Sinopsis

S

kye Williams sabe todo lo que hay que saber sobre la desconfianza: Su padre desapareció del mapa cuando tenía cinco años. Y ahora Warren Jacobs trata de enamorar a su madre. Pero Warren no es el único preocupado en sacudir el mundo de Skye. Devin Abbott, un chico que ha conocido desde el jardín de infantes, ha cambiado. Se ha convertido en un chico alto, de hombros anchos con el cual tal vez saldría, si no fuera su mejor amigo. Skye jura que no hay nada entre ellos, pero todos los demás piensan diferente. Devin no actúa de la forma en que solía hacerlo, especialmente cuando Kellin Jacobs, el mariscal de campo de último año, invita a salir a Skye. Halagada, acepta, Devin se altera y no es el único. El mejor amigo de Kellin, Tyler Rutherford, también está muy molesto, porque siempre ha querido a Skye para él. Cuando Kellin y Skye asisten a una de las famosas fiestas de Tyler, ninguno siente el inminente desastre que cambiará, no sólo su vida, sino también la de todos los que la quieren. Traducido por Dani Corregido por ★MoNt$3★

Índice Sinopsis

Capítulo 15

Capítulo 1

Capítulo 16

Capítulo 2

Capítulo 17

Capítulo 3

Capítulo 18

Capítulo 4

Capítulo 19

Capítulo 5

Capítulo 20

Capítulo 6

Capítulo 21

Capítulo 7

Capítulo 22

Capítulo 8

Capítulo 23

Capítulo 9

Capítulo 24

Capítulo 10

Capítulo 25

Capítulo 11

Capítulo 26

Capítulo 12

Summer Sunsets

Capítulo 13

Sobre el autor

Capítulo 14

Créditos

Capítulo 1 Traducido por Niii y Dani Corregido por Natyº

A

lgunas veces nada es lo que parece. Eso es lo que recuerdo pensar el pasado octubre… seis meses que bien podrían haber ocurrido hace una vida. Eso fue antes de perder a mi mejor amigo. En la noche que cambió todo, Devin y yo estábamos extendidos sobre una mesa de picnic de concreto, lo suficientemente larga para mí, pero sus pies colgaban sobre el borde. Mientras que yacía con mis brazos doblados detrás de mi cabeza, Devin descansaba sobre su costado, apoyado en un codo. La pequeña ciudad de West Martin era apenas un punto en el mapa de Illinois… un punto que intentaba con todas sus fuerzas cambiar su imagen por la de una ciudad para comer y dormir, en lugar de la aburrida comunidad frente al lago con dos secundarias, diez iglesias, y un puñado de restaurantes de comida rápida, ninguno de los cuales ofrecía demasiado entretenimiento. Por lo que, la mayoría de los adolescentes como nosotros, pasábamos el tiempo en Lucy Park. Esta noche, sin embargo, un frente frío había reducido la temperatura a 25 grados, y la mayoría de las personas se habían quedado dentro. Aun así, nosotros preferíamos el frío y nos gustaba la forma en que las luces apenas iluminaban la oscuridad. —¿Va a matarte tu mamá? Ya son más de las once. —Salió con su prometido, ¿recuerdas? —Levanté mis manos hasta mi boca y soplé mis dedos. —¿Tienes frío? —Se deslizó más cerca. Más en el interior que en el exterior, pensé. El viento cargaba un distante olor a quemado —leña—, inhalé profundamente, saboreando la recordada calidez. —No sé por qué accedió a casarse con el idiota. —Sacudí mi cabeza—. La dejará… tal vez no esta noche, pero algún día.

—Bueno, tal vez no deberías preocuparte tanto. —Devin me hizo cosquillas—. Tal vez permanecerá alrededor. —Correcto. Mi papá no lo hizo. Se fue hace años, y los otros hombres con los que mamá ha salido no se han molestado en ello tampoco. ¿Por qué éste sería diferente? — El aire frío rozó mi estómago, donde mi camiseta se había levantado. La tiré hacia abajo. —Es una persona diferente. Tal vez deberías comenzar a conocerlo y dejar de gruñir. —Para ti es fácil de decir —bufé—. Tus dos padres viven bajo el mismo techo. —Roté mis hombros, intentando escapar del concreto implacable que enfriaba mi espalda—. Nunca te preguntas qué Estado vas a ver en las postales que envía tu papá. ¿Ese “Te veo pronto” no se acerca lo suficiente, sabes? No es un “Te amo”. Es un “Te veré pronto”. —Lágrimas sazonaron mi voz, profundizándola. Devin se inclinó sobre mí, sus dedos frotando las lágrimas. —Lo lamento… debería haber mantenido mi boca cerrada. —Sí, deberías haberlo hecho. Pero ya que eres mi mejor amigo, te permitiré vivir. — Tragué con dificultad, frotando el concreto para alejar mi mente del ceño fruncido de Devin. Escudriñó mi expresión, sabiendo que últimamente me había vuelto buena en actuar con indiferencia. Si no podía confiar en mis padres, no sabía si alguien más era seguro, tampoco. Finalmente se volvió a recostar. —Me alegra que me permitas vivir. ¿Obtuviste ya tu licencia de conducir? —Mañana… y no es lo suficientemente pronto. —Me moví más cerca, descansando mi cabeza sobre su pecho—. Eres una almohada genial. Hojas crujieron en la distancia, como si alguien se dirigiera a nuestra mesa. Curiosa, me senté y vi a Kellin Morgan y Tyler Rutherford paseando. Vaya, el orgulloso equipo viniendo a una visita, pensé. Kellin, alto y de hombros anchos, lucía su chaqueta de cuero desabrochada y un suéter oscuro. Los faroles incandescentes de la calle iluminaba el corto cabello rubio que enmarcaba su rostro, destacando su mandíbula cuadrada y barbilla contundente. Junto a él, Tyler parecía disminuido por la altura de su mejor amigo; apenas alcanzaba mi estatura. Aun así, gracias a su adicción a levantar pesas, su pecho se veía tan amplio como el de Kellin, pero sin la gloria del mariscal de campo.

Kellin y Tyler se detuvieron cuando nos vieron. Nuestras miradas se encontraron, y desvié la mía antes de avergonzarme a mí misma ante dos chicos populares… y Devin. Balanceando mis piernas sobre el costado de la mesa, me alejé de Devin, preguntándome qué chistes harían de nosotros yaciendo juntos. —Hola, Skye —dijo, Kellin. Mientras hablaba, halos de su aliento se difundían en el aire. Devin se sentó rápidamente, con un balanceo—. Devin —agregó, Kellin. Esperé que Devin rompiera el silencio que se espesaba como el humo, pero mi mejor amigo permaneció en silencio como si los estuviera evaluando. Metiendo sus manos en los bolsillos, Kellin me miró intensamente. Tyler miraba de mí a mi mejor amigo, frunciendo el ceño. —Hola, Kellin, Tyler —dijo Devin con forzada amabilidad. Se deslizó hasta el borde de la mesa, intencionalmente poniendo su cuerpo entre ellos y yo. —Estábamos buscando a algunos amigos —dijo, Kellin—. Pero supongo que no están aquí. —Me dirigió una última mirada antes de girarse e irse. Cuando el sonido de las hojas se desvaneció, Devin, volvió a recostarse. —Eso fue extraño —murmuré, parpadeando hacia el lugar donde, Kellin y Tyler, habían estado. —El infierno que lo era —resopló, Devin, sacudiendo su cabeza. Frunciendo el ceño, miré la luna llena, hipnotizada. —¿Qué se supone que significa eso? —pregunté. —Estaban aquí porque pensaron que estábamos… haciendo algo… y querían ver más de cerca. Puse los ojos en blanco. —Pero somos mejores amigos. Eso es todo. Devin asintió, colocando sus brazos detrás de su cabeza. —No creo que, Kellin y Tyler, supieran quién estaba aquí.

—Sí, bien, no es como si supieran quién soy, de cualquier modo… no con todas las animadoras como, Becca. No existo para ellos. —Me recosté y otra vez descansé mi cabeza sobre el pecho de Devin, escuchando el latido de su corazón. Devin se rió profundamente. —¿Entonces por qué te miró así él? —Tú mismo lo dijiste. No esperaba encontrarnos aquí —respondí. —No es eso. Te estaba mirando a ti. Tiene ojos, como la mayoría de los otros chicos, Skye. —Devin envolvió sus brazos a mí alrededor—. Eres hermosa y por eso es probable que te conviertas en su próximo juguete, si no eres cuidadosa. Mantente alejada de él. —Su ritmo cardíaco se aceleró. Mi estómago se sintió algo raro cuando dijo eso, como si hubiera descendido de golpe una pronunciada pendiente. —Dijo hola... eso es todo. —Devin golpeó el concreto y siguió mirando más allá de mí, a las estrellas que alguna vez creí eran joyas—. ¿Qué es lo que te pasa? —Salté fuera de la mesa de picnic y comencé a alejarme cuando él me detuvo, sus dedos intentaron agarrar mi brazo, pero fallaron. —Skye, espera. —Balanceó sus largas piernas y enormes pies por sobre el borde de la mesa y se bajó de ella. —Ha sido una noche larga. —Caminé hacia el auto. —Vamos —dijo, su mano estrechando mi antebrazo—. Soy un chico. Sé cómo funciona. No quiero verte herida. Eso es todo. —Lo único que dijo fue “hola”. —Bajé mi mirada a los dedos de Devin que rodeaban mi brazo y deseé que me soltara. —¿Qué pasará cuando sea más que eso? —preguntó en voz baja, tan cerca de mí que nuestros cuerpos estaban apenas separados—. ¿Qué pasará cuando te invite a salir? No se ha ganado una reputación por ser un gran tipo. Su cerebro está en sus pantalones, y está pensando con ellos justo en este momento. —Mientras me miraba, su cabello cayó sobre sus ojos. —Gracias por el consejo tan útil —respondí, alejándome de él—. ¿Me llevarás a casa, o tengo que caminar? —Me esforcé por no temblar. Devin buscó las llaves en su bolsillo.

—Te llevaré —dijo, en voz baja—. Es más de un kilómetro y medio hasta tu casa; lo último que necesitas es caminar. —Gracias, madre. —Me acerqué a su Ford Escort, abrí la puerta, y me subí. Me recliné contra el reposacabezas, reviví lo que acababa de suceder y me pregunté si Kellin me había estado vigilando. Devin se inclinó hacia atrás. —¿Por qué siempre tienes que hacer eso? —preguntó, manteniendo su mirada fija al frente, su voz tranquila. —¿Hacer qué? —Me senté derecha y observé sus dedos golpear repetidamente el volante. —¿Ponerte a la defensiva? ¿Qué hay de malo en que quiera protegerte? Apreté los dientes, enfadada sin entender por qué. —Puedo cuidar de mí misma. Ya tengo una madre y no necesito otra. Aferró el volante con fuerza. —Lo sé, pero no quiero recoger los pedazos que Kellin deje a su paso. —Entonces no lo hagas. —Miré por la ventana opuesta. —¡Maldita sea, Skye! —Frustrado, sacudió su cabeza—. Eso no es lo que quiero decir. Me volví a reclinar contra el asiento. —Bueno, puedes relajarte porque nadie va a lastimarme. Nadie podrá acercarse tanto. —Cerré mis ojos y metí las manos en mis bolsillos, intentando calentar mis dedos. —Sí, tal vez eso es igual de malo —susurró, Devin.

*** —El novio de mi madre me compró un libro. —Me detuve frente a mi casillero abierto y negué con la cabeza—. Un libro. —Disgusto llenó mi voz. Retoqué mi capa de maquillaje así no tendría que encontrar la mirada de Devin.

—¿Qué libro? —preguntó, apoyándose contra el casillero de al lado, sus brazos cruzados contra su pecho, cubriendo una camiseta de Queensryche1. —¿Importa? Como si lo fuera a leer —resoplé, mirando hacia el pequeño espejo que colgaba en la puerta de mi casillero. Unos pocos cabellos caían al lado, los puse en su lugar e hice una mueca para comprobar mi lápiz labial. —Tal vez —dijo—. ¿Qué libro? Fruncí el ceño. —Matar un Ruiseñor. Como si me importara lo que le hicieran a los ruiseñores. Devin golpeó repetidamente su frente contra el casillero. —Es un buen libro, Skye; deberías leerlo. —Es viejo. Ni siquiera me compró uno nuevo. —Saqué la copia con las esquinas dobladas por el uso, de mi casillero, preguntándome si iría a romperse—. Dijo algo sobre esto teniendo un valor sentimental. Devin lo tomó, lo abrió, y se saltó hasta el final. Miró fijamente la página por un momento. —¿Cuál es su nombre? —Jim, Slim, Richard. Demonios, si recuerdo cual era. —Saqué de un tirón mi libro de álgebra, un cuaderno con espiral, y un lápiz. Devin agarró mi hombro y me sacudió ligeramente. —Vamos, sabes su nombre. ¿Te mataría usarlo? —Warren Jacobs. —Arrugué mi nariz—. ¿Feliz? —No, no realmente. —Deslizó su brazo a mí alrededor—. Skye, sé que estás molestísima con tu padre por dejarlas, con tu mamá por acceder a casarse con Warren, y con Warren por… bueno… sólo por eso. No solías ser así. Es como si odiaras a todo el mundo, pero todo ese odio no va a hacer que tu viejo sea más consciente. —Me arrastró hacia él, ajustando mi cabeza justo bajo su barbilla. Mientras mi cabeza descansaba ahí, unas protuberancias aguijonearon mi mejilla.

1

Queensrÿche: Es un grupo de metal progresivo estadounidense creado en 1981 en Bellevue, Washington.

—Ouch —dije y me alejé—. ¿Qué llevas puesto? Encogiéndose de hombros, metió la mano bajo el cuello de su camiseta y sacó un collar, que yo había hecho de cáñamo y conchas cuando mamá nos había llevado a la costa de Mississippi hace dos veranos. —Disculpa por eso. Sonriendo ampliamente, toqué las conchas. —¿Todavía usas eso? Asintiendo, dijo: —Sí, me gusta. Miré la novela. —Desearía que no me hubiera dado eso. —Léelo. —Sonrió. Suspiré y puse la novela en mi casillero cuando sonó la primera campana. —Sabía que dirías eso. —Parpadeé ante las manos vacías de Devin—. ¿Dónde están tus libros? —No los necesito para biología. Estamos descubriendo de dónde vienen los bebés. — El tono de Devin, rezumaba estupidez forzada—. El Sr. Taylor estaba asustado de que tuviéramos preguntas, así que estamos viendo un video. Hombre, oh, hombre. —Puso los ojos en blanco y contempló mis libros nostálgicamente—. Preferiría estar en álgebra. Me eché a reír y le di golpecitos en la espalda. —Pon atención. Puede que aprendas algo. —¿Cómo dormir con los ojos abiertos? —replicó, yéndose por el pasillo. Caminé rápidamente hacia el salón de la Sra. Swanson, cuando una voz diferente me llamó. —Skye, espera.

Me di la vuelta y encontré a Kellin, apresurándose hacia mí. En vez de detenerme, apuré el paso, obligándolo a correr. Podía oír la fricción de la tela de sus pantalones deportivos con cada zancada. Me alcanzó y disminuyó la velocidad para igualar mi andar. —Si no te conociera mejor, pensaría que no quieres hablar. —¿Qué te dio esa idea? —pregunté, apurando más mis pasos. —No te detuviste. Mira, sólo quiero hablar. Nada más. —Se lanzó en mi camino, deteniéndome. Metió las manos en sus bolsillos. Tres chicas de primer año pasaron rápidamente a nuestro lado, riendo tontamente mientras lo miraban. —¿Qué pasa? —Me obligué a mirar su rostro y encontré sus pálidos ojos azules concentrados en mí. Tragando con fuerza, noté que sólo le llegaba a los hombros. Su loción para después de afeitar, Obsession, me invadió. Usando un suéter negro y vaqueros, lucía como un modelo. Entonces comprendí que estaba hablando. —¿Qué hay entre tú y Abbott? ¿Están saliendo? —¿Saliendo? —repetí. No estoy segura si fue la pregunta que me había sacudido o el que usara el apellido de Devin—. ¿Por qué? ¿Te interesa? —Sostuve mis libros firmemente en mis brazos, demasiado fuerte. Sentí la espiral de alambre de mi cuaderno perforar mi piel. Dio un paso hacia mí, y quise retroceder pero no podía. Tocó mi cabello y soltó un mechón. —Vayan a clases —dijo, el Sr. Dempsey, y retomamos nuestros pasos. Los pasillos se estaban vaciando; sólo unos pocos estudiantes caminaban por delante de nosotros, conversando en voz alta. Becca Haskins, nos miraba fijamente, frunciendo el ceño con resentimiento. Enrolló un mechón de su largo cabello rubio alrededor de su dedo mientras se apoyaba contra un casillero. Tyler Rutherford estaba parado a su lado. —Bueno. —Kellin apartó la vista, casi como si estuviera avergonzado—. Si los dos no están saliendo, pensé que tal vez nosotros pudiéramos… Nada grande. Ir a ver una película o algo. Me eché a reír falsamente y negué con mi cabeza. —¿Qué te hace pensar que Devin y yo estamos saliendo? Kellin levantó una mano y contó:

—Uno, la manera en que te mira. Dos, cuando te veo, normalmente estás con él. Tres, la manera en que los dos estaban en el parque. —¡No pasó nada! —gruñí—. Es mi mejor amigo. —Mi bolígrafo comenzó a deslizarse fuera de mi carpeta, lo atrapé y lo puse de regreso, ignorando mis dedos temblorosos. —Oh. —Cambió su peso al otro pie—. No le importaría si salimos, ¿o sí? —Sonrió y guiñó un ojo astutamente. ¿Por qué mis dedos estaban temblando? Seguía mirando fijamente sus ojos, tratando de encontrar un color para describir ese tono. —Nop —dije, forzando una sonrisa. —Entonces ¿qué hay sobre el cine mañana? —preguntó casualmente, como si fuera un “¿va a llover mañana?” Desearía que hubiera sido una pregunta sobre el tiempo. Mi estómago se sentía hueco, y el temblor en mis dedos dio paso al nerviosismo. ¿Por qué no los podía sentir? Casi dejé caer mis libros, sabiendo que había caído en mi propia trampa. Si decía que no, todos creerían que Devin y yo estábamos saliendo. Si decía que sí, tendría que salir con un chico que apenas conocía, un chico de último año que ya tenía universidades interesadas en él, o más bien en su capacidad de patear un balón de fútbol. No importaba si era increíblemente guapo, lo que era cierto. Una mordida de la hermosa serpiente correcta podía resultar fatal. —¿Qué tal si te recojo a las siete? —preguntó, pasando los dedos por su corto cabello rubio. —Seguro —dije, a pesar de la advertencia de Devin. Kellin se alejó y noté que no le había dado mi dirección—. ¿No necesitas mi dirección? —grité. Kellin se dio la vuelta y sonrió ampliamente. —Nop. Ya la sé. La campana tardía sonó cuando entré por la puerta de la Sra. Swanson. —Llegas tarde, Skye —dijo, frunciendo el ceño. Nunca antes había llegado tarde, siempre había una primera vez. Desde mi escritorio, miré fijamente hacia el pizarrón cubierto de números. ¿A quién le importaba si llegaba tarde? Todavía me estaba preguntando cómo, Kellin, había conseguido mi dirección y qué más sabía.

Algunas chicas reían tontamente detrás de mí, y me giré para encontrar a dos animadoras, las amigas de Becca, mirándome y riéndose. Sonrojándome, me di la vuelta, sabiendo que lo que sea que dijeran, era ahora su sujeto principal.

Capítulo 2 Traducido por clau12345 Corregido por Natyº

—A

sí que, no puedes estacionarte en paralelo. No es gran cosa —dijo Devin, conduciendo desde la estación de patrullas de la autopista. Le dio un golpe al botón de encendido de la radio y la música rock llenó el

aire.

—Lo es —dije encorvada contra el asiento, con los ojos cerrados y tratando de no pensar en mi humillante fracaso, a sabiendas de que tendría que volver a tomar el examen de conducir—. Si hubiera sido capaz de estacionarme, lo habría aprobado. —Sí, tienes dos semanas para lograrlo antes de volver a intentarlo. Oye, ¿Skye? Abrí los ojos. —¿Qué? Señaló a los arcos dorados de McDonald’s. —Me muero de hambre. ¿Y tú? —No —dije entre dientes, mirando a la muñeca de Betty Boop bailando el hula en su tablero—. La humillación no hace mucho por mi apetito. Giró y se acercó a la ventanilla de auto servicio. —Nadie sabe que lo reprobaste, y no lo voy a contar. Una voz chasqueó por los altavoces y Devin ordenó rápidamente. Sacó unos billetes y preguntó: —¿Quieres algo? —Una licencia de conducir —espeté, cambiando de canción. Devin giró hacia la ventanilla de pago y entrega. —Dos Big Macs, unas papas grandes y un refresco.

Negué con la cabeza mientras él conducía y devoraba una hamburguesa. —No estabas bromeando, ¿verdad? Se encogió de hombros y sonrió tímidamente. —Tú me conoces. Nunca bromeo sobre la comida. Tienes razón, pensé. El hombre podía comer cincuenta veces al día y nunca se llenaba o engordaba. Teniendo en cuenta sus 1,95 metros de estatura, probablemente la comida nunca llegaba a sus pies. Mientras terminaba su bocadillo, me llevó a casa. Tanto el auto de mi madre, como el de Warren estaban estacionados en la entrada. Apreté los dientes, frunciendo el ceño ante el sigilo de Warren. —¿Auto nuevo? ¿Un regalo de tu mamá? —bromeó. —No —respondí—. El “Hombre Ruiseñor” está aquí. Ella llegó más temprano que de costumbre. Ese es el auto de Warren —me quejé. Devin estacionó detrás del Accord blanco de mi madre. Abrí la puerta, él no hizo ningún movimiento para salir. —¿No vienes? ¿No quieres ver al “Hombre Ruiseñor”? Devin arqueó las cejas. —Está bien —respondió finalmente—. De esa forma me puedes ayudar con las cláusulas adverbiales. —Agarró su cuaderno de espiral y el libro de gramática. —Necesitas ayuda, está bien —bromeé—. Simplemente no estaba pensando en los deberes. —Caminamos juntos hasta la puerta principal. Entré primero y Devin deambuló detrás de mí. La sala era resguardo seguro para la chaqueta de tweed de cómo-se-llame, que se encontraba sobre el sofá. Desde la cocina, oí la risa… la cordial calidez y el sonido feliz de mi madre. Detuve mis pasos. ¿Cuánto tiempo había pasado desde la última vez que mi madre rió, y mucho menos de esa manera? ¡Vete!, pensé salvajemente. Hazlo fácil, lárgate de una vez como todos los demás. —La cocina es por aquí. —Agarrando mis hombros, Devin me condujo hacia la puerta acercándose por detrás de mí.

—Sí —dije. El olor de hamburguesas cocinándose flotaba a través de mis fosas nasales. Empujé la puerta de vaivén, donde estaba mi madre con el último "Sr. Maravilloso", hablando y riendo, de espaldas a nosotros… al menos hasta que golpeé mis libros sobre la mesa. Con los ojos abiertos, Devin cuidadosamente se ubicó a mi lado. Mamá y el “señor Maravilla" se dieron vuelta. —Skye, Devin —dijo mamá, agitando una espátula mientras hablaba—. ¿Qué tal una hamburguesa? Devin dijo una vez que mi mamá lucía demasiado bonita para ser la mamá de alguien, y, en ese momento, luciendo una muy radiante y despreocupada sonrisa, que no había visto en años, estaba en lo cierto. Al igual que yo, llevaba su cabello largo, y sus rizos naturales ondeaban sus cabellos castaños, irradiando reflejos rubios y rojos. Debió ser una gitana o una bohemia en el fondo, teniendo en cuenta las ropas de colores brillantes que llevaba puestas. Sin embargo, sabía cómo hacer su estilo, y su indómito guardarropa acentuaba su cabello y sus facciones. Sólo un poco más alto que mi mamá, Warren estaba de pie a su lado. Con complexión atlética, parecía más joven de lo que probablemente era, como mamá, pero con pelo rubio y gris en las sienes. Llevaba una camisa de botones, corbata, y pantalones de algodón. Delgado, con gafas de marco dorado en lo alto de su nariz. —No tengo hambre —espeté y señalé Devin—. Y él tampoco. Acaba de demoler dos hamburguesas. —Buenas tardes, Skye. —Warren sonrió y le tendió la mano a Devin—. Devin, ¿verdad? —Asintió con la cabeza y sacudió la mano de Devin—. Warren… Warren Jacobs. —Encantado de conocerle, señor —dijo Devin, ofreciéndole una verdadera sonrisa. Apreté mis dientes y pasé entre ellos, rompiendo el apretón de manos. —Skye —dijo mi madre, colocando la espátula en el colgador de utensilios—. Eso fue muy grosero. Batí mis pestañas exageradamente a Devin y dije: —Oh, excuse moi.

Devin frunció el ceño, pero lo ignoré y abrí la nevera. Me incliné y saqué dos refrescos de la puerta y volví a la mesa. —¿Ya comenzaste el libro? —preguntó, el Sr. Maravilla, metiéndose las manos profundamente en los bolsillos—. Es una gran historia. —Echó un vistazo a mis textos. Sonreí, sabiendo que los había dejado en mi armario. —Los adolescentes no saben leer, ¡todo el mundo lo sabe! —Sentí su mirada descansando sobre mí y me encogí de hombros—. No, todavía no. —Me negué a mirarlo, a pesar de que esperaba llamar mi atención. Tenía mejores cosas en las que fijarme: álgebra, inglés, historia, por nombrar algunas. —Cuando lo hagas, házmelo saber. Me gustaría escuchar lo que piensas. Solté un bufido y abrí la lata. Sí, apuesto que deseas escuchar una de las opiniones de tu hija repentina. Negué con la cabeza antes de obligarme a mirarlo. —Sí, claro. Estaré encantada de decir lo que pienso. Si todavía estás alrededor. — Tomé un trago. —¡Skye Williams! —gritó, mamá, mientras se dirigía hacia mí—. Cierra la boca —susurró. —Está bien —dijo, Warren. Sonrió, sus ojos se ablandaron mientras inclinaba ligeramente la cabeza. Escudriñé su rostro, buscando sarcasmo, pero no pude encontrarlo—. Seguro, Skye. Cuando estés lista. Voy a estar aquí. Tomé una respiración profunda, agarré mis libros y nos escurrimos de la habitación. Maldito sea, pensé. Maldito sea al infierno. Entré en la sala de estar y Devin me siguió cuando me senté en el sofá. —¡Eso fue grosero! —ladró, estableciendo sus libros sobre el sofá. Me miró frunciendo el ceño—. ¿Qué te pasa? —Él —repliqué, señalando con el pulgar hacia la cocina y luego robé su libro de inglés. Si no hubiera estado temblando tanto, podría no haber derribado su cuaderno, ni regado su carpeta llena de papeles. Apreté mis dientes y traté de calmarme. —Skye —dijo, Devin, agarrándome el brazo—. No encuentro ningún fallo en él sólo por respirar.

—Lo siento. Tumbé todas tus cosas. —Me estremecí e incliné más, empujando las páginas de nuevo en su carpeta. Mis dedos estaban desesperados y si dejaba de moverme me vería temblar. Lo sentía en todo mi cuerpo, ondeando mi respiración. —No es gran cosa. Haz sido torpe toda tu vida. ¿Por qué cambiar ahora? —Bajó la cabeza, tratando de hacerme verlo—. Warren parece bueno. —Su dedo índice frotó suavemente mi brazo. —Igual que mi padre antes de irse… él y todos los demás. Todos parecen buenos, pero mirando más allá de eso, encuentras la verdad. Mientras ponía los trabajos calificados de vuelta, vi un reporte de laboratorio de química con su nombre y el de Bethany Fields. Se lo mostré a Devin y sonrió. —¿Tienes una cita ardiente? Devin se sonrojó y lo agarró. —Es sólo una amiga y compañera de laboratorio. —Agarró el trabajo y terminó de guardarlo, pero mientras miraba, me di cuenta de que raramente sacaba otra calificación diferente de “A”. Celosa, le pregunté: —¿Alguna vez has sacado una “C” en tu vida? Sonrió. —Nop. Les gusto mucho a los profesores. —Fingió interés en volver a organizar su cuaderno de notas. Abrí el libro de texto y hojeé las páginas. Me encogí de hombros. —Así que, otra vez, ¿en qué estás trabajando? —Hacerte escuchar —dijo Devin, con los dientes apretados—. Pero estás siendo testaruda. —Tengo que mantener aquello en lo que soy buena. —Sonreí. Devin se puso detrás de mí y puso sus manos sobre mis hombros, con los dedos amasando mi piel.

—Eso no es en lo que eres mejor, Nicole Williams Skye. Solías ser tan buena confiando. Me tomaste como tu mejor amigo, ¿no? —Me jaló el libro quitándomelo de las manos, y lo puso en el sofá antes de obligarme a mirarlo—. Y sigo aquí. Me apoyé en su pecho y cerré los ojos, rindiéndome en la seguridad de sus brazos. Cerré los ojos y escuché los constantes latidos de su corazón. Mis hombros se rodaron un poco hacia adelante y de repente sentí ganas de llorar. —Eso es diferente. —¿Por qué? —Sentí su voz vibrar en el pecho mientras hablaba. —Debido a que siempre fue fácil contigo. Nunca fuiste algo diferente a lo que parece. —La calefacción golpeó con más fuerza y voló algunas hojas de papel. Devin se inclinó y me susurró: —Tal vez él también lo es. —Apoyó el puente de su nariz en mi frente Me aparté. —Sí, claro. No estoy siendo obstinada, sólo práctica. En el momento en que me acostumbre a él, se irá. Todo el mundo lo hace tarde o temprano. —¿Eso me incluye a mí? —Devin tragó fuerte y enderezó su espalda. Me encogí y me lo pregunté. —No puedes responder a eso, ¿verdad? Puedes no creer en nadie más, pero aún crees en mí. —Descansó la barbilla en la parte superior de mi cabeza. Sus manos cubrían las mías—. ¿Por qué no le das una oportunidad? ¿Y si vale la pena? —No estoy equivocada. Se va a ir. Pronto. —Y si no quiere, ¿lo vas a obligar? —replicó, sentándose en la mesa del café. Me agarró la mano—. Tal vez eso es lo que quieres. —No seas ridículo —me burlé. Devin arqueó las cejas y me miró con esos ojos azules desafiantes. —No lo soy. Pero podría quedarse a pesar de tus esfuerzos. Entonces, ¿qué vas a hacer?

—¿Quieres apostar? —Me recosté lejos y crucé los brazos sobre mi pecho—. Puedo ser la hija del infierno. Ha funcionado hasta ahora. Es decir, caramba, era tan buena que me deshice de mi propio padre. Imagina eso… sólo se fue. —Mi voz rezumaba sarcasmo, pero no quería ser sarcástica, ni un poco. Apreté los dedos con tanta fuerza que mis uñas se clavaron en mis palmas. —No tienes nada que ver con eso. Fue una decisión que él tomó… una miserable. — Me tocó la frente, rozando un perdido y errante mechón de cabello sobre mis ojos—. Y un día, se dará cuenta de la mala decisión que tomó y vendrá a buscarte. —Quiso que encontrara su mirada, pero no pude. —Claro. Cuando el infierno se congele —repliqué—. Voy a deshacerme de Warren, de una forma u otra, antes de que se deshaga de mí. —Dudo que esté tratando de hacer eso. —Devin cruzó los brazos sobre el pecho, imitándome, pero parecía mucho más duro de lo que me sentía—. Estás tomando esto como un reto, ¿no? Bueno, no creo que Warren te la ponga fácil. —Vamos a ver —dije.

*** Más tarde esa noche me acosté en mi cama, postergando como de costumbre mi temible tarea. Pensaba, ausente, el cómo iniciarla cuando sonó el teléfono. Crucé las manos detrás de mi cabeza, pensando que probablemente era el “Hombre Ruiseñor”, llamando a mi madre. —¿Skye? Es para ti —gritó mi madre. Entré en la sala de estar. Tomé el teléfono y grité: —¡Ya lo tengo, mamá! —Mientras acunaba el receptor contra mi pecho. Levanté el auricular. —¿Supongo que todavía estás luchando con las cláusulas adverbiales? —¿Las clausulas adverbiales? —preguntó, una voz familiar que no podía reconocer—. Sí, estoy seguro de que tengo problemas con ellas, pero eso no es por lo que estoy llamando. —¿Quién es? —pregunté bruscamente, sintiéndome ruborizar. Y ¿por qué esa voz sonaba tan… agradable?

—Kellin, el chico con el que vas a salir mañana. —Una ligera pausa llenó la línea—. ¿Quién creías que era? ¿Devin? Algo me molestó. La manera en que pronunció el nombre de Devin parecía sarcástica, pero no del todo. —A veces llama —admití finalmente. Pero era una verdad a medias, en el mejor de los casos. Devin y yo usualmente nos llamábamos cada noche. Era un ritual. Por otra parte, eso no era tan extraño entre mejores amigos—. ¿Entonces por qué estás llamando? ¿Surgió algo? —pronuncié en voz alta mis deseos mientras me apoyaba en la pared. Podía escuchar a mi madre lavando los platos. —No, nada ocurrió —dijo—. Sólo te llamé para conversar. Quería oír tu voz. Rodé los ojos y me pregunté cuántas veces le había funcionado esa línea. —Es la misma que tenía ayer. —Miré mis pies, disfrutando de la alfombra filtrándose entre los dedos. —Skye, no soy un mal tipo, no me estás dando una oportunidad. —Otra pausa—. Debo de pisar de puntillas aquí. Tú y Devin están saliendo, ¿no? Si no quieres ir mañana… Un sonrojo subió a mis mejillas. Me podía echar para atrás. Ésta era mi oportunidad. Pero, ¿y si no le había dado una oportunidad justa? Cualquier otra chica habría dado cualquier cosa por salir con él. Me mordí el labio antes de finalmente responder. —Quiero ir. —¿Entonces por qué pareces tan sorprendida de que te llamara? Hice girar el cable del teléfono alrededor de mis dedos. —¿Por qué quieres salir conmigo? ¿Por qué yo? —dije finalmente, imaginando su cara. Su pelo rubio brillaba bajo la luz fluorescente. Su chaqueta de cuero le daba un aspecto tan voluminoso. Y esa sonrisa. Era una preciosidad, y estaba hablando con... conmigo. —Eres hermosa. Tyler y yo hemos estado hablando de lo bien que te ves —dijo efusivamente. La llamada en espera sonó, diciéndome que había otra llamada en la línea. —¿Puedes esperar un segundo? —pregunté.

—Claro. Cambié a la otra llamada. —¿Hola? —¿Cómo demonios haces estas cláusulas adverbiales? —exigió, Devin—. ¿Y por qué puedo encontrarlas cuando estás sentada a mi lado pero cuando estoy solo me olvido de cómo lucen? Me reí entre dientes, imaginando su expresión frustrada. —Espera un segundo, Devin. —Está bien… no voy a ninguna parte, por lo menos no hasta que entienda esto — suspiró. Volví a Kellin. —Mira, me tengo que ir. Mi madre tiene una llamada —mentí—. Te veré mañana. Adiós —dije, lista para cambiar de nuevo. Me deslicé por la pared hasta llegar al suelo. —Skye, deseo que llegue mañana por la noche. Su voz, cálida y profunda, hizo que hormiguearan mariposas en mi estómago. —Yo también —dije, finalmente—. Tengo que correr. —Adiós —dijo Kellin. —Adiós. —Cambié de línea rápidamente—. Seguramente tienes una gran cantidad de problemas con inglés. Devin se echó a reír. ―Sí, bueno, es por eso que es bueno que mi mejor amiga esté lo suficientemente loca como para disfrutar de la materia. —¿Devin? —dije, cepillándome el pelo largo y oscuro. —¿Sí? —Imaginé que su expresión. Estaría arqueando sus cejas con una sonrisa desviada. —¿Crees que soy bonita?

—¿Qué? —preguntó, con incredulidad. —¿Crees que soy bonita? —repetí, sintiendo mis mejillas sonrojarse. ¿Por qué le pregunté a él?—. No importa —corregí—. Pregunta estúpida. Silencio. Entonces Devin dijo: —Creo que eres hermosa. Pero deberías saberlo. No es que no lo diga. De cualquier manera. ¿Qué hizo que trajeras eso a colación? Le daba vueltas a un mechón de cabello en torno a mi dedo índice. —Oh, sólo me preguntaba. —Sí —dijo, Devin, con voz grave—. Skye, eres una de las chicas más guapas de la escuela. Siempre lo has sido. Miré las uñas de mis pies, con el ceño fruncido, mientras me daba cuenta de que necesitaban ser pintadas. Traté de imaginar a Kellin y Tyler hablando sobre la forma en que me veía, pero no podía. Devin era una historia diferente. A menudo me decía lo guapa que era… no es que jamás lo haya sentido. Siempre había sido de los marginados, la chica que se tropieza con sus propios y enormes pies. Y de repente, Kellin, se había fijado en mí. —¿Skye? —La voz de Devin me sorprendió—. ¿Estás ahí? —Sí —dije, aunque mentalmente no lo estaba—. Hablemos sobre esas cláusulas.

Capítulo 3 Traducido por clau12345 Corregido por Natyº

—T

e ves... diferente —dijo Devin, finalmente, apoyado en el casillero junto al mío. Cruzó los brazos sobre el pecho en su pose característica. Como de costumbre, llevaba un suéter de béisbol con mangas rojas y jeans.

—¿Luzco mal? —pregunté, tratando de mantener el pánico lejos de mi voz. Eché un vistazo a la suave falda de flores que fluía a mí alrededor, y acentuaba mis caderas, y al suéter con botones que esbozaba mis pechos. Por supuesto, rara vez me desviaba de las camisetas y jeans, pero no pensé que luciera tan mal. Me ricé el pelo y combatí la onda natural para tener mechones que enmarcaran mi cara. —No —dijo, acariciándose la barbilla como si pensara—. No mal. Sólo así, más suave, como una chica. Agaché mi barbilla y estabilicé mi mirada en la suya. —Soy una chica —espeté, colocando las manos en las caderas. Devin asintió con la cabeza lentamente, como si un nuevo pensamiento hubiera amanecido sobre él y arqueó las cejas. —¿Será por eso que tu traje de baño se ve tan diferente al mío? —Gracioso. —Golpeé su brazo juguetonamente. —Ten cuidado. Se supone que debes ser una chica, ¿recuerdas? —Devin deslizó sus manos de nuevo a los bolsillos de los pantalones—. En serio, ¿por qué estás vestida así? Un grupo de chicos pasó, con Kellin en el centro. Cuando me vio, se detuvieron. —Oye, Skye —me saludó cálidamente mientras su mirada se deslizaba sobre mí, haciéndome sentir incómoda—. Bonito traje. —Su voz salió profunda y ronca, casi en un gruñido. Alisé el suéter y deseé por segunda vez no haber usado esa ropa. ¿Qué me había poseído?

—Hey, Kellin —logré decir. Randy Smith, un defensa, sonrió y le dio un codazo a Kellin. —Sí, Skye… Te ves muy bien. Kellin le dio un codazo de vuelta y Randy arrastró los pies. Una vez que sus amigos se marcharon, Kellin dijo: —Te veré esta noche, ¿de acuerdo? Devin lo fulminó con la mirada, sin siquiera tratar de ocultar su desdén. —Sí, nos vemos esta noche —le dije. Evitando la mirada demandante de Devin, terminé de sacar los libros de mi casillero. Mientras Kellin y su grupo de amigos deambulaba por el pasillo, sentí la furia de Devin quemando agujeros en mí. —Skye —comenzó, con la voz incluso más enojada de lo que esperaba—, ¿qué hay esta noche? —En lugar de responder, fingí seguir cavando por los libros enterrados bajo otros. Podría haberlos jalado simplemente, pero el peso de los otros lo hacía una mala idea, seguramente todos los demás se vendrían abajo si lo hacía. Devin se aferró a mi brazo y me dio un tirón exasperado. Fiel a su estilo, los otros libros cayeron. Devin hizo esfuerzos por mantenerlos dentro. —Skye, ¿qué es lo que está pasando? —Su ceño fruncido se profundizó—. Vas a salir con él, ¿no? —Una afirmación, no una pregunta. El tono que había logrado antes había desaparecido, reemplazándolo por un filo que rara vez le había oído usar. Me imaginé que estaba molesto. Sin embargo, ¿no era mi mejor amigo? ¿Qué le importaba? Agarró mis libros y los empujó hacia atrás, pero los saqué de sus manos y lo hice yo misma. No era mi novio y tampoco era mi guardián. No sé por qué estaba tan enojado en ese momento. Supongo que estaba enojada porque él estaba enojado. Se supone que los amigos te dan en el codo cuando pasan cosas buenas y luego siguen adelante. Se suponen que te ayudan, no que te juzgan. —Sí —dije, finalmente, mirando hacia el libro en mi mano. La vergüenza por mi ropa se había desvanecido y de repente la ira le dio paso a la frustración. ¿Podría ser por la desaprobación de Devin? Me encogí de hombros—. ¿Cuál es el problema? Es sólo una

estúpida cita. —Lágrimas pinchaban mis ojos y de repente me di cuenta de que estaba dolida. ¿Por qué importaba tanto lo que pensara Devin? —No es el hecho de que vayas a una cita. Es con quién vas a salir. —Tocó mis hombros, y luché con un extraño deseo de retirarlos. No lo hice, pero sus manos se sentían como de plomo, y me sentí extrañamente desbalanceada, como si me fuera a caer si me movía—. Es un problema, puro y simple. —Apretó los dedos con suavidad. —Se supone que debes ser mi mejor amigo, no mi novio —espeté, tratando de disimular el dolor cada vez mayor—. ¿Por qué no eres un buen amigo y dejas de juzgarme? Su gesto de desaprobación dio paso a una boca abierta por la sorpresa. Retiró las manos y las llevó de nuevo sobre su pecho. —Nunca te he juzgado Skye, ni una sola vez. —Sentí su mirada descansando en mí exigiendo que lo mirara—. Finalmente crees que todo el mundo es como tu padre… listo para marcharse. Pruebas a todo el mundo para saber qué tan seguros son. Me estás probando aquí, ahora mismo y crees que no puedes perder ya sea porque parezco celoso o posesivo. No soy ninguno de los dos. —Sacudió la cabeza. —Estás enojado —repliqué, mirando mis libros. Caray, ¿por qué era tan bebé cuando se trataba de la ira, de todos modos? ¿Por qué debería importarme tanto que estuviera enojado? Me apretó el brazo tranquilizándome. —No —mintió—. No estoy enojado. Sólo preocupado. —Cuatro porristas pasaron caminando y Becca, desde el centro me miró y le dijo algo a sus amigas. Luego todas se echaron a reír. Me eché a reír sordamente. —Sí, de cualquier manera, ¿qué es lo peor que podría hacer? Devin se sobresaltó y el color desapareció de su rostro. —No preguntes. —Me levantó la barbilla, obligándome a mirarlo a los ojos, sorprendiéndome no con rabia, sino con algo más, algo más profundo—. En este momento no tienes ni idea de en quién es seguro confiar. No quiero que resultes lastimada. —Estando parados tan juntos, sentí algo construyéndose entre nosotros, algo que hacía que mi corazón se acelerara y me dejara sin aliento.

Las lágrimas llenaron mis ojos, difuminando su cara y pensé en mi padre, el hombre que había sido la persona más segura que conocía. Era su hija y no me había querido. ¿Por qué alguien lo haría? Apreté los dedos en puños y contuve las lágrimas. —¿Por qué te importa si resulto herida? ¿Por qué te importa? Los hombros de Devin se tensaron y pude oírlo tomando aire levemente. Cerró los ojos… como si no quisiera ver lo que tenía justo frente a él. Tal vez era yo. Entonces los abrió y el azul volvió. —Tratas de alejar a la gente que te quiere. Sí, me importa si resultas herida porque soy tu mejor amigo. —Trató de tirar de mí hacia él, pero me negué a ceder, a sabiendas de que cualquier esfuerzo haría bajar mis lágrimas. Quería estar enojada en lugar de herida. —No —dije, finalmente, cansada y temblorosa. No tenía ni idea de cómo mantener las emociones bajo control. Devin me tocó la mejilla. —Skye, no hagas esto. Odia a tu padre si quieres… si eso hace las cosas soportables para ti. Pero no me odies a mí… o peor, no te odies a ti misma. La primera campana sonó y salté. —Mejor me voy. —Lo empujé fuera del camino. Devin se pegó a mi muñeca. —No me estás escuchando. —Su voz se suavizó, disminuyendo a un susurro grave. —Te oí —dije, apartando la mirada para ver a cinco jugadores de fútbol avanzando a grandes zancadas por el pasillo. Uno parecía familiar y me tomó un minuto darme cuenta de quién era: Rick o Jimmy Sorenson, uno de segundo, como yo. Habíamos ido juntos a la escuela desde segundo grado. A pesar de que iba al mismo ritmo que los demás, se ubicó en el margen exterior, en silencio. Nuestras miradas se encontraron a su paso. El pelo rojo de Sorenson era lo suficientemente largo para cubrir el cuello de la camisa con botones que llevaba. Aunque no era tan grande como Kellin, era más alto, y su subestimado poder parecía más pronunciado que el de Kellin porque su calmada seguridad sugería que tenía más control. A pesar de que caminaba con los jugadores, también se mantenía aparte de ellos. El índice de Devin me rozó la muñeca.

—Sí, oíste, está bien, pero no estás escuchando, y lo sabes. —Quería retirarme de su caricia, pero no pude—. Prométeme algo, Skye. Me concentré en sus dedos y me di cuenta que los rápidos latidos de mi corazón se ralentizaron para coincidir con el ritmo constante de su toque. —Sí, ¿qué? —finalmente pregunté. —Que tendrás cuidado esta noche. Rodé los ojos y negué con la cabeza. — Sí, voy a tener cuidado esta noche. —Suspiré. Devin me soltó la muñeca, líneas de preocupación seguían frunciendo su ceño. —Está bien. Voy a tomar eso como una promesa. Aunque preferiría que lo hicieras por ti, en lugar de hacerlo por mí.

*** Esa noche me debí haber cambiado de ropa unas diez veces, alternando entre pantalones y faldas, camisetas y blusas. Me alzaba el cabello largo y oscuro y luego tiraba para soltarlo. Decir que estaba llegando a algún lado de manera rápida, sería subestimarme. Violentamente, sentí mi estómago sacudiéndose como si estuviera descendiendo a toda velocidad por la primera pendiente de una montaña rusa. Aunque me sentía mucho más cómoda en jeans, me sentía también normal, y Kellin merecía algo más que simple. Una vez que finalmente me decidí por una falda hasta la rodilla de mezclilla y una camisa de algodón abotonada, terminé de estar lista. Mientras rizaba mi cabello, me miré largo y tendido, preguntándome por qué Kellin me encontraba hermosa. Mi rostro largo y delgado parecía abrumado por los enormes ojos verdes. No era bonita, en realidad no. Y sin embargo, Devin había dicho: “Eres una de las chicas más guapas en la escuela”. ¿Eran ciegos? El timbre de la puerta interrumpió mis pensamientos y abrí la boca, buscando el reloj. Kellin había llegado diez minutos antes. Me toqué el pelo, tirando algunos mechones sobre los hombros. Esto era lo mejor que conseguí.

—Skye —llamó, mi madre—. Kellin está aquí. Mi corazón se aceleró. Me volteé y el mundo pareció girar, distorsionado. Todo parecía borroso, caliente y como en un sueño, y luego se cambió de nuevo. Eso no parecía posible, alguien tan popular como Kellin se había fijado en mí y me esperaba en la puerta de entrada. Di a mi reflejo una última mirada, ajusté mi cinturón, me palmeé el cabello y alisé la falda. Corrí escaleras abajo y cuando llegué al piso, mi aliento se contuvo cuando miré los ojos azules de Kellin. Una chaqueta de cuero cubría su suéter azul, y sus jeans PePe abrazaban todos los matices de su anatomía masculina. Me detuve cuando una voz de pánico estalló en mi cabeza. ¿Qué estás haciendo? ¿Por qué un tipo como ese te invitaría a salir? Eres una perdedora, Skye. Siempre ha sido así. Todos esos pensamientos se desvanecieron cuando una enorme sonrisa atravesó su cara. —Ahí estás. —Mostró la misma sonrisa brillante que mi madre—. Le estaba contando a tu mamá sobre la película que vamos a ver. —Cuando llegué a su lado, su fragancia para después de afeitarse llenaba el aire y en el fondo se escuchaba un comercial de autos. Mi madre me tocó la espalda. —Suena muy bien, en realidad. —Sonrió—. Tal vez Warren y yo vayamos mañana por la noche. —No sabía que a los contadores les gustaran las comedias románticas. ¿No prefieren películas más... aburridas? —Parpadeé. —Skye —mi madre habló con una voz paciente, cansada—. Dame un poco de crédito cariño. Vuelve a las once. —Sí, sí. —Estuve de acuerdo, exhalé con disgusto—. O me volveré calabaza ¿no? — bromeé, pensando todo el tiempo, no me avergüences por favor. —Nada de eso… en un aguacate, o tal vez en un enchufe de dieciséis de antigüedad — dijo y me besó la mejilla—. Pásenla bien. Por cierto, tu papá dijo que no planearas nada para el sábado. Me detuve. —¿Papá dijo eso? —Tragué saliva, no creyéndole del todo—. ¿Te llamó?

—Sí. —Su tono era cortado y sabía que no quería hablar de esto. —Estaré de vuelta a las once —le prometí, mordiendo mi labio mientras me preguntaba qué había dicho mi padre. Kellin mantuvo la puerta abierta mientras caminábamos hacia el exterior. —Te ves muy bien, Skye. Realmente magnífica. Me sonrojé y traté de no preguntarme si estaba siendo sarcástico o genuino. Sonrió y su mano tocó mi espalda suavemente, guiándome hacia un Mustang clásico que había sido completamente restaurado. Salimos al aire de la noche que olía a octubre y a madera quemada. Una vez que llegué a su coche, abrió la puerta del pasajero. —Así que… ¿qué hay realmente entre Devin y tú? Me deslicé en el interior y alisé mi falda. —Te lo dije: sólo somos amigos. —Fruncí el ceño, preguntándome por qué mi amistad con Devin le interesaba tanto. Kellin arqueó una ceja. —Resulta muy difícil imaginar a cualquier chico siendo sólo amigo tuyo. —¿Qué se supone que significa eso? —pregunté, una vez que se deslizó en el asiento del conductor y aseguró su cinturón de seguridad. —Nada. —Apartó la mirada y frunció el ceño, metió la llave en la ignición y arrancó el coche. —No —insistí, mordiendo mi labio inferior—. Quisiste decir algo con eso y me gustaría saber qué. De mala gana, me miró, pero por un segundo, no se sintió como si me estuviera mirando de forma entera, sino a mis pechos, mis caderas, mis partes distintas a las suyas. —Eres hermosa, Skye. Cualquier chico tendría problemas en mantener las cosas contigo en el terreno de la amistad.

Tiré de mi abrigo con más fuerza. Había hecho algunas cosas bastante estúpidas, pero esta había sido la peor de todas ¿Qué tal si Devin había estado en lo cierto?

Capítulo 4 Traducido por Emii_Gregori Corregido por Haushiinka

—E

ntonces, ¿por qué me invitaste a salir? —Crucé mis brazos sobre mi pecho y esperé. —Porque quería llegar a conocerte —contestó, evitando mi mirada.

—Oh, no me digas —dije cansinamente, viendo las casas borrosas pasar. —Sí, de verdad —dijo—. Es cierto que eres increíblemente hermosa, Skye. No tiene sentido negarlo. Pero hay más de ti que eso. Todos me juzgan por lo bien que lanzo una pelota de fútbol. Imaginé que podrías ser alguien que puede ver más allá de esa parte en alguien que vale la pena conocer. —Frunció el ceño y apartó la mirada—. Sé lo que dice la gente, Skye, pero sólo es mierda que no puedo quitarme. Tyler es el chico mujeriego, no yo. Sus ojos negros me miraron con una suavidad que nunca habría esperado. —¿Estás seguro de que quieres llegar a conocerme? —pregunté finalmente. —Afirmativo. —Cepilló hacia atrás un cabello suelto que había caído en mis ojos—. Sólo tengo una pregunta… ¿pasé la pequeña prueba de Devin? —Giró hacia la izquierda. Me endurecí ligeramente. —¿Qué quieres decir? —Sé lo poco que me agrada Devin y lo mucho que odia que te invite a salir. Sé cuán cercanos son. —Cepilló su pulgar a través del volante. De repente me pregunté cómo se sentirían sus dedos acariciando mi rostro. —No era la “pequeña prueba de Devin” —dije—. Puedo pensar por mí misma. —No lo dudo. —Entramos en el estacionamiento, y apagó el motor. Su mano se deslizó hasta mi cuello, mientras su mirada me mantuvo inmóvil, embelesada, se inclinó y me besó.

La idea de moverme parpadeó en mi mente, pero su beso la reprimió, inundándome con calor. Sus labios se abrieron en los míos, y probé menta verde mientras su lengua se deslizaba sobre la mía, acariciándola. Sus brazos me atrajeron cada vez más cerca, más fuerte, hasta que lo único que sentía era su cuerpo apretado contra el mío y el calor difundiéndose a través de él. Unos segundos después, se alejó, sin embargo me quedé en esa niebla, envuelta en su abrazo y oyendo su susurro: —Caray, eres magnífica. —Abrió su puerta y también salí. De la mano, nos dirigimos a comprar las entradas. Esta sensación, aunque maravillosa, era ajena. Nunca realmente me habían besado antes… no es como si se lo hubiera admitido a alguien además de Devin, y en este momento —con mi corazón desbocado en mi pecho y mi aliento a toda velocidad haciendo algo que no entendía muy bien—, no estaba segura de saber cómo abordar este tema incluso con Devin. Todo esto parecía tan extraño, tan nuevo. Mi buena madre nunca me había explicado realmente cómo funcionaba la “fontanería”, y hay por lo menos un par de cosas que no puedes preguntar cuando tu mejor amigo también resulta ser un hombre. Ni siquiera un mejor amigo tan maravilloso como Devin. —¿Entonces ese beso pasó tu prueba? —bromeó, apretando mi mano con suavidad. —Sí —finalmente logré decir, una vez que noté que aún tenía una voz—. Fue agradable. —¿Agradable? —bromeó, Kellin—. Nunca antes escuché a alguien decir que mi beso era agradable. Me estremecí, preguntándome cómo es que siempre digo las cosas incorrectas. —Entonces, ¿qué dicen las otras chicas después de besarte? —Nunca es cortés besarse y contarlo —dijo, guiñando un ojo. Compró los billetes, y nos dirigimos hacia el área de concesión. Pasó un brazo alrededor de mi espalda y apretó mi brazo derecho, inquietándome. Por una fracción de segundo, el rostro de Devin, brilló frente a mí, y me pregunté cómo se sentiría su beso o cómo se sentiría su brazo atrayéndome. ¡Basta!, me dije. Devin es tu mejor amigo, nada más. Lo conoces desde siempre. ¿Por qué quieres besarlo?

