La voz de Tam tenía un matiz de urgencia―. Me gustaría poder ser más específica, pero no puedo. Aún no. ―Está bien. ―Charlie sintió como una mano fría estaba agarrando la parte posterior de su cuello. Se contuvo mirando cautelosamente alrededor del cuarto de baño. No era más de dos lavabos, tres puestos. Dondequiera que el peligro acechara, estaba bastante segura de que no estaba allí―. Gracias por avisarme. ―Me estoy enfocando muy intensamente. Tendré un avance pronto. ―Tam respiraba con dificultad. Charlie podía oírlo a través del teléfono―. Ten cuidado, ¿me oyes? El sonido de la cisterna del inodoro hizo que Charlie diera un salto. Un momento después, la niña y su madre surgieron para ir al lavabo. ―Tendré cuidado. ―Charlie instintivamente se aseguró que su espalda estuviera contra la pared mientras miraba a la madre y su hija en el lavabo. El conocimiento de que Michael estaba justo fuera era reconfortante. Si gritaba, él lo escucharía. Pero entonces, dado que él era tan sólido como la niebla, ¿de qué serviría? ―Te llamaré, cherie, en el momento en que consiga más ―prometió Tam y como dijo " Gracias”, Charlie desconectó. Dejando caer su teléfono en el bolso, el primer instinto de Charlie fue correr tan rápido como pudiera hacia Michael y Tony y contarles lo que Tam había dicho. Pero mientras pensaba en ello, la idea de decirle a Tony que su amiga psíquica le había advertido que estaba en peligro, la hacía sentirse incómoda. ¿Hasta dónde en el lado de la tuerca de la ecuación ella quería que realmente él supiera qué era? En cuanto a Michael, estaba el factor sólido como niebla a considerar. ¿Además de que ya estaba en modo sobreprotector, y ella realmente no quería

arriesgarse a que él comenzara a insistir de nuevo en la forma en que tenía que encontrar un nuevo trabajo? A medida que la madre y la hija se fueron, Charlie se lavó las manos, se echó un poco de agua fría en la cara, a continuación, tomó un momento para cepillarse el pelo y suavizar el brillo de labios. Durante todo el tiempo estaba pensando en el asunto. No podía decírselo a Tony. ¿Pero a Michael? Charlie no había tomado una decisión cuando salió del baño para encontrar a Michael, como había esperado, todavía estacionado en la puerta. Enderezó su estatura cuando se acercó a él, barriéndola con una mirada sardónica. Entonces sus ojos se estrecharon en su rostro. ―Entonces, ¿qué te pasa? ―le preguntó él. Charlie frunció los labios. Caminó por el corto pasillo hacia el comedor principal, donde sabía que Tony estaría esperándola. Michael cayó a su lado. ―Algo pasa ―insistió―. En caso de que todavía no lo entiendas, tu cara es tan fácil de leer como una señal de neón. Puedes seguir adelante y decirme lo que pasó allí, o podemos jugar a las veinte preguntas hasta obtener una respuesta. Elige. Charlie le echó un vistazo. ¿Podría realmente leerla tan fácilmente? La respuesta fue, al parecer sí. Entonces suspiró y se rindió. La verdad era que casi seguro que se lo diría de todos modos. Tenía que decírselo a alguien y Michael era el único que no solo creería en ella, porque había tenido experiencia de primera mano con los dones de Tam, sino que apreciaría la gravedad de la advertencia. ―Tam llamó. El pasillo estaba desierto. Charlie dejó de caminar, se volvió para mirarlo. Se detuvo, también. Sus cejas se levantaron. ―¿La sacerdotisa vudú? ―Luego frunció el ceño, como si se le ocurriera que él podría haber sido el tema de la conversación―. ¿Qué quiere? Charlie dudó. Mientras había estado tangencialmente absorbiendo lo alto y la complexión fuerte y absolutamente bien parecido que era, una pequeña y horrible pega de sospecha se insertó en su cerebro.

Una vez que estuvo allí, no había nada que pudiera hacer al respecto. Se retorcía alrededor tomando una vida propia. ―Llamó para avisarme. Dijo que estoy en peligro. Sus ojos se estrecharon. Apretó la mandíbula. ―¿Qué clase de peligro? ―preguntó con cuidado. Ella negó con la cabeza. ―Tam no lo sabía. Simplemente me dijo que debía tener cuidado. Dijo que vio que era tragada por una gran nube gris y que eso era malo. Incluso mientras lo decía, Charlie sintió que se arrastraba el frío en la parte posterior de su cuello otra vez. Michael juró. Luego dijo: ―¿La tomas en serio? Charlie asintió con la cabeza. ―Sí. Sí, lo hago. Su rostro se suavizó fraccionadamente. ―No tienes que estar muy preocupada, botón de oro. Yo te cubro. Y de aquí en adelante, no te voy a dejar fuera de mi vista. ―Sí, pero ¿qué pasa si eres el peligro que Tam vio? ―Ese era el pequeño pensamiento persistente que había estado retorciéndose alrededor de los bordes de la mente de Charlie y ahora había salido de ella. Después de todo, no era como si no hubiera nada físico que pudiera hacer por ella, incluso si la venda había sido totalmente tirada sobre sus ojos y él en realidad era el asesino psicópata en el que había pensado al principio. No creía. ―¿Yo? ―La primera vez se mostró sorprendido, luego disgustado―. De igual manera, ¿piensas que estás en peligro de mí? La mirada que Charlie le dio, rebosaba toda la desconfianza latente que había estado discutiéndose a sí misma desde que él había muerto. Cuando él encontró su mirada, sus ojos se enfriaron. Entonces se endurecieron. Él le dio la más pequeña de las sonrisas burlonas.

―Si ese es el caso, entonces supongo que tendría que decir que tienes una suerte de mierda. Otras dos mujeres aparecieron en la parte superior del pasillo, claramente dirigiéndose hacia el baño de mujeres y Charlie comenzó a caminar de nuevo. Michael acechó ―esa era la única palabra para eso― a su lado y una mirada a su cara le dijo que estaba seriamente enfadado. ―No me asustas, Casper ―dijo entredientes debajo de la cubierta de una mano que levantó para cubrir ostensiblemente su boca. ―¡Cuidado, doctora! ―dijo―. Me estás haciendo enfadar. Por suerte para ti no tengo acceso a un cuchillo fantasma. ―Eso estaba fuera de línea ―estalló hacia él a medida que avanzaban hacia el comedor, completamente consciente de que ya no estaban solos, sino con la esperanza de que en medio del alboroto del equipo de fútbol nadie se diera cuenta de que estaba hablando con el espacio vacío―. Tam dijo que la venda estaba siendo arrastrada sobre mis ojos. Sería una tonta si no soy prudente. ―Oh, está bien y eso sería por mí. ―Sus ojos brillaron hacia ella―. Pero has descubierto que no tienes que tener miedo de mí, porque yo estoy muerto, ¿verdad? Sería diferente si todavía estuviese vivo. Antes de que pudiera responder, Tony la localizó, llamándola por su nombre y tuvo que apartar la mirada de Michael y sonreírle. *** Dos horas más tarde, ella, Tony, Buzz y Kaminsky (además de un todavía, obviamente, enfadado Michael) se encontraban a bordo del avión privado del equipo en su camino a Columbia, Carolina del Sur, donde vivía David Myers. Había accedido a reunirse con ellos a las cuatro. Después de eso, hablarían con los investigadores locales, entrevistarían a la víctima superviviente, que aún vivía en la zona y recorrerían el lugar de la matanza. Entonces volarían a Charlotte, Carolina del Norte, donde pasarían la noche. Por la mañana iban a entrevistar a Eric Riva, vuelta al lugar de la matanza del Grupo Cuatro (no hubo víctima superviviente de ese grupo), luego en coche las 83 millas a Winston Salem, donde se reunirían con el experto final, Jeffrey Underwood y visitarían el lugar de la matanza del Grupo Cinco. El superviviente del Grupo Cinco, entonces de diecisiete años, Andrew Russell, se había mudado a Seattle, Washington. Se acordó que el método más eficiente en el tiempo de hablar con él y otra superviviente geográficamente distante era a través de Skype.

En el avión, todos estuvieron ocupados con su respectivos trabajos, por un rato, excepto por el ruido del motor, rugiendo tranquilo. Charlie recopiló una lista de posibles expertos que ella adivinaba serían el próximo objetivo del Hombre de Jengibre. Al limitarse a la zona geográfica general que parecía ser la zona acostumbrada del asesino, y haciendo todo lo posible para extrapolar lo que podía señalar del Hombre de Jengibre a un particular currículum, llegó con una lista de diez posibilidades. No estaba por mucha media completo, como le dijo a Tony cuando se lo presentó, ni tenía alguna idea de si el Hombre de Jengibre actualmente elegiría a algunos de los expertos en la lista. Pero como Tony dijo, era un punto para empezar, e inmediatamente alertó a los oficiales del FBI local para vigilar a las personas que mencionó, y para iniciar la búsqueda en un radio de diez millas de sus ubicaciones para posibles futuras muertes. No bahía tiempo que perder. Jamás ninguno de ellos perdió el sonido del reloj. En aproximadamente doce días más, el Hombre de Jengibre recolectaría a sus nuevas víctimas, el ciclo de asesinatos volvería a empezar. ―Él necesitó algún tipo de equipo, una manguera de calidad industrial y una, presumiblemente, para desviar el agua de la fosa secundaria a la primaria ―dijo Tony. Para entonces, todos estaban sentados juntos en los cómodos asientos de cuero que rodeaban la pequeña mesa de conferencias en óvalo en el centro del avión. Kaminsky tenía su ordenador. El resto de ellos se basaban en sus propias notas o dispositivos, o memorias para, mantenerse al día. El día era hermoso y caluroso, el vuelo fue tranquilo, y fuera de la ventana en el codo de Charlie el cielo era infinitamente azul por encima de una capa de nubes blancas espumosas. ―El pozo secundario estaba alimentado por una corriente subterránea, por lo que siempre estaba lleno ―dijo Kaminsky―. La continua inundación era una de las razones por la que el sitio había sido abandonado. ―¿Podemos tratar de identificar y rastrear el equipo? ―preguntó Tony. ―En ello ―dijo Buzz, y picoteó una nota en su tableta―. Probablemente es un alquiler. Si es así, esto será un pedazo de pastel. ―Lo que tenemos aquí es un poderoso buscador asesino ―dijo Charlie pensativa―. No hay componente sexual hacia los asesinatos en absoluto, y no hay motivación, o bien, hasta lo que puedo decir. Pero creo que hay objetivo detrás de los asesinatos más que la emoción que recibe de actuar como Dios hacia las víctimas. Por supuesto, podría ser algo tan sencillo como que obtenga un cargo de reto viniendo de esto y luego actuar en estos escenarios de muerte. O podría ser otra cosa.

―El tipo es un maldito enfermo. ―Michael estaba tendido en el sofá frente a la zona donde Charlie y los demás estaban sentados. Sus ojos azules eran imposibles de leer. Su boca tenía una mirada dura―. Vamos, nena. Fin de la historia. ―Acabamos de recibir los resultados preliminares de los objetos dejados en la cocina de la Dra. Stone. ―Kaminsky estaba buscando en su ordenador―. El cuchillo fue el arma utilizada para matar a Raylene Witt. Las únicas huellas en él eran de Jenna McDaniels, lo que confirma su relato de lo que pasó. Y la escritura No me puedes atrapar es consistente con la de Laura Peters. Sus huellas estaban por todo el papel y sobre. No había nadie más. ―Así que el sospechoso hizo que Laura Peters escribiera la nota ―dijo Tony―. Está jugando con nosotros. Sabía que habíamos estado salivando por la idea de que teníamos una muestra de su letra. Y estoy cien por cien convencido que dejó el cuchillo porque quería asegurarse de que sabíamos que Jenna McDaniels mató a Raylene Witt. ―Como he dicho, es un jodido enfermo ―dijo Michael. Charlie le lanzó una mirada, con un brazo escondido detrás de su cabeza se veía lo suficientemente cómodo, aunque sus anchos hombros eran demasiado anchos para el estrecho sofá, luego concentró su atención en los demás, que en realidad estaban tratando de aportar algo productivo a la discusión. ―Laura Peters fue al bar Omar justo antes de que fuera secuestrada, está a la vuelta de la esquina de Pembroke Avenue, donde Jenna McDaniels fue recogida. ―Kaminsky seguía mirando a la pantalla de su ordenador. ―Lo que nos deja con la pregunta: ¿fue allí a atacarlas, o fueron escogidas al azar? ―preguntó Tony. ―Tiene que haber un denominador común entre las víctimas. ―Porque estaba básicamente pensando en voz alta, Charlie miró a Tony sin realmente verlo―. ¿Qué hace que los escoja? Laura Peters no podía nadar, por ejemplo, y optó por someter a ese grupo a la muerte por ahogamiento. La pregunta que debemos hacernos es, ¿sabía que Laura Peters no sabía nadar? Y si es así, ¿cómo lo supo? ¿Y qué hay de los otros? ¿Por qué eligió los escenarios de muerte de acuerdo con su miedos? Si es así, ¿cómo conoció a sus víctimas, y de lo que tenían miedo? ―Raylene Witt era una manicurista en Hollywood Nails en Hampton. Tal vez en algún momento hizo las uñas de las chicas ―ofreció Buzz.

Tony le miró. ―Voy a comprobarlo ―añadió Buzz apresurado. Entonces hizo una mueca―. No podía haberlo hecho en el día que desaparecieron, sin embargo, cuando fue la única vez que Jenna McDaniels estuvo en Hampton. Raylene había dicho que estaba enferma el miércoles, que es el día que desapareció, y no estaba programada para trabajar de nuevo hasta el sábado. Solo, porque vivía sola, nadie sabía que había desaparecido. ―Tal vez haya una clínica de veinticuatro horas o en la farmacia o algo cerca de ese bar donde Laura fue atrapada y la calle donde la Reina Adolescente fue recogida. Tal vez la gritona había terminado porque estaba enferma. Porque es lógico que todas fueron tomadas en la misma zona. ―Michael estaba mirando hacia el techo en lugar de mirar a Charlie. Ella lo sabía, se dio cuenta enfadada, porque le estaba mirando. Pero sus comentarios eran repetitivamente aburridos, así como ella. ―Voy a ver eso, también ―dijo Buzz. ―Sabes, creo que acabas de encontrar un denominador común para estas tres últimas víctimas. ―No había apenas emoción contenida en la voz de Kaminsky―. Todas estuvieron en terribles accidentes de coche cuando eran jóvenes. La madre de Raylene Witt murió cuando un conductor ebrio golpeó el coche de la familia. Raylene tenía seis años. Sus lesiones fueron menores. Laura Peters estuvo en un accidente de coche cuando tenía doce años. La madre de un amigo estaba conduciendo un grupo de cuatro chicas a una fiesta de cumpleaños. Kylie Waters y Sara Goldberg, que las dos tenían doce, también, fueron asesinadas. (―Hay tienes ―dijo Michael, su mirada cambiando a Charlie―. Kylie y Sara. ―Recordando a las dos niñas que habían venido a por Laura, Charlie pensó: Sí, eso suena bien. Esas niñas, que eran supuestamente sus amigas más cercanas en el momento en que fueron asesinadas, habrían llegado a llevar a Laura a la luz. Presumiblemente.) ―Luego está Jenna McDaniels. A la edad de dieciséis, se dirigía a un baile cuando se produjo un accidente en el que el coche volcó. El muchacho que conducía, Tommy Stafford, que estoy presumiendo era su cita, fue asesinado. ―Podría ser una coincidencia ―advirtió Buzz. ―No hay tal cosa como la coincidencia ―dijo Michael. Miraba al techo de nuevo.

―Está bien, queremos comprobar en primera opción, al personal del hospital, alguien que podría haber estado en la escena de los tres accidentes ―dijo Tony―. Si es una coincidencia, es una muy grande. ―Me pondré a ello. ―Kaminsky escribió algo en su ordenador. La voz del piloto llegó por el intercomunicador, diciéndoles que se prepararan para el aterrizaje. Estaban en el suelo no mucho tiempo después. ―Oh, por el amor de Dios, ¿sigues haciendo pucheros? ―le susurró Charlie a Michael, aprovechando un momento semi-privado mientras Tony hablaba con la tripulación de vuelo, Kaminsky hacía una llamada de teléfono, y Buzz fue a buscar el coche de alquiler. Michael estaba ceñudo y silencioso en la pista a su lado. ―¿Haciendo pucheros? ―La mirada que se inclinaba hacia ella era aguda con incredulidad―. No estoy haciendo pucheros. ―Ah, ¿sí? Podrías haberme engañado. Entonces Buzz se detuvo con el coche de alquiler y cualquier posibilidad de continuar la conversación, al menos por su parte, se había ido. ―Para que lo sepas, nena, engañarte no es tan difícil ―dijo Michael a través de un disparo de despedida. Rodeado de nuevo por vivos, Charlie no podía hacer más que atravesarle con una mirada sucia en respuesta. Un poco más de cuarenta y cinco minutos más tarde, con Tony al volante de su SUV alquilado, estaban en la Universidad del campus de Carolina del Sur conduciendo por Sumter dirigiéndose a su encuentro con David Myers. Charlie lanzó una mirada afectuosa hacia Horseshoe, el cuadrángulo que era el hogar de algunos de los edificios más históricos del campus, admirando los enormes robles con sus guirnaldas de musgo gris español y el rico césped con un puñado de estudiantes descansando a la sombra. Luego doblaron una esquina, y un momento después yendo al estacionamiento del edificio muy moderno que albergaba la oficina de David Myers. ―Así que fuiste a la universidad aquí, ¿eh? ―preguntó Michael mientras caminaban por el calor sofocante del estacionamiento hacia la fría bienvenida del edificio―. ¿Qué, este era el tipo con el que saliste en la universidad? Alegre como estaba de que él pareciera haber superado estar enfadado con ella, a Charlie no le importé el tema. Desde que previamente había sido sacado justo después de que Michael hubiera visto a Laura irse con sus dos amigas muertas, y lo no había comentado en su momento. Charlie había estado esperando que

hubiera estado demasiado envuelto en lo que acababa de presenciar para prestar atención cuando había estado admitiendo una relación con David Myers. Obviamente, no hubo suerte. Una reafirmación de sus labios fue su única respuesta. Era evidente que él lo tomó como un sí, ella realmente no quería dárselo, porque el interés chisporroteó en sus ojos. Cuando la puerta de la oficina de David Myers se abrió en respuesta al golpe de Tony, Charlie pensó que estaba preparada. Debería haber sabido que no era así.

Capítulo 15 Traducido por QueenDelC, SOS por QueenDelC y Kensha

P

Corregido por ruth m.

or un momento, por el más breve lapso de tiempo, mientras se encontró mirando a David, Charlie tenía veintiún años de nuevo y era dolorosamente vulnerable. Tuvo una imagen mental instantánea de sí misma, delgada con pantalones de mezclilla con su cabello hasta la cintura acomodado fuera de su rostro por un broche para que la sedosa caída jugueteara por su espalda, igual que se había visto el primer día del semestre de primavera de su último año en la universidad. Eso fue cuando ella había ido a trabajar para el Dr. David Myers como asistente de investigación. Para el final de ese semestre le tenía una absoluta devoción, como si fuera un héroe. Al menos ahora era lo suficientemente madura para darse cuenta de lo joven y tonta que había sido. Pero aun así, mientras se encontraba cara a cara con David de nuevo, el recuerdo era más vergonzoso de lo que esperaba que fuera. —¡Charlie! —La saludó con aparente alegría, sonriendo abiertamente mientras su mirada se paseaba por ella—. Te ves fantástica. —Hola, David. —Extremadamente consciente de que era el objeto de la atención de cada uno de los otros miembros de su grupo incluso si ninguno de ellos (excepto Michael) era lo suficientemente descarado para mirarla abiertamente, puso su sonrisa más tranquila y profesional y extendió su mano. Cuando él le estrechó la mano sin más que el apropiado nivel de amistad, se encontró sinceramente contenta de que él pareciera determinado a mantener las cosas profesionales también—. Me gustaría que conocieras… —Maldición, él no era un estudiante más de lo que yo era cuando estuviste aquí —dijo Michael en su oído mientras ella, intentando ignorar su pesadilla, seguía con las presentaciones—. ¿Qué, estuviste teniendo sexo con tu profesor? En realidad, sí lo había hecho. Su profesor de psicología, para ser exactos. Solo un par de veces, hacia el final del semestre. Y la última vez habían puesto los ojos en el otro, cuando él había roto su relación de amigos porque se iba a casar

con la mujer con la que estaba comprometido, desconocido para ella, todo el tiempo, y luego se iría a Inglaterra para aceptar un trabajo en Oxford, ella le había dicho que lo amaba y le rogó que se quedara. Nada de lo cual dijo en voz alta. Esa última parte al menos nunca pretendió compartirla con nadie. Visto en la luz brillante de once años después, era completamente humillante. Peor, era estúpido. También era otro ejemplo de su instinto seguro de elegir al hombre absolutamente equivocado. Su oficina era diferente a la que había tenido cuando ella trabajó para él. Más grande. No tan desarreglada. Claro, ahora era profesor completo, en lugar del fresco treintañero con doctorado en su primer año como profesor asistente. Excepto por un bigote y perilla bien cuidados, se veía prácticamente igual: una sombra de seis pies de alto, con una complexión delgada que no mostraba señales de que se suavizara en las orillas y cabello corto castaño. Unas cuantas canas en sus sienes y algunas líneas en las esquinas de sus ojos y boca que no habían estado allí antes, eran las únicas indicaciones reales del paso del tiempo. Incluso la corbata Gamecocks14 y camisa azul que llevaba metida en sus pantalones de mezclilla podrían haber sido los mismos. Charlie tomó alivio en el saber cómo se veía —y era— complemente diferente de la chica académicamente consumada pero tonta que él había conocido. —El Departamento de Policía de Columbia tomó la carta el día después de que la recibí. —David respondió la pregunta de Tony, que se refería a la localización del mensaje de No me puedes atrapar que había recibido. Tony se sentó en la silla frente a David, quien estaba acomodado detrás de su escritorio lleno en lo que Charlie, en modo de psiquiatra, reconoció como su suposición deliberada de la posición de poder. Charlie y Kaminsky se sentaron en el sillón de dos plazas de tela frente a la ventana. Buzz trepó encima de un pequeño banco que estaba cerca. Michael se inclinó contra el muro cerca de Charlie. ―No sé si todavía la tienen, o si la pasaron al FBI. Al principio los detectives pensaron que estaban lidiando con un extraño doble homicida. Fue un par de semanas antes de que se hiciera la conexión con los asesinatos previos y el FBI fuera llamado. Pasé bastante tiempo trabajando con los detectives y el FBI para tratar de identificar al asesino. —Miró a Charlie con la más ligera de las Gamecocks: Nombre del equipo de fútbol de la Universidad de Carolina del Sur en Columbia. 14

sonrisas—. E incluso traté de enlistar la ayuda de la ilustre Dra. Stone, cuyo trabajo con asesinos en serie había seguido con interés y admiración, pero el hecho es que no hicimos grandes avances. Desde luego, ahora que su equipo de élite de cazadores de asesinos en serie está trabajando, posiblemente podamos esperar tener mejor suerte. —¿Tiene idea de por qué fue elegido para recibir la carta? —preguntó Tony. David negó con la cabeza. —No, no en realidad. Quiero decir, estoy ligeramente seguro de que fue por mi libro. Soy el autor de Psicología Criminal: Entendiendo la Mente Desviada, ya sabe, es el libro de texto elegido en la mayoría de los cursos de psicología criminal, así que hay mucho acceso a él. —Un chico de quince años sobrevivió al ataque —dijo Charlie—. ¿Lo había conocido antes? —Saul Tunney. —David llevó su atención a ella, y Charlie reconoció esa atenta y particular mirada igual a la que ponía cuando algo lo interesaba de verdad—. Un joven extraordinario. No, nunca lo conocí antes, pero ahora permanecemos en contacto regular. De hecho planea matricularse aquí en la USC cuando se gradúe de la preparatoria —le dirigió una mueca—. Tuve que hablar bastante para hacer que entrara en charlas regulares de orientación, pero lo hice. He actuado como una clase de mentor para él. Por muy horrible que fue lo que sucedió, no parece haberle provocado ningún daño psicológico permanente. —¿Qué hay de las dos víctimas muertas? —preguntó Tony—. ¿Conoció a alguna? —No. —David negó con la cabeza—. Lo siento. —¿Supo que el Dr. Jeffrey Underwood o Eric Rivera recibieron antes la carta? —preguntó Kaminsky. —Sabía sobre el Dr. Underwood, desde luego. —David miró a Charlie—. He estado al tanto de su trabajo durante años, estoy seguro de que Charlie también. Es realmente muy impresionante. —Charlie asintió con conformidad—. No sabía de él en algún otro ámbito. Y nunca había escuchado de Eric Riva hasta que me enteré, semanas después de que entrara al caso, que él había sido el primer destinatario de la burla del asesino. —¿Tiene alguna idea de por qué el Hombre de Jengibre eligió al reportero de un periódico en Charlotte para enviarle primero esa carta? —preguntó Tony—.

No parece encajar con su selección de tres expertos reconocidos en el campo de la psicología criminal como receptores de las siguientes tres cartas. La expresión de David se animó. —Ahora, ya puedo decírselo. Nosotros, los investigadores previos y yo, creemos que es porque el Sr. Riva había escrito varias historias sobre la terrible experiencia que sufrieron los tres chicos en un ataque previo. Supuse que el asesino había leído esos artículos, lo que sentí que significaba que para entonces tenía que vivir en algún lugar cerca del área de publicación del Charlotte Observer. Aún pienso eso. Tony asintió. Recordando el archivo que David le había enviado para ver cuando le había pedido consultar y que ella había devuelto cuando le declinó, Charlie dijo: ―¿Podríamos tener una copia del archivo que arreglaste sobre el caso? También cualquier otra cosa que creas que nos pueda ayudar. —Sí, desde luego —dijo David. Luego le sonrió con tristeza a Charlie—. Una vez que el asesino sea capturado, espero convertir mi experiencia sobre esto en un libro. Así que si tratan todo en ese archivo como confidencial lo apreciaría mucho. —Lo haremos —prometió Charlie, y Tony asintió con conformidad. David llamó a su nueva asistente de investigación —una linda chica de último año que parecía igual de impaciente por complacer a David que Charlie, haciendo una mueca interna, al recordar lo que alguna vez fue— para hacer una copia del archivo, y todos se levantaron para salir. David tomó ventaja del hecho de que los otros tres se habían movido antes que ellos para apartar a Charlie hacia un lado y preguntarle en voz baja si le gustaría salir a cenar con él esa noche, “por los viejos tiempos”. Cuando las niñitas tontas tengan cerebro, fue lo que pensó Charlie, en lugar de cuando los cerdos vuelen. Lo que dijo, con apenas un deje de acidez fue: —¿No crees que tu esposa se opondrá? —Estoy divorciado. Desde hace tres años. —Le sonrió—. Esa es una de las razones por las que fui a ti cuando me metieron en estos asesinatos. Nunca te he olvidado, sabes. De hecho, he seguido tu carrera con gran interés. Y orgulloso, si puedo añadir. Después de todo, alguna vez fuiste mi pupila estrella. Esperaba que pudiéramos llegar a conocernos de nuevo.

—Nos vamos esta noche —dijo Charlie. Luego agregó, muy gentilmente—: Y, David, incluso si no fuera así, no estoy interesada. No habría sido humana si esa suave negativa no la hubiera hecho sentir un poco resentida. En lo que a su orgullo respectaba, había puesto a mano las escalas en algún punto. Pero la otra verdad era que ella se habría negado incluso si no hubiera historia entre ellos que necesitara venganza. Ya no sentía ni el más mínimo interés en él como hombre: la chica que había pensado que él era lo mejor desde que fue inventado el pan en rebanadas ya se había ido hacía tiempo. —El hombre es un idiota —dijo Michael cuando se unieron a los otros en el pasillo y observó la sonrisa de adoración que la asistente de investigación le dirigió a David cuando le entregó el archivo que había copiado—. Uno de estos días vas a tener que decirme cómo terminó gustándote. La mirada que Charlie le dirigió decía: No en esta vida. Y por primera vez desde el almuerzo, él sonrió. Saul Tunney los estaba esperando en la casa de su madre en Ballentine, un suburbio de Columbia. Ahora tenía dieciséis años, aunque aún tenía el rostro redondo y ligeramente como de bebé, lo que Charlie pensó que él intentaba contrarrestar con un corte en su rubio cabello que parecía casi desafiantemente masculino. Con cerca de un metro setenta y sesenta kilos, su tamaño no habría sido un obstáculo para alguien que lo quisiera secuestrar, especialmente porque un año atrás, cuando ocurrió el crimen, seguramente él había sido más pequeño. Al haber contado su historia docenas de veces, se las relató en unas cuantas líneas lacónicas. Lo habían sacado de una calle en Columbia después de un partido de béisbol. Se encontró en una jaula y, después, un elevador de granos con otros dos chicos: Isaac Stein, 14, y Sofia Barrett, 18. Si querían saber lo que sucedió en el elevador, podían leer los informes de la policía: ya se había cansado de contarlo. Lo que resultó fue que, al final, él había vivido, los otros dos habían muerto. No, no los conocía de antes. No, no podía identificar a su atacante: solo había conseguido un vistazo del sujeto, quien llevaba ropa negra y una máscara blanca de Hallooween, con una sonrisa como la del Guasón. No, no tenía ni idea de por qué lo habían tomado a él. Sí tenía dos cosas de interés qué contarles: pensó que el atacante había usado algún artefacto sintetizador de voz para disfrazar la suya propia; y, cuatro años atrás, Saul había salido a cazar con su tío y primo cuando su tío accidentalmente había matado a su primo con un disparo.

Lo último fue en respuesta a una pregunta de Kaminsky sobre alguna otra muerte violenta que hubiera visto en su vida. —Creo que esa es la respuesta, de verdad puede ser nuestro denominador común —dijo Kaminsky con una emoción apenas escondida una vez que la entrevista se acabó y estaban de camino a encontrarse con los detectives locales y agentes del FBI que habían trabajado en el caso, para ver la escena del asesinato del Grupo Seis. —Ahora todo lo que tenemos que hacer es descubrir una muerte violenta en el pasado de las otras diecisiete víctimas, unirlas y descubrir qué significa, y habremos resuelto el caso —dijo Buzz en tono seco. —Al menos es un lugar dónde buscar —espetó Kaminsky. Su subsiguiente visita al elevador de granos abandonado del que solo Saul Tunney había escapado con vida fue, al menos para Charlie, alentadora. En ese momento, el depósito había estado lleno de maíz. Estar de pie sobre la superficie de un montón de granos era como pararse sobre arenas movedizas, explicó uno de los agentes locales que les estaba explicando lo que sucedió. Cuando ninguna de las víctimas hizo algo en respuesta a su advertencia de que los mataría a menos que comenzaran a matarse entre ellos, el Hombre de Jengibre había abierto el agujero de la puerta, el cual tenía designada la velocidad con la que el grano iba del depósito a un tobogán de almacenamiento. La chica, Sofía, había sido barrida. Su cuerpo fue encontrado con granos llenando su garganta, nariz y ojos. Fue, dijo el detective, una muerte particularmente horrible. El chico, Isaac, había sido asesinado a continuación por Saul Tunney. Con un pico, la clase de pico que a veces se utiliza en los elevadores de grano para romper grandes montones de grano. El depósito había sido vaciado desde entonces de sus contenidos, pero rastros de la sangre de Isaac Stein aún manchaban los muros. Ver esos manchones decolorados hizo sentir mal a Charlie. No fue sino hasta mucho más tarde, cuando se preparaban para aterrizar en el aeropuerto de Charlotte que Charlie finalmente se dio cuenta de lo que la había estado molestando tanto en este caso. Había escuchado solo a medio oído las distintas discusiones dando vueltas alrededor del avión mientras mentalmente retorcía los hechos que conocían como si fueran las piezas de un rompecabezas con la esperanza de hacer que algo encajara, cuando lo hizo. —Creo —dijo, mirando a los otros como si de verdad los estuviera viendo por primera vez en mucho tiempo—, que él ha matado antes. Antes de que

comenzaran estos asesinatos, quiero decir. Todo esto es demasiado elaborado. Debe haberse esforzado. Esta es su escalada. Necesitamos comenzar a ver asesinatos sin resolver. —Hizo una pausa para dejar que sus pensamientos se acomodaran—. Probablemente deberíamos comenzar en la misma área geográfica en la que sucedieron los asesinatos del Hombre de Jengibre. Deberíamos ir hacia atrás desde la fecha de esos asesinatos. Tendrá un modus operandi, aunque será diferente de lo que está haciendo ahora. Habrá un patrón. Debería haber una serie de asesinatos solos porque esto, estos escenarios con múltiples víctimas, representa una escalada rápida. Por un momento todos simplemente la miraron. —Tiene sentido —dijo Michael. Estaba recostado en el sillón de nuevo, y sus ojos habían permanecido cerrados hasta que la miró mientras habló. Charlie ni siquiera se dio cuenta de que él había prestado atención. —¿A qué clase de periodo de tiempo nos referimos? —preguntó Tony. Charlie negó con la cabeza. —Si está en una edad avanzada para el estándar de los asesinos en serie, y con esta severa escalada, supongo que él… probablemente debemos buscar en los últimos veinte años. Un siseo pasó a través de sus dientes. —¿Cuál es el área geográfica? Kaminsky consultó su ordenador. —Los primeros asesinatos del Hombre de Jengibre ocurrieron justo afuera de Clarksville, Virginia. —El lago de Buggs Island —dijo Charlie de repente. Miró a Michael, comenzó a decir, Recuerda lo que dijo Laura, se lo tragó y rápidamente cambió la mirada hacia donde estaba Tony. Al decir esas primeras palabras, el resto de la oración fue perfectamente aceptable—. La camioneta en la que pusieron a Jenna McDaniels y a las otras chicas olía a pescado, ¿recuerdan? El lago de Buggs Island es un destino para pescadores. Y parte de él está en Clarksville, Virginia. Deberíamos revisarlo. —Eso está en el condado de Mecklenburg —dijo Kaminsky—. ¿Y cómo sabemos que la camioneta olía a pescado? —Solo lo sabemos —dijo Charlie con impaciencia.

Kaminsky la miró con recelo. —Bueno, buscamos los asesinatos sin resolver con un solo modus operandi en los alrededores de Clarksville, Virginia y este lago —resumió Tony mientras el piloto anunciaba que aterrizarían en Charlotte en cinco minutos—. Comenzando por el tiempo en el que el primer grupo de asesinatos y regresando veinte años atrás. —Entendido —dijo Buzz, y Kaminsky agregó: ―No es como si esto fuera a ser difícil ni nada. —Mírenlo de este modo. —Tony sonrió con tranquilidad hacia ambos—. Si fuera sencillo, ninguno de nosotros tendría trabajo. Estaba complemente oscurecido cuando llegaron al hotel, lo que en los últimos días de agosto significaba que eran más de las diez de la noche. Charlie estaba cansada, desgastada y un poco en el borde. Tuvieron una cena rápida en el restaurante del hotel —Charlie pidió una ensalada y sopa— y luego fueron a sus habitaciones, que estaban en un bloque en el piso once. Cada uno tenía la suya, con Tony a un lado de Charlie, y Kaminsky en el otro. La habitación de Crane estaba a un lado de la de Kaminsky. Por razones de seguridad (en realidad Charlie sabía que era por su seguridad), Tony había pedido a un agente local del FBI que se quedara vigilando el pasillo toda la noche. Ella lo apreciaba. Ahora que era de noche de nuevo, la advertencia de Tam la estaba llenando. La cosa era, ella nunca había sabido que Tam se equivocara. —Me he quedado aquí antes —le dijo Tony a Charlie mientras caminaban juntos por el pasillo hacia sus habitaciones—. Tienen una excelente pista para correr en el techo, voy a ir a usarla. ¿Quieres venir? —Sí —dijo Charlie de inmediato. Correr era lo que hacía para relajarse, y esta noche iba a necesitar relajarse en serio. —Notaste que no nos invita a nosotros —dijo Buzz a Kaminsky, medio en voz baja, cuando pasaron a Charlie. —Lo noté —estuvo de acuerdo Kaminsky. Estaban moviéndose hacia sus respectivas puertas, mientras que Tony había acompañado a Charlie a la suya y se detuvo. —Escuché eso —llamó Tony en su dirección con buen humor—. Y es porque ustedes no corren. Pero son bienvenidos a acompañarnos si quieren.

Declinando, ambos desaparecieron en sus habitaciones. —Regresaré en diez minutos —dijo Tony a Charlie, quien asintió. Luego él esperó hasta que ella estuvo adentro y hubo cerrado la puerta. Moviendo un interruptor a un lado de la puerta hizo que una lámpara se encendiera, lo que le permitía a Charlie ver su alrededor. Decorado en tonos tierra, la habitación era la típica de un hotel: dos camas con una mesa de noche sosteniendo una lámpara entre ellas, un mueble con una televisión y, abajo, una mini nevera, una silla mecedora con una lámpara alta en la esquina a un lado de la ventana con cortinas pesadas, un baño y, al lado opuesto, un armario. Habiéndola seguido adentro, Michael ahora estaba de pie a la mitad de la habitación, mirándola de una forma que no podía describir. —¿Qué? —dijo Charlie. —Nada —respondió él. Ella no insistió. En lugar de eso, sacó su ropa de deporte y su pequeña bolsa de cosméticos de la maleta y fue al baño para cambiarse. Cuando salió unos minutos más tarde, llevaba unos shorts negros de seda, una playera rosa y tenis. Su cabello estaba recogido en una coleta. —Linda. —Ese fue el comentario de Michael mientras sus ojos la miraban—. Dudley va a pensar que le tocó la lotería. Charlie lo miró con enojo. Ella llevaba su reloj, no se sentía como para dejar que se deslizara por su brazo mientras corría. —¿Hay algo que quieras decir sobre que vaya a correr con Tony? —No. Caminando hacia la mesa de noche entre las camas, dejó el reloj a un lado del teléfono. Los ojos de él la siguieron. Ella le dirigió otra mirada molesta. —Bien. Entonces apreciaría si solo me dejas disfrutar de mi carrera en paz. —Lo que quieras, bebé. Luego Tony estaba en la puerta y los tres se dirigieron hacia arriba. La pista iba a lo largo del perímetro, que estaba a treinta pisos de altura provista de una excelente vista del paisaje del centro de Charlotte. A la mitad había una piscina, tumbonas y unas cuantas palmeras falsas rodeadas de luces navideñas blancas. Había una pareja en la piscina. Fuera de eso, el techo estaba

desierto. Casi en cuanto Charlie comenzó a correr, sintió el cansancio, tensión y, sí, incluso el miedo, comenzar a desaparecer. La cálida brisa de verano olía ligeramente a cloro. El cielo oscuro, la luna llena y las estrellas brillantes sobre ellos casi parecían lo suficientemente cercanos como para tocarlos. Los sonidos de la calle subían desde abajo. Había una risa ocasional o chapoteo de los que nadaban en la piscina. —Odio que te atrapen en esto, por supuesto, pero tengo que admitir que estaba contento de tener la oportunidad de trabajar contigo otra vez —dijo Tony mientras rodeaban para otro lado por la decimoctava vez. Habían estado hablando sobre el caso de una manera inconexa sin dar con algo nuevo. Una corredora experta en sí misma, Charlie apreció el hecho de que estaban en el punto de cuarto y una media milla y ni siquiera estaba respirando con fuerza todavía. También apreció lo bien que su cuerpo delgado, en forma se veía en sus pantalones cortos y camiseta. Eso hacía un cambio agradable de sus uniformes de agente del FBI, y pensó que para lo que debía haber sido la milésima vez, que era una tonta si al menos no daba a esta atracción en ciernes entre ellos una oportunidad. Por supuesto, el hecho de que estaba afligida con el fantasma del infierno, era un elemento de disuasión. Especialmente teniendo en cuenta el hecho de que era fácil alcanzarlo, manteniendo el ritmo sin la menor dificultad. No es que describiera lo que él estaba haciendo como correr, exactamente. No estaba segura de que sus pies estuvieran tocando el suelo. Pero él estaba sin lugar a duda, echando un vistazo hacia ella de vez en cuando con mofa en sus ojos. —También estoy contenta de tener la oportunidad de trabajar contigo otra vez —replicó Charlie. Era totalmente cierto. Las semillas de una relación prometedora estaban allí, pensó: simplemente las necesitaban cultivar. Difícil de hacerlo cuando tenía un fantasma con una correa. Esta es mi vida, y me debo a mí misma hacer un esfuerzo. —¿Ah, sí? Tengo la impresión, de que anoche, tenías prisas por desacerté de mí. Y eso había sido debido a una TV a todo volumen y una ráfaga de esperanza de que dicho fantasma hubiera logrado permanecer atado a la tierra en lugar de seguir con su justa recompensa. —Es solo… creo en tomar las cosas con calma. —Esa no era una mentira. Por lo menos, había sido parte de la razón por la que había enviado a Tony rápidamente en su camino. Está bien, una muy pequeña parte.

