1

2

Moderadoras Agus901 & Loby Gamez

Traductoras JesMN

Meme Pistols

Niki26

Cereziito24

Crys

Kuami

Magdys83

Florencia Godoy

Nelly Vanessa

Loby Gamez

Carosole

Agus901

Noonnika

Maggiih

A_mac

Nelshia

Malu_12

Fmaryd

Axcia

Rihano

SweetChildOmine

Pachi15

3

Correctoras Kuami

Lyra#

Fatima85

Cgrande89

Meli Eli

Flor212

viriviri

Neige

Marta_rg24

Maggiih

Recopilación & Revisión Kuami & Neige

Diseño Jane

Capítulo 16 Prologo

Capítulo 17

Capítulo 1

Capítulo 18

Capítulo 2

Capítulo 19

Capítulo 3

Capítulo 20

Capítulo 4

Capítulo 21

Capítulo 5

Capítulo 22

Capítulo 6

Capítulo 23

Capítulo 7

Capítulo 24

Capítulo 8

Capítulo 25

Capítulo 9

Capítulo 26

Capítulo 10

Capítulo 27

Capítulo 11

Capítulo 28

Capítulo 12

Capítulo 30

Capítulo 13

Epílogo

Capítulo 14

Capítulo Extra

Capítulo 15

Sobre el Autor

4

asen, vean y conozcan a Jay Fields: Ilusionista. Mentalista. Embaucador. Yo pienso en triángulos. Tú piensas en líneas rectas. Te muestro una mesa y hago que creas que es una silla. Humo y espejos, ilusionismo, distorsión. Engaño y confusión. Pero sobre todo, doy un buen espectáculo. El mundo piensa que maté a un hombre, pero no lo hice. Sé paciente conmigo. Es todo parte del plan. Venganza es lo que quiero. La quiero para mí y la quiero para ella. La quiero para nosotros seis. Ella no me recuerda, pero es la razón de todo. Será mi premio al final de todo esto, si puedo mantener a mi fuerza de voluntad, es decir. Tal vez pueda pasarme un poco, saborearla, sólo un poco. Así que adelante, ven y escoge una carta. Entra y mira el espectáculo. Mira mis manos, tan cerca que no puedes ver lo que ocurre mientras estás tan concentrada mirando. Podría estar destruyendo tu mundo desde aquí en primera línea. Nunca me veras venir hasta que sea demasiado tarde. Sólo tengo un corazón, y después de que tenga éxito con mi engaño, voy a entregárselo directamente a ella. Así que, siéntate, relájate y deja a mi chica contarte nuestra historia. Experimentaras un infierno de trayecto.

5

a casa de los vecinos de Jason era mucho más agradable que la suya. En su casa todo lo que oía eran gritos, llanto, o silencio. Todo lo que sentía eran los puños de su padre golpeando alguna parte de su cuerpo. Un día, mientras estaba fuera en sus jardines contiguos traseros, se hizo amigo de la hija de los vecinos. Ella era la chica más preciosa que alguna vez había visto. A él le gustaba estar junto a ella porque siempre estaba sonriendo, una sonrisa llena de felicidad y dientes perfectamente blancos. Él quería capturar esa emoción, robar un pedacito de ella para sí. A veces, en los días en que su padre estaba fuera trabajando, él sentía algo parecido a la felicidad. Solo estaban mamá, su hermano Jack y él. Los amaba tanto que sentía que haría cualquier cosa por ellos. Solían reír y jugar en el jardín, y por un momento olvidar que la violencia que su padre siempre causaba en solo pocas horas regresaría. La vecina les daba a él y a su hermano un poco de comida. Ella debió de haber intuido su hambre, de alguna manera sabía que su padre bebía limitándolo todo y su madre era incapaz de detenerlo. Él era grande y fuerte, y su madre era pequeña y débil. Esa era la forma que a su padre le gustaba. Su parte favorita de la casa de sus vecinos, sin embargo, era la televisión. No se les permitía ver televisión en su casa. Iba en contra de las reglas de su padre. Solía escucharla algunas veces por la noche cuando él y su hermano habían sido enviados a la cama y su padre había regresado del trabajo. En la casa de sus vecinos, podía ver la televisión ininterrumpidamente. No había reglas sobre eso. Había estado esperando en el viejo cobertizo en el jardín esa noche sabiendo que su padre había estado fuera bebiendo y probablemente volvería de mal humor. Jason planeaba detenerlo esta vez. Haría cualquier cosa que fuera necesaria para evitar que lastimara a su hermano y a su madre, incluso si eso significaba recibir la paliza él mismo. Para pasar el tiempo en el cobertizo, y para apartar su mente del dolor que pronto soportaría, llevo consigo algunas canicas y una baraja de cartas, para practicar varios trucos que había preparado. Siempre disfrutaba haciendo trucos para la gente, viendo la expresión de asombro en sus rostros mientras los deslumbraba con sus habilidades. En la escuela, él y su mejor amigo Jessie solían obtener dinero. Jessie llevaba las apuestas y Jay apostaba con sus compañeros que podía descubrir qué carta era sin

6

siquiera verla. Era uno de los trucos más simples, pero él siempre estaba desafiándose a sí mismo a pensar más en grande. A dominar los trucos que impresionarían a la gente y obtener su respeto. Era pasada la medianoche cuando escuchó a su padre llegar. La puerta principal se cerró con fuerza, y los pies de su padre dieron duros pasos por las escaleras mientras subía. Sabía que su ausencia distraería a su padre. Iría en busca de Jason, y eso lo mantendría alejado de Jack y su madre. Cuando se asomó por la ventana, vio la luz encenderse en la habitación de sus padres. Hubo alguna tranquila conversación, y después la luz se apagó de nuevo. Silencio. Jason dejó escapar un largo suspiro. Tal vez esta sería una de las raras ocasiones en las que su padre no requería de un saco de boxeo. Decidió esperar unos veinte minutos más antes de volver a entrar. Su padre estaría dormido para entonces y no lo escucharía colarse dentro. Mientras esperaba, oyó voces amortiguadas procedentes de algún lugar cercano. Echando un vistazo por la ventana, vio como tres hombres vestidos con ropas oscuras se acercaban a la puerta trasera. Estaban ocultos entre las sombras, por lo que Jason no podía ver sus rostros. Congelado en el lugar, vio a uno de ellos golpear el cristal de la puerta. Luego meter la mano y abrirla desde el otro lado. El coraón de Jason latía fuertemente. Estos eran hombres malos, quizás incluso más que su propio padre. Podía sentirlo. Estaban allanando su casa, y él tenía que detenerlos. Al travesar corriendo la puerta, entró en la cocina para encontrar a dos de los hombres encapuchados mirándolo, mientras que el otro caminaba por la habitación, vertiendo gasolina sobre todo. —¡Mierda! Es el hijo de McCabe —profirió el más alto de los tres. —Encárguense de él —dijo el de la gasolina bruscamente antes de pasar a la siguiente habitación. El alto agarró a Jason, pero él luchó, mordiendo y pateando al hombre. Justo cuando empezó a gritar, el hombre metió una bola de un trapo de cocina en su boca, impidiéndole hacer ningún sonido. Siguió luchando y luego sintió un insoportable dolor asaltar la parte posterior de su cráneo. Eso fue lo último que recordaría antes de despertar con el humo y las llamas nublando su visión. Su casa estaba ardiendo, y toda su familia todavía estaba durmiendo arriba. Se puso en pie a trompicones, preparándose para ir a despertarlos, pero luego oyó que alguien le gritaba que no se moviera. Un bombero lo agarró y lo echó sobre su hombro. Luchó, pero el hombre que lo sujetaba era demasiado fuerte. Segundos después estaba fuera, el bombero lo dejo en una camilla en una ambulancia. —¡Mi familia! ¡Tengo que despertarlos! —protestó histéricamente, pero un médico le sujetó. Sentía bilis subiendo en su garganta, las náusea lo invadían mientras vomitaba en un cubo. —Tiene una contusión —oyó vagamente alguien decir a alguien.

7

Jamás se había sentido tan impotente en su vida, mirando su casa mientras el fuego la envolvía. Trató muy duro de recordar cómo lucían esos hombres, pero sus caras eran sólo unas sombras desenfocadas en su mente. En el hospital, una doctora con ojos bonitos y preocupados lo examinó. Frunciendo su ceño cuando vio las contusiones en las costillas, le preguntó dónde se las había hecho. Le dijo que se había caído de su bicicleta. No parecía que le creyera. El tiempo estaba, ya sea, pasando demasiado rápido o demasiado lento, él no era capaz de decirlo. Cada vez que preguntaba por su madre y Jack, nadie le decía nada. Luego un hombre calvo con gafas llegó y se sentó con él en la habitación donde le habían instalado. Estaba llena de juguetes para niños pequeños, pero a los doce años, Jason decidió que no le interesaban los juguetes. Jason podía ver en los ojos del hombre calvo que no le traía buenas noticias, y eso lo hizo enfurecerse. Tomó un montón de coches de juguete y comenzó a lanzarlos por la habitación. No quería escuchar lo que el hombre tenía que decir, sabía que no podría soportarlo. Unas horas más tarde le dijo que su tío de América estaba en camino y que se lo llevaría a vivir con él. Jason había oído hablar de este tío, el excéntrico hermano de su madre, pero en realidad nunca lo había visto. Entre tanto, sus vecinos vinieron a cuidar de él. Ellos ocuparon la puerta de la habitación del hospital: mamá, papá, e hija. Ella tenía unos grandes ojos azules, sus ojos favoritos. Eran la familia perfecta, y la suya ya no existía. Su objetivo se había acabado ahora. ¿Cuál sería el propósito de su vida si no era proteger a mamá y a Jack? Su cuerpo comenzó a temblar mientras las lágrimas caían por su rostro. La niña corrió a su lado, lanzando sus pequeños brazos alrededor de su cuello y abrazándolo con fuerza. Ella susurró que todo estaría estar bien y que iba quedarse con ellos por los próximos días hasta que su tío llegara. Le tomó mucho tiempo dejar de llorar, pero cuando lo hizo, fue a casa con sus vecinos. En su casa pasó los tres días más tristes de su vida. Luego su tío llegó y le dijo sin compasión que su familia había muerto. Él se lo llevó a un mundo que no era para nada y como todo el que dejó atrás. Cada día Jason pensaba en esos hombres encapuchados, en su madre y su hermano, a quienes no pudo mantener a salvo al final, y con esos pensamientos aparecía uno que los afianzaba. Venganza

8

Día de hoy. Matilda. veces en la vida solo tienes que reír. Estas últimas semanas he estado haciendo mi debut en el mundo peligroso de las citas en línea, y en estos momentos estoy mirando a la pantalla de mi ordenador, tratando de averiguar si este último "pretendiente" es serio o simplemente está bromeando conmigo. ¿Qué aspecto tiene? ¿Te oí preguntar? Bueno, sé que tiene un muy buen conjunto de abdominales particularmente brillantes, o buscó en Google una imagen de un muy buen conjunto de abdominales particularmente brillantes y la usó como su imagen de perfil. ¿Se supone que eso es aceite o sudor? No puedo decir. De todos modos, su mensaje dice lo siguiente: Hola, bella dama. ¡Diablos, estoy ávido! Tu foto me llamó la atención en cuanto me fijé en ella. Eres taaaan endemoniadamente hermosa. Realmente espero que podamos llegar a conocernos mejor. Por favor, pásate por mi perfil y escríbeme. Si no lo haces, yo solo podría tener que llorar. Steve. xxxxxxx. Hay tantas cosas mal con esto, no sé ni por dónde empezar. En primer lugar, tengo que sacar de repente el diccionario de mi estantería en la oficina para comprobar el significado de la palabra "ávido". Su definición es "en un estado de ansioso deseo", o "altamente emocionado por afán, curiosidad, o anticipación". Correcto. Que Steve use la palabra "ávido" me hace sentir lo opuesto de ávido. De hecho, me encuentro en un estado ansioso de deseo por borrar su mensaje de mi bandeja de entrada. Después está el uso de "diablos". Su perfil indica que tiene veintisiete años y nació y creció en el norte de Dublín, donde nadie usa la palabra "diablos". Y si lo hacen, necesitan una buena razón para hacerlo. Alguien ha estado viendo demasiado MTV. ¿Y la mención de llorar? No tengo palabras. En cualquier caso, mi reacción a sus esfuerzos de cortejo es un gran "no, gracias". Principalmente porque su mensaje suena a un trabajo de copia y pega de ahí el uso de "bella dama" en lugar de mi nombre real.

9

Puedo imaginarme que ha estado enviando a este chico malo a cada Tom, Dick y Harry en el sitio. ¿O debería decir a cada Tomasina, Dickina, y Harriet? Esperando todo ávido que alguna mujer confiada le escriba de nuevo, y ser engañada por cibersexo. Apuesto a que Steve solo espera unos diez segundos antes de inundar a sus víctimas con imágenes de su pene. Realmente vivimos en un mundo lleno de pervertidos. Además, pido disculpas a cualquier mujer cuyos padres fueron tan crueles como para llamarla Dickina. Un rápido vistazo a mi reloj me dice que son las ocho cuarenta y cinco. Solo faltan quince minutos antes de que la oficina abra oficialmente, así que, me desconecto rápidamente del pozo de la desesperación, también conocido como mi sitio de citas en línea, y reviso para asegurarme de que tengo todas las reuniones del día preparadas. Brandon Abogados es el bufet dónde ejerce mi padre. Se encuentra en un pequeño espacio de oficinas de tres habitaciones en el centro de Dublín. Desde que terminé mis estudios, he estado trabajando aquí a tiempo completo como secretaria legal. Nosotros tratamos principalmente con pequeñas reclamaciones. Ya sabes, la gente que quiere demandar a su supermercado local, porque resbaló y cayó en un suelo mojado. O "la gente que quiere demandar a su supermercado local, ya que resbaló y cayó en un suelo mojado". Por favor no pases por alto mi uso de sarcasmo en esa última frase. Básicamente, no estamos exactamente en los altos vuelos del mundo de la ley por aquí, pero nos las arreglamos. La puerta de entrada a la oficina se mece abierta, y mi padre, Hugh, cojea entrando en la habitación. Su cojera se nota especialmente hoy, y eso me hace fruncir el ceño. No debe haber conseguido descansar tanto como de costumbre. Cuando tenía apenas ocho años, nuestra casa fue allanada por un grupo de matones, y golpearon a mi padre con tanta saña que ahora camina con una cojera permanente en la pierna izquierda. Eso no fue lo peor que hicieron, sin embargo. Uno de ellos le disparó a mi madre cuando hizo un intento de llamar a la policía. Cuando me puse histérica al ver a mis padres casi muertos, el que disparó me tiró contra un espejo. El cristal se hizo añicos y yo salí gravemente cortada, dejándome con una cicatriz permanente, que va desde justo debajo de mi oreja, por el lado de mi cuello, y bajo mi mandíbula. Mamá murió esa noche, dejándonos a papá y a mí solos. Ellos nunca atraparon a los ladrones. Era solo una niña cuando sucedió, pero mi corazón se acuerda de mi madre, y la echo de menos todos los días. Papá nunca lo menciona, pero sé que también lo hace. Ella fue el amor de su vida y él nunca se recuperó totalmente para salir con otra persona. ―Buenos días, Matilda ―dice papá―. ¿Puedes conseguirme un café del establecimiento calle abajo? Nuestra máquina está rota de nuevo. —Lo haré —contesto alegremente en un esfuerzo por ignorar el horrible recuerdo que acababa de pasar rápidamente por mi cabeza—. ¿Cómo has estado durmiendo?

10

Hace una mueca, baja la mirada rápidamente y la vuelve a levantar. —¿Supongo que has notado la pierna? —Sí, necesitas reposarla con más frecuencia —digo, agarrando mi cartera debajo de mi escritorio. —Estuve hasta medianoche trabajando en el caso O'Connell. —Está bien, ve a dormir temprano esta noche, ¿de acuerdo? —indico, acercándome para darle un rápido beso en la mejilla. Responde que lo hará, y salgo rápidamente de la oficina. Puedo ser excepcionalmente protectora con la salud de mi padre, porque somos realmente todo lo que le queda al otro en el mundo. De camino hacia abajo por la angosta escalera que conduce fuera del edificio y hacia la calle, tropiezo con un hombre alto, con cabello castaño dorado. Normalmente no haría una observación del cabello de un hombre tan específicamente, pero este tipo mantiene un gran estilo. Tiene un corte militar a los lados y largo en la parte superior, como una especie de villano sexy en una película ambientada en la década de 1920. Lo miro, con mis ojos bien abiertos. Lleva un elegante traje azul marino con un portafolio de cuero con hebillas colgado de su hombro. A pesar de que fue lo primero que observo, su cabello palidece en comparación con la maravilla que es su rostro. No creo haber estado alguna vez cerca de un apuesto ejemplar de la especie masculina en mi vida. ¿Por qué no pueden hombres como éste escribirme en línea?, reflexiono en mi mente desanimada. Porque hombres como éste ni siquiera conocen el significado del término "carente de habilidades sociales”, responde mi cerebro. Mi metro cincuenta y algo me hace mirar hacia arriba en todo su metro ochenta, y me pregunto, ¿qué está haciendo un tesoro como tú en un lugar de mala muerte como este? En realidad, ahora que lo miro, me resulta vagamente familiar, pero no puedo decir exactamente dónde lo he visto antes. Probablemente en las páginas de una revista de moda, si su apariencia es algún indicativo. Si ya no lo has deducido por el hecho de que no puedo incluso encontrar una cita usando la romántica puta conexión que es el Internet, entonces voy a explicarlo. Soy ineficiente con los hombres, y estoy hablando de todos los hombres. Incluso los agradables y tipos accesibles. Y no estoy mirando a un agradable y accesible tipo en estos momentos. Estoy mirando a un tigre, que te mastica y escupe. ¡Grrr! Puesto que la entrada al edificio es muy estrecha, tenemos que movernos uno frente al otro, de lado. Le doy una vacilante sonrisa y un encogimiento de hombros. Sus ojos brillan con algún tipo de conocimiento oculto mientras me deja pasar, como si las personas hermosas conocieran el significado del universo y se divirtieran con nosotros, las personas normales, quienes tienen que permanecer en la oscuridad. Estoy a punto de salir por la puerta cuando el tigre empieza a hablar. —Busco a Brandon Abogados. ¿Sabes si estoy en el lugar correcto?

11

Retrocedo. Suena como Mark Wahlberg1 cuando abandonó sus raíces sureñas. Su pronunciado acento americano me hace querer cerrar mis ojos y disfrutar del sonido. —Sí. Trabajo aquí, de hecho. Soy la secretaria, guion, recepcionista, guion, principal encargada de los recados. Es el estudio de mi padre —respondo. Demasiada información, Matilda. Demasiada. Información. El tigre sonríe, haciéndolo parecer más apuesto si es eso posible. Y afortunadamente, no hace ningún comentario sobre mi forma nerviosa de hablar. —Tengo una reunión con Hugh Brandon a las nueve. Soy Jay —dice, y da un paso más cerca, tendiéndome su mano. Mi espalda choca contra la pared, con su alta complexión cerniéndose sobre la mía. Creo que no se da cuenta cuán estrecho es este espacio, y ahora puedo oler su colonia. Vaya, no es común que consiga acercarme suficiente a un hombre para olerlo. Y Jay Fields huele indecentemente bien. —Ah, cierto. Jay Fields. Sí, te tengo en mi agenda. Puedes subir, y mi padre se encargará de ti —respondo, estrechando su mano y soltándola rápidamente para que no advierta de mis palmas increíblemente sudorosas—. Tengo que hacer un recado. Me mira fijamente un largo rato, como si sus ojos estuvieran tratando de asimilar cada uno de mis rasgos, pero no puede ser cierto. Cuando por fin responde, es un simple: —No te entretendré, entonces, Matilda. Dios. ¿Por qué la forma en que dice "entretendré" en esa profunda voz hace a mi corazón acelerarse? Han pasado literalmente treinta segundos y voy camino a tener un flechazo. Hace contacto visual conmigo de manera perspicaz, luego se vuelve y sube las escaleras hacia la oficina. Ya estoy en la calle cuando me doy cuenta de que no le había dado mi nombre, y sin embargo, él lo sabía. Tal vez había estado navegando en nuestro sitio web. Nuestras oficinas pueden ser de mala calidad, pero siempre me aseguro de mantener nuestra presencia en línea a la altura. Hay una foto de papá, de mí y Will, el otro abogado que trabaja para el bufete, en la página “Todo sobre nosotros”. Así que si él sabía quién era yo, ¿por qué preguntarme si estaba en el lugar correcto? Milagro de los milagros, él realmente estaba charlando conmigo o algo así. Quédate quieto latido de mi corazón. ¿O es que solo es del tipo hablador y amable? Considero estas preguntas mientras entro en la cafetería a tres edificios de nuestra oficina y pido dos cafés con leche para llevar. Pienso brevemente en ordenar algo para el tigre, también conocido como Jay Fields, pero podría ser uno de esos bebedores de café exigentes, así que no lo hago. Cuando regreso, encuentro que papá se encerró en su oficina con Jay, y la próxima cita ya está esperando para que la atienda.

1

Mark Wahlberg: es un cantante, modelo, actor y productor de televisión estadounidense.

12

Es una mujer de mediana edad con un cuello ortopédico. No he tenido la oportunidad de mirar su información, pero me puedo imaginar por qué está aquí. Algún tipo de demanda por accidente. Lo que realmente quiero saber es, por qué está Jay aquí. Sí, ya me estoy preguntando demasiado acerca de este hombre. Recuerdo que llamó la semana pasada para pedir la cita, y de alguna manera me he olvidado de preguntarle qué tipo de siniestro quería hacer. Eso es raro también, porque tengo una serie de preguntas que hacer para dar citas, y nunca olvido pedir toda la información que necesito. Es casi como si mi subconsciente supiera que estaba hablando con un hombre magnífico, haciéndome así doble “F-ed”: agotada y olvidadiza. Conociendo a papá querría su cafeína lo antes posible, llamo suavemente a la puerta y espero a que me dejen entrar. Papá me pide que entre y lo hago, abriendo la puerta con la taza de café de papel en mi mano. Jay está sentado en el asiento frente al escritorio de papá, con las manos entrelazadas por encima de su cabeza mientras se reclina hacia atrás, informal como desees. Puedo sentir sus ojos en mí mientras camino hasta papá y le doy su bebida. Él parece un poco fuera de sí, así que apoyo una mano en su hombro y pregunto: —¿Todo bien? Papá parece perdido en su propia cabeza durante un minuto, y tengo que repetir la pregunta por segunda vez para conseguir que me responda. —¿Qué? Oh, sí, todo está bien. Gracias por el café, jovencita—murmura. —Podría ser yo el problema —contesta Jay—. Me acabo de presentar a tu padre con un caso que no está seguro de que quiera tomar. Miro a Jay ahora, arrugando mi frente. ¿Quién diablos es este tipo? Lo que ha dicho ha despertado mi curiosidad, así que cierro la puerta y cruzo mis brazos. A menos que me necesiten para tomar notas, no suelo sentarme en las reuniones con los clientes, pero la conducta de mi padre me ha puesto en el borde, mis instintos protectores pateando el engranaje. Jay sonríe de una manera que me hace pensar que está contento con mi atención. —Oh, ahora ella siente curiosidad. Bueno, este hombre podría ser hermoso, pero también es un poco extraño. —¿Querías hacer una reclamación en contra de alguien? —pregunto, porque papá todavía no habla. Supongo que todavía está considerando lo que es el caso de Jay. —No. Quiero demandar a alguien —dice Jay, todo práctico. —¿Por qué? —Por difamación —responde antes de sacar un periódico de su bolso. Se mueve a través de él, lo dobla y lo deja abierto en la página que está buscando y me lo entrega. Echo un vistazo hacia abajo en el tabloide, escaneando el titular intrépido que lee: “Ilusionista Jay Fields causa la muerte de un Voluntario”. Dejo que mis ojos viajen

13

brevemente sobre el artículo, que cuenta con una imagen promocional de Jay sosteniendo una carta de un seis de Corazones. Oh. Ahora recuerdo de dónde lo conozco. Hace un par de semanas el The Daily Post sacó una historia acerca de un ilusionista estadounidense de origen irlandés con un nuevo espectáculo viniendo hasta RTÉ2. Él estaba filmando un episodio cuando un trágico accidente ocurrió. Exploro el artículo ante mí, recordando los detalles. Un par de horas después de concluir el rodaje de un episodio, en el que Jay estaba rindiendo homenaje a Houdini por la recreación de una versión de su truco “Enterrado Vivo”, el voluntario que había tomado parte murió de un ataque al corazón. Lo que Jay se proponía hacer era poner al voluntario, David Murphy, en un estado hipnótico donde solo respiraría muy poco aire, permitiéndole ser enterrado durante veinticuatro horas en una tumba vacía y no asfixiarse en el proceso. Una hazaña imposible, dirían muchos. Al voluntario se le dio un botón de pánico, y si algo salía mal, podía presionarlo, y sería inmediatamente desenterrado. Al final no fue necesario el botón de pánico, y se las arregló para sobrevivir milagrosamente las veinticuatro horas bajo tierra. Sin embargo, cuando se fue a la cama esa noche, sufrió un ataque al corazón y falleció. No hace falta decir que la prensa sensacionalista se había percatado de la historia y comenzaron a plantear preguntas acerca de si el truco de Jay había causado de alguna manera que David Murphy tuviera su ataque al corazón. Después de todo, ser enterrado vivo es toda una experiencia traumática. El artículo ante mí, que está escrito por una conocida periodista del crimen llamada Una Harris, fue la primera en romper la historia inicial sobre Jay, que es sin duda extrema. Se profundiza en los antecedentes de Jay en América, donde dice, que pasó un año en un centro de detención juvenil por agredir a un hombre en la calle. Antes de eso había sido un fugitivo, ocupando edificios abandonados en Boston. Harris plantea preguntas sobre el inmaculado fondo de Jay. Se pregunta cómo a un hombre que pasó un tiempo en prisión, aunque fuera una prisión para jóvenes delincuentes, se le daría permiso para realizar maniobras peligrosas como lo había estado haciendo en su espectáculo. También se pregunta por qué Jay, que había estado realizando algunos espectáculos muy exitosos en Las Vegas, podría renunciar a todo eso para pasar a un pequeño estanque como Irlanda, para filmar una serie que solo alcanzaría una pequeña audiencia en comparación con los Estados Unidos. En general, básicamente sacaba afirmaciones, una tras otra de que Jay tenía motivos turbios para venir aquí, y tal vez incluso pretendía la muerte de David Murphy. Él, después de todo, casi golpeó a un hombre hasta la muerte cuando tenía solo quince años. “Tal vez, simplemente trata de llegar a una forma más elaborada para alimentar su necesidad de dañar a las personas”, piensa Harris. Vaya, esta mujer realmente no se anduvo con rodeos en sus insinuaciones. Es casi como si estuviera rogando que la demandaran. Quiero decir, he trabajado con mi padre lo suficiente para saber que siempre se debe tener pruebas contundentes antes de Raidió Teilifís Éireann (en español, "Radio Televisión de Irlanda"), más conocida por sus siglas RTÉ, es la corporación de radiodifusión pública de la República de Irlanda. 2

14

hacer públicas afirmaciones sobre personas, que podrían ser consideradas como difamatorias. Y aparte de unas pocas piezas nebulosas de información sobre la adolescencia de Jay, Una Harris tiene cero pruebas. Paso mi atención de la prensa para encontrar que mi padre y Jay habían tenido una conversación mientras yo estaba perdida en el artículo. —No me malinterpretes —dice papá—. La idea de tomar tal caso me emociona. No he trabajado en algo así en años, pero al mismo tiempo tengo que ser desinteresado y decirte que hay muchos mejores abogados por ahí para el trabajo. Incluso te puedo dar algunos nombres para contactar. ¿Realmente deseas ganar este caso, supongo? Jay descruza las piernas y se cruza de brazos. —Claro que sí, quiero ganar. Y sé que eres el hombre para el trabajo, Hugh, no importa cuánto trates de convencerme de lo contrario. En silencio le devuelvo el periódico y él lo toma, sus dedos rozan los míos. El contacto hace a mi piel hormiguear. Estúpido bastardo guapo. Papá se queda mirando a Jay, y puedo decir por la mirada en sus ojos que quiere decir que sí, simplemente no tiene la confianza para hacerlo. Con toda honestidad, estoy esperando que continúe diciendo que no. Sé lo estresante que puede ser el tipo de caso que Jay le propone, y no quiero que papá pase por todo eso. Acaba de cumplir sesenta años el mes pasado. El cumpleaños solo funcionó para hacerme más consciente de la cantidad de años que podría haber perdido. —Lo siento, señor Fields, pero voy a tener que guardar mis armas en este caso — dice papá en tono de disculpa—. Enfrentarse a un periodista es una cosa, pero demandar a un periódico va a exigir a una empresa de primera categoría. Como podrá ver, no somos eso. Oh. ¿Jay quiere demandar al periódico? Estoy impresionada. Para eso se necesitan algunas pelotas serias. Bien, Matilda, deja de pensar en los cojones del hombre. Jay deja escapar un largo suspiro y gira la cabeza hacia la ventana. Un segundo después se levanta de su asiento y tiende su mano a papá. —Bueno, si no hay manera de que pueda convencerle —responde, y los dos hombres se dan la mano—. Gracias por su tiempo de todos modos. Jay va a salir por la puerta, pero se vuelve un segundo, con un pícaro brillo en sus ojos. —Oh, antes de irme… ¿Me puede recomendar algún lugar que pueda alquilar y que esté ubicado cerca de la ciudad? Tengo que mudarme del apartamento en el que he estado quedándome. Tomo una rápida respiración cuando los ojos de papá se iluminan. Hace un par de semanas se le ocurrió renovar el cuarto de invitados en nuestra casa para que pudiera alojar a un huésped y ganar un poco más de dinero. No he estado demasiado entusiasmada con la idea, ya que realmente no quiero compartir mi entorno con un extraño, pero cuando papá adopta una idea, no hay forma de persuadirlo.

15

Ciertamente, no quiero compartir mi entorno con Jay Fields. No por motivo de su supuesta historia concebida por Una Harris, sino porque no sería capaz de relajarme cerca de él. Tiene ese magnetismo que me hace sentir ansiosa y emocionada a la vez. —Es curioso que lo preguntes —dice papá—. He estado planeando alquilar nuestra habitación de invitados, si estás interesado, por supuesto. Tiene un cuarto de baño privado, recientemente renovado. Aprieto los puños con fuerza y vuelvo a la zona de recepción, tomando asiento en mi escritorio y dando un gran sorbo a mi café. No me gusta la rapidez con que mi corazón late ante el pensamiento de que Jay se mude a esa habitación, así que me voy antes de escuchar su respuesta. Por favor, por favor, por favor, que diga no. Las estridentes carcajadas de mi padre fluyen desde la oficina. Jay está obviamente utilizando su encanto con él. En silencio maldigo a mi padre por ser como una mujerzuela fácil de cautivar. No más de un minuto más tarde, papá y Jay salen de su oficina. Puedo ver a Jay mirándome por el rabillo de mi ojo, pero sigo escribiendo en el ordenador en frente de mí, tengo la sensación de que si miro directamente hacia él, de alguna manera va a ser capaz de notar cuán atractivo lo encuentro. —Matilda, ¿podrías hacerme un gran favor y llevar a Jay a la casa en tu descanso para el almuerzo para ver la habitación? Lo haría yo mismo, pero tengo una reunión a la que asistir. Oh, papá. No tienes ni idea de cómo me estás torturando en estos momentos. Me toma varios segundos responder. Cuando finalmente lo hago, mi voz es tranquila. —Sí, está bien. Lo que realmente quiero decir es infiernos, no, pero eso me haría ver como una perra. Y no soy una perra. Bueno, aparte de mi propio diálogo interno, no lo soy. —Genial —dice papá antes de volverse hacia la mujer de cuello ortopédico esperando—. Ah, señora Kelly. Puede pasar ahora. La señora Kelly sigue a papá dentro de su oficina, dejándome sola con Jay. —¿A qué hora tienes el almuerzo? —pregunta en voz baja, dando un paso más cerca de mi escritorio. —A la una. Vamos a tener que tomar un taxi, porque tengo que regresar aquí como a las dos. —Eso está bien. Puedo llevarnos —dice Jay, y muerdo mi labio, levantando la mirada hacia él. Vaya, sus ojos son un poco fascinantes, no exactamente marrones, no exactamente verdes. Nos quedamos mirándonos el uno al otro durante un largo rato, y hay una ligera sonrisa en sus perfectamente esculpidos labios. —De acuerdo. Te veo a la una —le digo animadamente, y luego mis ojos vuelven a la pantalla frente a mí mientras se va. Por fuera soy todo negocio. Por dentro soy un manojo de nervios. ¿Cómo demonios voy a actuar como un ser humano

16

normal, mientras paso al menos una hora en su compañía? Él realmente no sabe lo que lo aguarda. Apuesto a que voy a durar unos cinco minutos antes de soltar algo estúpido, haciendo así los siguientes cincuenta y cinco minutos un incómodo deleite. Y cuando digo "deleite", quiero decir pesadilla. Justo cuando estoy simultáneamente organizando archivos en mi computadora y agonizando por mi inminente condena social, Will entra por la puerta, sus mechones de cabello marrón azotados por el viento son un desastre. Él estuvo en la corte esta mañana, por lo cual llega tarde a la oficina. A diferencia de la mayoría de los hombres, congenio bien con Will. Eso es probablemente porque lo encuentro más o menos tan sexualmente atractivo como un par de bragas de abuela de gran tamaño. Así que, cuando dije que me va mal con todos los hombres, supongo que debería ratificar esa declaración. Sólo me va mal con todos los hombres que me gustan. Claro, puedo ser su amiga. ¿Pero su novia? Bueno, eso simplemente nunca parece dar resultado. Mi primer y único novio de varios años sin contemplaciones me dejó por mensaje, y eso lo dice todo. Todavía estoy afectada por la experiencia. —Buenos días, Will. —Saludo a mi compañero mientras una carpeta se cae de su maletín entreabierto. Él se inclina para recogerla y estoy saludando su mediocre parte trasera. Un trasero muy poco desarrollado. ¿Qué? Dije que mi diálogo interior era una perra. Lo que importa es que yo nunca diría algo tan malo en voz alta. Todos tenemos pensamientos que nunca, jamás proferiríamos. Y las personas quienes dicen que no, son mentirosas. —Hola, Matilda, ¿podrías ser amable y prepararme un taza de té? Estoy sediento. —Seguro —respondo—. Es una buena cosa que seas un hombre de té, porque la máquina de café está averiada de nuevo. Sacude su cabeza. —Esa máquina se rompe con más frecuencia de lo que funciona. Creo que es hora de desechar al pobre querido cacharro. Suelto un fingido grito ahogado. —No dejes que papá te oiga decir eso. Sabes que él nunca tiraría nada hasta que esté completamente descompuesto. Will ríe y se va a su oficina. Anuncio el próximo par de citas cuando llegan y paso las horas antes del almuerzo realizando mis habituales mundanas tareas administrativas. Preferiría mucho más estar en casa trabajando con mi máquina de coser. Durante el día puedo ser una secretaria jurídica pero por la noche soy una diseñadora de vestidos extraordinaria. Diseño y hago mis propias creaciones, y las vendo por Etsy. Sin embargo, no gano suficiente dinero para un salario decente, es por eso que trabajo aquí. Antes de morir, mi madre era costurera, y uno de mis primeros recuerdos de la infancia fue de ella enseñándome como coser. Adopté el pasatiempo, y ahora es mi

17

auténtica distracción. Me resulta maravillosamente terapéutico enfocarme en un nuevo diseño. De hecho, es uno de los modos en que todavía me puedo sentir cerca de mi madre. Cuando miro el reloj y noto que es casi la una, voy rápido al baño para arreglarme el cabello y el ligero maquillaje que me puse esta mañana, mirando fijamente mi rostro en el espejo. Si hubiera sabido que me encontraría a alguien como Jay Fields hoy, hubiera hecho un mayor esfuerzo. Mi amiga Michelle dice que tengo labios extravagantes y que debería tratar de destacar mis rasgos. En realidad, sus palabras exactas fueron "labios de mamada" y me ruboricé como una loca. Tiendo a llevarme bien con las personas que son lo opuesto a mí. Chicas audaces que les resultan fáciles los hombres y el sexo. Que se embarcan en las citas sin ninguna preocupación en el mundo. Michelle es una de esas chicas, y la admiro. Hay cierto coraje en no dar una mierda por lo que piensen los demás y simplemente tomar lo que quieres en la vida. Paso un cepillo por mi largo cabello castaño oscuro, asegurándome de que quede cerca de mi rostro, en el lado de la cicatriz. Casi siempre lo llevo suelto para esconderla. Son solo un par de decoloradas líneas, y sin embargo soy constantemente consciente de su presencia, esperando que la gente no la note. Apenas puedo recordar su rostro, y sin embargo odio al hombre que me hizo la cicatriz más que nada en este mundo. Y lo odio más por matar a mi madre. El odio es una horrible emoción, sin embargo, por lo que trato de no dejar que me consuma. Después de aplicarme una capa más de rímel para enmarcar mis claros ojos azules, pongo mis cosas en mi bolso de mano y regreso a la recepción. Me detengo en seco cuando encuentro a Jay apoyado contra la pared, sus brazos cruzados casualmente sobre su pecho. No había oído a nadie entrar en la oficina, así que me asusto un poco, mi mano va a mi corazón por un segundo. Demonios, tiene esas súper silenciosas habilidades ninja. Sus ojos están en mí, y sé que solo debe ser unilateral, pero cada vez que nuestros ojos se unen, siento un ardor construyéndose. ¿Qué pasa con este hombre? Él es increíblemente atractivo, sí, pero hay algo más, y por mucho que intento no puedo entenderlo. Me sonríe, mostrando sus dientes, y tintineando las llaves del auto en su bolsillo. —¿Lista, Matilda? —pregunta. Respiro profundamente y asiento.

18

o primero que percibo cuando damos vuelta a la esquina donde Jay está estacionado, es que tiene un automóvil muy bonito. Un Aston Martin V8 negro. Uno de los programas de televisión favoritos de papá es Top Gear3, así que algunas veces no puedo evitar adquirir, inconscientemente, la información inútil de los autos. Lo segundo es que él parece tener todas sus posesiones sofisticadas empaquetadas en el asiento trasero. Es extraño pensar que temporalmente es un indigente, y todavía conduce un auto con un valor de más de 100.000 euros. No tiene sentido. Me deslizo en el asiento del pasajero cuando Jay me abre la puerta, disfrutando la sensación del cuero. Por un momento finjo que soy una atrevida chica Bond a punto de ser conducida por mi amante espía a un hotel pretencioso para un sudoroso y apasionado sexo desmesurado. —Así que, ¿a dónde? —pregunta Jay, ahora en el asiento del conductor y esperando mis instrucciones. Estaba un poco perdida en la fantasía ahí. —Oh, nuestra casa está en Clontarf. ¿Conoces el camino? —Conozco lo esencial. Puedes dirigirme una vez que estemos cerca —responde sonriendo, y alejándose de la cuneta. Cuando arranca el motor se enciende la radio, la música de rock heavy explota de los altavoces. Doy un vistazo al tablero para verificar qué estación está tocando, mi tendencia nerviosa me alienta a llenar este corto trayecto en auto con alguna variedad en la conversación. —Oh, veo que eres fanático de Phantom FM —digo sobre la música. La frase no podía haber salido más tonta, pero es la primera cosa de mierda que se me vino a la cabeza. Los ojos de Jay giran rápido hacia mí, luego al tablero, después de vuelta a la carretera delante de él. Su expresión está en blanco antes de que los bordes de su boca se curven en una sonrisa. —Sí, supongo que lo soy —responde finalmente antes de bajar la música, así podemos hablar correctamente. Oh, no, no hagas eso—. Ellos tocan alguna mierda buena. —Deberías escuchar Radio Nova. Ellos tocan, eh, mierda buena, también. Jay deja escapar una risa profunda, y resisto el impulso de darme una palmada en el rostro.

3 Top Gear: Programa de televisión británica sobre vehículos de motor, principalmente coches, y es el programa de coches más visto del mundo.

19

—Oh, ¿sí? ¿Qué tipo de mierda buena? —Umm, se alimentan habitualmente de rock. Tocan mucho de Fleetwood Mac. Me encanta Fleetwood Mac. Jay se ríe un poco más, y no puedo decir si se está riendo de mí o conmigo. Entonces me da esa mirada cálida que me dice que es lo último. Ahí está el fuego de nuevo. En verdad me gustaría que dejara de mirarme así, pero pedirle que se detenga seguramente sería una petición demasiado extraña. —¿Qué hace una niña como tú escuchando a Fleetwood Mac? ¿No deberías estar desmayada sobre Brandon Flowers o algo así? —Se burla, y ligeramente me exaspera. —No soy una niña. Tengo veintitrés, para tu información. Jay gira su cabeza para mirarme de nuevo por un breve momento. Sus labios se curvan, y me hace darme cuenta que solo estaba bromeando. —Así que, ¿Fleetwood Mac? —investiga. Me encojo de hombros. —No lo sé. Solo me encanta cada una de sus canciones, sin mencionar que había esa angustia palpable sobre ellos en su día. Tantas emociones volando alrededor, ¿sabes? —Te entiendo —dice Jay, fijando su atención de nuevo en la carretera—. ¿Me pego a la izquierda o a la derecha? —pregunta cuando nos acercamos a una rotonda. Su forma de hablar me divierte. —Ve a la izquierda, después sigue conduciendo. Nuestra casa no está lejos. Además, sobre el asunto de nuestra casa, ¿por qué diantres quieres alquilar una habitación cuando estás conduciendo un auto como este? La gente que conduce Aston Martin generalmente puede permitirse comprar su propia casa, comprar varias, de hecho. Jay me da una mirada furtiva. —Si realmente quieres saber la verdad, gané este auto en una apuesta. Levanto una ceja. —Debió ser una apuesta de las buenas. —Lo fue. Me encontré jugando al póker con un montón de tipos que actuaron con el circo esa noche. En pocas palabras, volví con un Aston Martin, cinco de los grandes, dos llamas y un elefante. Me sentía generoso, así que les permití conservar las llamas y el elefante. Quiero decir, ¿quién tiene un patio lo suficientemente grande para un elefante? Me le quedo mirando, mi boca se abre un poco. —¿Eso es verdad? Flexiona las manos sobre el volante. —Por supuesto que es verdad. ¿Por qué mentiría? Las carcajadas burbujean fuera de mí.

20

—Tiene que llevar una vida muy colorida, señor Fields. La manera en que sonríe después de que lo digo me hace pensar que le gusta esa idea. Cuando nos detenemos frente a la casa, Jay sale primero, y antes de que tenga la oportunidad de hacerlo, camina alrededor del auto y abre la puerta por mí. Me gusta eso. Escarbo a través de mi bolsa cuando salgo, intentado localizar mis llaves. Para el momento en que llego a la puerta, todavía no las he encontrado y trato de retroceder en mi cabeza para recordar si olvidé traerlas esta mañana. Un pequeño tintineo suena en mi oído, y volteo a ver a Jay de pie detrás de mí con mis llaves colgando de su mano y un destello descarado en sus ojos. —¿Es esto lo que estás buscando? —me mira con una sonrisa burlona. Lo miro fijamente, las manos en mis caderas, mientras que un pequeño torrente de curiosidad me atraviesa. —Está bien, ¿cómo hiciste eso? Me entrega las llaves antes de responder inocentemente. —¿Hacer qué? Con una risita le digo: —Serías un gran carterista, ¿sabes? —Corrección —replica Jay—. Era un gran carterista. Sonrío muy a mi pesar. —¿Estás seguro de que eso es algo que quieres decirle a tu posible compañera de piso? —Generalmente, no, pero tú ya decidiste que te gusto, y descubrir que solía ser carterista no va a cambiar eso —dice totalmente seguro mientras se balancea en sus talones y mira abajo hacia mí, con una sonrisa diabólica en sus labios. Está bien, espera un segundo. ¿Cómo es posible que sepa eso incluso si es cierto? Doy un paso dentro del vestíbulo, y él hace lo mismo. —¿Cuándo llegaste a esa conclusión? —pregunto en voz baja y avergonzada. —¿En serio quieres saberlo? —Sonríe, inclinándose más cerca. Me lo quedo mirando un momento, y mi corazón tartamudea. Él en verdad es guapo, especialmente de tan cerca. Estoy pensando en que si digo que sí, podría estar abriendo una lata entera de gusanos, así que voy por la respuesta segura. —No, supongo que no. Sus ojos destellan con picardía y rápidamente camino hacia adelante para guiarlo por las escaleras. —La habitación está por aquí —digo en voz alta. Estoy a medio camino y él está tan silencioso que tengo que darme la vuelta para asegurarme de que me está siguiendo.

21

Lo que encuentro cuando lo hago hace que mi corazón tartamudee incluso más fuerte, porque esos ojos hipnóticos están sin lugar a dudas pegados a mi culo, y parece que está disfrutando de la vista. Un hormigueo se extiende a través de mi pecho cuando su mirada se desplaza hacia mí y sus labios forman una sonrisa burlona. Oh, Dios. Antes de que él pueda decir algo, me volteo y prácticamente subo corriendo el resto del camino. Cuando alcanzamos la habitación adicional, Jay echa un vistazo. El único mobiliario es una cama doble de pino, un armario a juego y un tocador de noche. Las paredes están pintadas de un tono magnolia liso y unas cortinas de un sencillo crema algodón en la ventana. Jay tiene una mirada feliz en su rostro cuando entra en el baño contiguo. Sale un minuto después, declarando: —La habitación es perfecta, Matilda. ¿Dónde voy a firmar? Casi balbuceo. —Oh, bien, tengo que hablar primero con papá. Probablemente tiene algunos posibles inquilinos más a los que necesite mostrarles antes de seleccionar a la persona a quien le va a alquilar. También quiere hacer una verificación de antecedentes. Jay apoya su brazo contra el marco de la puerta y me mira. —Umm, ¿ella está mintiendo o diciendo la verdad? Creo que está mintiendo. ¿No quieres que viva aquí, cariño? —No estoy mintiendo —declaro, cruzando mis brazos a la defensiva sobre mi pecho—. Voy a llamar ahora a papá si quieres y dejarle que él mismo te lo diga —digo, introduciendo mi mano en la bolsa para buscar mi teléfono. No puedo encontrarlo, sin embargo, y suelto un pequeño jadeo de frustración. Observándolo con desconfianza, pregunto: —No se te ocurrió robar mi teléfono también así como mis llaves, ¿verdad? Dos hoyuelos se profundizan en cada mejilla de Jay cuando responde: —Nunca robé tus llaves, Matilda. Cayeron fuera de tu bolsa cuando saliste del auto. Simplemente las recogí para ti. Excelente, eso significa que he perdido mi teléfono y probablemente tenga que desembolsar para uno nuevo. Claramente recuerdo haberlo deslizado en mi bolsa unos veinte minutos antes del almuerzo. ¿Lo perdí cuando estaba en la calle? Jay se quita del marco de la puerta y camina unos pasos hacia mí, deteniéndose a unos cuantos centímetros. Cuando inclina la cabeza, sus ojos nunca abandonan los míos. Un segundo que se siente como una hora pasa antes de que meta su mano en su bolsillo y saque un IPhone. —Voy a llamar yo mismo a tu papá, para dejarle saber que estoy interesado. —Sí, adelante —respondo, esforzándome al máximo para sonar despreocupada. Está callado un momento mientras sostiene el teléfono en su oreja, entonces dice: —¿Hugh? Sí, soy Jay. Escucha, le he dado un vistazo a la habitación y es exactamente lo que tenía en mente.

22

Hace una pausa un segundo mientras mi padre habla por la línea. Me acerco a la ventana y doy un vistazo a la vista de las casas en la calle detrás de la nuestra, mi piel se pone de gallina. Jay tenía razón cuando dijo que me gustaba, y ni siquiera sé por qué lo hace aparte de su obvia atracción. Hay algo acerca de él que me dice que es uno de los chicos buenos, a pesar de lo poco que sé de él, hay algo que me lleva a creerlo. Y sin embargo, la idea de nosotros viviendo bajo el mismo techo tiene a mi estómago todo inquieto. —Genial, genial. Te veré mañana entonces, Hugh —dice Jay, colgando el teléfono y llevando toda su atención de regreso a mí. La sonrisa en su rostro dice que ha ganado esta ronda. Sabía que él había logrado encantar antes a mi papá—. Tu viejo dijo que había una copia del contrato de arrendamiento en el gabinete de la sala de estar. También dijo que podía firmar y mudarme mañana. Él me aceptará de buena fe por ahora y va a hacer la revisión de antecedentes en la mañana. —Está bien, voy a buscar los papeles para ti —digo firmemente y me muevo para ir a la planta inferior. Camino cerca de él y toma mi codo en su mano para detenerme. Sus dedos son cálidos en mi piel, un fuego ardiente pasa por mis venas. —¿Estás bien con eso, querida? —pregunta, su voz es gravilla pura. La manera en que dice “querida” con ese acento literalmente me mata cada vez. Él lo dice así: “querida”. Dios. Estúpidas hormonas. Trago. —Estoy bien con eso. ¿Te importa si nos detenemos aquí por un par de minutos? Tengo un sándwich en mi bolsa para el almuerzo que quiero comer. Estoy orgullosa por ese rápido cambio de tema. Él me mira por otro segundo antes de dejarme ir. —No hay problema. Tomate el tiempo que necesites. Primero voy a buscar los papeles para que los firme, y él los extiende sobre el mostrador de la cocina, leyendo toda la letra pequeña. Me siento en la mesa y desenvuelvo mi sándwich de pollo y salsa de cebolla, dando un gran bocado hambriento. —Este es un arrendamiento de seis meses —dice Jay—. ¿Crees que tu viejo puede estar abierto a extenderlo a doce meses? Odio mudarme una vez que me he establecido en un lugar. —No estoy segura. Tendrás que preguntarle tú. Asiente atentamente pero no presta su atención inmediatamente de nuevo a los papeles. En su lugar, se acerca a algunos marcos colgando en la pared opuesta a él. Haciendo un gesto hacia una fotografía mía sentada en el sofá con mi gato viejo Maggie en mí regazo. —Bonito gato. —Lo era —le digo masticando—. Murió el año pasado. —Lo siento. ¿Vas a conseguir otro? Niego. —Ningún gato podría estar nunca a la altura de Maggie. Ella era un felino de

23

misterio. Cada noche cuando llegaba a casa del trabajo, la encontraba sentada en el jardín trasero, oliendo a perfume de lavanda. —Oh, ¿sí? —dice Jay, sentándose al otro lado de la mesa con una mirada de interés en su rostro, así que le cuento la historia. —Sí. Lo hice mi misión de detective secreto para averiguar cómo llegaba a oler así. Por lo que, siempre que tenía una mañana libre, la seguía. Era muy rápida para mí, sin embargo, y la perdía cada vez. Nunca descubrí cuál era el misterio hasta que ella murió. Una anciana que vive unas puertas abajo apareció en la casa despotricando. Tenía un montón de fotos de Maggie en su casa, y ella apestaba a lavanda. Aparentemente mi gato había estado viviendo una doble vida. Pasando las horas del día con esa viejecilla y las noches conmigo. —Parece que Maggie era una gata inteligente, Watson. Estallé en risas. —Oh, definitivamente lo era. —Una pausa—. ¿Por qué me llamaste así? —Ya sabes, por tu trabajo de detective. Watson y Holmes. Arrugo mi nariz. —¿Por qué no puedo ser Holmes? Jay cruza sus brazos y curva una ceja. —Porque solo a mí se me permite ser Holmes. —Bueno, él era un poco lunático. —Asiento burlonamente. ¿Qué es esto? ¿Realmente estoy coqueteando? Jay se ve que está reprimiendo una gran sonrisa. Es un estímulo suficiente para seguir—. Así que, ¿soy Lucy Lu Watson o Martin Freeman Watson? Él se inclina hacia adelante, apoyando sus codos en la mesa y causando que nuestros rostros estén más cerca. —¿Quién quieres ser? —Eh, Martin Freeman, obviamente. De esa forma puedo ser APS4 de Benedict Cumberbatch. —Pero si fueras Lucy Liu podrías ser APS de Jonny Lee Miller —replica Jay. —Ugh, no, gracias, tendría que escucharlo quejarse una y otra vez por perder su oportunidad con Angelina Jolie y cómo es el mayor arrepentimiento en su vida. La boca de Jay se abre cuando deja salir una fuerte carcajada. —¡Esa fue una buena, Watson! Ignorando su cumplido, pregunto: —¿Quieres la otra mitad de mi sándwich? —Mi barriga está tan llena de mariposas en su presencia para comerlo todo. —Tráelo aquí. APS: Amigo(a) por siempre (Best friend forever en inglés)

4

24

Lo empujo a través de la mesa hacia él, y se lo come en menos de cuatro bocados. Hay algo acerca de verlo comer que me da una punzada de déjà vu. Extraño. Jay señala el contrato de alquiler y me dice que va a estar por aquí mañana por la noche para mudarse, me proporcionó sus referencias para comprobar. —¿Puedo hacerte una pregunta? —pido tímidamente cuando me conduce de regreso a la oficina. —Dispara. —¿David Murphy realmente murió por el calvario que lo hiciste pasar? Los puños de Jay se tensan reflexivamente sobre el volante, y no me ve cuando responde. —¿Quién soy, Matilda? —Uh, yo no… —¿Cuál es mi profesión? —Eres un ilusionista. —Correcto, ¿y que es una ilusión? Titubeo por un momento antes de responder. —¿Algo que no es real? —Exactamente. A pesar de lo que algunos locos allá afuera podrían hacerte creer, todo lo que hago es un truco. Un juego de manos, extravíos, humo y espejos. Les muestro una mesa a las personas y les hago creer que es una silla. Pero al final, todavía es una mesa. El ataque cardiaco de David habría sucedido esa noche tanto si hubiera sido parte de mi maniobra como si no. —Pero el artículo de Una Harris decía que le diste veinte de los grandes a su familia —susurro prácticamente. —Sí, lo hice. Porque David no era solo un voluntario aleatorio. Era un buen amigo mío. Quería ayudar a pagar el funeral. —Oh. —Sí, oh —responde Jay, y ahí está un largo silencio antes de que una pequeña sonrisa separe sus labios—. ¿Ahora te estás sintiendo como un pedazo de mierda, Watson? Hago mi mejor esfuerzo por no sonreírle de regreso. —Sólo un poquito. Él se ríe suavemente entre dientes. —Bien. Un minuto después me deja en la oficina y luego se aleja en su auto ostentoso. No puedo creer que este hombre pueda estar compartiendo oficialmente una casa conmigo y solamente en un día. Hay algunas personas ya sentadas en el área de recepción a la espera de ser atendidas cuando llego y me apresuro a mi escritorio. Mientras tomo asiento y rápidamente registro a cada uno de los clientes en espera, algo

25

rojo atrae mi atención. Ubicado encima de una pila de carpetas que han sido colocadas en el suelo esperando a ser archivadas, está mi teléfono. Y misteriosamente, descansando en la pantalla está un seis de Corazones rojo y blanco, tomado de un mazo de cartas para jugar.

26

apá y yo llegamos a casa la noche siguiente a las seis y media, luego de haber tomado el autobús como de costumbre. Tenemos un auto, pero papá dice que no es rentable conducir al despacho y pagar exorbitantes tarifas de estacionamiento cuando podemos simplemente utilizar el transporte público. Resulta que las preferencias de Jay fueron comprobadas, así que, papá lo llamó antes para darle la buena noticia. No hay señales de él, sin embargo, y no puedo decir que no me sienta aliviada. Definitivamente necesito algo de tiempo para relajarme sobre la idea de que él viva aquí. En la cocina pongo el horno a precalentar, pensando en cocinar una lasaña para la cena. Papá se sienta en la mesa, revisando los archivos de su maletín. —Guarda eso —le regaño suavemente—. Creo que deberías dedicar ésta noche a descansar. Te has exigido demasiado últimamente. Papá baja sus archivos y se frota la frente. —Lo sé, amor. Es que es tan difícil desconectar estos días. —¿Qué piensas acerca de unirte a ese club de lectura que mencioné la semana pasada? Suena divertido y te dará algo que hacer que no esté relacionado con el trabajo. —Aja, ¿pero qué si están leyendo una novela sobre un caso judicial? —me replica, y suspiro. —Papá. —Está bien, voy a ir al club de lectura, si eso te hace feliz. —Genial, la próxima reunión es el miércoles. Papá me sonríe ahora. —Es curioso cómo cambian los papeles, ¿no es así? Recuerdo una época en que yo era el que cuidaba de ti. Ahora tú eres la que está cuidándome a mí. Sonrío con cariño respaldándolo. —Nos cuidamos el uno al otro, papá. Siempre. Tiene razón, sin embargo. Hasta alrededor de la época en que cumplí veintiún años, papá había sido muy protector conmigo, siempre asegurándose de que estaba a salvo y refugiándome tanto como pudo. Incluso me había enviado a un colegio de monjas, lo cual podría ser el por qué estoy un poco por detrás de otras mujeres de mi edad cuando se trata de hombres. Perder a mamá cuando era muy joven hizo que se aferrara a mí con más fuerza que un padre promedio.

27

Hago un viaje rápido a mi habitación para cambiar mi ropa de trabajo y ponerme pantalón de yoga cómodo y mi favorito, una camiseta de Juego de Tronos que dice: Apuñálalos con el extremo puntiagudo. Si Jay va a estar viviendo aquí, entonces también podría dejarle ver el verdadero yo. No tengo ningún deseo de hacer el esfuerzo de fingir que voy por la casa toda emperifollada de punta en blanco veinticuatro horas a la semana. Mejor desilusionar al ilusionista desde el primer momento. Me desmaquillo y me hidrato, luego me quito mis lentes de contacto. Deslizándome mis gafas de montura negra Ray Ban, recojo mi cabello en un moño. Ya está. El conjunto dice: Esta soy yo. Lo tomas o lo dejas. Justo cuando estoy metiendo la lasaña en el horno y papá se ha asentado delante de la televisión en la sala de estar, hay un golpe en la puerta. Caminando con nerviosismo por el pasillo, reconozco la altura de Jay de pie delante del vidrio esmerilado. Respiro profundo y abro la puerta. Vaya. Parece que no soy la única que decidió vestirse informal. Su traje de negocios de ayer ha desaparecido. Ahora lleva puesto unos jeans desteñido y una camiseta gris, un cigarrillo encendido colgando de su boca. Y caramba, ambos brazos tienen tatuajes hasta las muñecas. Hago un gran espectáculo en darle una mirada curiosa. —Oh, hola. Lo siento, pero esperaba otra persona. ¿Por casualidad no lo has visto? Responde al nombre de Jay Fields, aproximadamente de tu estatura, vestido con un traje, sin tatuajes. —Deja de ser un inteligente obstáculo, Watson, y ven a echarme una mano con mis cosas. —Ríe, ni por un segundo pestañea con mi apariencia informal. Oh, bueno, está bien, entonces. Tomo la caja que sostiene y la dejo al final de las escaleras, luego lo sigo hasta su auto para ayudar con el resto. —Entonces, ¿quién se supone que eres ahora, Clark Kent o Superman? — pregunto en broma mientras me entrega otra caja. Esta se sacude, y miro dentro para ver una cabeza de maniquí de plástico, el casco de un caballero medieval, un montón de monedas falsas, y un rodillo de tamaño industrial de cinta de violonchelo. —A la mierda eso. Te dije que era Sherlock —responde con una sonrisa, apagando el cigarrillo con la punta de su bota. Se traslada para pararse frente a mí y me toma por sorpresa cuando da a mi nariz un pequeño golpe—. Además, tú eres la que lleva las lindas gafas. Me río. No puedo evitarlo. Es tan... encantador. Una vez que hemos conseguido todo en el interior, junto con una gran maleta con ruedas y dos mochilas, le pregunto si quiere algo de comer. —Claro. Lo que estás haciendo huele delicioso, y me muero de hambre —dice, dando a mi hombro un apretón firme y después entrando en la sala para hablar con papá. Todavía puedo sentir la presión de su mano sobre mí mientras hago una ensalada para acompañar la lasaña.

28

En la esquina de la cocina está mi taller de corte y confección, con mi vieja máquina de coser y todas mis telas. La miro con nostalgia, con ganas de terminar el vestido de noche en el que actualmente estoy trabajando en cuanto termine con la cena. La conversación de papá y Jay se escucha desde la sala de estar mientras hablan animadamente sobre el juicio por difamación de Jay. Puedo decir que Jay todavía trata de convencer a papá para llevarlo como cliente, y eso me desconcierta. Es sólo que no entiendo por qué quiere con tantas ganas que papá lo represente. Colocando la comida en los platos, los llamo a ambos para sentarse a la mesa. Mientras toma el asiento frente a mí, noto a Jay mirando mi camiseta con una mirada en su rostro como si le resultara divertida. —¿Eso es una especie de eufemismo? —pregunta, y puedo decir que tratando de avergonzarme.

está

El teléfono de papá zumba y lo recoge, escribiendo un mensaje mientras come su comida, no nos presta atención. Demasiado para él tomar una noche libre de trabajo. —No —le respondo, molesta—. Es de un programa de televisión que me gusta. —¿Es un espectáculo de pornografía? —Su sonrisa se convierte en una sonrisa al máximo, y sólo puedo estar agradecida de que papá esta absorto en su teléfono ahora. Mis mejillas se sonrojan mientras Jay mete un bocado de lasaña en su boca, porque hay un poco de sexo en eso. —No tiene nada que ver con un espectáculo de pornografía. —Frunzo el ceño. —Oh, estoy de acuerdo. —¡Dick! —dice papá en voz alta mientras contesta su teléfono, recogiendo su plato y entrando en la habitación de al lado para tomar la llamada—. ¿Cómo estás? He querido hablar contigo acerca de esa reunión que tuvimos la semana pasada. Hay un largo, largo silencio. Eso fue divertido, pero no me voy a reír. No. Voy. A. Reír. Por desgracia, al segundo que hago contacto visual con Jay, los dos estallamos en una carcajada. —Hablando de tiempos de comedia perfecta —murmuro. —Sí. —Jay sonríe—. Y acerca de la camiseta, estaba sólo bromeando, Watson. El invierno se acerca y todo ese jazz. —¡Eres cruel! —Sólo cuando te hace sonrojar. Y ahora me sonrojo aún más duro. Empiezo a comer mi cena con placer de modo que no tengo que hablar. Cuando recupero la capacidad de hablar, pregunto: —Entonces, ¿por qué dejaste esa carta en mi teléfono? Me mira mientras traga. —¿Quién en el qué ahora? —Mi teléfono. Lo encontré en la oficina con un seis de Corazones en la parte superior.

29

Su sonrisa trae fuera sus hoyuelos de nuevo. —Bueno, eso es interesante. —Sí, ¿por qué lo hiciste? —Cavo con mi tenedor en la ensalada. —Yo no hice nada. Surcando mi frente, trato de dar marcha atrás a través de mi día. Justo antes del almuerzo había puesto mi teléfono en mi bolso, y entonces me llevé el bolso conmigo al cuarto de baño. Cuando estaba saliendo del baño, Jay se presentó en la oficina y nos fuimos. En ningún punto habría tenido la oportunidad de dejar caer el teléfono. —Vaya. Eres bueno. —Inhalo—. Sé que lo tomaste, simplemente no puedo averiguar cuándo o cómo. Su sonrisa se ensancha mientras mastica su comida. Entonces su voz se profundiza a medida que responde: —No sabes la mitad de cuán bueno soy. Está bien, de ninguna manera estoy tocando eso. —Así que, eh, ¿tu programa ha sido totalmente cancelado, entonces? Se encoge de hombros. —Está todo en el aire en este momento. No han dicho que está cancelado, pero no han dicho que no se cancela, tampoco. Tengo una reunión mañana, pero dudo que estén dando respuestas reales. Todo depende del caso. Si puedo limpiar mi nombre, entonces espero que podamos volver a filmar. Pero eso va a tardar una eternidad, e incluso si estoy limpio, todavía hay una posibilidad de que no seguirá adelante. Las acusaciones manchan tu reputación, incluso después de que te encuentren inocente, ¿sabes? —Sí, lo sé. —Creo que puedo convencer a tu papá para tomar el caso, sin embargo —dice entonces, en voz baja. Suspiro. —¿Por qué estás tan decidido a que él lo haga? Me mira fijamente durante mucho tiempo, tanto tiempo que no creo que vaya a responder. Entonces pregunta al azar: —¿Sabes que yo fui criado por mi tío durante un par de años después de que mis padres murieron? —¿Qué tiene esto que ver con...? —Era un profesor de ciencias de la conducta —Jay interrumpe antes que tenga el oportunidad de terminar—. Me llevo a vivir con él a los Estados Unidos cuando yo tenía doce años. Hasta entonces realmente viví aquí en Irlanda, si puedes creerlo. Resumiendo, era un jodido chiflado y me hacía estudiar libros de texto de nivel universitario día a día. Si no lo hacía o no podía entender algo, me castigaba de diversas maneras hasta que lo hacía, sin dejarme comer, sin dejarme ir al baño. Es una de las principales razones por las que escapé y me convertí en un chico de la calle. Pero

30

a pesar de todo el abuso, el interminable estudio me enseñó técnicas para aprender a leer a la gente. Cuando miro a tu padre, veo el hombre que me va a ayudar a ganar este caso. No me importan los famosos. Quiero a tu padre, y no me detendré ante nada hasta que le convenza. —Oh —le digo, quedamente—. Siento lo de tus padres... y tu tío loco. Jay aleja mis disculpas. —Todo eso pertenece al pasado, Watson. Así que, ¿vas a ayudarme a ganar al viejo otra vez? Como el último bocado de mi lasaña antes de contestar: —No creo que necesites mi ayuda. Pero no me meteré en tu camino, tampoco. Lo prometo. Aun así, es probable que tengas que mudarte si él está de acuerdo. Vivir con tu abogado podría ser visto como un conflicto de intereses. Jay me da una mirada pensativa. Levantándome de la mesa, voy a empezar a recoger. Cuando miro hacia atrás a donde Jay estaba sentado, se ha ido. Una vez que lo tengo todo cargado en el lavavajillas, voy a sentarme en mi máquina de coser para empezar a trabajar en el vestido de noche. Enciendo la máquina y me estremezco ante el sonido anormal que hace. He estado ahorrando para una nueva, pero va a pasar un tiempo antes que tenga suficiente dinero. El vestido que estoy haciendo en este momento es un pedido de uno de mis habituales clientes online. Me siento y me pongo a trabajar, esperando que la máquina por lo menos aguante hasta que haya terminado. He estado trabajando durante casi una hora cuando Jay vuelve a entrar en la habitación, tomando un gran mordisco de una manzana. —Watson, tu viejo cacharro no suena muy bien —comenta, apoyado en el marco de la puerta. Frunzo el ceño mientras la paso a través del último dobladillo. —Lo sé. Espero que dure hasta que pueda permitirme una nueva. —¿Estas ahorrando? Sentándome atrás para tomar un descanso, asiento. —Sí. —¿Cuánto tienes? —No mucho. Cerca de ciento cincuenta, pero necesito ochocientos para la máquina que quiero comprar. Jay mastica su bocado de manzana y reflexiona sobre lo que he dicho. —¿Y si te dijera que puedo convertir tus ciento cincuenta en ochocientos en una noche? —Yo diría que me estas tomando el pelo —le respondo con cautela. —Bueno, no lo estoy. Saldrás conmigo mañana, y vamos a obtener tus ochocientos en las primeras horas de la mañana del miércoles.

31

—Bueno. Pero, ¿cómo? Un brillo perverso llega a sus ojos. —Blackjack, Watson. Blackjack. Le doy una mirada vacilante. —¿Al igual que en un casino? —Sí. ¿Dónde más? —Nunca he estado en un casino antes. —Admito que Dublín no tiene nada en comparación con Las Vegas, pero hay unos pocos lugares buenos aquí. Te lo voy a mostrar. Mirando atrás hacia mi máquina de coser casi rota dejo escapar un suspiro. Sé que realmente necesito una nueva. De lo contrario, voy a tener que dejar de tomar los pedidos por quién sabe cuántas semanas que me lleve ahorrar. La propuesta de Jay es ciertamente atractiva. —¿Y estaré poniendo las apuestas? No tengo idea sobre jugar al Blackjack, Jay. —¿Puedes contar hasta veintiuno? Le disparo una mirada cínica. —Por supuesto. —Entonces es un buen comienzo. —Se acerca para lanzar el corazón de su manzana en la basura. —Saldremos de aquí a las ocho. Y ponte algo bonito. Con eso, sale de la habitación de nuevo.

32

uiso la suerte que mi máquina trastabillara su último aliento justo después de terminar el vestido. Guardo todo en su sitio y luego me dirijo escaleras arriba a dormir, con la esperanza de que llegara la noche del jueves, y tener una nueva máquina sentada en mi mesa. Tapándome con las sábanas, recojo el móvil de la mesita de noche para ver mis mensajes. Sólo hay uno de Michelle. Michelle: ¿Qué tal el día? Xxx. Siempre pone besos al final de un mensaje, no importa que en un noventa y nueve por ciento de las veces no sea necesario. Matilda: Muy agitado, en realidad. ¿Y tú qué tal? P.S.5 Para de besarme, besucona. No soy uno de tus novios :-p Michelle: ¿Piensas que no sé eso, lol? Me das mucho más cariño que cualquiera de esos idiotas. El mío fue aburrido al máximo. Entonces, ¿agitado, eh? Cuenta. Matilda: Papá por fin ha alquilado la habitación de invitados a… Michelle: Esos puntos parecen siniestros. ¿Alguien que conozca? Dios, no es Larry con la nariz grande, ¿verdad? Pusimos fin a todas las cosas de amigos con beneficios hace tiempo. Se puso pegajoso. Voy a Google por un segundo a buscar imágenes de Jay. Como suele pasar, hay unas cuantas. La mejor es de él de pie en un escenario de Las Vegas llevando vaqueros y una camiseta de Sex Pistols, el arma mostrándose bien en la pantalla. Lo guardo en mi teléfono y se la envío a Michelle. Matilda: Él. Michelle: ¡OMJD!6 ¡Estás bromeando! Matilda: No bromeo. Michelle: Leí sobre él en las noticias la semana pasada. Tan sexy. Me niego a creer que alguien tan guapo pueda ser malo. 5

P. S.: Término que se utiliza para decir Post Data.

OMJD: ¡Oh Mi Jodido Dios!

6

33

Matilda: Eh, ¿Justin Bieber? Michelle: Bieber no cuenta. Él es más cómo una semi-guapa lesbiana. Matilda: Gracias por eso. Ahora estoy descolocada. Pero Jay parece un buen tipo. Sabes que la prensa cuenta mentiras. Michelle: Sí, tienes razón. Pero, ¿cómo pasó esto? Matilda: Fue a la oficina en busca de un abogado y se fue como un arrendador en su lugar. Michelle: Lol.7 Curioso la de veces que pasan estas cosas. Entonces, ¿cuándo puedo ir a conocerle? Será todo un gusto. TOPA ven aquí e imprégname con tus mágicos sexys bebés. Matilda: ¿TOPA…? Michelle: Tetas fuera, piernas abiertas. Matilda: Bueno. Lo siento, pregunté. Michelle: En serio, quiero conocerle. Prometo portarme bien. Matilda: Creo eso tanto cómo creí Cruzar8 con John Edwards Michelle: Oye, ¡esa fue una buena noche! Matilda: La más grande basura por sesenta euros que he gastado. Michelle: Cómo un escéptico. Por favor, ¿déjame conocerlo? Nunca conocí ningún famoso antes. Matilda: Famoso es estirarse un poco, pero está bien. Le preguntaré si quiere ir por unos tragos con nosotras el viernes. El viernes es la noche de salir. Eso normalmente terminaba con Michelle saliendo con algún compañero suertudo y conmigo volviendo a casa sola. Como era de esperar, nunca me las he arreglado para perfeccionar el arte del rollo de una noche. Debería invitarla al casino mañana, pero egoístamente quiero mantener a Jay para mí por un tiempo. Michelle: ¡Bien! Ahora solo tengo que averiguar qué ponerme. Matilda: Lol. Lleva el vestido negro Channel. Ese siempre es un ganador. Michelle: Lo haré. Nunca me aconsejas mal. Matilda: Duerme tranquila. Te hablo mañana. Michelle: Tú también. Xxx.

7 8

LOL: sigla que expresa como texto reacciones corporales, en particular, la risa. Cruzar (Crossing Over): una serie de televisión del 1999- 2004.

34

Cuando voy a cerrar la página de búsqueda, noto un enlace aun video de YouTube, y no pude evitar pasar el cursor por él. El título del video es: “Jay Fields: Enloqueciendo gente, haciendo que la gente le odie, y haciendo que la gente lo ame”. Presiono “play” y va a una escena en la calle, el distrito de compras de Boston. Alguien va caminando detrás de Jay, grabándole mientras pasea por la calle con un pantalón de color beige y una camiseta gris que muestra sus tatuajes. Tiene este aire arrogante que me da escalofríos en el vientre. Es una de esas personas que no puedes decidir si quieres estar con él o quieres ser él. Dos mujeres se acercan, conversando y llevando bolsas. No le notan hasta que él camina con una de esas grandes botellas de Coca Cola. Golpea a la rubia por error, derramando el líquido marrón por todo su top blanco. —Oh, Jesús. Lo siento mucho —dice Jay mientras la mujer jadea y le lanza una mirada asesina. —¡Jodido infierno! —exclamó ella mientras su amiga le mira fijamente sorprendida. —Dije que lo siento. Oye, puedo arreglarlo, solo dame un segundo —dice Jay, y entonces empieza a hacer círculos con la mano sobre la mancha. Las dos mujeres le miran cómo si fuse un lunático, y entonces la cámara hace zoom en su top. Milagrosamente, la mancha marrón empieza a encogerse hasta que desaparece, cómo si él la hubiese drenado desde el tejido por pura fuerza de voluntad. —¿Qué…? —La rubia respira, mirando la prenda previamente destrozada, que ahora estaba cómo nueva. Su amiga tiene una gran sonrisa en el rostro cuando descubre a la persona con la cámara detrás de Jay. —¿Cómo hiciste eso? Vamos, ¡dinos! ¿Estás grabando para un espectáculo? El vídeo corta en otra escena, esta es dentro de un club nocturno. Cámaras sobre la multitud de gente en la pista de baile, encima de los cuales está una enorme pantalla intermitente con docenas de luces de colores. Una pesadilla para un epiléptico. Jay camina a través de la multitud y se acerca a una chica con el cabello corto y rojo que llevaba un top plateado. Tiene una baraja de cartas en las manos, haciendo esa cosa de lujo de mandarse cartas por el aire de una mano a la otra. Las personas se giran mientras avanza, las mujeres en particular. Él la mantiene cubierta a la chica. —Escoge una carta. —¿Qué? —grita encima de la música. —Vamos, escoge una tarjeta, pero no me dejes verla. La muchacha parece un poco confundida.

35

—Oh, está bien. —Coge una carta y la mira. Jay le pasa un Sharpie9. —Quiero que escribas el nombre de tu canción favorita, tu color favorito, y tu animal favorito. Ella asiente, piensa por un segundo antes de hacer garabatos en la tarjeta, y luego mira hacia arriba. —¿Y ahora qué? —Ponla en tu bolsillo. Deslizándola en su sexy pantalón apretado, se ríe. —¿Es esto algún tipo de truco de magia? —pregunta. Jay camina más cerca de ella y sonríe. —Apuesto a que puedo adivinar qué carta tienes. La chica sonríe radiante. —De ninguna manera. No hay manera de que puedas saber. Pone sus ojos en ella, como si estuviera pensando muy duro. —Ocho de diamantes. Su sonrisa crece con gran triunfo. —No. —¡Suéltalo! ¿Qué hay de la reina de corazones? —Te equivocas de nuevo. Creo que deberías comprarme una bebida. Jay da un paso atrás, se frota cada lado de la frente. —Nah, nah, espera. Puedo hacer esto. —Él hace una pausa y mira hacia arriba, luego señala a la pantalla detrás de ellos, ahora mostrando un gigantesco, brillante dos de Trébol. —Oye... ¿es tu carta? —Oh, ¡Dios mío! —La chica chilla cuando se da la vuelta. La reproducción de música se detiene a mitad del camino a través de una canción, cambia a "Single Ladies" de Beyoncé. —¡De ninguna manera! —¿Qué? —pregunta Jay. —¡Esa es la canción que escribí! —¿Esa es tu canción favorita? —Hablando acerca de basura—. ¿Lo es? —¡Sí! ¿Cómo lo has sabido? —Suerte, supongo —sonríe—. Pero espera. Todavía tengo que averiguar tu color y animal favorito.

Sharpie: Bolígrafo.

9

36

De repente todas las luces se vuelven púrpura, y los dos palos desaparecen de la pantalla grande, siendo sustituidos por el contorno de una tortuga. La pelirroja se queda mirando con asombro. —Joder —ella jadea. —¿Me equivoco? —pregunta Jay—. Déjame ver tu carta para poder comprobarlo. Con la boca abierta, la chica hurga en su bolsillo, pero saca las manos vacías. Sus finas cejas se levantan. —Ha desaparecido. —Mira a su alrededor, como si estuviera comprobando para ver si alguien podría haber estado lo suficientemente cerca para robarla. —Espera un segundo, ¿qué es eso? —dice Jay, en dirección a la pantalla de nuevo, a unos quince metros de distancia. La cámara la sigue. Tiene colores intermitentes como antes, pero justo en el centro parece que hay algo pegado a ella. La chica mira de reojo a la pantalla, moviendo la cabeza y riendo como si no se lo creyera. —Mierda, eso no puede ser mi carta. —Ve y compruébalo —responde Jay, haciendo un gesto hacia adelante. Después de dudar un momento, la chica va hacia la pantalla. Se sube al escenario, donde está el stand del DJ y va hacía la pantalla, la carta está pegada en ella. Mira fijamente la carta mientras camina hacia atrás, con la boca abierta de incredulidad. —Es mi carta —dice ella, levantándola a la cámara para mostrar su escritura. Allí, en la lista se lee: Beyoncé "Single Ladies", color púrpura, y la tortuga—. Me estoy volviendo loca ahora mismo —continúa, pasando una mano por su cabello. Se puede oír al camarógrafo soltando una risita, y Jay se vuelve para sonreírle. Tiene una sonrisa preciosa. Jay se dirige hacia la chica y tira su brazo alrededor de su hombro. —Venga, vamos a conseguirte ese trago. El siguiente clip es durante el día, en un bar al aire libre donde hay un montón de hombres y mujeres vestidos con camisetas de fútbol viendo un partido. Jay tropieza a través de un grupo de hombres fornidos en busca de celebración con cerveza. Es inestable sobre sus pies y su rostro se ve borracho. Va hacia uno de los hombres —el más grande de todos ellos, por cierto—, agarra la cerveza directamente de su mano y la lleva a su boca antes de tomarla toda de una sola vez. El gran individuo mira a Jay como si no pudiera creer que tenga las pelotas para hacer eso. Luego su expresión se vuelve furiosa. —¡Maldito idiota, te has bebido mi cerveza! —dice el hombre, mirando a sus amigos por apoyo—. Esta mierda acaba de coger la cerveza justo de mi mano. Pareciendo satisfecho de sí mismo, Jay pone el vaso vacío presumidamente en la mesa justo cuando uno de los amigos le agarra del hombro. —Eso no está bien, amigo.

37

—Tenía sed —dice Jay con un encogimiento casual, como si provocara al hombre golpearlo. No más de un segundo más tarde lo hace, balanceando su puño en el aire, su objetivo directamente al rostro de Jay. Jay se aparta antes de que le golpee. —Oye, no hay necesidad de usar la violencia. Tengo toda la intención de reemplazarla. —Ve a buscarme una puta cerveza, entonces —dice el corpulento. —Está bien, está bien, sólo observa —dice Jay cuando asoma su mano sobre el vaso vacío—. Te apuesto cincuenta euros a que puedo hacer reaparecer tu bebida sin siquiera tocar este vaso. —Sí, vas a hacer que parezca moviendo tu culo en la barra y comprarme una nueva, en marcha. —Nop. Así no es como voy a hacerlo. ¿Tenemos una apuesta? Los otros parecen interesados, su atención en Jay y el señor Corpulento, el partido olvidado. —Estás loco, pero está bien, es una apuesta. —Nos damos las manos —dice Jay, empujando hacia fuera su mano y se saludan. Me doy cuenta de que no está actuando borracho como los demás, y de que sólo era un acto. Parte de la artimaña. La cámara se centra en la mano de Jay por encima de la copa vacía. Él la mueve en círculos, como si estuviera a punto de sacar un conejo de un sombrero, o cerveza de un vaso, en este caso. Lentamente, algo marrón empieza a aparecer, y luego líquido está subiendo desde el fondo del vaso, hacia arriba. Los hombres que lo rodeaban dejan salir un montón de expresiones cuando Jay prueba que puede hacerlo. Acaba de hacer reaparecer la bebida, aparentemente de la nada. Ahora el vaso está lleno de nuevo. —¿Estás bromeando? —exclama el corpulento, frotándose la cabeza con una mirada confusa en su rostro. —Ah, mierda, te voy a dar cincuenta euros y una cerveza —dice uno de los otros palmeando su espalda—. Eso ha sido increíble. —¿Haces fiestas? —Una mujer, presumiblemente una de las esposas, pregunta. Jay le da una mirada maliciosa y niega antes de que todos los hombres comiencen a amontonarse alrededor para felicitarle por su truco. El corpulento ríe. —Está bien, tú ganas, pero no vuelvas a beberte mi cerveza. Eso fue malditamente raro. El video termina y me echo hacia atrás con una gran sonrisa estúpida en mi rostro. Hay más videos que podría ver, pero decido no hacerlo, sabiendo que voy a quedarme despierta toda la noche si lo hago. En vez hago una rápida lectura sobre cómo jugar blackjack antes de quedar inconsciente.

