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Sinopsis

E

n el mundo de Sloane, los verdaderos sentimientos están prohibidos, el suicidio adolescente es una epidemia, y la única solución es El Programa.

Sloane sabe que no debe llorar delante de nadie. Con el suicidio ahora una epidemia internacional, un arrebato podría hacer que aterrice en El Programa, el único camino probado de tratamiento. Los padres de Sloane ya han perdido un hijo; Sloane sabe que ellos harán lo que sea para mantenerla con vida. También sabe que todo aquel que ha pasado por El Programa regresa como una pizarra en blanco. Porque su depresión se ha ido, pero también sus recuerdos.

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Bajo constante vigilancia en casa y en la escuela, Sloane pone cara valiente y mantiene sus sentimientos enterrados tan profundamente como puede. La única persona con la que Sloane puede ser ella misma es James. Él prometió mantenerlos a ambos a salvo y fuera del tratamiento, y Sloane sabe que su amor es lo bastante fuerte como para soportar cualquier cosa. Pero a pesar de las promesas que se hicieron el uno al otro, es cada vez más difícil ocultar la verdad. Ambos se están debilitando. La depresión se está estableciendo. Y El Programa está viniendo por ellos.

Índice Sinopsis

Capítulo 1

Capítulo 1

Parte I

Capítulo 2

Capítulo 2

Capítulo 3

Capítulo 3

Capítulo 1

Capítulo 4

Capítulo 4

Capítulo 2

Capítulo 5

Capítulo 5

Capítulo 3

Capítulo 6

Capítulo 6

Capítulo 4

Capítulo 7

Capítulo 7

Capítulo 5

Capítulo 8

Capítulo 8

Capítulo 6

Capítulo 9

Capítulo 9

Capítulo 7

Capítulo 10

Capítulo 10

Capítulo 8

Capítulo 11

Capítulo 11

Capítulo 9

Capítulo 12

Capítulo 12

Capítulo 10

Capítulo 13

Capítulo 13

Capítulo 11

Capítulo 14

Capítulo 14

Capítulo 12

Capítulo 15

Epílogo

Capítulo 13

Capítulo 16

Próximo Libro

Capítulo 14

Parte III

Biografía del Autor

Incómodamente Adormecida

3

Parte II El Programa

Desearía que no Estuvieras Aquí

Parte I 4

Incómodamente Adormecida

Capítulo 1 Traducido por Eni y Soñadora Corregido por Nony_mo

E

l ambiente en el salón se siente estéril. El persistente olor a blanqueador se mezcla con la fresca pintura blanca de las paredes, y me gustaría que mi profesora abriera la ventana para que entre la brisa. Pero estamos en el tercer piso, así que el cristal esta sellado, por si alguien siente el impulso de saltar. Sigo mirando fijamente el papel que está en mi escritorio cuando Kendra Phillips se da vuelta en su asiento, inspeccionándome con sus lentes de contacto color púrpura. ―¿Aún no has terminado?

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Echo un vistazo por delante de ella para asegurarme de que la Sra. Portman este distraída en la parte delantera del salón, y entonces sonrío. ―Es demasiado temprano para psicoanalizarme adecuadamente ―susurro―. Casi preferiría aprender ciencias. ―Quizás un café adulterado con Muerte Rápida te ayudaría a enfocarte en el dolor. Mi expresión flaquea; sólo la mención del veneno es suficiente para acelerar mi corazón. Sostengo la mirada vacía de Kendra, una total falta de vida detrás de ella que ni siquiera sus lentes de contacto púrpura pueden disimular. Sus ojos están rodeados por círculos intensos debido a la falta de sueño, y su rostro ha adelgazado considerablemente. Es exactamente la clase de persona que puede meterme en problemas y, sin embargo, no puedo apartar la mirada. He conocido a Kendra por años, pero realmente no somos amigas, sobre todo ahora. No cuando ha estado deprimida por cerca de un mes. Trato de evitarla, pero hoy hay algo desesperado en ella que no puedo ignorar. Algo acerca de la manera en que su cuerpo parece temblar a pesar de que está todavía sentada. ―Dios, no estés tan seria ―dice ella, levantando un hombro huesudo―. Sólo estoy bromeando, Sloane. Oh, y oye ―añade como si acabara de recordar la verdadera razón por la que se volteó hacia mí en primer lugar―. ¿Adivina a quién vi anoche en el Centro Wellness? A Lacey Klamath. Se inclina hacia delante cuando me lo dice, pero estoy anonadada. No tenía idea de que Lacey estaba de regreso.

En ese momento, la puerta se abre con un fuerte chasquido. Miro hacia el frente del salón y me quedo paralizada, mi aliento está atrapado en mi garganta. El día acaba de empeorar significativamente. Dos cuidadores con chaquetas blancas y peinados perfectamente están en la puerta, sus rostros inexpresivos nos atraviesan mientras tratan de buscar a alguien. Cuando comienzan a avanzar, empiezo a languidecer. Kendra se da la vuelta en su asiento, su espalda está rígida y derecha. ―Yo no ―murmura, sus manos se entrelazan con fuerza en frente de ella como si estuviera rezando―. Por favor, yo no. Desde su podio, la Sra. Portman empieza su clase como si no hubiera ninguna interrupción. Como si las personas de chaquetas blancas debieran estar moviéndose tan campantemente durante su discurso sobre la teoría cinética de la materia. Es la segunda vez que los cuidadores han interrumpido la clase esta semana.

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Los hombres se separan en lados opuestos del salón de clases, sus zapatos golpetean el piso de linóleo a medida que se acercan. Aparto la mirada, optando en su lugar por ver las hojas que caen de los árboles afuera. Es octubre, pero el verano se ha convertido en otoño, bañándonos con la inesperada luz del sol de Oregón. Me gustaría poder estar en cualquier otro lugar en este momento. Los pasos se detienen, pero nos los reconozco. Puedo oler a los cuidadores cerca de mí, huelen a antiséptico, alcohol y curitas. No me atrevo a moverme. ―Kendra Phillips ―dice una voz suavemente―. ¿Puede por favor venir con nosotros? Contengo el sonido que está tratando de escaparse de mis labios, una combinación de alivio y simpatía. Me niego a mirar a Kendra, aterrorizada de que los cuidadores me noten. Por favor que no me noten. ―No ―les dice Kendra, con voz ahogada―. No estoy enferma. ―Señorita Phillips ―dice la voz de nuevo, y esta vez tengo que mirar. El cuidador de cabello oscuro se inclina para agarrar a Kendra por el codo, guiándola a través de la silla. Inmediatamente, Kendra intenta soltarse, tirando de su brazo para quitar su agarre mientras trata de clamar sobre su escritorio. Ambos hombres se vuelcan sobre ella mientras Kendra se revuelca y grita. Ella apenas mide uno sesenta, pero está luchando duro, más duro que los otros. Siento la tensión rodeando al resto de la clase, todos nosotros esperanzados por una solución rápida. Esperanzados que lograremos permanecer otro día sin ser marcados.

―No estoy enferma ―grita Kendra, desprendiéndose de sus agarres una vez más. Finalmente, la Sra. Portman detiene su lección mientras mira con una expresión de dolor. La calma que intenta irradiar se está desgastando en los bordes. A mi lado, una chica empieza a llorar y quiero decirle que se calle, pero no quiero llamar la atención. Tendrá que arreglárselas por sí misma. El cuidador de cabello oscuro envuelve sus brazos alrededor de la cintura de Kendra, levantándola del piso mientras ella patalea. Una serie de obscenidades salen de su boca mientras la saliva se filtra por las esquinas. Su rostro está rojo y salvaje, y de repente creo que está más enferma de lo que imaginamos. Que la verdadera Kendra ya no está allí, y tal vez no ha estado desde que su hermana murió. Mis ojos se llenan de lágrimas ante ese pensamiento, pero lo alejo. En lo más profundo donde pueda guardar todos mis sentimientos hasta más tarde cuando no haya nadie mirándome.

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El cuidador pone su mano sobre la boca de Kendra, amortiguando sus sonidos a la vez que le susurra cosas reconfortantes en el oído, llevando su cuerpo luchador hacia la puerta. El otro cuidador se adelanta para mantener la puerta abierta. Justo en ese momento, el hombre que sujeta a Kendra grita y la deja caer, sacudiendo su mano como si ella lo hubiera mordido. Kendra se levanta de un salto para correr y el cuidador arremete contra ella, su puño cerrado conecta con su cara. El impacto la envía hacia el podio de la Sra. Portman antes de golpear el suelo. La profesora jadea cuando Kendra se desploma en frente de ella, pero la Sra. Portman sólo retrocede. El labio superior de Kendra está partido y la sangre se filtra por todo su suéter gris y el piso blanco. Apenas tiene tiempo de procesar lo que pasó cuando el cuidador la agarra por su tobillo y comienza a arrastrarla ―al estilo cavernícola― hacia la salida. Kendra grita y suplica. Trata de aferrarse a cualquier cosa que este a su alcance, pero en su lugar está dejando un rastro de sangre por el piso. Cuando por fin llegan a la puerta, levanta sus ojos color púrpura en mi dirección, extendiendo una mano enrojecida hacia mí. ―¡Sloane! ―grita. Y dejo de respirar. El cuidador se detiene, mirándome por encima de su hombro. Antes de hoy, nunca lo había visto aquí, pero algo sobre su manera de mirarme ahora, hace que mi piel se erice, y bajo la mirada. No levanto la cabeza otra vez hasta que oigo que la puerta se cierra. Los gritos de Kendra se desvanecen rápidamente en el pasillo, y me pregunto por un momento si le dieron una descarga eléctrica o le inyectaron un sedante. De cualquier manera, me alegro de que esto haya terminado.

Alrededor del salón, se escuchan varios lloriqueos, pero sobre todo hay silencio. La sangre todavía cubre el frente del salón con manchas de color carmesí. ―¿Sloane? ―dice la profesora, sobresaltándome―. Aún no he recibido tu evaluación diaria. ―La Sra. Portman camina hacia el armario donde guarda un balde y un trapeador, y aparte de la alta cadencia de su voz, no tiene una reacción notable por Kendra siendo arrastrada de nuestra clase. Trago con fuerza y me disculpo, moviéndome para tomar mi lápiz del bolso. Cuando mi profesora derrama el blanqueador en el piso, nos sofoca con el olor de nuevo, empiezo a sombrear los óvalos correspondientes. ¿En el día de ayer se ha sentido solo o abrumado? Me quedo mirando el papel blanco brillante, el mismo que nos espera en nuestros escritorios todas las mañanas. Quiero arrugarlo, convertirlo en una bola y arrojarlo a través del salón, gritándole a la gente que reconozca lo que acaba de pasarle a Kendra. En vez de eso, respiro profundo y respondo. NO.

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Eso no es cierto, todos nos sentimos solos y abrumados. A veces no estoy segura de que exista otra manera de sentirse. Pero conozco la rutina. Sé lo que una respuesta equivocada puede hacer. Siguiente pregunta. Lleno el resto de los óvalos, haciendo una pausa cuando llego al último, como siempre hago. ¿Alguien cercano a usted se ha suicidado? SÍ. Marcar esa respuesta día tras día casi me destruye. Pero es la única pregunta donde tengo que decir la verdad. Porque ellos ya saben la respuesta. Después de escribir mi nombre en la parte superior, agarro el papel con una mano temblorosa y camino hasta el escritorio de la Sra. Portman, de pie, en la zona húmeda donde la sangre de Kendra solía estar. Trato de no mirar hacia abajo mientras espero que mi profesora guarde en su sitio los productos de limpieza. ―Lo siento ―digo de nuevo cuando viene a tomar la hoja. Noto una pequeña mancha de sangre en la manga de su blusa rosa pálida, pero no lo menciono. Mira mis respuestas, y luego asiente, poniendo el papel en el folio de asistencia. Me apresuro de vuelta a mi asiento, escuchando el tenso silencio. Espero el sonido de la puerta, los pasos acercándose. Pero luego de un largo minuto, mi profesora aclara su garganta y vuelve a su lección sobre la fricción. Aliviada, cierro mis ojos. El suicidio adolescente fue declarado una epidemia nacional ―matando a uno de tres adolescentes― hace casi cuatro años. Siempre existió antes que eso, pero aparentemente de un día a otro, montones de mis pares estaban saltando de

edificios, abriendo sus muñecas, la mayoría sin razón aparente. Aún más extraño, el número de incidentes en adultos se mantuvo casi igual, añadiéndose al misterio. Cuando las muertes comenzaron a incrementarse, hubo toda clase de rumores. Desde vacunas infantiles defectuosas hasta pesticidas en nuestra comida, la gente tomaba cualquier excusa. La principal ahora dice que la sobre venta de antidepresivos cambió la composición química de nuestra generación, haciéndonos más susceptibles a la depresión. Ya no sé en qué creo, y realmente, trato de no pensar en ello. Pero los psicólogos dicen que el suicidio es un comportamiento contagioso. Es como el viejo dicho: “Si todos tus amigos saltaran de un puente, ¿lo harías también?” Aparentemente la respuesta es sí. Para luchar contra la epidemia, nuestro distrito escolar implementó el piloto de “El Programa”, una nueva filosofía de la prevención. En las cinco escuelas, los estudiantes son vigilados por cambios de ánimo o comportamiento, llevados si una amenaza es determinada. Cualquiera exhibiendo tendencias suicidas ya no es referido a un psicólogo. En cambio, los Cuidadores son llamados.

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Y entonces ellos vienen y te llevan. Kendra Phillips estará fuera por al menos seis semanas, seis semanas pasadas en una facilidad donde El Programa se meterá con su mente, tomará sus memorias. Será forzada a tomar píldoras y terapia hasta que ya no sepa quién es ella misma. Luego la enviaran a una pequeña escuela privada hasta la graduación. Una escuela diseñada para otros que han regresado, otras almas vacías. Como Lacey. Mi teléfono vibra en mi bolsillo y dejo salir una respiración. No tengo que revisar para saber lo que significa, James quiere que nos veamos. Es el empujón que necesito para pasar el resto del período, el hecho de que él esté esperándome. El hecho de que siempre esté esperándome.

Mientras salimos del aula cuarenta minutos después, noto al Cuidador de cabello oscuro, mirándonos. Parece tomarse tiempo extra conmigo, pero trato duro de no notarlo. En cambio, bajo mi cabeza y camino rápido al gimnasio a encontrar a James.

Miro sobre mi hombro para asegurarme de que nadie me esté siguiendo antes de girar por el corredor blanco con puertas dobles metálicas. Es casi imposible confiar en que nadie te reportará por comportamiento extraño. Ni siquiera nuestros padres, especialmente no nuestros padres. Fue el padre de Lacey quien llamó al Programa para decirles que ella estaba mal. Así que ahora James, Miller y yo hacemos todo lo que podemos para mantener la fachada en casa. Sonrisas y conversación cotidiana igualan a estabilidad mental y salud. No me atrevería a mostrarles cualquier otra cosa a mis padres. No ahora. Pero una vez que cumpla dieciocho, El Programa pierde su poder en mí. No seré una menor, así que no pueden forzarme al tratamiento. Aunque mi riesgo técnicamente no baja, El Programa se ajusta a las leyes del país. Seré una adulta, y como un adulto, es mi santo derecho el negarme si quiero hacerlo. A menos que la epidemia empeore. Quién sabe qué harían entonces.

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Cuando llego a las puertas del gimnasio, empujo la fría barra metálica y me deslizo adentro. Han pasado años desde que esta parte del edificio fue usada. El Programa eliminó el atletismo inmediatamente después de alzarse, proclamando que imponía demasiado estrés competitivo a nuestra frágil población estudiantil. Ahora este espacio es usado de almacén, escritorios en desuso apilados en el costado, pilas de libros innecesarios. ―¿Te vio alguien? Salto y miro a James, de pie en el espacio entre las butacas apilables. Nuestro espacio. La armadura anti-emociones que he estado usando comienza a debilitarse. ―No ―susurro. James ofrece su mano y lo encuentro en las sombras, presionándome cerca de él―. No es un buen día ―murmuro contra su boca. ―Raramente lo es. James y yo hemos estado juntos por más de dos años, desde que yo tenía quince. Pero lo he conocido toda mi vida. Había sido mejor amigo de mi hermano, Brady, antes de que se suicidara. Me ahogo con la memoria, como si estuviera sofocándome. Me alejo de James y golpeo mi nuca con la esquina del borde de madera sobre nosotros. Chillando, toco mi cráneo, pero no lloro. No me atrevería a llorar en la escuela. ―Déjame ver ―dice James, acercándose para pasar sus dedos por el lugar herido―. Probablemente estabas protegida por todo este cabello. ―Él sonríe y deja que su mano se deslice en mis rizos oscuros, descansando protectoramente detrás de mi cuello. Cuando no devuelvo su sonrisa, me atrae más cerca―. Ven aquí ―susurra, sonando exhausto mientras me envuelve en sus brazos.

Lo abrazo, dejando que las imágenes de Brady se esfumen de mi cabeza, junto con la imagen de Lacey siendo arrastrada de su casa por Cuidadores. Deslizo mi mano bajo la manga de la camisa de James y por su bícep, donde están sus tatuajes. El Programa nos hace anónimos, nos despoja de nuestro derecho a estar de luto, porque si lo hacemos, nos pueden entregar por parecer deprimidos. Así que James ha encontrado otro modo. En su brazo derecho lleva una lista permanente de aquellos que hemos perdido. Comenzando con Brady. ―Estoy teniendo malos pensamientos ―digo. ―Entonces, deja de pensar ―dice él simplemente. ―Se llevaron a Kendra en el último período. Fue horrible. Y Lacey… ―Deja de pensar ―dice James de nuevo, con un poco más de fuerza. Lo miro, la pesadez aún en mi pecho mientras encuentro sus ojos. Es difícil de ver en las sombras, pero los ojos de James son azul claro, la clase de azul cristalino que puede hacer a cualquiera detenerse con una mirada. Es impresionante de ese modo.

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―En lugar de eso, bésame ―murmura. Me inclino para presionar mis labios contra los suyos, dejando que me tome de un modo que solo él conoce. Un momento lleno de tristeza y esperanza. Un vínculo de secretos y promesas de para siempre. Han pasado dos años desde que mi hermano murió. Prácticamente de la noche a la mañana, nuestras vidas cambiaron. No sabemos por qué Brady se suicidó, por qué nos abandonó. Pero de nuevo, nadie sabe qué está causando la epidemia, ni siquiera El Programa. Sobre nosotros, la campana para clases suena, pero ni James ni yo reaccionamos. En cambio, la lengua de James toca la mía y me empuja más cerca, profundizando nuestro beso. Aunque las citas están permitidas, tratamos de mantener nuestra relación con un perfil bajo en la escuela, al menos cuando podemos. El Programa dictamina que formar vínculos saludables nos mantiene emocionalmente fuertes, pero de nuevo, si todo sale horriblemente mal, simplemente pueden hacernos olvidar. El Programa puede borrar cualquier cosa. ―Le robé las llaves del carro a mi papá ―susurra James entre mis labios―. ¿Qué opinas de ir a nadar desnudos al río después de la escuela? ―¿Qué tal si tú te desnudas y yo solo miro? ―Funciona para mí. ―Río, y James me da un último apretón antes de quitar sus brazos de mi alrededor. Pretende arreglar mi cabello, pero en realidad solo lo desordena más―. Mejor vamos a clases ―dice finalmente―. Y dile a Miller que está invitado a verme nadar desnudo también.

Me alejo antes, besando mis dedos y sosteniéndolos arriba para saludarlo. James sonríe. Siempre sabe qué decirme. Cómo hacerme sentir normal. Estoy segura que no hubiera sobrevivido a la muerte de Brady sin él. De hecho, sé que no lo hubiera conseguido. Después de todo, el suicidio es contagioso.

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Capítulo 2 Traducido por flochi y Soñadora Corregido por Nony_mo

C

uando entro a Economía, le digo a mi profesor que la terapia se retrasó, sacando uno de los falsos pases que James, Miller y yo hicimos hace semanas. Desde que El Programa empezó a monitorear nuestra escuela, he descubierto que mi novio no solamente es un talentoso mentiroso sino también un maestro en la falsificación. Una habilidad muy útil en los tiempos que corren actualmente. El Sr. Rocco solo le da un vistazo al pase antes de indicarme la parte trasera del aula. Es la quinta vez que he llegado tarde este mes, pero afortunadamente nadie me cuestiona. He aprendido cómo parecer estar bien. Y a sus ojos, hablar con un profesional es una señal de que estoy intentando mantenerme saludable.

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―Oye, preciosa ―dice Miller cuando me siento―. ¿Tú y James tuvieron una buena sesión de terapia? ―Él está sentado en el escritorio a mi lado, mirando su regazo cuando el profesor se vuelve para escribir en el pizarrón limpio. Miller y yo hemos sido amigos desde principios del año pasado, compartiendo la mayor parte de las clases juntos. Él es alto y robusto, e imagino que si nuestra escuela tuviera un equipo de futbol, sería su atleta estrella. ―Síp ―respondo―. Creo que tuvimos un avance realmente esta vez. ―Apuesto que sí. Sonríe pero no alza la mirada. En cambio sigue garabateando en el cuaderno que tiene escondido debajo del escritorio. Mi corazón golpea en mi pecho ante lo que digo a continuación. ―Lacey ha vuelto ―digo en voz baja. Miller tacha más fuerte con su pluma en el papel. ―¿Dónde lo escuchaste? ―Intento no reaccionar cuando el color se drena de su rostro. ―Kendra Phillips me lo dijo antes de que ellos vinieran y… ―bajo la voz―… se la llevaran. Miller finalmente me mira de reojo, obviamente escuchando sobre Kendra por primera vez. Sus ojos marrones se entrecerraron, quizás decidiendo si realmente

creer que Lacey podría estar en casa, pero entonces simplemente hace un movimiento afirmativo y regresa a su cuaderno. Sin decir palabras. Su silencio casi me quiebra, y separo mis dedos sobre el escritorio frío, intentando mantener mis emociones bajo control. Miro mis dedos, al anillo de plástico que se encuentra allí en forma de corazón. James me lo había dado la primera vez que me besó, unos pocos meses antes de que muriera mi hermano. Lacey y Miller siempre bromeaban que este anillo era lo más parecido a un verdadero diamante que llegaría a conseguir de él. Entonces James había reído, diciendo que sabía lo que yo realmente quería y que eso no brillaba. Entonces era una época diferente, un tiempo cuando todos pensábamos que lo lograríamos. Cierro los ojos para evitar llorar. ―Creo… ―Millar hace una pausa, como si no estuviera seguro de qué quiere decir. Cuando me vuelvo hacia él se muerde el labio―. Creo que voy a ir a Sumpter para verla. ―Miller… ―empiezo, pero me rechaza con un gesto de la mano.

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―Tengo que saber si me recuerda, Sloane. No seré capaz de pensar en otra cosa hasta que lo sepa. Lo miro por un largo momento, veo el dolor detrás de sus ojos. No hay nada que pueda decir para hacerlo cambiar de idea. No cuando él la ama tanto. ―Ten cuidado ―es todo lo que puedo decir. ―Lo tendré. Mi temor es lo bastante fuerte como para ahogarme. Me preocupa que Miller sea atrapado en la escuela alternativa y quede marcado en el proceso. Esperamos mantener la distancia de aquellos que han regresado al menos el tiempo que son monitoreados por el Centro de Bienestar, al menos por un tiempo. Si somos atrapados interfiriendo con su recuperación, podemos llegar a ser marcados o incluso arrestados. Y ninguno de nosotros quiere ser enviado lejos hasta volverse cómodamente insensible. Miller está callado el resto de la clase, pero cuando el timbre suena, me da un asentimiento. Podría ser peligroso para él aproximarse a Lacey en este momento, pero si fuera por ella querría que lo intentara. ―Te veo en el almuerzo ―dice, tocando mi hombro antes de caminar hacia la puerta. ―Nos vemos ―respondo, y rápidamente saco mi teléfono. Le envío un mensaje a James. MILLER TIENE UN ESTÚPIDO PLAN.

Espero, todavía en mi asiento mientras la clase se vacía a mi alrededor. Cuando un mensaje aparece en la pantalla, siento a mi pecho apretarse. TAMBIÉN YO TENGO UNO. POR FAVOR NO, tecleo. Tengo miedo que mi novio y mi mejor amigo sean marcados, y me quedaré yo sola en este lugar estéril. Este mundo estéril. Pero todo lo que regresa es: TE AMO, SLOANE.

James y yo vemos mientras Miller espera en la fila del almuerzo, sus movimientos son lentos y letárgicos. No ha sido el mismo desde que le conté sobre Lacey, y me odio por ello. Debería haber dejado a James contarle la noticia.

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Al comienzo del almuerzo, James y Miller deciden que después de las clases iremos a la preparatoria Sumpter, la escuela para los que han regresado, y esperaremos a que Lacey salga. No hay manera de que Miller consiguiera más que unas pocas palabras en el Centro de Bienestar, no cuando los Cuidadores estarán vigilando a Lacey por tres semanas más. Miller está esperando que, en el estacionamiento de Sumpter (con la desviación correcta), pueda llegar a Lacey a solas el tiempo suficiente para recordarle quién es él. Cree que puede recuperarla. James está a mi lado con la cabeza sobre sus brazos cruzados mientras los tiene apoyados en la mesa del almuerzo. Está intentando parecer casual, pero sus ojos están fijos en Miller. ―En Sumpter, tú y yo vamos a crear una distracción ―dice James en mi dirección. ―¿Y si no funciona? Su boca se eleva, sus ojos pestañeando desde la fila hacia mí. ―Puedo ser una distracción, ¿no lo piensas? ―James, también la extraño. Pero no quiero que nada de esto… Extiende su mano para estrechar la mía. ―Conozco el riesgo, ¿pero y si ella sigue siendo la misma de alguna manera? Miller tiene que intentarlo, Sloane. Yo lo haría por ti. ―Y yo por ti ―respondo automáticamente. Pero la cara de James se ensombrece.

―No lo digas ―espeta―. Ni siquiera lo pienses. ―Suelta mi mano―. Me mataré antes de que me lleven al Programa. Las lágrimas arden en mis ojos porque sé que no es una amenaza vana. Es una posibilidad real. James esta vez no trata de consolarme, no tiene sentido. No puede prometerme que no se suicidará. Nadie puede. Hace seis semanas, luego de que se llevaran a Lacey, tenía que luchar con fuerza para evitar deslizarme en la depresión que siempre parece estar esperando. La depresión que me dice que nunca lo lograré. Que sería más fácil simplemente dejarlo ir. James nos convenció a mí y a Miller que Lacey se había ido para siempre, como si ella hubiese muerto, y nos dijo que lloráramos, en privado. Pero ahora que ella ha regresado no estoy más segura de cómo sentirme. James no vuelve a hablar hasta que Miller se deja caer en el asiento, la comida en su bandeja rebotando mientras lo hace. La habitación a nuestro alrededor bulle, pero está más silenciosa de lo usual. La palabra de la transferencia de Kendra nos ha puesto a todos al límite.

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Noto al Cuidador de cabello oscuro parado junto a la puerta de salida, sin intentar ocultar que me está observando. Bajo mis ojos a mi hamburguesa a medio comer. Kendra me llamó cuando estaba siendo arrastrada. Hizo que él me notara. No puedo decirle a James. Justo entonces James apoya su barbilla en mi hombro mientras sus dedos tocan los míos. ―Lo siento ―murmura―. Soy un tonto, y lo siento. Lo miro de reojo, su cabello rubio rizándose en las puntas cerca de su cuello, sus grandes ojos azules mientras me mira. ―No quiero que nada te pase ―digo en voz baja, esperando que Miller no me escuchara y pensara en Lacey. James se mueve para poner sus brazos alrededor de mi cintura y girarme hacia él antes de presionar su frente contra la mía, ignorando el hecho de que todos pueden vernos. Su aliento está cálido contra mis labios. ―No quiero que nada me pase tampoco. Pero nos mantendré a salvo. Cierro los ojos, dejando que el calor de su cuerpo compense el temor frío de mi pecho. ―¿Lo prometes? Tarda tanto tiempo en responder que me doy por vencida y dejo entrar una vez más los pensamientos oscuros. La idea de que James pueda ser arrancado de mí

en cualquier momento, o que yo pueda ser enviada lejos para ser cambiada por siempre. Pero repentinamente James entierra su rostro en mi cabello a la vez que me abraza. Dejo de preocuparme sobre las personas que nos rodean, o incluso por Miller. Necesito escucharlo. James sabe que necesito escucharlo. Entonces, para mi completo alivio su boca está junto a mi oído y susurra: ―Lo prometo.

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La preparatoria Sumpter se cierne frente a nosotros, pareciendo más como un hospital que un centro educativo. La fachada de piedra está acabada en color blanco y las grandes ventanas rectangulares ciertamente están selladas. Hay una zona de acceso circular cerca del frente, pero Miller y yo estamos sentados en la cabina de su camioneta en el estacionamiento trasero, mirando hacia delante en silencio. James planea encontrarse con nosotros aquí luego de hacer acto de presencia en su última clase, pero Miller y yo teníamos sala de estudio, así que salimos temprano con uno de los pases falsos. Sólo quedan diez minutos más hasta que Sumpter los deje salir, y la ansiedad de ver a Lacey nuevamente está creciendo, tanto en mí como en Miller. Me vuelvo para mirarlo de reojo. La gorra de Miller está baja, ensombreciendo sus ojos. A pesar de que el motor está apagado, sus nudillos están blancos mientras se envuelven alrededor del volante. Estoy asustada de lo que hará y cómo se mantendrá bajo control. No deberíamos estar aquí. ―¿Hay un verdadero plan? ―pregunto―. James no me dijo nada. Miller no parece escucharme mientras mira fijamente el parabrisas. ―¿Sabías que Lacey era rubia natural? ―pregunta, sonando distante―. Siempre tenía esa tintura roja en su cabello y pensé que era marrón debajo, pero no era así. Lo vi en una foto vieja de ella una vez. Soy un idiota por no saberlo, ¿cierto? Debería haberlo sabido. He sido amiga de Lacey desde la escuela primaria, así que puedo recordar cuando tenía coletas rubias. Es una cosa tan poco relevante para que Miller se sienta mal al respecto, pero puedo decir que lo hace. Como si saber este detalle pudo haberla salvado del Programa.

―Ella te amaba ―susurro, aunque es casi cruel decirlo ahora―. Eso fue real. Miller sonríe para sí mismo, pero con dolor. ―Si no puedes recordar, no sucedió. Y ya que ella no lo hará… ―Se calla, mirando una vez más el gran edificio. Pienso en la Lacey que conocíamos antes de que fuera tomada. Su brillante cabello rojo sangre y vestidos negros y ajustados. Era una fuerza de la naturaleza. Era una presencia. En vísperas al Programa, ella había estado actuando diferente, ninguno de nosotros dijo nada al respecto, quizás esperando que simplemente se iría. Todos le fallamos. Los Cuidadores habían estado esperando en la casa de Lacey la noche que vinieron a llevarla al Programa. La estábamos dejando en su entrada, y todavía puedo recordar las bromas de James sobre el coche desconocido que estaba allí, diciendo que era bastante tarde para que sus padres invitaran amigos, que quizás eran swingers1. Lacey sonrió pero no se echó a reír. Simplemente pensé que ella estaba cansada. Debería haberle preguntado si se encontraba bien.

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Pero no lo hice. Le dio a Miller un beso rápido y salió caminando hacia la casa. Apenas había entrado cuando la escuchamos gritar. Todos corrimos fuera del carro, cuando la puerta principal se abrió. Es un espectáculo que nunca saldrá de mi cabeza. A ambos lados de ella había hombres de bata blanca sosteniéndola mientras ella se retorcía, gritando que los mataría. Se las arregló para soltarse e intentó arrastrarse de regreso a la casa, llamando a su madre mientras los Cuidadores la arrastraban. Las lágrimas manchaban de rímel sus mejillas, y les rogó para que la dejaran ir. Miller empezó a avanzar hacia la casa, pero James lo agarró, envolviendo su brazo alrededor de su cuello para sostenerlo. ―Ya es muy tarde ―susurró James. Me volví para mirarlo ferozmente entonces, pero vi la devastación en su cara. El miedo. James se encontró con mis ojos para decirme que entrara al carro. James nos empujó a Miller y a mí al asiento trasero y luego se puso detrás del volante, arrancando el coche con rapidez. Miller se estaba aferrando a mi camiseta, rasgando el cuello mientras pasábamos. Y lo último que vimos fue a Lacey siendo electrocutada por un Cuidador, desplomándose en el suelo como un pez moribundo. 1

Swinger o swinging (también conocido como intercambio de pareja) es una actividad sexual no monógama que se puede experimentar en pareja. Se refiere al comportamiento que reconoce y acepta la ampliación del horizonte sexual en pareja; incluye un amplio rango de actividades eróticas y sexuales realizadas entre dos o más personas.

Me acerco a Miller, tratando de soltar sus dedos del volante. Cuando finalmente lo hace, se gira a mí. ―¿Crees que hay una oportunidad, Sloane? ―pregunta casi desesperadamente―. ¿Crees que hay alguna oportunidad de que me recuerde? La pregunta me ahoga, y presiono mis labios juntos para evitar llorar. No hay oportunidad. El Programa es invencible. El Programa funciona. Pero no puedo soportar decirle eso, así que me encojo de hombros. ―Nunca se sabe ―digo, luchando contra el sentimiento de pérdida―. Y si no, siempre puedes volver a presentarte cuando su post-cuidado termine. Empezar de nuevo. Una vez que este curada, Lacey podrá volver a su vida sin interferencia… A menos eso es lo que los volantes del Programa nos dicen. Pero nunca he visto a uno de los que regresan volver a su antigua vida. O siquiera querer. Secciones enteras de sus vidas han sido borradas, antiguas relaciones no significan nada para ellos. De hecho, creo que el pasado incluso los asusta.

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Miller piensa en esta nueva Lacey, la vacía. Quiere que lo recuerde, lo que construyeron juntos. Ambos, Miller y James creen que El Programa es un destino aún peor que la muerte. Lacey había pensado lo mismo. La razón de que sus propios padres la entregaran fue que encontraron una botella de Muerte Rápida en su habitación. Había estado planeando suicidarse y había comprado la droga de algún vendedor después de la escuela. Miller se odiaba por no haberlo sabido. James y yo a menudo nos preguntábamos si se hubiera suicidado sin ella. Cuando Lacey fue enviada lejos, Miller entró en su habitación porque sabía que sería borrado de su vida, que todos lo seríamos. Pero cuando llegó allí, sus fotos se habían ido, también su ropa y cosas personales. El Programa había dejado todo limpio. Todo lo que Miller tenía era un cuaderno que Lacey había dejado en su camioneta. Lo mantuvo, esperando que contuviera una pequeña pieza de ella. Nos sentamos en el río una tarde y miramos la letra de Lacey, riendo dónde dibujó caricaturas de nuestros maestros en los márgenes. Pero pronto, el cuaderno cambió. Los problemas de matemática se disolvían es espirales garabateadas en el papel con lapicera. Su mente estaba infectada, y era aparente a través de las páginas lo rápido que la depresión se había asentado. Sólo había sido en dos semanas. Odio El Programa y lo que nos hace, pero también sé que no quiero morir. No quiero que ninguno de nosotros lo haga. A pesar de todo, nuestra escuela tiene el récord de mayor supervivencia en el país. Así que de alguna forma enfermiza y

retorcida… supongo que El Programa funciona. Incluso si el resultado es una vida vivida a medias. James estaciona junto a mi ventana en el Honda destrozado de su padre. Sonríe cuando me ve, pero es demasiado amplia, demasiado normal. Asiente hacia Miller. ―Tu novio parece preocupado ―murmura Miller mientras vemos a James adelantándose a estacionar―. Eso nunca es una buena señal. James nunca se preocupa por nada. No respondo porque sé que no es verdad. Pero soy la única que consigue ver ese lado de James. De otro modo, él es nuestra roca. Nuestro sostén. Miller abre la puerta y sale, dejándome sentada un momento en el calor del sol que se filtra por el parabrisas. Afuera, una campana suena, señalando el final del día de los que han regresado, y trago duro.

20

Abro la puerta del pasajero y camino hacia donde James y Miller están hablando, y miro sobre mi hombro a la escuela mientras unos pocos estudiantes y Cuidadores comienzan a caminar hacia el estacionamiento. Sumpter es pequeño, con casi doscientos estudiantes en total. Pero ese número crece cada semana, con cinco escuelas filtrando a chicos por El Programa. Y dado que los doctores aclaman que el cerebro de un recién reincorporado es como un queso suizo, con agujeros donde las memorias solían estar, los pacientes necesitan cuidado posterior en un entorno seguro. Ahora los que han regresado se quedan allí hasta la graduación, lo que me hace dudar de su afirmación de “vida sin interferencia”. Cuando los tratamientos recién empezaban, los que regresaban eran enviados a la población general a empezar de nuevo. Pero después de que comenzaron a tener recaídas ―como recaídas del tipo función-cerebral-de-babearse-en-sí-mismos― inauguraron Sumpter y les asignaron una niñera temporal con una bata blanca y un arma de electrochoque. Aun así, los Cuidadores no son lo único a los que temer. Los que recién han regresado son una amenaza a sí mismos. En su confusión, pueden inadvertidamente entregarte por acosarlos, hacer que te envíen. Así que nadie se les acerca. Al menos, no hasta ahora. Al minuto en que alcanzo a los chicos, James me sonríe con seguridad. Es hora. Miller baja su gorra de béisbol y pone su teléfono en su oído mientras se aleja, pretendiendo charlar. Mi corazón golpea en mi pecho mientras la gente comienza a pasarnos. Solía conocer a algunos de ellos. Además de Sumpter, los que regresan no son vistos por la ciudad demasiado. Nuestra comunidad abrió un Centro de Bienestar hace unos meses para crear un “entorno seguro” para que los que han regresado y los normales pudieran

interactuar. Es una creencia del Programa que la asimilación es la clave de una completa recuperación, sólo que tiene que ser en sus términos, como observarnos de cerca en un centro de recuperación que sólo es una extensión del tratamiento. Pero mientras todos los estudiantes del distrito son forzados a completar tres horas de crédito por semestre allí, la mayoría de los que han regresado quieren ir. Obviamente, no conocen nada mejor. James falsifica pases y evita el Centro de Bienestar, llamándolo propaganda del Programa, una feria de ciencias con los que han regresado como mayor exhibición. En realidad, creo que el Centro de Bienestar fue hecho para probar que los que han regresado no son raros. Que pueden unirse a la sociedad después del tratamiento. Pero ninguna cantidad de comerciales mostrando niños con rostros sonrientes jugando al fútbol nos librará de nuestros miedos. No he completado ninguno de mis créditos de Bienestar de este semestre aún, pero por lo que he escuchado, los que han regresado van al Centro con sus Cuidadores. Eso solo resalta lo diferentes que son. Han sido reseteados, emocional y socialmente.

21

James debe sentir mi ansiedad porque sus dedos encuentran los míos y los toma un segundo antes de soltarme. ―Pase lo que pase ―dice―, sólo sigue la corriente. ―No es de ayuda. ―Pretenderemos estar en un viaje de estudio. Elevo mis ojos a los de él. ―¿En serio? ―Bueno, te dejaría golpearme con ira y celos para llamar la atención, pero esa clase de comportamiento hostil está mal visto. ―James, aún no… ―¿Qué están haciendo ustedes dos aquí? ―Una voz gruesa nos corta. Salto, pero James está controlado cuando se gira al Cuidador mirándonos. Varios de los que han regresado se detienen, notándonos. Sus ojos son amplios y curiosos, expresiones inocentes que me hacen sentir pena por ellos. Dana Sanders está atrás, sin recordar que salió con mi hermano por un año. Cierro mi boca y dejo que James hable. ―Proyecto escolar ―dice suavemente, alcanzando su bolsillo―. El Dr. Ryerson dijo que podíamos monitorear el estacionamiento para ver lo bien que se readaptan los que han regresado. Está realmente orgulloso de los alcances que ha hecho El Programa en la modificación del comportamiento. ―James saca un papel,

firmado por el “Dr. Ryerson”, quien estoy segura que no solo no existe, sino que también es irrastreable. El Cuidador mira la nota mientras mi pulso continúa golpeando en mis oídos. Detrás del hombro del hombre, finalmente la veo, y cada uno de mis músculos se tensa. Lacey Klamath ―mi mejor amiga además de James y Miller― está caminando por el estacionamiento con libros de textos presionados contra su pecho. Su cabello ahora es rubio pálido y recogido en una coleta alta. Usa jeans y zapatos bajos con una chaqueta de mangas cortas abotonado en la cintura. Se ve tan distinta que estoy lista para gritar. Esa… esa no es mi amiga. ―Sólo necesitamos unos pocos minutos ―dice James―. ¿Quizás unas pocas entrevistas? ―Siento un toque en mi brazo y guío mi mirada a James mientras él me sonríe, como si fuera parte de la conversación―. Así que ―continúa hacia el cuidador―, ¿te importa si nos quedamos un rato? James suena como la persona más estable en el mundo, pero sus uñas se están clavando en mi brazo, y sé que ha visto a Lacey también.

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―No ―dice el Cuidador, sacudiendo su cabeza―. Pueden hablar con ellos en el Centro de Bienestar. Esta es una escuela privada, y cualquier declaración oficial debería venir de… ―Miro más allá de él y veo a Miller. Camina directamente hacia Lacey, y cuando se detiene frente a ella, contengo mi respiración. La cabeza de ella se dispara arriba cuando él dice algo―. Tendré que pedirles que se vayan ―nos dice el Cuidador―. Ahora. ―Luego saca su radio y dice un código que no reconozco. ―¿Qué tal si no hablamos con ellos? ―pregunto rápidamente, tratando de conseguir un minuto más. Un segundo Cuidador cruza el estacionamiento, y temo que irá hacia Lacey y Miller, pero en cambio nos nota a nosotros y cambia de dirección. Estamos fuera de lugar aquí, y de repente pienso que este riesgo es demasiado grande. ―No ―dice el Cuidador―. Y no voy a pedirles que se vayan otra vez. El miedo me ataca porque no sé qué hacer a continuación. Sólo entonces Miller empuja por la multitud, su cara decepcionada. ―Vámonos ―nos dice mientras continúa su camino a su camioneta. ―¿Quién es ese? ―pregunta el Cuidador, señalando la espalda de Miller. ―El que nos lleva ―dice James y toma mi mano―. Bueno, gracias por tu ayuda. ―Él nos aleja, asintiendo hacia los Cuidadores. Nos giramos, nuestros pasos rápidos pero no demasiado. Cuando casi estamos en la camioneta, James inclina su cabeza a la mía―. Nunca los mires de vuelta ―dice―. Nunca mires de vuelta.

Miller espera en su camioneta, su gorra baja para proteger su cara. No quiere ser reconocido como el ex novio de Lacey. No estamos seguros de si los Cuidadores vigilando a los que han regresado son dueños de ese tipo de información, es mejor no correr riesgos. Espero que no sepan quiénes somos. El estacionamiento comienza a vaciarse, y el Cuidador que nos habló ya se ha ido, pero veo al otro con Lacey. Él sostiene la puerta mientras ella sube al asiento del pasajero de un auto, y luego él cierra la puerta y nos mira con sospecha mientras camina a su lado. Detrás de la ventana, los ojos de Lacey nos encuentran, su mirada en blanco. El Cuidador le pregunta algo cuando sube al auto, y ella hace una pausa de un minuto antes de sacudir su cabeza. Miro a otro lado entonces, sintiéndome rota. Lacey no nos conoce. Ni siquiera a mí. Ninguno habla mientras su auto se aleja, la nueva Lacey dejándonos atrás en el asfalto. Cuando se ha ido, Miller se inclina contra el capó de su camioneta con una expresión ilegible.

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―¿Bien? ―pregunta James. Miller levanta su cabeza, sus ojos marrones aguados. ―Nada ―responde―. No recuerda absolutamente nada. James traga con dificultad. ―Lo siento ―dice―. Creí que quizás… Miller exhala. ―Sabes, hermano, realmente no quiero hablar de ello ahora mismo. James asiente mientras se paran allí pasivamente, pero no puedo romper el silencio y ponerme entre ellos. No quiero renunciar a Lacey, pero me siento perdida. Perdida e indefensa. ―¿Y ahora? ―le pregunto a Miller. ―Ahora ―dice, uniendo su mirada a la mía―. Ahora vamos a nadar y pretendemos que el día de hoy nunca sucedió. ―No creo… ―Correré a casa a buscar mi bañador ―interrumpe Miller, girándose―. Los veo en el río.

James me dispara una mirada de pánico como diciéndome que no deje a Miller solo. No estoy segura de poder manejar nada más hoy, pero mientras Miller ronda el camión, lo llamo. ―Espera ―digo―. Te haré compañía, y James puede encontrarnos allí. ―Más tiempo para que yo me desvista ―dice James, bromeando―. Quizás incluso encuentre a alguien más para que ponga loción en mi espalda. ―Buena suerte con eso. ―Miller ríe y trepa al asiento del conductor. Miro de vuelta a James una última vez, y me da su sonrisa usual, ancha y soberbia. Pero no es real. A veces creo que nunca lo es. James es el mejor escondiendo el dolor, disfrazando los sentimientos. Sabe lo que se necesita para mantenerse fuera del Programa. Él nos mantendrá a salvo. Lo prometió.

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Capítulo 3 Traducido por Katt090 Corregido por Nony_mo

―E

stás usando demasiada ropa ―dice James desde el río mientras nada hacia mí. Estoy sentada en la hierba, el sol brillante hace a los ojos de James azul claros. Me detienen de decir algo listillo de vuelta. Son magníficos y notables, y amo la forma en que me mira. Como si hubiera leído mis pensamientos se pone de pie en el agua, sacudiendo su cabello.

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―Deberías entrar ―dice. No está desnudo. No completamente. Lleva calzoncillos bóxer negros que cuelgan bajo. Sonrío, mirando el agua gotear por su piel a medida que camina hacia mí. ―Amigo, ponte algo de ropa ―dice Miller mientras aparece sobre la colina. Él está vestido con su traje de baño, dos toallas sobre su hombro. Arroja una a James. James me lanza otra mirada y guiños, como si dijera que me perdí una gran oportunidad. Es probable que tenga razón. No es que hubiera ido a nadar. Ni siquiera sé cómo. James se seca el cabello con la toalla de rayas azules. ―Lo siento si mi físico está intimidándote ―le dice a Miller―. No tuve tiempo para ir a mi casa. ―O estás evitándolo porque robaste el carro de tu papá ―agrega Miller. James sonríe. ―Algo por el estilo. ―¿Alguien tiene comida? ―pregunto, apoyándome en los codos. Entorno mis ojos contra el sol cuando miro por encima del hombro a Miller. Su rostro todavía pálido, y sé que debe estar pensando en Lacey. Ella solía venir a nadar con nosotros. Solía ser uno de nosotros. ―¿Barra energética? ―La pesca en su bolsillo y luego me lanza una. Miro hacia él y gimo. ―No me gusta la mantequilla de cacahuete. Miller niega.

―Lo siento, no tengo tiempo para cocinar lasaña, princesa. La próxima vez voy a ser más considerado. ―Es bueno saberlo. James pone su toalla en el césped junto a mí y luego se extiende boca abajo, mirándome abrir la envoltura. ―Me gusta la mantequilla de maní ―dice tranquilamente. Me río y paso la PowerBar hacia él. Antes de que él muerda, entorna los ojos y asiente con la barbilla hacia mí. ―¿Qué? ―pregunto. ―Dame un beso ―susurra. ―No. ―A pocos metros de distancia Miller está estirándose y bajando su propia toalla, preparándose para darse un baño. Sí, articula James.

26

Niego, no queriendo hacer sentir a Miller incómodo. Antes no habría importado. Él y Lacey a veces pasaban la primera mitad de nuestras visitas a nadar en el carro. Pero ahora me parece mal besar delante de él. Sal en una herida abierta. Las cejas de James se unen mientras parece darse cuenta de ello también. Pone su mejilla sobre sus brazos cruzados y me mira con solemnidad. Llego a acariciar con mis dedos por su hombro, sobre los nombres en su brazo: Brady. Hannah. Andrew. Bethany. Trish. Y son pocos los que murieron. La lista no incluye a los que fueron llevados por El Programa. Ni siquiera incluye a Lacey. ―¿Está el agua fría? ―le pregunta Miller, mirando el río. ―Claro que sí ―responde James, sin apartar la mirada de mis ojos―. Se siente bien, sin embargo. Miller asiente, luego camina hacia el agua. Una vez que está vadeando a cabo, me bajo a descansar mi mejilla en el brazo de James, mi rostro cerca del suyo. Mi corazón está adolorido. Mi confianza se ha desgastado. ―Dime que va a estar bien ―le digo seriamente. No vacila. ―Todo va a estar bien, Sloane. Todo va a estar bien. ―No pone emoción detrás de sus palabras, pero le puedo creer. Nunca ha renunciado a mí. Así que me inclino y lo beso.

Hay un chapoteo detrás de nosotros, y los dos miramos al agua. Aguanto la respiración mientras el río parece tragarse las ondas, suavizado abajo con la corriente lenta. James se sienta a mi lado, mirando el agua. Y no es hasta que Miller atraviesa la superficie de nuevo, gritando sobre el frío que hace, que nos tranquilizamos de nuevo. Agradecidos de que vino a tomar aire.

Cuando nos vamos, conduzco a casa con James, con la cabeza apoyada en la ventana a medida que veo el camino. Está tomando el camino más largo, la ruta que serpentea a través de las granjas y colinas. Es hermoso y pacífico, y por un minuto casi se puede creer que vivimos en un mundo hermoso y tranquilo. ―¿Crees que Lacey vendrá de vuelta a nosotros con el tiempo? ―pregunto.

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―Sí. ―James enciende la radio, pasando las estaciones hasta que encuentra una canción pop horrible, con un gancho pegadizo―. ¿Quieres ir a un lugar este fin de semana? ―pregunta, fingiendo que nunca he mencionado a nuestra amiga―. Estoy pensando en acampar en la costa. Miro de reojo. ―Yo no hagas eso ―digo―. No cambies el tema. James no gira hacia mí, pero su mandíbula se aprieta. ―Sabe que tengo que hacerlo ―murmura. ―Quiero hablar de ello. Hace una pausa, y luego comienza de nuevo quedamente. ―Voy a pedir prestada la tienda de Miller porque es más agradable, pero él dijo que no quiere venir. No sé, tal vez eso es una buena cosa. Podemos ser todos románticos. ―Trata de sonreír, pero no me mira. ―La echo de menos ―digo, mi cara escociendo con el comienzo de un llanto. James parpadea rápidamente, como si estuviera conteniendo las lágrimas. ―Incluso me voy a comprar esas cosas salchichas asquerosas que te gustan. ¿Cómo se llaman? ―Kielbasa. ―Repugnante. Voy hacer parrilla de kielbasa y vamos a asar malvaviscos. Si eres buena incluso te traeré chocolate y galletas integrales.

―No puedo hacer esto ―susurro, sintiendo como si pudiera romperse en mil pedazos afilados y dentados―. Me duele mucho. No puedo mantenerlo adentro, James. Él hace una mueca al oír mis palabras, y luego presiona el freno, guiando el carro al lado de un tramo desierto de la carretera. Ya estoy cayendo a pedazos mientras él se detiene y se desabrocha el cinturón de seguridad. Me agarra más o menos y me tira en él, apretándome contra su pecho mientras sus manos hacen nudos en mi cabello. ―Hazlo ―dice, con la voz quebrada. Y entonces lloro. Sollozo en su camiseta, maldiciendo al Programa. Al mundo. Grito por Brady y mis amigos, llamándolos cobardes por dejarnos. No entiendo por qué les gustaría hacernos esto a nosotros, arruinando nuestras vidas, tomándola por sí mismos. Grito hasta que las palabras ya no son reconocibles, sólo suenan ahogadas por la emoción. Pérdida indescriptible.

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Y después de veinte minutos de esto, estoy tan agotada que apenas doy un quejido, todavía aferrándome a la camisa mojada de James. Sus brazos nunca fallan a mi alrededor. Él nunca me interrumpe. Cuando por fin estoy tranquila, se inclina para besar la parte superior de mi cabeza. ―¿Mejor? ―pregunta en voz baja. Asiento y empiezo a enderezarme, con la sensación de mi cara hinchada. Cuando estoy sentada, él tira de su camiseta sobre su cabeza, y luego la aprieta en su mano para limpiar mis lágrimas y mi nariz que moquea. Sus ojos azules me miran mientras arregla mi cabello y se asegura de que no hay rímel manchado. Me pone de nuevo unida como siempre lo ha hecho. Cuando ha terminado, lanza su camiseta en el asiento trasero. Mira hacia abajo en el volante y toma una respiración profunda. Yo tomo una también. ―Va a estar bien, Sloane. Asiento. ―Dilo. ―Todo va a estar bien ―repito, le devuelvo la mirada. Él sonríe, extendiendo la mano para tomar mi mano antes de besarla. ―Vamos a salir de esto ―añade, pero se ha girado de nuevo a la carretera, y suena más como si estuviera tratando de convencerse a sí mismo que a mí. Cuando estamos conduciendo de nuevo, reviso mi reflejo para ver qué tan grave es el daño. Mis ojos están enrojecidos, pero no es terrible. Vamos a tener que

conducir por un poco más, al menos hasta que la aparición de manchas se desvanezca. No puedo dejar que mis padres me vean llorar. ―James Murphy ―digo, mirando al sol desvanecerse en el horizonte―. Te amo con locura. ―Ya lo sé ―responde con seriedad―. Y por eso no voy a dejar que te pase nada. Somos yo y tú, Sloane. Solo nosotros. Para siempre solo nosotros.

Mi madre está esperando en el porche cuando James acerca el carro de su padre a la acera. Ella exhala, su mano en su pecho, como si pensara que estaba muerta porque estoy más de dos horas tarde y no he llamado. No quiero salir y enfrentarme a ella.

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―Lo conseguiste ―dice James, prendiendo luz―. Dile que traté de enseñarte a nadar en el río hoy. Ella apreciará eso. ―¿Sí? ¿Puedo decirle cómo intentaste desnudarme en el asiento trasero de este carro antes de salir, también? Se encoge de hombros. ―Si ella es tan curiosa. Me río y luego me inclino para besarlo rápidamente en los labios. Nunca he aprendido a nadar. No es culpa de mi aplastante miedo ―que tengo ahora―, sino porque cuando éramos más jóvenes mi hermano tomó clases mientras yo estudiaba ballet. Y cuanto más tiempo pasaba, más miedo tuve de no salir del agua. Ahora deseo haber aprendido con Brady. Podría haberlo salvado. Me pongo detrás de James, la tristeza colándose por mi piel mientras me mira. ―Buenas noches, Sloane ―susurra. Asiento, extrañándolo ya, y luego saliendo del coche. ―¿Por qué James no tiene una camisa? ―Es lo primero que sale de la boca de mi madre. Contengo mi sonrisa. ―Me estaba enseñando a nadar ―digo mientras me paso al porche, manteniendo la cara hacia abajo.

―Oh, eso es bueno, supongo ―dice ella, como concediendo―. Pero estaba preocupada, cariño. La escuela llamó y dijo que te fuiste temprano de la terapia, pero luego cuando no llegaste a casa a tiempo… Quiero decirle que deje de preocuparse por mí, porque El Programa ya nos mira con suficiente atención. Quiero decirle que esta presión va a matarme. Pero atacando solo empeorará las cosas, así que en lugar de eso sonrío alegremente. ―Lo siento, no llamé ―digo―. Cuando James me recogió en la terapia decidimos ir al río. Es un día tan hermoso. Mi madre mira hacia el cielo como confirmando esto, y luego se toca de manera protectora en el brazo. ―Tienes razón ―dice―. Y me alegro de que estés disfrutando, Sloane. Es agradable ser feliz. ―Su expresión se oscurece―. Es sólo que después de que tu hermano… ¿Qué pasa si tú…? ―Hace una pausa, ahogándose en sus propias palabras.

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―Todo va a estar bien, mamá ―le respondo, las palabras robóticas en mi boca de la cantidad de veces que se las he dicho. El número de veces que James me las ha dicho a mí―. Todo va a estar bien. ―Y luego abro la puerta y entró.

Capítulo 4 Traducido por AariS Corregido por Nony_mo

―A

sí que, ¿cómo estuvo la escuela? ―pregunta mi padre cuando apuñalo mi chuleta de cerdo mientras nos sentamos en la mesa de la cena. Levanto la mirada, acostumbrada a esta conversación. Las expresiones de mis padres están tan desgastadas, y aun así me miran fijamente como si fuera su última esperanza para sobrevivir. ―Bien.

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Mi madre sonríe, dándole a mi padre una tranquilizadora mirada de reojo. Normalmente, a partir de aquí nuestro tema cambiaría a las últimas noticias: cómo el noroeste tiene la tasa más alta de suicidio del país. ¿Podría ser por la lluvia? Que la incidencia de suicidio está extendiéndose a otros países desarrollados y le están prestando especial atención al Programa, esperando adoptar uno propio. Y mi favorito, cómo un científico o doctor ha afirmado haber encontrado una cura, propaganda de las compañías farmacéuticas que han perdido ingresos por la prohibición de los antidepresivos. Pero esta noche estoy demasiado aislada para sostener mi parte de la conversación. La forma en que Lacey regresó, vacía de esa manera, me hace odiar la vida. Y me hace echarla de menos incluso más. Antes de que estuviera saliendo con Miller, Lacey solía salir con imbéciles. Decía que los chicos malos era su sabor favorito. Siempre eran mayores, demasiado mayores para ir al Programa. Puedo recordar a un chico en particular, Drake. Tenía veinte y conducía un Camaro. Nosotras teníamos dieciséis. Lacey apareció en mi casa una noche llevando gafas de sol, y supe que algo iba mal. Fuimos rápidamente a mi habitación antes de que mi madre pudiera verla. Cuando se quitó las gafas, vi que tenía un ojo morado, y cortes arriba y abajo por su brazo. Dijo que Drake la había empujado por la puerta del pasajero, mientras el coche estaba aún moviéndose. Mirando hacia atrás ahora, viendo cómo lloraba porque no quería que sus padres lo descubrieran, me pregunto qué más escondió Lacey de la gente. Cuánto la conocía realmente. Decidimos que no podía cubrir las marcas así que escenificamos su caída en mi porche delantero, llamando a mis padres para verla herida, creando la coartada. Nunca me contó nada más acerca de Drake aunque se lo conté a James y él le dio una paliza.

Mentí por Lacey entonces, justo como me mentí a mí misma cuando ella fue infectada. Tal vez si fuera una mejor amiga podía haberla mantenido fuera del Programa. Tal vez estamos todos enfermos. ―No estás comiendo ―dice mi madre, interrumpiendo mis pensamientos―. ¿Va todo bien? Levanto la vista, sobresaltada. ―Lacey regresó hoy ―digo, mi voz vacilante. Los ojos de mi padre destellan con preocupación, y durante un segundo creo que lo entienden. Que puedo decirles la verdad acerca del Programa, cómo nos devuelve vacíos. ―¿En serio? ―Mi madre suena nada menos que alegre―. Bueno, mira. No fue muy largo. Tengo un arranque de valentía y vuelvo a bajar la vista a mi plato, la chuleta de cerdo masacrada alrededor del hueso, la compota de manzana entremezclándose con todo. ―Fueron seis semanas ―murmuro.

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―Exactamente ―responde mi madre―. Pasaron más rápido de lo que pensabas. Me recuerdo a mí misma la divulgación parental que usa El Programa, grupos de apoyo semanales para padres de adolescentes fallecidos, acceso a los últimos avances en sus métodos. Es como si El Programa aprendiera a llegar a nosotros a través de nuestra vida familiar. Creo que pueden llegar a nosotros en todas partes. ―¿Y cómo se veía? ―pregunta mi madre―. ¿La viste en el Centro de Bienestar? Mis uñas están cavando en mi vaqueros, en la piel por debajo. ―Sí ―miento―. Y es rubia de nuevo. Está… completamente diferente. ―Apuesto a que se ve preciosa ―dice mi madre―. Los que han regresado siempre parecen tan sanos, ¿no es así, Don? Mi padre no responde, pero le siento mirándome. Me pregunto si está midiendo mi reacción, yendo mentalmente a través de la lista de verificación “¿Está su hijo deprimido?” que El Programa les proporcionó. No estoy segura de tener la fuerza para poner la máscara, pero levanto la mirada de todos modos. Y sonrío. ―Se ve muy bien ―contesto―. Con suerte será capaz de pasar el rato de nuevo pronto. ―Solo dale tiempo para sanar ―dice mi madre, sonriéndome como si estuviera orgullosa―. Gracias a Dios por El Programa. Está salvando tantas vidas.

Mi estómago da una sacudida y me pongo de pie rápidamente, no queriendo llorar cuando he llegado hasta aquí en la conversación. ―Fregaré los platos esta noche ―digo, agarrando mi plato―. Después de eso tengo una tonelada de deberes. Corro de la habitación, entrando en la cocina justo cuando las lágrimas comienzan a picar en mis ojos. Necesito hacer algo antes de romper en sollozos delante de ellos. Hay un panfleto para El Programa situado junto a nuestro teléfono en la sala de estar, algo que todos los padres recibieron cuando nuestro instituto pasó a formar parte del experimento. Pero para mí ese papel es como una amenaza, siempre recordándome el siguiente paso si cometo un desliz. Así que no cometo deslices. Nunca. Miro alrededor de la cocina y mi mirada descansa en la estufa de gas. Acercándome, la enciendo, las llamas volviendo a la vida en tonos de azul y naranja. Voy a morir si no lloro justo ahora. La tristeza va a rasgar a través de mi pecho y matarme.

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Pero en su lugar, giro mi brazo, la parte sensible expuesta, y la pego al fuego. La quemadura es inmediata y grito de dolor, retrocediendo mientras cubro el área automáticamente con la mano. Mi cuerpo entero reacciona, como si toda yo estuviera en llamas. Decido que me gusta. Me gusta el dolor y la distracción. Lágrimas ruedan por mi cara incluso aunque la liberación emocional se siente bien, y caigo en el suelo de baldosas. Mis padres entran corriendo, y en el minuto en que lo hacen levanto mi brazo, el área ampollada rojo brillante contra mi piel. ―Me quemé ―sollozo―. Me incliné sobre la estufa para tomar la sartén y el quemador debe haberse encendido. Mi madre jadea y corre a apagar el quemador. ―Donald ―dice―. Te dije que pusieras las ollas en el fregadero. Él se disculpa y se arrodilla junto a mí. ―Déjame ver, cariño―. Y hacen alboroto, dejándome llorar tanto como quiero porque creen que fui herida accidentalmente. No tienen ni idea de que en realidad estoy llorando por Lacey. Por Brady. Y, sobre todo, por mí misma.

James suspira. ―No deberías haber empezado en el carro. ―Su voz es preocupada al otro lado del teléfono mientras lo sostengo contra mi oreja. Estoy hecha un ovillo en la cama, mi brazo vendado y el Tylenol PM haciéndome soñolienta―. Ese es el problema, Sloane. Una vez que empiezas, puedes no ser capaz de parar. ―Hace una pausa―. No debería haberte dejado llorar. ―Sólo tenía que lamentarme un poco ―digo―. No todos podemos conseguir tatuajes. ―Esto no es acerca de mí. Ahora, ¿qué tan grave es la quemadura? ―pregunta. ―Ampollada. ―Maldita sea. ―Hay un frufrú, y lo imagino frotándose la cara toscamente―. Voy para allá. ―No ―digo―. Es tarde. Voy a caer dormida pronto de todos modos. Puedes ser cariñoso conmigo mañana. ―Voy a patear tu culo mañana.

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Sonrío. ―¿En serio? ¿De verdad lo crees? ―Ve a dormir, Sloane. ―No suena ni de cerca tan entretenido como lo haría normalmente―. Estaré ahí temprano para recogerte. Y por favor ―dice James―, no hagas cualquier otra cosa estúpida esta noche. Trago saliva duramente, demasiado exhausta para llorar más, y acepto. Después de colgar, tiro del edredón por encima de mi cabeza. Pienso en mi hermano en mis últimos momentos de consciencia, la culpa pesada en mi pecho. A veces duele tanto que pretendo que nunca existió en absoluto, como si eso pudiera hacerme bien. Pero luego recuerdo su sonrisa, sus bromas, su… vida. Y entiendo lo que mis padres han perdido y por qué están tan preocupados por mí. Me pregunto si yo sería diferente si fuera ellos, pero no sé la respuesta.

Siento un ligero toque en mi mejilla, y mis ojos aletean abriéndose. James me mira mientras permanece de pie junto a mi cama, su cara preocupada. ―Vamos a llegar tarde a la escuela ―dice―. Tu madre finalmente me envió aquí arriba para buscarte.

Me siento confundida y miro el reloj, viendo que son pasadas las ocho. Me incorporo sobre mis codos y miro alrededor de la habitación, desorientada. Cuando lo hago, James se mueve para sentarse al borde de mi cama. ―Déjame ver tu brazo ―dice, tomándolo antes de que pueda estar de acuerdo. Quita el vendaje y me contraigo de dolor. ―Estoy realmente no feliz contigo ahora mismo ―dice, sin mirarme, simplemente examinando mi quemadura―. Me gusta tu piel sin las cicatrices. ―Sus ojos se encuentran con los míos, y luego se inclina hacia abajo para besar justo por encima de la parte sensible en mi brazo. Se sube en la cama y se mete bajo las sábanas a mi lado, sin importarle que mis padres estén escaleras abajo y podrían subir en cualquier segundo.

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―Sé que no es fácil ―susurra, su aliento cálido cuando sus labios tocan mi oreja―. Pero tenemos que abrirnos paso. ―Recoge uno de mis rizos y lo retuerce alrededor de su dedo, envolviéndolo y desenvolviéndolo―. Cada mañana pienso que será este el día que me enferme. El día que los Cuidadores me marcarán, me llevarán. Y no quiero salir de la cama. Pero lo hago. Porque no puedo dejarte aquí sola. Ante el pensamiento de perderlo, extiendo la mano para tomar la suya, apretando mis dedos contra los suyos. ―Tenemos que fingir para hacerlo ―dice, sonando amargo―. Y no lo hago sin ti, nena. Brady nos dijo que cuidemos el uno del otro, y no voy a defraudarlo de nuevo. ―Estoy cansada de fingirlo. ―Yo también. ―Aspira―. Yo también. Tira de nuestras manos unidas a su boca y besa la mía. Luego se da la vuelta y pone sus labios en mi cuello. ―Saltémonos la escuela ―murmura entre besos―. Vamos a decir que tienes una cita e ir al río, a pasar el tiempo sin hacer nada en el sol todo el día. Sonrío. ―¿No hicimos eso ayer? ―Sí. Pero puedo aprovechar otro día libre. ―Toma mi muslo y lo pone encima del suyo, inclinándose para besar mi clavícula. ―Para ―digo, pero soy poco entusiasta. La verdad es, puedo aprovechar el calor que James me da. Pero antes de que lleguemos demasiado lejos, suspira y se aleja.

―Tienes razón. Realmente no debería tomar ventaja de ti cuando estás herida. ―Se sienta, echando hacia atrás la manta y exponiendo mi pijama―. Ponte una falda, tal vez ―dice―. Mirar tus piernas siempre me pone de mejor humor. ―Muestra esa amplia sonrisa mientras se levanta. Va a mi puerta y se detiene, su fachada casi desmoronándose. Pero sin mirar atrás, asiente y luego baja las escaleras.

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Capítulo 5 Traducido por Lola Irina y Auroo_J Corregido por Nony_mo

C

uando entramos al estacionamiento, voy a entrar al carro cuando James atrapa mi mano. ―Oye ―dice seriamente―. Tengo que decirte algo antes de que

entremos.

Mi corazón da un vuelco. ―¿Qué? ―No deseaba decirte nada cuando estábamos en tu casa, pero Miller lloró en el dormitorio de Lacey anoche, esperando hablar con ella. Él piensa que podría ser marcado hoy. Voy a dejarle que te diga el resto. Pero él está bien. Está vivo.

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Bajo la cabeza y trato de recuperar el aliento, tomando mi mano, la que tenía James antes de descansar en el panel fuertemente. ―¿Él está bien? ―pregunto, mirando hacia los lados. Asiente, pero hay algo en su expresión que me impide sentirme aliviada―. ¿Crees tú que van a venir por él? ―pregunto. ―Espero que no. Cierro los ojos y tiro mi cabeza hacia atrás contra el asiento. ―¿Por qué hizo eso? ―Me quejo―. ¿Por qué él no sólo espera? ―No sé ―dice James―. Pero pienso que debemos irnos temprano hoy, tal vez después del almuerzo. Tenemos que mantener un perfil más bajo por aquí. ―Lo dice el tipo que fingió un proyecto escolar en Sumpter. ―Eso fue diferente. Estaba intentado ayudar a Miller. ―Fue estúpido ―digo―. Tenemos que hacerlo mejor. Es nuestra culpa si se lo llevan. ―Lo sé. ―James se quiebra―. ¿Piensas que no lo sé? Nos miramos el uno al otro, sus facciones asumen un borde salvaje. James se siente responsable por la muerte de mi hermano. Por mi seguridad, y la seguridad de Miller. Es sólo la forma en que él es. Y a veces soy lo suficiente estúpida para creer que realmente puede mantenernos a salvo.

―Sé todo lo que piensas ―murmuro, la desesperación instalándose en mi pecho. La expresión de James se suaviza ―Ven aquí ―dice. Al principio no me muevo, la amenaza inminente de Miller haciendo que el espacio en el carro, en el mundo, sea sofocantemente pequeño―. Sloane, te necesito ―añade James, su voz gruesa. Y cuando oigo su suplica, empujo a un lado todo lo demás. Me apoyo en él, clavando mis uñas en su espalda mientras me agarro a él. Vacila, y luego me aprieta con más fuerza. En el momento en que cumpla los dieciocho años, James y yo dejaremos la ciudad, iniciaremos en algún lugar. Pero aún no podemos irnos. Ellos nos encontrarán, emitirían una Alerta Ámbar como una manera de localizarnos. Nosotros nunca llegaríamos lejos. Nadie alguna vez ha escapado antes. Nos mantenemos cerca hasta que la mano de James se desliza sobre mi muslo desnudo justo por debajo del dobladillo de mi falda, su respiración profunda.

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―Mis labios están cansados de hablar ―susurra junto a mi oído―. Ahora bésame y hazme olvidar ―dice él. Me retiro para ver la tristeza en los ojos de James, la mezcla de deseo allí. Así que le susurro que lo amo, y luego subo a su regazo y lo beso, como si fuera el último que vamos a tener.

En la clase de Economía, miro a Miller cuando se sienta a mi lado, con la cabeza baja, dibujando en el bloc de notas que tiene debajo de su escritorio. Estoy comprobando sus gestos para ver si hay algo que puede hacer que le marque. Él parece estar bien. ―¿Y bien? ―susurro cuando el maestro comienza a pasear devolviendo las evaluaciones―. ¿Qué pasó con Lacey? Miller hace una pausa en su esbozo. ―Me deslice a través de la ventana después de que sus padres estuvieran dormidos. Traté de decirle que no iba a herirla, pero ella se puso a llorar. ―Él niega ―. Pensó que estaba allí para matarla o algo así. Quién sabe lo que El Programa le ha dicho acerca de mí

Puse mi mano en mi frente, apoyando mi codo en mi escritorio. Esto es un desastre mayor. Esto es suficiente para hacer que lo lleven lejos con seguridad. ―¿Llamó a sus padres? ―No ―dice Miller―. Me dijo que saliera, incluso después de que traté de explicarle quién era, me dijo que saliera. ―Su tono es plano―. Supongo que estaba esperando que en algún nivel todavía pudiera amarme. ―Él mira, con los ojos vidriosos―. ¿Crees que ella podría? ―Sí ―digo―, lo creo. Pero Miller, tú podrías haber sido arrestado. Enviado lejos. ¿Y luego qué? ¿Yo qué haría sin ti? ―Tenía que intentarlo. No renunciarías a James. Hago una pausa ―No, no lo haría. ―Él asiente, pareciendo arrepentido de que hizo la comparación, y vuelve a su bloc de notas―. ¿Vas a seguir intentándolo? ― pregunto. ―No tiene sentido ―responde―. Ella no es la misma persona. Ni siquiera pienso que se enamorará de mí otra vez.

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Contuve las lágrimas. ―Lo siento. ―Lo sé ―dice―. Tengo que continuar, ¿no? Al menos eso es lo que mi mamá me dice. ―La madre de Miller nunca estuvo loca por Lacey en primer lugar. Esperaba que su hijo terminara con alguien más en el lado alegre. Pero en nuestras vidas, no hay casi nadie lleno de vida. Y aquellos que se han ido por lo general van al Programa. ―Miller, tu no… ―¿Sloane Barstow? ―me llama el Sr. Rocco, y luego me deslumbra en silencio. La cabeza de Miller esta abajo cuando continúa garabateando en su bloc de notas debajo del escritorio, pero estoy aliviada de que no está planeando ninguna locura. Si solo podemos mantenernos juntos a través de esta última amenaza, sobreviviremos. Y tal vez dentro de unos meses, cuando su monitoreo esté acabado, podremos convencer a Lacey para convivir con nosotros otra vez. ―James y yo nos iremos después del almuerzo ―le susurro cuando estoy segura de que el profesor no está mirando―. ¿Estás dentro? ―Demonios, sí. ¿Piensas que estoy aquí para aprender? Sonrío. Miller suena como él mismo por primera vez en el día de hoy. Justo antes de enviarle un mensaje de texto a James diciéndole que él está dentro, miro una vez más a Miller , capturando lo que está dibujando en su bloc de notas. Un

espiral negro y grande llenando toda la página. Me vuelvo hacia el frente, fingiendo no darme cuenta. En mi bolsillo, el teléfono vibra. Secretamente lo extraigo y compruebo el mensaje. MANTEN CERCA A MILLER. CUIDADORES EXTRAS EN LA ESCUELA. ―Miller ―le susurro―. James dice que hay más Cuidadores hoy. ¿Piensas que están aquí por ti? Miller lame su labio inferior, como si lo considerara, entonces asiente. ―Podría ser. Vámonos antes del almuerzo, entonces ―dice―. Iremos a mi casa. Estoy de acuerdo con él y le envío un mensaje de texto a James, complacida de irnos. La última cosa que quiero es ver a mi mejor amigo ser llevado lejos. Una vez más.