—¿Skye? —Kellin me hizo señas—. Tierra llamando a Skye. —Sí —respondí finalmente, notando que había estado fantaseando. —Me alegro que decidieras aventurarte conmigo. Sonreí. —Yo también. Dentro del vestíbulo, nos colocamos en una larga fila, esperando para conseguir palomitas y bebidas. Aunque no tenía hambre, veía el dispensador de bebidas con ansias. —¿Oye, Kellin? ¿Cómo estás? —le preguntó Becca Haskins mientras ella y Kaylee Johnson daban un paso detrás de nosotros. Rizos rubios enmarcaban su rostro, y su suéter aguamarina realmente destacó sus ojos color azul claro. Tomó la mano de Kellin, pero esquivó sus dedos para agarrar servilletas. La pareja de adelante recogió sus palomitas y refrescos antes de dirigirse al auditorio. —Hey, Becca. Kaylee —logró decir, Kellin, acercándose hasta el mostrador. Señalé hacia el baño y dije: —Ya vuelvo. —Aliviada por librarme de las hermanas Stepford, comprobé mi maquillaje. Un momento después, Becca me siguió hasta el baño y se aplicó más lápiz labial. Apretó sus labios y luego acarició su cabello. Aparté el flequillo de mis ojos y traté de ignorarla, pero mientras guardaba su lápiz labial, dijo: —No tienes ninguna oportunidad. —Sus dedos se arrastraron hasta su suéter, bajándolo—. Sólo está utilizándote para una cosa. No le interesas; yo sí. —¿Entonces por qué yo estoy con él y tú no? —contesté finalmente, sacando un peine de mi bolso. —Ni siquiera te preocupas por él, ¿verdad? —Sus acusadores ojos se encontraron con los míos. —¿Cómo sabes lo que siento? ¿O lo que siente él, para el caso? —Tragué con fuerza. Sabía que nunca encajaría, pero esto… esto no me lo había esperado.

Se giró y me fulminó con la mirada. —He estado esperando mi oportunidad con él durante los últimos tres años. Casi la tenía hasta que entraste en escena. —Se alejó, chocando con mí hombro deliberadamente mientras salía—. ¿Por qué no te atienes a Devin? Es un accidente de nacimiento tanto como tú. Salió del baño, dejándome hacer frente a mi reflejo. Mientras salía del baño, me obligué a sonreír y pretender que nada había sucedido. Becca y Kaylee se quedaron con Kellin, pero su mirada estaba desviada, y cuando me vio, me ofreció una sonrisa que me hizo olvidar lo que realmente había sucedido. Tomó mi mano. —¿Estás lista para encontrar un asiento? —Sí. —Juntos caminamos hacia el auditorio, dejando a Becca y Kaylee donde se encontraban, sosteniendo sus palomitas y refrescos.

*** —Esa fue una gran película —dije, entusiasta, obligándome a no pensar en Becca. Salimos del cine y, mirando las estrellas, giré en un círculo pequeño, con mis brazos levantados. —¡Mira este cielo! Es hermoso. —No es ni la mitad de hermoso comparado con lo que veo —dijo Kellin. Su voz sonaba más ronca y profunda que de costumbre. Metió sus manos en los bolsillos de sus pantalones. Lentamente bajé la mirada del brillante cielo para encontrar a Kellin observándome intensamente, las comisuras de sus labios tirándose hacia arriba. Una brisa fría revolvió su cabello. Sin embargo, seguía mirándome. —¿Qué? —pregunté, con mis dedos cepillando mi cabello—. ¿Qué hay de malo en mí? —¿Qué hay de malo en ti? —repitió, Kellin—. Nada. Sólo me gusta mirarte. Eres más bella que todas las estrellas. Me sonrojé. Debes estar ciego, pensé. Ni siquiera soy linda, y mucho menos hermosa. —Ni siquiera miraste el cielo —protesté. —No tenía que hacerlo. —Cerró la distancia y puso un brazo a mí alrededor—. No hay comparación a tu belleza. Ganarías sin siquiera intentarlo.

Deteniéndonos junto a su coche, miré el temblor en mis manos en lugar de observar el esmalte de uñas. Envolví mis brazos alrededor de mi cuerpo. —No soy hermo… Colocó suavemente sus dedos sobre mis labios y se inclinó hacia mí, con la cabeza ligeramente ladeada. La suave carrocería del coche presionó mi espalda. —Shh. Ni una palabra más. Eres hermosa, incluso si no lo notas. Su mirada se encontró con la mía, y fui incapaz de apartar la mirada de aquellos ojos que memorizaban cada una de mis características, cada poro. Empecé a bajar mi cabeza, pero su mano se deslizó bajo mi barbilla y me incitó a afrontarlo. —Eres muy hermosa. Mírame. Cuando miré sus ojos azules, supe que iba a besarme de nuevo. Lo supe antes que se inclinara más, antes de que sintiera sus labios. Su brazo me atrajo. El mundo se desvaneció, dejándome envuelta en el abrazo de Kellin donde me podría haber quedado para siempre. Entonces finalmente se apartó. Suspirando, poco a poco abrí mis ojos. —¿Cómo fue eso? —preguntó en voz baja, rozando su dedo índice a través de mi mejilla. —Eso fue… agradable —admití, riendo en voz baja. En mi mente, una pequeña voz preguntó, ¿por qué estás actuando así? En lugar de pensar en ello, sonreí hacia la desviada sonrisa de Kellin. —Te gusta esa palabra —bromeó—. ¿No ha sido impresionante, deslumbrante o merecedor de otro segundo intento? —Se inclinó hacia mí, ladeando la cabeza para que su aliento caliente acariciara mi piel, calentándome. —No dije eso —protesté, sin aliento—. No quise decir eso. —A nuestro alrededor, faros de coches cobraron vida mientras los demás se marchaban. Examiné el estacionamiento, preguntándome si Becca y su amiga se habían ido. Se acercó, su mirada nunca dejando mi rostro. Incluso en la iluminada oscuridad y en la débil luz del farol, noté la amplitud de sus hombros, cómo me eclipsaba su altura, y me sentí pequeña, incluso graciosa. Cuando usualmente, caigo sobre mis propios pies. —¿Quieres probar nuevamente ese beso? —Su voz profunda resonó a través de mí como si tuviera dedos. Nuestras miradas se encontraron, y no podía romper su agarre.

—Sí —susurré. Mi corazón latía tan fuerte y rápido que me pregunté si podía oírlo. Sus dedos se movían hacia abajo, haciendo una pausa en el hueco de mi garganta antes de deslizarse a la nuca de mi cuello. Me atrajo y colocó sus labios sobre los míos. Durante el tiempo que me sostuvo, el mundo se silenció y desapareció por completo. Luego sus labios buscaron mi cuello, mis orejas. Mi corazón se aceleró. Empujé un poco y me las arreglé para chillar por debajo de él. Tomé una respiración profunda, esperando que el frío de la noche me anclara en el presente. El estacionamiento estaba casi completamente vacío y miré mi reloj. —Ha sido una gran noche, pero mi mamá me espera en casa en los siguientes quince minutos. Pasó sus dedos por su cabello y finalmente asintió. —Está bien. —Abrió la puerta de pasajeros y esperó a que me estableciera antes de cerrarla. Mientras volvía a casa, nuestra conversación quedó en silencio. Finalmente, mientras nos deteníamos en el camino de entrada, Kellin dejó el motor en marcha y me enfrentó. —No quise comenzar tan fuerte, Skye. —Su mano coronó la mía y la acarició—. Me haces perder la cabeza. Por favor, sal conmigo de nuevo. —Sus ojos azules me imploraron—. ¿Qué te parece la noche del sábado? Aunque sabía que no debía profundizarme demasiado en esos ojos, noté que no pude resistirme. Sólo di que no, pensé. —No puedo ir este fin de semana. Por alguna razón, mi mamá piensa que mi padre podría llamar para encontrarnos. Asintió y miró por la ventana. Su mandíbula se apretó. —No tienes que darme excusas. —Frunció el ceño, y sus cejas se surcaron—. Te veo luego. —Se inclinó para besar mi mejilla. —No es eso. Realmente no puedo hacer planes —traté de explicar. Debería haberlo dejado en eso, pero no pude. ¿Qué estaba mal en esta imagen? Uno de los chicos más populares parecía devastado por no tener una segunda cita con… conmigo, y me sentía, bueno, arrepentida por él. Era realmente hermoso, también, y encantador. ¿Por qué estaba Devin tan preocupado, de todos modos?—. ¿Y el sábado siguiente? Su rostro se iluminó, y sonrió.

—En realidad, eso sería genial. Mi amigo Tyler Rutherford tendrá una fiesta. —Debe de haber visto mi expresión de sorpresa y añadió, levantando mi mano a sus labios—: ¿Quieres venir? Una vez más sentí el más mínimo destello de duda, pero lo rechacé. —Claro, ¿por qué no? Resplandeció. —Te recogeré a las siete, y mientras tanto nos podemos reunir durante el almuerzo. Una opresión llenó mi pecho. —No puedo… de verdad —contesté con evasivas hacia la puerta—. Por lo general almuerzo con Devin. Kellin se enderezó en el asiento y tamborileó sus dedos sobre el volante. —Pensé que no estabas saliendo con él. —Miró hacia delante. Busqué mis llaves. —No lo estoy. Pero eso no significa que no pueda comer con un amigo. —No, supongo que no. —Su tono parecía bastante neutral, pero sospeché, teniendo en cuenta toda la rivalidad, que ocultaba su tono de voz. La luz del porche parpadeó con la señal de mi madre para que entrara. —Estoy siendo documentada. Tengo que irme. Mientras salía y comencé a caminar, Kellin salió rápidamente. Deslizó su brazo a mí alrededor, y apoyé mi cabeza contra su pecho, disfrutando de la pared muscular. Entramos al porche, donde me dio las buenas noches y gentilmente me besó. Una vez dentro, lo vi marcharse. Mientras estaba allí, mi madre entró en la habitación y preguntó: —¿Cómo estuvo tu cita? —Sonrió, esperando obtener más detalles. Llevaba una pijama de conejos y zapatos de casa. —Estuvo bien. —Me dirigí a mi habitación, pensando todavía en el beso de Kellin. Tumbándome en mi cama, cerré mis ojos, sintiendo todavía la intensidad de sus ojos azules. Recordé su fuerte mano sosteniendo la mía. No sé cuánto tiempo me quedé en ese recuerdo, pero el golpeteo de piedras contra el cristal finalmente rompió mi

ensueño. Preguntándome si Kellin había regresado, corrí hacia mi ventana y levanté las persianas. Devin estaba allí a la luz de la luna llena, sereno con otra piedra en su mano tan concentrado en su objetivo que no notó que había abierto la ventana. La piedra pasó zumbando junto a mi cabeza y entró en mi dormitorio, donde produjo un sonido metálico en el aparador. —¿Qué estás haciendo aquí? —susurré en voz alta, apoyando mi brazo en la cornisa del alfeizar. —Quería hablar. —Metió tímidamente las manos en sus bolsillos—. ¿Puedes bajar? Miré el reloj. Medianoche. —¿Estás loco? Tu madre te matará si se entera que estás aquí. —Eso es un gran “si”. —Tomó su gorra de béisbol y la volteó—. No creo que vayas a decirle. ¿Puedes bajar? Aunque sabía que mi madre me mataría si nos atrapaba, también sabía que podía fingir que buscaba en el garaje una novela que había sido empacada. —Nos vemos por el otro lado. Casi esperaba que mi mamá estuviera despierta y viendo la televisión. En cambio, se había deslizado a la cama. La planta baja estaba completamente a oscuras salvo por la luz de la cocina siempre encendida. Entré de puntillas en el garaje y al patio trasero, donde encontré a Devin. —¿Qué estás haciendo aquí? —Abrí la puerta para dejarle entrar en el patio. —Quería asegurarme de que estabas bien. —Evitó mi mirada y metió sus manos profundamente en sus bolsillos, como si necesitara hacer algo con ellas. —¿Por qué no lo estaría? —Me estremecí, y lamenté no haber traído mi chaqueta. No respondió. En su lugar, desabrochó su chaqueta de mezclilla y me la entregó. —Luces como si estuvieras congelándote. —¿Por qué crees que necesitas vigilarme? —pregunté de nuevo, deslizando mis brazos en la chaqueta. La cerré para bloquear el viento. —La reputación de Morgan es bien conocida. —Devin frunció el ceño—. Cúbrete el cuello. —Sin esperar a que me lo arreglara, extendió la mano y lo ajustó.

Asintiendo, dije: —Sí, pero eso no significa que sea cierto. Devin golpeó sus puños. —Eso no prueba que están mal, tampoco. ¿Por qué estás defendiéndolo tan rápido? Coloqué mis manos en mis caderas y lo miré. —¿Por qué estás tan empeñado en condenarlo? —Porque preferiría llegar a él antes de que llegue a ti, no después. Furiosa, empecé a caminar, sacudiendo mi cabeza. —Maldita sea, Devin, eres el que me dijo que debía confiar en las personas. No se puede tener ambas cosas, ¿sabes? Debes tomar una decisión y avisarme, ¿de acuerdo? Mientras tanto, estarás contento de saber que no puedo ver a Kellin este fin de semana porque tengo que ver a mi papá. No esperé a que él dijera algo. Lo último que haría es disculparse por decirle cretino a Kellin. Me apresuré en el interior y cerré la puerta lateral antes de volver a presionarme contra mi habitación y apagar la luz. Fue entonces cuando noté que todavía llevaba su chaqueta. Por alguna razón, me incliné y olí el dril de algodón. Tal vez era porque quería creer que nuestra amistad superaría esto. Tal vez era porque Devin me hacía sentir segura cuando nadie más podía hacerlo. No me podía imaginar un mundo sin él. Sin quitarme la chaqueta, me metí en la cama, y me quedé dormida esperando por las piedras contra el cristal, que nunca llegaron.

Capítulo 5 Traducido por Emii_Gregori Corregido por Micca.F

—T

u padre llamó esta mañana —dijo, mamá mientras me sentaba en la mesa de la cocina, con mis dedos tamborileando en la superficie. Su largo cabello en capas le enmarcaba suavemente el rostro. Llevaba

unos jeans y un suéter, y ya se había servido una jarra de jugo—. ¿Por qué no pones la mesa? —¿Qué dijo? —Mis dedos tamborilearon más rápido mientras trataba de no emocionarme. Mamá miró mi mano, efectivamente silenciándome. Tomé dos platos de los gabinetes. —Quiere llevarte al cine el próximo sábado. —Pinchó una salchicha. Coloqué los platos y aprecié su rostro, tratando de averiguar si había algo que no estaba diciendo. —¿Viene a verme en auto? Extrajo el tenedor. —No. Se mudó nuevamente aquí. Fui al cajón de los cubiertos. Frunciendo el ceño, recordé la última postal que me había enviado. ¿De dónde había salido? ¿California? —¿Cuándo regresó? —La primera vez que oí hablar de él fue esta mañana. Tú eres la que consigue postales. —Señaló a la despensa—. Compré unas servilletas.

Mientras las agarraba, me pregunté si era verdad. Normalmente no miente, pero también sabía lo molesta que estaba con mi padre. Su laconismo sugería que hacer una cita para una endodoncia era preferible a tener esta discusión; incluso hablar sobre esto excavaría malos sentimientos para ella. Pero tal vez mi padre quería regresar. Tal vez el “Hombre Ruiseñor”, era el que causaba problemas. —¿Por qué llamó? ¿Qué tenía que decir? —Traté de no parecer entusiasta, pero no pude evitarlo. —Llamó para hablar contigo. Eso es todo. Quería hacer una cita para el cine… no es que piense que es una buena idea. —Metió nuevamente la salchicha, esta vez colocándola en un plato cubierto con toallas para absorber la grasa. —¿Qué quieres decir? Dejó el horno. —Está despertando tus esperanzas otra vez, Skye. Ignoré la conversación que quería tener y recogí el periódico. Quité la banda de goma que lo rodeaba y la utilicé para tirar mi cabello en una cola. —¿A qué hora me recogerá? —A las dos. —Clavó más salchichas y las puso en el plato antes de tomar la leche de la nevera para ponerla en la mesa—. ¿Quieres leche? Sacudiendo mi cabeza, respondí: —No, jugo. —Tomé la jarra y llené mi vaso. El timbre sonó, y mamá miró su reloj. —Tal vez llega temprano. Fruncí el ceño y tomé un sorbo. Luego, después de que el líquido ácido y pulposo se hubiera deslizado por mi garganta, pregunté:

—¿Quién? —Coloqué mi vaso sobre la mesa. —Warren, cariño. —Miró su reflejo en la puerta del horno, y tocó el cabello alrededor de su cara, comprobándolo. —Oh —dije, con mis dedos tamborileando en la mesa—. ¿Todavía estás viéndolo? — Me paré, agarré otro vaso, y lo llené con jugo. —Por supuesto. Es un gran tipo. —Señaló la estufa—. Vigila las salchichas mientras abro la puerta. Paseó por la sala usando una sonrisa repugnantemente dulce, una sonrisa que no creo que haya usado pensando en mi padre, mucho menos hablando de él. Frustrada, me dirigí a la estufa, pinché la carne, y encontré cada pieza hecha. Las pesqué del sartén. Un momento después, mamá regresó no con Warren sino con Devin. Me ofreció una sonrisa y un saludo. —Mira quién se presentó para el desayuno —dijo ella y señaló hacia donde normalmente se sentaba—. Toma asiento y únete a nosotras. —Devin se sentó en una silla y trató de hacer sus largas piernas lo más discretas posible. Llevé el plato de salchichas a la mesa. —¿No tienes Fruit Loops? —Nop. Me comí el resto ayer. —Devin sonrió maliciosamente—. Y sabes cómo me gusta comer. —¡Skye, no seas grosera! —dijo mamá y le sonrió a Devin—. No te preocupes por su falta de disposición. —Luego se volvió hacia mí y agitó su dedo índice en señal de advertencia—. Dale a Devin un plato y un vaso, por favor. —Bien —dije entre dientes y coloqué un plato y un vaso frente a él. —¿Puedo tener un tenedor, también? —Me dirigió una sonrisa falsa.

—¡Grrr! —contesté bruscamente y avancé hacia el cajón de los cubiertos, agarrando un tenedor, un cuchillo y una cuchara—. ¡Aquí! —dije—. ¡Esto debería cubrir todas las bases! —Gracias. —Me dio una sonrisa socarrona—. Y, por cierto, no seas grosera. Lo miré, mordiendo mi lengua para no decir lo que realmente sentía. Mi madre comenzó a revolver huevos, el sonido metálico del “wisk” sonando contra el tazón. El horno sonó, dejándome saber que había sido precalentado. —Pon las galletas en el horno, por favor. —Está bien —dije, dirigiéndome a la nevera para recuperar una lata de galletas. Cargué la masa sobre la bandeja de hornear y la metí en el horno. Mi madre volteó los huevos. —Entonces, Devin, ¿estás saliendo con alguien? Un rubor se arrastró en sus mejillas. —No, no ahora, Sra. Williams. —Sus dedos buscaron la servilleta, y dejó caer el tenedor. Sonriendo, le di otro. —¿Qué hay con tu compañera de laboratorio, Bethany? —pregunté, inocentemente. Devin me lanzó una mirada mordaz. —Sólo somos amigos. Mi mamá llenó su propio plato. —Bueno, parece que Skye tiene un nuevo galán. Me encogí, sacudí la servilleta de la mesa, y la golpeé en mi regazo.

—¿Galán? Habla español, mamá. —Fulminé con la mirada a Devin, advirtiéndole que mantuviera sus opiniones para sí mismo. —Muy bien —coincidió mamá, arqueando sus cejas—. Skye tiene un nuevo novio… Kellin Morgan. ¿Lo conoces? —Su mirada ponderada me dijo que confiaba en la opinión de Devin. Devin apretó su mandíbula y aclaró su garganta. Se puso rígido. —No, Sra. Williams, no puedo decir que realmente lo conozco del todo. Quiero decir, lo he visto por allí, pero eso es todo. —Siguió mirando fijamente su comida como si esperara que le crecieran piernas y escapara. Levantó el tenedor hasta su boca y comió. Una vez que los huevos habían desaparecido, despachó su salchicha. —¿No podemos hablar de otra cosa? —sugerí, golpeando mi tenedor contra el plato—. ¿Qué hay de papá? Antes de que lograra responder, sonó el timbre por segunda vez, salvándola. —Ese es Warren. Perdón. —Colocó la servilleta sobre la mesa y se fue. —¿Qué estás haciendo aquí? —susurré, todavía furiosa. —He venido a verte. Para disculparme. —Devin empujó su plato vacío—. Odié la manera en que dejamos las cosas anoche. Tal vez no debería haber venido tan molesto. —Su mirada me buscó—. Tal vez no conozca a Kellin; tal vez se merece una oportunidad. Tomé mi tenedor y empujé mis huevos, mezclándolos con la salchicha. —¿Qué pasa contigo hoy? Estás actuando extraño, como si extraterrestres hubieran secuestrado a mi mejor amigo y dejado un impostor. No tuvo la oportunidad de responder antes de que mamá regresara con Warren. En el momento en que Warren entró, me sonrió. Llevaba pantalones Docker con una camisa de puntos. Un cinturón de cuero marrón y mocasines completaban su conjunto.

—Buenos días, Skye. ¿Cómo estás? —Mi madre levantó su mano. Forcé una sonrisa melosa mientras dije: —Oh, estoy muy bien. Considerando que mi padre acaba de llamar, ¿cómo podría estar mejor? —Medí su expresión y me sentí decepcionada por su sonrisa neutra… así que subí la apuesta—. Mi madre estaba muy contenta de tener noticias de él. —Skye —dijo en un tono de advertencia. El color lavó su rostro, y un ceño fruncido reemplazó la sonrisa. Recogió el plato de Devin y lo lavó. —Llamó, mamá —argumenté. Tomé una salchicha y le di un mordisco—. Mmmm. Esto está realmente delicioso. —Tratando de no ser demasiado visible, vi la expresión de Warren a cambio. Warren sonrió aún más brillante. —Es genial que hayas oído de tu padre. Sé que tu madre estaba muy preocupada de que no estuviera en contacto contigo como había prometido. ¿Qué dijo? —Dio un paso hacia mí, esperando mi respuesta. Me recosté en mi silla y levanté las dos primeras patas del suelo. —Quiere llevarme al cine este fin de semana. —Miré a mi madre, quien cargaba el lavavajillas—. Pensé que tal vez a mi madre le gustaría unírsenos. —¡Skye! —espetó mamá, cerrando el lavavajillas—. Pon la silla en el suelo y quédate quieta. —Estaba tan enojada que todo su cuerpo tembló. Tiró del botón, y el lavavajillas zumbó a la vida. Warren se volvió hacia ella, con su palma buscando su hombro y apretándolo. —Está bien. Hemos hablado de esto. —La sonrisa aún iluminaba su rostro y su voz parecía más tranquila de lo que había sido. Luego se volvió hacia mí—. Realmente espero que tengas un gran momento, y espero que se dé cuenta de lo afortunado que es al tenerte extrañándolo mucho.

Mamá miró su plato aún lleno y me miró airadamente. —Warren y yo saldremos. Tal vez te comportes mejor cuando regresemos. —Asintió hacia Devin. Palmeando su brazo, dijo—: No aceptes dulces de extraños. —No hay nadie extraño excepto él —dije entre dientes, observándolos a ambos irse, con Warren aún intocable. Devin asintió y esperó hasta oír que se cerraba la puerta frontal antes de explotar. —¿Qué demonios te ha pasado? —El color había desaparecido de su rostro, y me observó de manera rara, como si me hubiera crecido un tercer ojo en medio de mi frente—. Si hubiera hablado con mi madre de esa manera, me habría abofeteado hasta la próxima semana. —¿Lo has visto sosteniendo la mano de mi madre? —Me levanté y tomé mi plato, disponiéndome a verter el resto de la salchicha que ya no encontraba atractiva. —¿Te vas a comer eso? —¡No! —contesté bruscamente, golpeando el plato frente a él—. Sírvete tú mismo. — Me acerqué a la ventana y miré el patio trasero donde estaba el trampolín, el mismo trampolín en el cual, de niños, Devin y yo habíamos pasado muchas horas juntos saltando—. ¿Los viste? —insistí en voz alta—. Actúa como si estuviera de nuevo en la secundaria. Devin pinchó la salchicha con un tenedor. —Sí, los vi. Las parejas hacen eso, Skye, y son una pareja, sin importar cómo te sientes. Además, Warren parece decente. —¡Está loco! —Crucé mis brazos sobre mi pecho—. ¿Qué pasa con él? Es condenadamente tranquilo. Si no está preocupado por mi papá llamando, debería estarlo. Eso demuestra que realmente no se preocupa por mamá. Devin trajo mi plato al lavavajillas y lo cargó.

—Vamos a ver si lo entiendo. —Agarró mi hombro y giró mi cuerpo para poder enfrentarlo. Luego levantó mi barbilla, obligándome a mirarlo. Sabiendo que al momento en que se alejara, rompería nuestra mirada, manteniendo sus dedos en su lugar—. ¿Crees que no le importa porque amas a tu padre y no se siente amenazado? —Bueno, sí —contesté, frunciendo el ceño. Me gustaba más la forma en que yo lo había redactado. Devin vio un mechón de cabello en mi cara y suavemente lo empujó detrás de mi oreja izquierda. —No hay razón por la cual debería estar amenazado, Skye. Hay espacio en tu corazón para amar a muchas personas, no sólo a tu padre. Además, tu mamá y tu papá están divorciados desde hace años. —Eso no significa que no puedan volver a estar juntos —protesté. Crucé mis brazos sobre mi pecho. —No es una cuestión de “no puedo”. Es una cuestión de “no lo haré”. No se gustan entre sí ahora. Te lo han dicho más de una vez. —Tomó la jarra de jugo y la puso en la nevera—. Además, ¿quién puede decir que tu papá no ha estado saliendo con alguien, también? Incluso podría casarse por todo lo que sabes. Mordí mi labio inferior, tratando de pensar en un argumento. —Podrían volver a estar juntos, si Warren no estuviera en el medio. Devin cerró la nevera. —Warren no lo está. El pasado sí. A veces las personas no pueden perdonarse entre sí, y olvidar simplemente no es posible. Tomé la botella de leche. —¿De qué lado estás tú?

Devin abrió la nevera. —Sólo no quiero verte despertando tus esperanzas sólo para notar que tu padre no ha cambiado. Guardé la leche junto al Kool-Aid. —Hablas como mi madre. —Es una mujer inteligente. —Cerró la nevera—. Tal vez deberías escucharla. Me dirigí nuevamente a la mesa y me senté. —¿Qué tan inteligente puede ser? Después de todo, sigue comprometida con el “Hombre Ruiseñor”. —¿No puedes cortarle un poco de holgura? —Devin se sentó conmigo—. Así que él no es tu padre. Tal vez sea una cosa buena… o bien podría ser una cosa buena si le das una oportunidad. Llevándome ambas patas de las sillas delanteras, me eché hacia atrás y sacudí mi cabeza. —¿Oyes lo que estás diciendo? ¿Cómo voy a amar a mi padre y a una imitación barata? Los dedos de Devin tamborilearon la mesa, aumentando la velocidad. —Warren no es una imitación barata de nada, especialmente de tu padre, y la última cosa que quiere es reemplazarlo. Un plazo. Sólo dale una oportunidad. Aunque traté de no pensar en ello, seguí recordando cuando mamá y papá aún estaban casados, y Devin y yo habíamos pasado la mayoría de las tardes haciendo los deberes y saltando en ese trampolín. Parecía hace una vida, y sin importar lo mucho que intenté encontrar el camino de regreso, la maleza del tiempo lo había oscurecido, dejándome aquí.

—¿Estás bien? —preguntó Devin en voz baja, acariciando mi mano. Su ceño fruncido grabó líneas en su frente, y sabía que estaba preocupado. Asentí, diciendo: —Sí. Estoy bien. Su ceño se profundizó, y no creía una palabra de lo que había dicho. —¿Qué estás pensando? Me levanté y caminé hacia la ventana, contemplando el trampolín. —¿Recuerdas cuando pasábamos todas las tardes allí, incluso cuando hacía frío? Devin se acercó a mi lado. —Tu mamá te amenazaba con castigarte si salías de nuevo cuando estaba helado. Solía decir: “Te vas a romper el estúpido cuello”. Reí. Su imitación era bastante buena. Por otra parte, habíamos sido mejores amigos por siempre, así que debe haber oído a mamá decirlo tantas veces como yo. —Mis padres aún estaban casados, y todo tenía sentido. Devin pasó su brazo alrededor de mi hombro y apoyó su frente contra la mía. —Me gustaría saber qué decir. —También a mí. Picoteó mi frente. —Oye, salgamos y saltemos. ¿Qué te parece? A pesar de todos los sentimientos encontrados que no podía resolver, sonreí.

—Está bien. Déjame buscar mi chaqueta. —Esperó en la cocina hasta que volví con mi chaqueta y cargando la suya—. ¿Posiblemente desees esto de regreso? —Sí, gracias. —Devin se colocó la chaqueta—. Tuve una charla sobre salir a la calle sin ella. Mamá piensa que aún tengo cinco. —Un chico de cinco años con una altura de 1,95 —reflexioné—. Pobre bebé. —Nos deslizamos en el patio trasero y nos metimos en el trampolín, quitándonos los zapatos, y arrojándolos en el pasto seco. Mientras Devin se levantaba, preguntó: —¿Crees que nos soporte? Quiero decir que he ganado casi un metro de altura, y tú… —Me revisó—. Realmente has aumentado. Sofocada, apreté mis dedos en un puño y golpeé su hombro. —¡Cállate! —A pesar de que mi mano entró en contacto con sus músculos, me pregunté si había sentido mi golpe. Yo, por otro lado, me estremecí del dolor irradiado de mi muñeca—. Eso dolió —gemí, estrechando mi mano. —Bueno, no deberías ir por allí golpeando a la gente. No es genial. —Dio un paso al centro del trampolín y saltó, enviándome al aire. Luego caí sobre mi trasero. —No “aumenté” —repliqué, tratando de levantarme—. ¡Y tú lo sabes! Devin vio mi expresión indignada y rió. —Sólo estaba bromeando, Skye. Te ves bien. —Saltó de nuevo. Realmente nunca antes había pensado en lo largas que eran sus piernas, pero de repente noté lo mucho que había crecido mientras luchaba con cada rebote para levantarme. —¡No hagas eso! —Traté de gritar. La risa rasgó mi voz. —¿Hacer qué? —Rebotó alto y sonrió con malicia.

—¡Deja de rebotar! —grité con desesperación mientras caía. Devin rápidamente aprovechó la oportunidad para pretender saltar sobre mí, sólo para cambiar su destino en el último segundo. Sin embargo, se había acercado lo suficiente como para hacerme chillar. —Suenas como una niña. —Se inclinó y ofreció una mano para ayudarme, la cual acepté. —Qué sorpresa. Soy una chica. —¿Qué? —Puso una expresión de incredulidad fingida—. Mi mejor amiga es… ¡una chica! Coloqué mis manos en mis caderas. —Sí, bueno, todavía puedo conseguir ganarte. Devin imitó mi postura. —¿Me estás desafiando? —Sí. —Salté del trampolín y le hice gestos para que me siguiera. A pesar de que habían pasado años desde que habíamos luchado, cuando éramos más jóvenes lo inmovilicé al menos la mitad del tiempo. A menudo se quejaba de que los años que había pasado en ballet habían reforzado los músculos de mis piernas, dándome una ventaja injusta. Ahora esperaba que la ventaja ayudara de nuevo, sin importar el no haber bailado en dos años y con Devin ahora alzándose sobre mí. Cargué contra sus piernas primero. Se escabulló, y luego me hizo tropezar. Al caer, me volcó sobre mi espalda, sentándose a horcajadas sobre mis caderas, y cubrió mis muñecas. Sonrió. —¿Qué decías? —Sosteniéndome, sentí su fuerza y sabía que si no me soltaba, no iba a salir de su agarre. Tragué con fuerza, todavía sorprendida por los cambios que en unos pocos años había logrado.

Ambos estábamos respirando con dificultad, y la cara de Devin estaba a centímetros de la mía. Un nudo se formó en mi estómago, y me sentí sin aliento mirando sus ojos oscuros, más cerca de él de lo que jamás había estado. Mi corazón chocó en mi pecho. Durante unos segundos, me pregunté qué se sentiría besarlo, pero luego una voz en mi mente, dijo: es tu mejor amigo, estúpida. No te gusta, no de esa manera. Sofocada, aparté la mirada y le pregunté: —¿Puedo levantarme ahora? Sus dedos se aflojaron, y me dejaron ir. —Claro. —Su voz sonaba extraña, enredada con una emoción que no podía nombrar. Se levantó y me ofreció una mano. Caminamos hasta el trampolín y nos sentamos. —¿Por qué todo tiene que cambiar? —pregunté, mirando hacia el cielo color pizarra—. ¿Por qué no podemos encontrar un momento de felicidad que nos guste y quedarnos allí? —Me recosté y puse mis manos detrás de mi cabeza. Mis piernas colgaron del borde del trampolín, y suavemente las balanceé, cruzando mis tobillos. Devin, también, se recostó, pero en lugar de mirar al cielo, su mirada se detuvo en mi cara. —Tal vez porque no siempre reconocemos los momentos felices cuando estamos en ellos, así que los dejamos ir, pensando que el futuro será aún mejor… y a veces no lo es.

Capítulo 6 Traducido por Jo Corregido por Beatriix Extrange

E

l lunes por la mañana, Devin y yo caminamos hacia la entrada del colegio, donde había estudiantes agrupados, susurrando. Sus miradas pesadas se posaron en mí. Las porristas estaban vestidas para el pep rally2 de la tarde y parecieron observarme al unísono antes de darse vuelta, riendo. —Has alcanzado el estatus de celebridad —dijo, Devin, fríamente, frunciendo el ceño. —¿Cómo sabes que me están mirando a mí? —Ajusté mis libros—. Tal vez te están revisando a ti. —De ninguna manera. Además, estás saliendo con el boleto dorado de la escuela para los juegos estatales. —Las porristas lo miraron, susurrando y riendo—. Oh, mira. Las porristas están utilizando sus células cerebrales colectivas. —Metió sus manos dentro de sus bolsillos. —Devin —susurré—. ¡Detente! —Apenas contuve la risa mientras doblábamos al pasillo. Kellin y Tyler esperaban al lado de mi taquilla. Aunque Kellin estaba de espaldas a mí, Tyler inmediatamente me vio. Ahuecó una palma y suavemente la golpeó con un puño. —Te veo luego —dijo, Devin y se dio la vuelta en dirección opuesta, su mirada conectada con la de Kellin. A pesar de que Kellin sonrió, la calidez no llegó a sus ojos. Una mirada de complicidad pasó entre ellos. Mientras tanto, Tyler me miraba fijamente. —Te veo al almuerzo —contesté. Mientras abría mi taquilla, Kellin se paró detrás de mí, deslizó sus brazos alrededor de mi cintura, y besó mi oreja. —Buenos días. Desconcertada no sólo por sus brazos, sino que también por la mirada concentrada de Tyler, me sentí como si estuviera haciendo una audición para algo; sólo que no sabía 2

Pep Rally: Es un término usado en Estados Unidos para referirse a las concentraciones que se realizan antes de la celebración de un partido de fútbol americano o baloncesto en la escuela secundaria o en la universidad.

qué. Bajé mi oreja a mi hombro, dándole con el codo para alejarlo. Su loción para después del afeitado hizo que mi cabeza girara. —¿Qué ocurre? —Kellin se quedó quieto, su tono tenso hacía pensar que nadie nunca lo había alejado. —Hace cosquillas —dije, alcanzando mis libros. Me miré en el espejo colgado en la puerta de la taquilla, revisando mi cabello. También examiné la expresión de Kellin, tenía una ancha, despreocupada sonrisa. Su indómita expresión me molestaba—. Además, no quiero que me amonesten. —Me giré para darle la cara, y me soltó a regañadientes mientras cerraba mi taquilla. —No seas ridícula. Nadie va a amonestarte por una EPA3. —Arrastró sus dedos por su cabello. Frunció el ceño expectante—. No estás muy feliz de verme. Tyler, cambiando su peso de un pie al otro, apuntó hacia el pasillo. —Voy a mi taquilla. Te veo luego, Kellin. —Me dio una última mirada y se alejó. Kellin asintió y sonrió. —Sí, más tarde. Después de que su amigo se fuera, Kellin se giró hacia mí. —¿Por qué no estás contenta de verme? ¿No lo pasaste bien el sábado? —Sí, lo hice. —Sonreí, pensando en su abrazo. —¿Entonces qué ocurre? —Kellin cruzó los brazos en su pecho defensivamente y bloqueó mi camino. Parada enfrente de él, me sentí empequeñecida. —No estoy lista para ir así de rápido. —Bueno, entonces iremos más lento. ¿Eso funcionará? —Sí, creo que lo hará. —Mirando a Kellin, escudriñé sus facciones, la ondulación de su rubio cabello y sus ojos moteados con pintas de gris. Sus labios inclinados en una media sonrisa. El Kellin que yo esperaba no habría estado de acuerdo con tal paciencia. Había, o bien practicado para parecer sincero o realmente lo decía en serio. Bajamos hacia el salón, nuestros hombros ocasionalmente se rozaban mientras caminábamos hacia mi primera clase, su mano se estiraba por la mía y delicadamente 3

EPA: Exhibición Pública de Afecto.

la apretaba. Como si de coordinación se tratara, pasamos bajo una campana sonando, alertando a los estudiantes que quedaban sólo cinco minutos para que comenzaran las clases. Salté y Kellin clavó su dedo en su oreja y se sacudió, intentando recobrar la audición mientras sacudía la cabeza. —¡Hombre, eso fue fuerte! —Sí, lo fue. —Alcanzamos la entrada de la Sra. Swanson, donde me giré hacia él, con el corazón acelerado—. Aquí es donde nos separamos. —Vi a Becca vagando en las sombras. —¿Skye?—Lentamente soltó mi mano. La profundidad de sus ojos azules me cautivó. Observé su cuadrada cara, la línea de su mandíbula, los labios llenos. Me quedé sin aliento, y no pude hablar como quería. Estaba asombrada por la perfección de sus rasgos, muy consciente de que no lo miraba mucho a los ojos por la dura belleza mezclada con la fuerza, y no entendía por qué me quería tanto. Entonces, me di cuenta de que me estaba pidiendo una cita. Tragué saliva y aparté la mirada. —No puedo. Se supone que pasaré el sábado con mi papá. —Se me revolvió el estómago, cada respiración me dejaba aturdida—. No lo he visto en años. Kellin se alejó, dejando suficiente espacio para que alguien caminara entre nosotros. —Si no quieres ir, sólo dilo. —Metió sus manos profundamente en sus bolsillos—. No voy a doblarte el brazo ni nada. Alcancé su mano, mis dedos apenas capaces de meterse en ella. —Quiero. Pero realmente no puedo. —¿Todavía vas a la fiesta? Tenemos un partido de fútbol antes, y después de que me duche, podríamos ir desde ahí. —Apretó mi mano—. Creo que te gustará. Aunque el pensamiento de gente emborrachándose y actuando estúpidamente difícilmente me atraía, sabía, sintiendo sus dedos en mi mano, que sí iría, aunque eso significara mentirle a mi mamá. No hay manera en que considerara dejarme participar en esa actividad extra-curricular. Tomando una profunda respiración, dije: —Claro.

Kellin sonrió radiante, sus ojos brillaban con felicidad. Se inclinó hacia adelante y beso mi mejilla. —Esa es mi chica. Te veo luego. —Apretó mi mano una última vez, luego bajó por el pasillo, distraído solo momentáneamente por Becca antes de continuar su camino. A pesar de que la mañana se pasó volando, tenía problemas concentrándome en todo menos en Kellin. Su imagen se negaba a irse. Mientras sonaba la campana del almuerzo, caminé al baño. Mientras estaba en la casilla, escuché a dos chicas entrando. —¿Viste con quién está saliendo Kellin? —dijo una voz poco familiar con entusiasmo exagerado. Risa. —Sí, Skye Williams. Mi estómago se apretó, y deseé poder desaparecer, pero como eso no iba a pasar, al menos podía ver quién estaba hablando sobre mí. Me apoyé hacia adelante, mis dedos ampliamente separados en la puerta, y miré a hurtadillas a través de la grieta. Crystal Gailin y Becca Haskins observaban sus reflejos. Eran las típicas rubias. Inhalando pesadamente, sentí como si el aire hubiera sido sacado de mi cuerpo. Mis dedos se apretaron en puños. —Creí que a Kellin le gustabas tú —dijo, Crystal, volviendo a aplicarse brillo labial en sus labios con una mueca—. Tú eres la porrista, no ella. Es un cero en la cadena alimenticia. —Le gustaba, hasta que la vio a ella. —Becca se inclinó hacia el lavamanos y recubrió sus pestañas con máscara. Crystal frunció sus labios, mezclando el brillo con el color del labio inferior. —¿Y qué está haciendo con alguien tan… indigno de él? No es nadie. —Esponjó su cabello, sacó una pequeña botella de spray para el cabello de su cartera, y cubrió sus rizos—. No me importaría sacar a Devin Abbott a dar una vuelta. Becca sacudió su cabeza, riendo. —No sabría qué hacer con una chica a menos que fuera Skye.

Apreté mis dientes y me apoyé contra la pared, deseando que se callaran. Avergonzada, odiaba la manera en que hablaban de Devin más que de mí. No conocían a ninguno de nosotros. —Es el sabor de la semana4 —continuó, Becca—. Después de todo, es un chico, y todo el mundo sabe que ella es fácil. Mis dedos se curvaron en puños, y mi corazón martillaba en mi pecho. Quería salir volando y golpearla, pero sabía que las chicas como Becca jugaban un juego diferente. —¿Así que cuál es el plan de juego? —preguntó, Crystal. —Esperar hasta que él vuelva a sus cabales —replicó, Becca, admirando la forma en que su falda del uniforme subía exponiendo sus muslos—. Se aburrirá y entonces lo tendré. Las escuché recoger sus bolsos y llaves. Entonces se fueron. Conté hasta cinco, abrí la puerta y salí, mi cuerpo tiritando. Caminé al lavamanos, no reconocí a la chica con ojos desorbitados mirándome en el espejo. Un sonrojo coloreaba mis mejillas, y un ceño fruncido transformaba mi expresión. A pesar de que no sonreía mucho últimamente, esta persona parecía furiosa. Abriendo el agua, me di cuenta de que mis manos temblaban mucho. ¿Todos sabían que soy fácil? Gracioso, no lo sabía… hasta ahora. Lágrimas calientes fluían por mi cara, entonces volví a aplicarme el maquillaje de la mejor manera en que mis dedos torpes lo permitían. Miré hacia afuera, buscando a las porristas, pero se habían ido, así que me dirigí hacia las máquinas expendedoras. Tal vez debería haber comprado una ensalada o una hamburguesa, pero la última cosa que quería era pararme en una fila como en una exhibición. En su lugar, compré papas fritas y soda. —Ahora, ese es un buen almuerzo. —Devin apuntó su bandeja—. Creí que te gustaba la lasaña. —No me siento étnica hoy —repliqué, firmemente, cuidando mi mirada. La última cosa que necesitaba era desmoronarme aquí. Crystal y Becca se sentaban tres mesas más allá, compadeciéndose. Aunque no les prestaba nada de atención, las sentía mirándome fijamente. —¿Estás bien?

4

Hace referencia a que es un chica que te gusta una semana, y a la otra ya no.

Agarré mi soda, vi a Kellin y Tyler dirigiéndose hacia mí, Kellin riendo mientras Tyler le hablaba y le daba codazos. Cuando Kellin estaba llegando a mi mesa, casi choca con Becca al tiempo en que se paraba, y agarró sus brazos para mantenerla equilibrada. Le dio una sonrisa y le habló, tomando su brazo posesivamente. Eso era todo lo que podía soportar; me dirigí hacia la salida, dejando mis papas fritas y la soda. —¿Skye? —llamó, Devin, parándose abruptamente. Me echó un vistazo, luego a Kellin y Becca. Ignorándolo, caminé más rápido, yendo hacia las puertas de vidrio de la oficina. En diez segundos, Devin había trotado a mi lado y apoyado sus manos en mis hombros, apretando tranquilizadoramente. —¿Qué está mal? Envolví mis brazos a través de mi estómago y tragué con fuerza. —Me siento mal. Llamaré a mamá. —Caminando hacia atrás, lo hice dejarme ir. Frunció el ceño y metió sus manos profundamente en sus bolsillos. —Estabas bien esta mañana. —¡Déjame sola! —chasqueé. Las lágrimas nublaban mi visión, borroneando todo. Pasé mi mano por mi cara. Devin se acercó a mí y me desvió. —No estás enferma. Es algo más. Me encogí de hombros. —No quiero hablar. Me deslicé dentro de la oficina de paredes de vidrio y le dije a la secretaria que necesitaba llamar a mi madre. Mientras marcaba, Devin me observaba. Una vez contestó, le conté que no me estaba sintiendo bien y le pedí que me viniera a buscar. Devin todavía estaba mirándome fijamente cuando corté. Tal vez él no había oído los rumores, pero lo haría. Podría imaginarlo, manos en las caderas, diciendo: Te lo dije. Dándose cuenta de que no iba a hablar, sacudió su cabeza y se dirigió a la cafetería. En el camino, se encontró con Bethany. Hablaron y se fueron juntos.

Mientras esperaba, Kellin empujó la puerta de la oficina y entró. La secretaria sonrió. —Kellin, ¿no deberías estar almorzando? Asintió. —Sí, pero vi a Skye, y necesitaba preguntarle sobre mi tarea de inglés, ¿estaría bien? La secretaria asintió. —Hazlo rápido. No se está sintiendo bien. —Gracias. —Se sentó a mi lado—. Hola —dijo, sentándose—. ¿Estás bien? —Estoy enferma. —Miré el reloj, midiendo cuánto tiempo había pasado—. Mi mamá me viene a recoger. Acarició mi mano. —Siento que no estés bien. —No lo hagas. —La quité. —¿Hice algo malo? —preguntó, suavemente, mirando hacia adelante. —¿Qué le dijiste a Tyler y a todos los demás sobre nosotros? —Kellin frunció el ceño y rastrilló su cabello con sus dedos. —Tyler sabe que estamos saliendo. ¿Quiénes son todos los demás? —Crystal Gailen y Becca Haskins. —Comencé a temblar, mi cuerpo sacudiéndose violentamente. Mis labios se sintieron secos y los lamí, intentando aliviar la sensación de que estuvieran agrietados. —No les conté nada. Becca nos vio en el cine. ¿Por qué? —Se echó hacia atrás, ahora mirándome expectante. Mi mamá se detuvo afuera de la oficina donde golpeó el vidrio y saludó a la secretaria. —Tengo que irme. Mi mamá está aquí. —Me puse de pie. Kellin se levantó. —Te llamaré esta noche, ¿está bien?

—Está bien. —Tal vez debería haberle dicho: No te molestes, pero en mi interior, quería creerle.

Capítulo 7 Traducido por Mari NC Corregido por Haushiinka

N

o comí mucho esa noche y pasé la tarde en mi habitación. Había pensado en hablar con mi mamá e intenté ir abajo, pero cuando abrí la puerta de mi habitación, sonó el timbre. Medio esperando que fuera Devin, me quedé quieta, escuchando. —¿Cómo está Skye? —La voz profunda de Warren llegó a mí, y de inmediato me pregunté por qué se molestaba. —Creo que tiene un virus estomacal. Ha estado mucho en el cuarto de baño. Negué con la cabeza y cerré la puerta, avergonzada. Confía en mamá para decir las cosas como son. Me acosté en mi cama, y cuando me di vuelta hacia un lado, vi la copia gastada de Matar un Ruiseñor, que Warren me había dado. Se hallaba en la estantería. Aburrida, lo agarré y abrí la cubierta para encontrar una inscripción. Sé que piensas que no me quedaré, pero no me conoces, Skye, y no eres la única que ha tratado de alejar a la gente. Mi padrastro me dio este libro el día en que me conoció, y le dije que estaba perdiendo el tiempo, al igual que tú me lo has dicho. Pero eso está bien. Te voy a decir la misma cosa que me dijo: Es mi tiempo para perderlo, y no te costará nada. Déjame perder mí tiempo, Skye. Eso es todo lo que estoy pidiendo. Sólo déjame perder mi tiempo. Warren Seguí mirando la página, sabiendo que debía haber querido decir las palabras que había escrito, pero yo no las sentía. No me lo permitía. Planeaba quedarse mientras yo planeaba su salida. Vamos a ver quién gana. Sin embargo, era una lectora voraz a pesar de la mentira que le dije a Warren, y una vez que había rozado la contraportada, estaba intrigaba. Así que empecé a leer. En el momento en que sonó el teléfono, estaba completamente atrapada en el mundo de Scout. Entonces mi madre me llamó. —Skye, ¿estás despierta, cariño? Cerré el libro y lo metí en el estante. Lo última cosa que quería que mi mamá viera era a mí leyendo realmente el regalo de Warren.

—Sí, estoy despierta. Abrió la puerta y asomó la cabeza en la habitación. —¿Tienes ganas de hablar con Kellin? Mi espalda se tensó, y deseé poder volver a Maycomb, Alabama, con Scout. Mi madre entró en la habitación sosteniendo el teléfono inalámbrico contra su pecho para silenciar nuestra conversación. Sin embargo, si le decía que no quería hablar, lo sabría. —¿Skye? —repitió. Finalmente dije: —Sí. Frunció el ceño y me pasó el teléfono. Entonces tocó mi frente, midiendo mi temperatura de la misma manera en que había hecho desde que era pequeña. Por alguna razón, ese gesto sirvió de consuelo, como si pudiera eliminar este dolor si se lo permitía. —No tienes fiebre. ¿Te sientes mejor? —Es mi estómago —musité, y se dirigió a mi cama, con el teléfono. —No hables demasiado tiempo —advirtió en voz baja antes de cerrar la puerta. Esperando hasta que se marchó, levanté el auricular, esperando que mi voz no revelara el nerviosismo que sentía. —¿Hola? —¿Skye? —Sí, soy yo. —Retorcí un poco mi colcha alrededor de mi dedo índice y me apoyé contra la cabecera. —¿Cómo te estás sintiendo? —preguntó, Kellin—. Estabas pálida cuando te fuiste. —Voy a estar bien. —Sé por qué preguntaste acerca de Becca. La atrapé corriendo la voz en el pep rally. Puedo entender si estás enojada, teniendo en cuenta lo que escuché, pero no puse esas palabras en su boca. Seguro como el infierno que no hablé así de ti.

—¿Piensas en mí de esa manera? Silencio. Esperé, no queriendo llenar los espacios en blanco. Por último, dijo: —Esa es una pregunta capciosa, Skye. Mi estómago dio un vuelco. —¿Qué significa? —Eres hermosa. Decir que mi imaginación no va a lugares con esto sería una mentira, pero eso no significa que eso es lo que somos. No pienso en ti como “fácil”, como Becca ha dicho, y no es por eso que voy a salir contigo. Mis hombros se relajaron. ¿Y si está mintiendo? Oí la voz de Devin en mi mente. —¿Entonces por qué vas a salir conmigo? —Porque eres un misterio. Eres diferente, y tengo que admitir que siento curiosidad. Quiero llegar a conocerte. Tal vez Kellin me estaba tomando el pelo, y si fuera inteligente habría cortado por lo sano, pero sonaba tan sincero. —No le creo a Becca —continuó, Kellin—. Miente al menor pretexto. —Es bastante humillante, todas esas chicas hablan de mí —admití, ruborizándome. Me mordí el labio, feliz de que no pudiera ver mi expresión. —Lo siento mucho. —Bajó la voz—. No era mi intención hacerte daño. Le dije a Becca que se callara delante de sus amigos. Al principio, no creí haber oído bien, y me senté con la espalda recta, tentada a pedirle que lo repitiera. —¿Le dijiste que se callara? —Sí. No se preocupó mucho por eso, y no estoy seguro de que le impida escupirlo de su boca, pero valió la pena intentarlo. —¿Sabes por qué me odia Becca? —Metí las sábanas alrededor de mis piernas. —No.

Tomé una respiración profunda y apreté mis ojos cerrados, esperando que no estuviera haciendo las cosas peor al decirle. —Quiere salir contigo. —No es mi tipo —dijo—. E incluso si lo fuera, no estaría interesado. —Hizo una pausa, y me pregunté qué estaba pensando antes de que preguntara—: ¿Todavía quedamos para el próximo fin de semana? —Sí. Mi madre tocó y abrió la puerta. —Tienes que colgar el teléfono e ir a la cama para que seas capaz de ir a la escuela. Asentí con la cabeza, rápidamente cerró la puerta y se fue. —Tengo que irme. —Skye —dijo, Kellin—. Sé que esto es difícil, pero me gustaría pensar que lo merecemos. ¿Lo hacemos? Sonreí. —Sí, creo que lo hacemos. —¿Te veré mañana? Sintiendo el peso levantándose de mis hombros, dije: —Definitivamente. Colgué el teléfono, aún imaginando su cara mientras habíamos hablado. No importaba lo mucho que me gustara Kellin, una parte de mí no confiaba en él completamente. Tal vez nunca lo haría, pero quería creer en él. Puse el teléfono en la mesa de noche y me acurruqué más en las sábanas. Después de unos momentos, fui a la deriva. No fue mi reloj lo que me despertó, sino rocas repiqueteando contra el vidrio. Corrí a la ventana y levanté las persianas. Devin estaba con sus manos en los bolsillos de su chaqueta. Levanté la ventana y me asomé. —¿Qué diablos estás haciendo ahí fuera? —susurré en voz alta. El aire del invierno me hizo estremecer, y crucé los brazos sobre mi pecho, tratando de bloquearlo. —Necesito hablar contigo —respondió.