38

Mi alarma suena con sus pacíficos sonidos y me levanto, después de haber soñado con Jay encogiéndome al tamaño de un centavo y dejándome caer en una jarra de cerveza. No creo que pueda encontrar ninguna interpretación para eso en un libro. Oigo la ducha encenderse en la habitación de invitados, así sé que también se acaba de despertar. Hay algo excitante en saber que vamos a vivir al lado del otro durante el próximo par de meses. Voy a tomar una ducha, y en una hora estoy vestida y lista para el trabajo, el olor a bacón vaga desde la planta baja. Papá nunca prepara el desayuno; siempre agarra algo fácil, así que sé que tiene que ser Jay. Mis tacones hacen clic en el suelo de madera al entrar en la cocina, usando un vestido liso negro, un cardigan color crema y el cabello suelto. Uso un mínimo de maquillaje, en su mayoría sólo algo de corrector sobre mi cicatriz, brillo de labios y máscara de pestañas. No soy fan de ponerme maquillaje por la mañana. O nunca, realmente. Creo que cuando tienes que ponerlo para ocultar algo, se convierte más en una tarea que un placer. Y siempre te estás preocupando si se corrió y la gente puede ver lo que has estado tratando de ocultar. Cuando tenía quince años estaba encaprichada con este chico que vivía en la misma calle. Cuando intenté hablar con él un día de camino a casa desde la escuela, me señaló y me preguntó qué pasaba con mi cuello. No fue tanto lo que dijo, pero la mirada de disgusto en su rostro, lo convirtió en una experiencia horrible. Desde entonces siempre he tratado de cubrirla. En la cocina, Jay está de pie junto al fogón de espaldas a mí, mientras papá está sentado en la mesa, feliz leyendo el periódico, comiendo bacón y huevos. Admiro las líneas sexys y musculosas de la espalda de Jay y me llevo un buen susto cuando pregunta: —¿Tienes hambre, Watson? ¿Cómo sabía que estaba allí? Debe haber sido el clic delatador de mis tacones. Papá se ríe por el apodo, entendiendo el significado a la primera. Desde que era una niña he tenido una naturaleza curiosa, siempre queriendo descubrir misterios, no es que sea muy buena en ello. Papá me llamaba Harriet la espía, pero siempre lo odié. Pero me gusta cuando Jay me llama Watson. En cierto modo me hace sentir como que podía ser su compañera. Y eso me hace genial por asociación. —Un poco —le respondo mientras se da la vuelta y pone un poco de comida en un plato para mí. —Pensé que te reembolsaría por la cena de anoche —dice, colocando el plato y me sirvo jugo de naranja en un vaso. —Eso fue considerado de tu parte. Gracias —le contesto con una sonrisa. —He oído que tienes prevista una noche de juego —dice papá, doblando el periódico y dejándolo a un lado—. Me encantaban las máquinas tragaperras cuando era joven. Nunca gané mucho dinero. No tengo suerte.

39

—La suerte no tiene nada que ver con eso, Hugh. Estás jugando al póker, aprendes a leer a tus oponentes. Estás jugando a la ruleta, analizas tus probabilidades. A veces funciona, algunas veces no lo hace. —Me temo que voy a ser desastrosamente mala en el Blackjack —añado—. ¿No hay algún juego más fácil? —Puedes verme jugar unas par de rondas primero. Vas a cogerle el truco rápido —Jay me tranquiliza con una cálida sonrisa y toma un bocado de pan tostado. —No estoy tan segura, pero voy a aceptar tu palabra —le digo con modestia, y papá se levanta de la mesa, terminado su desayuno. —Voy a tomar el autobús antes, Matilda, pero nos vemos en la oficina. —Me da un rápido beso en la mejilla, luego va a buscar su abrigo y maletín. Le echo un vistazo al cuero maltrecho, pensando que podía conseguirle uno nuevo para Navidad. La puerta principal se abre y se cierra. —Te ves bien hoy —dice Jay, y no me atrevo a mirarlo, así que me centro en comer. —Gracias —murmuro, colocándome el cabello cerca de mi cuello. —Haces eso mucho, sabes. Miro hacia arriba. —¿Qué? —Tu cabello. Pasas mucho tu mano a través de él, moviéndolo para ocultar tu cicatriz. —Oh. —Mierda, se percató de la cicatriz. Supongo que la vio cuando llevé mi cabello recogido en un moño anoche—. Sí, es inconsciente la mayor parte del tiempo. —Me encojo de hombros. —Podría enseñarte cómo dejar de hacerlo. Es bastante fácil. —Está bien. No es como uno de esos hábitos horribles, como morderse las uñas hasta que sangran o algo así. —¿Morderse las uñas hasta sangrar? Encantadora imagen, Matilda. Jay asiente, sin dejar de observarme comer. Ahora mismo estoy deseando estar en cualquier lugar salvo aquí. Su atención es excitante, pero desconcertante. —Bueno, hazme saber si cambias de opinión. Transcurrido un minuto de silencio. —¿No vas a preguntar cómo me hice la cicatriz? —digo en voz baja. —Eso es asunto tuyo. Aunque si quieres contármelo, soy todo oídos. Lo miro agradecida, sin decir nada más. No soy aficionada a hablar sobre mí, y en este caso de verdad que prefiero no decirlo. Tal vez en otro momento cuando me sienta más valiente. Nadie se siente valiente en el desayuno. La cena es la comida para la valentía. El almuerzo es un empate. Terminamos de comer, y Jay se ofrece a llevarme a la oficina.

40

—Estoy bien tomando el autobús —le digo, sin querer incomodarlo, aunque realmente quiero ir con él. Jay levanta una ceja. —¿Quieres viajar en un aburrido autobús o experimentar la maldita bestia sexy que es mi auto de nuevo? Una risa inesperada surge de mi garganta. —Creo que es un poco temprano para experimentar bestias sexys. Mi respuesta me sorprende. Hay algo acerca de Jay que saca mi lado coqueto, y, para ser honesta, nunca supe que tuviera ninguno hasta ahora. Jay da un paso más cerca, con su sonrisa igualando la mía. —Nunca es demasiado pronto para eso. Niego y voy a buscar mi bolso, necesitando poner algo de distancia entre nosotros. Él es definitivamente desconcertante. Tan enervante. Pero de buena manera. —Está bien, entonces, puedes llevarme. —Prepárate para el paseo de tu vida, Watson. Tengo que decir, su confianza es bastante excitante.

41

sí que, eh, no estás pensando en engañar a nadie esta noche, ¿verdad? — pregunto en el camino. Ayer por la noche, mientras leía sobre Blackjack, vi un artículo sobre esconder cartas y me puso un poco nerviosa. Tuve una visión de ser llevados a las oficinas traseras del casino por algunos aterradores gorilas. Había un montón de trabajadores migrantes sentados en largas mesas, contando el dinero en ropa interior, mientras que un viejo personaje jefe de la mafia me amenazaba con un arma por tratar de engañar al sistema. Está bien, quizás he estado viendo demasiadas películas de atracos. Ni siquiera estoy segura de si hay jefes de la mafia en Irlanda. Los italianos no son los apropiados, de todos modos. La tríada china, tal vez. Jay se ríe en silencio, con las manos sueltas en el volante. —¿De verdad crees que soy una mierda falsa, ¿no? —¡Yo nunca dije eso! Es sólo que tú haces lo que haces... y estoy segura de que debes saber cómo contar las cartas. —¿Has estado haciendo trabajo de detective, Watson? —No sé lo que quieres decir —contesto, cruzando los brazos. —Quiero decir, ¿has estado buscándome? Esnifo, más bien de manera poco atractiva. —Noooo. —Mentirosa. —No estoy mintiendo. —Otra mentira. —Se ríe—. Hay que recordar la ciencia de comportamiento del tío loco, Matilda. Me doy cuenta cuando alguien está diciendo una mentira. Sobre todo. Dejo escapar un suspiro. —Está bien. Podría haber visto de pasada algún vídeo de YouTube. —Ahora estamos llegando a alguna parte. —Él me mira de lado, sonriendo con los ojos—. ¿Estabas impresionada? —Obviamente. Todavía estoy tratando de averiguar cómo te las arreglaste para poner la carta de esa chica arriba sobre la pantalla en la discoteca. —Esa fue divertida. Pero si estas tratando de revelar mis secretos, no tienes suerte.

42

—Ugh, no eres divertido. Me da un codazo con el hombro. —Oye, no estés tan triste. Tal vez voy a decirte uno o dos en algún momento si eres muy, muy agradable conmigo. —Bueno, eso no suena siniestro en absoluto —digo, sin expresión. Jay se ríe. —Mira, no voy a esconder cartas, por lo que no tienes que preocuparte. El secreto de un buen juego es saber cuándo apostar y cuándo detenerse. —Eso es muy vago. Eso no me dice nada —me quejo. —Mírame esta noche y podrás aprender —dice, entrando el auto en una plaza de estacionamiento cerca de la oficina—. Ahora, vamos, y ten un buen día en el trabajo, chiquilla. Me deslizo fuera del auto y me giro para encararlo. —Oh, por favor, no. Watson lo puedo manejar, chiquilla, no tanto. Él levanta sus manos en el aire. —Oye, tenemos que comer unas cuantas uvas agrias antes de llegar a las dulces. Sacudo la cabeza hacia él y salgo de ahí. Durante todo el camino a la oficina me cuesta apartar la sonrisa de mi rostro. *** Mi día pasa de forma habitual. Cada hora que pasa y se acerca la hora de ir a casa, me hace sentir cada vez más impaciente. He pasado por una serie de posibles atuendos en mi cabeza para esta noche. Jay dijo que llevara algo bonito, pero no puedo decir si significaba "bonito agradable" o "bonito sexy”. Siempre he adorado la moda, pero nunca he sido capaz de lograr el "bonito sexy", por lo que supongo que "bonito agradable" es la dirección que voy a tener que tomar. Me pondré un vestido de té azul oscuro. Llega justo encima de mis rodillas, y coincide con mis codiciados Louboutins negros. Son, probablemente, el único elemento "bonito sexy" que tengo. Los uso sobre todo en ocasiones especiales, pero estoy pensando que mi primera incursión en el mundo de los juegos de casino sin duda cuenta como especial. Cuando llego a casa, pongo la comida ya preparada en el horno, ya que papá trabaja hasta tarde en la oficina con Will y luego se va al club de lectura. Cuando subo las escaleras, paso por el cuarto de Jay y veo la puerta abierta. Está sentado en el suelo, con montones de libros desordenados a su alrededor y decenas de hojas de papel con escritura indescifrable, se extienden sobre el suelo de madera. La papelera está llena hasta el borde con papeles arrugados y su portátil está abierto, se reproduce un vídeo de un cirujano llevando a cabo algún tipo de operación. Muy extraño. Siempre he sido aprensiva con la sangre, por lo que miro hacia otro lado.

43

—No me di cuenta que estabas en casa —digo, de pie en el umbral. Su cabeza se levanta, sus ojos se encuentran con los míos mientras se rasca la mandíbula. Su cabello está todo revuelto, por alguna razón me dan ganas de tocarlo. —Matilda. ¿Cómo fue tu día? —pregunta, empujando algunos de los papeles a un lado y presionando "pausa" en el video. Doy un paso a un lado de la habitación. —Bien. ¿Puedo preguntar qué estás haciendo? —Ah, sólo trabajando en algunos nuevos trucos. —Así que no está estudiando para convertirse en un cirujano, entonces. —¿Así que definitivamente no vas renunciar? —pregunto, curiosa. Me lanza una mirada irónica y se ríe con dureza. —¿Qué, porque una perra que ni siquiera me conoce decidió sentarse en su computadora y hurgar en mi pasado? ¡Joder!, diablos, no. Necesitará mucho más que un par de artículos para ponerme fin. No sé qué decir a eso. De hecho, su apasionada ira me pone un poco nerviosa, a pesar de que no se dirige a mí, así que cambio de tema. —¿Quieres cenar? Estoy haciendo algo rápido. —No, estoy bien. Ya comí. —Su tono duro y la mirada lejana en sus ojos me dan la impresión de que está en otro lugar en este momento, así que rápidamente me retiro. —Bien, bien, te dejo, entonces. —Prepárate para las ocho —dice después, sus ojos regresan a la pantalla del portátil. —Está bien. Cierro la puerta y voy a mi cuarto. La actitud de Jay parecía diferente ahora, sensible de alguna manera. Por supuesto, sólo lo he conocido por un día, así que estoy segura de que hay muchos más lados de él que el ingenioso encantador que he conocido hasta ahora. Ceno frente a la televisión. Jay no baja en absoluto, aún está en su cuarto haciendo su investigación, o lo que sea que esté haciendo. Un rato más tarde me baño, estoy dando los últimos toques a mi maquillaje, cuando hay un golpe en la puerta. —Toc, toc, ¿puedo entrar? —Jay pregunta desde fuera cuando me recojo un mechón de cabello en la sien. Doy una sacudida momentánea pero luego me doy cuenta que estoy decente, así que digo: —Adelante. —Aun así, me resulta un poco extraño que él quiera entrar aquí. Entra en la pequeña habitación, informal, vistiendo una camisa oscura y pantalón. Con el primer botón de la camisa desabrochado, mostrando un toque de sus tatuajes en la clavícula. Deja escapar un silbido, y no puedo evitar sonrojarme. —Te ves bien, Watson.

44

Me concentro en poner mis lentes de contacto mientras sus ojos se arrastran de mis piernas a mis pies. —Lindos zapatos. Muy lindos. Compensan el escote conservador. —Eh, gracias. Creo. Tengo mis lentes de contacto ahora, y sus ojos todavía están en mis zapatos, con expresión pensativa en su rostro. Luego traga. ¿Qué demonios está pensando? Pongo un poco de brillo de labios y he terminado. Jay sigue de pie detrás de mí, pero ahora sus ojos están en mi rostro. Realmente no puedo descifrar su mirada, ya que nunca he tenido a un hombre mirándome como él. La única manera en la que puedo describirlo es en algún lugar entre caliente y humeante. Uff. Me resulta difícil de creer que esté dirigida a mí, pero lo hace. Quiero decir, no hay nadie más en la habitación. Toso. —¿Conduces? Sacude la cabeza, y su expresión se despeja. —Nah, creo que vamos en taxi. Después de que consigamos los ochocientos, vamos a querer celebrar. —Él me guiña con una amplia sonrisa. —Cierto. Espero que no demasiado. Es una noche de trabajo —digo, sin poder evitarlo. Y casi había logrado enfriarlo. Casi. La mano de Jay se mueve para descansar en mi hombro, su voz es inesperadamente suave. —No te preocupes, Watson. Voy a tenerte en casa y metida en la cama a la una. Si fuera una persona provocadora diría algo atrevido, como: “Oh, sí, ¿y vas a ser el que me meta en ella?”. Pero no lo soy, así que no lo hago. Jay dice que esperará abajo por mí y me deja aquí. Papá está entrando por la puerta justo cuando nos vamos, el taxi se detiene a un lado de la calle. Él nos dice que tengamos una gran noche, y luego Jay comienza a llevarme a la parte posterior del taxi. Estoy nerviosa en el viaje, mientras que Jay hace una pequeña charla bulliciosa con el conductor. Compruebo que llevo conmigo los 150 euros, varias veces. Luego compruebo para asegurarme de que llevo mi identificación, ya que tienes que tener veintiún años para entrar en algunos casinos. Jay paga la tarifa cuando llegamos a la ciudad un par de minutos más tarde. Miro hacia arriba de la parte delantera del elegante edificio negro con un letrero intermitente encima de la entrada. Hay un guardia en la puerta, que es casi tan ancho como alto, y no puedo decir si es músculo o grasa. Lleva puesto un traje y tiene un auricular. Inesperadamente, Jay desliza su brazo alrededor de mi cintura mientras nos acercamos, presionando mi cuerpo con el suyo. Bueno, esto es nuevo. No he estado tan cerca de un hombre en bastante tiempo. Él me mira un segundo, y creo que veo su mirada en mis labios, trazando las líneas de mi boca.

45

Y ahora creo que acabo de llegar. Realmente necesito tener idea de lo que me está aplastando. El gorila nos deja entrar de inmediato, sin preguntar por la identificación. Debe ser la confianza de Jay que nos ha permitido superarlo sin incidentes. En este momento su mano está descansando en mi cadera, y apenas puedo concentrarme en nada más. Se siente tan cálido, hormigueante y bueno. Me muestra cómo cambiar mi dinero por fichas, su brazo cae y mis expectativas caen con él. Pongo mis fichas en mi bolsa, y luego agarra mi barbilla con sus dedos, por lo que mis ojos van hacia él. ―Está bien, Matilda, me estás poniendo nervioso con sólo mirarte. Vamos a conseguirte una bebida antes para relajarnos. ―No estoy nerviosa ―murmuro mientras me guía hacia la barra y deslizo mi culo en un taburete. Sacude la cabeza y asiente hacia el camarero para que se acerque. ―¿Qué se necesita para conseguir que dejes de mentirme? ―Lo siento. Es solo mi forma de ser ―contesto en voz baja―. No miento, porque esté siendo hipócrita. Acabo de mentir porque no quiero que la gente sepa cuando estoy, de manera, asustada y esas cosas. Vaya, eso fue bastante honesto. Su sonrisa cuando me mira es cálida. ―Lo sé. Pero no tienes que mentirme. Además, puedo decir cuando tienes miedo y esas cosas de todos modos. Bueno, ahí está eso. El camarero llega, y Jay pide un JD10 y Coca-Cola. Yo estoy de humor para un cóctel, así que escaneo el menú encima de la barra. Maldita sea, ¿por qué los cócteles que suenan mejor tienen los nombres más embarazosos? A la mierda, también podría pedir lo que quiero. Jay probablemente será capaz de decirlo de todos modos, lo que con sus habilidades psíquicas de cuerpo-lenguajelectura, o lo que sea que se llamen. ―Voy a pedir un Pornstar Martini11, por favor ―le digo con decisión. El camarero ni siquiera pestañea mientras se va a traer nuestras órdenes. ―Elección valiente ―dice Jay con una sonrisa―. ¿Estás tratando de emborracharte, Watson? ―Umm, no hasta después de ganar mis ochocientos... o perder mis ciento cincuenta. De cualquier manera tomaré alcohol, supongo. Toca mi codo por un segundo.

10 11

J.D.: Whiskey escocés. Pornstar Martini: Es un cóctel hecho con la fruta de la pasión y champán, de ahí su nombre

46

―No vas a perder tus ciento cincuenta, lo prometo. ―Y tú no tienes idea de lo mala que puedo ser en esto. Nuestras bebidas llegan, y me deleito por la forma en que hay fruta de la pasión real flotado en el líquido amarillo. Cada vez que veo que hay champagne en un cóctel, simplemente tengo que tenerlo. Mi cerebro me dice que va a ser elegante. Lo absorbo hacia arriba a través de una pajilla —no tan elegante— y parece que Jay tenía razón, me está relajando. El lugar no está demasiado lleno, ya que es sólo un miércoles por la noche, pero hay un número razonable de personas alrededor. Mi atención se dirige a un tipo calvo que está maldiciendo como un loco en una máquina tragamonedas. ―Él sabe que en realidad la máquina no puede maldecir de regreso, ¿no? ―le susurro a Jay en tono de broma. ―Locos en los juegos de azar. Siempre hay alguno. Jay pide otra copa y se la lleva con él mientras me guía a través del casino. Miro a mi alrededor, asimilándolo todo. Cuando veo la mesa de la ruleta, me apresuro hacia adelante, ansiosa por ver lo que se siente. Un hombre de mediana edad con un traje hace una apuesta, y la ruleta gira. Cuando gana, pone una mirada de satisfacción en su rostro mientras sus amigos empresarios lo felicitan. Ciertamente, puedo ver cómo esto podría llegar a ser adictivo. Cuando llegamos a la mesa de Blackjack, hay un chico de unos veinte años y una mujer de tal vez unos cuarenta años jugando. La mujer tiene el cabello rubio platino y lleva una gran cantidad de joyas de oro, una mirada de esplendor por toda ella. El tipo es de aspecto decente, con el cabello oscuro y ojos bonitos. Jay toma un asiento, poniendo su vaso en el borde de la mesa. La repartidora de cartas es una mujer alta, de aspecto anodino, con el cabello negro corto y casi tantos tatuajes como Jay. No puedes verlos todos, sin embargo, ya que lleva puesto el uniforme del casino. También tiene dos aros de plata a través de la nariz y uno en el centro de su labio inferior. Me recuerda a uno de mis mujeres heroínas, Lisbeth Salander, de La chica del dragón tatuado12. Si yo fuera la mitad de genial que Lisbeth, sería dos veces más genial de lo que en realidad soy. Cuando la repartidora ve a Jay, sus ojos se iluminan y ella le da una media sonrisa. ¿Umm, se conocen entre ellos? ―No dijiste que ibas a venir esta noche ―dice con una voz profunda y ronca. ―Estoy mostrándole a mi nueva amiga Matilda aquí las cuerdas ―responde, y tomo el asiento junto a él. Ella se vuelve hacia mí, con sus ojos escaneándome de arriba a abajo antes de darme un gesto amistoso. ―Ah, así que esta es Matilda. Ella es exactamente como la describiste. 12

La chica del dragón tatuado: Es una película de 2011 basada en la novela sueca Los hombres que no amaban a las mujeres. Está dirigida por David Fincher y protagonizada por Daniel Craig y Rooney Mara. Ganadora de un Oscar a Mejor edición.

47

Le disparo a Jay una mirada inquisitiva. ¿Él ha estado hablándole a la gente acerca de mí? Y más a un punto superficial, cómo, díganme, ¿me describe? ―Esta es mi amiga Jessie―dice a modo de introducción. J”13.

―Hola. ―Meto mi cabeza y bromeo―: Así que, juntos suenan como “Jessie

Hay un momento de silencio mientras Jessie levanta una ceja y suprime una sonrisa mientras que Jay le da a mi hombro una palmadita. ―¿Ya sabes, como la cantante? ―sigo. ―Te dije que ella tiene un gran sentido del humor poco convencional ―le dice Jay a Jessie. ―Sí, lo entiendo. ―Jessie me sonríe antes de girarse de nuevo a él―. ¿Así que vas a hacer una apuesta, o simplemente has venido para observar mi magnífica boca toda la noche? ―Un poco de ambos —responde Jay antes de colocar algunas fichas en un pequeño círculo en la mesa frente a él. Jessie levanta una ceja en sus fichas y luego toma una baraja de cartas, barajándola. Ella lleva una tarjeta azul claro y se lo da a la mujer rubia, dándole lo que creo que es una sonrisa coqueta. Oh. Oh. Por un momento me había preguntado si ella y Jay estaban saliendo. Ahora estoy viendo que probablemente no es el caso. Jessie comienza a repartir las cartas. Observo con interés mientras Jay estudia sus cartas: un siete de diamantes y un cuatro de tréboles. Estiro el cuello y pregunto: ―¿Es eso bueno? ―Ella realmente es una novata ―murmura Jessie desde su lugar a la cabeza de la mesa. ―Una virgen Blackjack ―dice Jay con una sonrisa traviesa―. La estoy rompiendo lentamente. El joven se ríe quedamente mientras la mujer rubia aplana sus labios con disgusto. ―Buena ilustración ―digo en tono sarcástico. La sonrisa de Jay sólo se hace más grande cuando bloquea sus ojos en los míos. ―Me gusta pensar que sí. La rubia indica que le gustaría otra carta —que he aprendido en mi lectura de anoche se llama un "hit"—, pero el chico simplemente mueve su mano para mostrar que se está quedando con lo que tiene. Jay recibe otra carta, también. No sé mucho acerca de este juego, pero he leído que la persona con el más cercano a veintiuno es el ganador, y cada carta tiene su propio valor numérico. 13 Jessie J.: Jessica Ellen Cornish mejor conocida como Jessie J, es una cantante y compositora británica.

48

Una vez que las cartas de todo el mundo se revelan, resulta que la rubia tiene quince, el tipo tiene dieciocho, y Jessie tiene diecisiete. Pero Jay tiene un perfecto veintiuno, ganando el juego. Él había puesto abajo en fichas cien euros, por lo que gana cien. ―Todo esto es muy emocionante ―exclamo, realmente entrando en ello. Es divertido ver a la gente ganar dinero. ―Eso fue demasiado fácil ―dice Jay―. Vamos a hacer las cosas un poco más interesantes. ―Él pone todas las fichas que ganó, las que puso originalmente, además de algunas más en el círculo esta vez. Todos empiezan a jugar a otro juego, y la rubia gana. Se vuelve más complicado, y hay un montón de términos extraños arrojados alrededor, como "doblar14" y "cinco cartas Charlie15".Jay hace todo lo posible para explicarme cada uno a medida que avanzamos. En el camino tengo otras dos Pornstar Martini, así que estoy bien en el camino a villa alegre. Hay un grupo de hombres de negocios sentado en una mesa cerca, tomando unas copas y hablando alto. Mientras observo a Jay, me doy cuenta de que está discretamente observándolos. No parece irritado por que están siendo ruidosos, pero parece estar manteniendo un seguimiento de ellos por alguna razón. Obtiene mi curiosidad, por lo que ahora los veo también. Son en su mayoría hombres de mediana edad, pero hay un solo hombre en la cabecera de la mesa, que parece ser de unos sesenta años. Está bebiendo una copa de vino y riéndose de algo que el hombre junto a él le está diciendo. Él es el que Jay tiene observado en su mayoría. ―Jay ―dice Jessie bajito repartiendo más cartas. Parece que hay una advertencia en su tono. Levanta la cabeza hacia ella lentamente, casi como si hubiera estado en un trance, viendo al viejo. ―¿Qué? ―corta. No le he oído hablar así de breve hasta ahora. Ella se le queda mirando durante mucho rato, con su cuerpo tenso, luego dice: —Deja de joder con la mirada a los hombres de negocios. Vas a ponerlos nerviosos. Jay deja escapar un suspiro y mira hacia otro lado, recogiendo las cartas que ella acababa de darle. ―Solo estaba observando todo el escenario ―murmura. ―Claro ―dice Jessie, luego, con una voz apenas audible―, dile eso a la mirada de escopeta blanca en tus ojos.

14

Doblar: Doblar la apuesta.

15

Cinco cartas Charlie: Una regla de variación de Blackjack donde si tienes 5 cartas sin pasarte, puedes ganar esa mano.

49

Me pregunto momentáneamente de qué están hablando, deslizando mi teléfono y encubiertamente mirando hacia arriba busco que significa "escopeta blanca". Resulta que es un término de mafia para matar a alguien de tal manera que desaparecen sin dejar rastro. Bueno, eso no es raro en absoluto. O inquietante. En la siguiente partida, Jay gana a duras penas con dieciocho, superando a Jessie con diecisiete. Después de verlo jugar un número de veces en este punto, realmente estoy impresionada. Si yo fuera Jay, casi tendría suficiente para mi nueva máquina de coser en estos momentos. Pronto el joven se va y entonces la rubia también lo hace, pero no sin deslizar su número a Jessie antes de alejarse. Jessie se sonríe a sí misma mientras introduce el pedazo de papel en su bolsillo. Jay le da un vistazo a la figura en retirada de la rubia. —¿Cómo es que eso te funciona? —pregunta con curiosidad. Jessie ladea una ceja. —¿Cómo crees? Ella tiene un cuerpo espectacular. —Sí, y con bastante joyería como para hundir el Titanic. Jessie ríe disimuladamente. —Así que, ¿algo más de apuestas para usted esta noche, señor, o ya ha terminado? La mirada de Jay aterriza en mí. —Estoy pensando en que le daremos a nuestra virgencita una oportunidad de jugar. Niego. —Oh, no lo sé. Todavía no estoy completamente segura de las reglas. —Vamos a ir poco a poco —dice Jessie. —Como todo buen desflorador —aporta Jay. —Yo les haré saber que fui desflorada hace ya bastante tiempo —espeto divertida mientras señalo con el dedo a Jay, los martinis realmente están tomando el control. Jessie ríe, pero Jay se gira en su asiento para darme una mirada caliente, sus labios curvándose en una casi sonrisa. —Vamos, entonces, vamos a escuchar la historia. —Ni en sueños —respondo descaradamente, hurgando en mi bolsa por mis patatas fritas. Con una mirada de orgullo en mi rostro, dejo encima un valor de diez euros. —Gran apostadora —dice Jay con una risita ahogada. Jessie le da una mirada de reprimenda antes de decirme. —No tienes que apostar fuerte como este bastardo ostentoso. Sólo coloca con lo que estés cómoda.

50

—Lo sé —digo, mi corazón golpeando con anticipación. Cuando obtengo mis cartas, las recojo y las mantengo cerca así Jay no puede ver, molesta con él por criticarme acerca de mi pequeña apuesta. De todas formas no importa, porque termino perdiendo. Jugamos dos partidas más, conmigo sólo dejando diez euros cada vez. Pierdo una vez y gano la otra. El triunfo me da la confianza de llegar más alto, así que apuesto cincuenta euros esta vez. Dos de los empresarios del grupo de Jay habían estado mirando para venir y tomar asiento en la mesa. Siento una gota de sudor resbalando de mi sien mientras espero a ver cuál será el resultado. Mi mano original contiene un as y un ocho de bastos, así que me pego con él, mi corazón revoloteando con emoción. Tengo diecinueve en total. Eso es bueno. Muy bueno. Cruzo mis dedos, esperando que Jessie tenga menos que eso, o algo por encima de veintiuno. Cuando ella las muestra, sólo tiene quince, yo prácticamente salto fuera de mi asiento con regocijo. ¡Gané! Sólo gané cincuenta euros. ¡Vaya! Estoy tan entusiasmada que lanzo mis brazos alrededor de los hombros de Jay y le doy un abrazo fuerte. Estoy entonada, pero todavía me doy cuenta de lo bien que se siente su cuerpo presionado contra el mío. Él me abraza de vuelta, su mano cálida en la base de mi espina dorsal por un momento. Después lo aparto. —Esto requiere una bebida de celebración —digo alegremente. —Sí —responde Jay, dándome una sonrisa amable. Del otro lado de la mesa, escucho a los empresarios riéndose por lo bajo mientras uno de ellos bromea: —Jesús, si ella está así de entusiasmada por cincuenta euros, le daré cien por una mamada. Ugh. Qué despreciable. Desafortunadamente, Jay le oyó decirlo, también. Se levanta de su asiento, de feliz transformándose en enojado en un suspiro. —¿Qué diablos acabas de decir? —pregunta cuando se acerca a los dos hombres. El que lo dijo está demasiado ebrio para darse cuenta que debería estar asustado. Le da a Jay una mirada asesina. —Yo dije —pronuncia—, que le daría cien por una mamada. Esos labios valdrían la pena. Su amigo ahora está histérico, y voy hacia Jay, colocando una mano en su codo. —Déjalo. Sólo son unos idiotas. —Sí, Jay —añade Jessie con voz grave—. Déjalo. También podríamos ser invisibles, sin embargo, porque es como si Jay incluso ni nos escucha. Él da otro paso hacia el tipo que fanfarroneó, sosteniendo la mirada con furia. —Discúlpate ahora. El tipo hace un resoplido poco atractivo. —Vete a la mierda.

51

—No, vete a la mierda tú —dice antes de darle un empujón en el hombro. Enfadado, el hombre se afloja la corbata y se levanta de su asiento. —No te atrevas a tocarme —escupe, luego ve a Jessie—. Tú trabajas aquí… ¿No deberías estar llamando a seguridad? —Debería —responde con una ceja levantada—. Estoy pensando en que le daré otro minuto, sin embargo. —Esto es ridículo. Este pedazo de mierda sólo me atacó. Voy a tener unas palabras con tu gerente. —Adelante. Jay se levanta frente al hombre, y su amigo trata de calmarlo. —Mira, no queremos ningún problema. —Oh, ¿sí? Porque este cabrón parece estar pidiéndolo. —Jesús, lo siento si hice alguna broma acerca de tu puta por ahí. Sólo me estaba riendo un poco. —Bien, vamos a ver qué tan gracioso encuentras esto —dice antes de estrellar un puñetazo en su mentón y después un gancho en sus costillas. El hombre tropieza de regreso en su asiento, agarrando el mentón en su mano, una mirada de sorpresa en su rostro. No creo que él creyera que Jay realmente iba a golpearlo. Incluso en verdad no me lo creo hasta que estaba pasando. Unos segundos después el gorila de antes está sobre Jay, agarrándolo por el hombro y apartándolo del empresario. Se escapa fácilmente del agarre del gorila, pasándome por un costado. —Lo siento por dejarte tan pronto, Jess, pero parece que he abusado de tu hospitalidad. —Él la saluda con una sonrisa. —No hay problema —dice Jessie, y luego agarra mi mano en la suya. —Vamos, Watson. Creo que es hora de largarse. Me arranca de un tirón del taburete, todavía esquivando al gorila, quien está avanzando hacia nosotros y gritándole a Jay que se le ha prohibido la entrada. Agarrados de las manos, salimos corriendo del casino y a medio camino de la calle nos detenemos. Correr y zapatos de tacón no van juntos. Sin aliento, agarro mi pecho antes de estallar en un ataque de risas. No sé por qué estoy riendo. Creo que podría ser por la impresión retrasada o algo así. Jay está de pie frente a mí y también empieza a reír. Nos toma un tiempo para calmarnos. Cuando finalmente lo hacemos, Jay sale a un lado del camino y para a un taxi. Es sólo cuando ambos estamos en el asiento trasero que por fin tenemos aire suficiente para hablar. —No puedo creer que golpearas a ese hombre. Eso fue de locos. En serio que no creía que realmente llegaras a hacerlo —digo, mi respiración todavía pesada. El taxista aguza el oído para escuchar—. No creo que haya experimentado este gran entusiasmo

52

desde que papá me reveló un viaje sorpresa a Disneylandia Paris para mi cumpleaños número once. Jay se vuelve hacia mí en su asiento y estira el brazo para meter un mechón de cabello detrás de mi oreja. Me mira intensamente, las emociones en sus ojos que no entiendo. —No puedo permitir que imbéciles vayan por ahí hablando así de ti. De ninguna manera. Tú eres demasiado buena para esa mierda. Sus palabras me hacen estremecer. Y odio admitirlo, pero alguna parte profunda en el interior le encanta el hecho de que haya defendido mi honor cuando incluso apenas me conoce. ¿Él siente algo por mí así como yo por él? ¿Alguna atracción pequeña? Él entonces toma mi mano y la mantiene en la suya, sus dedos enlazados a través de los míos. Su pulgar frota a lo largo de la vena en el interior de mi muñeca y se queda mirando por la ventana, saboreando la sensación simple de su piel en mi piel.

53

ientras salimos del taxi y entramos por la puerta principal, tratamos de ser lo más silenciosos posible, a fin de no despertar a papá. Echando un vistazo a mi teléfono, veo que es casi medianoche. No he conseguido ganar suficiente dinero para comprar una nueva máquina de coser; sin embargo, he terminado con más dinero del que empecé, por lo menos eso es algo. Encendiendo la luz del pasillo, atrapo un reflejo de los nudillos de la mano derecha de Jay y veo que están un poco raspados y enrojecidos al lanzar esos golpes. ―Vamos arriba, y te traeré un poco de antiséptico para eso ―le susurro, tocando su mano por un segundo. Me deslizo de mis tacones y los dejo en la parte inferior de las escaleras. Él sigue en silencio detrás de mí y me pregunto si está fijándose en mi culo como la última vez. Sin embargo, no tengo el coraje de darme la vuelta y averiguarlo. Cuando llegamos al cuarto de baño, saco una botella de antiséptico de la estantería y un poco de algodón de la alacena. Jay se sienta en el borde de la bañera, mirándome. ―Realmente no deberías haber atacado a ese hombre ―le digo―. Me han dicho cosas peores durante estos años. Sus ojos se oscurecen. ―¿Quién te dijo cosas peores, Matilda? Me encojo de hombros. ―Casi cada vez que mi amiga Michelle y yo salíamos, nos gritaban cosas ordinarias. Creo que todo es parte inseparable de estar alrededor de hombres borrachos sin filtro. ―Hice una pausa y me enmiendo―. Las mujeres pueden ser bastante desagradables a veces. ―Bueno, eso es probablemente porque están celosas. Y los hombres lo hacen porque creen, equivocadamente, que conseguirán sexo. Me río suavemente y vierto un poco de antiséptico en el algodón antes de sentarme al lado de él y llevarlo a su mano. ―“Equivocadamente” es sin duda la palabra correcta. Cuando el algodón se encuentra con sus nudillos, sisea y maldice: ―Hijo de puta. ―¿Sabes qué? Irlandés de Boston, dices más groserías que nosotros los irlandeses autóctonos ―bromeo.

54

―Sí ―responde Jay―. Tengo una boca sucia, pero se utiliza sobre todo para el bien. Le echo un vistazo. La forma en que me mira me hace sentir toda divertida y excitada, así que le entrego el algodón. ―Ya está. Puedes terminar tu solo ―le digo, poniéndome de pie. Tengo que resistir la tentación de llevarme la palma de la mano a la frente, cuando veo el tamaño de su sonrisa. A veces pienso que mi cerebro podría ser un enorme agujero que contiene nada más que insinuaciones inconscientes. ―Sabes lo que quiero decir ―murmuro mientras abro la puerta para salir. ―Oh, sé exactamente lo que quieres decir ―contesta Jay. ―Me voy a la cama. ―Duerme tranquila. Todavía puedo oírlo reírse mientras cierro la puerta de mi dormitorio. *** A la mañana siguiente, el desayuno me espera otra vez. Esta vez se trata de fruta fresca y un croissant. Jay no está por ningún lado, pero el croissant está caliente, así que debió ir a buscarlo. Papa está comiendo feliz lo mismo que ayer, beicon y huevos ―Creo que tener un huésped, podría ser la mejor decisión que he tomado. Él nos da de comer como reyes cada mañana. ―Sí, vamos a ver si todavía dices eso, cuando ganes unos kilos ―respondo, después, tomo un bocado del pastel deliciosamente fresco. Jay entra en la sala en ese momento, vestido con el traje que llevaba cuando nos conocimos. ―El desayuno es la comida más importante del día, Watson ―trina―. En realidad, está comprobado que se pierde peso comiendo y no al revés. ―Oh, bueno, súbeme los colores corrigiéndome ―murmuro. ―Así que, ¿cómo te fue anoche en el casino? ―pregunta papá con interés. Hago contacto visual con Jay, y creo que inconscientemente a la vez, los dos estamos de acuerdo en dejar de lado, lo de golpear a un hombre para defender mi honor. ―Genial. Estas mirando a una chica que es cuarenta euros más rica de lo que fue ayer ―digo con orgullo―. Perdí diez euros dos veces, pero luego gane de vuelta diez y luego cincuenta, así que el beneficio es de cuarenta. ―Miro a Jay―. Todavía no es suficiente para comprarme una máquina nueva, pero voy a seguir ahorrando. Jay me da una expresión sorprendentemente cariñosa antes de tomar de nuevo un sorbo de café. ―Bien, señora y caballero, voy a estar fuera la mayor parte del día. Tengo un par de reuniones para encontrar un abogado dispuesto a tomar mi caso.

55

―Oh, buena suerte con eso ―dice papá, mientras se va Jay. Cuando se ha ido, papá lleva su plato al fregadero y enjuaga algunos platos. Mis ojos viajan a mi máquina de coser rota, y me doy cuenta de que algo anda mal. Dejando mi desayuno a medio comer, me acerco para comprobar y encuentro dos montones de fichas de casino cuidadosamente apiladas. Delante de los montones, una nota. Es culpa mía que tuvieras que irte pronto anoche, así que abandono mis ganancias para ti, Watson. Consigue la máquina de coser más impresionante que el dinero pueda comprar. Tuyo, Jay. PD: Terminar la noche solo, no es ni cerca tan satisfactorio como tener a alguien junto a mí. Oh, Dios mío, es tan descarado... y como que me encanta. Cojo una ficha y corro mis dedos sobre el plástico. Realmente no debería aceptarlo, pero la perspectiva de comprar hoy una nueva máquina, es demasiado tentador para dejarlo escapar. Las recojo todas y las dejo en mi bolsa, feliz como un niño Más tarde durante mi almuerzo, me acerco al casino para ver si puedo cobrar las fichas, esperando que este abierto. Resulta que abre a las diez de la mañana, y ya hay gente allí jugando cuando estoy dentro —lo que es un poco deprimente—. Por la noche, hay una sensación de glamour, pero la luz del día da una sensación de desesperación total. Como suele suceder, Jessie está trabajando en la cabina cuando voy a cambiar mis fichas por dinero en efectivo. ―Ah, Matilda, me alegro verte de nuevo ―dice ella. ―A ti también ―le contesto, deslizándole las fichas. ―Es curioso, no recuerdo que ganaras todas estas anoche ―continua, reprimiendo una sonrisa. ―No lo hice. Jay me dio su premio como una disculpa por el, eh, incidente de los puñetazos. ―¿Ah, sí? Eso fue generoso de su parte ―dice ella―. ¿Vas a tener un gran día de compras? No puedo mantener la sonrisa de mi rostro. ―En cierto sentido, sí. Voy a comprar una nueva máquina de coser. Hago vestidos y vendo en online, pero mi vieja máquina se rompió. Jay dijo que me traería al casino para ganar lo suficiente para una nueva, pero obviamente eso no funcionó. ―¿Fuiste a la universidad para eso? Para corte y confección, quiero decir. Niego. ―No, mi madre me enseñó cuando era pequeña, y di clases nocturnas cuando era una adolescente.

56

―Genial. Bueno, aquí va ―dice ella, y desliza el dinero hacia mí. Lo guardo en mi bolso y me despido. *** Es tarde cuando llego a casa esa noche, mientras arrastro la gran caja marrón en el pasillo. La dejo caer en el suelo y dejo escapar un suspiro largo y agitado. Fue una carga seriamente pesada, aunque la parada del autobús estaba benditamente cerca. Papá está en el salón, viendo la televisión. Parece que ordenó comida china, porque hay sobras en la nevera. Caliento algo y lo como rápidamente antes de ir directamente al trabajo. Es después de las once cuando termino, cansadamente de embalar los pocos pedidos que tengo, en sobres de plástico de burbujas para su destino. Jay se presenta en la puerta justo cuando estoy sellando el último. ―Bueno, ya la tienes. ¡Genial! ―exclama, acercándose a echar un vistazo a la nueva máquina. Es de un bonito verde oliva y se ve como un tipo de diseño de los años cincuenta. ―Síp. Y tengo que darte las gracias por ello ―respondo con una sonrisa de agradecimiento―. ¿Cómo fue tu reunión de hoy? ―Ah, de porquería, la verdad. Los abogados… quiero decir, los abogados defensores son un montón de charlatanes viejos. Prácticamente podía ver los signos de dólar en sus ojos cuando estaba hablando con ellos... ¿O debería decir signos de euro? ―No dejes que papá te oiga decir eso. ―Tu padre es la excepción. ¿Todavía está levantado? Necesito convencerlo de que acepte el caso. ―No, se fue a la cama hace una hora ―le digo, ajustando el montón de paquetes sobre la mesa. Jay los mira. ―¿Necesitas que los deje en la oficina de correos por la mañana? ―¿Lo harías? Iba a ir antes de ir al trabajo, pero eso me retrasaría un poco. ―Estaría feliz de hacerlo. Así que, mañana es viernes. ¿Algún plan para el fin de semana? ―Se frota las manos. Trato de pensar. Entonces recuerdo las súplicas inflexibles de Michelle para que invite a Jay a beber algo con nosotras. ―Sí, en realidad. Voy a salir con mi amiga mañana por la noche. Eres bienvenido de venir. ―Suena bien ―dice Jay mientras recoge dos pernos de seguridad de un grupo que había dejado de mi máquina de coser. Los une y los sostiene para mostrarme. ―Imperdibles, fascinante ―murmuro bostezando. Él está de pie cerca de mí ahora, y veo como tira de los dos enlaces repetidamente separándolos, y a continuación, los vuelve a unir como por arte de magia. Parece que el metal se desliza a través del metal sin problemas.

57

―Si no estuviera tan cansada, estoy segura que estaría intentando averiguar cómo estás haciendo eso ―le digo en voz baja. Su pecho se mueve mientras se ríe en silencio. Le doy las buenas noches y luego me voy a la cama. Cuando finalmente mi cabeza toca la almohada, estoy demasiado consciente de cómo la cama de Jay esta justo al otro lado de la pared, nuestros cuerpos apenas a unos centímetros de distancia. Caigo dormida pensando en cómo me gustaría poder cerrar esa brecha. *** El viernes es un día lento. Solo tenemos citas programadas para antes del almuerzo, así que una vez que he terminado todas mis tareas, papá dice que me puedo ir a casa temprano. De camino a la parada del autobús, una bocina suena detrás de mí, y me doy la vuelta para ver a Jay con su ventanilla bajada, y a Jessie en el asiento del pasajero a su lado, fumando un cigarrillo. ―¿Quieres que te lleve? ―pregunta Jay, su brazo se apoya a lo largo del lado de la ventanilla. Un auto detrás de él toca la bocina y luego le adelanta―. Sube. Me doy prisa en ir al auto y me deslizo en el asiento trasero. Jessie expulsa el humo de su boca y me saluda. ―¿Esperas con impaciencia esta noche? ―pregunta. ―Sí, ¿vienes con nosotros? ―No puedo. Tengo una cita romántica con el puma del casino. ¿Te acuerdas de ella? ―La sonrisa que me da es diabólica. ―Sí ―Pienso que es algo seguro, pero nunca se sabe. Supongo que saldrás esta noche, para atrapar luego a un chico. Mis mejillas se enrojecen, y creo que atrapo a Jay dándole una mirada a través del retrovisor por encima de la cabeza. ―Oh, no lo sé. No tengo mucha suerte con los hombres. De hecho, lo he intentado con las citas por internet, pero no estoy segura de que sean para mí. Los ojos de Jay se encuentran con los míos en el espejo brevemente antes de entrar de nuevo en la carretera. Puedo decir que está escuchando todo esto con atención, a pesar de que está actuando como si no lo hiciese. ―Sí, he conocido a unas cuantas personas en línea, pero generalmente su objetivo es sexo ocasional ―dice Jessie―. No es que eso sea una mala cosa, pero supongo que eso no es lo que tú quieres. ―Ella me da una mirada comprensiva. Cristo, ¿Se pueden poner mis mejillas aún más rojas? ―No, no realmente ―respondo. Jay levanta una ceja. ―¿Qué significa “no realmente” Watson?

58

Me rasco en mi brazo. ―Bueno, no es que me importe si hay sexo involucrado. Es sólo que parece que nunca llegamos tan lejos. Michelle dice que eso es porque no doy vibraciones de disponibilidad. Doy vibraciones de “aléjate de mí”. ―Me río alegremente. ―No hay nada malo con eso ―dice Jay―. Tu amiga suena como si quisiera que te comportases como una puta. ―¡Jay! ―exclama Jessie. Frunzo el ceño. ―Eh, no. No es eso en absoluto. Michelle es un gran apoyo para mí. ―Si tú lo dices. ―Así que, ¿has tenido muchas citas? ―pregunta Jessie, dándose la vuelta en su asiento para mirarme. ―No con cualquiera de los chicos en línea. Todos ellos parecen tan sórdidos y sólo interesados en el sexo. ―Oh, entonces obviamente estás en el sitio web equivocado. Dame, dame tu número y te enviaré una lista de sitios web para conocer gente y que son para relaciones. Ella me da su teléfono, y yo programo mi número en sus contactos. ―Gracias, eso es muy amable de tu parte ―le digo. ―¿De qué manera son sórdidos? ―pregunta Jay, con el ceño fruncido. Podría estar equivocada, pero parece haber una nota de protección en su voz. Trago saliva. ―¡Oh, Dios! Realmente no quieres saberlo. Jay esta extrañamente silencioso, y su mandíbula está apretada. Él parece molesto. Dejamos a Jessie fuera de su apartamento, y decimos adiós, mientras que Jay vuelve a la carretera. ―No deberías contactar con hombres al azar de todos modos ―dice de repente. ―Bueno, no lo he hecho, no todavía. Pero si lo hago, tengo una serie de reglas a seguir. ―Sostengo mis dedos mientras enumero la lista―. Tiene que ser a pleno día en un espacio público, nunca ir a la casa de alguien sola. Tengo que decirle a Michelle y a papá exactamente a dónde voy. Y lo más importante, Michelle y yo tenemos palabras de código para un mensaje, si necesitamos cualquiera de las dos una llamada y fingir que hay una emergencia. Eso es sólo por si la cita es realmente mala, a pesar de que hasta ahora sólo he tenido que hacerlo dos veces por Michelle. Sus ojos se encuentran con los míos, y hay algo en ellos que no puedo descifrar. Un minuto o dos de silencio pasa. ―Yo te ayudaré ―dice entonces. ―¿Eh?

59

―Con la cita. Te voy a enseñar cómo mostrarte disponible. No debería haber dicho eso antes sobre tu amiga. Lo siento. En realidad ella está en el camino correcto con lo que te ha dicho. Por lo general, los solteros demuestran que están disponibles a través de su lenguaje corporal, mientras que la gente que está felizmente en una relación no lo hace. Ya que tu estas soltera, debe haber una razón por la cual presentas vibraciones de no disponible. Cruzo mis brazos. ―¿Qué tipo de razón? Jay se encoge de hombros ―Probablemente solo sea ansiedad o algo así. No te preocupes, lo resolveremos.

60

uando llegamos a la casa, voy directamente a mi habitación. Después del tema que discutimos en el auto, realmente no quiero estar frente a Jay por un tiempo. Es humillante tener personas conociendo cuan ineficaz soy cuando se trata de los asuntos del amor. El problema es que cada vez que me preguntan sobre ello, no puedo sino ser brutalmente honesta. Es una especie de alivio expresar tus pensamientos y ver lo que otra persona piensa. La idea de Jay ayudando no es tan agradable como debería ser. Quiero decir, probablemente sabe sobre el tema. Sin embargo, preferiría más si me ayudara a conseguir ligar con él, en lugar de otros hombres. Una cosa imposible, sin duda. Después de tomar algo para comer, voy a ducharme y a prepararme para la noche que nos espera. Mi teléfono vibra con un mensaje justo cuando estoy secando con una toalla mi cabello. Michelle: Así que, ¿¡el sexy mago viene esta noche o qué!? Matilda: Sí, él viene. Michelle: Oh, definitivamente estará. Matilda: Por favor no... Por cierto, creo que él prefiere ilusionista que mago. Michelle: Es bueno saber. No quisiera ofender. Xxx. Una vez que estoy lista, uso mi teléfono para pedir un taxi y luego golpeo la pared entre mi habitación y la de Jay. —¿Qué pasa, Watson? —Jay grita. Creo que puedo oírlo riéndose entre dientes para sí, y no tengo idea de por qué. Él puede ser un tanto extraño a veces. —El taxi estará aquí en diez minutos. —Estaré listo. El taxi anuncia su llegada con un bocinazo desde fuera. Bajo deprisa las escaleras, abotonando mi largo abrigo azul marino. Diciéndole a papá que no voy a estar fuera hasta muy tarde, llamo a Jay con un silbido para que venga. Oigo la puerta de su habitación abrirse, y luego está bajando las escaleras hacia mí. Permanezco allí, esforzándome al máximo para mantener mi mandíbula en su lugar.

61

Se ve ardiente, pero "sexy" probablemente es quedarse corto. Vestido con jeans oscuros, una camisa negra ceñida al cuerpo y su cabello peinado hacia un lado, definitivamente se ve lo suficientemente bueno para comer. O lamer. ¿Qué pasa con este hombre que siempre hace que mis pensamientos se vuelvan inapropiadamente sexuales? Lo aparto de mi mente y le doy una rápida sonrisa antes de liderar el camino hacia fuera. En el auto, el conductor entra en la categoría de no-conversación. Hay dos tipos de taxistas, según mi experiencia: los que desean hablar sin cesar, y los que no desean hablar en absoluto. Jay hace un gesto con su cabeza hacia mi abrigo totalmente abotonado. —¿No vas a dejarme conseguir un vistazo de ti con ese vestido? Tiro de mi manga, incómoda bajo su inspección. Tratando de sonar casual, respondo: —Lo veras en el bar. Suspira y tamborilea sus dedos con impaciencia en la ventana. —Pero quiero un vistazo ahora. —¿Por qué? —Simplemente lo hago. —Oh, esa es una maravillosa razón, Jacob. ¿Puedo llamarte Jacob? Se ríe y sacude su cabeza, mirando hacia los edificios que pasamos ahora. —Es Jason, en realidad. Y solo dejo a las mujeres llamarme así en el dormitorio. —Guiña el ojo. Estoy un poco avergonzada, pero continúo de todos modos. —¿Quieres que las mujeres te llamen por tu nombre completo, mientras ordenan el cajón de tu ropa interior? Ese es un fetiche extraño, Jason. —Nop. Ordeno mi propio cajón de ropa interior, Watson. Esto es de lo que estoy hablando. —Imita una sin aliento, jadeante voz varias notas más altas que la suya—. Oh, Jason eres un dios. Fóllame más duro, Jason. Jason, eres el más grande que he tenido. Hazme venir, Jason. Prácticamente me lanzo a través del asiento para poner mi mano sobre su boca, en algún lugar entre riéndome histéricamente y sonrojándome terriblemente. —¡Cállate! —susurro-grito, mientras el conductor del taxi le da a Jay una mirada reprobadora a través de su espejo retrovisor. El pecho de Jay sube y baja rápidamente con la risa contenida. Cuando estoy segura de que no va a suceder de nuevo, saco mi mano de su sorprendentemente suave boca y me muevo de regreso a mi asiento. —No puedo creerlo —digo, sacudiendo mi cabeza hacia él. Sus ojos se mueven hacia los míos, la luz de las farolas de afuera iluminándolos. Parecen desplazarse por mis rasgos por una indeterminada cantidad de tiempo. Luego

62

el auto se detiene y el conductor nos está diciendo con voz malhumorada que le debemos quince euros. Antes de que pueda tomarlos de mi cartera, Jay le está entregando un billete de veinte e inclinándose a través de mí para abrir la puerta. Cuando lo hace, obtengo un ligero aroma de su colonia, y huele divino. Trato de no ser demasiado obvia cuando inhalo. Luego salgo y diviso a Michelle fumando un cigarrillo fuera del bar. Estamos en una de las calles más elegantes, y está llena de bares frecuentados por hombres de negocios y del tipo profesional. Michelle siempre insiste en venir aquí porque tenemos más oportunidad de atrapar una buena conquista. Jay engancha su brazo con el mío y me dirige a la entrada mientras saludo con la mano a Michelle. Lleva el vestido Channel negro que le sugerí, junto a un par de altísimos tacones color púrpura, y su abrigo colgando sobre su brazo. —Hola chicos —canturrea, y me da un beso en cada mejilla. —Hola, te ves increíble —le digo mientras su mirada se desplaza hacia Jay expectante, así que hago las presentaciones—. Este es nuestro nuevo residente, Jay. Jay, esta es mi amiga, Michelle. Ella extiende su mano, y Jay se la sacude. Parece decepcionada de que no se incline para darle un beso. Hace un par de semanas tuvo una cita con un sujeto que hizo eso, y entro en estado de histeria por ello por teléfono por lo menos durante una hora. —Michelle, encantado de conocerte —dice Jay antes de dejar ir su mano. No estoy segura de por qué, pero me encuentro estudiando sus reacciones del uno con el otro intensamente, tratando de identificar algo. Lo que ese algo es, exactamente, no lo sé. En el fondo de mi mente, estoy en cierto modo esperando que no terminen gustándose entre sí, a pesar del entusiasmo de Michelle hasta el momento. Entramos y logramos conseguir una mesa junto a la ventana. Jay me ayuda a salir de mi abrigo, silenciosamente apreciando mi vestido, el área del pecho en particular. Hombres. Aunque debo confesar, mi sujetador push-up16 está haciendo un excelente trabajo en esta ocasión. Excelente trabajo. Un camarero se acerca a tomar nuestra orden de bebidas, y opto por el vino blanco. —Así que, Jay, oí que haces magia para ganarte la vida. Eso debe ser muy divertido. Soy publicista, muy aburrido —dice Michelle. —Es divertido hasta que alguien decide escribir una historia retratándote como una especie de malvada mente maestra —le responde, inexpresivo, antes de tomar un trago de su bebida. Su contundente respuesta no la desconcierta. —Sí, oí sobre eso, también. Oh —dice, de repente, volviéndose hacia mí—, hablando de trabajo, tengo que hacer horas extras este fin de semana para tener lista una gran presentación que tenemos el lunes, así que no puedo salir el domingo. Lo siento mucho.

16

Sujetador push- up: sujetadores diseñados para estilizar la figura y realzar el pecho.

63

—¿Qué? —digo en voz baja, avergonzadamente—. Pero hemos estado planeado esto durante semanas. Las entradas costaron ochenta euros, y realmente no quiero ir sin ti. No estoy encantada ante el hecho de que ella este mencionándolo frente a Jay, tampoco, porque es un tanto embarazoso. Hace unos meses vi un anuncio para un seminario que dura todo un día con este especialista en relaciones de Australia. Se supone que ayuda a las mujeres a tener más éxito en sus vidas amorosas. Conseguí persuadir a Michelle para que viniera conmigo, y ahora está retractándose. No puedo creer esto. Había estado realmente deseándolo, también, esperando que de alguna manera me ayudara a superar mis problemas, o lo que diablos sea que este mal conmigo. —Dije que lo siento. Traté de librarme de las horas extras, pero mi jefe no accedió. Todavía deberías ir, sin embargo. —No voy a ir sola. Se muerde su labio, en su rostro una expresión como si estuviera devanándose los sesos por un sustituto. —Podrías hacer que tu padre vaya contigo —finalmente sugiere. Me burlo de ello, audiblemente. —No voy a ir con mi padre. Eso sería como hacer que se siente y vea una porno conmigo. Michelle rueda sus ojos por cómo de melodramática estoy siendo. —Está bien, tenía curiosidad, pero ahora tengo mucha curiosidad —dice Jay—. ¿De qué están hablando ustedes dos? —De nada —respondo rápidamente, dando a Michelle una mirada mordaz para que no lo diga. Desafortunadamente, ella la ignora. —Habíamos planeado ir a este seminario de relaciones. Será impartido por un sujeto llamado Simon Silver. Se supone que es una especie de experto en el amor — dice Michelle, toda indiferente y sin vergüenza alguna. —Gracias por eso —murmuro. Jay asimila todo esto con una sonrisa cada vez más amplia. Miro hacia él, con mis labios presionados firmemente juntos. —No te burles de mí, ¿de acuerdo? Ya te dije que necesito ayuda. —Podría ir contigo —ofrece. Eso es definitivamente inesperado. Para ser sincera, había estado esperando que señalara y riera durante al menos unos minutos. Quiero decir, a los veintitrés años de edad no deberíamos ir a estas cosas. Deberíamos salir para pasar un buen rato. Siempre he sido una romántica empedernida, sin embargo. He deseado encontrar al "único" desde hace tanto tiempo como puedo recordar. Quiero un amor épico, como el que ves en las películas. Lo quiero tan desesperadamente que se ensancha mi corazón cuando siquiera pienso en la posibilidad de ello.

64

—Creo que eso sería incluso peor que ir con mi padre —digo, y luego tomo un gran trago de vino. Jay da un fingido grito ahogado. —¡Matilda, no sabía que fueras capaz de ser tan desagradable! —Oh, cállate. No estás ofendido en lo más mínimo. Él sonríe con suficiencia. —Sí, tienes razón. Pero todavía quiero ir contigo. Va a ser divertido. —Y eso es exactamente el por qué no vendrás. ¡Absolutamente, no! —Oh, vamos —dice Michelle, interviniendo—. Déjalo ir. ¿Qué es lo peor que podría suceder? La miro, y ella tiene una extraña expresión astuta en su rostro mientras mira entre Jay y yo. —Un montón de cosas malas pueden suceder, Dr. Pepper 17 —respondo con firmeza—. De todos modos, he decidido que ya no quiero ir. —Pero gastaste todo ese dinero. —Michelle hace un mohín. —Sí, Watson. Gastaste todo ese dinero —concuerda Jay, dándome un suave empujón con su codo. No digo nada, inclinándome hacia adelante y apoyando mi barbilla en mi brazo en abatimiento. Hace realmente irritarme pensar en todo el dinero que pagué por las entradas. Michelle se levanta de la mesa entonces. —Escuchen, ustedes dos discútanlo entre sí. Necesito usar el baño, y luego voy a ir a ligar con el hombre atractivo sentado en el bar solo. ¡Toodles!18 Eh, ¿puedes repetirlo? Creía que quería atrapar a Jay esta noche. Qué voluble telaraña teje su libido. —¿Toodles? —Jay pregunta, una ceja arqueada. —Rima con poodles19 —murmuro—. Y noodles20. —Doodles21. —Oodles22. —Strudels23. —¿Googles? —dice Jay. Sacudo mi cabeza y sonrío por primera vez desde que Michelle decidió avergonzarme—. Está bien, no entiendo nada. 17

Dr. Pepper: es una popular bebida carbonatada comercializada por Dr. Pepper Snapple Group

Inc. 18

Toodles: Adiós, en inglés. Poodles: Caniches, en inglés. Es una raza de perro. 20 Noodles: Fideos, en inglés. 21 Doodles: Garabatos, en inglés. 22 Oodles: Montones, en inglés. 23 Strudels: Tipo de pasta alemana, se dice igual en español. 19

65

—¡Ajá! Gano la guerra de rimas —declaro, y me enderezó, mi mano toma el vino otra vez. —¿Te sientes mejor ahora? —Jay pregunta, su voz baja. —Un poco. Su brazo se extiende por el respaldo del sofá en el que estamos sentados. —Eres demasiado, malditamente linda —dice, su boca junto a mi oído—. Deberías dejarme ir contigo a esa cosa. Lo observo y envuelvo mis brazos alrededor de mí. —¿Puedes por favor olvidarte de eso? Todavía estoy muriendo de vergüenza. —¿Qué tal si finjo ser gay durante todo el día? ¿Eso te hará sentir menos avergonzada? —Sí, como si alguien creería eso. Ni siquiera comprendo por qué quieres venir. Es para mujeres solteras, no hombres. —¿No acabo de decir que fingiría ser gay? De esa forma estaría allí por la misma cosa que todas los demás. —Sonríe. Estrecho mis ojos hacia él. —Piensas que eres muy listo. Bien, puedes venir, pero tienes que prometer tomarlo en serio. Pasa sus dedos sobre su pecho, haciendo una pequeña forma de X. —Lo prometo. Así que, está decidido. Voy. —Sí. —Suspiro, y echo un vistazo a través la sala para ver a Michelle acercarse al sujeto que dijo que había puesto sus ojos. Todavía no entiendo por qué su interés por Jay ha desaparecido tan repentinamente. Tal vez decidió que no le gustan todos sus tatuajes. No es que puedas ver gran parte de ellos con la forma en que está vestido en estos momentos. Y no es que no estoy aliviada de que su atención se haya desviado. Parece que estoy desarrollando un enamoramiento cada vez mayor, y ver a mi mejor amiga enrollarse con dicho enamoramiento podría ser un poco demasiado doloroso de soportar. Jay se mueve más cerca de mí en el sofá de terciopelo rojo, su muslo tocando el mío. —Así que, ves porno, ¿eh? Un arrebato de risa brota de mí. —Confiaba en que recordarías ese pequeño detalle, lunático. Estaba siendo sarcástica. No tienes que tomar todo lo que digo al pie de la letra. Sus ojos se mueven de un lado al otro junto a los míos. —Lo miras. Tengo una colección bastante variada, ya sabes. Eres bienvenida a pedirme prestado en cualquier momento. —Recoge su bebida y toma un trago, un travieso brillo en sus ojos. —No veo porno —digo, firme.

66

—Todo el mundo mira porno. —Bueno, yo no lo hago. El porno para mí es más mental. Obtengo una mayor excitación de un verdadero, emocionalmente intenso, romance que ver a dos personas desconocidas teniendo sexo. Se inclina más cerca, interés delineando sus rasgos. —¿Sí? Dime más. Otro sorbo de vino. Si vas a hacer algo, hazlo a lo grande. —Al igual que, ya sabes, ¿cuándo Harvey Keitel toca a Holly Hunter a través del agujero de sus medias en The Piano24? Eso me excita más que ver verdadero sexo. —Apuesto a que eso es un jodido espectáculo —dice él en voz baja. —¿Qué? Su brazo que está tendido sobre el respaldo del sofá se mueve para descansar sobre mis hombros. Me pongo tensa, mi corazón late más rápido ante su cercanía. —Nada. Esa es probablemente la cosa más placentera que he escuchado alguna vez, Matilda. Espero que se esté burlando de mí, pero cuando lo miro, no hay nada más que seriedad en su rostro. Apartándome, me centro en mi vino, sin decir una palabra. La cantarina risa de Michelle se filtra desde el bar mientras coloca su mano sobre el brazo del sujeto. Jay mira hacia donde lo estoy haciendo. —Ahora, ¿recuerdas que dije que te enseñaría sobre el lenguaje corporal? Asiento. —Bueno, fíjate en tu amiga como ejemplo. Cuando a una chica le gusta un chico, hará un poco de sutil contacto para mostrar su interés, como está haciendo Michelle ahora. Así que, si quieres mostrar que alguien te interesa, puedes poner tu mano en su brazo o en su pierna por un segundo, luego la quitas. Trato de no pensar en cómo su muslo todavía está tocando el mío. ¿Qué significa eso? —También hay contacto visual —continúa—. Si te gusta un hombre debes mirarlo a él, no al suelo. Apartar la mirada cuando necesites y luego volverla. Manteniendo el contacto visual constante solo pareces psicópata, así que tienes que perfeccionarlo. —Siempre miro al suelo —digo—. Es un mal hábito, lo sé, pero parece que no puedo detenerme. De hecho, estoy tentada de mirar al suelo ahora mismo, pero me esfuerzo por no hacerlo, de lo contrario, Jay podría descubrir mi enamoramiento. Ni pensarlo. 24

The Piano (también conocida como La lección de piano o El piano) es una película de 1993 sobre una pianista muda y su hija, ambientada en un lugar apartado de Nueva Zelanda durante la mitad del siglo XIX.

67

—Cada vez que te sorprendas haciéndolo, simplemente detente. Después de un tiempo se convertirá en una segunda naturaleza no hacerlo. Ante esto, vuelve el camarero a nuestra mesa, preguntando si nos gustaría otra ronda de bebidas. Jay le dice que nos traiga lo mismo otra vez, y me excuso para ir al baño. Con suerte, en el momento en que vuelva, Michelle podría haber regresado a la mesa. Es extrañamente íntimo sentarse sola con Jay, y mi nervioso carácter me insta a huir cuando estoy en situaciones como esa. Hay un golpe en la puerta del cubículo cuando estoy haciendo mis asuntos, es Michelle. —Entonces, ¿cómo va tu noche? —Va bien, pero no gracias a ti. No puedo creer lo que le dijiste a Jay sobre el seminario. Ahora tengo que llevarlo conmigo. Él no va a aceptar un no por respuesta. —Oh, no lo hará, ¿verdad? Bueno, creo que ustedes dos pasaran un buen rato. —Ya veremos. Va a ser una sala de reuniones llena de doscientas mujeres privadas de sexo, y estoy llevando a Jay Fields conmigo. Eso es como oscilar un jugoso filete delante de un montón de perros hambrientos. —No seas tan dramática. Estás haciendo a esas mujeres un favor, permitiéndoles mirar a tan excelente ejemplo de masculinidad. —Michelle ríe, su voz alegre. Me pregunto cuántas bebidas se las arregló para tomar mientras estaba en el bar. —Hablando de eso, ¿qué pasa con tu repentina falta de interés? —pregunto con curiosidad mientras me sonrojo y salgo del cubículo, yendo al lavabo para lavar mis manos. Michelle se encoge de hombros y me da una extraña mirada. —Él no está interesado en mí. Lo puedo decir. Y tú sabes que solo quiero hombres que me adoren. —Eso es cierto. Así que supongo que te irás con el señor atractivo del bar por el resto de la noche. —Por ahora. Si alguien más despierta mis fantasías, podría hacer un cambio. Salimos del baño, y Michelle regresa al bar. Mientras me dirijo hacia Jay, me doy cuenta de que ya no está solo en la mesa. Hay una pelirroja sentada junto a él, lanzado su sedoso cabello sobre un hombro. Miro de un lado a otro, evaluando mis opciones. ¿Regreso a la mesa y sufro siendo la tercera en discordia o encuentro algo más en lo qué ocupar mi tiempo? La única otra manera que podría mantenerme ocupada seria ir a ligar con alguien, pero no tengo el ánimo para eso ahora. Así que continúo mi camino hacia la mesa. Cuando llego, me dejo caer al otro lado, donde Michelle había estado sentada y recojo la nueva copa de vino que el camarero dejó para mí. Doy a la pelirroja una pequeña sonrisa y luego tomo un trago. A la mayoría de las chicas tiendo a gustarle. Supongo que es porque no me encuentran amenazadora. Esta mujer, sin embargo, me mira como si acabara de oler algo malo. Umm, debe ser el vestido que estoy usando, muestra

68

una buena cantidad de escote. Una pequeña chispa de emoción me atraviesa. Parece que me gusta bastante ser una amenaza. —Oye, estás de vuelta —dice Jay—. Esta es Matilda —dice a la pelirroja—. Compartimos casa. Matilda, esta es Charlene. Ella es azafata, tiene un gato persa blanco, le gusta ir al gimnasio, y hace poco se hizo pelirroja. ¿Es eso una nota de sarcasmo lo que escucho en su voz? Hago todo lo posible por contener una risita. —¿Has estado viendo su perfil de Facebook o algo así? —pregunto secamente. —Calla, estás revelando todos mis secretos —dice con un guiño. —Logró adivinar todo eso con sólo mirarme —explica Charlene—. ¿No es increíble? —Definitivamente. —Dirijo mi atención a Jay—. Así que, dinos cómo sabías. Jay se echa hacia atrás para examinar a Charlene antes de señalar la evidencia. —El pelo blanco en el vestido, pero más largo que el típico pelo de gato doméstico. Persa era la opción más obvia. La musculatura en los brazos sugiere que ella hace ejercicio. Sin embargo, el ligero acné alrededor de la barbilla debajo del maquillaje dice que es solo una ocasional consideración a la salud. Así que, no es un atleta que estaría en una dieta muy sana, lo cual daría lugar a la piel limpia. No es un acné hormonal, porque usualmente lo tienes desde los años de la adolescencia y por lo tanto habría marcas, lo que no hay. Además, el olor del humo del cigarrillo. La mayoría de los atletas no fuman. Así que, es un miembro del gimnasio. Las bolsas bajo los ojos muestran una falta de sueño, indicando ya sea insomnio o un trabajo exigente. Ventaja, obtuve un vistazo de su distintivo de azafata sobresaliendo ligeramente de su bolsa. —Él sonríe con suficiencia—. Y por último, sé que el cabello esta recientemente cambiado de color por las ligeras manchas en el cuero cabelludo. Él cruza sus brazos casualmente. Tengo que admitirlo, no estaba preparada para ese asalto. No creo que Charlene lo estuviese, tampoco. De hecho, parece un poco avergonzada de él analizando y criticando su apariencia así. Una cosa es que le diga sus hechos al azar, que ningún extraño podría saber. Esa es la parte emocionante. Pero otra es explicarle cómo las sabe. Después de unos segundos, ella se lo toma en broma, sin embargo. —Oh Dios mío, nunca conocí a personas que pudieran decir estas cosas sobre mí. Es un poco aterrador, ¡pero es tan divertido! Bien, ahora hazlo con ella —dice, señalándome. Jay gira su cabeza, una traviesa elevación en sus labios. —Estaría feliz de hacerlo. No puedo decir si él quiso o no decirlo como una insinuación. Levanto mis manos en el aire. —Por favor, no lo hagas. No quiero saber nada. —Oh, vamos, no seas aguafiestas —Charlene reprende. La interrumpo con una mirada de enfado.

69

Jay se inclina y toma una de mis manos entre las suyas. El toque me sorprende, propagando piel de gallina sobre mí. Pasa su pulgar sobre la parte superior de mi dedo índice, y contengo un temblor. —¿Ves estos pequeños rasguños? Muestran que haces algún tipo de trabajo con tus manos. Costura, ¿cierto? Asiento. —Sí, pero ya sabías eso. Sus labios se curvan. —Bueno. Eres de sueño profundo. Disfrutas de las buenas comidas saludables. Haces algún tipo de ejercicio. Mi apuesta sería ciclismo. Cuando hace calor, te gusta sentarte en el sol. No tiñes tu cabello. Cuando los hombres te tocan, te ponen nerviosa. Tu época de la moda favorita son los cincuenta… y desearías que me callara la maldita boca ahora mismo. —Se detiene y se recuesta en su asiento con una sonrisa—. Bueno, ¿cómo lo hice? Estrecho mis ojos. —Demasiado bien. —¿Quieres que explique cómo lo sé? —No particularmente. Charlene rueda sus ojos y pone su mano en el hombro de Jay, inclinándose hacia él. —Quiero saber. Dinos. Jay aparta su cuerpo de ella muy ligeramente, y luego empieza a hablar. —Puedo decir que duerme profundamente porque la parte blanca de sus ojos es nítida. A las personas que duermen mal se les enrojece, o sus ojos pueden estar inyectados en sangre. Soy un excelente ejemplo de ello. —Se señala a sí mismo, y me hace preguntarme por qué no duerme bien—. Sé que te gustan las buenas comidas saludables porque no estás gorda, pero tienes curvas. Tienes músculos en tus muslos y pantorrillas, pero no en los brazos, lo que demuestra que haces ejercicio principalmente con las piernas, de ahí el ciclismo. Tienes un pequeño puñado de pecas sobre tu nariz de estar sentada en el sol. Tu cabello coincide exactamente con tus cejas, así que es más probable que no esté teñido. Ventaja, tu padre me mostró algunas de tus fotos de pequeña el otro día —admite. Oh, discutiré con papá sobre eso. —Te estremeciste ligeramente cuando toqué tu mano, lo que significa que o bien no te gusto o los hombres no te tocan muy a menudo, por lo que te pones nerviosa. Puedo decir que te gustan los cincuenta porque la mayoría de los vestidos que haces tienen detalles que recuerdan a esa época. Y tus ojos hicieron un muy buen trabajo diciéndome que deseabas que me callara la maldita boca. —Ríe entre dientes. —Bueno —digo, soltando un largo suspiro—, eso fue preciso. Inquietante, además —murmuro.

70

—He estado prestando mucha atención, Watson —dice, y yo contengo un estremecimiento. —En verdad, eso fue muy bueno —exclama Charlene—. Deberías, como, tener tu propio programa de televisión o algo así. Jay le da una mirada burlona. —Sí, debería, ¿no? Ponen una canción de ABBA25 y oigo a Michelle llamándome para unirme a ella y al señor atractivo. Ambos están moviéndose sobre la pista de baile. —¡Matilda! Es Dancing Queen26, ¡ven aquí ahora! —grita ebria. Cuando éramos más jóvenes veíamos Muriel’s Wedding27y ABBA ha sido nuestro placer inconfesable desde entonces. Me vuelvo hacia Jay y Charlene. —Parece que me buscan. —Luego me levanto y voy hacia Michelle. Ella agarra mis dos manos cuando llego a ella y empieza a moverme de lado a lado. —Me encanta esta canción —ella grita sobre la música, mientras que el señor atractivo se cierne detrás de ella. Parece que estoy destinada a ser la tercera en discordia de una u otra forma esta noche. —¿Quién es la perra pelirroja? —pregunta, haciendo un gesto con su cabeza hacia la mesa. —Una azafata. —Eh. Oh, no mires ahora, pero Jay viene hacia acá. La perra pelirroja no se ve muy contenta. —¿En serio? ¿Viene hacia acá? —Oh no, espera. Fue directamente hacia el bar. Suelto un suspiro de alivio. Me gusta bailar, pero bailar con Jay no es una experiencia que creo poder manejar. La canción termina y cambia a una lenta así que dejo a Michelle sola para bailar lento con su última adquisición. Uniéndome a Jay, pido al camarero otro vino. —¿No vas de regreso con Charlene? —pregunto—. Ella todavía está allí, esperando.

25

ABBA: fue un grupo sueco de música pop, integrado por Benny Andersson, Anni-Frid «Frida» Lyngstad, Björn Ulvaeus y Agnetha Fältskog. El nombre «ABBA» es un acrónimo formado por las primeras letras del nombre de cada miembro. 26 Dancing Queen: en español: «Reina del baile» es una canción del género pop y disco, interpretada por el grupo sueco ABBA. 27 Muriel’s Wedding: es una comedia del realizador australiano P. J. Hogan, estrenada en 29 de septiembre de 1994, Australia.

71

Jay se vuelve para enfrentarme mientras sigo mirando directamente hacia delante. No estoy segura de por qué, pero parece que no puedo hacer contacto visual. Lo veo frunciéndome el ceño por el rabillo de mi ojo, sus cejas casi completamente unidas. —¿Quieres que vuelva con ella? Me encojo de hombros y lo miro, luego bebo rápidamente más vino. —Deberías tomarlo con calma. Son sólo las diez. —Está bien. Probablemente me iré a casa pronto, de todos modos. Michelle no será de mucha compañía para el resto de la noche. —¿Ella generalmente te deja sola de esta manera? —Jay pregunta, moviendo su cuerpo ligeramente más cerca. —Nah, normalmente tengo la oportunidad de hablar con el amigo de quien sea que esté coqueteando con ella. Divertido, ¿no? Jay no responde, pero su mandíbula se mueve de una manera extraña. Él sigue mirándome hasta que Charlene se atreve a venir hacia él. —Oye, pensé en ahorrarte el viaje —dice con una voz dulce, deslizándose en el taburete a su lado. Me aparto y dejo mi mirada desviarse hacia la multitud en la pista de baile. Un hombre que lleva una camisa azul está mirándome con intención, así que me aseguro de no tener más contacto visual con él. Jay me da un codazo, sosteniendo su teléfono. —Acabo de recibir un mensaje de Jessie. Aparentemente, sucede que el puma tenía un marido que quería un ménage a trois28, y necesita ser rescatada. ¿Quieres venir conmigo? —Eh, claro. Sólo voy a enviar un mensaje rápido a Michelle para hacerle saber que nos vamos. Y, sin ningún comentario más, estamos fuera de allí y vamos camino a conseguir el auto de Jay para recoger a Jessie. Por las miradas de odio que me dio, tengo la sensación de que Charlene no está muy complacida con ello.

Ménage à trois: es un término que describe un acuerdo doméstico de tres personas para mantener relaciones sexuales. 28

72

uando nos detenemos en la casa, me cambio rápidamente por unos jeans, una camiseta y unas zapatillas. En general, la noche ha sido un fracaso, así que no hay ninguna razón para mantener el glamour. Jay hace sonar su claxon, y me doy prisa por las escaleras y salgo por la puerta. Me siento en el asiento del copiloto, y Jay coge velocidad mientras se mantiene justo por debajo del límite de velocidad. Nos dirigimos hacia un barrio tranquilo, con las directrices que nos va dando el GPS mientras vamos avanzando. Al final, nos dirigimos por un camino rural oscuro hacia una gran casa gris. Todo parece tranquilo, sin señales de Jessie. Sin embargo, al segundo, nos detenemos al final de un pedregoso camino, la puerta se abre de golpe y Jessie emerge, su alta figura corre hacia nosotros como alma que lleva el diablo. El puma y un hombre de mediana edad vienen detrás de ella, vestidos con túnicas de seda negra, gritando y agitando los puños. Si su enojo no me tuviera tan al borde, probablemente me reiría de lo que llevan puesto. No puedo escuchar lo que están diciendo, pero cuando Jay baja su ventana, capturo el final de la cola de una diatriba que termina con: —¡Pequeña puta! Jessie salta directamente en el asiento de atrás, gritando: —Acelera a fondo Jay, tenemos que largarnos de Dodge. La pareja está delante del auto ahora, y no hay espacio suficiente para que él consiga esquivarlos. —¿Qué has hecho, robar sus billeteras o algo así? —pregunta Jay, riendo y dando marcha atrás, tratando de encontrar una manera de pasar al marido y a la mujer enojada. —Tardaban demasiado, y siguieron tratando de convencerme de participar en un trío. Dejé que mi temperamento sacase lo mejor de mí y rompí una bandeja de copas de cristal. Ahora quieren que pague por el daño. Par de jodidos locos. —Odio tener que decírtelo, pero suena como si fueras la tuerca en esta situación, Jess. —Ey, permíteme estar enojada. No es mi culpa estar ofendida ante la idea de chupar una polla —bromea. Sacando la cabeza por la ventana, Jay llama a la pareja. —Escuchen, van a querer moverse fuera del camino antes de que jodidamente los atropelle a ambos.

73

—¡Ese cristal era un regalo de aniversario! —grita el hombre—. Ella nos debe seiscientos euros. —¿Por un par de copas? —pregunta Jay—. ¿No es demasiado? —¡Eran de cristal Waterford! —Lamenta la esposa. —Bueno, ya que eran un regalo, no han perdido nada de dinero en realidad, ¿verdad? —¡Tenían un valor sentimental! —¡Llámalo como una amortización por acoso sexual! —grita Jessie desde el asiento trasero. La esposa marcha hacia el auto ahora, y Jay retrocede más. —Sabias exactamente de qué se trataba, Jessie —dice, gesticulando—. Así que no vayas actuando toda inocente. —No sabía que tenías un maldito marido. No, decidiste contármelo una vez que me atrajiste a tu guarida. —Deberías sentirte halagada de que te invitáramos a nuestra casa, pequeña vagabunda. —¡Prefiero ser una vagabunda que una bruja reseca por la edad! Ante esto, la mujer se zambulle hacia el auto, pero Jay retrocede lo suficiente como para que no choque con su parachoques. Él termina en el césped, y se las arregla para pivotar alrededor y dirigirse directamente a la salida, dejando marcas de neumáticos a lo largo de sus macizos de flores. Doy vuelta en mi asiento para ver a los dos persiguiendo el auto. Espero que ellos no tengan la oportunidad de aprender de memoria su matrícula. Pronto estamos bien lejos de la casa y en la carretera. Dejé escapar un largo suspiro y me vuelvo a Jessie, preguntando con preocupación: —¿Estás bien? —Oh, de ninguna manera, Matilda —dice Jay, poniendo su mano en mi muslo—. No vayas a darle ninguna simpatía. Ella se metió en esta situación, por lo que sólo ella tiene la culpa. —Ella no sabía que la mujer tenía un marido —le digo, con mi voz tranquila. —Sí, no lo sabía —dice Jessie deliberadamente—. Y gracias por tu preocupación, cariño, pero estoy bien. —No deberías haber causado una escena —murmura Jay, mirando a Jessie bruscamente a través de su espejo de arriba. —Pero es lo que mejor hago —contesta Jessie, y saca la lengua. Me vuelvo a mirar por la ventana, pero Jay no mueve su mano de mi muslo. Sus dedos están bastante cerca de un lugar determinado, y tengo dificultades para respirar por un segundo. Él me da un pequeño apretón, y Dios, me hace querer cosas que no quiero querer.