40 Me siento al lado de Miller en su sofá de estampado floreado cuando James está en la cocina hurgando en su refrigerador. Miller se muerde la uña del pulgar, y cuando se mueve al siguiente dedo, veo que todos ellos están mordidos dolorosamente cortos, sangrando debajo de las astillas de la uña incluso. Extiendo la mano y golpeo su mano lejos de su rostro y él la descansa en su regazo. ―La vi en el camino a la escuela hoy ―dice Miller, mirando por la ventana. ―¿A Lacey? ―Sí. Condujo por Sumpter y la vi en el estacionamiento, hablando con Evan Freeman. Ella… estaba riendo. ―Miller comienza mordiendo sus uñas de nuevo, pero no lo detengo. En lugar de ello inclino mi cabeza en el hombro de Miller y miro por la ventana con él. Los que regresan no se les permite acercarse demasiado a la gente por un par de meses después de reincorporarse, pero se les permite hacer un par de amigos, especialmente si ellos también son graduados exitosamente en El Programa. Supongo que los Cuidadores imaginan que si los dos están limpios, no pueden ser malas influencias el uno para el otro. Antes de Miller, Lacey realmente había salidos en unas pocas citas con Evan Freeman. Nos dijo que él usaba demasiado la lengua.

Y ahora, el hecho de que Lacey estaba hablando con él ―riéndose― todo esto sin darse cuenta de que ella ya lo conoce, me pone enferma. Es tan desconcertante que apenas puedo afrontarlo. ―¿Qué piensas que le hicieron allí? ―murmuro, no estoy segura de que realmente deseo una respuesta. ―Ellos la diseccionaron ―responde Miller, escupiendo un poco de uña―. Abrieron su cabeza y extirparon las piezas, volviéndolas a poner juntas como un rompecabezas de carita feliz. Es como si ella no fuera real nunca más. ―No sabemos eso ―digo―. Aun ella podría ser la misma en el interior. Simplemente no lo recuerda. ―¿Y si ella nunca lo hace? ―Se gira hacia mí, una lágrima derramándose sobre su mejilla―. ¿Realmente piensas que algo puede ser alguna vez lo mismo otra vez? Ella está vacía, Sloane. Es de los muertos vivientes ahora.

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No quiero creer eso. He visto a los que regresan por casi dos años, y aunque nunca he tenido más que una conversación con uno de un pie a mi lado en la línea del centro comercial, estoy segura de que todavía son personas. Sólo… más brillante, como si todo estuviera bien. Les habían lavado el cerebro o algo así. Pero no están vacíos. No pueden estarlos. ―Hubiera sido mejor si ella se hubiera muerto ―susurra Miller. Me siento y lo miro. ―No digas eso ―digo―. Ella no está muerta. Y con el tiempo vamos a intentarlo de nuevo. Puede que ella no te conozca, Miller. Pero su corazón lo hará. Niega, sin mirarme a los ojos. ―No, me doy por vencido. Voy a dejar que se vaya al igual que el psicólogo dijo que debería. Después de que El Programa se la llevara, me sentenciaron, y a James y a Miller, a dos semanas de terapia intensiva diaria, terapia más allá de las evaluaciones habituales. Pidieron detalles, cosas que podrían utilizar en su tratamiento. Pero realmente creo que estaban tratando de ver si estábamos infectados también. Por suerte no lo estábamos. Quiero decirle a Miller que no siga adelante, que espere y trate de ganársela de nuevo. Pero en cierto modo, sé que tiene razón. La forma en que Lacey lucía, cómo actuaba. Ya no es la misma. Y probablemente nunca lo será. Recuerdo la primera vez que Miller se reunió con Lacey. Yo lo había traído a nuestra mesa, con la esperanza de presentarlos, pero Lacey estaba en la fila del almuerzo discutiendo con la señora de la caja registradora. Lacey llevaba este

vestido de rayas en blanco y negro ridículo que la hacía parecer como Beetlejuice 2, pero Miller consiguió esta expresión de cachorro en su rostro. Se inclinó y nos dijo a James y a mí que ella era exactamente el tipo de chica que estaba buscando: la clase de persona que enojaría a su madre. Empujé su hombro, pero James se rió desde el otro lado de la mesa. ―No lo hagas, hombre ―dijo James con una sonrisa―. Ella es como una viuda negra. Come chicos como tú para el desayuno. Y Miller se limitó a sonreír como si la idea le fascinara. Lacey no fue tan fácil de convencer. Pero cuando finalmente se reunieron, fueron felices. Estaban tan felices. ―Lo siento, Miller ―digo en voz baja. Él asiente y luego se vuelve de repente a abrazarme. Apoyo la mano en la parte posterior de su cuello mientras me aprieta tan fuerte que apenas puedo respirar. No le digo que va a estar bien, porque no sé si puedo esperar a que sea verdad.

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En ese momento, James entra en la sala de estar, mordiendo una manzana. Nos mira, inclinando la cabeza como si evaluara la situación. Toma otro mordisco y se acerca, inclinándose para poner sus brazos alrededor de los dos. ―¿Puedo tener un poco de amor también? ―pregunta en la forma estúpida que hace cuando está tratando de asegurarse de que no estamos poniéndonos demasiado tristes. Está tratando de distraernos. Besa ruidosamente la mejilla de Miller, y me río, empujándolo. James se endereza, pero Miller se queda parado y no dice nada. La expresión de James se tambalea y él me lanza una mirada de advertencia, como si me dijera que no debería haber dejado que Miller se descompusiera así. Me encojo de hombros porque no era mi intención. Echando un vistazo alrededor de la habitación para saber qué hacer a continuación, James camina hacia la repisa de la chimenea y recoge la última foto de familia. ―Hombre ―dice, mirando a Miller―. Tu mamá se ve muy ardiente en esta foto. ―Vete al infierno ―dice Miller, mordiéndose la uña del pulgar de nuevo mientras se cierne en la puerta. Ellos tienen esta misma conversación cada vez que James ve a la madre de Miller, quien es realmente muy bonita. Ella es única, manteniendo a Miller por sí misma. Tiene el cabello rubio y viste faldas cortas, y 2

Beetlejuice: personaje de una película y una serie. Es un difunto que vive en el no mundo, recreación del mundo real según la visión de los muertos.

tiene un posible enamoramiento de mi molesto novio que ella dice que va a ser un “rompecorazones” cuando sea mayor. Uh, sí. No si puedo evitarlo. ―Sólo estoy diciendo ―añade James, caminando de vuelta al sofá y cayendo a mi lado―. Si yo no la tuviera a ella ―alza su pulgar hacia mí―, podría ser tu nuevo padrastro. Me río, dándole una palmada en el muslo. ―¡Oye! James me guiña el ojo y vuelve a Miller. ―Te puedo enseñar cómo jugar a la pelota en el patio trasero, ¿de acuerdo, bateador? ―Por mí está bien ―dice Miller, su expresión normalmente divertida por la broma se ha ido―. Voy a tomar a Sloane a cambio. Necesito una nueva novia de todos modos.

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Tanto James como yo hacemos una pausa en nuestra risa, Miller está añadiendo un nuevo giro a la rutina. Sólo que… no lo dice como si estuviera bromeando. Él mira a James, a mí, y luego se da la vuelta. ―Voy a hacerme un sándwich ―añade, y se dirige a la cocina. La boca de James se abre ligeramente mientras mira fijamente detrás de Miller, un poco de color rosa en sus mejillas. ―Creo que hablaba en serio ―dice, sonando confundido―. ¿Por qué diría algo así? ―James me mira con el ceño fruncido―. ¿Le gustas? Niego, con un nudo el estómago. ― No ―le digo con honestidad. Y la razón de que sea tan alarmante es que sabemos que está fuera de lugar, que se trata de una ruptura en la personalidad de Miller. Es una señal que nos enseñaron a tener en cuenta―. ¿Deberíamos hablar con él al respecto? ―pregunto. James pone su mano sobre su boca, frotándola mientras piensa. ―No ―dice finalmente―. No quiero molestarlo más. ―Estamos en silencio durante un largo minuto, el sonido de la apertura y cierre de refrigerador en el fondo. James me mira―. Y, por cierto, no estás autorizada a engancharte con Miller. ―Cállate. ―Voy a hacer un trato contigo. Tú no te enganchas con él, y yo no me engancho con su mamá.

―¡James! ―Voy a golpearlo de nuevo, pero él atrapa mi mano y luego me tira a su regazo, lo que hace imposible que me levante. James es tan bueno en hacer todo lo normal que me echo a reír, tratando de torcerme de su agarre. Cuando Miller entra de nuevo, con un sándwich en la mano, se detiene en la puerta, ninguna emoción en su rostro. Dejo de retorcerme, pero James no me deja ir. Él asiente con la barbilla hacia Miller. ―Estamos claros en que Sloane es mía, ¿no? ―pregunta, no sonando combativo, solo curioso―. Que la amo y no la dejaría ir, ni siquiera por ti. ¿Lo sabías? ―Me pregunto qué pasó con el argumento de “no hay que molestarlo". Miller toma un bocado de su pavo con pan de centeno y se encoge de hombros. ―Tal vez ―dice―. Pero todos sabemos que las cosas cambian. Tanto si lo queremos, como si no. ―Y sin traicionar ninguna emoción, Miller retrocede y se va, caminando lentamente por las escaleras hasta su cuarto.

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James me libera y me siento junto a él, aturdida. Miller no tiene sentimientos por mí, sé eso. Es una actuación. Lo hemos visto antes, cómo alguien va a enojar a sus amigos o empezar a dormir alrededor cuando la depresión se afianza. Mi hermano actuó, pero lo negó. Pretendimos no verlo. Con ese pensamiento me dirijo a James, mi rostro tenso por la preocupación. ―Debería… ―No ―dice James, levantando la mano―. Yo lo haré. ―Besa la parte superior de mi cabeza antes de caminar hacia las escaleras que conducen a la habitación de Miller. Él va a tratar una intervención de compañeros, algo que nos han enseñado desde el séptimo grado―. Esto podría tomar un tiempo ―dice él. Asiento, y luego veo a James subir para tratar de traer de vuelta a Miller.

En la pequeña cocina de Miller, con temática de gallo, hago un poco de sopa de pollo con fideos y la como con galletas antes de lavar la olla. Cuando me canso de esperar, me muevo a sentarme en la escalera, escuchando los sonidos mientras descanso mi cabeza contra la pared. Cuarenta y cinco minutos más tarde James aparece en el rellano. Me sonríe, una mirada que es para decirme que todo salió bien. Miller pasa por su lado, y yo

retrocedo en el vestíbulo y lo miro mientras él trata de hacer una pausa en frente de mí. ―James dice que nunca irías por mí porque él es un mejor besador que yo ― comienza Miller―. Le dije que deberíamos ponerlo a prueba, y él me dio un puñetazo en el estómago tan duro que casi vomité. Lanzo una mirada alarmada a mi novio y él se encoge de hombros. ―Está bien ―dice Miller, tocando mi brazo―. Me lo merecía. Estaba siendo un idiota, y lo siento. ―Su boca se curva en una sonrisa―. No estoy muy atraído por ti, Sloane. Espero que no estés muy decepcionada. Pongo los ojos en blanco y miro hacia atrás a James mientras él baja lentamente por cada escalón. ―¿De verdad lo golpeaste? ―Esa es mi idea de intervención. Funciono, ¿verdad?

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James siempre está pensando de esa manera, que si puede distraernos el tiempo suficiente nos olvidaremos cómo de desordenado está todo. Él tiene razón. Funciona. ¿Pero lo hará siempre? ¿Va a ser siempre capaz de hacernos reír a través de nuestras lágrimas? Lo miro entonces, sabiendo lo mucho que dependo de él, de la forma en que me hace sentir. Su sonrisa se desvanece como si estuviera leyendo la expresión seria en mi rostro. En lugar de hacer una broma, mira el piso de madera. ―¿Quieren ver una película? ―pregunta Miller en tono más vivo de lo que ha tenido en todo el día―. Mi mamá no volverá hasta las cuatro. ―Tu mamá… ―comienza James. ―Cállate ―decimos Miller y yo al mismo tiempo. James se ríe, finalmente levantando la vista, luciendo perfectamente encantador. Todo está bien. Todo es… normal. Entramos en la sala de estar, pasando la tarde, como si se tratara de cualquier otra. Pero no puedo evitar robar miradas por la ventana, en constante búsqueda por los hombres de bata blanca.

Capítulo 6 Traducido por Aяia Corregido por Nony_mo

D

urante los siguientes dos días, Miller es él mismo, o una versión lo suficientemente cercana de él. Cuando no está dibujando en su bloc de notas, está mirando por la ventana durante las clases. Lacey no debe haberle entregado porque los Cuidadores no se le han acercado todavía. Pero todavía hay un Cuidador alrededor, el espeluznante de cabello negro que me mira de reojo. No se lo menciono a James o a Miller, preocupada porque empiecen una pelea y se metan en problemas. En su lugar, simplemente evito su mirada, intentando no asustarme demasiado. ―Miller ―pregunta James mientras salimos el viernes―, ¿estás seguro de que no quieres ir a acampar? Se estará bien ahí fuera, calmado.

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―No, hombre ―responde Miller, sacando su gorra de béisbol de la mochila y ajustando el ala―. Solo voy a relajarme en casa, jugar algunos videojuegos. Tal vez pasar por el Centro de Bienestar. ―Deberías venir ―digo―. Vas a estar solo. Miller me mira mientras se pone la gorra, una sonrisa en su rostro. ―Es una noche, Sloane. Estaré bien. Además, ya sé cómo es ir a acampar con ustedes dos. ―Hace un gesto entre James y yo―. Y sin ofender, pero realmente no estoy de humor para sus muestras de afecto en público. James ríe y se mueve para poner sus brazos alrededor de mi cadera desde atrás, descansando su barbilla en la parte superior de mi cabeza. ―No es verdad ―dice―. Siempre esperamos hasta que estás dormido. Me río y le empujo. Pero Miller todavía no acepta unirse a nosotros, prometiendo que lo hará la próxima semana. No quiero dejarle atrás, pero tampoco creo que pueda quedarme en la ciudad. Me gusta estar fuera en los bosques. Me gusta pretender que no hay ningún Programa. Y así le decimos adiós a Miller y nos metemos en el carro del padre de James, dirigiéndonos a la costa.

Cuando éramos más jóvenes, Brady y yo íbamos a acampar juntos. Mi hermano era un experto amante de la naturaleza, así que nuestros padres nos dejaban ir cuando yo solo tenía doce y él trece, aunque venían y comprobaban que estábamos bien unas pocas veces. Y cuando tuve quince, finalmente nos dejaron ir solos, siempre y cuando James estuviera ahí también. Aquella primera noche, mientras estaba sentada junto a la hoguera, vi como James montaba la tienda mientras Brady estaba al otro lado, cortando madera. James acababa de cumplir dieciséis, y su cabello rubio había crecido por lo que tenía que apartárselo con el dorso de la mano. Era tan masculino, sin camiseta y sudando, con los músculos ya tensándose en su alta figura. Y en un punto, me miró de reojo, casi sorprendido de verme sentada ahí, mirándole. Luego su boca se ensanchó en una sonrisa.

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―¿Te estás fijando en mí, Sloane? Mi rostro debió ponerse completamente rojo porque se disculpó inmediatamente, pero yo ya me había levantado para caminar al sitio que daba al océano, incapaz de contestar. Él tenía razón. Había estado fijándome en él. Nunca se me había ocurrido antes de aquel momento pensar en James como algo más que un amigo, el amigo de mi hermano. Incluso tenía un novio, Liam. Seguro, no me gustaba mucho, solo una de esas relaciones del tipo de “tenemos clases juntos así que salgamos”. Pero aun así, Lacey me dijo que sería raro si le decía no a Liam. Ni siquiera le había dejado sostener mi mano en los dos meses que llevábamos juntos, y créeme, eso contaba como bastante raro en el libro de todo el mundo. Y aun así, ahí estaba yo fijándome en James Murphy. Me senté en el terraplén de arena y doblé mis rodillas, descansando mis codos en ellas. James tenía muchas novias, ninguna seria. Y ahora que pensaba en ello, James saliendo con otras chicas retorcía mi estómago. Gruñí en alto, preguntándome cómo podría haberme permitido ser tan estúpida. ―Dios, Sloane. ―Escuché―. Solo estaba bromeando. Enderecé mi espalda, incapaz de volverme para enfrentarme a James. Pero le conocía, y no había manera de que fuera a dejarme sin averiguar lo que estaba pasando. Entonces, por supuesto, estuvo de pie sobre mí.

―¿Estás bien? ―preguntó. Su voz no contenía ninguna pista sobre en qué estaba pensando; si bien estaba avergonzado por mí, o si se había dado cuenta de que tenía razón sobre la forma en que había estado mirándole. Asentí, pero él solo se rió. Tiró un poste de la tienda a la arena delante de nosotros y se dejó caer junto a mí, golpeándome mientras lo hacía. Normalmente le habría empujado de vuelta, pero no quería tocarle. Quería averiguar cómo hacer que se fueran mis sentimientos. Yo, James y Brady éramos un equipo. No quería estropearlo. ―Santo infierno ―dijo, sonando divertido―. Realmente te estabas fijando en mí. ―No lo estaba ―dije rápidamente, volviéndome hacia él. Pero era demasiado tarde. James leyó la verdad en todo mi rostro. Su sonrisa fácil se deslizó de sus labios. ―Sloane ―gimió mi nombre―. No puedes hacer eso. Esto no puede… No podemos… ―Se detuvo, sus preciosos ojos no contenía nada más que lástima por mí. Así que hice la única cosa que podía. Le pegué en el pecho, haciéndole jadear, y me levanté y me alejé.

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Y aquí estamos, casi dos años después. Una vez más estoy observando cómo James monta una tienda, pero esta vez mi hermano está muerto. El cabello de James no está en sus ojos, pero se frota la frente con aire ausente de todos modos. En un momento, me mira de reojo, pero no sonríe como lo hizo aquel día. En su lugar sus ojos están cansados por montar la tienda él solo. Presiona sus labios juntos en una expresión como de “Yo también le echo de menos” y aparto la mirada. El equipo se rompió, pero no fui yo quien lo hizo. Fue Brady.

El fuego crepita, el calor filtrándose hacia mis botas. El sol se ha puesto hace unas pocas horas, pero ninguno de nosotros ha dicho mucho durante el día. Fue agradable que no tuviéramos que hacerlo. James toca mi pierna con un palo y se lo quito, mirando junto a mí. ―¿Malvavisco? ―pregunta, con uno entre su pulgar y el dedo. Miro la luz ámbar jugar con sus rasgos: su fuerte mandíbula, su cabello dorado. Sonrío. ―Eres hermoso ―digo. ―También me veo bien desnudo ―añade―. No has mencionado eso.

―Se me ha olvidado. ―¿Se te ha olvidado? ―Pretende estar ofendido, y da un bocado al malvavisco antes de tirar el resto al fuego. James inmediatamente se deja caer de su silla, arrastrándose a la mía y agarrándome, tirándome al suelo con él. ―James… ―empiezo a decir, riendo. Pero sus labios están sobre los míos, sabiendo pegajosos y dulces. Me tumba, su rodilla apartando mis piernas mientras empieza a besar mi cuello―. James… ―murmuro otra vez, solo que esta vez es con anhelo. Me encanta esto, este momento. Porque mientras rodamos por el suelo, con el fuego ardiendo mientras James me quita la ropa, puedo bloquear todo lo demás. Puedo concentrarme en lo bien que me siento ahora mismo. Puedo pretender que no hay nada más que nosotros. Y cuando terminamos y James está jadeando junto a mí, orgulloso de sí mismo como debería estarlo, miro a las estrellas en el cielo. Estoy tumbada ahí durante mucho tiempo cuando James se vuelve a poner su camiseta por la cabeza, moviendo mi cabeza a su regazo mientras miramos el cielo juntos.

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―Brady es una estrella ahí arriba ―dice―, en algún lugar lejano donde no sufre. ―La voz de James se quiebra y deja de hablar. Solloza, las lágrimas rodando por sus mejillas. Siempre baja la guardia lo suficiente para hablar en momentos como este, el único momento en que sus sentimientos son tan crudos que no puede ocultarlos. ―Él te amaba ―digo, acurrucándome contra él―. Sin importar lo que hiciera, eras lo mejor en su vida. James baja la vista para mirarme, limpiándose las lágrimas. ―Tú lo eras. ―Me mira de una forma que me recuerda que él solo es humano. Que es tan frágil como yo. ―Yo solo era su hermana. Tú eras más que un hermano. Eras su otra mitad. ―Entonces apesté en eso ―dice James―. Porque Brady está muerto. Y yo todavía estoy aquí. Me siento entonces, volviendo el rostro de James al mío. ―Estás aquí para mí. No habría sobrevivido sin ti, y no podría ahora. Estamos juntos en esto, James. No olvides eso. Exhala pesadamente y se sacude, como intentando aclararse. Sé que decirle que le necesito, que no puedo vivir sin él, le saca de esa depresión. Siempre lo ha hecho.

Y cuando es más él mismo, le beso otra vez, antes de tomar su mano y llevarle a la tienda para dormir.

―Deberíamos acampar más a menudo ―dice James mientras conducimos por la autopista. Sonrío y le miro de reojo. ―Ha sido divertido. ―Y creo que tu memoria está completamente restaurada ahora. ―Sonríe. ―Sí, James. Está profundamente intacta y llena solo con imágenes de tu torso desnudo. Él levanta una ceja.

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―¿Sólo mi torso? ―Oh Dios mío, cállate. ―No seas tímida. Soy un espécimen asombroso. ―James todavía está sonriendo de oreja a oreja cuando mi teléfono vibra en el bolsillo de mis pantalones. Lo saco, mirando el número. ―Es Miller ―digo, y luego lo contesto―. Hola. ―¿Sloane? ―Miller suena como si hubiera estado llorando y el mareo me invade. Extiendo la mano y agarro la de James. ―¿Qué está mal? ¿Qué ha pasado? ―digo en el teléfono. Mi corazón se acelera en mi pecho. ―Están viniendo por mí ―lloriquea―. El Programa viene por mí. No. ―Miller, ¿dónde estás? ―Le lanzo una mirada a James, y está alternando entre mirarme a mí y mirar a la carretera. Su velocidad sube pasando los ochenta mientras corremos hacia la ciudad. ―Estoy en casa ―susurra, sonando desesperado―. Pero es demasiado tarde. Tenía que verla otra vez. ―Ponlo en altavoz ―dice James, sus nudillos están blancos en el volante. Apretó el botón, y el sollozo de Miller inmediatamente llena el espacio en el coche.

Casi me derrumbo, pero sostengo en alto el teléfono, reteniendo mis propias lágrimas. En la vida, no veo a la gente llorar, ya no. James lo hace de vez en cuando, pero es raro. Y aparte de eso, es solo cuando alguien se ha roto cuando deja que otro le vea. Ni una vez vi llorar a mi hermano, y yo estaba con él cuando murió. ―Miller ―le llama James―. No hagas nada estúpido, hombre. Estamos en camino. ―Simplemente no puedo… ―murmura Miller―. No puedo hacerlo más. Seguí a Lacey al Centro de Bienestar e intenté besarla, para recordárselo. Pero me abofeteó y me reportó antes de que me fuera. Mi madre ha dejado caer que El Programa va a venir. Están viniendo ahora mismo. Pero no les esperaré. No les dejaré que me lleven. ―¡Miller! ―grita James tan alto que hago una mueca―. ¿Qué tienes? ― Lágrimas comienzan a correr por las mejillas de James y presiona el acelerador, vamos a más de cien kilómetros por hora.

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―Muerte Rápida ―murmura Miller―. Desearía que Lacey me lo hubiera dicho y podríamos haber ido juntos. Ella no habría sido vaciada. Estaríamos juntos. ―No pueden estar juntos si estás muerto ―dice James. Golpea fuerte su puño en el volante, y yo estoy llorando, esperando que James arregle esto. Que lo detenga―. Miller ―dice―. No hagas esto, hombre. ¿Por favor? Miller solloza. ―Es demasiado tarde ―dice, sonando lejos―. Lo he tomado hace diez minutos. Pero no podía irme sin decir adiós. ―Hace una pausa―. Los quiero, chicos. ―Luego el teléfono se cuelga. Doy una arcada, la emoción demasiado fuerte para que la contenga, y James presiona los frenos, guiándonos a una esquina. Toma el teléfono de donde ha caído en el asiento, inmediatamente marcando 911. Se está cubriendo el rostro, su cuerpo temblando en sollozos. ―Mi amigo ―grita al teléfono―. Él ha tomado Muerte Rápida… Creo que me desmayo entonces, porque no oigo nada más.

Capítulo 7 Traducido por PaulaMayfair Corregido por obsession

L

a ambulancia se había ido cuando llegamos a la casa de Miller. No hay frenesí de actividad o sirenas, así que sabemos que es demasiado tarde. Nos sentamos durante un largo tiempo, mirando fijamente a su casa blanca con sus postigos negros. James no sostiene mi mano, y no la extiendo para él. Sólo estamos en silencio. El sol se pone detrás de la casa y la luz de la sala de estar está encendida. Podemos ver a la madre de Miller a través de la ventana, acurrucada en el sofá. Hay otra mujer con ella, hablando y paseándose. James y yo hemos estado en casas después de una muerte antes, y no es un buen lugar para estar, no cuando ya estamos tan comprometidos.

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―Miller iba a tener dieciocho años en tres meses ―dice James, su voz estrangulada, pero no se molesta en aclarar su garganta―. No habría tenido miedo del Programa ya. No habría hecho esto. Es una pregunta que a menudo nos hacemos a nosotros mismos: ¿Nos suicidaríamos sin El Programa, o este ayudaba a conducirnos allí? ―Supongo que no importa ahora ―digo, escalofríos corriendo sobre mí mientras continúo mirando a la casa de Miller. Mi Miller, mi amigo. El primer día que lo conocí estaba jugando con el quemador Bunsen y mi tarea se incendió. En lugar de gritar y soltarlo, tomó mi Coca-Cola Light y la roció. Luego miró y me preguntó si podía comprarme otra. Él vino a acampar con nosotros, se escapó de la escuela con nosotros, nos amó. Era tan buen chico y era tan buen amigo, y sólo no puedo… Sólo no puedo… ―Sloane ―dice James, tirando de mi brazo. Pero estoy meciéndome, golpeando mi cabeza contra la ventana, tratando de hacer que los recuerdos, el pesar, el dolor desaparezcan. Quiero dejar de gemir porque ni siquiera sé lo que estoy diciendo. Pero no puedo controlarme. No puedo controlar nada. Y justo en ese momento James me golpea con fuerza. Jadeo en un aliento, me recupero de mi histeria mientras me arde la mejilla. Normalmente James me habría hablado de forma suave, me sostendría contra él. Pero en cambio sus ojos están hinchados y enrojecidos por el llanto. Su piel está enrojecida y húmeda. Nunca lo

había visto así, y toco mi rostro, todavía aturdida. James inhala en respiraciones trabajosas, su cuerpo casi convulsionando con ellas. He dejado de llorar, pero mi cabeza palpita en el lugar donde estaba golpeándola contra el cristal. James todavía no dice nada y luego mira más allá de mí a la casa de Miller, justo cuando la luz del porche se apaga. Él gime, y trato de alcanzarlo, pero retrocede contra la puerta del coche. Poco a poco, tira la manija del lado del conductor y la abre, cayendo a la calle. ―¿Qué estás haciendo? ―me las arreglo para decir. Pero él no me mira mientras se apresura a levantarse, mirando a la casa con horror en su rostro. Y entonces James se da vuelta y empieza a correr, sus sandalias resonando sobre el pavimento. Abro mi puerta y grito detrás de él―: James ―grito, pero está cerca de la esquina y fuera de mi vista.

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No me puedo mover en un primer momento. Estoy hiperconsciente de todo lo que me rodea, la baja bruma naranja en el cielo de la puesta del sol. Los árboles meciéndose en el viento. Pienso en ir a la casa de Miller y preguntar si puedo acostarme en su cama por un tiempo, sentirme cerca de él por última vez. Pero ese es el tipo de cosa que te dejan marcado. Miller. Nunca volveré a ir con él al río de nuevo. Nunca tendremos otra vez un almuerzo juntos. Él nunca tendrá dieciocho años. Oh, Dios. Miller. Parpadeo, pero ninguna lágrima cae porque mis ojos están secos y rasposos. Toco mi mejilla donde todavía escuece. Se me ocurre que James no dijo nada, No me dijo que estaba siendo histérica. No me sostuvo y me gritó. No me dijo que estaría bien. Él no dijo nada. De repente, mi corazón explota con preocupación. Clamo todo el camino fuera del asiento del pasajero y corro alrededor del coche, llegando al otro lado y cerrándolo en el impulso. Necesito encontrar a James. Agarro mi teléfono de la consola central y lo llamo, mis dedos temblando sobre los números. No hay una respuesta hasta que su correo de voz dice: ―Es James. Habla conmigo, nena. ―Cuelgo y marco de nuevo, volviendo por la misma calle donde lo vi corriendo. Está vacío, y luego las farolas se encienden. ¿Dónde está? Él tiene que estar bien. Tiene que decirme que estoy bien. Aprieto el acelerador, buscando frenéticamente por las calles. La casa de James está a sólo unas cuadras de distancia, por lo que podría estar allí. Espero que esté allí. Voy a buscarlo y voy a sostenerlo. Los neumáticos chocan contra la acera fuerte mientras me detengo en su casa.

Corro, sin siquiera cerrar la puerta, y acelero hacia su porche. Me apresuro dentro y grito por él, pero nadie responde. Su padre no está en casa y me pregunto qué día es, si él está en una cita esta noche. ―¿James? ―estoy gritando―. ¿James? Silencio. Tropiezo mientras subo por las escaleras, golpeando mi espinilla duro en la madera. Maldigo en voz baja pero me lanzo adelante. Tengo que encontrarlo. Irrumpo en su cuarto, y en el minuto que lo hago, me congelo. Mi James está sentado en el suelo cerca de la ventana, sin camisa, con vaqueros. Hace una pausa y me mira, con los ojos rojos e hinchados, la boca floja. Casi no lo reconozco. Se me corta el aliento mientras él baja la navaja, sangre corriendo por su brazo, agrupándose en su regazo. ―Tenía que añadir su nombre ―dice, con la voz ronca―. No podía esperar por la tinta.

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Me dejo caer a mis rodillas y empiezo a gatear hacia él, impactada, horrorizada, desesperada. El nombre de Miller está grabado dentadamente en su carne. La sangre está por todas partes. James deja caer el cuchillo a la alfombra. Parpadea como si acabara de notarme. ―Sloane ―dice en voz baja―. ¿Qué haces aquí, nena? Lo alcanzo y llevo su cabeza contra mi pecho. Su sangre está caliente mientras corre sobre mi mano. James se recuesta allí con desgana como si estuviera vacío. Como si él también estuviera muerto. Y no voy a llorar más hoy. Porque sé que James está ahora infectado. ―Va a estar bien ―digo, apartando hacia atrás su cabello rubio sudoroso. Ninguna emoción en mi voz. Sólo la imposibilidad de ella―. Todo va a estar bien, James.

Por suerte, los cortes no son demasiado profundos, y ayudo a James a limpiarlos y cubrirlos con un vendaje y una camisa de manga larga. Voy por los medicamentos de su padre hasta que creo que encuentro algo que lo calme. Limpio su cuarto, tratando de fregar la sangre de su alfombra, pero luego optó por cubrirla con una silla cuando no lo logro. Tomo el cuchillo y lo tiro a la basura, considerando

ocultar todos los cuchillos de la casa, pero no quiero que su padre sospeche. James se queda mirando al techo, temblando incluso bajo las sábanas. Me meto en la cama a su lado, mirando el reloj y sabiendo que su padre estará en casa pronto. Me envuelvo alrededor de James y lo sostengo con fuerza. Espero a que las píldoras tomen efecto, y cuando está dormido, me deslizo fuera. Espero que su padre no haya oído hablar de Miller todavía. Espero que vuelva a casa de su cita y vaya a dormir, y luego salga antes de que James se despierte en la mañana. Entonces voy a venir y dejar a James listo para la escuela. Va a necesitar tiempo, me necesita para mantenerlo normal, pero entonces él va a estar bien. James tendrá dieciocho años en cinco meses, y después de eso no pueden llevárselo. Lo mantendré a salvo, justo como él me mantuvo a salvo después de que Brady muriera. Porque ese día en el río, cuando mi hermano se suicidó, casi me fui con él.

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Capítulo 8 Traducido por MaryJane♥ Corregido por obsession

M

i hermano y yo teníamos sólo once meses de diferencia, sin embargo, por extraño que pareciera, nunca peleábamos. Brady era mi mejor amigo, uno de mis únicos amigos aparte de Lacey. Y a pesar de que él tenía a James, nunca me aislaba. En las semanas antes de que mi hermano muriera, James y yo habíamos estado encontrándonos en secreto. Cuando se quedaba a dormir, aparecía en mi habitación a las tres de la mañana, besándome en silencio mientras todos dormían. Dejaba notas bajo mi almohada cuando yo no estaba en casa. Nos habíamos enamorado completamente del otro.

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No le dijimos a Brady, no porque quisiéramos mantenerlo en secreto, sino porque no queríamos que fuera raro. Y si todo el mundo sabía de James y yo, no nos permitirían acceso constante al otro, pijamadas, viajes de campamento. Brady había estado viendo a esa chica Dana, pero rompieron. Ella le dijo a James que Brady actuaba extraño, frío. James la despidió con la mano, pero cuando se enfrentó a mi hermano, Brady solo dijo que no era para tanto. Que ella tenía mal aliento de todos modos. Mi hermano había hecho de su misión personal el enseñarme a nadar, siempre yendo a nuestro mismo lugar junto al río. No hay una gran corriente allí, sólo una piscina profunda de agua. Pero esa tarde, nos llevó a James y a mí a un nuevo lugar. ―Es muy bonito allí ―dijo mientras conducía―. Es perfecto. James resopló en el asiento trasero. ―Con tal de tener la oportunidad de ver a tu hermana en un bikini. Brady sonrió, sus ojos ensombrecidos mirando en el espejo, pero no le dijo que se callara. En su lugar, siguió conduciendo, como si tuviera todo el tiempo del mundo. Volví a mirar a James, pero él sólo se encogió de hombros. Recuerdo pensar en que tal vez le diríamos a mi hermano ese día, que tal vez era hora de que él supiera de mí y James. Llegué a pensar que tal vez él sabía de nosotros, pero James no lo creía así. Dijo que Brady estaba estresado por los finales. Nunca tuvimos la oportunidad de decírselo. Llevaba mi traje de baño mientras Brady se ponía de pie en el borde de la caída,

mirando hacia abajo al agua que corría. Con una suave sonrisa en sus labios. ―¡No puedes nadar allí! ―James le gritó mientras colocaba su toalla muy atrás en la hierba―. Deberíamos haber ido a nuestro lugar usual. Brady miró sobre su hombro, la luz reflejándose en su cabello negro. El sol hizo a su pálida piel verse cetrina y brillante. ―No quiero arruinarlo para ti ―gritó mi hermano. James frunció el ceño, y luego se echó a reír. ―¿Arruinar qué cosa para mí? ―El lugar de siempre. Me imaginé que todavía irían allí después. Tal vez puedas finalmente enseñarle a Sloane cómo nadar. ―Movió sus ojos a los míos y sonrió―. Ella podría escucharte. Me detuve entonces, y lo miré fijamente.

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―¿Qué estás…? ―El frío dolor atravesó mi cuerpo cuando me di cuenta, cuando el momento en realidad se hizo evidente. Justo al mismo tiempo, vi a James soltar su toalla. Mi hermano estaba posicionado en el extremo de una caída de seis metros, y él inclinó la cabeza hacia mí, con los ojos vidriosos. Los círculos oscuros debajo de ellos eran de color azul marino. No lo predije. No había reconocido las señales. ―Cuiden uno del otro ―me susurró Brady como si fuera un secreto. Y luego extendió los brazos a los costados y cayó hacia atrás por el precipicio. Mis gritos estallaron en el aire de la tarde, y miré hacia atrás para ver que James estaba todavía demasiado lejos. No sabía nadar, pero encontré toda mi fuerza y me zambullí detrás de él. En el instante en que golpeé el agua, el frío corrió por mi nariz y me quedé sin respiración, agitándome salvajemente. ―Brady ―traté de gritar, pero tragos de agua seguían entrando en mi boca. Hubo otro fuerte chapoteo detrás de mí, y supe que era James. Ni siquiera creo que me viera mientras nadaba, tan buen nadador como Brady. Un tronco sobresalía en la orilla y me agarré a él, observándolo. La corriente era tan rápida que tiraba de mis piernas río abajo mientras mi cuerpo se aferraba a la madera. Y entonces vi a Brady, estaba flotando boca abajo. No nadaba. Grité de nuevo, apuntando hacia él, mientras veía su cuerpo chocar contra una roca, y luego otra. James braceaba furiosamente una y otra vez, pero Brady se hallaba demasiado lejos. Empecé a llorar, los sollozos retorcían mi cuerpo alrededor de la rama. Cuando el cuerpo de Brady golpeó contra otra roca, se quedó allí el tiempo suficiente para

que James llegara a él. James golpeó contra la roca, gritando mientras lo hacía, pero él tiró de Brady hacia la orilla y comenzó a darle reanimación cardiopulmonar. Estaba frenético, golpeando su pecho, dándole respiración a sus pulmones. Pero podía ver desde donde estaba que incluso si Brady no estuviera lleno de agua, su cuello estaba roto. Su cabeza colgaba extrañamente a un lado, sus ojos miraban a la nada. Mi hermano ―mi mejor amigo― había muerto. Un entumecimiento reconfortante pareció extenderse sobre mí entonces. James estaba llorando, pidiendo ayuda a gritos. Se puso de pie, con la mano cubriéndose del sol mientras me buscaba. Y solté la rama, dejando que el agua helada me halara. Traté de ahogarme, y realmente, no habría sido tan difícil. La corriente era lo suficientemente fuerte como para mantenerme abajo, y esperaba desmayarme, bloqueando las imágenes de la última mirada de mi hermano muerto. Sabía que no podría seguir. No podía enfrentarme a mis padres. Mi vida.

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Pero entonces James tenía su antebrazo alrededor de mi cuello, tirando de mí a la orilla para acostarme de espaldas. Me ahogaba, vomitando incluso entonces. Mis oídos se taparon pero pude ver a James por encima de mí, tocando mis mejillas para mantenerme despierta. Cuando pude mantener los ojos abiertos, él se fue, corriendo a su toalla donde estaba su teléfono. James me salvó. Pero no pudo salvar a Brady, ninguno de nosotros pudo. Al final hicimos justo lo que mi hermano nos pidió, cuidamos del otro. A veces la culpa del sobreviviente era más de lo que podía soportar, un secreto entre nosotros que nunca mostramos. Pero éramos todo lo que había dejado.

Mientras estoy sentada en la casa de James el lunes por la mañana, viendo como él empuja lentamente su brazo vendado a través de una camisa que elegí, creo que ha sido siempre el que hace el trabajo. James ha sido el constante. Ahora esa parte de él está rota, finalmente infectada. Y al igual que el día en el río, quiero dejarme ir y hundirme. ―Traje Pop-Tarts ―digo, apartando su cabello a un lado mientras él se sienta y mira por la ventana. ―¿Cuándo es el funeral? ―pregunta, con voz tan baja que apenas puedo oír. Trago saliva. Después de dejar a James el sábado por la noche, escondí cada

sensación que tuve, me convertí en una máquina, haciendo lo necesario para mantenernos vivos. Juntos. Cuando llegué a casa, mis padres me dijeron que la mamá de Miller había llamado y hablado con ellos. ―No harán un funeral ―le digo―. El Programa piensa que podría instigar más suicidio, así que sólo a su mamá se le permite enterrarlo. ―El rostro de Miller, su sonrisa, viene a mi cabeza, pero rápidamente la bloqueo. No hay tiempo para llorar. James presiona sus labios juntos mientras sus ojos se humedecen. ―Fue mi culpa ―dice―. Al igual que Brady. Llegué demasiado tarde. Nunca debí haberlo dejado atrás. Envuelvo mis brazos alrededor de James. ―Miller estaba enfermo, James. No había nada que pudiéramos hacer. ―Él se da vuelta en mis brazos. ―¿Y Brady? Yo estaba allí y no pude salvarlo.

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Me duele el corazón, pero no puedo permitirme pensar en Brady hoy, no cuando tenemos que ir a la escuela. ―Yo tampoco pude. Y lo hecho, hecho está. Tienes que mantenerte entero. James pone su mano en mi mejilla, y reposo mi cara en ella. ―No puedo ―murmura. Miro fijamente a sus ojos azules, en pánico, pero presiono mi frente contra la suya. ―Te salvaré esta vez ―le susurro―. Nos salvaré a ambos. James me hala en un abrazo, enterrando su cara en mi cuello, y recorro con mis dedos su espalda, tratando de calmarlo. Nunca me he sentido fuerte, no cuando hay tantas cosas en este mundo que están fuera de mi control. Pero ahora tengo que serlo. Porque soy todo lo que tenemos.

Capítulo 9 Traducido por Little Pig Corregido por La BoHeMiK

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n estos últimos días, ¿Te sentiste sola o abrumada? NO. ¿Hubo algún cambio en tus horas de sueño?

NO. No dormí desde la muerte de Miller. ¿Alguna vez alguien cercano a ti se suicidó?

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Completo con NO. Miré fijamente el ovalo negro, deseando que fuera verdad. ¡Deseando poder completar el maldito ovalo con “NO”! Pestañeo para que no caigan las lágrimas que se estaban formando en mis ojos, y borro mis respuestas, asegurándome que nadie pueda ver lo que había puesto antes. Y entonces, mientras el frío invadía mi alma, complete los círculos que decían SI. Después de una hora de terapia intensiva para hacerle frente a mi “pérdida”, me encuentro con James en mi casillero y lo llevo hasta su clase, asegurándome de que pareciera normal, por lo menos por los siguientes cincuenta minutos. Cuando llegué a Economía, la primera persona que veo es al Cuidador, con su cabello oscuro quien siempre está observándome. A mi lado, el escritorio de Miller está vacío, y hace que me sienta incompleta. Pero en la esquina, mirándome con una suave sonrisa en los labios y como si hubiera estado esperando por mí, está el Cuidador. Mi corazón se acelera mientras me siento, sin mirarlo. Me pregunto si estoy a punto de ser marcada. Por favor Dios. No dejes que me lleven. Cuando sonó el timbre, el Sr. Rocco entra y le lanza una mirada intranquila al escritorio de Miller, después otra al Cuidador antes de comenzar su clase. Uní mis manos por debajo del escritorio, y apreté con fuerza para mantener la calma. Es una tortura tratar de prestar atención, intentar aparentar estar bien. Quiero que mi teléfono vibre así sé que James está bien, pero no lo hace. El sudor comenzó a juntarse sobre mi labio superior, y justo cuando siento que no puedo aguantar otro segundo sin saber cómo está James, suena el timbre. Salto e inmediatamente guardo mis libros en mi mochila, parándome rápidamente para empezar a ir hacia la puerta. Justo en ese instante, alguien agarra mi brazo.

Me doy vuelta, sorprendida, ya que estoy enfrente del Cuidador. Di un grito ahogado, y casi me caigo. Está pasando. No. No. No. Está pasando. El Cuidador suelta mi brazo y sonríe con pena. ―Sloane Barstow ―dice, y su voz grave es como una lija sobre mi alma―. Lamento su perdida. Solo tengo que hacerle unas preguntas, si no le molesta. Sus ojos eran grandes y oscuros, y su piel es morena. Debe tener veinte, tal vez es más joven, pero no veo verdadera compasión en su rostro. Veo otra cosa, algo que hace que mi estómago se convierta en un nudo. Él quiere llevarme. ―Ya fui a terapia hoy ―dije, dando un paso atrás. Se ríe. ―Esto no es terapia. Sígueme por favor. Camina delante de mí, y me golpea de nuevo el olor a medicamentos que tienen todos los Cuidadores. Me pregunto si tiene alguna droga que pueda noquearme, algo que usan ocasionalmente para poner a alguien en El Programa. O podría utilizar el Taser3 que está en su cintura.

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Busco el teléfono en mi bolsillo, pero no me atrevo a mandarle un mensaje a James. Necesito que esté calmado. Pero entonces me preguntó si a él también lo agarraron. Espero que no. No está en condiciones para una entrevista. Eso sucede después de un suicidio. Nos mandan a todos a un consejero para asegurarse que estemos bien. A veces es alguien extra quien es enviado a entrevistar a los que no están llevando bien la perdida. Pero raramente es un Cuidador. Que éste sea el mismo hombre que me estuvo observando desde que tomaron a Kendra me hace sentir intranquila. Pero no tengo otra opción excepto seguirlo a la oficina principal, así que lo hago. Cuando llegamos, ya había un pequeño grupo de personas esperándonos. Trago mi miedo al entrar, odiando la idea de estar sola con este chico. Pero los directores y los maestros no interfieren con El Programa. Cuando entro, miran en otra dirección. ―Por favor siéntate ―dice el Cuidador, cerrando la puerta y las cortinas. Mi miedo es muy grande, pero sé que no puedo dejar que lo vean. Respiro profundamente y me siento en la silla.

Taser: es una pistola eléctrica diseñada para incapacitar a una persona o animal mediante descargas eléctricas que imitan las señales nerviosas y confunde a los músculos motores, principalmente brazos y piernas, inmovilizando al objetivo temporalmente. 3

―Esto realmente no es necesario ―digo, tratando de sonar como una chica normal―. Apenas conocía a Miller. El Cuidador sonríe al escuchar eso, y se sienta enfrente de mí, sus rodillas cubiertas por su pantalón blanco casi tocando las mías. Trató de no alejarme de él. ―¿En serio? ―pregunta, obviamente sabiendo la respuesta―. Bueno, entonces, ¿qué tal a Lacey Klamath? ¿O tal vez su hermano? ¿A ellos los conocías? Evidentemente debo de haber palidecido cuando mencionó a Brady, porque inclina su cabeza como disculpándose. ―Señorita Barstow, usted ahora es alto riesgo. Ha sufrido grandes pérdidas últimamente, así que mi intención es evaluarla. Está mintiendo. Quiere marcarme. No les importamos, solo les importa cómo nos vemos cuando ellos ya hicieron su trabajo. Doblo los dedos de mis pies con fuerza dentro de mis zapatos mientras el Cuidador recorre mi cuerpo con su mirada. Se me pone le piel de gallina.

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―Empecemos con Miller. Estabas fuera de la ciudad cuando él terminó su vida, ¿correcto? Lo odio por hacerlo sonar tan clínico. ―Sí. ―Y Lacey era tu mejor amiga, ¿pero no sabías de su condición antes de que la enviaran al Programa? ¿No estabas tratando de esconder eso de nosotros? ―No. No tenía idea ―apenas lo dije, supe cuál iba a ser la siguiente pregunta. ―¿Estás escondiendo algo ahora? ―No. Mantuve mi expresión facial lo más tranquila posible, mirando directamente a sus ojos. Imagino que soy un robot, sin sentimiento alguno. Sin vida. ―¿Tienes novio Sloane? ―Levantó la esquina de su boca al preguntar, como si fuera un chico que acababa de conocer y que estaba coqueteando conmigo. ―Sí. ―¿James Murphy? Oh, Dios. ―Sí. ―¿Y cómo lo está llevando él? ―James está bien. Es fuerte.

―¿Eres fuerte? ―pregunta, inclinando su cabeza al mirarme. ―Sí. El Cuidador asiente. ―Solo queremos que estés bien Sloane. Sabes eso, ¿no? No respondo, preguntándome qué respondería James. Si sabrían de una vez que él está enfermo. ―Hay ingreso voluntario al Programa si comienzas a sentirte abrumada. O si necesitas hablar con alguien. ―Se inclina y me da un golpecito en la pierna, un movimiento que me atrapa con la guardia baja y me hace saltar. El Cuidador se para y rodea mi silla como si estuviera por irse. Pero en vez de hacer eso, se para detrás de mí y agarra mi hombro. Sus dedos aprietan el musculo. ―Ten un buen día Sloane. Presiento que nos vamos a ver pronto. Dejó caer su brazo y se fue, dejándome sola en la oscura habitación.

63 Prácticamente corrí hacia el comedor, muerta de miedo por si James no estaba ahí. Me detengo aliviada al verlo en nuestra mesa, tomando jugo de naranja en un paquete de cartón. ―Estas bien ―dije cuando lo alcancé, prácticamente cayéndome en su regazo al abrazarlo. No me devolvió el abrazo, pero no me empujó. Apoyo mi cara en su cuello. ―Sí ―dice en voz baja―. Estoy bien. Me retiro de su cuello para poder mirar su cara, tratando de medir qué tan dañado esta. Su piel es pálida y tiene una expresión hundida, como si hubiese olvidado cómo sonreír. Paso mis dedos por sus mejillas y él cierra los ojos mientras lo hago. ―Estaba tan preocupada ―susurro. No se mueve, lo abrazo otra vez, agarrándolo fuerte como quiero que él me agarre a mí, pero no lo hace. Después de un rato lo suelto, y él empieza a comer, agarrando pequeños pedazos de su comida. Mira hacia el enfrente de la cafetería, pero a nada en particular. Sólo a lo lejos. ―¿Alguien te ha entrevistado? ―pregunto.

Niega. ―Me sacaron de la clase ―digo. James me mira. ―¿Qué paso? ―Me preguntaron por Miller. Por ti… No reacciona, sino que vuelve a concentrarse en su comida. Aunque esté enfrente de mí, lo extraño demasiado. No es el mismo de antes. ―Nadie me hablo ―dice―. Hoy no vi a ningún Cuidador. Y aunque eso me tendría que hacer sentir mejor, solo me inquieta. ¿Por qué me sacaron para hablar? Una de dos, o me estaban evaluando a mí o estaban buscando evidencia de James. No estoy segura de cuál de las dos es la verdad. ―Quiero salir de la ciudad ―dije―. ¿Crees que puedes acompañarme? Quiero ir a acampar otra vez. James mastica lentamente.

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―Puedo intentarlo. Lo vacía que suena su voz me está matando, y no creo que pueda seguir aguantándolo. ―¿No quieres ir conmigo? ―pregunto, con voz muy baja. Asiente. ―Claro que quiero nena. Exhalo, inclinándome para apoyar mi cabeza en el hombro de James. Su mano encuentra la mía por debajo de la mesa y me hace sentir mejor, como si esa pequeña muestra de vida significara algo. Algo moviéndose en la esquina llama mi atención, miró hacia allí y encuentro al Cuidador mirándome con una sonrisa en su cara.

Capítulo 10 Traducido por Kasycrazy Corregido por La BoHeMiK

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l resto de la semana es más de lo mismo. Trato de mantener la apariencia de normalidad, especialmente cuando lo veo a él mirándonos. El Cuidador está en mis clases, en la cafetería, siempre mirando. Siempre con una sonrisa en su rostro. Es como si me estuviera invitando a meter la pata. No apartan a un lado a James para una entrevista y me pregunto qué significara. ¿Le parezco más deprimida al Cuidador? ¿Ya habían decidido tomar a James?

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Cuando llega el viernes, prácticamente arrastro a James del edificio, tan aliviada de que no voy a tener que fingir un día más. Pero por extraño que parezca, creo que tampoco tengo ganas de llorar. Casi me he convencido de que Miller no era nuestro mejor amigo. Es la única manera en la que puedo hacerle frente. Ya había puesto el equipaje en el coche para que pudiéramos dirigirnos directamente al camping. James está callado en el asiento del copiloto, mirando fuera de la ventana. Mis padres parecían un poco preocupados con nosotros yendo tan pronto después de lo sucedió a Miller, tal vez sospechaban un poco. Preguntaron por qué James no había pasado por la casa, y les dije que estaba estudiando; eso es probablemente el por qué ellos sospechaban en primer lugar. He sido un elemento permanente en la casa de James, susurrándole y fingiendo que estamos siendo juguetones cuando su padre estaba cerca. Realmente sólo le estoy diciendo que sea fuerte. En la noche lo coloco en su cama y le digo que lo amo, que no voy a dejar que algo le pase. Él no lo dice de vuelta. Estoy asustada de que no lo vuelva a hacer nunca más.

James se sienta, mirando a la hoguera, mientras pongo la tienda de campaña, gruñendo y raspándome con los postes. Continúo mirándolo, pero él nunca me devuelve la mirada. Cuando el campamento está montado, agarro mi saco de dormir del coche, sintiéndome exhausta. Lo llamo, lanzando el otro saco en su dirección.

―Por lo menos puedes entrar en tu propio saco de dormir ―digo, intentando sonar ligera―. Me estás haciendo hacer todo. Él no responde, pero se levanta y camina detrás de mí hacia la tienda. Entra mientras extendemos nuestros sacos, con la mirada a miles de kilómetros de distancia. ―Oye ―digo, deteniéndome frente a él para peinarle el cabello hacia atrás―. ¿Quieres descansar un poco? Sus ojos se encuentran con los míos, pero sólo por un segundo, luego asiente y se arrodilla en su saco, extendiéndose sobre su espalda. Muerdo mi labio mientras me pongo a su lado, acurrucándome contra él de la forma que le gustaba. Mi muslo sobre el suyo, mi rostro en el hueco de su cuello. Descanso mi mano sobre su pecho y lo escucho respirar. Él no me toca. ―Te echo de menos ―digo quedamente―. Estoy tan sola sin ti, James. Estoy intentando ser fuerte, pero no estoy segura de cuánto pueda aguantar. Tienes que venir a mí de nuevo. No creo que pueda pasar a través de esto sola.

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Mis ojos se llenan de lágrimas, pero James no se mueve. Dios, sólo lo quiero de vuelta. Quiero oír su risa, sus comentarios sarcásticos, su falso ego. ―Te amo ―susurro, y la tienda está en silencio. Lo estoy perdiendo, justo como perdí a los otros. Respiro profundamente volviendo a llorar de nuevo y hablo como si él estuviera allí conmigo. ―No voy a dejar que te vayas, ¿sabes? ―digo―. Simplemente nunca voy a renunciar. Así que no pienses incluso en tener otra novia. ―Sonrío, fingiendo que se ha reído―. Sé que las cosas están mal ahora, pero serán mejor. No eres como Brady. No vas a huir. No vas a dejarme a un lado del camino preguntándome por qué. Eres más fuerte que eso. Sé que lo eres. Deslizo la mano por debajo de su camisa, descansándola sobre su corazón. Su piel es caliente y familiar. El latido es lento. ―Probablemente deberíamos conseguir elevar el ritmo cardíaco ―digo ligeramente―. Podrías hacer ejercicio. Me levanto sobre mi codo, mirando hacia su hermoso rostro, sus ojos fijados en un punto detrás de la tienda que no puedo ver. ―Oye ―susurro. Cuando él finalmente arrastra su mirada a la mía, está perdida y desenfocada. James y yo tenemos un millón de recuerdos compartidos, pero de alguna manera sé que hablar de sus partidos en la pequeña liga o del tiempo en que se cortó

el pie en una roca no lo va a sacar de esto. En cambio, paso mi mano por la parte superior de su cuerpo y por su estómago, deteniéndome cuando llego a la parte superior de sus vaqueros. Y cuando deslizo mi mano en su interior, sus parpados se agitan y toma una respiración, pero sólo una pequeña. Pienso rápidamente, recordando que no tengo ningún condón. Dudo que James haya agarrado ninguno, y ninguno de nosotros, en su sano juicio o no, podría incluso tener una oportunidad. No en este mundo. Pero lo quiero. Quiero que olvide lo triste que está. ―Te amo ―le digo, pero los ojos de James están cerrados. Me inclino y lo beso suavemente en los labios, casi deteniéndome cuando él no responde. Beso su cuello, su pecho. Desabrocho su botón y beso su estómago y luego más abajo. Y no es hasta que siento su mano en mi cabello y lo escucho murmurar mi nombre sin aliento, que sé que lo tengo de vuelta, incluso si es sólo durante un segundo.

67 ―¿Quieres que encienda el fuego? ―pregunto. James está envuelto firmemente a mi alrededor, con su mejilla contra la parte trasera de mi cuello. ―No ―dice suavemente, sosteniéndome―. Sólo quiero estar aquí contigo. Sonrío un poco y me doy cuenta de que es la primera sonrisa de verdad que he tenido desde que Miller murió. Pensar en él hace que la felicidad se desvanezca rápidamente. ―Miller hubiera querido que estuvieras bien ―susurro. James traga saliva fuertemente y sus brazos se aflojan a mi alrededor. ―No estoy bien, Sloane ―dice James. Me giro y lo encaro. Sus ojos están inyectados en sangre, con la creciente barbilla sin afeitar. ―No digas eso ―le digo. ―Me voy a suicidar. Todo mi pecho se oprime, y agarro a James más fuerte, tirando de él hacia mí. ―¡Ni se te ocurra! ―grito―. ¡Lo juro por Dios, James! ―Pero estoy temblando tan fuerte que ni siquiera creo que pueda comprender mis palabras―. No me dejes ―sollozo―. Por favor, no me dejes aquí sola. Por favor.

Lentamente James pone sus brazos alrededor de mí y me guía contra su pecho, peinando de nuevo mi cabello. ―Sloane ―dice―. No puedo entrar en El Programa. No quiero olvidarte. Olvidar a Brady. Me empujó hacia atrás y lo miro. ―¿Crees que recordarás si estás muerto? Me lo prometiste, James. Prometiste que era para siempre. Las lágrimas ruedan por mis mejillas, espero que él las limpie y me diga que todo va a estar bien. En cambio, aprieta sus brazos, aferrándose a mí en silencio mientras descanso a su lado. Pero él no está de acuerdo en no suicidarse. ―Por favor, resiste ―susurro―. Dime que resistirás. Su aliento es caliente contra mi piel. ―Lo intentaré.

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Nos acostamos en la tienda hasta que está oscuro, dejándola sólo para comer barritas energéticas, beber agua, y más tarde para usar el baño. No duermo en toda la noche, preocupada por lo que pasará mañana. Preguntándome si alguna vez el viejo James volverá. Y cuando el sol sale de nuevo, lo miro con esperanza. Él está sobre su espalda, mirando a la nada, y sé que está perdido. Y yo también.

Capítulo 11 Traducido por RoChIiI Corregido por flochi

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a han pasado dos semanas y dos días desde que Miller murió, pero James todavía no es él mismo. Estoy agotada, manteniendo nuestro frente, fingiendo estar bien. Hago la tarea de James, arrancando sus páginas de espirales negras y escribiendo en su lugar logaritmos matemáticos. Lo acompaño a sus clases, asegurándome de que no trate de comprar Muerte Rápida, siempre viendo si alguien se da cuenta de su cambio.

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Está claro que lo hacen. Otros estudiantes desvían la mirada al pasar, no queriendo ser asociados con nosotros por el riesgo de ser marcados. Sé que el tiempo se acaba, así que compenso en exceso aún más. Me vuelvo más ruidosa con mi risa. Beso a James apasionadamente en el pasillo, a pesar de que no responde. Estoy empezando a olvidar cómo era él antes. Estoy empezando a olvidar cómo éramos antes. Casi un mes después de la muerte de Miller, nuestras clases cambian para el semestre. James termina en mi clase de matemáticas, por algún milagro, o tal vez es el hecho de que nuestra población estudiantil continúa disminuyendo. Ha habido dos suicidios desde Miller. Me doy cuenta de un aumento de Cuidadores, incluyendo el que me mira. Y él está aquí ahora, de pie en la puerta de nuestra clase con otro Cuidador, mirando dentro. Junto a mí se sienta James, mirando hacia abajo a su escritorio. No ha sacado su cuaderno. No se mueve. ―James ―le susurro, con la esperanza de no llamar la atención sobre nosotros―. Por favor. ―Pero él no responde. Hay un roce de pies, y lo sé antes de siquiera mirar hacia arriba, lo sé por el sonido de gritos ahogados en la habitación. Mis ojos comienzan a llenarse de lágrimas, pero las retengo y veo a mi novio. Sé lo que vendrá después. ―Te amo ―murmuro a James―. Volverás a mí. ―Mis palabras son apenas un suspiro cuando las batas blancas entran en mi visión. Rodeándolo. Agarrándolo de su silla.

Casi vómito, pero agarro mi mesa y guardo mis lágrimas. A mi alrededor, los otros estudiantes bajan sus cabezas, no queriendo traicionar sus emociones. Mi James. Mi James. Los Cuidadores lo están tirando a la puerta, pero James de repente me mira, sus ojos azules muy abiertos. Comienza a luchar, arrancándose de sus asideros. Mi rostro casi se quiebra con el llanto. ―¡Sloane! ―grita, cayendo de rodillas mientras lo sostienen―. Esperen ―les dice ferozmente. Pero ellos no están escuchando. Lo están tirando hacia atrás, el Cuidador me lanza una mirada, advirtiéndome que no responda. Trato de sonreír, algo que deje a James saber que él va a sobrevivir a esto. Y que voy a estar aquí cuando vuelva. Beso mis dedos y los sostengo en un saludo. Se detiene, dejando que los Cuidadores lo agarren. Entonces James cierra los ojos y deja que ellos lo arrastren a sus pies y lo saquen por la puerta.

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Cuando se ha ido, varias personas me miran. El profesor me mira fijamente. Todo el mundo está esperando a ver mi reacción, si voy a ser la próxima. Si van a venir en cualquier momento. Pero no hago nada. Por dentro estoy muriendo, desgarrándome y desangrándome. Estoy tan ida que no estoy segura de poder volver, pero abro mi cuaderno y apoyo mi lápiz sobre él, como si estuviera lista para escribir. Mantengo mis respiraciones medidas, a la espera. Y entonces el maestro empieza a hablar de nuevo, pasando por el último concepto de matemáticas. Oigo las sillas rechinar mientras los otros estudiantes le dan su atención. No limpio mi cara mientras una lágrima, una que no pude contener, golpea mi cuaderno con un tranquilo golpe. Cierro los ojos.

James siempre ha sido terrible para las matemáticas. Brady solía tratar de enseñarle, pero no sirvió de nada. Mi novio era completamente inútil cuando de matemáticas se trataba. Recuerdo que una vez mientras estaban haciendo la tarea, Brady me llamó a la cocina. Él y James estaban en la mesa, los libros esparcidos delante de ellos. Había pasado un mes desde ese primer viaje de campamento cuando James me atrapo mirando. Había pasado cada momento desde entonces evitándolo. Traté de fingir

que nada había cambiado, a pesar de que lo había visto mirándome extrañamente, como si tratara de averiguar si debía hablar conmigo o no. Todavía me hablaba, pero nunca encontré sus ojos. Ya me sentía lo suficientemente estúpida. ―Sloane ―llamó Brady―. Mira esto. Entré en la cocina, lanzando una mirada inquieta en dirección de James mientras sorbía su soda, no reconociéndome. ―¿Qué pasa? ―le pregunté a mi hermano, con nerviosismo en la boca del estómago. Brady señaló con el dedo a un problema en la página, una fórmula matemática con un ejemplo. ―¿Cuál es la respuesta? ―preguntó Brady, sonriendo ampliamente y mirando a James, quien seguía sin fijarse en mí. Tragué saliva y luego entrecerré los ojos, calculando el problema en mi cabeza. ―X es igual a ocho ―le dije―. ¿Por qué?

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Brady se echó a reír y James sacudió la cabeza, con una sonrisa en los labios. James metió la mano en el bolsillo y sacó un billete de cinco dólares, dejándolo sobre el libro abierto de mi hermano. Brady tomó el dinero triunfalmente. ―Te dije que era más inteligente que tú. ―Nunca dije que no lo fuera ―respondió James, finalmente, lanzándome una mirada―. Ya sé que tu hermana es más inteligente. Es más guapa que yo también, pero no aposté por eso. Sólo quería que la llamaras aquí así me miraría de nuevo. Valieron la pena los cinco dólares. Antes de que pudiera comprender lo que había dicho, James estaba hojeando su libro, la comisura de su boca se convirtió en una media sonrisa. Brady me entregó los cinco. ―Te lo mereces ―dijo―, por siempre tener que aguantar su mierda. ―Brady rió como si James me hubiera tomado el pelo, y mi cara ardió de vergüenza. Humillación. Estrujé el dinero y lo arrojé a James, dándole en la mejilla. Él levantó la vista, sorprendido, y Brady se rió entre dientes. ―No quiero tu dinero ―le dije, y volví a subir las escaleras hacia mi habitación. ―Entonces, ¿qué es lo que quieres, Sloane? ―gritó James detrás de mí, sonando divertido, como retándome a contestar. Me detuve en las escaleras, pero no me di la vuelta .Y luego me fui a mi habitación.

Sé que James no vendrá en busca de mí esta vez. No como lo hizo ese día, pidiendo disculpas. James está en El Programa ahora. El James que conozco se ha ido.

―¿Sloane, cariño? ―Oí decir a mi madre en el otro lado de la puerta de mi dormitorio. Estoy acostada con indiferencia en mi cama, obligándome a responderle. ―¿Sí? ―Es la hora de la cena. ¿Puedes bajar, por favor? He llamado tres veces ya. ¿Lo había hecho?

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―Claro. Está bien. ―Poco a poco me levanto, mirando hacia abajo a mis ropas. Desearía que hubiera manchas de sangre o lágrimas, algo que mostrara exteriormente lo herida que estoy. Pero en cambio son sólo vaqueros y una camiseta de color rosa. Algo tan dolorosamente común que hace que me odie a mí misma. Me dirijo abajo. Mis padres se sientan en la mesa del comedor, sonrisas agradables estampadas en sus rostros. Trato de devolver una sonrisa propia, pero no estoy segura de lograrlo. Las cejas de mi padre se alzan. ―He hecho tu favorito ―dice mi madre―. Espagueti y albóndigas. Sé que la salsa casera le llevo mucho tiempo, por eso digo gracias. Tomo asiento y me pregunto qué tipo de píldoras puedo encontrar en el botiquín, preguntándome si puedo encontrar algo para ayudarme a dormir. ―El padre de James llamó ―dice mi madre en voz baja―. Nos dijo que James fue enviado al Programa hoy. Mi estómago se retuerce alrededor de sus palabras, y me estiro para beber de mi agua. Los cubitos de hielo vibran en el vidrio con el temblor de mis manos. ―Va a estar a salvo ―agrega mi madre―. Estamos todos muy agradecidos por El Programa. Ni siquiera sabíamos que él estaba enfermo. Yo lo sabía. Pero ahora también sé que él se ha ido, y cuando vuelva, no voy a ser parte de su vida. Él va a estar limpio. ―Sloane ―dice mi padre en voz baja―. Tu madre te está hablando.

Levanto la vista hacia él, la ira claramente en mi cara porque él se endereza en su asiento. ―¿Qué te gustaría que diga a eso? ―le pregunto, mi voz apenas controlada―. ¿Cuál es la respuesta apropiada? ―Que estas feliz de que él va a mejorar. Que estás feliz de que no se hará daño a sí mismo. ―Se lo llevaron ―dije―. Entraron en la clase y lo sacaron. No hay nada de feliz en esto. ―Sloane ―dice mi madre, sonando sorprendida―. ¿Acaso sabías que estaba enfermo? No trataste de ocultarlo, ¿o sí? Él podría haber… ―Ella se detiene, viéndose horrorizada.

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No puedo creer que no entiendan. Me pregunto si es porque los adultos prefieren olvidarse de sus problemas, piensan que la ignorancia es felicidad. Pero El Programa roba nuestros recuerdos. Resetean nuestras emociones para que volvamos a estrenar, sin nunca haber sido heridos o tenido el corazón roto. Pero, ¿quiénes somos nosotros sin nuestro pasado? ―James hubiera preferido morir antes que ir al Programa ―digo, tomando mi tenedor―. Y ahora sé por qué. Mi madre arroja la servilleta sobre la mesa. ―Él va a recibir ayuda, Sloane. ¿No es eso lo que importa? Desearía que hubiéramos llegado a Brady con tiempo. Yo grito, la rabia dentro de mí demasiada para contenerla. ―¿De verdad eres tan estúpida? ―le grito―. ¿De verdad crees que Brady habría querido su memoria borrada? Nadie quiere esto, mamá. Nadie quiere estar entumecido. ¡Nos están matando! ―¡No! ―grita―. Están matándose ustedes mismos. Ellos los están salvando. ―¿Al tomar todo lo que hizo que mi vida valga la pena? ―¿Se trata sólo acerca de James? Cariño, estoy segura de que cuando él vuelva… Lanzo mi tenedor por la habitación, golpeándolo contra la pared. ―¡No se trata sólo de James! Se llevarán partes de mí. Partes de Brady. Ni siquiera voy a conocer a mis amigos. No voy a recordar por qué me encanta ir al río… Es porque ahí es donde James me besó por primera vez. ¿Lo sabías? Ahí fue donde por primera vez me dijo que me amaba. Y ahora van a quitárselo y él no se acordará. Ni siquiera sabrá quién es.

―Si está destinado a ser, se encontraran de nuevo. Me burlo. ―Te odio ―le digo, las lágrimas corriendo por mis ojos. Le dije a mi madre eso una vez antes, después de que mi hermano muriera. Ella me amenazó con enviarme al Programa y nunca lo dije de nuevo. Ahora me quedo mirándola, todas mis emociones girando en una espiral oscura. ―En realidad, me retracto ―le digo, sonriendo con tristeza―. Me odio a mí misma más. ―Y entonces corro hacia el coche de mi madre en el garaje, necesitando escapar. De ella. Y de todo.

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Capítulo 12 Traducido por Simoriah Corregido por Jo

C

onduzco a través del país, la larga ruta que James y yo solíamos tomar. No enciendo la radio; no bajo la intensidad de la ardiente calefacción. En su lugar, permito que el sudor corra por mi espalda. Está sofocante y espeso aquí, pero no me importa. Bajo la velocidad cuando llego a una extensión de granjas donde no hay nada excepto vacas. Ellas y yo.

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Cuando estoy junto al camino, pongo el auto en punto muerto y me miro la mano. El anillo púrpura que James me dio. No me lleva demasiado tiempo disolverme en lágrimas, gritando hasta que me voz se quiebra completamente. Prácticamente estoy hiperventilando cuando la idea me golpea. Cuando la claridad de ésta es demasiada para resistir. Es como una repentina calma, borrando el dolor. Su calma. Me seco distraídamente el rostro y me siento más derecha, poniendo el auto en marcha. Sé qué hacer. Lo que James hubiera hecho si yo se lo hubiera permitido. No hay forma de que pueda ocultar mi desesperación. Pronto vendrán por mí, si es que no planean hacerlo ya. Me llevarán, arruinarán mi cabeza, borrarán mis recuerdos de James, de Miller y posiblemente incluso de Brady. Me sacarán todo lo que me hace yo y me devolverán limpia. Vacía. Casi sonrío cuando tomo el camino, conduciendo demasiado rápido. Sin importarme si choco. Casi esperando hacerlo. Pero si no sucede, estará bien. Porque voy a ir al río. Voy a nadar.

No voy a nuestro lugar usual. Voy donde murió mi hermano, y me paro en el borde del acantilado, mirando hacia abajo al agua que pasa rápidamente. Apenas son las cinco, el sol está alto sobre mí, y todavía visto mi ropa perfectamente normal. En cierta forma, desearía haber vestido algo que significara más para mí, como uno de los antiguos suéter de James o las camisetas de Brady de las que nunca nos deshicimos.

Levanto la mano y vuelvo a mirar el anillo púrpura. Parece que hubiera pasado una eternidad desde que me lo dio, me doy cuenta que es así. Fue hace una vida de Miller. Comienzo a llorar. Llevando el anillo a mis labios, lo beso, pensando en dónde podría estar James. No sabemos nada del Programa, qué le hace realmente a la gente. En las noticias, hace unos meses, hicieron un reportaje de investigación, pero la historia fue eclipsada por el creciente número de muertes. Cualquier pequeña violación que encontraron, abuso de píldoras, pacientes atados, fueron apartados y el foco se puso en los resultados. Nadie moría en El Programa. Todos se graduaban, cumplían dieciocho, desaparecían del radar del gobierno. Bajo el brazo y observo la fuerte corriente debajo de mí. La caída es de casi seis metros. El río es lo suficientemente profundo aquí para que no golpee el fondo, pero sí seré arrastrada hacia abajo. Seré arrastrada, como lo fue Brady aquel día. Y como él, no pelearé contra ello. Permitiré que la oscuridad me lleve. Cerrando los ojos, silenciosamente pido disculpas a mis padres, a todos a los que he decepcionado. Y luego… caigo hacia adelante.