—¿Ahora? —Me estremecí, deseando estar enterrada aún en las mantas. —Sí. ¿Puedes venir? Negué con la cabeza. —No. Si mi mamá me atrapa en el frío, tendrá mi pellejo y el tuyo, no importa lo mucho que le gustes. —No tienes que actuar enferma Skye. Sé la verdadera razón por la que te fuiste. He oído a las porristas en mi quinto periodo. ¿Por qué estás dejándole hacer esto? — susurró. —No es su culpa —le espeté de regreso—. Becca comenzó los rumores. Se puso rígido. —No eres tan ciega. Va a hacerte daño. Dándome cuenta de que nada iba a cambiar su opinión, finalmente dije: —Me tengo que ir. —No esperé su respuesta, porque sabía cuál sería. En cambio, bajé la ventana y corrí las cortinas. Apagué la luz y me puse mi bata de dormir, pero esta vez pasó un largo rato antes de que me quedara dormida. El miedo y la esperanza en Kellin llenaron mis sueños con imágenes inquietantes.

*** A la mañana siguiente, apliqué mi maquillaje meticulosamente. Había elegido un suéter color esmeralda y pantalones vaqueros para ponerme, me senté en el porche, en el mismo lugar que había esperado hace tanto cuando había conocido a Devin. Antes de que tuviera su licencia de conducir, teníamos que caminar a la escuela. Pero algo era diferente esta mañana. Me alegré de haberme vestido con ropa abrigada, teniendo en cuenta la fría brisa del norte. Giré un mechón de cabello alrededor de mi dedo, fruncí el ceño y me quedé mirando el minutero de mi reloj descartando cada segundo. No era propio de él llegar tarde. No mucho antes de que llegara realmente tarde, Devin llegó. Normalmente, habría apagado el motor y salido del coche; hoy, dejó al motor ronronear mientras estaba sentado en el asiento del conductor, su mirada fija al frente. Abrí la puerta y dije: —Buenos días. —Me senté y abracé mis libros contra mi pecho.

—Supongo que están en algún lugar —respondió. Esperó a que me abrochara el cinturón y cerrara la puerta antes de poner la señal y salir de la acera. —No quise hacer que te enojaras anoche —dije—. Mamá me habría matado si nos hubiera encontrado hablando. —Miré a mi reloj—. ¿Está todo bien? Llegaste un poco tarde esta mañana. Sacudiendo la cabeza, Devin dijo: —No lo bastante tarde. No endulces la noche anterior, Skye. La última cosa que quieres hacer es explicarme nada. —¿Qué significa? No contestó, sino que se centró en la conducción en silencio todo el camino. Se detuvo en el estacionamiento y apagó el motor. —Esto no va a funcionar. —¿Qué quieres decir? —Hay cosas que puedo hacer. Puedo manejar que odies a la gente debido a tu padre. Puedo manejar el vacío que sientes. Incluso puedo ayudarte a pasar álgebra con una “B”. —Arrancó las llaves de la ignición—. Pero que me condenen si puedo ver un choque de trenes desplegándose lentamente. Soy fuerte, pero no tan fuerte. —Apretó la mandíbula y golpeó el volante—. Creo que es mejor si tu mamá o... Kellin... te llevan a la escuela. Empezó a salir, pero tomé su mano. —Devin, no hagas esto. No deseches nuestra amistad, porque las cosas son una locura en estos momentos. —Mi corazón se aceleró, y me encontré respirando entrecortadamente, como si no pudiera tomar el aire suficiente. Devin me apretó la mano. La luz de la mañana brillaba en las lágrimas que se acumulan en sus ojos y su boca torcida en una mueca dolorosa. —No tengo que hacerlo. Lo hiciste antes que yo. —La emoción machacó su tono de voz, dejándolo áspero y ronco. Se apartó de mí—. Tenemos que entrar o vamos a llegar tarde. —Consiguió salir del coche. Tenía la espalda rígida, mientras caminaba, con los hombros formando una línea dura. Me quedé aturdida en un silencio de asombro. La primera campana sonó, sacudiéndome. Afuera de la ventana, el paisaje tenía el mismo aspecto. Los árboles

estaban áridos en esclavitud del invierno. El mismo gris cubrió el cielo. Pero nunca sería la misma. Agarré mis libros y corrí por el estacionamiento. Una vez dentro, me apresuré a la clase de matemáticas, y entré en la habitación donde me sentaba, entumecida y fría. Él va a venir, pensé, pero eran palabras vacías. A lo largo de la mañana, esperaba que Devin me buscara, para decir algo —cualquier cosa—, para arreglar esto. Tenía que haber una manera, sin sacrificar la amistad de Devin o perder a Kellin. Busqué a Devin entre las clases. Cualquier otro día, me habría topado con él una o dos veces, pero hoy mi búsqueda no dio ningún resultado, y peor aún, sentí que todo el mundo seguía mirándome, susurrando. Finalmente me di cuenta de que Devin había escogido esconderse. ¿Qué había hecho? Cuando la hora del almuerzo llegó, salí disparada de mi escritorio, omitiendo mi casillero, y me dirigí directamente a la mesa donde Devin y yo solíamos comer. A pesar de que el período de almuerzo acababa de empezar, algunos estudiantes ya estaban sentados allí. Me paré en la puerta de la cafetería, agarrando mis libros, esperando. Después de cinco minutos, bajé mis libros y caminé por el pasillo, mirando en las aulas mientras me iba. Finalmente, lo vi sentado con Bethany Fields en el patio. Devin a horcajadas sobre el banco de hormigón, y un cuaderno abierto estaba entre él y Bethany. Cabizbajo, parecía estar leyendo. Abrí la puerta lo suficiente como para oírlo recitar un poema de Elizabeth Barrett Browning, y Devin, más que competente en la lectura, tropezó con las palabras. Empecé a salir, pero al verla inclinándose hacia él, agarrando su brazo y riéndose, me quedé helada. La risa de Devin se unió a la de ella. Di un paso atrás y dejé que la puerta se cerrará, mientras mis libros se deslizaron de mis manos. Al oír el cierre de la puerta, Devin miró hacia arriba. Sus ojos se encontraron con los míos, y miró hacia otro lado, un profundo rubor coloreando sus mejillas. Cerró el cuaderno y se volvió de espaldas a mí. Me tambaleé hacia atrás, y todo mi cuerpo temblaba violentamente. Traté de parpadear para alejar las lágrimas, pero siguieron viniendo. Aliviada por el pasillo vacío, me apoyé contra la pared y lloré, mi cuerpo entero sufriendo como no creí posible. Por encima de mí, banderas rojas y blancas ondeaban, sacudidas por las ráfagas del calentador. No sé cuánto tiempo permanecí allí, sólo que unos minutos más tarde una voz familiar dijo:

—¿Skye? ¿Estás bien? —Kellin, estaba vestido con un traje para viento negro y rojo, de pie junto a la fuente, su dedo todavía descansando en el botón. Cuando no respondí de inmediato, levemente tomó mi codo. Mis manos volaron a mi rostro y sequé las lágrimas. —Estoy bien. —No te ves muy bien. ¿Ha dicho Becca algo más? ¿Por eso estás llorando? —No. Deslizó su brazo alrededor de mí, sus dedos presionando suavemente mi hombro. —¿Puedo hacer algo? —Me miró fijamente, la preocupación llenando sus ojos azules. —No —dije finalmente, señalando el cuarto de baño—. Tengo que ir allí. —Voy a estar aquí. —Se apoyó contra la pared, cruzando un tobillo sobre el otro y metió las manos en sus bolsillos. Me paré frente al espejo y eché agua fría en mi cara. Después de acomodar mi cabello en su lugar y lavar mi piel, mi apariencia parecía estar más cerca de lo normal cuando reaparecí en el pasillo. —¿Quieres almorzar? Me encogí de hombros, temiendo la idea de entrar en el comedor donde demasiadas personas me mirarían. —Prefiero las máquinas expendedoras. —Saqué dos dólares de mi bolsillo—. Pero no dejes que te detenga de conseguir una hamburguesa. Negó con la cabeza. —Tal vez prefiero tener chips y un refresco contigo, que una hamburguesa y papas fritas con Tyler. Seamos realistas: mientras que todas las chicas piensan que es un hombre llamativo, tú eres mucho más interesante. —También metió la mano en sus bolsillos y sacó unos cuantos billetes. Juntos, esperamos para tomar un aperitivo, luego nos sentamos en los bancos de madera del vestíbulo para comer. —¿Quieres hablar de ello? —preguntó, en voz baja mientras los demás estudiantes se arremolinaron alrededor de nosotros. Becca y otra porrista, flotaron al pasar y, Becca abrió la boca, pero Kellin frunció el ceño, silenciándola eficazmente. Después de eso, apresuraron el paso.

—No tiene sentido. —Arrugué la bolsa vacía y la arrojé a la basura—. Si hay una cosa que he aprendido, es que hablar no hace la diferencia. Después de la escuela esperé a propósito, hurgando en mi casillero, como si buscara algo importante. Arreglé mis libros y tiré la basura abundante de la parte inferior. Cada vez que vislumbraba a alguien que pasaba, me volvía, todavía esperando que Devin se apareciera. Seguí con la esperanza, incluso después de que la mayoría de los estudiantes se habían ido. Tal vez deberías haber tomado el autobús. Dijo que no iba a llevarte nunca más. Cerré mi casillero y me resigné a una caminata rápida. Deslizando un brazo en mi manga de la chaqueta y luego en la otra, me volví y me encontré con Kellin, mi hombro golpeando en su pecho. El impacto me tiró hacia atrás, y agarró mi brazo para estabilizarme. Una vez seguro de mi equilibrio, su apretón disminuyó. —Hola. —¿Por qué sigues aquí? —Subí la cremallera de mi abrigo. Se encogió de hombros. —Quería asegurarme de que estás bien. Estabas tan molesta en el almuerzo, y sé que en realidad no querías hablar. Pensé que tal vez quisieras algo de compañía. —Echó un vistazo a los pasillos vacíos—. No sabía si todavía estarías aquí, pero pensé que valía la pena intentarlo. —Estoy bien. —Señalé a la escalera—. Ya me iba. Kellin asintió con la cabeza. —¿Dónde está Devin? ¿No suele llevarte? —Me cepilló el flequillo de mis ojos. —Sí, pero hoy tenía algo que necesitaba hacer. —Tiré de mi mochila sobre un hombro—. No pasa nada. Puedo caminar. —Di un paso hacia las escaleras, y me siguió. —Está bastante frío ahí afuera. ¿Qué tal si te doy un aventón? Tomé una última mirada por todo el pasillo y no vi ninguna señal de Devin. —Eso sería genial. Nuestros pasos cayeron en un ritmo natural, y deslizó su brazo alrededor de mi cintura. —¿Te molesta esto?

Mis sentimientos estaban mezclados en este punto, sólo sacudí mi cabeza. —No. —Juntos caminamos hacia su auto, donde abrió la puerta. Durante todo el viaje a casa, el silencio creció tanto que incluso la radio no podía llenarlo. Sin embargo, puso su mano encima de la mía y tarareó la canción que sonaba como si supiera que no quería hablar. Cuando llegamos a mi casa, entró en el vacío camino de entrada y apagó la radio. —Estamos aquí. —Creo que lo estamos. —Abrí la puerta—. Lo siento he sido muy molesta últimamente. Me apretó la mano suavemente mientras una suave sonrisa se dibujó en su rostro. —No tienes nada que lamentar, Skye. —Se inclinó hacia mí y me besó en la mejilla, y luego acarició mi oído—. Tenemos tiempo de sobra para llegar a conocernos el uno al otro, y eres definitivamente algo que vale la pena esperar. Me aferré a él, permitiéndome a mí misma perderme en su calidez y seguridad. Me acercó. Finalmente besé su mejilla y suavemente me aparté. —Debo irme. —Agarrando mi mochila, abrí la puerta—. Me gustaría pedirte que vengas excepto que mi mamá no está aquí. —No pasa nada —dijo, asintiendo con la cabeza—. Te veré mañana, ¿de acuerdo? — Se inclinó hacia mí y me besó en la mejilla. Asentí con la cabeza, saliendo del coche. Saltando por los escalones del porche, abrí la puerta y una vez dentro, me asomé, observando a Kellin alejarse mientras ponía mi bolso en el sofá. A pesar de que abrí mi libro de inglés y traté de ponerme a trabajar, volví a leer la misma sección una y otra vez sin entenderla. Podría haber hecho las secciones de críticas, pero no podía quitarme la imagen de Devin con Bethany. En la elección de no renunciar a Kellin, había perdido lo único que pensaba que nada podía destruir: mi amistad con Devin. Había sido la única seguridad en la que creía completamente. Más de una vez, marqué el número de Devin, sólo para conseguir el contestador automático, y no importa lo que quería decirle a Devin, no podía dejar un mensaje, así que colgué y esperé unos minutos más antes de intentar llamar de nuevo. Tal vez ni siquiera podía hacerlo por teléfono, pero tenía que seguir intentándolo. Finalmente, la última vez que llamé, la madre de Devin respondió. —Sra. Abbott, es Skye. ¿Podría hablar con Devin?

—Lo siento, Skye. No está aquí. Está estudiando con Bethany en la biblioteca. Me estremecí, imaginándolos de pie delante de la biblioteca, Bethany apoyándose contra un pilar de piedra mientras Devin se acercaba a ella. A la vez, sus miradas se encontraron, y Devin cayó hacia delante y la besó. Su boca probó la de ella profundamente y sus brazos se deslizaron alrededor de ella, atrayéndola más cerca hasta que él se echó hacia atrás, sonriendo suavemente. Los dos se rieron, y la besó en la frente. Apretando los dientes, traté de desterrar la imagen, pero no se iría. —¿Sabe usted cuando va a estar en casa? —En un par de horas. Miré el reloj. Cuatro y media. —¿Podría decirle que llamé? —Lo haré. Colgué el teléfono, recogí mis libros, y me dirigí a mi habitación, esperando, y todavía preguntándome lo que le diría para recuperar nuestra amistad. Traté de hacer la tarea, leer mi libro, pintar mis uñas de los pies, y todo lo demás que se me ocurrió para hacer pasar el tiempo. Todavía no había llamadas. Desde mi cama, miré el reloj. Sólo salí de mi habitación lo suficiente para comer, y excusé mi silencio con que todavía no me sentía bien. Sin embargo, a las diez y media, Devin no había llamado todavía, y sabía que nunca lo haría. Había querido decir lo que había dicho.

Capítulo 8 Traducido por Susanauribe Corregido por *Prisper*

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ara beneficio de mi mamá, pretendí que Devin todavía me llevaba antes y después de la escuela. En realidad, caminaba. Cada día mientras pasaba por la ventana de la sala, esperaba que mirara por la ventana y me viera caminando por la acera, pero de algún modo cada vez que podría haberme visto caminando, nunca se asomaba, o si lo hacía, se mantuvo callada. Conocía a Devin, y si él se sentía desanimado respecto a Kellin, ¿cómo podía explicar por qué quería salir con él? Además mi mamá estaba tan enrollada con el “Hombre Ruiseñor”, que no había notado que Devin, que generalmente llamaba cada noche, había dejado de llamar. Kellin y yo comíamos el almuerzo juntos, y me acompañaba a clases. Frecuentemente Becca nos espiaba, se encontraba convenientemente posada en el casillero de su amiga, cerca de Kellin y de mí, eso o ella y sus amigas, se sentarían en la mesa de almuerzo más cercana a la de nosotros. Sabía lo que estaba esperando. Más de una vez, su mirada había pasado por encima de mí, midiéndome. Cada día su atuendo coordinado, cambiaba sólo en el código de vestimenta que violaba: falda corta, camiseta cortada, perforación en el ombligo… todo con lo cual trataba de atraer a Kellin. Becca asumía que Kellin salía conmigo porque lo había enredado, pero eso sólo probó lo poco que sabía. Nunca había estado con un chico. Kellin debió de haberse dado cuenta de que mi amistad con Devin, había terminado porque seguía dándome aventones. Nunca hizo preguntas incluso aunque debió haberlas tenido, traté de pensar sobre recostar mi cabeza en su pecho, sus brazos alrededor de mí, acercándome. También traté de pensar positivamente sobre mi reunión con mi padre, pero no nos habíamos visto en años. ¿Qué diría yo? ¿Hey, cómo ha estado tu vida? Traté de hablar con mi mamá mientras preparábamos lasaña, pero no sabía cómo iniciar una conversación sobre mi papá. No tenía mucho qué decir mientras lavaba la lechuga, tomates, y pepinos, sus dedos acariciando la piel de los vegetales, buscando cuidadosamente partes magulladas. —No esperes demasiado —advirtió mamá, luego señaló un cajón—. Pásame un tazón grande. —Ese es un consejo excelente, mamá. —Le entregué el tazón—. ¿No puedes ser más positiva?

Lo tomó y limpió con una toalla de papel. —No quiero verte herida, Skye. Tu padre es muy bueno para ilusionar a las personas y luego decepcionarlas. Si no esperas mucho, entonces no serás decepcionada. ¿No es verdad? ¿Es eso algo positivo? —Alejó los mechones de sus ojos. —No, no lo es. —Negué con mi cabeza, me recosté contra el mesón y me abracé. Me entregó la lechuga. —Parte esto, mientras corto en rodajas los tomates y los pepinos. —Miró al reloj—. La cena debería estar lista para el momento en que Warren llegue. —¿Va a venir? —Apreté la lechuga tan fuerte, que mis dedos se hundieron en la primera capa. —No es el Anti-Cristo, Skye. —Agarró unos cuchillos del gabinete—. He salido con hombres mucho peores, y lo sabes. Podrías ser amable. —Me lanzó una mirada, recogió un tomate y lo partió en cuartos. Corté la lechuga en pedazos para comer y los lancé en el tazón. —¿Qué vez en él? —Una de las luces fluorescentes parpadeó antes de apagarse. —Es un tipo agradable, al que le gusto como soy y disfruta a mi hija adolescente. Eres parte del paquete con el que vengo, Skye. La persona en nuestra vida debe querernos a ambas, no sólo a mí. El temporizador del horno emitió un pitido, y miramos al horno. —¿No quieres, decir una hija adolescente que es una molestia? —Rasgué la lechuga salvajemente—. Vamos mamá, nadie quiere que una hijastra se atraviese en su camino. ¿Y qué si no lo quiero? —Quería decir lo que dije. No pongas palabras en mi boca, sólo porque quieres. —Sacó un molde de vidrio del horno, el olor de orégano y queso fundido llenó el aire. Lo puso en la mesa encima de un plato caliente y reanudó el corte de los vegetales—. No le estás dando una oportunidad. No ha sido malo. —Lo será. Todos terminan siendo malos. —Terminé de rasgar la lechuga y descarté el tallo. Mamá dejó de cortar y me miró. —¿Qué se supone que eso significa?

—Sólo digamos que no estoy esperando demasiado —dije, en un tono sarcástico—. De esa manera, no estaré decepcionada por otro de tus novios. Vi la furia en el rostro de mi mamá. El mundo se redujo, al mismo tiempo en que alzó su mano y golpeó mi mejilla. Sus ojos, los cuales se habían entrecerrado, ahora estaban abiertos, muy abiertos, como si de verdad no hubiera esperado hacer eso. —¡Ve a tu habitación, Skye! —Las lágrimas hicieron su voz ronca, y dejó caer el cuchillo en el mesón. Lágrimas calientes llenaron mis ojos, y toqué la mejilla que su palma había hecho arder. La piel se sintió caliente, y me tropecé hacia atrás. Corrí a mi habitación y azoté la puerta lo suficientemente fuerte, como para que las fotos en mis paredes retumbaran. Me lancé en la cama, tratando de no llorar. Mientras estaba de lado, la copia de Matar un Ruiseñor, atrapó mi mirada. Al principio no lo toqué porque había venido del “Hombre Ruiseñor”, pero luego, mientras recordé las palabras del Chico Scout, quería regresar ahí. Pasé la página que había dejado hacia bajo y comencé a leer. Unos momentos después, el timbre sonó, y mamá invitó a Warner al interior. Una mitad en mí no quería saber lo que decían, no me importaba, pero la otra mitad sí quería… la que quería más que nada deshacerse de él, así podía tener a mi mamá para mí sola, así que abrí un poco la puerta y escuché en silencio. —Ya no la entiendo —gimió, mi mamá—. Su papá nunca la quiso, sin embargo se rehúsa a dejarlo ir, y en tanto espere que regrese, nunca te dará una oportunidad. —Está bien —dijo, Warren dulcemente—. Quiere creer en su padre. ¿Qué chica no? — Tragando fuertemente, encuentro su voz suave, y me odio a mí misma por darle un pensamiento de desprecio. —Va a ir al cine mañana con él. Verá que su padre no es la persona que quiere que sea, verá quién es. Va a herirla y no hay nada que pueda hacer respecto a eso. Traté de decirle que la dejara en paz, pero exigió verla, y la última cosa que quiero es que Skye piense que no la dejaré verlo. Si cree eso, estoy asustada de perderla. Dijo que es tanto mía como de él, pero no la conoce. No ha pasado años amándola y preocupándose por ella. Ahora quiere herirla, también. —La voz de mi mamá llena de dolor se apagó mientras bajos sollozos llenaron el silencio. Me recosté contra el marco de la puerta, agitada, sabiendo que mi mamá rara vez lloraba excepto cuando algo la lastimaba profundamente.

—Todo va a estar bien —dijo, Warren—. Tal vez no esta noche pero pronto. ¿Dónde está, Skye? —Dijo cosas que no debería haber dicho. Igual que yo. Así que la golpeé y la mandé a su habitación. —La voz de mamá disminuyó, como si todas las emociones que había sentido hubieran muerto. —Voy a bajar con una chica civilizada, tú mantente calmada, nosotros todavía podemos tener una gran cena. —Suena bien. Me asusté al pensar en ser atrapada escuchando a hurtadillas. Me apresuré a mi cama. Podría venir a hablarme, pero eso no significaba que lo haría fácil. Un momento después, tocó. —Vete —espeté. La puerta de todas maneras se abrió. —No es lo mejor decirle a las personas que se vayan sin saber quién es. Podría haber sido un chico de Publisher Clearing House5 para darte 10.000.000 de dólares. —Caminó dentro y se sentó en mi escritorio. —¿Qué quieres? —pregunté, en un tono agrio. —Hablar. —No tengo nada que decir. —Estiré mis piernas y me concentré en una mancha marrón en mi techo donde la lluvia había dejado una marca silenciosa. Apreté mis dientes. —¿Por qué no te gusto? —Esperó a que contestara, pero no tenía nada que decir—. Estoy dándote la oportunidad de purificar el aire. —Esperó mi respuesta. Silencio. Se inclinó hacia adelante—. Sé porque me odias, Skye. Te impide tener miedo. Me moví y lo miré. —¿Estoy asustada? ¿De ti? Sí, claro. —Mis dedos arrancaron los cobertores. Warren caminó hacia la cama y se sentó en el borde. A toda prisa alejé mi pie.

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Publisher Clearing House. Es una empresa de marketing que promueve un gran y famoso sorteo, junto con ofertas para comprar suscripciones a revistas y otros artículos.

—Todo el mundo teme algo, Skye. Tengo mis miedos. También tu madre. No es nada de lo que avergonzarse. Crucé mis brazos sobre mi pecho. —No me conoces. —Tienes razón. No te conozco. No me has dado la oportunidad. Pero tengo una teoría que me gustaría compartir. Tienes miedo de que me acerque mucho, porque cuando tu papá se fue, rasgó un hueco en tu corazón. Pensaste que se había ido porque no eras lo suficientemente buena. Pero se habría ido sin importar si hubieras hecho todo en el momento correcto. No has superado su partida, y la última cosa que quieres hacer es que alguien más te importe. Todos los otros chicos con los que tu mamá ha salido no eran una buena pareja para ti. Querías deshacerte de ellos más de lo que ellos querían quedarse, así que no te asustaron. Pero sabes que esto es real, y no voy a ir ningún lado. Todo mi cuerpo se tensó, lágrimas quemaron en mis ojos. Traté de contenerlas, pero fluyeron. Warren se estiró hacia mí, pero lo rechacé. —¿Ahora estás satisfecho? Warren asintió, sonriendo gentilmente. —Sí, lo estoy, porque te permitiste llorar, un día te permitirás ser feliz. Pasé mi mano por mi rostro, incapaz de mirarlo. —¿De qué crees que mi mamá tiene miedo? Palmeó mi rodilla. —De salir con alguien con el que las dos se apeguen, sólo para que esa persona las deje justo como hizo tu padre. —Warren se puso de pie—. Le prometí a tu madre que llevaría a una adolescente calmada abajo. ¿Aceptarías una recompensa y bajarías a comer? Tu mamá hizo lasaña porque es tu favorita. Sería una lástima perdérsela. Asentí, limpié mi rostro una última vez antes de pararme. —No menciones la recompensa o la perderás. —Lo seguí al comedor donde mamá estaba poniendo la mesa. Sin decir una palabra, tomé servilletas y las doblé en cada asiento. Mamá, viéndome, dejó caer los cubiertos en una pila desordenada y envolvió sus brazos alrededor de mí.

—Lamento haberte golpeado —susurró, apretándome en una manera que no había hecho desde que tenía cinco. —Lamento lo que te dije. —Huele muy bien —dijo, Warren. Se inclinó encima de la lasaña y sonrió—. ¿Algo que pueda hacer para ayudar? —Mamá y yo lo tenemos cubierto —dije, y mi mamá me miró, su boca abierta; estaba acostumbrada a que hablara de Warren, no con él. Agarré los cubiertos y comencé a poner un tenedor y un cuchillo de mantequilla en cada puesto, mientras mi mamá ponía los vasos juntos a los platos. Aunque una buena parte de la cena pasó en silencio, Warren trató de enganchar a mi mamá y a mí en una conversación. —¿Entonces ya empezaste a leer Matar un Ruiseñor? —me preguntó Asentí mientras le pasaba los rollos a mi mamá. —Sí, supongo que está bien. —No me atrevía a decirle que en verdad quería saber qué sucedía a continuación. Encontraba difícil odiar a Warren después de nuestra conversación, así que me decidí por una tregua. No trataría de causar problemas, pero todavía tenía reservado mi juicio. —¿Hasta dónde has llegado? —preguntó, alcanzando la sal. —Walter Cunningham está en un juicio, lo cual creo que está mal y es estúpido. Warren asintió y sonrió afectivamente. —Ese es el punto, Skye. Fruncí el ceño y lancé algunas judías verdes en mi plato. —Pero no hizo nada malo. ¿Por qué escribir un libro sobre el arresto injusto de una persona inocente? —¿Quién dijo que la vida es justa? —preguntó mamá, vertiendo vino en su vaso y en el de Warren—. Verás, Skye, la vida no se trata de conseguir lo que queremos. Algunas veces las cosas salen de la manera que esperamos, pero entonces otras veces, tendremos una bola curva en nuestros rostros y es sólo nuestra decisión agacharnos o no.

Miré a mi mamá y tomé un bocado de lasaña, sabía que no estaba hablando sobre los personajes del libro. Estaba hablando sobre mi padre, Warren y ella. Su largo y oscuro cabello enmarcó su rostro, y miró detenidamente más allá del presente. Sus labios curvados en una sonrisa melancólica. Sintiendo su distancia, Warren puso su mano encima de la de ella y la apretó suavemente. Mamá pestañeó dos veces, ruborizada, y le ofreció una débil sonrisa. Había pensando que mi mamá había dejado ir a mi papá fácilmente, pero ahora me pregunté cómo debió haber sido para ella. Justo en ese momento, debería de haber tenido el pensamiento sobre las bolas curvas viniendo hacia mí, pero algunas veces es realmente difícil ver las cosas hasta que te golpean a un lado de la cabeza. Luego es demasiado tarde.

Capítulo 9 Traducido por Susanauribe Corregido por Dianita

L

a mañana siguiente me paseé por la sala, esperando a papá. Mientras me vestía, me cambié de atuendo al menos tres veces antes de decidirme por un suéter azul marino y vaqueros con botas de gamuza. Aunque no he visto a papá desde que él y mi madre se divorciaron, quiero causarle una buena impresión. —¿Cómo me veo? —le pregunté a mamá, volteándome, así podría ver todo mi atuendo desde el sofá reclinable. En una mano tenía el control remoto mientras que en la otra balanceaba una Dr. Pepper dietética en su muslo. —Hermosa, como siempre. —No es que seas parcial o algo así —respondí, sonriendo. —Ni un poco. Pensé escuchar un auto deteniéndose afuera, así que corrí a la ventana y tiré las cortinas hacia atrás. Sólo el auto de mi madre estaba ahí, la nieve espolvoreándolo. El cielo, un espacio gris interminable, parecía hinchado por la nieve. —¿Qué crees que conduce ahora? Mamá miró una máquina de ejercicio de un comercial informativo, no estaba interesada. —Probablemente un auto deportivo. Me senté junto a la ventana e intenté recordar a mi padre, pero era difuso, como las ventanas en Navidad cuando la nieve falsa cubre los bordes de afuera y la ventana se empaña. Cada memoria se filtraba turbia. Sin embargo, pensé recordar que tuvo una vez un auto rojo. —¿No tenía un Mustang hace un tiempo? Cambió canales. —Sí. Lo vendió cuando tenías cinco.

Una mini-van azul se detuvo en el camino de entrada, y fruncí el ceño. —¿Estás esperando a alguien? Apoyó su pie en el taburete. —A Warren. Iremos de compras más tarde. Frunciendo el ceño, miré la van, sabiendo que Warren conducía un automóvil. Ese no podría ser mi padre ¿verdad? ¿En una mini-van? Ni siquiera tuve tiempo para vocalizar la pregunta antes de que el conductor, un hombre alto y de mediana edad, con cabello corto y oscuro, subiera por el camino. Su largo abrigo de cuero negro, ondeando un poco. —Ése no puede ser papá —dije, incapaz de dejar de mirar, intentando cambiar sus facciones y ponerlas en algo familiar, pero el tiempo había erosionado mi memoria. Además, mi padre siempre tenía su cabello largo, su primera rebelión contra todos y todo, incluyendo tener una familia. Mamá caminó hacia mí y se inclinó para tener una mejor vista. Nuestro aliento empañó la ventana, y cepillé el cristal, limpiándolo. —Querido Dios. ¿Trajo una mini-van, se cortó el cabello y se volvió responsable? —Se cubrió la boca con un pensamiento inconfesable. El timbre de la puerta sonó, y ambas nos miramos. Luego mamá me arrastró cerca y susurró: —Qué te diviertas, Skye. Mientras me sostenía, la sentí temblar, pero se deslizó fuera antes de que pudiera mencionarlo, dejándome para enfrentar a mi padre, un hombre que ha estado ausente más de la mitad de mi vida. Tomé una profunda respiración y me forcé a abrir la puerta. Cuando nuestras miradas se encontraron, veo reaparecer al hombre que me dejó hace tanto tiempo en esos oscuros ojos. Sonrió, como en un saludo de vendedor, como si no hubiera pasado tanto tiempo desde su abrupta y total partida. —Wow, Skye, has crecido. Sólo llegabas a mi cintura cuando me fui. —Señaló con su mano a un lado, justo debajo de las presillas de la cintura como si todavía esperara que tuviera la misma altura.

Por qué no podía pensar en un saludo adecuado, ¿le estrechas la mano a tu padre pródigo o le das un abrazo cuando regresa? Mantuve una cómoda distancia. Debo haber crecido porque el hombre parado en nuestro porche parecía delgado y no mucho más alto que yo. Mechones grises tocaban sus sienes, y debajo de su chaqueta, tenía una camisa de botones azul con pantalones negros. Asentí, arreglándomelas para decir algo. —Sí, supongo que lo hice. —Quería añadir “y sin ti”, pero no lo hice. Señaló la van que seguía encendida suavemente. —¿Lista para irte? —Claro. —Me deslicé en mi abrigo y agarré mi bolso antes de seguirlo. —¿Cómo has estado? —preguntó, cuando cerré la puerta. Cuando sentí su intento por poner su brazo a mí alrededor, aceleré el paso, poniendo distancia entre nosotros. —Bien. —Comencé a caminar hacia el lado del pasajero pero una mujer, no mucho mayor que yo, estaba sentada ahí, jugando con la estación de radio, su largo cabello rubio caía suavemente sobre su rostro… una joven menuda, que tenía que ser al menos diez años menor que mamá. Pensé: ¿quién es esa? Mordí mi labio inferior, sin gustarme lo que veía. —Tendrás que subirte por éste lado —dijo, abriendo la puerta de atrás de su asiento—. Gracie está en el asiento del pasajero, y Amy detrás de ella. Pero puedes sentarte junto a Allie. ¿Gracie? ¿Amy? ¿Allie? Confundida, seguí a mi padre alrededor de la van y me subí junto a una niña pequeña, probablemente tendría alrededor de dos años y medio. Alguien había pasado un montón de tiempo haciéndola lucir como una angelical muñequita vestida de color rosa, con un abrigo de piel con adornos. Su largo cabello rubio estaba recogido en una coleta y asegurado con un moño rosado. Junto a ella, en un asiento de auto separado, estaba sentada otra niña de dos años y medio usando un abrigo azul y un moño idéntico. De repente me di cuenta: mi padre se había vuelto a casar. Ahora no solamente tenía una hija, sino gemelas, dos angelicales muñecas rubias, de piel limpia y con hoyuelos, tan diferentes de mi color hispano, con el que me favoreció la familia de mamá. Nunca sería rubia. Un rubor atravesó mi rostro al pensar en mamá, que había ansiado más hijos. Ni siquiera me había querido. Ahora conducía una mini-van para acomodar a las gemelas de una antigua porrista.

Me recosté contra el cristal. La calefacción de la van, puesta al máximo, sofocaba el aire, acentuando mi claustrofobia y nauseas. La ventana enfrió mi frente, y mientras miraba hacia afuera, me di cuenta de que la nieve se había vuelto más gruesa, largos copos bajaban en espiral. Una vez habría estado emocionada. En cambio, presioné profundamente mis manos en mi regazo e intenté ignorar a la niña pequeña que jugaba agarrando mi brazo y balbuceaba llamando mi atención. Había sido reemplazada por dos balbuceantes niñas. Mi padre cambió a reversa y retrocedió en el camino, su brazo descansaba detrás del cuello de Gracie. Cuando empezó a conducir, pensé que movería su brazo, pero se quedó allí. Mirándome por el retrovisor, dijo: —Skye, ésta es tu madrastra, Gracie. —Asintió hacia ella—. Gracie, ésta es Skye. La mujer se volteó, y nos miramos. Los largos mechones rubios se esparcieron atractivamente por su rostro, su maquillaje acentuaba perfectamente sus ojos y boca. Incluso su perfume sugería perfección, y casi me reí porque mi papá había sido lo suficientemente estúpido para casarse con una ex porrista que nunca podría competir con mamá, que era divertida y real. Todos nos quedamos en silencio, excepto las gemelas, que susurraban una y otra vez, a menudo cogiéndose de las manos ya que la más cerca a mí se había rendido. Luego ambas explotaron en risitas, sus pequeñas coletas se movían hacia atrás y hacia delante mientras farfullaban. Incluso antes de que llegáramos, sabía que iríamos a alguna clase de tonta película para niños, y el letrero neón anunciaba sólo un título, una caricatura. ¿Por qué había traído a las gemelas? Sin embargo, intenté justificar esto como si no fuera una pérdida completa. Gracie se sentó entre mi padre y yo, así que ni siquiera le podía hablar, luego levantaron a cada niña en sus regazos y se las arreglaron para sostener el balde de palomitas de maíz entre ellos. Aun así intenté concentrarme en la película. Gracie se rió y le susurró en la oreja a mi padre, su voz sonaba como la de las gemelas. A pesar de que tenían a las niñas, se las arreglaron para mantener las manos unidas. Tampoco pude dejar de mirar a mi papá abrazando a Allie o Amy —¿cómo podían saber cuál era cuál? —, y besó su frente. Un grueso nudo bloqueó mi garganta, y mi visión se nubló. Ahí fue cuando supe que mi padre estaba muerto… al menos para mí. Volteándome, me prometí no llorar. Después de la película, caminamos por el estacionamiento, mi padre llevaba a una pequeña sobre sus hombros, Gracie llevaba de la mano a la otra niña, mientras cantaban una canción de cuna.

—¿A dónde te gustaría ir a comer, Skye? —preguntó mi padre, ajustando a la niña en sus hombros. Miré los copos de nieve que se habían vuelto más grandes mientras estábamos adentro. Un grueso polvo blancuzco cubría el asfalto. —No tengo hambre. Sólo quiero ir a casa pronto. Mi padre se detuvo, un ceño fruncido reemplazó su sonrisa mientras cambiaba de posición a la niña. —¿Tu mamá no recibió el mensaje sobre llevarte a cenar? Copos de nieve se apilaron en mi cabello y se derritieron. Asentí y metí las manos en mis bolsillos. —Sí, lo hizo. No voy a casa por ella. Sólo quiero ir. Sacó las llaves y presionó el control a distancia de bloqueo. —Hablaremos en un minuto, Skye. Tenemos que montar a las gemelas o se enfermarán. Un frío viento sopló, y me estremecí, acercando mi abrigo. Sabía que podía culpar al frío por las lágrimas. Sin embargo, no tenía nada que ver con el frío. En cambio, intenté recordar si alguna vez mi padre me cargó de la manera en que tenía a esa niña. ¿Alguna vez me había acunado, asustado de soltarme? No, no creía eso. Me quedé en el frío, prefiriendo que Gracie metiera su trasero de ex porrista a la van, así podía hablar a solas con papá. En cambio, se tomó un dulce tiempo subiendo a la niña pequeña, ¿era Amy? Mi papá subió a Allie. Una vez las gemelas estuvieron seguras en la van, papá se me unió. —Vamos a comer, Skye —dijo, intentando envolver sus brazos a mí alrededor, pero retrocedí. Frunció el ceño incluso más y preguntó: —¿Qué está sucediendo? —Sus manos se movieron, y las puso en sus bolsillos—. ¿Por qué estás actuando así?

—¿Qué quieres decir? —pregunté, cruzando mis brazos por encima de mi estómago. —Estás enojada. —Luego negó con la cabeza—. Déjame adivinar. Tu mamá te ha estado diciendo que soy un perdedor. —Se pasó los dedos por su cabello. —No. No ha dicho ni una palabra sobre ti, papá. —Gracie nos miraba como diciéndonos que nos subiéramos al auto. —¿Qué está sucediendo? Me recosté contra la van. —Dijiste que querías llevarme al cine; pensé que querías decir sólo nosotros, pero, como siempre, no hay un “nosotros”. Hay un tú, Gracie, Amy y Allie. ¿Qué esperabas? ¿Qué fuera como Amy y Allie, sólo sentirme feliz por estar aquí? Miró alrededor mientras la gente caminaba hacia sus autos. —Baja la voz —siseó, su rostro volviéndose rojo. En ese momento, me di cuenta que no compartía nada con este hombre, que no fueran genes. Negué con la cabeza. —Mírame bien. Ya no soy una niña. Crecí. Sin ti. Habría dado todo por ser una de tus gemelas, pero no fui así de afortunada. No tengo un solo recuerdo de estar sentada en tu regazo. Extendió sus manos. —Bien, Skye. Hazlo a tu manera, te llevaré a casa. —No esperó mi respuesta, y supe porque. No podía responder, no sin hacerlo confesar su poco valor como mi padre. Abrió la puerta y se lanzó adentro antes de azotarla. Yo, también, trepé a la van y deslicé el cinturón de seguridad por mi torso. Durante el viaje, medio escuché la conversación de papá y Gracie sobre las gemelas. Más que nunca, me sentí no invitada en su vida, como si nunca hubiera sido invitada en primer lugar. Miré la nieve, y vi que las calles ya se habían ensuciado con tierra, manchando la pureza con suciedad. Cuando nos detuvimos en el camino de entrada, el auto de mamá todavía estaba allí, pero todas las luces interiores estaban apagadas, indicando su ausencia. Eso estaba igual de bien porque no quería enfrentarla de inmediato. Tan pronto como papá estacionó la van, me disparé fuera del vehículo y azoté la puerta detrás de mí.

Mi padre abrió su puerta y se apresuró detrás de mí, agarrando mi brazo. —Skye. —No lo hagas —le advertí, mi voz salvaje, con odio—. He estado observando lo buen hombre de familia que eres estos días, pero no encajo, y nunca lo haré. Quieres más a esas dos niñas de lo que alguna vez me quisiste. —Las palabras lo golpearon con fuerza e inhaló cortadamente. Sus cejas se juntaron y la desorientación nubló sus facciones. Tragando fuertemente, sostuvo mi brazo incluso aunque traté de alejarlo. —Lamento no haber sido un mejor padre. No tengo excusa. —Su voz cayó—. No estaba listo para ser papá, Skye, y te merecías algo mejor. Así que tu mamá lo hizo. No puedo cambiarlo, pero tal vez algún día me perdones. —Hizo una pausa, esperando que se lo hiciera más fácil. Bueno, podía seguir esperando hasta que el Infierno se congelara—. Te llamaré pronto. —Apretó mi brazo—. ¿Tienes la llave de la casa? —Sí. —Comencé a caminar, frotando con mis dedos donde me había tocado. —Realmente lo siento. —Me miró, sus manos profundamente metidas en sus bolsillos mientras la nieve se agrupaba en su chaqueta de cuero y su oscuro cabello. —Eso ya nos hace dos, pero no tienes ninguna razón para lamentarlo. Quería que me amaras, y nunca lo hiciste. —Eso no es cierto —gritó. —Lo que sea. —Me apresuré por el camino y le quité el seguro a la puerta. Desde mi visión periférica, lo vi ir sin ninguna prisa hacia su van. Una vez quité el seguro de la puerta, me deslicé adentro y la azoté antes de recostarme contra ella. Inmediatamente un dolor golpeó mi abdomen, tirándome de rodillas mientras los sollozos me inundaban. —Oh Dios —susurré—. Oh, Dios. Oh, Dios. Oh, Dios. —Me moví hacia atrás y adelante, mi corazón entró en pánico, mi pulso se aceleró mientras mi cuerpo temblaba convulsionándose—. Realmente no me quería. —Envolviendo mis brazos alrededor de mis piernas, me hice una bola. Sin importar cómo traté, no pude quitarme la imagen de mi padre sosteniendo a la niña en su regazo. Podía ver el amor en sus ojos cuando la besó, un amor que nunca me había ofrecido. Seguí intentando alejar las lágrimas, pero no pude ponerme al día

con ellas. Mis manos temblaban, muy parecido ha cuando has estado agitando una soda y esperas a que explote. Necesitaba hablar con alguien, alguien en quien pudiera confiar. Devin. Caminé por la casa hacia el patio trasero donde estaba el trampolín, cubierto de nieve. Esta era la primera nevada en que Devin y yo no teníamos una pelea de bolas de nieve. Realmente ni siquiera nos hablábamos, y eso me estaba matando. Presioné mi mano en la nieve y dejé mis huellas, como si con eso pudiera devolver el tiempo. Pero la nieve continuó cayendo, llenando los huecos que mi mano había dejado. No había cambiado nada. Temblando, volví a la casa y me caminé por el porche delantero. Le puse seguro a la puerta y corrí por la calle, deteniéndome a unas casas de distancia de Devin, agradecida de ver que su auto estaba estacionado en el camino de entrada. —Gracias —susurré. Acortando el camino al pasar por el césped, casi llegué a la puerta delantera cuando se abrió; Devin y Bethany salieron. Devin se detuvo en seco cuando me vio. Tenía un suéter negro y vaqueros. Su belleza me impactó. —Skye, ¿qué estás haciendo aquí? —Las llaves de su auto estaban colgando en su mano. Mi mano inmediatamente tocó mi rostro, como si pudiera borrar las marcas de rímel. Negrura manchó mis dedos. Miré a Bethany, dándome cuenta por primera vez de lo hermosa que era, más hermosa de lo que yo alguna vez sería. —Hola, Skye. —Asintió en forma de saludo y luego tocó el brazo de Devin—. Esperaré en el auto. —Está bien —dijo—. Estaré allí en un segundo. —Luego se volteó hacia mí. Alcanzó mi mano y la apretó suavemente—. Dios, ¿estás bien? —Se acercó y se inclinó hacia mi rostro. Miré a Bethany subirse al auto, y me alejé de él. —E… estoy bien. Frunció el ceño y se acercó más. Una expresión entre preocupación y exasperación se reflejó en su rostro.

—No luces bien. Parece como si el mundo se estuviera estrellando a tu alrededor. —Intentó atrapar mi hombro, pero una vez más lo esquivé. —Tu novia está mirando. —¿Qué? —Me miró y después a Bethany antes de negar con la cabeza—. Es una chica y es mi amiga, pero ahí termina todo. No hay nada entre nosotros. —Deslizó su mano debajo de mi barbilla y pasó sus dedos por mi rostro—. Has estado llorando, y quiero saber qué está pasando. ¿Por qué viniste aquí? ¿Es Kellin? —Una peligrosa ira brilló en sus ojos. Me tensé y reí irónicamente. —No, no es Kellin. No es la raíz de todos mis males. —Mi mirada volvió a Bethany—. Y no importa. —Agarré su mano para alejarla, deseando poder recostarme contra ella pero sabiendo que era imposible; la solté. —¿Qué está pasando? —Golpeó su pie contra el suelo. —Nada. —Señalé hacia donde Bethany estaba sentada—. No voy a retenerte. —Metí mis manos en mis bolsillos, no sólo porque estuvieran frías, lo más importante, es que no quería que me viera temblar. Se daría cuenta que no tenía nada que ver con la temperatura. —Tengo que llevar a Bethany a casa —acordó, de mala gana—. Tiene que cuidar a su hermana. —Sacó sus llaves—. ¿Quieres qué te lleve a casa? Podemos hablar en el camino. Además, estás temblando como loca. Sólo donde ningún abrigo o calentador nunca podrán calentarme, pensé. Negué con mi cabeza. —No, gracias. No es tan lejos, puedo caminar. —Me giré. —¿Estás bien? —La voz de Devin, tan calmada, tan suave, desmentía su preocupación—. Estoy preocupado por ti. Me reí, fingiendo indiferencia. —Estaré bien, y no necesitas que te moleste. —Tú no estás… —Te veré por ahí —dije, sabiendo que no lo haría. La última cosa que alguna vez querría ser, era la carga de alguien. Comencé a caminar y traté de no pensar. Los

copos de nieve se habían vuelto del tamaño de una moneda mientras caían más y más rápidamente, apilándose en el césped. El blanco se asomaba entre la tierra cubriendo el suelo. Llegué a una casa vacía, pensando todavía en Devin y Bethany. Había dicho que no estaban saliendo, pero yo sabía bien. Un dolor profundo se produjo mientras los imaginé juntos en mi mente, la tez más oscura de Devin complementando la tez blanca de ella, mientras él la acompañaba a la puerta. Luego ella se voltearía hacia él. Sus ojos se encontrarían. Devin deslizaría su brazo alrededor de ella y lentamente movería su cabeza hasta que sus labios se encontraran. Se besarían. Me forcé a abrir los ojos, intentando apartar la imagen. Pensé en Kellin, pero sabía que nunca le podría explicar esto; tendría que haber estado allí. Devin había estado. Devin siempre había estado allí. Hasta ahora.

Capítulo 10 Traducido por Little Rose Corregido por *Prisper*

M

e escondí en mi habitación, ignorando que el teléfono sonaba, adivinando que serían Devin o Kellin. No quería hablar con ninguno. En su lugar, preferí el libro que Warren me había dado, antes que estar con otras personas, después de acostarme en la cama con la casa silenciosa para mí misma, terminé la novela. Entristecida, deseé tener un padre como Atticus Finch. No quería a alguien perfecto, sólo a alguien que me hiciera sentir que todo estaba bien, incluso si no lo estuviera… o al menos alguien que lo hiciera mejor. ¿Por qué Warren me había dado este libro? No me parecía en nada a Scout y él estaba lejos de ser Atticus Finch. ¿Por qué entonces? Cerré los ojos, y a pesar de la fuerte luz fluorescente, me quedé dormida, aún aferrando la novela. —¿Skye? —llamó una voz lejana, e intenté despejar mi mente—. Despierta Skye. Abrí los ojos. Mamá estaba inclinada sobre mí, con una mirada de preocupación. Se sentó a mi lado. Me froté los ojos con una mano, comprendiendo que seguramente todavía tenía la piel alrededor de los ojos, oscurecida por el maquillaje. —Oh, hola mamá. —Intenté ver qué hora era, pero el reloj estaba dado vueltas—. ¿Qué hora es? Mirando su reloj, respondió: —Casi las seis. —Quitó una pelusa del edredón—. Pensé que estarías fuera hasta tarde. Tu padre dijo que te llevaría a cenar. ¿Comiste? —Sí, comí —dije, preguntándome en qué grupo alimenticio entrarían las palomitas de maíz. —Skye —advirtió mamá—. ¿Cenaste? —No, no lo hice. Hubo un cambio de planes —dije sentándome. Matar un Ruiseñor cayó a su regazo.

—¿Qué tal el libro? —preguntó, levantándolo y leyendo la contratapa. —Bueno. —Miré mi reflejo. Mi cabello se veía salvaje, como si no me lo hubiera cepillado y había sombras oscuras de rímel bajo mis ojos. Intenté quitármelas con los dedos, pero ya las había visto. —¿Entonces, cómo está tu padre? —Adoptó un tono tranquilo y aparentemente inofensivo, pero apretó firmemente la colcha con una mano. Aunque estaba mirando hacia mi dirección, nuestras miradas no se encontraron. Aquí vamos, pensé. —Conoces a papá. —Me quité el cabello de los ojos. —Lo conocí una vez —dijo—. Pero eso fue antes de la mini-van y el corte de cabello. —Tomó mi mano, apretándola suavemente con sus dedos—. Además, estoy segura de cómo me siento acerca de él, eres tú la que me preocupa. Hice una mueca. —¿Por qué? ¿Te preocupa que ahora quiera pasar más tiempo con él? —No. —Mamá se puso de pie y comenzó a caminar por el cuarto—. Sin importar lo que piense, si quieres pasar tiempo con él, lo aceptaré. No porque tenga que hacerlo, sino porque es lo que quieres. —Me encaró—. Tu padre y yo tuvimos nuestros problemas cuando estábamos casados. Lo sabes. —Miró el trozo de pared cubierto por un panel de corcho donde yo había pegado fotos mías con Devin. Pensé en quitarlas, pero dejarían un gran espacio vacío, dado que no tenía ninguna foto con Kellin todavía. —Sí —dije, asintiendo—. Fui uno de esos problemas, ¿cierto? Inspiró hondo y cerró los ojos. Se sentó en la cama y palmeó mi pierna. —No tiene sentido hacer esto, Skye. El pasado no puede ser cambiado. Me llevé las rodillas al pecho. —No me refiero al pasado mamá. El pasado me parecía bien, estaba bien sabiendo que no se preocupaba de ninguna manera. Sí, estaba enojada, pero era normal. Entonces de la nada llama para decir que quiere pasar tiempo conmigo, que quiere llevarme al cine. —Dejé de hablar porque las lágrimas habían aparecido y lo último que quería era

llorar. Me mordí el labio mientras el pánico me invadía. Se sentía como si cientos de mariposas hubieran sido liberadas en mi estómago y cada respiración era más agitada que la anterior. —¿Qué hizo tu padre? —preguntó tensamente. Se frotó la frente, haciendo un pequeño círculo con sus dedos. Apreté la mandíbula, reconociendo la familiaridad del gesto. Cuando estaba estresada, se frotaba las sienes. —Nada. —Apoyé la barbilla en mis rodillas. —Sé que no es nada. ¿Qué ocurrió? —Nada. —Cerré los ojos, deseando que el mundo desapareciera. Tomó mi brazo. —Mírame Skye. —Cuando me negué, puso un dedo bajo mi barbilla—. ¡Dije mírame! Lentamente encontré su mirada. —¿Qué? —Puedes, o bien hablar conmigo, o llamaré a tu padre. De todas formas llegaré al fondo de esto. —¿Y luego? —espeté—. Sin importar cuánto me ames, no puedes cambiar el hecho de que papá se casó con una ex porrista tres años después de que saliera de la secundaria. La llevó al cine y estuvo entre nosotros todo el tiempo. Y no hay nada que puedas hacer respecto a las mellizas que tiene —Amy y Allie— con las que pasó todo el tiempo jugueteando y haciéndoles cosquillas. No paraba de preguntarme por qué me llamó. Se me cerró la garganta. El pánico me llenó. De repente rompí a llorar con tanta fuerza que temblé y si mi mamá no me hubiera sujetado tan fuertemente, me habría roto. Las manos de mamá me guiaron mientras apoyaba mi cabeza en su regazo, donde suavemente acarició mi cabello mientras lloraba. Cuando era pequeña, solía hacer eso hasta que me quedaba dormida. —Hubo un tiempo en el que me arrepentí de tu padre. Me sentía tan enojada y sola, incluso cuando estábamos casados. Después descubrí que iba a tener un bebé. Tu padre no estaba listo para ello. Pero desde el momento que me enteré de ti, pasé horas preguntándome cómo te verías, y no podía esperar a conocerte. Y la primera vez que te vi, lloré de felicidad. Fue por ti, Skye. Todo por ti. —Acarició mi mejilla—. Dejé de

arrepentirme de tu padre porque me había dado la única cosa sin la cual no quería vivir… tú. Sé que no puedo compensar su indiferencia, pero aunque tienes un padre que no te da nada de su tiempo, también tienes a alguien que sí lo hace, a mí, que te amé desde antes de que nacieras. Ese amor sólo ha ido creciendo cada día desde que estamos juntas. —Puso su cabeza sobre la mía y suavemente acomodó mi cabello detrás de mi oreja. Cuando finalmente me alejé, vi que también tenía brillantes lágrimas que caían por su rostro. —Me sentí tan estúpida sentada en ese cine, mirándolo mimar a esas niñitas, y quería saber qué había de malo conmigo. ¿Qué tenía de malo? ¿Por qué nunca me amó así? —No fuiste tú, Skye. Fue el tiempo. Si tu padre se hubiera casado con esa chica cuando se casó conmigo y ella hubiera quedado embarazada, la habría abandonado como nos abandonó a nosotras. Pensé en sus palabras, y tenía sentido; el problema era que basaba estos sentimientos ilógicos en las cosas que mi papá había hecho. Estaba a punto de decirle que tenía razón cuando mi estómago rugió. —Ups —dije sonriendo. —Bueno. —Rió—. Eso me trae al motivo por el que subí. Warren y yo estábamos a punto de ir a cenar, y nos preguntábamos si querrías venir. —Miré mi reflejo y decidí declinarlo, pero mi madre me detuvo—. Sólo lávate la cara y maquíllate un poco. Nadie notará que has llorado. —De acuerdo. —Me senté y me rodeó con un brazo. —Sé que es difícil, pero se vuelve más sencillo. Apoyé mi cabeza en su hombro. —Eso espero. Mamá se fue para que pudiera prepararme. Después de que me cambié, me dirigí escaleras abajo y vi que ella y Warren estaban sentados en el sofá, inclinados juntos mientras hablaban suavemente. Warren me sonrió. —¿Cómo estás Skye? Me encogí de hombros y dije:

—Bien. —Ya sin energías para discutir. En su lugar, me mantendría a una distancia prudente de él para que nunca nos apegáramos. Quizás mamá pensara que no podría hacernos daño, pero ahora más que nunca, no podía arriesgarme. —¿Lista para ir a comer? —preguntó, sosteniendo mi abrigo—. Pensamos que La Langosta Roja sonaba bien. ¿Te parece? —Claro. —Iba a tomar el abrigo, pero en su lugar lo mantuvo abierto, permitiéndome deslizar mis brazos en él. Mamá y Warren charlaron todo el camino y más de una vez bromearon. El amor que se veía en los ojos de ella transformaba todo su rostro. Una sonrisa jugueteaba en sus labios. Parecía más joven… tan complacida, tan segura de las posibilidades que se le abrían con Warren que nada arruinaría su felicidad. Aunque la Langosta Roja normalmente tenía una fila de espera, fuimos ubicados inmediatamente, probablemente por ser tan tarde. Warren buscó algunos menús y mamá sacó sus anteojos para leer. Discutieron sobre qué entrada sonaba mejor. —Realmente me gustan los camarones y langostinos —dijo Warren, reclinándose en su silla. Tenía una mano sobre la de mi mamá. —Sí, se ve bien —respondió—. Pero soy más adepta de los camarones fritos, o quizás los que tienen mantequilla de limón y pimienta. La mesera trajo el vino que Warren había pedido, dejando la botella y dos copas frente a ellos. Warren la descorchó, llenó el vaso de mamá y después el suyo. Estaban sentados juntos, sonriéndose como niños. De repente una mano se apoyó en mi hombro izquierdo. Me sobresalté y me volví. —Hola, hermosa. —Kellin estaba inclinado sobre mí, con su cabello rubio balanceándose. Llevaba su chaqueta de cuero, con las mangas de una camisa sobresaliendo de los puños. Sonreía, sus ojos azules penetrantes. Acarició suavemente mi hombro antes de volverse a Warren—. ¿Es tu papá? Warren y mamá se miraron, y supe que nos encontrábamos en aguas desconocidas. Sacudí la cabeza, intenté explicar. —Es un buen amigo. —Me volví hacia Warren—. Kellin, él es Warren Jacobs y mi mamá, Helen. —Kellin sacudió la mano de Warren.