74

Hay un par de minutos de silencio. Jay lo rompe cuando empieza a imitar a Jessie. —“No es mi culpa que yo este ofendida por la idea de chupar una polla”. Jessie se ríe disimuladamente. —Cállate. Jay suspira. —Ambos sabíamos que iba a haber problemas. —Los problemas son divertidos, siempre y cuando no haya maridos involucrados. —Sí, bueno, tienes que dejar de permitir que tu temperamento saque lo mejor de ti. Uno de estos días vas a entrar en el tipo de problemas equivocado, Jess, del tipo nodivertido. —Está bien, papá. No voy a señalar que eres apenas un muchacho de cartel para el autocontrol. —Sí, no lo harás, pero lo acabas de hacer. De todos modos, yo no soy tu padre, y agradezco a la mierda por eso. Eras un pequeño infierno de fondos. Jessie se ríe y se desploma en su asiento, cruzando los brazos. —Entonces, ¿cómo fue tu noche? —Iba bien hasta que tuvimos que venir a rescatar tu culo. —Sí —me giré guiñándole el ojo a Jessie—, había una pelirroja muy atractiva que estaba sobre Jay. Totalmente lo bloqueaste de conectar con esa chica. Él me aprieta el muslo de nuevo, su voz baja, cuando dice: —Ella no bloqueo de conectar a nadie. Nunca planeé hacer eso. No sé qué decir ahora, así que no digo nada. La risita suave de Jessie se desplaza desde la parte posterior. Un par de minutos más tarde, llegamos a su apartamento y ella salta fuera, inclinando su sombrero imaginario para nosotros. —Gracias por el viaje, ustedes dos —dice, y luego salta a su camino hacia la entrada. —¿Desde cuándo conoces a Jessie? —pregunto a Jay cuando se separa de la acera. —La conozco desde que era un niño. Antes de que mis padres murieran y me fuese a Estados Unidos para vivir con mi tío, éramos mejores amigos en la escuela. Cuando regresé aquí, la fui a visitar. Resultó que ella lo estaba pasando bastante mal. Toda su familia la había repudiado cuando se enteraron de que era lesbiana, así que acudía a las drogas. La metí en una clínica, le ayudé a encontrar un trabajo. El resto, supongo, es historia. —Vaya. Eso fue muy amable de tu parte. Jay se encoge de hombros. —Es lo que es.

75

El resto del camino a casa lo hacemos en silencio. En casa, Jay me sigue arriba. Cuando llego a la puerta de mi dormitorio, me dirijo de nuevo a darle las buenas noches, sólo para descubrir que él está de pie justo detrás de mí, con una mirada en sus ojos que me hace sentir caliente por todas partes. Hay algo oscuro en su mirada que no puedo traducir. El aire entre nosotros es grueso, y como las garrapatas, mis nervios aumentan por segundos. Tengo que salir y ni siquiera estoy segura de por qué, así que cuando encuentro mi voz para hablar, le digo buenas noches antes de apresurarme con rapidez dentro de mi habitación. Y cuando pongo mi cabeza en mi almohada, no puedo evitar preguntarme qué habría ocurrido si no hubiera roto el momento. *** El sábado pasa de manera perezosa. Paso la mayor parte de mi tiempo leyendo en mi Kindle en el jardín. Estamos pasando por una racha de clima soleado. Mi elección de libros, en esta ocasión se desvía hacia novelas de tipo romántico, pero no voy a analizar por qué es así. Supongo que la manera en que Jay me miraba anoche me tiene en necesidad de un poco de pornografía de señora. Hablando de Jay, está actualmente acampando en la mesa junto a las puertas correderas de cristal, con una tonelada de libros y su ordenador portátil abierto delante de él mientras investiga sólo Dios sabe qué. De vez en cuando dejo que mis ojos se pierdan en su dirección, y lo encuentro mirándome pensativo. Entonces él sonríe y vuelve su atención a su investigación. Otras veces no me mira, y soy incapaz de apartar los ojos de él. Lleva una camiseta gris ajustada que muestra perfectamente sus brazos musculosos, y las líneas tonificadas de sus hombros. A medida que el día llega a su fin, comienzo a estar toda nerviosa por el seminario de mañana. No tengo ni idea de lo que me espera. Sólo espero que Jay mantenga su promesa y se porte bien. La mañana llega, y me visto con un vestido de verano azul simple, con unos tacones negros. No estoy de humor para ponerme mis lentillas, por lo que deslizo mis lentes en su lugar. Al llegar abajo, me parece que Jay ha hecho una vez más el desayuno, tortitas de avena cubiertas con miel. —Estas pagando el alquiler, lo sabes. No tienes que hacer el desayuno todas las mañanas para mantener a papá agradable —le digo con una sonrisa suave. —¿Cómo sabes que estoy tratando de mantenerlo de buen humor? —responde Jay con una sonrisa coqueta, meneando las cejas y tomando asiento frente a mí. Relleno mi boca con un bocado de torta, para no tener que responder. —¿Qué tal si hacemos un trato? —dice Jay—. Voy a hacer el desayuno cada mañana si haces la cena todas las noches. De esa manera está igualado. Sonrío mientras mastico. —Está bien, trato hecho.

76

Alrededor de una hora más tarde, llegamos al Hilton para el seminario. La recepcionista en el vestíbulo, nos dirige a una sala de reuniones donde hay una gran pancarta que cuelga sobre la entrada. Dice así: Pon En Marcha Tu Vida Amorosa con Simón Silver. A cada uno de nosotros se nos da una bolsa de regalos y después se nos introduce en el interior. Dos mujeres de pie frente a nosotros seguían mirando sobre sus hombros a Jay, riendo la una a la otra. —Tu actuación de gay más vale que sea convincente —le susurro—. De lo contrario, creo que es posible que tengas un enjambre en tus manos al final del día. —¿A qué viene eso, Watson? —pregunta Jay, caminando hacia un enfriador de agua para conseguir una bebida. Lo sigo. —Voy en el hecho de que todas las mujeres de aquí tienen sus ojos en ti, y aunque eso puede parecer atractivo en este momento, no lo va a ser cuando tengamos una estampida en nuestras manos —bromeo, aunque también lo digo algo en serio. Hoy él va vestido con una camisa azul noche metida en unos jeans, su cintura esbelta esta acentuada por un cinturón de cuero marrón. La visión es más que un poco atractiva. —Ahora, eso sería interesante —dice Jay. Hace una pausa por un segundo, la mano en la cadera, y luego acaba con un amariposado—: Amiga. Me puse la mano sobre los ojos. —Oh, Dios. Por favor, házmelo saber cuándo hayas dejado de hacer eso, sea lo que sea que estás haciendo. Su profunda risa se acerca a mí y luego su mano caliente está en la mía, tirándola fuera de mi rostro. —Está bien, no voy a hacerlo de nuevo. Voy a ser de esos gays no llameantes. —Creo que podría ser lo mejor. Él continúa riendo mientras me guía a un asiento cerca de tres filas por delante. —Quizás deberíamos sentarnos un poco más atrás —le sugiero—. No quiero ser señalada para hablar. —No tienes que hablar si no quieres —dice Jay, tirando de mí hacia abajo para sentarme. Una mujer que se sienta solamente a dos asientos de distancia mantiene miradas escondidas en nosotros. Es claramente evidente que Jay es tan homosexual como Gerard Butler en la película 300. Pensándolo bien, no, tengo que pensar en una mejor comparación. 300 fue tan excesivamente heterosexual que en realidad era inconscientemente súper-gay. Unos minutos pasan, y la sala de conferencias comienza a llenarse. Pronto apenas hay algunos asientos libres. Es reconfortante para mí saber que no soy la única mujer por ahí que está desesperada con los hombres. Puedo incluso ver a un par de chicas de mi edad asistiendo.

77

Una rubia se sienta al otro lado de Jay, sonriendo tímidamente y dándole un tranquilo pero interesado “Hola”. Quiero apuñalarla con el bolígrafo de cortesía proporcionado en la bolsa de regalos. Bueno, probablemente debería calmarme. Sólo porque somos compañeros de casa no significa que tenga ningún tipo de propiedad sobre Jay. Él es una persona libre. Libre como un pájaro, de verdad. Ahora, hay un pensamiento deprimente. Hurgando en la bolsa de regalos antes mencionada, saco un folleto que contiene los diez mejores consejos para encontrar una cita. Estoy empezando a leerlo cuando algo de música moderna llega a través de los altavoces y una mujer bien vestida, de unos veinte años de edad entra en el escenario. Ella hace una rápida introducción para el evento y luego dice: —Así que, sin más preámbulos, los dejo con Simón Silver. Jay resopla junto a mí. —Ese no puede ser su verdadero nombre. Suena como un pirata del programa de televisión para niños. Suprimo una risa, porque es una especie de verdad. —Sí, bueno, no todos fueron bendecidos con nombres ultra-geniales como Jay Fields —bromeo, y su cuerpo se pone un poco rígido. ¿He dicho algo malo? Centrando mi atención de nuevo en el escenario, deduzco que Simón esta probablemente en sus treinta y tantos años, aunque es difícil de decir porque su cabello tiene reflejos rubios y luce un bronceado falso seriamente intenso, del tipo conseguido a través de años y años de tumbonas. Incluso llevaba un pendiente de diamante en una oreja. En realidad no había hecho demasiada investigación sobre el evento, así que esta es en realidad la primera vez que estoy viendo al hombre en persona. No puedo decir que esté impresionada. De hecho, estoy sintiendo esa sensación retorcida en mi interior que me dice que esto podría llegar a ser un vergonzante festival masivo.

78

imon Silver se detiene justo en el medio del escenario, llevando un micrófono con auriculares. —Bueno, vamos a ir directamente al grano —dice con su acento australiano—. Quiero que cada uno de ustedes tome un pedazo de papel y escriba los primeros cinco atributos esenciales de una pareja ideal. Las mujeres a mi alrededor empiezan a hurgar por sus blocs de notas y bolígrafos. Después de un momento de duda, hago lo mismo. Tengo que intentar con todas mis fuerzas no hacer una mueca, porque Jay está sentado de nuevo en su silla, casualmente mirándome. Mientras empiezo a garabatear cinco rasgos, Jay inclina la cabeza para ver lo que estoy escribiendo. Cubro la página con la mano para que no pueda mirar. —¿No deberías estar escribiendo, también? —pregunto, mirándolo por el rabillo de mi ojo. —No necesito hacerlo. —Sonríe y golpea su frente—. Lo tengo todo aquí. Me concentro en mi página de nuevo. Hasta ahora tengo: divertido, inteligente, protector, y motivado. Decidiendo ir al infierno con esto, termino la lista con guapo. —¿Han conseguido todos sus cinco características? —pregunta desde el escenario, y hay murmullos de “sí” de la audiencia—. Excelente —continúa antes de fijar su mirada en una mujer asiática en la primera fila—. Hola, ¿cómo te llamas? La mujer se levanta y pone su mano sobre su cadera antes de contestar: —Meesha. Ella parece confiada y atrevida. Si me hubiera señalado así, probablemente me hubiera olvidado de cómo hablar. —Muy bien, Meesha. ¿Te gustaría leer tu lista para todos? Meesha toma su pedazo de papel y, sin ninguna duda, empieza a leer: —Rico, guapo, fuerte, sexy, y una polla enorme. Simon se ríe, sus dientes blanqueados brillando intensamente contra su piel morena. —Supongo que quieres decir que quieres que tenga una gran polla en lugar de ser una gran polla. Meesha se ríe a carcajadas. —Sí, sí, eso es lo que quise decir.

79

—Divertido, suena como si me estuviera describiendo a mí —susurra con complicidad. Suena como si ella te estuviera describiendo, pienso. Aunque no tengo ni idea de si la parte “gran polla” es exacta. Hundiéndome en mi asiento, murmuro para mis adentros: —¿Recuérdame por qué pagué 80 euros para esto? —Debo haberlo dicho más fuerte de lo que pensaba, porque la mirada de Simon Silver se posa en mí. —¡Hola! La morena allá en la tercera fila de uniforme azul, ¿te gustaría ser la próxima? Oh, Dios, no. Está sucediendo. Soy la soltera elegida. Voz no me falles ahora. —No particularmente —murmuro. —Lo siento, ¿podrías hablar más alto? Me siento más derecha. —Prefiero no hacerlo. —Oh, vamos. Somos todos amigos aquí —dice Simon—. Mucho de lo que vamos a trabajar hoy será sobre fomentar la confianza. Y qué mejor manera de hacerlo que hablando en público, ¿eh? —Lo siento, pero no puedo. —Me froto bruscamente mi cuello, probablemente he dejado una gran marca roja. Como Simon está a punto de realizar más esfuerzos para convencerme, Jay viene a mi rescate. —Mi amiga es un poco tímida. ¿Qué te parece si voy en su lugar? De repente Simon advierte que hay un hombre en la audiencia. Conmoción, horror. Y no parece muy contento con él. —Pero, por supuesto. Adelante —dice, con un brillo en sus ojos cautelosos mientras gesticula para que Jay se levante. Jay se levanta, con sus ojos en los míos todo el tiempo. Le envío una mirada silenciosa de agradecimiento. —Está bien, mi chica ideal debe ser elegante, divertida, hermosa, sensible, y ella va a tener un gran y jodido par de tetas. Risitas furiosas estallan a nuestro alrededor, y no sé por qué, pero estoy de pronto avergonzada. Aparte de “sensible”, no estoy segura de sí soy alguna de esas cosas. Simon se ríe. —Te das cuenta que esto es un seminario para enseñar a las mujeres cómo encontrar hombres, ¿no? Jay se encoge de hombros. —Debo haber perdido el memo.

80

—Muy bien, bueno, mucho de lo que enseño te será útil para salir con mujeres, también. Así que, eres bienvenido a quedarte. —Caray, gracias —dice Jay con sarcasmo antes de volver a sentarse en su asiento. Simon le da una mirada dura pero luego la oculta con una gran sonrisa en su rostro. —Está bien, la siguiente parte de este ejercicio requiere tomar esos cinco atributos, y quiero que se centren principalmente en las cualidades personales más que la apariencia, y compararlos con ustedes mismos. Quiero que cuestionen si ustedes poseen las cualidades que quieren que su pareja tenga. »Si no lo hacen, entonces ¿tienen el derecho de exigirlas a los demás? Por otra parte, ¿qué pueden hacer para cultivar esas cualidades en ustedes mismos? Miro hacia abajo en mi lista: divertido, inteligente, protector, motivado, y guapo. Jay me empuja con el hombro. —¿Cómo de lejos estás? —Bueno, soy la dama más guapa que conozco, así que es un comienzo. —Y yo tengo un pecho impresionante de mierda, pero recuerda, tenemos que dejar de lado todo lo relacionado con la apariencia. —Correcto —le respondo, medio riendo mientras me muerdo el labio nerviosamente. —¿Así que...? —No soy muy buena con el auto-análisis. —Déjame ver. Le doy la lista, y él la mira. —¿Divertida? Comprobado. ¿Inteligente? Comprobado. ¿Protectora? Comprobado. Siempre estás cuidando de tu padre. ¿Motivada? Comprobado de nuevo. No conozco a nadie que va a trabajar cuarenta horas a la semana y luego vuelve a casa cada noche para trabajar más en hacer vestidos. —¡Jay! Odio admitirlo, pero lo has hecho ver como yo. Frunce el ceño. —¿Por qué no te gustas tú misma? —No lo sé. El auto aborrecimiento es una especie de enfermedad humana, ¿no es así? Quiero decir, no estaría aquí ahora mismo si fuera por ahí pensando que estaba ligando fantástico todo el tiempo. Si lo hiciera, no tendría problemas para atrapar hombres. Jay está a punto de decir algo cuando Simon comienza a hablar de nuevo. —Bueno, ¿cómo lo hacen ustedes? Hay una serie de gruñidos de la audiencia.

81

—Sí, lo entiendo. Todos somos culpables de querer a la persona perfecta, pero nunca pensamos en mirar hacia adentro y ver cuán totalmente imperfectos somos nosotros mismos. Pero eso está bien. La clave es estar constantemente tratando de mejorar. »Ninguno de nosotros será perfecto nunca, así que vamos a cortar ese pensamiento hacia fuera allí. Todo lo que realmente podemos hacer es tratar de ser la mejor versión de nosotros mismos que posiblemente podemos ser. Tenemos que estar cómodos en nuestra propia piel, y cuando logramos eso, de repente nos volvemos más atractivos para el sexo opuesto. »Tómenme como ejemplo. Cuando era más joven, tenía confianza cero. Bien podría haber sido invisible para las mujeres. No creía en mí mismo, y creer en uno mismo es lo más importante. Un día entré en una tienda y compré un libro de autoayuda. No era nada especial, pero plantó la semilla en mí para convertirme en lo que soy hoy en día. Él continúa con algunas anécdotas más, aunque parece más como una oportunidad para perder un poco de tiempo palmeándose a sí mismo en la espalda. Realmente parece ser algo útil. Entonces nos separamos en grupos para juegos de rol. Una de nosotros es el chico y la otra es la chica, y tenemos que fingir que acabamos de conocernos en un bar o algún ambiente similar. El que interpreta a la chica tiene que tomar la iniciativa para charlar con el “chico”. Y sí, es tan doloroso como suena. Me estanco haciéndolo con una mujer que lleva una camisa de cachemir y una falda de pana, mientras que Jay está prácticamente bombardeado con las mujeres que quieren juegos de rol con él. Sorpresa, sorpresa. Al final, sin embargo, se empareja con la rubia que estaba sentada a su lado. Tengo un ligero impulso de apuñalarla con mi bolígrafo. Apenas logré hablar con Jay durante dos horas, y luego ya es la hora del almuerzo. Estoy saliendo del baño de damas, rumbo hacia el restaurante del hotel cuando aparece desde detrás de una columna. Inmediatamente une su brazo con el mío y me lleva en la dirección opuesta. —Oye, así que… estaba pensando que haríamos el almuerzo en la cafetería de enfrente. Resulta que tenías razón sobre la estampida. Rompí en risas llenas de “te lo dije”. —¿Qué pasó? —Me preguntaron para comer unas diez polluelas diferentes. Una comenzó apretando mis bíceps, y otra en realidad me pellizcó el culo. —Oh, Dios, qué suertudo. Bueno, supongo que no tenemos que comer aquí si todo es demasiado para ti. Jay alza una ceja. —¿Eso es un reto, Watson? —Sí, yo creo que lo es, Holmes. —Mi sonrisa no podría volverse más amplia. —Está bien. Comeremos aquí, pero no digas que no te lo advertí.

82

Cuando entramos en el restaurante, puedo casi sentir los ojos en nosotros como rayos láser. Jay se asegura de que tengamos una mesa lo suficientemente grande para dos personas en el rincón más alejado de la habitación. Un camarero llega rápidamente a tomar nuestros pedidos y luego se va con la misma rapidez. —Ah, me muero de hambre. Espero que la comida venga pronto —le digo justo antes de que la rubia con la que Jay se había asociado aparezca en la mesa. —Hola, ¿les importa si me uno a ustedes? —pregunta. Jay tose. —Lo siento, Joanne, pero no creo que haya lugar. —Oh, estoy segura de que me las arreglaré para apretarme en alguna parte —le dice con un guiño. —Ya hemos pedido, y realmente vine hoy para apoyar a mi amiga Matilda. Así que, si no te importa... Su expresión se torna agria. —Bien, bueno, pido disculpas por interrumpir. Hay un momento de silencio incómodo después de que ella se va, así que me ocupo desdoblando la servilleta y colocándola en mi regazo. Cuando el silencio se vuelve demasiado difícil de soportar, hago una broma. —¿Sabes qué? Los hombres solteros deben chocar en estas cosas todo el tiempo. Sería la zona de caza perfecta. —Sí —dice, pero él no parece de humor para conversar. Llego a través de la mesa y pongo mi mano sobre la de él. —¿Estás bien? Gira la palma de su mano hacia arriba entrelazando sus dedos con los míos y dándoles un apretón. Todavía no ha respondido, pero me está dando algún tipo de contacto visual significativo. Hormigueos corren por mis venas. Un momento después la comida llega, y tiro rápidamente de mi mano. Paso a lo siguiente mientras me centro en comer mi ensalada de salmón, al mismo tiempo reprendiéndome por aceptar que Jay viniera aquí. No sólo ha sido un fracaso, sino que también ha sido una incómoda celebración. La segunda mitad del día es menos sobre el juego de roles, y más acerca de sentarse y escuchar a Simon hablar y hablar. En el camino, llego a la epifanía de que nunca voy a ser la mejor versión de mí misma como Simon quiere que todos nosotros hagamos. La mejor versión de mí misma se perdió en algún lugar en el pasado, destruida por una gran variedad de experiencias. Número uno: ver como asesinaban a mi propia madre delante de mí Número dos: fue pasar un año entero como una niña confundida tratando de ayudar a mi padre con su pena.

83

Número tres: fue conocer a mi novio adolescente, un novio que luego me dejó como si nada por mensaje de texto después de dos años juntos porque decidió que estaba enamorado de otra persona. Y la constante debajo de todo eso, es un miedo arraigado de tomar riesgos. He vivido toda mi vida en mí casa, con la manta de seguridad de mi padre como compañero constante. Lo curioso es, la reciente presencia de Jay en mi vida me ha hecho empezar a querer tener una oportunidad, liberarme y hacer algo loco. Que las consecuencias sean condenadas. Cuando el día finalmente llega a su fin, estoy agotada y no puedo esperar a llegar a mi cama. Parece que no puede ser, mientras Jay me convence para ir a tomar una copa con él. Me lleva a un pub llamado La Rosa Gitana, donde hay un viejo rockero sentado en la esquina, tocando la guitarra y cantando en un micrófono. —Entonces —le digo mientras me siento en un taburete—, aquí es donde te gusta pasar el tiempo. —Sí —dice Jay—. Tiene carácter. —Oh, así es como se llama en estos días. El camarero, un sorprendentemente joven y atractivo tipo rockabilly29, se acerca, y ellos hacen este pequeño apretón de manos suave. —¿Qué puedo traerles? —Una cerveza —Jay responde. —Y yo un vodka con naranja —digo, evitando el vino, ya que probablemente será como el vinagre. —¿Así que, disfrutaste de ti misma hoy? —pregunta una vez que nos han sido servidas las bebidas. —Eh, sí. Fue muy útil —contesto, mintiendo a través de mi sonrisa falsa. Con toda sinceridad, me apena haber pagado tanto dinero y salir con nada más que una bolsa de regalos llena de consejos fáciles y superficiales. Jay se ríe suavemente mientras levanta la cerveza y toma un largo trago, su boca se curva en una sonrisa. —Así que, básicamente, pensaste que era un montón de mierda. —¿Qué? ¡Eso no es lo que dije! Jay se retuerce en su taburete por lo que está hacia mí de frente. —Mírame atentamente. —Se aclara la garganta antes de repetir mis palabras exactas hacia mí mientras sacude la cabeza—. Eso es lo que has hecho, Watson. Tu boca estaba diciendo que sí, pero el cuerpo me dijo que no. Las bocas mienten, los cuerpos dicen la verdad. Me quejo. Rockabilly: estilo musical nacido en la década de 1950 en el sur de Estados Unidos, muy similar al rock and roll pero con mayor influencia de los ritmos y la instrumentación del country. 29

84

—Está bien, así que estaba extremadamente aburrido fuera de mi mente en su mayoría. El juego de rol podría haber sido útil si hubiera sido emparejada con alguien mejor que la señorita camiseta de cachemir. Incluso pude pretender ligar mejor que ella. —Muy bien, ¿qué tal si vuelves a intentarlo ahora? Fingir que soy un tipo que te gusta, y quieres charlar conmigo. Vamos. ¿Fingir? Claro, Jason, voy a fingir que estoy interesada en ti. —Creo que he sufrido bastante por hoy, muchas gracias —contesto. Jay chasquea la lengua. —Gallina. —No soy una gallina. Simplemente no estoy de humor. —Eres una gallina. Vamos, Matilda, estoy esperando. Empieza a tamborilear con los dedos en la barra para enfatizar su punto. Sé que no va a aflojar hasta que haga esto, así que me siento allí durante un minuto, tratando de pensar en una perspectiva. Me levanto, camino hasta la esquina, y luego regreso, deslizándome en el taburete de nuevo. Jay mira al frente, cuidando su cerveza. Toso. —Hola. Él me da una mirada casual, entonces dice: —Hola. —¿Vienes, eh, aquí a menudo? Su pecho comienza a moverse en una risa silenciosa. Espero que le caiga todo el asunto y me diga que mi línea era una mierda, pero él va con ella. —Sí. ¿Y tú? —No, en realidad. Esta es mi primera vez. —Una sonrisa de satisfacción. —Tu primera vez, ¿eh? Dios, él realmente ama sus chistes vírgenes. —Sí. Mi nombre es Matilda. ¿Cuál es el tuyo? —Royston. Encantado de conocerte, Matilda —responde, ofreciendo su mano. Me carcajeo. —¿Royston, en serio? —¿Tienes un problema con mi nombre? Trato de mantener el rostro serio. —Nop. Ninguno en absoluto. —Bueno. Abro la boca para decir algo, pero no tengo nada. Dejo escapar un largo suspiro.

85

Jay se ríe. —¿Qué pasa? ¿Qué está mal? —Uf, me rindo. Tomando otro trago de cerveza, se levanta de su asiento. —Está bien, ¿quieres que te enseñe cómo se hace? —Eh, ¿sí? —respondo con entusiasmo. —Ya vuelvo. Él se aleja, y me giro de nuevo a la barra, pasando un dedo por el borde de mi vaso. El taburete junto al mío rechina, deslizándose más cerca. Siento el brazo de Jay tocar el mío mientras toma mi mano en la suya. Está todo en mi espacio, y es difícil respirar, difícil de enfocar. —Hola —murmura con voz ronca, su mirada clavándose en la mía. —Hola —chillo. —Excelentes ojos —él continúa, en voz baja. —Oh. Gracias. Su mirada baja de mis piernas a mis pies, y se siente como si su mera presencia estuviera ocupando cada centímetro de mi espacio personal. Normalmente, si un hombre me hace esto, estaría corriendo en la dirección opuesta. Pero Jay tiene esta forma en la que hace contacto, como si fuera un imán y yo un pedazo de metal. Me gusta la cercanía, a pesar de que en este juego de rol se supone que debemos ser completos extraños. —Fantásticos zapatos. —Gracias. Una vez más. Ahora sólo sigue mirando hacia mí, con los ojos parpadeantes de ida y vuelta entre los míos. Me pierdo en sus profundidades verdoso-marrón, y su boca se mueve más cerca, lo suficientemente cerca como para que yo pueda sentir su aliento sobre mí. Mi mano todavía está en él, más sudorosa a cada segundo. Su lengua se escapa para mojar sus labios, y por un breve momento me olvido de lo que estamos haciendo, porque se siente como si él me podría besar. —Cariño —inhala suavemente, y me derrito. Involuntariamente, aprieto mis muslos juntos, de repente dolorida entre mis piernas. Un pequeño grito de asombro, casi inaudible, se me escapa. Esto es todo. Él en realidad va a hacerlo. Pero no lo hace. En cambio, él se retira, dándome una sonrisa socarrona. —Bueno, ¿cómo lo hice? Me tomo el final de mí bebida para darme la oportunidad de recuperarme. —Eh, sí, lo hiciste bien. Realmente no dijiste mucho, sin embargo. —Nunca tuve necesidad —responde con aire de suficiencia.

86

—Bueno, nosotros los simples mortales no tenemos ese lujo. —A veces voy con: ¿Sabes lo que vas hacer más tarde? ¿No? Es gracioso, porque yo sí. Una carcajada se me escapa. —¿Es una broma? ¿Eso funciona? Él asiente con la cabeza. —Sí. De maravilla. —Creo que probablemente podría decir: “Voy a ser Burger King y tú McDonalds. Lo tendré a mi manera y a ti te encantará”, y probablemente seguirías ganándome. Jay golpea la mano abajo en la barra. —¡Esa es una buena! ¿Cómo has salido con eso tú sola? —¿Estás siendo sarcástico? Y no, no soy cómica. Cuando lo miro, él se vuelve hacia mí, con la barbilla apoyada en su puño, con el cabello colgando ligeramente sobre su frente. No podría verse más comestible. —Tú eres más atractiva de lo que crees, Matilda. Es tu forma de pensar la que te está tirando abajo. ―Bueno. ¿Puedo por favor tener la primera parte de esa frase grabada en oro y colgada sobre mi repisa de la chimenea para siempre? ―La única respuesta que se me ocurre con mi deporte impropio de una dama habitual. Sacude la cabeza, y luego un hombre vistiendo una chaqueta de cuero y botas negras de moto entra en el pub. Él da a Jay un asentimiento y luego va a sentarse en una mesa solo. —Vuelvo en un minuto —dice, dejándome y dirigiéndose hacia el hombre. Se dan la mano, y Jay saca un paquete pequeño y delgado del bolsillo interior de su chaqueta. Se lo da al hombre, y el hombre le da un sobre de tamaño A4 a cambio. Entonces se sientan y hablan durante un minuto antes de estrecharse la mano de nuevo, y el hombre se va. Jay vuelve a su taburete a mi lado. —¿Qué fue todo eso? —Sólo un hombre sobre un perro30. —Umm. —Umm —dice, imitándome. —¿Tiene eso que ver con tu caso? —Estas muy curiosa esta noche. —Está bien, voy a dejar de hacer preguntas. Jay se para, su taburete raspando contra el suelo. 30

Un hombre sobre un perro es una frase para decir que "no es asunto suyo".

87

—¿Has terminado? Creo que es hora de volver a casa. —Sí, he terminado. Salimos del pub y conducimos de vuelta a casa en silencio, aunque es del tipo cómodo. Después de pasar el día con él, siento como que conozco a Jay mucho mejor ahora. Bueno, no sé mucho de él en términos de hechos duros, pero me siento menos ansiosa en su compañía, más relajada. Al día siguiente en el trabajo es otro día lento. Papá entra y sale de su oficina varias veces para comprobar la lista de citas. Todavía igual de vacío como las últimas cuatro veces que lo controló. —Las cosas van a mejorar. —Trato de tranquilizarlo, pero él no se ve tranquilo. Tomo un largo almuerzo y voy a sentarme en el parque para comer mi sándwich. Desde que me las arreglé para conseguir mi nueva máquina de coser con la ayuda de Jay, ya no tengo que ahorrar y puedo permitirme unos buenos sándwiches de la tienda de delicatesen, en lugar de traer un almuerzo para llevar. Aunque, viendo la forma en que nuestros números de citas han bajado, probablemente voy a estar de vuelta ahorrando muy pronto. Debe haber alguna manera de ayudar a impulsar el negocio, pienso para mis adentros. Cuando regreso a la oficina, paso algún tiempo investigando la publicidad en línea y explorando maneras en que papá podría extenderse. Anoto un par de ideas y luego apago mi computadora por hoy. Mientras camino a la parada del autobús, noto una plantilla extraña en la acera. Parece que se ha hecho con una especie de sustancia calcárea. Hay un gran corazón rojo, en el interior de este está el número seis. En el interior del agujero del seis hay uno de esos códigos QR31. Instantáneamente me recuerda a la imagen de Jay en el periódico, en la que había estado sosteniendo un seis de corazones. Él también había dejado la misma carta en mi teléfono cuando lo había hecho desaparecer milagrosamente y luego aparecer. Sacando el teléfono de mi bolso, escaneo el código y espero a ver qué pasa. Un sitio web aparece, todo en negro y azul eléctrico. Una imagen de un hombre en un escenario constituye el fondo. Su espalda dirigida a la audiencia, los brazos abiertos como un águila. Tardo un segundo en darme cuenta de que es Jay, porque está con el torso desnudo y no lo he visto sin camiseta antes. Sus tatuajes bailan a lo largo de su piel, viéndose casi vivos. Debajo de la imagen hay unas pocas líneas. 26 de julio, 8 p.m. The Paint Cellar, Temple Bar, Dublín 2. Y eso es todo lo que hay, sólo una página, sin ninguna otra información en absoluto. Me apresuro al autobús, ansiosa por llegar a casa y preguntarle a Jay sobre el sitio web misterioso. ¿Qué va a pasar en esa fecha y en ese lugar? Mis poros hormiguean de emoción. El código QR: es un sistema que permite almacenar información en una matriz de puntos o códigos de barras bidimensionales. Sus tres cuadrados en las esquinas permiten al lector determinar su posición exacta. 31

88

n casa encuentro a Jay en la cocina con Jessie. Él está escribiendo frenéticamente en un viejo bloc de notas de terciopelo, mientras que Jessie escucha música en unos auriculares de última moda, moviendo de un lado a otro su cabeza al ritmo. Lo que llama mi atención por encima de todo, sin embargo, es la jaula que ha sido colocada junto a la ventana que contiene dos hermosas palomas blancas. —¡Oh, Dios mío, son tan preciosas! —exclamo, acercándome para tener una mejor visión. Jay deja su pluma, se pone de pie y camina hacia mí. —Te gustan mis chicas, ¿eh? —murmura, extendiendo su mano para descansarla en mi hombro. —Realmente me gustan. ¿Son tuyas? —Síp. Jessie estaba cuidándolas por mí en su casa. —¿Cuáles son sus nombres? —Esta es Ellen —dice Jay, señalando a la que está a la izquierda—. Y esta es Portia. Si aún no lo has adivinado, dejé a Jessie ponerle el nombre. Ella piensa que es divertido. —Ah. Pero, ¿cómo puedes distinguirlas? Ambas se ven idénticas para mí. —Tienen diferentes personalidades. Ellen es la elocuente. Portia es la pacífica. —Entiendo —respondo antes de continuar emocionada—, ¿van a quedarse aquí a partir de ahora? —Claro. —Él sonríe con indulgencia, con su rostro cerca del mío. —¡Estoy tan contenta! No he tenido una mascota desde que mi gato murió. Jay comienza a masajear mi hombro ahora, el amistoso gesto causa un poco más que una reacción amistosa en mí. Quiero que deslice su mano bajo la tela y me toque piel con piel. Observamos a las aves durante un minuto o dos, y luego recuerdo sobre lo que realmente quería hablar con él, así que saco mi teléfono de mi bolso. Abriendo la página web de nuevo, mostrándosela. —Así que, eh, ¿sobre qué es todo esto? Jay quita su mano y se la frota por su barba apenas visible, sonriendo. —Ah, descubriste eso, ¿no? Debí haber adivinado que mi pequeña Watson resolvería el misterio. Mi pequeña Watson. Sí, creo que me gusta cómo suena eso.

89

—Así qué, vamos, no me dejes a la expectativa —insisto. Jessie se quita sus auriculares. —Oye, Matilda —dice, dándome un despreocupado asentimiento. Digo rápidamente “hola” de regreso antes de volver mi atención a Jay. —Daré un espectáculo este viernes. Lo que viste era un anuncio. Jessie y yo pasamos toda la mañana pintando las plantillas con aerosol por toda la ciudad. Voy al refrigerador y lo abro para ver qué hay para cenar. Sorprendentemente, está completamente abastecido de comida. Jay debe haber ido de compras. Eso fue amable de su parte. —Esa es una muy buena idea pero, ¿crees que será efectiva? La mayoría de la gente podría pensar que es sólo arte urbano. —Oh, funcionará —dice Jay—. Las personas aman la mierda que es toda oscura y misteriosa. Irán para ver de qué se trata. Aunque mis fans sabrán que soy yo al segundo que vean el símbolo. —Si lo construyes, ellos vendrán —dice Jessie, sentada con las piernas cruzadas en su asiento como Buda. Suena ligeramente borracha, pero creo que es sólo su modo de ser. —De acuerdo. —Jay ríe. —¿Qué significa ese símbolo, de todos modos? —pregunto. —Ah, ahora, eso sería decirte demasiado. —Tantos secretos —digo en tono de burla, sacando un poco de pollo y algunas verduras del refrigerador—. Eres como un marido indecoroso que está teniendo una aventura. Jay toma una zanahoria de mi mano y da un gran mordisco. Me mira fijamente mientras mastica, traga. Con un guiño, dice: —No soy de la clase que engaña, pero estoy seguro que puedo ser indecoroso. Bueno, no dudo eso. Apartándome, empiezo a preparar mi salteado de pollo, haciendo suficiente para todo el mundo, incluyendo a mi padre, quien debería estar en casa en cualquier momento. —Así que —empiezo a decir casualmente—, ¿estoy invitada a este espectáculo? ¿O es demasiado exclusivo para alguien como yo? —¡Por supuesto que no, Watson! Serás mi invitada de honor —exclama Jay, totalmente animado. Me río y sacudo mi cabeza antes de responder bromeando: —Mira, Jay, sé que soy la personificación de Emma Watson y todo, pero no tienes que seguir hablando de ello. Coloco una tapa sobre el salteado dejándolo cocer a fuego lento. Cuando me doy la vuelta, él está justo en frente de mí, estudiando mi rostro por lo que se siente como una eternidad.

90

—Nah, eres más como una morena Scarlett Johansson —murmura bajo, encerrándome. Aclaro mi garganta. —Seguro, si ella tuviera una desfiguración facial. Su mano se eleva para ahuecar el lado de mi rostro y parte de mi cuello, donde mi cicatriz marca mi piel. Mi respiración se atora con su cálido toque. Dios, ¿cuánto tiempo ha pasado desde que he sido tocada así? ¿Alguna vez he sido tocada así? Enfoca sus ojos en mí, su pulgar moviéndose ligeramente hacia atrás y adelante, mientras murmura. —Debido a que está te hace más atractiva. No tengo que ser muy inteligente para decir que está siendo sarcástico. Vaya. Esta es la segunda vez en las últimas veinticuatro horas que ha mencionado mi atractivo. ¿Debo empezar a ilusionarme? Jessie termina rápidamente arruinando el momento haciendo un ligero sonido de vomito. —Ugh, ustedes dos necesitan conseguir una habitación —dice antes de colocarse sus auriculares de nuevo. Jay tira de mi mano y me lleva al jardín trasero, donde el sol está brillando cálidamente. —Creé un truco de magia sólo para ti. Creo que lo tengo perfeccionado. —¿Para mí? ¿En serio? —pregunto con deleite. Me entrega lo que parece ser un pequeño huevo de gallina beige, colocándolo en mi palma hacia arriba. ―Es un huevo —digo, afirmando lo obvio. Jay asiente. —Sólo sigue mirando. Pasa su mano sobre él una vez, y comienza a resquebrajarse, como si hubiera un pequeño pollito dentro. Luego pasa su mano sobre la parte superior de nuevo, y se resquebraja completamente. Doy un grito ahogado de sorpresa mientras cinco magníficas mariposas rojas y negras, con manchas blancas prácticamente se liberan de la cáscara, sus alas batiéndose en el aire. Revoloteando a mi alrededor, mi corazón se acelera cuando una de ellas se posa en mi hombro. —¡Oh, vaya! —susurro, sonriendo como una loca y tratando con todas mis fuerzas de no moverme. Otra se posa en mi mano, haciéndome coquillas y reír un poco. Cuando miro a Jay, sus ojos están resplandeciendo bajo el sol mientras asimila mi reacción, su boca curvada muy ligeramente en los extremos. Ni siquiera voy a preguntarle cómo lo hizo. Estoy encerrada en su hechizo, y no quiero romperlo. —Eso fue increíble —le digo cuando las mariposas finalmente se han ido volando.

91

Acercándose, toma mi barbilla entre su pulgar e índice. —Mira esos ojos, tan llenos de asombro. Amo tus reacciones. Me hacen sentir que puedo recuperar la infancia que nunca tuve. Sus sinceras palabras hacen a mi garganta apretarse con empatía. Quiero abrazarlo, pero no puedo. Sería... Demasiado. Justo en ese momento escucho a mi padre entrar por la puerta principal, y retrocedo rápidamente, apresurándome hacia la cocina, Jay me sigue. Cuando entro, papá ya está diciéndole hola a Jessie, presentándose a sí misma como una amiga de Jay. Sirvo un plato de salteado para cada uno, y nos sentamos a comer en la mesa, hablando sobre temas triviales. Después de la cena papá se excusa a su habitación, donde planea comenzar a leer la novela que están discutiendo en su club de lectura. Jay nos sugiere ver una película en la sala de estar. Voy a cambiar mi ropa de trabajo mientras que él y Jessie escogen un DVD. Cuando vuelvo, han escogido una comedia romántica llamada Un lugar donde quedarse, que compré años atrás, cuando salió por primera vez. No la recuerdo demasiado bien, solo que es sobre una pareja que está esperando un bebé. Una extraña elección para estos dos, pero estoy de acuerdo de todos modos. Jessie se instala en el sillón reclinable para uno, así que me siento junto a Jay en el sofá, con una sutil distancia segura entre nosotros. Abrazo un cojín contra mi pecho mientras Jay presiona "play" en el DVD. La película comienza con una tranquila escena de noche, y me relajo en mi asiento. Por desgracia, mi relajación dura unos cinco segundos antes de darme cuenta de que la primera escena es de sexo. Una escena en la que el hombre está haciéndole sexo oral a la mujer, para ser precisos. Inmediatamente, puedo sentir mis mejillas calentarse, incluso a pesar de que se supone que es un poco divertido. —Oh, ahora mira esto —dice Jessie, apuntando a la pantalla—. Está haciendo todo mal. Necesita tomar algunos consejos de mi parte. Soy la reina del cunnilingus32. Jay eleva una ceja y sonríe con superioridad, su brazo descansando detrás de mí a lo largo de la parte superior del sofá. —Apostaría a que soy mejor —dice con una baja, y desafiante voz. Jessie resopla prolongado y fuerte. —¿Quieres apostar? Voy a ganar sin lugar a dudas. Cristo, ¿podría esta conversación terminar, por favor? —Está bien, ¿cómo vamos a competir en esto? Necesitamos un juez —dice Jay, riendo, y realmente espero que él este bromeando. Jessie menea sus cejas hacia mí. —¿Quieres el puesto, Matilda? 32

Cunnilingus: Es cuando una persona practica sexo oral a los genitales femeninos.

92

Prácticamente me ahogo con una tos. —Creo que tendré que declinar. —¿Asustada? —pregunta Jay, ladeando su cabeza hacia mí con una sonrisa maliciosa. Me pongo a la defensiva. —No, no estoy asustada. Además, necesitas experiencia para ser un juez... Oh, Dios, ¿Acabo de decir eso? ¿Dónde diablos está mi filtro? —¿Qué? —dice Jessie rápidamente, prácticamente saltando fuera de su asiento. De repente, me estoy arrepintiendo de aceptar ver una película con estos dos—. ¡Por favor, dime que estás bromeando! Mi rostro se ha vuelto tan rojo que bien podría ser un tomate. —Olvida que dije algo —murmuro. —Oh, Dios mío, no estás bromeando, ¿no? —ella continúa. Cometo el error de echar un vistazo a Jay, y su mirada está ardiendo. Juego con el dobladillo de mi top y suspiro. —No. Sólo he tenido un novio, y, bueno, vamos a decir que era un poco egoísta en ese departamento. —Imbécil —dice Jay. —Sí, lo era. Así que, no, no tengo experiencia en ese particular... acto. —Eso es jodidamente absurdo, cariño. Todas las chicas necesitan tener sus vaginas lamidas. Es como un rito de transición —Jessie me dice sin vergüenza alguna. Hago un movimiento para irme, pero Jay agarra mi muñeca y me jala de regreso, girándose para enfrentarme correctamente. Sus ojos se mueven rápidamente hacia Jessie, mientras advierte bruscamente: —No tienes que hablarle así. —Ella no es una niña, Jay. —Ella no es una de tus amigas con las que follas, tampoco, así que trata y modera tu lenguaje, ¿sí? Quito mi muñeca de su agarre. —Ella puede hablarme como quiera que le guste. Sólo desearía que pudiéramos ver la película y dejar de hablar de mi vida sexual, o la falta de ella. Él levanta sus manos en el aire. —Está bien. Vamos a verla, entonces. Hay un par de minutos de incomodidad antes de que todos nos adentremos en la trama. Al final, realmente resulta ser muy agradable, dejando esa incómoda primera escena a un lado.

93

Jessie se va una vez que acabó, y me voy a mi habitación. Puedo oír a Jay en la suya mientras preparo mi ropa para el trabajo en la mañana. Suena como si estuviera caminando de un lado a otro. Un minuto después, alguien llama a mi puerta. —Entra —grito, y Jay aparece, dando un paso dentro, pero dejando la puerta abierta detrás de él. Oh, sí, y ¿olvide mencionar que está desnudo por encima de la cintura? ¡Sin ninguna camiseta! Mis ojos recorren sus tatuajes mientras admiro uno en particular lleno de detalles justo sobre su corazón. Se ve como una pintura cubista, una caja llena de triángulos de diferentes colores. Al otro lado de su pecho hay una carta de seis de Corazones hecha en un vibrante rojo y blanco opaco. Alguien definitivamente tiene una idea recurrente. Por encima de la carta hay una cita: “Puedes destruirme, pero me haré más fuerte”. ¿No es eso de El Conde de Monte Cristo? —Siento lo de antes. No deberíamos haberte avergonzado de esa manera. —Está bien. El permanece en su lugar con indecisión, luego se vuelve como para irse. En su lugar, cierra la puerta y se acerca hasta estar justo frente a mí. Toma la camisa que estoy doblando de mis manos y la coloca en la cama. Lo siguiente que hace es entrelazar sus dedos con los míos. Observo, paralizada, mientras lleva nuestras manos a su pecho y las coloca en el centro de su pecho. Él inclina su cabeza hacia un lado. —No te hago sentir incómoda, ¿no? —Umm, no —miento, y por primera vez él no lo dice. Suelta un largo suspiro. —No puedo dejar de pensar en lo que dijiste. —¿Que dije? —Sobre que nunca un hombre te practico sexo oral. Mis ojos se ensanchan ante sus palabras, pero intento reírme de ello. —Es patético, ¿no? —Deberías dejarme hacerlo. Enseñarte de que se trata todo el alboroto. —Su sonrisa es perversa. Quito mi mano de la suya y camino hasta el otro lado de la habitación. Frente a la ventana, soy incapaz de mirarlo, sin saber si sentirme emocionada o insultada. —Estás siendo inapropiado. —Querida. Oh, no me llames así, Jason. Me derrito cuando me llamas así. Bajando la mirada, veo que me tiemblan las manos. Jesús, ¿qué está mal conmigo? Él es el hombre más atractivo que he conocido. Debería querer esto. Quiero esto. El problema es que estoy aterrorizada.

94

Lo siento moverse por la habitación, deteniéndose justo detrás de mí. El calor de su cuerpo prácticamente me quema, y ni siquiera estamos tocándonos. Mi voz es calmada cuando empiezo a hablar. —¿No crees que podría ser un poco extraño? No eres mi novio, Jay. —No necesito ser tu novio para hacer eso por ti, Matilda. Mi nombre es pronunciado con su lengua como una caricia. ¡Oh, Dios! —¿Te gusto? —pregunto, odiando como de insegura sueno. —Por supuesto que me gustas. Disfruto mucho de tu compañía. —No quiero decir como amigos —persisto decepcionada. Alguien gustándole como amiga no es el amor épico por el he estado esperando toda mi vida. Pone su mano en mi brazo e inclina su cabeza sobre mi hombro, su aliento rozando la parte posterior de mi cuello. —No tienes ni idea —susurra. Un momento pasa, y entonces su calor se ha ido. Me giro justo a tiempo para verlo cerrando la puerta detrás de él.

95

l resto de la semana pasa lo suficientemente rápido. Sólo veo a Jay alguna vez en el desayuno y algunas veces durante la cena, está sobre todo fuera preparándose para su espectáculo en Temple Bar. No ha habido más conversaciones sobre cosas sexuales, lo que es a la vez, un alivio y una decepción. Es lo mejor, sin embargo. Probablemente Jay sólo estaba caliente y yo era la única mujer alrededor, a la mañana siguiente hubiera sido mandada de nuevo a la zona de amigos, y Jay podría seguir adelante con su vida mientras me revolcaba en el mal de amores. Renuncié a una noche de placer para guardar mis sentimientos a largo plazo. El jueves me encuentro con Michelle para el almuerzo y le pregunto si quiere venir conmigo al espectáculo de Jay. Su respuesta es un sí entusiasta. Cuando voy a casa esa noche, me conecto en mi sitio de citas en línea por primera vez en mucho tiempo. Parece que desde que Jay se mudó no he estado revisando obsesivamente mis mensajes como solía hacerlo. Es curioso. Tengo unos cinco mensajes de diferentes tipos, solo uno de ellos parece decente. Su nombre es Owen, y tiene el cabello negro azabache y ojos azules, una combinación agradable. Aun así, no puedo dejar de compararlo con el cabello dorado-marrón y los ojos avellana que han sido protagonistas en mis sueños. Owen trabaja como cocinero en un restaurante de la ciudad, uno del que en realidad soy muy aficionada, lo que le anota algunos puntos definidos. Es dos años mayor que yo y vive en el centro de la ciudad. Decidiendo ser valiente y también distraer mi mente de mi enamoramiento estúpido por Jay, le escribo a Owen un mensaje de respuesta. Hola Owen, Gracias por escribirme. De hecho, ¡me encanta tu restaurante! Es una coincidencia que como allí muchas veces. De todos modos, para responder a tu pregunta, sí, me gustaría que nos encontráramos. Déjame saber qué día y hora te convenga. Matilda. Listo. Corto y dulce. Justo lo que recetó el doctor. Mi corazón late mientras golpeo el botón “enviar”. No me he encontrado con nadie de Internet antes. He pensado mucho en ello, siempre diciéndome que la próxima semana podría ser la

96

semana. Al final seguí posponiéndolo durante tanto tiempo que se convirtió en algo enorme, y había construido esta barrera psicológica irrompible. Ahora estoy decidida a enfrentar mis miedos; de otra forma, solo voy a terminar gastando mis días admirando a Jay desde lejos, y eso es demasiado patético, incluso para mí. La siguiente noche me visto con ambición para el espectáculo de Jay con un vestido con un body de color púrpura oscuro y zapatos de tacón. Peino mi cabello en ondas recortadas y colgando sobre un hombro. Owen aún no me responde, y admito que me ha frotado el camino equivocado ligeramente. Sigo diciéndome que probablemente está ocupado. El trabajo de chef es notoriamente estresante. De todos modos, tal vez conozca a alguien interesante esta noche. Estoy estudiando mi reflejo en el espejo de cuerpo entero, a punto de ponerme algunos pendientes brillantes cuando Jay aparece en mi puerta. Él me mira por un minuto mientras lo observo a través del cristal. —No lleves los pendientes —dice. —¿Por qué no? Algo travieso baila en sus ojos. —Simplemente no lo hagas. —Extraña petición, pero está bien. Te ves bien, por cierto. Lleva una camisa de color negro y un pantalón a juego. Estos lo hacen parecer oscuro y misterioso y, si estoy siendo honesta, un poco como una versión sexy del diablo. —Te ves mejor —responde, y yo contengo el aliento ante el cumplido—. Tengo que salir temprano para llevar algunas cosas al lugar. Tú y Michelle van a ir por bebidas primero, ¿no? —Sí. El mismo bar que la semana pasada. No está demasiado lejos de tu espectáculo, así que deberíamos ser capaces de caminar desde ahí. Jay silba. —¿En esos zapatos? No lo creo. Me río. —Creo que esa podría ser una canción, ya sabes. Michelle y yo una vez fuimos a ver ese travesti actuando en Capel Street y el chico la cantó. Jay me da una mirada indulgente antes de hurgar en su bolsillo. —Consigue un taxi. Aquí hay algo de dinero. Él coloca el dinero sobre la cómoda, pero no tengo ninguna intención de tomarlo. Sus ojos se arrastran arriba y abajo de mi cuerpo antes de decir que me verá más tarde, y luego desaparece de mi puerta tan rápido como apareció. Las bebidas con Michelle son tan coloridas como siempre. Ella me dice todo sobre sus aventuras con el hombre de la semana pasada y cómo acabó atándola a su

97

poste de la cama. Sin embargo, no fue tan sexy como suena porque al parecer, los lazos seguían desatándose. El tipo luego hizo un berrinche porque su intento de esclavitud no estaba funcionando. Me río dentro de mi copa de vino blanco, y después de una bebida más, caminamos hacia el espectáculo de Jay. Él tenía razón en una cosa, no debería haber ido andando en mis tacones. Cuando seleccioné mi calzado antes, no había hecho concesiones para los adoquines que recubren el callejón que conduce al lugar. Estoy pensando que voy a tener unas bonitas ampollas con las que lidiar mañana. Sorprendentemente, hay una larga cola fuera que se extiende hasta la siguiente calle. Sin duda una excelente participación de algo que había empezado a anunciarse hace solo cinco días. Jay me dijo que había puesto mi nombre y el de Michelle en la lista de invitados, por lo que no tendría que esperar para entrar. Michelle disfruta del hecho de que tengamos que pasar por delante de los que forman una fila ordenada y recta para la entrada. El gorila comprueba que nuestros nombres están en la lista y luego nos deja entrar. Una chica guapa con el cabello corto púrpura se dirige hacia nosotras justo después de que dejamos nuestros abrigos en el guardarropa. —Oye, ¿eres Matilda? —Esa soy yo. —Genial. Ven conmigo. El señor Fields la quiere sentada en la primera fila. —Oh —le digo con cautela—. ¿Por qué es eso? Ella se encoge de hombros. —No estoy segura. Solo sigo órdenes. El lugar se encuentra bajo tierra, y las paredes de ladrillo están todas pintadas con aerosol de colores. Un lado de la habitación es oscuro, representando el fuego y los demonios, mientras que el otro lado es brillante y lleno de ángeles celestiales. Todo está preparado también, con filas y filas de sillas de estilo antiguo aterciopelado de cine. Es más frío que cualquier otro lugar en el que he estado. Incluso algunas de las personas aquí parecen demasiado frías para ser reales, todos con tatuajes, piercings y ropas inusuales. Hay un par de personas promedio también, así que no me siento completamente fuera de lugar. La chica de cabello púrpura nos dice que va a conseguirnos lo que queramos beber del bar, y sí, ambas optamos por más vino. —Caramba, realmente nos están dando tratamiento VIP esta noche —dice Michelle pasando sus manos sobre los apoyabrazos aterciopelados a ambos lados de ella. —Lo sé. Al parecer vale la pena tener un ilusionista como compañero de piso. ¿Quién lo hubiera adivinado? Michelle tiene un brillo astuto en sus ojos cuando me pregunta: —¿Vale la pena de cualquier otra forma, también? —Tendrás que ser más específica —digo simplemente mientras la chica de cabello púrpura regresa con nuestras bebidas.

98

—Específicamente, en la forma de las relaciones masculinas y femeninas — contesta. —¡Por supuesto que no! —Lanzo demasiado a la defensiva. —Oh, pero deseas que sea así. Te conozco, Matilda, y sé que te gusta. Está escrito por todo tu rostro. ¿Por qué no ir por ello? Es la única razón por la que di marcha atrás la semana pasada, ya sabes. ¿En serio? ¿Es por eso que ella retrocedió? Es incluso mejor amiga de lo que doy crédito. Suspirando, apoyo mi barbilla en mi puño. —No es así de simple. ¿Qué pasa si voy a él y está como…? “Eh, ¿podrías por favor no hacerlo?”. Estaría mortificada, y todavía tendría que sufrir viviendo con él después. Es demasiado arriesgado. —La vida es arriesgada. Y de todos modos, dudo mucho que él diga eso. Es más probable que estuviera como, “sí por favor, continúa”. Me río de ella, y sonríe. Siempre se las arregla para hacerme sentir mejor, incluso si fue ella quien saco el tema en primer lugar. Por lo menos, repara su propio daño. Bebemos más vino, y luego el establecimiento comienza a llenarse. Y quiero decir, ni un asiento vacío en la sala. Incluso hay un montón de personas que no lograron conseguir asientos junto a la barra. Me asusto cuando alguien me toca el hombro, y me giro para ver a Jessie agachada detrás de mí. —Solo pensé en venir a decir hola —me dice con una sonrisa. —Hola Jessie, esta es mi amiga Michelle. —Jessie da una apreciativa mirada a Michelle hacia arriba y abajo, y un asentimiento de cabeza. —Hola. —Hola —dice Michelle con una sonrisa. Jessie viste toda de negro, al igual que Jay, y hace que me pregunte si va a ser parte del espectáculo. Antes de que tenga la oportunidad de preguntarle, me dice que tiene que ponerse en marcha y se apresura a los bastidores. De repente, todas las luces de la sala se apagan, y quedamos a oscuras. ¿Qué demonios? Es tan oscuro que ni siquiera puedo ver mi mano delante de mi rostro. Mi corazón late más rápido, y la electricidad parece llenar el aire. Irónico, ¿no? La emoción se aferra en mis pulmones. Por alguna razón, no creo que esto sea un fallo en la electricidad. Una canción se pone en marcha abriéndose paso a través de los altavoces, y de inmediato reconozco la canción: “Till I Collapse” de Eminem. ¿Qué? Tuve una fase de rap. Sin embargo, las luces no se encienden. A los pocos segundos de la canción, un foco aterriza en el escenario, iluminando a Jay, como si hubiera aparecido de la nada. Mis poros hormiguean con ritmo pesado. Su camisa negra de antes ha desaparecido reemplazada por una sencilla camiseta ajustada negra. Sus brazos musculosos y tatuajes son un completo espectáculo, celebrado en el frente de su cuerpo mientras muestra un par de esposas de metal brillante vinculando sus muñecas.

99

Una diminuta sonrisa se forma en mis labios. ¿Es esto un golpe sutil al artículo de Una Harris? Creo que sí. El público estalla en aplausos, aplausos tan ensordecedores que me hace pensar que deben ser grandes fans, porque ni siquiera ha hecho nada aún. Jay calla a todos, y mientras camina hacia el borde del escenario, me mira y me guiña un ojo. Caramba, tengo escalofríos. Hay algo en el hecho de que el foco sea la única luz en el lugar que hace que la anticipación de lo que podría hacer sea mucho más devoradora. Él levanta sus manos en un gesto que dice “dame un momento”, y entonces mete su mano dentro de su bolsillo, sacando una pequeña llave y mostrándola para que todos la vean. La llave es para las esposas. La levanta en el aire, abre la boca y la deja caer dentro moviendo su nuez de Adán mientras la traga. Caminando hacia el otro lado del escenario, vuelve a mostrar la fuerza de las esposas al público. Ahora trata de separar sus manos, pero las esposas no se mueven, se retuerce y gira sus brazos, pero aún nada. ¿Qué diablos va a hacer? Espero que se dé la vuelta en algún momento y luego vuelva con las esposas abiertas, pero eso no es lo que sucede. En cambio, se mantiene tirando de ellas, y algo sucede. La cadena que une las esposas comienza a desmoronarse hasta ser arena, vertiéndose sobre el suelo del escenario en una larga corriente. Segundos más tarde, Jay separa las esposas. La multitud ruge con aplausos. A continuación, saca un cuchillo de la banda de la cintura de su pantalón. Acercándolo a su pecho, corta a través de la tela, dejando un enorme agujero para demostrar cuán afilado esta. Entonces, rápido como un rayo, lanza el cuchillo, gira en el aire y cae hacia abajo, cortando directamente a través de su pie. Hay una inhalación colectiva audible de aliento. Jay plasma una mirada confusa en su rostro y levanta la pierna, inclinándose para ver que el cuchillo ha ido directamente a través de su zapato. Se puede observar el extremo afilado y puntiagudo de éste saliendo de la suela. Se agacha y tira del cuchillo limpiamente, y no soy la única que hace una mueca. Estoy tan cerca de él, aquí sentada en la primera fila, y parece tan real. No puede ser, sin embargo, porque no hay sangre en el cuchillo, y cuando levanta la pierna de nuevo, la suela de su zapato está completamente intacta. Más aplausos. Ahora, saca una pequeña pistola negra de su bolsillo y la lleva a su cabeza. Hago una mueca, la sangre golpea en mis oídos. Los traumas pasados me han programado para entrar en pánico ante una visión como esta, y aunque sé que no puede ser real, consigo escalofríos por todos lados. Estoy en el borde de mi asiento mientras aprieta el gatillo y una ruidosa explosión violenta se apaga, confeti explota por el otro lado de su cráneo. Mi corazón tartamudea, y aprieto los ojos. Las armas siempre han sido un mal visual para mí, incluso las que no son reales. Los aplausos me ensordecen casi tanto como la explosión del arma de juguete. Toma la pistola y la cubre con ambas manos. Cuando las abre, el arma ha desaparecido y un pájaro sale volando. Una paloma. ¡Una de sus palomas mascotas! De alguna manera, ver a un símbolo de la guerra transformarse en un símbolo de la paz es calmante para mí. Hace algo a mi cerebro, libera el trauma. La paloma vuela a su

100

alrededor y luego se apoya sobre su hombro. Jay la coge en brazos, sosteniéndola en sus manos al igual que sostenía el arma. Entrecruza sus manos sobre ella, y se transforma en dos palomas. Joder. Genial. Cada una de ellas posando en cada mano ahora. Levanta los brazos, y vuelan sobre el público hacia la parte posterior del lugar. Mientras se frota las manos con rapidez, humo comienza a salir de su piel, y luego enormes llamas ondulantes estallan, aparentemente desde sus mismas palmas. La multitud se vuelve loca, y las llamas se levantan cada vez más. De hecho, puedo sentir el calor desde donde estoy sentada, así que sé que deben ser reales. Mientras esto sucede, dos cuernos rojos del diablo se proyectan contra la pared desnuda detrás, haciendo que parezca que están saliendo de su propia cabeza. Fuego y azufre. Síp. Sin duda no me equivoqué antes, cuando lo había descrito como una versión sexy del diablo. Entonces toma una correa negra de su cuello y se coloca una de esas máscaras de Jason de miedo, cubriendo su rostro. Un grupo de personas sentadas atrás aplauden ruidosamente. Ah, ya entiendo. Su nombre completo es Jason. Está allí durante mucho tiempo, completamente inmóvil, con los brazos extendidos. Entonces, milagrosamente, su cuerpo comienza a elevarse en el aire por unos dos metros. Hace un gesto rápido con las manos, y las cortinas de todo el escenario se mueven bruscamente, ondeando como si fueran atrapadas en una ráfaga de viento gigante. Hace un gesto hacia una silla que había sido colocada a un lado, y ésta se va volando, estrellándose en el otro extremo del escenario. Una mujer sentada detrás de mí deja escapar un grito de sorpresa. ¿He mencionado que todavía está flotando en el aire mientras hace telequinesis? Eso es un truco de magia. Humo seco comienza a filtrarse hacia fuera de la planta, el olor a polvo llena mis fosas nasales. Él se cierne allí por un segundo antes de bajar de nuevo al escenario. Cuando los aplausos se extinguen, alcanza a tirar de la máscara en la parte posterior de su cabeza de nuevo, pero cuando revela su rostro, no es Jay en absoluto. Es Jessie. Tiene casi la misma altura, con tatuajes similares, pero no es la misma figura. Y ella definitivamente no es Jay. ¿Dónde diablos se fue?

101

l reflector se desplaza de Jessie en el escenario, por el centro de la audiencia, a la parte posterior de la sala. La mirada de cado uno sigue a la luz hasta que se posa en Jay, de pie en la parte de atrás de la audiencia sosteniendo a Ellen y Portia, sus dos palomas blancas. Hace un saludo y luego el reflector se apaga por completo, sumiéndonos a todos en la oscuridad de nuevo. Un segundo después se vuelve a encender, esta vez apuntando hacia el extremo derecho del escenario, donde Jay está ahora de pie, sin palomas. Bien, ¿cómo demonios llegó allí tan rápido? En verdad no puede ser posible. Mi mente está confundida. La canción ha terminado ahora, y la multitud está aplaudiendo más fuerte que nunca. Cuando se callan, Jay mira sus muñecas, donde las esposas rotas todavía cuelgan. —¿Saben qué? —dice, mirando a la audiencia—. Estas están comenzando a molestarme un poco. ¿Alguien tiene la llave? —Te la tragaste —alguien le grita desde la parte de atrás. Jay rasca su cabeza y parece desconcertado. —Oh, sí, lo hice, ¿cierto? Mierda, esa fue una mala decisión. Oye, ¿están seguros que ninguno de ustedes la tiene? —Sus ojos se posan en mí, y me sobresalto un poco. Hasta ese momento, me sentía invisible desde mi lugar entre la multitud, pero la sola mirada de Jay me hace sentir expuesta. —Oye, tú, la de púrpura —me llama con una conocedora sonrisa—. ¿Tienes la llave? Sacudo mi cabeza negando, ya planeando regañarlo más tarde por escogerme, cuando escucho algo tintinear. Extiendo mi mano hacia un lado de mi rostro, de pronto consciente de un objeto pesado tirando de mi lóbulo de la oreja. Mi mano alcanza el objeto y lo siento. Oh, joder. No puede ser la llave para las esposas. Se la tragó, o por lo menos eso es lo que pareció. No es posible que haya llegado a mi oreja. Simplemente no lo es. El reflector se posa en mí, junto con cada par de ojos del lugar, mientras siento la llave colgando de un gancho para arete en mi oreja. Jay deja el escenario y se dirige hacia mí. Levanto la llave para que los demás la vean, y todos empiezan a aplaudir. Jay se para delante de mí, tendiendo sus muñecas esposadas mientras se inclina y pregunta: —No te importaría hacer los honores, ¿no?

102

Sus palabras son pronunciadas como un susurro contra mi piel y trago con fuerza, empezando con su muñeca izquierda y abriendo una de las esposas. Se libera cuando termino de abrir la otra. Jay se acerca y me da un rápido, ligero beso en la mejilla, susurrando: —Gracias, Watson. —Su maliciosa sonrisa está todavía en su lugar. —Me dijiste que no usara pendientes. Planeaste esto —susurro en respuesta. —¿Lo hice? —pregunta antes de volverse y ocupar otra vez el escenario. Echo un vistazo a Michelle, y ella llevaba una placentera sonrisa. —De acuerdo —dice Jay mientras camina hacia el centro del escenario—. Supongo que todos ustedes leyeron algunas cosas sobre mí en la prensa últimamente. —¡Que se joda el The Daily Post! —Algún hombre ebrio grita desde la barra. Jay ríe entre dientes. —Sí, que se jodan. —¡Puedes joderme en cualquier momento, Jay! —Una muy entusiasta mujer grita. Eso es la cosa con las interrupciones, incluso con las del tipo positivo. Una vez que una persona lo hace, todas comienzan. Jay mira hacia donde la mujer está sentada con sus amigas. No dice nada, sólo sonríe y le da un sugerente guiño. Por dentro yo estoy como: “ese es mi sugerente guiño”. Los celos hacen su aparición, pero los contengo. Imagino que la mitad de las personas aquí desean hacerle la misma proposición de la mujer a Jay. Mis celos serían insustanciales. Jay continua, aclarándose su garganta: —Pero en serio, quiero agradecer a todos y cada uno de ustedes por no creer en las mentiras, confiar en mí y venir aquí esta noche. Hay gritos de ánimo y aplausos. Jay espera a que terminen antes de seguir. —Así que, probablemente debería pasar a la siguiente parte del espectáculo. Como el señor Jerry Burke, quien tiene la buena gracia de escribirme realmente encantadoras diez páginas de indignantes emails todas las semanas, diría, “Voy a usar mi divina habilidad súper lectora de mentes para joder sus cabezas un poco”. Se escuchan risas, y me pregunto si Jerry Burke es una persona real. Si lo es, suena como Jay trayendo la atención de una cantidad considerable de locos. —Está bien, necesito tres voluntarios, y mi amable asistente Jessie aquí va a escogerlos por mí. Jessie sale de un lado del escenario y se dirige a la audiencia. Recorre las filas y selecciona a dos mujeres y un hombre. Después de que los lleva al escenario, Jay saluda a cada uno antes de entregarles una tarjeta de cartulina blanca, un sobre y un rotulador Sharpie. Le dice a una de las mujeres que escriba el nombre de su banda favorita, a la otra mujer que escriba el título de su libro favorito, y al hombre que escriba el nombre de su pintura favorita.

103

—Una vez que lo hayan escrito, quiero que coloquen las tarjetas dentro de los sobres y los sellen —dice Jay, caminando hacia el extremo del escenario y volviendo con una pequeña caja de metal con llave. Tiene una estrecha ranura en la parte superior, y cada uno de los voluntarios pasa sus sobres por ahí. Jay lleva la caja justo al borde del escenario y la deja. —Voy a poner esto aquí, donde todos pueden verla. Mientras dure el espectáculo, nadie va a ser capaz de tocarla, así que no hay manera de que pueda saber lo que ha sido escrito. Sin embargo, prometo que al terminar la noche descubriré lo que hay dentro de esos sobres. ¿Trato echo? —dice, ofreciendo su mano y estrechando la de ellos uno por uno. Regresan a sus asientos, y Jay continúa con más trucos. El primero consiste en retar a un hombre a ir al escenario e hipnotizarlo haciéndole creer que adquirió el súper poder de la invisibilidad y puede hacer lo que quiera sin consecuencias. Se dirige directamente al bar, tomando bebidas gratis y algo de dinero de la caja registradora. Después de que Jay lo ha despertarlo de la hipnosis y le agradece, el hombre vuelve a su asiento. Creo que él debe recordar lo que hizo porque parece un poco avergonzado. Jay camina hacia un lado del escenario y llama a una de las mujeres que había sido voluntaria con lo de los sobres antes. Su nombre es Rhona. —Oye, Rhona —dice Jay—. Me siento un poco generoso en este momento y quiero darte un pequeño regalo. ¿Quieres revisar tu bolso por mí? ¿Ver si hay algo allí que no estaba antes? Rhona se ve emocionada y nerviosa a la vez mientras rebusca en su bolso de mano de cuero rojo. Un momento después saca un pequeño sobre marrón. —¿Debo abrirlo? —pregunta con timidez. —Adelante —dice Jay, aproximándose para sentarse en el borde del escenario, apoyando su barbilla casualmente en su mano—. Enséñanos a todos lo que hay dentro. Estiro mi cuello para ver mientras sostiene lo que parece un par de entradas. —Son entradas para el concierto de El Rey León —exclama. —¿Es esa la misma banda que escribiste en la tarjeta y pusiste en esta caja? — pregunta, señalando la caja en cuestión. —Sí —responde felizmente—. ¡Asombroso! Vaya, gracias. Jay se pone de pie. —De nada. Va una, quedan dos. ¿Saben qué? Jodidamente hace demasiado calor aquí. Creo que voy a sacarme esto. —Procede a quitarse la camiseta que está usando, y el lugar prácticamente rompe en silbidos y comentarios de apreciación. Algunos de ellos provienen de Michelle sentada justo a mi lado. La miro y ella articula ¿qué? incapaz de contener la sonrisa en su rostro. Dios. Nadie se ve mejor que Jay sin camiseta. Está de espaldas a la audiencia, y al principio creo que solo son más tatuajes, pero no lo es. Allí, pintado sobre su piel,

104

hay una réplica exacta de El Grito de Edvard Munch. Los aplausos se mezclan con los comentarios de apreciación. —¿Qué es? —Jay pregunta lleno de diversión—. ¿Hay algo en mi espalda? El hombre que había sido voluntario se pone de pie. —Tienes mi pintura favorita pintada sobre ti, la que escribí en la tarjeta. Su mandíbula está floja, como si no pudiera creerlo. —Van dos —dice Jay, mirando hacia la última voluntaria donde está sentada en la segunda fila, una mujer llamada Becky—. Eres la siguiente Becky, así que aguarda. Ella ríe con nerviosismo, y Jay se mueve rápidamente al otro lado del escenario, preparando su siguiente acto. Sé que es una pregunta obvia, pero, ¿cómo demonios lo hace? Tendría que tener la pintura retratada sobre él antes del espectáculo lo cual significa que necesitaba saber la respuesta antes que cualquiera de los voluntarios siquiera contestara la pregunta. O de alguna manera plantó la idea en la cabeza del hombre para escribir esa pintura, o realmente tiene habilidades súper lectora de mentes, como Jerry Burke, el chiflado fan declaró. Al parecer, adivinar el libro favorito de la última voluntaria es el gran final. Jay se marcha del escenario por un momento, y ahora regresa, rascándose su cabeza. He llegado a descubrir que esta es la forma en que pretende estar confundido, cuando en realidad todo va exactamente de la manera en que él quiere. Supongo que otras personas no saben esto porque no han pasado la mayor parte del tiempo observándolo como yo, lo cual estoy segura que encontraría inquietante si él supiera. —Mierda, Becky —dice Jay—. Todavía no he preparado nada para ti, ¿no? Becky sacude su cabeza. Se ve un poco decepcionada. Tal vez ella esperaba obtener un regalo como Rhona y sus entradas para el concierto. Jay saca un pequeño libro de su bolsillo trasero y lo levanta. —No es El Guardián entre el Centeno, ¿verdad? El ceño de Becky se frunce. —Umm, no, ese no es el que escribí. Jay lanza el libro a un lado y se muerde el labio. —¿El Señor de los Anillos? El lugar está en silencio y Becky sacude su cabeza otra vez, levantando su vaso y tomando un sorbo de su bebida. —Oye, parece que hay algo en tu vaso, Becky. ¿Puedes ver eso? —Señala. Becky entrecierra los ojos hacia su vaso antes de sacar un cubo de hielo. Ella está sentada en la fila detrás de mí, y parece que algo ha sido congelado en el interior del hielo. —¡Oh, Dios mío! —susurra Becky. —Pártelo para mí, ¿podrías, Becky? —dice Jay lleno de confianza.

105

Jerry Burke tenía razón sobre una cosa, Jay es un dios y ese dios sería Loki33, el timador. Becky parte el hielo, descubriendo dentro un pedazo de papel doblado. Lo despliega, y jadea. —Es la primera página de Neverwhere. ¡Mi libro favorito! Aplausos llenan el lugar, y Jay deja el escenario dirigiéndose a Becky para agradecerle por participar. Toma su mano en la suya y la lleva a sus labios para un beso. Ella se sonroja. Es tan encantador. En algún lugar en el fondo de mi mente, comenzaba a creer que podría tener algo por mí, pero ahora veo que es solo la forma en que es con las mujeres. Le gusta ligar con ellas. Regresa al escenario, se marcha, y vuelve, inclinándose para saludar ante el público, y cuando se levanta, sonríe ampliamente antes de que su cuerpo comience a traslucirse y desaparecer. ¿Qué demonios? ¿Eso era una proyección? Luego el verdadero Jay sale tras bastidores, inclinándose de la misma manera para saludar ante el público como la proyección de Jay acaba de hacer. Los aplausos me ensordecen mientras me levanto con todos los demás para darle una ovación de pie. Este podría ser el mejor espectáculo que he visto en mi vida. Las luces de la sala se encienden y la gente comienza a recoger sus cosas, saliendo lentamente del lugar o dirigiéndose a conseguir una última copa del bar. —Eso fue condenadamente asombroso —dice Michelle—. Mi cerebro duele al tratar de descifrar todos esos trucos. Creo que sólo necesito rendirme. El hombre es un genio. Paso mis manos de arriba a abajo por mis brazos, tratando de deshacer la piel de gallina, y no por el frío. Jay exuda carisma y sensualidad cuando está en el escenario. De alguna manera te deja una sensación de vacío cuando el espectáculo ha terminado. —Sí, definitivamente piensa de una manera diferente al resto de nosotros —digo justo cuando Jessie aparece. —Oye. ¿Disfrutaste del espectáculo?—pregunta, sin aliento. —¡Por supuesto! Nunca he visto nada como eso —exclamo mientras engancha el brazo con el mío y el otro con el de Michelle. —Vengan conmigo, señoritas. Vamos a tener una pequeña fiesta tras bastidores, y ambas están invitadas.

33

Loki es un dios timador de la mitología nórdica.

106

asamos más allá de las puertas del personal detrás de la barra, Jessie nos lleva por un corto pasillo hasta una sala VIP con las paredes rojas, sillas de terciopelo negro y mesas de cristal. Jay está de pie en el lado opuesto de la habitación, firmando autógrafos para un grupo de adolescentes góticos. Las demás personas son dos hombres y una mujer mayor que están sentados en una mesa con bebidas y charlando animadamente. Van vestidos de negro como Jessie, así que estoy pensando que son más miembros del equipo de Jay. ―Oh, vamos, sólo dinos cómo hicieron el cambio cuando Jay se puso esa máscara de miedo―insta Michelle, tratando de que Jessie revele algunos secretos. ―¿Sabes qué? ―Jessie se ríe―. La verdad es que el maldito me hizo firmar un contrato de confidencialidad, así que no podría decirlo, incluso si quisiera, nena. Michelle pone mala cara, y Jessie le pregunta si quiere un trago. Mi amiga le dice que sí con un tono demasiado insinuante para mi gusto. Michelle es una gran amiga, pero va a coquetear con cualquier persona que le dé elogios, hombres o mujeres. Sólo espero que Jessie sea lo suficientemente sabia como para darse cuenta. Ojeo a Jay mientras firma el último autógrafo y un guardia aparece para acompañar a los adolescentes fuera de la habitación. Todavía está con el pecho descubierto y sudoroso del espectáculo cuando camina hacia mí. ―No debería estar hablando contigo ―le digo, empujándole en el pecho con el dedo. No es una excusa para tocar su piel desnuda sudorosa, lo prometo. Él se ríe y me da una mirada indulgente. ―¿Por qué no? ―¡Porque me hiciste ser parte de tu actuación y ni siquiera me lo advertiste! Ya sabes que no me gusta llamar la atención. Ahora él tiene una expresión divertidamente cínica. ―Te encantó. ―No lo hizo ―le digo con firmeza, cruzando los brazos. Da un paso más cerca, se cierne sobre mí, y huele tan bien. No me gusta que huela así. Su voz disminuye cuando me coge de la barbilla y la levanta de modo que tengo que mirarle a los ojos. ―Malditamente te encantó. Me alejo rápidamente. ―Da igual. Tomaré un trago.

107

―Sírvete tú misma ―dice, siguiéndome mientras localizo una botella de vino en una mesa llena de bebidas y me sirvo. Cuando me siento a la mesa con todos los demás, Jay se desliza a mi lado, con un whisky en la mano. Sigue sin lavarse o ponerse una camiseta. ¿Está tratando de matarme? Jessie nos presenta a mí y a Michelle a los demás. Incluye a Ger, el tipo de la luz y del sonido; Ricky, el coordinador del escenario; y Sharon, de utilería y vestuario. Siento que Jay se arrima cada vez más cerca cuando la conversación se desvía a mi alrededor. Hablo con Sharon por un tiempo, interesada por cómo se metió en el negocio del guardarropa. En realidad estoy un poco celosa, para ser honesta. Ella tiene mi trabajo ideal. Aunque Jay no tiene demasiados cambios de ropa complicados, por lo que tal vez sería mi trabajo ideal si decide usar algo un poco más extravagante. Digamos, que si el estilista de John Barrowman34 lo deja, vendería mi riñón izquierdo para conseguir el trabajo. ―¿Todavía enojada conmigo, Watson? ―me pregunta después de un tiempo. Ruedo los ojos y le doy una sonrisa. ―No. Supongo que puedo encontrar en mi corazón el poder perdonarte — mascullo. ―¿Estás borracha? ―Sólo un poco —le respondo levantando el pulgar y el índice. Él se ríe. ―Mejor mantengo mis ojos sobre ti, entonces, ¿eh? No respondo. No puedo. Hay silencio entre nosotros antes de romperlo. ―Es sólo que no entiendo cómo puedes hacer todas esas cosas. Quiero decir, ¿cómo hiciste que el fuego se elevara de tus manos? Jay se inclina hacia mí. ―Me gustaría escuchar tu teoría. Me froto la barbilla. ―Esa sería que había un tubo en alguna parte de tu cuerpo que contiene liquido encendedor, y luego un pedernal en otro lugar que te ayudó a encenderlo. Pero las llamas eran muy grandes, así que debe ser más fuerte que eso. Sus ojos se arrugan en los laterales al sonreírme. ―¿Sabes cuál es mi secreto? ―susurra y me animo, ansiosa porque va a revelarme realmente algo―. Tengo una fijación obsesiva con la ciencia oscura. La mayoría de las personas sólo se preocupan por el resultado final. No piensan en cómo funcionan las cosas. No tienen en cuenta la forma en que su portátil se las arregla para 34 John Scot Barrowman: es un actor, cantante, bailarín, presentador de televisión, figura mediática y escritor británico. Se hizo especialmente conocido por presentar programas entretenimiento en la cadena BBC y por su papel como Jack Harkness en las series de televisión Doctor Who y Torchwood.

108

realizar las tareas o cómo su nevera mantiene la comida fría, lo que quieren es un portátil funcionando y comida fresca. Así es como me pongo delante. Pienso en lo que quiero hacer... por ejemplo, hacer que aumente el fuego de las palmas de mis manos... y trabajo en ello hacia atrás. O a veces, estoy leyendo y me encuentro con un hecho interesante, y lo utilizo de manera que funcione para mi ventaja. ―No creo que sea tan simple como lo haces ver. La mayoría de las personas no serían capaces de hacer lo que haces, incluso si piensas hacia atrás. Sé que yo no podría. ―Bueno, soy incapaz de diseñar y hacer un vestido que se adapte a la perfección, así que estamos a mano ―dice, chocando su vaso con el mío. Cruzo los brazos, feliz por el elogio. No mucha gente sabe acerca de mi corte y confección, sobre todo porque se trata de una ocupación tan solitaria, y es bueno tener algunos apoyos por mis esfuerzos. Me imagino que si mi madre aún estuviese viva, estaría orgullosa de que hubiera seguido practicando las habilidades que me enseñó. ―Así que, cuéntame más. Quiero saber algunos hechos oscuros. ―Bueno ―dice, levantando mi mano y dándole la vuelta. Comienza a correr su dedo a lo largo de las venas en el interior de mi brazo, y escondo un temblor―. Si dijera que mides casi noventa y siete mil quilómetros de largo, técnicamente estaría diciendo la verdad, porque hay noventa y siete mil kilómetros de vasos sanguíneos en el interior de tu cuerpo. Arrugo la boca. ―¿En serio? No me digas eso. Ahora me siento llena. Esas son muchas venas. Sus ojos viajan a mi boca, y levanta el pulgar para suavizar mis labios. ―Intercambias más gérmenes cuando estrechas la mano de una persona que cuando las besas ―murmura. ―Oh ―le susurro, teniendo de nuevo uno de esos momentos locos cuando creo que él me podría besar. Pero, como siempre, no lo hace. Parece dar la bienvenida a la distracción cuando Jessie sugiere que todos juguemos a un juego de strippóker. ―¡Ja! De ninguna manera voy a jugar con ustedes ―le digo, señalando a ella y Jay―. Los he visto barajar un mazo de cartas, y es alarmante lo rápido que son. ―Así es ―responde Jessie, sonriendo a Michelle―. Tengo los dedos hechos de electricidad. Como estoy borracha, imagino pequeños rayos saliendo de sus manos, y me río por lo bajo. Me detengo rápidamente, no queriendo verme espeluznante riéndome de mis propios chistes privados. Jay me empuja con el hombro. ―¿Cuándo me has visto mezclar una baraja? ―En esos videos que vi de ti, ¿recuerdas? Parece satisfecho con la respuesta. ―Sé honesta, lo ves todas las noches antes de irte a dormir, ¿no?