—¿No estás viendo a nadie en este momento? —insistió. Charlie ignoró el corte de un par de ojos azul cielo en su dirección. —No, no lo hago. Definitivamente lo dijo un poco demasiado firmemente. Tony no pareció darse cuenta, sin embargo. De hecho, él sonrió. —Yo tampoco. Así que tal vez podríamos tomarlo despacio juntos. Rodó unos ojos azul cielo. Que Charlie fingió ni siquiera verlo. —Quizás —respondió, y Tony se echó a reír. —Suena como que podrías ser un poco más cautelosa. —Solo un poco —agregó Charlie. —Algunas malas relaciones, ¿eh? Charlie asintió. —Un poco. Él sonrió tristemente. —Te escucho. Tuve mi cuota de ellas, también. Alcanzaron la marca de cinco millas y se detuvieron. Ambos estaban jadeando para esta vez, y Charlie se sentía por lo menos cien por cien mejor mientras se dirigió hacia los ascensores. —¿Y si empezamos con la cena otra vez, en la primera oportunidad que tengamos? —Tony le sonreía mientras se abrían las puertas del ascensor y caminaron dentro. Devolviendo su sonrisa, Charlie registró lo guapo que era. Con su rostro oscuro, incluso sus facciones y cuerpo fuerte y atlético. Haría que a cualquier mujer sensata se le cayera la baba. Además, es dulce e inteligente y me gusta mucho, pensó. Al girar su espalda el sádico fantasma en sus seis pies y tres pulgadas, se inclinó, brazos cruzados, contra la pared posterior del ascensor, Charlie fue capaz de concentrarse en el real, hombre vivo con quién verdaderamente le gustaría comenzar una relación verdadera. —Me gustaría eso —dijo.

Los ojos de Tony se trasladaron hacia su rostro. Entonces, para su sorpresa, deslizó una mano alrededor de la parte posterior de su cuello, la tiró cerca, inclinó su cabeza y la besó. No había nada sobre el beso que cayera bajo el título “tomándolo con calma”. En cambio hubo toneladas de lengua en acción, toneladas de calor. Entrando en el espíritu, Charlie le devolvió el beso, y disfrutaron del agradable poco hormigueo de emoción que persiguió dentro de ella. El ping del ascensor anunció que habían alcanzado su piso y Tony, a regañadientes, la dejó ir. Charlie le sonrió. Y al diablo con su fantasma ceñudo, quien había estado enderezado a su intimidante altura completa y había cuadrado sus impresionantes anchos hombros y miraba a Tony con violencia en sus ojos. No dirigió tan siquiera una mirada en su dirección. El quid de la misma era, tenía que vivir su vida. Y se negó a dejarle que la apartara. Era una desgracia con la cual había tenido que cargar. Lo que tenía con Tony—lo que podría ser capaz de tener, si se dejaba, y poner un poco de esfuerzo en ello—era real. El guardia de seguridad prestado del FBI lanzó una mirada hacia Tony y ella cuando salieron del ascensor. Tony levantó una mano en un saludo mientras le pasaron. Entonces esperó un poco antes de susurrar a Charlie —No creo que quieras pasar por mi habitación por una chocolatina, de la mininevera… A pesar del tono semi esperanzado, se dijo que obviamente sin ninguna expectativa de que lo aceptara, Charlie sonrió. —No —dijo. —Entendido. Lo estamos tomando con calma. Habían llegado a su habitación en ese momento. Tony esperó mientras abrió la puerta y entró dentro. —Nos vemos —le dijo, sonriendo hacia ella, el recuerdo de ese beso allí en sus ojos. Había sido un beso muy bonito. Uno que no le importaría repetir. Sonrió de regreso hacia él.

—Buenas noches —dijo, y él asintió y se alejó. Luego cerró la puerta, justo en la cara de su fantasma pareciendo cabreado. Por supuesto, debería haber recordado que a menos que él quisiera, la puerta cerrada sobre Michael no hizo absolutamente ningún bien en absoluto.

Capítulo 16 Traducido SOS por ElyGreen, SOS por Kensha y Princesa de la Luna Corregido por ruth m.

É

l caminó justo a través de ella.

La mirada que le dio debió haberla hecho temblar. Debería haberla hecho temblar en sus zapatillas de deporte. Él estaba en todo su modo rudo, todo hostil y duro y radiando hostilidad apenas suprimida. Agrega un traje naranja y algunas cadenas, y habría sido tan aterrador como el corredor de la muerte de convictos que había conocido al principio. Ahora para ella solo era Michael, y lo que sea que hubiera o no hubiera hecho en el pasado, y por muy amenazador que pudiera parecer en el presente, él y ella estaban más allá del punto donde él podría realmente asustarla. La advertencia de Tam acerca de la venda tapando sus ojos no obstante, ahora estaba tan segura como era posible de que la amenaza contra la que Tam había estado advirtiéndola no emanaba de Michael. De hecho, Charlie se dio cuenta, estaba absolutamente convencida de que él nunca la lastimaría, incluso si pudiera. Al menos, no físicamente. ¿En otras formas? Bueno, ese era un asunto diferente. Él se detuvo justo dentro de la puerta. Con lo siguiente en su agenda siendo tomar un baño, no se había movido más allá de la puerta del baño. Al llegar a ella se giró para encararlo, así que ahora estaban parados demasiado cerca el uno del otro en el estrecho espacio que marcaba la entrada de la habitación. No le gustaba recordarse cuán alto era él, o cuán más grande que ella era. No le gustaba mirar tan alto para mirarlo a los ojos. Su primer impulso fue retroceder un par de pasos, para no tener que inclinar tanto su cabeza. Luego pensó, Al infierno con eso, y permaneció allí. Barbilla levantada, brazos doblados, desafío en sus ojos, Charlie esperó que disparara el primer tiro (verbal). Él no dijo nada. En lugar de ello simplemente la miró.

Con ojos tristes y la boca apretada. —Puedo hacer lo que quiera. No necesito tu permiso —chasqueó ella. Y supo, tan pronto como lo dijo que debería haber mantenido su boca cerrada y entrado al baño sin decir palabra. Pero no había sido capaz de hacerlo. Algo acerca de la manera en que él la miraba la hizo sentir culpable, como si necesitara defenderse a sí misma. Lo cual era una tontería completa. Él aún no dijo nada. Ella amplió sus ojos hacia él. —Para que lo sepas, voy a estar saliendo con Tony en el futuro. Aún nada. —Maldición, tú y yo no somos pareja. Si no tuviera esta horrible maldición cósmica, no sería capaz de verte. Tú no estarías aquí. Porque, ya sabes, estás muerto. —¿Él te enciende? —La voz de Michael era perfectamente uniforme. Sin ese matiz grave, su voz sola, ella no hubiera incluso sospechado que estaba loco. —Sí —respondió ella desafiantemente. —Si él te encendiera, ya estarías durmiendo con él. —¿Qué? ¿Te perdiste parte de mi conversación privada con Tony? Estamos tomando las cosas con calma. —Oh, ¿es eso? —Sonrió. Ella sabía lo que significaba esa sonrisa burlona, y la furia hirvió por sus venas. —Bien, quizá no lo tomé con calma contigo. Gran cosa. Mala decisión. De todas formas, no estoy incluso segura de que el sexo que tuvimos fuera real. Su sonrisa se hizo más desagradable. —Oh, era real Doc. Cada pequeña cosa de eso fue real. Estabas en mi lado de la barrera esa noche. ¿Recuerdas cómo se humedeció mi camisa cuando Laura se inclinó contra mí? Eso es porque ella y yo somos tan sólidos por aquí como lo eres ahora ahí. ¿Recuerdas que tomé ese cuchillo por la espalda por ti? Eso pasó porque era capaz de cruzar la barrera por un segundo y ser sólido en el mismo lado de la barrera como tú. Así que sí, cuando te jodí, cuando tomaste esa mala

decisión, tú y yo éramos sólidos y estábamos en el mismo lado de la barrera y era real. Y era una gran cosa. ¿Recuerdas cuántas veces te viniste? Yo sí. Por suerte para ella que no era propensa a ruborizarse, porque, sí, ella (de mala gana) recordaba eso también. También notó algo: él la había llamado Doc, lo cual raramente hacía ahora. Solo, dedujo mientras lo pensaba, cuando él estaba seriamente fuera de línea con ella. Él agregó: —¿De verdad crees que Dudley puede hacer que te vengas de esa manera? —Sí —mintió, se contuvo cuando estuvo a punto de humedecer sus labios, y los presionó. Los ojos de él estaban fijos en su boca reveladora, y algo de severidad los había dejado mientras ella ponía un final a la (exasperante, inútil) conversación diciendo: —Voy a tomar un baño. Girando sobre sus talones, se dirigió al cuarto de baño y cerró la puerta. Suavemente. Cuando lo que realmente quería hacer era darle un portazo. Él se quedó en su lado. No es que hubiera esperado que viniera después de irrumpir en ella, pero se sintió aliviada cuando no lo hizo. Lástima que había olvidado traer su camisón al baño con ella. Cuando salió de la ducha, envuelta en una toalla y estudió su reflejo en el espejo por un momento, menos que complacida le devolvió la mirada. Entonces, porque sabía que estaba ahí, porque compartían una habitación y una vida y una atracción chisporroteante, una atracción no deseada con un hombre, significaba que se preocupaba en realidad sobre como se veía cuando estaba a su alrededor sin importar cuánto pudiera querer pretender para sí misma (y para él) que no lo hacía, murmuró una maldición bajo su aliento y sacó la toalla de su cabeza y secó su cabello y lo cepilló hasta que era una curva suave y lisa alrededor de sus hombros. Frotó loción en su piel sedienta. Había cepillado sus dientes y aplicado un hidratante labial de cereza porque quería que sus labios parecieran suaves por la mañana (y, sí, vale, para darles un poco de color favorecedor). Después de eso, después de que no había nada que hacer para no parecer demasiado obvia, fue cuando descubrió que tenía la opción de ponerse su sudorosa ropa de gimnasia de nuevo, o de entrar en la habitación envuelta en una toalla para recuperar su camisón y bata de su maleta. Por un momento vaciló. Luego pensó: ¡A la mierda! Cuando entró en la habitación, fue para encontrar a Michael estirado completamente vestido en la cama más cercana a la ventana. Parecía perdido en

sus pensamientos, y lo que fueran no parecía estar disfrutándolos particularmente: él estaba frunciendo el ceño y su boca estaba apretada. Sus ojos revolotearon en su dirección, ampliados. Tenía una toalla blanca del hotel, edición estándar, y estaba envuelta alrededor de ella de manera perfectamente adecuada, abarcándole desde aproximadamente las axilas hasta la parte superior de los muslos. Habría visto más de ellas si hubiera estado usando un traje de baño. Todavía, había algo sobre sus delgadas piernas bronceadas y una pizca de escote y hombros desnudos y brazos emergiendo de una toalla que le hacía sentirse ridículamente cohibida. Sus ojos se quedaron pegados en ella, y su ceño se suavizó. Ella no dijo ni una palabra. En su lugar, se dirigió (a grandes zancadas) a su maleta, que estaba en el soporte de la pequeña maleta plegable a los pies de su cama, la abrió y empezó a escarbar buscando su pijama. No era culpa suya si lo podía ver perfectamente incluso si no estaba mirándole deliberadamente. No era culpa suya si el maldito hombre era la gota muerta suficientemente sexy para hacer imposible que sus pensamientos estallaran en su mente en momentos extraños (como ahora). No era culpa suya si dichos pensamientos hacían a su cuerpo apretarse y arder. Pero consiguió enfadarse con él otra vez. La mera sugerencia de una sonrisa tocó su boca. —Si quieres hacer las paces conmigo, podrías dejar caer la toalla. Le lanzó una mirada fulminante. —En tus sueños. Su sonrisa se amplió. Pero no le importaba, porque había encontrado lo que buscaba. Volviendo su espalda hacia él, volvió sobre sus pasos al baño. Podía sentir sus ojos sobre ella en cada paso del camino. Fue una desgracia que su bata azul favorita hubiera sido demasiado voluminosa para caber en su maleta. Porque la bata sedosa color durazno pálido que coincidía con su comisión sedoso de color durazno pálido era mucho más sinuoso de lo que se había dado cuenta cuando lo empacó. Tenía mangas largas en vez de las correas de espagueti del camisón, y terminaba en la mitad del muslo en vez de en la parte superior de los muslos como el camisón, pero la seda brillante era delgada y se aferraba porque estaba aún ligeramente húmeda, y cuando ató la cinta de seda del cinturón alrededor de su cintura dejó muy poco a la imaginación.

Cuando había estado empacando sus pijamas, aún no había metido en su cabeza totalmente el concepto de que el fantasma del infierno iba a estar viéndolos todas las noches. La realidad es muy dura. Su única opción era envolverse una toalla alrededor de ella misma sobre la bata, y eso era demasiado ridículo para pensarlo siquiera. Pensó otra vez a la mierda, y salió de la habitación. Los ojos de Michael se deslizaron sobre ella. Mientras se dirigía alrededor del final de su cama —es decir, en la que él no estaba— lo observó ir de oscuro a caliente, y para su molestia se sentía ir toda oscura a caliente por dentro, también. Las buenas noticias, se dijo salvajemente mientras comenzó a tirar de las mantas antes de meterse en la cama, eran que no importaba como trabajaran ninguno de los dos para conseguirlo, el sexo no iba a suceder. —Está bien, me estás matando aquí. —Su voz era ronca. Sus ojos no la habían dejado desde que había abandonado el baño. Se la ocurrió cuando vio la mirada en su cara que cuando le había dado la espalda, se inclinó sobre la cama para liberar el otro lado de las mantas, y luego tiró los cojines decorativos al suelo, tal vez él consiguió más de una vista de lo que ella quiso darle. La posibilidad hizo su cruz. —Cierra los ojos. —¿Te sientes un poco maliciosa, nena? He notado antes que besar a Dudley 15 tiene ese efecto en ti. —Alguna vez pensaste que eras tú quien tenía ese efecto en mí? —No. Los dos sabemos qué tipo de efecto tengo en ti. ¿Alguna vez tuviste sexo por teléfono? Eso fue tan inesperado que le disparó una mirada sospechosa. —No. Él se había dado la vuelta y la miraba con la cabeza apoyada en una mano.

15

Dudley: tonto, imbécil, idiota, persona con deficiencia mental.

—Ahí es donde te digo todas las cosas sucias que quiero y me dices todas las cosas sucias que quieres hacerme y ambos nos corremos sin que ninguno de nosotros ponga una mano sobre el otro —explicó amablemente. Era posible que no estuviera enfadada, pero sabía que lo estaría. En las imágenes eróticas que inundaron su mente en la estela de sus palabras, sus rodillas se debilitaron. —No sucederá, Casper. Se subió a la cama y tiró de las mantas hasta su barbilla y apagó la luz. Su voz salió de la oscuridad. —¿Durmiendo en tu bata esta noche? Maldita sea, se le había olvidado quitársela. Había suficiente luz filtrándose por los bordes de la cortinas para que le permitiera ver la forma grande y oscura de él. Lo que significaba que probablemente podía verla, también. Lo que significaba que se quitaría su bata debajo de las sábanas y la dejaría caer discretamente fuera al otro lado de la cama. Cosa que hizo. ―Dudley no te convirtió en… Golpeó una almohada en sumisión, se giró sobre su costado, de espaldas a él y apoyó la cabeza en ella. ―¿Cómo lo sabes? ―Sé cómo te ves cuando estás excitada. Y tú no lo pareces cuando estás besándole. ―No voy a tener esta conversación contigo. De hecho, no voy a tener ninguna conversación contigo. Voy a dormir. ―Si él no te enciende cuando lo estás besando, él no va a resultar en la cama. Se dio la vuelta para que ella estuviera frente a él. ―Maldita sea, Michael. ―No quieres tener una relación con un hombre que no consigue que te calientes. ―¿Me estás dando consejos de relaciones?

―Si eso es lo que quieres, llámalo así. El fondo es, que te mereces un chico que consiga calentarte, nena. ―No voy a hablar contigo más. Buenas noches. ―Cerró los ojos. ―¿Te gusta el sexo, Charlie? Sabes qué hacer. No quieres escatimar en ese departamento. En realidad, la mayoría de las relaciones sexuales que había tenido podrían clasificarse como tibias en lugar de calientes. Si tenía que encontrar un adjetivo para describirlo, sería bien. El sexo que estaba bien cubriría casi todas las relaciones que había tenido. No cubría las relaciones sexuales con Michael, sin embargo. De hecho, se trataba de la última descripción que se usaría para cubrir relaciones sexuales con él. El sexo con Michael no estaba bien. Fue, oh, no, ella no iba por allí. Ni siquiera en sus pensamientos. Pero su cuerpo estaba allí de todos modos. Podía sentir su endurecimiento, sentir su sangre comenzando a vaporizarse. ―Hay mucho más en una relación que sexo ―gruñó. Él se echó a reír. ―Sigue diciéndote eso, cariño. Sus ojos se abrieron por voluntad propia. ―Intereses mutuos. El respeto mutuo. Objetivos comunes. Un plan de vida en común. Ella enumeró el edificio en bloque de una buena relación adulta. ―Si pudiera llegar hasta allí y poner mi boca en tu pecho y mi mano entre tus piernas, te garantizo que no te importa un comino nada de eso. A medida que su aliento y su pulso aumentó y sus huesos se licuaban, ella se sentó en la cama y fulminó con la mirada a través de la oscuridad. ―Para. Lo digo en serio. ―¿Qué? Estamos teniendo una discusión. Sabes, tienes tu punto, yo el mío. No quiero hablar contigo. ―No puedo pensar en un montón de cosas que preferiría estar haciéndote también como, oh, no sé, desnudarte y empujar hacia arriba dentro de ti y lo que viene para mí.

Cogida por sorpresa por una ola ondulante de deseo que era lo suficientemente caliente como para hacer que presionara los muslos juntos y se retorciera un poco, Charlie luchó para mantener su respiración bajo control para que su torturador no tuviese ni idea. ―Escucha, burro, si no te callas, yo... ―Dado que no podía pensar en nada que él pudiera razonablemente creer que ella haría para amenazarlo, calló hasta que algo se le ocurrió―. Iré a tocar la puerta de Kaminsky y le diré que el aire acondicionado no funciona en mi habitación y le pediré dormir en su cama libre. Ella podía sentir más que ver su sonrisa. ―Y ahí lo tienes, acabas de probar mi punto. No estás amenazando con ejecutar a Dudley, porque tienes un poco de miedo que vaya hacer algo que te hará hacer lo que tienes que hacer para seguir y no lo harás. Y no lo harás porque no quieres hacerle creer que deseas dormir con él, porque no lo haces y eso sería porque él no te enciende del todo. Si fuera por él, ya estarías allí, en la cama con él. ―Eso es un disparate total. ―De todos modos, incluso si se ha ejecutado en Sugar Buns para la protección, yo vine contigo. ¿Recuerdas que acortaste la correa que me has puesto? La única diferencia sería que con el Sugar Buns ahí no serías capaz de responder cuando te dijera cosas sucias. ―¿Sabes qué? No tengo que escuchar esto. Me voy a dormir. ―Ella se dejó caer y le dio la espalda de nuevo. ―¿Llevas bragas debajo de ese camisón? Charlie prácticamente apretó los dientes, pero no respondió. ―No, yo ya sé que no. Di la verdad, nena. ¿Te has doblado sobre la cama a propósito? Para volverme loco con una idea de tu dulce… ―¡Basta! ―Charlie se catapultó para sentarse de nuevo y prácticamente lanzó chispas con su ojos―. ¿Quieres hablar? ¿Eso es todo? Bien, estoy lista. ¿Por qué no me hablas de... ―Le tomó un segundo, tenía un tema que sentía que era casi una apuesta segura para redirigir sus pensamientos―... el reloj? Hubo un momento de silencio. ―¿Qué pasa con él?

Ja. Lo tenía. Podía oír la diferencia en su tono. ―¿Dónde lo conseguiste? ¿Fue un regalo? ¿Qué pasa con grabado en la parte posterior? Ese tipo de cosas ―dijo ella muy en el espíritu de considerar la batalla con el enemigo. Rodó sobre su espalda. Ella pudo ver su duro perfil, ver la firme musculatura del pecho y la superficie plana de su abdomen y el bulto en sus pantalones vaqueros y la longitud de gran alcance de sus piernas, todo el contorno contra las cortinas. Dios, lo quiero. La idea surgió de la nada y ella no podía hacer nada en su contra. Si que había estado vivo, si hubiera sido un hombre en lugar de un fantasma, sabía que no habría sido capaz de detenerse para meterse en la cama con él y envolverse a su alrededor y dejarle hacer lo que quisiera con ella mientras se saciaba a sí misma con ese cuerpo duro. Pero desde que era un fantasma, lo que se estaba muriendo de hacer no era posible (era, se dijo, algo bueno), firmemente ignoró el calor palpitante, insistente en el interior de su cuerpo y los demasiado rápidos latidos de su corazón y cada otra manifestación física donde su puta interior estuviera involucrada. En su lugar, ella iba a tomar ventaja de esta oportunidad para tratar de obtener algunas respuestas de él. Aunque todavía no estaba un cien por cien segura de si podía creer lo que le dijo. ―Algunos amigos me lo dieron ―dijo. ―¿Qué clase de amigos? ―Amigos marines. Mira, no tengo ganas de hablar de mi reloj en estos momentos. ¿Qué diferencia hace en este momento, de todos modos? ―Oh, ¿así que podemos hablar de lo que quieras, pero no de lo que yo quiero? ¿Eso es todo? ―Arrastrándose hasta el final de su cama, Charlie cogió su portátil de su compartimiento en la parte superior de su maleta y se encaramó de nuevo hasta la cabecera de la cama―. Entonces, ¿por qué no hablamos en absoluto, entonces? ―¿Qué estás haciendo? ―preguntó mientras se ponía almohadas en posición, se apoyaba contra ellas, abría la tapa del ordenador portátil y encendió su ordenador. El suave resplandor de la pantalla le permitió ver que él le estaba dando una mirada con los ojos entrecerrados. ―Tenía sueño, pero ahora no lo tengo. Así que estoy comprobando algo. ―Ella hizo clic en el archivo que estaba interesada. ―¿Qué?

―No es asunto tuyo. Era el expediente de Michael, la combinación digitalizada de las cajas de papeles y los registros de Internet y las evaluaciones médicas y psicológicas y todo lo demás con su nombre que le había sido enviado a Wallen’s Ridge cuando él había sido adquirido por ella como sujeto de investigación. Ella había tenido todo digitalizado y subido y catalogado en un archivo maestro, que mantenía en su ordenador de la oficina y que también se habían descargado en su ordenador portátil para mayor comodidad, al igual que había hecho con los archivos de todos sus sujetos de investigación. Todo lo que se conocía oficialmente sobre cada una de sus vidas y sus crímenes, estaba en alguna parte. Charlie encontró la sección que le interesaba y comenzó a desplazarse por las imágenes. ―Ese es mi maldito archivo. ―Michael había rodado a sus pies y ahora se cernía sobre ella mientras fruncía el ceño hacia la pantalla. ―Tienes razón, lo es. A medida que la página que buscaba se acercó, Charlie contuvo el aliento, tres fotografías mostrando un reloj de plata de hombre, su pulsera torcida y rota, el vidrio que cubría su cara destrozada, con unas aterradoras manchas marrones que sabía que era sangre seca oscureciendo las grietas y hendiduras. Tomado de diferentes ángulos contra un fondo blanco, las fotografías fueron etiquetadas como 27A Prueba de Estado. Extendiendo la mano, Charlie encendió la lámpara de la mesilla y cogió de la mesita de noche el reloj de hombre que había llevado todo el día. Entonces lo sostuvo junto a la pantalla, comparando el objeto con las imágenes. En lo que podía decir, los dos relojes eran idénticos. Las imágenes de la pantalla no mostraban la parte posterior de la cara del reloj roto, donde las palabras Semper Fi habían sido grabadas en el reloj en su mano. ―¿Revisando mi historial? Había un elemento de un control cuidadoso en la voz de Michael. Ella levantó la vista hacia él, demasiado absorta en lo que estaba haciendo para registrar la mirada en sus ojos. ―Los relojes parecen ser idénticos. ―Su tono hizo una concesión. Ella una vez más comprobó mentalmente la similitud que pudo encontrar: marca, características, tamaño.

―Por supuesto, cualquier grabado en la parte posterior de la cara en este reloj... ―Ella golpeó la pantalla ―... se oculta por el ángulo de las imágenes. ―No hay grabado en la parte posterior de ese reloj. Tuve una buena mirada de él en mi juicio. Como le dije a los hijos de puta estúpidos entonces y como te lo digo ahora, no es el mío. ―860 reloj de acero inoxidable para los ciudadanos varones, que se encuentran al lado del cuerpo de la víctima número siete, Candace Hartnell. ―Charlie leyó en voz alta. Había cambiado al modo de investigador. Su anterior cansancio, y excitación, fueron olvidados mientras se concentraba en el archivo. La parte inferior de la página estaba en azul, subrayado cruzado número de referencia. Mientras hacía clic en él, Michael se sentó a su lado en la cama. Un momento después, un archivo de vídeo etiquetado de exposiciones del Estado 27B, apareció en la pantalla. Hizo clic en el juego con la flecha. Por un segundo, la pantalla quedó en negro. Entonces Charlie se encontró mirando a una imagen granulada de Michael sonriendo, una sonrisa lenta y seductora a una mujer bonita de pelo oscuro en un bar.

Capítulo 17 Traducido SOS por RebecaRocio, SOS por AntoD, Kathy92 y Jhosel

P

Corregido por Maniarbl

odría haber sido cualquier bar: madera oscura reluciente, un gran espejo frente a un revoltijo de botellas y vasos, un camarero fornido llenando una jarra de cerveza de un grifo. Ocupado, con cada taburete del bar ocupado y más una multitud de clientes habituales en pie en el mostrador. Débilmente iluminado. Obreros y alborotados. Charlie se encontró absolutamente hipnotizada por lo que estaba viendo. No se oía nada, solo imágenes de mala calidad tomadas de una cámara de seguridad por encima de la barra. Los otros clientes eran visibles, pero Charlie no tenía ningún interés en ellos. Su atención estaba en el rubio extraordinariamente guapo mientras él se reía y charlaba, comprando bebidas para la bonita Candace Hartnell de veinticinco años, a quien Charlie reconoció por las fotos en el archivo de Michael. Ella estaba obviamente en proceso de ser conquistada. Él estaba golpeando de nuevo sus bebidas a un ritmo que la dijo que no sentía dolor, y persiguiendo los tragos con un ocasional puñado de cacahuetes recogidos servidos desde el plato en el mostrador abarrotado. Observando la manera que Candace lo miraba, la forma en que sonreía, la forma en que primero puso su mano sobre la suya y luego en broma arrastró sus dedos por su brazo musculoso, Charlie vio con sorpresa que el interés era por lo menos tan alto por parte de ella como por él. Por último, cuando puso la mano en algún lugar fuera del alcance de la cámara que Charlie pensó que por el ángulo de sus dos cuerpos debió ser su muslo, y en respuesta ella se inclinó hacia él para susurrarle al oído, Charlie podía decir que estaba lista para salir con él cuando quisiera. Las imágenes prácticamente crujían con calor, pero fue Michael quien capturó su atención. Esta joven, feliz, una versión deliberadamente encantadora le hizo contener el aliento y doler un poco el corazón. Al menos, hasta que recordó que la joven que estaba usando su devastadora buena apariencia para seducir con tanto éxito estaría muerta antes de la mañana, encontrándose su cuerpo desnudo horriblemente acuchillado y mutilado en las sábanas enredadas de su propia cama empapada de sangre.

Una vez que se acordó de eso, era casi como ver a un juguete de pitón con un ratón. Apretando los dientes, Charlie empujó su emoción tan lejos como pudo, y se fijó en la búsqueda de detalles: Michael estaba vestido exactamente como estaba en este momento, una camiseta blanca y pantalones vaqueros, y estaba dispuesta a apostar, a pesar de que no podía ver sus pies, botas. El mismo atuendo que estaba usando en la actualidad, estaba casi segura. En la muñeca, fácil de ver y absolutamente inconfundible en el contexto de lo que ahora ella sabía, estaba su reloj. Ella lo miró de cerca. Ambos parecían idénticos, tanto el que ella sostenía como el de la foto. Mientras observaba, en el video Michael rodó en sus pies, se sujetó con un brazo a la cintura de Candace y tiró de ella hacia él. Riendo, ella se apoyó en él mientras él le acariciaba el cuello. Luego, cerca como un sello en un sobre, ella caminó fuera del marco con él. Él parecía un poco inestable sobre sus pies. Ella estaba insegura y tenía ambos brazos alrededor de su cintura. A Candace Hartnell la cortaron hasta la muerte más tarde en esa noche. Temprano a la mañana siguiente, Michael Garland fue detenido y posteriormente acusado del crimen. Poco después fue vinculado a seis asesinatos con cuchillo de mujeres jóvenes anteriormente. La noche que estaba viendo fue la última noche de libertad en su vida: los cinco años siguientes los había pasado en una variedad de cárceles y prisiones. Charlie sabía todo eso, lo sabía, también, la naturaleza abrumadora de la evidencia que apuntaba a su culpabilidad que había sido presentada en el juicio. Observó que el video acababa, por ejemplo, era condenatorio. Incluso le mostraba llevando el reloj que se había encontrado enredado en las sábanas con el cadáver de Candace Hartnell: 27A Exhibit Estado. Solo que Charlie estaba sosteniendo un reloj idéntico en su mano. Uno de ellos, además, había sido identificado como perteneciente a Michael por el Departamento de Policía Mariposa, que lo había detenido horas después del asesinato de Candace Hartnell y presumiblemente lo habían tomado de él entonces como material de admisión. Michael había descrito correctamente el grabado en la parte posterior de él antes de que lo hubiera echado un vistazo. Era de tamaño medio para adaptarse a su muñeca grande, y él insistió en eso, y que el de la foto no era suyo. Eso, para Charlie, levantó al menos una duda razonable sobre su culpabilidad. Al hacer clic en off del video, ella miró en su dirección. Ahora estaba tumbado sobre su espalda a su lado, con la cabeza sobre una almohada, con las manos entrelazadas detrás de la cabeza. En lugar de ver el video, había estado mirando el techo. Como si sintiera sus ojos sobre él, la miró.

—Después de eso, la llevé a su casa y el psicópata fue a por ella. La violó. La cortó, haciéndola jirones con mi cuchillo de caza práctico y excelente que posteriormente se deshizo de él, donde nadie pudiera encontrarlo. Solo era malditamente demasiado tonto por no arrestarme yo solo, así que fui acusado por su asesinato y otros seis asesinatos, aparte. ¿Eso responde a la pregunta que estás a punto de hacerme? —Su tono era casi casual. Sus ojos eran salvajes. Charlie suspiró. Había leído los detalles en su archivo cuando él se había convertido al principio en el sujeto de su estudio y, hasta hace menos de una semana, no había visto ninguna razón para interrogarlo. Ahora descubrió que estaba dispuesta a considerar otras posibilidades. —¿Quieres decirme lo que realmente sucedió? —¿Qué, no crees que fuera un psicópata y matara a esa chica? Esa es a la conclusión que un jurado de mis iguales llegó. Estaban tan condenadamente seguros de eso que me condenaron a muerte. Cansada de sostener su reloj, lo deslizó en su brazo. Sus ojos rastrearon la expresión, estrechándolo. —Quiero escuchar la verdad, sea cual sea —dijo ella. Sus labios se apretaron. —¿Acaso importa? En este punto, ¿qué demonios cambia? A menos que tengas alguna cura para la muerte de la que no sepa. —Michael. Por favor. Dime qué sucedió. La mirada que él le dio brillaba con ira, frustración y todo un puñado de otras emociones que Charlie ni siquiera intentó analizar. —¿Quieres la verdad? Aquí va: Tomé un par de tragos, recogí a una chica en un bar, me fui a casa con ella, lo hicimos. Sin violación involucrada. Infiernos, nunca violé a una mujer en mi vida. Cuando me desperté, eran como las cuatro de la mañana. Ella estaba dormida, no muerta, sin sangre, ni un cabello de su cabeza dañado; de hecho, la última vez que ella tenía algo que decir, me dio a entender que se estaba sintiendo muy bien. No estaba de humor para toda la cosa de la mañana después, así que me puse la ropa y me fui. No, ni siquiera la desperté para despedirme. Diablos, a ese punto no podía ni siquiera recordar su nombre. Pero ella estaba viva. Así que estaba conduciendo a casa y supongo que iba a alta velocidad o algo porque un maldito insignificante policía me hizo aparcar a un lado. Me arrestó bajo sospecha de conducir borracho, sin alcoholímetro ni nada, pero él dijo que suspendí su maldita prueba de

sobriedad en el terreno, el cual no hice. Supongo que él podía oler el alcohol en mí. Así que me tomó y me encerró, y mientras estaba durmiendo en su maldita celda alguien se encontró a Candace, averigüé su nombre bastante rápido, cortada en pedazos en su cama. —Él hizo una mueca—. Después de eso, las cosas fueron cuesta abajo en un tobogán engrasado. Charlie estaba recordando la evidencia. —Ellos encontraron tu ADN sobre ella, y su ADN sobre ti, lo cual supongo que tiene sentido si te habías acostado con ella. Había docenas de testigos que te vieron dejar el bar con ella, así como también el video de seguridad. Tu reloj, un reloj que parecía idéntico al tuyo, fue encontrado en la cama junto a su cuerpo muerto, pareciendo como si hubiera sido arrancado de tu brazo y roto mientras ella luchaba por su vida. De acuerdo con toda la evidencia, tú fuiste la última persona en verla con vida. Además, si mal no recuerdo, ella tenía tu piel bajo sus uñas y tú tenías arañazos en tu cuerpo. —¡Los arañazos estaban en mi espalda! Ella era salvaje como el infierno, y cuando estábamos teniendo sexo, ¡ella arañó mi maldita espalda! Ese es el tipo de cosas que los fiscales hacen: retorcieron todo para hacer que sonara como si yo fuera culpable. Pero no la maté. ¿Por qué demonios iba a matarla? —Por algo que debió haber visto en el rostro de Charlie, sus cejas se fruncieron—. Oh, cierto: soy un psicópata asesino. ¿Quién necesita una razón? —Los asesinos en serie están obligados a asesinar —explicó Charlie con precisión automática—. La compulsión es su razón. La mirada que él le dio era sombría. —Como dije, ella estaba viva cuando la dejé. Charlie cliqueó de nuevo en el archivo en la información que quería. —Su cuerpo fue encontrado a las ocho a.m. por su hermana. La hora de muerte fue estimada de tres a cuatro horas antes de eso. —Ella frunció el ceño—. Eso significa que fue asesinada entre las cuatro y las cinco a.m. —Como dije, me desperté alrededor de las cuatro y dejé su casa, con ella viva dentro, tan pronto como me vestí. Probablemente alrededor de las 4:10. Ella estaba desplazándose a través de su archivo. —Fuiste ingresado en la cárcel a las 5:30 a.m. Él hizo un sonido de impaciencia.

—Ese idiota de policía me mantuvo al lado de la carretera durante una buena hora. —Si dejaste a Candace Hartnell viva a las 4:10, eso significa que alguien tuvo que haber entrado en su casa y matarla dentro de los siguientes cincuenta minutos. —Podría ser poco probable, pero no imposible, decidió Charlie. —Sí, imaginé eso. —Su voz era seca. Habiendo pasado por las páginas de fotos de la evidencia y no encontrando lo que buscaba, Charlie frunció el ceño. —¿Qué pasó con la ropa que llevabas? No las veo aquí, pero deberían haber sido introducidas como evidencia. La escena del crimen era aparentemente muy sangrienta. Deberías haber estado cubierto de sangre. —Uno pensaría eso, ¿verdad? —dijo él con disgusto—. Estas son las ropas que llevaba, al menos, la versión fantasma. Las últimas ropas de civil que alguna vez usé, excepto por un traje que asustó a los abogados para mi juicio. No estaban más cubiertas de sangre cuando me arrestaron de lo que están ahora. La fiscalía afirmó que fue porque la asesiné mientras estaba desnudo, luego me duché y me vestí. Charlie lo consideró: si no había sangre en su ropa, entonces la teoría de la fiscalía era la única que encajaba. —Fuiste condenado por asesinar a otras seis mujeres durante los dos años y medio previos al asesinado de Candace Hartnell. ¿Con cuántas de ellas te acostaste? Él resopló despectivamente. —Ninguna. Ni una sola. Ni siquiera puse mis ojos en ellas. Lo juro por Dios. Sí, sé que ellos dijeron que mi ADN estaba en ellas y toda esa mierda, pero no es posible. Uno de esos laboratorios de pruebas la cagó a lo grande, o alguien me incriminó. ¿Por qué? ¿Cómo diablos voy a saberlo? Quizás algún policía idiota o algún agente del FBI querían cerrar algunos viejos casos y yo era la mejor opción que tenían para pegarlos a alguien. O quizás a alguien no le agrado. Como dije, no lo sé. Charlie lo miró cuidadosamente. —Cada asesinato estaba a cuatro horas en coche de donde vivías. —No sé qué decirte.

—Los homicidios comenzaron justo después de que salieras de la Infantería de Marina, y continuaron sobre todo el período entre eso y tu arresto. Y no tienes una coartada para ninguna de las noches en que esas mujeres fueron asesinadas. Él suspiro. —Tengo coartada para algunas de ellas. Había estado viviendo con una novia por cómo los últimos seis meses antes de que Candance Hartnell fuera asesinada. Terminamos el día antes de que alcanzara ese bar y la mierda golpeara al admirador. En las noches de dos de los otros homicidios sé de seguro que estaba dormido en la cama con Jasmine. Demonios, acababa de abrir mi taller y estaba tratando de mantener el negocio en marcha. Estaba trabajando quizás ochenta horas a la semana y estaba cansado, demasiado cansado para correr alrededor rebanando a una mujer en medio de la noche. Solo que los malditos policías enredaron a Jasmine hasta que la llevaron a estar de acuerdo con que era posible que me escabullera a hurtadillas de la cama mientras ella dormía, matara a esas mujeres, entonces volvía a la cama antes de que ella despertara en la mañana. Lo cual es una mierda total. Pero ella estaba enfadada conmigo de todos modos por la ruptura, y la asustaron hasta la muerte conmigo. Seguían diciéndole, “Has estado durmiendo con un asesino en serie. ¿Sabes lo afortunada que eres de estar viva?” Ese tipo de mierda. Charlie miró de vuelta al archivo. —Así que ¿por que tú y Jasmine terminaron? —No porque ella estuviera asustada de mí. Nada de eso. Ella quería casarse y yo no. Demonios, ni siquiera quería comenzar a vivir con ella. Ella solo quería avanzar. Charlie lo miró de vuelta. Y solo se dio cuenta mientras lo hacía que había estado deliberadamente no mirándolo mientras hablaba sobre su novia. Odiaba admitírselo incluso a sí misma, pero desde que ella y él habían comenzado, uh, a conocerse mejor, había estado husmeando mentalmente alrededor del hecho de que él tenía una novia en el momento de su arresto. La pregunta que quemaba sin reconocer en el fondo de su mente era: ¿La había amado? Por el tono de lo que había dicho, la respuesta era no, no lo había hecho. No es que hiciera ninguna diferencia, se dijo Charlie a sí misma apresuradamente. —No tienes por qué estar celosa de Jasmine, bebé. Sus palabras estaban tan sobre el dinero que casi hicieron saltar a Charlie.

—¿Qué? —Sus ojos se ampliaron hacia él indignadamente—. No estoy celosa de tu novia. Tienes que estar tomándome el pelo. La dureza que había estado cerniéndose alrededor de su boca y ojos se relajó mientras le daba una lenta, provocadora sonrisa. —Ex-novia. Y te dije que podía leer tu rostro como un anuncio de neón. —Eres el más presumido… —Se interrumpió, nerviosa, esperando que él no se diera cuenta. Mientras más protestara, más convencido estaría que tenía razón, ella lo sabía. Así que le disparó una mirada fulminante, y fue la mejor distracción en la que pudo pensar: el DVD que el Departamento de Policía de Mariposa había enviado junto con ¿su? reloj. Lo había trasferido de su bolso al maletín del portátil cuando había estado empacando para este viaje, y ahora, con Michael a su lado podía estimar su reacción a lo que fuera que había ahí, era el momento de observarlo. Fuera o no Michael un asesino en serie era algo que necesitaba tener establecido en su propia mente antes de que esta… esta conexión que parecía estar creciendo entre ellos fuera más lejos. La mayoría del tiempo, si él estaba siendo encantador o molesto o sobreprotector o sexy como el infierno, no pensó sobre lo que había hecho, y eso, decidió, se debía a la pura fuerza de su personalidad. Pero cuando ella lo hizo, cuando en realidad se permitió recordar a las siete mujeres que él había condenado al sacrificio, el frío del miedo y el asco viajaron a través suyo lo suficiente para detenerla en seco, lo suficiente para hacerla pensar que necesitaba salirse del camino y dejar a la justicia divina tomar su rumbo en lo que a él se refería. —¿Qué es eso? —pregunto mientras ella insertaba el DVD en su portátil. Ninguno de los dos dijo nada mientras la pantalla saltaba a la vida. La primera toma era una identificadora: fecha y hora, la cual ubicaba el metraje como corriendo desde 9:31 a 9:35 a.m. de la mañana después de que Michael hubiera dejado el bar con Candace Hartnell. Luego la cámara era enfocada en Michael, el mismo joven Michael de la cinta de vigilancia del bar. Él estaba ahora sentado en un pequeño cuarto gris de interrogación policial, vestido exactamente como había estado la noche anterior, exactamente a como estaba en ese momento a su lado en la cama, para cualquier hecho. Solo que el sonriente seductor en la filmación del bar fue reemplazado por un aún caliente para morir, pero ahora obviamente molesto, hombre con ojos inyectados en sangre y barba incipiente de una noche. Cada muñeca estaba esposada a un brazo de la silla de metal de espalda recta en un lado de la pequeña mesa de metal, y casi la primera cosa que Charlie notó fue que el reloj que él había estado usando la noche anterior había desaparecido.