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El viento pasa rápidamente por mi rostro y la sensación de caída aletea en mi estómago y me hace jadear justo cuando golpeo el agua. Un agudo frío me envuelve y llena mi boca, y muevo salvajemente los brazos mientras soy hundida más abajo, empujada hacia adelante. Está oscuro y helado y de repente estoy aterrorizada; buscando desesperadamente algo de qué agarrarme. Peleo para respirar, pero en su lugar tomo un bocado de agua, haciendo arcadas mientras me cuerpo convulsiona. Oh, Dios. ¡Me ahogo! La presión se cierra sobre mi pecho, y me doy cuenta de que no quiero morir. ¡No quiero morir aquí! Justo en ese momento mi cuerpo golpea una roca, sacándome a medias del agua. Me aferro a ella, vomitando el río hasta que estoy segura de que me desmayaré y moriré de todos modos. Me arde la garganta, me duelen los pulmones. Mi brazo está adormecido y creo que podría estar fracturado. Me concentro en intentar respirar, aunque mi garganta se siente demasiado apretada. Mi adrenalina me mantiene consciente, pero más allá de eso hay un miedo que nunca he conocido. Una vulnerabilidad que nunca he sentido; y que nunca quiero sentir de nuevo. Comienzo a lloriquear. El río pasa rápidamente, mis piernas son arrastradas corriente abajo, pero me aferro, oyendo el sonido de mi respiración agitada. Mis ojos se sientes hinchados e irritados, y pestañeo mientras miro el mundo alrededor de mí. El verde de las hojas, el gris de la roca, el brillo del sol poniente en el agua. Apoyo la cabeza en el brazo roto, la ropa pegada a mí mientras miro mi anillo. No podía matarme, no podía dejarlo ir como muchos otros hicieron. Me pregunto si

en sus últimos momentos cambiaron de opinión, pero no hubo una saliente de la cual aferrarse. Comienzo a sollozar mientras pienso en Brady y en cómo debería haber llegado más rápido a él. Quizás él quería vivir. Quizás es mi culpa que no lo hizo. Me aferro a la roca, llorando hasta que los pensamientos se desvanecen y mi cuerpo está agotado. Cuando me siento vacía, reúno mi fuerza y me trepo a la saliente, arrastrándome hacia la orilla. Mis piernas están tan adormecidas por el frío que apenas puedo sentirlas tocar el suelo. Mi brazo comienza a latir en mi costado, y uno de mis zapatos está perdido en el río. Está oscuro cuando finalmente llego al auto. Había dejado la llave en la ignición, y cuando le doy vuelta, pongo la calefacción al máximo para derretirme lentamente bajo el aire tibio.

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Miro a través del parabrisas y pienso en cómo James regresará del Programa. Podrían no permitirme oír de él por un tiempo, pero lo harán eventualmente. Y James no es como la otra gente. Él es listo. Tiene recursos. ¿Qué tal si no es vaciado? ¿Qué tal si regresa y me recuerda? Si fuera yo, si hubiera sido enviada al Programa, haría lo que fuera para recordarlo. Encontraría una manera. Tengo que creer que James también lo hará. Tengo que creer en él.

Mi padre está sentado en las escaleras del porche cuando estaciono el auto en el camino de entrada. Se pone de pie de un salto inmediatamente, corriendo hacia mí. Apago el motor y espero hasta que él abre la puerta bruscamente. ―¡Sloane! ―exclama, y luego se detiene cuando me ve―. ¿Qué sucedió? Lentamente levanto mis ojos hacia los suyos. ―Estaba intentando aprender a nadar ―digo, y me encojo de hombros. Pero cuando lo hago un agudo dolor me atraviesa el brazo. Hago una mueca y lo miro. ―¿Estás herida? ―Se inclina para tocarme pero me alejo. ―No lo toques ―digo―. Creo que está roto. La corriente era demasiado fuerte y… ―¡Helen! ―grita mi padre sobre el hombro, llamando a mi madre―. Vamos, cariño ―me dice, suavemente tomando mi codo sano para ayudarme a salir.

―¿Dónde estabas? ―La voz de mi madre está desesperada cuando corre desde la casa, la piel pálida en la luz del porche frontal. Sus manos buscan en mí, apartando mi cabello mojado, mirando los cortes en mi mejilla. ―Estaba intentando nadar ―digo, y encuentro sus cansados ojos―. Sé que he sido horrible contigo últimamente, y pensé que esto podría compensarlo. ―Mi madre siempre ha querido que aprenda a nadar, aunque yo le temía al agua. Una vez que mi hermano se fue, juré que nunca aprendería. Pero espero que esta mentira la haga sentir mejor―. Lo lamento ―agrego, bajando la cabeza. ―Oh, Sloane ―dice, abrazándome―. No puedes hacer cosas como ésta. Estaba tan preocupada, casi llamé a la policía para que te buscara. Me tenso. ―¿Lo hiciste? ―De repente estoy aterrorizada de que ella haya usado el número en el panfleto junto al teléfono. Que me propia madre me entregue.

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―No ―dice ella―. Tu padre dijo que regresarías. Que sólo estabas… desahogándote. ―Pronuncia la palabra como si no pudiera recordar qué significa. Lanzo una mirada a mi padre, pero él mantiene los ojos bajos. Me pregunto exactamente cuánto sabe sobre dónde he estado. ―Fue un accidente ―le digo a mi madre, intentando sonar tan pacífica como sea posible―. Creí que sería genial aprender, algo con que sorprender a James cuando regrese. Pero luego fui arrastrada hacia abajo. Seré más cuidadosa la próxima vez. ―Probablemente deberíamos llevarte a emergencias por ese brazo ―interviene mi padre. Mi madre le da una mirada alarmada, como si estuviera robándome de su lado. ―Está bien ―le digo―. Sé cuánto odias los hospitales. ―Entonces sonrío, intentando hacerla sentir mejor. O quizás estoy poniendo la fachada de nuevo: Estoy sana, mamá. ¿Ves? La culpa por mi exabrupto en la cena me molesta, la promesa del regreso de James me fortalece. Puedo sobrevivir seis semanas. James estará aquí y estaremos juntos. Venceremos al Programa. Mi madre me abraza de nuevo, y hago una mueca ante la presión en el brazo. ―Lo lamento ―dice―. Sólo estoy tan feliz de que estés bien. No puedo… no puedo perderte a ti también. Sus palabras golpean mi corazón y me recuerdan a Brady, cómo lloró durante semanas después de que él muriera. Cómo mi padre bebió demasiado, y luego se gritaban. Había intentado reconfortar a mi madre, hasta que mi propio dolor pudo

más. Y luego James se convirtió en la única persona en quien podía confiar para que viera ese lado de mí. ―Estoy bien, mamá ―digo, sonando ligera, sorprendida ante cuán fácilmente sale la mentira―. No tienes que preocuparte por mí. Ella asiente, claramente aliviada, y yo rodeo el auto mientras mi padre se sube al asiento del conductor. Levanto el brazo bueno y me despido. Luego me subo y me pongo el cinturón de seguridad. Mi padre arranca el auto y nos saca del camino de entrada, sonriéndole a mi madre de modo tranquilizador al pasar junto a ella. Pero una vez que estamos en la calle, me mira. ―Sloane ―dice, la voz baja―. Sé que no intentabas nadar. Pero lo que necesito saber ahora mismo es si vas a hacerlo. Si tengo que llamar al Programa para asegurarme de que el último hijo vivo de tu madre no muera. ―Papá… ―No me mientas ―dice, no enojado. Sólo cansado―. Ahora sólo necesito la verdad. No creo que pueda soportar nada más.

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―No me lastimaré a mí misma, papá. Simplemente… no pude. Él mira la calle mientras nos dirigimos hacia el hospital. ―Gracias. Y miro a mi padre, recordando lo divertido que solía ser cuando Brady y yo éramos niños. Cómo llevaba a mi hermano a películas para mayores cuando estaba en la escuela media y a mí a comer helado cuando me sentía excluida. Ahora luce mayor, marchito. La pérdida de mi hermano fue demasiado para él, y a veces siento que apenas me nota en lo absoluto; excepto para asegurarse de que todavía respire. Cuando llegamos a emergencias, les cuenta mi historia sobre tratar de nadar, manteniéndola mayormente creíble. Tengo una fractura pequeña y limpia, y me dicen que soy afortunada. Afortunada. Una vez que mi yeso está listo, dejamos el hospital para regresar a casa, y mi padre está en silencio todo el camino. Me preocupa que nunca me hable de nuevo.

Capítulo 13 Traducido por Erudite_Uncured12 Corregido por flochi

E

spero. Los días hacen tictac y me siento sola en el almuerzo, mirando la puerta, evitando la mirada del Cuidador de cabello oscuro. Mi brazo se encuentra todavía en un yeso, y les digo a todos que fue un accidente. Aceptan con miradas recelosas, pero nada más. Después de todo, estoy sonriendo y pareciendo tranquila. Si estuviera enferma, no podría hacer eso. Los estoy engañando.

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Paso más tiempo con mis padres, asintiendo aturdida cuando hablan sobre El Programa o comentan sobre la última noticia. El suicidio ha tenido un aumento en Londres, y han implementado su propia versión del Programa. Hasta ahora ha sido un gran éxito, lo que demuestra que Estados Unidos parece haber desarrollado un tratamiento. Esto hace que me pregunte sobre el futuro, la clase de gente que va a caminar por allí dentro de veinte años. Las personas que nunca han experimentado la adolescencia, porque esos recuerdos fueron borrados. ¿Van a ser ingenuos? ¿Vacíos? Me recuerdo que James va a estar bien. Volverá y será el mismo. Tengo que creer eso. Después de la escuela, me decido a ir al Centro de Bienestar para obtener créditos, probar un punto. Ser vista allí les mostrará qué tan saludable estoy. Qué tan involucrada estoy en mi propia estabilidad. Pero en realidad, voy a estar esperando a James, sabiendo que va a aparecer tarde o temprano. El edificio está situado en el centro de la ciudad, un antiguo YMCA. Es de ladrillo y de aspecto viejo, pero el cartel de bienvenida es de colores brillantes, haciendo alusión a lo que hay dentro. El Programa se enorgullece de los que se reincorporan, de su sistema que está comenzando a ver aumentos en el ingreso voluntario. El Centro de Bienestar es el frente perfecto. Ven a ver los resultados, ven a ver lo brillante y lo nuevo que puede llegar a ser. Me detengo en frente, reacia a entrar. Temo a todas estas personas sanas que verán a través de mí, pero no tengo a dónde ir. Tengo que ser fuerte. ―Necesitas inscribirte ―me dice la mujer detrás del mostrador cuando hago una pausa en la entrada. A su alrededor, la gran sala abierta es un hervidero de

actividad, como si no hubiera nada fuera de estas paredes que pudiera hacernos daño. Y las propias paredes son de color azul brillante y verde, colores fuertes y llenos de energía. Casi sonrío de verdad. ―¿Señorita? ―me pregunta la señora, señalando hacia el portapapeles y la pluma atada con hilo―. Inscríbase para el crédito. Escribo mi nombre y dirección en el papel y luego escaneo la habitación. Reconozco varias caras, aquellos que han regresado y la gente normal. No conozco a ninguno de ellos muy bien, o al menos, no lo hago hasta que veo a Lacey. Ella está en el sofá jugando videojuegos con Evan Freeman. Hay un Cuidador en la esquina, pero no es el de cabello oscuro que me da miedo. Es rubio, de pie allí y viendo a Lacey en silencio. Pienso en ir allí, presentarme, pero algo me detiene. En mi cabeza, sé que Lacey no me recuerda, y, sin embargo, espero que James lo haga. Así que si confirmo que Lacey no me conoce… ¿qué significa eso? Me aferro a una expectativa poco probable, pero es lo único que me mantiene en marcha. Todos los días me siento resbalar cada vez más y más, pero estoy aguantando. Me estoy aferrando a James.

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Me pregunto si Lacey sabe siquiera que Miller está muerto, si en algún lugar dentro de ella le echa de menos. Extrañándonos a todos nosotros. ¿Puede El Programa llevarse nuestras emociones, o ellas permanecen, sólo que sin una fuente? En el otro lado de la sala, un grupo de chicas, incluyendo a Kendra Phillips, están riendo y bebiendo coca-colas de dieta mientras están sentadas en una mesa redonda. Me acerco, echando otro vistazo al Cuidador que parece haberme notado, antes de sentarme con las chicas. Ellas sonríen amablemente, ninguna recordándome, ya que siguen hablando, chismeando acerca de los chicos, ropa, cosas que ni siquiera puedo alcanzar a comprender como para preocuparme. Pero me he convertido en una muy buena actriz, así que me río en los momentos adecuados, pongo los ojos en blanco cuando es necesario. En el interior, me duele el corazón, pero lloro cuando estoy sola, en un largo viaje en coche fuera de la ciudad después de abandonar el centro. Nadie está ahí para secarme las lágrimas y decirme que voy a estar bien. Durante tres semanas sigo este patrón: Reír, llorar, reír, llorar. Me he vuelto insensible, fría quizás. Pero es la única manera de que pueda sobrevivir el tiempo. Cuando finalmente consigo que me quiten el yeso, me siento aliviada mientras miro hacia mi brazo pálido. James habría estado tan preocupado si hubiera visto que me vendé en el minuto en que volvió. Espero que se apresure. Los días pasan lentamente.

Estoy sentada en la mesa, pintando mis uñas de un tono rosa horrible mientras las chicas hablan de Evan Freeman, que él y Lacey son algo. Yo no reacciono, fingiendo que no conozco a ninguno de ellos. La puerta del centro se abre, con una melodía suave de cascabeles en la parte superior. Me estoy concentrando en pintar la uña de mi dedo anular, contemplando el corazón púrpura allí. Estoy a punto de pasar a la siguiente, cuando me doy cuenta que la habitación ha quedado en silencio. Finalmente. Por fin han venido por mí. Exhausta, levanto la vista, segura de que hay un Cuidador que me llevará al Programa. Pero en cambio, el suelo se siente como que se cae debajo de mí.

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Hay Controladores en sus batas blancas rígidas, pero no están solos. En medio de ellos, con una cabeza recién afeitada, está James. Lleva una camisa de polo de manga corta, y puedo ver, incluso desde aquí, las marcas blancas en el brazo. Los tatuajes han sido eliminados, el nombre de Miller cosido. Los ojos de James escanean la habitación, curioso pero no intenso. No es la forma en que normalmente ve las cosas. Ni siquiera se detienen en mí. Ha vuelto. Mi James está de vuelta. Esta es la única razón por la que no morí. Este es el momento que me mantuvo en marcha. James. Lo llevan a una silla cerca de las máquinas expendedoras, donde un par de chicos están sentados, jugando una partida de cartas. Los Cuidadores están dejando que James tenga su primer pedacito de interacción social aquí en el Centro de Bienestar, donde puede ser monitoreado. Se sienta, sin decir una palabra a las personas en la mesa. Los Cuidadores no se fijan en mí, al parecer inconscientes de nuestro pasado. Me pregunto si eso es cierto o si están tratando de no llamar su atención hacia mí. De cualquier manera, estoy agradecida de que el Cuidador de cabello oscuro no esté aquí. Paso mis ojos sobre la ropa de mi novio. Se ve más pequeño, como si hubiera perdido peso mientras estuvo fuera. No me gusta que le quitaran su hermosa cabellera dorada, pero va a crecer de nuevo. Sufro por tocarlo.

Observo sus movimientos lentos, mi corazón late con fuerza, la adrenalina corriendo por mis venas. Las chicas que me rodean comienzan a hablar de nuevo, pero es más tranquilo, como si pudieran sentir mi cambio. Espero el momento adecuado para acercarme a James. No voy a dejar que nadie lo aleje de mí. Tengo que acercarme y hacer que me vea. Él estará bien. Sobrevivió y ahora está de vuelta. Solo él y yo para siempre. Justo entonces James empuja las cartas y se pone de pie, murmurando algo a los Cuidadores como si quisiera irse. El pánico estalla en mi pecho. No puede irse todavía. Me levanto de un salto, casi derribando mi refresco cuando James se da la vuelta para irse. Es acompañado a ambos lados por Cuidadores mientras se dirigen a la puerta, pero tengo que encontrar una manera de llamar su atención. Si me ve, sé que recordará. Preguntará si le estoy echando un vistazo. Reirá. Recordará, lo sé.

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Pienso en lo que él haría si fuera yo. Sería imprudente. Una especie de sabelotodo. Me deslizo mi anillo púrpura de plástico y apunto. Tomo vuelo y lo disparo, atinándole a James en la parte posterior de su cabeza rapada. Se detiene, frotando el lugar. Los Cuidadores siguen adelante, saliendo por la puerta principal mientras el anillo rebota a través del cuarto, aterrizando cerca de la recepción. Poco a poco, James se da la vuelta, buscando quién le pegó. Estoy en el medio de la habitación, sin tratar de ocultar el hecho de que fui yo. Sus ojos azules se deslizan por encima de mí, y siento como si él supiera. Beso mis dedos y los mantengo en alto en forma de saludo. Esperando. James se queda mirando por un segundo y luego se frota la cabeza, como si todavía le doliera. Entonces sin sonreír, sin reaccionar en absoluto, se da vuelta y sale del Centro de Bienestar. Hay un nudo en mil estómago, uno que está apretando. Espero que James corra de vuelta y me reconozca, pero cuando no lo hace, es como si mi corazón dejara de latir. El vacío, oscuro y profundo, me traga entera. Una lágrima se desliza por mi mejilla, pero no me molestó en limpiarla. ¿Por qué habría de hacerlo? ¿Por qué debería siquiera preocuparme? Cuando tomo una bocanada de aire, es un silbido tan lleno de dolor que la sala queda en silencio. Las personas se giran hacia mí para ver cómo me tropiezo a recoger mi anillo del suelo, tan brillante y esperanzador sobre las baldosas de linóleo. La esquina del corazón está quebrada. ―¿Cariño? ―pregunta la mujer detrás del mostrador, la preocupación haciendo gruesa su voz. Sé que debo reponerme y contestar. Eso es lo que tengo que hacer. Pero en cambio camino a la puerta, deseando que el día termine.

La primera vez que James me besó estábamos en el río después de que mi hermano nos había dejado colgados para ir a encontrarse con su novia, Dana. James me pidió que fuera con él de todos modos, y aunque estaba nerviosa, fui. Habían pasado casi tres meses desde que mis sentimientos hacia él cambiaron, desde que lo había notado. Me senté en una toalla, apartando piedras mientras James nadaba hasta el pequeño muelle y hacía piruetas en el agua, el sol brillando en su piel. Cuando volvió hacia mí, estaba temblando. ―Caliéntame, Sloane ―dijo en broma, y se puso boca abajo en mi toalla, su cuerpo calado hasta los huesos de frío. ―Estás todo mojado. ―Me reí, tratando de empujarlo cuando él me abordó.

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―Ahora tú también. ―Utilizó la parte baja de mi camisa para secarse la cara, y reí, tirando de ella fuera de sus manos. Me encontraba sobre mi espalda y él se colocó encima de mí, apoyado en un codo, sonriéndome con locura―. Eso es probablemente lo más cercano que alguna vez estarás de nadar ―dijo y sacudió el cabello mojado, rociándome con gotitas de agua. Levanté mis manos a la defensiva, pero cuando se detuvo, su sonrisa empezó a desvanecerse. Me miraba, casi con curiosidad. Fruncí el ceño. ―¿Qué? ―le pregunté. ―¿Me dejarías besarte? Un hormigueo recorrió mi cuerpo y sentí mis mejillas calientes. No sabía qué decir… así que me limité a asentir. James sonrió, pareciendo nervioso. Se inclinó más cerca, deteniéndose justo cuando sus labios tocaron los míos. Tenía tanto miedo de lo que iba a pasar. Mi primer beso. ―Esto probablemente es un gran error ―murmuró, y deslizó su mano en mi cabello, ahuecando la parte trasera de mi cuello. ―Lo sé. Y luego sus labios se presionaron contra los míos, calientes y suaves. Mis brazos lo rodearon y lo empujé hacia abajo y me besó con más fuerza, su lengua tocando la mía. Fue la sensación más increíble en el mundo, como una experiencia

extra corporal. Nos besamos una eternidad, o al menos hasta que el sol empezó a ponerse. Cuando por fin nos detuvimos, James se derrumbó de espalda, mirando hacia el cielo. ―Bueno, maldita sea, Sloane. Me reí, tocando mis labios con el dedo. Se sentían hinchados, pero vivos. Cosquilleantes. ―Eso fue divertido ―me las arreglé para decir. James se volvió y me miró. ―Sabes que nunca seré capaz de no besarte de nuevo, ¿no? ―dijo―. Por el resto de mi vida, cada vez que te mire, voy a tener que besarte. Sonreí.

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―El resto de nuestras vidas es mucho tiempo, James. Estoy segura de que habrá otros labios. ―En el instante en que lo dije, odié las palabras. Pero James simplemente sacudió la cabeza lentamente. ―No ―dijo, rodando para inclinarse sobre mí una vez más―. Estos son los únicos que siempre querré. ―Y me volvió a besar. Tal vez por eso me encuentro en el río ahora, sentada en el banco mirando el agua. James había dicho en serio eso, pero esa parte de su vida había terminado. Ahora él es otra persona. Ahora mis labios no son suyos nunca más. Me capturó ese día. Me había gustado antes, pero después de eso, no pude volver a evitarlo. Pasamos cada segundo que pudimos juntos, aunque nadie lo sabía. Me pregunto si las cosas hubieran sido diferentes si le hubiéramos dicho a Brady. Pero entonces me pregunto si mi hermano pasó tanto tiempo con nosotros, para asegurarse que estábamos bien. Pasaron dos semanas después que mi hermano murió cuando James me dijo que me amaba. Que nunca me dejaría. Que nos salvaría a ambos. Lo prometió. Lo prometió.

Mis padres preguntan acerca de James, y les digo que se ve muy bien. Sonrío. Bromeo que tal vez va a ser bueno para las matemáticas ahora. Es tan falso que veo

a mamá y papá intercambiar una mirada asustada, y luego me excuso a mi habitación. Mientras me acuesto en mi cama, considero nunca salir de nuevo. ¿Pero de qué serviría? Los Cuidadores acabarían llegando y llevándome. Cuando me levanto por la mañana, me deslizo en mis jeans y un par de calcetines distintos. No me molesto en cepillarme los dientes o peinarme el cabello. Me quedo mirando el cereal en mi plato, sin querer comer. No quiero alimentar este cuerpo. La idea de consumirme suena tan bien que cuando mi madre no está mirando tiro la comida en el fregadero y salgo de la casa. Me salto la escuela. Ni siquiera puedo pensar en reunirme con el terapeuta. Escuchar el “lado bueno” del Programa. Mentir sobre cómo me siento acerca de James estando de vuelta. No voy a entrar al Centro de Bienestar de nuevo. No quiero ver al James vacío. En unas pocas semanas, va a empezar a hablar, tal vez incluso sonreír a alguien. Me pregunto qué voy a hacer si le da a otra muchacha un anillo de corazón de plástico.

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James no me conoce, ni siquiera un atisbo de reconocimiento. Es como si nunca hubiera existido. Teníamos tantos secretos juntos y ahora sólo son míos. El peso de ellos es demasiado pesado para mí como para cargarlos. Estaciono fuera de una granja y saco un cuaderno, escribo mis sentimientos. No tengo a nadie a quien hablarle nunca más, ni una sola persona en quien pueda confiar. Estoy tan sola que es como estar muerta, pero todavía consciente. En los siguientes cuarenta y cinco minutos, he garabateado tantas palabras que empiezan a perder sentido. Beso, muerte, amor, pérdida… las palabras se estrellan entre sí, y mis lágrimas empapan la página. Entonces cedo al impulso de tachar las palabras, presionando cada vez más fuerte con cada pasada, haciendo círculos grandes. Pronto he pasado por todas las páginas y estoy cavando en la cubierta de cartón. Prosigo con tanta fuerza que está pasando a mi regazo, raspando contra mis jeans. Mi piel. Presiono tan duro como puedo, y gimo porque duele. Pero no me importa. Ya no me puede importar. Ojalá estuviera muerta.

Capítulo 14 Traducido por carmen170796 Corregido por Jo

E

stoy mordiendo mi labio mientras conduzco, desgarrando la carne, estremeciéndome cuando duele. Mis labios están agrietados de llorar en mi carro día tras día, pero no me importa. Mi cabello está enredado y despeinado, y de nuevo, no me importa un bledo. Han pasado cuatro días desde que James vino a casa. Permanezco sentada durante la escuela pero no hablo. No levanto la mirada. Mis padres me hacen preguntas que respondo vagamente. Están preocupados, pero no importa. Nada importa. Nunca lo hizo

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A veces paso por la casa de James. Una vez, lo vi a través de la ventana de su sala, mirando a la nada. Casi fui a la puerta, pero no sabía qué decir. ¿Cómo le dices a alguien que eres el amor de su vida si no te conoce? ¿Cómo podría sobrevivir a su falta de reacción? Cuando me detengo en mi casa después de otro ataque de llanto, pienso en finalmente terminarlo. Detener el miedo y dolor. Estoy enojada, más enojada de que lo que alguna me sentí, pero bajo eso hay una tristeza que apenas puedo comprender Apago el motor y salgo del carro, caminando apáticamente a la casa. Mi cabello está enmarañado en mi frente, colgando parcialmente en mis ojos. No lo empujo. Me gusta ahí porque me ayuda a sentirme escondida. Como si pudiera desaparecer. Abro la puerta delantera pero la casa está en silencio. ―Estoy en casa ―digo, pero no me molesto en esperar una respuesta. Empiezo a subir las escaleras a mi cuarto cuando escucho susurros ―¿Sloane? ―llama mi mamá, su voz suena entrecortada. Me detengo y me giro para mirarla. Su chaqueta está envuelta fuertemente alrededor de ella mientras se abraza, sus ojos marrones grandes y preocupados. Por un minuto quiero decirle que estoy bien, pero no quiero mentirle ―Estoy en casa ―repito. Estoy a punto de volver a empezar a subir las escaleras de nuevo, cuando mi padre sale de la sala. Su nariz roja como si hubiese estado llorando ―Cariño ―me dice―. Ven abajo. ―Su voz es suave, pero diferente. Es eso… ¿es eso culpa?

Mi primer pensamiento es que James se ha matado. Es una mezcla de devastación y alivio. Pero después detrás de mi padre, la puerta se abre. Dos hombres, con batas blancas, entran al recibidor. Mi pecho duele. ―¿Qué están haciendo aquí? ―pregunto, el miedo arrastrándose por mi piel. El Cuidador con el cabello oscuro está en mi casa. Está aquí por mí. Los labios de mi madre tiemblan. ―Estábamos tan preocupados, Sloane. Desde que James volvió, no has sido la misma. Y después de Brady, no podíamos arriesgarnos. Si solo hubieras… ―¿Qué has hecho? ―susurro. Mi papá aprieta sus ojos, y puedo decir que él no quería hacer esto. No quería entregarme. Miro de nuevo a mi madre, esperando que aún pueda detenerlo ―¿Qué has hecho, mamá? ―Pero estoy tan aterrorizada que no puedo respirar. Los Cuidadores caminan a través del recibidor, pisando fuerte a propósito hacia los escalones, hacia mí. Con una última mirada a mis padres, salgo corriendo por las escaleras.

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No pueden llevarme. No pueden llevarme. Atravieso la puerta de mi cuarto y después la cierro de golpe, poniendo seguro. Miro hacia mi ventana pero me preocupa que me lastime demasiado en la caída para escapar. Miro frenéticamente alrededor de mi cuarto, a todos los recuerdos; las fotos de mí y mi hermano. De James. Los Cuidadores se lo llevarán. Se llevarán todo. Detrás de mí alguien sacude la perilla y después toca. Golpea. No puedo escapar. No puedo soportar la idea de perder todo. No puedo dejarles tenerlo. Agarro la foto de Brady y James de mi espejo. En ella, James está sin camisa como siempre y sonriendo de oreja a oreja, su brazo sobre los hombros de Brady, el río detrás de ellos. Mi hermano está riéndose, como si James acabara de decir algo realmente gracioso. No recuerdo qué era. El golpeteo en mi puerta se vuelve más fuerte cuando escucho la voz de mi madre, rogando que abra. Que no me haga daño Me saco mi cuarteado anillo morado, besándolo fuerte. Te amo, James, pienso. Nosotros para siempre, como prometiste. Levanto el colchón, buscando la abertura que hice años atrás cuando estaba tratando de esconder notas de James. Al otro lado de la puerta, mi madre les dice que tiene una llave. Entonces encuentro la abertura y deslizo dentro de ella la foto y el anillo. Después dejo caer mi colchón y lo cubro con la sábana. Una vez que me vaya, ellos desinfectaran mi cuarto, pero no miraran ahí. No creo que miraran ahí.

Cuando vuelva del Programa, lo encontraré. Y encontraré a James y le preguntaré por ello. Tal vez entonces recordaremos quiénes somos. Lo que significamos para el otro. Diviso un par de tijeras en mi tocador, sorprendida de que no las notara antes. Considero pelear para poder salir. Apuñalar a los Cuidadores, especialmente al que ha estado detrás de mí desde el principio, y empujar hasta pasar a mis padres. Rehusándome a dejarles quitarme mi vida. Agarro las tijeras, apretándolas en mi puño Hay un chasquido y después la puerta se abre. Mi madre traga cuando ve las tijeras en mi mano. Mi padre me llama, sonando aterrorizado. Retrocedo hacia la ventana. Mi cara está caliente y mi boca húmeda. Creo que estoy babeando, agobiada por la rabia mientras les gruño. ―Señorita Barstow ―dice calmadamente el Cuidador de cabello oscuro mientras entra―. Baje las tijeras. ―Le lanza una mirada a otro Cuidador y ellos se separan, cada uno tomando un lado del cuarto para rodearme

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―No. ―Pero mi voz es como la de un animal. Mi padre empieza a llorar de nuevo e incluso cuando estoy enojada, no puedo odiarlo. Brady lo rompió. No puede pasar por esto de nuevo. ―Señorita Barstow ―repite el Cuidador mientras agarra algo en su cintura. De repente me doy cuenta de que debe tener un arma de electrochoque. Sé que se terminó. Esta vida, se terminó. Me encuentro con los ojos de mi madre y fuerzo una sonrisa amarga. ―Nunca te perdonaré ―murmuro. Después, solo porque este es mi último momento para tener una verdadera emoción, aprieto mi agarre en las tijeras. Y corto mi muñeca. Caigo contra la pared, el dolor más inmediato de lo que pensé que sería. Cierro mis ojos y siento manos agarrando fuertemente mis brazos. Una aguja penetra mi piel, y en segundos una ola se precipita sobre mí, chocando arriba de mi cabeza y ahogándome hasta que me duermo.

―¿Hola?

Escucho una voz, pero estoy demasiado cansada para abrir mis ojos totalmente. Trato de nuevo y fallo. La voz se ríe suavemente. ―¿Hay alguien ahí dentro? Siento un toque, un pinchazo en mi brazo, y después hay un subidón de adrenalina. Mis ojos se abren rápidamente y respiró rápidamente. Mis brazos están apretados a mis costados, como si estuvieran atados. ―Ah, ahí estás ―dice la voz―. Bienvenida al Programa.

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Parte II 91

El Programa

Capítulo 1 Traducción SOS por soñadora Corregido por Nanis

M

iré lentamente a un lado, mi visión un poco borrosa mientras me despierto. A mi lado, cerca, está el Cuidador de cabello oscuro. Él sonríe.

―Me preocupaba haberte dado demasiada Thorazine. Has estado inconsciente por horas. ―Se acerca para alejar mi cabello de mi cara. Salto, girando mi cabeza violentamente, asqueada. ―No me toques ―siseo―. No te atrevas a tocarme. Él ríe.

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―Srta. Barstow, sé que está molesta. Sé que no está bien. ―Se inclina cerca, su voz un susurro en mi oído―. Pero no es excusa para malos modales. Cierro mis ojos, pensando que quizás debería sentirme asustada, triste. Pero todo lo que siento es ira. Cambiaron a James. A Lacey. Van a cambiarme a mí. ―Ahora ―dice el Cuidador―. Le diré a la doctora que estás despierta. ―Toca mi cabello de nuevo―. Te veré por ahí, Sloane. Mi estómago gira cuando dice mi nombre. Trato de girar mi cuerpo, pero mis manos están atadas con tiras de cuero, atoradas a la cama. Cuando me muevo, mi muñeca duele, y recuerdo que me corté en mi habitación antes de que me llevaran. Aprieto mi quijada, oyendo el sonido de los pies del Cuidador andando por el piso. Cuando oigo la puerta cerrarse, abro mis ojos y miro alrededor. La habitación es blanca, sólo blanca. Las paredes son suaves y sin marcas, y hay una silla junto a mi cama. Todo está limpio y huele como si lo hubieran frotado con alcohol. Mi corazón golpea mientras espero. No sé qué va a sucederme. Si dolerá cuando se metan en mi cabeza. Me inclino contra la almohada, dejando que la tristeza entre por un segundo. Mis padres me traicionaron. Los odio, aunque sé que no debería. Creyeron que estaban salvándome, pero en cambio me han condenado a una vida a medias vivida. Estoy perdiendo todo.

Una lágrima cosquillea mi mejilla al bajar, y me maldigo por no retenerla. Giro mi cabeza a mi almohada para limpiarla y luego resoplo, mirando el techo. Está silencioso, tan silencioso que el único sonido es mi respiración. Me pregunto si solo el silencio puede hacerme enloquecer. La puerta se abre con un click silencioso. Me congelo, insegura de querer mirar. ―Buenas noches ―dice una voz profunda. Tiene un lejano acento británico y es tranquila. Casi invitándome. Aprieto mis ojos―. Soy el Dr. Francis ―dice, y oigo chirriar la silla cuando se sienta. Temo moverme, pero cuando su cálida mano toca mi brazo, me estremezco. Entonces me doy cuenta de que está desatando mis muñecas. Repentinamente miro a mi lado, donde sus dedos trabajan para liberarme. ―Siento mucho esto ―dice mientras me desata―. Es una precaución que tenemos que tomar con los pacientes ingresantes. ―No quiero ser una paciente ―respondo.

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El Dr. Francis hace una pausa, sus ojos verdes viendo mi cara mientras me estudia. Su cabello marrón está corto y no tiene barba. ―Sloane ―dice amablemente―. Sé que estás asustada, pero realmente sólo queremos ayudar. No lo ves, pero estás enferma. Incluso intentaste suicidarte. ―No, no lo hice. Sólo no quería que me llevaran. ―No menciono que traté de ahogarme en el río. ―No vamos a lastimarte. ―Se pone de pie y camina alrededor de la cama, deteniéndose en mi otra atadura para deshacerla―. Vamos a quitar la enfermedad, Sloane. Eso es todo. ―He visto a los que han regresado ―le digo, estrechando mis ojos―. Veo exactamente lo que toman. Cuando mis manos están libres, me siento y masajeo mis muñecas, sorprendida de lo mucho menos vulnerable que me siento ahora. Pero estoy usando una bata de hospital, y me estremezco, pensando que el Cuidador de cabello oscuro pudo haberme desvestido. EL Dr. Francis junta sus cejas con preocupación. ―Todos los que entran al Programa están muy mal. ―Ese no es el punto ―digo―. Deberíamos poder elegir. ―¿Pero cómo puede tomarse una sabia decisión cuando la mente está borrosa con la enfermedad? Es una infección, Sloane. Un comportamiento contagioso. Y somos la única cura. ―Hace una pausa como dándose cuenta de lo frío que suena―.

Me disculpo ―dice―. Deberías acomodarte primero. Haré que la enfermera venga a controlarte. ―Me asiente antes de salir de la habitación. Aún estoy temblando por la inyección que me dio el Cuidador, pero no puedo evitar preguntarme si el doctor tiene razón. Quizás estoy enferma y no me doy cuenta. Me acuesto en la cama, mirando el vendaje en mi muñeca y recordando lo desesperada que me sentí. Pero también recuerdo la mirada en la cara del Cuidador cuando vino a buscarme, su mirada depredadora. Había esperado ese momento, esperado traerme aquí. No. El programa no es la cura. Es mi final.

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―Y esta es la habitación de tiempo libre ―dice la enfermera, caminando adelante. Parece una abuela, incluso usa un suéter tejido sobre su bata. Pero creo que es a propósito, que está aquí para engañarme de algún modo. Aprieto más mis brazos a mi alrededor, mi cabeza aún mareada, y camino detrás de ella a la gran habitación. Estoy vestida en bata de hospital amarillo limón, calcetas brillantes en mis pies. Preferiría algo más deprimente, quizás negro, pero creo que por eso escogieron amarillo. La habitación de tiempo libre no se ve para nada relajante. A diferencia del Centro de Bienestar, este espacio no tiene color. Es puro blanco, como una película de blanco y negro con manchas amarillas. Hay unas veinte personas aquí. El Programa toma pacientes de entre trece y diecisiete años, pero la mayoría parece estar del lado de los mayores. No hay mesa de ping pong o de ajedrez. En cambio hay una tele en un costado con un sillón frente a ella. Unas pocas mesas y sillas cerca de las ventanas ―que estoy segura están selladas― mirando un paisaje. Hay un par de computadoras con carteles que dicen SIN ACCESO A INTERNET. Lo único que se ve un poco atractivo es un juego de cartas sucediendo en una mesa en un rincón. Tres chicos están ahí sentados, uno comiendo un pretzel como si fuera un cigarrillo. El modo en que interactúan ―como si fueran amigos― me inunda con una repentina nostalgia por James y Brady. Solíamos jugar a las cartas así. ―¿Qué instalación es esta? ―pregunto, sintiéndome enferma. Hay tres edificios que usan El Programa. Me pregunto si es la misma a la que fue James.

―Springfield ―dice ella―. Roseburg y Tigard están cerca de agotar capacidad. Sólo podemos manejar cuarenta pacientes por vez, así que somos un grupo reducido aquí. ―Sonríe y me toca el hombro―. Queda una hora antes de la cena. ¿Por qué no intentas hacer algunos amigos? ―pregunta―. Es bueno para tu recuperación. Le disparo una mirada llena de odio que la hace retroceder. ¿Amigos? Están por borrar a mis amigos. Con un asentimiento, la enfermera se va, su fachada de abuela desdibujándose mientras va a otros quehaceres. Pienso que quizás todo aquí es falso. Nos ofrecen una falsa sensación de calma, pero no hay tal cosa. Esto es El Programa. Sé lo peligroso que es. El chico al otro lado de la habitación con el cigarrillo de pretzel ríe ruidosamente, tirando sus cartas. Estoy tan sorprendida de oír risa que sólo miro, preguntándome cómo alguien puede reír en un lugar tan horroroso como este. Justo entonces se gira y me nota, su sonrisa temblando un poco. Inclina su cabeza como saludo. Yo me alejo.

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Camino a la ventana y me siento en la silla allí, atrayendo mis rodillas para envolver mis brazos a su alrededor. ¿Cuántas personas trataron de saltar por estas ventanas antes de que las sellaran? Nunca he sido fanática de las alturas. Cuando éramos niños, mis padres nos llevaron a un parque de diversiones, y Brady me convenció de ir a la rueda de la fortuna con él. Probablemente tenía ocho o nueve, y cuando llegamos a la cima, la rueda paró, congelándose allí. Al principio Brady bromeaba, balanceando el carro adelante y atrás. Pero se detuvo cuando comencé a llorar. ―Debes temer a las alturas, Sloane ―dijo, poniendo su brazo protectoramente a mi alrededor―. Lo siento. ―Se detuvo entonces, mirando el parque―. No es bueno tener miedos así. Sólo hace más probable que mueras de ese modo, una profecía personal. Limpié mi rostro. ―¿Qué? ―Lo leí en un libro una vez. Así que si sigues temiendo a las alturas, probablemente morirás cayendo de algo. Tomé la barra fuertemente, mi aliento acelerándose. Brady rió. ―No me refiero a hoy. Digo eventualmente. Como el río, Sloane. Temes nadar, así que las oportunidades son, si caes alguna vez, que probablemente te ahogues. Tu mente hará que suceda.

Hago una pausa ahora, mirando el paisaje en las instalaciones del Programa. No me ahogué en el río, incluso cuando lo intenté. Pero mi hermano sí. ¿Fue mi culpa porque él sabía que yo lo temía? ―Te ves como si alguien hubiera pateado a tu perro. La voz me sorprende, y miro arriba para ver al chico de la mesa de cartas parado allí. ―¿Qué? ―pregunto, poniendo mis pies en el piso. ―Sí, tienes razón ―dice―. Probablemente sólo borraron su memoria. Buen punto. ―Él sonríe. Su cabello teñido de negro es desprolijo y largo, saliendo en direcciones al azar, pero no de un mal modo. Las sombras son profundas bajo sus ojos. En su cuello, bajo su mandíbula, hay una cicatriz. Trago duro y encuentro sus oscuros ojos. ―No estoy de humor para bromear ―le digo―. Quizás otra vez. ―Me giro a la ventana, esperando que se vaya para volver a perderme en mis memorias. Para pensar en James.

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―De acueeeeeerdo ―dice el chico, alejándose―. Te veo por ahí, dulzura. ―Sacude su cabeza mientras se va, posiblemente sorprendido de que no quise hablar. Pero no haré eso aquí. No me interesa hacer amigos. Me interesa salir.

Capítulo 2 Traducido por Selene Corregido por Nanis

E

s temprano cuando la enfermera viene a la mañana siguiente, con una cálida sonrisa en su cara. Dormí profundamente, pero no tengo ninguna duda que es debido a la medicación que me dieron antes de acostarme.

―Es hora de tu cita con la terapeuta, la Dra. Warren. ―Toma mi brazo para ayudarme a salir de la cama. Me siento mareada y me balanceo sobre mis pies por un segundo―. Realmente te agradara ―añade―. Es una doctora fantástica.

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Después de un rápido viaje al baño, vuelvo, y la enfermera ata mi cabello en una cola de caballo. No la detengo, porque mis manos se sienten como sacos de arena que se unen a mis brazos. Me pone unas calcetas con suelas antideslizantes y envuelve la bata a mi alrededor. ―Está bien, cariño ―me dice―. Vamos. No queremos llegar tarde. Parpadeo lentamente y camino junto a ella mientras me conduce por el pasillo. Está vacío a excepción del Cuidador de cabello oscuro apoyado contra la pared, con los brazos cruzados sobre su ancho pecho. Inclina su cabeza mientras paso. ―Buenos días, señorita Barstow. No respondo, en su lugar aprieto mi agarre sobre el brazo de la enfermera. El Cuidador está siempre ahí, siempre al acecho. Me temo que nunca voy a alejarme de él otra vez. ―¿Qué hora es? ―le pregunto a la enfermera, mi voz esta ronca y espesa por el sueño. ―Tienes la primera cita del día. Seis de la mañana ―me responde. Creo que las seis de la mañana es demasiado temprano para esperar que las personas desnuden su alma, pero también es el momento en el que estoy más vulnerable. Aprieto la mandíbula, tratando de luchar contra el miedo cuando nos detenemos frente a una puerta de madera. No sé lo que hay detrás. No sé lo que van a hacer conmigo. La enfermera abre la puerta, y contengo la respiración, esperando. Me introduce en una pequeña oficina, limpia y blanca. Hay una silla de aspecto confortable frente a un gran escritorio de madera. La mujer detrás del escritorio se levanta y me sonríe.

―Buenos días, Sloane ―dice. Su voz es profunda, autoritaria y protectora al mismo tiempo. ―Buenos días ―murmuro, sorprendida por lo normal de la habitación. No estoy segura de qué esperaba, pero definitivamente involucraba algo mucho más temible, tal vez un escenario de máquinas de electrochoques. ―Gracias, enfermera Kell. ―La Dra. Warren despide a la enfermera y luego me ofrece un asiento. Cuando me desplomo en la silla marrón de gran tamaño, veo un vaso de agua en el escritorio de la buena doctora. Junto a él hay una píldora de color rojo brillante. Dudo que sea para ella. Mis ojos se levantan y coinciden con los suyos. Aprieta sus labios en una sonrisa simpática. ―Estás enojada ―me dice. ―¿Eso crees? ―¿Por qué?

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La pregunta parece tan absurda que no sé cómo responder al principio. Me quedo mirándola. Se ve cansada, con sus delgadas gafas, su cabello oscuro y ondulado cae perfectamente sobre sus hombros. Incluso su maquillaje se ve impecable, como si ella no fuera real. Sólo una actriz en el escenario. ―No quiero estar aquí ―le digo. ―Intentaste suicidarte, Sloane. ―Debido a que los Cuidadores estaban allí ―replico―. Pensé que si me iban a llevar podrían también conseguir un espectáculo. La doctora asiente con una expresión de decepción dándole una mirada a la píldora. ―Creo que debes tomarla antes de comenzar. ―¿Y si no lo hago? Inclina la cabeza. ―Entonces no lo haces. Esto no es un truco, Sloane. Quiero ayudar, pero estás realmente al borde. ―No, estoy enojada. Quiero recuperar mi vida. Quiero ir a casa. ―Y lo harás ―dice inclinándose hacia adelante―. Lo harás. ―Suena tan seria que mi primer instinto es creerle. La gente no puede ser así de falsa. O al menos no debería ser capaz―. Por favor ―añade, señalando a la medicación―. Realmente te hará sentir mejor. Todo lo que quiero hacer es hablar.

Quiero ir a casa. Quiero mi cama. No quiero tener terapia. Pero si la píldora quitará la tristeza que está aplastando mi pecho en este momento, tal vez la tome. Sólo tengo que pasar a través de esto. Asiento y recojo la pequeña píldora roja y me la trago.

La Dra. Warren se ajusta las gafas y me sonríe. Han pasado veinte minutos desde que tomé la medicación, y tengo que decir que mi cuerpo se siente muy bien. Tengo las piernas al borde de la silla, mientras descanso mi cabeza en el respaldo. Mis músculos han estado rígidos por días y ahora finalmente los siento relajados y sueltos. ―Sé que la perdida de James es la principal causa de tu dolor en este momento ―comienza la Dra. Warren―. Tal vez sería bueno que habláramos de él.

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―¿Y qué quiere que le diga? ―le pregunto soñadoramente, mirando más allá de ella donde el sol brilla fuera de las grandes ventanas―. Usted no se preocupa por nosotros. ―Por supuesto que sí. Estoy aquí para ayudarte, Sloane. He dedicado mi vida a ayudar a poner fin a esta epidemia. ―Cierto. ―Me encantaría escuchar cómo tú y James se conocieron ―presiona nuevamente. ―Él era el mejor amigo de… ―hago una pausa, un momento de emoción cruda me atrapa―… de mi hermano ―termino. ―¿Tú hermano, él que se suicidó? Asiento y poco a poco la calidez de la medicación se filtra de nuevo y se lleva lejos mi dolor. Estoy tan insensible que casi me pongo eufórica. ―¿Te culpas por la muerte de Brady? Me estremezco cuando usa el nombre de mi hermano. El hecho de que sepa su nombre me perturba. No quiero hablar de Brady, y sin embargo me encuentro contestando todos modos. ―Por supuesto ―le digo. ―¿Por qué? ―la Dra. Warren apoya los codos sobre el escritorio.

―Yo estuve allí ―le digo, tratando de explicarme―. Si supiera nadar… ―¿Te sientes culpable por James también? ―Sí. ―Recuerdo todas las noches que sostuve la cabeza de James en mi regazo, viéndolo llorar. Cuando me contó que había dejado caer a Brady. Dejándome caer. No me gusta la imagen y trato de alejarla, pero estoy atrapada en un bucle continuo que no puedo parar. Al igual que no puedo detenerme de decirle a la doctora, aunque no quiero hacerlo. Estoy obligada a derramar mis tripas, mis devastadas, tripas emocionales. ―Así que ambos se culparon ―dice ella―. Convirtiendo la perdida en algo muy difícil de llevar. Apuesto que eso construyó un vínculo entre ustedes. ¿Por eso terminaron juntos? ―No, habíamos comenzado a salir antes de eso. La doctora se inclina hacia adelante. ―Cuéntame más sobre eso.

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A pesar de que algo en mi cabeza me dice que no hable de él, mis emociones me abruman. Lo echo de menos, y quiero recordar lo que era antes. Por primera vez en mucho tiempo, me permito llorar. Tengo permiso para dejarlo salir. Así que cierro los ojos y reclino mi cabeza hacia atrás en la silla. Y le cuento sobre la primera vez que note que tenía sentimientos por James. ―Déjame ver si entiendo ―dice la doctora cuando termino―. ¿James trató de evitar la relación en un principio? ―En una forma pasivo-agresiva sí. Amábamos a mi hermano y no queríamos que se enojara. ―Entonces, ¿cómo pasaste de eso a una relación? ―Me tomó un tiempo ―le digo, mirándola―. Incluso el primer día fue confuso. Después de que habíamos regresado del campamento, todo era raro. Horrible. Me imaginé que con el tiempo pasaría. Luego de esa noche, los tres llegamos a nuestra tienda de campaña, Brady estaba a un lado de mí y al otro estaba James. Era una tienda muy grande y Brady estaba acurrucado lejos de nosotros. Pero James estaba justo a mi lado, su brazo casi tocaba el mío pero no del todo. »Se sintió como una eternidad. Todo lo que podía oír era su respiración y la mía. Traté de cerrar los ojos, pero mi cuerpo estaba hormigueando. Lo sentí mirándome, y trague saliva, deseando poder estar dormida. Y justo en ese momento, su mano rozó la mía, tan ligeramente que apenas la sentí. Inspire profundamente y me puse de lado, sólo para encontrarlo mirándome. ―Sonrío―. Sus ojos azules se veían tan confundidos y pensé que iba a besarme.

―¿Lo hizo? ―me pregunto la Dra. Warren. Niego. ―Nop. En su lugar, juró y luego se levantó, agarrando su saco de dormir y su mochila. Abrió la cremallera de la puerta de la tienda y salió. Terminó durmiendo en el coche esa noche. La Dra. Warren frunce el ceño. ―¿Por qué haría eso? ¿Estaba enojado? ―Bueno, definitivamente no pude dormir bien. Me sentía culpable y avergonzada. Más tarde James me dijo que cuando me tocó y lo miré, tuvo una erección. ―Me río. ―¿Así que él es romántico? ―La Dra. Warren sonríe. ―Es sólo James. En realidad lo dijo como un cumplido. Pero no me quería incomodar. Así que se fue a dormir al auto. Tenía la esperanza de que no lo hubiera notado, y no lo hice. Sin embargo, me hubiera gustado saberlo, porque pasé las próximas semanas sintiéndome miserable. Como si hubiera hecho algo mal.

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El contador de tiempo en su escritorio se apaga, y la Dra. Warren me sonríe de nuevo. ―Una historia fascinante, Sloane. Espero que mañana pueda escuchar más. Asiento, sintiéndome decente por primera vez en semanas. Hablar de James me ayudó, como si estuviera aquí conmigo, el viejo James. El que he extrañado desesperadamente. Aunque podría ser ingenua, por un segundo, creo que estaré bien. Que tal vez la Dra. Warren realmente quiere ayudarme. ―Espera ―dice y me entrega un vaso de papel. Echo un vistazo dentro y veo una píldora amarilla―. Toma esto, Sloane. ―Pero… ―Va a ayudar a que la sensación dure más tiempo ―me dice y sonríe. No quiero volver a la miseria que sentí cuando entré aquí, así que me la trago y me voy. Cuando estoy caminando por el pasillo, de regreso a mi habitación, siento una oleada de vértigo. Me apoyo con la palma de mi mano sobre la fría baldosa de la pared para equilibrarme. Una racha de miedo pasa a través de mí. Oh, no. ¿Qué había en esa píldora? Me toco la frente, pensando de nuevo en el período de sesiones. Pero a medida que busco en mis recuerdos, me siento desorientada y el mundo parece inclinarse hacia un lado. Una mano toca mi codo. ―Vamos de vuelta a su habitación, señorita Barstow.

Miro para ver al Cuidador de cabello oscuro, una siniestra sonrisa cruza sus labios. Quito mi brazo de su agarre. ―Déjame en paz. ―Vamos, vamos ―me dice en broma―. No lo hagas difícil. Puedo contenerte otra vez. Pero no voy a dejar que me intimide. Que me amenace. El Programa no puede tenerme. Así que muevo el brazo hacia fuera, golpeando el lado izquierdo de su mandíbula. De inmediato se recupera y tuerce mi mano detrás de mi espalda, maldiciendo entre dientes mientras me golpea contra la pared. Cuando hay una repentina pizca de sedante, me río. ―No me importa cuántos medicamentos me den tú y los médicos ―le digo―. Nunca los voy a dejar tomar mis recuerdos. El Cuidador se inclina, su aliento cálido en mi oído. ―Estúpida chica ―me susurra―. Nosotros ya los tenemos. Y luego me duermo.

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Capítulo 3 Traducido por Eni Corregido por Nanis

O

tra vez estoy en mi silla al lado de la ventana, la misma en la que me he sentado por tres días. El cielo está nublado y me alegro. Es un sentimiento amargo, algo así como “si no puedo ser feliz, nadie debería”. Me pregunto qué está haciendo James, pero entonces alejo ese pensamiento, recordando que ya no me conoce. ―Supongo que otra broma de perro pateado sería de mal gusto, ¿cierto? No me volteo hacia la voz de chico, y en su lugar sigo mirando hacia fuera. Incluso podría parecer catatónica. ―¿Eres siempre tan malvada? ―pregunta.

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―Sí ―respondo automáticamente. Me gustaría que se fuera. Me gustaría que todos ellos se fueran. ―Encantador. Así que de todos modos, te compré esto y quería invitarte a nuestro juego de cartas esta noche si te animas. Pero deja tus cuernos y horquilla atrás. Pone un palillo de pretzel en la mesa que está a mi lado y lo miro, pero no a él. ―Por cierto, es un juego de cartas muy exclusivo. Puedo oír la sonrisa en su voz. Me inclino y tomo el palillo de pretzel, examinándolo por un segundo antes de morderlo. No digo nada y vuelvo a mirar las nubes oscuras afuera de la ventana. Espero que llueva pronto. ―De nada ―dice el chico, sonando derrotado―. Tal vez te veré más tarde. Espero hasta que se haya ido antes de levantar la mirada. Él está en el sofá con una chica pelirroja, riéndose histéricamente, como si no estuviéramos en El Programa. Como si esto fuera una fiesta en el sótano de los padres de alguien. El pretzel comienza a secarse en mi boca y creo que podría ahogarme. Y justo entonces, el chico me mira sobre su hombro, sus ojos oscuros están preocupados, y me volteo de nuevo.

―¿Cuándo comenzaste a salir con James? ―pregunta la Dra. Warren. Me siento de nuevo, mirándola mientras que el medicamento hace los bordes de mi visión borrosos. La doctora tiene el cabello recogido en un moño, su maquillaje y su traje pantalón combinan muy bien. Es perfecta. Es falsa. He estado en El Programa por casi una semana. Tomo las píldoras cuando me las ofrecen, optando por dormir en vez de vivir una vida real. A pesar de que no confío en la Dra. Warren, ni siquiera un poco, tomo la píldora que está en el escritorio cuando entro. En la terapia, es como si mi pasado fuera más asequible, como si el medicamento ayudara a aclararme. Y cuando estoy con James en mi cabeza, ya no estoy sola. ―Hoy no tengo ganas de hablar ―digo, queriendo mantener los pensamientos para mí misma.

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Suspira. ―Eso es comprensible. Pero tengo mucha curiosidad sobre ustedes dos. Él es como una fuente de ira. ―No, no lo es ―digo inmediatamente―. Él es lo único que me importa. ―Pero estás enojada. ―Porque usted se lo llevó. Usted lo cambió. ―Yo no hice esas cosas. James estaba en otra instalación. Pero he tenido la oportunidad de echarle un vistazo a su archivo. ―Baja la voz―. Decía que James intento suicidarse en El Programa. ¿Preferirías que estuviera muerto? Sus palabras me atravesaron y tocaron mi pecho, con sorpresa. ¿James intento matarse? Oh, Dios mío, ese pensamiento, la sola idea hace que las lágrimas caigan de mis ojos. ―No ―susurro―. No me gustaría verlo muerto. ―Eso es bueno, Sloane ―dice, como respondiendo una pregunta―. Así es como se supone que reacciones cuando alguien quiere suicidarse. Ahora, háblame más sobre James. Te hará sentir mejor, te lo prometo. Sorbo, poniendo mi brazo sobre mi cara cuando recuerdo la vida de James y yo juntos. ―Solía evitarlo ―comienzo, relajándome por el medicamento―. Él iba a la casa con Brady, y me escabullía de la habitación, o solamente pretendía que él no

estaba allí. Algunas veces me preguntaba si estaba bien, pero no podía mirarlo a los ojos después de lo que paso en el campamento. Brady me dijo que estaba actuando raro. Me río suavemente y bajo mi brazo, recordando la cara que mi hermano hizo cuando lo dijo. ―Después de algunas semanas ―continúe―, James se enfadó. Incluso le pagó a Brady cinco dólares para conseguir que estuviera en la misma habitación que ellos. Pensé que se estaba burlando de mí, pero cuando me enojé, las cosas cambiaron. ―¿Cómo? ―pregunta la Dra. Warren. ―James me siguió escaleras arriba, diciéndole a mi hermano que iba a disculparse. Cuando tocó la puerta, al principio no quería dejarlo entrar. Pero dijo por favor. Sonrío, aun siendo capaz de oír su voz en mi cabeza. Oigo la manera en que sus palabras suaves y desesperadas golpearon mi corazón. Ya entonces, era incapaz de resistirme a él.

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Espero antes de decirle el resto a la Dra. Warren, espero mientras las drogas viajan a través de mis venas, envolviéndome en la tranquilidad. Pero primero, revivo el momento para mí, buscando mi propio lugar seguro en El Programa.

Cuando abrí la puerta de mi habitación, encontré a James apoyado contra el marco, luciendo completamente miserable. ―Me odias ―dijo. ―No. ―¿Entonces por qué me ignoras? Me hice a un lado, y miré más allá de él al pasillo para asegurarme que nadie estuviera alrededor. ―¿Por qué te importa? ―pregunté―. Ya me dijiste que no estaba permitido que… ―Hice un gesto entre nosotros, mi rostro estaba ardiendo de la vergüenza. ―Sí, digo un montón de cosas estúpidas, Sloane. ¿Por qué escuchaste esa? Di un paso atrás, confundida. ¿Estaba él…? ¿Él….?

James empujó la puerta para abrirla más y entró, cerrándola detrás de él. Lo miré fijamente, sin estar segura de lo que estaba haciendo. ―Así son las cosas ―dijo―. No quiero gustarte. ―Mi corazón se hundió―. Ni siquiera quiero darme cuenta de que eres bonita. Quiero derribarte en el lodo y burlarme de tu cabello. No debería estar pensando en poner mis brazos a tu alrededor. Y estoy seguro como el infierno que no debería estar pensando en besarte justo en este momento. Un diminuto suspiro escapó de mis labios, y todo mi cuerpo se calentó ante su confesión. Pero estaba aterrorizada de lo que pasaría a continuación, lo que significaría. ―No puedes besarme ―dije, retrocediendo un paso―. Arruinarás todo. ―¡Lo sé! ―estuvo de acuerdo. Miró alrededor de mi habitación, claramente molesto, y luego de vuelta a mí―. ¿Qué has hecho? ―me preguntó. ―¿Yo?

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―Dios ―dijo, ignorando mi pregunta―. ¿Sabes cuantas chicas no me gustan? ¿Y entonces la que me gusta… es la hermana de mi mejor amigo? Las mariposas se volvieron locas en mi estómago. ―¿Te gusto? Sus ojos se encontraron con los míos, y luego frunció el ceño como si pensara que era estúpida. ―Sí, Sloane. ―Y has estado siendo malo conmigo porque… Entonces de repente, el rostro de James se aclaró y se echó a reír. ―No lo sé exactamente. Pero he estado tratando de no gustarte desde que me provocaste una erección en la tienda así que… ―¿Qué? ―No te preocupes por eso. De acuerdo, así que escucha. No nos vamos a besar ni nada ―dijo, como si se lo hubiera propuesto―. Tal vez… no sé, quizás si salimos, solamente nosotros dos, nos daríamos cuenta de que realmente no nos gustamos. Podrías terminar odiándome. Puedo ser un completo idiota. Mi boca se torció en una sonrisa. ―James, te conozco desde que estaba en segundo grado. No estoy segura de que pasar más tiempo juntos sea una gran idea. Me observó por un momento, pensando.

―Probablemente no ―dijo en voz baja―. Pero quiero hacerlo de todas maneras. ―Oh. Se encogió de hombros. ―Ven aquí. Abrí mis ojos, sorprendida. Pensé que dijo que no me besaría. ―No. James no esperó y en su lugar se movió para envolver sus brazos a mi alrededor, dándome un abrazo. Descansó su mejilla en la cima de mi cabeza, y no estaba segura de qué hacer. No nos movimos por un largo tiempo, y finalmente deslicé mis manos de mis lados y las puse alrededor de su cintura. Suspiró cuando lo hice. ―Maldito infierno, Sloane ―susurró en mi cabello―. Vamos a terminar envueltos en un lío.

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―Lo sé. Me apretó una vez más y luego dejó caer sus brazos, dándose la vuelta y saliendo de la habitación sin mirarme de nuevo. Me quedé atónita, de pie allí en mi habitación. Pero después de un momento, puse mi mano en mi corazón y sonreí.

Me sobresalto cuando el timbre suena en el minuto en que he terminado de hablar, señalando el final de la terapia. Me siento mejor, recordar los momentos con James es suficiente para hacerme querer vivir otro día. Incluso si es sólo hoy. Me pongo de pie para irme cuando la Dra. Warren me llama por mi nombre. Me doy la vuelta y ella sonríe, deslizando el vaso de papel con una píldora amarilla hacia mí. ―Olvidaste tu medicamento ―dice. A pesar de que los efectos calmantes de la última píldora están todavía en mi sistema, tengo una repentina sensación de que algo va mal. Bajo la mirada hacia el medicamento, tratando de averiguar qué está pasando realmente.

―¿Qué hay en las píldoras? ―pregunto, mirando a la Dra. Warren con los ojos entrecerrados. ―Te lo dije, sólo algo para relajarte. ―Entonces no lo necesito ―digo―. La última dosis está todavía conmigo. Su expresión no titubea. ―Toma la píldora, Sloane. Mi corazón late con fuerza, y doy un paso atrás. ―No. La Dra. Warren se quita las gafas, poniéndolas a su lado antes de doblar los brazos en el escritorio. ―Este es un paso importante en tu recuperación ―dice―. Debes tomarla o tendremos que dártela por vía intravenosa. Y eso nunca es agradable.

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―¿Me obligaría? ―pregunto. Aunque conozco toda la situación, supe que estaba en El Programa en contra de mi voluntad, la idea de estar físicamente restringida de nuevo es suficiente para hacerme entrar en pánico. ―Este es el tratamiento ―dice la Dra. Warren―. Piensa en ello como tu antibiótico. Necesitamos tratar el virus, y luego estarás libre de él. Toma la píldora y volverás a casa, Sloane. Es tan simple como eso. Considero discutir, luchar para salir de aquí. Pero no hay nada fuera de esta oficina, solamente los pasillos blancos del Programa. Así que le disparo una mirada de odio a la doctora y me inclino hacia delante para agarrar la píldora amarilla, tragándola antes de salir.

Capítulo 4 Traducción SOS por Otravaga Corregido por Nanis

E

s casi la hora de la cena, cuando la enfermera Kell viene a buscarme, diciendo que la Dra. Warren ha negado mi solicitud de comer en mi habitación. La enfermera me ayuda a vestirme porque todavía estoy atontada de mi sesión de terapia. No estoy segura de haber tenido un momento lúcido desde que llegué al Programa. La enfermera Kell sostiene mi brazo mientras caminamos hacia el comedor, y el moverse en realidad ayuda a que me despierte un poco. Trato de recordar qué sucedió en el día, pero todo es un borrón. ―Dejen de drogarme ―murmuro―. Es demasiado fuerte.

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La enfermera Kell se ve afectada. ―Oh, querida. Bueno, sin duda se lo mencionaré al Dr. Francis. Tal vez pueda cambiar tu dosis. ―Sí ―digo, tirando de mi brazo del suyo, ahora que puedo permanecer de pie por mi cuenta―. Estoy segura de que él lo hará. ―Me doy la vuelta y me dirijo hacia la línea de servicio, dándole un vistazo a las diferentes comidas dispuestas en las bandejas. No quiero comer. No quiero hablar. Lo que quiero es tomar esta bandeja y romper cosas con ella, pero sé que eso no me va a llevar a casa más rápido. Agarro mi comida y me dirijo hacia una mesa en la esquina y me siento. Quiero ir a casa. Sólo quiero ir a casa. ―¿Vas a comer o eres de esas a las que les gusta pasar hambre? Levanto la vista para ver al chico de la sala de esparcimiento, el que me dio un pretzel, de pie al final de mi mesa con una bandeja. ―¿A las que les gusta pasar hambre? Se encoge de hombros. ―Es bastante común por aquí. Echo un vistazo alrededor, notando que varios pacientes simplemente están empujando sus comidas con cucharas de plástico. Tiene sentido, supongo. Sin voluntad de vivir, ¿para qué comer?

―¿Cómo puedo resistirme a un menú como este? ―murmuro, mirando hacia abajo a mi plato. Hay trozos de carne y patatas en salsa, junto con un extra de brócoli y gelatina naranja. El chico se ríe. ―¿Así que eres chistosa? Eso es refrescante. ¿Te importa si me siento? En cualquier caso, realmente no me importa, así que sólo me encojo de hombros. El chico saca la silla frente a mí y luego exhala profundamente. ―Me llamo Realm ―dice. ―¿Realm? ―Lo miro. ―Es Mike Realm, pero todo el mundo me llama Realm. ―Entonces, ¿puedo llamarte Mike? ―Nop. Mi boca se retuerce con una sonrisa, pero de inmediato enderezo mi expresión.

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―Está bien a veces ―dice Realm, sacando el panecillo de su bandeja e introduciéndolo en el puré de papas―. Tu rostro no se romperá si sonríes. Le echo una ojeada. Su cabello es una locura, pero ahora veo que está estilizado de esa manera. La cicatriz en su cuello se destaca color rosa contra su piel, y aún tiene sombras bajo sus ojos como si hubiera estado dentro por mucho tiempo. Pero él es lindo… estoy segura de que en circunstancias normales lo es. ―Si sonrío pensarán que llegaron a mí. Realm se detiene antes de responder. ―¿Y eso es algo malo? ¿Quieres quedarte aquí? ―No. Pero no quiero que ganen, tampoco. ―Ah, bueno, dulzura. Vas a tener que decidir qué quieres más si estás pensando en ir a casa. ―Toma un bocado, masticando lentamente antes de hablar conmigo otra vez―. ¿Cómo te llamas? ―pregunta―. Traté de robar tu historia médica, pero me atraparon. ―¿Ibas a robarla? Él asiente como si estuviera orgulloso. ―Me llamo Sloane Barstow, pero puedes llamarme Sloane. ―¿No puedo llamarte Barstow? ―Nop. ―Está bien.

Realm no continúa, y termina su comida en silencio mientras yo empujo la mía. ―Si comes más ―dice, limpiándose la boca con una servilleta de papel―, los medicamentos no te afectaran tanto. Supongo que te tienen bastante drogada. Manteniéndote bajo control. ―Viendo que no puedo recordar grandes cantidades de tiempo, probablemente tienes razón. ―Tomo un bocado de mi puré de papas ahora frío. ―¿De qué color son las píldoras que tomas? ―pregunta, inclinándose hacia adelante sobre los codos. ―Roja antes de la terapia, la amarilla después. Él asiente y mira hacia otro lado, jugueteando con el dobladillo de su ropa clínica. ―Y luego ―continúo―, está lo que el Cuidador me da. Realm levanta la mirada repentinamente e inclina la cabeza. ―¿Qué? ¿Qué quieres decir?

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Tomo un sorbo de mi leche y volteo la mirada hacia donde está parado el Cuidador de cabello oscuro, sin mirarme, por una vez. ―Ese que está en la puerta ―digo detrás de mi taza―. Él me inyecta con sedantes. ―¿Qué? ―dice Realm en voz lo suficientemente alta como para ganarse algunas miradas―. ¡Ese idiota! ¿Qué te está dando? ―No sé exactamente ―digo―. Pero eso más o menos me noquea donde esté. Realm agacha la cabeza mientras baja la voz. ―¿Estás hablando en serio acerca de esto? Me burlo. ―¿Por qué iba a mentirte? ¿Para impresionarte con mis cuentos de desventuras del Programa? Sí. Él me inyectó el día que llegué aquí, y de nuevo en el pasillo después de la terapia. No lo he visto hoy, al menos no hasta ahora. ―Sloane ―susurra Realm, sus ojos oscuros con un tono diferente por la preocupación―. Si lo hace de nuevo, si te hace daño, tienes que decirle a la Dra. Warren. ―Lo intenté. Pero ella… ―Dile que yo te obligué a decírselo. Ella me creerá. ―Realm mira a su alrededor entonces, notando que otros han terminado su cena y se dirigen a ver la

televisión o a jugar a las cartas―. Debería irme ―dice como si no quisiera―. Pero recuerda, la invitación a jugar cartas sigue en pie, ¿de acuerdo? Asiento, habiéndolo olvidado hasta que él lo mencionó. Observo mientras se va y noto que se sale de su camino para pasar por delante del Cuidador. Cuando lo pasa, Realm lo ve de reojo con una mirada asesina, y por un segundo creo que va a meterse en una pelea. Pero en su lugar, el Cuidador de cabello oscuro, aquel al que temo, se aleja de la pared y sale de la habitación. Es extraño que Realm tenga ese efecto en él, pero por otro lado, tal vez ellos se han metido en esto antes. Realm parecía muy enojado cuando mencioné al Cuidador drogándome. Decido entonces que Realm es alguien a quien debería mantener cerca durante un tiempo. Por lo menos hasta que sepa cómo abrirme camino en El Programa por mi cuenta.

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―Lo conseguiste ―grita Realm en el instante en que me detengo en su mesa de juego improvisada. Los otros chicos levantan la mirada hacia mí con ojos impacientes, pero finjo no darme cuenta. Realm empuja al niño más cercano a él y agarra una silla para mí, deslizándola en su lugar. ―Yo estaba sentado allí ―dice el otro chico. ―Y ahora no lo estás. ―Realm recoge todas las cartas, a pesar de que parecía como si estuvieran a mitad de la mano. Comienza a barajarlas de nuevo. Me siento al lado de él, sintiendo sobre mí las miradas de todos en la mesa. ―¿La dejaste a ella unirse y no a mí? ―La voz de una chica atraviesa el aire. Una pelirroja se encuentra frente a mí, apuntando su dedo en mi dirección―. ¿Creí que habías dicho sin nuevos miembros, Realm? Él inclina la cabeza como si estuviera tratando de disculparse, pero escucho al chico a mi lado reprimir una carcajada. ―Mi querida Tabitha ―comienza Realm―, ya te he dicho que somos muy exclusivos. Pero te prometo, que si Sloane se retira, puedes tener su lugar. Ella me lanza una maliciosa mirada asesina. ―Oh, yo… ―comienzo a decir a medida que me levanto, pero Realm atrapa mi muslo y me mueve con cuidado de nuevo hacia abajo. Cuando miro a Tabitha de nuevo, sus ojos están enojados.

―Lo que sea. De todos modos ustedes son un grupo de perdedores. ―Un placer charlar contigo, Tabby ―dice en voz alta uno de los chicos en la mesa cuando ella se aleja. ―No te preocupes por ella ―dice Realm mientras reparte la mano―. Siempre es maliciosa, y no, no te va a hacer algo horrible después. Lo va a olvidar. Siempre lo olvida, es por eso que no la dejamos jugar. Nunca puede recordar las reglas. Algo sobre la frialdad en su declaración me golpea, y estoy lista para salir corriendo. Realm debe notarlo porque me mira. ―Es un efecto secundario de su intento de suicidio. Ella tomó Muerte Rápida y, a pesar de que la reanimaron, tiene cierto daño cerebral. Está cada vez mejor, sin embargo, que es por lo que me recordó diciendo que no puede jugar. Pero apuesto veinte dólares a que mañana estará aquí de nuevo preguntando por qué tú puedes jugar y ella no. ―Suficiente chismorreo ―dice el chico a mi lado―. Reparte las cartas. Realm le sonríe, y luego agarra un pretzel y lo equilibra entre sus labios.

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―Muchachos, esta es Sloane. Se mira y no se toca. Todos se ríen, lanzándole miradas extrañas a Realm, y me pregunto si de alguna manera he sido reclamada. Pero entonces Realm me presenta a Derek y a Shep. Parecen bien… aunque el hedor corporal de Shep es un poco fuerte a mi lado. Tiene quince años, y Derek tiene diecisiete años. Todos han estado aquí cerca de tres semanas, con la esperanza de salir en seis. Por lo que puedo notar se ven bastante equilibrados, a parte del hecho de que Shep se está rascando distraídamente el muslo hasta el punto en que creo que se va a sacar sangre por debajo de su ropa clínica. Realm me ofrece un pretzel, pero niego. ―Entonces, ¿cuál es el juego? ―pregunto cuando recogen sus cartas. Realm sonríe, sin mirarme. ―¿Cuál más? Mentira. Todos empiezan a reír, y recuerdo el juego de la secundaria. James, Brady y yo nos sentábamos alrededor de la mesa de mi cocina y jugábamos cuando mis padres estaban fuera. A veces Lacey venía y se unía a nosotros. James solía ser el maestro en este juego. Él sabía muy bien cómo actuar y nos engañaba a todos para gritar mentira, sólo para demostrar que estaba diciendo la verdad. Al pensar en eso ahora, mis cartas se agitan en mi mano. ―¿Sabes cómo jugar? ―pregunta Realm. Asiento, pero no puedo responder.