109

―¡No! Sólo los vi esa vez. ―Mentirosa. Te encanta verme haciendo trucos. Son como tu propia versión pequeña de pornografía. Apuesto a que pasas un gran momento de mierda viendo mis videos... en la cama. Le empujo ahora, con fuerza. ―Estas tratando de avergonzarme, y no va a funcionar. ―Ya está funcionando. ―Se ríe, y yo estrecho mi mirada en él. Me muevo y me siento al lado de Michelle, decido que ya he tenido suficiente tortura de la interacción con Jay por una noche. Avanza la pequeña fiesta, y pronto he perdido la cuenta de cuántas bebidas he tomado. La música suena y voy a bailar con Michelle en el centro de la habitación. Estamos haciendo un vals con una canción que se creó para sacudir el cuerpo. Mi ebrio cerebro se complace con la ironía. Nuestros zapatos de tacón han sido descartados desde hace tiempo para pavonearnos descalzas. Michelle me lleva, induciéndome a bajar tanto que mi cabeza choca con el suelo. Ella tira de mí rápidamente hacia arriba, riendo y pidiendo disculpas mientras froto mi cráneo. Estoy demasiado borracha para sentir el dolor, lo que es una ventaja. ―¡Mierda, lo siento! ―exclama entre risitas tontas. ―¡Eso es todo, señor! ―grito en voz alta con indignación fingida―. Ya no quiero ser su pareja de baile. ―Oh, no, pero el cotillón viene después ―responde ella, poniendo una expresión de angustia. ―Eres tonta, no se puede bailar un cotillón con sólo dos personas. ¿Estás loca? Me gustaría señalar que las dos estamos poniendo acentos ingleses falsos, como si estuviéramos en una novela de Jane Austen35. ―Ustedes dos, son jodidamente raras, ¿lo sabían? ―dice Jessie, con una cerveza en la mano. Jay ha estado sentado en el mismo lugar toda la noche, cuidando de la misma bebida y nos mira con una sonrisa en su rostro. No puedo decir si se está divirtiendo o simplemente riéndose de nosotras. Por lo menos decidió ir a ponerse una camiseta al final. Los otros miembros de su equipo se han ido a casa, así que solo somos nosotros cuatro. ―Creo que es el momento de acabar la noche ―dice poniéndose de pie y recogiendo mis cosas―. Jessie, Michelle, consigan un taxi, ¿de acuerdo? Están demasiado borrachas para conducir. Yo me encargaré de Matilda. ―A Matilda le encantaría que cuidaras de ella, Jay ―dice Michelle, tratando de parecer sexy en su estado de embriaguez, pero sólo suena como si tuviera una tos muy fuerte. Frunzo el ceño hacia ella y casi se ahoga con su risa. Haciendo caso omiso, Jay me ayuda con el abrigo y desliza el bolso de mano sobre mi hombro. Luego recoge mis zapatos y se pone de rodillas para ayudarme con 35

Jane Austen: fue una destacada novelista británica que vivió durante el período de la Regencia.

110

ellos, su cálido toque en mi pie me hace pensar en la frase “caliente y mojada”, sí, eso es lo que me hace. Me retuerzo todo el rato, riendo borracha y haciendo más difícil su trabajo. Por fin salimos por la puerta hacia su auto, que está estacionado en la parte trasera del local. Me instala en el asiento del copiloto, me abrocha el cinturón de seguridad, y soy vagamente consciente de sus nudillos rozándose sobre mi escote, pero no estoy lo suficientemente sobria como para disfrutarlo. ¡Maldito seas, vino! Estoy más borracha de lo que he estado en mucho tiempo. Creo que la última vez que estuve borracha fue en la celebración de mi décimo octavo cumpleaños, pasé la mitad de la noche boca abajo en el sofá de Michelle, incapaz de recordar cómo había llegado allí. En realidad, no, lo recuerdo. Fue por una botella de vodka barato de Aldi36 que cogí. Cuando llegamos a casa, Jay me ayuda a salir del auto, con su brazo alrededor de mi cintura mientras nos acerca a la puerta principal. Usa su llave para abrir y me dirijo hacia las escaleras, agarrándome a la barandilla para quitarme los zapatos y los arrojo lejos. ―Estúpidas cosas puntiagudas dolorosas ―gimoteo, con mi cabeza hecha un lío. Jay se ríe en voz baja mientras yo pongo un pie inestable en el primer escalón. ―Oye, déjame ayudarte, borracha ―dice, envolviendo su brazo alrededor de mi cintura. Se siente bien, así que descanso la cabeza en su hombro. Debe haberse dado cuenta de que va a tomar mucho tiempo conseguir que ponga un pie delante del otro, así que simplemente me levanta como una novia en su noche de bodas y me lleva. ―¡Ohhhh! ―chillo, luego exprimo su bíceps a medida que ascendemos―. Eres tan fuerte, inspector Holmes. ―Suenas impresionada. ―Bueno, tú eres muy... impresionante. ―¿Ah, sí? ¿Cómo es eso? Sacudo la cabeza y cierro los ojos con fuerza. ―Uf, sólo... todo. Llegamos a mi habitación, y él empuja la puerta con el codo para abrirla, sin bajarme hasta que llega a mi cama. Me deslizo sobre el colchón. En algún lugar del camino, mis brazos logran envolverse alrededor de su cuello, atrapándolo. En lugar de soltarlo, prácticamente tiro de él hacia abajo sobre la cama conmigo, riendo histéricamente cuando aterriza encima de mí. ―¡Ja! Caíste ―le digo en voz alta. Su mano cubre mi boca mientras su pecho se mueve hacia arriba y hacia abajo por la risa contenida. ALDI: red de supermercados, presente en nueve países de Europa y es una de las empresas de comercio minorista más destacada dentro del mercado europeo 36

111

―Estate más tranquila, querida. Vas a despertar a tu padre. No tengo una respuesta. De hecho, mi cabeza está despejándose muy rápidamente con su mano todavía en mi boca. Mis ojos están pegados en sus dedos, y él debe notarlo porque los aparta de un tirón. Mi respiración se vuelve forzada por tenerle tan cerca y el hecho de que estamos en mi cama. Se da cuenta de eso también, llevando sus manos a mis brazos y tratando de quitarlos de su cuello. Recuerdo sus palabras de antes, cómo había hablado acerca de los gérmenes y de estrecharse la mano y besarse. Quiero cambiar algunos gérmenes de besos. En realidad y de verdad, los gérmenes no me molestan en absoluto. ―Déjame ir, Matilda ―dice suavemente. ―No quiero que te vayas ―le susurro. Está sonriendo y sacudiendo la cabeza. ―Has bebido demasiado vino. Duerme un poco. Te veré por la mañana. Justo cuando está a punto de salir, le pesco, agarrándole y presionando vacilante mis labios en los suyos. Fuegos artificiales, electricidad y hormigueo de fuego explosivo pasa través de mi sistema con el contacto. Sus labios se sienten cálidos, suaves y perfectos contra los míos, y ahí es cuando me doy cuenta de lo rígido que está su cuerpo. Deja escapar un sonido que está a medio camino entre un gemido y un gruñido antes de alejarse. Su boca se va a mi frente, donde presiona un beso suave, solo un rato, y se va. Como si mi cuerpo estuviese igual de ansioso por escapar de la humillación como lo está mi cerebro, me quedo dormida casi de inmediato.

112

uando me despierto, son más de las siete y mi boca está seca. Debo haber dormido sólo tres horas. Ugh, ¿por qué las resacas apenas te dejan dormir? Mis ojos se sienten como si estuvieran magullados, y mis músculos duelen. Todo lo que quiero hacer es quedarme en la cama, así que me tapo con las sábanas y me abrazo a mi almohada. Desafortunadamente, estoy demasiado sedienta para volver a dormir, así que decido ir al piso inferior y agarrar algo de agua. Es solo cuando me estoy arrastrando fuera de la cama que recuerdo lo que hice la noche anterior. Traté de besar a Jay, y él me dio un casto beso en la frente antes de salir de la habitación torpemente. Había visto suficientes comedias románticas en mi tiempo para saber lo que significa ese beso de amigos en la frente. Sintiendo un deseo súbito por desprenderme de la vergüenza, recojo mi cabello en un nudo en la parte superior de la cabeza, me pongo mi equipo de ejercicio, y decido andar en bici. Afortunadamente, Jay todavía está durmiendo, así que logro agarrar algo de agua y salir en mi bicicleta al cobertizo sin chocar con él. Es una hermosa mañana de julio cuando doy un paso hacia afuera, los pájaros cantando y el sol brillando. Puedo decir que estamos en un día caluroso, y ya me siento ligeramente mejor acerca de mí misma. Todos hacen cosas vergonzosas cuando están borrachos. Eso no quiere decir nada. Pedaleo rápido, deslizándome abajo en el camino. El lugar donde vivo puede ser un tipo de hermosura algunas veces; hay un largo trecho que corre a lo largo de la costa justo desde afuera de mi casa por kilómetros en todo el camino hacia Howth, un pequeño pueblo costero cerca de veinte minutos de viaje en auto fuera de la ciudad. Voy en bicicleta todo el camino hacia allí y de regreso de nuevo, mi cuerpo entero empapado en sudor para el momento en que llego a casa. Cuando entro en la casa, escucho a Jay preparando una comida increíble en la cocina. En un esfuerzo por evitarlo, me escabullo, salgo y voy por el lateral de la casa para dejar mi bicicleta en el cobertizo. Él debió de verme a través de la ventana, porque abre la puerta corrediza y sale. —Matilda, estoy haciendo la mejor comida para la resaca para ti. Espero que estés hambrienta. Respiro profundamente, cerrando la puerta del cobertizo y girándome. Él viene hacia mí, tomando mi equipo de ciclismo y mi sudorosa resaca. Me pregunto cómo me ve él ahora mismo. —Buenos días —dice sencillamente. —Buenos días. —Me muevo para caminar junto a él, pero su brazo sale despedido, bloqueándome.

113

—Oye, ¿qué sucede? Te ves ausente. Limpio mi frente y bebo algo de agua de la botella que estoy sosteniendo. —Estoy cansada. Monté en bici cerca de diecinueve kilómetros. Jay silba. —¿Trabajaste en ello, eh? —¿Eh? —Lo que sea que tratabas de bajar —detalló, tendiendo la mano y corriendo un dedo por debajo de mi cuello—. El sudor te favorece —murmura, casi distraídamente. —No estoy segura de lo que quieres decir con eso, pero fue un buen entrenamiento. ¿Dijiste algo acerca del desayuno? Estoy muriéndome de hambre — parloteo, y camino a su alrededor, dirigiéndome hacia adentro. Él coloca el plato enfrente de mí, y se ve delicioso. Mi estómago retumba ante la vista. —Te estás sintiendo incómoda, y debes detenerlo —me dice con firmeza. —No me siento incómoda. —Oh, sí, lo estás, y yo no lo estoy. Entonces trataste de besarme anoche. Estabas borracha, Watson. Está bien. Todos han sido un poquito besucones cuando han tenido unos pocos tragos. —Él me da un guiño. —Sí, bueno, me disculpo por ponerme besucona —digo, ceñuda y ríe, sacando una silla y sentándose. Mi teléfono suena después, vibrando con un mensaje. Lo saco de mi bolsillo para encontrar que, de hecho, es una alerta de correo electrónico. Le echo un vistazo y veo que es de Owen, el chef. ¡Él respondió a mi mensaje! Mi corazón salta. No estaba evadiéndome como pensé. Una sonrisa se forma en mis labios cuando leo lo que escribió. Él quiere que nos encontremos hoy para el almuerzo. Oh, vaya. Eso es tan pronto. Por otro lado, lo que con la actual situación de Jay, es probablemente la distracción perfecta. —¿Por qué estás sonriendo como una loca? —pregunta Jay mientras mastica. Le envío a Owen una respuesta rápida diciéndole que voy a estar ahí y luego deslizo el teléfono de regreso a mi bolsillo. Todo el tiempo me siento como que estoy teniendo una experiencia extracorpórea. No puedo creer que haya accedido a encontrarme con un extraño. —Eh, sólo acordé ir a una cita —respondo vacilante—. Hoy. Jay no dice nada por un rato, sólo me mira en silencio mientras come. —¿Esto es una cosa en línea? —Sí. —Deberías dejarme verificar su perfil, asegurarme de que no es algún asqueroso. —Eh, creo que puedo determinar por mí misma si él es asqueroso o no. Y no lo es. Es un chef.

114

—Bueno, es un cabrón pretencioso. Igual quiero verificarlo, Matilda. Él es un extraño. No es seguro. Pensándolo bien, ¿por qué no puedo ser tu acompañante? Me río a carcajadas ante eso. —Muy bien, se lo voy a pedir a mi papá, también, y tendremos un gran día en familia —respondo con sarcasmo—. Tú no vas a acompañarme, pero si quieres podemos intercambiar números, y te voy a llamar si algo sale mal. Vamos a estar en un lugar público, sin embargo, así que si incluso él es raro, puedo escabullirme fácilmente. —No me molesto en señalar que Jay era un extraño para mí hasta no hace mucho tiempo. De hecho, todavía no sé mucho sobre él. —Bien, dame tu teléfono —dice, tendiendo su mano para eso. Se lo entrego, y él saca el suyo. Mientras programa su número en él, sigo comiendo mi desayuno. Él está tomando un poco más de tiempo, sin embargo, y cuando tiene una mirada petulante en su rostro, sé que está espiando. —Regrésame mi teléfono ahora, Jay —digo, alcanzando hacia el otro lado de la mesa. Le doy un manotazo por mi teléfono, pero él lo mantiene fuera de mi alcance. —Este tipo es un imbécil absoluto, Watson. Él te habla como si estuviera tratando de organizar una transacción de negocios. Ahora salto de mi asiento, determinada a recuperar mi teléfono, pero tira de él, balanceando su brazo alrededor, y voy volando, aterrizando justo con un golpe en su regazo. —Dámelo, Jay. Estás siendo un invasor —suplico, enojándome. En verdad no me gusta que esté leyendo mis mensajes. Fue gracioso al principio, pero ahora se siente como que se está riendo de mí. Frunciendo el ceño, me entrega el teléfono, y rápidamente salto fuera de su regazo. —Realmente lo encuentro muy caballeroso comparado con la mayoría de los pervertidos que me han escrito. —Sorbo. La resaca me tiene extra sensible—. Y solo porque a algunos de nosotros nos resulta más difícil que a otros el conocer a alguien, eso no quiere decir que tienes que burlarte. Jay se inclina a través de la mesa, tomando mi mano en la suya. —Oye, sólo estaba bromeando. —Sus pulgares frotan en la parte interna de mi muñeca, y yo lo aparto. El contacto me hace sentir demasiado. —No importa. Estabas siendo cruel, y lo sabes. —Esa no era mi intención, pero de todos modos lo siento. Dios, eres demasiado jodidamente linda, ¿no es así? —Su voz es baja, haciendo que algo se revolviera en lo profundo de mi vientre. —Deja de tratar de consolarme con halagos falsos. —Eres linda, Matilda. Muy jodidamente linda. Ahora, ¿podemos retroceder un instante? ¿Quién dice que no encuentro tan difícil conocer personas como tú? Ruedo mis ojos.

115

—Oh, vamos. Dudo que alguna vez hayas atravesado por un periodo de sequía en tu vida. —Solo porque las mujeres me abordan un montón no significa que siempre vaya por ellas. A todos nos resulta difícil el conocer a alguien que encaje con nosotros. Si no, adivinaste mi profesión, no soy exactamente normal. Lo miro fijamente, sorprendida por la forma en que acaba de abrirse. Él se está poniendo serio ahora, y me hace sentir rara. Quiero ir y darle un abrazo y ser amigos, pero no tengo el coraje. En su lugar, miro mi reloj y siento que tengo que ir a prepararme. —Está bien, bueno, lo siento por insinuar que lo tienes fácil, Jay. Gracias por el desayuno. Iré a tomar una ducha. Dejo la habitación, y puedo sentir sus ojos en mí todo el tiempo. Seleccionar un atuendo para mi cita es más difícil de lo que esperaba. Trato de llamar a Michelle por consejo, pero su teléfono va directamente al buzón de voz. Supongo que está probablemente tratando de dormir la noche pasada. Así que estoy por mi cuenta. Es en momentos como este en el que necesito un progenitor femenino. Me quedo con una falda plisada azul pastel que llega más allá de mis rodillas y una blusa blanca de manga corta con botones hasta el cuello. El look es de los años cincuenta de muy buen gusto, y lo rematé con un par de zapatos tipo marinero de color blanco y azul marino. Sequé mi cabello, enroscando las puntas y peinándolo en una coleta alta. Me siento confiada en que me veo bien. Sólo espero que Owen esté impresionado. Cuando llego a la planta baja, Jay y papá están en la sala de estar, charlando. Doy un paso en el interior, y su conversación se aquieta. —¿A dónde vas a salir, jovencita? —pregunta mi padre, sonriendo, con las piernas cruzadas mientras se recuesta hacia atrás en su sillón. Rascando mi brazo nerviosamente, respondo. —Tengo una cita. —¿Una cita? Bueno, no es eso simplemente maravilloso. Te ves muy bonita. Le doy una pequeña sonrisa. —Gracias, papá. Jay ha estado mirándome en silencio todo el tiempo. Coloco mi bolsa sobre mi hombro y me vuelvo para salir. —Voy a acompañarte afuera —dice entonces, saltando de su asiento y siguiéndome afuera. Camino a la puerta y salgo antes de girarme para mirarlo. Él pone sus manos en mis hombros y me mira, estudiando mi rostro. —No estés nerviosa. El chef idiota tiene la suerte que le estás dando la hora del día. Repite eso para ti. Repítelo en tu cabeza una y otra vez. Sé la Matilda segura que se está escondiendo en alguna parte, la que nunca dejó de sonreír —dice, con la voz un poco tensa.

116

Respiro profundamente, y sus palabras en realidad sí me hacen sentir más en confianza, como que puedo manejar esto. —Voy a tratar. Gracias, Jay. —De nada —dice, y luego pasa sus manos por la tela de mi blusa y se burla—, mira este maldito atuendo, es tan angelical, me pone en un estado de ánimo para hacer algo corruptible. Lo miro, con la boca abierta. Él se inclina y coloca el beso más suave, más ligero como una pluma, en mi mejilla. Puse mi mano en ella mientras me alejo, en dirección a la parada de autobús. Dios, cómo me gustaría que fuera él con el que iba a comer en lugar de Owen. No es que haya nada malo con Owen. Estoy segura de que no es un idiota, como Jay lo expresó. Simplemente parece que todos los hombres palidecen en comparación con el ilusionista bajo mi techo. Cuando llego al restaurante, un elegante bistró, vacilo afuera durante unos cinco minutos. Mi corazón latiendo con fuerza demasiado rápido, y mis manos están temblando. Exhalo e inhalo, necesitando otra charla de Jay. Él no está aquí, sin embargo, y tengo que entrar tarde o temprano. Definitivamente no voy a permitirme acobardarme e irme. Cuando por fin entro, veo a Owen sentado en una mesa para dos en la terraza. Cada paso se siente como un kilómetro mientras camino hacia él y él levanta sus ojos a los míos. Se pone de pie cuando llego a la mesa, se acerca y me da un beso en la mejilla. Estoy decepcionada de que no me dé mariposas como lo hizo el beso de Jay. —Eres Matilda —dice. —Sí, lo soy —le respondo estúpidamente. Él sonríe. —Soy Owen. Él saca mi silla para mí, muy educadamente, y me siento. Hay un menú en la mesa, así que lo levanto sólo para tener algo que hacer con mis manos. Un camarero pasa con una bandeja de bebidas, y me pregunto por qué no pensé en tener una o dos para mí antes de venir aquí. Estar un poco alegre haría a mi nerviosismo menos obvio. A pesar de que estar obviamente bebida probablemente no se vería tan bien, tampoco. —Así que, tú eres el chef. ¿Qué sugieres para ordenar? —pregunto, tratando de sonar madura y confiada. Mi voz suena raro, incluso a mis propios oídos. Owen sonríe. —Bueno, no trabajo aquí, pero el platillo principal de pollo suena bien. —Me gusta el pollo. Aunque, no del tipo procesado y falso. Tiene la consistencia del caucho. ¿Acabo malditamente de decir eso? Mátame ahora. No es un completo desastre, sin embargo, porque Owen hace ruidos de reconocimiento. —Sí, eso es horrible. Me niego a creer que sea pollo real. Eso me hace reír.

117

—Oh, Dios mío, ¿qué crees que podría ser? ¿Crees que están alimentándonos con especias y pegamento? Owen se inclina, susurrando. —Podría ser cualquier cosa. Pero no hablemos de eso aquí. Las paredes tienen oídos. Me río aún más fuerte esta vez. Esto en realidad está saliendo bien. Me ruborizo sorprendida. Hablamos un rato sobre nuestros trabajos, y le cuento todo acerca de mi corte y confección. Él parece alerta e interesado, lo que es buena señal. He quedado a menudo atascada hablando con los hombres en los bares con Michelle, y sus ojos se pusieron completamente vidriosos cuando hablé de mí. Y la mayoría de esos ojos vidriosos se centraron en mi pecho en lugar de mi rostro. Justo después de que nuestra comida llega, mi teléfono suena ruidosamente con un mensaje. Decido ignorarlo, pero Owen insiste en que lo revise, ya que podría ser algo importante. No lo es. Es de Jay. Sherlock Holmes a tu servicio: Watson, ¿dónde guardas tu podadora? Sí, así es como él programó su nombre mientras inmediatamente lo corrijo a un simple "Jay". Matilda: Está en el cobertizo. Ni siquiera voy a preguntar para que la quieres. P.D. No voy a mantener tu nombre así, grandísimo friki. Jay: En el cobertizo ahora. No puede encontrarla. Quiero cortar el césped, ¿qué más? Mantén el nombre o atente a las consecuencias. Matilda: ¿Por qué me molestas con esto? ¿No puedes preguntarle a papá? Me río en la cara de tus consecuencias. Jay: Salió. Reír de mis consecuencias, ¿lo harás? Te debería azotar por tu insolencia. No sé qué decir a eso, y en realidad estoy sonrojada. Mi dedo se cierne sobre la pantalla, tratando de pensar en una respuesta inteligente, cuando otro mensaje llega. Jay: Se me olvidó preguntar ¿cómo va tu cita...? Matilda: ¡Iría mejor si no estuvieras tan groseramente interrumpiéndola! Jay: Entonces va bien. ¿Está siendo un caballero? Mejor que lo sea. No quiero tener que ir allí y sacar rápidamente los puños de furia. Sonriendo, meto el teléfono en mi bolso, decidida que he dejado a Owen esperando mucho tiempo. Continuamos con nuestra conversación y seguimos comiendo, y mi teléfono suena varias veces más con mensajes. Al final, lo apago. Lo que quiera Jay, puede esperar. Owen parece un poco perplejo acerca de que estoy

118

ignorando mi teléfono. Genial, ahora probablemente piensa que soy una perra que ignora los mensajes de sus amigos. Nuestra cita termina, y Owen me acompaña a la parada del autobús. Resulta que caminó al restaurant ya que vive cerca. Sugiere que hagamos esto otra vez, y le sonrío aceptando. Luego, intercambiamos nuestros números. Cuando llega mi autobús, se mueve cerca por lo que podría ser un beso o un abrazo. Mis nervios sacan lo mejor de mí, y salto rápidamente hacia el autobús, diciéndole adiós furiosamente con la mano. Dios, eso fue horrible. Creo que pude haber arruinado el semi-éxito de la cita con ese movimiento estelar. Voy a tener que esperar y ver si me llama. En el autobús, finalmente decido revisar los mensajes de Jay. Jay: Oh, vamos, Watson. No me dejes colgando. Jay: Todavía estoy esperando... Jay: Mejor que no intente tocar tus pechos. Jay: Bien. Sé cuándo no me quieren. Jay: Solo bromeaba. Todos me quieren ;-) Cuando llego a casa, veo que el césped no ha sido cortado, así que sé que Jay estaba mintiendo o no pudo encontrar la podadora. La posibilidad de que no pudiera encontrarla es ridículamente baja, ya que nuestro cobertizo es pequeño y la podadora es un enorme aparato anaranjado. Esto me hace enojar, así que me dirijo a su habitación, preparándome para regañarlo. No me molesto en llamar; en cambio, entro. Debería haber golpeado. Lo que encuentro es a un Jay sin camisa, tumbado en la cama, durmiendo. Me quedo mirándolo por más tiempo de lo que se considera apropiado. Él tiene un brazo musculoso encima de su cabeza, mientras que el otro descansa en su torso, con su mano en la "V" del hueso de su cadera. Me estremezco con solo mirarlo, es una obra de arte con tatuajes y músculos. Es pornografía pura. Cierro la puerta y camino hasta el borde de la cama, respirando lentamente, mis ojos absorbiéndolo. Su teléfono está a su lado en la almohada, lo que me hace pensar que debió haber estado mandándome mensajes mientras estaba así. Apenas vestido y con sueño. Definitivamente estaba mintiendo sobre la podadora, pero, ¿por qué? ¿Quería interrumpir mi cita, o estaba simplemente aburrido y quería molestar? Mis ojos van al tatuaje de su pecho. Definitivamente es mi favorito de toda su tinta, y eso que tiene muchos. Es tan vibrante en su piel, y tengo el repentino impulso de tocarlo. Su pecho sube y baja lentamente. Extiendo la mano, y justo cuando mis dedos encuentran su piel, su mano se mueve, rápidamente agarrando mi muñeca. Me

119

sobresalto y mi atención va a su rostro. Sus ojos aún están cerrados, su expresión se relajada, pero sus labios se curvan en una sonrisa. —¿Qué estás haciendo, Matilda? —pregunta con una voz ronca y soñolienta. Me quedo sin palabras. No deja ir mi muñeca y ahora, abre los ojos. —Te hice una pregunta, querida. Ahí está de nuevo. Ese “querida” será mi muerte un día de estos. Trato de alejar mi muñeca, pero la sostiene firmemente. De hecho, tira de ella, haciéndome inclinar hacia delante y me arrastra más cerca de ese delicioso cuerpo. Contengo la respiración. —He venido a regañarte. Casi arruinaste mi día con tus estúpidos mensajes — digo, pero no hay ira en mi tono. Nada en absoluto. —No parecía como si quisieras regañarme. Más bien parece que viniste a toquetearme mientras dormía. Frunzo el ceño. —No te estaba toqueteando. Solo iba a tratar de despertarte. Él sonríe. —Oh, eso es lo que era, ¿verdad? Ven aquí, entonces, y vamos a hablar. Tira rápido de mi muñeca, haciendo que quedo a su lado en la cama. Me mueve para estar de espaldas a él, y luego envuelve su brazo alrededor de mi cintura, así que estamos haciendo cucharita. ¡Cucharita! Cuando subí por las escaleras, nunca pensé que esto era lo que iba a suceder. Mi corazón se acelera, y también lo hace mi respiración. Puedo oír todo en mis oídos. —Entonces, adelante. Ponme en mi lugar —dice Jay, su aliento susurrando sobre mi cuello. —Así no es como la gente se regaña, Jay —digo en voz baja. —¿No lo es? Pero esta es mi forma preferida para hablar. —Me enviaste mensajes a propósito. Sé que lo hiciste. Querías molestar porque estabas aburrido. —Algo que deberías saber acerca de mí, nunca me aburro —murmura—. La oportunidad para el aburrimiento sería una cosa buena, pero este maldito cerebro nunca se detiene. —Entonces, ¿por qué lo hiciste? —Te lo dije, estaba buscando la podadora. —El césped no ha sido cortado. —Me cansé y decidí tomar una siesta. Debes de estar cansada, también. No conseguiste dormir mucho anoche. Vamos a dormir la siesta juntos. —No voy a dormir la siesta contigo. Todavía estoy vestida. Ni siquiera he tenido la oportunidad de quitarme los zapatos.

120

No sé por qué ese detalle parece tan pertinente, pero es en lo que me enfoco. Así, tal vez, no tenga que concentrarme en su duro pecho presionando mi espalda. Suspira. —Ve y quítate algunos artículos, entonces, querida. No me voy a quejar. —¿Por qué dormiría contigo? —pregunto, en voz baja ahora—. Tengo una buena cama justo al lado. —Porque dormir de a montón así es la mejor manera de dormir, y no puedes hacer eso sola. ¿Nunca has leído Where the Wild Things Are37? —Esto no es dormir de a montón. Es cucharita. Y para que lo sepas, toma más de dos personas para hacer un montón. —¿Quieres apostar? —pregunta, y luego se vuelve con rapidez, así que termino justo encima de él. Mi cuerpo está en posición horizontal, y estoy en peligro de combustión. Puedo sentir cada centímetro esculpido de él, cada línea dura—. Ahora somos un montón. A dormir. —No puedo dormir así. —Deja de apostar que solo vas a perder. Mueve sus piernas entre las mías y utiliza sus pies para quitar mis zapatos. —Y ahora que tus zapatos están fuera. Definitivamente deberías ser capaz de dormir. Hay un largo momento de silencio. —Jay —susurro. —¿Qué, cariño? —susurra, su mano acariciando mi espalda de arriba y abajo. Meto la cabeza en el hueco de su cuello y cierro los ojos. No hay ningún punto para protestar. Tengo que admitir que esto es una de las mejores cosas que me ha pasado. Además, estoy bastante agotada. —Creo que me gusta dormir así. Su risa vibra a través de su pecho, durmiéndome.

Donde viven los monstruos (título original en inglés Where the wild things are) es un libro infantil creado por Maurice Sendak. 37

121

uando desperté, encontré que me había escabullido de Jay y estaba abrazada a su lado. Mi rostro aún en su cuello, y su rostro parecía estar en mi cabello. Oh, sí, y estaba a horcajadas en su pierna. Eché un vistazo hacia abajo a nuestros cuerpos entrelazados, mis ojos saltaron cuando me di cuenta de su “bosque nocturno”. No podía parar de mirarlo. Y ahora sé la respuesta de si Jay tiene una gran polla. No entraré en detalles, pero solo puedo decir que era una buena respuesta. Respiré, absorbí su olor, una pizca de sudor, una pizca de colonia, y algo que era solo él. Amo como su olor está impregnado en mí ahora. ¿Quién iba a pensar que finalmente iría en mi primera cita de la historia de Internet y luego volver a casa y dormir con otro hombre? Suena bastante aventurero cuando lo dices así. Jay gime. —Deja de moverte, Matilda. Su mano va hacia mi brazo y lo aprieta, al parecer para que dejara de estar inquieta. El calor de su mano hace que me derrita. —Tengo que irme. Abre los ojos y frunce el ceño. —¿Por qué? —Porque esto es raro. —No es raro. Solo estamos creando lazos. Muchos animales duermen juntos con el fin de unirse. ¿Incluso miras Discovery Chanel? —No somos animales. Él me da una sonrisa diabólica. —Habla por ti misma. Moviendo su rostro a mi cabello otra vez, respira profundamente. ¿Me está oliendo? ¿Huelo bien o mal? Me duché antes, así que al menos tengo que oler bien. Él mueve su rodilla que está entre mis muslos, y dejó escapar un pequeño grito por la fricción. El movimiento despertando algo dentro de mí, algo centrado justo entre mis piernas, y ninguno de nosotros tuvo que conseguir una A en biología para darse cuenta de que era eso. Sus ojos viajan rápidamente a los míos, mirando intensamente cuando él mueve su rodilla una segunda vez. Un súbito placer se afianza mientras aprieto mis muslos. Lo está haciendo de nuevo, y gimo. Él me mira, su boca colgando levemente abierta, consumiendo el sonido.

122

Justo como antes, él agarra mi cuerpo y nos da la vuelta, pero esta vez él es el único que termina arriba. Usando sus muslos, acorta el trabajo de abrir mis piernas y colocarse entre ellas. Aún con nuestras miradas conectadas, lentamente empuja hacia delante, su dura polla en su pantalón empujando a ras contra mi sexo. Sus ojos parpadeando atrás y adelante entre los míos. —Sí, esto definitivamente va a ser un problema —lo dijo tan bajo que se sentía como que estaba hablando para sí mismo. Mi voz está entrecortada, más aire que sonido, cuando dije: —Jay. Sus manos subieron a ahuecarse cerca de mi rostro mientras él mecía sus caderas hacia delante de nuevo. —Matilda. Construye su ritmo ahora, llegando frenéticamente. Me aferro a sus grandes brazos, recordando las veces que lo había visto afuera en el jardín haciendo ejercicios de peso corporal.38 Él prácticamente no tenía equipo, pero se las arregló para hacer muchas cosas usando solo su cuerpo, como un entrenamiento de prisión. Me pregunto qué otra cosa puede hacer con él. Lamí mis labios. ¿Qué quería decir? Es él solo caliente de nuevo, ¿como cuando había sugerido ir abajo en mí? ¿O es que él realmente quiere esto? Gruñe y se inclina hacia abajo, tomando el labio inferior que acababa de lamer en su boca y mordiéndolo duro. No duele. Es un sentimiento increíble. Eléctrico. Quiero que me bese ahora, tan mal. Entonces la puerta frontal se abre y se cierra fuerte, el caminar de marca registrada de mi papá por el pasillo. Jay estaba aún como una estatua, liberando mi labio y tirando hacia atrás. —¿Matilda? ¿Estás en casa? —llama papá y mi aliento me deja en un apuro. —Realmente debería irme ahora —susurro, sintiéndome mortificada al estar haciéndolo con mi padre solo escaleras abajo. Esto era como si estuviera perdida en un sueño por unos pocos felices momentos. El portazo de mi papá me despierta, y me siento estúpida por caer en el caliente regazo de Jay. Él rueda sobre su espalda, y me levanto, deslizando mis zapatos y corriendo hacia la puerta. Cuando llego a ella, miro hacia atrás hacia él una última vez. Esta tumbado allí, sus ojos oscuros mientras me mira, con el pecho agitado, su excitación todavía descaradamente evidente a través de su pantalón. Con gran esfuerzo salgo por esa puerta, cerrándola detrás de mí y volviendo a llamar a papá: —Sí, estoy en casa. ***

Los ejercicios de peso corporal son ejercicios físicos de fuerza que no requieren pesas, sino que es el propio peso de la persona el que ofrece la resistencia necesaria para el movimiento. 38

123

La mañana siguiente es diferente. Jay no anda alrededor, y mi desayuno no está listo como lo ha estado todas los días desde que se mudó. De hecho, cuando pasé por su habitación, observé que su cama estaba hecha y él no estaba en ninguna parte para ser encontrado. Debe de haber salido temprano. Mi padre está en la mesa, comiendo tostadas y bebiendo café, leyendo el periódico como siempre. Tomo un yogur y algo de fruta, y me siento a su lado. Cuando me doy cuenta de que el periódico que está leyendo es el The Daily Post, doy un pequeño chasquido de desaprobación. —Jay no sería feliz si te ve leyendo eso —digo, abriendo mi yogur. Papá se asoma sobre el periódico. —Jay es quien me lo dio. Una Harris ha escrito otro artículo sobre él. Me animo por esto. —¿En serio? ¿Qué es lo que dice? Él pone el periódico abajo ahora, abriendo la página con el artículo así puedo verlo. Allí en una página completa esta Jay de pie en el escenario en la parte donde él se había puesto la máscara de Jason para su espectáculo la otra noche. —Harris fue en secreto y asistió al espectáculo de Jay —explica papá —. Ella escribió alguna cosa desfavorable. Creo que se siente valiente porque él no está tomando ningún paso contra ella ya. Él realmente necesita conseguir presentar esa demanda. Un par de años atrás ella destruyó la carrera de un jugador de futbol profesional al hacer una exposición de sus antecedentes como traficante de drogas antes de que fuera famoso. Creo que podría estar tratando de repetir el éxito de esa historia con Jay. La mujer es un pitbull. Miro a mi padre. —Realmente te gusta Jay, ¿no es así? —Puedo decir que es un buen hombre. Confía en mi instinto —dijo, y eso me sorprendió porque también tenía el mismo instinto. Leo el artículo, y esta vez estoy mucho más enfadada mientras examino las palabras de la señorita Harris. Eso probablemente es porque conozco a Jay ahora, y defiendo a mis amigos. Ella habla sobre cómo el local estaba lleno con súper fans, y que Jay tiene un seguimiento similar a un líder de una secta. Ruedo mis ojos. También menciona como él la insultó y a su periódico, gritando con fervor desde su lugar en el escenario, “¡Qué se joda el The Daily Post!” Podía estrangularla ahora mismo. Eso no es lo que pasó. Era un miembro de la audiencia quien había gritado eso. Aparto el periódico lejos de mí después de que terminó sus quinientas ofensivas palabras en contra de Jay. ¿Cuál es el problema de esa mujer? ¿Qué es lo que él hizo para merecer su veneno? Absolutamente nada. Ella era como un lobo que hinca sus dientes en algo de carne y no lo quiere dejar ir. Cuando seguí comiendo mi desayuno, papá dice en voz baja: —Estoy considerando tomar este caso.

124

Esto me sorprende. —¿Lo estás? Asiente. —No quería al principio, pero mientras más leo sobre eso, más creo que podríamos realmente ganar esta cosa, y ganar a lo grande. La práctica no ha estado muy bien este último año. Ganar un caso de alto perfil como este podría inyectar nueva vida en el lugar. —Podría. Pero, ¿crees que estás a la altura? Papá sonríe. —No estoy muerto todavía, jovencita. Pero no le digas nada a Jay. Necesito más días para pensar sobre ello. —Mis labios están sellados. Esa noche cuando llegué a casa del trabajo, me voy a la cocina para encontrar a alguien que está colocando un sillón de aspecto caro a lo largo de la pared frente a mi máquina de coser. Está hecho de madera oscura, la parte acolchonada de un lujoso purpura. Las palomas de Jay gorjean hacia mí desde su jaula. —Hola, señoritas —las saludo—. ¿Cómo estuvo su día? —¿Estás hablándole a Ellen y Portia? —pregunta Jay riendo mientras entra a la habitación. Me doy vuelta, sonriendo. —Sí. ¿Y qué? Camina hacia la jaula, sacando a Portia y dejando su percha en su mano. —Es una coincidencia, porque lo hago, también. Estas chicas son las únicas que saben todos mis secretos. —Oh, tienes muchos secretos, ¿verdad? —Su única respuesta es una sonrisa que hace mi vientre aletear. ¿Está pensando en lo que pasó entre nosotros ayer? Sé que yo lo hago, pero no lo tengo en mí para sacarlo. —Así que, nunca te pregunté, ¿cómo te fue con la cita de Owen? —dijo en un tono casual mientras acaricia las suaves blancas plumas de Portia. Supongo que Jay no está sacando lo de ayer, tampoco. Trago. —Fue genial, a pesar de mi torpeza. Incluso quiere reunirse de nuevo en algún momento. Jay frunce el ceño ante esto, y me toma por sorpresa. —¿Quieres encontrarte con él de nuevo? —pregunta, todo serio. —Seguro. Él es agradable. Creo ver su mandíbula contraerse.

125

—Es agradable. ¿Eso es lo que estas planeando aceptar, Matilda? ¿Solo agradable? —No lo estoy aceptando. Aún es pronto. Podría simplemente ocurrir que él es el amor de mi vida, pero necesito más tiempo para llegar a conocerlo. —No sé por qué estaba diciendo eso. De regreso a mi mente, sé que Owen no es el amor de mi vida, pero alguna parte maliciosa de mí quiere irritar a Jay. No parece satisfecho con el tema, lo que en contraste me complace mucho. Coloca a Portia de regreso en la jaula antes de caminar hacia mí, apoyándome contra el mostrador. —Él no es el jodido amor de tu vida, querida —dijo, sus ojos un poco maniáticos. Vaya, no esperaba esto. Bien, necesitaba un cambio de tema pronto. Tragué duro. —Papá me mostró el nuevo artículo. No puedo creer que Harris tuvo el descaro de ir a ver tu espectáculo. Algo de la tensión anterior dejó el cuerpo de Jay mientras se aleja de mí y se encoge de hombros. —Sabía que ella estaba allí. —Espera un segundo. ¿Qué? —Sabía que estaba allí. No soy un jodido idiota. Y además, la mujer se destaca como un pulgar adolorido. Ella tiene esos grandes, ridículos labios de Botox. Me alegra que escribiera ese artículo, sin embargo. La más difamatoria mierda que escribe, lo más lejos que ella cava es en su propio hoyo. Coloco una mano en mi cadera y ladeo mi cabeza. —¿Realmente quieres que escriba sobre ti? —Síp. De esa manera, una vez que el caso finalmente llegue a juicio. Tendré una riqueza de munición. Toda mentira insultante que incluso haya escrito puede ser utilizada como prueba. Tiene esa mirada en sus ojos que me detiene, haciéndome preguntar si hay más de lo que está diciendo. —¿La conoces o algo? Como, ¿del pasado? —Nop. —Oh, bueno, solo estoy pensando que es raro como ella está tan decidida a escribir malas cosas sobre ti. —Quizás la rechacé una noche y ella quiere vengarse —bromea. Abro la nevera y comienzo a sacar los ingredientes para la cena mientras Jay pasea por la habitación. Estoy clasificando los vegetales cuando siento el calor de su cuerpo detrás de mí. Apuntala sus manos en la encimera a cada lado de mí, encerrándome. —Luces particularmente linda hoy, Watson —dijo en un tono alegre—. ¿Qué hay para cenar?

126

—Cazuela de pollo. —Suena delicioso —murmura, y siento como su boca se acerca más a mi cuello ahora. Mi cuerpo entero se tensa. —¿Qué pasa con los nuevos muebles? —pregunto, moviéndome, así que tiene que dejarme salir de la prisión de sus brazos. Se rasca la mandíbula. —Oh, eso. Sí, lo conseguí así puedo sentarme contigo mientras trabajas. —¿Quieres decir sentarte o reclinarte? —digo en broma. Jay sonríe. —¿Qué? Esa era una excelente broma. Quiero decir, ¿cuál es el punto de sentarse en uno de esos? Están diseñados para recostarse y verse sexy mientras lo haces. —Oh, así que crees que me veo sexy mientras me recuesto. Es bueno saberlo. Resoplo. —Estas tan lleno de ti mismo. —Desearías estar llena de mí —replica. Me estremezco y me sonrojo. —No puedo decir si es la mejor replica nunca o la peor. Jay se ríe a carcajadas y me da un guiño antes de que me deje en mi cocina. Más tarde esa noche, mientras estoy trabajando en un vestido de cóctel de color rosa con un detalle de un diamante pequeño alrededor del cuello, se pasea en la habitación. Su cabello esta desaliñado y su camiseta arrugada. Se ve como si acabara de despertar de una siesta. Continuo trabajando mientras se sienta en su sillón reclinable y se tumba de espaldas, levantando sus abrazos con la cabeza apoyada en sus manos. Hace que su camiseta suba un poco, revelando unos centímetros de piel suave, tonificada. Cierras sus ojos, como si realmente disfrutara el ruido de la máquina de coser. —¿Qué estas…? —Silencio. —Sostiene arriba un dedo—. Solo cose, Watson. Me gusta escuchar tu respiración cuando te concentras. Lo encuentro muy reflexivo. Me ayuda a pensar. Eso me pone en mi lugar. También hace que mi corazón se encoja. Le gusta escucharme respirar. Eso es tan... romántico. Sí, lo dije. Me hace soñar con ideas sobre el épico amor que siempre he buscado pero no he encontrado. Nos quedamos así durante más de una hora. Yo cosiendo y él tumbado de espalda en su extravagante silla, con los ojos cerrados pero no dormido, solo pensando y escuchando mi respiración, aparentemente. Mi padre entra para hacer té en un momento dado y nos da a ambos una mirada divertida, a Jay en particular. Papá siempre odió el ruido de la máquina de coser, dice que le da dolor de cabeza. Así que obviamente no puede entender qué está haciendo Jay sentado tan cerca. Mientras se retira, creo ver el fantasma de una sonrisa en sus labios.

127

Después de un rato, Jay se sienta y saca una libreta de su bolsillo, entonces comienza a escribir algo. —¿Qué estás escribiendo? —Cállate un segundo, querida. Acabo de tener una idea para un nuevo truco, y tengo que escribirlo antes de que me olvide. —Oh, lo siento. Poniendo la tela que había estado midiendo a un lado, lo observo. Quiero preguntarle acerca de lo que sucedió después de nuestra siesta compartida ayer, pero como era de esperar parece que no puedo pensar en una manera de trabajar esa mierda en una conversación. Realmente deseo que él toque el tema, pero no lo ha mencionado. Cuando ha terminado de escribir, devuelve su bloc de notas a su bolsillo y flexiona los dedos. —Así que, ¿cuál es el nuevo truco? —pregunto. —Necesitarías firmar un contrato antes de que pudiera decírtelo, Watson. No puedo tenerte vendiendo todos mis secretos al viejo Slugworth, ¿verdad? —Muy bien, señor Wonka. —Me río. Hay un momento de silencio antes de que diga—: ¿Puedo preguntarte algo? —Dispara. —¿Qué se siente la cárcel? Jay deja escapar un ladrido por risa. —Sé honesta. Has cometido algunos crímenes atroces que están a punto de salir a la luz, y tienes miedo de ser lanzada a la cárcel. Estoy en lo cierto, ¿no? ¿Lo estoy? — Esa mirada pícara tan a menudo en su rostro está allí de nuevo. Levanto mis manos al aire, replicando inexpresiva: —Está bien, me atrapaste. Secretamente soy un capo de la droga encubierta, y uno de mis amigotes me ha vendido a las autoridades. Jay se ríe un poco más. —Eres graciosa. —Hace una pausa, y su rostro se pone serio. Se toma un tiempo antes de decir algo—. Es como estar encerrado en un mundo donde la violencia es Dios y estás constantemente a la espera de convertirte en la próxima víctima de su ira. Vaya. Eso fue como poético. —¿De verdad casi golpeaste a un hombre hasta la muerte?¿Por eso te pusieron ahí? Jay niega con la cabeza y sus ojos se oscurecen, como si estuviera recordando la experiencia. —Me metieron allí por hurto, que, casualmente, es un gran entrenamiento para hacer magia. Para robar cosas debes sacarlas por debajo de la nariz de una persona sin

128

que nunca se dé cuenta de que estás ahí. Te dije que solía vaciar bolsillos, ¿no? Tenía que hacerlo. Es la única manera de sobrevivir en las calles. —Lo hiciste. Pero Una Harris dijo que te pusieron allí porque golpeaste a un hombre. —Ella obviamente tenía sus cables cruzados —dice Jay, una mirada satisfecha pasando por su rostro, que luego se fue—. He sido arrestado varias veces por meterme en peleas por lo que, tal vez, es de ahí de donde consiguió esa idea. Cuando no tienes nada, justificas muchas cosas para sobrevivir, incluso dañar a la gente. La mirada seria en su rostro me hace hacer una pausa, y no estoy segura de por qué, pero siento una inmensa simpatía por él en este momento. Me aclaro la garganta y continúo hablando. —Bueno, Una debe haber visto algunos de tus registros allá en Estados Unidos, entonces. —Debe haberlo hecho. —No entiendo cómo un artículo tan negligente y rebuscado alguna vez pudo ser impreso. ¿No debería su jefe asegurarse de que todo era cierto antes de dar luz verde para publicarlo? —Las mentiras se imprimen como verdades, Watson. Creo que ambos lo sabemos. Y tal vez su jefe es tan degenerado como ella. —¿Degenerada? —pregunto con curiosidad. —Ella no es la única que ha estado fisgoneando. De hecho, probablemente yo sé más de ella de lo que ella sabe de mí. Me levanto y voy a sentarme junto a él, preguntando en serio: —¿Qué sabes de ella? Se frota la barbilla. —Bueno, ahora, déjame ver. Es adicta a los medicamentos recetados. Ah, y a las cirugías plásticas. Su marido se divorció de ella porque tuvo un romance. Vive sola con su mascota Chihuahua. Es abusiva con su ama de llaves. Se hace una manicura cada viernes en la mañana. Va a la iglesia todos los domingos, ya sabes, para mantener las apariencias. Y, por último pero no menos importante, ha estado durmiendo con su jefe de manera intermitente durante los últimos dieciséis años. —¡¿Qué?! ¿Su jefe en el periódico? —Sí. —¡Oh, Dios mío! —Como he dicho, he estado poniendo mis patos en fila por un largo tiempo ahora. —Sí, pero no puedes utilizar nada de esa información en la corte, Jay. Especialmente si llegas a ella ilegalmente.

129

De repente, recuerdo el momento en que él había ido a hablar con ese hombre de apariencia sospechosa en el bar después del seminario de Simon Silver. Se había producido un intercambio de sobres. ¿Era un investigador privado o algo más? —Dudo que lo necesite. Esa mierda siempre sale de una manera u otra, y Una Harris esconde demasiada mierda como para mantenerla oculta. Tarde o temprano va a golpear el ventilador proverbial. Una vez más, tengo la impresión de que hay mucho más que no me está diciendo. No lo presiono, sin embargo, no creo que sea mi lugar. —Lamento que haya estado propagando mentiras sobre ti —le digo, poniendo una mano consoladora en su hombro. Los ojos de Jay viajan a mi mano y se quedan allí por un momento. Luego se estira y pone su mano sobre la mía. —Y lamento que tuvieras que pasar por todo eso. Que estuvieras solo en el mundo —continúo. —Yo no tenía que estar solo, elegí estarlo. En ese momento prefería vivir en la calle que con un tío loco. Ya había sufrido bastante locura con mi padre antes de que muriera. Este es un raro momento de sinceridad, y quiero saber más, así que pregunto en un susurro: —¿Tu padre estaba loco, también? —No de la misma manera. Papá usaba la violencia física. Lo del tío Killian era todo psicológico. Le gustaba meterse con mi cabeza. —Parece más joven mientras me dice esto, como si estuviera volviendo al muchacho que fue maltratado por los adultos que se suponía iban a cuidar de él. Froto su hombro, porque no sé qué más decir, pero quiero consolarlo. Nos quedamos así durante mucho rato, callados mientras mirábamos por la ventana hacia la noche oscura. Él me aprieta la mano y se levanta, rompiendo nuestro silencio contemplativo. Cuando sale de la habitación, me quedo mucho tiempo pensando en el niño que una vez fue mientras guardo mis materiales.

130

uando el viernes regreso a trabajar después del almuerzo, encuentro la puerta del despacho de papá cerrada y voces procedentes desde el interior. Puse mi oído contra la madera y escucho, reconociendo el acento de Jay. Dios, me encanta su voz. Creo que estoy arruinada para todos los demás acentos ahora que el suyo es el único que escucho todos los días. Preguntándome por qué él está aquí, me dirijo de nuevo a mi ordenador y empiezo a completar las tareas que debo terminar antes de que finalice el día. Una media hora más tarde, la puerta del despacho de papá se abre y los dos hombres emergen, estrechándose las manos. Jay tiene una mirada de éxtasis en su rostro, y mi padre se ve muy feliz, también. —He aquí un éxito —dice papá alegremente mientras deja ir la mano de Jay y se da vuelta para regresar a su oficina. —Vamos a ganar esta cosa, Hugh, recuerda mis palabras —dice Jay tras él. Papá se ríe mientras se despide de Jay. ¿Significa esto que papá ha seguido adelante y aceptó el caso? Trato de actuar indiferente mientras escribo y Jay viene a posarse en el borde de mi escritorio. —¿Sabes una cosa? —Sonríe. —¿Mi padre va a tomar tu caso? —Le sonrío. —¡Sí! ¿Cómo sabías? —dice, todo juguetón e inquieto—. Creo que podrías ser psíquica, Watson. Debería incorporarte a mi actuación. —Oh Dios mío, realmente estás encantado con esto —le digo, sacudiendo mi cabeza hacia él, pero incapaz de dejar de sonreír. —Síp. El plan es volver a la pista. —¿Plan? Le toma un segundo para responder: —Para mostrarle a Una Harris que se metió con el mago equivocado. —Pensé que preferías ilusionista. —Me río. —Lo hago, pero las dos “M”39 solo hacían que la frase sonara más sexy. —Si tú lo dices.

39

Juegos de palabras: en el original aparece como “wrong magician”, que literalmente se traduce como “mago malo”, de ahí el juego de las dos ‘M’

131

Sigo trabajando, pero él no se va. En cambio, saca su teléfono del bolsillo y comienza a tocar ligeramente la pantalla. Echándole un vistazo, me doy cuenta de que a pesar de su estado de ánimo lleno de energía, sus ojos están un poco cansados. A veces me despierto en medio de la noche y lo escucho dar vueltas en su habitación. No se lo he mencionado, sin embargo. —¿A qué hora sales del trabajo, John? —¿John? —John Watson, Matilda. Dios, mantente al día. Niego con la cabeza hacia él. —Salgo a las cinco y media. ¿Por qué? —Quiero que vengas conmigo. Te prometo un momento de diversión para todos. —¿Y dónde está ocurriendo esta diversión? En lugar de responder, empuja su teléfono hacia mí. Este muestra un tweet40que contiene una hora, una fecha y un lugar. La fecha y la hora son para hoy, y el lugar es una zona de reunión muy conocida en el centro de la ciudad. —No sabía que tenías una cuenta de Twitter —digo, deslizándome a su perfil. Mi mandíbula casi cae cuando veo que tiene más de cien mil seguidores. —Vaya Jay, eres como, muy popular. —Suenas sorprendida. ¿Debo estar ofendido? —bromea. —No, por supuesto que no. Es solo inesperado, eso es todo. ¿Qué significa el tweet? Toma el teléfono devuelta y lo mete en su bolsillo. —Tengo muchos fanáticos adolescentes que no tienen la edad suficiente para entrar en los lugares donde me presento, por lo que a veces lo hago al azar al aire libre para conocerlos y saludarme con ellos. Mi sonrisa crece amplia. —¿Haces eso? Esa es una de las cosas más lindas que he escuchado. —Bueno, estos chicos significan mucho para mí. Los miro y me veo a mí mismo a esa edad. Quiero dar algo a cambio, ¿sabes? Lo miro, sintiendo crecer a cada segundo, más y más el cariño por este hombre. —Así que, ¿vas a venir? —insiste—. Jessie estará allí, también. Ella va a filmarlo para YouTube. —Sí, iré —le digo con entusiasmo. —Muy bien, te recogeré a las cinco y media. —Se inclina sobre la mesa para alborotar mi cabello, y entonces se ha ido.

40

Tweet: una publicación o actualización en el estado de un usuario perteneciente a la red social

Twitter.

132

Cuando he terminado con el trabajo, me arreglo un poco, dejando mi cabello suelto, libre del moño en el que lo había tenido, y cambio mis tacones por las confiables sandalias planas que siempre llevo en mi bolso. Si esta cosa es al aire libre, estoy adivinando que allí habrá muchos pies involucrados. —Toc-toc. —Escucho a Jessie llamar mientras rápidamente limpio un poco de brillo de labios y dejo el baño de la oficina. Cuando salgo, veo que está sosteniendo una pequeña cámara de video. Jay está parado su lado, justo fuera del alcance de la lente. —Ay, ay, ay, material caliente entrando —silba ella, y yo sacudo la cabeza hacia ella, sonrojándome. Jay está lanzando repetidamente un dado alto en el aire y capturándolo sin esfuerzo. —Deja de filmarme —le digo, consciente de mí misma. Enganchando mi bolso sobre mi hombro, me despido de papá, quien todavía está en su oficina. Bajamos por la estrecha escalera y salimos a la calle, pero Jessie sigue filmando. —Lo juro por Dios, te voy a demandar si me veo en este video en YouTube —le advierto—. Trabajo en la oficina de un abogado, por lo que sabes que lo haré. —Oh, vamos. Necesitamos un poco de hermosura para conseguir interesar a la población adolescente masculina —bromea Jessie—. Estoy segura de que ellos no quieren mirar el feo rostro de Jay todo el tiempo. El rostro de Jay está lejos de ser feo, pero de ninguna manera estoy admitiendo eso en voz alta. —Sí, Watson. Tienes que hacer esto. Ayudará a mi carrera. —Está de acuerdo Jay, una mirada de suficiencia en su rostro mientras caminamos. Él lanza su brazo alrededor de mis hombros y les da un apretón, luego mira atrás a Jessie—. Asegúrate de conseguir unas cuantas fotos del trasero. Matilda tiene un extremo posterior merecedor de atención en línea. Lo empujo con mi codo, y él se ríe. —Si filmas mi culo, lo juro por Dios, realmente te voy a demandar. Él levanta su ceja hacia mí, y no puedo evitar la pequeña sonrisa forzando su camino hacia mi rostro. Luego lleva las cosas un paso demasiado lejos cuando pausadamente desliza su mano por mi espalda hasta mi trasero. Dejo escapar un pequeño grito de asombro cuando le da un buen y firme apretón. Inmediatamente alejo su mano. —No hagas eso de nuevo. —Le advierto, molesta por la encantadora sonrisa en su rostro, y el hecho de que todavía me resulta encantador después de lo que acaba de hacer. Jessie está teniendo una buena diversión mientras nos sigue detrás. —Oh, vamos. No te molestes —dice Jay, tratando de aplacarme—. Estábamos hablando de tu culo, querida. No pude evitarlo. —Él es un hombre de culo. —Puntualiza Jessie, asintiendo en acuerdo. Les frunzo el ceño a ambos, pero no puedo seguir enojada por mucho tiempo.

133

Unos minutos más tarde llegamos a avistar el punto de encuentro donde los fans de Jay están esperando, y tengo que evitar que mi mandíbula caiga. Hay por lo menos un centenar de personas, quizás más. Jay se pone el dedo en la boca y deja escapar un silbido alto mientras nos aproximamos; las cabezas se giran en su dirección, y todos comienzan a vitorear. Él se sube a la alta pared que rodea un negocio cercano y les da toda una reverencia teatral. Me paro a un lado, junto con Jessie, mientras ella lo captura en la película. No es la única, tampoco. La mitad de los chicos aquí tienen sus teléfonos fuera, grabando vídeos. —Gracias a todo el mundo, por venir —dice Jay en voz alta desde arriba. Curiosamente, la acústica es muy buena, por lo que no tiene que gritar para hacerse oír—. ¿Quieren ver algo genial? —pregunta, sacando el dado que tenía en la oficina. Con él descansando entre el pulgar y el dedo índice, lo voltea diestramente en el aire. Todos vemos como sube y luego regresa, bajando, y deseo no haber parpadeado, porque en algún punto en el camino se convierte en dos. La multitud aplaude ruidosamente, silbidos sonando, mientras que Jay toma los dos dados y los chasquea igual que antes. Ellos se multiplican de nuevo, convirtiéndose en cuatro, y comienza a hacer malabares con ellos. Ellos continúan multiplicándose, moviéndose en un círculo a través del aire, sus manos tan rápidas como un rayo. Pronto tiene a unos diez de ellos sobre la marcha, y no puedo imaginarme cómo lo hizo. No lo vi sacarse nada de sus mangas, o deslizarlos de los bolsillos. Literalmente aparecieron de la nada. Cuando tiene demasiados para manejar, comienza a tirarlos, uno a la vez a miembros al azar de la multitud. Decenas de jóvenes se zambullen por ellos, deseosos de tener un pequeño recuerdo de su ilusionista favorito. Jay saca un mazo de cartas y comienza haciendo un truco elaborado con una chica llamada Sara que se ofrece de voluntaria. Ella parece a la vez mortificada y encantada de haber sido seleccionada. Jay camina entre la multitud, barajando las cartas y detallando lo que va a hacer. Él está cerca de la entrada de uno de los negocios que rodean la zona, flanqueado por grandes puertas correderas de cristal. Las puertas corredizas se abren cuando tres mujeres en traje salen del edificio. Jay está caminando hacia atrás mientras habla, y se para justo dentro de las puertas de cristal. Todavía está hablando, mientras estas se cierran delante de él, y cuando el cristal se cierra sobre su cuerpo, desaparece. Las puertas se abren de nuevo a medida que más trabajadores salen, y él vuelve a aparecer, todavía continuando con su perorata como si no acabara de desaparecer. A mi alrededor los adolescentes se vuelven locos, vitoreando y aplaudiendo. Unos pocos hombres en trajes salen del edificio entonces, y Jay se tropieza con ellos por error. Todo sucede tan rápido. Él se disculpa, acariciando a uno de los hombres en el hombro, y yo no sé cómo me di cuenta, pero creo que veo a su otra mano deslizarse dentro del bolsillo del hombre por una fracción de segundo. Es todo tan rápido que no puedo estar segura de que realmente sucedió. Los hombres continúan su camino, pero algo acerca de todo esto me inquieta. El hombre al que Jay le dio unas palmaditas en el hombro me resultaba familiar, y tengo que estrujar mi cerebro para recordar dónde lo he visto antes. Entonces me doy cuenta.

134

Él es el mismo señor al que Jay estaba mirando en el casino esa vez, el que Jessie le advirtió que dejara de mirar. ¿Qué demonios está pasando aquí? Cuando miro hacia atrás, al edificio, una súbita sensación de malestar se apodera de mí, mientras recuerdo las empresas que éste aloja. No, no es una empresa, sino una publicación. El The Daily Post, para ser exactos. Me gustaría pensar que se trata de una coincidencia, pero lo poco que conozco de Jay me llevaría a creer lo contrario. Él es demasiado inteligente como para haber pasado por alto esto. ¿Por qué demonios escenificaría su encuentro fuera del lugar que quiere demandar? Las cartas que está utilizando hoy no son una baraja regular, sino una baraja de cartas de tarot. No creo que jamás haya visto antes un truco de magia que involucre cartas del tarot. Sarah, la chica que se ofreció voluntariamente, toma una carta. Jay le da una pluma y le da instrucciones para escribir su nombre en la parte posterior de la misma, romperla, y meter los pedazos en su bolso. Ella lo hace rápidamente. —Voy a adivinar tu carta, pero no voy a decirte cuál es —dice Jay—. Te la voy a mostrar. Hay tranquilidad entre los reunidos por unos breves momentos, los sonidos de la ciudad, gente y tráfico, se arrastran sobre nosotros. —Está bien, la carta está en algún lugar en la calle. ¿Alguien puede ubicarla? Todos ellos se emocionan, corriendo para tratar de encontrar la carta, pero tengo la sensación de que no es una tarjeta física lo que ellos deben estar buscando. Miro alrededor, tratando de detectarla, cuando Jessie me codea y asiente con la cabeza hacia el edificio del periódico. Allí, en una ventana del cuarto piso está el contorno de una imagen en lo que parece tiza roja. A pesar de que no tengo ni idea acerca de las cartas del tarot, conocería esta imagen en cualquier lugar. Cualquier persona que trabaja con la ley reconocería el símbolo de la Justicia, sentada con una espada en la mano derecha y una balanza en su izquierda. Genial. Había estado observando el edificio de cerca antes, cuando me di cuenta de lo que albergaba, y definitivamente no había visto esta imagen en la ventana. Mis ojos se habrían sentido atraídos por el color; el rojo es demasiado vibrante para que haya escapado de mi atención. Por último, uno de los adolescentes la ubica y comienza a gritar a todos para que miren. Sarah pone su mano sobre la boca en estado de conmoción, sin decir una palabra, mientras todos sus amigos gritan y chillan con entusiasmo. Jay se sienta encaramado en el borde de la pared, sonriendo con indulgencia hacia sus fans, su barbilla descansando en la palma de su mano. Sus ojos brillan con alegría mientras se empapa de sus reacciones, saboreando el efecto que su truco tiene sobre ellos, la emoción que les da. En su mirada lo veo reviviendo una infancia que le fue arrebatada demasiado pronto, como me dijo esa vez en mi jardín.

135

—¿Tenía razón? —pregunta a Sarah—. ¿Era la carta de la Justicia? Lo único que ella puede hacer es asentir, fallándole las palabras todavía. Mientras la multitud comienza a aplaudirlo, varias personas gritan para saber cómo lo hizo, la ventana del cuarto piso se abre, y una mujer asoma la cabeza. Ella mira a su alrededor, probablemente tratando de averiguar de dónde viene la imagen y cómo se las arregló para llegar a su ventana en primer lugar. Luego mira hacia abajo y se detiene por unos segundos, con sus ojos clavados en Jay. Justo entonces su expresión se vuelve enojada, y la reconozco. Es Una Harris. Joder. ¿Qué piensa Jay que está haciendo? ¿Quiero decir, quién pone a la Justicia sobre la ventana de la oficina de la mujer a la que está pensando demandar? Siempre he pensado que es tonto cuando los personajes en las películas dejan que sus enemigos sepan que están apuntándoles. Es como, ¿por qué darles ventaja? Harris se retira de regreso dentro de su oficina, y dejo escapar un largo suspiro. Tal vez eso será el fin de esto, y ella no va a reaccionar a la burla descarada de Jay. Varios minutos después, mientras Jay está firmando autógrafos para la multitud, ella viene marchando a través de la puerta principal del edificio, con los brazos cruzados sobre su pecho y un hombre delgado vestido con una camisa y corbata, a su lado. —Quiero ese desastre quitado de mi ventana de inmediato —exige ella estridentemente. Jay casualmente levanta su cabeza hacia ella, con una expresión momentánea de satisfacción en su rostro antes de poner en blanco su expresión. Él levanta su mano hacia el aire, haciendo un gesto hacia la ventana: —Ya está hecho, señorita Harris. Harris gira sobre sus talones y se queda mirando hacia arriba para ver que hay un limpiador de ventanas sentado en una grúa, fregando la imagen del cristal. Jessie y yo reímos. Él realmente piensa en todo. —Cree que es listo —dice Harris—. Pero si usted no desocupa la zona en este momento, voy a llamar a las autoridades. —Este es un espacio de encuentro público, Una. ¿Puedo llamarte Una? Dado que has sacado toda mi ropa sucia, me siento como que deberíamos tutearnos. —No, no puede llamarme así. —Escupió Harris—. Y ya le dije que tiene que irse. —No es ilegal que nosotros estemos aquí. —Usted está causando una interrupción, y ha puesto un grafiti41 en mi ventana.

41

Grafiti: En el lenguaje común, el grafiti es el resultado de pintar textos abstractos en las paredes de manera libre.

136

—Y está siendo removido. Mira, tu ventana está toda brillante y limpia ahora. En todo caso, te he hecho un favor. —¡Esto es acoso! Jay le da una mirada divertida. —¿Estás enojada, Una? Me parece que no puedo decirlo. Su rostro apenas tiene movimiento en estos días. El desprecio por su inclinación por el Botox consigue una risa de la multitud. Creo que por fin ella se da cuenta de que no va a ganar aquí, especialmente con todos los fans de Jay alrededor. El hombre que salió con ella tira de su brazo, en silencio, instándola a dejarlo en paz. —Usted no va a salirse con la suya —dice ella rabiando, y luego enlaza su brazo con el de su compañero antes de apresurarse a entrar. Jay dice luego algo en voz baja, con una expresión oscura en su rostro, pero no puedo oírlo. Una vez que ella se ha ido, continúa firmando para sus fans. Tras un par de minutos en esto, hace una pausa y se rasca la cabeza, buscando a Sarah de nuevo. —Oye, Sarah. ¿Sabes qué? Nunca les mostraste a todos tu carta para probar que tenía razón. Sé que te dije que la rompieras, pero ¿puedes mostrarles los pedazos? Ella hurga en el bolsillo de su bolso donde metió los pedazos rasgados, llegando con las manos vacías. —Yo... yo no puedo encontrarlos —dice, comprobando todos los bolsillos minuciosamente. Jay saca algo de su propio bolsillo. —Espera un segundo, ¿qué es esto? Es un pedazo de papel doblado. Jay lo desdobla y lo alisa, luego lo levanta para que todos lo vean. Es la carta de tarot de la justicia. Le da vuelta, y allí, en la parte de atrás está la firma de Sarah. —De ninguna manera —dice ella en voz baja. —Sí hay manera. —Sonríe Jay, entregándole la tarjeta—. ¿Esa es tu letra? —Sí —responde ella, tomando la tarjeta de él con una mano temblorosa—. Cómo... ah, ya sé que no me lo vas a decir, pero esto es increíble. Rompí esta carta. Sé que lo hice. Muchos niños claman por seguir adelante con las preguntas y más cosas son filmadas. Cerca de media hora pasa antes de que dos agentes de la Garda42 se muestren. —Vas a tener que moverte. —Uno de ellos llama a Jay por encima de las cabezas de los aficionados rodeándolo—. Recibimos una queja sobre el ruido. —Estamos terminando ahora —responde Jay con una sonrisa encantadora antes de volverse hacia la multitud—. Está bien, todo el mundo, es hora de que me vaya. — 42

Garda: policía irlandesa.

137

Toma la mochila que había estado llevando en su hombro y saca una larga sábana negra—. Pero antes de hacerlo, necesito que todos ustedes retrocedan para poder mostrarles un último truco. Todos se mueven fuera del camino, por lo que hay un espacio de varios metros a su alrededor. Él está de pie sobre la pared de nuevo, y los oficiales de la Garda han dejado de vigilar. Ellos parecen más interesados en ver lo que Jay hará, que en conseguir que se vaya. La larga sábana es en realidad una capa, y con una floritura por encima de la cabeza, la gira alrededor de su cuerpo. En un momento dado lo cubre completamente, y luego él ha desaparecido. La capa cae al suelo. Simplemente desapareció en la nada.

138

essie enfoca la cámara a través de la multitud, ya que todos aplauden el gran final de Jay. Después, la apaga. —De acuerdo, ¿cómo diablos? —digo, sacudiendo la cabeza confundida. Parece que estoy haciendo eso mucho en estos días. Jessie se ríe. —De todo lo que ha hecho hoy, ése era probablemente el truco más simple, y sin embargo, mira a todos. Creo que algunos de ellos de verdad creen que realmente es mágico. —¡¿Simple?! Él desapareció. No hay nada simple en eso. —Mira dónde está parado, Matilda —dice Jessie, inexpresiva. —Está de pie en la pared. Ella me da una mirada como si fuera lenta. —Sí, lo que acaba de hacer es un poco de fantasía jugando con la capa, ocultándose el tiempo suficiente para poder pasar al otro lado. No tienes que ser un genio para descubrirlo. Golpeo mi frente con la palma de mi mano. —No puedo creer que no haya pensado en eso. —Es un bastardo ostentoso. La mayoría de las personas están tan aturdidas por el flash que no ven el truco. Vamos, probablemente nos esté esperando. Ella comienza a caminar y la sigo. —Oye, pensé que estabas bajo un contrato de confidencialidad para no revelar ninguno de sus secretos. —A él no le importará que te haya contado ese. Es cosa de niños. Pero si te contara alguno de los más complicados, él probablemente tendría mis pelotas en una licuadora. No señalo el hecho de que las niñas no tienen pelotas. Aunque, si hubiera una chica para cambiar eso, sin duda sería Jessie. Caminamos por una calle lateral para encontrar a Jay apoyado casualmente contra la pared de un edificio, fumando un cigarrillo con una gran sonrisa en su rostro. Tan pronto como llego a él, lanza su brazo alrededor de mis hombros. —Bueno, ¿qué te pareció? —Estuviste increíble —digo tímidamente. Jessie resopla. —Ahora sé por qué te gusta tenerla cerca de ti. Acaricia tu ego sin fin.

139

—Eso no es todo lo que ella acaricia —dice Jay, dándole un guiño descarado. —Oh, Dios mío, ¡no acabas de decir eso! —Miro a Jessie—. Está mintiendo. Dile que estás mintiendo. —¿Por qué iba a mentir y decirle que estoy mintiendo? —bromea, su sonrisa profundizándose a cada segundo. Dios, lo odio a veces. —Ugh, no le hagas caso. No ha habido caricias entre nosotros. La profunda risa de Jay me hace temblar, y sé que lo que he dicho no es técnicamente cierto, pero no importa. —Bien, ahora que eso está aclarado. ¿Quién quiere panqueques para la cena? —Número uno —dice Jessie—. Estás en Europa ahora. No son panqueques, son crepes. Y número dos, a menos que estemos hablando del tipo salado, ¿quién come crepes para cenar? —Todavía les llamo panqueques —digo—. Es lo mismo en realidad. Además, me encanta tomar un postre para cenar. La mano de Jay se mueve para estrechar mi cuello, dándole un apretón tierno. Me toma por sorpresa porque es un lugar muy íntimo para tocar a alguien. Involuntariamente, me estremezco. —¿Ves? Watson está de acuerdo conmigo. Crepes serán. Tengo que esforzarme para no reaccionar demasiado a la posición de su mano, pero se me pone la piel de gallina por toda la espalda. Su pulgar roza ida y vuelta sobre mi piel, produciéndome hormigueos. Cuando llegamos a una cafetería cercana, donde hay crepes, entramos y conseguimos una mesa junto a la ventana. Ordeno crepes con Nutella y mantequilla de cacahuetes, y Jay se deja llevar por mi alegría infantil y pide lo mismo. Jessie pide un BLT43, no cayendo en mi idea de tomar “postre para cenar”. —Bien —le digo después de que nos han servido la comida y yo me he comido la mitad de la mía ya. Necesito un respiro antes de poder terminar con todo—. Yo realmente, realmente, realmente estaría siempre en deuda contigo si me revelaras cómo hiciste un truco. Solo uno, eso es todo lo que pido. Jay se limpia la boca con una servilleta, sus labios formando una sonrisa. —Cuando dices “siempre en deuda” exactamente, ¿de qué estamos hablando aquí? Jessie hace un sonido de presagio. —De ninguna manera, cariño. No quieres hacer eso. Este hijo de puta es un esclavista como le debas algo.

El sándwich BLT es una variedad de sándwich que contiene una mezcla proporcionada de tocino, lechuga y tomate intercalado entre rebanadas de pan o tostada que se suelen untar generalmente con mayonesa. 43

140

—Está bien, bueno, tal vez no estaré siempre en deuda. Tal vez me estaba dejando llevar un poco. Si me dices un truco, te debo una cosa a cambio. Puedes elegir tú, pero tiene que ser razonable, como lavar tu auto o algo así. Jay se inclina hacia adelante y cruje sus dedos frente a él. —¿Vas a lavar mi auto en topless? —pregunta con voz ronca. Mi mejillas se colorean, y Jessie suelta una carcajada. —Oh, esa es una buena idea. —Bien, déjame corregir mi oferta. Te deberé algo, pero no puede ser sexual. —Topless no es sexual —dice Jay—. Topless es natural. —Yo secundo eso —añade Jessie. —¿Qué tal sin sujetador? —Jay sigue. Dios, estos dos. ¿Por qué me molesto? —Está bien. Me retracto de mi oferta. —Me enfado, sentada en mi asiento y cruzando los brazos. —Oye, nunca dije que no estuviera de acuerdo en que no fuera sexual. ¿Qué tal esto? Voy a decirte cómo hice un truco, y a cambio tienes que venir a trabajar conmigo la próxima vez que haga algunos espectáculos en Las Vegas. Lo miro por un largo tiempo. —Eh, ¿cómo pagaría la deuda? Eso son unas vacaciones gratis. —Unas vacaciones de trabajo —Jay rectifica. —Está bien, no tienes que amenazarme con unas vacaciones gratis dos veces — digo, sonriendo ampliamente—. Es un trato. —Extiendo mi mano y sacudo la suya, Jay estrecha mi mano con fuerza. —Es un trato, querida. Dime qué truco quieres que te explique. —Oh, Dios mío —dice Jessie—. Esto es nuevo. Nunca me dijiste ninguno de tus secretos hasta que había firmado en la línea de puntos. —Matilda me ha hecho una oferta que no podía rechazar. —Por supuesto que lo hizo. Haciendo caso omiso de sus bromas, trato de pensar qué truco quiero que explique. Siento como que hay tantos. —Está bien, supongo que lo que realmente quiero saber es cómo llegó la carta de la Justicia dibujada en la ventana de Una Harris. Definitivamente no estaba allí de antemano, y estaba demasiado alta para que la alcanzaras. Jay frota su barbilla, mirando alrededor de la cafetería. —Ah, eso es elemental, mi querida Watson. Creo que voy a necesitar algunos elementos para esta explicación, sin embargo. —Se levanta de su asiento y se acerca al mostrador de servicio, teniendo unas palabras con el hombre de allí. Luego regresa con un tarro de pimentón y una botella de miel. Qué asco, ¿planea poner esas dos sustancias juntas en sus panqueques?

141

Jessie se ve un poco contrariada cuando él empieza a empujar todos nuestros platos, limpiando la mesa. —¿Qué estás haciendo? —pregunto. —Solo mira. Haciendo estallar la tapa de la botella de miel, comienza a verterla sobre la superficie de la mesa con movimientos rápidos. Cuando miro hacia abajo veo que está escribiendo mi nombre en letras con estilo. Muy bueno, pero todavía no lo entiendo. A continuación, desenrosca el tapón del pimentón y vierte un poco en su mano, antes de dispersar la especia roja por toda la mesa. Por último, se inclina y sopla fuerte. El exceso de pimentón se dispersa, dejando solo las partes que se han pegado a la miel. Y ahí está mi nombre escrito en rojo. —De acuerdo, de lujo —le digo, mirándolo de nuevo, una idea de su explicación formándose en mi cabeza. —Así es básicamente cómo lo hice, aunque voy a admitir que tenía ayuda. ¿Te acuerdas cuando conociste a Sharon, la que hace el vestuario para mi espectáculo? Asiento. —Bueno, ella es también una gran artista y trabaja en medios no convencionales. Esta mañana pagué al mismo tipo que viste limpiando la ventana de Una Harris hoy, para subirnos en la grúa. Una vez allí, Sharon dibujó la carta de la Justicia en el cristal en pegamento lavable, invisible a menos que estés mirando muy de cerca. La ventana de la oficina de Harris está en ángulo con el edificio de al lado, así que sobornamos al que tiene el despacho frente a Harris. Mientras yo mantenía la atención de la multitud, Sharon estaba allí con un tubo lleno de tiza en polvo. Ella sopló a través de la ventana y se pegó al pegamento, destacando así la imagen. El viento se llevó el exceso de polvo en unos segundos, por lo que la siguiente vez que la multitud miró hacia la ventana, la imagen estaba allí. Oh. ¡Eso es genial! En realidad es muy práctico cuando lo explica así. ¿Pero sabes qué? Creo que prefería no saberlo. El misterio es parte de la emoción. Bueno, al menos no estuve de acuerdo en lavar su auto en topless. —¿Feliz ahora? —pregunta Jay. —La verdad, es muy inteligente. No sé cómo piensas en estas cosas. Son tan profesionales. Él sonríe. —Vaya, gracias. —Pero, ¿por qué hacerlo en la ventana de la oficina de Una Harris? ¿No te estás metiendo en problemas? —Oye, me he mantenido a distancia el tiempo suficiente. Ella necesita saber que no voy a estirarme y quedarme inmóvil mientras ella aplasta mi carrera. —Creo que le llegará el mensaje una vez que se presente la demanda —digo, y un pensamiento triste me golpea. Si papá realmente va a representar a Jay, entonces probablemente va a tener que mudarse. Me olvidé por completo de eso.

142

—Estás pensando en algo que no te gusta. ¿Qué es, Watson? Miro hacia él, sorprendida por la claridad con que puede leer mis pensamientos. —Oh, nada. Sólo cosas. —¿Qué tipo de cosas? Mirando hacia abajo, paso mi dedo por el borde de mi vaso. —Bueno, si todo esto sigue adelante, entonces vas a tener que mudarte, y me he acostumbrado a tenerte cerca —admito quedamente. Coge mi mano, tomándola en su gran palma cálida. —Oye, somos buenos amigos ahora, ¿no es así? Todavía estaré cerca todo el tiempo. Tanto, que probablemente estarás harta de verme. Además, no me mudaré hasta dentro de unas semanas, hasta que encuentre otro lugar. Toso, avergonzada. —Bueno. —Pensé que yo era tu mejor amiga —bromea Jessie. —Lo eres. Puedo tener dos mejores amigas —responde Jay. Él se aferra a mi mano durante unos pocos segundos antes de soltarla. —Bueno, mira esto. No querías que me mudara a tu casa, y ahora no quieres que me vaya. —No hay necesidad de ser tan presumido—le contesto, entrecerrando los ojos hacia él y tratando de no sonreír. *** A la mañana siguiente, me levanto temprano para ayudar a mi padre a empacar. Cada dos meses, él y su amigo Marcus se van los fines de semana a jugar al golf por todo el país. Por lo general, no me gusta estar sola en la casa, pero como Jay va a estar aquí, no estoy tan triste al respecto. De hecho, tengo muchas ganas de estar a solas con él. ¿Qué? Poseo una vagina y él es Jay Fields. Por lo tanto, se me permite estar emocionada, aunque no suceda nada. Después de que papá se haya ido, hago un viaje a la tienda de telas en la ciudad para abastecerme, planeando un fin de semana largo de corte y confección. Incluso tengo dos nuevos pedidos en línea para trabajar. Al llegar a casa, encuentro a Jay en el jardín, haciendo ejercicio. Le dejo un tiempo, luego decido ir a ver si quiere algo de comer. Estoy siendo valiente, porque es difícil no estar nerviosa cuando él está sudando y sin camiseta. Justo cuando estoy a punto de salir por la puerta, él entra, y chocamos. Está bebiendo una bebida energética, que se derrama por todo mi top. Jadeo en voz alta cuando el líquido frío me golpea. —¡Mierda, lo siento! Jay toma algunas toallas de papel y vuelve para ayudarme a secar mi top. Me quedo ahí, sin habla, mientras frota en la humedad. Es uno de esos momentos

143

surrealistas donde no puedo creer que lo que está pasando, realmente está sucediendo; principalmente debido a que se ha derramado por todos mis senos, y por lo tanto, Jay está en contacto con mis senos. Respiro rápidamente cuando su pulgar roza accidentalmente mi pezón, a través de mi sujetador fino, y su mano se detiene. Cada segundo se siente como una eternidad. Cometo el error de mirar sus ojos. Se ve... hambriento. Cuando su mano se mueve de nuevo, no es un toque, es una caricia, y un gemido ahogado se me escapa. La toalla de papel cae de su mano mientras intensamente me toca, manteniendo el contacto visual. Si no estuviera consumida por los nervios, probablemente le abofetearía por ser tan descarado. Hay una pregunta en su mirada. ¿Podemos...? Su mano cubre mi pecho, y dejo escapar un suspiro silencioso, apenas audible. Cierro los ojos. —Matilda. —Su voz es baja y grave. —¿Umm? —Mírame. Lo miro. Su otra mano se acerca y comienza a acariciar mi otro pecho, lentamente, con cuidado, como si estuviera saboreando cada momento. Ambas manos se mueven hacia abajo al unísono y pellizcan cada uno de mis pezones. Gimo audiblemente, y su rostro se cierne sobre el mío, su boca abierta como si absorbiera el sonido. Entonces, él habla. —Este top está arruinado. Vamos a quitártelo, querida. Empieza a tirar de él por encima de mi cabeza, y yo no lo detengo. Es el momento más extraño para pensar en ayer, cuando él deslizó su mano en el bolsillo del hombre de negocios. No lo había visto tomar nada, pero eso no significa que no lo hiciera. Estoy de pie frente a él, solo en sujetador mientras sus ojos me beben. Mi pecho palpita, pero la pregunta me preocupa, presionando por ser dicha. —¿Jay? —¿Qué pasa, Matilda? —ronronea, dando un paso adelante, mientras doy un paso hacia atrás. Cuando mi espalda golpea la pared, se detiene, su pecho desnudo a un par de centímetros del mío. —¿Qué le robaste a ese hombre ayer? Su frente se frunce y su cabeza se inclina hacia un lado. —¿Qué hombre? —El que estaba fuera del edificio del periódico, con el que tropezaste. Vi que deslizaste tu mano en su bolsillo. Lo recuerdo del casino, ya sabes. No podías dejar de mirarlo. Maldice en voz baja, su mano llega a acariciar mi rostro mientras susurra: —Se suponía que no debías ver eso.