Lo que no significaba nada, se recordó mientras su pulso se aceleraba un poco en respuesta. Tanto si el reloj se lo había quitado en la cárcel o si lo había dejado atrás en la escena del crimen, para ese momento estaría perdido de cualquier modo. —¿Entonces que hizo Candace para molestarle? —El policía uniformado de azul en el lado opuesto de la mesa se estaba inclinando hacia delante en su silla, sus antebrazos descansando en la superficie de metal mientras miraba a Michael fijamente. El ángulo de la cámara, el cual estaba posicionado para capturar a la persona que estaba siendo interrogada, grabó la corpulenta espalda del policía, y el lado izquierdo de un colorado rostro debajo de una corta capa de cabello rojizo. —¿Qué? ¿Quién demonios es Candace? —Con una penetrante mirada, Michael agitó sus esposas con los brazos de metal de la silla—. Mire, tengo cosas que hacer. Qué tal si me dice cuánto es la fianza, me deja pagarla y me voy por mi camino. —La mujer con la que estabas anoche. —Ignorando la última parte del discurso de Michael, el policía miro hacia él intensamente—. Ambos sabemos cómo puede ser una mujer. Ella debió haberte molestado bastante. ¿Qué fue lo que hizo? Los ojos de Michael se redujeron. —No sé de qué demonios está hablando. —Oh, vamos, ahora, Sr. Garland. Ambos sabemos que usted lo hizo. ¿Por qué no solo me dice qué pasó? Sin importar la razón que sea, si me habla de ella, le garantizo que las cosas serán mucho más fáciles para usted. Una conmoción en el pasillo causó que ambos hombres miraran en dirección a la puerta abierta. Una fracción de segundo después, una mujer emergió a través de esta, llorando. —¡Michael! Oh, mi Dios, Michael, ¿Qué hiciste? La mujer estaba quizás a mediados de sus veinte, con una bonita y malhumorada mora en su rostro realzada por mucha máscara de pestañas y unos atrevidos labios escarlata, una explosión de cabello negro, y una figura vava-boom en pequeños pantalones cortos y una camiseta de corte bajo. —¡Jasmine! —Michael se sentó derecho mientras ella voló hacia él, sus sandalias de tacón alto repiqueteando en el suelo industrial gris. Antes de que pudiera alcanzarlo, el policía detrás de la mesa se levantó y se interpuso entre ella y

Michael, y otro policía entró disparado a través de la puerta para tomarla por el brazo. —¡Lamento esto! Ella se alejó de mí… —dijo el segundo policía al primero, mientras se ahogaba el resto de lo que tenía que decir, Jasmine gritó hacia Michael—: ¿Te acostaste con otra mujer? ¿Hemos roto un día y ya estás acostándote con otra mujer? Tú… La cadena de juramentos que ella soltó hizo que el policía, con el rostro colorado con cuyo pecho se había encontrado, y quien estaba en ese momento llevándola hacia la puerta mientras el otro policía tiraba de ella en esa dirección con una mano en su brazo y otra en su muñeca, se avergonzara. Charlie no podía ver a Michael, los policías y la mujer bloqueaban la visión de la cámara de él, pero en el fondo ella podía escucharlo gruñendo: —Jesucristo, ¿Por qué demonios la trajeron aquí? —¡Señorita Lipsitz! ¡No puede hablar con él! —dijo el policía, empujando urgentemente a Jasmine por la puerta. Jasmine se torció para salir del camino. Cada pizca de su concentración estaba en Michael. —¡La jodiste y después la mataste! ¡Eso es lo que ellos están diciendo! ¡Alguna perra que recogiste en un bar! ¿Es eso cierto? Aunque la visión de la cámara de Michael estaba bloqueada por el robusto policía quien estaba empujando a Jasmine afuera de la puerta, Michael podía ser escuchado diciendo: —¿Qué demonios? Jasmine gritó una y otra vez maldiciones mientras fue forzada dentro del pasillo y la puerta se cerró tras ella. La cámara tenía una vista sin impedimentos de Michael entonces. Estaba mirando fijamente al policía robusto, quien se dio la vuelta para verlo. —Esa chica con la que estuve anoche… ¿está muerta? —preguntó Michael lentamente. El policía no dijo nada. Pero incluso Charlie, observando la filmación granular en el portátil, podía leer la respuesta en su lenguaje corporal: sí. —Quiero un abogado —dijo Michael. Y eso fue todo. La toma terminó, y la pantalla se volvió blanca.

—Como dije, después de eso fui en decadencia rápido, real, vivo, bueno, muerto —dijo Michael. Charlie le miró sin verlo realmente: estaba demasiado preocupada analizando lo que acababa de ver. Las noticias de que Candace Hartnell estaba muerta definitivamente parecían ser una sorpresa para él. ¿Podría haber estado actuando? Su mejor juicio decía no, pero se dio cuenta de que no podía estar segura. La psicología de asesinos en serie era lo suficientemente complicada para excluirla de ser capaz de contar con la veracidad de su reacción, y su conexión con él era demasiado personal para permitirse contar con su propia lectura de esto. —Así que esa era Jasmine —musitó, y solo se dio cuenta de que lo había dicho en voz alta cuando Michael sonrío hacia ella. Inmediatamente quiso morderse la lengua. —Era linda —dijo—. Incluso divertida por un tiempo. No la más brillante pero entonces, no la mantenía alrededor para que me realizara una cirugía en el cerebro. —Lo apuesto. —Charlie no pudo evitarlo. Esa pizca de sarcasmo simplemente salió. Su sonrisa ampliándose. —Como dije, no tienes razón para estar celosa de Jasmine, bebé. Charlie le dio una mirada, decidiendo que no iba ahí, y concentrándose de nuevo en la evidencia: el reloj era la clave. Ella dijo mucho, entonces agregó: —Si ese reloj que ellos encontraron en la escena del crimen no era tuyo, y si eso puede ser probado porque éste no tiene el grabado en la parte trasera que tiene el tuyo, ¿no había ahí alguien más que pudiera testificar que este no era tu reloj porque tu reloj tenía Semper Fi en la parte posterior del mismo? Sus ojos volvieron al techo. —Todos los que podían testificar eso estaban muertos. —¿Todos? —Sí. Claramente Charlie vio, que estaba tocando lo que era, para él, un área sensible. O quizás él era lo suficientemente inteligente —y era lo suficientemente inteligente— para saber que podía pasar alrededor de ella pretendiendo que

ésta era un área sensible. Que ella era tan bondadosa que no investigaría más allá si pensaba que las preguntas que estaba haciendo le causaban dolor. Sí, al diablo con eso. —¿Quieres esclarecer eso un poco? —preguntó. Él sonrío vagamente mientras su mirada se inclinaba hacia ella. —¿Estás tratando de confundirme con esa gran palabra? Eso no volaba, tampoco. —Michael. La sonrisa se desvaneció. —El reloj me fue dado por miembros de mi unidad, quienes fueron asesinados en Afganistán, ¿de acuerdo? Eran los únicos que sabían lo que estaba grabado en él. De la súbita tensión en su mandíbula, ella pudo decir que no quería hablar sobre ello. Y, maldita sea, descubrió que era demasiado bondadosa para empujarlo a ir a un lugar que era obviamente (a menos que fuera muy, muy bueno fingiéndolo, que era posible) doloroso para él. Pateándose a sí mima por su propia falta de dureza, se movió a algo más que se le había ocurrido. Pero ahora que lo tenía, parecía tan grande como una montaña justo en medio de la carretera tortuosa que estaba viajando de tal vez realmente creerle. Sus ojos lo atravesaron. Su tono penetrante hasta que apretó en el borde de estar acusando. —Entonces dime esto: ¿si no mataste a esas mujeres, entonces como acabaste en Spookville cuando moriste? Su expresión se tornó sombría. —Nena, nunca dije que no merecía estar donde estaba. Lo que dije fue, que no maté a esas mujeres. Charlie le frunció el ceño. —Entonces, ¿qué hiciste en el mundo para merecer Spookville? Él sacudió su cabeza.

—He terminado de hablar sobre lo que hice o no hice. La única razón de que incluso te dijera algo de esto es porque me molesta cuando cada vez que comienzas a mirarme, me ves como si pensaras que soy Jack el Destripador. Lo que lleva a este punto es, si tú me crees o no. Es tu decir. Se enderezó, y ella estuvo sorprendida por cuan físicamente cerca lo trajo eso. Tan grande como era, tomaba mucho más que su parte justa de espacio en la cama, y su campo de visión estuvo repentinamente lleno de sus anchos hombros y pecho amplio. Sus brazos casi se rozaban, y pudo ver los músculos flexionándose en él, y en su torso debajo de su camisa. Ambos estaban sentados sobre las sábanas, pero ella tenía sus piernas metidas debajo de ella y su ordenador sobre su regazo mientras las largas piernas de él en sus vaqueros y botas se extendían casi al final de la cama. Él pareció tan sólido y vivo como era posible ver a un hombre. Charlie fue consciente de su corazón idiota acelerándose de nuevo solo con su proximidad. —¿Entonces? —dijo, y ella sabía que estaba preguntando. Tuvo que levantar la mirada para encontrarse con sus ojos. Cuando lo hizo, se oscurecieron, su boca firme. Buscando su duro, guapo rostro, se dio cuenta que tenía que considerar la posibilidad de que su diagnóstico original de él podría haber sido influenciado por el hecho de que había sabido que era un convicto asesino en serie. Si le daba vueltas al asunto en su cabeza, ¿si al momento del diagnóstico hubiera sido presentado como un ciudadano normal, respuestuoso de la ley, habría concluido que era un psicópata carismático capaz de lo último en violencia horrosa? ¿O simplemente habría visto un hermoso tipo con una sonrisa encantadora? A este punto, era imposible saberlo. —De acuerdo, te creo —le dijo. Sus ojos se deslizaron sobre su rostro. Un lado de su boca se retorció hacia arriba en una media sonrisa irónica. —¿Con tus reservas, ah? Había dicho que podía leer su rostro como un letrero de neón: aquí estaba una prueba más de ello. Aún estaba mentalmente clasificando los factores pos y contras de su versión de lo que había sucedido con Candace Hartnell. —No he visto ninguna evidencia abrumadora de que fueras inocente —le dijo con honestidad—. Por otro lado, he visto suficiente para hacerme pensar que podrías serlo.

—Tu fe en mí es asombrosa, bebé. —La sequedad en su voz la hizo sonreír un poco. —Lo que necesitamos hacer es encontrar a alguien que esté dispuesto a testificar que este reloj... —Su voz era rápida, con determinación cuando tocó el reloj en su brazo—... es tuyo. Alguien que sepa sobre el grabado en la parte de atrás. Él le sonrió, una lenta y finalmente deslumbrante sonrisa que hizo que su respiración se atascara y sus dedos de los pies se curvaran. Nadie, pero nadie, se veía como Michael cuando él sonreía así. —Allí va ese complejo de salvador tuyo pateando en marcha de nuevo —dijo—. No necesitamos hacer esta mierda. No tiene sentido. ¿Estoy muerto, recuerdas? Si soy inocente o no, no le importa ni un carajo a nadie más que a ti. —Pero… —Sabiendo que él tenía razón la derrotó. —Vas a ir con tus instintos aquí, nena. ¿Qué va a ser? Mirando en esos ojos azul cielo, Charlie en silencio reconoció que por mucho tiempo había estado teniendo problemas imaginándolo como un matarife sin misericordia de mujeres jóvenes. Solo no encajaba con el hombre que estaba llegando a conocer, se sentía, bastante bien. Pero no había forma de estar segura. Todo lo que podía hacer era ir, no tanto sus instintos, se dio cuenta, como su corazón. Su estúpido, suave, y demasiado vulnerable corazón. —Eso pensé —dijo con satisfacción, y ella supo que una vez más leyó correctamente en su rostro lo que estaba pensando. —Bien —le dijo—. Te creo. —Podrías sonar más feliz sobre ello. —Probablemente podría. —Si su respuesta fue agria, era porque estaba disgustada consigo misma por estar demasiado fastidiada en lo que a él concernía. Nada bueno podría venir de eso. Sabía eso, y estaba loca por él de todos modos. Mientras él observaba sus ojos, lo suyos se oscurecieron. Luego inclinó su cabeza, y ella sintió un pequeño estremecimiento de anticipación cuando se dio cuenta que iba a besarla.

A pesar de todas las razones de porque no debería, cerró sus ojos y levantó sus labios para encontrar los suyos. Entretanto, su corazón latía y su pulso se aceleró y su estómago se agitó como si un millón de mariposas estuvieran tomando el vuelo en él. Luego sus labios fueron golpeados con el más leve hormigueo eléctrico y dijo: —Mierda —y sus ojos volaron abiertos para encontrar sus hermosos ojos azules a solo pulgadas de distancia, llamando a los suyos. En un parpadeo se dio cuenta de lo que había sucedido: allí por un momento, ambos habían olvidado que él no era nada más que un espíritu con sustancia física de lo que fuera. Él había inclinado su cabeza para besarla como si hubiera pensado que realmente podía, y ella levantó su boca hacia la suya como si realmente fuera a suceder. —Sí —dijo con un reconocimiento sombrío de la realidad, y salió de la cama. Ya estaba en movimiento cuando le dijo sobre su hombro—: Voy a dar un paseo. —No puedes —comenzó con una alerta inmediata, queriendo recordarle que estaban atados. —No olvidaré que estoy en una correa de cincuenta pies. Si no hay nada más, probablemente pasearé una y otra vez en frente de tu puerta. Deberías ir a dormir. —Sus ojos se deslizaron sobre ella, y luego una rápida e irónica sonrisa tocó su boca—. Te ves sexy como el infierno en ese bonito camisón, por cierto. No ser capaz de hacer algo sobre ello está llevándome a la locura. Fue entonces cuando se dio cuenta que desde que había encendido la lámpara de la mesita, había conseguido una visión de cerca y personal de su pequeño vestido ceñido con su escote suelto que daba la impresión de estar apenas sostenido por tirantes satinados. Una rápida mirada a sí misma lo confirmó: el deslizamiento de melocotón con brillo se pegaba a sus pechos y se quedó cerca de su estrecha cintura y plano estómago, lo que dejaba poco a la imaginación, antes, más abajo, su portátil obstruía la visión de sus piernas delgadas. Sus pezones se pusieron erectos, en actitud de súplica tensa bajo la seda fina. Él tenía que saberlo, como ella, que estaban así por su culpa. —Te quiero como el infierno —dijo, su tono de lo que era casi una línea de usar y tirar. Luego siguió andando fuera de la vista. Charlie se sentó allí mirando tras él. Sus labios todavía hormigueaban por la anticipación de ese beso frustrado. Su corazón aún latía. Su pulso aún

acelerado. En el fondo, su cuerpo palpitaba y quemaba. Pero a pesar de que ahora estaba casi totalmente convencida de su inocencia, la dura verdad era que la atracción potente que chisporroteaba entre ellos seguía siendo tan imposible como siempre lo había sido. Si era inocente —y ella se dio cuenta de que en algún nivel profundo y celular había sentido que lo era casi desde que había muerto— eso fue aterrador en una forma totalmente nueva. Porque significaba que ahora no había nada para detenerla de caer absolutamente de cabeza enamorada de él. Excepto por el hecho de que la única manera de enamorarse de Michael podría terminar con su propio corazón roto. Porque él aún estaba muerto, y aún no había futuro en ello. Le tomó a Charlie mucho tiempo quedarse dormida.

Capítulo 18 Traducido por Helen1 y CrissViz

L

Corregido por Marce Doyle*

os siguientes días fueron agotadores. Michael parecía preocupado, y Charlie se alegró de que él no tuviera mucho que decir. Tony era dulce con ella, pero no había tiempo ni para trabajar apurados, y ellos estaban raramente solos. El ritmo de la investigación era tal que estaban simplemente demasiado ocupados para buscar una relación personal más allá de ese punto, por la que ella se encontraba a la vez alegre y triste. Alegre por Michael. Para ser realista, sus sentimientos por Michael eran un obstáculo, aunque se dijo ferozmente que era una tonta por dejar que eso sucediera. Triste, ya que realmente quería buscar una relación personal con Tony, porque él era exactamente el tipo de persona con la que podía verse a sí misma teniendo una larga relación de mutuo amor y apoyo. Kaminsky y Buzz tenían sus mismas habituales riñas, pero nadie tenía tiempo para mucha conversación que no estuviera directamente relacionada con el caso. A medida que las horas pasaban volando sin nada de pistas sólidas apareciendo en el camino, la frustración amenazó con establecerse. Todos ellos eran muy conscientes de que el reloj hacía tictac. Como los demás, Charlie no podía librarse de la tensión que producía la certeza de que si no tenían éxito pronto en el descubrimiento de la identidad del Hombre de Jengibre, más víctimas inocentes iban a morir. Eso fue suficiente para mantenerla empujando tenazmente hacia adelante. Eric Riva fue el primer conocido receptor de la carta No me puedes atrapar del Hombre de Jengibre. Cuando se detuvieron para hacerle una entrevista en su oficina en el Charlotte Observer, estuvo contento de conducirlos a través de las circunstancias que rodearon la creación de la serie de artículos que había escrito sobre el Grupo Tres de asesinatos dos años antes. Estos habían sido publicados antes de que él fuera contactado por el Hombre de Jengibre, qué había pasado en conjunto con los asesinatos, hélice del Grupo Cuatro, y antes de que nadie se hubiera dado cuenta de que los asesinatos habían sido obra de un asesino en serie. El enfoque de Riva en los artículos había estado en las tres víctimas, y se

incluían descripciones detalladas de cada una de sus vidas antes del crimen, y, como consecuencia, el efecto que el crimen había tenido sobre las familias de los chicos asesinados, así como el superviviente y su familia. Los artículos, que Charlie y los demás habían leído antes de reunirse con Riva, provocaron un gran golpe emocional. Riva concordó con que los artículos eran probablemente lo que había llevado a que el Hombre de Jengibre le enviara la carta en primer lugar. Riva tendría acceso inusual a la información privilegiada sobre las víctimas porque uno de ellos, de catorce años de edad, Brad Carson, había sido el hijo de una ex novia. Los artículos detallaban los asesinatos, en el que tres chicos habían sido forzados a votar sobre quién de ellos sería el primero en morir con aterrador detalle. El chico elegido había sido asesinado por una flecha disparada con una ballesta desde fuera del recinto en el que habían sido encarcelados, presumiblemente por el mismo Hombre de Jengibre. Después de eso, a los dos chicos restantes se les había dado la elección de dispararse las ballestas el uno al otro hasta que uno de ellos estuviera muerto, o ambos fueran asesinados. Hubo un superviviente en ese grupo, de dieciséis años de edad, Matt Hayes, pero él ya no vivía en la zona. Inmediatamente después de los asesinatos, había sido acusado de los asesinatos de los otros dos chicos, porque en ese momento las autoridades no habían creído su historia de que un sádico de máscara blanca sonriente le había obligado a matar. Le había llevado casi un año, y la comisión de los asesinatos del Grupo Cuatro junto con la carta burlona a Riva del Hombre de Jengibre, para que las autoridades creyeran que Matt había estado diciendo la verdad sobre lo que había pasado, y para llegar a la conclusión de que no debían, después de todo, hacerlo responsable de las muertes de los otros dos chicos. Cuando Matt finalmente había sido exonerado, sus padres se lo llevaron a él y a sus tres hermanos y se mudaron a otro estado. Charlie no los culpaba ni un poco. Cuando el equipo contactó a Matt por teléfono, se negó a hablar con ellos. Su madre le dijo a Tony, quien había hecho la llamada, que él había trabajado duro para dejar el horror atrás, y que por favor no contactaran con ellos de nuevo. Charlie no los culpó por eso, tampoco. ―Kelly, la madre de Brad, estaba totalmente devastada por el asesinato de su hijo. Ella me dio acceso a todo lo que sabía sobre el caso. Además, hice un montón de investigación ―les dijo Riva. Treinta y nueve años de edad, de estatura media, con el tipo de construcción musculosa que le decía a Charlie que pasaba una gran cantidad de tiempo levantando pesas, se encaramó sobre una esquina de la mesa en la sala de conferencias con paredes de vidrio del periódico. Su cabello castaño estaba ralo y maltratado, demasiado largo para compensarlo, sus pantalones caqui estaban

arrugados, y el nudo de la corbata colgaba a un par de centímetros por debajo del cuello desabrochado de la camisa, haciéndolo parecer, según el punto de vista de Charlie, el reportero por excelencia. ―Ya era bastante malo cuando ella pensó que había sido asesinado por otro adolescente, pero fue absolutamente terrible para ella darse cuenta de que había sido víctima de un asesino en serie. Y lo peor fue cuando se enteró que el mismo asesino había atacado de manera similar al menos en dos ocasiones, y nadie sabía nada al respecto. Ella sentía que si hubiera habido algún tipo de publicidad sobre los asesinatos anteriores, habría mantenido a Brad cerca de casa, y él no habría sido secuestrado y posteriormente asesinado. ―¿Te abordó Kelly Carson por escribir los artículos? ―preguntó Tony. A diferencia del resto de ellos, que se sentaban alrededor de la mesa, se puso de pie delante de las largas ventanas que proporcionaban una vista panorámica del centro de la ciudad de Charlotte. Alto y bien afeitado, cada centímetro se veía como un agente del FBI en su traje oscuro y corbata. El sol que entraba por la ventana hacía brillar su pelo negro. Michael se quedó muy cerca, un hombro apoyado en uno de los puntales entre las ventanas, los brazos cruzados sobre el pecho, luciendo grande, rudo y hermoso, un dios del sol bronceado. Charlie no pudo evitar el pensamiento que le vino a la cabeza mientras miraba al par: apuesto y más apuesto. Entonces ella, con determinación, se reenfocó en el caso. ―Kelly DeMaris ―corrigió Riva―. El padre de Brad murió, y ella se volvió a casar. Se acercó a mí como amigo cuando Brad fue asesinado. Fue mi idea escribir los artículos, así la gente sabría que había un monstruo libre en nuestra comunidad. ―¿Cómo y cuándo murió el padre de Brad? ―Los ojos de Kaminsky se habían agudizado con interés. Al igual que Tony, ella y Buzz se encontraban en sus trajes del FBI, pero el pelo de Kaminsky estaba todavía ligeramente húmedo por la ducha y estaba peinado hacia atrás de su cara y metido detrás de las orejas. Había dormido a través de su alarma, le dijo a ellos tres con el ceño fruncido cuando se unió a ellos en la sala a la hora señalada, y que no había tenido tiempo de secar su cabello. Desde entonces, ella había estado irritable, y Charlie y los otros había hecho su mejor esfuerzo para no provocarla. ―Él murió en un accidente de avioneta cuando Brad tenía nueve años ―dijo Riva―. Brad y Kelly estaban con él y resultaron heridos, pero se recuperaron.

―¿Dónde ocurrió el accidente? ―preguntó Kaminsky con un repunte de emoción mientras escribía algo en su portátil, sin duda notando que una víctima más había sido testigo de la muerte violenta de un ser querido. La lista estaba lejos de estar completa, pero se perfilaba como uno de las mejores, o al menos la más tentadora que ellos llevaban. Riva frunció el ceño. ―En Indiana, en alguna parte, creo. ¿Por qué? Kaminsky hizo una mueca. ―Por nada. Ves, ese era el problema con esa lista particular: abarcaba demasiado. El número de socorristas, personal de urgencias, médicos, enfermeros, capellanes, etc., envueltos, era demasiado grande, y las zonas geográficas de las muertes eran demasiado diversas. Al tratar de localizar exactamente quién había estado presente en cada una de esas escenas de muerte, posiblemente relacionados con el caso, habían encontrado que era casi imposible ser tan precisos como tenían que ser para llegar a conclusiones significativas. El personal médico podía ser identificado con un grado razonable de exactitud de los registros de los pacientes, pero era mucho más difícil de precisar el personal de apoyo a la misma hora y lugar que un paciente determinado. Además de que sentían que había una gran probabilidad de que un número de personas desaparecidas se encontraban en los alrededor de los lugares de accidentes, salas de emergencia, y otros lugares donde estos pacientes habían sido atendidos. Y si la compilación de una lista de cada sitio individual era difícil, las referencias cruzadas con otros sitios, que ellos tenían que hacer para encontrar a cualquier persona que pudiera haber estado presente en múltiples muertes, eran tan imprecisas como para ser prácticamente de ningún valor. En otras palabras, la lista era prometedora, pero en lo que se refiere a resultados útiles, no tenían nada de nada. ―¿Los chicos se conocían entre sí antes de los asesinatos? ―preguntó Charlie. Tenía que haber un denominador común, estaba segura de ello. Ellos simplemente no lo habían encontrado todavía. ―No eran amigos cercanos, pero se conocían ―respondió Riva―. Todos eran de Mooresville, es un pueblo muy pequeño, y todos habían jugado en la misma liga de béisbol. Charlie podía ver a Kaminsky escribiendo algo en su ordenador, y supuso que estaba recordándose a sí misma comprobar las afiliaciones de equipos deportivos de las otras víctimas. Después de todo, Jenna había estado

participando en una carrera cuando el Hombre de Jengibre la había agarrado. Tal vez podrían llegar a un vínculo similar con los demás. Debido a que tenía que haber algo. ―Lo tenemos, gracias ―respondió Tony a la oferta de Riva para conseguirles copias de los artículos en discusión―. Lo que nos gustaría son copias de las notas que utilizó en la escritura de los artículos, si nos deja tenerlos. Riva estuvo de acuerdo, pero cuando Charlie vio las cientos de páginas de sus notas fotocopiadas, algunas de ellas de los originales escritos a mano que un miembro del personal les entregó poco tiempo después, sintió que sus expectativas se desplomaban. Ir a través de tanto material tan a fondo como necesitaban ir, tomaría claramente un montón de tiempo, y el tiempo era cada vez más escaso. Por lo que todo se reducía ahora a una cuestión de priorizar lo que era más probable que produjera resultados. ―Cuando Kelly vino a mí, después de la muerte de Brad, empecé a tratar de ayudarla a encontrar al que hizo esto ―dijo Riva―. Entonces, cuando mataron al próximo lote de chicos, cuando recibí esa carta del hijo de puta que lo hizo, hice todo lo que pude para dar con él. Todavía estoy trabajando en ello. He consultado con los policías locales y los agentes del FBI que estaban trabajando en este caso antes de que ustedes fueran traídos al caso. He corrido hasta un millar de posibles pistas, y exploré tantas teorías que ni siquiera puedo recordar la mayoría de ellas. Y no creo que haya llegado ni siquiera cerca de identificarlo. Espero que tengan mejor suerte. ―Lo haremos ―prometió Tony sombríamente. Charlie se sintió alentada por su confianza. Después de eso, se encontraron con la policía local y agentes del FBI, recorrieron el lugar de la matanza del Grupo Cuatro, luego se dirigieron a Winston, Salem y el campus de Wake Forest. Charlie había estado durante mucho tiempo familiarizada con el trabajo del Dr. Jeffrey Underwood, que había hecho una carrera estudiando la composición genética de los asesinos violentos y, más recientemente, los asesinos en serie. Ellos lo encontraron en la escuela de medicina, donde era un profesor distinguido. ―Es un placer conocerla, Dra. Stone. Soy un gran admirador de su trabajo. ―Fue como el Dr. Underwood los saludó cuando se unieron a él en su laboratorio, donde media docena de estudiantes graduados trabajaban diligentemente sobre instrumentos que iban desde microscopios hasta ordenadores. Sonriéndole, halagada por sus palabras, Charlie le devolvió el cumplido. Después de darle la mano, y hacer algunas observaciones sobre su más reciente trabajo de investigación, que se había publicado dos meses antes en The American Journal of Psychiatry, volvió su atención a Tony, Buzz y Kaminsky.

―No tengo ni idea de quién podría estar detrás de estas atrocidades ―dijo en respuesta a la pregunta de Tony. Parcialmente calvo y con gafas, distinguido en su bata blanca de laboratorio, se veía más viejo que sus cuarenta años. Era un hombre alto y delgado, con un aire inquieto, cambiando de un pie a otro, mirando a sus asistentes con ojos de águila, incluso al responder preguntas, y dando instrucciones ocasionales o reprochando a sus subordinados cuando sentía la necesidad. ―¿Cómo le fue entregada la carta del Hombre de Jengibre? ―preguntó Tony. ―Fue deslizada por debajo de la puerta de mi oficina ―dijo el Dr. Underwood―. Llegué una mañana, y allí estaba. Sin necesidad de decirlo, de inmediato me puse en contacto con la policía. Tony miró a Kaminsky. ―Ya tenemos una copia de ella ―respondió ella, interpretando correctamente su pregunta no formulada―. Al igual que las otras, fue escrita por una de las víctimas, Liza Gill, bajo, lo que estamos seguros era, algún tipo de coerción. ―¿Hay cámaras de seguridad en el edificio? ―Buzz no parecía especialmente esperanzador. Porque incluso si lo hiciera, en ese momento el material habría tenido alrededor de un año de antigüedad, lo que significaba que, a menos que se hubiera conservado deliberadamente, era casi seguro que ya no existía. ―Las hay ―respondió el Dr. Underwood―. Pero entiendo que no se encontró nada útil. Para el momento en que la policía pensó en comprobarlas, las imágenes habían sido sobregrabadas. Creo que las cámaras se ponen a hacer eso cada setenta y dos horas. Eso fue un poco decepcionante, pero no era de extrañarse. Mientras caminaban a través de su larga lista de preguntas, el Dr. Underwood respondió con facilidad, pero tenía muy poco nuevo que decirles. Sin embargo, Charlie encontró gran parte de lo que tenía que decir fascinante, pero eso era porque él seguía alejándose de las preguntas de Tony, para explicarle a ella dónde iba con su investigación. ―Ahora estamos haciendo la prueba del ADN en un número de muestras de material genético para ver si tienen el gen CHRNA7, el cual frecuentemente falta en los esquizofrénicos y también en los asesinos en serie ―le dijo a Charlie―. Espero poder obtener fondos para hacer un estudio a fondo sobre el tema que incluya asesinos en masas también, como el que disparó en un cine en Colorado.

―¿Cree que esos asesinos en masas y los asesinos en serie podrían tener la misma mutación? ―preguntó, inmediatamente interesada. No era muy frecuente tener la oportunidad de hablar con alguien que fuera un experto en el tema, como lo era ella. El Dr. Underwood asintió. ―Creo que sí. ―No creo que encuentre un solo componente con el que se crea un asesino en serie ―dijo, totalmente atraída con la discusión―. Podría haber un número de factores que tengan que estar presentes. Quizás genéticos, ciertamente juegan un rol, pero yo me inclino a la teoría de que los factores ambientales quizás sean más importantes. ―Quizás podamos colaborar con algún documento en algún momento ―sugirió el Dr. Underwood―. Estaría más que interesado en incorporar el trabajo que está haciendo dentro de mi investigación. ―Estoy de acuerdo ―dijo Charlie. Una mirada perdida a través de las caras de Tony, Buzz y Kaminsky le recordaron que, aunque se relacionaba el tema de discusión, esa no era la razón de la visita al Dr. Underwood. Michael estaba sonriendo débilmente mientras la veía. Al encontrarse con sus ojos, pensó que lo que veía en ellos podría ser orgullo, por ella. Era tonto, sin duda, que le afectara el que estuviera orgulloso de ella. Sintió el comienzo de un pequeño rubor. Se le ocurrió que tener a alguien sintiendo orgullo por ella, era algo raro en su vida, nunca tuvo esa clase de experiencia. Era divertido ―¿triste?― que necesitaba a su monstruo interno para abrir los ojos y ver lo que necesitaba. ―Solo tengo una pregunta más para usted doctor ―dijo Tony―. Sabemos que el Hombre de Jengibre va a dar un golpe otra vez, y pronto. ¿Tiene algunas sugerencias de colegas que trabajan en campos similares al de usted y el de la Dra. Stone a quienes podría estar planeando enviar su siguiente carta? Quien quiera que sea debe estar entre el área de estos tres estados: Carolina del Norte, Carolina del Sur y Virginia. El Dr. Underwood pensó por un momento, luego nombró a dos investigadores quienes estaban en nuestra lista junto con una docena de nombres que Charlie había juntado. David Myers respondiendo a la misma pregunta, también había dado un par de nombres diferentes a los que Charlie tenía en la lista. La información no era de gran ayuda. ―Pateaste traseros ahí dentro, nena ―le dijo Michael cuando se retiraron del lugar. Habiéndose olvidado del asunto hasta el momento, le dio una mirada en

respuesta. Vio la mirada en sus ojos y supo que no se había equivocado, estaba orgulloso de ella. No pudo evitarlo, sonrió. A final de cuentas, tener a Michael en su vida se sentía bien. Y se refería bien en una forma que no tenía nada que ver con la atracción sexual. ―Al menos llegamos a un acuerdo sobre el siguiente experto que podría contactar ―dijo Buzz sombríamente cuando estaban de vuelta en el aire, camino a Hampton, Virginia. Ese era el pueblo de donde Jenna, Laura y Raylene habían sido raptadas, y el equipo esperaba encontrar algo ahí que lo vinculara con las tres chicas. Estaban armados con detalles frescos de lo que Jenna había hecho horas antes de ser raptada, por otra entrevista con ella vía Skype, en la cual su madre se había movido con ansiedad en la parte de atrás, haciendo continuamente comentarios. También tenían detalles inciertos de cómo habían pasado el día Laura y Raylene por la recopilación de los interrogatorios con la familia, amigos y el equipo de reconstrucción de hechos. Una vez que el avión aterrizó, irían a corroborar la información con la esperanza de que algo real apareciera. ―Tenemos equipos locales realizando vigilancia permanente con los expertos en tu lista, incluyendo sus oficinas y residencias ―le dijo Tony a Charlie. Como el resto de los demás, él estaba sentado alrededor de la mesa desmontable del avión. Desde que estaban viajando tanto, el elegante Gulfstream V se había vuelto su sala de reunión―. Si el sospechoso entrega una carta a uno de ellos, deberíamos tenerlo. ―El problema con eso es que para ese momento él ya debió haber dejado la carta, raptado y probablemente matado a su siguiente víctima ―advirtió Kaminsky. ―Y es posible que no entregue la carta personalmente ―dijo Buzz―. La puede enviar por correo, como lo hizo con Riva. O transportarlo a su destinatario deseado de muchas maneras. ―O la lista podría ser errónea ―les recordó Charlie ―. Por ejemplo, no hemos puesto en ella a Eric Riva. ―Al menos es un punto de referencia ―dijo Tony―. Si él está verificando al experto antes de tiempo, el supervisor debería saberlo. Tenemos helicópteros y personal en tierra buscando posibles lugares adecuados para matar en las proximidades donde están los nombres de la lista. Si se apareciera con alguno de ellos, lo tenemos.

―Hay algunos puntos que tenemos que mantener en mente. ―Kaminsky se dirigió a la presentación en Power Point para su deleite. Ya habían superado varias facetas de la investigación, pero la discusión durante los últimos minutos se había desviado. Ahora ella estaba dirigiendo su atención nuevamente hacia las diapositivas que estaba proyectando en una pantalla sobre el sofá donde Michael estaba acostado. Charlie era la única que podía verlo, la única que encontraba su presencia como una distracción. Parecía que estaba tomando una siesta, aunque por supuesto él no tomaba siestas. ―Sabemos que el sospechoso es un hombre blanco, de edad aproximada entre los veinticinco y los cuarenta. Sabemos que posee o puede tener acceso a una furgoneta azul o gris con un interior que pudiera estar, no permanentemente, equipada con una caja que huele a pescado. Sabemos que habla por teléfono con alguien llamado Ben. Sabemos que la pistola de aturdimiento se utilizó para someter inicialmente a alguna de sus víctimas y que después usó un gas sedante para mantener a alguna de ellas semi o inconscientes. El análisis de sangre de las últimas tres víctimas identificaron que el gas era óxido nitroso, así que el sospechoso tiene acceso a eso. Sabemos que los escenarios que planea son inusualmente complejos y requiere una preparación previa significante. Sabemos que de alguna manera conoce o tiene conocimiento de la existencia de Eric Riva, Dr. David Myers, Dr. Jeffrey Underwood y la propia Dra. Stone. También, todos los lugares de los asesinatos y secuestros no han estado a una distancia superior de siete horas de conducción, lo cual significa que vive o se mantiene dentro de ese área, al menos durante el tiempo que los asesinatos se han llevado acabo. ―Kaminsky pasó a la siguiente diapositiva, la cual era una lista de nombre en viñetas. ―Estas víctimas fueron testigo o estuvieron presentes en la muerte violenta de alguien cercano antes de estar involucradas en este caso. Son más de la mitad. Un porcentaje lo suficientemente grande para ser considerado significante estadísticamente. En el caso de las víctimas donde no hemos confirmado experiencia cercana a una muerte violenta, es porque la información no está disponible y no necesariamente por que no haya pasado. Lo que significa que el porcentaje de incidencia es probable que aumente. Así que creo que podemos asumir que esa experiencia de una muerte violenta en las víctimas es importante. Igual de importante es el determinar cómo es que el sospechoso conoce acerca de las muertes violentas en el pasado de las víctimas. Necesitamos determinar cómo tiene acceso a esa información. ―¿Alguna idea sobre esto? ―Tony miró a los otros tres, uno por uno.

―No ha salido nada hasta ahora verificando el personal médico y los hospitales involucrados ―informó Buzz. ―Creo que vamos a encontrar que nuestro sospechoso de forma similar estuvo expuesto a alguna muerte violenta cuando era joven ―dijo Charlie―. Lo que nos da un indicador más para buscar. Es posible que la edad de su exposición esté correlacionada con la edad de sus primeras víctimas, lo cual fue entre los doce y catorce años. ―¿Y si comprobamos los obituarios por accidentes pasados o muertes violentas de hace unos diez años antes de los primeros asesinatos? ―sugirió Michael sin abrir sus ojos―. No puede haber muchos periódicos en el norte y sur de Carolina y Virginia. Y todos guardan sus archivos. Charlie casi dijo, buena idea. Reponiendo a tiempo, en su lugar repitió la sugerencia de Michael. Tony miró a Buzz. ―Estamos en ello, jefe ―dijo Buzz. ―¿Y si tratamos de encontrar quien le está proporcionando el óxido nitroso? ―preguntó Tony. Buzz negó con la cabeza. ―Te sorprenderías de cuántos usos tiene el óxido nitroso: los dentistas lo usan, pilotos de coches de carreras lo usan en sus motores, es usado para cocinar y en productos en aerosol como la crema batida. También es usado ilegalmente para inhalarse por adolescentes. Todo esto hace que sea bastante difícil llegar a él. ―¿Y los proveedores? ―No son muchos, pero los distribuidores están tan dispersos que está tomando mucho tiempo comprobarlos ―respondió Buzz―. Estamos hablando de miles de notas de ventas. Y luego está el mercado secundario. ―Continúen con eso ―dijo Tony. Buzz asintió. ―Gente. ―La voz de Kaminsky atrajo nuestra atención de regreso a su presentación. La pantalla volvió a cambiar para mostrar imágenes de cinco supervivientes, con una lista en viñetas debajo de cada una de ellas. Determinadas cosas fueron sobresaltadas con color rojo. Señalándolas, Kaminsky continuó:

―Hemos hablado con todos los supervivientes. Bueno, Matt Hayes no habló con nosotros, pero si los otros supervivientes, y sus historias coinciden. Fueron raptados, drogados, forzados a matar, liberados y se les ordenó correr por sus vidas como el único sobreviviente. Describen al sospechoso como alguien que vestía todo de negro, con una máscara sonriente blanca. Las estimaciones de estatura y peso varían significativamente. Al menos dos de ellos piensan que distorsionaba su voz con algún tipo de dispositivo digital. ―Lo que podría significar que las víctimas conocen al sospechoso, ¿no crees? ―preguntó Buzz. Tony negó con su cabeza. ―Podría significar solo que no quiere que los supervivientes sean capaces de identificar su voz después. Buzz asintió. Charlie coincidió, eso tenía sentido. ―¿Qué hay sobre los asesinatos sin resolver en el área de Buggs Island Lake por las fechas y antes del primer ataque del Hombre de Jengibre? ―preguntó Charlie. ―Regresando diez años desde esa fecha, hay dos asesinatos sin resolver, ninguno de ellos parece encajar en nuestro perfil. Uno fue aparentemente el resultado de una pelea de bar, y el otro parece ser que fue por celos profesionales ―comentó Kaminsky―. Pero hay algunas muertes accidentales que podrían ser algo más. Seguimos trabajando en eso. ―Así que, ¿qué tenemos? ―preguntó Tony. Kaminsky hizo un sonido de disgusto. ―No tanto como hubieras esperado. Nuestra mejor pista es lo de las muertes violentas en el pasado de las víctimas. Como dijo la Dra. Stone, estamos buscando un factor denominador, y eso es lo más cercano a eso que tenemos. ―Muy bien ―dijo Tony mientras el piloto anunciaba por el micrófono y pedía que se prepararan para el aterrizaje―. Vamos a mantener la búsqueda. Lo resolveremos. Charlie estaba bajando las escaleras hacia el asfalto caliente, cuando la golpeó. Su boca se abrió. Michael, a un lado de ella, vio la expresión en su cara y dijo bruscamente: ―¿Qué?