—Un placer conocerlo señor. Disculpe la confusión. —Está bien —dijo Warren. Señaló un asiento vacío—. ¿Te gustaría unírtenos? Aún no hemos ordenado. Kellin miró sobre su hombro. —Estoy con unos amigos. —Miré detrás de él a la mesa donde había cinco chicos de la secundaria, entre ellos Tyler y Becca, charlando. Los dos me miraron. Tyler se inclinó hacia Becca, le susurró algo y se rieron. Se sentó y se inclinó por lo que pude oler su loción para afeitarse… Obsession. —¿Ya ordenaste? Sacudí la cabeza. —No. ¿Y tú? —Sí. —¿Qué te trae por aquí? —pregunté, desdoblando mi servilleta para ponerla en mi regazo—. Se ve que están bastante entretenidos por allá. —No es el tipo de entretenimiento que disfruto —dijo mirando a Tyler y después a mí—. Si te preocupa Becca, olvídalo. Ha puesto su atención en Tyler. Por ahora, él no ha ofrecido resistencia. —Como si se hubieran coordinado, Becca se inclinó hacia Tyler y puso su mano sobre la de él. Se besaron. —Vine a invitarte a tomar un refresco más tarde si estás disponible. —Se mordió levemente el labio inferior, y comprendí que realmente estaba nervioso. Su mano se acercó a la mía y la cubrió. La pregunta era por qué. El hecho de que era dos años menor que él y no fuera la “señorita Popularidad” debería haberle dado confianza, no a la inversa. Sin notarlo, mis pensamientos se habían desviado y me concentré en retomar el hilo. —… con planes y todo, pero al ver que estamos los dos aquí, me imaginé que no haría daño intentarlo. Antes de que pudiera responder, una mesera se detuvo ante nuestra mesa para tomar nuestras órdenes. —¿Qué puedo traerles?

—Tomaré los camarones fritos —dijo mi mamá, cerrando su menú. Una vez que la mujer anotó lo de mamá, Warren dijo: —Los camarones y langostinos. Ambos se volvieron hacia mí, expectantes y mamá dijo: —De acuerdo Skye, tu turno. Me forcé a dejar de mirar a Kellin y ojeé el menú. Finalmente dije: —Camarones fritos. La mesera tomó los menús y se fue. Kellin apretó mi mano y sonrió. —¿Qué opinas? —Su voz profunda me dejó sin aliento. —Preguntaré. —Me volví hacia mamá—. ¿Estaría bien si saliéramos después de cenar? ¿Por unos refrescos? —Las palabras se amontonaron, y me abofeteé mentalmente por sonar tan ansiosa. Mamá asintió solemnemente y bebió de su vino. —Supongo que no habrá problema siempre y cuando vuelvas a las once. Kellin sonrió. —No se preocupe, señora Williams. Se la regresaré a las diez. —Kellin —llamó una voz. Tyler le hizo un gesto con la mano y señaló los platos que el mesero acababa de dejarles—. ¡La comida ha llegado, y no me responsabilizo por lo que le ocurra mientras no estás! —Kellin le hizo un gesto y se puso de pie. —Parece que es hora de comer —dijo. —Sí, mientras aún haya algo para comer —advirtió Warren. Kellin me enfrentó, profundizando su mirada en la mía. —Volveré. —Apretó mi hombro suavemente y tomé su mano. —Aquí estaré. —Cuento con ello. —Asintió hacia Warren—. Un placer conocerlo, señor. —Luego se dirigió a su mesa y se sentó junto a Tyler. Le preguntó algo y Kellin sacudió la cabeza

y respondió ruborizándose. Luego Tyler volvió a mirarme, con los ojos levemente entrecerrados. —Parece un buen chico —dijo mamá, mientras tomaba un pan con mantequilla—. Y si no me equivoco, realmente le gustas Skye. Me encogí de hombros y tomé un pan también. —Quizás. —Pensé que te gustaba. —Mamá sonrió—. Vi que llevaba una chaqueta de cuero. ¿Qué deporte practica? —Es un mariscal de campo. —Lo observé, viendo cómo se reía con sus amigos, aparentemente entretenido. —¿Qué tan bien lo conoces? —preguntó Warren, volviendo a llenar su copa de vino. Miraba de mí a Kellin. —Tan bien como cualquiera, supongo. —Tragué con fuerza al ver que Becca le tomaba el brazo. Con una mueca, se soltó y levantó la vista, como preocupado porque lo hubiera notado. Becca me hizo una mueca. Mordiéndome el labio inferior, me sentí tensándome. Aunque Kellin dijo que no pasaba nada, no me agradaba su presencia. Becca estaba acostumbrada a conseguir lo que quería, y algo tan pequeño como la indiferencia de Kellin era bastante molesto para ella. Estaba planeando algo, y probablemente tenía a Tyler de cómplice. —Ya vuelvo —dije y fui al baño donde me puse de nuevo maquillaje y me acomodé un poco el cabello—. Es lo mejor que puedo conseguir —le dije a mi reflejo. —Qué lástima que no sea suficiente —dijo Becca, mientras entraba, se inclinaba hacia el espejo y se aplicaba lápiz labial—. Estás tan fuera de su liga. ¿Por qué no vuelves con tu chico nerd? —Se bajó un poco el suéter, pero aun así se le veía el aro en el ombligo. Sonrojada, me escabullí del baño hacia mi mesa rápidamente, mientras mentalmente recapitulaba el encuentro con Becca. Sin importar lo que hiciera, no podría ganarle. Volví a la mesa y escuché la charla entre mamá y Warren. Después llegó la comida y disfrutamos todo con grandes cantidades de crema con aderezo. Kellin volvió unos momentos después de que hubiéramos terminado. Había unas bolsas para llevar al lado de mamá, ya que no lo habíamos terminado todo y era un desperdicio tirarlo.

—¿Lista? —preguntó Kellin. Asintiendo, dije: —Sí. —Busqué mi abrigo, pero Kellin me ganó de mano. Lo mantuvo abierto, para que metiera los brazos. —Por favor ten cuidado en el camino —dijo Warren, mirando a Kellin a los ojos—. Está nevando realmente fuerte. Kellin asintió. —No se preocupe. La cuidaré bien. —Diviértanse —dijo mamá, saludándonos con la mano al salir. En nuestro camino, pasamos junto a la mesa de Tyler y gritó: —No hagas nada que nosotros no haríamos. —Y aunque Kellin sacudió la cabeza, no respondió. En su lugar, pasó un brazo por mi cintura y me guió al auto. Los copos de nieve cayeron en su cabello y en su chaqueta. Una vez que encendió el motor, me preguntó: —¿Qué te parecería un paseo por el lago? Después podríamos ir por una cocoa para calentarnos. —Su mano se deslizó sobre la mía, sus fuertes dedos acariciando gentilmente mi piel. —Suena bien —accedí, pensando que el lago estaría hermoso. —Perdón por la confusión con Warren. —Salió del estacionamiento. Mientras aceleraba, la nieve chocó contra el parabrisas, dando la ilusión de una tormenta muy fuerte. —Está bien. No podrías haberlo sabido. —¿Cuál es la historia? —Apretó mi mano—. ¿O está fuera de los límites? —Normalmente no hablo de ello —dije—. Pero si quieres saberlo, mi papá nos dejó cuando era pequeña. —Él se lo pierde. —Giró hacia el parque, y se veía cómo la nieve se arremolinaba en las lámparas—. Suenas realmente enojada. —Acabo de enterarme de que tiene esposa e hijas. —Me eché hacia atrás el cabello.

—Entonces tienes derecho a estar enojada. —Entró en el parque y se estacionó. Cuando salí, el aire frío que venía del lago me hizo temblar, deseé haber traído un abrigo más cálido. Pero bueno, no había esperado ir al lago a pasear. —Espera un segundo —dijo Kellin y se quitó la chaqueta de cuero—. Póntela. Te mantendrá más cálida que lo que traes. —Esperó a que me quitara el abrigo y me pasó la chaqueta. —¿Y tú qué usarás? —pregunté aún castañeando los dientes. Abrió la puerta trasera del auto, de donde sacó otro abrigo. —Esto. —Tomó el mío y lo dejó donde había estado el suyo mientras me ponía la chaqueta de cuero. No sólo las mangas me tapaban las manos, sino que sentía que podría entrar dos veces en la prenda. Me la acomodó—. Supongo que te queda un poco grande. —Está bien. Es más cálida. Tomó mi mano y seguimos el camino que rodeaba el lago. Había luna llena y los copos de nieve seguían cayendo en el misterioso lago. El agua reflejaba como vidrio las sombras de dos gansos que nadaban. —¡Mira! —Los señalé—. ¡Son hermosos! —No tanto como tú. —Kellin soltó mi mano y me abrazó por los hombros mientras nos mirábamos a los ojos. —Apuesto que se lo dices a todas las chicas —susurré. Aunque sonreí y descarté el comentario como una broma, por dentro me preguntaba si era verdad. —Nop. Sólo a ti. —Unió nuestros labios brevemente y todo se detuvo en ese segundo. Profundizó el beso, atrayéndome hacia él. Después, cuando ya me había perdido en la calidez de su boca, retrocedió y acarició con un dedo mis labios un poco partidos. Abrí los ojos. Se inclinó más y estudió mi rostro. —¿Qué? —pregunté sin aliento. —Podría mirarte todo el día. Bajé la mirada.

—Tarde o temprano te cansarías. Kellin puso un dedo bajo mi barbilla, obligándome a mirarlo. —Tu papá es un imbécil, Skye, es así. Cuando te digo que eres hermosa, lo digo en serio y cuando digo que quiero quedarme contigo, también es en serio. Su otra mano se apoyó en mi nuca mientras me volvía a besar. Sus dedos acariciaban mi cabello, manteniéndome cerca. La noche se derritió alrededor de nosotros hasta que todo lo que podía sentir era su pecho musculoso bajo mis manos, el latido de su corazón. Sus labios tocaron mi boca, abriendo mis labios mientras me poseía, luego fueron a mi mejilla, mi cuello, mi oreja. De repente se agachó un poco, pasó un brazo detrás de mis piernas y me levantó. —¿Qué estás haciendo? —pregunté sin aliento. —Llevarte hasta allá. —Señaló con la cabeza una mesa de picnic de piedra a unos metros. —Puedo caminar —protesté. —Sí, pero me gusta cómo se siente esto. Apoyé mi cabeza en su hombro y rodeé su cuello con mis manos. —A mí también me gusta. —Entonces no hay problema. —Besó mi cabeza. Unos pasos después, me dejó sentada suavemente y se colocó a mi lado—. Recuéstate. Apoyé mi cabeza bajo su barbilla. —¿Qué estamos haciendo? —Observamos las estrellas. Reí y señalé el cielo nublado. —Ni siquiera podemos verlas. —Entonces supongo que tendremos que imaginarlas, ¿no? Mientras estaba recostada, sentí su voz resonando en su pecho.

—¿Estás bien de temperatura? —Sin esperar respuesta, me rodeó con sus brazos. —Sí, sí estoy bien. —La niebla se levantó y desapareció. La nieve caía lentamente en el agua y había varios copos en la chaqueta de cuero—. Es una noche perfecta. —Concuerdo contigo. Estuvimos así sentados como por media hora, antes de que otros dos adolescentes aparecieran por el camino, riendo y tropezando mientras se besaban. El chico se volvió hacia nosotros. Tyler. Sus manos estaban en la cintura de Becca. —Hey, Kellin. Qué casualidad encontrarte aquí. —Deslizó su mano por el trasero de Becca, y ella le mordió el cuello. Me enderecé y alejé un poco de Kellin. También se sentó, con una mueca. —Estábamos por irnos. —Tocó mi brazo—. Skye debe ir a casa. Tyler arrastró a Becca a la mesa, sentándose a nuestro lado y empujando mi brazo groseramente. Después se puso a Becca en el regazo. Le desabotonó la camisa rápidamente. —No dejes que te molestemos. —Sonrió, acercándose por lo que su aliento, con olor a cerveza me mareó—. Ni siquiera sabrás que estamos aquí. Kellin le golpeó el hombro. —Sí, lo haremos. —Se puso de pie y me ofreció la mano—. ¿Lista? —Claro —dije levantándome. Fuimos al auto. Aprensiva, mantuve espacio entre nosotros para que no pudiera tocarme. —¿Sabías que estarían aquí? —Intentó rodearme con un brazo, pero retrocedí, negando su toque. —No exactamente. Tyler tiene un montón de lugares para besar. Es más difícil saber dónde no tiene uno que dónde sí. Me crucé de brazos. —¿Para eso me trajiste? ¿Para besarnos? —Aunque el lago todavía brillaba con la luz de la luna, Tyler y Becca le habían quitado el encanto.

Kellin me interrumpió secamente. —Sí, así es —dijo sarcásticamente—. Te traje aquí para besarnos y después ni siquiera tocarte. —Sacudió la cabeza—. ¿Qué pensabas? Se pasó una mano por el cabello. —¿Entonces para qué me trajiste? —Quería pasar tiempo contigo. Eso es todo. —Miró hacia sus amigos—. ¿Esto es otra vez por Becca? —No, esto es sobre nosotros. Pero ella convenientemente aparece cada vez que vamos a algún lado. —Mirando el lago, me froté los brazos con mis manos para entrar en calor. —Es Tyler —insistió—. No para de arrastrarla a todos lados. No me culpes por lo que hace. —Tomó mi mano—. Mira, no quiero pelear. No quiero arruinar el momento hermoso que hemos pasado. —Besó mi mano. —Yo tampoco. —¿Qué tal algo de chocolate caliente ahora? Todavía tenemos una hora antes de tu toque de queda. —Me rodeó con un brazo. —Suena genial. Condujo a un restaurante y, mientras esperábamos a que nos ubicaran, sostuvo mi mano, acariciando mis dedos suavemente. Por los próximos minutos, disfrutamos el calor y el chocolate caliente mientras estábamos sentados uno frente al otro. —¿Por qué me invitaste a salir? —pregunté finalmente. —Ya había tenido más que suficiente de las porristas y quería estar con alguien a quien le agradara por ser quien soy. Además, no te vi primero, fue Tyler. —Lo sé. Me invitó a salir a principios de año y lo rechacé. —Me sonrojé y jugueteé con un sobre de azúcar—. No es mi tipo. Kellin asintió, inclinándose en la silla cuando la mesera trajo dos tazas más. —¿Yo lo soy? —preguntó, una vez que la mesera se fue. Jugueteé con la taza, sabiendo que estaba demasiado caliente para beber.

—Al principio no lo creí, pero ahora no estoy segura. Quizás lo seas. —¿Quizás lo sea? —Frunció el ceño—. ¿Debería sentirme insultado o halagado? Reí. —Definitivamente halagado. —¿Cómo es eso? —Tomó un sorbito. —No eres un idiota sin cerebro que sólo busca una cosa en las chicas. —¿Su perfume? —sugirió inocentemente. —No exactamente. —Ohhh… eso —dijo sonriendo—. No. No soy como esos chicos, incluyendo a Tyler. Hay mucho más en la vida que el fútbol. Tengo puras “A” porque realmente estudio y noto que las mujeres son anatómicamente lindas sin necesidad de un vistazo más de cerca. —Observó mi rostro, intentando leer mis expresiones—. Supongo que la pregunta es si te gusta todo el paquete. —Tomó mi mano. —Por supuesto. —¿Entonces por qué no estás perdidamente enamorada de mí? —Batió las pestañas y tomó otro sorbito—. ¿No soy adorable? —Bastante. Su expresión volvió a ponerse seria. —Te gusto, Skye. Quizás no quieras eso, pero es demasiado tarde. Lo veo en tus ojos. Aun así, ambos sabemos que una parte de ti mantiene la distancia. ¿Por qué es eso? Me tensé y marqué el contorno de la taza con un dedo. —Sólo digamos que no suelo confiar mucho en la gente. Mi papá no me quería, y no quiero volver a pasar por todo eso. Asintió. —Bueno, suena a un desafío. ¿Crees que estoy listo para ello? —Nop.

—Ya lo veremos. Sonreí y bebí un poco, pensando, quizás me demuestres que me equivoco. Espero que lo hagas. —¿No te dijo Tyler que me invitó a salir? —Me mordí el labio. Kellin se encogió de hombros. —No. Pero bueno, odia que lo rechacen. —Miró su taza—. No ocurre muy seguido, pero cuando ocurre, no lo olvida pronto. —¿Por eso no le agrado? Kellin levantó la mirada bruscamente. —De acuerdo. Heriste su orgullo. Lo superará. Además, creo que Becca lo tiene muy ocupado para pensar en nosotros. —Apretó mi mano—. No vine para hablar de Tyler. Vine para disfrutar la noche contigo.

Capítulo 11 Traducido por Krispipe Corregido por ★MoNt$3★

C

uando entré en la casa, oí la televisión zumbando. Toqué mi mejilla, disfrutando de los recuerdos de su beso. En el rellano de la escalera, me asomé hacia abajo a la sala de estar, mi mamá sonrió, silenció la televisión y agitó la mano para que me acercara a su lado. Estaba todavía en sus pantalones vaqueros y suéter, supuse que Warren no se habría ido hace mucho tiempo. Dio unas palmaditas en el sofá junto a ella. —Toma asiento. Comencé a quitarme la chaqueta de Kellin, y me di cuenta de que no me había pedido que se la devolviera. —Bonita chaqueta. No recuerdo que la llevaras en el restaurante. —No lo hacía. —Cepillé las mangas de cuero. —Debe gustarte. Me encogí de hombros. —No lo sé. —Poco a poco me quité la chaqueta, queriendo saborear el llevarla el mayor tiempo posible. —Iba a preguntarte si congeniaron, pero eso responde a mi pregunta. Me senté a su lado, la chaqueta cubriendo mi regazo, la W roja frente a mí. —Es muy dulce, pero no estoy segura de que vaya a funcionar. —Parece bastante agradable. ¿Por qué no? —Presionó el botón para apagar la televisión. —Es el líder del equipo de fútbol —dije—. Y no tengo un simple hueso de porrista en mi cuerpo.

—¿Y? —Mamá dobló sus brazos sobre su pecho—. Tal vez eso es por lo que se fijó en ti. Tracé la enorme W cosida en la chaqueta. —Tal vez. Pero, ¿qué sucederá cuando pierda el interés? —Tal vez no lo haga. Me apoyé en el sofá, los cojines acunando mi cabeza. —Es un “tal vez” terriblemente grande. —Tomé una respiración profunda, comencé a contar el verdadero problema—. Además, a Devin no le gusta. —Ah —dijo. Frunció el ceño y golpeó el control remoto—. ¿Por qué es eso? —No confía en Kellin. —¿Y tú? —Agarró una taza de café del extremo de la mesa y tomó un sorbo. —No lo sé. No hemos salido el tiempo suficiente. —Crucé un tobillo sobre el otro. —Devin podría estar equivocado, ya sabes. No es, probablemente, la persona más imparcial para juzgar a tus novios, teniendo en cuenta la forma en que se siente por ti. La miré con dureza. —¿De qué estás hablando? Arqueó una ceja. —¿No lo sabes? Está enamorado de ti… lo ha estado durante años. Tomó otro trago. —¡No, no lo está! —Me paré. A pesar de que lo negué, recordé la cara enrojecida de Devin, y la expresión de tristeza que había usado cuando me dijo que no podía verme en mi cita con Kellin. ¿Podía ser que tuviera razón? Colocó la taza sobre la mesa, estiró los brazos por encima de la cabeza.

—Cree lo que quieras. —Al ver que me estaba dirigiendo hacia la puerta, dio unas palmaditas en el sofá junto a ella de nuevo—. No salgas corriendo. No he hablado contigo todavía. De mala gana me senté de nuevo y puse mis manos en mi regazo. Finalmente, después de verla abrir y cerrar la boca un par de veces, dije: —Bueno, mamá, esto me está resultando extraño. Siento como que estás a punto de dejar caer una bomba. Mamá se sentó. —¿Qué clase de bomba? Me encogí de hombros. —No lo sé. Tal vez tú y Warren se casaron en secreto. Sonrió. —¿Eso sería tan malo? —¡Sí! —repliqué, sacudiendo la cabeza—. ¿Qué estás pensando? ¿Qué va a quedarse? —Estoy pensando en Las Vegas el próximo mes… —¿Qué? Me tocó el brazo, apretando suavemente. —Warren y yo planeamos ir a Las Vegas en un par de meses. —¿Qué? —dije, más fuerte a medida que me sacudí de ella. Su sonrisa se redujo de inmediato. —Compramos billetes de avión para ir a Las Vegas y casarnos. Salté del sofá y caminé por la sala. —¡No puedes casarte realmente con él! ¡Una cosa es decir que vas a hacerlo y otra ponerlo en práctica! —escupí. Entonces miré el anillo de compromiso en su mano izquierda, un hermoso diamante—. ¿Cómo pudiste hacer esto… sin ni siquiera hablar conmigo?

—Estoy hablando contigo —dijo con calma, pero su tono sonó artificial. Frunció el ceño y se sentó lentamente, su mano derecha cubriendo la izquierda como si quisiera ocultar el anillo. —¿Estamos hablando ahora, después de que compraran los billetes de avión? ¿Cómo pudiste hacerme esto? —le grité. Estaba temblando tanto que no podía parar. —¿Cómo pude hacer qué, Skye? ¿Qué cosa horrible he hecho? —Golpeó el control remoto contra la mesa de café. —¡Lo sabes! Asintió con la cabeza, su cara enrojeció de ira. —Sí, es horrible. He aceptado casarme con un hombre que me hace feliz… un hombre que no me ama sólo a mí sino también a ti. Apreté la chaqueta de Kellin contra mi pecho. —¿Cómo sabes eso, mamá? Es prácticamente un desconocido, que has tratado sólo por unos pocos meses. —Me fulmino con la mirada—. Acabara por viajar hacia pastos más verdes. Mamá me agarró de la barbilla. —No, no lo hará. Sé que te lo presenté recientemente, pero he trabajado con él durante años, Skye, y sé qué clase de hombre es… —¿Igual que sabías qué clase de hombre era papá? El color abandonó sus mejillas, y su mandíbula se apretó. —Ve al piso de arriba, Skye. Tal vez podamos hablar cuando estés más tranquila. —¡No lo entiendes! —grité—. Nunca más voy a estar tranquila. Nunca. —Corrí por las escaleras y cerré la puerta, golpeando mis adornos de cristal de sus estantes. Un carrusel de caballos que había tenido durante años se estrelló contra mi cabecera y se hizo añicos. Sin mediar palabra, agarré las piezas y traté de juntar los fragmentos de vuelta a su forma original, pero los fragmentos nunca volverían a formar un caballo. Además, mis manos temblaban demasiado como para fijar nada. A pesar de que lo intenté, un fragmento se me pegó y cuando lo saqué, la sangre burbujeó hacia la superficie. Agarré

el bote de basura y tiré los pedazos irregulares. Me acosté en la cama y me eché a llorar. —No puedes hacer que lo quiera. Nos va a dejar, igual que papá —susurré. Divisé Matar un Ruiseñor y grité—: ¡Te odio! —Mientras lo arrojaba por la habitación. Nada volvería a ser lo mismo.

*** La semana siguiente Devin no dejó exactamente de evitarme, pero por lo menos murmuraba un “hola”, mientras se apresuraba a reunirse con Bethany para el almuerzo. Más de una vez pensé en preguntarle si lo que mi madre había dicho era verdad, pero no encontré la manera de hacerlo. A lo mejor, podría preguntarle: Por cierto, sé que no puedes soportarme estos días, pero ¿estabas enamorado de mí antes de que empezara a verme con Kellin? Sacudí la cabeza, tratando de imaginarnos como una pareja, pero no pude. No es que Devin fuera poco atractivo. Su pelo oscuro cubriendo su rostro, destacando su contundente barbilla y mandíbula. Sus ojos azul medianoche que habían quemado a través de mí, cada vez que nos mirábamos. Sí, era magnífico. Simplemente nunca había pensado en nosotros como algo más que mejores amigos. Mamá trató de hablar conmigo, pero mis gruñidos como respuesta la mantuvieron a distancia. Entre ella y mi ira, no pudimos resolver el punto de dolor entre nosotras. Warren no vino mucho, pero cuando oí su voz mientras hablaba con mamá, hice una nota mental de quedarme en mi habitación. —Genial —murmuré—. Tal vez pueda ahorrar mi mesada para comprar una nevera pequeña y vivir en esta habitación hasta que cumpla 18 años. La única persona que parecía remotamente interesada en cómo me sentía acerca de cualquier cosa, era Kellin. Me encontraba en mi casillero antes de clases cada mañana y me llevaba a casa por las tardes. A pesar de nuestros besos profundos, sabía que estaba difícilmente lista para el siguiente paso, y fiel a su palabra, Kellin no me presionó… al menos no sobre sexo. Más de una vez preguntó para asegurarse sobre la fiesta del viernes… la misma fiesta a la que algo dentro de mí quería decir, no.

A pesar de que ya había accedido a ir, algo se sentía mal sobre eso, y sabía que él podía sentir esto. Pensé en todas las porristas y los jugadores de fútbol que iban a estar allí y me dejó un mal sabor de boca. Finalmente, el jueves por la tarde cuando me llevaba a casa, le pregunté: —¿Por qué es tan importante esa fiesta? —¿No quieres ir? No, no quería, pero eso no era lo que él quería oír y no necesitaba destruir mi relación con la única persona que aún estaba a mi lado. —Sí, pero no me gusta mentir. —¿No puede tu mamá manejar la verdad? Negué con la cabeza. —La última fiesta a la que asistí, fue la de Brenda Myers en el McDonal’s. Tenía ocho años. Se estacionó en mi entrada y luego se volvió hacia mí, su brazo apoyado en el asiento. —Hay una buena razón por la que quiero que vayas, Skye. Mis amigos no te han dado una oportunidad, incluyendo a Tyler. Quiero que vean lo maravillosa que eres. Después, te van a aceptar. Saqué la llave de mi casa. —Nunca voy a encajar en tu mundo, Kellin, no importa lo que hagas. —Me mordí el labio. Me tomó la mano, sus dedos acariciándola. —No creo eso. ¿No quieres estar conmigo? —Se inclinó muy cerca, sólo unos centímetros separando nuestras caras, su aliento provocando mis mejillas y labios. Nerviosa, me pasé la lengua por ellos. —Por supuesto. Nuestros labios se tocaron. Todo pensamiento desapareció. Un coche girando hacia el camino de entrada, me trajo de vuelta a la realidad cuando Warren se acercó. Se dirigió por el sendero llevando un ramo de rosas rojas.

—Debería ir —dije. Sonrió. —Te veré mañana. —Luego me besó de nuevo, y me dirigí hacia la puerta, donde Warren esperaba. —¿Te importaría abrir la puerta para que pueda poner esto dentro? Metí la llave en la cerradura y la giré. —Ya accedió a casarse contigo. ¿Por qué sigues actuando como el “Sr. Maravilla”? ¿Tienes miedo de que vuelva a sus cabales? Warren se puso tenso, pero la sonrisa nunca desapareció de su cara. —Sé que estás enojada, Skye. Piensas que esto es un mal negocio y que sólo voy a hacer que su vida se ponga peor, pero te equivocas. Un día te lo demostraré. Encogiéndome de hombros, abrí la puerta. —Lo creeré cuando lo vea. Warren se metió en el comedor y puso el jarrón en la mesa. Lo observé, tratando de interpretar su sonrisa como algo malo, pero no pude. Me sorprendió contemplándolo y dijo: —No soy el enemigo. Metió las manos en los bolsillos y siguió intentando que me encontrara con su mirada, lo ignoré. Me dirigí a mi habitación, mientras Warren salía por la puerta de entrada y se alejaba. Decidida a concentrarme en cualquier cosa, además de él, me sumergí entre mi ropa, buscando un conjunto para mañana por la noche. Al principio, nada llamó mi atención, frustrándome. Después de un breve golpe en la puerta, mamá entró en la habitación. —¿Has visto las flores? —preguntó, su rostro radiante de alegría. —Sí. —Tiré las perchas a un lado. —¿Qué tal la escuela? —Mamá, todavía en sus pantalones marrones y suéter azul, se sentó en la cama y cruzó las piernas.

—Educativa —contesté, sacando una camisa de encaje negro y una camisola de tirantes. —Bonita —dijo, mamá—. ¿Cuál es la ocasión? Mi cuerpo entero se tensó. Mi corazón retumbó en mi pecho. El sudor inundó las palmas de mis manos. —Kellin me invitó al partido de fútbol de mañana. Después, vamos a ir a comer a Denny`s. —Agarré la percha tan fuerte como pude, recé para que mi mamá no notara que estaba temblando. —¿No tendrás demasiado frío con esa camiseta? —No. Voy a llevar un abrigo. —Llegué más profundo y saqué unos pantalones vaqueros negros y unas botas de cuero. —Realmente estás en la luna por él. —Kellin es sólo un chico, mamá. —Colgué el conjunto en mi puerta—. Tal vez él piensa que es especial, pero creo que es sólo eso, un chico. —Me escuché decirlo, pero esas palabras no eran mías. ¿Cómo llegaron a mi boca? No tenía ni idea—. A diferencia de algunas personas, no he perdido la cabeza. Mamá cruzó los brazos sobre su pecho. —Enamorarse no es lo mismo que perder la cabeza, Skye. La fulminé con la mirada. —¡No estás enamorada! —repliqué—. Sólo quieres sentirte segura. Él es contable. ¡Está acostumbrado a hacer que la gente se sienta segura! Eso no quiere decir que vaya a quedarse. —Agarré mi joyero, buscando pendientes y un collar para completar el conjunto. Mamá, agarrándome la mano, sacudió la cabeza. —No me odies, Skye. Sé que hemos estado solas juntas durante años. Sé que no crees que haya alguien que vaya a ser mejor que tu padre. No quieres darle a Warren la oportunidad de que te haga daño. Crees que si mantienes un escudo entre tú y el resto del mundo, no serás herida. Pero nunca serás feliz, tampoco. Nunca. Lentamente se puso de pie y salió, cerrando la puerta tranquilamente. La ira hacia mi padre y Warren, finalmente se desbordó mientras arrojaba mi joyero al suelo, observé

cómo las joyas se dispersaron a través de la alfombra. Antes, había pensado que juntar a mis padres de nuevo arreglaría las piezas rotas en mi corazón. Ahora sabía mejor.

Capítulo 12 Traducción SOS por Niii, Dani y Paaau Corregido por Micca.F

a mañana siguiente, acababa de terminar de desayunar cuando mamá se deslizó en la cocina. Una mano ajustaba sus aretes de perla, la otra alisaba su falda.

L

—¿Así que esta noche es la gran noche? —preguntó.

—Sí —dije, enjuagando mi vaso y poniéndolo en el fregadero. Se sentó en la mesa. —¿Qué te parece si ajustamos tu toque de queda? Normalmente diría las once, pero esta noche el juego probablemente los retrasará. Te dejaré permanecer fuera hasta la medianoche. ¿Suena justo? Sonreí y puse mis brazos alrededor de su cuello. —Más que justo. —Aun así, tenía esa sensación de hundimiento en mi estómago; odiaba mentirle. Me había hecho la promesa de no mentirle porque mi padre ya había hecho suficiente de eso. Le había prometido a mamá que nunca amaría a otra mujer. Me dijo que no se iría. Miré el reloj y agarré mis libros. —Será mejor que me vaya a la escuela. —¿Dónde ha estado Devin? —Desdobló el periódico y fingió leer. Me encogí de hombros. —Tiene una nueva novia. Miró por encima del periódico. —No seas demasiado dura con él sólo por no ver las cosas de la misma manera que tú, Skye. Tiene sus propios problemas.

Bufé, queriendo preguntar: ¿Cómo qué? ¿Sus padres todavía están juntos? Encaja en cualquier situación e incluso si no lo hiciera, ¿podría importarle menos? En lugar de eso, me puse mi abrigo y metí los libros en mi bolso. ¿Había tirado esta amistad a la basura? Temblé mientras caminaba por el sendero y la fuerte brisa se coló a través de mi abrigo y mis jeans. —¡Hey, Skye! —gritó Kellin mientras conducía a mi lado. —¿Qué estás haciendo aquí? —Dejé de caminar, y avanzó hacia la acera. Usaba su jersey de fútbol americano y jeans. —Pensé en pasar a ver si mi chica necesitaba un aventón. Parece que tenía razón. Me deslicé en el asiento del pasajero. Kellin sonrió. —Eres hermosa. —Se inclinó más cerca y besó mis labios. Por un momento, nos quedamos en ese lugar donde estábamos sólo nosotros dos. Luego Kellin se alejó. Abriendo mis ojos, lo encontré estudiando mi rostro como si estuviera memorizando mis facciones. —Wow —susurré—. Qué manera de comenzar la mañana. Puso mi flequillo detrás de mis orejas. —Te gusta eso, ¿no? —Sí. —Puse mi cabeza sobre su hombro. —¿Suficientemente cálido? —preguntó, su mano extendiéndose hacia la perilla del calentador, anticipando mi respuesta. —Perfecto. Su palma se estableció en la palanca de cambios. A medida que nos alejábamos del parque, comencé a sentarme derecha, pero dijo: —Está bien. Puedes permanecer ahí. No me molesta. —Besó mi frente—. Me gusta. Una vez en la escuela, Kellin deslizó sus brazos a mí alrededor y me acompañó hasta mi casillero. Vi a Devin a mi izquierda, sin Bethany. Llevaba una camisa a cuadros gris y azul sobre una camiseta blanca, y me observaba, intentando atraer mi atención. En su lugar, Kellin lo miró fijamente. Frunciendo el ceño, Devin finalmente avanzó a través del pasillo.

Forzándome a no pensar, abrí mi casillero e intercambié los libros que llevaba por aquellos que necesitaba. —El juego comienza a las 6:30. ¿Qué te parece si te recojo cerca de las 5:45? Volví a comprobar mi reflejo y asentí. —Seguro. Eso sería maravilloso. Se puso de pie detrás de mí, deslizó sus brazos a mí alrededor, y besó mi cuello. —Tengo que correr y buscar mis libros. Te veré pronto. Cerré los ojos y saboreé sus caricias, imaginando que todavía sentía su rostro junto al mío. Entonces desapareció, dejándome sosteniendo mis libros, soñando sobre la próxima vez que lo vería. Girándome, me encontré con Devin. —Dime que no irás a la fiesta de Tyler esta noche. —Aferró mi antebrazo, y la desesperación ardió en sus ojos. Esperó, pero no dije nada. Apretó la mandíbula y dio un paso atrás, liberando su agarre un dedo a la vez—. Irás, ¿no? —Sí —dije en voz baja. Cerró los ojos y una mueca de dolor consumió sus facciones. Cuando los volvió a abrir, me pareció ver un destello de lágrimas que rápidamente desapareció. —Dios, no tienes ni idea de en lo que te estás metiendo, ¿verdad? —Es una fiesta, Devin. Nada va a pasar. —Por el amor de Dios, no hagas esto —advirtió—. Tú no oyes a los chicos hablando, Skye. Aplasté mis libros contra mi pecho. —¿Qué importa? Estás demasiado preocupado por Bethany como para preocuparte por mí. —Asentí sobre mi hombro—. Está esperando por ti. Tragando con dificultad, dijo: —Somos amigos, Skye. Sólo amigos. Levanté mi mano y sacudí mi cabeza mientras daba un paso atrás.

—No me debes ninguna explicación. Fuiste tú quien dijo que no podía ver el choque de trenes en el que se había convertido mi vida. Pero todavía estás mirando, ¿no es así? Asintió a Bethany y luego volvió a girarse hacia mí. Extendió su mano hacia la mía y quería tomarla pero no lo hice. Se retiró lentamente. —Por favor, Skye, sólo inventa alguna excusa, cualquier excusa, y no vayas. Si quieres, puedo ir y pasar la noche contigo. Podemos ver películas como solíamos hacerlo. Simplemente no hagas esto. Por favor. —¿Hay algún problema? —Tyler Rutherford, también usando su jersey de fútbol americano, puso su mano sobre el hombro de Devin. Devin era unos centímetros más alto que Tyler y no necesitaba el relleno del uniforme de fútbol para igualar la destreza de Tyler. —Sí —espetó Devin, sin quitar sus ojos de mí. Apretó la mandíbula y probablemente sin darse cuenta, curvó sus dedos en un puño—. Te estás entrometiendo en una conversación privada. Saca tu maldita mano. —Oooh. Estoy asustado. —Tyler, hizo el levantar su mano un gran espectáculo—. No creo que a Kellin le guste que estés flirteando con su novia. —No está flirteando conmigo —gruñí—. Estoy segura de que sabes lo que es eso. Lo intentaste antes este año. —Vi sus mejillas colorearse de escarlata—. Sólo estamos hablando. Ahora vete. —Sí… antes de que llevemos esta conversación al siguiente nivel —espetó Devin. —Pasaremos al siguiente nivel el lunes, Abbott. Después de todo, tengo grandes planes para este fin de semana. Skye sabe todo sobre ello. —Golpeó el hombro de Devin una vez más y se alejó. Devin dobló los brazos sobre su pecho, frunciendo el ceño. —Uno de estos días le daré su merecido. —Sus ojos se estrecharon hasta convertirse en rendijas mientras lo miraba avanzar por el pasillo—. Tal vez debería ir tras él hoy y arruinarle la oportunidad de jugar esta noche y su fiesta. Aparté el cabello de mis ojos. —¿Cuándo comenzaste a recurrir al uso de tus puños en lugar de tu cerebro? —Cuando dejaste de utilizar el tuyo. Un sonrojo caliente brotó en mis mejillas.

—Comenzar una pelea no detendrá nada. Probablemente tiene al menos dos amigos alrededor quienes dirán que tú comenzaste y que él no hizo nada. Entonces serás suspendido y todavía tendrá su juego y su fiesta. Devin golpeó el casillero. Cuando retrocedía, vi su piel rasguñada. Sangre emergía de la superficie rota. —¿Estas personas son tus amigos? —Sacudió su cabeza—. Maldición, Skye. Quédate en casa esta noche. —No eres mi madre —insistí, finalmente alejándome, pero la imagen de él golpeando el casillero se mantuvo conmigo. —No digas que no te lo advertí, y no esperes que recoja los pedazos. —En su voz tranquila se advertía la ira que hervía justo bajo la superficie. A diferencia de la mayoría de los chicos, mientras más sentía Devin, más tranquilo se ponía. Y estaba tan tranquilo como podría llegar a estar y aun así ser capaz de hablar. Sin embargo, conocía esos ojos azules. Los había visto brillar de felicidad, llenos de lágrimas, y con cada emoción que fluctuara entre ellos. Era como si el tiempo se hubiera detenido. Varios estudiantes nos miraban intensamente, incluyendo a Becca y Bethany. Becca le susurraba algo a una amiga y ambas reían ruidosamente. Me di la vuelta para encararlo y miré fijamente las severas líneas grabadas en su frente. —No te preocupes. No lo pediré. —Aunque me alejé de él, algo profundo en mi interior me advirtió que debería escuchar. Pero otra parte pensaba que simplemente estaba celoso de Kellin. ¿Cuál tenía la razón? ¿Cómo podría saber? Caminé rápidamente por el pasillo, intentando olvidar su pétrea expresión, deseando nunca haber vislumbrado esa máscara de ira. Nunca la olvidaría. Casi había llegado a mi clase cuando Kellin me alcanzó y me empujó a un lado. —¿De qué iba eso? —¿Qué? —pregunté, sabiendo que Tyler le había dado su propio giro a la conversación con Devin. —¿Devin está tratando de seducirte? —Su boca hizo una dura mueca. Me alejé bruscamente de él.

—Vino a hablar conmigo. Es mi amigo. ¿Hay alguna regla contra eso? Además, no creería todo lo que Tyler te dice. —¿Oh? ¿Estás diciendo que mi mejor amigo miente? —Empujó sus manos sobre sus caderas y entrecerró sus ojos convirtiéndolos en rendijas. —Mira, Devin no vino a causar problemas, ¿está bien? No estaba coqueteando conmigo. No haría eso. —Casi dejé caer uno de mis libros pero lo agarré en el último momento. —¿Por qué no lo haría? Está loco por ti. Lo ha estado por años. —La campana tardía sonó—. Sé que no estás emocionada con la fiesta de esta noche. Lo he sabido toda la semana. Tyler me advirtió que causaría problemas, pero no le creí. ¿Quieres ir o no? Sólo dime, y entonces veremos dónde ir desde ahí. Esta era mi oportunidad para decirle la verdad. Y entonces terminaríamos. —Por supuesto que quiero ir —dije, esperando que mi rostro mostrara lo que quería él, mientras apretaba mis libros con fuerza—. ¿Todavía quieres que vaya? —Sí. —Se inclinó hacia adelante y besó mi mejilla—. Dile a Devin que se ande con cuidado. Negué con mi cabeza. —No tienes que preocuparte. Devin no volverá a molestarnos. Asintió. —El entrenador quiere que vaya a verlo durante el almuerzo. Te veré en el pep rally. —Claro. —Me deslicé dentro del aula, un mar de rostros me miraron. Quizás una vez había pensado que tener a Devin o a Kellin era un sacrificio que valía la pena, pero ahora me preguntaba si tendría a alguno. La mañana pasó como un borrón, y me las arreglé torpemente durante el resto del día. Pasé el almuerzo en la biblioteca y traté de leer un libro mientras envolvía mi cabello alrededor de mis dedos mientras miraba hacia la puerta, esperando que o Devin o Kellin pasaran por ahí, pero ninguno lo hizo.

Antes de darme cuenta, los profesores nos dejaron ir al auditorio donde las porristas volaban y gritaban, saludando a los estudiantes que llenaban las gradas mientras los jugadores de fútbol esperaban en el vestuario. Rodeada por mis compañeros, junté las manos en mi regazo y jugué con el medallón que Devin me había dado hace tanto tiempo. Intenté no recordar la última asamblea, cuando Devin y yo nos sentamos juntos susurrando bromas, a pesar de las instrucciones de los profesores de estar con los de nuestra clase. Ahora, sentada en medio de todas estas personas, traté de no temblar. Siendo honesta, nunca encajaría, incluso si Kellin y yo salíamos hasta que nos graduáramos. Escaneé la multitud, vi a Devin sentado con Bethany. Sus cabezas estaban bajas como si estuvieran hablando entre ellos. Una vez que todos se habían sentado, el patrocinador de las porristas dio inicio a una canción de rock. Las chicas giraban al ritmo. Bostecé, apenas impresionada de cuán bien regulaban el uso compartido de una sola célula cerebral entre ellas, aunque debo admitir que Becca dio su mejor sonrisa de mil vatios en la cima de la pirámide y lucía impasible aun cuando el porrista masculino la atrapó por el trasero. Luego del número de baile, la capitana de las porristas, Becca, anunció a los miembros y al entrenador del equipo de fútbol. Habiendo esperado pacientemente, los chicos corrieron a través de un panel de papel que las porristas sostenían. Entrecerrando los ojos, encontré a Kellin. No era de extrañar que Tyler corriera a su lado. Cuando los dos pasaron junto a Becca, Tyler rozó su espalda. Ella sonrió y saludó a Kellin. Escaneó las gradas, buscándome. Nuestras miradas se encontraron, y sonrió brillantemente. Sin importar lo que dijera Kellin, Becca lo quería. Se ajustó los finos tirantes de su traje y alisó su falda, atrayendo la atención a sus largas y bronceadas piernas. Tyler sonrió, contemplando su cuerpo apreciativamente. Pero Kellin giró sus hombros, estirándose mientras miraba a otra parte. Nunca subestimé lo que haría para destruir nuestra relación. Sin embargo, sin que Kellin la deseara, ella no podía tocarnos. El resto de la asamblea pasó rápidamente, y finalmente fuimos despachados hacia los autobuses. Me senté en las gradas hasta que la mayoría de la gente se había ido y entonces me di cuenta que otra persona me miraba. Pensando que era Kellin, miré. Devin caminó hacia mí, y Bethany agarró su brazo, tratando de retenerlo. Lo que sea que dijo se perdió mientras el resto de los estudiantes salían del gimnasio. Devin se soltó de su agarre y llegó hasta donde estaba.

—Por favor no vayas —susurró, el dolor obvio en sus ojos. Cruzó los brazos sobre su pecho. Las palabras salieron con los dientes apretados, como si estuviera restringiendo sus emociones. Kellin estaba de pie en el centro del gimnasio, bromeando con Tyler y Becca. Nos verían pronto. No muy lejos de ellos, Bethany miraba, su mano hizo girar nerviosamente un mechón de su cabello, girándolo de un lado a otro. —Ya hemos pasado por esto —dije. Pasó una mano por su cabello. —Tienes razón. —Se alejó. Bethany, viéndolo alejarse enojado, caminó hacia mí. —¿No podrías intentar escuchar? Tiene razón, lo sabes. —Esperó una respuesta, pero cuando se dio cuenta de que no tenía una, se marchó. Traté de quitarme la frustración, y deambulé por las gradas, dirigiéndome hacia Kellin mientras conversaba con Tyler. Tyler se demoró, sonriendo mientras me hacía esperar. Cuando Kellin me vio de pie a un costado, se excusó y caminó hacia mí. Deslizó un brazo a mí alrededor. —¿Te gustaría un paseo a casa? Descansé mi cabeza en su hombro. —Me encantaría. —Caminando juntos, traté de ignorar la sensación de que alguien nos miraba, pero no pude. Girándome, vi a Tyler mirándome, su ceño siniestro diciéndome exactamente cómo se sentía. —¿Estás bien? —preguntó Kellin. Su mirada siguió la mía, pero pareció no darse cuenta de la expresión de Tyler. —Sí. Mientras salíamos, nos detuvimos junto a su casillero para que tomara los libros que necesitaba. Luego me llevó a casa. Mientras salía del auto, besó mi mejilla. —Te veré a las 5:45, ¿está bien? Sonreí.

—Más que bien. Es genial. —Por primera vez esperaba pasar tiempo con él. Está bien, quizás no estaba siendo sincera con mamá, pero si era cuidadosa, nada malo sucedería. Nunca lo sabría. Tarareando, deambulé por la acera y me deslicé en el interior. Cerré la puerta de entrada y miré por la ventana, viendo a Kellin alejarse. Por las próximas tres horas, cambié mi ropa de nuevo, examinando cada posibilidad una última vez antes de decidir que mi primera elección era la mejor. Me tomé mi tiempo para rizar mi cabello y aplicar mi maquillaje con el cuidado de un artista. Cuando terminé, añadí mi relicario, el mismo que Devin me dio como regalo de cumpleaños años atrás. Siempre lo usaba cuando estaba nerviosa, y ya que ahora estar con Devin no era posible, tomé consuelo de la segunda mejor opción. Miré mi reflejo y sonreí, sintiéndome bonita. El suéter negro de encaje y los pantalones abrazaban mi cuerpo. La luz brillaba sobre el medallón que apretaba, deseando que mi vida pudiera ser tan simple ahora como solía hacerlo. Levantando el relicario hasta mis labios, lo besé. Mientras tocaba mis labios, recordé a Devin de pie frente a mí esta mañana, pidiéndome que no fuera. Una vez más, lo ignoré y me centré en el futuro.

Capítulo 13 Traducido por Caamille Corregido por Beatriix Extrange

—¡T

e ves hermosa! —arrulló mi mamá mientras bajaba las escaleras. Saltó del sofá y se acercó hacia mí—. Has crecido tanto.

—¡Mamá, por favor! —susurré, ruborizándome—. avergonzando. —Llevaba la chaqueta de cuero de Kellin.

Me

estás

—Lo siento. —Una expresión alegre cruzó su rostro, y sonrió mientras comprobaba mi ropa desde todos los ángulos—. No puedo creer lo bonita que estás. —Podrías querer darle sitio para respirar —reflexionó Warren, desde el sofá. Alcanzó la guía de la televisión y escaneó la programación. —Está bien, está bien. —Mamá se sentó junto a Warren—. Simplemente no puedo creer que mi bebé esté creciendo. —No soy un bebé —repliqué, cruzando los brazos sobre mi pecho. Se inclinó sobre el hombro de Warren y agarró el control remoto. —Siempre serás mi bebé. Abrí mi boca, pero Warren levantó su mano. —Quizá quieras dejar pasar esto. No vas a ganar, y sólo podrías lograr que empezara a contar historias embarazosas que tú no quieres que yo oiga. Mi mamá hizo lo mismo cuando estaba en secundaria. Sí, Skye, tenía una madre. No fui incubado. Aunque tenía lista una ingeniosa replica, el timbre sonó. Miré mi reloj. 5:45. Justo a tiempo. —Ése es Kellin. Asintiendo con la cabeza, mi mamá dijo: —Tráelo un momento. —Silenció el televisor y le pasó el control remoto a Warren. Me dirigí hacia la puerta, pero luego miré hacia atrás.

—¿Vas a avergonzarme? Si es así, no le voy a decir que entre. Mamá se puso de pie, ajustando su suéter, y revisando su cabello. —Me comportaré. —Voy por él. —Abrí la puerta para encontrar a Kellin sosteniendo una rosa roja. Me la ofreció, su mirada viajando por mi cuerpo. Me sonrojé, preguntándome si había elegido la ropa correcta. —Vaya. Te ves caliente —dijo—. El negro es definitivamente tu color, Skye. Me reí, tomé la flor, y la olí. —Es hermosa. —Tú también. Asentí hacia la sala de estar. —Mi mamá quiere que entres. —Me incliné más cerca de él y le susurré—: Recuerda que le dije que íbamos a comer después del partido. No sabe de la fiesta de Tyler. —Lo que tú digas. Abrí más la puerta, y entró. Al pasar, besó mi mejilla y se quedó muy cerca, con su aliento acariciando mi mejilla. —Coqueto —susurré. Sonrió, tocando mi cara. —Siempre. Lo llevé a la sala de estar y dije: —Aquí está. —Hola, señora Williams. —Luego se volvió hacia Warren—. Señor Jacobs. —¿Estás listo para el partido? —preguntó mamá. Asintió y sonrió. —Siempre.