―¡Mentira, Sloane! ―gritaba James, golpeando su mano sobre la mesa―. ¡Eres la peor mentirosa del mundo! ―Él y Brady se reían histéricamente, y yo ni siquiera me molestaba en voltear mis cartas. Sólo recogía la baraja. Llegaba a un punto en el que no trataba de mentir porque James siempre me atrapaba. Cada vez. ―Tu turno ―dice Realm, empujando mi codo. Le echo un vistazo a mi mano, y veo que se supone que tengo que salir con un diez. Tengo el diez de bastos, pero saco un dos de diamantes y lo pongo en la mesa. ―Un diez ―digo. Sólo hay un breve momento de silencio antes de que Shep se mueva junto a mí. ―Una jota ―dice. Derek sigue después de él y el juego continúa, pero me quedo mirando mi diez. Ya no hay nadie que me deje en evidencia por mi mentira.

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Capítulo 5 Traducido por Lola Irina Corregido por obsession

E

s lunes por la mañana, una semana y media en El Programa, y la Dra. Warren está sentada detrás de su escritorio, sonriendo amablemente. Antes de la cita intenté comer tanta comida como fuese posible, esperando que esto debilitara el efecto de las drogas. Pero mi cuerpo ya ha comenzado a sentirse pesado, haciéndome caer en la silla. ―¿Tú y James tuvieron una relación física? ―pregunta la doctora. Me río. ―No tienen deportes en mi escuela. ―Eso no es lo que quiero decir, Sloane.

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Obviamente, sé lo que quería decir, pero no es su asunto. No confío en la Dra. Warren. ―¿Qué hay en las píldoras? ―pregunto. Ella suspira. ―Repasamos esto cada vez. Y la respuesta es siempre la misma. Son algo para relajarte. Niego lentamente. ―No ―digo―. Es más que eso. Me hace hablarle, incluso si no quiero. La Dra. Warren me mira por un largo momento, sus ojos escaneándome como si estuviera sopesando su respuesta. ―Regresemos a James ―dice―. ¿No es eso lo que realmente quieres hablar? Me acobarda el oír su nombre, recordé otra vez cuánto lo extraño. La habitación está volviéndose transparente, mis recuerdos más claros que el mundo que me rodea. Haría cualquier cosa para regresar con él. ―Sí ―digo, renunciando a mi pregunta―. James y yo tuvimos una relación física. Él es del tipo físico. ―He encontrado que mucho. No me gusta la forma en que lo dice, como si no fuese por James todavía sería virgen y estaría en casa con mis padres en este momento, horneando galletas.

―Yo soy la única que lo deseaba, si debe saberlo. Él hubiera estado bien con la espera ―hice una pausa en eso―, bien, él hubiera estado bien con esperar un poco más por lo menos. ―¿Fueron cuidadosos? Curvo mi labio. ―Sí, mamá. Siempre usamos un condón porque nunca querríamos traer un niño a este mundo desordenado. ―Los condones no son siempre… ―Mira ―le digo―. Conozco las estadísticas, pero apenas tengo que preocuparme de eso ahora, ¿verdad? ―Mi voz adquiere un filo duro, y la Dra. Warren mira lejos. Estoy enojada con la forma en que está retratando a James, y yo quiero enderezarla. Quiero decirle que ella sólo podría soñar con tener a alguien como él en su vida. ―Tal vez podamos hablar de tu primer beso.

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Burlándome, me enrosco en la silla. Las drogas están aflojando mis músculos tensos, llevándose mis inhibiciones. ―¿Lo besaste primero? ―pregunta la Dra. Warren, como si fuese mi mejor amiga. ―No ―le digo, mi latido fuerte en mis oídos―. Habría estado demasiado asustada. Demasiado tímida. James estaba tan caliente y frío entonces. No sabía qué pensar. La Dra. Warren se inclina hacia atrás en su silla, cruzando los brazos sobre su pecho mientras comienza a sonreír. ―Dime acerca de eso, Sloane. Dímelo todo. Me doy cuenta de que ella tiene razón, sí quiero hablar de James. Y en el momento en que empiezo, estoy lista para estar con él para siempre. Incluso si sólo es en mi mente. ―Él solía enviarme notas ―digo―. Después admitió sus sentimientos, él dejaba notas bajo mi almohada. Cartas que escribía para mí. Al principio, parecía más como si me gritara. Hacía comentarios sobre cuánto odiaba que le gustara, pero luego en la siguiente línea explicaba que era porque gastaba todo su tiempo extrañándome. Nunca estuve tan confundida en toda mi vida. Nunca escribí de regreso, pero sus cartas seguían viniendo, como si estuviera discutiendo consigo mismo. Pronto se volvieron menos furiosas Más dulces. Hacía cumplidos sobre algo que yo usaba en la escuela, decía cómo pensaba besarme. ―Me río―. Hablaba mucho acerca de besarme. Dijo que tal vez podríamos escaparnos y ver una película,

sólo los dos. La Dra. Warren escribe en el archivo. ―James suena complicado. ―Es todo lo contrario, en realidad. Quiere cosas simples, y él y yo saliendo… eso era lo que complicaba todo. ―¿Cuánto tiempo duraron las cartas? ―Casi todos los días durante un mes. Pero después de unas pocas semanas de ellas, empecé a permanecer en la misma habitación con él. Bromeábamos y realmente hacíamos contacto visual de nuevo. Brady dijo que se alegraba de que yo hubiese acabado de actuar raro, y me sentí como si él lo supiera. Tenía que haberlo visto por la forma en que James y yo nos mirábamos el uno al otro.

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»La primera vez que James y yo nos besamos ―le digo―, me dijo que a partir de entonces siempre tendría que besarme. Sólo a mí. Me sentí tan especial, tan amada. Reproduje ese momento en mi cabeza sin parar. Pero luego empecé a preocuparme que tal vez había leído demasiado en el beso. Tenía tanto miedo de perderlo, y él todavía ni siquiera era mío. »Una semana después, James vino a buscarnos a Brady y a mí para pasar un día en el río, pero mi hermano se echó atrás en el último momento, dijo que tenía una cita, pero que James y yo deberíamos seguir adelante. Apenas habíamos esperado que él dejara la habitación antes de que saliéramos, pero yo estaba nerviosa. James no había mencionado el beso, y yo no habían recibido más cartas. »James condujo, y no hablamos en todo el camino. Yo estaba usando mi traje de baño debajo de una camiseta y pantalón corto, a pesar de que no tenía intención de entrar en el agua. Era como si aún estuviéramos pretendiendo atravesar por el mecanismo de un sábado normal. Cuando llegamos allí, James puso una manta de playa para nosotros, dejó caer un par de bocadillos de su mochila a la manta, y luego se desvistió hasta quedarse en su traje. Fue a nadar, dejándome allí. ―Pero, ¿por qué actuar de manera fría cuando ya te había besado? ―pregunta la Dra. Warren. Me encuentro con sus ojos. ―James… tan fuerte como es, tiene serios problemas de abandono. Cuando tenía ocho años, su madre lo dejó en su coche en la estación de tren. ―Trago saliva, sintiendo su dolor―. Ella nunca regresó. Entonces alguien que lo había escuchado llorar llamó a la policía. Después de eso, no estoy segura que confíe en nadie. Sólo en Brady y en mí. ―Sorbo―. Y Brady le falló también. La Dra. Warren asiente como si entendiera pero no creo que lo haga. Nadie

entiende a James excepto yo. ―¿Y que sucedió en el río ese día? ―pregunta en voz baja. ―Mientras que James estaba en el agua ―empiezo de nuevo―, consideré esconder su ropa, una pequeña broma para ponernos de buen humor, algo para romper el incómodo silencio. Así que agarré su pantalón corto y me paré, lista para correr con ellos. Pero entonces algo se cayó de su bolsillo y cayó en la hierba. ―¿Qué era? ―pregunta la Dra. Warren, mirándome fijamente. ―Un anillo. Un estúpido anillo de plástico con brillantes. Lo sostuve en mis manos, preguntándome qué era lo que él estaba haciendo con eso. Me senté de nuevo en la manta y lo examiné, celosa de la chica a la que debió haberle pertenecido. Entonces sentí un chapoteo en el agua y vi a James de pie encima de mí, envolviendo una toalla sobre su cabello. Dejo que la memoria se revele mientras la Dra. Warren escucha, mis palabras salen a borbotones sin mi permiso. Por dentro, puedo verlo todo, puedo recordar cada segundo.

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―¿Qué tienes? ―preguntó James. Cuando vio el anillo, tiró la toalla a un lado―. ¿Revisaste mis bolsillos, Sloane? ―No, yo… ―Pero me detuve, sintiendo celos―. ¿De quién es este anillo? James se rió y luego se sentó a mi lado, su muslo presionando al mío cuando se estiro a arrancar el anillo de mi mano. ―No deberías espiar ―murmuró. ―¿No vas a responder? Miró de reojo. ―Es para ti, estúpida ―dijo con una sonrisa―. Lo obtuve para ti. Lo miré fijamente, tratando de decidir si estaba diciendo la verdad, pero luego él tomo el anillo y lo deslizó en mi dedo. James se inclinó hacia delante y se detuvo cuando se puso muy cerca de mí. ―¿Podemos besarnos ahora ―preguntó―. ¿Está bien? Cierro mis ojos mientras me siento frente a la Dra. Warren, recordando cómo de caliente era su boca contra la mía, cómo su lengua tocó mis labios antes de que yo los abriera, dejándolo entrar. Dejándolo recostarme en la manta cuando su boca encontró la mía, una y otra vez, siempre suave, aunque urgente. Nunca sentiré aquella pasión de James de nuevo. Nunca seré esa chica de nuevo. Las lágrimas empiezan a rodar por mis mejillas cuando lloro, extrañando a James. Extrañándome a mí misma. Deseo que todo pudiera volver atrás como antes,

pero en su lugar estoy lentamente perdiendo todo, estoy testificando mi propia muerte. La Dra. Warren no dice nada, pero me entrega la píldora amarilla. La tomo con gratitud, deseando dormir. Deseando sentirme mejor. Pero nunca olvidar.

―Despierta, despierta ―susurra una voz en mi oído. Mis párpados se sienten pesados cuando trato de abrirlos, y cuando me dirijo a la voz siento un cálido aliento en mi cara. ―Has estado dormida demasiado tiempo, señorita Barstow. Me pidieron que viniera a recuperarte.

119

Mis ojos se abren, y veo al Cuidador de cabello negro que se inclina sobre mi cama. Extiendo la mano para apartarlo, pero él toma mi muñeca. ―No pelees ―me tranquiliza―. No voy a hacerte daño. Sólo me gustan los encargos. Arranco el brazo del suyo, accidentalmente me golpeo en la boca. Me retuerzo y toco mi labio, viendo un poco de sangre allí. El Cuidador chasquea la lengua. ―Deberías ser más cuidadosa. ―Camina hasta mi armario y saca un pantalón limpio y mi bata, colocándola sobre la cama―. ¿Te ayudo a vestirte? ―Infiernos que no ―digo, sentándome en la cama―. Y estoy bastante segura de que esto es acoso sexual. Sonríe. ―¿Cómo es eso? No estoy segura de si hacer que mi piel se erice es una razón suficiente para presentar cargos, pero no me importa aprovechar la oportunidad ―Sal o llamaré a la enfermera Kell ―digo, haciendo un gesto hacia la puerta. El Cuidador sonríe bajo mi atención. ―Si eso quieres. ―Comienza a salir y entonces se detiene, se vuelve para mirarme―. ¿Pero qué tal si puedo ofrecerte algo?

―No quiero nada de ti. ―¿Ni siquiera un recuerdo? Me detengo, entonces empujo las mantas y trepo fuera de la cama. ―¿A qué te refieres? El Cuidador radiante bajo mi atención. ―Si puedo salvar un recuerdo tuyo, algo que pudieras sacar de aquí contigo, ¿lo valdría? Trago sintiéndome enferma del estómago. ―¿Valdría qué? Sus ojos se ampliaron desviadamente, escaneando mi cuerpo. Instintivamente cruzo mis brazos sobre mi pecho y doy un paso atrás. ―Ser amigos ―dijo pero el tono es nada menos que siniestro. ―Sólo vete ―cierro, señalando a sus espaldas.

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Él asiente, sin verse perturbado en lo más mínimo. ―Piensa en ello, Sloane. Si cambias de opinión, sabes dónde encontrarme. ―Muérete. Él abre la puerta, pero cuando sale, dice con indiferencia: ―Me preguntó cuánto has perdido ya. ―Y entonces se fue. Me quedo ahí, mirando la puerta cerrada. ¿Qué he perdido? Miro de repente mi mano, pero el dedo está desnudo. El anillo del corazón púrpura que siempre uso está en casa, en mi colchón. No podría olvidar eso. James me lo dio cuando… Me detengo, pensando. Una punzada de miedo se precipita sobre mí. Me lo dio cuando… Oh, Dios. Me cubro la boca, dándome cuenta por primera vez que un recuerdo se ha ido. Me tropiezo contra mi cama, mi mente corre sobre todo lo que puedo pensar. El anillo. ¿Cómo obtuve el anillo? Hay un rápido golpe en la puerta. Estoy segura de que es el Cuidador, por lo que grito para que se vaya. La puerta se abre, y el Dr. Francis está de pie allí, sus cejas fruncidas. ―Sloane ―dice cuidadosamente―. Roger dijo que no podía sacarte de tu habitación. ¿Hay algún problema? Sí, es tan grande el problema que no sabría por dónde empezar. Pero no puedo delatar a Roger por ser escalofriante. Todavía no. No el caso que me pueda ayudar.

Me aclaro la garganta y me enderezo, poniendo una calma exterior. Vamos a ver si el Dr. Francis puede llamar mierda. ―Me despertó y estaba de mal humor ―digo―. Creo que mi medicamento es muy fuerte. El Dr. Francis frunce los labios como si estuviera pensando sobre esto. ―Tal vez sólo necesitas acostumbrarte a la dosis. ―Tal vez―le respondo, mi voz amarga. Él asiente y luego, se aleja de la puerta. ―Es la hora del almuerzo, y el personal está preocupado de que no estás comiendo lo suficiente. La enfermera Kell me dice que has perdido cuatro kilos desde que llegaste. ―No hay comida rápida ―le respondo―. Traigan los nuggets de pollo, y me lo comeré todo. Se ríe entonces, pareciendo aliviado de que puedo hacer una broma inútil después de todo.

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―Veré lo que puedo hacer ―dice―. Y ajustaré la dosis del medicamento. Deseamos que te sientas cómoda. Sé que esto es una transición difícil. Sonrío, apretando los dientes tan fuerte que temo que se vayan a romper. ¿Una transición difícil? Sí, esa es una evaluación justa. El Dr. Francis espera cuando voy al baño y me cambio a un pantalón limpio, envolviendo mi bata fuertemente a mi alrededor. Aun tratando de buscar en mi mente la historia del anillo, pero sé que se ha ido. He perdido un pedazo de James y es tan devastador que tengo que mirar a mi reflejo casi un minuto antes de que pueda reponerme. Cuando salgo detrás del médico por el pasillo, mantengo mi mente entrenada en un solo pensamiento, sosteniéndolo cerca de mí. James, James, James.

Capítulo 6 Traducido por Auroo_J Corregido por obsession

D

espués del tiempo en la sala de examinación con el Dr. Francis, sólo una prueba física y de sangre básica para asegurarse de que estoy tomando mis medicamentos, me envió a almorzar, donde me siento sola en la esquina. Bebo un poco de jugo y tomo unos mordiscos de una manzana, pero no me molesto por ninguna otra cosa. Estoy demasiado molesta por el anillo. Cuando salgo y me encuentro en la sala de ocio en su mayoría desierta, me siento de nuevo a la ventana y miro a través de ella.

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Continuamente lanzo miradas cautelosas alrededor por Roger, preguntándome cuándo su viscosidad aparecerá, pidiendo un trato. Preguntándome si podría decir que no cuando significa mantener una parte de mí misma. ―Psst… ―Miro por encima de mi hombro y veo a Realm junto a la puerta, sosteniendo algo en su espalda. Nadie más lo nota, y me siento a mí misma sonreír. Ven aquí, articula. No estoy segura si debería ir, pero la habitación es tranquila y me aburro. Me levanto para averiguar qué está haciendo. Realm sonríe con locura cuando me acerco, y lo sigo hacia la sala. ―Espera aquí ―dice, asomando la cabeza por la esquina hacia la estación de enfermeras. ―¿Qué hay detrás de tu espalda? ―le pregunto, tratando de mirar por encima de su hombro entre él y la pared. ―Hey, hey, dulzura ―dice, mirándome―. No espíes. ―Él comprueba una vez más y luego hace algunas señales de mano extrañas como si estuviéramos en el ejército. ―¿Qué? ―le pregunto. ―Corre. ―Corre delante de mí, y nos lanzamos por la sala y a través de la puerta de la escalera. La cierra y me quedo allí, en una especie de shock. ―Eso estuvo cerca ―dice. ―¿Qué estamos haciendo?

―Escondiéndonos. Tengo contrabando. ―Pero si nos encuentran… ―No lo harán. No hay rondas hasta dentro de otros veinte minutos. Siéntate. ―Señala las escaleras detrás de mí. Puesto que ya he roto las reglas al venir aquí, me siento en el hormigón, cruzando las piernas mientras lo miro fijamente. ―¿Ahora me vas a mostrar lo que tienes detrás de la espalda? Él sonríe ampliamente y saca una bolsa blanca, el logotipo en el lado inconfundible. ―No puede ser. ―Un pajarito me dijo que quería nuggets de pollo. ―¡Realm! ¿Cómo has…? ―Shh… ―dice, mirando hacia la puerta―. Esto no está en el menú, así que si lo ven, se lo llevaran. ¿Lo quieres o no?

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Mi hermano y yo solíamos implorarles a nuestros padres para ir a McDonald’s cada sábados. Limpiábamos nuestras habitaciones, lavábamos los platos, todo tipo de tareas que ignorábamos totalmente, sabiendo que nuestros padres nos las comprarían de todas maneras, porque mi padre estaba enganchado con las patatas fritas. Y aquí, en esta escalera, nunca había estado tan feliz de ver comida grasosa, casi como un pequeño pedazo de casa, lo que supongo que es triste, en cierto modo. Realm viene a sentarse a mi lado, alcanzando el bolso para sacar una servilleta, que pone en la escalera. Saca una caja de McNuggets, doblando el cartón y luego vertiendo unas patatas fritas en la parte superior. Me sumerjo inmediatamente, a pesar de que tengo un montón de preguntas. ―¿Cómo lo conseguiste? ―La comida está un poco fría, pero sigue siendo igual de buena. Mejor que el puré y almidones sosos que hemos estado recibiendo aquí. ―Tengo un amigo que tiene un amigo. ―Él sonríe y pone una papa en su boca. ―¿Qué? Realm, ¿puedes sacarnos? ―le pregunto, mi mente de pronto inundándose de sueños de escape. Él ensancha sus ojos ante mi reacción. ―No ―dice―. Por supuesto que no. Mis encantos no van tan lejos, y convencer con palabras dulces a algún conductor no es lo mismo que una fuga de la cárcel. Sólo pensé… ―Él mira hacia abajo―. Mierda, Sloane. Pensé que esto te animaría.

Me siento horrible y desagradecida, y extiendo la mano para tocar la suya para tener su atención. ―Lo siento ―le digo―. Esto es impresionante. Y sí me animo. ―Fuerzo una amplia sonrisa, demasiado entusiasta―. ¿Ves? Realm se ríe, una suave sonrisa permanece en sus labios cuando volvemos a comer. ―Entonces, ¿cómo te enteraste de los nuggets de pollo? ―le pregunto, poniendo mi pierna debajo de mí y acomodándome. ―Por fin llegó a mis manos tu expediente. Imagina mi sorpresa cuando el doctor Francis señaló que los ansiabas. ¿De verdad le dijiste eso? ―Sí. ―Me río y le doy una palmada a su hombro―. ¡Pero no puedes leer mi expediente! ―Puedo, pero definitivamente no debería. No me delatarás, ¿verdad? ¿Eres una rata, Sloane? ―Me mira con desconfianza. ―No voy a entregarte, pero tienes que decirme lo que leíste.

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Él se pone rígido por esto, y luego se rasca la barbilla. ―Um… no mucho. Una ola de malestar ondea sobre mí. ―Estás mintiendo. Los ojos de Realm se encuentran con los míos. ―¿Quién es James? La manera tierna en que pregunta casi me hace caer en pedazos. ¿Cómo puedo incluso explicar lo que James es para mí? ―Él era todo ―le digo―. Y ahora no es nada. ―Cierro los ojos. ―Lo siento ―le oigo decir a Realm, sintiendo que toca mi rodilla―. No debería haber sacado el tema. Sollozo y seco las lágrimas sólo cuando empiezan a desbordarse. ―Está bien ―le digo―. Acabo de tener un mal día. Y… ―Te recordé cuánto apesta la vida. Realmente lo siento. ―No lo hagas ―le susurro―. James es mi novio, pero… ―Me detengo, sin querer admitir que James no se acordaba de mí. Como si probara que yo no significaba tanto para él. ―Él estuvo en El Programa también ―dice en voz baja Realm―. Está en tu

expediente. Asiento. ―Ellos vinieron y me trajeron alrededor de una semana después de su regreso. ―¿Él te reconoce? ―pregunta Realm, sonando ansioso. ―No. ―Decirlo es como un puñetazo en el estómago. Realm no trata de decir que está bien u ofrecer alguna esperanza de que James recordara. En su lugar, apunta al último McNugget. ―¿Te vas a comer eso? ―pregunta. Lo miro. ―¿Me acabas de hacer llorar y ahora quieres mi comida? Se encoge de hombros. ―Sólo pregunté si lo vas a comer. Me río a continuación, empujando la caja en su dirección.

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―Es todo tuyo. Creo que podría vomitar por comer tan rápido. Hace una pausa, con la mitad de la comida a la boca. ―Gracias por compartirlo, Sloane. ―Come el pollo de todos modos, y luego devora las papas antes de limpiar, la grasa se aferra a mis dedos, pero no es asqueroso. Es casi un alivio en comparación con lo fregada y antiséptica que siento esta instalación. ―Espera ―dice Realm, y me entrega la bolsa. Abre la puerta y luego pone el ojo a la rendija―. Todo limpio. Me hace un gesto hacia adelante, y nos colamos de nuevo en el interior, riendo mientras corremos por el pasillo. Ya casi estamos de vuelta a la sala de ocio, cuando vemos a la enfermera Kell dando vuelta en la esquina y encontrándonos. Realm inmediatamente toma la bolsa de McDonald’s y la arroja a un cuarto vacío, la basura deslizándose debajo de la cama. ―¿Dónde han estado? ―pregunta la enfermera Kell. ―Sólo dándole el recorrido ―dice Realm, poniendo su brazo alrededor de mí, como si fuéramos los mejores amigos. Se me ocurre que es mi mejor amigo, por lo menos aquí. La enfermera Kell se nos queda viendo otro segundo más y luego asiente hacia la sala de ocio. ―Muy bien, entonces ―dice―. Los muchachos te están buscando, Michael. Llegas tarde a tu juego de cartas.

Él le da las gracias, y empezamos a salir cuando la enfermera Kell me llama de regreso. ―Para ti ―dice, sosteniendo una taza de Dixie. Me asomo y veo una píldora de color amarillo brillante. ―¿Por qué? Me siento bien. ―Órdenes del doctor, querida. ―Me da una taza de agua, y tomo la píldora, la ira comenzando a brotar dentro de mí otra vez. ―Pensé que iba a bajar mi dosis ―espeto―. Supongo que no, ¿eh? ―Regresa con tus amigos ahora, Sloane. ―Sonríe y cepilla mi cabello de mi hombro. Pero empujo su mano y voy dentro de la sala de ocio.

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―¿A dónde fuiste? ―pregunta Realm cuando me siento a la mesa con él y los chicos. Ya me habían repartido, y recojo mis cartas. ―La enfermera Kell quería asegurarse que me quedé obediente ―le digo. ―Me gusta el sonido de eso ―dice Derek, y empiezan a reír. Realm sólo me mira con preocupación. ―¡Hey! ―Una vez corta a través del aire, y me dirijo a ver a Tabitha caminando hacia nosotros, su cabello rojo recogido en un moño desordenado en la parte superior de su cabeza―. Realm, pensé que habías dicho que no estaban dejando a nadie más entrar en el juego. Suspira, pero la mira con dulzura. ―Hola, Tabitha. Lo siento, pero la mesa está llena. ―Entonces, ¿por qué ella pudo unirse? Eso no es justo, Realm. Tú lo prometiste. ―La próxima vez, ¿de acuerdo? ―Él le sonríe. Ella lanza una mirada de odio en mi dirección y, a continuación, asiente tristemente antes de tropezar lejos. Los chicos no bromean esta vez y en lugar de eso empiezan a jugar la ronda. Ella acababa de tener esta conversación y, sin embargo vuelve, como si parte de su cerebro se hubiese roto. Tomó Muerte Rápida, y me pregunto si Miller ha sobrevivido, si él ha… Una gruesa pena asfixiante me envuelve al pensar en mi amigo. Mi Miller, tan

perdido y solo, aunque estuvimos allí. Nunca lo volveré a ver. Hay un toque suave en mi muñeca. ―Estás llorando ―susurra Realm. Sorprendida, le miro mientras toma una mirada cautelosa alrededor a los enfermeros. Desliza bajo mi ojo la manga de su camisa y luego llama mentira a nadie en particular, sólo para distraerlos. Todos empiezan a reír y empiezan a examinar sus cartas, pero yo miro a Realm, agradecida. Volvemos a jugar, pero a medida que pasan los minutos, mis reflejos se vuelven más lentos. Pronto están gritándome para lanzar una carta, y tengo que doblar la mano y salir. Realm se pone de pie cuando lo hago. ―No te ves bien ―dice. ―Estoy cansada. La enfermera Kell me dio una píldora y… ―Espera, ¿eso es lo que pasó en el pasillo? ¿Por qué te iba a dar una ahora? ―No lo sé.

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Realm pone su brazo sobre el mío y me estabiliza en su contra. Yo no discuto. Estoy empezando a sentirme desorientada, y la perspectiva de hacer caminar a mi habitación parece imposible. ―Regresaré, chicos ―dice Realm, lanzando sus cartas. Ellos se quejan de algo que no puedo escuchar, y luego Realm me está ayudando a alejarme―. ¿Puedo acompañarte a casa? ―pregunta, en broma. No respondo y en lugar me aferro a su codo mientras nos saca. Una vez que estamos en la sala, Realm desliza su brazo sobre mi hombro. ―Está bien ―susurra―. Te regresaré segura. La sala parece inclinarse delante de mí, pero en el otro extremo me parece que veo a alguien. Creo que veo a Roger. Me tambaleo hacia atrás y agarro un puñado de la camisa del Realm. ―No lo dejes acercarse a mí estando así ―le ruego. ―¿A quién? ―Realm dispara una mirada en dirección a Roger y luego se congela. ―¿Qué pasa? ¿Ha pasado algo? Roger nos mira, y de repente tengo miedo de que venga por mí ahora, cuando estoy demasiado débil para defenderme. Casi me tropiezo con mis propios pies. ―Sólo sácame de aquí ―le digo. Realm me apresura en la otra dirección, pero sus ojos son oscuros cuando mira hacia atrás sobre su hombro a Roger.

Cuando por fin estoy en una habitación privada, necesito un segundo para darme cuenta de que no es mía. Todo es tan confuso. ―¿Dónde estoy? ―pregunto. ―Mi habitación ―dice Realm―. Espero que esté bien. ―Mantiene la cabeza fuera de la puerta, mirando a su alrededor como si estuviera vigilando. Me tambaleo hacia su cama―. Puedo llevarte de vuelta a la tuya cuando te despiertes. Te ves como si estuvieras a punto de estrellarte con fuerza ―añade Realm. No discuto acerca de estar en su habitación mientras subo a la cama, poniendo mi cabeza en la almohada con un suspiro. Mis ojos ya están cerrados cuando Realm llega a cubrirme con sus mantas, metiéndolas con cuidado a mi alrededor. ―Volveré más tarde, ¿de acuerdo? ―dice. ―Mm… hmm. Él se ríe en voz baja y siento un toque en la frente, un beso, creo. Y luego se va para dejarme dormir con la medicación, y trato de no preocuparme sobre qué ―o quién― estará esperándome cuando me levante.

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Capítulo 7 Traducido por PaulaMayfair Corregido por La BoHeMiK

M

e despierto por el sonido de gritos viniendo desde el pasillo. Me incorporo súbitamente, lamentando el momento en que lo hago porque siento que mi cerebro podría caerse. El dolor pulsa en mis sienes mientras trato de orientarme y mirar alrededor de la desconocida habitación. ―¡Michael! ―Oigo que suena como si la enfermera Kell estuviera gritando―. ¡Bájalo! ―¡Aléjate de ella, o te juro por Dios que te mataré yo mismo!

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Jadeo, segura de que es la voz de Realm. Salgo rápidamente de la cama y voy a la puerta, abriéndola sólo un poquito para ver qué está haciendo Realm. A medio camino por el pasillo, Realm tiene su antebrazo en la garganta de Roger, fijándolo a la pared. Pero Roger no está diciendo nada. Él sólo mira fijamente de vuelta a Realm como si lo desafiara. ―Michael ―dice de nuevo la enfermera Kell, sólo que más suave. Toca el brazo de Realm y él de repente lo deja caer, por lo que Roger cae al suelo. Por un momento pienso que Realm podría darle una patada, pero en cambio da un paso atrás con obvia moderación. Abro la puerta más y cruje, haciendo que todos me miren. Cuando Realm se vuelve hacia mí, veo que uno de sus ojos esta hinchado. La enfermera Kell inmediatamente se enfurece. ―Sloane ―dice―. Vuelve a tu habitación. ―Entonces agarra brutalmente a Realm por el codo―. Tenemos que ver al doctor Warren ahora ―susurra. Realm se encoge de hombros ante mí, casi como una disculpa, y luego se deja llevar por el pasillo. Mi corazón late en el pecho mientras se llena de preocupación. ¿Y si lo envían lejos? ¿Le dolerá? Realm es mi único amigo, ¿y si lo alejan de mí también? En ese momento noto a Roger, todavía sentado en el suelo. Cuando mis ojos se encuentran con los suyos, guiña, y luego se levanta para irse cojeando.

Espero en el comedor sin tocar mi comida mientras me siento sola. No han traído a Realm de vuelta todavía y estoy completamente en pánico. No le he dicho a nadie lo que vi, pero he oído a Derek y los otros chicos decir que Realm golpeo a un Cuidador y ahora está siendo enviado a otro centro. Mis dedos tiemblan mientras trato de comer una cucharada de gelatina. ―¿Puedo sentarme contigo? ―pregunta Tabitha, señalando la silla vacía frente a mí. ―Oh. Por supuesto. Es una oportunidad de verla de cerca por primera vez. Se ha teñido el cabello de color rojo, pero por las raíces me imagino que es naturalmente oscuro. Su piel es pálida y sus ojos son de color avellana claro. Es bonita de una manera muy emo. Como que me recuerda a Lacey, o al menos, a la vieja Lacey.

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―Veo el vendaje ―dice, tomando el primer bocado de su comida―. ¿Intentaste cortarte las venas? ―Más o menos. Pero no estaba tratando de matarme. Sólo estaba enojada. Ella se ríe. ―Sí, claro. ¿Y dónde está Realm? ―pregunta, y sospecho que era su verdadera pregunta desde el principio―. Me dijo que hoy podía jugar a las cartas con él. Oh ―hace una pausa, sonriendo―, tal vez te dejará jugar también. Es bastante agradable. También, lindo ¿verdad? Me quedo mirándola, tratando de ver si hay obvias señales de daños. Nunca antes he oído hablar de alguien que sobreviviera a Muerte Rápida. Lacey había pensado en tomarla. Quería que Miller la tomara con ella. Espera… Miller. ¿Qué pasó con Miller? ―¿Qué es esa mirada? ¿No crees que sea caliente? Tabitha está sonriendo de oreja a oreja, pero no le respondo y en su lugar miro hacia abajo, hacia mi bandeja. ¿Qué demonios le pasó a Miller? En mi mente, es como que está ahí y de repente… se ha ido. ―Oh, Dios mío ―digo―. No puedo recordar. ―¿Estás bien? ―pregunta Tabitha, sonando asustada―. ¿Debo llamar a la enfermera?

―No ―digo rápidamente. Extiendo mi mano y cubro la de ella―. Están tomando mis recuerdos ―le susurro―. Me los están borrando. Ella parpadea rápidamente como si lo entendiera completamente, pero entonces desvía su mirada. ―No hables así ―dice amablemente―. O vas a hacer que nos arrojen a una nueva instalación para volver a comenzar. Tabitha se levanta abruptamente, tomando su bandeja con ella, y se aleja. Mi mano se siente fría en la mesa blanca, y estoy temblando. Primero el anillo y ahora Miller. ¿Qué más hace falta que no puedo recordar? ¿Qué me está pasando? Y de repente, lo sé. Sé lo que tengo que hacer si planeo sobrevivir a esto. Dejo mi bandeja sobre la mesa y camino hacia las puertas de salida. Estoy casi allí cuando un viejo Cuidador me detiene. ―¿A dónde vas? ―pregunta. ―Al baño.

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―Hay un baño aquí. ―Hace un gesto hacia el fondo de la sala. Y trato de pensar rápido. ―Allí no hay tampones. Él me mira fijamente, como si pudiera decir que estoy menstruando con sólo mirarme, y entonces me hace un gesto para que salga. ―Date prisa ―dice antes de regresar a volver a vigilar la habitación. Me apresuro al pasillo, no estoy segura de dónde lo encontraré. La desesperación está haciendo que las lágrimas piquen mis ojos, pero parpadeó para apartarlas. Tengo que ser más fuerte. Necesito salvarme. Es cuando paso por el armario de suministros que lo veo y corro en mis calcetines antideslizantes, resbalándome hasta detenerme. El disgusto retuerce mi estómago mientras lo veo contando los rollos de papel higiénico, para después anotarlos numéricamente en un portapapeles. Cuando me observa, sonríe. ―Hola, señorita Barstow. ¿Puedo ayudarte en algo? ―Sí, Roger. ―Casi me ahogo con su nombre―. Supongo que sí.

Roger bloquea el armario de suministros y me conduce de vuelta a mi habitación, sonriendo durante todo el camino, incluso tarareando una canción. Apenas puedo empujarme hacia adelante, pero no tengo otra opción. El Programa no me ha dado otra opción más que aferrarme a lo que pueda. Roger abre la puerta y se aparta para que yo entre. Cuando paso, respiro el fuerte olor de las mentas, y sé que nunca voy a ser capaz de probar la menta de nuevo sin atragantarme. Me detengo justo dentro de la habitación, sin mirar a la cama. Cuando Roger cierra la puerta y la bloquea, cruzo los brazos sobre el pecho. ―Primero dime qué va a pasar con Realm. Roger se ríe. ―Oh, estoy seguro de que Michael Realm estará bien. Tiene la costumbre de salirse de estas cosas por la que el resto de ustedes son castigados. Arrugo mi frente. ―¿Qué significa eso?

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―Eso significa que volverá pronto. Ahora espero que esta no sea la razón por la que me llamaste, Sloane. ―Ladea la cabeza, como si estuviera verdaderamente curioso. Estoy aterrorizada. ―¿Cómo sé que realmente me puedes dar mis recuerdos? ―No puedo darte tus recuerdos ―dice, casi en tono de disculpa―. Lo que puedo hacer es dejar que te aferres a seleccionar recuerdos. Bloquearlo de los antígenos. ―¿Antígenos? ―La pequeña píldora amarilla que tomas ―dice―. Ella busca tus recuerdos, los que están dirigidos por la doctora Warren. Primero tomas la roja, una especie de suero de la verdad, si quieres. Y mientras hablas, actúa como un colorante, se adhiere a los pensamientos. Luego te tomas la amarilla para limpiarlo todo. No es exacta, pero pronto tendrás menos y menos recuerdos para revisar, y ellos serán más fáciles de identificar. Las píldoras. Se están comiendo mis recuerdos. La Dra. Warren dijo que eran sólo para relajarme, pero mintió. ¿Sobre qué más ha mentido? ―¿Cómo puedes ayudar? ―pregunto a Roger―. ¿Qué puedes hacer para que dejen de borrarme? Mete la mano en el bolsillo y abre un recipiente pequeño. Saca una píldora pequeña de color púrpura.

―Esto puede salvar un pensamiento perdido, una cosa que no quieres perder. Por supuesto, podría hacerte enfermar, pero podría valer la pena el riesgo. Y si le dices a la doctora Warren acerca de esto, van a desnudar tu mente por completo. Así que si lo tomas, debes de saber que esto tiene que quedar entre nosotros. Miro a la pequeña píldora que sostiene, no estoy segura de si puede ser verdad. Si está solo mintiéndome para hacerme algo horrible. ―¿Y qué es lo que quieres a cambio? ―pregunto, temiendo la respuesta. Entonces él sonríe y la piel se arruga alrededor de sus ojos. ―No soy un monstruo, Sloane. Tal vez todo lo que quiero es un beso. ―Él hace una pausa―. Esta vez. ―¿Lo intercambiaras por sexo? ―Trato de sonar horrorizada, pero sabía que iba a venir con algo como esto. Lo supe y todavía se lo pregunto aquí. Sólo había estado esperando una respuesta diferente.

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―Por supuesto que no ―dice―. Como he dicho, un beso. Un poco de afecto. El afecto es bueno para tu terapia, Sloane. ¿No te dijeron eso? De hecho, creo que ya te has dado cuenta de eso por ti misma. Sé que está hablando de Realm, pero no me molesto en responderle. Piensa que Realm y yo estamos en una relación, pero eso nunca va a suceder. Voy a regresar con James. Extiendo la mano y tomo la píldora de las manos de Roger, examinándola. ―¿Cómo funciona? ―Vas a tener que concentrarte en un solo recuerdo. Luego tragas la píldora y mantienes presionado el pensamiento. No mezcles el recuerdo con cualquier otra cosa o amplíes sus posibilidades, de lo contrario, no estará claro en tu cabeza. Miro entre la píldora y el Cuidador, mi garganta se seca y mis manos están húmedas. Es sólo un beso, pero es como si me estuviera pidiendo que salte de un puente. No puedo moverme para acercarme más a él, y siento que mi determinación comienza a desvanecerse. ―¿Cuánto vale para ti, Sloane? ―pregunta en voz baja―. ¿Cuánto vale tu pasado? Y con eso un par de lágrimas se escapan. Pienso en James. Brady y Miller. La parte de mí que no va a sobrevivir al Programa. Tal vez ésta píldora puede cambiar el resultado. Tal vez me puede salvar. ―Sólo un beso ―digo. Roger se ríe.

―Sí, pero diré cuánto tiempo durara. Y tiene que ser bueno, Sloane. Quiero sentir tu pasión. Me restriego fuertemente la cara, jalándome la piel hasta que casi me duele. Deslizo la píldora en el bolsillo de mi bata y tomo un paso vacilante hacia adelante. Miro a Roger fijamente a los ojos. ―No te equivoques ―susurro―. Te odio. Él sonríe. ―Me gustan los retos. Me agarra bruscamente, apretando mi brazo mientras me tira contra él, su otra mano se desliza sobre mi piel. Su boca está sobre la mía, húmeda y fuerte. Al principio trato de apartarme, pero sólo me aprieta con más fuerza, y puedo sentir cómo se excita mientras se presiona contra mí. Gimo y trato de retroceder cuando su lengua lame mis labios. ―Hazme creerlo ―respira―. O tomo la píldora de vuelta.

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Me besa de nuevo, y esta vez dejó que su lengua entre en mi boca. La menta cubre mis labios y no puedo soportar el sabor. No puedo soportar ni un segundo de ello. Las lágrimas siguen fluyendo por mis mejillas mientras su mano toca mi culo, sosteniéndome apretadamente contra él. Su otra mano aprieta la parte posterior de mi cuello, inclinándolo de modo que me pueda besar allí. ―Sabes deliciosa ―dice en mi piel. Trato de fingir que es James, pero el toque de Roger es demasiado agresivo. James nunca me tocaría así. James nunca me haría esto. Pronto estoy sollozando y Roger vuelve a besarme de nuevo, su mano deslizándose bajo mi camisa. Finalmente me aparto y levanto mi rodilla, fallando en golpear sus bolas, pero conectando con su muslo. Él gruñe y salta hacia atrás. Pero mientras estoy allí, frente a él, los suaves gemidos aún se escapan de mis labios. Él se ríe. ―Oh, vamos, Sloane ―dice con frialdad―. No fue tan malo. Otras chicas intercambian mucho más. ―Fuera ―me las arreglo para decir, recostándome contra el estribo de mi cama―. ¡Fuera! ―grito. Se estremece y luego mira detrás de él hacia la puerta. ―Bien ―dice, levantando su mano―. Pero entiende que esto es entre nosotros. Si le dices… ―Lo sé.

No puedo dejar de llorar. Escupo el sabor de él allí mismo, en el azulejo del linóleo y él lo mira, sorprendido de que incluso estoy molesta. ―La siguiente dosis es con piel desnuda ―advierte―. Y sugiero que te controles porque el llanto no funciona muy bien para mí. Con eso gira y se va, cerrando la puerta detrás de él.

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Capítulo 8 Traducido por MaryJane♥ Corregido por flochi

C

uando las lágrimas se han secado, estoy en mi cama, yaciendo bajo las sábanas. Sé que no pasará mucho tiempo antes de que vengan a buscarme, preguntándose dónde estoy. Pero no puedo volver al comedor porque mi cuerpo no dejará de temblar. Tomo la píldora del bolsillo y me quedo mirándola. Podría ni siquiera funcionar, pero tengo que intentarlo. Tengo que luchar. Esta es mi última oportunidad para no perder todo.

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Pongo la píldora en mi boca y la trago en seco, toso una vez cuando se queda atascada, pero luego baja. Sé lo que tengo que recordar. No es romántico. No es algo preciado. Pero espero que dé lugar a algunas respuestas cuando salga. Siguiente píldora, voy a capturar un recuerdo perfecto con James. Por ahora, imagino la foto de él y Brady, el anillo. Las cosas que escondí en mi colchón para poder encontrarlos cuando regresara. Sé ahora que todo lo que pasó en mi casa ese día se borrará de mi memoria, por lo que nunca podría buscar los artículos. Esta es la única manera. Me centro en la foto: la cara de James, su pecho desnudo, mientras su brazo está descuidadamente sobre los hombros de mi hermano. La risa de Brady y el río rodando en el fondo. El anillo en forma de corazón, el brillante anillo púrpura que James me dio, aunque no recuerde cuándo. Pero solía usarlo todo el tiempo, así que debe haber sido especial. Están todos en el colchón, estas cosas que nos unirán otra vez. Entonces, sostengo el recuerdo fuertemente a mí, mientras cierro los ojos. Sólo unos minutos han pasado, cuando de repente soy devastada por el dolor. Grito, sintiendo como si un martillo golpeara mi cabeza. Me inclino hacia delante y vomito sobre el lado de la cama, mi estómago se retuerce y mi garganta arde. Aprieto las manos en mi cabeza como si pudiera detener el latido allí. La habitación da vueltas, y me acuesto en la almohada, con los ojos fuertemente cerrados. Trato de controlar mi respiración, y una vez más pienso en el anillo y la foto oculta en mi cama. Se siente como toda una vida de agonía, pero probablemente han sido menos de cinco minutos, cuando por fin soy capaz de abrir los ojos de

nuevo. Mi estómago se retuerce, y sé que voy a tener que limpiar el vómito antes de que la enfermera Kell venga por mí. Poco a poco, me deslizo fuera de la cama, con cuidado de rodear el lío y luego lo limpio con papel higiénico, desechándolo. Mi aliento sale en jadeos irregulares, como si pudiera volver a enfermarme en cualquier momento. Hay un sabor amargo en mi boca, pero detrás de eso, hay hierbabuena. Me inclino sobre el inodoro y tengo arcadas de nuevo.

Cuando entro en el comedor ahora medio vacío, estoy segura de que me veo mal. Me siento con resaca, mis ojos están inyectados de sangre, y mi cabello graso está recogido en una cola de caballo. Pero la gente no parece darse cuenta, y se me ocurre que es mejor no estar bella aquí. Es mejor pasar desapercibida.

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Encuentro donde dejé mi bandeja y pretendo recoger el rollo aún en mi plato. Bebo el jugo de manzana, cualquier cosa para enmascarar los sabores persistentes en mi boca. Tabitha mira desde el otro lado de la habitación, como si me estuviera estudiando, pero pronto baja la mirada. Me pregunto si Roger le ha ofrecido la píldora. Quiero preguntarle, pero, ¿cómo puedo preguntar algo como eso? ¿Y si no lo ha hecho? Me podría delatar y hacer que me envíen lejos por mucho tiempo. Echo de menos a Realm. Espero que Roger me estuviera diciendo la verdad cuando dijo que Realm regresaría pronto. ¿Y si lo están lastimando? Oh, Dios. ¿Qué pasa si me están borrando de su memoria? En ese momento veo a la enfermera Kell entrar en la sala, y me levanto de un salto para ir a hablar con ella. Se ve alarmada y luego complacida de que la buscara. ―Hola, Sloane, cariño. ¿Te sientes mejor? ―Sí. Pero… ¿Realm está bien? Sonríe, me recuerda una vez más a una abuela. ―Michael Realm está bien. Está tranquilizándose con la doctora Warren en estos momentos. No va a dormir en las salas esta noche, me temo. Pero espero que se nos una mañana. Casi me echo a llorar. ―¿Me recordará? ―pregunto en voz baja.

La enfermera Kell sacude la cabeza como si fuera una pregunta tonta. ―Por supuesto. ¿Por qué no habría de hacerlo? Dejo escapar un aliento contenido, pero todavía no puedo soportarlo. Cómo actúan todos ellos como si no hubiera nada malo pasando aquí. Como si no borraran nuestras mentes. ―Gracias. ―Es todo lo que puedo decir mientras salgo de la habitación hacia el pasillo.

Me salto el juego de cartas, y me siento en mi habitación jugando al solitario en su lugar, con una baraja de cartas que la enfermera Kell me prestó. Escucho la sala, con la esperanza de oír la risa de Realm. No quiero ni ver a Roger pasear, o peor aún, detenerse. Pero el lugar está tranquilo.

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Me quedo dormida con facilidad, incluso sin tragar las píldoras que la enfermera Kell me trae. Cuando me despierto, tengo una cita temprano en la mañana con la doctora Warren, pero tomo el camino largo y voy por la habitación de Realm. Todavía no ha vuelto. Entro en el despacho de la doctora Warren, y se ilumina como si estuviera encantada de verme. ―Sloane ―dice―. Te ves bien hoy. Sé que está mintiendo porque no me he duchado o incluso molestado en comprobar mi reflejo. Tomé una toalla caliente y la pasé por mi cuello para limpiar todas las partes que la boca de Roger tocó. Me froté tan fuerte que dejaron un sarpullido en mi piel. Veo los ojos de la doctora Warren parpadear en el lugar, pero no lo menciona. ―Antes de empezar… ―Desliza la copa con la píldora roja hacia mí, pero niego. ―No la necesito. Gracias. Sonríe. ―Vas a tomar la píldora, Sloane. Ya hemos hablado de esto. Sé por lo que Roger me dijo que la píldora ayuda a aislar los recuerdos, los resalta para que sean tomados más adelante. No quiero ponerla en mi boca. Quiero aplastarla bajo mi talón.

―¿Hemos? ―digo―. Tal vez no recuerdo. La mandíbula de la doctora Warren se aprieta. ―Sigue los procedimientos si deseas ser liberada. ―No voy a tomarla ―replico. Lo cuál debe ser un aviso que se siente más como una amenaza. Mi enojo comienza a burbujear. ―Última oportunidad ―dice, nivelando su mirada en la mía. Me inclino hacia ella. ―No voy a tomar la maldita píldora, ¿de acuerdo? La doctora Warren ni siquiera se inmuta. Se sienta tranquilamente en su sillón de cuero. ―Marilyn ―grita a mi espalda. Una mujer grande en uniforme blanco de enfermera entra, una aguja preparada en su mano. Apenas tengo tiempo para registrar lo que está pasando antes de sentirla perforar la piel de mi brazo. ―¿Qué es esto? ―grito, saltando de la silla.

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―Cálmate ―me tranquiliza la doctora Warren, sin siquiera lucir un poco apenada―. Es la misma dosis. Te dije que tomarías el medicamento de una manera u otra. Voluntariamente es menos doloroso. ―La doctora Warren mira a la enfermera―. Alista otra aguja para después de la sesión. Me quedo ahí, agarrando mi brazo y sintiéndome impotente. Estoy tan vulnerable, tan enojada, que creo que podría enloquecer por completo en estos momentos. ―Hoy ―dice la doctora Warren, haciendo caso omiso de mi evidente furia―, quiero hablar de ti y James después de la muerte de tu hermano. Cómo te volviste tan co-dependiente. ―No somos co-dependientes, perra. Nos amamos. Me mira pensativa, contenta de esperar hasta que esté totalmente dócil. Ya puedo sentir la droga correr por mis venas, y me balanceo sobre mis pies, sabiendo que no pasará mucho tiempo hasta que esté a su merced. Diciéndole todos mis secretos. Cuando me desplomo en la silla, mis extremidades ligeras y mi cabeza confusa, empiezo a hablar. ―James y yo salimos en secreto durante dos meses ―le digo, mi sien descansa contra la tela―. Fue difícil esconderlo de Brady. James se quedaba a dormir todo el tiempo, y cada noche se salía de la habitación de Brady a las tres de la mañana y subía a mi cama. Nos besábamos y susurrábamos, James siempre me hacía reír. No

quería ocultar lo que sentía por él, pero sabía que no terminaría bien. No con Brady. No con nuestros padres. Así que pasamos el tiempo de esa manera, yaciendo en los brazos del otro, y hablando de salir de Oregón. ―¿Tenían sexo? ―pregunta la doctora Warren, tomando notas en su expediente. ―No. Quiero decir, podríamos tenerlo, supongo. Pero no lo hicimos. ―Sonrío para mis adentros―. Sólo holgazaneábamos un montón. Dejo que mis ojos se cierren, sintiéndome distante. ―Después de que Brady murió, James estaba destrozado por la culpa. Yo estaba peor. Si hubiera sabido cómo nadar, tal vez podría haberlo salvado. Él era mi hermano y ni siquiera vi las señales. Me pregunté si era porque estaba demasiado involucrada con James. Si él estaba demasiado involucrado conmigo. Por esa primera semana, James y yo nos quedamos muy lejos el uno del otro. Ni siquiera podía mirarlo. ―¿Qué cambió?

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―Después de que mi hermano fue enterrado y mi casa se llenó con los sollozos de mi madre y el alcoholismo de mi padre, mis padres volvieron su atención hacia mí. Estaban preocupados de que estuviera deprimida también, pero no podían ver que era solo dolor. Mi hermano era mi mejor amigo y yo lo quería de vuelta ―hago una pausa y luego, trago saliva―, pero nunca iba a volver. Nunca me iba a llevar a la parte superior de la rueda de la fortuna de nuevo. Nunca me iba a enseñar a nadar. La doctora Warren me entrega un pañuelo de papel, y me froto los ojos, aunque no estoy segura de si estoy llorando. No puedo sentir nada en mis mejillas. Estoy entumecida. ―Y entonces, una tarde ―empiezo de nuevo―, encontré a mi madre en el cuarto de Brady, tratando de empacar su ropa, y enloquecí. No podía soportar la idea de ver sus cosas en una caja… en una caja como si estuviera allí dentro. Le dije que la odiaba. ―Bajo la cabeza―. No estoy orgullosa de ello, pero había estado atrapada en el despertar emocional de mis padres, y necesitaba mi propio tiempo para llorar. ¡Ellos no me dejaron sufrir! Al día siguiente encontré un folleto para El Programa cerca del teléfono. Y supe que no podría jamás dejar que me vieran llorar de nuevo. Supe que tenía que hablar con James de Brady, porque nos dijo que cuidáramos del otro. »En la escuela estaba abrumada con las entrevistas, la terapia, el monitoreo. Me sentí tan sola que pensé que tal vez me estaba enfermando. Pero más tarde esa semana, salí de la clase para encontrar a James parado en los casilleros, como si hubiera estado esperando allí todo el tiempo. Y me di cuenta de lo mucho que lo

había echado de menos. No dudó cuando me vio. Caminó directamente y me recogió en un abrazo, tirándome contra él. Quería llorar, pero no podía. ―Hay formas saludables de mostrar emociones ―dice la doctora Warren―. Podrías haber hablado con los consejeros. La miro, preguntándome si está siendo seria, si no sabe a los extremos que el mundo exterior ha ido con el fin de tratar de “protegernos”. ―Crea lo que quiera ―le digo―. Pero los Cuidadores buscaban cualquier excusa para señalarnos. Todo lo que podíamos sentir era la presión de esto. Me aparto, pensando otra vez en lo aliviada que me sentía de ver que James estaba bien. ―Ese día me llevó a casa. Y entonces el siguiente. Comencé a sentir como si la única vez que éramos normales, era cuando estábamos juntos. Queríamos huir donde pudiéramos llorar y nadie más pudiera vernos. Mientras pasaban las semanas, empezamos a hablar de otras cosas. Sobre dejar la ciudad de nuevo, solos él y yo. Acerca de estar juntos para siempre.

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Mi pecho se hincha cuando recuerdo nuestra primera vez, lo asustada que estaba. Estábamos acampando, acurrucados en una manta junto al calor del fuego. Estaba tan enamorada de él. Cierro los ojos y ahora pienso en cuando James besó mi cuello, su boca caliente. Sus suaves manos sobre mi piel. Pronto me estaba besando apasionadamente, pareciendo quererme más que nunca. Su rodilla se movió entre mis piernas, y me sacó la camisa por la cabeza cuando se detuvo, sin aliento. ―Espera ―dijo―. No debemos. Sus ojos azules eran pesados , llenos de deseo. Lujuria. Lo empujé hacia abajo y lo besé de nuevo, trabajando en su cinturón, incluso cuando me dijo de nuevo que no teníamos que hacerlo. Había llevado protección, lo que me demostró que había considerado que al menos podría suceder. Y lo usamos, como siempre lo haríamos después. Abro los ojos y veo a la doctora Warren esperando por la historia. Ojalá no tuviera que decirle nada, pero no puedo parar. Odio no poder parar porque sé lo que significa. Va a quitarme ese momento, y la idea es insoportable. ―La noche en que James y yo tuvimos sexo por primera vez ―le digo―, no fue a causa de nuestras hormonas. Fue desesperado, triste, incluso un poco doloroso. Y entonces fue hermoso y esperanzador. Fue una promesa que nos hicimos, que íbamos a protegernos. A cuidar del otro.

»James me dijo que me amaba y que nunca dejaría que nada me sucediera. Le prometí lo mismo… ―Me ahogo con mis palabras―. Pero mentí. No lo protegí. Lo intenté tanto, pero no fui lo suficientemente fuerte. Ellos vinieron y se lo llevaron. Y ahora él no me quiere más. Me tapo la cara y comienzo a llorar, consciente de lo mucho que duele estar viva. Cómo no quiero vivir con la pérdida. ―No tengo nada ―le digo a través de mis manos―. Estoy sola ahora. ―No lo estás ―dice la doctora Warren―. No estoy diciendo que James es un mal chico. Tampoco lo es Brady o Miller o Lacey. Pero ellos son la razón por la que estés aquí. Estaban infectados, Sloane. Te infectaron. Y ahora tienes que mejorar. Al igual que un cáncer, tenemos que cortar lo que está haciendo que enfermes. La miro, todavía odiándola, pero con el dolor intenso en mi pecho, tal vez un poco menos. ―Aquí. ―Me ofrece la píldora amarilla―. Tómala. Fortalécete, cariño. Hará que todo esté bien.

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Considero su oferta. Entonces pienso en la boca asquerosa de Roger en la mía. Pienso en cómo su píldora púrpura me permite aferrarme a algunos de mis recuerdos. Así que en su lugar, miro a la doctora Warren y digo: ―¡Vete al infierno! Y entonces alguien me agarra y siento un pellizco en mi brazo.

Capítulo 9 Traducido por flochi Corregido por La BoHeMiK

―S

loane ―susurra una voz. Mis ojos se abren, y empiezo a gritar mientras veo una figura junto a mi cama.

―Shh… shh… ―dice Realm, poniendo rápidamente su dedo sobre sus labios. Lanza una mirada cautelosa hacia la puerta, y me obligo a calmarme. ―Me asustaste ―susurro, y luego me acerco para poder verlo mejor en la habitación a oscuras. La única luz proviene de la luna del exterior de la ventana sellada. Hago una pausa cuando él entra en foco―. Tu ojo. Realm tiene un ojo morado que parece que podría seguir doliéndole.

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―Está bien ―dice, descartándolo con un gesto―. Sólo quería asegurarme que estabas bien. No quise dejarte tan abruptamente. Sonríe, pero me está comprobando, asegurándose que estoy bien. ―Fue muy grosero ―digo. Luego me siento y envuelvo mis brazos alrededor de su cuello. Se ríe y me abraza suavemente, casi como si estuviera avergonzado que nos hayamos abrazado―. Estuve tan sola ―le digo. Realm estira la mano para alisar mi cabello. ―Sloane… ―Hace una pausa―. Nadie te hizo daño, ¿verdad? Su voz está llena de preocupación, y creo que está hablando sobre Roger, pero no puedo contarle sobre la píldora. Sobre el beso. ―No ―miento―. Simplemente no pensé que ibas a volver. Me suelto lentamente, volviéndome a recostar en la cama y contenta de que él esté aquí. ―Deberías dormir ―susurra Realm―. ¿Nos vemos en el desayuno? Asintiendo le sonrío. ―Quizás tengan waffles. Se echa a reír. ―Sino, te encontraré algo.

Me acurruco de lado mientras arregla mis mantas. ―Probablemente lo harías. Lo observo mientras se marcha, cerrando silenciosamente la puerta detrás de él. Verlo nuevamente es como si un gran peso fuera levantado de mi pecho. Aunque sé que antes estaba alterada, no puedo recordar la razón. Simplemente estoy contenta de que mi amigo esté de regreso.

La mañana siguiente, Realm está esperando en mi mesa, viéndose fresco en un nuevo uniforme amarillo limón. Su cabello sigue húmedo y cepillado hacia atrás, haciéndolo parecer joven de alguna manera. Sumado a su ojo morado, se ve casi adorable.

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―No hay waffles ―dice, como esperando que eso me decepcionara―. Pero llené una tarjeta de sugerencia, así que esperemos a mañana. Sonrío y me siento a su lado, aún sin molestarme en buscar comida. ―¿Tienes el ojo morado debido al Cuidador? ―pregunto, acercándome para mirarlo. Realm me observa mientras lo examino, con una expresión triste en su rostro. ―Roger consiguió darme un codazo ―dijo tranquilamente―. Pero casi lo asfixié hasta la muerte, así que creo que estamos empatados. Me tenso y giro la vista, deseando no haber dejado que Roger me tocara, pero sabiendo que a cambio puedo guardar un pedazo de mí misma. O al menos eso espero. ―¿Qué? ―pregunta Realm. ―Nada ―murmuro―. Sólo estoy hambrienta. Me pongo de pie y camino hacia la fila de la comida.

Estoy al final de mi tercera semana, y sigo negándome a las píldoras. Casi desearía no saber qué me hacen los medicamentos para no tener esta batalla todos los días. Pero lo sé. Y quiero luchar. Después de la sesión de terapia y una fresca inyección, estoy a medio camino de mi habitación cuando él entra en el pasillo. ―Hola, Sloane ―dice Roger―. Lamento no haber estado cerca. He estado pasando mucho tiempo en tu nueva escuela. Ante el sonido de esa voz, la piel en mis brazos se pone de gallina. ―Déjame en paz ―digo, mis palabras suenan ligeramente mal articuladas. ―¿No quieres saber por qué? Me doy la vuelta para mirarlo mientras su cabello oscuro ensombrece sus ojos. ―No. ―¿El nombre James Murphy te suena familiar? ―pregunta.

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Jadeo y dejo de caminar, manteniendo el equilibrio apoyándome contra la pared. James es mi novio, o al menos lo fue hasta que entró al Programa. Había sido amigo de Miller… y antes de eso… ¿Qué? ¿Quién era James antes de eso? Presiono la palma de mi mano contra la frente. No puedo recordar. ―Parece que James se está poniendo difícil. No es de extrañar que estuvieran juntos por tanto tiempo. Son un par de alborotadores. Roger se echa a reír, y quiero lanzarme hacia él y sacarle los ojos. ―¿Está bien? ―pregunto. Roger asiente. ―Está bien. Sólo es una pequeña molestia. Siempre escapándose y desafiando a sus Cuidadores. Es afortunado de que pronto tendrá dieciocho, de lo contrario podría volver a terminar aquí. James está bien. Sonrío y me apoyo contra la pared. ―Sabes, Sloane ―susurra Roger, caminando hasta detenerse a mi lado―. Después de otra sesión o dos, James se habrá ido de tu memoria completamente. ―Cierra la boca ―digo, cerrando los ojos fuertemente cuando sus dedos rozan mi brazo desnudo. ―Te dije el precio y creo que es justo. ¿Qué dices? Se inclina más cerca, su aliento de menta está en mi oído. Su dedo se desliza por mi brazo y sobre mi camisa, rozando un lado de mi pecho.

La habitación se está inclinando debido a la medicación, pero intento soportarlo. No quiero estar vulnerable cerca de él. No quiero sus asquerosas manos sobre mí. ―No ―gruño. ―Umm… ―dice, y envuelve su brazo alrededor de mi cintura, poniendo mi cabeza contra su hombro―. Quizás debería ayudarte a llegar a tu habitación. Intento apartarme y casi caigo cuando escucho un grito por el pasillo. ―Oye, Rog ―dice Realm, con las manos en los bolsillos de su uniforme―. Parece que podrías necesitar ayuda. En vez de responder, Roger me deposita en el suelo, retrocediendo. ―No estaba haciendo nada malo, Michael ―responde. ―¿Es cierto? ―dice Realm, caminando hacia nosotros. La frescura de los azulejos blancos se siente bien contra mi mejilla. Veo de reojo a Realm mientras se acerca―. ¿No estabas haciendo nada malo con cualquiera de las otras chicas? ―pregunta Realm―. ¿Qué diría la doctora Warren?

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Los rasgos de Realm se están opacando a medida que se acerca hasta detenerse sobre mí. Extiendo la mano para tocar el borde de su pantalón, aferrándome a la tela mientras intento levantarme. ―Tú guardas un secreto y yo también ―dice Roger, sus ojos se entrecerraron hasta convertirse en finas rendijas mientras retrocedía por el pasillo. Realm toma mi mano y suavemente me tira hasta ponerme de pie. ―Sloane, ¿puedes caminar? ―pregunta. Intento decir que sí mientras me apoyo en él, pero no puedo conseguir equilibrarme. Realm se agacha, desliza sus brazos bajo mis rodillas y me levanta, mientras mi cabeza está pegada a su pecho. Empieza a dirigirse hacia mi habitación al mismo tiempo que Roger se pega tanto como puede a la pared. ―No ha terminado ―le dice Realm antes de patear mi puerta para abrirla. Puedo sentir su cuerpo tensarse a mi alrededor, y me pregunto qué me habría hecho Roger si Realm no hubiera aparecido. Pero alejo el pensamiento, aferrándome a Realm mientras me recuesta en mi cama. Le pido que se quede, sin soltar su camisa hasta que sus brazos me rodean. Luego, me voy a la deriva, inconsciente.

Cuando es la hora de la comida, Realm y yo no hablamos de lo que sucedió. Al menos no al principio. Me ayuda a conseguir mi comida aun cuando Derek y Shep lo provocan, diciéndole que es un dominado. Estoy temblando, alternando entre el frío y calor como una mala reacción del medicamento. ―¿Puedo sentarme contigo? ―pregunta Tabitha, parada al final de nuestra mesa. Los chicos se ríen, pero Realm se mueve más cerca. ―Claro, Tabby. Le sonrío, pensando que él es amable. Es perspicaz. De alguna manera me recuerda a James, siempre sabiendo cómo hacerme sentir mejor. James también me hace reír, aunque no puedo recordar la última vez que lo hizo. ―Ten ―dice Realm, poniendo un trozo de pan de maíz en mi bandeja―. Tienes que comer, Sloane. Estás perdiendo mucho peso. ―Quizás quiero desaparecer.

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―No digas cosas como esas aquí ―susurra ferozmente―. Serás marcada otra vez. Asiento, sintiéndome mal por disgustarlo, y tomo su mano debajo de la mesa. ―Estoy sintiendo lástima de mí misma ―digo en voz baja―. Mis recuerdos… ya no quedan muchos. Realm aprieta mi mano y no la suelta. Me mira como si entendiera, y luego regresamos a nuestra comida, escuchando mientras los demás hablan. Asiento cuando Derek nos dice que va a mudarse fuera de la ciudad cuando tenga dieciocho. Estoy agradecida de que Realm me esté apoyando. No se siente romántico. Se siente como un salvavidas.

Capítulo 10 Traducido por Erudite_Uncured12 Corregido por flochi

D

espués de un animado juego de cartas, Realm y yo nos retiramos al sofá para ver una película con algunos otros. Me acurruco a su lado, y nadie dice nada: no hay enfermeras que nos digan que nos separemos. Podemos hacer lo que queremos y es agradable. Es la primera vez en mucho tiempo que me siento en control. Cuando la enfermera Kell entra y nos dice a todos que es el momento de volver a nuestras habitaciones, Realm me tira en la otra dirección en su lugar. ―¿Quieres venir a pasar el rato en mi habitación? ―pregunta, señalando hacia el pasillo. Me encojo de hombros, aferrándome a su brazo mientras caminamos.

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Abriendo su puerta, me permite entrar primero, y luego comprueba el pasillo antes de cerrarla detrás de nosotros. ―Es divertido andar a hurtadillas, ¿no? ―pregunta. ―Lo es. Y pensé que nada podía superar ser medicado constantemente. ―Me río, pero una expresión seria llena el rostro de Realm. Se sienta en su cama mientras estoy sentada en la silla frente a él. Empiezo a inquietarme, sabiendo que quiere hablar de Roger. ―Sloane, tengo que preguntar… ¿Te violó? ―¿Qué? ―Levanto la vista, sobresaltada―. No. ―Entonces, ¿qué pasó? ―Realm traga saliva y sé que es inútil negarlo por completo. ―Ofreció un intercambio. ―Oh, Dios. ―Fue por un beso. Algunas… caricias, pero yo le di un rodillazo muy duro cuando eso sucedió. Fue sólo un beso. ―Me siento mal de pensar en ello, y bajo mi cabeza, no queriendo que Realm vea mi cara. ―¿Y a cambio? ―Me dio una píldora. Dijo que me permitiría aferrarme a un recuerdo. Realm jura entre dientes, frotando con fuerza su cara.

―Voy a matarlo ―dice, sobre todo a sí mismo―. Le dije que te dejara en paz. ―Se lo ha hecho a otras personas, ¿no es verdad? ―le pregunto. Realm asiente, y luego me mira, afligido. ―Creo que tal vez ha estado pasando por un tiempo. Me estremezco pensando en las chicas de aquí teniendo sexo con ese monstruo, y no puedo creer que lo dejé que me tocara. Quería conservar mi vida. Conservarme a mí misma. Me siento violada y estúpida, y envuelvo mis brazos alrededor de mí mientras estoy sentada en la silla. ―No funciona, ya sabes ―dice Realm―. La píldora para bloquear. Con el recuerdo fuera de contexto, nunca va a volver o tener sentido. No deberías tomarla. Me estremezco como si hubiera recibido una bofetada. Había dejado que Roger me tocara, y ahora no iba a recibir lo que me prometieron. Fue en vano. Lo hice por nada.

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―¿No funciona? ―le pregunto, con mi voz tensa. Realm niega. Mi mundo prácticamente se derrumba a mi alrededor. Mi única esperanza se ha ido. Había puesto toda mi fe en mantener los recuerdos. Estoy realmente perdida. ―Deberías darme la píldora ―dice. ―No puedo ―le digo en voz baja―. Ya la tomé. La cara de Realm se enciende con ira. ―Eres una idiota ―dice―. Podrías haber sido asesinada. Aturdida, bajo la mirada, las duras palabras de Realm arden. Me muevo para levantarme pero él alcanza rápidamente mi mano. ―Lo siento ―susurra―. No quise decir eso. Por favor, no te vayas. Estoy frustrado, Sloane. ―Deja de hablar, y cuando por fin lo veo de nuevo, exhala―. Lo siento ―repite, deslizando sus dedos entre los míos―. Vamos a cambiar de tema, ¿de acuerdo? No tengo a donde ir, así que me vuelvo a sentar. ―Lo que sea ―le digo. Realm es siempre tan dispuesto a aceptar El Programa, tan dispuesto a dejar que se lleven su pasado. Pero esa no soy yo. No quiero cambiar. Realm se mueve a un lado sobre la cama, acariciando la manta. ―¿Quieres sentarte conmigo? ―pregunta. Asiento, y me muevo para poner mi rodilla sobre la cama, subiendo a su lado―. Todo va a estar bien ―dice en voz baja―. Ya casi termina. Lo miro, el aire parece precipitarse fuera de mí.

―¿Eso es todo lo que tengo que esperar? ¿El punto en el que estoy vacía? Sonríe con tristeza. ―No te dolerá más una vez que olvides. Es lo único que nos puede salvar ahora. ―Se inclina para descansar su frente contra la mía, susurrando―. No podemos seguir así. Tienes un enorme agujero aquí. ―Pone su mano sobre mi corazón, y el contacto es íntimo y casi reconfortante. No son mariposas o romance, no tengo esos sentimientos hacia él. Pero es un toque que me hace sentir humana. Viva. ―No sé si puedo hacerlo ―le digo, cerrando los ojos. ―Puedes. Has llegado hasta aquí. Y maldición, no estás muerta, ¿verdad? ―Se mueve hacia atrás y toma mi barbilla, haciendo que lo mire―. Ahora quiero que me abraces ―bromea, enredándome contra él cuando nos acostamos sobre las almohadas―. Es una suerte que los dos estuviésemos aquí ―continúa a medida que comienza a jugar con mi cabello―. De lo contrario tendría que acurrucarme con la enfermera Kell.

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Me río, poniendo mi mano en su pecho, sobre su corazón. Estoy sorprendida por lo rápido que late. ―¿Estás nervioso? ―le pregunto. ―Bueno, estoy en la cama con una chica bonita. Creo que este tipo de reacción va más allá de mi control. Me incorporo, y Realm se mueve para acostarse en la cama. Me apoyo sobre mi codo y miro hacia abajo a su cara. El negro debajo del ojo se ha desvanecido, y su piel se ve más saludable que la primera vez que lo conocí. La cicatriz en el cuello ha sanado, y me pregunto cuántos años tiene. Trazo mi dedo índice sobre la línea rosa en relieve, y él contiene el aliento, sus ojos oscuros se encuentran con los míos. ―¿Todavía te duele? ―le pregunto. Realm se lame los labios, pero se demora en responder. ―Todos los días. Hago una pausa, mi dedo bajo su barbilla. ―A mí también ―le respondo. Realm llega a mí acercándose más, y no me aparto. Estoy tan sola, tan destrozada que no creo que seré reparada alguna vez. Estar con alguien podría hacerme olvidar por un rato. Realm ha sido bueno para mí. Es mi amigo.

Pero a medida que se inclina hacia delante, algo dentro de mí se apodera. Justo cuando su boca se reúne con la mía, me doy la vuelta, haciendo que sus labios rocen mi mejilla en su lugar. ―No puedo ―murmuro. Realm no es mi novio. Él no es James. Cierro los ojos y bajo la cabeza contra su pecho, abrazándolo y con la esperanza de que no me mande lejos. No quiero estar sola ahora. Realm comienza inmediatamente a pedir disculpas, pero yo lo detengo. ―No es por ti. Estoy… estoy con James ―le digo, no estoy segura si es cruel decirlo―. Lo amo. Realm ajusta su posición, pero no me empuja a un lado. En su lugar, me envuelve en un abrazo. ―Entiendo ―susurra. ―Voy a encontrarlo de nuevo ―le digo, sobre todo a mí misma―. El Programa no puede borrar a James de mi corazón. Sé que no pueden.

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―Si se supone que debe ser… ―dice Realm, sonando como mi madre. Pero en el fondo, oigo su dolor. No respondo y simplemente dejo que me abrace, sabiendo que no debería estar aquí así. Pero nadie viene a hacerme volver a mi habitación. Y cuando empiezo a quedarme dormida, creo que mi culpa se ha ido, aunque sólo sea por un momento. Me he vuelto confortablemente adormecida.

Capítulo 11 Traducido por little pig Corregido por Jo

M

e despierto y recorro con mi mirada las paredes blancas. Estoy sola en mi habitación, sola en la cama. Después de haberme quedado dormida con Realm, me desperté cerca de las tres de la mañana y volví a mi cama, sintiéndome vacía. Entro al comedor, y Realm ya me está esperando con una estúpida sonrisita en su cara. Mientras me acerco a él, usando mi uniforme amarillo y agarrando una bandeja con huevos revueltos, sus amigos chiflan. Realm le pega un codazo en el pecho a Shep. ―Vete de aquí, hombre. ―Pero la sonrisa nunca decae.