―Holly ―respondió antes de pensarlo, y luego los otros la miraron, se recompuso y se reenfocó en ellos―. Yo experimenté de cerca una muerte violenta cuando era joven, también. ¿Recuerdan? Mi amiga Holly Palmer. Que había muerto en manos del asesino de Boardwalk, mientras que Charlie había sobrevivido. ―Joder ―dijo Buzz. ―Eso es un enlace. ―Kaminsky sonaba emocionada. ―Comprueba a los otros expertos. Mira si Riva, Myers o Underwood han experimentado alguna muerte violenta en su pasado. ―Tony miró a Kaminsky―. Quizás es de esa forma que escoge a los expertos. ―Si es así, entonces encontrar al siguiente experto será mucho más fácil. ― Buzz sonaba casi tan emocionado como Kaminsky. ―Y el siguiente sitio del asesinato. Porque estará cerca del siguiente experto ―intervino Kaminsky. Miró a Buzz―. Toma la lista de los expertos que son los posibles objetivos, junto con Riva, Myers y Underwood. Veamos si esto sale bien. Charlie no escuchó la respuesta de Buzz a eso, porque en ese momento su móvil sonó. Se giró para verlo y vio que la llamada era de Tam. Su corazón se aceleró. Esta llamada no sería nada bueno. ―Discúlpenme un minuto, necesito contestar esta llamada ―dijo. Luego caminó un poco lejos de ellos buscando un poco de privacidad entre la sombra del avión y quedándose a la vista de ellos. ―Hola Tam ―dijo al teléfono. ―Cariño ―la saludó Tam ―. Oh, querida, tengo algo que necesito decirte. Primero, ¿estás en algún lugar seguro? El tono de Tam hizo que sintiera frío. Una rápida mirada alrededor y vio a Tony hablando con Kaminsky. Esperaba que no estuvieran poniendo atención en ella, mientras que Buzz se alejaba caminando, probablemente iba por el coche. Michael estaba a su lado, mirando hacia abajo con el ceño fruncido. Ella estaba contenta, se dio cuenta, porque él estaba ahí. Se había convertido en un baluarte en su vida. ―Sí ―dijo, mientras Michael arrastraba las palabras.

―Si es la sacerdotisa vudú, pregúntale si sabe de alguna forma de hacer esta maldita atadura un poco más larga. Pero Charlie no tuvo la oportunidad de preguntarle a Tam nada, porque la otra mujer dijo inmediatamente: ―Sé de dónde viene el peligro. Es del agua. Estás en un gran peligro rodeada de agua oscura.

Capítulo 19



Traducido por Paulii~, SOS RebecaRocio y ElyGreen Corregido por Marce Doyle*

Estás consiguiendo a Dudley en todos sus estados, ¿sabes? ―Michael caminó a través de la puerta cerrada del baño, luego se paró para mirarla con duros ojos mientras ella se suavizaba los labios frescos. Charlie echó una mirada hacia él. ―¿Qué parte de el baño está fuera de los límites no entendiste? ―le preguntó ella agriamente. Su labio se curvó. Ella tomó eso como solo está fuera de los límites si yo quiero, y le frunció el ceño. El baño en el que estaban era un pequeño baño de damas elegante justo afuera del patio del Marriott, donde ella, Tony, Kaminsky y Buzz no hacía tanto habían terminado una tardía y necesitada cena. Un poco antes, Kaminsky y Buzz se habían ido arriba, donde el equipo tenía cuatro cuartos contiguos en el piso veinte, mientras Charlie, por invitación de Tony, había elegido quedarse por café y postre. Él había ordenado tarta de lima, y ella había ordenado sorbete de mango, que ya se habían comido. Habían estado esperando al camarero para que les trajera la cuenta cuando ella se había excusado para ir a refrescarse. Desde que la puerta del baño de damas era visible desde donde estaban sentados, ninguno de ellos había visto la necesidad de que él la escoltara. El baño contenía solo una casilla, dividida de la zona del lavabo por un tabique, y una vez dentro Charlie había cerrado la puerta. Nadie iba a llegar a ella allí, excepto, por supuesto, Michael. Él había estado fuera de vista desde la llamada de Tam. Quería que ella le dijera a Tony sobre las llamadas de Tam, acerca del peligro en el que Tam había dicho que estaba. Él quería que dejara la investigación y fuera a refugiarse a algún lado hasta que el Hombre de Jengibre fuera atrapado. Él quería que ella abandonara su carrera entera y que encontrara algún uso alternativo para su título médico que no involucrara asesinos en serie.

Y él no quería que se involucrara con Tony. Eso no lo había dicho con tantas palabras, pero ella no tuvo ningún problema interpretando la creciente severidad establecida en su boca, o el brillo antagónico en sus ojos cuando ella y Tony habían hablado más y más exclusivamente de cada uno en la cena. Kaminsky y Buzz hacían lo mismo. Luego, cuando los otros se fueron y Tony le había preguntado si se quería quedar por un café y el postre, y ella había aceptado sin siquiera arrojar una mirada al fantasma ceñudo despatarrado en una silla al otro lado de su mesa, Michael había comenzado a irradiar hostilidad como rayos de sol. Ella había sentido esa hostilidad abrasándola cuando terminó el postre y ella y Tony habían abandonado completamente la charla de trabajo, y él le había contado historias autocríticas sobre sus días como jugador de fútbol universitario que la hicieron reír. Luego, cuando se había excusado para ir al baño y Michael, por supuesto, la había seguido, su espalda prácticamente se había ampollado por el calor. ―El baño esta fuera de los limites ―le había advertido a Michael afuera por un lado de su boca cuando alcanzó la puerta del baño de damas, en un esfuerzo por evitar la discusión, pelea, que tenía una muy buena idea de que vendría. Demasiado para eso. Al menos había tenido la decencia de esperar hasta que, ella asumió, oyó el zumbido del secador de aire que le había dicho que se estaba secando las manos. El vestido no ayudaba. La cosa era, que ella estaba usando uno. Era un vestido veraniego, de un hermoso rojo profundo, con un fino tirante sobre cada hombro y un adorno de frunces que lo mantenía ajustado hasta la cintura y una falda vaporosa a media pierna. Lo había comprado en la tienda de regalos exclusiva del hotel, cuando los cuatro ―cinco― de ellos habían llegado de caminar por las aceras de Hampton cuando, directamente fuera del avión, habían seguido la ruta que Jenna dijo que había tomado antes de ser secuestrada. La tarde había caído mientras fueron dentro de cada uno de los establecimientos por los que Jenna había pasado, y examinaron el lugar donde había ocurrido el rapto, pero la temperatura se quedó en los noventa, y la humedad estaba densa. Para el momento que regresaron al coche y condujeron al hotel, además de estar enfadada por escuchar a Michael sin ser capaz de responder, Charlie había estado acalorada y sudorosa y lamentando de todo corazón la forma en que estaba vestida.

Su blusa de seda sin mangas había estado pegándose desagradablemente a su piel, y sus pantalones ligeros se sentían como si fueran lana pesada y estuvieran pegados a sus piernas. No era una sorpresa, ella había empacado ropa de trabajo, pero en lo que había fallado al considerar era que sus ropas de trabajo habían sido escogidas con una oficina interior con aire acondicionado en mente. No eran adecuadas para estar fuera con tanto calor y humedad. Así que cuando había visto el lindo, ligero conjunto de verano en la tienda de regalos del hotel, había dejado a los hombres para verlo y, con Kaminsky siguiéndola en sus tacones, se encaminó hacia la ropa. Si era algo, Kaminsky en su traje ajustado estaba incluso más inapropiadamente vestida para lo que ellos habían estado haciendo y planeaban continuar haciendo al día siguiente, de lo que estaba Charlie. Tuvieron un breve encuentro femenino de mentes, y Kaminsky, también, había incurrido en algunas compras. El resultado era que Kaminsky había llevado una elegante y larga hasta la rodilla ―le contó a Charlie con un irónico giro de su boca que no podía llevar más largo por su altura― camisa de lino negra con un ingenioso bolero corto de manga corta para ocultar su sobaquera, además de sus propios tacones, los cuales se negaba a abandonar, mientras que Charlie había llevado el vestido de verano y un par de sandalias adornadas con un delicado kitten heel que ella había adquirido para ir con el vestido. Teniendo por necesidad seguirla dentro de la tienda de regalos, Michael, en la típica moda masculina, había mostrado poco interés mientras ella había saqueado a través de la ropa. Así que cuando ella había salido del baño de su habitación de hotel para encontrarlo cubierto en una de las dos butacas al otro lado de la cama individual, desconectado viendo la televisión, el cielo nocturno negro detrás de él a través de las cortinas abiertas y la habitación en sí suavemente iluminada por la lámpara de suelo entre los sillones, sus ojos se habían ampliado con la sorpresa cuando miró en su dirección. ―Te ves hermosa ―dijo. Fresca de su ducha, con el cabello torcido en un fresco recogido que dejaba algunos rizos sueltos para curvarse alrededor de su cara y cuello, y su maquillaje sutil pero allí, que se había derretido todo antes, se sintió mucho mejor para sonreírle, lo que, debido a que había estado caliente y enfadada y cansada de él diciéndole lo que tenía que hacer, no había hecho por un tiempo. ―Gracias ―dijo ella. Él se puso de pies y fue hacia ella, su mirada deslizándose sobre ella antes de persistir en sus hombros casi desnudos.

―¿Todo esto por Dudley? Sus cejas se crisparon juntas. ―Todo esto porque el comedor cierra a las nueve, así que estaremos comiendo fuera en la piscina, y hace calor ahí afuera. ―Ella alcanzó su reloj, el cual había dejado al lado de su bolso sobre la mesa de la consola que corría a lo largo de la pared contraria a las camas, y lo deslizó en su brazo. Luego cogió su bolso y se giró para dirigirse a la puerta. ―Escucha lo que acabas de decir, estarás comiendo afuera en la piscina. Sabes que es de noche, ¿verdad? Eso hace de la piscina agua oscura. Para el caso, este hotel está en la playa. El océano esta justo ahí. Más agua oscura. Ya habiendo tenido el mismo pensamiento y habiéndolo vencido, y agravándolo al tener todo ese miedo latente agitándose de nuevo, ella se giró para mirarlo. ―Si me quedo en el cuarto y voy al baño y apagó la luz dentro del baño, la bañera estará llena de agua oscura, también. Sus labios se apretaron. ―La diferencia es que no es probable que haya un asesino en serie que conozca tu nombre en el baño contigo. ―No, él estará justo afuera de la puerta ―replicó ella. ―Oh, ha, ha. ―Por su expresión, él claramente no encontró eso divertido―. Tu amiga la sacerdotisa vudú dijo que estás en peligro. Tú dijiste que la sacerdotisa vudú tiene generalmente razón. ¿Cuán estúpido es quedarse aquí en camino del daño cuando sería lo más fácil en el mundo quedarte en tu cuarto esta noche, tomar un avión mañana y volar a algún lugar seguro? Charlie suspiró. ―Ese es el problema, ¿no lo ves? No hay ningún lugar seguro. Estoy tan propensa de estar corriendo hacia el peligro como lo estoy de estar corriendo lejos de él. Tam dijo que estoy en peligro cerca del agua oscura. Si te pones a pensar en eso, hay agua oscura en todos lados. Por mi dinero, la razón por la estoy en peligro cerca del agua oscura es casi ciertamente porque hay un asesino en serie que sabe mi nombre. Por lo tanto, la manera de estar segura es atrapar al asesino en serie. Y como suposición, diría que estoy más segura rodeada por tres agentes del FBI armados de lo que lo estaría por mi cuenta.

Sus ojos se encontraron. Estarás conmigo, dijeron los de él, y los suyos respondieron, tú no puedes protegerme, y los de él se estrecharon y su boca se apretó con el furioso reconocimiento. ―Estás asustándome de muerte aquí, ¿de acuerdo? ―Sus palabras fueron abruptas. Su rostro estaba tenso―. Al menos dile a Dudley sobre lo que la maldita mujer dijo, así él está en guardia, ¿podrías por favor? ―Está bien ―chasqueó ella, molesta consigo misma porque la tocó que él no tuviera en cuenta la rivalidad que ella sabía que él sentía con Tony para tratar de estar seguro de que estaba protegida―. Estoy asustada, también, sabes. Siempre estoy asustada, todo el tiempo. Vivo con este constante miedo de bajo grado, y lo he tenido desde que mi amiga fue asesinada y descubrí qué clases de males existen en el mundo. Lo que Tam dijo simplemente lo puso encima un par de muecas. Pero lo que he aprendido a lo largo de los años, es que la única cosa que hacer cuando estás asustada es quedarse tranquila y seguir moviéndose hacia adelante. Incluso cuando las palabras dejaron su boca, Charlie se dio cuenta de que era la primera vez en su vida adulta que le admitía a alguien que estaba asustada. El miedo había sido su constante compañía tanto tiempo como podía recordar; había aprendido a esconderlo, a negarlo, a mantener su cabeza en alto en su cara y continuar. Pero nunca lo había admitido en voz alta hasta ahora, a él. Su fantasma. Y, ¿qué es lo que eso decía sobre el estado de su corazón en el que él estaba incluido? ―¿Charlie? ―Sus ojos se oscurecieron y se deslizaron a sus labios, y ella supo que la quería besar. Y supo que si hubiera habido alguna forma, cualquier forma posible de hacer que eso pasara, ella hubiera caminado directamente dentro de sus brazos y deslizado a sí misma alrededor de su cuello y lo hubiera besado, aunque besarlo no fuera suficiente. Y luego ella se hubiera ido a la cama con él. Porque eso era lo que ella estaba ardiendo por hacer. Solo pensar en eso la hizo sentir toda blanda y temblorosa por dentro. Su rostro debió haberla delatado, porque sus ojos llamearon hacia ella. De repente la pasión golpeó en el aire entre ellos, tan tangible como el latido de su corazón.

Un golpe en la puerta rompió el hechizo. ―Ese será Tony ―dijo ella, y vio sus ojos llamear. Ella estaba todavía dolorida por Michael cuando se giró y abrió la puerta para encontrar a Tony parado allí. ―Hola, Dra. Stone. ―Tony la saludó con una nota de placentera sorpresa, hizo una exagerada reacción tardía de sorpresa cuando ella salió afuera a la brillante luz del vestíbulo y la vio en su vestido. Él no era el usual correcto agente del FBI, también, había perdido la chaqueta y la corbata y arremangado las mangas de su camisa blanca hasta sus hombros. El extremo del final de su camisa estaba fuera también, y ella supuso que era para esconder su arma. ―¿Por qué, Agente Especial Bartoli? ―Hizo eco sobre la misma nota, dándole a él la copia exagerada que él le había dado a ella. Él rió, le cogió la mano, se la llevó a la boca y la besó. El roce de sus labios sobre su piel era cálido y agradable, y la casual elegancia del gesto hizo que su corazón doliera un poco. Porque sirvió para enfatizar el hecho de lo que nunca iba a tener con el hombre que quería realmente. Los placeres simples del contacto físico ocasional nunca iban a pasar entre ella y Michael. Pero ella decidió mientras sonreía a Tony y él metía la mano alrededor de su brazo, que se sentía cálido y fuertemente masculino contra su piel, y ella era de repente muy consciente de ello, y comenzaron a caminar lado a lado hacia el ascensor donde Kaminsky, con su vestido nuevo, y Buzz con las mangas de camisa enrolladas, esperaban. Ella no iba a permitir que le rompieran el corazón. Tenerlo roto por un hombre muerto sería estúpido. Porque esto no cambiaría nada, aún estaría disponible para la vida que quería, él todavía estaría muerto. Había una frase de una canción que su madre solía escuchar: tú estás con el único que amas. Tony a ella le gustaba mucho. Ella lo encontraba atractivo, sexy. Sus besos la encendían. Podía besar a Tony. Podía tener sexo con Tony. Podía incluso con Tony, finalmente, si las cosas funcionaban, hacer una vida con él. No era estúpida. Sabía lo suficiente como para elegir el posible por lo imposible. Entonces, eso es lo que haría que su mente hiciera.

Se unieron a Kaminsky y Buzz en los ascensores justo a tiempo para que Charlie escuchara por casualidad lo que Kaminsky decía a Buzz: ―¿Y dónde fuiste anoche? ―A lo que él respondió sorprendido: ―¿Qué? ―Mientras que Kaminsky lo inmovilizaba con una mirada censurada y le respondía: ―Estaba en la habitación de al lado, ¿recuerdas? Te oí salir. ―Antes de que ambos callaran mientras Charlie y Tony llegaban hasta ellos. Charlie tuvo la idea fugaz que Kaminsky durmió en exceso esa mañana, y por consiguiente su explicación fue que era evidente que se había quedado despierta para escuchar a Buzz volver de donde él había ido. Lo que significaba que la situación entre ellos se estaba poniendo interesante. Charlie se dio cuenta de que no les había prestado mucha atención, lo cual no era de extrañar, ella tenía su propia ―forma complicada― situación para cumplir, después de todo. El ascensor llegó, y los cuatro ―cinco― se amontonaron. Cuando salieron por la planta baja, dirigiéndose a través del cavernoso vestíbulo, con suelo de mármol y por medio de grandes puertas de cristal en la pasarela al aire libre cubierta más allá, esta noche estaba completa. Unas ondulante palmeras colocadas estratégicamente en macetas bloqueaba el patio de la vista. Suave música romántica llenó el aire, junto con los sonidos de la conversación y las risas de sus comensales compañeros tardíos. La luna estaba entonada en lo alto en cuarto menguante en el cielo, y miles de estrellas brillaban como pequeños diamantes de imitación de terciopelo establecidos en la medianoche. Unos pasos hacia abajo los llevaban a la amplia terraza con mesas de hierro forjado y sillas. Estaba encerrado en dos lados por edificios más pequeños conectados al hotel, pero el frente estaba abierto. El paisaje circundante era exuberante y fragante, y las luces parpadeantes de docenas de faroles entonados eran joyas brillantes en las mesas, y en lo alto, esbeltos soportes perimetrales añadían una belleza mágica. Todavía hacía calor afuera, pero la humedad se hizo soportable por una ligera brisa, la sal con aroma soplaba desde el océano. A lo lejos, a través de un tramo de la pálida playa, apenas visible, Charlie entrevió el rodar de olas espumosas en el agua negra. Mucho más cercano a la mano, por un sendero que conducía desde el patio a la playa, la piscina con características de gruta del hotel todavía acomodaba unos nadadores empedernidos. El agua oscura, pensó Charlie, y sintió un dedo frío del miedo deslizándose por su espalda. Su paso vaciló por un segundo, pero realmente, ¿qué podía hacer? ¿Volver corriendo a su habitación y quedarse allí hasta que Tam le diera el visto bueno? Diciendo: ―Por lo menos mantente alejada del agua maldita ―en un tono incitador, Michael se movió cerca de ella,

colocando su cuerpo grande entre ella y la piscina y el mar, pero era la mano de Tony la que se deslizaba alrededor de su brazo nuevamente. Fue el toque de Tony el que sentía. Tony, que era sólido y cálido y tan físicamente presente como ella. Se negó a siquiera mirar a Michael. Charlie se apoyó deliberadamente en Tony un poco, lo suficiente para que sus cuerpos se rozaran, y lo miró y sonrió. Durante la cena, Charlie se concentró en el hombre al que podría tener, y fingió que no podía tener lo que no estaba allí. Porque en un mundo que no estuviera absolutamente fastidiado, él no habría estado allí, y ella podría haberse enamorado de Tony, sin ninguna maldita interferencia infernal. Y por eso, cuando Michael se unió a ella en el baño, estaba preparada para que estuviera indignado con ella. Y ya sabía que, a pesar de su cólera, se iba a mantener en el curso que había elegido, y no hacia atrás. Ella estaba eligiendo a Tony, y Michael simplemente iba a tener que vivir ―o no― con eso. Así que ahora Michael estaba en el baño con el ceño fruncido hacia ella. ―Lo conseguiste que pensara que es el afortunado esta noche. Finalizando con su lápiz labial, haciendo un chequeo final en el espejo, Charlie se volvió hacia él. No tenía sentido andarse por las ramas. La cosa era que con Michael unido a ella como la cola de un cometa, no había manera de que él no supiera lo que iba a pasar. No solo sobre Tony, sobre todo lo que ella haría en su vida desde ese momento hasta que muriera o desapareciera. El conocimiento era inquietante. No, aterrador. Pero lo único que podía hacer era encontrar una manera de tratar con eso ―él― en términos de que pudiera vivir. ―Tal vez es él. ―Ella le dio una mirada de nivel―. Estoy pensando en ello. ―¿Qué? ―Decir que Michael la miraba pasmado era una sutileza. ―En algún momento, si mi relación con Tony continúa, vamos a tener relaciones sexuales. Estoy pensando en hacerlo esta noche. Pasmado dio paso a estupefacto, que fue sustituido casi al instante por puramente loco. ―Al infierno si lo haces.

―Tú no tienes nada que decir al respecto. Te lo digo por cortesía, para que puedas mantenerte fuera del camino. En otras palabras, si entro en una habitación del hotel con Tony, te quedas fuera, ¿entendido? ―En tus malditos sueños. ―Pensé que observar no era lo tuyo. ―Nena, te lo digo de antemano, si entras en una habitación de hotel con Dudley con la intención de tener relaciones sexuales con él, se va a convertir en la habitación de hotel más frecuentada en la que alguna vez hayas estado en tu vida. Frunció el ceño. ―¿Sabes una cosa, Casper? Ya que soy la única que puede verte o escucharte, si simplemente cierro mis ojos y te desconecto, no hay nada de que puedas hacerlo. ―Pruébame. ―Oh, lo voy a hacer. Conseguiré tener una vida. Sus ojos se estrecharon hacia ella. ―Conseguí encenderte, ¿verdad? En el dormitorio, anteriormente. Te encendí, y ahora estás con ganas de conseguir tu piedra con Dudley. Solo para que quede claro, que no va a funcionar por mí. ―Eres asqueroso ―siseó Charlie hacia él, sus mejillas llameando. Ella comenzó a caminar, porque no quería perder más aliento discutiendo, y él estaba bloqueando la puerta. ―Es la verdad, y tú lo sabes. Yo soy el tipo con el que quieres acostarte, no él. ―¡Fuera de mi camino! Cruzó los brazos sobre el pecho. ―Uh-uh. Su sangre hervía. Pareció olvidar que podía caminar a través de él, que fue lo que hizo, y condenó el cosquilleo eléctrico. Tirando de la puerta, se dio cuenta que un par de largas zancadas más allá de ella estaba al acecho en lugar de caminar, y moderó su paso. En el momento en que llegó a la mesa, fue capaz de sonreír a Tony, que firmaba el cheque y volvía a entregárselo al camarero, al

igual que todo estaba bien en su mundo, y no importaba la voz llena de miel de Michael gruñendo de vuelta. ―¿Alguna vez has intentado comer un sándwich de pavo cuando lo que realmente quieres es una pizza? Cuando termines el bocadillo, todavía estarás anhelando la pizza. Por supuesto, ella no respondió. ―En caso de que pasara por tu cabeza, yo soy la pizza. Oh, ella lo entendió, de acuerdo. Y todavía no respondía. ―Maldita sea, Charlie ―dijo Michael, plantándose delante de ella. Estrechando sus ojos en él, ella giró a su alrededor. Caminar a través de él era posible, ya que acababa de probarlo, pero la verdad era algo que no le gustaba hacer. ―Hey. ―Tony se puso de pie cuando llegó a la mesa―. Ésta fue la cena ―dijo sonriéndole, y se acordó de que había accedido a la cena como un primer paso en su pacto de tomarlo lento―. ¿Quieres tratar de bailar antes de que subamos? Había un área despejada en el lado opuesto del patio a lo largo de otras ondulante palmeras en macetas que casi ocultaban la pared de ladrillo sólida detrás de él. Las parejas bailaban allí, ocho o nueve, oscilaban en edad, entre los jóvenes profesionales a la abuela y el abuelo. Nada del otro mundo, no la ostentación de baile con las estrellas, simplemente todos ellos abrazándose mientras se balanceaban y giraban en el suelo con la música. ―Tú no quiere hacer esto ―dijo Michael. ―Me encantaría ―le dijo Charlie a Tony con determinación, y cuando él le sonrió y le tomó la mano, ella le siguió a la pista de baile y se volvió hacia sus brazos. Había bailado con él antes, pero solo como parte de trabajo en un caso. Había sido un baile cuidadoso y formal, bajo la atenta mirada de Kaminsky y Buzz y una cámara. Este baile era diferente. Esta era pegado justo contra Tony, con su brazo apretado alrededor de su cintura y su cuerpo duro e inequívocamente masculino contra ella. Era personal. Era romántico. Era real. ―Te ves bien ―le dijo Tony, con la boca cerca de su oído―. Hueles bien, también. ―Gracias ―dijo Charlie. Ella echó la cabeza hacia atrás para sonreírle. La luz de la luna hizo que sus ojos parecieran muy oscuros cuando se encontró con su

mirada, y destacó sus duros huesos magros de su rostro. Él se veía bien. Se sentía bien. Él era bueno. En realidad, ¿por qué era que no caía enamorada de él? ―¿En realidad crees que puedes tener una relación con él? Ni siquiera puedes hablarle de las cosas que ves ―dijo Michael al oído―. Tienes miedo de decirle que tienes una amiga sacerdotisa vudú que te está diciendo que estás en peligro. No tiene ni idea de que estás mirando a un fantasma por allá en la esquina que tiene la mitad de su cabeza volando. Y ambos sabemos que es seguro que nunca le vas a hablar acerca de mí. Por supuesto que Michael iba a ser un dolor en el trasero, ¿así que qué más había de nuevo? Sí, vio el espíritu en la esquina, un hombre joven parado por donde una pareja entre los sesenta de lujoso aspecto hablaba entretenidamente en la cena, quienes claramente no tenían ni idea de que él estaba allí. ¿Pero entonces qué? Ella veía fantasmas todo el tiempo, y este en particular estaba manteniendo su distancia, y eso significaba que no era nada de su incumbencia. Justo como lo que le decía o no le decía a Tony no era de la incumbencia de Michael. Con un movimiento del baile la giró, miró a Michael sobre el hombro de Tony y articuló: ―Vete. ―Así que, dime cómo te convertiste en un agente del FBI ―le dijo a Tony. Búsqueda 101: permite que el chico hable de sí mismo. Había pasado un tiempo, pero recordaba el proceso. De todas formas, él lo sabía todo ―bueno, casi todo― acerca de ella, desde la maldita revisión a fondo que había corrido sobre ella. Si ella iba a empezar una relación real con él, probablemente sería una buena idea aprender un poco más acerca de lo que movía. ―Era ser un agente del FBI o abogado ―dijo Tony―. ¿Qué harías? Ella se rió. ―FBI, definitivamente. Su brazo se tensó alrededor de su cintura. Estaban balanceándose juntos, volviéndose un poco, de esa cosa de pasos de caja básica. Su mejilla ―pensó ella que era su mejilla, pero podían haber sido sus labios― barrieron su cabello.

―Ahí tienes ―dijo él―. Me atrajeron con el gran salario del gobierno. Y las horas. Luego cerraron el trato cuando me dijeron que ocasionalmente la gente podría dispararme con una pistola Ella rió de nuevo. Le gustaba. Y se sentía segura con él. Esas eran dos columnas fuertes en las cuales comenzar a construir una relación. Puedo hacer esto, se dijo a sí misma, como si fuera el panorama de la vida normal que siempre había querido, pero había tenido miedo de alcanzarlo por el brillante tormento en el ojo de su mente. Todo lo que tenía que hacer era mantener su boca cerrada acerca de las cosas raras en su vida, pretender ―especialmente con Michael― que no existía. Podría construir su propio futuro justo en la manera que lo quería. ―Así que, ¿escogiste tu propio equipo, o Buzz y Kaminsky te fueron asignados? ―preguntó Charlie. La mano de Tony se deslizó bajo su cintura, no completamente a su trasero, pero llegando allí. No era tan alto, pero era lo suficientemente alto, así que no estaban entrepierna a entrepierna, pero ella aún podía sentir lo que estaba pasando bajo su cintura, y lo registró como un hormigueo interesado. ―¿Tu madre no te dijo que las mujeres de clase no dejan a los hombres sentirse arriba en la pista de baile? El habla lenta de Michael tenía un filo en ella. Estaba detrás de Tony de nuevo, así que todo lo que tenía qué hacer era mirar sobre el hombro para ver al exasperante de seis pies y tres pulgadas. Giró su cabeza en lugar de admirar la limpia línea de la mandíbula de Tony. ―Crane fue asignado a mí ―le dijo Tony―. Kaminsky era una oficial de policía cuando Crane recomendó que la usáramos para un caso porque habla búlgaro fluido, lo cual necesitábamos. Así que le dije que si se unía a la Agencia, la contrataría. Ella lo hizo y yo lo hice. Esos definitivamente eran los labios de Tony barriendo su oreja, pensó Charlie, y luego acariciando el hueco de abajo. La sensación era placentera, y cerró sus ojos para disfrutarla, podía sentirse a sí misma calentándose por dentro. Deslizando su mano alrededor de la anchura de su hombro, disfrutó de esa sensación también. Bajo la suavidad de su camisa, su hombro se sentía muscular y firme al toque, justo como el cuerpo contra el que estaba presionada se sentía musculoso y firme. Se movió un poco, retorciéndose experimentalmente, y sus pechos se presionaron más fuerte en su pecho sintió una placentera pequeña vibración.

―Bebé, no deberías tener que trabajar tan duro para conseguir encenderte. ¿Por qué no te rindes y admites que Dudley no encenderá tu fuego hoy? Los ojos de Charlie se abrieron de un tirón. Michael estaba detrás de Tony, mirándola como un halcón cazador de roedores. Su tono era burlón, pero la piel sobre sus mejillas estaba dura y lisa mientras se enfocaba en su cara. Le miró. Luego giró su cara entre el cuello de Tony y presionó sus labios a la suave y cálida piel allí. Se sentía bien. Estaba definitivamente encendiéndose. ―Charlie ―susurró Tony roncamente, y ella levantó su cabeza y él besó su boca. No un beso de lleno, porque después de todo, estaban en una pista de baile, sino más para probar. Le gustaba. Crash. El ruido fue tan inesperado, que Charlie saltó. Así lo hicieron todos los demás, incluyendo a Tony, cuyos brazos se alejaron de ella mientras su mano se disparaba tras su espalda, donde, ella imaginó, tenía su pistola escondida, probablemente en su cinturón. Mirando a través de todas las sombras que se movían por todo el patio, vio que una de las linternas huracán había caído de su base para hacerse añicos en un millón de fragmentos rojo rubí en la piedra al borde de la pista de baile. Vio, también, que Michael estaba parado al lado de la base donde, segundos antes, la linterna había parpadeado. Sus ojos se ampliaron. ¿Era posible que él hubiera…? Como recordaba el remoto que él había aprendido a trabajar, y el ordenador que había conseguido operar, y las dos o tres ocasiones cuando realmente se había manifestado por unos pocos segundos en forma sólida, su presión sanguínea se disparó. Sí, sonrientemente se respondió a su propia pregunta, era posible. De hecho, tirar esa linterna huracán de su base era exactamente lo que había hecho. ―Yo, bebé. ―Fijando sus ojos en ella, Michael le dio un insolente pequeño saludo. Con Tony capaz de verla, no había una posible respuesta que ella pudiera hacer. ―Guau ―dijo Tony. Su mano realmente nunca había alcanzado su pistola, y ahora se deslizaba de nuevo alrededor de su cintura―. No me di cuenta que el viento era tan fuerte.

―Yo tampoco. ―Charlie solo registró que su tono era mordaz después de que las palabras hubieran salido de su boca. Para entonces, no había nada que pudiera hacer. La música, que era más chillona que en vivo, no había parado, y cuando un sirviente corrió, probablemente por una escoba, todos comenzaron a bailar de nuevo. Tony la trajo de vuelta a sus brazos y Charlie se acurrucó allí, determinada a reestablecer el sensual aumento exactamente donde lo había dejado. Tony parecía estar en esa misma sintonía también. ―Tienes la piel más suave ―murmuró, dejando caer un beso en su hombro. Crash. Charlie ni siquiera saltó esta vez. Lo había estado esperando. Pero Tony lo hizo, al menos lo suficiente para dejarla ir y echar un vistazo a la segunda linterna huracán que chocaba contra el suelo. El baile se detuvo mientras todos alrededor miraban una vez más al vidrio roto. ―Puedo hacerlo toda la noche ―le gritó Michael. Cada músculo en el cuerpo de Charlie zumbó con tensión. Se encontró a sí misma mirándolo, e instantáneamente forzó la furia de su cara. Dos pueden jugar a este juego, fue el pensamiento que envió hacia Michael. ―Se está levantando viento, ¿por qué no nos vamos? ―le dijo dulcemente a Tony. Y tomó su mano. El destello en los ojos de Tony era el equivalente ocular de un infierno. Sí, puñetazo bomba. Como Michael lo había puesto tan locamente, Tony pensó que estaba a punto de tener suerte. Fue solo allí, por el más breve de los instantes, pero Charlie lo vio, y era consciente de sentirse claramente provocada. Conocía el sexo en el cerebro masculino cuando lo veía, y Tony estaba exhibiendo síntomas clásicos. Lo cual, se dijo a sí misma, era exactamente lo que quería. ―Buena idea ―fue lo que Tony dijo, su voz perfectamente blanda, sus ojos ahora no más que ánimo cálido. Hombres, pensó salvajemente, y le sonrió mientras caminaban de la mano a los ascensores. ―¿Algo al respecto? ―Michael estaba con ellos. Sonriendo con suficiencia.

Por supuesto que en el minuto en que las puertas del ascensor se cerraron, Tony la atrajo a sus brazos y la besó. Un beso profundo. Hambriento. Prometedor. Envolviendo sus brazos alrededor de su cuello, Charlie le lanzó un saludo de un dedo al malvado mirándola y le devolvió el beso a Tony. El estridente sonido de la alarma de emergencia hizo que Tony saltara como si hubiera sido espantado. Habiendo esperando ―no precisamente aquello, pero algo― Charlie no saltó. Encontrándose dejada, tomó ventaja de su repentina libertad para darle la espalda a Tony y lanzarle a su rival una mirada que lo hubiera matado si no hubiera estado muerto ya. ―¿Qué demonios? ―dijo Tony sobre el sonido de la alarma, girándose para examinar el panel de control en obvias esperanzas de apagar la maldita cosa. Apoyando su espalda contra la pared, doblando sus brazos sobre su pecho, Michael le dio a Charlie una sonrisa maliciosa. ―Tengo que decir, que esto es lo más divertido que me ha pasado desde que morí. Charlie aún estaba trabajando en volver a poner sus gestos en una razonable expresión complaciente para el beneficio de Tony, cuando el ascensor, con la alarma aún sonando fuertemente, alcanzó su piso y se detuvo. Ella salió primero. Alcanzándola, Tony deslizó una mano alrededor de su brazo. Tomó esfuerzo, pero ella le sonrió. Michael dijo: ―Cuidado, bebé, estás lanzándole dardos venenosos a esos grandes ojos azules. Ella mantuvo la sonrisa y trató de no rechinar sus dientes. El guardia que Tony había espantado para permanecer de centinela en el pasillo no estaba a la vista. ¿Tony había arreglado que él estuviera en otro lugar hasta que fuera convocado? ¿Porque era lo suficientemente astuto para darse cuenta que ella encontraría vergonzoso invitarlo a su cuarto bajo los ojos de una audiencia? Charlie no lo sabía. Realmente no le importaba. Mirando hacia abajo, metiendo una mano entre su bolso, sacó la llave de su cuarto. Tony la vio, y su mano se tensó posesivamente en su brazo.

―¿Crees que podría conseguir que el rociador encima de tu cama explotara? ―preguntó Michael, en un tono que, si Charlie no lo hubiera sabido mejor, habría indicado que él estaba solo ociosamente adivinando―. Bueno, supongo que no lo sabremos hasta que lo intente. Charlie le lanzó una mirada malvada. Los tres habían llegado a la puerta de su cuarto para ese momento. Girando su espalda al engendro de Satanás, se detuvo con su tarjeta-llave en su mano para mirar a los ahora sutiles brillantes ojos café de Tony.

Capítulo 20



Traducido por QueenDelC, Gabbii Rellez Corregido por Maniarbl

¿Entonces puedo entrar? —preguntó Tony con la más pequeña de las sonrisas torcidas.

La mano de Charlie se apretó sobre la tarjeta. Miró hacia el rostro delgado y oscuro del hombre absolutamente perfecto para la vida que ella quería que estaba parado tan cerca. No hizo mucho además de mirar en dirección de la maldición de cabello cobrizo con la que estaba afligida. La triste y molesta verdad era que no tenía opción. —Lo estamos tomando despacio, ¿recuerdas? —Sonriéndole con disculpas a Tony, al menos la disculpa era genuina, deslizó su llave en la cerradura. Y trató de controlar la furia que sintió subiendo dentro de ella cuando Michael, aunque no es como si lo estuviera viendo, respondió a eso con una amplia sonrisa. Solo por un segundo el rostro de Tony reveló su decepción. —Lento —dijo. Luego le dirigió una sonrisa un poco seca—. Lo tengo. Lento. Luego acunó su rostro con ambas manos y le dio un largo y persistente beso de buenas noches. Tomando sus muñecas, Charlie respondió. Mucha lengua. Pero, maldición, gracias a la insistente presencia del fantasma del infierno, no mucho calor. Cuando al final Tony la dejó ir, ella le sonrió, aún con esa dulzura de disculpa, luego entró a su habitación y cerró la puerta en la cara de Michael. Dio tres pasos, se volvió y esperó. Él atravesó la puerta justo como ella sabía que haría y le sonrió traviesamente. —¿Dudley todavía no te calienta?

Charlie sintió todo su cuerpo temblar con ira. Sintió la ardiente calentura subiendo por sus venas como lava quemando. Podía sentir su rostro enrojecer con ello. Podía sentir sus ojos arder con ello. —No vas a arruinar mi vida —dijo entre dientes, avanzando sobre él con el dedo extendido dirigido al centro de su amplio pecho. Se detuvo antes de alcanzarlo, pero de nuevo había cometido el error de acercarse demasiado: tuvo que echar la cabeza hacia atrás para mirarlo a la cara. Sus ojos aún se burlaban de ella. La ligera curva de su boca era… endemoniadamente sexy—. Quiero algo normal. Quiero algo sencillo. Quiero algo de felicidad. Quiero hacer mi trabajo en paz, y encontrar un hombre del que me enamore, y con quien quizás me case y tenga hijos. Si interfieres con eso una vez más, encontraré una forma de mandarte de regreso al infierno, lo juro. Sus ojos se entrecerraron hacia ella. —¿Sabes lo que quiero? Quiero ser capaz de comer una buena cena como la que tuviste esta noche. Quiero beber un par de cervezas frías. Quiero sentir el sol en mi rostro cuando estoy afuera. Quiero dormir. Quiero mi maldita vida de regreso. Y quiero follarte como si no hubiera un mañana. Para cuando terminó, sus ojos estaban duros, increíblemente azules. Charlie los miró con verdadero enojo, pero incluso mientras lo hacía podía sentir la electricidad arqueándose entre ellos, sentir el aire a su alrededor convirtiéndose en vapor. Su pulso se disparó. Su pulso comenzó a palpitar. Muy adentro, su cuerpo se aceleró. Sus pezones de repente se sintieron duros y hormigueando, mientras pulsaban contra su vestido y sostén, el que inexplicablemente parecía haberse encogido un par de tallas. Dentro del retal sedoso de sus bragas, sintió humedad, y calor. Mientras él miraba su rostro, sus pupilas se dilataron hasta que sus ojos estuvieron casi negros. —Pon atención, cariño: así es como se siente estar caliente —dijo con suavidad. Charlie miró en esos ojos tan calientes por ella. Vio el rostro duro e imposiblemente guapo, la fuerte mandíbula, la curva sensual de su boca, el cabello dorado y luego, más abajo, la montaña de liso y poderoso músculo que era sexo puro. Y sintió una oleada fresca de enojo hacia él, hacia sí misma, hacia el maldito universo, junto con otra oleada de molesto, poderoso e irresistible deseo. Él ni siquiera la había tocado, y ella ya se derretía por dentro. Quería comenzar a quitarse la ropa.