—¿Cómo anda el equipo? —preguntó Warren. —Si ganamos esta noche, iremos a la eliminatoria. —Kellin hizo sonar las llaves. —Bueno, buena suerte —respondió Warren—. Espero que tengan un gran juego. Mamá me miró. —Le he dicho a Skye que puede quedarse una hora más, así que la espero en casa a la medianoche. Asintió con la cabeza. —Sí, señora. —Bien. —Se fue hacia el sofá—. Creo que tienes un partido al que ir. De lo contrario, el equipo se va a enojar si mantengo a su mariscal de campo para regalárselo a Skye. —¡Madre! —exclamé. Kellin se rió. —Sí, señora Williams, debería ir al partido. ¿Podría ser para otra ocasión? —Vamos. —Lo tomé del brazo y traté de arrastrarlo, pero usó sus 104 kilogramos de músculo para, sin esfuerzo, quedarse en su sitio. —Seguro. Ven cuando quieras y charlaremos. —Mamá sonrió perversamente. —Adiós, mamá. Adiós, Warren. —Finalmente me dejó llevarlo hacia la puerta. —Voy a tomar esa oferta. —Sonriendo, abrió la puerta, colocó su mano en mi espalda, y me condujo hacia afuera. —Era aburrida de pequeña —argumenté mientras nos dirigíamos a su auto. —Seriamente dudo eso. Nunca has sido aburrida. —Abrió la puerta del auto, y me deslicé en el asiento del pasajero—. Buen intento. En el estadio, Kellin se dirigió hacia los vestuarios, y caminé con dificultad hacia las gradas, donde saqué un libro y esperé. Algunos estudiantes llenaban las gradas mientras las porristas aparecían, y practicaban sus saltos y pirámides hasta que la multitud creció aún más. Muchos niños llevaban color azul en su cabello. Algunos llevaban el rostro pintado de azul. De hecho, había tantos estudiantes animando a los jugadores que apenas podía mover los brazos sin darle un codazo a alguien.

Un viento del norte bajó la temperatura, enfriándome aun con la chaqueta de Kellin. En el momento en que el juego terminó, necesitaba descongelarme. Escaneando la multitud, desearía haber traído guantes y un gorro. Qué tonta. Había estado más preocupada por la apariencia que la calidez. Había esperado que Devin y Bethany aparecieran, pero no los vi. Cada vez que un tipo alto y de cabello negro empezaba a subir las gradas, apartaba la mirada. Sin darme cuenta, agarré el relicario, calentando el metal en mi mano. Esta no era la primera vez que desearía que el pasado fuera diferente, simplemente es la primera vez que había tenido que poner a mi mejor amigo en el pasado. Durante el juego Kellin marcó cinco touchdowns que hacían que el juego lo ganaran completamente sin que el otro equipo marcara. Las porristas bailaban a través del campo, gritando su nombre; parecía que no podían perder. Por todas partes, la gente aplaudía cada anotación. Ellos, también, gritaban su nombre, sonando casi íntimo mientras me sentaba al margen de su mundo. No era popular, y había dejado de esperar hace mucho tiempo que pudiera cambiar eso. Además, había aspectos agradables de ser anónima. Desde que Kellin y yo empezamos a salir, había sido todo menos invisible. Había estado perdida en mis pensamientos cuando vi que Kellin tenía la pelota una vez más. Corrió hacia la zona de anotación. Un linebacker6 saltó, capturando sus piernas. Kellin se estrelló contra el piso. Luego otros dos jugadores se amontonaron, enterrándolo. Me paré y dije: —Oh, Dios. —Un árbitro lanzó una bandera de penalización, y los otros jugadores se salieron de encima de mi novio. Kellin se levantó lentamente, cada paso mostrando el favoritismo hacia una de sus piernas mientras cojeaba para salir del campo. Su sustituto, Todd Green, se puso su casco y se fue corriendo para tomar su lugar. Entonces el juego comenzó de nuevo mientras los entrenadores estaban encima de Kellin, una evidente mueca en su rostro mientras doblaban y estiraban su rodilla derecha. Después de un momento, Kellin logró ponerse de pie, y desde la línea lateral, vio a Todd ser placado y al otro equipo tomando posesión de la pelota. Caminó unos pasos, su cojera menos evidente. Entonces el entrenador llamó al árbitro y lo sustituyó. 6

Linebacker : Es una posición en el fútbol americano y fútbol canadiense inventado por el entrenador de fútbol americano Fielding Yost, de la Universidad de Míchigan. Los linebackers son miembros del equipo defensivo. Se alinean aproximadamente de tres a cinco yardas por detrás de la línea de golpeo, en la línea secundaria, por detrás de la línea defensiva.

Todo ese tiempo, agarré el banco y tomé respiraciones superficiales, esperando. Sólo cuando el entrenador lo mandó de regreso me relajé. Un grito de ovación atravesó las gradas mientras Kellin recuperaba rápidamente la pelota. Después de la última anotación, esperé durante unos treinta minutos, cuando salió, me apresuré para bajar y salté en sus brazos. Aunque sabía que me atraparía, estaba sorprendida de sentir su fuerza bruta y la delicadeza de sus manos. —Buen juego —le dije, sonriendo mientras colocaba mis brazos alrededor de su cuello. —Tal vez debería invitarte a todos los juegos —gruñó y me besó. —Tal vez deberías. Eso fue impresionante. —¿Te gustaría ir como nosotros? Creo que lo podría manejar. —Se inclinó tan cerca que nuestras frentes se tocaban, y puse mis palmas en ambos lados de su rostro, trazando sus labios con los míos. Me reí. —Necesitas tus brazos y piernas para conducir. Tienen una norma, después de todo. —Supongo que tienes razón —dijo de mala gana, y me retorcí de su abrazo. Al mismo tiempo, mantuvo su brazo alrededor de mí. Dirigiéndome hacia su auto, me di cuenta que cojeaba un poco. —¿Está bien tu pierna? El entrenador lucía frenético. —Siempre luce frenético cuando me caigo. La placada sólo agravó una vieja herida. Hace tres años tuve una cirugía en esa rodilla. —Descansé sobre su pecho, se sentía tan bien, tan sólido. Incluso el bajo retumbar de su voz me confortaba—. Nunca ha mejorado, y a veces cuando me placan, la presión la inflama. Estaré bien. —Apoyó su barbilla encima de mi cabeza—. No te preocupes. La eliminatoria está a salvo —bromeó. Fruncí el ceño. ¿Eso es lo que él pensaba? —Estaba preocupada por ti. —Lo estabas, ¿eh? —Aunque había visto sonreír a Kellin antes, la gran sonrisa que se extendió, transformaba su expresión. —Sí, lo estaba.

Nos dirigimos a la fiesta, y la primera pista del gran error que había cometido me abofeteó cuando vi los autos revestidos a medio kilómetro de la calle de Tyler. La mayoría de los caros autos deportivos me indicaron que no pertenecía aquí. —Parece que la fiesta ya está en plena marcha —dijo Kellin. Más autos llegaron, en un principio iluminando el área alrededor de nosotros y luego, mientras apagaban sus luces, volvíamos a la oscuridad. —Sí, lo está. —Estuve de acuerdo, tratando de no estar nerviosa, pero mi estómago se sentía agitado, como si estuviera en un carro en una montaña rusa en la cima de una gran colina. —¿Tienes frío? Estás temblando. Te daré calor. —Me abrazó con fuerza. Nuestras tenues respiraciones se elevaban y desaparecían. —Estoy bien —le dije, sabiendo que el aire de invierno no era el culpable. Muchos adolescentes hablaban y se reían, dirigiéndose hacia la casa de Tyler. La mayoría no me habría dado una segunda mirada antes de que Kellin sintiera interés por mí. Tragué fuerte, preguntándome cómo los iba a tolerar. Devin había tenido razón al cuestionar el valor de las personas que me rodeaban. Pero Kellin lo valía. Mucho antes de que llegáramos, vimos el césped correctamente cortado, los setos esqueléticos todavía cortados redondamente. La casa de dos pisos de ladrillo gris se extendía hacia el cielo, y varias farolas ornamentadas bañaban el jardín con una débil luz que parecía mucho más brillante a causa de la nieve. Los arbustos daban el paso a un patio de baldosas; en el centro había una gran fuente seca. Una escultura de una mujer semidesnuda se encontraba donde debería haber estado el agua. Llevaba una jarra en un hombro. Llegamos al frente, y la música resonó mientras Kellin abría la puerta. —¿No deberíamos tocar el timbre? —pregunté. Kellin negó con la cabeza. —Nunca toco el timbre. Sólo entro. Además, dudo que alguien lo escuche, y mucho menos que abra la puerta. —Entramos al vestíbulo. Altos pilares se alineaban en la estrecha entrada de un piso de mármol negro, y rápidamente me di cuenta que él estaba en lo cierto. A pesar de que las personas se juntaban en todas partes, hubiera sido imposible escuchar el timbre. Incluso con todos estos invitados tan cerca —ellos estaban reunidos en el vestíbulo, a lo largo de las escaleras, y en toda la casa —estaban

más interesados en la diversión que en los modales. Todos tenían un vaso de licor o una lata de cerveza. —¿Dónde están los padres de Tyler? —pregunté, pensando que si tuviera una fiesta como esta, mi madre me mataría. —Fuera de la ciudad. Me puse tensa luego traté de relajarme. ¿Qué había esperado? Nadie podría tener una fiesta como esta con los padres alrededor. Realmente necesitaba relajarme. Kellin puso su mano en mi espalda y me dirigió a través de la multitud. —Vamos a buscar a Tyler —medio gritó. Mientras miraba a los chicos de nuestra escuela y algunos que, probablemente, iban a la escuela rival —Madison High— supuse que encontrar al anfitrión era tan probable como ganarse la lotería. Incluso con Kellin guiándome, todos los giros y las vueltas me confundieron. El sudor perlaba mi frente. Aunque traté de sacarme la chaqueta, no pude logarlo en el espacio que había para moverse. Además, usar la chaqueta de Kellin me daba seguridad. Finalmente, después de explorar medio piso de abajo, vimos a Tyler y a un grupo de jugadores reunidos alrededor de un barril en el comedor. Se reían más fuerte de lo que deberían, lo que sugería que ya estaban borrachos. Me detuve y señalé un lugar libre en el sofá. —¿Por qué no hablas con Tyler? —grité—. Me voy a sentar allí. Asintió con la cabeza. —Te traeré algo de beber. Lo agarré del brazo. —Nada de cerveza. Nuestros ojos se encontraron y una comprensión silenciosa pasó entre nosotros. —Voy a pedir un poco de refresco o algo así, ¿está bien? —Me besó en la mejilla y se fue. Los chicos lo veían pasar y se apartaban, permitiéndole el paso antes de juntarse de nuevo. Otra indirecta de la popularidad de Kellin. Me escabullí, esquivé y me apresuré hacia el sofá, agradecida de que nadie más tuviera el lugar. Aunque no había sido claustrofóbica en años, entre el calor, la multitud, y la

música, temblaba a pesar de estar sudando. Incluso tratar de pensar parecía imposible. ¿Cómo se suponía que esto fuera divertido? La música sonaba lo suficientemente fuerte como para causar una migraña. Había alcohol suficiente para comenzar un río que atravesara la casa. ¿Qué estaba haciendo aquí? A pesar de que pensé que era probablemente casi la única persona que no estaba bebiendo, vi a Rick —o era Jimmy— Sorenson hablando con otro chico. No tenía una lata o un vaso en su mano y parecía casi aburrido. Debió haber sentido el peso de mi mirada ya que asintió con la cabeza hacia mí. Me aliviaba ver a alguien más pareciendo tan incómodo como yo, sonreí y lo saludé. Veinte minutos después, Kellin finalmente se empujó a través de la multitud y se sentó en el brazo del sofá. Llevaba un vaso y una cerveza. Me ofreció el vaso. Lo tomé. —¿Qué es esto? —La olí, pero no podía decir qué era. Por otra parte, nunca había tomado nada con alcohol antes, así que ¿cómo lo iba a saber? —Ponche. La única cosa sin alcohol que pude encontrar. Espero que esté bien. —Está bien. —Tomé un sorbo, y el sabor amargo me hizo agua la boca—. Wow, esto es amargo. —Toqué mis mejillas como si mis dedos pudieran aliviar el sabor amargo. —Lo sé, lo probé. Miré dentro del vaso. —¿Estás seguro que no es alcohol? También, miró dentro del vaso. —Tyler dijo que no lo era. Tyler, la fuente de conocimiento, pensé. Podría optar por no beber, pero Kellin se daría cuenta de que pensaba que Tyler era un mentiroso. Sabía como el infierno lo que pasaría. En lugar de tener una discusión, tomé otro sorbo e hice una mueca. —Vamos —dijo Kellin, agarrando mi mano—. Se supone que tenemos que estar divirtiéndonos, ¿recuerdas? —Se puso de pie, esperándome para que lo siguiera. —¿Dónde vamos? —le pregunté, llevando mi ponche. —A bailar. —Bebió su cerveza, y luego asintió hacia mi vaso—. Podrías querer terminarte eso —dijo.

—Tienes razón. —Me lo tomé de un trago y jadeé por el sabor amargo—. ¿Qué es esa cosa? ¿Jugo de limón? Pusimos nuestros vasos vacíos en la mesa y nos dirigimos hacia la sala de estar, donde una maquina arrojaba niebla. Cuando entramos, una luz estroboscópica inmediatamente nos golpeó, distorsionando el mundo en formas negras y grises moviéndose mecánicamente entre fallas de luces. Kellin me arrastró hacia el centro de la habitación mientras un rápido ritmo golpeaba, sacudiendo las paredes. Aunque no había vecinos viviendo cerca, probablemente se podría oír el loco ruido a un kilómetro de distancia. Él giraba, y en los destellos de la extraña luz, su normalmente cabello rubio parecía más oscuro. La oscuridad ocultaba la mitad de su rostro, mientras que la otra parecía brillar demasiado. La luz estroboscópica también se reflejaba en la cadena de oro alrededor de su cuello. El medallón que colgaba, de vez en cuando subía y bajaba sobre su pecho. —¿De dónde sacaste eso? —le pregunté, mientras me balanceaba. —¿Mi medallón? —preguntó, con sus dedos tocándolo—. Mi mamá me lo trajo de Grecia hace dos años. Colecciono monedas, y me gustó tanto ésta que la convirtió en un medallón. Pasé un dedo por la superficie. —Eso es impresionante. Se rió y se apoyó más cerca. —Habría sido más impresionante si hubiera podido ir. Toda la cosa de “comprar camisetas” apesta. La canción terminó abruptamente, la luz estroboscópica atenuándose, y una melodía mucho más lenta la remplazó. Antes de darme cuenta, Kellin había deslizado sus brazos alrededor de mí, atrayéndome más cerca por lo que podría poner mi cabeza en su hombro. Kellin se inclinó y me besó. Por un largo rato, nos movimos hacia atrás y hacia adelante, perdidos en nuestro propio mundo. —Eres un buen bailarín —dije, cerrando mis ojos y disfrutando de sus brazos alrededor de mí. —Tú no eres tan mala —respondió, acariciando mi espalda suavemente.

Nos quedamos así —nuestros cuerpos unidos por la música— hasta que la canción terminó y otro ritmo de rock pesado llenó el aire. La luz estroboscópica reanudó su loco espectáculo de luces. De repente la habitación parecía estar demasiado caliente, el calor de los cuerpos presionándose demasiado cerca, y el baile reanudaron mi sed. —¿Quieres algo de beber? —le pregunté, limpiándome el sudor de la frente. —Seguro. —Tomó mi mano y me llevó de regreso a la otra sala de estar. Una porrista y su grupo ocupaban el asiento donde me había sentado, y otros adolescentes llenaban el resto de las sillas y el sofá. —Supongo que tendré que estar de pie. Kellin tocó mi brazo. —Voy a buscarnos algo de beber. —Desapareció hacia la cocina, donde otros atletas se reunían alrededor del barril, y una vez que se había ido, me quité la chaqueta, sosteniéndola sobre mi brazo. Hace tanto calor aquí, pensé. Un momento después, Kellin regresó, ofreciéndome un vaso, y sonreí. —Gracias. —De nada. Me tragué el ponche, no tan ofendida por el sabor. En su lugar, me sentí aliviada por tener algo frío. Después de que terminé el vaso, continuaba teniendo sed. —¿Te importaría conseguirme otro? —le pregunté. —Para nada —dijo, sonriendo—. Ya vuelvo. Fiel a su palabra, volvió con otro vaso. Cuando lo bebí, ni siquiera me di cuenta del sabor. —Hey, Kellin. —Otro jugador le palmeó el brazo. —¿Cómo te va, Patrick? —Kellin sonrió ampliamente. —Excelente. —Asintió hacia la cocina—. Vamos a jugar a Quarters7. ¿Quieres jugar?

Quarters: El clásico juego de conquista marítima en donde se tiene que, primero, proteger las propias naves y luego destruir a bombazos los barcos del enemigo. 7

Kellin miró de Patrick hacia mí y viceversa. —Nah —dijo finalmente, envolviendo su brazo alrededor de mí. Me apoyé en su pecho, preguntando qué era exactamente Quarters. —Vamos. —Patrick inclinó su vaso de plástico hacia sus labios y tomó un sorbo—. No tomará mucho tiempo, y luego podrás volver a tu cita. —Kellin comenzó a negarse de nuevo cuando Patrick levantó sus manos—. Ya veo cómo es. Quieres romper la tradición. —Se dio la vuelta. —No es así —dijo Kellin mientras la música temporalmente se pausaba. Otra canción de rock la sustituyó. Dio golpecitos con su pie inquietamente. —No creo que te haya oído —grité—. No quiero alejarte de tus amigos. Miró hacia la cocina y luego de vuelta. —¿Estás segura que no te importa? —Sí, estoy segura. Voy a estar bien. Me besó en la mejilla. —Vendré a verte en un rato. —Desapareció, dejándome con los extraños. Becca se sentaba en la mitad de la habitación, entreteniendo a su camarilla personal. Cansada del vaso, me bebí lo último del ponche y busqué un basurero. Me empujé a través de la multitud, buscando en lugares que pensé que podrían tener uno. No tuve suerte. De repente la habitación empezó a girar. Casi me caí y hubiera pasado si otro estudiante, Rick o Jimmy Sorenson, no hubiera agarrado mi brazo. —Skye. ¿Estás bien? —Su rostro se veía el doble de largo de lo que debería ser, su voz más profunda y más fuerte de lo normal, resonaba a través de mí. Me sobresalté mientras hablaba. Hacía calor, tanto, tanto calor. Debí haber estado sudando, mientras mi ropa se pegaba a mi cuerpo. Me sentía mareada, como si me fuera a desmayar. Necesitaba aire fresco. Incluso la música a mí alrededor me sofocaba. El vaso de plástico se deslizó de mi agarre. Me masajeé la sien como si pudiera detener el giro frenético. —Skye, ¿estás bien? —preguntó más fuerte Rick/Jimmy.

—Sí —dije. La chaqueta de cuero de Kellin se cayó de mi brazo, pero tenía miedo de que si me inclinaba para recogerla, me podría desmayar. Alejándome, comencé a ir hacia la entrada—. Estaré bien. Sólo necesito algo de aire. ¿Qué estaba pasando? A pesar de la borrosa y girante habitación, me dirigí hacia la entrada, tratando de recordar cómo salir. Las personas se reían de mí, sus caras distorsionadas como los reflejos de los espejos de la casa de la risa. Caras largas y ovaladas con la boca abierta. La risa estalló, y alguien tocó mi brazo. —¿Qué pasa, Skye? ¿No puedes aguantar el alcohol? —Becca me miró con malicia. Oh, Dios. El ponche tenía alcohol. Me tambaleé y caí una vez, luego me paré para estar en posición vertical. Las personas se amontaban a mí alrededor, mirándome con sus caras de dibujos animados, viéndome hacer el ridículo. ¿Estaba borracha? Tiré de un mueble o de algo más para mantenerme en posición vertical. En un momento, traté de agarrarme de una mesa pero sólo agarré el borde del mantel y tiré un vaso al suelo. Me caía. Alguien me agarró y me enderezó. Mi visión estaba borrosa, así que no pude ver su cara. ¿Era Rick/Jimmy, Kellin o alguien más? Lamí mis labios, tratando de sofocar la repentina náusea. —Necesito aire —dije. —Te llevaré afuera. Me tropecé más que caminé, y una vez que el aire frío rozó mi cara, supe lo que había hecho. El chico había envuelto su brazo alrededor de mí. —Vamos a ir un poco más lejos. Me tensé, incómoda con tanta proximidad de alguien a quien no podía ver, pero si trataba de caminar por mi cuenta, me tropezaría. El mundo, incluso en la oscuridad, giraba. Unos pocos pasos más. Entonces me empujó hacia adelante. Comencé a caer pero recuperé el equilibrio. —¿Dónde estoy? —Donde nadie puede verte. Sus palabras me confundieron hasta que me empujó hacia el suelo.

Capítulo 14 Traducido por kathesweet Corregido por Haushiinka

—D

éjame ir. —Traté de empujarlo. Parpadeé frenéticamente, tratando de aclarar la oscuridad.

—¿Dónde está la diversión en eso? —Besó mi cuello y mi cara. Una mano acarició mi pecho. —Tyler. —Reconocí su voz y traté otra vez de alejarlo. Oh Dios, no puedo verlo—. ¿Qué quieres? —Lo mismo que tú quieres. —Déjame ir —repetí. Sus dedos acariciaron mi cara, y traté de alejarme. Sus manos se ciñeron sobre mis hombros y me empujó. Mi cabeza golpeó contra el suelo. Dolor. Casi me desmayé. —No pelees contra esto. Simplemente disfrútalo. Intenté levantarme pero no pude. Toqué la parte posterior de mi cabeza y sentí la humedad… ¿sangre? —Seré gentil. —Abrió la cremallera de mis vaqueros y los bajó. Traté de agarrar sus manos, pero no pude atraparlas. Inhalé para gritar pero cubrió mi boca con la suya. Frenética, mordí su lengua. —¡Maldición! —Me golpeó contra el suelo de nuevo. Más dolor explotó en mi cabeza. Apartó mis rodillas. El dolor aguijoneó mi espalda. Vi a Tyler sobre mí, y luego lo sentí dentro de mí, destrozándome. Quise gritar, pero afianzó su mano sobre mi boca. —¡Cállate, perra! Crees que eres malditamente mejor que yo. Saldrás con mi mejor amigo, ¿pero no conmigo? Bueno, no te querrá después de que yo haya terminado. —Pareció durar por siempre, y luego se deslizó desde lo alto de mí, flotando por un momento. Mientras exhalaba, la esencia de cerveza me dio nauseas. Tyler se levantó y se subió sus vaqueros calmadamente con dedos seguros. Se subió el cierre y pasó sus dedos a través de su cabello.

—No fue mi intención exagerar. Simplemente cuando estuviste aferrada a mí, pensé que quizás también querías. Se inclinó sobre mí, y me estremecí, sabiendo que no podía escapar. En lugar de golpearme, alejó el cabello de mi cara. —Nunca quise herirte. Pero mordiste mi lengua, Skye. ¡Me mordiste! Y todos vieron la manera en que estabas inclinada contra mí adentro. Estabas toda sobre mí. Becca lo confirmará por mí, así que realmente no importa cómo te sientes. Aun así, puedo mantener esto entre nosotros si tú lo haces. Quédate callada, y no será tan malo, ¿de acuerdo? —No te quiero —dije—. Nunca te he querido. Tyler apretó su mandíbula y asintió. —De acuerdo, no digas que no te advertí, Skye. Cerré mis ojos y rodé hasta quedar en forma de bola. Incluso el movimiento dolía. Mis costillas. ¿Había algo roto? Temblé incontrolablemente. La bilis rozaba mi garganta. Me apoyé en un codo y vomité hasta que nada más salió. Levanté la mirada para ver si Tyler estaba cerca. Estaba sola. Arrastré mi mano sobre mi cara, limpiando mi boca. Las lágrimas cayeron por mi cara. Dios, no podía dejar de llorar. Me subí mis vaqueros y ajusté mi camisa. —Oh Dios —susurré. ¿Alguien vio esto? Me sonrojé e imaginé la cara de Tyler mientras le decía a Kellin las mentiras que había inventado sobre mí. Tenía que salir de allí. Huí del extravagante patio de Tyler, pero incluso correr no me calentó. El dolor quemaba en el interior de mi pecho mientras temblaba violentamente, preguntándome cómo me vería. Toqué mi cabello: un desastre. ¿Cómo podía explicar esto? El mundo todavía estaba extraño y giraba, ¿pero qué importaba si mi visión estaba tan fuera de control? Simplemente tenía que salir de allí. Me sentí sucia, tosca y avergonzada. Finalmente alcancé la calle principal, unos buenos ocho kilómetros de mi casa. No sabía la hora, pero mi toque de queda tenía que estar cerca, si no había pasado ya. Envolví mis brazos sobre mi pecho, incluso eso dolía. Algo estaba roto. Tratando de no pensar, seguí caminando. Quizás no llegaría a casa pronto, pero mi mamá no tenía que conocer mi vergüenza. Empecé a cruzar la calle, pero las luces de un auto se encendieron. Asustada, salté a las sombras. ¿Era Tyler viniendo tras de mí?

El auto se detuvo, y Rick/Jimmy Sorenson salió de éste. Incluso en la oscuridad, vi su camisa de franela a cuadros y sus vaqueros. Me agaché detrás de un árbol, esperando que no me viera. —¿Skye? —Caminó alrededor, buscando. A la luz de la luna, su cabello parecía negro—. Sé que estás aquí. Tyler está abriendo su boca sobre ti, excepto que ambos sabemos que está mintiendo. —Me encontró, y traté de agacharme alrededor del otro lado del árbol—. No tienes que estar asustada. No voy a herirte. Incluso cuando no respondí, se quedó, cazándome. Sabía que no se iría, así que salí. —Tengo que ir a casa. —Traté de pasarlo, pero agarró mi brazo. Retrocedí y gemí por mi dolor de costillas—. No me toques. —Me incliné ligeramente, tratando de aliviar el dolor. Mi cuerpo se sacudió, y sin darme cuenta, había retrocedido lo suficiente para que una lámpara de la calle me iluminara, reflejando mi cabello salvaje y mi maquillaje arruinado. —¿Estás bien? —Caminó hacia mí, alcanzando por mi mano—. Dios… —Su voz se desvaneció en sorpresa. —No me toques. —Quería alejarme, pero justo entonces el respirar tomó toda mi energía. Retrocedió. —No voy a herirte. —Empujó sus manos en los bolsillos como si eso probara su palabra—. Alguien ya lo ha hecho. —Sacó un celular del broche de su cinturón—. ¿Quieres que llame a la policía? ¿O a alguien más? Me imaginé reportando esto y las cosas horribles que tenían que hacer para obtener evidencia. Me estremecí. Además, sabía muy bien de todo el dinero que tenía la familia de Tyler, suficiente para hacerme desear nunca haber nacido. —No… no. —Mi voz tembló y las lágrimas quemaron mis ojos—. Por favor no. Sólo quiero ir a casa. —Estás herida, Skye. —Asintió hacia mis costillas—. Juzgando por la forma en que te mueves y el dolor que tienes, al menos te has fracturado unas costillas. Quizás estén rotas. Deberías ir al médico. —No. Iré a casa. Simplemente olvida que me viste. Caminó en frente de mí.

—Maldición, Skye, si no vas al hospital y no llamas a tu mamá, al menos déjame llevarte a casa. Es tarde, y no deberías estar caminando sola. Mi visión se empañó de nuevo, y toqué mi cabeza donde un dolor salvaje florecía. Cuando alejé mi mano y la miré, vi sangre manchar mis dedos. —Jesús —dijo Sorenson—. Estás sangrando. —Luego me vio temblar—. Y tienes frío. —Empezó a quitarse su chaqueta de cuero. —Por favor, no. —Ya usé una de esas esta noche, pensé. La sangre se veía tan oscura. No es nada. Traté de decirme—. Estaré bien. Sólo necesito llegar a casa. —Vamos. —Abrió la puerta del pasajero. Vio mi duda—. Sé que algo malo pasó en casa de Tyler, Skye. Como dije, está abriendo su boca sobre ti con Kellin y con quien sea que escuché. Kellin va a estar buscándote. Casi me caí. —Oh, Dios, no. Sorenson sacudió su cabeza. —Mira, Skye, Kellin es un idiota si le cree a Tyler, y lo hará. Está borracho. Necesitas salir de aquí y soy un camino seguro a tu casa. Si no quieres ir a la policía, no es mi asunto, pero no me compares con Tyler, ¿de acuerdo? Sólo porque jugamos en el mismo equipo no significa que somos parecidos. —De acuerdo —dije, temblando más fuerte mientras el viento sopló a través de mí. Me obligué a entrar en el auto. Mientras descansé mi cabeza contra el asiento, las nauseas me asaltaron—. Me siento enferma —susurré. Sorenson entró y le dio una mirada a mi cara pálida. —Pon tu cabeza entre tus rodillas. Podría ayudar. —Así lo hice. Después de unos momentos, me sentí mucho mejor y el aire cálido del calentador alejó el frío. Finalmente, me enderecé sin pensar que iba a vomitar; no había nada que saliera de mí. —Gracias. —¿Por qué? ¿Hacer lo correcto? —Empezó a conducir—. ¿No quieres que tu mamá lo sepa, cierto?

—No. —Doblé mis brazos sobre mi estómago—. Me mataría. —Necesitamos detenernos en un Burger King así puedes asearte. Hay sangre en tu cabello, y tu maquillaje se ve como si hubieras estado nadando. Me encogí. —De acuerdo. En silencio, me condujo al Burger King más cercano y me siguió al interior donde unas cuantas personas esperaban. Tratando de ser lo más discreta posible, me encaminé al baño. Tan pronto como vislumbré mi reflejo, todo el color se drenó de mis mejillas. Decir que mi cabello parecía salvaje habría sido la subestimación del año. Frenéticamente traté de mojar mi flequillo y domesticar las capas para que en lugar de estar de punta, enmarcaran mi rostro. Aunque podía lidiar con volver a estilizar mi cabello, el desastre en el que se había convertido mi maquillaje era otra historia. Mis polvos y lápiz labial habían sido dejados en mi bolso en el auto de Kellin. Lo único que podía hacer era lavarme la cara y esperar que mi mamá no me mirara demasiado cerca. Luego levanté mi cabello, buscando por señales de sangre, pero no vi ninguna. Traté de sentir la capa superficial por cualquier rigidez, pero nada parecía estar donde mi madre podría verlo. Sin embargo, la herida había sangrado un poco debajo, y esperaba como loca que se detuviera. Lo último que quería hacer era ir al hospital por una herida en la cabeza que no podía explicar. Una vez vi mi cabello y cara, me centré en la ropa, agradecida de que nada pareciera destrozado o sucio. Luego otra vez, mi visión todavía parecía borrosa y distorsionada. ¿Era del alcohol o de la herida en la cabeza? ¿Cómo podría saberlo? —Esto es lo mejor que conseguiré —susurré, mirando la cara embrujada en la que se había convertido la mía. Mordí mi labio y traté de no ver a la persona en la que me había convertido, la persona que nunca estaría libre de estos recuerdos. Jamás. Mirando mi reflejo, me di cuenta que el medallón había desaparecido. Frenéticamente, apreté la piel donde había estado la cadena, y luego el mundo se volvió borroso mientras sufría un colapso, hundiéndome sobre mis rodillas. Cada sollozo dolía en mis costillas, pero no podía dejar de llorar, imaginando el medallón en medio del césped muerto. Venía la primavera, el trabajador que cortaba el césped lo destruiría como nuestra amistad había sido destruida. Me limpié la cara y me obligué a dejar de llorar. Devin había tenido razón. Había sido estúpida, y Tyler me había hecho pagar por mentirle a mamá y tratar a Devin con tan poca amabilidad.

Deseaba que Devin estuviera conmigo mientras me daba cuenta demasiado tarde de las muchas veces que se había parado entre la soledad y yo, sin importar lo duro que lo alejaba. Sólo había sido cuando se dio cuenta que no podía protegerme de mí misma que se rehusó a ver mi propia destrucción. Ahora tenía una novia nueva, y lo último que necesitaba era el desastre en el que se había convertido mi vida. Lo alejé todo. No importaba lo mucho que lamentara esta decisión, nunca podría borrarlo. Me apresuré a salir del baño, y Sorenson estaba sentado en una cabina, su cabello rojo brillando en la luz fluorescente. Sostenía dos tazas de chocolate y me ofreció una. —Aquí está tu boleto rápido a obtener calor. —Gracias. Caminamos al auto. —No me recuerdas, ¿cierto? —Sacó sus llaves y desbloqueó la puerta del pasajero. Dejé de caminar y tomé un sorbo. —He estado en tus clases, Rick. —Su nombre sonó como una pregunta porque lo era. Deseaba que la niebla que cubría mi mente desaparecía así podría recordar mejor. —Jimmy, en realidad. —También tomó un trago—. Rick es mi hermano mayor. Me sonrojé, avergonzada de no poder recordar su nombre. —Me tienes en desventaja —dije, lamiendo mis labios mientras entraba en el auto. Se deslizó detrás del volante. —Sí, no bebí nada de alcohol. Tú, por otra parte, tenías suficiente ponche para durar por un mes. —Pensé que era seguro beber. —Pensaste mal. —Hizo rechinar sus dientes y encendió el auto. Me recliné. —Lo sé. Mi cabeza está latiendo. —Tragué saliva—. ¿Cómo supiste sobre el ponche?

—Es manipulado en la mayoría de las fiestas. —Dejó su taza en el soporte entre los asientos—. Pero creo que Tyler puso un poco más en el tuyo. Miré la taza. —¿Kellin sabía sobre el ponche? Se encogió de hombros. —Nunca bebe ponche, Skye. —Miró sólo al frente—. Quizás lo sabía, y quizás no. Realmente no importa, ¿no es así? Sacudiendo mi cabeza, dije: —No, supongo que no. ¿Entonces de dónde más te conozco? Hay algo más que me estoy perdiendo. —Fuimos a la misma primaria. Un día en educación física estuvimos jugando fútbol en quinto grado. Intercepté un balón que era para ti. Te enojaste y me tacleaste. Abrí mis ojos, tratando de comparar ese recuerdo con la persona a mi lado. —¿Fuiste tú? Se encogió de hombros. —Una versión más pequeña y más nerd. —Salió del estacionamiento—. ¿A dónde nos dirigimos? Le di las indicaciones, y caímos en un silencio. Seguí reproduciendo el momento en que Tyler me llevó afuera, incluso cerrar mis ojos no detenía la reproducción de la película en mi cabeza. —Podrías ir a la policía. —Golpeó sus dedos sobre el volante. —No. —Un enorme bulto creció en mi garganta, haciéndome difícil tragar. Tomé un sorbo—. No puedo. —Más lágrimas. Miré afuera de la ventana, tratando de alejarlas. —Conozco los trucos de Tyler. Lo vi llevarte afuera. Bueno, no lo vi atacarte. Pero hay una enorme diferencia entre la persona que entró en esa fiesta y la que está aquí. Podría decirle a la policía. Giró hacia mi calle.

—No es sólo la culpa de Tyler. Le mentí a mi mamá sobre esa fiesta. Me mentí a mí misma, diciendo que podía manejarlo. Nunca debería haber estado allí. Esto no habría sucedido. Jimmy se detuvo, sus manos agarrando el volante tan apretadamente que sus nudillos se pusieron blancos. —No te atrevas a tomar la culpa. No eres la primera, Skye, y no serás la última. No es tu culpa. Es culpa de Tyler. Mecí mi cabeza, deseando que el dolor se detuviera. —Sé que quieres ayudar, pero simplemente quiero olvidar que sucedió. —No creo que eso sea posible, pero está bien. —Alcanzó el cajón de la guantera y sacó un rollo de alguna clase de cinta. —¿Qué es eso? —Cinta médica —respondió—. Vas a necesitarla con esas costillas. —Frunció el ceño hacia mi abdomen—. ¿Te duele el frente, atrás, o ambos? Tragando saliva, tomé una respiración profunda para asegurarme y luego hice una mueca de dolor. —El frente. Asintiendo, dijo: —Bien. Al menos de esa manera serás capaz de atarte sola. —No sé cómo. —Todo está bien. Yo lo hago, gracias a ser tacleado un poco. Te mostraré. —Sacó una banda y usó su cuchillo de bolsillo para cortarla y luego hizo lo mismo con un segundo pedazo. Desabotonando su camisa, me demostró cómo poner las bandas verticalmente sobre su abdomen—. Las bandas de cinta van paralelas unas a otras. Ayudan a minimizar el movimiento de las costillas. —Me miró, frunciendo el ceño en preocupación—. ¿Crees que has entendido? —Sí. Gracias. Me ofreció la cinta.

—Si no parecen mejorar, tendrás que ir al médico, Skye. —Rápidamente abotonó su camisa. Jimmy empezó a conducir de nuevo. Momentos después, se detuvo ante mi casa. La puerta frontal estaba abierta y la luz del porche encendida. Miré el reloj brillando verde mientras registraba la 1:45. No sólo el auto de mamá estaba en la entrada, sino el Stealth de Warren estaba estacionado al lado de éste; una capa de nieve sobre el de ella y el de él sin nada, sugería que no había estado aquí por mucho. Ella debió haber enloquecido y lo llamó cuando rompí mi toque de queda. Oh, Dios. Estaba tan muerta. —Gracias por el paseo —dije rápidamente—. No podría haberlo hecho sin ti. —De nada. Simplemente mantenme en mente si necesitas algo. Contrario a la creencia popular, no todos los deportistas somos iguales. —Gracias. —Cerré lentamente la puerta del auto y me dirigí al interior.

Capítulo 15 Traducido por Paaau Corregido por *Prisper*

ntenté abrir la puerta silenciosamente, esperando que mamá se hubiera quedado dormida. Debería haberlo sabido mejor. Tan pronto como cerré la puerta, la vi usando aún sus pantalones y su suéter de antes.

I

—¿En dónde has estado? —Mamá dejó de pasearse—. ¿Sabes qué hora es? — Empujó las manos hasta su cadera. Warren puso en silencio la televisión y también se puso de pie. —Lamento llegar tarde —dije en voz baja—. El tiempo pasó volando. —Miré hacia el piso, asustada de que nuestras miradas se encontraran, que viera los secretos que peleaba por guardar. —¿Lo sientes? —Se lanzó en frente de mí—. Confíe en ti lo suficiente como para darte una hora extra, ¿y esto es lo que pasa? —Lo siento —repetí y traté de irme, pero tomó mi brazo, forzándome a mirarla. —¿Lo sientes? He estado tan preocupada, y aun así entras por esa puerta como si nada pasara. —Lo siento. —Si antes me había soltado de su agarre y respondido, esta vez mordí mi labio, rogando porque las lágrimas se fueran. Entonces comencé a temblar. Me sentía enferma, cansada, asustada y tenía que guardarme todo eso dentro. —¿Estás bien? —Warren se levantó y caminó hasta nosotras con sus manos en sus bolsillos. —Sólo estoy cansada. —No te ves bien. —Se quedó de pie junto a mi madre quien apretó mi brazo. Sonriendo, él trató de disminuir su estrés y su rabia acariciando su espalda. —Vayamos a dormir y hablemos por la mañana. Para entonces todos estaremos más calmados… —¡No quiero calmarme! —espetó mamá.

Warren tragó fuerte. —Estás demasiado molesta, Helen. Nada bueno saldrá de eso. —No. —Mamá se alejó y miró a Warren. De todas las veces que deseé problemas entre ellos, no quería que fueran por mí. Sí, quería que viera cuán loco era amarlo porque no se quedaría por ese amor, pero se suponía que él debía cometer el error, no yo. Estaba causando que discutieran—. No esperaremos. Será ahora. —Helen —dijo Warren—. Cálmate. Mamá lo miró. —¿Calmarme? —Alzó la voz agudamente—. ¡Calmarme! Dame una razón por la que debería calmarme cuando mi única hija se queda, sólo Dios sabe dónde, hasta la una y media de la madrugada. No la defiendas. —No iba a hacerlo. —Dio un paso atrás, metiendo las manos en sus bolsillos. —Mamá, lo siento —dije, intentando detener el que le gritara a Warren—. Lo arruiné. Tienes derecho a estar enojada conmigo. Mi visión se volvió borrosa, incluso aunque traté de alejar la neblina. —Todo es mi culpa. —Mírame, Skye —demandó mamá. Me negué, sabiendo que si miraba mis ojos, se daría cuenta de que estaba ebria. Era una mentirosa patética. —¡Mírame! —espetó, inclinándose más cerca. —Estoy realmente cansada —dije—. ¿Puedo ir a la cama? —¡No! ¡Me vas a mirar! —Mamá tomó mi mentón, y mi aliento la golpeó—. ¡Estás ebria! —Sus dedos me soltaron lentamente y di un paso atrás, mirando su pálido rostro, su boca abierta como si las palabras colgaran de cuerdas invisibles—. Nunca fuiste a comer. —Dio otro paso hacia atrás y chocó con Warren. Sintiendo que estaba fuera de balance, Warren sujetó su codo, estabilizándola. Se soltó, color carmesí coloreando sus mejillas—. ¿A dónde fuiste? ¿Que era tan importante que tuviste que mentir? —Lágrimas llenaron sus ojos.

—Nada. —Mordí mi labio. Esa expresión de dolor me hirió más que si me hubiera abofeteado la mejilla. Temblé. Negó con la cabeza. —Mentiste y te emborrachaste, ¿y no es nada? —Me señaló—. Incorrecto. Cada vez que alguien le sirva alcohol a mi hija de dieciséis años, es algo grande, sin mencionar ilegal. Así que vamos a hablar, ¿sí? —Cruzó sus brazos sobre su pecho y esperó mientras imaginaba a mi madre quejándose con el Director y la policía. Luego imaginé a todas las chicas cotilleando de nuevo, no acerca de Tyler, sino acerca de mí y mi madre. ¿Por qué Tyler no me tiró contra el suelo lo bastante fuerte como para romper mi cráneo? ¿Por qué? —Cometí un error. —Seguía viendo el rostro lascivo de Tyler. La ira se mezclaba con las lágrimas en la cara de mamá, al darse cuenta de que habíamos llegado a un callejón sin salida: ella quería nombres y me negué a dárselos. —Helen —dijo Warren—. Por favor dejémoslo por esta noche. Estás enojada, y sólo empeorará las cosas. —Está bien, Warren. —Mamá lo miró—. Lo dejaré. También dejaré que te vayas. —Señaló la puerta—. Sólo vete. Warren asintió lentamente, mirando de mamá hacia mí. —Si crees que eso es lo mejor, lo entiendo. —Caminó hacia la puerta, sólo deteniéndose lo suficiente como para poner su mano en mi hombro y darme un apretón reconfortante—. Mantén la cabeza en alto. —Salió silenciosamente. Una vez que la puerta principal se cerró tras él, dije: —Sé que estás molesta —le dije a mi madre—, pero Warren no hizo nada. Mamá caminó hasta la puerta y la bloqueó. —Querías a Warren fuera, y ahora obtuviste tu deseo, Skye. Ve a la cama. —Miró a través de mí. Me estremecí.

—Mamá, ve a buscarlo. —Miré por la ventana y vi sus luces encenderse—. ¡Dile que no lo decías en serio! —Oí la desesperación en mi voz y traté de reconciliarlo con lo que esperaba sentir una vez que había alejado a Warren. Nunca dudé de lo que podría lograr, pero no había contando con lo que significaría. No había satisfacción, sólo este sentimiento dominante de: ¿Qué había hecho? Warren salió sigilosamente y condujo calle abajo. Se giró para hacerme frente, sus mejillas sonrojadas. —¿Por qué escucharía, Skye? En primer lugar, estás más borracha de lo que jamás he estado. Segundo, mentiste. Tercero, ni siquiera sé quién eres —continuó—. Además, deberías estar agradecida de que se haya ido. Eso es lo que querías. Nunca te gustó. Nunca. —Caminó por el pasillo—. Apaga las luces cuando subas. La casa se sumió en un silencio que parecía respirar, y deseé poder retroceder la noche. Una elección me había llevado hasta esto y no había vuelta atrás. Ahora no sólo me había herido a mí misma, sino también a mamá y a Warren. Subí las escaleras, tomé un camisón y una bata y comencé a ducharme. Aunque por lo general tomaba baños calientes, esta vez el agua picaba mi piel mientras trataba de sacar a Tyler. Con cada movimiento, mis costillas dolían. A través del agua, vi más moretones en donde Tyler me había sujetado, las marcas azules iguales a la forma de sus manos. Entre más tiempo miraba la piel descolorida, más nauseas sentía, hasta que me arrodillé y vomité. Mientras agua caía por mi cabello, el sitio donde la piel se había roto ardió, y no quería enjabonarla. El dolor llegó a mi pecho, y me pregunté cómo alejarlo sin tener que decirle la verdad a mi mamá. Mis movimientos eran lentos y al vendarme se volvieron más lentos. Intenté no mirarme en el espejo, pero cuando cepillé mi cabello, me encontré mis ojos inyectados en sangre y mi rostro atormentado. No era de extrañar que mi mamá no me reconociera. Ni siquiera yo reconocía a la mujer que me devolvía la mirada. Me encontré rogándole a ese reflejo que arreglara las cosas entre mamá y Warren. En vez de ir a mi cuarto, me arrastré al de mamá. Aunque estaba furiosa, su cuarto siempre había tenido una política de puertas abiertas. Incluso ahora esa puerta estaba abierta. Quizás no quería hablar, pero necesitaba estar con ella y pretender que era la misma Skye de cuando tenía cinco años: una niña que la complacía con una sonrisa. Me recosté cerca de la cama y la escuché dormir, deseando poder encontrar paz. No había nadie con quién pudiera hablar para darle sentido a este dolor. Devin sabía que

algo sucedería, y esa era la razón de por qué no quería recoger los pedazos. Eran demasiado pequeños para recogerlos. No había entrado a su cuarto para dormir. Sólo quería quedarme unos pocos minutos, pero era tan difícil estar sola, cada vez que cerraba mis ojos, veía el rostro de Tyler. Veía su rabia y sentía sus manos. Mi madre era la única persona que nunca me había abandonado, sin importar qué.

*** —¿Skye? —llamó mamá. Pestañeé y me encogí ante la dura luz de la mañana que inundaba el cuarto. —Eso está brillante —gemí, siendo golpeada inmediatamente por el palpitar frenético en mi cabeza—. Mi cabeza duele. —Cubrí mis ojos. Mamá se levantó, esquivándome aturdida mientras hacía la cama. —Bienvenida a resaca 101. Una de las muchas razones para no beber. —Movió mi brazo—. Levántate y brilla, dormilona. Vas a estar muy ocupada hoy. Hay una casa entera que limpiar y ese es sólo el comienzo. Me obligué a sentarme y me aferré a la manta que me cubría, tratando de no reaccionar ante mis costillas. —No me siento muy bien —susurré, y mamá puso el cesto de la basura frente a mí. —Bien. Quizás si te sientes lo suficientemente mal, pensarás dos veces antes de beber de nuevo. —Esperó que terminara de vomitar y preguntó—: ¿Cuándo llegaste? —Después de que tomé una ducha. —Limpié mi boca con el dorso de mi mano y sentí frío. Dolor explotó en mis costillas y me tomó todo lo que tenía no llorar. Mamá tomó unos pantalones y un suéter. —Te daré diez minutos para vestirte y encontrarme en la cocina. —Caminó hacia el baño. —¿Mamá? Se giró e hizo un gesto de silencio.

—No tiene sentido hablar, Skye. Tenías razón anoche. Este desastre es tu culpa y si bien quiero saber quién te dio la bebida, no me vas a decir. Ahora, vivirás con las consecuencias. —Pero ahora mismo no soy la única que está viviendo con ellas. —Me senté y llevé mis rodillas hacia mi pecho—. No estoy tratando de que sientas lástima por mí o excusarme de lo que hice. Pero me gustaría que le dieras a Warren otra oportunidad. —Aparté el flequillo de mi cara. —Warren es parte del pasado, Skye. —Inhaló profundamente y se apoyó en el marco de la puerta. Incluso aunque intentó esconderlo, pude ver que temblaba—. Deberías estar contenta. Nunca te gustó, de todas formas. Me obligué a ir hacia el baño. —Eso no es verdad. Warren ha estado bien. No estaba tratando de ponerse de mi lado. Sólo quería ayudar. —Toqué su brazo—. Tienes derecho a estar molesta, y nunca sabrás cuánto lo lamento. Pero Warren no hizo nada. Por favor no lo saques de nuestras vidas. Mi mamá palmeó mi brazo y miró lejos. —Las cosas rotas no sanan durante la noche. —Pero pueden curar, mamá. Pueden. —Caminé hacia el pasillo—. Iré escaleras arriba y me cambiaré. Luego puedes decirme qué necesitas que haga. Subí los escalones, preguntándome si le daría otra oportunidad a Warren. Me sentía tan extraña, deseando mantener en mi vida a alguien que pasé tanto tiempo odiando. Nunca esperé que me gustara el “Hombre Ruiseñor”, pero estaba aprendiendo que la vida raramente jugaba bajo mis expectativas. En el minuto en que comencé a cambiarme, noté la rigidez. Cuando levanté el camisón, jadeé mientras mis costillas se sentían como si estuvieran en fuego. Incluso respirar dolía. Luego de agonizantes diez minutos, logré vestirme y escuché sonar el teléfono. Deliberadamente demoré en bajar por lo que si la llamada era para mí, ella podría decirle a quien fuera que no podía hablar. Quizás para mi cumpleaños número dieciocho sería libre para sociabilizar de nuevo. Luego de diez minutos, aún estaba hablando en el teléfono y me encaminé escaleras abajo, escuchando la conversación.

—No, no creo que sea una buena idea. Estuvo bastante atónita luego de la última visita. —Pausa—. Mira, estoy teniendo bastantes problemas manteniéndola alejada de los problemas. Es como si de pronto hubiera perdido el control. —Otra pausa—. No, puedo manejarlo. Entré al cuarto, pero mi madre estaba de espaldas a mí. —No has sido un padre para ella, ¿y quieres comenzar ahora? —Pausa—. Quizás esa es una opción si las cosas siguen como están, pero sólo porque sé que ella odiará vivir contigo. Otra pausa. Debe haber estado hablando con mi papá. Mi mundo comenzó a desintegrarse y a estremecerse. ¿Realmente me enviaría a vivir con él si lo arruinaba de nuevo? —¡No! —dije—. ¡No! —Entonces me precipité hacia la cocina. Mamá se giró. —Tengo que irme. Te llamaré más tarde.

Capítulo 16 Traducido por AariS Corregido por Dianita

M

e siguió a la cocina. —Skye, espera. —Aferró el teléfono, un furioso color escarlata se esparció por sus mejillas—. Sólo escuchaste parte de la conversación.

—Sí —repliqué—. La parte importante, la parte en la que si no me enderezo, me enviarás con papá, sabiendo que lo odiaré. —Abrí el refrigerador, no porque tuviera hambre, sino porque necesitaba hacer algo. Tenía que mantenerme en movimiento, o me volvería loca—. Quizás debería escaparme ahora y ahorrarte el problema. Mamá me interrumpió. —Eso no es justo, Skye. —Tampoco lo es deshacerse de mí porque me equivoqué. —La pasé para alcanzar un refresco—. Soy humana, mamá. Cometo errores. Mamá cruzó los brazos sobre su pecho. —Este no es un pequeño error, Skye. Me mentiste, ¡y te emborrachaste! Tal vez si crees que hay algo que no puedas soportar perder, no lo harás de nuevo. Abrí la lata de refresco. —No estás dándome una oportunidad para ver si éste es un lío de una sola vez antes de amenazar con enviarme con papá. Tal vez estaba equivocada, mamá. Tal vez creí que papá era el único que no me quería. Mamá palideció y dejó caer el teléfono. En lugar de recogerlo, me agarró de los hombros y me sacudió. —¡No digas eso! Sólo estoy tratando de protegerte. Jadeé y me tomó todo lo que tenía contener el dolor. Puse el refresco en el mostrador y di un paso atrás, así no podría alcanzarme. —Esa es la cosa, mamá. Ya no puedes protegerme. Nadie puede.

—No fue mi intención que escucharas esa conversación —dijo, colocando sus manos en sus caderas. —Bueno, lo hice. —La miré furiosa—. Si pudieras haberla mantenido en secreto, ¿eso lo habría hecho correcto? Sacudiendo la cabeza, señaló un papel encima del microondas. —Tu lista está justo ahí. El teléfono sonó y se agachó para recogerlo. Contestó tranquilamente, sin mostrar nada de lo que había sucedido aquí. —No puede hablar. Perdió sus privilegios telefónicos —dijo mamá, luego hizo una pausa—. Sí, le diré que llamaste. Apenas colgó, dijo: —Era Devin. —Cuando no respondí, mamá sacudió la cabeza—. Esto no es culpa mía, Skye. No tienes derecho a estar enfadada. —Se alejó. Apreté los dientes, sabiendo que estaba pasando de la ira a una profunda tristeza. Había creído una vez que el amor de mi madre estaba más allá del cambio pero después de escucharla hablar con mi padre, nada ni nadie parecía más allá de cambiar. Pasé todo el día terminando los quehaceres de esa lista y rápidamente me di cuenta de que odiaba las tareas que había seleccionado. Tenía que concedérselo. Estaba haciendo su mejor esfuerzo para asegurarse de que no repitiera este error. Por otra parte, no todo esto había sido culpa mía. Nos evitamos cuidadosamente la una a la otra, no sabía qué decir. No creo que supiera qué decir, tampoco. El silencio se profundizó alrededor de la hora de la cena ya que comíamos por separado las sobras de algo ya hecho. No es que importara lo que comía. Todo sabía a cartón. Mientras me dirigía a mi habitación, escuché que sonaba el timbre y me detuve en el rellano, esperando a ver quién había venido de visita… Warren. A medida que mamá le permitía entrar al vestíbulo, vi las flores que le entregó. —No sé si las aceptarás o incluso mis disculpas —dijo—. No era mi intención enfadarte anoche. Sólo estaba intentando ayudar. Mi madre se inclinó y le besó la mejilla. Viéndolos así de cerca, supe que lo había perdonado. No estaba segura de si alguna vez me perdonaría. No es que nunca antes

me hubiera metido en problemas. Mi enfoque de “habla primero, piensa después”, tenía la habilidad de causar problemas, al igual que mi franqueza. Incluso había estado en una pelea durante el recreo cuando tenía diez años. Pero esto… esto era algo completamente diferente. Me acosté en la cama, preguntándome cuánto tiempo duraría la fase de castigo debido a su enfado. Sin embargo, pensar en ella me impedía preocuparme por Tyler; eso vendría más tarde, cuando intentara dormir. Un suave golpe interrumpió mis pensamientos. —¡Vete! —repliqué. —¿Skye? —La voz apagada de Warren me saludó—. ¿Puedo hablar contigo? Al principio quise gritarle, también, y antes de toda la cosa de la fiesta habría tenido que hacerlo, pero nada de esto era su culpa. Sólo estaba en el lugar equivocado. Cuando no respondí, llamó suavemente de nuevo. —Por favor, Skye, déjame entrar. A regañadientes, me forcé a abrir la puerta. Luego me senté de nuevo en la cama. —Has tenido un fin de semana difícil —dijo, sentándose en la silla de mi escritorio. —Por decir lo menos. —Crucé los brazos sobre mi pecho—. Es probablemente mí peor fin de semana de todos los tiempos, pero estoy segura de que si mamá realmente lo intenta, puede rematarlo el próximo sábado y domingo. —Eso no es justo. Sacudí la cabeza. —Tampoco lo es ella ahora mismo. Miró el salvapantallas de una cascada en mi ordenador y regresó su mirada hacia mí. —Quería agradecerte lo que hiciste a mi favor esta mañana. Significa mucho para mí. —Se inclinó hacia atrás en la silla. —Sólo conté la verdad, Warren. No hiciste nada malo y no debería haberte gritado. Fue culpa mía. —Rechacé encontrarme con su mirada. —Todo el mundo comete errores, Skye.