144

—Pero lo hice. Así que dime lo que tomaste. —Realmente eres mi pequeña Watson, ¿no es así? Nada se les escapa a estos ojitos azules —dice, y se siente como si estuviera tratando de distraerme con el cumplido. —Jay, quiero saber qué le quitaste. No puedes ir robando a la gente que trabaja para el periódico, cuando estás intentando poner una demanda en contra de ellos. Cualquier pequeño detalle puede ir en tu contra en el tribunal. —¿Y si te dijera que nadie se enterará de ello? —Aun así quiero saberlo. No me gustan las mentiras. —Esto no es una mentira. Es un secreto. Uno que necesito mantener por ahora, pero te lo diré... algún día. Aprieto los labios, repentinamente irritada por la bebida energética pegajosa que está recubriendo mi piel. Frunzo el ceño y lo esquivo, agarrando el top que él acaba de quitarme y camino hacia la puerta. —Tengo que ir a dame un baño y quitarme esta porquería de encima — murmuro. —Matilda. —Está bien. Puedes mantener tus secretos, Jay. Eso sí, no esperes que confíe plenamente en ti, como tú lo haces. Hay una extraña expresión en su rostro cuando salgo de la habitación, una extraña mezcla de frustración y dolor.

145

rriba, cierro la puerta del baño y la bloqueo antes de exhalar un largo suspiro. Una vez que me he recompuesto, lleno la bañera. Después de lo que acaba de pasar, no me fío que Jay no entre sin dudarlo mientras me estoy bañando. Todavía estoy molesta con él por ser tan reservado, pero también me estoy arrepintiendo por haber puesto fin a lo que fuera estábamos haciendo. En estos días parece como que necesito su toque como el aire para respirar, y es tan raro que realmente lo entiendo. Me desnudo una vez que la bañera está llena y me meto, el agua tibia calma mis nervios. Es como si cada uno de mis músculos estuviera tenso. Me quedo ahí mucho tiempo, con los ojos cerrados, tratando de olvidarme de las manos de Jay sobre mí. Fue tan inesperado, y todavía puedo sentirlo tocándome, cómo me hizo desearlo, sentirme instantáneamente húmeda. Ha pasado mucho tiempo desde que estuve con un hombre, e incluso entonces no era realmente un hombre, sólo un chico. Mi ex-novio (y único novio) tenía la misma edad que yo. Ninguno de nosotros realmente tenía idea de lo que estábamos haciendo la mitad del tiempo. No puedo imaginar que sea así con Jay. Por supuesto, es sólo cuatro años mayor, pero parece mucho más... experimentado que yo. Me siento como si me pudiera enseñar cosas que ni siquiera podría imaginar. Me lo imagino, en el jardín haciendo flexiones sobre la hierba, con los músculos en movimiento, flexionando, sudando. Es en momentos como estos que me gustaría poseer un vibrador. Cristo, siento como si ni siquiera hubiera tenido una libido hasta que Jay entró en mi vida. Ahora mi mente es sólo un cubo batido de frustración y pensamientos sexuales. Recuerdo la noche en que se ofreció a venir conmigo. Probablemente le pone tanta dedicación al acto como lo hace con todo lo demás. Mi piel se estremece sólo de pensar en ello, mis pezones se endurecen en el agua. Mi mano descansa inocentemente en mi vientre, pero mientras mis pensamientos eróticos toman el control, empiezo a acariciar mi piel, mi respiración silba mientras imagino la mano de Jay haciéndolo. Mis muslos se desmoronan mientras mis dedos se mueven más abajo, dando suave baile en susurro sobre mi carne sensible, mi clítoris palpitante para ser tocada. Un segundo después saltan del susto cuando alguien llama a la puerta. —Cariño, ¿podemos hablar? —suelta la profunda voz de Jay. Tengo que morderme los labios para no gemir ante el sonido de la misma. Sintiéndome audaz, busco mi clítoris, frotándolo lentamente. Quiero decir, la puerta está cerrada. Nunca lo sabrá. Un poco de emoción pasa a través de mí. Por último, le respondo en voz baja:

146

—Este no es un buen momento. Oigo su cuerpo deslizándose por la puerta, con la parte inferior contra el suelo mientras se sienta. —Me quedaré aquí. No me gusta pelear contigo, Watson. Se supone que debemos ser buenos amigos, ¿recuerdas? —Estoy… estoy tomando un baño, Jay. Podemos hablar más tarde —me las arreglo para decir, tratando de parecer normal, pero mi respiración es demasiado dificultosa. No debería estar tocándome con él justo detrás de la puerta, pero me parece que no puede evitarlo. Alcanzando, aprieto mi pecho con mi mano y pellizco mi pezón, enviando temblores por todo lo largo de mi cuerpo. Me doy cuenta de que Jay ha estado tranquilo durante demasiado tiempo. No hice ningún ruido, ¿no? No, sé que no lo hice. No soy tan imprudente. —¿Cómo va tu baño? —pregunta. Su voz suena diferente ahora, más baja. —Te dije que hablaremos más tarde. ¿Puedes irte? —dejo salir, incapaz de evitar deslizar mis dedos en mí, mis paredes aprietan firmemente alrededor de ellos. Hay una sonrisa en su voz cuando él continúa: —¿Qué estás haciendo ahí, nena? —Nada —respondo, un poco demasiado rápido. —Está bien, sigue haciendo nada. Me sentaré aquí mientras estás en ello. Este lugar es sorprendentemente cómodo. Bastardo. Quiero decirle que se vaya de nuevo, pero sé que no lo va a hacer. Estoy a punto de llegar, a ese lugar loco donde estás demasiado llena de placer como para parar. Quieres soltarte con tanta ansia que en esos pocos momentos de locura no te importa si alguien puede oírlo. Si ellos saben exactamente lo que estás haciendo. Vergüenza es una tierra muy, muy lejana. Me pellizco mi pezón de nuevo mientras me froto mi clítoris rápido ahora, mi pie apoyado contra el extremo de la bañera. Estoy muy cerca de correrme, pero es la voz de Jay la que me envía sobre el borde. —¿Te estás haciendo sentir bien? —pregunta, con voz tranquila, una caricia retumbante. Un pequeño gemido se me escapa antes de que pueda sofocarlo, y me corro en mi mano, todo mi cuerpo palpita con el placer. —Sí —le respondo en voz baja, bajando de lo alto. Mi corazón se sacude cuando el pomo de la puerta gira. Recuerdo que la cerré, sin embargo, y respiro de manera uniforme. —¿Qué estás haciendo? —Exijo. —Quiero entrar —murmura, todavía detrás de la puerta cerrada. —Estoy en el baño. ¡Desnuda!

147

—Exactamente —responde. Puedo decir la expresión de suficiencia exacta que tiene en su cara en este momento, a pesar de que no lo puedo ver. Hay un curioso sonido rasgando en la cerradura, y me pregunto qué se trae entre manos. Cuando el pomo gira de nuevo y la puerta comienza a abrirse, salgo de la bañera, golpeando mi cuerpo contra la puerta para mantenerla cerrada. Manteniendo mi cuerpo contra la puerta, me acerco y agarro una toalla para cubrirme. —¿Acabas de abrir la maldita cerradura? —grito, envolviendo la toalla alrededor de mi cuerpo. —Otro de mis muchos talentos —responde Jay. —Estás sobrepasando la línea. Su tono es oscuro, de regaño, casi. —Oh, así que ahora hay una línea. Me acabas de dejar escuchar cómo te masturbas cariño. De acuerdo, así que cuando lo expone así, es un poco difícil de discutir con él. Aun así, mi respuesta inmediata es negar todo. —No sé qué demonios estás hablando, pero tienes que alejarte de la puerta y dejarme en paz. Abro simplemente un poquito y asomo la cabeza por mostrarle que hablo en serio. Por desgracia, cuando sus ojos se bloquean en los míos, me derrito. Contiene el aliento cuando me mira, su mano se extiende a través de la grieta para tocar mi barbilla. Entonces su pulgar se mueve hacia arriba y me roza el labio inferior. —Joder, mírate—gruñe. Estoy tan atrapada en la forma en que me mira, como si pudiera devorarme entera, que me olvido de mantener mi agarre de la puerta. Él la abre fácilmente y se abalanza sobre mí, me levanta en sus brazos, enrollando mis piernas en su cintura, y me lleva a mi habitación. Me coloca sobre el colchón, para pasar a apoyarse a sí mismo por encima de mí. —Tal tentación —susurra, como si estuviera reprendiéndose a sí mismo—. ¿Cómo diablos puedo resistir esto? No estoy anticipando cuando su boca desciende en la mía, tomando mis labios en un beso frenético y fuerte siento todo el camino hasta los dedos del pie. La piel se me calienta y se excita. Gimo en su boca mientras su lengua saquea el interior, enredándose con la mía, entrando y saliendo. Mis piernas se desmoronan, y él empuja contra mí, su erección moviéndose con fuerza sobre mi sexo. Me siento vacía, ansiosa por tenerlo dentro de mí. Él tararea mientras me besa, me posee con la boca. El sonido vibra bajo en mi vientre. Cuando rompe el beso en un momento y se echa hacia atrás, mira hacia abajo y jura profusamente. Sigo su mirada para ver que mi toalla ha caído abierta y estoy al 100 por cien completamente desnuda.

148

Su boca va a mi cuello, lamiendo y chupando, enviando escalofríos por mi espalda, que culminan en la base de mi espina dorsal. Podría correrme de nuevo sólo con eso. —Eres tan hermosa —murmura sobre mi piel, y mi corazón se detiene. Nadie nunca me ha llamado hermosa antes. He recibido bonita (de papá), pero no hermosa. Demonios, nunca me he sentido realmente hermosa hasta este momento, con su boca sobre mí, haciendo que cada uno de mis poros cobre vida. Una mano juega con mi pezón, la otra moldea mi cadera. —Agárrate al marco de la cama —dice pasado un gemido. —¿Q-qué? —pregunto, casi sin poder formar la palabra, de tan perdida que estoy en él. Se aclara la garganta, sus ojos arden en los míos. En lugar de planearlo, toma mis dos muñecas en sus manos, levanta mis brazos y envuelve mis dedos alrededor de los barrotes de madera en la parte superior de mi cama. Oh. Ahora lo entiendo. —Agárrate fuerte —dice, su mirada es oscura mientras comienza a plantar besos por todo mi cuerpo—. Si me tocas, no puedo prometer que no te voy a follar. Escalofríos placenteros se deslizan por mi espalda. No debería haber dicho eso, porque ahora quiero tocarlo. Ver que va a pasar. Sé que estoy siendo irresponsable. Sé que me está guardando sus secretos, pero el hecho es que en este momento no me importa. Su toque hace que mi cerebro se vaya a unas largas vacaciones a un país lejano. Y lo deseo más de lo que quiero saber que esconde. Está sobre mi vientre ahora, y tengo la sensación de que sé adónde se dirige, mi ansiedad crece, haciéndome tensar. Nunca he tenido esto antes, no sé qué esperar. ¿Me va a gustar? Cuando llega a mi montículo se detiene, me acaricia con la nariz y respira profundamente. Se sostiene a sí mismo con los codos, sus ojos brillan mientras mira su relleno. —Relájate —dice con ternura, frotando mi vientre. —Lo siento. Estoy nerviosa. —No lo estés. Te va a gustar esto. De hecho, probablemente te va a encantar. — Me da una sonrisa diabólica y sumerge su cabeza, sus labios se encuentran con mi tembloroso sexo con fervor. Grito por el contacto. Luego, comienza a lamerme. Todo está mojado, suave y es absolutamente celestial; mi cuerpo entero parece que se está derritiendo. —J-Jason —digo, mi voz es más aire que sonido. Gime mientras chupa mi clítoris en su boca. Está tan inmerso, como si estuviera disfrutando de esto aún más que yo, y eso es un giro enorme. Quiero soltar la cama y agarrar sus hombros, pero ve que me muevo y lanza una mirada diciendo no. Empezando en mi clítoris, lame una línea a mi entrada, su lengua deslizándose dentro,

149

coqueteando con la posibilidad. En este momento voy a aceptar cualquier parte de él que quiera poner en mi interior. Su ausencia me enloquece, y ni siquiera lo he tenido aún para saber qué extraño. Usa su lengua así, penetrándome, como si me follara, y me entrego, gimiendo con abandono. Siempre he sido consciente acerca de hacer ruidos durante el sexo, pero con Jay no los puedo retener. Me hace perder la cabeza hasta el punto que apenas reconozco a la persona necesitada, loca por sexo en la que me he convertido. No puedo decir cuánto tiempo ha pasado cuando regresa a mi clítoris, golpeteando su lengua con movimientos rápidos que ni siquiera sabía que fueran posibles. Dios, quiero que nunca termine esto. Me está mirando como si fuera la cosa más sexy que jamás haya visto, y necesito que sea real. Necesito esto sea algo más que sexo con él. Más que una picazón que quiere rascar. —Te ves tan jodidamente sexy ahora. Termina en mi boca —dice, sus manos van rápidamente a mis caderas y me levanta. Me toma por sorpresa cuando se arrodilla en la cama, mi cuerpo queda en un ángulo con el colchón mientras me sostiene, con la boca todavía trabajando en mi clítoris. El ángulo lo hace mejor, más intenso. Nunca hubiera pensado hacer esto. Sus grandes manos van a mis caderas y a mi vientre, calientes como el fuego en mi piel. —Mírame —demanda, tomando aire. Nuestros ojos se encuentran. Una espiral se aprieta muy dentro de mí, cada vez más intensa. Toma mi clítoris entre sus dientes ligeramente, y me sorprende lo bien que se siente. Grito y gimo a la vez. Y entonces, me vengo largo y duro, mientras sigue chupando, arrastrando cada temblor por todo lo que vale. Gimo mientras el placer desaparece, y me envuelve en sus brazos. Su rostro se apoya en el hueco de mi cuello, acariciándome detrás de la oreja. —Uau. —Respiro, finalmente encontrando la fuerza suficiente para formar palabras. La tranquila risa afectuosa de Jay hace que mi vientre revolotee. —¿Ahora sabes de qué se trata? —pregunta, su voz una caricia suave. —Umm-umm. Mueve su nariz contra mi oreja. —Bien. Nos quedamos así mucho tiempo, en un lugar extraño donde estoy desnuda en los brazos de Jay con la libertad de disfrutar de la sensación de su cálido pecho desnudo presionado contra el mío. Adoro el calor de su piel, amo la mirada en sus ojos cuando me comió. El tiempo pasa lentamente, como el caramelo goteando lujosamente de una cuchara de plata. Desafortunadamente, el momento se rompe demasiado pronto debido a tres fuertes golpes en la puerta principal. Casi me había dormido cuando el ruido me despierta. Miro el reloj, recordando que Michelle había dicho que vendría.

150

Los brazos de Jay se aprietan alrededor de mí cuando trato de moverme. —Ignóralo —dice, con los ojos cerrados y voz soñolienta. —Tengo que responder. Es Michelle. Sabe que estoy aquí. Le dije que iba a estar. —Mierda. Sonrío por lo molesto que está por romper el pequeño momento que estamos compartiendo. —Tienes que bañarte de todos modos. Todavía estás todo sudoroso. Sus ojos se calientan mientras se mueve para inclinarse sobre mí. —Te encanta. Todo lo que puedo manejar en respuesta es una sonrisa tímida. Dejando un beso suave y dulce en mis labios, sale de mí y se pone de pie. —Una ducha, entonces —dice antes de salir de la habitación. Agarro rápidamente un pantalón de yoga y una camiseta, me los pongo y bajo las escaleras para abrir la puerta a Michelle. Está tocando el timbre ahora, perdiendo la paciencia. Mi cabello todavía está húmedo cuando abro la puerta. —Lo siento, estaba en el baño —le digo mientras entra. Me mira y se ríe. —Es una hora extraña para un baño, pero cada uno como quiera. Vamos a sentarnos en tu patio. Hace un día precioso. Preparo una selección de sándwiches y lleno una jarra con jugo de naranja, y lo saco al mueble en el jardín donde Michelle está descansando. Ella lleva puesta una camiseta sin mangas amarilla que muestra sus pequeñas pero respingonas tetas, probablemente con la esperanza de broncearse un poco. El cálido sol golpea mis pies, y me doy cuenta de que he estado descalza, agotada por el extraño giro de los acontecimientos del día. —Entonces, ¿alguna noticia? —pregunta Michelle, recogiendo un sándwich y tomando un bocado. Oh, tengo noticias, de acuerdo. No estoy segura de si quiero abordar el tema en este momento, sin embargo, no con Jay justo arriba de todos modos. —No. ¿Tú? Ella se encoge de hombros. —Ha sido una semana lenta en el trabajo. Ooh, pero vi a Michael Fassbender pasar cuando me iba de la oficina ayer, eso iluminó un poco las cosas. —¿En serio? ¿Con quién estaba? —pregunto con curiosidad. Michelle tiene la suerte extraordinaria de ver a gente famosa en su vida cotidiana. Es extraño. Una vez ella estaba en la misma cola que Gabriel Byrne en el supermercado. —Solo era un tipo mayor. Al menos, creo que era Michael Fassbender. Fácilmente podría ser su doble.

151

En esto Jay sale al jardín, con el cabello húmedo y su ropa cambiada. Michelle lo mira mientras él retira una silla y se sienta. —Leíste mi mente, Watson. Estoy hambriento —dice, tomando un sándwich y comiéndoselo con un enorme y ávido mordisco. Me quedo mirando su boca, muy consciente de donde acaba de estar. La ardiente mirada que me devuelve me dice que sabe exactamente lo que estoy pensando. —Oh, sí, sírvete tú mismo —dije sarcásticamente. Realmente no sé de qué manera portarme cerca de él. —No importa si lo hago —responde, mirándome intencionalmente. Cuando miro a Michelle, la encuentro mirándonos a los dos, con una sonrisa en sus labios. —Así que, ustedes dos acaban de bañarse a las, umm —mira su reloj—, las dos de la tarde. Finjo no entender lo que está tratando de averiguar, frunciendo el ceño. —¿Qué? Yo me bañe. Jay tiene una ducha. Él tiene su propio baño. ¿Y por qué estás tan preocupada por nuestros hábitos de higiene? Jay sonríe satisfecho, pero no me mira, se está enfocando principalmente en disminuir seriamente nuestro avituallamiento de sándwiches. También, sé porque él está sonriendo. Acabo de estar un poco demasiado a la defensiva por el comentario de Michelle. —Esta… bien —dice Michelle dando un trago a su jugo—. Sólo estaba haciendo una observación. Hace una pausa y quita algunas migajas de su regazo, entonces pregunta casualmente. ―Entonces, ¿Jessie viene hoy? Ahora es mi turno de sentir curiosidad. No sé lo que es, pero hay algo en su tono que es diferente. Como si le estuviera costando mucho sonar casual. Miro a Jay. —¿Es ella? Él niega, su mano se mueve furtivamente debajo de la mesa para descansar en mi muslo. Jadeo un poco, pero trato de no darle mucha importancia, no quiero que Michelle se dé cuenta. —No que yo sepa, cariño. Su voz es más tersa de lo usual, más vaga. ¿Sonará así después de hacer que las mujeres se vengan? Él parece tan… satisfecho. —¡Oh, bueno, eso es una pena! Ella se divirtió tanto la semana pasada después del espectáculo —dice Michelle. Jay levanta una ceja, mirando intensamente a Michelle durante un segundo. —Eso es interesante. —¿Qué? —pregunta ella, sentándose más derecha.

152

Oh, no, ¿él está leyéndola? —Tus pupilas se dilataron cuando estabas hablando de Jessie —explica Jay casualmente—. ¿Sabes qué significa eso? —Mis pupilas no se dilataron —dice Michelle en un raro momento de incomodidad. De hecho, no creo haberla visto así antes. Se rasca su cuello. —Lo estaban. Se volvieron jodidamente enormes, cariño. —Se apoya en su codo—. Significa que estabas excitada. Te gusta Jessie, ¿no? Le doy un codazo en el costado. —Déjala en paz, Jay. —Estamos teniendo una conversación amistosa, Matilda —responde, moviendo su mano hasta mi muslo y apretándolo con fuerza. Cierro mi puño para no quitarla físicamente. —Ustedes dos están actuando raro —observa Michelle, tomando otro sándwich—. ¿Qué está sucediendo? Su pregunta me pone ligeramente a la defensiva. —¿Estamos actuando raro? —respondo, riendo—. A ti, a la que se le dilatan las pupilas al mencionar a una chica. Pensé que dejaste atrás tus días de experimentar cuando terminaste la universidad. Ella suspira y se deja caer en su asiento. —No importa. Me gusta pensar que siempre habrá una parte de mí que es aficionada a las damas. Algo como que a un diez por ciento de mi vagina le gusta la almeja y al otro noventa por ciento una buena salchicha. Prácticamente me ahogo con mi risa. Michelle siempre ha sabido cómo ponerme en mi lugar. —No puedo creer que hayas dicho eso. —Jessie regresó a su casa la semana pasada, ¿no? —supone Jay. Michelle lo mira con cautela. —Quizás. —¿Qué? —la interrumpo con un falso tono de indignación—. ¿Pasó algo entre ustedes dos y no me lo dijiste? ¡Eso es un insulto! —Oh, cálmate, Jemima. No pasó mucho. Tuvimos un poco de… manoseo. Eso es todo. Aunque, me gusto. No me importaría repetir. —A Jessie le gusta convertir a las heterosexuales —me dice Jay—. Es lo suyo. —Bueno, ella puede convertirme cualquier noche cuando quiera —dice Michelle, lamiendo sus labios.

153

—Simplemente, no la provoques —digo, ahora frunciendo el ceño. Jessie podría tener una cosa con convertir a las chicas heterosexuales, pero Michelle tiene una cosa con jugar con los ratones que atrapa antes de comérselos vivos. —¡Puf! —Michelle desestima mi preocupación—. No podría provocar a esa mujer aunque quisiera. Además es lesbiana. Probablemente tiene una chica nueva cada noche. —No estás muy equivocada —le dice Jay, sacando su teléfono del bolsillo—. Hablando del diablo. —Él contesta y se aleja para hablar. —No le digas que estaba hablando de ella —le susurra protestando. Él le da un guiño burlón y empieza a hablar seriamente por teléfono. Me pregunto de qué se trata todo eso. Antes de que tenga la oportunidad de reflexionar más a fondo, Michelle agarra mi muñeca y prácticamente me arrastra sobre la mesa. —Está bien, quiero saber todo lo que está pasando entre tú y el Sr. Manos mágicas, y quiero hasta el último detalle.

154

e sorprendo incluso a mí misma cuando decido no contarle a Michelle qué pasó entre Jay y yo. Quiero salvar las apariencias, simplemente por si acaso resulta que todo esto es solo un rollo para él. Michelle sabe sobre mi búsqueda de un amor épico, y no quiero que me juzgue por dejar que mi recién encontrada libido perdiera el control. En algún lugar en el fondo de mi mente sé que no me juzgaría, pero seamos realistas, hablar sobre sexo es vergonzoso. Ella ha sido siempre la que me cuenta sobre sus aventuras de cama, nunca en el sentido contrario. Para decirlo claramente, no tengo ningún problema con hablar sobre otras personas teniendo sexo, pero hablar sobre mí misma teniendo sexo, bueno, eso es harina de otro costal. No sabría por dónde empezar a explicarle cómo espectacularmente Jay logró sacudir mi mundo después de lo que debe haber sido una sequía sin precedentes. —No está pasando nada. Él solo está flirteando. Flirtea con todas —contesto despectivamente. —Eh, no, no lo hace. Él no ha hecho mucho más que mirarme de vuelta desde que le conocí, y eso es probablemente porque está demasiado ocupado dándote a ti todas sus miradas como para notar la existencia de otra mujer. —Oh, cállate. Le estás dando demasiada importancia. —No lo hago, pero si tú quieres navegar en tu preciosa barca por el Nilo y admirar el paisaje, no seré yo quien te detenga. —¿Alguien te ha dicho alguna vez que usas veinte palabras cuando te bastaría con usar cinco? Creía que debían enseñarte lo contrario a eso en la escuela de Marketing. —Ah, ella ahora actúa como una perra. Siempre actúa como una perra cuando se pone a la defensiva. —Ella preferiría que no se refieran a ella en tercera persona, muchas gracias. —Ella lo acaba de hacer. —Ella estaba tratando de aclarar algo. —Ella lo ha dejado claro. Nos miramos la una a la otra un segundo antes de echarnos a reír. —Dios, te quiero jodidamente, Matilda, pero te juro que eres la chica más neurótica que conozco. —Me alegro de ostentar ese título.

155

Un minuto después Jay vuelve, diciéndonos que tiene que salir un momento, pero que volverá más tarde. Me da un pequeño y significativo apretón en mi hombro antes de irse. Michelle y yo vemos una película el resto de la tarde, y luego me retiro a mi máquina de coser una vez ella se va a su casa. Son las diez en punto cuando decido que tengo suficiente por hoy. Frunzo el ceño, dándome cuenta de que Jay todavía no ha vuelto. Escrutando la pantalla de mi celular, dudo sobre si llamarlo y ver si está bien o no. Al final, decido no hacerlo. Es un hombre adulto. No necesita que yo controle sus movimientos. En la cama me revuelvo y me giro, como suelo hacer cuando estoy sola en casa. Cuando era una niña, solía tener pesadillas en las que mientras duermo me secuestraban y llevaban lejos unos hombres vestidos de negro. Despertaba a papá constantemente, gritando como loca hasta que él venía y me tranquilizaba, asegurándome que era solo un sueño. Con el paso de los años las pesadillas desaparecieron, y sabía que papá se alegraba de ello. Nunca lo dijo, pero me di cuenta de que estaba preocupado porque sabía que las pesadillas eran por lo que pasó la noche en la que mamá murió asesinada. Los secuestradores de mis pesadillas eran siempre los mismos hombres que dispararon a mi madre. Un rato después, escucho a Jay llegar a casa. Él sube por las escaleras y yo contengo mi respiración mientras le oigo caminar en dirección a mi habitación. Sin saber qué más hacer, finjo estar dormida. Mi puerta se abre, y la casa está tan tranquila que puedo oírle permanecer de pie ahí, respirando, observándome durante un largo tiempo. No puedo dejar de contener la respiración con expectación. ¿Está considerando entrar? No lo hace. En cambio, cierra la puerta y va a su cuarto. ¿A qué venía todo eso? Él se mueve en su habitación un rato, haciendo los movimientos habituales que suelo escuchar por las noches. Su ritmo es extrañamente reconfortante para mí, y me encuentro durmiéndome con el sonido. Horas más tarde, me despierto. Todavía es de noche, y cuando miro el despertador de mi cómoda, veo que son las tres de la madrugada. Mi corazón está desbocado, y no puedo decir por qué hasta que escucho qué es lo que me despertó. Unos fuertes, sonidos de dolor vienen desde la habitación de Jay. Salto de la cama y me apresuro a su habitación, preocupada de que de alguna forma haya sido herido. Cuando llego hasta él, sin embargo, no está herido. Su cuerpo está curvado sobre sí mismo en la posición fetal mientras agarra sus rodillas contra su pecho. Jamás había visto a un hombre tan grande parecer tan pequeño. Le doy al interruptor de la lámpara al mínimo, voy a su lado, y encuentro que todavía está dormido, en medio de lo que parece ser una pesadilla. Es extraño que justo antes haya estado pensando en mi propia experiencia con las pesadillas esta misma noche. Solo lleva puesto los calzoncillos, sin camiseta y su piel brilla por el sudor. Permanezco inmóvil sobre él, sin estar segura si debería despertarle o déjalo en paz. Es un hombre totalmente adulto, pero en este momento es como si hubiera vuelto a su niñez. Con vacilación, pongo mi mano en su hombro, susurrando:

156

—Jay, despiértate. Jay, estás teniendo una pesadilla. Su cuerpo se sacude y sus ojos se abren de golpe; y sujeta la mano que le está tocando con fuerza, dolorosamente. —Jay —me estremezco—. Suéltame. Soy yo. Matilda. Al escuchar mi nombre, algo parece sacudirle. En vez de soltar mi mano, tira de ella, aunque más suavemente ahora. Arrastra mi cuerpo hacia su cama, tirando las sábanas sobre ambos y envolviendo sus brazos y piernas a mi alrededor. Estoy atrapada, pero no me importa. —Matilda —susurra. Hay algo en la manera en que lo dice que me hace preguntarme si está despierto, o si todavía está medio dormido. Sus brazos son cálidas y reconfortante a mi alrededor mientras presiona sus labios en la parte posterior de mi cuello. —Quédate —murmura. Inhalo su aroma embriagador, sintiendo como si estuviera encapsulada en la burbuja de Jay, y probablemente no podría salir incluso si quisiera. Su respiración se equilibra después de un rato, y duerme profundamente otra vez. Solo un poco después, me quedo dormida, también. La próxima vez que me despierto, estoy sola en la cama y es de día. Puedo escuchar la sartén chisporrotear escaleras abajo, el olor a bacón me hace la boca agua. Levantándome, hago una rápida visita al baño antes de bajar a la cocina. —Buenos días, dormilona —dice Jay sonriendo mientras me siento en la mesa y me sirvo algo de jugo. —Buenos días —respondo sin mirarle. Él se acerca y desliza un poco de bacón en mi plato. —Así que —empieza con suficiencia—, te colaste en la cama conmigo anoche. Fue una agradable sorpresa. Mi corazón late con fuerza ante sus palabras. —¿Qué? —Me desperté con una preciosa mujer en mis brazos. No es una mala manera de empezar el día, especialmente considerando que me fui a la cama solo. —Me guiña. —No te acuerdas —digo dándome cuenta, ronroneando interiormente que me ha llamado preciosa por segunda vez. Podría acostumbrarme a eso. Toma la silla frente a mí y se sienta, frunciendo el ceño. —¿No recuerdo qué, cariño? —Me desperté porque oí que tenías una pesadilla. Sonaba mal, así que fui a tu habitación para intentar tranquilizarte. Entonces tú me metiste en tu cama y no dejaste que me fuera. Estar allí parecía ayudarte a dormir, así que me quedé. Se rasca su magnífico cabello alborotado por el sueño. Parece avergonzado por primera vez.

157

—Ah, sí. A veces tengo dificultades para dormir. Es un problema. —¿Tienes insomnio? —Puedes llamarlo así. Básicamente, mi cerebro no se apaga lo suficiente como para conseguir una buena noche de sueño. Dura semanas, y luego dormiré un día entero por el agotamiento. Luego el ciclo se reanuda de nuevo. —Eso suena horrible. ¿Has intentado medicarte? —He probado muchas cosas. Ninguna funciona al cien por cien. Si tomo pastillas, me causan somnolencia, pero no me duermen. Básicamente, estoy despierto pero más cansado de lo que estaría si no las tomara. Tengo una técnica que funciona la mayoría de las veces. —¿Una técnica? —Sí, me paseo, recitando listas en mi cabeza. Todas las cosas que he logrado y las que planeo lograr. Recitarlas me relaja lo suficiente para dormir la mayoría de las noches. El problema es, que si no he completado algo, me inquieta cuando recito la lista, lo que fastidia todo y me mantiene despierto. ¡Ah, así que de eso trata todos esos movimientos! Es un poco preocupante que necesite hacer algo así para poder dormir. Aun así, no quiero ser crítica, por lo que le tranquilizo. —Ah, sí, lo entiendo. Sabes, esa es una muy buena técnica. Leí en alguna parte una vez, que reproducimos nuestro día en nuestras cabezas antes de irnos a dormir. Nos da la sensación de que todo está hecho y acabado. Jay me mira un rato largo, tan largo que empiezo a cohibirme. —Duermo mejor cuando estás conmigo —dice, en voz baja. Trato de hacer ligera su seriedad, ignorando el hormigueo debajo de mi piel. —¿Cómo amontonados? Eres un niño grande. Algo tira de las esquinas de sus labios. —No tiene que ser un montón. Hay una serie de posiciones por las que soy parcial. ¿Quieres que te enseñe? Su tono se vuelve más bajo en la palabra "posiciones", y me centro en masticar el salado, crujiente beicon que cocinó para mí. —No hay necesidad de ninguna demostración. Jay se ríe, y comemos en silencio durante un minuto. —¿Tienes algo que hacer más tarde? —pregunta luego—. Me gustaría llevarte un lugar. —En realidad no. Voy a coser un poco hoy, luego seré libre como un pájaro. ¿Dónde quieres llevarme? —Es una sorpresa. —Umm, estoy empezando a pensar que podría ser igual de parcial en secretos molestos como lo eres en las posiciones, Sr. Fields —bromeo.

158

—Sí, bueno, no es culpa mía que me encanten esos pequeños jadeos que haces cuando te sorprendes —responde con descaro, con un brillo burlón en sus ojos. Lo señalo con mi rebanada de pan tostado. —Estás comportándote de forma muy rara esta mañana. —Me alegro de que mi comportamiento te impresione. —Estarás feliz, tu... vanidoso. Una carcajada estalla de él. —¿Vanidoso? —¿Qué? Estoy cansada. No soy buena en pensar algo ingenioso que contestar cuando estoy cansada. —Sabes, me gusta la forma en que tus labios se mueven cuando dices “vanidoso”. Lo miro, mi boca formando una sorprendida "O". Cuando finalmente encuentro las palabras para hablar, le doy un pinchazo. —Cállate. —Termina tu desayuno y trata de conseguir algo de energía, cansada Tilly — dice, mirándome con cariño. Empujo un trozo de beicon con mi tenedor. —No me llames Tilly. Él levanta sus manos en el aire, riendo. —Bien. No te gusta Tilly. Anotado. *** Si hay una cosa que me encanta hacer con Jay, es ir de paseo con él... en su coche. Con nuestras mentes libres de cualquier pensamiento. Me dio instrucciones estrictas de no comer nada de cenar, y cuando nos íbamos, metió una bolsa de lona grande en el maletero. Pensé que iba a invitarme a cenar, hasta que me lanzó la bolsa de lona. Así que ahora no tengo ni la menor idea de adónde nos estamos dirigiendo o qué planea hacer cuando lleguemos allí. Trasteo con mi asiento, reclinándolo para poder relajarme y dejar que el viento corra por mi pelo con la ventana abierta a mi lado. Jay se estaciona en una zona georgiana de la ciudad y me ayuda a salir, recuperando la bolsa de lona. —No llevas un montón de armas ahí, ¿verdad? —bromeo mientras me lleva por la calle. Sólo me da una vaga sonrisa. —No.

159

Estamos cerca de un pequeño parque, y hay un grupo de gente haciendo cola fuera de las puertas. Jay toma mi mano en la suya, entrelazando nuestros dedos mientras nos unimos a la cola. —Si no me dices que es esto, voy a preguntar a la gente delante de nosotros — presiono. —Hazlo y te enfrentaras a las consecuencias —advierte. Frunzo el ceño y me resigno a no saber nada hasta que decida que es hora de revelar sus planes. La cola se mueve lentamente hacia adelante, y cuando llegamos a las puertas que conducen al parque, estiro mi cuello para ver el interior. No puedo ver mucho, pero noto algunas luces de colores bonitos colgadas entre los árboles. Parecen mágicas. Jay le da a la chica de la puerta dos entradas, y sella nuestras manos con puntos rojos. Tirando de mí adentro, Jay me conduce a través de los árboles alineados con farolillos y en una zona abierta con césped donde personas están colocando mantas y picnics. En la parte superior del espacio abierto, alguien ha puesto en marcha una gran pantalla de proyección, y ahí es cuando todo encaja en su lugar. ¡Cine al aire libre! Nunca he estado en un cine al aire libre antes. Qué maravilloso. —Jay —le susurro, conmovida. Gira la cabeza hacia mí un poco, pero sigue caminando, en busca de un buen lugar donde establecernos. —¿Sí? —Gracias por traerme aquí. Me encanta. Me sonríe con ternura. —La película ni siquiera ha comenzado aún. —¿Cuál es? Él me da una mirada que me induce escalofríos. —El piano. Su respuesta me hace sonrojar como loca. Confío en que él recuerde cuando le dije lo mucho que, uh, disfruto de esa película. No prolonga mi vergüenza, sino que en cambio, saca de una manta de lana de la bolsa de lona y la extiende hacia fuera en un lugar cerca de la parte trasera del parque. El cielo comienza a oscurecerse, en algún lugar entre el día y la noche, y un terrible sentimiento de romance pasa en mi pecho. Él planeó todo esto. Para mí. Para nosotros. Um, sí. Eso es sólo una tos que esta atorada en mi garganta. No es emoción, lo juro. Hace señas para que me siente, toma algunos recipientes de plástico de alimentos de la bolsa y una pequeña caja refrigerada que contiene una botella de vino. Umm, ¿está pensando en emborracharme? La comida variedad de sándwiches, patatas fritas y salsas. La combinación de picnic perfecto.

160

—Esto es encantador —le digo, dándole una curiosa sonrisa—. ¿Planeaste todo esto tú solo? Cuando me mira, no es lo que estoy esperando. Parece culpable por alguna razón, y casi... triste. Es un cambio rápido, y me toma por sorpresa. Llegando a su cuello y rascando, él responde: —Sí, quería hacer algo por ti, algo que te gustara. Me entrega un plato de papel con unos cuantos sándwiches. Aquí, come. —Gracias —le respondo, todavía mirándolo. Hay algo raro en él de repente, pero no puedo poner mi dedo en la llaga. Una vez que se pone completamente a oscuras, la película se pone en marcha, y Jay tira de mí para sentarme entre sus piernas, mi espalda apoyada en su pecho. La cercanía me hace recordar ayer, su boca sobre mí, lo increíble que se sentía. Corre sus dedos arriba y abajo mis brazos, notando mi piel de gallina por el frío. —Está haciendo frío. He traído otra manta —dice él, sacándola de la bolsa y nos envuelve con ella. Me hundo en él, sintiendo su aliento haciendo cosquillas en la parte de atrás de mi cuello. Después de un rato, vierte un poco de vino en los vasos de plástico que trajo. Tomo del mío, saboreando el momento, viendo una de mis películas favoritas con un hombre por el cual mis sentimientos se están aferrando. Cuando estoy terminando de beber, toma mi vaso y lo deja a un lado, envolviendo sus brazos alrededor de mi cintura y abrazándome fuerte. La escena que le había descrito viene, y cierro los ojos, incapaz de manejar la intensidad de verlo mientras él me sostiene tan cerca. Lo quiero esta noche. Quiero que me haga el amor aquí mismo bajo las estrellas. No me importa el frío que hace o el poco tiempo que lo conozco. Hacia el final de la película, vuelvo la cara hacia él, y sus labios están ahí. Valientemente, me inclino para besarlo, pero él se aleja, y no puedo decir si lo hace para evitar mi beso o si fue un accidente. Él mueve su nariz hacia mi frente, acariciándome. Acepto el toque, a pesar de que se siente como un premio de consolación. La película termina, y se le escapa un largo suspiro. Nos quedamos en nuestro lugar, incluso mientras las personas que nos rodean están recogiendo para irse. —Esta es la parte difícil —dice Jay en voz baja. Me giro en sus brazos para mirarlo correctamente. —¿La parte más difícil? —Sí —dice, con la boca un centímetro de la mía, con sus ojos llenos de emoción—. La parte en la que evito tocarte más. Tocarte por todas partes. Lo miro por un largo rato antes de responder en la voz más pequeña: —Puedes tocarme si quieres. Su mirada es agonizante, pero no entiendo por qué.

161

—Si te pido que hagas algo por mí, ¿lo harías y sin hacer preguntas? Simplemente aceptarías que así es como tiene que ser en este momento? Una especie de aprehensión se afianza en mis entrañas. —Voy a tratar. —Necesito que no me toques, no para tratar de darme un beso como lo hiciste durante la película. Sé que es hipócrita, dado lo que ha estado pasando entre nosotros últimamente, pero no puedo explicártelo todavía. Necesito que seas mi amiga, Matilda, que pases tiempo conmigo. Pero por favor no presiones por más información, incluso si se siente como que te deseo tanto que duele, incluso si soy el que te presiona, porque si lo haces, simplemente tendría que ser egoísta y tomarte. Hace una pausa antes de terminar en voz baja: —Y eso me destruiría. ¿Yo lo destruiría? Lo irónico es que parece, ¿no es él quien me está destruyendo en este momento? —¿Tú no me quieres? No contesta inmediatamente. Luego dice: —Deberías estar corriendo en otra dirección, cariño. Lo estudio, tratando de entenderlo. Finalmente, me doy cuenta de lo que está pasando. Él está tratando de rechazarme suavemente. Está diciendo cosas bonitas pero mezclándolas con cosas malas que me haga sentir menos rechazada, porque, seamos sinceros, eso es lo que es esto. Un rechazo. Ayer cuando estuvimos juntos fue un error de juicio por su parte. Estaba satisfaciendo una necesidad, y eso es todo. Me permití dejarme llevar, supongo. Hago acopio de valor, parpadeando para contener las lágrimas que quieren salir. —Por lo tanto, ¿me estás diciendo que solo quieres que seamos amigos? —Las lágrimas están en mi garganta ahora, también, y es imposible que no las pueda oír. Toma mi mano y aprieta con fuerza. —Quiero que seas mi mejor amiga. Tensándome, digo: —Está bien, lo entiendo. No tienes que suavizar el golpe. Él me aprieta la mano hasta el punto de dolor ahora. —Quiero que seas mi mejor amiga, querida. No voy a suavizar el golpe. Esa es la verdad. Quiero quedarme callada, pero no puedo evitarlo. La diarrea verbal se me escapa: —¿Hay...? —Me detengo y tomo aliento, mordiendo más lágrimas—. ¿Hay algo malo en mí? —Jesucristo, Watson, no. Eres perfecta. —Tira de mí en sus brazos y me abraza con tanta fuerza que roba el aire de mis pulmones.

162

No soy perfecta. Está mintiendo. Si fuera perfecta, entonces esta conversación ni siquiera estaría pasando. No me gusta lo mucho que me gusta la sensación de su cuerpo envuelto alrededor del mío, y luego viene la ira. De repente, me alejo de él y me pongo de pie. —¿Quién trae a una chica a ver una película así y luego le dice que no quiere estar con ella? Eso fue realmente una mierda de tu parte, Jay. —No se puede —dice, poniéndose de pie, también, y caminando hacia mí. Se detiene cuando su pecho roza el mío, invadiendo por completo mi espacio-personal. —¿Qué? —pregunto, mi voz ágil. —No puedo, no, no. —No tiene ningún sentido. —Lo haré algún día. —Oh, por el amor de Dios, ¿puedes ser sincero conmigo por una vez? Pensándolo bien, olvídalo. Me voy a casa. Dicho esto, me doy vuelta y pisoteo alejándome de él, pero me alcanza, teniéndome en seco cuando me agarra con fuerza el codo. —No vas a ir a casa sola a estas horas de la noche —gruñe en mi oído. —Mírame. —Estiro mi codo de su agarre y corro lejos de él. En este momento estoy tan consumida por sentimientos de vergüenza y dolor, y simplemente no quiero mirarlo. No quiero mirar a una persona que quiero tanto, pero que no me corresponde. Un minuto más tarde estoy en el aire mientras me atrapa y me agarra por mi cintura, levantándome y tirándome encima de su hombro. —¡Jay! ¡Bájame! —chillo, moviéndome en su agarre. No me baja hasta que llega a su coche y me pone en la parte posterior. Estoy a punto de salir gateando cuando cierra la puerta y la bloquea. Trato de mover la manija, pero no se mueve. —Es por tu propia seguridad —le oigo decir a través del cristal a medida que avanza hacia el interior del parque. Oh, Dios mío, no podía estar más enojada ahora mismo. Sólo me encerró dentro de su auto. Mi ira me abandona después de un minuto, sin embargo, es reemplazada de nuevo por los sentimientos heridos. Me siento horrible. Es el peor momento para detenerme en el hecho de que Owen aún no ha llamado, que es la guinda del pastel de rechazo de Jay. En serio, ¿qué diablos es lo que me pasa que los hombres simplemente parecen que no me quieren? ¿Tal vez soy demasiado aburrida? De acuerdo, autocompasión, voy a darte las buenas noches. Pronto Jay vuelve, deslizándose en el asiento del conductor y tira la bolsa de lona llena en la parte posterior. No dice ni una palabra. Odio que no hable conmigo, incluso más de lo que lo odio, por no quererme. Las lágrimas fluyen de mis ojos, incapaz de aguantar más. Me limpio las lágrimas con mi manga y trato de no sollozar, no queriendo que Jay sepa que estoy

163

llorando. Al final no importa, porque él me mira a través del retrovisor y deja escapar una respiración ronca. —Cariño, no llores. Ahora suspirando le digo: —No me llames cariño. No soy tu cariño. Soy tu amiga. —Puse tanta animosidad en la palabra como soy capaz. Una pequeña sonrisa da forma a sus labios, y siento ganas de pegarle por ello. —¿En serio? No suena como si fueras mi amiga. Suena como si me odiaras con todo tu ser. Hago contacto visual con él, y todo dentro de mí se desinfla. Es mi culpa por pensar que había algo grande entre nosotros. Nunca he conocido a nadie como él antes; se metió bajo mi piel tan rápidamente. Creo que podría haberme arruinado para todos los demás hombres ya. ¿Qué triste es eso? —Lo siento —le susurro. —No hay nada que lamentar, Watson —dice él, girando el volante cuando rodea una esquina. —Si lo hay. No debería haber tenido una pataleta. Sólo… me gustas mucho, y heriste mis sentimientos. Lo superaré. Yo soy tu amiga. —Hago una pausa y añado—: Prometo ser tu amiga. Porque a pesar de que me ha hecho sentir como una mierda, siento algo desesperado en él, una parte que me necesita como su amiga más cualquier cosa, incluso si sólo hemos estado en la vida del otro por poco tiempo. Es extraño, pero se siente como si lo conociera desde siempre. Se ajusta a sí mismo tan perfectamente en mi vida y la de papá, como si siempre hubiera estado allí. La mirada que me da es sorprendente, partes iguales de auto-odio por sí mismo y afecto por mí, pero eso no puede estar bien. Me confunde. —Gracias, cariño —dice después de un largo silencio—. Necesito una amiga como tú.

164

asados un par de días. Papá regresa de su escapada al golf viéndose renovado, lo que me hace feliz. Sin embargo, la atmósfera que hay entre Jay y yo, no me hace feliz. Me siento tan expuesta ante él, ahora. Estaba bien antes, cuando podía andar con indiferencia y fingir que no tenía ningún interés en él, pero ahora que sabe que me gusta, es sencillamente humillante. Me siento como una niña pequeña en la escuela cuyo enamoramiento ha sido descubierto. Ojalá que no hubiese pasado nada entre nosotros, porque es incluso peor sabiendo lo que me estoy perdiendo. Estoy esperando que llegue el día en el que traiga una chica a casa. No estoy segura si seré capaz de afrontarlo si lo hace. Le escuché casualmente contarle a papá que ha conseguido un nuevo lugar para vivir, pero no podrá mudarse hasta dentro de una quincena. Me quedo sin aliento. Eso es todo lo que me queda. Dos semanas, y él se habrá ido. Sé que lo veré en los alrededores, pero simplemente no será lo mismo. La mayoría de las tardes papá y él se encierran en la pequeña oficina de casa, para discutir los pormenores del caso de Jay. Papá decidió tomar la mayoría de los trabajos administrativos, para que Will y yo podamos centrarnos en el resto de los casos de la firma. Lo bueno de todo esto es que parece ser que le hayan inyectado por entero a mi padre, unas nuevas ganas de vivir. Es como veinte años más joven, un reflejo del hombre que fue antes de que nos arrebataran a mamá de forma tan violenta. Y por eso estoy tan agradecida con Jay y me alegra que entrara en nuestras vidas, aunque él me haya hecho daño. No he visto a papá tan rejuvenecido en mucho tiempo. El fin de semana siguiente me llegó un mensaje de texto de Jessie, diciendo lo siguiente: ¡Hola, señora! Voy a dar una fiesta de cumpleaños este fin de semana en mi casa y estás invitada. Puedes traer a tu amigo rubio, también ;) P.D. He adjuntado la lista de sitios de citas que te prometí. ¡Nos vemos el Sábado! Sonrío interiormente ante la idea de que esté organizando su propia fiesta de cumpleaños. Entonces frunzo el ceño, sabiendo que Jay estará allí. Será un ambiente social, y estoy segura de que muchas chicas se le echarán encima, incluso si la mayoría de los invitados probablemente bateen para el equipo contrario. La idea me inquieta. Realmente quiero ir, porque me gusta Jessie. Quiero ser su amiga. Pero necesito pensar en algo que hará que mi corazón se sienta menos afligido si Jay lleva una cita o comienza a coquetear con mujeres cuando esté allí.

165

Me desplazo por la lista de sitios de citas que Jessie me ha enviado, sin tener intención de unirme a ninguno de ellos. Ahora mismo estoy algo desilusionada para buscar una historia de amor. Pero aun así, me pone una idea en mi cabeza. Si llevo mi propia cita, entonces Jay verá que lo he superado. Que su rechazo no era nada más que un pequeño problema en mi radar. Aunque Owen no ha intentado ponerse en contacto conmigo, al final decido arriesgarme, enviándole un breve mensaje para preguntarle si le gustaría venir conmigo a la fiesta. Tengo una respuesta poco después. Owen: ¡Hola, Matilda! Me gustaría ir contigo. Siento no haber estado en contacto. No es porque no quisiera, simplemente no estaba seguro si te gustaba. Pero estoy realmente contento de que hayas decidido ponerte en contacto. Espero con ansias la fiesta. Su respuesta provoca una punzada de culpabilidad en mi pecho, porque básicamente lo estoy usando. Pero me gusta mucho; simplemente no estoy segura de cuánto. Es un chico agradable con una gran personalidad, y eso no es un mal comienzo. El sábado por la tarde, Michelle viene a arreglarse en mi casa para la fiesta. Estaba extremadamente entusiasmada por volver a ver de nuevo a Jessie, lo que me hace querer saber más detalles sobre lo que pasó entre ellos. Así que le pregunto. —Digamos, que es una mujer que sabe lo que hace, y me refiero ahí abajo — responde ella con voz picante. Estallo en risas. —¿Acabas de citar a Los Simpson? Se encoje de hombros sonriendo. —Puede ser. —¿Así que esto es una nueva etapa en la vida amorosa de Michelle Malone? Nada de hombre, solo mujeres. —Nada de carne, solo pescado. —Michelle suelta una risa—. De ninguna manera Matilde. Jess podría ser perfectamente un buen compañero, ¿sabes qué quiero decir? Me gustan los hombres y a veces las chicas que se comportan como ellos. Mantiene las cosas interesantes. No es muy difícil. —Creo que no. Un golpecito en la puerta seguido por Jay preguntando: —¿Puedo entrar? ¿Están vestidas decente o indecentemente? Espero que sea lo último. —Mi mente es indecente si esto cuenta —dice Michelle. Al oír su voz salto. —Entra —le digo, preguntándome qué es lo que quiere.

166

Mete su cabeza por la puerta. —¿Ustedes dos van a la fiesta de Jessie? —pregunta. Sus ojos pasan rápidamente por mí y su cuerpo de inmediato se tensa. Me pregunto si es por el vestido que llevo puesto. Es rojo con un escote corazón que enmarca mi pecho, el resto se ciñe a cada parte de mi cuerpo. Parece que está intentando no mirarme aunque se está dirigiendo a mí, involuntariamente se siente como un triunfo de mi parte. Toma esto, rechazador. Puedo parecer increíble y no me importa si él no me quiere. Sé que le gusta mi cuerpo, lo que es probablemente el motivo por el cual el pequeño tropezón que hemos pasado en primer lugar. —Sí —le respondo intentando sonar igual de distante que él. —¿Quieren que las lleve? —Nos encantaría —ronronea Michelle. Jay asiente y se va tan rápido como ha venido. —Deberías haber dicho que no. Le he dicho a Owen que lo recogería en un taxi. Ahora voy a tener que conseguir que Jay nos lleve a recogerlo. Michelle me mira. —¿Y por qué sería un problema? Me rasco mi brazo. —Solo lo es. —¡Oh, por amor de Dios! ¿Me puedes decir qué está pasando entre ustedes? No entiendo porque eres tan reservada. Normalmente nos contábamos todo. Suspiro. —Normalmente porque no tengo nada que contar. —Pero lo tienes ahora, así que suéltalo. La miro un segundo sintiéndome mal por guardar secretos y luego finalmente me rindo. Le cuento todo de principio a fin. Cundo llego al momento del parque en el que Jay me dijo que solo quería que fuésemos amigos, Michelle salta del asiento de mi tocador y exclama: —¡Que idiota! —Cálmate. La idiota soy yo por permitirme tener ilusiones con él. Me apunta con el cepillo del cabello y dice: —Definitivamente no eres idiota, Matilda. Podría matarlo en este momento. Dios, tuve tanta dificultad de convencerte lo hermosa que eres y luego él va y arruina todo mi arduo trabajo. A pesar de sus enfadadas alegaciones, le sonrió. —Tú crees que soy bonita. No tengo idea de porqué, Michelle. —Cállate y deja de ser una listilla. Eres la persona más encantadora que conozco, incluso aunque tengas el hábito de ocultarlo detrás del sarcasmo.

167

Voy hacia ella y la abrazo alrededor de los hombros. —Estas siendo muy halagadora esta noche. ¿Estás segura de que el lesbianismo de Jessie no se te está pegando? Porque personalmente, creo que estás un poco enamorada de mí. Me da un pequeño empujón. —Cierra el pico. Me reí y me hice a un lado antes de agregar los toques finales a mi maquillaje. Media hora después, estábamos las dos en el auto de Jay, yo iba en el asiento del pasajero y Michelle en el trasero. Cuando nos dirigíamos en dirección al apartamento de Jessie dije: —Umm, tenemos que ir a recoger a alguien primero. ¿Te parece bien? —Claro cariño. ¿Invitaste a otra de tus amigas para que nos acompañara? Si lo hiciste asegúrate de mantenerla lejos de Jessie. No quiero que corrompa a ninguna más de tus amigas —dijo Jay guiñándole un ojo a Michelle a través del espejo retrovisor. Michelle entornó sus ojos hacia él y le sacó la lengua. Me inquieté. —Más o menos le pedí a Owen que me acompañara. La mandíbula de Jay se tensó con mis palabras y sus manos agarraron fuertemente el volante del vehículo Genial, tuve el presentimiento de que no le gustaría esto. Él había sido reticente acerca de Owen desde el principio. —¿Le pediste al idiota del cocinero que viniera con nosotros? —dijo con voz baja e irritable. —Si —respondí—. ¿Hay algún problema? Se tomó varios segundos antes de responder y cuando lo hizo su boca estaba muy tensa. —No, ningún problema. El resto del camino mientras vamos a buscar a Owen lo hacemos en silencio. Él estaba esperando en la calle, fuera de su apartamento, sosteniendo una pequeña cesta. Me bajé del auto y me llevé una sorpresa cuando vino hacia mí y me dio un abrazo. —Hola, ¿cómo estás? —le digo gratamente mientras rompo el abrazo —Estoy genial, te ves hermosa, toma —dice acercando la cesta hacia mí—. Sé que te gusta nuestro restaurante, así que pensé en traerte algunos panecillos recién hechos. Sonrío ante el gesto. —¡Vaya! gracias muy amable de tu parte —digo agarrando la cesta de sus manos. Hubo una pequeña sensación de decepción en mi estómago, porque cuando Owen me dijo que me veía hermosa, no me sentí igual a cuando Jay lo hacía. No me sentí impresionante, solamente me sentí…bien.

168

¿Es agradable ser suficientemente bueno? Owen entra en la parte posterior junto a Michelle y yo vuelvo al asiento del pasajero al lado de Jay. Hago todas las presentaciones y me siento agradecida con Michelle por tener su encanto habitual, porque la reacción de Jay es un poco helada. Le echa una mirada a la cesta en mi regazo y de nuevo tensa su mandíbula. Cuando llegamos al edificio de Jessie, Jay va a estacionar y Michelle se dirige con Owen a la puerta. Casi me olvido que ella ya estuvo aquí, creo que lo hace a propósito, sintiendo que Jay y yo necesitamos hablar. —¿Puedo dejar esto aquí? —pregunto, haciendo un gesto hacia la cesta de pan, mientras él saca un pequeño regalo envuelto de su guantera. No sabía qué regalarle a Jessie, así que le conseguí un vale de regalo y una tarjeta. —¿Qué pasó con lo de regalarle a las chicas un ramo de flores? —gruñe molesto. —Creo que es lindo. Me gusta el pan, además, ¿qué problema tienes? —le pregunto, mirándolo, diciendo palabras sin hablar—. Tú sólo me quieres como amiga, entonces, ¿qué te importa si tengo una cita? Agarra la cesta de mi regazo y la coloca en el asiento trasero. Parece como si estuviera tratando de calmarse. Dios, éste hombre es complicado. No entiendo su psicología en absoluto. —Te gusta el pan —dice, repitiendo mis propias palabras y me observa largamente. No sé por qué, pero no puedo apartar la mirada. Finalmente él rompe nuestra competición de miradas—. Lo siento. Intentaré ser agradable —dice —Gracias —susurro Entramos, tomando el ascensor hasta el piso de arriba. Resulta que Jessie vive en el ático. Su apartamento no es nada como lo esperaba. En primer lugar, es enorme, la cocina y la sala de estar es de diseño abierto, con ventanas que van desde el suelo hasta el techo cubriendo un lado de la habitación. Los muebles son elegantes y modernos, con un montón de esculturas, excéntricas pinturas colgadas en las paredes, una gran cantidad de desnudos artísticos, también, todas mujeres. —Este lugar es asombroso —le digo a Jay que se encuentra a mi lado. Soy muy consciente de que su mano toca suavemente la parte baja de mi espalda—. ¿Cómo puede permitirse esto trabajando en un casino? —Juega al póker de vez en cuando, lo hace mejor que yo la mayoría del tiempo. Las ganancias le permitieron pagar este lugar. Hubo una época en la que Jessie no tenía casa, su familia la echó, así que ser dueña de una casa como la suya es genial. —¡Oh! —le digo, sorprendida por su franqueza, mientras imagino como se ve Jay jugando al póker. No estoy segura de por qué encuentro atractiva la imagen, pero lo hago—. Hubo una vez en la que tú tampoco tenías casa. ¿Es para ti también tan bueno? Su mirada luce muy significativa.

169

—Más importante que nada, pero tener un hogar para mí no se trata de un techo y cuatro paredes, se trata de las personas. Mi familia está muerta, así que tengo que construir la mía. La manera en la que lo dice me hace sentir un nudo en la garganta. ¿Ya hizo su propia familia? Una extraña sensación se apodera de mis entrañas, porque me gustaría ser parte de su familia más que nada en el mundo, aunque sea sólo como amiga. Nuestro momento se rompe cuando se acerca Jessie llevando puesto sus habituales jeans, una camiseta holgada un sombrero de fiesta con una insignia gigante que dice "94". —Feliz cumpleaños Jess —dice Jay entregándole el regalo que compró y dándole un fuerte abrazo. —Sí —agrego entregándole mi tarjeta y sonriendo—. No tenía ni idea que fueras tan mayor. —Los cirujanos pueden hacer maravillas en estos días —responde con un guiño, mirando hacia nosotros—. Me alegro que estén en condiciones de hablarse de nuevo. Le da una palmada a Jay en el hombro y se va a saludar a los invitados que acaban de llegar. Me giro hacia él. —¿Le contaste lo que pasó? Levanta la ceja y me mira desafiante. —Como si tú no se le hubieses contado a Michelle. No sé porque, pero encuentro su expresión bastante atractiva, aun cuando está siendo sarcástico. Es una especie de… sexy y sarcástico. Me quedo en silencio un segundo y refunfuño: —Bueno. Me alejo de él hacia la ventana para unirme a Michelle y Owen, que se están llevando bastante bien. Conseguimos unos tragos y nos vamos a sentar al balcón, que es enorme y va alrededor de toda la esquina del edificio. Admiro a Jessie por su determinación de tener un lugar que puede decir que es suyo. Cuando era niña, antes de que mamá muriera, vivíamos en una hermosa casa antigua en las afueras de la ciudad. Era donde mi madre había crecido, y había mucho amor en ella. Me gusta nuestra casa de ahora, pero la casa anterior tenía algo especial. Cerca de la vida en la ciudad, pero con la tranquilidad del campo. Era mi hogar. Era el lugar más feliz de la tierra hasta que vino la mala suerte, se sentía como si de pronto una nube negra hubiera descendido bloqueando el sol. Teníamos unos vecinos con dos hijos, con los que jugaba con casi todos los días. Uno era más o menos de mi edad y otro un poco mayor. Apenas puedo recordar sus rostros, son solo un vago recuerdo, era solo una niña, pero mi última obsesión había sido la maternidad,

170

así que fingía que eran mis bebés y que yo debía cuidarlos, hacer la comida y dales juguetes para que se entretuvieran. Era un poco rara. En fin su casa se incendió una noche, solo sobrevivió el niño mayor. Luego se marchó, probablemente para vivir con sus parientes o una familia adoptiva, fue hace tanto tiempo que no puedo recordarlo. Después la nube negra se trasladó a nuestra casa. Los ladrones entraron, mataron a mamá, golpearon a papá y me dejaron una cicatriz de la que nunca me he podido deshacer. Poco después, papá vendió la casa, ya ni siquiera está allí. Ahora hay un lujoso hotel de cinco estrellas, donde la casa de mis sueños solía estar. Alguien toca mi mano. —Matilda, ¿estás bien? —me pregunta Owen preocupado. —Sí, estoy bien, estaba soñando despierta —replico. Sonríe, mostrando interés. — ¿Si? ¿Qué soñabas? De pronto me doy cuenta que él cree que soñaba con él. Mmm. ¿Cómo responderle? —Nada, sólo recuerdos. Somos interrumpidos por un sonoro aplauso, me vuelvo a mirar dentro del apartamento y veo a Jay, rodeado de invitados de la fiesta, mientras él realiza uno de sus complicados trucos de cartas. Es como una luz, siempre atrayendo a la gente hacia él. Les hace una reverencia y se va a beber una cerveza, de algún modo sus ojos encuentran los míos y se detienen antes de enfocar a la mano de Owen agarrando la mía. Bebe un poco de cerveza y yo desvío la mirada. Michelle llamó la atención de un rubio de veinte años, está sentada en los muebles de la terraza de Jessie y coqueteando con él. Hago una seña hacia Owen y me sigue para unirnos a Michelle y se sienta cerca de mí. Un minuto después, prácticamente puedo sentir la presencia de Jay acercándose al balcón, sentándose frente a mí. Michelle ríe de algo que dice el rubio y me siento complacida con el sonido de su risa, cubre la tensión que hay en el silencio de Jay. ¿Cuál demonios es su problema? —Oye, te vi haciendo trucos con cartas —le dice Owen a Jay—. ¿Es uno de tus hobbies? Jay le echa una mirada fría, sin expresión en su rostro —Nop, no es un hobby, es mi trabajo—Genial, es asombroso. ¿Consigues mucho trabajo?—Un poco —dice Jay levantando sus hombros. Owen finalmente parece comprender el hecho de que Jay no quiere hablar con él y vuelve su atención a mí.

171

—Sabes Matilda, me encanta tu vestido. ¿Te dije lo hermosa que te ves esta noche? Jay alza la mirada al cielo, mueve su cabeza y se bebe el resto de su cerveza. —Gracias, en realidad, lo hice yo misma —le contesto —¿En serio? Estoy impresionado. Sabes, me hizo feliz saber que querías verme otra vez. Estaba empezando a perder la esperanzaJay deja salir un largo y exagerado suspiro mientras murmura: —Podrías haberla llamado. Lo miro fijamente: —¿Qué fue eso? —Nada, ¿he dicho algo? —dice dándome una mirada inocente. —Sí —le digo cortante—. Creo que dijiste algo. —Bueno, estás equivocada. —Sus ojos brillan, como si estuviera disfrutando mi reacción, como aguijoneándome. Decido ignorarlo, poniendo mi atención en Owen. Él mira a Jay y a mí, pareciendo confundido por nuestra conversación. Trato de charlar con él, de conocerlo mejor, pero Jay todo el tiempo hace sonidos extraños para arruinar la atmosfera. Cuando Owen me dice que le gusta jugar tenis, Jay se burla. Cuando comenta su interés por la historia de la antigua Grecia, Jay suelta una risa para sí mismo. Al final me siento abrumada con él y salto de mi asiento, haciendo chillar el metal contra el piso, está siendo totalmente grosero, y se puede decir que Owen está incómodo pero trata de no mostrarlo. —Eres... eres un idiota —exploto antes de agarrar la mano de Owen y llevándolo conmigo. La expresión de Jay ante mi reacción no es de sorpresa o culpa, es de satisfacción. Él quería que me enojara, paramos en la esquina que lleva de la parte principal del apartamento a los dormitorios, pongo mi mano en el hombro de Owen y me disculpo sinceramente. —Lo siento mucho, debe estar borracho. —Jay no está borracho en lo más mínimo pero es la única excusa que se me ocurre para justificar su horrible comportamiento. Las mejillas de Owen están rojas de vergüenza. —Está bien, creo que debería irme, tengo que trabajar mañana —dice. —No tienes que irte. —Sí, mejor me voy. Te llamaré pronto y haremos otra cosa. Sólo nosotros dos. —Me gustaría eso. —Le muestro una media sonrisa, porque tengo el presentimiento de que Owen no me va a llamar en ningún momento ni un futuro cercano o lejano. Jay se aseguró de ello. Se inclina hacia abajo, y me planta un beso frío en la mejilla y me da un rápido abrazo antes de irse. Me quedo ahí, tratando de calmar un poco mi furia y camino

172

hacia Jay para darle lo que se merece. De hecho, creo que es exactamente lo que voy a hacer. Camino a través del apartamento hacia el balcón y encuentro a Jay en el mismo lugar donde lo deje. Está recostado sobre su silla, acariciando su cerveza y fumando un cigarrillo. Me detengo a uno o dos pasos delante de él y cruzo mis brazos, mis ojos se entrecierran hasta convertirse en rendijas. —¿El idiota del chef se ha ido? —pregunta con una gran sonrisa, soltando lentamente el humo de su cigarrillo. Quisiera borrar esa expresión de su estúpido y atractivo rostro. —Sí, gracias a ti. ¿Qué diablos estabas planeando? Fuiste muy… grosero. Eso no es muy propio de ti en absoluto. Da otro trago a su cerveza y encoge sus hombros, su falta de respuesta me enfurece. —Heriste sus sentimientos, y eso fue todo menos agradable. No me gusta ese lado tuyo Jay, ¿qué te pasa? Desvía la mirada, y me enciende con su magnífico perfil. Dios, ¿tiene que ser tan atractivo? No ayuda a mi situación, ni un poquito. Deja la botella en la mesa y apaga su cigarrillo, se inclina hacia adelante apoyando sus codos en las rodillas. Cuando me mira, sus ojos están tanto oscuros como enojados —No me gusta Owen —me dice —Él no te hizo nada. Suelta una risa complacido —Permíteme disentir. Nos quedamos mirándonos mucho rato, como en una batalla. —¿Está todo bien? —pregunta Michelle, caminando desde la barandilla llevando su conversación con el rubio a otro lugar, sintiendo la tensión entre Jay y yo. —Owen se fue a casa —le contesto rompiendo la batalla de miradas con Jay. —Oh no te preocupes, probablemente estaba cansado. —No, Jay estuvo actuando como un perfecto idiota —le respondo mirando directamente hacia Jay—. Es por eso que se fue. Dicho eso me doy la vuelta y me voy. Detrás de mí puedo escuchar a Michelle reprendiendo a un extrañamente silencioso Jay. Me dirijo a la cocina donde Jessie está bebiendo chupitos con dos atractivas morenas. —¡Ey, Matilda! ¿Quieres uno? —me pregunta ofreciéndome un vaso pequeño con un líquido oscuro. Sin decir una palabra agarro el pequeño vaso de su mano y me lo bebo de un trago. Sabe horrible, como a químicos y licor. De todas maneras, me entrega otro y me lo bebo igual que al primero. —¿Tienes un poco de vodka? —le pregunto y encuentra una pequeña botella, la agarro y busco jugo de naranja poniendo ambos en un vaso.

173

—¿Estás bien cariño? —pregunta Jessie preocupada —Jay es un imbécil. Jessie se ríe. —Sí, amo a ese hombre como a mi propia carne y huesos pero tiene sus momentos complicados. Lo soporto porque es una pequeña parte suya. El otro 99 por ciento de las veces es malditamente asombroso. Y eso no es cierto. Ahora mismo no lo soporto, pero al mismo tiempo, Jay debe ser la mejor persona que conocí en mi vida. Odio pelear con él, pero en este momento no puedo dejar pasar su comportamiento con Owen. Necesita saber que no puede tratar a las personas así. Michelle aparece luego, y toca mi cabello. —No dejes que te arruine la noche cariño, ven, vamos a bailar hasta que dejes de fruncir el ceño. Le muestro una sonrisa y le permito arrastrarme con ella. Se dirige al espacio designado como pista de baile. Una de las amigas de Jessie está poniendo música en la esquina que suena fuerte y resuena en el apartamento. Cierro mis ojos y me dejo llevar, bailando al ritmo de la música. Momentos después, el chico con el que Michelle estuvo hablando y un amigo se acercan a nosotras. Bailamos como grupo pero Michelle se hace a un lado con su chico y su amigo fija su mirada en mí. Generalmente, en una situación como esta, trato de permanecer bailando en el modo amigos, pero no esta noche, hoy voy a borrar mi enamoramiento con Jay de una vez por todas. El chico con el que estoy bailando es alto y tiene el cabello oscuro, posa sus manos en mis caderas y se agacha y murmura en mi oído: —Soy Stuart. —Matilda —le contesto y él sonríe. La música parece sonar aún más fuerte mientras seguimos bailando. Después de un rato, sus manos siguen en mis caderas. Parece que están en todas partes, deslizándose por la parte baja de mi espalda, rozando mi trasero. Al mismo tiempo hay una picazón debajo de mi piel. No puedo mentirme a mí misma y pretender que me gusta esto, de hecho lo odio. Quiero sus manos fuera de mí ahora mismo. Nunca fui de esas chicas que pueden permitir a los hombres hacer cosas solo por sentirse imprudente. Me siento imprudente, incluso cuando soy imprudente, pero cuando el chico no me gusta, hay una burbuja de hierro dentro de mis entrañas que no me permite llevar las cosas más lejos. Mientras bailo, me maldigo por tener esa burbuja de hierro, arruina todo. No necesito decirle educadamente a Stuart que prefiero mantener sus manos lejos de mí, porque de pronto sus manos son arrancadas lejos de mí.

174

eo el puñetazo conectar antes de que reconozca quién lo hace. Entonces me doy cuenta de los tatuajes familiares en los brazos, y sé que es Jay. ¡Oh, Dios mío! —Mantén tus malditas manos fuera de ella —dice echando humo, agarrando la camisa de Stuart en su puño. —¿Qué demonios, hombre? ¡Sólo estábamos bailando! —Sí, me importa una mierda lo que sólo estabas haciendo —escupe Jay. En este momento Jessie camina directamente hacia él, lanzando un brazo alrededor del hombro de Jay, canturreando "John, sólo bailaba" de David Bowie en su cara. Obviamente, esto es un esfuerzo para suavizar la situación. La segunda vez que Jay le oye, su enojo se disipa, y casi sonríe. Su mandíbula todavía se ajusta firmemente, sin embargo. Suelta la camisa de Stuart, y Stuart se aleja, mirando a Jay como si estuviera loco. —Estás loco —murmura, estirando su camisa. Jay le sonríe, mostrando los dientes. —Eso es lo que me dicen. Mi cerebro no puede comprender por qué eso acaba de suceder, y mis mejillas están de color rojo llameante. ¿Acaso piensa que Jay permitiría que Stuart esencialmente me manoseara mientras bailamos? Me vuelvo sobre mis tacones y me alejo rápidamente, encontrándome de vuelta en el pasillo que conduce a las habitaciones. Necesitando un momento a solas, abro la puerta de una de ellas y entro. Esta casi vacío, con sólo una cama y algunos muebles dispersos. Debe ser de la habitación de invitados de Jessie. Dejando escapar un suspiro, me echo sobre la cama y tapo mi cara con las manos. Toda esta noche ha sido un gran desastre. Tomo respiraciones profundas, tratando de calmarme y alejar mi vergüenza. Un aroma familiar me golpea cuando levanto mi cara de las sábanas de la cama. Huelen a Jay. Debe de haber pasado la noche aquí en algún momento, y es por eso huelen a él. Mira que elegir este cuarto de todas las habitaciones para refugiarme. Quiero sacarlo de mi cabeza, pero de alguna manera se mantiene despejando su camino de regreso sin ni siquiera tener que intentarlo. Los minutos pasan, y estaría mintiendo si dijera que no me estaba divirtiendo un poco demasiado. Secretamente saboreando el aroma de Jay, recordando lo que se siente al dormir en la misma cama con él, con sus grandes brazos envueltos alrededor de mí. Dios, soy tan ridícula.

175

Cubro mi rostro con mis manos de nuevo justo cuando escucho la puerta de la habitación abrirse y cerrarse tan silenciosamente que casi ni la escucho. Algo dentro de mí sabe que es él, un sexto sentido me alerta de su presencia. Poco a poco, quito las manos de mi cara, mi corazón salta un poco cuando veo que está de pie junto a mí justo a los pies de la cama, con una mirada rasgada en su rostro. La mitad superior de mi cuerpo está plano, mientras mis piernas cuelgan del borde. —No quiero verte en este momento —susurro prácticamente, mis ojos se vuelven acuosos. Su cabeza se inclina hacia un lado, su mirada se desliza acaloradamente por mi cuerpo antes de regresar a mi cara. —¿Por qué no? Me incorporo rápidamente, gesticulando furiosamente. —¡Acabas de darle un puñetazo a Stuart sin razón! ¿Qué demonios fue eso? ¿Tiene problemas para controlar la ira? Su mandíbula tiembla. Sí, definitivamente empiezo a reconocer esto como una señal de que no es feliz. —Oh, es "Stuart", ¿no? Tu cita se acaba de ir, y ¿ya lo cámbiate por otra persona? Eso no es muy respetable, Watson. —¿Hablas en serio? ¿Soy de esa clase? Empezaste todo esto con tu sarcástico comportamiento hacia Owen, así que vamos a pretender que esto es mi culpa. —Te dije que no me gusta. Y no me gusta ese tipo Stuart, tampoco. ¡Tienes que ser más selectiva sobre a quién dejas poner sus manos sobre ti! Sus palabras me hacen saltar de la cama. Parece sorprendido, porque da un breve paso atrás. Marcho hacia él, mirándolo y apuntando el dedo con fuerza en su pecho. —¡No debes preocuparte por eso, Jason! Sólo quieres que sea tu amiga, ¿recuerdas? Rápidamente, agarra el dedo que apunta hacia él, manteniéndolo en su pecho. La calidez de su mano hace que parte de mi ira se disipe. Se me escapa una respiración rápida. Ahora comienza a avanzar con propósito, me apoya contra la pared al otro lado de la habitación. —Me importa —dice con severidad, la voz baja, casi amenazante. Es confuso que una voz puede darme escalofríos por mi columna vertebral. Muy buena—. Los amigos se preocupan por sus amigos. Algo dentro de mí se desinfla. —¿De eso se trata esto? ¿Un amigo preocupado por otro amigo? —pregunto, necesitando que diga que no, rezando para que no diga que sí. —Sí —murmura, luego jura por lo bajo—. No. Mierda. No pensé que sería tan difícil. —¿Qué?

176

Él no me dice, sólo sigue mirando intensamente a mis ojos hasta que creo que poder derretirme en un charco en el suelo. —No quiero que salgas con Owen. —¿Por qué no? —No quiero que bailes con folladores como Stuart, tampoco. Lamo mis labios, y su mirada sigue en el movimiento. Su cuerpo se presiona contra el mío, y puedo sentir su gruesa longitud endurecida contra mi muslo. Su excitación me excita. Burbujas gaseosas estallan en mi vientre. —¿Por qué? —pregunto de nuevo, susurrando ahora. Sus manos, que se apoyan contra la pared a cada lado de mi cabeza, golpean en el yeso con frustración. Todo mi cuerpo salta, y mi labio tiembla. Se inclina su rostro angustiosamente despacio, luego me dice en una áspera, posesiva voz, volteando mi estómago: —Porque eres mía. Suspiro. Sus labios descienden en mis labios, duros y frenéticos, y puedo sentir cada onza de su pasión. Gimo en el beso, su lengua deslizándose en la mía con intención, acariciándola, reclamándome. Sus manos a cada lado de mi cara, sus pulgares pasan por el hueco de mi garganta, provocando mis terminaciones nerviosas y me hace sentirlas todo el camino hasta llegar en medio de mis muslos. No estoy del todo segura de qué sucede, pero soy incapaz de pensar adecuadamente. Mi cuerpo está a cargo ahora, mi cerebro olvida al instante los acontecimientos que nos han traído aquí, a este momento. Y en realidad, no me importa. Lo quiero más que lo que la precaución consideraría prudente. Estoy tan sorprendida por el beso que mantengo mis palmas planas contra la pared detrás de mí, demasiado miedosa de tocarlo. Asustada de que tocarlo me hará despertar del sueño en el que me dice que soy suya. Una vez leí que las personas que tienen amigos imaginarios nunca llegan a tocar. Hay alguna parte de su cerebro que subconscientemente sabe que se va a romper el hechizo. Eso es lo que se siente con Jay. Él me hechiza de una manera que me hace sentir como que no tiene que ser real. Alguien tan increíble sólo podría ser un producto de mi imaginación. Pero él no lo es. Su erección frotando duro en mi muslo es evidencia de eso. Atrevidamente, agarro sus hombros rompiendo la barrera del pasado. Podría aguantar este beso para siempre. Estar en esta habitación donde solo hay el furor de nuestra batalla de lenguas y el sonido de nuestra frenética y pesada respiración. Él saquea cada centímetro de mi boca mordisqueando mis labios, susurrando palabras obscenas con voz reverente. Sus pulgares continúan acariciando mi cuello tan

177

eróticamente que siento que me podría venir sin que él tenga que aventurarse más abajo. Un áspero grito de placer ruge fuera de mí y él mueve su boca por mi barbilla hacia la garganta para unirse a los diestros pulgares. Acaricia, chupa y masajea y siento que voy a estallar. —¡Dios, como te necesito! —afirma—. Si no me detienes ahora voy a follarte cariño. Lame una línea desde mi cuello hasta el lóbulo de mi oreja, introduciéndolo en su boca y chupándolo con su lengua temblorosa. —Jay —gimo su nombre y un quejido agradecido ruge en su pecho—. Sí. Por favor. Gruñe con satisfacción cuando le incito. Su mano recorre por debajo del dobladillo de mi vestido, deslizándose por mi pierna hacia la parte interior de mi muslo. Gimo cuando me aprieta duro justo entre las piernas. Mueve la cara hacia abajo sobre mi pecho, susurrando sus labios sobre la cresta de mi escote, apretando con necesidad besos febriles por encima de mis pechos. Su otra mano ahueca mi pecho cuando su boca vuelve a mis labios lamiendo y mordisqueando. Encontrando mi pezón lo muerde con fuerza a través de la tela y grito. Estoy totalmente sin aliento. Sin aviso me levanta, mis piernas instintivamente se envuelven en sus caderas. Me lleva hasta la cama y me acuesta, después se va hacia la puerta y gira la llave. —No quiero que nadie nos interrumpa —dice con una voz peligrosamente sexy. Prácticamente estoy jadeando. Viene y se coloca entre mis muslos con las manos apoyadas en la cama para sostenerse por encima de mí. —Estás sábanas huelen como tú —digo incapaz de evitarlo. Mis palabras parece que le sorprenden. —¿Te gusta esto? Solo puedo asentir. —Solía vivir aquí antes que Jessie decidiera que lo quería para ella sola. Este era mi dormitorio. —Ah —exhalo. Cerramos los ojos durante un buen rato y después una de sus manos va hacia mi boca, sus dedos acarician con ternura mi labio inferior. Uno de sus dedos se desliza un poquito adentro y lo chupo suavemente. Jay maldice: —Estos malditos labios, tan suaves, tan perfectos. —Mis mejillas se ruborizan—. Nunca he visto un espectáculo más exquisito que tú cuando te excitas, cariño. ¿Lo sabes, verdad? Aparto mis ojos pero él me coge la barbilla con su mano forzándome mirarlo. —¿Me deseas? —me pregunta tragando. —Sí —respondo, mi voz apenas es audible.

178

Mis ojos parpadean, mi corazón aletea. Su mano se desplaza desde la boca y de vuelta a mi cuello, agarrándome con su gran mano que prácticamente abarca toda mi nuca. Me deshago debajo de él. En cuanto se inclina hacia abajo, su boca encuentra con dureza la mía. Su lengua reclama la mía. Nuestros pechos suben y bajan respirando rápido. Rompo el beso y acaricio con mi nariz debajo de su ceja, finalmente reuniendo el suficiente valor para decirle lo que quiero. —Hazme el amor —le susurro. La emoción queda atrapada en mi garganta—. Te deseo dentro de mí. Se aparta para mirarme a los ojos y juraría que está intentando ver directo en mi alma. —Una vez hayamos hecho esto serás mía. No hay vuelta atrás. —Soy tuya —le digo febrilmente antes de bajar y presionar mi mano en la erección que está luchando contra sus vaqueros. Se estremece. Alcanzo la bragueta, deshaciendo el botón y tirando hacia abajo la cremallera. Al mismo el tiempo él solo respira sobre mí, permaneciendo quieto, a punto de perder el control. Quiero que pierda el control. Deslizo mi mano dentro de sus vaqueros y me aborda el tacto de su carne caliente, dura y sedosa y gimo. Muevo mi mano arriba y abajo, saboreando lo grande que es y como gime favorablemente cuando lo toco. Él agarra el elástico de mi ropa interior en cada lado de mis caderas y tira hacia abajo tan fuerte que me parece escuchar un desgarro. Mis zapatos se perdieron en alguna parte por el camino porque mi ropa interior se desliza fácilmente por mis pies descalzos antes que la tire al suelo. Su pene presiona contra de mi sexo y tiemblo. Piel con piel. —Mierda —murmura mordiéndose el labio. Sostiene su pene con la mano frotando hacia arriba y hacia abajo mi humedad provocando en mi entrada. —¿Qué pasa? —pregunto jadeando. —Se me olvido traer Johnnies. —¡Oh! —Solo voy a comerte por fuera —dice bajando por mi cuerpo pero le agarro de los hombros. —No. Está bien. Es decir, no tengo nada. No tiene que preocuparte por eso y he estado tomando la píldora desde que era adolescente. —¡Jesús! No me ofrezcas algo así cariño, podría tomarlo —me dice sin apartar sus ojos de mí. —Por favor tómalo Jay. Su ceja se levanta. —¿Tanto confías en mí? Lo necesito. —¿Estás limpio verdad? —Por supuesto.