Y él podía notarlo. Ella lo vio en sus ojos. —No pedí quedar encasquetada —espetó ella, apretando los puños al darse la vuelta con molestia—. Te quiero fuera de mi vida. —Yo tampoco pedí quedar encajado contigo —gruñó él—. Pero ahora eres mía, Doc. Para el asombro de Charlie, antes de que pudiera dar otro paso, unas manos fuertes tomaron su cintura, le dieron la vuelta y la levantaron de sus pies como si no pesara nada hasta que él —¡Michael!— la bajó con la espalda contra la puerta. Ella lo miró. Con los ojos brillando, él se aproximó a ella, sus manos tan sólidas en su cintura que ella sintió claramente su tamaño y fuerza a través de su vestido. —Estás… —Con el enojo olvidado, ella comenzó a decirle que estaba sólido, que de alguna manera había cruzado la barrera y estaba en su mundo ahora, pero nunca tuvo la oportunidad. Él se empujó contra ella, dejándola sentir cada poderoso centímetro de su cuerpo mientras la ponía contra la puerta. Su gran mano curvada alrededor del vulnerable espacio de su cuello. Sus dedos enterrados en su cabello. Luego bajó su cabeza y tomó su boca. Este no era un beso gentil. Sus labios estaban duros y calientes y hambrientos. Y enojados. Increíble y magníficamente excitados. Mientras su lengua tomaba posesión de su boca, Charlie soltó un ligero gimoteo desde el fondo de su garganta y deslizó sus brazos alrededor de la cintura de él, subió sus manos por su camisa y lo besó con una ardiente intensidad que hasta que lo conoció habría dicho que era completamente ajena a su naturaleza. Su piel se sentía caliente y satinada al tacto. Los músculos flexionados debajo eran firmes y suaves. Él era mucho más grande que ella, mucho más fuerte que ella y le estaba dejando saberlo. Ella no habría podido alejarse de él aunque lo intentara. Como la criatura patéticamente primitiva que aparentemente era ella, sintió una oleada de placer sin sentido, una explosión de ardor tórrido. Su corazón parecía ir a mil por hora. Su sangre ardía. Besándolo con abandono temerario, deslizó sus palmas sobre sus hombros, revelando su amplitud y fuerza. Podía sentir cada centímetro de él: el muro muscular de su pecho, el monte en el broche de su cinturón, la inconfundible hinchazón debajo. Podía sentir el roce de sus jeans contra sus piernas desnudas. Sus dedos del pie tocaban la punta de sus botas. Si

esta fuera una guerra, él habría ganado sin duda alguna. La cálida, húmeda invasión de su boca la hizo temblar. La hizo estremecerse y derretirse por dentro. Él la estaba besando con tal ardor y tan profundo que ella estaba mareada. Te quiero. Si él no la hubiera besado como lo hacía, ella lo habría dicho en voz alta. Pero no podía hablar, apenas podía pensar o respirar. Su mano en su seno, aplanando la punta, frotándola, acariciándola a través de la delgada tela de su vestido. La respuesta de su cuerpo la tomó por sorpresa. Sus pezones se endurecieron. Su seno aumentó en su palma. Si su vestido hubiera tenido botones, ella los estaría abriendo para él. Si hubiera tenido un cierre, lo estaría bajando. Pero no los tenía. La única forma de quitar la cosa era sacarla sobre su cabeza, lo que no podía hacer porque él estaba apoyado contra ella, presionándola contra la puerta con la fuerza suficiente para mantenerla quieta allí, sosteniéndola con su cuerpo. Él pesaba mucho, irradiaba calor. Luego él resolvió su dilema por ella al deslizar una mano dentro del escote de su vestido. Era tan grande, caliente y masculino, y cubría su seno por completo. De inmediato, su pezón se plegó en una pequeña y dura protuberancia que se agitó contra sus dedos, luego sobresalió en su palma. Ella soltó un ligero sonido de derrota en la boca de él cuando su pulgar rozó adelante y atrás sobre el punto sensible, y cuando él lo hizo de nuevo su interior se convirtió en gelatina y sus rodillas se volvieron débiles. Él levantó su cabeza, y ella abrió los ojos para encontrarse con su mirada. Sus ojos estaban entrecerrados y calientes. Sus labios estaban partidos y húmedos por sus besos. —Charlie —dijo, su voz llena de pasión. Luego sus ojos parpadearon. Luego se abrieron, y su boca se torció en una sonrisa dolorida, y el gran y sólido cuerpo que la mantenía en su lugar tembló. Él gruñó, un sonido duro y áspero que parecía haber sido sacado de algún lugar muy dentro de él. Al siguiente instante él se había ido. Desaparecido. Ella quedó aferrándose al aire. —Michael —dijo Charlie sin emoción, aún atontada con el deseo, aún dolida y ardiendo y no entendiendo bien lo que había sucedido. Luego, en una explosión

de terrible claridad, lo supo: por un momento él se las había arreglado para materializarse, para volverse tan real y sólido como lo había sido cuando estaba vivo, y ahora él estaba pagando el precio. El horrible y doloroso precio. Alejándose de la puerta, ella miró hacia todas las direcciones en la habitación. No había duda. Él no estaba allí. Su corazón palpitó como un tambor. Pero esta vez era de miedo. —¡Michael! —Incluso mientras decía su nombre sabía que no tenía caso. Él no estaba en ningún lugar donde pudiera escuchar. Cálmate. Trata de pensar. La última vez que él se había materializado tanto había sido para tomar un cuchillo en la espalda por ella. Después de eso había desaparecido durante cuatro días. No había razón para pensar que esta vez sería diferente. Todo lo que debo hacer es esperar. Aún se sentía temblorosa con las secuelas de la pasión, ligeramente desorientada y temerosa. Sus piernas no estaban firmes. Dando los pocos pasos necesarios para alcanzar la cama más cercana, Charlie se hundió al pie del colchón. Michael. No tenía caso llamarlo de nuevo, así que en su lugar respiró profundo, y luchó por aclarar su mente. Los últimos efectos remanentes de pasión se disiparon. Al pensar en dónde seguramente estaría Michael en estos momentos la hizo sentir fría de nuevo. De todo lo que él le había dicho y su poco conocimiento personal sobre eso, Spookville era un lugar aterrador. ¿Y si no puede regresar? Esa era la idea que hizo que su interior se retorciera. Él ya estaba más allá de la fecha después de la muerte en que la mayoría de los espíritus dejaban permanentemente este plano. El universo ya había estado al borde de llevárselo para que se encontrara con cualquiera que fuera la eternidad que le aguardara cuando ella intervino con su vela y espejo. Ahora lo tenía.

Esta vez la pregunta vino casi como un grito dentro de su cabeza: ¿Y si no puede regresar? Sopesando la posibilidad de eso, Charlie se sintió temblar con miedo. Lo había sabido siempre: los fantasmas no se pueden quedar. Se sintió como si una mano gigante hubiera tomado su corazón y lo hubiera apretado. El universo sabe lo que hace. Él no recibirá algo peor de lo que merece. Es fuerte. Lo aguantará. Charlie se dio cuenta de que estaba temblando, y envolvió sus brazos a su alrededor. Tendrás tu vida de nuevo. Tendrás tu oportunidad con Tony, si eso es lo que quieres. No tendrás un fantasma que nunca pediste encadenado a ti por siempre o para siempre. Incluso si recordó esas cosas, Charlie se encontró luchando contra las ganas de gritar. Al universo, para que lo enviara de vuelta. A Dios, que tuviera misericordia. Él se había ido tan rápido. De repente su pecho era tan pequeño que apenas podía respirar. Tal vez lo hará de nuevo, se dijo. Después de todo, lo hizo antes. Lo que tenía que hacer era mantener la calma. Girar el proceso a cualquier parte de la Divina Providencia manejado estos asuntos. Confiar en la última de todas las cosas. Ella permaneció inmóvil, respirando profundamente, esperó a que suspiros se calmaran, buscando su Zen interior. Entonces pensó: Al diablo con eso. Sus piernas todavía se sentían inseguras mientras se puso de pie. Cogió su bolso del suelo donde se había caído cuando Michael la había agarrado, ni siquiera recordando haberlo dejado caer, Charlie buscó dentro su teléfono y llamó a Tam. —Querida, estaba preparándome para llamarte. —Fue cómo Tam la saludó—. Tengo más: en la oscuridad del agua, hay una casa gris. El peligro está en el interior de la casa gris.

Sonaba chiflado. Muchas veces, recordó Charlie, las visiones de Tam sonaban chifladas, hasta que sucedía exactamente de la forma que Tam dijo que lo harían. Pero por el momento, no le importaba. —Tam —dijo, y fue una lucha por mantener la voz del quiebre—. ¿Te acuerdas de ese fantasma que me dijiste cómo mantener aquí? Hace unos minutos, él, me besó sin sentido, se materializó. Igual de real y sólido como si estuviera vivo. Entonces él gimió, y parecía que estaba en un terrible dolor, y desapareció. Fue rápido. —Los espíritus no deben materializarse —dijo Tam bruscamente—. Va contra la forma en que las cosas se supone que deben ser. —Bueno lo hizo. Y ahora se ha ido. Creo que ha sido absorbido por Spookville, bueno, eso así como él lo llama. Un lugar que es todo frío, crepúsculo morado. —El Lugar Oscuro. —El tono de Tam estaba marcado por el horror—. ¿El espíritu que quieres mantener atado a la tierra está ahí? —Sí. —No debería haberse materializado. Se rompió el lazo —Tam paró—. Lo que es probablemente igual de bien. —Tengo que ayudarle a volver. —No y no y no. Si lo hubiera sabido antes… —Tam. Por favor. —Pero, querida, si es de Lugar Oscuro, entonces tienes que dejarlo en paz. Él no es bueno —dijo Tam con fuerza. —Tam, por el amor de Dios, si hay algo que pueda hacer para ayudarle a volver aquí, dime qué es. —¿Realmente, querida? —Tam sonaba con tanta desaprobación como siempre sonaba, lo que Charlie se dio cuenta que normalmente le habría hecho pensar dos veces lo que le estaba pidiendo. ¿Lo que dicen de solo contar las horas de sol? Eso era Tam. Siempre optó por abrazar a la luz. —Sí. En serio. —Charlie escuchó la desesperación en su propia voz, y cerró los ojos brevemente—. Por favor. —Hmm. —Tam suspiró—. Está bien, bueno, déjame ver. Cerraste el paso para mantener al espíritu atado a la tierra, si mal no recuerdo. —Charlie hizo un

ruido afirmativo—. No hay un método seguro para traer a los espíritus de vuelta del Más Allá, y mucho menos desde el Lugar Oscuro, debo decirte. Mi mejor sugerencia para ti sería que vuelvas abrir el pasaje. ¿Tienes una vela? —Sí. —Ilumina para abrir el pasaje, luego di el nombre del espíritu. El espíritu puede oír y encontrar el pasaje y regresar. Charlie escuchó la segunda posibilidad de la otra voz de la mujer fuerte y claro: o tal vez no. Ella trató de controlar su rápida respiración. —¿Hay otra cosa que pueda hacer? —Eso es todo lo que sé, cariño —dijo Tam. —Gracias. —Mientras Charlie desconectaba, escuchó a Tam llamándola—. Ten mucho cuidado. Charlie nunca viajaba sin su kit Miracle Go, a la que le había añadido un vaso pequeño pesado para cerrar pasajes espectrales desde que se había dado cuenta de que una cosa así podría llegar a ser necesario. Ahora agarró un encendedor y una de las velas de jazmín del kit. Entonces sacó una segunda y tercera vela. Se le ocurrió que abrir el agua le podría ayudar, también, así que llevó las velas al baño, las puso en el mostrador y las encendió de golpe. Mientras el aroma de jazmín comenzó a llenar el aire, cerró la puerta para mantener el aroma y encendió el grifo de agua fría en el lavabo lleno. Luego apagó la luz del baño y miró a las llamas titilantes y llamó: —Michael. Una y otra y otra vez. Él no vino. El terror que sentía por él la asustó. Los minutos pasaban, borrosos en horas. Finalmente Charlie estaba sentada en el suelo del baño, todavía con su vestido, con sus rodillas levantadas casi hasta la barbilla y su espalda contra el frío de la bañera. Estaba poniéndose ronca. Sus párpados eran pesados como el plomo. Renunció a decir su nombre solo porque se quedó dormida.

Al principio pensó que los zarcillos de niebla que serpenteaban hacia ella eran el humo de las velas. Luego se dio cuenta de que eran morados, y gruesos. A medida que la alcanzaron comenzaron lentamente a arremolinarse alrededor suyo como múltiples cuerdas. Incluso cuando parpadeó, se levantaron, envolviéndola en una forma que el insignificante humo de sus velas nunca pudo. En lugar de jazmín, olía a —cosas podridas, y húmedas. Con los ojos muy abiertos, Charlie se levantó. A todas partes que miraba —y tuvo la impresión de que se estaba enfrentando a enormes distancias en todas las direcciones— el paisaje se cubrió de nubes ondulantes de niebla morada. Se estremeció, de pronto frío. Sus brazos, hombros y piernas desnudas y sus pies también lo estaban. Le tomó un segundo darse cuenta de que aún llevaba su vestido rojo, menos los zapatos. Parecía ser el crepúsculo, no había sol, pero tampoco era bastante oscuro. El suelo bajo sus pies, que no podía realmente verlo a causa de la niebla, parecía estar compuesto principalmente de láminas sólidas de roca, con algunas manchas de lo que parecía musgo viscoso. ¿Dónde estoy? Pero incluso antes de que la pregunta llegara a su menta, ya lo sabía. Spookville. Michael. Oh, Dios mío, ¿cómo llegué aquí? Un instante después, la pregunta más pertinente trajo una emoción de miedo a ella. ¿Cómo puedo volver? A lo lejos, un grito espeluznante rasgó a través de la niebla. Charlie saltó y miró temerosamente alrededor cuando una sensación de total terror la invadió. Más cerca, oyó una especie de arrastre de pies, sonaba torpe como si algo enorme se moviera hacia ella a un ritmo rápido. Ese jadeo rítmico era su respiración, se dio cuenta con espanto una fracción de segundo después de que se diera cuenta de ello. Alcanzó a ver una gran cosa oscura envuelta por la niebla mientras pasaba junto a ella. Ahora los gritos eran tan cerca que enviaron ondas heladas de susto que cursaban a través del centro de su ser. Sonaba como una criatura que estaba siendo despedazada no más que a un tiro de piedra de distancia, y Charlie pensó que los gritos de pesadilla venían de algo que había atrapado. Apenas pudo tragar su propio grito de respuesta.

Entonces vio otro horror en la niebla: lo que parecían ser dos ojos amarillos sin parpadear luminiscentes lo suficiente para brillar a través de la niebla arremolinada, girando en su dirección. Sabía, por instinto que estaba en un terrible peligro. Tragando otro grito, corrió. No tan lejos a su izquierda, había una rasguño de pies, un salto casi invisible a través de la niebla como si algo se abalanzara, otro grito de muerte. El miedo se apoderó de ella en oleadas. Michael. No se atrevió a gritar su nombre en voz alta, no cuando esas cosas estaban tan cerca. Él estaba ahí en alguna parte, estaba segura. Instinto, un sexto sentido, un tirón insistente psíquico, se dijo. Le enviado un sentimiento en una cierta dirección, pero si era el correcto o no, no tenía forma de saberlo. Si estaba equivocada, la idea la hizo temblar. Criaturas delimitadas pasaron delante de ella. Gritos horribles perforaban el aire. Pies arañando el suelo rocoso, huir a la gradas parecía una broma, árboles deformes, rocas más grandes que ella, más allá de una fisura en el suelo arrojando un vapor gris sulfuroso. Un resplandor anaranjado, desdibujado por la niebla pero que seguía siendo un faro en la oscuridad, la atrajo. Mientras se acercaba a él, jadeando por el poco aire que había, sintiendo como si su corazón fuera a estallar de su pecho, vio que estaba corriendo de cabeza hacia el borde oscuro de un acantilado y desaceleró bruscamente. El resplandor naranja venía de un incendio de abajo, descubrió mientras se acercaba con cuidado, un rugido, furiosos gritos de personas que huían mientras las llamas los consumían. Charlie retrocedió de miedo. Al borde del acantilado mirando el horror, a un hombre agachado, con la espalda contra una roca del tamaño de un autobús. Su rostro se alejó de ella mientras miraba hacia el abismo, pero no había duda de esos anchos hombros o del pelo rojizo. Enmarcado con naranja, su gran cuerpo no era más que una forma oscura contra el resplandor, pero ella lo sabría en cualquier lugar. —¡Michael! —Esta vez, mientras volaba hacia él, gritó su nombre. Él miró fijamente alrededor, se puso de pie, saltó hacia ella. —¡Charlie!

Ella se lanzó contra él, y él la atrapó. Tenía la cara plana y angulosa, y sus ojos eran tan negros e insondables como el hoyo más profundo del infierno. Por un momento, la intensidad de la emoción que sentía por haberlo encontrado se tragó todo lo demás. Él la abrazó con fuerza, y ella se abrazó y se aferró a él como si fuera la única esperanza de salvación que le quedaba. —Jesucristo. —El temor marcado en su voz penetró una fracción de segundo antes de que ella escuchara el gruñido. Fue un bajo, gutural sonido que tenía que haber venido de algo enorme, y estaba cerca detrás de ella. Ella alzó la vista hacia Michael: lo que vio en su rostro le heló la sangre. Lo que fuera que podía hacerle ver así, no quería verlo.

Capítulo 21 Traducido por katyandrea, Redshoes y Jeyd3

M

Corregido por Marce Doyle*

ichael giró con ella para que le diera la espalda a lo que fuera. Curvándose a sí mismo protectoramente a su alrededor, él presionó su cabeza contra su pecho. Tensándose, aferrándose cerca, silenciosamente recitó todas las oraciones que ella había aprendido en su vida. Charlie encogió sus brazos.

—Piensa en un lugar seguro, rápido —le dijo con urgencia. A pesar de que Charlie lo hizo, el gruñido se convirtió en un rugido. Ella sintió una ráfaga de aire cuando la criatura saltó sobre ellos y los pasó mientras estaba en medio del salto. La niebla se arremolinaba. Tenía la sensación de estar precipitándose hacia adelante, y cerró los ojos contra un viento recio. Podía sentir a Michael cálido y sólido contra ella, y ella se aferró a él para salvar su vida. El aire parecía retorcerse y chupar su piel. A continuación, el frío había desaparecido, junto con el olor, y con esas cosas se fue la humedad pegajosa de la niebla. Entrelazados juntos, los dos se desplomaron en lo que parecía una caída libre a través de la negrura infinita de tiempo y espacio. Aferrándose a Michael como si fuera lo único sólido que quedaba en el universo, Charlie se sentía como si estuviera siendo aplastada, como si no pudiera respirar. Entonces, de repente, todo a su alrededor estaba en silencio. Parecía que había tierra firme bajo sus pies descalzos. Textura de alfombra. Charlie abrió los ojos. Estaban en su habitación de hotel, en el estrecho pasillo entre el baño y el armario, cerca del lugar donde había desaparecido. La habitación estaba inundada de la luz de la luna que se derramaba en el interior debido a que las cortinas en la ventana grande en toda la habitación estaban abiertas en la noche. A salvo. Gracias a Dios.

—¿Estás bien? —La voz de Michael resonó. Ella lo miró. Sus brazos se cerraron alrededor de su cintura. Los suyos estaban envueltos y apretados alrededor de sus hombros. Su rostro era duro. Sus ojos seguían negros, más negros aún que la noche fuera de la ventana, pero algunos de los destellos horribles del alma lo abandonaron cuando él la miró. Charlie respiró hondo y se alegró de ser capaz de llenar sus pulmones. —Sí. —Entonces, mientras cerraba los ojos, volvió a respirar y añadió—: ¿Qué hay de ti? Él no contestó, y ella frunció el ceño. Él estaba en su usual estado encantador pero, no. Él parecía más grande de lo habitual, y más malo. El salvajismo irradiaba de él como los rayos del sol. La crueldad estaba allí fijada en su mandíbula, la brutalidad en la curva de su boca. Había una dureza alrededor de los pómulos y los ojos cerrados. Así es como un hombre capaz de matar se ve, fue el pensamiento que llegó a ella de forma espontánea, y su mente se movió inquieta de nuevo a lo que Tam había dicho sobre el Lugar Oscuro, a la duda de cuán inocente o culpable de los crímenes atroces que se le atribuían, ella realmente creía que fuera. Pasó a ser plenamente consciente de lo sólido y real que se sentía en sus brazos, y se enfrentó a todas las ramificaciones de lo que eso significaba. No había un escudo cósmico entre ellos para protegerla, no había falta de sustancia de su parte para mantenerla a salvo. Ellos estaban en el mismo lado de la barrera ahora, y para bien o para mal, estaba encerrada en sus brazos. Charlie se enfrentó a la terrible verdad: no había ningún otro lugar en la tierra en el que preferiría estar. —Michael. —Sus manos se soltaron de alrededor de su cintura para acariciar suavemente su espalda. Cualquiera que fuera el Lugar Oscuro que estaba saliendo de él, optó por atribuirlo al lugar, no a él. Esperaba que su contacto le recordara que estaban lejos de ese lugar horrible, y seguros. Debajo de la suavidad de su camisa, su espalda se sentía cálida y firme. Sus manos se deslizaron por debajo de ella, su piel estaba caliente y ligeramente húmeda. Podía sentir su espalda agitada bajo sus manos. Ella le volvió a preguntar—: ¿Estás bien? Abrió los ojos. Se sintió aliviada al ver que más del negro se había retirado ya. Pero había un brillo depredador duro en ellos aún que la alarmó, ya que barrían su cara.

—¿Tienes miedo de mí, nena? —le preguntó—. Porque estás mirándome como si lo tuvieras. —Por supuesto que no tengo miedo —respondió ella con firmeza, sin saber si justo en ese momento era estrictamente la verdad. La energía oscura salía de él en oleadas. La expresión de su cara, junto con la voz ronca y la prisión de acero de sus brazos alrededor de ella, hicieron que su corazón latiera más rápido. Podía sentir su fuerza, sentir el poder en el gran cuerpo que la sujetaba, y sabía que si él no quería dejarla ir, no iba a alejarse. —Tal vez deberías. —Soltó aire a través de sus dientes, y Charlie tuvo la impresión de que estaba luchando por el control—. Ese lugar, le hace cosas a la gente. Cosas malas. Su agarre sobre ella se apretó incluso más. Si hubiera tenido miedo de él, ella habría luchado. Su cuerpo estaba tenso por la tensión, y pudo sentir la agresión que fluía a través de él. Sus manos se aplanaron y se detuvieron en su ancha espalda, pero no lo soltó. No quería dejarlo ir, a pesar de que todos los instintos que poseía gritaban peligro. Pero no importaba lo amenazante que podría parecer, se trataba de Michael, y estaba en sus brazos, lo que por sí solo era suficiente para hacer que sus rodillas se debilitaran. En lugar de tratar de alejarse de él, ella se apretó más aún, dejándole sentir su suavidad, su feminidad. Sus pechos se hincharon contra el muro inquebrantable de su pecho; podía sentir el delicioso cosquilleo de cómo sus pezones se tensaron. Apretó su cadera más íntimamente contra la suya. A medida que su aliento se atascaba y su cuerpo se endurecía como roca, allí sintió los músculos largos de la espalda tensos bajo sus manos. Ella levantó la vista y se encontró con el ardor de sus ojos, que aún eran solo celestes con bordes alrededor y de un centro brillante negro. —Voy a follarte toda la noche —dijo, todavía en esa voz áspera. Un escalofrío la recorrió mientras a su alrededor el aire se convertía en vapor. Ella no tuvo ninguna oportunidad de responder antes de que él dejara caer su cabeza y tomara su boca, besándola como si fuera un merodeador y ella fuera su cautiva, como si fuera de su propiedad, como si no tuviera nada que decir. Sus manos, grandes y posesivas, se cerraron sobre su trasero, tirando de ella de puntillas, sosteniéndola tan estrechamente contra él que podía sentir en detalle gráfico lo excitado que estaba. A medida que la mecía contra él, su cuerpo se incendió y subió en llamas.

—Michael —gimió ella su nombre en su boca, devolviéndole el beso tan ferozmente como él la besaba, moldeando sus labios con los suyos, cumpliendo la invasión profunda caliente de su boca con una pasión que hacía juego con la de él. Estaba temblorosa con la lujuria, mareada con ganas. La mayor urgencia que necesitaba era la de dar. La besó en la oreja, le pasó la boca por el lado de su cuello, y ella sintió que sus huesos se disolvían. —Eres mía, Doc —gruñó como lo había hecho antes, y aunque parte de ella sabía que debía protestar que las mujeres en general y que, en particular, no eran algo que podría ser de propiedad, estaba demasiado encendida para hacer nada más que aferrarse a sus anchos hombros por apoyo mientras inclinaba su espalda a través de su brazo musculoso. Luego, su boca estaba sobre su pecho, abriéndola sobre el pezón para que pudiera sentir el calor y su humedad incluso a través de la tela de su vestido. Los dedos del pie estaban curvados en la alfombra. Ella se arqueó hacia atrás y entrelazó sus dedos en su pelo. Llevó la mano bajo el vestido para acariciar su camino a lo largo de la suavidad de su muslo desnudo, luego se movió entre sus piernas y la acarició a través de sus bragas de seda, haciéndola jadear, haciéndola arder. Entonces, la besó de nuevo en los labios duro y caliente y con hambre, y sus dedos se deslizaron dentro de sus bragas para empujar hacia el centro caliente y húmedo de ella para que se volviera fuego líquido en sus manos y se moviera con placer impotente para él. —Dios, te he querido —dijo con voz pastosa, dejándola ir antes de que estuviera lista, dejándola con ganas de más cuando captó su vestido y tiró de él hacia arriba y sobre la cabeza. Estaba desnuda ahora, a excepción de su ropa interior, y el aire de la habitación se sentía frío en su piel recalentada. Siguiendo su mirada, mirando hacia los globos pálidos de sus propios pechos con sus pezones oscuros ansiosos, a la muesca delgada de la cintura, a su estómago plano y las piernas delgadas y largas, Charlie sintió una oleada de deseo tan intenso que tembló. Su cabeza le daba vueltas, su pulso tamborileó en sus oídos. Sus ojos estaban sobre ella, ardiendo en su intensidad, y ella sintió que sus músculos se licuaban por debajo de su calor. —Te he querido a ti, también —confesó, y sabía incluso mientras lo decía, que era un eufemismo. Había estado dolida por él. Quemada por él. Aun así lo hizo. Ella deslizó sus bragas por las piernas y salió de ellas. Su corazón estaba golpeando a unos mil latidos por minuto. Sus piernas temblaban. En el fondo, su cuerpo palpitaba.

Mirándolo, un color oscuro inundó su rostro. Él hizo un sonido inarticulado. Luego tiró de la camisa por la cabeza y ella llegó con dedos temblorosos por la hebilla de su cinturón. Apenas lo había conseguido, cuando él lo desabrochó y la atrajo hacia él, besándola con una fiereza que la mareó. Su brazo musculoso se acurrucó bajo su trasero, y él la levantó del suelo como si no pesara nada, empujando su espalda contra la puerta de la sala, abriendo sus muslos y colocándose entre ellos. Inclinó la cabeza, reclamando cada pezón con rápidos lametones suculentos de la boca. Estremecida por el deseo, ella se aferró a él. Su piel estaba caliente y húmeda de sudor, y sus anchos hombros eran como cables de tensión. A medida que su boca encontró la de ella otra vez, y ella le devolvió el beso con salvaje abandono, Charlie sintió la suave madera fresca de la puerta de la sala contra su espalda. Una ola de calor infernal se apoderó de ella mientras envolvió sus piernas alrededor de su cintura. Sintió su mano entre ellas, oyó el roce de la cremallera y su pulso se volvió loco. Luego empujó dentro de ella, enorme y caliente y urgente, por lo que ella se aferró a él, haciéndola gritar. —Te gusta esto —gruñó en su oído mientras se mantenía enterrado profundamente. No era una pregunta. Él lo sabía. Ella le respondió de todos modos: —Sí. Sí. La besó, la penetró una y otra vez con una ferocidad que le prendió fuego. Podía sentir la puerta a su espalda y la dura fuerza de sus brazos alrededor de ella y su cuerpo golpeando en ella, y la combinación hizo que se saliera de control. Lo que estaban haciendo se sentía tan increíblemente bueno, que ella gritaba una y otra vez. Su cuerpo ardía, y se apretó y tembló. Era el sexo más crudo, más carnal, más intenso. Al final, cuando llegó, fue explosivo. —¡Michael! —Charlie se quedó sin aliento. Entonces mientras él empujaba dentro de ella una última vez y gemía, ella se vino con tal violencia, que su cuerpo convulsionó en una ola de temblor y de calor. Un momento después, él la besó de nuevo, profundamente. Mientras ella le devolvía el beso, sintió un escalofrío a través de él, y abrió los ojos. Una transformación sutil en su cara le dijo que todo lo que había estado ocurriendo con él antes, ahora era por lo menos cercano a algo que se parecía al mismo de siempre. Como si pudiera sentir sus ojos en él, él rompió el beso y levantó la cabeza. Sus ojos se abrieron, y ella se sintió aliviada al ver que, a excepción de

las pupilas ligeramente agrandadas, eran una vez más su cielo azul normal, mientras fruncía el ceño. —¿Te asusto? —sonaba débilmente penitente. Charlie negó con la cabeza. Todavía no estaba segura si estaba diciendo la verdad. El corazón le latía demasiado rápido. —No. —Es ese maldito lugar. Hace cosas en mí. —Dio un paso atrás para depositarla en sus pies—. No importa lo que pase, no quiero que me sigas de nuevo, ¿entendido? —Si ésta es tu versión de una charla a medianoche, tal vez deberías saber que necesitas trabajar en ella —respondió ella ásperamente, diciéndose a sí misma que no había estado deseando un discurso sentimental por parte de él, pero dándose cuenta justo en ese momento que sí esperaba algo así. Se recostó contra la puerta, débil y todavía un poco temblorosa, viéndolo en secreto con placer mientras se levantaba y se abrochaba los pantalones. Su boca se curvó para formar la menor sugerencia de una sonrisa; deslizó los ojos hacia ella, y un repentino calor que brilló en ellos le recordó que estaba desnuda. Su vestido estaba en algún lugar en el suelo, junto a sus pies. —Eres hermosa —dijo él—. Tan ardiente, justo lo que siempre quise. —Eso está mejor. —Ella movió la cabeza en dirección a su vestido; tenía que pedírselo, dado que él estaba en medio del vestido y ella—. ¿Podrías pasarme mi vestido? —No. —Él se acercó, aprisionándola con sus manos puestas en la puerta, una en cada lado, mientras su grande cuerpo se apoyaba en ella y la besaba, una suave muestra que hizo que su corazón empezara a palpitar y su cuerpo a despertar—. Hablaba en serio sobre Spookville, mantente alejada. Él la vio con dureza, y Charlie intentó concentrarse en eso, no en su boca, que se deslizó por su mejilla y acaricio su oreja… o su mano, que encontró su pecho; o el calor de su pecho desnudo contra sus pechos, o la abrasión de sus jeans contra sus piernas; y su estómago, la parte más sensible y receptiva de ella. Oh, por Dios, ¿de verdad me puede excitar tan rápido? Concéntrate en lo que dijo, la parte de Spookville. Ella entrecerró los ojos.

—¿Qué quieres decir, “no”? —Me gustas cuando estás desnuda. Eso hizo que su corazón se detuviera. Si ella realmente hubiera querido su vestido, hubiera insistido, pero la verdad era que estar desnuda a la luz de la luna con él la hacía estremecerse por dentro. Sus manos, que habían estado presionadas y quietas contra la puerta, ahora estaban presionadas contra su pecho, y no porque estuviera pensando en empujarlo o algo por el estilo, de ninguna manera. Ella amaba cómo se sentía su pecho bajo sus manos, cálido. Fuerte y suave como el satín… —Hablando de Spookville, no quería ir, créeme, solo pasó. —Ella sonaba débil y sin aliento, probablemente eso era porque encontraba su poderoso pecho irresistible de tocar, además de su boca, que estaba en el hueco debajo de su oreja, caliente y húmeda, su mano, grande y cálida, y la excitación que sentía mientras él acunaba y acariciaba su pecho—. Como sea, si no te hubiera seguido, esa… esa cosa… te hubiera atrapado. —No, me he vuelto muy bueno en huir. Él estaba besándole el cuello, y su boca avanzó hacia abajo hasta llegar a su nervio sensible, su pulgar rozaba su pezón una y otra vez. Relámpagos de sensaciones recorrieron su cuerpo. Sus rodillas estaban débiles. Continuar la conversación dadas las circunstancias se estaba haciendo cada vez más difícil, pero ella perseveró, porque esto era algo que realmente quería entender. —Vi dos ojos amarillos mirándome a través de la niebla —dijo ella. Recordar el miedo la hizo temblar. Él levantó la cabeza y la miró, y su sangre comenzó a calentarse. Había un brillo oscuro en sus ojos. —Eso era un cazador. Atrapan a las almas miserables que terminan allí, y nos arrastran al infierno. —El corazón de Charlie dio un pequeño y raro vuelco cuando pensó en eso en relación con él—. ¿De verdad? —No lo sé, nunca he sido atrapado por uno, pero creo que es una buena suposición. —Sabes... —Ella sonaba sin mucho aliento, y eso porque la mano de él estaba en su pecho—, este sería un buen momento para decirme por qué algo te querría arrastrar al infierno.

Porque de todas y cada una de las posibles razones que ella encontrara, la hacía sentir escalofríos. Michael movió la cabeza, negándose a contestar. Él irradiaba una fuerte tensión sexual, y Charlie tembló y se estremeció, ardía por responder instintivamente. La verdad era que era débil con el deseo y hambre hacia él, una embarazosa necesidad. Los ojos de él ardieron por ella, y ella lo recordó diciendo que podía leerla como si fuera un letrero de neón. Él inclinó la cabeza y la besó otra vez. Con la intención era distraerla, lo sabía. Sentía la insistencia de su boca sobre la de ella, sentía como él le separaba los labios, sintió como deslizó su caliente lengua; y consideró su situación. Pensó en la oscura frialdad que había visto en sus ojos, y en los crímenes que él había negado cometer, y lo que tomaría enviar a un hombre al infierno. Pero la conclusión a la que llegó no importaba: lo que fuera que él fuera o no fuera, lo que fuera que hubiera hecho o no; ella ahora estaba atrapada en la red, en la que habían sido atrapados juntos, y no había salida. Ella cerró los ojos y deslizó los brazos alrededor de su cuello y lo besó. La boca de él estaba caliente, ya no tenía ninguna prisa, su boca era tan impresionantemente experta que la volvió loca una y otra vez. Él la levantó y la llevó a la cama mientras aún la besaba. Ella observó cómo sus musculosos hombros pesados se veían plateados a la luz de la luna mientras él la recostaba sobre el colchón y abría sus ojos. Cuando él ya estaba totalmente enderezado, ella lo agarró con los brazos y los puso alrededor de su cuello y presionó su boca abierta en su amplio pecho, besando y lamiendo la firme carne fresca. Él se estremeció contra ella, y ella lo giró para mirar con un movimiento rápido. Sus ojos estaban calientes y oscuros. —Déjame quitarme los pantalones —dijo él, sus voz sonaba ronca. Mientras él se levantaba y se desabrochaba sus jeans, ella se acercó al borde de la cama; después, ella también se puso de pie, enfrente de él y deslizó sus manos alrededor de él, dentro de sus calzoncillos. Era enorme, caliente y suave como el terciopelo, pero al mismo tiempo duro como el acero. Ella no era una niña, sabía qué hacer. Mientras sus manos se tensaban alrededor de él, ella hizo lo que sabía que a él le gustaba. Él gimió. Pero eso fue todo lo que él pudo hacer, porque estaba demasiado ocupado quitándose las botas y

sacándose los pantalones. Para cuando él se había quitado toda su ropa, ella estaba de rodillas frente a él, con sus manos en su trasero, dándole placer con la boca. Desnudo, él estaba demasiado quieto, su cuerpo como una roca sólida mientras la tensión sexual lo recorría mediante ondas. Sus manos se deslizaron por el cabello de Charlie, que para entonces estaba suelto, cayendo por sus hombros, y ella podía sentir el tirón en la raíz. Ella sabía que él la estaba mirando porque podía sentir el peso de su mirada, quería que él alcanzara el orgasmo, y lo hubiera hecho, si en el último segundo él no se hubiera liberado de ella. La levantó por la cintura y la tendió sobre la cama. Él se presionó dentro de ella instantáneamente, empujó profundamente hasta que ella gritó. Él seguía entrando en ella, fuerte y rápido, besaba sus pechos y luego su boca mientras ella envolvía las piernas alrededor de su cintura y los brazos alrededor de su cuello, y dejaba que las deliciosas ondas de oscura y caliente pasión la atraparan hasta que ambos llegaron al final. Él alcanzó el orgasmo y ella lo hizo por él. Después de eso, ella estaba recostada, débil y placenteramente recostada sobre los brazos de él mientras hablaban de todo y de nada, hasta que él la puso bocabajo y movió su cabello a un lado para besar su nuca, lo que la hizo suspirar un poco porque le gustaba lo que le hacía sentir el toque de sus labios sobre su piel. A ese beso le siguieron otros y otros más, hasta que él estaba formando una fila de besos a lo largo de toda su espalda, lamiendo y mordisqueando, trazando el camino curvo con su boca hasta el hoyuelo de su trasero. También besó su trasero, su boca avanzaba lentamente en cada pulgada de sus suaves y redondas curvas hasta que él la tenía retorciéndose contra el colchón y enterrándole las uñas. Finalmente, él le separó las piernas y se arrodilló entre ellas, y la tiró para encontrarse con él. Él la penetró de esa manera, con fuerza y exigencia, con la mano entre sus piernas. Ella llegó al orgasmo con tanta fuerza que gritó su nombre. —¡Michael! ¡Oh por Dios, Michael! Afortunadamente, nadie excepto él podía oírla. Más tarde, él la acercó y la besó en la boca, ella respondió al beso, languideciendo por el calor, se acomodó poniendo la cabeza en su hombro y la mano descansando en el centro de su amplio pecho, mientras él la abrazaba manteniéndola cerca. Ya podía ver, a través de la ventana abierta, los primeros

rastros del amanecer moviéndose con lentitud a través del cielo oscuro. Era hermoso, pero mientras lo observaba, su corazón dolía.