—Dile eso a mamá. Quizás te crea a ti. —Quizás. —Asintió—. Por otra parte, encuentro difícil de creer que alguien tan honesto con sus errores, de repente se vuelva tan irresponsable como para mentir sobre a dónde iba, emborracharse y regresar a casa casi dos horas tarde. De hecho, difícilmente estoy dispuesto a creer que anoche todo fue culpa tuya, y me gustaría oír el resto de la historia. —Se acercó a la cama—. No soy tu padre. Lo sé. Pero estoy dispuesto a escuchar y mantener mi mente abierta. —No ser mi padre es una buena cosa estos días —dije, sentándome en posición vertical y metiendo mis pies bajo mi trasero—. Además, podría tener que vivir con él si no cambio mis malos pasos. —El calor quemó mis ojos, difuminando mi visión. —No lo veo sucediendo. Te quiere demasiado como para no estar contigo. —Me palmeó la rodilla—. No me malinterpretes. Pone una gran fachada, pretendiendo estar enfadada, pero la heriste, Skye. Nunca la había visto tan asustada. Estaba preparada para llamar a los hospitales y comprobar si una ambulancia te había recogido. Después, cuando llegaste borracha, la hiciste preguntarse si era una buena madre. De algún modo, se culpa. Las lágrimas rodaron por mi rostro. —Es una buena madre. No hizo nada malo. —Mi voz salió con un susurro ronco—. Asumiré lo peor por las elecciones que tomé, pero no quiero terminar con mi padre. Ni siquiera me quería cuando era bebé, incluso si ha cambiado de opinión, no lo quiero. Warren extendió la mano y la pasó a través de mi tela a cuadros. —No te culpo por estar enfadada. Nunca debería haberte excluido de su vida. Pero trata de no juzgarlo por sus decisiones. Acuérdate de anoche y cómo se complicaron las cosas tan rápido. Podrías pensar que los adultos toman las decisiones correctas, pero no somos diferentes a ti, sólo mayores. Cometemos errores, a veces unos realmente grandes. Mordí mi labio inferior, debatiéndome si debería hacer la pregunta que pesaba por mi mente. Finalmente, pensé que no había ninguna razón para no hacerla. —¿Realmente crees que me enviará con mi padre? Sacudió la cabeza. —No. No es que la vayas a poner a prueba, ¿no?

—Ni por asomo. Warren descubrió el cuadro junto a mi cama, una foto mía con mi madre cuando tenía tres años y estábamos jugando en la nieve. Era difícil creer que fuera sólo dos cortos años y medio después de que mi padre nos dejara. Agarró la foto y pasó los dedos ligeramente a través del cristal. —Así que ¿qué ocurrió anoche? Inmediatamente mi cuerpo se tensó. —No tiene importancia. —Tiré de una banda elástica de mi muñeca y recogí mi cabello en una cola de caballo. —Bonita fotografía de ti y tu madre. Sonreí. —Sí, es una de mis favoritas, no es que tenga muchas de dónde escoger. Desde que sólo hemos sido nosotras dos durante un tiempo, no había nadie alrededor para tomar fotos. Colocó nuevamente el marco en la mesita de noche. —Mira, Skye, estoy intentando ayudarte, pero tienes que confiar en mí. Sé que pasó algo porque puedo verlo en tus ojos y aún está ahí. Sólo tú puedes decirme qué es ese algo. Un nudo se instaló en mi garganta mientras intentaba entender por qué Warren se preocupaba, considerando la forma en la que lo había tratado por tanto tiempo. —¿Por qué me diste ese libro? Podías haber escogido cualquier cosa. ¿Por qué ese? Warren miró mi estantería y vio Matar un ruiseñor. —Por dos razones. Primero, sabía que no tuviste una gran vida con tu padre y sabía que no podía remplazarlo. Sólo porque yo estaba aquí y él no, no cambiaba nada. Pero si pudiera haberte dado a cualquier hombre como padre, te habría dado a Atticus Finch . Mordí más fuerte mi labio inferior. —¿Y la segunda?

Se encogió de hombros. —Porque quería que te dieras cuenta de que algunas personas te sorprenderán. Creerás que lo tienes todo muy claro, pero luego todo cambia. A veces esos cambios son buenos. A veces son malos. Francamente, siempre quise ser uno de los buenos. —Me ofreció una sonrisa amable—. Ahora que respondí tu pregunta, ¿responderás la mía? Tragué saliva y pensé en qué decirle y qué omitir. —Después del partido, Kellin y yo fuimos a la casa de su mejor amigo a una fiesta. Le dije a Kellin que no bebería cerveza ni nada con alcohol. Me trajo ponche, diciendo que era la única cosa sin alcohol. —¿Crees que sabía que le habían echado licor? Me encogí de hombros y arranqué bolitas de pelusa de mi colcha. —No tiene importancia, ¿no? —Cerré los ojos, y el rostro de Tyler apareció en mi mente. Su boca estaba abierta, y reía silenciosamente. —¿Skye? Mis párpados se abrieron de golpe, y me estremecí. —¿Qué? —¿Qué ocurrió después? —Regresé a casa. Se levantó y enterró profundamente las manos en sus bolsillos. —¿Estás segura de qué eso es todo? —Sí. —Traté de equilibrar mi voz. Dio un paso hacia la puerta. —No estoy diciendo que estés mintiendo, Skye. Tal vez tienes razones para no querer contarlo todo y lo entiendo. No me he ganado tu confianza. Pero si quieres hablar, me gustaría escuchar. Esperé hasta que salió para agarrar el libro que me había dado y apretarlo contra mi pecho. Warren estaba en lo correcto acerca de cuán rápidamente cambian las cosas.

Una vez lo había visto a él como un problema, pero ahora que podía aceptar que amaba a mamá. Me había convertido en el problema.

*** Frío… mucho frío. Miré alrededor del pulcramente cuidado patio trasero de Tyler Rutherford. Frío. La luz de la luna brillaba en mi piel desnuda, resplandeciendo en la palidez desnuda de mi cuerpo. Todo en mí parecía blanco, excepto las áreas magulladas. Las marcas parecían más grandes y oscuras. —¿Skye? ¿Dónde estás? —llamó Tyler—. Estoy listo para tener algo de diversión. A pesar de mi desnudez, corrí hacia la casa, pero las puertas estaban cerradas. Todos los adolescentes adentro se asomaban por las ventanas. Señalaban y se reían mientras Tyler atrapaba mi brazo y me lanzaba al suelo. —¡No! —grité. Me desperté y me senté. Mis costados ardían por el repentino movimiento. Jadeé, cerrando mis ojos hasta que la salvaje sensación punzante se detuvo y pude respirar de nuevo. Por unos segundos todo lo que pude escuchar fue el violento latido de mi corazón y el áspero sonido jadeante mientras luchaba por respirar. Entonces mi madre entró disparada a mi habitación, encendió la luz y se sentó en la cama, sacudiéndome. —¿Skye? ¿Qué pasa? ¿Qué está mal? Las brillantes luces alejaron la pesadilla y crucé los brazos sobre mi pecho, intentando reponerme. Durante el sueño, había sudado profundamente y el aire de la noche me había enfriado. —Nada… sólo un sueño. Frunciendo el ceño, mi madre tocó mi frente, comprobando si tenía fiebre. —¿Te sientes enferma? Estás sudando como loca. —Retiró la mano, sacudiendo la cabeza—. No tienes fiebre.

Mi camiseta y el pantalón del pijama se pegaban a mi sudorosa y pegajosa piel. —Estoy bien. —Lamí mis labios secos—. Sólo fue un sueño. Eso es todo. Nada de qué preocuparse. —Me tumbé de nuevo en la cama, deseando poder hacer que todo desapareciera. —¿Acerca de qué era el sueño? —Insistió mamá, acercándose rápidamente. Cerré los ojos, esperando engañarla fácilmente, así me dejaría sola. —No lo recuerdo. Mamá sacudió la cabeza y me retiró el flequillo de los ojos. —Te despertaste gritando lo suficientemente alto como para despertar a los muertos, ¿y no recuerdas qué te asustó? Cuando te escuché al principio, pensé que alguien te estaba atacando. Sentí el color drenarse de mi rostro y me consideré afortunada de que mi madre no se diera cuenta de cuán cerca estaba de la verdad. —No, no lo recuerdo. —¿Algo de lo que quieras hablar? —Estudió mi rostro. —No. Sólo quiero volver a dormir. Tengo escuela mañana, y mis profesores no me quieren durmiendo en sus clases. Mamá se puso de pie lentamente, aún frunciendo el ceño, pero su mirada parecía distante, la expresión que siempre tenía cuando se concentraba. Ahora mismo ese problema era yo. De repente me había vuelto muy extraña para ella, y estaba intentando entenderlo. Me besó la frente, un gesto que había abandonado hace tres años cuando abrazos y besos se habían vuelto de repente demasiado embarazosos para una chica de secundaria. Esta noche me reconfortó. —Buenas noches, Skye. Duerme tranquila. Tal vez era una forma estúpida de decir buenas noches. Había usado esas mismas palabras desde siempre, y por alguna razón, me trajeron paz. Aunque sabía que se había levantado, no se había ido, así que debía de estar vigilándome, esperando por otras señales de que algo importante estaba pasando. Unos momentos más tarde, apagó la luz y me dejó una vez más en la oscuridad, sola con los recuerdos de Tyler, cuando habría dado cualquier cosa por ser capaz de contarle la verdad.

Capítulo 17 Traducido por gaby828 Corregido por Nanis

N

o pude dormir después de eso y pasé la mayor parte de la noche esperando el amanecer. Pero con la salida del sol también vino el miedo a la escuela, el de hacer frente a todos esos testigos. ¿Alguien sabría lo que Tyler había hecho?

Mientras me ponía delante de mi armario, tratando de elegir un atuendo, dos soluciones vinieron a mi mente. Podría faltar a la escuela o podría jugar a la enferma. Si no me presentaba en la escuela, la secretaria llamaría a mamá y si bien dudaba que mi mamá me enviara con mi papá, no le iba a dar ninguna razón para que pensara que necesitaba esa llamada de atención. Por otro lado, mamá nunca permitiría que me quedara en casa enferma cuando había estado lo suficientemente bien como para emborracharme hace dos días. Iba a tener que enfrentar las cosas. Mientras me cambiaba vi en mis brazos los furiosos golpes azules. Él bien podría haber quemado mi piel con sus manos, porque los golpes eran, evidentemente, la marca de sus manos. Óvalos pequeños estropeaban la piel donde sus dedos se habían enterrado. Toqué la evidencia de la crueldad de Tyler y seguía viendo su cara, sintiendo el duro suelo debajo de mí mientras su cuerpo se estrellaba contra el mío. Al mismo tiempo, cubría mi boca con su mano. Comencé a temblar y solté la ropa. Mi cuerpo desnudo apareció pálido y herido en el espejo. Mis labios temblaron y se curvaron en una mueca. Todas las lágrimas que había derramado habían convertido mis ojos en un verde poco natural. —De nada sirve llorar más —me dije—. Las lágrimas no pueden lavarte hasta estar limpia. —¡Skye! —gritó mi mamá—. Apúrate, vas a llegar tarde. Asustada de que entrara, envolví mi bata alrededor de mi cuerpo y agarré mis pantalones antes de alcanzar un suéter gris. Tiré de la ropa tratando de ignorar el dolor que irradiaba de mis costillas. Por último, tiré de mi cabello en una cola de caballo y me deslicé en mis botas.

Agarrando mi chaqueta y mochila, me dirigí hacia la escuela. Miré mi reloj, dándome cuenta de que mi mamá había tenido razón. No importaba si corría todo el camino, no vencería la campana tardía, pero no tenía elección. Al salir al porche, un viento frío azotó a mi alrededor, sacudiendo mi cabello hacia atrás. Mientras caminaba, escuché un coche arrancar junto a mí. Agarré mi mochila, mantuve mi mirada hacia delante, tratando de reconocer el vehículo por el sonido. Mi corazón se aceleró. Dios, no quería hacer frente a Kellin. Caminé rápido y tiré de las correas de la mochila más alto en mis hombros. —¿Skye? —dijo Devin, saliendo del coche—. Espera un segundo. —Me detuve, sin saber qué hacer—. Por favor, ven conmigo. Poco a poco me di la vuelta y sacudí la cabeza, tratando de no temblar mientras miraba a la calle, hacia una botella medio llena de refresco que estaba a su lado. —Caminaré. —Las palabras estaban atrapadas en mi garganta y si me quedaba junto a él, comenzaría a llorar. Una vez que mis defensas llegaran tan bajo, ¿cómo podría recuperarlas? —Por favor. —Devin cerró la puerta, dio un paso hacia mí mientras miraba su reloj—. Nunca vas a llegar a tiempo y tu mamá te va a matar. —Caminó al lado del pasajero y abrió la puerta para mí—. ¿Por favor? —Él llevaba una camisa de franela azul y gris desabrochada con una camiseta blanca debajo de ella. Armándome de valor, inexpresivamente me dirigí al coche y me metí. Mientras conducía, tamborileaba los dedos sobre el volante. —¿Qué pasó este fin de semana? —preguntó casualmente. —No mucho. —Me quedé mirando por la ventana, mordiendo mi labio inferior. —¿Es por eso que no te dejan salir? —No, rompí el toque de queda el sábado. —Abrí la cremallera de mi mochila, simulando buscar a través de mis libros. Con cada bache que había en el camino, la cabeza de Betty Boop bailaba y me dolían las costillas terriblemente. Deseé poder cambiar de lugar con esa muñeca. Deseaba que mi vida fuera así de fácil. Nos detuvimos en el estacionamiento y Devin sacó las llaves del encendido y las metió en su bolsillo. Empecé a salir, pero Devin me agarró del brazo, la fuerza de su agarre firme. Al principio, entré en pánico en mi interior, recordando la última vez que

alguien me había agarrado, pero luego me obligué a relajarme. Este era Devin. Nunca me había lastimado. Algunos de mis pensamientos debieron haber aparecido en mi rostro, porque él frunció el ceño con preocupación. —¿Estás bien? Asentí, forcé una sonrisa débil. —Todo es color de rosa, Devin. No te preocupes. Poco a poco me soltó. —Me alegro. —A pesar de que su tono parecía sincero, su expresión, su mandíbula apretada y el ceño fruncido, sugirió ira. Antes de que pudiera decir nada más, abrí la puerta. —Gracias por el viaje —le dije, corriendo hacia el edificio. Cuando llegué a la entrada, tomé una respiración profunda y forcé una expresión neutra. No puedo hacer esto, pensé, mi cuerpo temblaba, mis rodillas estaban un poco débiles. Agarré la manija, pero no pude forzarme a abrirla. Sentí una mano sobre mi hombro y salté hacia atrás, agarrándome las costillas. Devin arqueó una ceja y sacudió la cabeza. —Voy a abrir la puerta. —La mantuvo abierta, y no había nada más qué hacer excepto ir al interior. Caminé lentamente mientras me dirigía hacia mi casillero, intentando no apartar mi mirada del suelo delante de mí. Desde mi visión periférica, me di cuenta de los estudiantes que zumban alrededor de mí. Se quedaron boquiabiertos al observarme, sus ojos llenos de expectativa. Agarré con fuerza mis libros, me sentía tan sola. Entonces me di cuenta que Devin caminaba junto a mí, su cuerpo protegiéndome de las miradas indiscretas, al menos por un lado. —¿Te importaría decirme por qué todo el mundo está mirando? —preguntó. Alcancé mi casillero y cuando abrí la puerta, finalmente dije: —Es una historia muy larga. —Tomé una respiración profunda y traté de liberar la tensión anudada en mis hombros. —Así que dime. —Se apoyó en el casillero siguiente. Tomé mi libro de espiral, junto con un bolígrafo.

—Tenemos que ir a clase. —Cerré la puerta de mi casillero y traté de volver a colocar la combinación y la cerradura con dedos temblorosos. Se me cayó, Devin lo agarró y la puso en su lugar. —¿Hay algo que quieras decirme antes de comenzar la clase? Tragué saliva, cerré los ojos y traté de no reaccionar. —Simplemente no escuches con demasiada atención lo que la gente dice, ¿de acuerdo? —Mi voz tembló, haciendo juego con mi cuerpo. —Sé que algo malo sucedió. Sólo no sé qué es. —Devin frunció el ceño, líneas duras arrugando su frente—. Si Kellin te hizo daño, Skye, lo mataré. —Entonces no tienes nada de qué preocuparte. —Acuné los libros en mi pecho. En cuanto la armadura se fuera, sabía que no dejaría nada, pero me mantenía en movimiento—. Además, pensé que no tenías la intención de recoger los pedazos. Devin apretó los puños y los metió en sus bolsillos. —Estoy aquí. ¿Podemos dejar las cosas así? Empezó a caminar conmigo hacia la clase, y en el camino escuché a más de una chica riendo. No debería haber mirado, pero lo hice, y ella me señaló y le dijo algo a su amiga. Devin escrutó la multitud, haciendo como que no se centraba en alguien. —Lo que sea que sucedió, seguro tiene a toda la escuela hablando —murmuró, mientras caminaba, sus hombros forman una línea dura. —¿No necesitas tu libro? Se encogió de hombros. —No particularmente. No es como si lo utilizáramos. Y hoy estamos dando los informes orales. Miré sus manos vacías. —¿Dónde está el tuyo? Se encogió de hombros. —Voy a ser uno de los vagos que lo entrega mañana. —Delante de nosotros, Kellin se paró junto a Becca. Estaban tan absortos en la conversación que no nos vieron. Los

ojos de Devin se estrecharon hasta convertirse en rendijas, como si quisiera escupir uñas—. ¿Segura que no quieres darme una pista sobre la fiesta? Becca pasó los dedos por el pecho de Kellin, entonces le dio un beso, o lo intentó, en el último momento él se dio giró y ella tocó su mejilla en su lugar. —La fiesta fue un fracaso, Devin. Nada bueno salió de ello. —Como quieras —dijo, dirigiéndose a clase. Me volví hacia la puerta y casi tropecé con Jimmy. —¿Estás bien? ―preguntó, tirando de mí hacia un lado. El negro de sus pantalones vaqueros y una camisa negra abotonada hacían hincapié en el azul pálido de sus ojos—. Traté de llamar para asegurarme de que estabas bien, pero tu mamá dijo que no podías hablar. Tragando saliva, asentí. —Estoy castigada por romper el toque de queda y llegar a casa borracha. —Vi el movimiento de los estudiantes hacia sus salones de clase, y en medio de un grupo de chicos, vi a Tyler riendo. Debió de haber sentido mi mirada porque me observó, sonrió y siguió caminando. —¿Segura que no quieres ir a la policía? Negué con la cabeza. —No, sólo quiero olvidar lo que sucedió. Se metió las manos en los bolsillos. —¿Le dijiste a Devin la verdad? —No. ¿Por qué habría de hacerlo? Se encogió de hombros. —Tal vez porque es tu mejor amigo, tal vez porque te ama. Mi bolígrafo se cayó al suelo y me agaché para recogerlo. —¿Cómo sabes eso?

—Lo tengo en mi clase de historia. Se sienta a mi lado, Skye y habla de ti. La conversación siempre lleva a ti. Me estremecí y me apoyé en la pared. —No lo entendería. Me advirtió que no fuera, pero no lo escuché. Jimmy asintió. —Sí, ¿pero no deberías darle una oportunidad? Es un buen tipo, Skye… diez veces mejor de lo que Kellin sería en su mejor día, o cualquier atleta con una pelota de fútbol, para el caso. Frunciendo el ceño, dije: —Pero tú eres un atleta que juega fútbol. —Sonó el timbre, y yo salté. —Fácil. —Jimmy colocó su mano sobre mi hombro—. Sí, juego a la pelota, pero no vivo para ello. —Asintió hacia el pasillo—. Tengo que ir a clase. —Yo también. —Me dirigí al salón. Mientras caminaba hacia mi asiento, podría haber escuchado caer un alfiler. Sin embargo, con todo y el silencio, lo vi en sus ojos, especialmente en los de Emily Kent de la fila trasera, dos asientos después. Mientras que me deslizaba en la silla y ponía mis libros abajo, preguntó: —¿Tuviste un buen rato el sábado? Hice una mueca. No importaba cómo respondiera, no podría ganar. Así que no respondí. —¿El gato te comió la lengua? —dijo, más fuerte. Por suerte, sonó la campana, salvándome de responder. A pesar de que era mi primera hora en el infierno, desde luego, no fue la peor. Unas pocas porristas a propósito corrieron hacia mí. Un tipo me agarró el culo, y donde quiera que fuera el chisme me seguía. Justo antes del almuerzo, Kellin me arrinconó en mi casillero. A pesar de que nunca lo había visto enojado, sabía por la línea dura de su boca que estaba furioso. Sus ojos, normalmente color azul claro, brillaban grises, y apretaba los dientes. Agarró mi brazo, y gruñó:

—Tenemos que hablar. —Llevaba su chaqueta de piel. Era imposible saber lo que Tyler le había dicho acerca de por qué lo abandoné. Tragué saliva y traté de apartarme. —No hay nada de qué hablar. —¿Excepto que tuviste sexo con mi mejor amigo mientras estaba en su casa? ¿Creías que no me enteraría? —Me empujó hacia el casillero. Aunque algunos estudiantes caminaban por los pasillos, todos los profesores habían desaparecido, yendo o bien al servicio de clase o al almuerzo. Becca acechaba por su casillero, sonriendo. Al golpear el casillero jadeé, me doble y casi me caigo. Kellin me dominaba, su rostro de un furioso escarlata. —Maldita sea, Skye, no te pegué tan fuerte. Deja de fingir. Tomando una respiración profunda, me obligué a ponerme en pie, lentamente, para no sacudir mis costillas. —¿Estoy fingiendo? —Empujé una manga hacia arriba de mi brazo, dejando al descubierto los aborrecibles moretones—. ¿Estoy fingiendo éstos también? —Enrollé la otra manga—. ¿Qué pasa con éstos? Y no nos olvidemos de los que están en mis costillas. —Miré su rostro aturdido. El color había desaparecido de sus mejillas y su boca se abrió—. Por si acaso crees que estoy manipulándote como para hacerlos yo misma, te mostraré. —Puse mis dedos en las marcas, pero los moretones se extendían más allá de mis dedos—. Cortesía de tu buen amigo, Tyler. —¿Qué demonios...? —Kellin tropezó hacia atrás, y tiró las mangas hacia abajo. Frunció el ceño, sin dejar de mirar a mis brazos ya cubiertos. Se metió las manos en los bolsillos. Me eché a reír, un sonido amargo y duro. —Adelante. Di que me acosté con Tyler. —Becca también palideció mientras posaba su mano sobre su boca. Fulminé con la mirada tanto a Kellin como a Becca—. Pero tal vez eso fue después de que él te diera un ponche mezclado con alcohol para mí, sabiendo que no bebía. Dios, eso me destrozó, ni siquiera sabía cuál era el camino hacia arriba. —No podía callar, aun cuando Becca corrió por el pasillo para advertir a Tyler—. Tal vez eso fue después de que él me llevó afuera, fingió que me ayudaba a tomar aire y luego golpeó mi cabeza contra el suelo lo suficiente como para hacerla

sangrar. Tal vez eso fue después de que fracturó mis costillas, así sería un blanco fácil que no se podría mover. —Vino hacia mí, pero retrocedí—. Aléjate de mí. Comencé a correr sin saber a dónde iba, llorando tan fuerte que no podía distinguir nada, excepto formas. Entonces me encontré con alguien más… Tyler. Me estrelló contra un casillero. —¡Te dije que mantuvieras tu gran boca cerrada ! Hice una mueca y envolví los brazos alrededor de mi pecho, me preguntaba si iba a desmayarme. Se inclinó sobre mí, con las manos en puños. —Apártate de ella, Rutherford —espetó Kellin, caminando hacia nosotros. —¿Le crees? —ladró Tyler, arrastró mis pies, los dedos clavados en el mismo lugar en que me había dejado moretones. Al principio, luché contra él, pero cuando me di cuenta de que no me iba a dejar ir, dejé de tratar escapar—. Ella me lo hizo en el patio trasero mientras estabas en el interior. Becca vio. ¿Se veía bebida antes de que la dejaras? No lo creo. Kellin apretó la mandíbula y se acercó. —No sé lo que creo, pero es mejor que tengas tus malditas manos fuera y retrocedas. —Está bien. Como quieras. —Tyler hizo un gran espectáculo liberándome y alejándose, torciendo la boca en una mueca furiosa. Me escapé y me escondí en el baño hasta que el almuerzo había terminado. En la cabina, traté de dar sentido a todo. Querido Dios, ¿esto nunca acabaría? Me las arreglé para terminar el resto de mis clases, leyendo y trabajando en mis tareas. Me di cuenta de que si me lanzaba a mis clases, no pensaría, no recordaría… no sentiría. Justo antes de la séptima hora, se desató el infierno. Me dirigí a la clase de ciencias, pero una enorme multitud me cerró el paso. Los cuerpos tensos, junto con la gente gritando me alertaron de la lucha que estaba en progreso. Traté de mantenerme al margen de la locura, pero Becca agarró mi hombro y me empujó hacia el centro. —Ve. Esto es lo que provocaste, perra.

Delante de mí, Kellin le dio un golpe a Devin. Una máscara de rabia que no había visto nunca antes había transformado a mi mejor amigo en alguien irreconocible, nunca había visto a un enfurecido Devin. Su puño se estrelló contra la mandíbula de Kellin, tirándolo al suelo. Otro puño siguió, y parecía que Kellin había perdido el conocimiento. Un tercer golpe llegó antes de que me lanzara entre ellos. —¡Basta! —grité, protegiendo a Kellin. Devin comenzó a oscilar de nuevo, pero se detuvo justo antes que su puño hubiera impactado. —Fuera de mi camino, Skye. —Trató de empujarme a un lado, pero me quedé. —No. No es culpa de Kellin. —¿No lo es? —jadeó Devin, enderezándose—. ¿Entonces de quién es? ¿Tuya? ¿Sabes lo que decía esta mañana? Cosas que no podía tolerar. —Señaló a Becca mientras se movía hacia Kellin—. Cosas que no me atrevería a decir de ella, a pesar de que podrían ser ciertas. —Él no hizo nada. —Llegué a Devin, pero él se apartó, viéndome. —Olvídalo, Skye. He terminado contigo. —Corrió por el pasillo, sólo para ser interceptado por dos Directores. Mientras tomaban sus brazos, miró hacia mí y yo deseé no haber nacido. La sangre manaba de la boca de Kellin, y no se movía. Mientras estaba allí, el mundo explotó en movimiento. Tyler corrió hacia Kellin, y otro Director lo interrumpió y le obligó a volver. Los maestros nos hicieron pasar a clase, y aunque los alumnos charlaban con locura de lo que había pasado, me senté en silencio, escuchando sólo el lamento de la ambulancia que se acercaba. Una vez que nos dejaron salir de la escuela, la secretaria me llamó por el altavoz, y dijo que me reportara a la oficina. Con aprensión, caminé a través de las puertas, y la secretaria me guió hasta la oficina de la Directora Darrow. Aunque asentí con la cabeza y me obligué a cumplir, realmente quería huir y no volver nunca más. Me senté inexpresivamente en la oficina, mirando las fotos de sus familiares y anteriores estudiantes. Me concentré en un retrato de su hija, tomada cuando era probablemente de mi edad. La niña tenía una flauta y una amplia sonrisa, sin si quiera un dejo de tristeza. La Sra. Darrow entró en la habitación. —¿Cómo estás? —Ella lleva una taza de café y me pregunté cómo alguien podría beber eso y mucho menos tomarlo a las 2:00 pm.

—Estoy bien. Dejó el café en su escritorio y se sentó. —Tus calificaciones de este año no reflejan esa actitud. Me encogí de hombros. —Tal vez no he estado tratando tan duro como puedo. ¿Es eso un crimen? —No. —Sacudió la cabeza—. Pero creo que hay más cosas. Skye, los estudiantes hablan y a veces escuchamos lo que dicen. ¿Hay algo de lo que quieras hablar? Crucé los brazos sobre mi pecho. —No, no lo hay. ¿Por qué? Se recostó en su silla. —Yo sé que tú y Devin Abbott son buenos amigos. Pero últimamente ha ocurrido algo entre ustedes. Hoy ambos tuvieron una pelea después de que él asaltara a Kellin Morgan. —¿Qué tiene esto que ver conmigo? Ella cogió un lápiz y lo golpeó hacia atrás y adelante. —Digamos que nunca he visto a Devin enojado. Nunca. Es un estudiante modelo. Me atrevo a decir que podría enfrentar cargos de agresión por esto y estoy tratando de ayudarlo. Pensé por un largo rato, tratando de averiguar qué hacer, pero sabía que si decía la verdad, no iba a cambiar lo que había sucedido. Kellin no me hizo nada. Tal vez él había sabido que Tyler adulteró mi bebida. Tal vez no. Pero él no me violó. Tal vez si hubiera sido honesta con Devin sobre lo sucedido, habría sido capaz de detener la pelea. Así las cosas, Devin había ido a la línea por mí otra vez y había fracasado. —Estaba tratando de protegerme. Excepto que él eligió a la persona equivocada. Los ojos de la Sra. Darrow se estrecharon. —¿Protegerte? ¿Cómo es eso?

Me encogí de hombros. —Fue algo que sucedió este fin de semana, algo malo entre Tyler Rutherford y yo. Devin sólo escuchó la mitad de la historia a través de rumores, y pensó que Kellin era el responsable. —Todo mi cuerpo se puso tenso. Cada aliento se sentía más inestable que el anterior—. ¿Qué tan mal herido está Kellin? —Seguía viendo su cara ensangrentada, su cuerpo tan quieto. La Sra. Darrow cogió el lápiz y tomó notas. —Kellin se encuentra todavía en el hospital. No se nos ha informado de su condición. Mi cabello cayó en mis ojos y lo empuje hacia atrás. —¿Qué va a pasar con Devin? —Todo mi cuerpo se sacudió violentamente. La Directora dejó caer el lápiz sobre el bloc. —Eso depende de si la familia de Kellin presenta cargos. Me estremecí y acuné la cabeza en mis manos. —No puedo ver a sus padres no presentando cargos. —Uno nunca sabe. —Hizo una pausa y bebió un trago—. Skye, mírame. Me obligué a sentarme y mirarla a los ojos. —Lo mejor que puedes hacer por Devin es decirme lo que pasó. —Usted... no me puede preguntar... eso. —Mi voz se quebró, y el temblor empeoró. La Sra. Darrow tomó mi mano. —Tienes razón. Lo que pasó fue malo, pero a veces mantenerlo en el interior sólo empeora las cosas. —Apretó mi mano. —Un suave golpe la interrumpió, y se volvió hacia él—. Disculpa, Skye. —Se acercó a la puerta y la abrió—. Sí. La secretaria entró. —La Sra. Morgan está en el teléfono. Le gustaría hablar con usted. La Sra. Darrow asintió con la cabeza.

—Gracias, Judy. —Cerró la puerta, volvió a su escritorio y cogió el auricular, pulsó el botón de espera—. Buenas tardes, Sra. Morgan. ¿Cómo está Kellin? —Hizo una pausa—. Me alegro de que vaya a ser dado de alta mañana. —Otra pausa—. El estudiante que lo atacó fue detenido y entregado a sus padres. —Se echó hacia atrás en su silla, y un gesto duro alcanzó sus rasgos—. Sí, Sra. Morgan, entiendo sus inquietudes, pero no tiene nada de qué preocuparse. Ha sido suspendido temporalmente en espera de una audiencia. —Pasó su libreta a una hoja en blanco al lado y escribió otra nota—. Sí, Sra. Morgan, me haré cargo de eso, y espero que nos mantenga informados de los avances de Kellin. Gracias. La Sra. Darrow lentamente colgó y escribió otra nota. —¿Cómo está Kellin? —Tiene una severa contusión y costillas fracturadas. Tendrá que permanecer en el hospital esta noche, pero después de eso, debe ser capaz de ir a casa y estar de vuelta en la escuela en pocos días. Pasó unas cuantas páginas de nuevo y me miró. —Entonces, ¿qué pasó entre tú y Tyler que causó la pelea? Me senté recta de nuevo en mi silla y traté de estabilizar mi respiración. —¿Qué diferencia habría si le dijera? No va a parar exactamente a los padres de Kellin de presentar cargos. —Tal vez lo hará. Tal vez no. —Miró el papel—. Sé que algo pasó, Skye. Has admitido mucho. ¿Por qué no ser honestos y dejar que yo decida si la información ayuda? Negué con la cabeza y traté de levantarme, pero mis rodillas se sentían demasiado débiles. —No puedo hablar de esto. —Me tambaleé a la puerta. Cuando empecé a ir a través de ella, se abrió desde el otro lado, tirándome mientras la secretaria trataba de entrar. El dolor se disparó en mis costillas. Me di la vuelta y me quedé pensando: Tengo que levantarme. Ella no puede saber. Tengo que levantarme. —¿Skye? —llamó la Sra. Darrow—. ¿Estás bien? —Corrió a mi lado y apartó el cabello de mi cara.

—Estoy bien. —Traté de incorporarme, pero el dolor cortó a través de mí, lo que dificultaba mi respiración. La Sra. Darrow miró hacia la puerta y gritó: —Trae a la enfermera aquí. Me obligué a ponerme sobre mis rodillas a pesar del dolor. —Estoy bien, Sra. Darrow. No hay necesidad de conseguir a la enfermera. —Recogí mis libros. La Sra. Darrow se levantó y se alisó la falda. —¿Skye? ¿Qué está pasando? Reorganicé mis libros. —No es nada. La enfermera entró y yo me apresuré a pasar, corriendo para salir lo más rápido posible. Aunque realmente esperaba que la Sra. Darrow me detuviera, no lo hizo, y me fui a casa sin mi chaqueta. El viento helado cortó a través de mí, y hubiera envuelto mis brazos alrededor de mi cuerpo, excepto que la presión habría hecho sentir mis costillas peor. Todo el camino a casa, traté de no pensar en el infierno en el que mi vida se había convertido. Una vez Devin me habría ofrecido un viaje, o Kellin. Ahora ninguno quería tener nada que ver conmigo.

Capítulo 18 Traducido por Belle 007 Corregido por ★MoNt$3★

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ropecé hacia mi casa, tratando de escapar a un lugar en donde la tristeza nunca pudiera encontrarme. A través de mi vista nublada, vi el auto de mi mamá y de Warren en el camino de entrada.

—Contrólate —me dije. En el minuto en que abrí la puerta, ambos, mamá y Warren se reunieron conmigo. —¿Qué pasó? La secretaria llamó hace una hora y dijo que la Srta. Darrow quiere verte a primera hora de la mañana. —Frunció el ceño y tocó mi cara—. ¿Dónde está tu abrigo? Hace mucho frío ahí fuera. —Lo olvidé en mi casillero, y ya he hablado con la Srta. Darrow. —¿Y qué ocurrió? Me encogí de hombros. —Hubo una pelea. —Pasé junto a ella, dirigiéndome hacia la cocina. —Y ¿qué tienes que ver tú con eso? —Mamá me siguió, y Warren vino con ella. Puse mis libros en el mostrador. —Devin estaba involucrado, y la Srta. Darrow sabe que somos amigos. —Caminé al refrigerador y agarré un refresco. Mamá me alcanzó un vaso que llené con hielo. —Skye, hemos conocido a Devin prácticamente desde que ustedes dos empezaron la escuela. No es del tipo violento. ¿Qué paso? Mientras intentaba abrir la lata, me rompí una uña. Miré mi dedo, observando la sangre desbordarse sobre mi piel.

—Él y Kellin se odian. Devin estaba tratando de cuidarme. —Tomé un profundo respiro. El teléfono sonó, interrumpiendo nuestra conversación. Mamá lo tomó. —¿Hola? Sí, Srta. Darrow. Ella está aquí. —Mi madre dirigió sus ojos hacia mí mientras hablaba. Succioné mi dedo, intentando aliviar la picazón—. Sí, ella está bien. ¿Hay alguna razón por la que no debería estar bien? —Mamá se detuvo, escuchando—. Hablaré con ella. Gracias. —Colgó y me enfrentó—. La Srta. Darrow dijo que tuviste un episodio en su oficina. Sacudí mi cabeza. —No fue nada, mamá. Tuve migraña. Es probablemente un efecto secundario del golpe. —Tomé un sorbo de soda. —La Srta. Darrow dijo que Devin estaba tratando de protegerte. —Mamá cruzó sus brazos sobre su pecho—. ¿Por qué necesitaría protegerte de Kellin? —Ya no lo hará más. —Dejé el vaso en la mesa—. Kellin y yo rompimos esta mañana. —Tiré la lata dentro del contenedor de reciclaje—. Así que realmente no hay nada de qué preocuparse, ¿o sí mamá? —Dímelo tú, Skye. Sigues sin explicarme el comportamiento de Devin. —Mamá me frunció el ceño. Me obligué a tragar el último sorbo y a dejar el vaso en el fregadero. —No, no hay nada de qué preocuparse. Los perdí a ambos, a mi novio y a mi mejor amigo, al mismo tiempo. —Me encogí de hombros. —Pero eso todavía no responde el por qué Devin necesitaba protegerte. ¿Qué pasó para que fuera contra Kellin? —Mordí mi labio inferior. —No lo sé. —Quizás deberías hablar con él. —Sacudí mi cabeza. —No hay nada qué decir. Ni siquiera quiere dirigirme la palabra. —Caminó detrás de mí y colocó su mano sobre mi hombro. —¿Y eso significa que no debes intentarlo? —¿Significa que debería, sabiendo que él nunca me perdonará?

Me dirigí a mi habitación, medio esperando que me siguiera. Cuando me di cuenta de que no iba a venir, cerré la puerta. ¿Cuántas elecciones más tomaré que hagan daño a los demás? Me recosté en la cama, llorando. Alguien tocó la puerta suavemente y cuando no respondí, Warren lentamente la abrió y asomó su cabeza en el interior. —¿Estás bien? —No estoy segura. —Limpié mi cara y me di la vuelta. —¿Puedo pasar? —preguntó y me encogí de hombros. Se sentó sobre la cama, frunciendo el ceño—. Tal vez tu madre tenga razón. Tal vez tú la tengas. Pero no sabrás qué es posible si no lo intentas. —Lamí mis labios. —¿Alguna vez has hecho algo que ha ido tan mal que harías lo que sea para volver atrás? Warren se acercó a mí y frotó mi espalda. —Todos lo hemos hecho, Skye. A veces la única cosa que puedes hacer es aprender de tus errores. Por primera vez en mi vida, sentí como si tuviera un padre… uno que verdaderamente se preocupaba por lo que pasaba. La manera en que frotó mi espalda me hizo sentir como si tuviera cinco años otra vez cuando los adultos tenían todas las respuestas; no había ningún problema existente que ellos no pudieran resolver. —De cualquier forma no seré capaz de disculparme con Devin. Fue suspendido. —Agarré una almohada con las dos manos. —Apuesto que tu mamá me dejaría llevarte a su casa por unos minutos. Me senté y arrastré mis rodillas a mi pecho. —¿Por qué eres tan simpático conmigo? No he sido más que un fastidio desde que empezaste a salir con mi mamá. ¿Por qué te deberías de preocupar por esto? —No es sólo "esto" de lo que me preocupo, Skye. Sucede que me preocupo por ti. —Recogió la novela que me había regalado—. Te di este libro porque sabía que me estabas juzgando. Pero también porque sabía que estabas usando un modelo defectuoso: un padre que no se quedó. Lo mejor que pensaste es que podrías esperar a que me suspendiera alrededor y mantenerte a cierta distancia, como una especie de

hijastra que nunca aceptaría. Nunca pensaste que te trataría como a una hija y que nunca me hubiera conformado con menos. Todos cometemos errores, Skye, a veces por lo demás y a veces por nosotros mismos. Sólo quiero que me juzgues de acuerdo a lo que hago y digo. —¿Todavía te vas a casar con mamá? —Puso el libro en el estante. —Quiero hacerlo, pero ella quiere tomar las cosas con mayor lentitud y asegurarse de que todo está bien. Puedo vivir con eso. La pregunta es: ¿Tú puedes? —Sí. —Warren se levantó. —¿Quieres ir a visitar a Devin? —Sí. —Caminé a la ventana y envolví mis brazos alrededor de mi cuerpo, ordenándome a mí misma no llorar. Sólo no estoy segura de lo que voy a decir. Mientras Warren caminaba hacia la puerta, dije: —Estoy realmente feliz de que estés aquí. —Una lenta sonrisa se extendió a través de su rostro. —Yo también. —Observó mis pies desnudos—. Ponte tus zapatos y baja. Cerró mi puerta, dejándome pensando en lo que iba a decir. El problema era que ninguna palabra salía a la superficie, pero tenía que intentarlo. Para el momento en que me había colocado lo tenis, puesto mi abrigo y bajado al primer piso, Warren ya estaba en la puerta. Cuando obtuvo un vistazo de mí, hizo sonar sus llaves. —¿Lista? —Sí. —En la cocina, oí a mi mamá cargar el lavavajillas—. ¿Está de acuerdo con esto? —Él deslizó su brazo a mi alrededor. —Lo conseguí por un tecnicismo. Le dije que tú no ibas a casa de Devin a divertirte sino a disculparte. Así que se convierte en parte de tu castigo. —Me miró, y ambos sonreímos débilmente—. Ahora vamos antes de que ella cambie de opinión. Abrió la puerta y me hizo salir. Cuando nos dirigíamos al auto, la acera brilló con hielo. Mientras me obligaba a mí misma a hacer pasos seguros, me desplomé en el suelo. Mis costillas dolían y jadeé. Warren se inclinó sobre mí, frunciendo el ceño con preocupación.

—¿Estás bien? Me tomé un momento para conseguir respirar, para forzar al dolor a bajar lo suficiente como para esconderlo. —Estoy bien. Sólo un poco torpe. —Tú lo has dicho, no yo. —Rió y me ayudó a levantarme. Entonces pasé mi mano a lo largo de mi espalda, pensando que era una buena cosa que estuviera oscuro porque mi trasero estaba húmedo por el hielo. —Eres astuto, tú planeaste esto —dije, riendo. —Tiempos desesperados requieren medidas desesperadas. —Abrochó la hebilla de su cinturón y comenzó a conducir. Unos momentos más tarde, llegamos a la casa de Devin. Aunque las luces interiores hacían brillar las ventanas, ninguna lámpara exterior iluminaba la cochera. Los vehículos de los padres de Devin estaban sobre el camino de entrada, y detrás de la Explorer negra de su padre, estaba el auto de él. Me limpié las pequeñas gotas de sudor. —¿Qué tengo que decir? —susurré. —La verdad. —Warren se estacionó—. ¿Quieres que te acompañe? Asentí lentamente, esperando que cuando llegara el minuto de hablar con Devin, él volviera al auto y nos diera algunos minutos a solas. Warren abrió su puerta. —Bueno, ¿qué estamos esperando? —Salió del auto, obligándome a acompañarlo. Juntos deambulamos por el camino, cerré mi abrigo, tratando de bloquear el aire helado. Toqué el timbre y esperé. La luz del exterior parpadeó. Salió la Sra. Abbott. —¿Skye? ¿Qué estás haciendo aquí? Devin está castigado y no puede salir. Aunque ella no parecía especialmente contenta de verme, no estaba enojada, lo que quiere decir que Devin no le había contado todos los detalles sobre la pelea. Warren dio un paso adelante. —Vino a disculparse con Devin.

Ella frunció el ceño. —¿Una disculpa? ¿Por qué, Skye? Saqué el pelo de mi cara. —Pasaron algunas cosas en el colegio, no fui la amiga que debí ser. —Crucé mis brazos sobre mi pecho—. Sé que está castigado. Yo también. Significaría mucho si pudiera hablar con él por unos minutos. ¿Por favor? Ella miró de mí a Warren y de vuelta. —Está bien. Les daré cinco minutos. —Y desapareció dentro de la casa. Warren tocó mi brazo. —Te esperaré en el auto. —Bien. —Lo observé regresar al auto y luego me volví hacia la puerta donde Devin apareció, vistiendo una camiseta roja de Softball con mangas. Sacudió la cabeza mientras caminaba hacia la puerta, su expresión oscura cuando se dio cuenta de quién estaba esperando por él. Mirando torvamente, salió al porche y cerró la puerta principal detrás de él. —Debes tener un descaro como el infierno para presentarte aquí. —Cruzó sus brazos sobre su pecho. Se inclinó contra la pared—. ¿Qué quieres? —Devin, lo siento, en serio lo siento. Se dio la vuelta. —Sí, seguro. ¿Te sientes mejor ahora que has confesado tus pecados? —Sus ojos se estrecharon hasta convertirse en rendijas, y tragó duro, vi su manzana de Adam moverse—. ¿Por qué infiernos sigues aquí, Skye? ¿No has hecho el daño suficiente? Tomé un profundo respiro, preguntándome qué podía decir que mejorara las cosas. —Sé que estás enojado con Kellin. Devin agarró mis hombros, y apenas evitando los golpes que Tyler había dejado. —¿Piensas que eso era enojo? No, eso era ira pura. Quería matarlo. Dios me ayude, lo quería después de todas las cosas que dijo sobre ti. ¿Sabías cuán fácil eras, Skye? Todo el equipo estaba haciendo cola por ti. ¿Sabías eso? Habló sobre la única razón por la

que chicas como tú existen. ¿Y tú tuviste el descaro de detenerme de golpear la mierda fuera de él? Incluso te fuiste por él. —Sacudió su cabeza y dejó caer sus manos—. Sólo vete a casa. No me molestaré por tus futuros novios que hablen acerca de tu política de piernas-abiertas. Me encogí de hombros. —Me lo merecía. Excepto que no fue Kellin quien difundió esos rumores. Fue Tyler. Se rió, un sonido hueco, cáustico que se hizo eco fuertemente. —Eso es rico, Skye. Pero incluso si es la verdad, no importa. Desde que nos conocimos el uno al otro, sabes que no hay una cosa que no haría por ti. Pero esto es demasiado. —Me miró. Sus brazos cruzados contra su pecho—. La familia de Kellin probablemente esté presionando por los cargos de asalto, y es posible que no esté de vuelta en la escuela hasta el próximo semestre, de todas formas. Felicitaciones, Skye. Es oficial. Has arruinado mi vida. Sin esperar por una respuesta, se deslizó dentro y dio un portazo. Seguí mirando, esperando que él la abriera y dijera que estaba bromeando, pero lo conocía mejor. Devin nunca decía algo que no quería decir. Lentamente, caminé al auto y entré. Me incliné contra el asiento, apreté los ojos, tratando de hacer desparecer el mundo. —¿Y qué paso? —Él dijo que arruiné su vida. —Me sacudí fuertemente, e incluso respirar me tomó esfuerzo. Warren le dio unas palmaditas a mi rodilla. —Lo siento, Skye. Desearía que hubiera sido diferente. —Yo también.

Capítulo 19 Traducido por Niii Corregido por Micca.F

D

urante las siguientes semanas viví en piloto automático, sólo intentando sobrevivir y esperando que mi vida regresara a la normalidad… lo que sea que eso significara. Mamá poco a poco se había relajado y se había dado cuenta que yo no planeaba repetir mi actuación. Mis costillas sanaron lentamente, y cada día comencé a sentir menos dolor. La parte más dura de cada día no era ignorar a Tyler o a las porristas, sino sentarme sola en la biblioteca durante el almuerzo. Más de una vez me consolé a mí misma pensando que el tiempo podría suavizar nuestra amistad rota, pero si darnos tiempo para sanar no lo lograba, no sabía qué lo haría. Tres semanas después de mí cita sacada del infierno, Warren agarró mi brazo después de la cena y dijo: —Oye, Skye, vamos a dar una vuelta. Miré a Warren y luego a mamá, quien levantó sus manos en protesta. —A mí no me mires. No sé nada. —Así que agarré mi abrigo y me dirigí a la puerta. —¿A dónde vamos? —Noté copos de nieve aterrizando en su cuello—. ¡Está nevando! —grité. Mirando el cielo, dijo: —Realmente amo la nieve. —Yo también. —Bien. Puede que seamos capaces de tener una pelea de bolas de nieve si continúa. —¿A dónde nos dirigimos? —pregunté otra vez. —Ya verás. —Un rato después, se detuvo en el estacionamiento de un cine, en donde una comedia romántica que moría por ver estaba siendo reproducida.

—¿Qué estamos haciendo aquí? —Tu mamá dijo que tal vez te gustaría ver una película, así que pensé en llevarte. ¿Está eso bien? —Aunque su tono era lo suficientemente neutro, estudió mi rostro, esperando mi aprobación. —Está más que bien. —Sin pensarlo, me apoyé contra él y deslizó su brazo a mi alrededor—. Es perfecto. Para el momento en que la película había terminado, una delgada capa de nieve cubría todo. Cuando llegamos al auto, cogí nieve del capó y la convertí en una bola. Luego se la arrojé a Warren, golpeando su hombro. Warren hizo una mueca. —Muy bien. Tú lo pediste. —Él, también, juntó nieve, la apretó en una bola y me la lanzó, golpeando mi espalda. Chillando, me agaché y comencé otra vez, sabiendo que él haría lo mismo. Momentos después, nos perseguimos el uno al otro alrededor del auto, guerreando mientras más copos de nieve descendían silenciosamente hasta el suelo. Para el momento en que habíamos terminado, la nieve manchaba nuestras chaquetas por las bolas que habían impactado. A pesar de que yo había lanzado más bolas, Warren tenía una mejor puntería, implacable. Finalmente grité: —¿Tregua? Warren agitó la bola de nieve. —Está bien. —Actuó como si fuera a dejarla caer, y luego me la arrojó—. Ahora podemos tener una tregua —dijo, sonriendo. Lo que recuerdo de esa noche era a un hombre tranquilo que nos amaba a mi mamá y a mí lo suficiente como para compartir nuestras vidas. Tal vez no era mi padre biológico, pero si había aprendido una cosa, es que la biología tenía poco que ver con el ser un padre de verdad. La biología puede causar la reproducción, pero eso no necesariamente incluía el amor. A la mañana siguiente, disfrutaba de la caída del agua caliente durante mi ducha. Pero tres o cuatro minutos después, mi visión comenzó a disminuir y el mareo me golpeó. Para cuando corté el agua y salí de la ducha, no podía ver, y me sentía como si me

fuera a desmayar. Me tendí en el suelo de baldosas, esperando a que la oscuridad retrocediera. Lo hizo. Al principio, no quería levantarme y darle la oportunidad al mareo de regresar, pero no podía quedarme en el suelo. Finalmente me obligué a vestirme. Pensé que había sido algo fortuito, sin embargo, a los pocos días después, comencé a vomitar. Algunas veces antes de la escuela, algunas veces durante las clases, por lo que tenía que excusarme a toda prisa y correr hacia el baño. Si bien, el que Tyler me hubiera hecho daño me había dado constantes pesadillas que no lograba hacer desaparecer, nunca soñé que quedaría embarazada. Tres pruebas positivas después, mi futuro dio un giro drástico. Con manos temblorosas, metí las pruebas en una bolsa de plástico y la enterré en el fondo de la basura. Había esperado dejar atrás el pasado, pero se negaba a permanecer ahí. Supe que nunca sería capaz de dejar el pasado. Me seguiría donde quiera que fuera. A menudo antes de ducharme, había mirado mi estómago, intentando imaginar que existía un bebé ahí dentro, pero no podía. Cada vez que casi veía su rostro, recordaba la conversación de mamá con mi papá. No quería ser enviada lejos, no ahora, cuando Warren y yo finalmente nos estábamos llevando bien. Y no quería avergonzar a mi madre. Con el internet como mi compañero silencioso, localicé algunas clínicas de aborto cercanas, y desde un teléfono público, llamé para averiguar cuánto costaría arreglar esto. Una vez que lo supe, revisé el estado de mi fondo universitario. Había lo suficiente como para terminar con la pesadilla que enfrentaba, pero cada día parte de mí dolía un poco más, y cuando al fin me obligué a hacer una cita, lloré, incluso mientras la secretaría me decía que no sería capaz de llegar sola. Alguien tendría que llevarme. Aturdida, prometí encargarme de ello. Esa noche, me senté en el baño mientras mamá y Warren veían una película. El agua caliente volvió mi piel rosada bajo la superficie de las burbujas. Al lado de la bañera, miré la navaja de afeitar que había puesto ahí. La recogí y la deslicé ligeramente a lo largo de mi piel, intentando descifrar cómo se sentiría ese dolor. Escuché la voz de mamá mezclándose con la de Warren, y me maravillé en la forma en cómo su mundo había permanecido tan intacto cuando el mío se había hecho añicos. —Puedes hacer esto —me dije, pero entonces añadí—: Porque no tienes otra opción. —Sacudiendo mi cabeza, vacié la bañera, me sequé, y metí la hoja de afeitar de regreso al gabinete, disgustada.