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―¿Qué pasó? ―pregunto después de sentarme a su lado. No me importa si están hablando de mí, en serio no. Al menos así no intentarían coquetear conmigo. Y después de lo que pasó con Roger espero que nadie lo vuelva a hacer. Realm se encoge de hombros. ―Deben haberse dado cuenta de que una chica estuvo conmigo anoche en el dormitorio. Si se dieron cuenta de que fuiste tú, aunque lo hicimos, no es mi culpa. ―¿No lo negaste? ―Nop. Y sigue sin ser mi culpa. Si no querías ser descubierta deberías haber usado un disfraz. ―Realm se inclina, abre mi cartón de leche por mí, y luego vuelve ausentemente a sus huevos. Miro la leche, pensando que el gesto fue tierno, aunque fue un poco posesivo. ―Te quería preguntar ―digo―. ¿Cuánto más te queda? Realm se detiene pero no me mira. ―Dos semanas. Y a ti te quedan una semana y media más después de eso. El pánico asciende dentro de mi cuerpo, haciendo que la simple tarea de respirar sea difícil. ―Una semana y media es bastante. ―Mi voz se quiebra, y estoy aterrorizada de estar aquí sola. De estar completamente sola, acompañada solo por un extraño con mi cara. Y Roger, que definitivamente está enojado. ―Cariño ―dice Realm―. Todo va a estar bien.

―No, no lo va a estar ―susurro―. Me voy a olvidar de todo. Y Roger, ¿qué va a pasar con él? ¿Qué va a hacer cuando no pueda defenderme de él? Toda la posición de Realm cambia. ―Roger no te va a molestar nunca más. Te lo prometo. No lo voy a dejar. ―No vas a estar aquí. Realm me mira por el costado de su ojo, su expresión facial completamente seria. ―Te doy mi palabra de que no lo voy a dejar. No me importa lo que tenga que hacer, él nunca te va a volver a tocar. ―Parece que lo dice en serio. Aunque estoy preocupada de que algo le pueda pasar, Realm sólo sonríe, haciendo que mis preocupaciones vuelen. Se inclina hacia adelante para darme un beso en la mejilla, un beso que huele a desayuno, y luego sigue comiendo.

153 El doctor Francis me examina, y me dice que gane medio kilo. Parece feliz mientras ajusta la dosis de mi medicación, diciendo que el progreso que hice deja que baje la cantidad de medicamentos que debo tomar. Quiero creerle, pero no puedo. No mientras siga trabajando para El Programa. Después de que me examina, me hace pasar a la oficina de la doctora Warren. Se ve feliz de verme, con su cabello recogido en una femenina cola de caballo alta, y con una blusa colorida reemplazando su traje. ―Pareces feliz ―mascullo al entrar. Ella sonríe. ―Creía que te haría bien un cambio. ¿Necesitaremos a Marilyn hoy? ―Empuja el vaso Dixie en mi dirección. ―Síp. Puedo ver que se tensa, pero lo único que hace es mover su mano en el aire y la enfermera entra, manteniéndome quieta mientras me clava una aguja. No toma mucho tiempo para que mi lucha termine. Creo que la dosis aumentó, y no se redujo como prometió el doctor Francis. Eso o tengo menos recuerdos a los que la medicación se aferre. Me siento.

―¿Con qué vas a molestarme hoy? ―pregunto. ―Solo te estoy escuchando Sloane. Nunca hice otra cosa excepto escuchar. ―Mentirosa. Suspira. ―¿Por qué amas tanto a James? ―pregunta―. ¿Es por qué te trae recuerdos del tiempo que pasaste con tu hermano? ―No. Es porque es sexy. ―Me río, apoyando mi cabeza en la silla. Ella es la loca si cree que le voy a decir. ―¿Te dolería si te dijera que James no te ama? La miro con odio. ―¿Qué? ―Estuve leyendo los archivos de James, y le dijo a su consejero que se sentía obligado a cuidarte. Que quería salvarte porque estabas tan mal, y no quería que murieras como tu hermano.

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No puede estar diciendo la verdad, James probablemente me estaba protegiendo de ellos. Pero este pensamiento no me consuela, y las palabras de la doctora Warren son como un puñetazo en el estómago. ―James me amaba ―digo entre dientes apretados―. Y tus horribles mentiras no van a cambiar eso. ―¿Cómo sabes eso Sloane? ¿Cuándo te diste cuenta de que él te amaba de verdad? ¿De que tú lo amabas? ―Como si fuera a decirte ―me burlo. La doctora Warren asiente, y luego alza la mano para llamar a Marilyn. ―Otra dosis por favor. ―Espera, ¿qué…? Siento un dolor en mi brazo cuando Marilyn me da la otra dosis. ―No puedes hacer eso ―digo, asustada de que me den una sobredosis, de morirme en este lugar. ―Sloane, vamos a hacer lo que sea que tengamos que hacer. Estamos tratando de salvarte y parar esta epidemia. Ahora por favor coopera o vamos a tener que llevarte a una sala de examinación. La amenaza de una sala de examinación me asusta de verdad. ¿Qué me van a hacer? ¿Abrir la cabeza? Miro a la doctora Warren con odio, y froto mi brazo.

―Bien ―digo―. Bien. Marilyn se va y la doctora Warren saca mi archivo, lista para escribir lo que sea que yo diga. Considero mentir, pero una ola me golpea y hace que me sienta demasiado débil para ser deshonesta. ―James salió con otras chicas antes de mí, con varias chicas ―comienzo―. Así que cuando anunciamos que éramos una pareja, algunas de esas chicas dijeron que era porque mi hermano se había muerto. La misma mierda que tú estás diciendo. Obviamente, ellas no sabían que hacía rato que estábamos saliendo, pero en ese momento tenía demasiada vergüenza de decirle a alguien. No me sentí así después de haberme guardado el secreto con Brady. »Pocas semanas después de la muerte de mi hermano mis papás me sentaron para tener una charla. Dijeron que estaban preocupados por mí, pero yo estaba bien. Mucho mejor que ellos. Y después me dijeron que les preocupaba mi amistad con James, porque dos personas que habían sufrido una tragedia no debían pasar mucho tiempo juntos ya que aumenta las posibilidades de suicidio. Entonces sugerí que para eso ellos no debían estar juntos.

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Esa noche mi mamá me dio una bofetada. Todavía siento el ardor en mi mejilla. Lo que dije me hizo sentir horrible, pero no me disculpé. Y probablemente nunca lo haga porque no voy a recordar. ―Luego me fui ―le dije a la doctora Warren―. Me subí al auto y manejé sin parar hasta la casa de James. Eran después de las diez cuando su papá me abrió, claramente enojado. Recuerdo la cara del Sr. Murphy, con su falta de emoción. ―Perdón Sloane ―dijo―. Pero no hay visitas a esta hora. ―Era muy parecido a James, solo que más grande y más pesado. Más frío. Lágrimas llenaron mis ojos. ―Pero es importante. Eso lo hizo enfurecerse todavía más. ―Escucha, hablé con James sobre esto. Ustedes dos… no estoy de acuerdo con eso. ―El Sr. Murphy puso su mano en mi hombro―. Tu eres una niña muy buena Sloane ―dijo―. Y amaba a tu hermano. Pero ni tú ni mi hijo pueden sanar si son constantes los recuerdos de la muerte. Ve a casa, cariño ―dijo el Sr. Murph―. Estoy seguro de que tus padres están preocupados. ―Obviamente mis papás habían llamado ―digo a la doctora Warren―. Le habían dicho que probablemente estaba yendo para allá. ―Paro de hablar,

prefiriendo relajarme pensando en el recuerdo. Reconociendo el momento en el que James y yo nos dimos cuenta de que éramos para siempre. ―Amo a su hijo ―le dije al Sr. Murphy mientras me iba de su entrada―. No por Brady ni nada por el estilo. Estoy enamorada de él. El papá de James bajó su mirada, y después cerró la puerta, dejándome afuera. Me quedé ahí parada, paralizada por un momento. Pero mientras me iba hacia mi auto, escuché un chiflido. Me di la vuelta, y vi a James corriendo hacia mí, con una mochila sobre su hombro. ―¿Qué estás…? Su cara no mostraba expresión. ―Vámonos. ―Me empujó hacia mi auto, y entramos. Comenzamos a alejarnos, pero parecía que James había estado llorando. ―James ―empecé―. Dicen que… ―Sloane. ―Me interrumpió, mirándome fijamente―. No pueden mantenerme lejos de ti.

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―¿Entonces qué vamos a hacer? ―pregunté. Señaló hacia adelante. ―Sólo maneja. La doctora Warren se mueve detrás de su escritorio, y la miro. Asiente, alentándome para recordar todo. ―James y yo nos escapamos ―le cuento―. Fuimos a un campamento que tenía yurtas, esos edificios que parecen tiendas, y James lo alquiló por el resto de la semana. Nadie le hizo preguntas porque pagó en efectivo y se veía mayor. Cuando entramos, era como si fuera nuestra pequeña casita. Nuestra pequeña vida. Me inclino en la silla dentro de la oficina de la doctora Warren, mi cuerpo cálido por las drogas. Pienso en como James y yo cambiamos el orden de la cama y la mesa, todo nosotros solos. Queríamos quedarnos ahí para siempre. Había un mazo de naipes, y de alguna forma James me convenció de jugar Strip Póker, y él perdió.

―¿Estás perdiendo a propósito? ―le pregunté, riéndome.

―Sloane, si ganar significa que estés desnuda, créeme que voy a hacer todo lo posible para ganar. ―Miró mi camiseta y mis jeans―. Te podrías sacar por lo menos una calceta, así no me sentiría tan mal. Y lo hice, sacándomela lentamente, y después tirándola en la habitación. La expresión de James cambio, el aspecto juguetón desapareció. ―Sloane ―susurró, dejando las cartas―. Te amo. Me haces sentir bien. ―James gateó sobre las cartas en el piso, y paró en frente de mí, su cara cerca de la mía, estudiándome―. Amo la forma en la que ríes. En la que lloras. Amo hacerte sonreír. ―Tocó mi mejilla, y sonreí por instinto―. Hacerte gemir. Mariposas volaron en mi estómago, y rodeé su cuello con mis brazos. ―Nena. ―Siguió―. Voy a vivir el resto de mi vida contigo, o morir en el intento. ―No hables de morir ―murmuré, besando suavemente sus labios. ―Eres la única persona en la que confío. Eres la única que va a conocer mi verdadero yo.

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―Sé que James me amaba ―le digo a la doctora Warren mientras las lágrimas recorren mis mejillas―. Porque lo conocía mejor que cualquier otro. Siempre actuaba como si todo estuviera bien, que era fuerte, pero por dentro, la muerte de Brady lo torturaba. James odiaba a su papá por intentar separarnos. A su mamá también por haberlo dejado cuando era un niño. Cuando estábamos solos, James podía ser vulnerable, y en esos momentos lo amaba más que nada. ―Me limpio la cara y miro a la doctora Warren―. Estábamos juntos porque nos amábamos. Y por nada más. La doctora Warren asiente lentamente, sin anotar nada, sólo mirándome como si entendiera. O tal vez es falso como todo lo demás. La habitación parece estar hecha de líquido, como en un sueño. ―Toma esto ―me dice, dándome una píldora negra. Es diferente de la amarilla de siempre, y de pronto tengo esperanza. Después de todo me va a ayudar. Una sonrisa crispa mis labios, me inclino perezosamente hacia adelante y agarro la píldora, tragándomela con gratitud. Cuando lo hago, ella exhala y baja su lapicera.

―Lamento todo por lo que tuviste que pasar, Sloane ―dice como si lo dijera en serio―. Deberías tomarte un momento para decir adiós. Frunzo el ceño. ―¿Adiós a quién? ―A James. Parece que el piso se estuviera cayendo debajo de mí, y aunque las drogas me ponen más lenta, salto de la silla. No. No. No. Rápidamente meto los dedos dentro de mi garganta, dándome arcadas mientras la doctora Warren me dice que pare y llama a la enfermera. Tengo que vomitar la píldora para que no lo borren. James. La píldora sube, pero el alivio dura poco. Marilyn entra con una aguja, lista para borrar todo.

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Capítulo 12 Traducido por soñadora Corregido por Jo

E

stoy sollozando mientras tropiezo fuera de la oficina de la Dra. Warren. Ella no se molesta en ayudarme. En cambio me dice que está bien que llore. La maldigo y corro mi mano por la pared mientras me dirijo al cuarto de tiempo libre. James. James. James. Sé que son mis últimos minutos recordándolo, y me detengo, dejándome caer por la pared para sentarme en el piso. Descanso mi cabeza en mis rodillas dobladas y me sostengo de lo que puedo. Veo a James, sonriendo ampliamente mientras pasa sus dedos por su cabello húmedo.

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―Vamos, Sloane ―me llama desde el agua. No tiene camiseta, el sol está brillando en su piel mientas se para en el río. Me siento en el pasto y sacudo mi cabeza. James sale del agua, goteando, mientras se acerca. Colapsa en la manta, la piel fresca de su muslo está apoyada contra mi pantaloncillo. ―Un día ―dice, con sus ojos entrecerrados ante el sol―. Te enseñaré a nadar. Y entonces iremos al océano. ―Nunca. ―¿Nunca? ―repite James, sonando impresionado. Me empuja junto a él y me atrapa en sus brazos. Su piel es fría, pero caliente debajo―. ¿Nunca? Río y sacudo mi cabeza. ―¿Y si quiero casarme en la playa? ―pregunta―. ¿Aún dices que no? ―Él muerde su labio, inclinándose más cerca―. ¿Te negarías a casarte conmigo? Me recorre un escalofrío, y no sólo porque esté cerca, sino porque me abruma lo mucho que lo amo. Cómo es la mitad de mi corazón. ―Nunca me negaría a ti ―susurro. James sonríe y luego me besa suavemente, guiando su boca a mi cuello antes de volver a mis labios de nuevo. ―Somos tú y yo ―dice―. Locamente enamorados hasta el final.

Y las palabras hacen eco en mi cabeza mientras colapso de costado en el pasillo, ahogándome en mi dolor.

Siento algo junto a mí, pero mi cuerpo es pesado y no me puedo mover. Trato de girar, pero mis manos están atrapadas a mi costado. Mis ojos se abren de repente. Una cara aparece frente a mí, y comienzo a gritar cuando su mano cubre mi boca. ―Shh… Srta. Barstow ―susurra Roger―. No queremos atraer atención sobre nosotros, ¿no? Retuerzo mis manos de nuevo y me doy cuenta de que me tiene retenida. Sé que no estoy completamente indefensa. Puedo morder su mano, gritar. ¿Pero luego qué? Me resetearán en El Programa, asegurándose de que no recuerde nada que no deba.

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Sacudo su mano fuera de mi boca. ―¿Qué quieres? Él sonríe, sus ojos brillando sobre mi cuerpo bajo las sábanas. ―Creo que eres demasiado rebelde para confiarte alguna de mis partes desnudas ahora ―dice―. Así que no te ofreceré más un trato. Frunzo el ceño. ―¿Entonces qué? ―Quiero a Michael Realm fuera de aquí. Pero antes, quiero verlo sufrir. La vulnerabilidad de mi situación me desploma. ―¿Qué vas a hacer? Roger se encoje de hombros. ―Michael está inapropiadamente interesado en ti, así que creo que está sola escena será suficiente para hacerlo perder la cabeza, ¿no? ―Con una sonrisa enferma, Roger se inclina sobre mí, plantando un beso en mi clavícula, lo suficientemente inteligente para evitar acercarse a mis dientes. Corre su lengua por mi piel―. Qué pena ―murmura besándome de nuevo―. Podríamos habernos divertido mucho. ―Si ―gruño―. Hubiera disfrutado darte un rodillazo de nuevo. Roger se aleja, examinando mi expresión.

―¿Crees que tienes el control? ―pregunta, su aliento a menta cálido en mi cara―. ¿Crees que estás venciendo al Programa? ―Ríe suavemente―. Sloane ―susurra―. Solías amar a alguien, ¿recuerdas? Sus palabras me golpean más duro que cualquier cachetada. Hay un retortijo en mi estómago, un dolor en mi corazón. ¿Amor? Yo… yo amé a alguien, creo. Fue… Roger se aleja con una sonrisa satisfecha. ―Debería irme ―dice―. Michael debe estar fuera de terapia ya. ―Comienza a alejarse, pero luego se gira―. Lo olvidaba. ―Roger saca una aguja de su bolsillo y me la clava en el muslo. Cubre mi boca cuando grito, pero es solo un minuto antes de que las cosas se pongan borrosas. Quita las mantas para desatar mi pantalón y levanta mi camiseta para exponer mi estómago, para que parezca que estuve luchando. Mi cabeza cae contra la almohada mientras me mira cuidadosamente, esperando que me desmaye. Siento las lágrimas caer del costado de mi ojo y por mi mejilla.

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―Siento haberte atado, Sloane ―dice―. Pero eras un peligro para ti misma. ―Palmea mi hombro consoladoramente y sale.

Hay un suave golpe contra mi mejilla. ―¿Sloane? Cariño, despierta. ―Hay otro golpecito, y abro mis ojos―. Oh, gracias a Dios ―murmura Realm, moviéndose a liberar mis ataduras―. ¿Qué sucedió? ―demanda. ―Roger ―me atraganto, mi voz es rasposa―. Él… Realm se detiene en frío y me mira. ―¿Roger te hizo esto? ―Su respiración se acelera mientras me cubre con la manta, con un profundo rubor en sus mejillas. ―No lo hizo ―le aseguro, sabiendo que está pensando en lo peor―. Pero te está provocando. Te quiere fuera. ―La mandíbula de Realm está tan tensa que marca los ángulos de su cara. Desata la otra cuerda y luego frota mi muñeca donde está roja y se sienta en el borde de mi cama. ―Sloane ―comienza lentamente―. Me iré por unos días, pero estarás a salvo, ¿de acuerdo? Volveré por ti.

Abro mis ojos. ―Espera, ¿qué? ―Necesito que seas fuerte ―dice―. Sólo sé fuerte hasta que regrese. ―Se para, mirándome como si no quisiera irse. Luego dice adiós y sale por la puerta, cerrándola detrás de sí. Aún estoy adormecida, pero salgo de la cama de cualquier modo. El piso de baldosas está helado bajo mis pies descalzos. Lucho con el picaporte y justo cuando abro, veo a Realm caminado a la estación de enfermeras. Roger está ahí parado, riendo con la enfermera. Estoy por gritarle a Realm que se detenga, pero antes de que pueda, aleja su brazo y golpea a Roger, enviándolo a volar sobre el escritorio. ―¡Michael! ―grita la enfermera. Pero Realm salta y toma a Roger del cuello, su puño listo para golpearlo de nuevo. ―¿Qué brazo? ―gruñe Realm. Roger lo mira, su mejilla sangrando del lugar que alcanzó el puño de Realm. Me inclino contra el marco de la puerta, apenas capaz de sostenerme.

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―No hagas esto, Michael ―dice Roger―. Nos expondrás a todos. Realm lo golpea duro en el rostro de nuevo, y yo sollozo, segura de que la nariz de Roger está rota. La enfermera sigue gritando que se detengan, pero no se atreve a intervenir. No cuando Realm se ve tan enloquecido. ―¿Con qué brazo la tocaste? ―demanda Realm, su cara cerca de la sangrienta de Roger. Cuando el Cuidador no responde, miro que Realm toma su brazo derecho y lo golpea tan duro detrás de su espalda que el chasquido es audible. Tropiezo en la puerta y caigo a mis rodillas. Roger aúlla y Realm lo suelta, alejándose. El brazo de Roger cuelga en un ángulo extraño bajo el codo y trato de respirar, horrorizada por la visión. Justo entonces aparece seguridad y temo por Realm. Pero en lugar de sacar sus armas de electrochoque, los guardias se detienen frente a él. Mientras uno ayuda a Roger a pararse, el otro agarra a Realm, susurrándole algo mientras lo guía en otra dirección. Y en lugar de luchar, Realm parece tranquilo, extrañamente tranquilo considerando que acaba de romperle el brazo a un tipo y estaba siendo llevado por El Programa a Dios sabe dónde. ―¿Realm? ―lo llamo, el comienzo de un llanto en mi voz. ¿Qué van a hacerle? Él mira sobre su hombro y sus ojos se amplían cuando me ve. Pero no dice nada. Sólo asiente como si tuviéramos un acuerdo. Y luego deja que seguridad lo lleve.

Espero que Realm regrese. Cuando le pregunto a la enfermera Kell dice que no sabe qué sucederá, con una mirada desaprobatoria en su rostro. Me siento expuesta y vacía con mi único amigo lejos. Roger tenía razón. No tengo el control de nada. El primer día sin Realm, veo a Roger en el pasillo con un guardia a su izquierda. El brazo derecho de Roger está enyesado. Tiene vendaje sobre su nariz y un ojo negro. Una satisfacción retorcida me inunda. Lo miro llevar una caja con sus cosas, su carrera claramente terminada. Y dado que no he sido arrastrada a una reunión, parece que mi nombre quedó afuera del asunto. Realm realmente encontró un modo de deshacerse de él.

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Cuando me pasa, Roger se detiene lo suficiente para mirarme de costado. No sonrío porque la mirada en sus ojos es de puro odio. Es una mirada que dice “Esto no ha terminado”. Me giro, sin reconocerlo, y a medio camino del vestíbulo veo a Tabitha parada en la entrada. Cuando me mira, asiente, como lo hizo Realm. Como si todos tuviéramos un pacto secreto que desconozco. Quizás ahora que Roger está fuera, todos dormiremos con un poco más de tranquilidad. El día se estira después de eso, y cuando finalmente llego a la cena en el comedor, Derek y Shep están en mi mesa. ―Hola ―dicen cuando me siento. ―Hola. ―No estoy acostumbrada a hablarles sin Realm alrededor, y se ven tan perdidos como yo me sentía―. ¿Cartas esta noche? ―pregunto, esperando que me distraigan de extrañar a Realm. ―No ―dice Shep, alejando su hamburguesa―. Quiero esperar a que regrese Realm. ―Sus ojos verdes están tristes, y quiero acercarme y tocar su mano, pero no lo hago. Me siento extraña, como si estuviera hueca de algún modo. Me siento vulnerable y vacía. ―Así que, ¿sabes cómo golpeó hasta la mierda de ese Cuidador? ―me pregunta Derek. Asiento, nerviosa por lo que irá a continuación―. Oí a algunas enfermeras hablando, y dijeron que Roger estaba robando medicina y que Realm lo encontró. Pero luego el Cuidador dijo que nos lastimaría si Realm lo entregaba. ―Él

infla su pecho―. Ahora, obviamente puedo cuidarme yo solo. Así que asumiré que la amenaza estaba dirigida a ti. Eso explica por qué Realm se volvió loco con él. Me encojo de hombros y juego con la ensalada en mi plato. ―Como sea ―continúa Derek―, Kell parece pensar que dejaran que Realm vuelva. Pero despidieron a Roger. Lo hicieron firmar una especie de acuerdo de confidencialidad con El Programa. ¿Puedes creerlo? Debería estar en la cárcel. ―Nunca expondrán al Programa ―determino―. Somos la cura, ¿recuerdas? Cuando levanto la mirada, me observan como si hubiera perdido la cabeza, y creo que tal vez lo he hecho. Quizás este vacío está donde solía estar mi corazón. Me paro, empujando mi bandeja y voy a la sala de tiempo libre, tomando un asiento junto a la ventana y mirando hacia afuera.

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Capítulo 13 Traducido SOS por Soñadora Corregido por Nanis

H

e estado en El Programa por cuatro semanas y ocho horas. Realm aún no ha regresado, pero no he perdido la esperanza. No recuerdo mucho de mi pasado, pero siento que fui feliz alguna vez. Y me hace pensar que podría serlo de nuevo. Tabitha y yo estamos de pie frente a la habitación de tiempo libre mientras me muestra sus uñas. Como una recompensa a su buen comportamiento, le dejan usar algo de esmalte, y aunque sus uñas aún son cortas, ahora son de un rosa flúor. Las ondea con admiración.

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―Se ven geniales ―le digo, también notando que ha comenzado a cepillar su cabello. ―Gracias ―dice Tabitha―. Me voy en dos semanas, ¿puedes creerlo? Creo que van a dejar que arregle mi cabello también. La Dra. Warren cree que me vería mejor con castaño en lugar de rojo. ¿Tú qué piensas? Me encojo de hombros. ―Me gusta tal como está. Sonríe como si mi elogio realmente significara mucho para ella. Pero entonces nota algo detrás de mí y su sonrisa se ensancha. ―Sloane ―dice. ―¿Qué? ―El niño amante está de vuelta. Me giro rápidamente y veo a Realm caminando hacia nosotras, con su bata amarillo limón limpia y fresca. Un suspiro débil escapa de mis labios mientras todo mi cuerpo suelta su miedo. Corro a él, y él extiende sus brazos para un abrazo. ―Estás bien ―susurro en su oído al minuto en que me levanta, mis pies balanceándose sobre el suelo. Huele a jabón y detergente, y estoy tan feliz que no creo poder dejarlo ir. ―Estoy bien ―dice, abrazándome fuerte. Cuando me baja, saluda a Tabitha, quien ríe y se aleja. Realm me mira a la cara, su piel más pálida.

―¿Paso algo mientras no estuve? ―pregunta, poniendo sus manos en mis hombros y masajeándolos suavemente. ―Roger fue despedido. Realm sonríe y me abraza de nuevo. ―Te dije que no te molestaría de nuevo. ―Descansa su mejilla en mi cabeza―. No le contaste a nadie sobre lo que te ofreció, ¿verdad? ―susurra quedamente. ―No. ―Bien. ―Los chicos no juegan a las cartas sin ti ―le digo, tratando de cambiar de tema―. Creo que te extrañan. ―¿Tú me extrañaste? Aunque nos estamos abrazando, aunque estoy tan feliz de tenerlo de vuelta, me siento extraña con su pregunta.

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―Por supuesto ―respondo, porque es la verdad. Me alejo y noto la venda en sus nudillos. Cuando me ve mirándolas, los levanta―. Me los corté contra sus dientes ―dice―. Dos puntos. ―Él se veía mucho peor, créeme. Realm parece satisfecho con esto, toma mi mano con la que tiene sana y nos lleva a la habitación de tiempo libre.

El juego de cartas está en pleno apogeo, y Realm y yo tenemos pretzels colgando de nuestras bocas mientras gritamos mentiras. Todos ríen. ―No hay forma de que tengas diamantes ―le grita Shep a Derek―. Los tengo todos, amigo. Mentira. Es lo más cercano que obtendrás parecido a un diamante de él. Parpadeo. La voz en mi cabeza no es mía. Es de otro lugar, y veo un anillo púrpura con forma de corazón con brillos en él. Lo estoy metiendo en un colchón, pero no sé por qué. ¿De quién es ese anillo? ―Sloane ―dice Realm, tocando mi rodilla―. ¿Estás bien? Asiento, mirándolo de vuelta, pero sin verlo realmente. Dentro siento un tirón, algo saliendo de mi corazón. Extraño a alguien. Lo sé seguro, y sin embargo no

puedo ver su rostro. Una imagen. Es como un dolor, un dolor fantasmal por un apéndice que ya no está allí. No sé qué he perdido, dónde he estado. Pienso en eso, y no sé si tuve un novio antes del Programa, si acaso soy o no virgen. Soy una extraña para mí misma. Este pensamiento trae lágrimas a mis ojos. Quiero ser yo misma, y sin embargo no estoy segura de quien soy. Cubro mi rostro, sollozando en mis manos, y luego Realm se mueve a mi silla, envolviéndome en sus brazos. ―Whoa. ―Oigo decir a Shep, sonando nervioso―. ¿Qué te sucede, Sloane? ―Ella está bien ―dice rápidamente Realm, masajeando mi brazo mientras lloro en su hombro. ―No se ve bien ―responde Shep. Siento a Realm tensarse, pero luego suspira. ―Sólo me extrañó demasiado, ¿verdad, dulzura? ―dice bromeando―. Debe haber sido trágico tener que sentarse aquí con ustedes por tres días. Ellos bufan, pero siento la tensión dejar la mesa.

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―Vamos ―dice Realm, ayudándome a ponerme de pie. Estoy demasiado avergonzada para mirar a los chicos, así que mantengo mi rostro oculto en su camisa―. El juego terminó por esta noche. ―¡Ah, hombre! ―grita Derek, y oigo el golpe de sus cartas en la mesa. Realm no responde y me lleva por el vestíbulo hacia su habitación. Para cuando llegamos, las lágrimas se han detenido y me siento un poco más en control, aunque aún vacía. ―¿Quieres pasar un rato conmigo? ―pregunta. Asiento y él sonríe, metiéndome en su habitación.

Estoy en una silla junto a la cama de Realm mientras él juega otra ronda de solitario. Son pasadas las once, pero nadie ha venido a echarme. Han pasado tres días desde que Realm volvió, y noche tras noche, se me ha permitido quedarme aquí con él. Es extraño, y no sé si debería estar preocupada o agradecida. Es definitivamente mejor que estar sola. ―¿Por qué no nos molestan? ―pregunto. ―¿Qué es esto? ―gruñe Realm y deja las cartas a un lado―. ¿Cómo puedo no ganar? Estoy jugando solo.

―Nunca me envían de vuelta a mi habitación. ¿Por qué? Realm se estira, alzando sus manos sobre su cabeza. ―Quizás piensan que somos una linda pareja. ―Hablo en serio. ―Y yo estoy cansado. ―Sus ojos oscuros me miran―. ¿Ven a la cama conmigo? Miro a la puerta, considerado volver a mi habitación, pero cuando mis pies tocan el piso y siento su frialdad aún a través de mis calcetas, decido quedarme. ―Supongo ―le digo, pretendiendo que no quiero. Él gira sus ojos y levanta su manta para que trepe junto a él. Pone un brazo a mi alrededor, suspirando cuando me acurruco junto a él. Así hemos estado desde que regresó. Me deja quedarme aquí, sosteniéndome cerca. Ha sido agradable. ―Esto no está tan mal, ¿no? ―pregunta―. Definitivamente hay cosas peores. ―Estamos en El Programa ―le recuerdo―. No creo que haya algo peor que eso.

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Realm cepilla mi cabello a un lado, sus dedos acariciando mi cuello, haciéndome cosquillas. Continúa bajo mi espalda, un toque ligero sobre mi bata, y luego arriba de nuevo. ―Siempre puede ser peor. ―Su otra mano toma la mía con la cicatriz, y la lleva a su boca, besando la marca. Trago duro. Su gesto es amable. Incluso sexy. Realm presiona la parte baja de mi espalda, apretándome junto a él. Besa mi antebrazo, mi hombro. ―Podría amarte, Sloane ―susurra junto a mi oído―. No tienes que estar sola. Solías amar a alguien, me dijo Roger una vez. ¿A qué se refería? ¿Hubo alguien antes del Programa? Realm acerca su boca a la mía pero se detiene para mirar a mis ojos como pidiendo permiso. Sus sentimientos son tan claros, tan seguros. No sé qué siento ahora, más que soledad. Así que me inclino y lo beso. Los labios de Realm son suaves pero extraños. Cálidos pero no calientes. Mis manos dudan a los lados de su cara, y me doy cuenta cuando su lengua toca la mía que no siento lujuria, o dolor, o enojo. No siento amor o disgusto. Siento… pena. Su mano se desliza para empujar mi muslo sobre su cadera. Podríamos hacer cualquier cosa ahora; nadie nos está molestando. Me acuesta en la cama, acostado entre mis piernas mientras deja besos por mi cuello, abajo y arriba. Mis ojos se cierran, y trato de sentir algo más que tristeza mientras Realm atrapa mi cabello en sus dedos, murmurando lo bella que soy.

Su mano es fría mientras se desliza dentro de mi bata, acariciando mi estómago antes de detenerse en mi corpiño. De repente, mis ojos se abren, y me invade una culpa repentina. Un sentimiento de culpa tan intenso que empujo lejos la mano de Realm y me salgo de debajo. ―No ―digo, saliendo de la cama. Estiro mi bata mientras recupero mi aliento―. No puedo… no puedo. ―No debería haber hecho eso ―dice rápidamente Realm, su rostro enrojeciéndose mientras habla―. Lo siento tanto. No te vayas, por favor. Sacudo mi cabeza, retrocediendo. ―Yo… yo debería dormir en mi propia cama esta noche. Te veré mañana, ¿de acuerdo? ―Y entonces, sin esperar una respuesta, me apresuro por el pasillo a mi habitación. Mi corazón golpea, y me siento tan confundida, insegura de mí misma. Me envuelve la culpa y no sé por qué.

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Paso la estación de enfermera, pero la joven enfermera no pregunta por qué estoy saliendo de la habitación de Realm tan tarde, o qué hacíamos allí dentro. Solo teclea algo en su computadora y me mira volver a mi habitación. Una vez que estoy dentro, trepo a mi cama y ruego poder dormir.

Capítulo 14 Traducido por AariS y Aяia Corregido por Nanis

M

e salto el desayuno a la mañana siguiente y evito a Realm. Estoy avergonzada porque me fui así, sin explicación. Me gustó besarlo, es un buen besador. Pero algo lo hizo sentirse incorrecto, como si no debiera estar tocándolo en absoluto. Pongo mis piernas debajo de mí mientras estoy sentada en mi cama, mirando a la puerta y retándome a dejar la habitación. Tengo que mirarlo a la cara y esperar que finja que no pasó nada. Es mi mejor amigo, y puede que no me guste como más que eso… pero no sé. Tal vez soy sólo una idiota.

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Reuniendo el coraje finalmente, salgo al pasillo y compruebo la sala de ocio en primer lugar. Derek me ve y asiente en saludo mientras él y Shep ven la tele. ―Chicos, ¿han visto a Realm? ―pregunto. ―Nop ―dice Derek, sin apartar la mirada de la pantalla. ―Creo que tiene una sesión anticipada con la Dra. Warren hoy. Frunzo mi labio. Tengo terapia esta tarde, y la estoy temiendo, aunque ella me dice que mi progreso ha sido excepcional. No es que pueda recordar si está diciendo la verdad. Me dirijo hacia las oficinas, preguntándome si lo atraparé saliendo. Cuando llego a la puerta de la Dra. Warren, está cerrada, y me imagino que Realm podría estar aún ahí. Me inclino contra la pared junto a ella para esperar cuando oigo voces que se alzan. ―Michael ―escucho decir a la Dra. Warren―, el contacto sexual no está permitido. Va contra la ley, y te procesaremos en la mayor medida que… ―No estamos durmiendo juntos. ―Reconozco la voz de Realm, e inmediatamente toco mis labios, asustada de que esté en problemas―. Te lo dije ―dice―. Estoy haciendo lo que se supone que debo, y nos besamos. Eso es todo. Estoy parada fuera de la puerta, escuchando y preocupada. No pensé que les importara que Realm y yo pasemos el rato, pero tal vez les importa. Tal vez han estado observándonos todo este tiempo.

―Incluso eso es cruzar la línea. Y después de tu pequeña pelea con Roger, no creo que podamos encargarnos más de tu responsabilidad. Lo siento, Michael. Voy a tener que enviarte a otro centro. ¡No! El pánico me sobrepasa, y casi irrumpo en la habitación para defenderlo, pero Realm está hablando de nuevo. ―Si me echas ahora, pondrás en peligro su recuperación ―dice―. Sloane ya piensa que me voy la próxima semana. No hay razón para crear una situación donde te da el papel del malo. Su transformación ha sido extraordinaria, ¿no crees? Pequeños aguijones de miedo corren por mis brazos. ¿De qué está hablando? ―Sí. Ha recorrido un largo camino ―reflexiona la Dra. Warren―. Bien. Puedes pasar la semana, terminar esta etapa de la terapia, pero te lo advierto: manos fuera. Pueden traer un pleito contra El Programa. ―Sabes tan bien como yo que el contacto físico puede hacer maravillas por la recuperación. Para construir confianza.

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―Manos fuera ―repite la Dra. Warren con resolución en su tono. Exhala―. Michael, ¿estás seguro de que puede completar el tratamiento? Hay otras opciones… ―Sloane se restituirá a tiempo ―dice Realm―. Sólo necesito un poco más de espacio para asegurarme de que los recuerdos están limpios. Es muy frágil ahora mismo. Me quedo ahí completamente pasmada mientras intento asumir lo que acabo de oír. ¿Es Realm siquiera un paciente? Yo… ya no sé qué pensar. ¿Me tendió una trampa? ―Bien ―responde la Dra. Warren―. Entonces supongo que hemos terminado aquí. ―Casi ―dice Realm en voz baja. Aún estoy junto a la puerta cuando se abre de repente. Me presiono contra la pared, mi corazón latiendo con fuerza, cuando Realm sale. Empieza a irse y entonces se para. Contengo el aliento. ―No te dejes atrapar ahí de pie ―murmura, sin volverse hacia mí―. O te enviarán lejos por otras seis semanas. Tal vez más. ―Baja la cabeza y luego camina por el pasillo. Quiero correr tras él y preguntarle qué está pasando, hacer que se explique. Pero la comprensión acaba de golpearme. Realm está trabajando con ellos. Es mi amigo, mi único amigo, pero no es real. Él es parte del Programa.

Oh, Dios. ¡Realm es parte del Programa! Todo este tiempo que he confiado en él, ha estado pasando la información a la Dra. Warren, cosas de las que no hablo en terapia. Mis secretos. Realm. Mi labio tiembla al mismo tiempo que mi mano se aprieta en un puño. Ha estado… ha estado jugando con mi mente. No es mejor que ninguno de ellos.

Realm no se sienta conmigo en la cena, y yo no levanto la cabeza cuando pasa por mi lado. Unas pocas personas me preguntan si nos hemos peleado, pero los ignoro, picoteando el pollo en mi bandeja. Realm es una trampa, una falsificación. Podría descubrirlo aquí delante de todo el mundo, y todo este lugar se desacreditaría. Pero, ¿qué pasa después? ¿Nos enviarán a todos a través del Programa de nuevo? ¿Son Derek y Shep parte de ello?

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La ira está abriéndose paso más allá de las medicinas en mi sistema. Miro hacia donde Realm está sentado con sus amigos, y me levanto, mis manos temblando. Me pongo en marcha hacia allí, y Realm me mira justo antes de alcanzarle y se pone en pie de un salto. ―Ey, dulzura ―dice, y puedo ver lo forzada que es su sonrisa mientras agarra mi brazo con fuerza, girándome en la otra dirección. ―No me toques ―siseo, alejándome de él de un tirón. Realm me fija en el lugar con una mirada de advertencia y luego vuelve a su mesa. ―Parece que me he mudado de la caseta del perro al retrete portátil ―dice, haciéndoles reír―. Me pondré al día con ustedes más tarde, chicos. ―Ellos sueltan unas risitas, pero yo estoy retrocediendo hasta la puerta, las lágrimas acumulándose en mis ojos. Cuando lo nota, Realm me sujeta rápidamente en un abrazo, presionando mi mejilla contra su camiseta mientras lucho por apartarme. ―No les dejes verte llorar ―dice en voz baja―. Te diré lo que sea que quieras saber, pero si piensan que estás perdiendo el control, te llevarán. Sé que quieres irte a casa, Sloane. Pongo mi mano en su antebrazo, hundiendo las uñas tan fuerte como puedo. Se estremece, pero no se aparta. Me detengo, sabiendo que le estoy haciendo daño,

y pensando que incluso ahora… no quiero hacerlo. Lo que quiero es que me diga que estoy equivocada. Que él es real y no me ha traicionado. Sorbo y enjugo mis lágrimas en su camiseta antes de enderezarme. ―Mi hombro es blando ―dice Derek con una risa detrás de nosotros. Realm baja la mirada hacia mí, su expresión miserable. Sus ojos oscuros están tan tristes, pero su mandíbula está apretada, y no sé si puedo creer alguna de las emociones que me muestra. De repente me golpea la idea de que ya no sé lo que es real. Tal vez me he roto finalmente. Realm toma mi mano y me conduce hacia la puerta, sin decir nada. Cuando llegamos allí, la enfermera Kell le dispara a Realm una mirada preocupada. ―Está bien ―dice él. Luego más bajo―: ¿Puede por favor llevar las medicinas directamente a su habitación? Ahora. Ella asiente, y luego Realm tira de mí hacia el pasillo. Pero en lugar de ir a mi habitación, toma el giro hacia la suya. Mantiene sus ojos hacia delante, su agarre fuerte en mi muñeca.

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―¿Adónde estamos yendo? ―digo, preguntándome si debería estar asustada de él. Que tal vez podría ser tan peligroso como Roger. ―No pueden escuchar aquí ―murmura, y nos trae adentro. Realm me apoya contra la puerta cuando la cierra, quedándose con la cabeza inclinada junto a mi oído―. Sé que escuchaste ―susurra―, y por favor créeme, realmente soy tu amigo. ―No te creo. Pone sus manos contra la puerta a cada lado de mi cabeza. Si alguien nos mirase, podrían pensar que estábamos en algún momento romántico contra la puerta. ―Soy un tipo especial de Cuidador ―continúa―. Estoy integrado con los otros pacientes pero fui asignado específicamente a ti porque eres… difícil. Un dolor rasga a través de mi pecho cuando confirma mi peor temor: que mi único amigo en el mundo, el único que puedo recordar, no es real. He sido manipulada, y me siento violada y destrozada. Realm se acerca, deslizando un brazo detrás de mí como en un abrazo. ―Lo siento mucho, Sloane ―dice, su boca tocando mi oreja―. Pero te lo prometo, sólo estoy tratando de ayudar. Si no intervenía, iban a cavar más profundo. ¿Sabes lo que eso significa? ―pregunta―. Podrías haber sido lobotomizada. Comienzo a sentirme débil en sus brazos y quiero caer, pero él me sostiene rápido.

―No puedes desmoronarte ahora ―me tranquiliza―. Van a saber que algo va mal. Levanto la mirada hacia él entonces, a la cicatriz en su cuello. ―No lo entiendo ―digo, mi pecho adolorido―. Eres uno de nosotros. Él asiente. ―Estuve en El Programa el año pasado ―señala a su cuello―, por un incidente desafortunado con un cuchillo de sierra. Pero luego fui allí, mejoré. Por la mitad, el doctor Warren me llevó aparte y me preguntó qué pensaba hacer cuando saliera. »No tenía nada a lo que volver. Mis padres murieron hace mucho tiempo, y no podía recordar a ninguno de mis amigos. No tenía nada. Así que el doctor Warren me ofreció un trabajo; un futuro en El Programa para rehabilitar a pacientes. Firmé un contrato. ―¿Qué nos haces? Se encoge, como si supiera que no me va a gustar la respuesta.

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―Formar relaciones saludables; restablecer conexiones para que los sujetos no estén en estado de shock cuando se vayan. Estábamos teniendo recaídas y crisis, y se determinó que era por el trauma de la reasimilación. Las emociones son como las terminaciones nerviosas en carne viva, y sin algún tipo de preparación, es como enviar de vuelta un cable expuesto. ―¿Así que no estabas solo pretendiendo ser mi amigo? ―le reto―. ¿No me traicionaste y les contaste las cosas sobre las que hablábamos? Cosas que ya ni siquiera puedo recordar. ―Por supuesto que tenía que contarles ―dice―. Tenía que asegurarme de que la terapia estaba funcionando. Y créeme, dulzura, no quieres caminar por ahí con medios recuerdos de todos modos. Podrías volverte loca. Arranco mis manos de él y le empujo hacia atrás. ―¿Y besarme? ¿Eso era parte de mi rehabilitación? ―Estoy avergonzada al decirlo, sintiéndome engañada de alguna forma. Usada. Realm niega. ―No, no lo fue. No debí haber hecho eso. ―¿Entonces por qué lo hiciste? Realm baja la vista.

―Me preocupo por ti. Yo también estoy solo. Solo porque no sea un paciente no quiere decir que no sienta la misma soledad que ustedes sienten. He estado aquí durante cinco semanas, Sloane. Quiero irme. Y quiero llevarte conmigo. Le empujo otra vez, haciéndole retroceder a la cama. No intenta protegerse. El pensamiento de que Realm podría haberse ido en cualquier momento mientras yo estaba atrapada contra mi voluntad hace que le odie. ―¿Roger? ―pregunto de repente―. ¿Él también era parte de esto? ―No ―dice Realm―. Quiero decir, lo solía ser. Pero ya no. No tenía ningún derecho de hacer las cosas que hizo. Yo no sabía, lo juro… ―Sí, porque tu palabra significa tanto ahora. ―No lo sabía, Sloane. Habría hecho cualquier cosa por protegerte. ―¿Es eso antes o después de que les ayudases a borrar mi vida? ¿Crees que puedo perdonar eso? ¿Crees que alguna vez voy a superar esto?

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―Eso espero ―dice―. Yo… ―Se detiene, y su piel pálida está incluso más blanca de lo normal, como si pudiera ponerse enfermo―. No tengo nada. Y esta es la primera vez que he pensado que puedo construir una vida otra vez. Cuando me vaya de aquí, tendré seis semanas libres antes de volver al Programa en otra instalación. Estoy bajo contrato durante dos años; un contrato que no puedo romper o borrarán todo sobre mí. Estoy intentando salvarnos a ambos, y he pensado que una vez que seas liberada, podríamos estar juntos. Me río. Sé que es cruel, pero no me importa. Estoy tan herida que quiero ser mala. Quiero que sepa lo que me ha hecho. ―Bueno ―digo―, eso nunca va a pasar. Tu contrato puede terminar antes de lo que piensas porque no parece que mi terapia vaya a llevarse a Michael ―gruño su nombre. Realm agarra fuerte mi mano entonces, empujándome hacia él. ―No digas eso. Vas a salir de aquí. Pero no te vas luchando. Nunca te dejarán salir de eso forma. Me burlo. ―¿Qué tengo que hacer entonces? ¿Besarte hasta que me liberen? Deja caer los brazos. ―No, y entiendo que ya no quieras hablarme. Por favor créeme cuando digo que eso no fue parte de esto. Te besé porque quería. Eres fuerte y lista, y me haces querer vivir, Sloane. ―Me mira a los ojos―. Pero no puedes contarle a nadie esto. Me comprometerías.

Suena un golpe fuerte en la puerta, y ambos saltamos. Me limpio la cara otra vez rápidamente mientras los ojos de Realm se mueven entre la puerta y yo. La manilla gira, y la enfermera Kell asoma la cabeza. ―Tengo su medicación, queridos ―dice, su voz suave como la seda. Sus hombros están rígidos, y creo que nos ha estado buscando durante un rato. ―Tómala ―me murmura Realm cuando toma el vaso que le ofrece la enfermera. Mueve la barbilla en agradecimiento hacia ella, y yo alcanzo el otro vaso en la bandeja. Mis manos están temblando tanto, que estoy segura de que la enfermera Kell tiene que notarlo. Miro hacia el vaso de papel, pero no tomo la píldora blanca. En su lugar miro a Realm desafiante. Su expresión se debilita, como suplicándome. ―No ―le digo a la enfermera Kell―. Estoy bien sin ella esta noche. ―Vuelvo a dejar el vaso en la bandeja y me doy la vuelta, caminando a través de la habitación para ponerme junto a la mesa auxiliar de Realm. Todo mi cuerpo está pulsando con ira y odio. Voy a destrozar este jodido sitio.

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Escucho que Realm le susurra algo, pero no me doy la vuelta para mirar. Los dos pueden irse al infierno. El doctor Warren puede irse al infierno. Ya ni siquiera quiero salir. Solo quiero acabar con ellos. ―Está bien, entonces ―dice la enfermera Kell con alegría forzada―. Todos los demás están en la sala de ocio si es que quieres unirte a ellos. ―Saldremos en un segundo ―responde Realm. Miro entonces y le veo mirándome, su ceja levantada con preocupación. La enfermera Kell se muerde el labio y luego retrocede, dejándonos solos otra vez. ―¿Qué había en la medicación? ―pregunto. Parece derrotado. ―Algo para relajarte. ―¿Y qué había en el tuyo, Michael? ―Lo mismo de siempre. Una píldora de azúcar. Atravieso la habitación y le doy una bofetada. Mi palma duele cuando conecta con su mejilla. Él se estremece por el dolor y luego se da la vuelta ferozmente y me agarra por los hombros, haciéndome retroceder contra la pared mientras jadeo. Una huella de mano roja es obvia en su rostro y está exhalando rápidamente, como si estuviera a punto de perder los papeles conmigo.

―Pégame ―gruño―. Te reto a que me lances y me denuncies. Porque no hay ninguna manera en el infierno en que te vaya a dejar librarte de esto. ―Me inclino cerca de su rostro―. Se lo diré a todos. La ira en la expresión de Realm se desvanece, su agarre se afloja. Estamos el uno contra el otro, respirando pesadamente. Pero en vez de entregarme, Realm pone su boca sobre la mía y me besa fuerte. Intento alejarme primero, pero en sus labios hay intensidad y pasión. Es una especie de comodidad que he echado de menos. A pesar de todo lo que ha pasado, esto se siente real. Y necesito que algo sea real después de todas las mentiras. Dejo de luchar. Y justo cuando dejo que su lengua toque la mía, algo pincha mi muslo. Grito y empujo a Realm. Está sujetando una jeringuilla, un fluido todavía goteando de su punta. Sus ojos empiezan a humedecerse. ―Lo siento mucho ―susurra―. No puedo dejar que me borren.

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―¿Qué has hecho? ―grito, completamente sorprendida y horrorizada―. ¿Realm, qué acabas de hacer? ―Tenía que hacerlo, Sloane. ―Me ofrece la mano, pero la alejo y me apresuro pasándole. ―¡No me toques! ―grito, abriendo de golpe su puerta. Tengo miedo de que me vaya a seguir, así que intento darme prisa a mi habitación. Pero solo estoy a medio camino del pasillo cuando siento que la primera ola de la medicación me golpea. Me tambaleo hacia delante, sin estar segura de cómo voy a llegar a mi cama. Esto es como el efecto de la píldora amarilla que me da el doctor Warren, solo que más fuerte. De repente pienso que El Programa va a matarme por averiguar lo de Realm. Que Realm va a matarme. Me tambaleo en mi puerta y luego me caigo, mi rodilla golpea contra el suelo blanco y duro. Estoy sobre mis manos y rodillas, la habitación inclinándose de lado a lado frente a mí mientras me arrastro hacia la seguridad de mi cama. ―Sloane ―escucho, y luego brazos alrededor de mi cintura, ayudándome a levantarme. Vuelvo mi cabeza perezosamente hacia un lado y veo a Realm. ―No ―digo, intentando luchar contra él―. Déjame sola. ―Pero las palabras se arrastran en mis labios mientras me lleva a la cama. ―Lo siento. Es la única forma. Lo juro, es la única forma. ―¿Qué has hecho? ―pregunto, aunque no estoy segura de si puede entenderme a medida que el sueño empieza a ahogarme, el agua corriente de un río.

―No puedo dejar que recuerdes ―murmura, ayudándome a meterme a la cama y luego metiéndose junto a mí, sosteniéndome protectoramente en sus brazos incluso mientras lucho débilmente. Todavía está hablando, pero su voz se está desvaneciendo, sobre mí―… o nunca saldré. ―Se lo contaré a todos ―intento decir, pero no puedo mantener mis ojos abiertos―. Se lo contaré a todos. ―Y entonces Realm se ha ido. Y yo también.

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Capítulo 15 Traducido por RoChIiI Corregido por Nanis

M

is ojos parpadean abiertos, y cubro mi cara con el antebrazo, bloqueando la luz de los fluorescentes del techo. Me duele la cabeza, sintiéndose espesa por el sueño.

Cuando la niebla comienza a aclarar, miro a mi mesa auxiliar, y el reloj marca casi las diez. La habitación huele a pan tostado, y encuentro el carro en el otro lado con una bandeja cubierta. La comida esta probablemente fría hace rato ahora. ¿Por qué nadie me despertó?

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Me deslizo en mi bata, preguntándome dónde está todo el mundo. Me detengo en mi puerta, antes de salir al pasillo. Hay una joven enfermera en la estación tecleando en su computadora, y desde la sala de ocio se puede oír la televisión. Todo parece normal, y sin embargo… estoy confundida. ―Ah. Estás despierta. Salto y me vuelvo para ver a la enfermera Kell caminando hacia mí desde la otra dirección, con una amplia sonrisa. ―No te sentías bien hoy, así que te dejamos dormir. ¿Quieres que te traiga un aperitivo, cariño? ―¿No me sentía bien? ―Miro por el pasillo mientras Derek pasa, saludándome―. Yo… ―Empujando el cabello de mi cara, pienso en ayer. Pero no puedo encontrar nada allí―. ¿Qué día es hoy? ―pregunto La enfermera Kell sonríe como si la pregunta ni siquiera fuera rara. ―Es sábado. Y el sol finalmente salió, si deseas salir al jardín. ―¿Qué? ―Estoy asombrada por su declaración, no habiendo sido nunca dejada ir afuera antes. ¿Sábado?―. Es viernes, ¿no? ―Estoy segura de que es viernes. ―No, cariño. Pero estabas con fiebre ayer, y tuvimos que medicarte. Así que no me sorprende que no te acuerdes. Mi mente empieza a correr entonces, y sé que le han hecho algo a mi memoria. Mantengo mi rostro sereno, pero la enfermera Kell puedo ver lo que estoy pensando. Me dan ganas de gritar. Quiero golpearla. Los quiero fuera de mi cabeza. ¿Qué borraron esta vez? Sea lo que sea, no era suyo para tomarlo.

―¿Dónde está Realm? ―pregunto. ―Está jugando a las cartas en la otra habitación. ―Cepilla el cabello de mi hombro, su cara un retrato de preocupación―. Ve a verlo, y yo traeré un poco de ropa limpia para tu ducha. Realmente debes tomarlo con calma hoy. Quiero quitar su mano de mí, pero solo me giro y me apresuro hacia la sala de ocio. Cuando llego al interior, Realm inmediatamente mira hacia arriba sonriendo, un pretzel en su boca. ―Hey, dulzura. No creí que alguna vez te levantarías. ―Necesito hablar contigo ―le digo, cambiando incómodamente de un pie al otro. El rostro de Realm cae, y da un tirón al pretzel y tira sus cartas. ―¡Hey! ―llama Shep, pero Realm está acechando hacia mí. Toma mi brazo, bajando la cabeza. ―¿Qué es? ¿Estás bien? ―susurra, estudiando mis ojos. Me aferro a Realm, presionando mi cara contra su pecho.

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―Ellos me hicieron algo ―le digo. Su cuerpo está rígido al principio, pero luego se relaja a mi alrededor, acariciando suavemente mi cabello. ―¿Cómo es eso? ―No puedo recordar ayer. ¡Un día entero! Ellos no me dejan en paz ―le digo, y siento las lágrimas en la mejilla, en su camisa. ―Sloane, estabas enferma. ¿Por qué crees que te hicieron algo? ―Sólo lo sé. ―Anudo mis manos en la parte posterior de la camisa de Realm, manteniéndolas ahí, sin importarme que sus amigos nos dijeran que consiguiéramos una habitación. Sin importarme que puedo sentir las miradas de las enfermeras. Nadie nos separa, sin embargo, y Realm enjuga mis lágrimas con sus pulgares. ―¿Quieres salir? ―pregunta, una pequeña sonrisa en su rostro―. Me dijeron que te ganaste algún tiempo en el jardín. ―¿Por qué? ―Por ser una buena chica. ―Sonríe―. Es broma. Ya te estás acercando a la fecha de salida. Todo el mundo puede salir cuando eso sucede. ―No tú. Realm mira hacia otro lado. ―Espera ―le digo―. ¿Podías ir fuera todo este tiempo? Él asiente, y yo bufo.

―Bueno, ¿por qué no? ―pregunto―. Deberías estar recibiendo aire fresco, no estar atrapado aquí dentro. ―Estaba esperándote ―dice encogiéndose de hombros. Una sonrisa tira de mis labios mientras pienso que Realm es completamente dulce. Que se preocupa por mí. ―Eres un idiota ―le digo―. Pero eso es lo que me gusta de ti. ―El pensamiento de la luz solar real me llena de tanta esperanza que corro hacia mi habitación para entrar en ropas frescas. Voy a salir.

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―Esto es realmente hermoso ―le digo mientras caminamos por las hileras de flores. El camino de grava cruje bajo mis zapatillas de deporte, y en la luz, la verdadera luz del sol, el cabello negro de Realm es un agudo contraste con su piel. Creo que se vería mejor como rubio. ―¿Entrelazar las manos? ―pregunta. ―No, me gusta mi libertad ―le digo distraídamente, mirando sobre el gran césped. Me pregunto si podría escapar, pero veo una valla de hierro de gran altura más allá de la ordenada fila de árboles. Mi corazón se hunde un poco. Realm patea las rocas a medida que caminamos, y parece decaído. ―¿Qué pasa? ―pregunto. Me mira, sorprendido. ―Oh, nada. Solo pensando en cuando esté fuera. ―Pronto. Él asiente. ―Sí. ―Se vuelve hacia mí, entonces, me detiene en el camino―. ¿Qué vas a hacer cuando estés fuera, Sloane? ¿Quién es la primera persona a la que quieres ver? ―Sonríe entonces, esa sonrisa adorable que me hace sentir como que estamos compartiendo secretos. Sólo que aquí no parece tan contagiosa. No estoy segura de cómo responder, porque cuando pienso en casa, lo único que veo son mis padres. Unos rostros al azar emergen, pero son sólo compañeros, ninguno de ellos mis amigos. La soledad me abruma una vez más, y me tambaleo hacia atrás. Realm me toma del brazo y me endereza.

―Hey ―dice―. ¿Estás bien? ¿Recordaste algo? ―No ―le susurro―. Y ese es el problema. No recuerdo nada más. Realm encuentra mis ojos. ―¿Te acuerdas de mí? ―Por supuesto. Pero no sé si van a tomarte a ti también. ―No lo harán. Observo mientras él baja la cabeza, el tinte negro del cabello demasiado oscuro, falso. ―¿Cómo lo sabes? ―pregunto. Su garganta hace clic mientras traga, pero luego levanta la vista, sonriendo. ―Porque no podrías olvidarme, Sloane. Soy demasiado impresionante. Me río, pero es por obligación. Su broma no me levanta el ánimo ni me hace sentir más liviana. No me gusta la forma en que se ve a la luz. Todo a mi alrededor está demasiado agudamente enfocado. Me muevo de vuelta hacia el edificio.

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―Quiero entrar ―le digo, girando y regresando. Realm corre para alcanzarme, sorprendido, estoy segura. ―Sloane ―pregunta con cuidado―. ¿Estás enojada conmigo? Frunzo mi frente. ―No. ¿Por qué lo preguntas? ―Simplemente parece que ya no te gustara. Considero tomarlo de la mano, pero no lo hago. Sigo caminando, y él se queda atrás un poco. No tengo idea de cómo explicar a Realm que, a la luz, él no es lo que pensaba que era. Que me siento diferente hoy. Acerca de él. Acerca de todo. No estoy muy segura de por qué, pero más que nunca estoy desesperada por volver a casa. Voy a jugar a este juego, vencer El Programa. Voy a salir de aquí.

Realm está prácticamente pegado a mi lado en el almuerzo. Bajo las duras fluorescentes, se ve más como él mismo. Y, sin embargo, tengo la sensación de que algo está apagado. Cada vez que toca mi brazo, o intenta tomar mi mano, me encojo a distancia. Él no pregunta de nuevo si me gusta, pero veo la pregunta en sus ojos.

Lo dejo y decido tomar una ducha larga, las enfermeras me lo permiten, aunque una de ellas se queda en el baño conmigo. Debo haber estado allí casi media hora porque mi piel esta arrugada y estoy exhausta por el calor. Todo sobre hoy está mal, mi nueva libertad, mis sentimientos cambiados. Casi me salto la cena, pero tengo hambre así que voy abajo. En el último momento decido sentarme con Tabitha, ignorando a Realm mientras espera en nuestra mesa. No puedo dar sentido a mis emociones, de cómo quiero mantenerme alejada de mi único amigo real. ―Así que tú y Realm, como que, ¿rompieron? ―pregunta Tabitha, hundiendo el tenedor en su cubo de carne. Su cabello es un negro brillante, el rojo se fue. Apenas se parece a la misma persona, pero parece más saludable. Incluso su memoria a corto plazo parece restaurada. ―Nosotros no estábamos juntos ―le digo, sin levantar la vista. ―Sí, claro. Él te sigue a todas partes como un perrito, y no parece importarte. ―Hace una pausa y sonríe―. Entonces, ¿puedo tomar una oportunidad con él?

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Hay un giro en mi estómago, y no estoy segura si es celos o algún tipo de preocupación. ―Adelante, pero se va en menos de una semana. Romance rápido. ―Sólo estoy buscando algo de sexo. Me río y levanto la vista hacia ella, pero ella me sonríe. ―Sabía que iba a llamar tu atención. ―Espero que estés bromeando. ―Todavía estoy sonriendo mientras pongo una judía verde en mi boca. Tabitha mira más allá de mí a Realm, haciendo muecas de besos a su espalda mientras él ve lejos. Algo en este momento es auténtico, y me gusta―. Oye ―le pregunto―. ¿Quieres jugar a las cartas con nosotros más tarde? Tabitha sonríe ―¿En serio? ¿Me estás invitando a pasar el rato con los chicos cool? ―Ella está intentando sonar sarcástica, pero su expresión me dice que está emocionada de ser incluida. ―Por la presente te incluyo en el club ―le digo. Y a continuación, sólo para hacerlo oficial chocamos nuestros cartones de leche.

Capítulo 16 Traducción SOS de Debs. y Aяia Corregido por Nanis

―M

entira, Sloane ―dice Realm mientras me siento frente a él. Mi boca se retuerce con una sonrisa. ―Ni hablar.

―Muestra las cartas. ―Realm entorna los ojos como si pensara que voy a hacer trampa. Miro alrededor de la mesa hacia Tabitha, que está riendo detrás de su mano y, a Shep y Derek que gritan para que lance mi mano. Pongo los ojos en blanco y les doy la vuelta. Realm cruza los brazos sobre el pecho, mirando impresionado.

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―Tres reinas ―me dice. ―No puedo creer que realmente las tenías ―dice Shep, riendo mientras desliza las cartas hacia Realm. Cuando él las recoge, me mira, estudiando mi expresión. ―Supongo que no puedo decir cuándo estás mintiendo ―dice en voz baja. ―Supongo que no puedes. ―Sonrío. ―Yo sabía que estaba diciendo la verdad ―dice Tabitha, luciendo orgullosa. ―No lo hacías ―argumenta Shep. Sigo sonriendo a medida que comenzamos la siguiente mano, y me siento normal. Tal vez lo más normal que me he sentido desde que llegué al Programa. Mis medicamentos han sido reducidos y mi peso se ha estabilizado. La niebla que ha estado conmigo desde el principio se ha ido. Esto es real. Cuando miro hacia arriba, veo a Realm mirándome, con la cabeza inclinada hacia un lado. Al igual que en el jardín, parece un poco triste, pero no sé por qué. Uno pensaría que estaría feliz de dejar El Programa. Debería estar feliz de estar casi en casa.

En los próximos días, Tabitha gana todas las manos de Mentira, incluso me atrapa mintiendo una vez. No puedo dejar de pensar que ninguno de nosotros debería estar aquí. Somos normales. Nadie está hablando de suicidio, o llorando. Cuando veo a los nuevos pacientes que llegan, son un desastre, sollozan y luchan. Estamos en un mundo aparte de ellos ahora, y no puedo imaginar que alguna vez fuera así. Estoy sentada en mi habitación leyendo una revista cuando alguien llama a mi puerta. Se abre lentamente y Realm asoma su cabeza. ―Hey ―dice en voz baja. Sonrío. ―Hey. Realm entra, cerrando la puerta detrás de él antes de tomar asiento al lado de mi cama, mordiéndose el labio. ―Yo… ―Se aclara la garganta―. Me voy mañana, Sloane. Hay un fuerte dolor en mi pecho.

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―Oh. ―Nos miramos fijamente durante un largo minuto, y luego levanto mis brazos y Realm trepa sobre la cama para abrazarme. Nos quedamos así por un largo tiempo antes de que él lloriquee y se limpie la cara. ―Esta es la primera vez que te he visto llorar ―le digo, mi propia voz ahogada. ―¿Puedo preguntarte algo, Sloane? ―La voz de Realm es baja como si no estuviera seguro de si debería. ―Por supuesto. Hace una pausa. ―¿Podemos vernos después de que todo esto haya terminado? Frunzo mi frente, pensando que es una pregunta extraña para hacer. Por supuesto que lo volvería a ver. Pero por dentro, siento dudas, que tal vez no tenga la intención de buscar a Realm. Como si hubiera algo que me retuviera de él. Cuando no respondo de inmediato, asiente, una lágrima deslizándose por el costado de su nariz. ―Debo irme ―dice―. Tengo que volver a los chicos. Están teniendo una fiesta de despedida para mí. ―¿Y no me invitaron? ―le pregunto, no quería que Realm se fuera. Me siento muy mal, como si fuera una mal amiga para él. ―Lo siento, dulzura ―dice―. Sólo chicos.

Realm se para, pero me acerco para tomar su brazo, deteniéndolo de irse. Hace una pausa, mirando hacia abajo en el suelo como si tuviera miedo de girarse hacia mí. Salgo de la cama y lo tiro en un abrazo, apoyando mi mejilla contra su pecho. ―Te echaré de menos ―le digo―. Te voy a extrañar locamente. Entonces, Realm me aprieta con fuerza, oprime su brazo alrededor de mí. ―También te extrañaré. Y cuando se aleja, le doy un beso suave en los labios, con la esperanza de que sea suficiente. Con la esperanza que demuestre lo mucho que me importa. Pero por la triste sonrisa en su rostro, ya sé que no lo es. Así que dejo que se vaya.

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La enfermera me da permiso para tomar un último paseo con Realm, así que salimos al jardín. Está soleado y luminoso, y pienso una vez más cuán hermosas lucen las flores. El transporte de Realm estará aquí en menos de media hora, y luego se irá. Extiendo mi mano para tomar la suya, sorprendida por lo fría que está. Choca su hombro contra el mío, y caminamos un poco más. ―Tabitha se va el lunes ―le digo―. Tiene su nuevo corte de cabello, un poco de ropa nueva. Shep va a conseguir un nuevo estilo también, y es de esperar un poco de desodorante. ―Miro de reojo a Realm y suelto su mano―. ¿Cómo es que no te cambiaron? ―Tal vez no haya nada para mejorar. Me río. ―Bueno, la Dr. Warren dice que el retorno es más fácil si refrescamos nuestras apariencias. Creo que puede estar en lo cierto. Estoy pensando en alisar mi cabello. Realm levanta el brazo de repente, sosteniendo un puñado de mis rizos. ―No ―dice―. Tu cabello es hermoso. ―Se encoge de hombros―. Eres hermosa. Me sonrojo, pero luego retrocedo, dejando caer mi cabello de su mano. Realm patea algunas piedras en el camino. ―Sloane, si las cosas fueran diferentes, si no estuviéramos en El Programa… ¿crees que podríamos estar juntos?

Hormigueos pasan por mi piel, y estoy segura de que no sé la respuesta. Realm se acerca y pone sus manos en mis brazos desnudos. ―Podría cuidar de ti si quieres ―dice―. Y cuando salgas de aquí, estaré allí. ―No quiero que nadie me cuide ―le digo―. Quiero encontrar la manera de cuidar de mí misma. Ni siquiera sé quién soy. ―Te conozco ―dice en tono sombrío―. Y haría cualquier cosa por ti, incluso si no puedes entender por qué en este momento. ―Me mira por un largo momento, sin duda tratando de ver si siento algo por él que sea más que amistad. Me pregunto entonces, cómo voy a saber cuando esté enamorada, sobre todo si no sé cómo se siente. ¿Alguna vez he estado enamorada? ¿Alguien me ha amado? ―Si me buscas, Sloane ―dice Realm―, te estaré esperando. De repente estoy emocionada y le doy un abrazo, cerrando los ojos con fuerza. ―Gracias por todo, Realm. Gracias por…

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―Michael ―dice alguien en voz alta. Nos separamos. La enfermera Kell está agitando su brazo desde el otro lado del césped, una mujer rubia con gafas de sol oscuras está a su lado. Realm se pone rígido a mi lado, y sus manos se apartan. Encuentra mis ojos una vez más y besa mi frente. Luego se mueve para parar en mi oído. ―Todavía te van a seguir vigilando ―susurra―. Van a buscar signos. ―¿Signos de qué? ―Miedo pasa a través de mí. ―Te ayudaré en todo lo que pueda ―continúa―. No te olvides de eso. Creo que es una locura para decirle a alguien en El Programa, no lo olvides. Eso es para lo que estamos aquí. El olvido es como todos hemos mejorado. Las lágrimas caen por mis mejillas mientras Realm se aleja, mirando sin poder hacer nada mientras lo hace. Cuando se da la vuelta, sus zapatillas crujen en la grava. Lo veo salir del Programa. Y fuera de mi vida.

Es poco más de una semana más tarde cuando estoy sentada en la oficina de la doctora Warren, mi cabello recién cortado y alisado. La maraña de rizos oscuros ahora está suave y llega justo por debajo de mi barbilla. Ella sonríe en cuanto me ve. ―Estás fantástica Sloane ―dice―. Realmente has sido una paciente modelo.

Asiento como si estuviera agradeciéndole, pero en realidad no recuerdo ninguna de nuestras sesiones más allá de las pocas últimas. Hemos pasado nuestros últimos encuentros juntando mis recuerdos. Ella me recuerda la secuencia de los sucesos porque de vez en cuando se desordenan en mi cabeza. Rellena las cosas que no puedo recordar, como sobre mi familia. ―Estarás contenta de saber que El Programa tiene una tasa de supervivencia del cien por ciento, y que incluso muy pocos de nuestros sujetos tienen recaídas. Pero hay algunas precauciones que tienes que tomar. Habrá visitas semanales del médico durante el primer mes, luego bimestral hasta la evaluación final en tres meses. Tendrás acceso a terapia y medicación si lo necesitas, pero no será obligatorio a no ser que empieces a mostrar síntomas otra vez. Durante la primera semana, te pedimos que tomes el relajante suministrado, solo para ayudarte con la transición a tu nueva escuela. La doctora Warren aprieta los labios y pone sus codos sobre la mesa, inclinándose hacia delante.

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―Queremos que vivas, Sloane ―dice―. Queremos que tengas una vida plena y feliz. Te hemos dado la mejor oportunidad posible quitando los recuerdos infectados. Ahora está en tus manos. Pero sabes, si enfermas otra vez, serás marcada. Y entonces estarás obligada a permanecer en El Programa hasta que tengas dieciocho. Trago fuerte, pensando en que mi cumpleaños todavía está a siete meses. Eso sería un largo tiempo para estar atrapada aquí, especialmente sin Realm. ―Entiendo ―le digo. ―Bien. ―Parece aliviada mientras se endereza―. Se te asignará un Cuidador para las primeras semanas, ayudándote en la escuela y acompañándote fuera de tu casa. Esto es precaución porque estás en un estado frágil. Tómatelo con calma, Sloane. No te presiones demasiado. ―Haré lo mejor que pueda ―digo, mirando al reloj en la pared y sabiendo que mis padres estarán aquí en cualquier momento. Me voy. Realmente me voy. La doctora Warren se levanta, caminando alrededor de la mesa para abrazarme. Nos abrazamos incómodamente, y cuando me deja ir, descansa su mano en mi hombro. ―Al principio ―dice casi en un susurro―, puede que estés un poco distante; un poco insensible. Pero eso con el tiempo se irá. Sentirás otra vez. Me encuentro con sus ojos, haciendo una rápida evaluación de mis emociones. Estoy complacida y calmada, pero me pregunto cómo debería sentirme en realidad.

Suena un rápido golpe en la puerta, y la doctora Warren dice que pasen. La enfermera Kell está ahí, sus mejillas rosas. ―Tus padres está aquí, Sloane. ―Sonríe, viéndose orgullosa―. Y los chicos querían que te diera esto. ―Extiende un pequeño paquete, y mis ojos se humedecen. ―¿Por qué no me lo han dado ellos mismos? ―pregunto, acercándome para tomarlo de sus manos. Ambos, Derek y Shep todavía están aquí, la doctora Warren me ha prometido que se irán pronto a casa. Ella se ríe. ―Porque han dicho que seguramente llorarás. Desenvuelvo el papel y sonrío a lo que hay dentro. Es una baraja de cartas, pero el diseño trasero dice MENTIRAS. Extiendo los brazos para abrazar a la enfermera Kell. ―Diles gracias de mi parte.