Una mirada al rostro de Michael le dijo que él también lo estaba viendo. Los trazos planos y curvos eran hermosos, como nunca antes, pero había un tono deprimente en ellos que decían que él era tan consciente del pasar del tiempo como ella. Él debió de haber sentido los ojos de ella sobre su rostro porque la giró para ver; levantó el codo, de manera que su poderoso torso bloqueara casi toda la vista de la ventana. Ella solo tuvo un segundo para asimilar el hecho de que su hermosa boca estaba firme y que la seriedad acechaba detrás de ese oscuro brillo caliente en sus ojos justo antes de que su boca estuviera sobre ella y él hubiera rodado encima de ella y penetrado una vez más. Había intensidad en su forma de hacer el amor, porque ambos sabían que solo tendrían esta noche, y estaba llegando al final. Ella alcanzó el orgasmo con una caliente onda de placer que la tenía jadeante y temblorosa. Finalmente la noche explotó como fuegos artificiales contra sus párpados cerrados. Él llegó al orgasmo con la boca presionada en la suave curva entre sus hombros y el cuello, y con un gemido que fue amortiguado por su piel. Cuando la alarma sonó, no fue una sorpresa, así que Charlie no sabía por qué el sonido la afectó tanto. Pero lo hizo, sacándola del increíble santuario que había encontrado en los brazos de él, agitando sus sentidos y haciendo que su corazón diera un brinco. —Michael… —Sus ojos fueron hacia su rostro, pero incluso mientras los abría y sus brazos la sostenían fuertemente, el cuarto parecía mezclarse con ella. Todo se puso negro mientras ella era golpeada por una explosión de viento frío. Perdió toda la conciencia sobre el tiempo y el espacio hasta que sintió un repentino impacto agitado. Su corazón dio un vuelco y tomó aire para después abrir bruscamente los ojos. Estaba en el baño, recostada y enroscada sobre el suelo frente a la tubería, únicamente con la acolchada alfombra blanca del baño protegiendo su rostro del azulejo. El baño estaba oscuro; no negro, pero sí gris. Había un sonido rápido que no pudo ubicar. Por un segundo, parpadeó y vio sus zapatos, que estaban debajo del lavabo directamente dentro de su línea de visión, y recordó haberlos pateado en algún momento durante la larga vigilia de anoche. Después, recordó las velas, y se obligó a sí misma a sentarse para comprobar:

como era de esperar, ahí estaban, en la encimera, ahora apagadas. Las mechas estaban negras y quemadas, y dada la apariencia demacrada de las velas, se habían ido consumiendo convirtiéndose en cera derretida. El sonido apurado venía del agua que seguía corriendo por el lavabo. Ella debió de haber hecho algún pequeño ruido, porque de repente, ahí estaba Michael, irrumpiendo por la puerta del baño y luego deteniéndose a mirarla mientras ella estaba en el suelo. Por la velocidad con la cual había llegado, ella pensó que se debió de haber apurado para encontrarla. Por un momento, detectó un destello de alivio en sus ojos, probablemente él había estado preguntándose a dónde se había ido cuando había desaparecido de su lado, pero después solo se veía siniestro. Ella suponía que él estaba batallando para aceptar el hecho de que su idilio se había terminado, justo como ella. Estaban en diferentes lados de la barrera de nuevo. Al mirarlo, ella sintió una tristeza que dolía, como si hubiera perdido algo precioso. Su relación había sido imposible desde el principio, pero el saber que no había futuro en ella, era incluso más difícil de soportar ahora. Su corazón tartamudeó mientras consideraba que cualquier contacto físico entre ellos se había acabado posiblemente para siempre, a menos que ella aprendiera cómo controlar la cosa de la proyección astral, lo cual era claramente lo que había hecho de nuevo anoche. Pero antes de que pudiera decidir si tratar de convertirse en una experta en proyección astral en demanda era algo que ella quisiera hacer, mucho menos si era posible, se dio cuenta exactamente de lo que estaba viendo, y parpadeó. Michael estaba desnudo. Michael era hermoso. Sus ojos se deslizaron por sus largas y musculosas piernas, pararon por un segundo para registrar una vez más lo impresionantemente bien dotado que estaba, luego se movió para admirar sus abdominales como de lavadero y pecho amplio y brazos y hombros musculosos, antes de parar en su fuerte y atractiva cara. Ella sintió su pulso acelerarse y su cuerpo, el cual se estaba sintiendo un poco frío por sentarse en el suelo, empezó a calentarse de nuevo. Después de la noche que habían pasado, ella habría pensado que estaba más allá de ser excitada por cualquiera persona o cosa por un largo tiempo, pero estaba equivocada. Simplemente mirar a Michael fue suficiente para hacerlo. Y no solo porque desnudo, o no, él era el tipo más sexy que ella había visto. Había algo entre ellos, una química candente, una potente atracción sexual, que había

estado ahí desde el comienzo, cuando había conducido su primera entrevista con el atemorizante, insolente y demasiado hermoso convicto encadenado 178. Ahora, la mera vista de él era suficiente para que su corazón latiera fuertemente. Charlie le habría dicho eso si una pequeña y autoprotectora parte de ella no le hubiera advertido no hacerlo, no tenía sentido llevar este debacle en formación más lejos de lo que ya lo había hecho. Así que, si no iba a decir algo parecido a “cada vez que te veo me excito”, se dio cuenta, mientras encontraban sus miradas, que estaba perpleja. Porque, realmente, ¿qué le dices a un hombre desnudo con el cual no tienes futuro después de una noche de sexo verdaderamente épico? Ella no tenía ni idea. Él la salvó. Habiendo pasado menos tiempo viéndola a ella de lo que ella lo había visto a él, ella supuso que en su vestido rojo arrugado, la cual la cubría desde las axilas hasta las rodillas, y con su cabello cayendo en una maraña alrededor de su cara, no era mucho qué ver como él en ese momento. Él había visto las velas y el agua corriendo también. Él sabía para qué eran; ella no tenía que explicarlo. —La siguiente vez que quede atrapado en Spookville, lo dejas en paz —le advirtió de nuevo. Sus ojos se habían puesto ilegibles. Su voz era dura. Sus palabras lo dejaban claro, esperaba terminar en Spookville de nuevo en algún punto. La terrible verdad era, que ella esperaba también que él terminara ahí de nuevo. Solo pensar en ello la hacía sentir abierta y vulnerable en el interior, así que alejó sus pensamientos. —Puedo cuidarme yo solo. Y no hay manera de saber lo que podría pasarte ahí dentro. Bien, así que palabras tiernas de afecto mutuo, o incluso una clásica conversación de “fue tan bueno para ti como lo fue para mí”, parecían estar descartadas. Estaba bien, por el bien de ambos, eso era probablemente algo bueno. —Parecías algo feliz de verme anoche —respondió ella, contenta de saltarse cualquier herida emocional a favor de llevar su relación de vuelta a algo que se sintiera más o menos normal. Batallando para ponerse de pie, cerró el grifo. Una rápida mirada en el espejo lo confirmó, se veía como un desastre. Sorprendentemente, no se sentía tan cansada. Mientras su espíritu estaba teniendo sexo de primer mundo, aparentemente su cuerpo había recibido algo de descanso. —No lo estaba —dijo él sombríamente.

—Probablemente ayudaría si te esforzaras en permanecer fuera de Spookville. —La mirada que ella le dio era severa. O, realmente, empezó de esa manera, pero luego, al darse cuenta que estaban teniendo esta conversación mientras él estaba apoyando un amplio hombro contra la pared y estaba parado casualmente desnudo, afectó la calidad de su severidad un poco, así que tuvo que darse una pequeña sacudida mental antes de concentrarse de nuevo. La triste verdad era, que ella podría sentirse excitada de nuevo. —Para empezar, no puedes materializarte más. Tam dijo que debilita el lazo. Esa debe de ser la razón por la cual fuiste atraído de esa manera. —Involucraste a la sacerdotisa vudú, ¿verdad? —La lenta sonrisa que le dio hizo que le latiera el corazón un poco más rápido—. Debes de haber estado preocupada por mí. No había sentido en negar eso. La evidencia era demasiado clara. Además, él lo sabía. —Sí, lo estaba. Había mucho que ella podría haber dicho después de eso. Mucho que ella habría dicho si fuera tonta, como “estaba muy asustada de que no fuera a verte de nuevo”, o incluso, “sí, está bien, tenías razón estoy loca por ti”, pero ninguna de esas dos frases se sentían como algo inteligente que decir. De hecho, no solo no se sentían como algo inteligente, se sentían estúpidas e incluso completamente peligrosas, así que no lo hizo. En lugar de eso se contentó con una monitorizada: —No te materialices, ¿está bien? —Luego, con el aire de pasar a negocios necesarios, se acercó a él y al interruptor de la luz, el cual cambió a encendido. La repentina luz la hizo entrecerrar los ojos un poco mientras lo miraba—. Probablemente deberíamos avanzar y hacer toda la cosa de encender la vela y cerrar el pasaje otra vez. Después necesito tomar una ducha. Se supone que tengo que estar en el pasillo a las siete. —Ella miró a su reloj, el cual colgaba como un brazalete alrededor de su muñeca—. Y eso es en cuarenta y tres minutos. Por un momento él simplemente la miró. Luego dijo: —Déjame ponerme mis pantalones primero. —Lo cual le dio la impresión de que eso no era lo que él iba a decir, pero la hizo pensar en cuando se los había quitado, hasta que él se dio la vuelta y ella se distrajo por la muy agradable vista de su amplia espalda y pequeño, duro trasero que se permitió ver.

El ver tanto músculo flexionándose y tendones ondulándose la estaba haciéndose sentir toda suave y blanda en el interior. Afortunadamente, él desapareció por la puerta antes de que ella se pusiera tan caliente que se pudiera disolver en un pequeño charco humeante en el suelo. Abriendo la puerta en anticipación de su regreso, lo encontró levantando su ropa del suelo al lado de la cama. Cuando Michael regresó, estaba totalmente vestido, con todo y botas, y ella tenía un vaso y una vela lista para encender. —Mierda —dijo él, viendo el arreglo, y ella tomó eso como que estaba listo. El ritual pasó igual como antes, aunque ambos estaban mejor preparados para su dolor. Cuando se terminó, ella le ordenó que saliera. —Voy a tomar una ducha. Y el baño todavía está fuera de los límites —le recordó, por si acaso tenía alguna idea de que la noche anterior había cambiado la regla—. Fuera. La más leve de las sonrisas malvadas tocó su boca. —Nena, en este punto lo he visto todo. Y lo he tocado. Y lamido. Y… Charlie le lanzó una mirada fulminante. Debería de haber sabido que no la iba a dejar simplemente olvidar todo lo que habían hecho. —Vete, ¿está bien? Incluso mientras le cerraba la puerta, él le sonrió. Ella estaba a mitad de su ducha cuando recordó que había olvidado traer su ropa al baño con ella. Cuando, envuelta en una toalla y con otra alrededor de su cabeza, salió a la habitación, fue para encontrarlo parado frente a la oscura televisión, frunciendo el ceño. Ese ceño fruncido cambió a una mirada de interés cuando la vio, la cual cambió a un destello caliente mientras sus ojos se deslizaban sobre ella. Era bueno que tuviera prisa, pensó ella, porque eso significaba que no tenía tiempo para responder al aspecto de sus ojos con más que un estremecimiento interior. El cual ella inmediatamente se ordenó ignorar. Si ella se iba a excitar cada vez que lo viera o él a ella, eso sería malo. —Sabes, puedes vestirte frente a mí —dijo él secamente cuando ella tomó la ropa interior limpia de su maleta y luego caminó al armario para extraer la ropa

que había colgado la noche anterior—. No es como si pudiera hacer más que mirar. En realidad, simplemente el pensamiento de él mirando era todo lo que se necesitaba para cambiar ese estremecimiento interno en un delicioso temblor que te hacía derretir, lo cual era alarmante. Charlie tuvo una repentina y terrible sospecha que el maratón de sexo de la noche anterior pudo haberla condicionado a responder a él automáticamente, como el perro de Pavlov. —Sí. No —dijo ella. —Es tu decisión. Sin embargo, todavía estaré por aquí cuando te aburra ponerte la ropa en el baño. Probablemente era cierto, pero como muchas cosas en relación a él, ella mentalmente lo guardó bajo el nombre de “cosas por las cuales preocuparse después.” Con la ropa en la mano, Charlie regresó al baño cuando notó la mirada de disgusto que él le dio al control remoto, el cual yacía sobre la mesa al lado de la televisión. Frunciendo el ceño, se detuvo para preguntar: —¿Qué pasa? —No puedo tomarlo. El control remoto. —Alcanzándolo, él se lo mostró: su mano pasó a través de él, sin ninguna tracción—. Había logrado hacerlo. Antes de ayer por la noche. Ahora no puedo. Él se veía tan molesto por su fracaso, que ella habría dicho algo reconfortante como “mmm”, si un golpe no se hubiera escuchado en la puerta. —¿Charlie? —Era la voz de Tony. Michael inmediatamente pareció verse amargo—. ¿Estás despierta? —Sí. Enseguida voy —respondió ella, y se apresuró al baño para vestirse. Cuando emergió, Michael estaba apoyado contra la pared junto a la puerta, esperándola. Mientras se acomodaba, sus ojos la miraron de arriba abajo. Su cabello estaba retorcido en un nudo suelto, con muchos mechones lo cual lo hacían, ella esperaba, genial y elegantemente sexy, y estaba usando otra compra de la tienda de regalos, un vestido amarillo de lino sin mangas que llegaba a la rodilla con un cinturón delgado alrededor de su cintura, y las pequeñas sandalias de la noche anterior. Ella pensó, con perdonable satisfacción, que se veía bastante bien. Cuando sus ojos se levantaron para encontrarse con los de ella de nuevo, él sonrió. Esa lenta sonrisa bastaba para hacer que el corazón de Charlie diera un vuelco.

Oh, cielos. Bueno, ella sabía que estaba en problemas —Te ves lo suficientemente bien como para comerte —dijo él. Luego, justo mientras una rápida sonrisa de agradecimiento se formaba en sus labios, él añadió—: Solo para que estemos en la misma página, si empiezas a besarte con Dudley otra vez, realmente me voy a molestar. Ahí estaba. Ella sabía que esto estaba por venir. Era tentador, oh tan tentador, ignorarlo, descartarlo, guardar esa salpicada fría realidad para lidiar con ella después, en un momento más conveniente. Pero sintió que necesitaba decirlo muy claro, por su propio bien y el de él. Lo atemorizante era que estaba peligrosamente cerca de perder su corazón con él, y ella no dejaría que eso sucediera. Su vida se arruinaría para siempre. —No tienes ningún derecho a objetar lo que yo escoja hacer —dijo ella uniformemente—. Lo de anoche fue solo una noche. No podemos estar juntos, lo sabes. Y tengo que vivir mi vida. Así que si quiero besarme con Tony, o con cualquier otro, en ese caso, eso es lo que haré. Entonces, antes de que él pudiera estallar, y estaba claro por su cara que una erupción era inminente, ella giró y salió por la puerta.

Capítulo 22



Traducido por Nat.M Corregido por Marce Doyle*

¿Estás bromeando? —gruñó Michael furioso cuando Charlie se dirigió a hablar con Tony, Buzz y Kaminsky para esperar el ascensor—. Hace una hora estábamos follando, y ¿ahora estás tirándome esta mierda? Tony estaba acostado por el plan de juego para el día, así que la respuesta de Charlie a Michael fue mínima: entrecerró sus ojos. Él caminó a su lado, mirando a todos los malditos locos, pero ella no estaba dispuesta a ceder. Por su propio instinto de conservación, tenía que dibujar una línea en la arena mientras todavía podía. —Acabo de escuchar a Eric Riva. Él estuvo en un accidente ATV cuando era adolescente que mató al amigo con el que viajaba —dijo Kaminsky emocionada. Estaba revisando su correo electrónico cuando se detuvieron a esperar el ascensor. Al igual que Charlie, llevaba una de sus compras en la tienda de regalos, una blusa naranja de manga corta desgastada suelta sobre una camiseta blanca y una falda. Charlie presumía que la blusa ocultaba el arma de Kaminsky. —¿Quieres tomarle la mano a Dudley? ¿Eso es todo? —Michael se plantó directamente en frente de ella—. ¿Qué? ¿Te di sexo la noche anterior y ahora no puedo ir? ¿Así crees que vas a conseguir al asesino? Aquí debe haber mano a mano, nena, esto no funciona así. —Sus ojos brillaban en ella. Completamente inconsciente, Michael prácticamente resumía su amenaza sobre ellos. Tony, que estaba de pie junto a ella, le sonrió a Charlie. —¿Tuviste una buena noche? —Sí —respondió con una sonrisa de respuesta, mientras que Michael gruñó. —Quieres verlo de vuelta, hazlo, dile lo bueno que fue tu noche en realidad.

Ellos estaban en el ascensor de bajada en ese momento, y Tony estaba lo suficientemente cerca, que si se inclinaba ligeramente hacia su izquierda las armas se rozarían. Pero no lo hizo. Justo en ese momento, no se sentía con ganas de hacer algo para avanzar en su relación con Tony. Ella solo había querido hacer clara su posición a Michael para dejar sus opciones abiertas, de modo que cuando la memoria de la última noche del festival de lujuria hubiera terminado, podría seguir adelante con su vida. Si no era con Tony, sería con otra persona. Alguien vivo. Un hombre que respirara. Michael dijo: —Vamos a ver, ¿cuántas veces te hice venirte? ¿Tres? ¿Cuatro? Diablos, he perdido la larga cuenta desde la tercera vez que me chupaste mis… —¿Has encontrado más posibles asesinatos individuales alrededor de Buggs Island Lake? —preguntó Charlie a Kaminsky antes de que Michael pudiera terminar, en un esfuerzo deliberado para no oír la última palabra, debido a que su memoria lo evocaba a la luz brillante del día, y era vergonzoso. También le daba un poco de pena, pero ni siquiera iba a permitirse pensar en eso. —Oh, ¿así que crees que puedes ignorarme ahora, puta? —gruñó Michael, y cerró una mano sobre la alarma del ascensor. Pero en vez de apagarse, como lo había hecho la noche anterior, no pasó nada, su mano pasó a través de ella. Michael parecía totalmente enojado. Charlie casi sonrió. Kaminsky hizo una mueca. —En este momento, cuatro de las muertes accidentales, posiblemente, podrían haber sido asesinatos. Pero lo que es realmente interesante es que diez niños entre las edades de once y diecisiete años han desaparecido desde que comenzó el Hombre de Jengibre. Eso encontré hasta ahora. Quiero decir, es un área grande, con un montón de gente, diez años no son en realidad muchos, pero… —Son importantes —le dijo Charlie, su atención se reorientó de manera efectiva, al menos temporalmente. —Lo que me pareció interesante es que Buggs Island Lake no está a más de un viaje de cuatro horas a partir de los sitios de secuestro o de asesinato —dijo Buzz—. Si el área que estamos viendo es una rueda, el lago estaría casi en el centro. —Comenzó allí —dijo Charlie—. Estoy casi segura de ello.

—Sigue buscando en esas muertes y desapariciones alrededor del lago —dijo Tony a Kaminsky, quien asintió con la cabeza. Llegaron el vestíbulo y Kaminsky se dirigió hacia una sala de conferencias del hotel que se había establecido como una especie de sitio de guerra especial con ordenadores. El resto de ellos se dirigió al SUV para esperar. Tony y Buzz comenzaron a comparar notas sobre cuáles víctimas habían confirmado haber estado expuestas a una muerte violenta en una edad joven. Charlie trató de mantenerse en sintonía con lo que estaban diciendo, pero era difícil con Michael prácticamente vibrando de cólera a su lado. —Está bien, nena —dijo, ya que todos salieron por el calor sofocante de la pared porque era de día—. ¿Quieres darme la espalda? Hazlo. Por ahora. Pero no voy a ninguna parte, y tampoco tú. Eso sonaba tan parecido a una amenaza que Charlie le dirigió una mirada. Su boca era fría y dura en su mirada, su cuerpo alto, fornido enviando ondas de agresión. Si lo conociera como un extraño en un callejón oscuro en este momento, pensó, habría retrocedido en las sombras y trataría de escapar. Pero él no era un extraño, y ella no le tenía miedo. Ella se estaba tambaleando al borde de caer desesperadamente, locamente enamorada de él, se dio cuenta, y se espantó. La noche anterior había tenido un vistazo muy por debajo de la magnífica superficie de oro, en lo que se escondía en los confines de su alma. Lo que había visto no había sido oscuro, violento ni peligroso. Y la verdad era que, en cuanto a la forma en que ella sentía por lo que él se refería, no había cambiado nada. Y eso, pensó, era el pensamiento más espantoso de todos. Tomaron café de un McDonalds, estacionaron la camioneta y comenzaron a caminar a lo largo de Mallory Street, que estaba en la ruta de la carrera a 5 kilómetros de Jenna. Se fueron de tienda en tienda entrevistando a los trabajadores. El calor era agobiante, incluso tan temprano, y un buen número de las tiendas no estaban abiertas. Buzz estaba marcando a los que se habían ido sobre un mapa para que pudieran atraparlos en el camino de regreso por la calle, y Tony estaba agradeciendo al dueño de un restaurante por su cooperación, cuando Charlie notó un espíritu. Un hombre de edad avanzada, bien vestido pero empapado de sangre, que estaba siguiendo una igualmente bien vestida —viva, no empapada en sangre— mujer de edad avanzada a lo largo de la acera. Nada especial, veía espíritus todo el tiempo. Haciendo un cálculo, había muerto en algún tipo de accidente, sin duda dentro de los últimos siete días. Pero un poco más abajo en el bloque,

vio el espíritu de un adolescente con los labios azules, como si hubiese muerto a causa de la falta de oxígeno detrás de un par de mediana edad que iban en la misma dirección que la pareja de ancianos. Y detrás de él vino el espíritu de una niña de tal vez cinco años, rubia, con un lazo rosa en el pelo, y no tenía una marca que Charlie pudiese ver. Una mujer de unos treinta años que tenía lágrimas corriendo por su rostro y se parecía mucho a la niña, que Charlie supuso que tenía que ser su madre. Tres espíritus de los que recientemente habían muerto violentamente en el mismo bloque, se dirigían en la misma dirección. Era lo suficientemente raro como para que Charlie frunciera el ceño. —Así que, ¿tienes una idea de lo que se trata este desfile de espectros? —le preguntó Michael al oído. No había hablado ni una palabra con ella desde su comentario “yo no voy a ninguna parte”, y sabía que no era en absoluto sobre estar enojado. Eso significaba que lo que estaba viendo era bastante extraordinario para obligarlo a hablarle. No creía que los tres espíritus que ella pudiera ver constituyeran un desfile fantasma en su libro, así que echó un vistazo para asegurarse de que Tony y Buzz todavía estuvieran ocupados. Charlie dio un giro rápido para enfrentarse a Michael. —Veo tres espíritus —le dijo ella, consciente de las otras personas en la acera llena de gente—. ¿Qué ves? Le dirigió una mirada con apenas hostilidad contenida que la erizó los pelos. Pero entonces, él miró a su alrededor y se dirigió a ella. —Cuento once. Todos caminando por la calle en la misma dirección, siguiendo a alguien que está vivo. Charlie frunció el ceño, pensativa. Luego, al ver a Tony terminando con el dueño del restaurante y Buzz mirando en su dirección, se apresuró a decir: —¿Puedes preguntar a uno de ellos a dónde van? Él soltó un bufido. —¿De verdad crees que voy a seguir haciendo el trabajo sucio? Noticias de última hora, nena, no soy un maldito aprendiz de Ghost Whisperer16. —Estamos tratando de atrapar a un hombre que asesinó a un montón de niños aquí —dijo entre dientes. Ghost Whisperer: serie de televisión estadounidense, que trata sobre una mujer que puede comunicarse con los espíritus de los fallecidos. 16

Apretó los labios. Pero como Tony la encontró y Buzz le llegó por detrás, Michael dejó de aparentar caminar al lado de alguien que no podía ver. —¿Tienes algo? —preguntó Tony cuando Buzz se unió a ellos. Buzz negó con la cabeza. Michael, por su parte, parecía estar participando en una conversación con el espíritu. —Nada. —Buzz sonaba desanimado—. Si Jenna, Laura o Raylene entraran a cualquiera de estos lugares, nadie recordaría haberlas visto. Tal vez veamos algo en la cámara de seguridad del cajero automático en la esquina. ¿Qué hay de ti? Tony negó con la cabeza. —Nada. ¿Revisaste el video de seguridad de Omar? Una de las comisuras de la boca de Buzz se arqueó. —Sí. Lena, uh, Kaminsky, las revisó anoche. Tenemos a Laura Parker allí, de acuerdo. Ella está compitiendo en un concurso de camisetas mojadas con una veintena de otras chicas. —El arqueo de su boca se transformó en una sonrisa en toda regla—. Fue algo que vi. —Tony le dio una mirada a Buzz y se apresuró a añadir—: Kaminsky hizo el reconocimiento facial en todos los chicos vistos durante la observación de la cinta, pero no había nadie que saliera de repente. Michael estaba de vuelta. La mirada que le dio Charlie mientras sus ojos volvieron hacia él, era interrogante y oscura. —Maldita sea. —Tony echó un vistazo a los alrededores con frustración—. Tiene que haber algo aquí. Es solo que no creo que eligiera a esas tres chicas al azar, y este es el único lugar donde sabemos que se cruzan. —Están siguiendo a sus seres queridos a una sesión de grupo de apoyo emocional —le dijo Michael a Charlie, quien contuvo el aliento mientras la conexión repentinamente se hizo clara en su mente—. Al parecer hay una reunión en el segundo piso de ese edificio en la esquina. Señaló, pero él no tenía por qué, Charlie observó al anciano bañado en sangre que seguía a la mujer de edad avanzada en el edificio, y agarró la manga de la chaqueta de Tony. —Es consejero de duelo. —Charlie podía sentir la emoción corriendo por sus venas—. Esa es la conexión. Estoy segura de ello. Encontraremos que todas las víctimas conocían a alguien que sufrió una muerte violenta y que luego fueron a los servicios de apoyo emocional.

—¿Qué? —dijo Tony mientras Buzz le daba una mirada de sorpresa. —Están a punto de tener una sesión en este momento en el segundo piso de ese edificio en la esquina. Charlie tiró del brazo de Tony. —Vamos. —De nada —dijo Michael con amargura, y Charlie se olvidó de sí misma lo suficiente para darle una sonrisa rápida mientras estaba prácticamente marchando como una rana con Tony hacia el edificio. Michael no le devolvió la sonrisa. Mirándola con Tony, sus ojos se habían vuelto del color del pedernal, y su boca era sombría. Tony frunció el ceño y pregunto: —¿Qué te hizo pensar en los servicios de apoyo emocional? ¿Y cómo sabes que hay una sesión a punto de empezar en ese edificio? —No puedo esperar a escuchar esto. —La voz de Michael estaba seca—. Vamos, botón de oro, dile cómo lo sabes. —El universo me habla, ¿recuerdas? —dijo a la ligera, lanzando una mirada a Michael de come tierra—. Además, alguien caminando llevaba un folleto. —Sí, me lo imaginaba —dijo Michael. La mirada que Tony le dio era una que buscaba. Por supuesto, sabía que ella era, ejem, un poco psíquica, aunque no sabía ni la mitad. Un día, Charlie se dijo a sí misma, podría sentarse y decirle toda la verdad. Menos la parte acerca de Michael, por supuesto. La conexión era el nombre del grupo. Estaba impreso en un cartel fijado en la puerta abierta de una habitación que ya se estaba llenando de gente, vivos y muertos. Las filas de sillas de plástico, el podio del orador, una mesa con café y pasteles, eso era todo. De acuerdo con la trabajadora social, se estaba preparando para dirigir la sesión de ese día. Se celebraban reuniones abiertas todos los días laborables de nueve a diez de la mañana, y se ejecutaba como una reunión de AA. La gente venía, compartía el origen de su dolor y encontraban consuelo. No, no había registros de asistencia a las reuniones, y sin duda no había cámaras de seguridad. Pero ella era capaz de darles una lista de los líderes de las reuniones,

y un número que podrían utilizar para ponerse en contacto con la organización patrocinadora para más información. —¿Cuáles son las posibilidades de que Jenna, Raylene y Laura hayan terminado en una de estas sesiones juntas? —susurró Buzz mientras estaban en el fondo de la sala viendo como a reunión se ponía en marcha. —Es lo único que queda. —La mirada de Tony giró a Charlie—. ¿Quieres llamar a Jenna cuando salgamos de aquí y ver si puede confirmar si estuvo en una de estas reuniones el día que fue secuestrada? Me gustaría hacerlo, pero creo que sería mejor si tú lo haces. Crane, cuando regresemos al hotel, averigua si alguna de las otras víctimas fue a algún tipo de servicios de apoyo emocional. Charlie asintió con la cabeza, y Crane dijo: —Lo haré, jefe. Mientras veían a la anciana, Charlie observó cómo se levantaba y comenzaba a compartir su historia sobre la pérdida de su esposo de cincuenta y dos años — que no tenía ni idea que estaba a su lado— que había muerto en un accidente de tráfico la semana anterior. Charlie dijo pensativamente: —El Hombre de Jengibre tuvo que estar en ese mismo período de sesiones. ¿Cómo iba a saber que esas chicas habían sufrido ese tipo de pérdida? —Tal vez tienen clientes habituales, y uno de ellos se acordará de un tipo raro que se quedó mirando a todos los participantes, tratando de decidir quién iba a secuestrar y matar. —Ese fue Michael, que estaba de pie a su lado mirando enojado y seriamente formidable, que asumió era su manera de asegurarse de que los espíritus que no podía ver le evitarán. Ninguno de los participantes en la reunión de esa mañana parecía que podría encajar en el perfil ni de manera remota, determinó Charlie con un solo vistazo. Concluida la parte organizada de la reunión, cuando los participantes iban y venían alrededor de la mesa de refrigerios, Tony le preguntó a la trabajadora social sobre clientes asiduos. Les señaló, y se fue a hablar con ellos. No tenían nada. Estaban saliendo de la reunión cuando Tony recibió una llamada de Kaminsky, que había estado al tanto de la posible conexión de los servicios de apoyo emocional a través de un mensaje de Buzz. Charlie, que estaba a punto de

llamar a Jenna, supo al instante por la expresión de Tony que algo estaba pasando. —Kaminsky cree que ha descubierto la identidad de la siguiente experto con el que se pondrá en contacto —dijo Tony mientras se desconectaba—. Tenemos que volver al hotel. Jenna no contestaba al teléfono. A medida que iban de regreso al hotel, aceleraban. Charlie dejó un mensaje donde le decía a la chica que por favor devolviera la llamada tan pronto como le fuera posible. La improvisada sala de guerra era una pequeña sala de conferencias con un corto pasillo al lado del vestíbulo. Sin ventanas, y Kaminsky lo había configurado con un sistema que la enfrentaba a una media docena de ordenadores portátiles colocados uno junto al otro en una larga mesa, junto con las ocho sillas alrededor, que eran los muebles de la habitación. —Él es Dr. Anthony Pelletier —dijo Kaminsky con entusiasmo cuando los demás entraron en la habitación. Estaba sentada en una silla de cuero acolchado, pero se puso de pie cuando entraron. En una de las pantallas del ordenador portátil estaba la cara congelada del neuropatólogo estimando que se había hecho un nombre por sí mismo estudiando el efecto de la enfermedad cerebral en el comportamiento criminal. Desde su mirada en la pantalla, Kaminsky puso pausa en la llamada telefónica—. Él es el único de los expertos de la lista que me diste que estuvo involucrado en una muerte violenta cuando era joven. Su hermana mayor murió en un incendio en su casa cuando tenía siete años. Al parecer, los dos fueron encontrados inconscientes en la parte inferior de las escaleras por los bomberos. El Dr. Pelletier pudo ser revivido, la hermana no. —Parece que lo resolviste —dijo Tony, señalando a Kaminsky para reanudar la llamada—. De ninguna manera puede ser una coincidencia. Kaminsky pulsó un botón y dijo: —Siento ponerle en espera, Dr. Pelletier. Aquí está nuestro líder de equipo, el Agente Especial Anthony Bartoli. —Dr. Pelletier. —Tony se deslizó en el asiento al lado de Kaminsky—. Estoy seguro de que la Agente Especial Kaminsky le ha explicado lo que está pasando.

Pelletier asintió. Charlie no lo conocía, pero estaba familiarizada con su trabajo. En sus treinta y tantos años, con un rostro jovial redondo y el pelo corto de color rojizo, no parecía nada, pero era un distinguido investigador. —Todo ha estado bien —dijo Pelletier, en respuesta a la pregunta de Tony acerca de si él había notado algo fuera de lo normal en los últimos días. Tony asintió. —Vamos a ponerle vigilancia. Tendré a la gente en su lugar dentro de una hora. Alrededor de su casa, oficina, usted personalmente. Se quedarán fuera de su vista, pero estarán ahí. Pelletier pareció un poco sorprendido. —¿Realmente cree que un asesino en serie se vaya a poner en contacto conmigo? —Sí —dijo Tony intransigentemente—. Y ahora es nuestra mejor esperanza de atrapar a este tipo, por lo que le agradeceríamos su cooperación. —Claro. —Pelletier estuvo de acuerdo, y puso fin a la conversación con alarma, pero en el juego. Tan pronto como colgó, Jenna le devolvió la llamada a Charlie. Ella no había asistido a la sesión de servicios de apoyo emocional la mañana de la carrera, dijo, lo que provocó en Charlie una consternación momentánea. Luego Jenna agregó que se había detenido brevemente en la sesión para dejar folletos sobre la carrera y había hablado con un par de personas acerca de la tragedia de su propia vida. Era posible que alguien la hubiera escuchado, dijo, aunque no recordaba a nadie que pareciera particularmente interesado en ella. Tampoco recordó haber visto a Laura o a Raylene, aunque podrían haber estado allí. No había estado prestando mucha atención, y no se quedó mucho tiempo. —Eso, tiene que ser eso —dijo Charlie mientras recordaba la conversación con los demás, que estaban de acuerdo. —Lo único que podemos hacer es comprobar cualquier video de seguridad que podamos encontrar de las calles de los alrededores esa mañana —dijo Tony. Como ya habían recogido y estaban en el proceso de revisión, la base estaba bastante bien cubierta. —Comprobaré a todos con quienes he hablado esta mañana —dijo Kaminsky a Tony. Después de rechazar su oferta, contactó con el subdirector de la Oficina por Skype, se fue a hacer la llamada para establecer las modalidades de lo que se necesitaba con Pelletier.

Kaminsky pulsó un botón, e inmediatamente las caras aparecieron en todas las pantallas. Charlie reconoció a cuatro de ellos de un solo vistazo. Los otros dos, no tenía ni idea de quienes eran. —Dejé mensajes al Dr. Underwood y al Dr. Myers ayer —señaló Kaminsky a dos de las pantallas—. Y llamé esta mañana para confirmar a qué edad estuvieron presentes en la muerte violenta de un ser querido. El Dr. Underwood tenía un amigo que se golpeó en el pecho con una pelota en un partido de béisbol, sé que es extraño. Y un primo del Dr. Myers fue disparado accidentalmente y asesinado cuando estaban juntos. —Ella miró a Charlie y a Buzz—. Lo que significa que nuestros cuatro expertos comparten esa experiencia común. Incluyendo al Dr. Pelletier, aunque no es técnicamente uno de nuestros expertos aún. Además, he hablado con Ariane Spencer... —Señaló la bonita adolescente rubia en la tercera pantalla—... que fue, si recuerdan, la víctima sobreviviente del grupo dos... que era el de las serpientes. —Kaminsky interrumpió temblando—. Y Andrew Russell, del grupo cinco, de la basura, ¿recuerdan? ...superviviente. —Señaló a la cuarta pantalla—. Y Saúl Tunney del grupo seis, silo de grano, superviviente. —Fue otro rostro el que Charlie reconoció—. Todos ellos confirman que estuvieron presentes en la muerte violenta de alguien cercano, previo a lo que les pasó con el Hombre de Jengibre. —¿Qué pasó con servicios de apoyo emocional? —preguntó Buzz—. ¿Consiguieron algo? —No lo sé. —Kaminsky sonaba débilmente agraviada—. Cuando estaba hablando con ellos, no era parte de la descripción. —Hizo una mueca—. Bueno, creo que tengo la oportunidad de llamarlos a todos otra vez. —¿Has llamado a Ken Ewell? —Charlie frunció el ceño en una de las caras de las pantallas. El ayudante del sheriff de Big Stone Gap. Parecía poco probable que Kaminsky lo hiciera. —Me llamó —corrigió Kaminsky—. Aparentemente tienen un video de vigilancia de lo que parece ser una camioneta gris en la carretera que conduce a Big Stone Gap en la noche de los asesinatos. Me va a enviar un correo electrónico. —Tal vez podamos conseguir una placa de matrícula —dijo Buzz. —Como nuestra suerte siempre es tan buena —respondió Kaminsky. Luego se refirió a la última pantalla—. Este es uno de los padres de…

Calló cuando Tony volvió a entrar en la habitación. Con un sobre en la mano y la expresión de su rostro dirigida a Charlie en lugar de a ellos. En general, estaba preocupado. —Esto llegó para ti —dijo Tony mientras le entregaba el sobre—. Fue recibido esta mañana. La recepcionista pensó que podría ser urgente, por lo que me lo dio para dártelo. Charlie aceptó el sobre. Era de cartulina negra y dorada, los sobres de entrega inmediata de FedEx. El nombre de la etiqueta de devolución era desconocido para ella. Tony vio cómo lo abrió. Dentro había otro sobre, uno blanco de tamaño regular. En él, una tela de araña de escritura negra con su nombre: Dra. Charlotte Stone. Le quito la solapa. Dentro había una sola hoja de papel. Incluso antes de que Charlie lo desdoblara, su corazón comenzó a golpear en su pecho. Sabía, sabía, en cada célula de su cuerpo, de quién era.

Capítulo 23 Traducido por Princesa de la Luna

N

Corregido por Maniarbl

O ME ATRAPARÁS era lo que decía el mensaje. —El Hombre de Jengibre —respiró Kaminsky, como Michael, que había estado mirando por encima del hombro de Charlie, dijo:

—Vete a la mierda —y Charlie miró con creciente horror en al pequeño cuadrado de papel duro que se había metido dentro de la hoja plegada. Era una fotografía polaroid de tres chicas jóvenes tumbadas, aparentemente inconscientes, en una jaula de alambre. —Oh, Dios mío. —Charlie bajó la imagen como si le picara en los dedos. Las imágenes de las chicas —parecía ser adolescentes jóvenes— quemó en su cerebro. Alguien, Buzz, tomó la carta de ella, mientras que Tony cogió la foto, sujetándolo con cuidado por la esquina con un pañuelo que había adquirido en algún lugar y la colocó de modo que todos pudieran verla. —Ha escalado de nuevo —dijo Charlie. Durante el primer par de segundos la miró, esperanza, eso que estaba viendo era uno de los grupos de víctimas que había atacado en el pasado. Pero ella no lo creía. De hecho, estaba tan segura como era posible que se trataba de un nuevo grupo de víctimas. —Descubre quiénes son esas chicas —ordenó Tony y Kaminsky asintió. —Desde que sabemos que el Dr. Pelletier es el experto al que el Hombre de Jengibre mayoritariamente contactará, podemos atraparle —dijo Buzz—. Pelletier está en la Tech Carilion Escuela de Medicina de Virginia, ¿verdad? ¿No está eso en Roanoke? Podemos estar allí en un par de horas, atrapar al SOB cuando deje la carta. —A menos que sea inteligente y lo envíe por correo, como acaba de hacer contigo —dijo Michael secamente a Charlie.

Charlie repitió eso, menos el gruñido. Con el ceño fruncido, Tony estaba mirando hacia la fotografía que aún sostenía en la mano. —Incluso si la deja en persona, en el momento en que lo haga, al menos dos de estas chicas estarán muertas. Y podemos estar totalmente equivocados acerca de la identidad del experto. O tal vez ni siquiera se ponga en contacto con un experto en esta ocasión. Como el cambio en el tiempo demuestra, es lo suficientemente flexible como para hacer ajustes a su plan de juego. —Creo que nuestra mejor apuesta es tratar de identificarlo, y el mejor lugar que tenemos para mirar es donde ocurrió el primer asesinato del Hombre de Jengibre. —Charlie estaba pensando mientras hablaba—. Él tendrá algún tipo de raíces allí. Probablemente una conexión con uno de los primeros grupos de víctimas. —No tenemos tiempo para cavar en todo eso. —La voz de Kaminsky era tensa cuando levantó la mirada del ordenador portátil donde había estado trabajando frenéticamente—. Él ya tiene a esas chicas. Eso significa que tenemos, a lo sumo, dos días más. O puede ser que incluso menos. Ya ha cambiado el tiempo con nosotros. —¿Tienes algo sobre la identidad? —preguntó Tony a Kaminsky mientras pasó la foto a Buzz, a continuación, le dijo—: Necesitamos llevar eso, y la carta, al laboratorio. —Yo me encargaré de eso —dijo Buzz. Kaminsky respondió: —Nada todavía. Estoy comprobando todas las bases de datos, pero nada es instantáneo, ya sabes. —Tengo una amiga psíquica que conozco que es muy precisa —dijo Charlie. Con vidas en juego y teniendo información que sentía que podría ser importante, ocultar sus charlas con Tam, ya no importaba—. Ella llamó hace un par de días para avisarme que estoy en peligro cerca del agua oscura. Me parece que si estoy en peligro cerca del agua oscura o cualquier agua que puede oscurecerse, como Buggs Island Lake, por ejemplo, es donde el peligro tiene que estar. Es posible que se refiera a un peligro diferente, pero no lo creo. Creo que el peligro en el que estoy viene del Hombre de Jengibre, y el Hombre de Jengibre se encontrará cerca del agua que es o puede ser oscura.