A pesar de que mi cita estaba a dos semanas de distancia, me preocupé por el problema del transporte. Para empezar, nunca había tenido demasiados amigos, y aquel en el que más confiaba no estaba hablándome. Pedirle a mamá o a Warren que me llevaran a una clínica de aborto estaba totalmente fuera de discusión. Sin embargo, la respuesta a mi problema apareció una mañana antes de clases mientras Bethany ordenaba sus libros en su casillero. Cerrando mi casillero, me encaminé en su dirección. —¿Cómo está Devin? Bethany metió un libro en su casillero y lo cerró. —Definitivamente ha visto días mejores. Al menos estará de regreso en la escuela la próxima semana. Los padres de Kellin no presentaron cargos, lo que me sorprendió. Aplasté mis libros contra mi pecho. —Supongo que ustedes dos no se ven demasiado por estos días. —No estamos saliendo, Skye. Sólo somos amigos. —Comenzó a caminar, y me apresuré a seguirla. Tomando una profunda respiración, pregunté: —¿Todavía está enojado conmigo? Se detuvo en seco, dándome una mirada incrédula. —¿Tú qué crees? La campana sonó, y desesperada como estaba, agarré su brazo. —Mira, sé que realmente no nos conocemos, y que probablemente estás furiosa por lo de Devin… Ella se alejó. —Lo que sea que haya entre tú y Devin se queda ahí. Déjame fuera de ello. Comenzó a alejarse.

—Bethany, necesito un favor. Me miró de frente. —¿Cuál sería? Di dos pasos para estar junto a ella. —Necesito un aventón de ida y vuelta a un lugar. Arqueó una ceja. —¿Adónde? —La Clínica Mayville. Sacudió su cabeza. —Esa no es la respuesta, Skye. Avergonzada, me di cuenta de que sabía de mi secreto. —Es la única respuesta que tengo, confía en mí. Miró por el pasillo y frunció el ceño cuando Becca y Tyler caminaron hacia nosotras. —¿Has intentado decírselo a alguien? Negué con la cabeza. —No. Mi mamá recién ahora está superando el hecho de que le mentí, y amenazó con enviarme a vivir con mi papá si metía la pata otra vez. —Aparté el cabello de mis ojos—. Mira, no tienes que quedarte conmigo. Sólo tienes que ir a dejarme, y yo puedo llamarte para que me recojas. Becca y Tyler caminaron junto a nosotras, ambos mirándome y riendo. —Oye, Skye, ¿cómo va? —preguntó Tyler, dándome una palmadita en el brazo. Intenté esquivarlo, pero él anticipó mi movimiento y me tocó de todas formas. Bethany esperó hasta que ellos dos pasaran antes de responder. —Mira, Skye, sé que piensas que ésta es tu única opción, y lo lamento por eso. Pero no estoy de acuerdo, y no quiero ser parte de ello.

—Yo te llevaré —dijo una tranquila voz masculina. Jimmy dio un paso hacia mí, sus manos en el fondo de los bolsillos de su chaqueta mientras Bethany se alejaba—. No es que esté defendiendo lo que estás haciendo, pero entiendo el motivo. ¿Lo sabe tu mamá? Negué con la cabeza. —Me mataría. Sacó un pedazo de papel, escribió su número de teléfono en él y me lo entregó. —Llámame esta noche para decirme cuál es el plan. Tomé el papel mientras las lágrimas desbordaban mis ojos. —No es que quiera esto, pero estoy bastante segura de que si mi mamá se entera, me enviará lejos. Tal vez merezco eso… —Tyler merece ser encerrado, Skye. Te violó. Estaré feliz de ayudarte a ponerlo ahí. Esta no es tu culpa. —Buscó en su bolsillo y sacó algo pequeño—. Por cierto, tengo algo tuyo. —Extendí mi mano, y dejó caer en mi palma el medallón que Devin me había dado. —¿Dónde encontraste esto? Se encogió de hombros. —En mi auto. Estaba aspirándolo y ahí estaba, escondido en el asiento. —Cerró mis dedos sobre él—. El broche está roto; debe haberse caído esa noche. —Apuntó hacia su clase—. Tengo que irme. Asentí inexpresivamente. —Gracias. —Caminando de regreso a mi casillero, estiré mis dedos lentamente para revelar el medallón en forma de corazón que nunca había esperado volver a ver. Sabiendo que no podía usarlo más, al menos no hasta que estuviera reparado, lo puse en la parte superior de mi estante y cerré la puerta para ir a álgebra. A pesar de que un gran peso había sido levantado de mis hombros, por alguna razón no me sentía nada mejor respecto al futuro. Sólo seguía diciéndome que mientras más rápido terminara, mejor.

***

El jueves antes del aborto, intenté enfocarme en algo más. Aunque podría haber buscado qué estaba implicado en el procedimiento, no quería saberlo. Sólo seguía recordándome que la vida volvería a la normalidad después de eso. Como el sueño se rehusaba a venir, me escabullí de mi habitación, pensando en conseguir un bocadillo. Al salir por la puerta, escuché a mi mamá hablando con Warren, y me quedé en el pasillo, escuchando. —… probablemente, aprendió su lección. ¿Qué crees tú? —le preguntó mamá a Warren. —Es una chica genial, incluso con sus errores, y sí, creo que ha aprendido su lección. —Me alegra que ustedes dos se estén llevando tan bien —dijo mamá. Me asomé por la esquina y vi a mamá apoyando su cabeza en el hombro de Warren. Tenía una expresión muy tranquila con su mano extendida sobre su pecho. —Eres realmente bueno para ella, ¿sabes? ¿Cómo lograste que te diera una segunda oportunidad? Warren levantó su copa de vino. —Le pedí que me juzgara por lo que hacía, y no por lo que su padre había hecho. —Tomó un sorbo de vino—. Tal vez no me corresponde decirlo, pero su padre fue un idiota por alejarse de ustedes dos. Yo las adoro. —Él besó su nariz. Mamá se rió. —Lo sé. Tragué con dificultad y pegada a la pared regresé a mi habitación. Aunque yací boca abajo sobre mi cama, no pude dormir, y la noche se desplegó lentamente en un flujo constante de los recuerdos que me llevaron a esta elección.

*** Como había esperado, escuché a mamá irse temprano, y como hoy no había clases para que así los profesores pudieran volverse más inteligentes con su “día profesional”, pretendí dormir hasta que se fue. Entonces corrí como una loca por ahí para alistarme. Para el momento en que llegó Jimmy, ya lo estaba esperando en el porche. Me deslicé dentro de su auto.

—¿Llego tarde? —preguntó, mirando su reloj. —No —dije, sacudiendo mi cabeza—. Estás a tiempo. Tomó un par de lentes de sol de la guantera y se los puso. —El resplandor de la nieve es asesino esta mañana. —Comenzó a conducir—. ¿Todavía estás de acuerdo con esto? Apoyé mi cabeza contra el asiento y pensé, nunca he estado de acuerdo con esto. En lugar de decir eso, respondí: —Sí. —¿Segura de que no quieres ir a la policía? —Estoy segura. —Comencé a temblar y metí mis manos en el fondo de los bolsillos de mi chaqueta—. Sólo estoy asustada. Detuvo el auto y amablemente tomó mi mano. —Sé que lo estás, pero no tienes que hacer esto. Iré contigo a decírselo a tu mamá si quieres. Negué con la cabeza frenéticamente. —No, tengo que hacer esto. —Muy bien. —Comenzó a conducir otra vez—. Supongo que será mejor que nos dirijamos allá. Cuando nos detuvimos en la entrada de la clínica, tomé una respiración profunda. —Aquí vamos —dije—. ¿Trajiste el celular para que pueda llamarte después de que… esté hecho? Negó con su cabeza. —No. No planeo irme. Abrí la puerta del auto, agradecida de que se quedara, pero incluso así, mis defensas se elevaron. —No tienes que hacerlo.

—Lo sé. —Salió del auto y caminó junto a mí—. Pero pensé que debería quedarme sólo por si acaso. —Se detuvo ante la puerta y se volvió una última vez—. Skye, ¿estás segura? Tienes otras opciones. Crucé mis brazos sobre de mi pecho, intentando dejar de temblar. —Estoy segura, Jimmy. —Muy bien. —Abrió la puerta y me siguió. Me registré y le di a la recepcionista el dinero para cubrir el aborto antes de comenzar el papeleo. Mientras me sentaba en una silla de respaldo duro, los temblores se volvieron peores, y mis manos se apretaron en puños. Para mi sorpresa, Jimmy deslizó una mano sobre la mía—. Tranquila — susurró. Levanté la vista. Su preocupada sonrisa encontró mi mirada. —¿Alguna vez te preguntaste cómo terminaste en un lugar tan distinto al que se suponía que fueras? —pregunté, mirando alrededor de la sala al montón de chicas, algunas más jóvenes y otras mayores que yo. Me pregunté, ¿qué les habría ocurrido para traerlas hasta aquí? —Sí. —Estuvo de acuerdo—. Nada parecido a lo que tú estás pasando, pero lo he hecho. —Sus dedos acariciaron mi mano—. De algún modo todo va a estar bien otra vez, Skye. Sólo que no en este momento. Tal vez no por un tiempo. —¿Skye Williams? —Una enfermera sujetando un portapapeles apareció en la puerta. Jimmy apretó mi mano. —Esa es tu señal. Tragando con dificultad, asentí. —Supongo que sí. —Me forcé a mantenerme firme sobre mis bamboleantes rodillas. —Estaré aquí —dijo Jimmy, agarrando una revista de Sports Illustrated. —Gracias. —Seguí a la enfermera a lo largo de un pasillo con un montón de puertas cerradas. La primera de ellas estaba abierta, me hizo un gesto hacia el interior y apuntó a lo que parecía ser una bata de hospital que se encontraba en la primera camilla de examen. —Ponte eso. Quítate todo excepto los calcetines.

Dejó el portapapeles y se dirigió hacia la puerta. —Estaré de regreso. No me tomó ni cinco minutos el desvestirme y ponerme la bata, y en el minuto en que estuve lista, comencé a temblar, completamente consciente de lo frío que se sentía el cuarto. Noté lo que parecía ser un extraño monitor de televisión justo al lado de mi cabeza, y me pregunté para qué lo utilizaban. Un par de minutos después no tuve que seguir preguntándomelo cuando la enfermera y el doctor entraron. La enfermera esparció un gel frío sobre mi estómago y luego puso una especie de paleta extraña sobre mi vientre y la movió por encima. La pantalla cambió repentinamente a una imagen, y miré al doctor. —Este es un ultrasonido. Estamos revisando en caso de complicaciones. Ella se enfocó en un pequeño óvalo, y el doctor asintió. —Mídelo. La mujer colocó el puntero del ratón en varios lugares e imprimió unas imágenes que le entregó al doctor. Él asintió. —Basado en la fecha de su último periodo y el tamaño, tiene alrededor de doce semanas. Prepárela. —Salió mientras la enfermera limpiaba los residuos del gel. Entonces revisó la información que le había dado a la recepcionista, para confirmar que no tenía problemas de salud. Lo siguiente que supe, fue que la enfermera había sacado una bolsa de fluidos. —Voy a colocarte una vía intravenosa para que podamos darte una dosis de anestesia. Una vez que eso suceda, te quedarás dormida, y no recordarás el procedimiento. ¿Está bien? Tragué con dificultad y le permití pinchar mi brazo. Al principio, no encontraba la vena por lo que tardó un poco, luego sacó la aguja, dejando sólo un delgado cable de plástico bajo mi piel conectado a un tubo. Lo pegó con cinta adhesiva. Intenté no pensar, no sentir, todo mientras deseaba que la oscuridad llegara para así poder olvidar el último par de meses de mi vida. Entonces la oscuridad se llevó todo.

Capítulo 20 Traducido por AariS Corregido por Beatriix Extrange

—S

kye. ¿Puedes oírme? La oscuridad se arremolinaba a mi alrededor, y yo quería quedarme en su calidez.

—Skye, es hora de levantarse. —Alguien sacudió mi brazo. —Estoy cansada —dije, intentando rodar hacia un lado. —Lo sé. Pero necesitas levantarte. Sintiendo que se mantendría insistiendo, forcé mis ojos a abrirse. —¿Dónde estoy? —Todo estaba difuminado, y mi cuerpo se sentía como si no estuviera conectado a tierra. Seguí parpadeando, intentando despejar la neblina. —Estás en recuperación. ¿Cómo te sientes? —Me guió a una posición sentada. —Divertida. El mundo está borroso, y mi cabeza se siente como si estuviera envuelta en algodón. —Incluso formar palabras suponía un esfuerzo, ya que mi boca se había secado—. ¿Puedo tomar un vaso de agua? Palmeó mi hombro y asintió. —Volveré enseguida. —Volvió con un vaso de plástico—. Lo que sientes es la anestesia. Tiene ese efecto. Tomé un sorbo, intentando aceptar mi visión borrosa y dolor de cabeza como algo normal. —¿Cuánto tiempo he estado inconsciente? —Unos treinta minutos. —Cogió el portapapeles y garabateó en mi gráfico—. No querías volver. Tomé un profundo aliento y pensé: ¿Por qué no iba a querer estar en algún otro lugar excepto aquí?

—¿Está hecho? —Intenté mantener mi voz plana, que no se viera afectada por la oscuridad consumiéndome. Frunció el ceño, escudriñó mis ojos y supe que se preguntaba cuál era la respuesta correcta. Finalmente, asintió. —La razón por la que viniste aquí ha terminado. Parpadeé con fuerza, intentando enfocarme en sus rasgos, pero no pude. Pensé en esa mancha que había aparecido en el equipo antes de esto, y el vacío me presionó. —¿Cuándo puedo irme a casa? Hojeó mi gráfico. —En pocos minutos. Tus signos vitales parecen estar bien. Si permaneces estable durante la próxima media hora más o menos, repasaremos tus instrucciones, y tu amigo puede llevarte a casa. ¿Cómo te sientes? Froté mi cuello. —Cansada. —Eso es normal, también. —Señaló a mi ropa—. Si te sientes animada para ello, puedes vestirte. —Se dirigió hacia la puerta—. ¿Necesitas ayuda? —No. —Envolví mis brazos sobre mi abdomen y esperé. Una vez que la puerta se cerró, me quité la bata. Mientras me vestía, casi perdí el equilibrio pero me las arreglé para permanecer de pie. Las náuseas me asaltaron. —Oh, Dios —susurré—. Ayúdame. Mis dedos son torpes, aún luchando contra los efectos prolongados de la anestesia. Para cuando la enfermera volvió, me había vestido, solamente deslizando mis zapatos a medio camino. Medio escuché sus instrucciones y firmé en todos los lugares correctos. Aunque la anestesia aún revolvía mis pensamientos, me reuní con Jimmy y salí por mi cuenta. Más de una vez, me frunció el ceño. Cuando salí de un bordillo, empecé a caer, pero atrapó mi brazo y, a pesar de mis protestas, me condujo hasta su coche, abrió la puerta del pasajero y me metió dentro.

Descansé contra el asiento, intentando evitar que el mundo girara cerrando mis ojos, pero continuó con su lenta rotación, arrastrándome con él. Agarré los reposabrazos. —¿Estás bien? —Jimmy puso en marcha su coche. —Bien. Es sólo la anestesia que me dieron. Hace que me maree. Comenzó a conducir. —¿Por qué no descansas? Te ves enferma. —Está bien —susurré.

*** —¿Skye? Abrí los ojos lentamente y descubrí que tenía un dolor de cabeza entre las sienes, pero esta vez los alrededores quedaron enfocados. Aunque siempre me había encantado el color azul, mis paredes eran blancas, y debería haber habido un vestido de bautizo cosido a mano colgado en la pared… un regalo de mi abuela antes de que falleciera. Mi madre se había negado a permitirme pintar mi habitación de azul, sin embargo estas paredes eran definitivamente… azules. Y una estantería contra una pared destacaba con numerosos trofeos. Modelos de aviones colgaban de hilo de pescar clavado en el techo. —¿Skye? Me volví para encontrar a Jimmy en una silla con ruedas de su escritorio, su ordenador detrás de él. Apoyó los codos en sus rodillas mientras se inclinaba y me miraba ansiosamente. —¿Dónde estoy? —Miré mi cuerpo, dándome cuenta de que me había cubierto con una manta. —Mi habitación. —Se levantó—. Estabas fuera de combate cuando condujimos de vuelta, y no quería sólo dejarte en tu casa, donde no había nadie, en caso de que algo sucediera. Un rubor se deslizó en mis mejillas. —¿Qué hay de tus padres? ¿No pensaron que era extraño verte llevándome dentro? Sacudió la cabeza.

—No había nadie aquí, Skye. Mis padres están divorciados y mi padre está fuera de la ciudad. Tu secreto está a salvo. Me senté lentamente, preguntándome si todavía me sentiría mareada, pero el mundo permaneció nítidamente enfocado. —¿Podría tener algo de beber? Mi boca está seca. —Lamí mis labios. —Claro. —Desapareció mientras palmeaba mi pelo, preguntándome cómo me vería de mal. Aunque seguí esperando dolor, no hubo mucho. Aún no podía tocar mi abdomen sin ver esa ecografía, sabiendo que una vez había existido un bebé al que había tenido miedo de permitir crecer. Me estremecí. —¿Estás bien? Estás un poco pálida. —Jimmy se dirigió a la cama con una taza que me entregó. Forcé una pálida sonrisa y dije: —Sí, estoy bien. Sólo tengo dolor de cabeza. —A pesar de mis mejores esfuerzos, aún temblaba y casi derramé el agua cuando tomé un sorbo—. ¿Qué hora es? Miró su reloj. —3:30. ¿Tienes frío? —Estoy bien. —Tragué saliva—. ¿Puedo usar tu baño? —Levanté mis piernas de la cama. —Claro. Aunque pensé que iba a liderar el camino, me sorprendió que me esperara para ponerme de pie y sostenerme. A pesar de que sus dedos rodeaban fácilmente mi brazo, su agarre era suave, tranquilizador. —Hazlo pausadamente. —Me examinó, probablemente preguntándose si me caería en el momento en que él se fuera—. ¿Estás bien? Asintiendo, dije: —Sí. Estoy bien. —Sígueme. —Caminó delante de mí, teniendo cuidado de no adelantarse demasiado.

A pesar de que crispara mis nervios ser mirada tan cuidadosamente, también me hacía sentir segura. Caminó pasillo abajo, y señaló la primera puerta abierta. —Ahí tienes. —Encendió el interruptor de la luz—. Hazme saber si necesitas algo. —Gracias. —Cerré la puerta y me incliné contra ella. Inmediatamente, todos los recuerdos llenaron mi mente—. Desaparezcan —susurré. Cuando me alivié, sentí sangre saliendo de mí, y me armé de valor, intentando no entrar en pánico. ¿Había mencionado esto la enfermera? —¿Todo bien? —preguntó Jimmy desde el otro lado. —Bien —dije demasiado efusivamente—. Está todo bien. —Lágrimas quemaron en mis ojos y me dije a mí misma que no llorara. Esto no era el fin de mi vida. Podía empezar de nuevo. Sin embargo, incluso cuando subí mi ropa interior, pude sentir más sangre y algunos calambres. ¿Qué significaba esto? Me lavé la cara, puse mi pelo en su lugar, y caminé al pasillo. Los calambres me hicieron doblarme levemente. Jimmy agarró mi antebrazo. —Estás blanca como un fantasma. ¿Estás bien? —Estoy bien. Hay un poco de sangrado. Escrutó mis rasgos. —¿Crees que deberías ver a un médico, Skye? Me enderecé y me aparté. —No, está bien. —¿Qué pasa si no lo está? —Sus ojos hurgaron en mí—. Podrías sangrar hasta morir. —Metió la mano en el bolsillo por sus llaves—. Creo que deberíamos ir a la clínica de emergencias. —No. —Sacudí la cabeza firmemente. Doblé los brazos sobre mi pecho. No era demasiada bravuconería porque sabía que si él quisiera, podría acarrearme sobre su macizo hombro y me llevaría adondequiera que quisiera, pero sabía que no lo haría—. No voy a ir. He visto suficientes médicos por un mes. Sólo quiero irme a casa. — Empujé el pelo de mi cara detrás de mis orejas. —No deberías estar sola.

Sonreí beatífica y mordazmente. —No te preocupes. Mi madre estará en casa pronto. No estaré sola por mucho tiempo. Incluso si algo sucediera, no sería tu culpa, Jimmy. —Palmeé su mano, y maldición si no sentí mis ojos llorosos de nuevo—. Tú no hiciste este desastre o te prestaste para arreglarlo. Sólo me llevaste. —Miré pasillo abajo—. ¿Ahora puedes llevarme a casa? —Claro. Caímos en silencio de camino a casa, y cuando Jimmy se detuvo en mi camino de entrada, ofrecí una débil sonrisa. —Gracias. No sé qué habría hecho sin tu ayuda. Devolvió la sonrisa. —Estoy contento de haber podido ayudar. Sólo deseo que hubiera sido bajo mejores circunstancias que llegáramos a conocernos el uno al otro. —Yo también. —Cerré la puerta del coche y caminé adentro, aliviada de que mi madre no hubiera llegado a casa. Mi secreto permanecería sin descubrir. Jimmy esperó hasta que cerré la puerta y me dirigí adentro de la casa, antes de conducir alejándose. Una vez dentro, me dirigí a mi habitación. —No pienses en ello —susurré tranquilamente, pero no podía parar. Podía sentirme a mí misma aún expulsando sangre. No importa qué, no podía pedir ayuda. Había hecho esta elección, y no importa el costo, no se lo diría a nadie. Miré los animales de peluche tendidos en mi cama. Una estantería sostenía los libros que me gustaban cuando era pequeña y las revistas que había guardado durante años. En una pared, vi el panel de corcho cubierto de tela con fotos de Devin y de mí cubriéndolo. Arranqué la chincheta de una imagen de Devin y yo en el baile de quinto grado. Aunque la cámara nos había tomado sonriendo, recordé cuánto de fachada había tenido. La ira había empezado ese año cuando seguía intentando entender cómo mi padre podía haberse ido. La única conclusión que había alcanzado era que lo había alejado. Desde esa foto, había alejado a Devin también, constantemente probándolo para ver cuán lejos podía ir. La foto se deslizó y revoloteó hasta el suelo. Ahora lo sabía. Nunca me había olvidado, y había sido culpa mía. Con manos temblorosas, recogí la fotografía y la puse de nuevo. Tragué saliva, viendo por primera vez cuántas cosas buenas había tenido, incluso sin mi padre, y ¿cómo podía juzgarlo cuando ni siquiera había dado a la niña que había estado dentro de mí una oportunidad?

Esta habitación, estas cosas, esta vida, pertenecían a alguien más, alguien que había muerto en esa clínica. Me incliné contra la puerta, llorando. Los sollozos me golpeaban, y me deslicé hasta que golpeé el suelo. Me quedé ahí hasta que no pude llorar más. Luego me fui a la cama.

*** Estaba oscuro, tan oscuro que no podía ver justo en frente de mí. Intenté sentir mi camino a través de la oscuridad, pero no podía aferrarme a nada. ¿Dónde estaba? Una luz brillaba por delante, y me escabullí hacia ella. La oscuridad terminaba en una habitación tan brillante que tuve que proteger mis ojos. Blancas paredes, suelo blanco, techo blanco. A mis pies yacían muñecos desnudos y rotos. Uno había perdido un brazo, otro una pierna. Uno estaba sin cabeza. Todos estaban ensangrentados. Voces. —¿Está inconsciente? Había una camilla en el centro de la habitación, y mi cuerpo yacía sobre ella. Una enfermera se inclinaba sobre mí. Llevaba una bata de hospital justo como en la clínica. —Sí, Dr. Sims, está inconsciente. Podemos empezar. —¡No! —grité—. He cambiado de idea. —Pero la yo en la mesa no se movió, y era la única a la que ellos veían. A mi izquierda estaba un monitor, y en la pantalla las líneas saltaban y se sumergían, haciendo extraños picos y valles antes de caer en una súbita línea plana. La mirada de la enfermera se volvió bruscamente hacia él. —¡Doctor, está cayendo! Vamos a perderla. Se encogió de hombros, sacando sus sangrientos guantes y tirándolos en un cubo de basura. —Se lo merece. Quizás podamos salvar al bebé.

*** Me erguí, temblando tanto que mi estómago se encogió. Sudor lustraba mi cuerpo, y la transpiración corría bajando por mi cara. Mi estómago dolía, pero me imaginé que estaba bien… todo lo bien que alguna vez podría estarlo. Ese bebé estaba muerto.

Mirando hacia fuera de la ventana, me di cuenta de que la noche había oscurecido el cielo. Miré el reloj. 8:00. Mamá tenía que estar en casa. Quizás solamente no se había molestado en despertarme. Agarré un pañuelo de papel y enjuagué mi cara, pero después de que el sudor se fuera, mis pálidas mejillas aún insinuaban que había algo fuera de lugar. Sólo tenía que esperar que ella no lo notara. Luchando por recuperar la compostura, deambulé hacia debajo de las escaleras y el comedor. Mamá se sentaba en el sofá junto a Warren. Aunque habían estado hablando en tono bajo, cuando permanecí en la puerta, Warren sonrió. —Hola, Skye. —Hola. —Enterré mis manos en los bolsillos, crucé la habitación, y me senté en el sillón reclinable. —¿Te sientes mejor después de tu siesta? —preguntó mamá. Me encogí de hombros. —Estaba bien antes de mi siesta. ¿Qué te hizo pensar que estaba enferma? Se inclinó en el hombro de Warren. —No te veías bien, y no parecía que quisieras levantarte así que pensé que sólo pondría tu plato en el microondas. —Gracias, mamá. —Comencé a caminar hacia la cocina. —Skye, ¿podemos hablar un minuto? —Esperó hasta que me reuní con ellos antes de mirar a Warren y luego de vuelta a mí—. Warren y yo vamos a ir a Las Vegas este fin de semana para casarnos, pero queremos tu bendición. Sentí una sonrisa explotar a través de mi cara. —¡Eso es estupendo! —dije con entusiasmo, primero abrazando a mamá y luego a Warren. —¿Cómo te sientes acerca de un viaje? Tragué saliva y sonreí. —Mamá, estoy feliz de que se casen, pero necesitan pasar el fin de semana el uno con el otro. —Elevé mis manos y dije—: Y no, no estoy planeando hacer algo salvaje o loco. Nadie pondrá un pie en esta casa salvo yo.

—¿Estás segura de que no quieres ir? —Warren apretó mi mano—. Nos encantaría tenerte. —En mi interior, el pánico me apretó tan fuertemente que era difícil respirar. ¿Por qué están siendo tan agradables conmigo? No lo merezco. Nunca lo mereceré de nuevo. Forcé una pálida sonrisa mientras apretaba su mano de vuelta. —No es que no quiera ir. Pero ambos pueden aprovechar un fin de semana libre de Skye. —Envolví mis brazos alrededor de mi abdomen, intentando parar de temblar. —¿Estás bien? —Mi madre se enderezó y se inclinó hacia delante, su sonrisa disminuyendo levemente—. Aún pareces pálida. —Estoy bien. —Me evadí hacia la cocina—. Voy a comer, ¿está bien? Mamá asintió. —Está bien. ¿Has visto a Devin hoy? Vino a buscarte ayer antes de que hubieras llegado a casa, y olvidé decírtelo. —Miró a Warren a los ojos y sonrió—. Estuve… distraída. Oh, Dios. Me encogí, sacudiendo la cabeza. —No, mamá, no lo he hecho. —Di otro paso hacia la puerta—. Tal vez lo llamaré antes de comer. —Me volví e intenté no apresurar mis pasos, al menos hasta que alcancé con el pie la escalera y las subí de dos en dos, llegando rápidamente a mi habitación. Para cuando cerré la puerta de mi habitación, las lágrimas fluían, y me doblé. Devin lo sabía. Eso era lo que lo había traído aquí. Bethany se lo había contado. Tal vez podía haber perdonado todo lo que ya había hecho, pero esto… esto era imperdonable, y yo lo sabía. Atraje mis rodillas a mi pecho y me incliné contra la puerta.

Capítulo 21 Traducido por rihano Corregido por Natyº

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esde el suelo, observe la noche tejiendo su hechizo y trazando el camino de la aurora a través de mi dormitorio. Cada vez que había empezado ir a la deriva, me agitaba hasta despertarme, prefiriendo la realidad a los horribles sueños. Tarde por la mañana, me obligué a ducharme. Sorprendentemente, sobreviví en piloto automático. Por supuesto, lo que había planeado hacer requería que sintiera, hablara y aceptara la realidad de la que había intentado tan duro escapar. Me envolví en un grueso suéter gris y pantalones vaqueros mientras me dirigía a la planta baja. A pesar de que había esperado que mamá estuviera haciendo el desayuno, el silencio llenó la casa vacía. En la cocina, vi una nota apoyada contra el frutero. Rápidamente la recogí desdoblando un mensaje de mamá. Ella y Warren habían ido de compras para su viaje el próximo fin de semana. Con manos temblorosas, la volví a doblar y la coloqué en su lugar de nuevo, luego agarré mi abrigo y las llaves y me dirigí hacia la casa de Devin. Mientras caminaba en el exterior, inspeccioné el cielo. La nieve contenida hinchaba las nubes. Para esta noche habría más. Un camión retumbó por la calle, rociando sal sobre la nieve y el hielo, volviendo la nieve gris. Invierno en Illinois, tenía que amarlo. El frío me obligó a enterrar mis manos en los bolsillos, y mi aliento salió en tenues humaredas que se disiparon durante el ascenso. —¿Por qué te estás haciendo esto a ti misma? —susurré, negando con mi cabeza, ya sabiendo lo que me esperaba, pero incapaz de detener el tren de la destrucción. Tengo que hacerlo. Tal vez no hará ninguna diferencia, pero no puedo dejarlo así. Acercándome a la casa de Devin, recordé todas las veces que me había ayudado a salir de los líos en los que me había metido. Apreté los dientes, dándome cuenta de que lo había intentado una última vez más, por todo el bien que esto había hecho. Él no podía salvarme de mí misma más de lo que yo podía. Miré su coche, y pensé en todas las veces que me había montado con él, sin saber que me amaba. Cómo podía él creer lo suficiente en mí como para ofrecerse a sí mismo por mí.

Tragando saliva, me obligué a tocar el timbre. Por favor, pensé, por favor, Dios, dame las palabras adecuadas. No me dejes lastimar a alguien más. Al segundo timbre, la madre de Devin respondió. —¿Skye? Asentí con la cabeza. —Sí, señora. Sé que Devin sigue castigado, pero me preguntaba si podía verlo durante unos minutos. Es importante, y no tomará mucho tiempo. Ella se encogió de hombros. —No veo nada malo en eso. Él ha estado tratando de corregir su conducta. Lo voy a enviar, a menos que quieras entrar. —Abrió más la puerta a manera de invitación. Negué con la cabeza. —Preferiría quedarme aquí, si le parece bien. —Lo enviaré. Pasaron un par de minutos antes de que Devin finalmente llegara a la puerta. Al principio, sólo nos miramos el uno al otro, ninguno de los dos seguros de qué decir. Por último, rompí el silencio. —Mamá dijo que pasaste por allá. —Sí. —Asintió con la cabeza bruscamente—. ¿Por qué no me llamaste el jueves? Bethany dijo que estabas en problemas. Me mordí el labio inferior. —Mi mamá no me dio el mensaje hasta ayer por la noche. Ha estado liada con Warren y los planes de la boda. Devin puso sus manos en sus caderas. —Entonces, ¿qué está pasando, Skye? ¿Qué tipo de problemas? Miré a su cuello, tratando de ver si aún llevaba el collar pero el bulto revelador parecía ausente. Crucé los brazos a través de mi pecho.

—No hay ningún problema, Devin. —Le di la espalda, tratando de no llorar. Me mordí el labio tan fuerte que sangró. Cualquier dolor físico era mejor que esto—. Nada de lo que necesites sacarme. Después de todo, tú me lo advertiste, y no escuché. Frunciendo el ceño, Devin soltó: —Maldita sea, Skye, estás hablando sin sentido. ¿Qué tipo de problemas? No es como si hubieras estado viendo a Kellin desde la fiesta... —Miró hacia abajo, su voz cayendo mientras calculaba los días—. Dime que no es lo que estoy pensando. —Un fuerte ceño frunció su frente con líneas de preocupación. —Ya no es así. —Mi tono de voz sonó tan normal. Tan en piloto automático. Devin me agarró de los brazos. —Dime que no lo hiciste. Dime que todavía tienes una opción. Me quedé perfectamente inmóvil y aparté mi mirada. —Yo... no puedo. Poco a poco me soltó, un dedo a la vez. —Tuviste un aborto, ¿verdad? —preguntó en voz baja, de tal forma que no implicaba realmente una pregunta, antes de dar un paso atrás, su mirada ardiente atravesándome. Tomé una respiración profunda, orando para poder atravesar por esto. — Yo... —Mi voz se apagó. Los ojos de Devin se redujeron a rendijas. —Tú lo hiciste. —Dio un paso hacia atrás alejándose de mí y sus brazos lentamente bajaron, sus dedos se cerraron y abrieron en repetidas ocasiones, como si no tuviera ninguna idea de qué hacer con ellos. —No es como si tuviera opciones —dije finalmente con voz ronca. Retiré agresivamente un mechón de pelo de mis ojos y lo fijé detrás mi oreja. —Oh, de verdad. —Sacudió la cabeza—. ¿Trataste de hablar con tu mamá? ¿O incluso conmigo? Yo habría tratado de ayudar. —No era tu bebé. Era de Tyler, y Dios salve al mundo de otro como él.

Devin, con su rostro pálido, movió lentamente la cabeza como si estuviera aturdido. —No puedo creer que te acostaras con él, Skye. Él es escoria. Una voz interior me impulsó a decirle toda la historia, pero no podía, no después de atravesar tantos problemas para ocultarlo. Subí la cremallera de mi abrigo. —Además, no querías hablar más conmigo, y mi mamá no lo hubiera entendido. —¿Lo intentaste, Skye? —preguntó más fuerte—. No —respondió, caminando a mi alrededor—. Estoy enfadado, sí, y creo que ambos entendemos por qué, pero eso no significa que si estás realmente en problemas yo no ayudaría. Maldita sea, Skye, me acerqué ayer porque Bethany pensó que yo era tu última esperanza. —Tú me dijiste que no querías recoger los pedazos. —Me estremecí a pesar de mi abrigo—. Ése es el por qué no te lo dije. —¿Y ésta fue tu respuesta? Estiré mi brazo buscando el suyo, pero al momento en que lo toqué, él me miró. —No importa lo que haga, no puedo ayudarte, Skye. La mitad del tiempo no quieres escuchar, y la otra mitad ya es demasiado tarde para cualquier cosa que yo pueda decir. —Dio un paso atrás—. No te conozco. La chica que conocía no habría hecho esto. —Empecé a protestar, pero me hizo un gesto con la mano para callarme—. Mira, has dejado claro que no deseas esta amistad, y he sabido durante mucho tiempo que no quieres una relación. Pero no puedo seguir con este tipo de tira y afloja. Necesitamos ir por caminos separados. —Empezó a entrar. —¿Es esa tu idea o de Bethany? —Tan pronto como había hablado, me arrepentí de esas palabras, pero no podía regresarlas. Se detuvo en seco. —No vayas por ahí. Lo que está pasando con Bethany no es tan importante como lo que está pasando aquí. —Abrió la puerta y entró, dejándome en el frío. Esperé con la esperanza de que volvería, pero no lo hizo. Mis razones para el aborto no cambiaban lo que había hecho. Tal vez si yo le hubiera dicho antes sobre la fiesta, él habría escuchado y llegado a un acuerdo con esto, pero esta revelación después de los hechos sólo hizo más difícil para él no juzgarme.

Todo el camino a casa miré un mundo tan diferente al que había visto la semana pasada. Seguí tratando de encontrar la seguridad que me proporcionaba estar con mi mejor amigo, pero él ya no era más mi mejor amigo. Nuestra amistad, aunque increíblemente fuerte, nunca había sido irrompible. Había hecho la mitad del camino a casa cuando vi el Camry color rojo que Bethany poseía dirigiéndose hacia la casa de Devin. Debe haberme visto también porque detuvo el coche y se bajó. A pesar de que la escuché decir mi nombre, seguí caminando, tratando de ignorarla, al menos hasta que corrió y se metió en mi camino. —Estoy tratando de hablarte. —Fuera de mi camino. Sacudió la cabeza. —No, Skye. No esta vez. Metí mis manos en los bolsillos. —¿Qué quieres? Conseguiste a Devin. ¿No es eso suficiente? —Intenté esquivarla por un lado, pero se negó a dejarme pasar. —Devin y yo somos amigos. Si ustedes dos consiguieran dejar atrás esto, te darías cuenta de eso. Apreté mis dedos en el interior de los bolsillos. —No creo que vaya a suceder, sobre todo desde que lo ayudaste a descubrir mi... situación. —Me apresuré a pasarla. —Tal vez si hubieras sido honesta, él podría haberte ayudado, pero no confiabas en él, ¿verdad? Poco a poco me di la vuelta. —Nunca fue una cuestión de confianza, Bethany. Devin ve al mundo tan imperfecto como maravilloso. Y hay algunos defectos que él no puede aceptar. —Una lágrima se derramó por mi cara, y pasé abruptamente la mano por mi mejilla—. Felicitaciones, descubriste la manera de hacer que me odiara. Tú ganaste. Empecé a correr, pero no importaba cuán lejos o rápido corriera, nunca podría escapar. Nunca.

Capítulo 22 Traducido por Maky Corregido por Nanis

abía rezado por un milagro que detuviera la escuela antes del lunes o incluso me habría conformado con un desastre natural. Como ninguno de los dos apareció, me vestí como de costumbre. Mi reflejo mostró oscuras sombras debajo de mis ojos por la falta de sueño. Las pesadillas aún venían frecuentemente. Últimamente, incluso observar la televisión resultaba infernal por culpa de todos los anuncios de comida para bebé, pañales, juguetes, y todo lo demás. Donde quiera que mirara veía bebés. Incluso encontré una historia sobre el aborto en una de mis revistas, la que arrojé contra la pared antes de arrugarla y arrojarla a la basura. No pude enfrentarlo.

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Como no podía dejar de ir a escuela, escogí una sudadera color azul marino de la Federación de Preservación de la Fauna y pantalones, pero también éstos, parecían diferentes, y me pregunté si yo lucía diferente. Todos estos cambios remontaron la transformación de la persona en la que me he convertido en lugar de la persona que había sido. Tal vez debería haberle pedido a mi mamá que me llevara a la escuela, estaba como a diez grados en el exterior, pero realmente no quería estar cerca de nadie, especialmente de alguien que tiene la extraña habilidad de leerme. La única excepción era cuando ella estaba molesta, la furia comprometía su juicio. Pero justo ahora, ella era feliz, al menos hasta que la verdad saliera a la luz. Puesto que aún no me había convertido en una hábil mentirosa, no la quería cerca. Así que caminé, todo el tiempo lamentándome por no traer guantes. Cuando mi piel se puso roja, metí las manos en mis bolsillos. Llegué cerca de diez minutos antes de la primera campana, justo el tiempo suficiente para meter mis libros en mi casillero. Antes de cerrar la puerta del casillero, eché un vistazo en el espejo colgando de ella, y vi a alguien en una chaqueta de deportista de pie detrás de mí. —¿Te divertiste en la clínica? Cerré la puerta con fuerza y me giré, quedando cara a cara con Tayler mientras él se inclinaba en el casillero de al lado. Una de sus manos formó un puño y lo golpeó en su palma abierta.

—Apuesto a que ahora desearías haber salido conmigo cuando te lo pedí. Entonces nada de esto habría pasado. Di un paso hacia atrás. —Seguirías siendo igual de repulsivo —repliqué. —Oh, de verdad. —Dio un paso hacia mí. Me estremecí. —Aléjate de mí —dije furiosa en un bajo susurro. Di un paso hacia atrás, poniendo distancia entre nosotros. —¿O harás qué, Skye? —Tyler sonrió brevemente—. Las marcas se han ido. Así como cualquier otra evidencia que podrías haber usado en mi contra. Además, nadie, ni siquiera tu mejor amigo, cree más en ti. —¡Hey, Skye! —Otra voz masculina llamó. Jimmy se acercaba a mí—. Necesito algo de ayuda con mi tarea de inglés, e imaginé que tú eras la persona a la cual preguntar. —Apuntó su mirada hacia Tyler—. ¿Has terminado? Encogiéndose de hombros, Tyler dio un paso hacia atrás. —Por ahora, supongo. Jimmy me observo. —Bien. ¿Te importaría seguirme a mi casillero? —Mientras caminábamos, sentí la furiosa mirada de Tyler, y supe que estaría esperando el momento oportuno hasta que pudiera atraparme de nuevo. —En absoluto. —El alivio fluyó a través de mí. Mientras recorríamos los pasillos, me di cuenta de Devin de pie frente a su propio casillero con Bethany junto a él. Una sensación de alivio fluyó a través de mí mientras me daba cuenta de que Kellin no había levantado cargos, permitiendo el regreso de Devin. A pesar de que traté de no mirarlo fijamente, no pude evitarlo. Él debió sentir el peso de mi mirada por lo que echó un vistazo en mi dirección, primero hacia Jimmy y luego hacia mí antes de descartarnos. Cuando Jimmy y yo llegamos a su casillero, él tomó su libro de inglés y cerró la puerta.

—Realmente no necesito ayuda. No tengo ninguna tarea, al menos no en inglés, pero supuse que Tyler estaba molestándote. Mi boca cayó abierta. —¿Cómo lo supiste? Se encogió de hombros. —Las cosas que escucho en el vestuario, Skye. Confía en mí. Ha hecho de ti un tema candente. Tragué fuerte y lleve mi mirada hacia el suelo. Sintiendo que me había ofendido, Jimmy apretó mi hombro. —No quise avergonzarte, y si pensara que reorganizar su rostro lo haría un ser humano decente, arrojaría el primer golpe, pero creo que sólo lo empeoraría. —¿Él puede empeorar? ―espeté. Jimmy se rió mientras Becca se paraba frente a nosotros. Ella recorrió su mirada desde mi cabeza a mis pies antes de volver su atención hacia Jimmy. —Hey, Jimmy, ¿recorriendo los barrios bajos estos días? —No. —Él negó con su cabeza, su sonrisa nunca se apagó—. Si lo hiciera, saldría contigo, dulzura. —Acarició su barbilla. Y luego ella golpeó su mano. —¡Cállate! —espetó, fulminándome con la mirada mientras gesticulaba sus palabras―. Bienvenida a tu peor pesadilla. Jimmy dio un paso entre nosotras. —Más tarde, Becca. —La fulminó con la mirada mientras se alejaba—. ¿En dónde es tu clase? —La primera campana sonó mientras terminaba de hablar. Apunté hacia el final del pasillo. —Un poco más adelante. Miro mi libro y sonrió. —Matemáticas. Vaya manera de comenzar el día. Como al parecer salir con Kellin te ha vuelto muy popular entre tan agradable gente, te acompañaré.

—Tyler sabía dónde había estado este fin de semana ―dije en voz baja, consciente de los estudiantes pasando junto a nosotros. Cepillé el flequillo de mis ojos—. ¿Cómo crees que lo averiguó? Se encogió de hombros. —Una de las porristas probablemente nos vio yendo a la clínica. No es exactamente un lugar aislado, y ellas pudieron haber pasado conduciendo y nos vieron. Apreté más fuerte mis libros contra mi pecho. —Perdón por arrastrarte en esto. Jimmy se detuvo frente a mi clase. —Me ofrecí, ¿recuerdas? Finalmente asentí. —Sí. Y gracias. —No hay problema. —Se alejó. Sentí a todos los estudiantes mirarme mientras me dirigía a mi escritorio. En el camino, uno de los jugadores de fútbol me hizo tropezar. Mientras trataba de detener mi caída, todos mis libros cayeron. Todos se rieron. Mientras la campana sonaba tardíamente, me arrodillé a recogerlos. El deportista se inclinó hacia mí, con una sonrisa malvada a través de su rostro. —Tendré una fiesta este fin de semana. ¿Quieres venir? —Apretó mi hombro. Horrorizada, me aparté, terminando de recoger mis libros, y me apresuré a mi escritorio. Después de eso, el día fue bien, hasta el tercer periodo. Aunque siempre había disfrutado psicología, hoy definitivamente podría haber vivido sin ella. La señora Densmore había escrito en el pizarrón: Así que, ¿cuáles son las respuestas a la prevención del embarazo en adolescentes? Y debajo de la pregunta, había escrito: abstinencia, control de natalidad, aborto. El simple tema me dejó temblando, y empecé a sudar frío. Cuando leí la palabra “aborto” el pánico se apoderó de mí. A mi alrededor, los estudiantes charlaban en voz obstinada, mientras pensaba que eran imparciales y aun así comprensibles. Traté de ignorarlos, pero la habitación completa zumbaba.

—Es asesinato. Cualquier chica que tiene un aborto es una asesina de bebés. —Gail Lewis empujó sus anteojos más arriba en su nariz. —Ni siquiera es un bebé aún. —Alex Kimball argumentó, inclinándose hacia atrás—. Un feto no es un bebé. —No —Gail replicó—. Sólo se convierte en uno si nadie desgarra su cuerpo tratando de sacarlo. —Fulminó a Alex con la mirada, con furiosas manchas rojas iluminando sus mejillas. La campana sonó tarde y la señora Densmore caminó hacia el podio. —Vaya, vaya. —Nos miró—. Ya tenemos una gran discusión. —Se giró hacia el pizarrón—. Entonces, ¿qué es el aborto, de todos modos? —Asesinato —dijo Gail—. Puro y simple. La señora Densmore cruzó los brazos sobre su pecho y se enfrentó a la clase. —¿Alguien más? —Es control de la natalidad —dijo Steve Givens, echando un vistazo alrededor de todo el salón, tratando de conseguir el apoyo de otros chicos. Me encogí. A pesar de que nunca había utilizado esas palabras, ¿no lo había definido yo también como tal? El respaldo de mi silla atrapó mi cabello, arrancando mechones de mi cabeza. Mi rostro se sentía como si estuviera en llamas. La señora Densmore pareció darse cuenta mientras se daba la vuelta hacia mí y preguntaba: —De acuerdo, Skye. Puedo decir que este tema puso un dedo en la llaga, ¿qué piensas tú? Traté de encogerme en mi asiento mientras la clase entera me miraba expectante. ¿La señora Densmore lo sabía también? —¿Skye? —preguntó—. ¿Cómo te sientes acerca del aborto? ¡No está bien!, quería gritar. ¡Es asesinato! Eso es lo que gritaba en mi interior, pero entonces, ¿cómo podría vivir conmigo misma si creyera eso? ¿Cómo podría llegar a perdonarme o pedirles a otros que me perdonaran?

—No lo sé —logré decir finalmente, moviéndome en mi asiento—. No he realmente pensado mucho sobre eso. Desde la parte posterior del salón, escuché una risa, y me giré para encontrar a Kaylee Johnson, otra de las amigas aduladoras de Becca, sonriendo. —¿Qué es tan divertido, señorita Johnson? —La señora Densmore miró a Kaylee. Kaylee inmediatamente se enderezó, y se encogió de hombros. —Oh, lo siento señora Densmore. Becca me dijo una broma antes de clase y acabo de entenderla. Creo que es la rubia en mí. Disculpe. La señora Densmore negó con la cabeza. —Trate de no ser tan rubia y concéntrese. Esto es serio. Kaylee asintió. —Tiene razón. Sé que algunos de nosotros lo tomamos mucho más en serio que otros. Lo siento. La señora Densmore me miró de nuevo. —Verán, Skye ha tocado algo que ninguno de nosotros quiere admitir. Ella no está segura de cómo se siente. Muchas personas no están seguras sobre cómo se sienten acerca de estas cosas porque no les afecta. No es personal. ¿Pero qué sucede cuando se vuelve personal? Miré alrededor de la habitación, agradecida de que todos los estudiantes, salvo Kaylee, se enfocaran en la señora Densmore. Kaylee, sin embargo, articuló “atrapada” antes de darse la vuelta. El resto de la clase se arrastró lentamente mientras observaba el reloj de cerca, desesperada porque la campana sonara. Agrupé mis libros y me apresuré a la puerta, ansiosa por escapar. —¿Qué sucede, Skye? —susurró Kaylee—. ¿Algo golpeó demasiado cerca de casa? Me tensé, pero no dije nada, esperando que si no reaccionaba, me dejaría sola. —¿Así que eres una asesina de bebés? ¿Es por eso que estabas en la clínica? —susurró. Los estudiantes se movían lentamente, obligándome a quedarme—. Sí, apuesto a que lo eres.

Finalmente, me di la vuelta y la fulminé con la mirada. —¡Cierra la boca! —espeté. Ella sonrió. —No hay necesidad de enfadarse, Skye. Los estudiantes finalmente deambularon fuera del salón, en dirección a sus próximas clases. Kaylee se abalanzó a mi alrededor para encontrarse con Becca. A pesar de que ella susurró detrás de su mano, supe lo que Kaylee le había dicho a Becca. Tampoco es que Becca se molestara en ocultar su placer. Un destello malicioso brilló en sus ojos y dijo: —¡Sí! —En voz alta.

*** Para el jueves, estaba segura de que toda la escuela lo sabía. Becca trató de asegurarse de eso, y quería jugar a la enferma el viernes, pero sabía que mamá y Warren volarían esa mañana. Si mamá pensaba que estaba enferma, reprogramaría su viaje. La secretaria habría llamado al celular de mi mamá si me hubiera escapado, y eso definitivamente la traería a casa a toda prisa. Así que no había nada qué hacer, excepto ir a la escuela. A la mañana siguiente, mamá preguntó: —¿Estás segura de que estarás bien mientras estemos fuera? —Ya que iba a salir de la ciudad, se empeñó en llevarme a la escuela. Salió del camino de entrada de la casa. Si no estuviera debajo de los diez grados, habría argumentado para caminar. —Estaré bien. —Miré por la ventana. Un autobús escolar se detuvo frente a nosotros, encendiendo las luces, y el conductor abrió la puerta para permitir que un puñado de niños abordara. —Sé que las cosas no han estado realmente bien entre Devin y tú. Debes extrañarlo. Tal vez si le das algo de tiempo, él se acercará. —Levantó su taza de café y tomó un sorbo. Negué con la cabeza. —Mamá, tú crees que todos pueden perdonar cualquier cosa, pero no funciona de esa manera. Tragué fuerte, sabiendo que Devin nunca me perdonaría.

Ella dejó la taza de vuelta en su soporte. —Tienes razón. Lo creo. De otra manera, ¿cuál es el punto de vivir? Aquellos que te aman tienen que amarte incondicionalmente. El autobús apagó sus luces y se precipitó hacia delante. En silencio, lo seguimos a la escuela. Antes de salir, mamá tomó mi mano. —Tienes tu llave de la casa, ¿cierto? Tiré de la cadena alrededor de mi cuello y le mostré la llave. —Sí, la tengo. Asintiendo con la cabeza, dijo: —Te quiero, Skye. —También te quiero. Pasa un buen rato. —Salí de su auto y entré al edificio, inmediatamente dándome cuenta de los decorados y carteles color celeste y blanco en los pasillos. Por un segundo, me quedé perpleja. Entonces lo recordé, la semana de regreso a casa. Dos porristas en sus uniformes se pasearon junto a mí. Dirigiéndome por el pasillo, vi a Tayler y a Becca hablando, pero rápidamente aparté la mirada, y ellos parecieron no darse cuenta. Dando un suspiro de alivio, me encaminé hacia mi casillero. Abrí la puerta y revolví entre mis libros hasta que encontré el de matemáticas. —¿Skye? Ante el sonido de una voz masculina a mi espalda, salté y me aferré al casillero para sostenerme. Me di la vuelta para encontrar a Kellin de pie allí. Me estremecí, con mi frecuencia cardiaca duplicándose. —¿Qué… qué estás haciendo aquí? —Lo siento. No fue mi intención asustarte. —Jugueteó con sus llaves, girando el anillo alrededor de su dedo—. Vine a hablar contigo. —Llevaba puesto unos pantalones y una camiseta color azul celeste, el mismo color que sus pálidos ojos. ¿Por qué no estaba usando su camiseta del fútbol? Por el rabillo de mi ojo, vi a Becca moviéndose hacia mí y me estremecí.

—No creo que esta sea una buena idea. —Cerré mi casillero y me dirigí hacia la dirección contraria, deseando que el pasado se quedara enterrado. —¿Por qué? —preguntó Keilin, caminando junto a mí. Becca se cernía cerca, fulminándome con la mirada, desafiándome a hablar con él. Tragué fuerte. —Sólo quiero dejar todo esto detrás de mí. —Supongo que eso me incluye. —Asintió lentamente—. Puedo entender eso. —Entonces se dio la vuelta y se alejó, nunca dándose cuenta de cuán cerca Becca nos siguió. —Sabia elección —dijo Becca, dando un paso hacia mí—. Está fuera de tu liga. —Dio un paso en mi camino. —Fuera de mi camino. ―Nunca pensé en golpear a otro ser humano en el rostro, pero en ese momento, estuve tentada. —¿O qué? —preguntó en voz dulzona. —Antes de que reorganice unas cuantas cosas que te podrían gustar como están. Arqueó una ceja. —¿Es esa una amenaza? La empujé al pasar, golpeando su hombro mientras me alejaba. —Tómalo de la manera que quieras. Cruzó los brazos sobre su pecho. —Estoy tan asustada, Skye. Me alejé, furiosa. Sabía que si me permitía reaccionar con violencia, ella no estaría caminando. Aun así, me las arreglé para controlarme. De hecho, el resto de la mañana pasó sin incidente alguno. Todo el infierno se desató en la tarde.

Capítulo 23 Traducción SoS por Adrammelek y Paaau Corregido por Dianita

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espués del almuerzo, noté que el pasillo de los estudiantes de segundo año estaba inusualmente lleno. Por otra parte, pensé, que tal vez eran miembros de la banda preparándose para el pep rally. Ignoré mis temores, hasta que vi demasiados rostros que no quería cerca de mi casillero.