179

—Entonces confió en ti. —¡Joder! Empuja el resto de mi ropa hacia arriba y la retira sobre mi cabeza, luego se asegura de deshacerse de mi sujetador. Sus ojos disfrutan con mis pechos desnudos mientras baja su cabeza hacia abajo para chupar cada pezón en su boca. —Hola chicas —dice hablando con mis pechos con una pícara sonrisa curvando sus labios—. Ya las echaba de menos. ¡Oh, Dios! Nunca pensé que fuera tan excitante el que un hombre le hablara a mis pechos, pero cuando Jay lo hace, en serio, realmente lo es. Las colma con atención tanto rato que estoy a punto de suplicarle que me folle. Se desliza fuera del pantalón y calzoncillo y después saca su camiseta por la cabeza. Su expresión es seria cuando vuelve a mirarme. Pasa su mano entre mis piernas, deslizando un par de dedos dentro de mí. Arqueo mi espalda por la placentera invasión. —¡Jesús! Muerdo mi labio. —¿Pasa alguna cosa? —Estás tan mojada, joder y te sientes increíble. Mi piel estalla en escalofríos cuando veo su profunda mirada insistente. —Dime la verdad. ¿Algún otro hombre te ha hecho correr antes de mí? Es ridículo dado que estoy desnuda debajo de él, pero me sonrojo. Se me queda mirando. —¡Aja, ahí está! He sido el primero. Joder, me encanta esto. Saca sus dedos haciéndome sentir vacía. Solo pasa un segundo antes que se posicione fijando sus ojos en mí y después lentamente empuja hacia dentro. No es como tener la mano ahí. Es mucho más grande, más grueso y mis paredes aprietan firmemente alrededor de él. Sus manos acunan mi cara mientras me llena y cuando está completamente dentro de mí, se detiene. —¡Joder! —Me mira un buen rato—. Eres lo más hermoso que he visto en mi vida. Esto es lo más bello que jamás he sentido. Y esas son las palabras más hermosas que jamás me hayan dicho alguna vez. Siento que estoy a punto de llorar. Demasiadas emociones se están acumulando en mi pecho. La forma en la que Jay me mira, me hace sentir como que lo que está sucediendo ahora mismo es mucho más grande de lo que posiblemente podría creer. Hay adoración en cada uno de sus movimientos, cada caricia. Pensé que solo era una atracción para él, que sólo le gustaba mi cuerpo. Pero eso no puede ser todo. Esto se siente como regresar a casa y mi cerebro no puede entender por qué. Mueve sus caderas una vez y me estremezco, el placer ondula a través de mí con el movimiento. Lo hace de nuevo y le agarro el brazo con fuerza. —¿Se siente bien?

180

—Sí. —¿Quieres más? —Por favor. Él mueve sus caderas de nuevo, esta vez más rápido y más de una vez. Se balancea dentro y fuera, su respiración acelerándose, con ambos volviéndonos frenéticos. —Jason —gimo. Su pulgar roza mis labios. —Me encanta escucharte decir mi nombre, sobre todo cuando mi polla está dentro de ti. Me pierdo en sus ojos, en la sensación de él. Los ruidos de la música y la fiesta entrando desde fuera, pero apenas me doy cuenta. Aquí estamos sólo nosotros, y eso hace que mi corazón duela. Necesito un poco de confirmación de que él no va a desaparecer en la nada al igual que cuando está en el escenario. Esto se siente demasiado bueno para durar. —Por favor, no te alejes de mí otra vez. No podría soportarlo —susurro, pero no estoy segura si me escucha. También está perdido ahora, moviéndose dentro y fuera de mí, bombeando tan duro que sacude la cama, su expresión feroz. Me siento apretándome, construyéndose algo que nunca he sentido antes. Justo mientras esto me golpea, el orgasmo más intenso que he sentido, los movimientos de Jay empiezan a disminuir. —Mierda, ¿te estás viniendo? —dice con voz rasposa, mirándome. —Sí —digo—. Creo. No lo sé. —Dios. Puedo sentirlo. Eres. Increíble. Él habla con frases cortas e irregulares. Lo siguiente que sé, es que él se está corriendo, también, derramándose en mí. Me besa largo y profundo, su pecho cae sobre el mío, su gran peso sorprendentemente agradable encima de mí. —Eso fue... increíble —murmura, sin aliento, sus labios en mi cabello. Su mano se pasea entre mis piernas, encontrando mi clítoris y frotando círculos, lentos y perezosos. Su esperma está todo sobre mí, pero no parece molestarle. Me río. —Dios, ¿cómo vamos a limpiarnos? Somos un desastre. Todo el mundo en la fiesta va a saberlo. —¿Y qué? Al infierno con ellos. Él sale de mí, su espalda golpea el colchón, y me acurruco en su costado, trazando las líneas de sus tatuajes, el seis de corazones en particular. —Dime qué significa esto —susurro. —Seis corazones. Las seis personas que me importan más en el mundo — responde sin dudar, sorprendiéndome. Había esperado que evitara revelar sus secretos

181

como usualmente hace—. Aunque, algunos de ellos ya no están en el mundo — continúa con tristeza. —Ah —respiro, preguntándome si yo soy una de esos seis. No puedo serlo. Hizo el tatuaje mucho antes de que ni siquiera supiera quién era. Me entristece comprobarlo. Más que nada porque me gustaría ser una de esas seis personas. —¿Sólo puedes tener seis? —pregunto. No dice nada, sólo me estudia. Odio cuando hace esto, porque yo no tengo el coraje para preguntar de nuevo. —Te ves adormilada. Eres preciosa cuando estás cansada. —¿Lo soy? —Sí. Muy jodidamente hermosa. —Se inclina y besa un lado de mi boca, y luego se aleja. Levantándose de la cama, se pone sus vaqueros, estilo comando, luego toma su camisa. —¿Adónde vas? —Sólo voy a buscar algo con que limpiarnos. No te preocupes. Regresaré en un minuto. Él se va, y me acuesto ahí, mirando al techo. Tuve sexo con Jay. Mi cuerpo sabe que es un hecho, pero mi cerebro no puede asimilar la idea. Nunca he sabido que el sexo podía ser así. Tan intenso que prácticamente olvidas tu propio nombre. Se abre la puerta y rápidamente tiro de las mantas sobre mí, sorprendida. Es sólo Jay, sin embargo, vuelve con un paño húmedo. —Ven aquí. —Me hace señas con su dedo doblado hacia mí, y me arrastro hacia donde está encaramado en el borde de la cama. Sus atractivos ojos encuentran los míos. Dejo que mis muslos se abran, y él utiliza el paño para limpiarme. Mi corazón martillea ante cómo lo hace, tan cuidadoso, tan lleno de afecto. Es la cosa más rara, sin embargo, tan completamente reconfortante. Mientras su atención se centra en mi cuerpo, la sensación alarmante de enamorarme se apodera de mí. No es exactamente sorprendente. Con Jay es tan fácil caer enamorada, aunque él puede ser difícil, como dice Jessie. Quiero preguntarle por qué me dijo esas cosas cuando me llevó al cine al aire libre, pero no puedo. Tengo demasiado miedo de la respuesta que me pueda dar. Quiero quedarme en este momento, escuchando sus palabras una y otra vez en mi cabeza y dejándolas ser mi verdad. Porque eres mío. Puede que no sea prudente, pero me permite sentir que sus sentimientos son todo lo que siempre he querido. Me muevo para ir en busca de mi ropa, pero me detiene, buscándolas él mismo y vistiéndome. Me pone mi ropa interior, y luego abrocha mi sujetador. —Decidida a vestir toda de rojo esta noche, ¿eh? —pregunta con voz ronca, en referencia a mi conjunto de ropa interior, el cual coincide con mi vestido.

182

—¿Te gusta? Con una sonrisa, fija sus ojos en el encaje. —Sí. —Bien. —¿Esa era la intención? —Tal vez. Su sonrisa me hace temblar. —No es que no me mate volver a la fiesta, pero tengo que darle a Jessie su pastel de cumpleaños. ¿Quieres ayudar? —Claro —le respondo, poniéndome de pie y alisando mi vestido. Más tarde, después de que le hemos presentado a Jessie su pastel y los invitados empiezan a marcharse, encuentro a Jessie y Michelle en el sofá, Jessie está susurrando seductoramente al oído de Michelle. En serio me encantaría saber lo que le está diciendo en estos momentos. En cuanto me ven acercarse, Jessie descaradamente, pregunta: —¿Qué diablos está pasando contigo y Jay? Me enderezo un poco más y meto un terco mechón de cabello detrás de la oreja. —Nada. Michelle se ríe y mueve su dedo hacia mí. —Tu maquillaje es prácticamente inexistente, y estás luciendo un peinado diferente del que tenías antes. Estoy pensando que pasó mucho más que "nada", Matilda. —Está bien, madre —Oh, se está sonrojando —dice Jessie—. Un rubor como ese sólo indica una cosa —Un buen achuchón con intención —dice Michelle. —Jay reparó tus tuberías —añade Jessie Arrugo mi cara. —Oh, Dios. ¿Pueden ustedes dos por favor dejarlo ya? No me gusta ninguna de esas frases. Y me niego a creer que tenga cualquier cosa que se asemeje a la fontanería, muchas gracias —Pero ustedes dos hicieron... ya sabes —dice Jessie, formando un círculo con su pulgar y dedo índice y luego insertando otro dedo a través del agujero. —Está bien, Danny Zuko. Gracias por esa delicada interpretación visual —dije seria. Tanto ella como Michelle se echaron a reír. —¿De cuál interpretación visual estamos hablando? —pregunta la voz ronca de Jay desde atrás, mientras tira de mí para sentarme en su regazo. Bueno, ahora es

183

bastante obvio que definitivamente algunas tuberías fueron reparadas. No estarías sentada en su regazo, si no lo hubieras hecho. ¿Qué? La imagen de la plomería está atascada en mi cabeza ahora. —El viejo dedo a través del agujero —explica Jessie una vez que su risa se ha calmado. En serio, no creo que lo que dije fuera tan gracioso. Tal vez fue la manera en que lo dije —Oh, ¿decidiste que ya no te ofende la idea de chupar una polla? —pregunta Jay, burlándose de ella. Me alegra de no ser yo la que está siendo objeto de burlas. —¡Eh, nooo! —exclama Jessie—. Y el agujero es claramente una vagina, no una boca. —Realmente, ¿estamos teniendo esta conversación? Debo haber olvidado que todos tenemos trece años ahora —digo, hablando sobre todo para mí misma. La mano de Jay acaricia mi cadera mientras me jala más cerca de su cuerpo. Me besa la sien, luego pregunta: —¿Quieres salir de aquí? —¿Y a dónde vamos? —A casa. —Papá está en casa. —Estaremos tranquilos. Levanto una ceja hacia él. Se ríe. —Bueno, está bien, tengo un jodidamente e impresionante auto. Una risa explota fuera de mí. —¿Qué se supone que significa eso? —Ya sabes. Su mano está sobre mi cuello, masajeando con su pulgar mi garganta otra vez. En serio, es probablemente la cosa más erótica que puede hacerme en público sin ser obsceno. Mis ojos pestañean cerrándose, y un fuerte suspiro se me escapa, mi cabeza cae hacia un lado para descansar en su hombro. —Estoy un poco cansada —le digo—. Probablemente solo deberías llevarme a casa. Su voz es tierna cuando responde: —Está bien, cariño, te llevaré a casa. Ayudándome a levantarme, nos despedimos y luego tomamos el ascensor hasta el vestíbulo. Cuando me instalo en el asiento del copiloto de su coche, rápidamente caigo dormida. Un poco más tarde me despierto. El coche ha sido estacionado al lado del camino, y Jay está afuera, paseando y hablando con alguien a través del teléfono. Miro a mi alrededor. La única luz proviene de los faros del auto. ¿Dónde estamos que no

184

hay farolas en absoluto? En ninguna parte en el camino a casa, eso es seguro. Debo estar soñando. Y con ese pensamiento, vuelvo a caer dormida.

185

o me despierto hasta poco antes del mediodía a la mañana siguiente, en mi propia cama y despojada de mi ropa interior. Le sonrío a la visión de Jay llevándome de su coche hasta mi habitación y luego complaciéndose a sí mismo al quitarme mi vestido. Después de mis largas horas de sueño, me siento descansada. Estoy un poco decepcionada de que Jay no se quedara conmigo, pero eso es tal vez sólo porque papá está en casa. No estoy segura de cómo voy a abordar el tema de estar con Jay a papá, pero es pronto todavía. Tal vez podamos pasar un poco más de tiempo simplemente disfrutando de la novedad antes de que tengamos que tomar decisiones acerca de qué es exactamente lo que está pasando entre nosotros. Me levanto y subo a la ducha, preguntándome cómo voy a manejar la situación cuando Jay se mude en una semana. No voy a tener más de sus desayunos o su coqueteo durante este. No voy a tener la sensación efervescente en mi vientre de saber que está dormido al otro lado de la pared de mi habitación. Me gustaría que hubiera alguna manera de que pudiera quedarse. Me seco el cabello una vez que estoy fuera de la ducha y me visto. Cuando estoy a punto de bajar las escaleras, paso por el cuarto de Jay, y su puerta está abierta. Cuando miro dentro, veo que ha acampado en el suelo otra vez, los libros abiertos todos a su alrededor y un millón de papeles esparcidos por la alfombra. En el otro lado de la habitación, hay toda una baraja de cartas repartidas de manera prolija, boca arriba y mostrando números escritos en rotulador. Más y más curioso. No me molesto en preguntarle qué está haciendo porque sé que no va a decírmelo. Cuando veo a la cesta de pan junto a él, que, podría añadir, de la cual está casualmente comiendo, doblo mis brazos. —¿Es esa la canasta de pan que Owen me dio? —pregunto con incredulidad. Sus ojos viajan a mí, vagando por mi cuerpo en agradecimiento antes de aterrizar en mi cara. —Sí. La dejaste en mi coche. La posesión es nueve décimas partes y todo eso. ¿Quieres un poco? Está bueno, también. —Eres increíble —le digo, sacudiendo la cabeza hacia él, pero no puedo evitar sonreír. —Eso es lo que dijiste anoche —bromea. —No lo hice. —Tal vez no, pero ambos sabemos que lo estabas pensando. No seas una extraña, cariño. Ven aquí. —Abre sus brazos a mí, y no puedo resistirme a ir con él.

186

Me siento en el suelo, y él me atrae, abrazándome apretadamente. —Buenos días. ¿Has dormido bien? —pregunta en voz baja. —Lo hice. Su mano se mueve hacia arriba en mi top, acariciando mi vientre y mi espalda baja. Un hormigueo pasa a través de mí, y no puedo reprimir un estremecimiento. Jay levanta un poco de pan de especias hacia mi boca, y tomo un bocado vacilante. —Vaya. Eso sí que es bueno. Me siento mal por Owen —le digo, con el ceño fruncido. La boca de Jay se aplana en una línea recta. —¿Por qué te sientes mal? ¿Te gusta? —No, no me gusta. Él es un buen tipo. No se merecía que lo utilizará así. Una ceja se dispara hacia arriba. —¿Utilizarlo? —Oh, Dios, ¿acabo de decir eso? Mi cara se vuelve de color rojo brillante. Imposible de ocultar, ya que estoy casi en su regazo. Su pulgar me roza la mejilla cuando dejo que mis ojos caigan al suelo. —¿Estabas jugando ese jueguito conmigo? —susurra, con su boca junto a la mía. —Tú me rechazaste. Y no quería ir a la fiesta sola por si acaso llevaras una cita. Me hubiera sentido horrible verte con alguien más —me obligo a admitir. —Yo no salgo a citas. Y lamento haberte alejado. Esa fue una decisión de mierda. Miro hacia arriba, mordiéndome el labio. —¿Por qué me rechazaste? Él se aleja un poco y se pasa la mano por el cabello. —Ah. Su cara me hace dar marcha atrás. —No, espera, no tienes que decírmelo. Si la respuesta es mala, entonces probablemente preferiría que no lo hicieras. Sé que probablemente te he estado dando ojos de cachorro estas últimas semanas. Simplemente es difícil para mí hacer que no me gustes. Estoy segura de que es difícil para cualquier chica. Él sonríe. —No te detengas. Estoy disfrutando de este discurso. Le doy un golpe ligero en el pecho. —Con toda seriedad, sin embargo, no tuvo nada que ver con no quererte — continúa, su voz profunda y rasposa—. Tenía que ver con perderme en ti tan rápidamente que me olvidaba de mí mismo. Tengo mucho que hacer en este momento, debes saber eso. Este caso está tomando toda mi concentración, y cuando estoy contigo, quiero concentrarme solo en ti.

187

Le doy un tirón al cuello de su camisa, con una enorme sonrisa formándose en mis labios. —No te detengas. Estoy disfrutando de este discurso. Se inclina hacia mí y me da un beso suave y húmedo. —Crees que eres inteligente. No digo nada, sólo le devuelvo el beso. Él lo rompe un minuto más tarde y continúa hablando. —Supongo que lo que estoy tratando de decir es que quiero estar contigo, Matilda. Joder, en serio quiero. Es decir, estoy cien por cien dentro, ¿ya sabes a qué me refiero? —Hace una pausa y se rasca el cuello—. Mierda, estoy diciendo todo mal. Mi corazón está revoloteando. Nunca supe lo lindo que podía ser cuando está nervioso. —Estás diciéndolo bien. Sigue adelante. —Así que, básicamente, probablemente voy a estar contradiciéndome a mí mismo con lo que te voy a decir ahora, pero quiero llevar esto lentamente. Quiero darte romance, Watson. —Sonríe ampliamente, y yo aprieto mis muslos—. Darte todo lo que te mereces de un hombre. —Me gusta cómo suena eso, pero acabas de decir que no sales a citas. Y anoche fue todo menos lento. —Anoche fui una mierda por celoso, y tenía que hacer mi reclamo. No salgo a citas, pero lo haré contigo. Tú eres la excepción. —Me rebota un poco en su regazo, y me río. —Entonces estoy de acuerdo con tu propuesta, Jason —anuncio, tendiéndole la mano. Y él la toma. Aprieta mis caderas y me tira a horcajadas sobre él. —Sí, claro que lo haces. Nos besamos, y es muy lento, su lengua se desliza a lo largo de la mía, haciéndome pensar cosas totalmente inapropiadas para la hora del día. Prácticamente salto de su regazo y llego al otro lado de la habitación cuando oigo a papá salir de su oficina en casa y caminar hacia la escalera. Termino por una estantería con la colección de música de Jay cuando papá dice "hola" y sigue su camino abajo, sin enterarse de que su hija se esconde dentro y de forma desaliñada. Sí, estoy trayendo de vuelta la palabra "promiscua". Trata con ello. —No estás lista para hablarle a tu padre sobre mí, sin embargo, ¿eh? —Jay pregunta, sonriendo. Sonrojándome, sacudo la cabeza y vuelvo mi atención a sus CDs para tratar de distraerme de ese beso y cómo envió mis hormonas a toda marcha. Sonrío, dándome cuenta de que prácticamente posee todo el repertorio de Eminem. Tenemos algo en común. Jay tiene que haber pasado por una fase de rap, también.

188

—Te gusta Eminem —digo cuando él se acerca y se sienta detrás de mí, tirando de mí entre sus piernas. —Era un hombre joven enojado en el año 2000. Por supuesto que me gustaba Eminem —dice—. Todavía me gusta. El hombre es un genio. —Estoy de acuerdo. Solía comprar sus discos y escucharlos en secreto porque papá nunca me dejó comprar nada con una etiqueta de advertencia para los padres. ¿Cuál es tu canción favorita? Se hace un pequeño zumbido en el fondo de su garganta mientras piensa en ello, su mano rozando mi cara interna del muslo. Los susurros de su aliento a través de mi nuca, y me da un hormigueo, y luego empieza a cantar el estribillo de "Hailie’s Song" en voz magníficamente baja y ronca. Oh, Dios. Si pensara que ese beso envió mis hormonas a toda marcha, no tiene nada de lo que el canto de Jay me está haciendo. Hay algo tan increíblemente atractivo en su tono. Mi corazón casi deja de latir. Él canta acerca de sentirse como que el peso del mundo está en sus hombros, y se roba un pedacito de mi corazón. Cuando termina, besa mi cuello, y suelto un fuerte suspiro. —Es el de su hija, ¿no? —Sí. Es mi favorito. Del tipo que me recuerda a ti, realmente. —¿Sí? —pregunto. ¿Está teniendo sentimientos paternales hacia mí?—. Eso es, umm, bueno. —El sentimiento, Matilda, el sentimiento. Cuando te miro, mi cabeza se despeja. La mayoría de las veces hay una tormenta en mi cerebro, pero luego entras en una habitación y puedo concentrarme. —Jay. —Suspiro. —¿Qué? —Hazme el amor de nuevo. Él se ríe. —Tu padre está justo bajando las escaleras. —Lo sé… Dios, no puedes decirme esas cosas cuando papá está en casa. Por favor toma una nota para tenerlo en cuenta en el futuro. Me saluda. —Anotado. —Debería irme. —¿Por qué? —Porque aún quiero que me hagas el amor. Y mi padre está bajando las escaleras. Gruñe y pellizca mi trasero cuando me muevo para levantarme.

189

—Ve, entonces. Watson. Déjame antes de que me violes como la perra sexy que soy. ¿Aún está en pie nuestra cita para coser esta noche? —¿Quieres decir para descansar en el sillón y mientras me miras cuando coso los vestidos? Muy raro, podría añadir, pero está bien. Estamos. Su sonrisa me sigue hasta fuera de la puerta. *** Esa noche en la cama, me sacudo y doy vueltas. Después de gastar dos horas frustradas sexualmente en compañía de Jay mientras trabajaba en el diseño de mi vestido y él me daba miradas provocativas, no estaba exactamente sintiéndome lista para ir a dormir. Estaba lista para otra cosa que implicaba una cama, sin embargo. Y ese era el problema. Estaba de acuerdo con él para tomar las cosas lentamente. Eso quiere decir, ¿no más sexo? Un crujido en el suelo fuera de mi habitación y la puerta se abre, revelando a Jay en una camiseta y pantalón de dormir. Sin una palabra se mete en la cama junto a mí, agarrándome por las caderas y empujándome hacia él, mi espalda a nivel con parte delantera. —¿No puedes dormir? —pregunto suavemente mientras presiona un beso en mi cuello. —Nop. Lo haré ahora, sin embargo —replica, y se acurruca hacia mí. Le toma unos par de minutos para que su respiración se equilibre y otros pocos para caer dormido. Lo sigo poco después. *** La siguiente mañana en la oficina, a petición de mi padre, trabajo en transcribir sus notas para su entrevista con Jay. Estoy encontrando todo muy fascinante, pero algo me preocupa. Luce bien en el papel, pero tengo este extraño sentimiento que hay puntos en blanco, piezas de esta historia que han sido intencionadamente dejadas afuera. Mis suposiciones son instantáneamente olvidadas cuando tengo un inesperado visitante. No tenemos ninguna cita hasta después del almuerzo, así que elevo mi mirada para ver quién acababa de entrar al área de recepción. Mi preocupación se eleva cuando reconozco quién es. Una Harris se pasea usando zapatos de tacón alto rojos de camión de bomberos, lápiz labial a juego, y un ajustado vestido de tubo gris, un bolso de diseñador colgando de su brazo. Si no me disgustara tanto, podría darle un cumplido por lucir tan sexy para una mujer que debe haber pasado su mejor momento. Es un poco difícil determinar su verdadera edad, debido a todo ese montón de Botox que está ostentando. Aclaro mi garganta. —¿Puedo ayudarte?

190

Ella se saca sus gafas Gucci y nivela sus verdes ojos en mí, estudiándome por mucho tiempo. Entonces totalmente al azar hace gestos hacia mi cuello, el lado que esta cicatrizado. —Conozco un excelente doctor quien podría arreglar eso enseguida. ¿Quieres su número? —pregunta casualmente, ojos moviéndose para escanear la habitación. Froto mi cuello con timidez. —Umm, gracias, pero está bien. ¿Tiene una cita? —Sé que no tiene una cita. Por supuesto que no. Solo que no sé qué más decir. —No. Esto es solo una visita rápida. Estaba bastante disgustada cuando llegué a trabajar esta mañana y mi jefe me contó que estamos siendo demandados por unos pocos artículos que escribí. Quería venir y ver a qué nos estamos enfrentando. Ahora que estoy aquí, realmente es irrisorio. ¿Es decir, Jay Fields en realidad piensa que puede ganar este asunto con la representación de una empresa de pacotilla de mala calidad como ésta? La miré, con la boca abierta. —Realmente me preocupé un segundo. Ahora veo que esto es solo una patética broma. Me levanté de mi asiento, puse una mano en mi cadera. —¿Eres de verdad? Ella frunce sus labios y mueve sus sarcásticos ojos de vuelta hacia mí. —Siempre es de veras, querida. No te ofendas. Estoy segura que este es difícilmente el trabajo de tus sueños. —Ríe, el sonido irritando mis nervios. —Esta es el bufete de mi padre —digo, apretando la mandíbula. Sus ojos se ensanchan, y una pequeña sonrisa de suficiencia se forma. —Oops. En ese caso, no te ofendas. —Demasiado tarde para eso. Si solo vienes aquí para mirarnos por debajo de la nariz, entonces deberías irte. —Eso no es por lo que vine aquí. Quería hablar, bueno, con tu padre. Pregúntale si él conoce qué tipo de hombre está representando. —Un hombre mejor que cualquier tipo de mujer que tú seas, estoy segura. Su risita ahogada me hace apretar mi puño, y nunca he sido de apretar el puño. Casi no tengo un hueso violento en mi cuerpo. Es gracioso, las cosas que la risa burlona de Una Harris puede sacarle a la gente. —Oh, querida, ¿tienes un pequeño enamoramiento por él? Lo entiendo, realmente, lo hago. Jay Fields es una persona muy sexy, pero es un hombre demasiado peligroso con un complejo de Dios. ¿Has leído algunos de sus sitios web de fans? Todos piensan que lo que hace es real o alguna otra tontería así, y eso no es algo bueno para alguien con un seguimiento tan grande como él tiene. ¿Recuerdas la gente del templo y Jim Jones? Oh, eres tan joven, así que probablemente no. —Sé quién es Jim Jones.

191

Ella mira a sus uñas bien cuidadas. —Bueno, entonces, sabrás también cuán preciaría es la influencia de Jay en toda esta gente joven que lo siguen. Estoy segura que si les dice que salten de un acantilado, lo harían. Jesús, esta mujer es ingenua. —Él es un actor. No quiere poner en marcha su propia religión. —Sí, y la única que ha estado bebiendo Kool-Aid por aquí eres tú, Una. Tu sola. ¿Qué diablos crees que estás haciendo? —pregunta Jay, acechando con enojo en la oficina. Hay algo en su modo de andar que me pone en la mente una pantera que está a punto de atacar. —Vaya, Sr. Fields, qué sorpresa tan placentera. —Ella ronronea, y apuntala hacia él, pasando una larga uña en la parte delantera de su camiseta. Sus ojos están tormentosos cuando él toma un mesurado paso hacia atrás, retrocediendo de su toque. —¡Fuera de aquí! —Él echa humo—. Usted no tiene nada que hacer aquí. —Solo estaba teniendo una pequeña charla con la encantadora recepcionista. Sabes cómo nosotras las chicas… nos encanta cotillear. —Su sonrisa emergente denota lo contenta que está con la ira de Jay. Tiene que calmarse y no permitir que ella llegue a él. Hago un esfuerzo por calmar la situación con humor. —Sí, la Srta. Harris me ofreció el número de su cirujano plástico. Estoy pensando en subir el tamaños de mis copas. Ya sabes, conseguir un buen par de tetas de balones de playa. La boca de Jay se contrae nerviosamente, sus ojos brillan con afecto cuando se posan en mí un segundo. Desafortunadamente, no duró mucho. —No necesitas una cirugía de senos —dice Una, posando su desinteresada mirada en mi pecho antes de moverla a mi cuello—. El problema es esa horrible cicatriz. —Lo dice como si me estuviera diciendo que ella disfruta del azúcar en su té, la púa apenas registra en su radar, pero la reacción de Jay a sus palabras es exactamente lo contrario. Toma dos pasos hacia ella. —Oh, realmente necesitas irte Una. Nunca golpearía a una dama, pero bofetearía a una perra. —Su boca se tensa cayendo abierta mientras un arrebato de indignación se le escapa. —¿Es una amenaza? Jay mueve los ojos hacia arriba, molesto. —¡Vete a la mierda! —Está bien —sisea ella—. Me voy pero solo porque sé que este pequeño caso tuyo nunca va llegar a juicio. El Sr. Scott le ofrecerá una suma de dinero durante la mediación, y usted, Sr. Fields, la aceptará. —Sí, eso ya lo veremos.

192

Con un portazo cierra la puerta de la oficina detrás de ella, y yo dejo salir la respiración que he estado aguantando. Los ojos de Jay conectan conmigo y no puedo evitarlo, estallamos en risas. —Acabas de usar la frase, ¿nunca voy a pegar una dama pero bofetear una perra? ¡Oh, Dios mío Jason, eso es tan clásico! Eres mi héroe. Se frota su cuello y se acerca para sentarse en el borde de mi escritorio, tomando mi mano y poniéndola en su pecho. Frotando mi palma sobre la tela de su camisa. —Lo siento. Necesito tu contacto para borrar el hecho que ella tuvo sus demoniacas garras sobre mí. Y sólo estaba tratando de hacerla enojar al decirlo. No golpeo a las mujeres, ni siquiera a las auténticas cabronas como Una Harris. Y por cierto, no le prestes atención. No hay nada en ti que necesites cambiar. La sinceridad en sus ojos me hace contener el aliento, pero no puedo abordar el cumplido. Me hace sentir demasiado. —No puedo creer que haya venido aquí. ¿Qué le pasa? —Una mezcla completa de estimulantes y tranquilizantes, a juzgar por mi trabajo de detective —ironiza Jay—. De todos modos olvidémonos de ella. He venido para llevarte a almorzar al parque. Un día como hoy es un regalo para los ojos. Sale al pasillo y recoge una bolsa marrón con sándwiches y dos vasos de café para llevar. —Eh, definitivamente conoces el camino para llegar al corazón de una mujer. Las dos C: cafeína y carbohidratos. —Sí, sí, lo sé. Ahora saca tu lindo trasero de la silla y ven conmigo. —Es esto… ¿cómo llamarías a aquellas cosas que no hacías, pero que por mí haces una excepción? Ah, sí, una cita. ¿Esto es una cita, Jason? —Me encanta burlarme de él. Su boca se curva en algo parecido a una sonrisa cuando lleva la mano hacia mi cuello y aprieta suavemente. —Podría ser. Me ofrece su mano y la tomo. En vez de conducir, caminamos hasta el parque buscando una mesa de picnic limpia para sentarnos y comer. —¿Quién es el señor Scott? —pregunto mientras sorbo mi café. Jay me mira de reojo. —Dilo otra vez. —Una Harris ha dicho que el señor Scott ofrecerá una cantidad de dinero para abandonar el caso. ¿Quién es? —Sí, claro. Brian Scott. Es dueño del periódico. —He oído este nombre antes. Es algo como la respuesta de Irlanda a Rupert Murdoch o algo por el estilo, ¿no es así? —Por el estilo.

193

—¿Hay cualquier cantidad de dinero que puedan ofrecerte y que aceptarías? Sólo por curiosidad. Sus labios delinean una delgada línea, su respuesta es rápida y definitiva. —Nop. —Entonces, probablemente no vale la pena molestarse con la mediación. —Probablemente no. Pero tenemos que pasar por todo el proceso, Watson. Dejémosles pensar que nos pueden atrapar. Ya sabes, como en una extraña pelea cuando un tipo larguirucho se mete en el ring con un pedazo de hombre musculoso. Todos piensan que el musculoso va ganar, pero entonces el larguirucho se convierte en un maldito tornado y sorprende exageradamente a todos. Sonrió con su analogía. —Por lo tanto tú eres el tipo pequeño. Su brazo se desliza alrededor de mi hombro, arropándome a un lado de su cuerpo. —Comparado con The Daily Post, sí, lo soy. Me derrito por su cercanía y tomo un pequeño mordisco de mi sándwich antes de mirarle. —Sabes qué Jay, no puedo esperar para verte convertido en un tornado. Creo que tienes que sorprendernos a todos nosotros. Su única respuesta es una pequeña sonrisa de complicidad y comemos el resto de nuestro almuerzo en un amigable silencio. En el camino de regreso al despacho Jay es reconocido por un par de mujeres cuando pasan junto a nosotros. —Es una vergüenza lo que le hizo a ese pobre hombre. —Una de ellas chasquea la lengua, elevando su nariz en el aire, altivamente. —Debería ser arrestado —añade la otra. Enlazo mis dedos con los suyos, pasando mi pulgar por el interior de su muñeca. —Ignóralas. —Lo hago. —Todo el mundo piensa que su opinión es lo más importante, incluso cuando no tiene ni idea acerca de una situación. —Lo sé. En cuanto las mujeres se alejan de nosotros lo empujo en el hueco de una tienda, junto a nuestra oficina. Sus ojos están fijos en la retirada mujer durante un minuto antes de fijarse en mí con sus pupilas dilatándose. Me acuerdo de él diciéndole a Michelle que esto era una señal de excitación. Umm, creo que esto me gusta. —Oye —susurro. Él pasa la punta de sus dedos por mi clavícula. —¡Ey, Watson! ¿Qué pasa?

194

—¿Me das un beso antes de volver a trabajar? —pregunto tímidamente lamiendo mis labios. Sonríe e inclina su cabeza hacia mí. —Eso depende. —¿De qué? —¿Qué vas hacer para la cena? Devano mis sesos buscando ideas sobre lo que podría ser más apetecible, decantándome por la comida más obvia para un hombre. —Filete. —Buena respuesta. Bueno, puedes tener un beso. Solo uno, sin embargo. Lame una línea desde mi boca hasta el lóbulo de la oreja, haciendo mi pulso martillear. Después agarra mi barbilla y hunde su lengua dentro de mi boca. A medida que me aferro a su camisa se me acelera la respiración. Su lengua se mueve dentro y fuera y es un poco indecente para un beso en la calle en pleno día pero no me importa en este momento. Gimo y su otra mano agarra mi cadera. Retrocediendo demasiado pronto muerde mi boca y me quejo. —¿Qué pasa? —No debí haberte pedido que me besaras. —¿Por qué no? —Porque ahora no voy a poder ser capaz de centrarme en mi trabajo, y tengo muchas cosas que hacer. Ríe y pasa su mano alrededor de mi cintura acompañándome dentro y sube las escaleras. —Deberías dejarme ir por si mi padre está por aquí —digo en voz baja. —¿Soy tu pequeño secreto, Watson? —susurra sinuosamente en mi oído. Uso una de sus réplicas ingeniosas en su contra. —Te encanta. Su respuesta es firme. —Sí, es cierto. Dentro, me acomodo en mi escritorio y Jay se va al baño antes de irse. Su chaqueta está colocada sobre la esquina de mi escritorio y solo me doy cuenta de ello cuando su teléfono empieza vibrar en su bolsillo. Sin pensarlo dos veces deslizo mi mano y recojo el teléfono. Un mensaje de texto con remitente anónimo atraviesa la pantalla. Esta noche. Nueve en punto. El mismo sitio. Mi cerebro va a toda velocidad cuando deslizo rápidamente el teléfono en su bolsillo e intento dejar su chaqueta como si nadie la hubiese tocado. ¿De quién demonio es este mensaje? Llego a la asquerosa conclusión de que esto tiene bastante

195

pinta de ser un ligue. Un encuentro nocturno. El sitio de siempre. ¡Dios, ¿esta Jay viéndose con alguien más que yo?! Inmediatamente mi corazón cae vertiginosamente desde la cumbre más alta a la que previamente había sido elevada. Un segundo más tarde vuelve para recoger su abrigo y ponérselo. Inclinándose sobre mi escritorio me da un suave besito fugaz en los labios antes de decirme que me verá esta noche para cenar. Ni siquiera soy capaz de preocuparme porque mi padre lo vea besarme ya que estoy demasiado centrada en el mensaje. Tomo un par de respiraciones profundas para volver en mí y echar un vistazo a la oficina de papá. Esta tecleando frenéticamente en su ordenador, ajeno al mundo, así que es probable que no haya visto el beso. Durante las siguientes horas sin mucha atención, consigo terminar mi trabajo del día pero la pregunta sobre el mensaje de texto se mantiene en primer plano en mi mente. Necesito saber de qué se trata. Necesito saber que es completamente inocente y que no tengo ningún motivo para preocuparme. Así que decido que no puedo hacer otra cosa. Voy a tener que seguirlo.

196

n cuanto salgo del trabajo me dirijo hacia el autobús y llamo a Michelle. No he hablado con ella desde la fiesta de Jessie el fin de semana. —Bueno, hola forastera —canturrea en el teléfono. —Hola, ¿cómo estás? —contesto, tratando de sonar alegre. —Estoy bien. Bueno, aún estoy con un poco de resaca, en realidad. Terminé pasando el fin de semana en casa de Jessie. Te aseguro, que esa chica sabe cómo mantener a una mujer ocupada. Sé que tenía mis ojos puestos en el tipo rubio, Ben, creo que así se llamaba. Pero se esfumó con su amigo Stuart después de que Jay le diera un puñetazo por bailar contigo, así que fue un callejón sin salida. »De todos modos, me fui de su casa esta mañana y tuve que ir al trabajo directamente. Uno de mis colegas señaló que yo tenía el cabello "hecho una mierda". Me quedé, como mortificada punto com. —Michelle. —Sí, ¿Matilda? —Es una historia encantadora, pero por favor no uses nunca más mortificada punto com. Ella se ríe en voz alta en la línea. —Bueno. Entonces, ¿qué pasó contigo y Jay? Y no me digas "nada". Juro por Dios, si dices "nada", voy a encontrar una manera para tele-transportarme a través de este teléfono para poder estrangularte. —Pasaron cosas, pero hemos acordado ir más despacio. Me gusta mucho —digo, incapaz de contenerme. —¡Bueno, bueno, bueno! La chica que no le gusta cualquier hombre, finalmente encuentra a un hombre que le gusta —dice Michelle, suena medio satisfecha y complacida. —No es que no me guste ningún hombre. Simplemente a ellos no les gusto yo. —¡Ah, calla! Nada de eso importa. Ahora ya tienes un pedazo de chico malo para acabar con todos los desagradables chicos malos, por tanto, ¿quién se preocupa por los fracasos del pasado? Tengo que decir, me siento como provocando a un monstruo de ojos verdes. —¿Pensé que estabas completamente enamorada de Jessie? —¿Enamorada? Por favor. Es sólo sexo entre las dos. Ella lo sabe. Yo lo sé. Ambas estamos bien y estupendamente con el concepto. Ahora, volvemos a ti y a Jay. ¿Ha llegado ahí abajo?

197

—¡Michelle! —¿Qué? —¿Dónde estás ahora mismo? —Haciendo la cola en Boots. Tenía que comprar champú y acondicionador. ¿Por qué? —Ésta no es una conversación telefónica que debas tener en la cola de Boots. Así que, vamos a esperar hasta que nos veamos en persona para hablar... ese tipo de detalles. Ahora necesito un consejo sobre otra cosa. —De acuerdo. Estoy intrigada. Continúa. Le cuento sobre "EL MENSAJE". Sí, durante las últimas horas se ha convertido en un problema tan enorme en mi cabeza que ahora tengo que referirme a él en mayúsculas. Michelle escucha y luego reflexiona sobre ello un momento más. —Bueno, no creo que debas seguirlo. —¿Por qué no? Es la única manera para averiguar algo. —Y, ¿si le preguntas? —sugiere y decido dejar pasar de su sarcasmo. —Eso me exigiría que fuera una adulta madura y también me exigiría que admitiera que espié en su teléfono. Y no estoy preparada para nada de eso. Por lo menos si lo sigo, lo sabré con certeza. ¡Si se trata de un mensaje para quedar, puedo decirle hemos terminado, señor! ¡Qué tengas un buen día! Y luego desaparecer para cuidar mi orgullo herido. »Si es algo normal, como reunirse para tomar el té y emparedados con un viejo amigo, puedo asentir con aprobación y escabullirme a casa feliz de que todo está bien en el mundo. Jay no se enterará de esta actividad por alguien que se volvió loca, se le fue la olla al conejito y que le está siguiendo ahora mismo. Michelle gime. —¡Oh, por Dios, Matilda! Por favor no lo sigas. Eso simplemente acabará en lágrimas. —Diciendo esas cosas sólo me haces querer seguirle. Me dan ganas de saber por qué tiene que acabar en lágrimas. —¿Por qué no puedes simplemente aceptar mi consejo? —Voy a considerar mis opciones. Mi autobús está llegando, tengo que irme. Hablaré contigo más tarde. —Vas a hacerlo. Qué puedo decirte. —¡Adiós! Cuelgo antes de que tenga la oportunidad de disuadirme. Voy a hacerlo. Voy a poner en práctica el apodo que Jay me dio y voy a investigar. En cualquier caso, es culpa suya por haberme puesto el apodo en primer lugar. Después de la cena papá se ofrece a lavar los platos y voy a mirar una telenovela en la televisión. Jay deambula y se deja caer a mi lado, demasiado cerca, considerando

198

que papá puede entrar en cualquier momento. Y sí, soy bastante consciente del hecho que soy adulta. Simplemente es que Jay es una persona tan sexual, lo que quiere decir que si le digo a papá que estamos juntos, él sabrá que estamos haciendo cosas sexuales. Sólo de pensarlo me hace tener ganas de avanzar lentamente por mi piel. Sí, en cuanto a él todo se reduce a eso, soy un bebé. Una niña grande, tonta y avergonzada. Jay se sienta totalmente relajado durante un minuto antes de inclinarse al azar y lamerme el rostro. Me río y limpio mi piel. —¿Por qué hiciste eso? —Solo ten cuidado. —Está bien. —Tengo que irme un poco antes —dice, bajando un poco su voz—. ¿Puedo ir a visitarte después? —¿Te refieres a cómo me visitaste anoche? —pregunto, levantando una ceja, y una media sonrisa en marcha. —Algo así. Tal vez hagamos un poco más esta vez. Bueno, no necesito ser una adicta al sexo para saber lo que eso significa. Esto es una buena noticia. Si está planeando "visitarme" más tarde, entonces es probable que el misterioso encuentro no sea un mensaje para una cita. Los escalofríos irrumpen en mi piel cuando él pasa lentamente un dedo por mi brazo. —Tal vez puedas visitarme entonces —le digo tranquilamente. Papá entra en la habitación en ese momento y Jay se aparta rápidamente. Papá no nota nada, sentado en su sillón y moviéndose a través de los canales con el control remoto. Más tarde, me visto con ropa oscura y busco a un viejo gorro de lana para llevar en mis aventuras como detective. Ya sabes, para ser discreta y todo eso. Tengo un taxi esperando junto a la acera, para cuando Jay se vaya. Justo un poco después lo sigo y salto en el taxi, diciéndole al chófer que siga el automóvil de Jay. El conductor es un entrometido. —Bueno —declara—, no es esto todo muy misterioso. Si no estoy equivocada, hay un toque de humor seco en su tono. Me burlo. —Usted no sale mucho, ¿verdad… —levanto mi cuello para mirar su identificación pegada en el tablero—… Sr. Paul Donnelly? Él me mira a los ojos a través del espejo y se calla. Estoy satisfecha de ganar la guerra sarcasmo. El viaje no es largo. Jay conduce hacia las zonas portuarias, girando finalmente en un viejo edificio abandonado en un sitio que en su día pertenecía al Celtic Tiger44. Cuando la recesión golpeó, quedaron un montón de edificios a medio El Tigre Celta (en irlandés: "Tíogar Ceilteach", en inglés: "The Celtic Tiger") es un apodo de la República de Irlanda relativo al rápido crecimiento económico que experimentó durante los años noventa hasta 2001 o 2002. 44

199

construir, creando efectivamente una especie de ciudad fantasma que daba una sensación espeluznante —Me puede dejar aquí —digo, entregándole al conductor el dinero. Él me mira preocupado. —¿Está usted segura? Puede haber un montón de tipos sospechosos aquí, querida. —Estaré bien —le aseguro y él toma el dinero, no sin antes refunfuñar por lo bajo. El aire frío me golpea tan pronto como salgo del vehículo. El día fue cálido, pero la temperatura siempre desciende por la noche y es peor aquí tan cerca del mar. A escondidas en la esquina de un edificio miro como Jay estaciona su automóvil y sale. Lo sigo en silencio mientras camina de un edificio a otro, por el lateral hacia un rincón apartado. Yo paso por el otro extremo del edificio y es entonces cuando veo a los hombres. Hay cuatro, pero sólo uno da un paso adelante para saludar a Jay. Los demás, dudan, sus posturas desmienten que sean una especie de seguridad o guardaespaldas. El tipo principal usa traje, pero no me dejo engañar. Tiene la apariencia de un sinvergüenza, un falso tatuaje en el cuello se asoma sobre su collar. Esto no es lo que había estado esperando en absoluto. Había esperado algo malo, pero creo que esto podría ser mucho peor. No hay ninguna duda de la peligrosidad y el aire delictivo sobre los hombres con lo que está reunido, la naturaleza misteriosa y anónima "DEL MENSAJE" lo hace mucho más preocupante. Intercambian algunas palabras, pero estoy muy lejos para escucharlas. Todo parece ir bien, a pesar de la ubicación sombría y naturaleza de la reunión. Pero luego parece que la conversación se está acalorando, la postura de Jay se pone a la defensiva cuando el hombre que está hablando con él empieza a gesticular con sus manos. Los guardaespaldas se acercan a los dos, rodeando al hombre que me imagino es su jefe. Jay pone una mano con un gesto que creo dice “tranquilos”, luego alcanza su bolsillo interior. Contengo la respiración, porque cuando lo hace, tres de los guardaespaldas sacan sus armas. ¡Armas! Mi pulso va a noventa. Jay no mueve ni un párpado y cuando su mano sale del bolsillo, le entrega al tipo algo que se parece a una tarjeta de crédito o algún tipo de tarjeta. El hombre lo toma y dice unas palabras y luego se dan un apretón de manos. Parece que la reunión ha terminado cuando los hombres se vuelven para salir en la dirección opuesta por la que Jay vino. Cuando Jay se da la vuelta para volver a su automóvil, mi corazón salta y me escabullo para encontrar algún escondite. Sin pensarlo, me apresuro dentro del edificio abandonado y me escondo detrás de un montón de cajas de madera. Pongo mi mano en mi pecho, para tranquilizarme. Me quedo así durante unos cinco minutos, esperando para estar segura de que definitivamente Jay se fue. Está tan oscuro que apenas puedo ver algo aquí. Levantándome de mi posición en cuclillas, saco el teléfono de mi bolsillo, esperando

200

que la luz de la pantalla ilumine mi salida. Cuando la luz se enciende y levanto el teléfono delante de mí, lanzo un aullido sorprendida al ver que está allí, mirándome con una expresión furiosa. Me ha atrapado. Nota para una misma: Nunca trates de desenmascarar a un tramposo. Su mirada es asesina y por alguna razón no me siento segura. Supongo que es porque él se asocia con hombres que llevan armas, lo que significa que de ninguna manera es la persona que pensaba que era. ¿Llevará un arma? —¿QUÉ DIABLOS? ¿Qué estás haciendo aquí, Matilda? —Su voz es profunda, ronca y está completamente enojado. Da unas cuantos pasos largos hacia mí, apoyándome contra una pared antes de cerrar de golpe sus manos a ambos lados de mi cabeza. —Yo, eh… he venido a preguntarte si has, eh, si has visto mi calculadora en alguna parte. Parece que la he perdido. —¡Por Jesucristo! —Me estremezco ante mi ridículamente obvia mentira—. ¿Me seguiste? ¿Cómo hiciste para venir aquí? Cierro mis ojos y contesto temblorosamente: —Lo siento. Leí tu mensaje. Lo siento. Por favor no me hagas daño. Él exhala un largo suspiro y abro mis ojos. —No me mires así. Nunca te lastimaría. —Eso es... eso está bien. —Pero venir aquí fue una estupidez, en serio, y no puedo fingir que no estoy enfadado. —¿Quiénes eran esos hombres? —pregunto, tragando saliva. Jay levanta una ceja. —Eh, de ninguna manera. Tú no tendrías que estar aquí. Por lo que no puedes hacer preguntas. —Parecían sospechosos, como criminales. No entiendo por qué tienes que encontrarte con personas así. —Los males necesarios están por todas partes en este mundo, Watson. Y no te voy a explicar nada. No ahora. Ni siquiera deberías estar aquí. Me muevo para alejarme, pero él me bloquea, con su mano agarrando mi hombro. —Oh, no, no te irás. —Me voy a casa. —Sí, pero yo te llevaré. —Su mano se desliza desde mi hombro a mi cuello, agarrándome fuerte y guiándome lejos de la pared. Mis niveles de ansiedad se disparan silenciosamente, me guía fuera del edificio abandonado hacia el lugar donde estacionó

201

su auto—. Hay todo tipo de delincuentes por aquí, Matilda. Drogadictos, personas sin hogar. Del tipo que no se lo pensaría dos veces en hacer daño a una mujer inocente mientras camina tontamente dentro de su territorio. Mierda, podría haberte pasado cualquier cosa. Ahora estamos en su automóvil. Llega junto a mí para abrir la puerta de atrás antes de indicar que entre con su mano todavía en mi cuello. Cierra de golpe la puerta y luego camina hacia la parte delantera, deslizándose en el asiento del conductor. —Vi el mensaje que recibiste antes y pensé que sonaba como... como una llamada para una cita o algo así. Por eso te seguí. No sabía que iba a ser algo como esto. —Me detengo, apagando la voz, asustada—. Esos hombres te apuntaron con armas, Jay. Sus ojos se suavizan un momento mientras me mira a través del retrovisor. —¿Una llamada para una cita? ¿Pensaste eso? Me encojo de hombros, avergonzada ahora. —Saqué conclusiones. A veces hago eso. —No soy ese tipo de persona. —Eso lo sé ahora. La cuestión es, ¿qué otra clase de persona eres, Jason? Del tipo que ni pestañea cuando un arma de fuego le está apuntando. Y eso trae consigo otras muchas connotaciones. El problema es que ninguna de esas connotaciones cambia la fuerza de mis sentimientos por él, y esa es la parte que da miedo. Me mira fijamente un largo momento antes de continuar: —Y de lo otro, simplemente solo fue un pequeño malentendido. No iban a dispararme. Y lo digo otra vez por si acaso te has olvidado. No debías estar aquí. — Cierra sus manos sobre el volante, con su enfadado creciendo de nuevo—. ¡Joder! nunca me perdonaría si te pasara alguna cosa. ―Sus ojos se encuentran con los míos, y algo dentro de mí se derrite―. Eres muy importante para mí, Matilda. Más de lo que piensas. Inhalo y miro hacia otro lado, incapaz de lidiar con las emociones que sus palabras evocan en mí. Todo lo que puedo es decir otra vez: —Lo siento, he aprendido mi lección. No pasará de nuevo. Lo siguiente que sé, es que está subiendo a través del hueco entre los dos asientos delanteros, empujándome en la parte de atrás. Me balanceo a un lado, sin saber cuál era su intención, hasta que mi cabeza golpea la ventana del otro lado. Me acorrala con su cuerpo, levantando mis muslos para poder encajarse entre ellos. Su aliento caliente golpea mi oreja cuando susurra: —No, no creo que lo hayas aprendido todavía, pero lo harás. —Y entonces, rápido como un rayo, se me tira encima y quedo acostada boca abajo. Él frota su obvia erección en mi trasero, y yo jadeo sorprendida.

202

—Jay —exclamo, medio indignada, medio excitada. —¿Qué? —Estamos en tu automóvil. En público. —Apenas hay público aquí, pero sí, estamos en mi automóvil. De hecho, me gusta estar en mi auto contigo. Sus dedos se deslizan bajo la cintura de mis vaqueros negros, mientras que, con su otra mano tira de mi sombrero, dejando mi cabello suelto. —Mira este maldito atuendo. ¿Podría ser más lindo? —Cualquier cosa que vayas a hacer, detenlo. Esto no está sucediendo. No aquí —protesto con voz entrecortada, demasiado para mi gusto. Debería estar centrándome en el hecho de que todavía no me ha dicho lo que ha estado haciendo. No puedo concentrarme cuando tiene sus manos sobre mí. Pellizca mi cadera y sigue tirando abajo mi jean. Cuando se estira para acariciar con dureza entre mis piernas, mi cerebro se apaga y gimo. —Mojada —dice, como si acabara de ganar algo. —Umm —murmuro. —Y suave. —Jay. —Dulce, también. —No podemos. —Oh, sí, sí podemos. Él tira de mi chaqueta y empuja mi camiseta, presionando besos en mi espalda y muerde suavemente, jugando. Lame la parte baja de la espalda y las bragas. —Me gusta que te guste que te lama —dice con voz ronca. —¿Eh? Jay ronronea, un sonido bajo y profundo. —¿Nunca has escuchado esa canción? —¿Qué? —No importa. No levantes la vista. Mis sentimientos son lo contrario de esa canción. —Jay, estás divagando. Solo tócame. —Será un placer. Mi pantalón queda a mitad de camino debajo de mis piernas cuando él envuelve un brazo alrededor de mi cintura, tirando de mí hacia arriba hasta que estoy apoyada sobre mis manos y rodillas. Acaricia mi trasero y después me da una ligera palmada. Grito y lo frota. Una mano asciende por mi cuerpo, sobre mis costillas y ahueca mi pecho. Pellizca mi pezón y muerdo mi labio.

203

Hay algo de cierta impaciencia detrás de mí mientras deshace la hebilla de su cinturón deprisa y luego siento su carne dura, sedosa rozando mi nalga. Sosteniendo su polla, la frota sobre mi trasero y después la baja, deslizándola a través de mi humedad. Empuja contra mi entrada y lentamente está dentro de mí, gruñe: —Ésta es la mejor sensación, estar dentro de ti. Levanta la espalda y luego se estrella contra mí por detrás, empujando duro y rápidamente. El placer hace erupción atravesando todo mi sistema, mis gemidos llenan el pequeño espacio. Cuando se inclina sobre mí y muerde mi cuello, suspiro. Su mano agarra mi nuca y me tira hacia arriba, pasando su mano sobre mi pecho para retenerme allí mientras entra en mí. El placer es agudo y devorador. Él hombre esculpió mi cuerpo y yo soy suya para poseer. Mi corazón late con rapidez, mi pulso late en mis oídos, tan fuerte que casi ahoga los sonidos eróticos de sus gemidos. La emoción, queda atrapada en mi garganta, sentimientos que burbujean y que por alguna razón no quiero reconocer. Me encanta la forma en que me consume completamente, hasta el punto donde todo el mundo se desvanece. Su mano todavía agarra mi cuello, estira la otra, buscando mi clítoris. Gimo cuando lo encuentra, frotando rápidos círculos, llevándome más cerca del borde. —Córrete para mí, mi amor. Córrete en mi polla —dice con voz ronca en mi oreja y sus labios sobre mi piel. —Yo… —No tengo palabras. Su escultural pecho se presiona en mi espalda, sus caderas sobresalen dentro y fuera. El calor se propaga a través de mí. Me siento febril, embriagada. —Tu cuerpo me vuelve loco —gruñe, mordiendo en mi hombro, clavando sus dedos en mi cuello. Me aprieto a él, cerca de mi orgasmo―. Vaya, te gusta cuando soy duro contigo, ¿no? —Cállate ―me las arreglo para decir y se ríe con ternura. Mi cuerpo se sacude cuando me vengo, intensificando el placer, consumiéndome. Sus empujes reducen la velocidad mientras vuelve mi cabeza hacia él y captura mi boca con la suya. Su lengua se sumerge, lamiendo, acariciando. Entonces le siento venir caliente dentro de mí. Mi cuerpo se afloja y tira de mí suavemente encima de él, mientras se reclina hacia atrás, sosteniéndome con firmeza entre sus brazos, su liberación le da un brillo de satisfacción. Mi rostro descansa sobre su hombro donde pongo suaves besos de adoración en su piel, suspirando con el simple placer de estar en su abrazo. Nos quedamos así durante mucho tiempo, en la oscuridad absoluta que nos rodea. No hay luces en la calle, sólo la tenue luz de la ciudad en la distancia. Cuando me muevo para buscar mi ropa, un profundo y sonoro gruñido emana de su pecho. —No lo hagas —susurra, sus labios rozan mi oreja.

204

—No podemos quedarnos aquí toda la noche —protesto. —¿No podemos? —Yo no duermo en los automóviles, Jay. —Oye, ahora, este auto tiene más valor que algunas casas —dice en broma, su agarre sobre mí se suelta—. Pero está bien. Ponte algo de ropa, pequeña seductora. Le doy una mirada divertida mientras me pongo el sujetador. —¿Yo? Creo que descubrirás que el único que sedujo aquí has sido tú. Levanta la ceja burlonamente. —¿Yo? Me sigues aquí, toda descarada, vestida con ese pequeño conjunto como si estuvieras jugando a los detectives, haciéndome enfadar y hervir mi sangre. Tienes suerte de escapar con algo "rapidito". Tengo en mente algo bueno para asegurarme de que no puedas caminar derecha por la mañana. —¡Jay! Su risa llena el auto mientras le toco ligeramente en el brazo. Nos vestimos y luego Jay se sube adelante otra vez. Me quedo en la parte posterior, pensando. Ahora que no estoy demasiado entretenida por la loca lujuria que siento por él, puedo pensar más claramente. —Aún no me has explicado de qué iba lo de esta noche —digo cuando enciende el motor. Me dispara una mirada seria, olvidando su alegría. Digo enojada—: Quiero decir, he permitido dejar pasar algunas cosas, pero no estoy segura si puedo ignorar esto. ¿Qué estás haciendo, Jay? —Estoy conduciéndonos casa —contesta casualmente. Eso me enfurece. —No es lo que quiero decir y lo sabes. —¿Qué quieres decir? Cruzo mis brazos. —Bien, ¿quieres que te diga lo que pienso? Estoy pensando que todo no es lo que parece. He estado leyendo los archivos de tu caso y, ¿sabes qué? Todo parece un poco demasiado perfecto, como si todo encajara a la perfección en un paquete pequeño. Y la vida real no es tan ordenada. Es complicada y frustrante y siempre hay obstáculos. —¿Crees que es agradable que Una Harris haya estado tratando de destruir mi carrera? Sí, Watson eso es lo que yo llamo un escenario muy perfecto directamente. —No, no creo que sea correcto. Creo que es terrible y creo que ella es una persona horrible. Después de haberla conocido, para ser honesta he de decir que la mujer me da a escalofríos. Hay algo que no está bien con ella y no es sólo el hecho de que su rostro sea más plástico que carne. Pero al mismo tiempo, siento como que tu enojo por lo que ha hecho es... cuestionable. Actúas enojado, pero luego hay un atisbo de placer enmascarado detrás de ello. Casi como si te gustara que te insulte, como si cada palabra que ella imprime te proporcionara más municiones en tu arsenal. —Tienes razón. Lo es. Es la munición para el caso, Matilda.

205

El movimiento es minúsculo, pero veo que su mandíbula se contrae. Sí, definitivamente hay algo aquí. Jay arranca el automóvil y comienza a conducir hacia casa. No dice ni una palabra y yo no aparto la vista de él. Casi hemos llegado a casa cuando le susurro: —¿No confías en mí? Su mirada se aleja de la carretera para encontrarse con los mía. Un suspiro se le escapa. —Confío en ti. No es cuestión de confianza. Es sobre el hecho de que si supieras la verdad, ya no me querrías y no podría vivir sabiendo que no me quieres. Mi aliento me deja de repente. Sus ojos brillan en la oscuridad. Sé que está diciéndome la verdad ahora, simplemente puedo sentirlo. Se detiene en el camino de entrada y apaga el motor. Nos quedamos así un momento, sin que ninguno de los dos diga nada. —Creo que subestimas mi capacidad para aceptarte, incluso con tus malos momentos. —No puedes decir eso, Matilda. No puedes decirlo hasta que lo sepas todo. —¿Nunca me lo dirás? —Sí, voy a contártelo todo. Sólo tienes que esperar. Por favor espera. Nos quedamos mirándonos lo que parece ser una eternidad. Él necesita que espere y hay tanta desesperación en su súplica que me hace querer hacerlo por él. Mis sentimientos son tan fuertes que quiero depositar mi confianza en él y que me cuente cuando decida que es el momento adecuado. Así que, con un pequeño guiño, le muestro que estoy dispuesta a hacer las cosas a su manera. Él suspira aliviado. No lo cuestionaré hasta que sea la hora de que me dé las respuestas. Creo que soy paciente. También creo que algunas cosas merecen la pena y Jay realmente es una de ellas. Cuando finalmente aparto mis ojos, el cansancio me golpea como un martillo. Tratar con toda esta agitación emocional me está agotando. Entramos, a cada una de nuestras habitaciones por separado. Cuando finalmente consigo meterme en la cama, me encuentro mirando al techo y preguntándome. ¿Qué ha hecho tan malo para que piense que no voy a quererlo?

206

la mañana siguiente, Michelle aparece para desayunar conmigo antes del trabajo. Yo había olvidado por completo que habíamos quedado para hacer esto la semana pasada. Jay aún no se había levantado cuando le abrí la puerta a ella. Nos sentamos y charlamos un rato. Mi padre llega al rato y toma algo rápido antes de salir para una reunión a primera hora de la mañana, que él mismo había programado. Después baja Jay, viéndose agitado y apetecible por el sueño. Su cabello está desordenado, su camiseta arrugada. Y en realidad, debería de haber una norma contra él para que no lleve pantalón corto en casa. Sus piernas son tan increíbles… Gloriosas. Todo músculo, fuerza y sexy, solidez robusta. Estas piernas son para saquear, y déjame decirte, ellas saquean. Michelle mueve sus cejas cuando él entra, y le doy una mirada para que guarde silencio. Todavía no hemos tenido la oportunidad de hablar de lo que está ocurriendo conmigo y Jay, y se puede decir que la está matando. El movimiento de sus cejas se convierte en un ceño fruncido cuando su mirada se centra en mi cuello. —¿Qué es eso? —pregunta, inclinándose con curiosidad y tirando para abajo del cuello de mi blusa—. ¿Eso es un moretón? —continúa. Pongo mi mano en la garganta tímidamente. No vi ningún chupetón cuando me estaba preparando esta mañana, pero por otro lado, estaba un poco apurada, así que no tuve en realidad oportunidad para estudiar mi apariencia. Jay, sirviéndose solamente una taza de café, se gira, tomando un sorbo de su taza. —Creo que es un moretón —dice Michelle, confirmándolo. Me levanto de la mesa y voy a mirarme al espejo. Y, justo como ella dijo, hay un pequeño moretón gris en mi cuello. De hecho, hay tres pequeños moretones, juntos. Una visión, como destellos de la otra noche, viene a mi cabeza. Jay agarrándome por el cuello, en la parte de atrás de su auto. Oh, Dios, realmente había sido rudo conmigo. —Sí, parece que tienes razón —digo tranquilamente, poniendo mi cuello de la camisa de vuelta—. Siempre me están saliendo estos moratones misteriosos, nunca sé de dónde vienen. —¿Ah, sí? —dice Michelle. Hay un brillo en sus ojos que me hace preguntarme si ella sospecha que yo sé exactamente de dónde vinieron. Miro a Jay, y hay un calor inconfundible en su expresión. Él lo está recordando también. Me sonrojo.

207

Él debe de notarlo, porque viene a rescatarme enfocando su atención en Michelle. —Entonces, escuché que tú y Jessie han estado teniendo relaciones otra vez. ¿Qué hay con eso? Juro que casi escupí el trago del zumo de naranja que acababa de beber. —¡Hahahaha! —Michelle dice en voz alta—. Esa es buena. Voy a usar esto. Y sí, lo tuvimos. Hemos estado teniendo una pequeña aventura sexual. Es todo muy emocionante. Jay cruza la habitación y viene a sentarse a la mesa con nosotras. Le da un mordisco a mi casi terminado bagel, como si fuese la cosa más natural en el mundo. Le doy una mirada de indignación simulada, a la que me responde con un descarado guiño. —¿Una aventura sexual? —pregunta él despreocupadamente—. ¿Estás segura de que eso es todo? Los labios de Michelle se aprietan infinitamente. —Sí. ¿Por qué lo preguntas? Él se encoge de hombros. —Tengo la sensación de que te gusta más de lo que quieres admitir. Michelle le da una mirada exasperada. —Dios, Matilda, díselo. Yo no tengo ataduras. Y si quisiese atarme, sería con un hombre. Sin ofender a Jessie ni nada. —Oh, ¿así que, estás usando a mi amiga? Eso es encantador. Debes de estar muy orgullosa de ti. El tono de Jay está a punto de ser molesto, pero hay algo más que eso. Está fingiendo su enojo para obtener el resultado deseado. La postura de Michelle se desinfla, y en sus ojos crece la culpabilidad. Su voz es tranquila cuando responde. —No, no es lo que estoy haciendo. Por favor, no le digas a Jessie que dije eso. —¿Por qué te importaría si lo hiciese? Tú misma dijiste que no tenías ataduras con ella. —Sí, pero es solo que… Mira, ¿sabes cómo a veces tienes ese ideal de la persona que quieres para estar contigo? Por ejemplo, siempre vas por hombres fuertes, metrosexuales. Pero entonces, conoces a una compañera de trabajo que es como una especie de ratón de biblioteca y no sabe nada sobre estilo o vestirse bien. Inmediatamente puedes clasificar a esa persona como un interés romántico y ponerlo en la zona de amigos. Pero luego llegas a conocerla mejor, y mientras pasa el tiempo, comienzas una especie de enamoramiento, porque su personalidad o algo sobre ella, como su alma interior o lo que quieras, te atrapa. Y entonces, de repente te encuentras desarrollando sentimientos serios por esa persona, sentimientos que no esperabas.

208

—Entonces, ¿Jessie es el ratón de biblioteca de tu trabajo? —dice Jay, su boca curvada en una sonrisa satisfecha. Los ojos de Michelle se abrieron demasiado, no podía creer que ella había dicho eso. —¿Qué? No. Eso no es a lo que me refiero. Todo lo que hace Jay es subir una ceja, y la tiene con eso. Su conmoción se lleva lo mejor de ella. —Está bien, está bien, quizás Jessie es una colega de trabajo nerd. No es que sea muy nerd ni nada. Pero, Dios, la chica es tan ingeniosa, y me hace reír tanto. Empiezo a creer que no nos enamoramos de la apariencia o el género al final. Nos enamoramos de la persona como un todo. Nos enamoramos de sus almas. Bueno, eso fue algo… profundo. Coloco mi taza en la mesa. —¿Te estás enamorando de ella? Michelle gruñe y cubre su rostro con las manos. —Jesús, cómo diablos estoy admitiendo todo esto. —Baja sus manos y señala con el dedo a Jay—. Eres un maldito entrometido. Tú hiciste esto. Sabías que estaba ocultando algo. Jay toma de su café. —Oye, solo mantenía una conversación. No tenía ni idea de esto, pensé que solo eras una turista-lesbiana. —Prefiero el término “bicuriosa”, en caso de que te interese. Jay ríe dentro de su taza de café. —Parece como que está pasando algo más que curiosidad aquí. Ella lo mira con molestia por un momento antes de volver su mirada a mí. Toma mi mano en las suyas. —Oh por Dios, Matilda, ¿cómo diablos pasó esto? He pasado años buscando a un hombre, y al final la que me tiene es una mujer. Siento que me estoy volviendo loca. —Es irónico, en verdad —dice Jay con una voz inexpresiva. Le doy una mirada silenciosa antes de girarme hacia Michelle. —Esto no es nada malo. De hecho, es bueno. Tener sentimientos verdaderos por otra persona es maravilloso. ¿No se siente bien? Debe sentirse bien. ¿A quién le importa si es una mujer? Puedo sentir a Jay mirándome mientras digo esto, y si, de alguna forma hablo acerca de tener sentimientos por él. Michelle deja salir un suspiro tembloroso. —Se siente como la mejor y peor cosa al mismo tiempo. No sé qué pensar de todo esto. Froto sus manos con las mías y me giro hacia Jay.

209

—Tú eres amigo de Jessie. ¿Crees que debe decirle cómo se siente? —Claro. Ve por ello. Umm, no estoy segura de que ése sea el mejor consejo. Michelle se retira, sentándose bien en su sitio. —No, voy a esperar un poco. No quiero apresurar las cosas. Además, aún estoy tratando de averiguar lo que siento, lo que está pasando conmigo. —Mira su reloj—. Oh, rayos. Mira qué hora es. Debo irme. —Está bien, bueno, ¿nos vemos después del trabajo para hablar más, no? —Sí, eso suena bien —dijo ella poniéndose de pie e inclinándose para darme un beso en la mejilla—. Te llamo después. Y con eso, se va. Pongo mi atención en Jay, que está sentado ahora y mirando a Ellen y Portia, mientras gorjean desde sus jaulas, cerca de la ventana. —Bueno. —Suspiro—. Ciertamente tienes un talento para hacer que las personas digan la verdad. Es una pena que no tenga esa habilidad. Vuelve su cabeza hacia mí y agarra mi rodilla, pasando su pulgar arriba y abajo de mis muslos. —Dijiste que podrías esperar, querida. Inhalo, recordando la decisión que tomé ayer por la noche de ser paciente con él. —Puedo. —Bueno, entonces, deja de intentar de darme un billete hacia la tierra de la culpa. No funcionará. —Bien. Sus hermosos ojos me observan antes de bajar hacia mi cuello. Alcanzándome, pasa su pulgar sobre el moretón. —Lo siento por esto. A veces no mido mi propia fuerza. —Está bien —susurro—. No me has hecho daño. —Nos miramos durante un momento. Rompiendo el contacto visual busco mi bagel y veo que ya no está—. Oh por Dios, te comiste todo mi desayuno —digo tratando de contener una sonrisa mientras empujo su hombro. Toma la mano con la que lo empujo y arrastra mi cuerpo hacia él. Nuestras bocas están cerca, y creo que podría besarme. En vez de eso, algo sucede detrás de sus ojos y me deja ir, retirándose. —Haré algo para reemplazarlo. ¿Qué quieres? ¿Huevos? Lo estudio, preguntándome por qué no me besó, preguntándome qué estaba pensando cuando lo miré. —Sí —contesto—. Huevos suena bien. ***

210

Al día siguiente, mientras estoy sentada en un banco almorzando, en el parque que hay cerca de la oficina, un hombre llega y se sienta a mi lado. Lo miro por el rabillo del ojo, pensando que lo conozco de algún lado, pero no soy capaz de recordar de dónde. —Estamos teniendo un tiempo precioso, ¿no es así? —dice casualmente. —Sí, es genial —le digo, y tomo un bocado de mi sándwich. Realmente no me gusta cuando los extraños tratan de entablar conversación conmigo. Lo siguiente que sé, es que el hombre toma un mechón de mi cabello y lo alisa entre sus dedos. Me sobresalto y me alejo rápidamente, volviéndome a mirarlo a fondo ahora. Mi cabello cae de su mano. Es el hombre con el que Jay se encontró en el puerto, el que llevaba traje y tenía un tatuaje en el cuello. Mis ojos se amplían mientras lo miro. No me parece que sea una coincidencia que esté aquí. —¿Qué quieres? —pregunto, levantándome del banco, olvidando mi almuerzo al instante. —Me reconoces, ¿verdad, amor? —dice el hombre con un fuerte acento del centro de la ciudad. Repito mi pregunta, tartamudeando esta vez. —¿Q-qué es lo que quieres? —Sé que seguiste a tu novio la otra noche. Sé que me viste. Eso fue un error por tu parte, amor. Dile a tu novio, que sé quién eres ahora, y que si trata de meterse conmigo de nuevo, volveré por ti. Lo miro fijamente, con la boca abierta, mientras se levanta del banco, un periódico escondido bajo su brazo. No dice nada más, y simplemente se aleja. Esa noche, cuando Jay llega a casa, prácticamente lo arrastro a mi cuarto para que podamos hablar. Hablando con nerviosismo, le cuento acerca de mi encuentro con el hombre en el parque. Él me mira todo el tiempo, con el ceño fruncido, antes de soltar una sarta de palabrotas. —Mierda, mierda, mierda —dice, apretando los puños, el tic en su mandíbula en marcha. —¿Crees que deberíamos llamar a la policía? —le digo, preocupada. Sé que estaba de acuerdo con no hacerle más preguntas, así que me abstengo de preguntar quién es exactamente el hombre. Se aleja de mí, camina por la habitación, y luego vuelve, tiernamente pasa la mano por mi rostro, sus ojos observándome. Hay una tormenta en su expresión, agitación. —No, no se acercará a ti. Yo me ocuparé de todo. No tienes de qué preocuparte. Mirando hacia él, trago saliva y asiento.

211

A medida que pasa la semana, duermo cada vez menos, y no por una buena razón. Todas las noches me despierto, mi corazón latiendo mientras espero a que Jay venga a mí. Sin embargo, no lo hace. De hecho, parece haber retrocedido sustancialmente. No ha dicho una palabra sobre romper, pero ha sido distante, y eso me está matando. ¿Ya no me quiere? ¿Tiene esto algo que ver con el hombre en el parque? Solo puedo pasar tiempo con él por la noche, cuando viene a sentarse a mi lado mientras yo diseño y coso. Lo veo en el desayuno y la cena, pero papá normalmente está allí, por lo que en realidad no cuenta. No podemos hablar de cosas con mi padre al lado. Es viernes, y Michelle se encontrará con Jessie, por lo que no saldremos como normalmente hacemos los viernes por la noche. Ella no le ha contado a Jessie la profundidad de sus sentimientos aún, y ha decidido hacerlo hoy. Ya que ella no estará disponible, planeo una velada de corte y confección. Estoy trabajando en un nuevo diseño de vestido de té, que planeo hacer en diferentes tamaños y con varias telas estampadas. Lo encontré en uno de los viejos libros de diseño de mi madre, y me emocioné mucho al pensar en maneras de poner mi propia firma en él. Cuando los vestidos estén terminados, los colgaré en mi maniquí, los fotografiaré y los subiré en Etsy. Es un proyecto ambicioso. Normalmente hago las cosas según los pedidos, o solo hago un vestido, un diseño único para una persona que lo compre. Sin embargo, mientras la semana avanza, necesito algo que consuma más de mi espacio cerebral. De esa manera no tendré oportunidad de pensar en Jay. Hablando del Diablo. Él entra en la habitación mientras mi lápiz rasguña en el papel de mi libro de diseño, anotando medidas. Se sienta al otro lado de la mesa, coge una manzana del frutero y comienza a comérsela. Le echo un vistazo una vez y al instante me arrepiento. Sus ojos son de color oscuro con una mirada que he llegado a reconocer como necesidad. Su mandíbula se mueve mientras mastica un bocado de la manzana, y aparto la mirada rápidamente. Hay algo acerca de las duras líneas de su mandíbula que me resulta muy difícil de resistir. Pasa un tiempo, un minuto lleno de tensión. —¿Qué estás haciendo? —Trabajando en un nuevo diseño —le respondo, con voz tensa. Cuando mis ojos se encuentran con los suyos por un segundo, sus labios comienzan a curvarse en los extremos. Quiero darle una bofetada por encontrarme divertida. —Genial. ¿Quieres que los modele cuando termines? —No especialmente. —Bueno, está bien, entonces. —El fuerte ruido que hace al morder la manzana llena la habitación. Dejo el lápiz y suspiro.

212

—¿Podrías irte a comer a otro lugar? Te lo juro, debes ser el consumidor de manzanas más ruidoso de la historia de los tiempos. Sube uno de sus hombros, en un encogimiento. —Me gusta estar aquí. Y me encanta comer manzanas. La forma en que su voz disminuye en la segunda frase, emite insinuación. Me irrita lo suficiente como para responder con dureza: —Estoy segura que sí, Jason. Estoy segura de que te encanta comer todo tipo de manzanas. Jesucristo, ¿acabo de decir eso? Mátame ahora. —En realidad, soy leal a una sola manzana —contesta. La forma en que sus ojos bailan y brillan me da ganas de reír. No me gusta lo que me hace. Nuestra conversación ahora está al borde de lo ridículo. Aun así, no lo dejo ir. —No se puede ser leal a una sola manzana. Una vez que la comes se ha ido, y hay que buscar una nueva. —Oh, podría comer de mi manzana una y otra vez sin sentir la necesidad de encontrar una nueva. —Tal vez tu manzana no quiere ser comida. Tal vez tu manzana se cansó de tus formas de comer. Se inclina hacia delante, un codo apoyado en la mesa, su mirada se vuelve aún más oscura. —Por el contrario, a mi manzana le encanta ser comida. De hecho, mi manzana está un poco de mal humor, porque no ha sido comida en mucho tiempo. ¡Maldito sea! Quiero pasar a través de la mesa y darle una buena, una fuerte bofetada. En su lugar, me calmo y adecúo mi expresión en una máscara neutra. Recuerdo sus palabras de esa noche en el cine al aire libre. Por favor, no presiones por más, incluso si sientes que te quiero tanto que duele, incluso si soy yo el que presiona. ¿Es eso lo que está haciendo ahora, presionando? —No sabía que las manzanas tenían géneros y emociones. —Sí, bueno, se aprende algo nuevo cada día. No digo nada más. En su lugar, recojo mi lápiz y vuelvo mi atención al papel delante de mí. A pesar de que no lo estoy mirando, puedo casi sentir la sonrisa divertida en el rostro de Jay, que está nivelada directamente a mí. Esbozo un modelo del vestido. Durante todo el tiempo puedo sentir su mirada sobre mí como un toque caliente. Jay continúa comiendo su manzana, y me irrita como el infierno saber que él piensa que ganó nuestra pequeña discusión velada. Un período de tiempo pasa antes de Jay comience a hablar de nuevo. —Me voy a mudar a mi nuevo apartamento mañana.

213

Sus palabras me sorprenden. De alguna manera me las arreglé para olvidar que se iba a mudar. Había estado más centrada en el incidente con el hombre en el parque y el hecho de que él se había alejado de mí. Un dolor repentino e insoportable me golpea en pleno pecho. Pongo mi mano allí, tratando de frotar lejos. —Oh, está bien. ¿A dónde te mudarás? —No lo miro, porque si lo hago, mi fuerza podrían fallar. —Grand Canal Dock. —¡Ooooh, muy elegante! —declaro, tratando de ocultar mi dolor con una broma—. ¿Vas a conseguir un trabajo en Google, también? De esa manera estarás a un tiro de piedra de la oficina. Puedes disfrutar de todas las ventajas de ser un peón del imperio del mal, con excelentes restaurantes variados justo en la puerta. Se ríe. —Sabes qué, eso suena muy parecido a la perorata que el agente inmobiliario me dio. Le disparo una sonrisa cautelosa. —Puedo imaginarlo. Así que, ¿vas a hacer una fiesta de inauguración de la casa? —Es un ático, y sí, voy a hacer una barbacoa en la terraza el domingo. Tú y tu padre están invitados. Creo que Jessie va a llevar a Michelle como su cita. En el fondo de mi mente, me parece extraño que se mude de una habitación, a todo un ático para él solo. Quiero decir, ¿por qué no simplemente no se fue al ático en primer lugar si podía haberlo hecho? Tal vez consiguió algo de dinero recientemente. Echo un vistazo a mis uñas. —Bueno, tendré que revisar mi muy ocupado calendario social y darte una respuesta luego. Espero que encuentre lo que he dicho gracioso, porque ambos sabemos que paso la mayor parte de mi tiempo libre solitariamente, ocupándolo en corte y confección. Aunque no ha sido tan solitario desde que Jay entró en mi vida. En cambio, entorna los ojos y me estudia seriamente. —¿Tienes una cita o algo así? ¿Ha llamado Owen? —La forma en que dice su nombre, es como si estuviera tratando de tragar vidrio, y tengo que admitir, que me trajo una pequeño punzada de satisfacción. —No, no tengo una cita. Y sí, él ha llamado, lo cual me sorprendió, teniendo en cuenta lo desastrosa que fue nuestra segunda cita, gracias a ti. Sin embargo, le expliqué que no estoy en un momento adecuado para una relación ahora. Fue muy amable al respecto. Está en silencio, sentado hacia atrás y cruzando los brazos. Me vuelvo consciente de mí misma bajo su escrutinio intenso, así que decido recoger mis cosas por esta noche e ir a la cama. —No te vayas —dice, extendiendo la mano para agarrar mi muñeca cuando le paso.