Por un momento todos los demás en la sala se quedaron mirándola en silencio. Entonces Kaminsky dijo: —Bueno, eso seguro encaja para mí. Michael dio un bufido de diversión. Charlie disparó a Kaminsky una mirada despreciativa. Tony dijo: —Yo no estoy dispuesto a descontar cualquier ayuda psíquica que podamos conseguir. —Miró a Charlie—. Conseguiste la conexión del consejero de terapia prácticamente de la nada. ¿Cómo de fuerte te sientes sobre rastrear al sospechoso a través de la conexión Buggs Island Lake? Charlie dudó. —Tengo información de las chicas. —La tensión en la voz de Kaminsky era palpable cuando levantó la vista de su portátil—. Diane Townsend, Kim Oates y Natalie Garza. Todas de catorce años, desaparecieron esta mañana de Twinbrook, el campamento de niñas en Rocky Mount, Carolina del Norte, que se especializa en conseguir asesoramiento del dolor. Al parecer, el programa de esta semana es especial para los supervivientes de tiroteos en las escuelas. —Parece que nuestro hombre estaba en un apuro —dijo Michael—. En lugar de recogerles, esta vez se fue directo al buffet de todo lo que puedas comer. —Notifícaselo a los agentes de allí para que podamos tener una ventaja sobre las chicas —le dijo Tony a Buzz, quien asintió y luego preguntó: —¿Debo decirles que estamos en camino? Tony hizo una mueca. —Como yo lo veo, tenemos tres maneras de que podemos ir allí. Podemos dirigirnos hacia Roanoke y ocultar a Pelletier. Podemos bajar a Rocky Mount y unirnos a la búsqueda allí. O podemos tomar un viaje rápido a Buggs Island Lake y ver lo que podemos desenterrar. Buzz dijo: —El Dr. Pelletier está cubierto. Si el sujeto se presenta allí, lo tendremos. —Demasiado tarde para las chicas, sin embargo —comentó Kaminsky. Buzz continuó como si ella no hubiera hablado. —Supongo que tienen la mitad de la Oficina, más la policía estatal y toda la policía local disponible, en la escena en Rocky Mount.

—Seríamos los únicos que miraríamos en Buggs Island Lake —dijo Tony. Kaminsky levantó la vista de su ordenador. —Una amiga de una chica que desapareció en Buggs Island Lake hace cinco años informó que en los días previos a su desaparición un hombre había estado siguiéndola. Ella dijo a la policía que podía describirlo, aunque si alguna vez lo hizo, no está en este archivo. El testigo aún vive en la misma casa, cerca del lago. —Podríamos ir a entrevistarla, obtener una descripción, echar un vistazo a los registros de la policía local —dijo Buzz—. Si no se parece a algo que dé resultado allí, podríamos seguir. Tony tomó una decisión. —Suena como un plan. Haz las maletas. Quiero estar en el aire en menos de una hora. Buggs Island Lake (como lo llaman en Virginia) que también es conocido como el embalse Kerr (para la gente en las Carolinas), tiene cincuenta mil acres para nadadores, navegantes y pescadores del paraíso. Largo y estrecho, corría a lo largo de la frontera de Virginia, Carolina del Norte y era una de las zonas turísticas de verano más populares de ambos estados. Erin Hill, la amiga de la chica desaparecida, vivía en la pequeña comunidad junto al lago de Clarksville, era realmente capaz de darles una descripción: un hombre de cabello oscuro, tal vez de unos treinta años, las había seguido en una furgoneta gris. La parte sobre la camioneta gris no había entrado en el informe de la policía y envió un rayo de excitación a través del equipo. La guía estaba prometiendo suficiente como para que llevaran a Erin a un dibujante de la policía local. Mientras esperaban los resultados, en una oficina vacía de la pequeña sala de la brigada, Kaminsky estaba ocupada mirando un mapa de la zona del lago que colgaba de la pared. Charlie, que como los otros era muy consciente del paso veloz del tiempo, estaba empezando a darse cuenta de que no había descansado tanto la noche anterior como había supuesto. Estaba sentada en una de las sillas de metal duro y soplando al café rancio de la policía, cuando se acercó a los informes de las personas desaparecidas que Kaminsky había pensado que podrían ser relevantes para el caso, que el agente le había enviado por correo. Buzz estaba peinando a través de los archivos de la policía de las cuatro supuestamente-accidentales-pero- redimidas-por-ser-muertes-sospechosas-porKaminsky que había identificado en la zona durante el período de tiempo en cuestión. Después de haber salido porque la recepción era mejor, Tony estaba al

teléfono, hablando con los agentes en la escena de los secuestros en Rocky Mount y luego con los asignados para llevar a cabo la vigilancia sobre el Dr. Pelletier. Michael se puso de pie mirando por la ventana a las hermosas aguas azules del lago. Era tarde en ese momento, pero la luz del sol era aún lo suficientemente fuerte como para hacer que la superficie tuviera chispas. Charlie podía leer el lenguaje corporal de Michael, su anhelo de estar allí como parte de la vida del mundo otra vez, pero todavía estaba palpablemente enfadado con ella y en su mayor parte no estaba hablando. Bajo estas circunstancias, ella tampoco lo estaba. ¿Qué podía decir? No había nada de lo que le había dicho que retiraría. Y necesitaba con urgencia ponerle en el lugar apropiado en su vida, que probablemente fuera, como él despectivamente lo había descrito, el aprendiz de fantasma susurrador y nada más. Pero la triste verdad era, que simplemente dejando que sus ojos se fijaran en él, evocaba sentimientos en ella que eran perturbadoramente sexuales. Una mirada a sus anchos hombros y su espalda musculosa, su trasero apretado y poderosas piernas largas y estaba de vuelta a la oscurecida habitación de hotel de la pasada noche con él de nuevo. Él me calienta más que cualquier otro hombre que haya conocido. Ese fue el pensamiento que flotaba en su mente cuando Kaminsky la miró y preguntó: —¿Qué te dijo exactamente esa amiga psíquica tuya? —Charlie fue pillada con la guardia lo suficientemente baja como para pensar durante un momento. —Ella dijo que estaba en peligro cerca del agua oscura. —Lo cual, Charlie había tomado nota, para su alivio, Buggs Island Lake no lo era. Al menos en ese momento, sus aguas eran de un tono aproximado de los ojos de Michael—. Dijo que el peligro provenía de una casa gris en el agua oscura. Me pregunto si tal vez vamos a encontrar a nuestro sospechoso en una casa flotante. —Tú sabes que hablo con fluidez en varios idiomas, ¿no? —dijo Kaminsky—. Uno de ellos es Algonquin. A unos quince kilómetros de aquí de este lado del lago está Pocomoke Village. En Pocomoke Village está Pocomoke Street. —Buzz estaba mirando a Kaminsky, también, en este punto—. En Algonquin, pocomoke significa agua oscura. En ese momento, Michael también se dio la vuelta para mirar a Kaminsky. —Oh, Dios mío —dijo Charlie. Al mismo tiempo, dijo Buzz —Guau— y Michael dijo—: Mierda.

—Probablemente es una coincidencia. —Kaminsky se alejó del mapa de su portátil, que descansaba sobre el escritorio—. Pero no lo es. —No hay tal cosa como la coincidencia —dijo Michael y entrecerró los ojos a Charlie—. No vayas cerca de ese lugar. Cuando Kaminsky se dejó caer a sí misma detrás del escritorio y Buzz se levantó para mirar por encima de su hombro mientras ella hacia algo en su portátil, Charlie le dio a Michael una mirada dura que se podría traducir aproximadamente como, no eres mi jefe. Cruzó los brazos sobre el pecho. —Cariño, he aquí un consejo: no te metas conmigo ahora mismo. No estoy muy contento contigo. Muérdeme, fue lo que ella respondió en silencio. —Ya lo tengo aquí en Google Earth. Pocomoke Street está llena de lo que se ve como pequeñas casas de pescadores. Están muy separadas y la zona parece muy rural —dijo Kaminsky llamando su atención. —Laura dijo que la furgoneta olía a pescado —dijo Charlie antes de que ella lo pensara. —¿Quién? —Kaminsky le frunció el ceño, mientras que Michael, con una sonrisa burlona, dijo: —Ups. —Alguien. No importa. —Charlie cubrió su paso en falso a toda prisa y se cubrió aún más negándose a mirar a Michael de nuevo—. El punto es, que alguien dijo que la camioneta usada en los secuestros olía como los peces. —Creo que he oído eso —dijo Buzz. —Una de las casas está pintada de color gris oscuro. —Kaminsky llegó al punto—. Lo que tenemos aquí, entonces, es una casa gris con el equivalente de Water Street Dark. —Hay un montón de casas grises en una gran cantidad de calles con nombres indios —advirtió Tony al entrar otra vez a la oficina después de terminar sus llamadas telefónicas y Kaminsky le explicó su descubrimiento—. ¿Quién lo posee? Kaminsky tocó unas cuantas teclas en su ordenador portátil.

—Benjamin Motta. —Su tono era portentoso. No puedo hablar ahora, Ben. Eso es lo que Laura dijo que había escuchado que el Hombre de Jengibre decía a alguien por teléfono. —Vamos a echar un vistazo —dijo Tony. —Oh, no —dijo Michael, señalando con el dedo a Charlie—. Tú no. Pero ella ya estaba camino a la puerta con el resto de ellos. —¿Puedes decir deseo de muerte, Doc? —gruñó Michael, ya que todos se amontonaron en el coche de alquiler que había estado esperando para que les llevara al aeropuerto. La boca de Charlie se apretó. Odiaba admitirlo, pero él tenía un punto. —¿Qué pasa con la Sra. Hill, jefe? —preguntó Buzz desde el asiento de atrás, donde él y Kaminsky ahora se sentaban como una cuestión de rutina. La Sra. Hill era la testigo que se encontraba en ese momento trabajando con el dibujante. —Uno de los lugareños la puede llevar a casa si no estamos de vuelta en el momento en que haya terminado. Recogeremos el boceto más tarde. —Desde la pequeña calle lateral en la que habían estado, Tony salió a la calle principal que corría a lo largo de la orilla del lago, incluso cuando miró a Kaminsky en el espejo y añadió—: Kaminsky. —Me encargo de ello. —Kaminsky sacó su teléfono. —¿En realidad no eres tan estúpida como para ir a una casa de color gris oscuro en el agua, no? —gruñó Michael a Charlie desde el asiento trasero, donde estaba entre Buzz y Kaminsky, su presencia invisible haciéndoles a ambos empujarse hacia sus respectivas puertas, lo cual aún le dejaba sin suficiente espacio—. Infierno, sé que no lo eres. Actualmente, tanto como ella podía sentir molesto a Michael, ahora que tenía la oportunidad de pensar en ello, Charlie no lo era. De mala gana, dijo a Tony: —Sabes, creo que voy a tener que quedarme fuera de esto. ¿Si me pudieras dejar en un restaurante o algo así … —Lo más inteligente que has dicho en todo el día —dijo Michael.

—No te preocupes, no iba a llevarte de todos modos —le dijo Tony para tranquilizarla—. Incluso al margen del agua oscura, eres un civil y si esto sale bien podría ponerse feo. De hecho, creo que vamos a llevar a la policía local con nosotros como copia de seguridad. Si necesitáramos seguir, si hubiera alguna indicación de que las niñas desaparecidas podrían estar en este lugar, querremos tener un perímetro establecido y un montón de la potencia de fuego disponible. Kaminsky, revisa tu mapa de Google o lo que sea que verifiques y encuéntranos un lugar donde tú y Charlie puedan esconderse mientras esto se hace. —Odio decir esto, pero en realidad me está empezando a gustar Dudley ahora mismo —dijo Michael. —¿Qué? —chilló Kaminsky, luego moderó de inmediato la voz para añadir—: Yo no me quedo fuera de esto. —No, no lo estás. Estás haciendo tu trabajo, que es proteger a nuestro experto. —Tony le dio una mirada fría a través del espejo—. Manos a la obra, Kaminsky. Charlie sintió el chisporroteo de la mirada de Kaminsky en la parte posterior de su cabeza. —El Bluefly Inn es un pequeño hotel situado justo fuera de Pocomoke Village. Tienen un buen estilo casero, cena de buffet de martes a domingo, las habitaciones limpias y bien equipadas y dos habitaciones de conferencias disponibles para reuniones familiares o de cualquier grupo de mayor tamaño. —Kaminsky sonaba como si estuviera leyendo las palabras de un folleto virtual. No había desaparecido la amargura en su tono. —Suena bien —dijo Tony, luego sacó su teléfono para hacer los arreglos con la policía local para lo que fuera necesario. El Bluefly Inn era exactamente como lo que era: una antigua casa de campo de caza y pesca. Construido de maderas sin pelar oscuras con un techo de tejas verdes y un porche cubierto completamente con mecedoras que corrían la longitud de la parte delantera del edificio. Se encontraba apartado de la calle en un aparcamiento de grava. Había un número de coches en el aparcamiento, y Charlie se dio cuenta con una mirada al reloj del salpicadero —que eran casi las 08:30, vio con una sensación de sorpresa— que esto era probablemente la cola final de la hora de la cena. También se dio cuenta de dos cosas completamente diferentes: tenía hambre y a las chicas que esperaban salvar, se les acababa el tiempo.

Al final, ella sintió que venir aquí estaba sobre sus hombros. La casa gris sobre el agua oscura propiedad de Ben Motta era una buena ventaja, ¿pero era lo correcto? No había forma de saberlo. Solo, si no era así, las chicas muy bien podrían morir esta noche. Charlie envió una oración sin palabras por su seguridad volando hacia el cielo. —Esto es una mierda machista completa. —Kaminsky miró a Charlie sobre la mesa, ya que ambas se sentaron para comer. Tony y Buzz se habían ido hacía casi diez minutos y Charlie y Kaminsky habían elegido hacer el mejor uso de su tiempo teniendo una comida mientras revisaban los archivos que acababan de ser actualizados por el personal de apoyo en Quantico en sus respectivos ordenadores portátiles. (¡Déjelos morir de hambre, fue la reacción de Kaminsky a la sugerencia de Charlie de que tal vez había que esperar a que los hombres regresaran antes de comer). Situado en un extremo de la cabaña, el comedor era oscuro, de paredes de troncos, una larga mesa descargada situada a un lado. El anochecer se veía a través de las persianas parcialmente cerradas que cubrían las dos ventanas grandes y la parte superior de las puertas delanteras y traseras no ayudaron en la penumbra. El olor a pollo frito y pescado frito, el plato principal, era más que suficiente para compensar por ello: era tan apetecible que el estómago de Charlie gruñó. Su mesa era pequeña y estaba empujada contra la pared. La única iluminación era proporcionada por la mesa, una pequeña vela en un pequeño globo de cristal marrón en cada mesa y el resplandor rojo de dos señales que etiquetaban los baños de señoras y de hombres, estaban en un corto pasillo que se abría detrás de Kaminsky y que Charlie podía ver débilmente farfullar como si sus bombillas estuvieran a punto de fundirse. También estaba la luz de sus portátiles abiertos: el pálido resplandor del de Kaminsky la hacía parecer algo sacado de The Walking Dead. No es que Charlie estuviera destinada a decírselo y no es que ella tuviera alguna esperanza de que su resplandor la hacía parecer mejor. De todos modos, a excepción de Michael y la camarera cuando trajo sus bebidas, nadie le prestaba la menor atención a ella o a Kaminsky. Tal vez quedaba una docena de comensales. —Estoy de acuerdo. —Charlie tomó un bocado de bagre frito y casi cerró los ojos ante el delicado sabor de la corteza crujiente del pan de maíz. Incluso la expresión irónica de Michael cuando la observaba comer, no podía atenuar su aprecio.

Kaminsky mordió el bagre, también, pero no parecía estar de humor para apreciarlo. —Él me asigna a ti porque las dos somos mujeres. Prefiero tener a Buzz —le aseguró Charlie—. Me alegraría decirle eso a Tony. Incluso la ensalada de col era superior, decidió Charlie mientras su mirada se desviaba hacia el archivo que había estado hojeando, una verificación de antecedentes detallada sobre Jeff Underwood. La lectura se sentía como una invasión a la privacidad, pero con la vida de esas chicas en la línea, no podían permitirse el lujo de pasar por alto cualquier posible pista. Iba a lo largo de los expedientes de los expertos y Kaminsky estaba leyendo a través de los archivos de las víctimas y luego cambiarían, porque los ojos frescos eran siempre algo bueno. Buscaban cualquier cosa, algo, que pudiera guiarles al asesino. —Como le gustaría a Bartoli. —Kaminsky le lanzó una mirada hostil—. De todos modos, eso me hace sonar como que estoy siendo difícil. Como que no soy una jugadora de equipo. Charlie no dijo nada. A pesar de su ira, Kaminsky estaba comiendo de una manera que hizo a Charlie creer que estaba disfrutando de su comida, también. —Presentaría una queja, salvo que me gusta Bartoli. Me gusta para nuestro equipo. —Otra mirada hostil que Charlie tradujo que significaba, sobre todo cuando no estás en ello. Charlie se encogió de hombros. —Si yo fuera tú, me callaría y me sentaría tensa. Después de todo, no soy un elemento permanente. Sus ojos volvieron al expediente de Underwood. Al llegar al final del misma, hace clic sobre el siguiente: David Myers. A la idea de que podría pasar a través de los detalles de su propia participación juvenil con él dentro las siguientes páginas, apenas logró no hacer una mueca. —A Bartoli le gustaría que lo fueras —le disparó Kaminsky—. Él piensa que eres un activo real. Michael soltó un bufido. —Él quiere golpear los sesos —corrigió él con una sonrisa burlona. Charlie le ignoró.

—Yo lo soy —dijo Kaminsky serenamente y mantuvo su sonrisa cuando la otra mujer casi se atragantó con su comida—. Lo estábamos haciendo bien sin ti — replicó Kaminsky tan pronto como terminó la ingestión de un reparador sorbo de agua, pero para entonces Charlie no estaba escuchando: su atención estaba fija en el archivo en frente de ella. —Creo que puedo haber encontrado algo. —El pulso de Charlie latía en sus oídos mientras miraba a Kaminsky. Sintió una extraña sensación, casi mareada, como si su sangre se drenara hacia los pies—. Siempre he considerado que los primeros asesinatos del Hombre de Jengibre fueron los más significativos. Sus víctimas eran niños entre las edades de doce y catorce años, ¿recuerdas? Mi teoría ha sido que la exposición inicial de nuestro asesino a muertes violentas se produjo a esa misma edad. Yo también he sentido que tendría raíces, o una conexión, a este lugar, debido a que los primeros asesinatos ocurrieron cerca de aquí. Kaminsky le frunció el ceño. —¿Así que quieres ir al grano? Charlie dijo: —De acuerdo con este archivo, David Myers tenía trece años cuando le disparó a su primo en Granville, que está a unos treinta kilómetros de aquí. Los ojos de Kaminsky se agrandaron. —¿Estás diciendo que crees que el Dr. Myers podría ser El Hombre de Jengibre? Por difícil que era para ella procesarlo, Charlie hizo un gesto brusco. —Creo que es posible. —Mierda —dijo Michael—. ¿Ese pequeño gusano? Charlie ya tenía su teléfono fuera y estaba presionando el botón que marcaba el número de Tony. —¿Se lo vas a decir a Bartoli? —preguntó Kaminsky con una mirada al teléfono. Charlie asintió con la cabeza. Pero Tony no lo cogió. —No contesta —dijo Charlie, tensa. Cuando Charlie dejó a Tony un mensaje, Kaminsky cogió su teléfono, diciendo: —Intentaré con Crane.

—Gracias a Dios —dijo Kaminsky cuando respondió Buzz. Desde donde Charlie estaba sentada, podía oír su parte de la conversación, así como a Kaminsky. La voz de la otra mujer era tranquila y urgente cuando ella habló por el teléfono. —Escuchen, la Dr. Stone cree que el Hombre de Jengibre podría ser el Dr. Myers. —¿Qué? —Buzz sonaba sorprendido—. ¿Cómo? ¿Por qué? —Lo explicaremos más adelante —interrumpió Kaminsky en su chisporroteo con impaciencia—. Solo díselo a Bartoli. La Dr. Stone intentó llamarle, pero no contesta a su teléfono. —Lo tiene apagado —dijo Buzz—. Me has pillado justo cuando estaba apagando el mío, también. ¡Hey, jefe! —Fue un susurro alto—. Maldita sea, no puede oírme. Me has ralentizado: ya está ahí arriba por el garaje. Por el sonido de la voz de Buzz, ahora estaba en movimiento. —Estamos en la casa. La policía local tiene un perímetro establecido y Bartoli y yo y un par de detectives nos estamos preparando para ir. No parece que haya mucho, sin embargo. La casa está oscura y parece desierta. Ni siquiera tenemos que forzar la entrada. Uno de los detectives tiene un abridor de puertas de garaje universal y lo está usando para abrir el… BOOM La explosión vino de la nada. Era lo suficientemente fuerte para herir los oídos de Charlie, para hacer temblar la sala, para que los platos y cubiertos repiquetearan, para que todos en la sala, incluyendo Charlie, saltaran a sus pies. Fuera uno de los grandes ventanales, Charlie pudo ver un géiser no muy lejano de humo negro y llamas escarlatas disparándose hacia arriba sobre un horizonte irregular de árboles. Ella miró boquiabierta en shock. —¿Qué demonios? —Los ojos de Michael estaban clavados en la seta de fuego. Todo el mundo corrió hacia las dos puertas, lo que significaba claramente que saldrían al estacionamiento para obtener una mejor visión de lo que estaba pasando. —¡Crane, Buzz! —gritó Kaminsky al teléfono. Ella dio a Charlie una mirada afligida—. Pude oír la explosión por teléfono—. Creo que eso noqueó la recepción o... ¡Buzz! ¡Buzz! Dios mío, ¿eran ellos? —Ella se dirigió a la más

cercana de las puertas a la carrera, con los ojos desorbitados—. A ver si la recepción es mejor fuera. Tú te quedas aquí. —La última parte de eso, lo cual arrojó sobre su hombro a Charlie, fue feroz. Charlie asintió, pero Kaminsky, ya empujaba a través de la puerta. El latido del corazón, frío con pavor, Charlie sintió como si la hubieran clavado en el suelo. Había oído claramente, también, el sonido de la explosión que había llegado a través del teléfono. Lo que significaba que Buzz, y Tony, habían estado en la escena. Oh, Dios mío. —Esto no es bueno. —Michael se había trasladado a la ventana más cercana y estaba mirando la ondulante nube de humo y fuego, ya alcanzando el cielo. Por el rabillo del ojo, Charlie vio que el último comensal restante, un hombre que había salido del baño con el sonido de la explosión para luego dejar caer su maletín al ver lo que le saludó a través de las ventanas, estaba en una de sus rodillas a toda prisa para recoger sus papeles. Por favor, deja que Tony y Buzz estén bien. Probablemente la recepción había sido cortada. Tomando aire, consiguiendo agarrarse, Charlie se movió para ayudarlo. Ceder ante el pánico que estaba surgiendo a través de su cuerpo no hacía ningún bien a nadie. Agachándose, ella tomó un puñado de papeles, que parecían páginas de un manuscrito. La portada era uno de un número en sus manos, y cuando le echó un vistazo al título saltó contra ella. En concreto, en negrita, decía: Factores Causales: Tratado sobre la naturaleza del mal. Charlie parpadeó, luego miró al hombre agachado al otro lado del maletín. Estaba tomando un puñado de papeles también y cuando sus ojos se encontraron con los suyos parecía tan asombrado como ella. El corazón le dio un gran salto. Cada pequeño pelo en la parte posterior de su cuello se erizó. —David —suspiró ella. Eso fue todo lo que dijo, porque en cuanto su nombre había dejado su boca, él le dio un puñetazo en la cara lo más fuerte que pudo. Charlie sintió una explosión de dolor y todo se volvió negro.

Capítulo 24



Traducido por QueenDelC, SOS ElyGreen, SOS Gabbii Rellez Corregido por Marce Doyle*

¡Charlie!

La voz gritando su nombre era lo suficientemente fuerte como para que hiciera una mueca si hubiera podido. La voz de Michael, la reconocería en cualquier parte. Abriendo sus ojos, Charlie casi se desmayó por el dolor, y dejó caer sus párpados. Me duele el rostro. —¿Michael? —susurró. —Necesitas despertar, cariño. Ahora mismo. La urgencia hizo que intentara abrir sus ojos de nuevo. Esta vez, ya que estaba preparada para el dolor, no fue tan agotador. Pero por quién sabe qué razón, sus ojos no se abrían completamente, y echó un vistazo entre las estrechas aberturas. Michael se inclinó sobre ella. Su rostro fue lo primero que vio. Estaba duro y fiero. Ella sonrió de todas formas, o al menos hizo un patético intento por hacerlo. Eso también dolía, así que se detuvo. Él no le sonrió de vuelta. Ella podía sentir la tensión salir de él en oleadas. —Oye —dijo él—. ¿Estás conmigo? —Mmm. —Al menos lo intentaba. Luego recordó—. Estás enojado conmigo. —No —dijo—. Ahora no. Aliviada, trató de sonreír de nuevo. Todavía dolía. Michael dijo: —Sé que te duele. Pero tienes que olvidarte de eso.

Se alejó de ella, fuera de su campo de visión. Ella trató de seguirlo con la mirada pero falló porque le dolía cuando movía la cabeza. Dondequiera que estuviese, estaba oscuro. No completamente. Podía ver sombras y destellos de luz que parecían salir de la nada. Las luces corrían a través de los muros —muros curvados de metal— solo para desvanecerse. Le tomó un segundo darse cuenta de que lo que estaba viendo eran los faros de coches pasando a un lado de en el que ella iba. Iba en un vehículo, estaba segura de eso por el movimiento y los sonidos. Estaba recostada de costado en una superficie dura e incómoda, en un vehículo en movimiento. Algo tibio estaba presionado contra su espalda. Su rostro —su nariz, mejillas y ojos— le dolía y palpitaba. La piel encima se sentía dolida, hormigueaba un poco, en su mayoría entumecida. Charlie se dio cuenta de que tendría miedo si Michael no hubiera estado allí. —¿Michael? —Shh. —Por el sonido de su voz, no estaba muy lejos—. Mantén la voz baja. Estoy justo aquí. —¿Qué… sucedió? —susurrando, se movió un poco, tratando de localizarlo. Un estremecimiento de dolor la recorrió como una flecha detrás de sus ojos, y su cabeza nadó, pero siguió insistiendo. Respirar por su nariz, descubrió, era difícil. Claramente había estado en alguna clase de accidente. Trató de pensar, de recordar, pero el esfuerzo hizo que su cabeza palpitara así que lo dejó. —Me perdí una parte, estaba mirando por la maldita ventana, pero lo que puedo decirte es que te encontraste con ese bastardo de Myers, y él te dio un puñetazo en la cara y te noqueó. —La voz de Michael era severa—. ¿Recuerdas algo de eso? —No. —Charlie lo vio ahora, como una enorme sombra sólida en la oscuridad, a través de una rejilla de barras de metal apenas a centímetros de distancia de su pobre nariz lastimada. Estaba agachado como a un metro de distancia, y parecía estar examinando la alta rejilla de metal que inexplicablemente parecía estar entre ambos. Ella trató de sacarle sentido a lo que Michael acababa de decir—. ¿David? —Él es el Hombre de Jengibre. —¿Qué? —Mareada, no era capaz de pensar con claridad. Mientras se mantuviera relativamente quieta, mover sus brazos y manos no le causaba dolor, descubrió Charlie, cuando se estiró para enrollar sus dedos alrededor de

los tubos de metal, cada uno de los cuales era aproximadamente tan grueso como su meñique. La rejilla completa se sentía tan sólida como si estuviera hecha de acero sólido—. ¿Qué… es esto? —Es una jaula. Estás en una maldita jaula. Eso aún no tenía sentido. Nada tenía sentido. Se forzó a soltar un sonido que implicara una pregunta. Michael miró en su dirección. —De acuerdo, ésta es la situación como está: estás en la parte trasera de esa camioneta gris, la que han estado buscando, encerrada en una jaula. El bastardo de Myers está conduciendo. La jaula se lleva casi todo el espacio de la parte trasera de la camioneta, está soldada al suelo, tiene una cerradura en la puerta y justo ahora no veo forma de sacarte de ella. Esas tres chicas desaparecidas están en la jaula también, recostadas a tu lado. Están fuera de combate. Hay un tanque, creo que está vacío, gracias al cielo, ahí afuera con una manguera que entra en la jaula. Supongo por su presencia que a las chicas las noqueó con gas. Oh, y Sugar Buns está ahí contigo también. Le dieron con un aturdidor eléctrico cuando salió a buscarte. Por lo que veo, se despertará en cualquier minuto. Charlie comenzó a fruncir el ceño. Fruncirlo dolía. Se detuvo. Un duro nudo de miedo se formó en su pecho. Podía sentir su corazón comenzar a latir un poco más rápido. A su cerebro aún le faltaba un poco de su brillo, pero al menos comenzaba a funcionar, bañado por una helada infusión de adrenalina. —David —dijo con horror, mientras la verdad la golpeaba como una cachetada en el rostro: David era el Hombre de Jengibre, David la había secuestrado, David la había encerrado en la parte trasera de su camioneta… —¿Charlie, eres tú? —Una voz familiar casi jovial respondió desde el asiento delantero, y ella se dio cuenta de que había olvidado susurrar. El miedo la hizo parpadear. Parpadear dolía. —Hijo de puta —dijo Michael. —¿David? —La mirada de Charlie fue en dirección a la voz. Incluso cuando dijo su nombre de nuevo, el recuerdo de mirar encima de las páginas del manuscrito en su mano para encontrarse con David mirándola de regreso sobresalió. Una fracción de segundo después, ¿acaso él había golpeado su puño contra su rostro? Sí, concluyó Charlie mientras la ira se unía al miedo que la estaba volviendo helada por dentro, lo había hecho. La forma oscura de su cabeza apenas era visible en el otro lado de lo que parecían ser las orillas curvas de una

puerta plástica similar a la clase de puertas que separan la parte trasera de una limosina del chofer. Por el momento, estaba abierta. Él podía hablarle, y obviamente hasta cierto punto, escuchar lo que sucedía atrás en la camioneta. Estaba conduciendo y atrás de él, a través del parabrisas, ella pudo conseguir un vistazo del cielo entintado. Indignación llenó su voz—. ¡Me golpeaste! Era una cosa tan tonta de decir. Claramente, ya que él la había encerrado en una jaula en la parte trasera de una camioneta que olía —estaba un poco aliviada de que aún pudiera oler— a pescado con, de acuerdo con Michael, las tres chicas secuestradas y Kaminsky inconsciente a su lado, el hecho de que David la hubiera golpeado en el rostro era algo menor. Pero se sentía como una violación tal de la relación que habían tenido que, sí, estaba enojada. —No te preocupes, cariño. Lo mataré por ti después. —El tono de Michael era tan regular, que por un momento pensó que casi se perdió de la mortal promesa que había debajo de él. Mirándolo, registrando su cuerpo alto y poderoso, sabía que lo decía en serio, y sabía, también, que podía romper a David por la mitad sin ninguna clase de problemas. Luego recordó que él estaba muerto y que no había nada en realidad que pudiera hacer, lo que aparentemente él olvidaba también, y ella sintió sudor frío comenzar a formarse en la comisura de su cabello. —Me viste —dijo David—. Fue en lo único que pude pensar en hacer. Pude ver en tu rostro que lo sabías. Me paré en el Inn para conseguir algo de comer antes de conducir, y fui al baño, y cuando salí allí estabas. Si hubiera tenido idea de que estabas por ahí, pero no fue así. Y luego, después de que te puse en la camioneta, cuando iba a regresar por mi maletín, tu amiga policía me vio también. Por amiga policía Charlie sabía que se refería a Kaminsky. Charlie contuvo el aliento, tomando aire. —Eres el Hombre de Jengibre. —De nuevo, era estúpido. Incluso lo dijo con un toque de incredulidad, porque, suponía, aún esperaba que todo esto fuera un enorme error, y él lo negaría. Pero luego la realidad la alcanzó, y supo que por más impensable y terrible que pareciera, era verdad. Mientras ella se enfrentaba a la realidad de eso, su boca se amargó con miedo. —¿Tienes demasiado mal gusto en tus novios? —preguntó Michael con seriedad desde el otro lado de la jaula, a la cual le daba vueltas como un animal depredador tratando de entrar. Bajo otras circunstancias, la visión la hubiera hecho sonreír. Pero no lo hizo.

En este caso, no era que él no pudiera entrar. Era que él no podía sacar a nadie. El saberlo era atemorizante. Se estancó como una roca en su estómago. Ya estaba peleando con una creciente oleada de pánico. Tony y Buzz. La explosión. Oh, Dios, recordaba todo. ¿Habían sido lastimados? ¿Siquiera estaban vivos? Por favor que estén bien. Pero tenía que ser cuidadosa: lo último que quería era que David pensara que ella y Kaminsky ahora estaban solas. —David, ¿por qué? —preguntó cuándo él no dijo nada. Hablar se sentía gracioso, pero no dolía en realidad, y su nariz se había entumecido, por suerte. Lo que dolía era parpadear o tratar de mover sus ojos. —Porque quería saber qué era lo que convierte a las personas en asesinos — respondió David como si fuera lo más natural del mundo. Charlie vio que él la miraba por el espejo retrovisor, y escalofríos recorrieron su piel. ¿Qué tomaría provocarlo a matar? Porque por más que intentara pensarlo, eso era claramente lo que él pretendía, matarla. Y a Kaminsky, y a las tres chicas también. Eso ciertamente la hizo estremecerse. La pregunta era, ¿cuánto tiempo tenían? Tengo que intentar salir de aquí. Hizo un abrupto movimiento para sentarse, levantando su cabeza, apretándose contra el desnivelado suelo de metal debajo de ella con un codo. El dolor recorrió su cabeza. Dolía demasiado. Se detuvo, se hundió, descansó sus ojos. La voz de Michael era dura mientras decía: —Cariño, vas a querer quedarte algo quieta, y cuando Sugar Buns se despierte vas a querer que ella también permanezca quieta. Él tiene la capacidad de incapacitarte, ya sea con ese paralizador o con más de lo que sea que usó con estas chicas, y no quieres darle una razón para hacerlo. Charlie sintió su sangre helarse con las palabras de Michael. Podía decir por su tono que estaba tratando de no asustarla, pero que esperaba que algo saliera mal pronto. Y si todas estaban incapacitadas, ninguna podría tener una oportunidad de salir de esto. Trató de pensar, trató de concentrarse, trató de ingeniar un plan. Pero lo único en lo que podía enfocarse era en el incansable palpitar de su pulso en los oídos. —Hay una razón por la que las personas se vuelven asesinos —continuó David, y ella abrió los ojos y se forzó a poner atención. Quizás, si escuchaba, podría toparse con algo que pudiera usar para convencerlo de no matarlas. Él sonaba perfectamente normal, perfectamente racional. Escuchar la voz familiar bajo

tales circunstancias era surreal. El estómago de Charlie dio un vuelco. Su boca se secó—. Siempre hay una razón para todo. Quería encontrar cuál era. Es la misma razón por la que haces tu investigación. Cálmate. Usa lo que sabes. —Factores Causantes: Un Tratado sobre la Naturaleza del Mal —anunció Charlie cada palabra con precisión. El título que había descubierto fue calificado en su cerebro. Dándose la vuelta para tener una vista completa de sus alrededores, sintiendo la rejilla de alambre bajo ella enterrándose en sus omóplatos y traspasando la delgada tela de su vestido, pudo ver a tres de las chicas. Estaban justo a su lado, estaban tendidas una al lado de la otra, como si se hubieran acurrucado juntas cuando habían colapsado, claudicadas como cadáveres frescos ahora, aunque Charlie podía ver —y escuchar— que aún respiraban. Realmente pequeñas chicas, con dos colas de caballo rubias, una con largo cabello oscuro que caía. Pantalones cortos, camisetas y zapatillas de tenis. Niñas. Inocentes. ¿Cuáles eran sus nombres? Oh, sí. Natalie, Diane y Kim. Más allá de ellas, en el lado más alejado de la jaula estaba Kaminsky. Su respiración había cambiado, se estaba moviendo un poco. —Desearía que pudieras leerlo. —David sonaba entusiasmado de repente, y también orgulloso. Charlie se dio cuenta que en su mente había estado haciendo un trabajo serio—. Mi hipótesis es que hay algo innato en algunas personas que las hace más capaces de matar que a otras. Aunque, no podría decir quién va a ser el asesino en cada grupo. Buscando una manera para llegar a él, trabajando duro para mantener el miedo que la estaba haciendo sentir toda temblorosa en su interior en un nivel manejable, Charlie recordó la muerte violenta que había descubierto en su pasado. ¿Podría usarla para intentar que perdiera su equilibrio? La última cosa que quería que él hiciera era entrar en su ritmo, su modo de asesino en serie. Todos ellos los tenían: cada asesino en serie que había estudiado se había presentado tan perfectamente normal hasta que algo desencadenaba al monstruo interior. —¿Mataste a tu primo a propósito, David? Ella podía ver sus ojos en ella en el espejo. —Nunca estuve seguro —dijo él—. Tommy, ese era su nombre, era mi mejor amigo aparte de mi primo, ya sabes. Me quedaba en su casa cerca del lago cada verano cuando era niño, y nos divertíamos juntos. Un día, cuando teníamos trece, encontramos la pistola de su padre, mi tío, en un cajón. La estábamos

mirando, y yo apunté a él y presioné el gatillo. Estaba cargada. Lo mató. Todos pensaron que fue un accidente, pero hasta este día no estoy seguro. —Pausó un momento—. Todo lo que sé es que me gustó verlo morir. Ésa era la charla del asesino en serie. Charlie sintió que una mano de hielo se había cerrado alrededor de su corazón. —Así que mataste de nuevo. No era una pregunta, Charlie sabía la respuesta demasiado bien para su propio trabajo. Se llamaban asesinos en serie por una razón, mataban seriamente. Insaciablemente, una víctima tras otra, una y otra y otra vez. —Lo hice, una vez comencé a regresar al lago en los veranos. Aunque por unos años después de la muerte de Tommy, no lo hice. Mis tíos vendieron la casa en la que Tommy murió, todo cambió, y yo realmente no tenía la urgencia. Pero entonces, cuando estaba en la universidad, conseguí un trabajo de verano trabajando para uno de los puertos deportivos aquí. Y de repente regresó a mí, la muerte de Tommy, y cómo se había sentido el verlo morir. Y como que me consideré a mí mismo como un tiburón: tenía un sabor de sangre, y necesitaba más. —¿A quién mataste después? —preguntó Charlie. Mientras ella no moviera la cabeza con demasiada rapidez, decidió que podría hacer lo que necesitara. El dolor tras sus ojos se había calmado sin más que un latido sordo. La mitad de su cara se sentía hinchada, pero la buena noticia era que también estaba entumecida. Cambiando posiciones un poco, fue capaz de ver a Michael. Estaba de pie, inclinado hacia atrás para acomodar su peso en el techo de la furgoneta mientras febrilmente miraba cada pulgada de la puerta de la jaula. Por su tensa expresión, el resultado no lo complacía. —Una chica. Una extraña. Estaba nadando. La ahogué. Todos pensaron que fue un accidente también. Nadie supo que yo estaba involucrado. —Dio un audible respiro. Era un sonido de emoción, y se dio cuenta de que estaba tomando placer en recordarlo. Su corazón dio una pequeña patada impar. El trabajo de su vida era estudiar asesinos en serie. Conocía las señales: David había sido hecho para la matanza—. Después de eso, solo seguí matando. Uno o dos al año. Si no podía hacerlo parecer como un accidente, escondía los cuerpos. Pero mientras envejecía y comencé a enseñar y a hacer investigaciones, y la gente comenzaba a mirarme, me di cuenta que tenía un montón que perder. Pero no

pude. Simplemente tenía esta compulsión a matar. No puedo darte una razón para ello. Excepto que me gusta ver morir a la gente. El corazón de Charlie estaba latiendo, como si su cuerpo finalmente hubiera procesado y reconocido la magnitud del peligro en el que estaba. Kaminsky se agitó de nuevo, su respiración era más suave y más rápida. Charlie esperaba que no fuera demasiado para que ella recuperara la conciencia, una grandemente entrenada agente del FBI era una valiosa aliada. ¿Era posible que Kaminsky todavía tuviera su arma? Charlie pensó acerca de lo que sabía de David, y se respondió a sí misma; no, no lo era. Él era inteligente, metódico. Un asesino muy organizado. No sería tan descuidado. Mantenlo hablando. Mantenlo recordando a quién le está hablando. —Así que decidiste conducir algunos experimentos para aprender por qué dejaste la necesidad de comportarte como lo hiciste —dijo Charlie. Realmente podía entender eso, había corrido experimentos sobre sujetos, asesinos en serie, para entender por qué se comportaban de la manera en que lo hacían. Solo sus herramientas involucraban cosas como manchas de tinta, no asesinatos. La furgoneta se sacudió, y Charlie sintió algo con fuerza en su hombro izquierdo. Estaba, vio mientras cuidadosamente cambiaba de posición de nuevo, acostada sobre uno de los tornillos que sujetaban la jaula al piso. Esa fue la menor de sus preocupaciones, la calidad del viaje había cambiado. Ahora era áspero y animoso, y Charlie pudo escuchar el ruido de la grava bajo las ruedas. —Mierda, se salió de la carretera. —La nota salvaje en la voz de Michael le dio un susto de muerte. Sabía que sonaba así por ella. Porque tenía miedo por ella. —Sí, lo hice —respondió David, contento de que lo entendiera—. Mi primera teoría fue que era puramente genético, así que tomé a mi sobrino, que era el más cercano que podía haber a alguien que compartiera mis genes, era de un tamaño y peso apropiado para trabajar con facilidad, y otros dos chicos, y los encerré en un tractor-remolque abandonado con una gran cantidad de armas, pero sin agua, y les dije que si uno de ellos mataba a los otros dos, iba a dejarlo vivir. Tenía la esperanza de que el estrés pudiera causar que los genes relevantes de mi sobrino salieran a la superficie. Pero no lo hizo. Todos ellos murieron. —Parecía disgustado—. Así que empecé a preguntarme si los factores ambientales jugaban un papel importante.