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Todo es muy surreal. Me detengo un momento mirando alrededor de la oficina, el tiempo que he pasado aquí es totalmente confuso. No sé cómo era yo antes, pero me siento bien ahora. Supongo que El Programa funciona. Le digo adiós a la doctora Warren y sigo a la enfermera Kell fuera, un Cuidador siguiéndonos con una pequeña bolsa de lona. No recuerdo lo que llevaba puesto cuando vine a la instalación, pero El Programa me ha proporcionado unos cuantos conjuntos ―unos que no he elegido yo― para enviármelos a casa. Ahora mismo llevo puesto un polo amarillo, el cuello rígido y picante. Los pasillos están vacíos, pero oigo un animado juego de cartas que se está jugando en la sala de ocio, los nuevos miembros tomando nuestros lugares. Cuando salimos al césped, veo el Volvo de mi padre estacionado cerca de la puerta. Él sale, mi madre luchando para llegar a su lado. Me detengo, mirándolos de lejos. ―Buena suerte, Sloane ―dice la enfermera Kell, poniéndome un mechón de cabello detrás de la oreja―. Mantente sana. Le asiento, y miro al Cuidador quien me dice que siga adelante. Y entonces corro a través de la hierba. Cuando estoy lo suficiente cerca mi padre se lanza hacia delante, recogiéndome en sus brazos, lágrimas corriendo por su rostro. Pronto mi madre nos está abrazando a los dos y estamos todos llorando. Les he echado de menos. He echado de menos la sonrisa de mi padre y la risa de mi madre. ―Papá ―digo cuando finalmente puedo apartarme de él―. Lo primero es lo primero, vamos a conseguir helado ―digo―. No he tomado nada desde que estoy aquí.

Él se ríe, un sonido un poco doloroso, como si hubiera estado queriendo hacerlo durante mucho tiempo. ―Cualquier cosa, querida. Simplemente estamos muy felices de tenerte en casa. Mi madre me toca el cabello con adoración. ―Me encanta esto ―dice con sinceridad, como si no me hubiera visto en años―. Estás hermosa. ―Gracias, mamá. ―Le abrazo otra vez. Mi padre toma mis bolsas del Cuidador y las pone en el portamaletas mientras yo miro por última vez al edificio; al Programa. Algo me llama la atención, y mi sonrisa se desvanece. Hay una chica en la ventana, sentada en una silla con sus brazos envueltos alrededor de sus rodillas. Es bonita y rubia, pero parece solitaria. Desesperada. Y no puedo evitar pensar que me recuerda a alguien.

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―Ahí vamos ―dice mi padre, abriendo la puerta trasera para mí. Aparto los ojos de la ventana y subo al coche, su olor llevándome de vuelta a los tiempos en los que Brady y yo solíamos discutir sobre quién elegiría la emisora de radio. Mi hermano no está ahora, pero hemos hecho las paces con eso. Nuestra familia ha pasado por ello y ahora todos estamos mejor. Yo estoy mejor. Mis padres suben al coche, mirando atrás como si esperaran que desapareciera en cualquier momento, y yo sonrío. Me voy a casa.

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Parte III Desearía que no Estuvieras Aquí

Capítulo 1 Traducido por Scarlet_danvers Corregido por obsession

T

uve problemas para dormir la primera noche en casa. La casa estaba demasiado tranquila, y los sonidos en mi cabeza demasiado fuertes. Extrañaba a Realm, extrañaba jugar a las cartas con los chicos. Echaba de menos la libertad y las restricciones de la instalación. De una manera extraña, había estado por mi cuenta. Después de que nos detuviéramos por un helado, mi madre llegó a casa y cocinó una gran cena, charlando sobre lo que me había perdido. Al parecer, El Programa ha sido acogido en otros tres estados, y Francia y Alemania están adaptando sus propias versiones. No estaba muy segura de cómo sentirme acerca de eso por lo que me quedé en silencio.

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En el momento en que me desperté a la mañana siguiente, mi madre me estaba esperando con la pequeña píldora blanca que la Dra. Warren prescribió para ayudarme a soportar mi día, para relajarme. Mientras estoy sentada en la mesa de la cocina, mi madre voltea pancakes, tarareando una canción que no puedo ubicar. Mi padre se ha ido a trabajar. Me siento en la pequeña y redonda mesa y me quedo mirando el asiento vacío que mi hermano solía ocupar. Casi siento que en cualquier momento él vendrá saltando a la cocina pidiendo Lucky Charms. Pero Brady está muerto. La Dra. Warren me dijo que su muerte accidental fue traumática para mí, así que tuvieron que borrarlo. Ahora, no sé ni lo que le pasó a mi hermano. En mi cabeza es como si él estuviera aquí, y luego se hubiese ido sin nada más en medio. Al final de mi terapia en El Programa, la Dra. Warren trató de ayudarme a alinear mis recuerdos secuencialmente, rellenando algunos de los espacios en blanco. Dijo que mi familia estaba devastada por la muerte de mi hermano, pero que ahora que estoy curada, todos estamos bien. No recuerdo un momento en que no estuviéramos bien, así que estoy contenta. No me gusta la idea de no tener a mi familia. Cuando mi madre ―aún sonriendo― pone la comida delante de mí, le doy las gracias. Pero la idea de comer está muy lejos de mi mente. La Dra. Warren había dicho que no iba a reconocer a nadie en la secundaria Sumpter, que habrían sido borrados incluso si les había conocido porque estaban infectados también.

Así que estoy empezando de nuevo. Es como una nueva vida. Es como una nueva yo. Cuando Kevin, mi Cuidador, aparece, es cortes, y casi amable, frente a mi puerta. Tengo la sensación de que debería estar incómoda a su alrededor, pero él toma mi mochila y sostiene la puerta. Así que se lo atribuyo a los sentimientos confusos que la Dra. Warren predijo. Kevin parece ser sólo un poco mayor que yo, pero no hablamos mucho mientras conduce hacia Sumpter. Pero entonces de nuevo, mi cabeza se siente demasiado nebulosa para decir algo relevante. Creo que es la medicación. Cuando lleguemos allí, veo que Sumpter es un gran edificio blanco, del tipo intimidante. Kevin estaciona el auto en el estacionamiento trasero, se toma un minuto para avisar por radio que he llegado. Varios estudiantes pasan junto a nosotros hacia la entrada, algunos riendo, algunos solos, y me pregunto si los he conocido antes. Una sensación de déjà vu se apodera de mí, y aparto la mirada, sintiéndome inquieta.

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―¿Estás bien? ―pregunta Kevin, sobresaltándome. Miro de reojo hacia él y veo que sus cejas se juntan con preocupación. No estoy segura de en quién confiar, lo que es todavía real, pero él es el único aquí. ―Ansiosa ―le digo―. Como si estuviera… desconectada. ¿Eso es normal? La expresión de Kevin no cambia. ―Es normal en ti, sí. Pero esa sensación se desvanecerá en un par de semanas. En este momento, tu mente se está reparando. Vas a tener ecos, un espacio entre los recuerdos que te harán sentir hueca. Pero se van a llenar. Los medicamentos pueden ayudar con la transición. Sus palabras no me infunden aliento, y en cambio siento una pequeña punzada de tristeza. Pero tan pronto como está ahí, siento como si agua tibia salpicara dentro de mi pecho. ―Whoa ―digo, poniendo mi mano sobre mi corazón. ―Ese es el inhibidor ―dice Kevin―. Alivia el pánico. Probablemente deberías tomar otra antes de ir a clase. ―Saca un pastillero de la consola central y toma una píldora blanca antes de extenderla hacia mí. La tomo, con la mirada fija en él mientras me entrega una botella de agua. ―¿Entonces este sentimiento se irá? ―le pregunto, sólo para asegurarme. Hay emociones que compiten, y es difícil decir cuáles son mías y cuáles pertenecen a la medicación. ―Sí ―dice Kevin―. Va a mejorar. Con el tiempo.

Vuelvo a mirar a los otros estudiantes por la ventana. Me siento vacía, pero ellos parecen normales. Felices, incluso. Y algún día, voy a ser como ellos. Una vez que esta maldita niebla se borre. Así que sin otro pensamiento, me trago la píldora y dejo que Kevin me lleve al interior.

―Aquí está tu horario ―dice Kevin―. Puede que sea difícil retomar tus materias en donde las dejaste, pero todos tus profesores han modificado sus planes de lecciones para ayudarte. Te voy a acompañar entre las clases y asistiré contigo. ―Los ojos grises de Kevin me miran por encima. ―Estoy un poco confundida ―le digo. Tomo una respiración profunda, y la píldora de color blanco se abre camino a través de mi sistema. Mis músculos se aflojan, y una sensación general de bienestar se apodera de mí.

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―Lo estás haciendo muy bien ―dice Kevin, palmeando mi hombro. Sonrío. Kevin parece realmente involucrado en mi recuperación, y es alentador. Podría realmente necesitar el apoyo. Entro en mi primera clase, y la habitación está prácticamente vacía. Hay una chica con el cabello rubio en la parte delantera, y me dice hola mientras camino por el salón. Sonrío en respuesta, la pequeña interacción que confirma que por lo menos me veo normal, aunque no pueda recordar partes de mi vida. ―Voy a estar en la parte de atrás, si me necesitas ―dice Kevin después de que me acomodo en mi silla. Él se dirige junto al librero, y echo un vistazo alrededor de la habitación, observando los coloridos carteles en las paredes. Todavía me acuerdo de mi vieja escuela, cuán bañado en blanco era todo. Este lugar huele a vainilla, como aromaterapia. ¿Están tratando de mantenernos en calma? En mi escritorio hay un documento, al igual que en cualquier otro escritorio en la habitación. Mientras los estudiantes entran, dejan sus bolsas en el suelo y llenan los formularios, y los dejan en una bandeja en la mesa del profesor. Tomo un lápiz afilado de mi bolsa y miro hacia abajo a las preguntas de la evaluación diaria. Me parecen vagamente familiares. ¿El día de ayer te sentiste solo o abrumado? NO.

Lleno el resto de los óvalos, haciendo una pausa cuando llego a la última pregunta. ¿Alguien cercano a usted ha cometido suicidio? NO. Tomo mi papel pero espero un momento, sintiendo como si hubiera hecho algo malo. Miro por encima de las preguntas de nuevo, pero no puedo encontrar un error. En ese momento, mi profesora entra, asintiendo cortésmente a nosotros mientras avanza. Cuando me ve, sonríe. ―Sloane ―dice―. Estoy tan feliz de conocerte por fin. La clase entera se vuelve para mirarme, expresiones curiosas en sus rostros. El día ha adquirido un carácter onírico como si flotara al frente para poner mi papel en la pila. Pero a diferencia de las evaluaciones de los otros estudiantes, mi profesora se detiene para mirar por encima de mis respuestas. Cuando termina, sonríe. ―Buena chica ―dice. Y luego se vuelve a escribir en la pizarra.

195 Kevin me lleva a comer y decide recoger mi comida por mí. Dice que tengo que mantener mi peso estable, a pesar de que un efecto secundario de la medicación es la pérdida de apetito. En cuanto me dice esto, me doy cuenta de que tiene razón. No puedo recordar la última vez que tuve hambre. Me siento en una mesa, sola, y examino la cafetería. Kevin está apoyado contra la pared, manteniendo silencio en la habitación. Hay otros tres Cuidadores aquí, viendo a sus encargados. La Dra. Warren me dijo que un Cuidador me vigilaría por algunas semanas después de que me diesen el alta, y luego me monitorearían por seis días más después de eso. Estoy en el segundo día. ―¿Me puedo sentar? Salto y veo una chica de pie allí. Es guapa y rubia, y le reconozco como la chica de mi clase del primer periodo que me saludó. ―Claro ―le digo, aunque ella ya se sentó frente a mí. ―Soy Lacey ―dice, su voz profunda y ronca como una estrella de cine de los viejos tiempos. Frente a ella, desenrolla una bolsa de papel y saca un paquete de magdalenas de naranja. Miro hacia abajo de nuevo en mi bandeja del almuerzo y a la rebanada de carne en ella. ―Eres Sloane, ¿verdad? ―pregunta.

Debo parecer sorprendida de que ella recuerde, porque se encoge de hombros. ―La cosa de chica nueva ―dice―. Nos damos cuenta de todos los que se reincorporan a medida que entran. Algo así como… ¿ellos lo harán o no? ―¿“Ellos harán o no” qué? ―pregunto. ―Recordar. Estoy convencida de que con el tiempo uno de nosotros va a recordar algo, y entonces todo el sistema se derrumbara. ¿Qué puedo decir? Soy anarquista. ―Sonríe ampliamente, y ya me gusta. Está viva. Puedo sentir su vitalidad desbordando de ella. Lacey dispara una mirada a mi Cuidador. ―Dejarán de seguirte pronto ―ofrece, inclinando la cabeza hacia Kevin―. Siempre y cuando no metas la pata. ―¿Meter la pata? ―No se me había realmente ocurrido que podría estropearlo, o incluso lo que estropearlo implicaría. Estoy curada. Pero me inclino hacia delante para escuchar por que Lacey ha estado en El Programa, y ha tenido éxito en su retorno. Tal vez sabe algo que yo no.

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―He estado de regreso por quince semanas. ―Baja la voz y se coloca un mechón de cabello rubio detrás de la oreja―. Todavía me faltan las piezas que El Programa se llevó. Al principio me daba igual, ¿no? Estaba feliz de haber sobrevivido. Pero ahora… ahora me pregunto acerca de las cosas. ¿Sabías que decían que quería suicidarme? ―susurra, como si se muriera por hablar con alguien acerca de ello―. Eso ni siquiera parece posible. Soy como… la persona más equilibrada que conozco. ¿Te han dicho que intentaste suicidarte, también? Sostengo mi muñeca, la silueta de una cicatriz sigue ahí. ―Dicen que hice esto. ―Wow. Estamos los dos en silencio durante un minuto, absorbiendo nuestro misterio compartido. Pero entonces Lacey desliza uno de los pastelitos hacia mí. ―Pista número uno ―dice mientras toma un bocado del pastelito―. Empaca tu propio almuerzo. Estoy bastante segura de que pusieron sedantes en la comida. Mi sentido del bienestar ha sido interrumpido por las sospechas de Lacey, y me gustaría no haberme tomado las píldoras de color blanco hoy. Me gustaría estar lo suficientemente lúcida como para averiguar si ella está siendo paranoica. Pero por ahora tomo el pastelito de naranja y lo divido por la mitad para lamer la crema blanca primero. Y luego disfrutamos el resto del período, pasando el tiempo con conversaciones seguras acerca de los maestros y de música.

La campana suena y Lacey reúne todas sus envolturas, metiéndolas de nuevo en la bolsa. No he tocado la comida en mi bandeja, pero me siento bastante satisfecha. Cuando Kevin comienza a alejarse de la pared, Lacey me sonríe. ―Haz que te lleve al Centro de Bienestar esta noche ―susurra―. Puedo reunirme contigo allí si quieres. ―¿En serio? ―No puedo evitar sonreír. He hecho una amiga, y de alguna manera eso me hace sentir mejor conmigo misma. Es una cosa tan normal para hacer. ―Siete en punto. ―Disculpen ―afirma Kevin cuando llega a nuestra mesa―. Tenemos que irnos, Sloane. ―Toma la bandeja de delante de mí, y me da una mirada de desaprobación al ver toda la comida todavía en ella. Con una mano en mi codo, me guía suavemente fuera de mi asiento―. Señorita Klamath ―le dice a Lacey a modo de saludo.

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Ella se mueve sugestivamente hacia él, y Kevin sacude la cabeza con una sonrisa como si estuviera acostumbrado a sus travesuras. Incluso antes de que pueda decir adiós, Lacey se desliza a través de la cafetería y fuera de mi campo de visión. Cuando se ha ido, Kevin deja caer su mano de mi brazo. ―Me alegro de que estés haciendo amigos ―dice―. Es bueno para tu recuperación. ―¿Qué pasa con el Centro de Bienestar? ―le pregunto―. ¿Puedo ir allí esta noche? ―El Centro de Bienestar fue desarrollado por El Programa como parte de la atención posterior, una forma de interactuar con otros, incluyendo los que han regresado, en un ambiente seguro y supervisado. Si deseas comprobarlo, creo que estaría bien. Sólo asegurémonos que no te estás excediendo. El exceso de estímulo puede interrumpir el proceso de curación. De hecho… ―Kevin desliza una caja de píldoras fuera de su bolsillo para sacar la píldora blanca―. Aquí. No has tenido una dosis desde esta mañana. Es posible que comiences a sentirte al borde si no lo haces. Lo considero. ¿Qué sucede si no hago exactamente lo que me dicen? ¿Sería negarse considerado como arruinarlo, especialmente en el segundo día? Echo un vistazo alrededor de la habitación, preguntándome si los otros que se reincorporaron se sintieron así de perdidos cuando volvieron. Pero no noto nada, ya que todos ellos agarran sus mochilas y se deshacen de su basura, en dirección a sus clases. Y así me trago la píldora.

Capítulo 2 Traducido por maphyc Corregido por obsession

C

uando mi Cuidador me deja en casa y dice que volverá a las seis y treinta, inmediatamente comienzo mis deberes. A pesar de que me siento como si supiera las respuestas, algunas de las preguntas se vuelven confusas en mi cabeza. Especialmente cuando se trata de Matemáticas. Es como si ciertas reglas fueran eliminadas, dejándome con respuestas parciales. Eventualmente me frustro y cierro mi libro de un golpe antes de encender la televisión.

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No estoy sorprendida cuando veo un especial de Dateline sobre El Programa, parece que dominan todos los canales. Incluso en MTV, que solía estar plagada por realities de pacotilla, está ahora lleno de historias inspiradoras de adolescentes siendo salvados por El Programa. Medio me pregunto si El Programa está patrocinando la red ahora. Justo entonces, el entrevistador de Dateline, entra en el edificio, el mismo edificio en el que estuve. Me siento recta, mi corazón palpitando. Creo ver a la enfermera Kell lanzarse desde la esquina de la pantalla y entonces la vista se llena con guardias de seguridad. ―No puede estar aquí ―dice el guardia de seguridad, empujando la cámara con su mano―. Tiene que marcharse. El entrevistador continúa discutiendo hasta que el sonido es inmediatamente apagado. La pantalla está negra y espero, preguntándome qué ha pasado. En su lugar el entrevistador está detrás de un escritorio, sacudiendo su cabeza. ―Cuando le pedí un comentario, el presidente del Programa, Arthur Pritchard, declaró esto: “La efectividad del tratamiento, que todavía es del 100%, es dependiente de la privacidad de nuestros pacientes. Cualquier interferencia podría poner en peligro la vida de los menores, y por lo tanto no podemos comentar sobre el tratamiento o permitir acceso común a nuestras dependencias en este momento”. Apago la televisión, preguntándome cómo fue cuando aquellos reporteros intentaron entrar en El Programa. ¿Estaban Shep y Derek por ahí? Había parecido tan aislado cuando estuve allí. Quizás las cosas están cambiando. Y por un segundo estoy asustada. Si paran El Programa, dejándonos como los

únicos cambiados, ¿qué pasará? ¿Seremos discriminados para siempre? ¿Significa eso que hay algo malo con nosotros? Entro en pánico cuando de repente, la cálida agua es salpicada sobre mí otra vez, y tomo una profunda respiración. El miedo se ha ido, y en su lugar cierro mis ojos y apoyo mi cabeza sobre el cojín del sofá. Algo sobre sentarme aquí en mi familiar sala de estar es reconfortante, a pesar de que no puedo pensar más que en que debería estar haciendo algo diferente. Como si esto fuera real, y al mismo tiempo… no. Estoy aliviada cuando mi madre llega a casa con provisiones, y la ayudo a desempacarlas, agradecida por la distracción.

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―Así que, ¿cómo estuvo el primer día de regreso? ―pregunta mi padre a través de la mesa durante la cena. Sus ojos son brillantes, y está sonriendo mientras toma un mordisco de bistec. El modo en que mis padres me observan es como si fuera un milagro devuelto de la tumba. Se aferran a cada palabra mía. ―Estuvo bien ―les digo―. Un pequeño susto al principio, pero hice un amigo. Mi madre sonríe de alegría, y apoya los cubiertos. ―¿Has hecho un amigo ya? ―Ella y mi padre intercambian una mirada ansiosa. Me hace sentir como una enorme perdedora que mis padres pudieran estar tan felices por mí haciendo un amigo. ―Su nombre es Lacey ―digo―. Se sentó conmigo en el almuerzo. Mi madre para, entonces pone un gran pedazo de bistec en su boca. Espero a que haga preguntas, pero no lo hace. Miro fijamente mi plato, y cerca de mi vaso está otra píldora blanca. Decido que ya no me gusta esta niebla. Decido que no voy a tomarla. ―Me encontraré con Lacey esta noche en el Centro de Bienestar ―añado quedamente, tomando un sorbo de mi agua―. El Cuidador dijo que era saludable para mí socializar. ―Estoy de acuerdo ―dice mi padre, sonando un poco demasiado optimista. Soy golpeada por una sensación, una… exterioridad. Mis padres están actuando raro. O quizás soy yo la que está rara ahora. Quiero excusarme e ir a mi habitación, pero mi madre empieza a hablar sobre El Programa otra vez. Me dice que en Reino Unido tienen su primer grupo de pacientes liberados. Parece tan orgullosa de ese hecho, como si los que han regresado fueran alguna clase de élite. Inclino la cabeza, mi mente a la carrera. Intento recordar

mi vida justo antes del Programa, pero todo lo que consigo son repeticiones de recuerdos antiguos: mi padre llevándonos a Brady y a mí por un helado. Mi madre cosiendo un disfraz de Halloween. Las repeticiones empiezan a hacer palpitar mi sien, y paro de intentar pensar de nuevo, preocupada de que pueda estar dañándome. La doctora Warren había sido firme sobre entretenerme. Me advirtió que demasiados estímulos podrían afectar a la reconstrucción que ellos habían hecho en mi mente. Dijo que podría acabar en un quiebre de la realidad, causar psicosis permanente. Pero qué si ella estuviese mintiendo. ―Sloane. ―Mi madre interrumpe mi tren de pensamiento―. No has tocado tu comida. Me encuentro con su mirada preocupada y después me disculpo, cortando una pieza de carne. Apenas puedo tragarlo, especialmente cuando encuentro un regusto calcáreo. Algo de lo que Lacey dijo salta en mi cabeza. Creo que ponen sedantes en la comida.

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Cuando mi madre vuelve a hablar, limpio mi boca con mi servilleta, cuidadosa en escupir la comida. Quizás esté siendo paranoica. Quizás estoy perdiendo la razón. Pero en vez de mencionarlo, pregunto si puedo ser excusada para prepararme para esta noche. Mis padres se ven decepcionados, pero entonces mi madre me recuerda limpiar mi habitación. ―Y no olvides tu píldora ―añade cuando me dirijo hacia la cocina. La tomo rápidamente y la tiro en mi boca. Pero en el instante en que entro en la cocina, la escupo en el fregadero y pongo la comida en el depósito. Y entonces la muelo en pedazos.

Poso frente al espejo, girando de un lado a otro para evaluarme. Mi armario había sido vaciado y reemplazado con ropa nueva, las etiquetas siguen en ellas. Me parece extraño que ellos hubiesen desechado todas mis cosas, mi guardarropa entero. ¿Pensaron que una camiseta vieja podría enviarme a una caída emocional? ¿Vestía toda de negro y delineaba de más mis ojos? No lo recuerdo. Así que ahora mismo llevo una camisa con botones rosados que se siente demasiado rígida, combinada

con una falda caqui. Luzco… dolorosamente mediocre. Tomo el cepillo de mi vestidor, lo paso por mi cabello, pasándolo por un lado detrás de mis orejas cuando acabo. Son casi las seis y media, y Kevin estará aquí pronto para llevarme al Centro de Bienestar, pero la preocupación ha empezado a entrar en mi conciencia. ¿Qué sucede en el Centro de Bienestar? ¿Y qué pensará la gente que no ha pasado por El Programa de mí? Soy diferente a ellos. Tomo una respiración profunda y me siento en el borde de mi cama, intentando calmarme. Pienso que debería haber tomado la píldora porque ahora mismo un inhibidor sería muy útil. Pero entonces me recuerdo que quiero saber qué está pasando a mi alrededor. Y no estoy segura de que pueda hacerlo si estoy medicada hasta el punto del entumecimiento todo el tiempo. Escaleras abajo, el timbre suena, y echo un último vistazo a mi reflejo. ―¿Quién eres tú? ―murmuro, esperando un minuto para que mi mente conteste. Pero no lo hace.

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No sé qué esperaba del Centro de Bienestar, pero de seguro no era esto. Pensé que sería más como el edificio del Programa, estéril y frío. Pero este lugar está lleno de gente, gente hablando y riendo. Intento relajarme pero no veo a Lacey inmediatamente. Mi ansiedad me molesta, pero intento no reaccionar. No quiero que Kevin sepa que no tomé mi píldora esta noche. ―Entonces, por dónde quieres empezar ―pregunta, señalando hacia delante―. Puede que haya algún sitio cerca del futbolín. ―Claro ―digo, bajando mis ojos. Algunas de las personas en la habitación me han notado, y eso me hace increíblemente autoconsciente. No estoy segura de estar lista para esto. Comenzamos a zigzaguear a través de la multitud, la mano de Kevin protectoramente en mi brazo. Unas pocas personas dicen hola. Cuando nos acercamos a la mesa, oigo una fuerte risa y miro por encima del sofá, captando la parte trasera de una cola de caballo rubia. ―Debería estar bien ―le digo a Kevin entonces, gentilmente liberando mi brazo―. Me voy por ese camino. ―Señalo hacia el sofá, y él asiente. Para mi alivio,

se va a apoyarse contra el muro cerca de otro Cuidador, dándome un poco de privacidad. ―¡Ahí estás! ―grita Lacey levantándose para encontrarme mientras me dirijo hacia ella. En el sofá hay dos chicos desconocidos y asiento educadamente hacia ellos. ¿Dios, porqué estoy tan nerviosa? ―Hey ―digo mientras Lacey se para a echarme un vistazo. Inmediatamente desata el segundo botón de mi camisa antes de sonreír. ―Sloane, éste es Evan. ―Señala al chico de cabello oscuro―. Y éste es Liam. En realidad ―dice, se acerca para susurrarme―, Liam no es todavía uno de los que han retornado. Pero no está deprimido así que no te preocupes. Miro a Liam entonces, captando su cabello rubio rojizo, sus ojos marrón oscuro. Me está mirando con una sonrisa afectada en sus labios, algo sobre eso es un poco inquietante. ―Ven y siéntate, Sloane ―dice, acariciando el lugar a su lado―. Es genial… conocerte.

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Lanzo una mirada a Lacey, pero ya está de regreso en el regazo de Evan, hablando como si eso fuera completamente normal y todos nosotros hubiéramos salido antes. Me giro y echo un vistazo a la habitación. El Centro de Bienestar es pequeño aunque alegre. Colores brillantes, enérgicos juegos con risas. La mayoría de la gente aquí están vestidos como yo, buen gusto y común. Y hay otros pocos, con ojos despiertos como repasando la habitación. Por sus ropas cómodas creo que no son reincorporados. Cuando mi mirada pasa por Kevin, él asiente hacia mí, como diciendo que está bien estar confundida. Eso realmente me hace sentir un poco mejor. Me siento en el sofá, pero retrocedo cuando el muslo de Liam toca el mío. Mi mente revolotea a través de diferentes recuerdos, repitiendo algunos y reverberándolos hacia mí. Recuerdo acampar con mi hermano, sólo nosotros dos. Puedo sentir que hay algo más, pero no tengo tiempo para pensar en ello cuando Liam apoya su hombro en el mío. ―¿Cuánto tiempo has estado en El Programa? ―pregunta. Casi me ofendo por la pregunta, como si fuera muy personal para que alguien que acabo de conocer me pregunte. Pero probablemente esté siendo demasiado sensible. ―Seis semanas. ―¿Y te hicieron algo, verdad? ¿Como jugar con tu cabeza o algo? Está bien, ahora estoy ofendida. Liam debió notarlo porque rápidamente se

disculpó y disparó una cauta mirada a mi Cuidador. ―No quería decirlo así ―dijo―. Es sólo que soy amigo de Evan, pero no le conocía antes del Programa. Sólo tengo curiosidad sobre cómo cambia a las personas. Cómo eso te cambió a ti. ―Realmente no podría saberlo, ¿o sí, Liam? ―pregunto. El hecho de que tenga curiosidad sobre mí me hace sentir como en una exhibición del zoológico. Me levanto y me alejo. ―Espera ―dice Lacey―. ¿A dónde vas? No tengo ningún sitio al que ir. Estoy abrumada y confusa. Disparo una mirada en dirección a Kevin y lo veo charlando con otro Cuidador. Lo tomo como mi señal. ―Hace calor aquí ―digo―. Voy a tomar algo de aire. ―Y entonces, antes de que pueda discutir, me alejo, cuidándome de desvanecerme entre la multitud para que Kevin no intente detenerme. No quiero que me vea agotada, sería capaz de decir que no estoy medicada. Quiero un segundo para recobrarme, y entonces dejaré que Kevin me lleve a casa. Sólo quiero pensar.

203

Me escurro por la puerta trasera al patio de madera. Cuando no veo a nadie, camino por la barandilla y exhalo, cerrando mis ojos. Por primera vez desde que llegué a casa, mis emociones amenazan con ahogarme. La doctora Warren me advirtió sobre esto, estoy sobre estimulada. Es como si mi cuerpo se revelara contra mí, y presiono la base de mi palma contra mi frente, disponiéndome a calmarme. No hay amenaza. Mis sentimientos simplemente están jodidos, reajustándose. Debería haber tomado esa píldora blanca. Justo entonces oigo el sonido de la puerta y me giro, esperando a Kevin. Pero me calmo cuando veo que es Liam. ―Lo siento ―dice, encogiéndose de hombros―. Lacey dijo que estabas enfadada y necesitaba venir y disculparme. Miro fijamente de vuelta hacia él, preguntándome si sabe que admitiendo que alguien te hizo disculparte saca la sinceridad de ti. ―Está bien ―digo, más por educación que realmente queriéndolo decir. Una sonrisa torcida cruza sus labios. ―Sabes, estaba preocupado de que volvieras como alguna clase de zombi. Mi estómago da bandazos, y me estabilizo en la barandilla del porche. ―¿Qué quieres decir con eso? ―pregunto. ¿Liam me conocía? ¿Habíamos sido amigos antes y ahora estoy aquí, como una idiota, sin recordarlo? Liam sacude su cabeza.

―No te enfades ―dice―. Me vas a meter en problemas. ―Mira alrededor antes de dar un paso atrás alejándose de mí. Una lágrima se desliza por mi mejilla―. Detente ―dice, señalándome―. ¿Qué demonios está mal contigo? Si ellos te ven así, nos mandarán a los dos al Programa. ―Pero no entiendo ―digo, limpiando fuerte mi cara―. ¿Me conoces? ―¡No, fenómeno! ―chasquea él, volviendo al camino de la puerta―. Y no le digas a nadie que sí. Simplemente mantente lejos de mí. Le dije a Evan que no quería venir aquí de nuevo. Mi pecho empuja con el comienzo de un llanto cuando alguien se acerca desde lejos del patio. No lo había visto sentado ahí. Él apoya su hombro contra la pared, no lejos de la puerta. ―Estoy seguro de que no quieres ser tan grosero ―le dice a Liam, echándole un vistazo―. A menos que, por supuesto, estés deprimido o algo. ―Apártate de esto, James ―dice Liam, pareciendo inseguro de su camino a la puerta ahora que el otro chico está tan cerca.

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El chico alza su ceja a la mención de su nombre pero no dice nada sobre ello. En vez de eso saca su teléfono, girándolo. ―Podría mandar una nota anónima ―dice―. Alertando de tu condición. La cara de Liam palidece. ―No hagas eso hombre. No estoy enfermo. No puedes… ―¿No puedo qué? ―pregunta James con una sonrisa―. Estoy bastante seguro que puedo. ―Mira ―dice Liam, sonando automáticamente arrepentido por primera vez―. No quiero hacer esto otra vez contigo. Y no quiero ningún problema. Ella es todo tuya. ―Liam extiende las manos como si estuviera ofreciéndome a este extraño. Me burlo dejándole saber que no soy suya para darme. ―No dije que la quisiera ―dice James desde el muro―. Sólo estaba haciendo una observación. Liam lo estudia por un segundo, como si comprobase que está diciendo la verdad, pero entonces lentamente gira su cabeza de lado a lado. ―Correcto ―dice mayormente para sí mismo―. recuerdas. ―Liam parece alarmado y se lanza a la puerta.



tampoco

James traga fuerte, pero externamente no parece afectado por las palabras de Liam. Y entonces, antes que otra amenaza pueda ser lanzada, Liam se apresura hacia dentro, ni siquiera mirando atrás a nosotros.

Mi corazón está todavía corriendo en mi pecho, y cuando me giro para agradecerle a James por dar la cara por mí, se empuja desde el muro y se dirige a la puerta. ―Gracias ―exclamo tras él. Se para por un segundo, su mano en el pomo de la puerta. Pero no se gira hacia mí. ―No deberías permitirte llorar a ti misma ―murmura quedamente―. Una vez que empiezas… ―No acaba sus palabras y en lugar de eso suspira pesadamente. Entonces vuelve dentro, dejándome sola en la oscura noche.

205

Capítulo 3 Traducido por Jadasa Bo Corregido por La BoHeMiK

F

inalmente, cuando me repongo, regresó adentro del Centro de Bienestar. Parece demasiado fuerte, demasiado vivo, y encuentro el sofá vacío, tanto Liam como Evan ahora se habían ido. Kevin está en la pared, hablando con Lacey. Cuando me acerco, se endereza rápidamente y camina hacia mí. Le digo a Kevin que estoy lista para irme, y luego nos despedimos de Lacey antes de voltearnos y dirigirnos hacia la salida. La multitud en la sala me está asfixiando mientras trato de no pensar en lo que sucedió en el patio. Trate de no pensar que Liam podría haberme conocido antes. Me llamó fenómeno.

206

Noto al chico que está afuera, James, pero él no me reconoce cuando pasó. Quiero darle las gracias de nuevo, pero Kevin aparece a mi lado, llevándome lejos. Mientras llegamos al estacionamiento, Kevin se detiene junto a su camioneta. ―Sloane ―dice en voz baja, con su rostro mostrando preocupación―. ¿Estás sintiéndote bien? Mis labios se abren para responder. No quiero mentir, pero tengo miedo de decir la verdad. Cuando hago una pausa, Kevin frunce el ceño. ―Mira ―dice―. Se supone que no te diga esto, pero creo que si lo hago va a ayudar a que confíes más en mí. ―Espera un minuto, mientras trata de decidir si debe hacerlo―. Fui asignado a ti por una razón ―susurra. Levanto la mirada para encontrar la suya. ―¿Qué razón? Kevin me mira y luego niega. ―Espera, no te tomaste tu píldora, ¿verdad? Puedo ver el pánico en tu expresión. ―¿Qué razón? ―pregunto de nuevo. ―Michael Realm ―responde finalmente―. Él me pidió que te cuidara. Me balanceo sobre mis talones. ―¿Realm? Pero… ¿por qué haces eso? Él es un paciente y…

―Hace tiempo que conozco a Michael ―dice Kevin rápidamente―. Y me lo pidió como un favor. Tiene la esperanza de que una vez que estés bien, pueda llevarte a verlo. Fuera de la red. ―Kevin mira a su alrededor una vez, como si estuviera preocupado por ser escuchado. Se me ocurre entonces que está rompiendo las reglas, que puede ser arrestado por lo que está haciendo. Y creo que tiene razón. Ahora confío más en él. ―Gracias por decírmelo ―le digo en voz baja―. Y me gustaría ver de nuevo a Realm. Pero él me dijo que tendría que esperar. ―Y lo harás ―confirma Kevin, abriendo la puerta de su camioneta―. Pero en un par de semanas, deberías de estar bien. Simplemente no… ―Se detiene a mirar a su alrededor otra vez―. Simplemente no hagas nada estúpido. Y hagas lo que hagas, no le digas a nadie sobre esto. Nos puede comprometer. ―Lo intentaré.

207

Los nervios en mi estómago se calman. El hecho de que Realm esté cuidando de mí me hace sentir más segura. Y eso hace que lo extrañe. No quiero echar a perder mis posibilidades de volver a verlo. Kevin y yo nos subimos en la camioneta, y él arranca el motor, mirando por encima de su hombro para retroceder. ―Kevin ―le digo―. Nunca vamos a volver aquí de nuevo, ¿de acuerdo? Este lugar me pone los pelos de punta. Él sonríe y está de acuerdo, luego, dejamos atrás el Centro de Bienestar.

A la mañana siguiente, Lacey me está esperando fuera de la clase. Kevin se encuentra a un lado de la puerta mientras me paro a hablar con ella, y Lacey se encoge de hombros como pidiendo disculpa. ―No sé lo que pasó anoche ―dice en voz baja, lo suficiente para que Kevin no oiga―. Pero por la forma en que Liam corrió de allí, supongo que fue un idiota y le dijiste que se fuera. Liam puede ser de esa manera a veces. ―No fue tu culpa ―digo―. Probablemente ni siquiera pensó que estaba haciendo algo malo. Lacey asiente ante esto, y se mueve hacia la fila de varios estudiantes que van entrando por delante de nosotras en la clase.

―Es más difícil para los que han regresado ―murmura―. La gente sabe más de nosotros que nosotros mismos. No hay nadie en quién confiar. Es suficiente para hacerme… ―Se detiene y mira a donde Kevin está de pie―. No importa ―dice agitando su mano―. Debemos entrar. Estoy de acuerdo y la sigo. Kevin entra después de nosotras, tomando su lugar en la parte de atrás de la habitación. Miro a mi alrededor de nuevo, pensando que todo el mundo parece estar contento, relajado. Pero hoy nuevamente no tomé mi píldora, y la niebla de tratamiento se está despejando lentamente. Justo en ese momento, Lacey mira hacia atrás por encima de su hombro y aprieta sus labios en una sonrisa. No está medicada, no como el resto. Me pregunto si ahora mismo somos las únicas dos estudiantes lúcidas en esta habitación. Empiezo llenando la evaluación diaria en mi escritorio, mintiendo en la primera pregunta. Porque me siento ansiosa y abrumada. Pero nunca les diría eso.

208 Mientras camino a mi clase de Matemáticas en el tercer periodo, veo una lista de problemas en la pizarra. Saco mi cuaderno después de sentarme, y tomo nota, esperando ser capaz de resolver al menos uno. Matemáticas se está convirtiendo en una gran fuente de frustración para mí. Estoy perdida en un cálculo cuando una silla chirría a mi lado. Notándolo, miro por encima del hombro. James. Se ve un poco diferente a la luz del día, o tal vez es el hecho de que la medicación ha dejado de funcionar en mi sistema, dejando que las imágenes se agudicen de nuevo. Tiene el cabello rubio, cortado cerca de su cuero cabelludo. Está vistiendo una camisa manga corta a cuadros con botones, que no parece ser suya, algo está mal en él. Además, no esconde las cicatrices blancas en su bíceps. Lo veo mirarme desde las comisuras de sus ojos, pero él no se aparta. De hecho, sólo se inclina y luego saca su teléfono para enviar un mensaje, o jugar un juego. No estoy segura. Hay una extraña mezcla de ansiedad en mi estómago mientras lo veo. Estoy a punto de susurrar un agradecimiento, a pesar de que ya se lo he dicho. Siento como si tuviera que decir algo, pero en ese momento nuestra maestra llega y nos dice que saquemos nuestros libros.

Abandono los problemas de matemáticas de la pizarra, y abro el libro en la página correcta. Se me escapa una mirada de reojo para ver que James continua escribiendo en su teléfono. ―Señor Murphy ―dice nuestra maestra desde el frente del salón―. Si no le importa… ―Levanta una ceja hacia él. James no reacciona inmediatamente, y disparo una mirada hacia atrás a Kevin. Mi frecuencia cardiaca se eleva, temerosa de que este chico vaya a conseguir que lo echen de la clase. Pero antes de que ocurra cualquier otra cosa, James desliza el teléfono en su bolsillo y abre su libro, sin hacer ruido. Cuando eso está arreglado, la señora Cavalier comienza la lección, y trato de no mirar a mi lado. Cuando la clase termina, James es el primero en salir por la puerta.

209

Lacey señala hacia su mesa cuando voy a almorzar. Kevin me dice que siga adelante. Ya no me ofrece la píldora blanca, me dice que en primer lugar tal vez nunca la necesite realmente. Quizás eran sólo para mantenerme satisfecha. En casa, mis dosis son desechadas. Me siento frente a Lacey, abriendo mi bolso marrón. Ahora que no estoy tomando nada, mi apetito ha vuelto. Doy un mordisco a mi sándwich mientras Lacey saca sus pastelitos, deslizando uno hacia mí. ―Evan rompió conmigo hoy ―dice en un tono familiar―. Dijo que mi actitud rebelde lo pone nervioso. Lo que creo que es divertido teniendo en cuenta que él es el mejor amigo de uno que no ha regresado. Eso por sí solo es buscar problemas, son paranoicos y peligrosos. Demonios, difundieron el suicidio. Y en verdad, Liam está cagado de miedo de nosotros. Apuesto a que es él quién le dijo que terminara las cosas. ―Liam no tiene miedo de mí ―digo, tomando el plástico del pastelito para abrirlo―. Pero ese otro chico podría haberlo preocupado sólo un poco. Lamo la crema, y Lacey inclina su cabeza inquisitivamente. ―¿Qué otro chico? Entonces miró alrededor, tratando de encontrarlo. Cuando lo veo sentado solo en una mesa, no lo menciono al principio. En cambio, lo miro. Es muy lindo, de cierta

manera intimidante. Sus ojos azul claro miran por la ventana mientras bebe leche de un cartón. Me pregunto por qué me ayudó anoche, aun así él no me devuelve la mirada. Justo en ese momento se gira, su mirada se encuentra con la mía y me congeló. Frente a mí, Lacey se ríe. ―James Murphy ―dice. ―¿Qué? ―sorprendida, me vuelvo a girar hacia ella. Sonríe. ―Ese es James Murphy, a quién actualmente estás comiéndote con los ojos. Está en mi clase de ciencias, pero no dice mucho. Y cuando lo hace, suele ser desagradable o agresivo. Puedo sentir mi mejillas enrojecer. ―No estaba… ―Me detengo para reír―. Está bien, no es el punto. Así que, ¿eres amiga de él?

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―No. ―Ella muerde su pastelito―. Estoy bastante segura de que odia a todo el mundo aquí. Ha estado dentro y fuera de la oficina desde la transferencia. Lo habría reclutado a mi plan de “Lacey contra el mundo”, pero es demasiado impredecible. Terminó asignado a dos Cuidadores porque él siguió su camino fuera de la red. No puedo creer que no lo envíen de vuelta. Tratando de mantener las apariencias, supongo. Ella arruga su envoltorio, y recojo el resto de mi almuerzo, cuidando de no mirar de nuevo a James. Si Lacey piensa que es un problema, eso tiene que estar diciendo algo. Pero podría preguntarle a Kevin acerca de él más tarde. ―Espera ―dice Lacey, mirando hacia arriba―. ¿Él es quien asustó a Liam ayer? ―Ajá… No entró en detalles, pero no estoy segura de por qué. Es como si de repente estuviera protegiendo la reputación de James, a pesar de que apenas lo conozco. Sin embargo, se lo debo por defenderme. Así que no le mencionó que amenazó con devolver a una persona no enferma al Programa. Apuesto que podría conseguir que lo arrestaran. Algo hace cosquillas en la parte trasera de mi mente, pero no puedo ponerlo en palabras, esta extraña sensación que tengo. Una sensación que no tiene sentido porque no puedo recordar a qué se refiere. Es como que estoy a punto de descubrir un recuerdo de mi hermano, como cuando estaba solo sentado en la mesa gritando;

partes de mi memoria destellan haciéndose eco en mi mente. Parpadeo rápidamente y trato de eliminarlos. ―Bueno, quién sabe entonces ―dice Lacey, sin darse cuenta de mi temporal distracción―. Tal vez no es un total inútil. Así que… ¿Te acuerdas de tener algún novio o algo? Evan es el primero que puedo recordar. ¿Qué triste es eso? Él usa demasiado la lengua. ―Qué asco. ―Saco la etiqueta de mi Coca-Cola Light―. Estoy segura de que no necesitaba saber eso. Lacey apoya sus codos en la mesa y la sonrisa desaparece de sus labios. ―Nos observan, ya lo sabes. Nos vigilan todo el tiempo, incluso cuando no nos damos cuenta. Un escalofrío corre por encima de mí mientras la miro. Sus ojos oscuros están pintados con sombra azul, recubriendo de forma dramática sus ojos de gato. Su cabello rubio gira hacia arriba en las puntas, de un muy buen gusto, casi cómico. Se me ocurre de pronto que no es así como se viste. Que esto es falso.

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―¿Están observando en este momento? ―susurro de repente paranoica mientras me inclino acercándome a ella. ―El lugar no tiene micrófonos ni nada, pero toman nota de con quién interactuamos. A dónde vamos. Están buscando signos de fracaso. ―¿Y si lo encuentran? Luego, Lacey se endereza. ―No lo sabemos. Nadie ha fallado. Todavía. Bajo los ojos, pensando que no quiero ser la primera persona que es enviada de vuelta al Programa. No creo que pueda soportar estar encerrada allí sola. Me siento bien, un poco confundida, pero no deprimida. Aunque para ser honesta, no estoy segura de cómo es sentirse deprimida. ―De cualquier manera ―suspira Lacey como esperando volver a una sencilla conversación―. Si quieres que te presente a James, puedo hacerlo. Niego, tratando de relajar la tensión que ahora está apretando mis hombros. ―Está bien ―digo―. Dudo que sea mi tipo. Lacey resopla. ―¿Cómo lo sabes? Estoy segura de que también han borrado tu historial de citas.

Tiene razón. No sé nada acerca de mí misma. Ni siquiera sé si tuve un novio antes. ―Tal vez te gusten los tipos en motocicletas ―sonríe Lacey―. O chicos super cerebritos. ―Se ríe nerviosa, pero es profunda y gutural―. Te voy a decir una cosa, ahora que estoy libre para tener citas, voy a probar todos los treinta y un sabores. Es como si tuviera un borrón y cuenta nueva. Soy una virgen nacida de nuevo. ―Sólo recuerda que algunos de esos treinta y un sabores será repugnante ―digo―. Al igual, ¿quién sería la crema de pistache? Lacey sonríe. ―Ya lo tuve. Me río de nuevo, sacudiendo mi cabeza. ―¿Alguna vez le preguntaste a alguien acerca de tu pasado? ¿Sobre con quién saliste antes? Lacey parece congelarse ante esto.

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―En realidad lo hice, y mis padres casi se mueren cuando lo mencione. No me dijeron nada. Todo el mundo ignoró la pregunta porque no quieren quedar marcados. Ya sabes, ¿verdad? Si alguien te dice acerca de quién eras, qué hacías antes del Programa, pueden marcarlo o arrestarlo por arruinar a uno que retorna. Bajo mis ojos, el pensamiento me preocupa. El hecho de que El Programa tiene un control tan completo de qué y a quién estamos expuestos. Lacey continúa. ―Después de todas las miradas tensas entre mis padres, finalmente fui a buscar a mi habitación, en busca de cualquier cosa, una imagen, una tarjeta de cumpleaños. Pero todo se ha ido. Aunque probablemente sea algo bueno. Quiero decir, ¿qué tan saludable podrían haber sido mis relaciones pasadas si era una suicida? Tiene un punto válido. ―Aun así ―digo―, me gustaría saber. Sólo me parece extraño que otras personas puedan saberlo y no me lo digan. Lacey empuja su bolsa de almuerzo alejándola y nivela su mirada con la mía. ―Es extraño. Y confía en mí, no hay nada menos extraño. Pero hay un montón de gente enferma allí afuera. Tú y yo, nunca más seremos como ellos. Claro, me pongo un poco irritada cuando no puedo recordar algo, pero no estoy tampoco tratando de cortar mis muñecas. El Programa funcionó. Para bien o para mal. En verdad ―dice, mirando hacia abajo―. No estoy segura de cuál sea.

La expresión que cruza sus facciones es una de pesar con un toque de tristeza. Miro hacia Kevin, esperando que no se haya dado cuenta del cambio en Lacey, pero nos está mirando. Lo ha visto con claridad. ―Conocí a un chico mientras estaba en El Programa ―ofrezco, restando completamente importancia a lo complicado de mi relación con Realm haciéndola sonar como un chisme. Con eso, los labios de Lacey se contraen con una sonrisa. ―¿En serio, ahora? Eso es escandaloso, Sloane. ¿Un novio? ―No. Sólo un amigo ―Lacey arruga la nariz como si la hubiera decepcionado―. Pero ―agrego―, él era el tipo de amigo que a veces besaba. Suena el timbre sobre nuestras cabezas, y me enderezo, alegre de sacarla de lo que estaba pensando. Me sonríe ampliamente. ―Me tengo que ir ―dice, parándose―. Mi profesora de Química me está dando un mal momento por no ponerme al día. Tal vez con el tiempo capté la indirecta de que odio la ciencia y de que no tengo planes para ponerme al día. ―Suspira y luego se despide antes de girarse para irse.

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Espero un minuto, aún pensando en lo que Lacey me había dicho acerca de ser supervisados, sobre que nadie nos dice lo que solíamos ser. Pensaba que estar lúcida ayudaría a imaginar las cosas, pero en vez de eso sólo lo había hecho más confuso. Justo entonces Kevin aparece al final de la mesa. ―¿Me supervisas cuando no lo sé? ―preguntó en voz baja. ―Sí. Pequeños pinchazos de compresión se deslizan sobre mi piel, y asiento, reconociendo que lo escuché. Es una sensación de impotencia. ―Pero… ―continúa―. Trato de no darme cuenta cuando rompes las reglas… como cuando saliste del Centro de Bienestar y pensaste que no te estaba viendo. ―Oh. Me siento expuesta, pero también me confirma que Kevin no es el malo de la película. Al menos, no que yo sepa. Y si Realm lo envió, debo confiar en eso. Debo confiar en Realm.

Capítulo 4 Traducido por LeiiBach Corregido por La BoHeMiK

E

n cuanto llegue a casa de la escuela, corro a mi habitación y empiezo a buscar. El lugar todavía se ve en su mayoría como lo recuerdo, excepto tal vez un poco más limpio. Aunque puedo decir que faltan cosas, no tengo ni idea qué puedan ser. Abro los cajones, haciendo a un lado la ropa nueva en mi armario, pero no hay indicios de que haya tenido una vida social. O era una don nadie o tenía que haber olvidado a la gente que me rodeaba. ―Maldita sea ―digo mientras cierro el cajón.

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Sólo quería algo, cualquier cosa que me diera una pista sobre cómo era antes. Me tomo un minuto para mirar alrededor, a ver si me perdí de algo, cuando escucho a mi madre llamándome desde el piso de abajo. ―Sloane ―dice―. La cena. Me dirijo a la puerta, perturbada porque no encontré nada, ni siquiera una foto. Es como si alguien entro aquí y hubiera eliminado todo. Lo que más me preocupa en primer lugar es la idea de que alguna vez estuve lo suficientemente enferma como para ser enviada lejos. No parece posible. Mi padre trabaja hasta tarde, así que estamos sólo mi madre y yo. Empujo las patatas fritas en el plato. Quiero preguntarle acerca de mi pasado, pero tengo miedo de que no me lo vaya a decir… o de que lo haga. ¿Qué pasa si sabiendo realmente la verdad me hace daño otra vez? ―Entonces, ¿cómo estuvo la escuela? ―pregunta―. ¿Estás adaptándote bien? ―Bastante bien, supongo. ―Mastico lentamente―. Mamá, ¿qué pasó con toda mi ropa? ―Te tenemos ropa nueva. ¿No te gusta? ―No, están bien. Solo me pregunto cómo se vería mi ropa vieja. ―Más o menos igual. Pero la doctora Warren sugirió que te consiguiéramos un nuevo vestuario para darte un nuevo comienzo. Si no te gustan, podemos ir de compras después de la escuela. ―Sonríe―. Eso podría ser divertido. Un nuevo comienzo. Mi ritmo cardíaco comienza a acelerarse.

―Genial ―digo sin entusiasmo―. Pero me preguntaba… ―Trago saliva―. ¿Podrías decirme si alguna vez te presente algún novio? Mi madre no reacciona notoriamente mientras corta su pollo. ―Claro, cariño ―dice, sin levantar la vista―. Saliste un poco, pero nada serio. ―Oh. ―No puedo explicar por qué, pero esa respuesta me hace sentir mal―. ¿Amigos? ―pregunto. Entonces mi madre se eriza. ―¿Qué pasa, Sloane? Deberías estar preocupada por el presente, no por el pasado. ―Tienes razón ―digo, sólo para deshacer la arruga entre sus cejas. Empezamos a comer de nuevo y después de un minuto, sonrió―. ¿Sabes algo acerca de un James Murphy? ―pregunto, cortando mi carne. Mi madre me mira. ―No. ¿Es un compañero de clase?

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―Tenemos Matemáticas juntos, y mi amiga dijo que él había estado en El Programa justo antes que yo. Suena un poco mal. ―Me río. Mi madre asiente, sonriendo amablemente. ―Entonces debe ser una verdadera señal para alejarse de él, ¿no crees? La última cosa que necesitas en tan poco tiempo después de regresar, son más problemas. Tienes que recordar que estabas enferma, y ahora estás curada. No se supone que debas estar obsesionada con en el pasado. Se supone que debes estar centrada en el ahora. ―No estoy obsesionada ―digo, mi cara está ardiendo por su regaño―. No tengo un pasado. ¿Puedes entender lo confuso que es eso? ―Estoy segura de que lo es. Pero ellos tomaron los recuerdos que estaban corrompidos. Y si sigues cavando alrededor de tu cabeza, la realidad va a desaparecer. La doctora nos dijo… ―¿Cómo sabes que sólo tomaron los malos recuerdos? ―La reto―. No puedo recordar nada. Ni siquiera sé lo que pasó con Brady, sólo que está muerto. ¿Qué pasó con él? ―Se ahogó ―contesto simplemente mi madre, como si eso en sí mismo fuera una explicación. Ya sabía esto. La Dra. Warren me lo había dicho en una sesión de terapia. Pero nunca hubo ningún detalle. ―¿Cómo? ―Sloane ―dice mi madre con una voz de advertencia.

―¿Quién puede decir que sólo borraron lo que se suponía que debían? ―pregunto―. Mi vida tiene tantos agujeros y… ―Esta discusión ha terminado ―dice mi madre rápidamente. Me encuentro con sus ojos sobre la mesa, y puedo ver que está en estado de pánico total―. Intentaste suicidarte, Sloane. Nos dijeron que también estabas resistente en El Programa. Podríamos haberte perdido, al igual que hemos perdido a tu hermano. El Programa te mantuvo viva, y por eso me siento bendecida. Cualquier inconveniente que puedas sentir ahora se desvanecerá pronto. Y si no puedes soportarlo, tal vez deberíamos llamar a la doctora y ver si hay otro tratamiento disponible. No puedo pasar por esto otra vez. ―Empieza a llorar―. Simplemente no puedo. Mi madre se levanta de la mesa, dejando atrás su comida apenas tocada, mientras se dirige hacia su dormitorio. Me siento culpable, como si sólo fuera un problema que continúa repitiéndose. Y así, con eso, lanzo mi servilleta y me retiro al piso de arriba.

216 Es una hora más tarde cuando mi madre llama a la puerta, preguntando si puede hablar conmigo. La dejo entrar, todavía odiándome por haberla molestado. Se ve más vieja de lo que es en mis recuerdos, haciéndome pensar que la manera en que recuerdo las cosas no es exacta del todo. ―Sobre tu hermano ―dice, sentándose a mi lado en la cama―. Fue una pérdida muy trágica, Sloane. Una que todos prefieren olvidar. ―¿Qué pasó con él? ―Los escalofríos se extienden sobre mi cuerpo―. Brady era un gran nadador. ¿Cómo iba a ahogarse? ―Fue un accidente de canotaje. Y tus médicos tuvieron que tomar el recuerdo, ya que fue muy traumático para ti. Sentían que eso contribuyó a tu enfermedad. No había considerado que mi hermano podría haberse hecho daño. Brady no haría algo tan egoísta. Él nos amaba. Éramos felices. ―Lo extraño ―le digo a mi madre, mirándola. Ella parpadea para contener las lágrimas y sonríe con tristeza. ―También lo extraño. Pero había que seguir adelante como una familia. Tu hermano se ahogó en ese río y nos devastó. Aun así, encontramos nuestra paz de nuevo. Por favor, no nos hagas revivir el dolor. ¿Lo prometes?

Hay una opresión en mi pecho, y creo que lo que está pidiendo es injusto, sobre todo porque no puedo recordar la pérdida de mi hermano. Necesito un poco más de desenlace, la oportunidad de llorar ahora que estoy en casa. Pero en cambio, simplemente asiento, y ella palmea mi muslo. ―Ahora ―dice, como si todo estuviera aclarado―. Dime otra vez acerca de todos esos amigos que estás haciendo. ―Oh… ―Arrugo mi frente, sorprendida por el cambio de tema―. Bueno, es sólo una amiga. ¿Lacey, la chica de la que te hablé? Ella es realmente agradable. Creo que te gustara. ―No estoy segura de que sea cierto, pero espero que haga que mi madre sea menos cautelosa conmigo―. Esperaba que tal vez pudiera venir a cenar una noche. Mi madre aprieta los labios, pensando. ―Tal vez en unas semanas, cuando las cosas se calmen. No me gusta la respuesta, pero no se lo digo. ―¿Y el chico? ―pregunta sin importancia.

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Me río. ―No hay ningún chico. Solamente me estaba preguntando sobre alguien en mi clase de Matemáticas. No es gran cosa. Mi madre sonríe, pero se ve forzada, y siento que mi corazón se hunde. No va a dejar que Lacey venga aquí, y desde luego no va a dejar que salga con alguien, posiblemente nunca. Estoy empezando a pensar que necesito encontrar a Realm. No estoy segura que haya alguien más en quien pueda confiar. Él me había dicho que esperara para encontrarlo, pero no puedo. Necesito a alguien con quien hablar, alguien quien pueda entenderlo. Me pregunto si Kevin me llevará con él ahora. Mi madre se estira para poner mi cabello detrás de mi oreja. ―Estoy contenta de que hayamos tenido esta charla ―dice, mirándome con amor―. Estamos muy contentos de tenerte en casa, cariño. No tienes idea de lo mucho que te hemos extrañado. Le digo que también la extrañaba, pero en realidad estoy pensando en el dolor que ha comenzado en el fondo de mi pecho, un dolor que no puedo acomodar y que no puedo entender. Es como nostalgia, ya sea por mí o por alguien más, no lo sé. Hay una parte de mí que falta y no importa lo que haga, no estoy segura de que alguna vez pueda completarla.

Es casi una semana después, y estoy en clase de Matemáticas otra vez. Kevin me dijo que no estaba preparada para ver a Realm porque no he sanado todavía, y que es imprescindible para mi cerebro hacerlo. Me recordó que aunque me está vigilando como un favor para Realm, realmente se preocupa por mi salud y que es su primera prioridad. James Murphy se sienta en el escritorio a mi lado, prestando atención mientras nuestra maestra sigue hablando. Bajo la cabeza, dejando que mi cabello caiga hacia delante, cubriendo el lado derecho de mi cara lo suficiente para que pueda mirar a James a través de mi oscuro cabello.

218

Las cicatrices en su bíceps son de color blanco, pero tienen un raro patrón entrecruzado. No puedo imaginar lo que podría haber causado este tipo de lesiones, pero no está irritada y rosada como una cicatriz normal. ¿Se trata de una quemadura? James mira de reojo y me atrapa observando su brazo. Su rostro es inexpresivo y se gira hacia el frente, como si no me hubiera notado en absoluto. Trago saliva. Vuelvo a mi cuaderno y copio algunos ejercicios del pizarrón. Miro a Kevin, que está observando por la ventana, soñando despierto. Miro otra vez a James, la idea de que él se niegue a reconocerme me hace mucho más curiosa por él. Y aunque no lo estoy examinando, me doy cuenta de lo atractivo que es, quiero decir, realmente no puedo pasarme desapercibido. No tiene demasiado estilo: de hecho, su barbilla está sin afeitar, la barba de varios días es un poco más oscura que su cabello. Cuando miro su boca, hay el fantasma de una sonrisa allí, a pesar de que está mirando al frente. James se inclina hacia adelante y da vuelta a la página de su cuaderno, anotando algo rápidamente. Observo cómo gira el cuaderno de espirales hacia un lado, sin dejar de mirar hacia adelante. No estoy segura de lo que está haciendo cuando en silencio da golpecitos con el dedo en la página. De repente me doy cuenta que quiere que lea. Me inclino ligeramente.

¿Por qué me miras? Lanza una mirada a mi dirección, y puedo sentir el calor en mis mejillas, la vergüenza consiguiendo lo mejor de mí. Me encojo de hombros. James asiente y vuelve a su cuaderno, garabateando algo más antes de girarlo hacia mí.

Me estás dando un complejo.

Una risa se escapa de mis labios, y me cubro rápidamente la boca. Casi la mitad de la clase se gira hacia el sonido, pero James es la imagen de la inocencia cuando voltea de nuevo su cuaderno a la página original y cruza las manos delante de él. ―¿Hay algún problema, Sloane? ―pregunta la profesora. En cuestión de segundos Kevin está de pie a mi lado, luciendo preocupado. ―No ―digo―. Lo siento. Me ahogué con un pedazo de goma de mascar. ―Tal vez por eso es que no permitimos gomas de mascar en el aula ―responde la maestra en tono molesto por la interrupción. ―¿No te sientes bien? ―susurra Kevin―. Tal vez deberíamos salir al pasillo para tomar aire. ―No ―le digo al instante―. Estoy bien. En serio. Kevin lanza una mirada nerviosa a James, y luego camina hacia el frente e interrumpe la mitad de la frase de nuestra maestra. No me atrevo a girarme hacia James, pero puedo sentirlo observándome.

219

―Por supuesto ―le dice la maestra a mi Cuidador―. Sloane, ¿puedes venir a sentarte en la parte delantera, por favor? Recojo mis cosas rápidamente y voy hacia un escritorio vacío justamente al lado de la maestra. Me siento allí durante el resto de la clase, sintiéndome algo humillada. Pero tal vez sólo un poco cautivada. Después de clase, Kevin me empuja a un lado y nivela su mirada a la mía. ―¿Qué fue eso allí? ―pregunta. ―Me reí. No es la gran cosa. No me gusta que sea tan entrometido, pero entonces pienso que un Cuidador normal podría ser mucho más entrometido que lo que Kevin está siendo en estos momentos. ―¿Conoces a James Murphy? ―pregunta. ―No. Kevin exhala mientras se endereza. ―Entonces vamos a mantenerlo de esa manera. James no es el tipo de persona que deseas conocer, Sloane. No puedo protegerte si vas a ir por ese camino. ―¿Y qué camino es ése? ―A uno autodestructivo. Sólo prométeme que te mantendrás lejos de él. Por favor.

No me gusta que me digan con quién puedo y no puedo asociarme. Pero los ojos de Kevin me están rogando, así que asiento, a pesar de que va a ser una promesa difícil de cumplir.

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Capítulo 5 Traducido por Simoriah Corregido por flochi

L

acey se ha sentado permanentemente frente a mí en la mesa del almuerzo, siempre compartiendo sus pastelitos, siempre entreteniéndome con sus historias de chicos. No he regresado al Centro de Bienestar desde esa primera vez, y Lacey no ha mencionado reunirme con ella ahí de nuevo. Sólo espero que mi madre eventualmente le permita venir a nuestro hogar. ―Oh ―dice Lacey, mordiendo la cobertura de naranja―. Terminé tomando café con un chico nuevo anoche. ―Sonríe ampliamente.

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―¿En serio? ―Tengo que admitirlo, estoy un poco celosa. La idea de tener una cita suena tan excitante, tan libre. Incluso si se me permitiera tener citas, tendría que llevar a Kevin conmigo. ¿Qué tan horrible sería eso? ―Es lindo ―comienza a decir Lacey―. Tiene auto, y lo mejor de todo, tiene más de dieciocho años. ―Entonces, ¿no está en El Programa? ―Correcto. Es tan condenadamente normal que diría que es aburrido, pero ahora mismo no me molesta. Sabe cómo besar. Me echo a reír. ―Creo que ésa podría ser la razón por la que te gusta. ―No es gracioso ―dice, lanzándome un envoltorio de popote enrollado―. El abuso del uso de la lengua es un problema serio. Creo que es una verdadera epidemia aquí. Me estoy riendo. Kevin se pone más alerta desde el lado de la habitación mientras nos observa, pero no puedo detenerme. ―Y sí, su técnica es parte de la razón por la que me gusta. Pero también tengo muchas otras razones. ―Sonríe―. Es realmente lindo de mirar. ―Wow ―digo―. Con tanto en común, creo que podrían ser almas gemelas. ―Oh, cállate. ―Se ríe―. Te diré una cosa ―dice, poniéndose más seria―. En el momento en que me gradúe, me iré de esta ciudad. De este estado. Oigo que en el

este han contenido el brote sin El Programa. Piensa en toda la gente normal que caminará por ahí. Abro grandes los ojos. ―¿Lo han contenido? No oí eso. ―No está en las noticias masivas ―dice ella, sorbiendo su trago―. Es muy secreto, pero es verdad. ―Sonríe―. Quizás vengas conmigo. ―Tendría que llevar a Kevin conmigo ―digo, haciendo un gesto hacia mi Cuidador. Lacey parece considerar esto. ―Puede venir ―murmura, observándolo―. Me gustan los rubios. Kevin nos nota observándolo. Lacey ríe y regresa a su pastelito. ―Entonces ―pregunto unos pocos minutos después―, ¿mantuviste algunos amigos del Programa? Lacey sacude la cabeza.

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―No. Todos eran bastante patéticos. ―Me mira con travesura―. ¿Estás pensando en encontrar a tu amigo… el amigo con beneficios? ―Él no tenía ese tipo de beneficios, y sí, lo estoy pensando. ¿Crees que debería? ¿Crees que él podría enfermarme de nuevo? La expresión de Lacey se oscurece. ―Desearía saber qué es lo que nos enferma, Sloane. Pero no lo sabemos. Y tampoco lo saben ellos. Digo que vayas y lo encuentres. Mereces vivir la vida que quieres. ―Hay un indicio de tragedia en su voz, como si se hubiera cuestionado sobre enfermarse de nuevo. Sobre el hombro de Lacey noto a James Murphy observándonos, y hay un retorcijón en mi estómago, tanto de ansiedad como de excitación. Lacey debe haberla leído porque se vuelve y lo ve, y luego vuelve a mirarme. ―Sabía que te gustaba. ―No, no me gusta ―respondo rápidamente―. Es solo que él no parece querer hablar conmigo, y para ser honesta, eso lo hace mucho más interesante. ―Ambas reímos. ―Bueno, confía en mí ―dice, arrugando sus envoltorios―. Puede que James sea apuesto, pero es un agitador. Alguien como él puede ponerte de nuevo en evidencia. Así que asegúrate de disfrutarlo por lo que es: atractivo visual. ―Me guiña el ojo y se aleja.

Al final del día estoy en mi casillero, pero Kevin no está a la vista. Considero esperarlo, pero luego me doy cuenta de que estoy feliz de estar sola. Me apresuro a salir. Es responsabilidad de mi Cuidador encontrarme, no viceversa. Es un lindo día afuera. El sol está tibio en un cielo sin nubes y de hecho disfruto la caminata. Unas pocas personas me miran, como si se dieran cuenta de que no debería estar sin escolta, pero aun así me dicen hola. No es hasta que estoy a unas pocas cuadras de distancia que me doy cuenta de qué tan verdaderamente lejos está mi casa. Quizás debería llamar a mi madre para que me lleve. ―Hola. Eres Sloane, ¿verdad?

223

La voz me toma por sorpresa y me vuelvo hacia la calle a la vez que un auto se detiene junto a mí. Me inclino para mirar por la ventanilla del pasajero y abruptamente me detengo en la vereda. ―Sí. ―Soy James ―dice él―. Ya sabes, el que miras en clase. Mis mejillas se calientan, pero intento seguir adelante. ―No te miro. Sonríe para sí, claramente sabiendo que lo hago. ―Entonces, ¿puedo llevarte a alguna parte? Estoy avergonzada y no estoy segura de si esto es una buena idea en lo absoluto. Kevin me había dicho que me mantuviera alejada de James, que él estaba en un sendero de autodestrucción. ―Se supone que no debemos hablar entre nosotros ―digo. ―¿En serio? Bueno, si te gusta podemos viajar en completo silencio. Río, ajustando la tira de mi mochila en el hombro. ―¿Éste es tu auto? ―pregunto. ―No. ¿Eso significa que subirás? ―No debería aceptar que extraños me llevaran ―digo. James baja los ojos, su actitud juguetona desvaneciéndose―. Pero… ―continúo―. Pareces lo suficientemente inofensivo.

Él luce sorprendido. ―¿Sí? ―No. Luces como si fueras a causarme un montón de problemas. Pero estoy lejos de casa. ―Bajo de la acera y abro la puerta del pasajero. No dice nada mientras nos alejamos, y cuando pasamos el giro para mi casa, no se lo digo. Me aclaro la garganta―. ¿Crees que nos siguen? ―pregunto. ―¿Quiénes? ―Los Cuidadores. James golpea el volante con el pulgar mientras gira hacia la izquierda hacia la calle principal, pasando todas las concesionarias de auto y restaurantes. ―Sí. Pero no hoy. Todos corrieron a la secundaria, algún gran incidente que están tratando de ocultar. ―¿A eso fue mi Cuidador? Pensé que se había cansado de mí.

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―Definitivamente podría ser así. ―James sonríe―. Pareces del tipo que es un dolor en el trasero… un destello en el ojo. Pero muy probablemente él estuviera dándole shocks eléctricos a alguien en el corredor. Probablemente pase por tu casa después. Todavía pasan por la mía a veces. ―Oh. ―Honestamente no sabía que Kevin pasaba por mi casa, y me pone un poco incómoda―. Entonces, ¿qué piensas que harán si nos ven juntos? ―Nada. ¿Qué van a hacer, darnos nalgadas? ―Se ríe entre dientes. ―Podrían regresarnos a… ―Sloane ―interrumpe James―. ¿Tienes hambre? Quizás podríamos ir a Denny’s o algo. Me gustan los panqueques. ―La gente nos verá en Denny’s ―respondo quedamente. ―Correcto, buen punto. ―Se vuelve para sonreírme, pero parece forzado, como si su confianza sólo fuera un acto―. ¿El AutoMac? ―¿Por qué te ofreciste a llevarme a casa? ―pregunto, mi curiosidad demasiada. James me ha ignorado desde que me defendió en el Centro de Bienestar, y ahora me está hablando. Llevándome en su auto. Se encoge de hombros. ―No lo sé. ―Entonces, ¿por qué…?

―Realmente no lo sé. No quiero amigos, Sloane. Sólo quiero graduarme y salir de aquí. ―Exhala, mirando por el parabrisas―. Y luego tú apareciste, mirándome con tus grandes ojos marrones. Mirándome como si me conocieras. ―No te conozco. ―Y yo no te conozco a ti. Entonces, ¿por qué me importó que ese idiota estuviera siendo malvado contigo afuera en el patio esa noche? ¿Por qué me he preocupado por ti desde entonces? ¿Puedes explicarlo? ―Suena frustrado, y me doy cuenta de que él ha tenido los mismos sentimientos conflictivos que yo. Emociones que están ahí, pero sin causa. Sentimientos que no están apegados a recuerdos y por ende no tienen significado. De repente estoy asustada y pienso en que James es de alto riesgo. ―Vivo en Hillsdale Drive ―murmuro―. Pasaste mi calle hace un rato.

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James hace un sonido como si estuviera a punto de decir algo, pero en cambio hace un brusco giro en U y regresa en la dirección de mi casa. No habla, y la tensión crece. Un dolor comienza a moverse por mi cuerpo, un temor. Un dolor. Quiero alejarme de James Murphy porque creo que podría ser su causa. Me siento… enferma. Cuando él se detiene frente al camino de entrada de mi casa, me muevo rápidamente para salir. Lanzo un gracias hacia atrás y me apresuro hacia mi puerta de entrada, feliz de que mis padres no estén en casa para verme tan aturdida. Cuando llego al porche, miro sobre el hombro. El auto todavía está ahí, James está hablando solo y luciendo molesto. Me detengo justo donde estoy mientras lo observo secarse bruscamente la mejilla y alejarse.

Capítulo 6 Traducido por Selene y LizC Corregido por flochi

―E

ntonces te conozco y James no lo hace en absoluto ―dice Lacey, mordiendo su pastelito mientras se sienta frente a mí en la cafetería―. Pero te ha estado observando todo este tiempo. Podría sentirme mal por él si al menos no reconoces eso. No lo hago, dándole la espalda al extremo de la cafetería donde está él mientras como mi almuerzo. James me hace consciente de mí misma. Sus cambios entre el coqueteo y evitarme están provocando en mí emociones que no entiendo. Y no quiero volver a enfermarme.

226

―Está bien ―dice Lacey cuando no le contesto―. Sólo estoy diciendo que entre más lo ignores más convencida estoy de que estás enamorada de él. Y él se ve positivamente patético hoy. ―No lo hace. Además ni siquiera lo conozco, así que, ¿cómo puedo estar enamorada? Lacey sonríe como si le hubiera dicho que me quería casar con él y tener sus rubios bebés. ―Bueno, lo que sea que estés haciendo ―dice ella―, lo estás arruinando totalmente. Me preocupa que tenga razón. ¿Y si al hablar con él inicia algún tipo de reacción en cadena de acontecimientos? ¿Qué pasaba si nos infectaba de nuevo por mi culpa? Pongo mi barbilla sobre mi hombro y volteo a mirar a James. Cuando lo hago, él se endereza. Sostiene mi mirada de una forma que es como si unos alfileres invisibles me mantuvieran en mi lugar, hasta que oigo a Lacey llamándome por mi nombre, haciéndome dar vuelta. ―Oh, Señor ―murmura―. Esto no va a terminar bien. ―Solo vamos a dejarlo pasar. ―Está bien. ―Levanta sus manos como si yo fuera una causa perdida―. Tengo algo para ti. Eso llamo mi atención.