Todas las porristas se alineaban en el pasillo, apoyadas en otros casilleros, aparentemente esperándome. Pensé en girarme, pero Becca me saludó abiertamente mientras que gritaba: —¡Hey, Skye! ¡Ven y únete a nosotras! —Después de eso, supe que no podía irme, a pesar de que lo quería desesperadamente. Haciendo caso omiso de ella, me acerqué a mi casillero. Miré a mi lado donde Devin conversaba con Bethany. Debió haber sentido mi mirada, porque me miró y luego se volvió hacia Bethany. Esperé que me mirara, pero no lo hizo. Entonces me encontré con Tyler, mi cuerpo chocó contra el suyo y empecé a caer. Agarró fuertemente mis brazos donde antes me había dejado moretones. —¡Hey, Skye! —dijo, sonriendo alegremente—. ¿Cómo estás? Me escabullí de su agarre. —Déjame en paz. —Me obligué a ir más allá de él, desviando mi mirada mientras intentaba llegar a mi casillero. Cuando llegué, retrocedí y susurré: —Oh, Dios. —Kétchup salpicaba la puerta de mi casillero. Las palabras “asesina de bebés” se deslizaban de él, la pintura roja goteaba como sangre. Tyler apareció delante de mí y dijo: —Oh. Qué lío. Haber, déjame abrirla para ti. —No sé cómo consiguió desbloquearla pero, ahí estaba. Agarró la puerta, la abrió de par en par, antes de quitarse del camino. Una marea de color rojo vino hacia mí. Cosas carnosas y ensangrentadas me pegaron en la cara y el pecho antes de salpicar el piso. Muñecas reales y ensangrentadas

llamaron mi atención. Me encontré mirando mis manos manchadas de sangre. Toda esta gente rodeándome. Becca preguntó: —¿Por qué mataste a tú bebé? Los rostros se cerraron a mí alrededor. Mi visión se atenuó. Empujé a través de los estudiantes y logré salir al estacionamiento. Corrí a través de la calle, llorando mientras me atravesaba en el camino de un coche. El conductor tocó la bocina y salió, pero no me detuve. El trayecto a casa estuvo borroso hasta que me lancé a los escalones de la entrada. Arranqué la cadena de mi cuello e intenté insertar la llave en la cerradura. Los dedos me temblaban tanto que erré varias veces. Por fin abrí la puerta completamente antes de encerrarme. —Oh, Dios. Oh, Dios. Paseé frenéticamente por la habitación. Intentando calmarme, me senté en el sofá, y me mecí atrás y adelante, todo mi cuerpo temblaba. El teléfono sonó, y yo salté. Después de cuatro tonos, el contestador atendió. —Señorita Williams, soy la señora Darrow de la secundaria West Martin. Tenemos que hablar con usted. Por favor, regrésenos la llamada. Me levanté y miré el sofá donde me había sentado, notando que había manchas de sangre. —Oh, Dios —susurré—. Dios. —Apenas podía ver a través de las lágrimas mientras corría a mi baño. Tambaleándome, me encontré cara a cara con mi sangriento reflejo. Mi camiseta blanca de botones estaba manchada. El bebé. Lo había matado. Seguí recordando la muñeca ensangrentada con una cuerda alrededor del cuello. —¿Qué he hecho? El teléfono volvió a sonar. Escuché. —¿Skye? Soy yo, Devin. Atiende, por favor. Sé que estás ahí. —Parecía preso del pánico. Por mi culpa. Lo había molestado. Le había hecho daño. Lo había hecho enojar. Corrí hacia el teléfono.

—¿Devin? —dije intentando hacer que mi voz sonara normal, pero la forzada calma sonaba peor. Sin embargo, no podía alejar los temblores de mi voz. —¿Skye? ¿Estás bien? —Estoy bien. No te preocupes. —Llevé el receptor hasta el baño de mamá. —Intenté alcanzarte, pero no pude hacerlo. ¿Tú mamá está en el trabajo? Abrí el armario de las medicinas. —Sí, estará pronto en casa. —Miré a través de las recetas escondidas ahí, pero mi visión estaba muy borrosa y pasé la mano por mis ojos para limpiar lo rojo en mi piel. —¿Por qué no me quedo contigo hasta que llegue a casa? Negué con la cabeza a pesar de que no podía verme. —No, está bien. Tienes mejores cosas que hacer que actuar como una niñera. Sólo fue una estúpida broma. —No importa —argumentó—. Eso fue cualquier cosa, menos una broma. Ahogué un sollozo mientras encontraba el vial con una pastilla de Valium8. No valía la pena. —¿Skye? —dijo Devin, con un tono un poco más urgente—. Háblame. Seguí buscando en el armario de los medicamentos y tiré unas cuantas botellas al lavamanos. —Siento ser una pésima amiga. He hecho cosas que hubiera no querido hacer. Casi conseguí que te suspendieran. Todo por mí culpa. —Mi humor de cascarrabias casi consigue que me suspendan, no tú —insistió—. Todo está bien. —No, no lo está. —Encontré un frasco lleno de Toperal9—. Tengo que colgar Devin. Está entrando otra llamada. —Skye, voy para allá. 8

Valium: Es usado para tratar estados de ansiedad y tensión, se indica (por vía oral) para tratar la ansiedad, trastornos psicosomáticos, tortícolis y espasmos musculares. 9 Toperal: Es usado en el tratamiento de enfermedades severas del sistema cardiovascular, especialmente de la hipertensión y el infarto agudo de miocardio

—¡No! —repliqué, quitando la tapa, y derramando las píldoras—. Si eres mi amigo, no vendrás, no esta vez. Una larga pausa. —Está bien. Si eso es lo que quieres. Colgó y yo también. Me arrodillé y frenéticamente reuní las pastillas, empujándolas en mi boca. Cuando el suelo estuvo limpio de cápsulas, me incliné sobre el lavamanos y abrí el agua. Poniendo mis manos juntas bajo la corriente, las llené y tomé un trago. Tragué de una vez, miré en el espejo, la sangre y las promesas incumplidas en que se había convertido mi vida. —No más. —Agarré el cepillo de pelo de plata de mi madre y lo golpeé contra el cristal, rompiendo el espejo. El teléfono sonó. Esperé que la máquina contestara. Esta vez era Warren. —¿Skye? ¿Estás ahí cariño? Tanto la escuela como Devin han llamado. Tu mamá está en el spa, o ya hubiera llamado. Skye, levanta el teléfono. Agarré el auricular. —¡Papá! —Estallé en llanto. —Cariño, soy Warren. ¿Qué está pasando? —A pesar de que su voz sonaba tranquila, sabía que no lo estaba. Caminé. —¿Recuerdas cuándo me preguntaste qué pensaba de ese libro que me diste? —Sí, Skye, lo recuerdo. Miré mi destrozado reflejo. —Creo que Jem estaba en lo cierto. Boo no quería salir, y aunque Tom Robinson obtuvo lo peor de todo, fue el único que finalmente consiguió la paz. Todos los demás aún estaban preocupándose e intentando resolverlo, pero él no tuvo que preguntárselo nunca más. —Comencé a llorar tan fuerte que no pude hablar. Entonces dije: —Quiero ser como él, papá.

—¿Skye? —La voz de Warren sonaba frenética—. Bebé, no soy tu papá. ¿Qué está pasando? Las lágrimas corrían por mi rostro, mojando mi camisa y me dirigí a mi habitación. —Te equivocas. Eres el único padre al que le importé. Dile a mamá que la quiero. —Colgué el teléfono y me acosté en la cama. Poco después, llegó la oscuridad y me abrazó.

*** Cerca de una medianoche sin sueños, el dolor atravesó mi garganta y mi cabeza. ¿Dónde estoy?, me pregunté, abriendo lentamente mis ojos. Paredes blancas, un gran reloj redondo y un televisor en una percha. Un hospital. La luz se filtraba por las persianas y caía sobre el cabello de mamá y a través del pecho de Warren mientras sus cuerpos yacían entrelazados, durmiendo. Por un largo momento, los miré. Luego, cuando Warren se movió, cerré mis ojos, deseando nunca haber despertado. —¿Está despierta? —preguntó mamá, su tono muy alerta para alguien que había estado profundamente dormida un segundo antes. —Aún no. Escuché la silla chirrear mientras mamá se levantaba. —No lo entiendo. ¿Por qué haría esto? ¿Qué hice mal? —Mamá se quebró. —Hey —dijo Warren, consolándola, sus dedos rozaron su mano—. Esta fue la decisión de Skye. Lo único que importa es que mejore. ¿Por qué no buscas algo de comer? No has comido nada desde ayer. —No… —¡Ve a buscar algo de comer! —ordenó Warren—. Me quedaré con Skye. —Quiero estar aquí en caso de que haya algún cambio —argumentó mamá. —Haré que el hospital te llamé. Ahora ve a buscar algo de comer. —Está bien. Segundos después, escuché abrirse y cerrarse la puerta mientras mamá se iba.

—Skye, ¿puedes oírme? —Warren tomó mi mano—. Tus ojos estaban abiertos hace un momento. Tragando fuertemente, lo miré. —¿Por qué no se lo dijiste a mamá? —La sequedad en mi boca había dejado mi voz rasposa, e hizo difícil hablar. Apretó mi mano, y sonreí débilmente. —Pensé que no estabas lista para las 1001 preguntas. Toqué mi garganta, intentando suavizar el dolor. Warren asintió. —Dolerá por un tiempo. Tuviste un tubo que bajaba hasta tu estómago. Dudando, descansé mi mano ahí y miré hacia otra parte, sin estar segura de qué decir. —Estás increíblemente calmado. Se sentó a mi lado. —Alguien debería estarlo y tu mamá no lo está. De hecho, está enloqueciendo. —Lo siento —susurré, intentando no llorar—. No quería arruinar su viaje y tenías razón. No es su culpa. Es una gran madre. —De nuevo, comencé a temblar y no pude parar. Warren estaba a punto de decir algo cuando una enfermera entró a revisar mis signos vitales, obligándolo a levantarse y pasearse por la habitación. Una vez que la enfermera se fue, Warren tomó su posición. Se pasó las manos por su cabello. —¿Crees qué estoy molesto y que tú mamá está frenética porque tuvimos que acortar nuestra luna de miel? Dios, Skye, ni siquiera sabíamos si volveríamos a verte. Tomaste tantas pastillas. Llegamos al aeropuerto, y ellos aún no estaban seguros si lo lograrías. Esa es la razón por la cual tu mamá se culpa. —No es su culpa —dije de nuevo. Las lágrimas picaban mis ojos y volvían borrosa mi visión—. Es mía. Warren puso su mano en mi hombro y me obligó a mirarlo. —¿Qué es tu culpa, Skye? ¿Qué fue lo que hiciste tan malo para querer morir?

Miré mi flácido estómago. Mis dedos lo recorrieron ausentemente. —Maté un bebé. Warren rozó mi mejilla. —Tienes dieciséis años, Skye. Tomaste una mala decisión y fuiste a una fiesta. Tyler Rutherford te emborrachó y te violó. Luego descubriste que estabas sola y embarazada. Intentaste arreglarlo porque estabas asustada. Creíste que tú mamá te enviaría con tu papá. La única decisión mala que tomaste fue ir a la fiesta. ¿Cómo es que el resto es tu culpa? Mordí mi labio, aún mirando mi estómago. —¿Cómo lo supiste? —Después de que casi te mataras, dos testigos le dijeron a la policía la verdad de lo que estabas tan avergonzada para contar. Levanté más la manta. —¿Quiénes fueron los testigos? —Kellin y Jimmy Sorenson. —Apretó mi mano. —¿Kellin salió adelante? —pregunté, tragando fuerte. —Sí. Vio los moretones, y dijo que le dijiste la verdad. —Se levantó, dirigiéndose hacia la puerta—. Regresaré pronto. Mi corazón latió frenéticamente, y tuve miedo de quedarme sola. La última vez que estuve sola, el dolor había sido tan malo que pensé que no respirar era una buena idea. —Por favor, no te vayas. Warren se levantó lentamente y se giró hacia mí. —No me voy, Skye. Sé que piensas que esto es tú culpa. Crees que me voy por lo que hiciste y crees que no volveré. Quieres creer que no eres digna de ser amada porque eso es lo que haría tu padre biológico. Que ayudaría a darle sentido a lo que te hizo Tyler. Pero estoy seguro de que ese no es el caso porque yo te amo como la hija que nunca tuve pero siempre quise. —Se inclinó y besó mi frente—. Iré a buscar a tu mamá para que podamos hablar como familia acerca de cómo ayudarte a superar esto. —Se

dirigió a la puerta de nuevo, y antes de salir, me señaló—. Y más te vale no ir a ninguna parte. El mundo pareció tan tranquilo apenas se fue y traté de no pensar en el último día de la escuela. Miré mis manos, medio esperando que aún estuvieran ensangrentadas, pero estaban limpias. El reloj se llevaba lejos los minutos. La puerta se abrió lentamente, dejando entrar a Devin, un ceño preocupado en su rostro. —Warren dijo que finalmente despertaste. Todo mi cuerpo se puso rígido, y me vi a mi misma a través de sus ojos: me odiaba. —Sí —dije. Se acercó a la cama. —Skye… —Por favor no me mires, Devin. —Apreté las sábanas, deseando que la cama pudiera tragarme—. No me mires. —Comencé a balancearme ligeramente, sintiendo la presión crecer en mi pecho—. Por Dios, ¡no me mires! —¿Skye? —Dio un paso atrás. Mientras se alejaba, tropezó con la mesa, volteando una jarra de plástico vacía al suelo—. ¿Qué pasa? —Sólo vete. Por favor, vete. —Seguí meciéndome adelante y atrás mientras Devin recogía la jarra y la levantaba. Por unos pocos segundos, me miró desde la puerta. Se pasó una mano por su pelo. Luego se fue. Aún me mecía, la oscuridad crecía en mi estómago donde alguna vez había estado un bebé. Momentos después, mamá entró a la habitación y me envolvió en sus brazos. El dolor explotó dentro de mí, y me aferré a ella. Sus dedos peinaron mi cabello, acariciándome. —Todo va a estar bien, Skye. —No. —Lloré—. Nunca va a estar bien. Nunca. Mamá me sostuvo fuertemente, ambas lloramos y cuando las lágrimas finalmente cesaron, me soltó lentamente y me recosté en la cama.

—Me asustaste, Skye —dijo finalmente, pasando un pañuelo por su rostro—. Creo que lo que no entiendo es, ¿por qué? Sé lo que pasó en la fiesta y el aborto, pero, ¿por qué no viniste a mí? ¿Por qué? Jugué con la manta, envolviéndola alrededor de uno de mis dedos. —Tenía miedo de que me enviaras con papá. —Esa era una amenaza vacía. —Puso su mano en mi rodilla y negó con la cabeza—. No podía enviarte lejos, cariño. —Su voz tembló, y continuó secando su rostro—. No estoy segura de qué haré cuando vayas a la Universidad. Negué con la cabeza. —Ni siquiera sé si iré. —Creo que si irás. Aún no lo sabes, pero tienes una hermosa vida por delante, Skye, llena de personas que te aman. Devin ha estado intentando… Levanté la mano. —No quiero ver a Devin, mamá. No puedo enfrentarlo. No después de esto. Apretó mi rodilla. —Dale tiempo, Skye. —Miró por la ventana y negó con la cabeza—. Quiero decirte que lo siento. Fruncí el ceño, echándome para atrás. —¿Por qué, mamá? Yo fui la que lo arruiné. —Ambas lo hicimos. —Apartó el cabello de mi rostro—. Sé que por un tiempo estuve más preocupada por salir, y no te escuché, incluso cuando sabía que tenías razón acerca de alguno de los hombres con los que salía. Negando con la cabeza, tomé su mano. —Sólo estaba molesta con el mundo, mamá. No podría haberme importado con quién salías. Quiero decir, mira a Warren. Es un gran tipo, y casi lo alejo. —Tienes razón —admitió, mirando hacia el pasillo y hacia Warren que estaba de pie, mirando el pizarrón de anuncios que colgaba de la pared—. Warren es increíble, pero

hubo otros antes que él que no fueron tan buenos, y debería haberte escuchado. Debería haber prestado más atención a cómo te sentías. Yo también miré a Warren. —Entonces, ¿cómo está él tomando todo esto? Se ve tan calmado, y siento que he hecho tantas cosas para que se aleje, pero aún está aquí. Sonriendo, mamá tocó mi rostro y me obligó a mirar sus ojos. —Sí, lo asustaste a morir. Pero no se va a ir, Skye. Te ama como si fueras su propia hija. Cerré mis ojos e inhalé profundamente. —No me lo merezco. Inclinándose cerca, mamá me besó. —El amor no es sobre lo que merecemos o no, Skye, es un regalo. Es lo mejor que podemos darnos unos a otros.

Capítulo 24 Traducido por Belle 007 Corregido por Nanis

n el camino a casa del hospital, me incliné atrás en el asiento mientras Warren conducía. Su mano buscó la de mi mamá, dándole un apretón tranquilizador. Mientras miraba afuera por la ventana, me di cuenta de que mi vida había cambiado mucho; yo había cambiado mucho. El terapeuta que había hecho la evaluación había sugerido que fuera transferida de escuela, y supe que no volvería a West Martin. Muchas veces pensé en mi casillero y en lo que Becca y sus amigos habían hecho. Pude haber abandonado todo si no fuera por el medallón. Sabiendo que nuestra amistad había terminado, quería ese medallón.

E

—Quiero recuperar las cosas de mi casillero —dije, sabiendo que en el momento en que llegara a la escuela la mayor parte de los estudiantes ya se habrían ido. Mi mamá se sentó rápidamente. Me observó por el espejo retrovisor, midiendo mi expresión. —No creo que esa sea una buena idea, Skye. Iré a buscar las cosas por ti mañana. Pude haberla dejado, pero estaba preocupada porque no encontrara el collar. —No, esto es algo que quiero hacer. —Pasé mis dedos a través del tejido del cinturón de seguridad, tranquilizándome con la textura. —Skye, por la manera en que tú describiste tu casillero... No creo que necesites volver allí —dijo mamá―. Nosotros nos podemos hacer cargo de eso. ―Por favor escucha. Quiero hacer esto. Dejé algo que significa mucho. Por favor déjenme obtenerlo. Es muy importante. —Tragué saliva y crucé mis brazos sobre mi pecho—. Estoy segura de que los conserjes ya lo han limpiado. Mamá y Warren intercambiaron una mirada, y finalmente mamá dijo: —Está bien, cariño. Vamos para allá. —Gracias. —Miré por la ventana, observando la falta de definición del paisaje hasta que nos detuvimos en el estacionamiento de la escuela. La mayoría de las filas donde los estudiantes estacionaban estaban vacías, sólo las de los maestros estaban casi llenas.

Cuando Warren se estacionó y apagó el motor, me miró por el espejo retrovisor. —¿Estás segura que quieres hacer esto? —Sí. —Mamá empezó a salir del auto, pero dije—: No tienes que venir. Warren le dio unas palmaditas a la mano de mi mamá. —Iré con ella. —No, quiero hacer esto sola. —No podía creer que era yo la que estaba diciendo eso. Tenía miedo de entrar a esa escuela sola, pero algo en mi interior me dijo que lo necesitaba. Toda mi vida tuve a mi mamá o a Devin para protegerme. Ahora también Warren. El hecho era que ellos no podían. Ni siquiera yo podía protegerme. Lo mejor que podía hacer era aprender cómo enfrentar las cosas malas por mí misma y aceptar las consecuencias de mis errores. Mi madre frunció el ceño. —No creo que eso sea prudente, Skye. Warren puso sus manos sobre las de ella. —Está bien, Helen. Déjala ir. —Ambos intercambiaron miradas, y esperé que mi madre discutiera, pero finalmente asintió. —No te demores mucho, ¿está bien? —Sí. —Abrí la puerta y me dirigí rígidamente hacia la entrada. En el momento en que toqué el pomo de la puerta, tomé una respiración profunda y me obligué a entrar. Como la escuela estaba casi desierta, era más fácil caminar por el pasillo. Algunos estudiantes se habían quedado, probablemente por prácticas de la banda o deportes, y siempre que sentía a alguien venir, evitaba la mirada y caminaba más rápido. Cuando me aproximaba a la puerta de mi casillero, imágenes de la última vez que había estado allí pasaron por mi cabeza. Aunque la puerta estaba limpia seguía recordando las palabras de color rojo garabateadas en ella. Forzándome a continuar caminando, me detuve frente a él, mi mano temblando desagradablemente cuando trataba de abrirlo. —Ellos limpiaron el desastre. —Salté. Me di la vuelta, y me encontré con Jimmy Sorensen parado junto a mí, con un gesto pensativo en su cara—. ¿Cómo estás? Lentamente sacudí mi cabeza. —No lo sé. —Miré a mi casillero otra vez, saboreando la bilis.

—Bethany Fields vio a Becca pintar tu casillero, y su madre tuvo que pagar por los daños. Está suspendida por el resto del año. —Esperó a que yo dijera algo, pero no pude. Sacó las manos de sus bolsillos y se inclinó sobre el casillero de al lado, la banda plateada de su reloj brilló—. Sé que me pediste que mantuviera mi boca cerrada sobre lo de la fiesta, pero cuando te vi abrir este casillero, y toda esa... cosa... cayó sobre ti, no pude mantenerme callado y sólo mirar. —De nuevo esperó por mi respuesta, sus labios fruncidos con determinación—. Skye, di algo. Lo que sea. Otra vez traté de reunir el coraje para abrir mi casillero. Mis dedos nuevamente temblando, negándose a tomar la manilla. —No... puedo. —Las náuseas me asaltaron, y mi respiración se volvió entrecortada. Asintiendo, Jimmy apartó mi mano del camino y suavemente tiró de la puerta para abrirla. En mi mente, un torbellino de imágenes me asaltó, y levanté ambas manos bloqueando la avalancha de muñecas sangrientas que se venían sobre mí, gritando. —¿Skye? —dijo Jimmy, poniendo sus manos sobre mis hombros, manteniéndome estable—. No hay nada allí —dijo gentilmente—. El casillero está vacío. Mordiendo mi labio inferior, miré hacia el casillero, vacío, salvo por el espejo que estaba en la puerta. Le di un vistazo y vi mi reflejo, pero una mancha de pintura roja en el nivel de los ojos distorsionaba el reflejo. La chica que me miraba era diferente, sus ojos estaban embrujados, y sus labios fruncidos parecían cosidos como si no fuera capaz de volver a hablar otra vez. Llegué al estante superior. ¿Vacío? Oh, Dios. ¡Tiene que estar aquí! —La oficina tiene tus cosas, la mayoría estaban arruinadas por el tinte rojo. Seguí buscando, la desesperación me golpeó duro. Había perdido a mi mejor amigo. No podía perder ése medallón. Por fin mis dedos pasaron a través de la fina cadena y cuidadosamente la tiré hacia abajo. El medallón. Mis hombros cayeron cuando finalmente me relajé, sosteniéndolo en mi puño cerrado. Mientras cerraba el casillero, me volteé hacia Jimmy. —Gracias por lo todo lo que has hecho. Jimmy frunció el ceño y sacudió su cabeza mientras metía las manos profundamente en sus bolsillos.

—No tienes que agradecerme, Skye. Vi a alguien tratarte mal e intenté arreglarlo. Eso es lo que hacen los amigos. Además, mientras haya gente como Tyler y Becca en este mundo, también habrá gente como Devin y yo. Quité el cabello de mi rostro. —¿Por qué me ayudaste? Tú y yo nunca hemos sido muy cercanos. Entonces... ¿por qué? Él se encogió de hombros. —Tengo una hermana. Es dos años más joven de lo que tú eres, y si alguien la llegara a tratar de la forma en que Tyler te trató a ti, lo hubiera matado. —Asintió hacia el pasillo—. Tengo práctica, así que necesito irme. Pero si alguna vez necesitas algo, ya sabes dónde encontrarme, ¿está bien? —Sí. —Esperé hasta que Jimmy se había ido, para abrir mi mano y mirar el collar. Aunque había temido que el vandalismo de Becca lo hubiera dañado, noté el brillo dorado de la misma forma en que lo había hecho antes. Aunque el cierre y algunos eslabones de la cadena ya no estaban, podía ser reparado. Cerré el puño alrededor de él, lamentando que nuestra amistad no pudiera serlo. —¿Skye? Guardando mis manos en mis bolsillos, me di la vuelta para encontrar a Kellin allí. Sin pensarlo, apoyé mis hombros y espalda contra los casilleros. —¿Qué estás haciendo aquí? —preguntó suavemente, colgando las llaves de su auto y su chaqueta de su mano—. Pensé que todavía estabas en el... hospital. —Acabo de salir. Asintiendo, él dijo: —Traté de visitarte, pero tu mamá sintió que eso sólo te haría enojar. Deslicé el medallón en mi bolsillo y saqué mi mano. —No quería ver a nadie, Kellin. —Asentí hacia mi casillero—. Sólo estaba tratando de recoger mis cosas. —Pensé en el medallón, tratando de visualizarlo en vez de a Kellin—. ¿No tienes práctica? —Dado que Jimmy se había ido, supe que era una manera de deshacerme de Kellin.

Sacudiendo su cabeza, dijo: —Renuncié al equipo ayer, y devolví mi camiseta hoy. —Miró al casillero. —¿Por qué? Tú tienes becas. —Un escalofrío me recorrió el cuerpo y me estremecí. —No creo que las quiera ahora. —Se encogió de hombros y se colocó su chaqueta—. De hecho, pensaba que de pronto podía olvidar todo este año, pero no creo que eso vaya a suceder. —Sus ojos azules me buscaron—. Quiero disculparme más que nada porque no te creí a la primera. Desde esa última pelea que tuvimos, no he sido capaz de olvidar esas contusiones. Fui un estúpido sobre Tyler y Becca, y quizás es en parte mi culpa que tú... —Su voz murió y miró a sus llaves, sus dedos temblorosos trazando los bordes ásperos—. Les dije a mis padres que no presentaran cargos contra Devin. Al menos él trató de protegerte... —Cerró los dedos alrededor de las llaves. Sintiendo mi incomodidad con el tema, dio un paso atrás. Profundas líneas de preocupación aparecieron en su frente, y me di cuenta de que no era la única que había cambiado. Sus hombros se hundieron un poco, y se lamió los labios, humedeciéndolos—. Sólo quería decirte que lo siento. En serio. —Su mirada brilló antes de que se diera vuelta y caminara hacia el lado opuesto por donde Jimmy se había ido. Me incliné contra el casillero y cerré mis ojos, deseando poder olvidar todas las cosas que habían sucedido, pero sabía que no podía. No tenía el control sobre el pasado, pero seguía teniendo el futuro. Aturdida caminé hacia el coche, y al pasar por el frente, sentí a ambos, a mamá y Warren mirándome, buscando por señales de que me estaba derrumbando de nuevo. Entré detrás de mi madre y cerré la puerta. —¿Estás bien? —preguntó ella, dándose la vuelta para mírame. —¿Si estoy bien? Asentí y miré por la ventana, aún pensando sobre el casillero. —¿Encontraste lo que viniste a buscar? —preguntó Warren, mirándome por el espejo retrovisor. —Sí, lo tengo. Vamos a casa. —Está bien. —Estuvo de acuerdo Warren, y encendió el auto—. Vamos.

Capítulo 25 Traducido por Paaau Corregido por ★MoNt$3★

unque todo lo que quería era esconderme y dejar que el mundo olvidara que existía, sabía que no era posible, especialmente no después de haber sido el centro de atención de mi escuela. Pero hice lo mejor que pude para esconderme por los siguientes dos meses mientras continuaba viendo a una terapeuta, la señora Gilmore, una vez por semana. Al comienzo, no fue fácil hablarle a un completo extraño acerca de mi papá, de Tyler, y todo lo demás, pero sabía que no podía seguir guardándomelo. Eso era parte de lo que me había llevado a esta opción, aprendería de la señora Gilmore.

A

Aunque se veía como una joven profesora de inglés, con cabello largo y vestidos románticos, sabía lo que estaba haciendo. —No es poco común para las mujeres que han tenido abortos atentar contra sus vidas —me dijo una semana después de que me dieron el alta en el hospital—. ¿Qué te hace pensar en el aborto? Crucé mis brazos sobre mi pecho y respiré profundamente, tratando de enfocarme en la lluvia fuera de su ventana. —Todo. Algunas veces es un comercial de bebés. Otra vez es una historia en una revista. Ver ropa que usé ese día, leer Matar un Ruiseñor. Puede ser cualquier cosa. Se reclinó en su silla. —Entonces, ¿qué pasa cuando ves algo que te recuerda ese día? Vi un trozo de pelusa en mis pantalones y la saqué, deseando estar en cualquier parte menos aquí. Quería olvidar, no sacarlo a relucir. —Mi corazón late más y más fuerte. No puedo respirar lo suficientemente rápido. Simplemente quiero irme. —Incluso hablar acerca de eso hacía saltar mi corazón, y tomó todo lo que tenía el quedarme sentada. —Quieres decir, ¿cómo ahora? —preguntó suavemente, ajustando el volante de su blusa color crema.

—¿Cómo lo sabe? —Mi garganta se sentía seca, como si hubiera estado en el desierto. De hecho, todo mi cuerpo estaba sudando, pero el cuarto no estaba caliente. —Tu expresión lo dice todo, Skye. ¿Has escuchado hablar de la acción de “pelea o vuelo”? —Negué con la cabeza, y ella continuó mientras la lluvia se esparcía por la ventana, convirtiendo el exterior en una nebulosa—. Bueno, cuando pones a alguien en una situación que cree que es amenazadora, puede responder de dos manera: peleará, o escogerá correr. Un estremecimiento bajó por mi espalda, probablemente por el sudor y el nerviosismo. Temblé. —Pero nada me está amenazando. —¿No lo está? —Se levantó y cerró las cortinas, forzándome a enfocarme sólo en ella—. No es siempre una amenaza física, Skye. Algunas veces puede ser algo psicológico. En este caso, creo que probablemente proviene del problema que tienes al reconciliar la persona que eras antes del aborto con la que te has convertido desde eso. —Miró hacia el reloj plateado en su pared—. Mientras no tengas que pensar en el aborto, estás bien. El problema es que sigue mostrándose en distintas e inesperadas formas, y no estás bien con eso. ¿Sabes lo que es el TEPT? —No. —Negué con la cabeza y crucé mis brazos sobre mi abdomen. —Son las iniciales para el Trastorno de Estrés Post Traumático, y mientras la mayoría de las personas suelen asociarlo con los soldados que regresan a casa luego de pelear en la guerra, es causado por muchas cosas, incluyendo violación y aborto. ¿Tienes pesadillas? Tragando fuerte, pensé en los sueños sobre Tyler y el aborto. Aún venían con frecuencia. —Sí. —Fruncí el ceño—. ¿Lo que me pasa tiene un nombre? —Sí, lo tiene. Síndrome Post Aborto. —Alisó su falda—. Debería consolarte saber que sí tiene un nombre, hay muchas mujeres que lo han sufrido. Todos estos síntomas apuntan a TEPT, que es lo que tenemos que tratar primero y luego hablaremos sobre el concepto que tienes sobre ti. —Debe haber visto la confusión en mi rostro porque siguió—. El concepto que tienes sobre ti es quién crees que eres. Ella dijo mucho más que eso, pero yo me aferré a que no estaba sola. Había otras como yo que entendían como me sentía. Incluso me dio una tarjeta de presentación

con una línea telefónica para crisis en caso de que hubiera alguna emergencia y ella no estuviera. Para las semanas que siguieron, la señora Gilmore me ayudó a entender mis opciones y comenzó a avanzar en nuestras sesiones. Mamá debió haber sabido lo mucho que llegué a confiar en ella porque le contó a la señora Gilmore acerca del testimonio que yo tendría que dar sobre la violación y la audiencia previa al juicio de Tyler. Aunque pasé mucho tiempo preparando mi declaración, hasta que no me paré en la corte, no sabía si podría pasar por todo eso, y mientras que debí haber respondido todas las preguntas, no recordaba lo que dije. Sólo quería que terminara. Originalmente, mamá quería ir conmigo, pero le dije que quería ir sola. Mirando su ceño preocupado, sabía que no le gustaba esa opción, pero como trabajaba en la misma calle donde estaba la corte, estuvo de acuerdo, diciéndome que fuera ahí después de que terminara o la llamara si necesitaba algo. Cuando salí de la corte y comencé a bajar los escalones, planeé seguir sus instrucciones, pero entonces vi a Becca en su camino de entrada a dar su declaración. Pero no era la Becca que esperaba. En lugar de su usual tarifa de reveladoras faldas y camisetas, usaba un grueso suéter y un pantalón de vestir negro. Su cabello estaba peinado hacia atrás y apenas llevaba maquillaje. Supongo que debió haber sentido mi mirada porque nos miramos la una a la otra. Esperé una mirada furiosa, pero en cambio vi un momentáneo brillo de dolor, luego nada. Apartó la mirada y se apuró a entrar. Por un largo momento, pensé en Becca, y entre más lo hacía, más piezas caían en su lugar. Becca siempre había sido popular con los chicos, pero el año anterior, pareció existir un cambio en ella. Antes, siempre había sido tan tranquila. Ahora no tenía ni un solo hueso tranquilo en su cuerpo. Había cambiado en alguien que usaba faldas cortas y tops. Incluso había habido rumores acerca de un posible embarazo, pero de alguna forma ella convenció a todos de que no había nada de qué hablar. Todos pensaron que ella simplemente estaba cambiando porque era la única porrista en el equipo universitario que estaba en décimo grado, y no sólo eso, también era la capitana de las porristas. Ahora, pensando en lo mucho que se había empeñado en destruirme, hice la conexión que ella tanto se esforzó por borrar. Cuando salió, yo aún estaba ahí, esperando. Comenzó a bajar los escalones y la llamé:

—Becca. Girándose, vio que era yo, se sonrojó, y continuó su camino hacia el auto de su madre cerca de veinte metros más allá, pero su madre le hizo rápidamente una seña para que se detuviera y hablara conmigo. Trago fuertemente y caminó lentamente hacia mí. —Lo siento por lo que hice —dijo, un temblor en su voz. Miré su rostro, sin ser capaz de reconocer su disculpa. Había algo que necesitaba saber. —¿De cuánto tiempo estabas? El sonrojo se profundizó, y miró hacia el suelo. —No sé de qué estás hablando… Negué con la cabeza. —Sí, lo sabes. El año pasado, estabas embarazada. Lo que menos podrías hacer es decirme la verdad. Se aferró a la barandilla de la escalera y cerró sus ojos. —Doce semanas. Tenía doce semanas. —Inmediatamente, su mirada bajó hacia su madre, quien nos miraba. Mi estómago cayó porque yo estaba suponiendo, y aunque debería haber sido algo que me hiciera feliz, como una especie de venganza, saberlo dolió mucho más porque significaba que Becca estaba peor que yo. En donde yo aún tenía esperanza, ella tenía rabia y culpa. —¿Lo saben tus padres? —¿Por qué? —espetó—. ¿Les vas a decir? ¿Es así como te vengarás? —Eso sonó más como la antigua Becca, pero su rabia sonaba cansada, lo que significaba que estaba cerca del borde. —No, no lo haré. Pero al menos ahora entiendo. Sacudiendo su cabeza, dijo: —¿Entender qué?

El viento sopló y tiró mi cabello hacia mi cara. Lo llevé hacia atrás. —Lo que hiciste no fue realmente por mí. Ni siquiera por Kellin. Era sobre ti. —Hice una pausa, esperando que lo negara, pero no lo hizo—. No podías creer que realmente lo habías hecho, ¿verdad? Así que te enfocaste en mí porque era un gran objetivo. Es mucho más fácil romper a alguien que lidiar con tus propios demonios, ¿cierto? Comenzó a temblar, y por primera vez, supe que ella estaba herida. Sabía que podía decir muchas cosas feas y que quizás si realmente lo intentaba, podía hacerle sentir la misma desesperación que yo sentí cuando traté de quitarme la vida. Pero no quería eso. Se veía tan pálida y perdida, y su agarre en la barandilla se intensificó. —Lo siento —susurró y luchó por alejar las lágrimas—. ¿Qué quieres de mí? —De nuevo, miró a su madre, y sabía que se estaba preguntando si su mamá podía oír la conversación. Busqué en mi bolso y saqué la tarjeta que la señora Gilmore me había dado. Se la ofrecí. —Quizás puedes encontrar una forma de lidiar con esto sola antes de que te destruya, pero si te cansas, este número es de alguien que puede ayudarte. Te estoy ofreciendo una oportunidad. —Me giré para irme mientras ella miraba la tarjera. —¿Por qué estás haciendo esto? ¿Por qué no me odias? Me detuve y respiré profundamente. —¿Cambiaría algo si yo te odiara? ¿Me haría sentir mejor? No. —Apreté mi mandíbula e inhalé profundamente—. Además, hice la misma elección que tú, y un día descubriré como aceptar eso. —Miré su expresión de derrota y esperé hasta que encontró mi mirada—. Y para que conste, nunca podré odiarte tanto como te odias a ti misma. Becca bajó las escaleras como en un sueño. Mientras alcanzaba el auto de su madre, volvió su mirada hacia mí, y en ese momento en sus asustados ojos y labios abiertos, vi a alguien como yo, alguien que no tenía miedo de morir con tal de no vivir con el dolor. Se deslizó en el asiento del copiloto, y me alejé.

Capítulo 26 Traducido por Kathesweet, Susanauribe y Niii Corregido por ★MoNt$3★

sí que ahora estoy aquí, una Skye muy diferente a la de hace seis meses. Un mes después de que ser dada de alta del hospital, mamá y Warren rentaron un camión para la mudanza. Aunque debería ser fácil empacar después de todo lo que sucedió sigo viendo cosas que me recuerdan a Devin, talones de boletos de cine, un ramillete seco, discos compactos que nos gustaban a ambos, su camiseta que tomé prestada y nunca devolví. Era una camisa de un concierto de rock al que habíamos ido juntos, y que había sido su favorita. La tomé prestada un día y siempre quise devolverla. La levanto hacia mi cara, tratando de recordar cómo olía su loción para después del afeitado, pero la esencia se había ido. Luego abro una caja y la dejo en el interior. Con dedos temblorosos, cierro la tapa.

A

De la estantería, agarro el medallón, absorbiendo el placer de lo que había sido una vez. Desde que lo recogí de la escuela, rara vez salía sin él, incluso si el cierre está roto. No importa hacia dónde mire, alguna parte de él aparece. Las fotos son lo más difícil de soportar. Aunque recuerdo vagamente a la chica en esas fotos, ella ya no existe. ¿El Devin en esas tomas también ha muerto? Sostengo nuestra foto del baile de graduación de noveno grado en la cual Devin se vistió con un esmoquin negro y yo con un vestido rosa suave hasta las rodillas. Me inclinaba contra su pecho, y aunque Devin y yo nunca habíamos hablado realmente sobre ser más que amigos, esa pose difícilmente parecía incómoda. Es como si cada uno fuera una pieza del otro y ahora ninguno de los dos pudiera estar completo de nuevo. Mamá se sienta sobre mi cama. —¿Cómo va todo esto de empacar? Me encojo de hombros. —Lento. Arranca la foto de mis dedos y la estudia. —¿Has hablado con Devin desde que volviste a casa? Sacudo mi cabeza.

—No. No creo que él quiera hablarme. Desliza su brazo a mi alrededor. —Quizás quiera y quizás no, ¿pero no deberías intentarlo? —Me entrega la foto de nuevo—. Sé que quieres que las cosas sean simples de nuevo, Skye, pero eso no va a pasar. Esa es una lección que todos aprendemos. Simplemente desearía que no lo hubieras aprendido en décimo grado. Me inclino contra ella, centrada en la comodidad de ser sostenida. —¿Crees que él me perdonará? —No creo que eso le corresponda. Tú has encontrado una manera de perdonarte a ti misma. Pongo la foto en una caja. —Mamá, no estoy segura de cómo dejarlo ir. Sé que no estaba lista para ser madre, pero cada día veo fotos de bebés y me pregunto si era un niño o una niña. Nunca lo sabré. ¿Qué si ese era el único que alguna vez tendré? Quizás es mejor. Mira la clase de madre que sería. Mamá me sostiene, sus dedos acariciando mi cabello. —Lo que hiciste no te hace una mala madre. Te hace una chica de dieciséis años asustada. Sacudo mi cabeza. —Es demasiado fácil. Hice una elección, y vivo con ella cada día, pero no estoy segura de si puedo combinar la persona que tuvo un aborto con la chica que Devin conoció. —Cierro la caja. —Ere ambas, Skye, simplemente son partes diferentes. Todos tienen la misma oscuridad en el interior. Ellos pueden no tomar las elecciones que has tomado tú, pero pueden tomar otras igual de malas o peores. —Aleja mi flequillo—. Lo único que puedes hacer es tratar de encontrar una manera de utilizar lo que sientes para ayudar a alguien así ellos no tienen que pasar por lo que tú pasaste, o si toman la misma elección, que no sientan que vale la pena morir por ello. Palmea mi rodilla y se pone de pie. —No creo que vayas a empacar todo esto mientras yo esté aquí.

Se dirige hacia la puerta. —Cuando tengas unas cuantas cajas llenas, llévalas al camión ¿de acuerdo? —Seguro. Gracias, mamá. —¿Por qué? —Se ve genuinamente perpleja mientras toca un mueble en el lugar donde la madera se ha dañado por el tiempo. —Por no abandonarme. —No tienes que agradecerme el hecho de amarte, Skye. Eres el mejor regalo que Dios me dio. —Sale, dejándome para que inspeccione las cajas. —También podría bajar algunas ahora —murmuro, agarrando la parte superior de dos y sacándolas. La primavera está empezando a aparecer a través de la nieve derretida. Trato de no pensar en lo mucho que ha cambiado desde el octubre pasado. Solía pensar que era de las cosas grandes de las que tenía que estar asustada, pero ahora lo sé. Algunas veces las cosas grandes empiezan como brisas pequeñas, un cambio en el viento que no esperas. Simplemente me sigo diciendo que la primavera se está acercando. Incluso escuché un ave cantar ayer. Dejo las cajas en el camión y cuando me giro, casi me estrello con Devin. —Hola, extraña —dice suavemente. Está vistiendo un jersey de softball con mangas azules y una gorra de beisbol con su visera hacia tras. Cuando la luz del sol ilumina su cara, veo sombras oscuras bajo sus ojos, y se ve verdaderamente cansado. Tiemblo por el viento frío y bajo las mangas de mi sudadera para cubrir mis manos. Todavía no hay suficiente primavera para olvidar el invierno. —Hola, ¿qué estás haciendo aquí? —Miro hacia la tierra, sabiendo que si mi mirada cruza la suya, él me leerá. Leerá cualquier cosa. —Vi el camión de mudanza y pensé que podrías necesitar ayuda. Empuja las llaves en su bolsillo. Agarro una banda elástica de mi muñeca, y la pongo en mi cabello para hacer una cola de caballo. —Hay muchas cajas. Eres un glotón del castigo. —Camino hacia la casa. —Skye, espera.

Temblando, me giro. —Lo que tiene que ser cargado está en la casa. Como mi abrigo. Devin me sigue silenciosamente hacia la casa, pero cuando cruzo el umbral de mi habitación, él permanece donde la alfombra marca la entrada. Perpleja, le hago gestos para que entre. —Puedes entrar. Sé que es un desastre pero lo has visto peor. —Es que… no es eso. —Mira hacia la cama y empuja sus manos en sus bolsillos. Una mueca de dolor cruza sus rasgos, y aprieta la mandíbula, Perpleja, también, miro hacia la cama. —Devin, ¿qué estás viendo? El color desaparece de su cara, y débilmente señala hacia la cama. —Eso. —Sus respiraciones se han vuelto más superficiales, y entre eso y lo pálido que se ve, me pregunto si va a enfermarse. Sacudo mi cabeza, incapaz de averiguar hacia dónde se dirigen sus pensamientos. —Devin, has estado aquí antes. Mi mamá no va a enloquecer si sabe que estás aquí. Sólo relájate. —No he estado aquí desde… —Su voz se desvanece, y traga saliva. Se quita la gorra de beisbol, se pasa los dedos por el cabello, y pone la gorra en su lugar. Una mano encuentra lentamente el marco de la puerta y lo aprieta con un agarre que deja sus nudillos blancos. Girándome hacia la cama, finalmente entiendo. ¿Pero cómo podría haber sabido en dónde había escogido acostarme y morir? Me giro y encuentro a Devin concentrándose en el suelo. El único movimiento que lo delata es la rápida expansión y contracción de su pecho. Lentamente me siento sobre una caja y palmeo la otra a mi lado. Mientras se sienta, sus hombros forman una línea rígida. Su postura es la de un pianista, no la de mi mejor amigo. —¿Cómo supiste que fue ahí donde yo… hice eso? —Lo supuse. —Su tono plano y su mirada intranquila confirman que está mintiendo… tan mal como siempre. Conociéndolo desde hace tanto tiempo, pensé que había visto cada emoción en él, pero esta postura rígida, mirada vacilante, la forma en que sus

manos se aferran al borde de la caja… todo eso sugiere miedo, y nunca he visto a Devin asustado de nada. Lentamente toco el dorso de su mano. —No estás suponiendo, Devin. Te conozco mejor. —No. —Cierra sus ojos y sus hombros caen como si fuera una llanta desinflándose con una fuga. Mi mano descansa sobre la suya, y a pesar de sus ojos cerrados, las lágrimas fluyen. —Lo lamento. Nunca pensé en quién me había encontrado. Mordiendo mi labio, me doy cuenta que nunca esperé que esa persona fuera Devin. Jamás. —Tal vez lo merecía. —Su voz es apenas más fuerte que un susurro—. Durante todo el tiempo que te estuve haciendo RCP10, le decía a Dios todas las cosas que daría porque regresaras. —Se inclina contra mí, descansando su cabeza en mi hombro—. No he sido capaz de quitarme la imagen de ti sobre esa cama sin respirar. —Aprieta su mandíbula otra vez—. La jodí, Skye. —¿A qué te refieres? —Intento entender cómo pudo creer él que se había equivocado cuando había sido yo quien cometió todos los errores. Descanso mi cabeza contra la suya. —Estaba tan enojado contigo que ni siquiera escuché. Me sentía tan celoso por Kellin que quise ponerte celosa con Bethany… sin importar que ella me dijera que no funcionaría, que ella no seguiría adelante con ello. Era sólo una buena amiga que no podía remplazarte, y te culpé a ti cuando casi me suspendieron. Me precipité a sacar conclusiones y dejé que mis sentimientos se entrometieran con el ser tu amigo. ¿Qué clase de persona hace eso? Aprieto su mano. —Una que está herida. —Eso no significa que esté bien. —Las lágrimas hacen que su voz esté ronca, y deseo saber qué decir—. Desearía que hubieras acudido a mí por lo de la fiesta, Skye. Sí, tal vez me hubiera asustado, pero al menos no hubieras estado tan sola.

10

RCP: Reanimación Cardiopulmonar

Siento vergüenza, sacudida por ver a Devin de esta forma. Él solía ser mi roca, pero ahora parece tan inseguro. —Sabía que había cometido un error, pero era demasiado testaruda para reconocerlo. Estaba humillada, Tyler parecía invencible, y pensé que me verías como alguien que lo había pedido. Me jaló hacia él y descansé mi cabeza en su hombro. —Dios, Skye, nadie pide eso. Lo único que siempre quisiste fue ser amada. Es una buena cosa que él esté en la cárcel, por su bien. De todas formas, ¿no ayudé a que te fuera más fácil hablar, no es así? —He cometido mi buena dosis de errores, Devin. Mentí a mi mamá, y realicé una elección que todavía estoy intentando aceptar. Por mucho que quiera que me protejas, no puedes hacerlo, no en realidad. Tuve que hacer esto por mi cuenta. Partes de mí están rotas, y va a tomar un tiempo que eso cambie, pero no es tu culpa. Tú tomaste tus mejores decisiones basándote en lo que sabías. Yo debí haber llenado los espacios en blanco mejor. Encierra mi mano entre las suyas. —No importa si no es mi culpa. Lo que ocurrió nunca desaparecerá, y todo lo que sé es que un día las cosas parecen estar bien y el siguiente, el mundo es una locura. ¿Qué hace que las cosas sucedan de esa forma? Solía creer que nosotros hacemos lo mejor de nuestras vidas. Ahora no lo sé. Todo es un juego, e incluso cuando crees que estás haciendo lo correcto, puedes herir a alguien, y no hay ninguna garantía de que algo malo no vaya a cambiar tu vida para siempre. —Toma una profunda respiración y sacude su cabeza—. Los paramédicos me dijeron que te encontré con apenas cinco minutos de anticipación. ¿Qué pasa en cinco minutos, Skye? —Se sienta derecho y me mira, lágrimas derramándose por su rostro—. Es el tiempo que toma caminar por la fila del almuerzo o llegar a clases. Es el tiempo que toma caminar de mi casa a la tuya. —Traga con dificultad, sus labios están abiertos pero las palabras se atascan en su garganta hasta que finalmente con voz ronca logra decir—: Es el tiempo que toma para que tú… —Su voz se desvanece, y aprieta mi mano. —Estoy aquí —digo, limpiando sus lágrimas—. No soy la misma Skye, pero tal vez eso es algo bueno. Tal vez estaré menos enojada y tendré más esperanza. —Me arrodillo delante de él y presiono mi frente contra la suya—. Sé que te asusté. Me asusté a mí, también. Pero va a estar bien, Devin. —Imagínenme a mí teniendo esta conversación: yo, la eterna pesimista, y Devin, el eterno optimista. Ahora los roles

están invertidos—. Esto no tiene que cambiar la forma en la que vez el mundo, Devin. Es malo, pero no es algo que podamos superar. —Sí, lo cambia, Skye —discute él—. Vi lo que Tyler y Becca te hicieron. Sabía que eran crueles, pero eso no fue simple crueldad. Fue algo que casi te destruyó. Y yo tomé parte en ello al juzgarte. —Pasa sus dedos por mi cabello—. Bethany me dijo que estaba siendo muy duro contigo, que todos cometían errores. Debí haber escuchado. Sólo sigo pensando en lo que hubiera pasado si no hubiera llegado allí. Sueño con ello, Skye: Entro y hago el RCP, pero no logro hacer que respires. El paramédico me aleja y arroja una sábana sobre ti. Entonces despierto y me recuerdo que es un sueño, y todo pasa hasta el siguiente. —Se pone de pie y comienza a pasear—. Desearía no tener que dormir de nuevo. Es entonces cuando me doy cuenta de lo mucho que Devin ha cambiado, cuánto lo ha cambiado el amarme, y quiero retroceder en el tiempo, no sólo por mí sino también por él, y borrar este año. Quiero ser la antigua Skye y enamorarme de él, pero no puedo. Lo mejor que puedo hacer es ofrecer a esta nueva persona un pobre sustituto. Ella no es ni de cerca tan ingenua, su corazón ha estado roto, y no tiene ni idea de cómo arreglar nada. Ella sólo tiene el deseo de arreglar algo, y tal vez eso es suficiente para ambos. Miro alrededor de las montañas de cajas y pienso en trasladarlas, pero en lugar de eso tomo la mano de Devin. —Vamos. Sus atormentados ojos encuentran los míos. —¿A dónde vamos? —Conozco este gran trampolín que no ha sido usado en meses. —Comienzo a jalarlo hasta la puerta. —Skye, no sé cómo hacer esto. —Entonces déjame ayudar. —Entrelazo mis dedos con los suyos y lo guío al exterior. Cuando nos sentamos sobre el borde del trampolín sacándonos los zapatos, veo una oscuridad en los ojos de Devin que no estoy segura de cómo borrar, pero sé que si miro en el espejo, coincide con la de los míos. En la vida, parece haber un montón de personas que te lastimarán, y hay algunas que te salvarán, pero hay un puñado de otras que te enseñarán cómo salvarte para que tú puedas ayudar a otros. No sé si soy la persona adecuada para salvar a Devin, o incluso

si puedo. Pero sí creo que juntos somos más fuertes, y tal vez cuando finalmente aceptemos el pasado como algo que sucedió, seremos capaces de dejar ir la oscuridad. Ninguno de nosotros sabe lo que nos depara el futuro, pero estoy esperando que sin importar lo que sea, siempre esté el trampolín.

Fin

Summer Sunsets En October Breezes, Devin Abbott casi pierde a la persona que más le importa, Skye Williams. A raíz de una violación y un aborto con los que nunca contó, ella creyó que el suicidio era la única respuesta, Devin la había salvado, dejándolos a ambos luchando por encontrarle sentido a un futuro que incluía a Skye y Devin separándose para ir a la universidad. A veces, de algún modo, el pasado se rehúsa a irse. Después de la universidad, ambos regresan a casa para enfrentar miedos que sólo se han profundizado. Para Devin, ese miedo viene de la forma de vivir sin Skye, la única mujer que siempre ha amado. Skye todavía siente las repercusiones de su aborto, repercusiones que la han convencido de que no es digna de ser amada. Una y otra vez, ella lo rechaza, dejándolos a ambos heridos, pero en tanto Skye no pueda ver más allá de su elección y Devin no pueda deshacerse de su miedo, ninguno de los dos podrá anticipar cómo el pasado los moldeará y cuánto poder tiene todavía el amor. Traducido por Dani Corregido por ★MoNt$3★

Sobre la autora

María Rachel Hooley María Rachel Hooley ha aparecido en muchas publicaciones como Green Hills Literary Lantern, Westview y Kimera. Ha escrito más de treinta novelas en numerosos géneros. Su primer librito de poesía, Una canción diferente, fue publicado por Rose Rock Press en 1999. Es una profesora de secundaria y vive en Oklahoma con su esposo y sus tres hijos, uno de los cuales sufre de autismo.

Créditos Moderadora: Dani

Staff de traducción: Niii Mari NC Emii_Gregori Paaau kathesweet vettina gaby828 Makilith Vivaldi Dham-Love

Susanauribe clau12345 rihano Little Rose Krispipe AariS Caamille Belle 007 Jo

Staff de corrección: Nanis ★MoNt$3★ Micca.F Natyº Beatriix Extrange Haushiinka *Prisper* Dianita

Revisión y Recopilación: ★MoNt$3★ y Nanis

Diseño: Paovalera

Para más lecturas, visita: www.bookzinga.activoforo.mx www.purplerose1.activoforo.com

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