214

—Estoy cansada —contesto, sigo adelante, y su mano cae cuando salgo de la habitación. Es más de medianoche, y todavía no puedo dormir, dando vueltas. Me quito el pantalón del pijama, sintiéndome muy caliente. Los fuertes ronquidos de mi padre hacen eco en el pasillo de su habitación, y le tengo envidia por su sueño. Puedo oír a Jay paseándose al lado, pero a diferencia de la forma en que por lo general me alivia, ahora solo me irrita jodidamente. En el fondo de mi mente, sé que no es la irritación, es el corazón dolido. Cuando se vaya mañana, voy a extrañarlo como una loca. Quiero agarrarlo y abrazarlo tan fuerte, hacerle saber lo difícil que es para mí dejar que se vaya. Pronto su ritmo se ralentiza, y hay silencio. Le oigo apagar la luz, escucho el sonido del crujido de su colchón mientras sube a la cama. El reloj de mi mesita de noche hace tic-tac en alta voz en mis oídos. Cuanto más me concentro en él, más fuerte se pone, como burlándose de mí. Contando los segundos hasta la salida de Jay. Si fuera valiente, me escaparía a su habitación ahora mismo y le daría algo para recordarme. De hecho, creo que me podría estar sintiendo un poco valiente, porque mi cuerpo se mueve por propia voluntad. Apenas hago un sonido cuando abro mi puerta y doy unos cuantos pasos por el pasillo, hasta la habitación de Jay. Las bisagras hacen un ruidito cuando entro, la habitación envuelta en la oscuridad. Colocando mi mano en la pared, siento mi camino hasta los pies de su cama. Hay un poco de movimiento, entonces Jay susurra: —¿Qué estás haciendo, cariño? —No podía dormir. Estoy en la cama ahora, tirando de las mantas hacia abajo. Se aclara la garganta y pone sus manos sobre mis hombros, como para detenerme. A medida que mis ojos se acostumbran a la oscuridad, me encuentro con su pecho desnudo, el pequeño rastro de vello que va desde el ombligo hacia abajo en sus calzoncillos. Solo llevo puesto una camiseta y pantalón de algodón. La mirada de Jay me come de la misma manera que la mía lo está devorando. —No deberías —murmura, pero sus ojos me dicen que debo hacerlo. Al pasar por encima de él con mis rodillas, me inclino hacia abajo y coloco un suave beso en sus pectorales. Su cuerpo se estremece ante el toque. Ha pasado una semana desde la última vez tuvimos contacto, y de alguna manera puedo decir que me ha estado anhelando tanto como yo lo he hecho, aunque se obligara a mantenerse alejado de mí por razones que desconozco. Me arrastro entre sus piernas, mis muslos rozan sobre uno de los suyos, mientras tomo su pezón en mi boca. Arremolino mi lengua alrededor de él, húmeda y caliente. —Mierda —maldice, su mano va a mi frente y cepilla el cabello hacia atrás. Me muelo a mí misma contra su muslo, necesitada, besando mi camino desde un pezón al otro, luego por su pecho y sus abdominales perfectos. Rozo con mi nariz el hueso de su

215

cadera cuando alcanzo el elástico de sus calzoncillos, y su pecho sube y baja rápidamente, su respiración cada vez más frenética. —¿Qué estás haciendo? —gruñe, y el sonido me agrada. Me gusta torturarlo para variar. —Probándote —susurro, mi lengua lamiendo su piel—. Te he echado de menos muchísimo. Su cuerpo se sacude. —Sí, más te vale que empieces a probarme muy pronto, o voy a tener que follarte. Gimo. Sus palabras me emocionan. Cuando tiro de su pantalón corto abajo, libero su magnífica polla dura. La rozo con mis labios ligeramente y él acuna mi mejilla, sus ojos brillando hacia mí. Le beso la punta, y gime, maldiciendo profusamente. —Fuiste puesta en esta tierra para torturarme, estoy seguro de ello —resuella. Abro la boca y tomo un par de centímetros de él. Su mano sobre mi mejilla se aprieta. Muevo la cabeza hacia abajo, tomándolo entero lentamente. Su cuerpo se convierte en una espiral rígida, su boca es una fuente de malas palabras bonitas, mientras yo voy de arriba hacia abajo, chupándolo, chasqueando la lengua alrededor de la punta. Parece que le gusta mucho, así que lo hago mucho. Agarrando su duro muslo con una mano, acuno sus bolas con la otra, y un chorro de salado líquido pre-seminal llena mi boca. Aumento la velocidad, y él pierde el control por mí, sus manos descendiendo, se deslizan dentro de mi top tomando mis pechos desnudos. Gimo alrededor de su pene cuando me pellizca los pezones, y el sonido más masculino sale de él cuando entra en erupción, medio gruñido, medio ronroneo. Sexo puro. El líquido caliente sale a chorros en mi boca cuando se viene, y sigo chupándolo, tomando hasta la última gota. Cuando termina, la rigidez sale de su cuerpo, está agotado. La forma en que me mira, frotando su pulgar sobre mis labios, la adoración emitiendo hacia fuera de él, me hacen sentir que he hecho lo que me propuse hacer. Él no se olvidará de esto en cualquier momento pronto. Tira de mí y me acomoda en un lado de su cuerpo, con la cabeza apoyada en su pecho. Yo permito que mis dedos tracen las líneas de sus tatuajes. Los estudio, sintiendo que cuentan una historia, pero esa historia está escondida para mí. Ojalá pudiera chasquear de alguna manera un interruptor e iluminar las palabras. Su respiración se equilibra, y creo que podría haberse quedado dormido, pero entonces su mano se empieza a mover por mi muslo. Con sus hábiles dedos abre mis piernas, frotando a lo largo de mi sexo antes de encontrar mi entrada. Se hunde dos dedos dentro de mí, rápido y duro. Yo suelto un gemido.

216

Su boca va a mi seno, capturándolo, con los ojos pegados en los míos. Me folla con su mano, el pulgar presionando hacia abajo sobre mi clítoris, haciéndome sentir como que estoy en el borde. Mi visión se pone nebulosa de placer. —Sí, córrete para mí, cariño. Quiero verte temblar —murmura, con la boca liberando mi pezón mientras viene a tomar aire. No se necesita mucho tiempo. Con una feroz fuerza de empuje, de sus dedos y un círculo profundo de su pulgar sobre mi clítoris, me caigo en pedazos. Mi orgasmo dura mucho tiempo. Pierdo la cuenta de las olas que me atraviesan. Jay mantiene sus dedos enterrados en el fondo, ahora se mueve sin prisa dentro y fuera. Su boca cuelga abierta ligeramente, y yo suspiro. —No puedo venirme tan pronto de nuevo —digo. —No estoy tratando de hacerte venir. Solo estoy disfrutando de la sensación. Un minuto pasa, lleno de mis pequeños gemidos y sus gruñidos de aprobación. —¿Por qué has sido tan distante esta semana? —pregunto, odiando el sonido necesitado de mis palabras. —He estado tratando de permanecer lejos de ti hasta que todo esto termine. Ese incidente en el parque fue demasiado, y no puedo ponerte en peligro así de nuevo. Yo suspiro mientras saca sus dedos, deslizándolos a lo largo de mi sexo antes de tirar de mí cerca de él, rodeándome con sus brazos. —¿A qué te refieres con todo esto? —El caso de la corte. Todo. Coloco una mano sobre su pecho, me aparto de él, sorprendida por lo que me está diciendo. —El caso de la corte podría durar más de un año. ¿Vas a mantenerme a distancia hasta entonces? —le digo, la emoción atorándose en mi garganta. Trata de tirar de mí hacia él, pero me muevo más lejos. Antes de eso, yo había estado demasiado caliente. Ahora estoy demasiado fría. Encontrando mi ropa interior me la pongo de nuevo. —Cariño, no puedo dejar que te atrapen en el fuego cruzado de nuevo. Es demasiado peligroso. El hecho de que estoy obligándome a esperar debería mostrarte lo mucho que me importas. Hago un gesto con furia. —Si ese es el caso, entonces, ¿por qué me dejaste venir aquí esta noche? —Porque es jodidamente difícil alejarme de ti. Lo he intentado, pero cuando vienes aquí y te me ofreces, es imposible para mí decir que no. —¿Te arrepientes? —No, por supuesto que no. Por favor entiende que jodidamente te adoro, pero no es nuestro momento, cariño. Todavía no. —Extiende su mano hacia mí y toma mi mano entre las suyas, una mirada suplicante en sus ojos.

217

Trago duro cuando sus tiernas palabras funden parte de mi resolución. Las lágrimas se reúnen en la parte posterior de mi garganta, pero me las arreglo para susurrar: —Está bien. No va a suceder de nuevo. Volviéndome sobre mis talones, dejo la habitación justo a tiempo antes de ponerme a llorar. —Matilda. —Me llama cuando me doy la vuelta, con la voz tensa, pero no le hago caso.

218

l día siguiente, Jay está ocupado sacando sus cosas de la habitación de invitados y metiéndolas en su auto. Desayunamos juntos, pero aparte de unas cuantas miradas, no menciona lo que sucedió la noche anterior. Y de verdad, me alegro. Estoy un poco sensible en este momento, así que no estoy segura de poder manejar tal discusión de todos modos, lo más probable es que me echaría a llorar. Antes de darme cuenta, estamos con mi padre de pie en el umbral, despidiendo a Jay. Papá parece tan infeliz como yo, pero te puedo decir que él está tratando de no demostrarlo. Durante un tiempo, nuestra pequeña familia de dos personas se había convertido en tres. Jay me mira fijamente un largo rato, luego nos sorprende a ambos cuando me agarra en un abrazo prolongado y apretado. Papá me mira con una expresión extraña, pero trato de ignorarla. Creo que sospecha que algo ha estado pasando entre nosotros, pero no lo ha mencionado todavía. Jay palmea a papá en el hombro y le da la mano, luego se dirige a su auto. Mi padre le dice que lo verá mañana en la barbacoa. Todavía no estoy segura de sí iré. La idea de estar cerca de él durante todo el tiempo que dure el drama de su caso en la corte, pero en realidad no estar con él, hace que mi corazón se sienta como si se estuviera rompiendo. Al final, acepto ir a la barbacoa. Sobre todo porque papá probablemente pensaría que algo estaba mal si no lo hiciera, pero principalmente porque incluso un día sin ver a Jay se siente como tortura. Necesito otra solución. Llegamos a su nueva casa con una botella de vino. Él nos deja pasar, y tomamos el ascensor hasta el último piso. El edificio es tan lujoso como esperaba, el frente todo de cristal y acero. Jessie abre la puerta cuando llegamos allí. —Ah, vamos, pasen. —Nos da la bienvenida—. Jay está justo fuera encendiendo la barbacoa. Espero que ninguno de ustedes sea vegetariano. Ante eso papá se ríe a carcajadas. Obviamente, la idea de no comer carne es hilarante para él. Esperaba que el hogar de Jay estuviera lleno de amigos, pero sólo son Jessie, Michelle y un par de personas que conocí la noche de su espectáculo. Casi me río cuando Jessie va a darle a Michelle un beso en la boca y papá se sorprende. —Bueno… —dice en voz baja. —Bueno... —Lo empujo con el codo—. No hagas un gran problema. Papá asiente, y eso es todo lo que se necesita ser dicho. Al igual que yo, a papá no le importa mucho lo que la gente decida hacer con sus vidas privadas. Echo un vistazo alrededor del apartamento mientras mi padre va a sentarse en el sofá con los demás. Todavía no hay muchos muebles, sólo unas pocas piezas. Me pregunto por qué

219

Jay no trajo la chaise longue45, de alguna forma estoy contenta de que no lo hiciera. Quizás esto significa que irá a pasar el rato conmigo de vez en cuando. Aunque en realidad, no estoy segura de si eso sería una buena cosa para mí emocionalmente. Me dirijo a la cocina y pongo el vino en la nevera para enfriarlo. Cuando doy la vuelta para regresar, Jay está de pie a un par de metros de mí, y me sobresalto. Sus labios se curvan. —Siéntete como en casa, ¿por qué no lo haces? Pongo buena cara, aunque lo veo herido. —Bueno, mi anfitrión no estaba en ninguna parte, por lo que me encargué de encontrar mi camino. Él me sonríe de pleno ahora, aunque hay un toque de tristeza en esta. —¿Ah, sí? Estás preciosa. Echo un vistazo hacia abajo al simple vestido que tengo puesto y me encojo de hombros tímidamente. Camina hacia mí, y mi respiración queda atrapada. Él no me toca, sin embargo. En cambio, llega a rodearme, abre la nevera de nuevo, y saca una bandeja de hamburguesas cubierta con papel film. —¿Quieres ayudarme? —pregunta, inseguro. —Está bien. El alivio inunda sus características. —Genial. Coge el pan de hamburguesa. Hago lo que dice y lo sigo hasta su terraza. Es un hermoso día soleado de verano, con una gran vista sobre el agua. Jay comienza a cocinar la carne en una nueva y lujosa parrilla que debe haber comprado especialmente para esta inauguración de la casa, o que venía con el apartamento. Hay una mesa de terraza y sillas, por lo que me ocupo colocando platos y servilletas. Cuando he terminado, me volteo de nuevo y Jay está de pie junto a la barbacoa. Sin embargo, no está concentrado en cocinar, lo está en mí. La mirada que me está dando hace que mi vientre se convierta en puras mariposas. —Deja de mirarme así —le digo frunciendo el ceño y frotando mí pecho. Él tiene esta costumbre de hacer que mi corazón duela, haciendo que mis pulmones se sientan como si no tuvieran suficiente aire. Él inclina su cabeza de forma seductora, lo que sólo empeora las cosas. —¿Cómo? —Fijamente, hace que me ponga nerviosa —dejo escapar. Su risa en respuesta es larga y profunda. Apenas puedo manejar el afecto en su mirada.

Chaise Longue: Una silla o tumbona con o sin brazos reclinables, que tiene un asiento alargado para apoyar las piernas. 45

220

—Está bien, voy a intentarlo. Pero si ves que todo esto es demasiado para ti, este apartamento tiene un baño muy bonito. Puedes ir a masturbarte para descargarte. Iré a escuchar, también, si eso es de ayuda. Ahí va él de nuevo, presionándome. Parpadeo lento hacia él antes de salir con una remontada magistral. Y cuando digo “magistral”, me refiero a mierda. —¿Por qué no vas y te masturbas tú? Él ladea una ceja. —Yo no me masturbo, querida. Yo masturbo. —¡Oh, Dios, cállate! —De repente me río, mirando hacia atrás al interior para asegurarme de que nadie estaba lo suficientemente cerca como para oír. —Eres jodidamente linda cuando estás avergonzada. Me quedo en silencio. Hablar con Jay sólo parece meterme en problemas. Del tipo que requiere un cambio de ropa interior. Sí, lo dije. Un par de minutos más tarde, llama a los invitados y la comida es servida. Nos sentamos, hablamos y bebemos vino, simplemente disfrutamos del ambiente agradable. Yo también estoy disfrutando, incluso si tengo que evitar las miradas penetrantes de Jay. Me gustaría que parara, porque tarde o temprano alguien se va a dar cuenta. A medida que la noche llega a su fin, papá decide que es hora de retirarse. Yo no quiero irme todavía, así que Jessie se ofrece a llevarme a casa más tarde. Una vez que papá se ha ido, me siento un poco menos tensa. Por lo menos, ahora él no va a estar aquí para darse cuenta de las peculiaridades entre Jay y yo. Me tomo mi vino y dejo que la conversación fluya sobre mí, con la mirada fija en la vista. Mi relajación dura poco, ya que un minuto más tarde una silla se mueve a mi lado, y Jay cae en ella. —Entonces, ¿te gusta mi nuevo apartamento? Asiento. —Sí, es precioso. Gran ubicación, también. Él toma de nuevo un poco de cerveza y se queda en silencio por un momento, luego pregunta: —¿Crees que podrías imaginarte viviendo en un lugar como éste? Hay un toque de inseguridad en su voz, lo que es raro. —Estoy segura de que podría. Es difícilmente un barrio de barracas, pero creo que siempre me quedaré con papá, estaría solo. Le respondo sin pensar. Cuando veo la expresión de Jay, me doy cuenta de pronto del significado detrás de su pregunta. Quiere saber si algún día me gustaría vivir con él. Aquí. Después de que toda la locura haya terminado y por fin, él pueda decirme todas las cosas que ha estado reteniendo.

221

Vaya. Sólo... vaya. Y ahí está el dolor de pecho de nuevo. Sólo que esta vez se trata de un buen tipo de daño. Más o menos. Este hombre es seriamente peligroso para el corazón. Sigue sorprendiéndome a cada paso. —Tienes que salir en algún momento, Matilda. Ya sabes, ver el mundo. Estoy seguro de que a tu viejo no le gustaría que te quedaras con él solo porque sientes que es tu deber. —No es por eso que me quedo. Me gusta vivir en su casa. Es cómoda. Y además, mi padre y yo, bueno, nos tenemos el uno al otro. Incluso mientras lo digo, sé que es una mentira. Vivir con mi padre es una situación cómoda, una que siempre he estado demasiado asustada de dejar ir. A veces pienso que me convenzo de que me necesita más de lo que realmente lo hace. Jay agarra mi mano entonces y la aprieta suavemente. —Ustedes no solo se tienen el uno al otro. —Su tono es serio, ferviente. Sostengo la respiración. Más dolores de pecho. —Por lo tanto, ¿quieres decir que también te tenemos ahora? —Sí, eso es lo que quiero decir —murmura, inclinándose más cerca. El aire queda atrapado en mis pulmones. —No siento que sea así. En honor a la verdad, no sé en dónde estoy parada contigo de un día para otro. Tú quieres estar conmigo, pero no puedes. Por lo que sé, podrías estar ausente en un momento, de vuelta a los Estados Unidos para actuar en Las Vegas o en algún otro lugar glamuroso. —¿Ah, sí? Bueno, te acuerdas de nuestro pequeño acuerdo, ¿no? Hicimos un trato de que vendrías conmigo la próxima vez que tenga presentaciones allí. Me tienes, Matilda. Siempre lo has hecho. —Él hace una pausa, y su voz baja—. Tú eres mía. Cierro los ojos, sus palabras son demasiado para mí. —Te extraño —susurro—. Echo de menos tenerte durmiendo al otro lado de mi pared, escucharte caminar. Sus ojos se ven tristes. —Sólo he estado fuera un día. —Y ese es el por qué esto da miedo. No debería extrañarte tanto. —No va a ser para siempre. Confía en mí. —Su pulgar hace suaves círculos en el interior de mi muñeca y me derrito. Nos sentamos así por un largo tiempo, el día arrastrándose a su fin, alrededor de nosotros, los ruidos de la ciudad fluyendo en las inmediaciones. Es de noche cuando Jessie viene y me dice que me puede llevar a casa. —Está bien, yo la llevaré —interrumpe Jay.

222

Lo miro, fijando la mirada abajo a nuestros dedos entrelazados, antes de quitar mi mano de la suya. —Tengo que irme. Es tarde, y tengo que trabajar mañana. Él me mira con expresión penetrante. —¿Segura? —Sí —le digo, mi aliento saliendo sibilante—. Estoy segura. Nos abrazamos fuerte, y mientras me voy, puedo sentirlo observándome todo el camino hasta la puerta. *** La mediación siempre me ha parecido un proceso incómodo. Dos grupos opuestos se reúnen para tratar de encontrar una solución a su desacuerdo, con una tercera parte neutral contratada para lidiar entre los dos. A menudo, es una medida adoptada desde el principio en un esfuerzo por ahorrar dinero. Si un acuerdo se puede hacer, entonces todo el mundo puede evitar los altos costos de ir a la corte. Yo sabía desde el principio que la sesión organizada que tendrá lugar entre Jay y Una Harris iba a ser un asunto tumultuoso, y no estaba equivocada. También era consciente de que Jay no iba a aceptar cualquier oferta del periódico. Esto era todo parte del juego para él, una parte de cuáles fueran los extraños secretos que estaba reteniendo, y teníamos que pasar a través de los requerimientos. La mañana está programada, papá está listo, un balanceo en su paso por lo general atrofiado. Ha estado disfrutando de cada momento de trabajo en este caso, y tiene grandes esperanzas de que hoy se pueda alcanzar un acuerdo. No seré yo la que haga añicos su optimismo. No estoy interesada en asistir, pero papá insiste en que esté allí para tomar notas y similares. Llegamos a la sala de conferencias temprano: Will, yo, mi padre, y Jay. El mediador está allí esperando por nosotros. Un hombre llamado Jon Snow. Sí, no estoy bromeando. Jay y yo nos lanzamos una mirada aturdida cuando lo conocemos. Los dos sabemos el significado de su nombre. Vuelvo a pensar en esa primera noche en que Jay se había mudado, cuando habíamos cenado y él se había burlado de mí por mi camiseta de Juego de Tronos. Una punzada de nostalgia se asienta profundamente en mi vientre. De todos modos, Jon Snow el mediador no se parece en nada al Jon Snow de la televisión. Es una lástima. Nos sentamos en la larga mesa y empezamos a preparar la sesión. Jay toma la silla junto a mí, y cuando se sienta, su mano encuentra mi rodilla, dándole un apretón. La mirada que le doy dice, “deja de hacer eso”. La mirada que me da a cambio, dice, “pues no”. Su mano está todavía en mi pierna cuando Una Harris y lo que sólo puede ser descrito como una comitiva llega. Al menos lleva a cuatro abogados con ella. Distraídamente miro a los hombres y mujeres de aspecto genérico en sus trajes de

223

diseñador, antes de que mi mirada se encuentre con un rostro reconocible. Mis ojos viajan de ese rostro directamente a Jay. Cuando uno de los abogados menciona el nombre del hombre, mis niveles de sospecha golpean el techo. Jay tiene algunas serias explicaciones que dar. Entre el grupo de Harris está Brian Scott, propietario del The Daily Post. Eso no debería ser sorprendente. Sabía que había una buena probabilidad de que estuviera aquí. Lo que no había esperado era reconocerlo. Es el viejo empresario que Jay estaba mirando esa noche en el casino. El mismo hombre que le robo, mientras salía de las oficinas del The Daily Post, mientras Jay hacía su espectáculo en la calle. Jay le da a mi rodilla un último apretón antes de soltarla. Sabe que yo sé. Obviamente, sabía que iba a recordar al señor Scott. Podría haberme, al menos, dado algún aviso, incluso si no estaba completamente preparado para explicarlo todo. De esa manera mi boca no estaría colgando tan ridículamente abierta en estos momentos. Trato de recuperar la compostura al recoger algunos de los archivos frente a mí y mantenerlos en una pila muy ordenada. Las presentaciones formales son hechas por el mediador, y dispone cómo la sesión se va a ejecutar. Los ojos de Jay se estrechan hasta casi rendijas cuando mira a Brian, quien está sentado directamente frente a él, al otro lado de la mesa. Jesús. Si las miradas pudieran matar, Brian Scott estaría destripado y cortado en trozos muy pequeños, y esas piezas estarían cuidadosamente envueltas y hundidas en el fondo del océano. Por fin entiendo lo que Jessie quiso decir cuando habló de la mirada “escopeta blanca” en los ojos de Jay. Ciertamente él tiene una forma de hacer que la gente se sienta incómoda sin tener que mover un músculo o decir una palabra. No puedo entender la ferocidad de su hostilidad hacia el hombre. Sé que él es el dueño del periódico y todo, pero es Una quien ha estado difamándolo. Hablando de la señorita Harris, mis ojos se encuentran con los de ella muy brevemente desde el otro lado de la mesa. No estoy segura de por qué ella está mirándome, pero hago el rápido trabajo de enfocar mi atención en otra parte. Como dije antes, la mujer me pone los pelos de punta. Hoy su cabello está levantado en un rizo francés, sus labios son rojos, y está usando un vestido de cuero negro. No estoy bromeando. Sin embargo, el aspecto es muy de mujer fatal. Encaja con ella, en realidad. La sesión avanza, y uno de los abogados de Brian Scott, pone una oferta sobre la mesa. —Estamos preparados para hacer un pago único al señor Fields por una cantidad de veinticinco mil euros para compensar las pérdidas que podría haber tenido en su carrera debido a los artículos publicados. La señorita Harris también está preparada para escribir un artículo retractándose de sus afirmaciones sobre el señor Fields, junto con una disculpa oficial en forma de carta. A cambio, el señor Fields dejará todos los procedimientos legales en contra de la señorita Harris y la publicación. Si no me equivoco, creo que oigo a Jay burlarse. Él se inclina hacia delante, apoyando los codos en la mesa y presionando sus palmas juntas.

224

—Creo que voy a pasar. —Tenemos que discutir esto —dice papá. —No hay necesidad. No estoy interesado en sus veinticinco de los grandes o en la disculpa de la señorita Harris —dice Jay con tono desdeñoso. Pronuncia “disculpa” como si fuera una mala palabra. Brian Scott le susurra a su abogado, y luego el abogado modifica la oferta. —Vamos a aumentar el pago a cincuenta mil, y la señorita Harris programará una entrevista en Radio Uno donde ella a hacer la disculpa al aire. Ante esto Una lanza una mirada muy descontenta en la dirección de Brian, cruzando los brazos sobre su pecho con fuerza. Claramente, no está feliz con la idea de la entrevista de radio. La mirada de Brian a cambio es suave. En persona, él parece como un viejo bastante normal, inofensivo, pero hay algo nefasto debajo de la superficie. Algo que sugiere que no es alguien a quien quisieras sacarle el lado malo. —Vaya, Brian —dice Jay en una falsa voz amigable—. Realmente no quieres que esta mierda llegue a tribunales, ¿verdad? Estoy tratando de averiguar cómo una polla podría tener un coño tan gigantesco. Creo que cada persona en la sala aguanta la respiración en el mismo momento exacto. Me muerdo el labio, con toda honestidad, tratando de no reírme. Confiar en que Jay no diga algo así en lo que se supone que es un ambiente formal y profesional, no tiene sentido. Papá tose ruidosamente. —Señor Fields, ese lenguaje es muy inapropiado. —Lanza una mirada conciliadora a Brian Scott—. Pido disculpas por la conducta de mi cliente. —No lo siento —dice Jay, mirando a Brian con fiereza. —No hay necesidad de disculparse —le dice Brian a papá con un gesto desdeñoso—. Sé con qué clase de basura blanca estoy tratando. Oh, Dios mío. —Bueno, tomaremos en cuenta eso. —Jay se inclina más sobre la mesa, estudiando a Brian de cerca. Luego se vuelve hacia papá—. ¿Sabes lo que esa mirada significa, Hugh? ¿El ligero levantamiento del labio superior? Muestra disgusto. ¿Te doy asco, Brian? ¿Me encuentras de mal gusto? Los ojos de Brian se deslizan sobre Jay antes de aterrizar en papá. —¿Podría usted controlar a su cliente, señor Brandon? Está dejando que sus emociones lo controlen. —¿Sabes lo que encuentro de mal gusto? —continúa Jay, con los ojos oscurecidos—. Malditos viejos degenerados como tú. Bien. —En serio —exclama Una—. No deberíamos tener que lidiar con este tipo de comportamiento.

225

—Tiene razón —interpone Jon Snow finalmente—. Señor Fields, tiene que ser más respetuoso. Esta sesión no se trata de lanzar dardos de ida y vuelta. Estamos tratando de llegar a una conclusión satisfactoria para ambas partes. Jay se sienta de nuevo, con los brazos cayendo a los costados. Me estiro y entrelazo mis dedos con los suyos por debajo de la mesa, a pesar de que no soy capaz de ayudarme a mí misma necesito mostrarle mi apoyo. Él me devuelve el apretón. —¿Por qué debo ser respetuoso cuando Brian no me ha mostrado ninguno respeto? —pregunta Jay casualmente. Uno de los abogados habla: —Me disculpo por el comentario de mi cliente. Ahora, si podemos volver a la cuestión que nos ocupa. —No estoy hablando sobre él llamándome basura blanca, eso me da igual. Estoy hablando sobre la forma en que me mira. —Soltando nuestras manos, se inclina hacia adelante de nuevo, hablando hacia Una está vez—. Lo sabes todo sobre mí, ¿no es cierto, Una? ¿Por qué no le dices al señor Scott cómo sé lo que piensa de mí? —Oh, sí —dice Una, pareciendo complacida de tener la oportunidad de hablar. Gira su cabeza hacia Brian—. El señor Fields fue criado por su tío, Killian Fields, uno de los académicos de ciencias del comportamiento más destacados en los Estados Unidos. Ahí es de donde consigue uno de sus pequeños... trucos de la mente. Ella dice la última parte con un tono de desdén. —Ah —dice Brian mirando incómodamente por un momento antes de que la expresión insulsa este de vuelta en su lugar—. Bueno, eso es muy interesante. Pero, me gustaría volver al asunto. No tengo todo el día. —Oh, en ese caso, puedes largarte directamente. He decidido que no estoy interesado en un acuerdo. Te veré en el juicio —dice Jay, cruzando los brazos. Creo que también podría tener su dedo corazón, siempre sutil, dando la cara donde descansa en su brazo. Brian mira fijamente a Jay por un largo momento, y Jay le devuelve la mirada, sin nunca vacilar. Jay apenas ha prestado atención a Una desde su llegada, esto hace un clic dentro de mí. No pienso que Harris sea el objetivo de Jay del todo, a pesar de todas las cosas horribles que ella ha escrito sobre él. Creo que su verdadero objetivo es Brian Scott, y no tengo idea de porqué. Una se levanta de su asiento y enlaza su brazo con el de Brian: —Vamos, no perdamos más de nuestro tiempo en esta farsa. —Brian asiente y le deja conducirlo hasta la puerta. Jay se ríe con dureza mientras los observa irse: —Sí, vayan adelante. El puto par ideal, una bolsa de basura y un cubo de basura. —Inmediatamente pongo mi mano en mi boca cuando lo dice, evitando salir una carcajada, porque el vestido de cuero negro de Una tiene un aspecto extrañamente parecido al de una bolsa de basura. Y el dato deprimente es que, ella probablemente haya pagado más que lo que yo gano en un mes por él

226

La mirada de mi padre en Jay está llena de desaprobación, y Will está sentado severamente en su sitio. No creo que ninguno de ellos este contento en cómo Jay se está comportando. Ahora me siento mal por no haberlos avisado, porque esperaba esto desde el principio. Abandonamos la habitación silenciosamente, Jay camina detrás de mí. Cuando estamos en la calle, me pregunta: —Entonces, ¿viene a comer alguien? Yo invito. —No —dice papá—, no tengo mucho apetito ahora mismo. Pero gracias por tu oferta. —Yo tampoco —dice Will, y los dos comenzaron a caminar en dirección hacia la oficina, no muy lejos de nuestra ubicación actual. Yo me quedo de pie a solas con Jay, los sonidos del tráfico de la tarde pasan por nosotros. —Bueno, no están muy contentos conmigo —observa —No. —Trato de reprimir una sonrisa. No debería querer sonreír, pero había algo tan divertido sobre Jay mofándose de Una y Brian. Quiero decir, a esos dos probablemente nunca les hayan hablado así. Apuesto que gastan la mitad de sus vidas teniendo el culo lamido. Jay pone las manos en los bolsillos: —Bueno, tú vas a venir a comer conmigo, ¿no Watson? Vamos, no me dejes colgado. Lo miro de refilón, y esto se convierte en demasiado. La risa sale burbujeando, y simplemente no se detendrá. Me agarro mi barriga, me estoy riendo tan fuerte. Jay sonríe: —¿Qué? ¿De qué te estás riendo? —Es solo… —me las arreglo para decir, seguido de más risas—… la mirada en el rostro de Brian cuando lo llamaste cobarde. Realmente no se lo esperaba. Jay lanza su brazo alrededor de mis hombros y me lleva hacia adelante: —Sí, sí, soy un maldito gracioso. Nos vamos a comer. Creo, pero no estoy segura, de que veo a Una Harris y Brian Scott sentados en un auto de lujo a un lado de la carretera, mirándonos mientras caminamos. Casi me las arreglo para calmarme en el momento en que llegamos a la cafetería.

227

asan los meses. Después de un par de semanas de mantener una distancia dolorosa de mí, Jay comienza a venir a la casa. Casi todas las noches se presenta y nos sentamos juntos, cada uno de nosotros enfocados en nuestras propias tareas. Está creando un espectáculo completamente nuevo desde cero, lo que, aparentemente, puede tomar un tiempo muy largo para poner junto. Parece magia y la ilusión no es fácil. Se necesita dedicación casi hasta el punto de la obsesión. Mi pequeño negocio de confección crece, y Jay incluso ayuda a configurar un sitio web. El hombre es un genio con las computadoras. También me ayuda con los pedidos, con el embalaje, y llevando los pedidos al correo, esa clase de tipo que derrite mi corazón. Rara vez nos tocamos, pero cuando lo hacemos hay fuegos artificiales. Explosiones silenciosas. Y todo desde una mano inocente en mi codo. Nuestros brazos se acarician uno contra el otro. A veces él tira suavemente del cabello de mi desordenada cola de caballo y la rehace por mí. Me encanta cuando pasa los dedos por mi cabello. Siempre he pensado que con el fin de tener una relación, era necesario contar con el sexo. Pero en realidad, ese no es el caso. Me he acercado más a Jay sin sexo que cuando lo teníamos. No es que el sexo durara mucho tiempo, de todos modos. Aun así, me duele por él. Anhelo el día en que permita que sus toques se alarguen, que se transformen en algo más. Espero pacientemente a que termine el circo en que su juicio se ha convertido. Los periódicos en Irlanda y Reino Unido han dado cuenta del caso, y en las semanas que vienen hasta la fecha de la audiencia, pondrán mucha atención. A medida que el día se acerca, noto algo creciendo en Jay, un tipo de electricidad. La anticipación del alivio de que todo esto termine. Una semana antes del juicio, llego tarde a casa. Había pasado un par de horas en casa de Michelle, con ella y Jessie. Sí, en estos últimos meses sus asuntos de sexo se transformaron en una cosa permanente. No estoy segura de si alguna abordó el tema de tener una relación, pero eso es lo que parece que ha sucedido. Son felices juntas, y yo no podría estar más sorprendida por todo. Sólo espero que nunca llegue el día cuando Michelle decida que quiere volver a los hombres. Está oscuro en una noche fría de enero mientras trato de localizar la llave de mi casa en mi bolso. Estoy alejándome cuando una mano enguantada se desliza áspera por encima de mi boca y un cuerpo fuerte me presiona con fuerza contra la puerta.

228

Siento algo punzante clavarse en mi vientre, justo antes de que una voz masculina amenace: —Si gritas, te voy a cortar. Mi corazón late rápido, el sudor rompe sobre todo mi cuerpo. No grito. No podría aunque quisiera hacerlo. Estoy en demasiado conmocionada para reaccionar en absoluto. La mano que tapa la boca va hacia mi cabello, agarrando un puñado de él y tirando hacia abajo con fuerza. Un gemido ahogado sale de mí, pero apenas es audible. En mi cabeza, me pregunto si este es el hombre del parque que ha venido finalmente a cumplir su amenaza. —Le vas a dar a Jay Fields un mensaje —la voz continúa, el sonido de la misma es áspera sobre mí. Todo lo que puedo hacer es asentir. —Le dirás que si aparece en la corte la próxima semana, vamos a venir por ti de nuevo, y la próxima vez vamos a dejar una marca. ¿Nosotros? ¿Hay alguien más con esta persona sin rostro? Asiento otra vez, y la presión se va. Me quedo en el lugar durante varios segundos, incapaz de darme la vuelta, pero creo que puedo oír el clic de los tacones altos junto al de botas cuando se alejan. Un motor de auto se pone en marcha en algún lugar cercano, y mi cuerpo finalmente entra en acción. Me doy vuelta y rápidamente salgo de la calzada, justo a tiempo para ver un vehículo negro pasar a toda velocidad. Las ventanas no están tintadas, y no estoy segura de si mis ojos me engañan cuando veo a Una Harris mirándome desde el asiento del pasajero, con una sonrisa enferma en su rostro. ¿Qué demonios? No era el hombre del parque en absoluto. Mis manos tiemblan mientras trato de encontrar mi teléfono. Lo saco y rápidamente marco el número de Jay. —Watson —responde, su voz es cálida. —Te necesito —le digo, y no hay duda de mi miedo. —¿Estás en tu casa? —pregunta, serio ahora. —Sí. —Estaré allí en diez minutos. Trato de estar tranquila mientras paso al interior, sabiendo que arriba papá está dormido. Acabo de atravesar una de las experiencias más aterradoras de mi vida, sólo superada cuando mataron a mamá, pero apenas un sonido se hizo. Todo sucedió tan rápido, que no se necesitó decir mucho en absoluto, y aún puedo sentir el cuchillo que el hombre sin rostro presionó en mi vientre. Ciertamente hay mucho más de Una Harris de lo que parece, porque la mujer que vi hace un momento sin duda no era ajena a ver a gente asustada hasta el delirio, amenazada para conseguir lo que quiere.

229

Con piernas temblorosas, cierro la puerta y entro a la cocina, encendiendo la luz y sentándome a la mesa. No sé cuánto tiempo pasa cuando la puerta se abre de nuevo, y Jay entra. Me ve sentada allí, blanca como un fantasma, y al instante está arrodillado ante mí, tomando mis manos entre las suyas. —Watson, ¿qué pasó? —pregunta, viéndose como si quisiera hacerle daño a alguien. —Yo... alguien me atacó cuando llegaba a casa. Tenían un cuchillo. Sus ojos se vuelven más oscuros de lo que los había visto nunca, su apretón aumenta. —¿Qué? ¿Estás lastimada? ¿Pudiste ver su rostro? —Sus manos comienzan a moverse por encima de mi cuerpo, buscando lesiones que no están allí. La sádica mueca de Una Harris parpadea en mi mente y mi corazón late. Estoy a punto de decirle a Jay acerca de cómo el hombre amenazó con hacerme daño si aparecía en la corte la próxima semana. Pero lo miro a los ojos y de pronto me doy cuenta de que no puedo hacerlo. No se lo puedo decir. Si lo hago, entonces todos estos meses de trabajo hacia el juicio serán para nada. No podrá limpiar su nombre y nunca podría poner su carrera de nuevo en marcha. No voy a hacerlo. De alguna manera saber que Una Harris iría a esos extremos para conseguir a un matón para amenazarme con daños corporales me hace más decidida a que consiga lo que se merece. —No me lastimaron. Creo que estaban tratando de asustarme. —Hago una pausa, pensando en mis pies—. Trataron de agarrar mi bolso, pero luego el auto de un vecino pasó, y corrieron. Estoy bien ahora. —Mentirle se siente muy mal, pero, como Jay me dijo una vez, los males necesarios están por todas partes en este mundo. Me tira a sus brazos. —Jesús. No deberías venir a casa tan tarde sola. La próxima vez, asegúrate de que alguien esté contigo. O infiernos, llámame, y te acompañaré a casa personalmente. Está demasiado nervioso para leerme, lo cual es algo bueno, porque si lo hiciera, vería que estaba mintiendo con todos mis dientes. Algo en mi pecho se aprieta con el hecho de que estar en peligro lo ponga de esta manera. Siempre está en todo. Pocas veces he visto algo escapar de él. Hasta ahora. —Sí, lo haré. Simplemente no pensé. Me da un abrazo apretado. —No dejes que pase de nuevo. Mataré a alguien si algo te pasa. Eres la única que me mantiene aterrizado. Sus palabras se deslizan por encima de mí, como una caricia cálida, mientras trato de empujar hacia abajo la culpa de ser deshonesta con él. Nos quedamos así por un largo tiempo antes de que Jay me ayude a ir a mi habitación. Dice que va a dormir en el sofá esta noche, por si acaso el matón decide volver.

230

A la mañana siguiente, cuando papá lo encuentra allí, Jay le dice todo lo que pasó. Papá insiste en que llamemos a los guardias. No quiero involucrar a la policía, porque entonces tendré que mentir de nuevo, pero nada saldrá de eso. Por suerte, en nuestros meses juntos, he estado profundizando en la colección de libros de Jay. Recientemente leí sobre el lenguaje corporal, así que sé lo suficiente sobre mentir para llevarlo a cabo cuando los agentes llegan a la casa. Aun así, no puedo dejar de destacar la amenaza. Dijeron que si Jay va a la corte, me harán daño. Mi mente rastrea de nuevo al día de la mediación, cuando Jay y yo habíamos estado riendo juntos en la calle. Tanto Una como Brian nos habían estado observando, y deben haber visto algo. Algo que les indicó que Jay se preocupaba por mí. De lo contrario, no se molestarían en amenazarme. Sólo soy la secretaria legal, después de todo. En el transcurso de los siguientes días, me hago de una buena colección de armas para protegerme, incluyendo una alarma de violación, espray pimienta —totalmente ilegal en Irlanda—, y una navaja suiza. También paso tiempo practicando defensa personal con videos en YouTube. No se rían. Si Una Harris y su matón vienen por mí de nuevo, voy a estar lista. Lo más importante, me recuerdo, es nunca estar sola. No me van a atacar si estoy con alguien. Al menos, eso es lo que sigo diciéndome. Por desgracia, todo el énfasis y la ansiedad cobran su peaje, y el día antes de la cita de Jay en la corte, caigo enferma con la peor gripe de mi vida. Y no estoy hablando de uno de los malos resfriados que la gente llama gripe. Estoy hablando de una gripe real. Del tipo que hace que cada músculo y hueso en tu cuerpo te duela, de la clase dónde estás lo suficientemente lúcida como para apenas recordar tu propio nombre, y cuando la gente trata de hablar contigo, respondes con nada más que un galimatías febril. Papá organiza como llenarme de los detalles, porque, obviamente, no voy a ser de ninguna ayuda en la corte en mi estado actual. No me importa demasiado, sin embargo. La corte suele ser muchas horas tediosas, seguido por unos pocos minutos de algo interesante. Jay no se entera de mi enfermedad hasta la mañana del juicio. Estoy tumbada en la cama, envuelta en mantas y usando mi pijama más acogedor, cuando la puerta se abre y se cierra. Papá salió de la casa hace una hora, por lo que sólo hay una persona que podría ser. Los pasos de Jay suenan en la escalera mientras camina a mi habitación. Llama a la puerta primero. —No entres —digo débilmente—. Estoy contagiosa, y no puedes darte el lujo de estar enfermo esta semana. —A la mierda eso, querida —responde Jay, dando un paso al interior y viniendo a sentarse en el borde de mi cama. Pone su mano en mi frente para sentir mi temperatura, su rostro es una imagen de preocupación—. Mierda, estás ardiendo.

231

—Lo sé —le contesto mormada—. Tienes que irte. En serio. No me lo perdonaría si atraparas esto. Frunce el ceño y toma mi mano fría y húmeda en la suya. —Realmente quería que estuvieras allí hoy. Me siento más valiente cuando estás conmigo. —Eres la persona más valiente que conozco, Jay. Lo harás bien. Espero estar mejor en unos pocos días. De esa manera estaré allí para el veredicto. Jay pasa una mano por mi cabello, y le doy una mirada. Está usando un ligero y lujoso traje gris, una corbata azul y una camisa blanca. Se ve guapísimo. —Te ves increíble —le digo, y sus ojos se calientan. —Gracias, tú también. —Se inclina y coloca un suave beso en mi frente. Yo ahogo una risa débil. —Nunca me he visto más increíble, estoy segura. —Siempre te ves increíble, Matilda —dice, y luego se despide. No tengo televisión en mi habitación, y después de pasar dos horas leyendo, me vuelvo inquieta. Quiero saber lo que está pasando en la corte. Sé que los canales de noticias lo cubrirán, por lo que con gran esfuerzo me las arreglo para reubicarme en la planta baja en la sala. Hago la cama del sofá y me acuesto. Después de esa terrible experiencia, me lleva otros veinte minutos de estar tendida allí antes de tener la energía para encontrar el control remoto y encender el televisor. Me muevo al canal principal de veinticuatro horas de noticias y espero a que el juicio comience. Cuando lo hace, el reportero da una rápida revisión del caso, con una toma de Jay llegando a la Corte Suprema con papá. A diferencia de la mayoría de las personas que llegan a los tribunales que tratan de evitar a la prensa, Jay esboza una sonrisa deslumbrante a una de las cámaras. Incluso su sonrisa en la televisión hace que mi corazón brinque. Mi anticipación crece, porque después de todo este tiempo, una vez que este caso haya terminado, hay una posibilidad de que Jay y yo finalmente podamos estar juntos. Entonces hay un clip de Una y Brian llegando, y mi ira se eleva a la superficie. Si esa perra cree que me puede asustar, tiene otra cosa viniéndosele encima. Me hubiera encantado ver su rostro cuando se diera cuenta de que Jay había aparecido, que amenazarme no funcionó. Observo cada segundo del canal de noticias de ese día, mientras Michelle aparece para el almuerzo y me alimenta con sopa. Más tarde esa noche, me voy a la cama y duermo de corrido hasta la mañana siguiente. Cuando me despierto, me siento más descansada. Extiendo mis miembros y miro hacia un lado, sorprendida al ver a Jay sentado allí, con la barbilla apoyada en su mano. —Hola —le susurro—. ¿Qué hora es?

232

—Las siete y media —responde. Está vestido con un traje distinto al de ayer, esta vez de la armada, y parece recién duchado. El olor de su colonia me golpea y lo respiro en profundidad. —¿Cómo estuvo la corte ayer? —No pasó nada. Hoy será más emocionante, sin embargo. —Oh, sí, ¿por qué? —Mira las noticias. Ya verás —responde misteriosamente. No entra en más detalles. En cambio, me ayuda a bajar y me hace el desayuno, aunque todo lo que puedo comer es una tostada seca y una taza de té azucarado. Él y mi padre se van juntos, y me enfrento a otro día en el sofá, sin pensar mirando la televisión. A pesar de las instrucciones de Jay de ver las noticias, no lo hago. Creo que no puedo manejar más horas de titulares repetidos, así que decido abrir una serie en su lugar. Después de un par de episodios, reviso las noticias, y sólo tengo que esperar unos pocos minutos para que el caso surja. La estirada rubia lectora de noticias se sienta en su escritorio y lee su perorata. —Ha habido un descubrimiento sorprendente en el caso de la corte de Jay Fields y del The Daily Post. »Hoy el jurado escuchó cómo la periodista Una Harris utiliza métodos ilegales de investigación para sus artículos sobre el ilusionista estadounidense. No hubo evidencia encontrada para respaldar muchas de sus afirmaciones acerca de su origen, pero, lo más pertinente, es lo que salió a la luz sobre la señorita. »Harris intervino el teléfono y las cuentas de correo electrónico del señor Fields con el fin de recoger información sobre su vida privada. »El representante del señor Fields mostró evidencia de actividad de la señorita Harris e incluso aportó la prueba de que había estado tratando de entrar en el apartamento en el que él había estado viviendo con su amiga, la señorita Jessica Hanlan, en ese momento. »Jessica Hanlan fue llamada a presentarse como testigo para explicar cómo descubrió el aparato espía mientras hacía la limpieza de su casa. Declaró que no sabía lo que era, pero después buscó a un profesional para identificar el objeto. Muchos ahora se están planteando interrogantes sobre la integridad del The Daily Post y si ese tipo de práctica es común entre sus empleados. »Un jurado de seis hombres y seis mujeres ha sido seleccionado para determinar un veredicto, y se predice que el juicio terminará la próxima semana. Vaya. Sólo he estado trabajando en un número de casos de Will estos últimos meses, ya que papá ha estado gastando todo su tiempo en la preparación para el juicio por difamación, por lo que mucho de esto es nuevo para mí. Este tipo de escándalo

233

podría absolutamente matar al periódico, por no hablar de caer como plomo en otros casos que se les imputen en el futuro. Me desplomo en el sofá. Me gustaría estar allí hoy. Me puedo imaginar a Jessie siendo llamado hasta el estrado de los testigos. Probablemente estaría encantada de ser el centro de atención. Esa noche, papá y Jay llegan de vuelta a la casa con comida china para llevar. Me siento en la mesa y sorbo mi sopa de fideos con pollo mientras ellos discuten sobre eventos del día. A juzgar por la constante sonrisa de papá, estoy asumiendo que las cosas van bien hasta ahora. Después de que termino de comer, Jay me ayuda a subir a mi habitación para poder tomar una siesta. Besa mi frente y me dice que descanse. Entonces ellos se encierran en la oficina de mi padre para poder prepararse para mañana. Me quedo dormida por un tiempo y luego despierto, con la desesperada necesidad de ir a orinar. Me apresuro al baño y hago mi asunto. Cuando me voy, me doy cuenta de que la luz en la oficina de papá está encendida, y tanto él como Jay todavía están ahí. De hecho, parece que están teniendo una discusión. ¿Qué demonios? Me acerco a la puerta y escucho. —Esto es inaceptable, Jason. ¿Cómo puedes guardar algo así de mí? Estamos a dos días del juicio. ¡A dos días! Deberías haber hablado conmigo acerca de eso hace un mes —dice papá, sonando angustiado. No creo que jamás lo haya oído llamar a Jay por su nombre completo antes. De hecho, no creo que jamás lo haya oído tan enfadado antes, tampoco. —No podía decírtelo. Sabes que no podía —dice Jay. Suena un poco más tranquilo que papá, pero por muy poco. —Por supuesto que podías. Eres mi cliente, y estamos malditamente demandando a un periódico nacional. ¡Se suponía que me dirías todo! —Bien, bien, piensa en ello de esta manera. Si te lo hubiera dicho todo, desde el principio, ¿habrías aceptado tomar el caso? —¡Por supuesto que no! Por el amor de Cristo, la mitad de las cosas que acabas de explicarme no son incluso legales. No me importa lo que sucedió en el pasado. Esto... esto es... no hago cosas como esta. Esta no es la clase de hombre que soy. —Lo sé —dice Jay—. No estás atrapado como yo. Eres un buen chico. Puedes dejar ir las cosas. Yo no. —Hace una pausa, y hay tanta emoción en su voz que casi no puedo soportar la idea de escuchar—. Necesito esto, Hugh. Y a pesar de lo que puedas pensar, necesitas esto, también. Te mereces esto. Después de todo lo que pasaste, te mereces esta victoria. ¿De qué diablos están hablando? Hay un largo silencio, y pienso que puedo oír a papá llorando en silencio. Jesús. Estoy a punto de ir allí y romper cosas cuando lo oigo hablar. —Ven aquí, hijo —dice papá con voz temblorosa. Otro silencio, y luego Jay habla, su voz está cargada de emoción.

234

—No estoy haciendo esto por mí. Estoy haciendo esto por ti y por tu hija, también. —Está bien —dice papá, todavía tembloroso, antes de dejar escapar un largo suspiro—. Lo entiendo. Lo hago. Y estoy metido hasta el fondo en esto ahora para echarme atrás. Empezamos esto juntos, así que lo terminaremos juntos. Siento todo lo que pasaste, hijo. Atraparemos a esta... esta horrible, horrorosa gente, lo prometo. Umm, ¿qué? Empujo la puerta abriéndola un poquito, silenciosamente para que no me oigan, y miro dentro. Lo que veo me sorprende como la mierda. Papá y Jay están abrazándose. Se separan, y mi corazón golpea. Me escabullo a mi habitación tan silenciosamente como puedo y vuelvo a la cama. Unos minutos más tarde, escucho a Jay dejar la oficina de papá. Mi puerta de la habitación se abre y contengo la respiración, manteniendo los ojos cerrados y fingiendo letargo. Prácticamente lo siento allí de pie, sólo mirándome. Entonces oigo que deja escapar un largo, áspero aliento antes de cerrar mi puerta y salir de la casa. Me acuesto allí durante mucho rato, repasando su conversación en mi cabeza una y otra vez. Duermo el resto de la noche y despierto temprano sintiéndome mucho mejor. Mi garganta está limpia, y mis músculos ya no me duelen. Mi cabeza ya no está mareada, tampoco. Hoy, estoy decidida a ir al juicio. Me baño y me visto con una blusa de color crema de manga corta y una falda lápiz azul marino, me seco el cabello recto. Me pongo un poco más maquillaje de lo normal, mi tez de aspecto natural está un poco lavada después del ataque de mi enfermedad. Cuando voy abajo, encuentro a papá sentado en su silla de siempre, leyendo el periódico y bebiendo café. Hay bolsas bajo sus ojos, y parece que no consiguió pegar un ojo. Su conversación con Jay viene de nuevo a mí. Sea lo que sea en que estaban, es obvio que lo mantuvo despierto toda la noche. He tenido mis sospechas por un tiempo de que Jay ha estado haciendo algunas cosas que no son del todo legales. No estoy segura de por qué, pero confiaba en él en eso. Haciéndome creer que sabía lo que estaba haciendo. Se lo debe hacer confesado a papá, confesado todo, todas las cosas que se niega a decirme hasta una fecha desconocida en el futuro. Pero le prometí que no haría preguntas, y me gusta pensar que cumplo mis promesas. —Buenos días—le digo, entrando en la habitación y haciendo estallar un poco de pan en la tostadora. —Matilda —contesta papá, tratando de darme una sonrisa—. Te ves muy bien. ¿Cómo te sientes? —Mucho mejor. Le llamé a la temperatura y le dije que no la necesitaría nunca más. Tengo muchas ganas de salir. Papá frunce el ceño.

235

—¿Estás segura? Este caso se ha vuelto muy... complicado. No me importaría en absoluto si quisieras permanecer fuera. Un montón de cosas no decorosas salieron a la luz. —¿Te refieres a Una Harris interviniendo el teléfono de Jay? Lo oí en las noticias. Los labios de papá dibujan una línea delgada y su expresión se vuelve helada, aunque no es dirigida a mí. —Eso no es todo lo que hizo la mujer, cariño. Parece que ha sido implacable en su ambición lo largo de los años, y Jay tiene prueba de todo. Lo miro fijamente. —¿Cómo? —Ha sido un hombre muy ocupado, hizo su tarea. —Es la única respuesta de papá. Hay algo triste en su voz, algo triste y... cariñoso. Como si lo sintiera por Jay por alguna razón. Mi pan aparece fuera de la tostadora, sorprendiéndome. Me aparto de papá y me voy a encontrar la mantequilla. Después del desayuno, Will se presenta y nos conduce al palacio de Justicia, estacionándose a lo largo de los muelles cuando llegamos allí. La prensa está en todas partes, como hormigas sobre un terrón de azúcar. Jay está esperando por nosotros justo en el interior, solo. Sus ojos se iluminan con alegría y alivio cuando me ve. Desafortunadamente, después de escucharlos a él y a mi padre anoche, no puedo decir que me siento de la misma manera. Necesito saber la verdad. Y ahora mismo, así podría estar con los ojos vendados. Sólo espero que cuando se sepa, pueda aceptar lo que se me revele. —¡Watson! Estás mejor —dice, tomándome en sus brazos y dándome un cálido, agradecido abrazo amistoso, dada la presencia de papá y de Will. Cuando vamos al interior de la sala de audiencias, puedo ordenar los archivos del día, murmurando mi molestia a la mierda de trabajo que me hizo la temperatura. Nada está donde se supone que debe estar, y me tomará una eternidad arreglar los errores. Tenemos que esperar a que llegue el juez, lo que podría llevar Dios sabe cuánto tiempo. Mis ojos se pierden en Brian y mientras llegan, son flanqueados por su equipo legal. A diferencia de Jay, quien le pidió específicamente a papá representarlo en la corte, Brian está utilizando a un abogado, a un hombre de mediana edad que en realidad reconozco. Thomas Jenkins. La mayoría de las personas en la profesión de la ley en esta ciudad lo conoce, porque es uno de los hombres más talentosos del negocio. Yo estudio a Brian, mi mirada se estrecha. Debe haber algo en él, algo bajo el ordinario exterior que causó que Jay lo odiara tanto. —¿Estás bien, cariño? —pregunta Obviamente, me vio mirando a Brian.

Jay,

rompiendo

mis

pensamientos.

Le echo un vistazo y luego abajo en los papeles frente a mí. —Sí, es sólo que hay algo raro en ese hombre, sabes. No puedo entenderlo porque parece tan normal.

236

Jay acaricia su barbilla, una expresión contemplativa está en su rostro. —¿Has leído algo de Hannah Arendt? —Debo haberme visto perdida, porque además explica—. Es una teórica de la política. Niego. —No, nunca fui a la universidad, Jay. Las personas que no han estado en la universidad no suelen leer a los teóricos políticos. No estoy segura de por qué se lo digo. Probablemente es porque sé que sabe exactamente lo que está “fuera” con Brian, pero no me lo dirá. —Yo tampoco, pero sí, entiendo lo que quieres decir. De todos modos, ella escribió este libro sobre el juicio de un teniente nazi llamado Adolf Eichmann en la década de 1960. Arendt era una judía que salió de Alemania durante el reinado de Hitler, y durante el juicio este chico tuvo que enfrentar todas las atrocidades que cometieron. Cosas que sólo un monstruo podría concebir. Sin embargo, fue examinado por psicólogos, y se determinó que no era un psicópata, que de hecho, era completamente normal. Eso dejó a Arendt determinar que las personas perfectamente normales, cada día eran capaces de los crímenes que normalmente se asociaban con sólo los más depravados, malvados miembros de la sociedad. Lo llamó la banalidad del mal. Eso es lo que se ve cuando se mira a Brian Scott, Matilda. Es mundano, el típico, monótono, que parece calca de cualquier otro profesional de su edad, y sin embargo... Se calla y mira hacia otro lado. Siento como que estoy conteniendo la respiración. —Y sin embargo, ¿qué, Jay? —pregunto ansiosamente. —El juez está aquí —dice, volviéndose y frotándose las manos—. Parece que esta fiesta está a punto de comenzar. Papá se abalanza entonces, hablando a toda prisa con Jay, por lo que no tengo la oportunidad de interrogarlo más. Echando un vistazo por encima del hombro, veo a Jessie sentada en la galería, y me da una sonrisa alegre y un saludo. La saludo también y me acomodo en mi asiento. No estoy segura de por qué, pero tengo la sensación de que este será un día largo e interesante.

237

i padre va a llamar a una testigo al estrado, una mujer llamada Emma Feelan que trabaja como A.P.46 de Una Harris. En realidad, estoy asombrada de que la convencieran para ser testigo. Tampoco estoy segura de que Una sea consciente de eso, porque cuando la señorita Feelan es llamada, su boca se abre por la sorpresa y observo como su expresión muestra furia mientras nivela sus maliciosos ojos verdes en su empleada. ¿O, debería decir, “ex empleada”? Por lo menos, estoy segura de que lo será antes de terminar el día. Tengo una buena vista de la mujer mientras sube al estrado y el registrador le hace repetir el juramento después de él. Me toma un desconcertado momento darme cuenta de que conozco a esta mujer. Es la puma. A la que Jay y yo tuvimos que rescatar de Jessie debido a que había tratado de conseguir un trío que incluyera a su marido. Qué. Está. Pasando. Aquí Llena de joyería y con el traje semi-cachondo que había llevado la primera vez que la vi en el casino. Ahora su cabello está peinado hacia atrás en un moño, y lleva un muy respetable pantalón de traje. Inmediatamente, mi cabeza se vuelve de nuevo a Jessie, donde estaba sentada en la galería. Ella me da un guiño travieso mientras digo con la boca: ¿Qué demonios? Algo está podrido en el estado de Dinamarca, porque en serio, no creo ni por un segundo que se trate de una simple coincidencia. Trato de captar la atención de Jay, pero él está mirando estoicamente hacia adelante. Mi padre se pone de pie para el interrogatorio. Lleva la cabeza alta, aunque su cojera es evidente y su traje es viejo y barato. Por un segundo, me olvido de mis sospechas. En este momento, solo estoy orgullosa de ver a mi padre, un hombre que ha atravesado tanto tiempo de trabajo y pasado por cutres casos de menor importancia, da un paso adelante para representar al demandante en una de las mayores demandas de alto perfil que este país ha visto en años. Estoy increíblemente orgullosa de él. —¿Dónde trabaja, señorita Feelan? —pregunta papá. —He sido asistente personal de Una Harris durante los últimos seis años — responde Emma sosteniendo sus manos firmemente en su regazo. —¿Se considera una empleada contenta? Ella frunce el ceño. —¿Perdón?

A.P.: Asistente personal.

46

238

—¿Era feliz en su trabajo? —recalca mi padre. Emma mira a Una por el más breve de los segundos. —No diría exactamente eso. Cuando miro a Una, veo que su boca se ha convertido en una línea severa apretada. Alguien definitivamente no está contenta. —¿No está satisfecha en su trabajo? —En cierto sentido, sí. —¿Por qué es infeliz? Se necesita mucho tiempo para que Emma responda. Se inclina hacia el micrófono, con la palabra en la punta de la lengua antes de que finalmente salga. —Debido a la forma en la que mi jefa me trata. Hay murmullos entre el jurado. —¿A qué tipo de tratamiento se refiere? —continúa papá. —Bueno, ella puede ser dura a veces. Algunas veces es verbalmente amenazante y abusiva. También me encarga tareas con las que no estoy cómoda. —¿Puede explicar qué tareas son esas y por qué la hacen sentir incómoda? —Tengo que recoger la receta de su medicación regularmente. Me pone incómoda porque no me corresponde hacer ese trabajo. Mis deberes principalmente son de administración. Alguien deja escapar un audible bufido de molestia desde algún lugar en la sala del tribunal. Cuando miro a Jay, tiene los brazos cruzados, y no hay la más mínima sobra de sonrisa en su rostro. Entonces estudio a Emma, y no hay duda de que preferiría estar en cualquier otro sitio que en ese estrado de los testigos en este momento, no importa si es infeliz en su trabajo. De alguna manera, Jay la ha coaccionado para estar aquí. No sé por qué, pero sé que es así. Papá se acerca a la mesa y recoge varias hojas de papel. Se las entrega a Emma. —¿Está familiarizada con estos documentos, señorita Feelan? —Sí. —¿Dónde los ha visto antes? —La señorita Harris me hacía visitar regularmente a su médico y recoger estas recetas antes de ir a la farmacia para comprarlas. —¿Hubo algún intercambio de dinero? —Sí. —¿Cuánto? Emma se frota el brazo con incomodidad. —Dependiendo del sitio, entre los doscientos y los quinientos euros —contesta. —¿Lo encontró inusual?

239

—Lo hice, pero no era mi trabajo cuestionarlo. Hacía muchas tareas para la señorita Harris. Ella es una mujer muy ocupada. —No me cabe la menor duda. ¿También le pagaba dinero al farmacéutico que surtía la receta, es decir, por encima del coste habitual de las medicinas? —Sí. Oh, Dios mío. Varias personas en la galería se quedan boquiabiertas por la sorpresa. Es bastante obvio a dónde quería ir papá con esto, aunque en la superficie el tema podría parecer irrelevante. —En su experiencia personal, ¿era usual la recogida de medicamentos? —No. Nunca pagué por las medicinas para mí de esa manera. —En su experiencia en su trato con la señorita Harris, ¿sabía que tenía una larga lista de enfermedades que harían necesario el tipo de medicamentos que tenía que recoger por ella? —No que yo sepa. —Y en su opinión personal, ¿diría que la señorita Harris la hacía recoger esos medicamentos, porque era adicta? —No lo sé. A veces actuaba inusualmente irritable o confundida en la oficina, pero se lo atribuía al estrés. —Objeción —interrumpe Thomas Jenkins —. No hay evidencia que pruebe que mi clienta no está enferma, y esta línea de interrogatorio podría incriminar a la testigo. Papá recoge los papeles de prescripción de nuevo y se los entrega al juez. —Voy a traer su atención a las cantidades que se recetaban cada mes. Incluso si la señorita Harris estuviera gravemente enferma, ningún médico respetuoso de la ley le prescribiría estos niveles de medicación. —Denegada —dice el juez. Mi padre vuelve a centrarse en Emma. —¿Alguna vez intentó negarse a realizar este trabajo para la señorita Harris? Emma traga. —Sí. En varias ocasiones me negué y ella amenazó con despedirme de mi trabajo. También dijo que se aseguraría de que no pudiera encontrar otro. —¿Cómo la hacía sentir eso? —Temía por mi medio de vida. —Una última pregunta. En su opinión personal, ¿cree que la señorita Harris podría ser de confianza para llevar a cabo correctamente algún periodismo de investigación, mientras estaba bajo la influencia del tipo de medicación que estaba tomando? —No. —Gracias, señorita Feelan.

240

Thomas Jenkins continúa el interrogatorio, y aunque hace un extraordinario buen trabajo al cuestionar a Emma y salvar algo de la reputación de Una, el punto de papá queda claro. Una Harris es una adicta, no apta para llevar a cabo su trabajo, y nada de lo que ha escrito sobre Jay puede ser considerado creíble. Papá incluso sube a un médico profesional al estrado para dar evidencia de cómo las drogas que Una estaba tomando podría obstaculizarla, física y mentalmente. Cuando el tribunal se aplaza por un descanso, me levanto de mi asiento con un propósito. Quiero hablar con Jessie. La alcanzo mientras se mueve para abandonar la galería, agarrándola del brazo y prácticamente arrastrándola afuera conmigo. —Oye, tranquila, ¡Matilda! —exclama—. Vas a arrancarme el brazo. —Quiero hablar contigo en privado —le digo, llevándola al cuarto de baño de mujeres para discapacitados más alejado de las salas de audiencias. Entramos, y está afortunadamente vacío. Suelto su brazo y pongo las manos en las caderas. —¿Qué está pasando aquí? —¿Qué quieres decir? —¡La puma volteada es la asistente de Una Harris, Jessie! ¿Acaso creían Jay y tú que no la recordaría? No soy estúpida. —Mira... —empieza, pero antes de que pueda decir algo más, la puerta del baño se abre y Jay entra. —Déjanos, Jessie —dice con voz de mando. —Vamos a tener una conversación. Y si no te habías dado cuenta, este es el baño de mujeres. No puedes estar aquí —chasqueo. Jay ni siquiera me mira. —Jessie. Vete. —Sin una palabra más se apresura fuera del baño, dejándome sola con Jay. De repente, me siento sofocada. Su sola presencia jala todo el aire tanto de buena como de mala manera. Nos quedamos un momento en silencio antes de que se vuelva y mueva la cerradura. Cuando me mira, sus ojos son oscuros por su temperamento. —Tienes que calmarte de una puta vez, Watson. —¿Por qué debería hacerlo? Primero los oigo a mi padre y a ti discutiendo anoche, ¿y ahora la puma del casino es la asistente de Una Harris? No sólo eso, sino que está como testigo. Sé que prometí no hacer preguntas, pero las cosas empiezan a ponerse ridículas. No puedes seguir manteniéndome en la oscuridad. Algo cambia en la expresión de Jay. —¿Nos oíste? —Sí —le contesto, exasperada —. No es que algo tuviera mucho sentido. Él se mueve hacia mí, apoyándome en la pared. Su mano va a mi mejilla, acariciándola antes de colocarla en mi cuello.

241

—Pensé que estabas durmiendo, querida. Un hormigueo estalla porque me está tocando, y trago. —Sí, bueno, no eres el único que puede fingir. Él me mira fijamente a los ojos, su expresión feroz. —Nunca pretendo nada. No contigo. ¿Quieres que te diga la verdad? Bueno, aquí está la verdad. Jessie y yo apuntamos a Emma Feelan hace mucho tiempo. Jessie puso en marcha una cosa con ella, tomó unas cuantas fotografías vergonzosas, y grabaron lo que sucedió la noche en que su marido y ella la invitaron a hacer un trío. Jessie le sugirió entonces a Emma que si no se presentaba como testigo en el juicio, esas fotos y la grabación podrían caer en las manos equivocadas. Eso es todo. —Eso es chantaje. Y es ilegal. Creo que de dónde vienes lo llaman “fruto del árbol venenoso”. —No utilizaremos el chantaje como evidencia. Estamos utilizando el chantaje para conseguir la evidencia genuina. La prueba de consumo de drogas de Una es de fiar. De hecho, la señorita Feelan la entregó bastante libremente. La técnica de la persuasión es utilizada como un mal necesario. Dejé escapar una risa sin alegría. —¿“Técnica de persuasión”? Bueno, si así es como deseas llamarlo. Entonces, ¿cuántos de estos males necesarios has cometido, Jay? —Unos pocos. —Mierda. Él sonríe. —Me gusta cuando juras. Para que lo sepas, es una gran cogida excitante. —¿Estás siendo simplista en este momento? ¿Seriamente? —Empujo su pecho, pero él no se mueve. Agarra mi mano y frota el pulgar suavemente por el centro de mi palma. —No me odies todavía. Sólo dame un par de días más. Un par de días más, y te prometo que no habrá más secretos, ¿está bien? —¿Cómo puedes justificar esto? Esa pobre mujer probablemente va a perder su trabajo ahora. ¿Ni siquiera te importa? Por un segundo, una extraña expresión se apodera de él. —Sólo tienes que esperar, Matilda. Espera por el cuadro grande —responde, ignorando mi pregunta. Lo miro fijamente durante un largo rato, pero no hay nada más que sinceridad en sus ojos. Suelto un largo suspiro. Su pulgar sobre mi palma me hace temblar. Esto es lo más cerca que ha estado conmigo desde hace tiempo, y puedo sentir cada centímetro de su cuerpo grande y duro presionándome contra la pared. —Está bien. Esperaré. Pero te juro, más vale que sea bueno. Él frota las manos arriba y abajo por mis brazos ahora.

242

—Te prometo que lo será. —Una respiración rápida se le escapa, sus ojos miran de ida y de vuelta entre los míos—. Tengo muchas ganas de besarte ahora mismo. Me comunico con él en silencio diciéndole que ese beso no sería prudente. Él se comunica de regreso aceptando el reto. —A la mierda —maldice —. Te besaré. —Antes de que pueda alejarme, sus labios están sobre los míos, su lengua desliza su camino en mi boca. Un profundo gemido se me escapa, y toma mi rostro entre sus manos. Ha pasado tanto tiempo desde que tuve esto, que puedo sentir su beso en todas partes. Entre mis muslos, en mis endurecidos pezones, en las puntas de mis ansiosos dedos, mientras agarro firmemente las solapas de su traje. Por propia voluntad, mis manos empiezan a desabrochar los botones de su camisa, alcanzando el interior para sentir su piel. No suelo ceder tan fácilmente, pero necesito esto. No he podido tocarle en mucho tiempo. Nos habíamos vuelto cercanos, y sin embargo, había un muro entre nosotros. Él gime cuando le toco, deslizando mi mano sobre su pecho. Su mano se mueve hacia abajo entre mis piernas, enganchando mi falda y tomándome allí mismo. Me quejo en alto. La manija de la puerta se mueve, alguien en el otro lado intenta entrar, nos separamos, nuestra respiración es trabajosa. Me dejo llevar por él y me paso una mano por el cabello. —Nosotros, umm, será mejor que vayamos a comer algo antes de que sea hora de volver. Su mirada oscura, caliente, me deja saber qué es lo último que quiere hacer. Pero los dos sabemos que este es el último lugar en el que deberíamos estar haciendo esto. —Sí, vamos a hacer eso —responde por fin. Le digo que le alcanzaré. —Putamente me encanta la forma en que sabes —me murmura al oído antes de irse. Me estremezco por sus palabras y su aliento se siente caliente en mi piel. Entonces cierro la puerta detrás de él, haciendo un trabajo rápido usando el baño y enderezar mi apariencia. Volviendo, me dirijo a una esquina y casi tropiezo con Una Harris. Su normalmente cabello peinado está ligeramente despeinado, y parece que se había mordido tan fuerte el labio que se ha hecho sangre. Además, sus pupilas están completamente dilatadas. —Me miras como si pensaras que eres mejor que yo —calumnia y una ráfaga de alcohol golpea mi nariz. Si mis suposiciones son correctas, está en algo y ha estado bebiendo. Jesús, ha escogido el peor lugar posible para desentrañarse. —Preferiría no mirarte para nada, Una —digo, levantando la barbilla. Ella maldice y mueve su dedo hacia mí.

243

—Oh, la otra noche no te asustó, ¿verdad? Debes tener miedo. Sería muy inteligente por tu parte tener miedo. —Se estira y extiende la mano a mi cicatriz — .¿Cómo dices que conseguiste eso? Yo retrocedo de inmediato de su toque. —No recuerdo habértelo dicho. Ahora, por favor, sal de mi camino. —Una, es suficiente —la dura voz de Brian Scott la detiene. Camina hacia ella y elegantemente desliza el brazo alrededor de su cintura. —¿Estás bien, Matilda? —me pregunta Jessie, que ya está a mi lado. Dispara una aguda mirada en dirección de Una. —Sí, estoy bien. —¿Quién demonios eres tú? —pregunta Una, el insulto junta sus palabras de nuevo. —Eh, ese no es tu puto asunto —contesta Jessie, cruzando los brazos y nivelando sus ojos sobre Brian—. Deberías quererla limpia. Es un lío caliente en este momento. —Sí —dice Brian, con voz acerada—. Tengo toda la intención de hacerlo. Adiós, señoritas. Aleja a Una, mientras ella maldice. —Maldita sea déjame en paz, Brian. Puedo caminar perfectamente bien por mi cuenta. —La perra tiene más problemas que Vogue —murmura Jessie en voz baja, y me río. El resto del día avanza muy lentamente, y ya no hay grandes revelaciones. Dejo el Palacio de Justicia con papá y Jay, la prensa nos acosa con preguntas, las que reciben un firme “sin comentarios”. Rápidamente vamos al auto de Jay, y nos lleva a casa. A diferencia de ayer, no se queda a cenar, sino que sale justo después de dejarnos. Al día siguiente el juicio sigue: el segundo A. P. de Una —sí, la mujer tiene en realidad dos asistentes—, sube al estrado de los testigos. Éste es un hombre, y, básicamente, iba en contra de todo lo que Emma Feelan había dicho el día anterior, pintando a Una como la perfecta y más generosa jefa que una persona podría pedir. Entonces papá llama a Una como soporte, y ahí es cuando las cosas empiezan a ponerse interesantes. —¿Señorita Harris, en 2004, escribió un artículo exponiendo la vida privada del gobernador TD Víctor Nugent? Una entrecierra sus ojos a papá. —Sí, había estado cubriendo la política en ese momento y descubrí que el señor Nugent había estado adquiriendo los servicios de prostitutas. —¿Y cómo llegó a esa información?

244

—Tengo informantes —replica Una bruscamente —. Todos los periodistas los tienen. —¿Intervino su teléfono o se introdujo en su ordenador como lo hizo con mi cliente? —¿Cómo es eso relevante? —Thomas Jenkins objeta—. No estamos aquí para hablar sobre artículos pasados. Estamos aquí para hablar del artículo que la señorita Harris escribió sobre el señor Fields. —Le aseguro que mi línea de interrogatorio es extremadamente relevante, su señoría —le dijo papá al juez. —Continúe —dice el juez con un gesto informal de la mano. —Puede responder a mi pregunta, señorita Harris —dice papá, volviéndose a Una. —No —su respuesta monosílaba suena tensa. —El señor Nugent se quitó la vida pocos meses después de que salió la historia. ¿Es consciente de eso? —Por supuesto que sí. —¿Se siente responsable? Sus ojos se estrechan hasta convertirse en solo dos hendiduras. —No. —¿Cree que si no hubiera escrito el artículo, el señor Nugent todavía estaría vivo y bien hoy? —No puedo saberlo. Pero he de decir que Víctor Nugent se suponía que era un bien parado miembro de la sociedad, y las cosas que estaba haciendo necesitaban ser expuestas. En realidad, la ironía aquí es simplemente ridícula. Una Harris juzgando la vida privada de otra persona era de mal gusto después de todo lo que había salido a la luz sobre ella. Supongo que todo el mundo es el héroe de su propia historia. —¿Y puso un gran esfuerzo en exponerlas, señorita Harris? —No sé qué quiere decir con “un gran esfuerzo” —dice Una, su voz dura. —¿Intervino su cuenta de correo electrónico privado? —No. —Gracias. Eso es todo, señorita Harris. Una deja el banquillo de testigos y vuelve a su asiento, mientras papá toma una carpeta y se la ofrece al juez. —Aquí les presento los registros del correo electrónico personal de Víctor Nugent siendo accedidos desde el ordenador de la casa de Una Harris en 2004. Los mensajes de correo electrónico visitados también se incluyen, junto con una copia del artículo que la señorita Harris publicó en el The Daily Post varios días después. Como pueden

245

ver, la información de estos mensajes de correo electrónico fue utilizada, casi literalmente, en el artículo. En serio no tengo palabras. Realmente deseo haber estado trabajando con mi padre en este caso en lugar de con Will en estos últimos meses, porque en serio, no creo que pueda tomar más sorpresas. Los siguientes días son una locura absoluta. En todo el país, las personas hacen un alboroto sobre el The Daily Post, y cada canal de televisión, radio y prensa es llamado para que la publicación sea cancelada. Una ha sido catalogada como un diablo y Brian como el que le dio una plataforma para trabajar. La mayor sorpresa, sin embargo, aún está por llegar. Y a pesar de que no hay ningún tipo de magia participando, me gusta pensar en ello como en el prestigio de Jay. En su gran final. E, indiscutiblemente, el clavo final en el doble ataúd de Una Harris y Brian Scott.

246

s el penúltimo día del juicio. Mañana el jurado dirá el veredicto. Estoy bastante segura de que Jay va a conseguir algún tipo de compensación en serio, pero siempre hay la posibilidad de que las cosas podrían cambiar. A pesar de todas las pruebas presentadas contra ellos, Brian y el equipo legal de Una, todavía han logrado salvar algo del caso. Papá está por llamar a uno de los testigos. Los reporteros habían aparecido en nuestra casa esta mañana, en busca de declaraciones de mi padre, así que estábamos todos en un apuro para llegar a la corte a tiempo. Por el contrario, Jay está fresco como una lechuga. Lleva puesto mi traje favorito, el gris claro, y se ve tan guapo como siempre. Hay una paz sobre él, como si la confusión dentro de su cabeza está llegando a una conclusión. Estoy tan ocupada admirando su perfil magnífico que no escucho cuando papá llama a su último testigo. Hay jadeos sorprendidos desde los de la galería, hasta los hombres y mujeres en el jurado. Brian se está levantando de su asiento, pasándose una mano por su cabello canoso y mirando completamente trastornado, mientras que Una se ha puesto pálida como un fantasma, su expresión angustiada. —¿Qué diablos está pasando? —le pregunto a Will, que está sentado a mi lado. —¿No has estado escuchando? —susurra animadamente—. David Murphy es el testigo. —¿Eh? —David Murphy. El voluntario de Jay. El que Una informó que había muerto de un ataque al corazón. Lo juro por Dios, que realmente es demasiado temprano, porque mi cerebro se niega a comprender lo que me está diciendo. —No entiendo. —Cristo, Matilda. ¿Hugh no te lo dijo? —No. Él y Jay han sido realmente muy herméticos sobre los detalles del caso — le digo algo temblorosa—. ¿David Murphy está vivo? —¡Sí! —dice Will emocionado. No entiendo cómo esto puede ser posible. Quiero decir, Una puede ser solapada, pero yo no creía que pudiera ser tan tonta. Ella debe haber tenido algún tipo de prueba de la muerte del hombre antes de decir publicar su historia, ¿no? ¡Y Jay! Dios mío. Ha estado jugando con todo el mundo todo este tiempo, ni una sola vez corrigiendo a cualquier persona cuando hablaban del ataque al corazón de David.

247

Esto es una mierda. Esto es... Increíble. No puedo creer que el astuto, inteligente, bastardo tramposo ha logrado sacar esto adelante. Y ahora no tengo palabras. Por último, me las arreglo para reponerme lo suficiente como para tomar conciencia del hecho de que todo el infierno se ha desatado. Una está de pie y gritando a Jay, que está sentado tranquilamente en su silla, con una ceja sardónica levantada y el fantasma de una sonrisa de satisfacción en su boca. —Esto es indignante. El hombre sentado en el banquillo de los testigos no puede ser David Murphy. ¡Sostuve su certificado de defunción en mis propias manos! —Su tez pálida previamente se ha vuelto roja de furia mientras señala con el dedo a Jay. El juez golpea con su martillo hacia abajo con fuerza e insta a Una a contenerse. —¿Está usted segura de eso, Una? —Jay pregunta casualmente, agitando una moneda entre los dedos con precisión de experto—. David Murphy es un nombre bastante común en este país. Tal vez lo estaban confundiendo con alguien más. —Yo no estoy confundida. ¡Yo lo vi! Tú hiciste esto. Tú sabías desde el principio que no estaba muerto. —Señorita Harris —dice el juez—. Por favor, siéntese. Toma unos minutos para poder restaurar la sala y que papá comience su interrogatorio. —Es un placer conocerte. ¿Supongo que debería empezar preguntando para aclarar quién es usted? David sonríe. En realidad él es muy guapo, probablemente en sus treinta y tantos años, con una mata de espeso cabello castaño. —Yo soy David Murphy. —¿El mismo David Murphy que participó en el programa de televisión del señor Fields como voluntario? —Eso es correcto. —¿Y usted está vivo? Una risita. —Eso espero. Papá recoge un pasaporte, un certificado de nacimiento, y una licencia de conducir, entregándolos a David. —¿Son estos documentos suyos? —Lo son de hecho. El juez solicita ver los documentos de identidad de David antes de que papá pueda continuar con su interrogatorio.

248

—¿Tienes idea de cómo la señorita Harris podría haber llegado a la conclusión de que habías muerto? —No. Justo después de terminar el rodaje con Jay, emigré a Australia por trabajo pero recientemente regresé a casa. No he estado alrededor, pero ciertamente no he estado muerto. —Gracias, señor Murphy. Eso es todo lo que quería preguntar. El abogado de Brian y Una, Thomas Jenkins, se levanta rápidamente de su asiento, claramente ansioso de bombardear a David con preguntas. —Señor Murphy, antes de que mi cliente publicara su artículo, había recogido varias piezas de documentación para demostrar que usted había muerto de un ataque al corazón. Estos documentos han desaparecido posteriormente del lugar seguro donde estaban almacenados. Incluso las copias electrónicas y los registros del gobierno y los originales del hospital han desaparecido sin dejar rastro. ¿Sabe usted algo acerca de esto? David se inclina hacia el micrófono. —No, no lo sé. Umm, incluso si no lo sabe, estoy seguro de que Jay sí. Lo miro por el rabillo de mi ojo, mi mirada se estrecha con cautela y un poco de temor. —¿Acaso el señor Fields le pidió que fingiera su propia muerte? David se ríe en voz alta ahora. —No, por supuesto que no. Esto no es una película, señor Jenkins. —Observo a un par de miembros del jurado tratar de suprimir sus sonrisas. La boca de Thomas Jenkins forma una línea delgada, disgustado. —Mi cliente, la señorita Harris, pensaba que el señor Fields pagó una gran suma de dinero a su madre para gastos funerarios. ¿Sabe usted algo acerca de esto? —Sí, lo sé. Jay le dio a mi madre el dinero, pero no fue para un funeral. Fue un préstamo para renovaciones en su casa que ya ha sido pagado en su totalidad. No estoy seguro de dónde su cliente consiguió la idea de que era para un funeral. Papá se adelanta y proporciona toda la evidencia requerida para el préstamo. El abogado de Brian y Una lanza algunas preguntas más inteligentes a David, pero él tiene respuestas infalibles a todos ellas, incluso insinuando que astutamente Una nunca tuvo los documentos que ella afirma que tuvo en primer lugar. Después de la pausa para el almuerzo, Thomas Jenkins llama a un testigo, un tipo llamado Blake que al parecer trabajó como camarógrafo en el espectáculo de Jay, y que Una afirma que ha sido su informante durante los últimos dos años. También afirma que Blake fue quien originalmente le informó de la muerte de David. Todos parecen seguros de que Blake va a demostrar que algo estaba mal y que Una había sido engañada haciéndole creer que David estaba muerto. Sin embargo, cuando Blake sube al estrado, niega toda asociación con Una y firmemente afirma que él nunca le dijo que David Murphy había muerto. Una reclama que todos sus tratos

249

con Blake habían sido en persona, así que no tiene ninguna prueba de que las reuniones se llevaron a cabo en realidad. Una vez más, el engaño de Jay está estampado en todo esto. Casi estoy empezando a sentir lástima por Una. También estoy empezando a preguntarme si Jay planeó todo esto desde antes de que ella escribiera una sola palabra sobre él. Lo que sólo da a luz un cubo entero lleno de otras preguntas. El juez le pide al jurado retirarse a la sala del jurado y considerar su veredicto. No tengo absolutamente ninguna duda de que van a decidir en favor de Jay. Parece una conclusión tomada, realmente. Esperar el veredicto no es lo que tiene a mi corazón latiendo con aprensión. Si yo sé algo acerca de Jay por ahora, es que tiene una razón para todo lo que hace, y lo que realmente quiero saber es por qué orquestó todo esto. ¿Por qué quiere destruir a Una Harris y a Brian Scott?