―¿Sí? ―Es un pequeño truco que aprendí hace un par de semanas desde mi regreso. ―Con una mirada cautelosa a Kevin, se agacha para tomar algo de su mochila. Golpea mi rodilla mientras me pasa algo bajo la mesa. ―¿Qué es? ―le pregunto, poniéndolo en mi regazo para mirar por encima. Es un pequeño block de papel con el nombre de la psicóloga de la escuela en la parte superior. Su firma está en todas las hojas, solo falta agregar la fecha y la hora. Echo un vistazo a lo largo de la mesa hasta Lacey, con mis ojos muy abiertos. ―Si necesitas algo de tiempo libre ―susurra―. Sólo llénalo y dáselo a tu profesor. Nunca lo comprueban. Esperan que estemos en terapia, definitivamente no esperan que nos saltemos las clases. Somos los buenos, ¿recuerdas? Lamento haber usado casi la mitad de mis pases. ―Cuando la miro inquisitivamente, se encoge de hombros―. ¿Qué? ¿Cómo crees tuve tiempo para probar tantos sabores? Me río, pensando en Lacey a escondidas alrededor de la escuela, saliendo con chicos detrás del edificio o en el armario del conserje. Y luego, sin querer lanzo una mirada hacia atrás a James. Y me sonríe.

227

―No me interesa en lo absoluto ―dice Lacey improvisadamente―. Estás segura.

No pierdo ni un momento para usar el pase. Es como tener la llave para una intrincada cerradura en tu bolsillo. Antes de mi última clase, lleno uno y luego me detengo en la entrada tratando de no delatarme. Después de tomar una inhalación profunda, me dirijo a Kevin. ―De hecho, tengo una cita con el Sr. Andrews ―le digo, señalando de nuevo hacia la oficina―. Probablemente durará hasta el fin del día. Kevin mira su reloj y luego asiente. ―Te voy a encaminar. Sonrío mientras el pánico estalla en mi corazón. ―Oh. Claro. Está bien. ―Kevin espera mientras le muestro a mi profesor el pase falso, registrándome como presente en la nómina. Entonces me despide. No hablo con Kevin y me dirijo por el pasillo vacío hacia la oficina. No sé en qué estaba pensando. Mi Cuidador va a ver que no tengo una cita, y luego va a

comprobar el pase. Voy a estar en problemas. No creo que ignoren esto, no importa qué clase de favor le esté haciendo a Realm. ¿De dónde le diré que lo saqué? No lo voy a llevar hacia Lacey. Pueden ponerme de nuevo en El Programa si tienen que hacerlo. El Programa. Un agudo sentido de temor se desliza sobre mí, y considero confesarle a Kevin que no tengo una cita pidiéndole que no me delate. Pero eso sería una estupidez. Tengo que seguir en esto, y si eso no funciona, negar, negar y negar. ―Lo has hecho bien ―me dice Kevin mientras caminamos―. Estoy sinceramente impresionado con el progreso que has hecho hasta ahora. No todos los que han regresado son tan cooperativos. ―Gracias ―le digo, el pase está ardiendo en mi mano, demostrando que su confianza está fuera de lugar―. Aprecio que digas eso.

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―Realm me dijo que fuiste notable en El Programa, y ahora lo veo. ―Hace una pausa―. Sabes, estuve en tu casa ese día. Yo fui uno de los Cuidadores que te trajo a la instalación ―dice en voz baja―. Y tú estabas… realmente enferma. Me alegro mucho de verte sana ahora. Realmente he estado apostando por ti. Puedo sentir el color desapareciendo de mi cara cuando dice eso. ―¿Tú estabas allí? ―Es todo lo que puedo balbucear. Oh, Dios. ¿Me sacaron de mi propia casa? Kevin asiente y pone su mano en mi hombro. ―Yo estaba allí. Y cuando Realm se puso en contacto conmigo para tu liberación, tenía mis dudas. No pensé que serías una buena candidata, pero ahora lo veo. Eres muy inteligente. ―¿Candidata para qué? Kevin hace un gesto hacia la puerta de la oficina como si me recordara que tengo terapia. Mientras mantiene la puerta abierta, sonríe. ―Realm se va a poner en contacto contigo pronto ―me dice―. Creo que eso los hará a ambos felices. ―Me encantaría verlo. ―Veré lo que puedo hacer. Se va, pero yo estoy aturdida, de pie en medio de la oficina principal. Kevin ha visto una parte de mí que no puedo recordar. Dijo que había estado muy enferma. No puedo ni imaginarlo. ―¿Puedo ayudarla? ―me pregunta la secretaria sobresaltándome.

La miro y compruebo por encima de mi hombro para asegurarme de que Kevin se ha ido. Cuando estoy segura de que es así, sonrío. ―Hola ―le digo―. El Sr. Bellis quería papel.

Me apresuro a través de los pasillos vacíos para esconder el paquete de papel en mi casillero. Mi corazón se acelera con la preocupación de ser atrapada, pero me siento viva, como si estuviera escapando más que de sólo cincuenta minutos de clases. Camino hacia la puerta de atrás, con la esperanza de colarme a través de ella y poder alejarme. Cuando llego afuera, recuerdo la cancha de fútbol.

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―Maldita sea ―murmuro. A pesar de que los deportes ya no se juegan, han mantenido el césped intacto, incluso lo cortan. Pero llovió mucho anoche y el campo se ve medio inundado. Es el único camino lejano a menos que rodee el edificio, posiblemente me vean desde la oficina principal. Suspiro y me acerco al campo para comprobarlo. El aire a mi alrededor está caliente por el sol. Huele a nuevo y limpio, y de repente me acuerdo de los momentos en que acampé con Brady. A veces llovía, y nos quedábamos atrapados en la carpa, jugando cartas y comiendo carne seca. Aun así fue divertido. Siempre nos divertíamos. Mientras mis zapatillas aplastan la tierra húmeda, pienso en lo mucho que extraño a Brady. Es como si mis recuerdos de él terminaran con nosotros felices. Sólo la felicidad y luego él se ha ido a un lugar de quietud. Me pregunto cómo manejé su pérdida. Mi madre dijo que fue duro para mí, pero me pregunto si fui valiente. O me pregunto si su muerte fue lo que finalmente me rompió. ―¡Sloane! Salto y giro a mi alrededor, cerca del campo veo a James llegar trotando, con las mejillas rosadas por correr. El sol se refleja en su cabello, dándole un brillo dorado. Odio lo magnífico que es. ―¿Estás tratando de meterme en problemas? ―le pregunto al minuto que está frente a mí, respirando con dificultad. Miro detrás de él para asegurarme que nadie está mirando, pero él sólo me sonríe. ―Define problemas.

Niego y me volteo pasando a través del campo, a pesar de que mis zapatillas están siendo absorbidas por el barro. ―Maldito infierno ―le digo tratando de saltar de un parche de hierba a otro. ―Entonces, ¿te saltaste la clase también? ―pregunta James. ―Obviamente. Pero no trato de que me atrapen al gritar el nombre de las personas a través del campo. ―¿Estás enojada porque tuve una mini crisis nerviosa en el auto? Me detengo, y James choca con mi espalda, casi enviándome de cabeza en el barro. Me agarro de su camisa y él me agarra de la mano y pronto los dos nos quedamos sin equilibrio. Cuando finalmente estamos de pie erguidos, nuestros pies están prácticamente uno encima del otro, James sosteniéndome por la muñeca. Me preocupa que alguien nos vea de esta forma. Él no debería estar así de cerca. Y definitivamente no debería estar mirándome de esa manera.

230

―Me tengo que ir ―le digo, tirando de mi muñeca. Sólo que cuando lo hago, los pies de James resbalan en el barro y luego cae de espalda, aterrizando boca arriba en una pila de barro―. ¡Lo siento tanto! ―digo, poniendo mi mano sobre mi boca. Pero en vez de levantarse y tratar de limpiarse, James comienza a reír histéricamente. ―Lo has hecho a propósito ―dice―. Estás tan muerta. ―Se levanta, tratando de agarrarme, pero sus rodillas resbalan, y termina cayendo extendido sobre su estómago, cubierto de barro de pies a cabeza―. Oh, Dios mío ―dice él. Se da la vuelta y cae con un salpicar junto a mis pies, y yo no puedo evitar estallar en carcajadas. ―¿Te estás riendo de mí? ―pregunta, sin dejar de mirar al cielo. ―Sí ―le digo de inmediato―. Absolutamente lo hago. Levanta la cabeza, tiene barro untado en la oreja, y agarra la pierna de mi pantalón. ―¿Ah, sí? ―Ni se te ocurra. Anuda la tela del jean en su puño, tirando de ella juguetonamente. ―¿Te gusta ensuciarte? ―Voy a golpearte hasta dejarte sin sentido. ―Ya puedo ver dónde está manchando de barro mi ropa. Temo que en realidad pueda arrastrarme con él―. No tengo ningún problema en patearte las pelotas ―agrego.

Se ríe y tira de nuevo, haciendo que me tambalee, pero me enderezo antes de caer. A nuestro alrededor el mundo huele a tierra y vida. Trato de tirar de su mano sin dejar que mi otra zapatilla resbale en el barro. ―James ―le digo con calma―, déjame ir o te juro que voy a gritar. ―¿En serio? ¿Harías que me devuelvan al Programa? Y cuando pienso en ello, sé que no lo haría. Golpeo su mano y doy un tirón hacia atrás, pero mi otra zapatilla se desliza debajo de mí y me caigo. James maldice y se mueve con rapidez, tratando de alcanzarme, pero caigo boca arriba en el barro antes de que él pueda lograrlo. La tierra blanda y fría me rodea a medida que recupero el aliento. ―¿Sloane? ―James está de rodillas a mi lado, viéndose preocupado―. Realmente no iba a empujarte en el barro.

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Miro hacia él, mis dedos hundiéndose en un macizo de barro a mi lado. James se ve realmente preocupado. Es un idiota. Con un gancho de derecha feroz, engancho un puñado de barro a un lado de su cara, atrapándolo por completo con la guardia baja a medida que cae a su costado. En el momento en que cae comienzo a tomar montones de barro y hierba y los arrojo a él, enterrándolo. Se está riendo, tiene trozos de suciedad entre los dientes antes de sentarse y lanzarse hacia adelante, abordándome. ―Estás loca ―dice―. Oh, y creo que tienes hambre. ―Me tiene inmovilizada, mis orejas medio enterradas en el barro, bloqueando el sonido de sus amenazas. Levanta un enorme puñado de barro, su propio rostro cubierto casi por completo. Se ve ridículo, sus ojos azules sobresaliendo en contra de la tierra oscura. Sostiene el fango sobre mi cara, pequeños trozos goteando agua sucia en mi mejilla. ―Te vas a comer esto ―dice. ―¡No! ―Estoy medio riendo, medio rogando, tratando de girar mi cara para que no rellene mi boca de suciedad. James sostiene mis dos manos en una de las suyas, clavándolas por encima de mi cabeza mientras se mueve sobre mí a horcajadas, frotando el barro de mi cuello, restregándolo con sus dedos. ―¡Ew! ―dice dramáticamente―. Esto debe sentirse tan repugnante. ―Lo limpia con la parte delantera de mi camisa. El barro se siente frío y viscoso, y me giro de izquierda a derecha tratando de alejarme de él, riendo todo el tiempo.

―Me empujaste en el barro ―dice, sosteniendo otro buen puñado a un lado de mi cara―. Luego amenazaste a mis bolas. Creo que debes pagar, ¿cierto? ―¡No! James suelta mis manos, pero no se levanta. Está tan orgulloso de sí mismo, después de haber inmovilizado a una chica de la mitad de su tamaño, pero no señalo esto. Exhala y lanza el macizo de barro a un lado, mirándome como si él no supiera qué hacer conmigo ahora. ―Eres una cosita viciosa ―dice James cuando finalmente se arrastra fuera de mí―. Me habrías lastimado realmente si te hubiera dejado. ―Sus zapatillas hacen un ruido de succión mientras se pone de pie. Cuando tiende la mano hacia mí, lo veo vacilantemente―. ¿Tregua? ―pregunta. ―Lo que sea. ―Tomo su mano y dejo que me ayude, incluso le permito sostener mi brazo a medida que cruzamos el campo fangoso, en dirección a la parte trasera de la plaza de estacionamiento.

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―Estás muy sucia ―dice, como si fuera una sorpresa, deteniéndose junto a su auto―. Deberías dejar que te lleve a casa. ―¿Y qué pasa con nuestra ropa? ―pregunto, cuando me detengo en la puerta del pasajero. ―Si este fuera mi auto, tendrías que viajar a casa desnuda. ―Él sonríe ante la idea―. Pero ya que es el de mi padre, no me importa si se ensucia. Decido al menos quitarme el suéter, dejándome la camiseta fangosa de debajo. James se quita su camisa del todo, y trato de no notarlo. Tengo que intentarlo con muchas fuerzas. Cuando nos sentamos en el auto y nos volvemos el uno al otro, los dos nos reímos a carcajadas. ―¿Tal vez me podrías rociar con la manguera antes de ir a casa? ―pregunta James, arrancando el auto. ―Como un perro. ―Puedes rascarme la barriga si quieres. ―Asqueroso.

Cuando llegamos a mi casa, mis padres acaban de bajar de su auto. Olvidé que era su día en su grupo de apoyo y que estarían en casa antes. Cuando nos detenemos en la acera, James se ríe. ―Lo bueno es que en realidad no viajaste a casa desnuda. ―No estoy segura de que sea una gran mejora. ―Doy vuelta el espejo retrovisor y veo mi piel cubierta de barro, luego miro a James―. Creo que eres una mala influencia ―le digo. Él sonríe. ―Espero que sí. Niego y empiezo a abrir la puerta. ―Podría ser aún más raro si te rocío con mi manguera en mi jardín delantero mientras mis padres ven ―le digo―. Aunque tú me pareces un exhibicionista. ―Oh, lo soy. Pero está bien. Voy a lavarme en casa. Salgo, pero antes de cerrar la puerta, James me llama por mi nombre.

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―¿Qué? ―le pregunto, con una sonrisa burlona en mis labios. ―Ha sido un buen día ―dice con sencillez―. Gracias. Estoy de acuerdo, y a continuación cierro la puerta, observando cuando se va. Casi desearía haberme quedado en el auto. Eso fue… agradable. De una manera muy extraña y sucia. ―¿Sloane? ―Mi madre me llama, su voz tensa. Cuando me giro, la mirada en los rostros de mis padres es casi divertida en su confusión. ―Lo siento ―les digo, aunque no sueno sincera―. Me caí en el barro, y James me trajo a casa. ―¿James? ―dice mi madre, intercambiando una mirada preocupada con mi padre. Eso me detiene en seco. ―¿Qué? ―pregunto. ―Es sólo… ―Mi madre se detiene como si debatiera algo―. Sloane, se supone que no debes salir después de… ―Oh, no lo hacemos ―digo rápidamente―. No de esa forma. Mi madre deja escapar un aliento contenido. ―Eso es bueno. Sólo queremos mantenerte a salvo, cariño.

Su tono es tenso, pero en lugar de presionarla, voy dentro a limpiarme. No quiero arruinar mi primer día de diversión en lo que parece una eternidad. O por lo menos, el primero que puedo recordar.

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Capítulo 7 Traducido por Otravaga y soñadora Corregido por Jo

E

stoy sorprendida cuando me despierto a la mañana siguiente para encontrar a Kevin esperando en mi puerta. Pensaba que habíamos pasado la etapa de nuestra relación en la que me escoltaba a la escuela.

―¿Qué está pasando? ―pregunto. ―Sólo queremos asegurarnos de que no estás haciendo nada para poner en peligro tu salud, Sloane ―dice mi madre con calma―. Así que le he pedido a Kevin que te vigile un poco más de cerca. ―Me alejo un paso de ella como si hubiese recibido una bofetada en el rostro.

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―¿Me pediste al Cuidador? ―Me volteo hacia Kevin―. ¿Y qué dijo ella? ¿Que estaba sonriendo demasiado? Kevin se enfurece. ―Dijo que estabas saliendo por ahí con James Murphy. ¿Eso es cierto? Mi primer instinto es negarlo, pero sé que es inútil. ―¿Y? Somos amigos. ―Mi madre chasquea la lengua junto a mí como si estuviese confirmando sus temores. Kevin inclina la cabeza como si estuviese decepcionado. ―Esta es tu advertencia, Sloane ―dice él con firmeza―. No vas a tener más contacto con el Sr. Murphy. ¿Entiendes? ―Kevin luce completamente serio, y creo que he matado cualquier vínculo que tuviéramos. Él ya no confía en mí, y como me había dicho antes, su principal objetivo es mantenerme sana, no ayudarme a romper las reglas. ―Sí ―le digo a Kevin, con la amargura clara en mi voz. Luego miro a mi madre, la ira aplastándome―. ¿Acabo de llegar a casa y ya estás tratando de deshacerte de mí? ―En el momento en que las palabras salen, me arrepiento de ellas mientras su rostro cae. Pero en vez de disculparme, enderezo mi espalda y salgo caminando, dejando a Kevin que vaya detrás de mí.

Mi Cuidador toma asiento a mi lado en la clase de Matemáticas, bloqueando mi vista de James. Estoy tan sorprendida por el cambio en el comportamiento de Kevin que no me molesto en hablar con él. Ahora es como un verdadero Cuidador. Me pregunto si James también ha sido advertido, especialmente con la reacción tan intensa que Kevin está teniendo. Por otra parte, si le ordenaran a James permanecer lejos de mí por lo menos quince metros, probablemente lo harían querer hablar conmigo todavía más, así que sonrío. Había pensado que tal vez él era un imbécil, o un complicado. Pero después de ayer, me siento ligera. Como si James me recordara lo que era divertirse de nuevo.

236

Después de clase, camino por el pasillo con Kevin llevando mis libros como si yo fuese incapaz, cuando mi teléfono vibra en mi bolsillo. No estoy segura de quién me enviaría un mensaje de texto aparte de mi madre, y definitivamente no quiero hablar con ella. Pero entonces veo a James al final del pasillo, apoyado en los casilleros. Tiene un teléfono en la mano, girándolo entre sus dedos como si estuviese esperando algo. ―Tengo que correr al baño ―le digo a Kevin, agarrándolo por sorpresa. ―Pero… ―¿Ahora El Programa limita cuántas veces puedo aliviar mi vejiga? ―pregunto. Kevin sonríe. ―No ―dice―. Eso todavía te pertenece. Sin embargo voy a esperarte. ―Él se para en mi casillero y yo cruzo el pasillo, corriendo hacia el baño de chicas. Una vez dentro de un excusado, saco mi teléfono. Creo que tienes un admirador. Se ve bien de blanco. No reconozco el número, pero sé que es James. Me apoyo en la pared y respondo: Bueno, al parecer eres malas noticias. Se supone que no hable contigo. Nunca más. Me muerdo el labio, preguntándome cómo responderá. Si dirá que a lo mejor tienen razón, que no deberíamos estar juntos. Pero mi teléfono vibra al instante. Sí. Eso probablemente no sucederá. ¿Quieres saltar clases? Me río, emocionada por la rapidez con que la rechazó la idea. ¿Cómo? Distraeré a tu novio. ¿Encuéntrame en mi auto en diez?

Dios, James va a conseguir que me expulsen. Pero al mismo tiempo, no puedo evitarlo. En serio, realmente quiero salir con él en estos momentos. Y mi madre… ¿Cómo se atreve a delatarme? Estoy tan enojada con ella que casi quiero que me atrapen sólo para fastidiarla. Pero aparto esa idea, sabiendo que no quiero regresar al Programa. No podría hacerlo de nuevo, sobre todo sin Realm. Cierro los ojos, con el corazón acelerado en mi pecho. Quiero ir con James. Pero es demasiado pronto para usar otro pase. Van a sospechar. Ahora mismo no puedo, escribo en respuesta. ¿En otro momento? James no responde de inmediato, y me preocupa que esté molesto o que ya haya empezado algún elaborado plan para sacarnos. Me pregunto cuánto tiempo más debería esperar cuando un mensaje aparece. En otro momento.

237 ―Tu Cuidador se ve como si tuviera un palo metido en el culo hoy ―dice Lacey. Alcanza su bolsa del almuerzo, pero en lugar de sacar pastelillos, toma una brillante manzana roja. Cuando me ve notarlo, la muerde―. Necesito cuidar mi figura. ―Te ves genial ―le digo, pero ella no le da importancia. ―No trates de cambiar de tema ―dice―. ¿Por qué te atraparon? Lo he visto acosándote hoy. Suspiro. ―Quizás pudo haberlo causado que estuve con James Murphy ayer. Y cuando me dejó en mi casa no tenía suéter y estaba cubierto en lodo. Pero no sucedió nada. ―Claramente. Sonrío, pero rápidamente se desvanece mientras pienso en cómo se enteró Kevin. ―Mi madre me traicionó ―digo quedamente―. Me delató con el Cuidador. ―Whoa ―dice Lacey―. Eso es bastante duro. ―No hablamos por un tiempo mientras juego con mi comida y Lacey termina su manzana. Cuando ambas acabamos, encuentra mis ojos desde su lado de la mesa―. Lo siento ―dice―. No sé qué haría si mis padres hicieran algo así conmigo. Es… ―Exhala―. Lo siento.

Sonrío agradecida y dejo que la conversación se deslice a temas normales. Lacey saldrá de la ciudad con su nuevo novio mayor. Siento un poco de envidia, pero estoy contenta de que parezca feliz. Muevo mis ojos por la cafetería hasta el sitio en el que James suele sentarse, pero hoy el asiento está vacío. James no está en ningún lugar a la vista.

238

Mi madre no me habla en la cena, lo que es perfecto porque no quiero hablarle a ella. Mi padre nos mira impotente, pero ninguna le explica. Cuando termino, tiro mi plato en el lavaplatos y voy a esconderme a mi habitación. Leo los textos de James una docena de veces, pensando que definitivamente está coqueteando. Lo hizo sonar como si no lo pudieran mantener alejado de mí, y eso en sí mismo es increíblemente romántico. A menos que esté leyendo de más, lo que es totalmente posible. Quizás sólo le gusta el desafío de jugar con El Programa. O quizás sólo quiere molestarlos. Me pregunto cómo consiguió mi número. Como Realm, quizás está en eso de meterse en sitios, robar fichas. Definitivamente no lo descartaría. James es malo. Y eso lo convierte en algo así como bueno. Hay un ruido en la planta baja, como un plato rompiéndose. Me asusta, y giro a mi puerta. La voz de mi padre es fuerte, subiendo por las escaleras mientras le dice a mi madre que se detenga. Que ella lo está causando. Sostengo mi aliento cuando le dice que todo es culpa de ella. ¿Están hablando de mí? Nunca había oído a mis padres discutir antes, pero se siente familiar de algún modo. Lágrimas comienzan a agruparse en mis ojos mientras las emociones me inundan, emociones que no puedo recordar y aun así duelen. Pican. La voz de mi madre es apenas audible desde aquí, así que me acerco a la puerta para oír más de cerca. Entonces me golpea, un repentino dolor en mi cabeza. Gruño, alejándome. Es como un destornillador en mi lóbulo frontal, y casi colapso. ¿Estoy teniendo un aneurisma? ¿Estoy muriendo? No sé qué está sucediendo, y estoy aterrorizada mientras trato de llegar a mi puerta, para pedir ayuda. Entonces una imagen llena mi mente, una memoria brillante y colorida entre las nublosas. Me veo sosteniendo algo en mis manos,

levantando mi colchón y metiendo objetos en un tajo allí. ¿Hay una abertura en mi colchón? El dolor se desvanece a un malestar, y colapso junto a mi puerta cerrada, tratando de recuperar el aliento. ¿Es posible que haya recordado algo? Lentamente me pongo de pie y voy al lado de mi cama. Me dejo caer al piso. Levanto el pesado colchón. Siento alrededor, decepcionada al no encontrar nada. Estoy por dejarlo caer cuando rozo un bulto bajo la tela. Mi corazón salta con ansiedad y excitación. Hundo mi cabeza para mirar, mis brazos comenzando a temblar por el peso. Y lo veo, un pequeño corte en la tela. Es real. Apoyo el costado del colchón en mi hombro y saco los objetos. ¿Qué demonios? Hay un anillo de plástico púrpura y la parte de atrás de una foto. ¿Por qué está esto en mi cama? ¿Y por qué me recuerdo escondiéndolas? Suelto el colchón y me siento en él, dejando el anillo a un lado mientras giro la foto. Cuando lo hago, el shock llena mi cuerpo.

239

Es una foto de Brady, posiblemente justo antes de que muriera, pero no lo recuerdo. Y a su lado… A su lado con su brazo alrededor está James. James de mi clase de Matemática está parado con mi hermano muerto. Sonriendo.

Capítulo 8 Traducido por martinafab Corregido por Jo

D

esde la puerta de nuestra aula casi vacía veo a James sentado en su escritorio, con su cuaderno abierto mientras parece estar dibujando. Me doy la vuelta y miro a mi Cuidador.

―Me olvidé el libro ―le digo, habiéndolo dejado en mi casillero a propósito―. ¿Hay alguna posibilidad de que puedas traerlo? No quiero llegar tarde.

240

Camino intencionalmente hacia mi asiento en la parte delantera, deteniéndome ahí como recordándole a Kevin que ya se ha encargado de mi problema de sobresocialización. Él asiente y dice que ya vuelve. Pero en el momento que pasa a través de la puerta, camino con fuerza hacia el escritorio de James. No levanta la mirada, sólo sigue sombreando la imagen de una figura de cabello largo y rizado que ha estado dibujando en su cuaderno. Saco la foto de él y Brady de mi bolsillo y la estampo en su página abierta, sorprendiéndolo. Se apoya en la silla, mirándome. ―¿Qué demonios? ―¿Cómo conociste a mi hermano? ―le pregunto, clavando el dedo con fuerza en la foto. Los ojos azules de James están confundidos, y cuando mira hacia abajo a la foto de él y Brady, palidece considerablemente. James saca la foto de debajo de mi mano y la examina. ―Nunca había visto esto antes ―dice. ―¿Y a mi hermano? James traga saliva. ―No lo sé. ―Entonces, ¿por qué están en el río juntos? ¿Por qué tu brazo está por encima de su hombro? Dios mío, ¿eran amigos? James sigue estudiando la imagen y luego me la da, frotándose la cara con fuerza.

―Vuelve a tu asiento antes de que el Controlador venga ―dice sin ninguna emoción en la voz. ―Necesito saber si tú… ―Más tarde ―espeta―. Ahora vete. ―La cara de James está firme, y sé que no me va a decir nada más en este momento. Nuestro profesor entra en la sala, y me meto la foto en el bolsillo y me apresuro hacia el frente, enfadada porque voy a tener que esperar por respuestas. Mientras me deslizo en mi silla, Kevin vuelve y pone el libro en mi escritorio. Va al fondo a montar guardia, asegurándose de que nadie interfiera conmigo. Pero siento que ya he comenzado a desmoronarme.

241

No le he dicho a Lacey sobre la foto, con la intención de hacer frente a James primero. ¿Podría ser por eso el por qué estaba hablando conmigo en realidad? ¿Tenía algo que ver con la muerte de mi hermano? Me siento engañada, y ni siquiera estoy completamente convencida de que debería estarlo, no si James tampoco conoce la respuesta. Pero más que nada, es casi como si pudiera volver a tener una parte de mi hermano. Sólo necesito que James llene los espacios en mi memoria. Apenas toco la comida e inclino la cabeza para Lacey en todos los momentos adecuados. Espero a que James se siente a su mesa, pero no viene a comer de nuevo. Quiero gritar y salir corriendo para buscarlo. Mirando por encima de Kevin, le veo hablando con un profesor, y saco mi teléfono. Me desplazo a través de los mensajes para encontrar el último mensaje de James y golpeo responder. Quiero hablar. Ahora. Aguanto la respiración, dejando mi teléfono en la mesa mientras espero que él responda. Miro el reloj y veo que sólo quedan diez minutos para que acabe el almuerzo. Mis dedos están realmente temblando. El teléfono vibra, y estoy a punto de tirar mi cola de dieta tratando agarrarlo. ―Mierda, Sloane ―dice Lacey―. ¿Estás bien? ―Estoy bien ―le digo, y abro el mensaje. Sótano. Cerca del almacén. Oh, sí. Eso suena a una idea fantástica. Me pregunto si quiere que lo atrapen. Le echo otro vistazo cauteloso a Kevin.

―¿Qué está pasando? ―pregunta Lacey seriamente, inclinándose hacia mí―. Vas a hacer algo retorcido. Lo puedo ver en tus ojos. ―Tengo que salir de aquí ―le susurro. ―Ni que lo digas. ―No, quiero decir, tengo que salir ahora mismo. ¿Crees que pueda? ―¡Oh! ―Mira por encima del hombro, encontrando a mi Cuidador todavía hablando con el profesor. Lacey asiente con la barbilla hacia la escalera trasera―. Por allí ―dice―. Si te mueves con rapidez no se dará cuenta de la puerta abierta. Me muerdo el labio, sin estar segura de poder salirme con esto. Preguntándome cuánto tiempo le va a llevar a Kevin encontrarme. Pero entonces decido que tengo que correr el riesgo. ―Oye ―le digo, sonriendo débilmente―. Si me llevan arrastrándome, intenta acordarte de mí, ¿está bien? ―Entendido. Ahora vete.

242

Echo hacia atrás la silla, caminando lentamente y con calma hacia la salida. Cuando estoy cerca, miro a Kevin. Está de espaldas a mí. Con el corazón acelerado, escapo de la cafetería.

La puerta del almacén es pesada, y cruje cuando se abre. Es extraño, y me debato si debería estar aquí en absoluto. Está oscuro. ―Por aquí. ―La voz de James viene de la esquina, hay escritorios y cajas viejas apiladas en torno a él. No puedo verlo bien, pero sigo moviéndome. Cuando sus manos tocan la parte superior de mis brazos, salto, haciendo un sonido suave. ―Lo siento ―dice―. No puedo encontrar la luz. Miro fijamente hasta que su contorno comienza a enfocarse; el lugar es tan oscuro que es como si fuéramos las únicas personas en el mundo. Dios, soy una idiota por estar aquí. Cruzo los brazos sobre el pecho, a pesar de que sé que no puede verme. Justo en ese momento la sala se llena de luz, y encuentro a James cerca de la pared con la mano en el interruptor. Cuando me mira, mi expresión es mortalmente seria.

―¿Cómo es que conoces a Brady? ―pregunto. ―Te dije que no lo hago. Nunca lo he visto antes. ¿Le preguntaste? Sus palabras pican, y doy un paso atrás, el aire es extraído desde mis pulmones. ―Bueno, ¿lo hiciste? ―pregunta. ―James ―le digo, con lágrimas espesas en mi voz―. Mi hermano está muerto. ―Y el hecho de que él no lo conoce, que mi hermano se ha ido de su memoria, me derrumba. Ver la foto ha despertado el dolor, el dolor que debo haber sentido pero que no recuerdo. Pongo la cara entre mis manos, y de repente James me atrae contra él mientras sollozo silenciosamente en su camisa. ―Lo siento mucho ―dice―. No tenía ni idea. Soy un idiota, ¿de acuerdo? ―Lo eres ―estoy de acuerdo, pero no se aleja. Hubiera querido que James conociera a Brady. Quería que me hablara de él. Y ahora es como si hubiera perdido a mi hermano de nuevo. ―Deja de llorar ―dice James en voz baja―. No puedes volver a clase así.

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―No voy a volver ―digo, enderezándome lejos de sus brazos―. No me gusta este lugar. Odio todo. ―Créeme, Sloane ―dice―. Puedo entenderlo. Pero no quiero que hagas nada estúpido. ¿Cómo piensas irte? ―James me mete el cabello detrás de las orejas. Lo dejo, pero bajo la mirada. ―No estoy segura. ―Yo puedo ayudar ―se ofrece―. He hecho de saltarse las clases una obra de arte. Tengo el código de autorización de un médico del Programa. La oficina no sabrá que está caducado a menos que lo comprueben y vean que él está retirado. ―¿En serio? ―Estornudo y me limpio las mejillas. ―No soy un aficionado ―dice―. Técnicamente estoy en terapia ahora mismo. Pero si te saco, ¿quieres ir a almorzar o algo así? Me muero de hambre. Espero, todavía con ganas de estar enojada con él por no conocer a mi hermano, pero en realidad sabiendo que no es su culpa. ―Depende ―murmuro. ―¿De qué? ―¿Crees… crees que podemos recuperar nuestra memoria? ―le pregunto. ―No ―dice con tristeza―. Le he preguntado a todo el mundo. Investigado. Y desde lo que puedo decir… No. ―Su voz adquiere un borde duro, y me gusta. Me gusta la ira allí.

―¿Pero quieres intentarlo? ―pregunto―. ¿Puedes venir a mi casa, mirar las cosas de Brady y ver si te acuerdas de algo? ―¿Me harás un bocadillo? Sonrío. ―Sí. Supongo. James está en silencio, y creo que va a negarse, pero entonces saca su teléfono y marca, disolviéndose en la voz de un hombre mayor, es bastante experto, debo admitir. Y cuando ha terminado, se ve nervioso, como si venir conmigo podría empezar algo de lo que no está seguro. Pero nos vamos de todos modos. Juntos.

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―¿Tus padres volverán a casa pronto? ―me pregunta James cuando nos detenemos en el porche trasero. Hay una pequeña explosión de mariposas, aunque trato de no notarlas. ―No, no por un rato. Kevin se había apresurado a salir de la escuela después de que James llamara por una emergencia al otro instituto, así que afortunadamente no tuve que mentirle a la cara. La oficina se tragó la llamada falsa sin dudarlo. Estoy casi asustada de lo bien que James es moviéndose entre las reglas. ―¿Serán capaces de saber si tocamos sus cosas? ―pregunta James cuando entramos en la desordenada cocina. Las ollas de la cena de la noche anterior todavía están en los hornillos y los platos al lado del fregadero. ―Espero que no. ―Cierro la puerta detrás de nosotros, y la bloqueo. James mira alrededor de la habitación, captándolo todo y luego me mira. ―¿Familiar? ―le pregunto. Niega. ―Lo siento. No. Definitivamente estoy decepcionada cuando dirijo a James arriba, deseando que pudiera decirme lo que sabe de Brady. Quiero saber si él tiene algún detalle acerca de cómo murió mi hermano. Cómo sobreviví. Pero está nada menos que confundido mientras me sigue por detrás. Nos detenemos en una puerta.

―Esta era la habitación de mi hermano ―le digo en voz baja. Las lágrimas comienzan a picar detrás de mis ojos, pero parpadeo para alejarlas. James me pasa y entra, mirando por encima a la habitación como si estuviera esperando que sólo le llegara. Pero a medida que pasan los minutos, parece cada vez menos probable. Cuando sus ojos azules se encuentran finalmente con los míos, la disculpa está en ellos. Me doy la vuelta y camino hacia el pasillo. No parece real, que parte de nuestras vidas tan solo pueden ser limpiadas. Que James y yo podemos compartir una conexión y sin embargo no saber cuál es. Él conocía a Brady. ¿Cómo pudo olvidarle? Comienzo a recorrer el pasillo, con James detrás de mí, cuando oigo que se detiene. ―¿Tu habitación? Me doy la vuelta y lo veo de pie delante de mi puerta. ―Sí. ―¿Puedo verla? ―¿Por qué?

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―Sólo por curiosidad. Debo decir que no y llevarlo afuera antes de que mis padres vuelvan a casa, pero es agradable tenerlo alrededor. Es bueno saber que no soy la única persona que se siente impotente. James entra en mi habitación y vaga alrededor, mirando a través del montón de basura en mi tocador, probando la suavidad de mi cama. Cuando me ve mirándolo, sonríe. ―Sé que soy repugnante. No tienes que decirlo. ―Voy a tratar de no hacerlo. Entonces se ríe y se levanta. ―¿Puedo ver la foto de nuevo? ―pregunta. Estoy apoyada en el marco de la puerta cuando saco la foto de mis vaqueros, y luego James se encuentra justo en frente de mí. Cerca. Toma la foto de la mano, estudiándome la cara mientras lo hace. Se me corta la respiración y no digo nada. ―Se parece a ti ―murmura James, mirando otra vez la foto. ―Estábamos relacionados. ―Pero mi corazón no está para el sarcasmo, y sólo sale triste. James parece darse cuenta. ―Lamento que se haya ido ―susurra, examinándome una vez más―. Y siento no recordarlo.

Me rompe el corazón oírle decir eso. Ni siquiera sé si él y Brady eran tan cercanos, pero el dolor que tengo me dice que tenían que serlo. Sin pensarlo, me inclino hacia delante y abrazo a James, haciendo que se tambalee hacia atrás contra el otro lado de la puerta. Al principio, sus manos están torpemente en mis caderas mientras descanso mi cabeza en su pecho. Sus brazos me envuelven de manera protectora, la conmoción de su toque casi discordante en su consuelo. ―Lo siento ―digo de repente, y me enderezo. Retrocedo, sin estar segura de que haya algo que pueda decirle para que el afecto improvisado sea menos torpe. Pero James agarra mis muñecas y me tira contra él otra vez, esta vez abrazándome con fuerza como si él fuera el que lo necesitara. Permanecemos así, su corazón latiendo contra el mío. James descansa su mano debajo de mi cabello en la parte de atrás de mi cuello. ―Me gusta esto ―dice―. Y es raro, porque en realidad no nos conocemos, pero… ―Se calla y no trato de llenar los espacios por él, porque sé a lo que se refiere.

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Él y yo, juntos así. Es la sensación más extraña, llena de cosas que no entiendo, la comodidad y la agonía. Pero de lo que sí estoy segura es que me siento a salvo. ―James ―digo. ―Sloane. ―Creo que hemos hecho esto antes. ―Estoy tan segura, y sin embargo, no estoy seguro de qué pensar al respecto. ¿Cómo puedo sentirme tan cercana a alguien que no conozco? Pasa un largo silencio y luego James me aparta, su mano todavía en mi cuello. ―Debo irme ―dice―. Hablaré… hablaré contigo mañana. ―Su rostro es una máscara de incertidumbre, y desearía no haber dicho nada, no haber insinuado que habíamos sido más que amigos. Él se ve completamente alucinado. ―Lo siento… ―empiezo a decir, pero él sacude la cabeza. ―No tienes absolutamente nada que lamentar ―responde en tono amable. Educado. Entonces se gira, caminando por el pasillo, y todo lo que puedo hacer es seguirlo. Mis ojos picaban con el inicio de las lágrimas. No quiero que se vaya. Cuando llega a la puerta trasera, se detiene, manteniéndola abierta, pero sin mirar atrás. ―Siento de veras lo de tu hermano, Sloane ―dice. Y yo no tengo tiempo para responder antes de que me deje sola de pie en la cocina.

Capítulo 9 Traducido por Itorres y Nelshia Corregido por Nanis

M

e acuesto en mi cama, el anillo púrpura en mi dedo. ¿Por qué iba a guardar algo como esto? Es sólo un anillo de plástico barato. Muevo mi mano más cerca, orando por un poco de claridad. Pero no llega.

Doy vuelta, examino de nuevo la foto. Hace que me duela el corazón al ver lo feliz que se ve Brady, ya sé que no volveré a ver esa expresión de nuevo. Y junto a él está James, viéndose libre de preocupaciones.

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Estoy confundida y dolida por cómo James me trató hoy. No entiendo si dije algo malo, lo empujé demasiado lejos. Pensé que estaba teniendo los mismos sentimientos, pero creo que no. No puedo entender su comportamiento, y más que eso, me siento rechazada. Sólo estoy en busca de lo que perdí.

Evito a James cuando voy de nuevo a la escuela, lo cual es bueno desde que Kevin parece estar constantemente a mi lado. Como que esperaba encontrarlo en el baño conmigo cuando me lavé los dientes anoche. Pero cuando llegué a la segunda semana de recuperación, me hizo a un lado en el pasillo después de la clase de Matemáticas. ―Aquí ―dice, entregándome un pequeño trozo de papel. Miro hacia abajo a la dirección en él, y luego a él. ―Michael estará esperándote. ―Kevin asiente hacia el papel―. Pero Sloane ―dice cautelosamente―, me han sacado de tu caso. No estoy seguro si obtendrás un nuevo Controlador o… qué es lo que está pasando. Es por eso que te estoy dando la información de contacto de Michael. ―Entonces exhala, como si estuviera verdaderamente triste de salir de aquí. Y aunque me alegro de no contar con él mirándome más, espero que no me den otro Controlador. ―Ten cuidado ―susurra Kevin mientras se aleja, mirándome hasta que da

vuelta para irse. Espero un latido. Kevin parecía nervioso por algo, pero Realm sabrá lo que está pasando. Él siempre parece saberlo todo. ―¿Sloane? Tengo la mirada perdida en mi armario cuando dicen mi nombre. James está a mi lado, e inmediatamente ruedo mis ojos. ―Vete ―le digo―. No estoy de humor para tu caliente y frío afecto el día de hoy. ―¿Estás diciendo que quieres mi afecto? ―Sonríe, pero no le sonrío a cambio. ―Mira ―le digo―. Sólo porque te dije que me pareció que nos gustaría ―bajo mi voz―, consolarnos mutuamente antes, no significa que te estaba haciendo proposiciones. No tienes que salir corriendo y hacerme sentir como una estúpida. Su sonrisa se desvanece. ―Lo sé.

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Espero, pero no continúa. ―¿Lo sabes? Wow, gracias por la disculpa. Fue un placer hablar contigo, James. ―Me muevo para alejarme, pero él alcanza mi codo. ―Espera ―dice en voz baja―. No te enojes. Tengo mis razones. ― ¿Y no te importa compartirlas? ―En realidad no. Pero a lo mejor no soy tan duro como piensas. ―Yo diría que estaba repitiendo alguna línea cursi que había oído en una película excepto por el hecho de que se veía triste cuando lo dijo. Quito suavemente mi brazo de su mano antes de que la gente lo note. ―Entonces, ¿qué es lo que quieres ahora? ―le pregunto seriamente. ―Me gustaría saberlo, Sloane. Pero estoy interesado más en saber acerca de tu hermano. Acerca de… ti. Quiero decir, podríamos haber sido todos amigos. Asiento. ―Te veías muy feliz en la foto. ―Sólo deseo que pudiéramos tener nuestras memorias de vuelta. Se me ocurre entonces que Realm podría saber qué hacer. Él siempre ha estado un paso adelante, siempre sabiendo más sobre El Programa que nadie. ―Hay alguien ―le digo―. Él era mi amigo en El Programa, y es muy inteligente. Puede que sepa qué hacer.

James me mira como si estuviera tratando de descifrar un código secreto, pero luego se encoge de hombros. ―Está bien, ¿quién es? ―Su nombre es Realm, y tengo su dirección. Iré y veré si puede ayudar. ―Suena como un plan terrible. ―¿Tienes alguno mejor? James se ríe. ―Sloane, nunca tengo un plan. Te diré una cosa, escápate de tu casa esta noche y encuéntrame en la esquina de Barron y Elm. Te llevaré a la casa de tu novio. Realm no es mi novio, pero decidí no negarlo o reconocerlo. Estoy de acuerdo con ver a James en la esquina a las seis, pero puedo ver la incertidumbre en sus ojos, como si todavía estuviera tratando de averiguar quién es Realm para mí. Y lo dejo así, contenta de dejar que se pregunte acerca de mí por una vez.

249 La casa está situada detrás de la calle, oculta por un largo camino de grava detrás de grandes árboles. A medida que nos acercamos, las rocas crujen bajo los neumáticos, y me doy cuenta de qué tan desolada se ve. Una casa de tejas de madera pequeña rodeada de un bosque, unas pocas flores muertas en ambos lados. ―¿Segura que conoces a este tipo? ―me pregunta James―. Esto parece ser un lugar donde los adolescentes confiados van a tener relaciones sexuales y son asesinados. Me río y miro de reojo. ―No me avergüences delante de mi amigo. Realm es un buen tipo. ―¿Era más que un amigo? No es que sea de mi incumbencia. ―Baja los ojos. Una súbita oleada de culpa se extiende sobre mí. ―No, está bien preguntar. Él, um… fue complicado, supongo. James no dijo nada, pero puedo sentir un pesado silencio que llena el coche. No estoy segura de qué más hacer, abro la puerta y salgo, esperando que James me siga hasta la casa. En el porche delantero, estoy abrumada con el nerviosismo y la emoción. Estoy a punto de ver a Realm nuevamente. Ha pasado más de un mes. ¿Tendrá un aspecto diferente? Sé qué hacer.

La puerta se abre sólo un poquito cuando él se asoma, recordándome cómo hacía eso en El Programa cuando estábamos espiando en los alrededores. Mi sonrisa se extiende, y luego la puerta se abre y Realm da un paso adelante, me balancea en un fuerte abrazo antes de siquiera echarle un vistazo. ―Hey, dulzura ―dice, me aplasta contra él―. No puedo creer que estés aquí. Realm huele bien, no como detergente y jabón, pero si a piel limpia. Un toque de colonia. Me hago hacia atrás para mirarlo. Su cabello es más corto, su tez menos fantasmal. Es entonces cuando se da cuenta que James está apoyado en la barandilla del porche. ―Oh, hola ―dice Realm, sonando sorprendido. Ofrece su mano y James la toma―. Michael Realm ―dice Realm. ―James Murphy. La sonrisa cae abruptamente del rostro del Realm, y veo que el color que estaba allí ha sido drenado.

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―Encantado de conocerte ―susurra prácticamente, y da un paso atrás. Me da una oscura mirada―. Entren. ―Empuja la puerta abriéndola para que entremos. James le da las gracias, y no puedo dejar de ver su expresión de poca satisfacción ante la incomodidad de Realm. Estamos en torno a la entrada cuando Realm nos sigue y luego cierra la puerta. La casa es más como una cabaña con vigas de madera y decoración rústica. No me parece que sea algo donde Realm quisiera entrar, pero entonces no sé muy bien cómo era él antes del Programa. Tampoco él. ―Entonces, ¿cómo has estado, Sloane? ―pregunta, observándome. ―Extraña ―le digo―. Todo ha sido un poco raro para mí. ¿Y tú? ―Oh, sólo estoy color de rosa. Realm nos conduce a la sala de estar, y me siento en el sofá mientras James toma una silla cerca de la chimenea. Realm se derrumba junto a mí, envolviéndome en un abrazo, una vez más. ―Dios, te he echado de menos ―dice―. Y me gusta el cabello. ―Dijiste que no lo cambiara. ―Bueno, me equivoqué. Te ves muy bien. Saludable, también. ―Mira a James, el cual está pretendiendo estar fascinado con la pintura de águilas en la pared―. Entonces ―dice Realm, dejando caer sus brazos frente a él e instalándose en los cojines―. ¿Cómo se conocen ustedes dos? ―No estamos saliendo, si eso es lo que realmente estás preguntando ―dice

James uniformemente. Realm sonríe. ―No te estoy preguntando eso. James asiente. ―Me parece bien. Hay un pequeño aguijón a mi autoestima sobre como James despide rápidamente nuestra relación, pero lo ignoro y toco el brazo de Realm para llamar su atención. ―Estamos aquí porque necesito tu ayuda ―le digo. ―Haría cualquier cosa por ti. En ese segundo, una sensación extraña se apodera de mí y me detengo, tratando de ubicarlo. No es romántico, casi cauteloso… Pero se ha ido antes de que pueda terminar la frase. Como un déjà vu emocional.

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Meto la mano en el bolsillo de atrás y saco la foto, dándosela a Realm. Cuando la ve toma un aliento áspero. ―¿De dónde sacaste esto? ―pregunta de inmediato. ―La encontré. Fue extraño. Estaba en casa, y luego, de repente, tuve este destello de un recuerdo, un recuerdo de antes. Me vi poniendo esta imagen en un corte en mi colchón. Ese es mi hermano ―le digo, apuntando a la cara de Brady―. Y ese es él. ―Muevo mi dedo pulgar por encima del hombro y oigo la risita de James. La mandíbula de Realm está fuertemente apretada, y me devuelve la foto. ―¿Y qué es lo que estás preguntándome? ―Su voz es fría. ―No me acuerdo de su hermano ―interrumpe James―. Quiero saber cómo tener mis recuerdos de vuelta. Realm lo mira. ―No puedes. ―No te creo ―dice James, como si sintiera algo en la voz de Realm. James había dicho que no creía que pudiéramos conseguir nuestros recuerdos, pero debe de haber cambiado de opinión. ―Realm ―le digo, tratando de difuminar el aumento de tensión entre él y James―. Me dijiste en El Programa que si te necesitaba, me ayudarías. ¿Qué quisiste decir? ¿Cómo obtengo ese recuerdo? Realm entrelaza sus dedos con los míos mientras mira fijamente hacia abajo a ellos, su mano está fría.

―¿Recuerdas a Roger? Mi estómago se retuerce ante el nombre. Aunque hay niebla, recuerdo al espeluznante Controlador. ―Sí. ―¿La píldora púrpura? Hago una pausa. Ahí está el toque de un recuerdo, un irresistible sabor a menta. Me estremezco, mis pensamientos mezclados como si hubieran sido manipulados de alguna manera. Pero había habido una píldora, y la tomé. ―Me dijo que podía guardar un recuerdo ―murmuro. ―Espera ―habló James―. ¿Puedes guardar un recuerdo? ¿Cómo funcionó eso? ―Más tarde ―le digo. Él se burla, viéndose como si estuviera a punto de alejarse.

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―Te lo dije entonces, Sloane. ―Realm retira su mano de la mía―. La memoria se presentara fuera de contexto, confundiéndote más. No deberías haberla tomado. ―Bueno, lo hice. Ahora, ¿cómo puedo conseguir más? Los ojos marrones de Realm me miran con tristeza. ―Realmente no puedes. Los recuerdos se han ido. Permanentemente. ―Pero quiero saber quién era yo ―le digo―. Quiero saber qué pasó con Brady. Lo que pasó contigo. ―Sólo debes seguir adelante. Empezar de nuevo. Es el mejor… ―¿Cuál es tu acuerdo? ―dice James en voz alta―. ¿Trabajas para El Programa o algo? ¿Quién le diría a alguien que olvide su pasado? Queremos saber, imbécil. Quiero saber cómo conocía a su hermano. Realm niega, pero no pierde la calma. En su lugar, se levanta y camina hacia el refrigerador para tomar una cerveza. No nos ofrece una. Después de un largo trago, mira fijamente a James. ―Eres una especie de imbécil ―dice Realm. James se encoge de hombros. ―Dime algo que no sepa. Y además, no eres realmente tan diferente de nosotros, ¿verdad? Tienes una bastante real cicatriz en el cuello. ¿Te acuerdas de cómo la conseguiste? ―No quiero hacerlo.

―¿No te gustaría saber para que no cometas los mismos errores otra vez? Realm ríe, sonando amargo. ―Esa es la gran cosa, James Murphy. Algunos errores están destinados a repetirse. ―Él mira hacia mí y luego, toma otro gran sorbo de cerveza―. ¿Correcto, Sloane? Estoy completamente impactada por el comportamiento del Realms. ―No tengo idea de lo que estás hablando ―le digo―. Estoy aquí para averiguar acerca de mi hermano, de mi pasado. Y no sé por qué estás actuando así. Enviaste a Kevin para cuidarme. Te ofreciste a ayudar. ―Para ayudarte a seguir adelante ―dice en voz baja, sus ojos débiles―. No… esto. ―Ah ―dice James desde la chimenea―. Ahora tiene sentido. Sloane, vámonos. Él no está interesado en ayudar. Sólo quería meterse en tus pantalones. ―¿Por qué no te vas? ―chasquea Realm―. No recuerdo haberte invitado.

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James sonríe. ―Tal vez lo hiciste y no lo recuerdas. Realm parece cansarse de su contienda verbal con James, y termina su cerveza antes de inclinarse sobre el mostrador y frotar fuerte su cara. Puedo ver que algo lo está destrozando. Algo más allá de James y yo. ―Ya lo sabes, ¿no? ―le digo, de pronto segura. Cruzo la habitación y me detengo frente a él―. Sabes algo sobre de mi pasado. Él agarra otra cerveza del refrigerador, empezándola antes de nivelar su mirada en la mía. ―Quizás. Pero me gustaría que no lo hiciera. No quiero hacerte daño. ―Amigo ―dice James como si estuviera listo para luchar―. Lo juro… Realm me alcanza entonces, pasando sus dedos amorosamente a través de mi cabello. Su mirada está muy lejos, y estoy avergonzada de repente, como si estuviéramos compartiendo un momento íntimo. Realm y yo nunca estuvimos juntos. No de esa manera. Pero la familiaridad de su movimiento hace que James se dispare hacia arriba. ―Hablabas en El Programa ―dice Realm―. Hablábamos de nuestras vidas a veces, cuando estábamos en la cama. Es como una bofetada en la cara, la forma en que Realm lo hace sonar como si hubiera algo entre nosotros. La frialdad con que lo dice.

―¿Y tú dijiste que soy un idiota? ―pregunta James, riendo―. No es realmente un tema apropiado para la compañía, ¿no lo crees, Michael? ―Es Realm. ―Sí, bueno. Te llamaré como quiera. Y creo que deberías pedir disculpas porque Sloane no me parece que sea del tipo de besa y cuenta. ―Él se endereza―. O tal vez debería darte una paliza ahora mismo. ―No ―le digo, tragando fuerte―. No quiero ninguna pelea. ―Miro a James―. Está bien. Lo prometo está bien. James asiente y vuelve a sentarse, con los brazos cruzados sobre el pecho. ―No quise decir eso ―dice Realm―. Y no estábamos durmiendo juntos ―lanza a James, aunque es obvio que no quiere aclarar esa parte―. Nosotros éramos… sólo amigos. ―Que compartían la cama ―murmura James―. Estoy seguro. ―Realm ―le digo, ignorando el comentario de James―. ¿Qué te dije? ¿Y cómo te acuerdas? No recuerdo nada personal de nadie.

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Realm se apoya en el mostrador y se termina, al menos, la mitad de su cerveza mientras espero. ―Tienes que entender algo, dulzura. Tu cabeza… ―golpea ligeramente en mi sien―… es un lugar muy delicado en estos momentos. Las piezas fueron encajadas juntas de nuevo como la porcelana fina. Una grieta, como esa imagen, puede hacer añicos todo el asunto. No quiero hacerte daño. Realmente no. Si sólo le damos un poco de tiempo… Me apoyo en él, poniendo mis manos en su pecho mientras lo miro a los ojos. ―Por favor. Realm se ve derrotado, y finalmente asiente. ―Tu hermano no murió en un accidente de canotaje, Sloane. Eso era algo que El Programa inventó. Brady se suicidó. Y tú, ambos, tú y su mejor amigo, James, estaban allí cuando lo hizo. Grito, la imagen de Brady llenando mi mente. ―No ―le digo, tambaleándome―. Mi hermano no lo hizo… Mis padres me dijeron que fue un accidente. ¿Por qué mentirían? ¿Por qué lo harían…? ―Me siento como si pudiera hiperventilar, y luego hay un brazo por encima de mi hombro. James me acompaña hasta el sofá, ayudándome a sentarme―. No ―digo de nuevo. La sala está en silencio durante un rato mientras trato de reponerme. Busco mi memoria, en busca de cualquier cosa sobre Brady que podrían haber conducido a

esto. Pero todo lo que puedo ver es a mi hermano feliz y sonriente. ¿Qué pudo haber pasado? James usa los pulgares para limpiar bajo mis ojos. ―Va a estar bien, Sloane ―dice con firmeza. Y la forma en que lo dice, tan absoluta, me llena de una especie de seguridad. Me vuelvo hacia Realm. ―No deberías haber retenido eso de mí ―le digo, sintiéndome traicionada. Realm pone su botella vacía en la mesa, mirando al refrigerador como si quisiera conseguir otra. ―Esto puede hacer que te enfermes de nuevo. Estoy arriesgando tu vida diciéndote esto y… Dios. ¿Qué estoy haciendo? Es demasiado pronto. Por favor, Sloane, esto no cambia nada. Tienes que seguir adelante. Ahora estás a salvo. Necesito que estés a salvo. Siento a James tensarse junto a mí. ―¿Qué más? ―pregunto, mi voz apenas un susurro―. ¿Qué más sabes, Realm? Tienes que decirme.

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Realm me mira fijamente, con el rostro afligido. Y luego niega. ―Eso es todo lo que tengo. Lo siento. ―Realm… ―Creo que debes irte ahora. ―Se empuja del mostrador y da zancadas hacia la puerta. La desbloquea y la abre, sin mirar hacia atrás a nosotros. ―¿Qué? ―le digo―. No, tú… ―Sloane. ―Su tono es firme mientras me mira―. Quiero que te vayas. ―Esto es una mierda ―dice James, levantándose. Toma mi mano. Miro a los ojos de Realm destellar mientras James sostiene mis dedos en los suyos, pero él mira hacia otro lado. Sabiendo que no puedo irme así, saco mi mano de James. ―Te veré afuera en un segundo ―le digo. James estrecha su mirada azul en la mía, una mirada tan llena de sospecha que casi doy un paso atrás. Luego asiente y se va, chocando el hombro de Realm en el camino. Realm ríe amargamente. ―Encantado de conocerte, Sr. Murphy. Cuando estamos solos, me acerco a Realm. Me mira, con la mandíbula tensa en desafío, pero sus ojos son casi desesperados. Y de repente, lo abrazo. Se atraganta con lo que suena como un grito mientras me abraza apretadamente a él.

―Te he echado mucho de menos ―susurra―. He tratado de mantenerte a salvo, Sloane. Y entonces yo soy el que te hirió. No debería haber dicho nada sobre Brady. Retrocedo. ―Quiero saber todo ―le digo―. Tienes que decirme todo. No entiendo por qué mi hermano se mataría. ―Las lágrimas amenazan con venir de nuevo, y Realm pone su mano en mi mejilla. ―Él sólo estaba enfermo. No fue tu culpa. ―Entonces, ¿por qué ellos se llevaron el recuerdo? Realm cierra los ojos. ―No puedo hablar de esto ahora, dulzura. Lo he estropeado en grande. Necesito… Tengo que pensar. No deberías haber encontrado esa fotografía. ―Sí ―le digo―. Debería haberlo hecho.

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―Quiero que seas feliz ―dice―. Te juro que es todo lo que quiero. ―Él lanza una mirada cautelosa hacia el coche donde James tiene su cabeza contra el volante como si estuviera cansado de esperar. Realm exhala―. Debes irte por ahora, ¿de acuerdo? ―Luego se inclina hacia delante y me besa en la mejilla y se detuvo allí por un largo momento. ―¿Qué pasa si no me quiero ir? ―le pregunto, esperando que me diga más acerca de mi hermano, mi pasado. Realm parece considerar mi pregunta. ―Hay tantas cosas que no puedes entender en este momento ―dice―. Pero necesito que sepas que todo lo que siempre quise fue que consiguieras mejorar. ¿Crees eso? Asiento. ―Lo hago. ―Yo sólo… Te amo ―susurra, sin ser capaz de mirarme. ―Lo sé. ―Y no tengo nada más que decir de vuelta. Ahora mismo estoy totalmente desconsolada, sintiendo como si acabara de perder a Brady, a pesar de que se fue hace años. Pero aquí está Realm, tan dispuesto a amarme. Cuidar de mí. Llenar los espacios vacíos en mi corazón. Me pongo de puntillas y presiono mis labios firmemente en los suyos. Realm responde inmediatamente, sorprendiéndome al apoyarme contra la pared, su lengua impacientemente buscando la mía como si hubiera estado esperando para hacer esto desde que llegué aquí.

Mi corazón late con fuerza, pero la emoción es culpa, como si estuviera siendo completamente injusta. Para él. Para mí misma. Me aparto entonces, rompiendo el beso para abrazarlo en su lugar. Realm deja escapar una risa suave, aferrándose a mí con fuerza. ―Tú no me quieres ―dice. ―No así. Pero tal vez… ―¿Tal vez algún día? ―Termina por mí. Realm se ve cansado. Tal vez un poco ido―. Debes irte ―dice otra vez, y me acompaña hasta el porche, manteniendo los ojos fijos en las tablas del suelo allí. Luego, sin decir una palabra, se vuelve para entrar en la casa y cierra su puerta. Me quedo ahí, todavía aturdida por la revelación de mi hermano. Miro hacia el coche, y James me está mirando. Él asiente con la barbilla como si me preguntara si estoy bien, pero no respondo. No estoy bien. Estoy nada bien.

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Capítulo 10 Traducido por Scarlet_Danvers y Otravaga Corregido por Nanis

E

stamos a mitad de camino de vuelta a la ciudad, pasando por campos oscurecidos, cuando James me mira de reojo. ―Ese fue un beso ―dijo.

Un rubor se eleva a mis mejillas. ―Estaba diciendo adiós. ―Con tu lengua.

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―¿Qué te importa? ―pregunto, avergonzada de lo que vio, a pesar de que no estoy del todo segura por qué―. Ni siquiera pudiste estar de pie para abrazarme en mi habitación ese día. ―Tome ese abrazo como un soldado ―dijo con una sonrisa―. Y no me importa con quién lo haces. Solo creo que él está ocultando algo, así que me sorprende que seas tan ingenua. Pensé que eras más inteligente que eso. ―Y yo pensé que no ibas a ser desagradable. ―Nunca dije que no iba a ser desagradable ―dijo James―. Trato de no hacer promesas que no pueda cumplir. Estuvimos en silencio por unos pocos kilómetros, y comencé a pensar otra vez acerca de mi hermano. Brady tuvo un accidente, eso es lo que mi mamá me contó. Dijo que había estado haciendo canotaje, pero nunca dijo que yo estaba ahí. Nunca dijo que se suicidó. Estornudo, y es entonces que me doy cuenta que estoy llorando. ―Oye ―dice James suavemente―. Lo siento. No quise ser… ―No eres tú ―digo, agitando la mano como diciendo que no es de su incumbencia. James desliza el auto a un lado de la carretera y lo estaciona―. Estoy pensando en mi hermano ―le cuento―. No lo recuerdo muriendo. Pero nosotros estábamos ahí, James. Tú y yo. ¿Qué pasa si le ayudamos a suicidarse? ―Quizás lo hicimos. ―Su voz está vacía. Triste. Mira hacia otro lado, como si estuviera buscando en sus propios recuerdos. Cuando baja su cabeza, sé que no encontró nada. No tenemos nada.

―¿Y si él dijo adiós? ―susurro―. ¿Y si dijo adiós y no lo recuerdo? ―Algo dentro de mí se rompe entonces, y me pongo a llorar, imaginando la sonrisa de Brady, oyendo su risa. Éramos tan cercanos. ¿Cuánto tiempo había estado enfermo? ¿Y cómo podría no haberlo notado? James puso su mano en mi hombro, y me apoyo en él. Es rígido al principio pero después se reacomoda en su asiento para dejarme descansar en su pecho. ―Sabes ―dice suavemente, peinando mi cabello mientras habla―, no puedo recordar qué le paso a mi mamá. Sé que un día ella estaba ahí, y luego se había ido. No sé si mis padres peleaban, si ella tenía una razón para irse. Cuando le pregunté a mi papá, me conto que se había mudado lejos por un trabajo, y que luego decidió quedarse. Pero que estábamos bien por nuestra cuenta. ―Hace una pausa―. Diez dólares a que su mano es una mentira. Me detengo y limpio mi cara, enderezándome, pero permaneciendo cerca de él. Me mira con los ojos abiertos. ―¿Qué? ―pregunta.

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―Nosotros jugábamos Mentiras en El Programa. ¿Lo hiciste? Él ríe. ―Uh, no. Estaba en aislamiento la mayoría del tiempo, o al menos eso es lo que me dijeron. ¿En serio? ¿Tenías que jugar a las cartas? ―James ―digo―. Solía jugar Mentiras todo el tiempo con mi hermano. Su cara se ensombrece, y alcanza con aire ausente, un hilo que cuelga de la parte inferior de mi camisa con cuello. ―¿En serio? Asiento. ―Apuesto… apuesto a que jugaste con nosotros. James no se encuentra con mis ojos, pero tira lentamente del hilo, deshaciendo el dobladillo como si estuviera perdido en un pensamiento. ―No recuerdo quién me enseñó ―dice. ―Mi hermano lo hizo. ―Es posible. Cuando el hilo finalmente se rompe, James parece sorprendido por el ahora desigual dobladillo de mi camisa. ―Diablos, lo siento. ―Pero cuando mira hacia arriba, no respondo. Puedo sentir la hinchazón de mi cara, y estoy segura de que, de cerca, todavía estoy medio

apoyada en él, no me veo muy bien. Pero estoy tratando de encontrar algo en sus ojos, un sentimiento que pueda identificar. Hay tantas emociones que rabian dentro de mí: culpa, tristeza, atracción. ―¿Por qué me estás mirando otra vez? ―pregunta. Aunque esta vez no suena como si me estuviera tomando de pelo. ―Realm me dijo algo antes de irme. James rueda los ojos. ―¿Oh, sí? ¿Qué fue? ―Dijo… ―Hago una pausa, no estoy segura de que incluso debería decirle. Pero me parece mal ocultárselo. Ocultar cualquier cosa de él―. Dijo que me amaba ―le digo. James bajo su cabeza, torciendo el pedazo de hilo alrededor de su dedo. ―¿Y cómo te sientes? ―pregunta. ―No es lo mismo.

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―Probablemente no deberías animarlo besándolo, ¿no? ―Su tono es severo, sentencioso. Estoy congelada por un segundo. Había confiado en él sólo para que me lo tire de nuevo en la cara. Entonces me alejo de James, tomando el cinturón de seguridad y trabándolo un par de veces en el proceso. ―Solo olvídalo ―le digo―. No lo entenderías. ―Tienes razón. ―Pone el coche en marcha―. No lo entiendo. Y no me debes una explicación. ―Gracias ―le dije con amargura―. Me alegra que hayas aclarado eso. ―No hablamos de nuevo, y me pregunto cómo James puede confesarme sobre su madre, sólo para ser frío al siguiente segundo. Me pregunto si él solía hacerle esto a Brady cuando eran amigos. A mí. Me pregunto si siempre era tan difícil estar cerca de él.

Cuando llego a casa, me deslizo por la puerta trasera, con la esperanza de que mis padres no se dieran cuenta que me había ido durante la última hora. Puedo oír

el sonido de la televisión en la sala de estar mientras subo las escaleras, deteniéndome en la habitación de Brady. Entro y me acuesto sobre la cama de mi hermano, mirando hacia el techo y esperando que se revelen secretos. Recuerdos robados. ―¿Qué te pasó? ―le pregunto, lo que significa tanto para mi hermano como para mí. Busqué en mi habitación, con la esperanza de encontrar algo más, pero no había nada allí. Casi ninguna foto fuera de las familiares. No hubo obituario de Brady, recortado y laminado con una oración en el reverso. Ningún artículo del periódico inmortalizado en un libro de recuerdos. Sé que no debo preguntarle a mi madre, sus mentiras parecen una montaña. No estoy segura de lo que pasó entre ella y yo, pero no confío en ella nunca más. Ella llamó a Kevin para denunciarme. Apuesto a que tuvo algo que ver conmigo siendo enviada al Programa en primer lugar. En mi bolsillo, mi teléfono celular vibra, y rápidamente lo saco, con la esperanza de que sea Realm, a pesar de que no intercambiamos números. Me detengo cuando veo el nombre de James parpadeando en la pantalla.

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Hago clic en él y pongo el teléfono en el bolsillo. Estar cerca de él es tan confuso. Compartimos un pasado, pero cada vez que nos acercamos a averiguar cuál es, él se aleja. Me duele. No creo que pueda aguantar más daño en estos momentos. Me acurruco de lado, pensando en las cosas, cuando un golpe en la puerta me sobresalta. Levanto la vista para ver a mi padre. ―Hola, cariño ―dice―. Sólo venía a darte las buenas noches, pero no estabas en tu habitación. ¿Qué estás haciendo aquí? Parpadeo rápidamente, me incorporo. ―Echo de menos a Brady ―le digo, tratando de calcular su reacción. Su rostro se tambalea, se frota sus cansados ojos marrones. ―Yo también ―responde. Su pantalón de color caqui está arrugado, y el leve olor a alcohol se aferra a él. Me pregunto cuándo comenzó a beber. Estamos en silencio por un largo momento, y me muerdo el labio, tratando de decidir si debía preguntar. ―Papá ―empiezo―, ¿Brady se suicidó? Mi padre tomo una respiración áspera. No responde de inmediato ya que se acomoda en la cama junto a mí. Y entonces, para mi absoluto horror, se tapa los ojos con la mano; sus hombros tiemblan. ―Sí. ―Se ahoga―. Brady se quitó la vida.

Mi cuerpo tiembla cuando mis emociones hacen clic juntas, a pesar de que no hay recuerdos unidos. Pero es como si mis sentimientos, ―mi tristeza― por fin tienen sentido. Mi padre trata de rehacerse, trata de no desmoronarse. Realm me dijo la verdad. ¿Qué otra cosa es lo que sabe? ―¿Y qué hay de nosotros? ―le pregunto a mi padre―. ¿Estábamos bien después? ¿Mamá, tú y yo? Mi papá me mira, sus ojos oscuros fuera de foco y enrojecidos. ―No, cariño ―susurra―. En realidad no lo estábamos. Asiento, sabiendo en algún lugar dentro de mí que es verdad. Que esta idea de que nuestra familia siguiera adelante tan fácilmente después de perder a Brady era absurda. ―Odio no poder recordar lo que pasó con él ―le digo.

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―¿Por qué? ―pregunta en serio―. Es un regalo. Daría cualquier cosa para quitar el dolor. El momento en el que estaba enfermo… ese no era el verdadero Brady. No es el verdadero nosotros. Hemos tenido la oportunidad de restablecernos, Sloane. Hemos tenido la oportunidad de volver a ser felices. ―Papá ―le digo en voz baja, las lágrimas comienzan a fluir de mis ojos―. Ninguno de nosotros es feliz. Él no lo niega, ni siquiera tratar de fingir que nuestra familia se está recuperando. En su lugar, se pone de pie, tocando la parte superior de mi cabeza mientras sale de la habitación. Cuando se ha ido, me acurruco en la cama con mi miseria, sola y desconsolada. Quiero saber qué pasó con mi hermano, y quiero saber cómo solía ser yo. Pero más que nada, sólo quiero ser feliz. Después de un breve regodeo de autocompasión, vuelvo a mi habitación y busco el número de Lacey donde ella lo garabateó en mi cuaderno. Una jaqueca ha comenzado a pulsar en mi cabeza, así que tomo una gran dosis de Advil antes de levantar mi teléfono.

Lacey está sonriendo de oreja a oreja cuando se detiene en la esquina a las nueve. ―Te estás volviendo tan rebelde ―dice cuando me subo a su auto compacto color verde neón. Bolsas de comida rápida están arrugadas a mis pies, todos los

soportes para bebidas están llenos. Lacey está usando una sencilla blusa amarilla, pero su maquillaje es dramático: muy al estilo de los que no han regresado. Es impresionante. ―¿Estás segura de que quieres ir al Centro de Bienestar? ―pregunta―. Pensé que odiabas ese lugar. ―Lo hago ―digo―. Pero mi Cuidador se ha ido, y ya nadie más me está vigilando. Tal vez disfrutaré de la experiencia en esta ocasión. ―Sloane ―dice Lacey en voz baja―. Ellos siempre están vigilando. Nunca lo olvides. Tras una larga pausa, Lacey enciende la radio, llenando el auto con una canción pop sobre amor, su letra repugnantemente dulce. Tengo que apretar mis manos delante de mí para evitar apagarla y decirle todo sobre James, sobre mi hermano. Pero no quiero deprimirla. En mi bolsillo, mi teléfono vibra con otro mensaje de texto, pero me estiro para subir el volumen de la radio en lugar de revisarlo.

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El Centro de Bienestar está lleno cuando entramos. Con la popularidad del Programa creciendo a nivel mundial, se ha producido un nuevo impulso para la asimilación: lo vi en MTV. Los Cuidadores se alinean en las paredes, pero entre ellos, la gente se está riendo, jugando juegos. Hay una nueva sección con estaciones de computadoras; un grupo de chicos se agolpan alrededor de una de ellas. Todos están vestidos con ropa de muy buen gusto, y me miro a mí misma y veo que coincidimos. Es como el uniforme de los que han regresado. Me desabrocho la camisa hasta la línea de mi sujetador y luego sigo detrás de Lacey mientras ella camina hacia el sofá. No puedo creer que regresé aquí, especialmente después de jurar no hacerlo. Pero necesitaba salir de mi casa, y este es el único lugar donde la gente de mi edad pasa el rato ahora. Al menos, el único lugar donde las personas como yo, que no tienen otros amigos, pasan el rato. Lacey se derrumba en los cojines, escaneando la habitación como si buscara a alguien. ―¿Quién es él? ―pregunto, empujándola con el codo. Ella ensancha sus ojos inocentemente. ―Ni idea de lo que quieres decir. Juro que no estoy buscando al chico que prometió que estaría aquí esta noche. ―Oh ―digo, sonriendo―. Así que, ¿finalmente llegaré a conocer a tu misterioso novio? Lacey se voltea hacia mí.