—Pensaste que matar a tu primo podría haber sido el detonante que te hizo matar a otros —dijo Charlie. —Correcto. —Su tono era el de un profesor satisfecho con el rendimiento de un alumno estrella. Charlie se acordó de cuando sonaba exactamente igual cuando había estado en su clase—. Así que me puse a buscar a las personas con un disparador similar. Pero era difícil encontrar gente joven, maleables que habían matado realmente a alguien más, así que me conformé con temas adecuados que tenían de primera mano la exposición a la muerte violenta repentina. —Los encontraste en sesiones de consejería de duelo. —No era una pregunta. Charlie sabía la respuesta. A su lado, una de las chicas dio un pequeño jadeo repentino y movió el brazo. —Mantenla tranquila —advirtió Michael, Charlie sintió una oleada de miedo. Si David pensaba que la necesitaba, los golpearía a todos de nuevo, estaba segura. Su mayor temor era que tuviera más gas que producía el olvido, porque si lo usaba para golpear a todos ellos sería el fin del juego. David dijo: —Mis padres me obligaron a ir a un montón de sesiones de consejo después de que Tommy murió. La gente saca esas cosas. Todo lo que tenía que hacer era ir a una y sentarme y escuchar. Escuchar lo que tenían que decir, hablaban de las pesadillas que tenían, terribles experiencias, todo. Me dio algunas ideas para ciertas modalidades de la muerte para amenazarlos a que jugaran con sus miedos más profundos. Tenía la esperanza de que podría actuar como un disparador también. Incluso he seguido a las supervivientes de mis experimentos, como Saúl Tunney, para ver si el trauma de verse obligados a matar podría convertirlos en asesinos después. No lo hizo. Ni uno solo. —Él negó con la cabeza—. Eso es lo más fascinante. Lo que encontré es decir, nunca se sabe. Algunas personas solo tienen que matar, y otros no lo hacen. Los ojos de Kaminsky ahora estaban abiertos. Charlie los vio ampliarse en una alarma repentina mientras comenzaba a observar sus alrededores. Con un rápido vistazo al espejo retrovisor para asegurarse de que David no estuviera mirando, Charlie hizo un gesto con la mano para llamar su atención. Cuando Kaminsky miró hacia ella, Charlie negó con la cabeza hacia ella. —Quédate abajo. No te muevas —articuló Charlie. Kaminsky parpadeó y frunció el ceño. Luego asintió. Gracias a Dios.

—Mantienes registros —le dijo Charlie a David, pensando en el manuscrito—. Escribiste todo abajo. —Es el mayor proyecto de investigación que he hecho —aceptó David felizmente—. Quería traer a otros investigadores en esto, pero me tomó mucho tiempo encontrar la manera. Después leí los artículos de prensa del reportero, Eric Riva. Me quedé impresionado con algunas de sus conclusiones. Así que pensé que lo tendría a él para contribuir un poco más de sus pensamientos invitándolo a intentar atraparme. Eso funcionó tan bien que decidí invitar a los investigadores que más respetaba a contribuir al proyecto. —Charlie lo vio mirándola por el espejo retrovisor de nuevo. Sentir sus ojos en ella le puso la piel de gallina. ¿Cómo había olvidado el hecho de que él estaba loco? La única excusa que se le ocurrió por sí misma era que ella lo había conocido años atrás, antes de que se hubiera ido a la escuela de medicina, antes de que ella se hubiera convertido en psiquíatra y comenzara a estudiar asesinos en serie. —Has estado cerca de capturarme. Debería haberlo esperado. Tú eras mi alumna más brillante, Charlie. —Gracias —dijo ella, haciendo todo lo posible para mantener la ironía en su voz. Charlie llegó a superar el dolor en la cabeza y el temor de que la hacía sentirse débil por todas partes y se obligó a concentrarse. Dondequiera que David los estaba llevando, cuando llegaran allí se iba a convertir en el monstruo que estaba en su núcleo. Si tenía alguna posibilidad de que hablara de matarlos, iba a tener que hacerlo pronto. —Sabes, yo podría ayudarte con tu investigación, David. Podríamos seguir juntos. Tomar mi trabajo y expandirlo de una manera que sea realmente innovadora. Siento que estás a punto de llegar a algunos avances importantes. Yo podría ayudar a llegar allí. Para su consternación, David se echó a reír. —No puedes intentar eso en mí, Charlie. Te conozco bien. Te observé cuando eras mi alumna, cuando eras mi interna. Sabía que tuviste ese encuentro con el asesino en serie que mató a tu amigo en el pasado. Pensé que tal vez serías como yo. Pero al final, supe que no lo eras. Luego, cuando empecé a pensar en incluirte en mi proyecto, te empecé a ver de nuevo. ¿Sabes cuántas noches he pasado fuera de tu casa mirando? Muchas. La noche que envié a esa chica, me quedé a observar cómo lo manejabas. Pensé que tal vez habías desarrollado más, llamémoslo crueldad, con el tiempo. Pero cuidaste de ella, te quedaste con

ella hasta que la gente de la ambulancia se la llevó. Yo estaba allí, mirando por la ventana de nuevo, de pie junto a la puerta de entrada más tarde, viendo cómo te ponías en riesgo por ella. Hizo una pausa para sacudir la cabeza, y Charlie pensó, Raylene. Había estado fuera de su puerta cuando Raylene apareció, y Raylene se había unido a él. Si Charlie hubiera salido por su puerta principal, si lo hubiera visto entonces, lo habría sabido. —Pero todavía no eres lo que esperaba que te convirtieras —concluyó David casi con tristeza—. Tú eres una de esas personas que no tienen en ellos lo que se necesita para matar. Hubo un cambio en su voz que hizo a Charlie temer que estuviera empezando a animarse por la perspectiva de matarla. A su lado, una de las chicas dio un grito ahogado y volvió la cabeza. Charlie no sabía qué esperar si se despertaba o no. Todo dependía de lo que iba a suceder. Hablando más allá de la opresión en su garganta, intentó una nueva táctica. —David, puedo ayudarte, si me lo permites. Sabes que mi amiga y yo no estamos aquí solas. El Agente Especial Bartoli y el Agente Especial Crane también están aquí. —Charlie rezó una vez más para que todos estuvieran bien. Ella no sabía lo que había volado, pero había sido grande, y los hombres habían estado cerca. Gracias a Dios, David no era consciente de eso, y ella quería seguir manteniéndolo así—. Ellos ya saben que eres el hombre que están buscando. Has estado utilizando la casa de Ben Motto como una zona de puesta en escena, ¿no es así? Habrá todo tipo de pruebas allí, ADN, huellas dactilares, trabajos. Ellos tienen otra evidencia, también, que apunta a ti. Prueba irrebatible. Lo que te estoy diciendo es que puedes irte con esto. Vas a quedar atrapado, no importa lo que me pase, a nosotras. Soy psiquíatra. Puedo testificar en tu nombre. Puedo ayudarte a evitar la pena de muerte, ayudarte a mantenerte fuera de la cárcel. Te conozco. Puedo ser tu amiga, y tu médico y abogado. Y lo haré. David la miró en el espejo de nuevo. —Estás tratando de convencerme de no matarte, lo sé. Y no quiero. Nunca fue mi intención. Pero ahora no tengo otra opción. Ayer sabía que, cuando tu amigo vino a preguntarme sobre la muerte de Tommy, el FBI estaba enterado de las muertes traumáticas a una temprana edad en el pasado de los investigadores. Sabía que solo habrían empezado a buscar si encontraban el enlace a las muertes violentas en un pasado de las víctimas. Sabía que iban a encontrar al

Dr. Pelletier, quien tenía previsto que fuera el próximo investigador a invitar a participar en el estudio, y estudios que había establecido para los próximos temas. Tenía miedo de que si no tomaba medidas, podrían seguir cavando hasta encontrarme. Así que decidí renunciar por un tiempo, y dejar que las cosas se calmaran. El plan consistía en mantenerlos, a ti, ocupados con estas tres chicas para que todo el mundo las estuviera buscando frenéticamente mientras yo limpiaba unas cosas y terminaba por aquí. Casi estropeaste las cosas. Charlie podía oír su voz, el tiempo se acortaba. La objetivación, la frialdad, la distancia —la había agrupado con “ellos”— necesaria para que la matara se fue fusionando. Los ojos de Kaminsky estaban muy abiertos. Charlie pudo oír el control de su respiración. Una de las chicas hizo un sonido, un gemido. Ella miró a ese lugar: los párpados de la niña se movían. Era una de las rubias, la segunda. Si se despertaba, ¿qué haría David? Si la chica se agitaba, empezaría a moverse alrededor, tal vez a llorar o a gritar, eso podría producir todo lo que necesitaba. Kaminsky también estaba mirando a la chica; los ojos de Charlie se reunieron con los Kaminsky. Mantenla callada, articuló. Kaminsky asintió. La otra mujer estaba asustada, podía verlo, pero se tenía a sí misma. La mirada de Charlie fue a Michael, que estaba maldiciendo por los codos mientras intentaba y fallaba al agarrar el candado. Otra de las chicas se movió. La sensación de que la situación estaba a punto de salirse de control era fuerte. El miedo se envolvió alrededor de Charlie como una mortaja. Puso una mano sobre el brazo de la chica que se movía con la esperanza de mantenerla tranquila si se despertaba. Charlie hizo lo único que se le ocurrió hacer: hablar. —David, estás pasando por alto algo. —Ella mantuvo su tono muy parejo, muy seguro—. El Agente Especial Bartoli y el Agente Especial Crane conocen tu identidad. Y van a estar buscando a la Agente Especia Kaminsky y a mí. Incluso la ley del estado estarán buscándonos. Si nos haces daño, cada agente en el país estará buscándonos. No conseguirás llegar lejos. David se echó a reír. —Oh, Charlie. ¿Crees que nunca consideré la posibilidad de que este día podría llegar? Tengo una segunda identidad, una segunda vida a la que puedo ir. David Myers va a desaparecer esta noche. —Volvió a reír—. Confía en mí, he pensado en todo. Nadie me va a encontrar.

—Bartoli y Crane ya nos han perdido. —Charlie luchó para evitar a su creciente desesperación de su voz—. Es probable que tengan a todos los oficiales de policía de la zona en busca de nosotras en este momento. Pondrán controles en las carreteras. Enviarán a los helicópteros. Vigilarán los aeropuertos. Ellos te atraparán. Tu única posibilidad es dejar que te ayude. —Tus agentes especiales del FBI no están haciendo nada en este momento. — David sonaba casi alegre—. Escuché a tu amiga allí gritando sobre una explosión en su teléfono justo antes de que se cortara. Esa explosión fue en mi casa. Desconecté la manguera de la estufa de gas, y cuando me iba, el gas ya estaba llenando la casa. Solo hacía falta una chispa para activarla. Sabía que iba a suceder pronto, aunque tengo que decir que no esperaba que sucediera tan pronto. Estaba pensando en la luz piloto de la calefacción, pero dudo que fuera eso. —Se detuvo un segundo—. Supongo que los agentes especiales lo activaron. Sí, apuesto que eso fue lo que pasó. En ese caso, muy probablemente ya están muerto. Así que no tengo que preocuparme por ellos. La puerta del garaje. El horror amplió los ojos de Charlie. Una respiración contenida de Kaminsky le dijo a Charlie que estaba pensando lo mismo. Por favor, deja que Tony y Buzz sigan con vida. —Si ese es el caso, realmente limpié muy bien todo. —David sonaba muy contento. —Oh. —Una de las chicas definitivamente estaba despertando. Era la morena. Rodó libre de las demás antes de que cualquiera, Charlie o Kaminsky, pudieran hacer nada para evitar que se sentara. Era regordeta, con una nariz chata. —Oh —dijo ella de nuevo, mirando a su alrededor. Entonces comenzó a gritar como si estuvieran tirando de sus uñas. El pelo le puso de punta en la parte posterior del cuello de Charlie. —Mierda, cállenla —ladró Michael—. Él tiene otra lata de gas de nuevo aquí. —No, está bien —gritó Charlie a la muchacha al mismo tiempo que, se movía casi a la vez y resueltamente ignoraba el dolor punzante en la cabeza. Kaminsky se puso de cuclillas junto a ella. —Calla, calla, estás bien —balbuceó Charlie a la chica. Ella agarró su brazo, mientras que Kaminsky agarró el otro, la sacudió y espetó: —Cállate, pedazo de idiota.

Cuando la niña no lo hizo, Kaminsky la arrastró fuera y le dio una bofetada en la cara. Charlie se sintió tan sorprendida como la chica, pero al menos los gritos se detuvieron. Ojos abiertos y llenos de lágrimas, su respiración era jadeante entre sollozos. La chica miró a Kaminsky. Charlie pasó un brazo alrededor de ella y se desplomó contra su hombro y, más en silencio esta vez, lloró. Al otro lado de los hombros temblorosos, Charlie y Kaminsky intercambiaron miradas hablantes. —Eso no me satisface, no me conviene en absoluto —dijo David—. Creo que voy a tener que darles, señoritas, otra pequeña dosis de gas. —Charlie podía sentirlo mirándola, y miró hacia arriba para mirarlo a los ojos en el espejo—. Va a hacer las cosas más fáciles para ti —dijo para reconfortarla—. No voy a despertarte. La sangre de Charlie se heló. Luego, cuando llegó detrás de ellas para deslizar la puerta de plástico cerrada, su corazón se tiró en su garganta. —¿Qué está haciendo? —La chica se irguió en los brazos de Charlie. Su voz temblaba de miedo. Su cabeza giró de modo que ella estaba mirando a Charlie—. ¡Quiero ir a casa! ¡Quiero a mi mamá! —Cállate —rugieron Kaminsky y Michael al mismo tiempo, y cuando la chica lo hizo, enterrando la cara en el hombro de Charlie y tembló en silencio en sus brazos, Charlie pudo oír el suave siseo sibilante de gas. —Está pasando a través de las rejillas de ventilación. —Michael estaba haciendo valientes intentos por cerrarlas, pero Charlie podía ver sus manos pasando justo a través de las ranuras de plástico negro. Ella podía sentir su frustración, su terror por ella. Dándose cuenta que él no podía hacer nada para ayudarla, impotente para salvarla, Charlie sintió un sudor frío arrastrándose sobre ella en un ola—. Nena, tienes que salir de esa jaula. Es más débil en las esquinas. Tú y Sugar Buns van a tener que tratar de patear el camino a través. Prueba el que está en la parte posterior izquierda, cerca de la puerta. La visión instantánea de las sandalias de tacón y bombas imponentes de Kaminsky pasó por la mente de Charlie, junto con la conclusión de que por lo menos era mejor que tener los pies descalzos. Charlie miró Kaminsky. —Tenemos que tratar de patear a través de una de las esquinas de la jaula — señaló a uno que Michael le había indicado—. Esa de ahí. Kaminsky se volvió hacia ella. Charlie dijo a la chica:

—Todo va a estar bien —le soltó, ella se arrugó en un sollozo y se giró hacia Kaminsky. La otra mujer estaba ya de pie levantando su alto tacón de aguja contra el alambre cuando Charlie llegó a ella. —Tenemos que hacerlo juntas —exclamó Charlie, y Kaminsky asintió—. Uno, dos, tres. Estaban golpeando sus pies contra el tirante de alambre al unísono cuando, tan fuerte que las hizo saltar, se oyó el ulular de una sirena de policía. Luces rojas rotatorias destellaron en la furgoneta. —Gracias a Dios —respiró Kaminsky, y ella y Charlie dejaron de patear la jaula y se miraron una a la otra. —Gracias a Dios —se hizo eco Charlie. Ella ya estaba empezando a sentirse un poco mareada por el gas. —¿Alguna vez te dije que no creo en los milagros? Me retracto. Dos coches de policía están justo detrás de nosotros. —Michael, jubiloso, llegó agachándose delante de ellas—. Va a estar bien, nena. Con un chirrido de neumáticos, la camioneta aceleró como si hubiese recibido un disparo de un arma de fuego. Charlie fue lanzada de nuevo sobre su trasero. Kaminsky se salvó del mismo destino solo porque se agarró de la rejilla de alambre. La camioneta iba por el camino; Charlie pudo oír el chorro de grava que golpeaba los lados. —Está huyendo —gimió Michael cuando el ulular de las sirenas parecía quedarse atrás. Él llegó hasta la cabina, con un propósito que Charlie desconocía. El gas estaba empezando a hacerse sentir, todo lo que Charlie podía ver estaba empezando a girar. Kaminsky tosió, la chica gimió, un sonido agudo, quejumbroso que llegó a los nervios de Charlie. —Es un puente. —Michael estaba de vuelta, rugiendo—. ¡Nos está conduciendo a un maldito puente en el lago! ¡Sosténganse! Incluso mientras lo decía, hubo una tremenda sacudida, y la camioneta pareció saltar hacia adelante. Por un momento, Charlie tuvo la aterradora impresión de que estaban suspendidos en el espacio. Entonces, el frente de la camioneta se inclinó hacia abajo, y con un tremendo chapoteo y la fuerza suficiente para enviar a todos ellos volando, fue a dar al lago.

Capítulo 25 Traducido SOS por Kensha, SOS por Gabbii Rellez

C

Corregido por Eli25

harlie cayó patas arriba, chocando con cuerpos, rebotando en los lados de la jaula, que se había soltado de sus amarres y estaba cayendo alrededor, también. Cuando se detuvo el movimiento violento, el agua ya se vertía dentro de la furgoneta. Salía a chorros a través de la cabina, y desde el ángulo se dio cuenta de que primero entraba el agua desde la parte delantera. Desprotegida ahora, la jaula estaba cómodamente contra las puertas de plástico que dividían el compartimiento del conductor de la zona de carga. Una visión del cielo nocturno en la puerta trasera le dijo que una de las puertas de carga se había abierto de repente con el impacto. La franja de cielo estrellado podía ofrecer la única iluminación. No tenía ni idea en lo que se había convertido David. Ella, Kaminsky, y las chicas estaban enredadas juntas en un montón apenas sin movimiento en lo que ahora era el fondo de la jaula. Todavía estamos encerradas en la jaula. Mientras Charlie se dio cuenta de eso, el pánico envió un torrente de adrenalina disparado a través de sus venas. Coches de policías habían estado muy de cerca de ellos. El rescate tenía que estar en camino. Charlie sintió que brotaba agua fría sobre sus tobillos, y sabía que no se atrevería a esperar. —¡Levántate! ¡Tienes que salir! ¡Ahora! —Michael inclinado sobre ellas, gritando, y Charlie, aturdida y lastimada como estaba, todavía sabía que tenía razón. El agua ya estaba subiendo a su alrededor, subiendo alrededor de todos ellos mientras se llenaba el área de carga de adelante hacia atrás. Estaba frío, olía a pescado y era negro brillante como el aceite. Aguas Oscuras. Su corazón se sacudió.

Así es como Charlie tuvo el pensamiento, estaba luchando en posición vertical, aferrándose a la rejilla de alambre. No podía ver mucho, solamente las formas pálidas de Kaminsky y las chicas. El dolor apuñaló detrás de sus ojos; su cabeza dio vueltas. Ignoró todo. La camioneta se hundía en el agua; si no salían, morirían. —¡Ayuda! ¡Ayuda! —gritó una de las chicas mientras luchaba por ponerse de pie—. ¡Que alguien, nos ayude! —¿Que sucede? —Lloró otra—. ¿Diane, donde estás? Dos de ellas estaban de pie ahora, gritando y agarrándose unas a otras tratando de mantener el equilibrio en el agua creciente. Mientras el agua bordeaba alrededor de sus rodillas, Charlie no les hizo caso, frenéticamente traqueteo la jaula, buscando un área de debilidad. Simplemente no había ninguna dada... —¿Charlie, ves alguna salida? —El grito provenía de Kaminsky, quien estaba dando vueltas a su izquierda. Charlie vio que estaba llevando la cabeza de la tercera chica por encima del agua y empujándola hacia los brazos de una de sus amigas con la amonestación—: Aférrate a ellas. —Nena, hay un orificio en el alambre donde la parte inferior de la jaula fue sujetada al suelo de la furgoneta. Aquí. Con el agua ahora girando alrededor de sus muslos, Charlie siguió a Michael al orificio. Era pequeño, con bordes irregulares, pero pensó que cabían a través de él. —Aquí —llamó a Kaminsky, aferrándose a la jaula mientras la furgoneta se inclinaba hacia adelante y el agua se elevaba casi a su cintura—. Dame a una de las chicas. Un instante después, agarró una pequeña mano fría. —Esta es Kim —dijo Kaminsky—. Sácala de aquí. —¡Oh, Dios mío! ¡Oh, Dios mío! —Kim, era una de las rubias, suspiró una y otra vez mientras Charlie le ayudaba a moverse a través del orificio. —Ve por la puerta trasera allí, y nada —ordenó Charlie cuando Kim estuvo libre. Miró a la niña luchar a gatas hasta el suelo resbaladizo hacia la puerta de carga abierta, y se dio cuenta de que la furgoneta se inclinaba más. —Vamos, Diane. —Lloró Kim, deteniéndose para mirar hacia atrás mientras se balanceaba en el borde de la puerta abierta.

—¡Salta! —le gritó Charlie. Con una última mirada sobre su hombro a la chica que Kaminsky estaba empujando hacia Charlie, Kim lo hizo. El sonido del chapoteo le dijo a Charlie que la parte trasera de la furgoneta estaba todavía a una buena distancia por encima del agua. El problema era, que se estaba hundiendo rápidamente. —Date prisa —dijo Michael urgentemente. —Date prisa —repitió Charlie a Kaminsky mientras empujaba a la segunda niña, la morena, la que había recuperado la conciencia primero, a través del orificio. —No soy muy buena nadadora —exclamó la niña… ¿Diane? mirando hacia atrás. —¡Vamos! Estaremos allí para ayudarte pronto —gritó Kaminsky. Ella estaba luchando con la tercera chica, una rubia delicadamente construida que, aunque sus ojos estaban abiertos y parecía ser sensible, estaba todavía claramente bajo la influencia del gas. —Atraviesas y te la entrego —dijo Charlie, ignorando los latidos de su corazón en favor de aferrarse a la niña ya que el agua se arremolinaba a su alrededor cada vez más alta. El ángulo de la furgoneta era cada vez más precario, y mantener su equilibrio se hacía cada vez más difícil. Asintiendo, Kaminsky tiró de sí misma a través del orificio, luego se agachó por la niña. —Levanta las manos —ordenó Charlie, entonces cuando la chica miraba sin comprender estalló—, ¡Natalie! ¿Eres Natalie, verdad? —La niña asintió—. ¡Levanta las manos! Natalie lo hizo, Kaminsky la agarró. —¡La tengo! —Y a pesar de la aparente incapacidad de la niña a ayudar mucho, con Charlie empujando desde abajo se las arreglaron para conseguirlo. —Llévala afuera. —Charlie ya estaba trabajando su camino a través del orificio—. Puedo manejarlo. Kaminsky asintió y comenzó a medio ayudar, medio empujando a Natalie hacia la puerta, donde Diane, posicionada en la apertura como un nadador en el bloque, dudó, mirando hacia ellas. —¡Salta! —le gritó Kaminsky.

Diane lo hizo. Segundos después, Kaminsky y Natalie llegaron a la puerta. —Estoy afuera —llamó Charlie a Kaminsky, después de haber hecho su camino a través del orificio, se arrodilló en la cima de la jaula preparándose para ponerse de pie. —¡Vamos! Con una mirada hacia atrás para asegurarse de que Charlie en realidad estaba fuera, Kaminsky bloqueó una mano en la espalda de la camisa de Natalie y ambas desaparecieron. Un choque, un instante después le dijo a Charlie que estaban en el lago. —Maldita sea, nena, mueve tu culo, —le gruñó Michael. Con un sonido aterrador, el agua llegó a la parte superior de la jaula mientras Charlie se ponía de pie. El corazón le dio un vuelco cuando la camioneta se inclinó, y casi perdió el equilibrio. —Venga —rugió Michael, y Charlie se apartó de la parte superior de la jaula, lo que significaba seguir a los demás por la puerta y saltar al lago. Pero algo frío y duro se aferró a su tobillo, tirándola sobre su espalda. ¡Una mano! ¡David! Las circunstancias, como, por ejemplo, un cortocircuito en el sistema eléctrico causado por el agua le impediría operar las puertas o ventanas —debían haberlo dejado sin otra opción que salir de la cabina a través de las puertas de plástico, y forzar su camino en la jaula, la cual tenía que pasar para llegar a la puerta de carga abierta. Charlie miró hacia abajo para ver el círculo pálido de su rostro mirándola a través del agua mientras se abría camino a través del agujero detrás suyo, y el corazón le dio un gran salto. —¡Suelta! —gritó ella, golpeando su mano que la retenía. El agua subió alrededor de sus tobillos, incluso cuando la cabeza de David entró por el agujero. Él solo tenía un brazo a través. Vio que sus hombros eran demasiado grandes para caber—. ¡Michael, ayuda! La cabeza de David salió en la superficie del agua, y Michael vio lo que estaba sucediendo. —¡Mierda! A pesar de que Charlie luchaba por liberar su tobillo, Michael estaba a su lado, tirando golpes, pisando fuerte la cabeza de David, pero David no sintió nada. Al darse cuenta de que Michael realmente podría no materializarse, Charlie sintió que su estómago caía a sus pies. El corazón le latía con fuerza. Su pulso se aceleró.

—Ayúdame a salir de aquí —gimió David. Sus ojos eran salvajes mientras estaban fijos en ella, y Charlie luchó la urgencia de gritar. Tenía miedo de que si lo hacía, sería incitarlo, empujarlo a la especie de frenesí en la que los asesinos en serie eran típicamente capaces. Ya estaba horrible para mirar: su expresión hacia que su rostro fuera una parodia grotesca de su buena apariencia habitual. Tenía el pelo pegado a la cabeza. El agua corría por su rostro, corriendo oscuro por un oscuro, y Charlie se dio cuenta de que su cabeza estaba sangrando: debió haberse herido en el accidente. Pero la mano agarraba su tobillo se sentía más fuerte de lo que tenía derecho a ser, y recordó que los asesinos en serie, a menudo tenían mucha más fuerza de la normal. —¡Déjame ir y te ayudaré! —prometió, aprisionada sobre la histeria que burbujeó en su garganta, luchando por mantener la calma frente al creciente terror, pero él se echó a reír. La furgoneta se balanceó, y mientras trataba de forzarse a sí mismo a través del agujero del agua subió para lamer su barbilla. —¡Será mejor que me sacas de aquí! Si me hundo, vas conmigo —le amenazó, y ella podía decir que quería decir cada palabra. Sus dedos se clavaron en su carne, haciéndole daño. El agua subió a sus pantorrillas, la furgoneta se balanceó, y el pánico surgió en una marea helada en sus venas. Hablar para dejarla ir podría funcionar, dado el tiempo suficiente. Pero el tiempo era lo que no tenía. Si no conseguía liberarse muy pronto, ella se ahogaría. Al infierno con incitarle a un frenesí: ella gritó, por favor Dios, deja que Kaminsky lo escuche y que venga en ayuda— y le dio una patada en la cara. Tirando de su tobillo fuerte, él la tiró al suelo. Charlie cayó sobre su espalda con un chapoteo. La sorpresa la hizo abrir mucho los ojos, y aspirar aire. El agua sorbió su alrededor. La furgoneta se balanceó. —¡No! —gritó Charlie cuando David comenzó a tirarla hacia él, y se dio cuenta de que quería arrastrarla a través del agujero. Se aferró a la red para salvar su vida, pateando y luchando con toda la fuerza que poseía, luchó para liberarse así como él inexorablemente la arrastró más cerca, centímetro a centímetro desesperada. —¡Nena! ¡Detrás de ti! —gritó Michael. Charlie miró frenéticamente alrededor para ver que brillaba la luna sobre un bote de metal del tamaño de un tanque de oxígeno que había flotado, ¿con la ayuda de Michael? A su alcance—. ¡Lista para golpearle en la cabeza! ¡Ahora! ¡Rápido! Para hacerlo tuvo que dejar de lado la reja. Ella lo hizo, arrebatándole el bote

con las dos manos. Era pesada, sólida. —¡Te tengo! —gritó David, tirando de ella hacia él. La lubricación del agua debajo de ella la hizo resbalar rápidamente. —¡Golpéalo! —gritó Michael. Gritando, Charlie rompió el bote en la cabeza de David con todas sus fuerzas. El ruido fue repugnante. La mirada en sus ojos era peor. Ellos se agrandaron y se oscurecieron. Sus dedos se aflojaron en su tobillo. Temblando de terror, ella apartó la pierna libre, y trepó fuera de su alcance. La camioneta se deslizó unos centímetros más en el agua. David tuvo el tiempo justo para decir con voz entrecortada: —¡Charlie! —Antes de que el agua cubriera su boca y luego la nariz. —¡Sal de ahí! —gritó Michael. Bloqueando los horribles sonidos de un agitando y frenético David de su mente, Charlie apartó la parte superior de la jaula y se apresuró hacia la franja de cielo de la noche que se podía ver a través de la puerta de carga abierta. Incluso mientras luchaba por subir al suelo ya casi vertical, el agua dio un gran burbujeo. Su corazón martilleó. Arañó frenéticamente la puerta mientras la camioneta se hundía, llevándola con ella, ya que se hundía a una velocidad terrorífica hacia las profundidades del lago. Rápido como un parpadeo, el agua se cerró sobre ella, tragándola, corriendo hacia su nariz, cegándola. Conteniendo su respiración, trató frenéticamente de nadar a través de la succión intensa repentinamente que la tiraba hacia abajo. Con los pulmones ardiendo, el corazón palpitante, el pulso acelerado, luchó valientemente mientras era arrastrada hacia abajo y hacia abajo y hacia abajo en la oscuridad, con el agua girando. Pronto sus pulmones se sentían como si fueran a estallar y abrió la boca para aspirar aire porque no podía resistir la urgencia por más tiempo, solo que no había aire en ninguna parte y lo que aspiró fue agua. Perdida en la oscuridad, mareada y débil, luchando hasta que no pudo más, Charlie vio hermosas estrellas relucientes brillando través de la oscuridad delante de sus ojos y sintió el agua fría corriendo junto a ella a su vez cálida y reconfortante, como los brazos de un amante.

Podía oír a Michael gritando—: No, no, no —en sus oídos mientras ella moría.

Capítulo 26 Traducido por Kensha

V

Corregido por Maniarbl

isto desde el verde, de la corta cubierta de hierba, el lago por la noche era hermoso. Su oscura superficie ondulaba por la luz de la luna, reflejando la hoz blanca helada de la luna en sí, y el brillo de miles de estrellas. La brisa que sopla el agua era cálida, y olía a flores.

Charlie se sintió feliz. Se sintió en paz. Aun así, había un enorme revuelo a su alrededor. Las luces rojas de los coches de policía que habían rodeado la zona no estaban muy lejos. Pudo oír voces, gritos, llantos. Miró más cerca. Aunque no estaba físicamente cerca, reconoció a las tres niñas acurrucadas juntas, a la mujer y dos hombres arrodillados en torno a una segunda mujer tumbada boca arriba en la hierba. Aún recordó sus nombres: las niñas eran Natalie y Diane y Kim; la mujer arrodillada era Lena, y los hombres eran Tony y Buzz. La mujer tumbada en el empapado vestido amarillo, con el reluciente y pesado reloj de plata de hombre en su esbelta muñeca inmóvil, tirando hacia ella. Charlie sintió una deriva suave de tristeza mientras se dio cuenta: que esa mujer, empapada y que se ahogó, tirada inmóvil y pálida en la luz de la luna, era ella. Dra. Charlotte Stone. Se acercó más. —Pensé que estaba detrás de mí. —Lena sonaba como si las palabras fueran arrancadas de su garganta. Estaba mojada y temblando de frío a pesar del calor de la noche. La luz de la luna brillaba en lo que parecía ser una lágrima resbalando de su mejilla.

Buzz deslizó un brazo alrededor de Lena. Sus ropas estaban sucias, rasgadas. Un polvo grisáceo, ceniza, recordó que había habido una explosión, desempolvó su cabello. —No es culpa tuya. Deberíamos haber venido de regreso más rápido. Por en el momento llegamos a la Posada, vimos que tu portátil seguía sobre la mesa, e imaginamos lo que había sucedido, Myers se había ido hacía mucho tiempo. —Si una de las camareras no hubiera recordado ver una furgoneta gris salir del aparcamiento y pudo decirnos por donde se fue, nunca las habríamos encontrado. —La voz de Tony era ronca. Su camisa blanca estaba rasgada y manchada con mugre, y tenía un corte en la mejilla. Como Buzz, su cabello negro estaba lleno de ceniza. Su rostro estaba pálido por el shock, retorcido por el dolor—. No puedo creer que llegara demasiado tarde. Charlie. Querido Dios en el cielo ¿cómo he podido dejar que esto suceda? El crudo dolor en su voz hizo que Charlie quisiera tranquilizarlo. Pero Buzz y Lena ya lo hacían, y entonces más gente se unió a ellos, policías y otros tipos de oficiales. Escuchó a uno de ellos decir: —Tenemos buzos allá tratando de extraer el cuerpo de Myers. Aún está atrapado en la furgoneta. —Y luego porque no quería saber nada más de eso, se alejó. —¡Charlie! —Desde las sombras apareció Michael, pelo rojizo lavado en plata por la luz de la luna, alto cuerpo poderoso como nunca, hermoso rostro solemne y sin sonreír mientras caminaba por el césped hacia ella. Lo reconoció instantáneamente, como sabía que siempre lo reconocería en cualquier reino, en cualquier universo, en cualquier dimensión, en cualquier momento. —Michael —dijo, y sonrió hacia él, mientras la leve intranquilidad que el dolor de Tony había causado cedía un paso al puro júbilo. Abrió sus brazos hacia ella. Entró en ellos. Cerrándolos alrededor suyo, abrazándola cerca. Podía sentir cada dura pulgada de sus músculos. Levantó su rostro hacia él, y la besó, sus labios calientes y lentos. Deslizando sus brazos alrededor de su cuello, lo besó de regreso. Podía sentir cada matiz emocionante de ese beso. No quería que terminara.

Ahora estaban en el mismo lado de la barrera, él era de ella, al igual que ella era suya. Nada los separaría por más tiempo. Los fantasmas no podían quedarse. Pero lo que ella no se había dado cuenta era que podía ir. Con él. —¿Estoy muerta? —Era a la vez una pregunta y una declaración, preguntó cuando dejó de besarla por fin. —Charlie. —Su voz melosa estaba ronca, baja. Estaba en sus brazos, con su mejilla apoyada en su ancho pecho. Sabiendo que no había ningún otro lugar en el cielo o en el infierno donde preferiría estar. Cuando dudó, cuando no dijo nada más allá que su nombre, levantó la mirada para que pudiera verle los ojos. Ellos brillaron hacia ella, su usual cielo azul velado por la luz de la luna. Un leve tintineo de campanillas voló en la brisa. Charlie giró la cabeza para escuchar. No muy lejos, en un claro en medio de un bosquecillo de árboles altos, una llovizna de rayos de luna caía convirtiéndose en una columna de luz sólida. Su boca cayó abierta mientras la observó. La luz era hermosa, celestial, divina. Sabía lo que era. El portal. El pasaje. La luz le había hipnotizado. Atrayéndola. Era todo lo que podía hacer para apartar sus ojos para mirarlo, para llamar su atención. De repente se le ocurrió que tal vez ella podría llevarlo consigo, que quizás su poder sostendría su peso, así como el suyo, que quizás podría haber una eternidad para ellos juntos, después de todo. —Michael. —Tirando de sus brazos, cogió su mano en su lugar, tirándolo con ella hacia él—. Ahí está la luz. Ven conmigo a la luz. —Charlie. —Se resistió. Era demasiado grande, no podía moverlo contra su voluntad—. No. —¿Lo has visto no? —preguntó en consternación repentina, porque recordó entonces que nunca había podido verla antes. —Yo la veo. —Tú puedes entrar conmigo. Es lo suficientemente fuerte para los dos. Puedo sentirlo. Estoy casi segura que nos llevará. —Quizás. —Su tono era sombrío—. Si lo hace o no, nena, no quieres ir.

Charlie frunció el ceño hacia él. —¿Qué? Sí, lo hago. Él sacudió su cabeza. —No, tú no. Estar muerto apesta. Quieres quedarte aquí. Quieres tu vida. Respondió casi lastimeramente: —No. —Sí. —Era inexorable—. Están ahí dándote un RCP otra vez. Todavía puedes volver. —No. —Pero luego pensó en su casa, su trabajo y su madre que la sufrirían. Entonces, parecía que también lo harían Tony, y Buzz. Y otros. Sus colegas. Sus amigos. Luego estaba Michael. ¿Qué pasaba si no podía caminar a la luz con ella? ¿Qué pasaba si él era desgarrado de ella y nunca lo veía otra vez? Hasta ese momento, no había notado que la brisa se había convertido en una suave succión, flotando hacia ese pobre cuerpo ahogado en el césped. Levantó la vista hacia él, indecisa, y él la tomó en sus brazos y la besó. La besó como prometiéndole la eternidad, como si hubiera encontrado la eternidad en sus brazos. Aferrándose, le devolvió el beso, y todavía estaba besándolo cuando —un silbido— él ya no estaba allí. Un momento después, estaba tumbada en la hierba tosiendo y farfullando y escupiendo agua del lago como una fuente. Michael estaba donde lo había dejado. La sensación de ella todavía en sus brazos. El gusto de ella todavía estaba en sus labios. Ella estaba de nuevo en su cuerpo. La veía moverse por allí en la hierba. Sabía que estaría bien. Viviría y tendría su vida. Deseaba con cada resquicio de su ser que él pudiera decir lo mismo. La luz todavía estaba allí. La luz blanca de la que había estado hablando durante tanto tiempo. Había venido por ella. No por él. Pero podía sentirla tirando de él. Caminó hacia ella, curioso. Esperó por él, hermosa y brillante. Podía sentir la esperanza, la promesa de la misma. En cuanto a él, se sintió tentado. Solo para probar.

Por un largo momento se quedó allí, resistiendo el tirón, sumido en sus pensamientos. Luego dio la espalda a la luz y se alejó. Había una mujer a la que aún no estaba listo para dejar.

Próximo Libro La locura y el asesinato invaden la vida de la Dr. Charlotte Stone cuando era solo una niña —y la hizo una mujer determinada a salvar a otros del horror que ella vivió. Una experta en psicología del asesino en serie, ha enfrentado más que su parte de monstruos humanos. Pero Charlie también puede comunicarse con los espíritus de esos quienes han muerto violentamente, una habilidad extrasensorial que ha ayudado al FBI a llevar a depredadores a la justicia. Ahora, después de escapar estrechamente de la muerte una segunda vez, Charlie está lista para alejarse del borde... antes de que su suerte cambie. Demasiado malo que Charlie esté demasiado dedicada para su propio bien —y demasiado devota al agente federal Tony Bartoli para decir no cuando él la pide que monte la escopeta en otra misión arriesgada. Por supuesto, ella ya tiene sus manos llenas con Michael Garland: el apuesto, el fantasma pícaro de quién ella está enamorada irremediablemente — un espíritu que depende de Charlie para evitar que se deslice para siempre al lado oscuro de la otra vida. Pero en el mundo mortal, bellas mujeres solteras están desapareciendo de los hoteles de Las Vegas por la noche. Todas las señales indican que un psicópata está merodeando en la Ciudad Del Pecado, y la colega del FBI de Bartoli, Lena Kaminsky tiene razón al temer que su hermana desaparecida podría ser el tipo del asesino. En una ciudad llena de jugadores rápidos y pocas leyes, eliminar a un acosador zalamero como el Asesino Cenicienta podría ser un juego perdido. Pero para Charlie, la única manera de cerrar su presa es sumergiéndose en el infierno homicida que votó dejar atrás —y podría no salir viva.

Sobre la Autora Karen Robards nació el 24 de Agosto de 1954 en Loisville, Kentucky, USA. Ha estado escribiendo desde que era adolescente. Vendió su primera historia, cuando era muy joven, y fue publicada en Diciembre de 1973 en Reader’s Digest, pero no pudo vender su primera novela de romance hasta 1981, cuando tenía 24 años. Después de eso, dejó la escuela de leyes para perseguir su carrera de escritora. Hoy, una bestseller regular en las listas de New York Times, USA Today y Publishers Weekly, entre otros, es la ganadora de seis Premios Affaire de Coeur Silver Pen para autor favorito de romance, entre otros numerosos premios. Escribe romances contemporáneos e históricos. Su trabajo ha sido traducido a once idiomas, y ha ganado premios tanto Romantic Times como Affaire de Coeur. Karen vive en la nativa Loisville con su marido, Doug Robards, y sus tres hijos Peter, Christopher y Jack. Ella dice: —Leo, escribo y llevo a los niños —dice con una risa—. Esa es mi vida.

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