250

a deliberación del jurado continúa toda la noche y la mayor parte del próximo día. Todos llegamos a la corte a la mañana siguiente bien temprano para el veredicto. Jay y yo no hemos hablado mucho, pero ha habido mucho contacto visual significativo pasando, el mío lleno de preguntas sin respuesta. Brian Scott está ahí con su equipo, pero Una Harris no se ve por ninguna parte. Más temprano, esta mañana, hubo reportes de noticias que afirman que después del escándalo del teléfono y correo electrónico hackeado, el The Daily Post va a ser cerrado. Y ni siquiera era la historia de Jay la que fue el catalizador. Fue la historia de Una exponiendo los asuntos privados de Víctor Nugent, la cual poco después fue seguida por él suicidándose, lo que ha incitado la ira en contra de la prensa. El hecho de que Una consiguiera información de manera ilegal ha tenido al país entero conmocionado, con lectores boicoteando el The Daily Post completamente. Si el periódico cerrara, más de un centenar de personas perderían sus empleos, y no estoy segura de lo bien que eso me sienta. Por petición del juez, la presidenta del jurado se pone de pie para dar el veredicto. Un asesor del juez le pregunta si el jurado ha llegado a un veredicto, lo cual ella responde con un simple: —Sí. —¿Encuentra al acusado culpable o inocente? —pregunta el asesor. —Culpable —responde la presidenta. —¿Es ese el veredicto de todos ustedes? —Sí. Bueno, sorpresa, sorpresa. Y cuando digo "sorpresa", quiero decir que no es ninguna sorpresa. Mi padre y Jay se dan la mano el uno al otro y palmadas en la espalda en victoria. Estoy contenta por ellos, realmente lo estoy. Papá parece tan feliz, y es increíble ver eso. No lo he visto sonreír así desde que mamá murió. Brian Scott lanza rayos de odio a través de la sala de audiencias a Jay con nada más que sus ojos. Jay no se da cuenta, sin embargo, y eso es principalmente porque su atención esta fija firmemente sobre mí. Él parece... Inquieto. Como dije, el veredicto de culpabilidad no es ninguna sorpresa. Lo que es una sorpresa es la suma de dinero que consigue adjudicarse Jay. Dos. Millones. De. Euros. No, no estoy bromeando. Eso es mucho en este país. Esperaba cien mil, tal vez dos, pero, ¿dos millones? Vaya. Tan pronto como puede, Jay viene a mi lado, sus manos en sus bolsillos.

251

—Watson, tenemos que hablar. —Yo... no me siento muy bien. Creo que podría aún tener un poco de gripe. Voy a ir a casa y acostarme. —Pero estoy invitando a todos a una comida de celebración. Vamos, te quiero allí. Mirándolo a los ojos, no soy capaz de decirle que no, así que asiento débilmente. Él pone su mano en la parte baja de mi espalda y me saca de la corte. La prensa está esperando en masa, y Jay insiste en que me pare a su lado mientras da una declaración. Estoy un poco desconcertada, porque normalmente no estaría de acuerdo en salir en televisión así. La declaración de Jay va a estar en todos los canales de noticias esta noche, estoy segura. Y voy a estar allí con él, probablemente con una graciosa confusa mirada en mi rostro. Todo lo que sucede después del veredicto se siente como un vago recuerdo. Antes de darme cuenta, estoy sentada en un buen restaurante italiano con Jay, papá, y Will, comiendo espaguetis a la carbonara y tratando de averiguar por qué mi cerebro parece haberse vuelto papilla. Siento como si estuviera atrapada dentro de una de esas ilusiones ópticas en espiral que te causa mareo solo con mirarlas. Hay información en algún oscuro rincón de mi cerebro, muriendo por emerger, para ayudarme a entender lo que realmente está pasando. Jay apenas ha dejado de mirarme fijamente, su mirada es penetrante e intensa. Papá y Will conversan cordialmente sobre el éxito del juicio mientras empujo mi silla y me levanto, excusándome para ir al baño. No voy al baño. En cambio, salgo del restaurante y paro un taxi para que me lleve a casa. Cuando llego, la perspectiva de ir al interior es demasiado sofocante, así que decido dar un paseo para aclarar mi cabeza. Cruzo la calle y camino hacia el paseo marítimo. Cuando encuentro un banco vacío, me siento y miro hacia el agua. No estoy segura de cuánto tiempo he estado allí cuando algo cae a mi lado. Miro a mi izquierda para ver una pila de viejas cartas atadas con una cuerda. Puedo sentir a alguien elevándose sobre mí. Jay. No me vuelvo para mirarlo. —¿Qué es esto? —pregunto con curiosidad, recogiéndolas y colocándolas en mi regazo. —Cartas escritas por mi madre —responde—. ¿Por qué huiste del restaurante así? Estábamos preocupados por ti, y no contestabas tu teléfono. Cubro mi rostro con mi mano. —Maldición. Lo siento. Está en vibrador. Sólo necesitaba un poco de aire. ¿Cartas?

252

Camina alrededor del banco y desciende para sentarse, su brazo apoyado a través del respaldo. Puedo sentir su calor. —Sí, quiero que las leas. Cuando era un niño, solía pensar que estaba escribiendo en un diario, pero no era así. Ella escribía cartas a mi tío. Solía escribirle todas las semanas regularmente, y el hijo de puta nunca escribió de regreso. Las leía y luego las guardaba. Creo que él lo estaba usando como un experimento para ver cuánto tiempo continuaba escribiendo sin haber recibido nunca una respuesta. —Eso es un poco cruel. ¿Es este el tío de Estados Unidos? ¿Con el que fuiste a vivir? Él mete un mechón de cabello detrás de mí oreja, el toque enviando escalofríos a través de mí. —Sí. Solo léelas. Te aclararan las cosas un poco más. Luego te explicaré el resto. Bajo la mirada hacia ellas de nuevo. —De acuerdo. Me sonríe, triste y cariñosamente. —Ven. Te llevaré a casa. —Enganchando su brazo con el mío, me ayuda a levantarme. —¿Por qué estás tan triste? —pregunto, deteniéndome y poniendo una mano en su pecho mientras miro hacia él. Sus palabras son un murmullo, un leve brillo húmedo en sus ojos. —Porque tengo miedo de perderte. Y si decides que no me quieres, no estoy seguro de si podré dejarte ir. Mi garganta se aprieta con emoción. —Sólo lee las cartas —suplica. Me abrazo a mí misma, asiento en silencio, y caminamos de regreso a la casa. Jay se queda de pie en el umbral mientras pongo la llave en la puerta. Cuando entro al recibidor, me doy la vuelta de regreso hacia él, pero desapareció, siempre el ilusionista. Queriendo privacidad, voy directamente a mi habitación y desato la cuerda que está manteniendo las cartas juntas. Las hojeo rápidamente, notando que han sido apiladas por fecha. Con cuidado, abro la primera y desdoblo el papel. Querido Killian, No he oído de ti en meses. Sé que disfrutas de tu soledad, pero echo de menos nuestras conversaciones. Solíamos ser tan cercanos de niños. ¿Recuerdas? Hicimos a papá mover tu cama a mi habitación, así no tendríamos que dormir solos. Extraño esos días. La infancia se siente tan dura, pero luego miro hacia atrás y me doy cuenta de que eran los días más fáciles de nuestras vidas. Nos mudamos a una nueva casa el año pasado. Necesitaba reparaciones, pero con un poco de arreglo conseguimos acondicionarla. No es nada del otro mundo, pero la zona es maravillosa. Muy tranquila. Pacífica. El vecindario se ha vuelto en realidad bastante codiciado. Hace unos

253

días un agente inmobiliario vino e hizo una oferta para comprar la casa. Lo invité a tomar el té, y me habló de sus planes de construir un flamante hotel justo donde está nuestra casa. Era un hombre encantador. A veces olvido que hay hombres agradables allá afuera. Paso tanto tiempo con Luke que se siente como si fueran todos monstruos. No estoy segura de cuánto tiempo puedo llevar estando casada con él. No sólo me hace daño. Ha empezado con Jason y Jack ahora, también. Quiero vender la casa, tomar mi mitad del dinero, y escapar de él, llevar a los chicos conmigo. Cuando le dije a Luke sobre la oferta, llamó al hombre y le dijo que vendería la casa por el doble. Está siendo totalmente irrazonable, y yo realmente no creo que pueda conseguir esa cantidad de dinero por la casa. Dios, se siente tan bien contarte todo esto. Es liberador. Por favor escríbeme de regreso si tienes tiempo. Te llamaría, sólo que Luke todavía no ha conectado el teléfono, y odio usar teléfonos públicos. De todos modos, oí sobre tu nuevo trabajo como profesor en la universidad. Tía Moira hizo una visita hace unas semanas y me lo dijo. Debe ser muy emocionante. Me encantaría oír sobre cómo te las arreglas allí. Tu hermana que te quiere, Phillipa. De toda la carta, la parte que más me llama la atención es esta: No sólo me hace daño. Ha empezado con Jason y Jack ahora, también. Las lágrimas hacen humedecer mis ojos. Leo las siguientes cartas. En su mayoría detalla a Phillipa, la madre de Jay, luchando con la depresión y tratando con los abusos físicos de su esposo. Mencionan al agente inmobiliario pasándose por la casa mientras su esposo está en el trabajo en varias ocasiones. Tengo la sensación de que su amistad crece hasta que se convierte en algo más. Philippa nunca menciona su nombre hasta la séptima carta. Está aterrorizada de que su esposo lo descubra, pero el agente inmobiliario está dispuesto a continuar su secreta aventura. Y es entonces cuando ella finalmente menciona su nombre. Brian. Me quedo mirando el nombre durante mucho tiempo, tratando de averiguar si es solo una coincidencia, o sí esto significa algo. Luego saco mi teléfono y busco en internet "Brian Scott". Como era de esperar, su página de Wikipedia informa cómo proviene de un ambiente de clase baja trabajadora y que se rumorea que fue un prestamista en sus años de juventud antes de aventurarse en la compañía inmobiliaria, luego es seguido por la apertura de su periódico, The Daily Post. Cristo. La madre de Jay tuvo una aventura con Brian Scott. Paso a la siguiente carta, notando cómo se vuelven más y más desesperadas por consejo. Parece que Brian no es el príncipe de cuento de hadas que ella pensaba en un principio. Aparentemente, ahora está amenazando con revelar su aventura a su esposo

254

sí no lo convence de alguna manera de firmar los papeles y vender su casa. También menciona que la novia de Brian apareció un día, profiriendo y gritando a Philippa para que permaneciera alejada de su novio. Todo está volviéndose demasiado para ella. Ella trata de conseguir que su esposo firme los papeles, pero es un hombre terco, codicioso y se niega a vender la casa a menos que Brian esté dispuesto a pagar una suma exorbitante de dinero por ella. Brian no accede a eso. Parece que él, también, es un hombre terco, codicioso. Philippa está considerando tomar el poco dinero que ha ocultado e irse con sus dos muchachos. No puede soportar más lo que sucede. Quiere desaparecer. Y es entonces cuando las cartas terminan. Mi corazón está acelerado. ¿Qué ocurrió entre la última carta de Philippa y su muerte? A juzgar por las fechas, no pueden haber sido escritas mucho tiempo antes de que la familia de Jay muriera y él se fue a vivir con su tío. Simplemente tengo que saber. Me pongo mis zapatos y llamo a un taxi, instruyendo el conductor para que me lleve directamente al apartamento de Jay. Él me dio una llave de repuesto hace unos de meses, diciendo que era justo ya que todavía tenía la llave de mi casa. Tomo el elevador hasta el último piso y salgo, camino por el pasillo y me detengo cuando llego al sitio de Jay. No necesito usar mi llave, porque la puerta ha sido forzada. Mi conmoción dura sólo un momento antes de obligarme a entrar en acción, sacando mi teléfono y marcando a los servicios de emergencia. Susurro por la línea solo en caso de que la persona o personas que irrumpieron todavía estén allí. La mujer en el otro extremo me asegura que la policía está en camino. Debería ir afuera y esperar a que lleguen. Eso sería lo más racional para hacer. Pero no me siento muy racional, al parecer, porque doy un paso más allá de la puerta forzada. Todavía tengo la alarma de violación, el espray pimienta, y la navaja suiza en mi bolso. Saco el espray pimienta que, podría añadir, no es exactamente legal en este país. Y cuando digo "no exactamente legal", quiero decir ilegal. Tuve que ordenarlo en línea, decidiendo que romper la ley era un mal necesario con el fin de protegerme a mí misma. Ahí está esa frase de nuevo. Quizá Jay y yo somos más parecidos de lo que pensaba. Está tranquilo cuando doy mi primer paso dentro, pero luego escucho las voces, fuertes y severas. Vienen desde la terraza. Moviéndome a través del apartamento lentamente, me acerco a la puerta que conduce hacia fuera, pero me detengo en la entrada, escondiéndome detrás del marco de la puerta. Si mi corazón estaba acelerado antes, ahora va una velocidad de gran escala. Jay está de pie justo al lado de la barandilla que rodea la terraza, y delante de él un enloquecido Brian Scott, Sosteniendo un arma frente a él dirigida directamente hacia Jay. —¿Por qué lo hiciste, eh? ¡¿Por qué?! —exige Brian.

255

La manera profesional en la que está sosteniendo su arma me lleva a pensar que esta no es la primera vez que ha amenazado a alguien a punta de pistola. Sin embargo, hay un aire de locura alrededor de él que está lejos de ser profesional. No tengo dudas de que está lo suficientemente demente en este momento como para utilizar el arma. —Baja esa maldita cosa y te lo diré —dice Jay, su voz dura, sin embargo demasiado calmada para la actual situación. Él mira a Brian, quien no está bajando el arma, eleva una ceja, y va a sentarse en una tumbona—. ¿No? Muy bien, entonces, sigue apuntándome si hace que tu polla se sienta más grande. —¡Has destruido mi negocio, mi carrera, mi vida! Voy a utilizar esto. Juro que lo haré —grita Brian. Jay lo mira como si fuera una histérica ama de casa que acaba de encontrar sus alfombras limpias todas pisoteadas con los zapatos embarrados. —No lo dudo, Brian. Un hombre que ha sido dejado sin nada no tiene nada que perder, ¿cierto? —dice, y hay un malicioso tono en sus palabras. Jay saca un cigarrillo detrás de una oreja y un fósforo detrás de la otra. Encendiendo el fósforo con el lado de su bota, lo lleva hasta el final de su cigarrillo y lo prende. Suelta una larga bocanada de humo mientras mira fijamente a Brian. Cuando lo hace, sus ojos son diferentes, su rostro se transforma en algo duro e inescrutable. Puro odio se filtra de sus poros, todo dirigido al hombre de pie delante de él. Nunca lo he visto de esta manera antes. Una persona voluble que puede convertirse en otra con nada más que un cambio de sus músculos faciales fue lo primero que se me vino a la mente. Él parece peligroso. Por primera vez, siento como que estoy vislumbrando la atormentada, dolorida alma que está escondida debajo de la superficie. Y es tan real como la ingeniosa persona encantadora que he llegado a conocer. —Supongo que debería empezar con la parte simple —dice Jay—. Fields era el apellido de soltera de mi madre. ¿Quieres adivinar cuál era mi apellido original? —No tengo tiempo para juegos de adivinanzas —espeta Brian. Jay suelta otra bocanada de humo y quita las cenizas. —No, supongo que no lo haces. Mi apellido original era McCabe. Jason McCabe, ¿te suena? Los ojos de Brian se ensanchan, y su control sobre el arma vacila por un segundo antes de recuperarse. —Estás mintiendo. —Nop. Querías comprar la casa de mis padres en aquel tiempo. Mi padre estaba siendo un bastardo al respecto, por lo que decidiste iniciar una aventura con mi madre, y luego usarlo como chantaje para conseguir que presionara a mi padre para vender la casa. No esperabas la perversa mierda que mi padre podía ser, y cuando él comenzó a hacer demandas, te enojaste. Querías hacer algo que obligaría a mi familia a vender esa casa, y ahí es cuando tu pequeña novia, Una, empezó a susurrar en tu oído. Me gusta pensar en ella como tu propia personal lady Macbeth, pero con un mucho menor

256

IQ47. Una estaba celosa del tiempo que habías pasado con mi madre. De hecho, despreciaba a mi madre por quitar tus atenciones de ella. La quería fuera del cuadro, así que te convenció de que incendiar nuestra casa sería una buena idea. Que el departamento de bomberos llegaría a tiempo para salvar nuestras vidas, pero que una vez que la casa fuera destruida, mis padres te venderían la propiedad de inmediato. Así que, como los hombres que dejan que sus pollas influyan sobre su mundo, hiciste como Una sugirió. Sólo que el departamento de bomberos no llegó a tiempo, ¿verdad, Brian? Jay está de pie ahora y da un paso hacia él, su ira creciendo cada segundo. —¿Orquestaste todo esto porque ese incendio mató a tu familia? —responde Brian, y da un paso atrás, su confianza disminuyendo. —Sí, pero espera, hay más —dice Jay—. Obtuviste nuestra casa, pero había otra que necesitabas adquirir para llevar a cabo tu proyecto de construcción. La familia que vivía en la casa contigua era tan inflexible en su negativa por vender, porque amaban su casa demasiado para mudarse a otro lugar. Estabas acostumbrado a amenazar a la gente para conseguir lo que querías, así que hiciste a tus hombres irrumpir en la casa una noche con la intención de intimidarlos. Uno de tus hombres llevó las cosas un poco demasiado lejos, sin embargo, y le disparó a la esposa. ¿Sabes de quién era esposa, Brian? —Esto fue hace mucho tiempo —murmura Brian, sudor brotando de su frente. —No creo que recuerdes, lo cual solo demuestra que mereces todo lo que te he hecho a ti. Sé que no somos los únicos que han sufrido a causa de las cosas que has hecho. Has jodido tantas vidas que ni siquiera puedes ya llevar la cuenta. Te hizo rico, voy a concederte eso. Pero sabes lo que dicen, Brian, detrás de cada gran fortuna hay un gran crimen, y tus crímenes son insuperables. ¿Todavía no tienes ni idea de quién era esa esposa? Brian levanta el arma más alto. —Que te jodan. No me importa una mierda. Me has jodido por completo. Jay aplasta su cigarrillo y se levanta de su asiento. Lo que dice a continuación me hace sentir como si me fuera a desmayar. —Era la esposa de Hugh Brandon. El mismo hombre que me representó en la corte. Él que destruyó tu periódico entero, todo lo que has creado siendo un egoísta, perverso degenerado. Todo es bastante poético, ¿no es así? Me doy la vuelta y me deslizo hasta el suelo mientras las piezas del rompecabezas encajan dentro de mi cabeza. Cuando era pequeña, la casa de mis vecinos se incendió, y Jay era ese niño, con el que solía jugar y dar cuidados. Una Harris y Brian Scott fueron la razón de que la casa se incendiara. Ellos fueron la razón por la que mi familia fue destruida por la muerte de mi madre. La razón por la que Jay hizo esto.

47

IQ: Coeficiente Intelectual.

257

Él hizo esto por nosotros. Por mi familia y por la suya. Las lágrimas llenan mis ojos, mezclándose con la pena y gratitud. La voz de Brian es más calmada ahora, pero no de una buena manera. Trato de recomponerme lo suficiente como para prestar atención a lo que está sucediendo. Lentamente, me pongo de pie otra vez, examino el apartamento de Jay por algo que se parezca a un arma. Todavía tengo el espray pimienta aferrado en mi mano, pero no estoy segura de si ayudará. ¿Qué pasa si Brian aprieta el gatillo como reflejo cuando lo rocío? Desafortunadamente, si lo que dice a continuación es algo de despedida, él va a apretarlo de todos modos. —Gracias por aclarar eso para mí, Jason. Ahora puedo hacer lo que vine a hacer aquí —dice Brian en una vacía, monótona voz. —¿Vas a dispararme? Adelante —dice Jay, y es entonces cuando sus ojos se desplazan a los míos. ¡Él sabía que estaba aquí todo el tiempo! Hace una especie de sutil gesto de asentimiento hacia el espray, que estoy sosteniendo, pero no sé lo que significa. ¿Quiere que lo use? ¿Que no lo use? Solo tengo unos segundos para decidir, y justo antes de que Brian apriete el gatillo, me precipito hacia el balcón, apuntando directamente a sus ojos. Brian gime cuando el espray le da, y el arma se dispara. Jay salta justo sobre el borde de la terraza, y doy un grito ahogado de conmoción. Creo que la bala aún le dio. Brian deja caer el arma mientras agarra su rostro y la tomo. Estoy sudando y mi corazón está acelerado, mi pecho agitado. Nunca he sostenido un arma en mi vida, pero la apunto hacia Brian incluso cuando varios hombres uniformados irrumpieron en el apartamento. Me quitan el arma, y los dejo, la conmoción contribuyendo. Me esposan, pero no tengo palabras para explicar lo que pasó. Estoy mirando hacia la barandilla sobre la que Jay acaba de saltar, pero luego me doy cuenta de un par de manos sosteniéndose sobre el borde. El alivio me inunda mientras trepa de regreso al balcón. Él no saltó. Había estado aferrado a la barra. Hay sangre en su camisa mientras habla furiosamente con los oficiales, instruyendo que me quiten las esposas enseguida. Prosigue a contarles que el arma pertenecía a Brian y yo solo estaba defendiéndome. Una vez que estoy sin esposas, Jay me acerca a su sofá y me sienta, frotando tiernamente mis hombros y mirándome con conmovedores, expectantes ojos. Lo escucho mientras le dice a los oficiales que hay una cámara de seguridad en la terraza, y que van a ser capaces de ver todo lo que pasó en la cinta de video. Las horas pasan. Permanezco en mi lugar, tratando de comprender como el flaco, desamparado niño con el que solía jugar de pequeña podía ser el mismo hombre que he llegado a conocer. ¿Cómo no lo reconocí? Sé que no se ve para nada como lo hacía antes, pero me gusta pensar que habría algo en sus ojos que me haría recordar. Algo en su maliciosa sonrisa.

258

Porque cuando pienso en esa sonrisa, de repente me doy cuenta de que es la misma sonrisa que él a menudo me daba cuando jugábamos de niños. Las lágrimas brotan de nuevo, mi corazón late con fuerza. Él no había estado en mi vida por mucho tiempo, pero me preocupaba por él tanto. Siempre lo había recordado como uno de los más importantes amigos de la infancia que jamás había tenido, tanto a él como su hermano. Su pobre pequeño hermano que ya lleva mucho tiempo muerto, todo debido a Brian y a Una. En el instante en que había puesto por primera vez los ojos sobre él ese día en la oficina, había sentido una conexión. Nunca interpreté que podía ser porque lo había conocido desde antes. Y él me había conocido. Ahora entiendo todo. Entiendo por qué Jay hizo todo esto. Entiendo su necesidad de venganza. ¿Pero por qué no me lo dijo desde el principio? ¿Por qué mantenerlo en secreto todos estos meses? Antes de darme cuenta, el apartamento ha sido desocupado, Jay arregla un poco la puerta con lo que encuentra hasta que el hombre de la reparación venga por la mañana, y estamos solos. Silenciosamente, se acerca y limpia mis lágrimas con la punta de sus dedos. —¿Por qué no me lo dijiste? —susurro, moviendo mis ojos para encontrar los suyos. Quiero mirarlo durante horas, simplemente trazar los contornos de su rostro. Durante un breve minuto en el tiempo, había pensado que estaba muerto ahí en ese balcón. Un momento de silencio transcurre. Él me mira fijamente hasta que lo miro de nuevo, luego comienza a hablar. —Porque quería que me vieras, al verdadero yo. No quería que recordaras a un golpeado, flaco, triste pequeño niño con una familia muerta cuando me mirabas. —Me gustaba ese niño. Y me gusta el hombre, también. No habría hecho una diferencia. Jay pasa una mano por su cabello y se levanta de su asiento. Camina a través de la habitación antes de volver a sentarse conmigo otra vez. Toma firmemente mis manos entre las suyas y me mira intensamente a los ojos, casi demasiado intenso. —Si te decía quién era yo, entonces tenía que contarte todo mi plan. Nunca lo hubieras consentido. Tienes demasiado honor, y no quería involucrarte en alguna de las turbias cosas que tuve que hacer para que el juicio ocurriera. Por eso te he mantenido a distancia, también. No quería que lo que había entre nosotros se construyera con secretos, secretos que no podía decirte. Le habrías dicho a tu padre y, luego él nunca habría estado de acuerdo para representarme en la corte. Y necesitaba que lo hiciera. Lo necesitaba para ser el único que acabara con Brian y Una, porque ellos fueron los que arruinaron su familia, destruyeron su vida. Hice un montón de investigación sobre tu padre, ya sabes, antes incluso de regresar aquí. Obtuvo grandes calificaciones al graduarse, ganó algunos casos de gran repercusión antes de que tu madre muriera. Luego todo se fue a la mierda. Su confianza se desplomó. Quería devolverle algo de lo que había perdido.

259

Lo miro fijamente, mi boca abierta, mi corazón apretándose. Él hizo eso por mi padre. Nunca pensé que nadie realmente se preocupara por nosotros como uno por el otro. Pero eso no era cierto. Había un chico que creció hasta convertirse en un hombre que se preocupaba lo suficiente para luchar por nosotros. Y ahora tengo ganas de llorar de nuevo. —Calla, no llores, querida —dice Jay, las lágrimas en mis ojos angustiándolo. Mueve mi mano hasta colocarla en un lado de su pecho, donde el seis de corazones está tatuado. Él todavía está sin camiseta después de que los paramédicos vinieran y vendaran la herida, donde la bala lo rozó. Toma mi dedo y lo pone sobre uno de los corazones. —Esta eres tú, Matilda. —Él lo mueve al siguiente—. Este soy yo. —Y al siguiente—. Este es mi hermano. Esta es mi madre. Este es tu padre, y esta es tu madre. Seis corazones, ¿recuerdas? Seis personas por las que más me preocupo. Hice esto por todos nosotros. Mueve mi mano de nuevo, llevándola al otro lado de su pecho, donde el diseño cubista esta dibujado. Delinea con mi dedo la forma de una "M", y de repente veo que el tatuaje es una ilusión, y oculta dentro de la ilusión está la primera letra de mi nombre. —Este es por ti, también, la más importante —murmura, y jadeo. —¿Obtuviste este por mí? —susurro, apenas podía creerlo. —Lo hice, Matilda. Podría decirte que eres mía, pero tienes que entender que va en ambos sentidos. Yo te pertenezco a ti, también. Mi corazón late muy rápido. No puedo pensar en una cosa que decir. Lleva su mano a mi cuello, a mi cicatriz, y empieza a frotar. —¿Esas cartas que te di? Son sólo la mitad de ellas. Los demás tienen muchos más detalles acerca de Una y Brian. Las encontré un día en el despacho de mi tío cuando estaba buscando dinero para escapar. Las llevé conmigo cuando hui, y después las leí, un hoyo negro comenzó a crecer dentro de mí. Sabía que tenía que hacer algo para reparar lo que le sucedió a mi mamá y a mi hermano, para castigar a las personas por lo que les hicieron a ellos. Habían sido todo mi mundo. No di una mierda por mi padre. Podía arder en el infierno por todo lo que me importaba. La ira se intensificó dentro de mí durante años. Luego empecé haciendo magia profesional y conseguí resolver mis problemas financieros. Comencé investigando a Brian y a Una, viendo dónde estaban ahora, y sabía que tenía que acabar con ellos. Estaban en la cima, y por lo que pude ver, habían dañado a muchas personas para llegar allí. Entonces recordé a tu familia, cómo pasando mis tardes en tu casa fueron algunos de los momentos más felices de mi vida. Así que tuve curiosidad y busqué información sobre ustedes. Lo que descubrí fue un artículo sobre el allanamiento, detallando cómo tu madre recibió un disparo, y tú y tu padre fueron golpeados y heridos. Te imaginé como esa pequeña niña de nueve años de edad, siendo atacada por un hombre adulto, y me puso tan enojado que podía matar a alguien. Investigué más y vi que tu casa había sido vendida a la compañía de Brian, y supe que él estaba detrás del allanamiento. Así que mi plan

260

prosperó. No estaba obteniendo venganza solo por mí, la estaba obteniendo para ti y tu padre, también. Él todavía está frotando mi cicatriz. —Papá lo sabe, ¿verdad? Eso es sobre lo que ambos estaban discutiendo la otra noche. Jay suspira. —Sí. Tuve que decírselo. Había llegado al punto en que la mitad de la evidencia que tenía ya no era comprensible para él, por lo que necesitaba saberlo. —Deberías habérmelo dicho. —Sabes que no podía. Esto necesitaba transcurrir sin contratiempos. No podía correr el riesgo. Me alejo de él. —Eso es no cierto. No se lo habría dicho a nadie. Habría guardado tu secreto. Ignora mi ira y en su lugar continúa hablando. —La primera vez que te vi desde que era niño fue hace dos años, en la calle frente a las oficinas de tu padre. Estabas sosteniendo un montón de cafés para llevar, luchando para mantenerlos agarrados. Dios, estabas tan jodidamente hermosa. Quería ir a ayudarte, presentarme, pero tuve que esperar. Te observé mucho después de eso, buscando razones en mi cabeza para ir y verificarte. Nunca me viste, no hasta el día que me presente para mi cita. Encontré mis sentimientos por ti creciendo. Al principio, pensé que me preocupaba por ti como una hermana, pero entonces te vi como una mujer, y estuve acabado. Eras hermosa... y me estaba abrumando. —¿Tú... tú me seguiste sin mi consentimiento? Se aclara la garganta. —No estoy diciendo que era una cosa lógica o buena para hacer. Pero tenía que verte, incluso si era de lejos. Me volví adicto. Y entonces realmente sabía que no te podía decir sobre mi plan hasta que todo hubiera terminado. No podía arriesgarme. Te necesitaba para enamorarte de mí, porque yo, ya estaba profundamente enamorado de ti. Mi corazón se detiene, literalmente deja de latir. —¿Qué? —susurro. —Estaba enamorado de ti —repite Jay—. Estoy enamorado de ti. Creo que te he amado desde que era un niño. Mirando fijamente a sus ojos, veo la sinceridad de sus palabras. Épico amor. De pronto, una idea surge. El épico amor que siempre he querido estuvo conmigo todo el tiempo, y no es nada como lo que me imaginaba. Es mejor, porque es real. No es perfecto o bonito. Está lleno de errores y sacrificios, y a veces incluso fealdad. De pronto, sé que ninguna de las cosas malas que Jay ha hecho en el pasado

261

importan. Mis sentimientos por él son los que importan, y no hay nada en esta tierra que puedan cambiarlos. Las palabras me fallan de nuevo, y estoy temblando. —Si te decía quién era y lo que estaba haciendo inmediatamente, podrías no haber querido tener nada que ver conmigo. Así que, me convertí en tu residente. Me convertí en tu amigo. Llegamos a conocernos. Y aunque no lo admitas a ti misma, sabes que me amas, querida. Puedo verlo justo allí en esos magníficos ojos azules. Toma mi rostro entre sus manos ahora, sus pulgares acariciando justo debajo de la línea de mi mandíbula, su voz se reduce. Tiemblo. —Después de que mi familia murió en el incendio, fui a quedarme en tu casa. Probablemente no recuerdas esto, pero yo estaba llorando en mi almohada. Entraste en la habitación, te metiste en la cama junto a mí, y me abrazaste toda la noche. Nunca lo olvidaré. Éramos sólo niños, pero creo que robaste un trozo de mi corazón esa misma noche. Lágrimas empiezan a caer por mis mejillas, pero él las seca. —Lo recuerdo. Podía oírte llorar. Pensé que estabas teniendo una pesadilla, así que entré para verificarte. —Nunca tengo pesadillas cuando estás conmigo, Matilda —dice. —Yo... —Mi garganta se aprieta—. Tengo tantas preguntas. Sus ojos se vuelven tristes, y por un segundo siento como que he dicho algo incorrecto. La tristeza se desvanece rápidamente, sin embargo, y me arrastra fuera del sofá para sentarme en su regazo. —Pregúntame, entonces. Nos quedamos allí por horas, y él me dice todo. Cuantos años le tomó idear su plan. Cómo en un principio en realidad nunca pensó llevarlo a cabo, sino que solo la idea de venganza, de retribución, era tranquilizadora para él. La posibilidad de que algún día arreglaría las cosas. Había caminado de un lado a otro cada noche antes de acostarse, recitando su plan, a veces añadiendo una nueva cuestión, y lo ayudaba a dormir. Luego vino la parte difícil. Él sabía que algunas de las cosas que necesitaba hacer requerirían la ayuda de algunos cuestionables individuos, por lo que buscó hacer una conexión con un hombre llamado Seamus Crowley, un poderoso dueño del crimen en la ciudad. Este era el mismo hombre con el que lo había visto reunirse esa noche en los muelles con los guardias de apariencia poco confiable. El que se acercó a mí en el parque. Jay pagó a Seamus para ayudarlo a falsificar los documentos que necesitaba para hacer que pareciera que David Murphy había muerto. También ayudó a Jay, a garantizar que esos documentos desaparecieran antes que el caso llegara a juicio. Y es por eso que tomó algo de Brian Scott ese día fuera de las oficinas del The Daily Post. Era su tarjeta de acceso, y Jay la necesitaba para entrar en las salas de archivos del periódico. La idea de Jay teniendo alianzas con un jefe criminal me preocupa, pero me asegura que su deuda con Seamus ha sido pagada en su totalidad. Seamus amenazándome ese día fue su forma de demostrar su poder, de asegurar que Jay pagó su deuda con él.

262

Tanto David Murphy y el camarógrafo, Blake, quienes actuaron como informantes de Una Harris, estaban en el plan. Al igual que Jessie, habían sido buenos amigos de Jay durante años, le debían muchos favores que había hecho por ellos, y por eso accedieron a ayudarle. Blake comenzó a trabajar como informante de Una mucho antes de que empezaran a filmar, ganando su confianza con el fin de asegurar que ella le creería sobre la muerte. En cuanto al programa de televisión, Jay tenía solo un pequeño número de personas trabajando en ello con él, personas que sabía que podía confiar el secreto de que David Murphy no estaba muerto. Los ejecutivos de la televisión solo suspendieron el programa después de que el artículo de Una Harris había salido, y Jay dejó que creyeran en ella, claramente nunca corrigiéndolos que David estaba, de hecho, aún con vida. Desde que fue mayormente su propio dinero invertido en la creación del programa en primer lugar, el canal no perdió mucho al finalmente cancelarlo varios meses antes del juicio. Así que, ¿cómo sabía que Una incluso publicaría esa historia en primer lugar? Ahora, estoy bajo órdenes estrictas de no revelar. Pero voy a decir esto: El repentino interés de mi padre en renovar nuestra habitación de invitados y rentarla NO fue su propia decisión. Tampoco fue la decisión de los tres voluntarios en el espectáculo de Jay de escribir el grupo, el libro y la pintura. Todo es en gran medida sobre ingenio, y el poder de la subconsciente sugerencia es algo fascinante. Así que no, Jay no es en realidad mágico, ni tampoco posee "divinas súper lectora de mentes habilidades". (Jerry Burke, 2013, Hotmail.) Vamos a decir que, si pudieras abrir una grieta en el cerebro del hombre y echar un vistazo en el interior, sería una experiencia realmente reveladora. Mi cabeza de hecho duele para el momento que ha terminado de decirme todo. —No puedo creer la cantidad de tiempo que invertiste en todo esto —le digo—. Cuánto esfuerzo. Me siento indigna. El brazo de Jay está apoyado sobre el respaldo del sofá. Pasa su mano por mi cabello. —Nunca dudes de tu valor para mí, Matilda. Mi vida entera, toda mi carrera, es invertir enormes cantidades de tiempo para un solo resultado, un resultado que a veces sólo dura un momento. Cada ilusión lleva horas, semanas, meses de planificación, y cada una es digna del tiempo. En muchas formas, lo que hice para conseguir justicia para nuestras familias fue un reflejo de ese proceso, y no me arrepiento ni un solo momento. ¿Sabes por qué? —¿Por qué? —susurro. Fija sus ojos en los míos. —Porque cada paso me condujo aquí. A ti. Su boca está tan cerca de la mía que prácticamente puedo saborearlo. Nuestras respiraciones se mezclan, llenas de necesidad que hemos estado reprimiendo durante meses. Lamo mis labios, y él observa el movimiento con avidez. Entre ese segundo y el siguiente, su boca desciende sobre la mía, y está besándome con una ardiente pasión.

263

Mi cuerpo se funde contra el suyo, mis manos apoderándose de su cinturón, esperando que sus pantalones desaparecieran. —Ha pasado un muy largo jodido tiempo —murmura mientras lame mi cuello— . ¿Sabes cuán mal he querido besarte, saborearte, estos últimos meses? Gimo. —Mucho. —Sí, mucho —dice con voz ronca—. Tanto que ahora tengo una maestría en masturbación. Una risita surge. —Jason, por favor nunca utilices "maestría en masturbación" otra vez. —¿Por qué no? Suena bien. —Su mano va entre mis piernas, bajo mi falda, y directamente más allá de mi ropa interior. Gimo cuando desliza sus dedos profundamente dentro de mí y jura en voz alta. —No me gusta. —Te encanta. Retira sus dedos y los desliza dentro. —No. Lo hace de nuevo. —Sí, lo haces. —Sus dedos se mueven rápido ahora, dentro y fuera, y no quiero hablar más. Aun así, no puedo dejarlo tener la última palabra. —No. —Lo haces. Jodidamente lo amas, y me amas, también. —Jadeo, y nuestros ojos se encuentran. Me mira fijamente, todavía sus dedos follándome—. Trata de negarlo. Te reto —dice luego con una oscura, sexy mirada. —No… Él pone su otra mano sobre mis labios para callarme, luego me recoge y me lleva a su habitación. Solo he estado en su habitación unas pocas veces, y me emociono cuando me acuesta en la cama antes de quitar hasta la última prenda de ropa que tengo. Me acuesto allí, respirando agitadamente, mientras se aparta de mí. Segundos más tarde, está gloriosamente desnudo y arrastrándose de regreso por mi cuerpo. Extiende mis piernas, su boca va directamente hacia mi sexo. Grito al segundo que su lengua entra en contacto con mi clítoris. Jay está en lo cierto. Ha sido demasiado tiempo. Trabaja en mí en un frenesí, ambos desesperados por el otro. Él me mira, sus ojos ardiendo, y mis mejillas se calientan. Amo lo rápido que puede dejarme desnuda, literal y figuradamente. Paso mis dedos por su cabello en adoración, mi corazón tan lleno que podría estallar. Mi cuerpo se retuerce con fuerza y sé que voy a venirme pronto.

264

El orgasmo me asalta duro y rápido, y cuando el placer está haciéndome pedazos, dejo escapar una ferviente declaración: —Te amo, Jay. Te amo demasiado. Él me sonríe, una ladeada, audaz sonrisa. —Sí, lo haces. También te amo, Watson. —Ven aquí —murmuro, y tiro de su cuerpo sobre el mío, llevando su boca a la mía. Nuestras lenguas se encuentran mientras su erección despierta mi deseo entre mis piernas. Con un rápido, duro empuje de sus caderas, él está profundamente dentro de mí. Rompemos el beso, y nos miramos fijamente. Sus manos ahuecan un lado de mi rostro, sus ojos reverentes. —Tú eres mi hogar, Matilda —susurra, sus palabras una declaración—. Me siento en paz ahora. Eres mía. Gimo mientras piel de gallina invade todo mi cuerpo. —Dilo —exige. —Soy tuya —digo con voz ahogada, sintiendo como si estuviera a punto de estallar por el amor que corre a través de mí por este hombre—. Soy tuya. Una gloriosa sonrisa divide sus labios mientras un brillo de sudor se forma en sus sienes. Su boca está sobre la mía mientras susurra: —Sí, lo eres, y yo soy tuyo. Durante horas me deleita con su cuerpo, su pasión abrumadora, su alma, el complemento perfecto para la mía. Él me hace el amor hasta que el cielo comienza a aclararse, indicando un nuevo día.

265

n par de días más tarde, llega una carta en el correo para mí y papá. Inmediatamente reconozco la escritura a mano en el sobre, el garabato frenético, desordenado que pertenece a Jay, y me hace sonreír. También me da aún más ganas de abrirlo y ver lo que hay dentro. El pequeño sello del corazón con un seis en el interior de la esquina del sobre también es un claro indicativo. Durante varios días, él ha sido un hombre de misterio, creando algún tipo de espectáculo. En honor a la verdad, he estado muriendo por saber de qué se trata todo esto, y estoy imaginando que lo que sea que hay dentro de este sobre, va a ser una pista. Al abrirlo, saco la pequeña tarjeta cuadrada. Es una invitación. Señorita Matilda Brandon y señor Hugh Brandon están cordialmente invitados a unirse al señor Jason Fields para una velada exclusiva en The Cellar Paint este sábado 08 de febrero, a las 8 p.m. Doy vuelta la tarjeta, pero está en blanco. The Paint Cellar es el mismo lugar donde tuvo su espectáculo la última vez, pero la invitación no menciona una actuación, así que no estoy del todo segura de lo que nos espera. Mi padre mira por encima de mi hombro. —Ah —dice—, una invitación misteriosa de tu novio. Me pregunto lo que él tiene para nosotros. —Me vuelvo hacia papá y sonrió. El otro día me senté con él y le dije que Jay y yo estábamos juntos. Realmente no sabía qué esperar, pero ciertamente no esperaba que su respuesta de una palabra fuera: ¡Finalmente! Creo que cuando se trata de Jay y de mí, papá siempre ha visto mucho más de lo que aparentaba. Él aprieta mi hombro y toma la invitación de mi mano, dándole la vuelta para ver si hay algo en el dorso, lo mismo que yo hice. Levanta la cabeza y luego me sonríe caprichosamente, un débil brillo de emoción en sus ojos. —El joven Jason te llevará a una aventura, Matilda. Prométeme que disfrutarás cada momento de ella.

266

Lo miro fijamente, tratando de descifrar su significado, antes de apretar su mano y responder simplemente: —Lo haré. Toda mi vida he sido cuidadosa, nunca dejándome ir completamente. Creo que esta es la forma de mi padre de decirme que lance la precaución al viento. Que monte la montaña rusa. Y planeo saborear cada subida y cada bajada. *** El sábado llegamos al lugar rápidamente, como estaba solicitado. Solo hay unas treinta o cuarenta personas en la audiencia, esparcidos en los asientos al azar. A diferencia de las multitudes entusiastas de aficionados que me encontré en su primera exposición, estas personas no parecen muy contentas de estar aquí. De hecho, hay una atmósfera de aceptación a regañadientes entre ellos. Veo a Jessie y Michelle sentadas unas filas más atrás desde el escenario así que enlazo mi brazo con el de papá y le llevo conmigo a unirme a ellas. —Hola, ustedes dos —digo, tomando el asiento junto a Jessie—. ¿Alguna idea de qué se trata todo esto? Jessie se encoge de hombros. —Él me ha mantenido en la oscuridad acerca de esto, en realidad. Así que estoy tan perdida como tú. Asiento hacia ella. —Y, ¿qué pasa con esta gente? Tengo la sensación de que no están demasiados contentos de estar aquí. Jessie sonríe. —Sí, capto ese ambiente, también. Estoy segura que todo se explicará una vez que Jay decida mostrar su rostro. Ah, y por cierto, ¿has oído que Brian está siendo acusado por intento de asesinato, y se han presentado cargos contra Una por toda la cosa de hackear la computadora? —¡En serio! —exclamo, mi boca abierta. —En serio —dice Jessie. Alguna extraña satisfacción se forma dentro de mí. Se siente intrínsecamente justo que los dos están finalmente consiguiendo lo que se merecen después de todas las vidas que han destruido. Y tengo que dar a Jay las gracias por ello. Antes de que podamos hablar más, las luces de la sala se apagan, y un video se proyecta sobre la pantalla en la parte posterior del escenario. El vídeo que reproduce es de los números de la lotería de la semana pasada, una presentadora muy rubia diciendo en voz alta las bolas seleccionadas. Hay murmullos entre el público, y luego el breve vídeo se ha terminado. Otro video arranca, éste muestra a Jay de pie en la sala de estar en su apartamento. Él mira a la cámara y comienza a hablar.

267

—Así que supongo que todos se están preguntando por qué han sido invitados aquí esta noche. Un hombre en la primera fila ríe con desdén. —Sí, tendrías razón acerca de eso. Supongo que es exacto decir que yo no soy su persona favorita. Todos ustedes perdieron sus empleos a causa de mí. Mi caso en la corte hizo que su periódico cerrara, y soy la última persona que quieren ver en este momento, así que voy a hacer esto rápido. Investigué a cada persona que trabajaba para el periódico, y los treinta y tres de ustedes son los únicos que estaban limpios. Entonces, la pregunta que voy a hacerles a todos ustedes ahora es: ¿jugaron a la lotería la semana pasada? Supongo que van a decir que no, o los que lo hicieron, que no tuvieron mucha suerte. Bueno, en realidad me permito disentir en eso. Todos los treinta y tres de ustedes jugaron. Unos sonidos de sorpresa llegan desde la audiencia, pero en su mayoría todo el mundo está siendo escéptico. El video de Jay saca un pequeño trozo de papel de su bolsillo y lo sostiene frente a la cámara. —Vean estos números. ¿Alguien los reconoce? Pongo mis ojos sobre el papel. Es un billete de lotería, y los números seleccionados son los números exactos llamados en el video anterior. ¡Los números ganadores! Gestos de incredulidad llenan la sala. Me quedo mirando el vídeo de Jay con asombro, sin comprender cómo esto puede ser real. No es posible predecir la lotería. Simplemente no lo es. Casi todas las personas están confundidas. En el video, Jay sonríe como el gato Cheshire48 a medida que avanza y recoge la cámara. La lleva a su mesa de la cocina, donde hay docenas de sobres repartidos perfectamente sobre la superficie, todas incluyendo direcciones y sellos. Jay pasa a través de los sobres y continúa hablando desde detrás de la cámara. —¿Alguien reconoce estos lugares? —pregunta. Una mujer habla, levantándose de su asiento: —¡Esa es mi dirección! —Si se fijan bien de cerca —dice el Jay del vídeo—, verán que cada sobre se dirige a cada uno de ustedes en la audiencia. Dentro de cada sobre hay un cheque a nombre del receptor. La lotería de la semana pasada fue de poco más de cuatro millones de euros. Ya que todos jugaron y ganaron, ahora cada uno de ustedes es 125.000 euros más ricos. Espero que esto sirva por el tramo de mala suerte que todos ustedes han estado teniendo últimamente. —Pone la cámara hacia abajo de manera que está en él otra vez—. Si miran a la esquina inferior izquierda de este video, verán que filmé esto ayer, y ahora voy a hacer una visita a la oficina de correos. Mañana por la mañana, comprueben sus correos, quizá encuentren una pequeña sorpresa esperándolos. —Él sonríe a la cámara, y luego el video se apaga.

48

Gato Cheshire: es un personaje ficticio creado por Lewis Carroll en su conocida obra Alicia en el país de las maravillas.

268

El público estalla en animación, exclamaciones de incredulidad llenando el lugar. Por alguna extraña hazaña, Jay acaba de ganar la lotería para todos ellos. Eso es un truco de magia. ¿O era un truco en absoluto? Quiero preguntarle cómo lo hizo, pero no hay rastro de él. Entonces, como por arte de magia, tengo la sensación de los ojos de alguien en mí. Dándome la vuelta, veo a Jay de pie en la parte trasera del local. Él sonríe, señala con la cabeza para que lo siga, a continuación, se da vuelta y camina por el pasillo que conduce fuera, de espaldas a mí. Me levanto de mi asiento y me apresuro después de él. Jay camina lentamente para dejar que lo alcance, dando un paso hacia afuera sobre los adoquines de Temple Bar. Las multitudes de sábado a la noche salen a montones, llenando las calles con sus gritos y risas de borrachos emocionados. Se vuelve hacia mí, sus ojos se iluminan con su marca comercial de post-magia truco travesura. Me dirijo hacia él, sacudiendo la cabeza. Él vincula su brazo con el mío. —Buenas noches, Watson. ¿Te importaría dar un paseo? En silencio asiento, y caminamos por la calle hasta que me detengo y vuelvo a mirarlo de nuevo, colocando firmemente mis manos contra su pecho. —Está bien, tengo que preguntar. ¿Fue real? ¿De verdad simplemente ganaste por arte de magia la lotería para toda esa gente? Él sonríe. —Me gustaría escuchar tu teoría. —Umm, estaba pensando que tal vez has utilizado el dinero de tu liquidación, pero eso fue de dos millones, no cuatro. Levanta una ceja, y me dice: —En realidad estoy donando mi dinero del acuerdo para una obra de caridad para las víctimas de abuso doméstico. Me quedo boquiabierta ante él. —¿En serio? Él desliza su dedo pulgar sobre mi barbilla. —Sí. Estoy seguro de que algo de tu bondad debió de contagiarme —murmura, casi distraídamente, mientras sus ojos trazan mis características. —No me des eso. Siempre fuiste bueno. Demasiado bueno. Pero, por favor, dime si lo que vi en el video de esta noche era real. Jay me mira por un largo rato, con los ojos brillantes de color marrón y verde bajo las luces de la calle. —¿De verdad quieres una respuesta? —responde—. ¿No es más emocionante no saber, simplemente dejando que las posibilidades sean infinitas? Al igual que, tal vez soy un genio y descubrí una fórmula matemática de las probabilidades para predecir la lotería. Quizás soborné al tipo de la bola para amañar el sistema. —Hace una pausa para reír y saca el mismo billete que había mostrado en el video de su bolsillo—. Tal vez falsifiqué este billete, y sólo estoy dándoles mi propio dinero. Tal vez soy psíquico. Tal vez tuve un buen rato en las mesas de póker. Los tal vez podrían seguir para

269

siempre, Watson, pero ambos sabemos que el misterio es mejor que la verdad. Así que, ¿por qué no vivir con la magia? Ser un niño otra vez y creer en lo fantástico. La vida es más divertida con un poco de humo y espejos. Él me da un guiño diabólico. Sacudo la cabeza hacia él, incapaz de mantener mi sonrisa creciente. Señalo con el dedo a su pecho, sonriéndole. —Usted señor Fields, es insufrible. Se ríe. —Eso es una mentira. Me encuentras encantador. Sé cuando estás mintiendo, ¿recuerdas? —¿Alguna vez he mencionado lo mucho que odio eso? —No tienes por qué. —Su voz está llena de afecto—. Me doy cuenta cuando lo odias, también. Algo me viene a la cabeza, y lo apunto con mi dedo. —Ah, ha, pero te mentí una vez, y jamás lo supiste. —Oh, sí —dice con indulgencia—. ¿Y cuándo fue eso? —La noche en que fui atacada por el matón. No fue al azar. Una estaba allí. Poco a poco, su sonrisa se ensancha. —Sabía que estabas mintiendo entonces, también. ¿No notaste que mis nudillos estaban jodidos a la mañana siguiente? —No, no lo hice. Y, ¿qué significa eso? Pasaste la noche en el sofá. —No la noche entera. Me escapé, encontré a la mierda a la que Una le pagó para amenazarte, y me aseguré de que no lo estaría haciendo otra vez. Lo miro fijamente, asombrada. —¿Cómo supiste? —Te hice algunas preguntas inocentes, observé tus reacciones, y pensé el resto por mí mismo. Se necesita mucha práctica para ser capaz de mentirme. —Hace una pausa, su voz pasando a ser suave y sexy—. Y estoy demasiado obsesionado contigo para no saber todas y cada una de tus reacciones. Esa respuesta tanto infinitamente agrada e irrita el infierno fuera de mí al mismo tiempo. —Eso es... bueno, eso es bastante genial. Él se ríe tiernamente mientras sus brazos pasan alrededor de mi cintura, tirando de mí al ras contra su cuerpo. Presiono mi rostro en su hombro, respirándolo. —Y te amo —le susurro. Él levanta mi barbilla y toma mi boca en un beso lento y persistente antes de tomar aire. —Sí, lo haces.

270

Varias personas silban y gritan ánimos ante nosotros a medida que nos pasan. Él me sostiene tan fuerte que puedo sentir su teléfono empezar a vibrar en su bolsillo, interrumpiendo nuestro pequeño momento. Me rio, rompiendo el beso. —¿Eso es un teléfono que vibra en tu bolsillo, o estás simplemente feliz de verme? Él me da una sonrisa torcida mientras saca su teléfono para contestar. —Un poco de ambas cosas. Él no me suelta a través de su conversación. No estoy segura de quién está hablando, pero su final se compone de un montón de respuestas de sí y no, antes de terminar con un: “Genial, supongo que nos veremos pronto, entonces”. Observo cómo mete el teléfono en su bolsillo y me jala más cerca, presionando sus labios en mis sienes. —¿Quién era ese? —pregunto. Su sonrisa contestando me hace temblar, en el buen sentido. —Ese era mi agente en Estados Unidos. Estás a punto de cumplir con nuestro acuerdo, cariño. —¿Eh? —Acabo de recibir una reserva para una serie de espectáculos. Nos vamos a Las Vegas, querida. Lo miro fijamente, con la boca abierta, recordando el momento en que él me dijo cómo hizo uno de sus trucos, y a cambio tendría que ir a Estados Unidos con él la próxima vez que tuviera shows allí. Parece que realmente voy a mantener mi promesa a papá y dejar que Jay me lleve en una aventura. Trago saliva, escalofríos estallando por toda mi piel, y respondo con entusiasmo: —Supongo que así es. ¡No puedo esperar!

271

Varios meses después. Las Vegas, Nevada. aldigo mientras accidentalmente me pincho con la aguja. El traje que estoy diseñando para que Jay use durante en su próxima presentación está casi terminado. Hasta hace poco, solo he diseñado vestidos pero desde que soy un miembro permanente de su equipo de estilista y de vestuario, me he inspirado en crear algo verdaderamente original. Algo que lo represente por completo. Si mi madre allá arriba estuviera mirándome, creo que estaría orgullosa. He tomado las cosas que me enseñó y las he convertido en una carrera. Me tomó un par de semanas entrenar a una nueva secretaria para papá pero ahora, finalmente, he dejado mis días de oficinista. Tengo la oportunidad de dar consejos de moda y crear mis propios diseños para vivir. Para mí, no hay nada mejor que eso. Esta parte final del traje necesitaba ser cosida a mano, un pequeño corazón rojo en la esquina de la solapa izquierda, y estaba tan concentrada que me pinché, haciendo salir sangre. Puse mi dedo en mi boca mientras iba en busca de una tirita. Encuentro una, rápidamente la envuelvo alrededor del corte y regreso a mi costura. Paso mi mano por la hermosa tela azul marino, verdaderamente orgullosa del trabajo que he hecho. No puedo esperar para sorprender a Jay con esto. Las últimas semanas he estado tomando a escondidas sus medidas, asegurándome de que el traje se ajuste perfectamente, aunque él no tiene ni idea de lo que he estado haciendo. Cuando voy a enhebrar de nuevo la aguja, de repente noto algo frío en mi piel. Mirando hacia abajo, jadeo, mi mano va hacia la boca por la sorpresa. Justo allí en mi dedo hay el anillo de compromiso más hermoso que he visto y definitivamente no estaba allí hace un segundo. Lo miro por lo que se siente como una eternidad. Poniéndome de pie otra vez, camino hacia el espejo junto a mi cama y miro mi mano a través del cristal. Luego, por la esquina de mi ojo atrapo a Jay de pie en la puerta, con una sonrisa en su boca y rebosante de amor. Así es como son las cosas cuando tu novio es un ilusionista. Tiene la costumbre de aparecer de la nada, y en el fondo, es solo un niño grande que se nutre con travesuras y formas ingeniosas para sorprender a las personas. Su infancia pudo haber sido robada por los adultos, pero reclama su niñez con cada truco que crea. Desde hace meses he estado bajo su hechizo.

272

—¿Qué es esto? —pregunto, girando y extendiendo mi mano hacia él, mi corazón late y mi cerebro se niega a creer el muy obvio significado del diamante que actualmente descansaba en mi dedo. —Es tuyo —responde el voluble bastardo, mientras que mi corazón está latiendo con miles de emociones suaves y acarameladas. Mis ojos se abren instantáneamente con amor y mis mejillas se sonrojan con nerviosa emoción. —Jason, no voy a hacer que me expliques como pusiste este anillo en mi dedo pero insisto en que me digas por qué lo has puesto ahí —tartamudeo, con voz nerviosa. Camina hacia mí y toma mis manos temblorosas entre las suyas. Las levanta y las coloca en su pecho mientras mira el anillo y desliza su pulgar sobre él. —Quiero que seas mía, quiero decirle al mundo que eres mía. Esa es la razón por la cual lo he puesto ahí Watson. Parpadeo una lágrima y mantengo mis ojos cerrados, susurrando: —Debes hacer la pregunta. Su cálido aliento golpea mi mejilla mientras se inclina, quita mis lágrimas con sus besos, y luego acaricia mi sien con su nariz. —¿Matilda, te casarías conmigo?—pregunta suavemente. Abro mis ojos y luego miro los suyos, contestando inmediatamente: —Sí, ¡oh por Dios, sí! Toma mi rostro entre sus manos y luego me besa hasta que estoy tirando de su camiseta tratando de averiguar la forma más rápida y eficiente de deshacerme de su ropa. No tuve que pensar mucho rato porque él se aleja, con sus ojos brillando mientras comienza a desvestirse con abandono. Lo miro, devorándolo con mis ojos cada centímetro que revela de su piel. Sin embargo, una vez que está desnudo no viene hacia mí. En cambio se dirige hacia donde he dejado el traje. Girándose para mirarme con ternura pregunta: —¿Para mí? Mi corazón se encoje. —Sí Jay, es para ti. Sonríe cuando ve la pequeña silueta del corazón que he cosido en la tela, pasa su dedo sobre él, pero no dice ni una palabra. Su silencio lo dice todo, luego comienza a probárselo. Un minuto después está completamente vestido, me detengo delante de él y doblo el cuello de la camisa. —Te ves bien muy bien futuro esposo. —Sonrío. Sonríe ardientemente y gruñe con satisfacción mientras me recoge entre sus brazos antes de tirarme sobre la cama. Trepa por mi cuerpo, con sus ojos oscuros llenos de lujuria —Quiero ser tu esposo ahora. No quiero esperar. Me río.

273

—¿Cuánto tiempo crees que tardaremos en traer a papá y a Jessie aquí? Sabes que enloquecerían si tenemos una boda sin ellos. Jay inclina su cabeza hacia un lado, como si estuviera pensando en eso. —Umm, un par de días, quizás. —Eso es terriblemente pronto Jay, ¿estás seguro acerca de esto? Se inclina hacia abajo y muerde mi cuello ligeramente. —Nunca he estado tan seguro acerca de algo en mi vida. Sus palabras me derriten. —Está bien entonces. Solo tengo una regla. —¿Y cuál es esa? —pregunta, en realidad sin prestar atención mientras su boca se abre camino hacia abajo por mi cuello. —No seremos casados por Elvis —declaro firmemente. Se detiene y se ríe ruidosamente, ahora mirándome. —Está bien, es un trato, Entoooonces… ¿Qué te parece un ministro que use un sombrero de detective? Apunto mi dedo en su pecho, estallando en risas. —Tampoco nos casara un Sherlock Holmes, Jason. De ninguna maldita forma. Su sonrisa se profundiza. —¿Qué tal si yo voy de Sherlock y tú vas de Watson? —Ahora estás tratando de molestarme a propósito —lo regaño, pero no puedo dejar de sonreír—. La ropa es asunto mío. Usaré un hermoso vestido para mi boda. No habrá compromisos. —Supongo que puedo vivir con eso —murmura en mi oído, su mano se desliza debajo de mi falda—. Al menos puedo quitártelo. Cuando hunde su rostro en mi pecho olvido todo sobre los vestidos de boda, Sherlock Holmes, John Watson, Elvis y anillos de diamantes apareciendo al azar. Me pierdo en este glorioso hombre que ha convertido mi vida en una aventura y me ha mostrado la magia en los milagros. Con Jason Fields a mi lado, el mundo es un lugar muy mágico.

274

e acuerdo, así que soy un jodido imbécil por estar celoso. No tengo derecho a estarlo. Puse un alto a las cosas con Matilda porque estoy tratando de ser el tipo bueno. Dicho esto, todavía quiero darle un puñetazo a esa presumida mierda sentada en la parte trasera de mi auto directo en su rostro. Él le dio una cesta de pan. No estoy seguro de por qué me molesta más que si le diera flores, pero lo hace. Soy el único que debería conseguir alimentarla. Es un desconcertante sentimiento, pero lo poseo, ¿de acuerdo? ¿Sabes? Casi estoy deseando que él me mire de la forma equivocada para que pueda empezar algo. El problema es, en este momento, que él sólo tiene ojos para mi chica, y eso simplemente me enfurece aún más. Está mirándola con esos tontos ojos de cachorro como si fuera la cosa más preciosa que jamás haya visto. Diablos, puedo decir sin duda que ella es la cosa más preciosa que cualquiera de nosotros jamás hemos visto, lo cual me hace querer dejarlo ciego sólo por mirar. Es en momentos como estos que desearía no poder leer a las personas tan bien, porque el hecho de que él quiere follarla es evidente. Algo profundo retumba en mi pecho, algo feo y posesivo. Así que sí, tengo algunos problemas con la ira. Aprieto mis puños sobre el volante, siento la sangre bombeando por mis venas como lava fundida. Pura rabia. Trago con fuerza y trato de controlar mi temperamento, incluso cuando estoy enojado tengo esas impresionantes habilidades para rimar49. Tú lo sabes. Mi mente corre mientras conduzco al sitio de Jessie, tratando de encontrar alguna ingeniosa y audaz forma de arruinar esta pequeña noche de cita. Sería inapropiado, tan inapropiado, pero estoy considerando hacer algo de sigilosa hipnosis para hacerlo verse mal. Sería bastante fácil hacerlo pensar que es una gallina y cacaree alrededor del apartamento como un completo tonto. 49

A lo que Jay se refiere es a temper down my temper, que en español es, controlar mi temperamento.

275

Pero ese tipo de artimaña tendría mi nombre estampado por todas partes. Así que no, voy a tomar el camino moralmente correcto en esto. No quiero disgustar a mi chica. Además, últimamente he estado tratando solamente de usar mis "poderes" para el bien. Esperemos que mi capacidad para mantener el control resista hasta el final de la noche. Hablando de mi chica, ella está usando este asesino vestido rojo que me está dando un mal rato para pensar con claridad. Un realmente mal jodido rato. Estaciono el auto y dejo a mis ojos viajar por su cuerpo, demorándome en los sexy como el infierno tacones que tiene que me hacen querer lamer y morder la longitud de sus curvilíneas piernas. La cima de su pecho sube y baja con su respiración. Es un poco fascinante. Mierda, quizás soy quien ha sido hipnotizado. —¿Puedo dejar esto aquí? —pregunta con esa dulce, preciosa voz. Parpadeo hacia ella, alejando mi mirada de su suave, exquisito pecho y la alzo para encontrar sus claros ojos azules. Me toma un segundo para darme cuenta de que está hablando de la maldita cesta de pan. Nunca he estado tan enojado del pan en mi vida. —¿Qué pasó con lo de regalarle a las chicas un ramo de flores? —le digo con enfado. No lo quise decir así, de hecho, me mata hablarle de esta manera. Es sólo que la idea de otro hombre tocándola me hace querer cometer GLC50. Que nunca se diga que no tengo mis psicóticos momentos. —Creo que es lindo. Me gusta el pan, además, ¿cuál es tu problema? —pregunta de regreso, entrecerrando sus ojos hacia mí. Dios, me vuelve algo salvaje cuando me desafía. Quitándole la cesta, la meto en el asiento trasero y trago con fuerza. Necesito malditamente calmarme. Entonces le doy una realmente estelar línea cuando digo: —Te gusta el pan —mirándola fijamente largo y tendido. Mis ojos se mueven ida y vuelta entre los suyos en valoración. Después de haber visto la forma en que interactúa con Owen, es bastante obvio que ella piensa en él tan platónicamente como si fueran hermano y hermana. Lo cual trae la pregunta, ¿por qué lo invito aquí en primer lugar? —Lo siento. Intentaré ser agradable —le digo suavemente. —Gracias —susurra. Durante todo el viaje en el ascensor hasta el apartamento de Jessie, tengo que contenerme de atacarla con mi boca. Mi chica es tan condenadamente comestible que es insoportable. Esos labios. Y ese vestido. Ese hijo de una madre de vestido. Ella me mira por debajo de sus pestañas mientras ascendemos y casi me mata. Me muerdo duro el interior de mi boca, casi extrayendo sangre.

50

GLC: Graves lesiones corporales.

276

Las puertas del ascensor se abren y no puedo evitar hacer otra cosa que poner mi mano en la curva de su espalda baja mientras la escolto hacia afuera. Ella toma una pequeña respiración ante el contacto, y me gusta que el calor de mi mano la afecte. Me pregunto si ella está algo mojada en estos momentos. Me pregunto si al deslizar mi mano por debajo de su vestido la encontraría caliente y adolorida por mí. Maldición. Necesito parar esos pensamientos justo allí. No es sobre lo que tengo que estar pensando. Cuando llegamos al apartamento de Jessie, Matilda mira a su alrededor, sus grandes ojos asimilándolo todo. El apartamento es bastante impresionante, y me gusta observarla cuando tiene una experiencia por primera vez con lugares y cosas. A veces puede ser tan completamente expresiva y llena de curiosidad. El público perfecto para uno, en mi opinión. Creo que podría ser un poco adicto a deslumbrarla con mis trucos. —Este lugar es asombroso —dice mientras estudio su perfil—. ¿Cómo puede permitirse esto trabajando en un casino? Presiono mi mano más duro en la base de su columna vertebral y respondo: —Juega al póker de vez en cuando, lo hace mejor que yo la mayoría del tiempo. Las ganancias le permitieron pagar este lugar. Hubo una época en la que Jessie no tenía casa, su familia la echó, así que ser dueña de un lugar como el suyo es una gran cosa. —Oh —contesta, un suspiro sale de ella y hay empatía en su expresión—. Hubo un momento, en el que tú tampoco tenías casa. ¿Es gran cosa para ti también? Dios, en serio no puedo soportarlo cuando ella me mira de esa manera; ni siquiera lo sabe, pero está metiéndose justo por debajo de mi piel. ¿Qué estoy diciendo? Ya está allí, de forma muy profunda. Trago, mirándola fijamente. —Más importante que nada, pero tener un hogar para mí no se trata de un techo y cuatro paredes, se trata de las personas. Mi familia está muerta, así que tengo que construir la mía. Digo que un hogar se trata de las personas, pero en realidad se trata de una persona. De ella. Cada momento que consigo pasar con ella se siente como, donde finalmente siempre estuve destinado a estar, lo cual es probablemente la razón de la que al traer una cita esta noche con ella me ha transformado en el monstruo de los ojos verdes, versión máxima. Sigo mirándola, aspirando el sutil aroma de su perfume cuando Jessie aparece delante de nosotros. La gran estúpida sonrisa de cumpleaños en su rostro y la insignia con el "94" en ella me dice que ya ha bebido un trago, o siete. Tiro de ella en un abrazo y pongo su regalo en su mano. —Feliz cumpleaños, Jess. —Sí —dice Matilda—. No tenía ni idea que fueras tan mayor.

277

—Los cirujanos pueden hacer maravillas en estos días —responde Jessie, luego me da palmadas en el hombro mientras agrega—: Me alegro que estén en condiciones de hablarse de nuevo. Y con eso se va. Oh sí, podría ser mi mejor amiga, pero es una alborotadora, también. Sabía exactamente lo que estaba provocando al decir eso. —¿Le contaste lo que pasó? —Matilda se vuelve hacia mí y pregunta, luciendo un poco molesta. Levanto una ceja, mientras silenciosamente planeo regresárselo a Jessie de alguna ingeniosa e inesperada manera. Sabía que debería haberle conseguido el pastel de cumpleaños con forma de pene cuando lo había visto en la panadería. Al parecer, los venden para despedidas de soltera. De todas formas… —Como si tú no se lo hubieses contado a Michelle —replico. Matilda cruza sus brazos e inclina sus caderas, enfatizando sus curvas, y me da un poco entusiasta: “Bien”. Luego se aleja balanceando sus caderas. Y sí, observo su sexy culo ir a un ritmo lento todo el camino hasta el balcón para unirse a Michelle y al idiota del cocinero. En verdad no puedo resistir verla darle la hora del día, así que me dirijo al refrigerador y agarro una cerveza. Luego hablo con algunas personas. Una chica quiere verme hacer un truco de cartas, así que saco de pronto un mazo y comienzo a barajar, completamente rápido y misterioso, las cartas vuelan por todo el lugar como una sinfonía silenciosa de papel. Apenas me concentro en el truco, porque mi cerebro está demasiado ocupado mostrándome imágenes de Owen con sus manos sobre toda mi chica. He hecho esto tantas veces, sin embargo, que es una segunda naturaleza. Apenas tengo que pensar en ello. Mucho de la cosa de la habilidad con las manos que empleo es realmente todo sobre la práctica. Si repites algo mil veces, te volverás tan rápido que nadie jamás te vera deslizando sus relojes de sus muñecas o sus carteras desde el interior de sus chaquetas mientras estás de pie justo en frente de ellos. Es todo sobre las dos D: destreza y distracción. Añade una pizca de rapidez y un toque de confianza y serás invisible. Toma mis días de robar carteras en las calles como ejemplo. Cuando se trata de robo, siempre es mejor trabajar en parejas. Solía juntarme con este chico excéntrico llamado Don de Charlestown. El sujeto no podía tener más de diecisiete años, pero tenía la mirada en sus ojos de pronto-a-ser un asesino a sangre fría. Don y yo teníamos nuestra rutina memorizada. Nuestro objetivo eran los más concurridos comerciales y los distritos turísticos, porque estaban llenos de blancos fáciles y éramos hambrientos, desesperados niños. Podíamos encontrar algún ostentoso imbécil en un traje, sosteniendo su teléfono alrededor como si tuviera más dinero que sentido común. Don haría toda la cosa de chocar con él y expresar cuánto lo sentía, la distracción, mientras yo pasaba y le quitaba su cartera y cualquier otra cosa que poseía, la destreza. Y rápido como un rayo estaríamos en nuestro alegre camino. Ves, simple.

278

El grupo a mi alrededor aplaude cuando termino mi número y les doy una sonrisa, mis ojos instintivamente buscan a Matilda. Ella todavía está en el balcón con Owen, y él está tocando su mano. Él. Está. Tocando. Su. Mano. Bien, creo que es hora de poner fin a esto de una vez por todas. Llevando mi cerveza conmigo, voy resueltamente afuera con propósito. Están sentados juntos en una mesa ahora. Realmente acogedor. Me tomo la libertad de unirme a ellos, aparto el asiento frente a Matilda y siento mi culo. No digo una palabra, simplemente saco un cigarrillo del bolsillo y lo enciendo. Inhalo, exhalo, todo el tiempo escudriñando a Owen como que estoy buscando problemas. El idiota lo malinterpreta como que quiero una conversación. —Oye, te vi haciendo trucos con cartas. ¿Es uno de tus hobbies? —pregunta. Sin usar ninguna expresión en absoluto, respondo: —Naah, no es un hobby, es mi trabajo. —Vaya, es asombroso. ¿Consigues mucho trabajo? —Un poco. —Muevo mi cuello de lado a lado y muevo mis hombros. Esta mierda me está dando tensión como no creerías. Owen traga, lanzándome una mirada confusa antes de volverse hacia mi chica. —Sabes Matilda, me encanta tu vestido. ¿Te dije lo hermosa que te ves esta noche? Resisto la urgencia de reír. Ese vestido no fue usado para su beneficio. Llevaba el vestido por mí y lo sé. Llevaba el vestido para torturarme, lo cual me hace querer inclinarla sobre la mesa más cercana y enseñarle una lección. Sacudo mi cabeza y bebo un poco de cerveza, tratando de tener pensamientos tranquilos. Matilda se sonroja. —Gracias, en realidad, lo hice yo misma. —¿En serio? Estoy impresionado. Sabes, me puso muy contento saber que querías verme otra vez. Estaba empezando a perder la esperanza. Jesús. No puedo evitar suspirar audiblemente y decir en voz baja: —Podrías haberla llamado. Al segundo que lo digo, Matilda lleva su atención hacia mí, sus ojos azules brillando con su creciente enojo. ¿Es malo que este complacido de afectarla? —¿Qué fue eso? —pregunta ella bruscamente. Oh, esto va a ser divertido. Fallando al reprimir una sonrisa de satisfacción, digo casualmente: —Nada, ¿dije algo? —Sí. Creo que dijiste algo. Ahora estamos llegando a alguna parte. Me inclino hacia delante y sigo provocándola.

279

—Bueno, estas equivocada. No funciona sin embargo, porque ella inmediatamente decide ignorarme y hablar con Owen. Charlan y hago mi mejor esfuerzo por ser grosero sobre ello, interrumpiendo y siendo un gran imbécil. Puedo decir que la está molestando, y estoy amando cada momento. Un segundo después se levanta rápidamente de su asiento, sus ojos resplandeciendo, y empujando su silla hacia atrás. —Estas… estas siendo un idiota —me grita, toma la mano de Owen y se marcha enfadada. Termino mi cigarrillo y aprieto mi mandíbula mientras los observo caminar juntos por el apartamento. Un minuto o dos después, la veo regresar, lo cual me satisface. Enciendo otro cigarrillo y espero a que se acerque. —¿El idiota del cocinero se ha ido? —pregunto con una animada voz, sonriendo ampliamente y soltando el humo. —Sí, gracias a ti. ¿Qué diablos estabas planeando? Fuiste muy… grosero. Eso no se parece a ti en absoluto. Bien, ahora me siento un poco mal. No me gusta la forma en que me está mirando. Quiero que me mire igual que después de que la hice correrse en su dormitorio, toda somnolienta y reverente. Quiero que me mire así para siempre. No puedo pensar en una sola cosa que decir, así que no digo nada. Matilda continúa hablando. —Heriste sus sentimientos, y eso fue todo menos agradable. No me gusta ese lado tuyo Jay, ¿que se te metió? Apartando la mirada por un momento, aprieto mis labios y trato de no sentirme culpable. Realmente no debería haberme permitido conseguir este acercamiento con ella tan rápidamente. Esto está volviéndome loco, y distrayéndome del gran juego que estoy jugando. Finalmente, apago mi cigarrillo y me inclino más cerca de ella, decidiendo que la honestidad es el mejor curso de acción. —No me gusta Owen —gruño. —Él no te hizo nada. —Permíteme disentir —digo y me río con dureza. Los próximos segundos son un concurso de miradas, y en esos segundos me veo lanzándola por encima de mi hombro y llevándola al dormitorio extra de Jessie para no hablar. Cada parte de mí está muriendo por mostrarle mis sentimientos con mi cuerpo. El momento es roto cuando Michelle nos interrumpe. —¿Está todo bien? —Owen se fue a casa —dice Matilda, sus ojos dejando los míos e instantáneamente los quiero de regreso. —Oh no te preocupes, probablemente estaba cansado.

280

—No, Jay estaba actuando como un perfecto idiota. Es por eso que se fue — exclama, su cólera regresando mientras se marcha enfadada y vuelve dentro del apartamento. Michelle posiciona su fría mirada en mí. —Espero que no estés jugando juegos con mi amiga —dice bruscamente, cruzando sus brazos sobre su pecho. —Mis intenciones son puras, así que puedes relajarte —respondo con ligereza, necesitando realmente otro cigarrillo, y ya he tenido dos seguidos. Esta noche, juro por Dios que me va a volver un fanático. Michelle me da una irónica mirada. —Me pregunto si alguna vez tuviste un pensamiento puro en tu cabeza cuando se trata de Matilda. Cada vez que la miras puedo prácticamente oler al sexo en la habitación. Bueno, que nunca se diga que esta chica no es honesta. Casi sonrío. —No estoy tratando de hacerle daño, ¿de acuerdo? —Sí, es mejor que no lo estés. De lo contrario, voy encargarme de ti, y he sido conocida por usar el puntiagudo extremo de mis tacones altos como un arma — amenaza mientras audaz levanta su zapato para que vea. Suelto un silbido. —No lo dudo. —Chico listo. Se marcha luego, y voy en busca de más cerveza. Un poco más tarde mi anterior estado de irritación asciende rápidamente y se transforma en pura, absoluta rabia. Algún nuevo imbécil está bailando con mi chica, bailando y poniendo sus manos sobre toda ella. Apenas recuerdo mis movimientos, pero la siguiente cosa que sé es que estoy separándolo de ella y dándole un puñetazo al hijo de puta en el rostro. Nos preparamos para pelear y Matilda se va a toda prisa, molesta. Sí, realmente la he jodido ahora. Un par de minutos más tarde la encuentro en mi antigua habitación, tumbada de espaldas, sus manos cubriendo su rostro. Cierro la puerta suavemente. Dejo a mis ojos arrastrarse a lo largo de su sexy cuerpo sin inhibiciones, aprovechando el raro momento para impregnarme de ella mientras no lo nota. Moviéndome hacia la cama, mi mente ya está corriendo con las formas en que puedo tenerla debajo de mí y jadeando por más. Quita sus manos y abre sus ojos, sorprendiéndose un poco cuando ve lo cerca que he llegado. Me cierno sobre ella, mordiendo mi propio labio para conseguir algo de auto control. ¿Cómo demonios podía creer que el autocontrol manejaría esto? La necesito como necesito el aire para respirar. —No quiero verte en este momento —me dice en una baja, susurrante voz, que se rompe un poco cuando habla. Jesús, odio saber que soy la razón por la que está molesta.

281

Por voluntad propia, mis ojos se arrastran por su cuerpo de nuevo, demorándose en la extensión de sus caderas. —¿Por qué no? —pregunto. Rápidamente, se incorpora hasta quedar sentada, sus rasgos volviéndose duros. —¡Acabas de darle un puñetazo a Stuart sin razón! ¿Qué demonios fue eso? ¿Tiene problemas de ira? Oh, mierda. Puedo sentir el bombeo de la sangre por mis venas, mi temperamento estallando cuando respondo mordaz: —Oh, es “Stuart,” ¿no? ¿Tu cita se acaba de ir, y ya te has movido a otra persona? Eso es realmente clase, Watson. Sí, me arrepiento de las palabras incluso mientras las estoy diciendo. Sus ojos se vuelven furiosos, mientras ella argumenta: —¿Hablas en serio? ¿Yo soy la sin clase? Empezaste todo esto con tu sarcástico comportamiento hacia Owen, así que vamos a pretender que esto es mi culpa. —Te dije que no me gusta. Y no me gusta ese tipo de Stuart, tampoco. ¡Tienes que ser más selectiva sobre quién dejas poner sus manos sobre ti! Se levanta de un salto de la cama y carga contra mí. En realidad, me toma fuera de guardia y me muevo hacia atrás. Clava su dedo en mi pecho, y lo que dice a continuación me hace daño. —¡No debes preocuparte por eso, Jason! Sólo quieres que sea tu amiga, ¿recuerdas? Lo miro fijamente, mi pecho subiendo y bajando mientras mi respiración se acelera. Está tan cerca que puedo sentir el calor irradiando de su cuerpo. Tomo su dedo, el que está clavado en mi pecho, y lo mantengo en mi agarre antes de darle algo de su propia medicina y avanzar hacia ella, apoyándola contra la pared para que no tenga escapatoria. —Me importa —admito, casi dolorosamente—. Los amigos se preocupan por sus amigos. Sus ojos se estrechan en los extremos y frunce el ceño. —¿Eso es todo lo que es? ¿Un amigo preocupado por otro amigo? —Sí —respondo, tragando y luego inmediatamente cambiando de opinión—. No. Mierda. No pensé que sería tan difícil. —¿Qué? En un segundo y el siguiente, tomo una decisión. No puedo aguantar más, hay algo en esta noche que me hizo necesitar replantear mi afirmación. Necesito que sepa lo que siento, que ella es todo para mí. —No quiero que salgas con Owen —admito y ella suelta un jadeo. —¿Por qué no?

282

Inclinándome más cerca, observo mientras ella lame sus labios y tengo visiones detalladas de explorar esa boca durante horas. Tomo hasta el último centímetro de su espacio personal, mi plano, duro pecho presionándose al ras contra su pecho suave, y con curvas. Al instante, estoy duro por ella. Noto cuando lo advierte, se retuerce un poco, y eso sólo me pone más duro. —¿Por qué? —susurra, el sonido más seductor que he oído nunca. Joder, ¿por qué me hace volverme tan débil? Una rápida, violenta oleada de frustración me atraviesa mientras pongo mis manos con fuerza sobre la pared a cada lado de su cabeza. Ella salta y bajo mi cabeza, mi aliento rosando su rostro mientras finalmente admito lo que ha estado en mi mente desde hace un tiempo. —Porque eres mía. La forma en que jadea ante mi declaración, me pone rápidamente en acción, y estoy sobre ella, mi boca reclamando sus suaves, magníficos labios, mi lengua deslizándose en su caliente, acogedora boca. Necesito estar dentro de ella, experimentar como se siente apretada a mí alrededor. Sí, al diablo con jugar el gran juego. Esta noche, mi cuerpo y mi corazón están al mando, y por una vez voy a permitirme tener lo que he querido durante tanto tiempo. Ella hace mi carga sentirse menos pesada, y perderme en su luz disminuye un poco de la oscuridad y la necesidad de venganza que me consume.

283

L. H. Cosway tiene una licenciatura en Literatura en Inglés y Civilización Greca y Romana y un doctorado en Literatura Postcolonial. Vive en la ciudad de Dublín. Su inspiración para escribir viene de la música. Sus cosas favoritas en la vida incluyen escribir historias, ropa vintage, música oscura de cabaret, comida, comedia musical y, por supuesto, libros. Piensa que las personas imperfectas son el tipo más interesante. Ellos cuentan las mejores historias.

284

285

1. Six of Hearts.pdf

Page 3 of 285. 3. Moderadoras. Agus901 & Loby Gamez. Traductoras. JesMN. Cereziito24. Magdys83. Loby Gamez. Noonnika. Nelshia. Axcia.

3MB Sizes 5 Downloads 142 Views

Recommend Documents

Soloist evaluations of six Old Italian and six new violins
Note too that while projection can by definition be judged only by a distant ..... Table 3 shows the distribution of right and wrong guesses about the top-choice.

IITAKA CONJECTURE Cn,m IN DIMENSION SIX 1 ...
Jun 27, 2008 - for some l ∈ N, we call Y a good minimal model. The minimal ... If the nef dimension n(L) = 2 or if κ(Z) = κ(Z ) = 2, then ip(KZ +. L) is big for some ...

Six Characters in Search of an Author
Prompter's box and a small table and chair for the manager. ... Do you suppose that with all this egg-beating business you are on an ..... Yes sir, an old client.

1 The Six Secrets of Change What the best leaders do ...
Authoritative ideas in the business literature do travel, it is just that they travel ... “You probably do if you want to have the best sales staff on Fifth. Avenue” (Welch ...

Page 1 of 1
Page 1 of 1. REVISTA CIENTÍFICA ELETRÔNICA DE MEDICINA VETERINÁRIA - ISSN 1679-7353. PUBLICAÇÃO CI ENTÍFICA DA FACULDADE DE MEDICINA VETERINÁRIA E ZOOTECNIA DE GARÇA/FAMED. ANO IV, NÚMERO, 08, JANEIRO DE 2007. PERIODICIDADE: SEMESTRAL ...

Six Sigma
of solutions for business performance improvement using Six Sigma, lean, and business ...... ness goal configuration, deployment plans, implementation schedules, ...... For example, if a coffee house first eliminates the special employeeqtoq.

1 of 1
These drum parts are set up for the default drum kit on the Roland Sound Canvas modules. The description below is not using Scientific Pitch Notation as in Fig-2 but using notation in Fig-1. If you are using another module or drum machine, note the f

of 1
A collection of filters to consider in the context of creating a personal space of informational ... One builds a more focused web (youtube, etc.) ... Sophistication in this regard is a setting for image-free ... Displaying Authentication Minimal v1.