―Creo que ya es hora. ―Su expresión es más seria de lo que esperaba, pero antes de que pueda pedir más detalles, capto una camisa negra por el rabillo de mi ojo, un color impactante dentro de esta habitación. Es Liam. ―Ya regreso ―digo rápidamente, levantándome de un salto. Liam serpentea a través de la multitud antes de deslizarse por la puerta hacia el patio trasero. Cuando llego el exterior, el aire de la noche es fresco a mi alrededor. Liam está de espaldas mientras permanece de pie en la barandilla, mirando hacia el estacionamiento. Estamos solos aquí afuera, pero quiero preguntarle sobre esa primera noche que regresé. Cómo nos conocía a mí y a James. ―Oye ―digo, llamando su atención. Cuando voltea, estoy sorprendida. Oscuras ojeras rodean sus ojos, y su cabello está enredado. Sin lavar. Caigo en cuenta entonces de que está enfermo. Oh, Dios. Está enfermo. ―Sloane. ―Su boca se estira en una mueca de desprecio, la ira y el odio pintando sus facciones―. ¿Te enviaron a recogerme? ¿Ahora están reclutando a los que han regresado?

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Mi corazón empieza a golpetear en mi pecho, la idea de que Liam es peligroso me hace retroceder lentamente hacia la puerta. ―Nadie me envió ―digo―. Sólo quería preguntarte algo, pero no te preocupes. No es tan importante. Liam arremete, su hombro golpeando contra la puerta para evitar que la abriera. Jadeo y doy un paso hacia atrás. ―Me encantaría escuchar tu pregunta ―dice, con los ojos desorbitados y desenfocados. ―Sólo quiero ir adentro ―digo en voz baja―. Muévete y no voy a… ―¿No vas a qué? ¿Reportarme? Por supuesto que lo harás. Tiene razón. Lo reportaré a la primera oportunidad que tenga. Está infectado. Él puede infectar a otros. ―Déjame pasar, Liam ―digo. Me mira fijamente, y luego se inclina más cerca como si susurrara un secreto. ―¿Me recuerdas? ―pregunta. ―Te recuerdo llamándome fenómeno. Sonríe. ―Antes de eso. Hay un retorcijón en mis entrañas.

―No. ―En ese momento la manija de la puerta gira, pero Liam mantiene su peso en ella, impidiendo que se abra. Pienso en pedir ayuda, o correr, pero al mismo tiempo, no quiero atraer ese tipo de atención sobre mí. ―Nosotros salimos ―dice, con un poco de satisfacción en su voz―. Nada serio, pero de todos modos te quitaron ese recuerdo. ¿Qué más te quitaron? ¿No ves lo que eres? Estás vacía. No eres nada. Y preferiría estar muerto que ser como tú. Mi labio comienza a temblar a medida que me lleno de vergüenza y humillación, pero sobre todo de ira. Extiendo la mano para empujarlo, sólo teniendo éxito en hacerlo tambalearse un paso. Él se ríe, y luego tose, llevando su mano a la boca. Cuando la aparta, hay manchas de sangre a través de sus dedos. ―¿Qué te pasa? ―pregunto, dando un paso atrás. ―Muerte Rápida ―dice―. Porque ya no tiene caso. Nunca seremos libres del Programa, e incluso cuando lo seamos, ¿quién puede decir que no cambiarán las reglas? ¿Que no vendrán tras nosotros como adultos? ¿Mi primo? ―dice Liam, las lágrimas comenzando a reunirse en sus ojos―. Se suicidó ayer. Él tenía veintiún años, Sloane. Eso significa que la epidemia está evolucionando.

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―O tal vez simplemente se suicidó ―digo, mi estómago anudándose. Puños golpean al otro lado de la puerta, agitándola. Liam tose de nuevo, escupiendo sangre hacia el patio. El rojo raya sus labios. Se va a morir. Se va a morir si no hago nada para evitarlo. Estiro la mano para sacar mi teléfono, pero Liam lo saca de mi mano de un manotazo, enviándolo por los tablones de madera. Sus ojos se ponen en blanco momentáneamente antes de que se centre en mí otra vez. Su cuerpo se convulsiona. Y luego se desploma contra la puerta, deslizándose al piso, con los ojos fijos en los míos. ―No eres nadie ―susurra antes de quedarse completamente inmóvil. Me detengo sólo un segundo, mi respiración saliendo en rápidos jadeos como si pudiera hiperventilar. La puerta se sacude de nuevo, y decido que no puedo estar aquí cuando lo encuentren. No puedo estar involucrada en esto. Así que corro, agarrando mi teléfono en el camino, y bajo con dificultad las escaleras hacia el estacionamiento del Centro de Bienestar. Le envío un mensaje de texto a Lacey y le digo que estoy en el auto. Tenemos que irnos. Ahora. Mientras espero allí, escondida, la gente inunda el patio. Los Cuidadores apartan a las personas, el personal de Bienestar claramente horrorizado de que alguien se suicidara en un lugar tan seguro. Me cierro a todas las cosas que Liam me dijo. Me cierro a sus teorías. Porque un dolor en mi frente está pulsando, peor de lo que era antes.

Cuando Lacey me alcanza, se ve agotada. No dice ni una palabra mientras salimos a toda velocidad, dejando el Centro de Bienestar detrás de nosotras. Cuando estamos a una distancia segura, finalmente se voltea hacia mí. ―¿Quién fue? ―pregunta―. ¿Quién se liquidó? ―Su rostro está pálido por el miedo. ―Liam. Sus ojos se ensanchan. Luego voltea de nuevo hacia la carretera, apretando los labios. ―¿Lo viste? ―Sí. ―Fuiste inteligente al salir de allí. Las cosas se están poniendo feas. Tú también lo sientes, ¿verdad? Y lo hago. Pero ya no estoy segura de que pueda soportar el hablar de la epidemia esta noche, no cuando mi cabeza me está matando.

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―Sí, pero tengo que llegar a casa ―digo―. No quiero que mis padres se preocupen. ―Pero en realidad, tengo otra cosa en mente. Tengo que hablar de esta noche, tanto de mi padre como de Liam. Tengo que hablar con alguien que me entenderá. Necesito a James. ―¿Tus padres? ―Lacey suena sorprendida. Entonces aprieta su agarre sobre el volante―. Tal vez no eres tan rebelde como pensaba. ―Se detiene en la esquina antes de mi casa―. Será mejor que te bajes aquí ―dice―. No quisiera que mi auto te delatara. Su voz es tensa, y creo que está alterada por el suicidio. Sólo espero que no sea suficiente para hacerla enfermar de nuevo. Para hacer enfermar a cualquiera de nosotras.

Capítulo 11 Traducido por Itorres y Nelshia Corregido por Nanis

M

ás tarde esa noche, mientras mis padres dormían, tomé una gran cantidad de Advil4, entro en el coche de mi madre, y manejo para ver a James.

En la acera, exhalo y miro a su gran casa blanca, preguntándome dónde está su habitación. Quiero decirle que mi padre me confirmó que Brady se suicidó. Y quiero decirle acerca de lo que dijo Liam de la epidemia y cómo tuve que verlo morir a manos de Muerte Rápida. En mi mano, mi teléfono vibra. Espero que mis padres no se hayan dado cuenta de que me fui. Compruebo la pantalla.

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¿POR QUÉ ESTÁS SENTADA AFUERA DE MI CASA, ACOSADORA? Cierro los ojos. Estoy a punto de meter el teléfono en mi bolsillo e irme, cuando vibra de nuevo. Ni siquiera debería leerlo. PERMANECE AHÍ. Sí, claro. No puedo enfrentarlo ahora. Doy vuelta al encendido del coche, pero una figura a rayas atravesó césped hacia mi coche. Juro bajo mi aliento y espero. Un segundo después, se abre la puerta, inundándome con una incómoda luz al momento que James entra. Cuando estamos inmersos en la oscuridad de nuevo, me siento mirándolo fijamente. ―¿Y bien? ―pregunta. Mi corazón se acelera en mi pecho. Me preocupa que él no se preocupe por lo que tengo que decir. No debería estar aquí. ―Olvídalo ―le digo en tono cansado―. Esto es estúpido. ―¿Dónde estabas esta noche? Te envié un mensaje. Me encuentro con sus ojos. ―Lo sé. Fui al Centro de Bienestar con Lacey. Y algo… sucedió. ―Sus hombros se tensaron, y continué―. ¿Este tipo Liam? Se suicidó. Tomó Muerte Rápida, pero no antes de decir que él y yo solíamos salir, diciéndome vacía por no recordar. Dijo 4

Advil, medicina para el dolor de cabeza.

que su primo se suicidó ayer a la edad de veintiún años. Liam dijo que la epidemia está evolucionando… ―¿Viste morir a Liam? ―preguntó James, ignorando el resto. Asiento. ―Y hablé con mi padre antes ―le digo―. Estaba bebiendo, él y mi madre están luchando. Todo se está cayendo a pedazos en casa, pero finalmente le pregunté acerca de mi hermano. ―Las lágrimas goteaban sobre mis mejillas―. Realm estaba diciendo la verdad. Brady se suicidó. ―Estoy consumida por la pena, totalmente consumida. ―Lo siento ―dice James. Niego. ―Y ni siquiera sé por qué te cuento todo esto. Me dejaste bastante claro que no estás interesado en saber sobre el pasado. Yo…

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―No ―dice James fríamente―. No estoy interesado en tu vida amorosa. Estoy, sin embargo, interesado en saber lo que pasó con tu hermano, y cómo encajo yo con él. Mi cara pica, y me volteo hacia él con fiereza. ―¿Por qué haces eso? ―le pregunto―. ¿Por qué dices cosas que sabes que van a herir mis sentimientos? Él se estremece, pero luego me ve con una mirada molesta. ―¿Herir tus sentimientos? Sloane, no soy tu novio. Ni siquiera me acuerdo cómo es que nos conocemos. Así que cualquier fantasía que hayas construido en tu imaginación, no es real. Las cosas no eran buenas antes del Programa, por lo que no empecemos fingiendo que lo eran. No hagas esto más complicado de lo que tiene que ser. El dolor en mi cabeza estalla de repente, y grito, inclinándome hacia adelante contra el volante. Es como si un martillo sólo hubiera golpeado mi frente. ―¿Estás bien? ―James me toca el hombro, sonando asustado. ―Sólo aléjate. ―Cierro los ojos para combatir el dolor. No estoy segura de lo que me está pasando, pero es intenso. Cuando puedo enderezarme, James está tratando de hablar, pero no escuchó―. ¡Sal del maldito coche, James! Él espera el tiempo suficiente como para preguntarme si lo hará. Cuando las luces interiores se encienden, sé que se va. La puerta se cierra, pero no puedo moverme durante un minuto, esperando que el dolor en mi cabeza pase. No lo hace. Y ahora una sensación de craqueo arranca dentro de mi pecho.

Tu cerebro es como porcelana fina. Abro los ojos, entrecerrándolos mirando a través del parabrisas. Tengo que encontrar a Realm. Algo está mal en mí. Creo que me estoy rompiendo.

Es de noche cuando conduzco hasta la larga calzada de Realm, mi dolor de cabeza finalmente está cediendo a un palpitar soportable. Empezó a llover en cuanto me alejé de la casa de James, un signo de lo que vendrá, supongo. Ahora el golpeteo en mi parabrisas viene con más fuerza. Espero que Realm esté en casa. Tiene que estar.

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Golpeo con impaciencia la puerta, empapando la calzada de su porche. Mi camisa se aferra a mí, y mi pulso es fuerte en mis oídos al igual que el dolor de cabeza continúa haciéndome débil por todas partes. Cuando escucho el click de las cerraduras, prácticamente me abro paso entrando. ―¿Sloane? ―Realm está allí, frotándose el cabello, lleva sólo pantalón de pijama y una expresión de terror―. ¿Qué estás haciendo aquí? ¿Qué pasa? ―Me estoy muriendo ―le digo en tono desesperado―. Estoy completamente cayendo a pedazos. ―Dulzura. ―Realm me abraza, y pongo mi mejilla contra la cálida piel de su pecho―. Siéntate ―dice, guiándome hasta el sofá. En el exterior, truenos azotan en el cielo, pero la sala de Realm es cálida, con los restos de una fogata encendida. Se sienta a mi lado mientras sigo temblando, mi ropa mojada es incómoda―. ¿Qué está pasando? ―pregunta. ―Dolor de cabeza ―le digo―. Y dolor en el pecho como si mi corazón estuviera siendo arrancado. Es abrumador. No creo que pueda sobrevivir. ―Shh… ―dice Realm―. Por supuesto que puedes. Sobreviviste El Programa, ¿no es así? ―Hace una pausa, dejando escapar un suspiro áspero―. ¿Esto es por lo que te dije acerca de Brady? ¿Yo causé esto? ―No. No es tu culpa. Le pregunté a mi papá, y me confirmó que mi hermano se suicidó. ―Cierro los ojos, odiando decir las palabras en voz alta―. Y luego fui al Centro de Bienestar, y este tipo me dijo que no era nada sin mis recuerdos. ―Alzo la mirada para encontrarme con la de Realm―. ¿Soy nada? ―No. Acabas de ser curada.

Curada. Hubo un momento en que me sentí afortunada de haber sido librada de la epidemia. Pero ahora me ha dejado un lío desastroso, perdida en mi propia vida. ―Ese tipo del Centro ―digo―. Él murió delante de mí esta noche, Muerte Rápida. Después me fui a decirle a James, pero él fue tan cruel. Distante. Y no sé por qué, pero me abruma, la forma en que James actúa a veces. ―Hago una pausa―. Ahí es cuando el dolor de cabeza empeoró, y el dolor en mi pecho comenzó. Dios, Realm. Es como si estuviera perdiendo la cabeza. Realm mira fijamente en su regazo, con el ceño fruncido como si estuviera pensando. Cuando no dice nada, tomo su mano. ―¿Por qué me duele tanto? ―le pregunto―. No he visto esto en ningún otro de los que vuelven. Creo que necesito mis recuerdos de vuelta. ―No los necesitas ―dice―. A veces es mejor no saber.

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Miro a sus abatidos ojos oscuros, con el cuello lleno de cicatrices. Pienso acerca de cuánto me quiere, cómo me salvó en El Programa demasiadas veces como para contarlas. Mi cabeza pesa toneladas, mi cuerpo duele, pero creo que en este momento, tal vez lo que necesito es que alguien se preocupe por mí. Así que me inclino hacia delante y lo beso, ignorando el fuerte sentimiento de culpa que ataca mi conciencia. Empujo esa basura y dejo a mi boca capturar la de Realm. Toma un segundo para que él reaccione, y entonces me besa, su mano alrededor de mi cintura mientras me tira a su regazo, sintiendo mi camisa mojada. Quiero olvidarme de todo. Me quiero olvidar de James. Mi pecho se llena de nuevo con dolor irregular, pero luego Realm me rueda fuera del sofá, subiéndose encima de mí mientras nos tiramos en la alfombra. Está besando mi cuello, sus manos en busca de mi cuerpo mientras trato de sentirlo. Siento lo que sería estar con él. Pero estoy a un millón de kilómetros de distancia, y todo lo que siento se ha perdido y abandonado. Estoy sola. La boca de Realm se detiene en mi oreja, jadeando salvajemente. Me doy cuenta de que estoy sobre mi espalda, mirando al techo mientras lágrimas se escapan de las comisuras de mis ojos. La mano de Realm se desliza fuera de mi pecho, y me voltea hacia él. ―Tú no quieres esto ―dice, con tristeza en su voz―. Todavía lo amas. Sus palabras me asustan, pero no discuto. Ha puesto un nombre a la emoción de rabia dentro de mí. Sé de pronto que amo a alguien. Alguien más. Realm intenta reírse de ello, sacudiendo la cabeza.

―Dios ―dice―. Él es un imbécil, también. ―Realm se encuentra a mi lado, hombro con hombro, ya que ambos miramos hacia el techo a las vigas de madera. ―Es James, ¿no es así? ―le pregunto en voz baja, sin saber qué hacer ahora. ―Síp ―responde Realm―. Lo amas. Siempre lo has amado. Y no estar con él es confuso. Es posible que no lo recuerdes, pero tu corazón lo hace. ―Realm voltea su rostro hacia mí―. Quería ser el que te hiciera feliz, pero siempre serás suya. Trago saliva fuerte, no lo creo, pero no lo entiendo tampoco. Soledad se arrastra sobre mí. ―No ―le digo―. Esa parte de mi vida se ha acabado. No creo que él sienta lo mismo por mí. Al menos no más. ―Él lo hace. ―Realm suspira―. Definitivamente lo hace. ―¿Es a causa de Brady? ―le pregunto, pensando que es la explicación clara―. ¿Es por eso que James estaba conmigo, porque mi hermano murió? ―No. Ustedes se amaban. Creo que la palabra que usaste fue "como una loca". ―Hace una pausa―. Siempre se han amado entre sí. Siempre lo harán.

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Me acuesto junto a Realm, medio desnuda en su piso, mientras me dice que amo a alguien más, algo que no puedo recordar, pero algo que puedo sentir. La frustración llega con facilidad, aunque el dolor de cabeza sigue ahí. ―¿Y mi dolor de cabeza? ―pregunto. ―Tu cerebro se está reparando. Ese recuerdo ha roto la secuencia de acontecimientos que pusieron en terapia. Tu mente sabe que algo anda mal. Ahora está uniéndose lentamente de nuevo. Estemos agradecidos de que fue un recuerdo, y no todos ellos. Miro de reojo, preguntándome si realmente cree que estoy mejor así. ―¿Por qué no quieres que me acuerde de todo? ―pregunto―. ¿Qué podría haberte dicho que es tan horrible que vale la pena vivir la vida así? Realm sonríe tristemente. ―Algunas cosas es mejor dejarlas en el pasado. Por el bien de todos. ―Entonces, las lágrimas corren por sus ojos, y pienso en lo que he hecho con él esta noche, cómo me equivoqué con él. ―Así que si tengo estos sentimientos hacia James, ¿dónde quedas tú? ―Enamorado de una chica que ama a otro. Muy Shakespearano, si me lo preguntas.

Me apoyo en él, poniendo mi mano sobre su corazón y deseando poder cuidar de él de la misma manera. Pero incluso ahora, incluso cuando James está todavía tan lejos de mí, sé que no puedo amar a Realm. Él no es mío. Nos instalamos uno al lado del otro, las brasas de la chimenea ardiendo. ―El chico que murió ―le digo en voz baja―. Él dijo que la epidemia se está extendiendo a los adultos. ―Realm se tensa―. ¿Qué pasa si eso es verdad? ―pregunto. ―No deberías preocuparte por cosas como esta tan pronto después del tratamiento ―dice―. Debería concentrarte en recuperarte, escuchando a tu Controlador cuando te advierte de… Se me ocurre que no le he hablado de Kevin. ―Realm ―le digo―. Sacaron a Kevin de mi recuperación. Él me mira de inmediato. ―¿Cuando sucedió eso?

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―Ayer. Realm jura en voz baja, pero luego se disculpa. ―No te preocupes ―dice―. Lo revisaré. Estoy seguro de que eres demasiado malditamente saludable para necesitar un Controlador o algo. Se recuesta, pero me doy cuenta de una arruga entre sus cejas mientras mira a lo lejos. Confío en él para averiguar lo que pasó. Creo entonces que debería levantarme, ponerme la camisa, por lo menos, pero en su lugar nos quedamos así durante mucho tiempo, sin decir nada más.

Son casi las tres de la mañana cuando regresamos al auto, mi dolor de cabeza poco más que un latido sordo ahora. Había pensado que Realm me pediría que pasara la noche, pero luego me acordé que mis padres podrían probablemente reportarlo si despertaban para encontrar que no estaba. No quiero irme, sin embargo. Me gustó la libertad de estar fuera de la red, aunque sea por unas pocas horas. Nadie observándome, diseccionando mis movimientos. Mañana voy a tener un nuevo Controlador que encarar, o por lo menos, voy a tener que enfrentarme a mis padres. Voy a tener que enfrentarme a James.

En ese momento mi teléfono vibra en mi bolsillo, y sonrío, pensando que es Realm, que no me daría su número, pero tomó el mío. Pero cuando miro el mensaje, mi corazón da un vuelco. Es James. ―No lo leas, Sloane ―me digo, dejándolo caer sobre el asiento del pasajero antes de encender la radio. Finalmente estoy sintiéndome decente por primera vez en mucho tiempo, y no lo necesito arruinándolo. Aguanto hasta un semáforo antes de tomar el teléfono de nuevo y revisarlo. ¿ESTAS BIEN? PARA SI, PARA NO. Idiota. Lo ignoro, continuó manejando a casa, pensando en lo que dijo Realm. Que a veces es mejor no saber. Tal vez debería creerle. No tiene motivos para mentirme. En mi regazo el teléfono vibra con otro mensaje. ESTOY EN FRENTE A TU CASA. VEN AFUERA. ¿Qué está haciendo en mi casa? Me orillo a un lado de la carretera para escribir una respuesta. Una maliciosa. NO EN CASA. SALIENDO DE LA DE REALM.

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En el momento en que lo escribo quiero retirarlo, la espina de la culpa golpeándome duro. Realm dijo que había amado James. No sólo que él era mi novio, sino que lo amaba "con locura”. Miro a mi teléfono, pero esta silencioso. Me odio en este momento. ¿EN UNA APASIONADA NOCHE ROMÁNTICA? ESTOY SEGURO QUE ESO NO LE DIO LA IDEA EQUIVOCADA Me quejo. ¿PENSE QUE NO TE IMPORTABA? Primero me empuja lejos, y luego tiene el descaro de… NO LO HACE. NOCHE. Es como la parte inferior cayéndose, dejándome enferma del estómago. Pero sé lo que es ahora, la emoción. ¿Debo decirle a James acerca de nuestro pasado? ¿Incluso merece saber que habíamos tenido una relación? Miro el reloj. Es tarde, y decido apagar mi teléfono, bloqueando a James fuera de mi vida. Tengo que permanecer lejos de él. Es tóxico para mí. Y no quiero volver al Programa. Nunca podría conseguir atravesarlo de nuevo. Así que me incorporo de nuevo a las calles mojadas y encuentro mi camino a casa, escabulléndome sin que mis padres incluso escucharan algo.

Estoy exhausta mientras me estaciono en el estacionamiento de Sumpter antes de la escuela. No había ningún Controlador esperándome en el porche cuando me fui, así que mi madre me prestó su coche. Le di las gracias, a pesar que tomo toda mi moderación para no presionarla por sus mentiras sobre mi hermano. De cualquier manera, supongo que estoy libre del monitoreo ahora, aunque no he conseguido confirmación de Realm o El Programa. Cuando salgo, James está de pie junto al coche de su padre, texteando en su teléfono. El mío vibra en mi bolsillo, pero ni siquiera lo veo. Cuando lo encendí esta mañana, tenía cinco mensajes perdidos. Pero incluso ahora, no los leo y sólo entro en la escuela. ¿En el día anterior te has sentido sola o abrumada? NO. Exploro el resto de las preguntas mientras me siento en el primer período y me doy cuenta de que voy a tener que mentir en todo este cuestionario. Relleno el resto, me detengo en la última pregunta, tomando un respiro. ¿Alguien cercano a usted cometió suicidio?

274

Sí. Mi hermano, tal vez otros, también. Pero, ¿qué pongo? El Programa piensa que no lo sé. Piensan que han robado mis recuerdos. Estuve a punto de romper la punta de mi lápiz llenando en NO.

―¿Me estás ignorando? ―susurra James mientras camina por delante de mi escritorio en la clase de Matemáticas. No espera a que responda mientras va a sentarse en su asiento, pero su tono es claro. Está molesto. Bueno, se puede ir al infierno porque no voy a morder el anzuelo esta vez. Miro hacia abajo a mi escritorio, fingiendo que no preguntó, y abro mi cuaderno. La clase se prolonga, y oigo a alguien a aclarar su garganta varias veces a mi espalda. En un momento, suspiro pesadamente y giro alrededor para ver a James mirándome. Ruedo los ojos y vuelvo a mis problemas de matemáticas. Mi teléfono vibra, y creo que no debería mirar. Que no debería ceder a sus rabietas. Discretamente, mientras el profesor está leyendo en voz alta el libro de texto sobre una fórmula que no puedo recordar bien, reviso mi teléfono. TE VES BIEN HOY. AH, Y SOY UN IMBECIL. LO SIENTO. Aprieto mis labios, tratando de no sonreír. No voy a dejarlo hacerme sonreír.

NO ACEPTADA. Que forma de tomar el camino largo, Sloane. ¿TU LENGUA DIJO ADIÓS A TU AMIGO DE NUEVO ANOCHE? APUESTO QUE A ÉL LE GUSTO ESO. DIJISTE QUE NO TE IMPORTABA. SUPERALO. TAL VEZ ESTOY PREOCUPADO POR TU REPUTACION. Sofoco una risa. ¿REALMENTE? NO. ESTOY CELOSO. Echo un vistazo por encima de mi hombro hacia él de nuevo, y encuentro los ojos azules de James. Se encoge de hombros, viéndose un poco patético. Como si realmente lo lamentara. Me giro de nuevo y pongo mi teléfono en mi bolsillo, tratando de pensar las cosas. Sé que no quiero estar con Realm, no así. Pero, sinceramente, James es un poco demasiado para mí para manejarlo, sobre todo cuando parece que le gusta y luego le disgusto sobre una base diaria.

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Dios mío, si sólo tuviera mis recuerdos, entendería todo mucho más. Sé lo que le pasó a mi hermano, a mí y James. Sé quiénes son mis amigos. Sé lo que pasó con mis padres. Hay tantas cosas que están justo fuera de mi alcance, pero si pudiera sólo… Suena la campana, sorprendiéndome. Me levanto lentamente, tratando de decidir mi próximo movimiento. En ese momento veo a James caminar, una pequeña sonrisa en sus labios mientras me pasa. ―Nos vemos, Sloane ―dice, en voz demasiado baja para que nadie más lo oyera. Y lo sé por la forma en que mi cuerpo reacciona que Realm estaba en lo cierto. Amaba a James. Pero tal vez estamos mejor de esta manera. Al final del día, deambulo por los pasillos un poco, examinando a todo el mundo mientras los paso, tratando de discernir si, posiblemente, los había conocido entonces. Todavía tengo dolores de cabeza, pero nada como el que tuve anoche. Me pregunto si mi cerebro casi ha terminado de repararse a sí mismo. ―Te llevó bastante tiempo. Me detengo a unos metros de mi casillero para ver a James parado ahí, pareciendo aburrido en el pasillo, ahora desierto. ―¿Qué estás haciendo? ―pregunto. ―Estoy escabulléndome contigo. Vamos. ―Hace un gesto hacia la puerta trasera.

―Um, no. Fuiste bastante rápido para desestimar mis sentimientos anoche. Algo acerca de no pretender que las cosas eran siempre buenas… Él sonríe. ―Digo cosas estúpidas, Sloane. Todo el tiempo. Pero tal vez la idea de no hablar contigo otra vez me hizo enloquecer. Tal vez ni siquiera pude dormir. Y tal vez estoy tratando de compensarte. ―¿Al posiblemente meterme en más problemas? ―Esa es la idea. Y no puedo evitarlo, me río. La chispa de los perversos ojos de James me hace pensar que los problemas provenientes del Programa es exactamente lo que quiere. ¿Es eso lo que me había gustado de él antes? ¿Su desafío? ―Si alguien nos ve juntos, van a llamar a mi mamá. Y entonces ella va a llamar al Programa ―le digo. ―Entonces deberíamos apresurarnos y salir de la vista. ¿Estás lista?

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Me debato si quiero romper deliberadamente las reglas aún más. Realm me dijo que permanezca con vida, que me mantenga a salvo. Esto podría poner en peligro ambos. ―Vas a tener tanta diversión conmigo ―susurra James. ―¿Sí? ―Voy a intentarlo como el infierno. Suspiro, tomando una mirada más cautelosa alrededor del pasillo, y luego antes de que nadie pueda notarlo, agarro mis cosas y sigo a James fuera de la escuela.

Capítulo 12 Traducido por carmen170796 Corregido por Nanis

―V

es, tienes de nuevo el carro de tu papá ―digo mientras conducimos.

―Lo robé. Ya no le gusta que lo agarre. Algo me dice que nunca le gustó, sino que estaba tratando de ser amable conmigo después de que volví del Programa. Tuerzo mis manos en mi regazo, sin estar segura de si debo sacar a la luz nuestra antigua relación. Noté mientras conducía que James todavía tiene el hilo de mi camiseta alrededor de su dedo meñique. ―¿A dónde vamos? ―preguntó.

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―Hay un lugar que encontré el otro día. Es… hermoso. Quería mostrárselo a alguien, pero, bueno. Realmente no tengo amigos. ―Tal vez es tu animada personalidad. Él se ríe. ―Vamos, Sloane. No soy tan malo. ¿Verdad? ―Eres terrible. Su sonrisa se desvanece mientras parece pensar, pasando campos y tierras de pastoreo. ―No me gustar salir herido ―dice―. Recuerdo eso, aun desde que era niño. Creo que tiene que ver con que mi madre me dejara, aun si no sé por qué o cómo, pero me gusta mantener todo a distancia. Así no puede destrozarme. ―Debiste haber dejado entrar a Brady ―digo en voz baja. También me debe haber dejado entrar. James asiente. ―Y ahora esa relación ya no existe y duele. Saber que tenía algo que ya no existe. Es como un agujero en mi pecho. Algunas veces creo que el dolor me matará. Entiendo lo que dice. Este vacío no parece tener una razón. Algo que no puede ser llenado. Ahora sé a qué se refería Realm cuando dijo que conservar uno o dos recuerdos puede llevarte a la locura.

James exhala pesadamente y después enciende la radio. ―Estás arruinando la diversión, Sloane. Se suponía que esto nos animaría. ―Tienes razón. ―Me pongo cómoda en el asiento y lo observo por un minuto, gustándome la expresión calmada y relajada en su cara, especialmente cuando sé que hay algo más oscuro debajo. Y que tal vez el otro lado de esa oscuridad es intenso amor. Un amor que tenía por mí. James voltea en una calle de doble sentido, y notó su brazo de nuevo, las cicatrices blancas que están ahí. Distraídamente me estiro y paso mi dedo índice sobre ellas, él toma una rápida bocanada de aire. ―Lo siento ―digo, dejando caer mi mano―. Solo me estaba preguntando qué las causo.

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―Está bien ―dice―. Cuando volví le pregunté a mi papá sobre ellas. Dijo que había tenido un horrible tatuaje, y que El Programa lo removió. Raro, ¿cierto? Que solo quitaran la tinta de mi cuerpo. Si hubiera sabido que iban a hacer eso, me habría tatuado un mensaje especial para ellos en mi trasero. ―Grafico. Él se ríe. ―Lo siento. ―James me mira, sus ojos viajando sobre mí como si estuviera tratando de descifrarme―. Se sintió bien ―dice en voz baja―, cuando me tocaste así. Las mariposas aletean en mi estómago, pero James vuelve a observar la carretera. Me estiro de nuevo, mis dedos temblando lentamente mientras los paso cuidadosamente sobre sus cicatrices. Trazando los patrones ahí. Observo mientras sus hombros se relajan y su boca se suaviza en una sonrisa. Su piel es tan cálida, y creo que debe haberme gustado tocarlo antes. Me inclino y presiono un suave beso en sus cicatrices. Y después me enderezo y miró hacia afuera por la ventana de pasajero, el deseo llenando todo mi cuerpo. ―Las besé y las hice sentir mejor ―digo. Y pasa un momento hasta que James responda. ―Sí, lo hiciste.

Mi pulso casi se ha calmado cuando James se detiene al lado de una colina herbosa. Apaga su carro y después alcanza la parte de atrás para agarrar una manta. ―Aquí es ―dice, sonando complacido. Miro por la ventana, mi corazón en mi garganta―. ¿Qué pasa? ―pregunta. ―Es que… ―Trato de respirar, alejar la tristeza―. Estamos en el río ―digo. ―Sé que hace un poco de frío afuera, pero este lugar es hermoso ―me dice, como si necesitara que me convencieran. Como si ésta fuera la primera vez que he estado aquí. Le echo un vistazo, lágrimas en mis ojos. ―Lo sé ―digo―. Brady solía traerme aquí todo el tiempo. La cara de James cae, y baja la mirada a la toalla en sus manos. Puedo verlo buscando los recuerdos y sé en el minuto en que no puede encontrarlos. ―Lo siento ―murmura―. Deberíamos…

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―No ―digo―. Amo este lugar. De verdad. ―Y lo digo en serio. Si alguna vez me fuera a sentir cerca a mi hermano, sería aquí. James parece confortado por esto y sale del carro. Me espera antes de caminar por el pasto. El río es impresionante. El sol brilla en la superficie mientras diminutas olas rodean las rocas más grandes al lado. ―Es aún mejor de lo que recordaba ―digo. ―Estaba esperando que te gustara. Lo miro de reojo. ―¿Pensaste en mí? Él se encoge de hombros y me pregunto si no quería admitir eso en voz alta. Estamos frente al agua lenta, los pájaros piando sobre nosotros mientras los árboles nos rodean, haciendo intima el área. Privada. Había pasado años en este lugar, observando a mi hermano saltar al río. Él amaba este lugar, y el hecho de que James también lo hace confirma que eran cercanos. Que habían pasado un montón de tiempo juntos. James extiende la manta, y después cuando estoy a su lado, nos sentamos en silencio, brazos descansando sobre nuestras rodillas dobladas mientras observamos el agua. Y por un minuto, siento que estoy en casa. No mi verdadera casa, la cual me está estrangulando con las mentiras que me han dicho. Sino mi verdadero hogar,

aquí en el lago con James, con los recuerdo de Brady. Tengo la urgencia de apoyar mi cabeza en el hombro de James, pero no creo que deba. James se mueve y su cuerpo choca levemente contra el mío, golpeándome hacia un lado. Él murmulla una desanimada disculpa y después se acuesta, poniendo sus brazos detrás de su cabeza mientras mira fijamente las nubes. Me pongo a su lado, mirando alrededor de nosotros, la fría brisa haciendo que se me ponga la piel de gallina. Es tan tranquilo aquí que no creo que alguna vez me quiera ir. Después de que pasa un tiempo, James bosteza dramáticamente. ―Oye ―dice―. ¿Quieres nadar? Me echa una mirada, entrecerrando sus ojos azules contra el sol. ―Hace frío y no sé nadar. ―¿En serio? Asiento.

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James se sienta, enrollando sus piernas debajo de él, una expresión de recelo en su cara. ―Bueno eso es malditamente triste, Sloane. ¿Cuántos años tienes, cinco? Desvístete. Te voy a enseñar ahora mismo. Me río. ―Primero, no. Le temo al agua. Y segundo, ¿por qué me voy a volver a desvestir? Sus labios se curvan. ―No tienes que tener miedo. No te dejaré caer. Mi corazón está latiendo fuertemente ante la idea de entrar al agua, pero James no está ayudando a calmarme. ―¿Y la opción de ropa? ―pregunto. ―Eso sería solo por diversión. Prometí diversión, ¿recuerdas? Lo empujo entonces, riéndome mientras lo hago. James se pone de pie, destacando sobre mí mientras me echo sobre mi costado, mirándolo. ―Vamos. ―dice, seriamente―. Entra conmigo al agua. También me quitaré mi ropa. ―Algo me dice que realmente quieres que te vea desnudo. ―Tal vez te impresionaré.

―Oh mi Dios. ―James tiene talento para hacerme olvidar el mundo alrededor de nosotros, para hacer que todo se sienta normal. Estoy segura que es por eso que lo amaba. O al menos una parte del porqué. Aun cuando apenas estamos a seis grados, James tira de su camiseta sobre su cabeza, los músculos sobresaliendo y fuertes sobre su cuerpo. Baja sus jeans y se para en solo sus boxers, moviendo sus brazos como un molino de viento mientras se estira. Me echa un vistazo. ―Ves. Pareces impresionada. Sonrío. ―Tal vez un poco. ―¿Necesitas ayuda con tu blusa? ―No, creo que me la dejaré puesta. Pero disfrutaré ver como te congelas el trasero.

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―Tan impresionada ―dice sobre su hombro mientras camina hacia el agua. Nada hacía un pequeño muelle al otro lado de la orilla, haciéndome señales una vez que está en él. Después da una vuelta en el aire antes de caer al río debajo, recordándome a mi hermano cuando lo hace. Su ropa yace en el pasto, arrugada en una pila. Considero esconderla, dejarlo conducir a casa en un par de boxers mojados. James está salpicando, gritando con una voz temblorosa que ni siquiera tiene frío. Recojo sus jeans y los doblo sobre mi brazo, mirando hacia el camino. Pero cuando empiezo a caminar, algo cae de su bolsillo Al principio me preocupa que haya perdido la llave de su casa o algo importante, pero después diviso un objeto a solo unos metros de distancia. Cuando lo reconozco, estremecimientos recorren mi piel. Me pongo de rodillas y gateo hacia él. Dejo caer los jeans de James y levanto lo que casi perdí. Es un anillo. Un pequeño corazón rosado de plástico similar al que había encontrado en mi colchón. James debe haberme dado el otro, y debe haber significado algo para que yo lo guardase. Por un segundo hay el indicio de un recuerdo, solo un flash de mí metiéndolo en mi cama, pero no puedo aferrarme a él. En cambio empiezo a llorar. Aprieto el anillo contra mi pecho y después me doblo, mi mejilla en el pasto. No estoy completa. Me falta un enorme pedazo de mi corazón, recuerdos de cosas que debí haber dicho y hecho, cosas que no puede volver a tener. Las quiero, todas ellas. Quiero ser yo de nuevo

―¿Sloane? ―La voz de James es frenética. Gotas de agua me golpean antes de que se arrodille en el pasto a mi lado. Sus brazos me rodean, su fría piel contra la mía. ―Este anillo ―digo, levantándolo hacia él―. ¿De dónde lo sacaste? ―Después de que nos mensajeamos anoche, fui con Denny porque estaba enfadado. Lo vi en una máquina de goma de mascar. ―Se estira para quitármelo, posesivo de él―. Me sentía mal por las cosas que te dije, cuando lo vi… no lo sé. Tenía que conseguírtelo. ―Examina mi expresión―. ¿Es eso tonto? Sacudo mi cabeza. ―No. Tú… creo que me lo has dado antes. Un anillo diferente. ―Sonrío, limpiando mis mejillas―. Pero igual de cursi.

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Las cejas de James se juntan mientras piensa, bajando la mirada al anillo en su mano. Después toma mi dedo y desliza el anillo. Ambos nos sentamos ahí, mirándolo, tratando de decidir si pertenece ahí o no. Cuando James y yo nos miramos el uno al otro de nuevo, estamos confundidos, incapaces de recordar por qué este anillo es tan importante para nosotros. ―¿Puedo hacer algo? ―pregunta James, aún sosteniendo mi mano. ―¿Qué? ―Puedo… ―Se detiene―. ¿Puedo besarte, Slone? Eso no era lo que estaba esperando que dijera. No respondo al principio, y James deja caer mi mano y se acerca gateando a mí, su cara cerca de la mía mientras está en equilibrio casi sobre mí. Mi corazón corre mientras lo miro. Es tan hermoso ―¿Por favor? ―susurra―. Realmente quiero hacerlo Algo acerca de la manera en que me mira, una mirada deliberada que parece ver dentro de mi corazón. ―No lo sé ―digo, mi pecho apretándose mientras dejo que mis sentimientos por él se extiendan sobre mí, dejándome desprotegida y vulnerable. Su expresión se vuelve seria, como si lo estuviera rechazando. Pero después pongo mi mano en su mejilla. La mano que usa su anillo―. Está bien, sí ―digo. James sonríe rápidamente, y después se inclina para presionar sus labios contra los míos, acostándome en el pasto mientras me besa apasionadamente. Sus labios están calientes, y hundo mis dedos en la piel desnuda de su espalda, besándolo como si lo hubiera extrañado toda mi vida. La manera en que se mueve, sabe, todo es tan familiar, y a la vez… no.

El sol baja en el cielo, la temperatura bajando aún más. Pero no hace que nos detengamos. Cada segundo durando tanto para siempre y no lo suficiente. Y cuando estamos completamente cansados, aún vestidos, James colapsa a mi lado, riéndose en voz alta. ―Es la primera vez en casi tres meses que he sentido algo en absoluto ―dice. ―¿Fue bueno? ―Oh, sí. Fue bueno en todo sentido. Golpeo su pecho. ―Me refiero a los sentimientos. ¿Fueron buenos? Entonces James se mueve, rodando así estoy debajo. Quita mi cabello de mi cara. Él es tierno e indefenso, como si cada parte de él estuviera expuesta. No es el idiota que pensaba que era, para nada. Lo que veo es alguien roto e intenso. Alguien leal y endurecido. Alguien que podría pertenecerme completamente, y yo a él. James sonríe mientras traza mi boca con su dedo.

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―Creo… ―Se detiene y me mira a los ojos, su mirada deslumbrante, reteniéndome en mi lugar―. Creo que estoy enamorado de ti ―susurra―. ¿Es eso loco? Sus palabras tocan mi corazón, y el dolor que he sentido constantemente en mi pecho desaparece completamente. Lamo mis labios y sonrío. ―Muy loco.

Capítulo 13 Traducido por LizC Corregido por Nanis

A

medida que nos dirigimos de nuevo a la ciudad permanecemos en silencio, pero no uno tan incómodo. James mantiene mi mano en su regazo, jugando con mis dedos. Cada tacto suyo es suave, pero posesivo. Estoy seguro de que él siente lo mismo que yo. Como si hubiéramos hecho esto antes. Pienso en decirle acerca de nuestro pasado, pero decido no hacerlo. No estoy segura de cómo decirlo sin sonar que hice que esto sucediera de alguna manera, que lo manipulé. No quiero que piense eso. Quiero que todo esto sea real.

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―¿Qué hacemos ahora? ―le pregunto, porque sé que uno de nosotros tiene que arruinar el momento―. Mis padres nunca me dejarán salir, y definitivamente, no contigo. Y luego está El Programa. Puede que ya no tenga un Controlador, pero Kevin estaba bastante convencido de que me alejaría de… La mandíbula de James se tensa, pero luego niega. ―No me importa lo que ellos piensen. No me importa lo que piensen los demás. ―Te pueden enviar lejos una vez más. ―No tengo miedo. La preocupación se abalanza sobre mí, y me inclino hacia delante, poniendo mi barbilla en su hombro. ―¿Qué pasa si tengo miedo por ti? James me mira de reojo. ―Aw… mírate siendo tan dulce. Te dije que estarías impresionada. ―Me besa rápidamente y luego vuelve a la carretera, como si ese es el final de la conversación. ―James ―digo, sintiendo la tensión empezar a asentarse en mis hombros. Hemos estado fuera la mayor parte del día. Fue imprudente. Empujé a un lado la idea hasta ahora, disfrutando de la libertad de estar con James en su lugar. Pero ahora sé lo estúpido que fue. Compruebo mi teléfono y veo que me he perdido cuatro llamadas de mi casa y una de un número privado.

―Mis padres han estado buscándome ―le digo. Algo en el tono de mi voz le hace voltearse. Observo mientras su piel besada por el sol palidece, sus dedos apretando el volante. ―¿Qué crees que harán? ―pregunta. Y entonces lo sé, lo siento en mi interior. ―James ―le digo, se me forma un nudo en la garganta cuando la realización se desliza sobre mí―. Mis padres son los que me enviaron al Programa en primer lugar. Creo… ―Y la idea es horrible. El hecho de que ellos me traicionaran así―. Creo que mi madre es la que me ha hecho esto. Todavía puedo ver su cara cuando me había dicho aquella mañana que Kevin estaba esperando en la puerta principal. Y sé que la he visto antes, esa mirada de amor testarudo que le hace pensar que está haciendo lo correcto. Kevin me llevó al Programa desde mi propia casa, lo que significa que mis padres tenían que estar en eso. La expresión de James es una dolida y se muerde el labio.

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―Llama a casa ―dice―. Llama a casa y ponlos en el altavoz. ―¿Qué? ¿Por qué? ―Así puedo escuchar. Estoy aterrorizada de lo que sucederá. Reviso el reloj y veo que son casi las seis. Mis dedos tiemblan cuando marco el número. James desliza el auto en el terreno baldío de una granja abandonada, y estaciona. Suelto un suspiro inestable, colocando el altavoz justo cuando comienza a repicar. Mi madre responde de inmediato, y yo casi cuelgo. ―Hola ―digo. ―¡Sloane! ¿Dónde estás? Hemos estado muy preocupados. ―En el fondo hay un rumor, haciéndome pensar que está cubriendo el auricular. Trago saliva. ―Estoy bien ―le digo a mi madre―. Fue un día tan hermoso; pensé en ir a nadar. ―Necesito que vengas a casa, cariño ―dice mi madre con calma. No reconoce el hecho de que no sé nadar. Mi respiración queda atascada en mi garganta. ―Cuelga ―dice James entonces―. Cuelga el teléfono. ―¿Quién es ese? ―grita mi madre rápidamente―. Sloane, ¿con quién estás? Presiono el botón de Finalizar, y a continuación, bajo el teléfono a mi regazo.

―Ella no estaba sola, ¿cierto? ―pregunto, tan devastada como para levantar la mirada. ―No. No lo creo. Dejo que la realización me golpee. Sé que mi madre me quiere; estoy segura de que siempre he sabido eso. Y en su corazón, ella cree en El Programa. Y debido a eso… nunca podré confiar en ella de nuevo. ―Sloane ―dice James―. Va a estar bien. No voy a dejar que te pase nada. Me encuentro con sus ojos. ―¿Lo prometes? ―Sí. ―¿Crees que me prometiste eso antes? ―Entonces, quiero decirle, contarle sobre nosotros. Pero parece dolido por preguntarle acerca de haber hecho eso antes, como si lo hubiera acusado de algo.

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―Si ya lo hubiera prometido, Sloane, entonces no te habrían llevado al Programa. Hubiera muerto tratando de protegerte. No te habría defraudado. Me odiaría a mí mismo si sucediera. ―Sacude la cabeza como si así pudiera librarse de la idea―. No, te lo estoy prometiendo ahora… incluso si eso significa huir. Escondernos por el resto de nuestras vidas. Te prometo que no voy a dejar que te pase nada. ¿Puedes confiar en eso? ―James luce una expresión de miedo. Y no sé lo que nos pasó para aterrizar en El Programa, pero la verdad es que, nos defraudamos entre sí de una manera u otra. No lo logramos. Pero he recuperado a James, está aquí y ahora, como yo. Lo agarro por el cuello de su camisa, dejando caer el teléfono al suelo. Empujo a James hacia mí, besándolo con fuerza. Su mano está en mi cabello mientras me besa en respuesta. El cielo se oscurece por el sol poniente, pero nos trepamos al asiento trasero, tirando de la ropa el uno al otro, nuestras lenguas enredándose en un calor que sé que nunca podría tener con cualquier otra persona. Esta podría ser la última vez que lo veo. Este podría ser el final.

―Creo que me rompí el fémur ―dice James, mientras se acuesta plácidamente debajo de mí―. ¿En la consola cuando me estabas atacando? Creo que me lo rompí. Me río.

―Cállate. ―Aunque, no me importa ―dice tranquilamente―. Al igual que cuando mordiste mi hombro. Fue… Me estiro y pongo mi mano sobre su boca, no la muevo incluso después de que me lame los dedos. ―Cállate. ―Como si estuviera de acuerdo, me empuja más cerca, apoyando la mejilla en la parte superior de mi cabeza. Cuando permanece tranquilo, retiro mi palma y la descanso en su pecho. ―Fue bueno ―susurra, pero no en tono de broma―. No fue raro, tampoco. Y eso es… un poco raro. Cierro los ojos. ―Es como si hubiéramos estado aquí antes ―digo en voz baja, preguntándome si él sabe la verdad.

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Él no responde y apoyo el codo en el rincón del asiento, levantándome para mirar hacia él. Sonríe cuando lo hago, pareciendo completa y absolutamente enamorado de mí. ―Trajiste protección ―le digo―. ¿Contando con esto? ―No ―dice―. Pero es bueno estar preparado. ―Esperabas esto. ―Tenía la esperanza, tal vez. ―¡James! ―¿Qué? ¡Te traje un anillo! Todavía me estoy riendo cuando bajo la cabeza hasta su cuello, descansándola allí y dejando que la noche caiga sobre nosotros. Probablemente hemos activado cada bandera roja que hay, y, sin embargo, no estoy segura que cambiaría nada de esto. Estar aquí con James es… ―Tienes razón, sabes ―dice―. Eres más que adecuada para mí. Y apostaría mi vida que hemos hecho esto antes. Porque no puedo imaginar no haberme enamorado de ti la primera vez. Sonrío, mirando el anillo de color rosa en mi dedo, a la cicatriz decolorada en mi muñeca, y pienso que hemos pasado por muchas cosas para llegar hasta aquí. Y nunca voy a regresar.

Una vez que estamos vestidos y conducimos de nuevo, James se detiene en la estación de servicio para conseguirnos aperitivos, nuestra cena improvisada. Llamé a Lacey, pero cuando ella no contestó, intenté en su casa. Su madre dijo que estaba en una cita. Justo estoy colgando cuando James regresa con una bolsa de papel llena de carne seca y un mapa de los campamentos locales. Esto es peligroso. Hemos metido la pata en grande, y sin embargo, no estamos tratando de cambiar de rumbo. Es evidente que los dos hemos perdido nuestras mentes. Mis pensamientos se dirigen a mis padres. A pesar de que estoy enojada, me puedo imaginar a mi padre sentado en mi cama, mirando por la ventana y preguntándose si estoy bien, o si me he suicidado. Mi madre está, probablemente, en el teléfono con El Programa, rogándoles para que me salven.

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Los he decepcionado, y, obviamente, no por primera vez. Después de todo, habían pensado que el único curso de acción era El Programa. Dejaron que ellos me cambiaran. ―Oye ―dice James en voz baja. Lo miro y veo la forma en que me observa, llena de preocupación―. Te estás perdiendo de una perfectamente buena proteína. ―Le hace un gesto a la Slim Jim en mi mano y sonríe, pero es forzado. Creo que es su manera de calmarme. Mi teléfono vibra en mi bolsillo, y yo salto, sorprendida. ―Es desde un número privado ―le digo cuando miro la pantalla―. ¿Tal vez es Realm? ―Eso sería increíble ―murmura James, y abre su PowerBar para tomar un bocado mientras estamos sentados en el estacionamiento de la gasolinera. No respondo, sintiéndome culpable por no decirle a James sobre lo que pasó, o casi pasó, en la casa de Realm. Abro el mensaje. NECESITO VERTE INMEDIATAMENTE. Cuando lo repito a James, él resopla. ―Por supuesto que sí. Realm sabe de mí y James, nuestro pasado, así que no creo que esta sea una llamada social. Él debe saber que mis padres me buscan. O El Programa se enteró de que él me ayudó y lo localizó. De repente me da miedo por él.

―Tengo que ir a la casa de Realm ―le digo a James rápidamente, moviéndome para ajustar el cinturón de seguridad. Él se tensa. ―¿Por qué? ¿No te besé lo suficientemente bien? ―¡Oye! James hace una mueca. ―Lo siento. Eso estuvo fuera de lugar. Lo que quiero decir es, ¿crees que me va a saborear en tus labios? ―¡Oye! James cierra los ojos, y luego me mira como disculpándose. ―Normalmente no soy un hombre celoso, te lo juro ―ofrece como explicación―. Al menos por lo que puedo recordar. Pero cuando se trata de Michael Realm, podría ser un poco asesino. Pero sólo un poco. ―Aprieta sus dedos juntos.

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―No voy a ir a la casa de Realm para besuquearme. Necesita verme, James. Él podría estar en problemas por ayudarme. ―Todo un buen tipo por arrastrarte a su desastre. ―Él es mi amigo. ¿Puedes no ser un idiota al respecto? James no contesta al principio, sólo enciende el motor y nos saca a la calle. ―Bien ―dice, como si no le importara de cualquier manera―. Pero si te besa, voy a pelear. Soy completamente inmaduro para hacer eso. ―Lo sé. James exhala, comprobando su retrovisor para asegurarse de que nadie nos está siguiendo. Nuestro tiempo se está acabando. No estoy segura de que podamos escapar del Programa. Sobre todo, cuando sé que no pudimos hacerlo antes.

Capítulo 14 Traducido por LeiiBach y Martinafab Corregido por Nanis

M

i corazón da un vuelco cuando veo una Escalade negra cerca de la casa de Realm, los vidrios polarizados son demasiado oscuros para ver dentro. Cuando James estaciona y apaga el motor, me pregunto si debería estar asustada. ¿Y si es una trampa? ¿Realm me haría algo así? ―No me gusta esto, Sloane ―dice James, mirándome a los ojos―. ¿De quién es ese coche? Me encojo de hombros, pero mis manos comienzan a temblar.

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―Él no me delataría ―digo, pero suena como que estoy tratando de convencerme a mí misma―. Él sabe un montón de cosas, y ese mensaje… ―Miro hacia mi regazo, mi garganta comienza a estrecharse por el miedo―. Tiene que ser importante. James pone su mano sobre la mía. ―Vamos a dejarlo. Me haré cargo de nosotros. ―Cuando levanto la mirada, la expresión de James es desesperada. ―Lo sé, pero… En ese momento la puerta principal de la casa se abre, y una mujer sale al porche como si me estuviera esperando. La reconozco inmediatamente, a pesar de que no lleva gafas de sol en esta ocasión. Estaba allí el día en que Realm salió del Programa. La visión de ella trae una sensación enferma a mi estómago, lo que confirma que algo está mal. ¿Dónde está Realm? ―¿Ella es del Programa? ―pregunta James, poniendo sus dedos sobre la llave en el encendido, listo para encenderlo. ―No ―digo―. Recogió a Realm del Programa. ―La mujer pone las manos en sus caderas como si estuviera impaciente, y miro a James―. Debo hablar con ella ―digo. James gime. ―Si veo algo extraño, nos vamos de aquí. Si tengo que ponerte encima de mi hombro, lo hago. ―¿Así como un enloquecido neandertal?

―Un total hombre de las cavernas. Sonrío y me inclino hacia adelante para besar sus labios suavemente, con nerviosismo. Y luego salgo. El viento sopla mi cabello alrededor de mi cara mientras me acerco lentamente a la casa, mi corazón late violentamente en mi pecho. Medio espero que un Cuidador salga de los arbustos para agarrarme e inyectarme un sedante. Miro nerviosamente a James, que está observando atentamente desde el coche. ―Michael no está aquí ―grita la mujer mientras espera a que llegue al porche―. Y no va a volver. Tomo un sorprendido suspiro, deteniéndome en la parte inferior de las escaleras. ―¿No va a volver? Dios mío, ¿está bien? La mujer inclina la cabeza, mirándome. ―Él está bien. Pero como dije, no va a volver.

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Miro a mi alrededor, devastada porque se fue sin decírmelo primero. Sin decir adiós. Ayer estuve justamente aquí. ―¿Quién eres? ―le pregunto a la mujer. ―Soy Anna, la hermana de Michael. Me ocupo de las cosas cuando él no está. ―Me sonríe y luego me evalúa―. Él dijo que eras muy bonita. La miro, confundida. Molesta. ―No entiendo ―digo―. Me acaba de enviar un mensaje. Por qué lo haría… Anna levanta la mano para detenerme. ―Yo envié el mensaje, Sloane. Michael se fue esta mañana. Pero quería que hablara contigo. Dijo que lo necesitabas. ―Sí, así es ―digo―. Estoy en problemas, y lo necesito ahora mismo. ¡Así que llámalo y dile que vuelva! ―Sloane ―dice amablemente―. Hay muchas cosas que no sabes acerca de Michael, y sus razones para irse, lo prometo, estaban fuera de su control. Pero se preocupa por ti. Quiere que te ayude. Realm siempre quiso ayudarme. Él era todo lo que tenía en El Programa. Era bueno. Seguro. ―¿Cómo vas a ayudarme?

―Hay cosas que Michael no te dijo, cosas que no cree que puedas perdonar. Pero quiere que sepas que te ama. Que quiere que seas feliz. ―Hace una pausa y me mira a los ojos―. Pero más que nada, quiere que huyas. ―¿Que huya? ―Miedo se desliza por mi espalda. Estoy congelada en el lugar, sin saber cómo responder. Anna mira más allá de mí, hacia el coche. ―¿Ese es James? ―pregunta, señalando con la cabeza hacia él. ―Sí. ―Busco en mis recuerdos, preguntándome si habrá una pista escondida a lo que está pasando, pero no hay nada. Estoy completamente perdida. ―A mi hermano no le gusta mucho. ―Anna sonríe―. Pero entiende. ―¿Entiende? Me estoy volviendo loca en estos momentos. ¿Qué está pasando? Anna debe oír en mi voz que he terminado con los mensajes crípticos porque suspira, como si temiera esta parte.

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―Te han estado vigilando, Sloane. Los mensajes y llamadas telefónicas. ¿Las unidades de medianoche? Vinieron, y vieron a Michael hoy, sabiendo que estuviste aquí anoche. Al minuto en que se fueron, me llamó para pasar por acá. Dijo que se iba, que no tenía más remedio que… cumplir con una obligación, por así decirlo. Pero sabía que estabas en peligro, tú y James, así que te dejó algunas provisiones. Incluso me hizo prometer que te daría mi coche. ―Se ríe de esto, pero no parece molesta―. Mi hermanito puede ser bastante convincente cuando tiene que serlo. Por otra parte, él es todo lo que me queda. Y viceversa. Puedo entender que haría esto por su hermano, sabiendo que no importaba lo loco que fuera la petición, hubiera hecho cualquier cosa por Brady. Realm había dicho que no tenía nada fuera del Programa. Me pregunto por qué nunca me dijo que tenía una hermana. ―Kevin es un amigo nuestro ―continúa―. Y cuando fue sacado de tu caso, Michael sabía que algo estaba pasando. Obviamente, tenía razón. Estoy segura de que eres consciente de que hay una Alerta Ámbar por los dos en este momento. ―Hace un gesto hacia James. ―¿Qué? No. Yo… ―Y ahora sé que no puedo ir a casa. Que la bandera ha sido lanzada y ya nada puede ser lo mismo otra vez, o al menos, lo mismo que lo que era hace unas pocas semanas. Quiero entrar en pánico, pero estoy tratando de no perder la cabeza. Estoy tratando de ser fuerte. ―La epidemia se está propagando ―dice―. Michael quiere que vayas al este, dice que hay un grupo allí que te puede ayudar a esconderte. Kevin te ayudará. Él

ha estado conspirando con tu amiga Lacey durante algún tiempo. Ellos saben de los rebeldes. ―¿Rebeldes? ¿En contra del Programa? ―No tienes por qué ser parte de ello. Michael nunca lo fue. Él creía honestamente en El Programa, tal vez incluso todavía lo hace un poco. Pero las cosas están cambiando. Pensó que tu James podría asumir la causa. Dice que él es algo problemático. Entonces ambos miramos hacia James. Él está detrás del volante, el teléfono pegado a la oreja mientras discute con quien sea que esté en el otro extremo. ¿Su padre? Está claro por la expresión en su rostro que ha terminado la vida que teníamos aquí. Cuando me ve mirándolo, la boca de James para de moverse y baja su teléfono. Él también sabe que nos están buscando. ―Deberías ir ―dice Anna―. El coche tiene algunos suministros, un poco de dinero y direcciones. Kevin estará esperando con Lacey en la parada de descanso en la frontera de Idaho. Recógelos y dejen el estado. Michael te encontrará ―dice ella―. Cuando pueda, te encontrará.

293

Me quedo mirándola, viendo un pequeño parecido entre ella y Realm. Estoy a punto de preguntarme si debo confiar en ella cuando me doy cuenta que no tengo ninguna otra opción. Ésta es nuestra única mano para jugar. Anna me da las llaves del coche antes de empezar a caminar hacia la casa. Se detiene de repente, y se vuelve hacia mí. ―Michael quería que te diera una última cosa ―dice. Extrae una pequeña bolsa de plástico del bolsillo de su abrigo y me la extiende. La tomo y miro adentro. Hay una píldora de color naranja brillante. ―Se supone que trae de vuelta los recuerdos perdidos ―dice ella―. Algunos con mayor rapidez que otros. Michael puso sus manos sobre ella cuando estuvo en El Programa. La había estado guardando para cuando todo hubiese terminado. ―Traga saliva―. Pero quiere que la tengas tú en su lugar. Tiene una advertencia, sin embargo. ―Anna da un paso más cerca de mí, con los ojos muy serios―. Me dijo que algunas cosas es mejor dejarlas en el pasado. Y que las cosas verdaderas están destinadas a repetirse. Toco la pequeña píldora, preguntándome si podría tener todo ese poder, todo el poder para volverme completa de nuevo. ―¿Sólo me dio una? ―le pregunto, pensando en James.

―Hay solo una ―susurra―. Y ahora es tuya. Michael te está dando la opción que El Programa no te dio. Pero él estaba muy seguro de que si tomabas esta píldora, era posible que nunca lo perdonases. De que lo odies. Y de repente me pregunto qué secretos no me ha contado Realm. ―Nunca podría odiarle ―le digo, a pesar de que ahora ya no estoy tan segura. ―Es fácil decirlo cuando no recuerdas. ―Entonces se aleja, abriendo la puerta principal, pero deteniéndose para mirarme―. Tú serás la única que recuerde, Sloane, y eso en sí mismo podría ser una maldición. Espero que elijas sabiamente. No me gustaría saber que no pudiste soportarlo, y finalizaste con ello. ―Aprieta los labios en una sonrisa simpática―. Creo que a veces lo único real es el ahora. No respondo, y la observo ir al interior, dejándome en el oscuro porche de la casa de mi amigo perdido. Miro la bolsa, de espaldas a James cuando alcanzo el interior y saco la píldora. La miro durante tanto tiempo que mi visión comienza a estrecharse, el color tan sólo un rayo de luz través de mi imagen mental.

294

Parpadeo rápido y la miro de nuevo, preguntándome cómo me cambiaría, regresar a mi vida. Recordaría la muerte de Brady, sentir ese dolor de nuevo. Y luego está la vida que tenía con James. Podría tomar esta píldora y recordar todo, pero James sin embargo no podría. ¿Realmente puedo amarlo completamente cuando él sigue siendo tan nuevo para aceptarnos? ¿O qué si en verdad nunca nos quisimos? ¿Qué pasa si Realm estaba equivocado acerca de eso? Podría darle a James la píldora, ¿pero qué si se encuentra con alguna horrible verdad acerca de Brady o de mí o de su madre? Podría darse cuenta de que en realidad no hay nadie en quien confiar. Tal vez todos nos traicionamos. Es como si sujetara toda una vida en mis dedos. Yo estaría completa, pero al mismo tiempo… ¿qué pasa si no me gusta como era? Miro hacia el cielo donde el sol se ha puesto, dejando a las nubes con vetas del mismo tono de color naranja como la píldora. Realm me ha dado un regalo, una opción. Me ha dado su amistad, su amor, y a mi manera, yo también lo quiero. Pero él dijo que no lo perdonaría por las cosas que encontraría perdidas en mi cabeza. ¿Creo eso? ¿Le creo? Lágrimas corren por mis mejillas, y miro hacia abajo, hacia un pequeño objeto tan lleno de información. Vida. Pérdida. Ahora mismo, tengo lo que necesito. Tengo a James. Una forma de salir de aquí. Pero todo esto podría ser una mentira, una cadena que cuelga para ser tirada, desenmarañando todo. ¿Puedo soportar saber qué le pasó a mi hermano ese día? James y yo estuvimos allí, pero no lo habíamos detenido. Está la cortada en mi muñeca. La forma en que mi madre me mira, llena de preocupación y conocimiento. Dios, ¿qué pasa si yo era

una persona horrible? Quizás… tal vez por eso quería morirme. Tal vez yo era la razón por la que James quería morirse. Un pequeño gemido escapa de mis labios mientras dejo la píldora caer de nuevo en la bolsa. Quiero aplastarla bajo la suela del zapato, pero me aterra que pueda cambiar de opinión más tarde. Así que doblo la bolsa en un pequeño cuadrado de plástico y me lo meto en el bolsillo trasero de mis jeans. No la tomaré, pero tampoco la destruiré. Por lo menos todavía no. Y con esa decisión, mi corazón se rompe. Estoy diciéndole adiós a quien solía ser. Quién nunca podré ser realmente de nuevo. Las personas que alguna vez conocí son diferentes. Algunos están cambiados como yo, los demás están muertos. Saber eso sólo puede traerme más dolor. Más agonía. Echo de menos a Realm, y me alegro no saber lo que no quiere que recuerde. De esta manera, siempre voy a tenerlo como mi amigo y héroe. No hay nada malo en ello. Esta es la única opción.

295

Me enderezo mientras miro la entrada en la que James se encuentra estacionado, amándome con locura. Amándome por lo que soy ahora. Nos reuniremos con Lacey y Kevin y escaparemos, empezar de nuevo en otro lugar. Dejaremos a nuestros padres, nuestras vidas. Pero sobre todo, nos iremos del alcance del Programa. Y mientras camino de vuelta al coche, con la píldora escondida segura en mi bolsillo, pienso en que tal vez Realm está equivocado. Que James no es el único problemático, el único dispuesto a asumir la causa. Él no es el único que quiere luchar. Así que con esa pensamiento, empiezo otra vez, pensando que a veces… lo único real es el ahora.

Epílogo Traducido por maphyc Corregido por Nanis

Dos semanas después

E

n la puerta de la sala de juegos, la chica se detiene. Su cuerpo canturrea por la última ronda de medicación y ve con cansancio al Cuidador al lado de la puerta. El edificio Roseburg está atestado y lleno de ruido, y la chica traga fuerte y se gira hacia la enfermera que está a su lado. ―Quiero quedarme en mi habitación ― murmura. La enfermera Kell sonríe, su cara llena de compasión mientras aparta el cabello rojizo de la chica de sus hombros.

296

―¿Porque no intentas hacer amigos, Allison? Es bueno para tu recuperación. Ally se mofa. ―¡Lo que es bueno para mi recuperación es ir a casa! ―Su voz es alta, y unos cuantos pacientes y Cuidadores los miran. Ally nota a un chico en la mesa, un palo de pretzel colgando de sus labios como un cigarro, mirándola fijamente. ―William ―dice la enfermera Kelly calmadamente―. Creo que puedo necesitar ayuda. ―Su voz es seca, y cuando Ally nota que se está dirigiendo al Cuidador, retrocede. ―No ―dice Ally rápidamente―. Lo siento, yo… ―Aquí estás, cariño ―dice una voz. Ally se gira justo cuando el chico toma el pretzel de su boca, y entrelaza su brazo con el de ella―. ¿Pensé que íbamos a jugar cartas hoy? ―Ensancha sus ojos como diciéndole que vaya junto a él. Ally lanza una mirada a la enfermera Kell, y luego el chico a su lado se aclara la garganta. Él lanza dagas con la mirada al Cuidador, y William se aleja, levantando las manos, casi en tono de disculpa. ―Correcto ―dice Ally, asintiendo rápidamente, apretando su agarre en el brazo del chico―. Siento llegar tarde. ―Está bien. ―Sonríe―. Pero ahora me lo debes. ―Él asiente a la enfermera y ella le rueda los ojos, como si siempre estuviera haciendo cosas como esta. Entonces

el chico empuja a Ally hacia la mesa donde otros dos están sentados, sosteniendo cartas. ―¡Oh, vamos! ―le grita uno de los chicos, tirando su mano―. Siempre estás tratando de traer chicas, Realm. ―Sí, sí ―responde―. Pero mira lo agradable que parece esta. ―Se da vuelta y hace un guiño a Ally, sacando una silla para ella. Se sienta, con el corazón acelerado ante la idea de ser enviada a aislamiento de nuevo. Se quiere ir a casa, pero no parece haber forma. Este hombre, sin embargo. Parece tener todo resuelto. Es probablemente una buena persona para conocer aquí. Ally lo mira por encima entonces. Su cabello rubio esta blanqueado, lavando su piel pálida apenas un poco. Sus ojos son de un color marrón oscuro y muy amables. Es lindo, no es que realmente lo deba notar en un lugar como este. Y sobre su cuello, ve una cicatriz rosada dentada, curada, pero todavía dramática. Siente una punzada de simpatía por él. ―¿A qué juego? ―le pregunta en voz baja.

297

―Mierda ―responde Realm―. ¿Lo conoces? ―No. ―Ally niega. ―Hmm… ―Mira a su alrededor hacia los chicos―. ¿Qué tal imbécil? Ally sonríe, recordando cómo le había enseñado la hermana menor de su mejor amigo a jugar el pasado verano. El verano antes de que su mejor amiga se suicidase. ―Sí ―dice, bajando la cabeza―. Lo conozco bastante bien. ―¡Realm! ―Una voz atraviesa la sala de juegos, y Ally mira hacia arriba, sorprendida, al ver a una chica caminando hacia ellos. Su cabello es de un naranja brillante, y parece inestable. Ally se pregunta qué cantidad de medicamento lleva dentro. ―Hola, Tabby ―murmura Realm. ―¡Dijiste que podía jugar! ―La voz de la muchacha es enojada, y luego se da cuenta de Ally sentada allí―. ¿Cómo es que ella está aquí? ―Lo siento ―dice Realm, tocando el brazo de Tabitha―. La mesa está llena. La próxima vez, ¿de acuerdo? Ally considera irse, sintiéndose mal por cerrar el paso a esta chica que claramente necesita el juego más que ella. Cuando se va a poner de pie, siente el toque de la mano Realm en la suya. ―Quédate ―dice. Sus ojos firmes se encuentran con los suyos, y vuelve a sentarse.

Después de que la otra chica se ha ido, Ally se muerde el labio, sintiéndose mal. ―Está bien ―dice Realm, como si hubiera leído sus pensamientos―. Tabby siempre pide jugar, pero no la dejamos. No se meterá contigo sin embargo. De hecho, mañana estará aquí preguntando de nuevo. ―Baja la voz, inclinando su cabeza hacia la de ella―. Muerte Rápida ―susurra―. Eso le dio pérdida de memoria a corto plazo. ―Oh. ―Ally juguetea incómodamente mientras Realm baraja las cartas, presentándole a Shep y Derek, diciendo que han estado aquí dos semanas y estarán fuera dentro de cuatro. Lo mismo con Realm. Pero se ven cómodos unos con otros, como si hubieran hecho esto un millón de veces. En el exterior, una tormenta está soplando el viento y la lluvia contra las ventanas, sonando como si el mundo que la rodea se está lavando. Ally se ha sentido de esta manera antes, precisamente hoy, incluso. El Dr. Warren le dijo que estaba siendo difícil, que medidas tendrían que ser tomadas si no empezaba a cooperar. Pero ahora, viendo a estos chicos jugar con una especie de calma, normalidad para ellos, Ally se pregunta si tal vez puede hacerlo. Si puede superar El Programa.

298

―Tu turno, Sloane ―dice Realm, poniéndose otro pretzel entre los labios. ―Ally. ―Lo mira de reojo―. Mi nombre es Allison. ―Nota la mirada de dolor que atraviesa los rasgos de Realm, rompiendo su expresión controlada. Pero entonces la mira, todo sonrisas de nuevo. ―Lo siento ―dice―. Mi cóctel de medicamentos debe haber sido un poco demasiado fuerte hoy. Allison ―continúa―. Tu turno. Ally asiente y lanza su siguiente carta, notando las miradas de advertencia que los otros chicos dan a Realm. Shep articula "cállate", pero Realm no dice nada en contestación. Se queda mirando por la ventana a la tormenta del exterior, una leve sonrisa en sus labios. Pero para cuando el juego ha terminado, Ally medio piensa que imaginó toda la tensión, porque los chicos se están riendo y llamándose unos a otros imbéciles. Todo el mundo está contento, casi de ensueño. O tal vez fuera la píldora que la enfermera Kell hizo a Ally tomar. No puede estar segura. Y más tarde, cuando Realm pregunta a Ally si puede llevarla a su "casa", ella ríe, sintiendo el primer pedacito de esperanza en un largo tiempo.

Fin

299

Próximamente

300 ¿Sloane y James pueden sobrevivir a las mentiras y los secretos que los rodean, o El Programa los reclamará al final? ¿Cómo detienes una epidemia mundial? Sloane y James están huyendo después de apenas sobrevivir a la epidemia del suicidio y El Programa. Pero no están fuera de peligro. Enormes trozos de sus recuerdos siguen perdidos y aunque Sloane y James han encontrado su camino de regreso hacia el otro, El Programa no está listo todavía para dejarlos ir. Escapar con un grupo de rebeldes preocupados, tendrán que averiguar en quién pueden confiar y cómo acabar con El Programa. Pero pese a lo lejos que han llegado, hay mucho que Sloane y James no pueden recordar. La clave para descifrar su pasado yace en El Tratamiento, una píldora que puede retornar los recuerdos olvidados, pero a un alto costo. Y sólo hay una dosis. En última instancia, cuando las apuestas son elevadas, ¿Sloane y James pueden sobrevivir a tantas mentiras y secretos que los rodean, o El Programa los reclamará finalmente?

Sobre Zusanne Young

301

Suzanne Young vive actualmente en Portland, Oregón, donde usa el clima lluvioso como una excusa para quedarse en casa y escribir obsesivamente. Después de conseguir su diploma en escritura creativa, Suzanne pasó varios años enseñando lenguaje de las artes en la escuela media. Ahora puede ser encontrada en casa persiguiendo a sus dos niños y perros de pobre comportamiento y escribiendo novelas para adolescentes. Puedes visitarla online en www.suzanneyoung.blogspot.com

Créditos Moderadora Soñadora y Flochi

Traductoras

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Eni

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303

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